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“Pájaros prohibidos”
Eduardo Galeano
Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros. Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener ideas ideológicas, recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen en la entrada de la cárcel. El domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en la copa de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas: – ¿Son ¿Son naranjas? ¿Qué frutas son? La niña lo hace callar: – Ssshhhh. Ssshhhh. Y en secreto le explica: – Bobo. Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.
“Los dos reyes y los dos laberintos” lab erintos” -
Jorge Luis Borges
Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mando a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: "Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso." Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con aquel que no muere.
“El cazador Hailibu” (Cuento mongol) – mongol) – anónimoanónimo-
Tiempo atrás vivió un hombre llamado Hailibu. Como se ocupaba de la caza, todos lo conocían como ―el cazador Hailibu‖. Puesto que siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, nunca disfrutaba solo de las cosas que cazaba, sino que las repartía; por lo cual se había ganado el respeto de todo el mundo. Un día que fue a cazar a la profundidad de la montaña, divisó entre la espesura del bosque una serpiente blanca que dormía enrollada bajo un árbol. El hombre dio un rodeo, pisando suavemente para no despertarla. De súbito, bajó del cielo una grulla gris que atrapó a la serpiente con sus garras y volvió a emprender vuelo. La serpiente se despertó sobresaltada gritando: ¡socorro!, ¡socorro! Hailibu aprontó su arco y su flecha y le apuntó a la grulla que iba subiendo hacia la cima de la montaña. El ave perdió a la serpiente y huyó. Pobre pequeñita, ve rápido a buscar a tus padres. – padres. – le le dijo el cazador al reptil-. Agradecido, — Pobre el animalito se retiró. Al día siguiente, cuando Hailibu pasaba justamente por el mismo sitio de la víspera, varias serpientes que rodeaban a la blanca salieron a recibirlo. Asombrado, estaba pensando en dar un rodeo cuando la serpiente blanca le habló:
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— ¿Cómo está, mi salvador? Tal vez no me conozca, yo soy la hija del rey dragón. Ayer usted me salvó la vida y hoy mis padres me han ordenado que venga especialmente a recibirle para acompañarle a mi casa, donde le darán las gracias en persona. Cuando llegue allá – continuó – no acepte nada de lo que le ofrezcan mis padres, pero pida la piedra de jade que lleva mi padre en la boca. Si usted se pone esa piedra en la boca, podrá entender todos los idiomas de los animales que hay en el mundo. Sin embargo, lo que usted escuche no podrá comentárselo a nadie más. Si lo hiciera, se convertiría en una piedra. Hailibu asintió, siguiendo a la serpiente hasta la profundidad del valle donde el frío iba creciendo a cada paso. Cuando llegaron a la puerta de un depósito, la serpiente dijo: — Mis padres no pueden invitarlo a pasar a la casa, lo recibirán aquí. Y justo cuando estaba explicando esto, el viejo dragón apareció y le dijo muy respetuosamente: — Usted ha salvado a mi querida hija y yo se lo agradezco sinceramente. En este depósito se guardan muchos tesoros, usted puede tomar lo que desee sin ningún cumplido. Y dicho esto abrió la puerta instando a Hailibu para que entrara; el cazador notó que estaba repleto de tesoros. Una vez que terminaron de ver este lugar, el viejo dragón acompañó a Hailibu a visitar otro, y así recorrieron ciento ocho; a pesar de ello, Hailibu no se decidió por cosa alguna. — Buen hombre, ¿ninguno de estos tesoros te place? – preguntó el viejo dragón con un poco de incomodidad. — A pesar de que son muy buenos, sólo se pueden utilizar como hermosos adornos, pero no tienen utilidad para mí que soy un cazador. Si el rey dragón desea realmente dejarme algo como recuerdo, le ruego que me entregue ese jade que tiene en su boca. El rey dragón se quedó absorto un momento; no le quedaba más remedio que escupir, con mucho dolor, la piedra que tenía en su boca y dársela a Hailibu. Después de que el cazador se despidió, saliendo con la piedra en su poder, la serpiente blanca lo siguió y le recomendó repetidas veces: — Con esta piedra podrá enterarse de todo. Pero no puede decirle a nadie ni palabra de lo que sepa. Si lo hace, se encontrará en peligro. Por nada del mundo se olvide de ello. Desde entonces Hailibu logró cazar muy fácilmente. Podía entender el lenguaje de las aves y las bestias y de este modo saber qué animales había al otro lado de la gran montaña. Así pasaron muchos años, hasta que un día, llegó a cazar a un lugar y escuchó a unos pájaros que decían: — Vayamos pronto a otro sitio. Mañana se va a derrumbar la montaña y el agua correrá a torrentes inundándolo todo. ¡Quién sabe cuántos an imales morirán! Hailibu se quedó muy preocupado; sin ánimo ya para cazar, regresó de inmediato y le anunció a todos: — ¡Mudémonos a otro sitio! En este lugar ya no se puede vivir más. ¡Quien no lo crea después no tendrá tiempo para arrepentirse! Los demás se quedaron muy extrañados. Algunos creían que aquello era imposible; otros, que Hailibu se había vuelto loco. En resumen, nadie le creía. — ¿Acaso esperan a que yo muera para creerme? – preguntó Hailibu llorando de los nervios. — Tú nunca nos has mentido – opinaron unos ancianos – y eso lo sabemos todos. Pero ahora dices que aquí ya no se puede vivir más. ¿En qué te basas? Te rogamos que hables claro. Hailibu pensó: ―Se aproxima la catástrofe, ¿cómo puedo pensar en mí mismo y permitir que todos los otros sufran la desgracia? Prefiero sacrificarme para salvar a los demás.‖ Relató pues cómo había obtenido la piedra de jade, de qué modo la utilizaba para cazar, la forma en que se había enterado de la catástrofe que iba a sobrevenir por boca de los pájaros y por último el porqué no podía contarles a los demás lo que escuchaba de los animales: se convertiría
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en piedra muerta. Al tiempo que hablaba Hailibu se iba transformando y poco a poco se fue haciendo piedra. Tan pronto la gente vio aquello, se apresuró a mudarse, con mucho dolor, llevándose a sus animales. Entonces, las nubes formaron un espeso manto y comenzó a caer una torrencial lluvia. En la madrugada siguiente, se escuchó en medio de los truenos un estruendo que hizo temblar la tierra y la montaña se derrumbó mientras el agua fluía a borbotones. — ¡Si Hailibu no se hubiera sacrificado por nosotros ya habríamos muerto ahogados! – exclamó el pueblo emocionado. Más tarde, buscaron la piedra en que se había convertido Hailibu y la colocaron en la cima de la montaña, para que los hijos y los nietos y los nietos de los nietos recordaran al héroe Hailibu que ofrendó su vida por todos. Y dicen que hoy en día existe un lugar que se llama ―La piedra Hailibu. CUENTOS POPULARES CHINOS . Ediciones en lenguas extranjeras Beijing. Traducido por Laura A. Rovetta, 1ª edición,1984. (adaptación)
“Las tres plumas (versión de los hermanos Grimm)
Había una vez un rey que tenía tres hijos, de los cuales dos eran listos y bien dispuestos, mientras el tercero hablaba poco y era algo simple, por lo que lo llamaban "El lelo." Como el rey se sentía ya viejo y débil, pensó que debía arreglar las cosas para después de su muerte, pero no sabía a cuál de sus hijos dejarle la corona. Entonces, les dijo: "Marchaos, y aquel de vosotros que me traiga el tapiz más hermoso, será rey a mi muerte." Y para que no hubiera disputas, los llevó delante del palacio, echó tres plumas al aire, sopló sobre ellas y dijo: "Iréis adonde vayan las plumas." Una voló hacia el Levante; otra, hacia el Poniente, y la tercera fue a caer al suelo, a poca distancia. Y así, un hermano partió hacia la izquierda; otro, hacia la derecha, riéndose ambos de "El lelo" al que, siguiendo la tercera de las plumas, le tocó quedarse en el lugar en que había caído. El mozo se sentó, tristemente, en el suelo, pero muy pronto observó que al lado de la pluma había una trampilla. La levantó y apareció una escalera; descendió por ella y llegó ante una puerta. Llamó, y oyó que alguien gritaba en el interior: "Ama verde y tronada, pata arrugada, trasto de mujer que no sirve para nada: a quien hay ahí fuera, en el acto quiero ver." Se abrió la puerta y el príncipe se encontró con un grueso sapo gordo, rodeado de otros, muchos más pequeños. El sapo gordo le preguntó qué deseaba, a lo que el joven respondió: "Voy en busca del tapiz más bello y primoroso del mundo." El sapo, dirigiéndose a uno de los pequeños, le dijo: "Ama verde y tronada, pata arrugada, trasto de mujer que no sirve para nada: aquella gran caja me vas a traer." El sapo joven fue a buscar la caja; el gordo la abrió, y sacó de ella un tapiz, tan hermoso y delicado, como no se había tejido otro en toda la superficie de la Tierra. El animal se lo entregó al príncipe. El mozo le dio las gracias y se volvió a su palacio. Los otros dos hermanos consideraban tan tonto al pequeño, que estaban convencidos de que jamás lograría encontrar nada de valor. "No es necesario que nos molestemos mucho," dijeron, y a la primera pastora que encontraron le quitaron el tosco pañolón que llevaba a la espalda. Luego volvieron al palacio para presentar sus hallazgos a su padre, el rey. En el mismo momento, llegó también "El lelo" con su precioso tapiz; y, al verlo, el rey exclamó, admirado: "Si hay que proceder con justicia, el reino pertenece al menor."
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Pero los dos mayores importunaron a su padre, diciéndole que aquel tonto de capirote era incapaz de comprender las cosas; no podía ser rey de ningún modo, y le rogaron que les propusiera otra prueba. Dijo entonces el padre: "Heredará el trono aquel de vosotros que me traiga el anillo más hermoso," y, saliendo con los tres al exterior, sopló de nuevo tres plumas, destinadas a indicar los caminos. Otra vez partieron los dos mayores: uno, hacia el Levante; otro, hacia el Poniente, y otra vez fue a caer la pluma del tercero junto a la trampilla del suelo. Entonces, ―El lelo‖ descendió nuevamente la escalera subterránea y se le presentó al sapo gordo, para decirle que necesitaba el anillo más hermoso del mundo. El sapo dispuso que le trajesen inmediatamente la gran caja y, sacándolo de ella, le dio al príncipe un anillo refulgente de pedrería, tan hermoso, que ningún orfebre del mundo habría sido capaz de fabricarlo. Los dos hermanos mayores se burlaban de "El lelo," que pretendía encontrar el objeto pedido. Sin apurarse, quitaron los clavos de un viejo aro de coche y lo llevaron al Rey. Pero cuando el menor se presentó con su anillo de oro, el rey hubo de repetir: "Suyo es el reino." Pero los dos no cesaron de importunar a su padre, hasta que consiguieron que impusiese una tercera condición, según la cual heredaría el trono aquel que trajese la doncella más hermosa. Volvió a echar al aire las tres plumas, que tomaron las mismas direcciones de antes. Nuevamente, bajó "El lelo" las escaleras, en busca del grueso sapo, y le dijo, preocupado: "Ahora tengo que llevar a palacio a la doncella más hermosa del mundo." "¡Caramba!" – replicó el sapo – . "¡La doncella más hermosa! No la tengo a mano, pero te la conseguiré." Y le dio una zanahoria hueca, de la que tiraban, como caballos, seis ratoncillos. "El lelo‖ preguntó con tristeza: "¿Y qué hago yo con esto?" Y el sapo le respondió: "Haz montar en ella a uno de mis sapos pequeños." El mozo eligió al azar uno de los sapos y lo instaló en la zanahoria. Apenas estuvo en ella, se transformó en una bellísima doncella; la zanahoria, en carroza, y los seis ratoncitos, en caballos. Dio un beso a la muchacha, puso en marcha los corceles y se dirigió al encuentro del rey. Sus hermanos llegaron algo más tarde. No se habían tomado la menor molestia en buscar una mujer hermosa, sino que se llevaron las primeras campesinas de buen parecer. Al verlas, el rey exclamó: "A mi muerte, el reino será para el más joven." Pero los mayores volvieron a aturdir al anciano, gritando: "¡No podemos permitir que "El lelo" sea rey!" y exigieron que se diese la preferencia a aquel cuya mujer fuese capaz de saltar a través de un aro colgado en el centro de la sala. Pensaban: "Las campesinas lo harán fácilmente, pues son robustas; pero la delicada princesita se matará." El viejo rey, resignado, también accedió. Y he aquí que saltaron las dos labradoras. Pero eran tan pesadas y toscas, que se cayeron y se rompieron brazos y piernas. Saltó a continuación la bella damita que trajera "El lelo", y lo hizo con la ligereza de un corzo, por lo que ya toda resistencia fue inútil. Y "El lelo" heredó la corona y reinó por espacio de muchos años con prudencia y sabiduría. Adaptación de la versión de los hermanos Grimm. Versión e imagen tomada de: http://www.grimmstories.com/es/grimm_cuentos/las_tres_plumas
¿Querés tener un millón de amigos? (Verónica Sukaczer)
Sucede así: me levanto con la certeza absoluta de que no quiero tener más amigos. Tengo 901.532 amigos de todos los rincones delo mundo, y sé que si acepto uno más (incluso el más fantástico, el más difícil, el más amigo) mi cabeza explotará por sobreamistad, si es que eso existe. Como un enchufe al que han sobrecargado y un día, por conectar cualquier tontería, la que menos consume, dice basta y te estalla en las manos. Jin-Loo-Piu te ha agregado como amigo el día 8 de noviembre de 2035. ¿Quieres ser amigo de Jin-Loo-Piu? IGNORAR. Kuaria Neveduul te ha agregado como amigo el día 8 de noviembre de 2035. ¿Quieres ser amigo de Kuaria Neveduul? ¡No! ¡No quiero! Ignorar ignorar ignorar. La red social a la que pertenezco yo y el resto del mundo me persigue. Ocho, doce, cincuenta, cien pedidos de amistad cada día. Se me va la vida en leer lo que piensan y hacen mis amigos, en lograr pensar algo que valga la pena ser pensado y escrito.
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— Emma — las palabras de mamá aparecen en la pantalla minutos más tarde de haber tomado la decisión — , me dice tu tía, con quien estoy conectada, que rechazaste la amistad de un chico divino que ella te sugirió como amigo. ¿Es verdad? — Supongo que sí — le escribo — . No acepto más amigos, así que estoy rechazando todos los nuevos pedidos de amistad. — ¿Qué? — tipea mamá — . ¿Vos estás loca? Con lo popular que sos en la red... — Mamá... hace tres días que no me conecto a la escuela por responder a lo que piensan todos mis amigos. — Bueno... vos sabés que a mí me importa más que tengas una vida social sana que la escuela. Si uno sabe buscar un tema en Internet, ya lo sabe todo. Y además... ya casi alcanzabas a Laurita, tu prima, que tiene un millón de amigos. — Acaso es una competencia? — le pregunto y me pregunto. — No, claro que no. ¿Pero no ilusiona tener un millón de amigos? — ¡No! Y tampoco me imagino cómo Laura puede ser feliz. ¡En absoluto! Además... no sé quién es ninguno de ellos. Nunca los escuché reír realmente, nunca los abracé... ¿Y sabés qué? No me importa quién está y quién no. Ni siquiera me doy cuenta de si alguno deja de ser mi amigo. — No te entiendo... — escribe mamá — . ¿Qué es lo que querés? ¿Contacto corporal? ¿Con todas las pestes y virus nuevos que acechan hoy en día? — No sé mamá... ya no sé lo que quiero... Tal vez una única amiga a quien pueda hablarle de verdad... — ¡Emma! ¿Podés imaginarte en la red con una única amistad? Eso es tan triste... Sí, pienso (pero esta vez no lo escribo en la red), sería patético. Vergonzoso. A menos que exista otra forma de amistad... Pasa otro minuto (la vida en la red es vertiginosa, te atropella), y recibo una nueva invitación de amistad que se amontona a las que aún no tuve tiempo de rechazar. Aceptar-Ignorar. La vida ofrece dos opciones y yo elijo. Ignorar ignorar ignorar. Aceptar. ¿Clikeé en aceptar? ¿Eso fue todo lo que aguanté? ¿Un par de horas de rechazos y un chat con mamá, y vuelvo a ser la misma de siempre? Releo el pedido de amistad y entonces me doy cuenta de que no es como siempre, que dice otra cosa. Vaya. ¿Qué acabo de aceptar? Laura te ha agregado como amiga real. ¿Querés dejar la computadora, salir y conocer a Laura? ACEPTAR. Laura, mi prima, me doy cuenta. La del millón de amigos. Me río y me angustio al mismo tiempo: no conozco a Laura. He chateado con ella desde siempre pero nunca nos vimos. Dios mío. Salir. Hace años que no salgo. Todo viene a mí: el médico, las vacunas, las compras del supermercado, la ropa que elijo on-line. Y ahora, de pronto... salir... ¿Salir a dónde? ¿Salir para qué? — Mamá — la busco de nuevo y le ecribo — . Voy a salir. — Me parece excelente, que lo hayas meditado y sigas aceptando amigos. — Escribí salir, no aceptar. — Ah, perdón, es que estoy chateando con tantos a la vez... ¿Qué? ¿Salir de dónde? — De casa. Supongo que es el único lugar de donde se puede salir. — No, no te lo permito. — ¿Vas a venir hasta acá a prohibírmelo? — No me pruebes, Emma. ¡Estoy haciendo miles de cosas! ¡No puedo cortarles a los demás como hacés vos! — Hasta luego mamá... Levantarme no fue difícil. Me levanto a cada rato. Pero llegar hasta la puerta, y abrirla... Una luz tibia de sol verdadero me inunda. Y el olor del aire... la brisa... y esa mano, esa mano que me acerca y que agarro fuerte, porque estoy mareada de aire libre... y esa risa y, por fin, ese abrazo. Tengo una amiga. Te proponemos que veas algunos videítos y que reflexiones con tus compañeros más cercanos. Anoten algunas ideas importantes para debatir en grupo y luego, aporten su mensaje en el momento del debate general. Seleccionen ideas que te parezcan interesantes y piensen el por qué las eligieron.
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http://www.youtube.com/watch?v=VoehKh5DMEg http://www.youtube.com/watch?v=ujSEm-KmrmE http://www.youtube.com/watch?v=xzTgIdNW6lg Para ver en familia: http://www.youtube.com/watch?v=nEgDMXds2g8 http://www.youtube.com/watch?v=lsi2s3jjz0Y