Constructivismo y construccionismo social en psicoterapia. Una perspectiva crítica
tiene como propósito ampliar las diferencias entre el paradigma constructivista y el modelo construccionista, ambos pertenecientes al paradigma posmoderno que, aunque comparten una visión construccional de la realidad, divergen en la manera en que se realiza dicha construcción, llevando estas diferencias a una tensión teórica y práctica que se pretende, en este libro, quede claramente expuesta. El libro cuenta con dos partes, en la primera se hace referencia al constructivismo y al construccionismo en psicoterapia y, en la segunda, se refrescan de manera profunda y agradable, reflexiones epistemológicas y metodológicas de la psicoterapia en conversaciones tranquilas con cinco terapeutas que son referentes en Italia, España, orteamérica, Chile y Argentina, discutiendo el presente y el futuro de la terapia sistémica, procurando generar un debate sobre los aspectos convergentes y divergentes del constructivismo y construccionismo social en psicoterapia. Construct Constructivi ivi smo y construccioni construccionismo smo social en psicoterapia. psicoterapia. Una perspectiva perspectiva crítica
se convierte en indispensable material de consulta para terapeutas profesionales y en formación, gracias a la actualización de preguntas fundamentales que tienen que ver con la relación entre el construccionismo social, el constructivismo y su impacto en la terapia sistémica.
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CONSTRUCTIVISMO Y CONSTRUCCIONISMO SOCIAL EN PSICOTERAPIA UNA PERSPECTIVA CRÍTICA
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CONSTRUCTIVISMO Y CONSTRUCCIONISMO SOCIAL EN PSICOTERAPIA UNA PERSPECTIVA CRÍTICA
Ricardo Celis Pacheco Marcelo Rodríguez Ceberio
Bogotá, D. C. 2016
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Constructivismo construccionismo social en Psicoterapia. Una perspectiva crítica 1a. edición, El Manual Moderno, 2016 D. R. ©2016 por Editorial El Manual Moderno (Colombia) S.A.S. ISBN libro impreso: 978-958-8993-05-8 ISBN versión electrónica: 978-958-8993-06-5 La transformación a libro electrónico del presente título fue realizada por Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2017. +52 (55) 52 54 38 52
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es marca registrada de Editorial El Manual Moderno, S. A. de C. V.
Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Celis Pacheco, Ricardo Andrés Constructivismo y construccionismo social en psicoterapia : una perspectiva crítica / Ricardo Celis Pacheco, Marcelo Rodríguez Ceberio. -1a. ed. – Bogotá : Manual Moderno, 2016. p. 180 Incluye datos biográficos de los autores. -Contiene referencias bibliográficas e índices temático y de autores. ISBN: 78-958-8993-05-8 -978-958-8993-06-5 (e-book) 1. Constructivismo (Psicología) 2. Construccionismo social 3. Psicoterapia I. Rodríguez Ceberio, Marcelo II. Título CDD: 155.19 ed. 23 CO-BoBN– a988563 Corrección de estilo: Álvaro J. Botero C. Diagramación: Aristóbulo Rojas
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Los Autores Presentación La maleta epistemológica Primera parte Constructivismo y Construccionismo Social: Una tensión necesaria para el desarrollo de la Terapia Sistémica Introducción Constructivismo y Construccionismo social Una revisión teórica de las divergencias Construcción teórica del concepto del yo desde el paradigma posmoderno: Constructivismo y Construccionismo La autorreferencia Concepto de Yo en psicoterapia El concepto de cambio La relación terapéutica Alcances o límites del Construccionismo social en Psicoterapia R eflexiones Más de una realidad: algunas disquisiciones sobre el Co nstructivismo El método de ensayo y error es para toda vida Psicoterapia: construcción del modelo, el estilo y la relación La construcción de la relación terapéutica El terapeuta y el modelo: variables que influyen su construcción El estilo con que se ejerce el modelo El artilugio de reestructurar o la creación de nuevas categorías La Ficción de la li bertad: ¿somos libres en los sistemas? La com plejidad de la Psicoterapia y las inercias de la resistencia al cambio Segunda parte Entrevistas de Ricardo Celis Pacheco Teoría de sistemas, Construccionismo Social e Integración de la Psicoterapia Entrevista a Guillem Feixas Teoría de sistemas: quiebres epistemológicos Construccionismo social y Psicoterapia La integración de la Psicoterapia: Retos y perspectivas La Psicoterapia Sistémica: preguntas y reflexiones contemporáneas Entrevista a Marcelo Rodríguez Ceberio Terapia Sistémica: fracturas y tensiones Teoría de sistemas abiertos y teoría de sistemas cerrados ¿Lo sistémico es un paradigma? Teoría de sistemas y Construccionismo social: complementariedades y divergencias 8
Terapia Sistémica: limitaciones y focos de desarrollo Origen y evolución de las ideas del construccionismo social Entrevista a Sheila Mcnamee Comunicación, teoría de sistemas y Construccionismo social Diálogo, responsabilidad relacional y futuro del Construccionismo social Una mirada crítica al construccionismo social: Construccionismo, postmodernidad y Escuela de Chicago Entrevista a Pablo López Silva El “Self fenoménico” Constructivismo y Socioconstruccionismo La Terapia Sistémica: pasado, presente y futuro. Algunas ideas para la discusión Entrevista a Matteo Selvini La terapia sistémica: el límite histórico El paciente, ¿es el experto? Referencias Bibliográficas Índice temático Índice de autores
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LOS AUTORES RICARDO ANDRÉS CELIS PACHECO
Psicólogo Colombiano, egresado de la Universidad Santo Tomas de Aquino de la ciudad de Bogotá, Magister en Psicología Clínica y de Familia de la misma Universidad, Doctorando en Psicología de la Universidad de Flores, Bs.As., Argentina. Docente– Investigador del programa de Posgrado en Psicoterapia y Consultoría sistémica de la Universidad de Manizales. Socio fundador de SER POTECIAL, empresa de psicoterapia y consultoría. Su experiencia profesional de más de 18 años ha estado centrada en la psicoterapia de familia, las adicciones y en la Consultoría Organizacional.
MARCELO RODRÍGUEZ CEBERIO
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El doctor Rodríguez Ceberio es psicólogo y obtuvo dos doctorados, el primero en la U. de Barcelona, el segundo en la U. Kennedy (Argentina) y es doctorando de un tercero en la U. de Buenos Aires. Es Master en Terapia Familiar (U. Autónoma de Barcelona) y Master en Psicoinmunoendocrinología (U. Favaloro. Argentina). Se entrenó en Psicoanálisis, Gestalt, teatro, dirección de Psicodrama, EMRD y su formación en el modelo sistémico la desarrolló en el MRI (Mental Research Institute) de Palo Alto (USA), instituto del cual actualmente es profesor e investigador; en el Minuchin For the family en Nueva York y en la Escuela de Terapia familiar de Barcelona. Trabajó como coordinador de residentes en la experiencia de Desinstitucionalización psiquiátrica en Trieste (Italia) y actualmente es Director académico e investigación de la Escuela Sistémica Argentina, dirige el doctorado de la U. De Flores y el LINCS (Laboratorio de investigación en Neurociencias y Ciencias sociales). Es profesor titular e invitado en diversas Universidades e institutos de Terapia familiar de Argentina, Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Es autor de numerosos artículos y libros.
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P RESENTACIÓN LA MALETA EPISTEMOLÓGICA
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l igual que en la vida de los individuos, de las parejas, de las familias o de las comunidades en general, la teoría debe detenerse a hacer un inventario acerca del momento vital en que se encuentra y evaluar, al día de hoy, qué lleva en su equipaje epistemológico. ¿Cuántas cosas siguen siendo necesarias o innecesarias; cuáles, en la actualidad, resultan pequeñas o grandes, o cuáles son las cosas nuevas que se deben adjuntar en la maleta de la teoría, ¿por qué definitivamente se han hecho indispensables para la continuidad del viaje? La Terapia Sistémica, desde su origen, ha estado centrada y preocupada con el fin más altruista de la Psicoterapia y sus representantes: La transformación de los seres humanos que habitamos en los juegos relacionales, de los diferentes contextos y metacontextos de los cuales hacemos parte. Comenzó este viaje hace un poco más de 60 años y, sin lugar a dudas, su aporte ha sido invaluable para el desarrollo de la Psicología (como de otras ciencias y disciplinas) y, de alguna manera, la ha refrescado y propuesto nuevas miradas creativas y novedosas, y niveles de observación innovadores acerca de lo humano. Fue el grupo de G. Bateson, J. Weakland, J. Haley y el grupo del Mental Research Institute (MRI) de Palo Alto, con D. Jackson, P. Watzlawick, D. Fisch, entre otros, quienes trasladaron a las Ciencias humanas la Teoría de sistemas y la Cibernética, para otorgarles un nuevo modelo de comunicación, que impactó en las Ciencias sociales en general, y en la Psicoterapia en particular. La lectura acerca del síntoma, sobre el cambio, el uso del espejo unidireccional, la incursión en el espacio de la terapia a más de un miembro –terapia familiar, de pareja-, la importancia del contexto y las interacciones, el uso de un repertorio técnico y estratégico multivariado, y muchos otros aspectos de la relación terapéutica, revolucionarios en su momento, muchos categorizados como herejías por P. Watzlawick (1967), han sido focos de desarrollo sistémico muy importantes. Es, sin lugar a dudas, la posibilidad de ver lo humano y sus dilemas en interacción y, además, el observarnos a nosotros mismos como condición de la relación terapéutica, lo que marca una diferencia significativa con otras teorías psicológicas diferentes. Hoy, en este equipaje, existen claridades que la Teoría general de sistemas ha aportado e, igualmente, la de la mano de H. Maturana, la Teoría de sistemas autopoiéticos, al igual que la Cibernética y muchos postulados del paradigma constructivista. El 12
Constructivismo completa la pincelada de subjetividad que la Cibernética de segundo orden autorreferenció en la persona del terapeuta y, con ello, modificó la aseveración de uicios verdaderos e indiscutibles, entendiéndolos como parte de un entramado relacional, del cual el terapeuta es actor y parte constructora. Al final de cuentas, la Psicoterapia es un entrelazado de significados que retroinfluencian, que accionan, emocionan, reflexionan y se corporeizan en la persona del paciente y la figura del terapeuta. Ese espacio único e irrepetible que constituye la sesión es el de la coconstrucción de nuevas categorías acerca de un problema. Pero, más allá de los lineamientos del modelo que opera como una guía de actuación y de construcciones de hipótesis, también se halla el estilo del profesional que, con sus patrones cognitivoemocionales influye el formato del modelo, que, a su vez, se modifica según el contexto y la forma de terapia que se aplique, individual, familiar, de pareja o de grupo. Una pregunta interesante para valorar qué llevamos en el equipaje teórico, no solamente es lo que se sabe a través de nuestra teoría, también lo que no; es en la pregunta por el límite de nuestra observación cuando, autorreferencialmente, nos observamos y vemos que nuestra mirada no es más que una porción de realidad, lo cual es fantástico, porque aún la vida se nos presenta como un enigma que nos “obliga” a conversar sobre su observación con otras teorías. En ese ejercicio de humildad teórica, reconocemos que la observación del otro es necesaria, útil y, en muchas ocasiones, más pertinente que la nuestra. Allí la tarea de la supervisión impera. ¿Cuántas son las construcciones que atraviesan la cognición de un terapeuta en relación a las interacciones con sus pacientes?, ¿cuántas las emociones de las que emergen elucubraciones cognitivas y de cuántas cogniciones surgen emociones a partir del emocionar de sus pacientes?, ¿de cuántas acciones surgen atribuciones cognitivas y emocionales que, a su vez, generen acciones?, ¿qué es lo que decimos y cómo lo transmitimos?, ¿cómo el lenguaje tiene la “magia” de construir ficciones en la escena de la Psicoterapia?, ¿cómo estas mismas ficciones pueden reproducirse en otros escenarios de la vida cotidiana del paciente (y del mismo terapeuta)?, ¿es el paciente resistente al cambio o las intervenciones del terapeuta son inefectivas?, ¿qué es lo que se dice y qué es lo que se atribuye? Un terapeuta autocrítico y responsable puede hacerse estas preguntas y muchas más, porque las sesiones no quedan resumidas en la hora de duración, sino que van más allá. Si la hipótesis es una estructura flexible, laxa, que permite la adhesión de nuevos conocimientos que la modifican y que la hacen crecer, los cuestionamientos llevan a generar entropía, a perturbar su estructura, a reformularla, a anularla o a mantenerla y acentuarla. Pero el terapeuta, hábil e inteligente, no está solo. Siempre la interacción con otros colegas, la relación e intercambio con el equipo, su propio terapeuta y, fundamentalmente, su Supervisor, proporcionan las correcciones de sus errores, el apoyo en las situaciones de crisis, la contención afectiva en sus penurias emocionales, el estímulo y el aliento para perseverar en una línea de trabajo. Más aún en la operatoria del modelo sistémico, donde muchas de las sesiones se trabajarán con un equipo, en vivo y 13
en diferido. La labor de un equipo sistémico por medio del espejo unidireccional, permite realizar diferencias en el trazado de distinciones y su correlación en las puntuaciones de secuencia de interacción. De esta manera, se cuenta con una gama más variada de descripciones que posibilitará co-construir las hipótesis. No obstante, no quiere decir que tales hipótesis se constituyan en la verdad última. La diferencia con otros modelos de Psicoterapia, es que estas resultan de la confluencia de numerosos puntos de vista con respecto a lo que sucede con el o los pacientes. De igual forma, uno de los caminos donde es factible ampliar, redefinir o certificar la construcción de un caso, es en un “espacio de supervisión”. Supervisar su trabajo terapéutico con un profesional acreditado, forma parte del organigrama de trabajo clínico del terapeuta responsable y comprometido en su labor. La supervisión en Psicoterapia es, entonces, el recurso que coloca el sello de responsabilidad del profesional en salud mental en el desarrollo de su tarea. Y no es para menos: quien en estas lides apele a explotar al máximo sus capacidades en el ámbito clínico, no puede pasar por alto el espacio de supervisión. El terapeuta supervisará y expondrá a evaluación de su maestro las hipótesis, tácticas y estrategias del proceso terapéutico, para obtener la ratificación o rectificación de los caminos seguidos y elaborar los pasos por seguir. Pero, la supervisión no solo se remite a evaluar concienzudamente tal paquete cognitivo y relacional. Es un espacio de descarga emocional, de planteamiento de inquietudes, de dejarse cuidar y proteger por alguien que se halla en un nivel superior de formación; de desagotar resonancias personales que empastan el campo de trabajo terapéutico. Por tanto, puede considerarse un lugar de crecimiento profesional y personal. La supervisión se constituye en la guía, en un proceso orientador que demarca paso a paso el proceso terapéutico. No plantea únicamente un estado de cosas, un diagnóstico o un cuadro de situación, sino también aventura un pronóstico. Es decir, cómo continuará el trabajo terapéutico, con qué herramientas; qué estrategias se considerarán las más apropiadas para la hipótesis; cuáles son las tácticas que más se amoldan al caso y en cuáles el profesional es más idóneo, etc. Entonces, la supervisión no solo es un lugar de exploración, reflexión y análisis de corte racional e intelectual, sino, además, un lugar vivencial, afectivo y de expresión emocional. Un terapeuta no solo hablará de su caso: comentando acerca de su paciente estará también hablando de sí mismo. O sea, la supervisión no puede parcializarse revisando el sistema paciente (o sí, pero el trabajo quedará a medias). A la luz del conocer sistémico resultará una supervisión lineal. Si se trabaja sobre el sistema paciente y no se involucra la figura del terapeuta, se queda varado en una cibernética de primer orden y se pierde la riqueza de los aspectos relacionales de la sesión, como pautas de isomorfismos, actitudes del terapeuta -tanto en lo verbal como en lo analógicoque pudieron haber influido en el paciente, resonancias personales, entre otros elementos. Trabajar con el sistema terapéutico, entonces, es una parte de la supervisión que resultará primordial para la comprensión del trabajo clínico. En este sentido, para el 14
terapeuta, el espacio de supervisión es un espacio de exposición personal, puesto que no solamente pondrá en juego sus pericias profesionales, sino también los vericuetos de su historia, creencias, valores, crisis personales, etc. que, indudablemente, influyen en la construcción del caso. De acuerdo a esta perspectiva, y dada la relevancia de ese espacio, la elección del profesional a cargo de la supervisión también merece ser tratada con sumo cuidado. Son varios los puntos para tener en cuenta a la hora de elegirlo. Puede seleccionarse por su experiencia clínica, por su formación teórica, por empatía, por su área de especialidad o, incluso, por afecto y cercanía. A la vez, la conjugación de todas estas características permite trabajar de manera relajada y solvente, haciendo de la supervisión un proceso eficaz. El Supervisor, como profesional de mayor formación y experiencia, trabajará desde su modelo, intentando construir el problema del consultante del terapeuta supervisado. Pero, la narración de lo que le sucede al paciente, resulta de la comunicación entre el terapeuta y dicho paciente. Narración, bien como lo define Ricardo Ramos: [...] es un hacer público, un sentir público y un pensar público. Este hacer público, este sentir público, este pensar público se realiza a través de una forma de comunicación: el relato. Lo que hagamos con él depende de nuestra forma de entender la tarea. No tiene por qué enfatizar la intervención a nivel cognitivo, lo afectivo o lo pragmático, en la medida que esta distinción analítica nos siga resultando relevante. Lo que podamos hacer depende de cómo entendamos qué es, cómo funciona y cómo se produce el relato. (2001 pag. 73) Es el cuento que se cuenta y el que el terapeuta cuenta de su cliente. El paciente desarrolla una historia que intenta transmitir al profesional. El término “intenta” no es casual: traducir ideas o vivencias en palabras encuentra limitaciones sintácticas, en la retórica de la persona y en el contexto, razones más que suficientes para no dar crédito indiscutible al mensaje emitido. Por otra parte, se encuentra la decodificación del interlocutor, o sea, lo que ha construido -en este caso el terapeutadel mensaje escuchado, mediante el filtro de su modelo cognitivo. Y esto es lo que cuenta el terapeuta, lo que él construyó “tendenciosamente”, a partir de la transmisión “tendenciosa” de su paciente. Lo que en realidad evalúa un Supervisor, entonces, es dicha narración compuesta por la intersección de dos mapas: el del terapeuta y el de su paciente, y su consecuente interacción. De allí la importancia de que el Supervisor conozca la historia, valores, creencias de su supervisado, para incrementar su comprensión. No obstante, como señalábamos anteriormente, el juego de distinciones es infinito: el Supervisor, también desde su mapa, traza distinciones y establece descripciones y comparaciones. Desde su estructura conceptual, se encuentra escuchando un cuento que le relata un terapeuta, del cuento de su paciente acerca de lo que le sucede. Por lo tanto, explica y devuelve, tratando de ampliar el mapa del terapeuta, el cuento que se cuenta él del cuento que se cuenta el terapeuta del cuento que le cuenta su paciente. Este juego de recursividades no termina nunca. Si existiese un suprasupervisor, evaluaría todo este 15
interjuego y agregaría un cuento más a la secuencia. El cuento al que nos referimos, está constituido por una serie de apuntes que revelan nuestro libreto interno. Es autorreferencial, y habla del modelo del que describe, pero que, a la vez, surge de la observación en la cual el terapeuta está inmerso y es parte activa. Las hipótesis, entonces, son producto de dicha interacción, razón por la cual la lectura no es unidireccional: en el contexto terapéutico, terapeutas y clientes coconstruyen realidades, a pesar de las diferentes distinciones epistemológicas que establecen, y más allá de la directividad de los terapeutas. Estas reflexiones nos llevan a ampliar nuestro equipaje teórico: ¿Qué llevamos en nuestra maleta más allá del modelo? ¿Qué hay de nuestra historia, nuestras construcciones de valores y creencias, nuestras vivencias en la vida?; todo lo que se pone en juego en cada acto de vida, todo lo que nos proporciona un argumento de legitimidad a nuestras acciones. Y estas construcciones, también, tienen su impronta sobre el modelo, construyendo el estilo y las intervenciones en concomitancia relacional con los pacientes. A varios de nuestros entrevistados les preguntamos sobre gran parte de estas reflexiones y, para algunos, es clara la respuesta: La Terapia Sistémica tiene unos lentes muy agudos para observar el bosque, pero no lo son tanto para observar el árbol. Estaría muy bien que en nuestro equipaje incorporemos elementos para este ejercicio de observación. A propósito, también es importante la terapia personal de cara a revisar los propios constructos que puedan obturar el proceso relacional y cognitivo terapéutico; por tal razón, en los renglones anteriores, le dedicamos a la supervisión un lugar especial. Parte de este proceso personal se establece en el terapeuta sistémico, cuando confecciona su genograma personal (Ceberio. 2004) y trabaja profundamente sobre la familia de origen, extensas y creada, explorando mandatos, creencias, funciones, rituales, crisis, en búsqueda de isomorfismos. El resultado es la construcción de un perfil personal, que se entrecruza con el profesional y facilita la autoindagación en la autorreferencialidad de la relación terapéutica. Seguramente, las consecuencias de este proceso siempre son positivas y aportan no solo al crecimiento personal y profesional del terapeuta, sino que involucran cuestiones de ética y responsabilidad en Psicoterapia. Girar la vista hacia el individuo, paradójicamente, puede ser hoy uno de los focos de desarrollo más importantes de la Terapia Sistémica. No solamente al individuo terapeuta sino al individuo paciente, en la exploración de sus categorías atribucionales sobre las acciones e interacciones desarrolladas en un contexto. De esta manera, en este ejercicio de inventario amplificamos la conversación muchas veces acrítica entre Teoría de sistemas y Construccionismo social: claramente, en este libro queremos tomar distancia de postulados construccionistas, los cuales terminan cayendo en un reduccionismo cultural del Ser humano, en donde autonomía y responsabilidad quedan archivadas hasta que la cultura las nombre y les dé permiso de vivir. De este inventario queremos sacar ciertas posturas terapéuticas de la maleta determinismos, que no asumen la responsabilidad de los actos, so pretexto de la postura del no saber del terapeuta, lo cual le cohíbe de traer a la conversación su saber y su vida; 16
pareciera el Construccionismo un Psicoanálisis posmoderno que, además, no da cuenta de cómo opera el cambio. El concepto de autorreferencia se hace indispensable para continuar este viaje, ya que nos ubica en un reconocimiento, de sí y del otro, de un sistema y de un entorno que coevolucionan, que son, a la vez, interdependientes y autónomos. En este texto se encontrará una primera parte teórica, donde se desarrollan diferentes temáticas en torno al Constructivismo y el Construccionismo. Se inicia con un artículo de Ricardo Celis, donde establece, desde una postura crítica, las distinciones entre ambos modelos. En los cuatro artículos restantes, Marcelo R. Ceberio redacta cuestiones teóricas acerca del Constructivismo, la metatécnica de la Reestructuración, el estilo terapéutico, y nos muestra cómo la libertad epistemológica es una falacia: no somos libres sino presos de sistemas mentales, biológicos, contextuales. En la segunda parte -Epistemológica y prácticade la mano de Celis, se tiene la posibilidad de conversar con personalidades de la Psicología a escala mundial; de antemano les agradecemos que nos hayan ayudado a revisar el “equipaje” y seguir este camino clara y felizmente inconcluso. Conversamos con el Terapeuta y catedrático catalán Guillen Feixas, con la norteamericana construccionista Sheila MacNameé, con el chileno Psicólogo y epistemólogo Pablo López Silva, con el Psicólogo clínico e investigador argentino Marcelo R. Ceberio y con el terapeuta italiano ampliamente reconocido Mateo Selvini. Las conversaciones con estas personalidades de la Psicología giran alrededor e inspiran todo lo anteriormente dicho; ha sido un placer y un honor tener la posibilidad de conversar con ellos sobre esta pasión que es la Psicoterapia, y esperamos que cada uno de los lectores disfruten tanto como nosotros al escribirlo. Los invitamos a una reflexión profunda y crítica de cada uno de los postulados que aquí presentamos. Marcelo R. Ceberio Buenos Aires, Argenti na Ricardo Celis Manizales, Colombia Dici embre de 2015
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PRIMERA PARTE
CONSTRUCTIVISMO Y CONSTRUCCIONISMO SOCIAL: UNA TENSIÓN NECESARIA PARA EL DESARROLLO DE LA TERAPIA SISTÉMICA 1
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Colaboradoras: Ana Milena Mejía Ochoa, Maricela Restrepo Arias, Margarita Giraldo Tabares«
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I NTRODUCCIÓN
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l presente texto tiene como propósito ampliar las diferencias entre el paradigma constructivista y el modelo construccionista, ambos pertenecientes al paradigma posmoderno que, aunque comparten una visión construccional de la realidad, divergen en la manera en que se realiza dicha construcción, llevando estas diferencias a una tensión teórica y práctica que se pretende en este escrito quede claramente expuesta. Es pertinente hacer algunas claridades acerca de lo que, en este ensayo, se denomina PARADIGMA POSMODERNO. Se entiende como un movimiento filosófico, que plantea una crítica al pensamiento moderno y las limitaciones de su epistemología positivista, la cual plantea la existencia de una realidad separada del observador que puede ser conocida de manera objetiva por este. Anderson, citado por Tarragona (2006) expone que, desde esta postura, “el conocimiento es visto como un espejo de la realidad y la función del lenguaje es representar al mundo tal cual es” (p. 513). Por tal motivo, se considera como conocimiento válido aquello que permite ser observado, medido y cuantificado, y que es común para todos los seres humanos. Dentro del espacio de la Psicoterapia, el pensamiento moderno tuvo un lugar importante y ubicó al terapeuta en una posición jerárquica, donde se consideraba un observador objetivo del consultante. Desde este punto de vista, se entendía que el terapeuta es un experto sobre la naturaleza humana, y que “sabe” lo que sucede con la persona del cliente y tiene para él una lista de pasos que, seguidos con claridad, deberán mostrar resultados que puedan ser observados y medidos. Por su parte, el posmodernismo, entendido como una postura crítica más que como una época, plantea que el conocimiento es una construcción subjetiva que se 3 produce dentro de una red de relaciones y conversaciones con otras personas. Asegura que el sujeto es un participante activo en el proceso de creación de su realidad y que, por tanto, esta no se encuentra fuera de él. Estas ideas críticas frente a la epistemología positivista del pensamiento moderno tienen igualmente repercusiones prácticas, que ubican la figura del terapeuta en una posición más democrática, en la cual, si bien es identificado como un experto del saber y hacer psicológico, también reconoce al consultante como experto de su historia y desde allí lo valida. A lo largo del texto se ampliarán, con mayor detalle, las implicaciones teórico-prácticas que la visión posmoderna tiene en el espacio psicoterapéutico. 22
Como se mencionó, hacer lecturas de un mismo fenómeno, desde lugares diferentes, tiene implicaciones que marcan caminos distintos en el entendimiento y proceder del mundo. En este caso, se hace un esfuerzo por leer el Yo, el concepto de cambio y la relación terapéutica, desde ambas posturas pertenecientes al paradigma posmoderno, entendiendo las repercusiones que una y otra tienen en la praxis psicológica. Para cumplir con la intencionalidad y propósito de este ensayo, ha sido importante revisar los aportes que el profesor Humberto Maturana hace con conceptos como autorreferencia, autopoiesis 2 y determinismo, todos estos, características de los sistemas cerrados, que ayudan a entender la incongruencia en la denominación sistémico construccionista.
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Termino griego, compuesto: auto (auto): Propio; por sí-mismo; y poiesis (poiesi») Creación: Crearse a sí mismo.)«
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CONSTRUCTIVISMO Y CONSTRUCCIONISMO SOCIAL: UNA REVISIÓN TEÓRICA DE LAS DIVERGENCIAS
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a aparición del paradigma posmoderno implicó tomar distancia de las ideas modernas acerca de la construcción del conocimiento, las cuales atendían a una realidad externa, que el sujeto podía conocer a través de una observación directa. Es decir, el sujeto ocupaba un papel pasivo en la construcción del conocimiento, pues simplemente observaba una realidad objetiva común para todos. De esta manera, el conocimiento válido era concebido como aquello que podía ser observado, medido y cuantificado. Por el contrario, la visión posmoderna “plantea la construcción como la forma de llegar al conocimiento” (Agudelo & Estrada, 2012). Desde esta mirada no se concibe un mundo separado del observador, más bien se propone que la realidad es construida por cada Ser humano y, por tal motivo, resulta imposible entenderla como objetiva o como una verdad absoluta; de esta manera, se reconoce la existencia de tantas realidades como seres humanos hay. Dentro del pensamiento posmoderno se ubican diferentes posturas, entre las cuales están: el Constructivismo y el Construccionismo social, que comparten una perspectiva construccional, pero que divergen en el cómo se lleva a cabo ese proceso. Para los constructivistas, se hace desde la perspectiva individual ligada a sus percepciones, experiencia y estructura mental, y para los construccionistas desde el punto de vista de un intercambio entre individuos que comparten un contexto cultural (Agudelo & Estrada, 2012). El Constructivismo pone el énfasis de la construcción en lo individual y privilegia los procesos internos, entiende que la realidad es construida por el Ser humano, a partir de esquemas previos, que han sido asimilados e interactúan con el mundo social a través del lenguaje. Es importante aclarar que, al decir que el Constructivismo pone especial énfasis en la esfera de lo individual, no se está negando la influencia de lo social; es solo que dentro del proceso de construcción del conocimiento y de la realidad, le da un lugar al sujeto, pero lo entiende en relación con el sistema-entorno en clave de coevolución. Es decir, reconoce a un sujeto que presenta una estructura inicial en la que se dan unos procesos cognitivos, psicológicos y biológicos, que, en relación con el medio e interdependencia con lo social, tiene la capacidad para generar cambios y actualizar dicha estructura y, a su vez, transformar el entorno. El Construccionismo social no hace esta lectura de la relación sistema-entorno, dándole lugar solo a la influencia de lo social en el proceso de construcción de la realidad, siendo los espacios discursivos los únicos que dan sentido y significado a la experiencia humana. Esta distinción constituye una de las divergencias más significativas entre el 27
Constructivismo y el Construccionismo, y es una de las razones por las cuales dentro de este ensayo se denomina al Constructivismo como un paradigma, pues brinda un sustento epistemológico, teórico y metodológico claro de cómo los seres humanos participan activamente en la construcción de su realidad. P or el contrario, el Construccionismo es denominado como un modelo, incluso un modelo constructivista, pues comparte la metáfora del conocimiento como algo construido por los seres humanos, pero demuestra falta de claridad e incongruencia en el sustento epistemológico que trata de explicar. El Construccionismo “asume que nuestros modos de describir, explicar y representar la realidad derivan de las relaciones” (Molinari, J., 2003, p.8). Pone el énfasis en el conocimiento como resultado de la interacción social, dada entre los sujetos que comparten un contexto cultural; plantea que, solo a través del lenguaje y de la conversación con otros, es posible la construcción de acciones con sentido y significado. Todas las construcciones de realidad derivan de las relaciones porque vivimos en sistemas y como tales, sistemas relacionales. Por lo tanto, es una obviedad: toda construcción emerge tanto de relaciones con sujetos como con objetos. De esta manera, el lenguaje asume un papel fundamental en el proceso de construcción desde ambas posturas, siendo para el Constructivismo el vehículo a través del cual los seres humanos ponen en interacción con otros su realidad individual, con el fin de modificar y contrastar sus esquemas, logrando nuevas configuraciones de lo real. De esta manera, el lenguaje es entendido como la forma en que los sujetos intercambian información con el mundo. Por su parte, el Construccionismo social trasciende la idea del lenguaje como puente para el intercambio de información. P ropone, por el contrario, que solo a través de este se construye realidad, ubica a la conversación y al diálogo como condición necesaria para que pueda existir el conocimiento; en su ausencia es imposible llevar a cabo la construcción de acciones cargadas de sentido. Es importante mencionar el relativismo como característica esencial del Construccionismo. Al no tener en cuenta los procesos individuales en la construcción de la realidad, sostiene que toda construcción resulta relativa a su contexto, es decir, ningún punto de vista tendrá validez universal, sino una validez subjetiva que dependerá del marco de referencia en donde se desarrolle. Al respecto, Gergen, en El Yo saturado, asegura que la objetividad es imposible, en tanto todo conocimiento es relativo a la comunidad a la cual pertenece (1991, p.14). Es decir, el conocimiento que se construye en un espacio discursivo específico puede no ser válido en otros espacios en los que el mismo sujeto participante esté inmerso. Adicionalmente, Gergen (citado por López, 2013) afirma que “[…] las formas que toma el conocimiento de la realidad y del Yo están determinadas por la influencia que ejercen las estructuras sociales e ideológicas sobre la forma de pensar en los sujetos” (p. 12). uevamente, con esta postura se invisibiliza el poder individual de lo humano, dejándolo reducido al determinismo cultural, que hace que el conocimiento, como lo expresa 28
Gergen en el texto de López, sea “simplemente una construcción reproducida por medio de operaciones lingüísticas cotidianas en el seno de discursos previos al sujeto” (p. 13). El Relativismo, entonces, cae en la idea de que todo conocimiento es válido, por un lado, porque se aleja de la objetividad, de reconocer una realidad externa al observador, pero por otro, ninguna construcción es válida, solo lo es de manera subjetiva y relativa al contexto en donde se produce. Al respecto, Haraway sostiene “el Relativismo es una manera de no estar en ningún sitio mientras se pretende igualmente estar en todas partes” (1995, p. 303). Finalmente, puede observarse, entonces, que el Construccionismo gira en torno a lo social, desplazando la esfera de lo individual, ubicándose en una posición reduccionista, donde queda invisibilizada la importancia de los procesos internos en la construcción de conocimiento y realidad. Por su parte, el Constructivismo, aunque pone su énfasis en lo individual, reconoce la interdependencia que existe entre esta esfera de lo humano y la dimensión social, permitiendo la comprensión de los fenómenos de manera holística e integral. Cabe resaltar que, este texto, se remite al concepto de Constructivismo sistémico, diferenciándolo del Constructivismo piagetiano. Por su parte, este último desarrolla su teoría a partir de la epistemología genética, cuyos postulados asumen que el conocimiento se desarrolla por el sujeto mediante un proceso activo, interno e individual, dinámicamente con el entorno (objeto), en el cual, el sujeto se acerca con una estructura previa al objeto, misma que va construyendo en el tiempo de acuerdo con su desarrollo evolutivo. El conocimiento trasciende en un proceso de reestructuración y reconstrucción; el Constructivismo piagetiano se ha ocupado principalmente del estudio de estructuras mentales, razonamiento formal y procesos cognitivos de asimilación, acomodación, organización (en categorías), equilibrio, donde se desarrolla la teoría de las etapas, teoría de la equilibración, complejizándose intelectualmente para realizar operaciones, cada vez más profundas y complejas, sobre sus nuevos objetos de conocimiento; en ese caso, el postulado gira en torno al sujeto que construye de acuerdo con una necesidad cognitiva. En el Constructivismo piagetiano, a partir de las concepciones de los procesos intermedios que se dan entre estímulo y respuesta, se concibe el conocimiento como un proceso subjetivo que lleva a comprender el método, cómo se forma, organiza y cambia el conocimiento en sus correspondientes etapas, donde lo externo es un medio para el desarrollo intelectual del pensamiento humano, resultado de su experiencia evolutiva, a través de un conocimiento previo y genético. Por otro lado, resaltando el Constructivismo, como un paradigma epistemológico que dicta sobre el conocimiento el resultado de operaciones producto de un observador, los aportes realizados por la biología del conocimiento y de la mano con la cibernética de segundo orden, convergen con una lógica de los sistemas autopoiéticos (Maturana 2003). En el texto de Epistemología aplicada, Constructivismo sistémico, Marcelo Arnold Cathalifaud aclara: Para el Constructivismo, el conocimiento emerge al indicar y describir 29
observaciones, esto es: haciendo distinciones, cuyos resultados constituyen pisos autorreferidos para la emergencia de nuevas distinciones. Tales indicaciones de diferencia son, simultáneamente, acciones epistemológicas y constitutivas – ontológicas– en tanto actúan sobre el conocer y sobre el ser que conoce, definiendo, en su conocimiento, compromisos para su reproducción, es decir, su futuro (150). Al observar, el sujeto siempre tendrá una lógica de su observación, un esquema desde el cual realizar su distinción, lo que lo devela como un sistema observador. Maturana, a partir de sus estudios sobre la biología del conocimiento, explica la autorreferencialidad, el concepto de autopoiesis, clausura operacional y determinismo estructural. El observador constituye la unidad de lo observado, proceso que realiza mediante distinciones hechas por él, autorreferidas a sus propias determinaciones. Ello determina el hecho [de] que los sistemas observadores no pueden dejar de referirse a sí mismos, en cada una de sus operaciones (Cathalifaud, 2000, p. 151). El Constructivismo sistémico, como base, reconoce la construcción del conocimiento dinámicamente, donde existen sistemas observantes; por tanto, al Ser humano se le percibe como un sistema dentro de otro sistema, donde la verdad es relativa a su utilidad. Se lee, entonces, al Constructivismo sistémico, bajo la lógica de la cibernética de la cibernética o cibernética de segundo orden, donde se le confiere el observador un lugar importante, el cual se incluye de manera integral como parte del sistema observado. Ya no es posible separar al perceptor del objeto percibido, más aún, el objeto percibido cobra sentido, de acuerdo con la atribución semántica del que lo percibe. La lectura diferencial de los fenómenos humanos desde cada una de las posturas, lleva a comprensiones igualmente distintas de las categorías psicológicas del Yo, el proceso de cambio y la intervención psicoterapéutica, las cuales se desarrollan con mayor profundidad a continuación.
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CONSTRUCCIÓN TEÓRICA DEL CONCEPTO DEL YO DESDE EL PARADIGMA POSMODERNO: CONSTRUCTIVISMO Y CONSTRUCCIONISMO
E
l concepto del Yo, al igual que otros fundantes para la Psicología, ha sufrido a lo largo de la historia transformaciones, como resultado del momento histórico cultural desde el cual se observa. Ejemplo de esto es la concepción romántica, en la cual el Yo se explicaba desde una visión de la pasión, del alma y del temple moral, es decir, desde fuerzas sagradas que habitan el ser, que, en algún momento de la evolución, dejó de ser suficiente y necesitó transformarse hasta llegar la concepción moderna, la cual respondía a una mirada desde la razón y la observación, como principales fuentes del funcionamiento humano. Esta nueva posición supuso también una nueva lectura de la realidad, como algo externo del observador, que podía ser conocido de manera objetiva por este, lo cual lo llevaba a ocupar un lugar pasivo en el proceso del conocimiento. Pero, esta postura también se volvió limitada, cuando la duda y el cuestionamiento por el Ser humano y la construcción de su identidad se ubicó en un momento histórico diferente. La posición activa del sujeto dentro de los procesos sociales y la aparición de nuevas formas de relación, comunicación e interacción, pusieron en evidencia que la visión moderna se quedaba cada vez más corta en sus respuestas, dando cabida a maneras más amplias de comprensión, que brindaban a los seres humanos propuestas novedosas. Es aquí donde los postulados posmodernos, que entran en auge con la idea de realidad como construcción, le dan protagonismo al sujeto, entendido hasta ese momento como agente pasivo. Como se mencionó en el apartado anterior, dentro del paradigma posmoderno se encuentran incluidas las posturas construccionistas y constructivistas, las cuales presentan diferencias teóricas y prácticas, que llevan a construcciones igualmente diferentes del concepto del Yo. De esta manera, el Constructivismo privilegia los procesos internos y reconoce que la realidad es una construcción humana que se surte a partir de la interacción entre los esquemas mentales, asimilados y ajustados previamente con el mundo social, a través del lenguaje. Así mismo, la construcción del Yo, es decir, la conformación de la propia visión del mundo, los valores y creencias, se causa a partir de la interacción entre las estructuras previas con que cuenta el sujeto, dadas por asimilación y ajuste con el mundo exterior, con la palabra ajena que circula fuera de él, a través del lenguaje, considerado desde las posturas constructivistas como el instrumento que facilita el intercambio con el mundo y con los otros. De dicha relación se modifican o renuevan las preconcepciones del sujeto. Desde este paradigma, el Yo es entendido como unidad autopoiética, es decir, como un sistema que tiene la capacidad de crearse (poiesis) a sí mismo (auto) y de especificar sus propios límites. Esta idea de límite funciona como un filtro entre el sujeto y la innumerable e incesante información dispuesta en el contexto, permitiendo así la entrada solo de aquello que resulte relevante para la construcción, y que será transformada y 31
cargada de significado por medio de los procesos internos. En algún momento, se pensó que los sistemas autopoiéticos, sistemas clausurados en su operación, no permitían el intercambio de energía y elementos con el exterior y, por tal motivo, resultaba difícil comprender a los seres humanos bajo esta mirada, pues es innegable que se hace indispensable la transacción con otros para la supervivencia del sistema. Ahora, la clausura de los sistemas es entendida de manera diferente: El concepto de límite brinda una nueva mirada que permite observar cómo existe intercambio y transacción de energía, de manera limitada, filtrada, de tal forma que aquello que llega del exterior es recibido por el sistema solo si es relevante para el proceso de construcción, pero lo es para ser transformado por el propio sistema. Al respecto, Luhmann refiere: Este tipo de cierre/clausura no deberá entenderse como aislamiento. Sería absurdo retroceder a disposiciones teóricas que ya han sido discutidas ampliamente, en el sentido de que se sabe, desde hace tiempo, que los sistemas dependen material y energéticamente del entorno (1998, p. 21). Notablemente, los sistemas adquieren autonomía mediante la interdependencia con otros, es decir, con su inmediato superior en principio (su contexto). Ya por su parte, el Construccionismo entiende el concepto como una configuración que se remite a las relaciones que se establecen en contextos específicos, es decir, que la identidad, el Yo o el Self “es el resultado de las implicaciones de los seres humanos en espacios discursivos” (Gergen & Warhus) . Desde esta postura, el Yo no constituye una entidad intrapsíquica, sino una dimensión narrativa, dentro de un espacio de conversación específico. Por lo tanto, es inestable y no mantiene una continuidad temporal, pues el sujeto es construido de manera diferente en cada una de sus relaciones (Molinari, 2003). Así, la identidad-realidad se construye en la interacción con otros a través del lenguaje. Es decir, que la esencia de lo individual se desdibuja, y la postura del sujeto como Ser social abarca totalmente el interés. Allí, los procesos cognitivos y emocionales (procesos internos) juegan un papel que los pone al servicio de lo interaccional relacional. En este punto, es importante advertir, que esta postura es compartida entre las dos teorías; la tensión está en el descentramiento que el Construccionismo hace del individuo hacia lo social, lo cual, en sí mismo, no reviste una gran novedad, ya que el conocimiento se presenta como una construcción social, en donde el individuo cumple un rol; es decir, descentrarse del individuo no tiene inconveniente (teóricamente), en la medida en que no se pierda de vista y se le dé su lugar en la relación sistema-entorno. También, el punto de tensión está en que el Construccionismo no lee esta relación con claridad, por lo tanto, no la entiende en clave de co-evolución, en donde son interdependientes, es decir, los sistemas psíquicos y sistemas sociales son autorreferentes e interdependientes. Negar lo individual, ideológicamente, puede ser viable, aunque ingenuo, para legitimar la construcción social más allá de los individualismos; pero, es igualmente ingenuo pensar que la construcción social no está hecha por individuos que co-evolucionan y son parte del sistema social. Negar lo individual nos hace incurrir en miradas reduccionistas de la 32
construcción de la realidad. Pero también, es importante advertir algo: El Constructivismo o, mejor dicho, la gran mayoría de Constructivismos, en especial el llamado Constructivismo radical, sí habla de la emoción, del lenguaje, del individuo, pero no solipsistamente, no niega la interdependencia con lo social. Esa es una lectura inadecuada que el Construccionismo hace de lo constructivista y de lo sistémico. Cuando el Construccionismo social critica la Teoría de sistemas por reduccionista individualista, a quien hace referencia la crítica es a la de sistemas abiertos de Bertalanfy, que está parada desde una cibernética de primer orden, en donde, al menos en Psicoterapia, es cierto que el terapeuta asume una postura directiva, que no necesariamente se reconoce en la observación y actúa pragmáticamente orientado al cambio, sin desconocer la relación terapéutica. Lo que no hace el Construccionismo social, es una lectura de la Teoría de sistemas cerrados, autopoiéticos y, cuando lo hace, incurre en una escasa comprensión de lo que se entiende por sistema cerrado, situación que, igualmente, le sucede a muchos sistémicos, quienes plantean que lo cerrado es sinónimo de solipsismo intrapsíquico, de no relación con el entorno, de no intercambio de energía. Esta lectura es, por demás, desacertada de lo que es un sistema autopoiético, que es claramente un sistema cerrado, que opera en clausura operacional como condición para la apertura y para la relación con el entorno; es decir, el sistema opera en autorreferencia, autónomamente, y está determinado por su propia estructura. Eso no quiere decir que no observe la cultura y los diferentes sistemas sociales, y mucho menos que no se relacione (sería imposible e ingenuo pensarlo). Esto significa que, individuo y cultura, se retroalimentan y coevolucionan a partir de sus propias estructuras. Es imposible pensar que no exista intercambio de energía, y más aún, que sea posible alejar lo intrapsíquico de su contexto, y que no se determinen mutuamente; pero, tampoco es posible pensar una construcción social sin individuos, sin psiquismos. Es una postura insostenible. Así, la pregunta “¿quién soy?” apunta a un mundo de posibilidades, pues entiende que existen tantas respuestas como interacciones y vínculos se establezcan. Desde cada dominio de existencia puede construirse un Yo con voz propia. La pregunta que surge al ubicar esto en el espacio clínico de la Psicoterapia; sería: ¿Qué voz privilegiar, cuando hay en un solo sujeto múltiples voces que se contradicen y entran en conflicto entre sí? De manera que aquí se establece una propuesta de integración de dichas voces, que no son sino la narrativa fracturada de un sujeto que, aunque como ser social está inmerso en la cultura, también establece una serie de procesos individuales, que lo han llevado a construir su identidad a partir de sus experiencias y del significado que les da, en retroalimentación con el medio social. De esta manera, se sientan las bases para lo esencial, que acompaña a los individuos en cada uno de los roles que ocupan en la vida, por más diferentes que sean. Con respecto al carácter inestable y no unificado del Yo, propuesto por el Construccionismo social, Gergen menciona: El mundo posmoderno, en el cual ya no hay ninguna esencia individual a la que uno deba adherirse o permanecer fiel, la identidad propia emerge de continuo, 33
vuelve a conformarse y sigue en una nueva dirección a medida que uno abre paso por el mar de las relaciones en cambio permanente (1992). Esto implicaría narrar nuevas historias en cada uno de los encuentros terapéuticos, pues sería lógico pensar que han estado en tal devenir que parecen ser otras diferentes. Cabe resaltar que, dentro del ejercicio terapéutico, se espera lograr nuevas integraciones de significados en la narrativa del consultante (y del terapeuta) que le permitan nuevas posibilidades de enfrentarse a sí mismo y al mundo, pero guardando eso común, esa esencia que da cuenta de quien habita al sujeto. La idea ya mencionada del devenir y de la falta de unidad del Yo, expresada en múltiples “Yoes”, recuerda la idea de hiperrealidad propuesta por Gergen, donde pareciera ser que el sujeto resulta en la suma del cúmulo de identidades pasajeras que emergen de sus diferentes relaciones e interacciones a lo largo de su vida, y de las interpretaciones y los sentidos que los otros inscriben de este en la red circulante de significados. Esta construcción de lo identitario, solo se materializa desde allí, desde la mirada, sustento y apoyo del otro, según lo afirma Gergen: “Si uno tiene una identidad, solo se debe a que se lo permiten los rituales sociales en que se participa; es capaz de ser esa persona, porque esa persona es esencial para los juegos generales de la sociedad” (1992). Incluso la esfera de lo intrapsíquico se ve tan invisibilizada, que Gergen asegura que las palabras de cada uno carecen de sentido hasta que otros pongan sobre ellas su consentimiento. Lo anterior parece ir en contravía de la idea que se tiene del conocimiento, tanto del terapeuta como del consultante, como válido y pertinente, que aporta a la co-construcción de nuevos sentidos y significados en el espacio terapéutico. Es decir, se encuentra válido solo aquello resultante del vínculo. En la misma dirección, Paulo Freire asegura: “queda claro que el auto reconocimiento solo es posible en el reconocimiento a la plena alteridad del otro”, es decir, se da nuevamente importancia y determinismo a la palabra y valoración de otros sobre los demás, como requisito para ser en el mundo. La dicotomía sociedad-individuo, en que caen las discusiones constructivistas y construccionistas, no se aleja de la discusión que la política, la economía y la cultura han tenido a lo largo de la Historia, pues cada una de ellas busca elaborar teorías que expliquen el desarrollo de los humanos, enfatizando en una u otra postura de la dualidad. Resulta interesante entonces, observar cómo ninguna que se dirija hacia un extremo de la cuerda, resulta lo suficientemente completa para explicar algo tan complejo como la existencia humana. En lo que respecta a la tensión constructivista y construccionista del concepto del Yo, donde cada uno se ubica en una orilla sin atreverse a nadar juntos, Maturana logra formular una postura conciliadora que reconoce claramente la existencia del carácter social e individual en el Ser humano. Al respecto, afirma que “los seres humanos somos seres sociales: vivimos nuestro ser cotidiano en continua imbricación con el ser de otros” (2006, p.71); pero ese sería un solo lado de la moneda. Así que, en la mirada integral que 34
propone el autor, continúa diciendo: “Al mismo tiempo, los seres humanos somos individuos: vivimos nuestro ser cotidiano como un continuo devenir de experiencias individuales intransferibles” (2006, p.71). Todo podría sintetizarse en esta frase: “Yo soy yo, porque tú eres tú, y tú eres tú, porque yo soy yo… Entonces, yo soy yo y tú eres tú” (Ceberio, M. R. y Watzlawick, P. 1998). LA AUTORREFERENCIA
Sería insostenible pensar que, en el contexto psicoterapéutico, el proceso de Autorreferencia, concepto clave del operar de la teoría de sistemas cerrados, sería plausible si se lo piensa desde la idea del Yo que tiene que el Construccionismo social. Se retoma el concepto de Yo, al estar implicado directamente en el ejercicio de autorreferencia, realizando, además, conjuntamente, la lectura desde lo que el Constructivismo plantea acerca de ello, donde lo considera, “como un proceso antes que como una entidad; una entidad que se auto-organiza y auto-actualiza continuamente, un organismo autopoiético […]” (Jubés, Laso, y Ponce, p. 2-3). Esta condición del Yo como proceso lo convierte, no en una estructura sino en un estructurando . Con lo anterior no se tiene la intención de afirmar que el Construccionismo social planteó desde su mirada el concepto de autorreferencia, sino para ampliar el sustento en el orden de lo teórico de la tensión e incongruencia que surge, como en un principio se planteó en este texto, de lo que implica autodenominarse, para un psicoterapeuta sistémico-construccionista, leído desde el ejercicio de la autorreferencia, por ser una categoría central en la teoría de sistemas cerrados, ya explicados. Es decir, que autodenominarse sistémico-construccionista(mente) no es coherente en el orden de lo teórico. Ya se ha afirmado que el Yo, desde el Constructivismo, se sitúa en un lugar donde cobran importancia las instancias intrapsíquicas en interdependencia con su contexto. Esto implica la aceptación de procesos de construcción de realidad y significados a partir de las estructuras mentales, previas, y de la cognición del sujeto en relación con un contexto. Dicho de otra forma, El mundo, en esta epistemología, se concibe en su dimensión humana, en cuanto en él se entrecruzan estímulos naturales y sociales que las personas procesan activamente desde sus operaciones mentales para comprenderlo y adaptarse a él, organizando su universo experiencial y vivencial (Agudelo y Estrada, 2012). Al considerar al Yo como un organismo autopoiético, el mecanismo de operar de los seres vivos, se lo define capaz de autoproducirse, auto-actualizarse y de ser autónomo, determinado solo por su estructura. Por su parte, el Construccionismo social concibe al Yo, desde sus planteamientos, privilegiando una mirada relacional, un Yo social, que se construye únicamente desde la negociación interpersonal, en el discurso de una cultura específica, desde allí “la 35
identidad se configura en torno a las relaciones. El sujeto es social, disuelto en estructuras lingüísticas (Agudelo, & Estrada, Ibíd.). Lo anterior ya da idea de cómo se concibe la categoría del Yo desde los planteamientos del Constructivismo y del Construccionismo social, para la comprensión del operar del principio de la autorreferencia en la denominación psicoterapéutica sistémico-construccionista. Autorreferencia es, entonces, un observar hacia sí mismo a partir de un otro, metaobservación, para ver lo que antes no había visto o lo que ya conocía, pero desde un lugar diferente, sea el sistema consultante o el terapeuta, generando novedosas distinciones, para la emergencia de algo nuevo a través del proceso de la reflexividad; de esta manera, se opera el cambio en autorreferencia, reflexividad, autopoiesis en una relación de co-evolución entre sistema-entorno. Francisco Varela (1998, citado por Garzón, 2008) señala: La noción de autorreferencia, sinónimo de circularidad y reflexividad, tiene tres figuras entrelazadas que circulan, pero que pueden mantener distinciones [estas serían]: en un primer nivel estaría la reflexividad […]; la segunda figura está en la reflexividad como clausura operacional […]. La clausura no es cierre, es decir, ausencia de interacción o la separación respecto del mundo. Se trata más bien de otra manera de comprender la forma en que un sistema se articula con su mundo, [y] el tercer nivel está asociado a la cibernética de segundo orden […]. Por lo tanto, no se podría hablar de autorreferencia, desconociendo la categoría y el sentido del Yo, entendido bajo un proceso que, necesariamente, mira hacia sí mismo, que para operar en autorreferencia es capaz de observarse a partir de otro y que, a la vez, el sujeto que observa opera, de tal manera, que es un observador de sus observaciones, esto es, cibernética de la cibernética; no se observa desde la categoría de lo objetivo porque esta niega la participación del observador en ese mismo observar. En palabras de Bradford P. Keeney (“dado que la Cibernética de la Cibernética, o lo que Von Foerster llama ´Cibernética de segundo orden, sitúa al observador en el seno de lo observado, toda descripción es autorreferencial (1994). Razón por la cual, el Yo mira desde el otro relacional, pero, más bien, son las construcciones que emergen de este las que se ejecutan para decir que somos constituidos desde el otro. Mi modelo –que es un estructurando autopoiético– me construye y construye al otro, quien, a su vez, me construye. Entonces, la autorreferencia no solo opera bajo el Yo individual, ni únicamente bajo el Yo social, como lo privilegia el Construccionismo social. Es un proceso donde, si bien el Yo se autoactualiza (Constructivismo), es autopoiético, para la autorreferencia como condición necesaria de su operar; se da con un otro que presta un lugar diferente creativo, desde donde se miran el terapeuta y el consultante. Supone entonces que, desde dicha lectura, el Yo no se fragmenta en individual y social, se vive la autorreferencia por un sujeto activo en sus procesos de conocimiento, cocreador de su realidad, con experiencias en dominios espirituales, emocionales, 36
cognitivos, relacionales que, desde luego, se construyen, tanto individualmente como producto de la actividad consciente, voluntaria y cognitiva, como también resultado de la red de relaciones en la que todo Ser humano está inmerso inevitablemente. Por lo tanto, se considera que, si un psicoterapeuta se autodenomina sistémicoconstruccionista social, teóricamente hay tensión y contradicción, debido a que ser sistémico necesariamente implica reconocerse autorreferencialmente; a su vez, involucra a un Yo que se auto-actualiza y se auto-organiza, donde el Yo no es ni individual ni social. Se requiere de un otro en una relación pensada de coconstrucción, co-evolución y, simultáneamente, de un ser (individual) que se piensa, re-significa e involucra creativa, novedosa y reflexivamente al observar observándose, y que se incluye en lo que observa. Al respecto, Maturana (1998, citado por Garzón, 2008) dice: “Un Ser humano no es un individuo, sino en el contexto de los sistemas sociales en los cuales se integra, y sin seres humanos individuales no habría fenómenos sociales humanos”. Entonces, si se dice ser sistémico-construccionista, por un lado, es como si se legitimara el ser autorreferencial (sistémico), y al decir ser construccionista es como si a la vez lo que legitimó al ser sistémico lo deslegitimara al pensarse construccionista social, porque esta mirada desconoce al Yo individual que piensa, que sufre procesos cognitivos, mentales, internos, como lo plantea el Constructivismo y que, indudablemente, participa en el ejercicio de observar la observación y observarse en ella, desde el contexto de la Psicoterapia. Surgen las siguientes preguntas: al no ser así, ¿quién, entonces, observa la observación y se incluye en lo observado en el contexto psicoterapéutico: la cultura, los discursos, el lenguaje?, ¿en dónde se dan esos procesos de observación de segundo orden, sino en las estructuras mentales –claro que a partir de un otro–, en un contexto?, ¿cómo opera, entonces, la autorreferencia en el contexto terapéutico, siendo construccionista social, si al individuo (terapeuta y consultante) no se le valida desde esa individualidad? Entonces, ¿cómo se puede realizar la observación a sí mismo a partir de otro (autorreferencia), si no hay un individuo que realice la observación y que se observe en esta solo contextos, discursos, cultura? Por lo tanto, resulta contradictorio teóricamente, pensarse sistémico-construccionista. Como argumento, se trae a la memoria la vivencia de una psicoterapeuta, develando desde su expectativa clínica la pertinencia del concepto mencionado (autorreferencia), siendo para ella un lugar único hacia el cambio del sistema consultante. Paralelamente, se puntúa para el lector del texto, el operar del mismo. CONCEPTO DE YO EN PSICOTERAPIA
IMPLICACIONES CONSTRUCTIVISTAS Y CONSTRUCCIONISTAS Es importante reconocer, que las diferencias teóricas alrededor de la construcción del concepto del Yo, desde miradas constructivistas y construccionistas, implican diferencias 37
significativas en la praxis. Esta idea toma fuerza con los planteamientos de Guillen Feixas, que al respecto propone: “La visión que uno tiene del Ser humano, influye en la manera de estar, en la manera de hacer la Psicoterapia” (1994). A partir de lo anterior, en este apartado se profundizará en dos aspectos, en relación con los procesos psicoterapéuticos y la implicación práctica que tiene leerlos desde el paradigma constructivista y los planteamientos construccionistas. P or un lado, el concepto de cambio, es decir, cómo concibe cada una de las posturas el proceso de transformación del sujeto implicado en un espacio terapéutico y, por el otro, la relación terapéutica, entendiendo en ella la posición que se otorga a la figura del terapeuta y a la del consultante, dentro del sistema de relación de la Psicoterapia. EL CONCEPTO DE CAMBIO
Retomaremos la idea del Constructivismo, acerca de que cada Ser humano es responsable de su conocimiento, es decir, que cada persona en el mundo es responsable de la historia que día a día se cuenta a sí misma, entendiendo que es la que mayor significado y coherencia tiene para sí. Por lo tanto, desde esta postura constructivista entendemos al consultante como quien llega al espacio psicoterapéutico con una versión de sí mismo, que ha constituido hasta ese momento su mejor alternativa, pues da coherencia a las construcciones personales que hace de su historia, pero que, a su vez, son fuente importante de sufrimiento. Puede entenderse, entonces, que, desde el paradigma constructivista, la responsabilidad del cambio se posa sobre la propia persona, pues esta posee, según Feixas (1994), una sabiduría implícita que le permite hacer una negociación de significados, es decir, transformar el significado que él mismo está dando a su experiencia. Este constituye, a su vez, el principal objetivo de la Psicoterapia constructivista. Por otro lado, el desplazamiento que el modelo construccionista hace de un aspecto humano tan importante como la esfera intrapsíquica, genera que ese objetivo de empoderar y responsabilizar de su historia al sujeto dentro de un proceso psicoterapéutico, se vea obstaculizado, pues “el cuestionamiento del Yo le prohíbe atribuir responsabilidad a la agencia, al paciente: la desviará a su grupo inmediato, su sociedad o su cultura” (Jubes, Laso & Ponce). Esta idea permite observar la postura determinista que el Construccionismo social adopta en cuanto a los sucesos culturales y sociales que preceden a una persona, y que inciden en la manera como esta postura concibe el proceso de cambio. Desde el Construccionismo social, ese no preguntarse deja en evidencia cómo el Yo no está concebido como unidad autopoiética y, por tanto, el sujeto no es visto como autorreferente. La ausencia de límites, o sea, el no constituirse como unidad autopoiética, hace precisamente que se caiga en el determinismo cultural, puesto que no existe algo que filtre la información que llega al sujeto de manera indiscriminada de diversas y 38
múltiples fuentes sensoriales, ese mecanismo que le permita hacer una selección de aquello que es relevante para su proceso de construcción. Así mismo, la irrelevancia de los procesos internos, como la cognición y la emoción, abre la posibilidad de pensar en cómo esa información que llega de manera indiscriminada no sufre ningún tipo de transformación, una vez inserta en la persona. Esta información circulará a través de redes de significados sin la carga personal que, por ejemplo, una postura constructivista propondría. Esta idea de determinismo cultural puede contrastarse con los estudios de Humberto Maturana acerca de la herencia y el medio ambiente. Allí se hace la pregunta, tanto por aquello heredado como por aquello producto del aprendizaje. El primer punto importante es entender a los sistemas vivos como sistemas determinados estructuralmente: las interacciones entre los seres vivos y el medio que los rodea tienen como función gatillar cambios estructurales: sí provocar cambios en la estructura del sistema, pero nunca determinar dichos cambios. Maturana es enfático al referir que “lo único que puede ocurrir en las interacciones entre un ser vivo y el medio, es que este gatille en él cambios estructurales” (1996, p. 57). Esta comprensión constituye el primer punto de divergencia en el entendimiento del Ser humano como simple receptor de información, que se determina por ella y que asume una posición pasiva en los procesos de construcción de realidad. También, alrededor del concepto de determinismo, Maturana propone que todos los seres vivos cuentan con una estructura inicial que lo único que determina son las características iniciales del sistema, pero que se modifica, una y otra vez, luego de que empieza a escribir una historia de interacciones, que hacen que el sistema se encuentre en permanente cambio estructural. Nuevamente queda claro, que ninguna condición externa determina al sujeto y que este, como ser libre y autopoiético, decide qué movimientos hacer frente a estímulos presentados por el medio, con el fin de generar (o no) cambios en su estructura. Cabe resaltar que las variaciones que se dan en la estructura tienden a preservar la existencia y organización particular del sujeto. Maturana y Varela aclaran que: Todo cambio estructural ocurre en un ser vivo necesariamente acotado por la conservación de su autopoiesis, y serán perturbaciones aquellas interacciones que gatillen en él cambios estructurales compatibles con dicha conservación, e interacciones destructivas las que no. El continuo cambio estructural de los seres vivos con conservación de su autopoiesis está ocurriendo a cada instante, continuamente, de muchas maneras simultáneamente. Es el palpitar de toda la vida (2003, p. 67). En el Constructivismo se entiende un Yo que posee la responsabilidad de autoorganizarse y auto-actualizarse a través de la autorreferencia, pues en el conversar con el otro y al ser una unidad autopoiética, permite el ingreso de nueva información que da cuenta de novedades que, interiorizadas y transformadas, le conceden generar cambios que lo llevan a buscar nuevamente el equilibrio. 39
Podría decirse, entonces, que la postura construccionista entiende que el cambio opera solo en la relación, es decir, se produce transformación cuando logra darse un cambio en los espacios discursivos en que está inmerso el sujeto, pero esto implica necesariamente que tiene que existir movimiento de todas las partes que conforman el sistema relacional. Si el cambio se da a nivel individual no genera impacto, pues recordemos que desde esta postura el sujeto es impensable como individuo. Diferente sucede desde el paradigma constructivista, donde se reconoce que la construcción que la persona hace de sí mismo se da en un contexto histórico, evolutivo, social y afectivo que lo valida constantemente, pero que también asume la individualidad del sujeto desde sus procesos internos y el protagonismo de estos en las construcciones que este hace de la realidad. Así, el cambio desde este paradigma es leído en clave de autorreferencia, pues admite que el consultante requiere de otro que le preste un nuevo lugar de observación de sí mismo, que le permita auto-actualizarse y resignificar su discurso acerca de su propia historia y los agentes que actúan en ella. El Constructivismo reconoce la interdependencia existente entre el sujeto y el contexto, pues entiende que el sujeto habita lo social y lo construye día a día. Al respecto Maturana plantea “solo cuando el individuo cambia puede aparecer el cambio social” (1998). La autorreferencia lleva al psicoterapeuta, de manera reiterada, una y otra vez, a preguntarse: ¿Desde qué lugar estoy leyendo al otro? Y si desde ese lugar desde donde lo estoy mirando, ¿es el lugar que el otro necesita para que emerja el cambio? De esta manera, el Constructivismo plantea el cambio, dado en autorreferencia, donde no cobra únicamente sentido el Ser individual con sus procesos internos y cognitivos, sino reconocido en ámbitos más amplios que la propia individualidad, esto es, la pertenencia de ese individuo a contextos particulares, culturales, sociales, que coevoluciona y se retroalimenta a partir de otro en una relación sistema-entorno. LA RELACIÓN TERAPÉUTICA
Las diferentes concepciones del Yo y del cambio, desde ambas posturas, inciden también en la manera como se concibe el rol del terapeuta en el espacio de la Psicoterapia, pues una postura constructivista, que da valor e importancia a las construcciones individuales, acepta que el terapeuta posee un conocimiento válido, que le permite actuar de manera intencional en la conversación con el otro, con el fin de gatillar en el consultante nuevas reflexiones que le permitan nuevas explicaciones de sí. Aquí se reconoce con tranquilidad la terapia como un espacio de dos expertos que conversan. Al respecto, Héctor Fiorini asegura “el paciente es una mezcla de ignorancia y saber, y el terapeuta también” (p. 3). Es decir, el consultante siempre sabe algo que el terapeuta ignora y viceversa. Por un lado, quien asiste a terapia se considera un experto en su propia historia de vida, lo cual constituye un insumo indispensable para la conversación, pero es el terapeuta quien posee un conocimiento teórico y práctico, para, 40
a través de la conversación y por autorreferencia, hacer que el consultante reconozca y entienda, de diferente manera, su dilema de vida, y asuma la responsabilidad que tiene en la emergencia y mantenimiento de este. A partir de allí, se espera que el consultante pueda construir nuevas narrativas que le permitan re-relatar su vida con nuevos significados, que impliquen para él coherencia y alivien el malestar. Por otro lado, las posturas construccionistas despojan al terapeuta de todo conocimiento científico que guie un proceso terapéutico y reducen su papel a una postura colaborativa, en la cual su función se dirige a ayudar al consultante a encontrar nuevos lenguajes, a prestarle una nueva voz para conversar, que le permita entrar en un juego distinto del que ha estado inmerso. Esta posición es entendida como una postura humilde: El experto deja de ser experto y pierde toda su autoridad en el espacio terapéutico. Marcelo R. Ceberio (2008) tiene una postura que resulta interesante. Él asegura que las relaciones terapéuticas siempre, absolutamente siempre, son asimétricas, pues se constituyen como relaciones de poder, debido que es el paciente quien llega al escenario terapéutico en busca de la ayuda del profesional, y eso ya tiene consideraciones en la posición que uno y otro ocupan en el proceso psicoterapéutico. Pero esto no quiere decir que sea una relación de sumisión, por el contrario, cuando el terapeuta logra tomar ventaja de la posición en que lo ubica el otro en el escenario de la consulta de una manera humilde y desde una mirada compasiva, puede favorecer que su palabra y su discurso resulten lo suficientemente novedosos, pero no amenazantes para el consultante y que, de esta manera, pueda gatillar cambios estructurales que permitan al paciente la resolución de sus dilemas. Guillem Feixas refuerza la idea de Marcelo R. Ceberio cuando afirma que la relación terapéutica siempre es asimétrica por dos razones: la primera es que, aunque en ocasiones presta al consultante su propia experiencia para que este pueda observarse desde allí, no es frecuente que en terapia se hablen los asuntos del terapeuta. Y la segunda, que el consultante paga al terapeuta por un servicio, lo que ya le da una connotación diferente a la relación que se construye dentro del espacio de la Psicoterapia (1994). Entonces queda claro, en definitiva, que es una relación asimétrica; nunca podrá darse al consultante y al terapeuta el mismo lugar dentro de la terapia, pero es de suma importancia aclarar que no se habla de que uno sea más o mejor que el otro. Es, simplemente, que se reconoce a ambos con experticias distintas, lo que los ubica en lugares igualmente diferentes e importantes dentro del sistema de relación. La postura del terapeuta constructivista será siempre la del no saber, la de ingenua curiosidad frente a la experticia del consultante, con la cual tratará de comprender cómo, para la persona que tiene enfrente, su dilema resultó ser la forma más significativa de construirse, para poder desde allí colaborar en la construcción de nuevas alternativas igualmente significativas y coherentes para el consultante. Queda claro que el terapeuta sabe llevar la conversación, conoce los principios de la Psicología que guían sus procesos… “tiene no solo el saber, sino la responsabilidad de mantener el contexto terapéutico como un contexto donde el cambio sea posible, y en definitiva tiene una 41
formación que en algún momento es útil para el proceso terapéutico […]” (Feixas, 1994, p308) Al respecto tres psicoterapeutas conversan desde un escenario clínico, a partir de sus argumentos autorreferenciales.
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ALCANCES O LÍMITES DEL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL EN PSICOTERAPIA
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ontinuando con las conversaciones a partir de un escenario psicoterapéutico, surgen cuestionamientos respecto a la práctica terapéutica, epistemológica y metodológica de la Psicología, actualizada con el pensamiento posmoderno de la época sobre las construcciones del conocimiento, realidad y verdad, con base en el paradigma constructivista sistémico y los postulados socio-construccionistas que se han venido desarrollando a lo largo del escrito, explicando concepciones sobre el Yo, el cambio y la relación sistema-entorno, que nos ocupa a partir de este escenario, para no entrar en contradicciones (sobre aseveraciones sistémico-construccionistas) destacándose como una necesidad de actualización para el psicoterapeuta contemporáneo que se dedique a ejercer la práctica clínica, con la ética pertinente frente a la responsabilidad de aplicar debidamente su profesión preservando el contexto terapéutico, por el impacto humano y social de la misma, en concordancia y co-evolución con su historia. Por lo tanto, la pregunta que abre este cuestionamiento gira en torno a: ¿es el Construccionismo social un modelo aplicable en la Psicoterapia de acuerdo con sus postulados? Según el postulado constructivista sistémico y socio-construccionista, es notorio que el Ser humano es interdependiente desde su nacimiento, en co-evolución con su entorno, construyendo, deconstruyendo y co-construyendo significados en sus acciones coordinadas a través del lenguaje, donde se encuentran ideológicamente las posturas. Sin embargo, centrados desde un contexto psicoterapéutico, el Constructivismo sistémico, leído desde la teoría de sistemas cerrados, reconoce a un Yo, autopoiético y autorreferente, determinado desde su propia estructura; por tanto, el psicoterapeuta se reconoce como un otro/entorno que posibilitará, en el sistema consultante, un escenario de múltiples teorías frente a sí mismo y los demás, movido por la experiencia única de cada uno que, como sistema terapéutico, vamos co-construyendo conjuntamente en una conversación armonizada, con sentido e intención de cambio, operando en las diferencias que se dan gatilladamente en la interacción, en la reflexividad, en la clausura operacional y a través de las observaciones de las observaciones. En ese caso, el encuentro de las posturas en un dominio terapéutico, evidentemente, entraría en incongruencia con el Construccionismo social, en la deslegitimación del Yo y, al enmarcar el cambio exclusivamente en la construcción relacional, en el lenguaje y en las nuevas narraciones, pierde de vista la operación sobre las personas que puntúan, asimilan, distinguen, amplifican y narran determinados hechos cargados de emoción, como sí lo hace la teoría de sistemas cerrados, manifiesto en la amplificación de la operación frente a lo que ocurre en el sistema terapéutico, evidente por su dominio en un contexto psicológico con necesidades de transformación. Se deja en claro la aplicabilidad del Constructivismo sistémico en Psicoterapia por su claridad frente al Yo, el operar del cambio y el sistema-entorno, lo cual no se pretende redundar. Por el contrario, se desea preguntar al Construccionismo social: ¿cómo podría llegar a ser un modelo aplicable para 43
la Psicoterapia sin tener en cuenta a un Yo que significa, para generar un espacio conversacional? Gergen afirma, que “el contexto marca la manera como se construyen las relaciones y que es necesario abandonar la idea de comprender al individuo para centrarse en su matriz relacional” (2010, p. 45). Por consiguiente, de acuerdo con esta postura, los esfuerzos del Construccionismo social centrados en el contexto se muestran difíciles, respecto a su aplicabilidad conceptual y metodológica en la Psicoterapia; al delimitar el abandono del individuo, incongruente con el proceder profesional y epistemológico de un psicoterapeuta, desde allí realizaría sus puntuaciones y distinciones, se debe privilegiar la intención del cambio, como expectativa del consultante al llegar, por sus propios medios a un escenario psicológico, demandante de cambio, con necesidades de diferenciación en un nuevo espacio, con la idea de interiorizar nuevos significados, adquirir facultad de decisión, responsabilizándose de su desarrollo, comprendiéndose como capaz de transformar su realidad. Por el contrario, bajo el postulado construccionista, al centrar la atención en las relaciones, el cambio quedaría sujeto al entorno, dependiente de las coordinaciones de actividades conjuntas, las que legitimarían al Yo en su contexto. Por tanto, consecuentemente en Psicoterapia, las posturas resilientes perderían congruencia, por lo cual, ¿qué sentido tendría un espacio psicoterapéutico sin un Yo que signifique, responsable de su propio cambio? Estas preguntas reafirman y develan el cuidado ético, como se ha venido subrayando, ya que el psicoterapeuta, igualmente, no se podría desconocer como un otro implicado, de lo que se deduce que, tanto el terapeuta como el sistema consultante, al ser reconocedores de su poder de transformación, son los que hacen del espacio un sistema terapéutico. Hasta el momento, se pueden visualizar tensiones en la aplicabilidad del Construccionismo social como posible modelo psicoterapéutico; observado desde este escenario (el sistema terapéutico), el psicoterapeuta se podría cuestionar ¿quién reduciría complejidades en dicho espacio, para que el cambio sea posible?, concepción fundamental de sentido y significado para el contexto. Según la teoría socio-construccionista sobre las relaciones de poder, el profesional debe negarse como otro y de su condición de experto, por una condición de no saber, de ignorancia, en una posición colaborativa, para que continúen las conversaciones, ya que, en una relación jerárquica, el sistema tendría un dominio de poder. Cómo evitarlo, si la Psicoterapia también es un servicio de carácter económico, donde se entreteje invisiblemente una transacción simbólica, haciendo que exista una responsabilidad compartida, atribuyéndole al terapeuta la responsabilidad de ser un experto; de lo contrario, el sistema consultante no tendría por qué acudir con su problema. Aun así, el terapeuta no podría negar su experticia profesional, ni la experticia del consultante sobre su experiencia. A partir de allí podríamos pensar en la importancia de la corresponsabilidad del sistema terapéutico como generador de cambio, de sujetos pensantes y activos en el proceso de transformación, quienes conjuntamente reducen complejidades, cada uno 44
desde un lugar que le presta al otro (observaciones de segundo orden) y encontrando diferencias en las distinciones, que le dan mayor forma a la experiencia y preservación de su existencia como ser autopoiético, al reconocerse mutuamente su potencial de evolución. Postura constructivista sistémica que se hace explícita en la siguiente cita de Humberto Maturana y Francisco Varela: Los cambios estructurales que, de hecho, se dan en una unidad aparecen como “seleccionados” por el medio mediante el continuo juego de las interacciones. Y, como consecuencia, el medio puede verse como un continuo “selector” de cambio estructural, que el organismo sufre en su ontogenia. El acoplamiento estructural es siempre mutuo; ambos, organismos y medio, sufren transformaciones (2003, p.90). Es decir, necesariamente el Ser humano, por su condición natural, está realizando reducciones de complejidades inherentes a cada uno; por lo tanto, terapeuta como consultante co-evolucionan, haciendo innegable la posición de experto de cada uno tiene, y del espacio un sistema terapéutico. El psicoterapeuta debe estar preparado en su autorreferencia como persona y como profesional, para ser un experto que le muestre al otro, consciente de su propia experticia, sus posibilidades de resolver el problema. Con esto, se observa la postura de humildad del Construccionismo social en Psicoterapia como una concepción de poco reconocimiento del sí-mismo, del terapeuta y del sistema, reconocimiento fundamental para coevolucionar hacia el cambio. Los biólogos Konrad Lorenz y Rupert Riedl concluyen, que la autoconciencia en el lenguaje humano surge mediante la comunicación de “representación” del mundo, que los organismos humanos adquieren mediante mecanismos seleccionados (de cogniciones del propio mundo) a lo largo de la filogenia de la especie, y que la ontogenia individual “adapta” (dentro del límite posible) a su propia sobrevivencia (citados por Maturana y Varela 2003). En un dominio terapéutico, teniendo en cuenta las citas anteriores y el desarrollo de todo el escrito, el cambio desde el Constructivismo sistémico refleja nuevos órdenes de significados. Cambio sería igual a autopoiesis, genética, biología, clausura operacional, adaptación, preservación, selección, organización desde la estructura propia en coevolución, que hace el individuo en interacción constante con su medio, siendo la persona quien ordenaría su existencia y su forma de relacionarse. En ese caso, existiría corresponsabilidad del terapeuta y del consultante hacia el cambio, cada uno aceptándose como un otro que gatilla autorreferencialmente, en un escenario que debe proporcionar seguridad para preservar la emoción como instinto natural, que el Construccionismo social desconoce, ubicándose desde una posición reduccionista que no posibilita un lugar de observación desde un sistema terapéutico. En dicha medida se concluye que la aplicabilidad del Construccionismo social hace referencia a su foco de atención e interés. En el Construccionismo social se muestran, según Gergen (citado por Jubes, Laso & Ponce) “Para el construccionista, la racionalidad precede a la individualidad; el reto construccionista, por consiguiente, es moldear una realidad de cualidad relacional, inteligibilidades lingüísticas y prácticas asociadas que ofrezcan una nueva posibilidad a la vida cultural” (1998) delimitando su intensión de 45
cambio en otro contexto, en otro dominio. Por consiguiente, la reflexión sobre el Construccionismo social, como modelo terapéutico, se relaciona más como argumentos que han enriquecido el proceder de la Psicoterapia desde el punto de vista autorreferencial a nivel teórico, con la capacidad de reconocer a una persona en un contexto particular, con la idea de preservar su integralidad, concluyendo que, con el Construccionismo social, el psicoterapeuta puede conversar con claridades respecto a sus límites, de acuerdo con los principios epistemológicos constructivistas sistémicos que orientan su proceder, para garantizar el espacio terapéutico en pro de su intención: el cambio. Ser un Psicólogo contemporáneo implica entenderse a sí mismo en un espaciotiempo particular, teniendo en cuenta las construcciones científicas a lo largo de la historia. En la actualidad, se necesita ser consciente de los límites del escenario y de las fronteras, sólidas pero flexibles, para relacionarse con otros modelos psicológicos; al igual que comprender claramente el paradigma que sustenta su forma de observar la realidad en el conocimiento de lo humano en pro de la trasformación, para no entrar en contradicción, reconociendo los límites y los alcances en cada área del conocimiento a nivel psicológico, nutriéndose de las diversas perspectivas, pero con un eje. Un Psicólogo debe encontrar claridad respecto a las intenciones de cambio, desde donde se posiciona, relativas de cada contexto, estudio o punto de análisis, así que, las distinciones autorreferenciales del psicoterapeuta son vitales en su ejercicio. Al final de cuentas, la relación terapéutica se basa en una relación entre un ayudado (el paciente) y un “ayudador” (el terapeuta), quienes se encuentran en un espacio temporal irrepetible. Todo transita en un contexto terapéutico regido por una serie de reglas, tanto tácitas como explícitas, que organizan la relación. En este espacio relacional se intercambian lenguajes analógicos y digitales, metáforas y literalidades, gestos y palabras, armando o, mejor dicho, co-construyendo una narración que habla sobre el malestar y la solución. Debemos tener cuidado en entender la dinámica de un sistema cerrado y aoutopoyético, puesto que, si bien la organización del sistema genera su propia organización, en los sistemas humanos es sumamente difícil hablar de sistema cerrado definitivamente. La autopoiesis es posible por las interacciones con el contexto, es decir, el permanente intercambio con otros sistemas posibilita la vida de los sistemas. Los sistemas asimilan información, la acomodan, la organizan en categorías y esa es la base del trazado de distinciones, que en la narración se traduce en las puntuaciones de secuencia de interacción. En síntesis, un sistema es autopoiético y autorreferencial por su dependencia con el entorno o, más bien, por su interdependencia. Esa retroalimentación es lo que vuelve autónomos a los sistemas. Las intervenciones del terapeuta, como perturbaciones al sistema del consultante, pueden generar cambios, introducir información nueva; su sistema cambiará, pero no perderá su identidad. En consecuencia, se presenta el último caso, como muestra de dicha interiorización. Los postulados constructivistas y construccionistas generan nociones importantes para considerar en la praxis terapéutica, concluyendo en la relevancia de la idea del cambio en 46
Psicoterapia, de acuerdo con los objetivos de cada escenario, donde la persona relacional es generadora de sentido, reflexión y evolución, capaz de reinventarse permanentemente, posibilitar cambios en su entorno. Las ideas construccionistas, por el contrario, constituyen un aporte teórico autorreferencial para el psicoterapeuta, en la relación terapeuta-consultante, hasta cierto punto: al considerar experto de su propia experiencia al consultante, no sin desconocer la experticia del terapeuta, ni desconociendo a dos personas coexistentes para la coconstrucción de nuevos significados en el juego del lenguaje, pertenecientes a un medio cultural que incide en la suma final de significados construidos. REFLEXIONES
Las diferentes lecturas que cada una de las posturas pertenecientes al paradigma posmoderno hace de conceptos como el Yo, el cambio y la relación terapéutica, permiten adoptar una posición política frente a la eficacia de cada una de ellas, para explicar los fenómenos psicológicos en la práctica clínica. Ante esto, podría decirse que se presenta simpatía con algunas de las premisas básicas que el Construccionismo propone alrededor del ejercicio de la construcción de la realidad. Queda claro que, la realidad, es una construcción subjetiva que se cimienta en interdependencia con el ambiente, es decir, que el contexto, como lo propone el Construccionismo, es condición necesaria para que se dé el proceso de construcción, pero no el único escenario, puesto que queda la inquietud por el lugar del sujeto en relación con dicho contexto. Esta idea, que resulta reduccionista, hace que la lectura que el Construccionismo hace de los fenómenos psíquicos y su forma de operar, resulte incomprensible en la práctica e incluso ingenua, dejando una sensación de desdén e inconformidad, pues epistemológica y metodológicamente no logra claridades desde un escenario psicoterapéutico. Negar el carácter intrapsíquico que cobija a todos los seres humanos, determinándolos como seres sociales que se construyen solo a través de su conversación con otros, implica pararse desde posturas deterministas que eliminan categorías como la libertad y la autonomía de la esfera de lo humano 3, categorías que resultan importantes a la hora de pensar en el cambio, puesto que desde esta mirada, la responsabilidad de la transformación recae sobre los espacios discursivos en que está inscrita la persona, haciendo que esta atienda, de manera pasiva, a los movimientos culturales que experimenta; esto es llevar la esencia humana a límites reduccionistas. También es ingenuo pensar en relaciones simétricas dentro del espacio terapéutico, como lo propone el Construccionismo, pues será imposible despojar al terapeuta de su conocimiento como experto en el quehacer psicológico. Siempre existirán diferencias en la posición que consultante y terapeuta ocupen dentro del proceso psicoterapéutico, empezando por el carácter económico y transaccional que constituye la terapia, donde es el consultante quien paga por servicios especializados a la persona del terapeuta, y es él 47
quien llega con una demanda específica, que necesitará de otro (terapeuta) que permita la autorreferencia para operar el cambio. Es así como el paradigma constructivista, con la lectura que hace de la relación sistema-entorno es clave de co-evolución: Brinda claridades frente a los vacíos que, por el contrario, el modelo construccionista deja. Aquí se le da un lugar al sujeto en el proceso de construcción, donde, por efecto de la retroalimentación, se generan cambios permanentes, tanto en el sujeto como en el contexto, pero entendiendo al protagonista del proceso como un ser autopoiético, capaz de auto-organizarse y auto-actualizarse, operando en clausura operacional que, queda claro, no es una posición solipsista –donde se niega el intercambio con el medio–, sino, por el contrario, se advierte que existe tal intercambio, reconociendo los límites del sistema, con los cuales tiene la capacidad de permitir el paso o no de determinada información, siempre dependiendo del efecto que esta pueda provocar en la organización estructural del sujeto. Así mismo, reconoce el carácter asimétrico de la relación terapéutica, donde ambos son expertos en asuntos diferentes; por un lado, el terapeuta es experto en el conocimiento psicológico, y por el otro, el consultante, lo es de su experiencia; esta particularidad de la relación los ubica en lugares distintos, con alcances igualmente diferentes. La presencia del terapeuta, como otro que presta un nuevo lugar de observación, se hace indispensable para pensar el cambio, dando fuerza a la idea de seres autopoiéticos y autorreferentes. Ceberio y Watzlawick (2008) señalan que, no obstante, la relación entre terapeuta y paciente debe entenderse como un diálogo, una conversación terapéutica simétrica y horizontal, en el intento de suprimir el juego de poderes, que hace del profesional alguien por arriba frente a un paciente por debajo suyo. “Este interjuego, que raya en una concepción no solamente teórica sino ideológica, permite establecer un compromiso más sólido por ambas partes y un diálogo más distendido y afectivo”. No obstante, desde la práctica clínica, la relación entre profesional y consultante siempre estará teñida de una cierta asimetría, por múltiples razones. Pero, tal distinción casi jerárquica, se sostiene tanto, por un juego de dos, en donde existe un adjudicatario (el paciente) y un profesional que acepta este lugar. Entre las razones que justifican tal asimetría relacional se hallan, por ejemplo, la figura del médico o del Psicólogo como profesionales universitarios, que implica adjudicarles mayor capacidad que el común de la gente, actitud que se traduce en idealización del profesional. También, la urgencia de ser ayudado del que consulta, lo posiciona en el lugar del necesitado frente a otro proveedor; de la misma manera, que uno de los interlocutores es el que presenta el problema y el otro las herramientas para solucionarlo. (Ceberio, M. R. y Watzlawick P. 2008) Cuando se llega a la consulta abatido por su problema, semejante posición down favorecerá la asimetría. Otro de los factores es que, en una persona torturada por un problema o trastornada, tras sus múltiples intentos fallidos para resolverlo, se destruye paulatinamente su autoestima, lo que acentúa más aún la diferencia de posiciones en el 48
uego terapéutico. Pero, habría que diferenciar –si no se cae en un modelo que en su aplicación resulta utópico– que una cosa es que la relación terapéutica de por sí sea asimétrica y otra es que el terapeuta incentive con sus comportamientos tal diferenciación de niveles, mediante, por ejemplo, el trato de Ud. como toma de distancia rígida, uso de guardapolvo para trazar una distinción con el paciente, gesto impertérrito cuidándose de no reaccionar alevosamente ni siquiera con una mueca que altere la neutralidad, negarle al paciente ir al lavabo si lo solicita, falta de permiso para el humor, etc. (Ceberio, M. R. y Watzlawick P. 2008) Por tanto, el Constructivismo, como paradigma integrador, surte de claridad teórica, metodológica y epistemológica al proceso de construcción de la realidad y del conocimiento; el psicoterapeuta contemporáneo la necesita para su ejercicio ético, que le permiti permitirá rá reconocer el e l escenario escenario de su intervención, ntervención, donde el cambio cambio prevalezca, y se identifique conceptual y pragmáticamente la idea de Yo, de cambio y de relación terapéutica, cuyo entendimiento le llevará a conversar con otros modelos psicológicos en pro de la integral integraliidad del sistema sistema consultante.
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Siempre libertad y autonomía bajo los límites del sistema.« sistema.«
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MÁS DE UNA REALIDAD: ALGUNAS DISQUISICIONES SOBRE EL CONSTRUCTIVISMO
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ada una de las partes de este texto rezuma un aire constructivista en cada una de sus intervenciones y deducciones. P arece apropiado, entonces, esbozar algunas definiciones de este modelo del conocer, que ha impactado profundamente en la Filosofía, la Ciencia, la Epistemología, el Arte y la Psicoterapia, entre otros campos. El Constructivismo es un modelo teórico del saber y de la adquisición de conocimiento. En su versión más radical, su planteamiento afirma (coherente en sus premisas: sin certezas) que la realidad no existe como hecho objetivo; es una construcción más dentro de la inconmensurabilidad de construcciones que realiza toda persona, entre las cuales también se encuentra la construcción social. En su desarrollo evolutivo, el Ser humano, como parte de su proceso de adaptación al medio ambiente, intenta edificar una estructura mental que le permita ordenar esa tendencia a la entropía de su experiencia. La parte cognitiva enmarca este ordenamiento en categorías que acomodan perímetros negentrópicos a la entropía de la experiencia. A través de este proceso, va estableciendo experiencias repetibles y relaciones más o menos confiables, construyendo así un mundo al cual llama realidad. De esta manera, el efecto de la comunicación produce, que dos o más individuos que interaccionan y se acoplan estructuralmente en la coordinación de sus conductas, co-construyen un mundo en la relación y su vínculo. Este acoplamiento da lugar a la vida social, del cual el Lenguaje es una de sus consecuencias, pero no la única. En este sentido, el lenguaje no representa la realidad, sino que la construye, es decir, surge de la relación entre humanos, pero – recursivamente-hace a la relación humana. El Constructivismo es una corriente epistemológica desarrollada en su forma más radical por Ernst Von Glasersfeld (1979, 88, 94) y cuenta con algunos investigadores que, en otros campos, han llevado este tipo de pensamiento del ejercicio teórico al pragmático, como el Psicólogo Jean Piaget (1937), el antropólogo G. Bateson, el cibernético H. Von Foerster (1974, 88, 94), el neurólogo W. Mc Cullloch, los biólogos H. Maturana y F. Varela y el fisiólogo y el lingüista P. Watzlawick, y filósofos como Kant (1954), Vico (1958), Wittgenstein (1987). Pero, la preocupación por la relación entre realidad (mundo óntico) y el conocimiento de ella es tan antigua como la Historia de la Filosofía. Immanuel Kant, en los finales del siglo XVIII, en Prolegómenos a toda metafísi ca futura 4, expone que los seres humanos estamos limitados por nuestro aparato perceptivo y que, tanto los objetos de nuestra experiencia como la experiencia misma, son el resultado de nuestra manera de experimentar, es decir, están estructurados y determinados por nuestras categorías de espacio y de tiempo, y que nunca logramos captar la cosa en sí misma. Von Glasersfeld utiliza la analogía de un ciego que cruza un bosque diariamente en búsqueda de un río que queda al otro extremo. Al cruzarlo, tropieza con troncos de árbol, rocas, diversos obstáculos, etc., y superándolos, eventualmente, llega al río. Por lo 53
tanto, en su mente recrea una serie de caminos viables y esa serie tiene cabida, encaja en el bosque real. Pero, para el ciego, su representación mental no contiene ni rocas, ni troncos, ni árboles. Ni siquiera bosque, que un observador externo pudiera ver. Lo que sabemos está en función de nuestras observaciones, no de lo observado y la objetividad; según H. Von Foerster, no es más que la ilusión del sujeto de que la observación se puede realizar sin él. Un Ser humano, desde su nacimiento y en el transcurso de su vida, en el intercambio permanentemente con el medio social, construye con otros, a la vez que conforma construcciones individuales acerca de la realidad. En esta gesta interactiva, se elaboran escalas de valores, pautas de interacción, normas que regulan los procesos, en síntesis, Historia regida por determinados pattern, que son inherentes a esa persona y no a otras. Que existan algunos puntos de vista que se compartan y otros que no, forma parte de los diferentes coloridos que poseen las perspectivas humanas. Todo este bagaje es el que se pone en juego en el momento de la observación. Es el que permite ver eso y no otra cosa. Con lo cual, la mirada no es ingenua, está revestida de todos estos engramas individuales y socio-culturales que generan un determinado mapa o recorte de lo que llamamos realidad. Estos engramas son los que pautan las atribuciones de sentido, y generan la producción de significados expresados a través del lenguaje, como base constitutiva. El epistemólogo J. Piaget, en La Construcción de la realidad del niño (1937), afirma, sobre el desarrollo genético de la inteligencia, que no se trata de la adquisición de una representación fiel de la realidad, sino que el niño la construye. Si bien lo desarrollaremos en el próximo apartado, cabe señalar que esta construcción se opera con base en su experiencia y mediante un mecanismo que posee dos procesos invariables: la organización (y todo organismo desde el unicelular hasta el más complejo se organiza para mantener su identidad) y la adaptación (que depende de la asimilación y la acomodación de lo experimentado). Para poder asimilarlas, un niño acomoda sus experiencias, que surgen de las interacciones con el medio ambiente, a esquemas estructurados en su mente. Así se construye la estructura cognitiva –esquemas de valores y creencias– que los Psicólogos cognitivistas (Beck, 2000) denominan bien, compuesta por las internalizaciones de información acumuladas en cada experiencia. Por lo tanto, códigos familiares y socioculturales que involucran normas y pautas de comportamiento, sistemas de valores y creencias, modelos específicos, entre otros, constituyen un almacén de significaciones , desde el cual se atribuyen referencias semánticas hacia las cosas. Por esta razón se infiere que, solamente de la realidad, se puede observar un mapa determinado, construido por nosotros mismos. Desde esta perspectiva constructivista, dicha realidad es autorreferencial: cada opinión, hipótesis, reflexión, etc., da cuenta del modelo del que percibe. Pero también, cuando observamos, nuestra sola presencia influencia la conducta de nuestros interlocutores (cuando la interacción es humana) y los comportamientos de estos impregnan nuestras propias acciones. Es decir, no solo somos constreñidos en la 54
percepción por el libreto de nuestra estructura cognitiva, sino que, en la interacción, somos partícipes del hecho que observamos. Cada Ser humano hace su propia construcción, por ejemplo, frente a un hecho único. A primera instancia, puede resultar ingenuo preguntarse: ¿si el hecho es el mismo, cómo pueden diferentes integrantes esbozar tan distintas reacciones?, más aún, ¿cómo pueden contar un hecho de manera diferente si es el mismo ? Quizás la respuesta está en la pregunta misma, que nos obliga a distinguir, que no son solo miembros diferentes del sistema, sino que lo son en sí mismos. Diferentes, porque, a pesar de compartir el mismo código familiar y el juego que de este emerge, por hallarse inmersos en el sistema, cumplen distintas funciones, piensan y se emocionan de forma particular, creando distintas realidades acerca de lo mismo. Diferentes, porque, desde su estructura cognitiva: sus valores y creencias, el hecho es atribuido con significaciones que van desde la gravedad hasta la simpleza o la indiferencia. Cada uno, desde su mirada, enfrentará y recortará el hecho, otorgándole un sentido. Las relevancias, entonces, son netamente particulares. Nos sucede cuando leemos un libro y subrayamos las partes que nos resultan más atractivas. Tras los años, lo releemos y nos resultan hasta graciosas las puntuaciones que realizamos. O, cuando nos recomiendan una película y luego, al verla, nos dormimos en la mitad; al salir, nos preguntamos qué film habrán visto nuestros amigos. Ahora mismo: no es el libro que escribo, es el texto que usted construye, a partir de lo escrito. La estructura cognitiva y todos sus contenidos recopilados a través de la experiencia, o sea, los esquemas cognitivos y las creencias, conforman un modelo de conocimiento sumamente complejo. Desde allí, cada uno construye sus opiniones acerca de las cosas y, en las interacciones, plantea los puntos de vista personales. Pero, en el campo de la interacción humana, la disputa por la verdad crea controversia. Todo el mundo se pelea por la objetividad, por quién es el más certero. Cuando hay personas que litigan en búsqueda de la utópica verdad, uno busca la supremacía sobre el otro. Cuando uno de los interlocutores dice al otro: “no tienes razón”; en realidad, le está diciendo: “tú tienes una idea, un pensamiento, una construcción diferente a la mía”. La creencia central radica en creer que lo que veo ES, que la realidad que observo es una fiel representación del mundo y nuestros juicios de valor se acercan a opiniones objetivas acerca de las cosas. Si la estructura cognitiva del observador capta solamente algunos aspectos parciales del objeto observado, quiere decir que solamente podrá elaborar un mapa del territorio percibido. El término mapa sugiere una cierta representación mental (representación como construcción) de la cosa observada. Si pensamos literalmente acerca de esta palabra, el mapa de un país, no es el país, es una escala convencional que nos posibilita orientarnos, por ejemplo, cuando estamos en un terreno desconocido. Todos compartimos esa imagen, pero si recorremos el territorio concreto del país, las vivencias de los observadores serán diferentes, cada uno recortará y verá lo que su cognición le permite ver. De allí la concordancia y divergencia de opiniones acerca de lo observado. Paul Watzlawick (1989) habla de dos tipos de realidades, sobre las que ya hemos 55
hecho referencia: una realidad de primer orden y otra de segundo orden. La primera se refiere a las propiedades físicas que son comprobables de forma objetiva, que se apoyan en pruebas experimentales verificables y repetibles. También, es la realidad del contexto, los patrones cognitivos rectores de una sociedad. Y la segunda, a las atribuciones de sentido, al valor con que se revisten los objetos, situaciones, etc. En su libro Es real la realidad, refiere a un ejemplo: [...] la realidad del primer orden del oro, es decir, son propiedades físicas, son perfectamente conocidas y verificables en todo tiempo. P ero la significación, la importancia del oro en la vida humana desde tiempos remotos y sobre todo el hecho de que dos veces al día se le asigne en una oficina de la city londinense un valor concreto, y que esta asignación de valor tenga una importante influencia en otros muchos aspectos de nuestra realidad, todo esto tiene muy poco o nada que ver con sus propiedades físicas. Esta otra segunda realidad del oro es la que puede hacer de un hombre un Creso, o llevarle a la bancarrota. (pag. 98) El mismo Einstein resaltaba que es la teoría la que determina lo que se puede observar, confirmando de esta manera que nuestros propios esquemas y estructuraciones mentales son los que pautan la posibilidad de realizar una observación y no otra. Además de permitirnos ver, también estos esquemas operan como obstáculo, ya que, de acuerdo con la rigidez de su conformación, imposibilitan la plasticidad y la ampliación de la perspectiva. En general, en el ámbito clínico, es factible observar cómo se construyen realidades, cómo se inventan situaciones en lo que Paul Watzlawick (1984) llama profecías que se autocumplen. Estas profecías son las que generan circuitos recursivos que producen, a modo de bola de nieve, desde una simple angustia hasta un ataque de pánico o, con bastante asiduidad, parte del desencadenamiento de los síntomas fóbicos. Si una realidad es concebida como una construcción personal y, como, tal subjetiva, hablar de descubrimiento es una falacia, ya que este postulado perteneciente a la ciencia clásica presupone que existe una realidad a priori , objetiva. El insight , desde esta perspectiva, más que el descubrimiento del motivo original o de la verdad es, ni más ni menos, que una construcción que calza como aval de lo que le sucede a la persona. Pero si la vida se construye mediante acciones correctoras, si la experiencia misma es acción, no se trata, entonces, de unívocamente reflexionar o buscar la comprensión de la situación como prerrequisito del cambio. O sea, el insight de la Psicoterapia tradicional no nos aseguraría la transformación de la situación problemática. Operar a través prescripciones de conductas, como tareas que impongan una pauta diferente en el circuito generador del problema, posibilitaría una experiencia nueva que lleve a la construcción de una realidad nueva. E. von Glasersfeld (1994) define que el mundo que experimentamos es y debe ser como es, porque nosotros lo construimos, o sea, lo organizamos de esa manera. Lo mismo vale con respecto a los sistemas interactivos humanos. Una identidad del sistema depende de patrones de interacciones y, si bien también nos transformamos en el proceso 56
de relacionarnos interpersonalmente, esta transformación es casi siempre imperceptiblemente lenta. Desarrollamos tácticas para manejar relaciones y estas mismas, también, contribuyen al sentido de quienes somos. Repitiendo la misma manera de hacer las cosas nos confirma quiénes somos. En síntesis, el Constructivismo establece que no existe, en términos ontológicos, una realidad verdadera, sino diferentes realidades subjetivas que varían en función de la perspectiva del observador-constructor (Ceberio M. R., 2006, Watzlawick P. 1988). Tal realidad es producto, entonces, de la perspectiva, los instrumentos del conocimiento y del lenguaje por el cual percibimos y nos comunicamos. El terapeuta sistémico, siguiendo la óptica constructivista (por tanto, abandonando la idea de una verdad ‘científicamente verdadera’ y su efecto tranquilizador), vuelca sus esfuerzos hacia la comprensión de cómo funcionan las cosas y cómo hacer que estas funcionen lo mejor posible. No se interesa por el descubrimiento de profundas realidades ni por el porqué de las cosas (como la obtención de un conocimiento positivista y determinista). La meta es identificar formas de conocimiento y actuación más funcionales, mediante el conocimiento constructivo y su desarrollo en la pragmática. El primer paso supone el hecho de tomar, como punto de partida, las observaciones (construcciones) iniciales de la realidad para intervenir sobre ella y no, como suele ocurrir, partir de una posición determinista, buscando, valiéndonos de una suerte de abstracción selectiva, elementos que confirmen nuestras creencias y objetivos establecidos con antelación. La consecuencia de asumir tal posición sería la traducción de la pregunta ¿por qué? a la pregunta ¿ cómo funciona?. Este giro en la pregunta del investigador permite dirigir la observación hacia aquellos aspectos relativos a la persistencia del problema, más que a su formación. Son muy vigentes y nunca más apropiadas las respuestas a la pregunta reflexiva de Paul Watzlawick en el epílogo de su libro La realidad inventada (1988): “¿Qué experimentaría un hombre que estuviera resuelto a ver consecuentemente su mundo con su propia construcción?”. Según Varela (1984) un Ser humano se volvería más tolerante, si comprendiera que su mundo es el producto de su propia invención, con lo cual respetaría, entendiéndolo, que existen otras construcciones de sus semejantes igualmente válidas. Se sentiría más responsable, ya que asumiría sus proyectos, fantasías, equivocaciones, sus propias profecías creadoras de realidades. De esta manera, la responsabilidad y la comprensión lo llevarían a un estado de plena libertad , ya que sería consciente de que él y nada más que él, es el inventor, el productor de su realidad y que, solamente él, posee las herramientas para transformarla. EL MÉTODO DE ENSAYO Y ERROR ES PARA TODA VIDA
Jean Piaget (1937), señaló, que un niño construye la realidad a través de acciones de exploración, en lugar de formarse una imagen del mundo por medio de sus percepciones. Entre los tres y seis meses, el niño comienza a coordinar su universo visual y táctil. 57
Puede tomar objetos y llevárselos a la vista, que desaparecerán una vez que los ha dejado. Una especie de omnipotencia antropocéntrica en la que cree, por así decirlo, que la existencia de los objetos depende de él. Paulatinamente, y por maduración cognitiva, estas imágenes de las cosas comienzan a tener cierta permanencia en su mente, cuando no están en su campo visual, pero se desvanecerán en corto tiempo, puesto que espera encontrarlas nuevamente en el lugar donde estaban y en un perímetro que delimita, cuando retorne a observarlas. Esta permanencia tiene directa relación con las acciones y no implica todavía la idea de independencia de una actividad orgánica. Todo lo que el niño supone es que, si continúa girando la cabeza o bajándola, podrá ver cierta imagen que acaba de desaparecer, que bajando la mano encontrará de nuevo la impresión táctil que poco antes ha experimentado, etc. (Piaget. 1969. p. 78). El universo del niño es, hasta esta etapa, solamente un conjunto de imágenes indiferenciadas que surgen de la nada a la acción y, cuando esta concluye, vuelven a la nada. En la medida en que evoluciona, las imágenes persisten más tiempo que antes, puesto que intentará hacer permanecer las acciones durante un lapso más prolongado: “[...] al extenderlas, o bien redescubre las imágenes desvanecidas, o bien supone que se hallan a su disposición en la misma situación en que comenzó la acción que se desarrolla” (Piaget 1969. p. 82). De esta manera, Piaget demuestra, en principio, que mundo externo (la realidad), causalidad y tiempo, son el resultado de acciones exploradoras, de lo cual se infiere que, si un niño puede realizar una gama de acciones variadas, entonces es factible que se construyan diferentes realidades. Piaget distingue dos tendencias en el organismo, cuando se enfrenta con el ambiente: la asimilación y la acomodación. La construcción de la realidad se opera sobre la base de la experiencia, mediante mecanismos de organización –ya que todo organismo, desde el unicelular hasta el más complejo, se organiza para mantener su identidad– y de adaptación, que dependerán de los procesos de asimilación y acomodación de lo experimentado. El niño acomodará sus experiencias –que surgen de las interacciones con el contexto– a esquemas estructurados en su mente para poder asimilarlas, pero dichos esquemas a la vez son el producto de experiencias previas, o sea la construcción de la realidad se organiza de manera recurrente: el infante asimilará los sucesos externos que atrae para sí y estructurará lo que llamaremos la conformación experiencial de engramas (construcción de mapas), que provocará las posteriores acomodaciones a nuevos estímulos y recreará la selectividad perceptiva, que posibilita nuevas asimilaciones, y así recursivamente. Toda la información acumulada es archivada en boxes, o carpetas, archivos, cajas que llevan un membrete determinado, algo que podríamos llamar ‘rótulo’. Estas cajas son categorías que reúnen, en cada una, diferentes objetos del mundo. Cada categoría puede unir a diferentes objetos y cada objeto puede adherirse a diferentes categorías. Cada 58
categoría o clase posee semántica, un significado de primer orden que es apropiado por los sentidos (pasa por el tamiz personal) y transformado en segundo orden. Cuando reenmarcamos o re-estructuramos significados, lo que hacemos es recategorizar; por ejemplo, la connotación positiva permite ver aspectos benévolos en una situación catastrófica, o la historia misma es una categoría que aplicamos a nuestro pasado. Cabe señalar que el proceso de ensayo-error se desarrolla toda la vida en nuestro cerebro neuroplástico, lo que le permite continuar tejiendo redes de categorías y significados. En este supranivel, los procesos de adaptación y organización operan también recurrentemente, en relación directamente proporcional a los inputs que proporcionan las correlativas acomodaciones y asimilaciones del proceso de la experiencia. No obstante, las reglas del pensamiento operativo se desarrollan como resultado de la interacción del organismo con su ambiente, con antelación a que se confirmen, anulen o rectifiquen con los procesos del pensamiento abstracto. Este proceso llevará a la creación de un nivel de abstracción que se pondrá en juego en los diversos ensayos y errores que el transcurso experiencial supone, con lo cual el mapa conceptual interno será el producto de las diferentes interacciones pasadas, que pautarán indefectiblemente y de manera circular a las nuevas interacciones, puesto que el proceso acumulativo de experiencia genera tal nivel de abstracción que permite realizar analogías y efectuar isomorfismos. La aplicabilidad de la información acumulada y organizada en categorías, se halla disponible y es utilizada en la experiencia humana permanentemente. La capacidad de abstracción por asociación e isomorfismo, hace al humano más independiente, mientras que sus conocimientos puedan ser efectivos en la aplicabilidad para resolver los problemas que plantea la experiencia. Si no es posible, la interacción con el medio le permite encontrar personas más idóneas en la solución, quienes le suministrarán información nueva que, acumulada, acomodada y organizada, recreará nuevas categorías y generará nuevas redes neurales. En este pivote recurrente, las estructuras orgánicas y cognitivas evolucionan de manera similar y los procesos de selección se efectúan por el Método ensayo-error. El Método ensayo-error es un procedimiento heurístico que le posibilita a un sistema buscar modificaciones conductuales, cuando se encuentra en un medio desconocido, para asegurar su adaptación y regularidad. La epistemología se construye gracias a la aplicación de este método. Cuando en el devenir de la experiencia se deconstruyen y reestructuran significados, no implica que se anulen las categorías y sus significaciones. No se abandonan, por el contrario, quedan ancladas y son absorbidas por las nuevas categorías o al menos tomadas como ejemplos en contrario. Este mecanismo se refleja en el lenguaje, en la distinción entre lo metafórico y lo literal o ciertas frases que adquieren una significación alternativa o doble significado; por ejemplo, se observa que ciertas palabras, en algunos países, poseen una doble y hasta triple significación. P or ende, cuando una persona cambia de contexto –aunque en este se hable la misma lengua–, producirá modificaciones en la significación que tendrá sus implicancias en la pragmática, construyendo realidades alternativas a las originales constituidas en el lugar de origen. 59
Ashby describió el proceso investigado por Piaget, permutando los términos ensayo y error por búsqueda y fijación –búsqueda de estímulos y fijación de conceptos– considerándolos términos más adecuados. De esta manera, un sistema, a través de su complejo conductual, desarrolla su estructura adaptativa que no está preestablecida y en cambio es determinada en gran parte por las interacciones que se generan a partir de la adaptación que hace el hombre a los desafíos del contexto. Y si bien se está a la debacle de la entropía del contexto. Entonces puede parecer arbitrario o casual a un nivel, aunque […] resulta difícil hablar de casualidad desde una perspectiva sistémica. Cada uno de los hechos del universo contribuye al equilibrio del ecosistema. Un hecho casual obedece a la esfera de lo fortuito e imprevisible. Desde un nivel lógico inferior, es factible hablar en estos términos: existen hechos (constituidos en eventos para la persona) fuera del cálculo de posibilidades de aparición, tildados como casuales. Pero en un orden lógico superior, en donde operan mecanismos correctores (negentrópicos), estos hechos adquieren una reinterpretación, encontrando un por qué circular que construye o colabora a la homeodinamia del sistema. Parece ser, entonces, más apropiado hablar de causalidad. (Ceberio M R, Watlawick, P. 1998. Pag. 87) Desde una óptica cibernética, este método no es, ni más ni menos, que un circuito de retroalimentación, en donde las rectificaciones –a través de la introducción de información nueva– permiten corregir los ángulos de desviación (los errores) y solo de esta manera es posible el aprendizaje. En lo que respecta al conocimiento, entonces, todo nuevo pensamiento deberá adaptarse a un diseño previo de estructuras conceptuales, de tal forma que la abstracción que se realiza no genere una contradicción con lo aprendido (que fue transformado en modelo conceptual) y si esta se produce, o se cambia el nuevo pensamiento o bien deberán modificarse las viejas estructuras. Piaget perfeccionó esta idea hasta llegar a convertirla en una teoría del desarrollo cognitivo, concluyendo que la cognición es una actividad adaptativa. No obstante, cabe resaltar que no solo la cognición es adaptativa, las emociones también. Las emociones básicas, que ya describimos en otra parte, (alegría, tristeza, asco, ira, miedo y sorpresa), son fenómenos biológicos que han servido para que el hombre pueda adaptarse y sobrevivir de cara a los diferentes contextos. E. Von Glasersfeld señala, que solamente es posible entender a Piaget en forma ‘coherente’, cambiando la concepción de lo que significa conocer y conocimiento, implicando pasar de lo representacional a lo adaptativo. Desde esta visión, es necesario abandonar la vieja teoría de que el conocimiento nos permite una representación del mundo, una imagen externa a nosotros –objetiva–, sino, más exactamente, un determinado mapa de lo que podemos hacer en ese ambiente en donde se experiencia. Lo que conocemos, entonces, es un recorte, una construcción que se adapta a un modelo conceptual previo, al cual otras construcciones de posteriores actos cognitivos se adaptarán y lo enriquecerán, y así recursivamente. En este sentido, somos más transparentes de lo que creemos ser. Interesante citar 60
la diferencia que plantea Ronald Laing acerca del término ‘dato’: “Aquello que la ciencia empírica denomina ‘datos’, para ser más honestos, deberíamos llamarlos ‘captos’, ya que, en un sentido muy real, son seleccionados arbitrariamente por la índole de las hipótesis ya formadas”. (citado por Spencer Brown. 1973). ‘Dato’, significa lo que es dado. Esta definición es coherente con la antigua concepción del conocer, la representacional, por lo tanto, desde esta perspectiva se puede afirmar que el mundo externo ofrece un sinnúmero de datos observables. ‘Capto’, en cambio, refiere a lo que es captado, y se aplicaría al concepto del conocimiento adaptativo, con lo cual podríamos ‘capturar’, de ese sinnúmero de datos, solamente algunos. Pensar en términos de datos implica pensar utópicamente que nuestro aparato cognitivo tiene la posibilidad de percibir objetivamente y en forma pura (sin atribuciones de significado), los elementos por describir que ofrece el mundo externo. Las estructuras conceptuales solamente le permiten al observador captar algunos de esos datos, de acuerdo al modelo epistemológico con que se construya, mientras que el resto ‘aparecen’ como puntos ciegos. Para el observador, no existirían una cantidad de datos, sino solo algunos factibles de captarse por calzar con sus estructuras conceptuales. Y allí está el conocimiento como autorreferencial y constitutivo de una realidad única (la del observador). Esta realidad podrá ampliarse cuando en la interacción, tal vez desde otra perspectiva, otro observador ofrezca su mapa (compuesto por estructuras conceptuales diferentes, que poseen captos diferentes) y en este acto co-constructivo, esa realidad se redefina”. (Ceberio M R, Watlawick, P. 1998. Pag. 79) Este mismo esquema de pensamiento nos lleva a relativizar la frase que señala el mapa no es el territorio , puesto que ¿de acuerdo a que óptica se realiza dicha afirmación? Para el observador en la espontaneidad de su experiencia, el mapa es, desde su captación, el territorio. Es la confirmación de la verdad de una realidad única (la de su propia construcción). Desde un metanivel más reflexivo, podríamos pensar que existe un territorio compuesto por otros elementos para captar, pero nuestro conocer, limitado por nuestro modelo de conocimiento, nos permite obtener tan solo un mapa de lo que vemos. O desde la confrontación con el acto cognoscitivo de otro observador, quien tiene la cualidad de captar otras propiedades del objeto observado –o sea, de elaborar otras construcciones– que, cotejadas con las nuestras, arrojan diferentes perspectivas, por lo tanto, el mapa no es el territorio. La pregunta sería entonces, ¿cuál es el territorio? (la realidad cero [0]) cuestionamiento difícil de responder, pues nunca lo llegaremos a conocer en su totalidad. Un cuento clásico sufí, Los ciegos y la cuestión del elefante, a través de la versión de Hakim Sanai (1150), ilustra las diferentes construcciones que pueden formarse acerca de la misma cosa. Se trata de una ciudad, en donde todos sus habitantes eran ciegos. Un cierto día, acampa en las afueras un rey con su cortejo, que tenía un elefante, que usaba para atacar e incrementar el temor de la gente. La población estaba ansiosa por conocer aquel animal, y algunos ciegos se precipitaron hacia él, con el fin de describirlo. Como no 61
tenían idea acerca de su forma, trataron de reunir información, palpando alguna parte de su cuerpo. Cuando regresaron a la ciudad, cada uno creyó que sabía algo sobre la bestia. Las personas se apiñaron a su alrededor, ansiosos por saber y buscando equivocadamente la verdad en boca de aquellos; preguntaron, entonces, por la forma y el aspecto del elefante. Al hombre que había tocado la oreja le preguntaron sobre la naturaleza del elefante. Él dijo: es una cosa grande, rugosa, ancha y gruesa como un felpudo. Y el que había palpado la trompa dijo: Yo conozco los hechos reales, es como un tubo recto y hueco, horrible y destructivo. El que había tocado sus patas dijo: es poderoso y firme como un pilar. Cada uno había palpado una sola parte de las muchas. Cada uno lo había percibido erróneamente. Ninguno conocía la totalidad. [...]. (Idries Shah. 1967. p. 58). Tal vez, este sea el punto en cuestión, cómo conocer la totalidad , acción que, desde las ciencias de la complejidad, resulta utópica. Podríamos preguntarnos si cada uno de los ciegos percibió erróneamente, o si sería más acertado reformular la frase, señalando que, cada uno, construyó una imagen del mundo y, para cada uno, esa construcción era verdad. En el campo de la interacción humana la disputa por la obtención y reconocimiento de la posesión de la verdad, se pone en juego, por ejemplo, en la controversia de dos mapas diferentes. Esto quiere decir que, cuando dos personas litigan en función de la verdad acerca de algo y poseen opiniones diferentes sobre ese algo, si uno le señala al otro esto no es así, estás equivocado, en realidad le está diciendo, tú tienes una construcción diferente a la mía. Si la estructura conceptual del observador capta solamente algunos aspectos del objeto observado: es su propio mapa el que veda la posibilidad de describir lo que sería la totalidad del objeto, o la cosa concreta en toda su magnitud. descubrir el territorio, como búsqueda de la verdad y de una realidad última, resulta la acción utópica que postulaban las ciencias modernas positivistas. The name is not the thing 5, sentencia la frase que Paul Watzlawick recrea con el ejemplo del proverbial esquizofrénico que, apoyándose en lo literal, termina comiéndose la carta del menú del restaurante en lugar de la comida (y además se queja por su mal sabor), y comienza a sospechar que alguien conspira contra él y desea envenenarlo. (Ceberio M R, Watlawick, P. 1998) Este mapa es expresado a través del lenguaje, y es este mismo el que muestra la subjetividad y autorreferencialidad en la mirada, por medio de los significados que son atribuidos a la cosa observada. En el plano sintáctico, por medio de las convenciones lingüísticas, en los sustantivos y adjetivos calificativos principalmente, es donde se ponen de manifiesto las expresiones más claras de las atribuciones semánticas individuales, por sobre los objetos del mundo externo, por lo tanto, el nombre no es la cosa que se nombra. El nombre es el convenio por el cual llamamos a algo de una determinada manera, es el que nos permite –a través de un código lingüístico– comunicarnos e 62
intercambiar, saber acerca de lo que se habla. La atribución de valor semántico se observa más en las adjetivaciones. La analogía que plantea el término ‘mapa’, sugiere una representación mental (representación como construcción), de la cosa observada. Si pensamos literalmente acerca de esta palabra, el mapa de un país, no es el país, es una escala convencional que nos posibilita orientarnos, por ejemplo, cuando estamos en un terreno desconocido. Todos compartimos esa imagen, pero si recorremos el territorio concreto del país, las vivencias de los observadores pueden ser diferentes: cada uno recortará y verá lo que su cognición le permite ver, de allí la concordancia y divergencia de opiniones acerca de lo observado. En el ámbito clínico, cuando observamos familias o pacientes individuales, que llegan con su sintomatología o con problemas sostenidos por una construcción determinada (recordemos que un problema es una atribución de sentido por sobre una dificultad): para ellos el mapa es el territorio (el problema es su realidad) y así, enquistados en esta visión, auto-perpetúan la patología y el dolor. Las posibilidades de redefinir o reformular esa realidad, permite ampliar su mapa (sus alternativas de solución). Así, un terapeuta constructivista parte del supuesto de que lo que llamamos realidad, proporciona numerosas posibilidades de descripción y dada la experiencia clínica, posee una gama más prolífica de construcciones que llevan a depositar en quien percibe nuevas captaciones. No obstante, se transita la vida, aseverando que lo que veo es, que la realidad que observo es una fiel representación del mundo, y nuestros juicios de valor se acercan a opiniones objetivas acerca de las cosas: para el observador, entonces, ‘el mapa es el territorio’. Piaget señala que no existe ninguna construcción, si no hay algún tipo de reflexión. Las reflexiones que practica el niño sobre sus operaciones con el mundo, constituyen la base de la llamada ‘abstracción reflexiva’, y es la que produce las conceptualizaciones que no pueden derivarse en forma directa de la experiencia sensorial. Los conceptos ‘abstractos u operativos’, están ubicados en un nivel superior a los figurativos, ya que estos sí se extraen directamente del material que ofrece la experiencia sensorial. E. Von Glasersfeld (1983), señala que la reflexión comienza a ejecutar construcciones, a partir de dos herramientas indispensables: la diferencia y la semejanza. Partiendo del concepto de Spencer Brown (1973) acerca de las distinciones, resalta que toda distinción es producto de una comparación; especificando el tipo de comparación, cuyo resultado no es una diferencia, sino que podría arrojar una semejanza, con lo cual se llega a la conclusión de que dos cosas son iguales o son la misma cosa. La posibilidad de describir cosas se encuentra directamente relacionada con las características que se distinguen en la descripción. Si partimos de la tipificación lógica que realizan Whitehead y Russell (1910), cuyo postulado central señala “los miembros de una clase no son iguales a la clase de los miembros”, se puede afirmar que todos los integrantes de una categoría son iguales; teniendo en cuenta que las categorizaciones son 63
conceptos de segundo orden, o sea, son atribuciones emergentes del descriptor. A este tipo de igualdad, Glasersfeld la llama equivalencia, y constituye un punto relevante en la construcción de conceptos, puesto que posibilita elaborar clasificaciones, permitiéndonos crear una imagen intelectual del mundo. El otro sentido de igualdad que establece el autor, introduce la variable de la temporalidad en el acto de conocer, o sea, no solo podemos señalar que una cosa es igual a otra, porque pertenecen a la misma categoría (son iguales o equivalentes), sino que, además, es posible afirmar que es la misma cosa que hemos observado el día anterior; a este fenómeno lo llama identidad individual, y es un concepto importante en la construcción del mundo, porque introduce la noción de permanencia. Por lo tanto, la equivalencia y la identidad individual son los resultados de un proceso de abstracción, permiten establecer comparaciones que ejecutan distinciones del orden de similitud o igualdad, ya sea porque pertenecen a la misma clase o porque colocan la variable temporal, y nos llevan a decir que algo es la misma cosa. Pero, atribuir a algo una identidad individual, no está exento de problemas. Supongamos que yo estuve en esta misma conferencia ayer y, como ahora, tenía un vaso con agua delante de mis ojos. Hoy entro y digo: ¡Oh, es el mismo vaso, es idéntico al vaso que ayer estaba aquí! Si alguien me preguntase cómo puedo saber si es idéntico o no, tendría que buscar alguna característica particular que lo distinga de los demás vasos. (E. Von Glasersfeld.1994. Pag.123). Pero, si nos situamos en una posición extremista, resultaría difícil, apoyándonos en estas conceptualizaciones, describir dicho objeto, distinguiéndolo como idéntico y afirmando que es el mismo. El acto de observación nos llevaría a discriminar una serie de características, por ejemplo, su ubicación, tipo de textura y conformación, peso, algunas particularidades del diseño, etc., en fin, serían infinitas las corroboraciones, pero, en última instancia, la conclusión que se arroja es incierta: ¿es el mismo objeto? En principio es factible afirmar que ese objeto es ‘equivalente’ al de ayer, en el sentido que reúne las características que lo aúnan a un rubro o categoría determinado, permitiéndonos decir, que ese objeto es similar al visto con anterioridad. Esta dificultad conceptual fue resuelta muy tempranamente (entre los 18 meses y los dos años) y Piaget la llamó externalización; o sea, que la posibilidad de afirmar que ese objeto es el mismo que el que hemos observado ayer, radica en que, a pesar de no haber formado parte de nuestra experiencia sensorial durante el período de no-observación, el objeto ha mantenido algún tipo de continuidad en el tiempo, fuera del mundo de nuestra experiencia. Debe haber entonces, un sitio más allá del campo de la experiencia en el que el objeto pudo ser, mientras que nos ocupábamos de experimentar otras cosas. Von Glasersfeld llama este lugar protoespacio, lugar que conforma una especie de almacén, en donde pueden guardarse las representaciones de las cosas, con el fin de que mantengan su identidad individual en el tiempo en que uno no la experiencia. Cada sujeto posee su Topos Uranos individual, en donde guarda las diferentes construcciones que le posibilitarán realizar los distingos pertinentes, cuando sus sentidos tomen contacto
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con el objeto.
Mientras que no las experienciamos, el ser de las cosas se mantiene en ese depósito y se extiende hasta que uno vuelve a experimentarlas, con lo cual estarán disponibles cuando la atención sea dirigida hacia ellas. A este paralelismo de dos extensiones –el flujo de la experiencia del sujeto y la permanencia de las identidades individuales extendidas durante intervalos desde su depósito– a eso lo llamo Prototiempo. (E. Von Glasersfeld. 1994. p.132). La diferencia entre los conceptos de ‘protoespacio’ y ‘prototiempo’, está en que, en este último, están presentes las nociones de ‘antes y después’, y en el primero, la de ‘mientras y durante’. En síntesis, durante el tiempo que experimentamos otras cosas de nuestro mundo, en nuestro almacén las representaciones de las cosas quedan momentáneamente fijadas, hasta que mi atención en el acto de conocimiento vuelva a recuperarlas. La noción de permanencia permite el mantenimiento de la identidad individual y, conjuntamente con el flujo de la experiencia, extendidos en un lapso determinado, conforman el ‘prototiempo’. El antes y el después es construido, dice el autor, por la proyección de las experiencias del sujeto sobre las cosas del depósito que no se encuentran en su campo experiencial. Por lo tanto, el paralelismo entre el flujo de la experiencia y la permanencia de la identidad individual, es lo que nos posibilita seleccionar cualquier experiencia y realizar abstracciones e inferencias sobre ella, proyectándola a otra secuencia experiencial. Para mí, entonces, tal como dijo Prigogine, el tiempo no es una ilusión. Si llamará ilusión a la construcción del tiempo, también tendría que llamar ilusión a todo el mundo que conozco, el mundo en que vivo; y yo no quisiera caracterizarlo de ese modo. Si bien todo mi mundo es una construcción, aún puedo establecer en él una distinción útil entre ilusión y realidad. Pero recuérdese que para mí la realidad remite siempre a la realidad de la experiencia, no a la realidad ontológica de la Filosofía tradicional. Si queremos construirnos una realidad racional, el tiempo y el espacio son elementos indispensables, y yo, más bien, llamaría ilusión a cualquier pretensión de conocer lo que esté más allá del campo de nuestra experiencia. (Von Glasersfeld. 1994. Pag. 134) Desear conocer más allá del campo de la experiencia de los sentidos, es partir de la suposición de que debe descubrirse una realidad objetiva, una verdad última, como señalamos anteriormente. Tal vez resulte posible ampliar la gama de perspectivas con que el observador describe la realidad. La redefinición de ópticas se desarrolla en forma espontánea en las co-construcciones de la vida cotidiana y con objetivos prefijados en el espacio de la consulta psicoterapéutica, pero de allí a pretender encontrar la realidad, existe un largo camino que implica hablar de otro paradigma. Por esto, es importante resaltar lo que señala Von Glasersfeld acerca de la construcción de realidades, que no nos estamos remitiendo a la realidad de la Filosofía 65
clásica, sino a la de la experiencia sensorial. Construir realidades alternativas en la Psicoterapia constituye el objetivo básico para la resolución de problemas. En términos de temporalidad, estamos presos de nuestra historia, el pasado no puede cambiarse y menos ‘volverse a vivir’, pero sí es factible redefinirlo, encontrando perspectivas nuevas que posibiliten entenderlo de manera diferente, construyendo una historia diferente. Un adulto que se queja de su infancia por haber sido hiperexigido por su padre, quien no admitía un mínimo error en sus actividades, podría reformularse connotando positivamente sobre cuánto llegó a crecer, a progresar, y cómo logró desarrollar todos los proyectos en su vida, en cierta manera, más allá de su capacidad, impulsado por las presiones del padre y por cuanta energía haya invertido con éxito, a pesar de la frustración que implicaba el veredicto del padre. Entonces, a este padre no lo vamos a cambiar, pero, al menos, las historias relacionales infantiles con sus sufrimientos concomitantes pueden redefinirse, modificando las percepciones acerca de las mismas en el tiempo presente, construyendo una historia alternativa. Inevitablemente, este giro perceptivo permite comenzar a gestar nuevas emociones e interacciones, a partir de significados nuevos atribuidos al recuerdo; y son estas mismas interacciones las que refuerzan los nuevos marcos semánticos con que se revisten los vínculos y las situaciones. Si pensamos las tres instancias temporales: pasado, presente y futuro, de manera recursiva, se desestructura la diacronía lineal clásica. Los tres tiempos tienen una correlación directa y proporcional, en donde se impregnan y superponen significados, influyéndose de manera continua, por lo tanto, no pueden verse como compartimentos estancos, sino bajo el dominio de un dinamismo constante: en el presente, centrípetamente oscilan el pasado y el futuro; las acciones presentes, en la medida que transcurren, se convierten en históricas y las próximas inmediatas a realizar son las futuras. La frase que estamos escribiendo ahora, ya se ha transformado en pasada y la próxima es futura, pero cuando se escriba será presente, convirtiéndose en pasada una vez terminada. Si se construyen realidades caóticas en el presente, se acumularán en el pasado, generando un recuerdo caótico, entonces, si constituimos nuestra historia a través de estas significaciones presentes, el futuro no ofrecerá grandes posibilidades de cambio, puesto que es factible desarrollar profecías que se autocumplan. Son numerosas las personas, por ejemplo, que en relación de pareja construyen realidades dolorosas. Sienten no estar convencidas de la relación, se muestran inseguras y están rumiando permanentemente acerca del futuro: “¿será este el hombre con quien forme una familia...?”, “¿Esta es la mujer que yo deseo...?” Fijados en el futuro, descuidan absolutamente las interacciones presentes (quién puede disfrutar el presente si vive adelantándose; no puede sentirse el aquí y el ahora, si uno desvía la atención hacia el futuro), este descuido, generalmente, arroja resultados negativos: si el pasado es el resultado de la sumatoria de presentes y el presente no se capitaliza en poder aprovechar cada momento intensamente, se labrará una historia deplorable y se comienza a percibir y a contar desde esta perspectiva. 66
En la medida en que se perpetúe este estilo de interacción, se encontrarán, en la historia que se cuente la pareja, los motivos suficientes para generar incertidumbre en el futuro de la relación, con lo cual se incrementará la duda y se continuará pensando en “¿qué pasará más adelante...?”, descuidando el presente y, así recurrentemente, la pareja se enquistará, vedando su posibilidad de crecimiento y confirmando, en su realidad de caos, que la única solución es la separación. Como hemos señalado, la historia no es el pasado. El cuento que uno se cuenta acerca de su pasado no es el equivalente fehaciente de lo sucedido (¿quién conocerá la ‘verdadera’ versión?), son relatos de segundo orden, en función de los investimentos semánticos, con los cuales nos aproximamos a las situaciones. Entonces, una adecuada reformulación permuta esas atribuciones de significado, creando un relato alternativo. Si bien, el pasado permanece inmutable, al menos se modifica el sentido con que se construye la historia de ese pasado, con lo cual los hechos, personajes, situaciones, etc., son los mismos, pero la mirada sobre ellos es diferente y este cambio, indefectiblemente, tendrá sus implicancias en la pragmática presente, y, por ende, en la futura.
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Prolegomena zu einer jeden künf tigen Metaphysik, die als Wissenschaft wird auf treten können (1783). Este texto se consideró por Kant mismo una descripción simplificada y comprensible de la primera edición de la Crítica de la razón pura (1781) . «
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“El nombre no es la cosa”. «
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PSICOTERAPIA: CONSTRUCCIÓN DEL MODELO, EL ESTILO Y LA RELACIÓN LA CONSTRUCCIÓN DE LA RELACIÓN TERAPÉUTICA
Lejos de la omnipotencia y el endiosamiento, quizás la manera más simple y conclusiva de definir la Psicoterapia consiste en mostrarla como una relación humana, compuesta por un terapeuta (se supone experto) y una persona (el paciente) que solicita su ayuda. El hecho de que el terapeuta sea una dupla de profesionales o haya un terapeuta de campo y un equipo detrás del espejo unidireccional; o el que solicita ser ayudado sea una familia, grupo, pareja, individual, son elementos aleatorios que constituyen un modelo de abordaje. También, y siendo coherente con la Teoría General de Sistemas, el consultante es tan activo que, con el problema que trae a consulta, puede generar una dificultad o un problema, incluso facilitarle el trabajo al profesional (de acuerdo con el grado de obstáculo epistemológico que le produzca). Es decir, la actividad del paciente también radica en producir el cuestionamiento e incertidumbre que inserta en el vínculo terapéutico, mediante el planteamiento de su motivo de consulta. Cuando la persona resuelve su problema, el terapeuta soluciona el propio (el problema de resolver con el paciente el suyo). Como se verá, no estamos de acuerdo en definir a un paciente como pasivo: su sola presencia y el contenido de su discurso son factores sumamente activos en la interacción de la Psicoterapia. La relación terapéutica, entonces, puede ser definida como un todo relacional, donde tanto las conductas del terapeuta como la de los pacientes se influencian de manera recíproca. En este sentido, recursivamente, cualquier intervención –tanto del paciente como del profesional– pautará el juego de las interacciones, de la misma manera que dichas intervenciones surgen como resultado de tales interacciones desarrolladas. Quiere decir que, en la secuencia cibernética, tanto las acciones del terapeuta como las de sus pacientes, tienen por finalidad perturbar el sistema del interlocutor alternativo en el intento de transformar sus comportamientos, de modo que cada uno resuelva su problema. De esta manera, la situación terapéutica se constituye en un espacio de aprendizaje de doble juego: después de interactuar en cada sesión (en semejante intercambio comunicacional en donde transitan emociones y reflexiones), ni el terapeuta ni el paciente son los mismos, ambos han resuelto situaciones en la relación. Por tanto, han pasado por una experiencia de aprendizaje, han puesto en marcha una acción de crecimiento. Desde esta perspectiva, la terapia puede ser concebida como un acto de aprendizaje. La experiencia lleva a que, en ambos integrantes de la relación, se ingrese información nueva que rectifica el error de asestar el objetivo (la solución). Información que se transforma en abstracciones que se capitalizarán en futuras experiencias. En el paciente, 73
para ser aplicadas en otras situaciones isomórficas o iguales; en el terapeuta, para su vida y para las experiencias de otros pacientes. La Psicoterapia puede ser entendida –en términos cibernéticos– como un agente estabilizador del desequilibrio. Es un instrumento técnico que opera negentrópicamente; es decir, trabaja como un núcleo corrector de las amplificaciones o fugas que el sistema genera mediante el problema. Más precisamente, y no solo eso, también desestructura la estabilidad homeostática generada por el fracaso de los intentos de solución fallidos en pos del problema. La Epistemología sistémica le otorga fundamento a las interacciones que llevan a que un terapeuta realice ciertas intervenciones con un paciente que, obviamente, serán diferentes a las que desarrollará con otro. Si la Psicoterapia es una relación humana, los seres humanos no reaccionan de la misma manera en sus diversos vínculos: una persona no es la misma –por así decirlo– en la relación con un padre que, con la esposa, con un efe o con cada uno de sus hijos. Pero, más allá de estas distinciones (conocidas y consabidas por los terapeutas constructivistas, cognitivos y sistémicos), en el espacio psicoterapéutico coexisten multiplicidad de factores que inciden en la relación, tales como el contexto donde se desenvuelve la sesión, la cantidad de personas que la integran, el ciclo vital de los pacientes y del terapeuta, etc. Factores que, en sí mismos, producen efectos en la interacción y llevan a que un terapeuta observe lo que él mismo ayuda a construir en la cibernética de la interacción terapéutica. Ya hemos hecho referencia a cómo en el acto de experienciar cognitivamente, se trazan distinciones, que conllevan descripciones del objeto observado que, a su vez, refuerzan y amplían las distinciones iniciales, generando aún otras descripciones del objeto. Pero estas distinciones posibilitan ejecutar comparaciones por diferencia, similitud o igualdad, que se introducen en este juego de recursividades que se autoinfluencian. Todos estos elementos posibilitan categorizar, o sea, agrupar por clases tales descripciones y distinciones, de lo que devienen adjetivaciones y juicios acerca de la cosa descrita. En este punto del proceso ya se ingresa de pleno en el territorio de la cibernética de segundo orden, no porque en los pasos anteriores no sean conceptos subjetivos, sino porque es donde se observan con mayor claridad las atribuciones de significado que se depositan en el objeto observado. Todos estos elementos convergen en la construcción de una hipótesis que, rudimentaria o científica, genera una dinámica enmarcada en la pragmática. Quiere decir que, del campo de la semántica a la pragmática, y viceversa, el tramo es a veces imperceptible. En la pragmática se llevan a cabo acciones, interacciones y sus correspondientes retroacciones que generan todo un circuito de retroalimentación, construyendo (mediante este proceso complejo) una realidad. Lo que se observa, entonces, es algo que se construye autorreferencialmente. Pero el circuito no se cierra allí, sino que vuelve a iniciar el mismo proceso, ya que se observa aquello que ya fue construido desde la percepción, abriendo nuevamente un ciclo donde se trazan distinciones, descripciones, comparaciones, categorizaciones, adjetivaciones, etc. Razón más que suficiente para afirmar que estos datos sensoriales se 74
encuentran en una recursión permanente con las acciones e interacciones. O sea, semántica y pragmática se influencian recíprocamente, conformando para el observador una realidad única. Cabe agregar que el universo emocional puede ser un sucedáneo de estas cogniciones, pero, a la vez, puede ser un efector de cogniciones. La concepción tradicional cognitivista da preeminencia a las representaciones mentales y cómo, a partir de ellas, se desarrollan las emociones: pienso y luego siento. Si bien está claro que una representación mental lleva montada una emoción, la neurobiología y más específicamente la neurociencia, entiende que también a partir del emocionar se pueden construir representaciones cognitivas. El neurocientífico J. Ledoux (1999), explica cómo una reacción emocional puede desencadenar una reacción conductual sin ser metabolizada por el raciocinio. Estos procesos, que acaecen en las tres áreas humanas –cognitiva, emocional y pragmática–, son los que se analizan en la Psicoterapia y los que analiza el Supervisor. Por lo tanto, definir la Psicoterapia únicamente desde los aspectos cibernéticos de la relación terapeuta-paciente, es quedarse varado en una parcialidad de su dialéctica. En esta dirección, con la finalidad de realizar un análisis completo –y con la aspiración de incrementar el grado de complejidad en el cual se encuentra inmersa tal relación– se deben tomar en cuenta las atribuciones cognitivas que devienen de los mapas que construyen los participantes de la sesión. Las intervenciones de un terapeuta durante la consulta, si bien son pautadas y, a la vez, pautan las interacciones, dependerán de los marcos semánticos que atribuya a las acciones descritas, historias contadas y actitudes del paciente. Estas interpretaciones surgen de la estructura conceptual del profesional. Pero, su modelo de conocimiento no solo está conformado por la línea terapéutica a la cual adhiera, sino también por los diferentes componentes que intervienen en la construcción de su mapa cognitivo: históricos, interaccionales, de valores, creencias, etc. Resultaría utópico pensar que, cuando se desenvuelve una sesión, únicamente se activa el modelo teórico que guía la atención terapéutica. Nunca se funciona tan disociadamente y, cuando se actúa el rol profesional, sucumbimos (en mayor o menor medida) a nuestros constructos históricos, familiares y de valores personales. De allí, que se logra tomar mayor distancia con respecto a algunas temáticas que poco tienen que ver con las experiencias personales o, si por lo menos tienen que ver, han sido revistas y elaboradas, en comparación con otras que se acercan o que producen una repercusión emocional, por hallarse cercanas a nuestra historia o porque confrontan valores particulares, entre otros aspectos. Las intervenciones psicoterapéuticas siempre serán tendenciosas. Lejos estamos de la objetividad, a pesar de que intentemos acercarnos a lo que creemos verdadero. La subjetividad podría ubicarse en un nivel lógico superior, en donde la objetividad correspondería a los diferentes grados de distancia con el objeto de estudio, o sea, diferentes formas de objetividad dentro de la subjetividad del vínculo terapéutico. Si vivimos en sistemas, aunque no solamente sistemas contextuales sino sistemas cognitivos, siempre seremos observadores involucrados. Quiere decir que estamos atados 75
a contextos de interacciones y a modelos cognitivos que nos llevan a construir el objeto. Entender que todas las relaciones con el mundo son subjetivas y que existen diferentes niveles de objetividad dentro de la subjetividad, suena para los constructivistas como un imperativo categórico kantiano. Dentro de la subjetividad del sistema familiar un padre puede ser el menos objetivo, al estar muy involucrado con su hija anoréxica, mientras que uno de sus hermanos funciona más perimetralmente y objetiviza mejor lo que está sucediendo. Cuando asisten a consulta, el terapeuta –dentro de la subjetividad del sistema terapéutico– es más objetivo que la objetividad del hermano de la chica sintomática, y ni qué decir de la objetividad del padre. Si anexamos a la secuencia, un equipo detrás del espejo unidireccional, dentro de la subjetividad del sistema equipo terapéutico, el grupo de profesionales resulta más objetivo que la objetividad del terapeuta de campo y las objetividades de los integrantes de la familia. Finalmente, si aumentamos a dos los Supervisores dentro de la subjetividad del sistema supervisión, los profesionales son más objetivos que los integrantes del equipo, el terapeuta de campo y la familia. Un detalle: si la supervisión es en diferido, no en vivo, los supervisores recibirán una versión obtenida del filtrado de los sentidos de cada uno de los integrantes, y tamizada por el lenguaje. Esta no-percepción directa, hace que los supervisores construyan una ‘versión de la versión’ que elucubraron los participantes y plasmaron en un relato. En la medida que anexamos macrocontextos o contextos inmediatos superiores, se van entrelazando subjetividades intracontextuales y diferentes entrelazados de objetividades. Con lo cual: es un hecho objetivable ser objetivo al objetivar al objeto-objetivo. Es un hecho subjetivable y sugestivo cuando se es subjetivo al estar sujeto al objetoobjetivo, por nuestras propias subjetividades . Una estrategia terapéutica intenta ser consecuente con las hipótesis que el terapeuta construya del caso. A su vez, una hipótesis se estructura partiendo de premisas que se elaboran mediante distinciones, descripciones y abstracciones en el acto cognitivo. Se focalizará, de esta manera, creando la realidad del problema de consulta y se proyectará la posible tentativa de solución. Pero un intento de solución, también implica crear una realidad alternativa. Fundamentalmente, sugiere exceder el marco referencial-conceptual del consultante, incrementando las variables de outputs, de cara al problema. Pero, por otra parte, estas hipótesis nacen de la interacción que se desarrolla en ese día, hora, con ese(os) paciente(s) en un contexto determinado, o sea, un momento ‘único e irrepetible’. Por lo tanto, en la sesión se realizan abstracciones sobre una situación, en la cual el terapeuta es parte activa. Por ejemplo, no solo se observa este fenómeno por las descripciones o definiciones que se expresan a través de una afirmación, sino que una manera clara, donde se trazan distinciones, es mediante las preguntas. Si bien, las preguntas son producto de una co-construcción entre los participantes de la sesión, la interacción va pautando las diferentes formulaciones, y las respuestas y preguntas surgen de ella. En tal proceso, se edifica la corroboración o descarte del esquema conceptual del terapeuta. Este esquema conceptual es una hipótesis y una hipótesis, al final de cuentas, no es, ni más ni menos, que un mapa de lo que le sucede al consultante, resultado de los 76
saberes adquiridos del terapeuta mediante su experiencia, de su modelo teórico y de su historia, en conjunción con la interacción con el paciente, su historia, su estilo relacional, entre otras características. Esto explica por qué algunos terapeutas tienden a prestar más atención a ciertos miembros de una familia, establecen alianza con algún integrante de la pareja, o son más confrontativos con otros, se fastidian frente a algunas expresiones, se excitan, adormecen, aburren, etc. Puede suceder que se pregunte o enfoque el diálogo, colocando mayor énfasis en algunos temas en desmedro de otros, como también evitar algunas historias. En última instancia, el ciclo vital, el sexo, las situaciones particulares del momento de vida del terapeuta, etc., son factores delimitantes de construcciones de realidades y el espacio de la Psicoterapia es un lugar más de su manifestación.
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EL TERAPEUTA Y EL MODELO: VARIABLES QUE INFLUYEN SU CONSTRUCCIÓN
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s posible diferenciar una serie de variables que ejercen su influencia en la cognición del profesional y en el paciente. Por lo general, todos estos elementos aparecen en el trabajo clínico, tanto estimulándolo como entorpeciéndolo. Algunos tienen preeminencia sobre otros, pero de la sinergia de todos surge el rango característico del modelo de intervención del terapeuta. Debemos aclarar que los puntos que discriminaremos a continuación, remiten a la influencia de ciertos factores en la epistemología del terapeuta. Esto quiere decir que se trata de variables a nivel cognitivo y cibernético que llevan a que se tracen determinadas distinciones. Variables personales y contextuales entre las que diferenciaremos: la especialidad clínica, las formas de trabajo, el ciclo vital, el sistema de creencias, la historia del terapeuta, los isomorfismos, el contenido y relación de las sesiones, la persona del paciente, el nivel emocional y la importancia del contexto, etc. Por ejemplo, uno de los elementos básicos que muestran la influencia de los terapeutas en la relación con sus pacientes es, nada más ni nada menos, que su presencia ‘física’ en el espacio de la sesión. Más allá de lo que transmitan, cómo lo transmitan y de sus gestualidades, es decir, más allá de lo verbal y lo paraverbal, la sola presencia del profesional incide sobre las conductas de la persona. En esta dirección, existe una diferencia en términos de lo cuantitativo. No será lo mismo un solo terapeuta, que una dupla, que un terapeuta con un equipo detrás del espejo unidireccional, etc. Menos aún, si las intervenciones se realizan en presencia de una familia, un grupo terapéutico o una pareja. La presencia física es pautatoria de respuesta y excede el marco de la comunicación de un contenido, a pesar de que es netamente una distinción gráfica y minuciosa, puesto que la comunicación es un todo complejo: contenido, lenguaje analógico, integrantes de la sesión, cantidad de terapeutas, características de los mismos, su estética y el contexto donde se desenvuelve la sesión, entre otros elementos, son elementos distintivos en la transmisión del mensaje. Cuando, por ejemplo, se le pide a una familia o a una pareja que discuta acerca de un tema determinado, podrá observarse la matriz de su estilo de discusión con el objetivo de detectar las pautas que rigen su juego interaccional. Un intenso joini ng y un vínculo terapéutico sólido que les reporte confianza, permitirá que se conduzcan con mayor libertad en su ‘dramatización’. No obstante, resulta imposible que funcionen con la misma naturalidad que cuando se encuentran solos y en su propio contexto: ¿cómo una familia podría interaccionar de la misma manera con una pareja de terapeutas enfrente y, como si fuese poco, con un grupo asesor detrás del espejo unidireccional? A pesar de estos elementos que puedan resultar ajenos al ámbito habitual, en general, las personas comprometidas con la terapia consideran que es un espacio donde pueden expresarse de manera libre, más allá de que esta actitud dependerá, también, de la estrategia del terapeutta. 6 Pero, esta libertad estará ligada a la presencia de los 78
profesionales, es decir, no tendrá la misma espontaneidad que cuando se hallan solos. En este sentido, si la sola presencia de los terapeutas ejerce influencia en las interacciones desarrolladas con los pacientes, implica que esta ‘presencia’ podría ser descrita por algunos de numerosos factores relacionales, que jugarán fuerte en el vínculo. Por ejemplo, la ‘estética’ de los terapeutas provocará diferentes relaciones y, para un señor de 60 años que pide una consulta, no será lo mismo la presencia de un terapeuta oven con un look más bien adolescente, que uno maduro, cuyas canas y lentes acentúan una imagen de experiencia, por lo tanto, de confianza (aunque también cabe la posibilidad ¡que pudo haber finalizado sus estudios meses antes!). De manera inversa, el adolescente que asiste a consulta, tal vez un poco inducido y obligado por sus padres, espera encontrarse a un doctor prototípico, de lentes, barba y calvo (fumando en pipa, por supuesto). Seguramente, se sentirá más a gusto si el profesional ronda por los 30 años y viste con ropa sport y a la moda. Y más todavía, si emplea algunas muletillas propias de la jerga de su entorno. De la misma manera, una terapeuta embarazada podrá causar la envidia de una señora que ha intentado tener hijos y ha fracasado. O una profesional joven y atractiva, podrá constituirse en el blanco de seducción de un padre divorciado o en la envidia de la señora que esté alrededor de los 50 y siente que nadie la mira. Tampoco resultará muy efectiva, relacionalmente, la imagen de una terapeuta que, excedida notablemente en su peso, intenta desarrollar tratamientos eficaces con jóvenes anoréxicas y bulímicas. Más allá de que el síntoma de las mismas exprese una disfunción del grupo familiar, su estética representará y recordará un cierto lugar o situación a la que ellas ‘no desean llegar’. Otro de los factores que inciden en las interacciones son las ‘expresiones faciales’. El lenguaje de los gestos involucra la mímica que acompaña las alocuciones o la recepción de lo que se nos transmite, etc., reacciones que escapan al control voluntario y al dominio consciente. Los rictus generan analógica y verbalmente las más diversas interacciones en los pacientes. Existen ‘caras de póker’, esto es, neutras, que generan interacciones asépticas e insulsas. Como así también, signos omegas pronunciados que dan una imagen de seriedad o dureza en las intervenciones, cuando lo que se busca es el efecto contrario: ojos cansados que denuncian que al terapeuta no lo ha dejado dormir su bebé; bostezos que pueden mostrar aburrimiento o sobrecarga; gestos de sorpresa frente a situaciones de logros anticipados o de impacto, porque algo del relato del paciente ha golpeado con fuerza en la historia del terapeuta, pueden ser algunas de las reacciones paraverbales que tendrán sus implicancias en lo que el terapeuta intenta transmitir. Estos signos llevan a que los pacientes proyecten diferentes construcciones que, como categorizaciones, son conceptos de segundo orden, y dependen de la atribución que le otorgue el interlocutor. Las ‘expresiones verbales’, como los tonos de voz y el énfasis en las palabras, también cubren un efecto importante en la esfera relacional con los clientes. Existen terapeutas monocordes en su discurso –discurso dormitivo– que, en vez de estimular la interacción, la aplacan. Luego, les señalan a sus pacientes su sensación de aburrimiento o pesadez, alegando que huyen o que tienen resistencias a abordar ciertos temas en las 79
sesiones. 7 Los hay catedráticos en demasía, que emplean términos recién constituidos por la Real academia de la lengua. Son aquellos que después se preguntan, por qué a sus pacientes les cuesta tanto conectarse con las emociones. Otros, opuestamente, utilizan términos vulgares que detonan en la señora bien que asiste a consulta, malhumor e irritación. Después le señalan su constante queja, sensación de malestar o sus resistencias a venir a la sesión. Hay también, quienes poseen un estilo crítico en sus alocuciones, por más que en el contenido de su intervención se encuentren lejos de la crítica. ‘Casualmente’, este mecanismo se activa con mayor fuerza en aquel paciente que, siempre en sus relaciones, se coloca en asimetría, ocupando el lugar del desvalorizado. Con tono crítico, el terapeuta le señala su susceptibilidad a ser criticado. Todos estos elementos analógicos –más allá de los elementos verbales propiamente dichos– son tan solo algunos detalles dentro de los tantos que, en el seno de la Psicoterapia, aparecen de la mano de los terapeutas, ingresando dentro del terreno de las interacciones y generando conductas en los pacientes. De estas reacciones observables, se desarrollarán hipótesis en pos de la planificación estratégica. Tengamos en cuenta que, solamente, hemos explorado sintéticamente una polaridad de la interacción (el polo del terapeuta). También es importante tener en cuenta que, el estilo de interacción del profesional, coexiste con el estilo interaccional del paciente. Esta influencia recíproca de conductas detona, aplaca, exacerba, potencia, apacigua, neutraliza y estimula las actitudes en cualquiera de los interlocutores. Por otra parte, resulta interesante realizar una discriminación por lo no verbal, ya que la descripción de la Psicoterapia siempre se desenvuelve por el contenido de lo que se dice. Parece ser que transitara tan solo por uno de los dos lenguajes. Por lo general, en la pragmática del comunicar se ha privilegiado el canal de lo verbal y relegado el paraverbal. Precisamente, el grupo de Palo Alto (Watzlawick, Beavin y Jackson. 1967) ha descrito con mucha precisión la importancia del lenguaje analógico en la comunicación humana, describiendo sus características y estableciendo diferencias con el verbal propiamente dicho. Algunos profesionales se constituyen en especialistas en el tratamiento de ciertas patologías. La especialidad clínica no es azarosa. Sería un reduccionismo, o resultaría ingenuo, atribuir que el trabajo psicoterapéutico o la predilección por una disciplina dentro de este, se debe solamente al interés teórico o clínico. Inclusive, la misma elección de un modelo de Psicoterapia tampoco es fruto del azar. Más bien, parece una hipótesis más acorde la que explica que se produzca cierto acople estructural entre el estilo del terapeuta y el estilo relacional que surja de la patología. El hecho de nadar en nuestra propia agua, en ciertos casos, depende de la selectividad de la estructura cognitiva. uestra historia relacional, de alguna manera, recorta nuestros gustos y pasiones, delimitando un perímetro en el cual transita la elección. En esta dirección, otro de los elementos que pautan el modelo, es el tipo de sintomatología. Si es un síntoma orgánico o psicosomático; si es un trastorno de comportamiento, alimenticio, de adicción, de fobias, pánico o rituales obsesivos; si es una 80
sintomatología psicótica; si existe claridad acerca de cuál es el problema o si se debe construir la realidad del mismo; si no existe punto de acuerdo sobre cuál es el problema, entre los diversos integrantes de, por ejemplo, una familia; si es uno o varios problemas enlazados, o quién es paciente sintomático en la dinámica del juego familiar, etc. Todas estas problemáticas, sintomáticas o no, moldean la aplicación del modelo. En principio, porque hay modelos terapéuticos que se adaptan mejor y resultan más exitosos con ciertos trastornos (p. ej., el modelo de Mara Selvini ha obtenido muy buenos resultados en casos de anorexia y bulimia). Por otra parte, las características que se desprenden de las actitudes sintomáticas, los problemas y las patologías, crean diferentes tipos de vínculos que obligan a modificar parcialmente al modelo original. La dinámica de interacciones que se establece con estos casos, es coincidente con las características generales de personalidad y atribuciones singulares del terapeuta. Y es obvio que, cuando hacemos referencia a términos como ‘características’ del terapeuta o ‘tipología’ de pacientes, de estas surgen determinadas construcciones pragmáticas. Esto no significa, que los seres humanos reaccionan bajo el mismo patrón todos con todos, pero sí que existe cierto estilo relacional de base que se estimula o se inhibe de acuerdo al interlocutor, al contexto, situación, etc. Esto trae, como colación, un desarrollo fluido de la interacción, resultando tratamientos notablemente eficaces –consecuencia que fortalecerá experiencialmente su efectividad– tanto en el plano del profesional como en el del paciente. De igual manera, se delimita la elección de la ‘forma de trabajo’. Algunos terapeutas se desenvuelven con mayor elasticidad y atención con pacientes en forma individual. Otros, que tal vez fueron triangulados por los padres o se sintieron curiosos y entrometidos en la pareja parental, o sufrieron las más arduas pasiones en sus relaciones maritales, terminan convirtiéndose en expertos en el tratamiento de parejas. Los profesionales que poseen especial predilección por las reuniones sociales, que resultan grandes animadores de fiestas o encuentros grupales, líderes natos en el manejo y conducción de personas, resultan exitosos ejerciendo la coordinación de grupos. Mientras que los que se han sobreinvolucrado en funciones en su propia familia, han tenido una especial preocupación por los problemas familiares o dificultades de algún miembro, etc., han elegido la terapia familiar como especialidad. Otros, que no logran manejar su cuerpo y el espacio con facilidad, que se manifiestan en la comunicación dándole preeminencia a la palabra o que son más bien ‘duros’ en sus movimientos –rígidos corporalmente– o todas las dificultades de su flexibilidad corporal son traducidas en ductilidad en el manejo de la oratoria, son los que trabajan con la palabra, sin apartarse de su lugar: el sillón. Mientras que, aquellos que tantearon en grupos de teatro o muestran su predilección por la música y el baile, o que manejan el lenguaje de los gestos, comunicándose con facilidad, acoplándolos al lenguaje verbal, hacen de su propio cuerpo una herramienta de intervenciones. El modelo original, entonces, sufre modificaciones si se aplica en terapia de familia, pareja, individual, grupal, organizacional, etc. No solo los elementos descritos en los ítems anteriores demarcan influencias en el modelo, también la cantidad de miembros en 81
el espacio de la sesión diseñan una forma de adaptar el modelo a las circunstancias terapéuticas. Son múltiples las variables que se deben manejar para conducir una sesión de pareja, de familia o grupo, comparando con una sesión individual. Como, además, la posibilidad de incorporar otros recursos técnicos, muchos de los cuales devienen de otros modelos, llevan a mutar el diseño del modelo original, creando verdaderas originalidades en su implementación. Otro de los elementos que marca un estilo de trabajo, es el uso del espejo unidireccional. El hecho de poseer el respaldo de un equipo y ser observado en todas las maniobras de la interacción con los pacientes, también pautan la aplicación del modelo. De por sí, el llamado por el intercomunicador, el simple hecho de que el terapeuta se ponga de pie para hablar o converse con alguien que no está virtualmente en presencia en la sesión, lleva a sutiles pautaciones del modelo primitivo. Además, el manejo del espacio en la actuación del terapeuta será diferente en el trabajo grupal que en el individual. Entre tales diferencias, por ejemplo, los procesos terapéuticos con más de un integrante llevan a que el terapeuta se conduzca con mayor atención ya que, durante la sesión, hay mayor cantidad de estímulos. Como también se llega a utilizar más el cuerpo en la comunicación, ya sea porque el terapeuta necesita agudizarla gesticulando más o introduciendo algún trabajo corporal –de naturaleza psicodramática o gestáltica– con los miembros. Todos los ejemplos de las características de pacientes y terapeutas y su interacción, tienen un grado importante de relatividad. Resulta dificultoso generalizar situaciones, tan particulares como la relación terapeuta-paciente. Se corre el riesgo de caer en estereotipos que tipifiquen la comunicación y, como tal, lo desarrollamos hasta el momento; la comunicación es un proceso de alta complejidad de interacciones y cogniciones que es imposible establecer baremos fijos. Solamente deseamos mostrar cómo las distinciones que trazan los terapeutas, dependen de los constructos personales que se ponen en juego en la cibernética de cada sesión. Pero, dichos constructos, varían de acuerdo con la interacción con cada paciente. El ‘momento evolutivo’ es, también, uno de los factores que inciden en el trazado de distinciones. Las percepciones varían de acuerdo con el ciclo vital. Una familia podrá ser observada desde una perspectiva diferente por una terapeuta madre de familia, que por aquella profesional que es soltera y con pocas aspiraciones a conformar una pareja. Un terapeuta podrá acercarse con cierta predilección al niño problema de la familia, si se encuentra en un período cuando acaba de ser abueloo padre, o se encuentra deseoso de serlo y se halla imposibilitado. A diferencia de aquél, que solo entiende de niños en función de la teoría que ha estudiado en los libros. Un terapeuta que ha sufrido muertes relevantes en su vida, tal vez pueda acompañar de manera más intensa y profunda al paciente moribundo que a aquel que está velando a su madre y necesita resolver el duelo, en comparación con el terapeuta que solo sabe de muertes, en las cuales no se encontró muy involucrado. Las crisis evolutivas, muertes, mudanzas, nacimientos, casamientos, etc., son algunos de los factores que marcan la posibilidad de cambio epistemológico. Esta modificación 82
conlleva aparejado el cambio pragmático. Por ejemplo, a raíz de su estado, una terapeuta embarazada quizás haya cambiado su perspectiva sobre algunos temas, en comparación con aquella joven que fue esmirriada y atlética. Por ende, es probable que modifique sus puntuaciones y construcciones de hipótesis, más allá de lo que su simple presencia y aspecto estético generará o movilizará en los pacientes, aspectos de paternidad o maternidad, etc. El modelo puede sufrir mutaciones de mano de un terapeuta joven que viva con sus padres, cotejándolo con un terapeuta abuelo que tenga una decena de nietos. Hablar acerca de la muerte, también tendrá otro significado para un profesional que ronda los 70 años que para un adulto de 25. De la misma manera que un terapeuta entenderá ‘vivencialmente’ un divorcio, cuando él mismo se ha divorciado en diversas oportunidades, al lado de otro que ni siquiera ha establecido un compromiso de pareja estable. En síntesis, son un sinnúmero de ejemplos al respecto; lo importante es tener en cuenta que las crisis vitales pautan indefectiblemente la lente del terapeuta, ampliando su mapa y la forma de interactuar con el paciente. O sea, el ciclo vital conlleva el trazado de diferentes ópticas, y no es para menos. Las diversas experiencias a las que el humano se encuentra sometido en las etapas de crecimiento, llevan a introducir informaciones nuevas en su cognición. Estas experiencias, como proceso de aprendizaje, en cierta manera ensanchan y reformulan el perímetro de su mapa personal, de lo que se infiere que se elaboren otras construcciones diferentes de las que generan otras distinciones. Esto quiere decir, también, que puede modificarse parcial o sustancialmente el ‘sistema de creencias’ del terapeuta. Lo esperado, en la actuación terapéutica, muestra a un profesional que no pone en juego sus valores personales y cuyas acciones correctas consisten en realizar intervenciones dentro del sistema de creencias del consultante. La práctica concreta se revela casi utópica en mantener esta idea, ya que resulta imposible operar con tal grado de disociación. Siempre, de alguna manera, se filtran en las devoluciones los valores y creencias del terapeuta: desde el trazado de una primera percepción, donde un profesional adjudica un mayor énfasis a un detalle de la vida del paciente o a una determinada interacción o a la figura de alguno de los miembros, etc. Esta simple distinción da cuenta de sus valores o creencias. Un hurto por parte de una adolescente dentro del grupo familiar, puede resultar de poca relevancia para un terapeuta: mientras que para algunos miembros de la familia pasará desapercibido, para otros puede constituirse en un acto primordial y de extrema gravedad. Para la hipótesis de un profesional, el consumo de fin de semana de marihuana de un joven adolescente puede ser el detalle anexo de una situación de mayor complicación, como para otro terapeuta puede consistir en la puerta de entrada para elaborar y resolver el problema. Las creencias y valores de la familia deben ser precisados claramente por el terapeuta, cuestión de intervenir jugando desde dentro de las construcciones del sistema. El terapeuta debe estar abierto a otras creencias distintivas de las personales, aprenderlas, entender si resultan beneficiosas para el paciente y si, en pos del cambio, se hace 83
necesario introducir modificaciones. Los valores o la jerarquía que de ellos se establece, muestran el perfil del sistema de donde proviene el consultante. El profesional deberá respetarlos, que no quiere decir que no intente cambiarlos si resultan el foco del problema. Todos los elementos descritos anteriormente, sientan las bases que cimentan las características personales y relacionales del terapeuta. Más allá de la interacción que involucra la figura de interlocutores, sabemos que existen ciertas particularidades que tienden a emerger, más o menos de acuerdo con las características de la persona con quien establecemos relación. Es importante, entonces, que el terapeuta reconozca su propio perfil. Advertir su estilo relacional y personal, permite entender las reacciones sobre la relación más que el contenido de lo que se habla. Por ejemplo, por qué experimentamos angustia frente a un tema que nos tiene sin cuidado en nuestra historia personal o que no le adjudicamos una significación que nos produzca dicho tenor emocional, puede ser explicado por los aspectos relacionales. En algunas oportunidades, ciertas manipulaciones psicopáticas de los pacientes pueden generar sentimientos de bronca o rabia en el terapeuta. Más allá de lo que señalamos en el punto anterior, la exploración acerca de los estilos relacionales de la familia de origen del terapeuta, pautas, normas, reglas, funciones o rol que ocupó en su sistema o sistemas donde interactúa o interactuó, son elementos claves a la hora de la autorreflexión. Cuando hablamos del ciclo vital y del sistema de creencias, inevitablemente debemos referirnos a la ‘historia [personal] del terapeuta’. Adicionalmente a los momentos evolutivos, tomaremos en cuenta que los sucesos de la vida de un terapeuta, como sus experiencias y situaciones de amplio impacto emocional, también delimitan sus percepciones. Por ejemplo, una separación problemática en su historia, en el desarrollo de la terapia, puede provocar inconscientes alianzas o coaliciones con un partenaire de una pareja en crisis. Desvalorizaciones que ha internalizado un terapeuta mediante un padre descalificador, pueden detonar actitudes de búsqueda de afecto y reconocimiento hacia sus pacientes principalmente masculinos y de edad avanzada. De esta manera, corre el riesgo de convertirse en un gran dador y contenedor, evitando intervenciones fuertes y confrontativas, por miedo al rechazo. Por ejemplo, las reflexiones de un paciente acerca de la muerte de su madre, puede causar profunda pena por presentificarle al terapeuta la muerte de su propia madre (la mayoría de las muertes movilizan las propias muertes de la historia personal). Como así, también, una situación vivenciada como traumática, puede crear escotomas o puntos ciegos en el tratamiento, bloqueando la posibilidad de encontrar la estrategia eficaz. Las diversas experiencias de vida por las que haya pasado un terapeuta, son elementos fundantes en la aplicación de determinado modelo. No será lo mismo un profesional que haya sido sometido a pérdidas muy tempranamente en su vida, que otro que, a los 50 años, tiene a sus padres vivos. Las crisis en general, que construyen la historia, como situaciones de hambre, guerras, dictaduras, abandonos, matrices afectivas y valorizantes, viajes, etc., son los elementos que en el terapeuta pesan a la hora de elegir y aplicar su modelo. Muchos de los elementos de la historia, son los que se ponen en 84
uego en la relación con el paciente en función del contenido (los temas) de lo que se habla, pudiéndose desarrollar diferentes reacciones, de acuerdo al aspecto tocado. Pero la historia no solamente son las situaciones de crisis: los procesos de identificación con ciertas figuras significativas, experiencias o anécdotas que han dejado un mensaje o una enseñanza y la sistematización de juegos interaccionales, entre otros, son datos que pautan las observaciones. La historia que se cuenta el profesional de sus familias extensas y de origen son radicales en la conformación de su estructura cognitiva, razón por la que la exploración del propio genograma se considera conditio sine qua non en la formación del arte de resolver problemas. Estos son algunos de los puntos que revisten de significación la elección del modelo y su aplicación. Desde ellos es factible trazar distinciones en la observación, describir, categorizar, puntuar, construir hipótesis, etc. Estos ítems tienen gran relación con el anterior, ya que el ciclo vital modifica las características de la aplicación del modelo y es parte de la historia del terapeuta. Los filtros de la historia en la estructura cognitiva, resultan la base que construye el estilo que producirá la adopción y adaptación del modelo. La historia personal del terapeuta, entonces, pauta e influencia su cognición centralizando aún más ciertos temas de la terapia, como ‘olvidando’ otros, activando la euforia que estimula y motiva o la angustia que bloquea o desorganiza –entre otros efectos– el normal desarrollo de las sesiones. Pero, al igual que la historia del terapeuta, las experiencias de vida del paciente son la base del cuento que se cuenta, y que a la vez nos cuenta acerca de su pasado. Quiere decir, que estos elementos forman parte del contenido de su discurso. La importancia fundamental de entender estos aspectos, proporciona la distancia suficiente para diferenciar qué es lo que compete al mundo del paciente y cuáles son los aspectos patrimonio del profesional. A veces, la historia de vida del paciente con grandes similitudes con la historia vital del terapeuta, tiende a fundir ambos registros perdiendo la objetividad dentro de la subjetividad del vínculo terapéutico. Ante semejante isomorfismo, no se sabe bien sobre qué base son construidas las hipótesis y hacia quién van dirigidas las consecuentes intervenciones terapéuticas, si al paciente o al mismo profesional o hacia ambos. Un terapeuta, por lo tanto, no está exento de encontrarse confuso de cara a situaci ones isomórficas con circunstancias de su historia. Pero estas situaciones no son patrimonio de un terapeuta de manera individual. Un formador o supervisor de un equipo sistémico puede encontrar un grupo de profesionales detrás del espejo unidireccional que discuten o no logran ponerse de acuerdo en relación con la hipótesis de lo que sucede con la familia en el setting terapéutico. Con notable claridad aparece en el seno del equipo, escaladas simétricas entre algunos miembros, caras de disgusto en uno y marginalidad en otros, señales que no hacen más que reproducir las interacciones de la familia durante la sesión. Estas situaciones isomorfas que componen en la sesión el repertorio de escenas de la historia de los terapeutas, se remiten tanto a la reproducción de estilos interaccionales 85
como a temas propiamente dichos (tanto contenido como relación). En cierta manera, los isomorfismos introducen una variable relevante en tanto conllevan indiscriminación y pegoteo, puesto que son el campo propicio para las proyecciones personales. Resulta interesante la distinción de uno de los axiomas de la comunicación humana que distingue dos niveles lógicos: el contenido y la relación. Esta distinción, posibilita destrabar y poder comprender las numerosas oportunidades en que las personas coinciden en puntos de vista, pero sin embargo discrepan. O sea, por ejemplo, a un nivel de contenido existe el acuerdo, pero a otro (el relacional) mantienen una conversación áspera, descalificatoria, poblada de agresiones, que provoca tal discordancia en la interacción que no permite registrar el acuerdo en términos del tema discutido. Como de manera inversa, dos personas pueden no estar de acuerdo con respecto a algún tema y, sin embargo, mantienen el respeto y la calma en la controversia. No existiría problema, si las personas coinciden tanto en sus puntos de vista como en la exposición de los mismos. El caos radica, cuando ni contenido ni estilo relacional coincide, discrepando tanto en el tema en cuestión como en la forma de intentar llegar a un acuerdo, generando una escalada simétrica que tenga por objetivo imponer el punto de vista personal. Son cuatro niveles de complejidad, tres de ellos se transforman en complicación:
Complicación 3 (complejidad doble) Contenido problema y estilo relacional problema. Complicación 2 (complejidad simple) Contenido no problema y estilo relacional problema. Complicación 1 (complejidad simple) Contenido problema y estilo relacional no problema. Complicación 0 (complejidad simple) Contenido no problema y estilo relacional no problema. Estos mecanismos que se observan en los pacientes, son aplicables a las reacciones del terapeuta en la dialéctica de la sesión. Cabría entonces, identificar cuáles son los temas y cuáles las relaciones, interacciones o, más precisamente, los estilos relacionales que conectan al terapeuta con sus experiencias personales, provocándole diversos emergentes emocionales. Las características de personalidad del paciente conforman una de las incidencias sobre la aplicación del modelo. Por ejemplo, su ciclo vital (si es un padre o una madre, o es un adolescente o un adulto mayor, etc.), el sexo, el trabajo, las actividades que desarrolla, su estado civil, etc., son algunos de los elementos que, en cierta manera, 86
hacen mutar al modelo, y lo acomodan para lograr que alcance efectividad. Ideología, mitos, valores, creencias personales y familiares, también forman parte de las particularidades que distinguen su perfil. Estos elementos tienden a pesar en la relación con el paciente y en la instrumentación del modelo. Es importante tenerlos en claro, puesto que permite distinguir los niveles de contenido y de relación –el qué se dice y cómo se dice– que, en numerosas oportunidades, tienden a confundirse. En cierta manera, al igual que la historia del paciente, estas características de personalidad ‘distraen’ el grado de disociación del terapeuta, o sea, se corre el riesgo de perder la distancia objetivable en el vínculo. Tanto los estilos de interacción como los contenidos que afectan al terapeuta, conforman el repertorio de lo que los psicodramatistas latinoamericanos (E. Pavlovsky, F. Moccio, H. Keselman, C. Martínez Bouquet. 1989) llamaron “las escenas temidas por el terapeuta de grupo”. Si bien, como terapeutas grupales, las remitieron al coordinador de grupo, parece apropiada la implementación de este término para el resto de las especialidades. Situaciones de muerte, cambios evolutivos bruscos, separaciones, robos, violaciones, etc., que, por sí mismas, en general poseen atribuciones traumáticas y de significación semántica individual; son algunos de los contenidos que delimitan particulares recortes de hipótesis o provocan bloqueos en la dinámica cibernética. Timbres de voz, distancias gélidas, manejos psicopáticos, pegoteos afectivos, ironías, sarcasmos, tendencias invasivas a la intimidad del terapeuta, muletillas, posturas corporales, actitudes descalificatorias, etc., son algunas de las interacciones que en el plano relacional pueden crear dificultades en la sesión y llevan a trazados particulares en las distinciones. Aunque esto no significa que no existan terapeutas que sean realmente expertos en manejar dichas relaciones o temáticas. De lo contrario, no se encontrarían especialistas en diversas áreas como violencia y maltrato, abusos sexuales y violaciones, situaciones de estrés post-traumático, enfermos terminales, etc., por resultar conflictivas en demasía. Pero, también es cierto, que son especialidades que exponen al terapeuta a un nivel de tenor de las emociones más intenso que en otro tipo de temas. En muchas oportunidades, un trabajo profundo del terapeuta mismo sobre sus propios elementos conflictivos y la consecuente comprensión y redefinición de su situación problemática, lleva a que se convierta en experto en el trabajo de contenidos de alto nivel de perturbación. No solamente ha logrado sistematizarlo de manera teórica, sino que vivencialmente ha pasado por la experiencia. La comprensión más ‘intestina’ del problema de consulta se produce, cuando el terapeuta encuentra en su reservorio de significaciones personales, situaciones previstas y redefinidas, las estrategias para un manejo más idóneo sobre la situación. Entrar en este territorio de análisis nos hace pensar que las cogniciones de un terapeuta se detonan recursivamente y con diferentes resonancias mediante la ‘persona del paciente’. Las características del consultante, tanto a nivel relacional como a nivel del contenido de su problema, pautarán las distinciones que trace el profesional a nivel cognitivo. 87
Las actitudes relacionales del paciente se pondrán en juego en la dinámica cibernética, generando diferentes reacciones en el terapeuta que, a su vez, se volcará en el seno pragmático. Y en este juego relacional, se imprime el sello cognitivo de sus atribuciones semánticas. Es el caso de una terapeuta con características maternales, por ejemplo. En su historia se presenta el hecho de que, desde muy temprano en su familia de origen, frente a la muerte de su madre ha debido hacerse cargo de la familia al ser la hija mayor. En su familia creada, ha sido abandonada por su marido, responsabilizándola de la crianza de dos hijos pequeños y su manutención económica. A partir de esta situación, no solo ha logrado salir adelante, sino que se ha convertido en una mujer con fuertes tendencias a la protección y a hacerse cargo de los problemas de los otros, también como búsqueda de reconocimiento y protección. Para esta terapeuta, será riesgoso y factible involucrarse afectivamente en una relación donde en la historia de su paciente aparezcan elementos de desprotección y abandono. La proyección e identificación de su historia en la de su cliente, sumado a los mecanismos relacionales que ella ha desarrollado, no formarán la ecuación apropiada para crear en su paciente las herramientas para remontar tal situación. Más aún, si toma actitudes propias del pobrecito, más la terapeuta desencadenará mecanismos protectores. El ensamble de contenidos y actitudes relacionales en los pacientes, conlleva la contrapartida en los contenidos y las actitudes del terapeuta. Entonces, ¿cuáles son los temas que provocan sensación de comodidad o incomodidad en el terapeuta?, como también ¿cuáles son los tipos de relaciones que el terapeuta considera agradables o desagradables? Establecer tales distinciones, implicaría dar respuesta a las diferentes sensaciones que se detonan en el terapeuta, frente a determinados pacientes. Cada una de estas disquisiciones, entre aspectos interaccionales y de contenido, genera diferentes atribuciones de sentido establecidas desde la cognición del terapeuta. Estos marcos semánticos, como hemos visto, son producidos por el mapa de constructos personales, en el cuál uno de los elementos es su modelo teórico de abordaje en Psicoterapia. Es importante, entonces, que el terapeuta reconozca su propio perfil. Conocer cuál es su estilo relacional y personal, permite entender las reacciones sobre la relación más que del contenido de lo que se habla. Por ejemplo, por qué experimentamos angustia frente a un tema que nos tiene sin cuidado en nuestra historia personal o que no le adjudicamos una significación que nos produzca dicho tenor emocional, puede ser explicado por los aspectos relacionales. En algunas oportunidades, ciertas manipulaciones psicopáticas de los pacientes pueden generar sentimientos de bronca o rabia en el terapeuta. Más allá de lo señalado en el punto anterior, la exploración acerca de los estilos relacionales de la familia de origen del terapeuta, pautas, normas, reglas, funciones o rol que ocupó en su sistema o sistemas donde interactúa, son elementos claves a la hora de la autorreflexión del terapeuta. Si bien se infiere de todo este desarrollo, el ‘nivel emocional’ se encuentra aunado a cada construcción que elabora el terapeuta en la interacción con su paciente. El marco de las emociones –tan postergado por la mayoría de las líneas de Psicoterapia– es un punto 88
relevante, puesto que lleva a elaborar construcciones, como también de las mismas cogniciones surgen diferentes emociones. De una u otra forma, tendrán su implicancia en la escena de las interacciones. Un terapeuta sumamente ordenado, que tiene correctamente pensado cada aspecto de su vida, puede detonar en la mayor confusión, cuando su paciente presenta serias ‘desprolijidades’ en su historia. Cuando el Supervisor cuestiona circularmente, explorando los tres planos –racional, emocional y pragmático– encuentra que el terapeuta construye una hipótesis de desprolijidad de la vida de la paciente, con toda la atribución semántica que esto implica. Frente a esta construcción de desorden siente confusión y ansiedad, sensaciones factibles de aparecer en su vida frente a la posibilidad de desorden, razón por la cual es reactivamente ‘hiperordenado’. Cuando el Supervisor se dirige al ámbito pragmático, la confusión y la ansiedad le provocan paralización de la inventiva, creatividad e iniciativa en las acciones. Esto responderá al cuestionamiento del terapeuta, que no encuentra razón para que dicha terapia no funcione o se encuentre empantanado, incluso teniendo una excelente relación con el paciente. La Terapia Sistémica ha evolucionado y no podemos quedarnos detenidos en la década del 60, cuando la caja negra delimitaba y concebía al Ser humano como una máquina de outputs e inputs. Las atribuciones cognitivas sobre dichas entradas y salidas dependen de un complejo de interacciones y cogniciones, de las cuales el terapeuta también forma parte. La Psicoterapia es un espacio relacional, en donde tanto el terapeuta como el paciente sienten, construyen y accionan con conductas recursivas. El Psicoanálisis señaló la contratransferencia, como los sentimientos que detonaba el paciente en el terapeuta. Mony Elkain acuñó el término resonancia, en función de los ecos interiores del terapeuta en relación con las interacciones y contenidos de las sesiones. Desde diferentes epistemologías, se plantean los impactos emocionales en la figura del profesional. P ero esta repercusión emocional influye, indefectiblemente, en los otros dos planos. Cognitivamente, la emoción pautará el trazado de distinciones y descripciones, potencializando el marco de comprensión o construyendo puntos ciegos, con su consecuente construcción de hipótesis. En la pragmática, se traducirá en acciones que activen y reactiven la cibernética, como también que la entorpezcan, bloqueándola, fracasando en los intentos de solución o estancando el proceso terapéutico. Por último, el ‘contexto’ es otro de los elementos que cuenta, pautando la cibernética y las cogniciones de la Psicoterapia. El hecho de desarrollar una terapia privada, donde el hábitat resulta acogedor y la estética del lugar es agradable, pauta las interacciones de manera diferente a cuando se realiza en un hospital público, en un manicomio o en un instituto de rehabilitación. Las condiciones de cualquiera de estas instituciones, pocas veces favorecen un espacio relajado y distendido para desarrollar las sesiones. En algunos lugares, la sobrecarga de pacientes obliga a los terapeutas a amoldarse a tales circunstancias, atendiendo en salas de espera, bares, parque del hospital, etc. Estas situaciones reglan mecanismos cibernéticos muy distintos, tanto en los pacientes como en 89
los terapeutas. En los pacientes, al hallarse en un espacio público, creando mayores resistencias, dispersando la atención, limitando manifestaciones emocionales o la propia soltura y espontaneidad que pueda desplegarse en un espacio donde tan solo se está con el terapeuta. Más allá de que el ambiente hospitalario no resulta, por sí mismo, agradable y más en países donde la atención pública es decadente. En los terapeutas, impidiendo el trabajo con el cuerpo (p. ej., trabajar con una escena dramática) o realizar una intervención más explosiva o subida de tono, la regulación en el tono de voz, la dispersión de la atención por los múltiples estímulos, etc. Muchos servicios de Psiquiatría cuentan con una limitación en el número de sesiones, razón por la cual se deberá chequear si el modelo puede acomodarse a tal requerimiento, teniendo en cuenta que, algunos modelos, se adaptan mejor que otros (p. ej., el modelo de terapia breve de Palo Alto resulta sumamente efectivo en la planificación de diez sesiones). El hospital público, entonces, es otro dato que pauta la implementación del modelo. En Bs. As. (y me arriesgo a decir que en muchos hospitales de Latinoamérica) los hospitales públicos no cuentan con la infraestructura edilicia, ni con el plantel de profesionales, acorde en remuneración, para desarrollar tareas de Psicoterapia de manera acogedora y tranquila. 8 No así en España, donde, para algunas especialidades médicas, se privilegia el hospital de cara a la atención en consulta privada. En el caso de la Psicoterapia, debe tomarse en cuenta la variable económica: en el hospital, la terapia circula en la gratuidad, o sea, el paciente no paga honorarios por sesión. Este detalle puede crear reacciones de mayor o menor compromiso en relación terapéutica. En cambio, el consultorio particular también pauta de manera diferente la aplicación del modelo. Una atmósfera de tranquilidad y comodidad, lleva a que las intervenciones, el uso del tiempo, el manejo de los honorarios, conduzcan la interacción con el paciente de forma distinta a si la terapia transitara en el ámbito público. A diferencia del hospital público, es el paciente quien paga los honorarios del profesional lo que, de alguna manera, crea relaciones que derivan en que el paciente se responsabilice más por su tratamiento. Pareciera ser que el pago provoca una valorización mayor del trabajo terapéutico, ya que el coste económico sugiere cierto esfuerzo por parte del paciente para capitalizar este espacio. No obstante, esta conceptualización posee un grado de relatividad importante, ya que en estas lides resulta extremadamente dificultoso generalizar. Aunque, y por qué no decirlo, si un profesional gana magros honorarios en función de lo que destina la salud pública para la salud mental, cubren de desánimo y de poca iniciativa a los terapeutas. Y estos resultan elementos claves de pautación de la interacción terapéutica. A fin de cuentas, el espacio donde se juega la relación también delimita no solo un perímetro de acciones sino de construcciones. Si, tanto los terapeutas como los pacientes, no gozan del confort que permita un buen desarrollo de la sesión, de alguna manera estos factores inciden en el recorte que se establecerá de la problemática. Un lugar que no cuente con los requisitos necesarios para una sesión, desgana territorio a la creatividad. 90
Deberán comprenderse claramente cuáles son las características que impone ‘la cultura del contexto’ donde se aplique el modelo. Creencias, mitos, expresiones lingüísticas, costumbres, etc. dan cuenta de los elementos que priman y marcan los rasgos distintivos del ámbito en que se desarrolla la Psicoterapia. Adaptar el modelo a tales elementos, es la posibilidad de maniobrar inmersos en la regla que impone el contexto donde se pretende ser eficaz. La observación del entorno sociocultural permite evaluar, también, si es factible la traspolación del modelo o si la variación es tal que su aplicación dista totalmente del modelo original hasta perder su eje central y convertirse en otro modelo. El análisis de estas variables y su inserción en el modelo original, le otorgan una versión de acuerdo al folklore del lugar de aplicación. Pero, no solo es la cultura del contexto sino la propia del terapeuta, sus mandatos y reglas que, a la hora de aplicar un modelo y desarrollar intervenciones bajo su parámetro, ponen en juego los valores y creencias del terapeuta o pueden filtrarse en su percepción de caso y en su consecuente interacción (más allá que las estrategias deben enmarcarse en el sistema de creencias del consultante). Por ello la importancia radica, en gran parte, en que el terapeuta logre disociarse de estos elementos. Por tanto, el trabajo terapéutico personal, para lograr concienciar cuáles son sus valores y creencias personales, es una de las tareas primordiales en la formación y supervisión. Esta toma de consciencia le posibilita al terapeuta registrar a qué elementos dará relevancia en comparación con los del paciente. En esta misma línea se halla la ideología del profesional. ¿Quién puede asegurar que siendo de raigambre política de izquierda, pueda escuchar el discurso de un paciente emparentado con la derecha de manera abierta y sin juzgamientos? ¿Qué terapeuta, emparentado con el respeto a los Derechos Humanos, puede trabajar de manera franca y abierta con un [ex]torturador? La fila política en donde se enrole el profesional, signa una manera de pensar y crea, en cierta medida, una Filosofía de pensamiento. Este es otro de los elementos que pautarán la ejecución del modelo. Tambien es relevante conocer la ‘clase social’. Es importante conocer con qué sector de la población se va a trabajar, puesto que la terminología, expresiones, posibilidades económicas, estilos relacionales, etc., son algunos de los tópicos que impactan en el trabajo terapéutico. Para su aplicación, el modelo debe tomar en cuenta estos rasgos. Esto se observa claramente, cuando el profesional haya sido destinado a trabajar en barrios de extrema pobreza que, como tales, poseen un peculiar microcosmos de creencias, mitos, valores, etc., elementos que resultan primordiales en su aprehensión a la hora de intervenir. Además, muchos modelos tienen cierta limitación con el número de sesiones o con el nivel de abstracciones con que se conducen las sesiones. El profesional hará la evaluación de si las estrategias que muestra el modelo son acordes con el perfil de la clase social a la que va dirigido. Si bien, el correlato de pobreza, en términos de lo económico, no implica pobreza intelectual, también es cierto, que las clases más desposeídas tienen pocas oportunidades de avanzar en educación e instrucción. Y la proporcional inversa sucede con las clases elevadas. Estas son variables importantes, variables que el terapeuta deberá tomar en 91
cuenta en la implementación de tácticas: por ejemplo, si pretende hablar el lenguaje del paciente (como recurso ericksoniano), pactar honorarios, usar metáforas, intervenir de acuerdo al universo de creencias del consultante, etc.
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La mayoría de las oportunidades (y es la experiencia general de los terapeutas familiares), luego de explicar el uso del espejo unidireccional y la presencia del equipo terapéutico, la familia se encuentra pendiente de ellos en los primeros minutos de la sesión para, a posteriori, llevar adelante la consulta casi olvidándose de su existencia o, por lo menos, integrándola al modelo de acción de la sesión.«
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Fue bastante común en las generaciones de Psicoanalistas de la década del 60 y 70 en Bs. As., que cualquier intervención (interpretación) no aceptada por el paciente fuese categorizada como ‘resistencia’ a asumir la verdad, que venía de la boca del profesional. En nombre de la supuesta objetividad, resultaba impensable que el terapeuta se cuestionase si su intervención era justa o equivocada.«
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Por ejemplo, en algunos hospitales de la ciudad autónoma de Bs. As. se llega atender en la sala de espera, por falta de consultorios y la gran demanda de pacientes«
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EL ESTILO CON QUE SE EJERCE EL MODELO
U
n modelo terapéutico, para ser considerado como tal, debe reunir una estructura básica y debe poseer sólidos referentes teóricos: una teoría o teorías que sustenten o avalen su diseño. Estas conceptualizaciones son el respaldo para la construcción de hipótesis, en la observación de diversas situaciones. Estas disquisiciones teóricas moldean la epistemología del terapeuta. Por lo tanto, el modelo guía la óptica del observador y le lleva a trazar determinadas distinciones y descripciones del caso en vías a diseñar una hipótesis y la consecuente estrategia de tratamiento. El modelo constará de una serie de técnicas y tácticas para ser aplicadas en la pragmática. Recursos que posibilitan la coherencia entre la construcción teórica que se ha desarrollado para el caso y la puesta en marcha de acciones con miras al cambio. Un modelo terapéutico va más allá de los cuadros diagnósticos y de la idoneidad del profesional para determinar alguna patología. A partir de los signos, características y particularidades observables, crea un abordaje terapéutico. Por lo tanto, no se reduce a la observación y clasificación, sino a explorar de qué manera y con qué recursos se puede intervenir, en la práctica concreta, para revertir el proceso patológico o disfuncional. Los Modelos de Psicoterapia son construcciones teóricas que conciben los problemas humanos y los trastornos mentales desde una perspectiva particular. A partir de esta concepción, presentan una serie de herramientas técnicas –coherentes con la línea de pensamiento–, que se traducen en intervenciones, en donde la palabra y el cuerpo juegan un papel relevante en la mejoría del paciente. En cambio, el Estilo terapéutico refiere a la particular instrumentación del modelo por la persona del terapeuta, es decir, nunca un modelo será aplicado de la misma manera y sufrirá las variables (que más adelante describiremos) que se le imponen. Esto es lo que le confiere al modelo una identidad particular, la del modelo en sí-mismo, además de la que le otorga el terapeuta con su sesgo individual. Más allá de los factores del contexto (lugar donde se desarrolla la consulta, persona del paciente, etc.), la estructura cognitiva del profesional adopta de una manera particular el diseño del modelo terapéutico. Ya desde su estudio teórico, mediante bibliografía o clases, sesga a través de su percepción la inoculación de conocimientos. Ni qué decir en la implementación, donde además de factores cognitivos se recibe la influencia de factores interaccionales. Y así debe ser, este ‘filtrado’ , por así llamarle, le otorga colorido al modelo y lo enmarca con un sello de singularidad, de lo contrario, se pensaría un ejército de terapeutas clones que reprodujeran a la perfección un modelo que, ni siquiera en su génesis, lleva un marco de semejante ortodoxia. Los modelos terapéuticos se estructuran partiendo de bases teóricas y se moldean a través de lo pragmático, corroborando o descartando el sustento por el cual se avalan (el Método ensayo-error). Se conforman estrategias, técnicas, tipos de intervenciones, 100
dinámicas de operatoria, etc. A posteriori , se desarrollarán casos clínicos que certificarán o no el grado de efectividad, así mismo, comprobando o no las hipótesis previamente planteadas. De esta manera, entramos en el territorio del estilo terapéutico. Quiere decir que, entre la conformación de un modelo y su aplicabilidad, existe una distancia que, en principio, se estructura por las características personales del terapeuta que lo aplique, adoptando el sesgo de sus particularidades. Pero, en tal elección, se pondrá en juego su selectividad perceptiva, por ende, el trazado de distinciones y categorizaciones pertinentes, razón por la cual dicha elección no es ingenua ni arbitraria. Este futuro terapeuta se posicionará ante las diferentes posibilidades con la carga de su historia, o sea, como portavoz de un código familiar, de atterns, de normas, de una serie de estereotipos que conforman sus estructuras conceptuales, de su sistema de creencias, en síntesis, su mapa cognitivo y solamente desde allí elige. Ingresa así, en un modelo terapéutico y de alguna manera el modelo entra en él. Pero no solamente se trata de la elección del modelo, además, una vez seleccionado, la aplicación de técnicas o estrategias será pautada por el ‘bisturí epistemológico personal’. P or ejemplo, no a todos les es factible naturalmente implementar la provocación en forma confrontativa abierta o a través de la ‘ironía’, puesto que no todos poseemos un estilo combativo, discutidor o mordaz. Frecuentemente, en las personas divertidas, aquellas que suelen animar las reuniones mediante chistes y gags, el recurso del humor es una de las posibilidades que, naturalmente, se expresarán en la Psicoterapia. A los más histriónicos, con algunos estudios de teatro, de plasticidad corporal y enfáticos en su modalidad de discurso, les resultará sencillo traducir estos datos como la técnica de ‘hablar el lenguaje del paciente’. Así un sinnúmero de ejemplos. 9 En general –y como ya se ha señalado– los modelos terapéuticos tienen un efecto corrector de desviaciones, por lo que el terapeuta resulta un agente, un vehículo de semejante propuesta. Esto no quiere decir que los modelos creen humanos hiperadaptados que se muevan solamente dentro de un determinado parámetro, sino que permiten establecer flexibilidad de reglas, en donde espontaneidad, racionalidad, emocionalidad y sus acciones consecuentes –y posteriores interacciones–, se conjugan desarrollando un todo articulado y armónico que da por resultado el bienestar. Y si el espacio terapéutico se ha definido como un espacio de aprendizaje, no es para menos, ya que en su estructura, muestra la génesis de un proceso cibernético humano. El paciente llega a la consulta con un problema, el cual es una atribución de significado por sobre una dificultad; o sea, seguramente, los intentos fallidos por solucionarla, crearon la realidad del problema con todos los componentes emocionales que lo revisten. Frente a tal ángulo de desviación, el terapeuta ingresa una información nueva mediante una palabra, una acción, en síntesis, algo que no fue utilizado dentro del repertorio de intentos de solución anteriormente realizados. Esta información, tal como lo señala Bateson (1972), es una diferencia que genera una diferencia, razón por la que de 101
resultar efectiva se produce la solución (la corrección de la desviación), por ende, el cambio. Para que sea posible aplicar un modelo terapéutico y alcance un grado, en principio, mínimo de efectividad, deberá mutar, es decir, adoptar para adaptarse: adoptar las características de donde se desarrolla para adaptarse a ese contexto. Este efecto de mutación que raya con lo camaleónico, no implica descuidar la génesis del modelo, al contrario, implica respetar concienzudamente su tronco central acomodando su follaje de acuerdo a las diferentes variables que demanda el contexto donde se lo implemente. De no tomarse en cuenta estos elementos, el modelo resulta descontextualizado, inefectivo y factible de ser condenado al fracaso. (Ceberio y Linares. 2005. Pag. 142) La confluencia de todos estos componentes es lo que, de alguna manera, con prevalencia de unos por sobre otros, limita la aplicación del modelo, al mutarlo y acomodarlo a las diversas circunstancias presentes en la Psicoterapia. La sinergia de tales elementos lleva aparejada dos características, que se consideran condiciones relevantes en un terapeuta: la flexibilidad y la creatividad . Estas son dos condiciones que permiten amoldarse plásticamente a las diversas situaciones que plantea el quehacer psicoterapéutico, por ende, la flexibilidad –el terapeuta como un junco– es un elemento primordial. Por otra parte, esta primera condición no podría desarrollarse, si el terapeuta no posee la dosis de creatividad necesaria para inventar realidades, recrear nuevas situaciones, sugerir alternativas de solución no implementadas hasta el momento, etc. Pero, estas dos condiciones siempre deben encontrarse sostenidas por la solidez de la formación teórica del modelo. Puesto que el modelo puede mutar, modificarse, acomodarse, pero nunca perder su tronco central, en donde se halla su esencia, el terapeuta puede jugar creativa y plásticamente sin olvidar el norte que lo guía; de lo contrario, se corre el riesgo de realizar una dinámica en donde ‘todo vale’, tipología de terapeutas que describiremos más adelante. Un modelo terapéutico, entonces, deberá adaptarse no solo al estilo personal que le imprima el profesional, sino también al contexto sociocultural en donde se desarrolle. La sociedad, pues, impregna las construcciones históricas del terapeuta, que, a su vez, impregnarán recursivamente la aplicación del modelo. Sintetizando, una relación terapéutica podría concebirse como el encaje cibernético y cognitivo de dos personas reales y de múltiples fantasmas. Ensamble de sistemas de creencias, historias personales, contenidos y tipos de relaciones, ciclos vitales, etc., enmarcados en un interjuego de atribuciones semánticas y de emociones que se detonan. Un circuito de interacción, donde se introduce información nueva que genera diferencias en un proceso de aprendizaje ambidireccional. Un todo relacional complejo, en donde se trazan distinciones, descripciones, comparaciones y se construyen hipótesis que corroboran, certifican o desconfirman acciones y resultados. Un espacio que se desenvuelve en un contexto, destinado para tal fin: ayudar al Ser humano . Entendiendo 102
esta definición como la posibilidad de solución de problemas, redefinición de significados sobre las situaciones, o simplemente el cambio y la mejora de la calidad de vida.
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La posibilidad de realizar un perfil completo del profesional, consiste en realizar lo que hemos incorporado como parte de la formación, consistente en los ejercicios del Taller del estilo terapéutico: Con sus ejercicios y reflexiones, brinda al terapeuta la posibilidad de autoconocimiento y, para el formador, resultan los indicadores acerca de cuáles son los recursos genuinos y cuáles los que deben desarrollarse por vía del training. De las respuestas, pueden inferirse las herramientas clínicas con las que el terapeuta se siente más cómodo y cuáles son las que surgen de manera natural, de acuerdo a su personalidad y a su forma de conocer. Por lo tanto, permiten tener en c laro la implementación de téc nicas y tácticas y la propia epistemología tan pocas vec es concienciada.«
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EL ARTILUGIO DE REESTRUCTURAR O LA CREACIÓN DE NUEVAS CATEGORÍAS
E
n toda terapia, de cara a la intervención del terapeuta y para ser efectiva, el paciente cambiará de óptica acerca del problema que lo trajo a consulta. De hecho, el problema no es problema en sí, si no compete al mundo de atribuciones que realizamos acerca de las cosas. Es decir, fuera de un universalismo generalizante acerca de los problemas, este responde a una estructura de segundo orden. Este breve desarrollo muestra que vivimos en un mundo de ficciones, que luego se externalizan: primero construimos la realidad y luego creemos que la colocamos afuera de nuestros sentidos. Por tal razón, el problema es ‘una ficción de una ficción’, es decir, construimos ficciones sobre un mundo de ficciones. Gran parte de estas construcciones de sentido poseen su sucedáneo emocional: las emociones, en gran parte, con excepción de las más básicas (alegría, tristeza, asco, ira, miedo, sorpresa), son sucedáneos de cogniciones, fundamentalmente los sentimientos. También la Psicoterapia es un espacio de ficción. Es en ese espacio donde se co-construyen nuevas representaciones acerca de las cosas y entre ellas, los problemas. Re-enmarcar o recategorizar es colocar al objeto de nuestra percepción en otro box semántico. La técnica del reframe, se constituye en una de las intervenciones de persuasión que puede definirse como la más refinada y eficaz de la Terapia Sistémica. El reframe ciñe su traducción al castellano de manera literal como ‘re-enmarcar’, es decir, cambiar el marco en donde las cosas se inscriben; aunque en idioma español se utiliza otros conceptos que se ajustan más apropiadamente a su objetivo, como, de hecho, el de ‘reestructuración’, ‘redefinición’, ‘reformulación’, entre otros. Tal como lo definen Watzlawick, Weakland y Fisch (1976): [...] reestructurar significa cambiar el propio marco conceptual o emocional, en el cual se experimenta una situación, y situarla dentro de otra estructura, que aborde los “hechos” correspondientes a la misma situación concreta igualmente bien o incluso mejor, cambiando así por completo el sentido de los mismos. El mecanismo aquí implicado no destaca a primera vista, sobre todo si tenemos en cuenta que puede existir un cambio, mientras que la situación misma permanece asaz inmodificada e incluso inmodificable. Lo que cambia a resultas de la reestructuración es el sentido atribuido a la situación, y no los hechos concretos correspondientes a esta. (Pag.54) Reestructurar implica recodificar la realidad, pero sin modificar las estructuras de sentido por sobre los objetos que percibo. No se produce un cambio en el valor semántico de lo que se expresa, sino que son modificados los marcos en los cuales el significado se inserta. Así, de forma indirecta, es evidente que, cambiando el marco, al final de cuentas, ocurre la modificación del significado. Esto es así porque, poniendo un mismo suceso dentro de contextos diversos y 107
mirándolos desde perspectivas diferentes, el suceso cambia por completo el valor. La realidad (...) queda determinada por el punto de observación desde donde la mira el sujeto, si se cambia el punto de observación, cambia también la misma realidad. Al reestructurar la idea o la concepción de una persona, no se pone en discusión la idea o la concepción, sino que se proponen diversos recorridos lógicos y distintas perspectivas de enfoque de las mismas. No se cambia el contenido del cuadro, sino solo su marco, pero cambiando el marco se altera el contenido del mismo cuadro. (G. Nardone y P. Watzlawick. 1992) Pero, estas reformulaciones, si bien cobran estatus de intervención en la actividad de la Psicoterapia, aparecen en la comunicación o resolución de problemas de la vida cotidiana. Numerosos son los ejemplos de la Historia y Literatura en referencia a la modificación de atribuciones de significado sobre hechos y cosas. Porque, de esto se trata: de atribuciones de significados. Ya Epicteto, en el siglo i de nuestra era sentenciaba: “No son las cosas mismas las que nos inquietan, sino las opiniones que poseemos acerca de ellas.” Diríamos: no son las cosas en sí mismas las que nos perturban, nos provocan placer o son neutras, son las categorías en las que las clasificamos y, con ellas, su significado. Entrar en este territorio de análisis implica trazar una distinción entre la observación pura o despojada de significados y las categorizaciones que realizamos en dicha observación. Spencer Brown (1973) en su libro Law of the form (Leyes de la forma) , subraya que cada acto de percepción conlleva en él una distinción, que acentúan descripciones y confirman distinciones subsecuentes en un juego sin fin; devienen de la estructura conceptual del observador, razón por la cual, parece resultar sencillo que, en tal proceso, las adjetivaciones –que, en sí mismas, son distinciones– por sobre el objeto, se definan como juicios de valor, mostrando el sistema de creencias de quien percibe. Epistemológicamente, Bateson (1979) demostró este interjuego perceptivo, cuando señaló que los métodos de indagación están determinados por la alternancia de descripciones de proceso y clasificaciones de forma. Las ‘descripciones de proceso’ corresponderían a las descripciones ‘puras’ desprovistas de categorización y atribuciones de significado de acciones o interacciones. Mientras que, las ‘clasificaciones’ de forma, se definen por las categorizaciones o agrupaciones, por clases o rubros de acciones o interacciones. Más específicamente, la clasificación de la forma corresponde a la categorización que se atribuye a las acciones simples. Es el rótulo que se le adjudica a una acción determinada que, en la medida en que se obtenga respuesta y que alcance complejidad, cobrará el estatus de interacción o coreografía. Lo que se efectúa es una abstracción organizadora que categoriza la descripción de una serie de acciones identificándolas bajo un nombre. Por ejemplo, si decimos trabajo, estudio, gimnasia, juego, terapia, estamos aludiendo a rubros de acciones. Es obvio que muchas acciones pueden compartir una misma categoría: la acción de leer puede estar en relación con la categorización estudio o trabajo; esto dependerá del 108
contexto en que se desarrolle la acción, junto con los consecuentes distingos que trace el observador. Las categorías que pueden construirse son infinitas, y cada una, también, puede ser miembro de otra. Una silla es categoría que reúne bajo ella todos los tipos de sillas. Pero una silla es, a la vez, miembro de la categoría ‘muebles’, por ejemplo. Cuando Bateson habla sobre descripción del proceso, se refiere a la observación pura de las acciones propiamente dichas, o sea, sin marcos semánticos que la integren a un rubro y sin atribuciones de significado. Corresponde a las acciones simples, aisladas, por así decirlo, como por ejemplo gestos, movimientos, tonos de voz, expresiones, palabras, frases, etc. Cuando una descripción de acciones se organiza secuencialmente por medio de un rubro o categoría, estamos en el concepto de clasificación de formas; si se discrimina que un hombre da un paso manteniendo recta su pierna, con su cuerpo firme y su cabeza erguida, y en esa misma posición da otro y otro, estamos describiendo una acción. Si señalamos que está haciendo una marcha militar, entramos en el terreno de la categorización. (Ceberio y Watzlawick. 1998. Pag. 126) Bateson lo sintetiza en un esquema, donde los distintos órdenes de recursión van de menor a mayor complejidad, discriminando las acciones simples, las interacciones, hasta llegar al nivel más complejo de las coreografías, desde dos niveles lógicos diferentes: las descripciones puras y las categorizaciones.
En la columna descripción del proceso, las acciones se convierten en grupos secuenciales de acciones (interacciones). Estas descripciones de interacción continúan basándose en los sentidos, sin inferencias de atribuciones de significado. Cuando se categorizan, dan como resultado las pautas de la relación simétrica o complementaria; por ejemplo: A le dice algo a B, B eleva su tono de voz y frunce el ceño respondiéndole algo; A responde levantando los brazos y gritando. Así, estaríamos describiendo un proceso de interacción que podríamos categorizar –si dicha interacción sigue en alza– como simétrica. Las categorías de interacción de complementariedad y simetría constituyen, para 109
Bateson, lo que llamó visión binocular, que siempre se comprende a través de la relación, e implica dar un paso más en la abstracción de la conducta al contexto (si describimos tan solo comportamientos de uno u otro individuo, quedamos anclados en el plano de la conducta). Para acreditar las categorías de simetría o complementariedad, es necesario observar, por lo menos, tres secuencias de interacción, ya que, con tan solo dos, no es factible acreditar ni una ni otra; es a partir de la tercera acción cuando comienza a delimitarse el tipo de interacción que se genera. En el plano de una abstracción superior (metacontexto), encontramos una trama más amplia de interacciones, llamada descripciones de coreografía; aquí observamos cómo ‘se pautan las pautas’ de interacción que serán, a su vez, categorizadas. En general, este es el punto en donde una pareja o familia recurren a terapia: la recurrencia de una determinada interacción, categorizada como simétrica o complementaria (patológicamente), conlleva una descripción coreográfica que puede involucrar violencia, agresión o diversas sintomatologías, cuya categoría coreográfica podría llegar a rotular este proceso como una familia multiproblemática. Podemos realizar algunas inferencias sobre la construcción de la realidad, tomando como base este análisis epistemológico batesoniano. Hemos calificado la columna descripción del proceso, como la observación más pura, en relación a que se acercaría más a los datos que nos ofrecen nuestros sentidos, meramente descriptivos, o sea, lo que se ve sin impregnación de supuestos racionales. Parece una acción utópica, principalmente en el plano de la conducta, la descripción pura de acciones sin atribuciones de segundo orden. En la mayoría de las relaciones humanas, frente a una acción determinada, inmediatamente interviene un complejo proceso de abstracciones que lleva a categorizarla. Esta categorización, que las personas realizan sobre las acciones, es el soporte para establecer una tipología de interacción. Por ejemplo, frente al gesto de su esposa de fruncir el ceño, el marido podrá categorizarlo como desagrado; esta atribución indefectiblemente remitirá a un tipo de respuesta (simétrica o complementaria) y así recursivamente. Pero la cosa no queda allí: no solamente la interpretación de las conductas del interlocutor lleva a rotular la interacción, también confeccionan profecías catastróficas que se autocumplen, partiendo de la proyección de significados del receptor por sobre las conductas del emisor, y en esos términos, pocas veces se suele tener la capacidad de metacomunicar. La proyección de sentido, desde esta perspectiva, es el resultado de una abstracción que categoriza, en función de una observación subjetiva y autorreferente. Con lo cual, son pocas las oportunidades en que vemos una realidad de primer orden, en donde incluiríamos todas las descripciones del proceso de las acciones, interacciones y coreografías. Las clasificaciones de forma son construcciones cargadas de atribuciones de significado, patrimonio de una realidad de segundo orden. En el ámbito clínico, algunos errores epistemológicos corresponden a entender categorizaciones emergentes del sistema de creencias del terapeuta como descripciones del proceso. Por ejemplo, en el orden de la semántica, son frecuentes las oportunidades 110
en que escuchamos en las consultas que el paciente dice estar ‘mal o bien’; estas respuestas genéricas expresan un sentir profundo del paciente, específico para él, pero no para su interlocutor. Si no preguntamos qué quiere decir con este término, tan abarcativo de significado, el terapeuta categorizará introduciendo su propia atribución de sentido sobre dicha palabra, que no necesariamente deberá coincidir con lo que significa para el paciente. Esto nos hace caer en la trampa perceptiva del supuesto. La suposición es una hipótesis rudimentaria y, como tal, concatena premisas que se trazan en la percepción del objeto (cuando digo ‘objeto’ me refiero a cosa, sujeto o situación). Cada vez que percibimos, hay una orden interna que nos lleva a trazar distinciones (G. Spencer Brown. 1973), que son entendidas, unas como categorías (clase) y otras como integrantes (miembro) de categorías, tal cual la diferenciación que realiza Whitehead y Russell en su Princi pia Matemática (1913). El supuesto parte de nuestra cognición y conlleva acciones que impactan sobre nuestro mundo emocional. Entonces, este emergente y casi inevitable del supuesto, como construcción de segundo orden, daría lugar a tres tipos de intervenciones en la relación humana: • Esta es una forma que desplaza la categorización que uno establece, para dar lugar a preguntar abiertamente acerca de la descripción de lo que se muestra analógica o verbalmente “¿qué tratas de expresar con este gesto?” • Preguntar sobre la categorización, o sea, sobre el supuesto propiamente dicho (“¿esto que estamos discutiendo te da bronca?”). Si bien se pone en juego la suposición, se metacomunica en pregunta, por lo tanto, equivale a decir “Yo supongo que estás con bronca ¿es así?”, para, de esta manera, poder corroborar o ‘desconfirmar’ la categorización. • La tercera es la caótica. La opción sería actuar directamente, como si nuestro supuesto fuese el válido, o sea, se tiene la certeza de que lo que uno piensa que el otro siente es en sí mismo. Con lo cual, no existe la confrontación del metacomunicar y se opera en la pragmática de acuerdo a la propia atribución, construyéndose ‘profecías autocumplidoras’. (Watzlawick. 1988) De acuerdo con esta estructura, y concluyentemente, el metacomunicar es importante para evitar la construcción de profecías que se autocumplen. P or lo tanto, es importante preguntar en vez de suponer. Piaget (1937) describe cómo el niño, a través de acciones de ensayo-error, construye su mundo. En este proceso, las sucesivas abstracciones dan como resultado la internalización de una simbología, que se encarna en el lenguaje por medio de imágenes y significados particulares, de los cuales solo algunos se comparten. Las distinciones que se trazan, posibilitan desarrollar comparaciones que lo llevan a confrontar el mundo con sus sentidos. Entonces, si las abstracciones se contaminan con la experiencia sensorial es imposible, como señala Bateson, que los organismos puedan 111
tener una experiencia directa de su objeto de indagación. Tanto la descripción del proceso como las clasificaciones de forma, constituyen un circuito recurrente que da como resultado, ‘que uno dibuja lo que ve y ve lo que dibuja’, con lo cual lo que vemos son mapas de mapas: ¡Un elogio a la subjetividad! Nuestras categorizaciones surgen, fundamentalmente, de nuestros sistemas simbólicos y pautarán las distinciones que se establecen en la observación, entonces nuestro mundo experiencial se conforma de acuerdo a una recurrencia que oscila entre las distinciones, que se basan en las descripciones de los sentidos y las distinciones que afloran de nuestras estructuras simbólicas. [...] las descripciones basadas en nuestros sentidos nunca difieren de hecho, de cierto sistema simbólico o manera de trazar distinciones. Análogamente proponemos que los armazones de relaciones simbólicas no difieren en realidad de los datos sensoriales. Por ejemplo, los nombres de la categoría de acción, como exploración, amor, humor, terapia, juego, son observaciones que un observador traza en sus observaciones de los llamados datos sensoriales de la acción simple. (Keeney.1983. Pag. 97) Además, este cuadro diseñado por Bateson representaría una jerarquía de órdenes de recursión y los tres niveles no implican superioridad o inferioridad, sino circularidad y recurrencia. Ahora está más claro cómo el autor emplea la tipificación lógica, no aplicándola a un orden de clase, sino a una jerarquía de recursividad. Entonces, y en general, de cara a la observación los seres humanos no hacemos referencia a una asepsia en la mirada del objeto. Frecuentemente nos encontramos adjetivando y categorizando las situaciones, hecho por el cual algo puede resultar relevante o significativo para algunos, mientras que para otros será irrelevante e insignificante. Pero nadie puede negar el objeto de estudio. Dicha distinción pone en uego las dos realidades (de primer y segundo orden). Sobre una realidad de primer orden –la cosa observada–, se categoriza, adjetiva, califica, describe, etc., o sea, se proyectan significados propios y, como tales, conceptos que pertenecen a realidades de segundo orden. En la comunicación humana, principalmente el lenguaje analógico es blanco de suposiciones, categorizando las acciones en diversos rubros. Un gesto de alzar las cejas (como descripción del proceso u observación pura), puede entenderse como sorpresa, atención, extrañeza, el intento por no dormirse, etc. (como rubros de acciones). Fruncir la nariz se rotula como disgusto, aburrimiento, displacer, malhumor, etc. y son pocas las veces que preguntamos acerca del gesto simplemente describiéndolo y preguntando acerca de su significado en nuestro interlocutor. Es normal, entonces, que se vaya a la carga en las interacciones con la categorización a cuestas y se actúe de acuerdo con el supuesto. Comportamiento del cual devienen bellísimas y catastróficas profecías autocumplidoras, que confirman en la relación las categorizaciones supuestas inicialmente. Esto quiere decir que, desde las acciones simples hasta las coreografías situacionales de alta complejidad, existe un amplio trayecto en el que se depositan 112
atribuciones de sentido y sentidos del sentido, y así recursivamente. De esta manera, los humanos construimos realidades para después convertirlas en realidades objetivas, una realidad externa a los ojos del observador partícipe, para afirmar ‘esta es la realidad que nos tocó vivir’. Tal como lo señala Watzlawick, Weakland y Fisch (1976), afirmando que este proceso de ‘inventar’ una realidad en primera instancia y luego ‘olvidar’ que es una construcción nuestra, para experimentarla como independiente de nosotros mismos, fue ya descripta por Kant y Schopenhauer: Este es el sentido de la magna doctrina de Kant, el de que la teleología [el estudio de evidencias de proyectos y propósitos en la naturaleza] es puesta en la naturaleza tan solo por el intelecto que se asombra así de un milagro que ha sido creado, en primer lugar, por el mismo. [...] es lo mismo que si el intelecto quedase asombrado al darse cuenta que cuando se suman todas las cifras aisladas de un múltiplo de 9, dan también 9 o un múltiplo de nueve; y sin embargo ha sido él mismo el que preparó tal milagro en el sistema decimal. (Schopenhauer.1970. Pag. 87). Tipificar un objeto en una categoría determinada, crea una significación propia del objeto, una realidad. Toda tipología posee una serie de atribuciones adjetivadas –y subjetivas– que definirán los objetos que se incluyan dentro de ella. Las categorías son portadoras de semántica, y una semántica personal. Si digo “libro celeste y lo categorizo dentro del grupo de los objetos celestes”, lo describiremos mediante las características del color que serían cualitativamente muy diferentes si ejecutáramos la descripción incluyéndolo en el rubro ‘libros’. Por lo general, cuando un objeto es asociado con una clase determinada de objetos, resulta extremadamente difícil incluirlo en otra. Quedamos presos de la categoría que aplicamos: la plasticidad o flexibilidad de dichos parámetros constructivos no es una característica de la cognición humana. La lógica formal y la racionalidad priman –más allá de que resulten exitosas o no– de cara a permutar la tipología con la que incluimos un objeto hacia una clase diferente. El cambio en la rigidez de la tipificación lógica de los objetos, puede producirse mediante situaciones que introducen entropía en los sistemas de creencias, poniéndolos en crisis. Las crisis son elementos de perturbación a la homeodinamia de los sistemas, y también constituyen perturbaciones por sobre el lenguaje y, por ende, sobre las categorías que aplicamos. En situaciones de caos social, por ejemplo, del tenor de guerras, violencias extremas, hambre, etc., pueden cambiar los valores sobre los significados que impregnan las cosas. Por ejemplo, una rata, significada como un animal desdeñado, repulsivo y hasta temido, incluso fue un recurso de alimentación en épocas de guerra y hambre. La rata siguió siendo la misma especie de animal, pero cambió la categorización en donde estaba incluida: pasó de agruparse en el tipo ‘animales repulsivos’ al rubro ‘alimentos’. Para entender el mecanismo de la reestructuración, debemos realizar un salto lógico, puesto que opera como metarealidad . O sea, desde un nivel lógico superior, puede 113
observarse ‘la clase de todas las clases’, razón por cual todos los objetos, alternativa o simultáneamente, pueden pertenecer a una categoría u otra, lo que implica un significado diferente, según el caso. El hecho de señalar la inclusión del objeto en otra tipología, sugiere cambiar los marcos semánticos con que se lo reviste. Esta modificación introduce información nueva en la cognición, que permite observar con nuevos ojos lo que le está sucediendo a la persona. Pero tal reformulación del marco, donde se inscribe al objeto, no solamente se remite al nivel de la cognición, también a nivel de las acciones. Atribuciones de sentido conllevan emociones e interacciones que las refuerzan y confirman en el seno de la pragmática, influenciándose de manera recursiva. De este proceso, deviene un juego desarrollado interaccionalmente, que delimita un sistema con sus propias reglas de funcionamiento. La reestructuración como introducción de información nueva, de ser eficaz, genera un cambio, en principio, del marco en donde se inscribe tal significado. Mediante esta técnica, se espera, en el plano cibernético, el bloqueo de las acciones e interacciones desarrolladas hasta el momento, que confirmaban el sentido inicial que se le otorgaba al problema o, más precisamente, que construía un problema de una situación. P or lo tanto, será factible un cambio de reglas de juego: el marco conceptual con que se impregna una determinada situación, implica al plano emocional y relacional, o sea, cogniciones, emociones e interacciones, o el pensar, sentir y actuar de la persona, que se modifican si la reestructuración ha sido efectiva. Wittgenstein (1987) en Observaciones sobre los fundamentos de las matemáticas, refiere: Ello significa que el otro no nos llamó la atención hacia algo, sino que nos enseñó un juego diferente, en lugar del nuestro. Pero, ¿cómo un nuevo juego puede dejar obsoleto al juego anterior? Ahora vemos algo diferente y no podemos ya continuar jugando ingenuamente. Reestructurar el marco de las significaciones del objeto, entonces, implica en la progresión del proceso, un cambio de reglas de juego (cambio dos) en donde el otro ve algo de manera diferente, por lo tanto, indica el inicio de un nuevo juego, de lo contrario, la persona podrá continuar jugando el viejo, pero ya no inocentemente. En este sentido, los intentos de solución fracasados alientan a sostener la misma construcción que produce el problema. La categorización que se aplica al hecho es el marco en el cual se circunscribe un repertorio de acciones, que tienen por finalidad la solución. Pero –además del problema original–, las soluciones intentadas fallidas no solo sostienen el problema, sino que, en sí mismas, son ‘un problema’. Su perpetuación en la pragmática conforma una recursividad de acciones, que potencian un efecto dominó sobre los posteriores intentos. El fracaso de tales tentativas, se ocasiona en una relación que sigue tratando de encontrar la solución bajo la misma atribución de significado, que deviene de la categoría en que se incluye al objeto, lo que dio en llamarse cambio uno. Los giros copernicanos de acciones para la solución, radican en cambiar las premisas 114
de las reglas del juego, en otras palabras, cambiar el marco donde se inscribe a la situación. Solamente frente a tal cambio de perspectiva, la persona puede probar por otras alternativas de resolución. Por ejemplo, una persona se queja, planteando como problema: “la gente me traiciona..., doy y doy con buena fe”; y cuando espera una devolución compatible con su actitud se halla sola y frustrada por una respuesta contraria a la que ambiciona. Para ella, el postulado del problema es ‘la gente me traiciona’ y si este es el marco conceptual, todos los intentos de modificación rondarán bajo esta atribución. El giro de las tentativas de solución puede producirse, por ejemplo, cuando se cambia de foco el problema. Pero esta modificación se efectúa mediante una reformulación que implica redefinirlo. Tal vez, el problema podrá reestructurarse centrándolo en la omnipotencia del ‘Yo todo lo puedo’, bajo la funda del síndrome Teresa de Calcuta o ‘la mujer ambulancia’, a sabiendas de que, como dadora, siempre va a relacionarse con gente necesitada y creará vínculos unidireccionales, o sea, que de ellos poco puede esperarse en el momento en que ella lo necesite. Otra posibilidad sería focalizar el problema en su dificultad de decir que no o la culpa que se lo impide. Cualquiera sea la alternativa que se coloque para reconceptualizar el problema, implica que, de acuerdo con este nuevo marco, se desarrolle un nuevo juego. Por lo tanto, se aplicarán soluciones alternativas ajustadas a tal foco que generen la modificación de las acciones y su consecuente solución. La historia narrada acerca de lo sucedido, entonces, no es el pasado: en tal caso, es una versión o un cuento que la persona se cuenta acerca del pasado. Esta versión, lleva indefectiblemente a una recursión de acciones que devienen de los marcos semánticos con que se reviste a la historia. Cuanto más se interacciona desde esta versión de la historia, más se confirma y reconfirma la narración, por ende, se instaura más y más rígida e inflexiblemente. Cuando contamos una versión alternativa a la historia original, en principio, no cambiamos ni personajes, ni contextos, ni épocas, simplemente contamos un cuento diferente, en otras palabras, proponemos un nuevo marco de significados donde se desarrollaron los hechos. Es el caso de una mujer, quien se queja de que en su historia tiene el registro de un padre hiperexigente y rígido para con ella. Sufre por esto, puesto que se sintió no reconocida y descalificada en sus logros: “cada vez que consideraba que había hecho algo muy bien, mi padre me marcaba lo que me faltaba”. Esta construcción o categorización le impedirá observar el cariño y la importancia que su propia persona tenía para este padre. Cambiar la tipología de padre hiperexigente y descalificador, permutándolo por un rubro de padre preocupado y ocupado, por quien para él la hija es lo más importante, implica salir de una posición down y de baja autoestima, por una posición up y de valorización personal. El cuento de los tres picapedreros puede ser un buen ejemplo para el lector, en función de mostrar los marcos conceptuales como categorías en las que se incluyen las acciones y actitudes: En un día de mucho calor, tres picapedreros se encuentran rompiendo piedras en una 115
cantera. Los tres están ensimismados en la misma tarea, pero descargan con diferentes intencionalidades el peso de la maza y el punzón sobre las rocas. Sus rostros, manifiestan distintas expresiones en la concentración de su trabajo. Un observador que se hallaba recorriendo el lugar –atento de la situación– supuso que todos eran empleados y que poseían una misma finalidad, pero la diferente actitud de cada uno lo confundía. Pensó que tal diferencia se debía a las distintas reacciones frente al calor. Decide, entonces, romper su curiosidad abandonando su supuesto, acercarse y preguntarle a cada picapedrero para qué o porqué pican las piedras. Se acerca al primero quien, con un rostro tenso y aburrido, descarga su maza con violencia y desgano. Frente a su pregunta, contesta: “Pico piedras porque cometí un delito y estoy condenado a trabajos forzados por 30 años”. El segundo, más activo en sus movimientos, con un rostro que mostraba signos visibles de agotamiento, responde: “Pico piedras durante muchas horas porque necesito ganar dinero y alimentar a mi familia y cuantas más horas trabajo, más dinero llevaré a mi casa”. El tercero, concentrado, ávido en su tarea y con un dejo de satisfacción tras cada golpe, le responde: “Pico piedras porque formarán parte de una de las esculturas que adornarán la catedral principal de la ciudad.” Una misma tarea, tres marcos conceptuales distintos, de los que surgen acciones, emociones e intencionalidades diferentes. Cada categorización, en cada protagonista, implica una acción que es coherente con el significado en que la enmarca dicha categorización. Las acciones, recursivamente, confirman el rubro donde se inscriben. En el primero, sus acciones confirman que la tarea es una ‘condena’. En el segundo, que el trabajo de picar piedras es la posibilidad de ‘alimentar a su familia’. Para el tercero es la expresión de su ‘arte y la fama’. Por otra parte, existe un detalle que no debemos pasar por alto: las atribuciones del observador. El explorador, desde su estructura conceptual, construye la suposición y, a pesar de que las acciones desarrolladas por nuestros actores dan pelos y señales como indicadores de diferentes atribuciones a su actividad, él supone que son ‘diversas reacciones frente al calor’. La pregunta que emerge desestructura el supuesto, entrando en el universo personal de cada persona. Parece ser, por lo tanto, que una acertada reestructuración sugiere prestar atención a los puntos de vista, creencias, valores, expectativas, premisas, o sea toda la trama conceptual que da cuerpo a los marcos de significación y las acciones que surgen de este. Por ende, tomando una de las premisas que remarcó Erickson en su particular forma de Psicoterapia, el recurso de ‘hablar el lenguaje del paciente’ resulta nodal para desarrollar una reestructuración eficaz. Hablar el lenguaje del paciente, implica ingresar en su mundo de significados personales, razón por la cual es una herramienta que permite entender cómo cambiar los marcos conceptuales, no como una fórmula fija, sino tomando en cuenta las singularidades de cada persona. Además, la mimetización del lenguaje analógico y verbal propiamente dicho en las interacciones, permite ingresar las reformulaciones de manera más fácil economizando 116
tiempos de solución. Por lo tanto, hablar su lenguaje abarca tanto el plano semántico, como el sintáctico y pragmático. Así, por ejemplo, el pesimista está habitualmente enzarzado en un “juego” interpersonal en el que procura primeramente sonsacar a los demás sus puntos de vista optimistas, y en cuanto lo ha logrado hace contrastar dicho optimismo con su acentuado pesimismo, pudiendo entonces los demás insistir en “más de lo mismo”, es decir, en su optimismo, o bien eventualmente ceder al pesimismo del otro, en cuyo caso el pesimista ha “ganado” otro round si bien en detrimento propio. Este patrón de comportamiento cambia drásticamente en el momento en que la otra persona se muestra más pesimista que el mismo pesimista. Su interacción, entonces, no es ya un caso de plus ça change, plus c’est la même chose, ya que un miembro del grupo (pesimismo) no se combina con su recíproco o contrario (optimismo), manteniendo así la invariabilidad del grupo a base de la propiedad D 10 de grupo, sino que se produce un cambio dos mediante la introducción de una “regla de combinación” completamente nueva. Para llevar esto a cabo, se utiliza el propio “lenguaje” del pesimista, es decir, su pesimismo. (Watzlawick, Weakland y Fisch. 1976. Pag. 77) En síntesis, el objetivo de la reestructuración consiste en actuar, en primer lugar, sobre el marco en donde se desarrolla la percepción, que es el efector de la semántica impresa en el lenguaje, que se manifiesta en la comunicación verbal y comportamientos. Comunicación, que constituye una modalidad de interacción que, recursivamente, pauta la semántica, construyendo una realidad determinada. Esta técnica opera, prioritariamente, sobre los marcos donde se inscriben los significados; la modificación de estos es un segundo paso en el proceso elaborativo de las acciones e interacciones. Pero no se trata de entender que la reestructuración–en lo que atañe al cambio de significados de los hechos–, ofrece explicaciones solventes sobre el marco semántico de las acciones. Al contrario, no propone certezas interpretativas, sino que, en numerosas oportunidades, implementa el sutil recurso de la duda. Los manejos de la retórica en la reestructuración, deben generar interrogantes que ocupen el lugar de la habitual rigidez perceptivo-reactiva de los pacientes, dejando al descubierto fallos en sus sistemas cognoscitivos y comportamentales. Una vez instaurada, la duda trabaja lentamente, devorando el espacio que ocupaba la lógica preexistente. Es la que abre la brecha que da lugar a un nuevo sentido sobre el objeto. La duda introduce una cuña que moviliza la entropía del sistema, produce una arrolladora y lenta reacción en cadena, que puede llevar al cambio del sistema mismo. No obstante, un elemento que caracteriza al pensamiento sistémico es la flexibilidad de perspectivas que conjuntamente con el Constructivismo, posibilitan la aceptación de la diversidad de construcciones que no implican falsedad o veracidad entre unas u otras, con lo cual la duda puede ser una de las refinadas estrategias de intervención. (R. Ceberio y P. Watzlawick.1998. pag. 65) La información nueva que se intenta introducir, modificando la categorización en 117
donde se incluye el hecho, lleva a que cognitivamente se desarrolle una nueva puntuación en la secuencia de interacciones. Razón por la que se espera, que en la pragmática se pueda actuar de manera diferente. En tal sentido, B. Keeney (1983) señala que el concepto de puntuación es análogo al de ‘indicación’ de Spencer Brown: Toda vez que un observador traza una distinción, establece concomitantemente una indicación, vale decir, señala que uno de los dos aspectos distinguidos es el primario (p. ej., este, yo, nosotros) [...] crear esta indicación es la finalidad misma de la distinción. El empleo de la distinción para crear la indicación es una manera de definir la puntuación. (Pag. 58) Las distinciones –como ya hemos visto– se ejecutan en el mismo acto de percibir; por lo tanto, todo acto perceptivo implica una distinción. La distinción es inherente a la percepción. La sumatoria de diferentes distingos en la observación arroja una categorización que da cuerpo a una hipótesis que, a la vez, refuerza tales distinciones y la categoría que se adscribe. Los especialistas en semántica general (p. ej., Korzybski, 1933) demostraron que el lenguaje es una herramienta que impone distinciones en la percepción de nuestro mundo. O sea, por medio del lenguaje, se imponen nuestros significados, construyendo realidades que nos permiten efectuar distingos, llevándonos a puntuar la interacción: según la puntuación se crearán realidades diferentes. El signo lingüístico está compuesto por un concepto y una imagen acústica (De Saussure,1985), es decir, un significado, adscrito a definiciones socioculturales de la lengua y un significante o imagen acústica, que marca una representación mental del objeto nombrado. Pero, una tercera instancia de significación particular muestra la realidad de segundo orden, de acuerdo con los patrones del mapa cognitivo del protagonista. Cada palabra, la estructura de una frase o la articulación de un discurso en su totalidad, denotan las creencias y valores de la persona que lo expresa y las imprime sobre el lenguaje mismo. Desde esta perspectiva, el lenguaje no representa una realidad, sino que la construye. La ‘re-enmarcación’, actúa sobre tales marcos de significación, permutando dichas estructuras lingüísticas, con miras a elaborar nuevas construcciones semánticas y su devenir en las acciones. Desde el plano de la pragmática, la puntuación de los hechos tiene como punto de partida el marco conceptual. De acuerdo con el sentido que se le otorga a la situación, se delimita una serie de pautaciones que delimitan un sistema con los diversos componentes involucrados. La historia que se narra constituye la hipótesis y viceversa. En otras palabras, en un todo recursivo, la categorización que imprime la semántica, la hipótesis, las distinciones y la puntuación se influencian recíprocamente. Un paciente puede justificar las reacciones agresivas de su mujer hacia él, porque en su pasado se encuentran numerosas situaciones de violencia intrafamiliar, de la pareja de sus padres. De esta categorización se desprende la hipótesis lineal que avala dichas reacciones. Redefinir la situación, implicaría, por ejemplo, plantear la pregunta desde una perspectiva sistémica que lo obliga a involucrarse en el circuito de acciones: ¿Qué está 118
haciendo él para desencadenar tales reacciones en su mujer? Desarrollar este tipo de cuestionamiento, implica realizar una construcción que gira la hipótesis original y la paralela categorización de significado. Pero, más allá de la pragmática, el ordenamiento de la puntuación sintáctica también constituye nuevos significados y sus equidistantes nuevas realidades. En la estructura de la oración se implementa un repertorio de signos lingüísticos que determinan fluctuaciones de significados, lejos de la semántica de cada palabra en sí misma. Las distintas interjecciones, puntos aparte y seguidos, comas, puntos y comas, interrogaciones, signos de admiración, etc., de la sintaxis de una frase, pueden pautar las construcciones de realidades distintas, conformando una semántica alternativa a la estructura de la oración original. Estos cambios de atribución de sentido se observan de manera clara en las distorsiones que se producen en los mensajes que se transmiten mediante el rumor: “Me dijo un amigo del tío de Jorge, que el tío le contó que Jorge dijo”. Tales disfunciones se producen por diferencias en la puntuación en la sintaxis, pero, además, en la cadencia del discurso que produce cada distinción en la puntuación. De acuerdo con la puntuación, en la pragmática se involucra alternativamente al emisor o al receptor. Quiere decir que, con facilidad, puede adjudicarse culpas o vítores en función. Indudablemente el trazado de distinciones compete a las tres áreas del lenguaje: se puntúa en la sintaxis, creando un marco semántico particular, y esto tendrá sus implicancias en la pragmática, en donde a su vez se puntuará una secuencia interactiva generadora de una relación determinada. (Ceberio y Watlawick.1998. Pag. 123) La ‘re-enmarcación’, en principio, cognitivamente produce un cambio de categoría. Esta modificación de ser eficaz, redefine al objeto, es decir, le coloca una nueva definición y con ello una nueva semántica, razón por la cual se reformula el objeto. La correcta redefinición calza en la cognición, la hipótesis que se estructurará, las puntuaciones e interacciones subsecuentes deberán variar, modificándose también los intentos de solución, cuyos objetivos han variado. Como se verá, el problema construye realidades diferentes, y es constituido y reforzado por estas realidades en forma recurrente. A la vez, puntúa la secuencia de interacción que lo define. Una intervención que redefina la situación consistirá en introducir una información nueva en la cognición, para volcarla en dicho circuito, que conlleve a la modificación de la puntuación que genera esta interacción, y viceversa. De esta manera, bajo los mismos comportamientos se crearía un encuadre diferente y, de manera paulatina, se modificarán los marcos semánticos por sobre dichas actitudes y cibernéticamente se modificará el circuito de recursión. Pero más allá de la reestructuración como técnica específica, reestructurar marcos semánticos parece ser la maniobra central de la Psicoterapia en general. La efectividad de las intervenciones de cualquier modelo clínico, respondería a un cambio con respecto a la 119
construcción de significaciones acerca de las cosas. En este sentido, todas las técnicas son reestructurantes, por lo cual, el objetivo de cambiar los significados emergentes del sistema de creencias que surgen del mapa mental de la persona, es el factor común de todas las intervenciones psicoterapéuticas. En otros textos, hemos planteado que: Desde esta óptica, podríamos pensar que todas las estrategias de la clínica sistémica convergen y parten de la “reformulación”, ya que la gama que va desde la connotación positiva, el hablar el lenguaje del cliente, las preguntas circulares, etc., hasta las prescripciones de comportamiento, desde distintas vías, tienen como finalidad modificar la construcción de la realidad del paciente. (R. Ceberio y Watzlawick, 1998. Pag. 128) Como también, el recurso de los cuentos y metáforas, la provocación, las confusiones, etc., implican introducir un nuevo marco conceptual, pero mediante otra estrategia. Cabe señalar, por último, que las reestructuraciones no son únicamente patrimoni patrimonioo de lo verbal. Por P or ejemplo, las prescripci prescripciones ones de comportamiento también también desarrollan un cambio de perspectiva mediante un giro en las acciones concretas. Resulta difícil poder delimitar ambos planos, pues actúan recursivamente, uno implica al otro y viceversa: los cambios en la semántica llevan a desarrollar recursiones diferentes o, por lo menos, a quebrar las disfuncionales (que ya es un cambio). Y, asimismo, un cambio en la pragmática puede ser el pasaporte a la atribución de significados nuevos. El reestructurar marcos conceptuales, ya sea como técnica específica o como resultado de cualquier otro tipo de estrategia, implica no solo desarrollarla con ‘un delicado arte’, también obliga al terapeuta a ser creativo, apartándose de la lógica ordinaria y racional. Ambos elementos aunados –arte y creatividad– parecen ser las condiciones claves para que el terapeuta logre observar más allá de la perspectiva que plantea plantea el paciente, paciente, y pueda ofrecer la nueva construcción con la sutileza sutileza y perspicaci perspicaciaa suficiente, de manera tal, que este pueda ver la situación con nuevos ojos.
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En su explicación acerca de la teoría de los grupos, Watzlawick, Weakland y Fisch (1976) señalan como punto D, que […] en cualquier sistema que se ajuste al concepto de grupo, encontramos que cada miembro tiene su recíproco u opuesto, de modo tal que la combinación de cualquier miembro con su opuesto da lugar al miembro de identidad […]. […].««
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LA FICCIÓN DE LA LIBERTAD: ¿SOMOS LIBRES EN LOS SISTEMAS?
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a libertad es un concepto que adquiere diferentes ribetes, según la perspectiva desde la que se la observe o defina. Siempre se habla de libertad, desde lo jurídico, desde lo legal, desde lo familiar, desde lo ideológico-político, desde la mera aspiración de que deseamos ser libres, como sinónimo de independencia y bienestar. Pero cuando nos adentramos en los vericuetos de las ciencias sistémicas cognitivas y constructivistas, en un territorio epistemológico, resulta sumamente dificultoso encontrar una verdadera raigambre de libertad. Puesto que pensamos la libertad enmarcados en sistemas mentales, cognitivos, biológicos. En estos momentos, escribimos estas elucubraciones producto de nuestro modelo de conocimiento, enmarcados en un contexto de contextos y sujetos a una biología. Indefectiblemente, procesamos información mediante modelos y modelos de modelos; y así, de manera infinita, nuestra mente construye realidades que después se externalizarán haciéndonos creer que nuestra perspectiva refleja una realidad externa y objetiva. Siempre mediante modelos de conocimiento, algunos específicos, otros a nivel meta, como de hecho es la epistemología lineal, líder del positivismo y patrimonio paradigmático de la sociocultura. Las ciencias posmodernas, complejas, subjetivistas y como tales constructivistas, con un neto predominio de ejes epistemológicos sistémicos no han alcanzado el estatus de paradigma de la sociocultura, que ha ‘paradigmatizado’ la linealidad y la objetividad (Ceberio M. R. y Watzlawick P. 1998, Von Foerster. 1994, Keeney B. 1984), y que, a pesar de resultar escasa o simple a la vista de la ciencia actual, se encuentra férreamente instaurada en la cognición de la sociedad occidental y será una conceptualización resistente a la hora del cambio. Cuando hacemos referencia al modelo sistémico, hablamos del modelo de la ciencia a un supranivel, del cual una de las aplicaciones de su progenie cibernética y sistémica, es la Psicoterapia. Existen numerosos mitos acerca de la forma de hacer Psicoterapia, que muestran la tendencia a repetir esquemas estereotipados, sin fundamento o con avales teóricos de poca monta. Frases, explicaciones, intervenciones prácticas y formas de actuación en las sesiones, conforman un glosario de errores que se transmiten sin pensar o cuestionar lo que se está explicando. Y esto se traspasa de generación a generación de terapeutas. En la vida cotidiana (y también como terapeutas), ¿cuántas veces tendemos a aplicar soluciones memorizadas y reiteramos el ‘más de lo mismo’, principalmente en la resolución de problemas? Continuamos aplicando fórmulas con esquemas repetitivos, patrocinados por ecuaciones lineales, pensamiento dicotómico, lógica binaria, etc. Estos esquemas, en ocasiones, dan resultados satisfactorios, en otros no. Sin embargo, es frecuente que cuando ciertas intervenciones no generan cambio en el paciente, esto resulta sinónimo de resistencia al cambio y no –en cambio–autocuestionarse sobre si es 124
acertada o no la hipótesis de base y la consiguiente intervención. Con el afán de explicar la rigidez de los esquemas mentales, un ejercicio muestra claramente cuáles son nuestras limitaciones, frente al modelo mental que aplicamos en la observación: el juego de los nueve puntos. Este es un problema simple y dificultoso de aprender y que, en algunos de los textos de P. Watzlawick, se encuentra como ejemplo de soluciones intentadas fracasadas. Se colocan nueve puntos (tres, tres y tres en hilera) y la instrucción es “atravesarlos sin levantar el lápiz con cuatro líneas rectas”.
En principio, es imposible no ver el cuadrado (por la ley gestáltica de la proximidad: una sucesión de puntos observa una línea recta). Cuando uno suelta la consigna, la persona queda atrapada dentro de la cuadrícula ensayando las líneas de unión, pero circunscritas al perímetro del cuadrado. Todos los intentos de solución fracasados se circunscriben al perímetro. Sin embargo, para resolver el problema se debe exceder la ilusión de ese perímetro.
Las líneas que trazaremos para la solución de la propuesta deben traspasar los límites del cuadrado imaginario y ¡voilà! El cuadrado que vemos no solo es concreto, sino que es una metáfora de nuestra propia cuadratura conceptual, nuestros esquemas rígidos que no nos permiten salir de nuestro modelo de procesar información. Para exceder el perímetro de nuestro modelo, hace falta creatividad. Si realizamos una asociación con la teoría de los dos hemisferios, la cuadratura es nuestro hemisferio izquierdo, lógico racional, de cálculo matemático; mientras que el derecho (las líneas que exceden el perímetro) es más emocional y es el que nos indica el camino de la creatividad. Todos estos mitos son correctores de desvío, hacen a la construcción rígida y no permiten cuestionamiento, son per se, mejor dicho, esa es la creencia que no nos permite atrevernos al cambio. Al final de cuentas, somos presos de sistemas–puesto que 125
integramos y vivimos en sistemas–, y en ellos hay reglas y funciones que desarrollamos y, cuando intentamos salir, ingresamos en el inmediato superior, ya que cada sistema es subsistema de otro sistema que lo enmarca. Pero más aún, estamos a la debacle de nuestra biología. Hay valores de máxima y de mínima que nos rigen, desde el tamaño de nuestros órganos, la cantidad de células inmunitarias, hasta la fluencia de hormonas, neurotransmisores y otras sustancias. Todo tiene un marco sistémico: sistemas mentales, contextuales, biológicos. En este sentido, la libertad es una falacia. Todos nuestros movimientos podrán perturbar, más o menos, las reglas de nuestros sistemas, pero siempre bajo el marco limítrofe de los sistemas. En relación con los modelos terapéuticos, la evolución entre práctica clínica, mitos, contextos, patologías, entre otros, ha dogmatizado en gran parte la teoría y la práctica, acomodando los hechos a las teorías, aunque también se comenzó a cuestionar y reformular ciertos planteos arrojando nuevas definiciones. Por ejemplo, los sistémicos comenzaron a rectificar ciertos términos que generaban confusión. En principio, dejaron de pelearse con los Psicoanalistas y a desvalorizarlos defensivamente, o sea, comenzaron a construir una identidad propia. No necesitaron, como en los inicios, ‘ ser en diferenciación con’, a pesar de que debieron hacerse lugar a los empujones, como otros modelos de Psicoterapia, de cara a una neta primacía del Psicoanálisis como el único modelo de Psicoterapia válido y ético. A su vez los Psicoanalistas, descalificadores al inicio, se han vuelto más respetuosos de la práctica de otros modelos terapéuticos, aunque todavía se repite el sinsentido de diferenciar Psicoanálisis de Psicoterapia. Es decir, colocar en simetría lógica dos conceptos en el que uno se incluye en el otro: Psicoterapia se hallaría en un nivel lógico superior donde el Psicoanálisis sería uno de sus modelos. En los últimos 30 años, en afán de corrección de términos, la permutación del rótulo de Terapia familiar por Terapia Sistémica es uno de los cambios que no se ha instaurado totalmente. ‘Terapia familiar’, asociado al modelo sistémico, muestra la raigambre histórica de la gestación del modelo, cuando se investigaba con familias con el objetivo de observar los dobles lazos comunicacionales, y cuando el ingreso de más de un miembro en el consultorio fue considerado una de las primeras herejías, al decir de P. Watzlawick (1981). Fue de estas investigaciones de donde emerge el concepto de Double bind 11. Este término siempre ha llevado a confusión, puesto que la terapia familiar no solo es ejercida por sistémicos, pero a la vez, la Terapia Sistémica no puede ser reducida al campo de la familia, porque también trabaja con parejas, grupo, individuos y organizaciones. También, se ha teorizado más sobre la teoría del modelo como, además, sobre la aplicación en diferentes trastornos. En las primeras publicaciones sistémicas, contrariamente a lo que sucedía en la bibliografía sobre los modelos tradicionales, en el 30% de un texto se concentraba la teoría y el 70% restante consistía en ‘desgrabación’ de casos clínicos. Esta actitud de mostrar pragmatismo era coherente con las acciones desenvueltas en el marco de las sesiones: prescripciones de acciones, uso de espejo unidireccional, vídeo y grabación de las consultas, intervenciones en la comunicación, 126
hacían un todo práctico y de cambio en tiempo breve. Estas características fueron los argumentos para que, modelos como el psicoanalítico –más teórico que pragmático–, estableciera un derrotero de críticas, describiendo a la Terapia Sistémica como superficial, o como un manojo de técnicas. A propósito, el término ‘Breve’ fue uno de los grandes bastiones, casi un eslogan, en las cimientes del modelo sistémico, buscando su identidad por diferencia con los modelos clásicos de larga duración. Hoy sabemos que la brevedad depende de multiplicidad de variables, principalmente del contexto donde se aplique y, seamos realistas, el modelo sienta muy bien en servicios hospitalarios, abarrotados de pacientes en lista de espera; quien puede pagar no solamente busca la solución a su problema, sino también un espacio de reflexión y coloquio: la consulta privada. En este tiempo, la evolución del modelo ha destruido viejas disputas antinómicas, también con ánimo de desestructurar el pensamiento binario del que la lógica racionalista hizo gala. Por ejemplo, la polaridad epistemológica lineal/circular. El intento por trasladar ideas cibernéticas a circuitos humanos, antagonizaba las dos epistemologías colocándolas en el mismo nivel lógico. Se hablaba de la linealidad como la búsqueda del ‘por qué’, el pasado, mientras que la circularidad se homologaba con el ‘para qué’ y el futuro. Hoy no podríamos decir lo mismo. La tan descrita ‘complejidad’ (Morin E. 1984) entiende que los circuitos sistémicos se hallan en un nivel lógico superior a los tramos de linealidad. En todo circuito circular, se encuentran tramos lineales como unidirecciones en la dialéctica de los feed-back. Esto solo puede observarse en laboratorio. Si se filmase una escena, y si se realizasen diferentes recortes comunicacionales de la misma (la escena de la escena), y fuesen recortándose esos mismos recortes, se llegaría a observar un tramo lineal: sin tomar en cuenta la comunicación que precede ni la que sucede. Por tal razón es una comunicación de laboratorio artificialmente referida, ya que, de plano, la interacción transforma la acción de tramos lineales en interacciones. Se puede leer una situación linealmente, pero, a consciencia de que es solo un tramo o una secuencia parcial de un entramado de circularidades. En este sentido, puede definirse la circularidad como una interacción de tramos lineales No obstante, cada vez más los investigadores o, más precisamente, la ciencia misma ha adoptado la epistemología sistémica-cibernética como base de conocimiento (y esto no solo abarca la observación del fenómeno, también las construcciones de hipótesis, lo que implica procesos más sofisticados de pensamiento, que incluyen tipologías y categorizaciones). No así la sociedad. Socioculturalmente, la linealidad continúa sistematizada en la percepción de los seres humanos, razón por la que, de manera automática, se disparan elucubraciones, opiniones y observaciones, que tienen su cimiento lineal y se expresan bajo el patrón lingüístico del término por qué. Todavía, la noción de circularidad no se ha instaurado como paradigma en la sociocultura y solo es patrimonio vigente de la ciencia o de ciertos círculos intelectuales. Si vivimos en una cultura que prioriza y ha jerarquizado la racionalidad sobre la emocionalidad, ese racionalismo es patrocinado por elucubraciones lineales y objetivistas, desde la Filosofía griega hasta reflexiones místico religiosas. 127
Hasta nuestra biología da cuenta del mismo fenómeno. Por una parte, el cerebro primitivo, el límbico, se vio arrasado por la neocorteza que lo ocultó. La racionalidad de lo que se llama ‘funciones superiores’, que surgen de los cuatro lóbulos (frontal, parietal, temporal y occipital) han ocultado las estructuras del arquicortex (hipotálamo, hipófisis, hipocampo, ínsula, cuerpo calloso, tálamo, amígdala, etc.). Por otra parte, si el cerebro se divide en dos hemisferios, los dos describen una serie de actividades propias de cada uno, pero totalmente complementarias: la racionalidad binaria, lineal y lógica del hemisferio izquierdo, y la creatividad, emocionalidad y capacidad de abstracción del derecho, entre algunas de sus particularidades. Esa preeminencia del izquierdo hace que releguemos el territorio de lo emocional y lo descalifiquemos como ‘poco objetivo o reflexivo’. Más allá de que las emociones, y preponderantemente las básicas, bien descritas por Charles Darwin (1873) –alegría, tristeza, asco, miedo, sorpresa, ira– sean fenómenos psicobiológicos que le han permitido al hombre sobrevivir adaptándose a los diferentes contextos. Durante muchos años las emociones se vieron relegadas por el raciocinio, postergándolas como un sucedáneo de la cognición, es decir: veo algo, atribuyo algo sobre lo que veo y luego siento. Hoy sabemos que el proceso no tiene tal unidireccionalidad. Podemos sentir y luego construir algo sobre esa emoción. O sea: la atribución puede ser un sucedáneo de la emoción. Nuestra epistemología no solamente es el resultado de un complejo proceso inherente a la percepción, también involucra la transmisión –exactamente: la ense-ñanza– de un proceso cognitivo que procesa la percepción. Más allá del acto primario de conocer como la contemplación del fenómeno, los procesos secundarios del procesamiento de información como categorizaciones, construcción de premisas, organización de las mismas en una hipótesis, son aprendidos en el modelaje familiar, escolar y de diversos grupos secundarios sociales. Y, por ahora, ese modelo es lineal. El observador común, entonces, no cuestiona sus premisas y no concibe sus opiniones como autorreferenciales. Esto hace claro elogio a la objetividad, concepto sostenido por las ciencias positivistas, perimido para las ciencias posmodernas, y aún alentado por la sociocultura. Ser objetivo sigue siendo sinónimo de excelsitud y la subjetividad es pecaminosa. La gente común reclama (utópicamente) objetividad en los medios de comunicación, en la mirada profesional, en las opiniones en boca de los que considera personas calificadas. Pero tampoco objetividad y subjetividad competen al mismo estatus lógico. Podríamos afirmar que las premisas postmodernas señalan que todas las relaciones con las cosas (incluidas los seres humanos) son subjetivas y pueden establecerse diferentes niveles de objetividad relacional dentro de tal subjetividad. Aparentemente esta apreciación puede contraponerse con la discriminación entre realidades de primer y segundo orden diferenciadas por Paul Watzlawick en muchos de sus textos. Entendiendo la realidad de primer orden como la realidad objetiva del contexto y la de segundo como la subjetividad personal, estas premisas sirven para explicar que nunca podremos ver la realidad tal cual la ofrece la de primer orden, puesto 128
que siempre pasará por el filtrado de nuestros sentidos. Es una realidad del contexto, que siempre se subjetiviza. Ambas posiciones son complementarias: todas las relaciones con las cosas son subjetivas –competen a realidades de segundo orden–, pero dentro de ese panorama de subjetividades habrá sujetos que se hallen menos o más involucrados con el objeto. Esa menor o mayor distancia hace a la objetivación del objeto, pero siempre teñido por la subjetividad de los perceptores. No obstante, para que el proceso no se sumerja en un anarquismo perceptivo, hay patrones socioculturales del contexto que demarcan descripciones y definiciones de los objetos. Es una pauta objetiva que marca los límites de lo que las cosas son. Una mesa tiene un significado sociocultural, una representación mental expelida por la imagen acústica de la palabra, pero, ¿quién podrá ver la mesa objetivamente, quien podrá observar y describir la mesa de las mesas? Pero, eso que llamamos objetividad, se hace utopía a la hora de percibirla porque caemos en la trampa de nuestra subjetividad. P or otra parte, esa objetividad del contexto se transforma en subjetividad cuando la comparamos con otros contextos. La objetividad es objetiva intracontexto, es como un parámetro que nos regimenta la percepción evitando el relativismo total. Pero a su vez, se transforma en subjetiva intercontextualmente, es decir, cuando la cotejamos con otros contextos. En síntesis, todas las relaciones con el mundo son subjetivas, hay diferentes contextos que demarcan parámetros de objetividad que organizan la percepción: es decir, cómo debemos percibir evitando un todo vale perceptivo y mantener un eje en la cognición. Es lo que nos permite no definir un elefante como una silla. Pero intracontextualmente hay niveles perceptuales que son más objetivos dentro de la subjetividad: dentro de la realidad de segundo orden hay niveles de objetividad, es decir de una percepción menos involucrada. La escala estaría dada de esta manera recursiva, en un entrelazado de realidades de primer y segundo orden: Todas las relaciones con el mundo son subjetivas (segundo orden). Los contextos demarcan objetividades intracontexto (realidad de primer orden). Estos contextos son subjetivos, cuando se los compara con otros contextos (realidad de segundo orden). Estas objetividades intracontexto, son reglas perceptivas que evitan el anarquismo perceptual. Dentro de las percepciones subjetivas de los integrantes de un contexto, hay niveles de mayor o menor objetividad, dentro de la subjetividad. Dentro de la estructura familiar de una paciente anoréxica, habrá diferentes niveles de percepción del problema: la madre, más sobreinvolucrada, el hermano más perimetral, el padre ambiguo. Son diferentes niveles de objetividad, dentro de la subjetividad familiar. Objetivamente, el problema es uno: la conducta alimentaria, pero hay distintos niveles de subjetividades, algunas más objetivas que otras. Si esta familia acude a un terapeuta, dentro del sistema terapéutico, al estar fuera del 129
sistema familiar, aunque dentro del sistema terapéutico (que involucra a la familia), el terapeuta será más objetivo dentro de la subjetividad relacional que los integrantes de la familia. Si agregamos un equipo detrás del espejo unidireccional, será más objetivo dentro del sistema terapéutico equipo que la objetividad del terapeuta de campo y que los integrantes de la familia. Y así recursivamente en la medida que agreguemos suprasistemas. La salvaguarda existe en tanto que algunos de los integrantes del equipo terapéutico posean una resonancia personal que lo sobreinvolucre en su percepción y lo vuelva menos objetivo dentro de sus subjetividades que alguno de los miembros de la familia. Por último, si la realidad de segundo orden es la realidad de la realidad de primer orden, cabe preguntarse: ¿De dónde se edifica la realidad de primer orden? Podría agregarse un origen a semejante ficción: la realidad cero (0), la realidad original, aquella a la que nunca vamos a acceder; y solo podremos construir realidades de primer orden, a las que tampoco podremos acceder, pues solo construimos subjetividades más o menos objetivas, de acuerdo con la cercanía o distancia del objeto. Hoy creemos que definir qué significa ser sistémico y constructivista va más allá de un modelo de Psicoterapia, remite más bien a una forma de vida. Hay que describir el modelo desde la epistemología, como un modelo de modelos que moldean la lupa perceptiva personal. Entonces, el ser un terapeuta que ejerce sistémicamente, sugiere escuchar preguntando sobre una trama de complejidades, y complejidades de complejidades. Implica articular multiplicidad de ópticas, que devienen de campos teóricos como la Antropología, Medicina, Filosofía, neurociencias, entre otros, que constituyen aportes para construir una hipótesis medianamente completa. Aquí se pone en juego la opinión del equipo terapéutico, puesto que proporciona diferentes conceptualizaciones que deben descartarse o reafirmarse en la construcción de esa hipótesis única, abierta a nuevas propuestas. Aunque no solo es el equipo detrás del espejo con quien intercambia información, siempre estará dispuesto a realizar interconsultas con otros profesionales o instituciones que puedan favorecer el proceso terapéutico. En este sentido, el terapeuta sistémico intenta ayudar a resolver el problema de su paciente y devendrá un maestro comunicacional que enseñará una nueva epistemología, una forma recursiva de ver la vida. En este tiempo, otros modelos terapéuticos lejos de la tradición psicoanalítica, han cobrado más y más vigencia. Han debido hacerse lugar a los codazos en un principio, pero hoy se hallan afirmados en el mercado de la salud mental. El modelo cognitivo, de profunda tradición terapéutica y larga data en las lides clínicas, por ejemplo, se desarrolla en sus nuevas versiones como punto de mirada en la atención clínica, con su gran despliegue técnico y de investigación. Se enseña actualmente en la universidad y las personas ya conocen de qué se trata. Tanto el modelo gestáltico como la Logoterapia y el Transaccional, se agrupan en asociaciones, y también ocupan terreno en las materias universitarias y en cursos de posgrado. Otros, como la Psicología positiva, Constelaciones familiares, Neurociencias, Psicoinmunoneuroendocrinología (PINE), EMRD, Mainfullness , PNL, han comenzado 130
a difundirse y a generar cursos de formación de posgrados, especializaciones y maestrías. El modelo sistémico forma parte hoy del currículo universitario, se ha desplegado especialmente en diferentes trastornos, ha intentado realizar diagnósticos relacionales (Linares, J. L. 1996), ha trabajado la persona del terapeuta (Fernández Álvarez H 1996, Ceberio M. R. y Linares J. L. 2005) etc. Todos los modelos terapéuticos han provisto al terapeuta de múltiples recursos técnicos y estratégicos, de intervenciones y prescripciones que abordan las diferentes entradas de información y cambio, tanto emocionales y cognitivas como pragmáticas. En la actualidad, el timón epistemológico parece dirigirse cada vez más hacia el Constructivismo sistémico, no como modelo terapéutico, sino como modelo de la ciencia que se traslada a la forma de conocer del profesional. Pero, este giro sugiere involucrar diferentes estamentos del Ser humano y abordarlo desde esta polivariabilidad de factores. Hace falta entender que el individuo integra sistemas, y el feed-back y la interacción desarrollada en ellos, implica que la persona es con otros, enmarcado en los diversos contextos donde evoluciona. En dirección a esta integración, las formas de procesar información y los contenidos de la información procedentes de la estructura cognitiva, sus esquemas de creencias y valores, son determinantes y consecuentes con la interacción (veo lo que construyo y construyo lo que veo). Por otra parte, en acople complementario, las emociones que surgen como consecuencia, causa y motivación de las conductas interactivas y atribuciones cognitivas humanas, se constituyen en un factor puente entre ellas y toda una condición neurobiológica. Por último, el sistema endocrino, la regulación del eje hipotalámico hipofisario, el sistema inmunitario y nervioso con todas las secreciones de neurohormonas y neurotransmisores, impacta todos los sistemas en un feed-back de interinfluencias poderoso.
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Doble vínculo.«
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LA COMPLEJIDAD DE LA PSICOTERAPIA Y LAS INERCIAS DE LA RESISTENCIA AL CAMBIO 12
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ara entender todo ese proceso de gran complejidad que implica la Psicoterapia, se debe apelar a una visión circular y sistémica, en pos de lograr entrelazar las diferentes variables de manera recursiva. Es imposible comprenderlo a la luz de la linealidad. Es un reduccionismo. Además, ninguno de los factores interaccionales, cognitivos, emocionales o neurobiológicos, tiene preeminencia uno por sobre otro; la preeminencia y el impacto de uno por sobre el otro, dependerá de la situación. Por lo tanto, la estructuración de una hipótesis implica articular toda esta variabilidad de factores que, en sinergia, producen el resultado sintomático. Aunque cabe aclarar que siempre es una hipótesis abierta, un ‘estructurando’ que se cuece a fuego lento en cada sesión, mediante el ingreso de nueva información. Cuando analizamos el problema y construimos hipótesis, no solamente tenemos en cuenta al problema original, sino una serie de problemas del problema. En principio, se debe tener claridad acerca de cuál es el o los problemas originales que, por lo general, se interinfluencian. Es frecuente que el problema genere otros problemas que se satelizan al problema original y dificultan aún más su solución. Estos no solamente son problemas en otras áreas, sino que pueden ser daños orgánicos, como somatizaciones, enfermedades autoinmunes, cardiopatías, pánicos, trastornos de ansiedad, etc. No hay que perder de vista que los problemas humanos generan más o menos estrés, y que esto entorpece las posibilidades de solución, acarreando y sosteniendo trastornos orgánicos. Se debe identificar la disfunción del sistema que provocó el problema, en el caso en que el problema sea un síntoma-denuncia de las anomalías del sistema. De la misma manera, se deberá revisar el sistema que se creó a partir de problema puesto que, alrededor del mismo, se edificó uno nuevo con nuevas funciones y reglas, como señalamos anteriormente. Los pensamientos automáticos, que llamamos ‘basura’, esalientan cualquier motivación al cambio, puesto que desalientan la autoestima y descalifican el potencial de la persona. En relación a investigar antecedentes de vida, con respecto a su problemasíntoma, es importante observar entre estos problemas del problema, la dominación del síntoma por sobre la persona. Esta ‘tiranía sintomática’ hace que la persona se encuentre en una posición por debajo y a merced del síntoma, lacerando su propia autoestima y reproduciendo cognitivamente pensamientos automáticos negativos que lo sumergen en la más profunda impotencia y paralización. Es importante explorar los intentos fallidos por resolver el síntoma. Si todas las tentativas de romper con la dominación y hegemonía del síntoma, han fracasado, la forma sistematizada de procesar la información, el contenido, o sea, lo que se intenta por resolverlo, siempre están enmarcados en el mismo repertorio de soluciones patrocinadas 135
por el pensamiento lógico matemático y binario, causalista lineal, con lo cual perpetúa y refuerza la producción sintomática. Parte de esta exploración, que el terapeuta realiza en las sesiones, delimita también cuatro factores (Ceberio M. R. 2013) que accionan complementariamente: • Grado de intensidad de los síntomas. • Frecuencia de aparición. • Cantidad de síntomas que los conforman. • Tiempo de aparición. Estas variables son elementos de evaluación de una serie de procesos, a los que llamamos inercias que producen resistencias al cambio. Estas inercias podemos definirlas como automatizaciones de procesos que impulsan en dirección a la repetición. Esto quiere decir que, a la hora de focalizar un problema, no solamente debe analizarse el contenido del mismo, sino los problemas sucedáneos que generan en el sistema al cual pertenece pero que, a su vez, funda el mismo problema. Más claramente: un problema nace en un sistema pero, a la vez, crea un sistema dentro del sistema que lo vio nacer, uno cuyas normas, características y funciones giran en torno a su dirección. Las ya mencionadas soluciones intentadas fracasadas, también constituyen problemas que coprotagonizan al problema central (Watzlawick, Weakland y Fisch. 1974) que, al ser inefectivas, refuerzan el problema en cambio de solucionarlo. Por lo tanto, contenido problema, sistema problema, intentos de solución fallidos problema, crean una gran complejidad en el análisis de un caso. Las interacciones que se estructuran a raíz del despotismo sintomático (pero que, al mismo tiempo, es producido por la disfuncionalidad del sistema), se encuentran totalmente sistematizadas y a la debacle de una inercia que parece irreversible. Esta inercia interactiva genera una reverberación tal, que indefectiblemente y en mayor o menor medida, será una primera fuente de resistencia al cambio (y ‘primera’ solo por imponer un orden didáctico, no en un sentido jerárquico lineal). No solo se intenta el ‘más de lo mismo’, sino que este comportamiento organiza sistemas de relación familiares y del sistema extrafamiliar, como consejos y acciones del entorno. Esto constituye un primer entrampe de corte relacional, que genera resistencias al cambio y del que resulta dificultoso salir. Los síntomasproblema y los problemas 13 crean un sistema con sus propias reglas y nuevas funciones (R. Ceberio, 2013). También se automatizan procesos cognitivos. Esta segunda inercia remite, como señalamos anteriormente, a la sistematización de procesos cognitivos, o sea, a una forma de pensar el problema y su solución, regido por la lógica convencional, y la activación – en la medida que se fracasa en resolver– de pensamientos automáticos negativos, como ‘pensamientos debería’, falacias de control, pensamiento dicotómico, predicciones negativas, descalificación de lo positivo (Riso, 2009). Nuestro cerebro procesa la información de manera sistematizada, con una neta preeminencia del hemisferio izquierdo, racional, lógico y matemático. El método que aplicamos al proceso se halla estructurado de manera secuencial, paso a paso, y esto 136
genera un ‘efecto cascada’ o dominó, donde una pieza hace caer a la siguiente. Además, es de observar que también existen contenidos de pensamientos, que son los elementos que se elucubran, procesan y elaboran. Nuestra mente pone en juego multiplicidad de contenidos que se alojan en nuestro almacén cognitivo, que tiene su sede física en el hipocampo y que, como centro de memoria y aprendizaje, colabora con el lóbulo frontal en el análisis y con nuestra percepción en el trazado de distinciones. Por último, las categorizaciones enmarcan semánticamente nuestros captos (R. Laing 1961), de acuerdo a la posibilidad atribucional que surge de los esquemas cognitivos, valores y creencias (Beck. 2000, Risso. 2009), sin dejar de tomar en cuenta la posibilidad de emergencia de pensamientos automáticos que entorpezcan la libre percepciónconstrucción de la realidad. Una tercera inercia se halla en el territorio de las emociones y, quizá, este es un tema que precise de un desarrollo mayor. Este es un área que fue relegada durante años por el mundo de la ciencia, como ya hemos señalado, y en la Psicoterapia en particular, otorgándole preeminencia al pensar, o sea, al territorio de la racional: pero hoy, se ha recategorizado en positivo y con una significación de indispensabilidad en la adaptación y supervivencia en el contexto. Todos los humanos poseemos una forma de emocionar, un estilo de expresar las emociones y sentimientos. También, son diferentes los contenidos que nos sirven como estímulos para nuestras reacciones emocionales. No solo es la emoción del otro la que [se] me contagia, sino que también me proyecto en la emoción del otro, y además emociono por mis propios contenidos que me emocionan. Las emociones poseen un tono determinado y son predominantes en la personalidad, de acuerdo con las situaciones. Esta predominancia hace que nos identifiquemos con ellas. En este sentido, las emociones son identitarias, es decir, su persistencia hace que nos sintamos como que somos nosotros, y hasta nos produce disonancia cuando nos asaltan emociones que no pertenecen a nuestra categoría emocional. Las emociones ejercen funciones psicobiológicas fundamentales, que son el resultado de la evolución y de lo que se llama factores epigenéticos (los elementos del contexto que terminan modificando las funciones de nuestros genes). Estas funciones permiten al organismo sobrevivir en entornos hostiles y peligrosos, razón por la que se han conservado prácticamente intactas a través de la historia evolutiva (Le Doux. 1999). Siempre se ha relacionado las emociones con el cerebro antiguo, lo que se llama arquicortex o cerebro primitivo: el sistema límbico. Este sistema está formado por diversas estructuras cerebrales (tálamo, hipotálamo, amígdala, hipocampo, séptum, mesencéfalo y cuerpo calloso), que provocan respuestas orgánicas y fisiológicas ante la presencia de estímulos emocionales. El sistema límbico interacciona muy velozmente con el sistema endocrino y el sistema nervioso autónomo y, en general, no median estructuras cerebrales superiores de la neocorteza. Está relacionado con la memoria, atención, conducta, instintos sexuales, emociones. La PINE estudia los vínculos entre cuatro sistemas: el sistema mente, el sistema inmunológico, el Sistema Nervioso Central (SNC) y el endocrinológico. Según Robert 137
Ader, uno de sus creadores, hay una infinidad de modos en que el SNC y el inmunológico se comunican: sendas biológicas que hacen que la mente, las emociones y el cuerpo no estén separados, sino íntimamente interrelacionados. Se está descubriendo que los mensajeros químicos que operan más ampliamente en el cerebro y en el sistema inmunológico son más densos en las zonas nerviosas que regulan la emoción. También, se estudió la influencia de las hormonas del estrés (adrenalina, noradrenalina y cortisol) en relación con las emociones y el sistema inmunitario, mostrando cómo estas hormonas bloquean la función de las células inmunológicas, y disminuyen las defensas. Por tal razón, nos enfermamos, desde un simple resfrío hasta un cáncer, a posteriori de una situación de alto voltaje emocional. Basándose en este hecho, las emociones negativas como la ira, la ansiedad y la depresión, podrían ser las causales de ciertas enfermedades. Las investigaciones no han arrojado datos clínicos suficientemente categóricos como para establecer una relación causal directa, pero sí se reconoce que las personas poseen un grado de vulnerabil vulnerabilidad mayor a posteriori de un hecho traumático. Hay investigaciones que han establecido la relación entre el enojo y la ira con los ataques cardíacos (Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford). Se ha observado que los pacientes que habían sufrido al menos un ataque cardíaco lo habían desarrollado después de cuando se sintieron furiosos. Incluso, si se conectaban con el recuerdo de estas imágenes, se producía una disminución en la eficacia de bombeo de su corazón, acompañado de ansiedad. (Goleman, 1996). Por ejemplo, la ansiedad influye principalmente en contagiarse enfermedades infecciosas tales como alergias, resfríos, gripes y herpes, entre otras. Si bien estamos expuestos permanentemente a esos virus, normalmente nuestro sistema inmunológico los combate; sin embargo, las defensas pueden fallar. Cuanta más ansiedad, mayor será la incidencia de patologías infecciosas. Contrariamente a las emociones negativas, encontramos otro tipo de emociones: la risa y el buen humor. La capacidad de estar de buen humor permite observar los problemas problemas desde una perspectiva perspectiva positiva positiva y con buen pronóstico. pronóstico. Una actitud optimista hace que se construyan situaciones positivas, puesto que, a fin de cuentas, más allá de la suerte, la realidad personal es una construcción personal. Una persona que posee esperanzas de que su futuro sea promisori promisorio, o, tiene mayor resistencia resistencia frente a los obstáculos que puedan aparecerle en el trayecto hacia sus objetivos. Mientras que alguien piense negativamente y de manera pesimista, conlleva a generarse baja autoestima, abandono personal, y estas formas minan, casi indefectiblemente, su sistema inmunológico. Toda esta interconexión entre sistemas fue investigada en los años ochenta por la neurocientífica Candace Pert (2003) y su equipo del Instituto Nacional de Salud Mental de Maryland, en USA: se descubrió un grupo de moléculas, llamadas péptidos, que son los mensajeros moleculares e intermediarios entre tres sistemas distintos que, hasta ese momento, se estudiaron de manera independiente: nervioso, inmunológico y endocrino. estos factores neuroquímicos los llamamos ‘la cuarta inercia’. En la imagen tradicional, estos tres sistemas están separados y tienen funciones 138
diferentes. El sistema nervioso, constituido por el cerebro y una red de células nerviosas que abarca todo el cuerpo, es la sede de la memoria, el pensamiento y la emoción. El sistema endocrino, constituido por las glándulas y las hormonas, es el sistema regulador princi principal pal del cuerpo, dado que controla e integra integra varias varias funciones corporales. corporales. El sistema sistema inmunológico, constituido por el bazo, la médula ósea, los nodos linfáticos y las células inmunológicas que circulan a través del cuerpo, es el sistema de defensa del cuerpo, responsable de la integridad de los tejidos y de controlar los mecanismos de curación de heridas y reparación de tejidos. Los péptidos, una familia de sesenta a setenta macromoléculas, fueron estudiados originalmente en otros contextos y recibieron nombres diferentes: hormonas, neurotransmisores, endorfinas, factores de crecimiento, etc. Al ligar a las células inmunológicas, las glándulas y las células del cerebro, los péptidos forman una red psicosomáti psicosomática ca que se exti extiende por todo el organi organismo. smo. Juegan un papel crucial en las actividades coordinadoras del sistema inmunológico, ya que ligan e integran las actividades mentales, emocionales y biológicas. La mayoría de las señales del cerebro se transmiten por medio de péptidos producidos por las neuronas. Al fijarse fijarse en receptores rece ptores alejados de su origen, origen, estos péptidos péptidos actúan no solo a lo largo de todo el sistema nervioso, también en otras partes del cuerpo. Otro aspecto fascinante de la red psicosomática recientemente reconocida es el descubrimiento de que los péptidos son la manifestación bioquímica de las emociones. La mayoría de estos, si no todos, alteran la conducta y los estados de ánimo, y los científicos suponen que cada uno puede evocar un tono emocional único. El grupo entero de sesenta a setenta péptidos puede constituir el lenguaje bioquímico universal de las emociones. Tradicionalmente, los neurocientíficos han asociado las emociones con áreas específicas del cerebro, como señalamos anteriormente, en el sistema límbico. Esto es correcto. Resulta que el sistema límbico está muy enriquecido con péptidos. Sin embargo, no es la única parte del cuerpo donde se concentran los receptores de péptidos. Por ejemplo, todo el intestino está cubierto con estos receptores y es por tal razón que, muchas veces, cuando estamos ansiosos o nerviosos, es el aparato digestivo el blanco de nuestras tensiones. Si es verdad que cada péptido interviene en un estado emocional particular, esto significaría que todas las percepciones sensoriales, todos los pensamientos y, de hecho, todas las funciones corporales están teñidas emocionalmente, porque todas involucran a los péptidos. De hecho, los científicos han observado que los puntos nodales del SNC, que conectan los órganos sensorios con el cerebro, están enriquecidos con receptores de péptidos, péptidos, los cuales cuales filtran filtran y priorizan priorizan las percepciones percepciones sensoriales. sensoriales. Estos aspectos investigados hacen que se revisen las concepciones de la emoción, y se la entienda como una vía intermedia y transversal que atraviesa numerosas situaciones de vida, e involucra la sinergia de sistemas que, lejos de estar separados, actúa en total complementariedad. Por lo tanto, frente a la constitución de un problema o a una situación problemática, se construye una forma de intentar solucionarla que, dada su ineficacia, termina 139
edificando un [otro] sistema. Una vez que se ha confeccionado, el sistema da inicio a una serie de interacciones y formas de comunicación que sostienen funciones, reglas y todo un código que rige las relaciones y el funcionamiento general. Al mismo tiempo la forma en que se procesa la información se halla sistematizada ensayando el ‘más de lo mismo’ en la forma de pensar el problema y en la forma de resolverlo, más allá de la ilación de pensamientos pensamientos automáticos, que se encadenan lacerando la la autoestima, en la medida que el problema no se resuelve, y termina dominando la vida de la persona. El surgimiento de las emociones que merodean a situación y que activan una serie de neuropéptidos, crean receptores de membrana que esperan el péptido específico en el espacio intercelular. En la medida en que la situación se perpetúa, los receptores de membrana se estabilizan, por así decirlo, generando la necesidad del péptido que actúa como ligando en el espacio intercelular. Si en el decurso de las sesiones, se suprime la situación-problema, se produce un nuevo sistema con reglas y funciones, diferente al original. La forma de procesar información ha modificado su ilación y los buenos resultados hacen efectivos los intentos de solución, se ha recategorizado semánticamente la situación y hay nuevos pensamientos pensamientos automáticos, pero en positivo. positivo. Si se bloquea la la forma de procesar la información y las emociones subsecuentes, se suprimirá la producción de los péptidos asociados a las emociones, dejando a los receptores de membrana ‘sedientos’ y a la espera de abastecimiento. Tal como en el consumo adictivo de drogas, este efecto no es, ni más ni menos, que el llamado ‘síndrome de abstinencia’, pero a la adicción a nuestras drogas internas. Estas cuatro inercias o sistematizaciones constituyen los cuatro factores de resistencia al cambio. La debacle inercial impide la modificación, resistiendo el cambio que, aun si se produce, venciendo a la resistenci resistencia, a, es factible factible que haya recaída: el sistema sistema buscará reencontrarse con los parámetros conocidos: sistémico (el sistema con sus características le proporciona una identidad a los integrantes), cognitivo (reiterando esquemas, valores, formas de proceso de información), emocional (el tono, las emociones conocidas e identitarias) y por último, la inercia neuroquímica (el neuropéptido ligado a un receptor de membrana). Este análisis explica, en cierta manera, la compulsión a la repetición que tan claramente describió Sigmund Freud y el efecto recaída que los sistémicos confrontaron con intervenciones intervenciones paradojales. Todavía cabe preguntarse ¿por qué causa, los los seres humanos continuamos estereotipando un libreto de malestar, a pesar de que sabemos que lo que hacemos es equivocado? ¿Por qué la mujer sigue perpetuando una elección de una pareja violenta, violenta, o el hombre cae en las mismas redes de descalifi descalificación cación en la la elección elección de su nueva pareja? Y si logramos cambiarlo, por qué, semanas más tarde, reiteramos el mismo esquema que nos llevó a la catástrofe. Las cuatro inercias se explican desde cuatro factores fundamentales de la vida de las personas: el contexto contexto y las relaciones, relaciones, la forma de pensar y la metodologí metodologíaa de refl r eflex exió ión, n, las emociones que nos caracterizan y los factores neuroquímicos que activan nuestra adicción. 140
En conclusión, y uniendo las cuatro inercias: la situación genera una serie de pensamientos pensamientos anticipatori anticipatorios os negativos negativos y las emociones subsecuentes, y estas producen neuropéptidos acordes. No obstante, la secuencia no opera con tal linealidad. Los pensamientos pensamientos negativos negativos crean la situación/l situación/laa situación situación genera emociones emociones y las emociones, emociones, pensamientos pensamientos negativos/l negativos/las as emociones crean situaciones situaciones y las situacion situaciones, es, pensamientos negativos/los neuropéptidos producen emociones y estas crean situaciones, etc. En síntesis, un todo recursivo de interinfluenciabilidad; es decir, un todo inercial, del cual es muy dificultoso salir, más aún, desde las dos observaciones clínicas que operan como llave efectora y que favorecen el sostén de la inercia, generando resistencias al cambio, y que son: la baja autoestima y las soluciones intentadasfracasadas. Recapitulando, se trata, una vez más, de bregar por la desestructuración de la dicotomía cartesiana, en el intento de unificar soma y psique. Este es un tema que se habla, se piensa y se reflexiona, y la mayoría de los profesionales coinciden en que se debe estudiar al Ser humano desde una perspectiva holística que aúne lo indiviso, pero que la observación del médico o el psicólogo dicotomiza. Lamentablemente, en el fragor y la espontaneidad de las interacciones, los mismos que critican la escisión mente-cuerpo, son los que terminan parcializando e interpretan los problemas humanos observando la mente y segregando al soma. Al final de cuentas, no importa el modelo con que trabaje el profesional, lo más importante es el vínculo empático que establezca con su paciente, y si lo desempeña con ética y responsabilidad, sapiencia, creatividad y comprendiendo al Ser humano como un todo, donde pueden analizarse multiplicidad de aristas interconectadas y que le otorgan significado a su momento de vida.
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Las inercias resistenciales se encuentran en investigación en el Laboratorio de investigación en Neurociencias y Ciencias sociales de la Escuela Sistémica Argentina y la Universidad de Flores dirigido por el Dr. Marcelo R. Ceberio.«
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Todos los síntomas son productos de la disfuncionalidad del sistema y siempre son un problema. Pero no todos los problemas son síntomas de la disfuncionalidad del sistema. Pueden acaecer en el sistema imprevistamente, por ejemplo, un terremoto, un accidente imprevisto, lo sintomático puede ser la forma en que el sistema maneje el problema.«
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SEGUNDA PARTE
Entrevistas de Ricardo Celis Pacheco
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T EORÍA DE SISTEMAS, CONSTRUCCIONISMO SOCIAL E INTEGRACIÓN DE LA P SICOTERAPIA ENTREVISTA A GUILLEM FEIXAS
GUILLEN FEIXAS
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, sección Psicología, 1985, con doctorado en 1988 con la tesis titulada Análisi s de construcciones personales en textos de significación psicológica, que supone el inicio de una línea de investigación que ha seguido desarrollando hasta la actualidad. En 1988-89 realiza una estancia post-doctoral en la Universidad de Memphis, en EE.UU. En 1990 vuelve a Barcelona con una beca ministerial de reincorporación a España de doctores y tecnólogos. En 1992 obtiene la plaza de Profesor Titular y en mayo de 2011 la de Catedrático en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona. Durante su trayectoria profesional se forma en distintos modelos terapéuticos (cognitivo, humanista, existencial, sistémico, hipnosis) y colabora con el movimiento integrativo en Psicoterapia. En 1994 sea acredita en la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapia como psicoterapeuta y Supervisor docente. Es miembro fundador de ASEPCO, del cual también es psicoterapeuta acreditado, y pertenece a distintas sociedades científicas y profesionales. Como investigador en Psicología clínica, es considerado referente nacional e internacional sobre Constructivismo en Psicoterapia, así como en Teoría de los Constructos Personales. Una de sus principales aportaciones ha sido el desarrollo de la Técnica de rejilla, formulada originalmente por George Kelly a través la creación del programa RECORD (actualmente en su versión 5.0 de libre acceso: www.tecnicaderejilla.net). En particular, ha desarrollado un método para identificar conflictos cognitivos con esta Técnica con la que ha realizado numerosas investigaciones publicadas en revistas nacionales e internacionales, y con la que ocupa un lugar destacado en análisis bibliométricos recientes. 148
TEORÍA DE SISTEMAS: QUIEBRES EPISTEMOLÓGICOS ▷
Ricardo Celis (RC) : El objetivo de esta conversación es reflexionar sobre las tensiones y puntos
de encuentro que pueden existir entre la Teoría de sistemas (Terapia Sistémica) y el Construccionismo social. Creo que ha habido una versión del Construccionismo como continuación continuación de lo sistémico, sistémico, cosa que, pues, no podría o creo que no es la mejor manera de verlo, porque parten de orígenes diferentes, en términos generales. Me Me gustaría conocer un poco allí sobre cuál es esa relación entre lo sistémico y el Construccionismo social en Psicoterapia, Psicoterapia, qué lugares comunes comunes se observan. Y el otro tema que me interesa conversar con usted es la integración de la Psicoterapia. Allí la hipótesis que usted plantea tiene qu e ver con cómo cómo el Constructivismo Constructivismo podría ser ese lugar que permitiría la comunicabilidad entre los diferentes sistemas psicológicos. Cuál es el lugar de lo sistémico en esa integración de la Psicoterapia y si se podría pensar en lo sistémico como ese lugar desde donde se puedan comunicar los diferentes sistemas psicológicos. Pienso que el modelo sistémico ha tenido mucha fuerza como enfoque, pero creo que no puede ser el único lugar. lugar. Pienso que puede haber otros. Lo sistémico sistémico en la discusión discusión psicológica, creo que puede ser visto más en un lugar un poco más elevado de abstracción, como un paradigma. Entonces, ¿qué momentos y quiebres epistemológicos alcanza usted a visualizar en el desarrollo de la terapia familiar sistémica? ▶
Guillem Feixas (GF): Bueno, esto me parece probablemente la pregunta de más calado y de más fondo de las que me has formulado, Ricardo. Yo creo que hay un primer primer momento fundacional, fundacional, que es el más importante de todos, y es el que le debe dar la identidad como modelo a lo sistémico; tiene que ver, esencialmente, con dos cosas: la Teoría general de sistemas y la Cibernética. Empezando por esta última, se dice muy a menudo que todo el pensamiento humano existía ya con los griegos, y eso es así en las terapias cognitivas, incluso en temas de inconsciente, en emociones, pero la cibernética es algo radicalmente nuevo, fue un quiebre de paradigma con respecto a todos los anteriores paradigmas causaefecto. Es decir, la idea de la retroalimentación, que ahora es una idea tan común, fue una idea enormemente innovadora, que ha supuesto una revoluci revolución ón que, probablemente, probablemente, no hubiera hubiera podido exis existi tirr sin esta idea. Aquí se reafirma aquello de que no hay nada más potente que una buena idea. Y la idea de la cibernética es absolutamente revolucionaria, súper potente, es decir, la idea de la autorregulación, que los organismos, los sistemas (puede ser un individuo, puede ser una famil familia, etc.) se autorregul autorregulan an de acuerdo a unos programas, fines, metas, objetivos, y que el propio output o resultado de sus acciones sirve de input que se organiza en función de dichos objetivos. Esto es un avance para la humanidad, que ha dado lugar a todas las tecnologías con que estamos trabajando en este momento –el ordenador, las telecomunicaciones–, pero que en Ciencias sociales es enormemente potente y sobre todo en Psicología. Entonces, yo creo que la sistémica fue el modelo que realmente consideró el proceso de retroalimentación y la circularidad. Creo, también, que las repercusiones de este cambio, hoy en día, no están plenamente asentadas. 149
Por ejemplo, Bateson hablaba de digital y analógico en el año cincuenta, ¿verdad? Ahora, es una palabra súper utilizada en los últimos 20 años, pero él la estaba utilizando en el cincuenta. Toda esta concepción implica, que algo tan sencillo como causa y efecto, culpable-víctima, como el que ejerce un efecto y el que lo recibe, cambia cambia completamente de concepción porque causa-efecto causa-ef ecto dejan de tener sentido sentido como conceptos en un contexto circular. Entonces, esto, si lo aplicamos a muchos ámbitos, es tan radical que genera un cambio en la concepción de la comprensión de la política, de las relaciones humanas, de los mecanismos, incluso en muchos problemas problemas físicos, químicos, químicos, biol biológ ógiicos, etc. No es hasta las últimas últimas décadas que se ha empezado e mpezado a reconocer rec onocer la importanci importanciaa de la circularidad, es decir siempre es A que causa B y como A causa B hay que tratar la causa, y esto está tan arraigado a nuestra cultura científica, en nuestra mentalidad de origen judeocristiano, en la cual [siempre] hay un culpable, hay alguien individual que hace algo, que genera algo, un efecto. Realmente, yo creo que, incluso los sistémicos, a veces pierden de vista este primer paso, en el cual me estoy extendiendo mucho, porque cada día que pasa me doy más cuenta de lo radical radical y lo lo innovador que es aún hoy, y por eso lo resalto, porque muchas veces se pierde la perspectiva. Este paso fue de la mano hacia la Teoría general de sistemas, es decir, que es del individuo al sistema, esto es, que el individuo aislado no es nada, el individuo aislado es una entelequia, una abstracción. El individuo forma parte de una red y es indistinguible de esta red, es inseparable y esto es otra idea súper revolucionaria, porque todo nuestro pensamiento, vuelvo a decir, decir, judeocristiano, judeocristiano, parte del indi indivi viduo, duo, de su bondad o maldad. El individualismo está extraordinariamente en auge en esta cultura liberal, capitalista, etc. No solo me refiero a los modos de producción; sino a la forma de pensar, de concebir como ocurren las cosas. La realidad está pensada siempre en términos de valores intrínsecos de una persona, incluso incluso los humanismos humanismos son enormemente personali personalistas. Este mito mito de que cualquier americano puede llegar a ser el presidente de los Estados Unidos en virtud de su valor, su valía personal, es enormemente individualista y está enormemente arraigado. Entonces, a la idea de que formamos parte de determinados sistemas y que tenemos una posición particular dentro del sistema, es una idea muy fuerte y aun radicalmente nueva. En este sentido, el modelo sistémico fue una innovación extraordinariamente radical en el pensamiento del siglo XX y no está siendo digerida. De hecho, a veces algunos autores sistémicos parecen querer innovar yendo a la intrapsique de nuevo, hablando de tipos de personalidad, hablando de cosas que desde la óptica sistémica me parece que no tendrían mucho sentido. Para mí, estas dos revoluciones, estos dos saltos, no diría epistemológicos, pero sí metateóricos, ocurrieron en los años cincuenta y se van digiriendo, y aun ahora no están del todo digeridos. Luego, el primer cambio verdaderamente epistemológico, entendiendo la epistemología como la posibilidad del conocimiento de la realidad, es con la adopción de una forma más explícita de una epistemología constructivista. 150
La epistemología constructivista parte de la idea de que la realidad no se nos revela directamente, sino que es construida activamente por el Ser humano. Esta es la idea del Constructivismo y se opone a la idea clásica de que son los sentidos o los instrumentos de medida los que nos revelan cómo es la realidad, es decir, que es posibl posiblee conocer objetivamente la reali realidad (p. ej., Feixas Feixas y Vi Villeg llegas, as, 2000). A nivel epistemológico existen estas dos posturas, en mi forma de ver, que, si me permites, permites, Ricardo, es bastante simpli simplista, pero que, cada día que pasa, la veo más clara. Creo que hay un momento en que la sistémica derivada de la teoría de la comunicación, en la cual se entiende esta actividad del Ser humano como decodificadora, interpretativa del mensaje de la comunicación que llega del otro, se deriva realmente de una concepción de la actividad humana, esencialmente en clave constructivista, es decir, que una de las cosas más importantes que hacemos los humanos al vivir es dar significado a nuestras experiencias, trazar distinciones en nuestra experiencia. Construir la realidad, eso es lo más importante que hacemos. La cuestión es que, desde una óptica sistémica, no construimos la realidad individualmente; sino que la construimos dentro de un sistema y dentro de la lógica y las reglas de ese sistema. Esto es lo que distinguiría al Constructivismo, con una base más sistémica o social, del Constructivismo, como el de Piaget, que invita pensar en un niño como si estuviera solo; también, porque el tipo de esquemas a los que hace referencia son de tipo físico. En fin, no parece que tenga un mundo relacional a primera primera vista al menos, ¿no? ▷
RC: Profesor, cuando usted habla de Constructivismo ¿se ubica más desde una postura del
Constructivismo radical, ¿Von Foster, el mismo Maturana? ▶
GF:Mi postura es muy simple a este respecto: si hablamos de epistemología hay dos posibi posibillidades: Objetivi Objetivismo smo y Constructivismo. Constructivismo. Lo que me parece absolutamente absurdo es la posición de Watzlawick, cuando dice que existe una realidad tipo I, que es el mundo físico que es indiscutible, y otra una realidad tipo II, que es el mundo interpersonal, donde dond e ahí sí que es construida. constr uida. O sea, los físicos, físicos, Von Glasersfeld, Maturana, todos nos han demostrado que los organismos vivos construimos la realidad de cualquier orden, sea física o relacional, la construimos, y no tenemos un conocimiento objetivo de ella. Es decir, esto de aquí es un ratón (señala al accesorio de la computadora que recibe ese nombre) en función de que nosotros estamos en un tiempo histórico determinado y que vivimos en una cultura que, aunque tú estés en Colombia y yo en Barcelona, tienen una serie de parámetros compartidos. Pero, esto no dice nada de la realidad objetiva de este pedazo de realidad que hay aquí, dice más de quienes quienes somos nosotros, como seres intérpretes. Entonces, la distinci distinción ón entre Constructivismo, Constructivismo radical, Construccionismo social, para mí, a nivel epistemológico, es todo exactamente lo mismo. Son enfoques que señalan la naturaleza construida de la realidad, la imposibilidad del conocimiento objetivo y que nosotros como seres humanos estamos implicados en ello. Lo que pasa es que el Construccionismo social enfatiza este aspecto social y 151
común, es decir, que, aunque yo sea un individuo que está construyendo en un momento [determinado] una situación, está todo mi mundo social implicado en el lenguaje que utilizo y en la forma de entenderlo. Y estaría de acuerdo con esto, pero esto no es distinto, epistemológicamente. Esto es Constructivismo. Epistemológicamente, la teoría del Construccionismo social tiene una serie de elementos teóricos que enfatizan este aspecto social; como la teoría de Piaget, es igualmente constructivista, pero tiene otra serie de elementos distintos que enfatizan otras cuestiones, como la teoría de los constructos personales, que es una teoría que a mí me interesa mucho. Es una teoría distinta al Construccionismo social y a la Teoría de Piaget, pero todas estas teorías convergen a nivel epistemológico, porque coinciden en señalar la imposibilidad del conocimiento objetivo. Entonces, lo de Constructivismo radical… todo Constructivismo es radical, excepto esa distinción que hace Watzlawick, que dice que la realidad es construida solo en el aspecto interpersonal. Yo creo que la realidad física también es construida. En ese sentido, yo creo que todo Constructivismo es radical y todo Construccionismo social es radical también. Cuando los construccionistas en sus escritos dicen “nosotros somos distintos de los constructivistas”, es absurdo, porque ¿qué quiere decir “constructivistas”? Hay mucha gente distinta que comparte una epistemología constructivista. Que digan “nosotros somos distintos de la teoría de Piaget”, de acuerdo, cien por cien de acuerdo. “El Construccionismo social es distinto de la teoría de constructos personales”, personales”, bueno, sobre esto han hablado hablado números enteros de revistas que han trazado las distinciones, los puntos, y es verdad que hay una diferencia de énfasis y de terminología, de acuerdo. Pero creo que es simplemente una estrategia de diferenciación frente a la audiencia, pero a nivel epistemológico es el mismo tipo de posici posición. ón. Si algui alguien en me dice dice que no es constructivista, constructivista, entenderé que me está dicien diciendo do que cree que la realidad es posible conocerla objetivamente. ¿Me hago entender? ▷
RC: Claro que sí; en ese sentido, profesor, volviendo un poco al tema de los momentos
importantes, importantes, cuando usted habla de cibernética, ¿se está r efiriendo inmediatam inmediatamente ente a la cibernética de segundo orden? ▶
GF: Bueno, la cibernética de segundo orden, para mí que soy un psicoterapeuta y no un epistemólogo ni un cibernético, es simplemente un reconocimiento desde el lenguaje cibernético del Constructivismo, no es más que eso. Es un salto epistemológico, ahí sí que es epistemológico, hacia el reconocimiento del Constructivismo. La primera cibernética es un cambio de metaparadigma, de metamodelo explicativo; en cambio, la segunda sí que supone un cambio epistemológico, que ocurre a finales de los años 70, principio de los 80, en la que converge la conciencia (que los físicos cuánticos ya habían señalado) de que la realidad física no es independiente del observador, de biólogos como Maturana que llevaban décadas investigando esta cuestión con los organismos vivos, Von Glasersfeld, Piaget, en fin, 152
todo esto converge en el movimiento que yo llamo constructivista, que se puede llamar también cibernética de segundo orden, es otra forma de describirlo. Pero para mí, que no hilo tan fino como los cibernéticos o los epistemólogos, que soy un simple psicoterapeuta, pues, para mí es eso, un reconocimiento del Constructivismo como aspecto epistemológico.
CONSTRUCCIONISMO SOCIAL Y PSICOTERAPIA ▷
RC: Muy bien; cuando los construccionistas dicen: “Yo soy construccionista, no constructivista”,
también en mi rol de psicoterapeuta yo no logro observar la novedad del Construccionismo o cuál es la apuesta del Construccionismo en la Psicoterapia. No sé si Ud. alcanza a ver cuál es la novedad del Construccionismo, en relación a lo sistémico o a posturas constructivistas. ▶
GF: Bueno, creo que, dentro de los enfoques teóricos que adopta una epistemología constructivista, por ejemplo, Piaget, Kelly, Guidano, etc., ninguno de ellos encaja demasiado bien con la sistémica, porque la sistémica parte de este inicio sistémico, es decir, del reconocimiento del sistema como conjunto, y estos enfoques, cuando desarrollan a nivel teórico, no epistemológico, cómo slos seres humanos conocen la realidad, se centran en el Ser humano y no en el sistema. Aquí es donde yo creo que la sistémica se sentía un poco incómoda con teorías constructivistas de corte demasiado individualista, como era, por ejemplo, la teoría de los constructos sin los desarrollos posteriores de Procter y algún otro autor. Entonces, el Construccionismo social, con su énfasis en esa realidad que construimos socioculturalmente con el lenguaje, permitía una apuesta epistemológicamente muy fuerte por el Constructivismo, sin tener que prescindir del componente sistémico que caracteriza y que, para mí, es la identidad del modelo sistémico. Por tanto, era algo que estaba destinado a unirse, el Construccionismo social y la sistémica, porque hacían énfasis en las mismas cosas. A partir de aquí, los construccionistas sociales han desarrollado una serie de ideas, que creo que han dado elementos de riqueza al movimiento sistémico, porque han permitido que esa sistémica, que era bastante cibernética de primer orden, se pudiera hacer de una manera en la que la coparticipación y la participación activa, y no jerárquica de los usuarios, pacientes y/o clientes, fuera mucho más tomada en consideración y ha permitido cuestionar mucho más nuestro papel como supuestos expertos delante de estos usuarios. Por ejemplo, la idea de Harry Goolishian de los sistemas determinados por el problema vs. la idea sociológica de que un sistema es una familia, como una estructura con su papá, su mamá, hijos, etc. Pero esta idea de que la familia tiene una estructura, en un caso clínico, lo que determina esa estructura es quien está hablando, y eso puede ser, no solo la familia sino todo un circuito particular, que es por el que está circulando la información. Pero eso, para mí, es como una vuelta a Bateson en 153
cierta medida porque hay una cita de Bateson, creo que viene al cuento, aquella de que hay un leñador con un hacha que está partiendo madera y examina el circuito que se genera entre… ▷
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RC: Sí, un circuito de retroalimentación.
GF: Efectivamente, el circuito cibernético se puede dar entre múltiples elementos: con la madera que estoy partiendo, con el hacha, con mis brazos, o se puede dar con un sistema mucho más grande. El hecho de que seamos una familia o no, amigos, vecinos es menos determinante. Yo creo que nos ha ayudado a aplicar el modelo sistémico con una epistemología constructivista de una forma más práctica, porque Bateson no era un práctico, Bateson era un antropólogo. Bateson no tenía, como leitmotiv de su vida. Curar familias ni trabajar con ellas, entonces yo creo, los construccionistas sociales sí que hablan de praxis sociales y de cómo el lenguaje condiciona todo esto. En este sentido, a mí me parece que su aportación ha sido valiosa y luego se ha entroncado con todas las narrativas y el papel del lenguaje. Y todo esto, creo que sí ha aportado cosas. Con lo que no estoy de acuerdo es que esto no sea Constructivismo, [con] esto sí que no estoy de acuerdo. RC: Sí, además hay construccionistas que plantean explícitamente “no somos sistémicos, no
somos constructivistas, somos otra cosa”, pero no sé exactamente qué, y lo conversábamos con la profesora Mcnameé; ella me decía que, actualmente, se están formando construccionistas que no saben ni de Constructivismo ni de teoría de sistemas, como que claramente parten de lugares diferentes. Entonces, creo que allí se pierde un poco la conversación. ▶
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GF: Sí, pues, bueno, es que todo esto tiene que ver con el tema identitario “Yo soy esto, Yo no soy lo otro”, y todo esto tiene que ver a veces con estrategias de marketing o posicionamientos. Por ejemplo, si tú trabajas o quieres trabajar en una comunidad en la que no hay gente que tenga estudios universitarios y consigues implantar prácticas colaborativas, no hace falta que sepan el significado de la palabra epistemología, ni el significado de la palabra constructivista… como si tú dijeras – para moverme a otro tipo de lenguaje para que nos entendamos– un buen cristiano tiene que saberse la biblia de la A a la Z, bueno, no; alguien puede ser muy buen cristiano sin haberla leído. Alguien puede hablar muy bien inglés o muy bien alemán sin conocer bien las reglas de la gramática alemana ni las tradiciones de la Filosofía, ¿me entiendes? Alguien que haga prácticas, trabaje con sus compañeros y colegas de la comunidad de una forma sistémica, construccionista y social, si no sabe Constructivismo… ¡pues, me da igual! Pero, claro, si alguien está en un servicio de Psicología de un hospital y quiere hacer prácticas, probablemente tendrá que tener una titulación adecuada para su cargo y tendrá que saber explicar qué es el Constructivismo. RC: Claro que sí. Hay una expresión que usted alcanza a tocar en algún momento, creo que
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polémica e interesante para discutir, y es “el experto es el cliente”; es una expresión de algunos construccionistas. ¿Cuál es el alcance de esta expresión, que no es nada ingenua y que, para mi gusto, deja mal parado al terapeuta? Sí el experto es el cliente, ¿quién es el terapeuta? ▶
GF: Esta es una muy buena pregunta, y es un tema que a mí me ha preocupado por muchos años, porque de lo que estamos tratando es del modelo médico, ¿de acuerdo?, en que el experto es el profesional. De esto hace muchos años, no quizás un siglo, pero sí 80 años, que hay conciencia de esta temática. Por ejemplo, Rogers empezó con una terapia no directiva, luego centrada en el cliente y al final decía “de persona a persona”. Bien, el problema que tiene un planteamiento de este tipo en el que tú te redefines como “no experto”, es que, en realidad, eres un profesional pagado en la consulta privada, o te pagan honorarios en un servicio público, o una fundación, una ONG o lo que sea, pero tú tienes un rol distinto. Lo que estás generando, si hago un análisis comunicacional sistémico, es un mensaje paradójico, porque en la consulta no se va a solucionar el problema de mi vida; si he tenido una discusión con mi esposa no voy a solucionar con el usuario eso, voy a solucionar el problema que presenta el usuario, y yo tengo años de formación para ayudarlo. Esto es un mensaje paradójico, que puede generar confusión si se transmite así al usuario, cliente o paciente, por parte del profesional. En el año 1995, en un libro publicado por la APA (American Psychological Association) compilado por Robert Neimeyer y Mahoney, yo tengo un capítulo que se llama Constructos personales en la práctica sistémica y, en ese capítulo, explico que lo que nos aporta la teoría de constructos en este punto, es la noción de la relación de experto a experto. El cliente es un experto en su propia vida, pero yo soy también un experto en el funcionamiento humano y en el contexto terapéutico. Por ejemplo, en el ámbito psicoterapéutico, que es mi ámbito de trabajo, yo soy el experto de ese contexto. Si estoy trabajando con una persona y esta persona cree que es buena idea tener relaciones sexuales conmigo, o que le ayude a suicidarse o… no sé… cualquier cosa de estas, ninguno de estos terapeutas que dice que el experto es el cliente lo va a permitir, porque nosotros somos responsables de que esto siga siendo un espacio terapéutico y esa responsabilidad va acompañada de una “experticia ” en lo que es correcto o no, y sé que no es correcto que el terapeuta y los clientes tengan relaciones sexuales o que insten al suicidio; no solo no es ético, sino que nos les irá bien, porque esto implica una serie de procesos psicológicos muy confusos. Esta es mi responsabilidad, no la puedo abandonar. También es mi responsabilidad saber cuándo estoy haciendo terapia y cuándo estoy haciendo otro tipo de prácticas, o cuándo este proceso tiene posibilidades, por el tipo de demandas, de seguir adelante o no. Esto sería un tema extenso. Pero el psicoterapeuta sigue siendo un experto en procesos humanos y en el contexto profesional en el que trabaja. El cliente, sin embargo, es el principal experto en su propia vida, en sus propios objetivos, en sus propios significados. Igual que sucede entre un físico y un químico, que trabajan como dos expertos que colaboran, tiene 155
que respetar[se] profundamente el saber del otro. ▷
RC: Completamente de acuerdo; yo creo que es una expresión que no delimita los roles y, en ese
sentido, puede incurrir[se] en problemas éticos también; pero, además, deja la puerta abierta al relativismo, a un relativismo donde, claramente, todo vale. Entonces, cualquier cosa es Psicoterapia también. ▶
▷
GF: Bueno, esto es un problema muy importante del Constructivismo y es que, frecuentemente, se confunde con el relativismo. El relativismo, como has dicho muy bien, Ricardo, es “todo vale”. El Constructivismo plantea que hay construcciones más validas que otras, en función de que goce de un mejor consenso, de que hagan unas predicciones más ajustadas en función del tipo de indicadores con los que me estoy fijando, etc. Es obvio que, a esto, es más valido llamarlo ratón que llamarlo astronauta, que llamarlo escarabajo o llamarlo mar de la China. Está claro que no todo vale, es que es un insulto decirte que “todo vale”. Lo que sucede es que, con el tiempo, como comunidad –y aquí lo social es muy importante–, como cultura, como sociedad, como grupo, y también como personas y como familia hemos acumulado una serie de conocimientos que, por el momento, damos como verdaderos, pero que, al minuto siguiente o dentro de unos años, pueden ser revisados. Eso es lo característico del Constructivismo, que no tenemos una verdad final sino pequeñas verdades provisionales que cambian y van cambiando en función de los consensos y los grupos sociales, ¿de acuerdo? Pero, eso no es el relativismo, relativismo es “todo vale” y esto es otra cosa. En un momento determinado como diría Maturana, si el dominio está bien definido, por ejemplo, el dominio vegetal, ¿este árbol es perenne o es caducifolio?; ¿los Unicornios existen o no existen? Si tú defines el dominio y tomas como parámetro el dominio del imaginario humano, los Unicornios sí existen; [pero] en el dominio de la zoología no existe en el minuto actual, hasta donde yo sé. Entonces, si el dominio está bien definido en un contexto determinado, no vale todo y, por tanto, el Constructivismo no es relativismo, el relativismo es una cosa confusa. RC: Claro… y en la Psicoterapia como escenario, me pregunto cómo sería la formación de un
terapeuta construccionista, si no hay terapeuta o no hay diferenciación de roles, no hay modelo, no les interesa ningún tipo de evidencia, más allá que la que puede arrojar la situación y el contexto concreto. ▶
GF: Afortunadamente, ese es un problema que no tengo. Yo me preocupo en cómo se forma un terapeuta de constructos personales, o un terapeuta que llamamos cognitivo, sociales, en nuestro Máster. Me preocupo, también por la formación de terapeutas sistémicos en la escuela de terapia familiar del hospital Sant Pau, y todo eso lo veo bastante claro cómo hacerlo. 156
El problema de cómo se forma un terapeuta construccionista social, bueno, al menos, yo conozco a Gergen y a otros construccionistas, pero ninguno de ellos era psicoterapeuta. Creo que el gran problema de una praxis psicoterapéutica de tipo construccionista y también de la sistémica, es que, en algún momento, para hacer una buena Psicoterapia, hay que llegar a comprender también los procesos intrapsíquicos, y esta es una palabra muy importante. Para realizarlo, hay que hacerlo con una lógica, con un modelo de los procesos intrapsíquicos que sea compatible epistemológicamente con la lógica que tú estás siguiendo, y yo creo que el Construccionismo social pretende excluir esto, y eso hará que su enfoque psicoterapéutico sea poco potente, porque es muy difícil trabajar bien con la gente, si no puedes hacer una buena formulación, en el término técnico, de lo que se conoce como formulación de caso o formulación de hipótesis, que también incluya los procesos intrapsíquicos. Son más importantes los sistémicos, lo reconozco, pero también hay que tener en cuenta los procesos intrapsíquicos. Si te llega una persona sola a consultar y no puedes trabajar con nadie de su red, entonces, eso adquiere aún más importancia. ▷
RC: Tal vez el lugar de tensión, que allí es explícito de alguna manera, es qué idea se tiene acerca
del Yo. El Construccionismo social, claramente, plantea que el Yo individual no existe y eso marca diferencia, porque creo que, en lo intrapsíquico, no es ver a una persona aislada del contexto, obviamente no lo es, pero se reconoce que hay un Yo en relación con otros “Yoes”, que genera una interdependencia, una comunicabilidad y una co-evolución que recrea la cultura. Pero, partir de la idea de que el Yo intrapsíquico no existe, sino [que] solamente existe la interacción, es una postura que observo ingenua e innecesaria. ▶
GF: A mí me parece esta cuestión, que [se] plantea en el Construccionismo social y una vez se lo expuse en público a Kenneth Gergen en un congreso, me parece un reto, es decir, nosotros estamos en una civilización y en unos estudios de Psicología tan centrados en la intrapsique que, si te dicen “el Yo no existe”, la intrapsique no existe, te genera un reto, un cortocircuito que te obliga a reorganizar todo y, en este sentido, esto es una virtud del Construccionismo social, pero es una virtud circunstancial, no de fondo. Es imposible sostener que no existen procesos dentro de nuestra mente, es decir, esto no es sostenible de ninguna forma. Que mi cerebro y el tuyo estén conectados en este momento de una manera muy significativa, muy potente, eso no es discutible, es decir, se puede discutir, al contrario, y se puede argumentar. Pero lo que no es discutible es que ocurren cosas dentro de nuestra cabeza, mientras está ocurriendo esta conversación. Entonces, creo que el Construccionismo social, su gran valor –y se lo dije una vez a Gergen– es su valor provocativo y, para mí, es un gran valor, porque el peso de lo intrapsíquico, del individualismo es inconmensurable. Yo enseño sistémica a alumnos de Psicología y estamos en clase de sistémica y veo el individualismo aparecer constantemente. Trabajo y superviso terapeutas sistémicos y veo el individualismo aparecer de nuevo. Entonces, la virtud que tienen los construccionistas sociales es 157
que son más puristas en eso; en ese sentido, son más capaces de ejercer una disciplina en la que lo intrapsíquico tenga menos papel… digo “menos”, porque es imposible obviarlo. Entonces, en este sentido, yo creo que tiene un valor propedéutico, de provocación, de reto en el desarrollo de un profesional que trae una carga acumulada muy fuerte de cultura en que vive y de universidad, de lo que ha aprendido en las facultades: personalidad, autoestima, auto concepto, el Yo, todo esto que va muy bien, pero no es sostenible como verdad final, como modelo final. Es, simplemente, una provocación para que nos estimule esta parte. ▷
RC: Bueno, yo creo que, ideológicamente, también es difícil no estar de acuerdo con el
Construccionismo, es decir, su postura política es seductora. Pero, ahí es interesante la distinción de dominio, ¿cuándo converso ideológicamente?, ¿cuándo converso epistemológicamente? Y, ¿cuándo converso pragmáticamente en mi rol de terapeuta? Pero bueno, eso es un punto interesante para seguirlo discutiendo. Creo que esa discusión nos mantendrá distraídos un buen tiempo, porque es provocadora. ▶
GF: Si, lo que pasa es que, yo creo que, en el proceso de formación de un psicoterapeuta, eso no te tiene que tener muy distraído, creo que tiene que ser un reto al que tienes que prestar atención. Tienes que incorporar el hábito de darte cuenta de cuándo estas obviando lo social, lo sistémico, tener ese hábito, pero la comprensión de la persona y del sistema que te está consultando es lo más importante, y la forma de articularte con ellos y de hacerlo de una forma que ellos tengan el máximo apoderamiento, protagonismo, desarrollo, en fin, todo eso es lo más importante. Todo esto son discusiones que yo creo que hay que retomar de vez en cuando, pero no tiene que ser el núcleo de nuestro discurso, porque, en definitiva, yo soy un clínico y con esto no llego muy lejos con mis pacientes ni en los casos que superviso.
LA INTEGRACIÓN DE LA PSICOTERAPIA: RETOS Y PERSPECTIVAS ▷
RC: Bien, profesor. A mí me llama mucho la atención cuando usted propone, y seguramente otros
autores {también], la idea de la integración de la Psicoterapia. Aquí en Colombia, somos muy conservadores, o somos conductistas o somos Psicoanalistas, y todavía las discusiones de antaño se actualizan constantemente. Hablar de la integración de la Psicoterapia, algo que, si no me equivoco, ustedes hablan desde los años ochenta con total tranquilidad, aquí no se habla con mucha claridad o, por lo menos, no se hace en voz alta en las facultades de Psicología. Y me parece interesante, porque creo que, como usted lo plantea, hay muchos más lugares comunes en los diferentes sistemas psicológicos y eso es más importante, que solamente amplificar las fronteras y los límites que nos rompen las posibilidades de conversar. Me gustaría, profesor, que nos pudiera ampliar cuál es la hipótesis central o cuáles son las hipótesis centrales de una propuesta de la integración de la Psicoterapia. ▶
GF: Si, Yo creo que, para entender bien algo, hay que entenderlo como constructo, es decir, como algo que tiene dos polos. Trazar una distinción o la noticia de la diferencia, como diría Bateson. Así, por un lado, tenemos la lucha de escuelas, que 158
me parece que es un poco lo que me estabas describiendo que ocurre en Colombia y que sigue ocurriendo en todo el mundo, de una forma bastante importante, y que se caracteriza por continuar la formación dentro de mi escuela, desacreditar lo que hacen los otros, considerar que los de mi escuela son los mejores y que nosotros podemos llegar a resolver todos los problemas clínicos mejor que los de la escuela de al lado. Esa es la idea. Y, además, deviene un tema identitario, yo soy sistémico, y este es cognitivo, y este es Psicoanalista; somos como tribus o grupos distintos. Este es el nivel cuyo polo opuesto es la integración. La integración se caracteriza por lo opuesto de esto. Reconocer que otros enfoques hacen cosas interesantes, reconocer la complejidad de la clínica, reconocer las limitaciones de mi propia escuela e intentar no luchar para ganar, sino el diálogo para que aprendamos juntos ¿se percibe la diferencia? Esto, para mí, es lo fundamental de la integración y fue lo que movió a que un grupo de conductistas y Psicoanalistas en Estados Unidos, a principios de los años ochenta, fundaran la SEPI (Society for the exploration of psychotherapy integration), que no quería devenir una nueva escuela de terapia, sino una sociedad para la exploración que diera la bienvenida a psicoterapeutas de todas las orientaciones y todas las tradiciones, y que pusiera en común y que se pudiera dialogar y compartir. Claro, el problema es que este tipo de propuestas, en una civilización como la nuestra, que es tremendamente competitiva y donde hay una gran cantidad de intereses económicos, no está destinada a ser la vencedora, no está destinada a tener gran éxito. Es mucho más exitoso intentar que mi paradigma, que mi modelo gane al otro. Y, de hecho, las cosas han ido de tal manera en el mundo, tal como yo lo percibo (lo que puedo ver desde mi esquinita, desde mi ventana de Barcelona y yendo a congresos y navegando bastante en internet). Alguien que defiende su modelo dice, que en el mundo de la Psicoterapia hay un modelo que es predominante y que, cada vez, está tomando más amplitud y que aspira a ser hegemónico: El modelo cognitivo conductual. Con respecto a los otros modelos, están en una posición de simplemente ignorarlos. Algún día se irán debilitando y se irán sumando a nuestro modelo que es el bueno, el de la Psicología científica, creo que dirían ellos. Lo de científico, luego tendríamos que matizarlo un poco, pero esta es la idea. Entonces, yo creo que la idea de contraponerle algo a la lucha de escuelas era buena, pero, si no hay mucha más gente que se sume a ello no progresará. Creo que, en fin, probablemente, muchos de los que nos escuchen o lean esta entrevista será la primera vez que escuchen hablar de SEPI, la Sociedad de Exploración para la Integración de la Psicoterapia. El tema de la integración es nuevo, a pesar de que hace treinta y tantos de años que está como movimiento, porque ideas de integración hubo algunas muy importantes; como la de Dollard y Miller, en los años cincuenta en Harvard, [que] hicieron un modelo precioso, integrando conductismo y Psicoanálisis, que está publicada en español: se llama Personalidad y Psicoterapi a; es una obra magnífica y 159
nadie le hizo el más mínimo caso, porque los Psicoanalistas eran hegemónicos y creían que no necesitaban de nadie, y los conductistas creían que podían ganar ellos solos y para qué integrar. Y esto describe un poco la situación, esto fue lo que sucedió en el año de 1950, cuando se publicó esta obra; y lo que ha ido aconteciendo con los años es un poco más de los mismo y, digamos, a partir del movimiento integrador, somos unos cuantos los que estamos abiertos a otras perspectivas, que intentamos situarnos en el otro polo. Pero el otro polo, por sí mismo, tiene un gran problema, y es que no constituye una alternativa, porque si la constituyera sería otro modelo. Entonces, la integración es simplemente, o se entiende mejor como, el opuesto de la lucha de escuelas, pero, ¿qué es la “no lucha de escuelas”? … muchas cosas. Conversar, compartir entre un Psicoanalista y un sistémico, entre un sistémico y un cognitivo, etc…. No es algo establecido. Entonces, ¿qué es lo que ha aparecido dentro de este paraguas integrador? Han aparecido varias cosas, una [de ellas] ha sido una serie de modelos integrados. Por ejemplo, el modelo cognitivoanalítico que intenta integrar lo cognitivo y la teoría de las relaciones objetales psicodinámica. Hay muchas terapias que han surgido de integrar otras cosas. Pero, si antes teníamos unos cuantos modelos, digamos “puros”, ahora tenemos esos modelos más todas las combinaciones posibles, que hacen las integraciones entre ellos, con los cuales las cosas, parece, que se complican más que simplificarse. Y luego, está el reconocimiento de los factores comunes, que me parece que es un elemento importante y que podría vincularse con aspectos que son relevantes para la investigación y que preocupan a la industria farmacéutica, como el placebo, las condiciones facilitadoras de la terapia (p. ej., empatía), etc. Es un área interesante de estudio y sugiere que el gran potencial de la Psicoterapia no está en lo específico de cada modelo, sino en lo que es común. Representa un avance, aunque yo creo que, en determinados problemas –y hablo como Supervisor de casos difíciles–, justamente lo que permite avanzar en un caso, pocas veces, son [los] factores comunes, sino que son desarrollos técnicos, muy específicos pero muy adecuados a la formulación que se pueda hacer de ese caso. O sea, yo me alegro y apoyo el movimiento de los factores comunes, pero me parece que su alcance es limitado. Necesitamos técnicas sofisticadas específicas también, no comunes. ▷
RC: Y en lo que es común, usted plantea que el Constructivismo se puede convertir en un centro,
no sé si entiendo bien esa idea. ▶
GF: Bueno, yo lo que diría es que, si intentamos tomar la epistemología constructivista como referente clave, podríamos integrar teorías que son bastante distintas. Esta es mi propuesta. Pero, claro, aquellos que tengan una epistemología objetivista, como, por ejemplo, los enfoques conductuales más clásicos, o incluso algunos modelos psicodinámicos (porque dentro de los Psicoanalistas los hay los que son constructivistas y los que no). Cuando el terapeuta cree que hay una verdad específica, incuestionable, 160
entonces no es posible la integración de la que yo estoy hablando. La integración de la que yo estoy hablando, sería una integración entre enfoques que compartan una epistemología constructivista, o sea, terapias sistémicas, narrativas, Construccionismo social, terapia de constructos personales, quizás un Psicoanálisis constructivista (Spencer, Stolorow, Safran, y otros Psicoanalistas norteamericanos que han evolucionado hacia el Constructivismo). Pero, para integrar, tiene que haber una epistemología común, si no los enfoques se dan bofetadas. ▷
RC: Si, para la integración, se requiere de un nivel de abstracción, como una gran sombrilla que
cubra epistemológicamente y permita la comunicabilidad y, en ese sentido, el Constructivismo lo podrá ser por su amplitud. ¿Lo sistémico, usted lo observa como un enfoque, como una epistemología o como un paradigma? ▶
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GF: No, como una epistemología, no. Es un modelo que tiene una característica, y es que está como a otro nivel. Es decir, el modelo humanista, el modelo Psicoanalista, el modelo cognitivo-conductual todos coinciden en que son intrapsíquicos esencialmente, y lo que hace la sistémica es abrir otro nivel de explicación que va más allá de lo que ocurre en la cabeza del paciente, pero en la cabeza también ocurren cosas importantes, como decía antes. Pero para mí es un modelo explicativo de lo social, de lo clínico, de lo que sea. O, si se quiere, en Psicología o si hablamos de teoría general de sistemas, hablamos de un meta modelo o de una meta teoría, pero no es una epistemología porque una epistemología nos dice la relación que tenemos con la realidad, es decir, si la realidad que está ahí la podemos conocer tal cual es o no. Esto es epistemología. Y la sistémica ha ido evolucionando hacia adoptar una epistemología constructivista, pero, en sí misma no es una epistemología, desde mi punto de vista. El metamodelo es un modelo que es como ver el bosque en lugar de ver el árbol, esto es lo que le caracteriza, es decir, que intenta entender la estructura del sistema, la posición de sus elementos, lo que ocurre dentro de ellos, los significados que comparten (y los que no), el lenguaje que han generado juntos, todo eso… los significados compartidos. RC: Muy bien; el argentino Héctor Fiorini, autor con una postura muy flexible, plantea que,
generalmente, sabemos qué sabe nuestro enfoque, pero, casi más importante que esto es preguntarnos, ¿qué no sabe mi modelo? Y él hace un listado de cosas que el Psicoanálisis aún no sabe y lo hace de una manera autocrítica muy interesante. En esa misma lógica: ¿Qué no sabe aún lo sistémico? ▶
GF: Muy claro, muy fácil la respuesta para mí, y muy directa. Lo que no sabe es cómo engranarse bien con lo intrapsíquico, porque, queda claro, la esencia identitaria del sistémico es justamente el bosque, el conjunto, el sistema. Pero, es que también hay árboles, y lo que pasa dentro del árbol también es importante. Entonces, claro, para el sistémico, comprender esto necesita de un marco un poco integrador. La forma como yo lo he solucionado –y lo digo por si a alguien más le resulta útil–, 161
es que, desde una teoría de la comprensión de los procesos intrapsíquicos, como la teoría de constructos personales, con la matización y desarrollos posteriores a Kelly – que los hizo Procter y yo mismo he contribuido a ellos–, permite una buena circulación en dos direcciones entre lo intrapsíquico y lo sistémico, porque, en realidad, lo sistémico es un nivel de análisis, y el modelo sistémico está perfectamente diseñado para eso. Pero, para entender bien la clínica, se necesita también un nivel intrapsíquico, pero que sea congruente. Cancrini decía: “Cuando trabajo con individuos, hago Psicoanálisis; cuando trabajo con familias hago sistémica; tú, como terapeuta, fórmate como Psicoanalista, haz un Psicoanálisis personal y luego haz formación en Terapia Sistémica para trabajar con familias”. A mí eso no me parece una propuesta interesante, me parece como irse cambiando de chaqueta y tampoco me parece saludable. Probablemente, a él y a otros que he conocido les va muy bien, pero a mí no me gusta. Entonces, me siento más cómodo con una teoría, digamos intrapsíquica, que sea permeable, que sea fácilmente transitable hacia lo sistémico. Y, en ese sentido, la teoría de constructos personales es una buena solución. Ahora están en boga las teorías sobre el apego, porque, si nos fijamos, el individuo seria la mónada, el sistema como mínimo son tres, el apego son dos, la díada. Y el apego no integra lo intrapsíquico y lo sistémico, pero está a mitad de camino. Entonces, resulta interesante para ambos, resulta muy interesante para los Psicoanalistas, que son tan intrapsíquicos y que criticaron a Bowlby y le hicieron la vida imposible mientras estuvo vivo y ahora son entusiastas del apego. ¡Ahora el apego es la gran novedad del Psicoanálisis! ▷
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RC: Psicoanálisis relacional.
GF: Claro; ¿qué hay de nuevo en el Psicoanálisis?: El apego, lo relacional, el vínculo entre dos como unidad de análisis. Pero, mientras esa mamá y ese niño se están vinculando de esta u otra forma, ¿qué pasa con el papá? Dirían los sistémicos, es que no hay dos sin tres… y, ¿qué pasa con los abuelos, la familia de origen de él, de ella, el/la canguro, los hermanos? Pero claro, para esta necesidad sistémica de entrar a lo intrapsíquico, parece que el apego está a medio camino y resulta interesante porque es relacional, pero es una relación de díada. El apego no es sistémico, pero está cerca, y no es totalmente intrapsíquico. Pero, a mí me parece mucho más interesante la solución que he planteado antes. RC: Bueno, profesor, muchas gracias. Para mí es [de] una riqueza [inmensa] todo lo que ha
manifestado, es una conversación muy necesaria; creo que hay varias tensiones que se amplifican y varias posturas lo suficientemente claras para plantear. Así que todas estas reflexiones enriquecen la discusión que hay que seguir haciendo. ▶
GF: Muchas gracias, Ricardo, por tu reconocimiento y por darme esta oportunidad. 162
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L A PSICOTERAPIA SISTÉMICA: PREGUNTAS Y REFLEXIONES CONTEMPORÁNEAS ENTREVISTA A MARCELO RODRÍGUEZ CEBERIO M A RCELO R ODRÍGUEZ C EBERIO
El doctor R. Ceberio es Psicólogo clínico, docente e investigador. Finalizó su carrera de Psicología en 1979. Realizó los estudios de su primer doctorado en la Universidad de Barcelona, donde obtuvo su título de Doctor en Psicología. A posteriori, en la Universidad Kennedy de Buenos Aires, obtuvo su segundo título de Doctor y, en la actualidad, se encuentra presentando la tesis de su tercer Doctorado en la Universidad de Buenos Aires. Se graduó de Magíster en Terapia Familiar en la Escuela de Terapia Familiar del Hospital San Pau de Barcelona (Universidad Autónoma) y de Máster en Psicoinmunoneuroendocrinología en la Universidad Favaloro de Buenos Aires. En sus inicios se formó en Psicoanálisis, Gestalt y dirección de Psicodrama, EMRD con Francine Shapiro y sus estudios en Terapia Sistémica los desarrolló en el MRI ( Mental Research Institute) de Palo Alto, California, instituto del cual actualmente es profesor y representante para Argentina, y en el Minuchi n For the family de New York . Entre sus trabajos en clínica se destaca la coordinación de voluntarios en la experiencia pionera de desmanicomialización, en Trieste (Italia). Actualmente, se desempeña como profesor titular de diferentes Universidades nacionales (Universidad de Flores, Del Salvador, Católica de Santa Fe, Del Aconcagua, acional de Córdoba, Favaloro) y profesor invitado en diversas Universidades e Institutos de Terapia familiar de Argentina, Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Además de ser director del Doctorado en Psicología de la Universidad de Flores e investigador (categoría 1) es Director del Laboratorio de investigación en Neurociencias y Ciencias sociales (ESA, UFLO) en Buenos Aires. Es autor de numerosos artículos, prólogos, capítulos de libros y libros, todos en la temática de la comunicación, el psicodiagnóstico y la Psicoterapia y algunos en coautoría con figuras muy relevantes del quehacer sistémico como Paul Watzlawick y Juan Luis Linares. 164
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Ricardo Celis (RC) : Hola, profesor Rodríguez Ceberio; quiero aprovechar [para hacer] algunas
reflexiones, ya que lo considero un representante mundial de la Terapia Sistémica, con amplia experiencia como docente, terapeuta y consultor, además de autor de múltiples escritos; libros y artículos que han aportado al oficio de la Psicoterapia de manera significativa, haciendo de usted un referente en este campo de la Psicología. Quiero, profesor, aprovechar su experiencia y amplio conocimiento en la Psicoterapia Sistémica para conversar con usted alrededor de algunas preguntas que me parecen significativas, en una época de proliferación de Psicoterapias y posturas teóricas, que hacen de este campo, en algunas ocasiones, una torre de Babel. Quisiera saber, según su criterio y conocimiento, ¿cuáles cree que han sido los diferentes momentos epistemológicos en los que han ocurrido quiebres significativos en, lo hasta el día de hoy llamado, la Psicoterapia Sistémica? Por otro lado, conocer de su parte, ¿cómo observa al Construccionismo social y su aporte a la Psicoterapia, cuál es la novedad de este?: ¿ es posible hablar de la integración de la Psicoterapia, cómo conversa lo sistémico con esta postura?
TERAPIA SISTÉMICA: FRACTURAS Y TENSIONES ▶
Rodríguez Ceberio (MRC): Bueno, para contextualizarte de cómo yo, entre en la Terapia Sistémica, te quería decir que un punto personal que para mí fue de quiebre, fue cuando trabajé en Italia, que venía de hacer mi primer doctorado de España; ahí es donde fuimos compañeros con Guillem Feixas. Fui a investigar mi trabajo de tesis y me otorgaron una beca de residente en el movimiento de la desinstitucionalización psiquiátrica italiana. Allí, por primera vez, empecé a trabajar con esquizofrénicos, pero en su hábitat, es decir, pacientes psiquiátricos en sus domicilios. Muy interesante e intenso, porque cuando uno ve la casa de los psicóticos se da cuenta porque “están psicóticos”. Uno puede ver la dinámica familiar, la decoración del hogar, la estructura familiar, sus creencias, atribuciones, etc. Este evento, para mí revelador, ocurrió treinta años atrás. Al poco tiempo, también para mí fue muy impactante entrar en la Terapia Sistémica, a través de los grupos de Virginia Satir… Yo venía de estudiar psicodrama, y así entre en los grupos de Satir, se utilizaba el psicodrama familiar y las estructuras familiares con una lectura sistémica. Mi segunda formación tiene que ver con mi filiación actual, inclusive porque sigo siendo profesor del Mental Research Institute (MRI), donde trabajé junto con Paul Watzlawick y tuve el honor de escribir tres libros y algunos otros artículos con él. También hice formación con S. Minuchin en el Minuchi n for the family de New York; quiere decir que encontré distintas posiciones dentro de la Terapia Sistémica. Conociendo bien la historia desde el icónico MRI de Palo Alto, fundado en 1959, siempre comento a los alumnos, que en ese instituto hubo dos gestas: La primera fue el pasaje de la teoría general de sistemas, y la cibernética, aplicándola a los circuitos humanos; es decir, cómo dos disciplinas que venían de otros contextos, especialmente la teoría general de sistemas desde una variable más biológica y la cibernética desde un nivel más ingenieril, fueron aplicadas de la mano de Bateson y su grupo (Jay Haley, William Free, John Weakland y el auxilio de Donald Jackson) y, a posteriori, la 165
creación de la Psicoterapia breve. ¿Cómo pudieron trasladar esos elementos de una epistemología circular a los circuitos humanos, generando una nueva pragmática de la comunicación?; porque, de hecho, el libro La teoría de la comunicaci ón humana, este libro tan celebre de mano de Watzlawick, Beavin y Jackson, que lleva ese título en español, aunque el titulo original en inglés es Pragmatic of human communication , es decir, una pragmática de la comunicación, una perspectiva revolucionaria, puesto que la comunicación se circunscribía a la palabra; son estos investigadores los que preconizan, como primer postulado, que “toda conducta es comunicación”. O sea, que hasta los silencios comunican y, por ende, es imposible no comunicarse. Esto que aparece como uno de los axiomas de la comunicación –de hecho es el primero–, como todos los axiomas que surgen a partir de estas investigaciones, como la comunicación analógica, digital, como simetría y complementariedad, más allá de estos postulados… pienso, lo interesante de este proceso es que este pragmatismo de producir comunicación humana excede el marco de la palabra, para empezar a observar gestos, movimientos, posturas corporales, ritmos, silencios entre frases, tonalidad, cadencia de discurso, pautas de sintaxis en la elaboración del discurso influyen al interlocutor y somos influidos, y hoy podría decir[se] que es una interinfluencia recíproca. El punto de quiebre, para mí fundamental, es que el MRI tiene dos funciones: la primera es la creación de una nueva epistemología de la comunicación, que es un metanivel, es un nivel epistemológico. La segunda es la creación de un modelo terapéutico, como de hecho es el modelo breve, el modelo estratégico breve del MRI. Pero, respecto al primer punto, que es [por] el que me preguntas, para mí es el pasaje de una epistemología de la ciencia positivista a una [de la] ciencia constructivista. La ciencia respaldada en el positivismo fue lineal, causalistaefectista, sin feedback, sin capacidad de retorno, un método analítico-sumativo e, inclusive, no solo analítico-sumativo, donde se suman las partes y da como resultado ilusoriamente el todo, sino la utilización del par pro toto, o sea, utilizar una de las partes como explicación del resultado. Esto se ve en la actualidad: alguien trata de explicar un resultado por uno de los factores, escotomizando al resto; por ejemplo, explican el problema de la droga hablando del cartel de tal lugar, de la pobreza, o de un cuadro familiar determinado, en vez de hablar de una polifactorialidad que se ensambla. Este paradigma de ciencia moderna positivista –“ver para creer”– describe una realidad externa a los ojos, conceptos de verdad absoluta, planteamientos basados en la Primera ley de termodinámica, donde nada se pierde, todo se transforma, es decir, que la energía permanentemente se recicla y no hay perdida de energía. Se concibe un universo pragmático, cognitivo y emocional ordenado. Todo converge en el más agudo positivismo. El Positivismo tuvo su auge a posteriori del oscurantismo medieval, cuando el clero ocupó puestos en lo político, lo social, y lo médico. Un período cuando la metafísica y el acto de curar, desde un dolor de cabeza hasta un ataque de histeria, 166
pasaban por un recitado de un versículo de la Biblia … bueno, digamos que después de ese período, era lógico que apareciera un período más concreto, factible, que se pudiera palpar, observar. Hoy podríamos decir, desde otra perspectiva, que era la ilusión de una observación. Por ahora, quiero cerrar [así] este punto en concreto: lo que fue el paradigma positivista de la ciencia –que no es el de la ciencia actual– es, hoy por hoy, el paradigma de la socio-cultura. Actualmente, la gente procesa la información bajo la óptica del más acérrimo positivismo, por lo tanto, lo que fue el paradigma de la ciencia es ahora el paradigma para la socio-cultura. Las ciencias posmodernas (a veces se corre el riesgo de constituirlas en una gran “bolsa de gatos”, donde se coloca todo lo que se relativiza o no se sabe cómo categorizar) están constituidas sobre una base de una epistemología circular, sustentadas en mecanismos de retroalimentación –el efecto sobre la causa que lo motiva– sostenidas por modelos teóricos, como la Teoría general de sistemas, la Cibernética, la Teoría de las estructuras disipativas, la Teoría del caos, en fin, cantidad de modelos circulares, que hablan fundamentalmente de cuestiones de feedback . Una ciencia donde se reformula el método analítico sumativo, por lo que llamo un método “holístico, interactivo y contextual”, es decir, por un método que analiza el todo en un contexto determinado, que le da sentido a cada una de las partes y cada una de las partes tiene una interacción permanente, razón por la cual el todo es mucho mayor que la suma de las partes. ¿Una realidad única?, en absoluto, no. Múltiples realidades, múltiples conceptos de verdad aunados por criterios de primer orden, consensuados de acuerdo a los contextos, aunque resultarán difíciles de reconocer, porque siempre vemos estructuraciones de segundo orden, es decir, construcciones personales por sobre esas construcciones de primer orden. Esa sería una diferencia entre lo que sería el Construccionismo social y lo que sería el más profundo Constructivismo radical de Ernst Von Glasersfeld. En esta ciencia, conviven la física newtoniana, importante para el análisis de los objetos en macro, y la física cuántica, para los objetos en micro: protones, neutrones, electrones, que están en sinergia permanente y que conforman la entidad organizacional de la materia. Hablar de la Segunda ley de termodinámica es muy claro: siempre hay algo de energía que se pierde. Si hay una situación crítica que pone en riesgo al sistema, digamos en alterar y disfuncionar la energía termodinámica, cuando se resuelve la situación crítica siempre el sistema algo perdió y tal crisis le deja un redito: la reformulación del sistema, el aprendizaje y más herramientas para afrontar crisis similares, pero algo siempre se pierde. Y, por último, decirte sobre todos estos preceptos de la nueva ciencia, una nueva ciencia puede ser definida como una ciencia constructivista. Si nosotros trasladamos todos esos conceptos de la ciencia a la sociocultura, podemos decir: solamente somos un grupo de científicos, de investigadores o de clínicos que hacemos investigación, y que pensamos y procesamos información; 167
analizamos el objeto de estudio y tratamos de pensar y procesar información, o pensar en la vida cotidiana desde esta postura constructivista. La gran mayoría del mundo piensa, procesa información y actúa en consecuencia, con paradigmas o premisas positivistas, o sea, lo que fue en la ciencia clásica el paradigma, actualmente es de la socio-cultura y solamente el nuevo paradigma de estos procesos circulares y de multiplicidad de realidades se reduce a un equipo de la ciencia.
TEORÍA DE SISTEMAS ABIERTOS Y TEORÍA DE SISTEMAS CERRADOS
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RC: Gracias por la claridad. En este recuento que usted hace, profesor, ¿cuál es el aporte que
hace Humberto Maturana, cuando habla de los sistemas autopoiéticos en la Psicoterapia? Allí hay un tránsito entre la teoría de sistemas abiertos de Bertalanffy a la de sistemas cerrados. ¿Cuál cree que puede ser el impacto en Psicoterapia de esa esa nueva o complementaria mirada de la Teoría de sistemas? ▶
MRC:El concepto de autopoiesis o de auto organización, como de hecho es una célula –la célula produce elementos de organización y es la misma organización la que produce esos elementos de organización–, da cuenta de un sistema que es retroalimentado permanentemente; pero el gran tema es que, en los circuitos humanos, es muy difícil hablar de entidades organizacionales de sistemas cerrados, porque un sistema cerrado en una comunidad, o en un sistema familiar, o en uno social, o en un sistema humano, para generalizar y no hacer especificaciones; es imposible hablar de sistemas cerrados en estos tipos de circuitos, porque hasta el sistema más estructurado, o menos abierto o más cerrado, como quiera llamarse, siempre, absolutamente siempre, necesita de cuestiones intersistémicas de relación para poder subsistir. Ciertas comunidades primitivas u otras, como, por ejemplo, los Menonitas, que son comunidades, más bien entidades organizacionales, con una estructura bastante cerrada y auto-organizada necesitan, en determinados momentos, compartir intersistémicamente con otros sistemas o macrosistemas, en donde se encuentra insertado su propio sistema; posiblemente, sea autoabastecido en sus necesidades básicas, pero quizá deban recurrir a asistencia médica, o a compra de productos específicos, o vestimenta, etc. De lo contrario, una comunidad aislada no podría subsistir. Esto pasa con cualquier comunidad de animales y pasa con los primates no humanos, o nuestros antecesores. Siempre necesitamos de otras entidades organizacionales para empezar a entrelazar intercambios que posibiliten ingresar un cúmulo de energía y mantener esa organización. Ahora, en lo intrasistémico, si funcionarían sistemas autopoiéticos, es decir, 168
sistemas que producen organización, y esa misma organización es la que produce los sistemas de organización; pero, para esa organización intrasistémica, hacen falta variaciones intersistémicas para poder generar esa propia auto-organización. Es decir, en los sistemas humanos no hay sistemas cerrados absolutos, siempre preconizo esto, hay sistemas más abiertos o menos abiertos, pero siempre debe haber la suficiente, la mínima expresión de intercambio intersistémico, cuestión de favorecer esos procesos de organización intrasistémicos. Entonces, ahí estamos entrelazando varianzas intrasistémicas con varianzas intersistémicas o extrasistémicas. Cuando hablo de modelo epistemológico, digo que siempre percibimos, observamos, construimos al objeto, edificamos una hipótesis, mediante nuestro modelo mental del cual somos presos. Veo a través del modelo y si quiero observan sin mi modelo, puedo salir de mi modelo a través de mi modelo. El modelo epistemológico puede considerarse autopoiético porque genera sus propias premisas y su propia organización que produce al modelo y el modelo a la organización. Pero la experiencia humana es una fuente inagotable de introducción de información que enriquece, rectifica, ratifica, reformula, sostiene la organización que produce al modelo.
¿LO SISTÉMICO ES UN PARADIGMA? ▷
RC: Para algunos autores, lo sistémico no es más que una teoría, que no es poco; para otros no
es más que un enfoque. Lo sistémico, ¿es posible observarlo como un paradigma, o no tiene la envergadura de paradigma sino de teoría? ▶
MRC: Un poco lo que te comentaba al inicio; si nosotros nos ceñimos a lo kuhntiano, sería a ese libro al que todos los investigadores nos ceñimos para poder entender el concepto de paradigma; es ese texto del 77, de Thomas Kuhn: La estructura de las revoluciones científicas, para que se consolide como paradigma socio-cultural, necesitamos la aceptación y la renuncia del paradigma, digamos, positivista. En la ciencia, todavía hay algunos intelectuales que siguen tomando como vigente el paradigma positivista, siguen hablando de objetividad, cuando nosotros en un paradigma constructivista y sistémico estamos hablando de un subjetivismo neto. Es decir, en el mundo no existen relaciones objetivas, existen distintos niveles de objetividad, dentro de la subjetividad relacional, con lo que yo construyo las relaciones en el mundo. Pero, todas las relaciones son subjetivas y hay distintos niveles de objetividad dentro de la subjetividad… ¿Esto qué implica?... que no hay opuestos, porque cuando hablamos de ciencias posmodernas –y esto quiere decir ciencias sistémicas–, no podemos hablar de polos, de los extremos de una línea recta, de blanco o negro, porque son construcciones lineales. Si nosotros tenemos un círculo, podemos hablar de un giro Copernicano y tomar 180 grados de distancia, pero entre esos 180 grados 169
hay distintas gamas y distintas tonalidades de funciones sistémicas. Ahora bien, no podemos decir objetividad vs. subjetividad, eso sería entrar en la discursiva del positivismo; tenemos que mostrar que el subjetivismo está en un supranivel y que hay distintos niveles de objetividad, o sea, que son complementarios. Si yo trabajo en clínica por ejemplo, observando detrás de cámara de Gesell, por supuesto que el terapeuta que está en el campo va a ser mucho más objetivo que el padre de la chica anoréxica que está súper implicado, pero va a ser más objetivo dentro de la subjetividad del sistema terapéutico y, a la vez, yo, que estoy detrás de cámara, voy a ser más objetivo que la objetividad que tiene el terapeuta por sobre el padre de la chica anoréxica, porque son sistemas de sistemas de sistemas, es decir, sistema familiar, sistema terapéutico de campo, sistema equipo cámara de Gesell. Son distintos niveles de objetividad intrasistémica e intersistémica, pero dentro de la subjetividad inter y extrasistémica. P ara ser más claro, son distintos niveles de objetividad dentro de ese entrelazado de subjetividades. De la misma manera, tampoco podemos hablar de opuestos entre ecuaciones lineales y ecuaciones circulares, porque hay un detalle muy interesante. Si nosotros estamos en el laboratorio y estamos viendo una relación de dos personas, alguien en esta relación se pone en up, y el otro alguien se pone en down, y se va construyendo una relación complementaria. De pronto, yo estoy grabando todo este proceso, grabo y empiezo a segmentar artificialmente las secuencias de interacción en un determinado momento, arbitrariamente, si no observo lo que precede la acción, que precede la acción que sucede ese recorte, ese tramo es un tramo lineal. Ese tramo donde yo, en este momento, me estoy dirigiendo a vos, si yo lo recorto, ni tomo en cuenta tu gestualidad ni tu pregunta y tampoco tomamos en cuenta mi alocución y mi propuesta; si yo hago un corte directamente en ese momento cuando me dirijo a vos, sin ver lo que precede y lo que sucede como efecto comportamental, eso es un tramo lineal. Entonces, podría, a riesgo de ser reduccionista, entender a la circularidad como una interacción entre tramos lineales, podría definirla como la interacción de tramos lineales ad infinitum, por supuesto. Y, además, solamente arbitrariamente, cortando un tramo de secuencia, podría analizar un tramo lineal, sino que siempre, absolutamente siempre, estoy en un mundo de circularidades. Los modelos sistémicos son enfoques, porque nos permiten construir el objeto de estudio. Pero, como dice von Foerster, los modelos están internalizados en nuestro cerebro y es lo que hace que yo construya el objeto: “Ver lo que construyo y construir lo que veo”, en una permanente interinfluencia recíproca de influencias hacia el objeto y desde el objeto que me influencia a mí, una influencia cognitiva y, si es un objeto humano, también hay una influencia interaccional, porque, si es un objeto humano, yo influencio al objeto, por supuesto, lo influencio desde mi sola presencia; pero, si es objeto-objeto, también lo estoy influenciando con mi cognición. Si yo veo, por ejemplo, mi pluma, yo veo mi pluma; si yo me acerco más para observarla o me distancio más, no influencio a la pluma, pero mi construcción mental cognitiva, a partir de mi modelo de conocimiento, sí va a construir la pluma, ¿soy 170
claro? Pero, si en vez de una pluma tengo un objeto humano, es un Ser humano, es decir, el objeto mío de investigación es un Ser humano; según me acerque o me aleje, voy a influenciar al objeto, porque, con la gestualidad, mi sola presencia desencadena un proceso de interacción cerca-lejos, donde la sola presencia en un sistema está influenciando al objeto de estudio. Tenemos una influencia en el objeto de estudio de corte cognitivo, interaccional-sistémica, por la sola presencia, y biológica y neurobiológica, porque hay neurotransmisores que se mueven en la medida en que yo influencio el objeto o el objeto me influencia a mí. Son cuatro factores muy importantes a la hora de investigar y construir el objeto de estudio. ¿Es un enfoque? Si es un enfoque, ¿es teoría del conocimiento? Si es teoría del conocimiento, ¿es epistemología de la ciencia? Si es un supranivel de epistemología de la ciencia, ¿es un paradigma de la ciencia? Absolutamente, sistémico y constructivista, pero socioculturalmente, no hemos alcanzado el estatus de paradigma. Todavía nos encontramos en la vida cotidiana personas que piensan, procesan la información y actúan en consecuencia, bajo el predominio del paradigma positivista.
TEORÍA DE SISTEMAS Y CONSTRUCCIONISMO SOCIAL: COMPLEMENTARIEDADES Y DIVERGENCIAS ▷
RC: Muchas gracias por esa claridad. Me estaba preguntando, profesor, yo que alcanzo a
observar contemporáneamente en relación a lo sistémico y veo que, en las últimas dos décadas, entra con fuerza la conversación con el Construccionismo social; yo allí tengo abiertamente cuestionamientos frente a eso. Algunas personas plantean el Construccionismo como lo contemporáneo de lo sistémico o se hace una conversación casi sin filtro; creo que incurrimos en problemas teóricos y epistemológicos grandes, cuando no se evidencia la diferencia entre uno y otro, y cómo históricamente devienen de lugares diferentes; por ejemplo, existe un punto de tensión, el cual creo irreconciliable, y es la idea que se tiene del Yo, la existencia o no de esta estructura, la cual, evidentemente, afecta cualquier teoría del conocimiento. Y, por otro lado, la postura del Construccionismo en Psicoterapia frente a la cual me resisto, como que el experto es el cliente y una horizontalidad casi ingenua. Bueno, la pregunta no es apolítica, la pregunta tiene toda una intención. Yo quisiera conocer su postura profesor, en relación al Construccionismo social y qué tan posible es o no la conversación entre Construccionismo y Teoría de sistemas, en donde, aparentemente, los científicos sociales lo hacen muy fácil, pero yo veo cada vez más de distancia. ▶
MRC:La diferencia básica y, digamos más llana, que hay entre el Construccionismo social y el Constructivismo tiene que ver con lo individual y lo social. Es esta la diferencia más llana. Yo no puedo dejar de hacer cierta historia para contextualizar el surgimiento de estas construcciones teóricas, porque no nos olvidemos que las primeras investigaciones con los grupos familiares fundamentalmente en los textos del sesenta como Hacia una teoría de la esquizofrenia de Gregory Bateson, que fue el primer artículo de este grupo en función de la teoría del doble vinculo, esa maravilla de teoría que después se ortodoxizó. 171
Los investigadores originales no descuidaron los elementos neurobiológicos que tenían que ver con la construcción de la esquizofrenia, simplemente marcaron uno de los elementos teóricos: la construcción del doble vínculo. Al comienzo, los investigadores llevaban a toda una familia al set psicoterapéutico, trabajaban en cámara de Gesell, los grababan, veían cómo se producían esos dobles mensajes, esa simultaneidad de mensajes contradictorios, fundamentalmente en la relación de la madre con el niño. Al principio, los investigadores observaban un sistema, por eso se dice que era una Cibernética de primer orden, porque era un primer orden de recursión, es decir, observaban cómo funcionaba la familia, pero ellos aparecían todavía con el remanente del positivismo con la ilusión de poder observar objetivamente desde afuera. El punto de fractura fue, cuando comenzaron a aplicar las ideas cibernéticas a sí mismos (al equipo); pasan de los sistemas observados a los sistemas observantes, se empieza a analizar los grados de involucración, es decir, qué estoy haciendo yo o qué estoy generando, mientras estoy observando el sistema; cómo estoy influenciando al sistema y cómo el sistema me influencia a mí. Esa es la segunda vertiente de la Cibernética, que es Cibernética de segundo orden, en donde, obviamente, empieza a cimentarse el paradigma de la ciencia subjetivista. Ahora bien, en este planteo netamente cibernético se involucra y calza justo una vertiente filosófica o cognitiva como el Constructivismo, porque perfectamente la Cibernética de segundo orden se le acopla más al Constructivismo de Von Glasersfeld, Humberto Maturana, Francisco Varela, Paul Watzlawick, entre otros. Si se le aplica a esa cibernética de segundo orden y la complementa, la certifica, no desde un punto de vista de la teoría de la comunicación humana, o sea, no desde el Constructivismo aplicado a la construcción humana de la comunicación, sino desde una variable filosófica; no nos olvidemos que Piaget, Kant, Vico, entre otros, son autores que dan cuenta de este relativismo, de este subjetivismo agudo y de estas construcciones de realidad. Fundamentalmente, a lo que hace referencia es a que, si yo, en un momento único e irrepetible, que es la sesión terapéutica, por ejemplo, construyo al objeto de estudio, el objeto de estudio también me construye, porque no es lo que yo digo, sino que es lo que el otro está construyendo a partir de lo que yo intento transmitir. Para ser más claro, no es lo que yo estoy diciendo en este momento Ricardo, sino lo que tú estás construyendo, a partir de esta estructura sintáctica que estoy estructurando en el discurso hablado. Esa estructura sintáctico-semántica es el producto de mi construcción ideacional, pero esta construcción ideacional, para ser traducida a una estructura sintáctico-semántica, pasa por una serie de variaciones únicas, en un momento único e irrepetible de esta conversación. Tiene que ver con la figura del interlocutor, tiene que ver con el contexto en que se desarrolla, tiene que ver con la lengua y con la locuacidad, y con la retórica del interlocutor y la del locutor. Es decir, que el pasaje de la construcción ideacional a la estructura sintáctico-semántica no es azarosa, pasa por esta serie de obstáculos y de facilitadores. 172
Cuando yo construyo algo, lo que tú estás decodificando en ese momento es una serie de símbolos, porque hablamos la misma lengua; pero lo que tú codificas –no decodificas, sino que codificas–, lo estás construyendo, a partir de tu modelo cognitivo, lo que yo estoy construyendo sintáctica y semánticamente. Lo que vos decodificás es la lengua, pero lo que codificas es el interior del mensaje, es el significado del mensaje, razón por la cual, cuando vos codificás algo, vas a construir una estructura de respuesta, una construcción ideacional de respuesta que, después, tendrás que poner en una estructura sintácticosemántica y volverás a pasar por el mismo proceso que pasé yo, es decir, locuacidad de la palabra, imagen del interlocutor, reglas del contexto. Lo que estás escuchando en este momento y lo que escuchará un interlocutor cuando lea esta entrevista, no será lo que yo diga, sino lo que vos estás construyendo, o el perceptor está construyendo de lo que yo intente transmitir. Es tal cual, como cuando uno lee un libro. Cuando leen mis libros no me están leyendo a mí, uno construye el libro, construye la estructura del libro. Es una afrenta narcisista muy importante, porque, cuando uno termina de hacer una investigación y escribe un libro tiene que despojarse, arrojarlo al mundo intelectual y saber que las ideas han dejado de ser patrimonio de uno, porque ahora serán construidas por otros, en una amalgama tácita entre el autor y el lector. Acá pasa lo mismo: todas estas ideas, respuestas, van al espacio intelectual, y el interlocutor, en este caso vos, vas a construir algo [a partir] de lo que yo estoy diciendo. Esto es un proceso netamente constructivista, está regido por parámetros construccionistas sociales, por supuesto, porque transitamos en una cultura que está a un nivel de primer orden, pero quién [lo] puede decir, quién puede observar claramente esos parámetros de primer orden, si siempre pasan por el filtrado de nuestros sentidos, absolutamente siempre. Siendo coterráneo, viviendo en un mismo contexto, sucumbiendo frente a las normas de ese contexto y con ciertos parámetros socio-culturales, nunca vamos a hacer las mismas construcciones, nunca, absolutamente nunca. Si yo pregunto si es de día, y sí, es de día, estos son parámetros socio-culturales, pero ¡¿quién puede ver el día con los mismos ojos?! Yo pregunto quién, si cada uno, desde su modelo, percibe y construye; hasta su forma de construir el propio modelo de conocimiento siempre pasa por el filtrado de sus propios sentidos, entonces, por supuesto que transitamos por parámetros socioculturales y sucumbimos ante esos parámetros, pero sucumbimos por el filtrado de nuestros sentidos y la posterior atribución de significado que hacemos de lo percibido. Hay ciertas reglas que nos permiten impedir el anarquismo de las ideas, que son los parámetros de primer orden: reglas, parámetros, rituales, etc. Hay ciertas estructuras que nos permiten circular por ciertos canales adaptativos, pero ese perímetro, ese techo que nosotros tenemos, tiene una serie de variaciones que son propias del interlocutor, propias del protagonista. Entonces, siempre las estructuras, bajo el parámetro de estructura de primer orden, están circulando bajo ese paradigma de 173
primer orden. Están las estructuras de segundo orden, pero no en un total anarquismo, porque si no, podrían mirar a un elefante y decir que es un caballo, pero no es así. No estoy hablando de esto, estoy hablando [de] que hay un parámetro de primer orden de construcción social que tiene que ver con múltiples elementos de significancia; pero debajo de estos, están mis sentidos y mi fuero personal, donde puedo construir y deconstruir al objeto, siempre bajo esas premisas de primer orden ¿fui claro? ▷
RC: Sí, profesor. Yo quisiera profundizar un poco en una idea y es en este sentido: el
Constructivismo y el Construccionismo ¿los ve fácil de acoplar o percibe tensión, algún tipo de quiebre entre uno y otro? ▶
MRC:Yo tengo una versión: Mi tendencia en general es más de complementariedad que de confrontación. Yo creo que muchas teorías tienen una validez importante, que no hay que desconocerlas, me parece que hay que acoplarlas de manera funcional. Digo esto, porque, vos fíjáte que ni siquiera estoy descartando parámetros objetivistas y decir no, es subjetivismo, es lo que vale. Estoy complementando versiones subjetivistas con objetivistas, estoy marcando parámetros lineales, como parte de un proceso circular. Pienso que la diferencia es un Construccionismo social que enmarca parámetros individuales y que tiene que ver con elementos sociales, básicamente; y un punto de vista del Constructivismo que tiene que ver con las construcciones de realidad que desarrolla un individuo. Yo estoy enlazando ambas construcciones. Sostengo que hay parámetros socio-culturales que [nos] rigen, que nos hacen. Una sociocultura que nos rige y que nos insta a realizar ciertas construcciones personales, más allá que la identidad se labre en lo social: Yo soy yo, porque vos sos vos/vos sos vos porque yo soy yo; entonces, vos sos vos y yo soy yo. Por supuesto que el fuero individual está en esa interacción, la construcción individual que hace que nosotros seamos quienes somos en un constructo social. Cabe pensar… ¿somos libres? Absolutamente no, epistemológicamente no somos libres. La libertad es una falacia. En este sentido, acepto que tengo algunos imperativos categóricos que dejan poco margen para la discusión, y que ‘la libertad es una falacia’ es uno de ellos. Primero, porque somos presos de modelos mentales, nosotros no podemos pensar por fuera de nuestros modelos, hasta es un modelo pensar fuera de los modelos. Si quiero pensar sin modelo, es el modelo de pensar sin modelo. Siempre estamos limitados por nuestra cuadratura conceptual; ¿por qué hablo de cuadratura conceptual? ¿Te acordás del problema de los nueve puntos que Watzlawick tanto utiliza como ejemplo en sus libros?: “con cuatro líneas rectas sin levantar el lápiz tienes que surcar los nueve puntos”. Inmediatamente, cuando nosotros vemos esos nueve puntos, de acuerdo a los primeros textos de la teoría de la Gestalt, es la ley de “la proximidad” la que hace imposible dejar de ver un cuadrado. O sea, cuando nosotros vemos los puntos y nos sueltan el imperativo de la consigna, todas las soluciones intentadas van remitidas al 174
cuadrado y estamos limitados por ese cuadrado; ¿ese cuadrado es el cuadrado? No, no es “el cuadrado”, es nuestra propia cuadratura conceptual que no nos permite ir más allá de la frontera del cuadrado. Es nuestra cuadratura conceptual que nos lleva a no poder exceder nuestra propia cuadratura de conceptos mentales e ir más allá del modelo. Entonces, ¿qué sucede?; no somos libres, sucumbimos a través de nuestro modelo de conocimiento. ¿Es nuestro modelo personal que se construye en lo social? Por supuesto, pero no todos aprenden de la misma manera, no todos están cortados con la misma tijera epistemológica, es una construcción individual internalizada a través del método del ensayo y el error piagetiano, por asimilación, acomodación y construcción de las categorías y de la semántica subyacente. En fin, ese es nuestro modelo de conocimiento: estamos limitados por nuestro propio medio, lo quiere decir que no somos libres. Tampoco somos libres porque vivimos en sistemas, y hay sistemas de sistemas de sistemas ad infinitum, y en los sistemas hay reglas, pautas, formas de funcionamiento, un código, y cada uno ocupa una función determinada, más estereotipada o menos estereotipada, pero ese sistema al que pertenecemos es un sistema de otro sistema que, a su vez, es sistema de otro sistema, y así hasta el Universo. Quiere decir, que es el segundo factor por el cual no somos libres. En ese sistema está el contexto social, que nos demarca roles y funciones de género, creencias, nos demarca valores, etc. Y el tercer factor es la Biología. Tenemos unos valores del funcionamiento de nuestro organismo, valores que tienen un rango de máxima y uno de mínima, necesitamos de 60 a 110 pulsaciones, tener [cierta] cantidad de glóbulos rojos para transportar el oxígeno, necesitamos cierta temperatura corporal, de 36° C. Estamos limitados por nuestra arquitectura biológica. Podemos entrenarnos más, podemos entrenarnos menos, podemos correr distancias más largas o distancias menores, pero somos seres humanos y tenemos cierta limitación. Nuestra estructura biológica nos limita, nuestra estructura de sistema nos limita y nuestra estructura mental nos limita. Estas son nuestras fronteras y, como tales, tal vez sea un sentido pesimista o tal vez demasiado catastrofista, pero, la libertad, en este sentido, no existe y lo debemos aceptar como tal. En este sentido, me parece claramente, Ricardo, que estoy marcando ciertos parámetros sociales y ciertos parámetros individuales que se están entrelazando e interinfluenciando permanentemente en un sentido circular, ni siquiera en un sentido lineal de la influencia, porque no es que uno influencie más que otro, sino [que] son, en ese sentido, autopoiéticos, pero con cierta estructura intersistémica que le permite intercambiar con otros sistemas.
TERAPIA SISTÉMICA: LIMITACIONES Y FOCOS DE DESARROLLO 175
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RC: Muy bien. Para finalizar, conversando con el profesor Guillem Feixas, le planteaba una
pregunta inspirada en un argentino, Héctor Fiorini, en donde él se hace la pregunta: ¿ Qué no sabe el Psicoanálisis? Y hace un listado como de diez cosas, una postura autocrítica maravillosa. Y le preguntaba a Feixas: ¿Qué no sabe lo sistémico? Y él decía: “Para mí, es clarísimo”: lo sistémico tiene el ojo muy afinado en el bosque y hay cosas que lo sistémico no sabe del árbol, es decir, lo intrapsíquico como tal, y él decía: por eso es que debemos echar mano de otras teorías, [para] que nos alimenten eso. ▶
MRC:Para mí, en cuanto el punto de vista de lo sistémico, coincido con Guillem, que justamente lo que te da es la perspectiva del contexto, las interacciones con el contexto, la interinfluencia intercontexto e intracontexto. Esto es, para mí, la gran claridad sistémica. Pero, lo que los sistémicos no terminaron de llegar a reconocer es, que también tienen intervenciones cognitivas, porque, por ejemplo, en la técnica del reframe, lo que estás reestructurando son categorías y la semántica subsecuente, estás haciendo, por ende, reestructuraciones cognitivas. Cuando contás un cuento, cuando mandás una metáfora, cuando hablás el idioma del paciente y cuando provocás, estás haciendo intervenciones, que entran por lo pragmático, pero que actúan directamente en lo cognitivo. El complemento de lo cognitivo es perfecto para ver y empezar a semantizar, encontrar los significados dentro de la caja negra, porque lo sistémico dice [que] vemos el output y el input en el bosque contextual, pero no dentro de la caja negra. Yo creo que el complemento de ir dentro de la caja negra, de realizar hipótesis que calcen o no calcen, no entendiendo esas hipótesis como verdades absolutas –porque si no estaríamos parados en las vertientes positivistas–, sino que son construcciones o, en última instancia, co-construcciones que se cuecen en la relación terapéutica y que el protagonismo del terapeuta hace que, en una relación como esta, esta palabra, la del terapeuta, esta construcción, pueda calzar en la cognición del paciente. Te quiero decir algo más. Para mí, la relación terapéutica, esas versiones horizontalistas son errores epistemológicos, pragmáticos. La relación terapéutica siempre es una relación asimétrica, absolutamente siempre, porque el paciente que viene a pedir ayuda a un profesional, a un experto es una persona, entonces la relación siempre queda parapetada asimétricamente. Es más, hay que saber utilizar de manera no soberbia, por así decirlo, esa ventaja de la asimetría, porque es lo que permite acentuar el poder de la intervención. El investimento semántico se apodera de esa estructura, para que el paciente pueda aceptarla y calzarla con mayor facilidad. Entonces, hay una cuestión de asimetría, de directividad propia del mismo lenguaje, que deviene de lo cognitivo y que complementa lo sistémico; pero no solo hasta ese punto, no solamente el complemento de lo cognitivo y lo sistémico, sino también lo psicoinmunoneuroendocrinológico, es decir, hay que tener en cuenta el nivel endocrino de la secreción de hormonas, también el fenómeno del estrés y cómo destruye el sistema inmunitario y la unión con el Sistema Nervioso, o sea, los tres sistemas: nervioso, endocrino e inmunológico; son cuatro factores importantísimos que deben complementar una hipótesis. 176
Hoy debemos romper definitivamente con la dicotomía cartesiana, porque nosotros decimos que criticamos la dicotomía cartesiana, pero en la espontaneidad de la observación del objeto terminamos viendo la mente por un lado y el cuerpo por el otro. Hoy más que nunca, debemos construir hipótesis acerca del síntoma de nuestros pacientes, bajo ópticas emocionales profundas, bajo ópticas cognitivas de construcción de significado, bajo ejes de contextos sistémicos y elementos biológicos, neurobiológicos, endocrinos, neuroendocrinos, inmunitarios, que formen la hipótesis. Nunca va a ser una hipótesis objetiva, pero sí poseerá una complejidad importantísima. Hoy en día, todos tenemos que entender esto como un gran fenómeno que estamos viviendo, y que tenemos que construir rompiendo con esa tradición dicotómica. ▷
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RC: Muchas gracias profesor por este espacio tan amplio, para mí ha sido un placer.
MRC:Ha sido un gusto conversar con vos tan profundamente y estamos en contacto Ricardo.
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ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS DEL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL
ENTREVISTA A SHEILA MCNAMEE 14 SHEILA MCN A MEE
Sheila McNamee, PhD., es profesora de comunicación de la Universidad de New Hampshire, EE.UU. Es cofundadora y vicepresidenta del Instituto Taos (taosinstitute.net ). Es profesora afiliada de la Universidad de Tilburg (Holanda), ganadora del Class of 1944 Professorship 2007-2008 y del Lindbergh Award por su destacado trabajo académico-docente en la Universidad de New Hampshire. Su trabajo se centra en la transformación dialógica dentro de una variedad de contextos sociales e institucionales, incluyendo la Psicoterapia, las organizaciones, la educación, el cuidado de la salud y de las comunidades. Es autora de Responsabilidad relacional: recursos para el diálogo sostenible , con Kenneth Gergen (Sage, 1999). Entre otros libros se incluyen: La terapia como construcción social , con Kenneth Gergen (Sage, 1992); Filosofía de la terapia: la oética social de la conversación terapéutica, con Klaus Deissler ( Carl-Auer Systeme Verlag , 2000); La organizaci ón apreciativa, con sus cofundadores del Instituto Taos (Instituto Taos, 2001); La construcción social de la organización, con Dian Marie Hosking ( Liber y Copenhagen Business School Press, 2006); e Investigaci ón y cambi o social: un enfoque construccionista relacional, con Dian Marie Hosking (Routledge, 2012). La profesora McNamee también es autora de numerosos artículos y capítulos de libro sobre la teoría y la práctica del Construccionismo social. Participa activamente en prácticas construccionistas en gran variedad de contextos, para lograr que las comunidades con puntos de vista diametralmente opuestos creen juntas futuras habitables. La profesora McNamee ofrece conferencias y asesorías en universidades, organizaciones e instituciones privadas, y comunidades de diferentes partes del mundo.
COMUNICACIÓN, 178
TEORÍA DE SISTEMAS Y CONSTRUCCIONISMO SOCIAL ▷
Ricardo Celis (RC) : La primera pregunta que deseamos hacer es: ¿cómo una comunicadora
social llega al mundo de la Psicoterapia? ¿cuál es el puente entre la comunicación y la Psicoterapia?, ¿cómo es que esos mundos se juntan? ¿cuál es el pre-texto de unión y conversación entre ellos?
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Sheila Mcnamee (SM): Para mí la conexión entre el estudio de la comunicación y la Psicoterapia es íntima e importante. La Psicoterapia tradicional asume que es necesario estudiar la psique, con el fin de cambiar el comportamiento de una persona o su forma de estar en el mundo. Desde mi punto de vista, lo que realmente queremos cambiar es la forma en que las personas se comunican y se relacionan unas con otras. Por ello, defiendo la orientación que propone que es en nuestras interacciones donde creamos la comprensión de nosotros mismos y de nuestro mundo. Al mismo tiempo que estudiaba comunicación, el campo de la terapia familiar, basado en la teoría de la comunicación, estaba ganando fuerza. Dicho trabajo se había iniciado principalmente por Gregory Bateson y continuado por el grupo de Palo Alto, en California. Ellos, al igual que yo, intentaban comprender las dinámicas familiares, en lugar de ver a la persona como el problema. En este sentido, estudiaban la forma en cómo las familias se comunicaban y creaban patrones de interacción. Así, la aproximación más temprana a esta forma de entender la interacción provino desde un punto de vista sistémico. Entonces, este fue el momento en donde la teoría de la comunicación y la Psicoterapia empezaron a converger y a volverse una. A partir de allí hemos vivido una larga evolución que comienza con la teoría de sistemas, se mueve hacia el trabajo sistémico y luego se orienta hacia las ideas construccionistas. Victoria Lugo (VL): La pregunta de Ricardo tiene que ver también con que, en nuestro sistema
educativo, casi siempre los terapeutas –yo diría que siempre– son psicólogos. Para nosotros la terapia está más unida a la Psicología, por lo que es muy raro que un comunicador se convierta en terapeuta. ▶
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SM: Esta también es la práctica en los Estados Unidos. Yo tuve que hacer un entrenamiento especial para poder ejercer como terapeuta, ya que, simplemente, el hecho de estar entrenada en comunicación como disciplina no era suficiente para llevar a cabo una Psicoterapia. Sin embargo, pienso que traer como antecedente el entendimiento de la complejidad de la comunicación humana realmente ayuda a comprender lo que está sucediendo en la dinámica de la vida de cualquier persona; por consiguiente, se vuelve útil, de alguna manera, para poder entrar en un proceso terapéutico. Yo, incluso, no usaría exclusivamente el término ‘Psicoterapia’ porque no estoy particularmente interesada en procesos psicológicos: más bien, estoy interesada en procesos de interacción. RC: Se podría ubicar el inicio de la terapia familiar en los años 50, y surge con mucha fuerza con
179
algunos autores como Salvador Minuchin, Jay Haley y la Escuela de Palo Alto. Pasaron los años y, con los nuevos desarrollos, se comenzó a hablar de Constructivismo, Constructivismo radical y, en la actualidad, de Construccionismo social. Este último, ¿qué retoma de estos autores clásicos y de qué manera se separa también de ellos?; ¿existe relación alguna entre los postulados de la teoría de sistemas y el Construccionismo social? ▶
SM: Probablemente haya diferentes maneras de responder a la conexión entre todas estas diversas líneas de trabajo; por lo que lo diré tal y como yo lo entiendo y esto tiene mucho que ver con mi propia evolución a través de estas ideas. A la vez puede haber otras formas de describir estas conexiones, pero esta es la forma como yo lo entiendo. Entiendo que hay dos disciplinas dispares entre sí, que esencialmente se desarrollan en dos caminos diferentes: por ello tenemos en Sociología y Psicología social a personas que comienzan a considerar las ideas de la construcción social. En la Sociología particularmente, las personas fueron influidas por el trabajo de Berger y Luckmann a través de La construcción social de la realidad. Asimismo, en el campo de la terapia familiar las ideas que emanaron del trabajo de Bateson y la teoría de sistemas. Así que, en un primer momento, tenemos un movimiento que se aparta de la orientación individual de la Psicoterapia, en donde solo se estudiaba al individuo, y que pasa a entender los sistemas, en particular los sistemas familiares, utilizando ideas de la teoría de sistemas, tales como la retroalimentación, la estructura, la jerarquía, la homeostasis, para examinar cómo los patrones familiares crean patologías o problemas dentro de la familia; por ello, ya el problema no es una persona, sino que el problema es un patrón. Este fue un movimiento realmente innovador e importante en la evolución sobre cómo entendemos la Psicoterapia. Minuchin, por ejemplo, toma ciertos conceptos de la Teoría de sistemas, en particular los de jerarquía, estructura y fronteras de los sistemas. Haley y el Instituto de Investigación Mental ( Mental Research Institute), lo que se conoce como “terapia estratégica”, adoptan diferentes conceptos de la teoría de sistemas, tales como homeostasis familiar y retroalimentación positiva y negativa. Podemos ver que todas estas personas estaban trabajando con la teoría de sistemas, pero ellos solo estaban ensayando estos conceptos. Estas ideas fueron muy generativas, principalmente porque las aproximaciones sistémicas, aunque diferentes entre ellas, compartían el presupuesto de que no iban a seguir tratando al individuo como un objeto de estudio. Los problemas no se seguirían viendo dentro del individuo; en lugar de ello, se entiende que el problema es el patrón de interacción familiar. Así, emergió la idea de la Cibernética de segundo orden, donde los terapeutas reconocieron su parte para crear el sistema; en otras palabras, se reconoció que las preguntas que hace el terapeuta crean o constriñen las posibilidades en cuanto a cómo la familia habla acerca de sí misma y de cómo la entendemos. Este fue un movimiento de la teoría de sistemas, o lo que se ha conocido como Cibernética de primer orden, [hacia la] Cibernética de segundo orden (también conocida como el estudio de los “sistemas observantes”). Aquellos interesados en la idea de los 180
“sistemas observantes” encontraron afinidad con los Constructivistas radicales. Es decir, el énfasis en reconocer que somos parte de la construcción del mundo en el que vivimos y en considerar las formas en que un terapeuta en particular interactúa con una familia; reconocimos que el terapeuta hace parte del proceso de construcción de la familia. Ernst von Glasersfeld fue muy popular dentro del Constructivismo radical. La Escuela Sistémica de Milán, también, estuvo trabajando sobre las ideas de la Cibernética de segundo orden. Hicieron algo realmente interesante al centrarse en el rol que juega el terapeuta. Es decir, hicieron énfasis cada vez más en cómo las personas construyen sus mundos, a través de lo que hacen juntas. Con esto en mente, las interacciones entre el terapeuta y la familia pueden verse como partícipes en la construcción de algunas posibilidades; pero también, en la restricción de otras. Karl Tomm en Canadá presentó estas ideas a los miembros del grupo de Milán, Gianfranco Cecchin y Luigi Boscolo, y a un grupo de teóricos de la comunicación con los que yo estaba colaborando para ese entonces; específicamente, estábamos trabajando en la teoría de la comunicación Manejo Coordinado del Significado. Esta teoría, que tiene sus raíces en el Construccionismo social, fue desarrollada por Barnett Pearce y Vernon Cronen. Tanto Cechin como Boscolo se interesaron en esta teoría, como una forma de entender cómo las personas construyen la realidad y la manera en que hablan, actúan y se relacionan con los otros. Así que todo esto, en ese momento, era muy coherente con la evolución de la Teoría de sistemas, pues, dicha teoría, también se interesaba en la comunicación. Sin embargo, también era algo muy diferente en ese entonces. De hecho, mi disertación doctoral fue acerca de la Escuela de Terapia de Milán y esta teoría particular de comunicación. Por ello, si se quiere, en el matrimonio entre la Terapia Sistémica de Milán y la teoría del Manejo Coordinado del Significado tenemos realmente un enfoque articulado claramente a los patrones de comunicación; sin embargo, hubo una menor influencia de la teoría de sistemas pues, ciertamente, el foco estaba más en cómo las personas están creando significados juntos y cómo crean la realidad. Y es allí donde, pienso yo, que la construcción social entra al mundo de la Psicoterapia. En algunos sentidos, el Construccionismo social reemplazó el lenguaje de la teoría de sistemas para entender la psicopatología y la dinámica familiar, con el lenguaje de la comunicación o el lenguaje como centro de atención. El lenguaje, como construcción social, empezó a afianzarse en ese momento, por allá en los noventas. ▷
VL: ¿Cree que el Construccionismo social es otra etapa, otro momento de la evolución de la
Terapia Sistémica o es un movimiento completamente diferente? ▶
SM: Yo pienso que es una variación sobre un mismo tema. Creo que el lenguaje de la teoría de sistemas y la Cibernética de segundo orden fue increíblemente generativo y útil, cuando volvemos a mirar la evolución en el pasado. Podemos notar que la mirada ya no se centraba en el individuo o en la patología individual, que residía en la persona; sin embargo, pienso que, con el paso del tiempo, el lenguaje de los sistemas 181
se volvió limitado, en cierto sentido, porque realmente todavía estábamos considerando a los individuos que interactúan. Creo que, cuando hacemos el giro hacia la construcción social, nos dirigimos a la interacción en sí misma, al proceso. Así que, de un modo muy sutil, creo que, aunque la Cibernética de segundo orden y la Teoría de sistemas dirigieron nuestra atención hacia los patrones de comunicación, todavía seguían considerando solamente a las personas que producían dichos patrones. Así, las personas eran todavía el foco primario. No obstante, cuando nos movemos a una orientación filosófica construccionista, nos interesa el proceso por completo. ▷
RC: Lo que veo es que algunos construccionistas tienen en cuenta lo que es la teoría de sistemas;
tengo un prejuicio, no sé si sea cierto o no –y quisiera esa claridad– y es que, cuando los construccionistas leen teoría de sistemas, leen teoría de sistemas abiertos (Bertalanffy), pero no la teoría de sistemas cerrados autopoiéticos, retomando a Maturana. El enfoque de la teoría de sistemas cerrados se dirige a la interacción, no solo a lo que pasa con los elementos y las partes que interactúan, sino a lo que pasa en la interacción. Por ello, cuando el Construccionismo hace crítica a la teoría de sistemas, ¿es una crítica a la teoría de sistemas abiertos? ▶
SM: Primero, yo diría que no creo que la construcción social haya tomado nada de la teoría de sistemas, francamente. Son como dos personas que van viajando en carreteras paralelas, usando diferentes maneras de hablar acerca de procesos muy similares, tratando de articular procesos, pero utilizando diferentes lenguajes. Así es como yo veo la construcción social y los sistemas. Pienso que, aquellos que habían venido utilizando la teoría de sistemas en la Psicoterapia, vieron la utilidad del lenguaje construccionista e incorporaron esto al trabajo que ya venían desarrollando. No obstante, la mayoría de los construccionistas no saben acerca de teoría de sistemas de von Bertalanffy, de los sistemas abiertos, ni de Maturana y los sistemas autopoiéticos. De hecho, muchos construccionistas sociales ni siquiera referenciarían a Bateson como fuente significativa. En ese sentido, son dos disciplinas diferentes; se basan en diferentes literaturas. Esta es una manera de entender la diferencia: la disciplina de la construcción social emerge como una disciplina académica asociada, sobre todo, a la Psicología social, la comunicación y la sociología; la teoría de sistemas emerge dentro de una disciplina de mayor orientación profesional como lo es la terapia de familia. Así pues, yo creo que tenemos dos discursos diferentes que, debido a ciertas personas pioneras como Karl Tomm y Lynn Hoffman, lograron conectarse entre ellos. Yo añadiría que me siento privilegiada en mi posición, porque las ideas construccionistas evolucionaron dentro de los dominios, tanto de la disciplina académica de la comunicación como de la Psicología social y la Sociología. Yo estaba motivada a tomar dichas ideas y ponerlas en práctica y, al mismo tiempo, estaba muy interesada en el proceso terapéutico. A partir de mi tesis doctoral y hasta ahora, he intentado encontrar formas de poner las ideas teóricas en práctica. No he estado solamente examinando académicamente los patrones de comunicación, sino que quería mirarlos dentro del dominio de la terapia, del cambio organizacional y del 182
cambio comunitario. Por tal motivo, creo he tenido suerte de haber podido ser parte de esa clase de movimientos híbridos; asimismo, hay un alto número de nosotros que hacemos esta clase de trabajo y juntamos a estos dos mundos de una manera que, probablemente, no hubiera sucedido si nosotros no hubiéramos tratado de poner las ideas construccionistas en práctica. ▷
VL: ¿Por qué cree usted que estas dos orientaciones –Construccionismo social y teoría de
sistemas– están relacionadas en Colombia? ▶
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SM: Yo tengo una teoría, no sé si es correcta. Algunos terapeutas en Colombia han sido influenciados y apoyados por Peter Lang del Kensington Consultation Center en Londres. Peter Lang estuvo conmigo y con otros en Calgary, Canadá, en el momento en que Karl Tomm nos invitó para que estuviéramos juntos, los teóricos de la comunicación y los del trabajo sistémico de la Escuela de Milán (Cecchin y Boscolo). Así que, sostuvimos una reunión entre la construcción social y la práctica sistémica. Peter Lang, posteriormente, desarrolló lo que denominó como ‘práctica sistémica construccionista’, la cual fue adoptada por algunos terapeutas colombianos. A partir de allí emergieron muchos programas en diferentes universidades de Colombia, que ofrecen entrenamiento sistémico desde un punto de vista construccionista. RC: Tengo una idea de esta historia: tal vez la escuela con la tradición más antigua en formación
sistémica, en Colombia, sea la Universidad Santo Tomás. La formación en Terapia Sistémica se apartó de los modelos estructurales y estratégicos que se impartían normalmente en la mayoría de los programas. Posteriormente, incluyeron el Constructivismo, particularmente el radical, obviamente arraigado en la teoría de sistemas. Más recientemente, en las últimas dos décadas, los programas de formación comenzaron a enseñar la obra de autores como Gergen, McNamee, Schnitman, todos ellos construccionistas, por lo que la conversación cambió. Este desarrollo ha centrado la construcción social, de la mano con la teoría de sistemas; no los ha separado, sino que ha creado una sinergia muy fuerte entre ambas teorías. ▶
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SM: Eso es exactamente lo que quiero decir. En el contexto colombiano y, también, en cierta medida, en el contexto británico, para muchas personas, la construcción social y el trabajo sistémico están conectados, pero no para todos. VL: ¿Es lo mismo en América Latina como en Colombia?
SM: Eso creo. Creo que, en gran parte, sí. Aunque en Brasil, donde he realizado una gran cantidad de trabajo, hay varias personas cuyo conocimiento se basa en la construcción social. Ellos nunca tuvieron realmente entrenamiento sistémico, especialmente aquellos que son más jóvenes, aquellos que se formaron en los últimos 10, 15 o tal vez 20 años. La generación mayor está muy fundamentada en esta unidad sistémico-construccionista, pero la más joven puede no conocer acerca del trabajo sistémico.
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DIÁLOGO, RESPONSABILIDAD RELACIONAL Y FUTURO DEL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL ▷
RC: Bueno, hay un tema que es muy interesante, [y] que tiene que ver con los diálogos
generativos o los diálogos propositivos. En Colombia, algunos los llaman diálogos centrados en la connotación positiva; ¿qué sería exactamente un diálogo propositivo y qué no [lo sería]? ▶
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SM: Creo que hemos llegado a usar el término diálogo, desde la posición construccionista, como asociado, por lo general, con transformación social generativa, por lo que pienso que no conectaríamos la idea del diálogo a algo que no sea generativo o que no abra posibilidades. Más bien, la idea acerca del diálogo, como una elaboración de la práctica construccionista, es que es un espacio donde las personas pueden realmente prestar atención a las maneras en que están creando significados y comprensiones. También creamos un espacio en el que la gente puede volverse curiosa acerca de las diferencias. Eso no quiere decir que el diálogo, necesariamente, resuelve el problema o que las personas lleguen a acuerdos, sino que las personas son invitadas a participar de nuevas formas de comprensión; particularmente son invitadas a intentar entender las diferencias de otras maneras; y eso es, realmente, de lo que se trata el diálogo. En efecto, ¿es todo diálogo generativo?, creo que no lo podemos saber hasta que veamos lo que pasa después. Así que, digamos que todo diálogo tiene la posibilidad de ser generativo y si esa posibilidad se alcanza, [si] se hace real o no, realmente depende de los participantes en el diálogo, por lo que no pienso que todo diálogo sea siempre generativo, pero, ciertamente la apuesta es por crear un espacio de diálogo en donde emerjan nuevas comprensiones y significados. VL: ¿Piensa que este asunto acerca del diálogo es importante para todo el Construccionismo
social o solamente para el Construccionismo que es llamado relacional?; mi pregunta es que no todo el Construccionismo social es igual, así pues, ¿el diálogo es más importante para esta orientación relacional? ▶
SM: Creo que su pregunta me ofrece la oportunidad para clarificar el término “construcción relacional”, que he empezado a preferir, por oposición a “construcción social” o “Construccionismo social”, porque, como usted lo dijo, hay muchas concepciones acerca de lo que es Construccionismo social y no todas son compatibles con las ideas que estoy exponiendo. Esta orientación relacional, realmente, sugiere que consideremos primero los procesos relacionales para poder entender quiénes somos como personas, que somos un subproducto de los procesos relacionales. Esta es una perspectiva muy diferente de otras versiones de la construcción social. Entonces, pienso que, en lo que yo llamaría esta orientación construccionista relacional, el diálogo se vuelve un recurso central, un concepto e idea central; en otras versiones de la construcción social probablemente no tenga sentido o no tenga lugar. 184
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VL: Para la construcción social, el diálogo es una forma especial de relación, un cierto tipo de
proceso social que implica curiosidad, reflexión, coordinación; en otras palabras, es como una oportunidad de construir un momento único en el que emergen nuevas comprensiones conjuntas no necesariamente acuerdos o consensos. Sheila, entonces, ¿qué puede ayudar a que un diálogo sea generativo o qué es necesario hacer para que esto suceda? ¿Cómo se puede invitar a un tipo diferente de conversación? ▶
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SM: Esto es precisamente en lo que tenemos que enfocarnos. No existe un modelo, ni ningún manual que nos pueda informar sobre esto. Para invitar a una forma diferente de conversación que llamamos diálogo, necesitamos adoptar la postura relacional de la construcción social. La adopción de esta postura significa varias cosas. En primer lugar, reconocemos que el significado/conocimiento se crea en nuestras actividades conjuntas. Lo que hacemos juntos realmente importa. No se trata de mí o de usted, sino de ‘nosotros’. Si partimos de este lugar nos enfocamos, por tanto, en lo que hacemos juntos y no en usted o yo y nuestras acciones específicas de forma independiente; de esta manera, estamos en el camino hacia la creación de un nuevo espacio de conversación. En segundo lugar, si realmente entendemos este primer movimiento, nunca vamos a ir demasiado rápido en la conversación. En otras palabras, mi propia certeza sobre lo que usted quiere decir, sobre lo que está pasando, sobre lo que estamos haciendo juntos, sobre lo que es correcto e incorrecto, se basa en suposiciones que podrían ser defectuosas. Si nosotros ‘pausamos’ en lugar de actuar con la certeza de que sabemos lo que está pasando, nos posicionamos como aprendices curiosos. Nos interesamos en la forma en que los otros otorgan sentido a lo que ocurre y nos causan curiosidad sus historias y recursos que aporten a la interacción. Por último (y esto realmente no es el final […] –porque hay mucho más que decir de todo esto– ¿podemos tener otra conversación?), es importante intentar hacer lo que parezca útil para crear un espacio conversacional, donde las diferentes conversaciones puedan transpirar. Esto podría ser tan simple como pensar: En qué contexto la conversación tiene lugar, ¿puede ser en una oficina o en una acogedora sala de estar? ¿Hay alimentos o bebidas disponibles? ¿Las personas que entran en el espacio conversacional se sienten cómodas o sospechan de lo que va a ser discutido y lo que tendrán que hacer? La preparación es vital. No me refiero a un plan (nuestra tendencia a seguir un plan no importa lo que esté sucediendo, dificulta cualquier capacidad de respuesta relacional), pero sí a la preparación que ayuda a crear las condiciones para el diálogo. RC: Un concepto que usted plantea es el de la responsabilidad relacional, el cual me ha parecido
muy interesante, ¿cómo puede palparse ese concepto en un ejercicio de relación terapéutica? ▶
SM: Primero, y brevemente, mi idea de responsabilidad relacional es una respuesta; fue mi respuesta a las críticas al enfoque construccionista que, básicamente, eran críticas ingenuas que clamaban que, dado que los construccionistas creemos que podemos construir nuestro mundo de diferentes maneras, no había responsabilidad u 185
obligación moral alguna; si algo no nos gustaba, simplemente podríamos construirlo de forma diferente. Ese no es el caso, eso no es de lo que se trata el Construccionismo; por ello, encontré que usar el término responsabilidad relacional era muy útil, y lo defino como ‘estar atento al proceso mismo de relacionarse’. Así, en un contexto terapéutico, uno esperaría que el terapeuta esté atento a lo que está siendo construido en la conversación con los clientes. Hay varias formas de elaborar la responsabilidad relacional. La primera, es poner atención a lo que estamos haciendo y cambiar el discurso cuando sea necesario. Existen múltiples voces disponibles para entrar en una conversación. Por ejemplo, cuando estamos hablando con alguien se puede hablar desde la voz de la patología y el déficit o podemos hablar con la voz de la posibilidad y el potencial –cuando las personas están en capacidad de estar en control de sus vidas y no dejan que los problemas los controlen a ellos–. Así pues, tenemos múltiples voces y, si estamos atentos al proceso de relacionarnos, estaremos constantemente preguntándonos a nosotros mismos: ¿Cuál voz podría utilizar en esta conversación, en esta interacción, que pueda ser útil y transformativa para nosotros en este momento terapéutico? ▷
VL: Sí, Sheila, en un artículo suyo muy interesante, sobre la ética postmoderna en Psicoterapia,
dice que, si uno tiene una perspectiva postmoderna frente a la terapia, es necesario cambiar el centro de atención del diagnóstico individual, las leyes universales y la estabilidad, que están enraizadas en la tradición empírica del conocimiento, hacia una práctica que tenga más en cuenta la incertidumbre, el cambio continuo, las contingencias locales e históricas y el proceso de relación. Esto implicaría una relación diferente con los clientes, en donde la pregunta clave sería: ¿cómo podemos expandir juntos los recursos para la acción? Esto nos dirige a un discurso basado más en la posibilidad que en el déficit, en una relación en donde la autoridad no está centrada solamente en el experto y en donde el esfuerzo principal se orienta a construir una relación que permita la transformación. Esto es la responsabilidad relacional en un contexto terapéutico. ▶
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SM: Si el terapeuta está atento al proceso de la relación, entonces se involucra constantemente en una especie de diálogo interno, y piensa, ¿cuál voz podría usar para poder invitar a una conversación que pudiera ser más generativa?; tal vez deba utilizar la voz de la posibilidad en vez de la voz del déficit, quizás use la voz del amigo en vez de la voz del terapeuta, tal vez… VL: El concepto de múltiples voces es similar al concepto de Bakhtin de polifonía, ¿tienen el mismo
sentido? ▶
SM: Sí, exactamente, la noción de múltiples voces es absolutamente tomada de Bakhtin y decimos que el pensamiento –lo que asumimos como pensamientos privados–, siempre tiene lugar en el lenguaje; sin lenguaje no hay pensamiento y dado que participamos en tantas comunidades diferentes de lenguaje, tenemos múltiples voces, múltiples recursos para la acción, para el habla y la acción. Bakhtin también introdujo la idea de que, si nada es dicho nunca por primera vez, que todas las cosas son doblemente dichas, ¿cómo vamos a hablar con alguien mañana, dar voz a algo 186
que hemos dicho aquí? El significado será totalmente diferente, ya que estamos hablando en una relación diferente y en un contexto diferente. ▷
VL: Lo que Bakthin dice también [es,] que no tenemos nuestra propia voz, en el sentido de que son
las voces de todos los demás, [los] que nos hablaron en el pasado o en el presente las que hablan a través de la nuestra… ▶
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SM: Sí, todo es prestado, vivimos, nacemos dentro de tradiciones y convenciones para la acción; la forma como Ustedes tienen dos horas para almorzar en Colombia es una tradición en la que nacieron y parece natural; mientras que, en otras partes del mundo, como donde yo vivo, usted no tiene tiempo ni para almorzar. Estas son prácticas que producimos; nosotros portamos estas tradiciones, estas voces y estas maneras de actuar; son prestadas de ciertos contextos y culturas. RC: ¿Cómo explicar la popularidad del Construccionismo social en una época en donde cada vez
se le da más fuerza a la Psicología y a la terapia basada en la evidencia y a discursos de orden más empiristas? ▶
SM: Yo creo, que la práctica basada en la evidencia ha ganado enorme popularidad y fuerza; pero, existe todavía una gran parte de la población que no cree en esta práctica o en la ciencia positiva. La premisa de la práctica basada en la evidencia está diseñada, en gran medida, desde el punto de vista de la ciencia modernista donde se cree que, si encontramos el método adecuado, vamos a ser capaces de resolver los problemas. Sin embargo, creo que muchos profesionales –y quiero decir terapeutas, consultores, trabajadores comunitarios– están muy frustrados por la práctica basada en la evidencia y por las limitaciones que les impone. Asimismo, el trabajo de Scott Miller es realmente un muy buen ejemplo de cómo encontrar maneras de trabajar con clientes de forma dialógica, sensitiva a las relaciones, abierta a la construcción de nuevas compresiones; y que, al mismo tiempo, pueda proveer[nos de] alguna clase de medición de resultados que satisfagan a las personas que quieren prácticas basadas en la evidencia. Así pues, yo creo que el conflicto con la práctica basada en la evidencia, realmente ha impulsado nuestra creatividad e innovación, al exigirnos tomar estas ideas y usarlas de forma que se muestre a otros cómo pueden llevarse a cabo una terapia basada en una orientación relacional generativa. ¿Podría decir algo más acerca de la práctica basada en la evidencia? Lo que es realmente fascinante para mí es, que dicha práctica empezó como algo muy útil, en el sentido de que creíamos que, si pudiéramos analizar los datos y encontrar qué es lo que estaba funcionando, entonces podríamos darles esta información a los profesionales; y los profesionales, entonces, la utilizarían en casos específicos, donde ellos tendrían que ajustar su práctica a la persona con la que estén trabajando. Entonces, la información acerca de los ajustes y cómo están funcionando específicamente en un caso, iría de nuevo al agregado de datos. De esta manera, la práctica basada en la evidencia, como se propuso inicialmente, requiere un constante 187
ir y venir entre una gran muestra, datos agregados, y la aplicación y ajuste a casos específicos que, a su vez, ayudarían a ajustar e informar los grandes estudios poblacionales. Si esto funcionara, habría un constante ajuste en la práctica. Esto comenzó en el campo médico, y los doctores, claro está, no tienen nada que ver con datos agregados, tienen que ver con una persona. Los doctores usaron los resultados de los datos agregados para diferentes diagnósticos [y] tratamientos, y para informar sus prácticas, pero la práctica clínica debería retroalimentar a los datos agregados. Es esta retroalimentación mutua la que se rompió y todo lo que tenemos ahora son comités de supervisión, que monitorean los tratamientos de tal forma, que los doctores solamente usan ciertos métodos que han sido probados a través de estudios de gran escala, y que parecen ser más efectivos. Así, esto se ha vuelto un problema, aunque su idea original era bastante útil. ▷
RC: ¿Cuál cree usted que es el futuro del Construccionismo social?; ¿en dónde vamos a estar en
el futuro? ▶
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SM: Es una pregunta imposible de responder. Sin embargo, a través del Instituto Taos, nosotros vemos una increíble innovación alrededor del mundo, de personas poniendo estas ideas en práctica de forma creativa. Con lo que me encuentro frecuentemente, es que algunas personas asumen estas ideas como su forma de vida, como su forma de ser. En el Instituto Taos, hemos querido sacar estas ideas de la academia, asumirlas como una orientación filosófica y reconocer las maneras en que pueden informar nuestras vidas. Esta orientación filosófica es una forma de vivir juntos en el mundo. Por ello, en el Instituto Taos realmente tratamos de promover y apoyar en todas las formas que podamos a las personas que vemos haciendo trabajo relacional construccionista en el campo, con la gente, en diferentes contextos. Yo creo que, en el futuro, vamos a ver, y de hecho ya lo hemos visto, un florecimiento de [nuevas] prácticas y enormes esfuerzos de cambio social; estas ideas van a continuar evolucionando; seguramente en diez años estaremos planteando algunas cosas diferentes de las que estamos diciendo ahora; lo mismo que conversábamos antes sobre el movimiento de la teoría de sistemas hacia la construcción social: [Que] fue una enorme innovación, en relación al antecedente del individualismo. En 10 o 20 años, va a haber algo que va a hacer parecer como desactualizado lo que estamos diciendo ahora. RC: Para finalizar, ¿en qué pregunta va a estar entretenida Sheila McNamee en los próximos cinco
años? ¿qué pregunta estará rastreando? ▶
SM: Yo pienso que continuaré haciéndome la misma pregunta que me hago a diario: ¿cómo poner estas ideas en acción para el bien de la humanidad? Creo que en los próximos cinco años estaré pensando acerca de esa pregunta y también preguntándome, específicamente, ¿cuáles son las mejores maneras de hacer esto? ¿escribiendo, dando conferencias, hablando o la mejor forma es trabajando con las 188
personas, encontrándome con ellas, comprometiéndome en ciertas conversaciones? Creo que, también, me estaré preguntando, ¿cómo puedo mejorar y apoyar el trabajo que otras personas están haciendo en el mundo, trabajo que está creando mejores mundos sociales? ▷
VL: Bueno Sheila, vamos a tener que terminar nuestra conversación. Esperamos que la podamos
retomar más adelante. Muchas gracias por compartir sus ideas con nosotros acerca del Construccionismo social y sus aplicaciones en distintas áreas de la Psicología, la terapia y el cambio social.
UNA MIRADA CRÍTICA AL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL: CONSTRUCCIONISMO, POSTMODERNIDAD Y ESCUELA DE CHICAGO ▷
RC: ¿Podríamos pensar entonces que ¿el Construccionismo social nace más por la vía de
filósofos postmodernos como Derrida, Guattari y Deleuze, pero también hay quienes entraron por la vía de la terapia y, más aún, por la vía de la Terapia Sistémica? Lo que yo veo allí es una tensión interesante, académica, que en la acción tiene implicaciones que pueden ser importantes. ▶
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SM: Estoy de acuerdo en que el Construccionismo social es una orientación filosófica y yo diría que es una de múltiples elaboraciones de las ideas posmodernas. VL: Creo que cuando Sheila dice que el Construccionismo es una orientación filosófica, lo que nos
sugiere es que es una manera de ser, más que una teoría o una técnica. Es como una postura, una actitud o un tono frente a la relación o a la conversación con otras personas. Esto lleva a una manera de pensar, de hablar, de actuar. Entonces, es cuando una orientación filosófica se convierte en una filosofía de vida, una manera de ver el mundo, el conocimiento, el lenguaje, la relación. Algunos de los planteamientos que el Construccionismo retoma del postmodernismo son, que se cuestiona el conocimiento universal y se privilegia el conocimiento local, el cual es relevante para la comunidad. Asimismo, pone en duda la centralidad del conocimiento individual y del conocimiento objetivo acerca del mundo. Todas estas han sido ideas que se dan por sentadas y [sobre las que se] puede reflexionar y criticar. Me parece muy interesante que se entienda el conocimiento como un proceso social que surge, que se construye entre las personas y que es intrínsecamente transformador. ▶
SM: Sí. Esto es particularmente importante para mí. Ya que hablar sobre la construcción social como una postura filosófica es adoptar la idea de una forma de orientarnos a nosotros mismos hacia el otro y hacia el mundo. Sin embargo, esto no es una ‘Verdad’, ni una ‘mejor’ manera de estar en el mundo. La construcción social reconoce todas las teorías y todos los discursos, como recursos potenciales para la acción. Por tanto, nuestro enfoque no se dirige a ‘descubrir’ la forma ‘correcta’ de hacer las cosas, sino la forma generativa y útil de seguir juntos en el mundo. Así, la forma como conocemos y entendemos el mundo es el subproducto de nuestras interacciones con los demás. Igualmente, debemos recordar que nuestras interacciones siempre tienen lugar en contextos históricos, culturales y locales, por lo 189
que las tradiciones en las que operamos, y los contextos locales a los que estamos vinculados, generan en nosotros un sentido de lo que es correcto y bueno, o equivocado y malo. Estas ‘verdades’ son siempre locales, fluidas y están abiertas a la transformación. ▷
VL: Sheila, yo le quería preguntar sobre la influencia que los sociólogos de la Escuela de Chicago
han tenido sobre el Construccionismo social; ¿cómo el Construccionismo social integra estas ideas de los sociólogos en Estados Unidos? ▶
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SM: La Escuela de Chicago, como muchas otras escuelas de pensamiento, ha sido una parte muy importante de la construcción social y del desarrollo de la teoría del Construccionismo social. La forma como muchos de nosotros lo vemos es que, en particular, la Escuela de Chicago estaba realmente intentando moverse hacia la comprensión de la relación, de lo social, como el centro de la creación de comprensión y significado, más específicamente del sí-mismo y de la identidad. Así pues, el Construccionismo les debe mucho a todas las teorías incluidas dentro de la Escuela de Chicago, y al mismo tiempo, existe la sensación [de] que, si reconsideramos este trabajo, nos damos cuenta [de] que, si bien hay un énfasis en lo social, el punto de partida es todavía el individuo. Básicamente, la pregunta que intentó resolver la Escuela de Chicago fue esta: ¿Cómo puedo entenderme a mí mismo a través de la relación con los otros? La perspectiva construccionista, hoy en día –y debo decir que no fue siempre así, por eso Berger y Luckmann todavía están en ese marco de la Escuela de Chicago–, se ha movido más allá, en cuanto [que] no siempre privilegia al individuo o a la persona como el punto de partida. Más bien, nos centramos en lo que hemos denominado el “entre nos”, el proceso que las personas hacen juntas. Entendemos que el significado, el conocimiento son procesos que emergen dentro de las relaciones. Por eso, nuestro enfoque no está en los individuos, sino en lo que están haciendo las personas juntas y qué producen sus acciones o sus coacciones; ¿cuáles son las posibilidades y restricciones que emergen de esas acciones? El trabajo de la Escuela de Chicago ha sido informativo y formativo de las ideas construccionistas, y con el tiempo, hemos llevado esas ideas a lo que llamo lo relacional, lo radicalmente relacional. VL: Sí; yo creo que es importante reconocer que estos sociólogos, como Garfinkel y Goffman,
estuvieron realmente interesados en la interacción social; ellos intentaron ver a los sujetos como actores sociales en un escenario que hace parte de las relaciones en un micro-mundo. Esta sociología estaba más interesada en lo micro que en lo macro y puso de relieve las múltiples tensiones entre el individuo y su contexto. Pero es cierto, como dice Sheila, que no logran desprenderse del individuo como el centro de los órdenes sociales u órdenes compartidos por individuos. Sheila, ¿usted cree que los conceptos de performance y ‘performatividad’ vienen de estos sociólogos? Y ¿cómo entiende esto el Construccionismo social? ▶
SM: Creo que has articulado bien la distinción sutil, pero importante, entre las obras de Garfinkel y Goffman y la versión del Construccionismo social, de la cual estoy 190
hablando aquí. Con profundo aprecio por la obra revolucionaria propuesta por ambos, hoy podemos ver que el punto de partida era todavía el individuo. Ya sea desde el enfoque micro o macro, la mayor parte de la teoría social, hasta hace poco, ha tenido dificultades para comenzar en otro lugar diferente al individuo. El significado importante, para mí, del Construccionismo social, es que el punto de partida para examinar el mundo social es el proceso. Con esto quiero decir, que nos enfocamos en lo que las personas están haciendo y lo que esto produce. A nivel micro, esto se convierte en algo relevante para la comprensión de cómo ciertas identidades emergen en nuestras interacciones en desarrollo con los demás. A nivel macro, podemos explorar cómo nuestras acciones contribuyen a la dominación de determinados discursos institucionales sobre otros. En cuanto al concepto de performance, no creo que se trate solo del trabajo de estos sociólogos, aunque, ciertamente, también se les puede atribuir a ellos. La metáfora del perfomance es particularmente útil para el construccionista. Si pensamos en toda acción como performativa, esto nos permite imaginar actuaciones alternativas, cuando en la que estamos comprometidos no esté funcionando bien. Además–lo más importante–, la metáfora del perfomance toma forma y significado por fuera de la cabeza del individuo y pone todo lo que hacemos dentro de los contextos históricos, culturales y locales donde operamos. Por ejemplo, la distinción entre ‘estar enojado’ y ‘la performatividad de la ira’ es de gran alcance. Si estás enojado, no hay mucho que se pueda hacer al respecto. Es lo que es y lo que eres en el momento. Sin embargo, la idea de ‘hacer’ o ‘perfomativizar’ la ira reconoce que, 1. No somos libres de hacer cualquier cosa que queramos, ya que hay que seguir las convenciones locales y culturales para desplegar una ira ‘apropiada’; y 2. Hay actuaciones alternativas disponibles. Estas son ideas muy poderosas.
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Entrevista realizada en la Universidad de Manizales (Colombia). Sheila McNameé visitó Manizales (Colombia) con el apoyo de la Fundación Fullbright y la Universidad de Caldas en junio de 2012. Una versión en inglés de esta entrevista fue publicada bajo el título: Emergence and evolution of social constructionist ideas: a conversation with Sheila McNameé, en la revista Universitas Psychologica (2014), volumen 13, número 1, páginas 381-390. Los entrevistadores fueron Victoria Lugo y Ricardo Celis.«
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ENTREVISTA A PABLO LÓPEZ-SILVA P A BLO LÓPEZ-SILVA
Pablo López-Silva es Psicólogo clínico y Filósofo. Tras terminar sus estudios en Psicología, obtuvo su Máster in Research y PhD en Filosofía en el departamento de Filosofía de la Universidad de Manchester, Inglaterra. Su investigación se vocaliza principalmente en áreas como la Filosofía de las ciencias sociales, Filosofía de la mente, Filosofía de la Psiquiatría, y Psicopatología. Es autor de numerosos artículos en revistas científicas y de capítulos de libros. ▷
Ricardo Celis (RC) : Pablo, te conocí investigando acerca del Construccionismo social; cuando te
leí, me sentí muy identificado, porque, de igual forma, también tengo una postura crítica frente a este modelo y a la manera en que se aborda metodológica y epistemológicamente. Muchos llegamos al Construccionismo, inicialmente casi asimilando Sistémico y Construccionismo como si fuera lo mismo, hasta que uno va tomando distancia y se va preguntando ¿qué es eso de lo sistémico construccionista? ▶
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Pablo López-Silva (PL): Lamentablemente, es una tendencia en Latinoamérica, dada la estructura que tienen los grados en Psicología. Existe una tendencia bastante común a asimilar cierta corriente epistemológica con un enfoque en Psicoterapia unilateralmente; pasa lo mismo con el Psicoanálisis. Por ejemplo, en terapia Cognitiva hay gente que asume que el Cognitivismo y toda la terapia Conductual está solamente basada en los postulados de Beck o Kelly. Hay Psicólogos que asumen que todo el Cognitivismo es básicamente lo mismo, y en realidad no es así, hay distintas posiciones sobre ciertas premisas básicas. RC: Pablo, ¿cómo es que llegas a Manchester?; cuéntame de tu formación.
PL: Yo estudie Psicología en la Universidad Católica de Valparaíso, en Chile. Allí obtuve el título profesional de Psicólogo, pero, cuando estaba como en tercer o cuarto año empecé a hacer distintas ayudantías en los ramos más filosóficos. Básicamente, ‘los ramos más filosóficos’ son los que tienen que ver con las bases epistemológicas de la Psicología y sus bases filosóficas. Y, como Psicólogo, sentí que había demasiadas cosas que se tomaban por hecho en Psicología, cosas que en realidad no eran tan obvias. La Psicología, a diferencia de la Filosofía se vincula con personas reales, nosotros los psicólogos atendemos o trabajamos con personas reales y sin lugar a dudas, las creencias y la posición que nosotros adoptamos respecto de la naturaleza de la realidad y del sí mismo no se queda como una voz pasiva, sino que tales creencias guían la forma como nosotros conducimos, por ejemplo, la Psicoterapia o las intervenciones psicosociales. En tales procesos ya hay un grupo de 195
creencias previas, las cuales uno reproduce en su praxis profesional. Como en otras partes del mundo, cuando salimos de cualquier grado académico, tenemos que escribir una tesis. En mi caso, escribí una tesis de Filosofía de la Psicología que era básicamente este análisis que gira en torno al concepto de identidad personal. Después de eso, nunca quise alejarme en realidad del área más empírica, porque creo que la teoría psicológica debe estar basada en un cuerpo lógico coherente, pero también estar basada en evidencia empírica. Así, hice un postítulo en teoría del apego y cuidados tempranos y, después de eso, me vine a hacer un Máster en Filosofía acá en Manchester. En realidad, en ese Máster trabajé sobre la sensación de la continuidad del Self y cómo se pierde en [diversas] patologías, como la esquizofrenia y los trastornos de personalidad múltiple. Así, empecé a cambiar mi foco, porque ahora estoy terminando mi tesis doctoral, que se trata de un análisis conceptual y empírico de algunos de los síntomas más importantes de la esquizofrenia; un poco lo que estoy haciendo ahora es Filosofía de la Psiquiatría y de la Psicopatología. Cuando los psiquiatras diagnostican un delirio, no es claro qué sea un delirio; ¿un delirio es una creencia?; ¿es algo perceptual?, ¿es un estado que es una creencia y una percepción a la vez? Estoy trabajando en eso que se llama Psicopatología filosófica, pero, actualmente con un profesor tengo un paper , analizando el Socioconstruccionismo, considerando más las consecuencias éticas de este modelo. ▷
RC: Uno de los temas que abordo en mi tesis doctoral, [es el de] las consecuencias del
Socioconstruccionismo en Psicoterapia, porque allí hay postulados muy puntuales que hay que ver con detenimiento. Uno, la idea del Yo, que tiene que ver con la idea de la construcción social y la diferencia que hay entre una postura construccionista y constructivista, que esto lo desarrollas muy claro en tus artículos. La otra tiene q ue ver con la idea de cambio. Pienso que el Construccionismo cae en una trampa: no logran explicar cómo opera el cambio y, cuando ellos hacen una crítica ideológica a lo sistémico, no entienden conceptos básicos como la autorreferencia, la autopoiesis y se quedan en una crítica de lo sistémico estructural estratégico. Como si no hubieran leído la teoría de los sistemas cerrados… es algo muy común que observo, es más, en varias ocasiones le he preguntado a terapeutas construccionistas sobre qué idea tienen de la autorreferencia y no saben qué es la autorreferencia; seguramente al responder entrarían en conflicto con su idea del Yo. Y lo otro que me parece muy importante en esa tensión, es la idea de la relación terapéutica, porque en la autorreferencia, para que esta se dé, se requiere de un otro, pero en esa tendencia horizontalista donde somos lo mismo, “el experto es el cliente”, ¿quién soy yo como terapeuta?, ¿qué lugar tengo yo como terapeuta en la terapia y qué otro soy para que exista autorreferencia? Entonces, es allí donde me parece que es una postura ingenua: la del no saber y la del experto es el cliente. Me estoy moviendo en estas tres ideas y en cada una voy profundizando. Tomo a Maturana y a Varela; claramente me paro en [la] teoría de sistemas cerrados para leer el Construccionismo y veo que van haciendo afirmaciones tan seductoras. Además, es un discurso seductor, es decir, estamos de acuerdo ideológicamente con las consecuencias culturales, con el reconocimiento del otro, con lo generativo de la conversación, claro, pero quién dice que es un postulado eminentemente construccionista, eso lo describen los humanistas hace décadas y mejor. Es en este punto que me motiva, soy terapeuta y, en la práctica, veo que tengo un rol en la conversación, veo que algo de lo que yo hago genera un algo también, claro no determino el cambio, pero algo de lo que yo hago le sirve al otro, y creo que el otro tiene un saber, pero creo también que yo sé, creo que el otro llega a mí porque hay muchas cosas que no sabe que n o
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sabe. ▶
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PL: La reflexión me parece bien, porque está bien acotada a tres puntos; en el punto uno, en la idea del Yo, es una crítica de orden filosófico en la que puedo profundizar más adelante. Respecto del segundo punto, la idea del cambio psicoterapéutico, ahí también se podría identificar la diferencia entre lo filosófico y lo práctico, porque básicamente el problema que tiene el Construccionismo es que no puede explicar ningún tipo de cambio psicoterapéutico. Ese tipo de cambio requiere un sujeto que tome posición, en cualquier ámbito: que tome posición respecto a un conflicto social, respecto de un problema, de su vida mental, etc.; da lo mismo, ese cambio que requiere la toma de posición, que requiere ser explicado por algún mecanismo cognitivo o afectivo o ambos, pero esto es de naturaleza ‘interna’ o ‘subjetiva’. RC: Me decías que el reconocimiento del cambio implica la comprensión de algo interno; imagino
que, además, implica el reconocimiento de que existe un individuo. ▶
PL: ¡Claro! Yo creo que ahí existe una crítica bastante interesante, porque todo cambio parece requerir algún grado de autoconciencia, caracterizada de forma más mínima como la conciencia de un problema, por ejemplo. Esto es un asunto crítico, el tipo de conciencia más básico requiere una experiencia de sí-mismo, y eso, la experiencia de sí-mismo, el Construccionismo no la puede explicar, básicamente porque no hay experiencia de sí-mismo, básicamente somos un grupo de conversaciones entrelazadas. En este sentido Gendlin tiene una propuesta bien interesante. Gendlin es un Psicólogo británico que trabajó mucho tiempo en la Universidad de Chicago explicando, desde el punto experiencial, el cambio en Psicoterapia. Lo que él propone es que un cambio en Psicoterapia tiene que estar precedido por un cambio experiencial, hay algo que sucede en el sujeto, una sensación nueva y esa nueva sensación implica un proceso de evaluación de varias cosas de orden cognitivo, afectivo, social, etc., y todos esos pasos que preceden el momento de darse cuenta de que hay un problema, por ejemplo; eso requiere procesamiento interno, requeriría una mente distinta de lo que está pasando. Creo que ahí se puede identificar una de las principales debilidades de los postulados construccionistas, creo que la tesis respecto del Yo del Socioconstruccionismo es su radicalidad nefasta. Hay muchas tesis que son radicales en Filosofía, en Psicología, ser radical tal vez no es algo malo, pero en este caso creo que es problemático. Hay un artículo de Gergen, de 1985, que dice que, básicamente, lo que busca el Socioconstruccionismo es traer la Psicología a la dimensión social, olvidando los aportes de, por ejemplo, los psicólogos cognitivos, que se enfocan más en los aspectos procesales internos de la mente humana. Está muy bien y es necesario considerar siempre la dimensión social de un fenómeno, porque uno no puede comprender la mente humana [como estando] en 197
una pieza oscura, solo sin contacto con lo social. Sin embargo, decir que la mente humana y el sujeto no son nada más que la suma de las conversaciones que lo rodean, eso ya es un poco más problemático. Y en ese paso, creo que el Construccionismo social pierde muchos méritos, uno de los principales méritos es que intenta integrar la dimensión social de lo humano en la comprensión de los fenómenos individuales, pero en ese proceso se vuelve una tesis radical, unipolar, básicamente lo que está diciendo el Socioconstruccionismo es que la sociedad determina lo que el individuo es o no es y punto. Pero, se olvida de la interacción que hay al otro lado, desde el individuo hacia la sociedad. Entonces, el problema es que la visión del sujeto es unidireccional y eso es un error metodológico, uno no tiene que decir primero fue la sociedad y luego el individuo o primero fue el individuo y luego la sociedad, creo que ese debate está mal formulado, nunca se solucionaría. Lo que tenemos que considerar es que somos parte de una interacción, uno no existe sin el otro, entonces negar un polo de esta relación, sería un error metodológico.
EL “SELF FENOMÉNICO” ▷
RC: Allí la idea de la co-evolución es una idea muy útil, es decir, el sistema y el entorno co-
evolucionan y creo que esa es una buena categoría, porque el Construccionismo en su postura más radical es casi una negación del individuo y, además, cuando lo ubica, lo trae determinado y es allí cuando tú en alguna parte haces la mención acerca de en dónde queda la autodeterminación, en dónde está el sujeto que puede tomar distancia de sí mismo y de su contexto y que [quiere] hacerse responsable de sus decisiones. ▶
PL: Yo creo que una distinción que puede ser muy útil para tu análisis, es que el Socioconstruccionismo niega un cierto tipo de sujeto, de Self; en los primeros capítulos del Yo saturado, Gergen lo que hace es básicamente presentar un esquema de cómo la Filosofía y la Psicología han entendido el concepto del Self ; entonces lo que dice es que el Self , el sí-mismo, ha sido entendido como una entidad duradera a través del tiempo, que se mantiene estable, que se podría tal vez complejizar; pero Gergen niega esa idea. Pero, negar esa idea no significa necesariamente que uno no podría tener la experiencia de un Self, porque la existencia de un Self como una cosa duradera que está dentro de la cabeza no es condición necesaria para que yo pueda tener una experiencia de mí mismo. Esta es una idea que la defienden filósofos como Husserl. No tenemos ningún problema si negamos la existencia de algo así como un Self cartesiano. Pero este Self es un testigo pasivo de la vida experiencial, que se queda sentado en una silla viendo una película. No creo que haya problema en negar eso, pero lo que no podemos negar es que cada uno de nosotros tiene la experiencia de ser un sujeto y eso es otra categoría, que se llama Self fenoménico. Entonces, el “ Self fenoménico” viene a ser un desafío conceptual para el 198
Socioconstruccionismo; si bien no tenemos nada en la cabeza, no tenemos una especie de parte en el cerebro que contempla al Self y que se mantenga duradera en el tiempo, esto no implica que no tengamos la experiencia de ser sujetos. Nosotros sí tenemos la experiencia de ser sujeto y eso es un dato, eso se puede tomar como un dato fenomenológico, un dato que no se puede negar; entonces ahí, hay dos niveles de discusión: uno, el nivel del Self perecedero, que es como el alma, como el fantasma dentro de la máquina, como le dice Ryle, y, por otro lado, está el debate sobre la experiencia de ser un Self , que es distinto. Uno de los problemas que tiene Gergen es que confunden estas dos discusiones, tratando de hablar sobre la discusión de un Self metafísico, del Self cartesiano y del Self imperecedero, trata de argumentar en contra del Self fenoménico y uno no está necesariamente relacionado con el otro. ¿Se entiende ese punto? Entonces, por ejemplo, en Psicoterapia no estamos lidiando con el Self metafísico o cartesiano, sino que estamos lidiando con la experiencia del Self, con cómo los pacientes se sienten. Uno pueda negar que el Self sea una cosa aparte de la experiencia, muchos autores lo niegan, pero no se puede negar que existe un fenómeno del Self , sea cual sea su origen. ▷
RC: Es ahí cuando te acercas más a la postura de Guidano; cuando planteas que no solamente
todo se devela en la conversación, que hay algo previo que es la experiencia; [entonces,] la única manera de dar cuenta de algo o del Self mismo no es la conversación, la palabra hablada, sino que hay una experiencia previa. Es entonces esa postura, donde no todo es develado por el lenguaje o el único lenguaje no es el verbal hablado, sino la misma experiencia, a eso te refieres cuando haces énfasis en la experiencia del Self . ▶
PL: Eso es otro de los problemas que tiene Gergen, que reduce el término lenguaje a conversación, ¿qué es el uso del lenguaje? Entonces, en esa reducción, hay problemas como los que planteas. Básicamente, cuando uno conversa hay dos niveles de interacción, está el nivel más concreto que es el de las palabras, el uso y expresión de conceptos, etc. Pero, también hay otro nivel, que es el implícito, por ejemplo, cómo yo puedo leer intenciones, desde cómo el otro mueve sus ojos, brazos, etc., todo eso es comunicación no verbal y la comunicación no verbal está, a la vez, relacionada con los elementos implícitos de una conversación. Cuando uno conversa uno se siente de cierta forma en esa conversación y las palabras, el uso de los términos no siempre capta bien cómo me siento en la conversación. El nivel de contenido y el de la experiencia, como de la intención del otro, también están unidos, pero también se pueden separar. Dado que estos dos niveles se pueden separar, el análisis de Gergen es muy simplista, porque se olvida de todo lo demás que hay envuelto implícitamente en el uso del lenguaje. Algo que puedes incluir, que no he hecho aún, es el problema de la empatía en las conversaciones; por ejemplo, cuando uno conversa, uno tiende a ponerse en la posición del otro. Y por empatía no solo me refiero a tratar de “entender el dolor del otro”, sino que me refiero a esta en un sentido más básico, el relacionado con la teoría de la mente. La teoría de la mente implica básicamente que, cuando nosotros 199
tenemos interacción con otros humanos, tratamos de asumir o tratamos de entender cómo ese otro humano se siente en la conversación, para tratar de darle sentido a lo que queremos decir. Por ejemplo, si yo estuviese hablando contigo y te viera bostezar, mirando para otro lado o mirando el reloj, todos esos elementos me dirían que tal vez no me estoy explicando lo suficiente bien, [que] hay algún problema, etc., por lo tanto, trataría de mejorar. Todo eso no es parte de la conversación en cuanto contenido, es parte del contexto en el que se da la conversación, y todo el conglomerado de cosas que rodea lo que se dice en la conversación, es sumamente clave para la Psicoterapia. Una de las cuestiones que el Socioconstruccionismo no podría explicar, es este conglomerado de elementos implícitos (no verbales) que son parte de lo que uno dice. Entonces, gente como Gendlin indican que ese tipo de comunicación, que es comunicación no verbal, que es un tipo de comunicación más experiencial, es el fundamento del cambio en Psicoterapia. El cambio en Psicoterapia no se puede solamente explicarse en base a lo que uno dice; la cuestión básica en Psicoterapia es cómo la persona se siente en la relación con el otro, la relación con el psicoterapeuta, si siente que hay confianza, si siente que las cosas van bien, si siente que hay un progreso, etc., eso podría detonar más cambios, darse cuenta, creo que eso serviría para el último punto que tú mencionabas de la relación terapéutica, de cómo cierta relación terapéutica podría ayudar al cambio terapéutico. ▷
RC: Esta idea de Gergen de la saturación del Yo, obviamente es una idea que, al leerse, es
interesante, pero no sé si es posible una saturación del Yo y si la saturación genere fragmentación y que la fragmentación esté determinada por la cultura, ¿nuevamente en donde queda el sujeto libre? Pienso que esta es una idea central en el Socioconstruccionismo, pero claramente insostenible y termina siendo muy frágil esa hipótesis. ▶
PL: Tal vez cuando se escribió ese libro, la visión era que la vida de las personas no era tan multifrénica como ahora. Por ejemplo, yo soy un chileno en Inglaterra, y hablo con mi familia en Chile, con mis amigos en EEUU, con otros que están en Alemania, trabajo aquí con gente de otras culturas, tengo colegas que son rusos, alemanes. En un mes, tengo que ir a dar una conferencia a Escocia, siempre ando con mi celular, reviso los correos, en las tardes estoy escribiendo un texto, hay muchas conversaciones que me rodean y me construyen en términos de Gergen, pero así y todo, esa multiplicidad no ha implicado ninguna fragmentación. Al menos no que yo la pueda sentir. Yo me siento cansado, no me siento fragmentado, y por el otro lado, [para] Gergen ahí estaría en una contradicción; si Gergen dice existe un Self que se fragmenta, este Self tiene que haber existido antes de haberse fragmentado. Pero no es claro a qué tipo de Self Gergen se está refiriendo. Parecemos tener estas dos posiciones: Por una parte, el fenómeno de un Self que se fragmenta va en contra de nuestra evidencia empírica, en contra de la evidencia fenomenológica, por ejemplo, mi Supervisor: su esposa vive en Suiza y él está en Suiza y tiene investigaciones en 200
Canadá y hace dos días estaba en New York, él no se experimenta como fragmentado, esa es una parte del problema. Otra parte es, si Gergen dice que es el Self metafísico el que en realidad se fragmenta y ahí uno puede responder de forma simple: bueno, yo no creo que ese Self metafísico exista. Entonces, la teoría pierde poder argumentativo, la noción del Self que él está criticando es muy débil. Eso es una falacia, es tomar una interpretación muy débil de un concepto y luego criticarla, criticarla y criticarla. ¡Así, desde ese punto de vista, es fácil hacer críticas, dado que la interpretación que se ha decidido criticar es muy débil!
CONSTRUCTIVISMO Y SOCIOCONSTRUCCIONISMO ▷
RC: Cuando leo el Construccionismo y a las diferentes versiones del Construccionismo, veo que
Gergen sí hace mucho énfasis en esto, porque creo que él mismo se da cuenta [de] que esta sería su única novedad hipotética: su idea del Yo fragmentado. Porque, trato de ver qué hay de nuevo, cuál es la novedad del Construccionismo, y no lo logro. Entonces, dice, los terapeutas narrativos son construccionistas, los centrados en el discurso…. hace un día, en una entrevista a Shooter, le pregunté por la novedad del Construccionismo, y me respondió: “Yo no sé, porque no soy construccionista”, entonces… ¿de qué estamos hablando? El mismo Michael White plantea no ser construccionista; bueno entonces, ¿quién sí es construccionista?, ¿qué es eso de ser construccionista y cuál es la real novedad?, yo no la alcanzo a ver, tú alcanzas a ver alguna o epistemológicamente o metodológicamente que uno diga ¿esto lo hizo el Construccionismo? ▶
PL: Hay un problema general con el Constructivismo. Existen distintos enfoques que comparten sus ideas, entonces el Socioconstruccionismo, si lo vemos desde un punto epistemológico, es un tipo de Constructivismo. Sin embargo, el Constructivismo no es un cuerpo teórico unificado, no es como la teoría cognitiva de primer orden, básicamente es un grupo de teorías que tiene intuiciones más o menos parecidas sobre la naturaleza de la realidad. Imagina una línea que tiene dos polos, el polo constructivista más individualista es representado por gente como Kelly, Watzlawick, que básicamente dice, que somos sujetos que construimos la realidad; hay un sujeto que coopera con conceptos y esos conceptos refieren a la realidad. Sin embargo, no hay una relación directa con la realidad; esta siempre depende del tipo [de] organismo que uno es, y de cómo este organismo se acomoda en el ambiente y va generando una especie de realidad específica. Pero, ellos reconocen que hay un individuo o un organismo que, mediante la organización, por ejemplo, de estados perceptuales generan una imagen o representación del mundo y esa representación depende del tipo de organismo que uno sea. La representación que un murciélago tiene del mundo, va a ser diferente a la representación de un humano, porque los organismos son diferentes. En el otro polo, puedes encontrar a gente como Gergen, que dice que hay una sociedad que nos entrega ciertas herramientas; en este caso, las palabras, los conceptos, por lo tanto, lo 201
que existe es una cierta determinación de lo social sobre lo individual; lo que hace Gergen, básicamente, es radicalizar esta tesis, esto es lo que vendría a ser lo más novedoso de ese enfoque, radicalizar una idea de sujeto, eso es lo que dice Gergen en el capítulo tres del libro El Yo saturado. Gergen dice que aceptar que existe un sujeto individual que construye la realidad es una idea que reproduce retazos de lo que es la idea cartesiana del Self . Lo que quiere hacer Gergen es dar vuelta a tal idea y decir [que] lo que existe es la sociedad formada por distintas creencias, representaciones que generan sujetos. Esta es una idea aceptada, uno de sus principales exponentes es Vigotski; como era más un cognitivo tradicional, básicamente reconocía ambas cosas, la sociedad, lo individual, la interacción y que la sociedad tenía ciertos desafíos, una idea bastante asertiva. Lo que trata de hacer Gergen es radicalizar esa tesis y en esto comienza a tener muchos problemas. Hace poco escribió un libro, en 2009; en ese libro refina las ideas que tiene sobre el Self , pero siguen siendo básicamente las mismas. ▷
RC: Además de gustarte y emocionarte con la epistemología, en tu rol de clínico, ¿cómo entiendes
la otra expresión, que me parece que intenta ser novedosa, pero que no tiene nada de ello: “el experto es el cliente”? ▶
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PL: Hay dos opciones, creo; una, que es radicalmente errada y que dice que yo no sé nada acá y tú lo sabes todo. Sin embargo, hay otra postura que, si se analiza un poco, es menos radical es más intuitiva, creería yo. Lo que pasa es que ese tipo de expresiones nacen de distintas críticas al Psicoanálisis, a cómo se paran los Psicoanalistas en terapia, a la idea del diván, de que en psicoterapeuta es como un dios, y que el terapeuta no habla y dice una o tres cosas y deja que el paciente se vaya; el terapeuta es una especie de gurú, y desde ese punto de vista es entendible ese tipo de críticas. Creo que otra forma de darle sentido a eso es, que un psicoterapeuta debe reconocer que el cliente es experto en lo que le está pasando a él, es experto en sus propias experiencias, pero a la vez, un psicoterapeuta tiene que reconocer que es un experto en ciertas cosas, por ejemplo, en intentar mediar entre los clientes y el momento de darse cuenta de ciertas reglas de funcionamiento mentales, de las cuales ellos no están conscientes, naturalmente. Mucha de la gente que defiende la idea de ‘no saber nada’ es la misma que después, en conferencias, hablan de sus pacientes como si ellos lo supieran todo. Creo que es mejor definir la Psicoterapia como un encuentro de expertos, dos expertos, uno en técnicas psicoterapéuticas, que sabe lo que está haciendo, y otro experto en su propia experiencia. Así, la interacción en Psicoterapia estaría basada en que estos dos expertos ponen su experticia a disposición de la generación de un proceso conjunto; esa es una posición más mesurada. RC: Pablo, para terminar un poco e ir cerrando, ¿qué tan cercano eres a la teoría de sistemas, a
la llamada Terapia Sistémica?, ¿eso hace parte de tu formación?
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PL: Si, cuando yo me formé como Psicólogo, teníamos que tener preparación en terapia de Sistemas, en terapia Cognitiva y en Psicoanálisis, durante dos años. Después, nosotros elegíamos en qué especializarnos; entonces, creo que soy bastante cercano a la teoría de sistemas en Psicoterapia; algunos de mis problemas con estas formas de pensar la Psicoterapia tienen que ver con la forma de entender el Yo, la interacción o la cognición. Básicamente, creo que mi problema, en ese sentido, es con las posiciones que son demasiado radicales. Por ejemplo, esas que indican que solamente existe la sociedad y solamente existen los discursos, las narrativas, etc. Yo creo que cualquier enfoque plausible de la mente humana y del cambio en Psicoterapia, tiene [que] incluir ambas, un individuo y sus narrativas. Tales fenómenos tienen múltiples niveles, por eso yo me acerqué a la terapia de Guidano: básicamente, porque era lo más cercano. Un profesor estaba trabajando en eso y vi en ese tipo de terapia una alternativa más completa para trabajar en el cambio en Psicoterapia. El modelo de Guidano se llama Modelo cognitivo procesal pos-racionalista; ese modelo también reconoce la naturaleza sistémica de la mente humana, reconoce que el humano se mueve en sistemas, por eso vi que tal enfoque abarcaba más niveles, pero yo creo que hay ciertas ideas que son valorables y claves en la Terapia Sistémica. RC: Pablo te agradezco mucho por este tiempo, por este espacio.
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L A TERAPIA SISTÉMICA: PASADO, PRESENTE Y FUTURO. ALGUNAS IDEAS PARA LA DISCUSIÓN ENTREVISTA A MATTEO SELVINI M A TTEO SELVINI
Mateo Selvini es uno de los profesionales europeos más reconocidos en el campo de la terapia familiar sistémica. Es corresponsable en la coordinación de la Escuela Mara Selvini Palazzoli en Milán, que desarrolla un programa de formación en Psicoterapia Sistémica, una especialidad de cinco años, con más de doscientos días de training . El Doctor Selvini trabaja en equipo clínico con Stefano Cirillo y Ana María Fiorentino, sobre todo con adolescentes y jóvenes muy difíciles, con diagnósticos como esquizofrenia, anorexia, y trastornos de la personalidad. Además, es profesor y ha publicado diferentes libros y artículos científicos, sobre tratamiento sistémico en diferentes patologías. ▷
Ricardo Celis (RC) : Quisiera comenzar haciendo una pequeña introducción. A mí me parece
importante el momento en el que está la Terapia Familiar Sistémica o la Terapia Sistémica; seguramente allí tendremos diferentes versiones de en qué momento está. Yo veo diferentes tensiones y preguntas que la Terapia Sistémica se puede hacer en la actualidad. Por supuesto, quiero expresarle algunas que yo ob servo, algunas tendencias. Una es la tendencia al conservadurismo, es decir, seamos ortodoxos y conservemos lo que se habla desde los años 1950, 60 y 70 y no hay nada nuevo. Aún veo una tendencia a esa mirada; veo otra posible tendencia, al menos aquí en Colombia lo veo con mucha fuerza, profesor, y es una tendencia en donde se vuelve [a] una Terapia Sistémica muy de corte relativista, por las conversaciones que viene teniendo la Terapia Sistémica con el Construccionismo Social, conversación que a mí me parece que, tal vez, no es la más justa y adecuada, pero que, igual, se da con mucha fuerza en Latinoamérica, especialmente en Colombia y, si no me equivoco, también en Brasil, pero allí creo que hay unos quiebres epistemológicos importantes entre lo Sistémico y el Construccionismo Social. Si me permite, yo diría una tercera tendencia, que, atrevidamente, la ubico allí, y es leer la Terapia Sistémica de manera contemporánea, hacerse preguntas sobre su eficacia, cuestionar sus hipótesis tradicionales, para que, a partir de esto, emerja una mirada novedosa, más pertinente frente a lo que es la Terapia Sistémica. Le confieso que me llamó mucho la atención su presentación en Sao Paulo, en el congreso de Relates (2015) y, a partir de ahí, lo he empezado a leer en estos meses, y me gusta mucho cuando usted, de manera tranquila y abierta, habla de los límites de la Terapia Sistémica y de sus hipótesis tradicionales. Veo con cierta claridad su interés en relacionar no solamente el síntoma con la familia, sino además hablar de algo que
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para la Terapia Sistémica nunca fue lo más común y es hablar de personalidad, de estructuras de personalidad. Además, me llama la atención, que usted de alguna forma, al menos así lo entiendo, conversa con tranquilidad con lo que se ha llamado la Psicología basada en la evidencia, cosa que a mí me agrada, porque creo que la Terapia Sistémica tendrá que conversar con estas nuevas hipótesis y reconocer lo que no sabe, esta es una primera idea que tengo, acerca de las tenciones que veo, y de las posibles rutas que creo en cómo se enfoca la Terapia Sistémica, seguramente habrá otras miradas. ¿No sé qué piensa inicialmente de esta lectura que hago? ▶
Matteo Selvini (MS): Bueno, estoy totalmente de acuerdo. El trabajo de nuestro grupo es un trabajo de investigación clínica, precisamente porque hemos estudiado los éxitos de la Terapia Sistémica del grupo histórico de Mara Selvini, Boscolo, Cecchin, Prata. Hemos visto que había éxitos importantes, pero también un límite de la intervención sistémica histórica clásica y desde mi punto de vista, la terapia familiar constructivista ha presentado los mismos límites clínicos de la Terapia Sistémica clásica de los años 60, 70. Por eso ahora intentamos experimentar una nueva forma de Psicoterapia Sistémica, que está basada en la eficacia no solo en general de las Psicoterapias, más específicamente la eficacia de Psicoterapia concretas, puesto [que] es un tema muy importante. Yo creo que, naturalmente, es muy importante investigar si, por ejemplo, en un caso de anorexia, es más eficaz una terapia individual cognitiva, una terapia individual psicodinámica, una terapia familiar sistémica, y el problema científico, ahora en el mundo, es que hay muy poco de este tipo de investigación clínica que compare las diferentes tipos de terapia. Eso es un problema científico muy grave, no hay una investigación seria sobre este tipo de problemas, hablo de la anorexia, pero podemos hablar también de trastornos de la personalidad, de esquizofrenia, de psicosis maniacodepresivas, de toda clase de síntomas. Esto es un problema mundial que no tengo la posibilidad de resolver, pero, creo que podemos concentrar nuestra investigación, por lo menos, en algo un poco más limitado y, por ejemplo, ahora me estoy acordando del tema de una primera sesión con un adolescente que no pide ayuda, que puede ser adolescente con psicodependencia, anorexia, con trastornos de la conducta; he aquí [que] yo creo que es un tema muy interesante para investigar, porque es un poco más delimitado el objetivo de establecer… cómo se construye una alianza terapéutica, cómo vamos a plantear la primera sesión. Sobre eso, yo he escrito un artículo en la revista Redes con el título de Reacios, y el tema en el que estoy trabajando muestra muchas posibilidades diferentes. Por ejemplo, los psicoanalistas y los cognitivos, en general todos los psicoterapeutas de todo tipo de orientación, intentan, en una primera sesión individual con el adolescente, que es traído casi a la fuerza o muy impulsado por los familiares para asistir a la terapia. En nuestra investigación decimos que este es un error muy grave, muy común en la Psicoterapia, porque las investigaciones muestran que más del 50% de adolescentes que son traídos por familiares y que hacen sesiones individuales, van a interrumpir a la terapia muy temprano, sin resultados. Al mismo tiempo, también en la sesión 205
sistémica clásica estaba la idea [de] que había que hacer una primera sesión con toda la familia, y ahora en nuestra investigación clínica hemos visto que es más eficaz la primera sesión cuando no hay hermanos y hermanas, porque se va a construir un contexto cognitivo emocional donde empezamos a ver el adolescente con el adulto, qué y cómo logra expresarse frente a los padres. Cuando logramos entrar en el contexto en donde está el adolescente con el adulto, él logra manifestar algo importante sobre sí mismo y sobre su relación con sus padres o los familiares, ese va a ser el inicio de la toma del caso, muy eficaz. Después en la segunda sesión y sesiones posteriores, vamos a invitar también a hermanos y hermanas. En general, creo que como usted ha dicho muy bien en la premisa, tenemos que realizar un modelo menos sistémico y más individual; la idea es integrar ideas individuales con ideas sistémicas relacionales clásicas, y eso es un equilibrio difícil, pero yo creo –creemos, nuestro grupo– que el futuro de la Psicoterapia Sistémica es en ese tipo de integración.
LA TERAPIA SISTÉMICA: EL LÍMITE HISTÓRICO ▷
RC: Si, y si me lo permite profesor, ¿sabe que me parece muy interesante esa postura?, porque la
veo, no sé si se valga la palabra, irreverente frente a las lecturas clásicas de lo sistémico. Creo que es una postura que genera bastante ruido, pero me parece que es necesaria, porque, a mi manera de ver –no se usted qué piensa–, el reconocer lo individual, reconocer la personalidad en su relación con el síntoma y la familia, es lo que nos va a permitir a los sistémicos conversar fluidamente con otros modelos que logran observar y han observado esto hace mucho tiempo. Allí, creo que puede haber una conversación que se da con diferentes sistemas psicológicos. En estas entrevistas, profesor Matteo, tuve la oportunidad de entrevistar al profesor Guillem Feixas, y le preguntaba algo muy puntual, y es: ¿qué no sabe lo sistémico?; y él me decía: “Mire: es muy fácil; lo sistémico ve el bosque, pero no tiene clara su lectura acerca del árbol, por eso requerimos del diseño de modelos y de teorías que nos permita entender al árbol, pero q ue sea coherente con la lectura del bosque”. Por eso me gusta uno de los artículos que Ud. escribió y que yo logré revisar, cuando Ud. se acerca o se siente cómodo con teorías como la teoría del vínculo de Jhon Bolwlby, porque yo diría que Bolwlby, sin saber de lo sistémico en su época – años cincuenta–, hace una lectura relacional de la personalidad en relación al síntoma y a la familia. Yo creo que esas son rutas que son interesantes y como sistémicos nos complementan, no se Ud. qué piensa de esta idea. ▶
MS: Yo estoy totalmente de acuerdo, porque el límite histórico principal de la Terapia Sistémica ha sido el concentrarse solo sobre el aquí y el ahora, a partir de la obra clásica de Watzlawick, La pragmática de la comuni cación humana; eso es un límite demasiado grande, porque necesitamos hipótesis evolutivas de por qué un niño llega a adolescente, por ejemplo, violento, y por eso la teoría evolutiva de Bolwlby es, para nuestra escuela, absolutamente fundamental. Por el trabajo que hago ahora en Terapia Sistémica, el concepto de trauma es un concepto básico, sobre todo el concepto de trauma del desarrollo, el trauma evolutivo. Por ejemplo, hoy he tenido una sesión muy difícil con un adolescente de quince 206
años muy violento; hemos necesitado llamar a los carabineros, en sesión, porque amenazaba con matar a toda la familia y a nosotros también. No se puede entender nada de la violencia de este joven, que tiene ahora dos padres que le colocan límites, pero son padres afectuosos e interesados por él, si no se entiende que la madre ha vivido el trauma de la crisis psicótica del padre del niño durante el embarazo y los primeros dos años del niño. El padre biológico amenazaba con matar a toda la familia, ahora el niño de 15 años de hoy amenaza matar a toda la familia. Yo veo muy vinculado al trauma de su padre biológico que amenazaba matar[lo] a él, a la madre y a toda la familia, también antes de su nacimiento. Creo que esto ha sido un límite grave de la Terapia Sistémica, que no tome en cuenta la idea del trauma, la idea de la desorganización del apego. Para el trabajo del psicoterapeuta, todo eso es absolutamente fundamental. ▷
RC: Sí. Usted también plantea, y estoy totalmente de acuerdo con lo que Ud. dice, acerca de que
no es suficiente indagar por tipologías de familias según los síntomas, que esa es una lectura donde nos quedamos cortos, ¿en qué sentido nos quedaríamos cortos? Me gustaría escuchar sus argumentos frente a esa idea. ▶
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MS: Sí, es un poco la idea, porque, por ejemplo, me parece que, en los primeros años de vida del niño, es muy importante (como en el caso que he visto hoy) cuando hay terror, espanto o sufrimiento importante en la familia; en el niño, en los primeros años de vida, hay una importante desorganización del apego. Bien, hay la teoría del apego que diferencia cinco estrategias, a través de las cuales los niños logran sobrevivir a la desorganización. Ahora, desde el punto de vista sistémico, ¿cómo el niño se va a reorganizar y cómo va a influenciar o a impactar al sistema familiar?; el límite histórico de la Terapia Sistémica ha sido ver siempre, demasiado, al niño o al paciente, solo como víctima de la familia. Pero, con la terapia del apego, podemos ver el protagonismo del paciente en el bien y en el mal, en el determinar la estructura de la familia, por eso creo que tener un modelo de desarrollo individual, como es el modelo de la desorganización del apego, del vínculo, es importante. También necesitamos ideas acerca de cómo podemos ayudar a la resiliencia, ¿no?; ese es el problema, sobrevivir al trauma; a veces, no es suficiente tener una buena familia, necesitamos también otros tipos de aportes, por eso pienso que una investigación sobre la terapia de los traumas, va a ser una parte fundamental de la Psicoterapia del futuro. Solo este tipo de ideas, sobre qué es el trauma, la patología grave, va a contrastar el poder de la Psiquiatría biologista. La Terapia Sistémica clásica ha fracasado totalmente en la competición con la Psiquiatría biológica clásica; por eso necesitamos una renovación de la Terapia Sistémica, porque en el control de la Terapia Sistémica clásica, la Psiquiatría biologista, ha ganado totalmente. RC: De acuerdo con esa postura, profesor, en donde claramente se observa al sujeto y se puede
ver casi que independiente de su sistema, pero obviamente relacionado con él, habría el temor, me imagino, de muchos sistémicos, de perder lo esencial de lo sistémico, ¿qué ideas
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tradicionales de lo sistémico usted advierte que no podrían perderse? ¿Cuáles son esas hipótesis que se han mantenido a través del tiempo y que siguen siendo muy vigentes para la Terapia Sistémica? ▶
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MS: Sí, eso es muy importante, porque también nosotros podemos ver, por ejemplo, ahora en Italia el riesgo [es] que hay terapeutas sistémicos que se convierten en terapeutas del trauma, que hacen solo un trabajo individual. Eso ha sido un problema también en el pasado, porque hacer una terapia familiar, es difícil, se necesita un equipo, se necesita trabajar con familias y es mucho más fácil trabajar individualmente. El problema científico es, que tenemos que investigar y tener evidencia de todas las patologías más importantes, también postraumáticas, en una cantidad importante de casos. Un trabajo solo individual no es posible o no tiene éxito, pero ese no es el problema, el problema es que, para la mayoría de los niños postraumáticos, no hay ninguna terapia sin la colaboración de la familia; el problema es que, en el 90% de los casos, tenemos la negación del trauma y de su efecto. El reconocimiento del trauma es la parte fundamental, donde solo los familiares, en algunos casos, pueden reconocer el malestar y pedir ayuda, y todos los especialistas del trauma no tienen ninguna atención a este tipo de situaciones. Esto es nuestra fuerza como terapeutas sistémicos, porque, como terapeutas sistémicos, siempre hemos trabajado en alianza con familias; eso es algo que podemos utilizar ahora, no solo para trabajar sobre el aquí y el ahora de las relaciones familiares, más también para trabajar sobre la resiliencia, en la terapia frente al trauma del desarrollo y a los traumas de hoy o traumas futuros. RC: Muy bien, hay un tema profesor que, a mí me parece importante y quería saber su opinión, y
es aquí en Colombia y le decía que seguramente en algunos otros países de Latinoamérica como Argentina, Chile, entre otros, el Construccionismo social, tiene una acogida importante; quisiera saber su opinión. Qué piensa acerca del Construccionismo social en Psicoterapia, la comunicabilidad que puede tener o no con lo sistémico, qué tan novedoso es o no, y bueno, con base en eso, yo le propongo algunas ideas que tengo, también. ▶
MS: Bueno, en mi opinión, cuando escucho a los construccionistas sociales en los congresos, durante los seminarios, me hacen pensar que el riesgo es [el] de hacer terapias psicopedagógicas. Yo siempre pienso eso, que hacen terapias demasiado invariables; lo he vivido también con nuestra misma experiencia; por ejemplo, en el mismo trabajo de los años 80, hemos trabajado sobre la prescripción invariable, la prescripción de pedir a todos los padres de salir juntos, sin decir nada a los hijos y a los familiares. Es un tipo de terapia que es demasiado psicopedagógica, porque es un concepto muy sencillo, es la idea que tenemos [de] que, unir a los padres, crear una buena colaboración con los padres, bueno, es una idea muy correcta, pero es una idea insuficiente. La experiencia clínica nos ha demostrado que podemos tener padres muy cooperativos, muy unidos frente a la problemática del hijo, pero eso no es suficiente para tener un buen éxito, es una condición buena, pero no suficiente y eso 208
sucede en general con todas las terapias construccionistas, narrativistas, solucionistas y muchas etiquetas diferentes. El problema para mi es todo esto, por tal razón, ahora estamos escribiendo un libro que se va a llamar Las siete puertas de la Psicoterapia Sistémi ca; la idea es que necesitamos, no un diagnóstico o dos, como decía usted no es suficiente el diagnóstico sistémico, el diagnóstico de la psicopatología, necesitamos también el diagnóstico de la petición de ayuda, el diagnóstico del apego, del vínculo, el diagnóstico de la personalidad, el diagnóstico relacional, el diagnóstico de las emociones del terapeuta. Ahora, para terapias más específicas, necesitamos un diagnóstico muy sofisticado, si no, hacemos solo una psicopedagogía, como la prescripción invariable y no una verdadera terapia.
EL PACIENTE, ¿ES EL EXPERTO? ▷
RC: De acuerdo, en relación al Construccionismo, profesor, lo que observo es que no alcanzo a
ver mucha novedad en sus postulados. Con la gravedad de algunas expresiones que me parece que malinterpretan lo que es la Psicoterapia, digamos [que] hay una expresión, cuando ellos plantean “el experto es el cliente”, yo no sé cómo entender esa expresión, [pues], si el experto es el cliente, quién es el terapeuta, entonces, cómo opera el cambio en la relación interventiva, me parece que es una idea casi ingenua, no sé usted cómo la observa. ▶
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MS: Estoy totalmente de acuerdo. Toda mi vida profesional he tenido una lucha contra esta idea [de] que, aquí en Milán, al momento de la separación de Mara Selvini, mi madre, de Boscolo y Cecchin, ese punto, que “el paciente es experto”, fue el foco, el centro de la división teórica, porque siempre es una cuestión de polarización excesiva, en el sentido [de] que, cuando en la Psicoterapia, el paciente es más y más protagonista, es un factor terapéutico fundamental. ¿Por qué? En este punto de vista está claro que tenemos que tener pacientes expertos, pero el problema es que, con esta idea, a muchos terapeutas se les termina quitando la responsabilidad en su actuación; el terapeuta, en este caso, es solamente alguien que va a construir un contexto, donde la familia va a tener unas experiencias novedosas con otros instrumentos, pero nosotros creemos que el tema de la directividad, de la responsabilidad del terapeuta, tendrá su implicación cognitiva y emocional muy fuerte, y es fundamental. El riesgo con el que se van a encontrar las terapias constructivistas, es el de un tecnicismo, donde el terapeuta no está suficientemente vinculado o involucrado con la familia, por eso nosotros siempre hemos resistido a este tipo de conflictos teóricos y clínicos con este tipo de modelo. Por ejemplo, las expresiones clásicas de Cecchin, como la de curiosidad, me parece que no respetan el sufrimiento de las familias, el tema de, respetar y compartir el sufrimiento del paciente de las familias, que es la base de la Psicoterapia. RC: Qué interesante, sí, ese es un foco que usted me hace caer en cuenta, por favor ilústreme
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más acerca de ¿cuáles más fueron los puntos de quiebre entre Cecchin, Boscolo, Selvini y Prata? ▶
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MS: Es el foco de la división de los años 70, alrededor de este tema del sufrimiento de la familia. RC: ¿El grupo de Milán, la escuela de Milán, puede ser ubicado como una escuela ubicada desde
lo sistémico constructivista? ▶
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MS: Sí, gratamente, la escuela, fue la escuela más constructivista hasta los años, podemos decir, el final de los años 70, porque también el artículo clásico, que fue el más citado durante muchos años, hipotización, singularidad, neutralidad, es todavía un artículo bastante constructivista. Y, a tal punto, en esta división Boscolo y Cecchin decidieron que, la investigación que la Psicoterapia tenía que hacer era una investigación solamente sobre las técnicas clínicas. La investigación constructivista es una investigación donde el foco es sobre todo el terapeuta; al contrario, la investigación de Mara Selvini y Prata, y que nosotros hemos seguido, ha sido el intento de integrar eso con la investigación sobre las psicopatologías y sobre la idea de que necesitamos terapias muy diferentes para las diferentes psicopatologías, para las diferentes personalidades de los pacientes, o los diferentes tipos de apego. Esa ha sido la gran diferencia que todavía vivimos. Se es investigador clínico sobre las psicopatologías, como nosotros o son los investigadores sobre las técnicas y las actitudes de la Psicoterapia, como es en el Constructivismo. RC: Claro, pero el hecho de que Ustedes terminen orientándose hacia lo psicopatológico, eso no
quiere decir que se alejen de la hipótesis clásica de la Cibernética de segundo orden, en donde la mirada por el observador es un foco importante. ¿O sí, se alejan de esto? ▶
MS: Bueno, esta idea constructivista está totalmente aceptada; está claro que nuestra observación va a modificar al paciente y a la familia que observamos, pero esto no va a impedir que sea necesario utilizar la psicopatología y los diferentes diagnósticos individuales, como una guía importante. Tal cual lo planteamos al principio de nuestra entrevista, los límites del enfoque sistémico del aquí y el ahora no es suficiente. Se puede decir que hay dos tipos de familia, para ejemplificar un poco: Hay familias donde el enfoque sistémico clásico marcha bastante bien, porque son las familias que están bloqueadas en el tiempo. Podemos ver hoy una familia, donde, por ejemplo, hay un padre violento, una madre sumisa y una hija víctima, que es algo que es igual a lo que pasaba quince o veinte años atrás; en este caso, el diagnóstico sistémico clásico es pertinente, pero es totalmente diferente cuando, como decía antes, hay un trauma con el niño pequeño y el trauma de la desorganización del apego de un niño pequeño va a desorganizar a toda la familia. Es por eso que vamos a ver, veinte años después, una familia totalmente diferente. Por esas motivaciones teóricas es que el diagnóstico sistémico del aquí y el ahora, no es posible, no es 210
suficiente. Tenemos que evaluar la historia del sistema en el tiempo. ▷
RC: De acuerdo profesor; comparto totalmente estas ideas. Por otro lado, hay un postulado del
Construccionismo social, del que me gustaría conocer su opinión, y es una postura igualmente un poco radical cuando se plantea: el Yo individual no existe, lo que existen son interacciones determinadas por la cultura, y que centrarnos en un Yo individual es centrarnos en un Yo que termina siendo víctima de una cultura, de una ideología, que termina quedando saturado. Para el Construccionismo hablar del Yo es hacer apología de posturas individualistas, entonces el foco no es el individuo, sino lo social… Me parece, obviamente, una postura que no se acerca para nada a lo sistémico, pero, ¿es posible hablar de una Psicoterapia sin un Yo?
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MS: Pero, por supuesto, creo que no. Yo creo que existe un Yo individual. En la terapia comprender, por ejemplo, el tipo de apego del paciente, es comprobar que, naturalmente, existe una complicidad del Yo individual. El comprender este tipo de complejidad de cómo el sistema va a activar partes diferentes del Yo individual, creo que eso es muy importante. La idea que el Yo individual existe, el Yo individual es siempre múltiple, porque tiene diferentes influencias culturales, relacionales; creo que la idea de que el Yo individual no existe, es una idea absurda para la Psicoterapia, porque la idea básica de la Psicoterapia es, que el cambio se da a partir de nosotros mismos y es imposible cambiar a los otros, por eso el terapeuta se cambia a sí mismo, para ser un factor de cambio con el paciente y con las familias. El tema autocritico de sí mismo, sí mismo como terapeuta, sí mismo como paciente, sí mismo como familia; yo creo que es la base de la Psicoterapia, lo que va a favorecer a la Psicoterapia es favorecer este tipo de procesos autocríticos, por eso, decir que el Yo individual no existe, es totalmente loco, yo creo. RC: De acuerdo, totalmente de acuerdo y me complace mucho, obviamente, conocer su postura.
Profesor Matteo, muchísimas gracias por este espacio, siendo muy respetuoso de su tiempo.
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Í NDICE T EMÁTICO A Asimetría relacional 25 Atribuciones adjetivadas 70 cognitivas 43, 57, 85 del observador 73 semánticas 36, 56, 63 Autopoiesis 4, 7, 13, 17, 22, 23, 115, 141 Autorreferencia 4, 10, 12, 13, 14, 15, 17, 18, 22, 24, 141
B Bakhtin de polifonía 134 Bisturí epistemológico personal 61 Búsqueda y fijación 33
C Categorización 65, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 73, 75, 76 Cibernética de primer orden 119, 128 de segundo orden 14, 119, 128, 129, 156 Circularidad 13, 69, 81, 82, 97, 117 Coconstrucción 14, 23, 45 Cognición 13, 16, 29, 34, 36, 45, 51, 53, 56, 68, 70, 71, 76, 77, 78, 82, 83, 118, 124, 148 Compulsión a la repetición 92 Conformación experiencial de engramas 32 Construcción del doble vínculo 119 ideacional 120 personal 30, 89 relacional 20, 132 216
social 10, 11, 26, 121, 125, 127, 128, 129, 130, 131, 132, 136, 137, 138, 141 Construcciones pragmáticas 49 Construccionismo social 4, 5, 6, 10, 11, 12, 13, 14, 16, 19, 20, 21, 22, 96, 99, 100, 101, 104, 105, 109, 112, 114, 118, 119, 121, 125, 126, 127, 128, 129, 130, 131, 132, 135, 136, 137, 138, 139, 140, 143, 154, 156, 158, 159 piagetiano 6, 7 radical 10, 98, 99, 114, 127, 128, 158 sistémico 6, 7, 8, 20, 22, 85 Constructivistas 5, 8, 9, 12, 15, 22, 23, 42, 44, 78, 99, 100, 101, 102, 108, 155 Constructos personales 50, 56, 99, 104, 109, 110 Constructos personales en la práctica sistémica 103 Correlato de pobreza 60 Cuadratura conceptual 79, 122
D Desarrollo cognitivo 34 Determinismo cultural 6, 16 Diacronía lineal clásica 40 Diálogo generativo 131, 132 propositivo 131 Disputas antinómicas 81
E El Yo saturado 6, 147 Entropía 26, 33, 70, 75 Epistemología circular 113, 114 genética 7 objetivista 108 positivista 3, 4 sistémica 42 Equipo sistémico 54 terapéutico 44, 46, 84 Escuela de Chicago 137, 138 de Milán 155 Sistémica de Milán 128 217
Espacio conversacional 20, 133 discursivo 5, 9, 17, 24 Espejo unidireccional 41, 44, 46, 50, 54, 81, 84 Estilo terapéutico 61, 62 Estructura cognitiva 28, 29, 49, 53, 61, 85 lingüística 13, 75 Externalización 38
F Filtrado de los sentidos 44 Formación teórica 63
G Giros copernicanos 71
H Hipótesis de desprolijidad 57 Homeodinamia de los sistemas, 70
I Identidad individual 37, 38, 39 Identitario 11, 102, 107 Imagen intelectual 37 Imbricación 12 Infraestructura edilicia 58 Instituto Taos 125, 136 Interinfluenciabilidad 92 Investigación constructivista 156 Investimento semántico 41, 124
J Joini ng 46
K
218
Kensington Consultation Center 130
L Ley de la proximidad 122
M Manipulaciones psicopáticas 52, 57 Mental Research Institute 111, 112, 127 Metarealidad 70 Método analítico sumativo 114 ensayo-error 33, 61 Modelo cognitivo conductual 107 cognitivo procesal pos-racionalista 148 construccionista 3, 16, 24 gestáltico 85 de conocimiento 78 de Psicoterapia 61 sistémico 78, 80, 81, 85, 96, 98, 101, 110, 158 terapéutico 22, 49, 60, 61, 62, 63, 80, 85, 95, 113
N Neurobiología 43 Neurociencia 43 Noción de circularidad 82
O Obstáculo epistemológico 41 Omnipotencia antropocéntrica 31 Ontogenia individual 22
P Paradigma constructivista 3, 16, 17, 19, 24, 117 epistemológico 7 integrador, 26 219
posmoderno 3, 4, 8, 24 Paralización de la inventiva 57 Personalidad y Psicoterapia 107 Perspectiva construccionista 138 del contexto 123 PINE 85, 89 Poiesis 4, 9 Práctica basada en la evidencia 135 sistémica construccionista 130 Pragmatic of human communication 113
Proceso terapéutico 18, 19, 58, 84, 126, 130 Programa RECORD 96 Psicoanálisis constructivista 109 Psicopatología filosófica 141 Psicoterapia 3, 10, 11, 14, 15, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 26, 30, 39, 41, 42, 43, 45, 48, 56, 57, 58, 59, 61, 62, 63, 64, 65, 73, 77, 78, 80, 84, 86, 88, 95, 96, 100, 103, 104, 106, 107, 108, 113, 115, 119, 125, 126, 127, 128, 129, 134, 140, 141, 142, 144, 145, 148, 155, 156, 157, 158, 159 constructivista 16 del futuro 153 sistémica 112, 149, 150, 151, 154 Puntuación sintáctica 76
R Realidad inventada 31, 158, 159 verdadera, 30 Receptores de péptidos 90, 91 Reestructuración 7, 64, 70, 71, 73, 74, 77 Referentes teóricos 60 Reflexividad, 13, 20 Reframe 64, 123 Regla de combinación 74 Relación terapéutica 4, 10, 15, 18, 19, 23, 24, 25, 26, 41, 58, 63, 124, 133, 141, 145 Relativismo 6 Responsabilidad relacional 131, 133, 134
S Selectividad perceptiva, 32, 61 220
Self
cartesiano 144 fenoménico 143, 144 SEPI 107 Signo lingüístico 75 Sí-mismo 4, 22, 61, 138, 142, 143 Síndrome Teresa de Calcuta 72 Sistema autopoiético 10 consultante 13, 15, 20, 21, 26 endocrino 85, 89, 90 inmunológico 89, 90 límbico 89, 90 nervioso 89, 90 abierto 10, 115, 129 autopoiético 7, 9, 115, 116, 129 cerrado 4, 10, 12, 13, 20, 115, 116, 129, 141 observante 8, 119, 128 psicológico 96, 106, 151 terapéutico 20, 21, 22, 44, 84, 117 Situaciones isomorfas 54 isomórficas 42, 53 Socioconstruccionismo 141, 143, 144, 145, 146, 147
T Taller del estilo terapéutico 62 Técnica del reframe 64, 123 de rejilla 96 Teoría del apego 141 de las estructuras disipativas 114 del caos 114 del Manejo Coordinado del Significado 128 Teoría de Piaget 99 de sistemas 95, 96, 118, 119, 127, 128, 130, 131, 136 de sistemas abiertos 115, 129 de sistemas cerrados 10, 12, 13, 20, 115, 129, 141 general de sistemas 41, 96, 97, 114 socio-construccionista 21 221
Terapia cognitiva 140, 148 estratégica 127 familiar 80, 111, 158 individual psicodinámica 150 sistémica 1, 57, 64, 80, 81, 96, 110, 111, 112, 113, 123, 128, 129, 130, 137, 148, 149, 151, 152, 153, 158 Tiranía sintomática 86
U Unidad autopoiética 9, 16, 17
V Visión binocular 67
Y Yoes 11, 105
222
Í NDICE DE AUTORES A Agudelo, M. 4, 5, 13, 158 Arcilla, P. 158
B Bateson, G. 27, 62, 65, 66, 67, 68, 69, 97, 101, 113, 119, 126, 127, 129, 158 Beaving, J. 159 Beck, J. 28, 88, 140, 158 Bruner & Gergen 158
C Capra, F. 158 Caro, I. 158 Cathalifaud, M. 7, 158 Ceberio, R.M. 12, 18, 19, 25, 26, 30, 34, 35, 36, 63, 66, 75, 76, 77, 78, 85, 86, 87, 111, 112, 158
D Damasio, A. 158 Darwin, C. 158 De Saussure, F. 75
E Elkaim, M. 158 Estrada, P. 4, 5, 13, 158
F Feixas, G. 15, 16, 19, 95, 96, 98, 112, 123, 151, 158 223
Fernández Álvarez, H. 85, 158 Fisch, R. 64, 70, 74, 87, 159
G García, J. 158 Garrido, M. 158 Gergen, K. 6, 9, 11, 20, 22, 104, 105, 125, 131, 143, 144, 145, 146, 147, 158, 159 Glasersfeld, E. von 26, 27, 30, 34, 37, 38, 39, 99, 100, 114, 119, 128, 158 Goleman, D. 89, 158
I Inhelder, B. 159
J Jackson, D. 48, 113, 159 Jubés, E. 12, 158
K Keeney, B. 14, 69, 75, 78, 159 Kelly, G. 96, 100, 110, 140, 147 Korsybski, A. 159
L Laing, R. 34, 88, 159 Laso, E. 12, 16, 22, 158 Le Doux, J. 88, 159 Linares, J.L. 63, 85, 112, 158, 159 López Silva, P. 140, 159 Lorenz, K. 22
M Maturana, H. 4, 7, 12, 14, 16, 17, 21, 22, 27, 98, 99, 100, 104, 115, 119, 129, 141, 159 Medina 158 Mendoza, Y. 158 Miró 158 224
Molinari, J. 5, 9, 159 Morin, E. 81, 158, 159
N Nardone, G. 65, 159
P Pert, C. 90, 159 Piaget, J. 27, 31, 32, 33, 34, 37, 38, 68, 98, 99, 100, 120 Piatelli-Palmarini, M. 158 Ponce, A. 12, 16, 22, 158
R Ramos, R. 159 Riedl, R. 22 Riso, W. 88, 159 Ruiz, A. 159 Rusell, B. 159
S Schnitman, D. 131, 158 Schopenhauer, A. 70, 159 Serebrinsky 158 Shah, L. 35, 159 Spencer-Brown, G. 34, 37, 65, 68, 75, 109, 159
T Tarragona, M. 3, 159
V Varela, F. 13, 17, 21, 22, 27, 31, 119, 141, 159 Vico, G 27, 120, 159 Von Foerster, H. 14, 27, 78
W
225
Warhus, L. 9 Watzlawick, P. 12, 25, 26, 27, 29, 30, 31, 36, 48, 64, 65, 66, 68, 70, 74, 75, 77, 78, 79, 80, 83, 87, 99, 112, 113, 120, 122, 147, 152, 158, 159 Weakland, J. 64, 70, 74, 87, 113, 159 Wittgenstein, L. 27, 71, 159
Y Yang, L. 159
226
Índice Los Autores Presentación La maleta epistemológica Primera parte Constructivismo y Construccionismo Social: Una tensión necesaria para el desarrollo de la Terapia Sistémica Introducción Constructivismo y Construccionismo social Una revisión teórica de las divergencias Construcción teórica del concepto del yo desde el paradigma posmoderno: Constructivismo y Construccionismo La autorreferencia Concepto de Yo en psicoterapia El concepto de cambio La relación terapéutica
10 12 18 22 27 31 35 37 38 40
Alcances o límites del Construccionismo social en Psicoterapia Reflexiones
43 47
Más de una realidad: algunas disquisiciones sobre el Constructivismo El método de ensayo y error es para toda vida
Psicoterapia: construcción del modelo, el estilo y la relación La construcción de la relación terapéutica
El terapeuta y el modelo: variables que influyen su construcción El estilo con que se ejerce el modelo El artilugio de reestructurar o la creación de nuevas categorías La Ficción de la libertad: ¿somos libres en los sistemas? La complejidad de la Psicoterapia y las inercias de la resistencia al cambio Segunda parte Entrevistas de Ricardo Celis Pacheco Teoría de sistemas, Construccionismo Social e Integración de la Psicoterapia Entrevista a Guillem Feixas Teoría de sistemas: quiebres epistemológicos 227
53 57
73 73
78 100 107 124 135 147 148 149