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Cuentos de otras tierras

Índice El bubu del rey León La gallina negra Un pez en medio del bancal La verdadera justicia La falsa apariencia El pardillo Juan Matachín El K l b k

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Nuestr uestroo agradecim agrade cimiento iento a: - Nedjma: www.galeon.com/n galeon.com/ned edjma21 jma21 - Rafael Ponbo. Colombia





























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ra la époc época cua ndo lo los a nima le less h ablaban . Un día se pu so muy en ferm o el Leó León, el rey de los los a nim ales. El León convocó a todos los animales en asamblea, quería preguntarles la causa de su enfermedad y el modo de poder cur ar se. Los Los a nima les acudieron a lo loss pies del Rey. Rey. Per o la la li liebre ebre no quiso ir y se quedó en su casa. A su vecina, la hiena, le dio este mensaje para el León. - Tengo que cultivar mi campo, no tengo tiempo para desplazarme. Y además no soy médico, ni tengo tiempo para curar a viejos leones. Un a vez reu nido nidoss los los an imales, el Leó Leónn empezó em pezó a pr egunt ar a cada un o de ello ellos. s. La cabra montesa cont esta al Rey, Rey, temblan do mucho: mucho: - La causa de su enf enfermeda ermeda d es que n uestr o Rey come m ucha carne. El Caimán cuando le llega el turno, responde: - El Rey debe ir a bañarse al río y acercarse a la orilla para ofrecerle un «lakh» (pasta de harina y leche al río). El Mono dice que tiene muchos insectos y polvo en su cuello. Llegado el turno a la serpiente, ésta dice que el rey tiene la varicela. Por fin, la hiena toma la palabra y dice: - El Rey tiene u na enfermeda d, de la que n o se puede cura r. El Rey es muy viejo. El Rey, muy furioso, le contesta: - Acércat e, y verá verá s si mis uñ as y mis dient dient es son son viejo viejos.

















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El Rey mandó buscar a la liebre y le preguntó: - ¿ P or qu é n o ha s ven ido como los los dem á s, y por por qu é, le le dijist dijist e a la h iena, qu e yo era mu y viej viejoo?. Contesta la Liebre: - La H iena es t ont a. Ella n o me h a compr compr endido. Le he dicho dicho simplemente que me iba a buscar a un gran médico, para decirle que el Rey estaba enfermo. Él me enseñó a curar la enferm enferm edad qu e tenéis, ya ya que él ha cur ado a otros reyes que er an mu cho má s viej viejoos. Por Por lo que ser á m ás fáci ácill cur cur ar a un Rey tan joven como vos. Y como el médico vivía muy lejos, no he podido estar aquí a tiempo para la asamblea. La Liebre sigue explicando: - Este médic médicoo me ha cont ad o un rem edio mu y buen o y fáci fácil, l, que puede curarle enseguida. Para curarse necesita un Bubú hecho con la piel de una hiena. La Hiena lloró, gritó e hizo todo lo posible para salvarse, pero al fina fina l la la pelar on y sirvió sirvió de Bubú pa ra el Rey Rey.

...y Colorín colorado este cuento se ha a cabad o.











































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abía un a vez un gi gita ta no ric ricoo que se llama llama ba Kalo Dant . Era un gitano valiente que había pasado muchas aventuras.

Su ma dr e se enorgullecía enorgullecía m uchísimo de él, pero esta ba u n p oco preocupada porque todos los amigos de su hijo estaban ya casa do dos, s, mient mient ra s que Ka lo Dant no par ec ecía ía ten er int enc enció iónn de buscar esposa. Un buen día su ma dre le dij dijo: - Ve, Ve, co coge tu ca ballo ballo,, y busca u n a mu jer jer.. No mires la belleza ni el dinero, ya que, como es lógico, has de elegir una esposa que te haga grande. Kalo Dant preparó su caballo y, siguiendo los consejos de su madre, hizo camino. Llegó a un pueblo muy pequeño y muy pobre, habitado por gita gi ta nos que tr abajaban el cam cam po po.. Nada má s lleg llegar, ar, ató su caballo caballo del delan an te de un a casa mu y hum il ilde. de. Miró por la ventana y observó una joven y bella gitana. Kalo Dant al instant e se enamoró enamo ró.. Cuando entró a la casa, la joven ya no estaba. Sólo una gallina















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Kalo Dan t les explic explicó que venía de u n lar go viaje y lo los dos viejo viejos, a pesar de no conocerlo, le ofrecieron quedarse a cenar y a dormir. Cua ndo acaba acaba ron la co comida , Kalo pr egunt ó quién era la persona que coc cocinaba ta n bie bien. n. Los Los dos an cian os gua rda ron silencio silencio. Dant repitió la pregunta, pero los gitanos tampoco contestaron. Fina lmente, la la an ciana gi gita ta na dij dijoo: - Es u n h ec echo ho inexpli inexpliccable. Desde ha ce un as sem an as , cua ndo lleg ll egam am os a casa , la la comida comida está hec hecha ha y la la m esa pr epara da. - Eso no es ciert o, co cont est ó Kalo, Kalo, yo h e visto u n a bell bellaa jo joven ven preparando la cena. ¿Por qué quieren esconderla? - No queremos engañarle. Usted debe haber soñado. Aquí no vive nadie más que nosotros... y esta gallina negra que también desde hace semanas aparece por el corral. Kalo Dant estaba seguro de lo que había visto. Por eso, cuando los viejos se acostaron, él no paraba de cavilar. Cuando en el reloj sonaron las doce campanadas, sintió un sonido. Miró por la pu ert a ent rea bie biert rt a y vio vio có cómo, en el comedor, comedor, la gallina gallina negra s e co co n v e r t í a e n la l a j ov ov e n y b e ll l l a gi gi t a n a . É s t a a r r e g l ó l a habitación, limpió la mesa donde habían cenado y preparó el desayuno.

















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que había visto. Cuando llegó a casa, su madre le preguntó: - ¿ Dónde está tu futura esposa? - De momento sólo traigo esta gallina. - ¿ Una gall gallina?, ina?, ex excclamó malhu morada su ma dre. Kalo Dant no hizo caso de su madre, subió a su habitación y esperó pacientemente las doce de la noche. Cuando tocaron las doce campanadas, nuevamente la gallina negra se transformó en la bella gitana. - ¿ Quién eres?, preguntó Kalo. - Déjame, tú no puedes hacer nada. Un brujo me ha transformado en gallina porque renuncié a ser su esposa. - No te dejaré, tu serás mi esposa. - Eso no puede ser. Sólo hay una manera de deshacer el encantamiento, y no creo que ningún hombre se pueda atrever a hacer tal cosa. - Dime qué cosa es. Yo lo haré.















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El capellán, al saber las intenciones del joven, dijo que necesitaba tres días para anunciar el casamiento. En esos tres días, la noticia iba de boca en boca. Nadie se lo podía creer. Todos los que escuchaban a Kalo Dant rompían a reír y a burlarse de él. Su ma dre n o salía salía de casa casa y no hacía hacía sino ll lloora r de vergüenza. vergüenza. - Hijo mío, ¿es verdad que vas a casarte con una gallina? - Sí, madre, es verdad. - Hijo Hijo mío, mío, yo sé qu e n o está s loc loco, per o la la gent e n o lo lo sabe y se reirá de ti. ¿De verdad irás al altar?. - Sí, ma dre, he da do mi palabr a. La pobre madre de Kalo lloraba y se lamentaba todo el día, y sentía u n gra n pa dec decimi imiento ento de ve verr a t odo el mu ndo reírse de su hijo.















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La gente, de pronto, estalló en u na gran car cajada. El capellán, enojado, pidió silencio. En aquel momento, todo el mu ndo se quedó quedó boquiabiert boquiabiert o. La pequ eña gall gallina ina n egra se h abía convertido en una preciosa y bella joven. Todos los gitanos y gitanas chillaron de alegría y júbilo. El gallinero gallinero se tr as form ó en u na gra n carr oza donde donde los los novio novioss hacían su primer paseo. Fueron a la casa de Kalo y ante la venta ve nta na, llama llama ro ronn a la m adre de éste. Cuando por la ventana vio la espléndida carroza y a la bella y joven esposa, empezó a llorar de gozo. En poco tiempo, celebraron una gran fiesta donde acudieron gitanos de todo el mundo. Kalo Dant y su esposa esposa m ar cha ron de viaje viaje y saluda saluda ron:





























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icen que era un matrimonio del campo, que vivía en un pueblo pequeño pequeño,, mita mita d de hu ert a, mitad m ar inero inero,, jun jun to a Ali liccan te. Se llama llama ban Pepe y Vic Vicenta enta . Era n u na par ej ejaa m uy bien bien a ve venida. nida. Llevaban una vida bastante buena, los dos trabajaban y como no tenían hijos y poseían buenas tierras, ganaban dinero suficiente para vivir bien, sin excesos pero también sin privaciones. Pepe era un buen hombre, tranquilo y pacífico. Pero tenía un grave defecto: consideraba a las mujeres un poco tontas y las menospreciaba. menosprec iaba. Él pensa pensa ba que las m ujeres no serví servían an par a otra cosa que estar en casa y hacer los trabajos domésticos. Vic icent ent a t enía qu e escucha escucha r a su m ar ido mu cha s expresiones expresiones como: como: «las mujeres no tienen cerebro, son todas unas descerebradas, ...» A vicenta, lo que más le molestaba de todo era aquello que su marido repetía todas las mañanas:

















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Vicenta, toda maliciosa, hacía la cama, limpiaba pero no podía quitar se de la cabeza cabeza la la m an ía que tenía su m ar ido a las mu jeres. ¡Muy bien, bien, ah ora te voy voy a h ace acerr un a buena , y te a corda rá s de las mujeres...! Y pen sa do y hecho. Al día siguient e Vic Vicent ent a se s e leva leva n tó mu y pront o, y como vivía en un pueblo marinero, fue al mercado y compró un pescado enorme, que al menos pesaba tres o cuatro kilos. Vic icenta enta sabía que su ma rido Pepe todavía todavía no se había levan levan ta do de la cam a. Corr Corr iendo iendo,, co corr iendo iendo,, fue fue al camp o donde donde tr aba jaba su marido y escondió el pez bajo la tierra que su marido tenía















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Volvió corriendo a casa, buscó a su mujer y le dijo: - ¡Mira Vic icen enta ta mir a lo que h e encont encont r ad o!. Un p ez bien bien fresco fr esco.. - ¡Qué pescado más precioso y más grande!, dijo Vicenta poniendo po niendo car car a de qu e no sabía nad n ada. a. ¿Dó ¿Dónde nde lo ha s encont encont ra do do?? - En el bancal. - ¿Có ¿Cómo mo en el ban cal? al?,, se ma ra vi vill llaba aba y extr extr añ aba Vic icent ent a. - Chica sí. Nada más pegar el primer golpe de la azada, allí me lo he encontrado. - Escucha, Escucha, déjam déjam el eloo aqu í, que t e lo ha ré a sado par a cena r y te chuparás los dedos, ya verás.... Aquella mañana Pepe acabó muy alegre el trabajo porque















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Y Vic icent ent a comen zó a ll lloora r y a enco encomen men da rs e a todo todoss los los sa nt os. - Mira, Vicenta, no vengas mareando. Tú trae el pescado que he traído esta mañana. En ese momento, cuando la gresca era más grande, entró una vecina que les vio discutir; el hombre desesperado y la mujer llorando. - Pero chica, Vicenta, qué os pasa, preguntó la vecina. - Calla mujer, respondió Vicenta llorando, que mi marido se ha vuelto loco. Dice que se ha encontrado un pez en el bancal banc al y me lo lo ha tra ído a casa esta ma ña na.















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- ¡ Todo el mundo fuera! Os he dicho que me he encontrado un pescado y me lo he encontrado...! Los vecino Los vecinos, s, que h abían vi vist st o que que Pepe cogí gíaa su gar rote, salieron deprisa, espantados. Pepe pegó un portazo y cerró el pestillo. Vicenta, muy suave, le dijo: - Acuéstate un poco, acuéstate y descansa. Pero el pobre hombre, Pepe era muy cabezota, no paraba de repet ir qu e si pescad pescad o, pescado, pescado, pescado. pescado. A última hora , ya ya má s calmado, se sentó a la mesa y exclamó como si le saliera del































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ubo un a vez un calif alifaa en Ba gdad que desea ba sobre todas todas las cosas ser un soberano justo.

Indagó entre los cortesanos y sus súbditos y todos aseguraron que n o exi existía stía calif alifaa má s just o que que él.















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los malos, con los injustos es justo, y con los buenos aún más bondadoso -replicó el otro Visir. Oyendo ésto el Califa de Ranchipur, ordenó a su cochero apartarse humildemente, porque el de Bagdad era más digno











































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n día, por encargo de su abuelita, Adela fue al bosque en busca de setas para la comida. Encontró unas muy bellas, grandes y de hermosos colores y llenó con ellas su cestito.































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