Cambiar el orden
Cambiar el orden
UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES Rector Gustavo Eduardo Lugones Vicerrector Mario E. Lozano
Replicación e inducción en la práctica científica Harry Collins
Bernal, 2009
Colección “Ciencia, tecnología y sociedad” Dirigida por Pablo Kreimer
Índice
Prefacio y agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Capítulo 1. El misterio de la percepción y el orden . . . . . . . . . . . . . 19 Capítulo 2. La idea de replicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 Capítulo 3. La replicación del láser tea: conservar el conocimiento científico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 Título original: Changing Order. Replication and Induction in Scientific Practice © The University of Chicago Press, 1992
Capítulo 4. La detección de la radiación gravitacional: la regresión de los experimentadores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
Traducción: Alfonso Buch
Capítulo 5. Algunos experimentos sobre lo paranormal: la regresión de los experimentadores revisitada. . . . . . . . . . . . . . . 171
© Universidad Nacional de Quilmes, 2009
Roque Sáenz Peña 352 (B1876BXD) Bernal Buenos Aires http://www.unq.edu.ar
[email protected]
Diseño de tapa: Hernán Morfese ISBN: 978-987-558-158-6 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Capítulo 6. El científico en la red: una solución sociológica al problema de la inferencia inductiva . . . . . . . . . . . . 195 Post scriptum. La ciencia como experticia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 Apéndice metodológico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261 Posfacio. Actos científicos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271
Prefacio y agradecimientos
Este libro muestra cómo los barcos entran en botellas y cómo salen de nuevo. Los barcos son trozos de conocimiento y las botellas son la verdad. El conocimiento es como un barco debido a que una vez que está en la botella de la verdad pareciera como si siempre debiera haber estado allí y pareciera que no pudiera salir de nuevo. Dado que el orden y el conocimiento no son sino las dos caras de la misma moneda, cambiar el conocimiento es cambiar el orden. Este libro toma como caso de estudio el conocimiento científico. Empecé a trabajar en estos temas a comienzos de la década de 1970, pero el libro incluye ideas y enfoques que se remontan a los inicios de mi educación en sociología; mis deudas van por ello más atrás.1
1 Los lectores que estén familiarizados con mi trabajo van a reconocer muchos de los temas y de las ideas del libro en artículos previamente publicados. Sin embargo, hay algunas pocas páginas que han sido reproducidas de manera idéntica a sus formas previamente publicadas; estas pueden encontrarse en las primeras partes del capítulo 3 y algunas secciones del capítulo 4. Por lo demás, incluso el material más familiar ha sido fragmentado y escrito de nuevo para adecuarse a la historia del libro. Agradezco a los editores de Social Studies of Science por el permiso para reimprimir algunas páginas de mis artículos “The TEA-Set” (Collins, 1974), “Bulding a TEA-Laser” (Collins y Harrison, 1975) y “Son of Seven Sexes” (Collins, 1981c), y al editor de Sociology por el permiso para reimprimir algunas páginas de “The Seven Sexes” (Collins, 1975). Otros materiales han aparecido como artículos de conferencias no publicados –especialmente un artículo sobre replicación en parapsicología que está ahora distribuido en los capítulos 2 y 5, y otro sobre la función de la calibración, que está distribuido a lo largo de los capítulos 4 y 5. Los capítulos 1 y 6, el post scriptum, el enfoque del capítulo 2, y la mayor parte del capítulo 3 son casi totalmente nuevos y lo mismo ocurre con la estructura del argumento completo. La idea de la “regresión
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Prefacio y agradecimientos
La mayor de ellas es con mi amigo y primer profesor de sociología –Reg Hughes– quien avivó mi interés en el tema. Posteriormente tuve la suerte de encontrar en la Universidad de Essex un grupo de compañeros de estudio y un equipo docente que fortaleció mi curiosidad acerca de problemas fundamentales de filosofía y de metodología. Luego encontré entre mis colegas de la Universidad de Bath una atmósfera pluralista y estimulante, sin mencionar una santa paciencia frente a mi arrogante entusiasmo. En lo que concierne a este libro particular, quisiera agradecer a mis amigos del Programa de Historia de la Ciencia de la Universidad de Princeton, que me proveyeron el espacio mental y físico como para completar el primer borrador. Agradezco también a Barry Barnes, Graham Cox, David Edge, Trevor Pinch, Steve Shapin, David Travis, David Gooding y a Alice Leonard por leer y comentar partes del manuscrito. Los últimos dos en particular trabajaron mucho más allá de las demandas impuestas por el deber de la reciprocidad académica regular y me salvaron de algunos errores filosóficos y estilísticos serios. Los errores que quedaron son de mi exclusiva responsabilidad.2 También agradezco a Bob Harrison por soportarme durante varios años como un constructor de láseres amateur y por ser una víctima de la sociología. Bob Draper y Dick Metcalfe me ayudaron con los experimentos sobre la vida emocional de las plantas descritos en el capítulo 5. Elizabeth Sherrard y Sandra Swaby mecanografiaron una buena parte del borrador del primer manuscrito, luchando con un nuevo procesador de textos. Los editores de Sage han actuado con decencia y diligencia –las cuales no son de ningún modo cualidades universales en el mundo de la edición académica– y la concienzuda edición de Farrell
Burnett ha sido de gran valor. Finalmente, agradezco a Pat Ryan por sus palabras reconfortantes y por poner menos obstáculos al trabajo de lo que sus principios demandaban; y a nuestros hijos, Joe y Lily, por mantener el buen humor a lo largo de este calvario. Universidad de Bath Septiembre, 1984
de los experimentadores”, en torno a la que gira el libro, subyace prácticamente a todo mi trabajo previo, pero anteriormente no fue explicada con el suficiente detalle. 2 El trabajo de campo realizado para este libro fue posible gracias a una subvención del Social Science Research Council (ahora el esrc) y un pequeño subsidio de la Fundación Nuffield.
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Introducción
[En Tlon] hay objetos compuestos de dos términos, uno de carácter visual y otro auditivo: el color del sol naciente y el remoto grito de un pájaro. Los hay de muchos: el sol y el agua contra el pecho del nadador, el vago rosa trémulo que se ve con los ojos cerrados, la sensación de quien se deja llevar por un río y también por el sueño. Jorge Luis Borges, “Tlon, Uqbar, Orbis Tertius”
Durante la última década, los sociólogos, los historiadores y los filósofos han comenzado a examinar la ciencia como una actividad cultural más que como el lugar de un conocimiento seguro. Las ideas que resultan de estas investigaciones tienen significado para más personas que para unos pocos académicos especializados, dado que cuando es visto de este modo, el estudio de la ciencia nos puede contar cosas acerca de la cultura como un todo –mientras que al mismo tiempo esta nueva perspectiva desmitifica el papel de la experticia científica. La importancia de estas ideas tanto para los académicos profesionales como para todos aquellos cuyas vidas son afectadas por la ciencia me ha conducido a tratar de proveer un informe legible haciendo al mismo tiempo una contribución técnica. De tal modo, he intentado escribir el cuerpo principal del texto de un modo que lo haga accesible a cualquiera que tenga un interés y algún conocimiento de las ciencias naturales, las ciencias sociales, la historia de la ciencia o la filosofía. He añadido también un post scriptum que traza explícitamente la relevancia más amplia del libro. Para mantener el texto dentro de límites de extensión y comprensibilidad, he utilizado mucho las notas discursivas en algunos capítulos, la mayor parte de las cuales podrían haber sido incluidas en un texto más
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Introducción
largo. Espero que el lector interesado pero no especialista lea al menos algunas de ellas. Unas pocas notas están orientadas solo a los especialistas y he indicado esto colocando el superíndice entre paréntesis –de este modo: (56). He reunido también en un corto apéndice metodológico algún material técnico que no es probable que sea de interés para el lector general. El esfuerzo que este libro requiere es un descarrilamiento inicial de la mente respecto a las vías del sentido común. Nuestro ambiente cultural –el mundo cotidiano– debe convertirse en un lugar extraño si hemos de ver que su ordenamiento percibido es una notable y misteriosa realización humana. He intentado engendrar este cambio en la conciencia del lector introduciendo el libro con problemas que surgen del escepticismo filosófico. El resultado es una forma de “relativismo” –un término y una filosofía que asusta a muchos. Pero esta forma de relativismo es un agradable claro en el bosque, que no se encuentra lejos de las vías de tren perceptivas en las que normalmente viajamos. En verdad, el claro en el bosque del relativista posee caminos que conducen a la mayoría de los destinos a los que nos conduce el camino de hierro. Sin embargo, no lo hace de la misma forma predeterminada; un camino en el bosque invita a la exploración, tiene rutas alternativas y ofrece una mayor elección de escenarios que las vías de tren. El primer capítulo ha sido diseñado para abrir la mente a una exploración de los problemas fundamentales acerca del orden en la vida social y conceptual. Muestra que nuestros conceptos y nuestras convenciones sociales se refuerzan unas a otras –como en una red– y explica de este modo el mantenimiento del orden. Los conceptos y las convenciones están “afianzados conjuntamente” en “formas de vida”. El problema del cambio es dejado a investigaciones empíricas de capítulos posteriores. El capítulo uno concluye mostrando cómo los problemas fundamentales del orden conceptual y del cambio dan lugar a las conocidas dificultades encontradas en la construcción de máquinas inteligentes. El segundo capítulo examina el principio ordenador de la ciencia –la replicabilidad de las observaciones y los experimentos. Tomo una metáfora de The Hitch-Hikers Guide to the Galaxy: la Tierra como una
computadora construida por “ratones-filósofos”. Estamos en condiciones de ver que los problemas de las máquinas inteligentes, comentados en el capítulo 1, reaparecen cuando la ciencia como un todo es pensada como una gigantesca computadora. En particular, no parece posible construir un “algoritmo” de tipo informático para asegurar que la réplica experimental provea siempre una prueba definitiva acerca de la existencia de un nuevo y discutido fenómeno natural. Los capítulos 3, 4 y 5 dan cuenta de los principales estudios de campo. Todos ellos son exámenes detenidos de pasajes de la ciencia en los cuales los científicos trataron de repetir el trabajo de otros: la construcción de láseres, una porción de ciencia relativamente sencilla; la detección de radiación gravitacional, un área que se encuentra en las fronteras de la investigación; y la “vida secreta de las plantas” y la psicoquinesis, áreas de la parapsicología. El capítulo 4 concluye con un apéndice técnico acerca de la detección de las ondas gravitacionales. El principal argumento de estos tres capítulos gira en torno a la comparación del proceso de réplica de los hallazgos científicos en estas áreas de la ciencia. Esta comparación revelará la existencia de lo que he llamado la regresión de los experimentadores. Esta es una paradoja que surge para aquellos que quieren utilizar la réplica como prueba de verdad de las afirmaciones científicas. El problema es que, dado que la experimentación es un asunto de práctica habilidosa, nunca puede afirmarse que un segundo experimento ha sido hecho lo suficientemente bien como para contar como un chequeo de los resultados del primero. Son necesarias algunas pruebas posteriores para probar la calidad del experimento –y así en más. Tanto el capítulo 4 como el 5 concluyen con discusiones acerca de los modos a través de los cuales los científicos intentan probar la calidad de los experimentos de manera directa a fin de sortear la regresión de los experimentadores. En el capítulo 4 se comenta el proceso de calibrado de aparatos; en el capítulo 5 se trata el uso de fenómenos sustitutos. El fracaso de estas “pruebas de pruebas” para resolver las dificultades demuestran la necesidad de otras “pruebas de pruebas de pruebas” y así en más –una verdadera regresión.
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Introducción
El capítulo 6 reúne los temas de los capítulos 2, 3, 4 y 5, y desarrolla sus implicaciones en lo que hace a los problemas del orden perceptivo desarrollados en el capítulo 1. Muestro cómo el científico individual está atado a una red de instituciones dentro de la sociedad más amplia y trato de demostrar cómo esto constriñe las elecciones de la investigación y los resultados del trabajo realizado en el laboratorio. Se exploran las fuentes de estabilidad en el universo conceptual y se discuten los problemas y los medios para “cambiar el orden”. A lo largo de la discusión se desarrolla un conjunto de proposiciones sobre la experimentación. Para una fácil referencia, las primeras diez están disponibles en la primera página del capítulo seis. El post scriptum discute las implicaciones más amplias de este libro para la educación de la ciencia, las cuestiones de política científica, la ciencia forense, las investigaciones públicas y el papel de la pericia científica en las instituciones de la sociedad democrática. Concluye con algunos ejemplos acerca del modo en que la comprensión del cambio científico arroja luz sobre el proceso político. Lo sigue un apéndice metodológico. Puede pensarse que los pasajes de la ciencia comparados en los capítulos 3, 4 y 5 están seleccionados de acuerdo a un principio extraño. Después de todo hay un fragmento cercano a la tecnología que está hecho sin ningún intento por “probar” un hallazgo –el láser tea–; hay un fragmento de ciencia proveniente de una tradición teórica central de la física, aunque utiliza tecnología de frontera y emerge con hallazgos no esperados –la detección de ondas gravitatorias; y hay dos fragmentos provenientes de la parapsicología, uno de los cuales fue hecho por quien uno puede llamar “el más marginal de los hombres”, acerca de la vida psíquica de las plantas. Desde una perspectiva que hace distinciones claras entre ciencia “real” y “seudo” ciencia, estas serían cosas raras para comparar. Desde la perspectiva de este libro no hay tales compañías extrañas; la actitud relativista demanda que el análisis del modo en que el conocimiento se establece no sea obstaculizado en su inicio por juicios de sentido común acerca de lo que es o no verdadero. La pregunta es, más bien, cómo las cosas son vistas como verdaderas o
falsas; y esto requiere una inocencia autoconsciente que va de la mano con la suspensión de las certezas cotidianas. Estos tres ejemplos de práctica científica fueron elegidos para una comparación debido a que representan dos de lo que voy a llamar las “tres fases” de la ciencia. Estas comprenden la fase “revolucionaria”, la fase “extraordinaria” y la fase “normal”. En la fase revolucionaria se producen cambios amplios y de gran escala en toda la estructura conceptual de las disciplinas. Esta idea, debida a Kuhn (1962), ha sido el objeto de un acalorado debate filosófico, pero no es discutida en este libro (véase Collins y Pinch, 1982). La fase extraordinaria, por el otro lado, es fácil de reconocer. Es el sitio de controversias de escala más pequeña. Esta controversia surge cuando se hacen afirmaciones que no caben con comodidad en la ortodoxia prevaleciente. Cuando se aquietan las aguas, lo que queda es la fase normal (otro término kuhniano, mucho menos contencioso) dentro de la cual se produce prácticamente toda la ciencia. Los estudios de caso informados aquí son representativos de la fase normal (láser tea) y la fase extraordinaria (ondas gravitacionales y parapsicología). El estudio parapsicológico posee, tal vez, cualidades protorrevolucionarias y está ciertamente un poco más alejado del centro de la ortodoxia que la historia de las ondas gravitacionales. Como veremos, los debates sobre parapsicología y sobre las ondas de gravedad informados en este libro se parecen unos a otros en términos de la estructura de la argumentación que rodea las afirmaciones de replicabilidad; y ambos parecen bastante distintos al caso del láser tea. De tal modo, si hay algo raro en comparar una colección tan heterogénea de pasajes de la actividad científica, ¡es el láser tea el caso raro! Esto marca una diferencia entre la perspectiva de este libro y formas más ortodoxas de observar la ciencia. En perspectivas más antiguas sería la parapsicología la que parecería rara, debido a su marginalidad respecto a la corriente principal de la ciencia, y debido a que los otros dos casos son tomados de la física, mientras que aquí se trata de un estudio sobre seres vivos. Pero, como los capítulos 3, 4 y 5 revelarán, la dimensión importante no gira en torno al tema científico sino a la fase de la ciencia que es representada.
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Capítulo 1 El misterio de la percepción y el orden
Hace algunos años, en una pieza corta para televisión del Monty Python’s Flying Circus, se ponía de relieve una guía de conversación equívoca para húngaros. La frase “¿puede darme una caja de fósforos?” fue erróneamente traducida al inglés como “quisiera sentir sus bellos muslos”. El apropiado desaire en inglés fue equivocadamente traducido al húngaro como “sus ojos son como dos profundos pozos”. La guía de conversación transformaba en una violenta pelea lo que debería ser un intercambio rutinario entre un húngaro grande y un dócil vendedor de tabaco. Introducía desorden en lo que los participantes esperaban que fuera una interacción rutinaria ordenada. Sin orden no puede haber sociedad. La comunicación, y por lo tanto el conjunto de la cultura en su sentido más amplio, se basa en la habilidad de los seres humanos para ver las mismas cosas y para responder a ellas de la misma forma. Puede haber variaciones en la percepción y el significado entre diferentes grupos, pero la misma existencia de “grupos” depende de las uniformidades que hay dentro de ellos. El hecho es que hay grupos, sociedades y culturas; por lo tanto debe haber uniformidades de percepción y significado en gran escala. Si bien estas uniformidades son fundamentales, el modo en que se producen y el modo en que se mantienen son profundos misterios. Estos misterios subyacen a los problemas más grandes de la filosofía, la lingüística, la sociología, la inteligencia artificial y la filosofía de la ciencia. La percepción concertada y la comprensión en un ambiente abierto parecen ser algo que los humanos simplemente hacen, sin pensar conscientemente acerca de ello. Este libro trata el modo en que se producen estas 19
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percepciones y acciones concertadas. Explora el problema centrándose en el modo particular en que los científicos perciben, describen y comprenden los nuevos fenómenos naturales de un modo uniforme. Examina algunas instancias de este tipo de acuerdos y las ofrece como casos ejemplares de formación y de mantenimiento de patrones de acción más generales. Los casos de estudio informados, estrechamente observados, intentan echar luz sobre este problema más profundo de la cultura. La dificultad radica en que, como manejamos percepciones y acciones concertadas con tal facilidad irreflexiva, difícilmente parecen realizaciones destacables. Nuestras percepciones comunes, tal como lo he sugerido en otro lugar (Collins, 1975), son como barcos en botellas. Los barcos, nuestros trozos de conocimiento sobre el mundo, parecen tan firmemente alojados en sus botellas de validez que es difícil concebir que pudieran salir alguna vez, o que hubiera sido necesario un truco habilidoso para que entraran en ellas. Nuestro mundo está lleno de barcos ya dentro de sus botellas y lo único extraño es el raro individuo que echa un breve vistazo en el arte de construir barcos en botellas. La ciencia, más que cualquier otra actividad cultural, se dedica al negocio de poner nuevos barcos en nuevas botellas; es decir, al negocio de construir nuevos trozos de conocimiento. Incluso en la ciencia, sin embargo, el arte está tan rutinizado que los trucos son visibles únicamente cuando se les da alguna atención autoconsciente, por ejemplo, en el caso de una controversia científica. La primera tarea, entonces, es liberar la mente de los modos de ver tomados-por-sentado y, en cambio, dejar que se vean los palos, las cuerdas y el pegamento con los cuales se construyen los barcos del conocimiento. Para aflojar las trabas de la percepción común utilizo el escepticismo filosófico, lo cual es seguro, legítimo y barato.
obtuviéramos evidencia del futuro extrapolando las regularidades del pasado? Inferir reglas generales a partir de instancias regulares repetidas del pasado se llama inducción. De tal modo, el escepticismo engendra lo que es conocido como “el problema de la inducción”.1 Este es un problema filosófico que tiene que ver con el modo en que nuestras “inferencias inductivas” –que son generalizaciones surgidas a partir de nuestra experiencia pasada– pueden ser alguna vez ciertas o incluso probables. En su raíz, sin embargo, el escepticismo involucra la percepción de cualquier clase de regularidad. Mi interés no es acerca de cómo podemos estar en lo cierto sobre regularidades inducidas en principio, sino acerca de cómo en verdad podemos tener certezas sobre las regularidades en la práctica. Este es un cambio de foco que permite lo que llamaré una “solución sociológica” al problema de la inducción. Muchas cuestiones fundamentales que tienen que ver con el descubrimiento de las reglas de la ciencia y de la actividad cotidiana son en verdad versiones localmente especificadas de este rompecabezas práctico. El modo más simple de comenzar a ver este problema, y el punto de arranque estándar, es la obra del filósofo David Hume. Hume planteó el problema en los términos de nuestras ideas acerca de las causas: tómese un evento –llámeselo “a”– tal como el golpe a una bola de billar inmovil por parte de otra, y el segundo evento –“b”– el movimiento de la bola de billar a lo largo de la mesa. Estamos inclinados a decir que la bola de billar “es propulsada” a lo largo de la mesa dado que consideramos que su movimiento está “causado” por el impacto. Vemos que secuencias como a-b ocurren frecuentemente y en verdad vemos y sabemos a partir de la experiencia que la primera bola de billar es lo que causa el segundo movimiento. Pero supongamos que la regularidad de la secuencia a-b no fuera una relación causal sino una coincidencia extendida. ¿Cómo podríamos ver la diferencia? En otras palabras, ¿qué es lo que vemos en el impacto de las bolas de billar que nos hace ver
El escepticismo y el problema de la inferencia inductiva El escepticismo comienza con el problema de por qué debemos esperar que el futuro sea como el pasado. ¿Por qué esperamos que secuencias regulares de eventos continúen y cómo es esto de que pareciera que 20
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Para una introducción al problema de la inducción y algunas soluciones intentadas para resolverlo véase Black (1970).
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eso como una relación causal que confiamos que continuará existiendo, más que una coincidencia extendida que no esperamos que continúe? La respuesta es “nada”. ¿Por qué tratamos entonces esa relación como una relación de necesidad? ¿Por qué pensamos que esa relación contiene certezas causales? Uno puede agudizar el impacto de la pregunta pensando en secuencias repetidas de eventos que no tratamos de ese modo. Por ejemplo, no pensamos que un pronóstico exacto del tiempo conlleva una implicación causal, aun cuando en este caso un evento “a”, tal como la vocalización de la palabra “lloverá”, es seguido regularmente por el evento “b”: precipitación. Por supuesto, el pronóstico meteorológico no es siempre correcto, pero si deviniera más y más preciso no estaríamos por ello más y más tentados a imputar una relación causal entre el tiempo y el pronóstico. En última instancia, si el pronóstico fuera totalmente exacto, estaríamos inclinados a imputar clarividencia al pronosticador antes que eficacia causal al pronóstico. De nuevo, hay secuencias regulares que nos inclinan a pensar que cuanto más se mantienen más probablemente se van a quebrar. Por ejemplo, jugadores de ruleta ingenuos estarán más y más inclinados a apostar al negro cuanto más continúe una secuencia ininterrumpida de rojo. Aquí ven el evento A –el girar de la rueda– seguido regularmente por un evento B –la caída de la bola en el espacio rojo– y devienen más y más convencidos de que la próxima vez B no seguirá a A. Estos dos ejemplos muestran que la regularidad de eventos en sí misma no nos compele a ver relaciones causales. Hume pensaba que, aun cuando las causas son invisibles, tenemos una propensión psicológica a imputar necesidad, y por lo tanto causalidad, a secuencias regulares repetidas. Sin duda hay algo de verdad en eso; el hombre es fundamentalmente una criatura que percibe regularidades. De hecho, inducimos todo el tiempo de lo particular a lo general.2 Tal como Hume lo vio, sin embargo, esta clase de “solución”
al problema no ayuda, pues sería útil únicamente donde fuese obvio de antemano cuáles de las secuencias de eventos pueden generalizarse; tal como lo hemos remarcado, hay muchos tipos de secuencias regulares que podemos generalizar pero no hacemos (tales como el pronóstico y el tiempo) y muchas secuencias irregulares que generalizamos.3 Por estas razones, citar una propensión a la generalización como una explicación de nuestras tendencias inductivas (regularizadoras) es simplemente una obviedad. Dado que una tendencia generalizadora nos permitiría ver cualquier cosa y todo como regular, lo que sería equivalente a no ver nada, este tipo de “solución” está vacío. De hecho, el problema de percibir regularidades es una subdivisión de la cuestión más general acerca de la posibilidad misma de la percepción. (El lector impaciente puede estar preguntándose por qué no se ha llamado al conocimiento científico para que nos rescate de este problema de apariencia artificial. Sin duda, la ciencia y sus contrapartidas del sentido común son las que nos dan la garantía para creer que ciertas secuencias son apropiadamente pensadas como regulares y otras como meramente coincidentes. Exactamente por eso, este libro es sobre cómo ciertas secuencias y objetos obtienen su imprimatur científico.) La percepción y la estabilidad de la percepción son la misma cosa. Intente imaginar cómo sería una percepción desordenada, caótica. Estamos mirando un autobús rojo, inmediatamente parece ser un tigre y ruge, en el instante que sigue tiene la apariencia y el sabor de un limón, y luego es como un cisne negro, y así en más. Imagine una secuencia de este tipo ocurriendo al azar y a gran velocidad, y tome esto como nuestro modo normal de ver las cosas. Bajo estas circunstancias no querríamos viajar en autobús. Dado que no querríamos jamás viajar en un autobús y, por extensión, no habríamos viajado
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Barry Barnes (1976) sugiere que nuestra “racionalidad natural” está fundada en nuestras tendencias inductivas.
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Es tentador pensar que solo imputamos causas a aquellas cosas que siempre están regularmente relacionadas y no a las que son falibles. Esta idea simplemente no funciona. Piense únicamente en algunas de esas cosas acerca de las cuales uno posee la mayor certidumbre y perciba después cuán irregulares son. Tome nuestra certeza de que el sol saldrá mañana. De hecho, en Gran Bretaña, el sol es invisible con más frecuencia que visible, incluso durante el día. ¿Por qué debería creer que está allí detrás de las nubes?
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nunca en uno, y tampoco lo habría hecho otra persona, nadie hubiera sabido nunca que los autobuses son cosas en las que se puede viajar. Esto significa que no tendríamos el concepto de autobús disponible, lo cual hace que carezca de sentido decir que hemos visto un autobús en primera instancia. Lo mejor que podríamos haber experimentado habría sido alguna clase de cosa roja anodina (literalmente). De tal modo, incluso para percibir la cosa roja como un autobús es necesario que nosotros, y el guarda, esperemos que el autobús continúe siendo un autobús y no se transforme en un limón o en un animal carnívoro o en otra cosa. Lo mismo se aplica a los tigres, los limones, los cisnes y al color rojo en sí mismo. En nuestro mundo, la existencia de conceptos está amarrada a la estabilidad de las cosas a las que pertenecen. Seríamos incapaces de darle sentido al tipo de cosas encontradas en el cuento Tlon de Borges, descripto en la cita con la que empieza este libro. Sería como aquello que vio el héroe del libro El tercer policía (1974), de Flann O’Brien, cualquiera haya sido esa cosa –literalmente más allá de la comprensión y la descripción:
Si nuestras percepciones fueran tan caóticas como las que he descripto antes, o si los objetos súbitamente devinieran como los descriptos en Tlon o en los de El tercer policía, sería del todo incorrecto hablar de percepción de objetos. Para ver las cosas como cosas necesitamos interactuar con ellas y con otros miembros de la sociedad a través de ellas.4 Esto es tan verdadero como su contrapartida previamente mencionada, es decir que para una interacción ordenada se requiere percepción compartida.
¿Pero qué puedo decir acerca de ellos? Su color no era blanco ni negro y ciertamente no portaba un color intermedio; estaba lejos de lo oscuro y era todo menos claro. Pero es raro decir que no fue su color sin precedentes lo que llamó mi atención. Tenían otra cualidad que me hizo mirarlos, con ojos desorbitados, la garganta seca y la respiración cortada. No puedo hacer ningún intento para describir esta cualidad. Posteriormente me tomó horas de pensamiento darme cuenta por qué estas características eran sorprendentes. Carecían de una propiedad esencial de todos los objetos conocidos. No lo puedo llamar forma o configuración dado que la ausencia de forma no es a lo que me refiero. Solo puedo decir que estos objetos, ninguno de los cuales se parecía al otro, eran de dimensiones desconocidas. No eran cuadrados o rectangulares o circulares o simplemente irregulares ni podría decirse que su variedad sin fin se debía a disimilitudes dimensionales. Simplemente su apariencia, incluso si esta palabra no es admisible, no era comprensible para el ojo y era en cualquier caso indescriptible. Esto es decir suficiente (p. 117).
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El nuevo enigma de la inducción La relación entre conceptos y expectativas regulares ha sido claramente formulada por el filósofo Nelson Goodman como una versión del problema de la inducción. Se refiere a ella como el “Nuevo enigma de la inducción” (Goodman, 1973). En buena medida estamos realmente dispuestos a subirnos en el autobús porque “inducimos” que, debido a que en el pasado siempre ha tenido aspecto de autobús, no se volverá “tigroso”. Goodman demuestra la falta de auto evidencia que tiene esta clase de inferencia. Inventa un nuevo “color”. Se llama “verdul”, lo que significa verde antes de un momento “t” en el futuro y azul más tarde. Este es un extraño tipo de color, y ciertamente uno que no es familiar a nosotros, pero sirve a un propósito. Tomemos por ejemplo esmeraldas; cada vez que hemos visto una esmeralda ha sido verde, y esto es lo que nos hace pensar que si miramos una de ellas mañana por la mañana, también será verde. Ahora supongamos que este momento “t” fuese mañana y supongamos que las esmeraldas no fueran verdes sino “verdules”. En este caso, si tuvimos la suficiente suerte como para tener una esmeralda, nos levantaremos mañana por la mañana y encontraremos que es azul dado que esto es lo que significa verdul. Pero las esmeraldas son verdes, no verdules. ¿Cuál es el problema entonces? 4
Este señalamiento es hecho por Peter Winch en su Idea of a Social Science
(1958).
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¿Por qué consideramos que las esmeraldas son verdes? Supongamos que se debe a que todas las esmeraldas que hemos visto alguna vez son verdes. Pero dado que “t” no es antes que mañana, lo que hemos visto en las esmeraldas es igualmente compatible con el hecho de que sean verdules. ¡En la medida que todas las esmeraldas que he visto alguna vez han sido verdes, todas las esmeraldas que he visto han sido también verdules! Verdul implica verde en todos los momentos del pasado. Pero si todas las esmeraldas que he visto han sido verdules, entonces debería esperar que continuaran siendo verdules. Es decir que en la medida que pienso que mis esmeraldas son verdes, y si por lo tanto estaré asombrado si no son verdes mañana por la mañana, también debería pensarlas como verdules, y estar atónito si no son azules. Si estoy sorprendido o atónito, es decir, si espero que mis esmeraldas sean verdes o azules mañana por la mañana, parece no depender de sus cualidades pasadas sino de cómo describo esas cualidades. Tanto verde como verdul son descripciones completamente reconciliables con los hechos que hasta la fecha se conocen acerca de las esmeraldas, pero el término que elija establece distintas expectativas para el día de mañana.5
No es necesario apegarse a un nuevo término. Por ejemplo “azurde” significa azul hoy y verde mañana (véase nota 5). Es posible inventar tantos términos nuevos de este tipo como queramos, y por lo tanto elegir estar sorprendidos, pasmados, estupefactos, con los ojos abiertos, atemorizados, y así en más, cualquiera sea la apariencia de las esmeraldas cuando nos levantamos en la mañana. Todo depende de cómo las hemos llamado en el pasado. Si decidimos que la evidencia pasada es compatible con que sean “verdojo” –lo que ocurre– entonces estaremos sorprendidos si son otra cosa distinta a rojas. Si las llamamos vermillo, entonces una apariencia distinta al amarillo nos dejará mudos. Pero no es necesario quedarse con los colores ni con las esmeraldas. Podemos llamar a los diamantes “durblandos”, lo que significa que son duros antes de “t” y blandos después. Podemos describir a los autobuses como “transnívoros”, lo que significa que siempre han sido medios de transporte en el pasado, pero que esperamos que se transformen en bestias carnívoras en el futuro. En este último caso estamos de nuevo con el problema de la confianza de los consumidores y el transporte público. Este mundo es, una vez más, un mundo como el de Tlon de Borges, donde los objetos materiales no existen.6
5 “El nuevo enigma” de Goodman ha dado lugar a mucha discusión crítica. Una primera objeción obvia es que “verdul” no es de ningún modo un término apropiado para un color debido a que contiene una referencia al tiempo mientras que los otros colores no la tienen. En verdad no es del todo cierto que nuestros términos descriptivos no contengan referencias al tiempo; por ejemplo “perenne” contiene una referencia al tiempo, así como “caduco”. La defensa más sutil de Goodman en contra del contenido temporal de verdul involucra la invención de otro término, “azurde”, que significa lo opuesto a verdul, a saber azul antes de “t” y verde después. Ahora imagine una sociedad en la cual los términos verde y azul fuesen desconocidos, pero en la que los términos verdul y azurde fueran palabras regulares del discurso. Imagine que tienen esmeraldas en esa sociedad que, por supuesto, serían pensadas como verdules. Pero imagínese que esas esmeraldas son de hecho como nuestras esmeraldas de modo tal que cuando los ciudadanos ricos de la tierra del verdul y el azurde se levantan una mañana encuentran que, contrariamente a sus expectativas, sus esmeraldas son verdes. Estarán, por supuesto, atónitos, ¿pero qué se dirán unos a otros? No podrían decir “estoy atónito, mis esmeraldas son aún verdes”, debido a que no tienen el término verde en su vocabulario, o incluso en su repertorio conceptual. Lo que dirían es “estoy atónito, mis esmeraldas han cambiado de verdul a azurde a lo largo
de la noche”. En la tierra del verdul y el azurde, es el término verde lo que requiere una referencia al tiempo. ¡Para describir algo como verde en la tierra del verdul y el azurde se requiere que uno lo llame “verdul antes de “t” y azurde después”! Esto es lo que significa el extraño color “verde”. De tal modo, no es que verdul sea un término extraño debido a que contiene una referencia al tiempo; desde otro punto de vista, verdul no requiere una referencia al tiempo mientras que verde sí. En este punto también, entonces, verdul y verde son simétricos, del mismo modo en que son simétricos los términos de nuestra evidencia para asignar cualquiera de ellos al color de las esmeraldas. 6 Jorge Luis Borges en su relato “Tlon, Uqbar, Orbis Tertius” (1970) describe Tlon, una tierra en la cual no hay objetos materiales. Una fábula herética en este mundo involucra algunas monedas que son perdidas un día y encontradas otro. La parte herética de la historia es la implicación de que es lógico pensar que las monedas han existido de algún modo secreto, escondidas de la comprensión de los hombres, durante el tiempo en que estuvieron perdidas; es decir, no observadas por nadie. Borges señala que la historia sería muy difícil de comprender en Tlon –un mundo sin objetos perdurables– debido a que incluso las nociones de “perder” y “encontrar” implican la continuidad de los mismos objetos. Los habitantes ortodoxos de Tlon ridiculizan la historia en la medida que pueden entenderla. ¡Les parece que es como pensar que si alguien afirmara que tiene
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Ahora bien, en los hechos no tenemos ninguno de los términos mencionados arriba en nuestro lenguaje y por lo tanto no encontramos los problemas correspondientes. Pero el asunto crucial es que los términos no están faltando debido a que la apariencia pasada de las cosas los excluya de nuestro lenguaje; cualquiera de los nuevos términos es compatible con la apariencia pasada de todas las cosas que hemos visto alguna vez. La “solución” de Goodman al Nuevo enigma es decir que vemos regularidades donde siempre las hemos visto debido a nuestras prácticas lingüísticas afianzadas. Dice que la razón por la cual podemos “proyectar” el predicado verde –es decir, basar en él nuestras expectativas– y no podemos proyectar verdul, es porque verde es un predicado mejor “afianzado”. De esta manera:
verde y que por ello fuese adecuadamente proyectado (véase nota 5). (¡Cultos milenarios, esperando un cambio inminente y masivo en su mundo, viven en un mundo con términos semejantes a verdul!) La falta de compulsión “lógica” o natural es bastante clara en otro pasaje de Goodman:
Sencillamente “verde”, como un veterano de anteriores y mayores proyecciones que “verdul”, posee una bibliografía impresionante. El predicado “verde”, podemos decir, está mucho más afianzado que el predicado “verdul”. Podemos trazar esta distinción solo debido a que para las proyecciones actualmente existentes partimos del registro del pasado. No podemos trazarla comenzando meramente a partir de hipótesis y de las evidencias que hay de ellas. Para cada momento en que “verde” fue proyectado o –por así decirlo– pudo haber sido proyectado, “verdul” también pudo haber sido proyectado [...] (Goodman, 1973, p. 94).
Propongo que el juicio acerca de la proyectabilidad [de los términos] ha derivado de la proyección habitual, más que la proyección habitual a partir del juicio de proyectabilidad. La razón por la cual pareciera que tan afortunadamente los predicados correctos han devenido bien afianzados es justamente que los predicados bien afianzados se han constituido en los correctos (Goodman, 1973, p. 98).
O nuevamente: La sugerencia que he estado desarrollando aquí es que este acuerdo con las regularidades que han sido observadas es una función de nuestras prácticas lingüísticas. De tal modo la línea entre las predicciones válidas e inválidas (o inducciones o proyecciones) se traza sobre la base de cómo el mundo es [descrito y anticipado] y cómo ha sido descrito y anticipado en palabras (Goodman, 1973, p. 121).
De tal modo, la distinción de Goodman entre verde y verdul es trazada a partir de la historia comparativa de los términos: verdul no tiene historia. No hay nada en la naturaleza o la lógica que prohíba la existencia de una sociedad alternativa donde verdul fuese regularmente proyectado y por este hecho estuviese mejor afianzado que
Esta conclusión es importante. Nuestro lenguaje y nuestra vida social están tan entremezclados que nuestros hábitos de habla ayudan a determinar el modo en que vemos el mundo y de este modo forman la base de la interacción social. Sin embargo, la solución de Goodman aún falla en responder la pregunta acerca de cómo adquirimos inicialmente estas particulares formas ordenadas de ver, cómo las mantenemos y cómo desarrollamos nuevas.7 Goodman puede haber resuelto un pro-
dolor de cabeza un día y después mejora, y otro tiene un dolor de cabeza el día siguiente y mejora, mientras un tercero tiene un dolor de cabeza un tercer día, es el mismo dolor que ha pasado de cabeza en cabeza! Imputar continuidad a monedas invisibles es como imputar existencia a dolores invisibles.
7 Para una discusión sofisticada del carácter entremezclado del lenguaje y la vida social véase Winch (1958). Hay una teoría bien conocida llamada “hipótesis Sapir-Whorf” que vincula el lenguaje a la vida conceptual. El ejemplo estándar son los esquimales, quienes, aparentemente, tienen muchas palabras distintas para “nieve”. Presumiblemente ellos ven un mosaico fascinante, ricamente detallado, y siempre cambiante de cosas
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blema filosófico pero, a pesar del sabor histórico de su respuesta, no ha resuelto el misterio sociológico. La mayoría de nosotros no está familiarizado con las esmeraldas, de modo que cambiaré el ejemplo al pasto. El problema con la explicación de Goodman acerca de por qué vemos el pasto como verde –a saber, que el verde es un color arraigado, proyectable– es que el pasto tiene también otros colores arraigados, proyectables. No necesitamos inventar términos como verdul a fin de tratar el problema del color del pasto. Si un artista quiere representar pasto las posibilidades son tales que, a menos que esté tratando de pintar como un chico, deberá usar todos los colores de la paleta tanto como el verde. (Los chicos pintan una franja uniforme al pie de la imagen para el pasto y una cinta azul uniforme para el cielo, porque pintan lo que saben que es el caso. De tal modo, pintan el pasto verde, el cielo azul, el cielo arriba y el pasto abajo). Para el artista, el pasto es a menudo marrón, frecuentemente amarillento, algunas veces azul, algunas veces blanco y otras negro. Depende de su grosor, la especie, el tiempo, la luz y así en más. Es solo bajo circunstancias muy especiales que durante la noche el pasto es completamente verde. Otras cosas “verdes” presentan el mismo problema; para usar el lenguaje de los físicos, las cosas verdes reflejan todas las longitudes de onda distintas a las que son tomadas como correspondientes al color verde.8 Solo bajo circunstancias inusuales, tales como los experimentos
de laboratorio con fuentes de luz y especímenes cuidadosamente diseñados, una cosa verde reflejará solo las longitudes de onda apropiadas. (No sirve decir que las longitudes de onda que emanan predominantemente de las cosas verdes son longitudes de onda verde. Hay circunstancias en que esto no es verdad. Por ejemplo, de noche es al menos la mitad del tiempo en que el pasto ciertamente no es reconocible por las longitudes de onda verdes que emanan de él.) Dado que de vez en cuando una cosa verde refleja longitudes de onda correspondientes a todos esos diferentes colores, y todos esos otros colores están igualmente arraigados en nuestro lenguaje, el arraigo de los términos de los colores no nos permite resolver el problema. Igualmente, dado que lo que afecta nuestros sentidos es un revoltijo de experiencias, cada una de las cuales está representada por términos de nuestro lenguaje, la existencia de términos arraigados no explica de ningún modo el orden de ninguna percepción. No es difícil simular el argumento con un pequeño experimento –si bien debe tenerse en cuenta que el ejercicio es solo una metáfora del problema filosófico. Obsérvese una pintura muy realista, una reproducción o un aviso publicitario a color en una revista. Obsérvese el modo realista en que los objetos son representados –cada pelo del “Chivo expiatorio” de Holman Hunt, por ejemplo, o cada línea de un anuncio de un bmw. Luego acérquese más y más a la imagen. Los pelos individuales se pierden en las manchas y embarraduras de pintura untadas por el pintor con un pincel mucho más ancho que el pelo de chivo representado; el metal afilado del bmw se vuelve una mancha borrosa de puntos de diferentes colores.
diferentes cuando miran desde sus iglús hacia lo que nosotros percibiríamos como un paisaje uniformemente blanco. Nelson Goodman, en su libro Ways of Worldmaking (1978), propone una perspectiva que es muy similar a la desarrollada aquí, al menos en términos de su relativismo y su trato de la ciencia y el arte como empresas culturales, que no es obvio que sean epistemológicamente distintas. Ambas son formas de construir el mundo. La corrección y el error dentro de mundos, afirma, es un asunto de adecuación con prácticas empotradas en tradiciones evolutivas. Fuera de esos mundos hechos por humanos no hay realidad con suficiente contenido como para que sea valioso pelearse. 8 Experimentos sobre la visión en colores realizados por el doctor Land muestran que es bastante erróneo equiparar el color percibido de las cosas con las longitudes de onda emitidas por ellas. Sin embargo, esto no afecta mi argumento.
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Wittgenstein y las reglas La discusión hasta ahora ha sido en términos de ver, pero lo mismo se aplica a todos los modelos perceptivos, al lenguaje y a toda actividad cultural. ¿Hay tal vez un conjunto de reglas para organizar la experiencia sensorial, fijadas dentro de nuestros cerebros, que no podemos articular 31
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pero que todos seguimos automáticamente cuando vemos del mismo modo y cuando hablamos a los otros? Un conjunto de reglas de este tipo, si pudieran ser explicadas, resolvería los problemas del escepticismo. Puede argumentarse que, aunque no somos conscientes de ellas, son justamente este tipo de reglas las que se ponen en operación en nuestras cabezas cuando vemos dos lotes de pasto como el mismo en su verdor y diferentes al cielo con su carácter azul. Tal conjunto de reglas puede ser lo que nos da nuestro Chivo expiatorio y nuestro bmw. Pero el análisis del filósofo Ludwig Wittgenstein acerca de lo que significa seguir una regla parece hacer que esta solución simple sea insostenible.9 Ver el próximo campo de pasto como perteneciente a la clase de los campos de pasto puede ser pensado como un ejemplo de lo que significa continuar una secuencia regular. Es un asunto de conocimiento que el próximo campo sea una apropiada continuación de la secuencia de campos que hemos visto en el pasado. Este nuevo campo se asemeja a un campo, no a cualquier otra cosa. Es lo “mismo” que ocurrió antes. Lo que esto involucra puede ser explorado mirando una secuencia mucho más sencilla: los números “2, 4, 6, 8”. Imagínese que se le pide continuar esta secuencia del mismo modo. La respuesta inmediata que surge a la mente es “10, 12, 14, 16” y a todos los efectos es en verdad la respuesta “correcta”. ¿Pero cómo sabemos que es la respuesta correcta? No puede ser simplemente un asunto de seguir la regla “continúe del mismo modo”, debido a que esta regla permite un conjunto de posibilidades. Por ejemplo permite “2, 4, 6, 8, 10, 2, 4, 6, 8, 10, 12, 2, 4, 6, 8, 10, 12, 14” o “2, 4, 6, 8, 2, 4, 6, 8, 2, 4, 6, 8” o “8, 6, 4, 2, 2, 4, 6, 8, 8, 6, 4, 2” o cualquier número de secuencias alternativas. Sobre este asunto, la instrucción “continúe del mismo modo” permite también como continuación ¿a quién evaluamos? ¿Podría ser que la instrucción “continúe del mismo modo” no fuera lo suficientemente específica? Supongamos que la regla es corregida
con un “añada un 2 y luego otro 2 y luego otro y así en más”. Pero esto tampoco especifica plenamente qué debemos hacer, debido a que esa instrucción puede ser seguida escribiendo “82, 822, 8222” o “28, 282, 2282, 22822” o “82”, etc. Cada una de estas sumas en algún sentido responde a la expresión “añadir 2”. Ahora, uno sabe perfectamente bien qué es lo que se quiere decir con “añada 2 a 8”: significa “vamos con el 10”, aun cuando en un sentido literal otros resultados no son incorrectos. Sin embargo, la cuestión es ¿cómo sabemos lo que ello significa con esa certeza? Se puede inventar un juego para explorar la magnitud de esta realización humana. “El estudiante torpe” muestra justamente cuántas continuaciones deben ser ignoradas a fin de continuar del modo “correcto”. Una o más personas pueden ser el “instructor” y una o más ser el “estudiante torpe”. La tarea del instructor es proveer al estudiante una lista de instrucciones de modo tal que deba continuar la secuencia dada “2, 4, 6, 8” como “10, 12, 14, 16” y así en más. La tarea del estudiante es malinterpretar estas instrucciones de modo tal de ofrecer una continuación diferente, tales como las que se han sugerido en la sección precedente. El estudiante, sin embargo, debe interpretar la continuación torpe como una respuesta razonable a las reglas provistas antes. En la medida que el instructor fracasa, puede ir agregando elementos a la lista de reglas, o cambiarlas completamente en un esfuerzo por hacer que el estudiante vaya por el camino correcto. Por ejemplo, los primeros esfuerzos del instructor pueden ser como los ofrecidos en los párrafos precedentes. En vez de decir simplemente “continúe del mismo modo” el instructor puede intentar con “añada 2 y luego otro 2 y luego otro 2” y el estudiante puede dar las respuestas antes citadas. El instructor puede después tratar de explicar lo que “realmente” significa “añadir” pero entonces las reglas van a comenzar a incluir una secuencia indefinidamente larga con el fin de cubrir el significado de la adición. Y así en más. El instructor no debe usar instrucciones que se apoyen explícitamente sobre el comportamiento de seguir-una-regla que se toma por sentado en la sociedad. De tal modo la instrucción “hazlo del modo en que normalmente lo haces” está prohibida.
9 Me refiero al último trabajo de Wittgenstein. La ubicación de muchas de estas ideas es Philosophical Investigations (1953). Tomo mi interpretación de sus ideas de Winch (1958). Para una introducción muy buena véase Bloor (1983).
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El estudiante o los estudiantes deberían siempre ganar este juego si son lo suficientemente ingeniosos, mientras la lista de reglas dadas por el maestro o maestros deviene más y más larga junto el crispamiento del humor. Los lectores no debieran tomarme la palabra respecto a esto; pueden probarlo, pero toma un pequeño esfuerzo de práctica por parte de los estudiantes (si el juego es intentado en clase, el profesor debiera inicialmente tomar el difícil papel del estudiante torpe). El juego muestra que, primero, las reglas no contienen las reglas necesarias para su propia aplicación. Segundo, que la noción de “igualdad” es ambigua. Tercero, no es posible especificar plenamente una regla o “algoritmo”10 para la acción en un “sistema-abierto” (donde la creatividad es posible), dado que si no se define un limitado rango de respuestas por adelantado entonces puede inventarse siempre más de una respuesta que satisfaga las instrucciones algorítmicas.11 (Existe la respuesta “correcta” más las respuestas que inventa el estudiante torpe.) Cuarto, dado que a pesar de esto todos sabemos el modo correcto de continuar, en una regla debe haber algo más que su carácter especificable. Este “algo” será explicado en un momento, pero por ahora llamémosle “convención social”. El juego también muestra que evadir las reglas normales de modos que formalmente no lo hacen requiere una buena cantidad de creatividad ingeniosa –cada respuesta torpe es una innovación– que involucra inventar
un nuevo tipo de interpretación cada vez –y que es más fácil hacer esto si hay más de un “estudiante” para ayudarnos; los aliados son útiles incluso en las batallas intelectuales. Es importante notar que el ingenio se requiere sólo debido a la necesidad de explicar cómo la continuación elegida “se ajusta” con la última regla dada por el instructor. Sin embargo, la noción de “ajuste” no es en sí misma completamente especificable, y está por lo tanto basada en un sustrato de convenciones sociales. De tal modo, incluso la interacción del estudiante torpe y el instructor, caótica como parece, está basada en una comprensión compartida. Si no hubiese una comprensión compartida entonces el estudiante no requeriría nada de ingenio –un ruido grosero o una “respuesta tonta” sería una respuesta adecuada en cada etapa. Finalmente, dado que jugar es equivalente a hacer enojar al instructor, el juego muestra cuán fuertes son las convenciones hasta el punto de forzar nuestras formas de hacer. Se encontrará que el estudiante torpe es una metáfora muy útil para comprender qué ocurre en las fronteras creativas de “sistemas abiertos” tales como las sociedades. Ciertamente nos permite abandonar la idea de que la regularidad de las percepciones es un asunto de un conjunto de reglas dentro de nuestras cabezas que permiten constreñir la experiencia sensorial en cosas familiares. Hay simplemente demasiada ambigüedad en la noción de “lo mismo”.
10 Un algoritmo es un conjunto finito de instrucciones para completar una tarea. El trabajo de los programadores de computadoras es escribir algoritmos para computadoras. 11 Bhaskar (1975) erige toda una filosofía a partir de la distinción entre sistemas cerrados y abiertos. Desafortunadamente traza la línea divisoria en el lugar equivocado. Juzga el evidente éxito de la ciencia por su habilidad para desarrollar teorías que funcionan en sistemas cerrados; estos son experimentos conducidos dentro de las paredes del laboratorio. Cree que el ambiente de los experimentos puede ser controlado de modo tal que las situaciones experimentales son útilmente pensadas como cerradas. Tal como mostrarán las descripciones de la práctica experimental que se encontrarán en los capítulos 3 al 6, está equivocado en pensar los experimentos como sistemas cerrados. El funcionamiento interno de una computadora desarrollada es probablemente la cosa más cercana que tenemos a un sistema cerrado en términos prácticos. Esto puede ser debido a que se parece a un sistema teórico lo más posible, y estos son los únicos sistemas cerrados reales.
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Las bases sociales de las reglas ¿Cómo seguimos las reglas que seguimos y qué significa decir que pueden ser seguidas debido a que son convenciones sociales? Ya hemos encontrado la naturaleza social de la percepción con el autobús rojo. Hemos descubierto que no podríamos verlo como la instancia de un autobús a menos que viviéramos en una sociedad en la que otras personas lo vieron y utilizaron como un autobús –de otro modo no habría nadie para conducirlo y no habría otros pasajeros para darle un propósito. El modo de Wittgenstein para establecer esto es decir que sabemos cómo ir en la “misma” dirección debido a que compartimos una “forma de vida”. La 35
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corrección de “10, 12, 14, 16” como continuación de “2, 4, 6, 8” reside en su corrección para todos los que comparten nuestra cultura. Uno sabe que, en la mayoría de las circunstancias, otras continuaciones son errores. Otros identificarán estos errores incluso si olvidamos cómo seguir por nosotros mismos, o incluso si decidimos ser “torpes”. De tal modo, no puede haber tal cosa como una regla “privada”. (O para ponerlo en otros términos, una regla privada sería una cosa vacía, tal como hacer un ruido grosero como continuación a una secuencia numérica.) Finalmente, nótese que dado que una regla no es una cosa privada, sino la propiedad de un grupo social, podemos esperar que las reglas varíen de grupo en grupo. En verdad lo hacen. En otras sociedades, la respuesta apropiada a la orden “¡continúe la secuencia 2, 4, 6, 8!” puede ser hacer del instructor una comida. En otros grupos sociales, más familiares, la respuesta correcta es de hecho: “¿a quién evaluamos?”. Las aplicaciones sociológicas del sistema filosófico llamado fenomenología han provisto un lenguaje para discutir esta variabilidad cultural.12 Los fenomenólogos hablan de la “realidad-tomada-por-sentado” –una frase que captura la ausencia de cualquier sentido de realización percibida por los humanos cuando ordenan su mundo. Esto se aplica a los humanos cuando están en su “actitud natural” –la actitud de la cual he intentado que escape el lector.13 El contenido de la actitud natural
es diferente en los diferentes grupos; es decir, sus realidades tomadaspor-sentado son diferentes. Esto conduce a esperar que los grupos sean capaces de comunicarse fácilmente entre ellos mismos debido a la forma común de hacer las cosas de los miembros, pero igualmente esperaremos dificultades en la comunicación entre distintos grupos culturales. Para usar la expresión de Kuhn (1962), los miembros de diferentes culturas comparten diferentes “paradigmas”, o en términos wittgenstenianos, viven dentro de diferentes formas de vida.14 (El libro de Thomas Berger Pequeño gran hombre (1967) provee una imagen gráfica de las perspectivas cambiantes acerca del mundo desde adentro. Lleva al lector a los mundos alternativos de un norteamericano de frontera y un amerindio. El héroe es capturado y aprende a vivir primero como uno, luego como el otro, luego como el primero
12 El impacto que la fenomenología ha tenido en la sociología es volver la atención hacia la posibilidad y la realidad de diferentes vías de ver el mundo. Es el darse cuenta de estas diferencias, y sus implicaciones para el método, lo que ha dado lugar a los principales problemas de una aproximación científica (concebida como positivista) a la “ciencia” social. La historia del movimiento fenomenológico en dos volúmenes realizado por Spiegelberg (1969) expone los elementos. Para los propósitos de este libro, la introducción más clara y útil es Roche (1973). Alfred Schutz (1962, 1964) ha sido muy influyente en el desarrollo de las implicaciones de la filosofía para el pensamiento sociológico. Berger y Luckmann (1967) han producido un tratamiento de las implicaciones sociológicas que ha sido ampliamente leído. El pequeño libro de Berger, Invitation to Sociology (1963) es una excelente, agradable y profunda introducción a las implicaciones de la fenomenología para el análisis social. 13 Existe una relación entre la fenomenología y las ideas de Wittgenstein. La idea de una “forma de vida” y la idea de la “realidad tomada por sentado” son cercanas. Existe un conjunto de comentarios que extiende la relación incluyendo el de Roche (1973). Otros
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tratamientos interesantes incluyen: Specht (1969), Van Peursen (1959), Munson (1963), Taylor y Ayer (1959) y Gier (1981). 14 Las ideas de Kuhn son otra fuente y otro modo de desplegar los problemas discutidos aquí. Hay muchas exposiciones de su trabajo y, en cualquier caso, el trabajo original (1962) es de fácil acceso. Para el tratamiento de los dos lados del debate acerca de la existencia de los fenómenos paranormales, como exhibición de diferentes alianzas paradigmáticas, véase Collins y Pinch (1981 y 1982). El así llamado “debate sobre la racionalidad” (por ejemplo, Wilson, 1970) concernía los problemas filosóficos de entender las sociedades extrañas y la traducción de sus conceptos a los nuestros; el debate fue realizado en términos de los problemas de los antropólogos. Un rasgo bizarro del debate fue el acuerdo existente entre varios de los escritores de que a fin de aprender otro lenguaje/cultura era necesario trabajar hacia fuera a partir de unos pocos “conceptos puente” compartidos entre los nativos y los extranjeros. Si podían descubrirse unas pocas áreas de terreno conceptual compartido, se pensaba que el resto podía ser reunido a partir de un principio semejante al armado de un rompecabezas. Nunca estuvo claro cómo uno podría trabajar hacia fuera, a partir de conceptos puente, si otros elementos de la cultura eran radicalmente diferentes o “inconmensurables”, para utilizar el término de Kuhn. Aun más extraño era el establecimiento del modelo de los conceptos puente como el único modo de comprender un lenguaje o un esquema conceptual. Parece completamente claro que los niños no aprenden sus lenguajes o esquemas conceptuales de este modo dado que no tienen ningún concepto que puedan usar como un puente entre ellos y sus padres cuando nacen. Claramente debe haber un modo de aprendizaje que no involucra conceptos puente. La traducción es un tema completamente distinto. Para otra discusión posterior de la metodología y del problema antropológico véase Collins (1979, 1983a, 1984a) y Collins y Pinch (1982).
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nuevamente; y con cada transformación el mundo parece tener completo sentido. El autor muestra una habilidad envidiable para llevarnos hacia delante y hacia atrás entre estas formas de vida auto contenidas, mutuamente antagonistas y que no se comprenden entre sí). Esto conduce a un aspecto crucial de la aproximación tomada en este libro. Si las culturas difieren en sus percepciones del mundo, entonces sus percepciones y usos no pueden ser completamente explicados por referencia a lo que el mundo es realmente. Este es el “relativismo” al cual me he referido en la Introducción. Debemos tratar nuestras percepciones del mundo, a los fines de este ejercicio, como “imágenes en el fuego”. Si el mundo debe ser introducido entonces no debe jugar un papel distinto al fuego en el cual las imágenes son vistas. O mejor aun, piense en unas de esas imágenes que uno construye juntando puntos numerados con líneas de lápices. Ahora imagine que el mundo consiste en una gran hoja cubierta por puntos casi infinitesimalmente pequeños. El mundo está allí bajo la forma de un papel pero la raza humana puede poner los números donde quiera y de este modo puede producir cualquier imagen. Estas ideas forman la premisa del trabajo discutido en este libro y han dado lugar a un cuerpo de trabajo que ha sido llamado Programa empírico del relativismo, o per para abreviar. Se basa en la prescripción “trate el lenguaje descriptivo como si fuera acerca de objetos imaginarios”. He descrito ese programa como compuesto de tres etapas (Collins, 1981b).15 Este libro tiene la intención de proveer un modelo de la estabilidad cultural y del cambio ampliamente aplicable, que también forma un marco de trabajo para esas tres etapas. 15 Las tres etapas del per comprenden: 1. Demostrar la flexibilidad interpretativa de los datos experimentales. (Los capítulos empíricos de este libro, así como la argumentación de conjunto que gira en torno a la regresión de los experimentadores, hacen esto adecuadamente, creo.) 2. Mostrar los mecanismos por los cuales los debates potencialmente abiertos son en verdad llevados a una clausura; es decir, describir los mecanismos de clausura. (Hay un conjunto de mecanismos de clausura discutidos a lo largo del libro y un tratamiento más sistemático y esquemático es intentado en el capítulo seis.) 3. Relacionar los mecanismos de clausura con la estructura social y política más amplia. (El modo en que el grupo central se vincula a la red social más amplia, tal como es descripto en el capítulo 6, propone un marco para esta tarea.)
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Una aproximación a los problemas de la inferencia inductiva: arraigo conjunto16 Se ha establecido que es solo bajo circunstancias especiales que las esmeraldas reflejan únicamente las longitudes de onda verdes y que la “apariencia” mundana de las esmeraldas no nos fuerza a verlas ni como esmeraldas ni como verdes. Sin embargo, estamos convencidos 16 El enfoque ofrecido aquí difiere mucho de la gran mayoría de los tratamientos filosóficos del problema, y no debería ser confundido con ellos. Pienso que la mayoría de las aproximaciones filosóficas no resuelven el problema. La filosofía, par excellence, plantea problemas y es mucho menos exitosa en resolverlos. Este no es un sentimiento antifilosófico; el escepticismo que engendra la filosofía debería ser una parte obligatoria de todo syllabus educacional. Las aproximaciones filosóficas han intentado justificar los procedimientos inductivos a través de un conjunto de caminos. Por ejemplo, algunos han intentado erigir principios supremos, tal como que el futuro es siempre como el pasado, a fin de justificar la inferencia en casos particulares. El problema después deviene justificar los principios supremos. Uno de los intentos más ampliamente favorecidos depende de varias formas de argumentación probabilista. Por ejemplo, puede argumentarse que aunque no podemos estar seguros de que el futuro será como el pasado, es más probable que lo sea a que no lo sea. La forma más simple de este argumento implica que ver un gran número de cisnes blancos vuelve la afirmación “todos los cisnes son blancos” al menos probable si no cierta. El problema es, como Popper ha argumentado, que dado que el número de cisnes que hemos visto, o seremos capaces de ver, es un subconjunto infinitamente pequeño del conjunto infinito de cisnes, por muchos cisnes blancos que veamos, eso no vuelve la afirmación más verdadera. De esta manera, eso no debería afectar nuestras expectativas en consideración al próximo cisne que veamos. Por muchos que hayamos visto no sabemos si estamos viendo algo que corresponde a una ley o algo que corresponde a una secuencia de un solo color en una rueda de ruleta. Para poner esto de otro modo, aunque nuestras observaciones de cisnes pudieran añadirse, indicando de hecho la tendencia a largo plazo en el color de los cisnes, no hay modo de que podamos saber esto. Lo que es más, vivimos en el corto plazo y debemos tomar decisiones de corto plazo. De tal modo, dado que el próximo conjunto de cisnes que vemos puede representar una aberración de relativo corto alcance, no tenemos base para nuestras expectativas inmediatas. Esto sería cierto incluso si supiéramos que en el largo plazo la proporción de cisnes de distinto color tenderá hacia un límite. Lo que nos concierne en esta vida es el próximo cisne. Otro argumento probabilista ataca la supuesta “coherencia” de nuestros juicios. Esta aproximación toma el comportamiento de los apostadores como metáfora. Se sugiere
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de que la descripción correcta es que las esmeraldas son verdes, y rutinariamente las vemos como verdes cualquiera sea el color que reflejen (a menos que decidamos prestar atención a ellas del modo en que lo hace un artista sofisticado). Podemos decir que sabemos cómo seguir las reglas correctas para la descripción de las esmeraldas y cómo seguir viendo su color verde “como asunto rutinario”. Somos miembros de un grupo social que es uno junto con esas reglas; sabemos qué involucraría identificar mal el color de una esmeralda, y sabemos que en nuestra sociedad otros identificarán y describirán, y en verdad verán el color de las esmeraldas del mismo modo y nos corregirán si nos equivocamos.
Es así que no es el verdor de las esmeraldas lo que las hace verdes a pesar de que el término “verde” esté bien arraigado en nuestro lenguaje. De manera semejante no es la “esmeraldidad” de las esmeraldas lo que las hace esmeraldas. Sin embargo, podría ser que el arraigo conjunto de los conceptos de verde y de esmeralda los refuerce mutuamente. De tal modo, si vemos una piedra, pero no estamos seguros de su color, y si se nos dice que es una esmeralda, probablemente la veamos verde. Si vemos una piedra y no estamos seguros de qué tipo es, pero se nos dice que es verde, estaremos más dispuestos a verla como una esmeralda que, digamos, un rubí o un sílex. No es la estabilización del concepto de “verde” lo que hace que las esmeraldas sean verdes más que de otro color, sino el arraigo de las nociones de que las esmeraldas-son-verdes. Para ponerlo de otro modo, el verdor y la esmeraldidad están vinculados dentro de nuestra forma de vida. La idea puede ser extendida; existe un múltiple arraigo de las esmeraldas y sus diversas propiedades. Es más, cada una de esas propiedades está arraigada de manera múltiple con los otros objetos a los cuales pertenece. Lo que esto significa es que, a pesar del carácter desordenado de las longitudes de onda reflejadas por las esmeraldas y otros objetos “verdes” (como puede entenderse si descartamos la actitud natural), cualquier intento de ocasionar un cambio en el uso o la percepción respecto al color de un objeto verde, tal como una esmeralda, requeriría cambiar toda una red de usos interrelacionados, percepciones y relaciones sociales. La idea de una red de conceptos interrelacionados ha sido desarrollada por la filósofa Mary Hesse (por ejemplo: 1974). Será discutida y explicada más adelante en el comienzo del capítulo seis. Por el momento, nótese que los vínculos entre conceptos en una “red de Hesse” son usualmente considerados como relaciones de probabilidad percibida o coherencia lógica. En mi perspectiva son mejor descritos como redes de instituciones sociales que comprenden formas de vida. Ahora explicaré cómo la idea de red sirve para estabilizar nuestras nociones de verde y de esmeralda. El hecho de que tengamos el concepto de verde se debe en parte al hecho de que tenemos el concepto de esmeralda. Nuestra idea de un color ordenado, que no cambia, llamado verde, está atada en alguna medida con nuestra idea de un conjunto de esmeraldas perdurable, ordenado y
que el jugador “racional” jamás hará apuestas donde el resultado es que estará destinado a perder. El arreglo de las apuestas, que el apostador racional no aceptaría, es conocido como un “Libro holandés”. Si se asume que los actores racionales evitan un Libro holandés entonces algo puede decirse acerca de la disposición de sus creencias acerca del futuro. Es decir, deben estar interrelacionadas de tal modo como para evitar ciertas “pérdidas” si las creencias fueran de algún modo agregadas. Sin embargo esto no lo lleva a uno mucho más allá. Tal como lo señala Hesse (1974), si funciona, no dice nada acerca de ninguna creencia inicial particular, solo pone límites a los modos en que las creencias pueden ser interrelacionadas; nos permitiría, por tanto, comenzar con algunas disposiciones contrainductivas ridículas. Por ejemplo, no nos prevendría de asignar probabilidades de mil a una sobre el resultado específico de una experiencia de arrojar una moneda, del cual sabemos que es justo mientras que las chances que demos al otro resultado fuesen las correspondientes. De hecho apostamos sobre información mucho más “inductiva” que esto. En cualquier caso, los humanos simplemente no toman sus decisiones en instancias particulares por referencia a sus preferencias en cualquier otro caso interrelacionado. Las relaciones de los elementos de nuestra red conceptual son tan complejas como para hacer esto imposible. Incluso si dichas complejidades pudieran ser comprendidas y acordadas, e incluso si pudieran formar la base para un complejo cálculo de probabilidades, aun así no sortearían los fundamentos convencionales de nuestras tendencias inductivistas. Puede haber aproximaciones probabilistas más adecuadas (véase Hesse, 1974, para una discusión), pero no creo que puedan reflejar nuestro comportamiento inductivo de la vida real. Un interesante asunto secundario sobre este punto es provisto por las experiencias de investigadores en el campo de los “sistemas expertos” de computadoras, o la ingeniería del conocimiento. Algunos modelos de tomadores de decisión expertos se basan en dicha estructura de probabilidades, pero los “ingenieros de conocimiento” encuentran prácticamente imposible persuadir a los expertos humanos para que los provean de probabilidades simples de varios acontecimientos que requieren para guardar su base de datos. Los humanos, simplemente, no piensan naturalmente en términos probabilísticos.
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que no cambia. La perdurabilidad de las esmeraldas le da a su color –el verde– su cualidad perdurable. La naturaleza perdurable y ordenada del verde no es solo una consecuencia de la cualidad perdurable de las esmeraldas, sino que está reforzada por su relación con muchas otras cosas que también son vistas como verdes. El verde está igualmente reforzado por ser el color asociado al pasto, las hojas, Irlanda, la madera no estacionada, el medio ambiente, los bancos de parques, las plazas en los centros de las aldeas, etcétera. Asimismo, todas estas cosas pueden existir para nosotros, en parte, debido a nuestro concepto estable de verde. Podemos explicar la estabilidad del verde notando su encastramiento en el todo de nuestra cultura; la relación entre el verdor y las esmeraldas es solo un ejemplo de esto. La estabilidad de las esmeraldas, por supuesto, está relacionada no solo con la estabilidad del verde y de otras cosas verdes, sino con la estabilidad de todas las otras cosas que comparten las otras cualidades de las esmeraldas, tales como las cosas duras, las cosas valiosas, las cosas vidriosas, las cosas deseables, las cosas bellas, etcétera. Este es el modo en que se mantienen las generalizaciones inductivas ya arraigadas. Su estabilidad es la estabilidad de formas de vida o prácticas tomadas-por-sentado –formas de hacer las cosas– en las cuales están encastradas; es la estabilidad de las culturas y sus instituciones sociales. Lo que no explica el encastramiento conjunto en redes es cómo las percepciones ordenadas se desarrollan inicialmente. Tampoco explican cómo cambian. Ni la literatura fenomenológica ni otra literatura filosófica relevante discute el cambio conceptual.17 El hecho de que los viejos hábitos de inducción mueren y se desarrollan nuevos, ganando su propio orden y estabilidad, parece haber pasado prácticamente inadvertido. Casi todo el esfuerzo se ha orientado a describir la naturaleza de nuestra realidad actual tomada-por-sentado.18
Para explorar el problema del cambio intento tratar los casos de desarrollo de nuevas generalizaciones científicas, que se comentan más adelante, como ejemplo (en términos amplios) de todos los desarrollos y las innovaciones culturales.19
17
Thomas Kuhn (1962) es una rara excepción al tratar de describir procesos de cambio, y en particular revoluciones. 18 La dificultad para explicar el cambio dentro de estas filosofías parece surgir de su explicación de la acción humana en términos de la vida conceptual. Es como si la flecha causal fuese en una sola dirección. El libro de Winch (1958) ha sido correctamente criticado en este sentido, por ejemplo por Gellner (1974) y Bloor (1973).
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Ciencia, cambio y repetibilidad La ciencia, como cualquier otra actividad cultural, se basa en un fundamento de realidad tomada-por-sentado. Usualmente los científicos gastan su tiempo mirando las cosas a través del marco de referencia Lo que ha hecho Winch es utilizar las ideas de Wittgenstein para argumentar la identidad de la vida social y la conceptual –que las relaciones sociales expresan relaciones lógicas mientras que las relaciones lógicas son la contrapartida abstracta de relaciones sociales. Esto, sin embargo, le da a uno tanto derecho para argumentar acerca de cambios en la vida social como acerca de cambios en la vida conceptual. En verdad los dos van de la mano. Allí donde el argumento va completamente de lo conceptual a lo social no hay motor de cambio a encontrar. ¿Por qué habría de cambiar un sistema estable de conceptos? Una gran parte del argumento de Winch está orientada a mostrar cómo incluso lo que nos parecen partes ridículas de los sistemas conceptuales de otros puede ser bastante fácilmente encajado en un marco consistente sin ninguna apariencia de “irracionalidad”. De tal modo, los marcos conceptuales no generarán problemas espontáneamente; las contradicciones no devendrán evidentes por sí mismas. Si el cambio ha de entenderse, debemos considerar que la gente quiere el cambio por razones que emanan de afuera de un sistema conceptual cerrado. Kuhn es el único filósofo de la ciencia reciente en tratar de arreglárselas seriamente con el cambio conceptual, pero sus esfuerzos no son enteramente exitosos debido a que da muy poco énfasis a los determinantes sociales de las revoluciones científicas. Esto es claro a partir de la ambigüedad de la noción de “anomalía” en sus escritos. Por un lado, los cambios parecen ser conducidos, al menos en parte, por la acumulación de anomalías –esto presumiblemente debe irritar a los científicos. Pero por el otro lado, llamar a algo una anomalía es un mecanismo para ignorarlo –permite barrerlo bajo la alfombra, por así decirlo, permitiendo que se mantenga la coherencia aparente del paradigma. Tenemos, entonces, una idea insatisfactoria de la acumulación de una irritante masa de cosas tranquilizadoras como una condición parcial de la ocurrencia de una revolución científica. Claramente algo más es necesario. ¿Cuándo y por qué las cosas tranquilizadoras se vuelven irritantes? La noción de anomalía no puede, por sí misma, explicar esto. 19 Véase el apéndice metodológico para la relación de estas ideas con las de otros escritores contemporáneos y muy vinculados.
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que se les dio cuando fueron formados. Sin embargo, cada tanto tratan de establecer algo que no está fijado fácilmente dentro del marco existente de significados. Por ejemplo, pueden intentar establecer que algún conjunto de datos inusual representa un nuevo fenómeno o un descubrimiento capital. Dado que no puede haber tal cosa como una regla privada, no puede haber tal cosa como un descubrimiento privado. El asunto crucial es que otros acuerden que es un descubrimiento; es decir, que se comporten como si este fuese un asunto rutinario. El descubrimiento, si ha de ser un descubrimiento, debe precipitar un nuevo conjunto de reglas públicas –un nuevo conjunto de formas de “continuar del mismo modo”. Considérese la alternativa. Supongamos que afirmo que he descubierto que las esmeraldas cambian al negro durante la noche. Puedo mantener esto como una presunción privada tanto como quiera hacerlo, pero eso no cuenta en nada a menos que devenga una parte de la cultura. Esto puede suceder. Las personas pueden comenzar a pensar en las esmeraldas del modo en que piensan en los árboles de hoja caduca, como cosas que cambian de color en ciertos momentos. Pero si los descubrimientos fueran cosas privadas que no necesitan reconocimiento público, podría haber tantos descubrimientos como tontos.20 ¿Cómo establecen los científicos que han hecho un descubrimiento que el mismo debe ser una nueva parte del dominio público? Presiónese a los científicos y en última instancia defenderán la validez de sus afirmaciones por referencia a la repetibilidad de sus observaciones o la replicabilidad de sus experimentos. Este es usualmente un asunto acerca de su repetibilidad potencial. La repetibilidad o replicabilidad (usaré estos términos de manera intercambiable) es la piedra de toque de la filosofía de la ciencia de sentido común. Sin embargo, como veremos, la verdadera replicabilidad de un fenómeno
es solo una causa de que se vea como replicable, del mismo modo que el color de las esmeraldas es la causa de su verdor. Más bien la creencia en la replicabilidad de un nuevo concepto o descubrimiento viene de la mano con el arraigo de los nuevos elementos correspondientes en la red conceptual/institucional. Esta red es la tela de la que está hecha la vida científica. La replicabilidad, la vanguardia de las teorías de sentido común acerca de la ciencia, más que una simple y directa prueba de cierto conocimiento se vuelve un problema filosófico y sociológico semejante al problema de la inducción. Es crucial separar la idea simple de la replicabilidad de las complejidades de su realización práctica. El modo en que las teorías de sentido común acerca de la ciencia sobreviven a pesar de esta complejidad devendrá más claro en capítulos posteriores. ¡Un apoyo importante e irónico para la perspectiva del sentido común es que la replicación de los hallazgos y resultados de otros es una actividad raramente practicada! Solo bajo circunstancias excepcionales hay alguna recompensa proveniente de repetir el trabajo de otro. La ciencia reserva sus honores más altos para aquellos que hacen las cosas primero, y la confirmación del trabajo del otro meramente confirma que el otro es merecedor de una recompensa. Una confirmación, si ha de valer algo en su propio derecho, debe ser hecha de un modo elegante o de un modo que anuncie un avance en el estado del arte. De tal modo, a pesar de que los científicos citarán la replicabilidad como su razón para adherir a su creencia en los descubrimientos, raramente se sienten con la incertidumbre suficiente como para necesitar, o querer, presionar esta idea hasta sus conclusiones experimentales. Para la vasta mayoría de la ciencia la replicabilidad es más un axioma que un asunto práctico. Pero esto no significa que no sea una idea vital. La replicabilidad, para hablar en cierto modo, es la Corte Suprema del sistema científico. En el sistema de valores de la ciencia, la replicabilidad simboliza la indiferencia de la ciencia a la raza, el credo, la clase, el color, etcétera. Corresponde a lo que el sociólogo Robert Merton (1945) llamó la “norma de la universalidad”. Cualquier persona, con independencia de quién o qué
20 El libro de Brannigan The Social Basis of Scientific Discoveries (1981) argumenta que el rasgo crucial de un descubrimiento, más que cualquier conjunto de actividades u observaciones, es la asignación de la etiqueta “descubrimiento”. Tal como lo señala, el mismo conjunto de observaciones y actividades, llevadas a cabo una segunda o tercera vez, no constituye un descubrimiento para nadie excepto para el individuo.
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es, en principio debiera ser capaz de confirmar por sí misma, a través de sus propios experimentos, que una afirmación científica es válida.21 No es solo una cuestión de valores. Tal como los autobuses y tigres discutidos antes, la existencia y la regularidad ordenada de los objetos naturales son la misma cosa. La replicación es la contraparte científicamente institucionalizada de la estabilidad de la percepción. Se trata precisamente de que con los fenómenos científicos uno mira a través de un complejo instrumento denominado experimento. De tal modo, la aceptación de la replicabilidad puede y debe actuar como un criterio de demarcación para el conocimiento objetivo. El acuerdo público acerca de la existencia de un nuevo concepto implica que su reproductibilidad puede ser afirmada con confianza incluso si, de hecho, nunca es puesta a prueba. Pero el uso de la replicabilidad como un criterio de demarcación debe ser separado de su uso como ensayo. Es solo cuando la existencia de algún fenómeno es puesta en duda que se realizan intentos para usar la reproducción como prueba. Por lo demás es una contraparte lógica de la existencia del fenómeno; afirmar uno es afirmar la otra. Los estudios sobre ciencia controvertida discutidos en los capítulos 4 y 5 representan instancias donde había suficientes dudas acerca de si los hechos podían ser replicados como para hacer que los científicos involucrados considerasen valioso investigar esto. Lo que estableceré es que la replicabilidad percibida, o de otro modo, lo que es la conclusión de estas pruebas, no es realmente un asunto de experimentación. Mostraré que aunque parezca que el ensayo funciona, y aunque el resultado de la actividad que rodea tales ensayos sea la demarcación de los fenómenos replicables con respecto a los no replicables, no es la prueba de la replicabilidad en sí misma lo que provoca este estado de las cosas.
Antes de ir a los casos de estudio analizaré la idea de la replicación. Este es el tema del capítulo 2. El análisis se hace más fácil si nos distanciamos del problema considerando la ciencia como una máquina inteligente construida con el propósito de generar conocimiento. Se encontrará que las dificultades involucradas en el diseño de esta máquina son las dificultades involucradas en el bosquejo de una filosofía racionalista de la ciencia. Pero primero tiene sentido examinar brevemente las dificultades propias de máquinas inteligentes más familiares: las computadoras inteligentes.
21 En este sentido, la socióloga Harriet Zuckerman (1977) tiene mucha razón cuando afirma que la replicabilidad es la piedra fundacional del sistema de valores de la ciencia. Pero debe recordarse que es esencialmente una idea teórica, y que la prueba de replicabilidad no puede ser una forma de reconocer los fraudes, las estafas y los tontos del modo en que ella lo piensa. La absoluta infrecuencia de la replicación muestra esto, pero el punto más profundo es la naturaleza circular de la replicación; esto será explicado en capítulos posteriores.
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Reglas, inducción e inteligencia artificial Si bien esto ha sido observado solo por unos pocos comentadores, las palomas del escepticismo filosófico y de la fenomenología están volviendo discretamente al nido de la inteligencia artificial. La próxima década o algo así, que verá los primeros intentos en gran escala por desarrollar máquinas con inteligencia artificial, será de monumental interés para los filósofos y sociólogos de mente filosófica –tanto los pesimistas como los optimistas. Para ver por qué los filósofos y los sociólogos tienen relevancia para las computadoras de “quinta generación”, daré un breve ejemplo del problema. “Diseñaremos” una máquina artificial inteligente simple: un reconocedor y transcriptor de voz, o una secretaria automática.22 Una máquina de este tipo debe saber cuándo los 22 El ejemplo de una máquina reconocedora de voz es mucho más simple que, digamos, una máquina traductora, que tendría que arreglárselas con otro conjunto de ambigüedades más sutiles. Como veremos, sin embargo, todas estas tareas parecen requerir que la máquina comparta la cultura humana si ha de imitar las habilidades humanas. Todo esto es explicado en un libro llamado What Computers Cant’ Do de Hubert Dreyfus (1979). A pesar de su título “popular”, los argumentos de Dreyfus son muy sofisticados y están enraizados en las ideas fenomenológicas y las de Wittgenstein. Argumenta que si las computadoras han de ser trasladadas de sus ambientes simbólicos limitados al infinito mundo real, los programadores deben resolver los problemas planteados por el programa fenomenológico en filosofía de Edmund Husserl, una tarea en la que doscientos años de esfuerzo filosófico (bajo diferentes nombres) ha fracasado en hacer muchos progresos.
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sonidos que “oye” son continuaciones de secuencias de sonidos que ha escuchado antes. Como otras máquinas de este tipo, su principal tarea será el reconocimiento de semejanzas y diferencias y la aplicación de un conjunto de reglas para distinguir y comparar cosas, en este caso sonidos. La inteligencia artificial puede ser pensada como una interesante aplicación experimental de las ideas de este capítulo. Mi procesador de textos reconoce las palabras que escribo a máquina sin ninguna falla. Puede hacer eso porque solo debe distinguir entre aproximadamente cien señales diferentes (todo el rango de teclas). Se podría decir que trabaja dentro de un “sistema cerrado”, involucrando combinaciones de estas cien diferentes posibilidades. La máquina para dictado automático deberá resolver problemas de reconocimiento de significado mucho más allá de esto. El reconocimiento del discurso es un problema bastante diferente al procesamiento de palabras con letras transformadas en teclas. Requiere que sean reconocidas no solo combinaciones de un rango limitado de teclas, sino un rango de sonidos que potencialmente es infinitamente “abierto”. Mientras diseñamos la máquina de reconocimiento de voz en nuestra imaginación, veremos cómo debe diferir del procesador de textos. Si extrapolamos esto al futuro, de modo tal que la memoria y el poder de esta máquina sean mucho más grandes que hoy, podemos construir la máquina sobre los siguientes principios: pronuncio todo mi vocabulario en la máquina, palabra por palabra, y escribo la palabra correspondiente al mismo tiempo. La máquina convierte cada palabra (los fonemas pueden ser más eficientes) en un equivalente eléctrico del tipo que veríamos en la pantalla de un osciloscopio. Cada uno de estos patrones ondulados es convertido a la forma digital y guardado en la memoria de la máquina como una secuencia de números que corresponden a la palabra escrita. Dada una abundante memoria, puedo pronunciar cada palabra fuerte
y suave, rápido y despacio y así en más, de modo tal que la máquina guarda todo un archivo de secuencias de números o plantillas correspondientes a cada palabra. De allí en adelante cuando hable a la máquina esta tomará el sonido de cada palabra pronunciada y hallará el patrón numérico más adecuado, contraponiéndolo a la reserva de patrones de su memoria. Cuando encuentra el que más se adecua, es un asunto simple para la máquina convertir el patrón en las correspondientes letras escritas. Otros usuarios de la máquina pueden “entrenarla” para que reconozca sus voces del mismo modo. La máquina, es necesario aclarar, debe poseer no solo una gran capacidad de memoria, sino la habilidad para examinar y determinar esa reserva de patrones a gran velocidad, haciendo muchas comparaciones y seleccionando la mejor (si bien es un asunto complicado determinar cuál es el criterio exacto para definir “mejor”). Ahora bien, esta máquina debiera ser capaz de reconocer las palabras de los hablantes que la han “entrenado”, en la medida que han hablado con claridad. Seamos generosos con los diseñadores y asumamos que con técnicas estadísticas muy inteligentes (elaborando un algoritmo para la “mejor adecuación”), la máquina puede incluso reconocer las palabras de nuevos hablantes y de hablantes resfriados. Supongamos que se las puede arreglar también si hay mucho ruido de fondo o una conversación simultánea, e incluso si el hablante no pronuncia las palabras con claridad y separadamente sino juntas, como lo hacemos en el habla normal. Sin embargo, por buenos que sean los algoritmos estadísticos, esta máquina aún no será capaz de desenredar sonidos fundamentalmente ambiguos. Por ejemplo, un problema para reconocer palabras que hemos diseñado sería distinguir la finalización de estas dos oraciones:
Hay críticas a los argumentos de Dreyfus. En lo principal parecen tomar la forma de que cualquiera sea la cosa que haya dicho que no se podía hacer, fue producida hace unos pocos años –y luego él dice que eso no fue una prueba realmente apropiada. La mayoría de los críticos no parecen comprender ni abordar el punto filosófico subyacente. Para críticas, véase McCorduck (1979) y Boden (1977).
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The sound of a sneeze is “attishoo”. I’m going to sneeze –pass a tissue.*
* Juego de palabras intraducible que literalmente dice: El sonido de un estornudo es “attishoo”. Voy a estornudar –pásame un pañuelo de papel. La pronunciación de “attishoo” (la onomatopeya inglesa para el sonido del estornudo) y “a tissue” (pañuelo de papel) es idéntica. [N. del T.]
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Vocalizo el final de estas dos oraciones del mismo modo, pero ningún ser humano confundiría nunca a las dos en mi discurso. Aquí hay un ejemplo del mismo estímulo sensorial (el mismo espectro de sonidos, en el lenguaje de la física) que debe ser interpretado apropiadamente bajo dos reglas diferentes. En el caso de la primera oración, interpretar ese sonido del “mismo modo” cada vez requiere que la máquina escriba “attishoo”, mientras que en el caso de la segunda, interpretar el mismo sonido del mismo modo que antes requiere escribir “a tissue”. Para que el final de las dos oraciones pierda su ambigüedad, la máquina pareciera necesitar ser capaz de “entenderlas”, no solo saber cómo ajustar un sonido a una plantilla. Por ejemplo, necesita comprender el concepto de “un sonido” de modo que cuando escucha “el sonido de...es...” rechazará “a tissue” como la transcripción correcta porque sabe que “a tissue” no es un sonido. Verá entonces solo transcripciones que puedan representar sonidos. Del mismo modo, si la máquina supiese algo acerca de cómo los seres humanos se las arreglan con un resfrío podría tal vez calcular que “a tissue” sería el tipo de cosa que alguien querría antes de un estornudo, más que “attishoo”. Con el fin de eliminar la ambigüedad de este sonido en otras partes de potenciales oraciones, la máquina deberá entender también las metáforas –“a tissue of lies”*– y canciones infantiles –“attishoo, attishoo, we all fall down”.** Nótese cuánto conocimiento humano se está poniendo directamente en la máquina para resolver este problema. Estamos ahora a miles de kilómetros del procesador de textos o un reconocedor de voz. La máquina comienza a parecerse más y más a nosotros con cada paso. La máquina está deviniendo un animal social. Está adquiriendo esas misteriosas habilidades que nos permiten saber cuándo continuar “2, 4, 6, 8” con “10, 12, 14, 16” y cuándo con “¿A quién evaluamos?”. No veo cómo la máquina podría alguna vez adquirir estas habilidades sin ser socializada del mismo modo que nosotros. Necesita compartir nuestra forma de vida de modo tal que los conceptos arraigados
conjuntamente se correspondan con aquellos que pertenecen a nuestro ambiente cultural. Pero aun si pudiéramos imaginarnos a nosotros mismos entrenando una computadora, así como algunos etólogos han entrenado monos dentro de sus hogares, de modo tal que la computadora estuviera equipada con toda la “programación” social del correspondiente niño humano, la cualidad de la vida humana como “sistema abierto” aún no se habría reproducido. Imagínese que se envía esta máquina socializada fuera de su núcleo familiar para trabajar en una oficina como secretaria. Ahora imagínese que el jefe dicta la siguiente broma:
* **
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Una trama de representaciones equívocas o mentirosas. [N. del T.] “Attishoo, attishoo, todos nos caemos”. [N. del T.]
Dos caballeros provenientes del subcontinente indio son escuchados por casualidad por un inglés condescendiente mientras hablan entre sí en un autobús. Primer hindú: Le digo que es “woomb”: W-O-O-M-B. Segundo hindú: No, no, no, es “whoum”: W-H-O-U-M. Primer hindú: Ciertamente no, señor, pero podría ser “whum”: W-H-U-M. Segundo hindú: No señor, pero tal vez es “whoomb”: W-H-O-O-M-B. Inglés condescendiente: Perdonen, viejos amigos, pero no pude dejar de escuchar. En verdad lo deletreamos W-O-M-B. Muy simple en verdad.* Los dos hindúes: Perdón señor, pero ¿ha escuchado alguna vez ventosear a un elefante indio?
El punto es que ni siquiera una secretaria humana podría saber como transcribir este chiste, en particular las cuatro versiones habladas del putativo sonido del elefante, a menos que pudiera entender el chiste. La única cosa que tendría guardada en la memoria que pudiera adecuarse a los diversos sonidos, incluso la más socializada de las computadoras, sería la palabra “womb”, y esto es lo que tendría que escribir en los espacios correspondientes. Las cuatro palabras, “woomb”, “whoum”, “whum” y whoomb”, han sido inventadas especialmente para el chiste. Son completamente nuevas. Muestran lo que es posible en un sistema *
Womb: útero. [N. del T.]
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abierto. Son el equivalente de las respuestas creativas del estudiante torpe. La cosa más remarcable es que la secretaria humana podría transcribir la broma una vez que hubiera escuchado hasta el final y hubiera comprendido lo que la broma requiere. Como argumentaré, el establecimiento de una novedad es, en su quintaesencia, una actividad social. ¿Quién ha escuchado a un elefante ventosear? La existencia de “woomb”, “whoum”, “whum” y “whoomb” requiere del asentimiento y la risa de quien la lee y escucha, más que de la inventiva del autor o la flatulencia del elefante. Estas cuatro palabras tratan, en cierto sentido, acerca de nada, y aun así todos podemos ordenar nuestras vidas en torno a ellas.
Capítulo 2 La idea de replicación
De ratones y hombres: la ciencia terrestre como una máquina de investigar
En un libro llamado The Hitch-Hiker’s Guide to the Galaxy (Adams, 1979) se relata que la Tierra ha sido encargada por ratones para utilizarla como una gran computadora. En este capítulo adoptaré la perspectiva de estos ratones para ver la ciencia humana como si fuera una máquina de investigar semejante a una computadora. En particular quiero mirar la perspectiva de los ratones en su modo de probar los hechos por medio de la experimentación y la replicación. Comencemos por imaginar al “ratón Poppa” explicando el “algoritmo de la replicación” tal como podrían vivirlo los terrícolas. En verdad, no necesitamos más que tomar un par de citas de nuestro propio filósofo terrestre, sir Karl Popper. Las siguientes podrían ser líneas pertenecientes a ese mismo programa de replicación tal como está encarnado en la mente humana: Nuestras observaciones pueden ser probadas –en principio– por cualquiera solo cuando ciertos eventos se repiten de acuerdo con reglas o regularidades, como en el caso de los experimentos repetibles. No tomamos ni siquiera nuestras propias observaciones muy seriamente, o no las aceptamos como observaciones científicas, hasta que las hemos repetido y probado. Solo por medio de tales repeticiones podemos convencernos de que no estamos tratando meramente con una “coincidencia” aislada, sino con eventos que, a causa de su regularidad y reproductibilidad, pueden ser probados en principio intersubjetivamente.
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Y Cualquier afirmación científica empírica puede ser presentada (describiendo los arreglos experimentales, etc.) de modo tal que cualquiera que ha aprendido la técnica relevante pueda probarla (Popper 1959, pp. 45 y 99).
Si los pensamientos de Popper son verdaderamente parte de un algoritmo existe un error en el programa. Esto es porque también ha escrito cosas que parecen hacer que las instrucciones señaladas más arriba sean difíciles de seguir. En otro lugar ha dicho: Todas las repeticiones que experimentamos son repeticiones aproximadas; y al decir que una replicación es aproximada quiero decir que la repetición B de un evento A no es idéntica a A, o no es indistinguible de A, sino que es solo más o menos similar a A. Pero si la repetición está de tal modo basada en la mera semejanza, debe compartir una de las principales características de la semejanza; esto es su relatividad. Dos cosas que son similares son siempre similares en ciertos aspectos [...] Se puede añadir la observación de que para cualquier grupo finito o conjunto de cosas dado, por más variadamente que haya sido elegido, podemos con un poco de ingenio encontrar siempre puntos de vista tales que todas las cosas pertenecientes a ese conjunto sean similares (o parcialmente iguales) si las consideramos desde esos puntos de vista; lo cual significa que cualquier cosa puede decirse que es una repetición de cualquier otra, solo si adoptamos el punto de vista apropiado. Esto muestra cuán ingenuo es mirar la repetición como algo primordial o dado (Popper 1959, pp.420, 422).
Popper, por supuesto, conoce el problema de la inferencia inductiva, pero no ha trazado la conexión entre este y el asunto de adscribir similitud y diferencia a los procedimientos experimentales y sus resultados. Esto es crucial.1 1 Popper es conocido como un archi “antiinductivista”. La base de su influyente filosofía es la distinción entre el “imposible” proceso de corroboración de una teoría por
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El error se hubiera revelado por sí mismo cuando la computadora del ratón fracasara en completar su tarea de un modo directo. Algunos resultados parecerían venir de un modo mucho más lento de lo que deberían y otros nunca aparecerían. Resultaría que el “problema de Popper” resuena por todas las partes del funcionamiento de la máquina. Los capítulos 4 y 5 y los siguientes ejemplos ilustran las dificultades. Psicología La ciencia de la psicología exhibe el problema de Popper de un modo casi ideal. Los psicólogos terrestres –meros componentes de una máquina en lo que concierne a los ratones– comenzaron a hacer experimentos con celo admirable, tal vez incluso excesivo, en la primera parte del siglo xx. Usaron el algoritmo de replicación del ratón Poppa. De tal modo, en 1926 un psicólogo llamado Dennis escribió: Probar en ciencia es meramente un asunto de repetibilidad [...] Lo que ha ocurrido una vez bajo condiciones dadas ocurrirá de nuevo si se establecen las mismas condiciones [...] La única interrogación concierne a la precisión y la completitud de las afirmaciones acerca de las condiciones [...] La prueba no ha comenzado hasta que las condiciones del experimento, así como el resultado, estén tan precisamente descritas que observaciones repetidas de sus consecuencias, y la falsificación de la teoría que puede hacerse a partir de una instancia única. Por ejemplo, la teoría de que “todos los cisnes son blancos” no puede nunca probarse por más cisnes blancos que se vean, pero puede desaprobarse si es visto un solo cisne negro. La filosofía de Popper, si bien mantiene un atractivo irresistible, ha sido ampliamente criticada con base en un conjunto de cargos. Por el momento solo necesitamos notar que el proceso de falsificación no nos permitirá obtener ningún conocimiento del mundo a menos que comencemos con un número pequeño de teorías razonables. Si comenzamos con el indefinido número de teorías posibles, entonces falsificar algunas de ellas no nos acercará sensiblemente a la verdad. De tal modo Popper no evita el problema de la inducción. El proceso inductivo debe ser lo que nos dé un pequeño número de teorías razonables en primer lugar.
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otra persona, a partir de la descripción exclusivamente, pueda repetir el experimento (citado en Friedman, 1976).
Sin embargo, en 1967 otro psicólogo (Friedman), en gran medida inspirado por el trabajo de Rosenthal (1966), escribió que la receta para la repetición exacta de un experimento psicológico no podía ser transmitida dado que algunas variables cruciales que deberían ser controladas no habían sido ni siquiera delineadas. Rosenthal había revelado en la experimentación psicológica la existencia de “efectos de las expectativas del experimentador”. Esto significaba que los resultados de los experimentos tendían a ser de un modo que favorecía las expectativas del experimentador acerca de cómo deberían ser, por mucho que el experimentador tratara de evitar el sesgo.2 Si los efectos de las expectativas son reales, una variable crucial en un experimento psicológico consiste en las creencias anteriores del experimentador acerca de cuáles deberían ser los resultados correctos. Eso significa que una replicación positiva no sería convincente si fuese hecha por alguien que pensara que el resultado debería ser positivo, dado que podría haber sesgado el trabajo en una dirección positiva. ¡Por otro lado, podría argumentarse que una replicación donde el segundo experimentador no compartiera las perspectivas del primer experimentador sería insuficientemente parecida al primer experimento como para contar como una replicación exacta! Por lo tanto, las prescripciones de Dennis daban por sentado el significado de “mismas condiciones” y “otra persona”. La cualidad de la otra persona, es decir sus creencias anteriores, parecen ser parte de las condiciones. De tal modo, mientras que las afirmaciones de Dennis coinciden con el algoritmo de replicación plasmado en las dos primeras citas de Popper, los argumentos sobre el significado de los efectos de las expectativas ejemplifican el 2 Rosenthal hizo experimentos en los cuales diferentes grupos de experimentadores fueron instruidos para que, frente a idénticos experimentos que estaban haciendo, esperaran diferentes resultados. Sus respectivos resultados siguieron la dirección de sus expectativas.
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“error” engendrado por las críticas acerca de la similitud y la diferencia expresadas en la tercera cita. Los efectos de las expectativas del experimentador fueron meramente un resultado de lo que Friedman trató como los problemas especiales de la experimentación psicológica. Señaló que allí donde los sujetos eran humanos el experimento es una interacción social, por lo que variaciones incluso minúsculas o subliminales en el tiempo, las indicaciones, la presentación del yo, el contacto visual, la manera de hablar, etc., pueden afectar las respuestas de los sujetos experimentales. Sintió que en la medida que este problema especial de la psicología no era reconocido, los experimentadores podían hacer trampa: El punto es que en la psicología contemporánea los experimentadores pueden variar salas, tiempos, días, estaciones, sexos, regiones, experimentadores, mesas y sillas y aun estar involucrados en replicar el mismo experimento, en la medida que sus colegas están involucrados [...] La regla es en esencia la siguiente: no varíe nada que produzca una diferencia en las respuestas del sujeto; esto es lo que significa hacer el mismo experimento (Friedman, 1976, p. 149).
De tal modo la psicología, después de un comienzo prometedor como subsistema de la “Terratadora”, se vuelve sobre sí misma. Incluso ahora, sin embargo, se trata a sí misma como un caso especial sin ver que meramente ejemplifica un síndrome más extendido. Parapsicología Otra área notoriamente lenta fue la parapsicología. Cien años de esfuerzo han fracasado en generar consenso acerca de la existencia de fenómenos tales como la telepatía, la clarividencia, la psicoquinesis, etcétera. La parapsicología fue afligida por el mismo síndrome. De tal modo, mientras que algunos parapsicólogos estaban bastante seguros de que era la repetibilidad lo que contaba, otros estaban inseguros acerca de lo que eso significaba. En 1956 tuvo lugar la siguiente 57
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discusión entre un grupo de parapsicólogos (Wolstenholme y Millar, 1956). Ilustra la amplia confusión que surge acerca del significado de la replicación cuando se le da al concepto una cercana y detallada consideración.3 West: [Los mejores experimentos en parapsicología] por diversas razones se quedaron cortos en los requerimientos necesarios para generar convicción científica universal; la principal razón es que están más interesados en la naturaleza de las demostraciones que en la repetibilidad de los experimentos [...] Ninguna demostración, por bien que esté hecha, puede tomar el lugar de un experimento que puede ser repetido por cualquiera que se tome el esfuerzo de hacerlo (p. 17). Nicole: [...] experimentación repetible [significa] ...el diseño de un dispositivo experimental que, si se encuentra que en la práctica produce un efecto significativo, puede ser repetido por cualquier persona competente en cualquier momento en el futuro previsible con resultados significativos aproximadamente similares. Después de treinta años, los investigadores de los fenómenos psíquicos han fracasado en generar un solo experimento repetible (p. 28). Gaddum: Un tipo de evidencia que siento que es realmente convincente es que algunas personas pueden hacerlo y otras no. Quiero decir que si fuera la clase de cosa que cualquier persona puede hacer algunas veces, no debería creer en ello tan fácilmente como frente al hecho de que una vez que tienes a un hombre como Shackleton [aparentemente un psíquico con éxito], puedes, al parecer, realizar experimentos repetibles con él. No comprendo por qué se sugiere que no es un experimento repetible, si día tras día puedes siempre obtener resultados significativos (p. 39). Pratt: No veo cómo puede haber un cuestionamiento serio planteado a la repetibilidad de un experimento cuando el doctor Soal 3 Debería notarse que el resultado más fácilmente replicable discutido en estas citas, el resultado de Soal, ha sido ahora profundamente desacreditado. Parece que Soal produjo un fraude.
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y la señora Goldney, trabajando con sus sujetos seleccionados, semana tras semana, fueron capaces de obtener resultados y fueron capaces de hacerlo con visitantes traídos como testigos e incluso haciéndose cargo de sus experimentos [...] En su modo de pensar ha repetido con éxito el trabajo de Duke [una serie de experimentos aparentemente exitosos en la Universidad de Duke]. Lo que hay que tener en cuenta, me parece, es la naturaleza esencial o el rasgo esencial del experimento, y si un conjunto de personas que trabajan en diferentes lugares obtienen resultados similares, entonces pienso que en cualquier sentido real del término los resultados son repetibles (énfasis de Pratt, p. 40). Wasserman: [...] no creo que podamos usar la palabra repetible sin precaución [...] Hay dos tipos de repetibilidad: [...] repetibilidad dentro de un único experimento [...] y entre diferentes experimentos, y estos dos tipos de repetibilidad son cosas completamente diferentes. Déjenme también discutir [...] la repetibilidad a discreción [...] Buscar ese tipo de repetibilidad es buscar una ilusión. Tomen como ejemplo experimentos en física cósmica. A veces se encuentra el rastro de un mesón, a veces no. Puedes comenzar con una férrea determinación por encontrar un rastro y volver a casa con las manos vacías. Sin embargo, los físicos concuerdan que esos rastros, aun cuando raramente se los encuentra, son importantes. En otras palabras, si tenemos un evento poco frecuente no podemos esperar que sea repetible a voluntad. Debemos simplemente distinguir entre probabilidades altas y bajas, y esto pienso que Mr. Nicol parece no apreciarlo (énfasis de Wasserman, p. 41). Langdon-Davies: Me parece [...] bastante interesante que todos los parapsicólogos insistan mucho y digan “debemos tener repetibilidad” pero que los biólogos en este simposio digan que esto no los afecta como una necesidad primaria (p. 42). Spencer-Brown: Tal como alguien lo señaló, podemos obtener la repetición de un experimento único, pero esto no es lo que se entiende por repetibilidad en ciencia. Queremos resultados que no solo sean consistentes en un solo experimento, sino que pueda observarse que se
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repiten en experimentos posteriores. Esto no necesariamente significa que deban ser repetibles a voluntad. Un eclipse total del sol no es repetible a voluntad: sin embargo es demostradamente repetible –podemos dar la receta para su repetición. Y este es el mínimo al que aspiramos en ciencia. Debemos ser capaces de dar una receta (p. 44). West: [...] algunos experimentadores pueden ser incapaces de repetir los resultados que otros experimentadores son capaces de obtener. Esto es lo que quiero decir con factores de repetibilidad (p. 45). Nicol: [...] el doctor Wasserman está dando a la palabra un significado y una definición que claramente no son los usualmente atribuidos a ella en el pensamiento científico. Aparentemente el doctor West, y ciertamente yo, éramos inconscientes y no nos enteramos de que el problema de la repetibilidad, que ha frustrado muchos años de esfuerzo, ha sido de hecho resuelto y no nos dimos cuenta. [...] [El caso Shackleton y otros semejantes] [...] no constituyen una repetición tal como la entiendo yo. Quiero indicar por repetición –y tengo la impresión de que esto es lo que ocurre en las ciencias físicas y en otras también– que uno diseña un experimento que cualquier persona competente puede repetir con aproximadamente los mismos resultados, y ahora vienen las palabras esenciales, en cualquier momento en el futuro previsible. Si usted puede obtener un resultado repetido una y otra vez, entonces solo debe describirlo a cualquier otra persona competente, psicólogo, físico, médico, o a cualquier otra persona, invitarlo a que lo haga, y obtendrá los mismos resultados. Cuando usted pueda hacer esto con éxito habrá ganado la mitad de la batalla por el reconocimiento (énfasis de Nicol, p. 48).
De tal modo, también en parapsicología, la demarcación simple de lo verdadero y lo falso por referencia al criterio de la replicabilidad fracasa debido a las dudas acerca del significado práctico del término. Hasta el día de hoy no se ha pronunciado un veredicto acerca de los fenómenos estudiados por la parapsicología.
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Los ratones-filósofos y una teoría analítica de la replicación4 Imaginemos ahora que los ratones filósofos tratan de reconstruir las reglas que se supone que siguen los humanos. Pueden sentir que a los terráqueos se les ha dado demasiada libertad de acción. El programa ha crecido más allá de lo comprensible. De tal modo puede ser que algunos humanos estuvieran “sesgados” o actuaran “irracionalmente”. Si bien los humanos parecían trabajar conjuntamente la mayor parte del tiempo, las reglas de la acción sincronizada eran difíciles de especificar. La máquina devenía lenta cuando fracasaban en trabajar conjuntamente. Si las reglas ocultas de las acciones propiamente concertadas, en el dominio de la ciencia, pudieran ser redescubiertas, entonces sería posible asegurar que los desacuerdos en primer lugar no surgirían nunca, o por lo menos serían rápidamente resueltos; a cada componente humano podría hacérsele ver las cosas de un modo que correspondiese exactamente con su posición en el esquema lógico. Brevemente, estamos imaginando que los ratones-filósofos querrían desarrollar lo que los filósofos terrestres llaman una filosofía prescriptiva de la ciencia. Imaginemos que los ratones decidieron desarrollar una teoría analítica de la replicación. Han estudiado suficientemente los curiosos problemas en la máquina como para saber que las soluciones simples, tales como las codificadas por Dennis y Popper (en sus momentos más despreocupados), no podrían funcionar nunca. De algún modo las complejidades deben ser tomadas en cuenta. La teoría analítica Para que un experimento sea una prueba de un resultado previo no debe ser ni exactamente el mismo ni demasiado diferente. Tómese un par de experimentos –uno que da origen a un nuevo resultado y otro que constituye una prueba subsiguiente. Si el segundo experimento se 4 Un artículo de Franklin y Howson (1984) sirvió como punto de partida para esta parte del capítulo. Véase también mi respuesta (Collins, 1984b).
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parece demasiado al primero entonces no añadirá ninguna información confirmatoria. El caso extremo, donde cada aspecto del segundo experimento es literalmente idéntico al primero, ni siquiera es un experimento separado del primero. Bajo estas circunstancias, el segundo experimento no alcanzará a ser más que una segunda lectura del primer informe experimental. El poder confirmador, entonces, parece incrementarse en la medida que se incrementa la diferencia entre el experimento inicial y el que lo confirma. Por ejemplo, imagínese que hay solo una pequeña diferencia; puede ser una pequeña diferencia en el momento en que dos series de resultados experimentales fueron generados, tal como una segunda observación del resultado por parte del mismo observador. Podemos describir esta segunda observación como perteneciente al mismo “ensayo” experimental o puede ser únicamente que un contador, u otro resultado observacional, se mantenga estable por más de una fracción de segundo. Un período de estabilidad observacional de esta clase ciertamente confirma la “primera impresión” dada por el vistazo inicial al resultado. Cada lectura subsiguiente, o cada momento subsiguiente durante el cual el contador se mantiene estable, confirma aun más la impresión inicial. Un ensayo completamente nuevo al siguiente día provee evidencia confirmatoria mucho mayor. Un ensayo conducido por otro experimentador en el mismo aparato es aun más impresionante, y un ensayo confirmador con un aparato similar construido y utilizado por otro experimentador es aun mejor. Aun más convincente es el mismo resultado generado por un aparato diseñado bajo principios diferentes, porque entonces es cierto que el resultado no es simplemente un artefacto de ese equipo particular o del diseño particular del dispositivo original. Si esta demostración final sorprende a un experimentador que inicialmente creía que era más probable el resultado opuesto, entonces el poder confirmador es aun mayor.5 Sin embargo, esta conclusión –que cuanto más distinto es un experimento a su antecesor más poder confirmador tiene– provee un
solo lado de este juego epistemológico de tira y afloje. El otro lado se comprende mejor tomando otro ejemplo extremo. Supongamos que se han producido algunos nuevos resultados asombrosos, digamos, en física. Imagínese que estos han sido confirmados a continuación por alguien con una formación bastante diferente, que no creía inicialmente que los primeros resultados fueran correctos, y que utilizaba un aparato muy diferente al original conceptualmente, en su diseño y en sus premisas teóricas. ¿Debiera ser esto una causa para celebrar por parte del primer experimentador? La respuesta debe ser “sí”, en el caso de que el razonamiento del párrafo anterior fuera todo el asunto. ¡Pero supongamos que el segundo experimentador era un escéptico gitano de feria que generó el resultado confirmador leyendo las entrañas de una cabra! Aunque las diferencias entre el primer experimento y el segundo estaban maximizadas, el primer experimentador no estaría satisfecho. En verdad, si los resultados basados en las entrañas fueran citados como evidencia de apoyo, el efecto sería probablemente perjudicial. Si retrocedemos en etapas hacia grados menores de diferencia podemos ver ahora que la situación mejora de manera sostenida, del mismo modo que cuando nos movimos hacia mayores grados de diferencia en la primera parte del argumento. De tal modo, si el gitano hubiera utilizado algún viejo equipo técnico, más que las entrañas de una cabra, habría parecido un poco mejor. Si el gitano es reemplazado por un estudiante secundario parecería mejor (aunque bajo la mayor parte de las circunstancias lo mejor es no informarlo).6 Si el estudiante secundario hubiese utilizado buenos aparatos, entonces las cosas hubieran
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Esto se sigue claramente de la idea de efecto de expectativa.
6 En verdad lo que cuenta como un experimentador “apropiado” varía de campo a campo. En las áreas de “bajo estatus”, tal como el de la percepción de las plantas (discutido en el capítulo cinco), puede considerarse que el trabajo de los estudiantes graduados e incluso el trabajo de los estudiantes secundarios provee evidencia legítima en una dirección u otra, aunque nunca sería tomado en serio en las áreas prestigiosas de la ciencia. De manera similar, la gente que trabaja en la televisión a menudo se toma el trabajo de ofrecer comentarios experimentales o teóricos sustantivos en áreas de bajo estatus científico.
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sido mejores, del mismo modo que si fuera un físico de primera línea el que hubiera utilizado aparatos deficientes. De esta manera, trabajando hacia atrás desde las diferencias extremas, obtenemos un poder confirmador crecientemente mayor. Parece como si el punto óptimo fuera algún lugar en el medio. Desafortunadamente este juego de tira y afloje no tiene un punto de equilibrio estable. Lo que se considera la mejor solución varía como una función de una variedad de factores. Por ejemplo, cuanto menos se sabe sobre un área tanto más poder confirmador tiene un experimento muy similar. Esto se debe a que, ante la ausencia de un conjunto de variables bien establecidas, cualquier cambio en la situación experimental (por trivial que sea en apariencia) puede bien suponer invisibles pero significativos cambios en las condiciones. En un área pobremente comprendida, los científicos simplemente no saben lo suficiente como para ser capaces de garantizar que un experimento que parece igual a otro es el mismo en su esencia. No están en condiciones de garantizar que sus resultados serán los mismos y, de esta manera, que la observación de los resultados es confirmatoria –esto equivale a algo más que leer una segunda vez el mismo informe experimental. Cuanto más se sabe sobre un área, sin embargo, menor deviene el poder confirmador de experimentos en apariencia similares. Esto explica por qué los experimentos realizados cada día en las escuelas y en las universidades como parte de la formación científica de los estudiantes no tienen poder confirmador; de ningún modo son pruebas de los resultados que se supone que revelan. Otro factor que complica la situación es que, si bien el poder de confirmación usualmente se incrementa en la medida que los experimentos difieren más (más allá del caso extremo), hay circunstancias en las cuales el poder se incrementa con la similitud, hasta el extremo de una casi identidad del segundo experimento con el primero. Estas circunstancias surgen cuando el segundo experimento intenta refutar el primero. Esto es así por que si un segundo experimento fracasa en ver un resultado reivindicado, pueden invocarse como causa del fracaso diferencias de diseño entre el primero y el segundo; se dirá
que el segundo experimento no se ha hecho de acuerdo a las instrucciones. De tal modo, la fuerza de una refutación se incrementa en la medida que el segundo experimento se aproxima a una identidad con el primero. El caso extremo es cuando la “primera impresión” de un experimentador no es confirmada por una segunda mirada a su contador, o a lo que sea. En efecto, el intento por producir una teoría de la replicación solo ha generado un poco de confusión –no el tipo de cosa que ayudaría a los ratones filósofos en su búsqueda de una teoría prescriptiva. Para volver esto un poco más ordenado es posible hacer un ajuste recordando al filósofo terrestre Imre Lakatos.7 El ajuste involucra dividir en dos conjuntos los principios sobre los cuales un experimento puede
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7 El trabajo de Lakatos es fascinante. Muestra que la asimetría entre corroboración y falsación propuesta por Popper (véase nota 1) está definida de manera mucho menos clara de lo que parece. Dada la aparente falsación de una hipótesis, un determinado defensor de la misma puede siempre proponer subhipótesis para rescatar el fenómeno. Por ejemplo, tómese una vez más la teoría “todos los cisnes son blancos”. Si se ve un cisne negro, esto no necesariamente hace falsa la teoría, debido a que el defensor puede argumentar que el cisne había sido cubierto con pintura negra, o que no era verdaderamente un cisne. En su más celebrado estudio (1976), Lakatos reconstruye la historia del teorema de Euler –un teorema sobre la relación entre el número de lados y el número de vértices de un poliedro. Expone la historia como una serie de argumentos entre aquellos que quisieron mantener la relación sostenida por Euler y aquellos que querían refutarla. Muestra las tácticas para sostener una hipótesis frente a una aparente contraevidencia y nombra los diversos movimientos posibles. Por ejemplo, poliedros muy extrañamente formados, que no obedecen a la relación de Euler, pueden ser expulsados fundamentando que son “monstruos” por aquellos que quieren rescatar la hipótesis. Lakatos llama a esto “descartar a los monstruos”. El aspecto de su trabajo al que nos referimos aquí es el lado menos exitoso del costado positivo (véase, por ejemplo, Lakatos 1979). Aquí intenta distinguir entre hipótesis rescatadas razonables e irrazonables. Divide los programas de investigación en un “núcleo central” y una periferia más blanda, y sugiere que los científicos pueden sacrificar legítimamente elementos de la periferia, pero no deben sacrificar el núcleo central del programa o el programa en sí. Si bien esto es intuitivamente atractivo –es el motivo por el cual hice un movimiento similar en la teoría analítica de la replicación– no funciona debido a que uno no encuentra percepciones uniformes de lo que cuenta como centro y como periferia entre los científicos. Solo en retrospectiva puede verse lo que es importante y lo que no lo es.
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ser diseñado: el conjunto que involucra lo que es una parte aceptable de la ciencia y el conjunto que involucra lo que no lo es. Asimismo, los experimentadores pueden ser divididos en científicos de buena fe y advenedizos no calificados o seudocientíficos. No nos es difícil juzgar de qué lado de la línea divisoria caen el gitano y las entrañas de cabra. Dada la división, podemos decir que el poder confirmador de los experimentos se incrementa con la diversidad de diseños y de personas dentro de la ciencia legítima, pero comienza a decrecer cuando la diversidad deviene tan grande al punto que nos movemos al área de la seudociencia. Finalmente alcanza un área de poder confirmador negativo para algo tan extremo como el gitano. Para los experimentos refutadores, el poder decrece con el grado de diversidad al interior de la ciencia legítima, mientras que los intentos de refutación dentro de la pseudociencia no tienen valor mensurable. Las figuras 1a y 1b representan los casos de confirmación y refutación.
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Figura 1b. Refutación experimental
Figura 1a. Confirmación experimental
La figura 1a representa el caso de una nueva afirmación en un área mal conocida. Hay un considerable poder confirmatorio que se puede obtener de un experimento sólo ligeramente situado a la derecha del origen. Sólo el experimento idéntico niega cualquier tipo de confirmación; el origen representa ese punto. En la figura 1b, el gráfico tiende a infinito cuando la diferencia es cero. Esto tiene sentido debido a que en el punto infinito el fenómeno nunca habría sido visto.8 8 La posición exacta de la línea divisoria entre ciencia y seudociencia es una cuestión agradable. Es especialmente problemática en la figura 1a donde la línea vertical puede bien ser trazada a la derecha de donde se la muestra. La ciencia verdaderamente “estrafalaria” puede producir un grado de confirmación prácticamente igual a cero, mientras que la ciencia ortodoxa sospechosa produce poca. En el caso de la controversia sobre la detección de la radiación gravitacional, sobre la cual voy a hablar en los capítulos posteriores, el científico israelí Dror Sadeh afirmaba haber detectado la influencia de las ondas gravitatorias en las vibraciones de la Tierra (otros científicos habían usado antenas artificiales). Los resultados
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Aquí hay, por lo tanto, una teoría completa con diagramas que puede usarse para organizar el trabajo de los científicos en la “Terratadora”. Sin duda captura mucho de lo que conocemos de la realidad terrestre. Los científicos ciertamente piensan más en una confirmación experimental hecha por un enemigo distante al demandante inicial que en una hecha por un colega o amigo. Si es una refutación, sin embargo, será vista como más impresionante si viene de un (¡efímero!) amigo.9 Sin embargo, la teoría contiene huecos impresionantes. Si se vuelve a los argumentos de los parapsicólogos presentados antes, resulta claro que la teoría no ha tratado con cuestiones tales como la facilidad de la repetición (por ejemplo, en el sentido de la “repetibilidad a voluntad”) y no ha tratado con intentos fallidos de replicación (si deben, y cuándo, considerarse como refutaciones). Un hueco más notable, que debería irritar al lector de este libro, es la cuestión de la uniformidad de la percepción acerca del grado de diferencia y similitud existentes entre un experimento y otro. Es aquí donde surgió inicialmente la dificultad con Popper. Está muy bien desarrollar una teoría abstracta de este tipo, pero si los humanos se muestran en desacuerdo acerca de qué experimento era como cuál otro, o difieren acerca de qué experimentador es realmente un seudocientífico, ¿cómo habrán de resolver los asuntos los ratones filósofos sin desarrollar en verdad la ciencia por ellos mismos?
Para comprender los problemas, los ratones necesitan un punto de partida diferente que asuma menos cosas acerca de la transparencia de los juicios sobre la similitud y la diferencia.
de Sadeh, sin embargo, no tenían casi ningún poder confirmador, aunque era un acreditado físico que utilizaba sofisticadas técnicas experimentales. Otros científicos sintieron que su trabajo era sospechoso, porque creían que había hecho afirmaciones incorrectas anteriormente y que la Tierra es un detector insuficientemente libre de ruidos como para ver las escurridizas ondas. El punto crucial, como se argumentará en capítulos posteriores, es que los científicos no pueden alcanzar consenso acerca del poder de los experimentos hasta que se acuerda la naturaleza del resultado adecuado de un experimento adecuado. 9 Rosenthal (1966) es particularmente interesante en lo que hace a la relación entre poder confirmatorio y proximidad social.
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Un modelo empírico de replicación En vez de empezar con nociones abstractas acerca de la similitud y la diferencia, supongamos que los ratones exploran los problemas de estos conceptos tal como se presentan a los humanos. Supongamos que acuerdan en tomar cierto resultado “r”, generado inicialmente en el momento “t1”, y examinar cada actividad subsiguiente que ocurre en la Tierra hasta el momento “t2”. La idea es establecer cómo los científicos terrestres deciden si algún subconjunto de todas las multifacéticas actividades comprende la replicación de “r”. Si es posible descubrir cómo esta decisión se hace en la práctica, entonces descubrirán efectivamente las reglas de la replicación. La falla del programa podría entonces erradicarse. Los ratones se enfrentarían con un enorme problema de clasificación. Tendrían que tomar un número de actividades terrestres casi infinitamente extenso, desde las nobles y cerebrales hasta las triviales y desagradables, y circunscribirlas hasta ese conjunto que comprende las replicaciones de “r”. Supongamos que acuerdan en hacer esto eliminando actividades a través de un número de etapas de clasificación. El número exacto y la naturaleza de las etapas sería arbitrario en alguna medida, pero cualquier esquema sensible generaría clasificaciones que van de lo más general a lo más específico. El siguiente es el tipo de esquema que podrían adoptar.10
10 Esta es una versión modificada de una idea adelantada en Collins (1976). El nivel dos es una nueva adición. En la versión anterior los niveles fueron denominados etapas, pero los he renombrado como “niveles” para evitar la confusión con las etapas de mis “Etapas en el Programa empírico del relativismo” (1981b). Stephen Braude (1980) adaptó el esquema original (con el reconocimiento apropiado) para formar la base de un capítulo en su interesante trabajo sobre la filosofía de la parapsicología.
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Un esquema de clasificación para la determinación de la “replicabilidad”
Nivel uno: eliminar todas las actividades que no tienen que ver con el tema “r”. Nivel dos: eliminar todas las actividades que no son científicas. Nivel tres: eliminar todas las actividades donde la identidad del experimentador es inapropiada. Nivel cuatro: eliminar todas las actividades que no son experimentos. Nivel cinco: eliminar todos los experimentos que no son copias competentes del original. Nivel seis: dividir el resto en aquellos que son positivos y aquellos que son negativos. Nivel siete: decidir si “r” ha sido replicado. Trabajando con este esquema puede desarrollarse un inventario de preguntas concernientes a la naturaleza de la replicación. Descubriremos que en cada nivel somos incapaces de proveer un criterio de demarcación claro que nos permita seguir adelante. Afortunadamente no hay necesidad de resolver este problema dado que meramente estamos siguiendo el progreso y los procesos de pensamiento de los ratones. Donde encontramos un problema no resuelto simplemente nos olvidamos de él por el momento. Los ratones, suponemos, son capaces de resolver los problemas de demarcación en cada etapa invocando reglas de ratones. Nivel uno. En general, esta etapa no presenta demasiados problemas, si bien hay algunas áreas del intento en las cuales surgen problemas; una vez más, la parapsicología es un buen ejemplo. Se ha argumentado que todo movimiento deliberado del cuerpo es un ejemplo de psicoquinesis dado que involucra el control de la materia del cuerpo por parte de la mente. Para una primera mirada, la íntima relación entre mente y cuerpo en esta instancia parece que hace un poco forzada la comparación con fenómenos psicoquinéticos estándar. Sin embargo, puede argumentarse que la única diferencia es que en el caso del movimiento del cuerpo el “intervalo” entre la mente y el objeto movido se oculta en algún lugar 70
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dentro del cuerpo y no está a la vista de todos. Sin entrar en detalles podemos imaginar que la demarcación entre actividades que tienen y que no tienen que ver con el fenómeno de la psicoquinesis engendrará una buena cantidad de chillidos entre los ratones. Hay otras áreas de la ciencia donde el asunto es igualmente poco claro y los humanos encuentran difícil zanjar sus diferencias. Aceptemos, sin embargo, que hay una regla de los ratones que puede zanjar el asunto y avancemos. Nivel dos: En esta etapa debería ser posible eliminar la molesta seudociencia. Cualquier cosa parecida a la adivinación de “r” a través del hígado de una cabra será eliminada, aun cuando la actividad tuviera que ver con el fenómeno “r” y por lo tanto hubiera pasado a través del nivel previo de selección. La demarcación no carece enteramente de problemas; desacuerdos acerca de este tipo de cosas son endémicos entre los científicos humanos. Es más, en la medida que la ciencia terrestre se desarrolla, hay actividades que alguna vez fueron consideradas “científicas” y que ya no se piensa que lo sean –la alquimia viene a la mente– y habrá otras que alguna vez se pensó que estaban más allá del recinto de la ciencia verdadera pero que más tarde fueron incorporadas –la acupuntura es un ejemplo. Sin embargo, pasemos a la próxima etapa con la suposición de que los ratones tienen un modo de manejar este problema. Nivel tres. Aquí los seudocientíficos pueden ser eliminados aunque parezcan estar haciendo trabajo científico apropiado. Se necesitará desarrollar para esto criterios que conciernen a los antecedentes adecuados, la formación y las cualidades personales; y una vez más, pueden anticiparse problemas a la luz de la naturaleza en desarrollo de la ciencia, y a la luz de la discusión de la teoría analítica en la sección precedente. En este nivel los ratones tendrán que decidir qué contará como relaciones sociales y cognitivas apropiadas entre el experimentador y el que realiza la reproducción. ¡Piénsese qué poco poder de confirmación se asigna a las reproducciones hechas por las madres de los científicos! Claramente dicha relación social está fuera de las fronteras apropiadas. Del mismo modo, merecen escaso valor las reproducciones hechas por 71
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otros parientes o por colegas que trabajan en el mismo laboratorio. La dificultad es que el caso de la relación de identidad –autorreplicación– es a veces considerado valioso. Para un ejemplo de esto, véanse los argumentos de Pratt en los extractos de las discusiones mantenidas por los parapsicólogos más atrás. También es relevante que cualquier replicación tiene valor en un área mal comprendida, tal como se explicó en la última sección. En la sección de psicología se discutieron los efectos producidos por las expectativas. Esto plantea la pregunta acerca del rango permisible de creencias de un replicador adecuado. En parapsicología, por ejemplo, ha existido una dificultad real desde el descubrimiento del así llamado efecto “oveja-cabra” (Schmeidler, 1958). Consiste en que los sujetos y experimentadores que sienten más simpatía por las ideas parapsicológicas (las ovejas) son más capaces de manifestar o crear las condiciones para la producción de fenómenos paranormales. Los escépticos (cabras), en cambio, inhiben la aparición de estos efectos. Si se acepta el efecto oveja-cabra, esto significa que son solo aquellos que poseen expectativas similares (creencias positivas) los que están en condiciones de replicar los experimentos parapsicológicos. De tal modo, mientras que la teoría de los efectos de expectativa en psicología puede llevarlo a uno a descalificar a quienes producen replicaciones con similares “sesgos” a los que realizaron la afirmación inicial, el efecto “oveja-cabra” descalificaría a aquellos que tenían “prejuicios” diferentes.11 En cualquier caso, como veremos, las replicaciones positivas hechas por los críticos son eventos excepcionalmente raros en ciencia. Si los ratones introdujeran una regla que restringiera la clase de los críticos socialmente ajenos como replicadores apropiados, entonces el programa resultante trabajaría en verdad muy lentamente.
Por contraste, nótese entre los comentarios de los parapsicólogos que Nicol piensa que cualquier persona competente en el futuro previsible debería ser capaz de producir un resultado, y esto incluye a los psicólogos, los médicos, los físicos o a “cualquier otro”. Supongamos que hay una solución entre los ratones, y sigamos.
11 Un acérrimo crítico de la parapsicología, el profesor C. E. M. Hansel, me señaló que nunca confiaría en ningún hallazgo que no pudiera replicar él mismo. Esto es llevar el principio de la diferenciación sociocognitiva a un nuevo extremo. Sería desastroso si fuera aplicado a la ciencia como un todo. Imagínese que cada científico demandara que se le permitiera replicar cada hallazgo.
12 En parapsicología es probablemente cierto que la mayoría de los científicos llegan a creer en el fenómeno como resultado de alguna experiencia personal, o como resultado de la experiencia personal de otros, que, en suma, son denominados “fenómenos espontáneos”. Sin embargo, todavía se persigue con vigor el escurridizo experimento de validación.
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Nivel cuatro. ¿Qué es un experimento? Los científicos muy raramente forman sus creencias iniciales haciendo experimentos. La mayoría de los experimentos son tan difíciles y consumen tanto tiempo que sería alocado empezar a menos que se tenga una idea firme de que el resultado será útil. Sin embargo, los experimentos deben hacerse para convencer a otros, o tal vez para “certificar” un hallazgo para aquellos que están preparados para ser convencidos.12 Tal como veremos cuando en los últimos capítulos volvamos a los informes de trabajos experimentales reales, los experimentos raramente funcionan la primera vez; en verdad, apenas si funcionan alguna vez. De tal modo, cualquier experimentador razonable debería esperar que la mayor parte de lo que hace por medio de su actividad práctica será ensayo y (mayormente) error. No comprenderá experimentos verdaderos, sino un ensayo preliminar después de otro. Esto presenta serios problemas para una ciencia estadística porque la clasificación de un trozo de actividad práctica como un “experimento”, como algo opuesto a un ensayo preliminar, o un ensayo de práctica, produce diferencias en las estadísticas totales. Nuevamente el caso de la parapsicología es instructivo. En los experimentos de adivinación de cartas, un “sujeto” trata de adivinar los símbolos en cartas sin estar en condiciones de verlas. Los críticos han sugerido que la gran cantidad de experimentos exitosos de esta clase (donde el análisis estadístico muestra que el sujeto ha tenido éxito
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en adivinar un significativo número de cartas, pero que este número es solo ligeramente mayor al que debería ser el caso si solo hubiera actuado el azar) pueden bien estar contrarrestados por el enorme número de experimentos que no han tenido éxito y por lo tanto no han sido informados. Los informes de experimentos negativos, se sugiere, permanecen en el archivador del experimentador sin ver nunca la luz de la publicación. Esto es conocido como el “problema del cajón de archivo”. Dado que la teoría estadística solo predice el resultado de largas series de ensayos, la existencia de un pequeño número de ensayos exitosos contrarrestados por un gran número de ensayos no exitosos no dirá nada acerca de las causas del éxito. Algún éxito debería esperarse solo por azar.13 De esta manera, la clasificación de un trabajo como un experimento o como un ensayo preliminar es vital en parapsicología y en otras ciencias estadísticas. Me parece que dado que la mayor parte de los experimentos son delicados y fracasan la mayor parte de las veces (sobre este punto ver los próximos capítulos para una discusión empíricamente basada), no pueden ser considerados adecuadamente como experimentos, incluso en una ciencia estadística, hasta que el experimentador no haya logrado un apropiado nivel de habilidad. Pero lo que esto significa es que nadie debería informar un resultado negativo hasta que haya demostrado su habilidad por medio de la producción de un resultado positivo. Esto debe significar que todos los críticos de experimentos deberían ser descalificados desde el comienzo; todos sus resultados deberían verse como ensayos preliminares. La forma más fuerte del argumento debería
aplicarse igualmente a las ciencias estadísticas y no estadísticas. Si bien el argumento es atractivo, en la medida que expulsa a los “expertos” de la posibilidad de comentar el trabajo experimental de otros, el argumento como un todo parece una reductio ad absurdum. Tenemos por lo tanto, algo así como un impasse, cuya significación práctica se verá en capítulos posteriores. Por el momento notemos la demanda de “replicabilidad a voluntad” expresada por Nicol en las citas de los parapsicólogos y la distinción hecha por West entre una “demostración” y un experimento repetible, y dejemos a los ratones con ella.
13 En verdad los parapsicólogos tienen una respuesta a estas críticas. Argumentan que el total de las estadísticas positivas de sus experimentos es tan alto que, incluso si todos los científicos en el mundo hubieran gastado todo su tiempo haciendo experimentos negativos desde los tiempos prehistóricos, no tendrían experimentos negativos suficientes en sus ficheros como para compensar los éxitos informados (por ejemplo, véase Tart, 1973). Esto no afecta el punto de principio que se discute aquí. En cualquier caso los parapsicólogos toman ahora enormes precauciones en el modo en que registran cada prueba experimental, e informan incluso resultados negativos al punto de volver inaplicables las críticas. Mi propia perspectiva es que estas precauciones son exageradas; lo que se necesita es educación pública en el asunto de la falibilidad de los experimentos.
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Nivel cinco. Es en este nivel donde fracasan prácticamente todos los esfuerzos terrestres por producir una teoría “racional” de la replicación, o un cálculo estadístico para agrupar resultados negativos y positivos. Los problemas se revelan al examinar el intento de Rosenthal (1978) por asentar una disputa a través del uso de dicho cálculo. Rosenthal discute no menos de 345 estudios acerca de su hipótesis sobre el efecto de expectativa.14 Él y sus colegas desarrollaron una técnica estadística para combinar los resultados positivos, negativos y nulos. De los 345 resultados, aproximadamente dos tercios fueron negativos o nulos, y aproximadamente un tercio fue positivo. Sin embargo, cuando se realizó el cálculo, resultó que las estadísticas positivas sobrepasaban a las negativas de modo tal que la hipótesis fue claramente sostenida. Este tipo de cálculo parece perfectamente razonable en la medida que se asume que la variación entre los experimentos se explica por entero por fluctuaciones aleatorias de variables desconocidas. Bajo estas circunstancias solo se puede esperar que algunos de los resultados se vuelvan negativos o nulos, y será bastante razonable argumentar de esta manera estadística (véase, por ejemplo, nota 13). Sin embargo, puede sugerirse que, dado que los experimentos son cosas tan delicadas, 14 Aquí entra una complicación indeseable, dado que Rosenthal está involucrado en tratar de descartar los efectos de expectativa en experimentos diseñados para observar los efectos de expectativa en sí mismos. Ignórese esta complicación.
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solo sería razonable esperar que la mayoría de los 345 experimentos discutidos fueran defectuosos de un modo u otro, y por lo tanto no sería irrazonable suponer que fueran defectuosos todos, o la mayoría, del tercio de los experimentos positivos. El cálculo estadístico no puede distinguir entre experimentos bien y mal hechos y, por supuesto, el cálculo más elaborado e inmaculado es inútil si se aplica a un trabajo defectuoso. De tal modo, los intentos por generar un algoritmo para agrupar resultados experimentales despiertan la posibilidad de distinguir entre experimentos competentes e incompetentes. De hecho, Rosenthal reconoce esto en su propio artículo (1978), donde sugiere que las estadísticas aun resultan favorables a la hipótesis cuando se hacen intentos por introducir criterios de excelencia. Para establecer esto busca garantías metodológicas especiales o exámenes especiales del procedimiento experimental (como con el trabajo hecho para un doctorado).15 Es importante notar que estoy usando el término “incompetencia” de un modo especial. El término no implica incompetencia cognitiva o manipulativa si bien podría incluirlas. Por un experimento incompetente me refiero a uno en el cual los resultados no apoyan la hipótesis en el modo que se lo afirma. En este sentido, un experimento puede ser realizado de una manera incompetente, incluso si los datos han sido generados adecuadamente pero se ha pasado por alto alguna explicación alternativa. Esto no implica “incompetencia manipulativa”. La cuestión de las percepciones de la competencia y la incompetencia será discutida extensamente en lo que resta del libro. Por el momento notemos que, entre los parapsicólogos, Spencer-Brown, haciéndose eco del psicólogo Dennis, cree que es posible dar una receta para la repetición de un experimento y que Pratt piensa que solo la naturaleza esencial del experimento necesita repetición. Debemos suponer que los ratones pueden encontrar su propia solución extraterrestre.
Nivel seis. Podría pensarse que puede haber poca dificultad en decidir cuáles son los experimentos que han producido resultados positivos y cuáles, negativos. Sin embargo, persisten algunos problemas. El mayor, que será discutido extensamente en capítulos posteriores, es que los científicos tienden a juzgar la adecuación de un experimento por su resultado. De tal modo, dada una creencia firme en, digamos, la no existencia de efectos paranormales, un crítico tenderá a argumentar que cualquier experimento que parece demostrar un efecto de este tipo debe ser defectuoso por este mismo hecho. Por otro lado, como lo hemos argumentado, podría decirse que todos los críticos fueron descalificados para producir resultados por ellos mismos a menos que pudieran mostrar primero sus habilidades por medio de la producción de resultados positivos; de tal modo, prácticamente todos los resultados negativos serán descartados. Este tipo de lazos de realimentación complican la caracterización de los experimentos como fallidos o exitosos. Un problema interesante, que puede ser específico para la parapsicología, concierne a la naturaleza de los “resultados positivos”. Los parapsicólogos han acordado extensamente que las habilidades de sus sujetos declinan marcadamente después de un tiempo. Puede ser que los sujetos se aburran, se cansen o pierdan su concentración. Sin embargo, puede argumentarse que dado que el “efecto de declinación” es un rasgo regular del trabajo experimental en el área, en sí mismo demuestra indirectamente que realmente está pasando algo. ¡Si el fenómeno en su totalidad fuera un artefacto no habría nada que pudiera declinar! Tales efectos indirectos han sido llamados las “huellas dactilares” de los fenómenos paranormales.16 Otra huella dactilar es el efecto “cabra-
15 Por una variedad de razones estoy seguro de que el trabajo de Rosenthal sobre el efecto de expectativa es correcto. Sin embargo, creo que sus argumentos estadísticos no son convincentes en su conjunto.
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16 Véase, por ejemplo, Beloff (1982). En parapsicología existe otro problema interesante. En los experimentos estadísticos –en los que el sujeto debe adivinar una secuencia de cartas con símbolos que no ve– es fácil predecir el número de adivinaciones correctas que deberían aparecer si solo son responsables factores puramente aleatorios. Por ejemplo, si hay cinco símbolos diferentes, en el largo plazo el sujeto debería tender a un quinto de adivinaciones correctas. El propósito habitual, y el resultado habitual de los experimentos exitosos, es que el sujeto adivine un número significativamente mayor a un quinto de las veces.
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oveja”. ¡La existencia de este efecto hace posible pensar en el fracaso de algunos experimentadores en el largo plazo como un éxito para el programa como un todo! Vale la pena observar que, durante el debate entre los parapsicólogos, Gaddum remarcó que lo que encontró convincente era que algunas personas pudieran ver el fenómeno mientras que otras no. Finalmente existe el problema del nivel de significación estadística que habrá de ser tomado como resultado positivo. Normalmente los científicos sociales están satisfechos si pueden considerar positivo un resultado si la probabilidad de que ocurra puramente por casualidad es menor a cinco veces para cada cien intentos –el así llamado “nivel del cinco por ciento”. Tales ciencias se satisfacen si no más de un resultado de cada veinte que se encuentran en la literatura publicada está equivocado por razones estadísticamente predecibles. Otras ciencias demandan niveles de significación estadística mucho más elevados si los resultados han de contar como adecuados para la publicación o el testimonio público. Entre la mayoría de los físicos un resultado es considerado sospechoso si no es lo suficientemente claro como para volver el análisis estadístico ocioso. No parece existir un fundamento para la aceptabilidad de diferentes niveles de significación estadística en diferentes lugares.17
Nivel siete. Aceptemos que los ratones-filósofos pueden encontrar un camino a través de todo esto e, invocando reglas de ratones en la medida que crece la necesidad, arriban a un conjunto de experimentos científicos sobre el tópico “r”. Todos ellos han sido hechos competentemente por investigadores idóneos y se les ha asignado resultados positivos o negativos de manera no ambigua. ¿Se sigue de ello naturalmente que “r” ha sido replicado? Hay tres casos a considerar: todos los resultados pueden ser positivos, todos pueden haber sido negativos o puede haber una mezcla de resultados positivos y negativos. Para empezar con el caso más simple, donde todos los resultados son negativos, la pregunta que quedaría es: “¿se han hecho suficientes pruebas como para garantizar una conclusión?”. Podría ser que estas pruebas no se hayan llevado a cabo con suficiente habilidad y determinación. Si bien se ha revisado este problema en etapas anteriores, solo se ha discutido en términos de la competencia de experimentos individuales; cada experimento singular que ha alcanzado el nivel siete ha sido considerado competente por los ratones, pero dado que ningún experimento individual puede decidir el asunto, por mejor que parezca haberse hecho, persiste la pregunta acerca de cuántos experimentos negativos deberían hacerse. Después de todo, el problema entero reposa en demostrar la repetibilidad o no repetibilidad de una observación a partir de una serie de pruebas. ¿Cuán largas deben ser las series? Por otro lado, si todos los resultados son positivos, puede ser “demasiado bueno para ser verdad”. Gaddum, como se ha señalado antes, estaba impresionado por la variabilidad de resultados; y si aceptamos la delicadeza y la falibilidad de la experimentación, sería una sorpresa si todo funcionara demasiado perfectamente. Hay también otras circunstancias en las cuales una serie de resultados positivos no deberían esperarse; en el caso de las ondas gravitacionales, que se discutirá en el capítulo 4, se estaban monitoreando señales de fuentes galácticas y extragalácticas y se podría esperar que tales fuentes fluctuaran. De hecho, Joseph Weber argumentó que los fracasos en confirmar sus hallazgos podían ser explicados bastante razonablemente por tales fluctuaciones; la razón apropiada entre éxitos y fracasos en la detección de señales
Algunas veces, sin embargo, los sujetos obtienen un nivel de adivinaciones significativamente menor a un quinto, un resultado igualmente poco probable de acuerdo a las leyes del azar. ¿Cómo habría de contarse un resultado de este tipo? ¿Es esto un resultado negativo o se trata de un caso exitoso de una adivinación errónea por intermedio de un fenómeno paranormal? ¡La respuesta es importante porque un resultado exitoso positivo y un resultado exitoso negativo pueden sumarse para dar dos experimentos positivos o anularse recíprocamente! El problema usualmente se evita afirmando por adelantado cuál es el objetivo del experimento, pero dada la delicadeza de los experimentos, este no es un estado de cosas enteramente satisfactorio. 17 Para una fascinante discusión acerca de los fundamentos del uso de la estadística en la psicología véase Henkel y Morrison (1970). Para un sofisticado informe sobre el desarrollo de ciertos criterios estadísticos que revelan los intereses de aquellos que los desarrollaron y el modo en que esto afectó las decisiones en relación con las fórmulas que fueron finalmente aceptadas, véase MacKenzie (1981).
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cósmicas está lejos de ser clara, y resultados perpetuamente positivos pueden bien ser inapropiados. Finalmente, supongamos que el resultado es una mezcla. ¿Puede determinarse el resultado? En verdad, como veremos, el valor dado a un experimento individual, sea positivo o negativo, parece depender de la propensión anterior de los científicos a creer en los fenómenos en cuestión. Un ejemplo frecuentemente citado de éxito aparente de un experimento negativo individual fue el realizado por R. W. Wood sobre los “Rayos-N” (véase, por ejemplo, Langmuir, 1953). El científico francés Blondlot afirmaba que emanaban rayos de la materia viva y eran fácilmente visibles bajo circunstancias apropiadas. Wood, invitado a testificar los rayos, sacó una parte crucial del aparato en la oscuridad –así continúa la historia– y se quedó mirando cómo Blondlot continuaba “viendo” los rayos N. Esta historia, cuando fue informada, quitó toda credibilidad al trabajo sobre estos rayos, al menos fuera de Francia. De tal modo, una sola demostración negativa había valido por todos los resultados positivos previamente producidos por Blondlot y sus colegas. Compárese esta historia de una refutación decisiva con los mitos habitualmente citados acerca de la confirmación decisiva de la relatividad a través del experimento único de Michelson-Morley y la observación individual de la curvatura de los rayos de luz realizada por Eddington. De esta manera, los ratones deberán adoptar un criterio que es desconocido para las criaturas terrestres incluso en este nivel final de la clasificación. En cada nivel del proceso de tamiz debemos garantizar que los ratones hayan provisto alguna solución a los problemas y ambigüedades que sea desconocida para los humanos; en los términos de la historia, aún no estamos “programados” con ella. Y esto no debería ser una sorpresa. Los humanos en la historia están trabajando en “sistemas abiertos”. Lo que es más, al hacer ciencia, más que aplicarlas están desarrollando las reglas para “seguir del mismo modo”. En otras palabras, más que utilizarlo, están desarrollando el sistema conceptual. En el capítulo uno se exploraron los problemas de actuar de un modo ordenado –los problemas de ver similitudes y diferencias. La habilidad para manejar sistemas
abiertos es precisamente lo que somos incapaces de explicar. La sorpresa, por lo tanto, no debería ser que la “Terratadora” (la ciencia terrestre) trabaje perezosamente en ciertas áreas sino sencillamente que funcione. No es el desorden lo que es misterioso sino el orden, ese orden que es tan manifiesto en casi todas las actividades humanas. Al establecer y mantener el orden en nuevas áreas de actividad científica, los humanos de algún modo se las arreglan para trabajar con este sistema abierto. Un aspecto del establecimiento de este orden es el acuerdo acerca de qué fenómeno habrá de ser replicable. En efecto, los humanos negocian exitosamente su camino a través de los niveles de clasificación y acuerdan en los criterios de demarcación en cada nivel sin acceso a las reglas de los ratones. Las soluciones de los ratones nos resultan opacas –vivimos exitosamente en sistemas abiertos aunque no podemos analizar o formular sus reglas de acción. El proyecto de (algunos) filósofos de la ciencia es explicar las reglas. Aquellos filósofos que poseen ambiciones prescriptivas quieren explicarlas a fin de que el progreso de la ciencia pueda ser más eficaz. Su proyecto es escribir el programa de los ratones-filósofos de la historia.18 Uno no puede sino aplaudir este esfuerzo por descubrir las reglas del comportamiento científico apropiado. Si la búsqueda fuera exitosa –si las reglas de los ratones pudieran ser descubiertas y explicadas– entonces sería posible hacer que la ciencia funcionara en la Tierra tal como querían los ratones; sería posible proveer un programa, como el programa de una computadora digital, para hacer ciencia correctamente. Cada actor/componente jugaría entonces un papel predecible en el sentido que es predecible el comportamiento de cada componente en una computadora digital. Por otra parte, en el capítulo uno hemos visto que la meta de la investigación sobre inteligencia artificial es construir una computadora que actúe como un humano en un sistema abierto. Claramente el proyecto de los filósofos racionalistas y el proyecto de
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18 Sus fines contrastan con los de otros filósofos que han aceptado que los intentos por explicar las reglas de la acción humana solo crean perplejidad.
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la “intelectualidad artificial” (como son conocidos los investigadores sobre inteligencia artificial) convergen. Un grupo quiere descubrir el programa formal de la acción humana mientras que el segundo grupo quiere escribir un programa que imite la acción humana. El programa que ambos buscan es esencialmente el mismo, aunque se aproximan a él desde lados opuestos. La representación de la ciencia humana desde la perspectiva de los ratones –de modo tal que los humanos son vistos como componentes en una gran computadora– hace clara la convergencia de los dos proyectos.19 La identidad de estos dos problemas sugiere que los trabajadores de ambos campos tienen mucho que aprender de los éxitos y los fracasos de los otros. Los próximos capítulos examinan a los científicos trabajando en la práctica. El primero de estos capítulos establece y explica mi afirmación de que los experimentos son delicados y falibles. Los siguientes dos capítulos buscan ensayos y métodos para desarrollar reglas de lo que cuenta como “seguir del mismo modo” en nuevas áreas de la ciencia.
Capítulo 3 La replicación del láser tea: conservar el conocimiento científico1
Los casos de replicación “fácil” –los casos donde las reglas de los ratones presentan pocos problemas y donde la acción ordenadora es más fácil de alcanzar– son los más misteriosos. En la medida que se piensa que la ciencia fácil es realmente un asunto sencillo, será difícil verla como la realización social que es. Por esta razón comienzo el trabajo empírico de este libro con un análisis de la construcción del láser, un trozo de simple ciencia “normal” donde nadie dudaba que el fenómeno pudiera ser replicado.
El láser tea
19 Para presionar la fábula hasta sus límites podemos pensar en la creación de una “intelectualidad artificial” como uno de los muchos intentos realizados por los ratones para obtener la “Terratadora”, para establecer qué estaba mal en ella y por qué funcionaba tan perezosamente y sin certezas. Podemos imaginar que el primer intento consistía en desarrollar una sección de psicología dentro del programa para tratar de descubrir las fallas de los componentes individuales. El segundo intento, puede imaginarse, consistía en desarrollar una sección de filosofía para tratar de resolver el problema en el nivel analítico. El tercer intento era un esfuerzo por dar una solución experimentalmente basada donde los terráqueos trataban de construir modelos de su propia “Terratadora” –o sea, la inteligencia artificial. La verdadera comprensión, sugiero, espera el desarrollo de los componentes sociológicos.
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Un láser produce un rayo de radiación poderosa “coherente”, a menudo luz visible, que puede ser focalizado muy finamente y que puede por lo tanto dañar el pequeño blanco que afecta. La radiación se genera poniendo energía dentro de las moléculas de la sustancia del láser –puede ser una pieza de rubí o un gas– y luego liberando toda esta energía de un modo sincronizado. El láser tea usa un gas como medio emisor y, más que luz visible, produce radiación infrarroja. Si está adecuadamente 1 Ahora siguen tres casos de estudio. Si las conclusiones sacadas han de ser generalizadas, los casos de estudio deben ser “representativos”. Las conclusiones generalizadas de estos estudios de caso serán aplicadas a la ciencia como un todo, y luego a la cultura como un todo. Para una justificación de lo apropiado de estos estudios, y para una descripción del trabajo de campo, véase el apéndice metodológico.
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focalizada, esta radiación puede vaporizar el hormigón o quemar la plata de un espejo. Sin embargo, la parte crucial de esta historia no trata de lo que pasa después que las moléculas de gas ceden su energía, sino de cómo estas moléculas son energizadas en primer lugar. El láser tea usa dióxido de carbono (CO2) como medio emisor. Este es mezclado con ciertas cantidades de helio y nitrógeno. El gas se mantiene en un vaso o un tubo de acrílico y se energiza pasando una descarga eléctrica a través de él. Cuando un gas es energizado de este modo, brilla. Un tubo de neón de marquesina, tal como el que se usa en las señales de los negocios, es un tubo de gas de neón eléctricamente energizado. El color del brillo depende de la naturaleza del gas. El rojo es característico del neón mientras que los gases de los láseres tea producen un agradable brillo rosado/blancuzco/azulado. Un láser estándar de gas se parece a un tubo de neón de una marquesina en que el gas encerrado se energiza pasando una corriente de alto voltaje a través de él, entre electrodos situados en cada extremo del tubo. Un láser se hace utilizando los gases y los voltajes apropiados y disponiendo adecuadamente ventanas ópticas y espejos en las extremidades del tubo. Con tal disposición, sin embargo, una descarga brillante y uniforme solo puede obtenerse en láseres (y marquesinas) si el gas está a una presión muy baja, una fracción muy pequeña de la presión atmosférica. En la medida que se aumenta la presión interna dentro de un tubo de este tipo, es más y más difícil “forzar” la electricidad a través del gas. Se requieren voltajes más y más elevados, y con presiones “altas” la corriente solo pasará a través de un camino estrecho y con un salto súbito. Esto es lo que vemos como una chispa, o una descarga de “arco”, de la cual un relámpago es un ejemplo en gran escala. Pero para un láser es necesaria una descarga brillante. La potencia de un láser de gas es proporcional al monto de gas que puede energizarse, y el monto de gas en un contenedor de un tamaño dado es proporcional a su presión. Es por esto que la potencia de los láseres de gas fue inicialmente limitada por la baja presión del medio del láser que se necesitaba para una descarga de brillo. Es esta barrera la que el láser tea rompe. El láser tea usa gas a presión atmosférica.
Genera una descarga de brillo en este gas a “alta presión” mediante la utilización de voltajes muy altos; la ubicación de electrodos en cada lado del tubo más que en los extremos, de modo tal que el trayecto entre ellos es más corto y que su área puede ser incrementada; y descargas pulsadas más que continuas. Este es el motivo por el cual es llamado Transversely Excited Atmospheric pressure CO2 laser (tea). Las dificultades para construir tal tipo de dispositivo radican en la estructura de los electrodos, la electrónica que forma los pulsos de electricidad y los voltajes altos. Estos serán los principales asuntos a tratar en la discusión que sigue.
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Apariencia y construcción Los tubos de gas de los modelos de los láseres tea que vi variaban en tamaños que iban desde el de tres frascos de aerosol puestos uno detrás del otro hasta el de una bolsa de palos de golf. Los dispositivos iniciales, pequeños, usaban tubos de vidrio redondos, mientras que “Jumbo”, uno de los láseres más poderosos que se comentará después, usaba una caja de acrílico de sección transversal cuadrada. Dado que el gas estaba a presión atmosférica, o ligeramente por encima, no se necesitaba un cuidado especial contra fugas, implosiones o cosas por el estilo en la preparación de las vasijas de vidrio. En verdad, el primer artículo en New Scientist que reveló la existencia del láser llamó la atención acerca de la relativa simplicidad de las vasijas necesarias dándole como título “láser-contrachapado”. Los electrodos (el “ánodo” positivo y el “cátodo” negativo) son fácilmente visibles, ya que recorren cada lado dentro del tubo. El diseño de estos cambió considerablemente en la medida que el estado del arte se desarrolló entre 1969 y 1979. Los modelos más tempranos fueron conocidos como láseres “pin-bar” debido a que un electrodo tomaba la forma de una serie de alfileres (pin) y el otro, la forma de una barra plena (bar). Dispositivos posteriores, tales como Jumbo, usaban en un lado láminas de metal ingeniosamente curvadas y en el otro, una placa plana o aleteada con una hilera de “cables disparadores” encima. 85
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Figura. Diagrama del circuito eléctrico del láser tea CO2
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El sistema eléctrico de un dispositivo de este tipo incluye una “unidad de potencia” (“A” en la figura) capaz de acumular cerca de 60 mil voltios, la cual es usualmente un artículo “estándar”. La unidad de potencia carga un “condensador primario”, o varios (“B” en la figura). Estos son necesarios para liberar su carga a lo largo de dos electrodos una vez que están plenamente cargados, y para este propósito se necesita un interruptor “espinterómetro” especial (“C”). Este es en sí mismo un pequeño tubo lleno de gas que puede hacerse para conducir electricidad creando una chispa dentro de él. Para desencadenar la descarga puede utilizarse una bujía ordinaria de auto, pero también se requiere un sistema de circuitos adicional (“D”). El pulso de electricidad generado por los condensadores debe tener la “forma” correcta. Por ejemplo, debe surgir rápidamente y de manera sostenida, y no tener demasiados saltos. El pulso se forma pasándolo a través de una “inductancia” (“E”) y un “condensador secundario” (“F”). En láseres más sofisticados una porción de la carga va a los cables disparadores a través del circuito “rc”, o “resistencia-condensador” (“G”). La figura representa un diagrama de circuito simplificado para uno de los láseres más sofisticados.2 La sección transversal del electrodo superior en tales diseños está formada por lo que es llamado un “perfil Rogowski”. Diseños como este, que comienzan su descarga con un pequeño pulso disparador entre los cables disparadores y el electrodo superior, son conocidos como láseres de “doble descarga”. El pulso disparador es diseñado como para generar una pequeña área de “preionización” del gas que se encuentra dentro del tubo.
Replicación de los láseres tempranos: la transmisión del conocimiento
En los primeros años de la década de 1970, cuando nadie había logrado que operasen exitosamente láseres de gas a presiones superiores a la 2 El costo del equipamiento puede estar entre 500 y 2.000 libras, fundamentalmente para espejos y equipamiento auxiliar tal como osciloscopios y detectores que se encontrarán en cualquier laboratorio de láser.
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mitad de una atmósfera, un laboratorio de investigación para la defensa canadiense, al que llamaré “Origen”, anunció el láser tea. De hecho, el dispositivo había sido operado por primera vez a comienzos de 1968, y en otoño de ese año se había construido una versión más sofisticada; pero ambas generaciones de láseres fueron clasificadas como secretas durante dos años. En 1971 y en 1972 decidí hablar con científicos que estuvieran tratando de construir copias del dispositivo en Gran Bretaña, y descubrir qué hicieron a fin de replicar el hallazgo experimental original.3 En el verano de 1971 ubiqué siete laboratorios británicos que habían construido o estaban por construir láseres tea; visité seis de ellos.4 Esto fue dieciocho meses después que llegaron desde Origen las primeras noticias del dispositivo. En otoño de 1972 visité los cinco laboratorios norteamericanos que habían estado involucrados en la transferencia de conocimiento acerca de la construcción de los láseres a localidades británicas. Los siete laboratorios británicos comprendían dos laboratorios del gobierno y cinco departamentos universitarios de física o de física aplicada. Los cinco laboratorios norteamericanos comprendían dos laboratorios del gobierno (ambos canadienses), un departamento universitario estadounidense y dos laboratorios de investigación separados que pertenecían a la misma firma estadounidense. Encontré que la transmisión de la habilidad para construir un láser tea no era un asunto directo. El flujo de conocimiento entre los laboratorios estaba restringido por un conjunto de vías. Había ciertas restricciones que emergieron de lo que pareció ser una competencia entre laboratorios, que son de interés pero de poca significación para este estudio. De tal modo muchos vínculos de comunicación que podrían
haber resultado útiles para los centros menos avanzados nunca fueron realizados, aunque su potencial fuera comprendido (Collins, 1974). Una segunda limitación producida por la competencia afectó los vínculos de comunicación que habían sido utilizados. En algunos casos, la institución conocedora no fue completamente abierta con los miembros de la institución que aprendía. Un científico informaba de una visita a otro laboratorio de esta manera:
3 En 1971, en el comienzo de estos estudios sobre láseres, el proyecto no fue previsto como un estudio acerca de la replicación sino de la transferencia de conocimiento. Para una discusión más extensa véase el apéndice metodológico. 4 Los laboratorios fueron hallados por medio de la técnica de bola de nieve: pregunté en cada lugar por los nombres de otros hacedores de láseres tea. Estos laboratorios fueron visitados y uno o más de los científicos involucrados centralmente en la construcción del láser fueron entrevistados en cada lugar.
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Me mostraron en líneas generales a lo que se parecía, pero no me mostraron nada acerca de cómo se las arreglaron para dañar los espejos. No tuve un desaire, pero fueron muy cautelosos.
Una táctica más sutil que se utilizó fue la de contestar preguntas, pero no dar información de manera voluntaria. Esto mantiene la apariencia de apertura mientras se retienen otros importantes elementos de información; su significación no se le ocurrirá al que pregunta. Un científico lo dijo del siguiente modo: Si alguien viene aquí a mirar el láser, la actitud normal es contestar sus preguntas, pero... si bien está en nuestro interés contestar preguntas en un intercambio de información, no entregamos nuestra libertad.
Otro remarcó sucintamente: Digamos que siempre dije la verdad, nada más que la verdad, pero no toda la verdad.
Las limitaciones más significativas, en lo que respecta a este libro, operaban allí donde no había un intento consciente por ocultar información. El primer punto es que ningún científico tenía éxito en construir un láser utilizando solo información hallada en publicaciones u otras fuentes escritas. De tal modo, cada científico que se las ingeniaba para copiar el láser obtenía un componente crucial del conocimiento requerido a partir del contacto personal y la discusión. 89
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Un segundo punto es que ningún científico tuvo éxito en la construcción de un láser tea si su informante era un “hombre medio” que no había construido un dispositivo él mismo. El tercer punto es que aunque el informante hubiera construido un dispositivo exitoso, y aunque la información fluyera libremente hasta donde pudiera verse, el aprendiz sería incapaz de tener éxito sin un extenso período de contacto con el informante y, en algunos casos, tampoco habría tenido éxito en ningún caso. El contacto extendido pudo venir a través del intercambio de visitas del personal de laboratorio, la cooperación regular, o una serie de visitas y llamadas telefónicas. Típicamente una visita al laboratorio era seguida por un intento de construir un láser que no funcionaba, por lo que se producía otra visita. Y si el éxito todavía no se lograba podía producirse una llamada telefónica, o tal vez varias. En al menos un caso, incluso este tipo de secuencia resultó en un fracaso, y el laboratorio no exitoso eventualmente abandonó su intento de construir un dispositivo. En definitiva, el flujo de conocimiento fue tal que, primero, circuló únicamente donde había contacto personal con un practicante exitoso; segundo, su pasaje fue invisible de modo tal que los científicos no sabían si poseían la pericia relevante para construir un láser hasta que lo intentaban; y, tercero, era tan caprichoso, que relaciones similares entre maestro y aprendiz podían o no resultar en la transferencia de conocimiento. Estas características del flujo de conocimiento tienen sentido si un componente crucial en la habilidad para construir un láser está constituido por el “conocimiento tácito”.
es usualmente bastante incapaz de describir la dinámica del equilibrio involucrada. ¿Uno gira el manubrio a la derecha cuando siente que se está cayendo hacia la derecha? ¿O es que uno cambia el peso de lugar cuando siente que se aproxima el desequilibrio? El ciclista simplemente no lo sabe. Todo lo que hace el ciclista es “montar una bicicleta”. La experiencia de montar raramente involucra la anticipación de una caída inminente que deba ser evitada por un acto deliberado de equilibrio (excepto, tal vez, a velocidades muy bajas). Incluso el proceso de aprendizaje inicial no parece beneficiarse de intentos de articular verbalmente lo que se requiere para estar en equilibrio. Es cuestión de intentar una y otra vez hasta que la destreza, sea lo que sea, haya sido dominada. El conocimiento tácito encuentra usualmente su aplicación en escenarios prácticos tales como montar bicicletas u otras ocupaciones que requieren “destreza”. Sin embargo, es igualmente aplicable a actividades mentales. De tal modo, para retornar a un ejemplo anterior, el miembro de un grupo social que posee la destreza para continuar la secuencia “2, 4, 6, 8” con “10, 12, 14, 16” de manera habitual, sin pensar siquiera en ello, también posee algo de lo que carece el extranjero a nuestra cultura y el recién nacido. Esto a veces es referido como “habilidad social” pero podemos llamarlo conocimiento tácito sin forzar demasiado el término. Constituye el fundamento sobre el cual reposa el aprendizaje formal. Si se me enseñan nuevas manipulaciones algebraicas en la escuela, y el profesor me dice que continúe del mismo modo la próxima vez, puedo decir que es mi conocimiento tácito lo que me dice qué cuenta como instancia próxima del mismo problema, así como lo que significa proceder del mismo modo. (Recuérdese la ambigüedad fundamental de una instrucción de ese tipo tal como se discutió en el capítulo uno).5
Conocimiento tácito Conocimiento tácito es el nombre dado por Michael Polanyi (1958, 1967) a nuestra habilidad para poner en práctica destrezas sin ser capaces de articular cómo lo hacemos. El ejemplo estándar es la destreza para montar una bicicleta. Ningún cúmulo de lecturas y de estudios en la física y la dinámica de la bicicleta permitirá que un novato suba y conduzca de manera inmediata. Por otro lado, el ciclista habilidoso 90
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Polanyi escribe lo siguiente acerca del conocimiento tácito: La ciencia opera por medio de la destreza del científico y es a través del ejercicio de su habilidad que forma su conocimiento científico. [...] El objetivo de una realización habilidosa es obtenido por el cumplimiento de un conjunto de reglas que no son conocidas como tales por las personas que las siguen.
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Dos modelos de aprendizaje Esta discusión sugiere dos modelos de aprendizaje. Un modelo descansa sobre la noción del conocimiento como un conjunto de instrucciones formales, o trozos de “información”, acerca de qué hacer en una variedad de circunstancias. Este modelo ve el conocimiento como un tipo de información que permite que una computadora lleve a cabo las [...] De mi interrogación a físicos, ingenieros y fabricantes de bicicletas, he llegado a la conclusión que el principio por el cual el ciclista mantiene su equilibrio no es por lo general conocido. [Y mucho más.] Un arte que no puede ser especificado en detalle, no puede ser trasmitido por prescripción, dado que no existe una prescripción para su existencia. Puede ser transmitido sólo por el ejemplo de un maestro a un aprendiz. Esto restringe el rango de la difusión al de los contactos personales (1958, pp. 52-53). Existe algún peligro en identificar completamente las ideas de Wittgenstein y las ideas fenomenológicas con el conocimiento tácito de Polanyi, aunque el término es útil y las consecuencias son similares. La formulación puede ser engañosa porque tiende a sugerir que la única razón por la cual el conocimiento no puede ser formalizado es que hay algo escondido. Parece sugerirse que el conocimiento tácito puede ser convertido en información; solo el tiempo y la ignorancia nos impiden hacerlo. Si bien es cierto que el desarrollo de la ciencia parece involucrar un grado de explicación de lo que alguna vez fue vagamente aprehendido, el modelo subyacente, debe recordarse, es la “forma de vida” y es incorrecto pensar que puede ser eliminado si se pone en la tarea la suficiente determinación. Un segundo peligro es que Polanyi parece tomar la idea de conocimiento tácito mucho más allá de lo que nosotros quisiéramos. Por ejemplo, él cree que las soluciones a los problemas científicos son de algún modo anticipadas por los científicos en virtud de su conocimiento tácito. Puede haber alguna verdad en esto, evidente en el modo en que resolvemos problemas de ajedrez y cosas semejantes, en virtud de nuestra habilidad para comprender más del contexto de un problema de lo que podemos articular, pero la formulación de Polanyi parece sugerir aun más (por ejemplo, véase 1966, pp. 21-22). La razón para continuar usando el término conocimiento tácito, a pesar de sus connotaciones indeseables, es que no hay otro modo de referirse a lo que conocemos en virtud de nuestra participación en una forma de vida, ni tampoco a lo que se aprende cuando uno cambia de ser no participante a ser participante. El modelo wittgensteniano, así como el modelo fenomenológico, está ambientado en un mundo que no cambia, que no evoluciona (véase el capítulo 1). Ravetz (1971) se apoya en Polanyi para enfatizar los aspectos del trabajo científico que se vinculan con la habilidad. Describe la actividad científica como algo que tiene un
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intenciones del programador –lo llamaré el modelo algorítmico. El otro modelo considera el conocimiento como si fuera, o al menos estuviera basado en un conjunto de habilidades sociales. Es lo que el niño o el extranjero deben conocer antes de comprender lo que significa continuar del “mismo modo”, aun si el mismo modo es lo que se requiere en una fiesta, o lo que se requiere de un mecanógrafo o de un miembro de la comunidad de físicos, matemáticos, parapsicólogos o constructores de láser. A esto lo llamo el modelo endoculturacional. Si un componente crucial de la habilidad para la construcción de un láser es el conocimiento tácito, entonces no debería sorprender que la información escrita resultara una fuente inadecuada. Asimismo, uno no esperaría que un “hombre promedio”, que no hubiera dominado la habilidad por sí mismo, estuviera en condiciones de trasmitirlo. Más aún, dado que la habilidad para construir láseres, tal como la habilidad para montar bicicletas, es invisible en su transmisión y en su posesión, los científicos que pensaban que sabían cómo construir el láser descubrieron que no lo sabían. Esto no es más sorprendente que si un experto en dinámica que no ha montado bicicletas antes se cayera al hacerlo. Finalmente, no debería sorprender que la transmisión de la habilidad no esté determinada completamente por la cantidad de contactos personales entre los científicos; después de todo, como en otras habilidades, un entrenamiento prolongado no garantiza el dominio de la técnica. Todas estas son consecuencias previsibles del modelo endoculturacional de aprendizaje y comunicación; en cambio, no derivan del modelo algorítmico. carácter “peculiar” como “un tipo especial de destreza que opera en objetos construidos intelectualmente” (p. 146). Esto lo lleva a enfatizar los componentes que tienen que ver con la habilidad en el método científico, la universalidad de los escollos, la naturaleza carente de certezas que poseen los criterios de adecuación en las afirmaciones científicas, y la naturaleza interpersonal de algunos de los componentes de la comunicación científica. La dificultad es que la determinación de Ravetz en tratar los hallazgos de la ciencia como “objetivos” tiende a oscurecer la significación sociológica de su trabajo erudito. Su argumento es calificado frecuentemente de modos sorprendentes y al parecer inconsistentes (por ejemplo, véanse pp. 178 y 147).
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Que existía un componente tácito en el conocimiento de los constructores de los láseres tea era evidente para algunos constructores. De este modo la invención y el estado del conocimiento concerniente al láser de “doble descarga” en 1972 fue descrito del siguiente modo por su inventor:
aproximados a partir de moldes y una operación de ajuste, mientras que un laboratorio norteamericano había utilizado sencillamente trozos de aluminio como barandas, ambos con éxito completo. ¡El carácter caprichoso del flujo de conocimientos es obvio, dado que incluso aquellos que tuvieron éxito en la construcción de un láser y en hacerlo funcionar no lo comprendían completamente!
En primer lugar, teníamos hileras de aletas en vez de clavijas, pero esto no funcionó demasiado bien. Pensamos que podía deberse a que la uniformidad del campo era demasiado grande, así que pusimos una hilera de cables disparadores cerca de las aletas, de modo tal que perturbaran la uniformidad del campo. Después comenzamos a descubrir cosas. Mejoró la descarga, pero había demoras involucradas. Definitivamente trabajaban de un modo distinto a los motivos que considerábamos cuando lo hicimos inicialmente [...] Incluso hoy no hay una idea clara acerca de qué hacer para que esta cosa trabaje de manera apropiada. Incluso ahora estamos descubriendo cosas que son desconocidas acerca de cómo controlar la ejecución de estos dispositivos [...] Tengo cuatro teorías [acerca de cómo funcionan] que se contradicen entre sí [...] La parte crucial [para que el dispositivo funcione] se encuentra en los arreglos mecánicos y en el modo en que colocas todas las cosas integradas entre sí. En las características eléctricas de las estructuras mecánicas [...] Este es todo el arte secreto que conlleva la construcción de transmisores de radar.
Nuevamente, la cualidad equívoca de algunas de las informaciones formales disponibles en 1972 puede verse en las creencias y las acciones de diferentes laboratorios en lo que hace a la forma apropiada de los electrodos: un laboratorio fuente proveía información bajo la forma de un conjunto de ecuaciones para los así llamados “perfiles Rogowski”, junto con la impresión de que la tolerancia del mecanizado debía ser pequeña. Otro laboratorio encontró insuperables las dificultades involucradas en las construcciones de los electrodos. Al mismo tiempo otro laboratorio británico había producido las configuraciones en términos 94
La construcción de láseres entre 1974 y 1979 Lo que sigue es un examen mucho más detallado de los intentos de un científico por reproducir otro láser. A comienzos de 1974, un físico y experto en óptica no lineal, el doctor Bob Harrison (por entonces en la Universidad de Bath), emprendió la construcción de un láser tea del tipo de doble descarga. Harrison había tenido experiencia previa trabajando con un láser de este tipo y poseía excelentes contactos con un gran laboratorio donde se usaban regularmente dispositivos similares. Visitaba ese laboratorio de manera habitual. Pude persuadirlo para que mantuviera un diario de su trabajo y visité regularmente su laboratorio, ayudándolo a trabajar con el láser. Finalmente Harrison se trasladó a otra universidad, llevando con él su láser en funcionamiento (apodado Jumbo). En los años 1978-1979 construyó una copia prácticamente idéntica de Jumbo y pude estar presente desde el primer ensayo hasta casi el momento en que el dispositivo funcionó, ayudándolo en la última y crucial sesión de desarrollo. La última parte de este capítulo está formada por una descripción de estas transformaciones en la forma de trabajo. Fabricar a Jumbo A pesar de la experiencia y los excelentes contactos de Harrison, le tomó seis meses desde la reunión de las partes hasta la resolución final de las fallas para hacer que Jumbo funcionara. Hubo algunos retrasos externos incontrolables, tales como los involucrados en el retorno y la 95
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reparación de partes manufacturadas falladas y las reparaciones de un techo del laboratorio que filtraba. Sin embargo una gran parte del tiempo se usó en “depurar” el dispositivo o, como preferiría decir, en desarrollar las habilidades tácitas relevantes. Un informe completo de la construcción de Jumbo ha sido publicado en otro lugar (Collins y Harrison, 1975) y solo contaré la parte del trabajo que tiene que ver con la tesis principal de este libro. Jumbo tenía partes en común con los láseres con los que Harrison había trabajado antes. De hecho, la cavidad del láser y uno de los electrodos fueron provistos por el laboratorio con el que Harrison tenía contactos. La intención era que la única diferencia entre el diseño de Jumbo y los modelos fuera que el diseño de los componentes eléctricos de Jumbo fuera algo más ordenado, dado que Harrison quería que toda la unidad fuera fácilmente portátil. De tal modo, los componentes de alto voltaje fueron dispuestos sobre un carrito movible dentro de la misma cavidad del láser. Harrison (de ahora en adelante “H”) describió de esta manera el principio general del diseño:
arcos ocurrían entre diferentes “tierras” ¡que deberían haber estado con el mismo voltaje: cero!
[...] con material de alto voltaje, manteniendo todo bien separado [...] me vi creando órdenes –a presión atmosférica la irrupción en el aire es de 30KV por centímetro– más un tipo de sentimiento intuitivo. Pero elaborar eso es un asunto difícil –¿es la irrupción entre dos superficies planas o dos puntos?– por lo que en verdad las distancias verdaderas son mucho más grandes de lo que implicaría esta regla general [...] Me aseguré de tener un factor de seguridad del 500 o 1.000% [...] Simplemente mantiene las cosas bien espaciadas –¿quién necesita problemas?
Descargas de arco entre componentes El primer conjunto de problemas que se encontró fue arreglárselas con descargas de arco (enormes chispas de alrededor de 60.000 voltios) entre los diversos componentes eléctricos en el carrito. En particular algunos 96
Por ejemplo, se podía ver que la conexión a tierra del condensador podía tal vez estar tocando su carcasa, la cual por supuesto debía estar a tierra, pero igual había una descarga entre el conductor a tierra y la carcasa del condensador.
H también encontró descargas de arco entre componentes separados por mucho más que un centímetro por cada 30.000 voltios –la “regla general” de la distancia. H sabía que esto podía explicarse si los componentes tenían puntos aguzados, dando origen a “emisiones de campo oscuro”, que eventualmente podían colapsar súbitamente cuando el voltaje alcanzaba la suficiente altura. Las emisiones de campo oscuro preparan el camino para las descargas de arco preionizando el aire. Descuidas este punto porque es un tema que se ha mantenido desde hace cien años y todavía es bastante difícil de comprender, excepto bajo condiciones físicas controladas donde, digamos, tienes dos superficies planas y tal vez un punto. Pero donde tienes unas pocas curvas y filos, y tú no estás verdaderamente observando, cualquier cosa puede pasar... pero recuerda cuando tuvimos esa descarga verdaderamente enorme, que partió de un cable de alta tensión a la tierra, y esto simplemente no tenía sentido racionalmente debido a que había un maldito pie de distancia entre ellos, o algo ridículo, ¡y parecía como si el arco fuera a saltar a madera!
H resolvió estos problemas del modo más pragmático: allí donde se creaba una descarga de tierra a tierra aislaba el componente con láminas de polietileno y cuando había una descarga entre un componente de alta tensión y tierra, cubría cada punto y borde con botellas de polietileno cortadas. Yo ayudé en este proceso de disparar los condensadores, localizar las devastadoramente ruidosas y brillantes descargas, aislando, disparando de nuevo, aislando de nuevo, y así en más. 97
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Finalmente, H debió cubrir la mayoría de los componentes con láminas de polietileno. H discutió con un colega las descargas tierra-a-tierra, y coincidieron en que se trataba probablemente de un fenómeno asociado con las “corrientes transitorias”; estas pueden surgir de diferencias de potencial entre conductores comunes, donde el tiempo de incremento de un pulso de corriente es muy rápido. Es evidencia intuitiva –“cuídate, hijo mío, de cosas cortas y de alta tensión, se pueden meter cosas transitorias y otras cosas raras”. Es un boca a boca. Es una tecnología que evolucionó, la gente sin una verdadera calificación plena te da algunas pautas y dice, “bueno, esto es lo esperable”[...] [La hipótesis de las corrientes transitorias] se probó que era razonable, pero verdaderamente solo razonable, debido a que no había otra razón plausible.
Bobina de prueba Cuando este programa de aislamiento por ensayo y error tuvo finalmente éxito, H encontró problemas dentro de la cavidad del láser propiamente dicha. No podía alcanzar la descarga brillante deseada, solo chispas y arcos. Después de ensayar con diferentes distancias entre electrodos concluyó que el perfil del pulso (véase atrás) debía estar equivocado. Por tal motivo, decidió monitorear la forma del pulso de descarga usando una técnica que había adquirido antes. Esto involucró probar en el área de uno de los cables de alta tensión con una pequeña bobina inductiva monitoreada por un osciloscopio. H pronto descubrió que su bobina recogía tanto ruido de radiofrecuencia del láser que la información sobre la forma del pulso estaba totalmente enmascarada. Pasó algún tiempo moviendo la bobina de prueba, blindando los cables, utilizando una caja de Faraday en el osciloscopio, y así en más; finalmente debió abandonarlo, dado que ninguna de estas precauciones pudo reducir suficientemente el ruido. En este punto H remarcó que estaba: 98
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[...] bastante desesperado, pensé: “¿A dónde demonios puedo ir a partir de ahora?” Llamé a “D” [el principal contacto de H] y él dijo “es una broma”. Surgen enormes problemas al tratar de hacerla [la técnica de la bobina de prueba] [...] Aunque había llamado antes al maldito y me dijo cómo hacerlo y no me había dicho que era una cosa casi imposible de hacer. Estoy seguro de ello –por lo que hice el intento y no pude creer las cosas que estaba obteniendo.
H entonces decidió visitar el laboratorio con el que tenía contacto. Conductores y tubos Estaba entonces en una situación tal que “bueno, ¿qué haré con el maldito láser? Está formando arcos y no puedo [monitorear el pulso de descarga] por lo que pensándolo bien, hagamos un viaje [al laboratorio de contacto] y asegurémonos de que las características simples como la extensión de los cables, los tubos de vidrio [que son parte de los electrodos más bajos del láser] se vean bien. Si están definitivamente equivocados, corrijámoslos”.
H sabía que los cables de los condensadores a los electrodos debían ser cortos y los tubos de vidrio, planos, pero no había dado a estos temas ninguna consideración cuantitativa. Sobre el diseño y la construcción de su láser remarcó que: [...] debía soportar Dios sabe cuántas libras de condensadores, sabía que debían estar cercanos, pero no [me había ocupado en pensar demasiado seriamente] cuán cercanos, por lo que los puse lo más cerca que pudiera siempre que estuvieran confortablemente en una posición vertical adecuada para su localización: de tal modo era conveniente –sabía que debían estar cerca, al mismo tiempo no queríamos perder el tiempo con demasiada estructura [...]
Esos cables tenían cerca de ocho pulgadas de extensión en el láser tal como se construyó inicialmente, lo que, como H remarcaba, era “corto 99
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según cualquier estándar”. Viendo los tubos de vidrio, H sabía que debían ser planos desde sus primeros días. Dice: De hecho tenía por esos días comunicación con un tipo en Livermore, que estaba trabajando aquí, no en los láseres tea, pero que conocía a algunas personas que sí lo estaban, y me envió alguna información. En ese momento […] no sabíamos cuán planos debían ser, aunque sabíamos que debían ser planos, y me escribió dándome todos esos valores, y la implicación era que debían ser increíblemente planos. Entonces eso estaba siempre en nuestra mente –conseguir que las cosas sean lo más planas posibles. Ese era realmente el criterio todo el tiempo.
Cuando H volvió al laboratorio que funcionaba como fuente, advirtió cosas que no había “visto” antes. Descubrió que los cables de los condensadores eran considerablemente más cortos que los suyos, y que “no había límite a lo corto que debían ser, solo que fueran lo más cortos posibles”; eso había implicado que los científicos invirtieran sus condensadores para reducir la extensión de los cables. H no se había enterado antes de ello. Como decía, no había razón por la que debiera construir uno exactamente igual al del laboratorio que funcionaba como fuente, hasta el punto de la posición detallada de los componentes electrónicos. A partir del retorno, H desarmó el electrodo inferior para chequear los tubos de vidrio, que había visto que eran verdaderamente muy planos en el modelo en funcionamiento. Encontró que sus tubos no se ajustaban al electrodo inferior de manera apropiada: eran demasiado largos, y por lo tanto no se mantenían apropiadamente en sus cavidades. Después de algún problema se las arregló para ajustar tubos más chatos en el electrodo inferior y para tener los condensadores montados al revés, de modo que los cables fueran aun más cortos. Cuando el láser fue montado de nuevo, H lo probó y halló que aún se estaban formando arcos entre los electrodos. Todas estas modificaciones no habían resuelto el problema básico.
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Marcas en el ánodo Entonces H llamó a su laboratorio de contacto para obtener consejo sobre otro problema molesto que tenía que ver con el espinterómetro. Aprovechó para señalar que las descargas de arcos entre los electrodos estaban marcando el ánodo; sabía que otros sistemas de láser tea dejaban marcas en los electrodos, y no estaba nada sorprendido en encontrar ese efecto en su ánodo, por lo que añadió su comentario al pasar. Sin embargo, esto produjo que el encargado de los experimentos sugiriera que H chequeara la polaridad de su fuente de energía; el encargado había visto marcas en el ánodo en una ocasión en la que los electrodos estaban accidentalmente conectados del modo equivocado. H no desechó completamente esta posibilidad, aunque la consideró bastante improbable; sin embargo, un rápido chequeo con un medidor mostró que de hecho su unidad de potencia estaba entregando +60.000 voltios en vez de –60.000 voltios. Al reordenar las conexiones de los electrodos y solucionar algunos problemas menores con las chispas, H descubrió que era al fin capaz de obtener la descarga brillante en la cavidad del láser. H remarcó que si no hubiera sido por una afortunada conversación telefónica habría continuado ciertamente perdiendo tiempo y esfuerzo en verificar callejones sin salida, hasta que tal vez otro evento fortuito lo hiciera darse cuenta del elemental error de la reversión de la polaridad. Este relato confirma los hallazgos de los estudios sobre red en relación con la naturaleza de la comunicación de la habilidad para construir los láseres tea. Es difícil explicar los problemas de H por referencia a cualquier déficit en sus fuentes de información. Su laboratorio informante era un lugar donde había trabajado; es más, había trabajado allí en las etapas iniciales del diseño mismo del láser que estaba ahora construyendo. Mantenía una consulta constante con el laboratorio, ya que lo visitaba con regularidad. Y lejos de ser competitivo o tener una actitud de secreto, su fuente le había prestado equipos por alrededor de 1.500 libras para ayudarlo a construir el láser. Sin embargo, la transferencia deliberada del conocimiento requerido resultó ser extremadamente difícil. 101
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Es claro que hubo largos períodos en los que, a pesar de no haber tenido la habilidad para construir láseres, H no sabía que no la tenía excepto por el hecho de que el láser no funcionaba. Durante esos momentos esperaba que Jumbo funcionara, pero no lo hacía. Al final, una pieza crucial del conocimiento pareció ser transferida solo accidentalmente. Algunas veces estos fallos en la comunicación parecen ser simplemente un problema de poca comprensión de los parámetros del láser –cuán largos eran los cables, cuán chatos eran los tubos de vidrio– y a veces pareció que H estaba simplemente cometiendo errores –inversión de la polaridad. Hay pocas dudas de que H se sentía un poco tonto porque el láser había fallado debido a un error tan elemental, y aun así, como dijo en su momento, probablemente la mayoría de las otras cosas debían ser puestas en condiciones de todos modos, por lo que se perdió poco tiempo en la inversión de la polaridad exclusivamente. Sin embargo, como veremos, ser “conocedor después del hecho” es un sentimiento casi inevitable en el trabajo científico.
El relato que hago aquí es muy inusual desde el punto de vista de la perspectiva de la transferencia de conocimiento. H ya había construido a Jumbo, por lo que la relación entre el maestro y el aprendiz era una de identidad; ambos eran Bob Harrison. ¡Ciertamente no había entonces déficit en las fuentes de información! El otro rasgo inusual es que H tenía un láser en funcionamiento –Jumbo– al lado del que estaba construyendo. Jumbo había funcionado confiablemente durante varios años en el nuevo laboratorio de H. De tal modo, se podían hacer comparaciones inmediatas entre el dispositivo viejo y el nuevo, y se podían intercambiar fácilmente partes entre los dos. Finalmente, y esto hace una vez más que el marco sea particularmente pertinente a la tesis de este libro, H intentó hacer que el nuevo láser fuera lo más semejante a Jumbo que fuera posible. La única diferencia que H quiso crear en el nuevo láser fue producir una tasa de repetición más alta para sus pulsos de energía. Jumbo podía producir un pulso cada seis segundos pero el nuevo láser debía producir un pulso cada dos segundos. Esta diferencia debía ser efectuada por medio de cambios en unidades “estándar”. El lector debería ahora volver a la explicación del láser y el diagrama de circuito simplificado dado en la figura. Los componentes principales en Jumbo y el nuevo láser eran todos objetos grandes, visibles y diferenciados; su tamaño y separación fueron necesarios por los verdaderamente altos voltajes que se estaban usando (hasta 60.000 voltios). Todos los componentes, excepto el condensador secundario, fueron instalados en una caja de metal de cerca de seis pies de largo y cuatro pies cuadrados sobre los cuales descansaba la cavidad del láser y el contenedor de gas. El condensador secundario estaba localizado a lo largo de la caja del láser de modo que los cables que lo conectaban con los principales electrodos del láser pudieran ser lo más cortos posibles. El láser en sí mismo, marcado por el cuadrado punteado en la derecha del diagrama del circuito, es una caja de acrílico de cerca de cinco pies de largo y un pie cuadrado de sección con salida y entrada de gas. El electrodo superior era una barra de aluminio de cerca de cuatro pies de largo, seis pulgadas de ancho y media pulgada de profundidad,
La construcción del láser de Heriot-Watt Bob Harrison comenzó a construir su segundo láser tea en la Universidad de Heriot-Watt, en Edimburgo, a mediados de 1978; estuvo listo para hacer la prueba de fuego por primera vez a las 12:10 p.m. del 15 de marzo de 1979. Yo pude estar presente en Heriot-Watt el 15 y 16 de marzo; este resultó ser el período completo entre la primera prueba del láser y el momento de su operación exitosa, con excepción de las dos últimas horas de trabajo. Estas fueron llevadas a cabo en la mañana del 20 de marzo. Bob Harrison me dio un informe de esas dos horas por teléfono el mismo lunes por la tarde. El material presentado aquí proviene entonces de una discusión telefónica inicial en enero de 1979, dos días pasados en el laboratorio del láser en Heriot-Watt grabando y anotando discusiones en la mañana del 16 de marzo, y notas hechas de una conversación telefónica el 20 de marzo. Durante el 15 y el 16 de marzo estuve en condiciones de participar e hice ocasionalmente algunas sugerencias útiles. 102
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maquinado a un “perfil Rogowski”. El electrodo inferior era de la misma extensión pero alrededor de una pulgada más angosto y tenía ocho profundos surcos maquinados en su superficie superior corriendo a lo largo del electrodo. En estos surcos se apoyaban ocho tubos de vidrio, que contenían “cables disparadores” (marcados en el diagrama de circuito como guiones sobre el electrodo inferior). El electrodo superior podía ajustarse hasta estar exactamente paralelo con el inferior. Hasta el momento, el nuevo láser era el mismo que Jumbo, excepto que en el primero había dos condensadores secundarios a cada lado, en vez de uno. Con mejoras en la tecnología de los condensadores puede caber en una sola unidad la misma capacitancia. El láser funciona del siguiente modo: la unidad de potencia carga el primer condensador hasta un potencial que está programado en un dial –por ejemplo, 45.000 voltios. A una orden (lo que equivale a apretar el botón), el espinterómetro es disparado y el condensador primario carga el condensador secundario a través de la inductancia. Este, a su vez, se supone que se descarga a lo largo de los electrodos del láser. Como se explicó previamente, se requiere una descarga uniforme y no la formación de un arco. Para realizar esto, parte de la carga en el condensador secundario alimenta los cables disparadores a través del circuito resistencia-condensador (rc); esto debería atraer los electrones del electrodo inferior, que “preioniza” el gas de la cavidad, facilitando que la descarga principal sea uniforme. Bajo estas circunstancias la preionización es visible como un tenue resplandor rosado justo encima del electrodo inferior, y la descarga principal llena el espacio entre los electrodos con una luz rosácea. El láser entonces hace un sonido como un fuerte “ping”. Una descarga de arco hace un relámpago cegador en un punto de la caja y un sonoro “crac”. H construyó deliberadamente el nuevo láser de modo que se pareciera a Jumbo lo más posible en todos los elementos esenciales debido a que quería pasar el menor tiempo posible en los detalles irrelevantes. Sin embargo, había comprado los componentes “estándar” más convenientes actualmente disponibles. De tal modo, ambos condensadores del nuevo modelo eran mucho más chicos para la misma capacitancia,
el espinterómetro era mucho más pequeño, y la unidad de potencia era diferente tal como lo era la fuente de energía del espinterómetro con su transformador. La caja de acrílico del láser era idéntica a la de Jumbo, y ambas habían sido provistas por el laboratorio de contacto, con el cual había mantenido buenas relaciones.
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Similitudes y diferencias Cuando ingresé a Heriot-Watt a las 10:30 del 15 de marzo comenté estas similitudes y diferencias con Bob Harrison. El punto era determinar qué contaba como diferencia para H y qué podía tomarse en cuenta a partir de entonces para explicar la falla del láser. Notamos que el espacio entre los electrodos era el mismo en ambos láseres hasta la fracción de un milímetro. Observamos que en el nuevo láser los cables de tungsteno que emergían de las barras de vidrio se habían desprendido, dejando solo cabos muy pequeños que habían sido conectados a su cable de ensamblado con un pegamento conductor de electricidad; en Jumbo los cables estaban atornillados en un bloque conector de latón. H notó que no estaba seguro si el nuevo método funcionaría pero que debía hacerlo. Otro cambio era que las barras de vidrio en el nuevo láser estaban sostenidas en su lugar por bandas elásticas más que con una pinza de acrílico. Parecía improbable que esto afectase su funcionamiento. Las conexiones a los electrodos también eran distintas, con solo una conexión a cada electrodo en el nuevo láser, pero cuatro para cada uno en Jumbo. H comentó: [...] de tal modo, nuevamente eso podía ser ligeramente distinto, debido a que todavía no sabemos si es importante que hagas una sola conexión o si tratas de distribuir la carga a través de todo el electrodo.
H remarcó que los nuevos condensadores, aunque eran más chicos, probablemente trabajarían mejor. Sin embargo, también remarcó que era “muy receloso” del nuevo espinterómetro, realmente muy pequeño, y no pensaba que fuera a funcionar. Señaló que el complejo espinterómetro 105
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de Jumbo había sido reemplazado por una simple caja y un minúsculo transformador para convertir 350 voltios en 35.000. Otra diferencia señalada por H era que el electrodo inferior del nuevo láser estaba hecho en dos partes que habían sido atornilladas entre sí, pero no pensaba que eso fuera importante.
muerta debido a que faltaba el cable que la conectaba con la red de suministro! Esto fue prontamente rectificado. El primer ensayo apropiado probó que el espinterómetro estaba disparando un destello visible, pero que no había signos de vida en la caja del láser, incluso cuando cerrábamos las puertas y apagábamos las luces. H probó el láser de distintos modos, incrementando el voltaje cada vez hasta que hubo un ruido en verdad muy fuerte acompañado por la formación de un arco eléctrico en algún lugar de los componentes electrónicos. H resumió los resultados de este primer grupo de ensayos:
El electrodo inferior puede ser un poco preocupante debido a que está compuesto por dos secciones –mira, puedes ver la unión– y debemos ver si eso producirá arcos eléctricos. Sospecho que no lo hará. Pienso que estará bien.
Le pregunté cuán planos eran los tubos de vidrio, cosa que una vez había parecido ser un parámetro crucial en Jumbo, pero H no parecía estar preocupado por ello. Finalmente comentó: Todo lo demás es idéntico... y [humorísticamente] garantizo que la primera vez no funcionará.
Luego de algunas discusiones comprobamos el flujo de gas a través del láser. La caja estaba llena con una mezcla de ocho partes de helio, dos partes de dióxido de carbono y dos partes de nitrógeno. Debido a que el aire causaría la formación de arcos eléctricos, el gas debía encenderse antes de cualquier prueba de modo que hubiera tenido tiempo de purgar todo el aire del sistema. H controló los valores de los cilindros de gas, mientras yo leía en voz alta los valores en un medidor de flujo de la línea de gas atornillado en el costado de la estructura principal del láser. La primera prueba A las 12:05, H fumó un cigarrillo para prepararse antes de la primera prueba del láser. Una pequeña multitud se había reunido para el encendido y se intercambiaron las bromas usuales propias de los nervios. ¡Después del encendido se encontró que la unidad de potencia estaba 106
¿Entonces, qué está mal?... El disparador funciona, el espinterómetro parece funcionar, la carga del primer condensador parece funcionar pero no parece que alcance al segundo.
Un examen posterior de los circuitos reveló que ambos condensadores habían sido conectados al revés; estos nuevos condensadores tenían una polaridad preferencial. H estaba ligeramente preocupado de que se hubieran dañado por haberse cargado incorrectamente. A las 12:30 probamos el láser de nuevo. Una vez más el espinterómetro se disparó pero no hubo descarga del láser. H probó el condensador inferior descargándolo a tierra con un cable. Esto produjo una chispa satisfactoria, mostrando que en verdad aún contenía carga. Luego probó todos los componentes electrónicos con un “avómetro”, un dispositivo que comprobaría que las resistencias y las conexiones fueran las correctas. Haciendo un nuevo resumen, H remarcó que el espinterómetro parecía estar funcionando y que el voltaje indicado del condensador estaba cayendo a la mitad de su valor anterior a la descarga, lo cual se ajustaba al comportamiento de Jumbo. El siguiente paso fue comprobar la polaridad del espinterómetro y probarlo con la polaridad invertida; ¡H no estaba seguro si la fuente de potencia del disparador daba un impulso positivo o negativo, y los fabricantes habían sido incapaces de decírselo! Hacia las 13:15 la polaridad del espinterómetro había sido invertida y era momento de un nuevo ensayo. Se hizo una secuencia de pruebas 107
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con voltajes más y más altos. Al principio el espinterómetro disparaba, pero no pasaba nada más. H incrementó el voltaje aun más pero no pasó nada en la cavidad del láser. Finalmente nos fuimos a comer. Más ensayos Luego del almuerzo H me dejó trabajando con dos estudiantes graduados. Lo primero que hicimos fue verificar las características de Jumbo. Encontramos que podíamos ver la preionización en Jumbo con voltajes tan bajos como 30.000, mientras que en el nuevo dispositivo no habíamos visto nada hasta más de los 40.000 voltios. También probamos acercar los electrodos del nuevo láser entre sí, sin que se produjera ningún efecto. Luego desconectamos una terminal del condensador secundario, y conectándolo a tierra, generamos una chispa que probó que este condensador también estaba cargado cuando se disparó el espinterómetro. La siguiente hipótesis era que el circuito de preionización no estaba trabajando de manera apropiada. Decidimos, por lo tanto, desconectar el circuito de preionización en Jumbo, para ver qué pasaba cuando el láser era inutilizado de ese modo. Encontramos que el Jumbo inutilizado era completamente desactivado hasta al menos los 38.000 voltios; esto era consistente con la hipótesis de que la preionización estaba causando el problema en el nuevo láser. Cuando H regresó, probamos disminuir el intervalo entre los electrodos aun más, pero el electrodo superior cayó de su encastre y se descubrió que el intervalo mínimo que se podía obtener era de cerca de cuatro centímetros. Los primeros ensayos con la configuración de cuatro centímetros tampoco produjeron efecto. Nos esforzamos mucho para reducir la iluminación de manera que incluso el más pequeño parpadeo fuera visible pero no había nada para ver. Finalmente, con alguna frustración, H giró el voltaje al máximo. Hubo en los componentes electrónicos un muy pero muy fuerte “crac” proveniente de un arco y el mecanismo disparador explotó. Esto fue un poco deprimente, y se hicieron muy pocos progresos más ese día. 108
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16 de marzo Mientras íbamos hacia casa comenté a H que me había dado cuenta de que los cables disparadores en el nuevo láser eran de un calibre mucho más delgado que los de Jumbo. Él no se había dado cuenta, pero lo confirmó la mañana siguiente. El plan para el día siguiente era intercambiar uno por vez los componentes entre el nuevo láser y Jumbo. Cada componente del nuevo láser sería probado en Jumbo, y si Jumbo aún funcionaba, entonces la parte podría ser reemplazada en el nuevo láser con confianza. La primer parte a ser intercambiada era el circuito rc. Después de algún problema el circuito funcionó perfectamente en Jumbo. A continuación se pusieron en Jumbo los nuevos tubos de vidrio que contenían los cables disparadores. Antes de probarlos, H confiaba que Jumbo funcionaría con el nuevo conjunto, a pesar de su menor diámetro y el distinto método de conexión. Estaba en lo correcto; Jumbo funcionó con los nuevos cables disparadores, que fueron devueltos al nuevo láser. A continuación, dos de los cables que iban entre el condensador y el electrodo superior fueron desconectados y se ensayó nuevamente con Jumbo. Funcionó sin problemas, por lo que los tres cables suplementarios fueron desconectados del electrodo inferior. Nuevamente Jumbo funcionó perfectamente. Parecía que el número de conexiones y la distribución de la carga no eran problemáticos, por lo que se supuso que las conexiones simples del nuevo láser serían adecuadas. Ahora estábamos agotando las cosas para probar. Habíamos probado los componentes en la caja del láser –esto es, la configuración de las conexiones simples, y los cables disparadores– y habíamos probado el circuito rc. Los nuevos condensadores eran mucho más pequeños pero similares, e incluso mejores de acuerdo a las especificaciones de los fabricantes. Sin embargo, estábamos ahora considerando cambiarlos a Jumbo, pero esto resultó ser difícil debido a la discrepancia en el tamaño físico de los dos grupos de condensadores y a que los cables eran verdaderamente cortos. Existían dificultades del mismo tipo para el dudoso intercambio de los electrodos inferiores. 109
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En este punto, resumiendo los resultados alcanzados hasta el momento, H sugirió que la mayor parte de sus sospechas se cernían sobre el espinterómetro. Citó como evidencia que la aguja del indicador de voltaje del suministro de energía no había caído cuando el espinterómetro se había disparado, lo que sugería que el primer condensador no se estaba descargando. Había cierta confusión aquí; antes esta aguja había indicado la descarga apropiada. Decidimos probar el nuevo láser otra vez antes de transferir los componentes más difíciles. Probaríamos trabajar con el espinterómetro y dispararlo de distintas maneras, para evitar el sistema de circuitos apropiado. Esto nos permitía probar el láser sin preocuparnos por si funcionaba el circuito de suministro de energía de la bujía de encendido, que incluía un transformador sospechoso (véase nota 6). En esta configuración toda esa sección del circuito se hacía redundante. Desafortunadamente, si bien el espinterómetro ahora funcionaba, aún no sucedía nada en la cavidad del láser, incluso cuando el voltaje se colocaba bastante alto. Finalmente, sin nada más que hacer, hacia las 17:15 H eliminó completamente el cable conector del espinterómetro y probó de nuevo. Súbitamente ocurrió una descarga de chispas entre las placas; una gran aclamación las recibió. Las chispas continuaron en la medida que incrementábamos el voltaje, y aunque todos nos sentimos aliviados, aún no había signos de preionización, y no se pudo obtener nada que se pareciera a una descarga uniforme. Cuando le pregunté a H por el razonamiento que lo llevó a quitar el cable disparador del espinterómetro, comentó:
1974; ¡Jumbo no había emitido un láser por otros seis meses! La celebración habría sido prematura, pero esa tarde insistimos en el trabajo por otra hora con un optimismo creciente. Probamos cambiando la mezcla de gas y cambiando la separación de los electrodos, pero no se pudo obtener más que formación de arcos. En un punto noté que el ánodo del nuevo láser estaba muy marcado por las descargas de chispas. Lo señalé, pero H le negó importancia. ¡Parecía ahora que las marcas en el ánodo eran una parte normal de la operación de estos láseres, con lo cual lo que una vez había sido una “clave vital”, era ahora un trozo de información errónea! Finalmente dejamos el laboratorio cerca de las 18:30 y fuimos hasta la casa de H, donde pensó cosas que podían ser probadas en la mañana del lunes. Probaría el valor de la inductancia y podría probar intercambiar los condensadores, aunque esta era una tarea difícil. También podía probar controlar la extensión de los cables aun allí donde la inductancia de los mismos no podía afectar de manera imaginable el rendimiento del láser. Yo me había dado cuenta de otra diferencia entre los dos láseres que decidí no mencionar. Era que el electrodo inferior del nuevo láser era alrededor del doble de ancho que el de Jumbo. A parte de la construcción en dos piezas, H describió los dos electrodos como idénticos, pero yo pensé que eran diferentes. H resumió los fundamentos y las conclusiones de dos días de trabajo del siguiente modo:
Parecía entonces que como última cosa, si el disparador no está haciendo nada, puede bien ser desconectado –de cualquier modo por qué no hacerlo, puede ocurrir algo– esto es obviamente lo que debe haber pasado por mi mente, por lo que simplemente tiré de él y... ¡sorpresa!... si fue algo, fue un poco de intuición.
Si bien estábamos contentos de haber logrado alguna clase de descarga entre los electrodos del nuevo láser, habíamos alcanzado una etapa que, en el caso de Jumbo, había sido alcanzada a mediados de octubre de 110
La razón que está por detrás de la duplicación de un sistema Jumbo era que yo quería láseres lo más pronto posible, láseres de alta potencia en condiciones de seguir con un montón de investigación que habíamos probado hacer con un láser y la duplicación de Jumbo era sin duda la aproximación correcta [...] El hecho de que hemos tenido dos días de esfuerzos y aún no tenemos un sistema duplicado que funcione es una reflexión acerca del tipo de problemas que puedes enfrentar si has tratado de construir otro tipo de sistema láser y podría encontrarme en el mismo lío en el que estaba con Jumbo, que puede involucrar un año de trabajo dando vueltas para lograr que la condenada cosa esté bien.
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Aquí yo dejé la escena. En la mañana del lunes de 19 de marzo H volvió al laboratorio para continuar el trabajo. Me informó los eventos por teléfono en la mitad de la misma tarde del lunes. H se las había arreglado para obtener una descarga uniforme en la caja del láser después de no más de una hora de trabajo.
inferiores; yo pude ver que el nuevo era mucho más grueso que el viejo. Allí donde yo lo vi como una pieza de metal, él vio el electrodo inferior como un “electrodo del láser tea de doble descarga”. Asimismo, yo vi como una posible causa de problemas los modos distintos en que estaban conectados los cables disparadores. El pegamento conductor me parecía muy distinto a la conexión que establecía tornillos dentro de un bloque de latón, pero Bob Harrison estaba en lo correcto al no ver esto como una variación significativa. Además había aprendido a ignorar las “marcas en el ánodo”, que una vez habían sido cruciales, y lo plano que eran los tubos de vidrio. Sin saber cómo ignorar todas estas cosas podríamos haber gastado meses en comprobarlas, tal como se gastaron meses cuando fue construido Jumbo. Ninguna de estas cosas que Harrison había aprendido a ignorar habrían sido obviamente significativas o insignificativas en un diagrama de circuito o en un artículo técnico. La gama de cosas a ser ignoradas es, por supuesto, indefinidamente larga. Por otro lado, en el desarrollo de su habilidad para construir láseres, Harrison había aprendido a ver cosas significativas donde antes no había notado nada. Por ejemplo, los cables entre los condensadores y los electrodos ya no podían ser vistos simplemente como “cables”; de aquí en adelante su largo era crucial. Una de las cualidades de estos cables particulares era la “extensión”. Esta era una cualidad que no poseía ninguno de los otros cables pertenecientes al láser (fuera de los cables disparadores mismos). Toda la socialización anterior en temas de electricidad le había enseñado a Harrison que los cables no tenían extensión. Un cable largo era “lo mismo” que un cable corto; que los cables posean extensión es algo que solo ocurre en unas pocas áreas de la sociedad eléctrica, en particular en la electrónica. Se podría decir que aprender el conocimiento tácito, o la adquisición de cultura, es un asunto que consiste en aprender esta indefinidamente larga lista de lo que no es significativo e, inter alia, aprender lo que es significativo. Supone aprender que lo que para las personas que carecen de habilidad, o no están culturizadas, parece funcionar de manera distinta está de hecho funcionando de la misma forma; y que
Láseres y conocimiento No hay necesidad de continuar insistiendo en la naturaleza caprichosa de las habilidades que se requieren para la construcción del láser y su transferencia, pero dos elementos capitales deben mencionarse. El primero de estos incumbe el propio desarrollo del conocimiento tácito de Harrison, su naturaleza y sus limitaciones. Durante todo el tiempo Bob Harrison y yo habíamos estando discutiendo las similitudes y las diferencias entre el láser viejo y el nuevo. Yo había notado el grosor distinto de los dos cables y había sugerido que eso podía ser significativo. Uno de los estudiantes graduados había estado de acuerdo en que los cables más finos podrían haber reducido significativamente el área, lo que podría haber impedido una apropiada preionización. Sin embargo, Harrison no había logrado ver esto como una diferencia significativa; tal como resultaron las cosas, su no ver la diferencia fue la forma adecuada de ver las cosas. Estos eran de hecho solo “cables”. Uno podría decir que el conocimiento tácito de H se desarrolló en una medida que le permitió no ver una diferencia que no existía en los términos de la operación de un láser. Nosotros, sin ese nivel de habilidad, vimos diferencias allí donde eran inapropiadas. Nuestra sugerencia de que la diferencia entre los cables podía ser importante era un faux pas para los constructores de láseres. Fue como si hubiéramos sugerido a un corredor de carreras de bicicletas que podía ir más rápido si su bicicleta estuviera pintada de rojo en vez de negro. Hubo otras diferencias que yo reconocí y que Harrison ignoró, muy correctamente tal como resultaron las cosas. Por ejemplo, estaba muy en lo correcto al no ver las “obvias” diferencias físicas en los electrodos 112
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lo que a los no pertenecientes a esa cultura les parece que funciona del mismo modo está de hecho funcionando de modo diferente. Era en esto en lo que reposaba la nueva pericia de Harrison. Sin embargo, la realidad tomada-por-sentado por Harrison no era absolutamente segura; después de todo no constituía un sistema de conocimiento formal. Sus corazonadas eran mejores que las mías pero, al tiempo que los problemas evolucionaban, es decir, en la medida que el láser continuaba sin funcionar, comenzaban a reptar sombras de incertidumbre. Se probaron toda suerte de cosas a pesar del hecho de que el conocimiento tácito normalmente las habría excluido de consideración. La disposición de Harrison para probar algunas de mis sugerencias “mal concebidas” era algo más que buenos modales. Lo que es más, cuando fuimos a casa la noche del viernes, algunos de los planes que tramamos eran un poco desesperados. La desorientación y la especulación audaz caracterizan muchas áreas de la vida cultural y política cuando la realidad tomada-por-sentado es perturbada seriamente.
creímos esto completamente. Sospechamos que había algún trastorno en la red de instrumentos de prueba que habíamos usado. ¡Fuimos obligados a volver a tratar el transformador en el láser como una prueba de su funcionamiento!6 La mayoría de las otras pruebas que habíamos hecho habrían consumido tiempo inmensamente si no hubiéramos tenido a Jumbo como un banco de prueba idéntico para el nuevo láser. Si hubiéramos trabajado solo con el nuevo láser, habría sido imposible estar seguros acerca de qué componentes (o incluso cuántos componentes) estaban fallando en un momento dado. Es posible probar ciertos componentes por su funcionamiento específico allí donde este se reconoce por una cantidad simple; por ejemplo, puede examinarse la resistencia eléctrica
¿Cuándo funciona algo de manera apropiada? El segundo elemento importante a establecer, especialmente a partir del estudio sobre el Heriot-Watt, es la dificultad de probar tanto el conocimiento como el aparato por medios distintos al de hacerles realizar la tarea específica para la cual están diseñados. La analogía con la conducción de bicicletas es de nuevo apropiada; uno sabe si puede conducir tratando de conducir. Ahora debería ser claro que la habilidad de Harrison para construir láseres solo podía probarse tratando de construir un láser; el mismo principio se aplica a las partes específicas del aparato. Por ejemplo, en un momento tratamos de medir el funcionamiento del transformador del disparador. Esto requería una compleja red de herramientas de trabajo dado que los voltajes involucrados eran muy altos. Nuestra conclusión inicial fue que el transformador estaba funcionando mal debido a que parecía aumentar el voltaje de entrada por un factor de diez, más que por el especificado factor de cien. Pero no 114
6 Ningún osciloscopio en el departamento podía manipular 35.000 voltios, por lo que se decidió probar la salida del transformador usando una “prueba de alto voltaje” que pudiera bajar el potencial de nuevo por un factor de mil. El resultado neto de una prueba que consumió mucho tiempo y que involucraba muchas piezas del aparato (el suministro de energía para el encendido de Jumbo, el transformador, el sensor de alto voltaje y el osciloscopio), fue la no totalmente creíble conclusión de que el transformador estaba aumentando solo por diez veces en lugar de cien. Para probar nuestro propio proceso de medida, H decidió probar un transformador idéntico del mismo modo. ¡Esto produjo el mismo resultado! De tal modo, parecía como si el proceso de medida hubiera salido mal en algún lugar por un factor de diez, pero no pudimos ver cómo. La otra alternativa era que ambos transformadores estuvieran mal por un factor de diez cuando fueron suministrados por los fabricantes, pero estos fabricantes solo hacían este tipo de transformador, por lo que era improbable que hubieran suministrado unidades con un valor equivocado. Por sugerencia mía los transformadores fueron probados otra vez con un voltaje de entrada mucho más bajo, proveyéndolos con unos pocos voltios de un pequeño generador de pulso. Con esta prueba parecieron funcionar consistentemente y con un incremento de cien veces en el potencial. Luego intentamos probar la salida del transformador de Jumbo, a fin de probar nuestras medidas iniciales. Sin embargo, aquí nos metimos en problemas más grandes debido a que no pudimos pulsar el potencial sin problemas de formación de arcos. Al final toda esta serie de pruebas no fue concluyente y nos quedamos sin certezas acerca de si ambos transformadores suministrados trabajaban apropiadamente con bajos voltajes pero no con altos voltajes, o si había algo erróneo en nuestras técnicas de medida o en alguna pieza del aparato de medida tal como el sensor de alto voltaje. Solo una prueba en el láser, con todo lo demás funcionando, habría sido completamente decisiva. Desafortunadamente, en este caso, el transformador no pudo ajustarse a Jumbo debido a que los parámetros del generador de chispas de Jumbo (spark pulse generator) y el espinterómetro eran diferentes.
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de los componentes con un “avómetro”, y de manera similar, pueden evaluarse las conexiones asegurando que no poseen ninguna resistencia y puede evaluarse el aislamiento buscando una resistencia infinita. Otros componentes pueden ser comprobados midiendo su salida. La dificultad es que allí donde los componentes están usándose de nuevas formas –tal como cualquier pieza nueva en un aparato– estos no funcionarán necesariamente del modo deseado aunque parezcan cumplir las especificaciones. Por ejemplo, se recordará que Jumbo, durante su construcción, tuvo problemas con descargas de chispas desde un punto tierra a otro. Cualquier prueba de medida simple no habría mostrado nada excepto una resistencia nula entre los dos puntos. Considérese también que la extensión de los cables entre los condensadores y el electrodo superior era crítica. Solo una prueba de lo más sofisticada podría revelar la diferencia que existía en la inductancia de cables de alta tensión de ocho pulgadas y de cables de alta tensión de seis pulgadas, a pesar de lo cual era una diferencia de este orden lo que se afirmaba que constituía una diferencia significativa para el funcionamiento del láser. Sería posible diseñar, por supuesto, aparatos para probar estas diferencias, pero las pruebas serían de tal complejidad –deberían probar el funcionamiento de componentes enfrentados a repentinos incrementos de alta tensión del mismo potencial y perfil temporal que los usados en el láser– que los aparatos de prueba devendrían parecidos al láser en sí mismo. Y, por supuesto, no se conocía la especificación exacta del perfil del pulso del láser, y habría sido muy difícil de medir. (Recuérdese el fracaso para medir el perfil del pulso de Jumbo utilizando una bobina de prueba.) De manera similar, es casi imposible pensar un modo de probar el conjunto del cable disparador del electrodo inferior sin ajustarlo a Jumbo, o hacer que el nuevo láser funcione. Lo mismo se aplica a la pregunta acerca del número de conexiones hechas a los electrodos. H planteó algunos de estos problemas de este modo: [...] verdaderamente es bastante difícil montar algo bajo las mismas condiciones experimentales que posees en tu láser. [...] Siempre te des-
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vías pensando “bueno, tal vez esa no fue una prueba completamente conclusiva”.
De este modo, parece justo decir que el láser operativo definía las condiciones experimentales bajo las cuales los componentes del láser debían trabajar. La especificación de los componentes que se deseaba estaba plasmada, más que en un grupo de figuras de rendimiento, en el láser.
El estudio del láser: cinco proposiciones El doble examen detallado del proceso de construcción de láseres hace que sean bastante comprensibles los hallazgos acerca del estudio sobre la red de transferencia de conocimiento. Por ejemplo, es fácil ver que un constructor de láseres puede fracasar completamente en hacer que su láser funcione incluso cuando sus fuentes de conocimiento sean buenas. Harrison falló por varios meses en hacer que su primer láser funcionase, aunque el láser parecía ser una copia perfectamente buena de uno que estaba funcionando en otro lugar. Se puede ver también que es importante que una de las fuentes de conocimiento sea un constructor de láseres competente. Harrison no habría sido de mucha ayuda como informante en sus intentos iniciales por construir a Jumbo; por ejemplo, no había ningún modo de que hubiera podido informar a nadie acerca de la necesidad de tener lo más corto posible los cables que iban del condensador a los electrodos, dado que él mismo no se había dado cuenta de la importancia de esto. Pero no sabía que no sabía. Estos puntos pueden representarse como dos proposiciones: Proposición uno: la transferencia del conocimiento propio de las habilidades es caprichosa. Proposición dos: el conocimiento propio de las habilidades se propaga mejor (o únicamente) a través de practicantes formados. Otra cosa que debe notarse es que a Bob Harrison le tomó seis meses hacer que funcionara su primer láser a partir de la primera prueba, 117
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mientras que su segundo láser le tomó solo dos días. Los constructores de láseres exitosos son, entonces, “practicantes competentes”. Esto significa más que el hecho de haber construido un láser. Significa que poseen nuevas habilidades y nuevos conocimientos que les permiten construir otro más rápido. Trabajando la segunda vez con H esto devino claro en el modo en que ignoró confiadamente ciertos parámetros que una vez fueron pensados como vitales (la chatura de los tubos, las marcas en el ánodo) y en el modo en que pasó por alto diferencias entre los láseres que yo noté y hubiera pensado como importantes, por ejemplo, el grosor del electrodo inferior, el pegamento y los cables. Esto era evidente incluso en ciertos despliegues de habilidad perceptiva más ordinaria, como su habilidad para escuchar la cualidad del sonido hecho por las descargas de arco y de ese modo saber las características de la descarga. Al mismo tiempo, el hecho de que a H le tomó dos días enteros resolver los problemas y que mucho de lo que se hizo fue una cuestión de ensayo y error muestra que las nuevas habilidades de H no reposaban en nueva información (o al menos no enteramente). Proposición tres: la aptitud experimental tiene el carácter de una habilidad que puede ser adquirida y desarrollada con la práctica. Como es una habilidad, no puede ser totalmente explicada o establecida de manera absoluta. A partir de los tres estudios parece firmemente establecido que la aptitud para construir láseres es algo que no sabes si posees hasta que has construido un láser. De esta manera, la transferencia del conocimiento necesario para la construcción de un láser es invisible. No hay modo de saber si un científico posee la habilidad para construir un láser, tal como examinar la gama de las fuentes de información disponibles o hacer un inventario de los ítems de información conocida. Proposición cuatro: la capacidad experimental es invisible en su pasaje y en aquellos que la poseen. Un punto estrechamente relacionado es que el único indicador de que alguien posee la capacidad para construir láseres es su capacidad para construir un láser. El funcionamiento correcto del aparato y del experimentador se define por el rendimiento del aparato. Esto puede
verse muy bien en el tercer estudio sobre las diversas partes del nuevo láser; lo que contaba como funcionamiento apropiado fue definido por la capacidad para funcionar primero en Jumbo. Esto es, las partes fueron definidas como partes adecuadas (sin tener en cuenta otras mediciones), si podían tomar parte en el proceso de generar un rayo láser. Es importante notar que era extremadamente difícil, si no imposible, pensar en cualquier otra forma de descubrir su naturaleza. Incluso cuando parecía disponerse de medios técnicos, se desconfiaba de las medidas como sucedáneos de las pruebas en el láser. De tal modo: Proposición cinco: el funcionamiento apropiado del aparato, las partes del aparato y el experimentador se definen por la capacidad para formar parte de la producción del resultado experimental apropiado. No pueden encontrarse otros indicadores.
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Cristalización de la certeza Finalmente puede sacarse una conclusión más sutil. Esta es que los científicos son resistentes al tipo de explicación que he dado acerca de la experimentación. Por ejemplo, es tentador pensar que si H no hubiese sido tan estúpido como para invertir la polaridad en Jumbo, podría haberlo tenido en funcionamiento más rápido. Él mismo se inclinaba por ser “sabio después del evento” y se maldecía a sí mismo por su propia estupidez. Sentía que era un caso simple de error humano más que una falla en la habilidad. Lo mismo se aplica a su eventual solución a los problemas del láser Heriot-Watt: lo primero que Bob Harrison hizo en la mañana del lunes fue hacer funcionar ambos láseres con helio puro para ver si eso hacía más fácil obtener la descarga. Descubrió que bajo esas circunstancias incluso Jumbo producía sólo arcos. Entonces, ajustando el flujo de gas a sus valores apropiados en el nuevo láser, se dio cuenta de que la válvula del medidor de flujo parecía estar hipersensible; un examen posterior reveló que el montaje del medidor de flujo estaba diseñado solo para el paso de un litro de gas por minuto más que para diez litros por minuto. Cambió este montaje, dejó que 119
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el láser se nivelara con gas a la tasa apropiada durante una media hora y mantuvo el espinterómetro en la misma configuración en que lo habíamos usado en la mañana del viernes previo, encontrando que obtenía una descarga uniforme de 42 mil voltios –consistente con el comportamiento de Jumbo. Después de esto el láser se obtiene fácilmente montando los espejos, etcétera. H razonó que antes no habíamos sido capaces de obtener una descarga uniforme debido a que el flujo de gas había sido tan lento que la caja del láser nunca había sido purgada apropiadamente de su aire residual; esto es lo que ahora creía que había sido la causa de la continua formación de arcos. Bob Harrison reconstruyó lo que había pasado:
Uno debe distanciarse respecto de la forma estándar de ver la experimentación en ciencia y escapar del tren del sentido común para ver la naturaleza convencional de esta reconstrucción de lo que “realmente sucedió” en un experimento. Reservé para esta etapa tardía del texto la descripción de la solución del problema del láser Heriot-Watt para que el lector pudiera evitar lo más posible ser sabio después del evento. La forma estándar de ver los experimentos está mucho más de acuerdo con la mirada del científico informante. De tal modo, una vez que el científico ha dominado las habilidades básicas de su oficio, debe ser capaz de repetir cualquier experimento usando solo la información que está disponible en las fuentes habituales. Esta es la mirada inicial de los ratones, tal como fue esbozada por Popper y Dennis en el capítulo 2. Esta mirada se basa en la noción de que los hechos científicos son testeables por medio de la “replicación independiente”. La noción de testeabilidad independiente ignora la parte activa jugada por el hombre en ver la regularidad más que en registrarla pasivamente. El punto de la tercera cita de Popper es evidente contrastando las similitudes y diferencias que Harrison y yo vimos en los dos grandes láseres. La forma “correcta” de verlas fue establecida únicamente después que el láser funcionara. Las instrucciones previas no podían encapsularlas. Pero tan pronto como el experimento tiene éxito –lo que a su vez reafirma la regularidad independiente de la naturaleza– cualquier irregularidad debe ser explicada como resultado del error humano. Uno experimenta este súbito cambio en la percepción en muchas actividades prácticas. Esto es, tal como lo he sugerido, como un proceso de cristalización. En un momento la naturaleza es oscura y recalcitrante, al siguiente momento todo funciona y la naturaleza es ordenada una vez más. El carácter oscuro y recalcitrante anterior, que demandaba tanta intervención humana para regularlo, es después desplegado como un defecto de la contribución humana. Estoy seguro de que cualquier científico en funciones reconocerá en estas historias todos los elementos de su propia experiencia. Y aun así es tan difícil mantener un grado de conciencia de estos eventos familiares que es casi imposible ver que se añaden formando una historia
El problema con el sistema ha sido un error humano [...] Excepto la unidad disparadora, que hubiera estallado de cualquier modo. Todo lo demás fue falla del experimentador. Tú siempre encuentras eso. Hay demasiadas cosas en las que pensar, etc. Hay un límite a la cantidad de cosas del sistema que puedes controlar antes de ponerlo a prueba. Haces tus propias valoraciones acerca de la situación y llegas a la conclusión de que en esta etapa puedes aprender mucho más sobre tu sistema poniéndolo a prueba que controlándolo demasiado antes de ponerlo a prueba. Obviamente, si hubiera sido minucioso hubiera visto el problema del medidor de flujo antes de ponerlo a prueba.
Pienso que aquí H está siendo un poco duro consigo mismo. No hay razón para suponer que incluso aunque la mezcla de gas hubiera sido correcta el láser hubiera trabajado antes de las 17:15 del viernes anterior, cuando se obtuvo en la cavidad del láser la primera descarga de arco. Antes de eso, al parecer, toda la carga estaba filtrándose a través del cable de la bujía. Pero, con el láser funcionando, la incertidumbre que rondaba al láser en la tarde del viernes se cristalizó súbitamente. La física y la tecnología del láser reasumieron su forma familiar aguzada, de modo tal que los fracasos de los dos días previos fueron vistos ahora como una consecuencia del error humano que perturbaba la regularidad natural. Es humano errar, pero no pensamos que es natural errar. 120
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consistente. Bob Harrison, como lo señalamos, retrocedía en un instante a su imagen de la naturaleza como ordenada y pasivamente cooperativa. Esto provee la sexta proposición: Proposición seis: los científicos y otras personas tienden a creer en la sensibilidad de la naturaleza a la manipulación dirigida por grupos de instrucciones de carácter algorítmico. Esto da la impresión de que llevar a cabo experimentos es, literalmente, una formalidad. Esta creencia, aunque puede ser ocasionalmente suspendida en momentos de dificultad, se recristaliza de manera catastrófica cuando se completa exitosamente un experimento. Es esta cristalización y recristalización lo que ayuda a mantener el conocimiento científico existente. Las dudas, si surgen, duran solo un momento muy corto. En los capítulos que siguen exploraremos el significado de las proposiciones, de la primera a la sexta, en áreas científicas menos sencillas.
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Capítulo 4 La detección de la radiación gravitacional: la regresión de los experimentadores
Ninguno de los investigadores con los que hablé pensaba que el láser tea fuera especialmente difícil de construir. Si bien hay referencias al “arte secreto de la electrónica del radar”, ninguno sugirió que yo estaba observando un área experimental atípica. Tampoco parecía que hubiera nada intrínseco acerca del láser tea que hiciera que trabajar con él fuera diferente a trabajar con otros aparatos experimentales. Posee un tamaño ordinario, es un aparato de laboratorio con un precio ordinario que no usa tecnología especialmente exótica o materiales raros. No requiere condiciones especiales de limpieza o esterilidad. Tolera puntapiés, explosiones y cuerpos extraños dejados en su funcionamiento (un tornillo y un destornillador fueron dejados en los tubos de gas de Jumbo y del láser Heriot-Watt, respectivamente). La primera información impresa sobre el láser enfatizaba su robustez llamándolo “láser contrachapado”. Si el láser es atípico se debe a que funciona con voltajes más altos a los que usualmente se encuentra; sin embargo, ello demanda que todas las partes sean grandes, separadas y fácilmente visibles. No hay nada “complejo” involucrado, no hay extremos de temperatura o de presión, el dispositivo no requiere aislamiento de su entorno ni eléctricamente, ni acústicamente, ni magnéticamente ni sísmicamente. La experimentación con el láser es muy ordinaria y muy fácil, especialmente comparada con los experimentos que se describirán ahora.
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Radiación gravitacional: 1972 La radiación gravitacional puede ser pensada como el equivalente gravitacional invisible de la luz u otras radiaciones electromagnéticas (véase, por ejemplo, Davies, 1980). La mayoría de los científicos acuerdan que la teoría general de Einstein predice que el movimiento de cuerpos masivos producirá ondas gravitatorias: sin embargo, estas son tan débiles que su detección es muy difícil. Por ejemplo, nadie ha llegado tan lejos como para sugerir un modo de generar flujos de radiación gravitacional detectables en la Tierra, al menos no dentro del futuro previsible. No obstante, se acepta ahora que una proporción sensible de las vastas cantidades de energía generadas en los violentos eventos del universo se debería disipar bajo la forma de radiación gravitacional que pudiera ser detectable en la Tierra. Supernovas que explotan, agujeros negros y estrellas binarias deberían producir flujos de ondas gravitacionales que se mostrarían en la Tierra como pequeñas oscilaciones en el valor de “G” (la constante que está relacionada con la atracción gravitacional de un objeto sobre otro). Tal como los planetas son atraídos hacia el Sol y entre sí por la fuerza de gravedad, lo mismo ocurre con objetos más pequeños. Sabemos que la atracción gravitacional de la Tierra es lo suficientemente fuerte como para mantenernos firmemente anclados al suelo la mayor parte del tiempo, pero también somos atraídos los unos a los otros por las fuerzas gravitacionales. No nos pegamos unos con otros debido a que las fuerzas son casi inmensurablemente pequeñas. Fue un triunfo de la ciencia experimental cuando en 1798 Cavendish logró medir la atracción gravitacional entre dos bolas de plomo masivas. ¡La atracción entre ellas comprendía solo quinientas millonésimas de su masa! Buscar la radiación gravitacional es inimaginablemente más difícil que buscar esta ligera fuerza, debido a que el efecto de un pulso de onda gravitacional no es mayor que una diminuta fluctuación dentro de ella. Por ejemplo, una de las antenas más pequeñas (muchas veces los detectores son referidos como antenas) que me mostraron estaba encajonada en una vasija de vidrio vacía. El núcleo estaba compuesto por, tal vez, cien kilos de metal, 124
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sin embargo el impacto de la luz proveniente de un pequeño flash en la masa de metal era suficiente para enviar el trazo registrador fuera de la escala de medida. Y esta era una prueba bastante insensible para uno de estos dispositivos. El diseño de un detector de ondas gravitacionales Este, por lo tanto, fue un experimento difícil. La técnica estándar fue desarrollada por el profesor Joseph Weber (pronunciado “Whebber”) de la Universidad de Maryland. Buscó cambios en la extensión (tensión) de una masiva barra de aleación de aluminio, causados por los cambios en la atracción gravitacional entre las partes. Cuando pasa un pulso de radiación gravitacional no se puede esperar que tal barra, que muchas veces pesa varias toneladas, cambie en sus dimensiones por más de una fracción del radio de un electrón. Afortunadamente la radiación es una oscilación, y si la barra tiene las dimensiones adecuadas, vibrará o hará “ring”, como un timbre, en la misma frecuencia que la radiación. Esto quiere decir que la energía del pulso puede ser efectivamente integrada o agregada a algo apenas medible. Un detector de Weber, o antena, comprende la pesada barra con algún medio para medir sus vibraciones. La mayoría de los diseños usan cristales “piezo-eléctricos” sensibles al esfuerzo, pegados o fijados de otro modo a la barra. Estos cristales producen electricidad cuando son deformados. En un detector de ondas gravitatorias, el voltaje producido es tan pequeño que es casi indetectable. De tal modo, una parte crítica del diseño es el amplificador de la señal. Una vez amplificadas las señales pueden ser grabadas en un registrador gráfico o alimentar una computadora para un análisis inmediato. Tales dispositivos, por supuesto, no pueden distinguir entre las vibraciones debidas a la radiación gravitacional y aquellas que son inducidas por cualquier otra fuerza. Así es que, para hacer un intento razonable por detectar ondas gravitacionales, la barra debe estar aislada de todas las otras perturbaciones conocidas y potenciales, tales como las fuerzas eléctricas, magnéticas, térmicas, acústicas y sísmicas. Weber 125
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intentó hacer esto suspendiendo la barra con un cable fino dentro de una cámara metálica de vacío. La suspensión fue aislada del piso por medio de una serie de láminas de plomo y caucho. (El aislamiento sísmico parece haber tenido una solución particularmente simple e ingeniosa para algo que muchos habían pensado que era un problema irresoluble). A pesar de estas precauciones la barra normalmente no estará completamente inmóvil. En la medida que se encuentra a una temperatura por encima del cero absoluto, se producirán vibraciones en la barra debido al movimiento estocástico de sus propios átomos. De tal modo, el medidor de esfuerzo registrará una continua producción de “ruido” térmico. Si este fuera registrado en papel por un lápiz (tal como lo fue hecho en numerosos experimentos), lo que se vería es una línea ondulada con puntas, picos y depresiones azarosas. Una onda gravitacional sería representada (tal vez) como un pico particularmente alto, pero debe tomarse una decisión acerca del umbral a partir del cual un pico cuenta como gravedad más que como ruido. Por más alto que se ponga el umbral, debe esperarse que, ocasionalmente, un pico debido enteramente al ruido sobresaldrá por encima del fondo. A fin de poder confiar que se están detectando algunas ondas gravitacionales, es necesario estimar el número de picos “accidentales” que se obtendrían como resultado exclusivo del ruido y asegurarse entonces que el número total de picos superiores al umbral sea aun mayor. (Para más detalles acerca del proceso de detección de las ondas gravitacionales, véase el apéndice técnico al final del capítulo.) En 1969, Weber afirmó que todos los días había detectado varios picos (cerca de siete) que no podían ser justificados por el ruido en el detector.
fueron recibidos de manera escéptica debido a que parecía que encontraba demasiada radiación gravitacional como para ser compatible con las teorías cosmológicas corrientes. El aparato que ahora está en desarrollo para detectar flujos de radiación en correlación con las predicciones cosmológicas se dice que es 109 (mil millones de veces) más sensible. De tal modo, si bien voy a hablar de la extinción de ciertas afirmaciones acerca de que se había hallado un nuevo fenómeno natural –ondas gravitacionales– debe comprenderse que sólo me refiero al fenómeno que Weber afirmó haber descubierto –altos flujos de ondas gravitacionales. Figura. Antena de ondas gravitacionales de Weber
El estatus de las afirmaciones de Weber De manera prácticamente universal, las afirmaciones de Weber actualmente no son creídas. Sin embargo, la búsqueda de radiación gravitacional se mantiene, y muchos de los dispositivos experimentales corrientes son similares a los de Weber. Los descubrimientos de Weber 126
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La tasa de detección de Weber parecía demasiado grande cuando se comparaban los cálculos acerca de la posible sensibilidad de su antena con los montos de energía disipada bajo la forma de ondas gravitacionales que debían generarse por los eventos cósmicos. Si se extrapolaban los resultados de Weber, asumiendo un universo isotrópico (uniforme) y suponiendo que la radiación gravitacional no estaba concentrada en los 1.661 Hertz (ciclos por segundo), la frecuencia que Weber podía detectar mejor, entonces el monto de energía que se estaba generando en el cosmos implicaría un tiempo de vida irrazonablemente corto. El universo debía “quemarse” completamente muy pronto si continuaba irradiando de ese modo. Estos cálculos sugerían que Weber debía estar equivocado por muchos órdenes de magnitud. Si bien las primeras afirmaciones de Weber no fueron enteramente creíbles, en los inicios de la década de 1970 Weber produjo una serie de ingeniosas modificaciones que llevaron a que otros laboratorios intentaran reproducir su trabajo. Una de las pruebas más importantes fue que los picos que superaban el umbral podían ser detectados simultáneamente en dos o más detectores, separados por mil millas. A primera vista parecía que solo una perturbación extraterrestre, tal como una onda gravitacional, podía ser responsable de estas observaciones simultáneas. Otra prueba fue que Weber descubrió en las perturbaciones una periodicidad de alrededor de 24 horas. Esto sugería que la radiación provenía de una sola radiación extraterrestre. Lo que es más, la periodicidad parecía estar relacionada con la disposición de la Tierra con respecto a nuestra galaxia, más que al Sol, y esto sugería para la perturbación una fuente extrasolar (o galáctica). (Este efecto fue conocido como la “correlación sideral”; véase el apéndice técnico.) Hacia 1972, en el momento en que se realizó el trabajo de campo que será discutido, varios laboratorios habían construido o estaban construyendo antenas para buscar la radiación gravitacional. Además de Weber, otros tres habían operado lo suficiente como para estar en condiciones de hacer sus propias afirmaciones. Todas ellas eran negativas. 128
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La regresión de los experimentadores Hasta el momento he descrito los principios generales de la detección de radiación gravitacional y algunos de sus problemas. El lector ingenuo, pero dotado científicamente, puede sentir que, si se le da cierto tiempo, ahora sabe cómo construir un detector de ondas gravitacionales. Lo que se necesita es una cámara de vacío y una pesada barra de aleación de aluminio suspendida dentro de ella y aislada de fuerzas magnéticas y eléctricas, y del suelo con un montón de plomo y goma. Los indicadores de esfuerzo piezo-eléctricos deben estar prendidos a la barra y sus señales, amplificadas y grabadas. El dispositivo entero puede ser construido en un año o dos a un costo menor a 50.000 libras. Pero ahora debemos recordar las proposiciones uno a seis que se encontraban al final del capítulo anterior. Las proposiciones uno a cuatro nos muestran que es improbable que podamos ahora construir un detector de ondas gravitacionales. La proposición seis sugiere por qué podemos habernos engañado al pensar que ahora tenemos la receta para detectar ondas gravitacionales. La proposición cinco sugiere que no tendremos idea si lo podemos hacer hasta que tratemos de ver si obtenemos el resultado correcto. ¿Pero cuál es el resultado correcto? El resultado correcto depende de si hay ondas gravitacionales golpeando la Tierra en flujos detectables. Para descubrir esto debemos construir un buen detector de ondas gravitacionales y echar un vistazo. ¡Pero no sabremos si hemos construido un buen detector hasta que lo hayamos intentado y hayamos obtenido el resultado correcto! Pero no sabremos cuál es el resultado correcto hasta que... y así ad infinitum. La existencia de este círculo, que llamaré la “regresión de los experimentadores”, comprende el argumento central de este libro. El trabajo experimental sólo puede ser utilizado como prueba si se encuentra alguna forma de quebrar este círculo. La regresión experimental no se puso en evidencia en el último capítulo debido a que en el caso del láser tea el círculo fue rápidamente quebrado. La habilidad del láser para vaporizar hormigón, o cualquier otra cosa, involucra un criterio universalmente aceptado de calidad experimental. Nunca hubo una 129
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duda sobre si el láser debía funcionar y nunca hubo dudas acerca de cuándo estaba funcionando y cuándo no. Cuando no se dispone de un criterio tan claro, la regresión de los experimentadores solo puede ser evitada encontrando algún otro medio para definir la calidad de un experimento; debe encontrarse un criterio que sea independiente del resultado del experimento en sí.1 Los científicos en su trabajo Si la regresión de los experimentadores es un problema real, debemos esperar que haya desacuerdo entre científicos acerca de si su propio dispositivo, o el de los otros, es un buen detector. Es probable que hagan esto ante la ausencia de un criterio independiente para la determinación de la calidad. Esto es precisamente lo que se encontró en mi trabajo de campo y puede ser ilustrado con citas provenientes de entrevistas con los científicos involucrados. Los siguientes grupos de comentarios, tomados de entrevistas realizadas en 1972, revelan diferencias en las afirmaciones de los científicos acerca del valor de los experimentos. El primer grupo de comentarios muestra la variación en las opiniones de los científicos en relación con el valor de los dispositivos experimentales de los otros y los resultados informados. En cada caso, en diferentes establecimientos, tres científicos están informando acerca del experimento de un cuarto.
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Científico b: Ellos esperan alcanzar una sensibilidad muy alta, pero francamente no les creo. Para hacerlo hay maneras más sutiles que la fuerza bruta... Científico c: Pienso que el grupo de... W... estaba simplemente loco.
Experimento X Científico i: ...él está en un lugar muy pequeño... [pero] ...he mirado sus datos y ciertamente tiene algunos datos interesantes. Científico ii: Yo no estoy realmente impresionado por sus capacidades experimentales, por lo que cuestionaría cualquier cosa que hubiera hecho más que lo que cuestionaría a otras personas. Científico iii: ¡Ese experimento es un montón de mierda!
Experimento Y Científico 1: Los resultados de Y parecen bastante impresionantes. De cierto modo tienen un aspecto muy serio y demuestran bastante autoridad... Científico 2: Mi mejor estimación de su sensibilidad, y él y yo somos buenos amigos... es... [baja] ...y no tiene ninguna chance [de detectar ondas gravitatorias]. Científico 3: Si tú haces como ha hecho. Y, y entregas tus gráficos a algunas... chicas y les preguntas cómo resolverlo, bueno, no sabes nada. No sabes si esas chicas estaban hablando con sus novios al mismo tiempo.
Experimento W Experimento Z Científico a: ...este es el motivo por el cual la cosa de W, aunque es muy complicada, posee tales atributos que si ellos ven algo, es un poco más creíble... Ellos realmente se han dedicado a eso.
1 Los críticos de estos estudios no parecen haber enfrentado directamente la regresión de los experimentadores. Algunos (como Mulkay, Potter y Yearley, 1983) no han sido capaces de reconocer el bosque entre los árboles de los datos. Algunos (como Laudan, 1982) se han quejado principalmente de lo desagradable de las consecuencias.
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Científico I: El experimento de Z es bastante interesante, y no debería ser descartado solo debido a que el... grupo no puede repetirlo. Científico II: Yo estoy muy poco impresionado con el asunto de Z. Científico III: Después está Z. ¡Ahora, la cosa de Z es un fraude liso y llano!
El segundo grupo de comentarios muestra que los científicos percibían de distinto modo la importancia de las variaciones menores en los 131
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detectores del tipo de la barra; poseían percepciones diferentes de lo que debía contar como copias de qué otras. Veían similitudes y diferencias de distintos modos. i: Puedes recoger un buen libro de texto y te contará cómo construir un detector de ondas gravitatorias... Al menos uno basado en la teoría que tenemos ahora. Mirar el aparato de otro es una pérdida de tiempo, en cualquier caso. Básicamente es toda tecnología del siglo diecinueve y podría haberse hecho cien años atrás excepto por algunos chismes. La teoría no es distinta a la de la radiación electromagnética...
Desde este punto de vista, todos los detectores construidos deberían ser capaces de ver la radiación si es que está allí, dado que no hay problemas particulares asociados a su construcción. ii: Lo que realmente me intriga es que, sin contar la antena de barra dividida (la distintiva versión británica del dispositivo), todo el mundo está haciendo copias calcadas. Este es el asunto verdaderamente desalentador. Nadie está haciendo realmente investigación, están siendo copiones. Pensaba que la comunidad científica era más original que eso.
Este científico (cuyo aparato era el menos parecido al original) percibía a todos los otros como si fueran calcos. Para él las diferencias entre los detectores no eran significativas. Por otro lado, las dos afirmaciones siguientes muestran que las diferencias entre los detectores, más que las similitudes, pueden ser percibidas como significativas a la hora de ver la radiación: iii: ...es muy difícil hacer un calco. Puedes hacer algo que se acerque, pero si resulta que lo que es crítico es el modo en que él pega sus transductores, y se olvida de decirte que el técnico pone siempre una copia del Physical Review encima de ellos por el peso, bueno, eso puede ser toda la diferencia.
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iv: En un experimento como este habrá inevitablemente un montón de resultados negativos cuando la gente publica por primera vez debido a que el efecto es tan pequeño, que cualquier diferencia pequeña en el aparato puede producir una gran diferencia en las observaciones... Quiero decir que cuando haces un experimento hay un montón de cosas acerca del experimento que no se comunican en los artículos. Existen las así llamadas técnicas estándar, pero es necesario hacer esas técnicas de un determinado modo.
Finalmente Weber vio las diferencias entre los detectores como el rasgo dominante, y sintió que esas diferencias hacían que los detectores secundarios fueran menos efectivos que su propio dispositivo. v: Bueno, pienso que es muy desafortunado debido a que hice estos experimentos y publiqué toda la información relevante sobre la tecnología, y me pareció que otra persona debía repetir mi experimento con mi tecnología, y habiéndolo hecho tan bien como yo pude, debería hacerlo mejor... Es una desgracia internacional que el experimento no haya sido repetido por cualquiera con esa sensibilidad.
El tercer grupo de evidencias revela variaciones en las percepciones de los científicos acerca del valor de las diversas partes de los procedimientos experimentales del creador. Weber había informado resultados y había sido duramente criticado por cierto tiempo antes que la mayoría de los científicos secundarios comenzaran a establecer sus propios experimentos. Contestando críticas y mejorando sus resultados, Weber produjo una serie de elaboraciones experimentales, algunas de las cuales convencieron a diferentes científicos secundarios para tomar los hallazgos lo suficientemente en serio como para trabajar ellos mismos. La primera de estas elaboraciones fue la demostración de señales coincidentes de dos o más detectores separados por grandes distancias. Algunos científicos pensaron que esto era convincente. De tal modo un científico dijo:
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…le escribí preguntándole específicamente sobre coincidencias cuádruples y triples porque para mí este es el principal criterio. Las probabilidades de que tres o cuatro detectores se desvíen juntos son muy remotas.
Por otro lado, algunos científicos creían que las coincidencias podían ser fácilmente producidas por los componentes electrónicos, el azar, o algún otro artefacto. …de la conversación resultó que la barra en… y la barra en… no tenían de ningún modo una electrónica independiente... Había algunos contenidos muy importantes en común en ambas señales. Dije... “no es de extrañar que veas coincidencias”. Con todo, descarté el asunto de nuevo.
Sin embargo, Weber llevó adelante un experimento en el que la señal de una de las barras era pasada a través de un retardo; mostró que bajo esas circunstancias las coincidencias desaparecían. Esto, por supuesto, sugirió que las coincidencias no eran un artefacto de la electrónica o de la suerte. Muchos encuestados observaron que “...el experimento de retardo es muy convincente”, mientras que otros no lo encontraron así. Para algunos científicos el descubrimiento de Weber de la correlación entre los picos en la actividad de las ondas gravitatorias y el tiempo sideral era el hecho sobresaliente que requería explicación. ...nada podría importar menos que el experimento de retardo. Puedes inventar otros mecanismos que producirían que las coincidencias desaparezcan... La correlación sideral para mí es lo único de todo este grupo de asuntos que me hace ponerme de pie y preocuparme por ella... Si esta correlación sideral desaparece puedes tomar todo ese... experimento y meterlo en algún lugar.
En contra de esto, dos científicos señalaron: Lo que finalmente nos convenció a muchos de nosotros... fue cuando informó que una computadora había analizado sus datos y había encontrado lo mismo.
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Lo más convincente es que lo había puesto en una computadora.
Pero otro dijo: Sabes que afirmó que tenía gente que había escrito programas de computadora para “liberarse” él mismo. No sé qué significa eso... Una cosa que a mí y a mucha gente nos hace sentir mal sobre esto es el modo en que analizó los datos, y el hecho de que lo hiciera en una computadora no hace mucha diferencia...
En cuarto lugar, la lista de razones “no científicas” que los científicos ofrecían como motivo para su creencia o escepticismo en los resultados de Weber y el trabajo de otros, revela la falta de un criterio “objetivo” de excelencia. Esta lista comprende: Fe en las capacidades experimentales y la honestidad, basadas en haber compartido trabajos anteriormente Personalidad e inteligencia de los experimentadores Reputación en hacer funcionar un gran laboratorio Si el científico había trabajado en la industria o en la academia Historial previo de fracasos “Información interna” Estilo y presentación de los resultados Aproximación psicológica a los experimentos Tamaño y prestigio de la universidad de origen Integración en varias redes científicas Nacionalidad
Tal como un científico lo señaló, al resumir la fuente de su escepticismo en los resultados de Weber: Puede ver, todo esto tiene poco que ver con la ciencia. Al final vamos a acercarnos a este experimento y usted encontrará que no puedo criticarlo tan cuidadosamente como quisiera.
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No hay, entonces, un conjunto de criterios “científicos” que puedan establecer la validez de los hallazgos en este campo. La regresión de los experimentadores lleva a los científicos a buscar otros criterios de calidad.
decidió que las estadísticas eran basura absoluta, y rechazó publicarlo, y “T” quería que lo publicara y él no quería, y cuando “S” se fue de vacaciones, el otro editor “V” lo dejó pasar porque decidió que [el artículo] estaba haciendo demasiado ruido.
En quinto, y último lugar, el siguiente conjunto de fragmentos de entrevistas muestra que los científicos están involucrados con algo más que métodos formales de argumentación y persuasión. En primer lugar, las siguientes citas deben leerse como muestra de la falta de consenso sobre criterios formales.
...de hecho hay un tipo de samizdat circulando que “S” escribió pero que no quería publicar, señalando todas estas inconsistencias.
Tuvimos una... escuela de verano... que duró dos semanas. Cuando fuimos allí, inicialmente había una cierta excitación en el aire porque a partir de las discusiones parecía que “P” estaba diciendo que había mirado por treinta días y que no había visto ninguna coincidencia en el nivel de sensibilidad de “O”, y “O” no se estaba sintiendo muy bien por eso. Habían hablado muchas horas, y cuando la conferencia terminó acordaron oficialmente que el dispositivo de “O” era más sensible que el de “P”... Por lo tanto, oficialmente no había ningún desacuerdo. Extraoficialmente, no lo sé... Bueno, hay dos profesores de... dando vueltas y difundiendo rumores acerca de que “Q” está repitiendo mi experimento con una sensibilidad mayor. Esto él lo ha negado en una conversación telefónica con “R”. Dónde está la verdad, no lo sé. ...cuando escuché hablar de estos resultados y del hecho de que este informe de segunda mano desacreditaba a “O”, llamé a “O” y le dije cuáles eran los rumores que estaban dando vueltas para que él lo supiera, y dije que dudaba si esa era realmente la verdadera imagen, y me dijo un montón de cosas más, y que ellos realmente no tenían nada que estuviera cerca de su sensibilidad... Después estaba ese rumor de que “S” había visto el artículo de “T” y
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Hubo un intento de “U” y de otros de involucrarme e intrigar en la rebelión de los “Jóvenes turcos”... Yo no me involucré en eso... “U” es a menudo un negativista en su actitud hacia las cosas, y propone derrocar a “O” por un tiempo... Hay una suerte de dos bandos y “U” es el principal activista del campo que propone derrocar a “O”.
No necesitamos ir más lejos para ver que, en este caso, la resolución de los argumentos acerca de qué detectores eran buenos y cuáles eran malos era un interesante proceso social. Competencia y existencia La resolución de estos argumentos es congruente con la pregunta acerca de si las ondas gravitatorias existen. Cuando se decide cuáles son los experimentos buenos, se especifica si los buenos son aquellos que han detectado las ondas gravitatorias o los que no lo han hecho. De tal modo, se sabe si las ondas gravitatorias están en condiciones de ser detectadas. Por otro lado, una vez que se sabe si están allí para ser detectadas, hay un criterio disponible para determinar si un aparato particular es bueno. Si hay ondas gravitatorias un buen aparato es uno que las detecta. Si no hay ondas gravitatorias los buenos experimentos son aquellos que no las han detectado. De tal modo, la definición de lo que cuenta como un buen aparato detector de ondas gravitatorias, y la respuesta a la pregunta acerca de si las ondas gravitatorias existen, son procesos sociales congruentes. Son la encarnación social de la regresión de los experimentadores. 137
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El caso de la radiación gravitatoria conduce a dos proposiciones más. Proposición siete: Cuando el criterio normal –el resultado exitoso– no está disponible, los científicos están en desacuerdo acerca de cuál experimento está hecho de manera competente. Proposición ocho: Allí donde hay desacuerdo acerca de lo que cuenta como un experimento realizado de manera competente, el debate subsiguiente es congruente con el debate acerca de cuál es el resultado apropiado del experimento. La clausura del debate acerca del significado de la competencia es el “descubrimiento” o el “no descubrimiento” de un nuevo fenómeno.
Radiación gravitacional: 1975 Después de 1972 los hechos favorecieron cada vez menos las afirmaciones de Weber. En julio de 1973 fueron publicados resultados negativos por dos grupos separados (uno dos semanas después del otro) en el Physical Review Letters. En diciembre de 1973 un tercer grupo publicó resultados negativos en Nature. Artículos posteriores, que afirmaban resultados negativos con sensibilidades incrementadas, fueron publicados a continuación por estos grupos y también por otros tres. Desde entonces, ninguno concluyó que había encontrado algo que corroborara los hallazgos de Weber. Después de 1972 el impulso de la actividad experimental cambió junto con el incremento de la certeza de que los resultados de Weber eran incorrectos. Si en 1972 cerca de una docena de grupos estaban involucrados con experimentar activamente en la dirección de los hallazgos de Weber, hacia 1975 nadie excepto el propio Weber estaba aún trabajando en esa dirección, e incluso él estaba enfrentando severos problemas de financiación. Sin embargo, cerca de siete grupos estaban construyendo o considerando el diseño de antenas de una sensibilidad varios órdenes de magnitud mayor, con la esperanza de detectar el flujo de radiación pequeño y predicho teóricamente. 138
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En 1972, unos pocos científicos creían en la existencia de altos flujos de ondas gravitatorias, y difícilmente había alguno que se comprometiese abiertamente a afirmar su no existencia. En 1975, varios científicos habían gastado tiempo y esfuerzo activamente para proseguir el caso contra Weber. La mayoría de los demás aceptaba que él estaba equivocado y sólo un científico distinto a Weber pensaba que era valioso proseguir la búsqueda de flujos elevados. Puede ser justo referirse a 1975, en las palabras de uno de mis encuestados, como parte de la “era post Weber”. Clausura del debate Los detalles de la siguiente fase de argumentos concernientes a la existencia de ondas gravitatorias –los argumentos que condujeron a la virtual extinción de la credibilidad de las afirmaciones acerca de altos flujos– han sido descritos en extensión en otro lugar (Collins, 1981c). Aquí sólo daré un breve resumen. Aunque casi todos los científicos acordaban hacia 1975 que los flujos no existían y que el experimento de Weber no era adecuado, sus razones variaban notablemente. Algunos se convencieron debido a que Weber había cometido en un punto un error bastante manifiesto dentro de su programa de computadora; otros pensaron que el error había sido satisfactoriamente corregido antes de producir demasiado daño. Algunos pensaron que el análisis estadístico del ruido de fondo y el número de picos residuales era inadecuado, pero otros no pensaron que ese fuera un punto decisivo. Weber había cometido también un grave error cuando afirmó haber encontrado señales coincidentes entre su propio detector y uno de un laboratorio completamente independiente. Estas coincidencias fueron extraídas de los datos comparando secciones de las cintas grabadoras de los dos detectores. Desafortunadamente para Weber, resultó que las dos secciones de la cinta que comparó habían sido grabadas con una diferencia de cuatro horas, por lo que estaba de hecho evocando una señal a partir de lo que debería haber sido puro ruido. Una vez más, sin embargo, no era difícil encontrar científicos que 139
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pensaran que el daño no había sido demasiado grande dado que el nivel de la señal informada era apenas estadísticamente significativo.2 Otro factor considerado importante por algunos fue que Weber no logró incrementar la razón señal/ruido en sus resultados a lo largo de los años. De hecho, considerando que su aparato estaba siendo sometido a mejoras continuas, la señal neta parecía estar disminuyendo. Esto no se sentía que fuera típico para un trabajo científico nuevo. Es más, la correlación sideral informada inicialmente se fue desvaneciendo. Una vez más, sin embargo, estas críticas fueron consideradas decisivas solo por uno o dos científicos. Finalmente, no hace falta decir que los resultados negativos casi uniformes de otros laboratorios fueron un punto importante. ¡Sin embargo todos excepto uno de los aproximadamente seis experimentos negativos (¿cuándo un experimento no es un experimento?) fueron fuertemente criticados por uno o más de los críticos de Weber! Esto sin mencionar a Weber en sí, quien vio a los seis como inadecuados. Esto no debería sorprender dado el análisis de las secciones anteriores.3 Un solo experimento se mantuvo inmune a las críticas de los críticos de Weber, y este fue un experimento diseñado para ser lo más cercano posible a una copia exacta del diseño original de Weber. Las críticas de Weber a este experimento se dirigieron a diferencias halladas en el algoritmo para el procesamiento de la señal (Collins, 1981c). De tal modo uno o más de los críticos, junto con el propio Weber, encontró fallas en cada uno de los argumentos y de las evidencias dirigidas en contra de la afirmación de los flujos altos. Solo en el caso
de un experimento Weber careció de aliados en sus críticas a aspectos del diseño. La desaparición de los altos flujos de ondas gravitatorias Bajo estas circunstancias no es obvio cómo cayó tanto la credibilidad acerca de los flujos altos. De hecho no fue el único experimento no criticado el que fue decisivo: los científicos raramente lo mencionaban en la discusión. Obviamente, el peso total de la opinión negativa fue un factor, pero dada la flexibilidad, por así decirlo, de toda la evidencia negativa, no debió sumarse de un modo tan decisivo. Había un modo de reunir la evidencia, notando las fallas en cada fragmento, de modo tal que ese rechazo rotundo de las afirmaciones en torno a los flujos altos no fuera la inferencia necesaria. Después de todo, Weber había gastado más tiempo, esfuerzo y dedicación en el trabajo que cualquier otro, tal como lo reconocieron algunos otros científicos. Un encuestado informó: ...hacia entonces [1972] Weber nos había visitado e hizo el comentario, y pienso que el comentario era válido, de que “va a ser una época difícil en el negocio de las ondas gravitatorias”, porque sentía que él había trabajado durante diez o doce años para obtener señales, y es mucho más fácil atacar un experimento, y si no ves los resultados no miras para encontrar por qué no los ves, tú sólo publicas un artículo. Es importante, y solo dice: “No los veo”. Entonces él sintió que las cosas iban a caer en un lento reflujo...
Otro experimentador, que había trabajado con Weber y simpatizaba con él comentó: 2 Es interesante que el nivel fue de 2.6 desviaciones estándar. Esto habría sido considerado un nivel elevado en las ciencias sociales, pero parece haber contado como inadecuado en esta área de la física. El lector puede recordar (capítulo 2) que elegir un nivel de significación estadístico apropiado supone invocar una misteriosa regla de ratones. 3 La producción de un resultado “correcto” es solo una condición necesaria, no suficiente, para la atribución de competencia. Los científicos se sienten libres de criticar a sus colegas aun cuando sus resultados acuerdan con sus propias disposiciones en la medida que hay aún otros resultados negativos a los cuales referirse. Un fenómeno similar será informado en el capítulo cinco y discutido en el capítulo 6.
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... [una diferencia importante entre Weber y los otros es que Weber] pasó horas y horas por día, por semana, por mes, viviendo con el aparato. Cuando estás trabajando, y estás tratando de obtener la mayor cantidad de resultados de las cosas, encontrarás que [por ejemplo] un tubo que has seleccionado, digamos uno entre cien, solo es un buen tubo de ruido por un mes si tienes suerte, pero una semana es más probable. Algo ocu-
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rre, alguna pequeña partícula se desprende del cátodo y tienes ahora un sitio que es ruidoso, y los procedimientos para encontrarlo son largos y tediosos. Mientras tanto para afuera tu sistema parece el mismo. De tal modo, muchas veces puedes tener un sistema que funciona, y piensas que está funcionando bien, y no lo está. Una de las cosas que Weber da a su sistema, y que ninguno de los otros hace, es dedicación –dedicación personal– como ingeniero eléctrico que la mayor parte de los otros tipos no son... Weber es ingeniero eléctrico y físico, y si resulta que él está viendo ondas gravitatorias y los otros simplemente se lo pierden, esa es la respuesta, que ellos no eran experimentadores realmente dedicados... Vivir con el aparato es algo que encuentro verdaderamente importante. Es como conocer una persona –después de un tiempo, puedes decir cuándo tu mujer se está sintiendo fuera de foco aun cuando ella misma no lo sabe.
El propio Weber remarcó que un factor importante es tener a alguien que está dedicado, que quiere trabajar en el experimento antes de estar seguro de que está funcionando de manera apropiada. Pienso que es una cuestión clave. No puedo recordar haber establecido un experimento complejo que funcionara bien cuando fue puesto en marcha inicialmente... Con el ambiente y la situación [que tenemos ahora] la gente no está en condiciones de ponerse a sí misma como para confirmar los primeros resultados...
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La cristalización de la evidencia Me referiré a este crítico como “Q”. Él había construido una de las antenas más pequeñas, si bien argumentaba que era al menos tan sensible como la de Weber debido a su diseño sofisticado. Sin embargo, otros críticos casi siempre discutían el experimento de Q con reservas, debido a que la antena era pequeña. Pero su impacto era alto por el modo en que era presentado. Tal como lo indicó un científico: ...en lo que concierne a la comunidad científica en general, es probable que la publicación de Q sea la que resolvió en general la actitud. Pero de hecho el experimento que ellos hicieron fue trivial –fue una cosa mínima... Pero la cosa fue el modo en que escribieron el informe... Todo el resto del mundo estaba terriblemente indeciso acerca de eso... Era todo un poco dudoso... Y entonces Q vino con este juguete. Pero es el modo en que lo escribió.
Otro científico dijo: Q poseía una sensibilidad considerablemente menor, por lo que yo hubiera creído que habría hecho un impacto menor que cualquier otro, pero habló más fuerte que cualquier otro e hizo un hermoso trabajo analizando los datos.
Y un tercero: La conciencia de los científicos acerca de este aspecto del trabajo experimental puede hacer que duden en considerar en general negativos a un grupo particular de resultados negativos. Es claro que la posibilidad de que se pudieran mantener las afirmaciones en torno a los flujos altos, aun frente a esta evidencia negativa, fue una importante fuerza motivadora que se encontraba detrás del trabajo de un crítico.4
[El artículo de Q] era muy ingenioso porque su análisis era en verdad muy convincente para otras personas y fue la primera vez que alguien calculaba de un modo simple lo que debía ser el ruido térmico de la barra... Fue hecho de un modo muy claro y en cierta medida convencieron a todo el mundo.
4 Un motivo completamente desinteresado, honorable e impersonal, me apresuro en añadir, dado que el crítico estaba firmemente convencido de que Weber estaba
equivocado. Sus razones fueron tomadas de la teoría física y de su experiencia excepcionalmente amplia como experimentador en áreas difíciles.
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Los primeros resultados negativos habían sido informados con circunspección. Los científicos discutieron todas las posibilidades lógicas que podían explicar la discrepancia. Que los resultados de Weber fueran espurios no era una certeza que podía hacerse pública. Inmediatamente después vino el segundo informe experimental de Q, muy franco, con su cuidadoso análisis de datos y su afirmación de que sus propios resultados estaban “en conflicto sustancial con los informados por Weber”. Entonces, como lo señaló un encuestado, “eso comenzó la avalancha y después de eso nadie vio nada”. La imagen que emerge es que los experimentos que establecían fuertes y confiables desacuerdos con los de Weber resultaron abiertamente publicables, pero que esa confiabilidad vino solo después de que se erigiera lo que se puede llamar una “masa crítica” de informes experimentales. Esta masa fue “disparada” por el científico Q. Q creía desde el principio que Weber estaba equivocado, y actuó basándose en esa creencia.5 Solo una lectura superficial llevaría a la conclusión de que las acciones de Q fueron menos sinceras que las de Weber. Debe señalarse también que Q había preparado una estrategia por si se encontraban altos flujos de ondas gravitatorias, y esto involucraba una actitud menos cerrada de lo que sugeriría una lectura rápida de lo que sigue. Estas calificaciones deberían recordarse mientras se analizan las acciones de Q. Estas fueron las otras intervenciones importantes de Q: la persona que realmente descubrió el error de programación de Weber fue preparada para mantener el asunto en privado en la medida que Weber aclarase las cosas rápidamente. Sin embargo, Q forzó la discusión del tema en la apertura de una conferencia. Quien los descubrió destacó estos errores.
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Respecto a la… conferencia, Q forzó mi mano, yo fui a la… conferencia sin la intención de mencionar el error de cómputo a menos que Weber hiciera una declaración errónea... Pero cuando llegué allí Q se me presentó con una copia de sus observaciones ya pasadas en limpio, y dado que yo me estaba yendo de la sesión... No almorcé ese día poniendo lo que iba a decir que había sucedido en lo que yo sentí que era, sin ser emotivo, una forma precisa... ese fue el primer anuncio público.
Otro científico comentó: ...yo sentí que era un asunto muy incendiario. Era claramente un caso donde Weber había metido la pata debido a su análisis de los datos, y yo sentí que eso hablaba por sí mismo y esas pocas personas que sabían sobre el asunto eran suficientes. Pero Q no sentía las cosas de ese modo y fue tras Weber... y yo me mantuve en la línea lateral cubriendo mis ojos porque no estoy realmente interesado en ese tipo de cosas, porque eso no es ciencia.
Q también escribió una “carta” a un popular periódico de física que incluía el párrafo: [se mostró] que en [cierta grabación] ...prácticamente todas las así llamadas coincidencias “reales”... fueron creadas individualmente por un simple error de programación. De tal modo, no solo algunos fenómenos junto con las ondas gravitatorias pudieron causar el retraso-cero en el exceso de la tasa de coincidencia [en estos datos], sino que de hecho lo hicieron (énfasis de Q)
y que 5 En una charla dada a la aaas en 1978, Kip Thorne se refirió a este tipo de consideraciones como “creencias apreciadas por los físicos”. Estas, por supuesto, no son creencias arbitrarias; son apreciadas solo porque abandonar alguna de ellas involucra abandonar mucho de lo que ha demostrado ser exitoso en la red de conceptos de los físicos. Esto será discutido más extensamente en el capítulo 6.
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...el grupo de Weber no ha publicado evidencia creíble para fundamentar la afirmación de que han detectado radiación gravitacional.
Q me explicó su estrategia experimental del siguiente modo: 145
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...lo que podríamos haber hecho al comienzo era simplemente analizar los resultados de Weber y mostrar que por principio él no podía haber detectado las ondas gravitatorias que decía que estaba detectando... Podríamos haber argumentado desde lo abstracto que él no podría haberlas detectado aun bajo circunstancias ideales. Pero sentimos que no tendríamos ninguna credibilidad si hacíamos eso... y que el único modo en que podíamos mantenernos era conseguir un resultado por nosotros mismos.
Luego de completar el trabajo y publicar el informe con su antena “diminuta”, el grupo de Q construyó una segunda antena de mayor tamaño y sensibilidad, pero lo suficientemente pequeña como para utilizar el mismo equipamiento periférico (cámara de vacío, etcétera). Yo estaba interesado en sus razones para seguir adelante con esto si es que ellos consideraban que su primera antena, aunque era pequeña, era lo suficientemente grande para hacer el trabajo de legitimar la desaprobación de los resultados de Weber. Q en sí mismo respondió simplemente en términos del uso maximizado del equipamiento disponible. El nuevo experimento prácticamente no costaba nada y empujaba el límite superior de las posibles ondas gravitatorias aun más abajo. Sin embargo, otro de los miembros del grupo de Q respondió: ...bueno, sabíamos qué era lo que iba a ocurrir. Sabíamos que Weber estaba construyendo una más grande y sentimos que no habíamos sido lo suficientemente convincentes con nuestra pequeña antena. Debíamos ir un paso más allá de Weber e incrementar también nuestra sensibilidad. En este punto no se trataba más de física. No es claro que alguna vez fuera física, pero ciertamente no lo era para entonces. Si estuviéramos buscando ondas gravitatorias habríamos adoptado un enfoque enteramente diferente. [ej., un experimento con suficiente sensibilidad como para hallar la radiación teóricamente predicha] ...No tiene sentido construir un detector del [tipo] ...que construyó Weber. Simplemen-
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te no vas a detectar nada [con un detector de este tipo –tanto sobre fundamentos teóricos como sabiendo el modo en que Weber maneja sus datos] y de tal modo no tiene sentido construir uno, excepto por el hecho de que hay alguien ahí afuera publicando resultados en el Physical Review Letters... Era bastante claro que [otro grupo de renombre] jamás iba a revelarse con una conclusión firme... de modo que avanzamos y lo hicimos... Sabíamos perfectamente bien qué era lo que ocurría, y era solo cuestión de obtener un resultado lo suficientemente firme como para publicarlo en un periódico reputado, y tratar de finalizar el asunto de ese modo.
La última frase de la cita anterior es particularmente significativa. El grupo de Q había hecho circular un artículo de Irving Langmuir (1953) entre otros científicos y el propio Weber. A mí también me citaron este artículo. El artículo de Langmuir trata acerca de varios casos de “ciencia patológica” –“la ciencia de cosas que no son así”. Q creía que el trabajo de Weber era típico de este género; trató de persuadir a Weber y a otros acerca de las similitudes. La mayor parte de los casos citados por Langmuir tomaron muchos años en asentarse. Como lo dijo un miembro del grupo de Q: Queríamos ver si era posible detenerlo inmediatamente sin tener que arrastrarlo a lo largo de veinte años.
Estaban preocupados porque sabían que el trabajo de Weber era incorrecto, pero podían ver que esto no era comprendido ampliamente. En verdad, los hechos eran más bien los opuestos. Para citar de nuevo: Además Weber estaba presionando mucho. Estaba dando un sinfín de conferencias... nosotros teníamos algunos estudiantes graduados –me olvidé de cuál universidad eran– que vinieron a mirar el aparato... Ellos tenían la firme opinión de que las ondas gravitatorias habían sido detectadas y que eran un hecho de la vida que estaba establecido, y nosotros sentimos que había que hacer algo para detener eso... El asunto se estaba
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yendo de las manos. Si hubiéramos escrito un artículo ordinario, que solo dijera que habíamos echado un vistazo sin encontrar nada, este se habría hundido sin dejar trazos.
En suma, Q y su grupo se propusieron matar los descubrimientos de Weber en el tiempo más corto posible. No hay razón para creer que tenían algo distinto a los mejores motivos para estas acciones, pero persiguieron su propósito de una manera inusualmente vigorosa. Hicieron su experimento con la intención de desarrollar una posición desde la cual pudieran destruir lo más efectivamente posible las afirmaciones de Weber. Probablemente no se habrían preocupado en realizar ningún trabajo experimental si no hubiera sido porque ellos “miraron lo que otras personas estaban planeando hacer y decidieron que no había nadie que fuera a producir esta confrontación”. De tal modo, Q actuó como si no pensara que la simple presentación de resultados, con un comentario clave, fuera suficiente para destruir la credibilidad de los resultados de Weber. En otras palabras él actuó tal como uno esperaría que actuara un científico que se diera cuenta de que la evidencia y los argumentos, por sí mismos, son insuficientes para resolver de manera no ambigua el estatus existencial de un fenómeno. He indicado cómo la regresión de los experimentadores fue resuelta en este caso. El creciente peso de los informes negativos, ninguno de los cuales era decisivo por sí solo, fue –por así decirlo– cristalizado por Q. De ahora en adelante solo los experimentos que dieran resultados negativos fueron incluidos en el conjunto de las contribuciones serias al debate. Después que Q hiciera su contribución, no hubo más altos flujos de ondas gravitatorias. De ahora en adelante todos los experimentos que producían resultados positivos, tales como los de Weber, debían por este simple hecho, estar mal. Poseer un detector de ondas gravitatorias se parecía mucho más a la posesión de un láser tea. Este es uno de los modos a través de los cuales el campo cambió entre 1972 y 1975. Ahora veremos otro de los cambios.
La detección de la radiación gravitacional
El contenido de los argumentos y la naturaleza de la radiación gravitacional
Los científicos estaban dispuestos a ofrecer explicaciones acerca de las diferencias que había en los resultados de los diversos experimentos sobre ondas gravitatorias. Estas iban desde las estimaciones de la sensibilidad relativa hasta las cualidades personales de los respectivos experimentadores. La lista completa de las variables que me sugirieron en 1972 como candidatas para explicar las diferencias en los resultados fue la siguiente: Uno: Los medios para detectar vibraciones en la barra. Tal como se ha mencionado, Weber usaba cristales piezo-eléctricos pegados cerca del centro, pero otras posibilidades de uso en ese momento incluían intercalar los cristales entre las partes de la masa vibratoria, de diferentes modos, o usar un condensador cuya lámina de separación cambiara con los cambios en la extensión de la barra. Dos: El material con el que está construida la barra. Algunos materiales son más eficientes que otros. Algunos de los últimos experimentos usaban enormes cristales únicos de zafiro como masa vibratoria, pero en 1972 la mayoría de los experimentos usaban una aleación de aluminio. Las barras parecían variar de acuerdo con quién las había fabricado y cómo habían sido tratadas. Un experimentador usaba aluminio puro, que debería haber sido más eficiente que la aleación, pero tuvo grandes problemas con el “deslizamiento”*; esto producía un alto nivel de “ruido”. Tres: La electrónica usada en el procesamiento de las señales. Se sugirió que los circuitos electrónicos podían producir las “señales” por sí solos, o inundarlas con su propio ruido, o contribuir a la aparición de señales simultáneas provenientes de diferentes detectores, o actuar como receptores de perturbaciones no gravitacionales espurias. Cuatro: Las técnicas estadísticas usadas para separar la “señal” del “ruido”. * “Creep”, en el original. [N. del T.]
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Tal como se indicó, deben tomarse decisiones en relación con el criterio para apartar las “señales” del ruido. En los sistemas más rudimentarios las decisiones se toman mirando un “impreso” que mostrará una cierta cantidad de picos. Los picos que se sitúan por encima de un cierto nivel predeterminado serán contados como “señales”. Este proceso de selección puede ser hecho por medio de paneles de árbitros, por el experimentador mismo o por otros científicos. De manera alternativa, pueden utilizarse computadoras para hacer este análisis, o bien un análisis con técnicas estadísticas más sofisticadas. Argumentos sobre la eficiencia de estas diferentes técnicas figuraron y figurarían en gran parte en el debate. Cinco: Las estimaciones hechas de la frecuencia de los picos “accidentales” y la frecuencia de los estados sensibles del detector. Como se ha explicado antes, ha de esperarse un cierto número de picos espurios, debidos enteramente al ruido del sistema. Deben hacerse cálculos de esa frecuencia a fin de estimar el número de picos genuinos. Aun allí donde detectores separados están buscando señales coincidentes, un cierto número de coincidencias serán espurias. Sin embargo, también es el caso que no todas las ondas gravitatorias genuinas serán registradas como picos coincidentes. Esto se debe a que, si el algoritmo para extraer picos genuinos está basado en registrar solo aquellos picos que se encuentran por encima de cierto umbral, las ondas gravitatorias que lo traspasan cuando el ruido en la barra está en un nivel (azarosamente) bajo, pueden no excitar la barra lo suficiente como para superar el nivel de energía por encima del umbral. De tal modo los picos coincidentes, producidos por las ondas gravitatorias, solo ocurrirán cuando ambos detectores se encuentran por casualidad en un estado sensible cuando la onda pasa. De ahí que deba esperarse que el número de coincidencias en dos detectores sea menor que el número de los pulsos de las ondas gravitatorias. De manera similar, allí donde más de dos detectores están en uso, el número de coincidencias registradas será aun menor. El cálculo de todos estos factores afecta las conclusiones acerca del número de ondas gravitatorias que se están registrando. Un cálculo elevado de señales y
coincidencias accidentales no dejará señales que puedan contarse como ondas gravitatorias. Seis: La frecuencia de la radiación y la frecuencia sensible de la barra. Tal como se ha explicado, los dispositivos del tipo de la barra resonante son más sensibles en su frecuencia de resonancia. No todos los experimentos usaban la misma frecuencia de resonancia de modo que tales discrepancias pueden explicar las diferencias en los resultados. Siete: La extensión de los pulsos de radiación. Los diferentes detectores y los algoritmos estadísticos son más o menos sensibles a los pulsos de radiación de distintas longitudes y de formas de onda. De tal modo, algunos detectores no “verían” pulsos muy cortos por más que estos pulsos contuvieran una gran cantidad de energía. Este fue un argumento que figuró extensamente en los debates posteriores. Ocho: La calibración del aparato. En 1972 algunos científicos se quejaron de que Weber no había dado suficientes detalles acerca de la calibración de su detector y que por lo tanto era imposible estar seguro acerca de su sensibilidad. Este es un argumento que creció mucho en importancia y, como se verá más adelante, tiene significación para la regresión de los experimentadores. Otros argumentos fueron usados para tratar de explicar cómo podían compatibilizarse los hallazgos de Weber con consideraciones cosmológicas más amplias o acerca de por qué estos debían ser espurios. Nueve: La proximidad de la fuente de radiación. Si la fuente de radiación fuese cercana entonces grandes cantidades de energía gravitacional debían ser detectables en la Tierra sin implicar las grandes y embarazosas estimaciones de energía absoluta asociada con fuentes distantes. La intensidad de la radiación gravitacional se supone que varía con la distancia de acuerdo a la ley del cuadrado a la inversa. Diez: El ancho de banda de la radiación. Si la radiación entrante estuviera centrada en su totalidad en una banda estrecha en torno a los 1.661 hertzios buscados por Weber,
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entonces se evitarían de nuevo estimaciones de energía embarazosamente altas. Once: La focalización de la radiación gravitacional. Si se abandona la suposición de un universo isotrópico, y se supone que la energía gravitacional se está focalizando de algún modo hacia la Tierra, entonces de nuevo pueden evitarse las grandes estimaciones. Doce: Los efectos espurios. Algunos científicos sugirieron (en 1972) que las coincidencias entre los detectores de Weber podían explicarse por corrientes en la ionosfera, por flujos de neutrinos, tormentas eléctricas y manchas solares. Hacia 1975 se habían añadido a la lista emisiones de televisión u ondas radiales, entre otras cosas. Algunas explicaciones menos ortodoxas fueron también propuestas en 1972. Las mismas incluían: Trece: De algún modo los pulsos de radiación gravitacional están disparando una emisión de energía acumulada en la barra. Esta es una versión desarrollada de la noción generalizada de que las ondas gravitatorias están acopladas a los materiales de un modo más fuerte de lo que se ha pensado. Catorce: Explicaciones de los resultados de estos experimentos pueden requerir referencias a una “quinta fuerza”. Esto es, alguna fuerza añadida a las conocidas actualmente, magnética, gravitacional, fuerte y débil. Quince: Los hallazgos de ondas gravitacionales son solo el producto de errores, mentiras deliberadas o la autodecepción. Dieciséis: La explicación puede requerir una referencia a fuerzas psíquicas. Esta sugerencia atribuye los picos no accidentales, por ejemplo, a los deseos de un experimentador que opera a través de psicoquinesis –el poder de la mente sobre la materia. Circuló un rumor de que Weber consultó a J. B. Rhine (la figura principal de la investigación científica en lo paranormal), aunque ambas partes lo negaron. Otro experimentador había visto una señal en su detector por primera vez inmediatamente después de tener una conversación telefónica con Weber y había
jugado con la idea de que algún efecto psicoquinésico había estado involucrado. Otros dos o tres experimentos habían adquirido interés en la investigación de la “percepción extra sensorial” y sus efectos relacionados. Algunos miembros de la Asociación Parapsicológica estaban muy interesados en el trabajo, y estaban encantados debido a que creían que algunos de los científicos involucrados estaban considerando en serio la hipótesis psicoquinésica. (Me informaron de esto mientras yo estaba involucrado en la investigación sobre parapsicología –véase el capítulo 6. En ese momento yo no tenía idea que había una conexión entre los dos campos; lejos de ser una respuesta a una pregunta mía, la información me vino de manera totalmente sorpresiva). Finalmente se estaba planeando un experimento con la colaboración de uno de los experimentadores secundarios con el fin de probar la habilidad de un psíquico dotado sobre el aparato. Ninguna de estas últimas explicaciones apareció nunca impresa –al menos bajo el nombre del autor.
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Hacia 1975 la vasta mayoría de estas potenciales explicaciones para dar cuenta de las discrepancias entre un experimento y otro habían desaparecido del mundo del discurso científico. Las últimas cuatro parecían bastante bizarras y el rango de las discusiones estaba restringido, tal como lo describimos, a cuestiones de error estadístico y cosas semejantes. Este es exactamente el tipo de cambio que esperaríamos que tuviera lugar en la medida que el campo llegaba a un consenso interno. En tanto el alboroto ocasionado en la comunidad científica por las afirmaciones iniciales fue desapareciendo, no hubo más necesidad de cavar en el trasfondo de las “creencias apreciadas” para tratar de traer un nuevo orden a la realidad física. Weber estaba simplemente equivocado. Las quietas y profundas aguas de la vida cotidiana inundaron de nuevo el volcán que había empujado a través de su superficie. Hoy su lugar está marcado apenas por un murmullo. Considérese que el argumento hubiese seguido otro camino. Supongamos por un momento que hubiesen sido los dispositivos que 153
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detectaban las ondas gravitatorias los que se hubiesen definido como los diseños competentes. En ese caso, los altos flujos de radiación gravitacional, o cualquier otra cosa que estuviera produciendo las coincidencias en los detectores de Weber, habrían sido definidos como algo que podía ser visto en los aparatos como los de Weber pero no en los aparatos de sus críticos. Las diferencias entre los dos grupos de antenas –aquellas que podrían detectar el fenómeno y aquellas que no– explicarían ahora la naturaleza de la cosa, fuese lo que fuese, que estuviera causando las coincidencias. Es decir que, cualquiera fuese la cosa que estaba causando la coincidencia, debía ser algo de una naturaleza tal que pudiera afectar la antena de Weber pero no la de sus críticos. Por ejemplo, tómese el punto seis mencionado anteriormente: si los críticos estuvieran trabajando en un rango de frecuencias diferente, entonces sabríamos algo sobre la distribución de la frecuencia de la radiación: debería restringirse a la frecuencia de la banda de ondas de Weber. Si el punto siete fuese la diferencia crucial, entonces se lograrían indicaciones sobre la forma del pulso de la radiación, un punto que Weber trataba de establecer. Si los distintos rendimientos fueran explicados de algún modo por el catálogo de posibilidades que se encuentran en el punto doce, entonces un fenómeno nuevo, no gravitacional, podría ser lo que habría descubierto Weber. Finalmente, el descubrimiento de que solo los puntos trece o dieciséis podrían explicar estas diferencias en los rendimientos de los dos grupos de antenas involucraría algo así como una revolución en la física. (Hablar de “descubrir” tales cosas no es ingenioso; uno debería más bien hablar de establecer o “negociar”. En el capítulo 6 estas estrategias de negociación distintas serán discutidas extensamente.) Como he explicado, las posibilidades radicales que sugería el trabajo de Weber habían desaparecido de la conciencia colectiva de los físicos hacia 1975. Para entonces, la naturaleza de las afirmaciones de Weber se había asentado: eran simplemente un error sin significado. Bajo circunstancias contrafácticas, se habría revelado algo
más asombroso. Estoy argumentando aquí que, así como el proceso de decidir si las ondas gravitatorias habían sido detectadas era congruente con decidir qué grupo de resultados debían creerse, del mismo modo se estableció la naturaleza detallada de las ondas gravitatorias. Las diferentes decisiones acerca de la cualidad de los experimentos habrían ido de la mano con las diferentes decisiones acerca de la naturaleza de las ondas gravitatorias. Esto puede resumirse como una novena proposición: Proposición nueve: Las decisiones acerca de la existencia de un fenómeno son congruentes con el “descubrimiento” de sus propiedades.6
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Un intento por romper la regresión: la calibración de los experimentos
Si bien la desaparición de las ondas gravitatorias ha sido extensamente explicada, vale la pena examinar otros intentos hechos para romper la regresión de los experimentadores. Varias actividades no experimentales y “no científicas” pueden ser vistas en esta dirección; si son miradas de este modo, las actividades conspirativas de algunos de los científicos que trataban de desacreditar los altos flujos de ondas gravitatorias por medio de la desacreditación del propio Joseph Weber parecen mucho menos sorprendentes. El lector debería ahora volver al primer, tercer y quinto grupo de comentarios de los investigadores de ondas gravitatorias en 1972 y mirarlas de este modo; es un asunto de recurrir a cualquier cosa ante la ausencia de un criterio independiente. Estas soluciones “no científicas” sirven a un propósito similar a los argumentos teóricos más abstractos sobre la relatividad general o acerca 6 Una consecuencia importante de la proposición nueve es que el éxito de una parte en una disputa de este tipo no puede explicarse por su capacidad superior para comprender la naturaleza del fenómeno bajo investigación. Es esto lo que está siendo descubierto (determinado) por el debate en sí (véase Farley y Geison, 1974; Roll-Hansen, 1984).
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de la naturaleza del cosmos. Tanto la conspiración como las teorías a priori son intentos por romper la regresión.7 Otro episodio de la historia de las ondas gravitatorias no solo ilustra la proposición nueve sino que también muestra la naturaleza circular de la regresión con mucha claridad. Este fue el intento de los científicos por instituir una “prueba de la prueba” como una forma de resolver el argumento. Esta prueba era la calibración de la antena competidora. Si se podía mostrar que la sensibilidad relativa de Weber no era tan grande como él había afirmado, entonces los resultados experimentales negativos tendrían más credibilidad. La calibración de instrumentos es un procedimiento familiar. Imagínese que se ha construido un voltímetro prototípico. Consiste en una aguja que oscila a lo largo de una escala pero supongamos que la escala todavía está en blanco. Para calibrar el instrumento se aplican voltajes conocidos a las terminales y se registran las posiciones correspondientes que alcanza la aguja. Así las señales que corresponden a voltajes conocidos pueden inscribirse en la escala. De ahora en adelante el instrumento puede ser usado para medir voltajes desconocidos; el voltaje desconocido es aplicado a las terminales y la marca frente a la cual la aguja se detiene da la respuesta. La suposición construida sobre este procedimiento es que el voltaje desconocido actúa sobre el instrumento del mismo modo que los voltajes estándar que se aplicaron para calibrarlo. Esta es una suposición tan obvia que apenas merece su nombre. ¡Después de todo, un voltaje es un voltaje! Sin embargo, sería correcto decir que durante
la calibración de un voltímetro, los voltajes estandarizados son usados como sucedáneos para señales aún no medidas. En la ciencia más controvertida las suposiciones que subyacen al proceso de calibración tienen mayor importancia.
7 El sistema de “explicar la replicación” de Rosenthal (capítulo 2) puede ser pensado del mismo modo. A pesar de sus intenciones declaradas de añadir meramente resultados sin tener en cuenta su origen, Rosenthal tuvo que retroceder a medidas de calidad experimental. Por ejemplo, hizo cálculos que se basaban especialmente mucho en disertaciones doctorales supervisadas y en estudios que contaban con controles especiales para minimizar engaños y errores. Sin tener en cuenta la calidad de estas categorías de experimentación (no se piensa normalmente que el trabajo de los estudiantes se encuentre entre los mejores), el punto es que el mero hecho de añadir experimentos no afecta la regresión; esto simplemente ignora la cuestión de la cualidad y no es una solución satisfactoria.
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Calibración de las ondas gravitatorias Algunos de los críticos de Weber, en un intento por acortar el recorrido de los argumentos sobre la sensibilidad de los distintos experimentos, calibraron físicamente su antena. Hicieron esto inyectando pulsos de energía en la barra por medio de una “placa terminal” cargada electroestáticamente. La placa terminal podía inyectar vibraciones muy pequeñas en la barra de un modo bien comprendido. Este procedimiento de calibración equivalía al uso de la antena para detectar un fenómeno sucedáneo bien comprendido. Era claro para todos que lo que contaba como un instrumento bien diseñado, tal como estaba definido por esta prueba, era uno que detectaría los pulsos electroestáticos; no había dudas acerca de la existencia de estos pulsos. Weber estaba inicialmente poco dispuesto a calibrar su propia antena de este modo. Un crítico de Weber describió la situación como sigue: Habíamos calibrado nuestra propia antena de un modo único que no dependía de cálculos. Por lo tanto sabíamos cuál era nuestra sensibilidad y en ese momento solo podíamos calcular cuál era la sensibilidad de Weber. Entonces usted está en lo correcto al decir que la sensibilidad relativa era algo calculado por un lado y conocido con precisión absoluta por el otro... Muy pronto a partir de entonces obtuvimos una oportunidad de calibrar la antena de Weber y encontramos... que nuestros cálculos eran correctos...
Tal como lo sugiere este encuestado, el resultado de esta tardía calibración electroestática del aparato de Weber fue visto por la mayoría como una reivindicación de los cálculos de sus críticos. Fue sentido 157
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como una demostración decisiva de que la sensibilidad de las antenas de los críticos era al menos tan grande como la de la antena de Weber. En particular parecía resolverse un argumento concerniente al modo correcto de procesar las señales entrantes. Weber insistía en que la máxima de sensibilidad neta podía obtenerse por medio de un algoritmo no lineal o energético (el algoritmo se relaciona con los circuitos y el programa de computadora que procesa la señal en crudo). Los críticos de Weber insistían en que un algoritmo lineal, o de amplitud, era lo mejor e hicieron uso de un algoritmo lineal de manera uniforme. Como lo dijo un encuestado:
Weber: No, eso no es correcto. El algoritmo lineal usado por otras personas es incuestionablemente superior para pulsos cortos; déjeme establecer esto con absoluta claridad. Se han dado ciertos argumentos para usar el algoritmo lineal. Estos argumentos son aplicables a los pulsos cortos y en mi opinión son argumentos correctos. Y el hecho de que el algoritmo lineal no es de hecho más sensible nos está dando información acerca del carácter del pulso. Significa que el carácter del pulso no se ajusta a las suposiciones que condujeron a ese método de análisis... por ahora pensamos en distintos tipos de señales que darían resultados algo similares a los que vemos.
Para una señal con una onda senoidal subyacente... puede mostrarse teóricamente y bastante sólidamente que un sistema que es lineal es el mejor sistema para detectar cosas. Pero Weber siempre usó el sistema no lineal y por lo tanto sus afirmaciones iniciales fueron que este sistema era claramente superior debido a que él hallaba ondas gravitatorias con ese sistema mientras que la gente que usaba el sistema lineal, no. A pesar del hecho de que puede probarse rigurosamente que no es así. Bueno, Weber fue empujado fuertemente en esto y finalmente implementó ambos sistemas... y conectó al mismo detector tanto un sistema lineal como un sistema no lineal... y lo que vio es que encontraba ondas gravitatorias más seguido con sus sistemas. Sin embargo, después de mucho presionarlo, finalmente puso los calibradores –cosas que pueden simular las ondas gravitatorias– y resultó que el sistema lineal era cerca de veinte veces mejor para hallar la señal del calibrador...
Los críticos de Weber leyeron estas afirmaciones de una forma menos positiva: uno afirmó:
En esta cita lo más importante es la última frase. Weber no aceptó la interpretación de sus críticos acerca de los resultados de la calibración. En cambio afirmó que la forma de la calibración era inapropiada. De esta manera: Collins: Al leer su publicación de 1974 comprendo que usted hizo un experimento de calibración usando ambos algoritmos y que obtuvo un mejor resultado con el algoritmo lineal.
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Lo que hizo fue cambiar la naturaleza de las señales. Dijo: “Bueno, las señales no deben ser de la forma que estábamos suponiendo. Deben tener algo más”. Alguna extraña forma de onda acerca de la cual no pudo dar ni un solo ejemplo. “Y de este modo mi algoritmo es ahora el mejor de nuevo.” De hecho eso le resolvió un montón de dificultades. Se estaba preguntando por qué no podíamos ver sus señales. Y él dijo: “Ahora sé por qué. Las señales tienen una forma extraña.”
Otro encuestado, señalando el fracaso del algoritmo de Weber en la prueba de calibración, dijo: ...usted tiene este increíble conflicto de que cuando busca ondas gravitatorias, el otro sistema parece hacer un mejor trabajo –este es un perfecto ejemplo de un experimento negativo hecho por el autor. Esto demuestra que no hay nada allí.
Uno puede describir estos argumentos como ataques a lo apropiado de la señal sucedánea usada para propósitos de calibración; la suposición que apenas vale la pena llamar suposición cuando la calibración es llevada a cabo en la “ciencia normal” toma bastante notoriedad en este caso. 159
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La fuerza de la suposición Para ir directo al final de la historia, la interpretación de Weber de los resultados de la calibración fue acogida con escepticismo. Weber consiguió inventar señales hipotéticas compatibles con la prueba de calibración; obtuvieron un perfil de pulso tal que sería más fácilmente detectado por su antena, usando su algoritmo, que por los métodos de sus críticos. Sin embargo, la existencia de tales señales fue pensada como improbable por la mayoría de los científicos. De acuerdo a un encuestado, señales con un perfil de este tipo eran “patológicas y poco interesantes”. En otras palabras, sería difícil pensar en escenarios cosmológicos que dieran origen a señales con una actividad tan extraña y exacta. En el estado actual de la cosmología, las formas de las señales hipotetizadas por Weber eran demasiado “implausibles” para ser consideradas en serio. Para resumir, debido a la implausibilidad del relato de Weber acerca de las razones por las cuales la señal de calibración sucedánea era inadecuada, el episodio de la calibración hizo una contribución a la clausura del debate y ayudó a ocasionar la desaparición de los altos flujos de ondas gravitatorias.8 Hay, sin embargo, un poco más que puede decirse acerca del caso. No solo fue el fracaso de las hipótesis ad hoc de Weber lo que permitió la clausura, sino el acto de calibración en sí mismo. En retrospectiva, Weber habría servido más a su causa si hubiese mantenido su rechazo a usar la calibración electroestática, no solo debido a que se probó que los resultados eran desfavorables sino también a las suposiciones adoptadas por el acto de calibración y las restricciones a las interpretaciones impuestas como resultado. 8 Una de las observaciones de un encuestado muestra que es solo un asunto de implausibilidad, no de imposibilidad técnica. Dijo: “... hay una posibilidad lógica, en un sentido, y es que las ondas gravitatorias no se comporten para nada en el modo en que nosotros pensamos que se comportan, que toda la teoría sea una completa tontería, y que tienen algunas propiedades estrafalarias, y por una fantástica suerte Weber pudo construir un detector que de un modo u otro, de un modo misterioso, las recoge...”.
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Cediendo a la presión para realizar una calibración electroestática, Weber puso al menos dos suposiciones más allá de cualquier cuestionamiento. Primero aceptó que la radiación gravitacional podía interactuar con la sustancia de su antena del mismo modo que las fuerzas electroestáticas. Esta es ciertamente una suposición de poco peso; sin embargo, tal como se mostró en este capítulo, hubo momentos en los que tuvieron lugar discusiones informales acerca de si la fuerza gravitacional podía estar acoplándose más eficazmente de lo esperado con la materia de la barra a través de la emisión de energía latente por medio de un mecanismo misterioso. Más importante fue que Weber pusiera fuera de cuestión, al menos por un tiempo, que la inserción de un pulso localizado en una de las puntas de la antena-barra tendría un efecto similar a la inserción de energía en la barra como un todo, a partir de una fuente situada a gran distancia. De nuevo, esto puede parecer una suposición de poco peso –claramente fue una suposición que Weber no se sintió capaz de discutir– sin embargo eventos más recientes mostraron que no es inviolable. Un sustituto alternativo Un experimentador que trabajaba en una antena más moderna y a quien entrevisté en 1980 planificó una calibración distinta. Intentó usar como sustituto no una fuerza electroestática, sino la atracción gravitacional fluctuante inducida por una pequeña barra rotatoria de material localizada cerca de la antena. Los rápidos cambios en la atracción gravitacional entre el material de la antena y el material de la barra, en la medida que sus disposiciones relativas cambiaban, intentaban imitar los cambios de alta frecuencia en la atracción gravitacional entre objetos, sintomáticos de la radiación gravitacional. Si bien el aparato de este encuestado tenía un diseño no resonante más complejo que el de Weber, sus respuestas a preguntas sobre métodos de calibración eran semejantes:
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Collins: ¿Cuál es la ventaja de la calibración con una barra giratoria por sobre la calibración electroestática? Encuestado: Bueno, a partir de que se une gravitacionalmente a la antena le da a usted una medida de algún modo más básica –si usted quiere– que no es todavía lo que buscamos. Aun no duplica el efecto de la radiación gravitacional porque es un efecto de campo cercano y la barra giratoria realmente solo se acopla a uno de los extremos de la cosa en vez de unirse de manera uniforme a la antena entera. De tal modo esta es la limitación de este tipo de enfoque. La barra giratoria es más apropiada con algo así como la antena resonante de Weber, donde usted puede unir con mayor precisión a la antena... Collins: ¿Cuán seguro puede estar usted de que los pulsos electroestáticos de calibración están actuando como un análogo exacto a la gravedad? Encuestado: Oh, no lo están. Ciertamente no... A partir de la simple medición [usando la calibración electroestática] ... sé con precisión la fuerza que estoy aplicando... y puedo calcular el tamaño de la señal que debería obtener de los transductores y eso es todo. Pero esto no imita el efecto de una onda gravitacional sobre la antena. Y esto es cierto aun con este tipo de antena o si es una barra resonante. El hecho es que la onda gravitatoria interactúa con todas las partes de la antena, con toda la masa de la cosa, y no hay ninguna forma de reproducir eso –al menos no hay modo de que esté en condiciones de pensar que se pueda producir ese efecto. Lo que usted esta tratando de hacer con la calibración electroestática es comprobar sus cálculos teóricos... Lo que usted no puede probar de este modo es el cálculo teórico que le dice con precisión qué pasa cuando una onda gravitacional de una cierta amplitud golpea la antena...
Para este encuestado, con su antena más compleja y sus ideas de un método distinto de calibración, era valioso analizar y sortear, si era posible, las suposiciones subyacentes a la calibración electroestática. Había pensado en un modo de sortear la necesidad de impulsos 162
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electroestáticos usando, en su lugar, cambios en la atracción gravitacional de una masa local. Estaba aún inquieto con la necesidad de usar una fuente localizada más que una fuente distante y poderosa que podría imitar mejor los efectos de la radiación gravitacional de su antena. Si bien sentía que la calibración electroestática no sería un sustituto tan pobre en el caso de la barra de Weber como en el caso de su propio aparato, esto era solo porque el análisis que relacionaba las fuerzas localizadas a las fuerzas distribuidas parecía simple y plausible en el caso de la barra de Weber. Tal como él lo señaló, “no hay discusión sobre eso”. Que no había discusión es literalmente cierto, tal como lo he indicado anteriormente. Al aceptar la calibración electroestática, Weber eligió no discutir en esos frentes. La decisión de mi encuestado de abrir el rango de posibilidades para las señales de calibración revela que un argumento de este tipo no habría sido enteramente implausible. La calibración es el uso de una señal sustituta para estandarizar un instrumento. El uso de la calibración depende de la suposición de una casi identidad entre la señal sustituta y la señal desconocida que será medida (detectada) con el instrumento. Usualmente esta suposición es demasiado trivial para ser notada. En casos controvertidos, donde la calibración se usa para determinar las sensibilidades relativas de instrumentos competidores, la suposición puede ser cuestionada. La calibración puede ser realizada únicamente en la medida que esta suposición no es cuestionada con demasiada profundidad. De hecho el cuestionamiento está limitado solo por lo que parece plausible dentro del estado del arte de la ciencia en cuestión. Pero el mero hecho de usar una calibración sustituta puede ayudar a establecer los límites de la plausibilidad. Weber, al aceptar la legitimidad científica de la calibración electroestática para su antena gravitacional, aceptó de esta manera limitaciones a su libertad para interpretar resultados. El acto de la calibración electroestática aseguró que de ahora en adelante fuera implausible 163
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tratar las fuerzas gravitacionales de un modo exótico. Se las debía entender como pertenecientes a la clase de fenómenos que, en términos generales, se comportaban igual que las bien entendidas fuerzas electroestáticas. Después de la calibración, la libertad de interpretación estaba limitada al perfil del pulso más que a la calidad o la naturaleza de las señales. El resultado anómalo de los experimentos de Weber podría haber conducido a una variedad de interpretaciones heterodoxas con amplias consecuencias para la física. Podría haber llevado a un cisma en la comunidad científica o incluso a una discontinuidad en el progreso de la ciencia. Hacer que Weber calibrara su aparato con pulsos electroestáticos fue un modo por medio del cual sus críticos aseguraron que la radiación gravitacional siguiera siendo una fuerza que podía ser entendida dentro del ámbito de la física tal como la conocemos. Aseguraron la continuidad de la física –el mantenimiento de vínculos entre el pasado y el futuro. La calibración no es simplemente un procedimiento técnico para cerrar un debate proveyendo un criterio externo de competencia. En la medida que funciona de este modo, lo hace controlando la libertad interpretativa. Es el control de la interpretación, y no la “prueba de la prueba” en sí misma, lo que rompe el círculo de la regresión de los experimentadores.
Apéndice técnico Para detectar radiación gravitacional, debe separarse una señal del ruido. La mayoría de las antenas registran sus datos bajo la forma de una marca ruidosa de registrador. El siguiente apéndice explica las técnicas para extraer la señal y algunos de los desarrollos que llevaron a científicos escépticos a tratar las afirmaciones de Weber con seriedad.
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Técnicas e innovaciones en la búsqueda de ondas gravitatorias (de alta frecuencia)
Figura 1 Señales como picos sobre el umbral
Figura 2 Señales como cambios súbitos de energía
Aun el detector más aislado producirá una salida “ruidosa” debido al ruido térmico en la barra de aleación de aluminio. Debe utilizarse algún método para extraer la señal del ruido. En los días iniciales, Weber contaba cada pico que sobresalía a un umbral predeterminado como un pulso de onda significativo (figura 1). Una alternativa es mirar los cambios súbitos en la energía de la barra, independientemente de si el umbral ha sido cruzado o no (figura 2). El último parece un método más eficiente. Los análisis iniciales de Weber sobre sus resultados fueron hechos “a ojo”. Este fue un aspecto de sus diseños que generó amplia desconfianza, aunque puede defenderse. (Después de todo el ojo es mucho mejor para el reconocimiento de un patrón de lo que es una computadora.) Todos los experimentos posteriores usaron una computadora para hacer el análisis de los datos “sin intervención humana”.
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Figura 3 Señales como coincidencias de dos detectores
Una innovación considerable fue la comparación del resultado de dos (o más) antenas aisladas. Las antenas A y B producen trazas de salida que son comparadas (figura 3). Solo los picos coincidentes (flechados) cuentan como ondas gravitatorias genuinas. Aún persiste el problema de que se producirán unos pocos picos coincidentes debido a picos coincidentes de ruido en los dos detectores. Estos son conocidos como “accidentales”. Los picos accidentales y los genuinos pueden ser separados por un análisis de un “histograma de retraso”
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Figura 4 Señal extraída del ruido por un histograma de retraso
El histograma de retraso (figura 4) se construye tomando el resultado de la antena A y comparándolo con el resultado de la antena B, cuando ese resultado es desplazado en el tiempo por cantidades variadas. Cuando el tiempo de desplazamiento es largo, los picos coincidentes de las salidas deberían ser únicamente el producto del ruido. Puede obtenerse una estimación del número de accidentes a partir de la altura de aquellos segmentos de los histogramas que se encuentran lejos del centro (tiempo cero de desplazamiento). La señal es entonces representada por la altura del segmento central menos la altura de los eventos de fondo. Debido a que la resolución temporal de la antena de barra no es perfecta, las señales se extenderán ligeramente en el tiempo, de tal modo que los segmentos cercanos al centro del histograma de retraso sobresaldrán por encima del nivel de ruido.
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Figura 5 Periodicidad de la señal
Figura 6 La correlación sideral
Si el exceso de la señal sobre el ruido es determinado para cada hora del día y la noche, y se suman los totales para cada hora por un período de semanas o meses, puede notarse una periodicidad. El histograma de la figura 5 muestra el resultado de un ejercicio de este tipo y revela una periodicidad con un ciclo de aproximadamente doce horas. En los primeros días, Weber afirmó haber encontrado una periodicidad de cerca de 24 horas. Razonó que si las ondas gravitatorias provenían de un punto del espacio (por ejemplo, un punto donde hay un montón de estrellas –tal como el centro de la Galaxia) entonces, como la Tierra rota, una antena fijada a su superficie estará en una disposición que será la más eficiente para detectar la radiación proveniente de esa dirección una vez por cada rotación de la Tierra –es decir, cerca de una vez cada 24 horas. Se señaló posteriormente que, dado que la Tierra es virtualmente transparente a la radiación gravitacional, la disposición eficiente sería alcanzada dos veces en cada rotación (una vez de cada lado). Posteriormente, Weber afirmó que la periodicidad tenía, de hecho, cerca de 12 horas cíclicas.
Pero si el centro de la Galaxia es la fuente de la radiación, más que el Sol, la fase de la periodicidad debería cambiar durante el año (figura 6). (En otras palabras, el día astronómico es cercano a las 23 horas y 56 minutos.) De tal modo, si la disposición de la antena (representada por la misma línea recta en la superficie de la Tierra) es más eficiente a las 12 del mediodía y las 12 de la noche del 1 de enero, debería ser más eficiente a las 6.00 y a las 18.00 del 1 de abril, nuevamente al mediodía y medianoche del 1 de julio, y una vez más el 1 de octubre a las 6.00 y a las 18.00. Este corrimiento de fase es la “correlación sideral”.
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Capítulo 5 Algunos experimentos sobre lo paranormal: la regresión de los experimentadores revisitada
La investigación sobre radiación gravitacional es una rama de la física. Sus bases teóricas son la cosmología moderna, la teoría general de la relatividad y aquellas ramas de la ciencia y la matemática que tienen que ver con el diseño del detector en sí mismo. El trabajo descrito en el capítulo anterior pudo haber estado en la frontera de la ciencia, pero eran las fronteras de la corriente principal de la física. Muchos de aquellos que participaron eran físicos en puestos muy elevados de prestigiosas instituciones de investigación. Uno o dos científicos muy conocidos hicieron experimentos o contribuyeron al debate teórico. Los hallazgos heterodoxos de Weber abrieron por un corto tiempo el mundo convencional de la física, pero la piel cicatrizó pronto cerrando la herida. El próximo caso de estudio, por contraste, es un área mucho más alejada del centro de la investigación científica. En verdad, está tan alejada del centro de la investigación científica como es posible dentro del uso corriente del término “ciencia”. Algunos pueden decir que estuvo un poco más allá de la frontera. El tema es la vida emocional de las plantas.
Respuestas de las plantas a estímulos remotos Hacia finales de la década de 1960, Cleve Backster, un experto en detección de mentiras de Nueva York, atrajo considerable publicidad por descubrir, según dijeron los diarios, que las plantas tenían emociones. Los detectores de mentiras trabajan registrando cambios en la 171
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conductividad eléctrica de la piel humana y son ampliamente usados en los Estados Unidos. Backster era un experto lo suficientemente establecido como para que se le pidiera que presentara un informe sobre el tema en una audiencia del Congreso en junio de 1974. La historia de su trabajo menos ortodoxo comenzó, como él lo informa, cuando en un momento en el que no estaba haciendo nada, sujetó los electrodos de un detector de mentiras a la hoja de una planta de filodendro y se sorprendió en descubrir que se registraban súbitos cambios en la resistencia de la hoja. Estos cambios parecían estar en correlación con su mera intención de dañar la planta, quemándola y así en más, aunque no la había dañado físicamente. A continuación, Backster decidió probar estos hallazgos de una manera controlada. La primera presentación formal de sus resultados puede encontrarse en el International Journal of Parapsychology, bajo el título “Evidencia sobre percepción primaria en la vida de las plantas” (Backster, 1968). Un informe bastante completo pero acrítico de su trabajo puede encontrarse en los tres primeros capítulos de The Secret Life of Plants (Tomkins y Bird, 1974). Este tipo de experimentos puede hacerse midiendo cualquiera de las dos características eléctricas de las plantas. En todos los experimentos iniciales, la resistencia del material que componía la planta fue medida usando un detector de mentiras (polígrafo). Un detector de mentiras consiste, esencialmente, en un puente de Wheatstone (medidor de resistencia) muy sensible, un sistema de electrodos para vincular el circuito a la planta y algún medio como un registrador gráfico para registrar los cambios en la resistencia. Esta versión del experimento involucra pasar corrientes pequeñas a lo largo o a través de la superficie de la hoja de la planta. Para medir la resistencia de este modo puede usarse tanto corriente alterna como continua. Un diseño alternativo –usado en experimentos posteriores– involucra un circuito del tipo de los electroencefalogramas (eeg) que mide, más que su resistencia, la producción de electricidad de la planta. Este diseño no requiere que se pase corriente a través de la hoja. En 1968 Backster informó que había diseñado un aparato automático para dejar caer una serie de camarones vivos en agua caliente,
matándolos. Durante una secuencia de caídas, los registradores supervisaban la resistencia eléctrica de las hojas de tres plantas vivas. Backster afirmó que se encontró una correlación estadísticamente significativa entre la “terminación” de los camarones y la actividad detectada por los registradores; no se encontraba esta relación cuando se hacían “caídas” simuladas sin los camarones vivos. Las caídas con camarones vivos y las simuladas se alternaban en una secuencia azarosa. Los informes de Backster finalmente atrajeron suficiente atención como para hacer que otros científicos criticaran y posteriormente repitieran sus experimentos.
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Trabajo de campo Mi investigación en esta área comenzó en 1972 e incluyó entrevistas con Backster y otros dos científicos que afirmaron que habían encontrado resultados positivos en experimentos similares. Llevé a cabo un segundo estudio de campo en 1975. Antes de ponerme en camino en 1972 “repetí” yo mismo los experimentos de Backster. Con la ayuda de colegas del departamento de física de mi universidad intenté medir cambios en la resistencia de las hojas de una planta. Montamos un par de chapas pequeñas de aluminio que pudieran sujetarse con abrazaderas a cada lado de una hoja y las conectamos a un circuito Wheatstone. Monitoreamos la resistencia medida de una hoja sujetada a una planta viva y grabamos el resultado cambiante en un registrador. Luego administramos estímulos emocionales a la planta. Estos incluían amenazas verbales, acercar un fósforo prendido, etcétera. Nuestro registrador mostró grandes fluctuaciones en la resistencia de la hoja, pero ninguna de estas pudo ser correlacionada con ningún estímulo. Nuestras conclusiones fueron pesimistas. El estudio de campo de 1972 Tanto como experimentos positivos, se había informado de un experimento negativo en 1972. Un corto informe de esto puede encontrarse en The Journal of Parapsychology (Johnson, 1972) bajo la forma de una 173
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carta de R. V. Johnson. Johnson conectó su planta del modo descrito por Backster. Descubrió fluctuaciones similares en la resistencia de las hojas pero, tal como en nuestro propio experimento, no encontró ninguna correlación con estímulos emocionales. Sin embargo, Johnson informó que cuando puso su planta en un ambiente controlado las fluctuaciones no explicadas cesaron. Pudieron ser reproducidas variando la temperatura del aire uno o dos grados centígrados o variando la humedad entre un diez y un quince por ciento. Johnson reivindicó la competencia de su trabajo desde el principio citando la autoridad de científicos ortodoxos. Escribió: Hice mi investigación bajo el cuidadoso análisis de los departamentos de ingeniería eléctrica y de botánica de la Universidad de Washington y recibí mi grado de magíster a partir de mi trabajo.
Los tres científicos con los que hablé conocían el experimento de Johnson bastante bien. Les pregunté como se las arreglaban con lo que parecía ser una crítica hermética y competente de sus resultados. Resultó que de ningún modo veían el experimento de esta manera. En verdad estaban sorprendidos de que el trabajo de Johnson hubiera recibido la atención que recibió. Lo siguiente es una variada lista de respuestas de los tres. Primero, comentarios de dos de los tres encuestados indican, de un modo general, su creencia en que los experimentos de Johnson no habían alcanzado los necesarios niveles de pericia: ...La mayoría de la gente, cuando no sigue las instrucciones exactas, tiene el buen tino de mantenerse callada al respecto... Él simplemente tiró a la basura el experimento. De hecho no solo arruinó el experimento por la instrumentación usada, sino también por todo el formato... Así ni siquiera estaba haciendo lo mismo. Lo que hizo es descartar mi experimento como inmanejable en sus observaciones preliminares, lo cual no le da voz para decir nada. En otras palabras, es como si no hubiera hecho nada, esto es todo en lo que concierne a la ciencia.
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Bueno, yo leí su artículo, y me dije: “Bueno, este es un trabajo técnico magnífico pero el hombre no lo está siguiendo desde la perspectiva adecuada y por eso no alcanza resultados, y esto es todo.” Dije: “olvídalo”... para mí fue una tesis de maestría más.
Los siguientes comentarios son críticas detalladas de los encuestados a las técnicas de Johnson. (Nótese que estas son las observaciones de tres encuestados diferentes, por lo que no están necesariamente de acuerdo.) Al cambiar el puente de corriente alterna a corriente continua perdió completamente el fenómeno. …los resultados de Johnson eran bastante correctos, pero la diferencia es que en mis experimentos yo estaba interesado en respuestas de muy corto plazo, por ejemplo, respuestas que tienen lugar en menos de cinco segundos, por lo que las respuestas de largo plazo informadas por Johnson no cuentan verdaderamente. Los resultados de Johnson no tenían sentido porque usó papel de aluminio [electrodos] y debe usarse uno de los metales nobles para los contactos a fin de evitar el efecto de oxidación, que creará artefactos desde ahora hasta que el papel de aluminio se corroa... los efectos que Johnson estaba midiendo, el efecto de la humedad, la concentración de dióxido de carbono, etc., eran tan grandes que enmascaraban los efectos de la oxidación del papel de aluminio, de modo que obtuvo buenos resultados para lo que buscaba. Pero esto no se parece a nada como la sensibilidad que se requiere para hallar el efecto Backster. No es sorprendente que no lo haya encontrado. No aisló las plantas por un tiempo antes del experimento. ...es completamente atolondrado, y de hecho debes primero construir una suerte de conexión energética con la planta y después puedes en-
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contrar el polígrafo completamente estable de modo que no sea más afectado por los cambios de temperatura –esto después que has hecho una suerte de conexión psíquica con la planta. Desarrollas un vínculo psíquico entre tú y la planta, es como dejar caer súbitamente una caja de Faraday alrededor.
El experimento de Johnson fue, entonces, interpretado de modos diferentes por diferentes observadores. Esto no debería sorprender más al lector. Si bien en 1972 fue visto por muchos críticos de los hallazgos de Backster como una refutación definitiva –era lo suficientemente bueno como para merecer un informe en el Journal of Parapsychology– los creyentes en el efecto estuvieron en condiciones de descartarlo, basándose en la incompetencia o la deficiencia técnica. Mi propio experimento, que había parecido bastante bueno en ese momento, ahora pareció totalmente inadecuado. Ciertamente no habíamos aislado la planta por un tiempo. No habíamos “tratado de formar una conexión psíquica con ella”. Y aunque esas demandas en cierto modo paranormales no fueron tomadas seriamente, no habíamos usado plata, oro ni platino para los electrodos; y esto se había aceptado como precaución vital aun en los respetables campos de la fisiología vegetal. ¡No habíamos hecho más que un ensayo preliminar fracasado! Habíamos podido llegar a nuestras firmes conclusiones negativas debido a nuestra certeza de que teníamos la receta para conducir correctamente el experimento, denegando nuestro conocimiento acerca de lo que verdaderamente involucra hacer un experimento. Esto acuerda con la proposición seis. El estudio de campo de 1975 Entre 1972 y 1975 se difundieron ampliamente los resultados de otros dos experimentos negativos (por ejemplo, véase Chedd, 1975). Mis fuentes en 1975 fueron Backster y dos nuevos críticos, los doctores Gasteiger y Kmetz; asimismo, tuve en consideración discusiones con otros parapsicólogos interesados, varios documentos (incluyendo Horowitz et 176
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al, 1978) y la grabación de un simposio llevado adelante en la reunión anual de la American Association for the Advancement of Science (aaas) en enero de 1975 donde, entre otros, Backster, Gasteiger y Kmetz presentaron artículos y respondieron preguntas. Una diferencia sorprendente entre 1972 y 1975 fue que el trabajo de Johnson devino invisible. Parecía que ahora tanto los críticos como los creyentes acordaban que los experimentos de Johnson no eran técnicamente lo suficientemente competentes como para contar como refutaciones de los resultados de Backster. Esto puede haber sido una consecuencia del incremento general del conocimiento técnico dentro del campo. Ciertamente hubo avances en lo que contaba como “pericia” durante el transcurso de esos años, dado que ambos experimentos negativos fueron conducidos en un ambiente de continua consulta al propio Backster. Backster prestó equipamiento a Kmetz y se encontró con los estudiantes graduados de Gasteiger para discutir el experimento. No hay razón para suponer que alguno de los grupos se dispuso con intenciones negativas de manera específica, más bien parecen haber tomado el experimento bastante seriamente. En verdad Gasteiger, si se lo presionaba, estaba preparado para conceder que las diferencias residuales entre los experimentos de Backster y los suyos podían dar cuenta considerable de las diferencias existentes en los resultados. Pero, como él lo expresó, hay un punto en el cual uno no puede seguir haciendo ajustes adicionales a su propio experimento sino que debe publicar lo que ha encontrado hasta el momento, que en este caso eran resultados negativos. De tal modo, ambos experimentadores al menos intentaron desarrollar su pericia hasta un nivel más alto que la de Johnson. Creo que lo lograron. Esto parece claro cuando se comparan sus esfuerzos con las declaraciones de Johnson, según las cuales sus intenciones iniciales habían sido “tratar de obtener los resultados de Backster de manera independiente a sus recomendaciones” (Johnson, 1971, p. 3), y que Después de la finalización del experimento se recomendó para el electrodo una lámina de plata como un mejor material que el aluminio. Sin
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embargo no se ensayaron experimentos con papel de plata, debido a que no se lo consideró lo suficientemente importante como para cambiar los resultados (Johnson, 1971, p. 7).
Uno sólo puede preguntarse qué tipo de abstracto ideal de replicación tenían Johnson y sus supervisores. En cambio, tanto Gasteiger como Kmetz tomaron muchas precauciones en la elaboración de sus electrodos. El papel de los experimentos negativos Hacia 1975, entonces, los experimentos de Johnson eran manifiestamente inadecuados al menos en lo que concierne a todos los que estaban “en el asunto”. Sin embargo, la alta visibilidad de su trabajo en 1972 aún necesita explicación. Una explicación funcional parece razonable. Mi argumento aquí es ligeramente diferente al del capítulo anterior, donde sugerí que Q había sido responsable de cristalizar la opinión negativa contra Weber. Dije que Q sólo había hecho sus experimentos para dar legitimidad a sus argumentos teóricos. Aquí estoy sugiriendo que las cartas estaban tan en contra de Backster al comienzo –se sintió que su trabajo sobre el reino vegetal estaba incluso más allá de los límites de los parapsicólogos– que no se requirió un esfuerzo de cristalización.1 El experimento de Johnson fue usado, sin embargo,
1 La parapsicología es un campo marginal en su conjunto, pero aun entre los rangos de los parapsicólogos, se desconfiaba ampliamente de Backster. The Journal of Parapsychology (fundado por el J. B. Rhine maduro) tenía la reputación de rechazar la publicación de artículos que alegaban resultados negativos en los experimentos de parapsicología. Sin embargo, publicó un informe acerca de la replicación negativa de los experimentos de Backster realizada por Johnson (1972). Lo que es más, Backster fue ridiculizado por Rhine en un editorial en el periódico (Rhine, 1971). Tal vez ello se debe a que los parapsicólogos, la mayor parte del tiempo, se preocupan tanto acerca de la legitimidad de su disciplina (Collins y Pinch, 1979) que encuentran que la idea de sensibilidades paranormales en el reino vegetal es demasiado como para tolerarla. Lo que es más, Backster no era ni siquiera un científico universitario. Era un lego con entusiasmo y con pericia en el campo de los detectores de mentiras. Uno podría decir que Backster era un marginal entre marginales.
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para legitimar el disentimiento público. Parece que cualquier resultado empírico, por mínimo que sea, puede usarse para este propósito si las circunstancias son las adecuadas. Hacia 1975, con las nuevas y “definitivas” refutaciones hechas por expertos, los críticos no “necesitaron” más los resultados de Johnson. Podían permitirse admitir sus limitaciones técnicas. Las presentaciones en el simposio de la aaas habían alejado los resultados de Backster más allá de las consideraciones serias, al menos en lo concerniente a los críticos y a la comunidad de científicos. Ninguno de los últimos experimentos negativos, al parecer, afectaron la confianza de Backster en sus resultados. Esto se hizo claro en mi entrevista con él y su corta respuesta a la presentación de los experimentos críticos en la aaas. Esta respuesta comienza así: ...siento como si fuera después de la crucifixión, pero supongamos que es Pascua, y veamos si puedo levantarme... Mi interpretación de la metodología científica es que antes de que usted en verdad fracase en repetir un experimento, debe intentar repetirlo. Y cuando usted intenta repetirlo, debe seguir con precisión la dirección del experimentador original... [pero] he escuchado hablar una y otra vez acerca de ajustes que ellos hicieron porque pensaron que era mejor o más fácil. Esto no es replicación en ningún sentido de la palabra... No ha habido un fracaso exitoso en reproducir ese experimento...
Backster hizo entonces la lista de las deficiencias técnicas de los experimentos negativos del siguiente modo (según mi paráfrasis): Un experimento fue realizado por estudiantes graduados y en la medida que trabajaban con fechas de entrega, y por lo tanto bajo presión, es probable que no estuvieran psicológicamente sintonizados como para obtener resultados en el área de la investigación de la conciencia. Los experimentos fueron llevados a cabo durante el día, en el ambiente normal de un laboratorio de biología, y como pareciera que podían “recibirse” estímulos de cualquier parte del edificio donde se
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mantenían las plantas, y dado que parecía haber un gran “ruido” biológico en el edificio, podía esperarse que las plantas no mostraran reacciones destacadas a los estímulos experimentales. En cada ensayo del experimento informado se usaron más “caídas” de camarones que en el experimento original. Dado que las plantas muestran un “efecto de adaptación” esto “diluye” los datos innecesariamente, tal vez hasta un nivel estadísticamente insignificante. Cambiar el puente de corriente continua a corriente alterna puede destruir el efecto. “...ni siquiera sabemos qué es este fenómeno. Ni siquiera lo hemos identificado. Si hay un efecto remoto –si hay una afinación con la consciencia... ¿Cómo podemos saltar arbitrariamente de una técnica a la otra?” Las relaciones entre el experimentador y las plantas no fueron controladas con cuidado del modo apropiado antes de los experimentos. El equipamiento de monitoreo fue usado en un modo que lo centra nuevamente de manera automática, lo cual, se ha enfatizado, perturba el experimento por razones desconocidas.
Tanto por el tono de la conferencia como por sus propios comentarios y otros informes, pareciera que finalmente Backster no fue crucificado en el simposio de la aaas. Sus efectos de largo plazo fueron más significativos. El mundo que hemos perdido En caso de que exista la sospecha de que este es un “caso especial” en el que Backster era inusualmente, o incluso de manera única, perverso, irrazonable o irracional, presento la siguiente anécdota. Esta involucra algún juego de pies rápido por parte de los críticos de Backster y puede ayudar a hacer disponible al lector el sentido de simetría y de inconclusividad del debate como tuvo lugar. Es difícil de recapturar. Una parte esencial del experimento es la secuencia de control, en la cual el aparato automático que vierte los camarones funciona exactamente como con “caídas” en vivo pero sin los camarones. En 180
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el simposio de la aaas un miembro de la audiencia criticó los experimentos de Gasteiger debido a que usó agua corriente en las gotas de control arrojadas en el tanque. Se alegó que, como el agua corriente podía bien contener organismos vivos, las plantas podían haber sido estimuladas por las caídas de control del mismo modo que con las “caídas en vivo”. Esto podría haber explicado la falta de resultados en la comparación de los ensayos en vivo con los de control por parte de Gasteiger. En la discusión que siguió, Gasteiger defendió el uso de agua corriente. Posteriormente, en mi discusión con John Kmetz levanté este punto y él también argumentó que esta objeción en particular no era significativa. No tengo interés en discutir la “significación real” de este punto; sin embargo, en el relato del experimento de Gasteiger, que fue publicado a continuación en Science, se afirma que para las gotas de control se usaba agua destilada. Kmetz, en su defensa de la técnica del agua corriente de Gasteiger, no estaba al tanto de este último ajuste. Descubrí esta discrepancia después de mi entrevista con el doctor Gasteiger, por lo que no pude discutir esto con él; la versión de la fuente de discrepancia que me es conocida se debe enteramente a Backster. Me dijo que, según lo que sabía ahora de los experimentos de Gasteiger, él había usado agua destilada como control. Sugirió que Gasteiger había olvidado este detalle experimental en el momento de la reunión de la aaas debido a que los experimentos fueron conducidos, en su mayor parte, por sus estudiantes graduados. De tal modo, como lo ejemplifica la conducta de Gasteiger en la aaas, los críticos de un hallazgo impopular a veces hacen firmes defensas de detalles aun imaginarios del protocolo allí donde sus propios diseños experimentales expresan la validez de la perspectiva de sus oponentes. Sería entonces bastante incorrecto caracterizar el debate como algo que consiste en “sólidos procedimientos definitivos” de un lado y actos de rescate ad hoc por el otro. Es interesante que Backster, si bien conocía la discrepancia del informe en Science, jamás, que yo sepa, trató de usar el asunto para arrojar dudas sobre la veracidad de Gasteiger. 181
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Experimentos con un generador de números al azar Hasta el momento todos los ejemplos, argumentos y contraargumentos sobre la competencia experimental han tomado la misma forma. En cada caso los científicos han argumentado que los experimentos de los otros eran deficientes en un aspecto u otro. ¡Para completar ahora incluyo un caso donde los científicos involucrados descartaban su propio experimento cuando alcanzaba un resultado negativo, fundándolo en su propia incompetencia, mientras que el que no creía en el fenómeno afirmaba que ese resultado negativo en verdad probaba que habían hecho los experimentos con competencia! En 1969, la revista británica de ciencia New Scientist publicó un informe del experimento que se discutirá más adelante. En un editorial presentó el experimento como una respuesta a uno de los críticos modernos más incisivos de la parapsicología, C. E. M. Hansel. No hace mucho en EPS: A Scientific Evaluation (MacGibbon y Kee, 1966, p. 241), el profesor C. E. M. Hansel concluyó una revisión crítica de la parapsicología con las palabras: “Si 12 meses de trabajo con veritac [una máquina usada por us Airforce Research Laboratories] puede establecer la existencia de la percepción extrasensorial, la investigación pasada no habrá sido en vano...”. La máquina del doctor Schmidt no parece inferior a veritac y ha propuesto resultados positivos. Queda ahora en las manos de otros investigadores confirmar estos hallazgos (16 de octubre de 1969, p. 107).
El doctor Helmut Schmidt, un físico que trabajaba para la Boeing, había informado la construcción de una máquina generadora de números al azar. Cuatro circuitos, vinculados a una pantalla con cuatro lámparas, se abrían o cerraban al azar como función del decaimiento de una pequeña cantidad de material radiactivo (Schmidt, 1969a y 1969b). Los sujetos podían completar los circuitos a las lámparas presionando uno de los cuatro botones ubicados debajo de ellos. Se iluminaba una de las cuatro lámparas, determinada por la posición del interruptor que 182
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estaba controlado por el decaimiento radiactivo. Los sujetos intentaban “adivinar” la posición del interruptor presionando el botón que estaba debajo de la lámpara que habían predicho que sería la próxima en iluminarse. Sobre la base de las expectativas fundadas en el azar debían tener éxito una vez cada cuatro. Los detalles del dispositivo en sí, y los detalles de las pruebas para garantizar la naturaleza estocástica de los resultados cuando los botones eran presionados de manera automática fueron publicados en un artículo en el Journal of Applied Physics (Schmidt, 1970), una prestigiosa revista de física ortodoxa. New Scientist, así como otras publicaciones, dio detalles del rendimiento de los sujetos bajo experimentación que habían intentado presionar los botones apropiados. (Los éxitos y los fracasos eran grabados automáticamente.) En 20 mil ensayos, cuatro de los sujetos tuvieron un resultado del 8% por fuera de las expectativas estocásticas. Este fue un resultado que si se lo atribuía al azar debería haber ocurrido solo una vez en 1010 (una vez en 10 mil millones). Schmidt atribuyó su éxito a algún efecto psíquico. Hacia el momento en que yo hacía mi trabajo de campo en 1972, varias reproducciones positivas habían sido informadas de manera informal, pero para los propósitos de este libro, el resultado interesante fue la replicación negativa informada por Beloff y Bate (1971) en un texto titulado “Un intento de replicar los hallazgos de Schmidt”. Los autores introdujeron su informe con una descripción de los resultados de Schmidt, afirmando que: ...no solo son de importancia histórica sino que constituyen una de las demostraciones más rigurosas de un efecto de percepción extrasensorial en toda la literatura parapsicológica (p. 22).
Refiriéndose al desafío planteado por Hansel escribieron: De la exposición del propio Hansel, entonces, parece que debemos concluir que la percepción extrasensorial ha sido ahora bien establecida y la investigación anterior no ha sido en vano (p. 23, énfasis de Beloff y Bate).
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Sin embargo, luego de una elaborada prueba con 18.650 ensayos con cinco sujetos y un análisis complejo, que buscaba cualquier efecto que no fuera el azar, se vieron forzados a concluir:
usualmente necesitan mucha “depuración”. Esta reserva estaba apoyada en su indisposición a aceptar resultados de un solo experimentador.
Claramente el intento de replicar los hallazgos de Schmidt ha fracasado.
Lejos de cuestionar la existencia de los efectos demostrados por el doctor Schmidt, sin embargo, los autores pusieron la siguiente glosa acerca de sus hallazgos: Queremos dejar en claro que nuestro propio fracaso para obtener resultados positivos de ningún modo le resta mérito al éxito de Schmidt. Por qué él tuvo éxito y nosotros fallamos es un asunto de conjeturas. Pensamos que es improbable que la explicación recaiga en las diferencias entre nuestras máquinas. Tampoco puede ser atribuida a la mayor extensión de las series de Schmidt dado que sus buenos sujetos tuvieron una tendencia ascendente casi desde el principio. Quedan los imponderables del magnetismo personal del doctor Schmidt, sus modales, autoridad, etc., que pueden haber inspirado a sus sujetos para que hagan un mayor esfuerzo. Lo único que sabemos por el momento es que él encontró sujetos que le dieron resultados significativos, y nosotros no (p. 30).
Beloff y Bate, entonces, hipotetizaron que las cualidades personales de los investigadores, o algunas cualidades inespecíficas de los sujetos, podían ser variables significativas que explicaban su falta de suerte. Prefirieron considerar como “incompetente” su experimento más que contar el trabajo de Schmidt como un fracaso. El otro lado de la moneda fue presentado en una entrevista y en la correspondencia posterior con el profesor C. E. M. Hansel. Pregunté a Hansel cómo respondía a las afirmaciones de que los hallazgos de Schmidt establecían la percepción extrasensorial de acuerdo con sus propios criterios. El profesor Hansel tenía reservas hacia el aparato de Schmidt debido a su uso de circuitos integrados que, destacó, 184
Los científicos en general nunca han confiado en los investigadores. Cada resultado debe ser confirmado [correspondencia]. Schmidt debería haber tenido investigadores independientes para comprobar los resultados de sus sujetos, tal como Beloff ha repetido sus experimentos utilizando otros sujetos y sin confirmar los resultados [correspondencia]. En el caso del experimento de Schmidt, no todos los que lo han repetido han obtenido el mismo resultado. Si la mitad de ellos obtiene el mismo resultado, y la mitad de ellos no lo obtiene uno debe pensar que la competencia del investigador era una variable importante. Uno tiende a descubrir que tan pronto como uno aplica métodos rigurosos a los experimentos de percepción extransensorial, los resultados desaparecen. [El énfasis es mío, también la paráfrasis lo más cercana posible al material de entrevista con el profesor C. E. M. Hansel.]
Como puede verse, los hallazgos de Schmidt no presentan problemas especiales para el crítico de los fenómenos paranormales. Había muchos modos en que podían desecharse. La sección enfatizada en el párrafo anterior es particularmente interesante. A primera vista pareciera que Hansel estaba señalando lo mismo que Beloff y Bate acerca de la competencia del experimentador cuando quisieron descartar sus propios resultados negativos. Pero lo que Hansel quería decir con experimentador competente se explica en el siguiente extracto de la correspondencia. En un caso particular, si la mitad de los investigadores obtiene un resultado y la otra mitad fracasa en confirmarlo, cualquier grupo puede ser incompetente o fraudulento. Pero cuando un resultado [por ejemplo, fracaso] es totalmente consistente con las ideas científicas contemporáneas y el otro es radicalmente contradictorio con las mismas, los investi-
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gadores que fracasan en obtener un resultado es más probable que sean competentes y/u honestos.
Para Hansel, “si la mitad de la gente obtiene el mismo resultado” que Schmidt, es probable que ellos sean incompetentes –insuficientemente rigurosos. Para Beloff y Bate (y la mayoría de los otros parapsicólogos) el consistente fracaso en la obtención de resultados es tomado como demostración de algún imponderable defecto en la personalidad que vuelve incompetente al experimentador. Una vez más uno puede ver la significación del vocabulario diferente y el paisaje conceptual divergente de los científicos.2
Algunas proposiciones confirmadas Las proposiciones siete y ocho son muy bien ilustradas por los casos de Backster y Beloff. Los científicos involucrados estaban en desacuerdo acerca de cuáles experimentos fueron competentemente realizados; y podemos ver cómo la resolución de este debate resolvía, o podría resolver, la existencia del fenómeno. 2 Muchos filósofos de la ciencia parecen haber pasado por alto el modo en que las categorías de acción generadas filosóficamente cambian su aplicación en paisajes conceptuales diferentes. Por ejemplo, Popper declara ciertas hipótesis como “no científicas” debido a que quienes las proponen las defienden continuamente, en contra de su aparente falsación. Se toma esto como si fuera “infalsable”. El criterio de demarcación de Popper se basa en un fracaso en ver que lo que puede parecer ad hoc desde cierto punto de vista, aparecerá desde otro como una brillante demostración de pericia científica (aun progresiva, Lakatos, 1970). Supongamos que Joe Weber hubiera establecido la existencia de radiación gravitacional; la defensa de sus experimentos no será vista como perversamente ad hoc, sino más bien como algo heroico; según el estilo de Galileo. Los parapsicólogos tienen las probabilidades un tanto más fuertemente en contra de ellos desde el comienzo; sin embargo, un poco de imaginación haría claro que, en un mundo donde los fenómenos paranormales fuera aceptado, maniobras defensivas similares a las hechas por Backster y Beloff no tendrían la apariencia de tácticas desesperadas (como algunos lectores pueden estar inclinados a pensar), sino que mostrarían una sabia y apropiada comprensión de los detalles técnicos del experimento.
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La proposición nueve –la congruencia de los debates sobre la existencia y la naturaleza del fenómeno– es también reafirmada. Los hallazgos y las interpretaciones no convencionales de Backster, como las de Weber, tenían el potencial de abrir nuestra mirada normal sobre el mundo. Por lo general, los experimentos como los de Backster hacían uso de técnicas estándar. Es decir, usaban ensayos de control, juicios a ciegas, maquinaria automática, análisis estadístico, etcétera. Sin embargo, cuando los experimentadores se quejaban acerca de las deficiencias de sus críticos, usaban dos tipos de argumentos. Por un lado, señalaban inadecuaciones de un tipo que serían entendidas por, digamos, cualquier fisiólogo de plantas, pero por el otro también se referían a problemas que no serían parte del discurso normal de los científicos de las plantas. Comentarios de este tipo podrán encontrarse entre las críticas de Johnson en 1972 y en las réplicas de Backster a los críticos de la aaas. Todos se refieren a rasgos del ambiente psíquico del experimento. Algunos comentarios posteriores realizados por investigadores que afirmaron haber obtenido resultados positivos hacen más clara esta diferencia. Uno de mis encuestados de 1972, al explicar su éxito en la obtención de resultados y compararlo con el fracaso de otros, reconoció que su conocimiento de biología era escaso pero comentó: Siento, sin embargo, que mi formación en el mundo espiritual, así como mi experiencia personal con el asunto con el que estoy trabajando, me hace de lejos más calificado que la mayoría de la gente que tiene grados de doctor en biología porque he encontrado que estas personas son muy rígidas. Los he encontrado muy fijos en su área y, en este tipo de investigación, su formación me ha parecido en verdad más una restricción que una ayuda.
Marcel Vogel, discutiendo los problemas generales de la replicación del experimento, ha hecho las siguientes observaciones por escrito (Tompkins y Bird, 1974, p. 46):
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¡Si se aproximan al experimento de un modo mecanicista, y no entran en una comunicación mutua con sus plantas y las tratan como amigas, fracasarán!... La empatía entre la planta y el humano es la clave... Ningún conjunto de pruebas de laboratorio va a probar nada hasta que los experimentos sean hechos por observadores apropiadamente entrenados. El desarrollo espiritual es indispensable. Pero estos ensayos van en contra de la filosofía de muchos científicos que no se dan cuenta de que experimentación creativa significa que los experimentadores deben volverse parte de sus experimentos.
Es más probable que los que creen en los fenómenos psi piensen que este tipo de factores es el más significativo para explicar el éxito o el fracaso. Ellos usarán este tipo de argumentos al tratar de determinar qué es lo que contará como experimentos competentemente realizados. Si hubieran tenido éxito en sus argumentos habrían determinado algunas de las cualidades del fenómeno en cuestión. Por ejemplo, serían de una naturaleza tal que les permitiría ser afectados por ciertas influencias psíquicas sutiles, y no serían de una naturaleza tal que el científico común, formado en la ortodoxia científica, pudiera esperar descubrirla. La división de la vida, la literatura y el lucro Pensamientos de este tipo fomentan las tendencias separatistas en parapsicología. Algunos parapsicólogos creen que la existencia de los fenómenos psi ha sido más que adecuadamente demostrada en los cientos de experimentos positivos que han informado a lo largo de años. Piensan que es una pérdida de tiempo continuar buscando el modo de probar la existencia de lo psi a un mundo escéptico. Toman su existencia como probada y en lugar de intentar demostrarla tratan de aprender más sobre sus características. Con esta decisión en cierto modo ya han “construido” algunas de estas características. Para ellos no solo lo psi es un fenómeno cotidiano, sino que también es de manera frecuente un fenómeno reticente. Así ellos ya “conocen” algo acerca de 188
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él. Y observando que, por ejemplo, ciertos individuos jamás ven estos fenómenos, ellos “saben” más aun sobre eso. Si bien las aguas parecen haberse cerrado sobre el experimento de Backster, hay áreas de la parapsicología donde el paisaje conceptual ha devenido muy raro a través de procesos de este tipo. Por ejemplo, el fracaso de experimentos ha sido explicado por la influencia retroactiva de la audiencia potencial de lectores de un artículo científico. Si bien este es un ejemplo extremo, aun el vocabulario rutinario para explicar el fracaso experimental –razonable sin embargo como parece desde adentro del mundo visto por aquellos que trabajan en parapsicología– es lo suficientemente extraño como para asegurar que sus usuarios, por mejor que estén calificados académicamente, sean probablemente rechazados por la ciencia respetable. En otro artículo (Collins y Pinch, 1981) se han discutido las trayectorias científicas de dos físicos que se embarcaron en la investigación parapsicológica y encontraron estas dificultades. Uno volvió a la física, mientras que el otro devino más parapsicólogo que físico. Estas eran las únicas posibilidades para ellos debido a que los argumentos técnicos pertenecientes a las dos comunidades se habían hecho muy diferentes. La división entre estos dos modos de pensar son ahora muy grandes; esto se debe al potencial impacto que sobre la ciencia ordinaria tendría una incorporación de los argumentos técnicos de la parapsicología en la ciencia normal (Collins y Pinch, 1982). Estas tendencias a desarrollar interpretaciones heterodoxas de los datos y de la discrepancia experimental son similares a las discutidas en el capítulo previo. En el caso de las ondas gravitatorias, sin embargo, las interpretaciones radicales fueron rápidamente suprimidas o reprimidas. En la parapsicología sobrevivieron debido a que existe para las miradas heterodoxas una estructura institucional separada y autocontenida. Dentro de estas instituciones es normal lo que cuenta como heterodoxia en otros lugares. Puede decirse que lo que todos (o algunos) parapsicólogos han hecho es desarrollar sus propias formas de vida. Estas se superponen mínimamente con la ciencia ordinaria. 189
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Las contrapartidas institucionales a la división cognitiva son las divisiones de la literatura –se publican distintos periódicos– y lo que uno podría llamar “la división del lucro” –los parapsicólogos raramente compiten de manera directa por fondos con la ciencia ortodoxa. Las carreras de las personas y las ideas en la ciencia ordinaria tienen su contrapartida dentro del mundo autocontenido de los parapsicólogos. Para un marciano, el mundo de la parapsicología tendría el aspecto de una versión en miniatura del mundo de su respetable hermano. Pero la parapsicología no será nunca pensada como una verdadera ciencia sobre la Tierra a menos que se advenga a compartir las instituciones y la vida cognitiva de la ciencia. Esta conclusión puede ser expresada como una proposición adicional: Proposición diez: En el largo plazo, fenómenos con propiedades radicales pueden existir solo dentro de formas de vida y conjuntos de instituciones que se superponen mínimamente con la ciencia como un todo. De otro modo, debe cambiar el fenómeno o la ciencia.
Inicialmente Taylor defendió las afirmaciones paranormales; publicó un libro popular (1975) describiendo varios fenómenos de este tipo. Sin embargo, después de algunos años de experimentación, cambió su forma de pensar, y en dos artículos escritos en colaboración y publicados en Nature en 1978 y 1979, rechazó la posibilidad de la mayoría de los fenómenos paranormales. Posteriormente publicó otro libro (1980) que contenía una larga explicación acerca de su cambio de ideas. En un libro anterior, Taylor (1971) había escrito que la aceptación de fenómenos paranormales implicaba la aceptación de una “quinta fuerza” en la naturaleza: es decir, efectivamente, una fuerza de tipo “caja negra” que causaría eventos que no podrían ser explicados dentro del modelo de las cuatro fuerzas de la física convencional. Escribió: Estas experiencias paranormales diversas pueden entonces ser tomadas como evidencia de un nuevo campo de fuerza, generada por esta nueva facultad, de una naturaleza distinta a las cuatro fuerzas básicas del mundo físico: la del electromagnetismo, la de la gravedad, la nuclear y la que causa la radioactividad (p. 221).
El uso de un fenómeno sucedáneo para romper la regresión de los experimentadores en parapsicología
Al final del capítulo anterior examiné el modo en que los experimentadores trataron de utilizar la calibración como forma de romper el círculo de la regresión de los experimentadores para los experimentos sobre las ondas gravitatorias. Existe un interesante paralelo en parapsicología. Para describir este incidente introduciré un tercer episodio de la investigación paranormal, los experimentos del profesor John Taylor sobre el así llamado “efecto Geller”. Uri Geller, se recordará, afirmó ser capaz de curvar objetos metálicos, tales como cucharas y cubiertos, golpeándolos suavemente pero sin ejercer presión manual. Taylor, un físico teórico del King’s College de Londres, fue uno de los numerosos científicos que experimentaron con Geller y sus emuladores –en su mayoría chicos jóvenes– a mediados de la década de 1970 (Collins y Pinch, 1981, 1982). 190
Citando un resultado paranormal notó específicamente: “...lo que indica que la quinta fuerza ciertamente no es la electromagnética”. De tal modo, antes de haber adquirido mucha experiencia personal en la investigación de lo paranormal, Taylor estaba citando las características del fenómeno para descartar la posibilidad de una explicación electromagnética. Sin embargo, hacia 1975 estaba afirmando que la radiación electromagnética era la única fuerza conocida que podía explicar los fenómenos paranormales (Taylor, 1975). Hacia 1979 afirmó que “sobre fundamentos teóricos la única explicación científicamente viable sería el electromagnetismo” (Taylor y Balanovski, 1979, p. 631). Dada esta deducción, se dispone inmediatamente de un fenómeno sucedáneo para los experimentos. En lugar de buscar directamente fenómenos paranormales esquivos, Taylor necesitaba solo buscar fenómenos electromagnéticos. Dado que las fuerzas electromagnéticas son bien comprendidas, la regresión de los 191
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experimentadores no se aplica a ellas del mismo modo que se aplica a lo paranormal; en la medida que los resultados defienden la mirada ortodoxa, nadie cuestionará la competencia del procedimiento experimental. De hecho los resultados de Taylor fueron negativos, y nadie cuestionó el resultado. De tal modo, en 1978 Taylor escribió:
bien entendidas. ¡Por lo tanto, las fuerzas paranormales deben ser normales o no existir! Por esta vía las investigaciones de Taylor acerca de lo paranormal se transformarían en parte de la física de todos los días. No sorprendió que la comunidad parapsicológica no se haya impresionado con este argumento. Es interesante, sin embargo, que Nature publicó dos artículos sobre el tema sin mucho más que un murmullo editorial, mientras que cualquier cosa que haya sido publicada de manera reciente sobre lo paranormal ha estado rodeada de renuncias y advertencias. Una vez más parece claro que los universos conceptuales de estas dos comunidades son muy diferentes. Lo que parece una forma de procedimiento un poco ridícula en una es considerada como buen juicio en la otra. Si bien la movida de Taylor parece romper la regresión de los experimentadores, lo hace solo para aquellos que aceptan el electromagnetismo como sustituto –una reinterpretación de las fuerzas paranormales que puede apelar solo a escépticos de línea dura. Del mismo modo que en el caso de la radiación gravitacional, solo aquellos que están dispuestos a aceptar una interpretación conservadora del fenómeno en cuestión pueden hacer uso del fenómeno sucedáneo.
La búsqueda de electromagnetismo concomitante con la percepción extrasensorial está basada en nuestra deducción de que es la única fuerza conocida que puede concebirse que esté involucrada... Buscando señales electromagnéticas emitidas por gente durante pretendidos eventos de percepción extrasensorial estamos por lo tanto probando la realidad de los fenómenos correspondientes. Puede ser que los fenómenos paranormales sean totalmente inexistentes, por lo que la búsqueda de efectos electromagnéticos fracasará automáticamente. Si suponemos que la evidencia actual sobre la percepción paranormal no es para nada firme, entonces sus características electromagnéticas son altamente relevantes para resolver este problema. Si no se hallaran señales electromagnéticas, esto cuestionaría la realidad del fenómeno mientras que fuertes señales electromagnéticas adecuadas apoyarían la afirmación de que estaban produciéndose efectos de percepción extrasensorial. Esto puede cuantificarse si se establece la sensibilidad de los sujetos a la radiación electromagnética entrante; por ejemplo, para que la telepatía ocurriese sería necesaria la sensibilidad hasta por lo menos los niveles de la emisión paranormal de terceros. No encontramos señales electromagnéticas anormales durante la ocurrencia de supuestos fenómenos de percepción extrasensorial (Balanovski y Taylor, 1978, p. 64; véase también Taylor y Balanovski, 1979).
El resto de los artículos contienen detalles de cálculos cuantitativos y resultados experimentales en varias frecuencias de radiación electromagnética que apoyan esta afirmación. La estrategia argumentativa de Taylor efectivamente rompe el círculo al costo de limitar la interpretabilidad de nuevos fenómenos. Si la posición de Taylor fuera aceptada de ahora en adelante, las únicas fuerzas asociadas con los fenómenos paranormales serían fuerzas ya 192
Los capítulos 4 y 5 muestran por qué y cómo la prueba de la replicación falla en funcionar eficientemente en áreas disputadas –las únicas áreas donde la replicación es usada en general como prueba. Muestran por qué y cómo el algoritmo de los ratones, expresado por Popper en el capítulo 2, da lugar a resultados flojos en la computadora terrestre. La regresión de los experimentadores impide que los científicos se pongan de acuerdo en lo que cuenta como replicación. El proceso de replicación descrito en estos capítulos contrasta con el trabajo sobre el láser tea descrito en el capítulo 3; nunca hubo ninguna duda de que el láser podía ser replicado y de cuándo había sido replicado. El hecho sigue siendo que nuestra experiencia acerca de prácticamente todos los fenómenos naturales es como la experiencia de la construcción del láser; sabemos que los objetos familiares de la ciencia son replicables. Hemos visto algunos ejemplos del modo en que la replicabilidad se establece, tales como las tácticas confrontativas de Q y el uso de fenómenos 193
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sucedáneos. Hemos visto crudas conspiraciones y finas teorizaciones utilizadas para tratar de llevar a una “clausura” a negociaciones que potencialmente carecen de final acerca de si es replicable un fenómeno u otro. Ahora resta ubicar estos mecanismos de clausura en una estructura más general y ver por qué es probable que uno tenga más éxito que otros.
Capítulo 6 El científico en la red: una solución sociológica al problema de la inferencia inductiva
En el capítulo 1 argumenté que el arraigo conjunto en las formas de vida es el modo en que se mantiene el orden conceptual. Examiné posteriormente varios intentos por establecer un cambio conceptual dentro de la ciencia (en los capítulos 4 y 5). Desde el punto de vista del científico, el establecimiento de un cambio conceptual equivale a la aceptación general de que los resultados empíricos correspondientes son replicables. De este modo se han examinado la idea y la práctica de la replicación. A lo largo del camino se establecieron diez proposiciones. Para repetirlas: Proposición uno: La transferencia del conocimiento propio de las habilidades es caprichosa. Proposición dos: El conocimiento propio de las habilidades se propaga mejor (o únicamente) a través de practicantes formados. Proposición tres: La aptitud experimental tiene el carácter de una habilidad que puede ser adquirida y desarrollada con la práctica. Como es una habilidad, no puede ser totalmente explicada o establecida de manera absoluta. Proposición cuatro: La capacidad experimental es invisible en su pasaje y en aquellos que la poseen. Proposición cinco: El funcionamiento apropiado del aparato, las partes del aparato y el experimentador se definen por la capacidad para formar parte de la producción del resultado experimental apropiado. No pueden encontrarse otros indicadores.
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Proposición seis: Los científicos y otras personas tienden a creer en la sensibilidad de la naturaleza a la manipulación dirigida por grupos de instrucciones de carácter algorítmico. Esto da la impresión de que llevar a cabo experimentos es, literalmente, una formalidad. Esta creencia, aunque puede ser ocasionalmente suspendida en momentos de dificultad, se recristaliza de manera catastrófica cuando se completa exitosamente un experimento. Proposición siete: Cuando el criterio normal –el resultado exitoso– no está disponible, los científicos están en desacuerdo acerca de cuál experimento está hecho de manera competente. Proposición ocho: Allí donde hay desacuerdo acerca de lo que cuenta como un experimento realizado de manera competente, el debate subsiguiente es congruente con el debate acerca de cuál es el resultado apropiado del experimento. La clausura del debate acerca del significado de la competencia es el “descubrimiento” o el “no descubrimiento” de un nuevo fenómeno. Proposición nueve: Las decisiones acerca de la existencia de un fenómeno son congruentes con el “descubrimiento” de sus propiedades. Proposición diez: En el largo plazo, fenómenos con propiedades radicales pueden existir solo dentro de formas de vida y conjuntos de instituciones que se superponen mínimamente con la ciencia como un todo. De otro modo, debe cambiar el fenómeno o la ciencia.
Las proposiciones uno a cinco, y siete, están en la raíz de la regresión de los experimentadores. Se recordará que esta surge debido a que la naturaleza de la experimentación, fundada en habilidades, significa que la competencia de los experimentadores y la integridad de los experimentos pueden ser aseguradas examinando los resultados, pero los resultados apropiados pueden ser conocidos únicamente a partir de experimentos realizados competentemente, y así en más. Otros modos de probar la competencia e integridad de los experimentos, tales como las “pruebas de las pruebas” resultan necesitar “pruebas de pruebas de pruebas” –y así en más. La proposición seis muestra una razón por la cual la regresión de los experimentadores es un rasgo en gran medida 196
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invisible de la práctica científica excepto bajo circunstancias inusuales. Las proposiciones ocho, nueve y diez son consecuencias de otras proposiciones y de la regresión. Se ha mostrado que la regresión de los experimentadores miente en el corazón del problema de usar la replicación experimental como prueba de la replicabilidad; la regresión nos previene de usar exclusivamente experimentos para establecer cambios en el orden conceptual. Sin embargo, como se ha argumentado, la replicabilidad es un criterio perfectamente apropiado para distinguir lo verdadero de lo falso; la replicabilidad es el equivalente científicamente institucionalizado de la estabilidad de la percepción, que es –a su vez– congruente con la existencia de los conceptos correspondientes. Sin embargo, si la replicabilidad de algo no puede revelarse claramente con pruebas experimentales, es necesario volver a la cuestión acerca de cómo se establecen en la práctica tanto la replicación como la existencia de los fenómenos correspondientes. (Para ponerlo en los términos del Programa empírico del relativismo [per]: he mostrado que los científicos pueden argumentar interminablemente acerca del sentido y la significación de sus datos, y que los experimentos no pueden proveer una respuesta [etapa uno del per]; he mirado algunos de los modos a través de los cuales los científicos llevan estos argumentos a un final en la práctica [etapa dos del per]; ahora quiero mirar estas “clausuras” en el contexto más amplio de la red de la ciencia y la sociedad [etapa tres del per]. Para hacer esto necesitamos levantar la vista, de vez en cuando, de los confines del laboratorio.)
El científico en la red El primer capítulo de este libro estuvo dedicado a “reivindicar la apertura del sentido común de la realidad”. Esta suerte de metáfora –reivindicar la apertura del sentido común– se ha utilizado también en un contexto completamente distinto dentro del libro. Al describir el trabajo de Joseph Weber sugerí que era como un volcán que empujaba hacia 197
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arriba a través de las aguas de la práctica cotidiana de la física. Que me haya encontrado utilizando una metáfora similar en dos contextos diferentes es más que una coincidencia. Todas las perturbaciones del sentido común tienen un aspecto similar. Son todos intentos de producir innovaciones culturales radicales. Para entender el contexto y la carrera de tales erupciones necesitamos comprender cómo un simple grupo de actividades científicas se vincula con la práctica científica como un todo. Para esto necesitamos otra metáfora, una que fue también brevemente introducida en el capítulo 1. Se trata de la red, una clase de telaraña de conceptos. Es lo que Barnes (1983a) ha denominado una “red Hesse”, dado que Mary Hesse (1974) ha sido su más reciente defensora. Una red Hesse muestra cómo nuestros conceptos se reúnen en una red de generalizaciones. Para volver a las esmeraldas (capítulo 1), señalamos que la explicación de Goodman acerca de por qué las esmeraldas eran verdes más que “verdules” giraba alrededor del arraigo de “verde” en el lenguaje español. Esto, argumenté, no era una explicación completamente satisfactoria dado que hay otros términos de colores igualmente bien arraigados que pueden usarse para describir las esmeraladas. La estabilidad del verdor de las esmeraldas, sugerí, no se debía solo al arraigo del verde sino también a la estabilidad o arraigo del concepto de esmeralda y de otras cosas verdes. La estabilidad de verde y la de cosas verdes se reforzaban mutuamente. Era un asunto de unión o de arraigo múltiple. La red Hesse formaliza y generaliza este punto. Tomaré prestado el ejemplo de la ballena de Barnes para describir el modo en que funciona. El concepto de “pez” está vinculado por generalizaciones con conceptos tales como “criatura ponedora de huevos” y “criatura que no puede respirar aire”. Estas generalizaciones tienen la forma de “los peces viven en el agua”, “los peces ponen huevos”, “los peces no pueden respirar aire”, etcétera. Asimismo, el concepto “animal” está relacionado con otros conceptos por generalizaciones como “los animales viven en la tierra”, “los animales respiran aire”, “los animales dan nacimiento a crías vivas”, “las criaturas que dan nacimiento a crías vivas son
animales”, etcétera. En la red Hesse las probabilidades están sujetas a las generalizaciones. Estas probabilidades expresan el grado de certeza que tenemos acerca del modo en que cada concepto está atado a los otros; es decir, expresan la certeza que tenemos acerca de las generalizaciones inductivas que ellos plasman. Si estamos verdaderamente seguros de que los peces viven en el agua, entonces daremos una alta probabilidad en la red conceptual a la asociación entre “pez” y “criatura que vive en el agua”. Una probabilidad más baja puede estar asociada al vínculo que relaciona al pez con una criatura ponedora de huevos. El punto es que toda la red se apoya mutuamente dado que todo está vinculado con todo lo demás. Pero, en virtud del modo en que todas las cosas están conectadas, un cambio en uno de los eslabones reverbera a través de toda la red. Barnes imagina una cultura en la cual el concepto de pez y el concepto de animal están incluidos en la red de un modo muy semejante al que ambos están incluidos en nuestra cultura. Luego pregunta qué pasa cuando dicha cultura encuentra por primera vez una ballena. Si se incluye la ballena bajo el concepto de pez entonces esto encaja con generalizaciones tales como que los peces viven en el agua y que los peces tienen aletas. Pero produce problemas para generalizaciones tales como que los peces ponen huevos y que los peces no respiran aire. Por otro lado, si se incluye la ballena bajo el concepto de animal, ello encaja con generalizaciones acerca de que los animales gestan criaturas vivas y respiran aire, pero no encaja con generalizaciones tales como que los animales viven en la tierra y que los animales no tienen aletas. Ahora bien, no hay ningún criterio absoluto por el cual la ballena deba pertenecer a cualquiera de estas categorías. Son los humanos los que ponen las cosas en categorías. La elección de la categoría, en este caso, es probable que dependa de si los humanos en cuestión querrán más bien causar problemas en las partes de la red propias de los peces o de los animales. O puede que se eviten las principales dificultades haciendo de la ballena una suerte de “anomalía” –un nuevo tipo de criatura que simplemente no encaja por ahora en ningún lugar. La última elección no produce mayores reverberaciones en la red.
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El modelo de la red tiene muchas cosas recomendables. Muestra que todos los conceptos son potencialmente revisables. Muestra que las revisiones tienden a tener ramificaciones en otros lados pero que no necesariamente tienen por qué causar muchas disrupciones –la cantidad de disrupciones que producen, en alguna medida, está bajo control. Finalmente, si bien todos los conceptos son potencialmente revisables, no son fácilmente revisables todos a la vez –un rasgo que Hesse enfatiza. El punto en el cual debo separarme de la versión del modelo de Hesse es en la asignación de probabilidades a los vínculos de generalizaciones dentro de la red. Como se explicó en la nota 16 del capítulo 1, estas probabilidades en la práctica no poseen una contrapartida utilizable o reconocible. Las probabilidades son en conjunto una noción demasiado formal para capturar el modo en que los conceptos están vinculados. La metáfora de la red es exacta pero los vínculos deben ser algo más. Los vínculos son las reglas corporizadas e institucionalizadas en formas de vida.1 El filósofo Peter Winch lo pone del siguiente modo:
términos de probabilidades interrelacionadas asociadas a sus eslabones. Ello se debe a que las probabilidades, y las relaciones percibidas entre ellas, son ellas mismas expresiones de la estabilidad de las relaciones humanas. Las esmeraldas, entonces, están vinculadas al verde no por una probabilidad, sino por el hecho de que llamarlas verdes es nuestra forma de “proseguir”. El pasto está asociado al verde del mismo modo. Una proporción de nuestro discurso y de otras acciones está vinculado a estas formas de proceder en una red de prácticas sociales. Los conjuntos de prácticas se solapan y es el solapamiento lo que envía las reverberaciones a través de todo el sistema. Por ejemplo, considérese el modo en que el sistema va a reverberar si ciertas piedras relucientes, transparentes, carboníferas y ultrapesadas devienen parte del concepto mucho más común de esmeralda. Las esmeraldas no serán más verdes, serán verdes o transparentes. Pero ocurrirán muchas más cosas que eso. La vida de los joyeros cambiaría dramáticamente como consecuencia de la caída del mercado de diamantes, muchos pequeños inversores perderían una gran proporción de su riqueza, se romperían corazones; muchas chicas perderían a sus mejores amigos, el título de uno de los libros de Ian Fleming perdería su sentido, el cortar vidrio sería un asunto mucho más azaroso y la “Isla Esmeralda” perdería la mitad de su atractivo para los turistas. Este sería el resultado de un cambio en el orden de los conceptos. Es mejor para prácticamente todo el mundo –excepto para aquellos que poseen una diadema de esmeraldas– que los diamantes no sean confundidos con el tipo de óxido de aluminio impuro conocido como esmeraldas.
Las relaciones sociales de un hombre con sus compañeros están permeadas por sus ideas acerca de la realidad. En verdad “permeada” no es una palabra lo suficientemente fuerte: las relaciones sociales son expresiones de las ideas acerca de la realidad (Winch, 1958, p. 23).
Debemos añadir que lo inverso es igualmente verdadero, es decir, que las ideas son expresiones de relaciones sociales. Y como las relaciones sociales pueden ser descritas en términos de redes sociales, su contraparte cognitiva puede ser descrita en términos de la red Hesse. La red Hesse y la red de interacciones en la sociedad no son sino las dos caras de la misma moneda. Para entender una debemos entender las dos. La forma y la estabilidad de la red Hesse no puede ser entendida en 1 No es claro que Barnes no quisiera decir algo similar acerca de los vínculos en la red. La exposición de Bloor (1983) acerca de Wittgenstein acuerda estrechamente con lo que se está argumentando aquí.
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Estrategia, ambición y la presentación de los datos En el ejemplo de las esmeraldas, las reverberaciones se extendían ampliamente a través de la red de relaciones sociales, a pesar de que surgían a partir de un cambio conceptual relativamente “pequeño”.2 En 2
Pero no es un ejemplo enteramente extravagante. Considérese lo que estimula las gradaciones de color en Sudáfrica. Las distinciones entre blanco y de color en Sudáfrica
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la mayoría de los ejemplos discutidos hasta el momento en este libro, las reverberaciones no se extendían perceptiblemente más allá de las instituciones de la profesión científica; hay, por supuesto, otros cambios científicos que han tenido consecuencias sociales más significativas. De manera inevitable, la extensión en la cual el cambio, científico o no, es probable que reverbere a través del sistema como un todo, afecta la facilidad con que ese cambio puede ser ocasionado. Si un cambio de este tipo afecta a otros de modos que ellos no quieren, es probable que traten de resistirlo.3 Si afecta a más, entonces puede esperarse mayor resistencia. De tal modo, usualmente es más fácil ocasionar pequeños cambios localizados que grandes cambios reverberantes. Bourdieu (1975) sugirió que los científicos son conscientes de las posibilidades que están abiertas a ellos, y que planean sus carreras con esto en mente. Habló de científicos que toman decisiones entre estrategias de alto y de bajo riesgo. Pueden elegir trabajar en áreas bien conocidas y construir una carrera sólida basada en avances del conocimiento por medio de incrementos graduales o pueden elegir tratar de hacer contribuciones revolucionarias que es más probable que sean resistidas y que no conduzcan a ningún lugar. Sin embargo, si la apuesta revolucionaria es exitosa, conduce a grandes recompensas. (Las recompensas son simbólicas, no materiales, y pueden ser póstumas). Las recompensas son grandes debido a las mayores reverberaciones y los mayores cambios que se producen en todo el sistema. Provocando cambios importantes en nuestros conceptos
y en los modos de hacer las cosas, los científicos logran algo que es reconocidamente importante. Esto puede conducir a cambios ulteriores en la sociedad más amplia.4 Bourdieu discutía las diferentes promesas que ofrecen los distintos campos de la ciencia que un novato puede elegir para entrar. Sin embargo, en el mismo campo pueden hacerse cosas diferentes y, en verdad, pueden hacerse diferentes cosas con los mismos datos. Esta es la elección que han tenido que enfrentar algunos de los científicos discutidos en este libro. Podemos pensar en ellos como arañas sentadas en una red de conceptos. Su elección pone en marcha cuanta atención tratan de atraer sobre sí mismos. Dado un conjunto de datos no bienvenidos o inesperados, pueden sentarse calladamente y digerirlo, o ignorarlo, o pueden sacudir la red hasta que otras personas se informen de lo que han hecho –y, tal vez, su amenaza implícita. Tragarse calladamente los datos les dará un poco de alimento, pero sacudir la red puede asegurarles un futuro brillante a riesgo de perturbar a otros o de crear enemigos.
se basan en conceptos que no están disponibles para el resto del mundo. Considérese de nuevo la subdivisión entre judíos y arios creada en la Alemania nazi. La muerte de millones fue provocada en parte porque se estableció una distinción conceptual que permitió distinguir a un subconjunto de la población de una nación del resto. Cuando Dinamarca fue ocupada por los nazis, los habitantes locales (liderados por su rey) resistieron la aplicación del concepto de “judío” de un modo muy directo. Cuando se ordenó a los judíos que cosieran una estrella amarilla a sus ropas como una marca para distinguirlos, el resto de la población hizo lo mismo. De tal modo la estrella amarilla no pudo transformarse en la contraparte perceptiva del concepto de judío. 3 La idea de resistencia a un descubrimiento científico no es nueva. Véase Barber (1961) para una temprana y excelente discusión.
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La creación de contradicciones Esta elección puede ser vista de distintas formas. Una versión interesante puede encontrarse en un artículo inédito de Travis, llamado 4 Myers ha completado recientemente dos estudios que ilustran algunos de los puntos de la discusión que sigue ahora. En el primer estudio, biólogos presentaban artículos para ser publicados. Fueron forzados a afirmar menos y menos originalidad en sus ideas, en tanto respondían a los comentarios de los árbitros. Para hacer publicar los artículos, los biólogos tuvieron que hacerlos leer como mucho más vinculados con la tradición biológica y mucho menos originales que lo que inicialmente pensaron que eran. En un segundo estudio, igualmente fascinante, Myers muestra cómo presiones similares forzaron a biólogos a ajustar y reajustar formularios de subvenciones en respuesta a comentarios externos. Los formularios de subvenciones que parecen demasiado originales no obtendrán fondos (véase Myers, 1985a y 1985b). Para una discusión interesante de la ciencia como un ejercicio de mercadeo véase Peter y Olson (1983). Para una descripción fascinante de las luchas de Pasteur para traducir los conceptos de granja y de laboratorio entre sí, mientras desarrollaba su vacuna contra el ántrax, véase Latour (1983).
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“La creación de contradicciones”. Proveo aquí un informe simplificado y esquemático de un pasaje de la historia de la ciencia mucho más complejo. Travis observó la controversia sobre la “transferencia química de memoria” (véase Travis, 1981). En una serie de experimentos, unas ratas fueron entrenadas para evitar el lado oscuro de un callejón con dos ramas por medio de un régimen apropiado de recompensas y descargas eléctricas. El resultado sugirió que cuando los cerebros de las ratas que habían adquirido tendencias que evitaban la oscuridad eran triturados e inyectados en ratas no entrenadas, las últimas podían desarrollar tendencias que evitaban la oscuridad más rápidamente. Parecía que había algo químico en los cerebros de las ratas entrenadas que se “correspondía” con evitar la oscuridad, y que se podía transferir por inyecciones en una rata ingenua; ese algo llevaba consigo su tendencia en el comportamiento. Esta sustancia química fue llamada “escotofobina”, en referencia al miedo a la oscuridad. La escotofobina, sin embargo, puede pensarse al menos de dos modos distintos. Los efectos de la escotofobina pueden explicarse si se la piensa como una sustancia química que conlleva una disposición general del comportamiento. Esto puede funcionar debido a que hace que las criaturas sean temerosas a lo desconocido –como lo hacen muchas drogas desorientadoras– o puede ser una sustancia química que refuerza la habilidad general para el aprendizaje y que se acumula en el cerebro de las ratas entrenadas como resultado de su exposición a mucha estimulación. Por otro lado, la escotofobina puede pensarse como una sustancia química que conlleva un tipo de memoria, una memoria que específicamente ve lo oscuro como un lugar poco placentero para estar. Las dos interpretaciones diferentes de la escotofobina tienen implicaciones radicalmente distintas. La droga disposicional es solo un descubrimiento más en el rango de las sustancias químicas ya conocidas que modifican el comportamiento, pero la “molécula de la memoria” lleva la promesa de que eventualmente podremos ser capaces de pasar por el farmacéutico por una píldora que contiene el griego o las obras
completas de Shakespeare. ¡La primera interpretación es relativamente aceptable dentro del conocimiento y la práctica de la bioquímica, mientras que la última es mucho más difícil de tragar! Los resultados de los experimentos de transferencia de memoria fueron objeto de controversia; algunos grupos fueron capaces de reproducirlos y otros no. Travis sostiene que bajo estas circunstancias los proponentes de los efectos de la escotofobina adoptaron una interpretación con implicaciones lo menos radicales posibles, con la esperanza de tranquilizar a sus críticos y hacer que sus hallazgos fuesen más fácilmente aceptables por la comunidad científica. Pero sus críticos apoyaron la interpretación más radical de la escotofobina, argumentando que los experimentos aparentemente demostraban la existencia de moléculas de memoria, con todas sus ridículas implicaciones. También se dijo que la idea contradecía el “dogma central de la biología molecular”. De tal modo, los críticos usaron esta interpretación como una reductio ad absurdum de todos los experimentos. Podemos fácilmente imaginar circunstancias en las cuales los críticos y los proponentes hubieran adoptado precisamente la postura opuesta. Si los proponentes hubieran querido adquirir alguna publicidad y apoyo financiero para sus esfuerzos, podrían haber tratado de llamar la atención hacia la importancia revolucionaria de la escotofobina enfatizando que la misma contradecía el dogma y que prometía un cambio completo en nuestras ideas acerca del aprendizaje. Los críticos podrían entonces haber argumentado que la escotofobina no era de importancia fundamental dado que era únicamente una nueva droga entre otras que modificaba el comportamiento. En verdad Travis informa que estas posturas alternativas fueron adoptadas durante algunas de las fases de la extensa controversia. De cualquier modo, dados los mismos datos, es posible sacudir más o menos la red de conceptos, eligiendo respectivamente crear contradicciones con lo que funcionaba antes o presentando los hallazgos como parte de una tradición continua. No es, sin embargo, un asunto de elección individual, dado que los otros tienen algo que decir en el modo en que los hallazgos han de ser interpretados.
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Acuerdos previos Pickering ha observado un grupo de estudios de caso en los cuales los debates fueron resueltos por físicos que optaron por causar la mínima perturbación posible en la red; prefirieron sostener el máximo número de alianzas anteriores. Por ejemplo, examinó el debate sobre la afirmación del descubrimiento del “monopolo magnético” (Pickering, 1981). Todos los imanes conocidos tienen dos polos inseparables. Si usted corta un imán común por la mitad, cada una de las mitades separadas aún tiene dos polos, uno norte y otro sur. Sin embargo, la idea de una partícula monopolar no es desconocida en física. En 1975, un grupo de físicos afirmó haber descubierto la huidiza partícula registrando sus rastros entre los trazos de otros “rayos cósmicos” en un detector transportado por un globo. Otros fallaron en confirmar sus resultados y de ello se siguieron discusiones acerca de la competencia de las diferentes observaciones. Finalmente, así como con los altos flujos de radiación gravitacional, la afirmación acerca del monopolo perdió credibilidad y la discusión se cerró. Esto ocurrió bastante más rápido que en el caso de la radiación gravitacional. Pickering se concentró en el modo en que se llevó a cabo la clausura del debate. Argumentó que todas las partes procedieron de modo que se mantuvieran “los acuerdos previos respecto a la rutina de la práctica experimental y [...] las concepciones teóricas acerca del mundo natural” (p. 83). Brevemente, este grupo de experimentadores, si bien se encontraron en la posición de tener que explicar resultados raros, rápidamente acordaron mantener el status quo. No trataron de presionar sus afirmaciones cuestionando la más amplia cultura de la física en la cual están incluidas la práctica experimental y las concepciones teóricas acerca del mundo natural. Por ejemplo, no trataron de afirmar que alguna fuerza desconocida impedía a otros descubrir lo que ellos habían visto, o que la teoría de los aparatos para la detección de los rayos cósmicos era de algún modo defectuosa. Por el contrario, su aceptación de los argumentos anteriores estableció “vínculos con la astrofísica teórica y con otros experimentadores” (p. 87). Los descubridores originales prefirieron abandonar 206
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sus afirmaciones y acordar que estaban equivocados, más que abandonar esos acuerdos previos. La resolución puede expresarse muy bien combinando dos frases de Pickering (pp. 87-89): “La simplicidad del asunto del monopolo derivó de la decisión de los participantes de conducir el debate dentro de un conjunto de conceptualizaciones socialmente aceptables acerca del mundo natural que eran esencialmente estáticas”.5 Externalidad Se ha analizado también otro caso de un modo tal que hace una contribución importante para la imagen que se está desarrollando aquí. Pinch observó experimentos para detectar “neutrinos solares”, que son partículas emitidas desde el centro del Sol. Una proporción de ellos arriban a la superficie de la Tierra cerca de ocho minutos después de ser emitidos; si su número pudiese ser medido se producirían importantes indicios acerca de cómo funciona el Sol. Sin embargo, son muy difíciles de detectar. Para detectar neutrinos solares se sepultó un enorme tanque de percloretileno (usado como fluido para la limpieza en seco) en el fondo 5
Este tipo de explicación es utilizada por Pickering en otros dos casos de estudio en la misma área (1980, 1981b, 1984). Se trata del debate sobre el análisis teórico apropiado de la naturaleza de los bloques básicos de la materia –sharm versus color– y el debate acerca de la existencia de otra huidiza partícula –el quark libre. En ambos casos explica de nuevo la clausura del debate por la formación de alianzas con grupos establecidos en la comunidad científica; en ambos casos la “lógica” de la situación habría permitido que los argumentos radicales mantuvieran abierto el asunto por mucho tiempo. Pickering enfatiza, con mucha razón, que los contextos dentro de los cuales tienen lugar estos debates están sometidos a cambios y que, de tal modo, la preferencia por contextos estables no puede ser la explicación completa de la construcción del conocimiento. Sugiere que el lugar apropiado para buscar una comprensión del contexto es dentro de las “concepciones teóricas” de una disciplina. Hay cierta verdad en esto si por concepciones teóricas entiende conceptos en el sentido que ese término ha sido usado a lo largo de este libro –la organización de la percepción, enraizada en instituciones sociales, aun si las cosas que son percibidas son quarks o esmeraldas. Si él se refiere específicamente a las teorías de la física entonces su idea es demasiado limitada. Los conceptos que componen el mundo científico son formados tanto o más manipulándolo experimentalmente como teorizando acerca de él.
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de una profunda mina de oro. Algunos de los neutrinos que pasaban a través del tanque debían golpear los átomos de cloro en el tanque y transformarlos en átomos de argón radiactivo. Nuevamente, el número de átomos de argón es muy pequeño y la cantidad de gas de argón producido al final de aproximadamente una semana de exposición es apenas mensurable. Los átomos de argón son detectables solo porque son radiactivos. Su radioactividad puede ser medida cuando se los hace salir del tanque con una corriente de gas argón ordinario. La radioactividad se detecta por medio de delicados aparatos electrónicos y se registran los resultados. De igual modo que las ondas gravitatorias y la percepción de las plantas, es una línea ondulada lo que inicialmente constituye los datos.6 Pinch (1985) señala que para conseguir una figura de los neutrinos solares emitidos por el Sol se necesita una cantidad importante de inferencias. Sin embargo, el experimento puede ser informado de modos que necesitan una mayor o menor cantidad de pasos inferenciales. Por ejemplo, los experimentadores pueden informar que han hecho el experimento y que han visto únicamente una línea ondulada en un registrador. O pueden decir que han “visto” en un tiempo dado, tales y cuales cantidades de átomos de argón radiactivo en su tanque. O pueden decir que han “visto” tales y cuales cantidades de átomos de cloro convertidos en argón. En estos tres casos el número de inferencias comienza en un mínimo y se va incrementando. De esta manera, informar la existencia de una línea ondulada no dice nada acerca de qué es lo que la causó; informar la existencia de un número de átomos de argón radiactivo es inferir que el argón radiactivo fue apropiadamente evacuado, que la radioactividad fue apropiadamente medida y que las señales fueron apropiadamente amplificadas o procesadas de modo tal que pudieran ser registradas; informar la conversión de los átomos de cloro implica todo esto más la verdad de las teorías acerca de cómo
el cloro puede transformarse en argón. Por supuesto, informar que se detectó un número de neutrinos involucra aun más inferencias, e informar un “flujo de neutrinos solares” requiere inferencias adicionales acerca de la naturaleza de las capas centrales y superficiales del Sol, y la naturaleza del espacio entre la Tierra y el Sol. El punto es este: hay poco futuro para el científico que informa que se han gastado 100 mil dólares en hundir un tanque de percloretileno con instrumentos en una mina de oro para producir una línea ondulada. Nadie está interesado en una línea ondulada. Pero, en virtud de su completa vacuidad, la afirmación de que se ha visto una línea ondulada es improbable que sea cuestionada. No cambiará la vida de nadie; no alterará ninguna red de relaciones. Por supuesto, el científico que ha hecho el experimento va a informar algo más. El informe real será elegido dentro del rango de posibilidades que contienen más pasos inferenciales; para usar el término de Pinch, estos son más “externos”. Cuanto más externos –cuanto más pasos inferenciales son subsumidos– más interesante deviene el informe debido a que afecta más intereses de otros. De tal modo, el informe que concierne al argón radiactivo será de interés para los químicos del argón y para aquellos que estén involucrados en el diseño de contadores y amplificadores; el informe que concierne a la conversión del cloro será, además, de interés para los físicos nucleares. El informe concerniente a los neutrinos solares será de interés para todos ellos, y también para los físicos de los neutrinos, y los físicos solares, y aquellos que están interesados en las capas exteriores del Sol, y los expertos en el espacio existente entre la Tierra y el Sol. Pueden atraerse grupos más amplios si las inferencias se realizan a partir del flujo “medido” de neutrinos. Por ejemplo, si se interpreta que el resultado revela algo acerca del estado de los procesos termonucleares en el centro del Sol, y si esto es tomado como algo que tiene implicaciones para los cambios históricos en la producción de energía, entonces hay más implicaciones para las teorías acerca de la geología terrestre y la evolución. (De hecho, los resultados fueron interpretados en estas direcciones.)
6 La historia de las dificultades y disputas sobre la detección de neutrinos solares es en sí misma fascinante (Pinch, 1981 y en prensa) pero aquí solo miraré al tratamiento que puede encontrarse en Pinch (1985).
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Los científicos, entonces, se enfrentan con una elección (si bien una elección altamente condicionada): ¿en qué nivel de inferencia o externalidad informan los resultados? Cuantas más inferencias hacen, más interesantes son los resultados para una audiencia más amplia –es como si sacudieran más la telaraña de conceptos. Pero si los resultados no parecen preservar las “conceptualizaciones socialmente aceptadas del mundo natural” de todos, entonces cuantas más inferencias hacen, más trozos de realidad tomada-por-sentado están amenazando y más problemas van a causar. Si bien la elección de hacer más pasos inferenciales no “crea contradicciones” por sí misma, ciertamente llama la atención hacia cualquier contradicción que pueda hallarse en los datos. Será una elección opuesta a la hecha por los científicos que estudió Pickering: los científicos del monopolo eligieron quebrar la cadena de inferencias que iba de sus datos a la existencia del monopolo admitiendo un “error”.
interesante. Señales de televisión correlacionadas, u otro fenómeno mundano, no es probable que cambien mucho la vida de los científicos ni hacen ganar premios. En este ejemplo, como en los previos, la extensión en que una afirmación es difícil de ser aceptada se incrementa en la medida que amenaza romper el mundo conceptual de científicos cuyos “hogares” se encuentran en partes remotas de la red conceptual. El análisis es continuo con los casos muy extremos informados en el capítulo 5. La parapsicología amenaza muchas cosas a muchos como para ser fácilmente aceptable. Ese es el motivo por el cual sus proponentes más intransigentes son forzados a vivir en un mundo propio (véase la proposición diez). Su red de conceptos, y su red social congruente, tienen menos conexiones con la red principal de la ciencia que la mayoría de los campos científicos. De tal modo, puede hacerse que los mismos datos reverberen más o menos, y también puede hacerse que reverberen en diferentes direcciones: es como si se los pudiera asociar con diferentes vectores. Para extender la analogía de la telaraña, es como si diferentes radios de la red pudieran ser agitados de modo que envíen las reverberaciones hacia diferentes partes del universo social y conceptual. El rechazo final de la quinta fuerza para explicar los fenómenos paranormales, realizado por parte del profesor John Taylor, y su fuerte abrazo de la hipótesis electromagnética, puede ser bien descrito, en las palabras de Pickering, como un esfuerzo por preservar el máximo número de “acuerdos previos”; pero estos eran acuerdos con físicos. ¡Eligió sacrificar todos sus acuerdos con los parapsicólogos! Lo que es más, si hubiera encontrado los enormes flujos de radiación electromagnética que hubieran sido necesarios para explicar la “curvatura paranormal de cucharas”, habría efectivamente cambiado de lugar el problema, de la física a la biología. Esa parte de la red de conceptos que tiene que ver con la física habría permanecido quieta, mientras que los biólogos se habrían encontrado a sí mismos teniendo que explicar cómo seres humanos pueden generar flujos de radiación electromagnética suficientes para ablandar metal. Habrían quedado preservados pocos acuerdos con
La radiación gravitacional y la parapsicología revisitadas Este análisis se aplica igualmente a algunos pasajes de la controversia acerca de la radiación gravitacional. Por un tiempo, aquellos que estaban debatiendo las afirmaciones de Weber estaban preparados para admitir que él estaba viendo algo más que un artefacto estadístico; estaban preparados para admitir que estaba viendo coincidencias entre sus detectores. Estas coincidencias, sentían, se debían a algo distinto a las ondas gravitatorias dado que nadie, excepto él mismo, podía verlas. Este movimiento, acortando la cadena inferencial, alejó de la discusión a los cosmólogos y a quienes trabajaban sobre la teoría de la relatividad, así como alejó la gran “sangría de energía cósmica” implicada por las afirmaciones de Weber. Bajo estas circunstancias aquellos grupos ya no sentían perturbados los mundos que daban por sentado. No sentirían ninguna necesidad de resistirse a la existencia de “meras coincidencias”; no verían a Weber como creador de contradicciones. El costo, por supuesto, es que las coincidencias se transforman en algo menos 210
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los biólogos; tal vez los biólogos no eran un “grupo de referencia” tan importante para Taylor. De manera semejante, la reacia aceptación de la calibración electroestática por parte de Weber cambió el lugar de debate de la física de la interacción entre su antena y las ondas gravitatorias hacia la arena de la cosmología. De aquí en más sus resultados debían ser explicados por formas raras de pulso que implicaban escenarios cósmicos “patológicos”, que encontraron resistencia por parte de los cosmólogos. Pero recuérdese que por allá en 1972 se hablaba de una “quinta fuerza”, o incluso de fuerzas psíquicas, como explicaciones a las crecientes discrepancias en el rendimiento de la antena. Si se hubieran impulsado estas explicaciones, habría existido resistencia a través de prácticamente toda la red, balanceada únicamente por nuevas alianzas forjadas con los casi desconectados parapsicólogos. Weber podría haberse encontrado aislado (véase también Collins y Pinch, 1981). Las posibilidades abiertas para Weber –la mayoría de las cuales fueron consideradas en un momento u otro– representaban casi todo el rango desde el psiquismo radical hasta las tímidas “coincidencias inexplicadas”; y todo ello con los mismos datos. Pensar en estos movimientos meramente como intentos ad hoc para rescatar una hipótesis es perder la dimensión implicada por las diferentes comunidades cognitivas para las cuales las distintas interpretaciones resultaban atractivas o planteaban amenazas. Las características de estas comunidades locales dentro de la red fueron bien expresadas en una charla dada por el físico teórico Kip Thorne en la reunión de la aaas de 1978 en Washington D. C. Thorne revisó en esa ocasión el progreso producido en el asunto de las ondas gravitatorias. Construyó un gráfico que mostraba la frecuencia esperada de la ocurrencia de las ondas gravitatorias en función de su magnitud. Era de esperar que los eventos energéticos menores aparecieran más seguido que los grandes eventos. Los eventos menores se originaban en catástrofes cósmicas más distantes y simplemente hay más universo en cuanto uno mira más allá. Sin embargo, con la antena del tipo de Weber solo los eventos más energéticos podían ser detectados. Thorne dejó claras las suposiciones en las que se basaban sus cálculos. Dijo: 212
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...he... [mostrado]... la máxima intensidad posible de las fuentes que uno puede esperar sobre la base de ciertas creencias apreciadas que los teóricos tienen acerca de la conservación de la masa, sobre la no focalización de las ondas gravitatorias –lo que podría ser una creencia apreciada pero falsa– y sobre la intensidad de las emisiones de las ondas gravitacionales provenientes de fuentes individuales [las cursivas son mías].
Luego, en respuesta a una pregunta de la audiencia, se explicó de este modo: ...con varios asociados en Cal Tec hicimos una lista de cosas que sostenemos con mucho cariño. Podemos en verdad exhibir, entonces, escenarios que llevarían a estallidos [de ondas gravitatorias] que serían tan fuertes, con esa clase de frecuencia [que pudieran reconciliarse con las afirmaciones de Weber]. Pero hay escenarios que un astrofísico diría que son realmente bastante salvajes. Sin embargo estos no violan ninguna de nuestras creencias apreciadas. Ahora bien, sus creencias apreciadas pueden ser diferentes a las mías, por lo que puede allí tener diferentes curvas.
Algunos astrofísicos, por supuesto, aprecian profundamente la absoluta imposibilidad de los “escenarios salvajes” de Thorne. Otro conjunto de evidencias muestra que las creencias apreciadas de los físicos son diferentes a las de los parapsicólogos. Durante mi trabajo de campo sobre la parapsicología, ciertos encuestados comentaron de manera voluntaria el experimento de Weber sin que se los incitara a ello; los comentarios iban en el sentido de que pensaban que la psicoquinesis representaba una explicación parsimoniosa de las diferencias entre los resultados de Weber y los de sus críticos. En entrevistas posteriores pedí deliberadamente a once parapsicólogos que comentaran el asunto de Weber. Ocho de los once pensaron que los resultados de Weber eran candidatos perfectos para una explicación psicoquinética. En otras palabras, pensaron que los resultados de Weber podían ser explicados por su intenso deseo de encontrar las ondas; este deseo había influido en su aparato inmensamente delicado. 213
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Un encuestado respondió: Weber realizó el experimento PQ [psicoquinético] más sofisticado jamás hecho... Las señales son reales... y son casi los niveles correctos para un experimento de PQ con un buen sujeto PQ....
De tal modo, las creencias apreciadas son diferentes en diferentes partes de la ciencia. La preservación de las creencias apreciadas o las alianzas previas no puede por sí misma determinar el resultado de un debate aun cuando este es el motivo prevaleciente. Todavía permanece la pregunta acerca de quién es aquel cuyas creencias deberán ser conservadas. La importancia percibida de las diferentes comunidades en la red para miembros de otras comunidades explica mucho sobre el modo en que proceden los debates en ciencia. En el estudio de Pickering acerca del debate sobre el sharm/color (nota 5), parece haber influido una alianza con un grupo de matemáticos. En el estudio de Pinch (1977) acerca de la prueba de Von Neumann es el estatus percibido de los matemáticos lo que parece explicar lo que ha ocurrido de la manera más parsimoniosa. Por otro lado, las alianzas con los parapsicólogos parecen ser abandonadas con gran celeridad. (Hay algunas excepciones, véase Collins y Pinch, 1981.) Solo cuando el debate se mantiene en un bajo nivel, o un bajo grado de “externalidad”, es probable que se pueda apelar a una comunidad relativamente uniforme. La ciencia y las regiones más distantes de la red Los ejemplos de controversias científicas examinados con detalle en este libro no tuvieron reverberaciones que se difundieran notoriamente más allá de las instituciones de la ciencia profesional. No ha habido estudios modernos acerca de la ciencia pura contemporánea que mostraran las ramificaciones de influencia por fuera de la comunidad científica.7 Se ha realizado un conjunto de estudios de caso acerca de 7
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En verdad una de las últimas tendencias en los estudios empíricos sobre la ciencia
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la “influencia de los intereses sociales” en pasajes más antiguos de la ciencia. El extenso estudio de Mackenzie (1981) acerca del desarrollo del coeficiente de correlación dentro de la estadística es un buen ejemplo. Otro estudio interesante es el examen de Shapin (1979) de las disputas sobre frenología en Edimburgo en las primeras décadas del siglo xix. Shapin examinó los intereses de ciertas clases en apoyar la frenología. Si el carácter innato pudiera ser leído a partir de las protuberancias de la cabeza, esto no solo pondría a los “forasteros” intelectuales en posición de hacer juicios acerca de la naturaleza humana que antes se pensaba que estaban reservados a los profesionales, también sugería el desarrollo de un nuevo orden social –uno que se adecuase mejor a los indicadores de habilidad fisonómicos. De tal modo, un programa político acompañaba la promoción de la frenología. El estudio muestra con detalle el modo en que las preferencias políticas competidoras conducían, a través de las diversas percepciones de la forma externa de la cabeza, a diferentes percepciones acerca de las contemporánea es el foco en aspectos más y más detallados y microscópicos de la vida dentro del laboratorio (por ejemplo, véanse Knorr-Cetina, 1981, 1983; Lynch et al., 1983). Por interesantes que sean esos estudios, su estrecho campo de localización les hace difícil dar cuenta de la base social más amplia de conocimiento legítimo (Collins, 1983c; pero véase Knorr-Cetina y Cicourel, 1981). Es interesante que uno de los pioneros de los trabajos de laboratorio, Latour (por ejemplo, véase Latour y Woolgar, 1979) se haya esforzado mucho para demostrar los vínculos entre el laboratorio y la sociedad más amplia, pero lo ha hecho a partir de un episodio histórico sobre el trabajo de Pasteur (Latour, 1983). Es interesante especular sobre la falta de estudios similares sobre la ciencia pura contemporánea. Puede ser que las instituciones se hayan vuelto más autónomas, de modo tal que las redes sociales entre la ciencia y la sociedad más amplia son ahora más escasas. Yo creo que es más probable que sea un asunto de no ser capaz de “ver el bosque a través de los árboles” en la historia científica más reciente. Hay por supuesto muchos estudios interesantes acerca de la relación entre la ciencia moderna aplicada y los intereses sociales; por ejemplo, véanse Studer y Chubin (1980); Robbins y Johnston (1976); Gillespie, Eva y Johnston (1979); Nowotny (1977); Mazur (1981); Nelkin (1975, 1978, 1979); Petersen y Markle (1979); Markle y Petersen (1980). Sin embargo es difícil sacar de los mismos las conclusiones más generales que quiero sacar en este libro, dado que los estudios sobre ciencia con connotaciones políticas obvias pueden ser siempre tratados como “casos especiales” de distorsión (Chubin, 1982; Collins, 1982a). En alguna medida, por supuesto, lo mismo se aplica a los estudios históricos.
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cavidades en los huesos del cráneo –los frenólogos necesitaban que la parte externa del cráneo estuviese en correlación con la parte interna para que reprodujera así la forma del cerebro– de allí a diferentes percepciones de la forma de la superficie del cerebro y directamente a diferentes percepciones de la estructura del cerebro material en sí mismo –los frenólogos veían la superficie vinculada a través de fibras a la médula espinal, mientras que los antifrenólogos veían la sustancia del cerebro como más homogénea, de modo tal que no podían distinguirse los órganos separados correspondientes a distintos aspectos del carácter. Todas estas diferencias pueden verse en los dibujos del cerebro reproducidos en los textos de los autores competidores. El estudio de Shapin vincula los detalles más íntimos de la anatomía cerebral con las distintas partes de la red preocupada por las clases y el estatus en Edimburgo. No hay razón, en principio, por la cual las controversias científicas contemporáneas no debieran reverberar en partes distintas de la red social del mismo modo. Tales vínculos e influencias no son de ningún modo inconsistentes con lo que se ha argumentado en el resto del libro. Un modelo de este tipo vincula la estructura social con la mesada del laboratorio.
sus ambiciones y estrategias. El conjunto de alianzas y enemigos en el centro de una controversia no están necesariamente atados unos a otros por los vínculos sociales o la pertenencia a instituciones comunes. Algunos miembros de este grupo pueden intentar destruir una interpretación del Universo sobre la cual otros han apostado sus carreras, su credibilidad académica y tal vez toda su identidad social. Si estos enemigos interactúan es probable que solo lo hagan en el contexto de este particular y pasajero debate. Este conjunto de personas no necesariamente actúa como un “grupo”. Están vinculadas solo por sus cercanos (si bien diferentes) intereses en el resultado de la controversia. Me refiero a este grupo de aliados y enemigos como un “grupo central”.8 Las controversias descritas en los capítulos 4 y 5 fueron representadas por grupos centrales.
El grupo central: contingencia social
8 Es probable que el grupo central sea pequeño y varíe desde tal vez un par de científicos a cincuenta. Para una discusión ulterior de este concepto, véase Collins (1981e). La interacción de los miembros de un grupo central “ideal” puede ser representada en un diagrama del siguiente modo:
El modo en que los miembros de un grupo central pueden dividirse en distintos campos de una ciencia
con metodologías apropiadas
Los científicos saben más acerca de aquellas partes de la red conceptual que componen sus propias disciplinas. Hasta cierto punto, sus miradas están formadas por sus antecedentes y sus objetivos estarán mediados por su imagen del área correspondiente de la red. La imagen se desarrolla primero durante la formación de los científicos y continúa desarrollándose como resultado de sus relaciones con colegas y a través de su trabajo continuado. Los aliados y los críticos en una controversia prefieren preservar diferentes grupos de alianzas en la red más amplia que depende de sus propios antecedentes y formación. Los argumentos y las actitudes de los diferentes aliados y críticos serán afectados por sus percepciones acerca de su lugar en la red y 216
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Los grupos centrales certifican nuevo conocimiento. Desde afuera parecen ser simplemente el “grupo de científicos” que está investigando un rasgo potencialmente nuevo del universo. Pero hay una tensión teórica en la idea de un grupo central que necesita ser apropiadamente comprendida. En los capítulos anteriores hemos visto que las actividades de miembros del grupo central no concuerdan con la imagen convencional de la investigación “científica”. El conocimiento que emerge de un grupo central es el resultado de una discusión que puede haber adoptado muchas formas no consideradas normalmente como pertenecientes a la ciencia. Todas estas “tácticas de negociación”, como he sugerido, son intentos por quebrar la regresión de los experimentadores. Algunas tácticas “no científicas” deben emplearse debido a que los recursos de la experimentación sola son insuficientes. Ante la ausencia de una receta algorítmica para la adecuada replicación de un experimento, estas tácticas son modos de tratar de establecer qué es lo que contará como “continuar del mismo modo” en el futuro.
Sin embargo, el resultado de estas negociaciones, es decir, el conocimiento certificado, es en cualquier caso “conocimiento propiamente científico”. Es conocimiento replicable. Una vez que la controversia ha concluido, este conocimiento es visto como algo que ha sido generado por un procedimiento que encarna todas las propiedades metodológicas de la ciencia. Buscar algo mejor que esto es tratar de agarrar una sombra. Los científicos no actúan de manera poco honorable cuando se involucran en los debates típicos de los grupos centrales; no hay nada más que ellos puedan hacer si el debate ha de concluir alguna vez y si un nuevo conocimiento ha de emerger alguna vez de la disputa. No existe un dominio del comportamiento científico ideal. Tal dominio –el modelo canónico de la ciencia– existe solo en nuestra imaginación. Los grupos centrales canalizan todas las ambiciones de los científicos en competencia y favorecen alianzas y al final producen conocimiento científico certificado. Estas ambiciones y alianzas en competencia representan la influencia o la “retroalimentación” del resto de la red de conceptos y por tanto del resto de nuestras instituciones sociales. Los diferentes científicos en el grupo central estarán diferencialmente conscientes y diferencialmente interesados en los problemas y las presiones que se producirán en áreas remotas como consecuencia de un resultado u otro. Sus argumentos y estrategias se formarán de acuerdo con ello. Las ramificaciones, como hemos visto, no están necesariamente limitadas a las fronteras de la comunidad científica. Los vínculos con intereses industriales y políticos son a veces sutiles (como en los casos discutidos en este libro) y a veces son obvios, como en el caso de, digamos, el debate sobre el desarrollo de nuevas estaciones de producción de energía nuclear. El grupo central “blanquea” todas estas influencias y tácticas de debate “no científicas”. Las vuelve invisibles porque cuando el debate está cerrado todo lo que queda es la conclusión de que un resultado era replicable y el otro no; un grupo de experimentos fue hecho de manera competente por un grupo de expertos mientras que el otro –que produjo los resultados no replicables– no lo fue. El grupo central “canaliza” intereses sociales, los transforma en tácticas de negociación
Un grupo central “idealizado” dentro de la red científica
Nota: la falta de relaciones directas entre proponentes y crítico
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“no científicas” y los usa para producir conocimiento certificado. Si se observa muy de cerca, se puede ver cómo el resultado de los debates del núcleo central es afectado por estos factores “socialmente contingentes”, pero también se puede ver cómo, a pesar de eso, el resultado será de aquí en más conocimiento apropiado. El grupo central da decoro metodológico a la contingencia social.
Considérese, por ejemplo, cuán seguros estamos acerca de la verdad de la relatividad, a pesar de que muy pocos lectores de este libro habrán diseñado o conducido un experimento involucrado con la teoría de Einstein. El punto se aplica tanto a los científicos como al lector lego. La ironía consiste en que el conocimiento distante parece más seguro que el conocimiento que ha sido recién generado. El grado de certeza que se adscribe al conocimiento se incrementa catastróficamente en la medida que se cruza la frontera del grupo central tanto en el espacio como en el tiempo. Incluso para los miembros del grupo central, una vez que el debate está cerrado y el modo correcto de seguir se ha cristalizado en las nuevas instituciones científicas, es muy difícil recuperar la incertidumbre del momento de la creación. En cuanto a aquellos que no tienen una experiencia de primera mano del trabajo del grupo central, es casi imposible saber cómo fue la creación: implica saber cómo es poner el barco en la botella. Este punto puede ser resumido en otra proposición:
La naturaleza privada de los grupos centrales Por lo general los grupos centrales son privados, y esto hace difícil entender lo que es la ciencia para la mayoría de nosotros. Solo los pocos científicos que han estado involucrados en una disputa importante tienen una experiencia sustantiva de los grupos centrales; incluso para esos científicos es probable que la experiencia sea efímera. Sin duda todos los científicos saben que existen dificultades en el trabajo experimental, pero la significación de ello es raramente entendida. Hemos visto un caso paradigmático de este tipo de experimentación en el capítulo 3. Bob Harrison comenzó a estar perplejo acerca del modo apropiado de proceder en un conjunto de áreas relacionadas con el láser tea, pero tan pronto como lo hizo funcionar, más que sacar de ello una conclusión general, cristalizó su experiencia como si fuera una serie de fracasos personales. Este punto fue resumido en la proposición seis. Para el resto de nosotros, nuestra experiencia de los grupos centrales es nula. Casi nadie ha tenido una experiencia extendida de lo que es producir nuevo conocimiento científico a partir de un área controvertida. Es interesante que, sin embargo, sentimos que tenemos una comprensión bastante buena de lo que implica el método científico. Aprendemos esto a partir de hacer algo de ciencia en la escuela, de mirar demostraciones en la televisión y de leer acerca de la ciencia en libros y diarios. Incluso la mayoría de los filósofos de la ciencia trabajan con alguna versión del “modelo canónico”. Todas estas fuentes enfatizan la infalibilidad del conocimiento generado experimentalmente. Y aun así, si consideramos sobre qué aspectos del mundo estamos más seguros, resulta que acerca de ellos no tenemos experiencia experimental directa. 220
Proposición once: “La distancia presta encanto”: cuanto más distante en el espacio o tiempo está el lugar de la creación del conocimiento, más seguro es.9 Para la cultura científica, el rol mediador del grupo central, su blanqueo de los “intereses sociales ilegítimos”, y su transustanciación de la 9 Una observación similar fue hecha por Ludwick Fleck (1979, p. 113). Latour y Woolgar (1979) hablan acerca del modo en que una idea deviene real en la medida que se mueve desde el sitio de su creación. Ellos llaman a esto “división”. Cuando el nuevo fenómeno –en su estudio de una nueva droga– se diferencia del conjunto de actividades que inicialmente lo comprendían, su forma reificada da unidad a lo que ocurría antes. Antes que la droga existiese, o si la droga nunca devino una cosa por sí misma, no habría nada que vinculase todas esas actividades de laboratorio como partes del “mismo” fragmento científico. La súbita y catastrófica cristalización de la certeza –incluso para los participantes mismos– es lo que hace muy poco confiables los relatos retrospectivos de la clausura de las controversias tal como son citados por algunos historiadores. Algunos de ellos dan en muchas ocasiones la impresión de que los hechos “hablan por sí mismos”.
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contingencia social en decoro metodológico, junto con su privacidad, explican la paradoja de la reificación.
En un primer momento de una controversia, los miembros del grupo central, y todos los que tienen una opinión, piensan en los experimentos de una manera dicotómica. Piensan en los experimentos que dan apoyo a su mirada como competentemente realizados y viceversa. Estos puntos de vista pueden ser resumidos en una tabla:
Orden y orden cambiante: la solución sociológica al problema de la inducción
A lo largo de estos capítulos he hablado acerca de lo mismo utilizando una variedad de vocabularios. He hablado acerca del carácter no especificable de las reglas en los sistemas abiertos, los fundamentos de la realidad tomada-por-sentado y las formas de vida, el problema de desarrollar inteligencia artificial, el carácter impenetrable del conocimiento tácito, las opacas “reglas de ratones” para la replicación del “mismo” experimento y la regresión de los experimentadores. He tratado de mostrar cómo cada una de estas cosas es una faceta diferente o una consecuencia del mismo problema subyacente, el problema de la inferencia inductiva. He mirado varios intentos de proveer procedimientos algorítmicos para resolver todas estas versiones del problema. He comenzado con intentos por explicar el verdor y la apropiada continuación de “2, 4, 6, 8”; continué mirando algunos intentos por proveer una teoría analítica de la replicación e intentos por proveer criterios de demarcación en los distintos niveles del procedimiento imaginario de clasificación de los ratones; he mirado los intentos de los científicos por quebrar la regresión de los experimentadores haciendo referencia a un gran número de factores que van de las presuposiciones teóricas –las “creencias apreciadas” en los términos de Kip Thorne– a procedimientos tales como el uso de fenómenos subsidiarios y la calibración. Todos estos intentos estaban destinados a fracasar si eran ensayados para proveer un grupo de reglas formales que trascendieran las convenciones de la sociedad en la cual estaban imbuidas. Como hemos argumentado, las reglas solo son reglas en virtud de las convenciones sociales: son convenciones sociales. Cuando están formándose nuevas reglas, o cuando se aplican viejas reglas de nuevos modos, lo que se está estableciendo son precisamente nuevas convenciones. ¿Cómo se presenta este proceso al individuo? 222
La mirada de los científicos respecto de la competencia de los experimentadores y la integridad de sus experimentos Los científicos creen en el fenómeno bajo investigación Sí No Los experimentos encuentran SÍ 1. Competente 2. No competente resultados consonantes con No 3. No competente 4. Competente el fenómeno
En 1972, Joseph Weber habría puesto su propio experimento en el casillero 1 y el de sus críticos en el casillero 3. Sus críticos inicialmente consideraron que los mismos experimentos pertenecían a los casilleros 2 y 4 respectivamente. En 1972, Cleve Backster y sus críticos habrían clasificado sus experimentos del mismo modo. Beloff y Bate (capítulo 5) son interesantes porque cuando su trabajo produjo hallazgos negativos no confiaron en sus propias habilidades experimentales, por lo que pusieron sus propios experimentos en el casillero 3. ¡Hansel, por otro lado, puso el experimento de Beloff y Bate en el casillero 4 dado que pensó que su fracaso en encontrar el fenómeno de la psicoquinesis mostraba lo bien que ellos habían hecho el trabajo! Un tiempo después, pero cuando los miembros del grupo central están aún en desacuerdo unos con otros acerca de si algunos resultados han sido replicados de manera apropiada, las cosas cambian un poco. De tal modo, hacia 1975, en el caso de las ondas gravitatorias, los críticos describían la mayoría de los experimentos negativos como inadecuados, si bien todos reservaban el casillero 4 para al menos uno o más experimentos negativos. Este hallazgo es repetido en el estudio de Backster; en este caso, hacia 1975, el trabajo de Johnson había sido 223
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excluido de la categoría de los experimentos competentes tanto por los críticos como por los creyentes. Cada casillero todavía tenía ocupantes, pero algunos de los experimentos negativos se habían caído del diagrama en esta etapa un poco posterior. Pareciera que mientras hay disponibles solo unos pocos resultados experimentales negativos, quienes están predispuestos a descreer en la existencia de un fenómeno tratarán a todos como competentes, porque necesitan legitimación experimental para sus miradas negativas. Bajo estas circunstancias todos estos experimentos van al casillero 4. Más tarde, cuando hay muchas “refutaciones” experimentales para elegir, los críticos pueden permitirse abandonar algunos de ellos. ¡Pueden incluso demostrar su carencia de prejuicios señalando los huecos en el razonamiento! Pero esto no vaciará el casillero 4. De manera semejante, cuando hay pocos experimentos positivos disponibles, todos ellos van al casillero 1, pero si hubiese más, algunos de ellos serán también tirados por la borda. En una etapa aun posterior, la cristalización del trabajo del grupo central lleva al colapso de un lado u otro de la tabla. Si el trabajo es reivindicado entonces los casilleros 2 y 4 desaparecen del discurso viable. Si se acuerda que el fenómeno no existe entonces son los casilleros 1 y 3 los que desaparecen. Ya no hay una forma de vida que pueda sostener las instituciones pertenecientes a los casilleros ausentes. Solo individuos aislados pueden ahora ordenar sus conceptos y el lenguaje en torno a los altos flujos de ondas gravitatorios o la vida secreta de las plantas, y un lenguaje privado no es ningún tipo de lenguaje. Allí es donde Bob Harrison y el láser tea se integran. Harrison trabajaba desde el comienzo en un área “cristalizada” o profundamente institucionalizada. Claramente clasificaba su propio trabajo en el casillero 3 cuando el láser no funcionaba y en el casillero 1 cuando sí lo hacía. Los casilleros 2 y 4 simplemente no estaban disponibles para él ni para ningún otro. En el momento en que Harrison estaba construyendo láseres tea no eran posibles recategorizaciones oblicuas. Los días en que eran posibles transferencias oblicuas de los experimentos con el láser tea terminaron alrededor de 1969. Después de ello todos
los experimentos competentes estaban en el casillero 1 –producían el fenómeno– y cualquier experimento que no producía el fenómeno estaba en el casillero 3. La institucionalización de una nueva pieza de ciencia implica la clausura de uno de los lados de la tabla y el cierre de las posibilidades de una recategorización en diagonal. También equivale al colapso del problema de la clasificación discutido en el capítulo 2. Mientras que para el ratón imaginario había problemas de clasificación en los casos de las ondas gravitatorias y de la parapsicología, no habría ninguno para el caso del láser tea.10 Esto se debía a que la
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10 Cuanto más grande es la incertidumbre –en otras palabras, cuanto más amplia es la amenaza potencial a la red– más niveles de clasificación son intratables por nosotros los humanos. De tal modo, en el estudio de caso de la parapsicología había potenciales desacuerdos hasta el tope. De hecho fueron los problemas en el máximo nivel los que proveyeron las mayores dificultades en el caso de Backster y en las críticas más ingeniosas a su trabajo. (El nivel superior tiene que ver con identificar actividades que no tienen nada que ver con el fenómeno en cuestión). Mientras transcurría el debate devino claro que, dado que estamos continuamente rodeados por instancias de muerte, es imposible saber cuándo las plantas estarán sufriendo la estimulación emocional que Backster necesitaba aislar. En la discusión de Backster con Gasteiger acerca de las caídas de control surgió que el agua corriente fue descalificada como sustancia de caída de control porque contenía microorganismos que morían al ser arrojados en agua caliente del mismo modo que se extinguía la vida de los camarones. Sin embargo, una vez que se había observado esto, otras objeciones devinieron razonables. ¡Por ejemplo, cada vez que el urinal del laboratorio era automáticamente desagotado con agua desinfectada las plantas pueden haber bien sentido simpatía por los gérmenes destruidos! Entonces considérense los pasos del experimentador a través del piso del laboratorio. ¿Había hormigas aplastadas? Luego considérense las masivas batallas por la supervivencia mantenidas por los insectos y las poblaciones de microbios en los pisos, paredes y techos, y en la persona del propio experimentador. ¿Y por qué restringir las consideraciones al laboratorio? ¿Qué hay de las poblaciones remotas? ¿Hay una ley del cuadrado inverso para la muerte? Backster podría, por supuesto, haber invocado alguna clase de hipótesis limitativa ad hoc, tal como la ley del cuadrado inverso, o un límite inferior al tamaño de un organismo que una planta pudiera sentir, pero esto comenzó a parecer implausible después de que el argumento del agua corriente hubo sido desplegado. Volviendo a la radiación gravitacional, aquí las dificultades clasificatorias no se extendían tan lejos. De tal modo, había argumentos acerca de cómo evaluar la suma agregada de resultados (nivel siete); había argumentos acerca de si un resultado u otro era positivo o negativo (nivel seis); y había argumentos sobre si algún experimento fue competentemente realizado (nivel cinco). Sin embargo, no había argumentos de nivel
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respuesta se conocía desde el comienzo. De manera bastante sencilla, el único criterio para definir un experimento exitoso era que produjera el resultado esperado. Todas las otras actividades eran rechazadas instantáneamente y sin otra consideración. De tal modo la similitud y la diferencia eran fácilmente reconocibles. La cultura del entorno tenía instituciones que correspondían a las nociones de que un tubo de gas a presión atmosférica excitado de manera transversal sería considerado una copia del láser tea si podía emitir un rayo láser. Si el dispositivo emitía un rayo láser entonces debía pasar a través de todas las etapas clasificatorias. Si no lo hacía entonces ciertamente había caído en uno o más de los obstáculos. Esta es la solución sociológica al problema de la inferencia inductiva. Percibimos regularidad y orden porque cualquier percepción de irregularidad en una regla institucionalizada es traducida por nosotros mismos y los otros como faltas en quien percibe o en alguna otra etapa del proceso de percepción. De tal modo, organizamos todas nuestras percepciones en casilleros del mismo modo que Bob Harrison organizaba la percepción de su propio experimento. Si no nos preocupamos en hacer esto entonces los otros no estarán en condiciones de comunicarse con nosotros; nos tratarán como si habláramos un lenguaje privado. Nuestros juicios regulares sobre lo similar y lo diferente se hacen sin más dificultad que la que implica la categorización de las actividades experimentales una vez que se ha definido el resultado apropiado. El carácter de sistema abierto de estos juicios desaparece cuando se conoce el resultado apropiado. Después de esto solo hay una continuación
adecuada para la serie. No es la regularidad del mundo la que se impone por sí misma a nuestros sentidos, sino la regularidad de nuestras creencias institucionalizadas la que se impone por sí misma al mundo. Ajustamos nuestras mentes hasta que no percibimos ninguna falla en la normalidad. Este es el significado que tiene para el individuo el arraigo conjunto de un concepto. Es el motivo por el cual nuestros barcos perceptivos se mantienen en sus botellas. El proceso es sólido debido al modo en que los conceptos individuales se vinculan unos con otros a través de las formas de vida superpuestas. Otros nos corregirán o ignorarán si cometemos errores. La cualidad duradera del orden surge de la resistencia de la red –la multitud de arañas en la red conceptual. El lugar del orden es la sociedad. Esta es una imagen del orden social y conceptual, pero si ha de haber cambios sustanciales entonces deben inventarse y sostenerse nuevas formas de procedimiento. Pero en secciones anteriores de este capítulo hemos visto con cuánta facilidad pueden crearse inicialmente las contradicciones. Una revolución científica potencial puede ser leída en cualquier error trivial. Es así como el origen de la creatividad no constituye un problema interesante. Lo interesante es el origen de la creatividad exitosa y las condiciones para su éxito. ¿Qué es lo que está involucrado en la realización de cambios significativos en la red conceptual?
tres acerca de si la identidad del experimentador era apropiada (excepto que las autorreplicaciones de Joe Weber en gran medida no eran tomadas en cuenta y que ciertamente no había argumentos acerca de lo que estaba por ser derribado dentro del ámbito de la ciencia –nivel dos). Finalmente nunca hubo una pregunta concerniente a actividades mundanas que pudieran ser realmente manifestaciones de la radiación gravitacional (nivel uno). (Todos estos niveles podrían haberse abierto si se impulsaba la interpretación psicoquinética del trabajo de Weber.) El caso más interesante es la replicación del láser tea. ¡Aquí no hubo dificultad en clasificar en cualquier etapa! Aquí los componentes de la máquina de los ratones trabajaban en perfecta y cristalina armonía.
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El individuo y la sociedad Los individuos deberían pensarse como la suma de las formas de vida en las que cumplen un papel. Para la mayoría de los propósitos, los pensamientos de un individuo qua individuo carecen de interés. El modo más útil para pensar las metas de los miembros del grupo central es pensando en aquellos miembros como “delegados” de las disciplinas u otras instituciones sociales y cognitivas que forman su trasfondo. Cuando un sociólogo entrevista a un científico, está en verdad hablando con un conjunto de formas de vida. Da la casualidad que la única forma de informarse acerca de las formas de vida es hablar con los individuos que la comparten; de otro modo sería más fácil. 227
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Sin embargo, son solo los individuos los que pueden proveer el material para el cambio conceptual. Es necesario que alguno esté preparado para arriesgar un nuevo modo de “continuar”. Son las habilidades para elegir continuar por el “camino incorrecto” lo que los hace creativos. Es su habilidad para hacer el equivalente a jugar al “estudiante torpe” (jugar al “científico torpe”) lo que provee los medios para el cambio. Pero del mismo modo que en el juego del “estudiante torpe”, una nueva continuación no puede ser simplemente cualquier continuación. Debe encajar con alguna parte de la red. Si ha de ser alguna vez algo más que un lenguaje privado, tiene que ser más que el equivalente a un ruido grosero o un sinsentido completo.11 Esto provee limitaciones a las posibilidades de un éxito creativo. Un acto de creación individual no tiene ningún valor a menos que se institucionalice. De nuevo, la red más amplia y la sociedad más amplia proveen las condiciones para el éxito de algunas instituciones nuevas y no para otras. Podría decirse que “el hombre propone y la sociedad dispone”. El problema del individuo y la sociedad, o la explicación microscópica o macroscópica en las ciencias sociales, es un asunto de detallada interrelación de propuesta y disposición. De tal modo, las explicaciones totalmente estructurales o totalmente microscópicas anidan una en la otra. Las explicaciones estructurales son adecuadas en sus propios términos, pero toman por sentado los pasos que las vinculan con la actividad individual. Las explicaciones microscópicas siempre se refieren, explícita o implícitamente, a la influencia de un contexto cultural/estructural a pesar de que no lo incluyan en el análisis.12 Los científicos torpes, si sus esfuerzos han de encontrarse con el éxito, necesitan aliados dentro y fuera del grupo central. Los aliados
exteriores al grupo central pueden ofrecer ayuda material como apoyo financiero y profesional, formas de publicación, publicidad, etcétera. Esta es la materia de la “política de la ciencia”; dado que no es el tema de este libro toco este asunto sólo en el post scriptum. Los aliados de adentro del grupo central pueden ofrecer dos tipos de ayuda. Pueden ayudar a los científicos con trabajo mental y pueden ayudarlos “legitimando” las nuevas formas heterodoxas de continuar. El mantenimiento cotidiano de una posición a través de la argumentación es un trabajo pesado. La creación de nuevos argumentos que defiendan una nueva postura y que no sean enteramente irrazonables es un trabajo pesado. Uno puede adquirir la sensación de esto practicando el juego del estudiante torpe. Los argumentos generados deben ser “plausibles”. Esto quiere decir que debe demostrarse que no involucran tirar por la borda enormes secciones de la red. Mucho de lo anterior debe tener el mismo aspecto que antes si las nuevas ideas han de tener alguna chance de éxito. Esto es cierto aun para las revoluciones científicas. La mayoría de nuestras instituciones sociales restantes se mantienen intactas incluso durante una “revolución”; al menos deben parecer mantenerse intactas en ese momento. Distantes análisis retrospectivos pueden discernir cambios más profundos a lo largo de la vida conceptual, pero en el momento algún sentido de continuidad es vital. El rechazo a gran escala de la ciencia simplemente invita a una exclusión total respecto del discurso científico, del mismo modo que una “respuesta tonta” invita a excluir del juego al estudiante torpe. La dificultad para producir los argumentos solo surge porque debe parecer que la mayoría de las instituciones sociales son preservadas.13 Como vimos con el estudiante torpe, los aliados pueden ayudar en la construcción de argumentos que mantengan una posición torpe pero que aún preserven lo suficiente de las instituciones sociales existentes como para no parecer totalmente ridículos. Los aliados pueden transmitir las ideas de manera privada de modo tal que pueda usarlas
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Gooding (en prensa) ha mirado el modo en que los científicos individuales crean “constructos” de los nuevos fenómenos para hacer posible para ellos y otros la aprehensión de las ideas. Los constructos pueden estar basados en construcciones hogareñas de objetos cotidianos. (Véanse Nickles, 1980 y Brannigan, 1981 para otras discusiones interesantes sobre el descubrimiento.) 12 El Programa empírico del relativismo es microscópico en la etapa uno, pero se refiere explícitamente a la estructura en la etapa tres. Este capítulo muestra cómo la etapa uno se vincula con la etapa tres a través de la mediación del grupo central en la etapa dos.
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Este no es un argumento para el conservadurismo social y científico; las revoluciones involucran reinterpretaciones radicales, no reemplazos, de lo que conocemos.
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el estudiante torpe. Pero hay una cosa mucho más útil que los aliados pueden hacer. Pueden actuar –y esto incluye actos de habla– como si las ideas fueran razonables. De tal modo pueden “crear plausibilidad” para una nueva idea. En el capítulo 4 se argumentó que los escenarios cósmicos propuestos por Weber para explicar por qué solo su detector podía ver altos flujos de ondas gravitatorias eran “implausibles”. Pero también vimos que la plausibilidad de los argumentos que se las agarraron con la inadecuación de las fuerzas electrostáticas como calibrador sustituto pudo haberse incrementado si para entonces se hubiera contado con un mejor “facsímil” de las ondas gravitatorias, tal como la barra rotatoria. Cuando el calibrador de barra rotatoria fue sugerido, la diferencia entre las fuerzas electrostáticas y las ondas gravitatorias devino un poco más evidente. La “mera conversación” acerca de formas alternativas de calibración hizo que el argumento de Weber fuera un poco menos escandaloso. Harvey (1981) vio que ocurrían cosas similares en experimentos que tenían que ver con la teoría cuántica; la mera buena voluntad de probar una hipótesis bizarra por parte de un científico la vuelve más plausible.14
Tanto en el caso de la calibración de las ondas gravitacionales como en la prueba de la teoría cuántica, el simple hecho de inventar un diseño experimental hace que ciertas hipótesis sean algo que necesita ser eliminado experimentalmente más que por omisión. La posibilidad conceptual en estos casos no depende de la teoría sino, en un sentido muy palpable, de la actividad –o al menos una actividad propuesta. De tal modo, el territorio de las ideas no está circunscripto por los límites del pensamiento humano sino por los límites de lo que la gente hace y dice en la sociedad. Las acciones descritas mantienen una apertura para un cambio en la forma de vida de la física más amplio que el primero, y en este punto, las interpretaciones naturales de los experimentos habrán estado autorizadas.15 De tal modo, mientras que inventar y susurrar nuevos argumentos representa una ayuda valiosa por parte de un aliado, es mucho mejor si el aliado usa la idea.16 El uso puede comprender la aplicación
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Harvey examinó los experimentos realizados en la década de 1970 para probar la posibilidad de “variables ocultas”. Esto permitiría que un orden causal se encuentre bajo el mundo azaroso de los eventos cuánticos. La teoría cuántica afirma que el comportamiento de los constituyentes más pequeños de la materia puede ser descrito solo de manera probabilística. Esto es, insiste en que no podemos tener nunca una explicación de por qué, digamos, una partícula radiactiva se desintegra en un momento más que en otro. Solo podemos decir que en un cierto período de tiempo hay una cierta probabilidad de que se desintegre, o que dada una gran cantidad de dichas partículas, casi existe la certeza de que una proporción se desintegrará durante el curso de un intervalo dado. Esta es una teoría extremadamente exitosa. Es la mirada ortodoxa de la física, pero se mantiene una insatisfacción residual, encapsulada en el famoso aforismo de Einstein, “Dios no juega a los dados”. De tal modo, a lo largo de los años se han desarrollado las llamadas teorías de las “variables ocultas”, que apoyarían los al parecer irreductibles acontecimientos estocásticos en una fundamentación más determinista. Después de muchos años en los cuales se argumentaba (incorrectamente) a partir de primeros principios que una cosa así era imposible
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(véase Pinch, 1977), se descubrió una prueba experimental para al menos una clase de teoría de variables ocultas. Luego de que se completara la primera serie de experimentos sobre la “no localización”, se reconoció que no apoyaban la interpretación de las variables ocultas. Aun así una bizarra escapatoria llamada la “hipótesis del tiempo” permitiría mantener la interpretación de la variable oculta. Esta hipótesis apuntaba a la idea de que dispositivos de medida separados estaban comunicándose entre sí más rápido que la velocidad de la luz. Inicialmente no fue considerada una posibilidad seria, sin embargo después de completar la primera fase de los experimentos un científico francés llamado Alain Aspect pensó en un modo de probar la hipótesis del tiempo y emprendió la construcción del aparato para hacerlo. Aspect quiso clausurar la escapatoria en el argumento. Sin embargo, igual que en el caso discutido antes, la mera buena voluntad de probar la posibilidad incrementó su plausibilidad; efectivamente abrió la salida, al menos por un momento. Esto ocurrió incluso antes de haber hecho el experimento. 15 Para una interesante discusión del modo en que se desarrollan los conceptos de este tipo véase Barnes (1983b). 16 “No pregunte por el significado sino por el uso”. Este sentimiento wittgensteniano subyace a la teoría. El trabajo de Pickering puede verse también de esta manera (1980, 1984). Relata el fracaso de la teoría del color en la física de partículas al pronto uso, por parte de un grupo de matemáticos, de técnicas pertenecientes a su competidor, “sharm”. Pickering habla de una “dinámica de la práctica”. Hacking (1983) sugiere que lo que las establece es el uso de las nuevas ideas y los hallazgos en campos y experimentos distantes y relacionados.
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práctica, pero aun pronunciar clara y fuertemente los argumentos, más que susurrarlos, tiene un efecto sustancial. Al decir nuevas cosas el científico está tomando parte en una nueva institución. No hay una gran diferencia entre decir y hacer porque ambos son formas públicas de demostrar que hay un conjunto de nuevas reglas que pueden ser seguidas –un nuevo modo de proseguir del mismo modo. De manera correspondiente la primera táctica de un científico crítico sensible y determinado (y una táctica extremadamente efectiva), es ignorar la afirmación contenciosa. Incluso criticar una idea de un modo devastador es comenzar a provocar su institucionalización. Solo si el científico proponente es un publicista y abogado muy efectivo no hay nada que perder en un ataque frontal temprano.
los críticos es el silencio. Cualquier otra táctica o ejercicio de poder es utilizable y utilizada dentro del grupo central en función de producir una “clausura” favorable del debate. Estas son las contribuciones de los individuos al cambio y el mantenimiento del orden. Las posiciones de los críticos y los aliados se forman en gran medida por sus antecedentes y alianzas dentro de la red social y la red conceptual correspondiente. Este es un modo por el cual la sociedad más vasta realimenta las acciones y elecciones de los científicos en el centro de una disputa. A través del mismo mecanismo los intereses y la influencia también recaen sobre la continuación del debate. El éxito diferencial de las posiciones en competencia dentro del grupo central está parcialmente explicado por el modo en que los miembros se encuentran atados a la red. Tanto la influencia material como los asuntos de plausibilidad son significativos. Si la red fue sacudida con más o menos fuerza, o en una dirección u otra, hace que el cambio permanente sea más o menos simple de causar dado que atrae la atención de diferentes grupos. De esta manera, los “mismos datos” pueden ser más o menos producidos, y por grupos más o menos poderosos dentro de la comunidad científica y la comunidad más amplia. Estas son las contribuciones de la sociedad más amplia a la estabilidad y el cambio. La institución mediadora –si un grupo de personas tan disgregado y transitorio puede ser llamado “institución”– es el grupo central. En el grupo central se combinan las acciones de los individuos y las influencias de la red más amplia. El fermento se hace evidente cuando un grupo central es el objeto de un escrutinio cercano, pero la más típica privacidad del grupo central es lo que permite que este fermento origine conocimiento experto. En la medida que el público general y el público científico están involucrados, la cristalización del trabajo de un grupo central –que coincide con su desaparición– es el final de un pasaje de trabajo creativo por parte de los expertos que tengan las calificaciones apropiadas; ellos demuestran la replicabilidad de un grupo u otro de afirmaciones. Si aún hay voces que disienten, entonces son vistas como pertenecientes de un modo bastante palpable a personas científicamente inexistentes; estas son personas que, por alguna patología individual,
Cambiar el orden La receta para cambiar el orden comienza con un individuo que está preparado para proponer una interpretación de los datos que tiene el potencial de crear algunas contradicciones y que reverbera a través de la red social y conceptual. Esta interpretación, sin embargo, debe ser de un tipo tal que parezca preservar la mayoría de las instituciones existentes; la nueva explicación no debe aparecer como completamente irrazonable. En esto el científico torpe puede usar la ayuda de colegas. Como individuos, los científicos ven una batalla entre explicaciones competidoras acerca del valor de experimentos con resultados en competencia (tal como están representados en la tabla expuesta antes en este capítulo). El científico que quiere presionar por una afirmación incómoda está tratando de mantener la legitimidad de las explicaciones que permiten que los experimentos correspondientes sean vistos como realizados de manera competente. Recuérdese que la regresión de los experimentadores impide una solución “objetiva”, por lo que el asunto fluye hasta que la nueva convención se cristaliza. Los proponentes de la interpretación radical o incómoda pueden mantener esa posibilidad viva por medio de actos de habla u otras acciones como para hacerlos parecer plausibles. De manera correspondiente, la mejor estrategia inicial de 232
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son incapaces de aceptar la “verdad”. El fermento de la creación, que no era público en primer lugar, es luego virtualmente irrecuperable. Como para los científicos individuales que tienen experiencia en controversias, para casi todos (que se mantienen callados o son expulsados de la sociedad científica regular) la experiencia involucra una aberración temporal de las normas del comportamiento científico. Una vez que se reconoce la verdad científica, se olvida que fueron necesarias tácticas de negociación no experimentales y “no científicas” para alcanzar alguna vez una clausura. La magia del grupo central reposa en el modo en que utiliza cualquier cosa para hacer un hecho científico, si bien vuelve a todos los ingredientes invisibles a todos excepto para el investigador específico. El objetivo de este trabajo ha sido arrojar luz sobre preguntas acerca de los fundamentos del conocimiento y sobre cuestiones más amplias acerca del orden social y conceptual. A través del examen de la ciencia he procurado mostrar cómo los individuos crean la posibilidad del cambio, cómo otros individuos pueden ayudar o dificultar este proceso, cómo estos esfuerzos están inmersos en la sociedad más amplia, cómo la sociedad más amplia es el lugar del orden conceptual y cómo los hechos adquieren su aspecto naturalizado a pesar de que han sido creados por humanos. Finalmente, y este es el corolario del último punto, he tratado de explicar por qué la versión de los eventos descrita aquí es tan poco conocida. Si siempre tuviéramos la imagen del grupo central delante de nuestros ojos entonces no habría hechos. La privacidad de la creación es lo que mantiene su santidad y su poder.
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Post scriptum La ciencia como experticia
Dos modelos de ciencia y sus implicaciones Si la privacidad es la condición de la creación y estabilidad de los hechos, ¿por qué invadirla? Un rayo de luz es necesario solo porque, en su intento por combatir fuerzas menos ilustradas, la ciencia ha tomado y se ha garantizado el manto de la infalibilidad. Esto es peligroso, no solo para las otras instituciones, sino para la ciencia misma. De tal modo, el propósito de este libro no es revelar “defectos” en el conocimiento científico sino la naturaleza “artesanal” de su construcción. El objeto de este post scriptum es indicar la significación más amplia de dicha perspectiva. Ciencias nuevas y tímidas, tales como el rango entero de las ciencias sociales, han tratado de desarrollarse apelando a lo que ellos creen que es el método de las ciencias naturales –particularmente la física. Una imagen falsa del método científico también informa el pensamiento y la práctica de quienes administran, discuten, usan o citan argumentos por fuera del frente de la ciencia en sí. La imagen falsa del método científico surge de lo que he llamado el “modelo algorítmico” de aprendizaje, enseñanza, comunicación y práctica de la ciencia. El modelo algorítmico fomenta la perspectiva de que la comunicación formal puede conllevar una receta completa para el experimento, con todo lo que ello involucra. Fomenta la perspectiva de que los informes formalizados del trabajo científico que pueden encontrarse en las revistas son informes completos. El lector, sugiere el modelo, ha sido un “testigo virtual” de las actividades científicas y puede ver la 235
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Post scriptum
validez de los procedimientos y hallazgos.1 “Científico” ha devenido sinónimo de “cierto”; las perspectivas de los científicos son autorizadas. Esto conduce, en la mente del lego, a la aplicación de una “lógica binaria” en la cual la ciencia está involucrada. Cada pronunciamiento autorizado de la ciencia, se cree, o es totalmente cierto o es el resultado de la incompetencia, la distorsión o el fraude que lo hace totalmente falso. Preguntar por los resultados de una parte del trabajo científico equivale a una acusación. No hay camino intermedio. En cambio, el punto inicial para el modelo de ciencia desarrollado aquí –el “modelo de la endoculturación”– es la adquisición de una habilidad como algo opuesto a la instrucción formal. El lugar del conocimiento no es el mundo de la palabra o el símbolo escritos sino la comunidad de practicantes expertos (esto incluye comunidades de teóricos). El conocimiento de los individuos debe ser adquirido por contacto con la comunidad relevante más que por la transferencia de programas de instrucción. Los científicos deben ser vistos como consultores expertos más que como autoridades infalibles. Bajo estas circunstancias deben esperarse ocasionalmente opiniones de expertos variadas e incluso contradictorias; la causa de la variación no es necesariamente la incompetencia, el prejuicio o el fraude. La lógica binaria ya no es persuasiva. La variación en la opinión de los expertos debe ser tratada como natural y ordinaria más que como un área de prejuicios o de debilidad erradicables. En lo que hace a la certeza absoluta, es una impresión dada por la distancia social y temporal respecto al sitio de creación de conocimiento.2
La primera implicación del modelo endoculturacional para los “métodos” de la ciencia es que las ciencias “blandas” no deben tomar como modelo favorecido versiones canónicas pero falsas de las ciencias “duras”. Hacer comparaciones desfavorables entre las ciencias naturales y las otras en términos de sus accesorios “científicos” es no comprender la naturaleza del emprendimiento. Por más políticamente expeditivo que esto sea en el corto plazo, es errado actuar “científicamente” por su propio bien –esto significa exteriorizar el modelo de la ciencia canónico/algorítmico.3 La noción de una comunidad de habilidades provee más bien un nuevo conjunto de cuestiones para la política de la ciencia. Por ejemplo, las comunidades habilidosas que sustentan la investigación de toda clase necesitan estudio. Estas comunidades comprenden la infraestructura de la ciencia, que no es glamorosa ni excitante. El peligro es que en tiempos de estrechez financiera, las políticas de restricción presupuestaria pueden reducir la extensión de esa prosaica infraestructura y propulsar los aspectos más atractivos o “seguros” de la vida científica. Esta no es una política viable para el largo plazo. El otro extremo del espectro científico también necesita protección. La proporción entre los aspectos ordenados y la innovación –las fases normales y las extraordinarias– necesita estar en equilibrio. En tiempos de restricción económica es probable que la fase riesgosa o extraodinaria de la ciencia sufra desproporcionadamente en comparación con las partes apremiantes pero predecibles de la fase normal. Los impulsos conservadores tienen canales de influencia muy fuertemente balanceados a su favor (Collins, 1983b). El progreso y el desarrollo de la experticia científica pueden continuar solamente si las condiciones para cambiar el orden
1 Shapin (1984) traza el origen de esta idea a Robert Boyle. Sugiere que Boyle trató de describir sus experimentos de un modo tal que el lector sintiera que en verdad había sido testigo del experimento en sí mismo. Shapin llama a esto “testimonio virtual”. Pero los intentos de los científicos por repetir experimentos usando solo fuentes escritas, tal como se describe en este libro, sugieren que, si el lector de un artículo moderno siente como si el testimonio virtual hubiera tenido lugar, esto sería una ilusión conllevada por la propensión descrita en el capítulo 3 como proposición seis y proposición once –la distancia da encantamiento– dado que todos esos intentos terminaron en fracasos. (Véase también Shapin y Schaffer, 1985.) 2 Polanyi fue el primero en enfatizar el papel que tienen las habilidades en la ciencia. Aunque parezca mentira deriva de esto la necesidad de la autoridad de la ciencia
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(por ejemplo, 1962). Argumenta que si bien el conocimiento es falible, solo aquellos que son parte de la república de la ciencia pueden tomar parte significativa en su producción. La autoridad debe por lo tanto mantenerse en sus manos. Yo argumento, desde el mismo punto de partida, que la comunidad científica no puede siempre ser desplazada de la arena política. Estas son las ocasiones en las que el conocimiento de los expertos (como opuestos a los autorizados) forman parte de la toma pública de decisiones. 3 Véanse también Overington (1979) y Feyerabend (1975).
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no son enteramente destruidas. Aunque nadie puede decir cuál es el balance correcto, podemos estar seguros de que una sociedad que no provee posibilidades al desarrollo conceptual radical es una sociedad en la que los asuntos prácticos de corto plazo han ganado demasiada supremacía.
deserción de los doctorandos si recibieran un poco antes en su aprendizaje una expectativa de los problemas que habrán de enfrentar? Para el futuro ciudadano el modelo de la ciencia y del mundo natural que se desarrolla a través de la enseñanza científica normal es positivamente peligroso para la democracia y para el futuro a largo plazo de la ciencia también. El modelo permite al ciudadano sólo dos respuestas a la ciencia: o bien el sobrecogimiento ante la autoridad de la ciencia junto con la aceptación total de las afirmaciones ex catedra de los científicos o bien el rechazo –la reacción anticientífica del que no comprende. Esta es la interpretación del ciudadano de la lógica binaria. Allí donde resultan deficientes las afirmaciones ex catedra de los científicos –como lo serán de vez en vez de manera inevitable– entonces la reacción más probable es la desilusión y la desconfianza (Collins y Shapin, 1984). Pero aun en el aula, donde muchos grupos de estudiantes trabajan en proyectos similares al mismo tiempo, tenemos ya una versión en miniatura del grupo central. Al final de la lección todos los experimentos producidos por la clase deben ajustarse al lado izquierdo de la tabla que se encuentra en el capítulo 6. La reducción del desorden inicial al orden –todos los chicos aceptan la versión del profesor acerca del resultado correcto y todos ellos interpretan su propio trabajo de un modo que sea consistente con la versión del profesor– es una resolución en pequeño de una controversia de grupo central. ¿Será posible tomarse cierto tiempo, de vez en cuando, para examinar el carácter dirigido que tiene la lección científica práctica que resulta exitosa? El proceso de resolución está allí para ser examinado y descrito. Unas pocas horas reservadas de la enseñanza de la ciencia podrían usarse para extraer de la lección científica práctica el método real de construcción del orden en el mundo natural.4 Una lección de ciencia social práctica de este tipo podría
Educación en ciencia La comunidad de habilidosos es también la imagen de la ciencia que debe predominar en la enseñanza de la ciencia. La lección científica práctica, por más que sostenga un ethos subyacente vinculado al descubrimiento libre, es y debe ser “dirigida”. En un interesante artículo Atkinson y Delamont (1977) miraron el modo en que los “descubrimientos” de los alumnos de escuela son dirigidos de modo tal que el resultado “correcto” emerge a partir de una sesión de trabajo de descubrimiento. La descripción del trabajo científico en capítulos anteriores debería dejar claro que los resultados “correctos” son lo último que producirá un escolar dejado a su propia suerte. El método de descubrimiento, tal como se lo entiende de manera habitual, debe ser una farsa. La dirección involucra, de un modo sutil, pasar al estudiante la responsabilidad por la falta de éxito en el descubrimiento. Este es el modo en que usted, yo y Bob Harrison comenzamos a desarrollar la propensión a culparnos a nosotros mismos por cualquier terquedad percibida en la naturaleza. Es necesario que nos culpemos a nosotros mismos si hemos de aprender las habilidades apropiadas y aprender a “ver” el mundo como los científicos. La alternativa es una impresión de caos; la ciencia no puede ser aprendida de este modo. Pero la única imagen del universo físico que puede emerger de la manera como debe enseñarse la ciencia a los potenciales científicos es de una rígida certeza. Es una imagen en la cual la naturaleza no ha desplegado jamás ninguna inconsistencia, solo lo han hecho los hombres o sus artefactos. Una de las consecuencias es que el estudiante que continúa para transformarse en un científico de investigación es traumatizado por la experiencia de la investigación real. ¿Podría tal vez disminuir la tasa de 238
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Robert Millikan rechazó algunos de los ensayos iniciales de su famoso experimento con las gotas de aceite debido a que parecían revelar cargas fraccionales. Estaba interesado en producir un resultado bueno y limpio, y prefirió “amañar” ligeramente los datos con el fin de producirlos. Para una discusión fascinante véase Holton (1978). El asunto ha devenido más complicado de manera reciente porque los “quarks libres” se revelarían a sí mismos por medio de cargas fraccionales –un tercio o dos tercios
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preparar al futuro científico para el mundo de la investigación y ayudar al futuro ciudadano a comprender y contribuir a través de las urnas a la toma de decisiones tecnológicas y de los científicos expertos.
reduce su poder de convicción. El grupo central, se recordará, actuaba como un embudo para la contingencia social y los intereses. Los aspiraba y los “purificaba” para transformarlos en conocimiento verdadero. La redescripción detallada de las actividades del grupo central invierte el flujo a través del embudo. Las contingencias y los intereses se separan una vez más. La redescripción honesta del proceso de creación, en la medida que es lo suficientemente detallada, puede hacer que el barco salga de la botella. Mucho de lo que ocurre allí donde la ciencia y la tecnología entran en la arena pública se comprende mejor en términos de la construcción y la deconstrucción de hechos. El científico-experto quiere engendrar el máximo de facticidad; el crítico quiere invertir el flujo y revelar los “intereses ocultos” y las contingencias. Tal vez otro experto quiere reemplazar un grupo de hechos por otro; para abrir el camino el primero debe ser deconstruido. El modo apropiado de ver esto es con un argumento que no tiene solución definitiva. La lógica binaria, si bien puede quitar la ansiedad asociada a la incertidumbre, no captura estas sombras y matices de la construcción y la deconstrucción. La tensión entre el modelo binario y el modelo de la construcción y la deconstrucción se manifiesta, por ejemplo, en el sistema legal británico. Un caso jurídico es una de las raras ocasiones en la cual está en el interés de alguien tratar de deconstruir una pieza de trabajo científico muy ordinario, trabajo que por ejemplo respalda las evidencias forenses expertas. Nuevamente este es un lugar donde al ciudadano probablemente se le pida –como acusado, miembro del jurado, o como juez– tener en cuenta el significado de la opinión experta. En el sistema legal británico es el Estado, a través de los laboratorios de la policía y del Ministerio del Interior, el que se encarga de la mayor parte de la ciencia forense. Es el Estado el que lleva a cabo la acusación, de modo que la defensa usualmente no tiene tanto acceso a la evidencia científica como lo tiene la fiscalía. Esto no sería importante si los datos fueran tan neutrales como lo pretende la imagen convencional de la ciencia. Si los mismos datos fueran el precipitado inevitable del algoritmo científico quienquiera que fuese el que los
Comprender la deconstrucción de los hechos Como se argumentó en el capítulo anterior, la percepción de la certeza es un asunto de distancia respecto a la escena de la cristalización tanto en términos de tiempo como de “espacio social”. La certeza se incrementa debido a que los detalles del proceso social que entraron en la creación de la certeza devienen invisibles. Hay un cambio “catastrófico” cuando se cruza la frontera del grupo central. De aquí en adelante la certeza es mantenida por representaciones continuas de los datos bajo el estilo de los hechos. Pero la receta para la construcción de la certeza también provee la receta para su deconstrucción. Si se focaliza la atención, y se redescriben laboriosamente los experimentos en todos sus detalles contingentes, los hechos pueden ser a veces deconstruidos nuevamente. Esta táctica puede verse en funcionamiento en debates sobre la parapsicología (Collins y Pinch, 1982). Lo que el artículo científico excluye es lo que el crítico devuelve. Con independencia de si el crítico describe actos de torpeza o de incompetencia “verdaderamente descalificadores”, o detalles irrelevantes, el mero acto de describir un experimento como una pieza de vida ordinaria de la carga de un electrón. William Fairbank y sus colaboradores afirmaron haber descubierto tales cargas a principios de la década de 1970 (por ejemplo, véase Pickering, 1981b). Dado que el experimento de la gota de aceite es a menudo realizado en las escuelas y las universidades quisiera recolectar cuadernos de notas de los laboratorios para estudiantes de física de los años que rodean el aparente descubrimiento de cargas fraccionales libres por parte de Fairbank. Compararía entonces los informes de los estudiantes acerca de su experimento sobre la gota de aceite antes y después de su “descubrimiento”. Mi corazonada es que los cuadernos de notas de los estudiantes revelarán después de la afirmación de Fairbank una mayor proporción de cargas fraccionales que antes. Esto nos daría una interesante medida del grado de administración autoimpuesta en el mundo práctico de los estudiantes de física.
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llevara a cabo, entonces los datos producidos por el Estado hablarían del mismo modo tanto para la defensa como para la fiscalía. En el peor de los casos el problema se transformaría en un asunto de interpretación, no de evidencia. Las ironías de esta disposición fueron muy bien ilustradas por la directora de los Laboratorios de Ciencia Forense del Ministerio del Interior, Margaret Pereira, en una entrevista en un programa de tv.5 El presentador preguntó por qué los científicos de la defensa no eran invitados a participar en el proceso de las investigaciones forenses.
tendríamos un grupo central. Los jueces y los abogados, así como sus clientes, deberían entender la naturaleza de la disputa científica (véase también Oteri, Weinberg y Pinales, 1973).
Pereira: Ha habido ocasiones en que los abogados de la defensa han visitado los laboratorios forenses para ver lo que estaba disponible [pausa] pero cuando eso ocurre con el fin de asesorarlos acerca de cómo defender un caso específico, pienso que eso es ya pedir demasiado –¿no es así? Presentador: Solo si usted está del lado de la Corona. Pereira: Estoy en desacuerdo con ello porque el punto es que estos [pausa] datos están disponibles y lo que usted está pidiendo es que nosotros les digamos a ellos casi cómo distorsionarlos, porque esto es mucho de lo que se hace. El juego es diferente para la fiscalía y la defensa.
Aquí se muestra muy bien la contradicción entre la perspectiva aceptada acerca de los datos científicos y la experiencia práctica de Pereira acerca de lo que puede hacer un crítico con determinación. Si son datos, deberían hablar con idéntica voz a cualquier miembro de la comunidad científica, tanto si trabaja para la defensa como para la fiscalía. Si son la opinión cristalizada de los expertos, entonces pueden cristalizar de manera distinta para la defensa y la fiscalía. En este caso debería esperarse desacuerdo acerca de la exactitud y la calidad de los datos; debería ser la norma que los “mismos” materiales puedan transformarse en diferentes productos finales. Allí donde la defensa y los científicos de la oposición tienen igual acceso a los materiales, entonces nuevamente 5
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BBC TV Panorama, “The Whole Truth”, 18 de abril 1983.
Tecnología e indagaciones públicas La tecnología está abierta al mismo análisis que la ciencia en sí y su influencia afecta al ciudadano más frecuentemente. Afortunadamente, precisamente porque las decisiones tecnológicas son una parte más importante de la vida cotidiana de cada uno, el mensaje es más fácil de captar. Puesto de manera sencilla, el argumento es que las que resultan ser las soluciones tecnológicamente óptimas para los problemas lo son solamente en retrospectiva. En el momento en que dichas soluciones se “cristalizan”, su calidad de ser socialmente contingentes es de lejos más clara; en el caso de la tecnología hay una ruta más obvia entre los intereses sociales más grandes y sus soluciones eventuales.6 El equivalente tecnológico de la ciencia forense de las cortes penales es la evidencia de los expertos en indagaciones públicas. Una indagación pública se parece a un juicio en que varias partes gastan una gran energía tratando de revelar los fundamentos contingentes de los juicios que otros afirman basados en una autoridad técnica cierta. La evaluación de riesgo es un microcosmos de los problemas enfrentados por las indagaciones de este tipo. ¿Cómo se evaluarán los riesgos, por ejemplo, de las plantas de energía nuclear? Hay numerosas formas de proveer lo que es una aparente solución numérica autorizada para este problema. Por ejemplo, si se conoce la probabilidad de que falle cada componente de una planta por separado a partir de la experiencia que se tuvo del rendimiento pasado de los componentes en un ambiente parecido, la probabilidad de un fallo general puede 6 Para dos artículos interesantes acerca del modo en que la evaluación geológica en torno a las reservas de petróleo crudo sirven los intereses de diferentes partes, véanse Bowden (1985) y Dennis (1985). Para la relación entre el conocimiento de los sociólogos de la ciencia y la tecnología véase Pinch y Bijker (1984). Para otras referencias, véase la nota 7 del capítulo 6.
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calcularse por algún tipo de ejercicio de suma. El ejercicio de suma puede parecerse a la probabilidad de que se produzca una cascada de fallas en los componentes, de modo tal que pudieran conducir finalmente a una catástrofe. Pero, por supuesto, estas figuras están abiertas a la reinterpretación. El cálculo “objetivo” de los riesgos en una planta nuclear depende de los supuestos que se tienen acerca del comportamiento regular continuado de los componentes de la planta. Pero cada planta nueva es un nuevo ambiente, y el ambiente total en el cual se establece la planta constituye un sistema abierto. De tal modo, no pueden preverse todas las configuraciones potenciales de la planta y sus relaciones potenciales con su ambiente. El número que emerge de una evaluación de riesgo es la “cristalización” de un argumento acerca de un sistema abierto. No es sorprendente que haya diferentes opiniones acerca de si puede alcanzarse o no un número significativo.7 De tal modo, expertos diferentes producirán diferentes opiniones acerca de la cantidad y lo justificado de los riesgos, del mismo modo que diferentes expertos producirán diferentes opiniones acerca de los otros aspectos tecnológicos más formales del funcionamiento de una planta nuclear. De acuerdo a Wynne (1982), es esto lo que era incomprensible para el juez Parker, quien presidió la indagatoria sobre Windscale realizada en 1977. Imbuido en el modelo convencional empírico de la racionalidad científica, Parker trató las discusiones acerca de los intereses subyacentes a las perspectivas de los distintos expertos, no para revelar los factores sociales relevantes dentro del debate científico, sino como acusaciones de deshonestidad personal. “No tengo dudas acerca de la integridad de [las autoridades controladoras] y veo los ataques hechos contra ellos como sin fundamento” (Parker citado en Wynne, 1982, p. 131). En la perspectiva de que los hechos hablan por sí mismos a los
observadores sin prejuicios, el desacuerdo acerca del significado de los hechos solo puede ser interpretado como una acusación de deshonestidad. Este es el modelo binario del conocimiento científico. Una mirada de este tipo puede ser apropiada dentro de la ciencia, donde actúa como un motor diferenciado para los partidarios de cada una de las miradas en competencia y como perspectiva que “sella” y estabiliza la eventual cristalización de una de ellas, pero es inadecuada cuando deben tomarse decisiones técnicas en la arena política. El modelo binario aumenta el nivel de las acusaciones y las contraacusaciones, conduce de manera inexorable a la desacreditación de uno u otro grupo de expertos, y en el largo plazo conducirá a la pérdida de confianza en toda la empresa científica. Una pérdida de confianza en la empresa científica es un desastre que no nos podemos permitir. A pesar de todas sus falencias, la ciencia es la mejor institución que tenemos para generar conocimientos acerca de la naturaleza.
7 Para una interesante discusión acerca de la evaluación de riesgo véase Critchley (1978). Para un interesante informe acerca del modo en que diferentes perspectivas sobre el riesgo tecnológico están relacionadas con diferentes posiciones sociales, véase Cotgrove (1982).
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La política de la ciencia; la ciencia como política El modelo que aquí se ha expuesto en este libro acerca del establecimiento de los hechos científicos disuelve de dos modos la frontera entre la ciencia y la tecnología, y el resto de la sociedad. Primero señala la continuidad de las redes de relaciones sociales de la profesión científica y las redes de la sociedad como un todo. Segundo, señala la analogía existente entre la producción cultural en la ciencia y todas las otras formas de innovación social y conceptual. Las redes se ramifican continuamente de manera tal que las reverberaciones inducidas dentro de la ciencia tienen sus efectos fuera de ella, del mismo modo que las influencias del exterior de las profesiones científicas realimentan la propia ciencia. La ciencia y la tecnología son afectadas de un modo bastante directo por el clima político. Dentro de las instituciones científicas, los instrumentos formales para la obtención de legitimidad, tales como los periódicos y los nombramientos profesionales, pueden ser ofrecidos o retenidos a los investigadores. El 245
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financiamiento puede ser controlado. La publicidad, que puede evitar que una nueva idea nazca muerta por el silencio de los críticos, y que puede tener influencia en la carrera de una idea de modo más indirecto, puede ser también controlada. Fuerzas políticas más mundanas también cumplen un papel de distintos modos. Algunas ideas científicas parecen más simpáticas que otras para ciertas nociones políticas. Por ejemplo Shapin (1979) mostró el vínculo entre la política de Edimburgo y la frenología, y Mackenzie (1981) mostró cómo el movimiento eugenésico afectó el desarrollo de la estadística. Estas influencias son fácilmente comprendidas porque componen el análisis cotidiano de la historia de la cultura y el cambio político. Si el cambio científico es cambio social, entonces deben aplicarse las mismas categorías explicativas –si bien este libro no es el lugar para analizarlas en detalle.8 Podemos entender el cambio científico si miramos la política del cambio social, pero si la ciencia es un ejemplo representativo de la actividad cultural, deberíamos ser capaces de aprender acerca del cambio social observando el cambio en la ciencia. Espero que otros sociólogos y politólogos estén en condiciones de usar este y otros estudios modernos acerca de la ciencia para iluminar problemas más generales. Terminaré ofreciendo tres indicaciones acerca de paralelos existentes en pequeña escala entre la ciencia y la cultura política. Primero, los actos de habla y de silencio tienen su contrapartida política. Los movimientos políticos radicales tratarán de engendrar una oposición enérgica para hacerse visibles. Si el Estado ataca un nuevo movimiento, entonces este deviene un movimiento al que vale la pena atacar; su estatus es definido por el mismo ataque. El problema para el Estado es saber cuándo atacar. La historia reciente de los movimientos neofascistas ejemplifica el dilema. Tales movimientos no pueden ser ignorados enteramente, sin embargo, ¿no podría servirles
para legitimarlos un ataque frontal al embrionario movimiento fascista en la Gran Bretaña contemporánea? Este dilema político es la contrapartida del dilema en ciencia. Solo vale la pena atacar una idea “mala” una vez que la idea ha ganado el nivel de reconocimiento que asegure que el ataque mismo no aumentará su prestigio. Otro paralelo es el mantenimiento del lugar de la autoridad. La fuerza del grupo central como mediador del conocimiento apropiado es vívidamente puesta en evidencia por la necesidad de Q de hacer un experimento con el fin de asegurar su pertenencia (discutido en el capítulo 4). ¿Cómo se mantiene esta frontera y cómo se la rompe? Las instituciones profesionales tales como los periódicos y las sociedades científicas ayudan a restringir la membresía actual y potencial. Los lenguajes especializados ayudan a mantener las fronteras en torno a los nuevos temas (Shapin, 1984). El hecho de que la membresía requiera habilidad experimental, y los correspondientes recursos financieros, mantiene las fronteras en torno a casi todos los temas excepto los muy nuevos y baratos (ver también Gieryn, 1983). El modo en que se mantiene la autoridad en la ciencia es un modelo para el mantenimiento de todas las fronteras profesionales más autoconscientes. Finalmente existe una analogía política a los procesos descritos bajo el encabezado “La creación de contradicciones” en el capítulo 4.9 La violencia terrorista, como los datos científicos, puede interpretarse de modos radicalmente distintos. Aquellos que están interesados en el mantenimiento del status quo interpretan los actos de violencia como algo que “contradice” el comportamiento civilizado. Por otro lado, los terroristas tratan de presionar una interpretación de acuerdo a la cual el comportamiento regular es en sí mismo violentamente represivo. Por ejemplo, en un país golpeado por la pobreza, afligido por una elevada tasa de mortalidad infantil, las muertes de bebés pueden ser presentadas como actos de violencia por parte de los poderes gobernantes contra la población en general. De tal modo, los terroristas tratan de legitimar su violencia al presentarla como idéntica a la violencia del
8 Frankel (1976) ha argumentado que las revoluciones científicas pueden ser analizadas como tipos particulares de revoluciones sociales. Su análisis de la historia de la óptica usa categorías políticas.
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Debo esta sección a Graham Cox.
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Estado. El Estado desprecia la violencia como una innovación radical e inaceptable.
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Autoridad y experticia ¿Por qué es tan difícil mantener la mirada de la ciencia como un producto humano? Ya he argumentado que la privacidad del grupo central provee la respuesta particular para el caso de la ciencia. El entrenamiento científico fuerza la experiencia de los caprichos de la naturaleza para que sean interpreatdos como fracasos personales, disminuyendo el énfasis en la contribución humana en la obtención del orden conceptual. Sin embargo podemos aprender a vivir con el modelo endocultural de la ciencia. Entendemos la falibilidad y los intereses de los asesores financieros, los abogados, los políticos, los críticos de arte y literatura, los doctores, los constructores, los mecánicos de automóviles y los agentes de viajes, sin concluir por ello que son menos expertos que nosotros mismos en sus áreas. Ni la anarquía ni el nihilismo surgen de reconocer la base humana de la experticia; en cambio viene el reconocimiento de que no hay una fuga mágica respecto a las punzadas de incertidumbre que subyacen a nuestras decisiones. Los científicos profesionales son expertos a los que debemos acudir cuando queremos saber acerca del mundo natural. Sin embargo, la ciencia no es una profesión que pueda quitarnos de nuestras espaldas el peso de la toma de decisiones en el terreno político, legal, moral o tecnológico. Solo puede ofrecer el mejor asesoramiento posible. Pedir más que esto es arriesgarse a una desilusión general con la ciencia, junto con todas sus devastadoras consecuencias.
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Trabajo de campo El cuerpo principal del material descrito en este libro fue reunido en varios viajes de estudio entre el verano de 1971 y marzo de 1979: 1. En el verano de 1971 se visitó y entrevistó a físicos británicos que construían o trataban de construir láseres tea. 2. En 1972 se visitó y entrevistó a científicos británicos que trabajaban en radiación gravitacional y parapsicología. 3. En el otoño de 1972 se visitó y entrevistó a científicos norteamericanos que trabajaban en los láseres tea, en radiación gravitacional y en parapsicología 4. Entre finales de 1974 y principios de 1975 pude trabajar estrechamente con un físico en la Universidad de Bath (Bob Harrison) mientras construía un láser tea. 5. En otoño de 1975 se entrevistó por segunda vez a científicos norteamericanos que trabajaban en radiación gravitacional y parapsicología. Científicos británicos fueron entrevistados una segunda vez en esos mismos días, así como lo fueron científicos alemanes que trabajaban en las ondas gravitacionales. 6. Fue recolectado en Gran Bretaña y en Estados Unidos, en 1976 y 1977, material que no era central para este libro, pero que estaba relacionado (véase Collins y Pinch, 1982). Este material involucra lo que en parapsicología se conoce como “curvatura paranormal de metales” o “curvatura de cucharas”. 7. En marzo de 1979 nuevamente pude trabajar estrechamente con Bob Harrison por unos días mientras él resolvía los problemas 249
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Apéndice metodológico
“infantiles” de un segundo láser tea que había construido. Esta vez el trabajo se hizo en la Universidad Heriot-Watt en Edimburgo.
En conversaciones, algunos críticos han argumentado que el carácter estadísticamente no representativo de las controversias está acompañado de un problema más serio. Sienten que el estudio de las controversias no puede revelar los mecanismos referentes al mantenimiento del consenso en áreas más normales, ni tampoco los mecanismos de cambio más suaves que se dan en esas áreas. He considerado siempre que ese es un argumento extraño. Me parece a mí que la resolución de una controversia es precisamente el establecimiento de un nuevo consenso, por lo que la comprensión de uno automáticamente produce una comprensión del otro. Sin embargo, sin duda, hay mucho para decir si se examinan también aguas más tranquilas. En verdad, una vez que se han generado las preguntas correctas, y a través de nuestro examen de las controversias nos hemos sensibilizado a la confusión que se encuentra debajo de la superficie, entonces la ciencia normal parece el fenómeno más notable. El estudio del láser tea es precisamente un examen de esas aguas calmas. Puede haber otros motivos por los cuales los estudios de caso son atípicos. Aquí nos involucramos con el asunto filosófico del significado de “lo mismo”. El significado de “representativo” es solo otra versión de esto, tal como Goodman (1978, pp. 134) lo deja en claro. No veo nada que haga atípico desde el principio a estos estudios, pero la única respuesta a este tipo de crítica es desafiar a los críticos a que repitan el trabajo utilizando “los mismos” (!) métodos. Hasta el momento, todos aquellos que han mirado del mismo modo han vuelto con una historia que en líneas generales es semejante, y los críticos han tendido a ser aquellos que prefieren usar métodos basados en explicaciones generadas después que los desacuerdos se han asentado. Es necesario generar una explicación muy poco después que el desacuerdo se ha asentado para tener una cualidad enteramente distinta a una producida mientras el que da la explicación está en un estado que es apenas menor a la certeza completa. Este punto –proposición seis– es discutido más extensamente en el capítulo 6.
El trabajo al que nos referimos en los puntos cuatro, seis y siete involucró la participación en experimentos con científicos en actividad. Se hizo otro trabajo experimental en parapsicología (véase capítulo 5), pero por lo demás el trabajo de campo involucró entrevistas con científicos relevantes. Tales entrevistas fueron extensas conversaciones con tema libre, centradas en preguntas técnicas. En todos los casos las entrevistas fueron grabadas. Posteriormente se prepararon transcripciones editadas de las grabaciones. En todos los casos traté de entrevistar a todos los científicos involucrados en el trabajo científico en cuestión. Sin embargo, consideraciones logísticas me mantuvieron en Gran Bretaña y Estados Unidos, excepto por un viaje a Alemania occidental al que me refiero en el punto cinco. Representatividad ¿Son “representativos” estos estudios? Los últimos dos estudios –radiación gravitacional y parapsicología– no son representativos por el hecho de que siendo estudios sobre ciencia controvertida representan una pequeña minoría de la actividad científica tomada como un todo. Lo que hace de esto un área atractiva para el examen es que mucho de lo que está escondido en la ciencia ordinaria se acentúa en las controversias. Los científicos, en lo fundamental, no son propensos a analizar sus propios procedimientos. Mientras los resultados se producen de manera continua, estos pueden hablar por sí mismos. Solo cuando surge un problema de un tipo u otro se desarrolla la reflexión en torno al método. Por ejemplo es improbable que la discusión de los parapsicólogos acerca del significado de la replicación, presentada en el capítulo 2, hubiera sido generada por un grupo de científicos más ordinarios. Son solo personas como los parapsicólogos (¡o los sociólogos!) los que están lo suficientemente torturados acerca de sus propios procedimientos como para sentir la necesidad de analizarlos con tal detalle. 250
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Replicación e isomorfismo Tal como se mencionó al final del capítulo 1, los científicos raramente se sienten lo suficientemente preocupados con las afirmaciones científicas como para querer transformar la idea teórica de la replicabilidad en una prueba de realidad. De tal modo, otro rasgo inusual de los estudios informados aquí es que en cada caso se prestó deliberada atención a la replicación. Los motivos, sin embargo, variaron. Tanto en los casos de las ondas gravitatorias como en la parapsicología, las replicaciones fueron llevadas a cabo como pruebas de observaciones anteriores. En el caso del láser tea el único objetivo fue construir un láser que funcionara lo más rápido y fácilmente posible. Por los motivos explicados en la sección que trata acerca de la teoría analítica de la replicación en el capítulo 2, y al principio del capítulo 4, los científicos que construían detectores de ondas gravitatorias no trataban de construir copias isomórficas del aparato de Weber (por isomórfico entiendo similar en todos los aspectos conocibles, fácilmente accesibles y significativos). Su objetivo era construir un detector de ondas gravitatorias lo mejor que pudieran. (La consecuencia de esto para la eficacia de su trabajo como prueba se explica en el capítulo 4). De manera semejante, en parapsicología, la importancia del isomorfismo de un diseño experimental es un punto en el que existe desacuerdo; el isomorfismo no es una ruta obvia para tomar. Estos estudios de caso serían más “limpios” si el objetivo de los científicos hubiera sido construir experimentos isomórficos; mi punto principal acerca de la variabilidad de las percepciones de los científicos sobre lo que cuenta como repetición de su trabajo se habría hecho entonces de un modo más claro. Así las cosas, una capa de complicaciones se superpone al asunto conceptual acerca de lo que debe considerarse como “lo mismo”. (El experimento alemán sobre las ondas gravitatorias y el experimento sobre psicoquinesis de Beloff y Bate fueron, sin embargo, bastante isomórficos en su objetivo.) Por razones que ahora deberían entenderse rápidamente, sería virtualmente imposible encontrar un caso de replicación que fuera usado 252
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como una prueba en la “ciencia normal”; y sin embargo la dimensión comparativa es importante. Así, para encontrar un caso de replicación en la ciencia normal, estamos obligados a observar situaciones que no pretenden ser pruebas, tales como el láser tea. De ello resulta que, debido a que no constituye una prueba, eso hace de este un caso interesantemente distinto. Solo porque los resultados del experimento no son controvertidos es posible reproducirlo sin controversia. De manera adicional, dado que los científicos del láser tea esperaban recompensas (no por la construcción del láser ni por adelantar el diseño de los láser tea, sino por el trabajo que intentaban hacer con el rayo láser una vez que el dispositivo funcionara), no tenían interés en construir ninguna otra cosa que un diseño isomórfico. Una copia exacta, en la medida que involucraba los detalles significativos del diseño, es probable que fuera el modo más eficiente de obtener sus resultados. De tal modo, el estudio del caso del láser representa un caso “limpio” de replicación isomórfica. (Benjamin Matalon de la Universidad París viii ha hecho estudios interesantes acerca del estilo de replicación y su frecuencia.)
Presupuestos metodológicos En 1971, al inicio de estos estudios sobre los láseres, el proyecto no estaba previsto como un estudio sobre replicación sino sobre la transferencia de conocimiento. La intención era explorar la transferencia de conocimiento de un modo que estuviese informado por ideas tomadas de la filosofía de las ciencias sociales y la historia de la ciencia. La idea más importante que provenía de la filosofía de las ciencias sociales era que a los actores había que entenderlos como personas que actúan dentro de “formas de vida” (Winch, 1958; Wittgenstein, 1953). Se consideró que esta idea tenía su contrapartida, en la historia de la ciencia, en la noción de “paradigma” (Kuhn, 1962). Con estas ideas en mente se exploró la “red de comunicación” de los constructores de láseres tea. El estudio de las redes de comunicación está bien establecido en la sociología de la ciencia y en la ciencia de la información. Se han realizado 253
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Apéndice metodológico
muchos estudios de este tipo, pero prácticamente todos tratan la comunicación del mismo modo. Las técnicas de investigación que usan son adecuadas para la exploración de la transmisión de información cuando se considera la información como algo organizado en unidades discretas que son visibles y articulables. Aun cuando los científicos de la información discuten la “comunicación informal” se considera que la informalidad es una propiedad del medio y no del mensaje; en principio los contenidos de la comunicación informal podrían ser puestos por escrito y transferidos a través de, por así decirlo, un “periódico de comunicación informal” si no fuera por cuestiones de logística, conveniencia y secreto. Si la comunicación es visualizada de este modo, respuestas a cuestionarios, citaciones mutuas, etc., son indicadores razonables de la transferencia de información porque la transferencia es fácilmente visible para todas las partes. Tales técnicas, sin embargo, no son apropiadas si la comunicación es vista de un modo diferente. Por ejemplo, si se toma que un componente importante del conocimiento de los científicos es el “conocimiento tácito” (Polanyi, 1958) entonces la transferencia de ese conocimiento a los científicos es probable que sea tan invisible como el conocimiento mismo. En términos más generales: si el conocimiento de un actor involucra su “forma de vida”, y el conocimiento de un científico involucra su paradigma, entonces el modo por el cual se busca obtener ese conocimiento probablemente no se investigue apropiadamente a través de los medios diseñados para explorar la información. Las técnicas que usé para explorar la transferencia de conocimiento en el caso de la construcción del láser tea fueron adoptadas para poder manejar el conocimiento como una forma de vida o el conocimiento como un paradigma que debe internalizarse. De tal modo la aproximación al caso de estudio parecía apropiada; uno podría examinar, en detalle, la transferencia de un trozo de conocimiento a través de un conjunto de científicos; uno podría mirar este proceso de transferencia en acción más que depender del informe de los científicos, que inevitablemente se referirían solo a lo que fuera visible para ellos. También, y este es un punto crucial para todo el argumento de este libro,
había un indicador rápidamente disponible acerca de la transferencia exitosa de conocimiento; cuando el láser del científico X emitía un rayo, el científico tenía entonces el conocimiento para construir el láser; cuando no lo hacía, no lo tenía. De tal modo se evitaba la confianza de los científicos en sus creencias acerca de su propio conocimiento –que podían ser confiables solo allí donde el conocimiento era articulable. La metodología preferida en este libro es la observación participante, como un modo de desarrollar las habilidades nativas que forman una base para la discusión. He intentado usar entrevistas extensas como sustituto cuando una participación plena era imposible. La observación participante está acompañada de una aproximación interpretativa a la sociología (véanse Collins, 1979, 1983a, 1984a). En los términos del argumento de largo plazo acerca de la identidad de las ciencias sociales y naturales (por ejemplo, Yearlay, 1984) el significado de dicha postura metodológica ha cambiado. En la década de 1960, habría sido correcto decir que los interpretativistas creían que la sociología no debía ser considerada una ciencia porque, en ese momento, ser “científico” implicaba alguna versión de la metodología positivista/conductista para las ciencias sociales. Con el crecimiento de la sociología del conocimiento científico, y algunas tendencias recientes en la filosofía de la ciencia, las nociones acerca de la metodología científica han devenido más pluralistas. Una definición más útil de la ciencia ahora se vuelve sobre la afirmación de la replicabilidad (tal como se explicó hacia el final del capítulo 1). No existe la menor razón para que las observaciones hechas desde la perspectiva de un observador interpretativista/participante no debieran ser replicables por aquellos que están preparados para adquirir las habilidades nativas relevantes. La metodología de este libro debería entonces ser vista como perteneciente al rango de las metodologías pertenecientes a las ciencias.
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Presupuestos “metametodológicos” En cuanto a los presupuestos difiero en mi aproximación respecto a algunos escritores modernos. Por ejemplo Mary Hesse y Barry Barnes 255
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Apéndice metodológico
quieren reservar, para sus explicaciones del conocimiento, más a la “física y fisiología” fundamentales de las situaciones de lo que yo considero necesario. La frase “física y fisiología” es de Hesse. Ella argumenta, en contra de Popper, que
diferencia) lo que impide los cambios radicales y amplios en la red de leyes y observaciones. También parece que esta restricción impedirá la aceptación de ciertas leyes allí donde tal aceptación requiere entrometerse en gran escala con el resto del sistema. Esta restricción está impuesta por la necesidad de preservar la coherencia, la economía y la conveniencia del sistema junto con el mantenimiento de un núcleo (no obstante un núcleo potencialmente cambiante) de reconocimientos primarios de similitud y diferencia. Mientras que acuerdo con Hesse acerca de la imposibilidad de un cambio en gran escala (véase capítulo 6) la fuente de la continuidad –más apropiadamente, una continuidad localmente percibida– no es la física y la fisiología, ni la lógica ni la coherencia probabilística, ni la economía ni la simplicidad de la red de conceptos, sino los intereses y las convenciones sociales. Las percepciones de probabilidad, coherencia, economía y simplicidad son, en cualquier caso, ellas mismas convencionales. Barry Barnes (1981), recurriendo a Hesse, establece un punto discutiendo la situación de aprendizaje:
La física y la fisiología de las situaciones ya nos dan algún “punto de vista” respecto al cual algunos pares de situaciones son similares en aspectos más obvios que otros… (Hesse, 1974, p. 13).
Este enfoque es diferente al modo en que Hesse da cuenta de la manera en que procede la inferencia científica. Por ejemplo, ella lo usa como una “defensa” contra el convencionalismo, mientras que este libro llega a una conclusión convencionalista. Hesse dice acerca de su explicación: No es una explicación convencionalista si por ello entendemos que cualquier ley puede asegurar su verdad entrometiéndose lo suficiente con los significados de sus predicados. Una mirada de este tipo no toma seriamente el carácter sistemático de las leyes, dado que contempla la preservación de la verdad de una ley dada de manera independiente a su coherencia con el resto del sistema, es decir, la preservación de la simplicidad y otras características internas deseables del sistema. Tampoco toma en cuenta el hecho de que no todos los reconocimientos primarios de similitud empírica pueden ser impuestos en pos del interés de preservar una ley dada, porque toda la posibilidad del lenguaje empíricamente referente se basa en la evidencia de tal reconocimiento. La presente explicación, por otro lado, exige dos cosas: que las leyes mantengan su conectividad en un sistema económico y conveniente, y que por lo menos la mayor parte de sus predicados mantengan su aplicabilidad; esto es, que para su aplicabilidad continúen dependiendo del reconocimiento primario de similitudes y diferencias en los términos en que fueron aprendidos (p. 16).
De tal modo, pareciera que en el esquema de Hesse es la física y la fisiología (que da lugar a los reconocimientos primarios de similitud y 256
Por ejemplo, el profesor puede apuntar a la sucesión de unos pájaros particulares y, en cada ocasión, decir “pájaro”. Como resultado, podemos esperar que el estudiante se familiarice con un conjunto de instancias aceptadas de “pájaro”, y tome por sí mismo aquellas instancias como instancias de “pájaro”. Una expectativa de este tipo podría por supuesto cuestionarse sobre la base de un conjunto de fundamentos. Presupone, por ejemplo, que los objetos particulares pueden ser identificados en el ambiente, que nosotros percibimos el ambiente inherentemente como diferenciado o grumoso, y que una interacción puede, por así decirlo, focalizar algún grumo o particular. Y presupone también que la asociación de un ejemplar particular con un término resulta en que el particular se toma como ejemplo del término. Estas son suposiciones de largo alcance, pero no son ni implausibles ni fácilmente evitables, y aquí serán aceptadas sin más. Esencialmente lo que ellas implican es la existencia de un aparato perceptivo y cognitivo con al menos algunas propiedades rudimentarias inherentes que hacen posible el aprendizaje (p. 3).
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Las suposiciones de Barnes, en mi perspectiva, solo son necesarias cuando se imaginan situaciones de aprendizaje primitivas. Pero aunque son necesarias en algún sentido básico, es importante intentar olvidarlas. Si son importantes, entonces la única manera razonable de proceder es descubrir cuáles son los límites de la percepción en el mundo en el que vivimos ahora. Sin embargo, no es enteramente claro que Barnes piense que la “grumosidad” del mundo pone límites a lo que podemos ver. Dice:
serán conducidos al fracaso porque volverían la red (o parte de ella) “inoperable como base para la comunicación”, sería crucial saber si algún intento particular bajo examen pertenece a esta clase. Por ejemplo, puede proponerse que la percepción de las plantas (véase capítulo 5) no estaba institucionalizada, no porque nadie tuvo éxito en adecuarla a la red existente de instituciones científicas (la perspectiva adelantada aquí), sino porque había algo en la física del experimento y en la fisiología de los potenciales defensores de las perspectivas positivas acerca de la percepción de las plantas que no la hacía ni siquiera potencialmente institucionalizable. Esto volvería mi investigación ociosa. Algunas pautas claras son necesarias. En este trabajo se asume desde el principio que la respuesta a la pregunta “¿Cómo podemos hacer nuevas generalizaciones?” es del mismo tipo si el tema acerca del cual se hacen esas generalizaciones es, digamos, el color de las esmeraldas o, digamos, el número de ángeles que caben en la punta de un alfiler. Este es el supuesto metodológico. Evito por lo tanto hablar de descripciones; hablar de descripciones demanda supuestos que se evitan al hablar acerca del orden. Los supuestos que aquí se hacen son mínimos. Se evitan las reservas de Hesse, basadas en la simplicidad y la coherencia de la red, porque estos conceptos en sí mismos son considerados convencionales. Los vínculos en las redes tienen que ver con realidades tomadas por sentado; la coherencia y la simplicidad no pueden existir por fuera de una forma de vida. Del mismo modo, se considera que ni la física ni la fisiología juegan un papel en el mantenimiento del orden conceptual. Las discusiones acerca de los “grumosidad primitiva”, que pueden ser necesarias a fin de concebir el modo en que cualquier generalización se pone en marcha en alguna “primera instancia” primitiva, son evitadas aceptando que simplemente no tenemos un aparato conceptual para pensar de otra manera acerca de la humanidad que como inmersa en redes institucionales/conceptuales. No es que encontramos la especie humana ya institucionalizada, se trata de que no podemos concebir ninguna otra posibilidad. Para citar a Black (1970) “...la pregunta ‘¿Por qué deberíamos aceptar cualquier regla inductiva?’ puede mostrarse
Podría ser que se pudiera construir alguna disposición de [conjuntos de instancias de términos] y generalizaciones, que fuesen inoperables como base para la comunicación... Pero si tal red pudiera construirse o no, no es de relevancia aquí, aunque podría constituir una pregunta interesante para los filósofos. Las redes de Hesse han sido aquí definidas como modelos de los componentes verbales de la cultura de una comunidad existente. Cualquier red existente es conocida como útil porque la actividad coherente de alguna comunidad es modelada en ella (p. 31).
Esta perspectiva parece similar a una perspectiva expresada antes por Barnes (1974) y que es discutida críticamente en Collins y Cox (1976, 1977). Esta perspectiva parece similar a la de Bloor (1976) quien escribió: El sociólogo estará interesado en particular en las creencias que son tomadas por sentado o que están institucionalizadas o investidas con autoridad por grupos de hombres (p. 3).
De tal modo, Barnes y Bloor parecen evitar la pregunta por los límites impuestos en las redes potenciales por la “grumosidad” del mundo, mediante el truco de considerar solo las redes que ya están institucionalizadas. Esta es una perspectiva demasiado “retrospectiva”; sería apropiada solo en una sociedad estática. El truco no funciona aquí porque se examinan intentos por establecer nuevas generalizaciones inductivas. De tal modo, si es el caso que hay una clase de intentos que 258
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que no tiene sentido” (p. 89). Así, el hecho de su institucionalización es un rasgo constitutivo no empírico de cualquier discusión acerca de las habilidades inductivas de la especie humana. Se evita la discusión en torno a situaciones preinstitucionales imaginarias y no somos invitados a preguntarnos si alguna parte de nuestras institucionalizaciones corrientes expresa los límites a la posibilidad de institucionalizar. Esto nos permite llevar el principio de simetría (Bloor, 1973) a su conclusión; todo lenguaje descriptivo debería ser tratado desde el principio como si no describiera nada real. Esto no plantea un problema a la intersubjetividad porque la comprensión mutua parece posible aun cuando el tema no es nada real. La calidad de un poema o una pintura, el número de ángeles que pueden situarse en la punta de un alfiler, o el corte de las nuevas ropas del emperador, pueden ser todos discutidos sin que haya ningún grumo en el mundo que se corresponda con ellos. Muchos científicos sugerirían que toda la ciencia de, por ejemplo, la parapsicología, está basada en nada más tangible que las ropas del emperador. Pero en función de tomar el principio de simetría seriamente, la discusión acerca de las ropas del emperador debe ser tomada como un paradigma de la visión, más que como un contraejemplo paradigmático. Esto, debe enfatizarse, no es una conclusión que surja del argumento de este libro. Tampoco es una afirmación epistemológica a priori. Ese tipo de epistemología no es el propósito del trabajo. Se trata de lo que podemos llamar una “presuposición metametodológica”. Es el marco mental apropiado para desarrollar la sociología del conocimiento porque la misma conduce a la metodología correcta (para una discusión correcta véase Collins, 1981d).
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Posfacio Actos científicos
Cambiar el orden de la ciencia1 Una vez que un hecho científico se ha establecido a través de, por ejemplo, experimentos repetidos, parece fijado. Uno de los objetivos de Cambiar el orden es explicar cómo pueden cambiar los hechos a pesar de esto. Cambiar el orden muestra que el cambio es posible porque el establecimiento de la replicabilidad de un fenómeno depende de habilidades definidas de manera comunitaria y se basa en el acuerdo que se produce dentro de colectivos sociales. El libro muestra que la determinación social del conocimiento científico es posible a pesar del método científico –en verdad argumenta que el método científico es completamente social. Cambiar el orden tiene la intención de fomentar un cambio en la relación de la ciencia con otros esfuerzos culturales y alterar nuestra apreciación del método científico. No tiene la intención de cambiar el método científico. Si bien en el libro se discute el mecanismo general de clausura de las controversias científicas, no hay una detallada teoría sociológica del cambio ni tampoco Cambiar el orden trata de explicar el establecimiento de ningún consenso particular. No explica por qué no creemos más en los altos flujos de ondas gravitatorias o en la vida emocional 1 Estoy agradecido con Eric Livingston, Trevor Pinch, Steven Shapin, Steven Yearley, Jo Ann Kiser y los miembros del seminario para graduados de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología de la Universidad de Cornell por su paciencia para proveerme críticas invalorables a versiones anteriores de este posfacio. La responsabilidad por lo que quedó es enteramente mía.
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de las plantas.2 El libro abre espacio para la posibilidad de que si las instituciones sociales hubieran sido diferentes, entonces nuestras creencias acerca de las ondas gravitatorias o acerca de la conciencia vegetal podrían haber sido diferentes. Los críticos que han sugerido que Cambiar el orden fracasa al no explicar por qué un hecho emerge más que otro, han equivocado la idea central del libro.3 Cambiar el orden, junto con los artículos precursores publicados a mediados de la década de 1970, tiene la intención de ocasionar un cambio en el orden de ideas establecidas concernientes a la ciencia como un todo. Ayuda a hacer posible la historia del conocimiento científico; no es en sí mismo un libro de historia. 2 Estudios más detallados sobre el curso de desarrollos científicos particulares han venido rápidamente y en gran cantidad. Quisiera pensar que los artículos precursores, escritos a mediados de la década de 1970, ayudaron a pavimentar el camino para estos desarrollos mientras que Cambiar el orden ayudó a asegurar este modo de estudiar la ciencia. Miembros de la “Escuela de Edimburgo” estaban haciendo este tipo de trabajo en la década de 1970. Tanto Shapin, S. (“The politics of Observation: Cerebral Anatomy and Social Interests in the Edinburgh Prenology Disputes” en Wallis, R., ed., On the Margins of Science: The Social Construction of Rejected Knowledge, Sociological Review Monograph 27, Keele, University of Keele Press, 1979) como Mackenzie, D. (Statistic in Britain 1865-1930, Edimburgo, Edinburgh University Press, 1981) son discutidos en Cambiar el orden. Trevor Pinch (Confronting Nature: The Sociology of Solar-Neutrino Detection, Dordrecht, Reidel, 1986) ha seguido una controversia particular a su conclusión próxima y ha revelado mucho más acerca de la dinámica interna de la ciencia. Asimismo, Andy Pickering (Constructing Quarks: A Sociological History of Particle Physics, Edimburgo, Edinburgh University Press, 1984) ha estudiado la detallada historia de algunos aspectos de la física de altas energías. Hay muchos estudios semejantes, completos o bien en proyecto. Al mismo tiempo Bruno Latour y sus colegas han desarrollado la metáfora de la red de numerosas e iluminadoras formas, mientras que Latour y Callon han desarrollado una ambiciosa teoría acerca de la sociedad a partir de su trabajo sobre la ciencia. Se puede observar que Cambiar el orden, si no los artículos precursores, era anacrónico en esperar una tercera etapa a través de la cual las controversias que se asentaran se vincularían con el mundo sociopolítico más amplio. Lo único que faltaba en 1985, cuando se publicó por primera vez Cambiar el orden, era un estudio completo –todo el trayecto desde el laboratorio hasta el trasfondo sociopolítico– de una controversia contemporánea. El reciente Inventing Accuracy (Cambridge, mit Press, 1990) de Donald Mackezie llena el hueco, creo. (No creo que sea útil separar la sociología del conocimiento científico y la sociología del conocimiento tecnológico.) 3 Schuster, J. A., “Constructing Conceptual Webs”, Isis, 80, 1989, pp. 493-496.
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Incrementos y revoluciones Cambiar el orden no ofrece una teoría causal del cambio, sino una descripción general de la transformación de las formas de vida científicas. Es erróneo sugerir, como lo hace Pickering, que el libro proponga que la contingencia es la causa del cambio en la ciencia.4 El modelo de cambio que se encuentra en el libro puede acompañar una variedad de teorías sociológicas, que incluyen la “dinámica de la práctica” de Pickering, en las cuales se forman alianzas entre aquellos que tienen herramientas ya hechas para hacer nuevos trabajos científicos. Pero Cambiar el orden no se restringe a transiciones graduales; contiene un caso de ciencia “normal” y dos estudios acerca de transiciones potencialmente radicales. De tal modo, el libro no compite con su teoría, tal como Pickering lo sugiere, en primer lugar porque opera en un nivel distinto de generalidad, y segundo porque su teoría es demasiado limitada como para tratar con revoluciones. El rango disponible de explicaciones acerca del conocimiento científico repite posiciones profundamente argumentadas en la filosofía de las ciencias sociales, las cuales pueden ser establecidas con la ayuda de una metáfora liviana.5 Uno puede decir que las teorías de la ciencia y de la sociedad deben tener la consistencia correcta. Hay teorías –la etnometodología es un buen ejemplo– que parecen permitir que la sociedad sea demasiado delgada y gaseosa, y por lo tanto como si todo lo que ocurriese fuese considerado una realización local. Lo que estas aproximaciones no explican es por qué algunas cosas son más difíciles de cambiar que otras. ¿Por qué es más difícil establecer la existencia de fenómenos paranormales que, digamos, pulsares ópticos? Estas teorías fracasan en explicar cómo es que es 4 Pickering, A., “Forms of Life: Science, Contingency and Harry Collins”, British Journal for the History of Science, 20, 1987, pp. 213-221. 5 Malcolm Ashmore asume la responsabilidad por la aparición de esta metáfora. Hizo que resucitara una versión anterior no publicada en su The Reflexive Thesis: Wrighting Sociology of Scientific Knowledge, Chicago, University of Chicago Press, 1989.
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más fácil acordar o creer algunas cosas hoy porque ciertas cosas sucedieron ayer.6 En el otro extremo hay teorías de la ciencia, como aquellas favorecidas por los filósofos racionalistas, donde la vida científica es como la forma prefigurada de una piedra sólida; no puede ser cambiada excepto por una distorsión violenta y perjudicial. Hay un tipo de teoría intermedia en la cual la comunidad le da forma a las creencias científicas pero considera que no son modificables una vez establecidas. La analogía en términos de consistencia es el cemento más que una piedra –un líquido que fluye fácilmente y que se solidifica cuando se lo deja. Pero todas las creencias requieren trabajo para ser mantenidas –no fraguan solas. Pocos “constructivistas” admitirían en estos días sostener teorías del tipo del cemento; sin embargo, como veremos, algunas de las formulaciones de Latour tienen demasiada rigidez; objetos que son “cajas negras” son difíciles de abrir –no son muy distintas a una piedra. Mejores teorías le dan a la vida cultural la consistencia de un líquido más o menos espeso. Un líquido nunca fragua, puede adoptar cualquier forma, pero resiste transformaciones rápidas. Se pueden hacer progresos en el fango, pero solo a través de movimientos lentos, sin correr. Teorías tales como la de Pickering sugieren un líquido de flujo lento, cuya forma en el momento “t” está siempre relacionada estrechamente con su forma en el momento “t -1”. Si bien para representar la ciencia el líquido involucra una consistencia más apropiada que el gas, la piedra o el cemento, podemos mejorar la metáfora. Hay dos aspectos de la ciencia que aún no han sido representados: el continuo ingreso de energía que es necesario para mantener la forma de nuestras creencias –se deterioran si no hay mantenimiento– y la existencia de un cambio potencial más rápido durante los períodos de revolución o de ciencia extraordinaria. El hielo es un
buen modelo, porque el hielo necesita energía para mantenerse en su lugar, pero el helado es aún mejor porque es un poco menos rígido. El helado, dejado a sí mismo, perderá lentamente toda forma. El calor o la presión –que representan los períodos revolucionarios o extraordinarios de la ciencia– lo volverá rápidamente en un líquido. En Cambiar el orden, el mundo del láser tea está profundamente helado, mientras que los otros dos estudios muestran la velocidad con la cual se pueden desarrollar puntos calientes locales. El helado es un buen ayuda memoria para el caso de que perdiéramos la visión de este aspecto de la ciencia.
6 Un punto bellamente captado en la analogía con el juego del go realizada por Latour y Woolgar. (Latour, B. y Woolgar, S., Laboratory Life: The Social Construction of Scientific Facts, Londres y Beverly Hills, Sage, 1979.)
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Descongelar la ciencia Volvamos ahora del análisis de la ciencia al impacto de la sociología del conocimiento científico sobre el lugar de la ciencia en el mundo. ¿Cuánto “funde” la sociología del conocimiento científico la autoridad tradicional de la ciencia? Cambiar el orden trata de llevar a la ciencia al mismo nivel epistemológico que otras actividades creadoras de conocimiento. El modo en que lo hace, sin embargo, es menos directo de lo que parece. La sociología del conocimiento científico ofrece evidencias empíricas fuertes de que si nuestras creencias acerca de rasgos controvertidos del mundo son una consecuencia del modo en que es el mundo, esto no es evidente durante los momentos del descubrimiento y de generación de las pruebas. Una explicación que se base en una interacción ordenada con el mundo solo puede proveerse después de una reconstrucción retrospectiva. Como lo argumenté en un artículo anterior, estos hallazgos son aún compatibles con el modelo de la “mano escondida” de la ciencia.7 De tal modo, las ideas y hallazgos propuestos en Cambiar el orden necesitan ser relativistas solo en el nivel de la metodología. La única cosa con la que debe acordarse es que sea un punto de partida 7 Collins, H. M. “What is TRASP: The Radical Programme as a Methodological Imperative”, Philosophy of the Social Science 11, 1981, pp. 215-224.
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razonable la prescripción de “trata al mundo como si no tuviera efecto en lo que la gente cree acerca de él”. Este “relativismo metodológico” no necesita una mayor defensa.8 Sin embargo, el relativismo metodológico es, podría decirse, un insumo de la sociología del conocimiento científico. La pregunta aún es si el relativismo es también un resultado de la sociología del conocimiento científico. La respuesta es que a pesar de que la sociología del conocimiento científico no prueba el relativismo, conduce inexorablemente en esa dirección. Esto se debe a que cuanto más exitoso es el análisis basado en ciertos presupuestos, mejores parecen esos presupuestos –más se parece a un resultado y menos a un insumo. Así como el éxito empírico de las descripciones del mundo basadas en la geometría euclidiana nos estimulan a pensar que las paralelas nunca se encuentran, es la fertilidad de los estudios de caso sociológicos lo que nos lleva a reconsiderar la naturaleza de la ciencia. Si se encuentra que la verdad, la racionalidad, el éxito y el progreso no son las fuerzas conductoras de la ciencia (véase el artículo sobre trasp citado en la nota 7) cuando se describe el descubrimiento y la justificación del modo lo más detallado posible, entonces parece que la ciencia no necesita de ellos para explicar su desarrollo. Nada de esto involucra un ataque a la ciencia. Los argumentos pueden ser elaborados como una crítica solo si la ciencia es sostenida como ejemplo en contra del modelo racional-filosófico canónico. La sociología del conocimiento científico no muestra que la ciencia ha fracasado en alcanzar los estándares asociados con el modelo canónico, sino que el modelo canónico es inalcanzable. La ciencia hace todo lo que puede esperarse que haga la ciencia.9 Sin embargo, la ciencia cam-
bia su relación con otras instituciones. La ciencia no es más preeminente desde el punto de vista epistemológico; la fuerza conductora, así como con otros elementos de la cultura, es la comunidad.
8 Para defensas véase, por ejemplo, mi trabajo citado en la nota 7, y Bloor, D., Knowledge and Social Imagery, 2ª ed., University of Chicago Press, 1991. 9 Es particularmente injusto exponer nuevas y frágiles ciencias a los rigores de críticas basadas en un modelo canónico que ni siquiera pueden alcanzar ciencias establecidas. El Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal, y otras organizaciones de vigilancia, son sospechosas bajo este aspecto. Nada de esto afecta las críticas estándar y las preocupaciones acerca de las imperfecciones en el método científico tales como el mal uso de la estadística, la falta de
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Actores y actantes No todas las aproximaciones al conocimiento científico tienen las implicaciones esbozadas anteriormente. La teoría de la red desarrollada recientemente por Callon y Latour es un ejemplo. Callon y Latour no aceptan que la sociología del conocimiento científico altere el balance de poder entre la ciencia y la cultura. Piensan que el debate está fuera de lugar; prefieren establecer su propio programa en una dimensión ortogonal. Esto conduce a lo que uno podría llamar “simetría radical”. David Bloor expresó por primera vez el principio de “simetría”: para los fines de un análisis histórico y sociológico uno debe tratar del mismo modo lo que es visto como verdadero y lo que es visto como falso; los analistas nunca deben permitirse explicar lo que se cree en un momento por referencia a lo que se descubre como verdadero después. Lo que cuenta como verdadero es el resultado de procesos sociales; la verdad no es la causa de ese resultado.10 Callon y Latour han extendido este principio a todas las dicotomías, donde incluyen lo social y lo natural. De tal modo no debemos decir que lo social y lo natural condiciones de control, los prejuicios de los experimentadores, y así en más. Estos elementos son verdaderamente parte del método en sí mismo y permanecen intactos por el análisis sociológico de la ciencia. Del mismo modo mi “defensa” de la ciencia –“la ciencia está haciendo todo lo que podemos esperar de ella”– no es una defensa de los científicos. No es una defensa de la negligencia individual. 10 O, en las palabras de McHugh, citado en mi artículo de 1975: “No hay fundamentos adecuados para establecer la verdad excepto los fundamentos que se emplean para garantizarla o concederla.” En el posfacio a la nueva edición del libro Knowledge and Social Imagery (véase nota 8) Bloor concede que las causas naturales, junto con nuestras propensiones naturales a inducir de determinadas formas, pueden producir la formación de una institución social –que refleja la naturaleza más probablemente que otras que no lo hacen. Esto parece algo asimétrico. Para los propósitos de mi argumento (y el trabajo de otros en la sociología de la ciencia), uso una versión menos ambigua de la tesis de la simetría de Bloor.
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son construidos socialmente, porque ello sería utilizar un elemento de la dicotomía que ha de ser explicado como el punto de partida de la explicación.11 Más que ver actores humanos y no humanos que compiten por el poder dentro de nuestras teorías, Callon y Latour intentan tratar a ambos igualmente como actantes. Sin embargo, cuando establecemos la simetría radical en el contexto del debate existente sobre la ciencia descubrimos que este recapitula mucho de la visión tradicional.12 Ahora bien, es verdad que la mayoría de los objetos científicos que pueblan incluso el mundo de los sociólogos, han devenido tan bien establecidos que para propósitos analíticos y prácticos no tiene más sentido hablar de ellos en términos distintos a los que usan los científicos. Por ejemplo, ni yo el analista, ni los principales actores de los dos episodios descritos en Cambiar el orden, Joe Weber y Cleve Backster, tratamos el producto de los voltímetros como algo “construido socialmente”; su carácter en principio cuestionable puede ser ignorado en estos casos de estudio. Latour se referiría a tal estado de la cuestión diciendo que los voltímetros son “cajas negras” –su interioridad (y la “interioridad” de los conceptos correspondientes) ya no concierne más
a nadie. Una vez que algo ha sido transformado en una caja negra –en mi terminología, que se ha llegado a una clausura– Latour lo trata como un actante que puede afectar el balance de poder en la red. Si usted tiene voltímetros de su lado entonces usted puede determinar voltajes, y nadie puede desafiar sus medidas sin voltímetros propios. Crucialmente, sin embargo, este tipo de argumento sería equivocado si el debate fuese, por ejemplo, sobre la psicoquinesis. Los “efectos mediados psíquicamente por el experimentador” están continuamente en la mente (olvídese el juego de palabras) de los experimentadores en lo paranormal, y esto hace difícil separar la lectura del voltímetro de las intenciones de los científicos. Por lo tanto, dentro de la ciencia de la psicoquinesis, un voltímetro puede ser desafiado sin recurrir a un voltímetro competidor si se muestra que el grado de clausura del debate acerca del voltímetro es relativo al contexto. Es más, el debate está siempre y en cualquier lugar esperando que se lo reabra en el caso que puntos calientes locales amenacen derretir más del “helado” que lo rodea.13 Mientras que el lenguaje acerca de la “clausura del debate” puede arreglárselas con esto –un argumento cerrado puede siempre ser reabierto– un artefacto latouriano transformado en caja negra desarrolla una vida por sí mismo independiente del contexto. Las cosas que tienen una vida independiente respecto al contexto son, por supuesto, la provincia de los científicos naturales. Tal como Latour lo indica, entenderlos es solo una cuestión de “seguir a los científicos a través de la sociedad”. Latour puede rebatir con este argumento: seguir a los científicos por todas partes garantiza un grado de dependencia contextual: involucra ser tan relativista o tan realista como los científicos que estudia. Latour puede decir que si debiera “seguir” a los psicoquinetistas, esto también involucraría tratar a los voltímetros como poco
11 El punto queda bien claro en el prefacio a la segunda edición del Laboratory Life de Latour y Woolgar, donde discuten el cambio de su subtítulo de “la construcción social de los hechos científicos” a “la construcción de los hechos científicos”. La primera edición de su libro, creen ahora, estaba embrujada por una asimetría que han finalmente exorcizado. Shapin y Schaffer, si bien explican la emergencia de las categorías separadas de lo social y lo científico, proveen una explicación social. Esto es demasiado asimétrico como para ser visto como parte del programa latouriano a pesar de sus intentos por cooptarlos. Véase Shapin, S. y S. Schaffer, Leviathan and the Air Pump: Hobbes, Boyle and the Experimental Life, Princeton, Princeton University Press, 1987. 12 Por supuesto habrá muchos que considerarán que un paso hacia atrás representa un progreso dado que reestablece a la sociología del conocimiento científico en sus “rieles”. Para ver cómo un simpatizante se las arregla cuando trata de usar el esquema latouriano en un tratamiento radical de una tecnología, véase el último capítulo del Inventing Accuracy de Donald MacKenzie. MacKenzie halla que tiene que renunciar a varios aspectos de la teoría del actor-red para evitar ser chupado hacia el mundo aceptado de los tecnólogos de misiles.
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13 Para una crítica más general de la teoría del actor-red, junto con una respuesta y una réplica posterior, véanse H. M. Collins y S. Yearley, “Epistemological Chicken”; M. Callon y B. Latour, “Don”t Throw the Baby with the Bath School”; y H. M. Collins y S. Yearley, “Journey Into Space”, todo en A. Pickering (ed.), Science as Practice and Culture, Chicago, University of Chicago Press, 1992.
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fiables, volviendo al grado exacto de limitación por parte del contexto que se afirma para el tratamiento defendido en Cambiar el orden. Pero si este es el caso, el ser una caja negra no es una propiedad de las cosas ni se transfiere de contexto a contexto (o, para lo que importa, de momento a momento); el objeto de análisis es la cosa en el contexto de uso. Si el estatus de actante solo puede ser asignado a la cosa en su contexto que va de momento en momento, siempre debemos recordar que el poder de las cosas es el poder garantizado a ellas por la comunidad. Esta es la posición de Cambiar el orden más que la teoría del actor-red.
en ver el mundo natural, debido a las convenciones sociales y a la formación...”15 La versión de Hesse acerca de la posición que se asume en este libro está casi en lo correcto. La reivindicación de Cambiar el orden es que la institución de la ciencia no es lo que alguna vez pensamos que era, pero dado que queremos o necesitamos una institución para tratar con lo que pensamos acerca de “el mundo”, esta es la mejor que tenemos. Por la misma razón, dado que Cambiar el orden en sí mismo afirma describir un mundo social intersubjetivamente observable, también debería adoptar estas convenciones. Compartimentalización
Relativismo y reflexividad Cambiar el orden no hace concesiones en la dirección de la reflexividad, intenta cambiar las ideas acerca de la ciencia a través de estudios de la ciencia que son ellos mismos “científicos” y recomienda a la ciencia como el mejor modo de estudiar el mundo natural. Estas afirmaciones pueden ser percibidas como conflictivas. Mary Hesse señala la dificultad en su revisión del libro.14 Ella contrapone dos citas de Cambiar el orden: “No es la regularidad del mundo la que se impone por sí misma a nuestros sentidos, sino la regularidad de nuestras creencias institucionalizadas la que se impone por sí misma al mundo” (p. 227 de esta edición) y “A pesar de todas sus falencias, la ciencia es la mejor institución que tenemos para generar conocimientos acerca de la naturaleza” (p. 245 de esta edición). Hesse se pregunta cómo el mismo libro puede contener citas al parecer tan contradictorias. Su propuesta de solución es sugerir que lo que se significa por “ciencia” en estos pasajes es ‘una institución que llamamos ciencia, cuyo producto es “conocimiento acerca del mundo natural’. El producto de la ciencia es el modo en que nuestras sociedades acuerdan 14 Hesse, M., “Changing Concepts and Social Order”, Social Studies of Science, 16, 1986, pp. 714-726.
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Cambiar el orden, entonces, reexamina la naturaleza de la ciencia haciendo ciencia al mismo tiempo. Pero para que las dos actividades no interfieran una con otra uno necesita ponerlas en compartimentos separados. Esta es la intuición reflexiva crucial. Su necesidad se sigue de la principal conclusión de la sociología del conocimiento científico: los objetos de la ciencia se hacen por medio del ocultamiento de sus orígenes sociales (expresada en Cambiar el orden con el eslogan “la distancia da encantamiento”). Si, entonces, quiero hacer algunos nuevos objetos científicos –en este caso algunos objetos pertenecientes a las ciencias sociales y que tienen que ver con las instituciones de las ciencias naturales– deberé asegurarme de que ignoro los orígenes sociales de estos objetos dentro de mi propia práctica como científico (social) y de que mi audiencia es estimulada a mantenerse igualmente ignorante.16 La ciencia –el estudio de un mundo aparentemente 15
Véase ibid., p. 715. No quiero implicar por “ciencias sociales” un tema que consiste solamente en encuestas y modelos matemáticos, o incluso una ciencia basada en un concepto estrecho de la observación. Como sociólogo creo en el método de la “comprensión participante” (Collins, H. M., “Concepts and Practice of Participatory Fieldwork”, en Bell, C. y H. Roberts, eds., Social Researching, London, Routledge y Kegan Paul, 1984). Esto implica una demarcación menos rígida entre el observador y el observado de lo que es usual 16
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externo– se constituye no haciendo el tipo de cosas que la sociología del conocimiento científico hace a la ciencia; el punto no puede enfatizarse más. Los sociólogos del conocimiento científico que quieren encontrar (o ayudar a construir) nuevos objetos en el mundo deben generar una compartimentalización; deben adoptar la “actitud natural” del científico y no aplicar sus métodos a sí mismos.17 Aquellos que encuentran incómoda la compartimentalización deben abandonar la sociología del conocimiento científico o librarse de cualquier cosa que cuente como “hallazgo”. La compartimentalización puede ser una excusa para el pensamiento chapucero. No debería adoptarse nunca sin una buena razón. Si la razón está lo suficientemente clara, sin embargo, no hay necesidad de pedir más disculpas. Yearley y yo consideramos que la “meta-alternancia” entre compartimentos epistemológicos puede ser algo realmente bueno –la comparamos con el concepto liberador de Peter Berger de “alternancia” entre mundos culturales. La mayor parte del tiempo la compartimentalización no causa angustia reflexiva: los compartimentos solo entran en conflicto en el nivel de la institución social, no en el del individuo. Es como un sistema político con una “oposición leal”. Hay un conflicto en el nivel del sistema, pero solo produce ansiedad a los individuos que sienten necesario abarcar más de un punto de vista opuesto al mismo tiempo, y produce profunda aflicción solo a aquellos pensadores (esencialmente no relativistas) que creen que hay una única posición política correcta. Los sociólogos del conocimiento científico pueden, entonces, aceptar y estimular la tensión reflexiva dentro de la comunidad de practicantes; pueden estar contentos si otros conducen
estudios controvertidos sobre sí mismos pero no tienen la obligación de ser esos otros.18 La compartimentalización no siempre es fácil. Los argumentos de Pinch, Bijker y Latour sugieren que lo que yo llamo reflexividad en el nivel institucional a veces colapsa en el individuo. Esto es más evidente en el estudio de los sistemas tecnológicos. Parte de la habilidad del tecnólogo es que el producto sea usado, y este es un asunto de las ciencias humanas tanto como de la habilidad técnica. Habrá veces, entonces, en las que los tecnólogos, y los sociólogos que los estudian, propugnen la misma teoría. Para el tecnólogo las intuiciones sociológicas informan las decisiones del diseño; por ejemplo el dominio del mercado puede conducir a la aversión a correr riesgos en el diseño de equipamientos. Para el sociólogo la misma teoría puede estar asociada con una mirada simétrica del producto tecnológico. Ahora bien, si los sociólogos quieren ser simétricos acerca de todo el sistema tecnológico –no solo lo que viene en la caja de cartulina– tendrán que tratar las teorías sociales de los tecnólogos del mismo modo que tratan el artefacto. De tal modo una teoría social, pensada como parte del sistema tecnológico, deberá ser tratada no como verdadera o falsa, sino que la misma teoría contará como “verdadera” en otro momento –cuando es parte del mundo profesional del sociólogo. Hay ocasiones, entonces, en que la meta-alternancia es complicada.
en las ciencias naturales. Sin embargo no es incompatible con el concepto de “ciencia” discutido aquí. En otro lugar (Artificial Experts: Social Knowledge and Intelligent Machine, mit Press, 1990), me he referido al fracaso de una “sociología científica minuciosa”. Por esto entiendo el fracaso de una sociología con la ambición de devenir una ciencia puramente observacional y experimental. 17 Collins, H. M., “Special Relativism – The Natural Attitude”, Social Studies of Science, 12, 1982, pp. 139-143. Véanse también los trabajos citados en la nota 13.
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Actos científicos La importancia de separar los niveles de análisis institucional e individual puede verse bien a partir del argumento del libro de John Searle, Actos de habla.19 El libro de Searle es sobre todo conocido por una discusión sobre los imperativos morales, y gira en torno al ejemplo clave de “prometer”. 18 De hecho Malcolm Ashmore ha realizado precisamente esto en su agudo libro (véase nota 5). 19 Searle, J. R., Speech Acts: An Essay in the Philosophy of Language, Cambridge, Cambridge University Press, 1969.
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Argumenta que si alguien dice “Yo prometo...” asume una obligación. El argumento gira en torno a la existencia de la institución de la promesa; sin una obligación la misma noción de prometer no tendría sentido. Sin la obligación una promesa no sería distinta a algo que no era una promesa y la palabra no tendría un significado especial en el lenguaje. Nótese que incluso cuando alguien hace una promesa sin la intención de cumplirla, lo que da su sentido a las palabras, dentro de nuestra forma-de-vida, es la obligación normalmente vinculada a la promesa. Si no hubiera tal obligación, no sería posible romper una promesa del mismo modo que, digamos, no tiene sentido quebrar una mentira. La distinción importante aquí es entre las contingencias asociadas con los actos individuales de prometer, la lógica interna de la institución, y la evaluación de la institución como un todo.
uno estuviera en interacción con una realidad externa. Esto no quiere decir que todos los actos de todos los científicos debe tener esta intención, ni tampoco significa que la interacción con el mundo real debe ocurrir, ni tampoco quiere decir que la institución de la ciencia es estática.20 Quiere decir que en la medida que se considera que la “ciencia” implica interacción con el mundo externo a nosotros, la replicabilidad y las cosas similares serán importantes a pesar del modo en que han sido reconstruidas por la sociología del conocimiento científico. Las personas razonables estarán inclinadas a basar su ciencia (como algo opuesto a, por ejemplo, su magia) en lo que se presenta (es decir, puede hacerse que se presente) como constante y reproducible por cualquiera, más que en lo que parece ser personal o en informes idiosincrásicos acerca de eventos caprichosos o singulares.21 Sería tentador decir que esto es verdadero “por definición”, pero debemos recordar que la apariencia de una compulsión lógica está dada a nosotros por nuestra forma-de-vida. Para reiterarlo, no hay nada en este argumento que fuerce a nadie a valorar la institución de la ciencia como un todo, pero tampoco hay nada que fuerce a nadie a devaluarla, excepto en sus relaciones con otras instituciones.22
Debemos hacer una distinción entre lo que es externo y lo que es interno a la institución de la promesa. Es interno al concepto de promesa que al prometer uno toma una obligación en hacer algo. Pero si la institución completa de la promesa es buena o mala, y si las obligaciones asumidas en una promesa son anuladas por otras consideraciones externas, son preguntas que son externas a la institución en sí misma... Nada en mi explicación lo compromete a uno a la perspectiva conservadora de que las instituciones son lógicamente inexpugnables o a la opinión de que uno debe aprobar o desaprobar esta o aquella institución (Actos de habla, p. 189).
Se piensa a menudo que la sociología del conocimiento científico es un ataque a la institución de la ciencia como un todo. No lo es. La sociología del conocimiento científico solo tiene una cosa que decir acerca de la institución de la ciencia: que se parece mucho a las otras instituciones sociales. El nuevo análisis del método científico no hace por sí mismo que la ciencia sea una institución mala. He argumentado que la ciencia no tendría sentido como institución a menos que fuera el caso normal que actuar científicamente significara actuar como si la sociología del conocimiento científico no fuera cierta; es decir, que para hacer ciencia uno debe actuar como si 284
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Tal como lo hace evidente el trabajado de historiadores como Steven Shapin y Simon Schaffer. Esto significa que hay límites más allá de los cuales la ciencia no puede cambiar y ser sensatamente llamada “ciencia”. 21 Véase también un artículo anterior “The Meaning of Experiment: Replication and Reasonableness”, en Appignanesi, L. y H. Lawson (eds.), Dismantling Truth: Science in Post-Modern Times, Londres, Weidenfeld y Nicholson, 1988, pp. 82-92. En ese artículo argumenté que si bien es razonable una preferencia por un experimento replicable, su significación práctica es menor porque la “regla de la replicabilidad” es inequívocamente aplicable solo retrospectivamente –después que se ha cerrado el debate– mientras que las disputas científicas abiertas, en “tiempo real”, se caracterizan por el desacuerdo acerca de cómo aplicar reglas de método generales tanto como por los desacuerdos acerca de detalles del mundo físico. Aún pienso que este argumento es correcto –en verdad es una de las principales dificultades de Cambiar el orden–, pero pienso que ahora entiendo el significado de la regla de la replicabilidad. Tiene significación como una guía para la acción, aun si es difícil ver exactamente cómo aplicarla. 22 Cuando digo que la sociología del conocimiento científico deja inmodificado el método científico, me estoy contradiciendo con algo que escribí en 1983. Escribí entonces
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Ciencia del conocimiento Cambiar el orden y otras obras vinculadas tienen consecuencias importantes allí donde la ciencia se vincula con otras instituciones sociales.23 Esta no es, sin embargo, su única implicación. Por ejemplo Cambiar el orden comienza por examinar la naturaleza de la práctica habilidosa. Ha habido tanto debate filosófico acerca del relativismo, la reflexividad, y cosas semejantes, que las consecuencias de los hallazgos más sencillos han permanecido largamente inexploradas. Los sociólogos del conocimiento científico, si saben algo, debieran saber sobre el conocimiento y las habilidades. Hay ciencias tales como la “ciencia cognitiva” o la “ingeniería del conocimiento” que investigan el conocimiento y la habilidad pero fracasan a la hora de informar la naturaleza comunitaria de su tema de estudio.24 Una nueva “ciencia del conocimiento” debería estudiar lo que saben las comunidades y el modo en que el conocimiento es colectivamente hecho, mantenido, disputado, transformado y transferido. Contribuiría a otras ciencias que estudian el conocimiento y mantendría al mismo tiempo su carácter distintivo fundamental. Tendría nuevas cosas para decir acerca de cómo y dónde puede ser transferido el conocimiento dentro de las sociedades humanas, si puede moverse entre las culturas humanas o de humanos a no humanos, y qué partes del conocimiento pueden moverse bajo qué circunstancias. que aquellos temas que tomaban como guía para sus principios metodológicos las versiones canónicas de la ciencia, habrían de cambiar en la medida que se hallaba que la versión canónica era incorrecta. (Véase H. M. Collins, “An Empirical Relativist Programme in the Sociology of Scientific Knowledge”, en Knorr, K. y M. J. Mulkay, eds., Science Observed, Sage, pp. 85-114.) Me parece ahora que esto no afectará principios prescriptivos amplios, tales como la replicabilidad, aun en esos temas. Puede ser, sin embargo, que cambien los modos en que se construyen esos principios en tales disciplinas. 23 Algunas consecuencias de esto son discutidas en el “Post scriptum” de Cambiar el orden. 24 Se ha afirmado que la ciencia cognitiva desaprueba la sociología del conocimiento científico. Esto es erróneo. Para una discusión véase Social Studies of Science, 19, 1989, y 21, 1991.
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La sociología del conocimiento científico puede dirigirnos a distantes e interesantes tramos del espacio metafísico, pero esto no afecta mucho el modo en que conducimos nuestras vidas. El tema también apunta a direcciones que tienen más consecuencias. Si alguna vez se reconstruye racionalmente este período de la historia académica, espero que Cambiar el orden, los artículos sobre los que está basado, y otras obras hermanas de otros autores sean vistos como si hubieran tenido tres consecuencias: haber cambiado el modo en que estudiamos y entendemos la historia, la sociología y la filosofía de la ciencia; haber cambiado la relación de la ciencia con otros emprendimientos culturales; y haberse convertido en el fundamento de la ciencia del conocimiento.25
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Para mi vacilante intento de desarrollar una “ciencia del conocimiento” véase mi Artificial Experts (citado en nota 16).
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EQUIPO EDITORIAL | UNQ Edición: Mónica Aguilar, Rafael Centeno Diseño: Hernán Morfese, Mariana Nemitz Administración: Andrea Asaro, Fernanda Torres
Esta edición de 1.000 ejemplares se terminó de imprimir en septiembre de 2009, en Dell ??, Provincia de Buenos Aires