Analizando a Dexter Morgan
“Dexter” es una serie norteamericana que se emite por el canal de cable Showtime desde 2006 y que cuenta la historia de un asesino serial cuya característica peculiar es que solo mata a otros asesinos. Una rápida interpretación del nudo de la historia podría hacernos pensar que se trata de un asesino justiciero: alguien que ejerce por ley propia aquello que la ley común no lograría ejercer. Sin que podamos decir que esta interpretación es incorrecta, se puede extraer de esta historia algo más que solo el problema de cómo calificar a este asesino. La serie propone, no solo mediante la figura de Dexter Morgan sino también en otros personajes relevantes en cada una de las temporadas, toda una explicación acerca de cómo llega a existir un asesino serial y como funcionaría su deseo. Se puede decir que la serie nos da todo un estereotipo de lo qué deberíamos esperar y entender por un asesino serial (algo que la televisión suele hacer magistralmente), pero también nos da a entender que deberíamos hacer con él (si es que deberíamos hacer algo). En este articulo trataré de mostrar cómo estas interpretaciones están sostenidas bajo los presupuestos del discurso psicoanalítico como explicación subyacente; que estos juicios, mas que ayudarnos a comprender porque un hombre decide matar o no, están construidos para la acción: para intervenir, separando “la paja del trigo”, actuando con el consenso del sentido común moralizante y ayudándonos, indirectamente, a reasegurarnos en nuestra aparentemente “tranquila” normalidad.
La muerte, el padre y el relato
Para empezar, conviene conocer un poco la historia. Dexter es un analista de sangre que trabaja para la policía de Miami analizando las manchas de sangre producidas en las escenas de crimen que son investigadas por homicidios. El no es específicamente un policía sino que más bien sería un analista de la policía, pero para el caso no hay gran diferencia ya que trabaja en un departamento de investigación de crímenes en el que su hermana es una de los detectives principales y mas tarde se convierte en la jefa de todo el departamento. El hecho de que él y su hermana trabajen allí se debe a que su padre adoptivo fue policía en ese departamento, por lo que les heredo a él y a su hermana esa carrera. La explicación de por qué Dexter llego a ser adoptado por un policía es un punto importante en la historia: este fue encontrado en un conteiner en el que había quedado atrapado cuando su madre fue asesinada por una banda de narcotraficantes. Lo cierto es que Dexter perdió la memoria de ese incidente por lo que solo mucho después logra averiguar cuales habían sido las circunstancias en las que el padre lo había adoptado; recordando también que en ese hecho traumático no había estado solo sino que junto a él un medio hermano suyo, del que Dexter fue separado, había presenciado la escena sanguinaria. La razón por la que la madre de Dexter fue asesinada es que ella estaba dando información a la policía sobre esta banda, (específicamente al policía que luego lo adopto) por lo que ese asesinato se hallaba directamente involucrado con su colaboración para la policía. Y aquí comienza la explicación psicológica del drama: Dexter se habría convertido en asesino a raíz del hecho traumático que vivió de niño al presenciar la sanguinaria muerte de su madre y permanecer varios días encerrado junto a un charco de sangre. Mucho tiempo después Dexter se reencontrará con su medio hermano, ya que es uno de los asesinos a los que estaba investigando el departamento de policía, y se dará cuenta entonces que a este, al igual que a él, le da por matar gente. La explicación es clara: el deseo de matar nace en alguien que ha producido o presenciado directamente un asesinato y que, bajo los efectos de ese hecho traumático, desarrolla un deseo hacia la muerte. Este deseo tiene una forma particular de denominarse en esta historia, Dexter lo llama “the dark passanger” (el pasajero oscuro), lo cual expresa que un deseo de dar muerte lo habita y al cual él siente la necesidad de dar satisfacción. Esta misma estructura explicativa se repite en otros personajes que van apareciendo a lo largo de la historia: en primera instancia en su hermano, Brian Monser, asesino con el que se reencuentra mucho tiempo después y que descuartiza a la gente igual que Dexter. Pero también Lila, una artista plástica de la segunda temporada que le da por matar gente quemándolos con sus casas, deseo que le naciera a partir de su separación de un novio al que dejo y al mismo
tiempo aprovecho y lo quemo con su casa. O a Miguel Prado que vivió la violencia de sus padres de pequeño y le pide a Dexter que le enseñe a matar gente ya que también sentía deseos de dar muerte. En todos los casos los asesinos son presentados como enfermos: su enfermedad radicaría en la propia “necesidad”1 que poseen de matar, a partir de la cual ellos son los poseídos. El evento de muerte marcaría a estas personas de un modo permanente de tal forma que solo podrían continuar viviendo emulando o repitiendo aquello que los ha marcado y de lo que, al parecer, no podrían desvincularse. Es decir, el deseo es enfermizo pues está asociado a la repetición del trauma en lugar de orientarse a la desvinculación de él. Pero en el caso de Dexter se dan otras particularidades: como él fue criado por un policía que entendió que Dexter se convertiría (irremediablemente según la historia) en un asesino serial, este le enseño a su hijo a canalizar su “necesidad” de una forma, como si dijéramos, “socialmente aceptable”. Le enseño que debía evitar ante todo ser descubierto, evitando dejar cualquier tipo de huella, mancha de sangre o vestigio del asesinato2. A su vez, le enseño que este deseo debía ser canalizado de una forma que no se dañase a un “inocente” sino a alguien que “mereciera morir”, razón por la cual Dexter solo mata a otros asesinos. Dexter llama a esto su “código”, y es este código que el lleva lo que nos da a entender que este asesino no solamente desea matar sino que también desea otra cosa: ser normal. Ahora bien, ¿qué significa ser normal para Dexter?, ¿cómo explica esta historia la normalidad? De acuerdo al relato de su padre, Dexter no es una persona normal sino que su deseo de matar se halla directamente vinculado a su incapacidad de sentir3, en particular de sentir culpa, por las muertes que genera. Dexter crece pensando que su única forma de vivir es disimulando ser quien es, simulando los sentimientos hacia su hermana adoptiva, a su mujer, etc. porque él realmente, según el relato de su padre, “no tendría sentimientos”. De hecho esto se vuelve un padecimiento que solo puede mitigar frente a otros asesinos: solo se llega a sentir realmente sincero consigo mismo frente a los asesinos a los que esta por asesinar, a quienes no tiene que esconderles su condición de asesino. Dexter vive su vida de acuerdo al relato de su padre con el que, a pesar de estar muerto, “habla” permanentemente, ya que padece alucinaciones. Se trata de un asesino con complejo de Edipo, pero esto no lo hace para nada anormal sino todo lo contrario. El verdadero problema de Dexter no es que es un asesino serial (o por lo menos ese no es su único problema), sino que vive su vida de acuerdo al relato de su padre, desde el cual el solo puede ser un “monstruo”. Pero, ¿qué es un monstruo? ¿Es Dexter realmente un monstruo? ¿Qué lugar tiene la monstruosidad en la definición de la anormalidad? Tal vez Foucault pueda ayudarnos con esto.
Los hombres y los monstruos
Según Foucault, la noción de monstruo ha tenido una importancia fundamental en el desarrollo de la psiquiatría moderna ya que esta concentra en aquella, y en otras dos figuras posteriores (el niño masturbador y el indisciplinado), las razones que contribuyeron al desarrollo de la psiquiatría en el siglo XIX. La monstruosidad es una categoría que, por sus características, une dos dominios del saber, el dominio jurídico y el biológico, constituyendo un campo de fenómenos distinto a ambos sectores y sobre el cual se desarrollará la psiquiatría. Sin embargo la monstruosidad no comienza en el siglo XIX sino que este dará, como si dijéramos, su propia interpretación de la monstruosidad.
1 Si bien el deseo no es una necesidad, la historia presenta al deseo de estos asesinos como “su necesidad”. El
hecho de que ellos vivan
su deseo de esta forma parece mostrar cuan naturalmente es vivido aquello que ha sido adquirido. �
Dexter mata a sus víctimas sobre una mesa, envolviéndolas en plástico para que no se esparza la sangre, las divide en partes para trasportarlas más fácilmente, las embolsa y las hunde en el mar.
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Dexter es presentado como una persona sin sensibilidad ante los otros por lo que solo podría simular las emociones que no siente. Tanto frente a su hermana adoptiva como frente a su novia, que luego será su mujer, Dexter muestra no saber qué es lo que los otros sienten o que es lo que ellos esperan que él sienta, por lo que simula sus sentimientos, un poco toscamente.
Durante la edad media el monstruo había sido asociado a la mezcla, a la combinación de elementos que no son propiamente de la misma naturaleza y que dan como resultado un ser que es, por ejemplo, en parte bestia y en parte hombre4. Pero la monstruosidad no sería solo una transgresión a la naturaleza sino que supondrá también, implícitamente, una transgresión a la ley civil, religiosa o divina, ya que, entre otras cosas, le generará un enigma a la ley sobre el cual esta no podrá operar. ¿Qué identidad atribuirle a un ser humano con ambos sexos o a uno en el que no se puede diferenciar claramente un sexo del otro? Problemas como este hacen a la monstruosidad intrínsecamente transgresora de la ley por lo que esta no podría serle indiferente. Es mas, Foucault observa que cada época tendrá sus monstruos privilegiados cuyas características estarían intrínsecamente asociadas a las características que sumirían el poder y la ley en cada período. Así, en la edad media la figura central de la monstruosidad estaría dada por el hombre bestial. En el contexto de un poder bestial, el hombre bestia representaba una verdadera amenaza al poder real. Pero, a su vez, el renacimiento, con su afición por la simetría, tendría en los hermanos siameses una figura central de la monstruosidad: que peor que la simetría deforme de los hermanos siameses para una época adoradora de las simetrías naturales y humanas. Y la época clásica habría encontrado la monstruosidad en los hermafroditas, figura sobre la cual comenzara a elaborarse la nueva forma de la monstruosidad que se desarrollara desde fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. La doble transgresión que implica la monstruosidad, que es tanto una transgresión a la naturaleza como a la ley, supondrá, por tanto, una violación a la ley pero una violación que deja a esta incapaz de dar respuesta dentro de los estrictos límites de la ley. Las respuestas al monstruo se darán, según Foucault, desde la supresión lisa y llana de la monstruosidad por la violencia hasta los cuidados médicos o la piedad, pero la respuesta en si no entraría en el régimen propiamente legal. El monstruo es, según Foucault, la forma más espontanea, extrema y brutal de la contra-naturaleza, una contra-naturaleza que es también la destrucción de la ley social. Lo propio de la monstruosidad es que es ininteligible para la ley, pero esa ininteligilibilidad es su propio principio de inteligibilidad. Ahora bien, frente al monstruo como situación extrema, como excepcionalidad atípica, se darán todas las anomalías propias de lo cotidiano pero estas solo tendrán un principio de comprensión, un principio de explicación, en relación a esa gran figura del monstruo que permanece siempre en lo excepcional: “En una palabra digamos que el anormal (y esto hasta fines del siglo XIX y tal vez hasta el XX; […] es en el fondo un monstruo cotidiano, un monstruo trivializado ”5. ¿No es esta la situación de Dexter? Una monstruosidad hecha cotidiana que pierde su carácter excepcional entra en las formas de la anormalidad. Pero en el caso de Dexter se trata de una anormalidad que no pretende ser reeducada, re-disciplinada, como las instituciones disciplinarias del siglo XIX intentarían hacer. La anormalidad en Dexter no intenta ser reconvertida a la norma sino que puede convivir con ella sin tener que ser necesariamente readaptada a sus formas. Dexter es, si se quiere, un anormal normal, pero en tanto que puede convivir con la norma sin tener que readaptarse a ella está integrado a la norma de una forma distinta a la de la simple desviación, a la del asesino serial que no lleva un código disciplinar, que simplemente reacciona a la norma y es perseguido por ella. Pero, volviendo a Foucault, dijimos entonces que durante el siglo XVIII y XIX, la noción de monstruo va a cambiar de forma, a la par que se modificaban las formas que asumirá el poder. En el paso de la sociedad de soberanía a la sociedad disciplinaria, no solo se alteraran las formas de ejercicio del poder, no solo se alteraran las formas y principios de 4 El monstruo es, por tanto “ la mezcla de dos reinos, reino
animal y reino humano: el hombre con cabeza de buey, el hombre con patas de pájaro – monstruos. Es la mixtura de dos especies, la mezcla de dos especies: el cerdo que tiene cabeza de carnero es un monstruo. Es la mixtura de dos individuos: el que tiene dos cabezas y un cuerpo, el que tiene dos cuerpos y una cabeza, es un monstruo. Es la mixtura de dos sexos: quien es a la vez hombre y mujer es un monstruo. Es una mixtura de vida y muerte: el feto que nace con una morfología tal que no puede vivir pero que, no obstante, logra subsistir durante algunos minutos o algu nos días, es un monstruo. Por último, es una mixtura de formas: quien no tiene ni brazos ni piernas, como una serpiente, es un monstruo. Transgresión, por consiguiente, de los limites naturales, transgresión de las c lasificaciones, transgresión del marco, transgresión de la ley como marco: en l a monstruosidad, en efecto, se trata realmente de eso. ” Michel Foucault, “Los Anormales”, Curso
en el College de France (1974-1975), Fondo de la Cultura Económica, Buenos Aires, 2000, pág. 68. 5 Ídem anterior, pág. 63.
castigo, los códigos legales, etc. sino que también se va a modificar la noción de lo monstruoso. Foucault explica esto diciendo que por un lado desaparecen las nociones que ligaban a la monstruosidad con la mezcla, en particular con la mescla de sexos como en el hermafrodita, para pasar a explicarse estas como rarezas de la naturaleza, como deslices o imperfecciones de lo natural pero no como lo propiamente monstruoso. En cambio, esta se va a ver crecientemente asociada a la conducta criminal, haciendo que la monstruosidad no se busque ya propiamente en la naturaleza del ser sino en su comportamiento. El siglo XVIII y XIX descubren el monstruo moral y lo ven a este en la criminalidad, en los comportamientos que se vuelven propiamente inexplicables para la ley, pero ya no en la naturaleza biológica. Pero, ¿qué es este monstruo moral?, que ya no supone la monstruosidad en la biológica sino en el comportamiento. ¿En que sentido, para el siglo XIX, la conducta criminal podía llegar a ser monstruosa? Según Foucault, la psiquiatría definirá específicamente un tipo de crimen al que se lo considerará monstruoso. Este será aquel que se halle más estrechamente vinculado a la locura, aquel que se halle lo más lejos posible de aquello que puede ser comprendido por la razón. Pongamos un ejemplo que analiza Foucault: una mujer que, sin altercado ni conflicto previo, decide asesinar a la hija de su vecina, a la que había prometido cuidar, no entra claramente en las lógicas de los motivos o móviles inteligibles para un asesino. El crimen monstruoso será, por tanto, el crimen sin razón , aquel en el que la ley no puede establecer un móvil o motivo del crimen, donde ninguna explicación racional permita a la ley dar una explicación de la conducta. Y en ese espacio abierto a la sinrazón, allí tendrá un anclaje la psiquiatría, buscando cumplir a la vez una función supletoria de la ley, pero estableciendo a su vez un juicio y poder propiamente medico-psiquiátrico que se extenderá necesariamente más allá de la ley. Lo que la ley le demandará a la psiquiatría será, en primer termino, una determinación de lo juzgable y lo no juzgable, es decir, el establecimiento o no de la demencia en el principio de la acción criminal. Esto será fundamental para un poder legal que es considerado como capaz de juzgar solamente allí donde es capaz de reconocer un juicio de parte del sujeto juzgado, pero que no tiene fuerza o ley allí donde este falta. Y en el crimen sin razón lo que falta es el juicio. Según Foucault, mas que asociar el surgimiento de la psiquiatría a la medicina, esta debería ser asociada al desarrollo de la higiene publica pues el principio que dirigirá esta práctica no será tanto un principio científico como un principio político-social. La psiquiatría surgirá entonces para generar una limpieza social orientada, principalmente, en dos direcciones: por un lado, convertir a la locura en una enfermedad, es decir, patologizar los desordenes, los errores, las ilusiones como enfermedad que precisaría tratamiento (vía disciplinaria); pero a su vez, y como presupuesto para lograr aquello, necesitara presentar a la locura como un peligro, como esencialmente portadora de riesgos para la sociedad (vía criminalizadora), a la vez que el peligro social era presentado como una enfermedad. Es decir, que la locura, que era sobre todo un problema político, el de aquel que no se amolda al orden político-social establecido, es presentado y tratado desde la psiquiatría, como una problema pseudo-medico, pseudo-científico, ámbito en el que la psiquiatría podrá adjudicarse autoridad y en el que lo que poseía un principio en el conflicto con el orden social podrá ser tratado como cuestión biológica-natural. ¿Es extraño entonces que en la serie Dexter los asesinos sean presentados como enfermos? ¿No es eso lo que la psiquiatría instituyo como realidad a principios de siglo XIX? No solo es cierto que pensando al asesino como un enfermo solo nos reasegurarnos en nuestro supuesto sano estado de salud (“Yo que no mato gente estoy bien; el, que es un asesino, es un enfermo”) sino que, aun mas, esta ha sido la estrategia que ha tomado el poder psiquiátrico para constituirse como un factor de poder frente al poder judicial. Hacia fines del siglo XIX la psiquiatría tendrá un giro en sus formas de comprender su objeto (la locura) que ella misma había creado algunos años antes. Para esa época esta pasara de ser una psiquiatría del delirio a ser una psiquiatría del instinto, en donde la locura dejara de ser explicada en términos del padecimiento de una realidad ilusoria para pasar a ser comprendida como uno de los avatares del desarrollo de los impulsos instintivos mismos. En este punto es donde la psiquiatría instaura la noción de instinto como explicación subyacente al deseo, que luego retomaría el propio psicoanálisis. En esta nueva explicación de la locura esta ya no esta vinculada al error de la percepción, de los sentidos o del pensamiento, sino al instinto como su motor, como una dinámica irresistible. Así explica Foucault la importancia de la noción de instinto en la nueva psiquiatría de fines del siglo XIX:
“ A partir del instinto, toda la psiquiatría del siglo XIX va a poder devolver al ámbito de la enfermedad y la medicina mental todos los trastornos, todas la irregularidades, i rregularidades, todos los grandes trastornos y las pequeñas irregularidades de conducta que no competen a la locura propiamente dicha. A partir de la noción de instinto, y en torno de lo que otrora era el problema de la locura, podrá organizarse toda la problemática de lo anormal, lo anormal en el nivel de las conductas mas elementales y cotidianas. Ese pasaje a lo minúsculo, la gran deriva que hace que el monstruo, el gran monstruo antropófago del siglo XIX resulte amonedado, en definitiva, en la forma de todos los pequeños monstruos perversos que no cesaron de pulular desde fines d e ese siglo, ese paso del gran monstruo al pequeño perverso, solo puede darse a través de la noción de instinto y la utilización y el funcionamiento de este en el saber, pero también en el funcionamiento del poder psiquiátrico ”6.
El psicoanálisis no será más que una de las tecnologías de corrección y normalización de los instintos cuyo surgimiento como tema y noción explicativa de la locura se enraíza en el juego de poder dado entre el poder judicial y el poder psiquiátrico durante el siglo XIX. Y es este cambio en los factores explicativos determinantes de la locura para la psiquiatría, lo que le permitirá a esta ampliar su espectro de acción extendiendo su campo ya no solo a la locura sino llevando su poder de intervención tanto al campo de la intervención judicial como al de la intervención familiar. La nueva psiquiatría del instinto encuentra un principio de generalización de su accionar al elaborar su teoría que vincula al instinto y la sexualidad con el desarrollo de la enfermedad mental. Esta generalización de lo psiquiatrizable se realiza, según Foucault, al dejar de inscribir la acción sinrazón en un acto localizado (“el suceso de locura”), para hacerla aparecer a partir de una especie de constelación física permanente (“el desarrollo anormal de los instintos”). Lo que la nueva psiquiatría de fines del siglo XIX buscara son los estigmas permanentes que marquen estructuralmente al individuo, que permita definir una anormalidad constitutiva, un estado anormal congénito. Lo que ocurre es que se reemplaza una psiquiatría de los procesos patológicos por una psiquiatría del estado anormal permanente. A su vez, no se supondrá la existencia de una enfermedad intrínseca a los instintos mismos sino la presencia de un estado de desequilibrio funcional en el que ciertos instintos que deberían ser inhibidos son desarrollados extraordinariamente. En este punto, la serie Dexter no hace sino reactualizar el discurso psiquiátrico de fines del siglo XIX. La explicación subyacente a la serie de cómo se constituyen los asesinos sigue siendo la misma: la constelación física permanente (lo sucedido en el pasado carga como un peso inevitable en el presente), los estigmas permanentes (la experiencia de la muerte como constitutiva del deseo de muerte), el desequilibrio funcional (el asesino no haría sino romper con inhibiciones que un individuo normal mantendría). El discurso psiquiátrico de fines del siglo XIX sigue siendo el discurso con el que se explica a un asesino en el sentido común del siglo XXI, pero… ¿no hay nada nuevo bajo el sol? ¿Qué nueva relación tiene Dexter con la norma, esa que ya no lo persigue, que lo integra, que lo quiere de su lado? ¿Qué hay de nuevo en esta relación entre lo normal y lo anormal?
Repensando a Dexter Voguel [psiquiatric]: You are not a monster! You never have been! Dexter: Anyone on my table will disagree. V: Dexter, a monster, by definition is outside of nature. You are part of the natural order’s things. With propose and value… and right to exist. When you come to accept that will no longer be depending on Debra [sister] or anyone’s validation. D: I still want her in my life! V: Want… but not need. 7 6 Ídem anterior, pág. 128. 7 Traducción:
Voguel (psiquiatra): ¡Tú no eres un monstruo! ¡Nunca lo has sido! / Dexter: Cualquiera en mi mesa estaría en desacuerdo. / V: Dexter un monstruo, por definición, está f uera de la naturaleza. Tú eres parte del orden natural de las cosas. Con propósito y valor… y derecho a existir. Cuando llegues a aceptar eso ya no serás más dependiente de la validación de Debra (hermana) o de cualquier otro. / D: ¡Aun la quiero a ella en mi vida! / V: Quiero… pero no necesito.
“Dexter” Temporada 8 – Capitulo 4 “Scar tissue” (16:00-16:26)
¿Qué nueva noción de lo monstruoso hay en Dexter? ¿Cuál es el monstruo que proyecta el siglo XXI? Aunque el asesinato pueda seguir pareciéndonos un principio de monstruosidad; aunque el deseo de matar planificado, organizado, meditado, en síntesis, limpio de Dexter siga pareciéndonos una monstruosidad, es necesario cuestionarnos si realmente hay un monstruo en Dexter. Y es que este asesino ya no es un anormal cualquiera, un simple asesino que se escapa a la ley; Dexter es, digamos, un nuevo diseño de lo “monstruoso” que, paradójicamente, ya no tiene nada de la monstruosidad. Foucault nos decía que había que pensar a lo monstruoso como estando presente en el principio de inteligibilidad de lo anormal. El anormal era solo un monstruo empequeñecido y esparcido, diseminado, llevado de lo excepcional a lo cotidiano. Pero Dexter nos muestra a un anormal normal, un anormal que es parte de la norma y que, por tanto, ha perdido toda su monstruosidad; todo lo cual vuelve a colocar a la monstruosidad en otro plano, uno muy distinto al de este asesino. La monstruosidad es siempre un principio que se escapa a la norma pero el pseudo-monstruo de Dexter es parte de la norma, no su excepción. Pero ¿en qué sentido puede decirse que Dexter pertenece a la normalidad? En primer lugar: el diseño. Dexter es un asesino que ha sido diseñado, producido, proyectado, planificado; cuyos impulsos han sido abiertamente organizados a partir de un código disciplinar heredado de su padre pero que (de acuerdo a la ultima temporada), este no habría desarrollado solo. Casi como queriéndole buscar una madre a Dexter (su “madre espiritual” se dice en la serie), la última temporada reconcibe el pasado de Dexter desde el presente con la aparición del personaje de la psiquiatra Voguel. Esta mujer habría sido quien habría ayudado al padre de Dexter a concebir el “código”, aquello que diferencia a este asesino de los otros. Entre el policía y la psiquiatra, ambos habrían convertido a Dexter en lo que es, solo que el policía se suicido después de conocer las consecuencias de su creación mientras que la psiquiatra puede convivir con estas. Extremando la cercanía de la ficción a la realidad, la serie nos muestra como hay realmente un psiquiatra detrás del “loco”, del pseudo-loco de Dexter; nos muestra cuán en lo correcto estaba Foucault al decir que era la psiquiatría la que había creado a la locura. En segundo lugar: la convivencia. Dexter es un asesino que convive con la policía. No solo trabaja en un departamento de policía, no solo no se siente incomodo estando entre policías, sino que es su cercanía a la policía, su capacidad de conocer como actúa la policía, lo que le permite saber cómo eliminar cualquier prueba, huella o indicio de los asesinatos, es decir, lo que lo mantiene a salvo de ser atrapado. Dexter posee un saber policial, aunque no sea estrictamente un policía, y es este saber que es, en parte, herencia de su padre, y en parte su propio saber como analista de sangre, el que lo mantiene a salvo. En tercer lugar: la complementariedad . Los asesinatos de Dexter son el complemento ideal para la policía de Miami ya que Dexter resuelve a su forma todo lo que el departamento de policías no puede resolver. Permanentemente se muestra a este departamento de policías como completamente ineficaz: no logran detener nunca a los asesinos seriales, si los casos se resuelven es solo porque los asesinos aparecen muertos, sin cuestionar nunca quien es la “mano salvadora” que los resuelve. Dexter es el perfecto complemento de la ley, perfecto complemento de una ley aparentemente ineficaz pero que encuentra su eficacia en un doble suyo. Pero entonces, ¿cómo concebir a Dexter?, ¿que es Dexter realmente ya que no es un simple asesino? Dexter es un agente delegado de la ley , es la ley misma en su contra-faz ilegal, funciona como los ilegalismos que actúan para la ley y que son los que realmente la explican según Foucault. Por ejemplo: el narcotráfico es un ilegalismo que la ley construye negándole la legalidad a la drogadicción. Pero ese ilegalismo, construido por la ley , está allí con un fin: hacer posible el negocio del narcotráfico. No es improductivo sino que tiene una función productiva: hacer posible ese negocio. Dexter es la ley misma en la fase de la ley que esta niega de si misma. Es el doble de la ley que la complementa y la vuelve necesaria Es mas, es posible ver como esta serie viene a mostrarnos algo nuevo sobre nuestra propia realidad. Lo que esta serie nos muestra es un nuevo funcionamiento de la ley, una nueva relación entre lo normal y lo anormal, un nuevo funcionamiento de la norma. En Dexter, la anormalidad viene a ser integrada bajo formas específicas a la norma, lo
“monstruoso” es incluido en la norma, esta puesto a trabajar para la norma. El anormal se vuelve un agente delegado de la norma pero este hecho modifica el sentido mismo de norma. El parámetro de lo normal sigue siendo la regla social pero lo anormal no queda ya por fuera sino que es reintegrado a la dinámica de la normalidad. Es por eso que se podría pensar que en este nuevo funcionamiento de la norma, lo normal se anormaliza mientras que lo anormal es integrado a la norma. La ley anormalizada ya no funciona simplemente expulsando hacia lo otro todo aquello que rechaza. Muy por el contrario, la ley le da un espacio a la “otredad”, a la pseudo-otredad, la incorpora a sus reglas de juego ya que esta le sirve como justificadora de su propia existencia. En la sociedad de control la relación entre lo normal y lo anormal es modulada como cuando uno sube o baja el volumen del amplificador: si el volumen está muy alto, lo bajamos un poco pero solo lo bajamos para luego poder volverlo a subir. En este movimiento la sociedad de control produce todo lo “pseudo-otro” que se “pseudo-escapa”, produce la miseria y la inseguridad generalizadas, solo para poder constituirse posteriormente como paliatorios de la miseria y guardianes de la seguridad. La ley anormalizada construye su propia demanda y en ese proceso nos mantiene atados a ella. ¿Qué nueva regla es esta que incluye a lo anormal en lugar de desviarlo, de reenviarlo hacia lo otro, de extranjerizarlo? ¿A dónde va a parar, por tanto, lo que se escapa, lo que no puede ser asido? ¿Cuál es la línea de fuga monstruosa? Sin que podamos dar una respuesta plenamente satisfactoria, está claro que, el nuevo monstruo de nuestro siglo ya no se fuga, ya no se escapa de nada sino es creando otra realidad; o bien que solo construyendo otra realidad es realmente capaz de crear una línea de fuga. Todo el campo está minado, a derecha y a izquierda, y la salida hay que construirla. Monstruo-obrero, monstruo-obrador o monstruo-artista: no se escapa a nada sino creando. Lo que Dexter nos mostraría es que ya no solo necesitamos fugarnos de lo normal, sino que también se vuelve imperioso fugarse de la anormalidad, pues esta está integrada a la dinámica de la normalización. En un mundo que, probablemente se vea crecientemente anormalizado, donde la norma integre crecientemente a su doble como una parte de sí misma, como una forma de crear su propia demanda, debemos entender claramente que ninguna anormalidad es realmente una línea de fuga sino, como Dexter, un agente delegado de la norma.
Juan Manuel Solver