ALMA Y ESPIRITU: Consideraciones.
Lectura bíblica: Ro. 7:8, 11, 17, 20, 23; Mt. 16:21-26; Ef. 2:1, 5; Col. 2:13; 1 Co. 2:14-15; 2 Co. 4:16; Ef. 3:16; 4:22-24; Col. 3:9-10; Ro. 6:6; Gá. 5:24; He. 2:14 En la Biblia, la palabra alma puede entenderse entenderse de diversas diversas maneras. maneras. Primero, Primero, el hombre es un alma. Génesis 2:7 dice: “Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento aliento de vida, y llegó a ser el hombre alma viviente”. viviente”. Dios formó el cuerpo del hombre con el polvo de la tierra, pero el aliento de vida que Dios sopló en el cuerpo del hombre llegó a ser el espíritu del hombre, el espíritu humano (Job 32:8; Pr. 20:27). Como resultado de ello, el hombre llegó a ser alma viviente. En 1 Corintios 15:45a se nos dice: “Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente’ ”; además, al referirse a las setenta personas que conformaban la casa de Jacob, Deuteronomio 10:22 dice: “Con setenta almas [heb.] descendieron tus padres a Egipto” (cfr. Gn. 46:27; Éx. 1:5). Todos estos versículos nos dicen que el hombre es un alma. Además, alma en la Biblia Biblia se refiere refiere a la parte anímica del ser humano así como a las funciones funciones anímicas del hombre. Alma también se refiere a la vida del alma que es propia del hombre, pues es en la
parte anímica del hombre, donde reside la vida humana. En el Nuevo Testamento, la palabra griega traducida “alma” es psujé, que también puede traducirse “vida del alma”, como sucede en Mateo 16:25-26, donde dice: “El que quiera salvar la vida de su alma, la perderá; y el que la pierda por causa de Mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si gana todo el mundo, y pierde la vida de su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de la vida de su alma?”. Asimismo, Juan 12:25 dice: “El que ama la vida de su alma la perderá; y el que la aborrece en este mundo, para vida eterna la guardará”. Por tanto, en diversos versículos de la Biblia la palabra alma denota el hombre mismo, su parte anímica, las funciones propias del alma y la vida del alma.
LA PERSONA DEL HOMBRE CAÍDO ES SU ALMA La persona del hombre caído es su alma, el cual tiene un órgano externo y uno interno. El cuerpo físico, el cual fue hecho del polvo de la tierra, es el órgano externo para contactar el mundo físico y material. El espíritu, el cual procede del aliento de la vida espiritual, es el órgano interno para contactar al Señor en la
esfera espiritual. No debemos considerar que la persona del hombre natural sea su cuerpo ni su espíritu. Ambos son simplemente órganos; el alma es la persona. Debido a que el alma es el ser, la persona, del hombre, en el alma del hombre reside el yo del hombre, su personalidad. Asimismo, todo ser viviente es animado por cierta clase de vida. La vida del hombre natural no reside en su cuerpo ni en su espíritu. La vida humana reside en el alma.
EL CUERPO FUE ARRUINADO POR LA CAÍDA A FIN DE CONVERTIRSE EN LA CARNE En el momento de la caída, Satanás, quien es el pecado mismo, entró en el cuerpo del hombre cuando éste comió del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn. 3:1-6). Romanos 7:17 dice: “De manera que ya no soy yo quien obra aquello, sino el pecado que mora en mí”. Según este versículo y los versículos 8, 11 y 20, el pecado mora en nosotros y opera en nosotros, y según Romanos 6:12 y 14, el pecado reina en nuestro cuerpo mortal y se enseñorea de éste. Estos versículos nos dan a entender que el pecado es una persona, la corporificación de Satanás con su naturaleza maligna. En el Nuevo Testamento, Satanás es llamado “el maligno” (Mt. 13:19, 38; Jn. 17:15; 1 Jn. 2:13-14; 5:18-19). En el idioma griego esta frase significa literalmente “el mal”. Satanás mismo es tanto el pecado como el mal. Romanos 7:23 nos dice dónde mora este pecado: “Veo otra ley en mis miembros, que está en guerra contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”. El pecado mora en los miembros de nuestro cuerpo. Esto quiere decir que Satanás entró en el hombre al entrar en su cuerpo. Toda clase de concupiscencia radica en el cuerpo porque la fuente de la concupiscencia —Satanás, el maligno— está en el cuerpo, es decir, en la carne. Originalmente, el cuerpo humano era bueno y puro, pero desde que Satanás entró en él y lo dañó, el cuerpo cambió en su naturaleza para convertirse en la carne. Génesis 6:3 dice: “Dijo Jehová: No contenderá Mi Espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne”. El cuerpo es carne porque se corrompió y se arruinó una vez que Satanás entró en él.
EL ALMA, AL ESTAR BAJO LA INFLUENCIA DE LA CARNE, FUE DAÑADA CONVIRTIÉNDOSE EN EL YO Más aún, cuando el hombre —el ser, el alma— vino a estar bajo la influencia y el control de la carne, el alma también fue dañada. Así como el cuerpo se convirtió en carne, el alma se convirtió en el yo. Debido a que el alma vino a estar bajo el control de la carne y fue influenciada por la carne, la persona del alma llegó a ser una persona centrada en sí misma, el yo. Debido a que Satanás se apoderó de nuestro cuerpo tomándolo como base suya a fin de invadir nuestra alma, el
pecado ahora reside en nuestro cuerpo, el cuerpo arruinado se convirtió en la carne, y el alma fue dañada, influenciada negativamente y llevada en cautiverio, convirtiéndose así en el yo. Todos estos términos —Satanás, el pecado, la carne, y el yo— son muy negativos. Mateo 16:21 al 26 nos sirve de ilustración para ver el terreno que Satanás tiene en el alma humana. Estos versículos dicen: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestarles a Sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer muchas cosas de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: ¡Dios tenga compasión de Ti, Señor! ¡De ningún modo te suceda eso! Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de Mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mente en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque el que quiera salvar la vida de su alma, la perderá; y el que la pierda por causa de Mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si gana todo el mundo, y pierde la vida de su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de la vida de su alma?”. En el versículo 23 el Señor reprendió a Satanás, pero en el versículo 24 Él no les dijo a los discípulos que negaran a Satanás, sino que se negaran a sí mismos. Luego, en los versículos 25 y 26 Él procedió a hablar sobre la vida del alma. Aquí, Satanás, el yo y la vida del alma son usados de manera intercambiable. Satanás está mezclado con el yo, y el yo satánico es la corporificación de la vida del alma. En otras palabras, el alma posee una vida, y la vida que posee el alma está corporificada en el yo satánico. Por tanto, podemos afirmar que la vida del alma está mezclada con Satanás.
EL ESPÍRITU ESTÁ COMO MUERTO DEBIDO A LA CAÍDA, PERO HA SIDO PRESERVADO DE LA INVASIÓN DE SATANÁS ¿Qué pasó entonces con el espíritu? Por un lado, el espíritu se volvió como muerto debido a la caída. Efesios 2:1 y 5, y Colosenses 2:13 nos dicen que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Esto no quiere decir que el hombre haya muerto en su cuerpo o en su alma. Todo lo contrario, el hombre sigue muy activo tanto en su cuerpo como en su alma, sin embargo, la gente mundana, los incrédulos, están como muertos y adormecidos en su espíritu. Ellos poseen un espíritu humano, pero éste está como muerto y no desempeña función alguna. Por otro lado, Dios preservó el espíritu humano para que Satanás nunca pueda entrar en él. Aunque Satanás se apoderó del cuerpo físico como base para invadir el alma, él no pudo entrar en el espíritu y hacerlo suyo. Efesios 2 nos dice que Satanás, el maligno, opera en los hijos de desobediencia, pero no nos dice
que él invadió su espíritu. Tal como hemos visto, Satanás se adueñó del cuerpo como su base, invadió el alma e incluso se mezcló con el alma, pero él no tiene terreno alguno en el espíritu humano. Es como si Dios hubiera fijado límites alrededor del espíritu humano y le dijera a Satanás: “Por ahora, has usurpado el cuerpo del hombre como tu base, incluso has invadido su alma y te has mezclado con ella. Sin embargo, tienes que detenerte ahí”.
NUESTRO ESPÍRITU REGENERADO, DONDE AHORA MORA CRISTO, VIENE A SER NUESTRA NUEVA PERSONA El hombre cuya persona es su alma, tiene como su órgano externo su cuerpo y como órgano interno su espíritu. El cuerpo fue usurpado y arruinado por Satanás, quien como pecado entró en éste haciendo de dicho cuerpo la carne, el alma se mezcló con Satanás y se convirtió en el yo, y el espíritu se amorteció. Satanás, el pecado, la carne, el yo y la muerte son los elementos que determinan la verdadera situación en que se encuentra el hombre caído así como su verdadera condición. Pero cuando nosotros creemos en el Señor Jesús como nuestro Salvador y creemos que Él murió por nosotros; entonces somos perdonados, justificados y reconciliados con Dios. Todo problema que existía entre nosotros y Dios ha quedado resuelto. Entonces, el Señor Jesús como vida entra en nuestro espíritu amortecido. Nuestro espíritu fue vivificado y la muerte fue sorbida. Ahora, en nuestro espíritu poseemos otra vida, no la vida psujé, la vida del alma, sino que poseemos la vida zoé, la vida divina (Ro. 8:10). De este modo, no solamente fuimos vivificados, sino que nacimos de nuevo. Llegamos a ser una nueva persona, un nuevo ser, no en nuestra alma, sino en nuestro espíritu (Jn. 3:6). Sin embargo, persiste un problema. Antes de haber nacido de nuevo, éramos un solo hombre en el alma, pero ahora somos dos hombres, uno en el alma y el otro en el espíritu. El primero es el hombre del alma, el viejo hombre, el hombre exterior; mientras que el otro es el hombre espiritual, el nuevo hombre, el hombre interior. En 1 Corintios 2:14 y 15 se nos dice: “El hombre anímico no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son necedad, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el hombre espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie”. En estos dos versículos vemos tanto al hombre anímico como al hombre espiritual. Debemos tener bien en claro que el hombre anímico no puede conocer ni recibir las cosas de Dios, pero el hombre espiritual las discierne. En 2 Corintios 4:16 se nos dice: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. En este versículo vemos tanto al hombre exterior como al hombre interior. El hombre exterior es el hombre en el alma, mientras que el hombre interior es el hombre en el espíritu. Efesios 3:16 también habla del hombre interior, diciendo: “Para que os dé,
conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu”.
Satanás, la carne, la vida del alma, el yo y el viejo hombre; todos ellos fueron crucificados Anteriormente éramos el hombre anímico y únicamente podíamos vivir por la vida de este hombre, debido a que no poseíamos otra vida. Sin embargo, Cristo ha entrado en nosotros para ser nuestra vida, regenerarnos y engendrarnos como el nuevo hombre. Puesto que ahora tenemos otra persona y otra vida, tenemos que vivir por este hombre espiritual, este nuevo hombre, este hombre interior, y dejar de vivir por el viejo hombre, el hombre anímico. Romanos 6:6 dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él para que el cuerpo de pecado sea anulado, a fin de que no sirvamos más al pecado como esclavos”. De manera similar, Gálatas 5:24 nos dice que la carne también fue crucificada. Más aún, Hebreos 2:14 dice: “Así que, por cuanto los hijos son participantes de sangre y carne, de igual manera Él participó también de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tiene el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Por tanto, nuestro viejo hombre, la vida del alma, nuestro yo y Satanás; todos ellos fueron crucificados. Ahora nuestro único problema es que si bien el Señor ha “eliminado en la cruz” todas estas cosas negativas, es posible que nosotros todavía sintamos aprecio por ellas y vivamos por nuestro viejo hombre. Tenemos que vivir por el nuevo hombre, el hombre espiritual, el cual es nuestro espíritu regenerado donde mora Cristo. Ésta es la razón por la cual nuestra alma, que es nuestro hombre exterior, se va desgastando y nuestro espíritu, nuestro hombre interior, se renueva de día en día.
La función que corresponde al alma es renovada a fin de serle útil a nuestro espíritu La vida anímica difiere de la función que es propia del alma. Originalmente, nuestra alma era nuestra persona, y nuestro espíritu era el órgano. Ahora, ha habido un gran cambio: nuestro espíritu se ha convertido en nuestra persona y nuestra alma es el órgano. La vida anímica, la naturaleza y el yo fueron crucificados pero no la función del alma. Las funciones propias del alma como pensar, amar y tomar decisiones permanecen en nosotros a fin de ser renovadas. Ésta es la razón por la cual Romanos 12:2 nos dice que debemos ser transformados por la renovación de la mente. Cuando la mente sea renovada, la parte emotiva y la voluntad le seguirán para ser renovadas. Un órgano no tiene el derecho ni la posición para vivir ni tomar decisiones, pero una persona tiene todo el derecho y la posición para hacerlo. Hoy en día tenemos que vivir no por el alma, sino por el espíritu como nuestra persona usando el alma
como el órgano. Nuestra alma simplemente debe ser el órgano para nuestro espíritu como la persona. No debiéramos concederle a nuestra alma la posición ni el derecho en nosotros. Si nuestra alma decide a ir a cierto lugar, debemos decirle: “No me propongas que haga esto o lo otro, no tienes el derecho para ello. Eres simplemente un órgano. Cuando yo quiera ir a un lugar, te lo diré, y entonces, tú tendrás que venir conmigo para ser mi órgano”. Nuestro espíritu, por ser nuestra persona, tiene todo el derecho y la posición para proponer que hagamos algo, pero no nuestra alma. No debiéramos permitir que nuestra alma sea nuestra vida, nuestra persona o nuestro ser. Más bien, tenemos que darnos cuenta que nuestra alma es simplemente un órgano para nuestro espíritu, nuestra persona.
Vivimos por nuestro espíritu como nuestra persona Nuestra alma ya no tiene derecho ni posición alguna, ya que ha dejado de ser nuestra vida, nuestro ser y nuestra persona. Ésta es simplemente un órgano. Por tanto, tenemos que vivir regidos no por el alma, sino por el espíritu. No debiéramos amar conforme a nuestra alma, sino según nuestro espíritu. Anteriormente, el alma era nuestra persona, pero hoy en día nuestra persona es nuestro espíritu regenerado en el cual mora Cristo. A veces, nuestra alma tal vez nos exija que aborrezcamos a cierta persona, pero nosotros debemos decirle: “¡Cállate! No tienes derecho para decir esto. Cuando te necesite para aborrecer algo, te lo haré saber. Eres apenas el órgano. Mi ser, persona y vida hoy es mi espíritu regenerado en el cual Cristo mora”. Cuando vivimos en el alma, vivimos en nuestro yo y estamos involucrados con Satanás, el pecado y la carne; pero cuando negamos nuestra alma y le decimos que ya no tiene derecho o posición en nuestro ser, somos liberados de Satanás, el pecado, la carne y el yo. Cuando aprendamos a vivir, andar y hacerlo todo en el espíritu, seremos liberados de muchas cosas negativas.
VIVIR, ANDAR Y HACERLO TODO EN EL ESPÍRITU Lectura bíblica: Ro. 8:4; Ef. 6:18; Ap. 1:10; 4:2; 17:3; 21:10; Ef. 1:17; Gá. 6:1; Fil. 2:1; 1 P. 3:4 Romanos 8:4 dice: “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Diferentes traducciones de la Biblia escriben la palabra espíritu en Romanos 8 con una E mayúscula para referirse al Espíritu Santo y con minúscula para referirse a nuestro espíritu humano. Según el Nuevo Testamento, en el versículo 4 la palabra espíritu denota nuestro espíritu humano regenerado que está mezclado con el Espíritu que mora en él. Cristo como Espíritu vivificante se ha mezclado con nuestro espíritu humano regenerado y ambos espíritus se han mezclado para ser uno (1 Co. 15:45; 6:17; Ro. 8:16). Debemos andar conforme a este espíritu. Efesios 6:18 dice:
“Con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu”. Aquí, nuevamente, se hace referencia al espíritu mezclado, a nuestro espíritu regenerado en el que mora el Espíritu de Dios. En Apocalipsis 1 Juan recibió la visión de los siete candeleros de oro junto con el Hijo del Hombre de pie en medio de ellos. El versículo 10 dice: “Yo estaba en el espíritu en el día del Señor”. Aquí nuevamente se hace referencia al espíritu mezclado. Antes de recibir la segunda visión sobre el juicio con el que Dios juzgará al mundo por las eras, 4:2 dice: “Al instante yo estaba en el espíritu”. Después, al comienzo de la tercera visión sobre Babilonia la Grande, en el capítulo 17, el versículo 3 dice: “Me llevó en espíritu”; y antes de recibir la visión de la Nueva Jerusalén en el capítulo 21, el versículo 10 dice: “Me llevó en espíritu”. Al recibir cada una de las cuatro visiones principales en el libro de Apocalipsis, Juan estaba en el espíritu. Efesios 1:17 dice: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de Él”. El espíritu mezclado es un espíritu de sabiduría y de revelación. Gálatas 6:1 dice: “Hermanos, si alguien se encuentra enredado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. Una persona espiritual es una persona que vive y anda por el Espíritu de Dios, el cual mora en su espíritu regenerado y se ha mezclado con él. Si hemos de visitar a un hermano que ha caído a fin de restaurarlo, tenemos que estar en el espíritu. Filipenses 2:1 dice: “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión de espíritu, si algún afecto entrañable y compasiones”. Nuestra comunión se lleva a cabo en el espíritu mezclado. Por último, 1 Pedro 3:4 dice: “El del hombre interior escondido en el corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu manso y sosegado, que es de gran valor delante de Dios”. El hombre interior escondido en el corazón es nuestro espíritu humano, pues el corazón, que está compuesto por todas las partes del alma más la conciencia, rodea nuestro espíritu. Pedro nos dice que las hermanas deben adornarse del hombre escondido, es decir, del hombre interior, su espíritu.
VIVIR HACIÉNDOLO TODO EN EL ESPÍRITU Todos los versículos citados anteriormente nos muestran que nosotros, los que hemos sido regenerados, tenemos que andar, vivir y hacerlo todo en el espíritu. Es posible que tengamos el concepto equivocado de que ejercitar nuestro espíritu únicamente consiste en orar. Orar es una de las muchas maneras en que ejercitamos nuestro espíritu, pero no es la única. En realidad, podemos ejercitar nuestro espíritu en todo cuanto hacemos. Cuando conversamos con otros,
tenemos que hacerlo ejercitando nuestro espíritu. Cuando estamos enojados con alguien, tenemos que enojarnos ejercitando nuestro espíritu. Por supuesto, si ejercitamos nuestro espíritu, tal vez no nos enojemos, pero si estamos enojados, debemos poder afirmar que estamos enojados en el espíritu. Sólo entonces nuestro enojo podría ser justificado. Incluso nuestro amor, si no es en el espíritu, no es justificado. Lo que importa no es si amamos u odiamos. Lo que importa es si vivimos por el viejo hombre o por la nueva persona en nuestro espíritu. Lucas 14:25 y 26 dice: “Grandes multitudes iban con Él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun la vida de su alma, no puede ser Mi discípulo”. Hoy en día lo único que importa no es si se ama o se odia de manera externa, sino si se actúa en el alma o en el espíritu; o sea, si vivimos por el viejo hombre o por el nuevo hombre. Es erróneo amar por nuestra alma, pero es correcto aborrecer por nuestro espíritu. En cierta ocasión, el Señor Jesús se enojó en el templo y echó fuera del mismo a los cambistas valiéndose de un azote y hasta volcó sus mesas (Jn. 2:14-15). En otras ocasiones Él llamó a los fariseos cría de víboras (Mt. 3:7; 12:34; 23:33). En 1 Corintios 4:21 el apóstol Pablo dijo: “¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?”. A veces, al estar en nuestra alma y no en nuestro espíritu, somos más mansos y amables que el Señor Jesús y el apóstol. Ejercitar nuestro espíritu no consiste únicamente en orar. Es hacerlo todo en el espíritu. Si no tenemos una confirmación o un sentir en nuestro espíritu cuando hacemos o decimos algo, no debiéramos hacerlo o decirlo. La manera apropiada de vivir que es propia de los cristianos no es preguntarse si algo está bien o mal, sino discernir si al hacer algo lo hacemos por nuestro yo, en el alma, o por el Señor como Espíritu vivificante mezclado con nuestro espíritu de una manera subjetiva. Tenemos que ejercitar nuestro espíritu en todo momento. Incluso al relacionarnos con nuestra familia, tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu. A veces, el espíritu nos impide decirle algo a nuestra esposa. En tales casos, debemos permanecer callados. Sin embargo, cuando nuestro espíritu nos libera para decir algo, debemos hacerle caso a nuestro espíritu.