Francis
Nov Novum um BACON Organum Traducción directa del latín: C l e m e n t e F e r n a n d o A l m o r í
Estudio preliminar y notas: R i s i e r í F r o n d i z i
Biblioteca de Obras M ae aest stras ras del Pensam iento
A D A S O L
EDITORIAL LOSADA LOSADA B u e n o s A ir e s
Título original en latín: Novum Orga Organo non n scien scienti tiaru arum m
Ia edición en Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento: septiembre de 2003
Advertencia €> €> Editorial Losada, $. A. Moreno 3362, Buenos Aires, 1949
Distribución: Capital Cap ital Feder Federal: al: Vaccaro Sánchez, Moreno 794 - 9o piso (1091) Buenos Aires, Argentina. Inte Interio rior: r: Distribuidora Bertrán, Av. Vélez Sársfield 1950 (1285) Buenos Aires, Argentina.
La prese presente nte versió versión n en españo españoll del Novum O rganum es, según nuestras nuestras noticias, la primera primer a traducción directa del latín latí n que se ofre ofrece ce en castellano, castellano, Ha H a sido sid o hecha de acuerdo acuerdo al texto de la excelente excelente edi ción ción critica de Thomas Fowler,1cuya Introducción y valiosas notas han sido de gran utili u tilida dad d para la redacción redacción de nuestros nuestros comentarios comentarios depie depágina. Se ha tenido también a la vis ta la edición clásica de de f Spedding Spedding R. L. E llisy D . D. Heathd Las not notas as de de pie depágn pá gna a marca marcada dass con con un * se refieren a aspec tos lingüísticos lingüísticosy fueron fuer on redactad redactadas as por el traductor traductor ,; todas las demás, que aparec aparecen en con numeración corrida, se deben deben a Risieri Ris ieri Frondizi, F rondizi, quien tuvo a su cargo el cuidado de la edición.
Composición y armado de interiores: Taller del Sur
C l e m e n t e F e r n a n d o A l m o r í R i s ie ie r i F r o n d i z i
Marzo, 1949
ISBN: 950-03-9219-4 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Marca y características gráficas registradas en la Oficina de Patentes y Marcas de la Nación Impreso en Argentina Printed in Argentina
1 Bacon’s Novum Organ (ed. Thomas Fowler), Fowler), 21 ed., Oxfo rd, At the Organum um (ed. Clarendon Press, 1889. 2 The Works o f Francis Bacon (sel. y ed. James Speddlng, Robert Leslie Ellis, Douglas Denon Heath), Vol. I, London, Longman & Co., 1858.
[ 7]
Título original en latín: Novum Orga Organo non n scien scienti tiaru arum m
Ia edición en Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento: septiembre de 2003
Advertencia €> €> Editorial Losada, $. A. Moreno 3362, Buenos Aires, 1949
Distribución: Capital Cap ital Feder Federal: al: Vaccaro Sánchez, Moreno 794 - 9o piso (1091) Buenos Aires, Argentina. Inte Interio rior: r: Distribuidora Bertrán, Av. Vélez Sársfield 1950 (1285) Buenos Aires, Argentina.
La prese presente nte versió versión n en españo españoll del Novum O rganum es, según nuestras nuestras noticias, la primera primer a traducción directa del latín latí n que se ofre ofrece ce en castellano, castellano, Ha H a sido sid o hecha de acuerdo acuerdo al texto de la excelente excelente edi ción ción critica de Thomas Fowler,1cuya Introducción y valiosas notas han sido de gran utili u tilida dad d para la redacción redacción de nuestros nuestros comentarios comentarios depie depágina. Se ha tenido también a la vis ta la edición clásica de de f Spedding Spedding R. L. E llisy D . D. Heathd Las not notas as de de pie depágn pá gna a marca marcada dass con con un * se refieren a aspec tos lingüísticos lingüísticosy fueron fuer on redactad redactadas as por el traductor traductor ,; todas las demás, que aparec aparecen en con numeración corrida, se deben deben a Risieri Ris ieri Frondizi, F rondizi, quien tuvo a su cargo el cuidado de la edición.
Composición y armado de interiores: Taller del Sur
C l e m e n t e F e r n a n d o A l m o r í R i s ie ie r i F r o n d i z i
Marzo, 1949
ISBN: 950-03-9219-4 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Marca y características gráficas registradas en la Oficina de Patentes y Marcas de la Nación Impreso en Argentina Printed in Argentina
1 Bacon’s Novum Organ (ed. Thomas Fowler), Fowler), 21 ed., Oxfo rd, At the Organum um (ed. Clarendon Press, 1889. 2 The Works o f Francis Bacon (sel. y ed. James Speddlng, Robert Leslie Ellis, Douglas Denon Heath), Vol. I, London, Longman & Co., 1858.
[ 7]
Significado y contenido del Novum Orga Organu num m L Fran cis B a c o n y lafo la fo rm ac ió n del pensam iento moderno moderno
Producido el derrumbe de la escolástica, hay que aguardar hasta el siglo xvri para encontrar encon trar una nueva concepción concep ción que reemplace a la que dominó durante tantos siglos. Sin duda, tal concepción se basa en el esfuerzo de los dos siglos anteriores —siglo sigloss de forcejeo e n busca de una nueva ruta—y principal mente en las doctrinas de tipo naturalista que emergen en Ita lia. Pero es el siglo xvn el que ofrece una ruta bien definida so bre la qüe qüe ha de transitar el pe nsamie nto moder no ulterior. Resulta difícil discriminar con claridad las diversas contri- buciones a la formación del pensamiento moderno. Toda nue va época cultural surge como un complejo que se resiste a los esquematismos simplistas. Pero si reducimos nuestro interés a los los aspectos aspectos filosófico y científico -ínti mam ente ligados en esa época- acuden de inmediato a nuestra mente tres nombres que no pueden dejarse de mencionar en cualquier consideración sobre este tema: Descartes, Galileo y Bacon. Mucho se ha disputado acerca de la mayor o menor in fluencia que han tenido estos tres pensadores en la formación de la conciencia filosófica y científica modernas. Con frecuen cia se ha exagerado la importancia de uno en menoscabo de [ 9]
ios demás y el orgullo nacional no es totalmente ajeno a tales exageraciones. El vicio principal de esas disputas, que las ha tomado estériles en tanto contribución histórica, Gonsiste en querer ordenar jerárquicamente a dichos pensadores. Lo que corresponde, es indagar la naturaleza y sentido de la contribu ción de cada uno de ellos, pues es innegable que los tres han contribuido en buena medida a la formación de la conciencia moderna, Y tal indagación no debe tomar en cuenta tan sólo la originalidad o profundidad de las ideas sino la repercusión que tuvieron en el desarrollo ulterior del pensamiento filosófico-científico. La contribución de cada uno de ellos es, a nuestro juicio, de índole muy distinta. Descartes es, ante todo, un filósofo. Con él se inicia un modo nuevo de filosofar que caracterizará al pensamiento moderno y que podemos denominar idealis mo, en un sentido amplio. Vio en la matemática el paradigma del conocimiento y señaló la estructura racional y mecánica de la naturaleza, principio que sirvió de sostén a todo el desarro llo ulterior de la ciencia moderna. Su preocupación metodoló gica es fundamental y está basada en la creencia del poder de la razón. Gaíileo, por el contrario, es un hombre de ciencia. Sus des cubrimientos son fundamentales; la concepción de Néwton re sulta incomprensible sin la mecánica de Galileo. Su aporte se encierra en una serie de descubrimientos científicos concretos y en el principio central que inspiró sus investigaciones perso nales y que se convirtió en un postulado fundamental de la ciencia moderna: el mundo físico es una interacción de fuerzas calculables y de cuerpos medibles. Se ha exagerado la impor tancia de su metodología. Por otra parte, unos han querido re ducir su método a la experimentación y otros a la deducción pura. La verdad es que el mé todo de Galileo tuvo gran eficacia en sus propias manos --sin influir mayormente en sus conti nuadores—y es una mezcla de experiencia y deducción. Predi có el valor de la experimentación para combatir los excesos de la especulación metafísica que, bajo la autoridad de Aristóteles, había invadido el estudio del mundo físico; pero usó la deduc[103
ción que ataca al problema sin prejuicios metafísicos. En rigor, Galileo alcanza la mayor parte de sus descubrimientos por de ducción y usa la experiencia como medio para comprobar la verdad de sus hallazgos. El procedimiento que usó para redes cubrir el telescopio es un ejemplo típico de su metodología. Descartes fue un filósofo; Galileo, un hombre de ciencia. Bacon no es, en rigor, ni una cosa ni la otra. Su talento metafísico era escaso y ninguno de sus escritos puede compararse, en hondura filosófica, con los de Descartes.1A su vez, no ha contribuido al enriquecimiento de la ciencia con ningún des cubrimiento científico. ¿A qué se debe, entonces, que se le considere como uno de los fundadores del pensamiento mo derno? Lo que más cuenta de su contribución debe buscarse en su metodología. Bacon es el primero que expone en forma sis temática el método inductivo, que tanto ha contribuido al de sarrollo de las ciencias de la naturaleza. Y expone prolijamen te su fundamento, sus ventajas, sus posibles desviaciones, sus cánones. . Para comprender la importancia que tuvo el descubri miento de una vía de investigación hay que recordar en qué momentos expone Bacon sus ideas metodológicas. El de rrumbe de la escolástica no sólo echó por tierra las concepcio nes física y metafísica imperantes sino también la lógica aris totélica basada en el silogismo. Cuando existe un saber sistemático elaborado, el silogismo desempeña un papel fun damental. Pero al perder validez los principios generales de tal - sistema, cae la premisa mayo r del silogismo y con ella toda posibilidad de razonamien to silogístico. En un mu ndo que quiere echar a andar por nuevos caminos para nada sirve el si logismo; resulta infecundo por ser incapaz de descubrir nue vas verdades. Junto con la concepción aristotélico-tomista 1 No puede negarse, sin embargo, su influencia en la formación del em pirismo inglés. El aforismo I del Novum Organum contiene, en germen, la tesis central de Locke, quien afirmó que nuestras ideas tienen su origen en la sensa ción y la reflexión. A Bacon le faltó lo que se advierte claramente en Locke: conciencia de la naturaleza y significación del problema del conocimiento.
[ii]
que imperaba cayó su principal instrumento metodológico. La reconstrucción ha de comenzar por el descubrimiento de un nuevo método, de un ars inveniendi, que sea capaz de con ducirnos a una nueva ciencia con fundamentos sólidos y fir mes. El problema del método es, por consiguiente, la cues tión inicial y básica de la filosofía moderna. Descartes y Bacon son sus máximos expositores. Descartes dedica a tales problemas buena parte de su famo so Discurso del Método, publicado en 1637, y la totalidad de una obra redactada años antes -prob ablem ente alrededor de 1628 y publicada después de su muerte en 1701: Reglaspara la direc ción del espíritu. En los comienzos del Discurso dice Descartes que “No basta tener el ingenio bueno; lo principal es aplicarlo bien. Las almas más grandes son capaces de los mayores vicios, como de las mayores virtudes; y los que andan muy despacio pueden llegar much o más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que c orren pero se apartan de él55. Conceptos que se repiten en el Prefacio de los Principios de Filosofía (1644) y que coinciden con lo que escribe Bacon en el aforismo 61 del libro 1.2 La regla IV, a su vez, está dedicada a mostrar que “el método es necesario para la investigación de la verdad” y la to talidad de las Reglas para la dirección del espíritu no es sino una explicación y prueba de tal tesis. La búsqueda de un nuevo método, que es el punto inicial y el motor de sus indagaciones, supone un repudio del silogis mo en uso en los siglos anteriores. Considera Descartes que el silogismo es inútil como instmmento para descubrir nuevas verdades y sólo sirve para exponer verdades ya logradas.23 No sólo es inútil sino peligroso -agrega Descartes—puesto que la validez de su forma es independiente de su contenido; lo que permite deducir algo verdadero de premisas falsas. ¿Cómo po demos estar seguros de las verdades alcanzadas por medio del silogismo? La corrección formal de la deducción no nos asegu ra la verdad efectiva de sus conclusiones. En las críticas a la ló 2 Cfr. nota 5. 3 Cfr. Reglas para la dirección del espíritu, regla X in fine .
gica aristotélica, Descartes ha insistido en el carácter formal del silogismo. Ocupado en obedecer las reglas de la deducción si logística, el espíritu pierde de vista las ideas y se aparta de la in tuición directa de las naturalezas simples. Si bien por razones distintas a las de Descartes, no menos crítica es la actitud de Bacon frente al silogismo y la lógica aris totélica. El mismo título de su obra principal - Novum Organum, publicado en 1620—revela su oposición al Organum de Aristóteles. Tal oposición se convierte en franco ataque en el contenido de la obra. Escribe en el libro I que la lógica aristo télica “no es utilizable para la invención científica” (I, 11) y “sirve más para fijar y consolidar errores fundados en nociones vulgares, que para inquirir la verdad; de tal modo que es más perjudicial que útil” (I, 12). Bacon da como prueba del fracaso del método empleado hasta entonces, la escasez de los conocimientos logrados. Ta les conocimientos parecen abundantes a juzgar por los libros pero su variedad se fu nda en hábiles sutilezas y no en verda des efectivas (I, 7). Los desc ubrimientos de que dispon emos se deben, por otra parte, al azar (I, 8). “Al que considere la cosa debidamente —escribe en I, 82—le llenará de e stu por ........ que se haya abandonado todo a la niebla de la tradición, o al tor bellino y vértigo de los argumento s, o a las fluctuaciones y ex travíos del azar.” Resulta, por lo tanto, insensato y aun contra dictorio esperar que lo que no se ha hecho antes pueda hacerse ahora, si no es por métodos aún no ensayados (I, 6). La causa y la raíz de todos los males de las ciencias consiste en que mientras admiramos y ensalzamos sin razón las fuerzas de la mente humana, no le procuramos los auxilios [métodos] apro piados (I, 9).4 La alternativa es clara: continuar en la niebla de un pseuEn los comienzos del Novum Organum escribe que “La mano sola y el entendimiento abandonado a sí mismo no pueden gran cosa... del mis mo modo como los instrumentos de la mano facilitan o guían los movi mientos de ésta, así los de la mente estimulan el espíritu y lo preservan del error”. (1, 2.)
[13 3
do-conocimiento acumulado por tradición o encontrado por azar, o buscar el camino que nos asegure el descubrimiento progresivo de los secretos de la naturaleza. De este plante a miento surge la fe ciega que tiene Bacon en la importancia del método. Fe que lo lleva, lo mismo que a Descartes, a menos cabar la importancia del talento y del esfuerzo personal y ha cer girar toda la cuestión en la bondad del método. En I, 61 dice Bacon que “es claro y manifiesto que el que corre fuera del buen camino tanto más se desvía cuanto más hábil y ve loz es.5Nuestro método de investigación de las ciencias es tal que no deja mucho lugar a la agudeza y vigor de la inteligen cia sino más bien pone los talentos e ingenios a un nivel igual. Pues así como para traz ar una línea recta o describir un círcu lo perfecto importa mucho la firmeza y entrenamiento del pulso si se hace sólo po r medio de la mano , pero poc o o na da si se emplea una regla o un compás, lo mismo sucede con nuestro método”.6 ¿En qué consistirá tal método capaz de elevar las inteligen cias y aseguramos el d escubrimiento seguro y progresivo de los secretos de la naturaleza? ¿Cuál será su fundamento y cuáles sus normas?
II . Fu nd am en to de la indu cció n ba co nia na
5 Palabras que parece repe tir Descartes en' el Prefacio a la traducción francesa de los Principios de Filosofía cuando escribe: “Del mismo modo co mo el viajero que camina en dirección opuesta a la meta tanto más se aleja cuanto más de prisa camina... así aquellos que parten de principios falsos cuanto más los cultivan y con cuanto más rigor extraen conclusiones... tan to más se alejan del conocimiento de la verdad y de la sabiduría”. 6 Pueden citarse numerosos pasajes similares de Descartes. Baste con el comienzo del Discurso del método: “La facultad de juzgar y distinguir lo verda dero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferen tes”.
El método propuesto por Bacon es, como se sabe, la llama da inducción incompleta, que se puede reducir a sus famosas tablas de presencia, ausencia y grados. Antes de exp oner tal mé todo conviene examinar su fundamento y su sentido, pues el método no es más que un instrumento al servicio de finalida des que lo trascienden y que configuran su naturaleza. El aumento del conocimiento es el objetivo inmediato de los esfuerzos de Bacon. Pero no busca éste el saber por el saber mismo sino que ve en el conocimiento un instrumento para la acción. El hombre puede en la medida en que sabe; el aumento de conocimiento implica la ampliación de su dominio, de su poderío. El fundam ento pragmático de su concepción se encie rra en su conocido aforismo: “saber es poder”..Sin que la afirma ción implique, por cierto, identificación del saber con el poder sino subordinación del conocimiento a la acción. Fija Bacon con claridad el objetivo de la investigación científica cuando es cribe: “La meta verdadera y legítima de las ciencias no es otra que la de dotar a la vida humana de nuevos inventos y recursos” (1,81). Inventos y recursos que amplíen el dominio del hombre, no sobre los demás, desde luego, si no sobre la naturaleza. Pero a la naturaleza se la domina obedeciéndola (I, 3 y 129); y para obedecerla hay que conocer sus secretos. A las sutilezas y poder de las fuerzas naturales, el hombre no puede oponerle más que la fuerza de su inteligencia y su saber. Si intentamos oponernos abiertamente a las leyes naturales seremos víctimas de su rigor. Mas si descubrimos la intrincada legislación que regula los fenó menos de la naturaleza hallaremos en otras leyes los medios pa raevitar las que se oponen a nuestros deseos. La navegación ma rítima y aérea son un claro ejemplo de lo que quiere expresar Bacon. Nos mantenemos a flote sobre el agua y volamos sin in conveniente por los espacios porque hemos descubierto los principios que nos permiten evitar la inmersión y burlar la ley de la gravedad. El rápido crecimiento de la ciencia y la técnica modernas ha permitido realizar la predicción de Bacon: poner la naturaleza, cada vez más, al servicio del hombre.
[M]
[15]
Con tal concepción pragmática del conocimiento no ha de extrañamos que haya criticado Bacon duramente las doctrinas ■ de Aristóteles y de los filósofos medievales que asignaban al co nocimiento validez en sí mismo. Para el Estagirita, el más alto ideal del hombre radicaba en la mera contemplación y en el conocimiento de Dios. En poco difería la concepción del Medioevo. Bacon acusa de infecundidad a tales doctrinas y a la ciencia que de ellas surge. Dice que dicho saber es infecun do como las monjas consagradas a Dios. El temperam ento de Bacon —que era más bien político y hombre de gobierno que filósofo-, la época en que actuó —reinado de Isabel, de gran expansión y poderío na cio na l- y la idiosincrasia general de sü pueblo, más inclinado a la acción que a la contemplación, explica el desprecio que siente Bacon por toda concepción que ponga el fin del saber en el saber mis mo. A semejanza de los pragmatistas contemporáneos, tiene Bacon una concepción instrumental del conocimiento. De ahí que sostenga que el saber deba valorarse por sus frutos (I, 73); juzgarse por la utilidad o aplicaciones que pueda tener. No debe creerse, p or cierto, que Bacon defendía un estre cho utilitarismo y juzgaba de los descubrimientos científicos de acuerdo a su posible aplicación inmediata. Tal forma de uti litarismo está sólo en la mente del vulgo. Ni Bacon ni los prag matistas contemporáneos han concebido la “utilidad” o aplica ción de los descubrimientos científicos en tal sentido. El fundamento pragmático está en la base del conocimiento, co mo finalidad general de la ciencia, y no en cada uno de los des cubrimientos parciales. Tal es la finalidad del saber para Bacon. Pero, ¿dónde bus car el saber? ¿Cuál es la fuente originaria de nuestro conoci miento? O, en otras palabras, ¿cuál es el fundamento gnoseoíógico de la inducción, que es el método que Bacon propone para alcanzar el saber que buscamos? En momentos en que se había derrumbado una concep ción y se deseaba comenzar de nuevo sobre bases bien firmes, no podía partirse de principios generales de insegura estabili dad. Tales principios generales basaban su validez en la autori
dad de una concepción que había perdido tod o d ominio, o en eneraíizaciones precipitadas. Había que comenzar de nuevo ^ artiendo de la observación a tenta de los hechos particulares, oara remontarse lenta y progresivamente hasta los principios de mayor generalidad. En la experiencia tienen, pues, su origen todos nuestros conocimientos; a ella debe acudir quien inten te descubrir los secretos de la naturaleza y no se conforme con sutilezas ingeniosas del intelecto. En el primer aforismo del ftlovunt Organum se establece con claridad el fundamento em pírico de todos nuestros conocimientos: “El hombre no hace ni entiende más que lo que ha podido escrutar del orden de la naturaleza por la observación o por la reflexión; ni sabe más ni puede mas alia de eso (1, 1). El fundamento empírico de nuestro conocimiento implica un doble repudio. Al racionalismo y el conocimiento especu lativo, por un lado, y al principio de autoridad y el conoci miento libresco, por el otro. De poco vale el estudio de los an tiguos y medievales: todo el saber está encerrado en el libro de la naturaleza. Hay que aprender a leer dicho libro sin dejarse llevar por la fantasía o la impaciencia. Observación y experi mentación son las vías obligadas para lograr el conocimiento de la verdad; pero observación y experimentación metódicas que suponen “la unión verdadera y legítima de la facultad em pírica y la racional” (pág, 48, cfr. I, 95). Si Bacon se hubiera conformado con predicar la necesidad de buscar el conocimiento científico en la experiencia, su no m bre hubiera pasado inadvertido. Muchos antes que él sostuvie ron la necesidad de recurrir a la experiencia y al experimento. El rechazo de las especulaciones metafísicas y las deducciones silogísticas constituye tan sólo el primer m omento de la empre sa baconíana. La etapa siguiente, que precede a la exposición de su método inductivo, consiste en el examen de los obstácu los que impiden o perturban la búsqueda de la verdad. Nos re ferimos a su doctrina de los “ídolos”. La doctrina de los “ídolos” ha adquirido justa fama y cons tituye uno de los aspectos importantes de la concepción de Ba con. No forma parte, en rigor, del fundamento de la inducción [17]
IIP lll
sino de las labores que deben anteceder a la correcta aplicación natos y adventicios pero en la presente obra abandona tal divi del método inductivo. Constituye lo que se ha llamado pars mm sión quizá -como sostiene Spedding- debido a la dificultad destruens del Novum Organum. El entendimiento humano es para clasificar los ídolos del foro. llpl una especie de espejo que altera y deforma las imágenes de los §¡ip F La caracterización general de los ídolos de la tribu crea en objetos que pretende conocer, pues “mezcla su propio modo iip. el lector la esperanza de que Bacon desarrollará una crítica de ser con la imagen de aquéllos” (í, 41). Los hombres no se ¡ i completa del entendimiento humano. La lectura de los aforis han preocupado por examinar la naturaleza de las deformacio mos dedicados a tal clase de ídolos (I, 45-52) defrauda, pues el nes, innatas o adquiridas, del intelecto, sino que han preferido autor realiza un examen unilateral y desordenado de la cues exaltar sus cualidades. La primera tarea consistirá, por lo tanto, tión. Señala las desviaciones del entendimiento debidas a “la en el examen de las falsas nociones que se han apoderado del torpeza, incompetencia y engaños de los sentidos” (I, 50), a su espíritu del hombre. De tal modo, el investigador tomará con deseo de ir más allá del estudio de las causas físicas, a su adhe ciencia de tales deficiencias, ya sea para eliminarlas o para te sión a una doctrina que ha aceptado apresuradamente, y a su nerlas en cuenta en su labor de investigación. tendencia a la abstracción y a suponer un orden y uniformidad Ijp En la presente obra, que es donde se encuentra la exposi lÉiS mayor que el que se presenta en la realidad. ción que se considera clásica de su doctrina, distingue Bacon Los ídolos de la caverna tienen su origen, como dijimos, en cuatro clases de ídolos7o falsas nociones que han tomado po la naturaleza propia de cada hombre, y pueden referirse a ca sesión del entendimiento humano: ídolos de la tribu (Hola tri ÍPP racterísticas derivadas del cuerpo, del alma, la educación, etc. bus), ídolos de la caverna (idola specus), ídolos del foro (idolafo- lililí Estos ídolos son muy numerosos, pues no es poca la variedad ri) e ídolos del teatro (idola theatri) (I, 39).8 ¡É |: de los tipos humanos que pueden presentarse. Así, hay hom Los ídolos de la tribu tienen su origen en la naturaleza mis (p l bres que tienen gran capacidad para apreciar las diferencias en ma de la mente humana y pertenecen a “la tribu o estirpe de l i l i tre las cosas y otros las semejanzas, unos admiran la antigüedad los hombres” (I, 41). Los ídolos de la caverna corresponden a. y Otros demuestran gran entusiasmo po r las cosas nuevas, unos los hombres individuales pues, además de las aberraciones co se interesan por las partículas constitutivas de los cuerpos y munes a la naturaleza humana en general, cada uno tiene “un otros por las estructuras generales. Hay que evitar la unilateraantro o caverna individual donde se quiebra y desbarata la luz lidad propia de cada uno y buscar la verdad “en la luz de ja na de la naturaleza” (1,42). Los ídolos del foro, a su vez, tienen su turaleza y de la experiencia” (I, 56), y sospechar de todo lo que origen en las relaciones entre los hombres y principalmente en ejerza sobre nosotros especial atracción o tienda a absorber el lenguaje (I, 43), y los ídolos del teatro provienen de los dog nuestro espíritu, pues debemos “preservar la pureza e imparcia mas filosóficos y las malas reglas de la demostración (I, 44). En lidad de nuestro entendimiento” (I, 58). escritos anteriores al Novum Organum dividía los ídolos en inBacon afirma con razón que los ídolos más importantes son los del foro (I, 59), que se derivan del lenguaje, pues las pa 7 Sobre eí uso del término ídolo ver nuestra nota 30. Bacon dedica trein labras proyectan su ambigüedad sobre las ideas. Hay que estar ta aforismos (I, 38-68) a la exposición de su doctrina. Caracteriza los ídolos alerta frente a los equívocos que puedan derivarse de la vague en general (1,41-44) y los estudia luego en particular: ídolos de la tribu (I, 45dad y aun contradicción de ciertos vocablos y someter al len 52), de la caverna (I, 53-58), del foro (I, 59-60) y del teatro (1, 61-67). guaje a un serio análisis crítico; de lo contrario se corre el ries 8 En Advancement of Leam ingy en Partís Secundae DeUnatio Bacon divide los ídolos en tres, mientras que en Valerias Terminas habla de cuatro clases de go de caer en disputas de palabras que a nada conducen. Hay ídolos. que imitar a los matemáticos “-aconseja Bacon—quienes co-
1
I
[18]
f 19] ■Slft lili
mienzan con la definición de las palabras que van a usar. Y agrega que tal procedimiento no remedia totalmente el mal, puesto que “las definiciones mismas están hechas de palabras y las palabras engendran palabras” (I, 59), Distingue Bacon dos clases de ídolos que tienen origen en el lenguaje. Unos corresponden a las palabras de cosas que no existen y los otros a los términos confusos, “sacados de la rea lidad de un modo precipitado e incompleto” (I, 60 ).9 La expre sión “primer inmóvil” corresponde a la primera clase; “humedo” a la segunda. La segunda clase es más difícil de desterrar porque hay en tales términos un matiz de verdad y están, por lo general, muy arraigados. La filosofía inglesa ha tomado en serio la necesidad de es tudiar las palabras. Locke dedica a tal cuestión todo el tercer libro del Ensayo sobre el entendimiento humano y no son pocos los pensadores ingleses que estudiaron el lenguaje, después de él, desde un punto de vista filosófico. Con el desarrollo de la lógica simbólica y la teoría de la significación, el problema ad quiere singular importancia. Se ha estudiado la diversidad de significados que tienen las palabras que parecían unívocas y se ha mostrado de qué modo han surgido pseudo-problemas fi losóficos de equívocos lingüísticos. Gracias al trabajo fecundo de un grupo entusiasta de filósofos ingleses, alemanes y nor teamericanos, la semántica filosófica —también llamada “se miótica”—se ha convertido en una disciplina muy importan te. No han faltado pensadores de prestigio que han llegado a sostener que la filosofía debe reducirse al análisis del lenguaje científico.10 Los ídolos del teatro tienen su origen en los dogmas filosó ficos y en las malas reglas de la demostración. Su nombre deri9 Bacon no advirtió ios posibles ídolos del foro derivados de errores de sintaxis; es decir, que no dependen de las palabras sino de su combinación. Las direcciones filosóficas contem porán eas —y en particu lar el empirismo lóIséI 11 gico- han estudiado prolijamente tales errores. 10 Cfr. F. Ca ma p, The Logical Syntax o f Language, London, Kegan Paul, 1 1 1937, §§ 72, 73 y 86; y su Introduciion to Semantics, Harvard University Press, ■ 1942, espec. pág. 250. ■
[20]
de la idea de Bacon de que “todos los sistemas filosóficos in~ ^ tados y propagados hasta ahora son otras tantas comedias estas y representadas que contienen mundos ficticios y eatrales” (1,44)* Los ídolos del teatro son muy numerosos y es tán en constante aumento. Según Bacon, “la filosofía se asien ta sobre una base demasiado estrecha de experiencia y de his toria natural” (I, 62); de ahí que llegue a generalizaciones recipitadas y peligrosas. Divide tales falsas filosofías en tres: sofística, empírica y supersticiosa. Aristóteles es el ejemplo más notable de la primera, los alquimistas y William Gilbert (15401603) de la segunda, y Pitágoras y Platón de la tercera. La es cuela sofística o racional no se interesa por la verdad interna de las cosas y no acude a la experiencia sino que llega a las con clusiones por vía dialéctica y utiliza la experiencia para dar ve rosimilitud a sus conclusiones. Por tal razón, Aristóteles “es más culpable que sus secuaces modernos, los escolásticos, que abandonaron la experiencia por completo” (I, 63). La existen cia de la escuela empírica -que extrae dogmas “monstruosos” de la “estrechez y oscuridad de unos pocos experimentos” (I, 64)- nos muestra el peligro que encierra la experimentación realizada sin método y que pretende llegar precipitadamente a establecer las leyes universales. La filosofía supersticiosa, á su vez, es la causa del más grave daño, pues “el entendimiento hu mano no es menos propicio a mis impresiones de la imagina ción que a las de las nociones vulgares” (I, 65). En vez de exa minar y desechar estas falsas nociones, los hombres se han lanzado a “la apoteosis de los errores” y confundiendo las co sas divinas y humanas han intentado fundamentar un sistema de filosofía natural en pasajes de las Sagradas Escrituras. Reco mienda Bacon que, “con espíritu cuerdo demos a la fe sola mente aquello que a la fe pertenece” (í, 65). La doctrina de los ídolos es uno de los puntos fundamen tales de la concepción de Bacon y constituye el núcleo básico de la pars destruens del Novum Organum. Con razón afirma Ba con que tal doctrina “es respecto a la interpretación de la natu raleza lo que la doctrina de los elencos sofísticos respecto a la dialéctica vulgar” (I, 40). [21]
Bacon se ocupa de los ídolos en obras muy anteriores al Novurn Organum. En su escrito en inglés titulado Advancement ofLeaming (1605) habla de los ídolos bajo la denominación de “falsas apariencias”. No las denomina en particular pero co rresponden a ios ídolos de la tribu, la caverna y el foro; las di vide en innatas y adventicias. En Vakrius Terminas, publicado en 1734 y escrito probablemente en 1603, agrega Bacon los ídolos del teatro, denomina ídolos del “palacio” a los idolafo* ti y habla de los ídolos de la tribu y de la caverna. En Partís se cúndete Delineado>compuesta alrededor de 1606 y publicada en 1653, vuelve a la división de los ídolos en tres y a la distinción entre ídolos innatos y adventicios, Pero cambia la subdivisión: divide los adventicios en dos clases, que no corresponden a los del Advancement ofLeaming, y los innatos, que estaban dividi dos en dos clases en el Advancement, aparecen constituyendo una sola. En el Advancement no figuraban los ídolos del teatro y en la Delineatio faltan los ídolos del foro; por otra parte, en lugar de los ídolos de la tribu, la caverna y el foro se encuen tran los ídolos de las filosofías, las demostraciones y la mente humana. Si bien en el Novurn Organum no realiza una exposición sis temática y completa de los ídolos pues, según él mismo nos lo dice, tal obra no tiene la forma de un tratado sino de un resu men ordenado en aforismos, la exposición que va de los aforis mos 38 a 68 del libro I, debe tomarse como el pensamiento fi nal del autor sobre el tema. La doctrina de los ídolos tiene como propósito fimdamentai mostrar los prejuicios y falsas nociones que se han apodera do de la mente del hombre para que éste pueda desecharlos, Significa por lo tanto, un trabajo previo de limpieza que per mite la ulterior aplicación del método inductivo, único cami no para descubrir los secretos de la naturaleza. Veamos ahora en qué consiste tal método.1 1
II I. E l método ind uc tivo de Baco n
Señalamos anteriormente que la novedad de la doctrina
Bacon no consiste en haber indicado que la experiencia la fuente del conocimiento, pues muchos pensadores an~ C S ou^ M *habían destacado la importancia de -la-observación tes * 4 ^ | ¡ la experimentación. Tampoco consiste en haber señalado [a inducción como el método apropiado para la investiga ción científica. En efecto, la inducción no es un descubri miento de Bacon; ni siquiera es un descubrimiento moder no Sócrates la conocía y Aristóteles nos habla de ella en varios pasajes de su QrganonA Pero hay, por cierto, muchas clases de inducciones. Bacon descubrió una de ellas -"llama da inducción científica o baconiana- que corrigió los erro res de las inducciones anteriores y sirvió de base a la ulterior metodología inductiva. . Se considera, en general, la ind ucció n c omo la inferencia que va de lo particular a lo universal; tal inferencia, sin em bargo, puede tene r varios sentidos. Cuando se pasa de la o b servación de la existencia de una cualidad determinada en to dos y cada uno de los individuos que constituyen una clase finita a la afirmación de que tal cualidad pertenece a la tota lidad de la clase, se realiza una inducción completa. Así, por ejemplo, si en caso de un naufragio se comprueba que cada una de las doscientas personas que consti tuían el pasaje están a salvo, se puede tener la seguridad de que la totalidad de los pasajero^ se han salvado. La con clus ión no es más que el re sumen de lo que se ha comprobado en cada caso particular, siempre que se tenga la certeza de que los individuos obser vados constituyen la totalidad de la clase que nos interesa. Esta inferencia nos asegura la certeza absoluta de la conclu sión; pero es poca su utilidad porque no implica un aumen to de conocimiento sino un resumen de una serie de com
11 En Anal. Post.} 816 b 12 y en Tópica, 105 a 16, Aristóteles define la in ducción como el pasaje de lo particular a lo universal.
[23]
probaciones parciales. Por otra parte, la naturaleza no siem pre nos ofrece clases finitas. Por lo general sucede lo contra rio: debemos investigar la presencia o causa de un fenómeno dentro de una clase infinita. Por ejemplo, si queremos averiguar qué propiedades tiene una droga o cuál es la causa de una enfermedad nunca podremos completar la serie de casos posibles: siempre podrá agregarse uno nuevo a los observa dos. Estamos condenados, por lo tanto, a observar un núme ro finito de casos, por más grande que sea dicho número, Pero no nos conformamos con afirmar que en los casos ob servados la droga tiene tal o cual propiedad, o la enfermedad se ha producido por tal o cual razón; queremos ir más lejos y extender nuestra afirmación a los casos no observados, a los que se presenten en el futuro, por ejemplo. Hay una verda dera ampliación del conocimiento, pero tal ampliación se realiza a base de un riesgo que corremos cuando saltamos de los casos observados a los no observados. Ésta es la llamada inducción incompleta, porque nunca podremos completar la observación de todos los casos que incluimos en la conclu sión. Cuando la inducción incompleta se basa en la observación de los casos positivos, es decir, de aquellos casos en que el fe nómeno que nos interesa está presente, se llama “inducción por simple enumeración” {enumerationem simpliceni). La seguri dad de sus conclusiones es muy relativa puesto que puede comprobarse la existencia de una cualidad en un número muy grande de fenómenos u objetos que constituyen una clase y, sin embargo, no corresponderle a la totalidad de la clase. Así, por ejemplo, los europeos observaron en millones de casos que los cisnes eran blancos y, de acuerdo a la inducción por simple enumeración, pudieron concluir que todos los cisnes son blan cos. Bastó un solo ejemplo de cisne negro para mostrar el error de tal inferencia. La inducción por simple enumeración adole ce de un grave vicio. Fue Bacon quien lo señaló y quien corri gió dicho vicio al exigir la observación de los casos negativos como contraprueba de la conclusión extraída de los casos po sitivos. Tal es la función de la “tabla de ausencia” en la mcto-
í de Bacon y uno de sus grandes aportes al desarrollo de 1 investigación científica.12 la uComQ tUvÍmos oportunidad de señalarlo, Bacon da un e. A mentó pragmático al conocimiento: el saber es un instruíun oara Ja acción. Al concretar el carácter pragmático del ^ñócimient0 nos dice Bacon, en el primer aforismo del libro t? e el fin del hombre es engendrar nuevas naturalezas. En*'énde Por “naturalezas“ las cualidades o propiedades de un mo dado. Tal finalidad podrá cumplirse si se conoce la “forC wdel cuerpo o fenómeno dado, pues la forma es la condi ción esericial de la existencia de la naturaleza.13 La relación de la forma y la naturaleza es tan íntima que todas las veces que está presénte una lo está la otra (II, 4), y cuando falta una falta lá otra (II, 12). Esto explica la íntima conexión que hay entre él saber y el poder hu ma no: el saber consiste en el conocimien to de la forma, conocimiento que nos confiere el poder de mo dificar la naturaleza correspondiente (cfr. II, 1 y 4). Lá íntima conexión de la forma y la naturaleza sirve de fun damento a las tres tablas -presencia, ausencia y grados- que constituyen el núcleo central de la inducción baconiana. En la tabla de presencia (II, 11) debemos anotar todos los casos o he chos {instantiae) en que aparece la naturaleza o fenómeno que deseamos estudiar, con la seguridad de que estará presente la correspondiente forma. Debemos buscar los casos más dispares para que la diversidad de circunstancias ponga al descubierto la nota esencial que interesa. En efecto, la diversidad de cir cunstancias nos permitirá eliminar aquellas formas o notas que aparezcan en unos casos y en otros no y conferirá valor a la for ma permanente, pues la presencia de la naturaleza nos asegura la presencia de su correspondiente forma. En la tabla de ausencia (II, 12), por el contrario, se anota rán aquellos casos que se asemejan en todo lo posible a los an-
[24]
[25]
12 Escribe J. S. Mili en su Sistema de Lógica que “por señalar la insuficien cia de la inducción por simple enumeración, Bacon mereció el título de fun dador de la filosofía inductiva”. (Libro III, cap. 3, § 3.) 13 Sobre el concepto de forma véase nuestra nota 185.
teriores pero en los que esté ausente el fenómeno que investígamos, pues la ausencia del fenómeno nos asegura la ausencia de la correspondiente forma. La relación que señalamos entre la forma y la naturaleza n0 sólo sirve de fundamento a las tablas de presencia y ausencia sino también a la de grados (II, 13); las variaciones de aumen to y disminución de la naturaleza o fenómeno estudiado de ben ir acompañadas del correspondiente aumento o disminu ción de la forma. La tercera tabla consistirá, por lo tanto, en el registro de aquellos casos en que el fenómeno que se estudiare presente en diversidad de grados, ya se trate de un mismo suje to o de sujetos distintos. Teóricamente el método es muy sencillo. Si queremos ave riguar la “forma” de un fenómeno a, y notamos que en un ca so va acompañado de b, c, d, en otro de c,f,g y en un tercero de c, d, fi podemos sospechar que c es la forma del fenómeno estudiado, por ser la única nota que se mantiene en todos los casos. Este primer momento —representado por la tabla de pre sen cia - no nos asegura que c sea realmente la forma de a sino tan sólo nos permite sospechar esa relación; pero nos ase gura que no lo son dsfig pues los tres están ausentes al menos en un caso, y sabemos que la forma no puede estar ausente si está presente la naturaleza. La tabla de ausencia sirve justa mente para confirmar o desechar la sospecha de que c es la for ma de a. En esa tabla registraremos los casos más similares que encontremos con los anotados en la tabla de presencia y que, en lo posible, difieran tan sólo en la ausencia del fenómeno a estudiado. Si en algunos de esos casos en que no se presenta el fenómeno a está presente cs podemos desechar a c como for ma de a, puesto que “la forma debe estar ausente cuando está ausente la naturaleza dada” (II, 12). Por el contrario, la ausen cia de c confirmará nuestra primera sospecha de que estamos frente a la forma de a. La tercera tabla, a su vez, nos revelará que si el fenómeno a se presenta en varios casos con diver sidad de grados y tal aumento o disminución va acompaña do del correspondiente aumento o, disminución de c, éste será la forma de a.
étodo es muy sencillo y de fácil aplicación cuando lo . a un esquema prefijado. En la realidad es muy distinretertm fe ^ ^ imposible variar todas las circunstancias a fin j° ? U; quede únicamente una constante. Esta imposibilidad aislar una sola nota que acompañe constantemente PffCÜórneno ha dado motivo a numerosas críticas y no pocas u l Se ha dicho, por ejemplo, que entre las constantes que ■mpañan un fenómeno biológico que se estudia en unlaboac ^ está el color de la pared, o la presencia de los zapatos del ''rivestigador, y que la aplicación rigurosa del método bacónia1 nos exigiría asignar a esos hechos el carácter de forma del fe nómeno estudiado. Tal crítica parece olvidar que Bacon da por miesto que el investigador aplicará su método en forma inte ligente y no mecánica (cfr. I, 95). Queda librado a la sagacidad de quien aplica el método descubrir, entre las numerosas cons tantes del fenómeno, aquella que realmente le corresponde co ntri forma. SÍ hubiera alguna razón para sospechar que pudiera existir alguna relación entre el color de la pared del laboratorio, o los zapatos del investigador, y el fenómeno estudiado, basta ría pintar la pared de otro color o quitarse los zapatos y obser v é se produce alguna alteración en el fenómeno que se estu dia. Por lo general, no es necesario realizar de hecho tales exclusiones pues el hombre no renuncia a su inteligencia cuan do investiga, cualquiera sea el método que utilice. : Los principios básicos del método baconiano han inspira do las grandes metodologías posteriores y la realidad efectiva de la investigación científica. No se trata de la aplicación di recta del método de Bacon sino del sentido general de su me todología. Algunos hombres de ciencia, sin el menor sentido histórico, se han burlado del método baconiano, acusándole de moverse en un plano de trivialidades y lugares comunes. Pero como señala muy bien W. Windelband en el capítulo de dicado a Bacon de su excelente obra Die Geschichte der mueren Philosophie {Historia de la filosofía moderna) “no nos sorprende que los preceptos baconianos parezcan lugares comunes y aun pueriles a los científicos modernos, y que no los utilicen más desde hace tiempo. Lo que sorprende es que pueda ignorarse [27]
que tales lugares comunes representaron en su época una difí cil conquista y una contribución importante en el campo de la metodología. En este caso se repite el fenómeno de que el hombre, por lo común, nada aprecia menos que los bienes que ha gozado desde su nacimiento. Es una prerrogativa del genio que le consideren insignificante quienes nada entienden de historia”. Se advierte la importancia del método de Bacon si se lo compara con la inducción de J. S. Mili —‘la más célebre de las teorías de la inducción” según A. Lalande—elaborada dos si glos después de la publicación del Novum Organum y aprove chando la experiencia científica de más de doscientos años de gran progreso. La inducción de J. S. Mili se reduce a cuatro métodos, lla mados de concordancia, diferencia, variaciones concomitan tes y residuos. Los tres primeros son una traducción, en len guaje moderno, de las tres tablas de Bacon que hemos expuesto. En efecto, el “canon” del método de concordancia establece: “SÍ dos o más casos del fenómeno que se investiga tienen sólo una circunstancia común, dicha circunstancia es la causa, o efecto, del fenómeno dado”.14¿En qué se diferen cia este canon del precepto de Bacon? Tan sólo en que Bacon se interesa por la form a de un fenómeno, mientras que J. S. Mili estudia la causa o el efecto de dicho fenómeno. El prin cipio teórico en que se fundan ambos métodos es el mismo. Escribe J. S. Mili que “el método de concordancia se basa en el hecho de que lo que puede eliminarse no está relacionado al fenómeno por ninguna ley”. ¿No equivale esto a afirmar, como hace Bacon, que la forma “debe estar presente cuando está presente la naturaleza”? El método de diferencia establece, a su vez, que “si un ca so en que el fenómeno estudiado ocurre y otro en que no ocurre tienen iguales todas sus circunstancias, excepto una que sólo existe en el primer caso, esta circunstancia es el efec to o la causa, o parte indispensable de la causa, del fenóme14 Sistema de Lógica, libro III, cap. VIII, § 1. [28J
tudiado”.15La tabla de ausencia y su cotejo con la tabla 5° CS senda tiene justamente como finalidad descubrir aquet instancia única que está presente cuando se presenta el >3C' enÓ y está ausente cuando aquél falta. De nuevo la in i''. • relación entre la naturaleza y la forma - “la forma debe auSente cuando está ausente la naturaleza dada” (II, 12)— 6Suivale a la relación de causa a efecto enj. S. Mili. La correse<*ndencia teórica entre las tablas de Bacon y los métodos de concordancia y diferencia se traduce, además, en una similimid de expresión. En efecto, al referirse a los “hechos solita rio s ” habla Bacon en el aforismo 22 del libro II de un métoVÚo ad similitudinem -que equivale al de agreement o concordancia- y un método ad discrepantiam, que correspon de al de difference o diferencia. Por último, el canon del método de variaciones concomi tantes dice que “si un fenómeno varía cuando otro varía, uno es la causa o el efecto del otro, o están ambos conectados por alguna relación causal”.16Bacon escribe, por sü parte, que “nin guna naturaleza puede tomarse por la forma verdadera, a me nos que ésta decrezca cuando la naturaleza en cuestión decre ce, y a su vez aumente cuando quiera que la naturaleza en /-nation aumente” (IL 13). I V D ivisió n y contenido de l Novum
Organum
El Novum Organum no es una obra de juventud; se publicó en 1620 cuando su autor había cumplido cincuenta y nueve años. Pero la idea de una renovación completa de la ciencia es taba en la mente de Bacon desde que tenía veinticinco años.17 Esta obra forma parte de un vasto plan de renovación de las ciencias que Bacon denominó Instaurado Magna. De ahí que sea 15 Loe. cit, § 2. 16 Loe. cít., § 6. 717 Según confesión del prop io Bacon en carta que dirigió al Padre Ful gencio. Cfr. Spedding, Letters and Life, vol. VII, págs. 530*533. [29]
18 Cfr. Distributio Operis, pág. 52. 19 Las ideas contenidas en Cogita et Visa aparecen desarrolladas en el li bro 1 del Novum Organum.
r ado Temporis Partas Masculus , Filum Labyrintbi sive In~ ^.^^ T pid m a de Mota, y algunas partes de Valerias Terminas, ^ n o dtar otros escritos menores. P : _ tercera parte debía comprender la “historia natural y ex• ental par ala fundam entación de la .filosofía”, pues quien Perimconocer el mundo debe examinar los hechos. La medita^ CeCla argumentación no pueden sustituir a la observación C1^tu dio de los hechos, ni aun en el caso de que pudiera reuy.e ja inteligencia de todos los hombres en uno solo. Lo que ^cribió Bacoti correspondiente a esta parte tan amplia es muy 6 o Además de Sylva Sylvarum (1627), que es una colección heterogénea de observaciones y experimentos tomados de li bros está la Historia Naturalis, que se publicó en 1622 junta mente con la Historia Ventorum y que debía comprender otras cinco partes más. De las cinco llegó a publicar tan sólo dos: Historia Vitae et Mords e Historia Densi et Rari. La cuarta parte comprendía la Scala Intellectus, la quinta los Pródromi, esto es las anticipaciones de la filosofía segunda y la sexta, y última, la filosofía segunda o ciencia activa. Entre los Impetu Philosopbici, que publicó Gruter en 1653, se encuentran dos breves escritos titulados Scala Intellecids sive Filum Labyrintbi y Pródromi sive Andcipadones Philosopbiae Secundae, que fueron concebidos como prefacios de la cuarta y quinta parte respec tivamente. Se duda que haya otros escritos que puedan asignar se á estas dos partes y se ha buscado en vano u n escrito que co rresponda a la sexta parte. No debe sorprendemos que nada háva escrito de la sexta parte pues en rigor correspondía al tra bajo de la posteridad. Tampoco deben sorprendemos las lagunas que hay en las otras partes. Aun sin haber estado absorbido por una vida pú blica agitada, com o estuvo Bacon, ningún hombre hubiera po dido dar término a una obra tan grande y tan ambiciosa. El in cumplimiento de su plan no disminuye la contribución de Bacon. En primer lugar porque no era el plan para la labor de un hombre sino de una generación o de una época; y en segun do lugar porque su contribución histórica debía consistir en in dicar el camino a recorrer y facilitar un método adecuado para
[30]
[31]
conveniente tomar la Instaurado como esquema general de su$ ideas y de sus escritos para que se advierta el significado del iVo. vum Organum dentro de la concepción general del autor. Según nos dice en la Distributio Operis, la Instaurado Magna debía comprender seis partes. La primera trataba de la clasificación de las ciencias, o mejor dicho del saber humano en general pues el concepto de ciencia no tiene en Bacon el sentido restringido que tiene en la actualidad. Comprendía, por otra parte, no sólo la división del saber ya logrado sino también del saber que aún no se había alcanzado, pues, en su opinión, la esfera intelectual es como la terrestre, donde las partes cultivadas es tán junto a las desiertas.189 1Bacon dedicó varios escritos impor tantes al problema de la división del saber. El primero, en or den cronológico, es el que tituló Proficiency and Advancement oj Leaming publicado en 1605. Cuando Bacon publicó esta obra no parecía tener aún madura la concepción total de la Instaurado Magna. De ahí que convenga acudir a una obra publicada en 1623 bajo el título de De Dimitíate et Augmends Sáentiarum don de se estudia el tema con más profundidad y sentido sistemáti co. Entre ambas obras escribió un fragmento sobre el mismo asunto que se publicó después de su muerte, en 1653, con el tí tulo de Descripdo Globi Intellectualis y que se cree redactó en 1612. Se ocupaba en él principalmente de astronomía y llevaba un apéndice con el título de Thema Coeli. Algunos fragmentos de Valerias Terminas, obra escrita probablemente en 1603 y pu blicada en 1734, se refieren al mismo tema. La segunda parte de la Instaurado estaba dedicada a la ex posición del méto do adecuado para interpretar la naturaleza. De hecho se transformó en la parte más importante y está re presentada principalmente por el Novum Organum, que es la elaboración de ideas contenidas en escritos anteriores y en es pecial en Cogita et Visa19 que, según parece, escribió en 1607. Otros escritos tratan del mismo asunto. Entre ellos Partís Seam-
la investigación de la naturaleza, más que en descubrimien científicos concretos. Ni siquiera pudo terminar el Novum Organum, obra que interrumpe bruscamente en el aforismo 52 del libro II. Se ne una idea de las partes que faltan por haberlas enumerado autor en el aforismo 21 del libro II. De los nueve temas que enuncian en dicho aforismo tan sólo desarrolló Bacon el pj mero: los hechos preferentes {Praerogativae Instantiarum). Se cree que Bacon escribió el Novum Organum por prim ra vez alrededor de 1608. Cuenta el Dr. Rawley, en su conocí, da Vida de Bacon, que la obra fue reescrita al menos doce veo año tras año. Cuando se publicó por primera vez en 1620 Ü precedida del Proemio a la Instauratio Magna, la dedicatoria al rey Jacobo I, el Prefacio a la Instaurado Magna , la Distributio Operis, que es el plan completo de la Instaurado, y el Prefacio"? del Novum Organum.20 Le seguía un pequeño escrito titulado j Parasceve ad Historiam Naturalem et Experimentalem, que era una especie de resumen de la penúltima parte del Novum Organum prometida en el aforismo 21 del libro II. El volumen termina ba con un Catalogas Historiarum Particularium Secundum Capita, Como podrá apreciar el lector, el Novum Organum no está dividido en partes o capítulos, por no ser “un tratado regular sino un resumen en forma de aforismos”, según nos dice el autor en la presentación de la obra. La obra está dividida en dos : libros y cada libro en aforismos con numeración corrida; el pri- \ mer libro comprende 130 aforismos y el segundo 52. Esta división dificulta enormemente la lectura de la obra pues los afo rismos se suceden unos a otros sin tener en cuenta los temas que tratan. Por otra parte, la obra es muy heterogénea, no sólo : por la variedad de las cuestiones que estudia sino por la manera como las trata. Junto a profundas observaciones y fecundas ideas encuentra el lector consideraciones sin ningún interés científico o metodológico, cuando no observaciones pueriles^ fv; Mucho se facilita la lectura, por lo tanto, si se tiene presente el : ;f ■
20 Sobre las ediciones y traducciones del Novu m Organum, véase la edición de Fowíer citada, págs. 146-150.
32 ]
M¡p
g¡jj| lili
;
, j Q^ra y las divisiones que están implícitas en ella. “ nos hayamos decidido a poner fin a esta introduc e s a*11 fóijtfovum Organum con un esquema general de seguido de una indicación precisa de los temas que en esquema U'
ella se expdividirse el Novum Organum en tres partes principales. ■ era denominada comúnmente pa n destruens, cómpren la J5 primeros aforismos. La segunda parte va del aforismo 1ó°hasta ej pmaj ¿c[ pbro I y se denomina pa n praeparans, Los ¡L aforismos del libro II constituyen la pa n aedijicans,.21 pernera parte tiene el propósito de mostrar los errores d las doctrinas anteriores, los prejuicios que se han apoderado A lamente, y destruir los obstáculos que pudieran oponerse a I aplicación del nuevo método. La obra comienza con uno de ¡os aforismos más más conocidos conocidos y que que aparece aparece desarrollado en los J os aforismos ^3^yd 4.F1 aforismos A Elaforismo aforismo22 señala señala lala necesidad necesidad de suminissuministfar a |a mente un método o instrumento que la guíe. Luego aparecen algunas reflexiones sobre la esterilidad de la ciencia de entonces (5-10) y sobre la inutilidad de la lógica (11-17). Del aforismo 19 al 37 se oponen los dos caminos que existen para indagar la verdad y que Bacon llama “anticipaciones de la naturáleza” (anticipationes naturae) e “interpretación de la naturaleza” {interpretadonem naturae). De acuerdo al primer método se pasa “de los hechos particulares a los axiomas más generales” (1,19) y se pretende descubrir los axiomas medios po r deducción. El segundo, en cambio, parte también de los hechos particulares pero se eleva continua y progresivamente hasta los principios más generales, a los que llega en la última fase de su ascensión. Demás está decir que el segundo es el camino que propone Bacon. Los aforismos comprendidos entre el 38 y el 68 están de dicados al estudio de los ídolos. En el 38 se da una caracterización general de los ídolos, en el 39 se los divide en las cuatro clases conocidas, para caracterizar en general cada una de las clases en los aforismos 41,42 ,43 y 44 respectivamente. Un . 21 Esta división se contiene implícita en el aforismo 115 del libro I.
[33]
estudio más detallado se encuentra a continuación de acuer ejempl°s de entendimiento” (15). El primer trabajo de la in do a la división siguiente: ídolos de la tribu (45-52), de la ca ducción verdadera consistirá en la observación de la presencia, verna (53-58), del foro (59-60) y del teatro (61-67). Los aforis ¿usencia o modificación de la forma en relación a la naturale mos 71 a 77 están dedicados a estudiar los síntomas za dada (16). En el aforismo 17 se aclara el concepto de “for reveladores de los defectos e inutilidad de la ciencia de enton-. ma” y en el 18 se expone la nueva “tabla de exclusiones” que ces, y del 78 al 92 las causas de los errores que han obstaculi muestra de nuevo el valor que asigna Bacon a los casos negati zado el progreso de la ciencia. Entre estos obstáculos señala la vos en la “inducción verdadera” (19). Del aforismo 20 hasta el convicción de la imposibilidad del progreso, tema que estu- T' final de la obra (52) están dedicados al estudio de los auxiliares dia en los aforismos 93 a 115. Con este último aforismo ter fiel intelecto en la interpretación de la naturaleza. En el aforis mina “la parte destructiva” como lo señala el propio autor. mo 20 realiza el autor la “primera vendimia de la forma del ca La “parte preparatoria”, o introducción al nuevo método, lor”, en el 21 enumera los nueve “recursos auxiliares del enten comprende el resto del primer libro. Del 116 al 128 se examinan dimiento”. De tales recursos estudia tan sólo (22-51) el primero las posibles objeciones u opiniones desfavorables que pudieran -que llama “hechos preferentes”—y de los que enuncia veinti sustentarse. Aclara que no es su propósito fundar una nueva sec siete tipos distintos. En el aforismo 52 y último da una clasifi ta filosófica, sino “probar si realmente se pueden echar cimien cación de los “hechos preferentes”. tos más firmes y extender más los límites del poder y grandeza La obra se interrumpe bruscamente sin que el autor se ha humanas” (1,116). Aclara que su método inductivo es aplicable ya ocupado de los otros ocho tipos de recursos auxiliares del no sólo a las ciencias de la naturaleza sino también a las demás entendimiento. Después de la enunciación de las tablas, el Noformas del saber (I, 127), observación que no debe sorprender ytm Organum pierde interés. Bacon no era un hombre de cien nos pues la unidad de la ciencia era una idea central en la con cia y, por lo tanto, se manejaba muy mal cuando tenía que en cepción de Bacon. Los dos últimos aforismos del primer libro frentar problemas científicos concretos. Como tuvimos (129 y 130) sirven de transición al libro segundo y ponen fin a oportunidad de señalar con anterioridad, Bacon no ha contri la parte preparatoria. Insiste hasta el final (130) en la necesidad ; buido con ningún descubrimiento científico. Tampoco ha fun de abandonar las opiniones recibidas y refrenar el impulso natu- : dado ninguna nueva filosofía. Toda su contribución - y no es ral de la mente hacia las generalizaciones precipitadas. poca™ se encierra en el descubrimiento de un nuevo método. El segundo libro está dedicado, en lo esencial, a la exposi El hecho de que el método que él propuso se haya modificado ción del nuevo método. Lo mismo que el primero, comienza con el tiempo no reduce la importancia de su descubrimiento. con breves aforismos que contienen importantes observacio Él mismo previo el mejoram iento de su método.22 Lo impor nes sobre los fines de la ciencia, la conexión entre el saber y el ;i tante es que, desde Bacon, el estudio de la naturaleza se echó a poder, y la necesidad de conocer la “forma”, o naturam naturanandar por nuevos caminos, los caminos de la llamada induc tem> y descubrir el “proceso” y el “esquematismo latente” (Ición científica o baconiana. 10). En el aforismo 11 se expone la tabla de presencia, en el 12 la de ausencia y en el 13 la de grados. Las tres tablas van acom- í R i s i e r i F r o n d í z i pañadas de un ejemplo práctico de investigación de la forma r' del calor, que da motivo a una larga lista de casos en que está | 22 Escribió, en efecto: “No afirmo, sin embargo, que nada pueda añadir presente tal forma y que demuestra la poca preparación cientí se a mis preceptos”, pues “el arte de la invención puede ir desarrollándose fica de Bacon. Las tablas funcionan como “presentación de í con los descubrimientos” (I, 130). [34]
[35]
Proemio a la Instauratio Magna *1 F r a n c i s c o d e V e r u l a m i o p e n s ó a s í ; y t a l f u e ,
EL RAZONAMIENTO QUE SE PROPUSO A SÍ MISMO, EL CUAL CREYÓ ÉL, QUE HECHO CONOCIDO A LOS VIVOS Y A LA POSTERIDAD, LES INTERESARÍA
■
f-
§
Dando él por cosa averiguada que el entendimiento huma no se suscita dificultades a sí mismo y no emplea propia y ade cuadamente los recursos verdaderos (que están eiLjpadgi^del hombre); de donde surge una ignorancia múltiple de las cosas vde ía ignorancia de las cosas, innumerables daños, creyó con veniente esforzarse por ver por todos los medios, si pudiera volverse a su integridad o al menos sacar a un. estado.mejor en alguna forma ese intercambio entre la mente y las eos a s e x u a l apenas cosa alguna en la tierra o al meno.s_erüas„msasJ£iTenas aparece semejante). Pero como no subsistía esperanza alguna en absoluto de que los errores que han prevalecido y que ha brán de prevalecer por siempre se corrigieran a sí mismos unos tras otros (si la mente queda abandonada a sí misma), ni por la propia fuerza del intelecto, ni por los auxilios y sostenes de la 1 Sobre la distribución general de la obra véase nuestro estudio preliminary pág. 29. [37]
dialéctica; a causa de que las nociones primeras de las cosas, que la mente recibe, guarda y acumula a tragos fáciles y gusto sos (de donde fluyen todas las demás cosas), son viciosas y con fusas y extraídas a la ligera de las cosas; y no siendo menor la inconstancia y gusto en las segundas y demás; de donde proce de el que toda esa razón humana, de la que usamos para la in vestigación de la naturaleza, no está bien levantada y edificad^ sino que es como una mole magnífica sin fundamento. Pues mientras los hombres admiran y celebran las falsas fuerzas de la mente,- dejan a un lado y pierden las que verdaderamente es tán a su alcance si se le aplicaran los debidos auxilios y ella mis ma fuera prudente ante las cosas y no se lanzara contra ellas, impotentemente. Quedaba una sola cosa, la de que se intenta ra la cosa en su integridad con mejores medios y que se hicie ra una renovación de las ciencias y las artes v de la doctrina to da humana, en su conjunto, sacada de ms debfdos c i m ^ Pero esto, aunque pudiera parecer empresa infinita y sobre las fuerzas humanas, sin embargo, se la encontrará sana y apropia da en la práctica más que aquello que hasta ahora se ha hecho, pues para esto no queda salida alguna. Pero en las cosas que se hacen respecto a las ciencias hay una especie de vértigo, torbe llino, y un girar perpetuo. Y no se le escapa en qué soledad se desarrolla este experimento, y cuán duro e increíble sea para lo- ^ grar crédito. Sin embargo, pensó que ni la cosa ni él mismo debieran ser Yi desechados sin acometer e intentar el camino que es el único abierto a la mente humana. Pues es preferible dar comienzo a una cosa que puede te ner éxito, que no enredarse en una por- i fía y empeño perpetuos en otras que no tienen salida alguna. Ahora bien, las vías contemplativas r esponden casi a esas í vías activas divulgadas; de modo que la una, difícil y ardua en sus comienzos sale a lo abierto; la otra expedita y fácil a prime- i; ra vista conduce a lo inaccesible y al precipicio. Mas estando incierto de cuánd o estas cosas hubieran de venirle a las mien- [ tes a alguien en el futuro; valiéndose esp ecialmente de este ar- :•/ gumento: el de que no encontró hasta ahora a nadie que hu- V' biera aplicado su ánim o a pensamientos semejantes; deter minó ^
ar al público todos los principios que le fue dado ultimar. Y sa or¡sa n0 fue ambi ción sino solicitud, a fin de que si le acaee. ¿¡ afgo de lo que es propio del hombre, quedara, sin emalgún proyecto y designio de la cosa que había empren dido en su alma; y para que juntamente quedara alguna señal de su voluntad honrada y propensa al bien del género huma no £n verdad, cualquier otra ambición la juzgó men or a la co sa que tenía entre manos. Pues o lo que aquí se trata es nada, o es tan grande que deba él quedar contento de su mismo mé rito y no buscar afuera otro fruto alguno.
[39]
1 i i U
m itlp wm
Al s e r e n í s im o y p o d e r o s ís i m o p r ín c ip e y s e ñ o r n u e s t r o
i l i d «ifc
J a c o b o . P o r l a g r a c i a d e D i o s , R e y d e G r a n B r e t a ñ a , Fr a n c ia e I r l a n d a , d e f e n s o r d e l a f e , e t c .
Serenísimo y poderosísimo Rey: Podrá acaso su Majestad acusarme de hurto por haber ro bado a sus negocios tanto tiemp o como se precisa para estas cosas. Nada tengo que decir. Pues no se hace restitución del tiempo si no es que acaso el tiempo distraído a sus asuntos pueda reponerse en la memoria de su nombre y en el hono r de su siglo; si es que esto es de algún valor. En verdad, son estas cosas completamente nuevas; y lo son aun en toda su especie; pero están descritas sobre un modelo viejo en extremo, o sea el mundo mismo y la naturaleza de las cosas y de la mente. La verdad, yo me he acostumbrado a creer (para hablar con sinceridad) que esta obra es más un parto del tiempo que del ingenio. Pues en esto no hay nada sorprendente, sino el hecho de que hayan podido caer en la mente de nadie los comienzos de esto y un recelo tan grande de las cosas, que han venido preva f leciendo. Lo demás sigue no a disgusto, pero sin duda alguna hay algo de casualidad, como vulgarmente se dice, y como de J,v fortuito, no menos en lo que los hombres piensan que en lo >'■ que hacen y dicen; pero esta casualidad de que hablo, quiero i' que se entienda así: que si en lo que yo presento hay algo de i:; bueno, se atribuya a la inmensa Misericordia y Bondad divinas y a la felicidad de su tiempo; a quien yo, vivo, he servido con 4 1 ¡r i l :
p ; .
[41]
todo mi afecto y haré que, muerto, pueda aquello iluminar a la posteridad, encendida esta nueva antorcha en las tinieblas de ]¿ filosofía. Mas con razón se debe esta regeneración y renova' > ción de las ciencias a la época de un rey el más sabio y docto de todos. Quedaríame un ruego, no indigno de su Majestad y que interesa, más que todo, a esto de que se trata. Esto es, que ¡I I puesto que suscita en muchísimas cosas el recuerdo de Salo món por la seguridad de su juicio, por su reino pacífico, por la amplitud de su corazón, y en fin, por la noble variedad de los libros que ha compuesto, añádase a esto también, al ejemplo ¿ de ese mismo rey, el que procure que se reúna y complete la Historia Natural y Experimental, verdadera y severa (dejada a . un lado la filología) y tal que esté en disposición de fundar la I filosofía, es decir, tal como la describimos en su lugar: para que I la filosofía y las ciencias no estén ya más colgando y en el aire, | sino que se apoyen en sólidos cimientos de experiencias de to\ do género, y éstas cuidadosamente examinadas. * He presentado ciertamente un órgano; pero la materia ha ; de ser sacada de las cosas mismas. Dios Óptimo, Máximo, guarde incólume a su Majestad. 1 A su serenísima Majestad, su siervo el más obligado y de- \ voto. Fr
[42]
a n c is c o
d e
V e
r u l a m ío
In sta ura do Magna de
Francisca de Verulamio
Prefacio Detestado de tas ciencias, que no es afortunado ni ha sido aumen tado engran manera; y que ha de abrirse al intelecto humano, un ca mino enteramente distinto del que ha sido conocido por los anteriores y proporcionar otros auxilios para que la mentepueda usar de sus dere chos respecto a la naturaleza de las cosas.;
Paréceme que los hombres no conocen bien sus recursos y sus fuerzas; sino que estiman a aquellos en más de jo debido y a éstas en menos. Y así sucede que bien estimando las artes re cibidas en un precio excesivo no buscan más, o bien deprecián dose a sí mismos más de lo justo, consumen sus fuerzas en co sas muy ligeras y no las prueban en aquello que interesa a lo esencial del asunto. Por lo cual, aun sus remedios son fatales, en cierto modo, a las ciencias, ya que los hombres no son in citados en sus deseos ni en sus esperanzas a penetrar más allá. Y como la creencia de riqueza sea una de las causas máximas de su pobreza; y como se desprecian para el futuro los verda deros auxilios de lo presente, es provechoso y aun completa mente necesario que se quite el exceso de honor y admiración de aquello que ha sido inventado hasta ahora, en los umbrales mismos de nuestras obras (y esto sin circunloquios ni disimu las); con una advertencia provechosa, la de que los hombres no [43]
celebren ni tomen en más la eficacia y utilidad de aquello, pues si alguien examina por dentro con más diligencia toda aquella variedad de libros de la que se enorgullecen las artes y las ciencias. .enc.ojitrará^donde quiera infinitas repeticiones de lo mis mo. diversas en el modo de tratarlos, previamente adueñadas de la invención, de tal modo que a primera vista parecen nu merosas, y hecho examen, escasas. Y acerca de su utilidad se ha de decir abiertamente que esa sabiduría, que bebimos de los griegos especiaiísimamente. parece una como niñez de la cien cia. y que tiene lo que es propio de los niños, el ser prontos para la charla, pero impotentes y prematuros para la generación; pues es fecunda en controversias e impo tente en obras, de tal modo que aquella fábula de la Escita, parece cuadrar a lo vivo al estado de las letras, tal como se encuentran; tenía aquélla rostro y aspecto de doncella, pero en su vientre llevaba ceñidos y adheridos monstr uos que ladraban. Y así las ciencias a que es tamos acostumbrados, tienen ciertas generalidades lisonjeras y hermosas, pero cuando se llega a las particulares que son como las partes de la generación para que den fruto y obras de sí, en tonces nacen rivalidades y disputas de ladridos, que es en lo que quedan, y que hacen las veces de parto. Además, si seme jantes ciencias no fueran cosa enteramente muerta, no parece que hubiera de haber sucedido, lo que por tantos siglos ha acontecido, el que aquéllas se mantengan pegadas e inmóviles sobre sus huellas, ni tomen el incremento digno del género hu mano, hasta el punto de que muchas veces no sólo la afirma ción ha quedado afirmación, sino que la cuestión queda cues tión, sin que se resuelva con esas descripciones, sino que se fije y mantenga, y que toda la tradición y transmisión de las disci plinas, represente y ostente la persona de maestro y oyente y no la de inventor y la de quien añada algo extraordinario a lo inventado. En cambio, en las artes mecánicas, vemos acontece; lo contrario; pues éstas, como si fueran partícipes de un aire vi tal, crecen y se perfeccionan día a día, y aparecen la mayor par te de las veces rudas y como pesadas e informes en sus prime ros autores, mas luego alcanzan nuevo vigor y cierta como adaptación, hasta el punto de que antes desmayen y cambien
los deseos y anhelos de los hombres que llegar ellas a su curu j a y perfección; p or el contrario, la filosofía y las ciencias in telectuales a modo de estatuas, son adoradas y celebradas, pe ro no avanzan; aún más, algunas veces es en su primer autor cuando están en su máximo vigor, y degeneran a continuación; pues después que los hombres, se han hecho doblegadizos y se han sumado al criterio de otro (como senadores pedarios) no amplifican las ciencias sino que desempeñan un oficio servil exaltando y escoltando a ciertos autores. Y nadie aduzca aque llo de que las ciencias creciendo poco a poco han llegado por fin a un estado fijo y sólo ahora hecho morada estable en las obras de unos pocos (recorridos los trayectos que les corres pondía); y una vez que nada mejor puede encontrarse, se de tienen, por fin, para adornar y cultivar lo encontrado. Sería de desear el que esto fuera así. Pero más correcto y verdadero es que esas adquisiciones de las ciencias no sonotra cosa que algnjiacido de la confianza de unos pocos hombres v de la de sidia e inercia de los demás. Pues después de que las ciencias fueron quizás cultivadas y trabajadas por partes diligentemen te, salió entonces acaso alguien de ingenio audaz, y celebrado y aplaudido por sus compendios del método, quien en la apa riencia compuso el arte, pero en la realidad destruyó el trabajo de los anteriores. Esto, sin embargo, suele ser grato a los poste riores, por el uso fácil de la obra y el tedio y la falta de pacien cia para nueva investigación. Pues si alguien, por el consenso ya inveterado, se rigiera por el juicio del tiempo, sepa que se apoya en un razonamiento muy falaz y débil. Pues no nos es conocido en gran parte qué es lo que se conoció y emanó al público en arte y ciencia en los diferentes siglos y lugares; m u cho menos, qué es lo que fue intentado por cada uno y discu tido separadamente. Y así no constan en los fastos los partos ni los abortos del tiempo. Y no ha de estimarse en mucho, en mo do alguno, ese consenso ni su duración. Pues cualesquiera que sean los diversos modos de administrar las ciencias, el estado de éstas es único y siempre fue y habrá de quedar popular. Y para con el p ueblo pueden muchísimo las doctrinas conte nci o sas y combativas o aparatosas y vacías, esto es. tales que envuel-
[44]
[45]
van v seduzcan el asentimiento. Y así, los mayores ingenios han sufrido sin duda alguna, violencia, a través de las diversas edades, al someterse varones no vulgares en comprensión e in, telecto, al juicio del tiempo y la multitud mirando por su estk mación. Por lo cual, si alguna vez han brotado observaciones algo más profundas, han sido combatidas v apagadas inmedia tamente por ios vientos de las opiniones vulgares. De modo que, el tiempo, como un río, ha traído hasta nosotros lo ligero e hinchado y ha hecho sumergir lo grave y sólido. Y aun aque llos mismos autores que ejercieron una especie de dictadura en las ciencias y que se pronunciaron con tanta confianza acerca de las cosas, sin embargo, cuando por intervalos vuelven en sí, acuden a quejas acerca de la sutilidad de la naturaleza, las re conditeces de la verdad, y oscuridad de las cosas, la complica ción de las causas y la debilidad del ingenió humano; en esto mismo, sin embargo, no más modestos, prefiriendo acusar la común condición de los hombres y de las cosas, a hacer con fesión de sí mismos. Y para ellos es algo solemne casi, dar por asentado que todo aquello que no tocó algún arte, es algo im posible para ese mismo art k Pero no puede condenarse el arte ;cuando ese mismo arte es el que se discute y juzga. Así, pues, i lo que pr eten do es librar a la ignorancia de la ignominia y lo que se ha recibido y aceptado se encuentra en esta situación: en cuanto a obras morales, lleno de cuestiones; lento y lángui/ do en sus progresos, aparenta perfección en el conjunto pero i mal rellenado en sus partes; popular en su elección y sospecho- : iso a su mismo autor, y por tanto pertrechado y pagándose de i ciertos artificios. Mas aquellos que han querido experimentar po r sí mismos y añadir algo a las ciencias, y mostrar sus fines, no se han atrevido en absoluto a apartarse de lo aceptado ni di rigirse a las fuentes de las cosas sino que creen que han conse guido algo grande con sólo añadir e insertar algo propio, juz gando para sí mismos que pueden sustentar su modestia al asentir y su libertad al añadir. Pero mientras se atiende a la oph nión y la costumbre, estas mediocridades tan ponderadas, se convierten en gran detrimento para las ciencias, pues difícil mente se consigue el admirar y superar juntamente a los auto-
eS. en esto
sucede algo de lo que con el agua, que no sube más del punto de que descendió. Y así estos hombres enmiendan alguna cosas, pero las hacen progresar poco y su aprove cha^ 1110 es para mejor pero n o para más. Sin embargo, n o han faltado quienes con mayor audacia juzgaron que todo les era permitido, y llevados del ímpetu de su ingenio, derribando y construyendo las cosas anteriores, se abrieron paso para sí mismos y sus pretensiones; y del estrépito de éstos no se ha conseguido gran adelanto, ya que pretendieron ampliar la filo sofía y las artes, n o con la realidad y las obras, sino cambiar so lamente de pretensiones y pasar a sí mismos el reino de la opi nión; y sin duda con escaso provecho, ya que las causas de error, son casi comunes entre errores opuestos. Pero si hubo alffjnosim _sqmet jdos^^ ^ pretensiones, sino factores de lajibertad, éstos iban animados del deseo de busc^tconsigo juntamente a otros; v los tales fueron sin duda ho nestos en sus deseos per q impq te pues pa rare que siguieron solamente razonamientos probables v fiieron arrastrados al azar por el vértigo de los argumentos, v enervaron la severidad de la investigación con u na libertad promíscua en el buscar. Por otra parte, no se encuentra a nadie que haya hecho un alto legítimo en las cosas mismas y en la expe riencia. En cambio, algunos, que se dejaron llevar por las olas de la experiencia y que casi se hicieron mecánicos, practicaron una investigación al azar en la misma experiencia y no milita ron en aquélla sometidos a una ley fija. Es más, la mayor par te se han propuesto unas pequeñas tareas tomando por gran cosa el poder sacar alguno que otro invento, regla de conduc ta no menos mezquina que inhábil; pues nadie escudriña apro piada y felizmente la naturalez a de u na cosa dentro de la cosa misma, sino que aun tras una laboriosa variación de experien cia no descansa sino que indaga qué es lo que ha de buscar des pués; y ante todo, no ha de omitir se, q ue toda diligencia en la experimentación, captó ya desde sus comienzos y con afán apresurado e intempestivo, ciertas obras determinadas; es decir, fue tras experimentos fructíferos; y no imitó el orden divino, que el primer día buscó sólo la luz y le dedicó un día entero,
[46]
E47 3