Índice Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Sobre la autora
Sinopsis
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a sed de sangre corre por sus venas como un oscuro amo esperando el día en que reine sobre él. Ahora, una mujer con un alma pura y perversas intenciones lo tiene en su punto de mira y está decidida a romper el hielo alrededor de su corazón, ella podría salvarlo o condenarlo. condenarlo. Antoine se mantiene apartado del mundo a su alrededor, es un alma peligrosa y rota que debe mantener un rígido control en todo momento o arriesgar que su oscura adicción finalmente tome el control. Las sombras de su pasado lo persiguen y ve un futuro sombrío cada noche cuando su hermano se despierta gritando, su adicción por la sangre lo convierte en un salvaje. No puede permitirse los sentimientos, pero cuando Sera entra en Vampirerotique, el teatro erótico que administra con otros tres vampiros, para una audición, ella despierta deseos peligrosos en él - un hambre que podría significar el fin de los dos. Sera ha querido a Antoine desde la noche en que vio por primera vez al hermoso vampiro aristócrata. No puede ignorar la profunda hambre carnal que suscita en ella o el dolor que siente por conocer el calor de su tacto. Con la ayuda de su creadora, una ex intérprete en Vampirerotique, pondrá en marcha un juego de seducción, uno diseñado para descongelar el hielo en las venas de Antoine y hacerlo arder por ella. Cuando Sera descubra la sorprendente verdad acerca de su pasado y la oscuridad que se esconde dentro de él, ¿ella será lo suficientemente fuerte para apoderarse de su corazón con las dos manos y ganarlo para siempre? O ¿lo perderá ante los fantasmas que aún lo atormentan?
CAPITULO1 CAPITU LO1
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a atención de Sera no estaba en el espectáculo. Estando con su sire a su lado, sentadas en los suntuosos asientos de terciopelo rojo con altas oscuras crestas, su concentración fija en los actos eróticos llevándose a cabo en el escenario de Vampirerotique, la mirada de Sera estaba en otro lugar, atraída por un hombre que había estado en su mente desde la primera vez que puso los ojos en él más de un año atrás. De pie a su derecha en el borde del teatro cerca de la primera fila, las sombras se aferraban a él como si ellas también se sintieran atraídas por su letal belleza, su mirada estaba en el escenario. Ni una sola vez la aparto de la actuación, ni siquiera cuando -oro en voz baja cada segundo para que su mirada viniera a descansar en ella, y nunca disminuyo la intensidad. Sus ojos pálidos y fríos escrutaron todo, miraron de cerca, como si estuviera estudiando para poder dar una descripción paso a paso de la actuación a alguien después de que hubiera terminado. Tal vez así era. A menudo desaparecía tan pronto como el espectáculo llegaba a su punto culminante con el derramamiento de sangre, en dirección a través de las puertas dobles que conducen al backstage hacia una zona zo na que ella sólo podía imaginar. Su señora, Elizabeth, se la había descrito un par de veces, pero ella siempre había estado más interesada en aprender más sobre el enigma que es el vampiro que dirige el teatro. Antoine Su nombre tan exótico como su aspecto. La combinación mortal de exuberante pelo marrón, esos intensos ojos azules y su esbelta figura que le gritaba que desnudo se vería como un dios, era demasiado para ella. Cuanto más lo veía, más lo deseaba.
A pesar de las advertencias que su creadora creador a a menudo susurraba a su oído. — ¿Tal vez debería hacer arreglos para tener un asiento más cerca de él la próxima
vez?— Elizabeth siseo con diversión en su tono de voz. Sera apartó los ojos de Antoine, avergonzada por no estar viendo el espectáculo por el que su señora pago un dineral. Elizabeth conseguía conseguía mejores asientos cada vez y Sera sabía que cuanto más cerca del escenario y de la acción, más caros los boletos. No sólo eso, le compro un nuevo conjunto una blusa de un encaje verde profundo que hacía juego con sus ojos y janes negros ajustados que mostraban sus piernas a la perfección, y también pago por los nuevos reflejos en su largo y rubio cabello, así como el cambio de imagen que ambas habían disfrutado esa tarde, antes de asistir al teatro. Trató de ver el espectáculo, concentrase con fuerza en mantener su enfoque en el acto en el escenario negro, pero no podía lograr nada de eso. Su cabeza daba vueltas, haciéndola incapaz de seguir lo que estaba sucediendo, su enfoque desviándose hacia el hombre-hermoso-hasta-la-muerte que estaba de pie apenas a veinte metros de ella. Apretó los dientes y frunció el ceño, obligó a sus ojos a seguir a los artistas. No sirvió de nada. Tener asientos más cerca del escenario sólo significaba estar más cerca de Antoine, presentándole una mucho mejor vista de él. Una vista v ista que no quería desperdiciar. Su mirada se desvió hacia él como si tuviera su propia fuerza de gravedad y fuese impotente a su atracción. Se puso de lado, sus pantalones negros y camisa hecha a medida color oscuro carbón acentuando su figura, figura , encendiendo su imaginación. Se aceleró a imaginarlo desnudo. Largas piernas y muslos poderosos. Firmes nalgas con hoyuelos sexis en ellas. Una magra espalda musculosa que siguió a la curva sensual de su columna vertebral y fluyó hacia los hombros fuertes, que sería un placer observar mientras se movía.
Y, por último, un torso cincelado con una cuerda tras cuerda de músculos perfectos perfecto s hacia su abdomen y un pecho que se sentiría sólido bajo la mejilla y la palma mientras la abraza protectoramente entre sus brazos. Elizabeth se rio, el sonido resalto tan fuera de lugar durante la intensa interpretación erótica, que el hombre de pelo oscuro en frente de ellas miró sobre su hombro y frunció el ceño. —No quieres involucrarte con él. No terminara bien, — dijo Elizabeth.
Sera deseaba que su señora hubiera esperado a que el hombre se volteara antes de decir eso. Ahora estaba frunciendo el ceño a las dos, con cejas oscuras bien apretadas sobre los ojos rojos. Elizabeth despectivamente agitó la mano, las uñas largas de color escarlata capturando las luces de colores brillantes del sistema de iluminación del escenario. —No estoy hablando de ti. Te vas a perder una de las mejores partes.
El ceño fruncido del hombre se endureció, pero se volvió hacia el espectáculo. Elizabeth apartó su cabello ondulado de color colo r rojo oscuro por encima del hombro y volvió su atención a la actuación también. Sera se removió en su asiento cuando alcanzó a ver al hombre en el escenario. Víctor. Elizabeth había trabajado con él durante su tiempo en el teatro de Londres. Había estado con Vampirerotique desde algunos años después de que abrieron un siglo atrás y era su actor estrella. El gran macho moreno actualmente penetraba a una mujer en el centro del escenario, sus colmillos se veían enormes mientras gruñía y la follaba de lado a la audiencia para que pudieran presenciar mejor todo el acto.
La pequeña morena doblada delante de él gemía con cada profunda embestida de su polla, con las manos agarrándose a sus rodillas y los pechos balanceándose al compás de sus poderosos golpes, otros dos hombres daban placer a dos hembras humanas a poca distancia de él. Los hombres sentados en los sofás de color rojo, uno en cada uno, flanqueando a Víctor, él se encontraba cerca del frente, las hembras humanas bajo la hipnosis de los otros dos vampiros, de frente a la audiencia, de rodillas a horcajadas sobre quien las controlaba, rebotando en sus pollas y gimiendo mientras palmeaban sus pechos. Sera miró hacia otro lado, con las mejillas ardiendo. Elizabeth se inclinó hacia ella. —Además, él es tan frígido como monja y tan frío como el hielo. En los cincuenta años que trabaje para él, nunca lo vi una vez con una mujer. La única persona a la que ama, es a su dañado hermano, y esa es una relación en la que no deseas interferir. Sera había escuchado las advertencias tantas veces ya que estaban perdiendo efecto. Cada vez que Elizabeth la llevó al teatro a ver un espectáculo, le reiteró la larga lista de razones por las que no debería querer a Antoine. Desafortunadamente, esas advertencias sólo hacían que lo deseara aún más. De acuerdo con Elizabeth, el hermoso vampiro había estado solo por solo Dios sabe cuánto tiempo. Sera quería ser la mujer que rompiera su armadura y derribara sus defensas para poner fin a su soledad. Si se sentía solo. Su mirada se deslizó de nuevo a Antoine. De pie con la espalda recta, postura perfecta, los hombros inclinados hacia atrás mientras continuaba estudiando el acto.
Las primeras veces que lo había visto, no había pensado en preguntarle a su creadora a cerca de él. Ella había pensado que él era sólo uno más entre el público estirando las piernas. Cuando Elizabeth se había dado cuenta de su mirada, ella le había dicho que él era uno de los dueños del teatro, y un vampiro aristócrata. Eso explico la inclinación de la barbilla y el aire orgulloso, y tal vez incluso la frialdad instalada en su cara en los momentos en que saludo a los invitados más importantes antes de comenzar con el show. Estaba tan distante, incluso parecía a kilómetros de distancia mientras estudiaba el show, perdido en sus pensamientos que ella quería conocer. Elizabeth le dio un codazo y volvió a mirar la escena, tratando de mantener sus ojos apartados de Antoine. Si no lograba, al menos, recordar la mitad de lo que había pasado en escena, Elizabeth le daría un buen sermón durante el camino de vuelta al apartamento que comparten en el centro de la ciudad. Las cosas se estaban calentando en el escenario. Víctor había terminado con su hembra vampiro y ahora estaba jugando con una de las humanas, una joven pelirroja con grandes pechos. El vampiro rubio que había estado con la mujer en el sofá estaba con ellos, besándola con Víctor detrás de ella palmeando sus pechos y frotándose contra su trasero. El hombre rubio miró a la humana a los ojos y se volvió obedientemente en sus brazos, quedando de frente a Víctor. Ella lo miró fijamente. O más allá de él. Su vidriosa expresión, diciendo que el hombre ahora detrás de ella no estaba disminuyendo su control por el momento. Se sentía tan equivocado ver a una mujer bajo el poder de un vampiro, sin poder hacer nada para desobedecerlo, pero no podía negar que se excito un poco. La mujer no se enteró de cualquier malestar o pánico. Ella estaba tan profundamente bajo el control, probablemente experimentando el más puro golpe de placer que hubiera tenido nunca. Exactamente para lo que fue contratada. Elizabeth le conto a Sera el secreto. Al parecer, todos los humanos que participan en los shows accedían a los actos eróticos a cambio de una cantidad muy grande de dinero.
Elizabeth dijo que no siempre había sido así, pero los tiempos modernos pidieron un enfoque moderno, y era mucho más fácil no matarlos. Los humanos saben que van a estar participando en una orgía en un escenario para una audiencia, y la mayoría de ellos habían hecho esos actos antes, simplemente no saben que comparten escenario con Vampiros. Eso significa que tampoco saben que estarán bajo hipnosis. No es que muchos de los humanos requieran la hipnosis para hacer que participen plenamente. El vampiro rubio disminuyo su control sobre la humana pelirroja, ella se arrodillo de frente a él, dejándose controlar por su deseo, estaba gimiendo y retorciéndose contra él, frotándose contra su dura polla por mucho tiempo. Sera observo, con sus mejillas calentándose, él avanzó lentamente dirigiendo su erección a su cuerpo, Víctor se acercó delante de la mujer. Cogió su polla rígida y cerró los ojos mientras ella envolvía sus labios alrededor de toda su longitud, tragando cada vez que se empujó dentro de su boca. El hombre detrás de ella la penetraba al mismo ritmo, saliendo y entrando profundo, lo suficientemente lento para tener al público retorciéndose por más. Sera se quedó mirando al macho rubio, imaginando a Antoine detrás de ella de esa manera, su rostro en una imagen de placer mientras se deslizaba dentro y fuera con golpes largos y profundos. Su mirada se disparó de nuevo al hombre de sus fantasías y lo encontró todavía mirando el escenario con la habitual desinteresada expresión de su rostro, como si ver a dos hombres en una mujer no le emocionase en lo más mínimo. Supuso que probablemente había visto suficientes actos y que ahora era inmune a su efecto. Unos gruñidos impacientes estallaron a través del teatro y él lanzó una mirada sobre el público y luego volvió a mirar el espectáculo. Sera había tratado de hablar con él una vez, cuando él paso de largo después de que el espectáculo había terminado con la alimentación y la multitud se retiraba.
Él la había ignorado. Él ni siquiera le había mirado. Pasando directamente por delante de ella, como si no existiera. Había hablado en voz lo suficientemente alta como para llegar a su oído. Fue después de ese momento que Elizabeth había comenzado con las advertencias, revelando sólo una pequeña cantidad información sobre el poderoso, guapo aristócrata, sólo lo suficiente para hacer que Sera lo deseara aún más. Ahora, ansiaba tener sus sus ojos en ella, quería oírlo hablar y conocer el tono de su voz al fin, y sobre todo, quería mirarlo a los ojos y tratar de ver más allá de las barreras alrededor de su corazón, para así poder comprenderle. ¿Mantenía su distancia de todo el mundo sólo por ser un aristócrata, o habría más que eso? Un grito desde el escenario se fundió en un gemido de placer y el olor de la sangre humana derramada se esparció a través del aire, llegando hasta ella. Antoine se tensó visiblemente, sus brazos se tensaron debajo de su camisa color carbón a medida, como si hubiera apretado los puños. Sus pálidos ojos se oscurecieron, cambiaron al igual que los suyos e hicieron revelar su verdadera naturaleza. Él se giró, y ella temió que se retirara más temprano de lo habitual y su oportunidad se escapaba una vez más. Tiro del brazo de Elizabeth y su señora suspiró, se puso de pie, aplaudió brevemente y luego inicio el recorrido a lo largo de la fila. Sus piernas chocaron con varios vampiros que todavía trataban de ver el acto final, absorbiendo el olor y la emoción del derramamiento de sangre. No le importo a ella. Asuntos más importantes necesitaban de su atención. Los hombres y mujeres con los que cruzaba le gruñían, dejando al descubierto sus colmillos, inclinándose a uno lado en un intento de ver más allá de ella. Murmuró disculpas tratando de moverse con rapidez para no ser atacada. Elizabeth se lo hizo imposible. Se movió lentamente y con gracia en su vestido largo color escarlata, la cabeza bien alta y ni una disculpa dejo sus labios.
Su señora tenía la edad suficiente para ir en contra de estos vampiros si decidieran atacar, pero Sera no la tenía. Pasarían años antes de que tuviera la fuerza de su creadora. Pasaron a la última persona, y se lanzaron por la amplia franja de la alfombra roja alineada por el borde del teatro. hacia ella. —Antoine, —Elizabeth le llamó y él se detuvo y se volvió hacia El corazón de Sera casi se detiene cuando su mirada de color carmesí en un breve parpadeó fue hacia ella antes de regresar a su creadora. Sus nervios se incrementaron, mientras él, caminando por el piso inclinado se acercó para encontrar a Elizabeth, Sera desaceleró, la brecha entre ella y Elizabeth cada vez más más grande a cada segundo. segundo. ¿Qué estaba haciendo? Le había tomado meses convencer a su creadora de hacer esto por ella y ahora que por fin acepto, ¿su valor le fallaría? Quería los ojos de este hombre sobre ella, quería estar a solas con él, y la única manera de conseguir lo que quería seria consiguiendo un trabajo en el teatro. Si logra vivir más allá de la entrevista, entrevista, entonces, Antoine tendría que que encontrarse con ella. Elizabeth se lo había dicho, que él hablaba con cada nuevo artista para asegurarse de que sean adecuados para el teatro. Sera sólo tenía que lograr dejar la entrevista a un lado y entonces tendría la oportunidad que quería. Una vez estando a solas, tomaría el intento de convencer a Antoine de que es la mujer para él. Sea cual sea el resultado de esa reunión, ella renunciara al trabajo como intérprete. No tenía la intención de actuar en el teatro. Demonios ¡¡No!! No tenía la personalidad correcta, quería ruborizarse siempre que se arriesgó a dar una mirada al escenario negro y rojo y veía lo que las parejas en el estaban haciendo. Si no fuera por la presencia de Antoine en el teatro y la insistencia de su creadora por tener un poco de diversión, jamás entraría a un lugar así.
—Callum, —una profunda voz masculina gritó fuerte con autoridad y Sera se
detuvo en seco. Dulce misericordia, Antoine tenía una voz que podía dominar incluso al más salvaje de los ángeles. Esa voz era una droga. Fue directo a su corazón y corrió por sus venas, el efecto se sintió más dulce que cualquier cantidad de sangre. Sera se volvió hacia su creadora y Antoine, sólo para ver que se alejaba, dejando a su señora con otro hombre de pelo oscuro. Guapo, lleno de sonrisas mientras hablaba con Elizabeth, mucho más cálido y más amable que Antoine pero no tan atractivo. Elizabeth señaló que se uniera a ellos y así lo hizo, moviéndose más allá de los vampiros ahora vertiéndose fuera de los asientos y mirando a Antoine alejarse al mismo tiempo. Ella había tenido la oportunidad de reunirse con él y la había echado a perder. Si se hubiese mantenido al lado de su señora, habría estado cerca de él, tal vez habría llamado su atención y esta vez él habría puesto los ojos en ella ella por fin. — ¿Es ella? — El vampiro llamado Callum dijo y dirigió una mirada por encima de
ella. Sera se mantuvo inmóvil, sintiendo como si estuviera a la venta mientras él se movía a su alrededor, sus ojos en su cuerpo, inspeccionando y analizando cada centímetro. Volvió para estar delante de ella y miró a Elizabeth. —La temporada de verano terminará pronto así que tendremos tiempo para entrenarla antes que comience la temporada de invierno, pero necesitamos a alguien con talento natural. ¿Tiene lo que se necesita? Sera abrió la boca para hablar, pero Elizabeth se le adelantó. —Por supuesto. Ella es mi niña, Cal. Todo está en la sangre. — Elizabeth sonrió a
él, los labios rojos curvándose perfectamente. Sus profundos ojos marrones brillando con calidez y barrió su pelo de color rojo oscuro sobre sus hombros,
dejando al descubierto la curva. —Tú sabes que yo soy una de las mejores intérpretes que ustedes han tenido nunca. Callum asintió y uno de los mechones más largos de su pelo negro cayó sobre un ojo de color verde esmeralda. Frunció el ceño y lo acomodo de nuevo, y luego pasó una mano por la nuca, atrayendo los ojos de Sera a un conjunto de marcas oscuras en él. Una marca de mordedura. Parecía profunda y fresca también, no más de una noche o dos. ¿Tenía una amante? Él la miró de nuevo, y la mirada de Sera saltó a encontrar la suya. Tragó el deseo por confesar que su señora estaba mintiendo y que no tenía talento natural para el tipo de cosas de las que él estaba hablando. Sonrió en su lugar, tratando de parecer tan seductora como su señora. Elizabeth había sido la estrella de Vampirerotique como intérprete femenina hasta que decidió dejar su trabajo y regresar con su familia. Se habían conocido poco después de eso, y Elizabeth la convirtió en un vampiro. Eso fue hace treinta años. A Sera le había llevado la mayor parte de esos años acostumbrarse a la vida como un vampiro. —Ven mañana por la noche, cuando estamos cerrados, — dijo Callum. —Ahora, si
me disculpas. —Gracias. —Dijo Sera y él le sonrió, asintió con la cabeza, y luego desapareció
entre la multitud. La charla emocionada llenó el teatro, la gente que pasaba hablaba del acto y el final. Otros vampiros de élite aún permanecían en sus asientos, disfrutando el olor persistente de la sangre y compartían su propio momento mome nto íntimo con sus parejas. A veces los besos post-actuación, que sucedían sucedían en el área de butacas butacas eran más eróticos que lo ocurrido en el escenario. Sera arrastró su mirada a una pareja cerca de la parte delantera que se dedicaban a ello con salvaje abandono. Parecía como si
no fuesen a lograr salir del teatro te atro antes de sucumbir a su deseo y llevar las cosas un paso más allá. Miró por el rabillo del ojo a Elizabeth. — ¿Callum tiene una amante? —Pensé que tenías la mirada puesta en Antoine? — Elizabeth se echó a reír cuando
se sonrojó y luego su expresión se ensombreció. —Una mujer... y yo he escuchado rumores de que ella es un lobo. ¿Una mujer lobo? Sera había esperado que los propietarios de un teatro erótico fueran bastante liberales y salvajes, ¿pero casarse con una mujer lobo? Definitivamente no lo había esperado. — ¿Hablas en serio? —Nunca podía saber con su señora. La mujer gozaba de las
bromas más de lo natural. Sera suponía que tendría que tener una actitud tolerante cuando eligió pasar cincuenta años participando en una orgía en el escenario con gente que apenas conocía. Su estómago se revolvió. Gracias al diablo que no tendría que hacer tal cosa para conseguir su oportunidad de hablar con Antoine. Sólo una entrevista que ella gano gracias a su sire y entonces estaría en su oficina, a solas con él. Sólo ese pensamiento agito el calor en sus venas. Desde que su señora accedió a ayudarla, ella había pasado todas las noches tratando de averiguar cómo ganar a Antoine. No iba a ser fácil. Eso lo sabía. Tuvo amantes en su vida humana e incluso como vampiro, pero nunca había perseguido a un hombre antes, no como se lo proponía con Antoine. Elizabeth se había reído cuando se lo confeso y le había dicho que probablemente debería empezar con una presa más fácil y trabajar su camino hasta llegar a alguien como Antoine. Eso le dio la sensación de que fallaría. ¿A qué clase de mujer desea él? Administra un teatro erótico y observa a hermosas mujeres que realizan los actos, sin el más elemental atisbo de deseo en su expresión. Si ellas no podían excitarlo, ¿qué esperanza le quedaba?
Tal vez él no se interesa en las mujeres que trabajan en su teatro. Si ese fuera el caso, ¿no estaría derribando ella misma misma la pequeña posibilidad de que tenía con él a través de la entrevista para un puesto como artista? —Necesito un trago, y te ves como que necesitas uno también. — Elizabeth la
agarró de la muñeca y tiró de ella hacia la salida en la parte posterior del teatro. — Ven, mi pupila. Tienes mucho que aprender antes de mañana por la noche si es que vas a tener una oportunidad como bola de nieve en el infierno de impresionar a ese hombre. Sera caminaba con dificultad detrás de su señora, a través de la persistente multitud. Las advertencias de Elizabeth sonando en sus oídos, una más fuerte que el resto. Miró los tres pisos de elegantes cajas forradas en los palcos del teatro. El oro en las esculturas que adornan las curvas paredes de color crema de abajo, hasta llegar a los palcos privados, reflejaba cálidas luces e iluminaba la pesada cortina de terciopelo roja a través del escenario ya cerrada. Cortinas a juego colgaban en la parte posterior de los palcos, algunas de ellas abiertas ahora a pesar de que la actuación se se había terminado. terminado. Muchos estaban vacíos, pero señoras y señores bien vestidos todavía ocupaban otros. Divisó a Antoine entre un grupo en uno de los palcos en el primer nivel. Estaba sonriendo. Nunca lo lo había visto sonreír. Parecía obligado. Hueco. Incluso entre los suyos, él todavía estaba distante, sus ojos carentes de emoción haciendo una gran actuación de su parte. Sera no iba a superar el reto de ganar el corazón de Antoine solo por conocer al hombre. En primer lugar, tendría que romper la barrera que se estaba empezando a mirar como impenetrable. Él era aristócrata, y uno viejo. A pesar de que apenas se veía de un poco más de treinta y cinco años, de hecho tenía más de mil años de antigüedad. Su hermano, Snow, con casi el doble de su edad.
Sera es una élite. Para un aristócrata, una especie de suciedad que sacuden de sus zapatos y nada hacia ese hecho más claro que los teatros. Los aristócratas se sientan en sus palcos, mirando hacia abajo a las élites reunidas, separadas y distantes de los que ven como plebeyos y mestizos. Ese desprecio por su clase es la razón por la que Antoine pareció tan glacial cada vez que tenía que saludar a la los miembros más importantes de la élite, y por qué él no escucho cuando ella había intentado hablar hablar con él. Él no quería tener nada que ver con los vampiros de élite fuera del pequeño círculo parte del teatro. Él, sin duda, no querrá tener nada que ver con ella. No sólo es una élite, además es una humana humana convertida. Ella sería sería el último último peldaño de la escala social y él la parte superior. La élite que él considera digna de solo un momento de su tiempo, que recibe con dientes apretados con el único fin de mantener las buenas relaciones con su especie, vampiros todos nacidos en familias con humanos convertidos convertidos dentro de sus filas. Incluso Elizabeth nació de un padre vampiro y madre convertida. Si Sera quería romper la armadura de Antoine, tendría que convencerlo para ver más allá del hecho de que ella es una humana convertida. Elizabeth le había enseñado un par de cosas, no las había necesitado en su arsenal antes, pero no estaba segura de ser lo suficientemente valiente para arriesgarse a usarlas en Antoine. ¿Podría hacer lo que Elizabeth había dicho que haría falta para romper sus defensas?
¿Podría ella realmente seducir a un hombre tan poderoso? Sera cerró los dedos en puños apretándolos y lo miró fijamente. Se detuvo en el medio de decir algo a los vampiros aristócratas dentro del palco con él, se volvió lentamente hacia ella y luego bajó sus ojos. Se clavaron en ella. La sintió observándolo. El corazón le latía con más fuerza, golpeando contra su pecho, su sangre se caliento, pero le sostuvo la mirada a través de los asientos del teatro. Negándose a dar marcha atrás. La próxima vez que lo viera, estaría a solas con él. Y ella iba a seducirlo.
CAPITULO2 CAPITU LO2
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era se paseaba delante del escenario negro en el teatro vacío. Había llegado treinta minutos antes de la hora de la cita. Una cita que no se dio cuenta que tenía. Callum no había especificado una hora para su entrevista. Él solo le dijo que viniera cuando el teatro estuviera cerrado. Así lo hizo. La mujer que la recibió en el teatro había sido muy amable. Una empleada del staff, basándose en su corto vestido negro que revelaba demasiado la pierna y pecho. Sera recordó para sí misma que realmente no podía juzgar a la mujer por la ropa que llevaba puesta. Después de todo, era su uniforme y Sera misma estaba e staba ahí para una posición como una especie de prostituta en el escenario. Pero ¿Qué en la Tierra debe la mujer haber pensado de ella? Quizás Sera debería haber preguntado por una entrevista para un puesto como parte del staff. Hacer la limpieza parecía infinitamente más atractivo, y posible para ella, que ser una interprete en los espectáculos. Antoine se habría encontrado con ella para firmar el contrato de trabajo. ¿Era demasiado tarde para cambiar de idea? Continuó su andar, sus ojos vagando sobre la cortina de terciopelo rojo que cubría la mayor parte del escenario, dejando sólo una franja de tableros pintados de negro de alrededor de tres metros de profundidad a la vista, y le dio vueltas a su largo pelo rubio alrededor de sus dedos. Estaba tan tranquilo en el teatro que incluso su respiración sonaba fuerte en sus oídos. ¿Cuánto tiempo tenía que esperar? Y ¿por qué le entrevistaban en el propio teatro?
Elizabeth había dicho que la llevarían a una de las salas de reuniones o las oficinas para entrevistarla. Eso era lo que había pasado cuando consiguió su puesto en el teatro hace décadas.
Sera sacudió las manos a los costados y dejó escapar un suspiro, tratando de expulsar sus nervios. Tal vez las oficinas no estaban vacantes esta noche o querían darle un tour antes de que comenzara la entrevista. Eso parecía plausible. Uno de los juegos de puertas dobles en la parte de atrás se abrió y un haz de luz brillante cortó a lo largo del teatro dirigiéndose a ella. Se S e cubrió sus sensibilizados ojos con la mano y los entrecerró para que pudiera distinguir si alguien estaba de pie allí. Su corazón se detuvo. Las puertas se cerraron. Antoine se dirigió por el pasillo, con largas piernas que le llevaban fácilmente a un ritmo acelerado, tan guapo como siempre, con su camisa a medida de color gris-plata que hacía hincapié en su figura y se aferraba a la perfección a sus músculos, haciendo alusión a lo delicioso que su cuerpo se vería si estuviera desnudo y agitando su imaginación hacia un frenesí. Corbata negra, pantalones negros y zapatos de cuero pulido, perfeccionando su imagen de hombre de negocios, pero le daba un aspecto decadente y fascinante al mismo tiempo. Detrás de él entró el inmenso vampiro que ella conocía por los shows. Víctor. Su normalmente espesa cabellera oscura se había ido, se afeitó, el cuero cabelludo revelo líneas de finas cicatrices en algunos lugares, dándole un amenazante aire mientras seguía a Antoine, vestido con una apretada camiseta negra y jeans. ¿Estaban simplemente de paso? Su corazón comenzó a latir de nuevo a un ritmo. Por favor, Dios, que sólo estén de paso. Antoine se pasó los dedos por pelo castaño, la acción fue un grito de irritación tanto como su olor llenando sus sentidos. Estaba molesto por algo. ¿Estaba enojado con Víctor por alguna razón?
Sera se movió a un lado, dándole la espalda al escenario para que pudieran pasar fácilmente y dedicarse a sus asuntos. Ella trató de mantener los ojos bajos, pero ellos se negaron a hacer lo que les pidió y se quedaron en Antoine, encontrando su helada mirada. Las cálidas luces del escenario iluminaron su rostro, alejando las sombras, y tuvo su primera visión real de él. Era tan guapo, independientemente independientemente de la oscuridad que emanaba y la frialdad en sus ojos. Se veía como un aristócrata, principesco con su nariz recta, la mandíbula definida y perfecta estructura ósea. ¿Se parece a su hermano, Snow? No podía imaginar el devastador efecto que los dos juntos tendrían sobre los aristócratas de sexo femenino en las reuniones sociales. El corazón le dio un vuelco en el pecho. Solo Antoine lograba un efecto devastador en ella. Podía ser fuerte, había aceptado la vida como un vampiro con sorprendente facilidad, según su señora, y tenía un don para atraer a la presa masculina, todavía no podía creerlo. Ella quería ser esa confiada, sexy, mujer atractiva en torno a este hombre, pero cada vez que ponía los ojos en él, su corazón temblaba como una cosa tímida en su garganta, sus palmas se hacían pegajosas, y quería huir. Sólo la necesidad profunda como una palpitación que se agita en ella, el intenso infierno de excitación que inunda sus venas como fuego líquido cada vez que estaba cerca de él, la mantenía de pie en su lugar. Querían a este hombre. Más allá del deseo natural, o al menos de lo que había experimentado en el pasado. Ningún hombre había tenido un efecto tan sorprendente sorprende nte en ella. Era profundo -en el alma, más que un anhelo carnal. Era como si su felicidad dependiera de estar en los fuertes brazos de este hombre. Se detuvo justo en frente de ella. —Sera, ¿supongo?, — dijo y sus huesos se derritieron ante el sonido de su
profunda voz pronunciando su nombre.
Asintió con la cabeza y le tendió la mano. Él, levantó una ceja en su dirección y no la tomó. La bajó de nuevo, sintiéndose como una tonta por pensar que él la tocaría, una humana-convertida, y por primera vez desde que pudo recordar, su mirada no quería tener nada que ver con él. Se quedó mirando la alfombra bajo sus pies. pies. ¿Qué en el nombre nombre de Dios estaba haciendo ella aquí? Todo esto saldría horriblemente mal. Iba a terminar, encima de todo, con el corazón roto por este hombre. Confianza. Elizabeth había golpeado esa palabra en su cabeza más que cualquier otra. Sera, era hermosa, atractiva, sexy, inteligente, divertida, y más que eso, cálida y atenta. Una mujer segura. Lo era. Sera se aferró a las palabras de su señora acerca de ella, tratando de creerlas. Corrían alrededor su mente y sintió su efecto, sintió la confianza comenzando a fluir a través de ella. Sera logró convencer a sus ojos para mirar hacia arriba. No llegaron a su cara. Se mantuvieron en su corbata. Brillante cachemira negra contrastando con el negro mate del resto. Fascinante. En verdad. Esa fue la única razón por la que estaba mirándola y no con firmeza a los ojos de él como lo había planeado. Él resopló. —Bueno, vamos a seguir adelante con esto. Tengo otros asuntos que requieren mi
atención y la noche no se está volviendo más joven. — Se sentó en uno de los asientos de la primera fila. Sera miró a Víctor, y luego a Antoine. Este cambio requirió todo un replanteamiento de su plan. Había esperado que Callum la entrevistara, no Antoine, y todavía no estaba segura de por qué Víctor estaba presente. ¿Estaba aquí porque, en ausencia de Callum, el vampiro de élite que había conocido la noche anterior y que Elizabeth le había dicho se encarga de los nuevos intérpretes, Antoine necesitaba a alguien más para ayudarlo? a yudarlo?
Víctor se quitó la apretada camiseta negra para revelar cuerdas de duros músculos que se alineaban en su estómago y losas gemelas, como granito, que formaban su pecho. Sera se sonrojo. Oh Señor, ten piedad. Víctor no estaba aquí para ayudar con la entrevista. Esto no sería una entrevista en absoluto. Era una audición. Su corazón martilleo. Sus extremidades temblaban. Pánico picaba su espalda. — ¿Hay algún problema?— Antoine frunció el ceño, su molestia volvió su olor
amargo. Ella sabía que podía percibir todos sus sentimientos y oler su miedo, trató de obtener el control sobre sus emociones, pero estos la bombardeaban. ¿Hay algún problema? Hubo uno alguna vez. No había esperado que tuviera que llevar a cabo una actuación con alguien y definitivamente no había previsto que tal actuación se llevará a cabo frente al hombre que era su razón para hacer esta locura en primer lugar. —Pensé que iba a ser una entrevista. Mi señora me dijo que ella primero tuvo una
entrevista con Callum. — Le tembló la voz. Santo Dios, Dios, ¿podía soñar soñar más débil y endeble? Aguantar o este ridículo asunto iba a estar terminado antes de que comenzara. Un hombre tan poderoso no querría nada que ver con una mujer tan débil. Tomó una respiración profunda y la sostuvo, pero no hizo nada para calmar su creciente pánico. Antoine resopló de nuevo. —Podríamos haber hecho las cosas de esa manera hace ochenta años, ahora hacemos las cosas así. Por lo tanto, comienza. Hizo un gesto hacia el escenario. Víctor obedientemente saltó sobre él. Sera se quedó firmemente arraigada a su lugar en la alfombra roja entre el escenario y Antoine sentado en medio de la primera fila, su mirada fija en la suya. La frialdad de sus ojos azules pálidos era insondable, pero mezclada con él y su olor, aumentaba la irritación. Si no hacía algo pronto, la echaría por hacerle perder el tiempo.
Podía hacer esto. Ella tomaría las cosas con calma, fingiría que Víctor era Antoine, y encontraría un nuevo plan mientras estaba en ello. Si la suerte estaba de su lado, podía concebir algo antes que las cosas fuesen demasiado lejos. ¿Hasta qué punto estaba él esperando que vayan las cosas? Antes de que pudiera preguntar, las manos de Víctor estaban bajo sus brazos y luego estaba sobre el escenario. Sus rodillas casi ceden cuando él la soltó y ella se tambaleó. Antoine suspiró de nuevo pellizcando el puente de su elegante nariz recta. —No es prudente mantener esperando al jefe, —Víctor susurró en su oído, su
aliento fresco hizo cosquillas a su cuello, y ella se estremeció. Él presionó la longitud total de su cuerpo contra su espalda y sus ojos se abrieron cuando el bulto duro en la parte delantera de sus pantalones vaqueros negros empujó contra su trasero. Cielos. Tragó saliva. Temblaba. Esto no estaba sucediendo. Antoine no podía esperar que ella realizara un acto con este hombre. Lo había visto en el escenario, fue testigo de la especie de libertinaje que realizo con la mujer, y el tamaño de lo suyo. Él la rompería. ¿Qué alternativa había? O bien realizarlo o correr como una gallina y perder su oportunidad. Antoine nunca la miraría de nuevo. Demonios, ella nunca sería capaz de mirarlo de nuevo. Dijo que iba a hacer todo lo necesario para que perteneciera a ella y no podía echarse atrás ahora que otro reto se ha presentado. Vino aquí para seducir a Antoine. Y eso hará. El miedo se arrastró a través de ella borrando su decisión momentánea y confianza. No estaba preparada para esto. Él iba a reírse de ella. Antoine echó una mirada crítica sobre ella y luego hizo un gesto para Víctor. Ella gritó cuando él colocó las manos en su cintura y le acarició el cuello. —Vamos, dulzura, juga con papi. Asco. Era difícil resistir la tentación de darle un codazo en el estómago y una patada en la espinilla.
—Tus quince minutos se convirtieron en diez, Sera. ¿Estoy perdiendo mi tiempo
aquí?— Antoine dijo y ella negó con la cabeza. Podía hacer esto. Se separó de Víctor y se volvió hacia él. Era guapo, pero no se sentía atraída por él. ¿Cómo se suponía que iba a hacer nada con un hombre que no deseaba? —Estoy muy ocupado, Sera. Comienza.
Ella saltó por la palabra y deseó que Antoine dejase de usar su nombre. Cada vez que lo hacía, de su lengua salía en su exótico acento mezclado, fuego pasó por su cuerpo, calentando su sangre, y quería cerrar cerra r los ojos y hacer cosas malas. Tal vez necesitaba que lo dijera más. Tal vez si seguía seguía diciéndolo, encontraría el coraje para hacer lo que fuese necesario. Diez minutos. Incluso eso sonaba como toda una vida. Su mirada se desvió a Víctor. Él ya estaba topless y el gran bulto en sus pantalones vaqueros confirmó que ya estaba duro. ¿Dónde se suponía que debía empezar? Quitándole los vaqueros parecía un buen comienzo. Caminó hacia él, haciendo todo lo posible por parecer sensual y atractiva a pesar de que sus pantalones vaqueros y camiseta a juego no era e ra el atuendo más sexy del mundo. Víctor no pareció preocuparse por su atuendo informal. Tenía los ojos puestos en el premio ya, encerrados en sus pechos. Ella levantó la mano hacia arriba sobre su pecho, atrayendo su mirada a su cara. Mucho mejor. No le gustaba su mirada fija en su cuerpo. Su mirada se cruzó con la de él. Víctor sonrió, obviamente seguro de sus encantos y belleza. Quiso rodar los ojos y decirle que él no era su tipo, que cuando lo miraba, realmente estaba imaginando a Antoine. Ella pasó sus dedos sobre la rigidez de su torso, su piel se sintió fría por debajo de ellos, echó la cabeza hacia atrás y le sostuvo la mirada cuando le desabrochó el cinturón.
Sera dio un paso atrás y tiró con fuerza, tirando a través de los ojales de sus jeans negros en un rápido movimiento. Demasiado rápido. La subida extravagante de su brazo causó el que el cinturón volviera para azotar a través del pecho de Víctor, dejando una raya roja en la piel. Él le gruñó. Se encogió por instinto y saltó hacia atrás, dejando caer el cinturón. Antoine parecía completamente nada-impresionado cuando se arriesgó a mirar en su dirección. Trató de retomar las cosas haciendo un poco de andar sexy por el escenario, su mente apresuradamente recordando los movimientos que Elizabeth le había mostrado y todas las cosas que había presenciado en este teatro. En este mismo escenario. Un escenario en el que ahora actuaba a pesar de que había prometido a sí misma que nunca llegaría a esto. Sera abordó los pantalones vaqueros de Víctor, haciendo estallar los botones mientras torpemente besaba sobre la marca en su pecho. Se quedó sin aliento cuando el último botón cedió y su polla rígida saltó libre, ya ansiosa por ella. Su corazón salto en acción de nuevo, galopando tan rápido que se sintió mareada. Miró a todo meno su erección, luchando con los nervios y el pánico de nuevo. Era sólo sexo. Sexo en un escenario. Sexo en un escenario frente a un hombre a quien ella realmente deseaba y cuya opinión de ella probablemente se hundió hundió rápidamente al verla como a otra puta para su teatro. ¿Qué demonios estaba ella pensando? Sera chilló cuando Víctor sacó su blusa tipo-baby-doll azul sobre su cabeza, capturando su pelo rubio y tirando de él al mismo tiempo, expuso su torso al aire frío del teatro. Antoine suspiró y se levantó. Se acabó. Iba a decirle gracias, pero no gracias y echarla por desperdiciar su tiempo. —Vete— , dijo, y ella recupero su blusa de Víctor e iba ponérsela. —No tú.
Sera se quedó inmóvil, agarrando la parte superior de su pecho. Víctor abrochó casualmente sus vaqueros, le lanzó una sonrisa, y luego se alejó fuera del escenario negro. Él se paseó hacia las puertas en el borde del teatro, las abrió y desapareció de la vista. Sera quedó en pausa en el escenario, esperando que Antoine la echara. —Yo estoy buscando actores para solos, pero es evidente que ésta es tu primera
vez en el escenario. ¿Sientes que ahora puedes actuar? Sera no sabía qué decir. ¿Él no estaba pateándola fuera? Tragó saliva y se enfrentó a él. Estaba serio. Él había hecho que Víctor se retirara para que se sintiera más cómoda, y lo hizo. Estar en el escenario frente a él todavía se sentía mal, pero la idea de llevar a cabo un sólo para él tenía un atractivo extraño. Siempre había querido una oportunidad para seducirlo, no tendría una oportunidad más perfecta que esta. Podía hacerlo. Podía tentarlo con una lenta revelación de su cuerpo sólo para sus ojos, y de ahí, sólo sería un pequeño paso a otras cosas más perversas. Estaba segura de que una vez desnuda, desnuda para él, la sensación de su mirada sobre ella le daría la confianza necesaria para tomar las cosas más allá y realmente actuar. Y estaba segura de que esa actuación le daría la oportunidad de romper la armadura alrededor de su corazón. Lo que parecía que iba a terminar en un desastre ahora estaba mirándose como si fuera una oportunidad de victoria. Una posibilidad que no iba a desperdiciar. Sera asintió y bajó su blusa sobre las desgastadas tablas de madera negras. La mirada de Antoine parpadeó hacia abajo a sus pechos en el sujetador y luego se echó hacia atrás en su silla de terciopelo rojo en el centro de la primera fila y estiró sus largas piernas. La miró a los ojos, azules, fríos y hermosos, fijos en ella con tal intensidad que sus mejillas se acaloraron con un rubor. Hizo un gesto con la mano. —Entonces, actúa para mí.
CAPITULO3 CAPITU LO3
A
ntoine no podía creer que Callum le había atrapado en esto y que él permitió que sucediera. Cuando el vampiro elite de pelo negro había entrado en su despacho esta tarde y anunció que iba a tener que entrevistar a la de Elizabeth porque Kristina logro conseguir una cita para su primera ecografía, Antoine había hecho todo lo posible para convencer al vampiro de élite para conseguir otro cita para ella. Incluso le había ofrecido a organizarla él mismo. Él conocía a algunos de los mejores médicos de vampiros que el dinero podía comprar, y todos ellos eran discretos. Callum se había negado a escuchar una palabra al respecto. El vampiro de élite era irritantemente terco cuando se trataba de asuntos en torno a su descendencia o la mujer lobo llevándola.
No era como el que Callum hubiera estado aquí esta noche habría hecho mucha diferencia. Él había estado distraído desde el momento en que conoció a Kristina cerca de tres meses atrás y sólo había empeorado cuando él había descubierto que estaba embarazada. Además de eso, Callum todavía no se había disculpado por todo el fiasco que había dañado seriamente la reputación del teatro. Las charlas de lo que había ocurrido esa noche, y que la amante de Callum era una mujer lobo, se habían extendido como la pólvora entre la sociedad vampírica. La asistencia era baja, pero Antoine podría suavizar las cosas con la élite y los aristócratas en su momento. Él suspiró y se relajó en el asiento del teatro, tratando de dejar de pensar en los negocios y concentrarse en la mujer sobre el escenario. Era imposible cuando su ira lo montaba tan despiadadamente.
Lo que Callum había hecho no era la razón por la que estaba tan molesto. Era lo que él mismo había hecho. Le obsesionaba. Nunca debió haber permitido la actuación de esa noche para empezar, mucho menos degenerar hasta el nivel que sucedió. Si Kristina hubiera muerto, Callum nunca lo habría perdonado. Antoine sabía lo que era perder a un ser querido con cada gota de sangre en su cuerpo y no era algo que quisiera para Callum ni para nadie más. Recuerdos oscuros se agitaron en una parte de su mente y obligo su atención de regreso a la mujer, estando ella desnuda. Sera. Se merecía su atención ya que había hecho el esfuerzo de tirar de los hilos para conseguir estar en su escenario. Una pena, no tenía nada del talento de su creadora. Ella era demasiado joven y demasiado nueva como vampiro. Su apariencia era atractiva, sin embargo, y fue la única razón por la que estaba permitiendo que continuara. Juvenil, con piel clara sin defectos, un tono rosado en las mejillas, y ojos oscuros. No podía distinguir el color. Ella rozó sus manos por sus curvas, más allá de su sostén y por los lados de la cabeza, tirando de su pelo largo y enredándolo en sus manos, cerrando los ojos en aparente éxtasis. El pelo rubio siempre era bueno en el escenario. Las luces jugaban bien en él. Su figura era mejor que la media, con curvas suntuosas y su sujetador de encaje azul marino ahuecando lo que parecían ser buenos, firmes pechos del tamaño de un puño completo. Ella pasó sus dedos sobre las copas del sujetador, como si hubiera sentido su repentino deseo de saber cómo lucían sus pezones. Se los imaginó pequeños y oscuros, ciruelas dulces hechos para chupar. Antoine se aclaró la garganta y trajo a su atención de nuevo con apreciación de ella como una artista. Tenía buenas caderas. Su cintura ensanchada en ellas a la perfección, una figura de reloj de arena hecha para tentar la imaginación de los hombres y de despertar un hambre por barrer las manos sobre esas curvas peligrosas. Ella bajó a la cremallera de sus pantalones vaqueros y lo bajo un poco, concediéndole un tentador flash de las bragas de encaje a juego con el sujetador, que agitaban su interés. Su control se deslizó de nuevo, pero él tiró de las riendas hacia atrás y pasó la mirada por encima de su trasero.
Pequeño, coqueto. Balanceó sus caderas y se burlaba de él apartando sus vaqueros y luego acomodándolos de nuevo. ¿Llevaba una tanga o bragas normales? Bragas francesas. La visión de ella usándolas cruzó por su mente y se encontró inclinándose hacia delante mientras empujaba sus pantalones hacia abajo, ansioso por ver si la suerte estaría con él y ella llevaba sus bragas tipo bóxer de encaje favorito. Antoine se echó hacia atrás, sorprendido al descubrir que lo había atrapado por completo sin él darse cuenta. ¿Qué estaba haciendo? Habían pasado siglos desde que había sucedido. Había visto los espectáculos cada noche, no afectado por el acto, desinteresado. Eran actores. Cada uno de ellos por debajo de él. Su nombre y el de su hermano mayor estaban en la licencia para el teatro, porque eso a trajo a los aristócratas y su dinero, no porque él fuese suficientemente corrompido como para querer ver a personas que practicando sexo en un escenario, aunque el acto final siempre provocaba un golpeteo en su sangre, tal como con cualquier vampiro. Esto no era algo bueno. Era peligroso. Igual que esta mujer. Ella oscilo fuera de sus pantalones vaqueros, dejando al descubierto su peor pesadilla. Bragas francesas de encaje color azul marino. Aferrándose a su trasero, rodaron más arriba mientras se inclinaba hacia delante para liberar a sus pies de sus pantalones, mostraron ligeros flashes de globos suaves como duraznos. Ella dejo los pantalones y luego se volvió hacia él, su sensual sonrisa y sus ojos oscuros encontrándose con los de él. Un mechón ondulado suelto de su cabello rubio le acarició el cuello y atrajo su mirada allí. Su impulso de saltar al escenario aumentó.
Quería retirar el pelo de la esbelta columna de su garganta, revelándola a sus ojos. Él caminaría a su alrededor y luego, manteniendo su mano sobre su hombro mientras rozaba su frente a su espalda. espalda. Su polla dura acomodándose sobre su trasero mientras se arqueaba contra él, ávida del duro contacto entre ellos, y que acercaría la boca para besar la impecable suave piel y respirar su aroma. Él ansiaba probarla y conocer su olor, para dejarse envolver en él y elevar su deseo. Antoine aplasto la necesidad y tiró de las riendas de nuevo. Él estaba en control aquí. Todo esto sólo era un acto diseñado para excitar. excitar. El deseo en sus ojos, la forma de moverse como si fuera por sus ojos en ella lo que la hacía querer hacer esas cosas perversas y montar un todo un espectáculo, todo era falso. Sera balanceó sus hombros y luego se lamió los labios y se desabrochó el sujetador. Dejó que las copas de encaje se alejaran de sus pechos, dejando al descubierto brotes rosados que hicieron llorar a su sangre para que renunciara a su ridícula necesidad de control y subir al escenario con ella. Eso no iba a suceder. Echó un vistazo a su reloj. Más de diez minutos habían pasado. Una parte de él dijo que acabara con ella ahora dando las gracias por su tiempo, e irse. Era más seguro de esa manera. Antoine volvió a mirarla para decirle exactamente eso, pero ella le robó la voz al pasar sus manos sobre sus pechos desnudos. Sus caderas se sacudieron un lado a otro, atrayendo su mirada hacia abajo, pero no podía apartar los ojos de sus manos. Ella bromeó con sus pezones entre los dedos y los pulgares, y Antoine se dio cuenta de que ya no estaba nerviosa. Lo miró fijamente, con los ojos oscuros por el deseo que podía oler en ella, audaz en la forma en que le sostuvo la mirada, como si lo retara a acercarse para ver si podía hacerla sentir mejor de lo que ya estaba haciéndolo ella misma. Antoine olvidó de que se suponía que debía estar haciendo. Se olvidó de las normas que había establecido, se olvidó de todo lo que su familia le atasco en la cabeza a cerca de no interactuar con la élite más allá de lo necesario, elevándolo a ser un verdadero aristócrata. Se olvidó de todo.
Lo que no olvidó fue la forma en que había terminado la última vez que se permitió resbalar y caer, y lo mucho que había perdido al descubrir que ella se había ido, y cómo habían pasado cerca de tres siglos cuidando del dolor en su corazón. Antoine dio un golpe a su deseo, acabando con el parpadeo de una chispa en su pecho. Sera frunció el ceño como si hubiera visto el cambio en él, y luego continuó, y le parecía a Antoine que duplico su esfuerzo. Se sentía peligrosamente a punto de resbalar de nuevo. Ella tomó sus pechos y pellizcó los pezones, su mirada se cruzó con la de él. Trató de no mirarla, luchó con cada onza de su voluntad. Cuando logró arrastrar sus ojos lejos, lo traicionaron y cayeron a sus sus manos, siguiéndolas siguiéndolas mientras las pasó por encima de la superficie plana de su estómago a sus caderas. Dejó de respirar cuando deslizó sus dedos en sus bragas azules y movió sus caderas hacia atrás, gimiendo mientras se tocaba. Diablos. Se tragó el gruñido que subió a garganta y luchó contra la fiebre caliente de deseo que lo acompaño. Él no iba a ceder a ella. Él no resbalaría. Él tenía el control. Ella gimió de nuevo, el sonido lleno el teatro y acurrucándose a su alrededor, burlándose de él. Su rostro era una imagen de felicidad, con los ojos ojo s cerrados y los labios rosados separados con satisfacción. Él se agarró a los brazos del asiento hasta que sus nudillos se blanquearon y dolían, negándose a caer por su actuación. No iba a pasar. No ahora. No nunca. Ella es élite, una humana convertida, nada menos. Estaba por debajo de él. Diablos, él la quería debajo de él. No sucedería. Su polla palpitaba, diciéndole que podría suceder fácilmente. Todo lo que tenía que hacer era renunciar al rígido control que insistió en tener en su vida, la necesidad de orden y mantener la distancia, y ceder a su hambre. No podía ceder a su hambre.
Solo el diablo sabía a dónde lo llevaría. Él sabía exactamente a dónde, y el pensamiento lo calmó tan rápido que fue como si alguien hubiera arrojado un cubo de hielo sobre su entrepierna. Sera frunció el ceño otra vez y Antoine supo que ella había visto el cambio esta vez. Sin duda alguna al respecto. Ella subió la temperatura, arrastrando un dedo sobre sus pechos, atrayendo su mirada a ellos y luego lo chupo. Él tragó el nudo en su garganta seca y se quedó mirando su boca, viendo como trabajaba la lengua lengua por el pálido digito, girándola alrededor de la punta. Él palpitó en sus pantalones negros de nuevo, sufriendo por la maravillosamente erótica visión de ella mientras chupaba un dedo y se se tocó con otro. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Nada bueno saldría de esto. Tenía que poner fin a esto ahora antes de que fuera demasiado tarde. Él tenía que salvarse a sí mismo. — ¿Le digo a Víctor que vuelva a entrar?— Su voz cortó el silencio, sonando fuerte en sus oídos. Tropezó, un rubor calentó sus mejillas, y parecía insegura. — No serás muy útil si no vas a realizar el acto con un hombre... o una mujer. ¿Podría traer a una mujer si esa es tu preferencia? La idea de que la tocara otro hombre tenía ardiendo su sangre de rabia. Tocar a una mujer, sin embargo. Eso tenía un cierto atractivo. Sera negó con la cabeza, cogió su ropa y se dirigió hacia los escalones del escenario. ¿Ella estaba renunciando? Eso debería haberle satisfecho. Entonces, ¿por qué quería bloquear la salida para hacer que se quede?
CAPITULO4 CAPITU LO4
—No has terminado — Antoine dijo, y Sera se detuvo en el borde del escenario
negro, su ropa amontonada en sus brazos. ¿Temblaba su voz? Tal vez era sólo su oído. Ella estaba temblando otra vez, en parte debido al deseo y en parte debido a los nervios. Volvió a hablar y su voz era tensa, dura, hambrienta. -Quiero verte terminar... si tienes que hacerlo sola. Sera se arriesgó a mirarlo. Se puso de pie a pocos metros por debajo de ella. ¿Tenía la intención de detenerla físicamente si trataba de irse? Ella no podía creer eso, o la chispa de deseo en sus ojos. Sus dilatadas pupilas casi se tragaron la totalidad de sus azules iris pálido. Sera pasó los ojos por encima de él y encontró la confirmación de que no se imaginaba el hambre en su mirada o voz. El contorno de su polla era inconfundible en sus pantalones oscuros. Había venido aquí para seducirlo y estaba tan cerca que casi podía saborear la victoria. Él dijo que quería verla terminar y sin importar si lo hacía sola. Así que sola lo terminaría. Ella puso su ropa de nuevo sobre el escenario, consciente de su desnudez parcial y la mirada de él en ella. ¿Le gustaba lo que veía? El pensamiento de que así era, impulsó su coraje y le dio confianza, pero no hizo nada para reavivar la llama pulverizada de su deseo. Antoine se sentó de nuevo, sus ojos azules como hielo sobre ella y sus grandes manos descansando sobre los extremos de los brazos de su silla. Él los había apretado mientras actuaba para él, los había sostenido con tanta fuerza que los nudillos le habían quemado blancos. Sintió como si estuviera sosteniéndose a sí mismo, deteniéndose a sí mismo de hacer algo. ¿Qué? Aquella pregunta ardió en su mente, impulsándola a mantener las provocaciones, a mantener presionando para ver porqué sentía la necesidad de contenerse.
¿Quería tocarla? Sera caminó lentamente hacia el centro del escenario, cerró los ojos y se pasó las manos por encima de sus desnudos pechos, sus pezones hormiguearon mientras se imaginaba que se trataba de las manos de él sobre ella ahora, sus fuertes frías manos como ventosas y amasando. Sus dientes se hundieron en el labio inferior y ella soltó un gemido entrecortado, sin poder contenerlo mientras continuaba con su fantasía. Él le había dicho que terminara. Ella sabía lo que eso significaba... él quería ver su clímax. Sólo la idea de lograr un orgasmo mientras él observa, tenía a su corazón latiendo de manera irregular y le dio la fuerza para seguir adelante. Inclino la cabeza hacia atrás y bajó la mano por un lado, rozando por encima de su estómago y luego su cadera, bajando a su ropa interior. Su mirada la siguió, clavada en ella, calentando su sangre hasta que estuvo ardiendo. Fingir que eran sus manos sobre ella no era suficiente. Ella quería sentirlas de verdad. Quería que viniera a colocarse detrás de ella y que jugara con sus pechos mientras se tocaba a sí misma. Le dolía por sentir la dura presión de su polla contra su trasero y la suave humedad de su boca en su hombro. Sera gimió y sonó algo como un gruñido. ¿O lo fue? Entreabrió un ojo y encontró a Antoine agarrando los brazos de su asiento de nuevo, todo su cuerpo tenso y encogido. Él había gruñido. Oh-Dulce-misericordia. La idea de que ella había arrancado un sonido tan salvaje de él, la llevo cerca de deshacerse. Lo único que la detuvo fue el borde frío que aún permanecía en sus ojos. Rompería a través de ello. Sera enganchó los dedos en la cintura de sus bragas y balanceaba sus caderas mientras lentamente se les deslizo por sus muslos y luego hasta sus pies. Antoine observaba cada movimiento como un halcón y era tentador tirar su ropa interior hacia él sólo para que pudiera ver su reacción. Los pateo a un lado en su lugar, con miedo de que tal movimiento rompiera el hechizo que había lanzado sobre él, y deslizó sus dedos de regreso a sus pétalos de felpa.
Otro gemido salió de Antoine, no gruñó esta vez. Ella estaba cerca ahora, caliente por todas partes, cerca de estallar. Quería los ojos de Antoine en ella cuando sucediera, quiso asegurarse de que tenía toda su atención. Él la estaba mirando, pero eso podría cambiar con facilidad. La oscuridad cruzó por su hermoso rostro cuando ella movió sus manos hacia arriba, por sus costados y sobre sus pechos. Se sintió malvada cuando él frunció el ceño, su mirada expreso claramente que él no había querido que dejara de tocarse a sí misma. Sus ojos se fijaron en su entrepierna y el bulto duro allí. Ella quería tocar eso. Ardía con la necesidad de pasar sus manos sobre él y sentir su calor. ¿Él ardía por eso también? ¿La detendrá si baja del escenario y trata de tocarlo? Era demasiado arriesgarse en estos momentos. Tenía que trabajar más primero, empujarlo hasta el borde, y luego, cuando estuviera cerca de caer, haría su movimiento. Sera se giró de espalda a él y respiró hondo. Se sentía como algo muy malo, tan sucio, pero tan condenadamente bueno, se inclinó, exponiéndose a él, y oyó su bajo gruñido contenido. Con una mano se sostuvo el tobillo, con la otra alcanzado entre sus piernas se entregó al placer, no creía en lo que estaba haciendo. Gimió Gimió con el primer roce de sus sus dedos sobre su propio clítoris y entonces los arremolinaba a su alrededor, su respiración se aceleró y su sangre ardió de nuevo. El corazón le latía con fuerza contra su pecho y cerró los ojos. Otro gemido escapó de ella, esta vez más fuerte, y se mordió el labio. Se sentía tan bien. Demasiado bien.
La mirada de Antoine grabándose en ella, aumentando su conciencia de él y haciendo a todo lo demás desaparecer. Se tocó, respirando fuerte y rápido, disfrutando de la sensación de sus dedos y el hormigueo que se disparó a través de ella con cada toque sobre su excitado clítoris. Su otra mano se agarró el tobillo, las yemas de los dedos presionando, y giro su cabeza. Ella quería más. Estaba tan cerca. Sólo un poco más.
Gimió y trabajó sus caderas, frotando sus dedos sobre su clítoris al mismo tiempo, incapaz de detenerse así misma por su deseo en un crescendo. Tan cerca. El aire frío se movió detrás de ella y algo empujo dentro de su húmedo canal, hundiéndose profundamente en su núcleo. Sera gritó su orgasmo, su cuerpo temblando y apretando la barra dura enterrada dentro de ella. Su mano se deslizó de su tobillo y ella casi se derrumbó en el escenario, pero una mano fuerte sostuvo su cadera, manteniéndola en posición vertical. Respiraba rápido, le daba vueltas la cabeza confundida y perdida en la bruma de su orgasmo. ¿Qué sucedió? Nunca había experimentado algo tan explosivo y salvaje, tan feliz y satisfactorio. La causa del clímax estremecedor que vino sobre ella lentamente bombeo una vez y luego se retiró, y se dio cuenta de que se trataba de los dedos de Antoine. Sera se compuso y luego enderezó las piernas temblorosas y se volvió hacia él de pie detrás de ella. Él la miró, desapasionado y frío. —Ves, puedes actuar en compañía, pero aún no es suficiente para hacerlo en el
escenario. Sera no podía creer lo que había hecho. Ella temblaba por todo el cuerpo, todavía aturdida por él y su clímax. ¿Había ganado en su juego de seducción? La mirada en sus ojos le dijo que no. Él quería que ella se fuera. Fue realista al hablar con su señora sobre Antoine. Había sabido que solo tendría una delgada oportunidad con él y se preparó para el inevitable rechazo. Ella había estado tan concentrada en los sentimientos de ser dejada de lado y en que no mostraría interés en ella, ahora que lo tenía no no sabía qué hacer. Sin embargo una cosa si sabía.
Él la quería y sería una tonta al renunciar ahora. No se marcharía, no cuando estaba tan cerca de él para convencerlo de darle una oportunidad. Lo había logrado en el escenario y consiguió que la tocara. Sabía que si tenía un poco más de tiempo podría ser capaz de hacerle ver que el deseo entre ellos no era un acto. Era real. —Puedo actuar, — dijo Sera, reuniendo su confianza para que él no escuchara los
nervios en su voz. Sonrió e inclinó la cabeza hacia un lado, pasando su mirada sobre él. El bulto duro en sus pantalones no se fue a ninguna parte. Ese fue el comienzo. —Sólo dame una segunda oportunidad. Antoine frunció el ceño, sus ojos fríos se volvieron oscuros, como si no le gustase la idea de que tuviera una segunda oportunidad con Víctor. Tenía que estar imaginando eso. —Pero yo quiero ser capaz de seleccionar a mi pareja. — Esas palabras, cuando
salieron de sus labios causaron que su ceño se endureciera más. —Una petición inusual. Me puedo sentir inclinado a permitir proporcionarte a
alguien si realmente vas a hacerlo. Oh chico, ella lo haría. Su sonrisa se ensanchó. —Prometo que lo haré si puedo elegir eleg ir con quién. La oscuridad en sus ojos se profundizó y el rojo rodeo su iris, al mismo tiempo que una oleada de ira rodo sobre ella. Su sonrisa se mantuvo. ¿Sabía lo celoso que veía? Quería preguntarle, pero no lo hizo no quería que él le echara. No tenía motivos para estar celoso, pero la visión de él sintiendo alguna emoción, llevo su confianza a otro nivel y le dio la fuerza para continuar. — ¿Alguien de aquí ha captado tu atención?, — dijo, más como un grueso gruñido,
y ella asintió con la cabeza. —Nómbralo y voy a ver si el vampiro o humano está disponible.
Algo en sus ojos, le dijo que el artista elegido probablemente ni siquiera llegaría al escenario. Él se ocuparía de ellos salvajemente salvajeme nte por capturar su atención.
Su confianza se disparó y ella valientemente lo enfrento, desnuda y todavía temblando por el clímax que él le había dado. Le pasó la mano por el pecho, sintiendo la dureza del mismo a través de su su camisa color gris gris plateado y miró profundamente a sus ojos azules. —Yo te nombro.
CAPITULO5 CAPITU LO5
A
ntoine no estaba seguro de haber oído bien a Sera. Se quedó de pie en el escenario, con el ceño fruncido mirando hacia abajo a sus ojos que ahora se daba cuenta eran de la sombra más fascinante y profunda de color verde que había visto nunca, y trataba de comprender lo que estaba sucediendo. Sera quería realizar el acto con él, en su propio escenario, ¿cómo su audición?
La voz profunda de su corazón, dijo que esto no era una audición. Este era un juego de seducción. Sera lo había estado observando desde hace meses. Al principio, él no supo que era Sera. Muchas personas lo miran en el transcurso de una actuación, pero ninguna con la intensidad intensidad que ella hizo. Cuando él se se cansó de ser observado, la había había situado fuera de la esquina de su ojo, tan discretamente que nunca lo habría notado. Una élite. Él la había ignorado después de eso. Fue sólo en el curso de los últimos minutos que se dio cuenta de que ella era su voyeur, y que irónico que él fuese el que la miraba tocándose cuando esa revelación se había apoderado de él. d ijo estar de acuerdo y seguir —Yo no actuó. — El fuerte dolor en sus pantalones le dijo la corriente esta vez, pero su corazón le advertía terminar con esto ahora, antes de repetir la historia. El teatro era un negocio, y era su vida ahora. Él no tenía lugar para enredos románticos y ningún deseo de involucrarse con una hermosa atractiva vampiresa joven elite, que le había tenido en sus pies y jadeando por hundir algo más que sus dedos en ella y poder sentir su clímax. Antoine sacudió el deseo apartándolo. —No. — Dijo de nuevo, pero fue más débil en esta ocasión, y él supo que ella se
dio cuenta cuando la mirada de decepción en sus ojos verde bosque brevemente se animó.
Ella le tenía en la mira, por alguna razón infernal. Lo había visto y luego había ideado algún plan para entrar en su teatro y encontrarse. Incluso organizó que Callum estuviera lejos del teatro esta noche, o ¿era que el destino intervino para reunirlos antes de lo que había previsto? Maldijo por lo bajo. Él enviaría a Sera a casa de Elizabeth con una dura advertencia resonando en sus oídos y una nota para su señora diciéndole que se mantengan lo más lejos posible del teatro. Su mandíbula se marcó cuando él apretó los molares. —No. — Antoine retrocedió un paso, enojado ahora que había tenido tiempo de darse cuenta de las longitudes a las que llego con el fin de atraparlo. Nunca debió pedir a Víctor que se fuera. Claramente era la oportunidad de que ella había estado esperando. Con Víctor actuando con ella, Antoine habría sido capaz de mantener su distancia y verla con ojos críticos como intérprete. Cometió un terrible error. Al permitirle actuar sola para sus ojos, pues eso los llevo a un nivel más íntimo. Ella le había atrapado y él cayó en su estratagema. No iba a suceder de nuevo. Él daría fin a la farsa para enviarla a casa inmediatamente. —Yo no toco a la élite. Su cara cayó, dolor emano de ella en olas tangibles que despertaron una emoción en él demasiado familiar. Culpabilidad. — ¿Dónde estaba esa regla hace unos minutos cuando estabas tocando a una
vampiresa elite tan íntimamente?— Respondió ella y él la felicitó por tener el valor de enfrentarlo. —Un lapso momentáneo en mi buen sentido. — Sus palabras trajeron una oscura
mirada en ella. Sus labios se comprimieron en una delgada línea y su mandíbula se tensó. El dolor se convirtió en ira, fluyendo sobre él, susurrando su deseo de golpearlo. Su guardia subió automáticamente, sus dedos se cerraron en puños dispuesto a detenerla si decidía atacar. Dudaba que lo hiciera. hicier a. Sólo había aclarado un hecho. Perdió el control por un momento y de repente había estado en el escenario, con la mirada fija en su trasero y sus dedos se hundieron profundamente en su calor.
Hermosamente profundo. Cambió su atención a su mano derecha a los dedos que la habían saqueado. Se había sentido tan bien, cálido y húmedo, su cuerpo los ordeño. Su polla tembló y se endureció de nuevo. No iba a pasar. Entre más rápido su cuerpo recibiese el mensaje, mejor. Sus ojos se movieron hacia abajo, recordar que estaba completamente desnuda y de pie a sólo unos metros de él fue algo inoportuno. De vuelta al punto de partida. Tan duro en sus pantalones que le dolía y sabía que se daría cuenta por la forma en que su polla extendió el material negro. Negar su deseo por ella no tenía sentido cuando podía ver la evidencia por sí misma. Podría actuar con ella. Sería tan fácil, y tan malditamente dulce. ¿A quién estaba él engañando? Si justo ahora se inclinara, tendría dificultades para convencerse de no sacar su erección y empujar profundamente dentro de acogedor cuerpo. Quería estar dentro de ella, enfundado hasta la empuñadura en el lugar que sus dedos estuvieron. Empujando. Bombeando. Encontrando liberación con ella y oírla gritar su nombre mientras la lleva de nuevo al clímax. No podía hacer esto. No la quería. Dolido demasiado la última vez y había aprendido su lección. El amor es una perra voluble y, para evitar el sufrimiento que ya había soportado, se comprometió a evitar toda interacción con las mujeres. Ese voto de celibato había durado cerca de tres siglos. Su rígido control sobre sus deseos y necesidades se había mantenido firme. Se enfrentó a innumerables avances de hembras de la aristocracia. ¿Por qué le fallo ahora? Sera parpadeó lentamente, el fuego en sus ojos verdes aun ardiendo brillantemente, diciéndole que no renunciara. Se saldría con la suya, le gustara a él o no. Tuvo que admirar su espíritu. La mayoría de las mujeres renunciaron a él rápidamente, tan pronto como habló y dijo algo que no les gusto oír. Sera había recibido varios golpes verbales y todavía estaba en pie, todavía firme y negando se a rendirse.
Ella era hermosa. Como una diosa de la guerra mientras estaba allí sin vergüenza en su estado de desnudez, su pelo dorado ondulado enroscado alrededor de sus hombros y su mirada desafiante, retándolo en silencio, retándolo a tratar de hacer que se fuera. Todo lo que necesitaba era un carruaje de oro y una lanza y sería una visión digna de una pintura. Él definitivamente colgaría un lienzo como ese en su oficina y probablemente le haría pasar toda la noche sólo mirándola, fascinado y cautivado por ella. Caminó hacia él, tan segura ahora, el brillo de sus ojos diciéndole que había visto a su deseo, la atracción en su mirada y que sabía que no podía resistirse contra él. Sus defensas eran débiles en lo que se refería a ella. Su mirada verde cayó a sus pantalones y luego sonrió a mirándolo a los ojos, sus pensamientos silenciosos vinieron con fuerza y claridad, como si los hubiese proyectado en su mente. Ella noto la erección que lucía y estaba dispuesta a hacerla desaparecer, a satisfacer todos sus caprichos y necesidades. Diablos, él quería eso. Lo quería con una ferocidad que lo sobresaltó. Antoine retrocedió. —No me interesa. — dijo, pero sonó débil incluso para él. La victoria brilló en los ojos de su diosa. — ¿Hay espacio en tu show para la seducción real, Antoine? —Ella dijo con voz
ronca y su manera de pronunciar su nombre derribo la barricada que había mantenido a las llamas de su pasión apostadas durante tantos siglos. Chispas se abrieron paso, encendiendo su sangre y amenazando con convertir su control en cenizas. Ella se mordió la punta del dedo índice, revelando una pequeña punta de colmillo, y su corazón se estrelló contra su pecho. El fuego lo consumió entonces, la idea de que lo mordiera y él a ella, convierto todo en un infierno incinerando todo a su paso. Sangre. Colmillos. Dos cosas muy malas. Sus garras extendidas presionaron en sus palmas derramando el olor de su propia sangre. Quería saborearla. Le temblaban las manos. Quería saborearla. No. No podía permitirlo. Nunca. Era demasiado peligroso.
— ¿Hay lugar para una mujer que puede hacer que un hombre y cambie su no a un sí ?— Sera
pasó la mano por su pecho con sus ojos en los suyos. Tenía que ver el peligro en ellos, el rojo borrando el azul, una advertencia para mantenerla lejos de él o arriesgarse a las consecuencias de su terrible hambre. Corría en su sangre, contaminándolo, susurrándole palabras de dulce liberación, alimentarse hasta haber saciado su sed, después continuar y continuar. Eso no. Cualquier cosa menos eso. Fue testigo de los peligros de este tipo de alimentación todas las noches cuando su hermano despertaba gritando y agitándose contra sus ataduras. Esa misma adicción corre por las venas de Antoine, como un oscuro amo esperando el día en que reinara sobre él y haga las mismas cosas terribles en él como lo hace con Snow.
Él ya había pasado la edad en la que Snow había mostrado los primeros síntomas de sed de sangre. Si no mantenía el control, si no se negaba a sus necesidades, sería final del juego también para él. Bastaría un pequeño delis. ¿Quién cuidara de Snow si se pierde por la sed de sangre también? — ¿Antoine?— Sera retrocedió, con un borde nervioso en su voz ahora.
Cerró los ojos y bajó la cabeza girando lejos de ella. El diablo, estuvo cerca de rendirse, pero no pudo. Antoine se recuperó, apartando la idea escalofriante de sucumbir a la sed de sangre y su seducción, y dijo: —No. — Giró sobre sus talones y se dirigió hacia la puerta del escenario, con la
intención apartarse de ella e ir en dirección del santuario de su oficina. Se serviría de un vaso de sangre para saciar su hambre y luego cerraría los ojos por un tiempo y clavar las garras de nuevo en su control. — ¿No te he seducido ya en algún grado? —Ella lo llamó y él se detuvo en seco.
Era cierto. —Hice que subieras al escenario conmigo... Te T e excite hasta que no pudiste p udiste resistirte
a participar.
No podía negar eso. Sus dedos estaban todavía húmedos por tocarla y él había estado luchando contra la tentación de lamer y limpiarlos durante todo el tiempo que estuvo hablando con ella. ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo rompió la armadura alrededor de sus emociones con tanta facilidad? Ella no le pertenecía. Él no pertenecía a nadie. Era más seguro de esa manera. Más seguro para los dos. Antoine se miró las manos. Sangre. Carmesí las cubría goteando de sus dedos y salpicando las mangas de su camisa de color gris plateado. Respiró con fuerza, luchando contra el pánico y los recuerdos. El miedo le inundó, empujando y rompiendo sus defensas, cerrando su garganta y apretando su pecho. Cada centímetro de su piel picaba y ardía su corazón. Antoine cerró los ojos y respiró lenta y profundamente. Dentro. Fuera. Inhala. Exhala. Del mismo modo que había practicado tantas veces. Concentrándose en su respiración. Dejando que todo lo demás se desvanezca. Sin miedo. Sin dolor. Ninguna muerte. Sólo él, viviendo, respirando. Vivo, no muerto. No desangrando. Cuando por fin abrió los ojos de nuevo, la sangre en sus manos se había ido y Sera estaba de pie entre él y la puerta del escenario, mirándolo con extrañeza. — ¿Preocupada?— La chispa de deseo que agrando sus pupilas desapareció, borrada por su ceño fruncido y una mirada fija penetrante que le hizo sentir como que estaba llegando más allá de la barrera justo en ese momento, tratando de apoderarse de la verdad acerca de su pasado en su corazón. Antoine cerró los ojos y se apartó de ella, y soltó un suave suspiro final. Resultaría ser otro error, acabaría rasgando su corazón, pero no pudo irse. Quería quedarse. Tenía que quedarse. Por primera vez en tres siglos necesitaba la ceder una fracción de control de modo que pudiera perderse en esta mujer. Necesitaba estar con alguien. Con ella.
Todo en ella le dijo que podría satisfacer sus necesidades, que sería todo lo que él quería que fuera — suave, tierna y cálida. Podría incluso arreglar su corazón roto si era valiente lo suficiente como para dejarla intentarlo, y tan tonto como para creer que los sentimientos que le mostró en sus ojos por momentos, eran reales y no un acto. — Su corazón le susurró que todavía podía irse ahora antes de que fuera demasiado tarde. Él no tenía que pasar a través de este infierno de nuevo. Antoine bajo del escenario y se sentó en el asiento que había ocupado durante la presentación de Sera para él. No podía irse. Ya era demasiado tarde. Él la había tocado, había caído bajo su hechizo, y ahora necesitaba algo más que una probada. Necesitaba todo de ella. Sera se quedó allí en el escenario, pareciendo incierta ahora. ¿Ella esperaba que él se lo hiciera fácil? No podía, no cuando parte de su corazón le gritaba que huyera, que estaba en peligro y necesitaba escapar en ese momento. El deseo se agitó en él, la atracción que sentía hacia ella, pudo haber hecho que se quedara, pero él todavía luchaba contra esos sentimientos por instinto y su corazón seguiría luchando contra ella mientras tratará de reducirlo. El instinto de conservación era profundo después de tres siglos, imposible de superar sin un poco convencimiento. Sera todavía estaba allí. ¿Estaba esperando a que él dijera o hiciera algo? Parpadeó, pestañas largas y oscuras enmarcando sus hermosos iris verdes, y cuando lo miro una vez más, su confianza estaba de vuelta. Ella le había dicho que podía seducir a un hombre, que podría convertir su no en un sí. No probaría ser un reto fácil. La parte más oscura de él dijo que tomara todo lo que pudiera de ella, satisfaga cada necesidad, sin apego, y luego hacer que se marche. Ella estaba dispuesta. Podría albergarlo en su cuerpo y a su necesidad de sangre, y él podría continuar por otros tres siglos sin contacto físico o emocional con una mujer.
Ese pensamiento le revolvía el estómago. ¿En qué clase de hombre se estaba convirtiendo? Su familia criándolo de la forma en que lo hicieron le trajo a este punto, ¿un hombre carente de emoción, dispuesto a utilizar los sentimientos de una mujer inocente en su contra y luego desprenderse de ella? ¿O es que este nuevo lado oscuro de él nació a raíz de aquella horrible noche? Antoine cerró los ojos contra la memoria. Cuando los abrió de nuevo, Sera se puso delante de él, todavía gloriosamente desnuda. Se inclinó para que su pelo rubio ondulado cayera hacia delante para ocultar sus pechos y se recargo con una mano en el brazo de su asiento. El otro lo posó sobre su pecho. Sus ojos se cerraron con el primer roce de sus labios sobre su mejilla y él exhaló lentamente, perdiéndose en la suave caricia y el olor de ella. Dulce como las almendras y la madreselva. Había pasado tanto tiempo desde que una mujer estuvo tan cerca de él que no podía recordar cómo olía alguna, pero estaba seguro de que ninguna había olido tan exótico y atractivo como Sera. Besó su mandíbula y luego el cuello, burlándose de él con breves barridos de su boca. —Antoine. — Echó la cabeza hacia atrás y ahogó un gemido. Su mano se movió sobre él, ligera como una pluma, revoloteaban sobre su pecho y luego hasta la garganta. Ella rozó los dedos sobre él y luego los enterró en su cabello. Su gemido se le escapó esta vez, la sensación de sus uñas contra su cuero cabelludo fue demasiado bueno para contenerse. Ella suspiró, su aliento rozando acaloradamente sobre su garganta, y continuó a besando y chupando, lo volvió loco con el deseo de sentir sus dientes enterrándose en su carne. Sera beso debajo de su mandíbula, el mentón, el otro lado de la garganta. Otro gemido se deslizó libre cuando se sentó en su regazo y le pasó la otra mano firmemente por el brazo, trazando sus músculos a través de su camisa mientras continuaba trabajando en su garganta, enloquecedor. Ella chupó y mordisqueó su lóbulo derecho y él se puso tenso arañó los brazos del asiento y quería gruñirle, para que lo besara. Necesitaba sentir su boca sobre la de él, la maldijo por evitarlo besándolo en la mejilla, la nariz y la barbilla. Él trató de besarla pero ella lo esquivó y chasqueó la lengua.
Estaba jugando con él en sus manos. Una mujer había hecho eso e so antes. Eso humedecido por un instante su deseo, pero no lo mató. Se levantó de las cenizas como el ave fénix, renaciendo más fuerte que nunca, volviendo a la vida por cada roce de sus manos sobre su pecho y cada barrido de sus labios por su cuello. Ella tiró de su corbata negra, deslizó los dos lados libres, y luego comenzó con su camisa. Sus dedos se burlaban de su pecho mientras hizo estallar cada botón y poco a poco la abrió. Antoine no podía soportarlo. Se tensó hasta el alma, preparándose a sí mismo cuando un deseo de empujarla lejos le arañó. Le era difícil negarse a ese impulso. No quería ser débil otra vez, tenía miedo de que si se rendía a ella, terminaría roto de nuevo. Sus padres tenían razón. Nunca involucrarse con los de abajo de su tipo. No tenían clase. Ellos hacen lo que les place sin tener en cuenta a los demás. Como animales. Sera era una de esas bestias. Eso enfrío su deseo por un instante de tiempo. Lo que le extinguió completamente fueron sus dedos haciendo una pausa en su pecho y la sensación de asombro que fluyó hacia él a través de ellos. Era viejo, lo suficiente para sentir sus emociones y sabía lo que ella estaba viendo. —Dios mío, — susurró en voz baja y tocó una de las líneas de tejido cicatrizado
atravesaban sobre su pecho. — ¿Qué pasó?— Antoine no quería hablar de ello, y él no quería mirar hacia abajo tampoco. Si lo hacía, vería su mano en su cuerpo. Vería algo horrible. Vería a su propia carne abierta sangrando profusamente, y su vida drenándose ante sus ojos. Revivía esa pesadilla con la suficiente frecuencia durante el sueño. No necesitaba verlo estando despierto. Agarró su mano y la empujó fuera de él, tirando de su camisa cerrándola al mismo tiempo. —No pasó nada, — gruñó y trató de apartarla, pero ella se puso tensa, tan rígida
que fue imposible sacarla de su regazo sin enviarla a estrellarse contra el suelo y hacerle daño.
Sera permaneció inmóvil un momento, mirándolo en silencio, y luego se inclinó hacia él e hizo algo que rompió la barrera que cuidadosamente había construido alrededor de su corazón. Ella bajó suavemente su mano por su camisa, abriéndola para revelar su pecho y acaricio cada gruesa cicatriz gruesa con suaves besos cálidos. Era demasiado. Antoine empujó la mano, tiro de su muñeca hacia delante, girando a una posición incómoda al tratar de quitarla de encima. Ella luchó contra él, continuo acariciando las cicatrices de su pasado con besos, aliviando su dolor. Se sentía muy muy bien. Cada beso logro otro agujero en sus defensas. —No quieres hablar de ello, eso está bien, — le murmuró entre besos y cerró los
ojos, su agarre en la muñeca apretó cuando se enfrentó a la tentación de agitar una bandera blanca y rendirse a ella. Por primera vez, se encontró con las palabras a formándose en la punta de su lengua, las palabras que revelarían algo terrible. Palabras que él había prometido nunca hablaría. ¿Quién era esta diosa en su regazo? ¿Qué poder tenía sobre él para hacerlo olvidar tan fácilmente su dolor y querer confiarle todo a ella? Le humedeció el final de una cicatriz irregular y apoyó la mejilla contra su pecho. —No tienes que decirme nada, Antoine... pero no finjas que no me quieres... o esto. —
Su mano patinó hacia abajo sobre su estómago y su deseo se encendió inmediatamente de nuevo cuando su palma suave ahuecó polla dura a través de sus pantalones negros. Su respiración se detuvo y su mandíbula se tensó, una inundación caliente de excitación barrio a través de sus venas y su deseo se elevó hasta un nivel completamente nuevo. —Esto me dice que sí. —
Esas cuatro palabras fueron susurradas contra su pecho y no podía negar la verdad en ellas. Lo hacía, la deseaba. Él no quería que esto terminase, fuera lo que fuera, a pesar de que sabía que lo haría, si termina antes de que salga lastimado o ella.
—Déjame probarte, Antoine. Para de pelear conmigo. — Presionó más besos
suaves en su pecho, sus dedos jugueteando con sus pezones y luego los arrastro por su estómago hacia su cinturón. ¿De dónde vino esta zorra? Ella había sido atrevida antes, pero esto era diferente. Fijó sus sentidos en ella y todavía podía sentir su miedo. Estaba asustada, pero no de él. Ella temía que esto no funcionara y no sucumbiera a sus insinuaciones. No quería un trabajo en su escenario. Lo deseaba. Su deseo no era un acto. Era real. Al igual que el suyo. Cerró los ojos cuando le desabrochó el pantalón, metió la mano dentro y sacó su polla erecta. Su aliento silbó entre dientes y se puso tenso, su toque como fuego y brisa. No podía resistir r esistir mucho más tiempo. Sus defensas estaban bajando ba jando con cada segundo y ahora se tambaleaba en el borde de rendirse a su seducción. No fue un acto. Del mismo modo que él perdió conciencia de su ubicación, lo mismo ella. Su atención estaba tan fija en él y él encantado con la sensación, podía sentirla con mucha claridad, y su placer. Eso por sí solo le intoxico cuando bajo de su regazo a arrodillarse ante él y bajó la boca, tomándolo. Él gimió, con la mandíbula apretada y el cuerpo tenso, rígido de necesidad. El calor de Sera lo abarco resbaladizo y húmedo, la lengua expertamente burlándose de él, arrancando gemido tras gemido de su garganta. Antoine se agarró a los brazos del asiento y echó la cabeza hacia atrás, empujando sus caderas mientras lo chupó. Diablos, se acabó el juego. Su diosa fue a la guerra en sus defensas y ahora estaba segura de su victoria. Apenas tenía sobre él diez segundos antes de que explotara en su boca, incapaz de detener el clímax. Ella gimió y luchó para recuperar el aliento, éxtasis corriendo a través de él esparciéndose en sus sentidos y haciendo que su mente nadara. Había pasado demasiado tiempo desde que encontró una liberación adormecedora, no estaba seguro de cómo componerse a sí mismo desde su viaje.
No estaba seguro de que podría incluso Antes de que pudiera saborear la felicidad que le había dado, la fría realización se deslizó en las comisuras de su mente, ganando terreno con cada rápido latido de su corazón, hasta que la realidad se instaló duro con él. Su sentido de control irrumpió nuevamente en su lugar. Sera levantó la cabeza y miró hacia arriba a sus ojos. Antoine frunció el ceño.
CAPITULO6 CAPITU LO6
S
era miró a Antoine en el momento en que sintió el cambio en él, intuía que la conexión que cobro vida entre ellos, se apagó en un instante. Podía verlo en sus ojos también. La hora pasada con él, le revelo algo que ella nunca se había imaginado. Antoine era un hombre con profundos secretos, un hombre que no permita que nadie se acercara a él y que creía tener una buena razón para permanecer distante y solo. Ella era una tonta por no haberlo visto antes. Elizabeth le advirtió acerca de Antoine, pero al parecer incluso su señora no conocía bien al hombre o ella le habría mencionado que algo terrible le sucedió, algo alg o que él nunca lograra superar. Nunca podría superar. Las cicatrices en su pecho fueron impactantes. Se necesita demasiado para matar a un aristócrata, especialmente uno tan viejo como Antoine, pero parecía como si alguien hubiera tratado de poner al límite su capacidad de curación. ¿Quién hizo algo tan terrible a él? Sin embargo. No sólo las cicatrices en el exterior le hacían mantener un sentido de distancia de todo el mundo. . Había otras en el interior, cicatrices emocionales que eran tan desiguales y terribles como las de su cuerpo por lo que ella podía decir. Sin duda un hombre con secretos, y él no estaba dispuesto a compartirlos con nadie. Sera levantó la mano, con ganas de tocarle la cara y decirle que todo el dolor ya había pasado que podía contárselo. Ella le escucharía, sin juzgar, sólo tratando de aligerar la carga en su corazón, para que así ya no sienta como si tuviera que caminar por este mundo solo. Antoine se echó hacia atrás y miró con cautela la mano, como si buscara hacerle daño en lugar de confortarlo.
Termino el juego. Ella podría haber conseguido que se entregara a su deseo, pero no había manera de que pudiera derrotar a los demonios que mantenían cautivo a su corazón. Ella no quería una aventura sin sentido sentido con él. Si no podía tener todo de él, prefería no tener nada en absoluto. Sera se puso en pie, se acercó a su ropa y se metió en su ropa interior. Su plan, vestirse completamente antes de salir con calma, algo que se convirtió en imposible de cumplir cuando la mirada helada de Antoine se deslizó hacia ella, siguiendo cada movimiento. Ella agarró el resto de la ropa amontonándola en sus brazos, y lanzó una oscura mirada hacia él antes de dar zancadas por el pasillo hacia una de las salidas traseras. Llegó a medio camino de las puertas antes de darse la vuelta y enfrentarse a él. — ¿Sólo quiero saber por qué me dejaste fuera de nuevo? ¿Fue sólo por usarme o
esto realmente fue solo una audición?— Su voz se agito. Dolió decir eso. Se echó a reír de sí misma con amargura. —Olvídalo, fui una estúpida por pensar que alguien como tú podría alguna vez preocuparse por nadie más. He aprendido la lección. Adiós, Antoine. Valientes palabras. Se felicitó camino hacia la salida, con rapidez ahora a pesar de sus piernas temblorosas y la adrenalina en sus venas, decidida a escapar antes de que sus nervios fallasen. Era mejor así. Antoine nunca le daría lo que quería de él, lo que necesitaba, así que no había ninguna razón para torturarse a sí misma al tratar de ganarlo. Sera estaba cerca de las puertas, casi podía saborear su libertad, levantó la vista para encontrar Antoine bloqueando la salida delante de ella. —Muévete, — dijo en un gruñido.
No lo hizo.
Se dio la vuelta al final de las filas de asientos de terciopelo rojo, con el objetivo de llegar a otra salida más alejada en la parte trasera del teatro. Antoine estaba allí de nuevo antes de que pudiera llegar. Se había movido más rápido de lo que ella era capaz de ver. Se detuvo, con un toque de miedo en su sangre ahora. Había oído que los aristócratas, los de sangre pura de vampiro, eran más poderosos que las élites, y la edad de Antoine sólo añade a ñade fuerza a sus habilidades. Él gruñó y se dirigió hacia ella, con el ceño fruncido en una mueca y oscuridad en sus ojos. Nada de ira golpeó sus sentidos, pero ella no iba a quedarse alrededor para preguntar lo que estaba sintiendo detrás de su expresión violenta o permanecer a corta distancia. Sera dio marcha atrás, a la par con él. Tropezó con los asientos en un lado del pasillo que llevaba hacia abajo al área de butacas y lanzó una mirada a las puertas de la salida a su izquierda. Antoine estaba allí otra vez, deteniéndola a mitad de paso, y forzándola a retroceder. Mantuvo los ojos fijos en él, sus sentidos se centraron allí también, también, y se mantuvo retrocediendo. Su intento de huir golpeó un un obstáculo poco tiempo después. Es decir, el escenario. Se apretó contra él, sus sentidos barriendo el teatro en busca de otra vía de escape. Las puertas de la derecha y la izquierda estaban fuera de cuestión. Antoine las alcanzaría fácilmente antes que ella. Su fuerza no podía compararse con la suya, por lo que luchar y someterlo no iba a suceder tampoco. El único lugar que podría ofrecerle la oportunidad de escapar era el escenario. Sabía por los espectáculos que hay puertas a la izquierda y derecha del mismo. Conducían al backstage, que era un peligro en sí mismo. Sólo Dios sabía quién estaba allí, esperando en las alas. No tenía ganas de encontrarse con Víctor de nuevo, no cuando sólo estaba usando su ropa interior. —Sera, — Antoine gruñó y ella tragó.
Se disparó en su dirección y ella saltó al escenario. Golpeó con el pecho en el escenario de madera y desató un gruñido salvaje y vicioso. Sera dejo caer su ropa y se fue para la pesada cortina roja que cubría la mitad posterior del escenario, con la intención de llegar a las puertas allí. Antoine la abordó justo al llegar a la cortina de terciopelo, enviando a ambos volando a través del otro lado. Ella cayó dolorosamente con las piernas enredadas con las suyas, y gruñó cuando se golpeó contra algo duro. Uno de los sofás. El dolor atravesó su hombro izquierdo y luego se fue de espaldas las dos manos puestas sobre su cabeza. Su aliento frío se apoderó de su rostro. — ¿Por qué huyes de mí, Sera?— ¿Y por qué no? La mirada de desdén frío que había visto en sus ojos era razón suficiente por lo que a ella concernía. El hecho de que lo había llevado al clímax y él la rechazo en el momento que encontró liberación era otra. Para colmo, por encima de esas dos, añadió una tercera. —Me asustas. — Sera lo miró, sintiendo el peso de su cuerpo contra el de ella. Su camisa abierta cubriéndola y le hizo cosquillas en los costados desnudos y sus pantalones eran suaves contra sus piernas. Él soltó una de sus muñecas y arrastró sus dedos sobre su mejilla, y sus ojos se levantaron para encontrar los suyos. Su miedo a ver frialdad en sus ojos se fundió bajo el calor de su expresión y el calor del hambre en sus ojos azules. No sabía cómo reaccionar cuando él bajó la cabeza y la besó, fuerte y dominante, la obligo a abrir la boca con su lengua. La enredó con la de ella, fresco y burlón, atrayéndola a someterse. Ella se entregó voluntariamente, derretida debajo de él en el escenario dejándose llevar por él cuando el beso se volvió ardiente y apasionado, un choque áspero de labios y dientes. Antes de que pudiera pensar en lo que estaba haciendo, estaba levantando la cabeza profundizando en el beso, buscando más de él. ¿No se supone que debería estar enojado con él por... algo?
Se metió de nuevo en su cabeza. Era obvio que estaba usándola. Él nunca iba a darle lo que realmente anhelaba de él. Buscaría la satisfacción vacía en ella, una relación sexual sin emociones, y eso no sería capaz de soportarlo. Ella no estaba hecha para ese tipo de cosas. No podía. La atracción que sentía por él florecería en algo terrible, algo que acabaría matándola cuando finalmente se cansará y la hiciera a un lado. Sera le dio un puñetazo en el costado de su cabeza, apartándolo hacia el sofá de terciopelo rojo al lado de ellos. Estaba de pie antes de que pudiera reaccionar, dejándolo sentado en el suelo. —Me estas volviendo loco, — le susurró, con los ojos rodeados de rojo y fijos en
ella. Se tocó el naciente color carmesí en la mejilla donde lo golpeo y le sonrió sombríamente. Por lo menos no era una sonrisa forzada. Era tan real como podía ser, y un poco aterradora. ¿En qué pensaba? pensaba? ¿Lo vuelve loco en el buen buen sentido, o en uno muy malo? ¿Era prudente hacer enojar a un aristócrata? Antoine se puso de pie, sacudió el polvo de sus pantalones negros frunciendo el ceño y luego levantó la cabeza y la miró directo a los ojos. Por lo menos el rojo desapareció de su iris. Se pasaron los dedos por el espeso cabello cabello castaño oscuro. Era difícil no mirar la tira de cuerpo a la vista entre los dos lados de la camisa de color gris-plateado abierta mientras se movía, sus músculos flexionando en una sinfonía tan hermosa que derretiría los corazones más duros. —Sera.
Pronunció su nombre como un suspiro, una suave exhalación que sonó como una oración a Dios, una plegaria en favor de la salvación. Ella se la daría a él si sólo se lo pidiera. Compartiendo la pesada carga. Sólo tenía que hablar con ella y dejarla entrar. Él sólo tenía que renunciar a su resistencia.
Sera se mantuvo firme mientras se acercaba, sus pasos lentos y cautelosos, como si temiera que fuese arremeter contra él o huir de nuevo en caso de avanzar más deprisa Probablemente lo haría. Cuando llegó a ella, él rozó sus nudillos por su mejilla, cerró los dedos alrededor de la nuca enredándolos en su cabello rubio y la atrajo para darle el beso más suave que jamás había experimentado. Sólo duró un segundo antes de que él se separara para presionar su frente con la suya, la nariz tocando la suya. Respiró con fuerza, su pecho rozando el de ella con cada inhalación profunda, y sus dedos apretaron contra su nuca, como si ese breve beso hubiera sido demasiado para él. Había sido demasiado para ella. El placer fue abrumador, consumidor y devastador. El corazón le latía con fuerza, tan rápido como el que está en su mente. Antoine. —Sera, — susurró, suplicando otra vez, y deseo saber lo que él quería cuando dijo
su nombre de esa manera para que pudiera dárselo. Suspiró. —Yo no quiero hacerte daño.
Eso era bueno. Ella no quería eso. Definitivamente podía estar de acuerdo con eso. Él le acarició la mejilla con la otra mano y apretó la frente con más fuerza contra la suya. Sus dedos agarraron la parte posterior de su cuello, sus emociones tomaron un giro buscando lo malo con sus sentidos, para que le avisaran con un alarma. Peligro. Eso no era bueno. — ¿Antoine?, — dijo, con la esperanza de traerlo de vuelta desde cualquier lugar
oscuro al que sus pensamientos habían llevado. Gruñó. —Yo no quiero hacerte daño... pero no quiero acabar herido, tampoco. Sera reaccionó por instinto en el segundo que una inmensa ola de dolor se estrelló sobre él y en ella. Envolvió sus brazos alrededor de sus anchos anchos hombros, apretando una mano contra el omóplato y la otra contra la parte posterior de su cabeza. Sorprendentemente dócil, no se resistió cuando se movía y lo atrajo más cerca, por lo que su cabeza se acomodó en el hueco de su cuello. Su otro brazo serpenteaba alrededor de ella, dedos presionando profundamente aferrándola a él.
Ella frunció el ceño. Estaba temblando. ¿Qué terribles cicatrices terribles lleva en su corazón? Quería hacer esa pregunta, pero sólo le ahuyentaría. Le dio un beso en el hombro, y luego otro, y trabajó hacia su garganta. Ella inclino la cabeza hacia un lado, dejando que se saliera con la suya, disfrutando de la suavidad de su boca sobre ella. Él la lamió, presionando su lengua en la línea de su vena, y ella gimió. Las preguntas ardían en su mente, cosas a las que necesitaba una respuesta y estaba segura que eso le daría pistas sobre la manera de desbloquear su corazón. Ella no no era tan valiente como para detenerlo y plantearlas. Si lo hacía, arruinaría el momento. No querría contestar de todos modos. Él no era el tipo de hombre que hacía lo que los demás ordenan. Hacía todo en sus propios términos. Si él quería decirle, entonces lo haría, a su propio tiempo. Por ahora, quedaría satisfecha sabiendo que él no quería hacerle daño, y que parte de su distancia era porque no quería ser lastimado por alguien. Una vez más. —Antoine. — Se suponía que sonaría en forma de pregunta, pero salió como un
gemido en su lugar. Él mordisqueó su garganta con los dientes, se congeló y tragó saliva, luego dejo besos por su hombro desnudo. desnudo. Metió los dedos en los tirantes de su sujetador azul marino y los bajó hasta sus brazos. Sus manos se movieron, imitando, bajando su camisa, camisa, la apartó de sus hombros al tiempo que le desabrochó el sujetador y lo echó a un lado. Tiró de cada manga por sus brazos y abrió ojos, con la intención de besar a través de su hombro y pasando los dedos sobre sus brazos musculosos y, se detuvo. Las cicatrices continuaban por sus brazos, gruesas y pronunciadas, pro nunciadas, algunas de ellas tan profundas que habían tirado del músculo a una extraña forma distorsionada. Sera toco una. Antoine gruñó y se alejó, recogió su camisa del suelo suelo y se la puso de nuevo, cubriendo su cuerpo. Blindándose a sí mismo de sus ojos inquisitivos.
—Antoine, — susurró, tan suavemente como pudo, tratando de demostrar que no
tenía la intención de interrogarlo sobre las cicatrices de nuevo y que él no tenía necesidad de ocultárselas. Le dio la espalda y bajó la cabeza. — ¿No es exactamente como esperabas que luciría?— Espetó en un gruñido oscuro. Apuesto a que me imaginaste perfecto, con piel tan impecable como la tuya, hermoso... no horrible. Eso puso a sus pies en movimiento. Ella se acercó por detrás y lentamente colocó las manos en sus hombros para no sobresaltarlo. Subyacieron sus palmas sobre ellos, sintiendo su fuerza, y luego para su cuello. Allí, deslizó sus manos en su cuello y comenzó a bajar su camisa de nuevo, revelando pulgada tras pulgada de piel llena de cicatrices en su espalda. Se puso tenso. Sera se paró de puntillas y besó cada cicatriz, desde la que eran apenas un rasguño a las que hicieron daño muscular irreparablemente. Él no se apartó. Permaneció inmóvil, rígido, con la respiración poco profunda y controlada. Cuando sus manos alcanzaron las suyas, tiró de los puños de su su camisa y luego la retiro por completo. La tiró lejos de ellos, en uno de los sofás de terciopelo terciopelo rojo en la parte opuesta en escena, para que no pudiera llegar a ella y esconderse. Empezó a relajarse mientras seguía a besando y lamiendo su piel, acariciándolo, con la esperanza de hacerle ver que piensa que es hermoso, no horrible. Mientras que pudo haberlo imaginado con perfección impecable, como había dicho, esta revelación no disminuyo la ferocidad de su atracción por él. Cada cicatriz era una historia que ella quería conocer, una memoria que quería oír para que pudiera desaparecer el dolor asociado con cada una una y él podría aprender a amarse a sí mismo de nuevo. Se había equivocado acerca de él. No se amaba a sí mismo en absoluto. Sera deslizó sus brazos por debajo de él y colocó sus manos sobre su pecho, al mismo tiempo que que apoyó la mejilla contra su fuerte espalda.
Ella cerró los ojos, su torso desnudo presionado contra su piel fresca, y se mantuvo en silencio, con la esperanza de que él sintiera cada emoción que agitó en ella. Era viejo y lo suficientemente poderoso como para detectar este tipo de cosas y sin sin contacto de piel a piel. Con el contacto, él debía ser capaz de leerla claramente. Él debía ser capaz de sentir que todavía le desea, que deseaba poder aliviar su dolor y hacer que se sienta querido y hermoso. Sufría por él. Antoine se movió, coloco la mano derecha sobre la de ella. Esperaba que para quitarla de su pecho, pero la mantuvo allí, la apretó contra él. Tomando el consuelo que le ofrecía. Un comienzo, uno mucho mejor que el rechazo que había previsto, por lo menos. Deslizó sus manos por debajo de su pecho para asentarlas en la cintura y comenzó a besar su espalda de nuevo, trabajando todo a su alrededor y prestando mucha atención a la cicatriz más profunda que había deformado el bíceps y deltoides del brazo izquierdo. Cuando llegó a la ranura entre las duras losas de sus pectorales, p ectorales, permitió a sus labios descansar ahí, sintiendo que su corazón latía de manera constante en contra de ellos. Ella inhalo degustando la fragancia sutil de su fuerte sangre entrelazada con su colonia. Respiró hondo. —Sera.
Sera levantó la cabeza y miró los ojos de color azul. Ella nunca lo había visto tan flexible o tan vulnerable. ¿Esto es lo que le esperaba al otro lado de su armadura? No tenía ninguna ilusión de que esta breve visión de su otra parte iba a durar más de unos pocos segundos. Él ya estaba combatiendo, arañando por retomar el control sobre sus emociones, tratando de distanciarse. ¿Por qué no ceder a lo que él quiere y tomar lo que necesita para sanar, al menos su dolor emocional? Ella no le dejó encerrarse de nuevo. No antes de que se entregue por completo a su deseo y encuentre algo de alivio, por unos breves minutos lejos de lo que que sea que atormente su alma. Quería darle eso al menos. Incluso si es todo lo que podía darle.
Se acercó de puntillas, intentando besarlo. Él la golpeó, bajando la cara y reclamando su boca con la suya. Ella se abrió a él por completo, dejándose hacer, animándole con suaves gemidos mientras saqueaba su boca con la lengua. Sus manos se aferraron a su trasero, arrastrándola contra él, y ella cerró los ojos y se rindió. Se apoyó en él mientras la levantaba, enlazo los brazos alrededor de su cuello sin romper el beso. Sus músculos flexionaron, enviando un escalofrío agradable a través de ella, profundizando su deseo. Quería tocarlo todo, cada centímetro de él, y guardarlo en la memoria. Quería que él hiciera lo mismo con ella, acariciar y besarla, probarla y tomarla. Quería ser suya. Él la acostó en un diván de terciopelo rojo y la cubrió con su cuerpo. Su peso contra ella era delicioso y no pudo contener la avalancha de deseo que que se extendió por su ser al pensar en él dentro de ella, haciéndole el amor en el escenario donde los actos eróticos se llevan a cabo cada noche. Se sentía malvada y traviesa, algo que nunca había experimentado antes, y le gustó. Antoine acarició su cuello, devorándola con besos mojados, ásperos, se apoyó en un codo por encima de ella. Gimió y se arqueó contra su mano mientras cubría su pecho derecho, su pulgar agitándose sobre su pezón, hasta volverlo una dura punta. Su gemido como respuesta contra su garganta era una bendición. Besó para abajo, palmeando su pecho derecho mientras su boca se dirigió a su izquierdo. Sera envolvió las piernas piernas alrededor de su cintura cintura desnuda y hundió hundió los dedos en su pelo grueso, enredándolo alrededor de ellos y acercándolo. El primer toque de su lengua sobre su sensible pezón le hizo arquearse contra él de nuevo, inclinando la cabeza contra el suave acolchado respaldo del asiento. Sus labios se separaron al gemir, sus piernas apretando alrededor de él mientras chupaba su pezón en la boca y lo hizo rodar entre sus dientes, añadiendo una mordedura del dolor para su placer. —Antoine, — suspiró, perdida para el mundo, una esclava de las sensaciones que
se agitaban en ella. Empujó sus pechos más allá, con ganas de más, desesperada por animarlo a dárselo.
Él mordió de nuevo un poco más fuerte. Lo que envío una chispa de dolor punzante por encima de su cuerpo. La consecuencia de ello le llevó a un intenso placer y se encontró, en silencio, rogándole que lo hiciera de nuevo. En lugar de eso, solo succiono, torturándola con suavidad cuando ella lo quería duro. Antes de que pudiera pensar en lo que estaba haciendo, sus manos dejaron su pelo y estaba barriendo las uñas por su espalda. Antoine gruñó y se resistió, y recompensó su maldad apretando los dientes duro en su pezón. Sera gimió tan fuerte que estaba segura todo el teatro habría oído. ¿Era malo que quisiera más? Al igual que Antoine se había burlado al ser suave después de su primer mordida, ella se burló de él, pasando ligeramente sus manos sobre su espalda, sintiendo los contornos blandos de los músculos al flexionar y las duras crestas de tejido cicatricial. Él gruñó de nuevo y apretó su pezón derecho entre su dedo índice y pulgar. El escalofrío que explotó hacia el exterior proveniente del duro brote, arrancó otro gemido de su garganta y pasó las uñas por la espalda de Antoine de nuevo, arañándolo y alentándolo. Él no necesitaba ser amable con ella. Le gustaba el dolor tanto como a él. Le encantó el borde oscuro le dio a lo que estaban jugando entre ellos. Meció sus caderas contra ella, y lloriqueó insatisfecha y molesta por la forma en que su ropa interior y sus pantalones humedecieron el placer que ganó de sus duros movimientos. Lo quería desnudo. Sera llevó las manos hacia abajo, las apretó contra su pecho y lo empujó hacia arriba. Hizo una pausa, respirando con dificultad, la mirada en sus manos mientras ellas se dirigían abajo, en dirección a su cinturón. Él gimió cuando lo deshizo, agarró los pantalones y los empujó hacia abajo sobre su trasero. Cielos.
Ella patinó sus manos sobre su trasero, los firmes globos gemelos eran demasiado deliciosos como para ignorarlos. La tentación de hacerle ponerse de pie para que pudiera verlo completamente desnudo y gloriosamente duro, era demasiado feroz para negar. Trató de quitárselo de encima, pero él se puso tenso. Sera frunció el ceño y lo miró a los ojos. Había dolor en sus ojos de nuevo .
Abrió la boca para hablar y ella la cubrió con su mano, temiendo que él dijera que cambio de opinión y que quería que se fuera. Tenía que tener este momento con él. Llego demasiado lejos, arriesgo demasiado, y quería su recompensa. Más que eso, quería que él tuviera este momento con ella, para así encontrar algo de alivio de cualquier dolor viviendo en su corazón. Antoine tomó la mano. Sera utilizo toda su fuerza para mantenerla en su boca, pero incluso eso no fue suficiente. Fácilmente la quito, como si no se hubiera resistido en absoluto, y luego la soltó. Él le acarició la mejilla. —Sera... esto... Yo. ... Por favor no digas que me vaya.
Vino inmediatamente a través de su cabeza
repetidamente. Sus ojos se oscurecieron, el dolor en ellos creció más intenso, y se encontró levantando la mano a su cara, imitando im itando la caricia en su mejilla. Cerró los ojos. —No quiero parar. — Un atisbo de sonrisa tiró de la comisura de su boca sensual. —Puedo sentirte. Aunque tengo que advertirte que... si hacemos esto, puede ser que no pueda... puedo hacerte daño. Oh. Le habían gustado los pellizcos y mordiscos juguetones, pero algo le dijo que él no estaba hablando acerca de ese tipo de dolor. Él estaba hablando de perder el control, y él era mucho más poderoso que ella. Con su fuerza, podría dañarla fácilmente sin mucho esfuerzo, y potencialmente sin darse cuenta de ello hasta que fuese demasiado tarde.
— ¿Por qué?— Tenía que preguntar. Tenía que tener una razón para creer que
podría perder el control y ser demasiado duro con ella. La sonrisa tembló en sus labios un momento antes de morir completamente. —No he tenido sexo en cerca de tres siglos. Querido Dios. ¿Trescientos años sin sexo? Tenía treinta años como un vampiro y había estado con algunos otros vampiros hasta ese momento. Nada serio. Sólo casuales que no habían durado. Estar por años sin compañía masculina había sido una prueba para ella. Ansiaba contacto físico y emocional con los demás. Ni siquiera podía empezar a imaginar vivir 300 años sin tener intimidad con alguien. —Di algo.
Le habló en voz bajo, pero había una orden mezclada en su tono, fue suficientemente sutil que podría haber pasado fácilmente desapercibida. Quería oír su respuesta a su confesión y le estaba haciendo impacientarse. —Tienes un montón de infierno de placer perdido por compensar, — dijo, y se
sorprendió a sí misma .Descarada y atrevida. atre vida. Algo que nunca había sido capaz de dominar antes de esta noche. Cerró los dedos alrededor de la gruesa longitud de su pene y le sonrió mirándolo a los ojos mientras los abría y él miró hacia abajo, a bajo, con una hermosa sorprendida expresión. —Entonces, ¿qué estamos esperando?
Antoine gruñó y se abalanzó sobre su boca, aplastando los labios con los suyos. Sera se retorció en el diván debajo de él, con las manos empujando sus pantalones hasta las rodillas al mismo tiempo. Gemía por como saqueó su boca, lastimando con su fuerza, tan áspero que su corazón latía con emoción. ¿Nunca sería capaz de obtener suficiente de este hombre? ¿Podría alguna vez sentirse sentirse tan libre y tan audaz con alguien alguien más? Algo en él sacaba esa parte de ella. Su fuerza, su poder, su belleza, y su pasado, todo oscuro y seductor, le condujo a abrazar su propio lado oscuro.
Le arañó la espalda, jadeando entre besos ásperos, mareada por la pasión y el deseo. Levantó la cabeza del asiento acolchado, luchando con Antoine por el dominio, mordió su labio inferior y chupo su boca. Cuanto más duro chupaba, más frenética se ponía, hasta que se se arrancó de ella y luego obligó a su boca sobre la de ella otra otra vez, tomando el control una vez más. Dejó que lo hiciera, se lo dejo a él para poder centrarse en otros lugares. Su pene. Él gimió cuando tiró de él, deslizando deslizando su mano hacia arriba y abajo de la larga y rígida rígida longitud rígida. Frotó su pulgar pulgar sobre la cabeza roma, untando una gota de humedad en la piel suave, gimió al pensar en él llenándola, empujando en ella y volviéndola una salvaje. Antoine pareció leer su mente. Se movió y antes de que pudiera parpadear, estaba boca abajo en el sillón con él de rodillas detrás de ella. Él agarró sus bragas y se las bajo, tirando de ellas fuera sobre sus pies. Sera se retorció, ansiosa y emocionada, con ganas de más. Él la agarró por las caderas y la levantó para colocarla de rodillas delante de él y ella pensó que iba a dárselo, que le daría el empujón que necesitaba para caer por el precipicio y fundirse en la dicha. Él se movió encima, enclavado su duro eje contra ella, y besando su espalda. Ella gimió y cerró los ojos, moviendo las manos hacia la espalda del sillón y sosteniéndose en él. Antoine tomó sus pechos, alternando entre amasar y pellizcar sus pezones mientras seguía besando su espalda y perezosamente frotándose contra ella. —Antoine, — le suplicó, demasiado apretada en el interior para soportar más. Lo
necesitaba dentro, ahora. Lo deseaba. —Quiero besar cada centímetro de ti, — le murmuró contra su espalda. —Más tarde, — dijo entre dientes en medio de otro gemido y él se echó a reír.
Nunca había oído nada tan hermoso. Antoine riendo. Antoine podía reír. Ella no imaginó que eso fuera algo posible. Se sentía orgullosa de haber provocado que sucediera, pero aun así, no lo iba a dejar salirse con la suya.
Movió sus caderas, frotándose de arriba abajo por su polla, tratando de convencerlo para entrar en ella. Sólo la idea de esa larga y gruesa longitud, deslizándose dentro de ella la tenía cerca de venirse. —Antoine, por favor, — susurró y él gimió y mordió ligeramente su espalda .Sus
manos dejaron sus pechos y se sentó, su cuerpo dejo el de ella por completo. Se sentía despojada. Perdida. Lo quería de vuelta, necesitaba sentirlo presionando contra ella, tocándola. Deslizó sus manos por su trasero gimiendo todo momento, y ella cerró los ojos y se le unió. Su exploración fue lenta, tortuosa, y emocionante. Con los ojos cerrados, no podía ver dónde iría después. Todos los sentidos se intensificaron, se concentró en sus manos, tratando de predecir su trayectoria. trayector ia. Les movió hacia abajo, con los pulgares trazando los costados de su ingle. Sumergió un dedo hasta rozar su clítoris y ella se quedó sin aliento, sus caderas sacudiéndose hacia arriba, con hambre de más toque. t oque. Antoine le dio lo que quería, pero más tortuoso que nunca. En lugar de frotar su pulgar sobre el excitado brote, él utilizó la cabeza de su pene. Sus dedos se apretaron en la parte posterior del diván, con un temblor por los brazos. Bajó la cabeza y gimió de nuevo, trabajando sus caderas contra él, desesperada por animarlo. Empujó sus rodillas más separadas y la abrió con una mano. La cabeza de su erección presionó en su núcleo resbaladizo y él medio gimió, medio gruñó, y luego empujo toda su longitud hasta casa. Sera lloriqueo, meciéndose hacia adelante por la fuerza de su entrada, y se sacudió toda. Él no le dio la oportunidad de recuperar sus sentidos dispersos. La agarró por las caderas y gruñó mientras se retiraba y sumergía en ella de nuevo, fuerte y rápido, marcando un ritmo que la había empujado contra la parte posterior posterior del diván. Ella Ella bajó la cabeza otra vez, pechos balanceando, mente girando. Exquisito.
Antoine empujó profundamente, cada vez enviando ondas de placer a través de ella, hormigueos y escalofríos que se unían en una bola de remolinos cálidos en su abdomen. Ese calor, el hambre, la mantenía meciéndose hacia atrás contra él, lo que le obligó a aumentar su ritmo, tomándolo tan profundamente como pudo. Todavía quería más. Sus colmillos extendidos. Sus ojos cambiaron, su iris se derritió al rojo, al mismo tiempo que sus pupilas se extendían y se volvían elípticas. Sera miró sobre su hombro, gimiendo a tiempo con Antoine, necesitaba verlo. Sus ojos se encontraron, salvajes y rojos, colmillos enormes, él apretó los dientes y gruñó. Sólo verlo y al pensar en su acoplamiento, desato a su lado vampiro también llevándola en caída libre sobre el borde. Gritó y se estremeció cuando llegó a su clímax, su cuerpo temblando alrededor del empuje de su polla y muslos temblaron. Antoine gruñó de nuevo, con las manos agarrando sus caderas, y re-ajustó el ritmo. Sus embestidas se alargaron, sacando su dura polla casi todo el camino fuera de ella antes de entrar de nuevo, y ella empujó a través de la bruma de su primer orgasmo y se encontró dirigiéndose hacia un segundo. —Antoine, — gimió, necesitando advertirle que encontraría un segundo orgasmo
si él logra aguantar —Sera.— El sonido que hizo él pronunciando su nombre bañado-en tal-placer,
provoco que casi rogara que lo dijera de nuevo para que pudiera oír su deseo por ella, su necesidad. Él se mantuvo oscilando profundamente en ella, rozando su clítoris con sus bolas, enviando chispas de calor directamente a su estómago. Todavía necesitaba más. Ella soltó una mano del diván y alcanzo entre sus sus muslos. muslos. La mano de Antoine Antoine dejó su cadera, la deslizó por su vientre y cubrió la de ella. Gimió al tiempo con él, cuando la tocaron juntos, su mano trabajando sobre la de ella.
—Vente para mi otra vez, Sera, — gruñó y se inclinó para besar su espalda,
mordiendo con dientes afilados. El olor de la sangre contamino el aire y gimió ante la dichosa combinación de su primera succión en el corte, la sensación de su mano guiando la de ella entre sus piernas, y el lento y profundo empuje de su polla en su cuerpo. Era demasiado. Estrellas brillantes parpadearon en todo el negro de sus ojos fuertemente-cerrados y gritó, de forma ronca y alta, y se sacudió contra Antoine cuando una onda candente de fuego se extendió por sus venas. Antoine gruñó contra su espalda, golpeó y se detuvo derramando su semilla dentro de ella en latidos profundos profundos y pulsantes. Él gimió, respirando con fuerza por la nariz, todavía alimentándose del corte en su espalda. Sus dedos desaceleraron su combinada danza sobre su clítoris y ella se derrumbó de bruces en el asiento acolchado debajo de ella. Antoine se puso encima, apretando su espalda contra su frente, su cuerpo aun íntimamente entrelazado con el de ella. Le lamió el pequeño corte y apoyó la mejilla contra su espalda. Ella podía sentir lo que estaba por decir, así que contestó a su pregunta antes de que pudiera expresarla. —Maldita sea... eso se sentía bien. — Sus colmillos rasparon su lengua mientras
hablaba, un recordatorio de que había sido mejor que eso. Tres siglos sin sexo claramente no habían menguado su habilidad. Ella se rio, mareada y saciada, pero todavía tenía hambre de él. —Más que bien... quiero hacerlo de nuevo. Antoine se echó a reír, ese sonido era música para sus oídos. —Ten cuidado con lo que deseas. Si quería decir que él podría cumplir ese deseo, entonces lo diría muchas veces que para que él cumpliera esa amenaza. Se estremeció de pies a cabeza. ¿Quién hubiera pensado que el ser rudo podría ser tan ta n bueno?
Antoine se retiró de ella y continuó tumbada en el diván, caliente y contenta. Fue sólo cuando le oyó moviéndose por el escenario que abrió los ojos. Él estaba vistiéndose. Frunció el ceño y trató de ignorar el demonio en la parte posterior de su mente diciendo que la echaría ahora que él había tenido su diversión con ella. Recogió su ropa y lo observó mientras él escogió su ropa interior y su camiseta azul. Se arrodillo en el extremo del asiento a sus pies y deslizó de su ropa interior por encima de ellos y hasta los muslos. La breve caricia de sus dedos sobre la parte delantera de su coño le dijo que él no iba a echarla por el momento, entonces se relajó de nuevo. Le pasó las manos por su estómago, le cubrió los pechos, y la levantó sobre sus rodillas. Su pecho se apretó contra su espalda y le mordió el hombro antes de alejarse. Dejó que le colocara la blusa y luego esperó a que él recogiera el resto de la ropa. En lugar de ponérsela, se la echó al hombro y luego le indicó que se levantara. Ella lo hizo. Antoine se inclinó y la levantó en sus brazos. Instintivamente enredo sus brazos alrededor de su cuello. — ¿A dónde vamos?— Sera dijo mientras la llevaba hacia la salida del escenario. —A algún lugar más privado. — Pasó la pálida mirada azul sobre ella,
demorándose más en sus piernas desnudas. —Quiero estar a solas contigo. Los ojos de Sera se agrandaron. ¿Significaba que no habían estado solo todo el tiempo que estuvieron juntos? Miró más allá de sus anchos hombros y alrededor del escenario. No había manera de que alguien hubiera entrado y verlos aquí. La cortina de terciopelo rojo seguía abajo y las puertas del escenario cerradas. Habría escuchado si alguien las hubiera abierto. ¿Alguien los vio juntos cuando estaban en la zona principal del teatro? Cualquier número de personas que podría haber sido testigo de todo, desde los palcos que se alineaban en las paredes del teatro y ¿ella nunca se dio cuenta? Sera se sonrojó. Realmente había montado un espectáculo, y no por Antoine. Habían sido los protagonistas en una presentación privada. El calor estalló en sus venas.
Enterró su cabeza en el pecho de Antoine y lo dejó llevarla a través de una sala de paredes negras y un conjunto de escaleras hacia la planta superior del teatro. Por un corredor negro y dorado, bellamente decorado. Hacia su dormitorio. La bajó en la puerta de caoba con paneles, la abrió para que entrara, y luego la cerró tras de sí. Se detuvo en medio de su habitación y se volvió hacia él, su corazón en calma, pero su cuerpo se agito al pensar en lo que podría suceder ahora. Pasará lo que pasara, se alegró de que fuera en privado esta vez. Ella no había terminado con su seducción todavía.
CAPITULO7 CAPITU LO7
A
ntoine se quedó con la espalda apoyada en la puerta de su apartamento, sus ojos en Sera cuando ella caminó alrededor mirando sus cosas. cosas. ¿Qué estaba haciendo? Las cosas casi llegaron demasiado lejos en el escenario. Había estado a punto de perder el control. El sabor de su sangre desecando pensamientos de morderla y sólo su clímax le había había sometido. Sí él la mordía, sí él envolvía en volvía sus labios alrededor de su vena abierta, no sería capaz de detenerse. Esto era peligroso. Sin embargo, no había sido capaz de dejarla ir después de que hizo todo lo posible para seducirlo en los asientos del teatro. Sabía que debió dejarla. Habría sido la acción más sensata abierta a él. Cuando ella le mostro un pedazo de su mente, el dolor intermitente que salió a través de la ira en sus ojos, él tuvo la intención de dejarla ir. Sólo que termino bloqueando su camino y la obligó a quedarse. quedarse. Ella no mintió al confesar que la asustó. Era una emoción fácil de detectar en cualquier persona, especialmente un vampiro tan joven. Lo había transmitido con claridad. La mitad del teatro lo habría habría notado. Afortunadamente, sus voyeur se fueron antes de ese punto. No se demoraron mucho tiempo en las sombras de uno de los palcos durante el intento de seducción de Sera. Solo observaron a apenas unos segundos antes de irse. Eran demasiado fuertes y él tenía la sospecha de quiénes eran. Aunque habían ocultado bien su firma, estaba demasiado familiarizado con ellos para que que lo engañen. Podía entender por qué habían venido a verlo. Habían sentido su dolor y querían protegerlo. ¿Cómo se sentiría Sera al decirle que su propio hermano la había visto en toda su gloria desnuda?
Ella se detuvo junto a su cama y envolvió sus manos alrededor del poste negro tallado más cercano a él. Sus piernas suaves y cremosas eran un contraste delicioso contra la profunda seda roja cubriendo su cama con dosel tamaño King. ¿Su hermoso cabello rubio ondulado se vería igual de delicioso extendido a lo ancho de la almohada mientras dormía en sus brazos? Él quería saber la respuesta a esa pregunta. preg unta. Una persecución insensata. Cuando él confeso que no quería hacerle daño, ella lo había mirado como si entendiera, en silencio le había asegurado que no tenía esa intención. Confiaba en que fuese la verdad también, porque ahora que que la había probado, quería más, y no quería dejarla ir. Se sentía demasiado bien, demasiado correcto, al estar en sus brazos. Su cuerpo encajaba perfectamente contra el suyo, el sabor de sus besos le volvía loco, y el rose de su caricia le volvió un salvaje. Ella era peligrosa. Adictiva. Y perversa también. En algunos momentos había inocencia en ella, lo que contradecía a la zorra que se volvió bajo la influencia de su pasión. Le gustaba esa dualidad en ella. La inocente y la zorra. Hará la inocente ahora mismo, apoyado en el poste de su cama, mirándolo con anchos ojos verdes, cautelosos cautelosos y un rubor en sus mejillas. Con esa apariencia, él quería besarla suavemente y hacer el amor con ella, ser tan suave como un cordero para no lastimar a tan preciosa flor. Cuando se volvía una zorra, torturándolo con garras y colmillos, quería devorar cada centímetro de ella y llevarla al límite mismo de su maldad y luego enviarla sobre el borde en una oscura felicidad fe licidad con él. ¿Cuál sería ahora que están solos? ¿Cuál es la que él quería que fuera?
Era muy consciente de que ella se retro-alimentaba de su comportamiento. Si él era gentil, ella seguiría siendo de esa manera. Si él cedía a sus impulsos más oscuros, entonces ella también lo haría. Dirigió su mirada verde alrededor de su apartamento, disfrutando de las negras paredes, muebles de caoba, y las pinturas con arcos dorados. Sus ojos se detuvieron en ellos. ¿Le gustaba el arte? Tenía una vasta colección almacenada en el sótano del teatro en una bóveda de seguridad con la temperatura y la humedad controlada. En su dormitorio, él prefería las obras de los maestros italianos. Pinturas originales de Da Vinci, Rafael, Botticelli y Caravaggio decoraban sus paredes. Había conocido a algunos de ellos, una suerte vivir durante el período maravilloso del renacimiento. Había sido joven entonces y desenfadado, lleno de las alegrías del mundo, e inconsciente inconsciente de los tiempos oscuros oscuros que se avecinaban sobre él. Las pinturas eran su enlace a los años más felices de su vida, otorgándole paz durante sus noches más difíciles o días en que las imágenes del pasado lo atormentaban. Se podía perder en una sola pieza, hipnotizado por la perfección de cada pincelada y toque de color que traían a la vida la escena ante sus ojos. —Todo es tuyo, ¿supongo? — Dijo Sera y él asintió.
Ella dio un paso hacia delante y apoyó la espalda contra el poste negro tallado de la cama, con las manos metidas detrás de ella. — ¿Incluso aquellas? — Ella sacudió la barbilla hacia la otra o tra esquina de la cama.
Antoine frunció el ceño y miró allí. Un conjunto de restricciones de acero y cuero grueso colgados con cadena corta descansaban sobre colchón y esposas colgando a cada lado de la pata de la cama. —Esas pertenecen a mi hermano, — dijo y ella se veía aliviada. —Mantengo un
juego a la mano en caso de que los necesite. Su expresión expresión cambió preguntas surgieron surgieron en sus ojos, que él preferiría no responder por lo que se dio la vuelta, se acercó a la cómoda que estaba contra la pared a la izquierda de la puerta y se sirvió un vaso de sangre. Se lo llevó a los labios y luego lo bajó de nuevo, lo dejó y sirvió un vaso a ella también. Los viejos hábitos son difíciles de vencer.
No estaba acostumbrado a beber en compañía. Definitivamente no en su habitación. Nunca Nunca bebía la sangre con su hermano. Snow tenía tendencia a volverse irritable y territorial cuando alimenta y era propenso a arremeter contra cualquiera que tratara de llegar demasiado cerca cer ca de su preciosa sangre. ¿Él mismo sería de esa manera algún día? Antoine recogió los dos vasos y le ofreció uno a Sera. Se alejó de la cama, con las piernas largas atrayendo su mirada hacia ellas y sus caderas bamboleantes, sólo lo suficiente para llamar su atención. Levantó la mirada hacia la de ella cuando tomó la copa y se la elevo en un saludo. Ella sonrió. ¿Seguiría sonriéndole cuando fuera salvaje e impredecible, perdido en la profundidad de la sed de sangre que nunca cede? ¿Ella querrá estar con él, entonces? Todavía no podía creer que quisiera estar con él ahora. O que él quiera estar con ella. Cuando la miró, él no vio una élite o una humana convertida. Vio a una mujer hermosa, fuerte que valientemente se enfrentó a él y se negó a dar marcha atrás. Ella lo había seducido, tanto a su cuerpo como a su corazón. Sus padres se revolcarían en su tumba. Cerró los ojos para protegerse del dolor que brotó en su pecho, ahogándolo, se estremeció cuando el vaso en su mano se rompió bajo la presión de su agarre, fragmentos de vidrio cortaron profundo en la palma y los dedos. —Dios, — dijo Sera, y se preguntó qué tan joven era que conservaba algo de fe en
ese poder. Murmuró una excusa por lo bajo y se fue por la puerta a su izquierda, al cuarto de baño de azulejos negros. La sangre goteaba de su mano y rodó por los lados del ovalado lavabo de color obsidiana. Antoine tomó las astillas de vidrio fuera, colocándolas en el fregadero para nadar entre la sangre, e ignoró el olor, cuando llenó sus sentidos y lo tentó a probar. Movió la llave de oro del agua agua fría y pasó la
mano por debajo del agua. La corriente cubrió todo. Sera le dijo algo y él levantó la mirada hacia el espejo para ver dónde estaba. El momento en que sus ojos la encontraron, una ola de miedo pasó a través de ella. Estaba de pie en el dormitorio de lado a él, mirando algo. O a alguien.
Antoine se volvió y entro en la habitación en menos de un segundo para pararse entre ella y quien la había asustado. Snow.
Su hermano se apoyó en la puerta abierta, los gruesos brazos musculosos musculosos cruzados sobre su ancho pecho desnudo, sus fríos ojos azules fijos en Sera. Ellos se posaron en él cuando se detuvo. —Estás herido, — dijo Snow, su voz era ronca y profunda delatando fatiga.
Él había estado perturbando el descanso de su hermano demasiado a menudo desde hacía poco tiempo y el Diablo sabía sabía que Snow necesitaba todo el descanso que pudiera conseguir. Luchar contra su sed de sangre drenaba su fuerza, dando al al demonio hijo de puta que lo dominaba una oportunidad para superar su control y enviar a Snow a un frenesí de alimentación a limentación que sólo empeoraría su adicción. Rojo rodeaba el iris de su hermano y sus ojos rastrearon hacia abajo, en busca de la fuente del olor a sangre fresca que impregnaba el ambiente. El momento en que sus ojos llegaron a la mano de Antoine, Snow gruñó y enterró los dedos en su demasiado largo pelo blanco, arañando hacia atrás con tanta fuerza que tiró de su propia piel. Arrugó la cara, su agonía era palpable en la sangre de Antoine, cayó de rodillas con un golpe duro y enroscándose en una bola. Un estremecimiento profundo lo sacudido y gruñó. Su espalda se tensó y los brazos se tensaron, igual que cada tendón de los músculos visibles bajo la piel. Antoine corrió a su lado y extendió la mano para tocarlo, pero Snow golpeó su mano con tal fuerza que el brazo de Antoine reboto y dolor agudo zumbo a lo largo de sus huesos. Se dio cuenta de su error. Había ido a tocarlo con su mano cortada.
— ¿Antoine?— Sera susurró, su miedo colisionando con la agonía de su hermano.
Se desgarro entre ambos. Antoine se se precipitó dentro del cuarto de baño, envolvió una pequeña toalla negra alrededor de su mano, y luego regresó junto a Snow. Sera no estaba en peligro inmediato. Él tenía que atender a su hermano primero. —Snow. — Antoine se arrodilló junto a él. Su hermano se quedó acurrucado, ese
enorme cuerpo meciéndose hacia adelante y hacia atrás, sus garras cavaron tan profundamente en el cuero cabelludo que la sangre manchaba su blanco pelo volviéndolo rojo en algunos lugares. Tocó el hombro ancho y musculoso de su hermano y lo sintió temblar. — ¿Snow?
Snow gruñó un sonido torturado, que Antoine había oído demasiado a menudo. —Sera. — Él no se volvió para mirarla, no podía apartar su atención de su
hermano. No había forma de saber lo que haría ahora que se había perdió a sí mismo entre los mismos recuerdos horribles que rondaban a Antoine cada día y estaba reviviéndolos. O por lo menos algunos de ellos. Antoine estaba seguro de que otros fueron enterrados tan profundamente en la mente de su hermano que él no los recordaba en absoluto. — ¿Sí?— Le temblaba la voz, traicionando su miedo. —El envase, — dijo y ella se movió un instante más tarde, en dirección a la cómoda
a su derecha y cogiendo la sangre. No dudó al acercarse a él, revelando la profundidad de su valentía. La mayoría de las mujeres que había conocido en su vida hubieran hecho una pausa en la puerta, o al menos a la seguridad del cuarto de baño. Sera no hizo. Ella había saltado a la acción, asistiéndolo. Tanto amable como valiente. Se volvió más embriagadora con cada nueva cosa que aprendió de ella. Sera le entregó el frasco de sangre y él golpeó la tapa fuera y la colocó bajo la cabeza de Snow.
Snow gruñó, bajo y con dolor, volvió la cabeza hacia un un lado, tratando de escapar. Antoine insistió, sabiendo que su hermano necesitaba la sangre y que no necesitaba la sangre. Ahuyentaría los recuerdos de tortura, pero serian sustituidos por la sed de sangre, enviando enviando a su hermano a caer en una rabia ciega y hambre. Era cruel, pero la única manera manera en que Antoine podía aliviar su sufrimiento inmediato. Cuando la sed de sangre lo tenía en sus garras, se olvidaba de todo, excepto de su antojo. Antoine corría el riesgo de mover el recipiente más cerca. Su hermano se lo lo arrebató, arañándolo en el proceso, y en un un iinstante nstante ya no estaba, se retiró a un rincón de la habitación con su precioso premio. Se agazapó allí con la espalda apoyada en la esquina, la sangre manchando su pelo blanco, ocultando su rostro, irradiaba peligro lo que advirtió a Antoine mantener la distancia o correr el riesgo de perder una extremidad o su vida. Antoine lamió los cortes en el dorso de su mano y se puso de pie. Extendió la mano para Sera, colocando su mano sobre su estómago y guiándola detrás de su espalda, y miró las esposas colgando sobre el borde de la cama y luego la distancia entre ellos y su hermano. Casi la misma. Se abalanzó hacia ellas, había una posibilidad de que Snow se daría cuenta de su intención y llegara primero. Incluso si se las arreglase para apoderarse de ellas, aún tenía que conseguir ponerlas en su hermano. Snow bebió toda sangre, con ambas fuertes manos cerradas alrededor del frágil envase, con los nudillos blancos por la fuerza de su agarre. Regueros rojos se derramaron por las comisuras de los labios y se arrastraron por la barbilla y el cuello. Antoine necesitaba más sangre. La suficiente como para mantener ocupado a Snow para que Antoine pusiera las restricciones sobre él sin que se dé cuenta. —Sera, — dijo Antoine muy lentamente y en tono muy bajo, tratando de no llamar
la atención de Snow a ella. —Ve al baño y cierra la puerta detrás de ti. —No.
Fue una respuesta tan decidida que él no podía dejar de mirarla con el ceño fruncido.
—No puedes manejar esto solo. No tienes que manejar esto solo.
Se puso de pie con decisión detrás de él. Palabras peligrosas. Era demasiado tentador hacerlo junto con ella, aceptar su ayuda y aceptar que ella tenía razón en el proceso. Él no tenía que manejar esto por sí solo. Podía compartir esta carga con ella. Algo que no iba a suceder. sucede r. Antoine la empujó con tanta fuerza que se tropezó por el suelo y cayó en el cuarto de baño, para terminar tendida más bien de forma indecente en el suelo de baldosas. Él se movió más rápido de lo que ella podía, cerrando la puerta y manteniéndola encerrada. —Maldito seas, Antoine, — le gritó a través de la caoba.
Sí. Maldito. Maldito sea por querer protegerla de su hermano. Maldito sea por la necesidad de protegerla punto final. Snow bajó el envase, abrió lentamente los ojos rojos y miró hacia arriba a través de las cintas ensangrentadas de su pelo blanco, fijando su atención en Antoine. Él gruño y tiro el recipiente vacío. Lo disparó hacia Antoine con la fuerza de un misil y a una velocidad que apenas logró esquivar impactando contra la pared, salpicando los restos de la sangre entre ellos. Antoine sabía lo que venía. Se lanzó a su derecha, justo cuando Snow apareció ante él y su hermano se estrelló en la pared. Su impacto sacudió la habitación. Su gruñido retumbó en Antoine. Antoine se puso en pie, se deslizó hasta el pequeño refrigerador junto a la cómoda y abrió la puerta. Agarró otro recipiente de sangre. Snow inhaló profundamente y ronroneó. Eso no era bueno. Los ojos de Antoine se movieron de su hermano a la puerta justo a su lado. Sera. Había abierto la puerta y con ojos bien abiertos miraba a los ojos de Snow. Su piel era del color de la luz de la luna, pálida mientras permanecía de pie a pocos metros de Snow, al alcance de su mano. Snow gruñó, labios retrayéndose, mostrando sus enormes colmillos.
Eso no sucedería. Antoine lanzó el recipiente de sangre a Snow, golpeándolo en el costado a de la cabeza y lo hizo tropezar hacia atrás. Snow rugió. rugió. Sera gritó y entro a prisa de nuevo dentro del cuarto de baño. Antoine se lanzó a las esposas. Él las agarró, gruñendo a sí mismo cuando la cadena terminó atorada entre la esquina del colchón y la cabecera de la cama. Tiró y las retorció, con el corazón acelerado y la cabeza retumbando. Sera todavía estaba en peligro. Snow tenía el recipiente en una mano y estaba buscando entre ello y la puerta cerrada del baño, con el rostro convertido en una imagen de pensativa oscuridad. Él estaba tratando de decidir si se debía beber del recipiente o aprovechar y beber la sangre de Sera. —Snow, — Antoine gritó, desesperado por llamar su atención lejos de Sera.
Esto no iba bien. Él no quería hacer daño a su hermano, ya había sido cruel con él por despertar su sed de sangre, pero tenía que inmovilizarlo. Tenía que hacerlo. Finalmente tiró de la cadena de las restricciones fuera de su cama y luego tiró la toalla de su mano. Cerró el puño, haciendo que la sangre fluyera desde los profundos cortes. Los ojos de Snow se estrecharon su cara desencajada, distorsionándose por el dolor una vez más. Dolor que desgarro a Antoine y causó que las lágrimas lág rimas picaran sus ojos. —No, — Snow gruñó con los dientes apretados. —No fui yo. Yo no...
Se dejó caer de rodillas otra vez, golpeando el suelo de madera con una fuerte sacudida vertebral. El recipiente se derramó de su mano y rodo hacia adelante torpemente por el suelo, sus intentos de apoderarse de él lo hacían girar y rodar hacia la puerta principal del apartamento. — ¡Javier!— Gritó Antoine y golpeó las restricciones contra la pared exterior de su
apartamento, tratando de llamar la atención de su vecino. Un poco de ayuda no estaría mal después de todo. El vampiro elite estaba en su apartamento un segundo más tarde, sus profundos ojos marrones buscando la causa de la angustia de Antoine.
—Ay , Dios mío , — Javier maldijo suavemente en español y luego le tendió la mano
a Antoine. Antoine le lanzó una par de restricciones y aferró la otra. — ¿Cuánto tiempo hace que está así? —Unos pocos minutos. Es mi culpa. Me corté, él vino a verme y olio la sangre. Él
ha bebido la mitad de un recipiente y cuando logre abrir este, tendremos la oportunidad para capturarlo. Javier asintió. Era un plan que ambos conocían bien y lo habían realizado con éxito en innumerables ocasiones en el pasado. — ¿Antoine?— La voz apagada de Sera procedente del baño parecía confundir a
Javier. El español volvió sus ojos inquisitivos sobre él. Este no era el momento para ello. Snow gruñó y gruñó, sentado con las piernas cruzadas en el suelo delante de ellos, arañando el recipiente metálico. Cuando él estaba así, su hermano era poco más que un animal, incapaz de comprender incluso algo tan simple como desenroscar una tapa. Su tensión y frustración aumentó con cada intento perdido. Cuando mordió el recipiente metálico y no tuvo éxito, Snow le gruñó, exponiendo enormes colmillos en una amenaza, y volvió la cabeza hacia uno y otro, estudiando alguna debilidad. Un verdadero cazador. Esto terminaría en un caos sangriento, como de costumbre. Con un rugido, Snow golpeó, perforando el acero con sus garras y triturando sus dedos al abrirlo. Él no parecía darse cuenta de sus heridas. La victoria que obtuvo sobre el recipiente y la dulce recompensa re compensa de la sangre las cubrió. Levanto el cilindro de metal a su boca, derramando más de lo que estaba bebiendo. Se escurría por su torso desnudo mientras mecía con el contenedor, un ronroneo profundo retumbante emanaba de él. Javier asintió y saltaron a la acción. Snow ni siquiera se dio cuenta de ellos. Él estaba tan concentrado en la alimentación que Antoine había esposado su mano izquierda y Javier la derecha sin incidentes.
Mover a Snow sería un asunto completamente diferente. Cuando se diese cuenta que estaba atado, él lucharía contra ellos, e incluso con la ayuda del vampiro elite, Antoine no sería capaz de someter a su hermano sin recibir un par de golpes. La puerta del baño se abrió y Sera se asomó. Antoine gruñó a Javier cuando la miró por encima de su hombro. Si el español estaba mirando a sus piernas desnudas, lo golpearía accidentalmente-a-propósito, cuando Snow comenzara a portarse mal. Snow se agito. Lilah estaba en la puerta principal. Los brazos cruzados sobre su pecho, aplastando sus pechos juntos dentro del pequeño top negro que llevaba con sus jeans. El pelo en una húmeda maraña castaña castaña y la mirada impresionada pasando tanto de Antoine a Snow, parecía que ella había estado bañándose con su pareja, Javier, en el momento de la interrupción. Sus ojos dorados cayeron de nuevo a Snow. Él ronroneó. Ella sacudió la cabeza, con calma cruzó la habitación hacia él, y no hizo caso a la advertencia de su compañero para que se mantuviera alejada. Ella se agacho en cuclillas delante Snow. —Creo que es más que suficiente, ¿no? — Ella tomó el recipiente con sangre de él y
lo dejó en el suelo fuera de su alcance. Antoine se tensó, esperando que su hermano explotara y la golpeara a un lado, o algo peor, por haberle quitado su juguete favorito. Bajó la cabeza. ¿Avergonzado? Esto era nuevo. Cualquiera que sea la energía oscura que Lilah tenía sobre su hermano, era un don dado por el mismo diablo. La mujer era una bruja cuando se trataba de Snow. Nadie podía calmarlo tan fácilmente como ella podía. Sera salió del cuarto de baño, con una toalla ahora envuelta alrededor de su cintura para cubrir su desnudez parcial.
Snow la miró y trató de acercarse a ella pero el agarre de Javier en su muñeca con la cadena era demasiado fuerte. Él gimió y siguió tratando de llegar a ella. Cuando Javier se puso detrás de Snow y tiró de la cadena para que su codo se doblara y su propia mano le golpeó el hombro, Snow trató con la que Antoine sostenía, otro bajo gemido gem ido escapo de él. Tal vez no era sólo Lilah quien tenía poder sobre él. Tal vez todas las mujeres poseían una capacidad de calmar a la bestia en su sed de sangre. —Él no te hará daño. — Lilah sonrió a Sera. —Él está tranquilo ahora. Estos dos no
te dejaran creerlo, pero es verdad. Mira. — ¡Lilah!— Javier ladro pero su compañera ya estaba poniendo la mano en la
mejilla ensangrentada de Snow. El gran hombre vampiro cerró los ojos y se apoyó en la mano delicada en su rostro. Él ronroneó de nuevo, el sonido profundo retumbo llenando el tenso silencio. Lilah le acarició la mejilla y exhaló un largo suspiro, sus ojos dorados brillando con preocupación y ternura. Había sido una tontería tocarlo cuando se encontraba en un estado de ánimo tan extraño. Ella parecía no darse cuenta de lo peligroso que era su hermano, su fe en que él seguía siendo Snow en su interior, cuando la sed de sangre se apodera de él, cegándola. Antoine sólo podía esperar que nunca probara que estaba equivocada en esa creencia inquebrantable. Él nunca se perdonaría sí Snow la lastima o a cualquiera de los vampiros con los que trabaja en el teatro. Él se sentía responsable de las acciones de su hermano porque había sido su decisión ocultar la forma en que podría llegar a ser cuando la sed de sangre se apodera de él. —Ven. — Lilah se puso en pie y le indicó que la siguiera. Él avanzó pesadamente
sobre sus pies y le obedeció con sólo unos pocos gruñidos y gruñidos en dirección a Antoine y Javier. Antoine no quería dejar sola a Sera, ni siquiera por los pocos minutos que tardaría en cruzar el pasillo a la habitación de su hermano y asegurarse de que estaba cómodo y seguro, y tenía todo lo que necesitaba.
Lilah abrió la puerta del apartamento de Snow y tendió la mano a Antoine, como si hubiera sentido su deseo de regresar a su habitación lo más rápidamente posible. —Creo que hay una joven mujer en tu apartamento. No voy a preguntar qué está
haciendo allí, o hablar de lo sorprendida que estoy, o lo sorprendido que Javier esta. Yo sólo voy a decir que creo que podemos manejar las cosas desde aquí si quieres volver con ella y asegurarte que está bien. Te prometo que voy a cuidar bien de Snow. — Lilah sonrió ampliamente y mientras colocaba la cadena en su mano, ella añadió: —Me gustaría decir que creo que es bueno que tengas un poco de compañía.
Antoine apretó los dientes y se alejó, dejándola con la última palabra. Él nunca oiría el final si tratase de argumentar con ella que Sera no sería la de la manera en que Lilah pensó que lo era. Había suficientes mujeres distrayendo a los propietarios del teatro, sin que él se agregara agre gara a la lista.
CAPITULO8 CAPITU LO8
A
ntoine volvió a entrar en su apartamento y el alivio que sintió al ver que Sera se encontraba ilesa lo abrumó. Sin pensarlo, cerró la puerta, cruzó la habitación hasta donde ella estaba limpiando la sangre de las tablas del suelo y la levantó en sus brazos.
—Debiste haber hecho lo que te dije. — La reprimenda se suponía iba a salir fuerte
y contundente, un regaño por sus actos insensatos. No lo hizo. Salió ronca y en un susurro lleno de sentimientos que lo conmocionaron. No había sentido su miedo en el momento, pero se estrelló sobre él ahora, sólo que reforzado por sentirlo con retraso. Su peor pesadilla casi se había hecho he cho realidad. Si algo le iba a dar el impulso para dejar ir a Sera antes que las cosas se hicieran más intensas entre ellos, era eso. Él había tratado de negar que cualquier daño caería sobre ella sí él la protegía, pero había estado con ella durante poco más de una hora y casi sufre por la ira de sed sed de sangre de Snow. —Antoine, estás temblando, — susurró y se dio cuenta de que era cierto. —Ven y
siéntate. Estaba demasiado cansado para rechazarla y permitió que lo llevara a la cama. Sus manos agarraron sus hombros y le obligaron a sentarse en el borde de la cama king-size. — ¿Tu mano todavía sangra?
Él no lo sabía. Bajó la vista. Sí, todavía. Los arañazos en la parte de atrás de la mano se estaban curando gracias a su saliva pero él había dejado abiertas las heridas en la palma. Ella murmuró algo y se arrodilló ante él. Sólo podía sentarse y mirar como tomó su mano entre las suyas, la palma hacia arriba, y comenzó a lamer los cortes. El calor ahuyentó el entumecimiento frío recorriendo por sus venas. La conciencia de cada barrido cuidadoso de la lengua sólo se hizo más intensa por los sentimientos que fluían de ella hacia él mientras su sangre en su cuerpo abrió una conexión más profunda entre ellos.
Ella estaba preocupada. Quería cuidar de él. Ella se preocupaba por él. Antoine no estaba seguro de la reacción a esa revelación. ¿Debería estar feliz de que ella tenía algún tipo de sentimientos hacia él? Eso le habría gustado una vez, hace siglos. Habría caído fácilmente en sus brazos y pasaría años felices con ella, sin importarle a donde les lleve el futuro, vivir el momento. Ya no era ese hombre. —Sera. — Él tomó su mano de la de ella y ella lo miró, sus ojos verdes, redondos y
ribeteados con un hilo de carmesí. carmesí. Los pensamientos nadando en su mente dolían. Seguramente iba herirla. —No puede suceder. — ¿Por qué?— dijo, sin exigir o demandar. Exactamente el valor que había
esperado de ella. —Porque no.
Ella se burló. —Esa es una respuesta pésima. Lo fue. Él se encogió de hombros. ¿Qué otra cosa se suponía que podría decir? —Viste a mi hermano. — La forma en que su rostro palideció confirmó que ella
había sido testigo y entendido todo el horror de la reacción de su hermano y la subsiguiente descomposición. —Esa misma oscuridad fluye en estas venas. v enas. Volvió la palma hacia ella, dejando al descubierto la sangre sangre que manaba manaba de los cortes. —Mi hermano necesita un cuidado constante. Tan constante como la sed de sangre
que busca apoderarse de él. Mi hermano me necesita. — ¿Así que, que, porque tu hermano te necesita, no puedes estar con alguien? ¿No ¿No
puedes necesitar a otra persona, o que alguien más te necesite? Él realmente no tenía una respuesta a esa pregunta, ella no sería capaz de simplemente dejarlo un lado y se negaría a creerle.
—Tu hermano se apoya en otros. Tu hermano no está solo, separado del mundo. Él
tiene sus demonios, y pelea con ellos, y él los supera... por su cuenta. Atarlo no le libera de toda la oscura necesidad que se ha apoderado de él. Él se liberó cuando esa mujer entró y estaba liberado cuando me miro. — Sera se levantó y suspiró. — Pude darme cuenta incluso si tú no. Esa mujer tenía razón. Snow no me hubiera lastimado. — ¡No puedes saber eso!— Antoine se puso de pie, su voz sonó áspera en la
callada habitación. Sera no retrocedió. Se puso de pie mano a mano con él. Retándolo como siempre... — ¿Qué es lo que temes, Antoine? — Dijo fríamente, sosteniendo su mirada y
buscando, buscando profundamente en su alma. Era inútil tratar de dejarla fuera. Ella tenía la clave ahora y podría abrirlo a voluntad. Ella había encontrado el camino más allá de sus defensas. — ¿Tienes miedo de perder el control de esa manera? —Tengo miedo a matarte. — Él se alejó de ella y recogió los restos retorcidos de los
dos recipientes, los dejó en la papelera en el cuarto de baño. El olor de la sangre lo siguió, fuerte y embriagador. Antoine presionó sus manos contra el borde del mostrador negro al rededor del lavabo, ignorando ignorando el dolor en su mano izquierda, y respiró hondo. Sera apareció en la puerta reflejada en el espejo. Ella suspiró, se acercó por detrás de él, y pasó las manos sobre sus hombros. Diablos, ese simple movimiento de sus sus manos se sentía demasiado bien para resistirse. Le decía que abandonara la lucha y cediera a ella, lo sedujo para que admitiera que le gustaba la sensación de sus manos sobre él y la forma en que lo hizo sentir relajado y consolado. Había pasado demasiado tiempo desde que se sintió sintió así desde que se se preocupara por alguien alguien además de Snow, desde que estuvo cerca de alguien y ya no solo en su lucha por seguir adelante con su vida.
Los siglos pasados se sintieron de ese modo, como una marcha constante hacia adelante, con su atención exclusivamente para su hermano y así no tener que mirar muy de cerca a sí mismo. Sólo Snow le mantenía avanzando y era lo único que podía hacer para escapar de su pasado. Al que se negó a mirar atrás, pero ahora Sera lo tenía balanceándose sobre el borde y hacer precisamente eso, rendirse a su demanda de compartir su dolor con ella y abrazar el hecho de que él no tenía por qué estar solo si no quería estarlo. No estaba seguro de ser lo suficientemente fuerte como para mirar hacia atrás ahora, sin descomponerse bajo el peso de todo eso. Se sentía como si cada año que había pasado sin su reconocimiento de lo sucedido, no había hecho nada para disminuir el dolor que sentiría si permitía que esos recuerdos regresaran a la superficie de su mente y su corazón. Se sentía sentía como si cada año sólo incremento el dolor, y él tenía miedo de que lo aplastarían ahora, le despojarían de su fuerza dejándolo roto. Él no quería sentirse débil y vulnerable. No otra vez. Sin embargo, la tentación de confesar todo y compartirlo con alguien al fin, era fuerte, pulsando en su sangre y su alma, persuadiéndolo a poner voz a su pasado y dejar que saliera de él con la esperanza de que su dolor disminuya disminuya al abrir su corazón para Sera. Sera era fuerte, implacable implacable en su esfuerzo esfuerzo por llegar llegar a él, ¿pero sería lo lo suficientemente fuerte como para manejar su horrible pasado y el terrible futuro que le esperaba? —No tengo miedo, Antoine, — susurró, como si hubiera leído sus pensamientos y
apoyó la mejilla contra su espalda, justo como lo había hecho en el escenario antes de que hubieran hecho el amor. Antoine cerró los ojos y absorbió la sensación de ella presionada contra él, la intensidad de la comodidad que le dio, como si fueran viejos amantes en lugar de prácticamente desconocidos. — No me harás daño.
Deseaba poder creerlo tan fervientemente como ella obviamente lo hacía.
Antoine se volvió iba estrecharla entre sus brazos. Hubo un golpe en su puerta. Él la esquivó y pasó de largo en lugar de rendirse a su necesidad de abrazarla. Javier estaba en la puerta. El macho-elite de pelo rubio sonrió torvamente to rvamente hacia él, tenía una mancha de sangre en la mejilla, había estado luchando con Snow. —Lilah lo ha resuelto ahora. Ella está cantando una canción de cuna para él y dice
que va a estar durmiendo para el momento que termine. Antonio alzó una ceja oscura. Javier se encogió de hombros. —No me preguntes. Al parecer, funciona a las mil maravillas. Le gusta cuando lee para él también. —Yo no creo que sea prudente que dedique tanto tiempo a estar a su alrededor,
especialmente a solas. —Tú dile eso. Yo soy su compañero y su señor, y no puedo convencerla de que se
mantenga alejada de él. Puedo garantizar que si lo visitas mañana por la noche, podrás ver la diferencia que hace en él. Se vuelve a menudo mucho más calmado y está más en control después de que Lilah ha cantado hasta que se duerme. Increíble. Su hermano no sólo era una bestia, sino un bebé también. El diablo, Antoine oró para nunca sucumbir a la sed de sangre. No quería que Sera le cantara para dormirlo como un bebé cada mañana sólo para tenerlo cuerdo a la noche siguiente, al despertar. Antoine se detuvo. ¿Cómo se metió bajo su piel tan rápidamente? ¿No había decidió poner fin a esto? Ahora estaba pensando en términos de años en el futuro, y recordó muy bien lo que había sucedido la última vez que había empezado empez ado a hacer eso. Nada más que dolor sin fin y miseria. Un siglo de la felicidad que desapareció desaparec ió en un santiamén.
—Agradécele de mi parte, — dijo Antoine y Javier lo miró como si acabara de
pegarle con la rodilla en la ingle. Con sus sus ojos marrones muy abiertos y las las cejas puestas en lo alto de su frente. Antoine resopló y le cerró la puerta en las narices. Incluso él, decía gracias cuando alguien había hecho algo por ti digno de ello. — ¿Antoine?— La voz de Sera procedente de su lado izquierdo en lugar de su
derecho le hizo fruncir el ceño. Se volvió y la encontró sentada en el borde de su cama, una pierna doblada por la rodilla desnuda y descansando en las cubiertas de seda roja, el tobillo escondido debajo de su otra pierna sobre el borde. Tentación. ¿Que estaba realizando delante de él ahora? Debía haberse colado a través de la habitación mientras él estuvo hablando con Javier y se sentó en la cama, así que cuando terminara y se alejara de la puerta la encontrara allí, bellamente acomodada y esperándolo. Desafiándolo. La zorra. El destello de malicia en sus ojos verdes la delató. Parecía que su zorra no iba a escuchar ninguna de sus advertencias. Descarada, obstinada. ¿Elizabeth le advirtió advirtió acerca de él también? Él conocía bien a su su señora, y su señora lo conocía. No había duda en su mente que Elizabeth le había contado varias razones para que apagara su deseo por él antes de que realmente quedase en llamas. Se encontró con ganas de oírla admitirlo. —Tú no tomas en serio las advertencias, ¿verdad?, — dijo y ella sólo se encogió de
hombros y luego se recostó en su cama, apoyándose en sus manos. Sacó el pie de debajo de su muslo, colgando sus dos piernas por el borde de la cama y balanceándolas, en tiempos opuestos. Antoine acechó a su alrededor, manteniendo su distancia, observándola y luchando contra la tentación de rendirse una vez más. — ¿Sin duda Elizabeth te dijo que no te involucrases conmigo?
Ella asintió con la cabeza. —No tanto como involúcrame. Ella me dijo que ni siquiera debía intentarlo. Dijo
que eres... como una monja frígida y frío como el hielo. Eso realmente picó. ¿Elizabeth había dicho eso de él después de todo lo que había hecho por ella? —No te enojes con ella. No parece conocer... al verdadero tú. — Sera bajó las piernas
hacia delante propulsándose para ponerse sobre sus pies. Ella caminó por la habitación hacia él, las caderas balanceándose y sus ojos en los suyos, como un auténtico depredador. Cuando llegó a su lado, lado, pasó los dedos por su su pecho, su toque le calentó hasta el punto de ebullición, incluso con su camisa atenuando la sensación. Sera se elevó de puntillas y llevó la boca a su oreja. Ella susurró: —Yo te conozco... No me voy a romper, Antoine, y yo no voy a hacerte daño... no a
menos que me lo pidas amablemente. Antoine gruñó. Retumbó hasta su garganta, un gruñido hambriento y posesivo. Quería negar lo que había dicho, quería decirle que estaba equivocada y que ella no lo conocía, y que podía romperla muy fácilmente. Él había visto el peligro de la fuerza que fluía en sus venas. Había presenciado como se desató sobre los que amaba. Y sobre sí mismo. Las cicatrices de su cuerpo ardían, palpitando profundamente y dio un paso hacia atrás por instinto. Sera vaciló, la confianza se dreno de sus ojos. Ella pensó que estaba distanciándose, que iba a negar lo que ella dijo. —Sabía que debería. — Frotó las cicatrices en su pecho a través de su camisa. Sin embargo él no era capaz de hacerlo. Sera le había ofrecido consuelo y él estaba demasiado débil para negar que lo necesitaba, y a ella. — ¿Qué secretos oscuros tienes en tu corazón? — Sera deslizó su mano sobre la de
él y cerró los dedos alrededor presionando su palma, deteniéndolo de frotarse el pecho. Tomó sus sus manos unidas y frunció el ceño. Él también lo hizo. Estaba manchando con sangre a través de su camisa y él estaba tan perdido en su dolor y
los oscuros secretos que no se había dado cuenta. Sera suspiró suspiró y le dio un beso beso a los cortes en la palma de la mano. —No tienes que decirme. No, si no quieres. —Yo la ame durante un siglo.
Sera se puso rígida, sus labios se congelaron contra su palma. Probablemente no era algo de lo que una mujer mujer quería oír hablar pero debía debía sospechar que alguien lo había herido. Ella debería haber estado preparada para escucharlo. Tal vez lo estaba, pero no se anticipó a la duración de la relación que él había tenido con la mujer que rompió su corazón. —Ella era un aristócrata, — dijo, Sera le soltó la mano y le dio la espalda. —Oh. — Fue un sonido muy pequeño, uno atado a la derrota.
Antoine no podía creer lo que estaba por decir. —No me importa que seas una élite, Sera. Sus hombros se tensaron debajo de su camiseta azul. No le creía, aunque no lo dijo. Ella se volvió hacia él y parpadeó muy lentamente, evaluándolo con la mirada. Buscando la verdad. —Lo digo en serio. Javier y Callum, incluso mi hermano, probablemente se
desmayen si me oyen decirlo... pero lo dije en serio. Pensé que me importaba. Mi familia siempre me dio una conferencia acerca de la elite y nuestra línea de sangre, y la forma en que tenía que mantener la pureza de la misma. Yo les creí una vez. Pero ¿Qué bien ha hecho en nosotros? Su voz se quebró en ese último puñado de palabras. ¿Qué bien les habían hecho en realidad? Si se hubieran cruzado con humanos y enturbiado su sangre, probablemente no habrían despertado el hambre oscura que yacía latente en todos los miembros de su especie. Los años de crianza selectiva, aparearse con sólo otras familias aristocráticas, había conservado su sangre pura, pero el precio de tal pureza había sido una debilidad que ninguno de ellos podría haber predicho. Su generación y la de Snow fueron los primeros en experimentar la sed de sangre.
Su familia había pagado un alto precio pr ecio por su soberbia. Muy caro. Antoine se dejó caer en la cama de espaldas sobre el colchón, extendiendo sus brazos por todo el carmesí cubriéndola. Se quedó mirando el dosel negro. La cama se hundió a su izquierda y la mano de Sera pasó por debajo de la suya. Ella era dulce inspeccionándolo y le conmovió que que todavía estaba preocupada por los cortes que no eran más que rasguños en comparación con las heridas abiertas en su corazón. —Anya era su nombre. Nos conocimos y nos enamoramos en un baile. Una noche
de locura seguido por un siglo de... —No tienes que entrar en detalles. — El agarre de Sera en su mano apretó. Él se
estremeció cuando sus cortes se reabrieron. Evidentemente, no era prudente irritarla al hablar de otras mujeres. Le había pedido a conocer sus secretos. Ella tendría que vivir con la verdad de ellos. —Yo la ame por un siglo y luego tres más. — ¿La amas a pesar de que te dejó?— Ella dejó caer la mano.
Él se merecía eso. Había sonado como si acabara de confesar su amor eterno a otra mujer. —Me dejó sin decir una palabra. Pasé años, un centenar de ellos, buscándola en
cada baile y reunión social. Me obsesione con los lugares en los que habíamos estado o visitado frecuentemente. — ¿Por qué dejaste la búsqueda sí la amas tanto?
Antoine suspiró y puso su mano en el pecho. —Algo pasó que exigía mi atención y se la merecía más que una mujer que me había abandonado. —La Sed de sangre de tu hermano.
Si sólo fuera así de simple.
—Snow había estado sufriendo y con su sed de sangre durante muchos siglos. Los
síntomas habían sido mínimos, insignificantes, así que pensamos que permanecería de esa manera. Los médicos dijeron que elevando más, con regularidad la ingesta ingesta de sangre iba a estar bien. Antoine cerró los ojos y maldijo el nombre de los médicos por lo que parecía ser la millonésima vez. —Estaba tan atrapado con Anya que di por hecho que Snow estaba haciéndolo
bien. Dejé de estar pendiente de él y le dejé seguir adelante con su vida. Él nunca me dijo que los síntomas empeoraban y los ataques se volvían más frecuentes. Yo probablemente no le habría escuchado aunque lo hubiera hecho. —No es tu culpa que él lo mantuvo en secreto. —Lo es, Sera. Debería haber estado ahí para él. — Estaba seguro de que si él
hubiera estado allí, allí, sí hubiera seguido hablando hablando con él acerca de su sed de sangre y asegurándose de que lo estaba haciendo bien, pudo haber evitado el desastre que había caído sobre ellos. Tendría que haber estado allí por su querido hermano, eso lleno su mente con imágenes de cuan diferentes diferente s las cosas podrían haber sido. —No puedes pasar toda tu vida centrado en las necesidades necesidades de tu hermano y
tienes necesidades propias. Él tiene una enfermedad, una enfermedad, y no es tu culpa. No puedes culparte a ti mismo por po r lo que pasó. culpe. Les eché la culpa culpa a mis padres. Maldije a mi familia por criar —Yo me no culpe. esta enfermedad en nosotros dos. Sabía que con el tiempo yo tendría que recorrer el mismo camino oscuro que mi hermano ha pisado, y que, como él, yo estaría muy orgulloso para admitir que el demonio se apodera de más y más control sobre mí cada noche. Antoine se sentó y hundió los dedos por su cabello castaño. Miró a los ojos verdes de Sera, el color profundo de ellos calmo su agitación y le persuadió a continuar. Hablar se sentía tan fácil, como si ella ella hubiera venido a este mundo con el único propósito de escuchar sus problemas y aliviar su dolor. dolor .
—Cuando Anya me dejó, Snow me encontró bebiendo la mitad de la sangre en la
cámara frigorífica del almacén y me detuvo. Confesó que al beber más sangre, sólo se había acelerado el despertar de su Sed de Sangre y fortalecido el efecto en él. —Quería salvarte de pasar por lo mismo.
Antoine asintió. —Así que le debo, no sólo por la advertencia que me ha ayudado a mantener a raya la sed de sangre por mucho más tiempo de lo que hubiera sido capaz... sino por lo que vino después. Su garganta se cerró, las emociones aplastándolo cuando los recuerdos lo bombardearon. Cerró los ojos y frunció el ceño, luchando contra ellos a su paso por encima de él, estrellándose a través de su mente. El dolor le desgarró el corazón, hasta que se sentía como que le mataría. Apretó los dientes y se acurrucó. No podía hacer esto. Se había equivocado. Todavía no podía hablar de lo que había sucedido. Sera frunció el ceño y ahuecó su mejilla, con su palma caliente contra su rostro. Su corazón constante sonaba en sus oídos, calmante y calmándolo, dándole algo en qué concentrarse mientras lucha con su dolor. Le acarició la cara, con dedos suaves, tiernos, transmitiendo su preocupación. Su otro brazo se instaló en su espalda, curvando la mano alrededor de su hombro. Ella se inclinó y le dio un beso en el hombro más cercano y le hubiera gustado poder sentir sus labios en su carne, no sobre la camisa. — ¿Qué pasó?— Cayó su mano de su rostro a su pecho. Lentamente abrió los ojos
y la miro. Ella bajó la mirada hacia su mano en su pecho, su corazón latía con fuerza ahora, como si pudiera ver su su carne llena de cicatrices a través de la camisa manchada de sangre, y fue armando las cosas por sí misma. — ¿Tiene algo que ver con lo que te pasó? ¿Alguien te hizo daño e hizo que Snow
perdiera el control? Antoine rio con desdén. —No. Se puso de pie y empezó a pasear por la habitación, necesitando distancia.
—Estaba tan ocupado buscando Anya que no vi las señales de advertencia. Snow
había confesado la profundidad de lo que le estaba pasando. Él había confiado en mí y yo debí haber dejado todo para poder ayudar. En lugar de eso estaba persiguiendo a un fantasma. Él extendió sus sentidos, a través del pasillo y a la habitación de Snow. Su hermano estaba en paz, en reposo, con una profundidad que la misma le sorprendió. Había algo en las canciones de cuna de Lilah, L ilah, después de todo. —Snow tuvo una mala noche. — ¿Qué tan mala?— Esa pregunta fue prudente, cautelosa, y transmitió que Sera
sabía lo mala que fue pero necesitaba oírselo decir. No había manera de que pudiera imaginar la carnicería que había presenciado. Antoine se volvió hacia ella, las garras débiles de los recuerdos de esa noche se clavaron en su corazón y su mente. —Una pesadilla de vigilia. —Esas dos palabras se ajustaron perfectamente a las
escenas proyectadas en su cabeza. Sera se acercó a él y él se acercó a ella, deslizando sus manos juntas y permitiendo que ella lo persuadiera para que se sentara en el borde de la cama. Ella puso sus brazos alrededor de él y él no los eludió, sólo absorbió el confort que le ofreció of reció y se preguntó qué ser celestial la había colocado en esta tierra y la trajo a su vida. Se sentía como si hubiera sido hecha para él. é l. —Nunca he dicho esto a nadie. Ni siquiera mi hermano sabe la historia completa...
aunque sospecho que recuerda más de lo que admite. ad mite. Ella no se tensó. Empezó un movimiento lento de su mano sobre su espalda, acariciando y calmando, calmando su dolor para poder hablar. ¿Por qué se sentía tan bien confiar todo esto a ella? Lo había guardado tan dentro de él por tanto tiempo. Todo el mundo sabía que él y Snow no tienen otra familia, pero nadie había cuestionado nunca por qué. Nadie más que él y su hermano sabían lo que había pasado esa noche en su mansión familiar.
—Lo que viste esta noche... es Snow en un buen día. — Apoyó la cabeza en su
hombro delgado, que buscan más comodidad y calidez. Sentía frío. Aún podía sentir la ráfaga helada de la nieve que le había cortado hasta el hueso aquella invernal noche. Aún podía ver el polvo recién caído manchado con sangre oscura. El lugar que había sido una parte fundamental de su vida, llena de felicidad y seguridad, el amor y el calor, se había convertido en una terrible visión de horror que había manchado sus recuerdos de su tiempo allí. Tanto su futuro como su pasado fueron destruidos esa noche. —Llegué a casa tarde. Era apenas un par de horas antes del amanecer. Estaba
nevando en gran medida y los jardines parecían extrañamente tranquilos... — El tipo de tranquilidad que hace erizar los pelos en la parte posterior del cuello y activa tus sentidos en alerta. —Dios, Antoine... Snow no…— Se interrumpió, como si expresar su conclusión
fuese demasiado horrible, y mucho menos quería oírle a él confirmar que estaba en lo cierto. —No había ninguna señal de la carnicería desde el frente de la casa, pero al entrar
en ella encontré un baño de sangre. Mi familia, desde los niños de mis primos a mis tías y tíos, todos fueron atacados salvajemente hasta el punto en que ya no podía reconocer a ninguno de ellos. Yo había pensado que fue hecho por cazadores, pero el ataque fue demasiado brutal. Hombres lobo cruzaron por mi mente. Oí un ruido en el exterior, venia de la parte de atrás de la casa. Cada habitación en la que cruce para llegar era... Yo no creo que tenga que decírtelo. Antoine cerró los ojos contra el dolor y se centró en el movimiento suave de la mano de Sera en su espalda. Ella era tan cálida y compasiva, quitándole las heridas con su toque como si estuviera absorbiéndolas en sí misma para que no tuviera que sufrir más. ¿Qué magia extraña ha trabajado en él para ponerlo de rodillas con tanta rapidez? Ya era demasiado tarde para echarse atrás. Él confesaría todo, le confiaría estas terribles cosas para que pudiera ser testigo de la brutalidad de su pasado y sabría de lo que él también es capaz.
—Encontré las pisadas de Snow a través de las rosas empapadas en sangre, iba
arrastrando el cadáver de nuestra madre detrás de él. Estaba buscando algo. No estaba seguro de lo que era hasta que él se volvió y me vio. Entonces supe con certeza escalofriante que estaba buscando más sangre. Sera dejó de respirar, el movimiento de la mano en su espalda se detuvo también. Ella se quedó inmóvil por mucho tiempo. Él necesitaba oírla hablar, necesitaba la tranquilidad que viene con su caricia constante. Saltó y su corazón se alojó en su garganta cuando ella le echó los brazos alrededor de sus hombros y lo apretó con fuerza, con la cara enterrada en el hueco de su cuello. —Dios mío, Antoine... tu hermano hizo esas cosas.
Antoine ataco la fuerte ola de dolor que amenazaba con romper a través de cada cicatriz en su cuerpo, dispuesta a rendirse al pasado y temió que la intensidad de la misma despertaría a Snow. Su hermano necesitaba descansar. Aquella noche había jurado que iba a hacer todo lo posible para garantizar que nunca sufriría así de nuevo, un esclavo de su sed de sangre, matando inconsciente de lo que estaba haciendo hasta hartarse. —No fue su intención. No fue él quien me atacó esa noche. Fue la enfermedad que
se encona en su interior. Sera apretó su abrazo. —Te dijo algo así esta noche. Yo lo escuché. —Lo dice en serio, -dijo Antoine en un suspiro. — Luché contra mi hermano y
aunque casi me venció, el olor familiar de la sangre que se derramaba y con el sonido de mi voz, finalmente, lo alcancé. Lo traje de vuelta, pero yo no tuve el corazón para hacer lo correcto, ni siquiera cuando él lo pidió. -Él quería que le mataras.
Había tristeza en su voz. La sentía en su sangre también, pero su tristeza no la de ella.
— ¿Fue cruel de mi parte no aceptar su petición? Lo obligué a prometerme que no
volvería a intentar quitarse la vida en pago de lo que me había hecho a mí, y nuestra familia. Él era todo lo que tenía, y lo amo. No fue él quien llevó a cabo tal horrible destrucción esa noche. Era su sed de sangre. Se lo he dicho en innumerables ocasiones. Le prometí que juntos la dominaríamos y que sería libre de nuevo. Voy mantener esa promesa. —No querías estar solo.
Esas palabras fueron susurradas pero cada una era un grito en sus oídos, como si ella las hubiera gritado. Hubo un tiempo, una vez cuando cuando se había convencido de que había negado esa petición a Snow porque quería ayudar a su hermano y salvar su vida. Esa intención honorable se había desvanecido y desgastado con los años para revelar la desagradable verdad. Él no había querido seguir en este mundo solo, llevando consigo el horror de lo que había presenciado. Él no había querido matar a su propia carne y sangre, el hermano que lo era todo para él, que él había admirado durante toda su vida y amado más que a nada en el mundo. —Yo no quería estar solo, — Antoine hizo repitió, sintiendo vacío por dentro
cuando la verdad fue expuesta. —Así que hice sufrir a Snow. No puedo perderlo, Sera. —Lo sé. — Ella le dio un beso en la frente y se sentó hacia atrás, con ganas de
mirarla a los suaves ojos verdes como bosque bosque y ver en ellos que no creía que él era despreciable por las cosas que que había hecho y que no temía a la parte más oscura en él que inevitablemente saldrá a la superficie un día. Necesitaba ver que ella sabía en lo que se estaba metiendo por estar con él, antes de llegar lleg ar más lejos. Sera sonrió suavemente, sus ojos llenos de comprensión, desbordantes de compasión y preocupación. —Necesitas salvarlo, no sólo porque es tu hermano y lo amas, sino porque que
necesitas saber que tú también puedes ser salvado.
Mujer astuta. Ella había visto debajo de la máscara para los otros. —No ere tu hermano, Antoine. — Ella le acarició la mejilla y luego se inclinó y le
dio un suave beso en los labios. Quería ahogarse en ella en ese momento. Quería besarla y hacerle el amor en un intento de perderse a sí mismo y dejar atrás la realidad, olvidar todo lo que habían hablado y la incertidumbre de todo. Sera es buena, hermosa, y pura. Quizás como Lilah podría influir en Snow en los momentos más oscuros de su sed de sangre, Sera podría protegerlo del demonio y le ayudara a mantenerlo a raya para que él nunca sufriera como su hermano lo había hecho. Quizás. — ¿Eres mitad hada?— Él la miró a los ojos, en busca de algo mágico en ellos, una
chispa del poder de las hadas. Era posible que una se aparease con un humano. Podría haber pasado entre sus antepasados a través de su línea de sangre en ella. Se echó a reír. —No lo creo, ¿Por qué? Antoine pasó los dedos a través de los hilos de seda del ondulado cabello rubio. — Cada vez que te miro... cada vez que me tocas... Me siento hechizado. Sera sonrió. —Creo que eso es simplemente clásica lujuria. Él negó con la cabeza. —No.... es más profundo que eso. Sus ojos se abrieron ampliamente. Los de él lo hicieron también. Lo que dijo podría considerarse una especie de declaración, del tipo que se había prometido nunca haría de nuevo. Fue lo más cerca que pudo llegar a decir entre las palabras que a todas las mujeres les gusta escuchar, pero era demasiado pronto para ese tipo de sentimientos entre ellos. —Tal vez es que has estado solo demasiado tiempo. — Su sonrisa se convirtió en
una sonrisa maliciosa. —Necesitas un toque femenino y un poco de compañía, y eso es todo lo que esto puede ser, Antoine, si eso es todo lo que me puedes dar. Antoine pasó la mirada sobre sobre ella. Tenía que que ser parte hada. Una especie perversa. Eso explicaría esa aura de inocencia que llevaba lleva ba para ocultar su lado travieso.
Un lado que quería conocer más. Un lado que era adictivo. Ella estaba dispuesta a dejar que esto entre ellos se terminara. Él no. Ahora que había tenido tenido un poco, no sólo su cuerpo, su calidez y la belleza de su naturaleza, no estaba dispuesto a dejarla ir. Antoine puso las manos sobre la cama y la besó, inclinándose hacia adelante y a ella hacia atrás al mismo tiempo tiempo hasta que su cabeza tocó la almohada. Ella había sellado su destino al seducirlo y no había vuelta atrás, sin importar lo que pasará. Era suya ahora.
CAPITULO9 CAPITU LO9
S
era yacía en la cama junto a Antoine, mirándolo dormir. Las sabanas y cubierta de seda color carmesí cabalgaba bajo en sus caderas, revelando un delicioso camino muscular por encima de la cadera y hacia abajo de la sabana. Su mirada siguió a los profundos prof undos rizos castaños en la sensual hendidura de su ombligo. Quería lamer ese hueco. Lo había hecho un par de veces. Antoine se echó a reír y le dijo que se detuviera cada vez que ella metió la lengua dentro. Era difícil de creer que el hombre que yacía a su lado era el mismo que había visto interactuar fríamente con los demás, manteniendo la distancia. Había cambiado mucho desde hace tres noches, cuando Snow se había perdido en un ataque de sed de sangre y Antoine le había contado cosas que la dejaron sintiéndose honrada, conmovida, y un poco enamorada de él.
Él nunca le había dicho a nadie la historia de su pasado y lo que su hermano había hecho, había elegido confiárselo todo a ella, eso todavía la tenía sintiendo sintiendo vértigo en cierto grado. Él había vivido vivido tanta oscuridad y terror. Que le daban ganas de darle luz y amor. Rozó suavemente los dedos por su frente y los bajó por las curvas angulares desde la mejilla a su mandíbula. Frunció el ceño y luego suspiró entre sueños. Si despertara antes de la medianoche, sería una sorpresa. Se sentía agotada de su última ronda haciendo el amor, estaba cansada hasta los huesos y con necesidad de dormir, pero la visión de él la mantenía despierta. Él frunció el ceño de nuevo. Gruñó. Sus labios se retractaron para revelar reve lar colmillos. Sera se deslizó hacia atrás cuando empezó a agitarse de un lado a otro. Le dio una patada a las cubiertas, arañó las almohadas, y estuvo a punto de golpearla.
— ¿Antoine?
Sera se puso de rodillas desnuda en el medio de la cama. Él gruñó de nuevo y atacó. Evadió sus salvajes arrebatos y agarró sus muñecas, luchando con él. Cuanto más apretado le sostenía, sostenía, más luchaba. Él era demasiado fuerte. El corazón le latía con fuerza, con los ojos clavados en su rostro mientras gruñía. Ya no era la furia lo que resonó, sino dolor, agonía sin fin que tenía a su corazón sufriendo por él. ¿Qué cosas horribles estaba reviviendo en su sueño? ¿La noche en que Snow había masacrado a su familia y trató de matarlo? Dio una patada, alcanzando a golpear la pata de la cama con el pie e hizo estremecer el marco. —Antoine. — Sera empujo hacia abajo sus muñecas en un intento de inmovilizarlo
contra el colchón, pero sólo lo hizo luchar con más fuerza. Ella no sabía qué hacer. Lo que fuera que estaba soñando, que quería luchar, por lo tanto lo haría con ella. Atacó con sus pies de nuevo, uno se enredó en las sabanas y el otro rompió con fuerza el poste de la cama de madera negra. Rugió, sus colmillos salieron enormes, y abrió los ojos. Iris carmesí brilló tan brillante como brasas. Su sangre se heló. La puerta de caoba se abrió de golpe y volvió los ojos muy abiertos al intruso. intruso. Los pálidos ojos azules azules de Snow estaban igual igual de abiertos. —Diablos. Hembra, cúbrete y suéltalo. Sólo estás haciendo más daño que bien.
Arrojó las palabras en un gruñido de mando oscuro y entro a la habitación, los músculos de su amplio torso desnudo cambiando con cada paso, las piernas largas herméticamente encerradas en jeans negros. Sera agarró al instante la sabana, se la puso a su alrededor, se deslizó fuera de la cama y se levantó. Snow rodeo el pie de la cama hacia el lado opuesto a ella, más alejado de la puerta, con los pies descalzos y en silencio en el suelo de madera, con la mirada en su hermano que yacía desnudo de snudo sobre el colchón, todavía agitándose.
Ella mantuvo su distancia de Snow, desgarrada entre permanecer cerca de Antoine en caso de que la necesitara y mantener ventaja en caso de que Snow se tornase violento. ¿Podría dejar a Antoine a solas con él si sucedía? No. Ella sabía la respuesta a esa pregunta, sin siquiera tener que pensar mucho. Protegería a Antoine sin importar el riesgo. Él había sufrido lo suficiente para varias vidas. No podía permitir que su hermano lo lastimara. No permitirá que nadie le hiciera daño. — ¿Es la sed de sangre? — Esas palabras temblaron en el aire entre ellos durante
largos segundos antes de que por fin Snow la miró y negó con la cabeza. –Sólo una pesadilla, pero no de la clase que recomendaría interrumpir. — Snow
puso su mano sobre la frente de Antoine, su gran palma y los dedos fácilmente la abarcaron. —Shh, hermano. Todo está bien.
Sorprendentemente, los movimientos de Antoine empezaron a calmarse, cada vez más débiles con cada segundo que Snow acarició su frente. Había amor en ese contacto, profundo afecto que se mostró en el hermoso rostro de Snow y brilló en sus ojos pálidos. Esa mirada pálida se desplazó hacia abajo a las cicatrices en el cuerpo de su hermano y Sera captó el destello de culpa que se cruzó en su expresión. Dolor también. Antoine había dicho que Snow no se acordaba de mucho sobre la noche en que le había atacado y matado al resto de su familia, pero él sabía lo que había hecho. Antoine luchó para hacer frente a las cosas que habían pasado, las cicatrices eran un recordatorio constante del que no podía escapar. Esas cicatrices no sólo eran un recordatorio terrible para Antoine también eran para Snow. ¿Cómo se sentía cuando él les veía, sabiendo que él las había creado y había tratado de matar a su hermano? El dolor atravesando su expresión mientras su mirada parpadeaba era profundo, insoldable e irradiaba emociones de odio y dolor. Sera sintió lástima por él mientras lo veía luchando contra sus sentimientos. No podía imaginar lo terrible que se sentía, lo responsable y culpable.
—Él me dijo lo que pasó. — Aunque susurró, sonó fuerte. Snow no la miró. Su
boca se curvó en una sonrisa triste y sus ojos vagaban de nuevo por la cara de Antoine. — ¿Ahora estamos contándole nuestros oscuros cuentos para dormir? Eso no es
común en ti. Ella debe estar metiéndose debajo de tu piel. — Snow se agachó cerca de Antoine y continuó acariciando su frente. Los movimientos de Antoine se detuvieron y su respiración se volvió pesada. Snow levantó con cuidado el párpado izquierdo. Pálido hermoso iris azul. Antoine le había dicho que tenía un poco de magia en ella, pero Snow era el verdadero ser mágico aquí. Él podía calmar a su hermano incluso dormido, algo que ella no pudo hacer. —Eso explicaría la pesadilla.
Snow frunció el ceño a Antoine y movió la mano a su mejilla, acariciando suavemente. Era extraño ver a un hombre tan mortalmente peligroso ser tan tierno. Eso calmo su miedo y le dejó la sensación de estar viendo el otro lado de Snow, el hombre que era cuando la sed de sangre no le estaba dominando. Podía entender la profundidad del amor de Antoine por Snow ahora y por qué él quería desesperadamente salvarlo, porque podía ver la profundidad infinita del amor de su hermano para él. —Él no se lo ha dicho a nadie antes. —Lo sé. — Todavía se sentía impresionada y honrada por eso. —Debes gustarle. — Snow volvió a sonreír, pero no había tristeza en él ahora y ella
recordó lo que Antoine le había hablado de él. Cuando le había pedido a Antoine matarlo. No sentía dolor por su hermano. Era dolor por sí mismo y por las cosas que había hecho, atado con un borde de finalidad y una sensación de alivio. Snow seguía añorando la muerte. La liberación permanente de su sufrimiento.
Además de eso, él estaba viendo a su hermano tener sentimientos de nuevo hacia una mujer, y todos en la habitación sabían lo bien que eso había terminado la última vez. —Él no te dejará, — Sera dijo, temerosa de ser entrometida y enfurecer a Snow,
pero indispuesta a solo quedarse allí y ver al hombre al que Antoine tanto ama creer que estaba a punto de quedarse solo de nuevo. —Te lo juro, Snow. Tu hermano te ama y se siente culpable por su parte en lo que
les pasó a ti y su familia. familia. Él no va a cometer el mismo error otra vez. Él me dejaría antes que dejarte a ti. Él te ama. —Lo sé. — Snow se puso de pie y se alzó sobre Antoine, inmenso, oscuro y letal.
Parecía tranquilo, pero él todavía irradiaba poder, su formidable cuerpo sólo sumaba más a la sensación sensación de peligro en él. No podía imaginar imaginar cómo se sintió sintió Antoine cuando había luchado contra su propio hermano y casi había perdido. Le sorprendió que hubiera sobrevivido a la lucha. Snow había matado a sus padres que eran probablemente mucho más viejos en su momento. Los había dominado y asesinado a todos ellos, pero no había podido matar a su hermano. Incluso en las oscuras garras de su sed de sangre, su amor por su hermano era más fuerte que su hambre de muerte y violencia. Snow resopló. —No tienes que que temer de mí, mí, hembra. O por Antoine. No voy a hacer daño a mi hermano. hermano. —Tengo un nombre. — Sera se arrodilló en la cama, agarró las sabanas color
carmesí alrededor de ella con una mano y con voz temblorosa extendió la otra a él. Quien levantó una ceja pálida, como si el gesto fuese desconocido para él, o tal vez él no había esperado que se arriesgara a tocarlo, poniéndose a su merced. —Sera. —Snow. — Agarró su mano, con la suya tan enorme que envolvió la de ella, y la
fuerza de su agarre la sorprendió. Había esperado algo fuerte y apretado, triturando los huesos. Pero era amable y cálido. Antoine gruñó. Ella lo miró, al mismo tiempo que lo hizo Snow.
—Manos fuera de mi hembra, — Antoine gruñó y lanzó su pie hacia arriba. Chocó
duro con sus manos unidas, golpeándolas, separándolas e hizo que Sera cayera hacia atrás. Se las arregló para no caerse de la cama por completo y dejó el colchón. Su muñeca latía, pulsando como agudas puñaladas, y la apretó contra su pecho. Antoine volcó sobre sus pies sobre la cama. Desnudo. Cada músculo en preparación. hacia ella, cuando cuando ojos rojos encontraron encontraron los de —Antoine..., —dijo, y se volvió hacia ella, perdieron el filo agresivo. Extendió la mano hacia él. La rabia de Antoine se fue y parpadeó lentamente. —...Sólo estaba presentándome. — ¿Qué estabas haciendo aquí en primer lugar? — Antoine se volvió hacia Snow y
bajo de la cama casualmente, como si no acabara de estar cerca de desatar una horrible violencia en su hermano. Él era uno o dos pulgadas más bajo que Snow, y de estructura más ligera, pero Sera sabía sin ninguna duda que él lucharía con su hermano si no le gustaba su respuesta. —Tuviste una pesadilla, — Sera dijo antes que Snow pudiera pronunciar pronunciar una una
palabra, el enfoque de Antoine volvió a ella. Probablemente era más seguro escucharlo de ella en lugar de su hermano. Si era capaz de calmar su latente lado más oscuro, tendría que ser quien le explicara. De esa manera, Antoine Antoine no perdería la tranquilidad que parecía tener de forma tentativa en él. Podía verlo en sus ojos. El rojo se había ido, pero tenía la sensación de que aún persistía, escondido detrás de ese iris impasible fijo en e n ella, esperando a salir de nuevo. —Yo no sabía qué hacer. Estabas peleando conmigo. Snow entró y te calmó por mí. Eso es todo. Antoine miró sobre su hombro a Snow, y su hermano asintió. —Ahora, si no te importa, he visto lo suficiente de tu culo desnudo por esta noche.
Snow sonrió y se dirigió solo hacia la puerta. Se detuvo allí y la miro. —Sé amable con él, Sera.
Ella rodo los ojos. No estaba segura de cual Snow prefería. El demonio sin conciencia o el hombre de lengua afilada intentando avergonzar tanto a ella como a Antoine. Cerró la puerta detrás de él y ella deslizó la mirada de nuevo a Antoine. Maldita sea. Se veía bien allí totalmente desnudo, después de dormir, con ojos azul pálido posesivamente fijos en ella. Se estremeció por sensación de su mirada, sintió picazón en su piel y calentándola, llenándola con una intensa necesidad de cruzar la habitación hacia él, deslizar su mano alrededor de su cuello y besarlo. Ella lo deseaba de nuevo, no se cansaba de él. Nunca se cansaría de él. —Debo ir a trabajar. — No se movió para dirigirse a la ducha o vestirse. Continuó
mirándola fijamente, como esperando a que ella le convenciera de olvidar el trabajo, tal como lo había hecho cada noche desde su primer-loca noche juntos. Había tomado mucho de convencerlo en la segunda noche y había puesto sus poderes de persuasión a prueba. La tercera noche había tomado menos el convencerlo. En este momento, se veía como si tratase de convencerse a sí mismo. — ¿A menudo tienes pesadillas? — Sera quería saber para que pudiera estar
preparada para lidiar con ellas. Ojalá, pasar sus dedos por su abundante pelo castaño y hablarle tranquilamente, ¿Al igual que Snow funcionaria con ella? Eso esperaba. Antoine se encogió de hombros, la acción hacía que sus músculos se desplazaran muy bien, atrayendo su verde mirada de vuelta a su cuerpo desnudo. Su sangre se calentó, el deseo era abrasador en sus venas hasta que se lamio los labios pensando en pasar la lengua por cada delicioso centímetro de su cuerpo. —Más a menudo de lo que probablemente me acuerdo. A veces no me despierto
con Snow aquí, así que no tengo ni idea de sí yo dormía pacíficamente o no. ¿He dormido pacíficamente contigo hasta ahora? Sera asintió y un rizo de su cabello rubio cayó sobre el pecho. Los ojos azules de Antoine lo siguieron, ardiendo, elevando su temperatura. Silenciosamente él quiso ir a ella y quitarle las sabanas rojas de su cuerpo desnudo, para correr sus manos
sobre ella y olvidar el trabajo y todo lo demás y simplemente pasar otra noche perdido en éxtasis con ella. —Has roncado como un cerdo, pero te has estado, relativamente, comportando
antes de esta noche. Sonrió, hermoso y lleno de calidez. Ella había roto de alguna manera su armadura y logro atravesar al otro lado donde se se encontró cara a cara con un hombre hombre más hermoso de lo que podía haber imaginado. Ella no se preocupaba por la oscuridad en su interior, porque le ayudaría a conquistarla, así como él había ayudado a su hermano, sacrificando todo por él y nunca culpándolo por las cosas terribles que había hecho. ¿Cómo podía haber pensado que él era frío e insensible? Las cosas con las que tenía que lidiar eran suficientes para volver a cualquier persona distante. Antoine cruzó la habitación a ella, sus músculos en movimiento, eran una visión impresionante de belleza masculina, y levantó su mano derecha a su mejilla. Sostuvo la mirada fija en la de ella, tan helada y fría, pero llena de calor. — ¿Yo no te he hecho daño?, — Susurró y ella negó con la cabeza. Su muñeca ya
no palpitaba ahora, olvido el dolor mientras se perdía en su mirada. Él la miró, frunció el ceño ante las sábanas de seda envueltos a su alrededor como una toga, y las quitó tal como lo había deseado. Las dejó caer en la cama y cerró los ojos mientras él la inspeccionaba, sus manos persistían en todos los buenos lugares. Sus pulgares se posaron sobre sus pezones, convirtiéndolos en picos tensos y duros, luego sus manos rozaron la curva de su cintura y se detuvieron en las caderas. Él se movió detrás y se se mordió el labio cuando él salpicó suaves besos por su espalda baja, siguiendo camino hacia arriba. Sus manos apretaron sobre su estómago, dándole una pista del grado de su fuerza, fuerza, las subió subió a sus pechos, sosteniéndolos mientras besaba sus hombros. —Yo no quiero hacerte daño. —No lo harás.
Apretó los labios en su hombro y suspiró. —Eso no lo sabes.
—Si lo sé. — Sera giró entre sus brazos, presionando toda la longitud de su cuerpo
desnudo contra él suyo, macizo y musculoso. Delicioso. —Confío en ti, Antoine. Confío en que no me harás daño, y puedo demostrártelo. — ¿Cómo? —Espera aquí. — Trato de alejarse, pero él la agarró de la cintura, curvando su
brazo alrededor y arrastrándola de frente a él. Ella sonrió por encima del hombro y le quitó la mano. —Solo dos segundos. Confía en mí. Cogió una de sus camisas de una pila cerca de la puerta, se la puso y cerró algunos de los botones. Llegó hasta la mitad de sus muslos y olía como Antoine, caliente y picante. Empezó a hablar cuando ella abrió la puerta de su apartamento, pero no se detuvo. Cruzó el pasillo negro y dorado a la puerta de su hermano y tocó. Mientras que Snow tenía la costumbre de sólo entrar sin anunciarse, ella prefirió no hacerlo. Antoine había estado bastante enojado cuando la había encontrado tocando a su hermano en un gesto tan inocente como un apretón de manos. Ella no quería pensar en la magnitud magnitud de la lucha que habría de entrar en la habitación de Snow estando desnuda. La puerta se abrió. Snow alzó una ceja. Ella lo imito. Fue bueno que hubiera tocado a la puerta. El hombre, oscuramente hermoso, llevaba nada más que una toalla pequeña alrededor de sus caderas y goteaba agua por todo el suelo de su apartamento. — ¿Me prestas algo?—Su corazón se volcó en su pecho. —Depende de lo que es. — Él fue y dio un paso atrás y se detuvo. —Yo no creo
que sea prudente que entres en mi habitación. Mi hermano te ha reclamado como su hembra. No disfruto de mal humor de Javier cuando Lilah entra en mi habitación sin su consentimiento. No tengo ningún deseo de infligir tanto dolor en mi hermano. Pide lo que deseas y lo consideraré.
¿Estaba diciendo que pensaba que su hermano estaba unido a ella? Ella pensaba que el arrebato de Antoine fue solo una reacción momentánea provocada por su estado de somnolencia. No se atrevía tener esperanza de que él tuviera razón. Había tratado de mantener su relación con Antoine tan física como le era posible y no emocional, pero cuanto más tiempo pasaba con él, íntimamente y después, cuando hablaron de sus vidas, se enamoró más de él . Su deseo de hacerle ver que podían estar juntos fue la razón por la que estaba aquí ahora, a punto de pedir algo que probablemente avergonzaría a él y Antoine —Esas. — Señaló, ya ruborizándose e incapaz de decir las palabras en voz alta.
Snow siguió su dedo, mirando por encima de sus anchos hombros mojados y desnudos. Su cabeza se giró, el pelo blanco azoto como látigo por la fuerza de la acción, lanzando gotas sobre ella. — ¿Las restricciones?
Ella se encogió ante el volumen de esas dos palabras. Aquí estaba tratando de mantener las cosas sutiles y él estaba gritando a todo pulmón. — ¿Quieres atar a mi hermano?— Él se rio entre dientes. —Eres una cosita oscura.
Su rubor se hizo más profundo. No era lo que él pensaba que era, pero no lo corrigió. Él avanzó pesadamente sobre su habitación, dejando otro rastro de huellas mojadas en el piso de madera. Él tenía el mismo gusto en decoración que Antoine. Negro, negro y más negro con toques de rojo. Su cama era algo salido de una cámara de tortura, aunque. El colchón parecía lo suficientemente cómodo, cubierto con sabanas de seda negra y mullidas almohadas. La cama sin embargo. Nunca había visto nada igual. Postes de metal del grosor de los brazos de Snow eran el soporte de las cuatro esquinas. La parte superior e inferior de cada poste terminaba en placas de acero cuadrados atornillados al techo y el piso. En cada pata de la cama, había un tramo de cadena de acero de varias pulgadas de espesor con un manguito igualmente grueso unido al extremo.
La piel recubriendo el interior interior de las esposas estaba cuarteada y manchada manchada con oscura sangre. La cama parecía que debería haber sido lo suficientemente fuerte como para contener a la más salvaje de las criaturas, pero se inclinó en algunos lugares, abollada y mostrando signos de desgaste. — ¿Has visto lo suficiente?, — Dijo Snow y ella saltó. —Yo no quería mirar.
Él se encogió de hombros, pero no vio vergüenza en sus ojos azules. —Tengo mis buenas noches y mis malas noches. Eso es lo que ella había oído. Echó un vistazo a la cama otra vez, sintiendo lástima por él. Tenía que encadenarse a una cama, enjaularse a sí mismo, cada vez que tenía una mala noche. Algo le decía que él utilizaba las restricciones más a menudo. ¿Dormía con ellas? ¿Encadenado y sin defensa, expuesto a un ataque? Una de las primeras cosas que había aprendido al convertirse en un vampiro fue cómo protegerse a sí misma mediante med iante la búsqueda de un lugar seguro para dormir. Mientras que la población humana en general no sabía nada de los vampiros y otras criaturas que compartían su mundo con ellos, había cazadores por ahí que estaban constantemente a la caza de su especie. —Snow, — dijo, y él le entregó las restricciones. —No tengas lástima de mí, — gruñó y cerró la puerta en sus narices. —Tiene razón, Sera. Es su elección. Siempre lo ha sido. No le hagas sentirse
miserable por las decisiones que toma. Él desea proteger a los demás, a los que le importan, y eso es algo noble. Sera asintió y se alejó de la puerta, girando para enfrentarse Antoine donde él se apoyaba en su marco de la puerta a una corta distancia al otro lado del pasillo, vistiendo sólo sus calzoncillos negros. Levantó una ceja al ver las restricciones en sus manos. Eran pesados, con algo más que el acero y cuero. Lo que le iba a proponer era peligroso, pero necesitaba mostrarle a Antoine que confiaba en él. — ¿Son para mí?— Él asintió hacia sus manos. Sera negó con la cabeza.
—Son para mí. — Sus ojos se abrieron.
Ella se acercó y las entrego a él. —Quiero que las utilices en mí. Voy a probar que confío en ti y que no me harás
daño.
CAPITULO10 CAPITU LO10 —Sera.
Antoine se apartó del marco de la puerta y Sera sacudió la cabeza para hacerle callar. Ella sabía lo que iba a decir. —Confío en ti, Antoine. No me harás daño. Yo quiero hacer esto. Sus pupilas se dilataron, oscureciendo sus ojos con el calor de la pasión delatando que quería hacer esto también, pero no porque él quería pruebas de su confianza en él de que no iba hacerle daño. La idea de encadenarla fue lo que le hizo llegar hasta las cadenas, tomándolas, y la llevó a su habitación. Cerró la puerta detrás de ellos y Sera exhaló lentamente, tratando de expulsar sus nervios crecientes. Nunca había permitido que nadie la atara antes, no en su vida humana, y ciertamente no en su vida como vampiro. Sólo la idea de estar encadenada, sobre todo por las restricciones de potencia industrial como las que estaban en manos de Antoine, esposas hechas por un antiguo vampiro. Su corazón latiendo latiendo con fuerza y el instinto instinto le decía que que huyera, que pusiera fin a esto antes de que comenzara. Era demasiado peligroso. No le importo. Tenía que hacerse tan vulnerable como pudiese con el fin de que Antoine aceptará que ella confía en él y que podían estar juntos. Necesitaba saber que incluso cuando estaba indefensa, indefensa, vulnerable a ser atacada y a su merced, podía mantener mantener el control y no dejar que las cosas fueran demasiado lejos. Si ella pudiera demostrarlo, podría creer que la sed de sangre que yacía en silencio a la espera entre sus genes, era algo que podía dominar y él no tenía por qué temer.
Sera se quitó la camisa prestada y la dejó en la pila de ropa. Su mirada se posó en las corbatas de seda al lado de él y levantó una negra, el material suave y sensual contra sus dedos. Su corazón volcó hasta su su garganta y su sangre se se calentó. Se mordió el labio. Misericordia, no podía negar el deseo aleteando en su vientre, sí ya estaba pidiendo a Antoine que le atara, podría ir todo el camino e invitarle a vendarle los ojos también. Cuando se volvió para enfrentarse a él, con la corbata de seda negra colgando sobre su mano delante de sus pechos, Antoine levantó una ceja. Parecía que él iba a rechazar todo el asunto. ¿Había ido demasiado lejos? Arrojó las restricciones sobre las sábanas arrugadas sobre su cama y cruzó la habitación a zancadas. Ella se tensó cuando le arrebató la corbata de entre sus dedos y la miró, y luego a ella. No podía mirarlo a los ojos, estaba demasiado ocupada viendo la forma en que sus dedos temblaban sosteniendo la corbata. Estaba nervioso. Ambos lo estaban. —Date la vuelta, — dijo con voz ronca, voz llena de pasión, áspera por el deseo.
Sera hizo como ordenó, mordiéndose los labios todo el tiempo. Se tensó de nuevo cuando llegó detrás de ella, sus caderas presionando contra su trasero, y bajó los brazos a cada lado de su cabeza. No podía p odía apartar los ojos de la corbata mientras la llevó hacia ella.
Su corazón comenzó a acelerar, la adrenalina se mezclaba con el deseo en su sangre, una mezcla peligrosa que Antoine encendió con un beso. Abrió la boca a lo largo de su hombro hacia el cuello, tentándola al tiempo que él aseguraba la corbata sobre sus ojos, robando uno de sus sentidos. Su instinto se sacudía incluso más fuerte ahora, los otros sentidos entraron en alerta máxima. Podía oír la respiración de Antoine Antoine y aunque bajo y suave, pero sonaba fuerte y áspera, llenando sus oídos, junto con el sonido de la Snow paseando en su habitación y la risita tranquila de Lilah cuando Javier murmuró algo en español que sonaba muy parecido a una maldición.
Cada roce de los labios de Antoine por encima de su hombro la drogó, la huido más profundamente profundamente en su su deseo. Los susurros susurros entre besos eran los peores, enviando chispas brillantes sobre su piel y sus sentidos reaccionaron a toda marcha. —Ven conmigo, — murmuró en su oído, su aliento fresco y persuasivo, sintió sus
huesos derretir. Ya se sentía con demasiado calor, ardor, de sólo los breves besos. ¿Cómo se sentiría cuando Antoine finalmente colocará las irrompibles, pesadas cadenas alrededor de sus muñecas y los tobillos? tob illos? Él la llevó a la cama, poniendo las manos en sus caderas, guiándola a través de la oscuridad. Sostuvo sus manos en frente de ella, con miedo de caer o golpear algo. Confiaba en Antoine pero no confiaba en sí misma. Sin su visión para guiarla, temía que haría el ridículo. —Usa tus sentidos. — Antoine se detuvo con ella, le dio un beso en el hombro y
luego suavemente mordió con los dientes. Ella gimió. ¿Cómo podía esperar que usara sus sentidos en otra cosa que él, cuando estaba haciendo esas cosas con ella? La sensación de sus fuertes manos agarradas a sus caderas y sus labios tan cerca de su garganta, tenía a cada parte suya centrada en él. Sera expandió sus sentidos por la habitación y sus ojos se abrieron detrás de la venda. Todo se volvió tan claro en su mente. Su memoria de la habitación combinada con los sentidos de radar de vampiro le dio una imagen clara de dónde se encontraba. Podría haber bailado alrededor de la habitación con los ojos vendados y no golpear nada. —Elizabeth tiene que mejorar sus lecciones. Tal vez yo podría enseñarte algunas
cosas. ¿Te gustaría eso? — Antoine besó su camino de la garganta a su lóbulo de la oreja. Mordisqueó con los dientes. Sus palabras evocando evo cando imágenes en su mente de él jugando el papel de maestro, mientras ella fingía ser su alumna traviesa. Cielos. Sólo la idea de representar esas perversas fantasías la había empapado con necesidad y la tenía gimiendo por más. Sera movió el trasero en su entrepierna. Una punzada de dolor en el lóbulo de la oreja la hizo estremecerse.
—Maldición.
Antoine se fue en un instante, dejándola sola y desorientada en el centro de la habitación. Sus sentidos llegaron a él y se sorprendió de encontrarlo en la esquina de la habitación. — ¿Qué pasa?— Empujó la venda de los ojos hasta la cabeza y se estremeció de
nuevo, la habitación era demasiado brillante para sus ojos sensibles, a pesar de que las luces estaban bajas. El color rojo rodeaba los hermosos ojos claros de Antoine. Sera se tocó el lóbulo de la oreja y luego se quedó mirando el rastro de escarlata en sus dedos. Sangre. Debe haberlo despertado con su pequeño roce contra su entrepierna e hizo salir sus colmillos. —Ven a besarlo mejor. — Sera torció el dedo.
Él negó con la cabeza y cayó en la cuenta de que cuando dijo que tenía miedo de hacerle daño, esto era lo que quería decir. No quería drenar su sangre, ya que hacerlo le empujaría hacia el borde de un abismo, y caer significaba sucumbir a su sed de sangre. —Probaste mi sangre en el escenario. — Ella frunció el ceño, tratando de averiguar
las normas que había establecido para sí mismo cuando se trataba de sangre. —Un accidente. Yo no debí. Es peligroso. — ¿Puedes controlarte cuando sólo bebes un poco? poco ?
Él se pasó una mano por la cara. —Sí, pero la tentación por más... Sera... quería hundir mis colmillos en ti cuando estábamos juntos en el escenario... todavía quiero ahora. Dulce misericordia, eso le parecía delicioso. Ella quería lo mismo, pero el dolor en sus ojos le dijo que no se lo pidiera, que él no quería ceder a tal petición. La estaba protegiendo. Sera no podía estar estar enojada con él por eso. No quería empujarlo por el borde sólo para satisfacer alguna comezón personal al sentir sus colmillos en ella, tomando su sangre y abriendo la conexión entre ellos. El riesgo era demasiado grande.
El corte en el lóbulo de su oreja ya había dejado de sangrar gracias a su capacidad de curación. — ¿Y si te muerdo? — Dijo, y él gimió bajo y profundamente, un sonido
hambriento y feroz bordeado de dolor, como si estuviera excitado y atormentado al sugerirle tal cosa. Quería saber los límites para no cruzarlos accidentalmente. — Tú no eres el único que recibe el impulso de morder cuando estamos juntos. —Sera, — gimió su nombre, caliente y ronco, envío un destello de fuego a través
de su sangre. Quería oírselo decir de esa manera mientras besaba cada centímetro de ella, hundiendo su polla dura en su cuerpo cuerpo y uniéndolos como uno solo. — ¿Puedo morderte, Antoine?—Sera se armó de valor, superó sus nervios y se
aventuró a dar dar un un paso hacia él. —Probé un poco de ti también, ¿recuerdas? Quiero más. —Sera. — Sus ojos se oscurecieron comiéndose su iris. Lo que quedó de la nada se
convirtió poco a poco en rojo y los círculos negros de su iris comenzaron a contraerse y alargar, convirtiéndose en elíptica. Sus colmillos surgieron, presionando contra sus labios mientras hablaba. Yo no creo que pueda mantener el control de mi sed si lo hicieras. —No es la sed de sangre lo que te hace querer morderme, Antoine, — susurró y
dio un paso hacia él, inclinando la cabeza hacia atrás para sostener su mirada carmesí. —Es la pasión... el deseo. Si fuera la sed de sangre, querrías morderme todo el
tiempo. —Lo quiero. — Dos palabras peligrosas que salieron ásperas y fuerte de entre los
dientes. —No, sólo quieres morderme cuando piensas en follarme.
Él gruñó y lanzó sus manos hasta su cintura arrastrándola a su cuerpo duro como granito. Su boca capturó la de ella, rudo y dominante, y ella se fundió con él, amando lo posesivo y feroz que se volvió.
Empujó sus manos hasta sus fuertes brazos, deleitándose con los contornos de sus músculos que exudaban poder y llenaban su mente con imágenes de él sobre ella en la cama, con los dedos hizo un camino en el pelo más corto en la parte posterior de su cabeza. Él gimió con el primer arrastre de sus uñas sobre su cuero cabelludo y se estremeció con el segundo. Sera rompió el beso y movió su boca a su cuello antes de que pudiera capturar sus labios de nuevo. Ella presionó su lengua sobre la vena y Antoine la agarró, tirando con fuerza contra él, las puntas de sus dedos apretaban dolorosamente contra sus caderas. —No lo hagas, — susurró y él podría haber sonado más convincente si no tuviera
su mano derecha en su cintura y la izquierda enredada en su pelo rubio, fijando su boca a su garganta. Quería esto tanto como ella. No había nada más sagrado para un vampiro que su propia sangre, y dársela a tomar a otro vampiro era una de las más eróticas, profundas experiencias que pudieran tener. Los colmillos de Sera extendidos al dar a su cuello una rápida lamida más por lo que así él tuvo tiempo para prepararse y luego los hundió hundió profundamente en él. Antoine gruñó, un ruido salvaje mezclado en un cóctel embriagador de deseo, felicidad, hambre y peligro. Ella libero su cuello, y cubrió las heridas gemelas con su boca y lo chupó. Antoine se estremeció y gimió de nuevo, sus manos apretando contra ella. El primer contacto de su sangre en la lengua iluminó su mente como fuegos artificiales. En el momento en que tragó, todo el mundo se expandió, extendiéndose hasta el infinito y dejándola perdida, la volvió esclava de la increíble sensación de conexión con la mente de Antoine a través de su sangre. La fuerza fluía en sus venas, llevada por la ambrosia embriagadora y divina que estaba chupando con avidez. Cielos. Este hombre tenía la droga más poderosa del mundo fluyendo en sus venas. Sus rodillas se debilitaron.
Temblaba, pero aún bebía, necesitando un poco más. Lo dejaría antes de ir demasiado lejos. Sera froto su cuerpo contra el suyo, con hambre de algo más que sangre. Antoine se puso rígido. —Sera, detente. — Dijo, con voz profunda y dominante, cortando a través de la
niebla en su mente. —Detente. ¿Por qué iba a querer parar? Él sabía condenadamente bien. Quería beber todo. No le dejó detenerla. Esta era su sangre. Él se la daría. No se la negaría. Si lo hacía, le mostrará lo tonto que es al pensar que podía negársela... Cristo.
Sera soltó su cuello y retrocedió, tambaleándose hacia atrás y golpeo el poste de ébano de la esquina de la cama king-size. —Sera. — Antoine corrió hacia ella, poniendo las manos en su rostro y le hablo con
voz suave y tranquilizadora. —Escúchame, Sera. Él acarició sus mejillas alisando sus palmas sobre ellas. Le temblaban las manos y su cuello estaba ensangrentado. Su estómago dio un salto. ¿Cuánto había tomado? Había estado bebiendo con avidez, tragando su sangre. — ¿Qué?, — murmuró y trató de concentrarse, pero su cabeza giró violentamente,
haciendo girar la habitación. Su mente gritó pidiendo más sangre. — ¡Carajo! —Mírame, Sera, — dijo Antoine y sus ojos se precipitó hacia él. Eran azules de
nuevo, hermosos, claros, y preocupados. —No es tu deseo. ¿Entiendes? Simplemente ignóralo y voy a tener todo bajo control en un segundo. La guio hasta la cama antes de que pudiera preguntarle de qué estaba hablando y la obligó a sentarse en el borde.
Sera miro fijamente al frente. Fiel a su palabra, los pensamientos violentos girando a través de su mente comenzaron a desaparecer uno por uno, hasta que su cabeza quedó clara una vez más y ya no deseo rasgar rasgar la garganta de Antoine como venganza por su audacia al pensar que podía pod ía rechazarla. — ¿Ahora ves el fuego con el que juegas? El tono de Antoine fue oscuro. De pie en
sólo sus calzoncillos negros, tan inmenso y poderoso como co mo Snow lucía antes. Peligroso. —Traté de advertirte. — Se dio la vuelta y Sera frunció el ceño mirando el suelo de
madera. La sed de sangre.
— ¿Es contagiosa?— Su pulso se disparó. ¿Acababa contraer sed de sangre?
Antoine se echó a reír, con un sonido amargo. —No. No eran tus sentimientos. Eran los míos. Sus ojos se abrieron. Pensar que tenía que soportar en el fondo ese oscuro deseo sin sentido cada vez que consume consume sangre. —No siempre, — dijo y ella levantó la cabeza para mirarlo. Se encogió de hombros
y le dedicó una sonrisa forzada. —-No quise entrometerme. Consumiste una gran cantidad de mi sangre. Mi familia siempre ha tenido la capacidad de leer la mente de los más débiles que nosotros cuando tienen suficiente cantidad de nuestra sangre en su cuerpo. — ¿Estoy transmitiendo mis pensamientos a ti?
Él asintió. Bueno, eso fue sin duda algo nuevo. Antoine suspiró y se sentó a su lado en la cama. —No tengo la intención de utilizarlo en tu contra. Algo le decía que él estaba hablando de algo más que leer sus pensamientos. ¿Podía controlarla también? Ella había oído que algunos vampiros, generaciones con más edad, poseían la capacidad de poner a otros vampiros bajo esclavitud, algo que normalmente se reserva para seres humanos solamente. ¿Era así como lo hicieron, haciendo que el vampiro débil beba su sangre?
—Me siento mareada. — Sera se dejó caer sobre la cama.
Fue sólo cuando sintió la mirada de Antoine quemando como fuego por su estómago y luego su su pecho que que recordó que que estaba desnuda. desnuda. Su sangre ardía mientras se centraba en Antoine, disfrutando de la sensación de sus ojos en ella y el deseo aumento sin parar a través de su sangre. La deseaba. Él recorrió suavemente una línea entre sus pechos, y sobre su estómago hasta el ombligo. A partir de ahí, aplastó su palma contra ella y continuó hacia abajo. Sera cerró los ojos con el primer roce de sus dedos entre sus piernas. — ¿Todavía quieres estar atada?—Sonaba claramente más interesado en jugar con
ella ahora. No solo porque él quisiera atarla. Su sangre en su cuerpo estaba transmitiendo sus pensamientos y sentimientos a él. Si no lo hubiera mordido, podría haber seguido su juego y atarla, pero habría tenido que confiar en los sentimientos percibidos de ella. Ahora, con su sangre transmitiendo todo para él y con la conexión entre ellos abierta, que no mostraba ningún signo de cerrarse pronto, él sería capaz de sentir la verdad en ella y no sería capaz de ocultar nada de él. Sera asintió y levantó las manos, poniendo sus muñecas juntas por encima de su cabeza. Abrió los ojos y sonrió, haciéndole sentir sentir todo lo que que estaba fluyendo a través de ella. Realmente no la asustaba y ella realmente confiaba en él, y esto se lo demostraría de una vez por todas. -Átame, Antoine.
CAPITULO11 CAPITU LO11
A
ntoine tenía ciento diez por ciento la certeza de que esto era una muy mala idea. Muy, muy mala. mala. Por desgracia, la furiosa erección dentro de sus calzoncillos le estaba diciendo diciendo que estaba de humor para algo muy, muy malo y lo que Sera propuso encajaba perfectamente. No podía pensar pensar en ella encadenada y a su merced sin que su polla sintiera espasmos y dolor. La sangre ahora en sus venas le susurró que no estaba mintiendo en absoluto. Ella quería esto tanto como él y no tenía miedo, ni siquiera después de haber experimentado la rabia de su sed de sangre de primera mano. Es más fuerte de lo que él le había dado el crédito y él fue el primero en admitir que eso le gustaba. Tal vez podía con él y todo lo lo que eso implicara. Sin embargo, él no era de los que suelen tentar a la suerte por lo que se levantó de la cama, cruzó la habitación a su cómoda y lleno un vaso con sangre. Lo inclino y cerró los ojos mientras se deslizaba por su garganta, reponiendo algo de lo que había perdido. Sólo el recordar su boca en su garganta, la sangre fluyendo a ella, y los ruidos de succión hambrientos intercalados con gemidos ahogados de placer, tuvieron a su erección luchando contra los bóxer negros. Quería hundir sus colmillos en ella mientras introducía su polla en su calidez, perdiéndose por completo en deseo por esta mujer. Había oído a Javier y Callum al pasar por la puerta esta mañana antes de que quedar dormido. Habían mencionado a Sera y que no había salido de su habitación desde su llegada. El personal y los artistas estarían hablando de él también. Se había perdido una actuación para estar con co n ella. Nunca había perdido una actuación. ¿Qué estaba haciendo con él?
Hubo un tiempo en que habría matado a cualquiera que intentara extraer su sangre, incluso a aquellos cercanos a él. Habría matado a Anya. Había vivido con ella durante un siglo y nunca permitió que ella probara su sangre. Sera había tomado su sangre dos veces, una vez al curarlo y un momento antes cuando le mordió. Lo mordió.
Diablos, él no debería querer arriesgarse a despertar su sed de sangre, pero quería hacerlo de nuevo. El fuerte escozor de sus colmillos hundiéndose en él y los tirones ásperos que había hecho para beber su sangre habían sido éxtasis. — ¿Vas a atarme, Antoine?
Tan descarada tentadora. Su zorra malvada. Sentada en el extremo de la cama, con aspecto inocente a pesar de estar desnuda, su rubio rubio pelo rizado cayendo con gracia sobre los esbeltos hombros cremosos y ojos verdes como fascinantes fijos en él, desafiantes. Nunca había sido el tipo de persona per sona que rechaza un desafío. Antoine sonrió y cruzó la habitación, sosteniendo sus miradas todo el tiempo, dejando ver que ella conseguiría lo que que deseaba. Él haría haría todo en su poder para controlarse y no dejar que su deseo de morderla se llevara lo mejor de él. La sangre que acababa de ingerir mantendría lo peor de su hambre a raya. Cogió las restricciones y coloco un par al lado de la cama. cama. El otro par las tenía tenía en una mano mientras subía al colchón. La mirada de Sera lo siguió. Él la agarró por las muñecas y sin esfuerzo la levantó por la cama, hasta que su cabeza tocó la almohada de color carmesí, y luego se dedicó a fijar las restricciones alrededor de los postes de la cama. Ató la cadena alrededor del poste negro tallado, sujeto el manguito en un extremo del mismo y lo cerró de golpe. Las esposas en sí no eran lo suficientemente grandes para cerrarlas alrededor del poste, así que era la única manera de asegurarlas a su cama. Agradeció al destino destino por regalarle un pequeño respiro. Al menos con las piernas libres, Sera podría darle una patada si llevaba las cosas demasiado lejos y cruzaba una línea.
Puso la cadena de la segunda restricción alrededor del poste y la cerró, con fuerza. Los dos conjuntos se unieron, llegando a donde yacía Sera y no tiraban demasiado duro de sus brazos, dándole algo de espacio para moverse. — ¿Qué pasa con mis pies? — Sera frunció el ceño mirando las cadenas. —Es probablemente mejor dejarlos libres. —Antoine podía ver que iba a protestar
y decirle que pidiera pidiera otro par a su hermano pero él mató su intención antes de que saliera de sus labios. —Puede ser que quiera darte vuelta. Sus mejillas se ruborizaron profundamente. Hermosa. Quería lamerlas y sentir su calor cada vez que lo hiciera. Verlas le daba ganas de hablarle de cosas más perversas para que el rubor se propagara y cubriera la totalidad de su cuerpo. Sera se calmó cuando recogió el primer brazalete y lo colocó alrededor de su delgada muñeca. Fueron diseñadas para adaptarse a muñecas más gruesas como las de Snow y para su fuerza, así que había un espacio. Si intentaba lo suficiente, ella sería capaz de deslizar deslizar la mano y escapar. Eso le dio la paz mental. Chasqueó Chasqueó la segunda cerrándola alrededor de su otra muñeca y luego se echó hacia atrás. Diablos, se veía tan bien toda encadenada a su cama y desamparada. Olvídense de cosas perversas, quería hacer cosas malas con ella. Cosas muy malas. Su corazón latía contra su esternón, un pesado latido primitivo que mantenía a su sangre bombeando y el hambre carnal arrastrándose arrastrándose por sus venas. Sera se retorció en la cama y tiró de las restricciones. Su pequeño espectáculo casi lo convence. Él sabía que era para revelar su vulnerabilidad, para engatusarlo, y por el Diablo funcionó. Él se abalanzó sobre su boca, cubriendo su cuerpo con la mitad del suyo, en un ángulo que mientras empujaba su lengua más allá de la barrera de los labios, afirmó su dominio sobre ella. Inmediatamente se arqueó con el beso, su cuerpo caliente contra el suyo, sus pezones duros presionando contra su pecho. pec ho.
Su gemido prendió fuego, cortando una fracción de su control, llenando su cabeza con la idea de mantenerla atada a su cama para siempre. No quería dejarla ir. Esta hermosa tentación, esta diosa malvada, era suya y sólo suya. Él no le haría daño y no permitiría que que ella se lo lo hiciera a él. Sus dedos se apretaron en su pelo largo y rubio, arrastrando la cabeza hacia atrás para que abriera la boca para él. Ella jadeó y se estremeció pero no lo detuvo. Era suya. Si alguna vez lo lastimaba, él... Antoine se apartó y la miró fijamente. Yacía debajo de él, con la cabeza echada atrás por el ardor de su agarre en su cabello, sus profundos ojos verdes muy abiertos. Sin embargo, no sentía miedo. Sólo deseo entrelazado con su sangre. Él nunca le haría daño. Aflojó el agarre, respirando con dificultad y luchando por el control. No importaba si ella lo lastimaba. Él cumpliría su promesa. No la obligaría a permanecer con él o se vengaría si no lo hacía. — ¿Antoine?— Susurró sin aliento. —No te detengas.
Antoine alisó con la mano sobre su mejilla y la miró a los ojos. Él nunca se detendría. Si ella se lo permitía, lo haría para siempre, a pesar de que parte de él temía que ese para siempre le seria arrebatado una vez más. No creía poder sobrevivir si Sera hacía tal cosa con él. Su hermano le había dado una razón para vivir la última vez, pero si Sera lo dejaba, incluso Snow no sería razón suficiente para permanecer. —Te ves triste, — le dijo, y él negó con la cabeza. Afligido, tal vez. O con miedo.
Pero triste no. Nunca podría estar triste cuando él la miraba. Ella le había dado la felicidad como nunca había experimentado antes. Estos pocos días que paso con ella habían sido el Cielo.
—Bésame, Antoine... haz el amor conmigo.
Eso, podía ciertamente hacerlo. Él nunca se cansaría de darle placer, porque ella se lo daba igual a cambio. Sólo con ver el placer pintado sobre su hermoso rostro, fue suficiente para satisfacerlo. Cuando ella lo tocaba, cuando ponía su boca sobre él o lo tomaba en su cuerpo y se aferraba a él, era nada menos que éxtasis. Él bajó su boca y suavemente reclamó sus labios, en esta ocasión, con un beso lento para mostrarle cuán tierno podía ser con ella. La sed de sangre podría estar al acecho en su interior, ordenando dar rienda suelta a sus pasiones oscuras y tomar lo que quería de ella, pero nunca sucumbiría a la misma. Él pelearía. Sera gimió y enredó su lengua con la de él, corriendo la punta a lo largo y luego pasándola por encima detrás de sus caninos. Él gruñó y profundizó el beso, buscando más contacto entre ellos. Su lengua se deslizó sobre sus dientes y su gruñido se convirtió en un gemido. Sus colmillos estaban fuera. Sus propios colmillos se alargaron en respuesta y sus ojos cambiaron, su deseo de morderla se rugió de nuevo en su cabeza, apoderándose de él. Antoine se separó de su boca y bajó la cabeza hasta sus pechos, chupando un pezón mientras el otro lo estimulo entre el dedo índice y el pulgar, haciendo rodar el brote color de rosa, aumento la dureza hasta que Sera gimió. Pellizcó su pezón y ella se arqueó contra él, su gemido expandiéndose por la habitación. No le importaba si alguien los escuchaba. Todos ellos ya estaban hablando hablando de él y Sera. Más les valdría escuchar la verdad. Chupó el pezón y ligeramente le mordió. El sabor de la sangre se esparció en su boca, se acumuló, su hambre creció. Él chupó el pequeño rasguño donde sus colmillos le habían rasgado, su cuerpo tensándose con cada gemido entrecortado que salió de ella y cada pequeña molécula de sangre que él tomó. Ella confiaba en él. Nunca lo dudo. Pero él no confiaba en sí mismo.
Besó hacia abajo de los pechos, pasando sus manos sobre su suave piel, tan suave, devorando su estómago con besos con boca abierta humedecida, que la tenía gimiendo y retorciéndose. Antoine miró mientras le besaba y lamió, necesitaba verla encadenada y a su merced para aumentar aumentar todo lo que estaba sintiendo. sintiendo. Sera echó la cabeza hacia atrás y gimió. Sus ojos fijos en las apretadas venas de su cuello. Las miró y lamió su estómago, lo chupó hasta que que ella se quedó sin sin aliento y olía el rompimiento de sangre debajo de la superficie de su piel. —Antoine, — gimió y levantó sus caderas, acercando más el estómago a su boca.
Él arrastró sus labios labios y le besó suavemente succionando sólo unos unos centímetros por encima de la cadera. Un mordisco de amor. Cómo un humano. Él podía darle un mejor mordisco de amor que eso. Todo ardía rojo y golpeó, sin pensar, con sus colmillos fuertes en su cadera. Sera se resistió y gritó, su cuerpo temblaba. El olor de su deseo inundó la habitación, mezclándose con el sabor de su sangre mientras tragaba un poco más de un sorbo antes de alejarse de ella. Él lamió la marca de la mordedura, maldiciéndose por hacerlo, pero al mismo tiempo felicitándose felicitándose por permanecer lo suficientemente consciente, había sido capaz de parar después de sólo una probada. Diablos, Sera sabía muy bien, aunque quería más. Sera gimió mientras él lamía la marca de la mordedura y sintió sus ojos sobre él. Su mirada se deslizó a la de ella, pero no dejó de lamer, tomando cada gota que se filtraba por los cortes, que comenzaban a sanar. Ella todavía no tenía miedo. La aceptación en su mirada, mezclada con una fuerte dosis de deseo, le dijo que le permitiría morderla de nuevo si quería, sin importar el peligro para sí misma. Quería besarla por eso. Se conformó con besar la marca de mordedura en la cadera. Su marca. Él nunca había mordido a alguien antes. ¿Era suya ahora?
Tiempo atrás, una marca como ésta se consideró un reclamo. Esa tradición había muerto hace mucho tiempo, pero él era lo suficientemente viejo para recordarlo y parte de él seguía aferrado a las viejas costumbres. Apretó los labios sobre la marca y luego besó besó bajando, siguiendo siguiendo la línea de la cadera a los pálidos rizos que cubrían su ingle. Ella gimió y luchó contra las restricciones mientras separaba sus muslos y se acomodó entre ellos. La idea de hundir su polla en su calor acogedor lo tenía cerca de rendirse a ese deseo, pero se contuvo, con la intención de darle placer primero y satisfacer su propia necesidad después. Se inclinó y abrió los suaves pétalos afelpados, abriéndola a su mirada. Ella brillaba por la humedad, tan lista para él y el aroma de su deseo agito el suyo. Cerró los ojos, con la lengua, rápidamente acarició sobre su clítoris. Ella gimió y se arqueó en el toque, y él tenía que verla. Abrió los ojos y la observó mientras él lamió, provocándola con su lengua, consumiendo la miel dulce de su excitación mientras bebía a la vista vista de su placer. Placer que cruzó por su cara y sintió en su su sangre, puro y honesto, profundo e impenetrable. Placer que él había despertado en ella. Una flecha de orgullo disparó a través de él y la lamió con más atención, colocó su boca sobre el brote y chupo. Sera volvió a gemir, inclinando la cabeza cabe za hacia atrás y apretó los muslos sobre él, apretándole la cabeza entre ellos. Él separo sus piernas y continuó estudiando sus reacciones, en busca de los movimientos que le harían jadear más fuerte y mantendrían el deseo ardiendo en su sangre. Ella se tensó y jadeó cuando él bajó dos dedos a su núcleo, instalándolos allí. Su polla palpitaba con el recuerdo de cómo se sentía estar envuelto alrededor, tan húmedo y acogedor, enguantado perfectamente. Quería Quería estar dentro de ella otra vez, poseerla y demostrarle que le pertenecía ahora y tenía la intención de llenar el resto de sus años con felicidad. Sera se retorcía en sus dedos, montándolos en una una manera que la excitación y hambre aumentaron. Tan lasciva y perversa. Era hermosa al buscar su placer, su rostro alternando entre un ceño duro y un suave suspiro, con las manos fuertemente cerradas alrededor de las cadenas.
Su polla palpitaba contra el colchón y estómago, sus bolas se apretaron mientras absorbía la visión de ella encadenada y entregándose a la pasión. —Más, — susurró y se resistió a la tentación de señalar que ella quien montaba sus
dedos. Él no los movía en absoluto, simplemente estaba introduciéndolos rápidamente mientras él prodigaba atenciones a su clítoris con su lengua. Ella gimió y se retorció, tirando de las restricciones en sus muñecas, y sus caderas desplazándose más y más rápido. Antoine chupó y le dio un solo golpe con sus dedos. Ella gritó su clímax, él movió las caderas masturbándose contra el colchón, y no la libero. Él seguía bombeando y lamiéndole, hasta que que le suplicó suplicó que se detuviera, susurrando que no podía aguantar más. Antoine retiró sus dedos y se los lamió, saboreando el sabor de su deseo. Los ojos verdes de Sera se abrieron lentamente frunció el ceño y se lamió los labios. Su polla saltó. Ella sonrió con malicia, una invitación que le decía que no necesitaba la conexión entre su sangre para saber lo que él quería hacerle. Antoine se movió sobre ella, besando y lamiendo, con el cuerpo tensándose con cada pulgada más cerca a la boca. Él la cubrió con la suya cuando llegó a su alcance, hundiendo su lengua profundamente y desatando su pasión. Esta vez duro, pero ella le correspondió la fuerza, con su lengua luchando contra la suya y sus gemidos entrecortados motivándolo a seguir. Ella le mordió el labio inferior, inferior, lo chupó en su boca, y su lengua barrió sobre la de ella de una manera que envió chispas de placer a través de él. Él quería quería morderla cuando hizo eso, quería quería que lo mordiera también, ansiaba sentir sus dientes hundiéndose en el labio y sentir felicidad suprema. Él se apartó de su boca y la besó por la mandíbula. Cuando ella recupero la respiración, se arrodilló a horcajadas sobre su pecho. Sus ojos verdes miraron su polla y él miró hacia a sus muñecas, muñecas, el ver las cadenas calentó su sangre y lo empujo a seguir adelante. Ella lo deseaba también, sabía lo que venía y no lo rechazo.
Antoine se movió sobre ella y se sostuvo de la parte superior de la cabecera de la cama con una mano. Pasó la otra mano por su polla, revelando la corona, y luego se balanceó por encima de su boca. Sus labios se separaron, su mirada fija en él, las pupilas llenas de deseo y necesidad. Antoine gimió y se agarró con fuerza su polla, la pizca de dolor sólo se sumó al placer, junto con el pensamiento embriagador de lo que estaba por venir. Bajó su erección, lentamente deslizándola en su boca caliente, y gimió cuando ella envolvía sus labios a su alrededor. Su mano dejó su rígida longitud y se unió a la que mantenía agarre en la cabecera. Cerró los ojos y luego los abrió de nuevo, obligándose a mirar a Sera debajo de él, con la boca alrededor de su longitud. Confiando en él. Antoine levanto lentamente sus caderas y luego se echó hacia atrás, marcando un ritmo que no le hiciera daño, pero que lo tendría deshaciéndose en poco tiempo. Ella gimió con cada profundo empuje de su polla, su garganta vibrando contra la sensible cabeza, y él gimió con ella, sin aliento y perdió en las sensaciones. Trató de mantener sus movimientos constantes y suaves, pero vaciló algunas veces. Ella gimió cuando él empujó más profundo y era difícil resistirse a la tentación de mantener ese ritmo más duro, en lugar de volver a uno más lento. Él la miró fijamente. La visión de ella debajo de él, con los ojos cerrados mientras chupaba su polla y agarrada a las cadenas de sus ataduras, potencio el placer fluyendo por su sangre. El roce ocasional de sus dientes por encima de su longitud arrancó gemidos graves de él y le hizo cerrar los ojos y bajando la cabeza, moviendo todo el cuerpo y su aliento temblaba mientras continuaba follando su bonita boca. Le temblaban las manos contra la cabecera, las garras hicieron punción en la madera de color negro, y bombeo en ella, su trasero tensándose con cada empuje lento y cuidadoso. No podía aguantar más.
Sus pelotas se apretaron, se retrajeron, y él gimió. —Sera.
Se detuvo y el calor en su sangre estalló en llamas que lo envolvieron, enviando chispas calientes a deslizarse sobre su piel. Su semilla dejándolo, la idea de que llenaba la boca de Sera mientras tragaba a su alrededor, lo hizo gritar su nombre y colapso contra la cabecera. Él luchó para mantenerse por encima de ella, débil de su clímax y confuso por la manera en que Sera le lamia. Antoine rodó hacia un lado, aterrizando en el colchón con la espalda apoyada en el brazo de ella y respiró hondo para componerse a sí mismo. Su polla tembló, seguía dura y dolía por más. Dolía por más de Sera. Él no estaría satisfecho hasta bombear su semilla dentro de ella, reclamándola en la más primaria de las maneras. Ella jadeo cuando él se acomodó entre sus piernas, como nada más que un destello de aire frío, enganchó sus rodillas sobre sus hombros y metió la polla en su núcleo. —Antoine, — gimió mientras se retiraba lentamente, dejándola sentir toda su
longitud y lo que hacía en él. Él quería ser amable, pero no pudo. La necesidad de reclamarla fue demasiado feroz. La agarró por las caderas, recargo su cara contra su rodilla y la penetró, largo y profundamente, áspero y rápido. Acomodo la pelvis y enganchó los pies alrededor de su cuello. Antoine gruñó. Su chica era maravillosamente malvada. Ella gimió con cada inmersión de su cuerpo en el de ella, temblando bajo él, tentándolo a entregarse por completo a su verdadera naturaleza. Él podría reclamar más que su cuerpo. Podía reclamarla toda. Abrió los ojos. Su delgado cuello pálido era de fácil acceso si él empujaba un poco más profundo. Gritó cuando lo hizo, enterrándose hasta la empuñadura con cada golpe, y sus piernas cayeron por sus brazos, liberándolo y permitiendo que llegara a la garganta. Se inclinó sobre ella, con las manos plantadas a ambos lados de sus pechos, la mirada fija pulso justo por encima encima de la clavícula izquierda. izquierda.
Se introdujo en ella, gruñendo con cada encuentro de sus caderas, poseyéndola tal como él había querido. —Por favor, Antoine,— susurró y él se perdió, en ella, en la sensación de su cuerpo
tenso contra el suyo, su sudor pegando juntas sus pieles cuando bombeaba, empujándola hacia otro clímax. Haría de éste el mejor que hubiera tenido. Él la arruinaría para todos los demás. Los labios de Antoine fueron atrás mostrando mostrando sus colmillos colmillos y miró su garganta, empujando más duro y más rápido en ella, saboreando sus gemidos y suspiros entrecortados, esperando el momento oportuno. Ella le apretó, su cuerpo apretó y soltó, al entrar. Ella estaba hecha para él. Si sería su perdición o como su salvación todavía estaría por verse, pero ella fue hecha para él. Él gruñó y bombeo más profundo, sus caderas como pistones, pistones, sus gruñidos un sonido oscuro en comparación con sus gemidos suaves. —Antoine, — murmuró y giro su cabeza lejos de él, los músculos de sus brazos
esforzándose mientras tiraba de sus ataduras. —Sí... oh, sí. Antoine respiró hondo y hundió sus colmillos con fuerza en su garganta en el mismo momento que su polla empujó hasta el fondo en su interior. Sera gritó su nombre con todo lo que sus pulmones dieron, el sonido fue el cielo a sus oídos, y su cuerpo se tensó y luego estalló en un latido salvaje, discordante con los impulsos y los temblores de su propio orgasmo. Bebió profundamente al tiempo que se derramó dentro de ella, reclamándola totalmente. Ella ahora le pertenecía. Su felicidad corrió por la conexión entre ellos y él sabía que ella sentía su propia felicidad ya que sus mentes estaban unidas. Pequeñas chispas de luz brillante en una deslumbrante variedad de colores, pincharon la habitual oscuridad de su mente y creciendo para iluminar la oscuridad sin fin dentro de él. Antoine aminoró la succión y frunció el ceño.
No había perdido el control. Selló los cortes con un movimiento de su lengua y luego se echó hacia atrás y miró a Sera. Abrió sus hermosos ojos verdes, su respiración era áspera y rápida. Le acarició la mejilla y ella le devolvió la mirada, llena de afecto y calidez. Él sabía la profundidad de sus sentimientos. Los veía en sus ojos, su corazón expuesto, y lo sentía en su sangre y no le asustaba. Le halagaban, le honraban. Le había prometido nunca hacerle daño y ella confió en él, incluso cuando él temía que no sería capaz ca paz de mantener esa promesa. pr omesa. Sin embargo la mantuvo. Su creciente creciente afecto por él, lo demostró en cada acción, cada beso y sonrisa que le dio, le había dado la fuerza que necesitaba. Se había sometido a su lado más oscuro y lo mantuvo a raya sin siquiera intentarlo. Antoine bajó su boca para besarla. — ¿Puedes quitar estas, ahora? — Sera sacudió las cadenas.
Se había olvidado de ellas. — ¿Te están haciendo daño? — Inspeccionó una de sus muñecas, pasando su
pulgar sobre la suave piel sin marcas. —No.
Antoine le devolvió la mirada y sonrió con malicia. —Sólo que quiero usarlas en ti ahora.
Antoine sonrió y soltó la muñeca. Diablos, él estaría de acuerdo en eso.
CAPITULO12 CAPITU LO12
S
era gentilmente acomodo la palma contra su pecho desnudo. Antoine siguió su instrucción en silencio, de rodillas en la cama mientras se levantaba sobre él. Enroscó las piernas alrededor, metiendo sus pies debajo de su trasero, y le acarició siguiendo una línea en el pecho.
Cerró los ojos y respiró despacio, su corazón palpitante contra su palma, los nervios aumentando. Snow reaccionó violentamente cuando Antoine puso las cadenas en él. Antoine no estaba seguro de cómo iba a reaccionar cuando Sera colocará las esposas de acero y cuero grueso alrededor de sus muñecas y le aseguraría a la cama. Se negó a escuchar el miedo en el fondo de su mente, las venenosas palabras susurrando que iba a reaccionar tan violentamente como lo hizo Snow y le haría daño. No lo haría. Ella se había puesto en posición vulnerable con el fin de mostrarle la profundidad de su confianza y su fe en él, y él quería hacer lo mismo por ella. ¿Y si él tenía una reacción adversa, que? Los negros pilares de madera tallada de su cama con dosel se romperían como yesca si utiliza toda su fuerza sobre ellos. Sería fácil escapar. —No tienes que hacer esto, — susurró Sera y pasó los dedos por encima de su
pecho, sus ojos suaves con comprensión y preocupación. Sin embargo un indicio del deseo permaneció en ellos. A ella le gustaba la idea de atarlo, y Diablos, a él le gustaba demasiado. Por primera vez en su vida, quería ser encadenado y atado. Quería darle el control a otra persona.
—Si lo haré. — Antoine se inclinó, deslizó su mano derecha en la parte trasera de
la cabeza de Sera, pasando pasando los dedos en su pelo, y la atrajo hacia hacia él. Su mirada cayó a su boca y su corazón dio un vuelco, con un fuerte ritmo que lo sacudió e hizo su aliento estremecer. Cerró los ojos, reclamó sus dulces labios y la besó tan suavemente como pudo. Cuando ella se apoyó en el beso, él se apartó y la miró fijamente. Sus párpados se levantaron, revelando profundos iris verdes y pupilas ampliamente dilatadas. —Quiero hacer esto.
Ella asintió con la cabeza, movió su mano a su mejilla y la acarició, su toque fuerte podía ser tan suave como plumas que despertó sus sus sentidos. ¿Sería amable con él cuando le tuviera encadenado y a su merced? Dulce Infierno, él esperaba que sí. Disfrutó en los momentos en que fueron rudos y malos unos con otros, pero los momentos en los que eran suaves y tiernos, llegaron hasta dentro de su alma y le afectaron profundamente. —Acuéstate, — Sera dijo roncamente, la zorra surgiendo a la superficie. Su sonrisa
era perversa, él obedeció y cayó de espaldas sobre las sabanas, con la cabeza en la almohada. Antoine respiró hondo para calmarse y estiró los brazos sobre las almohadas. Su corazón seguía saltando, su sangre corriendo mientras su mirada seguía a Sera en cada movimiento. Se arrodilló al lado de su brazo derecho, levantó con cuidado la muñeca y se la puso en el centro de la banda de cuero. cuero. Aspiró hondo cuando la cerró alrededor de su muñeca. Se ajustaba perfectamente, no quedo ningún espacio alrededor de su muñeca para retorcerse y liberar la mano si quería escapar. Su única opción sería la de romper los postes de la cama. Bastante fácil de hacer. Sólo esperaba no llegar a eso. “Le gustaba su cama”.
El pánico cerró su garganta y Sera hizo una pausa, como si hubiera sentido el aumento en sus emociones. Probablemente así fue. Su sangre aún fluía en sus venas, suficiente para poder sentir sus emociones con claridad, pero él ya no podía escuchar sus pensamientos. Ella sería capaz de sentir a través de esa conexión también. Le acarició el brazo, suave y tiernamente, tranquilizando su pánico hasta que sintió que podía respirar de nuevo.
—Nosotros realmente no no tenemos que... —Lo quiero, — Antoine interrumpió y ella asintió con la cabeza, pero no parecía
segura. Suspiró. —Estoy preocupado de que podría reaccionar mal. No quiero hacerte daño. —Lo sé. — Se inclinó y le dio un beso en la parte interior de su codo, y luego se
abrió camino hasta el brazo, prestando especial atención a cada cicatriz con la que se topó. Le encantaba cuando las besaba porque sentía la compasión en ella con cada presión de sus labios, el profundo afecto que se escondía en su corazón, el cariño que igualaba los sentimientos sentimientos guardados en él. Ella se echó hacia atrás y frunció frunció el ceño hacia él, y se le hizo difícil no mirar fijamente sus pechos desnudos. Los brotes oscuros o scuros de sus pezones pezo nes lo atraían y que q ue quería agarrarla y arrastrarla hacia él para que pudiera mamarlos. —Si te entras en pánico... Snow te sentirá, ¿no es así? — Había preocupación en sus
ojos. Antoine sonrió. —Probablemente, a pesar de que sabe que tenemos las restricciones y tus intenciones cuando se las pediste era muy claras. Hay una posibilidad de que no irrumpa a través de la puerta y nos atrape en el acto. Un hermoso carmesí coloreo sus mejillas y bajo su mirada, sobre su pecho. La sonrisa de Antoine se ensanchó. —Haré mi mejor esfuerzo para relajarme. Estoy seguro de que es sólo el miedo a lo
desconocido y una vez que me ates, voy a sentirme más cómodo. Sera asintió de nuevo y paso por encima de su torso. Antoine la agarró por la nuca con la mano libre, la arrastró hacia él y la besó. Ella gimió en su boca, todo su cuerpo se tensó y luego se relajó. La sensación de su piel suave y cálida arrancó un gemido de su garganta y él profundizó el beso, reclamando sus labios y lastimándolos con su fuerza. Tenía que besarla así, saborearla y devorarla, para dominarla antes de que ella lo dominara. Todo el hombre dentro de él, decía que dejara claro ahora quien está a cargo y que ella era suya.
Antoine gruñó cuando trató de envolver su otro brazo alrededor de ella y sintió el tirón de la restricción. Sera se mordió el labio inferior y luego se echó hacia atrás, con una sonrisa en su rostro. —Apesta, ¿no? Quería tanto tocarte cuando tú me ataste. Me dolía por colocar mis manos sobre ti. Gruñó de nuevo, bajo y salvaje, excitado por la idea de desear algo que no podía hacer. No lo estaba alentando exactamente para estar de acuerdo en dejarla atar su otra muñeca. La idea de no ser capaz de tocarla era una tortura para él. Quería rozar con sus manos sobre cada centímetro de su piel pálida y besarla de pies a cabeza, algo que no podía hacer con las manos atadas. Intento agarrarla de nuevo, pero ella evadió la mano, cogió su muñeca, y la clavo en la almohada dentro de la banda de cuero antes de que pudiera parpadear. Antoine se relajó en la cama y le dejo salirse con la suya. Podría fácilmente escapar de su alcance, pero una parte de él no quería y la otra anhelaba experimentar lo que Sera había dicho, excitado por la idea de estar atado e indefenso. Antoine la sintió tensarse. Se tensó también, esperando sentir algo reaccionar sobre él. Pánico. Miedo. Furia. No sentía nada de eso. Miró a sus sus manos atadas, izquierda y luego derecha. Lo que envió una ráfaga caliente de excitación a través de sus venas. Sus brazos eran más largos que los de de Sera de modo que había un poco de holgura en las cadenas para ella, pero él sólo los podría elevar a unos cuantos centímetros de las almohadas. Tiró, curvó estirando sus brazos tanto como pudo, poniendo a prueba su fuerza. —Nada de eso. — Sera montó su pecho. A horcajadas sobre él, se apoderó de sus
antebrazos y los apretó hacia abajo en las almohadas de color carmesí, obligándolo a relajarse. —Vas a romperlas y no le pediré a Snow otro par.
Antoine levantó una ceja. No lograría romper las cadenas. Fueron construidas para resistir la fuerza de Snow. Era más probable que la cama se rompiera en lugar de las cadenas, y las restricciones serían inútiles entonces. A menos que ella atara sus manos juntas en su espalda. A Antoine no debido gustarle la imagen que le vino a la mente con ese pensamiento, pero la idea de yacer con las manos encadenadas a la espalda y Sera encima de él despertó su deseo. Su polla tembló y comenzó a endurecerse de nuevo. Él tiró de las ataduras, más suave esta vez, así no le reprendió Sera, y gimió ante la sensación. Sera río tontamente. —Creo que estás disfrutando de esto más de lo que pensé que lo harías. — Metió el
brazo detrás de ella y pasó la mano por p or su dura longitud, arrancando otro o tro gemido de él. La sensación de tenerla sentada a horcajadas horcaj adas sobre su pecho, su calor filtrándose en él, y su mano en su pene era exquisita. Cerró los ojos con el siguiente golpe de su mano por su longitud y luego los abrió de nuevo, mirando profundamente los de ella. Le sostuvo la mirada, la de ella suave y llena de deseo, deseo, apasionada e intensa. Le pasó las manos a lo largo de sus brazos y se movió hacia atrás. Él gimió y trago, trató de mantener los ojos fijos en los de ella mientras se movía por su cuerpo, arrastrando sus dedos sobre su pecho y luego el estómago. Tiró de las restricciones, gimiendo cuando se clavaron en sus muñecas, la chispa de dolor intensifico su placer. —Antoine, — susurró Sera atrayendo bruscamente su atención hacia ella. Pasó sus
dedos en círculos alrededor de sus pezones y luego hacia abajo sobre las crestas de su estómago. Se tensó, provocando un gemido dulce. Trazó cada músculo con los dedos y los canales entre ellos, su lengua moviéndose sobre el labio inferior. Cuando hizo eso se quedó mirando su boca, con ganas de besarla.
Ella se inclinó y sustituyó sus dedos con los labios, besándolo y barriendo su boca sobre su estómago. Se arrastró más atrás, con las rodillas a horcajadas sobre sus muslos, y lamió el hueco de su ombligo. Él se echó a reír. Le respondió con una risita suave, y arremolinó la lengua alrededor de su ombligo de nuevo. Antoine se sacudió hacia arriba, apretando los puños, y se río más fuerte. Su estómago se tensó y volcó, revoloteando. Nunca debería haber revelado su debilidad. Ella era despiadada, su risa y la de ella se mezclaba aligerando el estado de ánimo por unos breves segundos. Cuando se echó hacia atrás, sus ojos se encontraron y el estado de ánimo cambió de nuevo, profundizándose una vez más. Con la sangre en su cuerpo, era imposible para ella ocultar sus sentimientos de él, pero el hecho de que que ni siquiera estaba tratando lo conmovió y le hizo hizo corresponder de la misma manera. Él la miró a los ojos y dejó que sus sentimientos burbujearan a la superficie para que los viera en sus ojos y los sintiera en su sangre. Tenía las mejillas sonrojadas de nuevo y él le sonrió, suave y cálido, contento debajo de ella a pesar de que estaba atado e impotente. Había estado atado e impotente desde el momento en que él la conoció. Sera agarró su polla y la colocó debajo de ella. Le sostuvo la mirada mientras lentamente se dejó caer en él, llevándolo dentro en su calor y robándole el aliento. Se esforzó por enfocarse, estaba entre el deseo de cerrar los ojos y disfrutar de la sensación de su cuerpo cerrándose en el suyo, o mirarla fijamente a los ojos y ahogarse juntos en sus sentimientos combinados. Sera colocó sus manos sobre su estómago y se levantó, tan lentamente como se había hundido en él. Él gimió y ella se le unió, su gemido fue tan bajo que apenas la oyó. Sus brazos se tensaron, su cuerpo se volvió rígido cuando comenzó a montarlo, marcando un ritmo que amenazaba con abrumarlo. Sus emociones se deslizaron fuera de su control, subiendo a la superficie mostrándose en sus ojos y su corazón. Él había esperado sentirse vulnerable, vulnerable, pero no.
Se sentía como si estuviera dibujando sus sentimientos a través de sus ojos mientras miraba en ellos, profunda e intensamente, lleno de emociones que hicieron eco en su corazón. Él gimió y suspiró. Su ritmo lento lento le volvía loco, profundizo en las sensaciones hasta que perdió la conciencia de su entorno y sólo podía concentrarse en Sera mientras apretaba las manos en su estómago, con la cabeza echada hacia hacia atrás, montándolo. Sus gemidos entrecortados eran música para sus oídos, añadiendo éxtasis y empujándolo hacia el borde. Antoine Antoine no podía dejar de gemir cada vez que ella se deslizaba por su polla y lo tomaba de nuevo en su cuerpo, bien enguantado, calentándolo hasta la médula. Se mantuvo inmóvil bajo ella, dejándola en control, sabiendo que le daría el máximo placer. Le miraba con cálido afecto, pero mostraba algo de miedo. Sintió el mismo miedo en su corazón, un susurro en la parte posterior de su mente que le advertía que era peligroso. Él estaba enamorado de ella y nada bueno saldría de eso. A Antoine no le importo. El miedo no significaba nada en ese momento. El futuro no significaba nada. Todo lo que podía concentrarme era en el presente, la conexión intensa floreciendo entre ellos mientras sus cuerpos se unían en una búsqueda mutua de placer. Antoine nunca había sentido nada igual. Era alucinante, increíble, y lo sacudió hasta el alma. Nunca había experimentado tal conexión con nadie, nunca durante todos los años que había estado vivo y todas las relaciones que había tenido. Necesitaba más. —Sera, — dijo con voz ronca y ella se mordió el labio, sus pupilas se ampliaron,
como si el escuchar su su nombre saliendo de él aumentara su placer. Echó la cabeza hacia atrás, tratando de decirle en silencio donde la quería. Anhelaba la sensación de su boca sobre la suya, su sabor inundándolo. Él necesitaba completar la conexión entre ellos a través de un beso.
Ella gimió y pasó las manos por su pecho, con caricias vacilantes. Antoine Antoine bombeo sus caderas, encontrándose con las de ella cada vez que bajaba su cuerpo, desgarrando otro dichoso gemido gutural de ella. Se inclinó sobre él y él estiró el cuello, encontrando sus labios la besó. Éxtasis. ¿Lo sentía también? Él tiró de sus ataduras, maldiciéndolas mentalmente. Quería aferrarla a él y abrazarla, mantenerla en movimiento sobre él mientras la besaba. Ella tomó el control del beso, uso su distracción contra él, y él se derritió en la almohada. Su lengua se deslizó entre sus labios para enredarse con la suya, su dulce sabor inundando su boca. Sus lentas embestidas lo volvieron loco, el placer era demasiado intenso, y se sentía como si fuera a gritar o explotar. Él quería la liberación, pero necesitaba sentirla temblando con su propio clímax, deseaba desesperadamente empujar su polla dura en ella y derramarse. —Sera, — susurró, casi casi como una súplica para que le liberara liberara y también para que que
continuara durante el mayor tiempo posible. No quería perder esta increíble conexión con ella, esta profunda unión de sus cuerpos y sus emociones. Fuese lo que fuera que tenían, era una cosa especial y no renunciaría a ella, por nada ni por nadie. —Antoine, — gimió en su boca y sus dedos se apretaron contra sus hombros, las
uñas presionando añadieron una chispa de dolor a la dicha ardiendo a través de él. Ella gimió y se movió más rápido, más duro hacia abajo sobre su pene enterrándolo en sus profundidades. Aun así no fue suficiente. Él clavó los talones en el colchón y bombeo, meciendo su su polla en su vagina caliente. Sus gemidos eran exquisitos, tan llenos de placer y necesidad. Dos sentimientos que despertó en ella y estaba más que feliz por satisfacerlos. Ella enredó sus manos en su pelo, besándolo más profundo, y se sentía como si estuviera extrayendo todo de él y dando todo de sí misma a él. Él tiró de sus ataduras de nuevo, frustrado, desesperado por tocarla y abrazarla, por rodarla su sobre su espalda y hundirse en ella.
Ella se apretó alrededor de él, tembló y luego le mordió con fuerza el labio mientras su cuerpo se lanzó hacia delante. Su cuerpo le apretaba ordeñando su polla, y su orgasmo se estrelló sobre él. Él levantó sus caderas de la cama, empujando profundamente en su núcleo, llegó al clímax, inundándola con su semilla. Sera permaneció inmóvil un momento, con los dientes apretados en su labio inferior, el cuerpo tembloroso en torno suyo, y luego se relajó. Él cerró los ojos y exhaló un profundo suspiro, el calor corriendo por sus extremidades se llevó toda su fuerza. Ella le besó a lo largo de su mandíbula hasta la nuca, y Antoine no tenía la fuerza para negarse. Echó la cabeza hacia hacia un lado y gimió gimió su nombre mientras hundía los colmillos profundamente en su garganta. Dicha. Vehemencia, consumiéndolo, tan intensamente que él temblaba. Gimió con cada tirón suave que ella hizo, sacando su sangre, hacia girar su mente. Sus manos agarraron sus hombros, exprimiendo, en una manera que le decía que no lo dejaría ir tampoco. Su succión suave llenó sus oídos mientras sus sentimientos inundaron su mente. La conexión que se había abierto entre ellos cuando hicieron el amor no era nada comparada con la que surgía a la vida ahora, llenando su mente con colores brillantes y calidez sin fin. —Sera, — susurró, como una súplica en esta ocasión. No quería que se detuviera.
Podía mantener la oscuridad a raya por ella, nunca nunca permitiría que tocara su mente de nuevo. Él quería que cada vez que hicieran el amor, terminara así, con el intercambio de sangre. Ansiaba la conexión. Ella succiono con más fuera y no podía soportarlo. La sensación de sus manos sobre él, sus labios en su garganta y sus colmillos en su cuerpo, su sangre fluyendo en ella, y sus cuerpos íntimamente entrelazadas era tan profunda y erótica que lo abrumó. Su polla se puso rígida, sus bolas dolían, y un segundo orgasmo lo sacudió, mucho más fuerte que el primero y tan inesperado que su mente cayó en una oscuridad insondable.
Hacia la inconsciencia. Sera gimió mientras bombeaba su semilla en ella otra vez y su cuerpo se estremeció. Sus colmillos salieron de su garganta y respiró con fuerza contra su cuello, ordeño su polla una vez más. Quería llegar a ella pero el escozor de las esposas en sus muñecas y le recordó que no era capaz de hacer lo que quería. Sera relajó contra él, con las manos temblando sobre sus hombros, la respiración temblorosa sobre su pecho. Cuando su mordida le hizo desmayar, había temido despertar su sed de sangre, pero él no sentía ninguno de los efectos. Se sentía confuso y cálido, en paz y uno mismo con ella. Sera. Su seductora. Su zorra. Su diosa. Sus pensamientos nadaban en su mente y trató de no escucharlos, pero sus emociones halaron de su corazón. Ella temía. Tenía miedo de que él la dejara algún día, de que iba a perder al hombre increíble debajo de ella. Habría sonreído por ser llamado increíble si no hubiera sido por el hecho de que su miedo era auténtico, y llego hasta el fondo de su corazón. Ella temía que sería apartado de ella y que no sería capaz de evitar que sucediera. No era la sed de sangre a lo que temía, si no a que él la dejaría por otra mujer, mujer que casi había olvidado. Sera había alejado a Anya de su mente y su corazón, pero ahora la había traído de vuelta una vez más, un fantasma del que pensó estaba libre en su obsesión. Quería decirle a Sera que no tenía ninguna razón para temer, porque nunca la dejaría, pero él había prometido no utilizar la conexión de sangre entre ellos en su contra. Ella nunca se lo perdonaría si le revela que él había escuchado sus pensamientos privados. Antoine tenía que hacer algo para tranquilizarla. Esa necesidad era primordial, tener el control, el deseo masculino de proteger a su mujer y garantizar su felicidad y comodidad. Gruñó y tiró de las esposas que lo ataban, los músculos ondularon y su cuerpo se puso rígido.
Sera levantó la cabeza, con sus ojos verdes muy abiertos. No temía. Ella no creía que había despertado la sed de sangre. En silencio le dio las gracias por su fe en él y tiró de sus muñecas. Los brazaletes en el otro extremo de las cadenas que lo sujetaban comenzaron a doblarse. Tiró con más fuerza gruñendo, y se doblegaron bajo la presión y se deslizaron a través de los postes de la cama. La liberación repentina de presión contra sus muñecas era algo que probablemente debería haber previsto. Se estrelló contra un lado izquierdo de su cara y el manguito destrozado todavía unido a ella le dio un golpe en el oído. Su otro puño se rompió golpeándose contra la cabeza. Dolor zumbó a través de su cráneo. No le importaba. Agarró a una Sera sobresaltada, envolvió sus brazos alrededor de ella y la arrastró contra él. La besó con cada onza de sentimientos que latían por ella en su oscuro corazón, con la esperanza de demostrarle sin palabras que no tenía nada que temer. Ella se fundió en él, con las palmas de las manos contra su pecho, con sus besos suaves y ligeros, llenos de necesidad y afecto. Antoine la sostuvo cerca, atrayéndola más en su abrazo. Él nunca la dejaría. Nadie en esta tierra podía apartarlo de ella. Nadie.
CAPITULO13 CAPITU LO13
A
ntoine se encontraba al límite. Sera estaba de vuelta en su habitación, duchándose para luego vestirse para la noche. Vestir. No podía recordar la última vez que uso ropa. Se sentía como semanas en lugar de días que habían haber sido.
Javier había deslizado una nota debajo de su puerta esta mañana, recordándole que tenía una cita antes de la fiesta de esta noche. Los dos vampiros de elitemachos, con los que se reuniría eran el motivo de la fiesta, y uno de ellos la razón porque Javier fue tan insistente en que él mostrara su cara. Su hermano menor, Andreu, estaría cubriendo a Javier, cuando se fuera con permiso prolongado durante seis meses para entrenar a Lilah en ser una vampiresa y para su luna de miel después de su inminente boda . El otro recién llegado al teatro provenía de una familia conocida y cercana a Callum. Callum le había asegurado que Payne sería un sustituto adecuado cuando cuando se encontrara de baja por paternidad. Antoine se pasó los dedos por el pelo oscuro. Diablos. Sí alguien le hubiera dicho hace cien años que los empedernidos solteros que se le habían acercado para proponer abrir un teatro erótico terminarían embrutecidos y casados, se habría reído. Nunca vio esto venir. Tampoco había visto a Sera venir. Javier, su acento español ahora ahora sonó más —Y este es el escenario principal, — dijo Javier, sólido ya que él había estado en compañía de su hermano por un día entero. Su voz resonó en todo el teatro vacío. Andreu dirigió su profunda mirada azul sobre el escenario negro y los sofás de terciopelo rojo que formaban el conjunto.
Si no hubiera sido por esos ojos, tan diferentes a los profundamente marrones de Javier, y el tono más oscuro de su pelo castaño, ellos podrían haber sido gemelos. geme los. Javier era apenas la mitad de una pulgada más alta que su hermano, y ambos tenían amplios hombros que llenaban con amplitud sus trajes negros de diseñador. diseñador . Payne era un contraste con ellos. Llevaba el pelo rubio muy corto cerca de los lados de la cabeza y en puntas en la parte superior, superior, vestía jeans negros con camisa camisa negra de raya diplomática. Las mangas enrolladas abrazaron sus tonificados antebrazos cerca de los codos y revelaron una serie elaborada de tatuajes en su parte inferior, símbolos intrincados que habían llamado la atención de Antoine en el momento que conoció al joven vampiro. Y tenía unos ojos que Antoine había descubierto era desagradable mirar después de un período de tiempo prolongado. Lucían de color plata a la tenue luz proveniente del escenario, pero de vuelta en la oficina de Antoine, habían brillado con motas de ámbar y azul. Al revisar antecedentes, Antoine siempre lo hacía con todos sus empleados nuevos, no habían revelado nada inusual, especialmente referente a Payne. De hecho, su expediente estaba tan limpio que Antoine A ntoine sospecho que el hombre hacia un serio esfuerzo para mantenerse fuera del radar. Incluso los antecedentes de Andreu habían revelado un par de peleas y algunos tratos de negocios oscuros. Javier había avalado a su hermano y Antoine le creyó cuando dijo que Andreu se dedicaría por completo a su posición posición y el trabajo que que conllevaba y no sería un problema. Andreu se dedicaba por completo a los negocios. Antoine podía verlo en la forma en que evaluaba todo, desde la decoración hasta el personal. Aquí estaba un hombre dedicado a hacer dinero, y mucho, y Dios no lo quiera nada trate de ponerse en su camino. Le recordó a sí mismo cuando joven. Andreu probablemente tenía la misma edad que que él cuando su mente trabajaba solo en hacer dinero rápido y obtener placer más que cualquier otra cosa de valor real. Payne miró sobre sus amplios hombros musculosos cuando cuando las puertas puertas dobles detrás de Antoine se abrieron. Callum. Antoine no necesitaba mirar para saber que el joven vampiro elite acababa de entrar con unos actores siguiéndole.
Mantuvo su mirada en Payne, intrigado por la forma en que las manchas de color en sus ojos perforaron la oscuridad un momento antes de volver la cabeza y clavar su mirada en Javier. Interesante. Junto con los tatuajes y sus antecedentes-demasiado-limpios, fue suficiente para despertar la curiosidad de Antoine. Pero no lo suficiente como para mantener su atención alejada de su apartamento y de Sera. Javier continuó su paseo y Antoine no se molestó en seguirlos. Había conocido a los hombres y había pasado suficiente tiempo con ellos. Su preocupación pasó a Callum ahora. El hombre de pelo negro se acomodó en uno de los asientos de la primera fila y agitó una mano a los artistas en el escenario. El trío se puso inmediatamente en acción, los dos hombres desvistiendo a la mujer, despojándola lentamente de la ropa y besando cada centímetro de piel que se exponía. — ¿Vamos a contratarla?, — Dijo Callum y Antoine frunció el ceño, perdido por un
momento. —La joven de Elizabeth. —Diablos, no, — Antoine murmuró y se sentó junto a él en uno de los asientos de
terciopelo rojo. —Si ella siquiera intenta acercarse a ese escenario, vas a venir a decirme, ¿entendido? co n algo como eso. — Los ojos verdes de Callum se — Javier dijo que responderías con quedaron fijos en los artistas, comenzaron el lado más erótico de su rutina. No podía engañar a Antoine. El vampiro elite irradiaba tensión de su aura y por la forma en que se mantenía recogiendo el brazo por el asiento con la intención de rasgar la tela. — ¿Cómo fue el examen?— Antoine habló suficientemente bajo para que los tres
artistas no pudiesen oír. Callum tragó. —Um, bueno... ella definitivamente está embarazada. — Dio unos golpecitos con
los dedos sobre el brazo del asiento, su tensión aumento.
En cualquier momento iba a explotar. ¿Por qué? Callum giró rápidamente hacia él, con los ojos brillantes y amplios. —Al parecer estamos esperando gemelos. Ah. Antoine podía ver por qué podría ser un problema. Dos bebes de razas mezcladas eran más difíciles de ocultar y proteger. —Estoy seguro de que nada malo va a ocurrirles, Callum. Yo estaría más que feliz
de tenerlos en el teatro. Kristina es bienvenida en cualquier momento que quiera venir. Ella estaría más segura aquí. Hubo un tiempo, probablemente poco más que hace unos días, cuando él se habría sorprendido al oírse a sí mismo diciendo algo así a un elite, o cualquier vampiro. Sonrió para sí mismo. Ya no más. Sera le había demostrado que permitir tener a otros en su vida no era algo malo y que la compañía es buena para el alma, y para su sed de sangre. Era mejor dejar salir sus emociones en lugar de luchar para mantenerlas contenidas. Callum era familia, y también lo era Javier, y ese vínculo se extendió a ambas mujeres que los machos de élite amaban. —Sé que lo haría, —dijo Callum en un suspiro. —Estoy tratando de convencerla
para que venga y se quede en mi apartamento aquí, pero todavía no está segura. Siente que El hotel Langham es más seguro con todos los seres humanos a su alrededor. Ningún vampiro u hombre lobo se atreverían a causar un alboroto en un lugar público. —Cuando nazcan los gemelos... —Voy a traerlos aquí. No voy a dejar que a mis hijos les hagan daño, y sé que vas a
protegerlos. — ¿Van a ser los híbridos?— Antoine nunca había oído hablar de los híbridos
nacidos de la unión entre un vampiro y un hombre lobo. Había oído cuentos de parejas mixtas que producen descendencia, pero normalmente las parejas pasaban a la clandestinidad y nunca fueron vistos de nuevo.
Callum dudó, pero luego el alivio floreció en sus ojos. —No. Al parecer no. El médico ha dicho que uno nacerá vampiro y el otro un lobo puro. Cien por ciento. Nada mixto en absoluto. El alivio paso a través de Antoine también. —Estoy contento. Será mucho más fácil protegerlos, especialmente si su linaje permanece en el anonimato. anonimato. Nadie necesita saber que han nacido de un vampiro y una mujer lobo a menos que ellos querían revelarlo. — Javier estaba en lo cierto.
Antoine frunció el ceño. — ¿Sobre qué? —Ella es buena para ti. — Callum sonrió.
Antoine resopló. —Eso está por verse. —Estoy viéndolo ahora mismo. El Antoine que fue a la audición de Sera no se
habría sentado aquí conmigo discutiendo de bebés. — La sonrisa de Callum se volvió aún más amplia. — ¿Supongo que has estado tomando precauciones en esta historia de amor suya? — ¿Precauciones?— Antoine parpadeó cuando lo entendió. —Sera no está en celo.
Yo podría saber si ella era receptiva. Callum rio. —Podrías, sí fuera una aristócrata. La sangre de Antoine se dreno hasta los pies y se quedó inmóvil. Callum se rio más fuerte, llamando la atención de los tres vampiros en el escenario, y puso una mano con fuerza sobre su hombro. —Sólo estoy bromeando. Las hembras Elite tienen ciclos de celo, igual que las
aristócratas. Antoine se levantó de su asiento y frunció el ceño. —Encuentro tus chistes bastante desagradables. No es de extrañar porque nunca me he tomado el tiempo para compartir una copa de sangre contigo. —Vamos, Antoine, — dijo Callum pero él lo interrumpió con una mirada. Un
recordatorio. Callum levantó las manos y suspiró con resignación. —Está bien, lo entiendo. Sigues siendo el jefe... nada de chistes malos.
Antoine resopló de nuevo y salió hacia las puertas que conducían detrás del escenario, con la intención de dirigirse a su oficina y allí encontrar un poco de paz para que pudiera aclarar por fin su mente. Sera estaba bajo su piel, intoxicándolo cada vez, pero aún tenía sus dudas acerca de ella y lo que estaba haciendo. Sería demasiado fácil continuar con todo lo que estaba pasando entre ellos, hundiéndose a ciegas cada vez más en algo que podría llegar a destruirlo. Anya se situó en su mente y en su corazón, como un recordatorio sombrío de que las cosas que pensaba resultarían bien podrían fácilmente salir mal. —Antoine, — Callum llamó y él se detuvo y miró hacia atrás por encima del
hombro. —Gracias por todo. Realmente lo aprecio.
Antoine asintió y empujó las puertas. Se cerraron detrás de él, con fuerza suficiente que el sonido resonó por la sala de doble altura-negra amurallada. ¿Qué pasa si Callum estaba equivocado acerca de los ciclos de apareamiento? Él frunció el ceño. Mil años de edad era demasiado joven para formar una familia, especialmente con una hembra que probablemente no tenía un día más má s de treinta. Sin embargo no era sólo la diferencia de edad de novecientos años lo que enfrió la sangre en sus venas. La sed de sangre es genética. Él la transmitiría a cualquier niño que engendre. El deseo de estar solo intensificó pero lo ignoró, sabiendo lo que realmente necesitaba para calmar la tempestad en su mente, subió las escaleras hasta el segundo piso, donde su apartamento y el de sus tres amigos se encontraban. Se detuvo frente a su puerta de caoba con paneles y luego continuó a lo largo del pasillo negro hasta la puerta de Snow. —Entra— Snow dijo antes de que él tuviera tiempo de llamar. Hizo girar el pomo
de latón y abrió la puerta, revelando a Snow descansando sobre la cubierta negra de su cama vistiendo sólo sus calzoncillos y una bata negra abierta. —Me preguntaba cuánto tiempo pasaría antes de que venideras a verme. Hace
unos minutos te sentí pulsar. ¿Callum dijo algo que te molesto?
Antoine nunca se acostumbraría a la increíble fuerza de los sentidos de su hermano. Siempre le sorprendía cuando su hermano le decía dónde estaban localizados todos y que habían estado hablando. Cerró la puerta y cruzó por el piso de madera hasta la cama de Snow. Él dejo su libro abierto sobre su estómago, con las páginas boca abajo. La mirada de Antoine se desvió hacia él. Guerra y Paz. Un poco de lectura ligera. La pasta estaba rota y desgastada. Él tendría que comprar una nueva copia para Snow pronto. No estaba seguro de cuántas veces lo había leído ahora, o cómo él podía soportar leer las mismas novelas una y otra vez, cuando había tantas otras nuevas. Sin embargo a Snow le gustaban los clásicos. Antoine podía recordar a su hermano leyendo para el cuándo cuándo era un niño, niño, contándole historias de dioses nórdicos y mundos increíbles más allá de la imaginación, y le contaba historias historias de las cosas que había visto durante sus viajes. Snow era algo más que que un hermano para él. Había sido como un padre también, la diferencia de edad entre ellos significo que Snow había había estado ya plenamente desarrollado mucho antes de que Antoine naciera. Lo había criado con su madre, dejando a su padre libre para centrarse en su negocio y en proteger a su familia entera. — ¿Cómo está tu mujer?— Snow le dio una mirada expectante.
Antoine no había ido allí para hablar de ella, pero no podía evitarlo ahora que su hermano la menciono. Se sentó en el borde de la cama a un lado de Snow, y se pasó la mano por la cara y luego por su cabello oscuro, tratando de pensar por dónde empezar. —Ella está bien... entusiasmada con la fiesta de esta noche. —Algo te preocupa, hermano. — Snow sentó y colocó su libro sobre la mesilla de
noche hecha de ébano. Antoine notó la marca en su muñeca cuando la manga de su bata de seda subió por el brazo. Snow sonrió. —No te preocupes por mí también. Tienes suficientes preocupaciones. Tienes miedo de que ella te haga daño. Antoine nunca había sido capaz de ocultar nada a su hermano. Ni su alegría monumental por haber encontrado a una mujer que había pensado se convertiría en su compañera eterna, y su agonía aplastante al descubrir que había desaparecido sin dejar rastro.
—Tu sueles sentir todo tan profundamente. Snow se apoyó en su codo derecho. —
A veces no puedes confiar en tus propios pro pios sentimientos, Antoine. — ¿Qué quieres decir? — Él frunció el ceño y miro a su hermano.
Snow suspiró y se pasaron los dedos por su pelo blanco, retirándolo de su rostro. Sus pálidos ojos eran como el cielo despejado de invierno, sin manchas de nubes estropeándolos. Los ojos de Antoine también lucían pálidas escamas blancas como las de Snow y él siempre había pensado que su hermano las merecía más que él. Le favorecían. A un vampiro le gusta el misterio y eso era algo que Snow nunca había carecido. Nadie les creyó cuando dijeron que sus padres le habían llamado Snow. Lo hicieron, pero no en Inglés. — ¿Sabes lo que quiero decir?— Snow se recostó de nuevo, acomodándose contra
las almohadas negras. — Ella no es Anya. ¿Lo sabía él? Sera le tenía con más nudos de los que Anya había logrado nunca. Él no estaba seguro de si iba iba o venia, cuando de ella se trata. Cuando estaba con ella, todo parecía correcto y bueno, increíble, e incluso podría ir tan lejos como para decir que estaba feliz por primera vez en muchos años. Nunca se había sentido tan vivo, tan contento como lo hizo cuando estaba en sus brazos, y él nunca se había sentido tan conectado a alguien. Cuando estaba lejos de ella, sin embargo, las dudas comenzaban a deslizarse entre las voces de su pasado susurrando cosas oscuras, advertencias sobre lo que podría suceder si aceptaba a Sera en su vida y su corazón. — ¿Crees que ella te ama?, — Dijo Snow y Antoine frunció el ceño.
tiempo. —No estoy seguro... no todavía... no lo creo. Tal vez lo haga con el tiempo. Snow volvió a suspirar. —Bueno... yo quiero que tengas otra oportunidad en el amor. Uno de nosotros merece algo bueno en nuestras vidas, y de los dos, debes ser tú. Te lo mereces. Antoine odiaba la nota de renuncia que se alineo en el borde de la voz de su hermano. Estaba pensando en su muerte una vez más, buscando siempre el camino más fácil. Antoine Antoine no dejaría que eso pasara. Él le ayudaría ayudaría a derrotar su sed de sangre y lo vería feliz antes de que hubiera hecho algo acerca de buscar su propia felicidad.
Le tocó la mano a su hermano y Snow encontró su mirada. —Los dos nos merecemos a alguien que nos ame por lo que somos, alguien que no nos deje, pero no es algo que estoy buscando en este momento. No voy a dejar que nada se interponga entre nosotros, ¿lo entiendes? Snow rio sin alegría. —Entiendo. Tienes la intención de mantener esa miserable promesa. Me estoy cansando de esta vida hueca, hermano... un día tendrás que dejar que me vaya. Antoine le apretó la mano, con la garganta aún más apretada cuando la ira se filtró en sus venas. —Nunca. ¿Me oyes, Snow? Nunca voy a dejar que te vayas. Voy a ayudarte a derrotar la sed de sangre, o voy a morir en el intento junto junto a ti. Snow cerró los ojos y frunció el ceño. —Yo no merezco tal sacrificio. He visto la forma en que ves a Javier con Lilah, e incluso cuando Callum habla con Kristina en su teléfono. Sé que añoras algo así de bueno, algo cálido y femenino en tu vida. Sera puede ser esa mujer para ti. Ella puede ayudar a sanar tu pasado y darte un futuro. —Sin ti... eso es lo que estás diciendo, ¿no es así?— Antoine le soltó y el ceño
fruncido de Snow se endureció. Antoine agarró los hombros de su hermano y lo sacudió, intentando obligarle a abrir los ojos y mirarlo. Quería ver la respuesta en los ojos de su hermano. Ellos se abrieron y se encontraron, el terrible anhelo de la muerte en ellos brillo. — ¡No voy a dejar que eso suceda, así que puedes sacarlo de tu mente terca! Snow sonrió, con una inclinación de las comisuras de sus labios. —Un hombre puede esperar. Han pasado siglos, Antoine, Antoine, y no estoy mejor. —Tú lo estas. Dices que estoy demasiado perdido en mi propia pena para ver
cuando estoy en algo bueno, que quiero dejar a un lado toda esperanza de encontrar a alguien que realmente me ama y que permanecerá a mi lado para siempre... tú estás perdido también, también, hermano. Estás tan convencido de que tu sed sed de sangre es inmejorable que no ves el e l progreso que has hecho.
Antoine aflojó la presión sobre los hombros de Snow y levantó una mano a su mejilla, manteniendo la atención de su hermano sobre él para que pudiera ver la honestidad en sus ojos, así como sentir la verdad en su sangre. —Tú la otra noche volviste por ti mismo. Lilah te tranquilizó y no querías hacer daño a Sera. Te preocupaste por ellas y no te permitiste hacerles daño. Yo tuve el mismo tipo de experiencia. Mordí a Sera y descubrí que podía controlarme. Me detuve porque porque me preocupo por ella y no quería hacerle daño. La sonrisa de Snow se ensanchó. — ¿Así que admites que ella te importa? Antoine suspiró y asintió. Debería haber sabido que su hermano sería capaz de sacar la verdad de él de una manera u otra. —-Me importa. Profundamente. Pero eso sólo me da más razón para mantener mi
distancia. El rostro de Snow decayó y negó con la cabeza. —-No, te da razones para acercarte más, no para alejarte. Tengo más conciencia y control en presencia presencia de las hembras. Tienes razón. Yo sé lo que significa Lilah para Javier, y lo que significa Sera para ti, y no tengo ningún deseo de hacerles daño a los que amo. No de nuevo. Antoine deslizó su mano por la nuca de Snow y la sostuvo con firmeza. —Lo sé. Es la fuerza de sus emociones que te dan un cierto control sobre la sed de sangre. Con el tiempo, vamos a desarraigar el apego a la sangre y estarás bien de nuevo. Vamos a encontrar una manera de satisfacerla y mantenerla bajo control. Parece que estas bien esta noche y me alegro. —Me alimente al despertar, la misma cantidad más pequeña que he estado
tomando durante los últimos días, y parece estar funcionando. La sed de sangre me ha dado una una digna tregua concediéndome algún tiempo como una persona cuerda. Lo dijo tan a la ligera, pero Antoine podía sentir el dolor de su hermano y el miedo subyacente. Él sabía en su corazón que Snow no quería morir, igual que él no quería vivir vivir encerrado en su cuarto, lejos del mundo. mundo. Hacia tales cosas, porque tenía miedo de que la oscuridad se aprovecharía y que terminaría por perjudicar a los que amaba de nuevo.
Antoine no podía imaginar lo que sentía su hermano mientras estaba sentado solo en su habitación, sin poder estar con aquellos que le importan porque podría perder el control, viviendo cada noche con el pasado que pesaba sobre su cabeza. —Antoine. — Había una nota de cautela en el tono de Snow y se dibujó una mueca
en Antoine. Apartó la mirada y suspiró. —Sera es buena para ti. Nunca lo olvides. Él no tenía la intención, pero ¿por qué era tan insistente en recordarle que Sera era digno de su afecto y devoción? — ¿Snow?1 El ceño de Antoine Antoine se intensificó. intensificó. -¿Qué es lo lo que
no me estás
diciendo? Cerró los ojos. Anya vino al teatro. Antoine se sentó derecho de golpe. — ¿Qué? ¿Cuándo? Él parpadeó rápidamente, sin saber si él realmente quería que las respuestas a esas preguntas. No había visto a Anya en siglos. Se había olvidado de ella. No podía recordar el color de sus ojos o su cara, o su olor. Su mente y su corazón estaban llenos con la imagen de Sera ahora. La hermosa sonrisa de Sera al hacerle reír, sus ojos verde bosque brillando al mirarlo después de haber hecho el amor, y la forma en que pelo rubio olía mientras dormía cerca de ella, ella, acurrucada contra su espalda con los brazos firmemente envueltas alrededor ella. Snow lentamente abrió los ojos y lo miró con una mirada dura. —Sostén esos sentimientos, Antoine. Que no sean indecisos de nuevo. Sera es buena. Puedo sentirlo en ti. Eres una persona diferente ahora. Tú eres más feliz de lo que te he visto serlo en toda mi vida. — ¿Cuándo Snow? —Ella vino durante la actuación que te perdiste para estar con Sera. Me alegro de
que no estuvieras allí. Anya no se merece volver a verte... recuerda eso. Ella no es digna de ti. Antoine agradeció el apoyo de su hermano, pero él estaba hablando de Anya, la mujer que había pasado un siglo con él, y que él había buscado después de eso.
Después de que ella lo había abandonado y su mente se llenó con la necesidad de encontrarla, una necesidad que le había hecho ciego a lo que Snow había estado pasando. —Yo no quería decirte, — dijo Snow y Antoine asintió, entendiendo por qué su
hermano quería evitar que esto. A Snow le agradaba Sera, igual que a Antoine. Todos estos años, había pensado que cuando se encontrara con Anya otra vez, él querría salir corriendo a verla, querría estar con ella, independientemente de lo que estuviese sucediendo en su vida en ese momento. No sintió ninguno de esos deseos mientras se se sentaba al lado de su hermano tratando de asimilar el hecho de que Anya volvió. Snow tenía razón. Sera es buena para él, y era mejor que Anya. Ella era todo lo que necesitaba ahora, y para siempre. Se alegró que Snow fuera en contra de sus instintos y le dijo que Anya está en la ciudad. Altero a Antoine saber que estaba tan cerca y que vino vino al teatro, pero al menos podía prepararse en caso de que ella regresara. ¿Sabía que el teatro pertenecía a él? Anya siempre se había movido en los círculos más altos de la sociedad. Todo el mundo sabe quiénes son los dueños de Vampirerotique. ¿Fue sólo una coincidencia que había asistido a una actuación en ese momento mome nto o vino a buscarlo? Antoine no le importaba en ambos sentidos. Ya era demasiado tarde para que viniera arrastrándose a él. Finalmente lo supero y no permitiría que nada ponga en peligro lo que tenía con Sera. Sus sentimientos por ella eran mucho más profundos que los que sintió sintió por Anya nunca. Si Sera lo dejaba, él no iría a buscarla. Él moriría. ¿Y si él veía a Anya? ¿No sentía el deseo de salir corriendo a buscarla, pero si venía a su teatro y se acercara a él? Estaba seguro de que sus sentimientos hacia ella murieron hace mucho tiempo, pero un fragmento de su corazón seguía sintiéndose incierto. No estaba seguro de cómo iba a reaccionar si la veía de nuevo.
Una parte de Antoine necesitaba ver a Sera, quería tocarla y besarla y ahuyentar sus dudas persistentes para perderse en ella, pero no iba a dejar a su hermano. Snow necesitaba su compañía. — ¿Vas a escuchar a tu corazón, hermano? — Snow se le quedó mirando, sus
pálidos ojos de hielo oscuros e intensos, como si él no aceptaría una respuesta que no sea positiva a la pregunta. Antoine asintió. —Lo haré. Ven, vamos a hablar acerca de cosas mejores. — ¿Conociste a los nuevos machos?, — Dijo Snow y Antoine estaba agradecido por
el cambio de tema. Él asintió de nuevo y le dijo a su hermano acerca de los dos nuevos vampiros a los que se daría la bienvenida a sus filas esta noche, y le habló acerca de la vida en el teatro y lo loco que las mujeres tenían el lugar. Cosas positivas que ahuyentaban la oscuridad de la mente de Snow y le daban paz, y borrando la sombra de Anya Anya de su propia mente. Perdió la noción del tiempo mientras hablaban y tuvo que soportar los sermones sermones de Snow sobre Sera... no huyendo de sus sentimientos, no inmutándose cuando Snow llego cerca del hueso con sus comentarios y observaciones, observaciones, presionándolo para permanecer con ella y darle una oportunidad. Cuando miró el pequeño reloj digital en la mesita, era cerca de la medianoche. — ¿Va a asistir a esta noche? — Antoine dijo, esperanzado de que su hermano
bajaría de su habitación para socializar con los demás. Necesitaba algo más que su compañía. Tenía que ver con sus propios ojos que podía participar en la sociedad todavía y que él no tenía por qué temer que su sed de sangre se desataría poniendo a todos en peligro. —Estoy seguro de que a todo el mundo le gustaría verte, y puedes seguir
sermoneándome, o quizás a Sera. Ella probablemente disfrutara escuchar todos mis secretos sórdidos. Snow sonrió para revelar caninos ligeramente extendidos, sus ojos claros iluminándose ante la perspectiva de avergonzarlo. -—o podría decirle que te orinaste en la cama hasta que que cumpliste treinta.
Antoine frunció el ceño. —Los dos sabemos treinta años para un sangre pura es como un niño humano. Estarías dando información errónea. —Todavía sería divertido ver su cara. — Snow se encogió de hombros, una sonrisa
hizo explosión. Cogió el libro de la mesita de noche y señaló con la mano hacia la puerta. —Ve a pasar algún tiempo con tu mujer y déjame con mi libro.
Antoine se levantó, colocó una rodilla en la cama y agarró la nuca de su hermano. Se inclinó y le dio un beso en la frente. —Descansa un poco y piensa en bajar a la fiesta cuando inicie. Incluso un breve periodo de tiempo sería bueno para ti. — Apoyó la frente contra la de Snow. —Voy a encontrar una manera de traerte paz, hermano, espera. Prométeme que aguantaras. No puedo perderte. Snow envolvió un brazo fuerte alrededor de él, acunando la parte posterior de su cabeza y apretó las frentes más fuertes juntas. —Eres un duro negociador, Antoine. No voy a ceder, porque sé que te haría daño.
Voy a seguir peleando. Lo prometo. Antoine coloco otro breve beso en la frente de su hermano y luego lo soltó y se dio la vuelta en un movimiento rápido por lo que Snow no vio las lágrimas en sus ojos. Él las maldijo y las elimino con la palma de la mano derecha mientras se dirigía hacia la puerta. No dejaría a su hermano. Había una manera de derrotar a la sed de sangre y él la encontraría antes de que fuera demasiado tarde y perdiera a la persona que más ama en este mundo oscuro. o scuro. Cerró la puerta detrás de él y cruzó el pasillo hasta su propia puerta. Se detuvo con la mano en el pomo de latón y se apoyó en el marco de la puerta, luchando contra sus emociones, ya que amenazaban con abrumarlo. No perdería a su hermano. Él había jurado hacer todo lo posible para salvarlo y lo haría. La puerta se abrió abrió y Sera estaba allí, frunció las cejas y la preocupación brillaba en sus hermosos ojos verdes. Levantó los brazos, abriéndolos para él, y se mordió el labio inferior, luchando contra las lágrimas. Entró en sus brazos y cedió a su propia lucha.
Sera lo envolvió envolvió en su su suave abrazo, presionando besos a su su mejilla y cuello, susurrando palabras de aliento cuando él enterró su rostro contra el hueco de su cuello. Snow tenía razón. No debería renunciar a Sera. Era algo hermoso, mágico, más maravilloso de lo que tuvo con Anya nunca, y él debía retenerlo cerca, dejándola entrar en su corazón. Ella le dio felicidad y la risa. Ella le dio la paz y amor. Ella era su luz que que ahuyenta la oscuridad. No podía dejarla ir. No ahora. Ni nunca. Ella lo cambio y nunca nunca sería el mismo. Le dio de nuevo la vida y le dio esperanza de que un futuro con ella fuera uno libre de la sed de sangre, un futuro lleno de felicidad y amor. Nunca se alejaría de ella. Y oró porque ella nunca se fuera lejos de él.
CAPITULO14 CAPITU LO14
S
era se sentía más que un poco autoconsciente de sí misma en el vestido de cóctel negro que había tomado prestado de Lilah. La morena esbelta estaba a su lado, charlando animadamente con su amante, Javier, que era al parecer su señor también. Lilah le había contado toda la increíble historia detrás de su unión, mientras que se preparaban en su apartamento. Sera tuvo que admitir que ella era tan nueva en el mundo de los vampiros que nunca había oído hablar de humanos en propiedad. Se alegró de que Elizabeth le eligiera para llevarla a su mundo como una vampiresa en lugar de una esclava humana.
Javier había sido encantador durante los breves breve s momentos en que había aparecido en el apartamento, asegurándose de que se sentía cómoda de estar en su casa y de Lilah y que nada le hacía falta. Su apartamento era un contraste contraste con los de Antoine Antoine y Snow. El de Javier Javier era de tonos azul y tonos más claros, más brillantes y menos aburridos que los colores que los dos vampiros aristócratas habían elegido ele gido para sus propios apartamentos. Incluso había conocido al hermano menor de Javier, Andreu, a pesar de que no se había quedado quedado mucho tiempo. Él tenía ganas de bajar a la fiesta f iesta de bienvenida que estaban celebrando celebra ndo para él y otro vampiro elite llamado Payne. Cuando Antoine regreso de la habitación de su hermano, su corazón había dolido por él. Percibió tanto dolor en su sangre y sus ojos. Había estado tan desesperado por besarla y abrazarla, y se entregó a él, sabiendo que necesitaba consuelo y con ganas de dárselo en la única manera que pudo. Antoine le había dicho que se veía hermosa cuando se apartó de ella el tiempo suficiente para ver su transformación completa.
Su mirada se había quedado fija en el elegante largo vestido negro, específicamente la línea al cuello que revelaba sus marcas y el escote que que ella necesitaba un poco de ayuda para llenar. Lilah no tenía ese problema para llenar su propio vestido de color esmeralda. La mujer fue bendecida con el físico y algunos de los hombres de la gran sala iluminada se habían dado cuenta, aunque todos ellos habían apartado la mirada cuando con un gruñido Javier les amenazo. Sera trató de concentrarse en la conversación, pero no podía dejar de pensar en Antoine o lo que había ocurrido en su apartamento pocos minutos antes de bajar a la fiesta. Se ruborizó cada vez que lo repetía en su cabeza. Había sido duro con ella, como si no pudiera controlar su necesidad. Le arranco las bragas, la levantó y la inmovilizó contra la pared, tomándola con fuerza y rapidez, besándola besándola hasta que se había sentido mareada y perdida. ¿Qué había despertado esa necesidad primordial de conexión en él? Ella sabía en su corazón que él había estado buscando consuelo, alivio de cualquier pensamiento oscuro que le martirizaba. Había disfrutado del momento salvaje, había experimentado el orgasmo más increíble, y la forma feroz que Antoine hundió sus colmillos en su garganta y llegó a su clímax la dejo sintiendo como si hubiera hecho un reclamo de ella. No podía evitar que las preguntas llenaran su mente sin embargo. ¿Qué había impulsado a Antoine a tal desesperación? Había mencionado a su hermano, pero algo en sus ojos y la conexión en su sangre le dijo que era más que eso. Había algo que no le estaba diciendo. Payne murmuró acerca de sangre mientras caminaba pasando de largo, con aire oscuro de un hombre en una misión. Javier le había presentado al guapo élite rubio y él no había dicho mucho más que un puñado de chistes ensayados. En el momento en que la conversación había decaído, dio sus excusas y se fue. Ella no le había visto hablar con nadie más que Callum después de eso. Cada vez que le vio, estaba solo. Callum había dicho sus excusas también y Lilah lo burbujeo positivamente con entusiasmo por él y Kristina, presionándolo para transmitir lo feliz que estaba por ellos, a la mujer lobo.
Sera se agacho detrás de Lilah cuando Víctor la miró. No quería que él la viera. Volvió a hablar a un grupo de mujeres, él se alzaba sobre ellas sonriendo ampliamente, los músculos se extendían bajo el traje que llevaba. Probablemente de una talla demasiada pequeña porque se veía como si estuviera a punto de romper el material cuando paso su brazo alrededor de una de las mujeres. Ella Ella estalló en un ataque de risa. Sera puso los ojos en blanco y siguió adelante, sus pensamientos quedaron atrapados en la palabra que Payne había mencionado como una queja. Sangre. Ella estaba sedienta. Un rápido vistazo por la concurrida concurrida habitación no reveló ningún signo de alguien alguien repartiendo sangre. Nadie llevaba vasos tampoco. ¿Qué tipo de fiesta de vampiros no ofrece un refrigerio? Tal vez vendrían después. Apartó el tema de su hambre y buscó a Antoine por el lugar. Después de que él bajo las escaleras escaleras con su su brazo alrededor del de ella y su mano sosteniendo la de ella contra su antebrazo y le había presentado a algunas personas para que se sintiera sintiera cómoda, después había comenzado a circular circular por ahí. En ese momento, ella no había tenido ningún interés en vagar por la habitación en los tacones que Lilah le había prestado, por lo que que se había quedado con el bello joven vampiro y su cariñoso compañero. Ahora deseaba haber ido con él. No había esperado que estuviera lejos durante tanto tiempo y quería saber que estaba bien. Su mirada captó a alguien entrando y sonrió. Snow paseó por la habitación, sus movimientos casuales aunque él irradiaba precaución para que todos en su camino se movieran a un lado. Su boca se curvó curvó en una sonrisa cuando la vio y cambió de rumbo, dirigiéndose hacia ella y los otros con las que estaba cerca de uno de los muros negros. Era más alto de lo que recordaba, él se detuvo a su lado, su inmensa altura eclipsando incluso a Javier y Andreu parecían pequeños comparados comparado s con él. La sonrisa de Sera se ensanchó. —Sabes, creo que esta es la primera vez que te veo completamente vestido.
Pasó la mirada por encima de él, apreciando el pantalón negro de gran nitidez y la camisa gris con la que se combinó. Las ropas fueron diseñadas para él, encajando a su ancho cuerpo perfectamente y acentuando su constitución con un efecto devastador. Algunas de las mujeres lo miraron al pasar, mostrando un destello de interés en sus miradas, miradas, así como miedo. Sera lo sintió también. Snow era guapo en una manera un poco salvaje, un hombre que irradiaba peligro con una intensidad que la mayoría de las las mujeres se se apartarían lejos de él. Haría falta una mujer mujer fuerte para apoderarse del corazón de este hombre y para mantenerlo. Lilah rio, sus ojos dorados brillaron. —Creo que es la primera vez para mí también. Javier gruñó y su agarre en la cintura de Lilah se apretó, atrayéndola hacia su cuerpo. Sera sonrió por lo protector que era de su compañera, y celoso también. —Te ves bien, — le dijo a Snow y él se encogió de hombros, claramente incómodo
con su elogio. —Deberías mirarte en el espejo, —dijo, en voz baja y áspera, casi un gruñido en
agradecimiento. — ¿Te ha visto mi hermano en ese vestido? Ella asintió y se se giró, sonrojándose por los recuerdos recuerdos de su caliente momento con Antoine en su habitación y la sensación de la mirada de Snow sobre ella. —Él lo ha hecho. — ¿Y él logro arreglárselas para arrastrarte fuera de la habitación y jugar al
anfitrión? Snow sonrió y negó con la cabeza. —Mi hermano necesita volver a evaluar sus prioridades. Si tú fueras mi mujer, yo no te dejaría fuera de mi alcance... como Javier con Lilah. Javier frunció el ceño y aflojó el agarre un poco. —Estás con un buen estado de ánimo esta noche, Snow. Las pálidas cejas de Snow se elevaron. —Lo estoy. Me siento bien. Sera escuchó sus bromas, teniendo una sensación extraña mientras les veía reír y hacerse burlas entre sí. Sentía como si hubiera caído en su grupo y la habían aceptado con los brazos abiertos, dándole la bienvenida dentro de un teatro que se sentía más como una familia que un negocio.
Snow hablaba, un toque de rojo tocó su iris y luego desapareció de nuevo. ¿Aunque tan en control de sí mismo estaba? El carmesí que floreció en sus ojos helados, a veces le daba miedo, pero sentía pena por él también. Si Antoine tenía razón y Snow no podía recordar las cosas terribles que había hecho, ella se compadecía de él aún más. Podía entender por qué Antoine se negó a decírselas. Quería protegerlo, y a todo el mundo lo que le importaba. El olor de la sangre floto junto a ella y se dio la vuelta, pensando que por fin alguien había abierto el bar. Su mirada se posó en una mujer hermosa bañada en escarlata, sangrando profusamente por largos cortes en los brazos y apretaba su estómago. Ella caminó hacia delante, tropezando hacia el centro de la habitación. Los vampiros a su alrededor se alejaron. Uno destacó entre ellos. Antoine. Una avalancha de pánico se apoderó de Sera. La mujer iba a hacerle daño. Corrió dos pasos hacia él y luego sus pies se quedaron inmóviles, su corazón se congelo en el pecho. Los ojos generalmente fríos de Antoine estaban estaban ardiendo cuando se acercó a la mujer, lleno de incredulidad que ella podía sentir en su sangre a través de su conexión. Incredulidad que se estaba convirtiendo convirtiendo rápidamente en pánico pánico y preocupación. Sera miró por encima del hombro a Snow para calibrar su reacción por la mujer y la mirada que le dio lo dijo todo. Su sorpresa se convirtió rápidamente en lastima. El rojo alrededor de su iris aumentó a medida que el olor de la sangre se hizo más fuerte. Sera que no estaba segura de cómo reaccionar cuando se volvió para mirar a Antoine con la mujer. Su sangre traía el olor del miedo y Sera no estaba segura si iba a durar mucho más tiempo sin ayuda. Le dolía el corazón. Ella nunca había querido a nadie muerto, pero lo deseaba ahora. —Antoine... ayúdame, — dijo la mujer y llego a él, con pasos vacilantes. —Lo
siento mucho por todo lo que hice... Yo tenía miedo... pero siempre... seguí tu vida. Vine aquí... aquí... a verte. Por favor, Antoine... ayúdame.
Se desplomó y Antoine la atrapó, bajando con ella suavizando su caída. Se arrodilló en el piso de madera con ella en sus brazos, su cara se volvió una máscara de horror, los ojos claros se estrecharon y su sangre transmitió transmitió sentimientos a Sera que dejaron su corazón abierto. —Espera, — susurró y la levantó en sus brazos. —Tengo que sacarte de aquí.
La mirada de preocupación que llenaba sus ojos acuchilló a Sera, cortando otra herida profunda en su corazón. Se sintió enfermar mientras lo veía llevar a la mujer fuera de la habitación, a la deriva y pérdida, con las piernas temblando y el corazón amenazaba con rompérsele. Una parte de ella decía que se marchara ahora antes de que nadie pudiera decir nada. No quería escuchar sus preguntas o ver la compasión en los ojos de Snow. Antoine amaba a esta mujer. Quería Quería estar con esta mujer mujer y debía dejarlo estar con ella, no interponerse entre ellos. Se había dado cuenta poco después de finalmente conocer a Antoine que nunca la amaría como a la mujer que había estado en su corazón desde hace siglos. Sera giró, iba a decir sus excusas e irse, pero la mano de Snow en su brazo la detuvo. Lo miró a los ojos y vio más color rojo en ellos. Le temblaba la mano en ella. — ¿Estás mal?— Ella agarró sus dos brazos para sostenerlo cuando se tambaleó.
Snow apretó los dientes. — ¿Me puedes dar una mano? Sera asintió sin pensar, con la mente totalmente totalmente volcada en ayudarlo porque podía ver que él estaba luchando con fuerza contra cualquier oscuridad tratando de hacerse con el control y vio demasiado dolor y miedo en sus ojos. Ella se preocupaba por él, se había había encariñado con él en el corto espacio espacio de tiempo que habían pasado juntos, y no lo dejaría en un momento de necesidad. Maniobró su brazo alrededor de sus hombros, sin miedo de colocarse tan cerca de él, su creencia de que no le haría daño era tan fuerte como la que tenía sobre Antoine. Lo ayudó a salir de la habitación. El olor a sangre permanecía en la escalera que conducía al piso donde su apartamento y los otros se encontraban, y no disminuyó hasta que paso la puerta de Antoine. Antoine debía haber llevado a su mujer a su apartamento para ayudarla. Sera ignoró su ira y los celos y continúo
caminando con cuidado, cuidado, enfocando toda su atención en Snow. Él la necesitaba necesitaba y no le fallaría. Él golpeó torpemente hacia la puerta de su apartamento y perdió el agarre. —Permíteme. —Sera tomó suavemente su mano, giró el pomo y abrió la puerta
para él. Él le dio las gracias con una sonrisa tensa y ella le ayudó a entrar, lo llevó a la cama. Cuando llegaron, él se desplomó sobre la cubierta negra, tumbado respirando con dificultad. Sera corrió hacia la puerta, cerrando con llave. Por mucho que temía estar sola y atrapada con Snow, temía aún más que él escapara. No por el bien de aquellos en el otro lado de la puerta, sino por él. No quería que sufriera más de lo que ya había sufrido. Temía estar rodeado de gente y tenía miedo de perder el control y hacerles daño. Debía haber requerido mucho valor para él ir a la fiesta esta noche. Su respiración era demasiado dificultosa para hablar. Él gruñó gruñó y estiró un brazo. Hacia las restricciones fijas a uno de los postes de la cama. Sera asintió. Gruñó para sí misma cuando trató de tirar de Snow por la cama. Querido Dios, pesaba una tonelada. Sera se quitó los tacones, monto la cama y se quedó cerca de sus hombros. Ella enganchó sus manos bajo las axilas y lo arrastró, gruñendo por el esfuerzo. Su trasero golpeó contra la pared detrás de la cabecera de la cama y bajó la mirada hacia Snow. Él ya y a estaba buscando a tientas la cadena, tratando de cerrarla alrededor de su muñeca derecha. Sera se movió con cautela por encima de él, tratando de no llamar demasiado la atención sobre sí en caso de que perdiera el control y desgarrara su garganta. Se arrodilló en la cama, cubrió la mano izquierda con la de ella y sonrió cuando él la miró, el rojo lleno casi todo su iris ahora. Cerró la esposa alrededor de su muñeca y echó la llave, Snow se desplomó sobre su espalda, respirando con dificultad e irradiando olas tan fuertes en su lucha que se sentían al rededor. Estaba luchando, pero estaba perdiendo. Ella enganchó el vestido negro y pasó por encima de él, arriesgándose a su ira. Él la sorprendió colocando su otra muñeca en el brazalete abierto sobre su cama. Estaba más coherente de lo que había pensado. Cerró el puño alrededor de su muñeca y se trasladó a sus pies.
Tuvo que tirar de las botas para llegar a los tobillos y Snow gruñó cuando no fue muy gentil al respecto. Ella sonrió pidiendo disculpa y le arrastró cada pie a las esquinas de su cama para llegar hasta las cadenas. Cuando aseguro los dos tobillos, comenzó a tranquilizarse y su respiración se hizo más controlada. Sera retrocedió hacia la puerta. Ella le había ayudado y ahora tenía que irse, antes que nada pase. —Espera. —Snow abrió los ojos. Sus pupilas estaban cambiando. Él tomó aliento
con fuerza y apretó los dientes, los labios se retrajeron y revelaron sus enormes colmillos. —No te vayas. Mi hermano... vale la pena luchar luchar por él. Sera se detuvo y dio un paso hacia Snow. Luchó contra las restricciones, gruñéndoles, y luego se calmó de nuevo. —Comete errores... no dice o hace lo correcto, a veces... pero es digno de ser
amado. Snow intentó incorporarse y no pudo, las restricciones estiraron sus brazos demasiado extendidos para conseguir algún soporte sobre de sus codos. Sera se acercó a él para que pudiera verla. Sus ojos estaban completamente rojos, las pupilas se extendían en rendijas estrechas. —Él merece ser amado... después de todo lo que le he hecho pasar. Se veía tan triste que Sera no pudo evitar sentarse en la cama junto a él. —Yo le he hecho pasar por muchas cosas. —Lágrimas alinearon sus ojos y Sera
resistió la tentación de poner la mano en la mejilla para consolarlo. —Eso me atormenta. —Lo sé, —susurró y le puso la mano en el pecho. El corazón le latía como un
tambor contra la palma palma a través de su camisa oscura, fuerte fuerte y poderosa. —Si pudiera hacer su vida mejor, yo haría lo que fuera... si tienes sentimientos por
él... entonces lucha por él. —Snow cerró los ojos y frunció el ceño, inclinando la cabeza en las almohadas negras. Lágrimas cortaron las sienes y cayeron en el pelo blanco. Él gruñó, con el cuerpo tenso como una cuerda, y luego se relajó en la cama otra vez. Jadeó y la miró, sus pupilas iban entre rendijas y círculos de gato.
—No dejes que Antoine se aparte de ti sólo por los terribles terribles actos que cometí.
Un escalofrío la invadió. Snow lo sabía. Buen Dios. Él sabía lo que había hecho, no sólo a Antoine, sino a toda su familia. Sera no pudo evitarlo entonces. Ella acarició su mejilla, con la esperanza de consolarlo. —Él te necesita. Él no se da cuenta de cuánto. Hazle ver. Sera. Tú eres adecuada
para él. No ella. Nunca ella. Sera asintió y se dejó la mano en su mejilla. No quería hablar de eso ahora. Ella quería hablar con él, para decirle que sabía lo que él había hecho. Estaba segura de que parte de la razón de su sed de sangre tenía un agarre tan firme en él a causa de esos recuerdos. Tenía que compartir la carga con alguien con el fin de superarlo, igual que Antoine le había confiado todo, pero ese alguien no era ella, ni Antoine. Antoine ya había sufrido suficiente. En parte por esa razón ella quería irse. —Quiero que Antoine sea feliz, Snow, con todo mi corazón... y él lo será ahora que
ella ha vuelto a él. Snow negó con la cabeza. —Estás equivocada. Yo lo he visto con ella y yo lo he visto contigo... Sera... y eres ere s tu quien lo hará más feliz. No renuncies a él. é l. ¿Podría ser cierto? Era demasiado esperar, incluso cuando era lo que realmente quería. Quería que Antoine fuera feliz con ella. No quería perderlo. Ella ya había luchado tan duro por él. Frunció el ceño. Ella lucho. Ella había luchado por él y llego demasiado lejos para rendirse ahora. El pomo de la puerta traqueteaba, una maldición áspera sonó al otro lado, y luego hubo un roce de metal contra metal. Sera se volvió para mirar por encima del hombro a la puerta puerta justo cuando se abrió, revelando a Antoine ensangrentado y presa del pánico. Ella no retiró su mano de la mejilla de Snow. Su corazón salto, adrenalina inundo inundo sus venas haciéndola temblar mientras esperaba que que Antoine hablara, tenía miedo de que él diría lo feliz que estaba ahora que Anya regreso y que quería que se fuera.
Antoine fijo los ojos desorbitados en ellos. —Yo no sabía qué esperar cuando Javier me dijo que te retiraste con Snow. Antoine pareció aliviado cuando vio a su hermano encadenado y luego sus ojos se oscurecieron cuando se detuvieron en su mano, que descansaba contra la cara de Snow. Él gruñó. Snow alzó una ceja pálida a su hermano. —Gracias por tu baja opinión de mí. Yo me puedo controlar alrededor de una hermosa mujer. Los ojos de Antoine brillaron de color rojo y gruñó. ¿Snow trataba de molestarlo? Sus ojos se abrieron. No. Él estaba tratando de demostrarle que su hermano se preocupaba más por ella que por Anya. Antoine se se acercó a ella y tiró su mano fuera de la cara de su hermano, sosteniendo su muñeca en un agarre doloroso. — ¿Y qué pensaste que estabas haciendo acompañando a Snow? Sera frunció el ceño hacia él. No iba solo a sentarse y aceptar ese tipo de actitud por parte de él. Él podría ser alrededor de un millar de años mayor que ella y un aristócrata, pero no era era una sirvienta a la que podía ordenar y tratar como su subordinado. Se puso de pie, enfrentándose a él, lo que le obligó a retroceder un paso, y apartó la mano de su brazo. —Snow quería mi ayuda y yo podía juzgar lo que él necesitaba, así que vine con él
para ayudarlo a encadenarse. Era lo menos que podía hacer antes de irme. — ¿Irte? —La Ira de Antoine se derritió Y sus ojos se abrieron y luego se centraron
en ella, el rojo sangre seguía en ellos. — ¿Por qué te vas? —Ella no lo hará, —Snow elevó la voz y la mirada de Antoine parpadeo para él al
mismo tiempo que la de ella lo hizo. —Si lo hare. No. No sé. ¿Yo no me voy? —Preguntó a Snow y él negó con la
cabeza. —No te vas.
Sera tomo una respiración profunda y exhaló agudamente. Tener a un inmenso, peligroso vampiro, el hermano mayor del que ella quería, de su parte fue sin duda bueno para su coraje. Se sentía valiente sabiendo que estaba apoyándola. No podía fallar. Se enderezó y miró a Antoine de nuevo. Ella no sería un fracaso. —Yo no me voy. Ella se va. — ¿Ella? —Antoine parecía perdido.
Snow resopló. —Anya. —Anya, —Antoine repitió. — ¿La mujer con la que te fuiste? Sé que todavía tienes sentimientos por ella... un
amor que ha durado siglos. Lo entiendo. Vi la mirada en tus ojos cuando cayó en tus brazos esta noche... noche... pero no voy a dejar que ella venga de regreso a tu vida y te aleje de mí. Sera pinchó su dedo contra el fuerte pecho de Antoine, cavando más profundo con cada palabra. Su corazón se aceleró y la sangre corrió, las rodillas se le debilitaron con cada segundo segundo que pasaba. No iba iba a fallar. Snow tenía razón. Si quería a Antoine, tendría que que luchar por él, y lo haría, incluso si se trataba de una lucha a muerte con la perra que había roto su corazón. frustración fluyo a través de su sangre, y —Mira —Antoine frunció el ceño, su frustración echó un vistazo a Snow. — ¿Estás bien? Hice todo lo posible para sacarla de la habitación inmediatamente. No debería haberla traído hasta aquí. Mi oficina podría haber sido la mejor opción. Yo no estaba pensando. Sera se dio cuenta por fin de la mirada de preocupación en los ojos de Antoine cuando vio a Anya ensangrentada y herida no había sido por ella. Poco a poco volvió la cabeza hacia Snow y lo miró con los ojos muy abiertos y el cuerpo entumecido al darse cuenta de la gravedad de su error. Antoine había estado preocupado por él. Había reconocido el olor de la sangre que podría desencadenar el hambre de Snow y había tratado de evitar que eso sucediera retirando rápidamente la fuente del olor. Esa fue también la razón por la que no se ofrecía sangre en la fiesta.
Antoine había querido que Snow bajara a socializar, y tomo medidas para asegurarse de que su hermano se sentiría cómodo. Sera se sentía tan estúpida. Ella había confundido la preocupación de Antoine con amor hacia la mujer, cuando había sido amor a su hermano. —Estoy bien, gracias a Sera. —Snow la miró y sonrió suavemente, sus ojos apenas
tocaban el carmesí ahora. —Recuerda lo que te dije. Sera asintió y se sintió un poco más de confianza cuando Antoine se volvió hacia ella. Él sonrió cálidamente, sus ojos azules brillando, brillando, y puso las manos en sus sus caderas y la atrajo contra su duro cuerpo. Sera se negó a ceder a él, incluso cuando su sonrisa se ensanchó. Misericordia, sabía cómo derretir el corazón cora zón de una mujer. — ¿Estabas diciendo algo acerca de no dejar que alguien me aparte de ti?, —dijo y
ella se sonrojó. Recorrió sus dedos sobre las marcas marc as en su garganta. Sera bajó la barbilla, pero Antoine no la dejó. Él puso sus dedos bajo su barbilla y la levantó, forzando sus ojos hacia él. Ellos eran tan cálidos ahora, un mar de sentimientos en que de buena gana se ahogaría. Podría morir feliz pérdida en los ojos de este hombre, o en sus brazos. —No voy a dejar que te aparte de mí, Antoine. Luché demasiado condenadamente
duro para no perderte ahora, ni nunca. Tan pronto como ella sea capaz de moverse, se ira de aquí. Lo digo en serio. Quiero que se vaya. Nadie en este mundo va a interponerse entre nosotros. —Sera miró por encima del hombro a Snow. —La presente compañía excluida. Snow se limitó a sonreír. Sera volvió a mirar a Antoine, su mandíbula apretada y el corazón constante. Snow le había dicho que hiciera a Antoine ver que era la única para él, la única y que Anya no podía hacerlo feliz. Ella no era normalmente del tipo de dar órdenes a la gente, pero tampoco había sido del tipo de seducir a alguien, nunca antes de enamorarse de Antoine. Por él, haría cualquier cosa, sin importar lo vergonzoso que fuese.
Si era necesario hacerle ver que lo que tenían juntos es más fuerte de lo que había tenido con Anya y que tenía la intención de seguir luchando por él, porque estaba enamorada de él y lo necesitaba más que nada, y que le amaría por siempre y nunca le haría daño, entonces ella expondría todo to do en la línea aquí y ahora mismo. —Me niego a dejarte ir y estoy segura que no dejare que cualquier otra persona te
aparte de mí. Eres mío, Antoine. —Ella deslizó sus brazos alrededor del cuello de Antoine y lo atrajo hacia abajo para un beso lento y pausado. Las manos de Antoine llegaron a la parte baja de su espalda, sosteniéndola cerca de él mientras la besaba, tan suave y ligero que se sentía como si estuviera flotando. Le dio un breve beso y luego se echó hacia atrás para mirarla a los ojos. —Y tú eres mía. —Sus ojos azules brillaban con promesas detrás de esas palabras,
unas de amor por siempre. Su sonrisa impresionante la calentó hasta el alma. Había tanto afecto y felicidad en e n esa sonrisa. La felicidad que ella le había dado. —Anya se metió en una pelea con una manada de hombres lobo, pero sus heridas
no tomarán mucho tiempo para sanar. Voy a moverla a uno de los dormitorios extra y ella se habrá ido pronto. Nunca permitiría que que se interpusiera entre nosotros, Sera. Te necesito y significas mucho para mí. Si deseas que se vaya cuanto antes, voy a arreglar que un médico se la lleve esta noche. La mujer había estado sangrando profusamente por múltiples laceraciones. No se veía como si estuviera en estado que ser trasladada esta noche y Sera nunca permitiría que sus celos la controlaran lo suficiente para colocar la vida de alguien en peligro, pero agradeció el gesto. condiciones de —Múdala del apartamento y se puede quedar hasta que esté en condiciones irse, pero yo no te quiero cerca de ella. La sonrisa de Antoine se amplió, como si le gustara el silbido celoso que había estado en sus palabras y la forma posesiva en que ella se aferró a él. —Como mi mujer lo quiera. —Él tocó las marcas en su garganta de nuevo. —Le van bien, —dijo Snow. — ¿Supongo que ella era ya era tuya mucho antes de
esta noche?
Sera frunció el ceño. — ¿Qué quieres decir? Antoine le dio un beso en las heridas y ella le devolvió la mirada, mirando profundamente en sus ojos. Había Había un tono de preocupación en ellos ahora. —Sí, ¿Antoine, que quiero decir? —La voz de Snow sonó con diversión.
Antoine le frunció el ceño y luego sonrió. Su pulgar recorrió las marcas. que probablemente no lo sabes, pero en la época que yo nací y —Eres joven, así que me crie, morder a otro vampiro fue una demostración de posesión. —Él seguía acariciando el lugar donde la había mordido. —Todavía creo en lo viejo... así que cuando digo que tú eres mía, Sera, quiero decir que eres mía, de manera irrevocable, eternamente. Antoine la atrajo de nuevo a él y cubrió su boca con la suya, con un beso que le hacía apoyarse en él por más, sin preocuparse de su compañía. Ella sonrió contra sus labios, conmovida de la cabeza a los pies, victoriosa. Había arriesgado todo para perseguir a un hombre que los demás creían no tenía emociones y había descubierto que era cálido, amoroso y hermoso. Hizo todo en su poder para obtener una audición para que pudiera ganar su atención y había terminado por querer ganar su corazón y darle felicidad. Ella había pasado por muchas cosas con él ya, pero sabía que esto era sólo el principio, que los próximos años les podrían a prueba pero también habría recompensa, y estaba determinada a lograrlo y permanecer junto a Antoine. Él la reclamo. Era suya ahora. Y él de ella. Irrevocablemente. Eternamente.
FIN.
Próximamente
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Vampire Erotic Theatre # 4
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