COSMOLOGIA O FILOSOFIA DE LA NATURALEZA EVOQUEMOS NUESTRA EXPERIENCIA La Cosmología estudia al mundo, pero son muchas las ciencias que estudian al mundo. Tratemos de ver: El hombre vive en el mundo; y la inmensidad y armonía del mundo siempre le ha llamado la atención. El hombre quiere reconocer al mundo. ¿Qué es el mundo?¿ Porqué hay orden y armonía¿ Cuál es su origen y su destino? Reflexiona y contesta las preguntas que e stán a continuación: ¿Qué aspectos del mundo estudia la física? ¿Qué aspectos estudia la Química? ¿Qué aspectos estudia la termodinámica? ¿Qué aspectos estudia la matemáticas? Observa: Ninguna ciencia agota al mundo; cada una estudia un aspecto fundamental; pero« falta estudiar la totalidad, la estructura fundamental de la totalidad y este es el campo de la Cosmología. y y y y
DEFINICION ETIMOLOGICA DE COSMOLOGIA En términos generales la Cosmología es la Filosofía del mundo. La palabra Cosmología compuesta de las palabras griegas Cosmos y Logos. Cosmos significa orden, armonía; Logos significa el núcleo constitutivo que está desplegándose, siendo. Cosmo-logía significa el ser del de l mundo que está desplegándose, proyectándose de manera armónica y ordenada. La armoní a y el orden son la característica fundamental de la totalidad del mundo. La Cosmología nace con la misma filosofía es, decir, la Cosmología comienza en el mismo momento en que el hombre dejó de explicar al mundo desde los mitos y comenzó a dar una explicación racional o natural a los fenómenos de la naturaleza.
EL CONCEPTO FILOSOFICO DE MUNDO Frecuentemente oímos la palabra mundo, unas veces referida al mundo físico, o al mundo de la mente, o al mundo biológico, o al mundo de la política, de la religión, del arte. Es evidente que la Cosmología no se refiere a ninguno de estos mundos. Dado que la filosofía estudia la estructura más profunda y última, el mundo que estudia la cosmología se refiere a la totalidad del mundo, a la estructura de la totalidad del mundo, o sea ³al mundo en cuanto mundo´La Cosmología estudia las características generales del universo, en su totalidad. Al mundo que es objeto de la filosofía se le llama Cosmos y Universo. Cosmos, hemos dicho significa orden, armonía y se refiere más al órden y armonía que hay entre las cosas del mundo a las cosas mismas. Uni-verso significa de ³cara a la unidad´ dando a entender que la importancia está en la unidad de la totalidad.
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La unidad de la totalidad y la totalidad de la unidad que constituyen la estructura fundamental del mundo es el objeto de estudio de la Cosmología.
LAS PREGUNTAS FUNDAMENTALES DE LA COSMOLOGIA Abarcando al mundo como totalidad, la Cosmología pregunta: ¿Qué es el mundo? ¿Cuál es la estructura fundamental del mundo? ¿Cuál es el origen y la evolución del mundo? ¿Cuál es el sentido del mundo? ¿Cuáles son las teorías más representativas sobre la Cosmología? y y y y
HISTORIA DE LA COSMOLOGIA El Concepto del mundo ha ido cambiando en la misma medida en que fue cambiando la ciencia y fue cambiando el concepto de hombre y el concepto de Dios. También la visión filosófica del mundo ha tenido tres grandes etapas; veamos cada una:
Primera etapa: Explicación Metafísica del mundo. Pitágoras: fue el primero en denominar Cosmos a la totalidad de las co sas existentes; y entendieron al mundo como un órden explicable por las matemáticas. Platón: pensó al mundo como un gigantesco animal constituido por un cuerpo cósmico y un alma cósmica. El mundo sería un animal vivo. Aristóteles vio al mundo como un gigantesco ser compuesto de materia y de forma; la materia serían los cuerpos sublunares y la forma sería el cielo incorruptible e inmutable. Esta visión de Aristóteles perduró hasta el siglo XV . (La contraposición el renacimiento)
Segunda Etapa: Explicación matemática del mundo. Galileo y Newton vieron al mundo fundamentado sobre una estructura matemática. Laplace describió al mundo como una gigantesca máquina que funcionaría por leyes matemáticas. Esta es la teoría llamada teoría mecanicista.
Tercera Etapa: Explicación Física del Universo Corresponde a los comienzos del siglo XX y es debida al perfeccionamiento de telescopios y al avance de la física y de la matemática. En esta época las preguntas son: ¿Es el universo infinito? ¿Está en expansión continua? ¿Cuáles son las propiedades geométricas del espacio? ¿Están las galaxias en expansión? ¿ Podemos hablar de un universo en evolución ¿cuál es el origen del universo? y y
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QUÉ ES LA COSMOLOGÍA? Es la ciencia que estudia la historia y la estructura del Universo en su totalidad. El nacimiento de la cosmología moderna puede situarse en 1700 con la hipótesis que las estrellas de la Vía Láctea (la franja de luz blanca visible en las noches serenas de un extremo a otro de la bóveda celeste), pertenecen a un sistema estelar de forma discoidal, del cual el propio Sol forma parte; y que otros cuerpos nebulosos visibles con el telescopio son sistemas estelares similares a la Vía Láctea, pero muy lejanos. Estas consideraciones, desarrolladas por los científicos del siglo XVIII como Thomas Wright de Durham (1711-1786), Johann Lambert (1728-1777) y Emmanuel Kant (1742-1804), junto con las determinaciones de los paralajes estelares, y por lo tanto de las distancias de las estrellas a nosotros, ampliaron enormemente los confines del Universo, que las Cosmologías clásicas y medievales habían limitado a nuestro sistema solar. Correspondió al gran astrónomo Sir William Herschel (1738-1822) demostrar, a través de cálculos estelares, que la hipótesis de los cosmólogos más importantes del siglo diecisiete eran correctas. Alrededor de un siglo después, otro gran avance a la comprensión de nuestra situación en la Galaxia fue aportado por el astrónomo Harlow Sharpley quien, en 1918, pudo calcular que el Sol no ocupa una posición central, sino periférica. Sólo hacia mediados del siglo XX, en cambio, se han tenido las pruebas de que nuestra Galaxia tiene forma de espiral y que, un observador externo, la vería como se nos aparece a nosotros la nebulosa de Andrómeda. Un capítulo nuevo de la cosmología se abre a comienzos de este siglo con la formulación por parte de Einstein (1879-1955) de la teoría general de la relatividad. Aplicando las ecuaciones de campo einstenianas, el físico Alexander Friedmann demostró que la materia del Universo debía encontrarse en un estado de expansión o de contracción. Pocos años después, en 1929, el astrónomo Edwin Hubble descubrió un fenómeno que algunos cosmológos interpretaron como una confirmaci ón a la hipótesis de Friedmann. En efecto, Hubble, midiendo los desplazamientos hacia el rojo de lejanas galaxias, debido al efecto Doppler, se dió cuenta que éstos eran proporcionales a la distancia del objeto observado, de lo cual dedujo que las galaxias se alejan tanto más rápidamente cuanto mayor es su distancia. Si la materia del Universo está en rápida expansión, en el pasado debía estar concentrada en un espacio muy restringido. De este tipo de consideraciones ha nacido la cosmología del Big-Bang, que hoy representa la teoría del nacimiento y de la evolución del Universo más acreditada. Según ella, en una época que se sitúa entre hace 15 y 20 mil millones de años (tiempo calculado en base al porcentaje de expansión de las galaxias) tuvo lugar una gran explosión de energía, a partir de la cual la materia en formación y evolución fue lanzada en todas direcciones. El descubrimiento de una Radiación cósmica de fondo, a 2,7º Kelvin, que representaría la "ceniza" de la gran explosión primordial, es interpretada como una confirmación de este teoría, mientras ha sido prácticamente abandonada otra teoría formulada en los años 40, llamada del Estado estacionario, según la cual el Universo siempre ha existido y siempre existirá.
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LA HISTORIA JAMÁS CONTADA Entrevista de Alberto Oliva a Carl Sagan (1993) Con la claridad y precisión que Carl Sagan era capaz de transmitir, podemos, hoy, comprender cuál es el origen del cosmos, los comienzos del Sol, el origen de la Vía Láctea y el nacimiento de la Tierra. Un relato apacionante para entender de dónde venimos y, también, cuál puede ser el futuro. Nada vive eternamente, ni en la Tierra ni en el cielo. Hasta las estrellas envejecen, declinan y mueren. Mueren y nacen. Hubo un tiempo antes de que el Sol y la Tierra existieran; un tiempo antes de que fuera de día o de noche, mucho, mucho antes de que alguien pudiera registrar el Comienzo para los que iban a venir de allí en más. A pesar de todo, uno puede imaginarse testigo de ese tiempo y conmoverse con estas imágenes: una inmensa masa de gas y polvo rápidamente se condensa bajo su propio peso, girando cada vez más rápido, transformándose -de una nube caótica y turbulenta que era- en un disco delgado, ordenado y diferenciado. Su centro exacto arde sin llama en un apagado rojo cereza. Si uno se detiene a observarlo desde lo alto durante un centenar de millones de años, verá cómo la masa central se hace más blanca y más brillante hasta que -después de varios intentos infructuosos e incompletos - estalla en un único gran resplandor: un prolongado incendio termonuclear. El Sol ha nacido. Puntualmente, seguirá ardiendo durante cinco mil millones de años; por lo menos, hasta que la materia del disco haya evolucionado transformándose en seres capaces de reconstruir las circunstancias que dieron origen a es mundo, y a ellos mismos. Sólo las regiones interiores del disco se encuentran iluminadas. Más allá, la luz del Sol no puede penetrar. Usted se sumerge en los repliegues de la nube para observar las maravillas que se están desenvolviendo. Y descubre un millón de pequeñísimos mundos arremolinándose en torno del gran incendio central. Unos pocos de ellos, de tamaño algo mayor, aquí y allá, la mayor parte girando cerca del Sol, pero algunos a grandes distancias, están destinados a encontrarse, a fusionarse, a convertirse en la Tierra. Este disco giratorio, del cual se están formando nuevos mundos, es condensación de la materia dispersa en una vasta región del vacío interestelar en la galaxia llamada Vía Láctea. Los átomos y los granos 9o agrupaciones de átomos) que forman ese disco son los restos de naufragios anteriores en la evolución de las galaxias: aquí, un átomo de oxígeno originado a partir del helio en el interior de alguna gigantesca estrella roja muerta desde hace tiempo; allí, un átomo de carbono no expulsado de la atmósfera de una estrella rica en carbono, en un sector de la galaxia totalmente diferente; y ahora, un átomo de hierro liberado para la construcción del mundo por la poderosa explosión de una supernova en un pasado todavía más antiguo. Cinco mil millones de años después de los acontecimientos que estamos describiendo , esos mismos átomos pueden estar recorriendo su propio torrente sanguíneo. Nuestra historia comienza aquí, en este disco oscuro, bullente, apenas iluminado: es la historia tal como realmente se produjo, y es también una enorme cantidad de otras historias que habrían llegado a ser si las cosas se hubieran en forma apenas diferente. Es la historia de nuestro mundo y sus especies; pero es también la historia de muchos otros mundos y formas de vida que quedaron destinados a no ser. El disco se agita con muchos futuros posibles.
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En los discos de gas y de polvo que rodean a muchas estrellas vecinas creemos ver la cuna en que otros mundos, lejanos y exóticos, se están acumulando y coagulando. A través de toda nuestra galaxia, vastas e irregulares nubes interestelares, apelotonadas, oscuras como boca de lobo, se están condensando bajo su propia gravedad e incubando, así, estrellas y planetas. Sucede aproximadamente una vez por mes. En el Universo observable -que contiene unos cien mil millones de galaxias- tal vez cien sistemas solares se forman por segundo. En esa multitud de mundos muchos serán áridos y desolados; otros pueden ser fértiles y jugosos, y sobre ellos seres exquisitamente adaptados a sus diversas circunstancias están creciendo, madurando e intentando reconstruir sus comienzos. El Universo es pródigo más allá de cualquier suposición. A medida que el polvo se asienta y el disco se afina, uno puede imaginarse lo que está sucediendo: en torno al Sol gira un vasto despliegue de pequeños mundos, todos en órbitas ligeramente diferentes. Pacientemente, usted observa. Transcurren las edades. Con tantos cuerpos moviéndose tan rápidamente sólo es cuestión de tiempo para que esos mundos colisionen. Si usted mira más atentamente podrá ver los choques que se producen casi en todas partes. El Sistema Solar comienza en medio de una violencia casi inimaginable. A veces, la colisión es rápida y de frente, y una explosión devastadora aunque silenciosa sólo deja algunos restos. En otras ocasiones -cuando dos pequeños mundos giran en órbitas casi idénticas con casi las mismas velocidades -, los encuentros son suaves, como amistosos: esos cuerpos llegan a unirse, y emerge en consecuencia un mundo más grande. Así surgen los cuatro planetas gigantes: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, y allí donde el disco de gases ya se ha despejado, algunos de los mundos se ha convertido en planetas semejantes a la Tierra: otro tipo de sobrevivientes en esta ruleta rusa de la gravedad. Una zona de millones de pequeños mundos rocosos, metálicos y orgánicos -la franja de asteroides, con forma de rosquilla- sobrevive. Billones de helados y pequeños mundos -los cometas- giran lentamente alrededor del Sol en la oscuridad que reina más allá del planeta más alejado. Los cuerpos principales del Sistema Solar ya están formados. La luz del Sol se derrama a través del espacio interplanetario transparente, casi libre de polvo, caldeando e iluminando los mundos que siguen girando alrededor del centro del sistema. En tales circunstancias y hace unos 4,5 o 4,6 millones de años, nació la Tierra, un pequeño mundo de rocas y metales, tercero desde el Sol por su ubicación. Pero no debemos pensar en aquel proceso como en un plácido nacimiento a la luz del Sol a partir de catastróficos orígenes. No hubo momento en que los choques de pequeños mundos con la Tierra llegaran a cesar enteramente. Incluso hoy, los objetos del espacio siguen cayendo sobre la Tierra, o nuestro planeta los alcanza. Y la misma Tierra muestra inconfundibles cicatrices producidas por recientes colisiones con asteroides y cometas. Pero nuestra casa tiene sus recursos para rellenar o cubrir esos daños: el agua corriente, los flujos de lava, la construcción de montañas, la tectónica de placas. Los cráteres muy antiguos ya han desaparecidos. Pero la Luna no usa maquillaje. Cuando la miramos -o cuando observamos las Altas Tierras del Sur en el planeta Marte, así como las lunas de los planetas exteriores- encontramos miríadas de cráteres producidos por impactos, encimados unos sobre otros, que son el registro de las catástrofes producidas en edades pasadas. Desde que los humanos pudimos traer a la Tierra trozos de la Luna y determinar su antigüedad, es posible reconstruir la cronología de esos cráteres y vislumbrar el drama de violencia que una vez esculpió el Sistema Solar. Y no hablamos simplemente de pequeños impactos ocasionales, sino de ciclópeos, deslumbrantes, apocalípticos choques. Es muy fácil pensar que estamos aislados del cosmos: un mundo autosuficiente que sólo se ocupa de sus asuntos. Pero la materia que forma nuestro mundo se aglutinó en los cielos. Enormes cantidades de materia orgánica cayeron a la Tierra. Una vez iniciada la vida, ésta mutó y se adaptó a un ambiente cambiante, orientada en parte por la radiación y las colisiones que llagaban desde afuera. Hoy, casi toda la vida que existe sobre la Tierra consume la energía que emana del Sol.
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Por cierto que cada átomo que aquí se encuentra estuvo alguna vez allí. Nuestros antepasados, en modo alguno, hacían la misma distinción tajante que hacemos nosotros entre la Tierra y el cielo. Algunos reconocieron la conexión. Los abuelos de los dioses olímpicos -y por lo tanto los antepasados de los humanos- fueron, en los mitos de los antiguos griegos, Urano, dios del cielo, y su mujer Gea, diosa de la Tierra. Las antiguas religiones mesopotámicas tuvieron la misma idea. En el Egipto de las dinastías los géneros estaban cambiados: Nut era la diosa del cielo; Geb, el dios de la Tierra. Los dioses principales de los Konyak Nagas, en las fronteras himaláyicas de la India actual, son llamados Gawang ""Tierra-Cielo" y Zangban "Cielo-Tierra". Los mayas quichés (en lo que es ahora México y Guatemala) llamaron al Universo cahuleu: literalmente "CieloTierra". Allí es donde vivimos. De allí es donde venimos. El Cielo y la Tierra son uno.
Carl Sagan (1934-1996) Científico de la NASA Obras recomendadas: Cosmos El mundo y sus demonios. La diversidad de la ciencia. y y
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