DE LA TIERRA AL CIELO
DE LA TIERRA AL CIELO
Autor: Jose Luis Barturen Corrección: Isabel Esteban Colaborador: Juan Oliver Diseño y maquetación: Ricardo Herrero Imprime: Yarga Correo electrónico:
[email protected] Año: Junio 2011
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1 – LA NOTICIA Lima (Efe).- Cinco miembros del Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias han establecido contacto con un Ovni procedente de Ganímedes, el mayor de los satélites naturales de Júpiter, reveló ayer a Efe el presidente de dicha Institución, Carlos Paz García. Los integrantes del IPRI partieron el lunes de la semana pasada hacia Marcahuasi, altiplanicie situada a unos 90 Km de Lima y a una altura de 4.200 metros, permaneciendo allí hasta el jueves 22 de Agosto, trayendo importante material de grabación y fotografías, aseguró Paz García. Material que está siendo analizado actualmente por miembros del IPRI. Paz García señaló que el grupo indicado viene estando en contacto con los extraterrestres desde hace ocho meses.” Esta noticia aparecía en la última página del periódico La Gaceta del Norte de Bilbao el 23 de Agosto de 1974 firmada por Enrique Valls.
Cuando la leí, supe con absoluta certeza, que aquello era lo que yo estaba esperando desde hacía mucho tiempo para continuar con mi “estancada” búsqueda espiritual. Pero vayamos por partes. Me llamo Jose Luis Barturen y por sugerencia de mi buen amigo Juan José Benítez, voy a intentar relatar las experiencias vividas en relación con esta búsqueda, de forma cronológica, rigurosa y amena. Nací en el céntrico barrio de Indauchu en Bilbao en Marzo de 1946. Mi padre trabajaba en Seguros Aurora (ahora Seguros Axa) y mi madre se dedicaba a las faenas de la casa. Fui el tercero de los hijos de Pedro y Felisa. Mi hermano Pedro María me llevaba once años y mi hermana Begoña, nueve. A los siete años comencé mis estudios de bachillerato en el Colegio de los Padres Jesuítas, que justamente estaba ubicado en la acera de enfrente de mi casa. Debo decir que hasta que llegué al curso de Preuniversitario, mi paso por el colegio fue normal, dedicándome a todo menos a estudiar. Sobre todo a jugar al fútbol que no se me daba nada mal. Precisamente en el verano después de sexto de Bachiller, fiché por el equipo de fútbol juvenil del Club Indauchu, que por aquélla época militaba en segunda división del fútbol nacional. Así que mi último curso en el colegio fue el más importante para mí, llegando a ser el Capitán del equipo de fútbol del colegio, que siendo el de los Jesuítas, era todo un “farde” en aquellas edades del “pavo” y las primeras novias. Hasta aquí lo humano y normal. Tengo que decir que en el transcurso de mis estudios y tal vez“ ayudado” por el tipo de educación tanto en el cole como en casa, se despertó en mí un gran afán espiritual y una especie de relación muy íntima con el Hijo del Jefe(así le llamo en mi intimidad), o sea,
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Jesús de Nazaret para los demás. Esto me llevó a querer ingresar en la Orden de los Jesuítas. Para poder integrarme en dicha Orden debía pasar un “examen” realizado por el Maestro de Novicios que venía todos los años desde Roma para evaluar a aquellos que deseaban dicho propósito. Y llegó el Padre Legórburu con el que mantuve la siguiente conversación: - ¿Jose Luis, en qué radica tu interés por ser jesuita?. - Mire padre, creo sinceramente que tengo vocación sacerdotal. Me gustaría entregarme a Dios y al mundo dentro de esta orden religiosa. - He estudiado tu expediente sobre los estudios que has realizado del bachiller y solamente encuentro una pega. - ¿Qué problema?. ¿Cual es?. - Una de las características más importantes por las que nos distinguimos de las demás órdenes religiosas, es la de que estamos intelectualmente muy bien preparados. En otras palabras: para ser un buen jesuita hay que estudiar al menos un par de carreras además de las específicas de un buen sacerdote, como son la de Filosofía y Teología. - ¿Y …? - Que para eso no solo se necesita ser inteligente, sino muy constante. Y ahí radica tu problema. Hemos observado que eres inteligente, pero que estudias exclusivamente al final de cada curso. No eres constante en tus estudios. - ¡Pero si con eso me basta!. - No importa. Hay que entregarse y prepararse todos los días del año. - Entonces, ¿qué hago ahora?. - No te preocupes, hemos buscado una solución. - Dígame. - Vas a ir a la Universidad de Deusto a estudiar el primer año de Derecho de forma gratuita. Si al final del curso nos presentas unas buenas notas, en Octubre del año que viene, volvemos a charlar sobre este asunto. ¿Qué te parece?. - Pues francamente me fastidia bastante, pero si no hay otra solución ... - No. No la hay. Salí muy disgustado de la entrevista, sobre todo porque a otros diez compañeros de curso les admitieron sin problema alguno. En mi casa, que por supuesto estaban deseosos de tener un hijo jesuita, la idea les pareció de perlas. Ellos no tenían que gastar prácticamente nada y yo seguía en la lista para llegar a ser un excelente sacerdote. Así que pasado el verano me incorporé a unas clases muy diferentes a las del colegio. Mientras en el cole éramos cuarenta en clase, en la universidad estábamos unos doscientos y sin libros de texto. Había que oir al catedrático de la asignatura correspondiente durante una hora, coger apuntes a vuelo de pluma y a correr. A mi me resultó agobiante e inútil. No tenía para mí ningún sentido. ¡Yo quería ser jesuita y, supuestamente, estar más cerca de conocer las respuestas a mis interrogantes¡. Ignorante de mi. Ni que decir tiene que ni atendía a los profesores ni estudiaba todo lo que debía. Como por las tardes tenía libre, me integré en una Congregación que los mismos jesuitas tenían en Bilbao para seglares y donde, entre otras muchas cosas, podía dedicarme los domingos a dar catequesis y a colaborar en grupo a “solucionar” problemas en barrios marginados de Bilbao, ir a hospitales para hacer reir un poco a los enfermos,...etc., etc.,... Por supuesto que seguía también dedicándome a jugar al fútbol que era mi deporte favorito. También entré a formar parte de una cuadrilla de chicos y chicas con los que disfrutaba de los famosos “guateques” de la época. Y pasó el año. Volvió mi “amigo” el maestro de novicios y como no había aprobado más que dos asignaturas, me dijo que” verdes las habían segado”. Pero yo era muy terco y seguía con mi idea. Ante mi insistencia por entrar en el noviciado, me prolongó un año más mis estudios en la Universidad. Ni que decir tiene que el resultado fue prácticamente el mismo. Y, al final, tuve que desistir aparentemente. Me
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despedí del bueno del P. Legórburu y a continuación seguí con mi búsqueda. Como cosa divertida y causal, quiero decir, antes de que se me olvide, que el jesuita Maestro de Novicios que no me dejó entrar en el Noviciado de Villagarcía en Valladolid, acabó con los años viviendo en un piso que tenían los jesuitas en Bilbao, ejerciendo de psiquiatra y psicólogo (que era la carrera que había estudiado amén de Filosofía y Teología como buen sacerdote) y manteniendo conmigo numerosas reuniones en relación con el tema Ovni, extraterrestres y su posible relación con el Hijo del Jefe. Creía fírmemente en la vida extraterrestre y buscaba, como yo, su posible conexión con los ángeles, el Hijo del Jefe, etc., etc., Esta sería una de las cientos y cientos de sincronicidades o causalidades en las que me vería envuelto a lo largo de mis investigaciones. Por cierto que el bueno de Agustín Legórburu se fue a la Luz hace aproximadamente un año, proscrito por la Compañía de Jesús (que paradoja) por sus ideas “avanzadas”. Ahora gozará de buena salud espiritual y estará recibiendo las bondades del “cielo” por lo majo que fue. Pero sigamos con la historia. Después de mis frustrados intentos por llegar a ser jesuita, me dediqué a buscar otras posibles alternativas en el mismo sentido. Descubrí que los Padres Escolapios eran los que más se parecían a lo que yo añoraba. Y ni corto ni perezoso, me planté un buen día en el colegio que regentaban en Bilbao. Pregunté por el padre espiritual del centro y a los pocos minutos aparecía ante mí un navarro de casi dos metros de altura, muy moreno y de unos cuarenta años aproximadamente. - ¡Hola, soy el padre Ciaurriz y me han dicho que pregunta por mí!. ¿En qué puedo ayudarle…? En pocos minutos le resumí “mi vida”. Y ante mi asombro, me confesó que precisamente estaban esperando una persona de mis características que necesitaban para su noviciado de Orendain en Guipuzcoa, donde hacía falta una especie de relanzamiento porque se estaban quedando sin novicios. Me explicó que el noviciado estaba en un pueblo de montaña cerca del monte Txindoki y ”perdido de Dios”. Y que si estaba dispuesto, podría partir hacia allí en una semana. Yo aluciné en colores y sin pensarlo dos veces le dije que sí, que me iba. Pobrecito de mí, en qué aventura me metí. Ahora contaré mi experiencia, pero no pintaba mal en principio. Naturaleza, monte, aislamiento para poder meditar y posibilidades, según me comentó, de que tras un período de aprendizaje de un año, traslado a Roma para estudiar Filosofía y Teología y posibilidades de “ascender” hacia un puesto en el Vaticano donde andaban un poco escasos de “poder”. Total, que el quince de Octubre, sobre las diez y media de la mañana, mi cuñado Koldo me vino a buscar con su seiscientos azul y emprendimos el viaje por la carretera de la costa hacia Orendain. Koldo conducía en silencio, pero yo no paraba de hablar fruto de mis nervios. Hacia la mitad del camino, de pronto, mi cuñado frenó el coche en seco y por poco salgo por el parabrisas. Una enorme roca se había desprendido de la montaña y había caído unos metros delante de nuestro coche impidiéndonos seguir adelante. El susto fue mayúsculo. Nos libramos de una muerte segura por la pericia del chófer y por...”los primos“ de los que más adelante hablaremos. En un pueblito cercano al Noviciado comimos nuestras buenas chuletas regadas por un vino de primera y me tomé lo que yo creía iba a ser mi última copa y mis últimos cigarrillos. Cinco sacerdotes Escolapios nos estaban esperando. Un rector, el mandamás, de Bilbao por cierto y gran aficionado al Atletic, el vicerector, el ecónomo (el que llevaba las cuentas), el maestro de novicios y el dedicado a los que ellos llamaban postulantes. Tras los saludos de rigor muy emocionantes para todos, nos enseñaron las instalaciones y mi cuñado observó que estaban acabando de construir un frontón cubierto. Cuando iba a concluir mi “internamiento”, mi cuñado se llevó a un apartado al Rector y le dijo: - Padre, ese frontón se va a caer. - ¿Usted cree?. Lo dijo, que yo lo llegué a oir, en tono guasón. - Sí, Padre. Mire los cimientos y vea las columnas. Bueno, supongo que usted no entenderá de esto, pero yo le aseguro que este frontón no tardará mucho en irse abajo. - No se preocupe usted, no pasará nada. Y sin más, nos despedimos.
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Mi cuñado emprendió su viaje de vuelta a Bilbao y allí me quedé yo, llorando amargamente. Era muy fuerte la situación. Ni siquiera hoy, al cabo de los años, que van por los cuarenta y tantos, sé muy bien como conseguí quedarme allí. Pero la cosa es que así fue y así lo tengo que contar, porque tiene su importancia en todo lo que vendría a continuación en relación con mi búsqueda espiritual. En el tercer piso del enorme edificio vivían los novicios. El primer piso estaba dedicado a cocina, comedor y capilla. En el segundo convivían los postulantes (chavales de doce años aproximadamente) y luego había un campo de fútbol, otro de baloncesto y unas enormes huertas de las que se ocupaba todo el mundo en los ratos libres. Nuestra “habitación” era una gran sala con un techo común y una especie de cuartitos cerrados por una cortina. Me vi en una situación muy extraña, pero aparentemente muy acogedora. Recuerdo que estuve llorando durante muchos días sin entender mucho de que iba aquello. No estaba acostumbrado a una situación tan rara para mi. Tenía mi mesa, una silla, un armario pequeño para mis ropas y una camita enana para dormir. Debo decir que los novicios (que tenían unos quince añitos), dedicaban casi todo el día a estudiar quinto de bachiller, a rezar, jugar y trabajar en la huerta. Yo, que ya tenía mis añitos y mi experiencia (poca, pero a años luz de aquellos pobres críos), me sentí absolutamente fuera de lugar. Aquellos chavales habían sido “reclutados” en los pueblos y caseríos cercanos y nada tenían que ver con lo que yo buscaba. Era un mundo absolutamente subrrealista para mí. No obstante, intenté con todas mis fuerzas y con toda mi alma, integrarme en aquella extraña comunidad. Todos los novicios vestían con la correspondiente sotana, pero conmigo hicieron una excepción y me dejaban vestir normalmente con camisa, pantalones y chaqueta. Y debo decir en honor a la verdad, que me dieron muchos más privilegios que sería un poco coñazo, supongo, enumerar ahora. El más importante era el de no tener que asistir a las clases de quinto de bachiller y trabajar en la huerta. Lo que me otorgaba mucho tiempo libre que lo dedicaba a leer y a “charlar” en la iglesia con el Hijo del Jefe. No hay que olvidar que mis “privilegios” estaban destinados a prepararme para que me sintiera lo suficientemente cómodo, para “lanzarme” a Roma y al Vaticano. Parece un chiste visto en la distancia, pero era lo que ellos tenían programado para mí. Ni que decir tiene que allí no conocían la televisión y el periódico que llegaba por las mañanas, solo lo podían leer los cinco sacerdotes que habitaban la casa. A medida que pasaron los días y dado mi conocido carácter extrovertido, fui haciéndome con la situación. Caía muy bien a todos y me dedicaba a organizar campeonatos de fútbol, baloncesto, juegos de mesa y hasta les hacía juegos de magia. Y durante unos meses todo fue aparentemente bien. Tanto mis padres como mi hermana y mi cuñado me venían visitar a menudo y hasta me traían jamón de jabugo (la verdad es que no se comía muy bien) que me alegraba la vida. La situación comenzó a mosquearme una noche en que el P. Maestro de Novicios, se acercó a mi celda y a través de la cortinilla que nos daba intimidad, me preguntó. - Hermano José Luis, ¿duerme usted?. Un tanto sorprendido ya que estaba rezando mis oraciones, respondí. - No Padre, estaba rezando. - ¿Sería tan amable de acercarse por mi cuarto cuando acabe?. - Faltaría más. En unos momentos estoy con usted. Y dicho y hecho me acerqué a su habitación, toqué a la puerta y accedí dentro. - Perdone que le moleste a estas horas pero me gustaría hablar con usted. Verá, aquí, además de carecer de muchas cosas, vivimos muy aislados del mundo. Usted ha llegado con savia nueva y fresca y yo creo que nos ha venido muy bien a todos. Por eso quisiera hacerle algunas preguntas. - Usted dirá, Padre. - Ha llegado a mis oídos que anda usted comentando con los demás novicios las experiencias que ha vivido en la Universidad, lo de su cuadrilla de chicos y chicas y sus bailes,... y creo que no les conviene que sea usted tan claro. - Pero, Padre, que me está usted diciendo ....
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- Que para esas enseñanzas estamos nosotros y los manuales de educación que poseemos. Yo no salía de mi asombro y mucho se me debió de notar, porque el bueno del sacerdote me dijo a continuación: - Tal vez esté equivocado, perdóneme, creo que la situación es tan nueva que ignoro cómo llevar este asunto. - Pues muy fácil, hombre, déjeme hacer a mi parte de ese trabajo, a fin de cuentas solo les voy a hablar de la vida misma, de lo que se van a encontrar cuando salgan de aquí. - Voy a confiar en usted, pero tenga cuidado por favor. Y ya que estamos hablando con tanta claridad voy a preguntarle una cosa. - Adelante. - ¿Los jóvenes en Bilbao, pecan mucho? - Pues,.... - Me refiero al sexo, claro. - No, Padre. Yo creo que para empezar, la palabra pecado habría que hacerla desaparecer. Y yo diría que falta educación sexual en la gente. Tanto en padres como en hijos. Pero creo que es un tema apasionante y se está haciendo muy tarde. Si le parece, mañana seguimos. - Tiene razón. Vaya a descansar. - Hasta mañana Padre.
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2 – EL LEGUAJE DE LOS PRIMOS
Tal vez sea el momento de explicar lo que yo entiendo por “búsqueda espiritual”. Es la búsqueda de las respuestas a las preguntas que el hombre de todos los tiempos se ha hecho: ¿Quién soy?. ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?. ¿Quien es Dios?. ¿Hay vida en otros planetas?. ¿Hay vida después de la muerte?. ¿Qué pinto aquí?. etc., etc.,... Puede que para otros la “búsqueda espiritual” sea otra cosa. No importa, lo importante es que yo haya podido explicarme mínimamente para poder seguir con mi historia. Como se puede comprender fácilmente, después de aquella primera conversación con el Maestro de Novicios (a la que siguieron unas cuantas más), comencé a darme cuenta de que me había equivocado de camino. Ni en aquel noviciado, ni en Roma, la Iglesia Católica, jamás me iba a dar las respuestas que yo añoraba. Por lo tanto, debía dar marcha atrás y por mucho que me doliera a mí, a mi familia y a los mismos padres Escolapios, tenía que volver a Bilbao. Lo causal del asunto es que todo se puso para mí mucho más claro, porque al llegar la primavera, me salíó una fístula anal y debía operarme rápidamente. Así que tras las consultas, llamadas y comentarios correspondientes, un buen día vino nuevamente mi cuñado Koldo y después de una despedida llena de lágrimas por todas partes, tomamos la carretera que nos debía ayudar a llegar a Bilbao. Desde hace muchos años, Juanjo, Javi Sierra, otros cuantos y yo, llamamos “primos” a los seres que nos ayudan y se comunican con nosotros de diversas formas y maneras. Esos seres pueden ser, o bien extraterrestres que trabajan desde sus naves interestelares, o bien guías espirituales que no necesitan vehículo alguno. He escrito bien y considero que al día de hoy, no estoy loco de encerrar. Un poco sí, pero no soy peligroso.Vamos, que son los mismos o los descendientes de los que en la antigüedad eran llamados “dioses” que con sus carros de fuego o “nubes” misteriosas campaban a sus anchas por nuestro planeta (Yave, Enki...). ¿Y cómo nos ayudan o se comunican?. Desde luego a mí no me consta que habitualmente llamen al timbre de tu casa y entren a tomarse una buena copa de vino (que más quisiera yo). O que se hayan materializado resplandecientes de luz en el salón de nuestras casas. (Aunque algún caso rarito debe haber por ahí). Tienen varias formas de hacerlo por psicografía o escritura automática que es lo mismo, por telepatía, a través de los sueños, mediante abducciones para charlar contigo dentro de su nave, pero a mí la forma que más me alucina y a la que estoy más acostumbrado, que mis años de aprendizaje me ha costado, es través de “señales” en forma de causalidades, sincronicidades y cosas por el estilo. Ahora, para captar la señal debes estar entrenado y vivir con las “antenas sacadas”. Y ya que estaba comentando mis aventuras y desventuras “religiosas”, aprovecho para exponeros un ejemplo de lo más clarito. Yo quiero caminar por los senderos de la Iglesia Católica en forma de sacerdote. Primera señal que yo no entendí: los jesuitas por dos años consecutivos no me dejan entrar en su orden. Yo, terco de mí, emprendo el viaje hacia Orendain y por poco nos mata una enorme roca que se desprende del monte. Segunda señal. A los dos días de mi estancia en el noviciado, se derrumba el frontón (menos mal que no me pilló debajo). Tercera señal. Y por si todavía no me había dado cuenta de que me tenía que marchar de allí, porque aquel no era mi camino en la vida, me sale la fístula anal y ya me “entero definitivamente”. Es verdad que yo todavía estaba en pañales en esto del “contactismo”. Je, je. ...Explicado esto, debo volver un poco la vista hacia mi nueva vida terrena. Así que seguimos adelante.
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Una vez pasada la recuperación de la operación, se planteó mi futuro. Por aquellos años no era difícil encontrar un trabajo y menos si contabas con algún tipo de “enchufe”. Mi padre y mi hermano Pedro Mari trabajaban en Seguros Aurora (hoy día Seguros Axa). Además mi tíoPaco, hermano de mi padre, también era un jefe importante en dicha empresa. Así que el día 1 de Julio de1965, comencé a trabajar en la Sección de Siniestros de Automóviles del ramo de Accidentes de la mencionada compañía de Seguros. El horario era estupendo porque entrabas a las ocho de la mañana y salías a las tres de la tarde, con lo que tenías casi medio día libre para dedicarlo a lo que quisieras. Y el sueldo no era nada malo tampoco. Allí conocí a un tal Joaquín Lanzagorta con el que tuve que trabajar codo con codo y que además también había estudiado el bachiller en el colegio de los jesuitas, solo que unos cursos detrás de mí y por eso no lo conocía. Lo menciono porque también me lo puso “alguien” en el camino y que sin casi quererlo me ayudó a seguir con mi búsqueda. Me habló ni más ni menos que del “Retorno de los Brujos”. Por aquel entonces era una especie como de biblia de lo esotérico. Y claro que me ayudó. Fue mi libro de cabecera durante mucho tiempo. Los “viejos roqueros” sabrán muy bien de qué hablo. Paralelamente, también oí hablar de un EL AUTOR Y SUS PADRES EN EL NOVICIADO Paleontólogo jesuita (como no), que había escrito varios libros entre los que se encontraban El Medio Divino y el Fenómeno Humano. Descubrió en aquella época el “homo pekinensis”. Se trataba nada menos que de Theilard de Chardine. Este brillante científico fue el que comenzó a hablar del Cristo Omega y cosas por el estilo que con el tiempo iban a “abrir” la mente al espacio infinito a muchas personas como yo. Como tenía toda la tarde libre, me animé y me matriculé en la Facultad de Ciencias de Sarriko, para estudiar la carrera de Ciencias Económicas. Todavía seguía siendo católico, por lo que a las tardes frecuentaba la iglesia de mi calle, la Parroquia del Corpus Christi, asistiendo a Misa y “charlando” con mi querido Hijo del Jefe. En este ámbito conocí a los sacerdotes de la parroquia y a diferentes chicos y chicas que se juntaban para compartir sus problemas, alegrías, etc., etc.,... Surgió enseguida la necesidad de buscar un local donde poder reunirse. El bueno de D.Félix (un buen sacerdote y mejor persona) nos indicó que en el último piso de la iglesia había unos locales a los que no se les daba utilidad alguna. Y con el consiguiente permiso del Sr.Obispo, fundamos el Club Danon Txako, que en castellano creo que significa algo así como “ todos amigos”. El día 20 de Septiembre de 1965 tuvimos nuestra primera Junta Extraordinaria, donde aprobamos los estatutos por los que nos íbamos a regir. De lo que se trataba era de crear un ambiente cristiano en un local de esparcimiento. Se crearon varios grupos musicales, un coro, un equipo de fútbol, teníamos bar, biblioteca, juegos de mesa, se daban conferencias, se hacía teatro... Yo estaba en mi salsa. Me gustaban los deportes, cantar, jugar a cualquier cosa, charlar y estar con chicas. Fueron unos años muy bonitos y los recuerdo con mucho cariño. Allí conocí, al poco tiempo, a una chica que se llamaba Mari Carmen G. y nos hicimos novios. Fue toda una experiencia. Mi primera novia, mi primer beso, mi primer agarrar de la mano a un moza y mi primer “amor”• terrenal, que dicen los expertos que es el mejor y más auténtico. Probablemente tengan razón. En su casa no cayó muy bien el tema, pues aunque yo trabajaba y estudiaba, su padre era unos de los grandes “capos” de lo que entonces se llamaba “Caja de Ahorros Vizcaína”. Nosotros seguimos adelante y llegó el primer verano. Su familia veraneaba en un bellísimo pueblo de la costa que se llama Mundaca. Los fines de semana yo cogía un autobús que me llevaba hasta el pueblo, dormía en una pensión y me
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pasaba todo el rato con ella. Aprendí a nadar, a “pescar” mejillones que los había por cientos en las rocas que rodean la iglesia del pueblo, quisquilla o camarón como lo llaman en el resto de España, y fui enormemente feliz. Al comienzo del otoño, Mari Carmen entró a trabajar en la empresa donde su padre trabajaba, la citada Caja de Ahorros. Al cabo de unos tres meses aproximadamente, yo comencé a notar algo extraño en su comportamiento. Se mostraba más esquiva, llegaba tarde a las citas o las cancelaba sin motivos aparentemente serios, hasta que un día me llegó la noticia: - Jose Luis, tengo que hablar contigo muy en serio. Me dijo un día Carmen. - Tu dirás. - Tengo que ser sincera contigo. Me he enamorado de otro hombre - ¡¡¡Qué!!! - Lo que oyes. Trabaja conmigo en la oficina. Ya no te quiero y tenemos que dejar de salir juntos. - Ya me parecía a mí que te pasaba algo, pero,no esperaba esto. Aquella noche llegué a casa de mis padres totalmente destrozado. Mi madre intentó consolarme como pudo, pero fue inútil. No recuerdo haber llorado tanto en mi vida. Debo decir que desde hace varios años me suelo encontrar con ella en la playa que los dos frecuentamos en Guecho (Arrigúnaga) y solemos recordar cosas y contarnos como dos buenos amigos, temas actuales de nuestras vidas. Se acabó casando con aquel chico, que creo recordar se llamaba como yo, tuvo tres hijos y varios nietos y hoy día está divorciada. También debo señalar que mis relaciones laborales con mi tío Paco, mi jefe directo, iban de mal en peor. Era una empresa de tipo familiar, sin comité de empresa, ni sindicatos (era la época de Franco hay que recordar) y yo no estaba dispuesto a tragar ciertas cosas que se hacían y que me parecían muy injustas. Basta que yo era su sobrino, él entendía que no debía inmiscuirme en ciertas cosas. Por otra parte, todos los compañeros me apoyaban y se extrañaban precisamente de que fuera yo quien se opusiera a situaciones injustas. Se conoce que yo debía ser el “pelota” de mi tío. Y para nada, todo lo contrario. Además, aunque mi hermano seguía en la empresa pero en Madrid, también estaba mi padre por los alrededores. Yo seguía frecuentando el Club y divirtiéndome como antes de la experiencia con Carmen, hasta que conocí a otra chica que se llamaba Maite. Me gustaba. Le invité a salir un día. Luego me enteré de que al que iba a ser su cuñado, un tal Jose Mari, yo no le caía nada bien e intentó alejarle de mí y enrrollarle con un amigo mío del colegio al que también le iba la chica. Consiguió su propósito, Maite se acabó casando con Junra, que así se llamaba mi amigo, tuvieron un par de hijos y de pronto él se volvió loco, mató con un hacha a Maite, a uno de los hijos y luego intentó suicidarse. Acabó en la cárcel, nunca he vuelto a saber de él y jamás he “entendido” el asunto. Seguro que los primos sabrán los motivos de todo. Aparentemente una desgracia y una enorme pena. Al tal Jose Mari le veo muchas veces por Bilbao y nos saludamos como si jamás hubiese sucedido nada. Pero había que continuar viviendo. Un buen día apareció por el Club una chica nueva. Alta, relativamente guapa, enigmática, con pelo largo muy moreno y con un violín dentro de su funda y sujeto por su mano derecha. Cuando me la presentaron me gustó y como comenzó a frecuentar el lugar con bastante asiduidad, un día le pedí permiso para acompañarle a su casa cuando se fuera. Y así, poco a poco nos hicimos amigos y en un largo fin de semana en un “camping” cerca de la playa, acabé declarándole mi amor. Yo suponía que era verdad aquello de que a la “tercera va la vencida”. Craso error como ya iremos viendo a continuación. Con el tiempo fuimos dejando de ir al Club, comenzamos a tener nuevos amigos y nuestra vida cambio bastante. Como una de las cosas que no teníamos muy claras, ni nosotros dos, ni otra pareja que salía con nosotros que se llamaban Blanca y Javi, era el asunto de nuestra pertenencia a la Iglesia Católica, buscamos ayuda y conocimos al que por entonces era el padre espiritual del Colegio Mayor de la Universidad de Deusto, Ander Gómez Araolaza. Era un teólogo recién llegado de Roma. Accedió
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gustoso a ayudarnos y durante prácticamente un año, estuvimos reuniéndonos los fines de semana para “estudiar” a fondo, tanto la religión católica, como las demás que tienen peso en el planeta. El resultado fue, que al cabo de ese año y pese a que a mí me costó alguna lágrima que otra, decidimos dejar de practicar cualquier tipo de rito religioso y seguir nuestra búsqueda por otros lares.
EL AUTOR EN SEGUROS AURORA
No he dicho aún, que mi nueva novia se llamaba Raquel y que trabajaba en el entonces Banco de Bilbao. Como las cosas en mi trabajo iban de mal en peor y causalmente estaban convocadas unas oposiciones para entrar en dicho Banco para un par de meses después, me preparé y me presenté a los exámenes que se celebraron en unas aulas de la Universidad de Deusto. Nos presentamos mil personas y yo saqué el número décimo quinto que no está nada mal. Me llamaron para pasar un reconocimiento médico, como los deportistas y al de unos días me comunicaron que el día 18 de Marzo de 1971 debía presentarme a las ocho de la mañana en el Departamento de Personal en Gran Vía num. 12. Yo lo había contado en mi casa, pero nada había dicho en mi trabajo, de forma que el día anterior, el diecisiete, llegué a Seguros Aurora a las ocho de la mañana y me senté en el despacho de mi tío a esperar a que llegara. Solía venir más tarde porque antes iba a oir Misa a una iglesia cercana. Cuando llegó, colgó el abrigo y el sombrero en el perchero, se sentó en su silla y me dijo:
- Hola, Joselu, buenos días. - Buenos días, tío. Le respondí. - ¿Querías hablar conmigo?. - Pues sí. Quiero darte una noticia que supongo te alegrará. - Si es buena, ¡ estupendo¡. Dime. - Me he presentado a unas oposiciones para el Banco de Bilbao y he sacado una plaza. Mañana mismo debo presentarme para comenzar a trabajar. Mi tío me miró como si viera un fantasma. Comenzó a ponerse pálido y se quitó las gafas. Estaba estupefacto. Al cabo de unos segundos, que a mí me parecieron eternos, dijo: - ¿He escuchado bien?. ¿Acabas de decirme que mañana comienzas a trabajar en el Banco de Bilbao?. - Has oído bien. A las ocho debo estar en el Departamento de Personal. Mi tío dejó las gafas sobre la mesa, echó para atrás su silla y parpadeó varias veces. - No debes extrañarte después de todas las discusiones que hemos tenido últimamente. - ¡Pero, Joselu!.¡Si tienes aquí a toda la familia velando por ti!. ¡Tu porvenir está asegurado y tienes todas las posibilidades para llegar muy arriba en esta empresa!. - No quiero discutir. No quiero llegar muy alto. No quiero nada vuestro. Creo que no habéis sido honestos conmigo y no quiero más disgustos en la familia. - ¿Lo saben tus padres?. - Los dos y están muy contentos. - Voy ahora mismo a hablar con la Dirección. Y sin más, salió del despacho muy enfadado. Yo, a mi vez, también salí y fui a comentar mi nueva buena con mis compañeros. Al cabo de un rato, mi jefe directo me comunicó que acababa de llamar mi tío para que me dijera que fuese inmediatamente a la Dirección. Nunca me había sentido más seguro de mí mismo. Fui recorriendo los pasillos y los diferentes departamentos que me separaban de los despachos de la Dirección, dándome cuenta de que todas las miradas estaban puestas en mí. La noticia había corrido como la pólvora. Llamé a la puerta del primer despacho que ví y cuando escuché un ¡adelante!, abrí y entré. Era una habitación muy grande y excelentemente adornada con lujosos tapices y cuadros de pintores famosos. Unas enormes cortinas granates colgaban del techo hasta rozar una alfombra persa de bastantes metros. En el centro había una mesa de reuniones flaqueada por unas butacas de terciopelo marrón oscuro. Mi tío estaba hundido en una de las butacas y de pié, a su lado, estaban los dos Directores Generales, señores Otalora y Aramburu.
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- Pasa Joselu y siéntate. Me dijo Arámburu. - Gracias, pero prefiero seguir de pié. - ¡Qué nos dice Paco! ¿Que te marchas mañana a trabajar al Banco de Bilbao?. - Efectivamente. He sacado una plaza y mañana me esperan. - Pero hombre, vamos a ver. ¿No estás contento aquí?. Eres la continuación de una familia ejemplar que se ha entregado en cuerpo y alma a esta Empresa. Sóis toda una institución. Y por lo que a ti respecta, sabemos que estás muy puesto en tu trabajo y tienes un gran futuro. - Mejor que no hablemos de mis conocimientos. Considero que no se me ha hecho justicia en el tema de los exámenes de ascenso por los que fui felicitado. Ni se me ha dado el puesto prometido, ni se me ha ascendido o “pagado” de ninguna forma. Además estoy cansado de que cada vez que surge algún conflicto, se me llame la atención a mí por ser quien soy. - No creo que sea para tanto. Terció Otalora. - Yo creo que sí. Me voy con menos categoría profesional y menos sueldo, pero me marcho muy descontento de esta Empresa. Todos guardaron silencio. Luego, volvieron a la carga con todo tipo de argumentos, pero nadie logró convencerme para que me quedara. - Si no tienen nada más que añadir, me voy a mi puesto de trabajo. Buenos días señores. Salí de allí y con toda la calma de que fui capaz, comencé a despedirme de todos mis compañeros uno por uno. Y me llevé una grata sorpresa: comprobé lo mucho que me querían prácticamente todos.
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3 – LA MUERTE DE MI PADRE
Al día siguiente, a las siete y cuarenta y cinco minutos de la mañana, aproximadamente, entraba yo por la puerta giratoria que daba acceso a la oficina principal de uno de los Bancos más prestigiosos de Bilbao. Hasta las ocho y diez no fui recibido por el Jefe de Personal. Tras las presentaciones, el señor Amadeo García Salazar, me informó a grandes rasgos lo que se esperaba de mí, haciendo hincapié en lo importante que sería que acabara la carrera de Ciencias Económicas (estaba en tercero con dos asignaturas de segundo pendientes) de cara a mi prometedor futuro en el Banco. A continuación me indicó a qué oficina de la ciudad me habían destinado de momento y donde debía presentarme al Director de la misma. Resultó que, para mi desgracia, el Director era íntimo amigo de mi tío Paco el de Seguros Aurora. Los primeros días fueron muy duros para mí. Era un trabajo totalmente distinto al que estaba acostumbrado y además había que trabajar contra reloj, ya que en las oficinas no se podían dejar trabajos pendientes para el día siguiente. Muy estresante. Los compañeros eran ya “perros viejos” e intentaron explotarme todo lo que podían. A medida que fueron pasando los días, y tal vez mediatizado por el nuevo trabajo, comencé a darle vueltas en mi cabeza a la idea de dejar de estudiar la carrera ya que, por un lado tenía muy claro que nunca iba a interesarme llegar a ser Don Fulano de Tal, Economista y por otro, deseaba tener más tiempo libre para mi “búsqueda espiritual”. Cuando por fín tomé la decisión de dejarlo, ocurrió lo que yo ya me imaginaba. Tanto mis padres y hermanos, como mi novia Raquel, se lo tomaron muy mal. Nadie llegó a entender nunca, que para mí tuviera más valor el tiempo libre que el dinero y los “títulos”. Debo contar además, que mi Jefe, el amiguito de mi tío, intentó obligarme a que le hiciera trabajos particulares suyos que nada tenían que ver con el Banco. Al negarme, evidentemente, intentó mediante un informe que envió al Departamento de Personal, desprestigiarme, dejando caer que no cumplía con mis obligaciones durante el horario laboral. Quiero resaltar que dicho informe tenía mucha transcendencia, ya que yo estaba a prueba en la Empresa durante seis meses. Me llamaron de Personal, conté la verdad y como dicho individuo ya tenía antecedentes en el mismo sentido de lo que quería hacer conmigo, me cambiaron de Oficina y todo se arregló. Al cabo de los seis meses me hicieron fijo definitivamente. Raquel y yo comenzamos a hablar de boda poco a poco. Una vez resueltos los problemas laborales, no tenía mucho sentido continuar solteros. Pero había un par de dificultades: el servicio militar que yo debía realizar durante creo que dieciocho meses y la compra de un piso donde vivir. Yo, debido a las prórrogas que se solicitaban al Ministerio para retrasar la milicia mientras cursabas estudios universitarios, debía cumplir con mi obligación al dejar de estudiar. Como aquello se podía dilatar, decidimos casarnos y posteriormente afrontar el Servicio a la “Patria”. También había otra cuestión delicada. Como ya no practicábamos en la Iglesia Católica, no tenía ningún sentido realizar una ceremonia religiosa. Podíamos casarnos por lo civil exclusivamente. Pero, tras los “tanteos” familiares que realizamos, llegamos a la conclusión de que para evitar un disgusto de muerte a nuestros padres respectivos, sobre todo, compensaba hacer “teatro” y casarnos mediante un sacerdote amigo que se avino a colaborar en la comedia. Luego estaba el tema del piso. Nosotros habíamos dado una “entrada” para una vivienda en cooperativa en Galdácano, pero las obras se iban dilatando tanto que tuvimos que desistir. Mi hermana Begoña nos buscó una solución estupenda. Ella y su marido, Koldo, se habían comprado un piso nuevo e iban a vender el que tenían anteriormente. Nos propusieron cedérnoslo una temporada hasta que encontráramos algún piso que poder comprar.
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Por esas causalidades de las que vengo hablando desde el principio, encontramos con bastante rapidez un buen piso en el barrio de Begoña al que le faltaban unos meses solo para poder estar habitable. Comprobamos Raquel y yo, que solicitando cada uno, un crédito al Banco donde trabajábamos, nos llegaba para comprar el piso, aunque sin garaje. No nos importó y tiramos para adelante. Total que, mediante una sencilla ceremonia en la Parroquia de San Rafael en el barrio de Zabala donde vivía Raquel, nos convertimos en marido y mujer, el veintiséis de Setiembre de mil novecientos setenta y dos. Raquel tenía por entonces veinticinco años y yo uno más. De viaje de novios fuimos a Palma de Mallorca. Ya instalados en la casa de mi hermana, el día tres de Diciembre, domingo, sonó el teléfono de casa a eso de las nueve de la mañana mientras dormíamos: - ¿Dígame?. Respondí medio dormido. - ¡Hijo, ven corriendo que tu padre se acaba EL AUTOR EN de morir¡. Era mi madre. EL SERVICIO MILITAR - ¿Qué..?. - ¡Ven, hijo, ven¡. Está en la cama muerto. Todavía está caliente. Ya he llamado a Koldo y a Bego y vienen para aquí. - ¡Ya vamos, ama¡. Nos vestimos y vamos corriendo. - ¿Qué pasa?. Me preguntó Raquel una vez hube colgado el teléfono. - Era mi madre. Acaba de encontrar a mi padre muerto en la cama. Dice que el cuerpo está todavía caliente. Habrá sido un infarto, ayer estaba estupendamente. Koldo y Bego ya van hacia allí. Vístete corriendo y vámonos. La noticia nos cogió absolutamente desprevenidos. La noche anterior habíamos estado en su casa y mi padre estaba como siempre, estupendamente. Tengo que decir que la casa de mis padres, la de mi hermana y donde nosotros estábamos viviendo en aquel momento, estaban muy cerca en la distancia. Tres manzanas de casas a lo sumo. Cuando llegamos, nos abrió mi cuñado Koldo. Yo me dirigí al cuarto donde dormía mi padre. El y mi madre dormían en habitaciones separadas debido a los fuertes problemas que tenía mi madre a cuenta de un asma crónico que tenía desde hacía años. A la derecha de la habitación estaba su armario ropero de tres cuerpos y madera antigua. Allí guardaba su ropa, naturalmente, muchos de sus innumerables libros y la colección de sellos que hoy día poseo yo. Frente a la puerta de la habitación estaba la cama de roble oscuro y a la izquierda había un tocador haciendo juego. Pegada a la cabecera de la cama estaba una mesita que servía para sostener una enorme radio Zenit que mi padre escuchaba todas las noches invariablemente. Me acerqué al lecho bastante sereno, le miré con infinita ternura y le toqué. Efectivamente no debía de haber dejado de existir hacía mucho tiempo, porque su cuerpo aún estaba con calor. Era como si estuviese apaciblemente dormido. Con la boca abierta como cuando se quedaba roncando después de comer en la butaca del salón. El rostro lo tenia un poco amarillento, pero denotaba paz, tranquilidad. Como si hubiera estado esperando el momento y como si, en definitiva, descansara por fín. A la izquierda, la persiana que daba acceso al balcón estaba a medio levantar. Poca luz había en la estancia. Mi madre lloraba silenciosamente en la cocina y mi hermana y mi cuñado, trabajaban ya en cosas prácticas. Uno, colgado del teléfono, daba la noticia a la familia, y la otra, se ocupaba de su madre
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y de las cosas de la casa. Yo me olvidé de todo y de todos y seguí contemplando aquel cuerpo sin vida. Era mi padre, pero pensé que no conocía al ser que tenía delante. Nos habíamos llevado bien, pero me di cuenta de que no sabía gran cosa de él. Sin grandes peleas, pero casi nunca había estado de acuerdo conmigo. Yo guardaba muy buenos recuerdos de cuando era niño. Me solía llevar a pasear al parque a ver los patos, los pavos reales, a una bolera donde sus amigos jugaban a los bolos y hablaban de fútbol, al campo del “Atletic” junto a los famosos Zarra, Gainza y otros y al monte de excursión en Setiembre cuando él cogía vacaciones en el trabajo. A medida que fui creciendo, las diferencias de criterio, normales por otra parte debido a la diferencia generacional, se fueron haciendo patentes, pero sin que llegara nunca la sangre al río. - ¡Cochelu¡. La voz de mi cuñado me sacó de mis pensamientos. - Dime, Koldo. - Toma esta póliza de seguros y vete a dar parte de la defunción de aita. Ya he hablado con ellos y te explicarán todo lo que tienes que hacer. Aquellas gestiones me llevaron varias horas, por lo que cuando regresé a casa de mis padres, estaba llena de familiares y vecinos. Mi padre era una persona muy respetada y querida en el barrio. A mi hermano Pedro Mari ya le habían llamado a Madrid y estaba de camino. Mi padre no tenía vicios. No bebía, no fumaba y ni siquiera tomaba un autobús para desplazarse por Bilbao. Pero había una cosa que era lo que yo creo que le daba la “vida”. Todos los días, después de comer, se acercaba a la sede u oficinas del Club Atletic de Bilbao y en un cuartito que existía en el último piso, se reunía a tomar café y charlar con los socios más antiguos del Club. Echaban una partida de cartas y luego se iban cada uno a sus respectivos quehaceres. Cuento esto, porque a media tarde del día de la muerte de mi padre, sonó, una vez más, el timbre de la puerta de casa y acudí yo a abrir. - ¿Es esta la casa de Perico Barturen?. Preguntó un señor de unos sesenta años, con gafas y cara muy triste. A su lado, otro individuo algo más joven, pero con el pelo canoso le acompañaba. - Sí, aquí es. Respondí yo sin conocerles. En las manos del más anciano había una enorme corona de flores. Eran de color rojo y blanco como la camiseta que lucían los jugadores del Atletic. Una bandera del Club, cubría en parte la corona. Toda la serenidad y fortaleza que yo había demostrado hasta entonces (no había derramado aún ni una lágrima), se me vinieron abajo cuando oí que el que acompañaba al que traía la corona decía: - Esto es de parte de sus amigos del cuartito. Les abracé, les hice pasar y rompí a llorar. Les guié hasta la alcoba donde estaba el cadáver y les dejé solos para que dieran su último adiós a su amigo Perico. Tanto en el funeral como en el cementerio, yo volví a ser dominador de la situación. Sereno, tranquilo y sabedor, en definitiva, de que mi aita estaba en buenas manos. Estaba con mi “amigo” el Hijo del Jefe. Hasta me acerqué a comulgar durante la misa y recuerdo que le comenté por lo bajo al Nazareno: “En recuerdo de los viejos tiempos“.Y sonreí. Entre la tensión por los problemas en mi nuevo trabajo, la repentina muerte de mi padre y una inoportuna gripe, caí en una depresión de caballo. Yo no conocía creo que ni la palabra tan en boga ahora. No quería levantarme de la cama, no quería ni que Raquel me levantara la persiana, no comía, dormía muy mal y no hablaba. Yo no sabía qué coño me pasaba. Al ver que pasaban los días y yo estaba en un estado lamentable, entre mi hermana y mi esposa buscaron un psiquiatra y me llevaron a la fuerza. El médico me recetó una serie de pastillas, me recomendó hacer ejercicio y nos comentó que la causa de todo lo que me ocurría creía él que se debía a ese cúmulo de circunstancias que he mencionado ya. A primeros de año nos trasladamos definitivamente al piso que nos habíamos comprado y yo, aunque
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seguía aún con mis pastillas, había mejorado bastante. Además, a mediados de mes debía incorporarme a filas, como se le llamaba a lo de hacer la milicia obligatoria. Me llevaron al campamento militar que estaba en Araca (Vitoria), donde debía permanecer durante tres meses antes de ser enviado a mi destino definitivo. Los primeros días del campamento fueron para mí uno de los peores momentos de mi vida. El verme allí en un barracón junto a otro montón de gente que no conocía de nada, con un frío de algún que otro grado bajo cero, teniendo que obedecer a una serie de ignorantes militares y haciendo una serie de cosas a cada cual más inútil, era una verdadera pesadilla. Allí si que lloré de lo lindo. Ahora, la depresión se me quitó de golpe, cuando al día siguiente de llegar y como consecuencia de las pastillas que tenía que tomar para dormir bien, llegué tarde a la formación del pelotón para pasar la lista correspondiente. No me metieron en el calabozo por ser la primera vez que me ocurría. Así que ni corto ni perezoso, arrojé las pastillas a la basura más cercana y ahí acabó mi depre. Nunca más, en los dieciocho meses que duró la mili, volví a llegar tarde a “diana” que es como se llama en un campamento militar a la hora de levantarse por las mañanas. Antes de irme al campamento, Raquel y yo nos habíamos comprado un coche “Seat 127” que nos vino muy bien para salvar la distancia entre el campamento y Bilbao. Durante el primer mes no nos dejaron salir del lugar, excepto a Vitoria y pueblos aledaños donde no se necesitaba coche para trasladarse, pero después, los fines de semana se nos permitía venir a casa. Ahí sí que el coche hizo todo un papelón. Al cabo de los tres meses reglamentarios, debían enviarnos a nuestros destinos definitivos. Yo tenía una tía monja, hermana de mi madre, que trabajaba en el Hospital Militar de San Sebastián y tenía muchos “contactos” en las altas esferas militares de la zona. Sea por “enchufe” de mi tía o porque comentaban que a los que estábamos casados nos enviaban cerca de casa, la cosa es que mi destino fue la Base de Automóviles de Zorroza, a escasos tres o cuatro kilómetros de Bilbao. Como trabajaba en un Banco, me llevaron a la Secretaría del Cuartel y al cabo de unos meses, podía hasta vestir de paisano para andar por la calle y hacer los traslados correspondientes. Y así fueron pasando los meses hasta que la noticia con la que comienzo este libro, apareció en la prensa de Bilbao. También en la milicia teníamos un mes de vacaciones y a mi me correspondía justo unos días después de aparecida la famosa noticia de la Agencia Efe comentando lo de los miembros del IPRI. Nos fuimos al Balneario de Panticosa, donde concebimos a nuestra primera hija. Lo pasamos maravillosamente bien en aquellos parajes de alta montaña y a nuestro regreso, la noticia, que no había dejado de martillear mi cerebro durante todo el tiempo, volvió a cobrar actualidad.
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4 – JUAN JOSE BENITEZ LOPEZ
El 2 de Octubre de mil novecientos setenta y cuatro, a las siete y media de la mañana, saqué mi coche del garaje, compré La Gaceta del Norte en el quiosco de periódicos que estaba frente a mi casa y puse rumbo al cuartel. No imaginaba ni por lo más remoto la sorpresa que me esperaba cuando, una vez en la oficina del Teniente para el que trabajaba, comencé a leer la prensa. En primera página y con letras bien grandes, se anunciaba a los lectores de La Gaceta, que en días sucesivos iban a comenzar a aparecer en el periódico, unos reportajes relacionados con la visita que uno de sus reporteros, Juan Jose Benitez, había realizado a Perú, para comprobar la veracidad de la noticia que había anunciado Efe en relación con el grupo IPRI que decía contactar con unos extraterrestres. Como ya comenté en el primer capítulo de este manuscrito, yo ya había intuido que mi búsqueda espiritual tenía mucho que ver con la mencionada noticia. ¡Un contacto con seres de otros planetas! De ser verdad, la historia era alucinante. Ni que decir tiene que comencé a leer con gran avidez los reportajes que día a día (y que conservo) iban apareciendo de la pluma del que con el tiempo sería mi gran amigo Juanjo. No salía de mi asombro. Lo que aseguraban Sixto Paz y los demás componentes del grupo era increíble e interesantísimo. Contactaban, decían, psicográfica y telepáticamente con unos extraterrestres y además habían visto sus naves. Pero lo que más me interesó fue lo que dichos extraterrestres les habían comunicado sobre lo que podía pasar en el planeta tierra. En no muchos años, éste planeta comenzaría a pasar poco a poco a un nivel evolutivo superior. Es decir, subiría de tercera a cuarta dimensión. En este proceso y debido a una serie de catástrofes naturales, gran parte de la civilización actual, corría el riesgo de desaparecer. También les habían informado de que ellos, sacarían en sus naves a un cierto número de personas que serían llevadas a otros planetas para reacondicionarlos y devolverlos a la tierra una vez que todo se hubiera calmado y completado el cambio. Por supuesto que la vida en la tierra ya no sería igual que antes del proceso. No explicaban cómo sería, pero sí que se “funcionaría con unos parámetros y tecnologías de cuarta dimensión”. Siempre, según esos supuestos contactos, algunas personas que habitaban en la tierra en estos momentos, habrían venido o se habrían reencarnado en esta época a petición propia, para colaborar con este plan. El momento no estaba lejano y en el grupo se habían barajado diversas fechas, pero la cosa no estaba nada clara ya que los propios extraterrestres, decían ignorar cuándo se iba a producir el cambio. A mí, las preguntas se me agolpaban en la mente. ¿Y si todo fuera cierto…? ¿Y si no era más que un camelo, una alucinación colectiva …? ¿Habría alguna potencia mundial como Estados Unidos, Rusia,.. detrás de todo aquello …? ¿Trataba alguna organización secreta, comer el tarro a la gente para algún fin inimaginable …? Tenía que averiguarlo porque el tema me seducía y mucho. Aquel asunto me daba la oportunidad de seguir mirando hacia “arriba” y de seguir indagando en el por qué y en para qué de la vida del ser humano. Y ni corto ni perezoso, decidí coger el toro por los cuernos como vulgarmente se dice. Fue un miércoles a finales de Noviembre de mi novecientos setenta y cuatro, cuando aproximadamente a las séis de la tarde, subía yo las escaleras que conducían a la recepción de La Gaceta del Norte. No era la primera vez que hacía ese trayecto, pero hasta ese día, nunca había podido completar con éxito mis deseos. El Sr. Benitez nunca estaba en la redacción.
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Iba muy nervioso y llevaba un cuaderno y mi mejor bolígrafo, un “Cross” chapado en oro que me había regalado Raquel y que todavía utilizo, por si tenía que tomar notas. Tenía miedo por lo que el periodista pudiera pensar de un loco que se interesaba ansiosamente por un tema como el de los ovnis y extraterrestres. Podían pasar dos cosas a saber: O que me escuchara con resignación y me contara cuatro cosas por compromiso o que me tomara en serio y tuviéramos un diálogo fluído y cordial. - ¿Qué desea usted?. Me preguntó el conserje. - Estoy citado aquí con el Sr. Benitez. Mi nombre es Jose Luis Barturen. - Un momento por favor. Mientras el conserje llamaba por teléfono a la redacción, me puse a caminar de un lado para otro, mirando a todas partes y con el corazón latiéndome a mil por hora. - Ahora baja. Me dijo el buen hombre (con el tiempo nos haríamos muy amigos) saliendo del cuartito donde estaba la centralita telefónica. JJ.BENITEZ Y EL AUTOR
Efectivamente. No habían transcurrido ni cinco minutos, cuando a través de la puerta de cristal que separaba el vestíbulo de las escaleras que daban acceso a la redacción, ví bajar a Juanjo Benítez. Vestía con un pantalón gris claro que se notaba recién planchado, una camisa de algodón azul y un jersey cerrado, también gris a juego con el pantalón. El pelo lo llevaba bastante corto y muy revuelto. Tenía cara de estar muy cansado.
- ¡Buenas tardes!. ¿Eres José Luis Barturen?. Preguntó. - Sí, soy yo. ¿Puedo tutearte?. - Claro ,como no. Pero ven… vamos a hablar en esta salita. Estaremos más cómodos. La habitación era más bien pequeña. Unas cortinas blancas hasta media altura cubrían un gran ventanal situado frente a la puerta. Moqueta verde clara y paredes blancas. La atmósfera estaba cargada de humo. Se notaba que algún fumador empedernido había abandonado la habitación no hacía mucho tiempo. El mobiliario no era abundante. Una mesa de delineante llena de papeles, un taburete alto, una silla giratoria y una mesita muy pequeña. En la mesa, además de los papeles, se podía apreciar un gran cenicero anaranjado repleto de colillas. Mientras Juanjo se sentaba en el taburete, yo me acomodé en la silla y ofrecí al periodista un cigarrillo. - Bien, Jose Luis, tu dirás en qué puedo ayudarte. - No te creas que se muy bien por dónde empezar. Estoy bastante nervioso. El tema no es sencillo, precisamente. Voy a comenzar por resumirte un poco mi búsqueda si así se puede llamar a lo que voy a contarte. Yo soy una persona que desde que tengo uso de razón, me he estado preguntando “aquello” de ¿de dónde vengo? ¿para qué estoy aquí?¿por qué? ¿a dónde voy después de la muerte si es que mi alma va a algún sitio? ¿ quién o qué es Dios…? Se que me entiendes perfectamente. - Por supuesto. - Para conseguir respuestas he buscado en muchos sitios y por caminos diferentes. Tal vez un sabio me habría dicho de buscar dentro de mí, en mi corazón, pero no sé cómo hacerlo ni si da resultados. Desde lo alto del taburete, Juanjo me observaba atentamente. Yo, a medida que iba hablando, notaba cómo el nerviosismo y la tensión disminuían y comencé a sentirme muy a gusto. Así que continué: - He leído atentamente tus reportajes sobre el IPRI y me han fascinado. Y es más…creo que todo es cierto. Lo siento así. Por eso estoy aquí dándote la chapa. Tu has estado allí, has investigado los hechos
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y me imagino que podrás darme un poco de luz. - Mira. Hay una cosa de la que puedo dar fe. Ante mi petición de ver las naves de los supuestos extraterrestres, hicieron un contacto psicográfico y allí aparecía, en la respuesta, un lugar, un día y una hora para la cita. Allí estuve yo y lo que ví, no podía ser una cosa manejada con tecnología terrestre conocida. - Ya ¿Pero y todo lo de la Misión Rama, lo de la catástrofe, lo de llevarse a la gente en las naves a otro planeta, lo de la cuarta dimensión, ...?. - Hombre, eso hay que cogerlo con “pinzas”. El asunto es muy delicado y fantástico como para creérselo así como así. Y no solo esto que tu comentas, sino todo el contenido de las muchas psicografías que ellos han realizado. Date cuenta que sobre este tipo de experiencias paranormales conocemos muy poco. ¿Son contactos con extraterrestres realmente? ¿Puede ser nuestra propia mente la que esté creando gran parte de esos mensajes? ¿Es una mezcla de las dos cosas? El tema se las trae y hay que andar con pies de plomo. - Yo escribí al Ipri nada más conocerse la noticia en Setiembre y me han contestado diciéndome que tú eres el encargado de organizar en España un grupo de Misión Rama como el de ellos. - Eso es completamente incierto. Yo no me comprometí a nada en absoluto. - ¿Y te han informado allí o conoces tú algún grupo de por aquí que esté metido en estas historias?. - No. Ni ellos me han dicho nada, ni yo conozco a nadie en España con este tipo de experiencias. Mira, José Luis. A mi este tipo de asuntos no me han interesado nunca. Yo soy un periodista normal al que su periódico ha enviado a Perú a intentar descubrir lo que había de cierto en una noticia de la agencia Efe que se salía de lo habitual. No todos los días aparecen noticias como esta y no cabe duda de que también a mí me “pilló” de alguna manera. - Y ahora que has estado allí, que has vivido la experiencia del avistamiento, que has conocido al grupo,... ¿qué piensas…? ¿sigue sin interesarte el tema demasiado?. - Creo que todavía no he reaccionado. Pero lo que sí puedo decirte, es que estoy profundamente impresionado y que quiero averiguar la verdad. - ¿Te enseñaron cómo hacer una psicografía?. - Sí. Llegué a escribir algo. - Y ¿ cómo se hacen si no es mucho pedirte?. - Lo único que puedo decirte es lo que aparece en los reportajes. No me pareció difícil. Lo primero que tienes que hacer es intentar relajarte completamente. Primero el cuerpo y luego la mente. Para relajar el cuerpo puedes usar cualquier método de los muchos que existen. Ya sabes: primero los piés, luego las piernas, los brazos, respirar profunda y suavemente, etc., etc.,... Lo de dejar la mente en blanco como ellos dicen, ya es otra historia. Pero bueno, lo intentas como buenamente puedas. Una vez conseguido todo esto, tomas un papel y un bolígrafo y haces una pregunta mentalmente. Si notas que tu brazo siente necesidad de moverse, apoyas el boli en el papel y te dejas llevar. Se supone que si empiezas a garabatear o a escribir en el papel, sin ser tú consciente de lo que haces, es decir, que notas que tu brazo se mueve impulsado por una fuerza o energía que no controlas, es que estás recibiendo un contacto, un mensaje o algo por el estilo. - ¿ Así de sencillo?. Dije yo. - Efectivamente. - Cuando hiciste tú alguna, ¿recibiste o escribirte algún mensaje?. - Sí. La mano se me movió y escribió algo. Lo que apareció escrito en la hoja de mi cuaderno de campo fue lo siguiente: DIFUSION, DIFUSION, DIFUSION. - ¡Ostras, qué fuerte, no ¡. - Muy fuerte y muy preocupante para mí. - ¿Y preguntaste el nombre del extraterrestre que se suponía te decía aquello?. - Sí señor. Pero si no te importa prefiero omitirlo de momento. Me dijo su nombre, vaya que sí.
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- ¿ Cómo reaccionaste?. - Pues me quedé muy asustado. No me lo quería creer, pero tenía delante de mis narices el papel. No te creas que es ninguna bobada. Me tiene aún muy preocupado. Intuyo que éste asunto me va a traer complicaciones. - ¿ Complicaciones?. - No me hagas mucho caso, pero no las tengo todas conmigo. - ¿Crees en Dios, Juanjo?. La pregunta le dejó un poco confundido durante unos segundos. - ¡Vaya pregunta¡. A mi, como a todos los de nuestra generación nos han educado en la religión católica. Y sí. Creo en Dios. Tal vez no como nos lo han pintado, pero sí como algo o cómo alguien, a lo que no se qué nombre poner, que parece muy inteligente y que ha creado cosas maravillosas. - ¿Y qué me dices de Jesús de Nazaret?. - Pues la verdad es que no le he prestado mucha atención en mi vida. Desde luego, si todo lo que nos han contado que hizo y lo que pasó, es verdad, no me cabe la menor duda de que fue un hombre extraordinario. ¿Por qué me lo preguntas?. - Es que para mí, sí que es muy importante. Aunque creo que la auténtica verdad de lo que allí ocurrió, no lo sabremos nunca. Yo no creo que fuera hijo exclusivo de Dios, pero un ser muy importante de este Universo, sí. - ¿No estarás insinuando que puede tener algo que ver con esta movida, no?. - Pues no me extrañaría nada. Te aconsejo que leas ciertos pasajes de su vida desde la óptica de la existencia de vida en otros planetas, naves extraterrestres y demás anomalías. Y no digamos si echas un vistazo a los evangelios apócrifos. - Igual tienes razón, pero dejemos este tema para otra ocasión. Lo que me faltaba ahora para acabar de complicarme la vida,... - Como quieras, pero ya verás cómo acabamos algún día hablando y mucho de este tema. En ese momento de la conversación, pude observar en la cara de Juanjo más cansancio del que parecía tener al comienzo de la charla. - Bueno, mozo, no quiero molestarte más por ahora. Voy a intentar yo también hacer una psicografía. Si consigo algo positivo ya te contaré.., ¿porque supongo que no tendrás inconveniente en que algún día te vuelva a llamar para seguir esta conversación, verdad?. - Por supuesto que no. Además, me interesa mucho que si haces alguna cosa al respecto, me informes de los resultados. De todas formas, y por si te sirve de consejo, en Perú me dijeron que era más fácil obtener buenos resultados si se intentaba el contacto en grupo. - Bueno, Juanjo. Le dije mientras me levantaba de la silla y apagaba mi enésimo cigarrillo. ¡Gracias por todo!. - No hay de qué, hombre. Para mí ha sido un placer conocer a alguien que tiene interés por todo este bendito asunto. Llámame cuando quieras. Salimos de la habitación, nos dimos la mano y con un mutuo “ hasta la vista”, Juanjo tomó el camino de las escaleras que subían a la redacción y yo, saludando con la mano al conserje que en ese momento estaba hablando por teléfono, me encaminé hacia la puerta de salida. Al salir a la calle, me paré, miré al cielo y di gracias al Hijo del Jefe. Me sentía el hombre más feliz del mundo. Monté en mi coche y volé camino de casa, para contar rápidamente y con todo detalle a Raquel, el contenido de aquella conversación.
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5 - EL INCREIBLE AÑO DE 1975
Después de mi primera conversación con Juanjo, los acontecimientos se desarrollaron vertiginosamente. A los pocos días recibí una carta procedente de Madrid. Un matrimonio llamado Narcisa Romanos y Arael Gondín (ya fallecidos ambos) me informaban que ellos también habían escrito al Ipri y en respuesta les daban la dirección de Juanjo y la mía. Unos días después, y aprovechando un permiso mío en el cuartel, Raquel y yo viajamos a Madrid para conocerles e intercambiar experiencias. Ambos eran de unos treinta y tantos años, ella de Bilbao y él cubano. Vivían en un apartamento en la zona de Azka, casi frente al Palacio de Congresos y Exposiciones. Básicamente ellos nos contaron que también conocían gente de otras provincias interesadas en el tema y que allí en su casa, ya se estaban organizando reuniones para comentar e investigar el tema. Iban a intentar realizar psicografías y buscar el contacto y pedir citas en el monte con los supuestos guías extraterrestres. Aunque sea adelantar algo los acontecimientos, al cabo de muy pocos meses de experiencias, ambos pidieron excedencia en sus respectivos trabajos y, tanto les interesó el asunto, que se fueron a Perú y se instalaron en la mismísima casa de Sixto Paz que a la sazón era muy grande. Quiero decir, aunque Juanjo lo explica divinamente en su libro “Ovnis: S.O.S. a la Humanidad”, que en aquella casa vivían : don Carlos, padre y director del Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias, su mujer Mochi, los hijos Sixto (casado ya con Marinita), Charli y Mary. Aún así sobraba sitio para Narci y Ara. El 30 de Diciembre de 1974 aún estaba yo de guardia en el cuartel, y a eso de las siete de la tarde, fui llamado por el Brigada que en aquel momento tenía el mando. - ¿Barturen?. - A la órden mi Brigada. - Acaba de llamar su hermana para que le digamos que su madre se ha puesto muy mala y que parece que se muere. Tiene permiso para marcharse inmediatamente y ya se arreglará usted los próximos días con el Teniente Aranda. - Muchas gracias mi Brigada. Tras cambiarme de ropa, cogí mi coche y salí disparado hacia la casa de mi hermana Begoña. Desde la muerte de mi padre, mi madre vivía con mi hermana, mi cuñado y mis dos sobrinas. El piso donde habíamos crecido lo vendimos, repartiéndonos a partes iguales el dinero resultante. Me pasé todo el día junto a la cama de mi madre. Había perdido el conocimiento y se iba apagando poco a poco como un pajarillo. No obstante, no fue hasta la madrugada del día uno de Enero (día dos ya), en que tras despertar causalmente unos minutos para poder comulgar, su alma partió hacia las verdes praderas del “cielo”. Como esta muerte no nos había pillado por sorpresa como la de mi padre, pues mi madre siempre fue una mujer enferma de asma, pronto solucionamos los siempre desagradables trámites de papeleos, funeral y entierro y todos pudimos volver a nuestros trabajos correspondientes (yo no acababa la milicia hasta el verano) y hacer nuestra vida habitual. A primeros de1.975, ya éramos un grupo en Bilbao de siete personas que habitualmente nos reuníamos en mi casa. Otro matrimonio (Marisol y José Luis) y tres chavales jovencitos de los que solo recuerdo un nombre (Resti), por razones que más adelante se comprenderán. No solo comentábamos todo lo relacionado con los artículos que habían aparecido en el periódico escritos por Juanjo, sino que yo había comenzado a recibir fotocopias de Lima que ampliaban la información que teníamos que no era mucha y que devorábamos con ansiedad. También, como no, comenzamos a intentar el contacto por medio de
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las psicografías famosas. Antes de pasar a comentar mis experiencias personales en este sentido, quiero contar lo que, probablemente, fue determinante para que todos nosotros comenzáramos de una vez por todas a creernos que este asunto iba en serio. Un día en la reunión, Marisol, se relajó y de pronto comenzó a mover la mano en la que tenía un bolígrafo, y en el papel que tenía delante, comenzaron a aparecer unas letras un tanto ininteligibles al principio y más claras a medida que avanzaba en la escritura. Me resulta imposible transmitir mis sentimientos en aquel momento. ¿Emoción?, ¿miedo?, ¿angustia?, no sé. Nadie respiraba. El silencio se escuchaba. Así estuvo unos cuantos minutos en SICOGRAFIAS DEL AUTOR los que llenó más de un folio. Cuando hubo terminado la experiencia, intentamos entre todos “traducir” lo que allí estaba escrito, que no era tarea fácil por cierto. Es una pena que yo no conserve dichos documentos. Hace muchos años que Marisol desapareció de mi vida. De todas formas me acuerdo de lo más importante, el supuesto “contacto” extraterrestre decía llamarse Manus y vivir en Marte. Pero lo realmente importante fue, que ante las preguntas de Marisol para tener una cita con su nave, respondió con todo lujo de detalles que debíamos tomar la carretera que iba de Bilbao al monte Umbe y que en una determinada curva (no recuerdo los datos), a la derecha encontraríamos una fuente y un camino muy estrecho que desembocaba en una campa. Allí nos citó un día a las doce de la noche. Ni que decir tiene que al día siguiente nos montamos en dos coches y fuimos con cuidado siguiendo las instrucciones. Ante nuestro asombro, allí estaba la curva, la fuente, el camino y la campa. No nos lo podíamos creer. Era alucinante. Nos pusimos muy nerviosos y eso que no eran ni el día ni la hora, pero estábamos taquicárdicos perdidos. Yo intenté localizar a Juanjo y contarle lo que pasaba, pero como era muy habitual en él por aquella época, estaba de viaje vete a saber dónde. ...Llegó el día y la hora. Llegamos una hora antes de la emoción que sentíamos. Me resulta imposible explicar lo que por aquellos tiempos podía significar para nosotros, el hecho de que, primero, hubiéramos podido “contactar” con un supuesto extraterrestre y, segundo, que estuviéramos a una hora de poder ver su nave interplanetaria, su luz o su cuerpo. Y no sólo para nosotros. Si aquello resultaba cierto, el acontecimiento suponía un hito en la historia de la humanidad. “Es verdad, señores. Hay vida en otros planetas. Están más adelantados que nosotros y pueden viajar a velocidades superiores a la de la luz. Además son buenos y quieren ayudarnos”. ¡¡¡INCREIBLE!!!, ¡¡¡LA NOTICIA MAS IMPORTANTE DE LA HISTORIA DE LA TIERRA!!!. Y, para colmo, nosotros, éramos unos de los pocos privilegiados o “elegidos” para realizar el contacto. Muy fuerte y muy peligroso. Y llegó la hora y no parábamos de mirar al cielo en todas direcciones. Aprendimos a distinguir aviones y hasta algún satélite que otro. Rezábamos por lo bajo para que aparecieran y fumábamos sin parar. Hubo sustos, hubo ciertas cosillas un poco raras, pero conforme pasaban los minutos y luego las horas (estuvimos allí casi hasta el amanecer), nos fuimos haciendo a la idea de que allí no había aparecido nada ni nadie y de que no iban a aparecer a esas horas. Tristes, frustrados, desilusionados y cabizbajos, nos montamos en los coches y nos fuimos cada uno a su casa.
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Cuando al cabo de los días volvimos a reunirnos, decidimos seguir intentándolo con la misma fe e ilusión que el primer día. De todas formas había una cosa que no podíamos comprender. Desde luego que con algo o con alguien había contactado Marisol que le dijo con pelos y señales dónde ir, lugar que ninguno de nosotros conocía, y cuya campa no era fácil de localizar pues no se veía si no te metías por el caminito aquel. El que luego no se manifestara nada ni nadie, era otro cantar, pero alguien nos había “escrito” el lugar de la cita. Debo decir, que con el paso de los años este tipo de acontecimientos de “no comparecencia” fue bastante habitual. Yo mismo me decidí a intentarlo. ¡Estaría bueno!. Fue el día 29 de Enero de1975. Al anochecer me tumbé en la cama e intenté relajar mi cuerpo. Jamás había hecho nada parecido. Primero lo intenté con los piés, luego con las piernas, después vinieron la espalda, los brazos y la cabeza. El cuello y la cabeza era lo más costoso. Cuando creí que ya estaba lo suficientemente relajado, intenté dejar la mente en blanco. Pero eso ya era demasiado. Por mi mente pasaban, como si de una película se tratara, mogollón de imágenes. Por fín, cansado de no saber si lo conseguiría o nó, me senté en la cama, puse unos folios encima de una carpeta sobre mis piernas, posé el bolígrafo sobre el papel con mucha suavidad y esperé. Al cabo de unos cuantos minutos, comprobé que allí no pasaba nada. Ni se movía la mano, ni sentía ninguna energía rara, ni na de na. Pensé que estaba haciendo el chorra descaradamente, así que, bastante desilusionado, me levanté y me fui al salón. -¿Qué?. Preguntó Raquel. - Nada chica. No pasa nada. - ¿Ya te has relajado bien?. - Pues no sé. Yo creo que sí. - Bueno, vamos a cenar. - Si. Es lo mejor que podemos hacer ahora. El día 6 de Febrero, volví a la carga. Después de un rato intentándolo de nuevo, creí que había trazado alguna raya, pero al abrir los ojos pude comprobar mi nuevo fracaso. Todo había sido una ilusión. Los días nueve y diez fueron más esperanzadores. Unos cuantos garabatos aparecían sobre el papel. Y, ¡al fin!, el trece de Febrero el bolígrafo se disparó como loco. - ¡Raquel, Raquel!. ¡Me ha salido!. ¡Mira!. ¡Te juro que la mano ha empezado a moverse rápidamente sin yo querer!. ¡Había algo que le hacía moverse. Mira!. Raquel se asustó. Contempló el folio convertido en un gran número de trazos aparentemente sin ton ni son. Todo estaba lleno de rayas y curvas sin ningún sentido. - Me da miedo. Dijo. - ¡Pero mujer!. ¡Esto es lo que dicen que es un precontacto!. ¡Han captado mi onda de emisión, mi frecuencia y han intentado que yo me entere!. Voy a llamar a Madrid, a los del grupo y a Juanjo. Todos se alegraron. La noticia corrió de boca en boca. Yo estaba alborotado, pero Raquel guardaba silencio. Desde que toda aquella aventura había comenzado, ella sentía miedo. No le gustaba nada, ni lo de la posible catástrofe de la que hablaban los guías, ni nada de nada. Tal vez aquí comenzó a fraguarse nuestra separación al cabo de unos pocos años. Hay que añadir que por aquellos meses Raquel ya estaba embarazada de nuestra primera hija, Rut, que nació felizmente el día quince de Mayo. Hay que decir que gracias a los artículos de Juanjo en el periódico, pudimos poco a poco conocer más datos de todo aquel asunto de la llamada Misión Rama. Los que contactaban con la gente de Perú decían venir en su mayoría de la constelación de Orión y que se habían asentado sobre todo en Ganímedes (Morlen) le llamaban ellos, que era uno de los satélites de Júpiter. Decían que había una Confederación de Mundos que se encargaba del “orden” en nuestra galaxia, dirigida por “los veinticuatro ancianos”. Qué efectivamente nuestro planeta iba a cambiar de dimensión y que como consecuencia de ciertas catástrofes naturales y los cambios que eran necesarios, muchas personas morirían. Pero que no pasaba nada, porque para ellos la muerte no existía. Era un simple tránsito. Que de todas formas, ellos no podían intervenir directamente, pero que debíamos de cambiar si queríamos poder “habitar” en un
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nuevo planeta. Debíamos cambiar personalmente, hacer un trabajo de interiorización y prepararnos para vivir en “Amor”. Contaban que eran un grupo de guías, no solo venidos de Orión, sino también de Apu en Alfa Centauro. Al parecer, el comandante en Jefe de toda esta Misión era un tal Antar Sheran, pero el comandante que más establecía contacto y se hacía más cercano se llamaba Oxalc. Con el tiempo fueron apareciendo diferentes nombres de guías con los que se contactaba la gente. Que su altura oscilaba entre dos cincuenta y los dos ochenta metros. Su pelo era largo y rubio, pero que con ellos también había seres del estilo de los que con el tiempo fuimos conociendo como los “grises” (que son los que más fueron apareciendo en las películas de ciencia ficción que posteriormente aparecieron en los cines) y que les ayudaban en muchas cosas. Tenían naves de diferente tipo. Las grandes, o naves “nodriza”, que podían tener el tamaño de enormes ciudades de las nuestras y las pequeñas con las que ellos se acercaban al planeta cuando tenían misiones que cumplir. Elllos ignoraban qué o quién era Dios. Le llamaban El Profundo y lo representaban con una canastilla de flores. Contaban que este planeta era una especie de experimento y que había sido creado, guiado y controlado para conseguir una raza que funcionara con Libre Albedrío. Y que si este experimento acababa con éxito, “exportarían” el proceso a otros lugares del Universo o Universos. Al parecer, lo del “libre albedrío” no debe ser muy corriente por ahí arriba. Como que nacen ya todos “buenos” o algo así y no tienen opción de hacer el mal. Luego detallaban cómo eran sus ciudades, cómo vivían y de qué vivían, cómo funcionaba su sociedad, hablaban de sus adelantos tecnológicos, cómo educaban a sus hijos, etc., etc.. Su religión era Cósmica y única basada en el AMOR. Poco más o menos estas eran las informaciones que íbamos recopilando y que más adelante habrá ocasión para ampliar y matizar. Hubo una información que nos facilitaron y que Juanjo investigó con el tiempo profundamente, y fue la de que ellos tenían bases submarinas. Esto, como casi todo, nos sorprendió al principio mucho, hasta que con el tiempo y estudiando la casuística Ovni, vimos que encajaba perfectamente. A lo largo de la historia de apariciones Ovnis, se constataba que muchas naves salían del mar. A mí se me ocurrió hacer un experimento. Llamé al grupo de Madrid (el que ya funcionaba bastante bien y había tenido experiencias de contacto, salida al monte y visualización de las naves) y les pedí que hicieran un contacto haber si les decían si tenían alguna base submarina por el mar Cantábrico. Lo que yo pedía era un lugar o algún dato que indicara cerca de qué ciudad o población estaba ubicada su base, si es que la tenían. Yo, por mi cuenta (para entonces ya hacía psicografías medianamente creíbles) iba a preguntarles lo mismo, pero sin que me dieran nombres, sino coordenadas aproximadas de su base. Es una pena que dichos escritos psicográficos tampoco figuren en mis archivos. Aprovecho la ocasión para comentar que hace unos años y en una reunión de gente involucrada en este tema, que se celebró en una casa en Sotillo del Rincón (Soria), a la que acudí con “importante” documentación y muchas fotos super interesantes de ovnis fruto de contactos nuestros y de nuestros grupos, algún amigo de lo ajeno me robó la carpeta con todo el material. Nunca jamás volví a ver nada de aquello. Volviendo a los contactos de Madrid y mío sobre la posible base, el resultado fue asombroso: A ellos les comunicaron que tenían una base submarina a la altura aproximadamente de la población guipuzcoana de Deba. Y a mi me dieron unas coordenadas que ante mi asombro, coincidían con dicho pueblo. Tanto me impactó, que llevé dichas coordenadas al cuartel (todavía no me había licenciado) para corroborarlas con mapas militares mucho más completos que los que yo tenía en mis Atlas. No quedaba la menor duda. La información se correspondía. ¿Con quienes contactábamos?. Casi por sentido común había que deducir que con algo o alguien que, o leía nuestros pensamientos, o que realmente era un “algo” que decía la verdad. Y ese “algo”, después de tantas experiencias (y eso que todavía no se habían dado muchas más que vinieron con los años), parecía ser unos seres extraterrestres, unos guías, que se nos acercaban para ayudarnos. A fuerza de ser pesado, insisto en que para nosotros todo aquello nos desbordaba, nos ilusionaba, nos agobiaba, y, a veces, nos hacía sentirnos unos seres privilegiados y especiales. Muy difícil de digerir. Además había que tener en cuenta que de estos temas no se podía
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hablar en la calle. Si algo decías, era que estabas loco. Las estadísticas, aunque no me gusten y no me fíe mucho de ellas, en este caso puedo asegurar que acertaron. El noventa por ciento de los que nos involucramos en este asunto (y éramos gente casi toda de carrera o medio carrera universitaria y con nuestros añitos), acabamos divorciándonos, nuestras familias (en mi caso, hermano y hermana, prácticamente me dejaron de hablar y me decían que estaba loco) nos dieron la espalda, en nuestros trabajos nos discriminaron y tuvimos que rehacer la lista de amigos. Fue muy duro. Ahora, con el tiempo, (han pasado prácticamente treinta y ocho años de aquello) los de “siempre”, creemos que ha merecido muy mucho la pena todo lo que arriesgamos. Si ponemos en una balanza, lo “entregado” y lo “recibido”, el resultado ha sido muy positivo. Siempre hay personas que nunca cogieron el “mensaje”, siempre queda gente resentida porque tal vez no fueron con el corazón en la mano, pero,... esas personas, han desaparecido de mi vida como por encanto. Allá ellas. Yo no juzgo y cada uno tiene su camino y al final,... todos los caminos llevan a Roma, que dicen... Antes de continuar con la evolución que fue sufriendo todo este asunto, quiero contar una serie de acontecimientos que tuvieron lugar, también en el año1975, y que fueron muy importantes, muy bonitos, tremendamente causales y sumamente humanos a la vez que extraterrestres. Un buen día, recibí una llamada de un chico que se llamaba Lice. Y me explicó que él pertenecía a un grupo que se llamaba “Fraternidad Cósmica”. Eran unas personas que estaban en contacto con un personaje de Catania (Sicilia) que se llamaba Eugenio Siracusa y que afirmaba desde hacía muchos años que estaba en contacto con extraterrestres y que les había visto y que recibía mensajes de ellos. Tenían grupos por muchas ciudades de Italia y España y editaban una especie de revista de seis u ocho páginas que las llamaban EUGENIO SIRAGUSA Y FAMILIA “opúsculos”. La información que recibían del tal Eugenio se parecía bastante a lo que Juanjo estaba publicando, solo que sus mensajes eran muchísimo más catastrofistas que los de Sixto Paz y los guías de la Misión Rama. Y, claro, como ellos se sentían “raros”, “locos” y demás,... por creer y seguir a este hombre, sintieron que no estaban tan solos, ni eran tan locos, ni nada de nada. El fenómeno “contacto” no era de unos pocos “locos”, ya que un periodista de La Gaceta del Norte estaba hablando, y de forma mucho más clara y con pruebas, de que el tema no era baladí. Y, evidentemente, querían conocerme a mí y a mis amigos del grupo Rama Ellos se reunían en una cafetería de la plaza de Campuzano de Bilbao, que con los años ha cambiado varias veces de dueño y yo no recuerdo su primitivo nombre, y allí nos citamos una tarde. Yo fui solo y ellos eran, creo recordar, Licerio, Ricardo, Valentín, Luis y Félix. Si a alguien olvido, espero me perdone. Nos dieron todas las horas del mundo hasta que nos echaron porque debían de cerrar el bar. Aquello fue el comienzo de una relación amor-odio en el buen sentido de la palabra. Lice tenía una personalidad muy fuerte y de auténtico líder y yo, no aspiraba más que a compartir información. Qué ya era bastante para los tiempos que corrían. Esa sería la primera reunión de las muchas que se fueron sucediendo con los días (fijaros que no hablo de semanas o meses). Días. Parecía que en nuestras vidas no había otra cosa de la que hablar o de la que discutir, compartir, o, experimentar. Discrepábamos en muchas cosas, pero al tema que ellos le daban más importancia, era al de la comunicación con los guías extraterrestres, bien fuera de forma psicográfica, telepática o de cualquier otra forma. Se pusieron en contacto con el bueno de su Jefe, Eugenio Siracusa, y les dijo que si nos comunicábamos de forma tal fácil con unos extraterrestres, el tema era poco menos que diabólico. Y nos
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lo dijeron. Pero, estaban tan (no sé que palabra utilizar) ansiosos, tal vez, que no se dieron por convencidos con lo que les había dicho Eugenio. Hicieron viajar a su “gran representante” en España de la Fraternidad Cósmica que residía en Vigo, Giuliana, a Bilbao, para que nos conociese y opinara sobre nuestro grupo y nuestra forma de “contactar”. Nunca se me olvidará aquella tarde en uno de los salones del Hotel Ercilla de Bilbao. Espero, querida Giuliana, que aunque hace una eternidad de años que no sé nada de ti, sigas en la “brecha”. Nos reunimos, Lice, Giuliana, Resti (el chaval de nuestro grupo que hacía unas psicografías muy fiables) y yo. Y si alguien más estuvo presente no lo recuerdo. La cosa es que Giuliana le pidió a Resti que hiciera un contacto y que preguntara por alguna cosa personal de ella. El chaval se puso a escribir y cuando ya tenía varios folios, se los pasó a la galleguilla. No tengo ni idea de lo que estaba escrito, solo sé que a Giuliana se le demudó el rostro y muy asustada nos confesó que todo lo que allí aparecía eran cosas de su vida personal y que eran ciertas. Evidentemente, Resti la había conocido esa tarde y nada tenía que saber de su vida. Su actitud hacia nuestros contactos cambió por completo. Le envió los papeles a Eugenio con sus explicaciones y éste también cambió de rumbo y les dijo a todos los de Fraternidad Cósmica, que podían hacer el experimento, que era algo positivo. Y, dicho y hecho. Unos días después nos reuníamos en casa de Lice, su grupo (Valen. Ricardo, Marce, Félix, Luis,...) y yo. Durante un largo rato les expliqué el procedimiento de relajación y demás, y Marce, que fue el más osado se puso a la tarea con papel y boli. No tardó mucho en comenzar a escribir. El supuesto extraterrestre que se contactaba era Oxalc y citaba al grupo en un lugar concreto de Umbe para el día 31 de Julio a las once de la noche. “Tendréis pruebas evidentes de nuestra existencia”. “Veréis dos naves”. Así rezaba el contacto. Quisiera decir, que en el libro de Juanjo “100.000 Km. Tras los Ovnis”, aparecido en Enero de 1978, la anécdota que acabo de resumir habla del día 30 para la cita. Tengo razones personales que no vienen al caso para recordar que la cita era para el 31. Tampoco tiene ninguna importancia de todas formas. UMBE - PRIMERA CITA
Una cosa que se estilaba, porque así nos lo habían contado desde Perú, era que el guía de turno siempre citaba los nombres de las personas que podían ir a las citas. En este caso, el bueno de Marce preguntó debidamente por los nombres de los que debían asistir. Oxalc fue “escribiendo” los nombres y cuando acabó, vi, con asombro primero y con mucho enfado después, que mi nombre no aparecía por ningún lado. Yo, que les acababa de enseñar cómo hacer un contacto, quedaba excluído de la cita. El rebote que agarré fue fino como os podréis imaginar. Nunca entendí estas cosas ,a no ser que fuera la mente del que contactaba, la que, sin quererlo conscientemente, actuara.
Total que el famoso día de San Ignacio, diez personas del grupo de Fraterniad Cósmica, y seis amigos más que se unieron a ellos a última hora por su cuenta y riesgo, fueron a Umbe, donde después de varios nuevos contactos para ubicarse en el sitio concreto y tras dos horas de retraso, de pronto se quedaron atónitos: Un punto rojo como a unos 40 o 45 grados sobre el horizonte, se aproximó hacia ellos. Era como un tronco-cono de un color rojo-anaranjado, lanzó una especie de flaxes y se quedó estático. El tamaño era como el de un camión grande. De pronto, cambió de posición, comenzó a girar como un disco durante 30 o 40 segundos y desapareció como cuando apagas un televisor. Y todo en el más
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absoluto silencio. Las reacciones, tal como me contaba Lice, fueron de lo más diversas, Unos rezaban, otros reían un poco histéricos, otros saltaban de alegría, otros lloraban,... Fue todo un acontecimiento que a mí, aunque no pude asistir, me alegró muchísimo por Lice y todos ellos. En Diciembre de aquel año, Juanjo publicaría su famosísimo libro OVNIS: S.O.S. A LA HUMANIDAD. Ya iremos desgranando poco a poco la importancia que tuvo este libro para miles de personas.
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6 GRUPOS Y EXPERIENCIAS
Nuestro grupo fue aumentando rápidamente. Hubo un momento, en que de tantos que aparecieron, no nos quedó más remedio que dividirnos en varios, que de todas formas estábamos muy interconectados. Las experiencias también iban en aumento, aunque los avistamientos previa cita se nos hacían mucho de rogar. Hubo mucha gente que conseguía hacer las psicografías con facilidad y entre la información que daban los guías a nuestras preguntas y los papeles que a cuenta gotas nos llegaban de Lima, nos íbamos arreglando. Según nos dijeron desde Perú, los guían llamaban “antenas” a aquellos que conseguían los “contactos” más fiables. Con la salida a la venta del libro de Juanjo, las personas que se pusieron a intentar hacer contactos aumentó en toda España. Evidentemente, a su vez, PRIMER GRUPO RAMA DE BILBAO Juanjo comenzó a recibir en su casa infinidad de cartas. Todavía no había comenzado yo a compartir demasiado con Juanjo, pero cuando un día ví en su casa una maleta llena a rebosar de cartas, me quedé alucinado y le dije: - ¿Y eso que tienes ahí?. ¿Qué vas a hacer con tanta carta?. - Pues no tengo ni idea, porque, desde luego, yo no tengo tiempo de leer y contestar todas y cada una de ellas, claro. - Se me ocurre una cosa. Mira un poco por encima las que te parezcan más importantes (que veas que tienen fotos, que sean de gente conocida o importante para ti) y las demás me la llevo yo y me dedico a contestarlas. Así, además, puedo poner en contacto a aquellos que vivan en la misma ciudad o en la misma zona. ¿Te parece bien?. - Estupendo. No sabes que peso me quitas de encima. Así que me volví a mi casita lleno de trabajo, pero intuía, que iba a merecer muy mucho la pena dedicar tiempo a responder y juntar a aquellas personas. Y dio mucho de sí, vaya que si dio. Pero no adelantemos acontecimientos y sigamos con nuestro propio grupo. Al cabo de los meses apareció por el grupo un chico argentino llamado Rubén que venía de pasar una temporada con el grupo de Sixto Paz en Lima. Todos creímos que nos iba a aclarar muchas cosas, pero era, al menos aparentemente, un místico perdido amén de vegetariano confeso. El pobre no aportó más que confusión. Lo que nuestro grupo necesitaba era pruebas como las que decían que se daban en Perú, de que existían unos extraterrestres que hablaban de una Misión Rama y en la que estaban involucradas muchas personas de este planeta. Este muchacho ayudó en gran manera a que la mayor parte del grupo se comportara de una forma muy recelosa. Los pocos papeles que llegaban desde Lima, le llegaban ahora a él y entre él y sus “acólitos” los “censuraban entre aquellos que ellos creían que estaban preparados y los que no. ¿A que estas actitudes nos suenan de otras cosas?. ¡Qué pena y que triste!. Unos cuantos llegaron a considerarse poco menos que las personas más importantes de la Misión Rama en España. Menos mal que yo conseguí acercarme cada vez más a Juanjo, formar (sin forma) una especie de grupo muy selecto de gente con la que me reunía cuando podíamos y además, tener en mi poder TODA la información de lo que ocurría en prácticamente todos los grupos Rama de media España, ya que gracias a mi trabajo con las cartas de Juanjo, ayudé a crear grupos y además de cartearme con ellos, comencé un poco más adelante, a visitarlos asiduamente. Con lo cual, era el más privilegiado de todos. Poco a poco dejé de asistir a las reuniones tradicionales y a medir mejor mis pasos. Y, se me olvidaba:
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Era prácticamente el único que se relacionaba con el grupo de Fraternidad Cósmica. Juanjo, por su parte, se dedicaba a investigar los casos de aparición Ovni que se daban por la península y jamás se mezcló con grupo alguno. Yo le tenía al día de lo que recibíamos nosotros y Lice, de lo que les pasaba a ellos. Y todos tan felices. Nuestra amistad fue creciendo poco a poco y tuvimos varias salidas y experiencias en el monte que luego comentaré. Desde luego, ilusión por ver y contactar con las naves y con sus tripulantes no nos faltaba. Lo que más aprendí en aquella época de Juanjo, fue a mantener en todo momento los piés en el suelo.
PARTE DEL GRUPO
En otro orden de cosas, debo contar que cuando volví a mi trabajo en el Banco Bilbao una vez acabado mi período de la mili, me trasladaron directamente al Departamento Extranjero. Aquí también actuó algún “primo” que otro, ya que era el Departamento estrella del Banco a donde enviaban a los “enchufados” por excelencia. Raquel se quedó atónita, no se lo creía. Y con los años tengo que decir que fue un auténtico regalo del cielo. Casi veinte años trabajando de cara al público en un departamento de extranjero, da mucho de sí. Si la gran meta de tu vida es “trabajar” por los demás y dedicarte a ayudar a la gente, el puesto que
desempeñé durante tanto tiempo, era el ideal. Otro gallo cantaba en casa y en mis relaciones con Raquel. No solo Raquel se fue apartando de todo el mundillo de la Misión Rama donde yo estaba inmerso, sino que ella se integró en una cosa que por aquella época estaba muy de moda : los grupos feministas de la “liberación de la mujer”. Y para rematar el asunto, en el mes de Febrero se volvió a quedar embarazada sin que hubiéramos ido a buscarlo. A nuestra hija Rut (que por entonces ya tenía nueve meses) la atendía por las mañanas una chica que habíamos contratado y por la tarde (nosotros salíamos de trabajar a las tres de la tarde) nos repartíamos entre los dos las tareas y compaginábamos bien nuestra distintas y respectivas reuniones. Debo decir que hacía ya muchos meses que las reuniones de la Misión Rama no se celebraban en mi casa como al principio cuando éramos unos pocos. Así las cosas, nuestros buenos amigos de Fraternidad Cósmica, bien “dirigidos” por Lice, volvieron a las andadas e intentaron nuevos contactos, animados por el éxito obtenido el año anterior. Si no recuerdo mal tuvieron nuevos avistamientos los días 22 y 30 de Enero, a los que tampoco fui invitado. La experiencia que tuvo mucho éxito fue una cita en el monte Gorbea para nuestro grupo Rama y a la que por razones familiares tampoco pude asistir. Antes de seguir quiero comentar que para entonces, muchos del grupo, además de Juanjo, ya habían realizado en el Hotel Carlton de Bilbao, los famosos cursos de “Control Mental Silva”. Una mujer que ya destacaba mucho por sus acertados contactos y “visualizaciones”, Gloria A., y que tampoco pudo subir al Gorbea, utilizando control mental se “desplazó” al lugar de la reunión y allí vió a varios guías entre la gente que estaba meditando, observó cómo les hablaban y compartían con ellos. Al parecer ningún miembro del grupo se enteró de nada. Gloria explicó cómo eran aquellos guías y dio un montón de detalles. Cuando al cabo de los días nos contó en la reunión todo esto, las críticas no dejaban de sucederse, porque no entendíamos el motivo de una cita con unas características que nada aportaban, al menos aparentemente, a los presentes, que ni vieron, ni oyeron, ni sintieron nada de nada. Era un poco como una especie de tomadura de pelo. Los guías sabrían los motivos, pero a nosotros jamás nos los comunicaron.
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El 11 de Enero nos citaron nuevamente en Umbe y esta vez también vino Juanjo. Pero, para variar, y pasadas varias horas, tanto Juanjo como yo nos fuimos a nuestras respectivas casas pues al día siguiente ambos teníamos que trabajar y además Juanjo quería viajar a realizar una nueva y muy interesante investigación a Canarias. Tampoco aparecieron esa noche, claro. El 28 de Marzo, el cura párroco de Areta, Iñaki Mendieta, tuvo un formidable avistamiento Ovni del que Juanjo da debida cuenta en su libro de los 100.000 Km. Yo lo menciono, porque cuando al cabo de los meses me lo presentó, tanto a Iñaki como a mí nos entró la risa. ¡Lo que son las causalidades!. Este cura, con el que yo poco había charlado, era nada más y nada menos que “el cura” de la familia. Y me explico. Mi ya famoso tío Paco (mi jefe en Seguros Aurora), se había hecho antaño con sus servicios “para todo” (bodas de hijos, bautizos,...) ya que era pariente lejano de nuestra familia por una parte que a mí no me tocaba. Pero al fín y al cabo, familia. Y mira por donde que con los años se acaba metiendo en nuestro bendito “rollo” extraterrestre. Otro caso muy divertido fue el de el ya fallecido, Padre Felices. También lo descubrió Juanjo y cuenta su historia de manera extensa y de forma genial. Yo lo conocí creo que un par de años después, cuando ya el grupo de Valladolid estaba formado, siendo su máxima valedora, Adita A. que más tarde volverá a aparecer por este libro. Era por entonces el Prior de los P.P. Dominicos de Valladolid. Era un hombre del que no sabías que tenía más grande, si su corazón, o sus dos metros de alto por otros dos de ancho. Era muy gracioso y como había estado trabajando en las misiones en la India, creo recordar, había aprendido a ver el aura de las personas. Te ponía contra la pared y te contaba todos los colores que te veía y su significado. Pero para mi lo más divertido era que de siempre había creído en la existencia de vida en otros planetas, hasta que, encima, tuvo un gran avistamiento Ovni. Tenía en su cuarto un buen telescopio con el que se dedicaba a mirar mucho al cielo. Y nos contó (aquí vienen las risas) que un día estaba en su cuarto y uno de los sacerdotes le llamó con urgencia porque desde el patio del convento se veía un Ovni como una catedral de grande. Dijo que cogió el telescopio y echó a correr escaleras abajo, que se enredó la sotana y que se pegó un buen mamporro. No obstante, consiguió llegar al patio, montar el telescopio y ponerse a mirar por él. Y no veía nada de nada. No lo entendía, todos los curas lo estaban viendo menos él que encima tenía un telescopio, hasta que un buen sacerdote se le acercó y le dijo. Padre Felices, si no quita usted la tapa, nunca podrá ver nada. Claro, que las risas vinieron después del susto. Este también estará contando chistes en el Cielo con algún otro que yo me sé. Y el otro tema divertido que le ocurría al P. Felices, era que cada vez que aparecía un Ovni sobre las inmediaciones de Valladolid, se le paraba el reloj de muñeca y nunca jamás volvía a dar las horas. Los relojeros de la ciudad le temían como a un nublado. Nunca le pudieron justificar el motivo por el que sus relojes se estropeaban y no tenían arreglo. EL DOMINICO P. FELICES
Esto otro, solo le podía pasar a un andaluz. También en Zaragoza se formaron un par de grupos. Uno radicado en el pueblo de Pinseque donde la gente se reunía en casa de Pepe B. y Milagros G. y otro en la capital, que bien puede decirse que su cabeza era Manolo. No voy a facilitar más datos, ya que, aunque jubilado, ha sido militar. Eso sí, casado con una maravillosa mujer. Pues la historia de por qué este hombre se introdujo en el mundo Ovni tenía una explicación con mucha “guasa” cuando menos. Cuando vivía en Córdoba de joven y estaba una tarde pasándoselo pipa con otra cordobesa guapa y cuando estaban en mitad de la “faena”, ahí que oyen unos siseos extraños por encima de sus cabezas, se mosquean, paran, miran hacia arriba y allí, unos metros por encima de ellos (no muchos) ven un ovni que al parecer, aunque sigue girando, está observándoles con mucha curiosidad dijeron ellos al cabo de las horas y después de unos buenos finos para quitarse el susto de encima. Me lo imagino y mis risas llegan hasta dónde tuvo que llegar el susto que el Manolo y la otra se llevaron.
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En Leon, el grupo que se formó era muy serio y formal. Roberto, que también se fue hacia la luz hace unos añitos, era la cabeza más visible junto a un buen pintor, Lorenzo F. y Juncal. Posteriomente apareció Gerásimo C. y algunos otros. En Logroño teníamos el formado nada menos que por un Ingeniero de la Confederación Hidrográfica del Ebro, Fernando G. Barcelona no se quedó a la zaga, con un gran pintor de fama internacional hoy día, Julio V. y un abogado de renombre Joaquin G. Madrid, de la mano de Arael y Narci hasta que se fueron a Perú, formaron a mucha gente Marta en Miranda de Ebro. Narciso en Llodio, Miguel R. en Elgoibar. Y, para no agobiar más al personal y como ya tendremos tiempo más delante de hablar de él, uno de los más importantes de toda España. Nuestro gran amigo, periodista, contactado y felizmente ubicado en su chalet azul, Paco Padrón.
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7 - EL GANEKOGORTA
Juanjo seguía con sus investigaciones de campo, incansable como siempre y acumulaba casos, pruebas, testigos, demostrando al más ciego que las naves de los “primos” andaban por todas partes. Y los testigos eran de todas clases: desde aldeanos a pilotos civiles y militares, a sacerdotes, ingenieros, radaristas, médicos… Una tarde que estaba en casa leyendo tranquilamente el periódico después de comer, sonó el teléfono. - ¿Dígame?. - ¿Jose Luis?. - Sí, dime. Había reconocido la voz de Juanjo - Soy Juanjo, ¿cómo vas?. - Voy bien. ¿Qué te pasa?. - Te cuento. He recibido una carta de un grupo de Tarragona junto con un contacto psicográfico realizado por uno de ellos. ¿Conoces por allí algún grupo?. - Pues no. En Tarragona no tenemos a nadie conocido. - Es que estoy muy mosca. - Bueno, tu sigue contándome. - Lo curioso es que el contacto va dirigido a mí y dice que debo estar el próximo viernes a las doce de la noche en el monte más alto cercano a Bilbao. - ¡Arrea la cabra!. - Y, claro, yo no conozco cual es y como tu eres un experto montañero... - Menos guasa, querido... - Bueno, la cosa es que quiero que me digas a dónde tengo que ir y por donde tengo que subir. - Pues déjame pensar, porque no lo tengo muy claro. El más alto y el más cercano a Bilbao sería el monte Pagasarri. Pero detrás está el Ganekogorta, que es más alto todavía y yo creo que también podría entrar en la quiniela. Además el Paga es muy transitado y el Ganeko mucho menos. No sé... yo tal vez me decidiría por el Ganeko. Si quieren aparecer sería un sitio mucho más discreto, aunque a esas horas,... - ¿Y por donde se sube?. Porque yo no tengo ni zorra idea de cual es y mucho menos del camino. - Por eso no te preocupes. Ya te acompaño yo. - Pero el contacto especifica que debo ir yo solo. - ¡Ya son cabrones, eh!. Pues lo tienes claro, hermanito del alma. - Se me ocurre una cosa. Voy a intentar hacer una psicografía y pregunto a ver si me puedes acompañar. - Estupendo. Eso sería lo mejor, aunque ya sabes que a mí me tienen un poco dejado de la mano de Dios. Me deben de tener miedo. Bueno, pues tu inténtalo y me llamas con lo que te digan. Y anda que, cualquiera que nos oyese, pensaría que estamos como dos cencerros, ¿no te parece?. - Ya te digo, sobre todo en nuestros respectivos trabajos. Bueno, te llamo en cuento sepa algo. - Hasta luego. - Adiós. Después de colgar el teléfono, yo me sentí feliz, inquieto y deseoso de acompañar a Juanjo a la cita. Se lo comenté a Raquel y me dijo bastante enfadada que todo aquello le parecía muy peligroso y que alguien nos estaba comiendo el tarro de una manera muy preocupante. A eso de las siete de la tarde, el teléfono volvió a sonar. - ¿Sí?. - Jose Luis. Soy Juanjo otra vez. - Dime. - He hecho el contacto.
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- ¿Y…?. - La pregunta que les he hecho ha sido muy escueta. ¿Puede Jose Luis venir conmigo?. La respuesta ha sido inmediata y muy clara. CORRECTO. - ¿Nada más?. - Nada más. - ¿Y dices que es este viernes cuando hay que ir, no?. - Sí. Este viernes. - Muy bien. ¿Cómo, dónde y a qué hora quedamos? - ¿Que te parece en la Cafetería Oliver?. - Bien. Hay que pensar muy bien en la hora, porque hay que subir mucho monte y además de noche prácticamente. - No tan de noche. Ahora en primavera los días van siendo cada vez más largos. Con que quedemos a las siete yo creo que es suficiente. - Vale. ¿Vamos en tu coche o en el mío?. - Prefiero llevar el mío. Date cuenta de que tengo las cámaras y demás utensilios que pueden hacernos falta. - Bueno, pues yo llevaré los bocatas y la bota de vino. - Eso de los bocatas no lo había pensado, pero no es mala idea. ¿Seguro que llegaremos hasta allí arriba?. - No seas tonto. Tu confía en mi. Nos sentaremos en la mismísima punta del Ganeko a esperar a las “primos” y como no aparezcan... se las tendrán que ver conmigo. - No, si de ti me fío. - Además no tienes otra opción, amigo mío. - Bueno, pues entonces hasta el viernes a las siete. - Vale, pero sé puntual que te conozco. Como ya es costumbre, el tiempo pasa volando y casi sin enterarnos, llegó el día señalado. Yo bajé de Begoña andando y con mi mochila al hombro. Buena ropa de abrigo, un par de linternas, la bota de vino y unos buenos bocatas de chorizo y jamón. Los prismáticos se me olvidaron con los nervios, pero ya imaginé que Juanjo llevaría los suyos que eran excelentes. La cafetería Oliver estaba situada cerca de la Gran Vía y del Banco Bilbao. También estaba a un tiro de piedra del periódico y solía ser nuestro punto de encuentro en Bilbao. Prácticamente ya nos conocían y además los dueños eran un matrimonio que se apellidaban Barturen (como yo) y que eran primos lejanos que vivían en Górliz. Así, que todo estaba controlado. Cuando abrí la puerta de la cafetería, descubrí que por una vez en su vida, Juanjo había llegado puntual. No solo puntual. Con cinco minutos de adelanto que son los que yo utilizo en general pues me gusta mucho la puntualidad. - Buenas tardes, caballero, tenga usted. - Buenas tardes y menos guasa. En seguida noté que el bueno de Juanjo no tenía esa tarde el aire cansino y como apagado que era habitual en él debido al “estrés” de cada día. Solo parecía preocupado. En el suelo, junto a la barra del bar, descubrí su raída y enorme bolsa negra. La había visto muchas veces. Dentro estaban las cámaras fotográficas y demás artilugios necesarios para obtener unas buenas fotos. Juanjo leía el periódico de la tarde, mientras sorbía un café solo. Llevaba sus botas “troteras”, un pantalón de pana azul oscuro y un chambergo suficientemente abrigado para pasar la noche en el monte. - ¿Vas a tomar algo?. Me preguntó. - Una cerveza, gracias. Cuando estaba tomándome el primer trago, Juanjo, esbozando una sonrisa, me dijo: - ¿Tu crees en serio que llegaremos?. - ¡Qué pesado eres!. No te preocupes. Si hay que ir, iremos y llegaremos. Lo que no sé es si volveremos…añadí yo echándome a reir.
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- Pero, ¿te das cuenta de que estamos rematadamente locos?. - Sí. ¿Y qué …? Y mientras Juanjo meneaba la cabeza como si se tratara de un péndulo que quisiera poder pararse en el punto medio, añadí: - Voy a mear. Y sin poder contenernos más, los dos nos echamos a reir a carcajada limpia, mientras éramos objeto de miradas desaprobadoras por parte de las “elegantes” personas que habitualmente frecuentaban el local. Los dos estábamos nerviosos y excitados. Estábamos ante una nueva cita. Una más. Pero tenía un sabor especial. Ellos habían sido los que la habían provocado esta vez. Nos la brindaban en bandeja desde Cataluña. Y teníamos unas enormes ganas de agarrar una nave por las patas, sacar a los tripulantes a una campa y charlar con ellos mientras echábamos un trago de la bota. Juanjo, a pesar de que casi nunca dejaba traslucir lo que pensaba, parecía como si tuviera pirañas en el culo. Para cuando salí del servicio, ya estaba en la puerta de la calle y había pagado la consumición. Eché un último vistazo al bar para despedirme del camarero y observé divertido las caras serias y atormentadas que los hombres de negocios que estaban allí timándose sus copas y tratando de hacer más rentable su dinero, tenían en aquellos momentos. La mayor parte de la gente de este planeta siempre está ocupada en asuntos como el dinero, el nuevo coche, los problemas de su casa de campo, la buena imagen y la apariencia… y nosotros dos, los chalados de Juanjo y José Luis, como si fuéramos extraterrestres de verdad, interesados en charlar con nuestros ”hermanos” de temas mucho más transcendentes e importantes para el ser humano. ¿Aprenderían alguna vez algo?. Mientras pensaba en estas bobaditas me fui acercando al ancestral seat azul que Juanjo tenía por aquel entonces y cuyo capot trasero cerraba gracias a unas buenas cuerdas en su derredor. Y con la ilusión de dos chavales que fueran a buscar a sus respectivas novias, tomamos la carretera que nos iba a llevar hasta el Pagasarri. Eran las siete y cuarto de la tarde (las diecinueve quince que diría el “meticuloso”). La subida al Paga se puede hacer en coche hasta un lugar determinado, todavía bastante lejos de la cumbre, donde tienes que dejar cualquier tipo de vehículo y seguir a patita. Cuando todavía andábamos trajinando por las numerosas curvas de la carretera, nos topamos de frente con un vehículo de la Guardia Civil que venía en sentido contrario. Hacía alrededor de cuatro o cinco meses solo que había muerto el dictador Franco y las cosas no estaban todavía todo lo claras que nos hubieran gustado. - ¿Y si nos paran y nos preguntan a dónde vamos a estas horas monte arriba?. Dijo Juanjo. - Pues a una cita con unos Ovnis. Le dije yo. - ¿Estás loco?. ¿Te imaginas sus caras?. - Lo peor no serán sus caras. Lo malo es que piensen que les estamos tomando el pelo y nos metan al trullo directamente. Estos no se andan con chiquitas. - Bueno, tú tranquilo, que llevo mi carnet de periodista y algo se me ocurrirá. - Los primos te oigan o ellos pasen de largo. Ya me imagino los titulares en La Gaceta de mañana y los comentarios de mi familia y de mis jefes en el Banco. Causalmente nunca supimos cual hubiera sido la reacción de los Guardias Civiles, ya que pasaron por nuestro lado sin detenerse. Como es bastante habitual en Juanjo, llegó un momento en la subida en que yo me di cuenta de que no seguíamos el camino adecuado. Nos habíamos perdido. Todavía hoy, no me puedo explicar por dónde pudo meter el coche, para salirse de la carretera y acabar en una especie de campa, que aunque no muy lejos del camino que debíamos seguir a pié, no era donde todo el mundo deja su vehículo aparcado. A todo esto ya se había hecho de noche prácticamente. - ¿Ya encontraremos el coche al bajar, metido en esta campa llena de árboles y con el suelo bastante húmedo por cierto?. Le dije casi premonitoriamente a Juanjo.
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- Sí, hombre. Está cerca del camino. - Si tu lo dices, ya me quedo más tranquilo. Le contesté con sorna. Soltamos la cuerda que ataba el portaequipajes, yo me coloqué la mochila al hombro y la linterna en la mano derecha. Juanjo tuvo, como siempre, que hacer malabarismos para colocarse su bolsa no se como al hombro y cuando ya íbamos a comenzar a caminar para tratar de encontrar el verdadero camino, se vuelve hacia mí y me pregunta por enésima vez: - ¿Sabrás llegar arriba?. - No tiene pérdida. Cuando salgamos al camino auténtico, verás unas marcas rojas cada pocos metros. Tu te pones a caminar hacia arriba sin apartarte de ellas y cuando te canses, te paras, echamos un trago de la bota, nos fumamos un pitillo y así hasta que te mueras o lleguemos arriba. - No sé, no sé... Yo cogí mi ritmo, verdaderamente no era el primer monte que subía en esta vida, y pronto dejé un poco rezagado a Juanjo. Cuando llevávamos bastante rato subiendo, noté que Juanjo se paraba y miraba a su alrededor inquisitivamente. Retrocedí unos metros, me acerqué a él y un tanto extrañado le pregunté: - ¿Qué pasa?. - No, nada. Como algo ya le iba conociendo, aquel “no, nada, significaba:” Sí, algo raro está pasando. Pero como no soltaba prenda, continué subiendo unos metros, hasta que veo que vuelve a detenerse. - Bueno, ¿me dices lo que pasa o no?. - ¿No notas nada extraño?. - Pues no. - Pues yo sí. Desde hace un rato, llevo uno a cada lado. - ¿Uno a cada lado?. ¿De qué coño hablas?. - ¡Hablo de dos Guías!. - ¿Me estás queriendo decir que, aunque no los veamos, tu notas que llevas a dos extraterrestres uno a cada lado?. - Uno a mi derecha y otro a mi izquierda. Y los noto perfectamente. - Oye, ¿no te habrá hecho ya efecto el mal de altura a escasos quinientos metros?. - ¿Seguro que tú no los sientes?. - No, hijo. Yo no siento nada ni a nadie. - Bueno, es igual. Déjalo. Vamos a seguir que todavía nos queda un buen rato de subida. Retomé el camino más mosca que mosca. En algunas ocasiones yo también había aprendido a sentir algo cuando alguno andaba cerca, no podía negarlo, pero en aquella ocasión, la verdad es que no noté nada. A veces, o sentía una especie de “escalofríos extraños” o se me erizaba el cabello, o cosas parecidas que siempre estaban relacionadas con “presencias”. Incluso en casa había oído cosas, pero... Siempre, todo ese tipo de experiencias precedían a algún acontecimiento feliz, a unas sensaciones muy fuertes de paz o a sucesos super causales relacionados con “ellos”. Seguí caminando con entusiasmo, porque al fin y al cabo, lo que le pasaba a Juanjo, quería decir que íbamos muy bien acompañados. Cuando por fin y sin más incidentes que reseñar, llegamos a la cumbre, buscamos refugio detrás de unas rocas que nos amparaban de la “baroja” que soplaba allí arriba. Nos sentamos y oteamos el cielo. Eran las once de la noche aproximadamente y el cielo estaba totalmente despejado. Ni una nube, ni ningún obstáculo para contemplar el magnífico espectáculo que nos brindaban las estrellas. Faltaba una hora para la cita. Encendimos un par de cigarrillos y vaciamos un poco más lo bota. Estuvimos un buen rato hablando de asuntos personales y luego nos dedicamos a desempaquetar los bocadillos y a devorarlos con verdadera ansiedad. Ni que decir tiene que entre mordisco y mordisco no quitábamos ojo al cielo. Las estrellas y la Luna iluminaban el paisaje y al fondo y abajo, se intuía la civilización.
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- Tu idea de los bocatas ha sido genial. Dijo Juanjo. - No hombre. Entre los montañeros esto es lo normal. Es fundamental ir provisto de víveres. - Yo, cuando viajo por esos mundos de Dios siguiendo el rastro de tus primos, llevo una petaca de coñac para el frío. - Claro. Ahora entiendo cuando mis compañeros de trabajo se descojonan de mí al contarles que a veces sí les vemos. Me suelen decir que cuantas copas nos habíamos tomado antes, je je,... - Muy gracioso,.... - Bueno, ¿la has traído hoy?. Porque aquí arriba empieza a hacer un frío de narices. - Sí. Aquí está. Echa un buen trago y verás como se te caleinta el gaznate. - Gracias hermanito. Después de un par de tragos, Juanjo se puso a revisar sus chismes fotográficos, mientras hacía comentarios de tipo técnico al respecto, que por supuesto yo no entendía. - ¡Oye, Juanjo!. ¿Te has parado a pensar como reaccionaríamos si dentro de un rato aparece una nave interplanetaria y se posa en esta campa a unos metros de nosotros, después del tiempo que llevamos con este tipo de experiencias ? - Sí. Que echaríamos a correr monte abajo, cagados de miedo y llegaríamos a Bilbao en diez minutos y con los calzoncillos en la mano. Y las risas se debieron de oir hasta en la Luna. Lo cual nos vino muy bien para relajarnos un poco. La tensión se nos había ido acumulando poco a poco y sin casi darnos cuenta a medida que la hora se acercaba. Y dieron las doce de la noche. A las doce y cinco, de pronto, gritó Juanjo: - ¡Mira, José Luis, allí. A tu izquierda!. - ¿Dónde?. JJ. BENITEZ EN CASA DEL AUTOR - ¡Allí, no ves!. Y señaló hacia un lugar en el cielo. ¡Mira cómo se mueve! ¡Va a toda pastilla!. ¿Y no ves los cambios de dirección tan bruscos que hace? Todo fue muy rápido. Yo intentaba fijar mis prismáticos sin ningún acierto, hasta que caí en la cuenta de que me había olvidado ponerme las gafas para ver de lejos que había dejado al lado de la mochila mientras comíamos. Para cuando quise reaccionar, la nave de marras se las había “pirado” tan monamente. Una vez más me había quedado con las ganas. El avistamiento había durado unos segundos y Juanjo no había tenido ninguna opción de utilizar las cámaras. Era bastante habitual que esto pasara. Al parecer, eran muy reacios a dejarse fotografiar por nosotros. Durante casi otra media hora nos quedamos mirando al cielo por si se repetía la experiencia. Yo miraba al cielo y veía planetas, estrellas, la luna, adivinaba galaxias y ... sentía en mi alma un órden perfecto. Aquel espectáculo era grandioso y sentía igualmente la insignificancia del hombre ante aquella inmensidad de perfección. Me sentía en paz, pero muy chico. ¿Qué suponían dos personas en la cima de un monte de una pequeña ciudad de un único planeta, ante lo que nuestros ojos abarcaban y eso que no era más que una pequeñez de todo un Universo o de muchos Universos?. Cuando rompimos el encanto de aquel silencio, no eramos los mismos. Nuestros comentarios reflejaban que Dios (quien quiera que fuese), estaba en nuestro pensamiento y en nuestra alma. Nos sentíamos llenos, pletóricos, muy alegres, sobrecogidos y felices. - Claro que el avistamiento era para ti, amigo. Yo solo era el guía en esta ocasión. - Sí, eso parece. A las doce y media pasadas, un poco cansados, aunque contentos y al no vislumbrar la posibilidad de
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nuevas experiencias, decidimos regresar. Recogimos nuestros bártulos y comenzamos a caminar monte abajo. Cuando no habíamos caminado ni quinientos metros, fuimos notando que nuestra sensación de bienestar iba en aumento más si cabía. De pronto, comenzamos a notar cómo nos caían desde el cielo una especie de copos de nieve (que no eran tal evidentemente), que se evaporaban o deshacían al contacto con nuestro cuerpo o con el suelo. No era nieve porque no había nubes, era primavera, buen tiempo y no hacía el frío necesario. Mirábamos como atontados al cielo, al suelo, a nuestras manos y no entendíamos de donde podía proceder el fenómeno, ni qué estaba pasando. Estábamos como borrachos, pero de felicidad, de alegría, nos parecía que flotábamos. No tengo palabras con qué explicar aquello. Al cabo de unos minutos, todo terminó y sin dejar el menor rastro. Recuerdo que acabamos haciendo una chiquillada sin comentarios... Tan alborozados estábamos que se nos ocurrió hacer una apuesta con cervezas de por medio, de ver quien orinaba más lejos, como hacíamos de críos. La verdad es que no recuerdo quién tuvo que pagar las bebidas. Pero las experiencias, aunque éstas de otra índole, no habían acabado. Al margen de que encontrar el coche fue toda una odisea, cuando Juanjo intentó salir de las campas a la carretera, no sé que hizo, pero se metió en un verdadero lodazal del que no hubo forma de salir. Al principio nos cabreamos, pero al minuto nos echamos a reir a brazo partido, echamos un buen trago de la bota, encendimos un cigarrillo y emprendimos la marcha a pié camino de Bilbao, dejando el coche en espera de la grúa que llegaría a la mañana siguiente. A las siete de la mañana, rotos de cansancio, hacíamos nuestra entrada triunfal en la villa. - Vamos a casa a descansar un rato. Luego volveré con la grúa. Dijo Juanjo. - Que Dios te ampare ciego mío. Le dije yo. - Nos llamamos luego. - Vale. Le voy a decir a Raquel que llame al Banco y que diga que estoy enfermo. - Hasta nunca - Besitos. Cada uno pilló un taxi y nos fuimos camino de la cama, cansados, pero muy felices. ¿Nos entendería alguien?. ¡¡¡Qué nos importaba a nosotros que nos entendieran los demás o no!!!. Nada de nada.
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8 - EL LIBRO RAMA
Llevábamos muchos meses ya oyendo hablar del Libro Rama. Decían las malas lenguas que era un libro dictado por los Guías, donde se explicaba en qué consistía dicha Misión y que solo era para que lo leyeran los “elegidos”. A mí, personalmente, estas cosas me sacaban de quicio. Elegidos por aquí, elegidos por allí... y como yo no puedo estar quieto, me moví. Tras una serie de gestiones, que particularmente no me costaron mucho, dada mi influencia y ascendencia entre la gente de Misión Rama en Perú, el “esotérico” librito llegó a mis manos. Para empezar, de libro no tenía nada. Era simplemente una supuesta comunicación psicográfica de varios folios dónde sí se explicaba qué era la Misión Rama y su por qué. Poco más o menos. Por aquel entonces fue muy clarificador porque estábamos a oscuras. Nos vino muy bien, nos aclaró muchísimo las cosas y, desde luego, no tenía nada especial que indicase que no lo podía leer cualquiera que estuviera en la “movida”. Vamos con el contenido del mensaje : Ya llega el tiempo en el cual recordaréis cada uno cómo fue que fuisteis llamados a conformar Rama. Cada uno sabrá pronto su camino de venida. Sobre Rama es larga la historia, pero debe empezarse a escribir ya. El tiempo está marcando su momento de gran compromiso. Hace cuatro mil años antes del Mentor del Espíritu Crístico, venido de la Misión Redención, de los planos mayores de la gran civilización y que fue engendrado, no creado, reencarnándose así, para los fines del plan. Ustedes han sospechado bien todos los detalles de la venida Crística, que no es necesario señalarlos aquí.
CONSEJO VENTICUATRO ANCIANOS
Fueron hace cuatro mil doscientos años que llegó a los grandes Maestros del Consejo de Veinticuatro Ancianos de la Galaxia, el momento de actuar en los planes de ayuda galáctica y de solidaridad de civilizaciones, para poner en marcha las misiones secundarias, que se insertarían al mundo moderno. Sería el fruto del proceso histórico, cultural y de todos los otros aspectos, después de la venida del Mentor a la Vía Láctea, que lleva al planeta tierra a cumplir su ciclo de edad para subir de plano de evolución, aún a costa de una destrucción parcial de su humanidad en su tiempo Siserático o Apocalíptico, destino que es propio del natural proceso.
Para esto se coordinó que el Maestro J., designado por el Anciano A… del Consejo de los Veinticuatro, investigara mediante estudios profundos, a los miembros básicos de la Misión Rama o Misión Mundo. Hay otras Misiones en otros mundos, como Omagata, Onirón, Omirita, Kibali, M. Del Candelabro, Onixsur de Sibali, Arión, Orimin, Urix y Yum. Desde hacía cientos de años se había pensado qué clase de gente se necesitaría para que llegado el momento en el cual los hermanos, homogéneos en misión y diferentes en su manera de ser preparados, en su momento, se encontraran y se reconocieran. Gente que bajo una meta en común, cambiarán los caracteres que tenían tomarán una nueva meta como sello propio llamado Todo Amor.
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Esta gente fue siempre escogida con relación a qué papel desempeñaría cada uno dentro de la misión de preparación para la nueva humanidad que vendrá. Mientras en el planeta Ahelon, sede en ese tiempo del Consejo de Ancianos, se preparaban los estudios pertinentes que buscaban recoger archivos de estudio del futuro terrestre. Como decimos, se buscó a la gente que tuviera la virtud de ser abierta en potencia y sensible. Gente que a pesar de no tener nada fuera del común humano, pudiese vibrar en un plano mayor. Este plano pondría en una situación de conocimiento interior y desarrollo metapsíquico, lo que se les presentaría como un saber que a la larga fuese un poder sobre los demás. Esta gente que antecediera el compromiso de libertad responsable frente a este recibir conocimiento superior, tendría que estar dispuesta a vivir una serie de pruebas poco comunes para la gran mayoría humana y experiencias duras en el medio donde viviera. Tendrían que cumplir una función de testigos, y por ende, ser tratados por los demás, como es común hacerlo. Tendrían la misión, no solo de alertar o advertir, sino de ser puente para lo que las personas se encuentren antes de que la tierra se destruyese entre los años 1.975 y 2000. (Como estas líneas las estoy escribiendo en Marzo del 2011, es evidente que, gracias a quien sea, el planeta sigue vivito y coleando o, todo el asunto de la Misión Rama fue algún tipo de test psicológico de los “primos” para y por algo). Se comenzó a buscar primero en el plano llamado mundo tierra, los espíritus encarnados que serían protagonistas de la Misión Rama, que abrirían los ojos a la humanidad, y que solo los dispuestos y preparados a escuchar, escucharían. Se buscó primero a la gente del plano por elevar y luego a los que promoverían el desarrollo de aquellos iniciados en la evolución de plano blanco, es decir, a los Guías coordinadores de la maduración mental y espiritual de los hermanos menores terrestres. Posteriormente se dio paso a la búsqueda de los Guías terrestres. A cada uno se le encontró en una época casi distinta y en sitios diferentes y apartados. Se aclara que la reencarnación en que a cada Rama se le llamó a Misión, es la que más ha marcado huella en su sello interior y que cada uno conserva algunos rasgos faciales y subconscientes. La modalidad del llamado varió según fueran las vibraciones primeras: AM, EM, EL, NI, AN... Estas vibraciones que eran las terminaciones de los nombres cósmicos, determinarían el orden en que se efectuarían los llamados y el orden de aparición en la Misión y trabajo actual. A cada uno se le hizo llegar mediante emisarios y en naves de la Confederación, la clave del conocimiento Rama, o sea, el Libro del Amor de los de las Vestiduras Blancas, impreso en todos los idiomas. Se programaron los días en que los Ramas se fueran uniendo, sintiéndose éstos unidos por extraños e inseparables lazos de hermandad comunitaria, como si se hubiesen conocido desde siempre. La idea y el plan Rama se basaba en crear una comunidad de hermanos variados, llamados los Ramas, que serían los voceros y hacedores del llamado al cambio. Entre los planetas que se escogerían para desarrollar academias de guías para todas estas clases de misiones de este siglo, estaban los de la colonia venida de Orión y establecida en Ganímedes, Apu en Alfa Centauro, Cerpicán Mayor II en Can Mayor, Xilox en Andrómeda, etc., etc.. Siete años antes de la Misión Rama que empezaría en 1.974, los Guías ya entraban en una etapa semifinal en su adiestramiento y preparación. Antes de que los Ramas nacieran en esta última vida, vivieron en el astral en los planetas de la Confederación, donde recibieron una preparación distinta, para que olvidasen, cerrándoles los candados de su mente y dando las llaves a uno mismo, para que tuviesen la oportunidad de que con su esfuerzo se encontraran a sí mismos y nacieran con trabas y sin ellas. Se prepararon unos sistemas de enlace y a unos Maestros que enviados por la Gran Hermandad Blanca bajo el signo de la estrella, se encargaran de suministrar los conocimientos y despertar la dormida sabiduría.
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Igualmente estaban listos los archivos que se entregarían a los Ramas en el mes de Agosto de mil novecientos setenta y cinco o año Semiótico, cuando en ese mes se cumpliesen los viajes más ambiciosos de la Misión hacia Sillarhuasi en el Cuzco y a Huarochirí de regreso y el encuentro con los tres maestros de la caverna en Marcahuasi. Durante el tiempo que siguió a los mil primeros años de la Misión Rama, en muchos planetas, la labor de planificación iba acelerándose y la ayuda para un futuro humano, debía ser cuidadosa y meticulosamente planeada. Se realizaron muchas sesiones de consejos menores para dialogar y llegar a la verdadera comprensión de la importancia de esta obra de solidaridad galáctica. Se comenzaron a organizar las academias de Guías, luego comenzaron a llegar a los visores y pantallas los datos de los Ramas que intervendrían y se les estuvo observando en su vida en el plano tierra a cada uno en el año dos mil cien antes de Cristo en distintos lugares, desde el Mar Rojo, Persia e Irán, hasta India, Mongolia y América. Todo el mundo desfilaba delante de aquella pantalla, donde resaltaban espíritus abiertos y con la clave concordante vibratoria. Pues no sólo era vibrar con Rama, sino también espiritualmente de manera que la energía de cada uno pudiera aspirar a más, a alcanzar los planos mayores blancos, o sea, lograr perfeccionarse aceptando el compromiso de ser puente a otros y luz de un sendero conjunto, el nuestro y el de otros. Para esos tiempos Morlen era el satélite de Júpiter que ofrecía mayores disposiciones como para hacerle encargado de la coordinación de la Misión raza humana. Debería albergar una colonia de doce mil personas terrestres y encargarse de reeducarlas para un repoblamiento de la tierra en el año dos mil trescientos después del Mentor Crístico. Entre sus ciudades estaba la llamada Ciudad Cristal que sería sede de la dirección de la Galaxia para el año mil uno antes de Cristo. La sede del Consejo de la Confederación, debía centrarse en los trabajos con respecto a los sistemas y planetas que estarían prestos a recibir las primeras ondas de energía del sol Galáctico y además, algunos, subirían de plano de evolución. Morlen, Ganímedes los llaman ustedes, contaría con un millón de personas naturales y doscientos mil colonos terrestres y de otros planetas para mil novecientos setenta y cuatro. OXALC
La academia de Guías se instaló en la ciudad Confraternidad. Los más calificados de los programas de estudios metapsíquicos o doctores mentales de la universidad de Morlen, conformarían la primera promoción de Guías. La vida de los Ramas, Guías o antenas desde que empezaron, marcaría el compromiso de hombres con toda la humanidad. La primera frecuencia que armonizara en la Misión y plan Rama era AM. Se debían buscar los nombres cósmicos que a la larga estructurara un orden de llamadas y de despertar, un encadenamiento de situaciones, frente a la puesta en marcha en la tierra del plano de acciones. Una vibración como el nombre cósmico, informa de la misión de la persona y su función dentro de ésta. Las vibraciones como EL, WA, AC, EM... se sucederían y serían distintos momentos para el reencuentro. Esa llamada y búsqueda de los Ramas, en ningún modo marcaba un órden de importancia, ya que cada cual cumpliría una misión distinta. Lo que se buscaba era el mejor encajamiento de los componentes. Enviados de la Confederación recibieron el trabajo de llegar a los humanos requeridos y así todos fueron llamados en una época. Sobre el planeta Venus diremos que tuvo muy pocas intervenciones de ayuda, pero las que tuvo, fueron
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acertadas en la historia terrestre, más en América que en otro lugar, lo que le valió subir de plano rápida y fácilmente. Sin embargo no tenían la experiencia suficiente para ayudar a la tierra, hasta que llegara la etapa Xolar, cuando los Rama estuvieran a punto de quitar el velo del conocimiento. Los venusianos que trabajaban en la base Azul, llegarían a ser los grandes compañeros de los Ramas y cuidarían de su normal desenvolvimiento. Para Rama se habían propuesto cuatro fases de preparación que debían pasar los hermanos que habían sido llamados más antiguamente: Eran: 1 - AURON = LLAMADO 3 - LUNAR = CONOCIMIENTOS 2 - XENDRA = EXPERIENCIAS 4 - SOLAR = IRRADIAR La diferencia existente entre los llamados antes y después está en el órden de misiones al interior de la misión global, la diferencia de aportes y de interiorización como predisposición a realizar una misión de entrega total, en la cual el hombre es un medio de esa gran fuerza de ayuda universal. La Misión gira en torno a la salvación de la raiz humana y de la humanidad de cada uno. Por hombres, hombres que lucharán por amor y por evolucionar contra un sistema que los puede envolver, contra un egoísmo que los puede cegar, contra una comodidad que les nublará el saber y el poder de vislumbrar la luz eterna. Vosotros, hermanos, naceréis para nacer nuevamente. Seréis los que aceptaréis ser luz cuando sintáis más y más que hay una razón en vuestras vidas y un sentido y todo eso es la Misión Rama. Yo salí de la primera promoción por mis compenetraciones e interés en nuestra Misión y se me encargó el primer desencadenamiento y el coordinar el enlace Rama de vuestra preparación. Somos cuarenta y nueve Guías de distintos mundos. Entre vosotros hay de todas las razas y naciones juntas ahora, en las que antes reencarnasteis y ahora la Misión se extiende a todas las partes de vuestro planeta. La etapa final comenzará en Agosto de 1.975. Alegría hermanos que habéis nacido a una nueva vida. Con Amor, Oxalc.
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9 - EN EL MONTE GORBEA
Era el mes de Junio de 1.976 y una noche, a eso de las once, sonó el teléfono de mi casa. - ¿Dígame?. - José Luis, soy Javi F. - Algo te pasa en la voz, porque no te reconozco. - Es que he pillado un buen resfriado, pero sí, soy yo. - Tu dirás. - Te llamo porque he recibido un contacto psicográfico en el que me dicen que vaya el día 26 de este mes al monte Gorbea. - ¿A qué hora?. - A las doce de la noche. - ¡Joder! Siempre se les ocurren unas horitas a estos pavos que vamos...Y además en el Gorbea, como si fuera un paseo de nada. ¿Has estado allí alguna vez?. - Hace muchos años. Ya no me acuerdo. - ¿Y te han dicho en qué zona del monte?. Porque aquello es muy grande. - Pues no. No especifica nada más. - ¿Dicen quién debe ir a la cita?. - Tampoco. Ya te digo que ha sido como muy enigmático. Si yo no estaba pidiendo ninguna cita. Estaba medio jugando con el boli y se ha puesto a escribir solo. Cuando se ha parado, he mirado lo que ponía y dice solamente: “si queréis vernos, podrá ser el día 26 de Junio a las doce de la noche en el monte Gorbea“. - Anda que sí es raro. ¿Y has pensado quién debe ir?. - He pensado en Juanjo y en ti. - ¿Le has llamado ya a Juanjo?. - Sí. Y me ha dicho que te llamara a ti para que hagas de guía. Me ha comentado que no hace mucho le has demostrado que lo haces muy bien. Pero no me ha dicho nada más. - ¡El muy jodido!. Ya se a qué se refería. Bueno, pues yo encantado de ir. - Bien, entonces quedo con Juanjo y te llamo. - De acuerdo. Me llamas. Como ya conté en mi capítulo sobre la subida al Ganekogorta, nuestro habitual lugar de citas era la cafetería Oliver. Allí quedamos a las siete de la tarde y después de tomar un café ellos dos y una cerveza yo, montamos en el coche y salimos camino de la pista forestal que sube hasta dejarnos en un precioso paraje en el que antiguamente había hasta un pequeño hotelito con bar, donde se puede aparcar y comenzar la subida a pié hasta la campa de Arraba. De dicha campa y caminando dos o tres kilómetros se llega a Eguiriñao donde hay varios refugios de montañeros para pasar la noche si se quiere y de allí se comienza la subida propiamente dicha hasta la cruz. Subidita que se las trae, por cierto. Aparcamos y tras echarnos a la espalda las respectivas mochilas con bocadillos, linternas y cámaras fotográficas, comenzamos la subida a la campa de Arraba, lugar donde yo había decidido montar el campamento. Es una campa enorme que tendrá aproximadamente un par de kilómetros o más de ancho y otro tanto de largo. Hacia el medio, hay un pequeño refugio con un par de camas o tres y un señor que suele proporcionarte bebidas habitualmente. Normalmente suele estar lleno de caballos salvajes campando por sus respetos. La campa tiene de fondo varios montes a los que se puede acceder con relativa facilidad, pero según llegas, el paisaje que se abre a tus ojos a la izquierda, es impresionante. El enorme valle que divisas es de kílómetros al frente. Hacia el centro y al borde casi del precipicio (si caminas con cuidado no es peligroso), hay una construcción creo que redonda, en piedra, de metro y pico de alta, donde está
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“dibujada” la zona en qué estás situado, con los datos y señales de todos los montes que te rodean. Es como un pequeño atlas de piedra para tu orientación. Muy bonito por cierto. Bueno, pues allí descargamos las mochilas y nos pusimos a comer los bocadillos, que ya era hora, y a hacer diversas fotografías del lugar (sobre todo Juanjo) que es precioso. A medida que iba anocheciendo y que los pocos excursionistas nos iban abandonando, fuimos tomando posiciones. Nos acercamos al borde desde donde divisábamos todo el maravilloso valle, ya para entonces llenándose de estrellas en el cielo. El lugar era perfecto. Mientras buscábamos un lugar donde sentarnos, comenzamos a escuchar unos ruidos extraños que nos sobresaltaron en un principio, hasta que conseguimos ubicarlos y descubrir de qué se trataba. Eran nada más y nada menos, que un montón de sapos que vivían en una charca enorme que con la oscuridad no habíamos descubierto. Al principio, fue un buen susto, luego unas risas y una gran extrañeza que en una altura del monte tan considerable, habitaran aquellos seres. Por aquella época, Juanjo tenía por costumbre escribir a todo color una página en un extraordinario que realizaba La Gaceta del Norte los domingos. Ni que decir tiene, que el tema al que dedicó su página dominguera siguiente, el bueno de Juanjo, iba de sapos. Pasado el asunto de los sapos, nos sentamos y comenzamos a otear el horizonte. Pero lo que nos maravilló desde un principio fue el cielo. Estaba totalmente despejado y allí, a mil y pico metros de altura, se veían cientos de estrellas en una gran sinfonía de belleza, orden y poder. Nos sentíamos pequeñitos ante tanta grandeza. Al rato de estar sentados comenzamos a darnos cuenta que el frío que hacía ya era bastante notable. Faltaban unos minutos para las doce de la noche y la tensión de los tres iba en aumento. El silencio, absoluto. Dieron las doce y nuestros ojos se clavaron más si cabe en el horizonte y en el cielo. No ocurrió nada. A las doce y diez, yo rompí el silencio: - Chicos, me temo otra tomadura de pelo. - No seas gafe Jose Luis. No sé cómo te las arreglas, pero siempre que vas a una cita, los espantas. Y, encima, como no ves ni jota.... - Mi querido Juanjo. Ya sé que parece que les asusto y que soy un cegatón, pero ¿a que vosotros tampoco estáis viendo nada?. - Igual resulta que con eso del cambio de hora que hemos tenido estos días, aparecen a la una. Dijo Javi. - Yo que tu, intentaría hacer un contacto para que nos digan lo que pasa. - No es mala idea, añadió Juanjo. - ¿Tienes bolígrafo y papel?. - Sí. Ya sabes que siempre llevo estas cosas por si las moscas. - Pues ponte manos a la obra que yo te ilumino con la linterna. Mientras Javi intentaba hacer la psicografía y Juanjo le daba luz, yo comencé a dar saltitos y a echar unas carreras cortas, porque aquello ya no era frío, estaba comenzando a caer una helada de mucho cuidado. - Dicen que llegarán en veinte minutos. Dijo Javi cuando acabó de escribir. - ¿Qué hora es ahora?. Pregunté yo. - Las doce y media, dijo Juanjo enfocando la linterna hacia su reloj. - Y luego dirán que todo ha sido una prueba y que nos vayamos para casa. La historia de siempre. - ¡Ten paciencia José Luis!. Espera. Serían alrededor de la una de la mañana, cuando Juanjo gritó: - ¡Mirad!. ¡Mirad allí!. ¿No véis?. ¡Va a toda pastilla!. - ¡Sí, ya lo veo!. Dijo Javi! ¡Va lanzado y muy alto!. - Algo veo que se mueve, pero muy pequeño. Añadí yo. Siempre me pasaba lo mismo y todo por culpa de unas gafas que tenía que haber revisado hacía
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tiempo. Sin embargo, yo tenía otros métodos para conocer si los primos andaban cerca. Los pelos de punta y el calor. El ovni se suponía que ya había cruzado los cielos - ¿No sentís como una especie de oleadas de aire caliente?. Les dije. - Sí. Dijo sorprendido Juanjo. - Es verdad, apostilló Javi. Y se miraron atónitos. Efectivamente, el intenso frío ya no se dejaba notar y una especie de calorcillo les estaba envolviendo. - ¿Esto ya sabéis lo que significa, verdad?. Dije yo. - Esto quiere decir que no andan muy lejos, lo sé. Añadió Juanjo. - Sí. ¿Pero dónde?. Era Javi. - Yo voy a seguir mirando al cielo y vosotros echar un vistazo por los alrededores. Dijo Juanjo. Ovni invisible captado en el monte Gorbea por la cámara de JJ.Benítez
Pasada media hora más, tuvimos que rendirnos a la evidencia. Si desde luego estaban por allí cerca, no estaban dispuestos a dejarse ver. - Creo que deberíamos marcharnos para casa. Está claro que ya no hay más. Javi estaba un tanto desilusionado. - Esperar un momento. Me quedan unas pocas fotografías en el rollo y hay una luna preciosa. Voy a dedicárselas a ella. Y Juanjo acabó con el rollo y fuimos bajando hacia donde nos esperaba el “anciano” seat de Juanjo.
Al cabo de una hora ya estaba cada uno en sus respectivas casas. Mientras me metía en la cama, yo pensaba : ¿Y para qué coño nos hacen ir hasta los cerros de Úbeda?. ¿Para ver pasar una nave a lo lejos y a toda máquina?. ¿Para que no se nos olvide que están ahí, pero que todavía no es el momento de dejarse ver más claramente?. ¿Qué buscan?. ¿A qué juegan?. ¿Qué quieren de nosotros?. Y con estas dudas y otras muchas, en la cabeza, me fui quedando dormido poco a poco. Aunque la respuesta clara no llegó nunca, ya que en la actualidad muchas de esas incógnitas siguen sin esclarecerse, sí que al cabo de unos años, nos íbamos a llevar una enorme y agradable sorpresa. Cuatro años más tarde de estos acontecimientos, aproximadamente, o sea, en el año 1.980, estaba yo una mañana en mi mesa de trabajo, en el Banco, cuando sonó el teléfono: - ¿Dígame?. - ¿Por fín apareces?. Era Juanjo. - Estaba desayunando, ¿ no te lo han dicho?. - No. No me han dicho nada. Pero no importa. ¿Estás bien sentado?. - Sí. ¿Pues …? - ¿Te acuerdas de la noche, ya hace cuatro años, en que Javi, tu y yo, subimos al Gorbea a cuenta de una cita psicográfica que hizo éste?. - Claro que me acuerdo, no me voy a acordar del cabreo correspondiente... - Bueno, como te decía. Estoy preparando una trilogía sobre fotos de ovnis. O sea, me han pedido en la editorial algo sobre evidencias ovni en el mundo. El material que hay me da para hacer tres libros. - Bueno, me parece muy bien. ¿Y que tiene que ver eso con la experiencia nuestra del Gorbea? - Pues que me he dedicado a repasar todo el material fotográfico que tengo hecho por mí y me he llevado una sorpresa mayúscula. ¿Supongo que te acordarás de unas fotos que hice a la luna antes de
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irnos de allí, verdad?. - Claro que me acuerdo, había una luna preciosa. - Pues agárrate. Viendo el otro día los negativos de esas fotos, resulta que al lado de lo que yo creía que era la luna, observé un punto de luz. He enviado a revelar y a ampliar el negativo y las fotos y ¿ a qué no sabes lo que aparece?. - No me tengas en ascuas y dímelo tú. - El puntito de luz que yo creía que podía ser un ovni, es en realidad la luna, y el foco grande que yo creía que era la luna, pues no es la luna. Es, eso. Una gran bola de luz que estaba muy cerca y encima de nosotros y que no lo vimos con nuestros ojos terrestres. Nosotros sólo vimos la luna y, sin embargo, allí, encima nuestro estaba esa enorme cosa de luz, que la cámara sí ha captado. - Es decir, que los teníamos pisándonos los talones, nunca mejor dicho porque los teníamos de sombrero y no los vimos. - Correcto. Dijo Juanjo. - ¿Te acuerdas del calor que comenzamos a sentir al cabo de un rato?. Pues eran ellos. - Pues parece que sí - Mira que son retorcidos y maquiavélicos ¿eh?. - Ya conoces a tus primos. - ¡Qué coño los voy a conocer!. - Bueno, si vienes a cenar esta noche, te obsequiaré con una magnífica copia del documento jajajajaja ja - A las nueve en punto me tienes ahí. Un beso para ti y para los primos. Hasta luego - Hasta luego. La foto la publicó Juanjo en su libro “Mis Ovnis favoritos” y yo, aquí incluyo una copia.
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10 - REFLEXIONES Y ANECDOTAS
La lectura del “famoso” Libro Rama trajo sus consecuencias. Por un lado aparecieron los que se consideraban los más “elegidos” todavía. Por otra parte allí se hablaba de que la catástrofe comenzaría en 1.975 y ya estábamos en el 76, aunque también es verdad que en los contactos que se realizaban preguntando por esto se hablaba ya de qué la cosa se había retrasado y se barajaban otras fechas. Se comenzó a hablar de 1.987 e incluso quien aventuraba ya la del año2000. Total, que no estaba nada claro y para los más críticos, menos aún. Luego estaba el lío de los nombres cósmicos, de los que prácticamente no habíamos oído hablar nada. No recuerdo bien si fue antes o después de la aparición del libro, una tal Cristina C. (pelirroja muy guapa e hija del cónsul de Argentina en Bilbao) y el mencionado en el capítulo anterior, Javier F., viajaron a Perú. A su vuelta, entre otras cosas, traían un contacto realizado por Sixto Paz en el que se había pedido a los Guías que nos dijeran los nombres cósmicos de la mayor parte de nosotros. Dicho documento obra en mi poder. Al parecer el nombre cósmico, es el nombre por el que se nos conoce por los mundos espirituales. Pero surgieron cosas que a mí ya entonces me parecían difíciles de creer (y me lo siguen pareciendo). Por ejemplo se decía que ese nombre debía ser secreto y que no debíamos decírselo a nadie, por si algún “ser” negativo se lo aprendía y podía hacerte algo malo. También se preguntó que si servía para algo y se nos respondió que pronunciándolo de una determinada manera (en forma de mantra) se podía llegar a unas profundidades muy importantes en una meditación. Vamos, que casi casi íbamos a levitar (es broma). La gente lo intentó, pero que yo sepa, jamás nadie consiguió nada especial meditando con el nombre cósmico. Ni que decir tiene, que la gente no quería ni oir hablar de pasarle ningún tipo de información a Juanjo, al que prácticamente todos lo tenían por un aprovechado. Como seguro que ya os lo estáis imaginando, ya me encargaba yo de pasarle fotocopia de todo lo que llegaba a nuestras manos, cosa que les hacía rabiar enormemente. Creo que ya lo he comentado anteriormente, pero nos quejábamos mucho de que desde Perú nos llegaran los papeles con cuentagotas. Con el tiempo, y sobre todo después de viajar a Lima yo mismo en el año 78, comprendí que los del grupo Rama de Sixto Paz, eran unos chavalitos sin recursos económicos suficientes como para gastarse sus cuatro soles en enviar papeles al extranjero. Porque no sólo había grupos en España, sino que se fueron creando grupos en prácticamente todos los países sudamericanos. Una cosa que quiero contar por curiosa, es que cuando la gente hacía psicografías supuestamente con el Guía Oxalc, en muchas de ellas, las palabras que se escribían, tenían las letras dobles. Voy a tratar de explicarme. Si la letra en cuestión era un O, aparecía con otra O circunscrita (o sea, una O dentro de otra, doble O) y así con todas las letras, lo cual era muy divertido y nunca supimos el motivo de tal suceso. Y solamente pasaba con Oxalc. Otro tema que apareció, fueron los famosos “cristales de cesio”. Según nos explicaron, en algunas reuniones cuando nos citaban a meditar en el monte, se nos decía que la salida era para entregarnos dichos cristales. Al parecer los cristales de cesio, eran unos cristales semitransparentes que depositaban en tus manos y tenías que acercarlos a tu pecho y, supuestamente, entraban en tu organismo. Eso servía para tener una especie de energía extra que facilitaba la comunicación con ellos. En alguna de estas reuniones, hubo personas que aseguraron que incluso los llegaban a ver en la mano durante unos instantes. De todas formas, creo que más adelante ampliaré la información mediante un contacto en el que algo más y mejor que yo lo explicaban los Guías. Yo nunca tuve la oportunidad de estar presente en ninguna de estas salidas donde se entregaron dichos cristales. Concretamente creo que fue en Leon, en
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una salida numerosa, donde se dio este fenómeno con bastante claridad para algunos de los Ramas allí presentes. En otra ocasión, en otro contacto, se nos pedía que fuésemos a un monte que estaba cerca de Yurre, a las tantas de la noche, para variar, donde debíamos estar separados unos de otros sin vernos durante una hora. El ejercicio, decían, era para que aprendiéramos a vencer los miedos frente a situaciones desconocidas. Nunca se me olvidará que en principio a todos nos pareció una absoluta majadería. Pero nos lo pedían y allí que nos fuimos. Si no recuerdo mal era la madrugada de un viernes santo. Llovía a mares. Comenzamos a subir al monte en cuestión, que alguno ya conocía, en cuya cima existía una pequeña iglesia donde poder guarecerse. Llegamos bastante mojados y descubrimos que había una especie de refugio en el mismo pórtico de la pequeña iglesia. Descargamos las mochilas, y a la hora prevista que creo era a las doce de la noche, nos tapamos con lo que cada uno había llevado, cogimos las linternas y nos fuimos buscando un lugar para ubicarnos sin que nos pudiésemos ver entre nosotros. Quedamos que a la una en punto nos volveríamos a reunir en el refugio. Yo recuerdo que me guarecí en una esquina de la iglesia dentro del pórtico, con lo que evitaba mojarme. Al principio aquello seguía pareciéndome una tontería mayúscula. Pero a medida que fueron pasando los minutos, comencé a oir ruidos. Y, claro, comencé a mosquearme y a sentir un poco de mieditis. Claro, no sabíamos si de pronto se nos iba a aparecer un Guía allí mismo o vete tu a saber qué. Al de un rato descubrí que uno de los ruidos eran las gotas de lluvia chocando bien con las hojas de los árboles, bien con el suelo. Otro ruido que fue explicándose, era el de ciertos animales que por allí pululaban. Y así poco a poco parecía que me iba tranquilizando. Pero al de un buen rato, comencé otra vez a “acojonarme” y tomé la decisión de que para mí, aquella experiencia se iba a terminar en cuanto apagara el cigarrillo que me estaba fumando, que debía ser el enésimo. Así que lo más rápidamente que pude, salvé la distancia que me separaba del refugio y entré como alma que lleva el diablo. Cual no sería mi sorpresa cuando descubrí que antes que yo habían llegado prácticamente todos los componentes de la expedición y todos igual o más de asustados que yo. Cuando ya estuvimos todos juntos y mientras comentábamos nuestras experiencias (muy similares), sacamos los bocadillos y la bota y nos dedicamos a recuperar el calor y la tranquilidad. Puede parecer una tontería visto en la distancia, pero hay que pasar la experiencia. De noche, aislado, con lluvia y sin saber a qué te expones, acabas oyendo no solo los ruidos típicos del monte a los que tampoco estábamos muy acostumbrados, sino que oyes cualquier cosa y la mente te juega muy malas pasadas. Por supuesto, nunca repetimos. Por otra parte, Lice y su grupo de Fraternidad Cósmica se seguían reuniendo y recibiendo los “Opúsculos” como llamaban a una especie de revista pequeña que les enviaba Eugenio Siracusa desde Italia o bien a través de la gente de Vigo. Lice me hacía llegar lo que ellos recibían y yo a mi vez también les pasaba copia de las cosas de Rama. Tampoco esto era muy bien visto por los “gurús” del grupo Rama, pero a mí me importaba un pimiento, ya que además cada día me separaba más de ellos como grupo. Con el tiempo, creo que fue en el otoño del año78, tras mi regreso de Perú, cogimos entre Lice y yo todos los papeles que teníamos en casa, los juntamos, fueran del grupo que fueran, vimos cuantos grupos había en España importantes, fotocopiamos todo ello (tantas copias como grupos conocíamos), lo empaquetamos todo (en lo que tardamos muchos días) y lo fuimos enviando por correo a cada grupo con la consiguiente alegría para todos ellos. Cada paquete podía tener una altura de unos treinta centímetros por lo menos. Eran verdaderos tochos de información variada. Y nos sentimos tan felices. Hay otro aspecto que quiero comentar. Me parece un tema muy difícil y peligroso. Es el tema de los supuestos contactos con seres extraterrestres u otras entidades, bien por medio de la psicografía, la telepatía, el vaso o cualquier otro método. Con la experiencia de los años, prácticamente todo el mundo que ha investigado el tema del contacto con el vaso o guija, está de acuerdo en que resulta muy peligroso. Suele ser evidente que el vaso se mueve con solo tocarlo con los dedos de los presentes y que normalmente “aparece” o “responde” un ente, ser desencarnado o vete tu a saber quién y que por lo general no suele ser muy positivo en sus comentarios o respuestas a las preguntas de los que juegan a
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ésto. Se conocen casos de personas, evidentemente o muy inmaduras o muy sugestionables, que acaban obedeciendo al intruso hasta situaciones muy peligrosas. El tema de la telepatía es más ambiguo y personal y más difícil de seguir en sus consecuencias. Y la psicografía se ha visto como la menos peligrosa aparentemente. Bien, pero el tema, al margen del método utilizado, lo importante, es el contacto en sí. ¿Puede o debe meterse en estos temas cualquier persona?. Mi experiencia me dice que no. Es más. Yo, si alguien me pregunta cómo se hace una psicografía o algo parecido para contactar se lo desaconsejo inmediatamente y por supuesto que no le explico cómo se realiza. Como no tengas el cerebro muy bien “amueblado” y estés psicológicamente muy equilibrado, asesorado y apoyado, es mejor no tocar este tema. Yo he conocido personas que literalmente se han quedado “enganchadas” a su supuesto contacto y han acabado haciendo todo lo que el supuesto “ser” ha ido queriendo. Pero es que el tema es más complejo aún. ¿Cuantos de esos supuestos contactos son auténticamente un contacto con un ser real?. ¿O dicho de otra forma: no será el propio cerebro del individuo el que fabrica las respuestas que inconscientemente se quieren oir?. Probablemente habrá de todo, aunque la mejor forma de saber si un contacto es auténtico, es pidiendo a ese ser extraterrestre o lo que sea, pruebas palpables (nosotros pedíamos citas en el monte dónde ver sus naves o al menos algún fenómeno luminoso en la fecha, lugar y hora prevista). Luego existe otro problema añadido. Vamos a llamarlo, “la idealización del ser que contacta con el terrestre” por parte de éste. Yo he conocido gente que ha dicho que contactaba con Jesús de Nazaret, otros que con el Padre directamente y también quienes lo hacían con santos, ángeles y demás seres de la Corte Celestial. Bien, el tema como podéis imaginar se las trae... ¿Quién es el guapo que puede desmentir a alguien de que ese contacto con ese ser, no es real?. Una pista puede dártela el contenido del contacto. Y mientras los contenidos sean positivos, espirituales y sanos, es decir, que ayuden a “evolucionar” o a ser mejores personas, ni tan mal. Siempre con la debida prudencia, evidentemente. Lo peligroso es cuando esos contactos llevan sutilmente al contactado a creerse o superior o encargado de una misión especial para ayudar a la humanidad y cosas por el estilo, como ya hemos comprobado por desgracia en incontables ocasiones. Normalmente estos pobrecitos terrestres acaban o locos o suicidándose al ir dándose cuenta que lo que “los dioses” le prometían, no se cumplía nunca. Para terminar con este escabroso asunto, yo os puedo contar el caso de una famosa pintora del País Vasco (Juanjo la conoce también) que vive a dos manzanas de mi casa y con la que me encuentro muy a menudo al irme a tomar una cerveza y estar ella tomándose un café, un té o lo que sea. En los primeros tiempos del asunto de la Misión Rama (años 74 y 75,...), esta mujer se metió en un grupo de los varios en que nos subdividimos en Bilbao y, tal vez por gran sensibilidad artística, consiguió realizar psicografías con bastante facilidad. Recuerdo que el supuesto guía extraterrestre que se comunicaba con ella, decía llamarse Oletano. Pues el tal Oletano le “dictaba” al principio unos mensajes super espirituales, muy bonitos y positivos. Ella llegó un momento en que no hacía casi nada sin consultarle y es que para todo le pedía consejo. Al principio todo parecía que iba bien, pero llegó un momento en que esta mujer se “enamoró” del tal guía. Y comenzó el problema. Probablemente, ella misma, comenzó a contestarse a las preguntas que hacía en vista de los resultados. Tan enamorada estaba que decía que se quería ir con él. Hasta que un día, el sujeto o su mente, le contestó que se tirara por la ventana y que él la recogería y se la llevaría a su planeta. Pues la cogieron por “piernas“, nunca mejor dicho. Su marido llegó a tiempo de evitar la catástrofe. Acabó internada en una clínica mental durante unos años. Cuando al cabo de los años me la volví a encontrar por la calle, había engordado mucho, tenía y tiene muchos problemas de locomoción y por lo que me ha contado su esposo, sigue pintando, pero pinta seres como demonios y muy desagradables. Por lo demás, aparentemente, lleva una vida normal.
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También he sabido, que desde su salida del psiquiátrico, ha seguido metiéndose que si en grupos gnósticos, que si en grupos de meditación etc.. Pero la “guinda” me llegó hace aproximadamente un mes, cuando entro al mismo bar en que ella estaba tomando algo y pedí unos calamares y una caña de cerveza. Le saludé al entrar, me comí los calamares y me bebí mi cerveza y cuando me acerco a ella para decirle adiós, me dice: - Oye Jose Luis. ¿Sabes algo de Oletano?. ¿Os podéis imaginar mi cara?. ¡Pues yo no sé que cara pude poner!. Me quedé tan perplejo, tan fuera de lugar o tan asustado, que no sé.... - No, Mari, le dije. No se nada de él desde hace muchos años. Además tu déjale que viva tranquilo en su planeta y tu sigue aquí pintando tan ricamente que lo haces muy bien. Le di un beso y salí del bar alucinando en colores. En fin, es una historia que me ha tocado muy cercana, que me entristece, pero que nunca se me ocurrirá “juzgar”. Yo cuento los hechos y lo demás lo dejo a la consideración de mis lectores. Otro tema interesante que me gustaría comentar. A medida que los grupos comenzaron a funcionar con reuniones más o menos semanales y como se tocaban temas a veces bastante íntimos, el acercamiento entre las personas se fue dando de forma normal y natural. Y había hombres y mujeres. Unos casados y otros solteros. Y al ir intimando, la gente se enamora. Con el tiempo hubo dos tipos de consecuencias. Muchos de los matrimonios en los que solamente uno de ellos estaba metido en este tema, acabaron por separarse simplemente por el distanciamiento y por acabar viendo los problemas de este mundo de forma diferente o porque el que andaba con extraterrestres estaba “loco” y había que alejarse de él. La otra consecuencia era que, aunque la pareja no se separaba, uno o los dos, se liaban con otros. Eso sí. Todos del rollo espiritual y muy monamente. Hubo de todo tipo de casos. Yo he conocido prácticamente líos de esta índole en casi todas las ciudades que visitaba. Es más, en una de ellas que prefiero no mencionar, hasta se organizaron para realizar intercambios sexuales de matrimonios. Como os podéis imaginar, estas historias casi nunca acababan positivamente. Pero como pasaron, quiero dejar constancia de ellas. También ocurrían cosas interesantes y dignas de contar y no digamos nada, si por medio andaba el bueno de Juanjo. El seguía con sus pesquisas y viajes detrás de los ovnis. Acumulaba pruebas y pruebas de que los primos andaban por todas partes. Como ya he adelantado antes, los testigos eran de toda índole. Estábamos investigando por aquella época el tema tan traído y llevado de las Profecías. Había un libro (y todavía anda por ahí) que se titulaba “Las Profecías de San Malaquías”. Su autor era el jesuíta P. Igartua, que vivía en la Universidad de Deusto. Como me imagino que ya sabréis, la historia trata de un monje benedictino del siglo XII, amigo de San Bernardo de Claraval. El documento que se le atribuye es una lista de lemas, cada uno de ellos referido a un Papa a partir de Celestino II (1143). Causalmente estaríamos en este momento y siguiendo dichos lemas, en el penúltimo de ellos que dice “De Gloria Olivae“, que dicen algunos expertos que coincide con Benedicto XVI. Luego ya vendría “Pedro el Romano” al que matarían los enemigos de la Iglesia y ahí se acaban los lemas del citado monje. ¿Y también la historia de la Iglesia?. Pues Juanjo, ni corto ni perezoso, solicitó una entrevista con el jesuita Juan Manuel Igartua y de allí salieron algunas cosillas muy interesantes. Unos años después (1988), yo también tendría la inmensa fortuna de charlar con este sabio y santo sacerdote por otro asunto no menos entretenido y controvertido en relación con los propios “primos”. Yo no asistí a la reunión, pero sí puedo resumir lo que me contó Juanjo a grandes rasgos. En primer lugar, el jesuíta creía a pies juntillas en las profecías que había estudiado a conciencia. Había
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ido asignando los lemas a los papas correspondientes y todo le encajaba. Su libro, de quinientas páginas, no tiene desperdicio y fue editado por la Editorial Acervo de Barcelona en 1.976. Pero, en segundo lugar, también hablaron de Ovnis. Y ante un atónito Juanjo, (el cura rondaba por los setenta años o poco menos), el padre Igartua le contó algunas perlas. Por supuesto, para empezar, que él creía en la vida en otros planetas. Vamos, creía en extraterrestres y que además nos visitaban con frecuencia. Sus principales testigos eran casi siempre las monjas de clausura (principalmente las Superioras del Convento de turno). Cuando él iba de convento en convento dando lo que en aquella época se llamaban “ejercicios espirituales” (consistentes en varios días de charlas y penitencia en completo silencio y acabando en las confesiones correspondientes), era cuando se enteraba de estas cosas. Las monjas le confesaban presas de pánico unas veces y exultantes de alegría, otras, la cantidad de veces a lo largo del año en que se habían encontrado en las huertas de sus monasterios, unos aparatos redondos llenos de luces, que giraban y de los que entraban o salían seres luminosos. Evidentemente, para unas monjas eran el demonio en persona y para otras eran ángeles que les visitaban. Por lo que las monjas contaban, los casos eran muy habituales y siempre acababan saliendo disparados hacia el cielo sin hacerles ningún daño. Al parecer les interesaban los productos de las huertas. Y Juanjo flipando de que un cura, de la edad del P. Igartua, no solo tuviera una mente tan abierta, sino que no tuviera reparos en contárselo al peligrosísimo Juanjo. En fin, son anécdotas muy bonitas y desconocidas que merece la pena sacar a relucir. Con tantos temas no conviene perder de vista que aún nos andamos por el otoño de 1.976. Y digo ésto, porque el 20 de Octubre de ese año, Juanjo consiguió unos documentos muy importantes. Yo calculo que sería el día 21 o como mucho el 22, cuando yo estaba en mi puesto de trabajo, primer piso del Banco Bilbao, departamento de extranjero y detrás de un mostrador desde donde atendía al público, cuando veo aparecer por la puerta de acceso al piso a Juanjo junto con su inseparable fotógrafo de La Gaceta, Paco Gras. Venía eufórico. Llegó al mostrador y no sin cierto estrépito, dejó caer encima un paquete perfectamente precintado que se intuía eran folios. - ¡Buenos días José Luis!. ¿A qué no sabes que son estos papeles?. - ¡Buenos días parejita!. Pués no, no tengo ni idea. - Son setenta y ocho folios que corresponden a doce expedientes secretos sobre ovnis que me han entregado los militares españoles. - ¡No jodas!. - Nada menos que el Teniente General Jefe del Estado Mayor, D.Felipe Galarza, me los ha entregado en propia mano. - ¿Así, por las buenas?. - Bueno, mis trámites me han costado llegar hasta él, pero se ha portado conmigo de maravilla. - Ya te digo. ¿Y que vas a hacer con eso?. - Pues publicarlo naturalmente. Me ha dado permiso. - ¡Qué bueno tío!. ¡Eres un genio! - Lo que soy es muy constante y un poco pesado y en este caso también me han ayudado los primos con toda seguridad. - Pues me alegro muchísimo. Si puedo me paso a cenar y les echo un vistazo. ¿Te parece?. - Estupendo. Ya sabes lo que hay para cenar. Lo de siempre. - Ni tan mal. Bueno chicos, voy a seguir produciendo para los que me dan la paga de los domingos, je, je,... - Venga, hasta luego chaval. Se fueron tan contentos como habían venido y decir que en Marzo de 1977, o sea, unos meses después, el libro “OVNIS: DOCUMENTOS OFICIALES DEL GOBIERNO ESPAÑOL“ aparecía en las librerías de toda España. Y no quiero acabar este capítulo sin un toque personal. Me gustaría relatar una extraña experiencia que me ocurrió la tarde noche del 21 de Noviembre de aquel mismo año. Mi esposa, Raquel, estaba a unas
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horas de dar a luz a nuestra segunda hija, Tahía. Se hallaba en la cama con bastantes dolores ya, esperando la llegada de su hermano Carmelo que la iba a llevar al Hospital, para que yo me pudiese quedar al cuidado de nuestra otra hija, Rut, de año y pico solamente. Lógicamente estaba preocupado. Al fin y al cabo, un parto es un parto. Serían las siete de la tarde aproximadamente, cuando llegó mi cuñado y se llevó a su hermana camino del hospital. Ante mi preocupación, no se me ocurrió otra idea que pedir ayuda al hijo del jefe y a los primos. Al cabo de un rato comencé, de pronto, a escuchar unos ruidos extraños que al principio no identifiqué y me asusté como es lógico. Eran como unas respiraciones muy profundas de alguien. Escuché atentamente y decidí que eran eso, unas respiraciones fuertes y acompasadas. Como si alguien me quisiera decir que estaba por allí. Muy impresionado y medio temblando de miedo, me levanté y haciéndome el valiente, comencé a intentar localizar de dónde procedía la respiración. Fui recorriendo poco a poco la casa. Nuestra habitación, vacía claro está, el cuarto de la niña pequeña, y así sucesivamente. Volví al salón donde había escuchado los primeros sonidos y se me empezaron a poner los pelos de punta y a notar la presencia de alguien. Parecía que los ruidos venían de la puerta y hacia allí me acerqué. Naturalmente allí no había nadie y los sonidos cesaron. Al poco volvieron las respiraciones claramente desde la cocina. Entré cagadito de miedo y, claro, tampoco había ningún ser y la respiración volvió a cesar. Nuevamente reapareció, esta vez cerca de las ventanas que dan a la calle. Pensé que quizá, detrás de las cortinas averiguaría algo y allí que me fui. Miré bien mirado y tampoco. Nuevamente el silencio. ¿Me estaba volviendo loco?. Me senté en la butaca dándome por vencido, pero cayendo en la cuenta de que no hacía mucho rato que yo había pedido ayuda al “cielo”. Evidentemente, tonto de mí, alguien me estaba queriendo decir que me encontraba acompañado, que se estaban preocupando de que todo fuera bien y que debía tranquilizarme. Situaciones de este estilo fuimos viviendo muchas con los años y creo recordar que en el capítulo segundo de este manuscrito, ya hablo de las diferentes formas que tienen los de “arriba” para “hablarte”. Ni que decir tiene que mi hija Tahía, nacía sana y salva a las 5,50 del 22 de Noviembre de 1976. Hoy día vive en Logroño felizmente casada y con un hijo precioso de dos años.
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11 - EL CONTACTO DE SORDAZ
Con las contínuas prácticas mentales que se iban realizando en el grupo, comenzaron a suceder experiencias un tanto insólitas y desde luego, totalmente desconocidas para la gran mayoría de nosotros. Unos visualizaban a los guías con los que se comunicaban, otros “viajaban” a lugares como la famosa Atlántida, a las pirámides en otras épocas o bien a sitios desconocidos, como si fueran otros planetas o algo así. A aquellas personas que parecía que contactaban con bastante facilidad y credibilidad (contactos respaldados por pruebas de citas dónde se veían luces a la hora y en el lugar indicado,...), se les pedía muchas veces que hicieran preguntas en nombre de otros que no conseguían contactar. Una de las personas que lo hacía bastante bien, era Gloria, a la que recurríamos con bastante frecuencia. Ella casi siempre se mostraba dispuesta a ayudar. Y hubo una temporada en que a todos se nos antojó querer saber cual había sido nuestra anterior reencarnación en la tierra. Cuento esto, porque la respuesta para mí fue, que en mi anterior vida había sido San Ignacio de Loyola. Y lo cuento, porque como veremos en un capítulo más adelante, este tema cobró su importancia. Pero no adelantemos acontecimientos. La verdad es que yo era bastante torpe a la hora de hacer ejercicios mentales, tanto de relajación, como de meditación, etc., etc.,... Un día me explicaron un método que decían era sencillo y bastante efectivo. Consistía en relajarse cuanto más se pudiera, bien sentado, bien tumbado, e imaginar que salías volando por la ventana de tu habitación, que dabas unas vueltas por encima de Bilbao, que subías después hasta estar fuera de la tierra, que te desplazabas hasta la Luna y luego tenías que imaginarte también, que encontrabas un túnel y que te metías por él. Al final de dicho túnel había una gran llama, delante de la cual te ponías a meditar. Una tarde traté de hacer la experiencia. Me tumbé en la cama, me relajé todo lo que pude, salí por la ventana, visualicé Bilbao desde arriba, subí y me fui hasta la Luna y allí me inventé un túnel. Hasta aquí, todo, absolutamente todo, me lo estaba imaginando. Pero cuando entré en el túnel, me ví lanzado a toda velocidad inesperadamente. Me asusté y traté mentalmente de “viajar” más despacio. Lo conseguí. A partir de aquí continué pero como si caminara, pudiendo incluso ir observando cómo las paredes estaban húmedas y tenían como juegos de luces que iluminaban el trayecto. Ni que decir tiene, que a partir de la entrada en el túnel, yo ya no me imaginaba las cosas, LAS VIVIA. Al de un tiempo, acabé llegando al final. Allí había una especie de hoguera, delante de la cual me paré. La estaba observando, cuando me fijé que a mi derecha se abría en la roca como una especie de puerta que dejaba pasar luz natural. Me dio la impresión de que se abría para que yo me encaminara hacia ella. Así que anduve unos pasos, la atravesé y me encontré ante un paisaje increíble: Había mucha luz como si fuera del sol, pero no se veía ningún sol. La luz estaba allí, pero yo no distinguía de dónde procedía. Pisaba un césped de un verde muy bonito, pero totalmente distinto a los verdes de la hierba de la tierra. Era mucho más bonito. A la derecha, algo lejos, intuí más que ví, algo así como una gran casa como rodeada de neblina, dónde jugaban unos niños vestidos de blanco. Parecían enórmemente felices. A mi izquierda, no mucho y unos metros hacia delante, había un río no muy ancho al que me acerqué observando que estaba lleno de peces que saltaban como si jugaran. El agua, poco profunda era cristalina. Totalmente enfrente y al fondo, también como con neblina, se distinguía un bosque. De pronto me di cuenta de que la especie de campa donde me hallaba contemplando todo esto,
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estaba llena de animales de muchas clases. Se me acercó un gran león, del que no tuve ningún miedo y me puse a acariciarlo. Después se acercó a mí una serpiente, a las que tengo verdadero pánico y también me agaché para acariciarle la cabeza. Yo estaba alucinado. Después sentí una presencia a mi lado. Me levante, me dí la vuelta y me quedé estupefacto. - ¿Eres tú de verdad? - Sí. Soy yo. Era alto, de casi dos metros. El pelo, de un castaño caoba muy bonito, le caía en forma de melena hasta los hombros. Los ojos, ¡ QUE OJOS ¡, irradiaban bondad, ternura, cariño, amor y no sé cuantas cosas más. Una túnica blanca con una especie de cinto que le llegaba hasta los tobillos, le cubría. Me abracé a él y me puse a llorar a moco tendido de emoción. Cuando me fui calmando, sentí que aquel ser era El Hijo del Jefe. Me miró y me sonrió. Dentro de aquella extraña experiencia, que ignoro como denominarla, yo era consciente de que todo lo que estaba viviendo lo podría luego contar en mi vida, vamos a llamar “de verdad”. Y pensé : “ le tengo que preguntar todas esas cosas que siempre he querido saber y por lo que me he metido en esta aventura de extraterrestres y naves del espacio. Solo recuerdo que le hice muchas preguntas, me hinché a preguntar. Y también, que él, pacientemente, me iba contestando poco a poco, que yo las comprendía y que ¡por fin!, ya lo sabía TODO. Cuando en esas estábamos, me dijo que ya me tenía que volver a mi planeta. Yo me aferré a su túnica y le dije que no. Que quería quedarme allí con él. Pero me tomó cariñosamente por el hombro y pasito a pasito me fue conduciendo hasta la entrada a la cueva y al túnel. Nos dimos un abrazo en el que sentí un AMOR desconocido y maravilloso y, casi sin darme cuenta, me vi recorriendo el túnel en sentido contrario hasta entrar otra vez por la ventana de mi habitación. Fue cómo si me despertara de un sueño, pero que yo sé que no había sido ningún sueño. Yo había vivido una gran experiencia, plenamente consciente, a la que no puedo poner nombre. ¿Viaje astral?, ¿viaje mental? ¿abducción..? .Ni idea. La almohada estaba totalmente mojada, al parecer, de mis lágrimas de felicidad. Había estado hablando y abrazando a Jesús de Nazaret o al que yo creía que lo era. Le había preguntado infinitas cosas, me había respondido, pero en aquellos momentos, no recordaba ni las preguntas, ni las respuestas. Me sentí muy feliz por un lado, pero totalmente frustrado al no recordar más que los detalles de la experiencia. Luego vinieron otras preguntas, ya totalmente repuesto de aquello que me había sucedido: ¿Estaba el Hijo del Jefe metido en el tema extraterrestre?. ¿Qué pintaba en toda esa historia de la Misión Rama?. Aquello podía ser muy fuerte. Así que tomé una determinación: Arael y Narci, los de Madrid, estaban todavía viviendo en casa de Sixto Paz en Lima. Les escribí, les conté lo sucedido y les dije que le dijeran de mi parte a Sixto que se pusiera en contacto con los Guías y que les preguntara por todo aquello. El tema se las traía. Yo sabía que muchas de las personas que pertenecían a los distintos grupos, no querían ni oir hablar de nada relacionado con la iglesia católica. Como para contarles que el de Nazaret andaba pululando alrededor del asunto. También los había que, seguro, estarían encantados. En fin, envié la carta y al cabo de un mes aproximadamente, me llegó una carta de puño y letra de Sixto junto con un largo “contacto”. Conservo ambos documentos en mi poder. La carta decía así: Mi querido hermano José Luis: Siempre he sentido la responsabilidad de dirigir a todos los hermanos de Bilbao, algunas palabras de aliento y consejo. Hacerlo es difícil, pero no imposible. El hecho es que no he podido hacerlo por motivos explicables. La Misión me ha solicitado en muchos lugares al interior del país. Mi palabra no tiene importancia. Mi preocupación es cierta. Buscar escribir lo justo de acuerdo a la necesidad de los grupos, y para esto, busco reunir en esta oportunidad a la declaración el mensaje de los guías, para que a todos nos alivie de dudas, incomprensiones o falsas interpretaciones. Te pido, hermano en la Misión Rama, que
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ésta comunicación que duró dos horas y media y que se hizo en presencia de Arael y Narci, sea propagada, difundida y participada a todos los grupos de Bilbao. Por encargo de los guías, cumplo con mandaros la comunicación del nuevo tiempo. Con Amor, Dios te bendiga. Sixto. Estaba fechada y rubricada en Lima a 12 de Febrero de 1.977. El mensaje decía así: Comunicación del miércoles 9 de Febrero a la s 10,15 de la noche, con el comandante de la Base de Huánuco, Sordaz de Apu. Sí Sordaz, con amor desde nuestras bases a los hermanos Rama del Perú y del mundo. Sabemos las distintas situaciones que pasáis, pero cada cual encuentra lo que busca. El futuro lo estáis laborando ya. No penséis negativamente, nada malo ocurre de lo que pensáis. No hay mal en ninguna parte sino en vuestros corazones. Dexintoxicaos. El tiempo está trazado; cada uno está ya muy pronto a descubrir la esencia misma de su misión. Sabrán que han venido a servir, pero desde donde solamente se puede hacer. El tiempo es apremiante y no podéis equivocaros; tiempo os falta para hacer lo bueno pero os sobra en perderlo en lo malo. Busquen el mejor lugar y el único para situaros. La Misión se clarifica ya : “hace cuatro mil doscientos años”,..., sí, ya hacen tantos y ahora es el momento en que las brumas oscuras dejarán paso a la luz que emana del Profundo, del Cristo Cósmico, la única fuente de luz en todo el cosmos, en el universo de universos, de dimensiones y planos. El Dios que todos conocemos, porque es su voluntad dejarse conocer, ha mostrado su voluntad, para este último y nuevo tiempo. Uno de los medios que en el plano material ha buscado usar el Amor de Dios, es el que habéis recibido como alerta, vía naves del espacio. Nosotros hemos sido portadores humildes de una incomprendible pero maravillosa misión, que es la de ser intermediarios e impresionar a vuestro mundo con nuestra aparición en distintos lugares y a distintas personas. Especialmente a través de distintas, pero complementarias misiones entre las que está Rama. Las misiones consisten en la creación de focos de interés, de luz, de magnetismo, de evolución, de cambio de polaridad. Pero no precisamente en lugares, sino en personas. Personas sencillas, simples y humildes. Las misiones toman a personas determinadas que los Mayores (miembros de la Confederación de Mundos, de niveles más altos vibratorios y de la Hermandad Blanca Cósmica) ,eligen para que dirijan estas misiones. Misiones que con fuerza de Amor y de Paz, partan del tipo de interés por los Ovnis, en grupos de personas y que basadas en comprobaciones físicas y contactos reales de las gentes de nuestros mundos con los de ustedes, determine a la larga, la creación de comunidades de base. Centros vivientes de desarrollo mental y espiritual, con las respectivas alteraciones físicas que trae consigo la evolución. Las misiones agudizan las capacidades de los que son más allegados en responsabilidades y a la misión misma, con fe, espíritu y sentimiento. Las capacidades tienden a venir con el desarrollo espiritual
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y sufren aceleraciones con los estados anímicos y emocionales de las personas. Esto trae consigo, que en momentos de mucha ternura u honda pena o dolor o cualquier otra situación, determine visiones o percepciones elevadas y/o/bajas, en forma consciente e inconsciente, caso mismo los sueños. El desarrollo primero de las capacitaciones en forma consciente, deriva en desarrollos paralelos en el astral. Aumentan las percepciones involuntarias y en momentos cesan, para dar paso a períodos largos de tranquilidad. Más tarde hay períodos de afloramiento de las intuiciones sensibles, de las visiones posteriores o de conocimientos involuntarios, que bien guardados, enriquecen a la persona y la preparan para abrirse a los demás. Estos períodos requieren de la persona, una actitud de recogimiento y de apertura interior, como de prudencia y silencio para con el resto de las personas que le rodean. La persona puede estar sufriendo durante estas etapas de preparación, desde sentimientos melancólicos, hasta depresiones. La persona debe buscar aislarse dentro de sí y controlarse en lo posible. Así es pues, que las misiones o encuentros de comunión, como las llamamos nosotros, buscan de los que a ellas se atienen, una apertura y humildad constante y vigilante de sí. Cada persona aprende con el diálogo con los Hermanos Mayores y con su yo interno, a caminar. Este término puede parecerles vago, pero debo remitirles a la imagen de conocerse a sí mismos, a descubrir la riqueza interna, el equilibrio y al encuentro mismo con el Sumo Hacedor, con el Artífice del Infinito, con el Profundo Amor, manifestado en Cristo Jesús. El Espíritu de Dios está y ha estado en vuestro plano para redención de sus mundos. ¡Alégrense todos hijos de Dios!. Se preguntarán por qué les hablamos de esto, dirán que ya se mistifica la cosa y la religión ya entró. Pero hermanos menores, no seáis tontos. ¿Por qué queréis complicaros?. Abrid vuestro espíritu a lo simple, escuchad el mensaje de los siglos. Para el hombre, llegar a Dios, al Profundo Amor, es como para todos en el universo, una necesidad vital. Dios es la única fuente de felicidad y posible obtención de sentido existencial. Por más que nos perdamos en diálogos fatuos y sobrios, de ciencias, arte, cultura o filosofía, la necesidad es real y la única dirección de la creación misma, es realizarse y volver a Dios. Dentro de lo que todo esto trae consigo. No se habla de una desviación mental o de un escapismo fácil y débil, fruto de la necesidad de llenar vacíos con alucinógenos modernos. Se habla, ¡oh hermanitos!, de la realidad. La verdad se dice sola. Si no abrís ahora vuestro corazón, perderéis la oportunidad que el tiempo os da de hacer lo que debéis, que es la voluntad del Espíritu de Dios. Ser luz vosotros también. Dejad que la luz os envuelva y haga antorchas de vosotros, hasta consumiros en un infinito de brillo, que no termine, sino que sea un resurgimiento de las cenizas, como nuevos seres que en el ejemplo, viven la realidad de su Dios. El tiempo les indicará que hace tres años, tiempo de su planeta, se puso en aparente movimiento algo, que ya hace mucho funcionaba con una vida propia, infundida por el Amor del Cristo al mundo, en una nueva muestra de su presencia, pero bajo el pretexto de los mensajes vía naves del espacio. El pretexto es bueno y claro; los guías, que son los hermanos mayores asignados para actuar como ángeles de la guarda mentales vuestros, os dirigirían, apoyarían y ayudarían a despertar las dormidas capacidades, tal cual lo vinieron haciendo por siglos, los lamas del misterioso Himalaya con los iniciados en el camino de ayuda mental a los centros energéticos del globo y a los centros de poder del mundo. Los Guías que en total sumaban cuarenta y nueve para Misión Rama estaban preparados. La Misión que solo busca cambiar la polaridad de los países, ciudades y gentes, en acciones concretas de amor. Los guías preparados para aconsejar, pero nunca mandar, apoyar, pero nunca adular. Esos guías que contactan con tantos y a tan distintos momentos, dándose íntegramente con espíritus henchidos de gozo en su Dios, estarán siempre prestos a dar lo mejor de sí.
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Las varias misiones difieren en forma y objetivos. Misión Rama busca como objetivos principales: PRIMERO: La creación de comunidades de base, donde las mentes equilibradas vibren en estados superiores mentales, dónde las mentes al unísono, dejen toda la lacra de mentalismos y prejuicios, para dar paso a una acción conjunta de positivismo y ayuda mental. La creación de focos de energía positiva que se vea fortalecida en uniones mayores durante meditaciones primeras o básicas, como por ejemplo utilizando el nombre cósmico o segundas y más profundas, utilizando el nombre de Cristo o pensando en Dios, donde se dan estados contemplativos y de comunión directa espiritual con el Profundo. Crear estos grupos de desarrollo metapsíquico y espiritual, ha sido la base de la misión contacto. Previendo la necesidad posterior de una acción de socorro sobre el mundo en crisis, por estas mentes preparadas. SEGUNDO: Se busca reunir a veinticuatro personas que por distintos medios, vendrán de los más recónditos lugares, superando las más increíbles penalidades o pruebas, para reunirse a cumplir con la misión de recibir los textos mismos del Libro de los de la Vestidura Blanca. Un libro de Dios donde está la verdad misma tal como se le ha ocultado a la humanidad por siglos y que ya es momento de que sea recibida por quienes ya es debido. El libro mismo trata de la vida de este planeta; no dice más de lo permitible por la sinceridad y por lo brotado del seno mismo de los Veinticuatro Ancianos. El libro será recibido poco antes de que todo acontezca. Releed el texto Rama en grupo y descifraz las cifras de la cuenta. Ved simple y sabréis que en lo oculto no hay misterios. TERCERO: Velar por lo más sagrado de la raza humana. El hecho mismo de que se haya llevado antes, y se siga llevando, hermanos para la preparación muy especial para el último tiempo de prueba. ¿Cuándo será esto?. Nadie lo sabe, pero tan cerca está, como para no perder el tiempo en preocuparse por el cuándo. CUARTO: Ubicar a los hermanos en el mundo espiritual y preparar el puente para el encuentro de los hombres del tiempo, ustedes, con los guardianes del Templo, o sea, la Hermandad Blanca de los retiros interiores. Rama en el Perú ha pasado muchas fases, etapas, períodos, circunstancias o cómo queráis llamarlo. Pero lo cierto es que ha pasado el tiempo justo para su maduración. Maduración en lo que se refiere a su gente, a su momento y a su campo. Rama no se disgrega, se reagrupa. Rama se prepara, no se oculta. Un tiempo nuevo nos viene y no lo podremos esquivar. La Rama que conoció la luz, es ahora una Rama con frutos, unos aún verdes, pero madurando lo justo, para cumplir su rol en la vida. Gracias a la vida que emana del tronco que es Cristo, única luz en el infinito. En el cielo otro nombre no hay, su verdad es única e irrechazable. Si le negamos, todo es hueco, vacío, nada se justifica, nada ha servido, se ha vivido para nada. Ahora, después de haber pasado esta etapa, la Rama da sus frutos, pero empieza en Perú, donde los Mayores vieron que el tiempo allí señalaba. Lo que se vivió allí, no se repetirá igual en otros lugares. En otros sitios será distinto, más rápido, como lo fue el despertar y la identificación en muchos grupos con el mensaje y su procedencia. La preparación ulterior para esta misión, ha reconocido a sus componentes. Pero los unidos en Rama, no son veinticuatro únicamente. Existen ciento cuarenta y cuatro ramas instruídos hace mil años, de los cuales, veinticuatro serán los que cumplirán la recepción del libro y los otros harán de misioneros de la luz, con mentes fuertes, abiertas y en contacto con los Mayores, para el nacimiento de la nueva humanidad y su preparación. Estos estarán en contacto con los seres humanos terrestres de las colonias y con los guías para el tiempo requerido.
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Para contactar con los 144 ramas, se propuso a varios hermanos, entre ellos, Sixto Paz, pero para contactar con los veinticuatro se designó a Carlos Bambarén y a Sixto Wong. Los veinticuatro se reunirían en el Perú antes del fin de la década. Unidos todos con sus nombres cósmicos y en meditación en el nombre de Cristo, las fuerzas positivas prepararán el tiempo nuevo que viviremos en el Espíritu de Dios. En otros países como España, la Misión Rama viene a cumplir con el proceso de identificación con el mensaje entre los grupos y con el contacto. También con el redescubrimiento de la autoconciencia en la meditación y el único sendero a la realización, a través de la luz y de la verdad. El tiempo en España, como en otros sitios, se está cumpliendo. La finalidad de los cristales de cesio en los hermanitos, es la de agudizar la fuerza de la energía que se va despertando. La concentración con el cesio, adquiere un nuevo potencial y un radio de acción más amplio. La percepción y la energía mental, actúan de luz que se refracta en lo prismático del cristal en forma de estrella unido en el pecho y puede ser dirigida en cualquier dirección. Con Amor, un hermano vuestro, Sordaz.