Maqueta: RAG
JUUÁN
Reservados lodos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con pena� de multa y privación de l ibertad quienes reproduzcan o plagien. en todo o en parte, una obra literaria. artística o ciemífica. fijada en cualquier tipo de sopone sin la preceptiva autorización.
Caps. 1 y 1O, ID Juli<ín Gallego. Cap. 2, ID Michael H. Jameson, por permiso de la lnst ituionen fi:ir Arkeologi och Antik Historia, Uppsalu. Cap. 3, ID Petcr Garnsey, por permiso de Cambridge University Prcss. Cap. 4, © Thomas W. Gallant. Cap. 5, © Stephen Hodkinson. por pe rmiso del Trinity Hall, Cambridge, Cambridge Philological Socicty. Cap. 6. © Robin Osborne . por permiso de Taylor and FrancisBook Ltd. Cap. 7, ID Lin Foxhall, por permiso de Tay lor and FrancisBook Lld. Cap. 8, 11) Victor Davis Hanson. por permiso de Sirnon and Schuster. lne. Cap. 9, 11) Ellen Meiksins Wood. por permiso de Verso Ltd. ·
ID de la pre;ente recopilación. Julián Gallego. 2003 ©Ediciones Akal, S.A., 2003
para todos los países de habla hispana Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid - España Tel.: 91 806 19 96 Fax: 91 804 40 28 ISBN: 84-460-1437-8 Depósito Legal: M. 355-2003 Impreso en Cofás, S.A. Móstoles, (Madrid)
GALLEGO
EL MUNDO RURAL EN LA GRECIA ANTIGUA Traducciones: Gabriela Duchini
1
más pobres, aquellos que no podían ganarM.: el Ml:-.tcnto u partir de :-.u tierra, parecerían haberse agrupado con los pobres e n general. Los granjeros, georgoi, eran aquellos que se ganaban el sustento a partir de l a tierra, y un sustento decente. Pero, desde una perspectiva moderna, no necesitamos abandonar nuestra admiración por Atenas para volver al cuadro de u na plebe naval y ociosa, que fue propuesto por los ene mi gos de la democracia, sino que deberíamos reconocer que uno de los grandes l ogros de Atenas fue dar plenos derechos a hombres l ibres cuyo papel como ciudadanos, para usar un lenguaje completamente anacrónico, no consistía en un título sobre un trozo de tierra. En resumen, entre u na variedad de regímenes agrícolas, dos son clar �mente distinguibles: primero, aquel de las regiones social y eco nómicamente conservadoras como Esparta, Creta y Tesalia, caracteri zadas por grandes haciendas trabajadas por siervos, quizás común mente como aparceros, y por una producción adaptada principalmente para proveer cereales en excedente para elites a la vez que sati sfacer las necesi dades de subsistencia de la mayoría. Segu ndo, exi stía el régi n:en de áreas que miraban más hacia afuera, tales como Quíos y Corc1ra, donde las grandes haciendas privadas eran trabajadas por esclavos para una producción más orientada al mercado. El Ática clásica se ubica en alguna parte entre el segundo y un postulado tercer tipo, aquel de las pequeñas granjas famil i ares trabajadas mayoritaria mente sin ayuda externa y que no apuntaban mucho más allá de la subsistencia. En el Ática la tierra total poseída por la mayoría de las familias era pequeña, pero durante el periodo clásico más tardío fue trabajada intensivamente con una gran i nversión de trabajo dirigida a obtener un excedente para ser intercambiado y no meramente para la subsistencia. No hay razón alguna para pensar que estos tipos agotan las posibi l i dades. Queda bastante por aprender, especialmente, pienso, de la arqueología, a pesar de l os problemas de i nterpretación, así como de una mirada renovada de la evidencia escrita para la agricultura y de los estudios comparativos, particularmente entre las regiones del mundo griego con su contexto cultural común y a lo largo de su historia en casi el mismo contexto natural.
PETER ÜARNSEY
EL CAMPESINADO: SUBSISTENCIA Y SUPERVIVENCIA'''
l. Introducción El mundo grecorromano era una sociedad con una urbanización relativamente alta sostenida en su mayor parte por el trabajo de peque i\os granjeros, propietarios o arrendatarios. El patrón y la extensión de esta urbanización, la condición de ciudades particulares y sus relaciones entre sí estaban cambiando constantemente. Los hogares campesinos individua les subsistían, se extinguí an, mi graban y estaban sometidos a diversos grados de explota ción. Pero la estructura esencial de la socie dad medi terránea y el carácter de su base económ ica permanecieron relativamente estables a todo lo largo del periodo de la antigüedad clá sica. En este capítulo, considero el problema del aprovisi onamie nto ele alimentos desde el punto ele vi sta ele los productores de subsisten cia o cercanos a la subsisten cia 1 • La supervivencia del campesinado depen día de su éxito en seguir una estrategia de producción de bajo riesgo y en establecer y sumar la mayor cantidad de lazos sociales y econó micos con sus iguales y sus superiores en la sociedad. En cuanto a las ciudades, había poca regulación del aprovisi ona miento ele alimentos por parte de los gobernantes l ocales. La Atenas del siglo IV a.C. y la Roma republi cana tardía e imperial fueron excep-
in Este 1exto es el capítulo 4 clellrabajo ele Peter Garnsey. Famine all(/ food supply Cambridge Universily Press, Cam
the Graeco-Roman 1\'0rld. Responses to risJ.: andcrisis, *
bridge, 1998, 43-68. sino tam 1 El autor introduce aquí no sólo los temas a lratar en el presente capfllllo de urbanas>>, es comunidad las n: dislribució y namiento «Aprovisio 5: capfltdo bién los del Fwnine andfood supp/r l'nota del editor].
70
71
cionales a este respecto. En la mayor parte de los estados, las autori dades cívicas i ntervenían sólo en tiempos de crisis, y su compromiso sólo duraba el tiempo de la propia emergencia. Más aún, las respues tas gubernamentales o públicas a la crisis de alimentos raramente eran radicales. La redistribución de la propiedad no se tenía como una posi bilidad, y las i nstituciones permanentes que se concebían para hacer frente a las crisis de ali mentos eran rudi mentarias. La protección del ciudadano común contra un percance en el sistema de aprovisiona miento de ali mentos reposaba esencial mente sobre los miembros de l a elite q u e actuaban a partir de su capacidad privada. La mayor parte de las granjas de la antigüedad eran pequeñas. Incluso cuando largas extensiones estaban en posesión de un propie tario rico, era común que la tierra se fragmentara, en la medida en que fuera tierra arable más que pastizales o bosques. Las haciendas del rico estaban regularmente no sólo fragmentadas, sino también espar cidas2. ¿Cómo cultivaban su tierra los grandes terrateni entes? La eviden cia antigua, en particular la evidencia para Ttalia, se presenta sesgada en favor de una «hacienda esclavista», propiedad de unas modestas 25-60 hectáreas, empleando una fuerza de trabajo esclava permanen te controlada por un vigilante de esclavos. Esta hacienda esclavista representa un estilo de labranza que puede legítimamente ser llamada a lo sumo la «excepción dominante», incluso en la Italia republicana tardía e imperial temprana, el centro de la esclavitud agraria. Más aún, en la práctica, pocos propietarios de tierras hacían caso omiso por completo del trabajo campesino libre. La viabilidad económica de las haciendas esclavistas dependía de la disponibi l i dad de trabajo libre en los tiempos ele punta del año agrícola, especialmente durante las cose chas; también era común en la Italia i mperial temprana emplear cam pesinos como arrendatarios q u e controlaban una fuerza ele trabajo esclava. Finalmente, a lo largo del área enorme ocupada por el Impe rio romano, la población rural, pequeños propietarios, arrendatarios y trabajadores (permanentes o estacionales), era predomi nantemente libre. La economía antigua en todos los periodos reposaba sobre los hombros de los campesinos, no de Jos esclavos3.
P. Garnsey y R. Saller, The Ronw11 empire. Ecrmomy. .wrietr and culwre. Londres, 1 987 . Ver A. Carandini. <
>, en A. Giardina y A. Schiavone (eds.). Societil nmw1w e pmdu:ione schim'istica. Bari, 1 98 1 . vol. 2, 249-60 (la esclavitud como <, JRS. 71 ( 198 1 ), 1 0-23 (interdepende ncia entre cam pesinos y grandes terratenientes); K.-P. Johne. J. Kühn y Y. Weber. Die Kolo//e/1 i11 /tct!ien wul 2 J
72
l.m eampe�inos han sido dclini dos como «pequeños productores de la ti erra que. con la ayuda de un equipamiento simple, su propio trabajo y el de sus familias, producen principal mente para su propio consumo y para hacer frente a las obligaciones con respecto a Jos poseedores del poder político y económico, y alcanzan casi la autosu ficiencia total dentro del marco de una comunidad al deana»4. Esta definición distingue al campesino, pequeño poseedor o arren datario (las categorías no son mutuamente exclusivas), por un lado, del granjero empresarial que cultiva cosechas vendibles en el mercado, y, por el otro, del cultivador o pastor primitivo aislado del mundo exte rior a su comunidad. Soy renuente en admitir tanto la dependencia política como la económica como una característica definitoria del campesi nado, porque deseo incluir no sólo a las comuni dades campe sinas (sin duela l a mayoría) que estaban unidas por relaciones poi íticas con ciudades o un estado central, sino también a las comunidades rura les pre-polis de la Grecia arcaica como la Beocia del poeta Hesíodo, donde las prácticas económicas y los valores morales eran reconoci blemente «campesinos», y las regiones poco urbanizadas que fueron ampliamente independientes de o sólo estuvieron débil mente vinculadas con los centros urbanos. En Italia, en buena parte de nuestro periodo, las regiones de colonización etrusca, griega y púnica (y áreas tales como el Lacio y la Umbría fuertemente influenciadas por los etrus cos), donde las ciudades y el patrón ele cultura urbana estaban bien establecidas desde los tiempos prc-romanos, pueden distinguirse cla ramente respecto de la mayor parte del resto de la península, caracte rizada por granjas aisladas y centros poblacionales pequeños que eran a menudo poco más que lugares de refugio o centros de culto con fun ciones económicas menores. En las provincias norafricana y clanubia-
denll'e.�t!ichen Pmvin:en des romischen Reichl!.l'. mte farm-tenancy
Berlín. 1983: P.W. DI! Neevc. Coi111111S. Pri·
in Roman Ita/y duri11g the Repu!Jiic and ear!y Principate. Am,terdam. 1984
( arrendutarios); C. Whittaker. <
and soils. Technnlogy, praduction and em•inmme/11 i11 t!Je penill.\'11/a of Metllwla, Greece
(tesis de doctorado), Pennsylvania. 1982. Constituyen estudios históricos útiles M. Monta nari. L'alimenta:ione contadina nell'a/w medioel'o. Nápoles. 1979: idem. Campagne medie1•ali. Stmrture praduuive. rapporti di hn•oro. sistemi alimentari. Nápoles, 1 984: E. Le Roy Ladurie, Les paysans du Languedoc, París. 1966, 2 vols.; P. Goubert, La payscmnerie fran,·aise au XVII" sii!cle. París, 1986. 73
na del Imperio romano, los grupos de veteranos y sus descendiente' formaron comunidades de campesinos sobre territorios originalmente no dependientes de una ciudad5. Al adoptar una definición ampli a del campesinado, estoy haciendo más dificultoso generalizar sobre l as respuestas campesinas a las constricciones medioambientales y las demandas humanas. Era y a u n a tarea ardua, y n o sólo a causa d e l a falta d e i n terés en los peque ños campesinos manifestada en las fuentes, producto de la elite social y cultural. El comportamiento de los campesinos tiene que ser eva luado a l a l uz de una serie de factores, sobre todo el sistema de tenen cia y el tamaño de la granj a, pero también el clima y la fertilidad del suelo, l a n aturaleza de las cosechas, l a tecnología y el uso de la tierra, los recursos m ateri ales de los cultivadores, l a estructura de l a familia, las condiciones demográficas, las relaciones con los mercados y l as c argas i mpuestas desde afuera. Un breve comentario sobre las dos pri meras de estas variables puntualizará las disp aridades que exi stían y las implicaciones sobre las chances de supervivencia. En primer lugar, los medios de existencia no eran igual mente acce sibles para los pequeños propietarios, los arrendatarios y los trabaj a dores asalariados. La demanda de los trabaj adores asalariados sobre el producto de la tierra era obviamente más m odesta, y eran particular mente vulnerables en tiempos de escasez de alimentos cuando l a demanda bajaba y los salarios caían. En comparación con los trabaj a dores asalari ados, los granjeros arrendatarios tenían un mayor acceso a los recursos del terrateniente, que podía sentirse obli gado a garantizar su subsistencia, al menos hasta que l a cosecha fuera recogida. Mucho
Ut JWndla tk lo� térm inos del arriendo y l a actitud del terrateniente. L a ptJ�Il'IOil de lo� propietarios ocupantes era m á s sólida ante l a ley, pues tu
que su c ontrol sobre l a tierra y sus productos era superjor. En tiem
pm tk adversidad, no obstante, su posición independiente podía real
nwnte actuar contra ellos. Los pequeños poseedores, que eran también una fuente vali osa de trabaj o estacional para una gran hacienda, esta hun tal vez mejor protegidos c ontra desastres, si podían aceptar l a nyuda de su vecino sin c aer en las deudas y l a dependencia6. En segundo lugar, en cuanto al tamaño de l a granja Finley escribe: .. El tamaño óptimo de una gran ja campesina es una noción obviamente "in sentido». El concepto de tamaño mínimo es i gualmente un sin sen tido. El tamaño de l a granja que un ateniense corriente (un rhes) podía haber trabajado en el periodo clásico ha sido estimado en alrededor de 2-4 hectáreas (20-40 plethra). El lote plebeyo clásico en l a Itali a rcpu hlicana era bastante más pequeño, algo en el orden de 1,25-2,5 hectáreus (5-1 O iugera). Muchos en cada sociedad habrán trabaj ado l otes más grandes o más pequeños que esto. El punto esencial es que la granja <(básica» del Á tica e Itali a es universalmente considerada demasiado pequeña para haber soportado por sí misma a una familia campesina, y la falta era significativamente más grande si se empleaba trabaj o animal. De Jo cual se sigue que el acceso a otras tierras, generalmente sin cultivar, y a otros empleos, era crucial, y que las fortunas del campesin ado Íluctuaban signi ticativ mente c n l a disponibi ! idad de tales tierras. �1 ? � todas partes donde hub1era pres1ones sobre la t1 erra, como resultado del c-¡:ez¡miento de l a población o el aumento de l a inversiones en l a propiedad rural por parte de l os ricos, el resultado habrá sido una expansión del área en cultivo y baj o propiedad privada, y por consi guiente una contracción del incolto y un acceso reducido a lo que queclaba7.
l
5 D. Lehman. «Two paths of agrarian capitalism. ora critique of chayanovian marxism»,
CSSH. 28 ( 1986). 601-27 (capitalismo agrario): P.
Millett. «Hcsiod and his world», PCPhS. 30 ( 1984), 84-115 (Hesíodo); M.W. Fredcrik�en. <>. Amiquités Ajl-icahres. 1 ( 1967). 59-71 (África,
etc.). Con respect o al campesinado en la antigüedad. ver también M.l. Finley. Tile ancielll eco Londres. 1985. cap. 4: P. Gamsey, <>, PCPhS. 25 ( 1979), 1-25; <> (op. cit. n. 3); L. Foxhall, «Greece ancient and modern -sub sistence and survivai>>. Hi.l'fot)· Today, 36 (1986), 35-43; P. Garnsey y R. Saller, Roman empi re (op. cit. n. 2). 75 ss. Sobre estrategias d� supervivencia, ver P. Halstead, <>, en l. Hodder, G. Isaac y N. Hammond (eds.), Pa11ern oftlre pmt. Studies in lronour ojDm•id Clarke, Cambridge, 1981, 307-39; Straregiesfor sun·il'(l/. An nomy, z• ed.
eco/ogical appruadr ro social and emnomic c/range in the earlyfanning conmwnities ofT/res·
saly. N. Greece
(tesis de doctorado). Cambridge, 1984: <>, en P. Halstead y J. O'Shea (eds.), Bad year ecunomics. Culwral responses 10 ri.1·k allllwrcer taintY, Cambridge. 1989.
74
M.t. Finley. Economy (op. cit. n. 5). 105. Ver A. Burforcl, < coloniales (e.g. Li vio, Vil, 21, 1 1; XXX VIl, 46, 10-47, 2, con E.T. Salmon, Rnman colonisation wl(/er tlrl' Republic. Londres, 1969). Para el consenso acerca de la no viabilidad, cf. P. Brunt, /talitm manpo11·e1; 225 B.C.-A.D. 14. Oxford, 1971, 194; reseña de K.O. White, Romcmfarming, Londres, 1970, .IRS, 62 ( 1972), 153-8, en 158: K.O. White, op. cit.. 336, cf. 346; M.H. Jameson, <>, CJ, 73 ( 1977), 122-45, en 131 (para (familia de) 5 leer 4). Estos dos últimos auto res citan cálculos no publicados de K. Hopkins. Seg(m Hopkins (l'ia White). 3.25 personas necesitan 1,75-2 ha (7-8 iugera) sin arado, y 5 ha (20 iugera) con arado. Cf. C. Clark y M. Haswell. The economics of subsistence agriculture, 4' ed. Londres. 1970. 64-8. para las implicancias de emplear trabajo animal. Pero el acceso a otras tierras es esencial. Todas estas visiones y cálculos se basan en la inferencia de que los rendimientos eran baj os, pero ver P. Garnsey y R. Saller, Roman empire (op. cit. n. 2), 77-82. b 1
75
)
� ¡
El rango de diversidad de las sociedades campesinas puede po1 supuesto apreciarse más plenamente a través de análisis de comunidadc� rurales contemporáneas, o casi contemporáneas, que por medio de la" exiguas fuentes antiguas. Por ejemplo, un estudio antropológico recien te del campesinado italiano encuentra que existe un profundo foso entre los campesinados del sur y el centro de Italia. En el sur, las granjas son generalmente pequeñas, inegulares y dispersas; están trabajadas por campesinos que viven a una distancia lejana; estos campesinos están ais lados de los propietarios y unos de otros; la norma es más bien el traba jo alquilado que el mercado de trabajo; la propiedad está continuamente circulando y se prefiere la fami lía nuclear. En Italia central, por otro lado, . predomman los contratos a partes; los ten:atenientes y los cultivadores e�tán estrechamente ligados a través del patronazgo; los cultivadores vtven en o cerca de la tierra; el tipo de familia preferido es la familia exte?di ?a; se recurre al mercado de trabajo cuando es necesario, y la contmutdad en el control de la posesión de la tiena es normals. aouEl mundo antiguo sin duda presenció contrastes ioualmente "' "' . d os. S tn embargo, es probable que la emergencia en las sociedades tra�i �ionale� del tercer mundo de poderosas fuerzas económicas y . del capitalismo, el colonialismo y el naciona pohttcas baJO la forma l ismo, y la irregularidad de su i mpacto sobre el campo, hayan produ . ctdo un grado excepcional de diversidad en las sociedades campesinas del tercer mundo, mayor tal vez que en cualquier otra época histórica anterior al periodo moderno temprano de la historia europea . Esto no da a los historiadores antiguos la licencia de asumir un alto nivel de homogeneidad, continuidad y estabilidad de valores y sistemas en las soc � edades rurales de su período . Dados la delinición amplia del cam pestnado y el vasto rango espacial y temporal que he adoptado, sería más razonable hacer una presunción inicial de la particularidad de cualquier soc�edad rural. Los beocios de Hesíodo (siglo VIII a.C.), los paisanos del Atica que eran ciudadanos plenos y miembros activos de la democracia directa (siglos v y IV a.C.), los granjeros arrendatarios de la Itali a altoimperial l igados sólo por un contrato legal de arrenda . . 1 y 11 d.C.), y sus sucesores en Italia y más allá, los colo mtento (stglos ni del bajo Imperio, ligados al suelo (siglos IV y LV d.C.), pertenecen a mundos diferentes. El «campesino antiguo típico» es una quimera. El alto nivel de diversidad dentro de las sociedades campesinas modernas, por supuesto, no ha desalentado la generalización. Se hacen
8
�·:·
Generalmente. el cultivador campesino busca evitar el fracaso que lo
arruinará más que intentar un golpe grande pero arriesgado. En len
guaje de toma de decisión su comportamiento es adverso al riesgo; minimiza la probabilidad subjetiva de la pérdida máxima. Los campesinos están continuamente esforzándose no meramente para proteger sino para elevar su nivel de subsistencia mediante
inversiones a corto y largo plazos, tanto públicas como privadas. Su lógica de inversión se aplica no sólo a intercambios de mercado sino también a intercambios no
Chica"o al estud1o de E.C. Banfield. The moral basis ofa backwwrl societ\'. "' ' 1958. sobre ·
el <> en Lucania.
ercantiles.
m
Para el presente propósito, los detalles del debate importan menos que la comprensión implícit a y dividida de que hay un nudo central ele actitudes y prácticas reconocidamente «campesinas», que trascienden las culturas (y, agregaría, las épocas). Ésta es una presunción que un historiador antiguo puede aceptar. Para dar Jo que podría parecer a pri mera vista un ejemplo trivial, el pasaje siguient e del escritor médico Galeno1o ilustra un comportamiento que es improbable que haya sido peculiar de los campesi nos del Asia Menor del siglo 11 d.C.: los Cuando nuestros campesinos están transportando el trigo desde os, delectad ser campos en carros a la ciudad, y desean robar algo sin Irigo el trigo: el entre llenan jarras de arcilla con agua y las colocan volu entonces capta para sf la humedad a través de la jarra y adquiere el detecten nunca ores observad los que men y peso adicionales, sin haga o anteman de treta la conocía que alguien hecho a menos que una inspección más cuidadosa. ter En un mal año había bastante cizaña en el trigo. Los granjeros no que minaban ele separarlo totalmente por medio del uso de cribas, eran cómodas para este propósito, porque el trigo total era escaso; tampoco los panaderos se molestaban, por la misma razón.
En el intento que sigue de reconstruir la estrategia de superviven cia de los granjeros de subsistencia comunes, me centro en las res puestas que emanan de la naturaleza esencial de una agricultura de subsiste ncia operando bajo las condici ones económicas y medioa m bientales antigua s, a la vez que se tienen en cuenta las divergencias
Silverrnan. «Agricultura! organisation. social structure. and valuc; in ltaly.
Amo ra1 .tam1l1sm recons1dered>>, America11 Amhropolngisr. 70 ( 1968). 1-20. respondie ndo
76
a llll:tiUdo dil>cordantc�. sobre el comportamiento campesi no repn:�cntativo. Considérese las contrastantes declaraciones siguientes9: lllll'HI\,
9
n.
Ratio11al peasant (op. cit. J.C. Scott, Moral economy (op. cit. n. 4), 4; S.L. Popkin.
4), 4. 1o Galeno. De /as facultades naturales,!, 14, 56; cf. VI, 549 ss. (Kuhn).
77
que son (al menos en cierta medida) un producto de la interacción de l a economía campesina con el entorno político y econó mico más am plio. Puestos aparte la astucia nativa (tal como es atestiguada por Gale no) y el vigor físico y menta l puro, la capacidad del campesino anti guo par� sobrevi �i r se analiz a mejor bajo tres rúbricas: estrategias de producc1ón, relac10nes económicas y social es, compo rtamiento demo gráfico.
II.
Producción
La labranza de subsistencia es una empresa de riesgo mínim o. El granjero se esfuerza por reduci r su vulner abilidad disper sando sus posesiones de tierra, diversificando sus productos y almac enando sus excedentes . a)
Dispersión de la posesión de tierra
Una granja típica de la Lucania moderna ha sido descr ita de este modo: No es probable que semejante granja sea toda de una sola pieza: ser de tres o cuatro partes dispersas a diversas alturas en la montaña e incluso en lados opuestos de ésta. Aunque caminar de un campo al otro es una tarea que lleva tiempo y cansa, la mayor parte de los granjeros prefieren tener su tierra en al menos dos partes como seguro contra la pérdida de cosechas; la tormen ta de granizo que afecta un lado de la montaña dejará intacto el otro lacJoll. puede
La fragmentación, la disper sión de las parcelas ele tierra, es un rasgo eterno de la labranza mediterránea. Cualquier patrón existente de dispersión de la tierra es el producto de reglas y costumbres de herencia y dote locales . Pero la práctica de la fragm entación es ente ramente natural; se ajusta al clima y al paisaje. A este respecto se co�Tesponde con el «arch ipiélago vertical» andino y con la «penínsu . la mchnada» alpma que abarcan e incorporan un ampli o rango de cli mas y micro medio ambientes y proveen un alto nivel de seguridad
1 1 E.C. Banfield, Mo�·at basis (op. cit. n. 8), 50. S.L. Popkin, Rational peasc111t (op. cit. n. 4), 49-50. d1ce q ue la fragmentactón de lotes es ubicua, provee una larga lista de mini desastres, y observa que la dispersión de tierras puede estar más extendida de lo necesario' o simplemente ser inapropiada.
78
IH'IItc u la� con�tltn·tonc� ecológicast2• La estrategia opuesta, con Cl'lltración o unilicación de la tierra, que los reformadores de la tiena han tendido a considerar como un bien absoluto, tiene sentido sólo en un área ecológicamente homogénea . En el Mediterráneo norte, en par ticular, las vastas extensiones de tierras llanas son relativamente raras . A�í. donde se esperan fracasos en las cosechas como consecuencia de irregularidades en el clima, la diversificación espacial es beneficiosa. Da al granjero acceso a una variedad de micro climas, de los cuales sólo algunos serán adversamente afectados al mismo tiempo por con diciones meteorológicas desfavorables . Hay una ventaja económica adicional que se gana con la dispersión de campos, puesto que cosechas idénticas no maduran simultáneamen te en localidades diferentes, y las energías de la fuerza de trabajo pue den por consiguiente repartirse en el tiempo. Pero la ventaj a principal para el pequeño granjero se encuentra en la reducción del riesgo. b)
Diversificación del producto
El pequeño granjero mediterráneo ha practicado tradicional mente la labranza mixta, el multicosechado de arables y árboles en la misma tierra con la adición de un ganado pequeño. La meta es la autosu ficiencia pero también la minimización del riesgo: puesto que Jos requerimientos del crecimiento de los diversos productos difiere, la posibilidad de que el granjero se quede sin nada se reduce. En Jo que sigue no hago ningún intento de dar una explicación comprensiva de la dieta campesina ni de evaluar la importancia relativa ele los ele mentos que la componen. M i propósito es más bien demostrar con referencia a los cereales, el miembro que lidera la tríada ele los ali mentos principales (siendo los otros el aceite ele oliva y el vino), cuán amplio fue en la antigüedad el rango de cosechas y la medida en que esta diversidad fue una respuesta a la incertidumbre y el azar. El cultivo mezclado de cereales y legumbres ha sido un patrón común en la agricultura mediterránea tradicional. Pensamos en el trigo
12
R.M. Netting. Balmrcing on an Alp. Ecologica/ cltange and contimrity in a Swiss Cambridge, t 981, 14-5. Para la reducción de riesgos en un medio alpino, también R.M. Netting, «Üf men and meadows. Strategies of alpine land use», An!lt ropologica/ Quarterly, 45 ( 1 972), 132-44; R.E. Rhoades y S.l. Thompson, «Adaptauve strategies in alpine environments. Bcyond ecological particularism», American Erltnolo gist, 2 ( 1975), 535-51: B.S. Orlove, «Ecological anthropology>>, Amuwll?eview ofAlllhro pology. 9 (1980), 235-73. Para los Andes, ver e.g. D. Lehmann (ed.). Ecology and exc/J�IIl ge in tite Andes, Cambridge. 1982; D. Guille!, «Towards a cultural ecology of mountams. The central Andes and the Himalayas compared», Curren/ Antltropology, 24 ( l 983), 561-74, respondiendo a los estudios clásicos de J. V. Mun·a, Formaciones económicas y políticas andina.\', Lima, 1975, etc. motmtain co1wnuniry.
79
como el cereal representativo. Sin embargo, había um1" t:Utllllll� varic dades de trigo y sus usos eran en algunos casos complementario¡,. Además, muchas otras cosechas seminales eran plantadas, como re presentantes seguros en zonas ecológicas particulares y corno cose chas sustitutasl3. -r:eofr�sto (ca. 370-285 a.C.) conocía numerosas clases de trigo . _ color, tamaño, forma, peso, ciclo de crecimiento, (d1stmgmdas segun valor nutritivo y localidad), cebada (de dos a seis hileras) y cereales menores (tiphai, zeiai, olurai, mijos), y tres estaciones de siembra (otoño tardío, comienzos de la primavera, verano). Durante los siglos que separan a Teofrasto, por un lado, de Varrón ( 1 16-27 a.C.), Colu mela lfloruit mediados del siglo 1 d.C.), Plinio el Viejo (ca. 23-79 d.C.) y Galeno (ca. 1 29-199 d.C.), por el otro, las existencias de semi llas disponibles y por ende la cosecha mixta del granjero se habían alte�ado. Puede as�mirse como documentado adecuadamente el mejo ramiento de la calidad de los tipos de semillas existentes mediante la selección natural. El progreso hecho por los trigos desnudos, el trigo . pamficable (triticum aes1ivum) en particular, a expensas de variedades con vainas de trigos y cebadas, es bastante más visible. El comentario sig� iente de Galeno es sintomático: «Entre los romanos, como entre cast todos sus sometidos, el pan más puro es denominado semidalis; el más c� rcano �s el semidalites. Pero el nombre de semida!is es grie go y anltguo, m 1entras que silignis no es griego en absoluto. Pero es el único nombre que puedo darle» 1 4. Sin embar�o la� cosechas seminales con vaina no fueron despla zad�s. En la dtgrestón de Varrón en alabanza de Italia, el far de Cam panta (semen adoreum o trigo escanda) encabeza la lista de los pro ductos en Jos que Italia conducía al mundo. Una combinación de hallazgos arqueológicos (restos de semillas y morteros para mondar l �s g�anos) y fuente� literarias muestra que la popularidad del far de nmgun modo se hab1a desvanecido unos cien años después de Varrón. Columela comienza su discusión de las clases de semillas clasifican do al semen adoreum con el lriticum, o trigo desnudo, corno «los dos (j)
La evidencia literaria y otras son bien explotadas por M.S. Spurr, Arable cultii'Otion Londres, 1986, esp. cap. 5. Sobre el norte de Italia a comienzos de la Edad Media, véase M. Montanari, Alimemazione contadina (op. cit n 4)
comunes cultivaran En adición, es muy probable que los granjeros menos comerciali zable s trigos desnudos para la venta y los cereales cos d� Galen o seguían para su propio consumo. Los campesinos asiáti tástt cas del norte de ecles . esta práctica. Los colonos de las haciendas tngo candeal para aban cultiv eval Italia a comienzos del periodo medi nte mijo. para su pro sus terratenientes y «grani rninu ti», especialme 1 pio consumo 6. cebada después del El alcance del decliv e de la popularidad de la viene en lo esenc ial del periodo clásic o es duro de medir: la evide ncia nes del sudeste de G �·e Ática exterior y de las áreas de bajas precipitacio cosecl!a menos Sl.g una re cia, su terreno predilecto. La cebada fue siemp _ baJO el lmpeno, aun ada cultiv era nificativa en Italia que en Grecia, pero y para los humanos en aun cuando fuera esencialmente para los atúmales ad llamada por los varied la que dice mela tiempos de emergencia . Colu le por esta razón: «Es paisanos hexastichum o catherinum es recomendab ales que pertenecen. a la mejor alimento que el trigo para todos los anim . el tngo malo ; y en llcm granj a, y es más saludable para los humanos que . a la carencia». pos de escasez nada hay mejor para guardar contr Galen o no tiene en alta estim a a la cebada: cebada cuando falta el pan. En algunos pueblos, se usa la harina de ndo a partir de harina comie o camp de gente la a Yo mismo he visto
13
o
o
•
1 09-66. 14 Galeno, VI. 483. El cambio en el equilibrio entre los varios cereales es tema de J.R. Sall ares, Towards a new app1vach to ancient histOI)'· The imeraction of biological pheno mena, the economy, cmd social stnrcture (tesis de doctorado), Cambridge, 1 986. (Este tra baJO se publicó como The ecology oj the ancient Greek world, Londres, 199 1 [nota del edi tor� . ) �u estudto suplanta a los de N. Jasny, «Compelition among grains in classical anuqutty>>, AHR, 47 ( 1942), 747-64; The wheats o.f classica/ amiqui(v, B altimore, 1 944.
80
clases de semillas, triticwn Y Los granjeros deberían conservar estas veces una tierra esté tan situada adoreum, por esta razón, que pocas de semil la, en tanto algun a que podamos contentarnos con una clase a parte . Además, el lri parte de faja ya sea seca o pantanosa la corta el adorewn se per que ras mient seco, ticum crece mejor en un sitio • 5 1 dad judic a menos con la hume
�.{.\t-�
m Roman ltaly c. 200 B. C.-c. A.D. 100, •
Él conocía cuatro primeros y más útiles granos para los hombres». s: en otras pala mese tres clase s de far, una de ellas una variedad de era recup de cha �ión�> .e � caso bras, podía emple arse como una «cose JSICtón de dtsqu 1 En rno. invie de ipal � de pérdida de la cosecha princ : stvos exclu te amen mutu eran no Colu mela ,far y triticum
restos de plantas, vere.g. A.M. Small. Varrón, l, 2. 7; Columela. ll, 6. 1-2. Sobre los », en G. B arker y R. Hodgcs (eds.), period Roman the in nni Giova San of nment <
.
81
de cebada en Chipre, aun cuando ellos cu ltivaran una g1a11 calltHI,ul
hit''· Porque los hombres no hacen con él pan a menos que sean gol
de trigo. En los viejos días, la gente acostumbraba preparar conuda'
tll'ados por un hambre severa. En tiempos normales, sin embargo, t•l l m los comen cocidos en agua con vino dulce, o hepsema o vino de
con harina de cebada, pero ahora se reconoce su debilidad en tt5rnu
nos de valor nutritivo. Da poco alimento al cuerpo. La gente C0111llll
111id. como la tiphe1s.
y aquellos que no practican ejercicios regulares lo encuentran bas tante suficiente, pero aquellos que sí hacen ejercicios de un modo
·
( 'ulumcla presenta al mijo (italiano o común) como un recurso de ncia para los pequeños granjeros . «En muchas regiones», dice, l·ampesinos se sustentan gracias al alimento hecho a partir de Dos generaciones antes, Estrabón había escrito que el mijo era defensa segura contra el hambre para los habitantes del valle del cuando otras cosechas fallaban. El Ps.-Josué da un ejemplo de su romo cosecha sustituta, que podía plantarse en la primavera o el a causa de su resistencia a la sequía y su corto ciclo de creci nto de tres a cuatro meses :
u
otro, lo encuentran por completo carente.
Pero la cebada, según la propia explicación de Galeno, era más o menos ubicua, y debía clasificarse con el trigo como un cereal supc rior17. En cuanto a los cereales superados por el trigo y la cebada, la lista de Galeno no diverge significativamente de la de Teofrasto, pero es más i nformativo sobre su papel en la producción y el consumo . Sobre la zeia, él escribe:
En los meses de Khaziram [junio] y de Tamrnuz [julio], Jos habitan Los que viven en los países con un invierno frío son compelidos a ali
tes de estos distritos estuvieron reducidos a toda suerte de inconve
mentarse con ésta y a sembrru·ta, porque es el grano que resiste mejor
nientes para vivir. Ellos sembraron mijo para su propio uso, pero no
el frío.
fue suficiente para ellos, porque no floreció bien19.
hecho con ellos porque el trigo es acarreado hacia las ciudades . . . Los
papel j ugado por las legumbres secas en el régimen agrícola no disímil . Es decir, eran cultivadas como algo común o como cose de recuperación y alimentos ante el hambre Una ilustración con icnte de esta última función la provee la discusión de Columela del · no, que contiene la siguiente observación:
bles que los panes ele olura . . . Cuando está caliente es buscado inclu
La primera consideración pertenece al lupino, puesto que requiere el
so hasta por los habitantes ele la ciudad, siendo pedido con una clase
menor trabajo, los menores costos y de todas las cosechas que son
particulru· de queso.
sembradas es la más benéfica para la tierra. . . Cuando es ablandado
Sobre la olura
y
la
liphe:
El
Hay bastante ele cada uno de ellos en Asia, y especialmente en la región por encima de Pérgamo, puesto que los campesinos usan pan panes calientes a partir de las mejores tiphai son mucho más preferi
mediante cocción es un buen forraje para el ganado durante el invier
Sobre el bromos:
no; también sirve en el caso de los humanos para evitar el hambre cuando les sobrevienen años de malas cosechas20.
Este grano es muy abundante en Asia, y especialmente en Misia, que
está arriba de Pérgamo, donde también se hallan tiphai y olurai en
cantidad. Pero es alimento para cuadrillas de caballos, no para hom-
17 Para la cebada en la Grecia clásica. ver L. Gallo, «Aiimentazione e classi sociali. Una nota su orzo e frumcnto in Grecia>>, Opus, 2 ( 1 983). 449-72; Alimenta<.ione e demo grajia del/a Grecia amica. Salerno, 1984; para el período romano, ver Columela, 11, 9, 14: Galeno. VI, 501 ss., en 507; cf. Plinio, Historia natural, XV!U, 7 1 -75; la cebada era pre ferida por «los griegos» para gachas (polema), pero su uso ha declinado (esp. en Italia), y es mayormente una comida animal. Ver G.D.R. Sanders, «Reassessing ancient popula tions», ABSA, 79 ( 1 984), 25 1-62. esp. 259. para conjeturas (firmes) acerca de la importan cia de la cebada en las Cícladas en la antigüedad. basado en evidencia tardía.
82
Los autores antiguos en su discusión sobre las cosechas de simien no siempre distinguen firmemente entre cereales y legumbres. De modo similar, la distinción entre plantas cultivadas o si lvestres es Imprecisa. El «huerto de cocina» contenía una amplia variedad de hor-
tr
J�
e,/A.,
1 1 �t 'l.< p
�A\ .
Galeno, VI, 5 1 3 , 5 1 7 , 522-523. ¡q Columela, 11, 9, 1 7 ; Estrabón. V, l. 1 2 ; Ps.-Josué, Crónica, cap. 38; M.S. Spurr l 'ultivation (op. cit. n. 13), cap. 5. :n Columela, 1, 9, 1 sigs. Sobre nabos, ver Columela, ll, 1 0, 22 ss. («alimento que llena p.uu la gente de campO>>), y Plinio, Historia natural, XVIll, 1 27 (<
.
11
hambre»).
83
talizas, algunas convencionales, otras un tanto menos. A una di�tam:ia más lejana de la casa de la granja, una amplia variedad de verduras cultivadas en tierras arables, particularmente como barbecho (sin los modernos desmalezadores para erradicarlas), hacían su contribución a la dieta del campesino . Todavía más lejos en los campos se encontraban los recursos del incolto, tierras no cultivadas. En su clásico L'alimentation végétale, Maurizio elabora una lista de 621 «plantas de recogida». Él no trata específicamente el período grecorromano, pero muchas de sus plantas comestibles son citadas por los autores antiguos. Los campesinos han sido siempre forrajeadores sobre tierras no cultivadas, en bosques, pantanos y ríos. Ellos recogen alimentos tanto suplementarios como alternativos; o, según una distinción hecha por Galeno, alimentos que son comidos normalmente «en ausencia de hambre» y otros sólo comi dos en condiciones de hambre. La dificultad en sostener esta distin ción está ilustrada en el siguiente texto de Galeno concerniente a los campesinos de Asia. Éste alude al papel jugado por los animales domésticos como reserva de alimento, y puede servir a la función adi cional de introducir la tercera arma de la estrategia de supervivencia campesina, el almacenamiento: La gente de campo come habitualmente el fruto del cerezo silvestre, las moras, las bellotas y el fruto del madroño, y un tanto menos los
o el alma ccna mie �1to de usu� l -en partlcula�, dieta a su productos a l i lttl' l l l r U t l ' que contribuían (h1g os, uvas), aceis seca s fruta grano. pero también legumbres secas, _ . , te de oliva y vino-. . d econ om1c a para un cam_p�El alma cenamien to era una neces1da n moral adic iona l. Para v1v1r sino . Para Hesíodo exis tía una dime nsió jar duro, llena� lo� granerosyro una vida honorable, es necesario traba ntarse por SI mtsm o . Su 1deal pios y las jarras de almacenado, y suste está resumido en estas pala bras : l , ,.,,." . 1 a l n wce nada . rnale -. do1m--. t 1 n 1, P • l l l l
Así las espigas ele tu
jarras; y espero que te alegres cuando tomes del almacén lo que has acumulado. Tendrás mucho hasta que llegues a la asoleada época primaveral; y no mirarás a otros ansiosamente, sino que otros hom bres necesitarán tu ayuda22.
para proveer un nivel de _ flujo El alma cena mien to estaba diseñado ios durante las �st�c10nes entic alim ininterru mpid o de productos , e años non�1ales , el _r nv.. crno Y improductivas del año. Esto sign ifica � c1ta de Hes10do lo 111d1ca . D_e comienzos de la primavera, como la de una legumbre que deno mimodo simi lar, Gale no escr ibe respecto na dolikhos:
de otros árboles y arbustos. Pero cuando el hambre ataca a nuestra
er rlas ele modo seguro deberá prim ? Todo aque l que quie ra almacena hacer! � . Asr, aba tumb acos e padr mi : secarlas cuidadosamente, como os el invierno, ofrec iendo los m1sm permanecen buenas durante todo
tierra, y hay bastantes bellotas y nísperos, ellos Jos almacenan en pozos y los consumen en vez de los alimentos de los cereales a lo largo del invierno y comienzos de la primavera. Las bellotas eran pre
servicios que los guis ante s23-
viamente comida para los porcinos, luego cuando los cerdos no podí an ser mantenidos en el invierno en la forma usual, primero los mata ban y los usaban como alimento, después abrían sus pozos de al macenamiento y comenzaban a comer las bellotas, preparándolas como comida en una variedad de formas de un Jugar a otro2 1 .
e) Almacenamiento
Los campesinos de Galeno acumulaban alimentos contra el ham bre como cosa común . Esto es más llamativo que su uso de los ani-
�
grano se inclinarán si eu s mismo fin lmente te � _ da una buena madurac ión, y entonces qui taras las telaranas ele las
, podrían tener q ue dura� a lo Los bienes almacenados, no obstante _ prudente su_s�epllb le a_l nesgo largo de un verano estéri l. Un granjero rar una prov1s 1 ón de al1m ento s de falta de cosechas apuntaría a ahor en curs o. Para usar un a frase año _ además de los requ erim iento s del pesi nos del � ste afncan? Y cam los de acuñada por Alla n en su estu dio pesm a cam ítica, l a expectativa aplic ada por Hals tead a la Tesalia neol es prod ucir un «excedente normal»:
1
Los cult ivadores de subsistencia, dependientes enteramente o casi . ele sus huertas, tienden a c u l n. v_ar u n
enteramente de la producción
Ga leno. VI, 620; Maurizio, Histoire de l'alimentation végétale, Parfs. 1932: cf. J. Frayn, Subsistencefarming in Roman ltaly, Londres , 1979, 57-72; J.K. Evans, <>, AJAH, 2 (1980), 134-73; M. Montanari, Alimen tazione contadina (op. cit. n. 4), 431-8, enfatiza la importancia crucial del incolto para combatir la falta de vfvcres. Sobre el huerto de cocina, ver Ap. Virgiliano. More/l/m, ed. E.J.
área amplia suficiente para asegurar e l aprovisionamiento d e alrmen-
ll
Kenney.
84
21 n
Hesíodo, Trabajos y días, 473-478. Galeno. Vl,
546.
85
tO� C l l
llnH l'\lUl' IOII de
l l'lll f l l l lll'llhl\ f lOhll'\,
nidad estaría cxpuc�ta a pri va<.:i onc�
1 )lo lo
t t l l l t l l i i iO.
l 1 1 t'OIIIII
lrccucntc:-. y !UUVl'\ lll''ro' dt exterminio o dispersión por hambre, mu y especial mente en rcgiom''
de precipitaciones inciertas y fluctuantes. Se esperaría, por lo
tanto
la produ cc ión de un «excedente normal» de alimentos en el año pro
r
1 �
medio.
Los granjeros de la actual Kosona, en la península de Metana en el Pelopon�s? apuntan a res�var una provisión de dos años de Lrigo y � una provtston de cuatro años de a�eite de oliva (puesto que una cose cha de olivo razonable sólo podía anticiparse cada dos años). Ellos no siempre tenían éxito. Allan encuentra que la sobreproducción entre los . Tonga promed1aba el 40% de las necesidades de subsistencia24. Los pequeños granjeros no guardaban en forma de grano por mucho más de dos años . Sus posibilidades de almacenamiento eran limitadas, y el grano terminaba deteriorándose . Las observaciones de Teofrasto sobre la durabilid�d del trigo encierran un mensaje que resulta pesi . mtsta para los culttvadores (aunque un poco menos para los consumi dores): Para la propagación y siembra, generalmente, las semillas de un año
parecen ser las mejores; las de dos o tres años son inferiores, mien tras que aquellas guardadas un tiempo aún mayor son infértiles, aun que están aún disponibles como comida25.
En la yráctiea, mucho dependía de las posibilidades de almacena :iento. Esta� iban desde los huecos toscos tipo ardi llas de Jos campe O smos del As1a Menor o las pilas de grano de Símulo en un rincón oscuro (en el Moretum pseudo-virgiliano), a las vasijas para el alma . cenamiento relativamente seguro pero aún en pequ eña escala o las estructu�·as para e� almacenamiento de grano en cantidad descritas por los escntores agncolas. Varrón se refiere a unidades de 1 .000 modii (encima de los 3.300 kg . )26. Las semillas podían deteriorarse fácilmente por la acción de roe dores, hongos y sobre todo insectos, suponiendo incluso que pudieran ser proteg � das con éxito del tiempo. Todos los escritores agrícolas tie nen htstonas para contar sobre granos de larga vida, pero su continua
2J W. Allan, Tile African ilusbandman, Edimburgo, 1 965, 38. citado por P. Halstead. «N ormal surplus» (op. cit. n. 5): cf. H.A. Forbes, Strategl' and soils (op. cit. n. 4). 2� Teofrasto. Historia de las plantas, VIII, 1 J . . 26 Ps.-Virgilio, Moretum, 1 3- 1 8; Varrón, 1, 57; cf. Columela, 1 , 6, 9 ss.; Plinio, Hi.\'lona natural, XVIII, 301 ss. Para almacenamiento para la venta, ver Varr6n, 1, 16, 2; 1, 62 y 69:
Columela, 1 1 , 20, 6.
86
uiN'\ It 1 1 1
<.:tlll
! 1 1 ' p1Phh .onu 1 ' pam
imped ir la entrada de la hu medad
'ulta m:b vcrd:tdn .t os otros granos o las 1:1 trigo no se con!)crva tan bien como algun as por �?S granje últim estas de uso el le�umbres secas, otra razón para el miJO se con sol al o secad vez una que comu nes. Colu mela dice ntario de que más tiemp o que otros granos . Esto sigue al come enen pasan do por much as regio nes los campesinos (colo ni) se manti s para el alma grano lo el mijo. Teofrasto pensaba que los mejores nzo. Galen o garba el y o namie nto eran el mijo, el sésam o, el lupin por medi o ntos alime de n e continuas refere ncias a la preservació s blan cardo los que o inclus a secado y escabechado. Se nos inform el año hasta ados guard y re vinag o era dos «son puestos en salmu ato record útil un es usión dis su , e frutas las de � . aigui ;;te». En el caso ón araci comp a en rio del valor dado en la antigüedad a los h1gos u1v baja en as últim estas con las frutas más perecederas . Galeno tiene a bajo la prudente ellas de ente largam ido absten ndose habié a: estim nuevamente al luego y años, liUper visión de su padre, a los diecio cho r frutas a Pér come a s amigo os año siguie nte, fue de juerga con algun edad que enferm aguda una jo contra iamo, con el resultado de que ía27 sangr . una de o medi tuvo que ser tratada por
1
\1
III. Relaciones sociales y económicas sidad econó mi Los pequeños poseedores se protegían de la adver iones con los relac las de medio ca en meno r o mayo r medid a por as y con los vecin es nidad comu las de o miem bros de su comu nidad hombres de rique za e influe ncia superiores. a) Intercambio lemen tarios . Los El interc ambio y el almac enam iento son comp n por otros en ambia interc se ntos bienes que exceden a los requerimie servicios es o s biene de o ambi interc o los que hay defic iencia. Ciert mente autosufi inevit able, puesto que ningú n hogar puede ser entera un patrón regular de ciente . Se necesita, sin embargo, que no haya tengan que ser eli interc ambio , dond e los excedentes de comid a no puedan almac enar es minados rápidamente, esto es, donde los hogar los alma cena artícu los en excedentes en los años buen os y apoyarse dos en los malos.
21
1 5 , 3.
/.
1 8; Teofrasto, Causas de las pla11tas, IV, Galeno, Vl, 755-756; cf. Columela, 11, 9, 87
Esa forma de intercambio es más ventajosa para el campc ... ino 1 k subsistencia que se desarrolla fuera del contexto de mercado. Pm:m productores podían evitar por completo el contacto con un mercado Sím �do, el campesino del Moretum, está tan cerca de un campesino tk . subststenc � a común como la literatura de la antigüedad pueda llevarno:-- . La ausencm de carne en su dieta es uno de los diversos indicadores dl' su extrem� pobreza. Símulo cultiva, procesa y consume su propio sus tento, hab1endolo sazonado con hierbas, ajo y queso. No obstante esto. nece�ita procurarse efectivo para pagar por los artículos en los que e� defic1ente (tales como la sal), y tal vez también para hacer frente a las demandas de rentas, impuestos o intereses. Para - este fin cultiva horta lizas en su «huerto de cocina» para la venta en el mercado28. La cantidad de trabajo y recursos que un granjero utilizaba para la producción de cosechas vendibles establecía una diferencia. Una rela ción demasiado cercana con el mercado socavaría su base de subsis tencia. En adición a los avatares climáticos que eran alao «dado» ' una parte de su condición permanente, se expondría a sí m mo a las vici situdes del intercambio mercantil. El intercamb)g_ !�e<¿íR_r� era una alternativa más deseable. Los productores intercambiaban por fuera del mercado con otros de la misma comunidad, generalmente parientes y vecinos en función ele adquirir bienes que estaban en falta temporalmente t;·as una mala o mediocre cosecha. Tales relaciones podían extenderse también a los campesinos de otras comunidades no muy lejanas. Es digno de recor dar que el clima así como el rendimiento varían extraordinariamente· tan �o �ntre como ?entro de las regiones del Mediterráneo, y que ta l vanac1ón era particularmente marcada en los paisajes quebrados ele Grecia a Ilalia. Dión de Prusa, un político local y filósofo moral en el cambio del s � glo r d.C., provee una conmovedora i lustración del rol de la recipro c Idad en una sociedad rural. Dión preguntó a su anfitrión, un campe . smo que labraba en las colinas eubeas:
to como el pero l o dcvol v i mo� tan pron t11go �11¡1 1 p.11 ,1 1.1 "crnhra, »29 . tiem po de la co�ccha l l egó
sufi cien cia y reciprocidad están Las noc ione s emparentadas de auto ele te, nos enter��os de q� e la red splegadas aquí. Subsecuentemen s otro a a, ndJd lleg a más allá de la fam tha exte ft·---· •"'''"c de la fam il i a o cerd otro por bia o salvaje joven se i ntercam nno,.,r.. , loca les. Un cerd una ocaesticado, y se obtiene vino para dom pres umi blem ente . . sión especial . o l a com pet� nc1a entre bad apro ía hab íodo Hes s, ante Ocho sigl os . o: aba al campesmo a trabaJar dur hogares sobre la base de que forz
�
sino q e sobre había una clase de Luc ha, . Así, desp ués de todo , no iana st lle elog a l to a una. el hombre toda la tierra hay dos. En cuan rzarse; esfo a te ligen neg uso con duc e a l . _ sa en su gara a ente nde rla. . . Ella incl pten do cuan aJar ansioso por trab pues el hombre se pone y poner su se apresura a arar, plantar que rico bre hom vecino, un do se apresu vecino env idia al vecino cuan hogar en buen orden: y el homb res. Y Lucha es salu dab le para los . ra detrás de la riqueza. Esta mdtgente el y y el artesano al artesano, el alrarero cela al al farero. el aedo del aedo. está celoso del indigente y
�
«¿Es ella aquella a quien q u i taste su túnica para darla a l hombre arruinado?» «NO» dijo con una sonrisa.
«Esa hija se casó hace tiem
po Y ya ha tenido niños. Su marido es un hombre rico que vive en una
aldea».
«¿Y te ayudan cuando necesitas algo?», pregunté.
de caza nuestras siempre que agarramos algo. y frutas y hortalizas, porque no tienen huerto. El último año tomamos prestado algo de
Ps.-Virigilio. Morerum, 78-8 1 . El editor sugiere (p. 1 , esclavo colonus ahorrando para comprar su libertad.
n.
la fam ilia nu eria les de corto alca nce ele Max imiz a las ventajas mat 30. smo i dem ás hará n lo m clea r; asum e que todos los
arse por varias razones obv ias, La comparación no debería tom de Y poema hes iócli co, «un . m?d.�lo empezando por la natu rale za del «la en uu puesto con el fin de mfl un modelo para la sociedad» com ialc s»3 1. reprodu cció n ele los valores soc
«Nosotros
no necesitamos nada», replicó la esposa, «pero ellos se llevan piezas
28
estu dio, se sugiere una com� ar� En un clás ico pero controvertido mclt ar hog l d cia cien sufi � a ele la auto ción entre esta aserción beli cos . nos luca 0:-. es1 cam los a o � � atri buid vid ual y el «fam iliar ism o amo ral» ufonn es capturada en la sigU ient e La étic a de la com unid ad alde ana \aci ón:
60) que Símulo era un
ver A.H .M.
ad del discurso, s, VII. Sobre l a historicid !9 Dión Crisó>tomo. Discurso 1978 , 6 1 . ard, Harv m, sosro . Chry Dio f . 61. Jones, The Roman world o ield, Moral bclSis (op. clf. n. 8), . y días, 20-26; E.C. Banf .m Hesíodo, Trabajos utron of rnsututro evol The . pohs the and k ris. «Ris Mor1. y sey Garn P. en ado 11 Cit k state», en P. Halstead Y ly problems in the early Gree . rrwr�ry, Ca � nalised responses 10 food supp r� respor1ses ro nsk ami ttllce ral Cu/w s. omic econ s ll. J. O'Shea (eds.), Bad year , ver P. Mrl lett. «1-lestOd» (op. C odo en tanto campesrno bridge. 1 989, 98-105. Sobre Hesí n.
5).
89
88
.
Es sin embargo inneg·tbk e ind'J'>CU ! J. 1? 1e, t¡lll' e i JJithvrdu:i l J -. r i H I ,., < un rasgo estándar de los hogates. campcsrno� Pe 1.
.
·
.
,
:
f �:
�
Mide bien lo que tomes de tu vecin
o.' y devt� élvele � r en .
,
en la misma
' edes, par a que sr postenormente estás en medida, e incluso más si pt
necesidad de nuevo 1 o encuentres seguro'2
. . Falta ver qué rol ju aaban las re 1 acwnes verticales, en particular el patronazgo, en protege a los campestnos contra la adversidad.
�
b) Parro11azgo El p atrona �go es una relación duradera entre individuoS de t.·tque. · za O poder destguaJ qt l ' j �' a �n rcam?i o asimétrico de bienes y . . servicios33. Los patro s ¡ p n � lSpOSJCIÓn como regalos o prés. tamos en dinero' comida' eq urpam1ento para labranza � semi· ¡¡ as, y . · . p!Oporcwnan asistencia y protección 1 1 A cambt o �eclb� n trabajo, pr?ductos, apoyo político y prestigio s ai . U na Plll_a ' elactón econó . mtca entre no iguales no es atronaz�o. La candad, una relación de _ una sola cara entre un benef ctOJ ctJvo y � n ben� ficiario esencial . mente pasivo, no es patronazgo .1 G. ueden dtsttngutrse patronazgo y 1 . de a gunos. Más que dec u que e patro explotación? No' a los oios J . nazgo es necesariamente ex Plotativo' _PI.efieJO . . constderar al patronaz. . go como una relación potencI al men 1 te r nestable que ' a causa de la clesl. . gual pOSICIÓn de neaociació n de as dos paites, . puede con facilidad . _ deslizarse hacia la e: plotacJ ' · Ó n a1blerta ' . en esta Lo que �stá tmp 1 tcllo . . . . tranSICIÓn es un cambio en e l ba ance de serviCIOS para ventaja de la
�� :�
� �� � ��� � � .
.12
'
Hesíodo, Trabajos ,. días 349-3 5 1 .
.
·
E. Gellner y J. Warerbury (eds.), Patmns 011(/ clients in . Meduerranean socieries, Londres 1977' especwlmeme los artículos de E. Gellner S Sil" Sobre el parronazgo, ver
·.·
. , . verman, J. Scou y A · Weingrod· Lo meJor acerca del pa1ronazgo • pnvado en la antigüedad . '
·
·
1la R. Saller, Personal patmnage lllider 11 e ecu l·' emplre• Cambridge, 1982, pero no lesu . � . trata las relaciones de clase agrarias, sobre l l l cual ve¡ también P. Garnsey y G. Woolf• . «Patronage of the rural poor in the Roman wor e>> en A . Wa·11 ace-1� · ,adnll (ed.), Pcuronage
. 111 anCle/ti �·ocle(r, Londres, ·
90
.
'
1 53-70.
de tmh déb il. En una rclaei6n 1 1 1 de l a pat te del parte mú-. luc tlc. l'l l ! . 1 ' ' ' 1 1 nte clie del as ativ ect e sat isfacer las exp patronaLgo, un pat nut u deb con tinu ar y no a él si la rela ció n está par a ido deb trat am ien to que le es erente. para degenerar en alg o dif el patronazgo aqu el que pretenda his tor iar ta ren enf que El dile ma un rasgo est ruc el patronazgo hub iera sido es claro. Esperaríamos que os en apuros vem la ant igüedad, per o nos tur al de la soc ied ad rur al de unidades y com que . Es fác il demostrar al inte nta r mostrar qué fue cla ses pro las de o ens s, mie mbros en asc ale ion fes pro es ion zac ani org petables, esta cia les e inc lus o plebeyos res pietarias romanas o pro vin rec ibid o trata ronales; ciertos casos han ban tomados en redes pat dernos . Pero el te de los historiadores mo mie nto monográfico por par rráneo antes del vis ible en el mundo medite patronazgo rural es poco te en la Beocia el patronazgo est uvo presen Imp erio romano tardío. Si un mundo de era o orar el fen óm eno : el suy arcaica, Hesíodo elig e ign vos (clmoes) sier tipo es regalos», trabajador de es dor ora dev s ipe ínc «pr nio , un terrateente ind epe ndi ent es. Si Pli y cam pes ino s obstinadam sig lo t d.C ., era o de la Ita lia de fines del nie nte abs ent ista acomodad alp ina , guaren la To scana y l a Ga lia Cis patrono de sus arrendatarios • da sile nci o sobre el tema34 verticales en un bos de relaciones sociales atis n vee pro ia Sir y Galia res libres. En pob los n en su mayor patte a ambiente rural que imp lica nalmente la icio trad inistrativa básica fue Galia, la unidad social y adm o grecorro s ano rom re esión de observado tribu, no l a ciudad. Una suc revela que en la ito, Estrabón y Diodoromanos -César, Varrón , Tác y obaerati estaban servi, clienles, ambacti Ga lia pre y posconquista, los jefes. Pero s en el campo magnético de todos de algún modo tomado icas y ocupa rca de sus posiciones económ l a información es escasa ace a sus supe ba ata ido de la relación que los ciones precisas y el conten ente que am sol os em pecto a los clientes, sab la paz riores sociales. Así, con res en e, jef un ele res s y séquitos regula Ga lia formaban parte de las escolta
�
3•
37 . -560. Plin io. Carllls, IX, días, 38-39, 442; cf. 559 Hesíodo, Tmbajos y
91
obispo de Marsella, escribió en un l'amo�o P"''\Jl' qul'
Ellos incluso pueden volver amos más agra dablemente dispuestos hacia éstos, así como autorizaa sus r una rem isió n de deu das o incluso ofre cer una concesión, y de nuevo, si ellos constan tem ente tienen necesidad de recurrir a la ley entre uno y otro se acercarán al propietario.
El contacto se había quebrado en circuns
tan cia s no reveladas, en parte debido a una inadecuac ión patronal, como Lib ani o tácitamente admite. Sig ue dic ien do que el terrate nie nte iba a env iar a los peticio nantes ante «un o de los per sonajes más poderosos» si él mismo no
'-.12
(
Diodoro, V, 29, 2: Varr ón, 1, 17, 2: César, Gue rra de la.\ Ga!ias, l , 4; Táci to. A nales , lli, 42; VI, 1 5 ; etc.: Sicionio. Cartas, 1V, 18, 2; V. 19; etc. con �.M sa�a!JQ poten tates. An . Wightrnan, «Pcainve�gation of 1?2Ci� structu!: and land tenu A.IAH, 3 (197 8) 43-63; Salv re in Roman Gau�. . iano, Del gobiemo de Dios. V, 8, 38-40. que raba, cf. A.H .M. Jone sin duda exage s, The /me Roman emp ire. Oxford, 1 964. 2 'upueMo otros portavoc vols., 777. Hay por es, tanto eclesiásticos corn o secu lares, para la Galia rom y las condiciones soci ana tardía, ales galas eran extrema damente diversas. Para Van Dam Leadership las bagaudas. ver R. and com llnm iry in late amique Cau/, , Berkeley. 1985 . 36 Libanio. Discurs os XLVII; cf. XXXIX; P. Brow n, The cult nfthe saims, J.H. Liebeschuetz, Anti Chicago, 1 9 8 ·15
,
1; och. City and imperia l administration in the Oxford, 1972 , 198- 208 later Roman empire, , con bibliografía: E. Patl agean. Pau\'1'(!/é écnn socia/e á By�ance, IV''omique et paul'reté VI/• siecle, París, 1977 , 287- 95.
92
lll'\ill a l.tlm '>lt' H'ljll\!ll llliC11lOS. udatarim. lle Ubanto: 11
.
·
, en VCl
de acercarse a él, los
. . e 111Cleto . - n de los. cuarteles recurrieron a su treta habitual . . crel general su escudo contra 1os rec l amos de J·usticia. Entonces vtnteron los pre. o tos y fonaJe. para 1os caba11o · y el genecb �:���·�:�ó � l��:r�c��� d::quellos que ��bían �esert_ado de sus puestos, y el gobernador obedeció y prometto hacerlo asr. •
s
En el mi smo di scurso Lt ba n r o r e 1 at ómo aldeas de propietarios . pesm os saquearon otras a ldeas, h a i ndose gana do la in m un id ad . . . . . ón del comandante de la guarnJCJ ón 1 oca1 ' virtual medtante l a piOtecci . a l qu e ell os habían on q ist : d . g cebada y oro . � � 1 c n . � patrono lla ma do j n un segundo dtscur · � � . . Mlxrdemo, que se hIZO e go del patronazgo de algunos aldeanos de los hombres del personal del gober.nadol. � procedió a extraer un pago en de los campesrnos, usando a sus esposas como grano y otros P'·oductos . . . , sirvientas domestrcas. Su mten� tón era apoderarse de aldeas enteras, una acción no desesperada en � t. d�l sentimiento de los campesinos bre un ex olicial (honoratus), tenía necesitados de protección. Este 1. �e saiviano el interés en expandir sus en común con l�s magnates ga los posesiones de u erra a expen _ as de 1o 1 evos clientes; los militares s na L; otra clase. parecen haberse contenta�o con �ago� emergió en el lmperio El parrocinium, descrrto aqut p�t L'banio ' . , · tardto esencta !mente corno un servrc1o de Jo� campesinos oprimidos . po r im puestos y rentas. E r� p at.e d 1 patronazgo (comida y servrbro de 1- o e ción ) ' pero se describe mejor CJOS. q ue se daban a ,cam . . como una fuerza tlegttlma. N o Jle a al patronazgo tal como es en ten dido normalment� por dos razor�es.� ·imero , mientras puede ser carac , . �� el p ermanecer afuera de una tenst1co de u n Sistema de patl onazgo . . morali da d formal ofictal mente pto . c la r nada ' el pa trocinium parece tr , , mas al l á a 1 socavar los códigos mora l es ext· sten tes y burl arse de la ley : . el patrocinium es de lle no co nd nad � una serie ele leyes a comrenzos de los años 360. En segun l u � el patrocinium era pecul iar é -d� da de la tierra del cliente y su mente ex � lotativo, resultando n degradac r ón �n general -:aunqt e l s e 1 e indic;n que algunos de es�os patronos de dras más recJen es �ambiéJ albergaban hombres que teman f . ' t'vos arrendatarios libres y traba poco o nada que _rerder, c l jadores ya somet1 dos a u n {ón ""�eneralizada y autorizada37_. .
.
.
•
:�
�� ����a � �����: ; �:� � ·
� ��
�� �
�� � �
·
·
.
·
�
�
�:
:� ; � � � �;PI ��!� �
"
Código teodosumo, XI. 24 ( d•" Patrociniis vicorum» ). Sobre el colonato, v�ase . M . 1· Flll1ey (ed· )· Swdies in ancient soc1ety, ' . · 1 · Londres, 1 974 , 288-303 '· cf· M.1. Finlcy, «Pnvate farm tenancy in ftaly before D10c ettan>>, · en idem (ed.), Swdies in Roman property, Cam bndge, 1976 , 1 03-2 1 . 37
.
A. H. M. Jones. «The Roman Colonate» en
93
El patronazgo tradicional e'taha l'll C l l '- 1 ' c; l l l'l l l l ljll'lln t;u dllt ¿Pero cuán ubicuo era el patronazgo en los tiem pos inici ales y h; 1 1 q qué cond icion es floreció? El patronazgo funcionaba mejor cuan do los patronos estaban illtl' grados a la comunidad rural. Prosperó Gun to con otras relaciones nw .. explotativas y menos equi libradas) en Gali a, fuera de la «Provincia Vieja» en el sur, que nunca llegó a estar altamente urbanizada . El patronazgo era una fuerza i mportante en el interior de Siria, donde la vida urbana estaba subdesarrollada y las aldeas eran muchas e indc· pendientes. Los problemas surgían dond e los patronos naturales, los grandes terratenientes, se iban a las ciud ades o eran residentes perma nentes allí como una clase rentier. L a ciud �d era el foco y símbolo de l a civil ización grecorromana. . Su v1da soc1 al, cultural y polí tica era atractiva para el rico y amb icio so. A med ida que las ciudades crecían en número, tamaño y prosperi dad a lo largo del litoral mediterráneo , en los valle s de los ríos y en las regiones inter iores inmediatas, la clas e de los señores terratenientes abscntistas se mul tipli caba . 1 Hay textos que presentan un cuadro caba l de la confrontación entre . res1dentes urbanos y rurales. Los cam pesinos del pasaje de Galeno citad_o anteriormente estaban reducidos a «comidas de hambre», habiendo s1do forzados a entregar cereales y legu mbres a las poblaciones urbanas. El aislamiento dichoso del pueblo de la colin a eubca de Dión fue hecho añicos cuando las autorid des de la ciud ad descubrieron su existencia y � c� menzaro � � 1. mponerle 1mpuestos, rentas y cargas obligatorias. Estra bon, que VIV I Ó en la época de Augusto , escribió de la ciudad gala de Nemausus (Ní'mes): «Ha sometido a su autoridad veinticuatro aldeas que son excepcionales por su provisión de hombres fuertes, de reservas como las suyas, y contribuyen a sus expe nsas». Orcisto, un pueblo ubi cado en � os límites de la Galatia en el Asia Menor central, buscó que Constantmo lo elevara a la condición de ciudad precisamente a causa de que estaba sometido a una ciudad, Nac ola, y juzgaba que su dom inio era opresivo. Finalmente, el arribo de los campesinos a las ciudades como e�nigrantes estacionales o permanentes en busca de empleo y subsisten Cia es destacado por varios escritores, incluyendo a Liba nio, que deplo raba su pres� ncia en Antioquía, y Amb rosio, que condenaba la práctica de su expuls1ón de Roma cuando la com ida era escasa3s. La oposición entre ciudad y campo puede esbozarse de manera muy precisa. Los campesinos no care cían de acceso a las amenidades
)
18 Galeno, VI, 749 ss.; Dión Crisóstomo , Discursos, VIl, 68-69. Estrabón, 186; ILS, 6699, Ltbanto, XLJ, 1 1 ; Ambrosio, De los servicios, 111. 45-52; ver R. MacMullen, Ro111a11 social re/atiOIIS, New Haven, 1 974, 28-56.
94
de la ciudad. l''Pl't llllll lt'llll' �o,i eran residentes urbanos, como
�� veces eran. La!> ciudadc�o, pequeñas eran poco más que aldeas c �·ec1d�s, el de la producción agrícola de un área y el lugar de res1denc1 � de parte o la mayoría de la población labradora. En las dem��rac1as, campesinos participaban en el proceso de t�ma de dec1s1 �nes Y . ban protegidos de la explotación por J �s i �st1tuc10�es pol!_ttcas Y . legales. Finalmente, el liderazgo de las �mas tlptc �s) � ltgarqlllas des cuidaba más que tiranizaba al campesmado. «LJbamo y su clase», . escribe Peter Brown, «no querían obligaciones que los conduJeran al campo, lejos de la política de la ciudad y las delicias de las grandes villas suburbanas en Dafne»39. La evidencia de Libanio de que los terratenientes basados en la ciudad podían actuar como patronos de sus arrendatar � os debería n o . obstante tomarse seriamente. No está fuera de la cuest1ón el que Plt nio, aun basándose en Roma, ejecutara servicios patronales ocasiona les para sus arrendatarios de Toscana y Galia Cisalpi na, a pesar de la . consentida impresión en sus cartas de que las relac1 � nes eran pura mente económicas. Un señor terrateniente que estuviera preparado, como lo estaba Plinio, para planear las remisiones de rentas y la con versión de alqui leres fijos en arreglos de aparcería puede sin dificul tad ser imaginado interviniendo en la ley o arregla �do c �sam1entos para arrendatarios seleccionado� . En general, ! a relación senor t�rrateniente-arrendatario era potencialmente un fértil campo proc1eado1. para el patronazgo, puesto que ambas partes tenían un interés en � na empresa común . De la misma manera, los grandes y �os peque �os propietarios de tierras que reconocían su � nterdependencm econ � m1c 1 � podían fOLjar una relación que se extend1a mucho más allá del tntet . cambio de salarios por trabajo. Pero muchos grandes terratenientes explotaban su superior posición de negociación para degradar a ! os pequeños poseedores en arrendatarios y � l �var a los � rre �1 datanos libres a la dependencia; y si al igual que P!Jmo, ellos se mcli naban al paternal ismo, estaban demasiado lejos de ser patrono� activos40. . , Para concluir: la primera línea de defensa campes111a cons1st1a en parientes, vecinos y amigos de su propia con�unidad rural . El patro nazgo proporcionaba un seguro complementariO contra desasti·es. Para . algunos, incluso, podía haber funcionado como una alternativa a tal
J9 P. Brown, Cu/1 (op. cit. n. 36). 85. Además, Libanio se mantenía ocupado con st�s cJienies urbanos, sobre todo �us propios alumnos. ver J.H. Liebeschuetz, A1�110ch (op. cu. n. 36). 1 92-8. Ver P. Garnscy. <> (np. cit. n. 5), sobre la res1denc1a de los campesinos; G.E.M. de Ste. Croix, Tile class struggle in tl!e �utc1ent Greek ��:orld, Londres, 1 98 1 , e.g. 96-7, sobre la protección contra la explotactó� baJO la democ1 ac1,1. _ . <�o Plinio, Cartas, IX, 37. Sobre las finanzas de Pltmo. ver R.P. Duncan-Jones, Ew· nomy of rile Roman empire. Quantitative studies, 2' ed. Cambndge, 1982, 17-32.
95
red de relaciones horizontalc�. �ic111pre l(Ul' el patrono luc1 a act1vo \ accesible. El patronazgo a menudo funciona a través de una di�trihu ción preferencial de recursos y servicios para favorecer a los cliente�. q ue son alentados a poner sus propios intereses y los de su patrono sobre todos los demás. Sospecho que hubo poca solidaridad campesina en la sociedad gala, donde los hogares individuales estaban ligados con los jefes o magnates por una variedad de relaciones verticales cuidado samente graduadas, de la cual el patronazgo era una. En el contexto sirio, en contraste, el patrono fuerte no contraponía a los aldeanos uno� contra otros sino que promovía la armonía y la acción colectiva. En l a corriente principal de la sociedad mediterránea tradicional, la población rural necesitaba tanto de las relaciones horizontales como de las verticales de tipo patronal para hacer frente a las demandas impuestas sobre ella por la ciudad y, donde existía, por el estado cen tral. En cuanto a los patronos que eran terratenientes absentistas de base urbana, la relación patronal no necesita haber socavado seria mente el natural sistema de sustento del campesino dentro de su pro pia comunidad. De la misma manera, no obstante, tal patronazgo era a menudo remoto, inhallable e inefectivo. Cuando las cargas impues tas desde afuera se convertían en lo suficientemente opresivas como para hacer peligrar el bienestar material de los terratenientes así como el de los arrendatarios, la explotación activa era sustituida por relacio nes patronales fluctuantes, y los clientes previos, dispuestos ya hacia las ventajas de la protección en caso de apuro, las buscaban con mayor urgencia y desesperación . IV. Comportamiento demogr(¡fico Malthus argumentaba que en e l largo plazo el crecimiento de la población sobrepasaría los recursos alimenticios de una nación, cau sando la subida de los precios, la caída de salarios y una baja en el estándar de vida . La espiral descendente podía detenerse por medio de los frenos positivos del hambre y l a gueiTa, o en forma alternativa y menos trágicamente, por el freno preventivo de «la restricción pru dencial de los casamientos». Malthus estaba seguro de que era el freno preventivo lo que mantenía el equilibro entre población y suministro de comida en las sociedades más avanzadas («mejoradas») de su tiempo, y las investigaciones recientes han confirmado su juicio en el caso de Inglaterra. Se ha demostrado con l a ayuda de un conjunto de registros parroquiales que cubren el período entre los siglos xvt y XIX que las fluctuaciones en el aprovisionamiento de comida tenían un impacto mayor sobre la nupcialidad y la fertilidad que los patrones de mortalidad. Estos resultados y otras evidencias comparativas deberían 96
al l11�tonadt11 . l l l l l¡..' t H> a bu�car el funcionamiento de las estra adaptativas en el mundo mediterráneo de la antigüedad41. En la sociedad antigua como en todas las preindustriales, los pro ml'lllO� de mortalidad eran altos y la expectativa de vida al nacer baja: entre 20 y 30 años resulta una estimación razonable42. El determinan le principal del alto nivel de mortalidad eran las enfermedades. Adenlás, las fluctuaciones de corto plazo en los promedios de muertes ocurrían como consecuencia de la guerra, las epidemias y l a escasez de comida. El problema en cuestión es si l a limitación voluntaria de la lumilia -por ejemplo a través del ajuste de l a edad de casamiento y el Intervalo entre nacimientos, el uso de la anticoncepción, el aborto, la exposición de niños- hacía una contribución importante a l a determinación de las tendencias de la población en el largo o el corto plazo. De los varios modos de limitación de la familia, la exposición de los niños recién nacidos, que morían o eran recogidos y criados por otros, generalmente como esclavos, es lo más visible en las fuentes . Probablemente también fuera la práctica más común especialmente entre los pobres. Sin embargo, no es fácil ver cómo podría demostrar IIC su significación para una sociedad o período particulares, ni qué decir para la antigüedad en general. El autor del examen más exhaus livo de los métodos de control de población en la antigüedad se queda corto al estimar la frecuencia de su uso43. La evidencia es muy variada y de peso desigual. Un texto literario con implicancias demográficas interesantes es el bien conocido relato de Heródoto de la colonización de Cirene desde l a isla de Tera en el iglo vu a.C. Si la interpretación ofrecida más abajo es aproximada mente correcta, entonces la narración es una ilustración de la interac ción de frenos positivos y preventivos en un comunidad44 . 111 1 1 1 1 1.11 IC,ZII�'
j
41 T. Malrhus, An t>ssay
F.A.
on
Wrigley y R. Schofield,
rile
principie of popttlarion,
R. Schofield. <
trucrinn. Cambridge, Mass., 198 1 , 1 5 - 1 54;
Jllcnty on
Londre s , 1798 (reed. 1 970): 1541-1871. A recnns
The popularion hisrory of England,
1/uuger and hist01y. Tite impact of changingfood pmduction wtd COIISwnption pauems 011
Cambridge 1983, 67-93; J. Haj nal, <>, Phoenix, 35 ( 1 9 8 1 ), 3 1 6 - 3 1 . uguye que los atenienses practicaban el infanticidio femenino en la proporción del 10% o más. .¡.¡ Heródoto, IV, ISO ss.; cf. SEG, IX, 3; Heródo to, 1, 146 Uonios). Me he beneficiado .té la lectura de un texto de G.L. Cawkwell sobre los orígenes de la colonización griega, wciery,
,
en
.
>>
<
97
�l
El pueblo de Tera, oprimido por un M.:quw dl: 1>ictc ar1os que hab1n marchitado casi todos los árboles de la isla, votó un decreto «de enviar hombres, al hermano del hermano, elegido por sorteo, y de todos lo-. siete distritos», de acuerdo con Heródoto. Ninguna mujer fue en la ex pe dición. En la así llamada «Estela de los Fundadores», tal vez una falsifi cación más tardía, «hombres, mujeres, niños y niñas» juraron castigos para aquellos que desobedecieran el decreto, pero sólo los hombres fue ron despachados como colonos. Los jonios que dejaron Atenas para fun dar ciudades en la costa del Asia Menor habrían actuado de modo simi lar, seg(m Heródoto lo indica: «Se pusieron en camino desde el p1itanco de los atenienses y se consideraban a sí mismos los más nobles de los jonios. Pero no llevaron mujeres a la colonia; por el contrario, consi guieron apoderarse de mujeres carias, a cuyos padres mataron» . Una explicación de la ausencia de colonos mujeres podría ser que las mujeres eran escasas en el hogar como resultado de la práctica del infan ticidio. Esta no es la única explicación posible: el relato de Tera, podría decirse, muestra que hubo una abundancia de hijos jóvenes (adultos) en una isla generalmente superpoblada. Pero, en primer lugar, esta imagen de la Tera del siglo vu no es realista: una comunidad con un excedente absoluto de recursos humanos debería haber sido capaz de disponer de más que los (a lo sumo) 200 hombres que pudieron llenar los navíos pen teconteros. En segundo lugar, la superpoblación no es el móvil principal de la colonización de Cirene, sino una hambruna inducida por la sequía. Una comunidad en la que la población y los recursos estaban fuera de equilibrio, gracias a una aplicación demasiado entusiasta del freno pre ventivo, fue golpeada por un flujo de malas cosechas, y sólo escapó al impacto completo del freno positivo de la hambruna por medio de la acción drástica de expulsar a una parte de su población. Afortunadamen te, el mundo mediterráneo no estaba ceJTado a la emigración. Otras evidencias literarias son a menudo impresionistas y tenden ciosas. ¿Qué es Jo que debe sacarse en limpio de «El pobre no cría niños» de Plutarco; o de «cada uno cría un hijo, incluso si resulta ser un hombre pobre; incluso un hombre rico expone siempre a una hija» de Posidipo? Tácito observaba que la exposición estaba inusualmente ausente entre los germanos y judíos, y Estrabón apuntaba que los egipcios criaban celosamente cada niño que había nacido. ¿Qué se extrae, precisamente, para la sociedad grecorromana? ¿Que la exposi ción era tolerada, familiar o endémica45? Por lo que se ve, «la ley de
que contiene una discusión de amplio alcance de asuntos concernientes a la demografía. publicado luego como «Early colonisation>>, CQ, 42 ( 1 992), 289-393. •l Plutarco, Mom/ia, 497e; Posidipo, Hermafrodita, fr. 1 1 , Knock; Tácito. Germania, 19: Historias, V, 5; Estrabón, 824 (cf. Papiro de Oxirrinco, 744: <>: un soldado a su esposa).
98
Ro1nulo» ofrece más información, al menos en relación con la socie dud romana inicial; ella implica que la exposición de niños de ambos acxos era lo suficientemente frecuente como para ser consiperada una amenaza contra la comunidad, así como que, después de la aprobación de la ley, las niñas permanecían en riesgo mucho más que los niños. La ley exigía que los ciudadanos romanos criaran a todos los niños ( fuera de alguno que fuese deforme) y la primera de las niñas nacidas. Sin embargo, su autenticidad debe ponerse en duda . Sólo es citada por Dionisia de Halicarnaso en el curso de su discusión del pasado semi legendario de Roma, y no es recogida por n ingún documento legal tnrdío46. Un l ugar destacado entre los textos l iterarios indignos de confian za puede dársele a la generalización de Polibio sobre la Grecia de su �poca, mediados del siglo l l a.C.: En nuestro propio t i empo, la totalidad de Grecia ha estado sometida
a la falta ele hijos y la escasez de población, debido a que las ciuda des han quedado desiertas y la tierra ha cesado de rendir fru to, aun que
no ha habido ni guerras continuas ni epidemias. . .
Puesto que los
hombres habían caído en tal estado de presuntuosidad avaricia e ,
indolencia que no deseaban casarse, o si se casaban, no deseaban
criar a sus niños, o
a l o sumo, como regla, sólo a uno o dos de ellos,
de manera de dejarlos en prosperidad y educarlos para gastar su for tuna, el mal creció rápida e insensiblemente. En los casos en los que había uno o dos niños, y uno se moría en la g uerra y otro por en fer-
46 Dionisio de Hnlicarnaso, l l , 1 5 ; ef. lX, 2 1 , l ; cf. Tito Livio, "1, 9 (pennrio mulierwn y el rapto de las sabinas). La destacable reticencia en general de las fuentes romanas repu blicanas sobre el infanticidio hn conducido a algunos a dudar de si la exposición era cono dda en Roma antes del Jmperio. Véase H. Bennett, <>, CJ, 1 8 ( 1 922), 34 1 -5 1 ; en contra, E. Eyben, <> (op. cit. n. 43), 14, n. 33. En cuanto al predomi nio de la exposición en la ant igliedad en general. ver W.V. llarris, <>, CQ, 32 ( 1 982), 1 1 4-6, apoyándose en P. B runt, lta/ian manpower (op. cir. n. 7), 1 48-54, entre otros, en contra de D. Engels, <>, CPh, 75 ( 1 980), 1 1 2-29. Harris argumenta a partir del matrimonio tem prano a favor de la importancia estructural de la exposición, aceptando a K. Hopkins <>, Po¡mlation Swdies, 1 8 ( 1 965), 309-27; las muchachas se casaban a los 1 2 - 1 5 años y los muchachos un poco más tarde. La evidencia de Hopkins está sesgada hacia la aristocracia. Véase R. Saller, <>, en R . Wall, J . Robin y P. Lastett (eds.). Familyforms in historie Europe, Cambridge, 1983, 65-l 04. Las implican das de una edad tardfa de matrimonio para la fertilidad permanecen sin ser exploradas. .
99
medad, es evidente que las casas deben haberse quedado dcso¡;upa
da s, y como en el caso de los enjambres de abejas, así poco a po¡;o las ciudades se volvieron faltas de recu rsos y endeble s47 .
Esta diatriba moralista ha sido tratada con demasiado respeto. Decir incluso que el pasaje documenta u n declive voluntario en el pro medio de los nacimientos entre las familias de l a propia clase y región de Polibio es hacer una afirmación demasiado ambiciosa. No es rea lista atribuir a Polibio o a cualquier otro observador antiguo tan alto nivel de conciencia demográfica. Textos literarios aislados han sido también usados para sostener el argumento de que la población rural de la Italia republicana no se esta ba reproduciéndo a sí misma. La naJTación de Apiano del período de los Graco (compuesta cerca de 250 años después) contiene la siguiente sen tencia: «Los comisarios de la tierra escucharon los lamentos de los pobres de que ellos fueron siendo reducidos del bienestar a la penuria extrema, y de allí la falta de niños, a causa de que ellos eran incapaces de criar la progenie». Este texto en combinación con un comentario de Dión Casio sobre la escasez de mujeres entre las clases altas romanas bajo el Principado de Augusto no justifica la afirmación de que «los campesinos de la época graquiana, desposeídos de sus tierras, eran inca paces de criar niños»48. Pueden verse aquí casos de despoblamiento para la Grecia helenís tica (y la Italia republicana tardía) pero no se apoyan en evidencias de comportamiento demográfico de las familias, que por otra parte no existen. Los datos griegos son principalmente arqueológicos. Muestran abandono de sitios, sin iluminar, no obstante, las causas y el contexto49. ¿Puede l a epigrafía tener éxito donde la arqueología falla para arrojar luz sobre los patrones de comportamiento humano y sus moti vaciones? Tarn, entre otros, estaba satisfecho con que las i nscripcio-
47
Polibio,
XXXVI. 17: cf. F.W. Walbank,
A
lli.ltorical commemar y
011
Polybius.
Oxford, 1957, 680- 1 ; M. Rostovtzeff. Tlle social allll economic llisiOI)' of the /lel/enistic
wor/d, Oxford, 1 94 1 , 3 vols., 623. 1464, n. 23; W.W. Tarn y G.T. Griffith, Helleni.1·ric civili
zation, 3' ed . Londres, 1952, 100- 1 ; C. Préaux, Le monde hellenistique. La Crece er I 'Orient de la mort d'Aiexandre ll la conquete mmaine de la Crece (323-146 av. J.-C.), París, 1 978. 2 vols., 52; etc. En lo que concierne a
u 1 1a prcpontkrancia de niños dentro de las c�tablccwn una frecuencia del infanticidio en Grecia cluran ll' lines del siglo 111 y el 11 a.C. Pero Tarn no toma en cuenta la prácti ca conmemorativa -en particular, la posibilidad de que las hiJas exis ll'ntcs no fueran contadas- ni se pregunta tampoco sobre los orígenes u ocupaciones de las fami l ias afectadas. Marca una diferencia en el hecho de que las inscripciones de M ileto, que producen el impresio nante cociente de 1 1 8 niños contra 28 niñas, afecte a un grupo de mer cenarios de Creta. Es probable que el infanticidio femenino haya juga do un papel en producir este cociente entre sexos fuera de lo común, pero la i mportancia de su contribución no es cognoscible. Así, en este caso la epigrafía no llena la brecha en la evidencia ni se combina con otros datos, también problemáticos, para producir una reconstrucción convincente de las tendencias demográficas50. Un documento epigráfico de Italia a comienzos del siglo 11 d.C. es simi larmente sospechoso como evidencia demogrMica. El esquema alimentario de Trajano para el modesto pueblo de Veleia en las coli nas por encima de la moderna Piaccn7.a proveían un sustento básico para 264 niños y 36 niñas. Si estas cifras son un rel'lcjo verdadero del cociente niño:niña en la comunidad, entonces la exposición de niñas recién nacidas había alcanzado propor¡;ioncs epidémicas, y Velcia estaba en marcado declive. Pero es obvio que aquellos que planearon el proyecto habían resuelto dar preferencia a los niños como recep tores de dádiva� y seleccionar sólo una fracción de las niñas disponi bles, tal vez aquellas pertenecientes a las familia� que no tenían hijos adultos. Si puede asumirse que el esquema de Trajano estaba diseñado para dar un sustenlo b{tsico a niños por encima o por debajo del nivel ele subsistencia, entonces se sigue que un número considerable de niñas estaban condenadas a la desnutrición, y presumiblemente no sólo en Veleia sino también en los cinco pueblos poco más o poco menos de Italia donde están atestiguado� esquemas alimentarios. En otras pala bras, las niña:- eran sistemáticamente expuestas, o descuid
l . t l l t i l i a... .
la demografía helenística. he sacado provecho de las
perspicaces visiones de Sue A lcock.
48 Apiano. Guerras civiles, 1, 1 O; Dión Casio, LIV, 16. 2: P. Brunt. ltalian manpower
(op. cit. n. 7), 1 5 2 .
49 J . Bintliff y A. Snodgrass, <
�u W.W. Tarn y G.T. Griffilh. J-le/lenislic ci1•ili:arirm (op. cit. n. 46). 1 00-2. Véase la
four
crÍiica de S.B. Pomcroy.
thousand years of land use and abuse i n the southcrn Arg ol i d, Greece». Hesperia. 55
(ed>.), lmages of ..·omen in m11iquiry. Londre!>. 1983, 207-22. que. sin embargo. parece
( 1986), 103-28; C.N. Runnels y T.H.
es1ar sugiriendo que podemos. de manera segura. general izar a partir del comportamiento de lo' mercenarios porque ello> <>> en su época .
Van Andel, <
hern Argolid. Greece. An econornic explanation>>, Hesperia, 56 ( 1987).
100
Greccc», en A. Cameron y A. Kuhn
101
varones, así fueran niños o adultos. Un sistema de valores que pcnn 1 tía una discriminación del tipo revelado en Veleia, que co m pro met t a
las chances de produc i r una comunidad demográficamcnte estable, podía fáci l mente haber acomodado la exposición de niñas recién naci das como una prác t i ca estándar5 1 . Para concluir: los granjeros de subsistencia a l o largo d e la hi storia se han esforzado en adaptar sus familias de acuerdo con la circuns tancias materiales (estáticas o cambiantes), con resultados eficaces o no para su propi o futuro y el de su comunidad. En palabras de A.V. Chayanov, inspiradas en los datos rusos de los desolados años 1 880: «Es evidente que a un bajo nivel de segurid ad material, cuando sólo exi ste l a mera posibilidad de existencia física, las condiciones materia les influyen en el tamaño de la fam i l i a con la fuerza de un dete rmi nan te». Aunque el proceso no puede ser documentado para la a n t igliedael en l a forma en que puede hacérselo para l a Inglate rra y la Francia ele comienzos ele la modernidad, h ay ev i de nc ias suticientes para mostrar que las estrategias adap tativas estaban en funcionamiento en l a for mación de la familia (y para mostrar qué estrategias se favorecían), así como en el proceso ele producción agrícola y en las relaciones socia les y económicas. El ideal de Hesíodo de tener un único hijo era algo que su hermano Pcrsc s podía perseg u i r activamente. Su realización no tenía que dej arse enteramente a la naturaleza52.
4 THOMAS W. GALLANT
LOS HOGARES ANTIGUOS Y SU CICLO DE VIDA''
El /rogar es la comwlidad establecida 1/atura/mente
para la sati.\:faccióll
de las 11ecesidades cotidia11as. a cuyos miembms Caro11das llama «los de/ m ismo alma céll» y lc./Jimé11ides de Creta, <>.
Aristóteles, Política
Cuando intentamos analinr
la
economía doméstica de la Grecia
untigua, ¿qué unidad de estudio es la óptima? ¿La fam i l ia, l a aldea. la región o el estado? Todos son importantes
y
se relacionan con la eco
nomía doméstica. Para Aristóteles la respuesta era simple: cl /wg(//:
Cualquier investigación del antiguo hogar griego debe centrarse en
los temas del tamaño, la composición
y
el desarro llo longitudinal
ele
los grupos co-residentcs en los hogares. Necesitamos pregu ntarnos: ¡,cuán grande era el hogar antiguo «promedio»'? ¿Cuántas bocas había que tenían que ser alimentadas a partir de la despensa? ¿Cuánta mano de obra
podía req uer i rse para t rabajar la t ierra del hogar? Y lo más a l o largo del ciclo de l'ida
i mportante, cómo se operaba este cambio
del hogar. Necesitamos respuestas a estas preguntas si queremos
entender por qué los campesinos antiguos hacían las elecciones eco nómicas que hacían . Implica una enorme d i fere nc i a el hecho de que un hogar pudiera contar con e l res adultos, digamos un hogar
trabajo
de numerosos varones y muje tipo z.admga 1 , o sólo con
múltiple del
6675. con R.P. Duncan-Jones. «The purposes and organisation of thc alimen 32 ( 1 964). 1 23--+6. en 1 2 3 : Economy (op. cit. n. 40), 294-300. �� A. V. Chayanov, Tlie tlieorv of peasant economr ( 1923 ) . reed. Wisconsin, 1986; Hesíodo. Trabajos y días. 376. Para asegurarse. Hesíodo va a decir que más de un hijo
\ttl'l'iva/ i11 wtcie!lt Greece. Reco11strucring rile rural domestic eco11omy. Polity Press/Basil
puede ser ventajoso para la producción.
r111dfami/y i11 past time, Cambridge,
�1 ILS.
ta». PBSR.
1 02
':' El presente estudio ha sido ext raído del volumen de Thoma� W. Gullant. Risk and lllackwell, Cambriclgc-Oxford,
1 9 9 1 , 1 1 -33, del que forma parte como capítulo 2.
1 E.A. Hammel. «The :adru!Ja as proce>s>>. en P. Laslett y R. Wall (eds.). Howetwtd
1972. 335-74: <
1 03