Historia de Roma Imperial Curso 2014/2015
TEMA 3: LAS DINASTÍAS JULIO-CLAUDIA Y FLAVIA ÍNDICE 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11.
I. DINASTÍA JULIO-CLAUDIA El Imperio romano bajo la dinastía Julio-Claudia: consideraciones previas. El gobierno de Tiberio (14-37). El reinado de Calígula (37-41). El Imperio en tiempos de Claudio (41-54). El gobierno de Nerón (54-68). Romanización e identidades en el Imperio romano: reflexiones conceptuales. II. DINASTÍA FLAVIA El Año de los Cuatro Emperadores (68-69). Los inicios de la Dinastía Flavia: Vespasiano (69-79). El Imperio bajo Tito (79-81). El gobierno de Domiciano (81-96). Sociedad e identidades sociales en el e l Alto Imperio. 11.1. Características generales. 11.2. Los privilegiados. 11.2.1. Ordo Senatorial. 11.2.2. Ordo Ecuestre. 11.2.3. Ordo Decurional. 11.3. La plebe rural y urbana. 11.4. Los libertos. 11.5. Los esclavos.
I. DINASTÍA JULIO-CLAUDIA 1. El Imperio romano bajo la dinastía Julio-Claudia: consideraciones previas. La historiografía imperial surge y se desarrolla frecuentemente en el contexto de los círculos senatoriales y, por tanto, la imagen que se nos transmite de los diversos emperadores va a estar en estrecha relación con la propia actitud que dicho gobernante haya mostrado hacia el ordo senatorial. De esta manera, va a ir dibujándose una historia de buenos y malos emperadores. Aunque la historiografía moderna ha tratado de superar esta imagen, lo cierto es que supone un problema más para la interpretación del período. Algunos autores van a dividir los reinados de los diversos emperadores en dos etapas diferencias: una primera buena, en la que las relaciones del princeps con el senado son positivas, y otra en la que, a medida que avanza el reinado, se deterioran enormemente. Esta situación va a dar lugar a conjuraciones por parte de los senadores opositores y 1
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persecuciones, apertura de procesos judiciales y ejecuciones de aquellos senadores más activos en su oposición. En general, el período de la llamada dinastía Julio-Claudia se caracteriza por la consolidación del poder imperial. La obra de Augusto se plasma en la creación del Imperio romano como realidad constitucional, que a lo largo de más de dos siglos seguirá conservando prácticamente las líneas trazadas por Augusto. La evolución del Imperio romano, es, en gran medida, producto de las bases sobre las que se apoya, y, por tanto, va a ser, hasta cierto punto, independiente de las vicisitudes personales de los sucesores de Augusto.
2. El gobierno de Tiberio (14-37 d.C.) Tras la muerte de Augusto, sube al poder Tiberio. Negándose a aceptar títulos excepcionales como el de Pater Patriae , prefirió ser llamado princeps antes que imperator para subrayar los poderes civiles y su intención de gobernar con el senado. De hecho, devuelve a la asamblea ciertas competencias como la de nombrar magistrados y juzgar crímenes de lesa majestad. En este sentido, va a desempolvar una Lex de Maiestate que, actualizada por Augusto, condenaba los delitos de conspiración contra el emperador, como delitos de alta traición al Estado. Esta política positiva hacia el senado se va a ir deteriorando con el tiempo. En el ámbito de la política interior, el principado de Tiberio supone la consolidación y desarrollo de las estructuras de poder e instituciones creadas por Augusto, sobre todo, en el ámbito de la burocracia, la organización provincial y el sistema financiero. Los problemas financieros derivados del mantenimiento de los ejércitos le llevaron a practicar una política de ahorro que le atrajo la impopularidad de Roma. Los problemas de popularidad Tiberio se agravaron con la muerte de su sobrino Germánico. Tiberio lo había adoptado al poco tiempo de subir al poder y gozaba de un enorme apoyo entre el ejército y el ordo senatorial. Había llevado a cabo varias campañas en Germania para ampliar la frontera hasta el Elba. Con algunos pequeños éxitos, Tiberio lo hizo regresar a Roma y le confió una misión diplomática en Oriente. Allí, entró en conflicto con el gobernador de Siria, Pisón, y murió poco después de fiebres. La oscura muerte de Germánico, por la que fue condenado el propio Pisón, llevaron a la viuda de Germánico, Agripina, a formar una factio opositora al emperador, a quien acusaba de cómplice. En este contexto, va a surgir la figura de Elio Sejano, prefecto del pretorio. Poniendo el enorme poder que le confería el título de prefecto del pretorio y el mando de las nueve cohortes pretorianas a su servicio, trató de conseguir el trono y convertirse en el sucesor del emperador. El prefecto va a servirse de la Lex de Maiestate para enfrentarse al partido opositor que se había formado en torno a Agripina y sus hijos, involucrando en procesos de alta traición a los principales sostenedores del partido. Tiberio se había retirado para entonces a Capri donde seguía gobernando en la distancia. Sejano logró incluso que se mandase al exilio a Agripina y a su hijo Nerón, donde murieron y al otro hijo de Germánico lo recluyó como prisionero en el palacio. De esta manera, acababa con dos obstáculos más en su ascenso al poder, ya que Tiberio los había recomendado ante el senado como posibles sucesores tras la muerte de Germánico y de su propio hijo Druso.
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En el año 31, se produce la caída de Sejano cuando Tiberio descubra sus tejemanejes y el Senado lo condene a muerte. Tiberio va a seguir gobernando hasta su muerte en el 37. Si bien no nombra un sucesor, dividía su fortuna privada a partes iguales entre su hijo, Tiberio Gemelo, y Cayo, hijo de Germánico. En el ámbito de la política exterior, el reinado de Tiberio no va a presentar problemas significativos. Algunas campañas iniciales en Germania, lideradas por Germánico, dieron paso pronto a la diplomacia como instrumento esencial de la política fronteriza romana, tanto en el ámbito renano-danubiano como en la frontera oriental frente a los partos. Sólo algunas sublevaciones puntuales en el Bajo Danubio, Galia o África requirieron de la intervención de las fuerzas armadas.
3. El reinado de Calígula (37-41). El sucesor de Tiberio va a ser finalmente Cayo, hijo menor de Germánico. Con el apoyo del prefecto del pretorio, Macrón, que había sido nombrado por Tiberio tras la caída de Elio Sejano, accede al trono con el nombre de Cayo Julio César Augusto Germánico. Cuando sube al trono, Calígula expresa su intención de gobernar con el Senado y comienza a acumular honores para su familia, distribuye donativos entre el ejército y la plebe y adopta a Gemelo, nieto de Tiberio. Poco después empieza a mostrar tendencias despóticas que la historiografía tradicional achaca a una enfermedad mental. Tras deshacerse de Gemelo y de Macrón, se vuelve contra el senado contra quien emplea la Lex de Maiestate . De las confiscaciones a los senadores condenados, obtiene la fortuna necesaria para sufragar los espectáculos, donativos y construcciones. Estos excesos agotaron los recursos del Estado y rompieron con el equilibrio financiero de Tiberio. En el ámbito religioso, rompió con la política tradicional y prudente de su predecesor y procuró implantar un culto imperial que no sólo tenía que ver con la apoteosis del soberano difunto, sino también con la divinización del príncipe reinante. Su manera de concebir la monarquía, más próxima a la de las monarquías orientales absolutas, que a la monarquía augústea, más austera y que entendía al emperador como primus inter pares, choca con la concepción senatorial occidental. Sus ofensas a la clase senatorial, su política fiscal abusiva, y el desprecio a sus colaboradores más cercanos le va a granjear una creciente oposición que se va a plasmar en varias conjuras contra su persona. Será finalmente en el año 41 cuando Calígula sea asesinado en una conspiración amplia en la que participaron senadores, ecuestres, colaboradores íntimos y el propio prefecto del pretorio.
4. El gobierno de Claudio (41-54). Las dudas del Senado en la elección de un sucesor quedaron resueltas por la guardia pretoriana con la aclamación como imperator de Claudio, el hermano de Germánico. Tratado por las fuentes como inválido y excluido de los asuntos públicos, había vivido en el palacio imperial dedicado al estudio, hasta convertirse en uno de los hombres más eruditos de su tiempo. Pero su falta de experiencia en la administración no significaba que el nuevo príncipe desconociera los deberes de un hombre de Estado. Política interior
En el gobierno y en la administración, Claudio, se define como conservador e innovador al mismo tiempo ya que desplegó durante su gobierno una actividad múltiple en los 3
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distintos ámbitos de gobierno y administración. Entre sus principales innovaciones en la administración central fue la creación de una administración estatal, independiente de la autoridad tradicional del Senado; en manos de una burocracia centralizada y con departamentos especializados. En materia de organización financiera lo fundamental fue la centralización del poder financiero. El emperador cumplió el paso decisivo para la organización de la tesorería imperial, el fiscus Caesaris, independiente de su patrimonio particular, controlado por un procurator a patrimonio. A su vez, aumentó su intervención en el tesoro dirigido por el Senado el aerarium Saturni, con el nombramiento de dos cuestores encargados de su custodia. La centralización administrativa exigió el aumento de funcionarios imperiales, los procuratores, extraídos del orden ecuestre. Así se propició el lento surgimiento de una nueva nobleza destinada a llevar en sus manos el peso de la administración imperial. La administración de justicia también recibió la atención del emperador. Se les otorgó poder jurisdiccional a los procuratores y se promovió una mejor organización de los tribunales. El resultado fue la elaboración de un considerable cuerpo de legislación que se convertirá en parte integrante del derecho romano. Esta tendencia a una administración más burocratizada repercute en las relaciones entre Claudio y el Senado. En este ambiente de crítica y abierta oposición, otros grupos de intereses, en el entorno íntimo del emperador, aprovecharán el malestar para llevar a la ruina a buen número de senadores y caballeros. El reinado de Claudio está así ensombrecido por procesos y condenas que causaron la muerte de un gran número de personajes relevantes. La política religiosa de Claudio se puede definir conservadora lo que le empujó a rechazar, como Tiberio, los honores divinos y a dedicar un interés fundamental a la restauración de la tradición. Aunque, en general, la posición del emperador hacia las religiones extranjeras fue tolerante siempre que no afectasen a los intereses de Roma, hubo casos en los que se llevaron a cabo medidas represivas como la expulsión de los judíos de Roma en el 49. Política provincial y fronteriza
La política provincial de Claudio trató de incorporar al ámbito provincial y al dominio directo de Roma algunos de los viejos estados clientes. En vistas de esto Mauritania se transformó en dos provincias y Licia, Tracia y Judea corrieron la misma suerte. La decisión de transformar Judea en provincia romana fue desafortunada ya que la dependencia directa de Roma desarrolló en la población judía un gran odio hacia sus dominadores los romanos. En la frontera oriental, el Imperio parto continuaba siendo un peligro. Durante la mayor parte de su reinado, el emperador logró aplicar con éxito la política diplomática de suscitar discordias dinásticas en Partia para mantener bajo su control a Armenia. Pero la subida en el trono parto de Vologeses I significó el desequilibrio de estas relaciones ya que el rey de los partos consiguió que su hermano se hiciera con el trono armenio. El aspecto más destacado de la política exterior de Claudio es, no obstante, la conquista de Britania. El emperador personalmente se hizo cargo de la dirección de las operaciones militares; el territorio conquistado en la mitad sur de la isla fue convertido en provincia
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y protegida con un sistema permanente de fortificaciones. En conjunto, fueron seis las nuevas provincias que se unieron al Imperio. El interés de Claudio por la cohesión del Imperio se manifestó en sus medidas en materia de derecho de ciudadanía. Así, los veteranos de las unidades auxiliares del ejército romano fueron provistos con carácter general de la plena ciudadanía y promovió la admisión en el Senado de algunos miembros de la aristocracia gala. De igual manera, Claudio fomentó el otorgamiento del estatuto municipal a centros provinciales con una larga tradición urbana y la extensión del derecho de ciudadanía plena o su eslabón previo, el ius latii, a un buen número de ciudades del Imperio. Fin del reinado
El fin del reinado de Claudio se vio ensombrecido por las intrigas en su entorno más cercano. Su última esposa, Agripina, logró que su hijo Nerón, fruto de un matrimonio anterior, fuese adoptado por Claudio. Preocupada por el asunto sucesorio forzó la situación y de acuerdo con el prefecto del pretorio, Afranio Burro, envenenó a su marido y precipitó la proclamación de Nerón como nuevo princeps por vía militar; al año siguiente Británico, hijo de Claudio y de su anterior esposa, Mesalina, sería eliminado. El destino personal de Claudio y las intrigas de corte serían un aditivo más a su mala imagen que la tradición nos ha transmitido; pero lo que también debemos de tener en cuenta y separar de esta mala imagen es su labor en la organización administrativa del Imperio. El desarrollo de los principios implícitos en el régimen de Augusto, que obligaban a una mayor centralización del poder en manos del princeps y a un paralelo debilitamiento de las tareas de la tradición de la clase gobernante, le granjearon a Claudio el rencor de la aristocracia senatorial.
5. El gobierno de Nerón (54-68) El acceso al trono imperial de Nerón se produjo de manera rápida: los pretorianos lo proclamaron emperador en su cuartel y después, el Senado le confirió todos los títulos imperiales. La educación de Nerón había sido orientada, desde el principio, a prepararlo para las tareas de gobierno. Su educación política recayó en manos de dos hombres de confianza de Agripina, Séneca y Burro (prefecto del pretorio). Ambos políticos eran defensores del despotismo como forma de gobierno necesaria para la administración del Imperio, aunque dentro del respeto a la legalidad y garantizando a la élite senatorial cargos, privilegios y fuentes de financiación. Tradicionalmente, como aparece ya en la obra de Aurelio Victor en el s. IV, se distinguen dos etapas en el reinado de Nerón: una primera, que Aurelio Victor denomina Quinquennium Aureum, para definir los primeros años de gobierno bajo la influencia de sus mentores y consejeros en contraposición a una segunda etapa, de despotismo y violencia donde va a ir desplegando su control personal del gobierno. Quinquennium Aureum
Cuando Nerón llega al gobierno, pronuncia un primer discurso ante el Senado en el que, además de rechazar el título de Pater Patriae y la erección de estatuas en su honor, se comprometía a gobernar en consenso con el senado y el ejército, acabar con la
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corrupción en el círculo del emperador, garantizar los privilegios de los senadores y mantener la división entre el ámbito privado y el Estado. Sin embargo, pronto empiezan a desarrollarse intrigas palaciegas y conflictos internos en el círculo del emperador que van a terminar con la influencia política de Agripina. Agripina va a intentar mantener la dirección política seguida por Claudio frente a las posiciones políticas de Séneca y Burro, quienes son partidarios de afirmar el absolutismo monárquico, y va a ser, finalmente, apartada del poder y del palacio imperial. Con Agripina al margen, Séneca y Burro van a poner en marcha su política de despotismo filosófico, asentado sobre ideales de justicia y clemencia, tal y como describía Séneca en su obra De Clementia. Este absolutismo monárquico iba en detrimento de la autoridad del Senado y, en la práctica, el gobierno quedó fuertemente en manos del emperador y sus consejeros. En el año 58 d.C., Nerón va a poner en marcha un proyecto de reforma fiscal que va a chocar con el ordo senatorial. Aunque se desconoce quién es en realidad el impulsor de la reforma, ésta contemplaba la abolición de los impuestos indirectos, con el pretexto de los abusos protagonizados por los publicanos que se encargaban de su recaudación. Esto significaba una profunda transformación del sistema económico romano y afectaba, no sólo a los intereses de las sociedades comerciales, sino también al propio tesoro del Estado. El proyecto va a fracasar finalmente debido a la fuerte oposición del ordo senatorial y ecuestre. Sólo unas cuantas medidas parciales salieron adelante, sobre todo, aquellas relacionadas con el control de la actividad de los publicanos y mejoras en la percepción de los impuestos. Esta fricción con el ordo senatorial dio lugar al surgimiento de una factio opositora. En este contexto, aparece una nueva influencia sobre el emperador, su amante, Popea Sabina (mujer de Otón). A ella, se va a oponer Agripina que va a ser, finalmente, ejecutada por orden del emperador. El Neronismo
Tras la muerte de Agripina, se va a ir imponiendo el gobierno de carácter despótico de Nerón. Aunque Séneca y Burro van a seguir ejerciendo cierta influencia sobre el emperador, éste va a comenzar a desarrollar un programa cultural con el que pretendía transformar las bases del gobierno y de la sociedad romana. Quería fundamentar su monarquía sobre las bases de las monarquías helenísticas y, al mismo tiempo, fomentar una estética de origen griego que rompía con el clasicismo tradicional romano de tiempos de Augusto. Este programa cultural contemplaba así mismo una reforma de la educación de los jóvenes romanos adaptándola a los modelos griegos con el fin de convertir a la élite social en un grupo social privilegiado y dócil. Esto incluye también cambios en los j uegos públicos, para acercarlos a modelos helénicos; así, instituyó juegos músico-teatrales en Roma, los Iuvenalia, y fundó un cuerpo de 500 jóvenes, los llamados Augustani, para asegurarle su victoria en los concursos de lectura pública y música en los que participaba. En el año 60, creó también unos juegos al estilo de los panhelénicos, cada 5 años, a los que llamó Neronia y que incluían pruebas atléticas, musicales, hípicas, poéticas… La plebe y un sector del ordo ecuestre aceptaron la nueva política cultural, si bien, en el ámbito senatorial, surgió un grupo decididamente contrario a esta política. El programa 6
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chocaba con dos obstáculos importantes: en primer lugar, era contrario a la tradición romana y, por otra parte, la forma despótica de imposición con la que se desarrolló. Nerón va a tratar de contrarrestar la oposición senatorial reforzando el entorno intelectual con un círculo literario-filosófico concebido como un grupo ideológico y político que le serviría de apoyo en su empresa de fundar una monarquía al estilo helenístico. Así, la corte se va a llenar de nuevos hombres, en detrimentos de los antiguos consejeros. Tras la muerte de Burro, la prefectura del pretorio le será dada a Tigelino, que se convertirá en la mano derecha del emperador. Tras la retirada de Séneca, en el año 62, se va a poner en marcha de nuevo la Lex de Maiestate y los procesos de alta traición, comenzando una represión contra la aristocracia senatorial. También afectaría a la esposa de Nerón, Octavia, que será desterrada y asesinada, mientras Popea ocupa su lugar como esposa del emperador. Estos procesos de lesa majestad iban acompañados de confiscaciones de las fortunas de las familias senatoriales, que nos dan cuenta también de los problemas financieros del imperio. Ante la oposición de las élites sociales, Nerón va a buscar un mayor reconocimiento popular financiando juegos, donaciones y espectáculos. En el verano del año 64, estalló un incendio en Roma que causó numerosas víctimas y quemó un tercio de la ciudad. Nerón procedió a la rápida reconstrucción de la capital con un plan urbanístico moderno para embellecer a Roa. Este proyecto incluía un enorme palacio, la llamada domus aurea, con una estatua del emperador representado como Helios de cuatro metros de altura, que daba buena cuenta del filohelenismo neroniano. Los enormes gastos derivados de tan ambicioso proyecto constructivo dieron lugar a una creciente impopularidad y hostilidad hacia el emperador, a quien se acusó incluso de provocar el incendio. Nerón, quizás buscando un chivo expiatorio, inició una persecución contra un buen grupo de cristianos, que era odiado por sus prácticas secretas y malinterpretadas. La persecución, limitada a Roma, perdió pronto su vigor pero le dio a Nerón una imagen pésima en la tradición cristiana. Los problemas financieros derivados, entre otras cosas, de los enormes gastos que se generaban al imponer el programa cultural neroniano y de las dificultades en política exterior, llevaron al emperador a recurrir a medidas impopulares como subir los impuestos, aumentar las condenas por lesa majestad y llevar a cabo una reforma monetaria que consistió en devaluar la moneda de plata (reduciendo su peso), lo que llevó a un aumento de la inflación y subida de precios. Esto va a acrecentar el malestar y la respuesta senatorial no se va a hacer esperar. En el año 65, una conspiración al mando de Pisón fracasará y será reprimida violentamente. El malestar se extendió también más allá de la ciudad de Roma y alcanzó a los ejércitos en cuyo seno surgirán también complots en contra el emperador que serán reprimidos, pero con la consiguiente brecha entre el emperador y sus tropas. En este contexto, viajó a Grecia en el año 66 y se presentó como un nuevo Flaminio, otorgando la libertad de los griegos y concediéndoles la ciudadanía a muchos miembros de las élites locales; concedió la exención fiscal a los provinciales y llevó a cabo una serie de medidas demagógicas que pronto serían abandonadas. Sin embargo, al poco tiempo, tuvo que interrumpir su viaje por las alarmantes noticias que le llegaban de Roma. 7
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Política exterior
La política exterior de Nerón se asentó sobre las firmes bases de la administración provincial impuestas en tiempos de Claudio. Hubo de hacer frente, no obstante, a problemas fronterizos y revueltas internas. Así, en Britania, la pésima administración y la decisión de imponer un gobierno directo, sin reinos clientes, desató un levantamiento dirigido por Boudica, reina de los icenos, con la participación de otras tribus hostiles a los romanos. El levantamiento sería apagado por Suetonio Paulino. En Oriente, el problema parto continuaba coleando. Al final del reinado de Claudio, el rey parto Vologeses I había conseguido situar a su hermano en el trono de Armenia. Nerón va a iniciar una ofensiva contra Armenia y consigue conquistarla. Pero, en lugar de convertirla en provincia, decide volver al sistema de reinos clientelares y dejar el reino en manos de un príncipe vasallo. Esto permite a Vologeses intervenir enviando a su hermano contra Armenia, donde las tropas romanas serán derrotadas. Finalmente, se llegará a un acuerdo diplomático por el cual el hermano de Vologeses sería coronado rey de Armenia por Nerón en la ciudad de Roma en el año 66. También a finales de su reinado estalló otra rebelión en Judea que será reprimida por el futuro emperador, Tito Flavio Vespasiano. Los problemas provinciales generaron malestar entre las filas del ejército, ampliando aún más el círculo de descontentos. Nerón había ignorado la importancia de los ejércitos imperiales y los soldados, aunque fieles a la concepción del imperio, sentían lazos de solidaridad más fuertes con sus generales que con el emperador, algo que se extendía también a los provinciales. El legado de la Galia Lugdunense, Julio Vindex, en contacto con Galba, gobernador de la Hispania Citerior, va a acaudillar la rebelión contra el emperador. Sin embargo, las legiones del Rin permanecieron leales al príncipe. Galba sería el siguiente en rebelarse y arrastró a su causa a Otón, gobernador de Lusitania. Sin embargo, el golpe decisivo tuvo lugar en Roma cuando Verginio Rufo, que había sofocado la revuelta de Julio Vindex, se pone de parte del senado y deja a Nerón desprotegido al sustraerle la guardia del pretorio. Entonces, el senado declara al emperador enemigo público y este, tras huir de Roma, acaba suicidándose en el año 68. Se inicia entonces un año de guerras, la crisis del 69, en el que se van a suceder hasta cuatro emperadores en el cargo.
6. Romanización: de la evolución de un concepto al auge de las identidades étnicas. El estudio de los procesos de integración de los pueblos conquistados en el Imperio romano dio lugar, en el s. XIX, a la acuñación de un término, el de romanización, que ha sido objeto de un creciente debate en los últimos años y que merece aquí nuestra atención. ¿Pero qué entendemos por romanización? La cuestión resulta compleja en sí por la evolución del concepto y los cambios de significado que se le han ido dando a lo largo del tiempo. Cuando surge el término, a mediados del s. XIX, se entendía como una tarea de alcance universal, como la misión que tenía Roma de propagar la civilización y el progreso para 8
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librar a los pueblos sometidos de su atraso e incultura. Se trataba, en realidad, de un término enormemente complejo en el que subyacían también rastros del nacionalismo decimonónico de corte esencialista. Esto se observa bien, por ejemplo, en el propio Mommsen. El autor alemán, quien realiza una defensa a ultranza de la romanización, defiende, sin embargo, que los germanos, permanecieron ajenos y dieron lugar a la nación alemana que se mantenía pura desde sus orígenes. En el caso francés, por ejemplo, la nación será fruto de una síntesis, lo galo-romano. De esta manera, se sustituye la idea de una civilización hegemónica que conquista y civiliza a pueblos pasivos por otra en la que los pueblos locales aceptan gustosos la romanización por considerarla beneficiosa para ellos. Aparece así la romanización entendida como diálogo intercultural. El fin de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, el desarrollo de los procesos de descolonización van a dar lugar a un período historiográfico complejo en el que el paradigma de la romanización va a experimentar un enorme desarrollo y a ser objeto de transformaciones teóricas muy importantes. En primer lugar, se van a abandonar las teorías raciales que habían sido enormemente fructíferas en el contexto bélico. Se va a dar en esta época un progresivo acercamiento a otras disciplinas como las ciencias sociales y la antropología que va a derivar en la emergencia de nuevos modelos teóricometodológicos para entender los procesos de “romanización”. Así, por ejemplo, en los
años 80 va a primar una interpretación que trata de explicar las dinámicas de transformación entre romanos e indígenas dentro de un marco estructuralista, y que se plasma en estudios de las relaciones entre núcleo y periferias. Sin embargo, una de las contribuciones más importantes al estudio de la llamada romanización proviene, no directamente de la investigación histórico-arqueológica, sino de la antropología. Se trata de las teorías que giran en torno a la construcción, reformulación y manifestación de las identidades étnicas, en las que profundizaremos después. Desde los años 90, van a darse esfuerzos por superar la tendenciosidad y parcialidad de los estudios sobre romanización acudiendo a la ya célebre obra de Said, Orientalism. Estas nuevas perspectivas se encuadran dentro de una nueva tendencia de la arqueología llamada arqueología postcolonial. Estas nuevas tendencias buscan descentrar y relativizar las categorías de conocimiento occidentales, articulando historias activas de los pueblos colonizados, deconstruyendo modelos binarios de categorización y cuestionando las representaciones imperiales del Otro. Importante también en esta época son los estudios centrados en el análisis del papel de las élites locales en los procesos de adopción de la legua latina, estilos y cultura material romana como agentes activos y no como simples receptores pasivos. En los últimos años, por tanto, la palabra romanización ha caído en un creciente desuso y, cuando se utiliza, se procura definir bien a qué se hace referencia pues las connotaciones que tiene desde sus inicios siguen pesando bastante. De hecho, hay quien ha propuesto directamente abandonar la palabra, sobre todo desde el mundo anglosajón, donde han ido surgiendo otras teorías al respecto tales como la de aplicar al estudio del imperio romano teorías como la de la globalización, no exenta de críticas que supone, hasta cierto punto un anacronismo y no resulta del todo efectivo a la hora 9
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de dibujar el complejo panorama que se ha planteado en los últimos años. En definitiva, el paradigma de la Romanización es un ejemplo de la tendencia a simplificar la explicación etiquetando realidades complejas con términos que exageran el grado de homogeneidad. Los estudios clásicos han estado llenos de este tipo de términos tales como helenización o romanización. Una de las repercusiones más obvias de es que estos viejos paradigmas son, como hemos visto, cada vez más difíciles de mantener. Mattingly ha señalado que lo que hace más inútiles los conceptos de helenización y romanización es, precisamente, que designan al mismo tiempo un proceso y un resultado, de modo que se convierten en su propia explicación. Así, la romanización entendida como un proceso de aculturación de los pueblos locales por parte de Roma ha dado paso, de manera creciente, a la emergencia de una concepción del proceso que recae más sobre la idea de identidad social y étnica que sobre la de aculturación. Sabemos que, en el mundo grecorromano, los discursos sobre la etnicidad jugaron un papel significativo en la definición del otro y del nosotros. Se trataba de un proceso multilateral que creaba no sólo un entendimiento de oposición entre romano y bárbaro, sino que abría oportunidades para encuentros a medio cambio. Está claro, por ejemplo, que las situaciones de contacto cultural generadas por el imperialismo romano produjeron cambios profundos y variados en el comportamiento, cultura material y organización social del centro, las provincias y más allá de las fronteras. El problema reside en determinar si esos cambios se deben a procesos de etnogénesis o de identificación étnica o si, por el contrario, se explican como manifestaciones de otros tipos de identidad. Mattingly propone un nuevo modelo centrado en el estudio de la heterogeneidad de las respuestas a Roma, al cambio cultural y a la reformulación de la identidad. En definitiva, analiza cómo las sociedades provinciales romanas pudieron, a menudo, exhibir discordancias culturales tanto como similitudes. Las identidades individuales y grupales en el período romano fueron polifacéticas y dinámicas. Lo que antes se definía como romanización representaría los múltiples intentos de definir y redefinir dichas identidades. Hay que dejar claro que las identidades étnicas no son exclusivas, sino que se mueven a varios niveles. Sin embargo, muchas veces la capacidad de agencia de los pueblos locales está restringida por las redes de poder coloniales que imponen límites a su habilidad para escoger la identidad. Mientras el proceso de conquista y asimilación al Imperio romano promovió, probablemente, la delimitación de identidades étnicas preexistentes, varios factores van a influir contra el mantenimiento de fuertes identidades étnicas dentro de la estructura imperial.
II. LA DINASTÍA FLAVIA. 7. El Año de los Cuatro Emperadores: la crisis del año 68-69. Tras la muerte de Nerón, el Senado y la guardia pretoriana van a alzar al poder a Galba (junio 68-enero 69). Intentó durante su breve gobierno volver a instaurar el principado de inspiración senatorial pero pronto se va a desatar la oposición de los pretorianos y 10
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del pueblo por la persecución y represión contra los colaboradores de Nerón. Así mismo, su decisión de deponer al legado Verginio Rufo al mando de las legiones del Rin, va a provocar que se rebelen y proclamen a Vitelio, su nuevo legado, como emperador. Aunque había contado en un principio con el apoyo de Otón, al no adoptarlo como sucesor, se granjeó su enemistad. Galba va a ser asesinado por los pretorianos y Otón, proclamado emperador por la guardia pretoriana. Aunque cuenta con el apoyo del Senado, las legiones del Rin no lo reconocen como princeps, lo que dará lugar a una guerra civil entre sus partidarios y los de Vitelio. Otón va a intentar una política de conciliación en Roma, presentándose como el restaurador del neronismo ante el pueblo y proclamando ante el senado la restauración del orden y el equilibrio. Vitelio ya había enviado parte de su ejército a Italia, consiguiendo también el apoyo de las legiones de occidente que veían a Otón como heredero de Nerón. Otón será derrotado en el valle del Po y Roma ocupada por los ejércitos de Vitelio. Vitelio, presentándose ante el Senado como vengador de Galba, va a reemplazar a la guardia pretoriana por soldados de su ejército del Rin y a llevar a cabo una política populista, reprimiendo a sus oponentes y dispensando favores a las tropas del Rin que lo habían alzado al trono. Todo ello va a provocar malestar entre los ejércitos de Oriente y el Danubio. Allí, en Oriente, se va a proclamar un nuevo emperador, Tito Flavio Vespasiano, que va a aglutinar los apoyos de las diversas provincias y estados clientes orientales así como de los ejércitos del Danubio. Estos van a marchar sobre Italia, derrotando a las tropas de Vitelio y tomando finalmente la ciudad de Roma, donde, tras el asesinato de Vitelio, el Senado va a reconocer a Vespasiano como emperador. Esta crisis del año 69 había puesto, por primera vez, en riesgo el sistema augústeo. Si hasta entonces las bases del Principado se encontraban en el equilibrio de poderes entre el emperador y el senado, la crisis puso de manifiesto que las fuerzas del régimen no estaban sólo en Roma, sino también en los ejércitos provinciales. Es lo que Tácito llama el “secreto del Imperio”: no sólo podían nombrarse emperadores fuera de Roma, sino
también ajenos a la dinastía julio-claudia.
8. El gobierno de Vespasiano (69-79). A su llegada al poder, Vespasiano va a emprender un complejo programa de reformas que constituye un auténtico proceso de restauración que va a incluir la intervención del emperador en la política, administración, ejército y finanzas. En primer lugar, va a redefinir el poder imperial para garantizar la autoridad del príncipe sobre Roma y el resto del Imperio. En este sentido, va a ser fundamental la Lex de Imperio Vespasianii, que delimita claramente los poderes del emperador. Por la voluntad del pueblo, se le confieren el imperius maius y la tribunicia potestas con otras prerrogativas destinadas a convertirlo, en la práctica, en un poder absoluto. Se fijan ahora también los títulos oficiales del emperador como Imperator Caesar Augustus. Vespasiano va a tratar de resolver también el problema de la transmisión del poder al que se habían enfrentado los emperadores de la dinastía julio-claudia. Así, con el fin de fundar una dinastía, nombra herederos del principado a sus dos hijos. El mayor, Tito, va a ser asociado al trono con plenos poderes, mientras que Domiciano, el menor, va a 11
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recibir los títulos de César y princeps iuventutis, como sucesor designado. Esta voluntad de fundar una dinastía fue subrayada por una tendencia a exaltar el carácter divino de la casa imperial (denominada ahora domus divina) y a los miembros difuntos de la familia imperial que pasan ahora a ser divi. En este proceso de restauración política, Vespasiano va a prestar atención también a los órdenes privilegiados de la sociedad romana: ecuestres y senatoriales. Como censor, va a intervenir en el Senado expulsando a antiguos miembros y nombrando un buen número de nuevos senadores procedentes de la burguesía urbana itálica y de las élites coloniales de las provincias más romanizadas. El orden ecuestre se va a convertir ahora en la pieza clave de la administración imperial. Los equites van a sustituir a los libertos imperiales en los cargos directivos de la administración central y provincial. El reinado de Vespasiano no va a estar libre, sin embargo, de oposición senatorial, que será reprimida por el emperador. La reforma de la administración
Tras la guerra civil y el desorden financiero del reinado de Nerón, se hacía necesario aplicar reformas también en el ámbito administrativo y financiero. Así, Vespasiano va a proceder a reorganizar la administración financiera con una especialización de los diferentes tesoros existentes en Roma y con una política fiscal más estricta y controlada. Se suprimió la inmunidad fiscal de las ciudades griegas que había concedido Nerón, se aumentaron los impuestos directos y se hizo más efectivo el control sobre el cobro de los derechos de aduanas. En tiempos de Vespasiano, la eficaz gestión de los recursos del estado le va a permitir emprender una política constructiva de gran alcance que, además de aumentar el esplendor y monumentalidad de la ciudad, proporcionó trabajo a las masas ciudadanas. La administración de las provincias
En el ámbito provincial, la política de Vespasiano irá orientada a aumentar la integración en el Imperio y a favorecer una participación más activa de las provincias. En la línea de las políticas llevadas a cabo por Augusto y Claudio, Vespasiano va a tratar de promover la urbanización y la promoción jurídica de las ciudades del Imperio, sobre todo en Occidente. En Hispania, una de las provincias mejor integradas en el conjunto imperial, va a extender el ius Latii, el derecho latino, lo que significaba que las comunidades urbanas de la Península Ibérica podían organizarse como municipios siguiendo el modelo itálico disfrutando sus habitantes de los derechos y privilegios latinos y favoreciendo al mismo tiempo la promoción social de las élites urbanas locales que, tras cumplir con las funciones de sus cargos en la administración local, recibían la ciudadanía romana. Otras provincias occidentales se van a beneficiar de esta política de integración imperial a través de la creación de colonias y la construcción de calzadas y vías. En Oriente, los flavios van a extender los derechos de ciudadanía y a favorecer la inclusión de elementos orientales en el senado como forma de promoción social. En esta política de integración del Imperio, va a desempeñar un papel destacado el desarrollo del culto imperial que actuará como un elemento de cohesión ideológica en torno a la figura del emperador y que estará organizado a nivel local y provincial, con un sacerdocio especializado, el de los flamines. 12
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El ejército
Tras la guerra civil, en la que los ejércitos provinciales habían desempeñado un papel crucial, la política de Vespasiano va a ir orientada a garantizar la adhesión de estos al emperador y convertirlos en un instrumento fundamental para la defensa del Imperio. En el ámbito del reclutamiento, Vespasiano continuó manteniendo el origen itálico para los cuerpos de élite de la ciudad de Roma, pero los cuadros de las legiones fueron cubiertos, en general, por tropas procedentes de las provincias con derecho de ciudadanía. Los auxilia continuaron estando formados por peregrini que, tras veinticinco años, podían licenciarse y obtener el derecho de ciudanía. La reforma del ejército se plasmó también en cambios en las propias legiones. Vespasiano suprime cuatro y crea otras cinco, por lo que el número asciende a 29. A excepción de dos unidades acantonadas en provincias interiores (Hispania y Judea), el resto se distribuyó por las provincias fronterizas con la misión de vigilarlas y constituir los primeros limites en las diferentes fronteras del Imperio. Política exterior
Cuando Vespasiano llega al poder, se encontraba dirigiendo la guerra de Judea y dejó al mando a su hijo Tito que logrará tomar la ciudad de Jerusalén, refugio de los rebeldes, en el año 70. La ciudad va a ser destruida y se incendiará el templo. Sólo resistirán algunos reductos en torno al Mar Muerto, como el de Masada, donde sus defensores prefirieron suicidarse antes que caer en poder de los romanos. En Britania, tras la revuelta de Boudica, se emprenderán campañas contra algunos pueblos para ampliar poco después el territorio hasta el sur de Escocia. En Occidente, la frontera más problemática era la del Rin y el Danubio. En el Rin, se va a crear un limes fortificado en manos de ocho legiones. En la zona situada entre los cursos altos del Rin y el Danubio, se va a proceder a la repoblación del territorio con poblaciones locales que debían pagar un diezmo a Roma. Son los llamados agri decumates de enorme valor estratégico y también económico, al permitir la comunicación entre las ciudades de ambos ríos. En la larga frontera del Danubio, ciertos pueblos, entre ellos sármatas y suevos, constituían una amenaza permanente para el Imperio. Allí, Vespasiano establecerá otras 8 legiones. En la frontera oriental, se mantenía un precario equilibrio tras la solución de compromiso que había logrado Nerón. A partir del año 75, las relaciones con el reino parto se irán deteriorando y Vologeses llegará a invadir la provincia de Siria sin consecuencias permanentes. Con la muerte de Vologeses, poco después, se restaurará la paz. En esta zona, Vespasiano va a preferir establecer un territorio provincial compacto, integrando en el Imperio como provincias o parte de ellas los reinos vasallos de Comagene, Anatolia y Armenia menor.
9. El Imperio bajo Tito (79-81). Vespasiano había dejado bien atada la sucesión. A su muerte, su hijo Tito ocupó el trono. Su breve reinado de apenas dos años estuvo marcado por las catástrofes: en el año 79, se 13
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produjo la erupción del Vesubio que arrasó Pompeya, Herculano y Estabia; en el año 80, un incendio de tres días en Roma arrasó parte de la ciudad y, ese mismo año, una epidemia de peste causó miles de muertos. Según las fuentes, el emperador atendió con dedicación todas estas desgracias, lo que le sirvió también para atraerse el favor del pueblo romano. La política de Tito siguió las directrices marcadas por Vespasiano, continuando también con las obras públicas iniciadas por su padre, entre las que se encontraban el arco del triunfo y unas termas en Roma, además del Anfiteatro Flavio y la extensión de la red de calzadas en las provincias.
10. El gobierno de Domiciano (81-96) En el reinado de Domiciano vamos a observar de nuevo esa tendencia de los historiadores prosenatoriales a distinguir etapas según cómo sea la relación del emperador con el Senado. Domiciano accede al poder tras la muerte de Tito. La administración del Imperio
En el ámbito de la administración central, Domiciano continuó el proceso iniciado por su padre. Así, el servicio doméstico de la casa imperial fue convirtiéndose en un ente público y de carácter oficial con la participación activa del orden ecuestre. Con Domiciano, los caballeros pasan también a formar parte del consejo imperial. En cuanto a la administración de las provincias, continuó con la política de integración de Vespasiano. Es ahora cuando se van a desarrollar buena parte de los estatutos jurídicos municipales que derivan de la concesión del ius latii a las ciudades hispanas. Política exterior
En la línea de la de su padre, la política de Domiciano en el ámbito fronterizo va a tratar de mantener los resultados de los años anteriores interviniendo en los asuntos más urgentes con resultados positivos. En el limes del Rin, Domiciano continuó con el establecimiento de un sistema defensivo potente entre el Rin y el Main, propiciando también la consolidación de los Agri decumates e impulsando la construcción de vías de comunicación con importancia estratégica para la región. Entre los años 85 y 89, los dos distritos militares fundados en tiempos de Augusto pasan a convertirse en provincias imperiales: Germania Inferior y Germania Superior. La frontera más problemática en este momento va a ser la del Danubio. Allí, en tiempos de los Julio-Claudios, se habían ido estableciendo relaciones clientelares con tribus de la otra orilla del río. Sin embargo, en el curso medio del río, los dacios resultaban problemáticos por las frecuentes incursiones que realizaban en la provincia de Mesia. En el año 86, una primera campaña en territorio dacio resultó en una importante derrota para los ejércitos romanos. Aunque dos años después, las tropas consiguieron acorralar a los dacios, una serie de complicaciones en la zona llevaron a Domiciano a pactar la paz. En el año 92, el propio emperador va a dirigir una expedición contra suevos y sármatas que amenazaban la provincia de Panonia. Tras esta victoria, se procederá a reorganizar la frontera dividiendo Mesia en dos provincias y estableciendo un fuerte limes defensivo con varios campamentos legionarios. 14
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Oposición senatorial
Domiciano va a contar con el beneplácito de ejércitos provinciales y fuerzas pretorianas. Esta popularidad era compartida también por el pueblo de Roma e Italia, dada su activa política propagandística y edilicia. Sin embargo, en la ciudad de Roma, la oposición del Senado va a ser encarnizada. Domiciano, como continuador de la obra iniciada por su padre, va a tratar de dar un paso más para imponer el absolutismo imperial. Esta concepción del poder va a chocar frontalmente con la aristocracia senatorial. Cuando sube al trono, Domiciano se presenta ante el Senado con una actitud de autoritarismo paternalista pero algunas de sus actuaciones comenzaron a mostrar pronto las tendencias absolutistas del princeps: así, desempeñó el consulado de manera ininterrumpida por más de 6 años y se hizo nombrar también censor perpetuo para imponer una renovación del Estado y de las sociedad romana siguiendo los principios morales de la legislación promulgada en su tiempo por el propio Augusto. Sus pretensiones despóticas se mostraron también cuando adoptó oficialmente el título de dominus et deus . La oposición senatorial no va a hacerse esperar y, contra ella, Domiciano va a desenterrar de nuevo la Lex de Maiestate, iniciando una serie de procesos contra los opositores. Finalmente, en el año 96, triunfará una conspiración contra el emperador en la que participaban senadores, libertos de la casa imperial, los prefectos del pretorio y hasta la propia emperatriz. Asesinado Domiciano, los conjurados le ofrecen el trono a Nerva, un senador.
11. Sociedad e identidades sociales durante el Alto Imperio. 11.1. Características generales. Aunque la sociedad romana no va a experimentar cambios radicales con respecto a la de finales de la República, lo cierto es que la llegada de un nuevo marco político y de gobierno y la creciente integración de las provincias en el sistema económico y social del Imperio romano van a dejar sus huellas. El desarrollo de un régimen autocrático con el emperador al frente del gobierno y de la jerarquía social va a tener su impacto sobre las élites de la sociedad romana, senatorial y ecuestre. El emperador se va a convertir en un elemento crucial para la movilidad social porque, a través de la concesión de su favor personal, puede integrar en estas élites a homini novi en reconocimiento a servicios o méritos personales. La agricultura va a continuar siendo, durante este período, la principal actividad económica del Imperio. La relativa estabilidad de la agricultura como fuente de riqueza, pese a la emergencia de otras actividades económicas, va a hacer que durante este período de los ss. I y II, la sociedad no sufra cambios bruscos, aunque sí una lenta evolución que creará las bases para la sociedad del Bajo Imperio. La estructura social romana no dependía únicamente de la economía. Los factores jurídicos y sociales eran también fundamentales. Existían dos grandes grupos: privilegiados y no privilegiados. Los grupos privilegiados se organizaban en órdenes, q ue 15
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eran unidades sociales cerradas y corporativas, ordenadas por criterios jerárquicos y con funciones y prestigio específico. Entre los estratos más bajos, estaba un grupo de masas de población urbana y rural que se organizaba en función de diferentes criterios: económico, jurídico (ingenui, libertos y esclavos) y jurídico-política (ciudadanos y peregrini).
11.2. Los privilegiados Los emperadores romanos van a formalizar el viejo sistema republicano de los ordines, adaptándolo para cubrir sus propios intereses. Así, en esta época, se van a ir introduciendo hombres nuevos que, de una forma u otra, van a ir sustituyendo a la antigua nobilitas que se había visto desaparecida casi completamente a raíz de las guerras civiles. Estos nuevos hombres van a proceder de las altas capas de la sociedad municipal, tanto de Italia como de las provincias. En concreto, el orden ecuestre va a verse invadido por este grupo de amigos de los emperadores que han conseguido elevarse gracias a su riqueza y los servicios prestados.
11.2.1. Ordo senatorial El estrato más alto de la sociedad romana era el ordo senatorial. Augusto fijó su número en 600, lo que apenas suponía, sumando las familias, un 2 por mil de la población del imperio. Se exigía a sus miembros un censo mínimo de un millón de sestercios. La mayor parte de ellos, grandes latifundistas del imperio, superaban con creces esa cifra. Sin embargo, en el caso de los senadores, no era tanto la riqueza como otros factores sociales, políticos e ideológicos los que le daban cohesión y exclusividad al ordo. Los miembros del ordo senatorial recibían una cuidada educación tradicional, q ue inculcaba un modo de pensamiento propio del ordo. Los matrimonios internos, las relaciones familiares, las adopciones y los vínculos de amistad contribuían a hacer de este ordo un círculo cerrado. Pese a la exclusividad que lo caracteriza, el ordo senatorial va a sufrir cambios en su composición a lo largo del Alto Imperio. Hombres nuevos procedentes de las altas capas de las ciudades de Italia y las provincias van a ser promovidos al rango de senatoriales por sus servicios a la casa imperial. La Galia meridional y la Bética proporcionaron los primeros senadores no itálicos en tiempos de Claudio y Nerón y, sobre todo, con los Flavios. En época de los Antoninos, accederán al senado hombres procedentes de las provincias orientales y, más tarde, también africanos. Esto marcaba un elemento de diferenciación dentro del propio ordo respecto a los senadores descendientes de la vieja aristocracia republicana. Los miembros del orden senatorial llevaban distintivos que los diferenciaban de otros ordines como el latus clavus (una franja ancha de púrpura en la toga) y el anillo de oro y gozaban de una posición privilegiada en el teatro, anfiteatro y circo. El régimen instaurado por Augusto, al respetar las magistraturas tradicionales de la república, mantuvo el ideal de vida del ordo y aumentó sus funciones y prestigio. Se instituyó un cursus honorum en el que los senadores iban alternando el cumplimiento de las viejas magistraturas con nuevos cargos de la administración imperial. 16
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11.2.2. Ordo ecuestre Los caballeros romanos constituían el segundo grupo privilegiado del Imperio. La condición de eques romano se alcanzaba por concesión del emperador a título individual. Aunque no era hereditario, en la práctica los hijos de los caballeros solían ser incluidos en el orden ecuestre. En tiempos de Augusto, el ordo contaba con unos 20000 miembros aunque la cifra va a ir aumentando a lo largo del Imperio por la admisión de provinciales. El ordo ecuestre era la fuente más importante de reclutamiento del ordo senatorial y mantenían relaciones de parentesco y amistad con sus miembros, gracias también a matrimonios mixtos. El acceso al ordo era muy variado. Muchos, de baja extracción, eran promocionados por su habilidad en el mundo de los negocios o por sus buenas relaciones sociales. En el ámbito de las aristocracias provinciales, la promoción se obtenía tras el ejercicio de magistraturas locales en sus lugares de origen. También era frecuente el acceso al rango ecuestre tras la carrera militar. Los integrantes de este ordo poseían un censo mínimo de 400000 sestercios. Durante el Alto Imperio, los ecuestres eran propietarios de tierras, individuos dedicados a la industria y el comercio, prestamistas de dinero… Desde tiempos de Augusto, fue creándose un cursus honorum ecuestre, siendo el empleo más ambicionado el de prefecto del pretorio. Los símbolos externos del ordo ecuestre eran la túnica angusticlavia (con una franja estrecha de púrpura) y el anillo de oro y ocupaban un lugar especial en los espectáculos públicos, aunque siempre detrás de los senadores. No todos los caballeros aprovechaban las oportunidades de promoción social que ofrecía el ordo. Una gran mayoría se limitó a disfrutar del prestigio social que le otorgaba el rango en su localidad. Estos miembros del sector ecuestre, ligados a sus comunidades de origen, constituían junto con el ordo decurional las oligarquías municipales del Imperio.
11.2.3.
Ordo decurionum.
El tercer lugar en el conjunto de los grupos privilegiados de la sociedad romana lo ocupa el ordo decurionum, como organismo de control de las administración de las ciudades organizadas según el modelo romano y como conjunto de familias elevadas del resto de la población por prestigio social y capacidad económica, es decir, la oligarquía municipal de terratenientes. El ordo de los decuriones no era una institución unitaria de todos los miembros del Imperio, sino corporaciones autónomas e independientes con rasgos y composiciones distintas según la categoría y condiciones económicas de cada ciudad. Estaba formado por cualquier ciudadano acaudalado que, por desempeñar magistraturas municipales, era integrado en el consejo local o curia que, en cada ciudad, contaba con unos cien miembros. Para ello, debía contar con un censo mínimo elevado que era de unos cien mil sestercios aunque variaba dependiendo de las ciudades. Entre sus funciones, se encontraba la responsabilidad de garantizar el funcionamiento autónomo de las ciudades en la administración financiera, abastecimiento de trigo, construcciones, juegos y espectáculos públicos…
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A lo largo del s. II, muchos de los decuriones van a experimentar dificultades financieras que les impedirán correr con los gastos que exigían las magistraturas locales. Así, cada vez se hizo más difícil encontrar a candidatos voluntarios para la curia y dio comienzo un proceso de reglamentación por parte del Estado que hizo a los decuriones responsables de la recaudación de impuestos. Las cargas económicas van a pesar más que los privilegios y honores sociales y se va a ir dando una decadencia de las oligarquías municipales, lo que, dado su papel director al frente de las ciudades, va a acelerar los cambios en los que se fundamenta la sociedad del Bajo Imperio.
11.3.La plebe urbana y rural. En una situación de inferioridad legal con respecto a los órdenes se encontraba el resto de la población libre, la plebs, la masa, aunque poseyeran ciudadanía. Dentro de ella, había una barrera importante entre ciudadano y no ciudadanos ( peregrini). Se trataba de un grupo muy numeroso y enormemente heterogéneo, que aglutinaba a elementos con intereses diversos (pequeños propietarios de tierra, artesanos, comerciantes…).
Conocemos muy mal las particularidades de este sector social porque contamos con escasa documentación. Un número elevado de miembros de la plebe formaban el sector rural que vivía de los ingresos derivados de las actividades del campo, como pequeños propietarios, colonos, jornaleros… La evolución del sector agrícola a lo largo del Imperio, con una
concentración creciente de la propiedad agrícola, afectó de manera negativa a estas capas de población que, al perder las tierras, o bien emigraron a la ciudad o permanecieron en el campo como colonos o jornaleros. Eran el estrato social más pobre del Estado romano y, aunque nominalmente libres, su situación, sin tierras ni recursos, apenas se diferenciaba de la de los siervos. En el ámbito urbano, la producción artesanal era la principal actividad de la plebe urbana. Generalmente, giraba en torno a pequeños talleres de carácter familiar. Su posición social era, en general, más favorable que la de la plebe rural ya que las condiciones de trabajo en la ciudad eran mejores y ofrecían más posibilidades de promoción social, así como espectáculos y repartos de trigo. Uno de los medios de promoción social de la plebe era la contratación de libres como funcionarios subalternos de la administración y el servicio en los cuadros de las legiones o como auxiliares del ejército, abierto tanto para ciudadanos como para libres sin estatuto jurídico privilegiado. Las capas bajas urbanas podían organizarse en collegia o asociaciones de diferente carácter controladas por el Estado o por la administración local que permitían a sus miembros cumplir una serie de funciones y disfrutar de beneficios. En su mayoría, los collegia eran de carácter religioso y funerario aunque también existían collegia profesionales. Los collegia religiosos reunían a los devotos de una divinidad particular o se dedicaban a rendir culto al emperador. Disponían, por lo general, de templo propio y llevaban a cabo los ritos mediante magistrados y sacerdotes ordenados jerárquicamente. Otro tipo de collegia se encargaban de cubrir las necesidades de funerales y enterramientos de sus miembros. Para ello, los asociados pagaban una cuota mensual.
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Las asociaciones profesionales reunían a integrantes con una misma profesión y tomaban su nombre del oficio. Su finalidad era la defensa de los intereses comunes y, aunque eran de carácter privado, tenían también funciones públicas.
11.4.
Los libertos
Por medio de la manumisión, el antiguo esclavo se convertía en liberto de su amo, que pasaba a ser su patrono. A diferencia de los ingenui o nacidos libres, los libertos formaban un grupo social particular, los libertini. Aun siendo jurídicamente libres y ciudadanos, los libertos se hallaban en una situación de inferioridad con respecto a los ingenui, circunstancia que podía cambiar el emperador. No podían acceder a las magistraturas y la curia de las ciudades, pero sí participaban en el culto imperial. Las limitaciones de que eran objeto los libertos no las compartían sus descendientes. Se trata de un grupo muy variado. No era infrecuente el caso de libertos que permanecen en una situación económica similar a la que tenían cuando eran siervos, pero también hubo libertos que se enriquecieron a través del comercio y las finanzas. Un grupo especial lo constituía el de los libertos imperiales, que, con la extensión de la burocracia, cumplieron una amplia gama de funciones, con una posición privilegiada y recursos económicos considerables. También en las ciudades llegó a formarse un grupo de libertos ricos que formaban, en palabras de Roldán, una “pseudoaristrocracia de dinero”. Estos solían constituir un colegio propio, el de los Augustales, dedicado al culto al emperador y que suponía cuantiosos gastos para sus miembros.
11.5.Los esclavos El fin de las guerras de conquista a comienzos del Imperio y la limpieza de los mares hicieron disminuir las fuentes tradicionales de aprovisionamiento de esclavos: la esclavización de prisioneros y el comercio pirático. Otras fuentes continuaron existiendo como la venta de hijos por sus padres, la condena o la reproducción puesto que los hijos de madre esclava heredaban la condición materna. No obstante, los esclavos agrícolas fueron sustituidos progresivamente por colonos, agricultores libres que arrendaban una parcela de terreno a cambio del pago de una determinada renta en productos de cultivo. El esclavo era considerado al mismo tiempo como ser humano y cosa, propiedad del dominus. El esclavo carecía de personalidad jurídica y estaba sometido a la potestad del dueño; carecía de propiedad pero podía beneficiarse del peculium, un patrimonio concedido por su dueño que podía administrar hasta llegar a comprar, incluso, su propia libertad. La situación real de los esclavos era diferente, dependiendo del tipo de ocupación y de la posición del dueño. En época imperial aparecen empleados en distintas actividades y sectores económicos. Dentro del conjunto, los esclavos utilizados en minas y canteras se hallaban sometidos a los rigores más extremos. Los esclavos imperiales, en el otro lado de la balanza, recibían una formación y cumplían con tareas importantes de tipo administrativo. A lo largo del Alto Imperio, la legislación va a ir dirigida a proteger la vida del esclavo, restringiendo los abusos de los domini sobre sus esclavos.
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