Biblioteca Básica de Historia Monografías
!La Revolución M i Rusa Francisco Diez del Corral
or sus consecuencias mun diales, lo Revolución Rusa de 1917 es el acontecimiento político más importante del siglo XX. Como la Revolución Francesa de 1789, cierra una era, destruyendo definitiva mente la monarquía absolu ta como tipo de Estado, y creando uno nuevo: el Esta do socialista de economía planificada. Este libro, más allá de la mera narración cronológica de los hechos, examina las raíces de la Re volución al hilo de los aconte cimientos que hicieron posi ble el triunfo bolchevique.
P
FRANCISCO DIEZ DEL CORRAL, ISBN 8 4 - 2 0 7 - 3 3 6 9 - 5
9 788420 733692
antiguo militante del FLP, ha publicado diversos trabajos directamente relacionados con la Revolución Rusa y, en general, con el fenómeno re volucionario.
1544015
Colección: Biblioteca Básica Serie: Historia (Monografías) Diseño: Narcís Fernández Maquetación: Juan Carlos Quignón Edición gráfica: Mercedes Castro Coordinación científica: Joaquina Prats i Cuevas (Catedrático de Instituto y Profesor de Historia de la Universidad de Barcelona)
© del texto, Francisco Diez del Corral Zarandona © de la edición española, Grupo Anaya, S. A.. 1988 Juan Ignacio Lúea de Tena, 15. 28027 Madrid Primera edición, junio de 1988 Segunda edición, corregida, julio de 1989 Tercera edición, julio de 1991 Cuarta edición, septiembre de 1994 I.S.B.N.: 84-207-3369-5 Depósito legal: M-21.442/1994 Impreso en ORYMU. S. A. C / Ruiz de Alda, 1 Polígono de la Estación. Pinto (Madrid) Impreso en España - Printed in Spain
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el artículo 534 bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorización.
Contenido Un nuevo m undo
4
1
Rusia en la época zarista
8
2
El ensayo general de 1905
20
3
1914-1917: La agonía del absolutismo
30
4
Febrero de 1917: el estallido revolucionario
40
5
El Gobierno provisional
48
6
El regreso de Lenin
60
7
Todo el poder a los Soviets
70
8
El asalto al poder
82
D atos para una historia
90
Glosario
92
Indice alfabético
94
Bibliografía
96
Un nuevo mundo
4
Antes de Marx, la explotación del hombre por el hom bre se consideraba algo relacionado con las personas o, todo lo más, con las institucio nes o regímenes políticos. A partir de Marx, la explotación es un hecho social que, aunque rea lizado a través de personas, se considera deri vada de un sistem a y de un mecanismo econó mico en cierto modo independiente de la volun tad humana: un mecanismo ciego. La Revolu ción rusa, cuya finalidad última es la realización práctica del ideal de igualdad, sin cuya existen cia ninguna verdadera libertad ni dem ocracia re sulta posible, es la primera revolución en la his toria del mundo que considera la injusticia so cial no com o una consecuencia de la distribu ción de la riqueza, sino, en primer lugar, com o una consecuencia de la form a de producción de esa riqueza. La primera, por tanto, que quiere conscientem ente cambiar de raíz no ya un go bierno o una forma de gobierno, sino todo un sis tema económ ico basado en la propiedad priva da de los medios de producción. La primera, en fin, que intenta no sólo la creación de una so ciedad mejor por la acción de los hom bres, sino la transform ación del hom bre mismo m edian te la creación de una sociedad nueva y distin ta, realmente humana. Así, por sus consecuencias nacionales y m un diales, la Revolución rusa de 1917 constituye el acontecimiento político y económico-social más im portante del siglo xx. Com o la Revolución francesa de 1789, la Re volución rusa cierra una era de la Historia y abre una nueva época para la humanidad. Esta nueva situación constituye el punto final de un proceso de descomposición del zarismo que coincide, en Occidente, con el mom ento de máximo desarrollo del capitalismo puro. La vic-
5
toria de la Revolución m arca así el m om ento cul minante de ese sistem a capitalista y la señal de su decadencia. Pero el proceso revolucionario ruso tenía en realidad raíces profundas y antiguas. Hay que te ner en cuenta que, desde m ediados del siglo XIX, eran frecuentes en Rusia los estallidos de violen cia popular —y populista se llamó el movimien to social que más radicalmente se enfrentó en tonces con el terror zarista—, seguidas de las consiguientes oleadas de represión. En pleno régimen zarista, y paralelamente a los avances de la industrialización, avanzó tam bién la penetración de las aspiraciones liberales, que en la última década del siglo se habían con vertido ya en ideales igualitarios de em ancipa ción política y social de grandes masas de o b re ros y cam pesinos. Es un cambio. Y la fundación, en 1897, del Partido Socialdem ócrata ruso, cuyo program a se inspira en las ideas de Carlos Marx, de recien te penetración entonces en Rusia, constituye la expresión más avanzada de ese cambio. Así, la victoria de la Revolución rusa en 1917 significó, por una parte, la liberación del yugo zarista y, por otra, la creación de un nue vo orden social. Lo que a su vez significa la des trucción radical de un tipo de Estado, el Estado capitalista, y la aparición de un nuevo Estado hasta entonces desconocido en la historia de la humanidad: el Estado socialista, el Estado de lo que se llamaría la URSS, Unión de Repúbli cas Socialistas Soviéticas. Y aunque posterior m ente, en algunos mom entos, ese Estado deri vara a nuevas formas de opresión y dominio que sus fundadores no habían previsto, los avances El fam oso ca rtel de sociales y el progreso material de que se bene D. M oor que lleva fician hoy las clases trabajadoras de O ccidente por título «¿Te alis ta ste voluntario?» no hubieran sido posibles sin el terrem oto revo lucionario que conmovió al mundo en 1917. 6 (1920).
7
■III
Rusia en la época zarista En 1896, en la ceremonia de coronación como zar de Nicolás II, último monarca de la dinastía de los Romanov, el arzobispo metropolitano de Moscú decla raba: «Esta corona visible es el símbolo de la corona invisible que Nuestro Señor Jesucristo te otorga como jefe y señor de todas las Rusias, acompañada de su bendición, al entregarte el poder soberano y su premo sobre todo tu pueblo». Así, el Zar no sólo era el jefe del Estado y de la Nación, sino la encarnación misma del propio Dios en la Tierra. Una Monarquía medieval en plena época de la industrialización mo derna, en la época de la máquina de vapor y del te légrafo. Algo así como si por las autopistas circula ran, hoy, diligencias. Lo cierto es que, desde su creación, Rusia no co noció otro sistema de gobierno que el poder absolu to ejercido por monarcas absolutos, sin ningún freno legal. El propio monarca hacía la ley. Hasta 1864, para poder aplicar una ley no se consideraba necesario darla a conocer previamente. Incluso en épocas pos teriores, las leyes se promulgaban como documentos internos confidenciales, conocidos tan sólo por los
8
E scudo de los Rom a n o v , d in a s tía rusa, originaria de L ituania, que reinó e n R u s ia d e s d e 1613 a 1917. La fa milia tom ó el nom bre de uno de sus m iem bros, Román, qu e vivió en la pri m era m itad del si glo XVI.
funcionarios, aunque obligaban a todos los ciudada nos, que podían ser castigados sin saber por qué. A principios del siglo XVI, Iván el Terrible (1533-1584) hizo del terror un instrumento de Estado al servicio del absolutismo, lo que tendría enormes consecuencias a lo largo de toda la historia rusa pos terior, incluso después de la Revolución. Pedro el Grande (1682-1725), símbolo de la voca ción occidental de Rusia, reforzó el absolutismo y ex tendió el dominio del Estado sobre la Iglesia, uno de los pilares del sistema de poder absoluto. Catalina II (1762-1796) perfeccionó aún más el sis tema colocando a la Nobleza en los puestos de la Ad-
Los zares
En m ayo de 1913, N icolás II y la em p era triz A lejandra p resid iero n en San P ete sb u rg o la so le m n e c o n m e m o rac ió n del te rc e r c e n te n ario de la di n a s tía R o m an o v . En el m om ento de a c c e d e r al tro n o , N icolás II, sin nin g u n a p rep a ra ció n p o lítica, d esco n o cía ab so lu tam en te los a s u n to s d e Es t a d o . Q u iz á p o r eso su esp o sa Ale ja n d ra , c o n fu so p erso n aje de ex al tad o tem p eram en to, acab aría de h e ch o g o b ern a n d o Rusia y d e sca rg a n do a N icolás de esa d u ra ta re a. Un zar débil y un a zarin a fren ética —el fre nes! del ab so lu tis m o— que una y o tra vez ac o n se ja ba a su m arido una m ayor firm eza en el ejercicio de ese p o d er ab soluto.
9
Los zares
10
La d in astía Romanov, qu e reinó en Rusia d esde princi pios del siglo XVII h a s t a la a b d ic a ción, el 2 de m arzo d e 1917, de N ico lás II, últim o de los z a r e s , r e c ib e su n o m bre de un n o ble m oscovita d e la prim era m itad del siglo XVI, Román, cuya hija contrajo m a tr im o n io c o n Ivan IV el Terrible. En 1613 los E sta d o s g e n e ra le s (Z e m s k ij S a b o v ) elegían com o za r a M iguel R om anov, co n el q u e se ini ciab a una dinastía q u e ib a a d u r a r m ás de tre s siglos V que sólo produjo, a ex cep ció n de Ped ro el G r a n d e (1672-1735) (a rri b a ), p e r s o n a lid a d e s m e d io c re s , am an te s del poder ab so lu to.
ministración del Estado, hecho también de enormes consecuencias futuras. Bajo el reinado de Nicolás I (1825-1855), llamado «el gendarme de Europa», el despotismo zarista al canzó quizás su punto más alto. Y aunque en 1861 Alejandro II (1855-1881) liberara a los campesinos rusos del régimen de servidumbre, en contra de las esperanzas de apertura que esa me dida despertó, el aparato del Estado y los mecanis mos del poder despótico permanecieron invariables. Tan invariables que, en su célebre manifiesto del 21 de abril de 1881, Alejandro III (1881-1895), cono cido como «el idiota coronado», proclamaba oficial mente el carácter divino de todas sus decisiones: «a partir de ahora, sólo con Dios discutiré los destinos del imperio». Por si acaso, ese mismo año se organi zó la Ochrana, policía política que desde este mo mento hasta 1917 jugaría un papel fundamental en la represión del movimiento revolucionario, aunque la propia eficacia de esa represión produjo la elevación del nivel de conciencia revolucionaria de las masas y su encuadramiento y organización. Es un fenóme no que siempre se repite: la contrarrevolución esti mula la revolución.
Un inmenso Imperio El imperio A mediados del siglo XIX y hasta 1867 —año en que Alaska, colonizada por el zarismo desde finales del si ruso glo XVIII, fue vendida a los Estados Unidos—, el Im perio Ruso se extendía por tres continentes: Europa, Asia y América. Un Imperio dividido entre las aspira ciones unitarias y europeístas de sus dirigentes y la resistencia de los territorios y poblaciones no euro peas a la unificación política y lingüística impuesta por el poder. Según el censo de 1897, el primero realiza do en Rusia, la población de ese Imperio se elevaba a 123 millones. Quince años después, en 1913, habría aumentado a 159 millones. Rusia era entonces el es M apa del Imperio tado más poblado de Occidente y, todavía, de pobla Ruso a finales del ción sobre todo campesina. siglo XIX.
El gigante dormido A m ediados del si g lo X IX , s ó lo un 12 % de la pobla ción ru sa habitaba en las ciudades. El re sto se com ponía de d e c e n a s de mi llones de cam pesi nos que vivían en m ise ra b le s condi ciones. R educidos a la situ ació n de s ie rv o s , c o n s ti tuían, com o la tie rra y los a p e ro s de labranza, una p ro piedad m ás de los nobles.
Tradición y modernidad Una de las características fundamentales de la histo ria rusa es la lentitud de los cambios, la lenta evolu ción de las clases sociales y de la organización social. Desde el siglo XVII, por ejemplo, y hasta la víspera misma de la Revolución de 1917, la agricultura ape nas experimentó cambio alguno. En este sentido, Ru sia constituía una sociedad feudal o semifeudal en ple no siglo XX. Pero ai mismo tiempo, desde los prime ros años de ese siglo, la industria rusa había alcan zado ya el nivel de los países más avanzados e inclu so en muchos aspectos los superaba. Esta combinación de modernidad y atraso es el ras go más original de la situación de la Rusia prerrevolucionaria y lo que explica, en parte, que en el país quizá más feudal de Europa se produjera la revolu ción más moderna del mundo: la primera revolución proletaria de la época contemporánea. Sin embargo, a finales del siglo XIX sólo el 13% de la población rusa vivía en las ciudades y los campe sinos representaban el 80% de la población total.
Unos campesinos recién salidos del régimen de ser vidumbre, pero que conservaban todavía —y conser varían hasta 1906— su vieja forma de comunidad agraria tradicional, el Mir, especie de asamblea local con funciones económico-sociales que, si bien contri buyó a la formación de un espíritu comunitario, cons tituyó en definitiva un obstáculo para la moderniza ción de la agricultura. Desde principios del siglo XX se produjo un acele rado proceso de desarrollo de la población urbana que, de 1897 a 1913, aumentó en un 70%. Este desa rrollo urbano tuvo lugar al mismo ritmo que la indus trialización del país, acelerada sobre todo de 1910 a 1914. Urbanización, industrialización, modernización, desarrollo acelerado de la producción. Un proceso poco compatible con la persistencia, todavía en ple no siglo XX, de una organización social feudal o semifeudal. De la tensión que ese choque entre moder nidad y antigüedad produjo surgió el voltaje revolu cionario.
El gigante dormido P o r su e le v a d a c o n c e n tra c ió n de o b rero s, la a c e re ría Putilov, donde tr a b a ja b a n m iles d e p e rs o n a s , d e s e m p e ñ ó un im p o rtan te papel en el d esarro llo de la huelga política y su u tiliz a c ió n co m o in s tr u m e n to fu n dam ental de lucha. Es allí d o nde co m enzó, en 1905, el g ran p ro ceso huel g u ístico in su rre c cional.
13
La «intelligentsia»
14
C o n A. P u s h k in (1799-1837), poeta, novelista y d ram a tu r g o , c o m ie n z a en Rusia la gran li te ra tu ra de alca n c e u n iv e rs a l. S u o b ra , p o r encim a d e lo n ac io n a l o p articu lar, plantea la c o n tr a d ic c ió n f u n d a m e n ta l que late en la n atu ra le z a m is m a d e la vida: la co n tra d ic ción e n tre el o rd en y el cao s, el a z a r y la necesidad. E uro p e o l i b r e e n la reaccio n aria E uro p a d e la S a n t a A lia n z a y p e r s o nalm ente co m p ro m etido en la lucha p o r la l i b e r t a d , P u sh k in , q u e s u frió exilios y d e s tie rro s, pu ed e co n sid e ra rse el gran lí rico de la literatu ra rusa. A la d e re c h a , e s tu d ia n te s rusos.
Un grupo muy especial En esta sociedad contradictoria y desgarrada por ten siones de signo opuesto, hay un grupo social que va a desempeñar un papel fundamental en el largo pro ceso revolucionario: la «intelligentsia», una palabra rusa inventada en el siglo XIX y que a partir de en tonces adquirió ya un significado mundial. Grupo so cial de composición diversa —periodistas, artistas, li teratos, pensadores—, la «intelligentsia» se define so bre todo por su rechazo radical del orden político constituido. Por encima de sus diferencias teóricas, los miembros de la «intelligentsia» comparten una convicción común: la de ser un grupo encargado de una alta misión moral, liberar al pueblo ruso. Y tie nen fe: fe en la justicia de su causa, fe en las ideas que la animan, fe, en fin, en la razón y en la ciencia. Hasta finales de 1860, este grupo reducido, pero cuyo radio de influencia y acción iba extendiéndose cada vez más, se consideraba a sí mismo como el ins trumento de la transformación de Rusia, como el «motor del cambio». En adelante, dejará de conside rarse protagonista del cambio, para ponerse al servi cio de los verdaderos protagonistas: el campesinado al principio, y el proletariado, después.
Los decembristas En la madrugada del 14 de diciembre de 1825, diez años después de la derrota de Napoleón en Waterloo, 3.000 soldados, al mando de 30 oficiales, ocupa ron la plaza del Senado, en San Petersburgo: trata ban de evitar que los senadores prestasen juramento de fidelidad a Nicolás I, nuevo zar tras la muerte de Alejandro. Fue un golpe de Estado de un grupo de oficiales miembros de la aristocracia dirigidos por Pa blo Pestel. Pero fracasó: los sublevados fueron dete nidos y los principales jefes de la conspiración, entre ellos Pablo Pestel, ahorcados. La acción de los decembristas, a pesar de su fra caso, constituye una fecha histórica. Abre paso en Rusia al período acción-represión, constante ya has ta 1917, e inicia un enfrentamiento con el poder que durará hasta el derrocamiento definitivo del zarismo. Los decembristas no querían cambiar el orden so cial, sino sólo el orden político. Eran nobles aislados de las masas que, al regresar a su país tras la derrota de Napoleón, introdujeron en Rusia, hasta entonces sin contacto con el exterior, las ideas liberales de la Ilustración. Pero el pueblo ruso no sólo deseaba li bertad, sino, sobre todo, igualdad. Más aún: única mente en 1825 la lucha contra el poder se hizo en nombre de la libertad.
El aviso de diciembre
La co n ju ra d ecem b rista se proponía d e s tro n a r a N ico lás II y p o n er en su lugar a su h erm a no, el g ran d uque C o n stan tin o , p ara in tro d u c ir asi en Rusia un régim en c o n s titu c io n a l. P e ro la s tr o p a s leales al Z ar so fo c a r o n in m e d ia ta m en te el golpe de E s ta d o , p o r o tra p a rte mal organi zad o v planteado. C inco d e los conju r a d o s fu e ro n a h o r c a d o s y 120 d e p o r ta d o s a Siberia.
15
¿Qué hacer?
N utrido de un c ris tianism o primitivo q u e im p re g n a su vida y su s novelas en un r ig u ro s o id e a lis m o m o ra l b ase, a la vez, de su co n d ena de las e s tru c tu ra s so cia les, eco nóm icas y políticas del m un do m oderno, y de las form as de a r te q ue ese m undo p r o d u c e , el c o n d e L e ó n T o ls tó i (1828-1910) aplica su critica a to d o s los ám bitos de la v id a in div id u al y colectiva. En este s e n t i d o , la o b ra com pleta del a u to r de G uerra y P az p u e d e d e f in ir s e , com o una «crítica del sistem a».
Tras la ejecución de los decembristas, el fracaso de 1825, lejos de paralizar la lucha, sirvió de aguijón para nuevos y más radicales planteamientos. Los que eran sólo rebeldes, se convirtieron de este modo en revolucionarios. Es el momento en que la «intelligentsia» se consi dera el «motor del cambio». Pero, de acuerdo todos en la necesidad de un cambio radical, sus miembros no coincidían en la vía a seguir. Para unos, no había más camino que el de las sociedades occidentales, es decir, el desarrollo de una economía «capitalista», lo que significaba la desaparición de la comuna rural rusa, el Mir. Eran los occidentalistas. Para otros, los eslavófilos, había que evitar preci samente la contaminación de las sociedades occiden tales, que consideraban corrompidas, y buscar la sal vación en la recuperación de las virtudes tradiciona les —espiritualidad, solidaridad, generosidad— del pueblo ruso. Por tanto, al contrario que en el plan teamiento occidentalista, el progreso consistiría en el desarrollo de la comuna rural rusa tradicional, evitan do la etapa capitalista para pasar así directamente al socialismo. Una vieja disputa que, en una u otra forma, se re petirá a lo largo del proceso revolucionario y cuya huella permanece todavía hoy. ¿Qué hacer? Esa era la angustiosa pregunta que desde Pedro el Grande y Catalina de Rusia venían re pitiéndose, generación tras generación, las clases cul tivadas rusas. La misma que se planteó, a todo lo lar go del siglo XIX, la «intelligentsia». Qué hacer para mo dernizar y occidentalizar Rusia, qué hacer para librar la de la tiranía zarista, qué hacer para convertir la re belión en revolución, qué hacer, en fin, para forjar un instrumento que fuese capaz de llevar a cabo esa re volución. Una revolución que depende de los hombres y exi ge, por eso, la aparición de un nuevo tipo humano, como el popularizado en el «catecismo revoluciona rio» de Nechaev: el hombre entregado en cuerpo y alma a la causa y dispuesto en todo momento a sa crificarse por ella, el apóstol de la idea, el héroe re volucionario que renuncia a todo deseo, sentimiento o interés individual en nombre del interés de la co munidad. Un militante político que rompe con el pa
sado para construir, mediante el testimonio violento de los hechos y a menudo utilizando el terror, un fu turo de justicia y fraternidad. Un racionalista frío y lú cido que reniega de la charlatanería «literaria» y hace de la ciencia utopía y de la utopía, ciencia. Nicolás Chernichevski fue uno de esos nuevos hombres. Y no es casual que su obra más conocida, el relato que se convertirá en «biblia» de todos los re volucionarios de la época, se llame precisamente así: ¿Qué hacer? Aunque Chernichevski, nacido en 1828, no hizo más que recoger rasgos y actitudes propias de su ge neración, e incluso rasgos comunes a toda la «intelligentsia», los héroes de su narración crean al mismo tiempo un modelo de comportamiento que tuvo una gran influencia entre la juventud universitaria. Algu nos años después, su lectura marcaría ya para siem pre a un joven marxista llamado Vladimir Illich Ulianov, Lenin, futuro destructor del imperio zarista y constructor del Estado Soviético. Tanto le marcaría, que una de sus obras fundamentales, aquella en que expone la teoría y la práctica del partido revolucio nario, se titularía también, como la obra de Cherni chevski, ¿Qué hacer? La respuesta a esta pregunta fue la creación del partido que llevó a cabo la Revo lución de 1917; sus miembros, los bolcheviques, se rían los herederos de aquel «hombre nuevo». 'ITO U.-1 \ 11»V ;i3s ?a-:k¿30Bí ohqbhtl j i p ivHJUtl»
H. r.MCPHbUUCBCKArO
¿Qué hacer?
N ic o l á s C h e r n i ch ev sk i (1828-89), novelista y crítico literario, es el a r quetip o mismo de ese «hom bre n u e vo» que va a p ro ta g o n iz a r el m o v i m ie n to revolucio nario ru so del siglo XIX. En ¿Q ué h a cer?, novela escri ta en 1863 d u ran te su e stan c ia en pri sión, C h ern ich ev s ki h ace algo más que n a rra r una his toria: pro p o n e un m o d e lo d e v id a, b asad o en la a u to disciplina y la re nuncia qu e rec o n c ilia al h o m b re consigo mismo.
Los radicales
A lejandro H erzen (1812-1870), escri to r y filósofo, e stá co n sid erad o com o el c re a d o r del p o pulismo. Eslavófilo al principio y p os te rio rm e n te occid en talista, a partir de 1850, d ecep cio n ado p o r la Revo lución de 1848, re niega de O ccid en te y re p la n te a su s c o n c e p c io n e s en u na céleb re a u to b io g rafía: P asado y pensamiento. T r a s a d h e rirs e a las te sis an a rq u is ta s de P roudhon, H erzen ve en la com u n id a d a g r a ria eslava (obscina) el germ en de una o r g an iz a c ió n s o c ia lis ta , a n tie s ta ta i. Su idea fundam en tal era e stab lece r u n p u e n te e n t r e la é lite ilu s tra d a y las m asas cam pesinas.
El populismo A mediados del siglo XiX, tras la muerte de Nicolás I en 1825 y la humillación sufrida por Rusia en la Gue rra de Crimea, la «intelligentsia» en su conjunto pa recía estar de acuerdo en una cosa: en su fe en las virtudes del campesino ruso, el mujik, y en la convic ción de que el propio pueblo ruso, representado por esa clase campesina, había de ser el protagonista principal de la lucha. Según este planteamiento, que enlaza con las tesis de los eslavófilos, el capitalis mo es sólo un «accidente» en el desarrollo de la his toria rusa, que puede evitarse volviendo a las tradi ciones de la comuna campesina. Es entonces cuando apareció el «populismo», ex presión que se remonta a 1861, año en que Alejan dro Herzen, escritor y revolucionario exiliado en Lon dres, lanzó a los estudiantes rusos la consigna de acercamiento al pueblo: «id al pueblo». El populismo no era una organización particular ni un conjunto coherente de ideas, sino un movimiento radical y socializante compuesto de grupos diversos que alcanzó im portancia d u ran te la década 1860-1870, llegó a su punto más alto en 1881, con el atentado de Narodnaya Volia —la «Voluntad del Pue blo»—, que costó la vida a Alejandro II, y comenzó a decaer después dando paso, a finales de la década, a la aparición de las primeras organizaciones de ideo logía propiamente socialista. Aunque algunos popu listas, como Tkachev, uno de los primeros que dio a conocer en Rusia el materialismo histórico de Marx, y precursor del partido de tipo leninista, puedan con siderarse ya verdaderos revolucionarios socialistas. Lo cierto es que, durante años, los grupos popu listas fueron los grandes protagonistas de la lucha contra el zarismo. Su táctica osciló entre dos polos: el convencimiento del pueblo mediante un lento tra bajo de educación (vía recomendada sobre todo por Lavrov) y el empleo del terror como medio funda mental de lucha para quebrar el Estado zarista y pro vocar al tiempo la movilización del campesinado. Se gún épocas, grupos y circunstancias primó una u otra vía, sin que se excluyeran mutuamente. Pese a sus diferencias respecto a los medios, compartían fines úl timos semejantes y eran, por tanto, solidarios políti camente: pueden considerarse un solo movimiento.
Nihilistas y anarquistas Aunque por su radicalismo revolucionario y su ideal igualitario, los nihilistas, corriente aparecida hacia 1860, puedan incluirse dentro del movimiento gene ral populista, constituyen un grupo ideológico propio: se muestran críticos con la creencia en las virtudes revolucionarias del campesino y, frente a la liberación social, proclaman la liberación individual reafirmando la importancia de las «minorías pensantes». En la misma época, el anarquismo de Bakunin, que persigue la destrucción del Estado y, en general, de toda forma de vida social organizada, y que cree cie gamente en las posibilidades insurreccionales del campesinado, alcanzó también gran influencia.
Los radicales El 18 de febero de 1861 se publicaba el A c ta d e em a n ci pación, co n ced ien do la libertad a los siervos. La em an cipación, m ás for mal que real, no li b eró al cam p esin a do de la miseria.
El ensayo general de 1905 Tras el atentado de 1881, la «intelligentsia», decepcio nada por los nulos resultados de la desaparición físi ca de Alejandro II (al que sucede Alejandro III sin que se produzca ningún cambio), comienza a interrogar se sobre la eficacia del método terrorista. Es el mo mento en que, de la fe en el mujik va a pasarse a la fe en el proletariado, clase cada vez más numerosa y aureolada por el prestigio que le dieron los sucesos de la Comuna de París, que tuvieron lugar en el año 1871.
20
En 1871 aparecía la p rim era tra d u c ción al ru so de El C apital de C arlos M arx, au n q u e al g u n o s co n ocieran y a el s o c ia lis m o científico de Marx y Engels. U na d o c tr in a fu n d a d a en un optim ism o radi cal re sp e c to a las posibilidades de li b eración de la hu m anidad a trav és de la acción revol u c i o n a r i a y la ciencia. A la d e re ch a , los fundado res de la «Unión de L ucha p ara la C la se O brera» , a n te ce d en te del P arti do S ocialdem ócrata, e n tre los que se e n c u e n tra Lenin.
La penetración del marxismo Exiliado en Ginebra, George Plejanov, «el padre del marxismo ruso», había comprendido con claridad la nueva situación. Antiguo miembro del grupo populis ta «Tierra y Libertad», a partir de 1878 se alejó del populismo y tras el estudio de la obra de Marx y En gels fundó, en 1883, el grupo «Liberación del Traba jo», fundamentalmente dedicado a la difusión de las ideas de Marx y Engels. Una ideología «occidental» —y próxima, por eso, a algunos planteamientos de los occidentalistas— que definía a la clase obrera como la clase encargada de una «misión histórica»: la de suprimir por la revolución toda forma de explo tación humana y construir así un nuevo mundo: el co munismo o sociedad sin clases. Es entonces cuando se pasa del espíritu de rebe lión al espíritu de revolución.
En 1888 se creó el Partido Comunista polaco —Po lonia pertenecía entonces al Imperio Ruso— y, en 1895, la «Unión de Lucha para la Liberación de la Clase Obrera», en cuya fundación tuvo un destacado papel Vladimir Illich Ulianov, Lenin. Tres años después se creó también (Congreso de Minsk) el POSDR, Parti do Obrero Social Demócrata Ruso, núcleo primitivo del que saldrían los bolcheviques. Durante la misma época apareció asimismo el Par tido socialista-revolucionario, heredero de los popu listas y que compartía con ellos la confianza en el campesinado.
En busca de un Partido
Bolcheviques y mencheviques En 1903 tuvo lugar en Londres el II Congreso del POSDR, en el que verdaderamente se constituyó el Partido. En la discusión sobre el punto primero de los estatutos, en el que se definían los requisitos para poder ser considerado miembro del Partido, se pre sentaron dos proyectos: el de Lenin, que considera ba indispensable la «participación personal en una de las organizaciones del Partido», y el de Martov, que M i e m b r o d é l a «U nión de Lucha sólo exigía el «apoyo y adhesión personal». p a r a la C l a s e Tras un duro enfrentamiento verbal, la propuesta O b rera» , y unida a de Martov resultó vencedora por 28 votos contra 22 Lenin d esd e 1898, y una abstención. Al finalizar el congreso, y con los al q u e ac o m p a ñ a en su exilio inicial a Siberia y del que ya no se se p a ra rá —salv o p a s a je ro s a le ja m ie n to s — h a s ta su m u e rte en 1924, N adiezhda K ru p s k a ia (1869-1937) e n c a r na c o n la m ay o r p u rez a el ideal de la « co m p añ era re volucionaria»: mili ta n te qu e co m p ar te co n su pareja, am o r y revolución fu n d ien d o in sep a rab lem en te am bos sen tim ien to s. A la iz q u ie r d a , L en in en el II C ongreso.
21
Fracaso y esperanza
22
C o n P le ja n o v y A x e lro d , M a rlo v (1 8 7 3 -1 9 2 3 ) fu e uno de los c re a d o r e s d e l P a rtid o S o c ia ld e m ó c r a ta r u s o y fu n d a d o r, co n Lenin, del pe riódico «Iskra». Re p re se n ta n te en el co n g re so de 1903, e n c a b e z ó la frac ción m enchevique. E n 1905, tr a s la ten tativ a de reuni ficación de am bas co rrien tes, M artov defendió la tesis de la n e c e s id a d d e p a sa r a n te s por un a p rim era eta p a de d e m o c ra c ia bu rg u esa. En se p tie m b re p articip ó c o n L e n in en la c o n fe re n c ia de Zim m erwald, para te rm in ar la guerra.
delegados divididos ya en dos campos, en el momen to de las votaciones para elegir la composición de los órganos centrales del partido —entre ellos el perió dico Iskra—, se produjo un vuelco de la situación y fue entonces Lenin quien consiguió la mayoría. Mar tov, que acusó a Lenin de haber eliminado injustifi cadamente de la redacción de Iskra a hombres indis pensables, rechazó los resultados de la votación. Era la ruptura. Ruptura entre «bolcheviques» (que en ruso quiere decir mayoritarios) y «mencheviques» (minoritarios), un episodio histórico que marcaría todo el futuro del movimiento obrero. Aunque en abril de 1906 el «congreso de la unidad», celebrado en Estocolmo, reunificara pasajeramente ambas ten dencias. En realidad, se trataba de una cuestión de fondo. Bajo las diferencias aparentemente formales se es condían dos concepciones opuestas de organización: la de un tipo de partido de vanguardia cerrado, clan destino, centralizado y militarizado, según el modelo expuesto por Lenin en su ¿Qué hacer? de 1902, y la de un partido de tipo parlamentario poco apto, se gún el mismo Lenin, para tomar el poder en las con diciones específicas rusas. Con el tiempo, estas dife rencias de concepción se convirtieron en diferencias ideológicas sobre la posibilidad o imposibilidad de pa sar directamente en Rusia del zarismo al socialismo, sin etapas capitalistas intermedias. Los hechos aca barían dando la razón a Lenin.
El «domingo sangriento» El 3 de enero de 1905, las tropas japonesas entraron en Port Arthur. La derrota de las tropas del zar en la Guerra Ruso-japonesa puso de manifiesto el desba rajuste e ineficacia del gobierno de Nicolás I. La hu millación va a actuar ahora como amplificador del desconcierto social y político: las masas sólo toleran sus muertos cuando éstos son vencedores, no cuan do son bajas de un ejército vencido. En San Petersburgo, el domingo 9 de enero, tras una oleada de huelgas, una manifestación de familias trabajadoras, encabezada por el pope Gapón, mar cha hacia el Palacio de Invierno. Los manifestantes no iban a exigir un cambio de régimen ni ponían en duda —menos aún— la soberanía del zar. Se trataba de una manifestación pacífica: la presencia de niños y los iconos que los manifestantes alzaban así lo prue ba. Sólo querían pedir al zar —suplicar— una mejora de sus miserables condiciones de vida. Y el cese de la guerra. Pero la multitud, aunque se manifieste pacíficamen te, siempre infunde miedo al poder y sus represen tantes. Los soldados abrieron fuego. Fue una carni cería. Una carnicería —el «domingo sangriento»— que provocó en las masas un cambio radical: de ob jetos pasivos del poder, se convierten ahora en suje tos activos de la revolución.
Fracaso y esperanza
Más de 70 m u er to s, 240 h erid o s y una ola de indigna ció n p o p u la r que pro v o có la m ayor o leada de huelgas q u e R u s ia h a b ía co n o cid o h a sta el m om ento: tal fue el saldo del «dom in go sangriento», 8 de en e ro d e 1905, en S an P e te rsb u r go. El principio de una revolución.
Fracaso y esperanza El 22 de junio de 1905, tra s la m uer te , a m anos de un oficial, de un m ari n ero que se queja ba del mal estad o de la com ida, la tri pulación del a c o ra zado P otem kin se am o tin aba ap o d e rán d o se del barco: lo s a m o tin a d o s izaron la b an d era roja en la bahía de S eb asto p o l, en el M ar N egro, y d e s p u és de h acer e s cala en O d esa se dirigieron a Rum a nia, d o n d e se les concedió asilo p o lítico.
Una revolución que fracasa Durante la primavera y el verano, un vendaval de huelgas sacudió los cimientos del régimen zarista. La concentración obrera en grandes fábricas facilitaba la huelga política, que se convirtió en el método funda mental de lucha. El 22 de junio se sublevó la marine ría del acorazado Potemkin (episodio que años des pués relataría el cineasta Eisenstein en una película destinada a hacerse famosa) y, en octubre, hubo huel ga general en toda Rusia. En agosto, obligado por la presión popular y siguiendo los consejos de su minis tro Witte, Nicolás II anunciaba la creación de una Asamblea representativa, la Duma, de base muy limi tada y con poderes puramente consultivos. Desde Gi nebra, Lenin seguía los acontecimientos. El 14 del mismo mes se constituyó en San Petersburgo, me diante la acción espontánea de grupos de obreros en huelga, un consejo de trabajadores: el Soviet de di putados obreros, el primer Soviet del movimiento re volucionario ruso y en el que Trotski —que en no viembre sería nombrado presidente de! mismo— iba a desempeñar un importante papel. Era un nuevo órgano político que, durante las se manas siguientes, se multiplicó por toda Rusia y que
en la Revolución de 1917 desempeñaría un papel fun damental. Fue el momento culminante del proceso. El 17 de octubre, el Zar firmaba un manifiesto con cediendo una Constitución: la proyectada Duma ten dría poderes legislativos, se ampliaría su representa ción y se garantizarían los derechos civiles. Witte fue nombrado primer ministro. Rusia dejaba de ser una monarquía absoluta para convertirse —por sólo tres meses— en una monarquía constitucional: una «re volución legal» para evitar la revolución de los revo lucionarios. El 8 de noviembre Lenin regresó a Rusia. Pero los bolcheviques, en esa época aislados todavía de las masas, seguían el movimiento, pero sin lograr dirigir lo. Los mencheviques, por su parte, no pensaban si quiera en tomar el poder. Y los socialistas-revolucio narios —los «eseritas»— estaban perplejos: confiaban
Fracaso y esperanza
El cin ea sta soviéti co E insenstein in m ortalizó la re b e lión del P o tem kin en una película (El a co ra za d o P o tem kin), realizada en 1925. N arra los su ceso s d e 1905 y es una de las o b ras m a estra s del cine mudo.
25
en el campesinado y la clase protagonista del movi miento había sido, en cambio, el proletariado. Sólo el Partido Constitucional, el Partido Cadete, constituido ese mismo año, y que en las elecciones a la primera Duma consiguió una tercera parte de los escaños, no parecía desbordado por la situación. Pero el Partido Cadete no era un partido revolucio nario, sino un partido liberal. Y los liberales no diri gen una revolución obrera: la frenan. Así, agotado por la aceleración de los primeros me ses de lucha, sin una conciencia clara de sus objeti vos últimos, el movimiento empezó a decaer. El 16, 17 y 18 de diciembre el gobierno aplastó en Moscú una huelga general insurreccional. Llegaba la hora de la represión. Antes de que finalizara el año, la revo lución había concluido. En diciembre de 1907, Lenin volvió al exilio. Antes M inistro del Inte rior en 1905 y P re de partir, pronunció esta frase: «Un poco de pacien sid en te del C o n se cia; 1905 volverá».
Fracaso y esperanza
26
jo d e M i n i s t r o s d esd e 1906, Stolyp in (1 8 6 2 -1 9 1 1 ), que se había dis tinguido por la re p resión del movi m iento cam pesino, prom ueve una re form a ag raria cuyo o b je tiv o fu n d a m ental es, en defi nitiva, c o n te n e r la ten sió n social en el cam po m ediante la c r e a c ió n d e u n a ca p a de p eq u eñ o s p ro p ie ta rio s a c o m o d ad o s, los k u laks. Su asesin a to en 1911 po n e fin a la s re fo rm a s . A p artir de e ste m o m en to , el ab so lu tism o vuelve al m é t o d o c l á s i c o : el ap lastam iento por la violencia del m o v im ie n to r e v o lu cionario.
A favor de corriente La cifra de huelguistas, casi dos millones en 1905, des cendió a 650.000 en 1906, 540.000 en 1907, 93.000 en 1908, 8.000 en 1909 y 4.000 en 1910, año del periodo 1905-1917 en que menos huelgas se produjeron. Tras el retroceso primero y la derrota después del movi miento huelguístico insurreccional, el zarismo se re cuperaba. Divididos y perseguidos, los socialistas —bolchevi ques, mencheviques, socialistas-revolucionarios— acaban en las cárceles o toman de nuevo el camino del exilio. Por su parte, las masas obreras, desmoralizadas por la represión y sin líderes ni partidos, volvieron a la antigua indiferencia. Así, con la situación ya domi nada por el poder, de 1907 a 1912 la Duma cumplió íntegramente su tercer mandato. El régimen de Nico lás II, alternando las concesiones con la represión, se estabilizó. La reforma agraria de Stolypin —ministro del Interior y primer ministro tras la disolución, en 1906, de la primera Duma— desmanteló el antiguo sistema de propiedad comunal, el Mir, creando una nueva categoría de campesinos acomodados, los ku laks, en la que el régimen debería apoyarse. Se tra taba de diversificar la propiedad rural y crear nuevos
propietarios como antídoto del socialismo revolucio nario. El autor de la reforma lo vio con claridad: de esta forma «el gobierno se asentará en la propiedad individual destinada a desempeñar un importante pa pel en la reconstrucción de nuestro imperio sobre só lidos cimientos monárquicos». Como tantas otras ve ces, el poder intentaba evitar una revolución social lle vando a cabo una revolución legal, que se producía, además, a favor de corriente: en un momento de «re lanzamiento» de la economía rusa, propiciada por la favorable coyuntura económica europea de esos años. Relanzamiento de la economía agraria, relanza miento de la producción industrial. A favor de la re forma política, a favor de la expansión económica, el régimen de Nicolás II podía sentirse tranquilo. El fan tasma de la revolución se desvanecía. Aunque próxi mo, 1905 quedaba ya muy lejano.
Fracaso y esperanza El 7 d e a b ril d e 1906 se reu n ía la 1.a D um a elegida, en p rin cip io , p o r sufragio universal. De m ayoría ca d ete (180 diputados) y sin ningún re p re s e n ta n t e c o n s e r v a d o r ( z a r is ta s ) , fu e d is u e lta d o s m eses d esp u és. Aqui, Lenin y S talin r e u n i d o s en T am m erfors.
27
Fracaso y esperanza
28
T r a s el a p l a s t a m ien to del m ovi m ie n to in s u r r e c cional de 1905, el exilio. En 1907 hay en P a ris m ás de 25.000 em ig rad o s políticos de to d a s las ten d en cias, en tre ellos Lenin. En la imagen, el Club d e los Em igrados R usos en París.
Las lecciones de una derrota Mientras tanto, los derrotados reflexionaban sobre las causas de la derrota. No todos sacan las mismas conclusiones. Pero todos, pese a la derrota final del movimiento revolucionario y a la amargura del exilio, miran, no obstante, al futuro. Porque, aunque frustrada, la Re volución de 1905 dio a las masas conciencia de su fuerza. Se dieron cuenta de que el zarismo era vul nerable, que podía ser derrocado. Para el Partido Cadete, las concesiones legales he chas por el poder mostraban la posibilidad de un ré gimen liberal en Rusia, que de hecho cuenta ya con un parlamento. Hay, pues, que profundizar en la vía parlamentaria. Su objetivo último es lograr un parla mentarismo de corte británico. Aunque para llegar a él haya que hacer las paces con el poder, negociar, consensuar, buscar algún acercamiento
Los socialistas-revolucionarios, ante el fracaso final de un movimiento obrero en el que por otra parte no confiaban, volvieron de nuevo sus ojos hacia el cam pesinado y las tradiciones de la lucha populista. Para los mencheviques, el desarrollo de los acon tecimientos confirmaba sus tesis: el movimiento de 1905 había fracasado porque, en las condiciones de Rusia, la revolución socialista era sencillamente im posible. Sólo cabía una revolución «democrático-burguesa», etapa histórica anterior y obligatoria, realiza da por la propia burguesía y en la que el proletariado tendría en definitiva un papel de comparsa. La tarea era, pues, impulsar a esa burguesía al poder. Pero los bolcheviques —aunque no todos— veían las cosas de otra forma. Aun admitiendo también la necesidad de pasar antes por una revolución «burguesa», Lenin negaba que la burguesía pudiera y quisiera hacer esa revolución; entendía el proceso y la transición de la etapa «burguesa» a la etapa «socialista» como una re volución «ininterrumpida» —la «revolución perma nente» que Trotski teorizaría— realizada por el pro letariado en alianza con los campesinos. Una revolu ción que empieza siendo «burguesa» y acaba siendo «socialista»: en definitiva, el proceso que tendría lu gar en 1917. Por eso, el fracaso de 1905 —que en todo caso re veló a millones de obreros y campesinos las posibili dades del combate político y no simplemente econó mico— no demuestra para Lenin la imposibilidad de una revolución socialista en Rusia, sino la debilidad organizativa de un instrumento revolucionario que no ha estado a la altura de las circunstancias y no ha con seguido dirigir el movimiento obrero ni lograr la uni dad de acción con los campesinos. Fortalecer, afinar ese instrumento y corregir esa alianza obrero-campe sina: tal es la tarea que durante esos años, a la espe ra del «Gran Día», se impusieron los bolcheviques bajo la dirección de Lenin. Mientras, la fosa que separa ambas fracciones se ahonda cada vez más y en enero de 1912 se produce la ruptura definitiva. La Conferencia de Praga, orga nizada por Lenin y a la que asistió un pequeño nú mero de sus fieles, declaró que los mencheviques se habían autoexpulsado del partido. A partir de ese mo mento, sólo ellos, bolcheviques, eran ya ese partido.
Fracaso y esperanza
El prim er núm ero de «Pravda» a p a re ció el 12 de m arzo d e 1912, c u a tr o m eses d esp u és de la escisión definiti va e n tre bolchevi q u e s y m enchevi q u es en el C o n g re s o d e P r a g a . El n u e v o p e rió d ic o , ó rg an o de los b ol cheviques, su p eró in m e d ia ta m e n te , en tirad a e influen cia, las publicacio nes m encheviques. D e s a p a r e c id o al iniciarse la g u erra de 1914, re a p a re c i do co n la Revolu ció n d e F e b re ro ; en o c tu b re de 1917 se convirtió en el ó rg an o c e n tra l del C o m ité B o lch ev i q u e en M o scú . H a sta 1937 e s tu vo dirigido p o r Bujarin.
1914-1917: La agonía del absolutismo El 4 de agosto de 1914, en medio de un delirante en tusiasmo, el Parlamento francés aprobaba en París la «unión sagrada» entre proletarios y burgueses. El mis mo día, en Berlín, los votos social-demócratas permi tían que el Parlamento alemán aprobara por unani El 28 de junio de midad el presupuesto para la guerra. En sólo unas ho 1914 el archiduque ras, uno de los pilares del movimiento obrero, el in F ran cisco F ern an d o , h e r e d e r o del ternacionalismo, se desmoronaba aparatosamente. tro n o au stro -h ú n garo, e ra a sesin a do en S arajevo, c a pital de Bosnia. El te rro rista , un e s tu d iante de 19 años lla m a d o G a v r ilo Princip, que decla ró h ab e r com etido el m agnicidio para lib e ra r a los se r bios de la opresión au stríac a, fue d e te n id o in m e d ia ta m e n te . El h e c h o d e s e n c a d e n ó la P rim e ra G u e rra Mundial.
30
La guerra El 29 de julio, un día después de la declaración de gue rra del Imperio Austrohúngaro a Serbia, el ejército ruso se movilizaba. El 1 de agosto, Alemania decla raba la guerra a Rusia. Al día siguiente, en San Petersburgo —que va ahora a llamarse Petrogrado—, la multitud vitoreaba a la familia imperial, asomada a un balcón del Palacio de Invierno. La muchedumbre de súbditos, de rodillas, entona el himno nacional... El 6 de agosto, el Imperio Austrohúngaro declaraba a su vez la guerra a Rusia. En Moscú, Plechanov y los dirigentes del Partido Socialista Revolucionario, también ellos dominados por patriótico entusiasmo, animaban a sus seguido res a que se enrolasen en la ya inevitable contienda.
Un conflicto, indudablemente, al que la Rusia impe rial podía aportar mucho. Entre otras cosas, más de 85 millones de campesinos y tres millones de obreros como carne de cañón. En Suiza, Lenin condena, insulta, maldice, repren de. Pero ha adivinado, desde el primer momento, las posibilidades revolucionarias que la guerra —ese «acelerador de la historia», trae consigo. Una guerra imperialista y por intereses imperialistas que en prin cipio parecía más bien destinada a beneficiar al régi men zarista, desde meses atrás enfrentado de nuevo con movilizaciones y huelgas. Una ocasión, por tan to, para ahogar el movimiento de masas en la marea del patriotismo. Y una ocasión, además, legalizada por una Duma que desde el primer momento se de claraba dispuesta a apoyar al gobierno en defensa del país, al que la guerra brindaba la oportunidad —pro clamaba Miliukov, líder de los liberales— de realizar sus seculares aspiraciones nacionales: la conquista de Constantinopla. Sólo los social-demócratas—bolche viques y mencheviques— se oponían a una guerra im perialista expresando su decidida intención de no apoyar al régimen. En cualquier caso, una minoría en medio del general entusiasmo que habría sido segu ramente barrida si el desarrollo de la contienda hu biera sido favorable a las armas rusas.
El principio del fin
El 1 de ag o sto de 1914, Rusia d ecla r a b a la g u e rra a Alem ania. La casi t o t a l i d a d d e lo s p artid o s ap o y aro n al g o b iern o . Sólo los d ip u ta d o s soc ia ld e m ó c ra ta s —b o lc h e v iq u e s y m e n c h e v iq u e s — d ec la ra ro n que no apo y arían en p rin cipio al régim en y se op o n d rían a una g u e rra im perialis ta . E n c u a lq u ie r caso , Rusia no e s ta b a en condicio nes de en fren ta rse con las p o te n cia s cen trales.
El principio del fin
32
Líder y uno de los fu n d a d o re s del P a rtid o C a d e te , Pavel N icoláievich M ilíu k o v (1 8 5 9 1943) fue m inistro de A suntos E xte rio res en el prim er G o b ie r n o P ro v i sional, co nstituido en m arzo de 1917. E n fre n tad o d esde el prim er m om ento co n el S oviet por su actitu d «continuista» re sp e c to a la g u erra y su d e seo de m an ten er a to d a c o sta la alian za m ilitar con In glaterra y F rancia, lo que equivalía a p e rp e tu a r la políti ca im perialista de N icolás II, se vio obligado a dimitir.
El d esastre Pero ni el ejército ruso, insuficientemente equipado, ni el régimen, decrépito, ni la situación del país, con una red de transportes incomparablemente inferior a la alemana, estaban en condiciones de oponerse a la máquina de guerra de Guillermo II. Así, desde los pri meros momentos, tras unos pequeños éxitos, las tro pas rusas, tan mal equipadas como alimentadas, co secharán derrota tras derrota. El 30 de agosto, en Tannenberg, Hindenburg aniquilaba el II Cuerpo de Ejército, que sufrió 300.000 bajas. Un auténtico de sastre. En 1915, nuevo desastre: caída de Varsovia y penetración alemana en la Rusia blanca. El gobierno consideró la posibilidad de evacuar Petrogrado. L¡tuania, Polonia y Galitzia cayeron en poder de los ale manes. Un año después de empezado el conflicto, sin munición, sin fusiles y sin cañones, desmoralizadas y desorganizadas, las tropas del zar habían dejado de ser un verdadero ejército. Las bajas se elevaban a 150.000 muertos, 770.000 heridos y 900.000 prisione ros. En los últimos meses de 1916 hubo un millón de desertores, un millón de soldados «que con sus pies votaban por la paz». El entusiasmo patriótico de 1914 era ya sólo un jirón irreconocible por el barro y la san gre de la derrota. Con ella, el gobierno había perdido la ocasión de frenar el movimiento huelguístico, que en el primer semestre de 1914 había movilizado a 159.000 personas. El ejército, «espina dorsal de la pa tria», estaba doblemente «tocado»: por sus pérdidas y por las consecuencias del taponamiento constante de esas pérdidas. Nuevos y nuevos soldados cada vez más conscientes de la sinrazón de la carnicería y cada vez más rebeldes. En octubre de 1916 un delegado del gobierno, de inspección en el frente, anotaba: «El estado de ánimo de las tropas es realmente inquie tante; las relaciones entre soldados y oficiales son cada día más tensas... frecuentemente los oficiales se niegan a ponerse al frente de las tropas ante el temor de que sus propios soldados disparen sobre ellos.» Pero el miedo, a su vez, provoca el endurecimien to de la disciplina. En las Memorias del soldado Pireiko —citadas por Trotski en su Historia de ¡a Re volución Rusa— se lee: «cualquier falta, por pequeña que fuera, se castigaba a vergajazos». Por eso, sigue escribiendo Pireiko, «a la tropa, lo único que le intere
saba era la paz. Cómo se produciría ésta y quién se ría el vencedor, eran cuestiones que le tenían sin cui dado. Lo que le importaba era que llegara cuanto an tes. Estaba harta de la guerra». Un ejército, se lamen taban los ministros de la autocracia, que «ya sólo se componían de cobardes y desertores». Por otro lado, parte de la antigua oficialidad tuvo que ser sustituida por jóvenes mandos de una nueva generación, simpatizantes con el progresismo e inclu so con la revolución. Así, la disciplina amenazaba también romperse por parte de quienes en principio debían imponerla. Paralelamente a la descomposición del ejército en los frentes de batalla, en el interior se descomponía también el poder civil y aumentaba la desorganiza ción de la economía. En menos de tres años se su cedieron más de quince «ajustes» de gobierno con mi nistros cada vez más impopulares y nombramientos cada vez más caprichosos y extravagantes. Así, en tre la corrupción y el vacío, aislado del pueblo y en medio de una agitación social cada vez más violenta, el régimen se desintegraba: locomotoras que no fun cionaban, fábricas que no producían, políticos que no gobernaban, soldados que no combatían. El desastre.
El principio del fin
Un añ o d esp u és de com enzada la gue rra, «sin munición, sin fusiles y sin c a ñ o n e s » , tr a s las p rim eras p e n e tra ciones en la P rusia oriental, el ejército r u s o , en p le n o cao s, se b ate en re tirad a en to d o s los frentes: la d esb an dada. Aqui, so ld a d o s ru so s c a p tu ra d o s en la batalla de Lem berg, a finales de 1914.
El principio del fin
El «siniestro Rasputín» (1872-1916) fue en definitiva un a v e n tu re ro q u e, a p ro v e ch án d o se d e l d o m in io q u e ejercía so b re la za rin a , y h a c ie n d o valer su «m isterio sa» y benéfica in flu en cia so b re el za rev itc h , llegó a te n e r p o d e r real —n unca m ejor di c h o — en las d eci sio n e s políticas y m ilita re s d e u n a m o n a rq u ía d ec ré pita y envilecida.
Un régimen decrépito Para que exista una situación revolucionaria no sólo hace falta que una mayoría de la población ya «no pueda más», sino que la minoría en el poder pueda cada vez menos. Y este es el caso de Rusia en vís peras de la revolución: unas masas al borde de la de sesperación y un poder, el zarismo, al borde de la pa rálisis. Un régimen que, tras la engañosa recupera ción de 1907-1912, era un organismo decrépito y, an tes de morir, ya corrupto. Y que quizás por eso aca ba produciendo un zar «averiado», de escaso carác ter y nula energía, dominado por una zarina de ori gen alemán, la princesa Alejandra, exaltada y dese quilibrada. Un zar psicológicamente débil que com pensa su debilidad y la conciencia que de ella tiene autoconvenciéndose del papel de monarca absoluto que la historia le ha asignado y obrando en conse cuencia como tal —«el poder autocrático supremo pertenece al emperador de todas las Rusias», recuer da a la Duma— justo en el momento en que más se necesitaba el compromiso y la apertura. Un poder ab soluto ejercido precisamente por quien no tenía con diciones para ejercerlo y que acaba creando a su al rededor un inmenso vacío político. Esta contradicción entre la debilidad real y la obstinada dureza aparente
del «emperador» equivale en cierto modo a la contra dicción fundamental que venía minando al régimen: la de un poder absoluto que, sin dejar de serlo, se so mete a un parlamento, la Duma, por mínimo poder real que esa Duma tuviera. En este sentido, desde 1906 el régimen estaba ya «tocado». Así, la incierta pareja imperial y su confusa corte —picaros, traidores, iluminados y locos—, en la que destaca la sombría figura de Rasputín, son en reali dad la expresión visible del agotamiento histórico del régimen y la dinastía que desde siglos venía represen tándolo. Pero si esa desintegración general es consecuen cia directa de la derrota en los frentes de batalla, poco a poco las masas han ido tomando, cada vez más, conciencia de su fuerza y el movimiento de oposición a la guerra deja de ser un movimiento de resistencia para aparecer como un movimiento de acoso al po der. Paulatinamente, la palabra «paz» va asimilándo se a la idea de revolución, entendida ésta como des trucción del poder zarista. El mal menor En parte, este proceso es resultado de la propagan da bolchevique, pese a la deportación de la plana ma yor del partido a principios de 1915. Porque, a dife rencia de los mencheviques, cuya actitud no era en la mayoría de los casos diferente a la de los «patrio tas» partidarios de la guerra, la «traición» de los so cialistas occidentales no había mellado la voluntad ni las convicciones de Lenin, que desde el primer mo mento comprendió las posibilidades revolucionarias de la guerra y recomendó un esfuerzo propagandís tico en este sentido. Frente a las tesis de Martov, lí der de los mencheviques «izquierdistas», que procla maba la necesidad de concluir la guerra mediante una paz autodeterminada sin anexiones ni indemnizacio nes, el proyecto de Lenin se basaba en convertir la guerra en una revolución socialista que se propaga ría por toda Europa. Para esa estrategia, «paz» y «re volución» eran, en efecto, términos complementarios e inseparables. En septiembre de 1915, ambos asistirán a la con ferencia de Zimmerwald, la primera que se celebraba contra la guerra, y que daría lugar al enfrentamiento
Paz y revolución
En la c o r r e s p o n d e n c ia m antenida co n el z a r d u ra n te la g u erra, cuando é s te se e n c a rg ó p erso n a lm e n te de la d irección de las o p e ra c io n e s mili t a r e s , A le ja n d r a F iodorovna, p resa d e ex tra v iad o fu ro r ab so lu tista, e s cribió a su m arido: «a Rusia, le g u sta q u e le a c a r ic ie n c o n la f u s t a , e s algo qu e e s tá en la p ro p ia n atu raleza d e s u s g e n te s» . P o co tiem po d e s p ués, esa s g en tes b arrían de la h isto ria la m o n a rq u ía zarista.
35
y revolución C on una d e s a s tro sa red ferroviaria y d e te le c o m u n ic a cio nes, la ca p aci d ad ofensiva y d e fensiva del ejército ru so era muy infe r io r a la de s u s enem igos. P ese a lo cual, en los pri m e ro s m o m e n to s la s tr o p a s r u s a s a v a n z a r o n en la P ru s ia o rie n ta l cre an d o la ilusión de una posible vic toria.
36
entre «moderados» y «radicales», estos últimos parti darios decididos de una paz revolucionaria a través de la derrota del zarismo. Un año antes, nada más llegar a Berna tras su expulsión de Austria, Lenin leía a un grupo de sus fieles las después llamadas «tesis de septiembre», en las que afirmaba que era tarea de la social-democracia «denunciar implacablemente la mentira, los sofismas y las frases “patrióticas” propa gadas por las clases dominantes, por los terratenien tes y la burguesía en defensa de la guerra». En esa situación, concluía Lenin, «es imposible determinar, desde el punto de vista del proletariado internacio nal, la derrota de cuál de los dos grupos de naciones beligerantes constituiría el mal menor para el socia lismo. Pero, para nosotros, social-demócratas rusos, no puede caber duda alguna de que, desde el punto de vista de la clase obrera y de las masas trabajado ras de todos los pueblos de Rusia, el mal menor se ría la derrota de la monarquía zarista...».
Un «derrotismo» que podía resultar —y resultó— verdadera dinamita ideológica para esa muchedum bre de derrotados, esas masas hambrientas y decep cionadas que podían ahora liberar su rencor de ven cidos con el entusiasmo de llegar a ser vencedores de quienes les habían llevado al desastre. Al mismo tiempo, en los confines del Imperio, re surgen los nacionalismos, estimulados en parte por Alemania, que ve en el movimiento de las nacionali dades un factor más de desintegración de! enemigo. Un aprendizaje autogestionario Pero ademas de los efectos que la propaganda bol chevique, desde fuera, pudiera tener, y de las posi bles consecuencias de la agitación nacionalista, otro factor colaboró, desde dentro mismo del proceso de disolución del poder y sus instituciones, en la acele ración del proceso y el desplome final del régimen: la aparición de poderes paralelos, a consecuencia del vado político creado por las derrotas. En efecto, desde las primeras derrotas, ante la in capacidad por parte del poder civil, y la imposibilidad por parte del poder militar, de organizar eficazmente un aparato económico y administrativo capaz de en frentarse con la situación, se crearon múltiples comi tés privados que constituían de hecho poderes para lelos. Las primeras iniciativas en este sentido surgie ron para resolver el dramático problema de los refu giados, cientos de miles de personas que desde 1915 inundaban las ciudades. El caos en el aparato pro ductivo estimuló también el nacimiento de diversos comités para su reorganización. Esta multiplicación de comités y organismos de cooperación, si en algún momento pudo contribuir a una pasajera estabiliza ción, ahondó en definitiva aún más la fosa entre el po der y la población. Por una parte, ésta decubrió las posibilidades del autogobierno, lo que contribuyó a anular el secular reflejo de obediencia y creó, por con tra, el reflejo de desobediencia. Por otra, provocó aún mayor confusión entre los gobernantes, que no sa bían muy bien a qué atenerse, y estimuló, de recha zo, en los «cooperantes» la voluntad de invadir zo nas de competencia estatal cada vez más extensas. Un aprendizaje autogestionario, en resumen, que en 1917 daría todos sus frutos.
Paz y revolución
V la d im ir Illic h U lia n o v , L e n in (1870-1924), tiene 17 añ o s cu an d o su h e r m a n o A le ja n d ro e s a h o rc a d o , a c u sa d o de c o n s p irar c o n tra la vida d e A le ja n d ro III. « N o so tro s no s e g u irem o s e se c a mino», afirm ó en to n c e s Lenin, d an do a e n te n d e r que el m ovim iento re volucionario d eb e r ía s e g u ir o t r a s vías: la acción de m asas bajo la di recció n de un p a r tid o d e v a n g u a r dia. Su actu ació n com o líder revolu cionario ha o sc u recido o tra im por tan tísim a faceta de s u l a b o r : la d e c o n s tru c to r de un n uevo E stado.
La desintegración
Enferm o de hem o f ilia , el p a d e c i m ie n to del z a revitch Alejo influyó en alguna m edida en la devoción de la zarina po r el « te n e b r o s o » R asputin : u tiliz a n d o la h ip n o sis, éste lo gró, en o casiones, p asaje ra s m ejorías en la débil salud d el h e r e d e r o del trono.
¿Locura o traición? En agosto de 1915, en contra de la opinión de sus mi nistros, Nicolás II tomaba directamente el mando de las tropas dejando los asuntos del Estado al cuidado de la zarina, que se encargó con gusto de la tarea bajo la dirección y consejo de Rasputín, su amigo, confidente y mediador directo entre ella y Dios. Es el momento de mayor influencia del enigmático «mon je», que impuso como ministro del Interior a Protopov, desequilibrado personaje detestado por la pobla ción, y como Presidente del Consejo, en febrero de 1916, a Stürner, anciano corrompido e igualmente de testado. Así, el mito de un monje maléfico que habría embrujado a la familia imperial se propagaba de boca en boca por toda Rusia minando definitivamente el es caso prestigio que aún pudiera conservar la familia imperial. Los resultados de todo esto fueron tan ca tastróficos que el 17 de diciembre de 1916 miembros
de la nobleza de San Petersburgo, entre ellos el prín cipe Yussupov, asesinaron a Rasputín, que hubo de ser rematado a tiros tras haber resistido los efectos del cianuro. Aunque el complot no se organizara contra la mo narquía, sino, al contrario, para salvar a la monarquía de tan funesta influencia, fue un elemento más de confusión. Por lo demás, desde 1915 la ruptura entre el poder y la sociedad era ya total e irreversible. En la Duma, única institución que todavía conservaba cierto prestigio, todos los partidos sin excepción se enfrentaron con el zar. En agosto, bajo la dirección de Miliukov, líder del Partido Cadete, los liberales se unieron en un «bloque progresista» que canalizó la oposición legal. El bloque pretendió convencer a Ni colás II de la necesidad de un cambio de gobierno con el nombramiento de un nuevo equipo ministerial que gozara de la confianza de la nación. Sólo los so cialistas, social-demócratas y socialistas revoluciona rios, permanecieron fuera de la coalición, cuyo pro yecto era precisamente el cambio por arriba para evi tar la revolución desde abajo. Al mismo tiempo, se multiplicaban las «revoluciones de palacio», para for zar la abdicación del zar o alejar al menos del poder a la zarina. En esta atmósfera de conspiraciones, Miliukov de claraba en la Duma que se aproximaba la hora de la verdad y al pasar revista a los desastres del régimen, se preguntaba dramáticamente: ¿locura o traición?
desintegración
Las co n tin u as d e rro ta s qu e sufrió el e jé r c ito t r a s p o n erse a su fren te N icolás II au m en ta ro n aú n m ás la im p o p u larid ad de éste.
Febrero de 1917: el estallido revolucionario
40
«Ningún partido se lo esp erab a . T odo el m undo reflexio n ab a , especulaba, p resen tía, se im a ginaba... ¿la revo lución? Imposible. Eso era un sueño, p en sab a la gente, una utopía. El su e ñ o de los la rg o s a ñ o s d ifíc ile s, la e s p e ra n z a de va rias generaciones. Sin e m b arg o , sin llegar a creérm elo, re p e tía m aquinal m ente las palabras que me ac ab a b a de d ecir la joven m e can ó grafa —“creo qu e ha em pezado la revolución”— Sí, h a c o m en z ad o la revolución...». Así n arra el m em oria lista S ujan o v sus im presiones del 21 de febrero de 1917, a n te los prim eros in c id e n te s , d o s días a n te s del ini cio del p ro ce so r e volucionario.
Es corriente hablar de la Revolución rusa como un proceso en dos etapas distintas y autónomas que im plicarían en realidad no una, sino dos revoluciones: la Revolución de febrero, «revolución burguesa», y la Revolución de octubre, «revolución socialista». Según esta visión de los hechos cada una de esas etapas ten dría un principio, un desarrollo y un final propios y respondería a metas diferentes. Pero lo cierto es que, en todo caso, ambas forman parte de un mismo pro ceso y que lo que se ha llamado «Revolución de oc tubre» no es otra cosa que la toma final del poder por un partido, el Partido bolchevique, en un momen to en que ese poder prácticamente ya no existía. Sin olvidar, por lo demás, que meses antes de la «insu rrección armada», masas de soldados armados esta ban ya en estado latente de insurrección. Así, más que dos revoluciones, lo que en realidad se produce es una revolución ininterrumpida que atraviesa por distintos momentos, luego agrupadas en las dos fa mosas etapas. Lo que verdaderamente distingue esas dos fases no es tanto su carácter «burgués» o «socialista», sino el hecho de que la primera es resultado de un movi miento espontáneo de masas que coge absolutamen te desprevenidos a todos los partidos y organizacio nes de la oposición, mientras que la segunda es con secuencia de una decisión política consciente de un partido, el bolchevique, que si al principio se vio des bordado por los acontecimientos, a partir de un cier to momento aparece como el único capaz de propo ner unas metas claras y concretas e interpretar lo que anhelan las masas y por lo que se han echado a la calle: «pan, paz y tierra». A lo largo de los siete meses que transcurren en tre febrero y octubre, en la sociedad rusa coexisten varios tipos de dinámicas revolucionarias que en cier to modo escapan a esas dos grandes definiciones: una revolución libertaria en las ciudades, una revolución de las nacionalidades en la periferia y una revolución campesina en el campo. Tres movimientos que el po der bolchevique, a partir de octubre, unifica y funde en la creación y construcción del Nuevo Estado, el Estado socialista.
WWU
Movimiento acelerado
« P e tro g ra d o d e s p e rtó a Rusia», e s cribió Lenin tiem po d esp u és del e s ta llid o re v o lu c io nario de febrero. A lo largo y lo anch o de Rusia, un p u e b lo s e d i e n t o d e cu ltu ra a rre b a ta b a en calles y plazas las p a la b ra s n u e vas que la Revolu c ió n tr a ía . A quí, b a r r i c a d a e n la avenida Liteini.
Los cinco días El 22 de enero de 1917, en una conferencia sobre la Revolución de 1905, Lenin afirmaba en Suiza, dirigién dose a un auditorio de jóvenes socialistas: «Tal vez nosotros, los de la vieja generación, no lleguemos a ver las batallas decisivas de la revolución que se ave cina». Lo mismo que pensaban todos los dirigentes revolucionarios, tanto los que estaban en el exilio como los pocos que quedaban en el interior. Más aún: no sólo nadie creía en el inminente advenimiento re volucionario, sino que se consideraba que las condi ciones no estaban todavía maduras para impulsarlo. Así suele suceder. En una revolución se pueden pre ver bastantes cosas menos una: el momento en que se va a producir. Sin embargo... En los primeros días del año, estimuladas por el ani versario de 1905, las masas salieron de nuevo a la ca lle. En conmemoración del «domingo sangriento», 150.000 obreros se manifestaron en San Petersburgo. Volvía a hablarse de «huelga general». Los pre cios seguían subiendo, el frío aumentaba, el carbón escaseaba y las reservas de harina se agotaban. El 16 de febrero el gobierno racionó el pan. El 22, tras un conflicto con los trabajadores, la dirección de la fá brica Putilov, el más importante complejo siderúrgi co de Rusia, decidió cerrarla, lo que equivalía a dejar en la calle a miles de obreros; pese a ello, el Comité bolchevique de la zona obrera de Vyborg, conside-
rando que las condiciones no estaban todavía madu ras, desaconsejó la organización de cualquier movi miento huelguístico para el día siguiente, 23 de febre ro, «jornada de la mujer». No obstante, el 23, contra la opinión de los propios dirigentes bolcheviques, las trabajadoras del sector textil se manifestaron espontáneamente por las calles de San Petersburgo. Era, en principio, una manifes tación no política, a la que se unirían los obreros des pedidos de los días anteriores. Sólo algunos manifes tantes gritaban «abajo la autocracia», limitándose la mayoría a corear consignas reivindicativas, como «queremos pan». Lo cierto es que la situación no lle gó a preocupar al gobierno, aunque al final del día la cifra de huelguistas ascendiera a 90.000. Pero al día siguiente, 24, el número de huelguistas se aproximaba a los 200.000 y, paralelamente a su nú mero, aumentaba también su audacia: la manifesta ción cruzó el helado Neva adentrándose en los ba rrios burgueses de la ciudad. Los manifestantes se guían pidiendo pan, pero los gritos de «abajo la au tocracia» y «abajo la guerra» se repetían cada vez más: el movimiento empezaba a pasar de lo reivindicativo a lo político, de la protesta a la sublevación. Al cruzar el Neva, al adentrarse en el espacio de la bur-
Movimiento acelerado
El invierno de 1917 fu e e x c e p c io n a l m e n t e f r ío , c o n te m p e ra tu ra s infe r i o r e s a lo s 40° b a jo c e r o . M ien tra s los p recio s s u bían, el term ó m e tr o b a ja b a . A d e m ás d e la esca sez , a d e m á s del h am bre, el frío. Y en las calles heladas, en ios cam p o s cu b ier to s d e n ie v e , la ten sió n social iba au m en tan d o . En la imagen, edificio del T ribunal del D istri to d e P etro g ra d o que fue incendiado los prim eros días d e la R evolución d e feb rero .
43
Movimiento acelerado
44
La m ujer tuvo un papel muy im por ta n te en la Revolu ción. A rriba, Viera S lú ts k a ia , m iem b ro d el p a r tid o d esd e 1902, activa p articip an te en la R e v o lu c ió n de 1905-1907; pereció en com bate en no viem bre de 1917. A la d ere ch a, «Igual d a d de d e re c h o s de la m ujer», ta r je ta p o sta l de L. P e tu jo v ( P e tro grado, 1917).
guesía, la muchedumbre ha comprendido de golpe, ha «sentido» más bien, que «ellos», sus enemigos de clase, tienen los pies de barro. Ya han invadido su te rreno: ya no pueden retroceder. El 25, los huelguistas eran ya 240.000. Los bolche viques, ante el giro de los acontecimientos, convoca ron una huelga general. Aunque literalmente fuera tarde: en el momento en que se decidía la convoca toria, la huelga estaba ya en la calle y los huelguistas enfrentándose con la policía. En tres días se pasó de una manifestación de mujeres a una sublevación ge neral. Y aunque la policía a caballo —los «faraones»— interviniese sin miramientos, se produjeron los prime-
P A B H O riP A B IE >KEHmMtit>! rtPM A\blC/lH O flM O É Í MTO fl H EJ10B15K V H E B O flb H O A y W O ÍÍ B 0 3 B b U U A IO C b
ros movimientos de pasividad, previos a la «confra ternización» entre los sublevados y las fuerzas encar gadas de reprimirlos. El poder empezó a darse cuenta de la gravedad de la situación. Desde su cuartel general de Mohilev, Ni colás II envió un telegrama: «Ordeno que a partir de mañana cese el desorden, intolerable en estos mo mentos de guerra.» ¿Fortaleza o debilidad? Parece como si el zar, impotente ya para detener los acontecimientos, quisiera conjurarlos con la men ción de una palabra mágica: «ordeno». Lo que trai cionaba en realidad su contrario: el miedo a que las tropas ya no obedecieran. Quizás por eso, el gobierno intentó recuperar la ini ciativa: en la noche del 25 al 26 hizo detener a un cen tenar de militantes revolucionarios, entre ellos a cin co miembros del Comité bolchevique de Petrogrado. El 26 fue el momento crítico del proceso. Las tres jornadas anteriores fueron, en efecto, una escalada, produciéndose ya los primeros acercamientos entre los sublevados y las fuerzas zaristas. Pero en su con-
Movimiento acelerado
Dibujo de N. Sam o k is h t i t u l a d o « C om bate fren te a la com isaria de po licía», de la serie « A c o n te c im ie n to s de la Revolu ción de F ebrero» (1917).
45
Movimiento acelerado
La poesía ex p resó de m anera profética el sentim iento de los cam bios in m in e n te s . En su poem a La nube de p a n ta lo n es, Maiak ó v s k i e s c rib ió a c e rc a de «la c o ro na de espinas de la revolución». D ibu jo d e L. S h e jte l, realizado en 1913.
junto éstas seguían todavía obedeciendo. Entró en acción el ejército, con fusiles y ametralladoras: 200 muertos. Reunidos en Vyborg, los delegados obreros dudaban. Para algunos se había ido demasiado lejos y era el momento de dar marcha atrás. Se hablaba incluso de «continuar el trabajo de propaganda», lo que en definitiva significaba poner fin a la vía insu rreccional. Se empezó a reconsiderar el movimiento huelguístico. Pero un proceso insurreccional que se prolonga en el tiempo no puede dar un paso atrás. Si «frena», hace algo más que disminuir su velocidad: se paraliza. Y los huelguistas, por encima de sus di rigentes, en contra muchas veces de su opinión, lo ha bían comprendido. La represión de la tropa no les hizo abandonar, sino, al contrario, avanzar, seguir avanzando. Y esta actitud es la que precisamente va a hacer bascular la situación. Porque una tropa sólo «se pasa» a quienes reprime cuando comprende, por la decisión que éstos muestran, que realmente pue den alcanzar el poder, y cuando «siente» afectivamen te, por el valor que despliegan, que su causa es justa. Así, en la tarde del 26 se produjo el episodio que inclinó definitivamente la balanza del lado de la insu rrección popular: la IV Compañía del Regimiento Pavlovsky se sublevó. El progreso en el movimiento de masas se reprodujo en el progreso del movimiento de indisciplina entre las fuerzas gubernamentales. Era ya una revolución. El gobierno firmó el decreto de sus pensión de la Duma, preparado con anterioridad. Un error más, el último error: añadir leña política al fue go de la insurrección social. El Presidente de la Duma, Rodzianko, telegrafió por la noche al Zar: «La anar quía reina en la capital. El gobierno está paralizado. Los transportes de combustibles y el aprovisiona miento son caóticos. Hay tiroteos por todas las ca lles. Las tropas se enfrentan entre sí. Es absolutamen te indispensable encargar a alguien que goce de la confianza del país la tarea de formar un nuevo go bierno. Ya no se puede perder tiempo. Cualquier re traso es fatal.» Nicolás II comentó: «Ya está este gordo contándo me disparates. No merece la pena siquiera contestar le». Otros contestarán por él. Al día siguiente, 25.000 soldados y miles de obreros marchaban hacia la Duma.
La ocupación de la Duma En su libro sobre la Revolución Rusa, Trotski diría años después que, en la mañana de ese quinto día, los ya vencedores ignoraban en realidad su victoria. No se imaginaban que «habían realizado las nueve dé cimas partes del recorrido». Porque el 27 se produjo definitivamente la unión entre la tropa y los huelguis tas. Sin la conjunción de ambos movimientos (la in surrección obrera y el amotinamiento de las guarni ciones) la Revolución no hubiera triunfado, como ya había ocurrido en 1905. Pero a medida que los sig nos de insumisión de los soldados fueron aumentan do, la insurrección obrera fue avanzando; a la inver sa, paralelamente al avance y audacia del movimien to huelguístico, va madurando también en la tropa (por el aumento mismo de la represión que se les obli ga a llevar a cabo) la idea de amotinamiento. Son dos movimientos en cierto modo independientes, que el 27 se unen en una sola corriente revolucionaria. Por la mañana, los soldados del regimiento Volinia se niegan a obedecer a sus oficiales. Y queman las naves: salen del cuartel e incitan a otras guarniciones a la rebelión. A mediodía, 25.000 soldados confrater nizan con la población. La suerte está echada. La multitud abre las cárceles y se dirige, por la tarde, a la Duma, enterada desde las primeras horas del día del decreto de suspensión. Por la noche, la totalidad de la guarnición de Petrogrado se había unido a la insurrección. El 28 se rin dieron los últimos jirones de tropas leales al Zar.
Movimiento acelerado
El palacio d e Taur id a , s e d e d e la D u m a im p e ria l, co n stitu ía p ara las m asas un doble y c o n tra d ic to rio sím bolo: de la libera liz a c ió n q u e la D um a re p re se n ta ba, y de la fru stra c i ó n d e c a m b io real que esa «libera liz a c ió n » h ab ía p ro v o cad o . P or eso , la m arch a p o pular hacia el pala cio y su p o ste rio r o cu p ació n el 27 de f e b r e r o al c o n o c e r s e la s u s p e n sión de la Dum a, tenía asim ism o un d o b le significado: la d e f e n s a d e la in stitu ció n y, p o r o tra , el rec h azo re volucionario de lo que h a sta ese m o m en to había veni d o sie n d o . En la im agen « L ib ertad p ara Rusia», ta rje ta de 1917.
47
El Gobierno provisional En la mañana del 27 de febrero, tres días antes de la abdicación del Zar, el poder había dejado ya de exis tir. Era necesario crear uno nuevo. Es la última es peranza, para los liberales, de contener la marea re volucionaria que ha inundado ya la propia Duma.
48
Calificado de p ro visional por e s ta r co n stitu id o inicialm ente com o un ga b in e te de tr a n s i ción h a sta la re u nión de la A sam b le a C o n stitu y e n te, el p rim e r g o b iern o surgido de la R evolución de f e b r e r o e s ta b a c o m p u e s t o p o r: Lvov (progresista), P resid encia e Inter i o r ; M iliu k o v , A s u n to s E x te rio re s ; N ek raso v , T ra n s p o rte s ; Manujlov, Educación; S ingarev, Agricul tu r a (to d o s ellos cad etes); Konovalov, C om ercio e Ind u s tria ; T e re sc h e n k o , F inanzas (p ro g re s is ta s ); G n ik o v (octobrista ) , G u e r r a ; Ker e n s k i ( o r ig in a l m en te laborista, se uniría a los so cia listas revoluciona r io s ) , V ic e p r e s i d encia y Justicia.
El doble poder Al enterarse del decreto de suspensión, la reacción de la Duma, una vez más, fue ambigua: se reunió en otra sala distinta a la oficial, lo que en principio equi valía a obedecer, y decidió crear un Comité provisio nal, lo que suponía, en cambio, rebelarse. Pero el nombre del Comité no deja lugar a dudas sobre su sentido y alcance político: «Comité para el restable cimiento del orden en Petrogrado y la relación con las instituciones y partidos políticos.» Qué paradoja: una revolución que finaliza con un comité para res tablecer el orden. Muy reveladora, por lo demás, del papel que los liberales han querido desempeñar en la insurrección de febrero: el de bomberos. Se trataba de evitar, mediante el cambio político, la revolución social. Es de notar, a este respecto, la evolución his tórica del Partido Cadete desde el radicalismo libera lizante de sus orígenes hasta el papel de apagafuegos que va a desempeñar en febrero. Pues si va a forzar la abdicación del zar, es precisamente para evitar la marea revolucionaria.
W* P
Pero tras la apertura de las cárceles, los excarce lados mencheviques marchan con la multitud a la Duma y, de acuerdo con un grupo de diputados, en tre ellos el joven Kerenski, deciden resucitar el So viet de Petrogrado, encarnación misma de la revolu ción desde 1905. El Soviet va a ahora a llamarse «So viet de obreros y soldados», sellando así la unión sa grada entre proletarios y tropa. El grupo crea un Co mité Ejecutivo Provisional compuesto de menchevi ques y del que forman también parte Kerenski, del Partido de los trabajadores, y algunos dirigentes del Partido socialista-revolucionario. Y aprovechándose de la indecisión del Comité Provisional de la Duma (CPD), antes de que éste pueda intervenir, dicta los primeros decretos revolucionarios: creación de una Comisión de Abastos, una Comisión Militar y Comi tés de Barrio, estos últimos verdaderos núcleos de poder popular destinados a jugar un importante pa pel en el desarrollo posterior de los acontecimientos. Los objetivos del Comité Ejecutivo Provisional (CEP) no coinciden con los del CPD. Cada uno representa intereses de clase distintos: el primero, los de la bur guesía y el segundo, los populares. Sin embargo, en cierto modo, aunque enemigos de clase, ambos se necesitan políticamente: el Comité de la Duma necesita del Comité Ejecutivo para que las masas no se «desmanden»; éste necesita de aquél como legitimador de su propio poder.
Enemigos paralelos
El p rín cip e Lvov, m iem bro de la pri m era D um a tra s la R e v o lu c ió n de 1905 y P resid en te, d u ra n te la g u erra d e l 14, d e lo s z e m s to v s (c o rp o racio n es m unicipa les p ara suplir la caren cia de servi cio s oficiales), en m arzo de 1917 fue n o m b ra d o P r e s i d e n te del p rim er G o b ie r n o P ro v i sio n al, cargo que o cu p ó tam bién en el segundo G o b ier no. P e rte n e c ie n te a la d e r e c h a del P a rtid o C a d e te , tra s la victoria bol chevique en o c tu bre Lvov se exilió en P a r ís , c iu d a d d o n d e m oriría en 1925. Débil políti co, él m ism o re c o n o c ió «no dirigir los a c o n te cim ien tos».
49
Enemigos paralelos
C o m ité E jecutivo del Soviet de D ipu ta d o s, O b re ro s y S old ados de R etro g rado, en una re u nión de febrero de 1917.
El manifiesto bolchevique Los bolcheviques emiten el mismo día 27 un comu nicado que supera, por su radicalismo, al del CEP. Entre otras cosas, el manifiesto declara explícitamen te que «la tarea más urgente del Gobierno provisional es entrar en relación con el proletariado de los paí ses beligerantes para entablar la lucha revolucionaria de los trabajadores de todos los países contra sus opresores y dominadores, contra los gobiernos zaris tas y sus camarillas capitalistas, para el cese inmedia to de la sangrienta carnicería en que se les ha meti do». Y termina con un «viva la República, viva el pue blo revolucionario y el ejército sublevado». Así, pese a la moderación —e incluso colaboración— que has ta la llegada de Lenin van a mostrar posteriormente los bolcheviques, el manifiesto del 27 marca de en trada las diferencias con los mencheviques, plantean do tajantemente el tema de la guerra y adelantando el espíritu revolucionario de octubre. En todo caso, desde el primer momento queda ya fijado el «argumento» y los personajes fundamen tales del drama político que va a desarrollarse de finales de febrero a las jornadas de octubre: la ten sión entre dos poderes paralelos —el famoso «do ble poder»— que en cierto modo se anulan y el aseen-
so de una tercera fuerza, el Partido Bolchevique, cuyo programa recoge las auténticas aspiraciones populares.
Enemigos paralelos
¿Negociación o regalo? El desplome del zarismo fue en definitiva resultado de la descomposición que desde muchos meses an tes de febrero, acelerada y profundizada por la gue rra, venía minando al régimen. Pero, en cualquier caso, el vencedor de febrero fue el pueblo; sólo él, con los soldados sublevados, hizo posible la revolu ción. Por eso, quien desde el 27 tiene realmente el po der no es el Comité Provisional de la Duma, sino el Soviet resucitado por el Comité Ejecutivo Provisio nal, que se sabe respaldado por las masas. Sin em bargo, en la noche del 2 al 3 de marzo, el CEP nego ciaba con el CPD la formación de un gobierno pro visional presidido por el muy moderado príncipe Lvov y compuesto casi exclusivamente por representantes de la burguesía. Más que negociación se trataba en realidad de un regalo: los vencedores devolvían el po der al enemigo de clase, que en el último momento, forzaría la abdicación del monarca para evitar lo peor.
E s tu d ia n te s mili cian o s en las p ri m eras jo rn ad as de la R evolución de febrero en P etrogrado.
Enemigos paralelos
P ese a la revolu ción política cum plida, el sello del G o b ie r n o p r o v i sional, con su he ráldica y a risto c rá tica águila bicéfala, m u e stra sim bólica m en te el c a rá c te r no ru p tu rista que en térm inos socia le s e s e g o b ie rn o rep rese n tab a .
¿Cómo se llegó a esta situación? Febrero había sor prendido a todos los dirigentes políticos. Nadie esta ba preparado. El poder estaba vacante y nadie se atrevía a cogerlo. La burguesía no se atreve —Miliukov intentará hasta el último momento salvar, si no al monarca, sí a la Monarquía—, entre otras razones, porque se considera rehén de esas masas, que han entrado ya en la Duma, aunque sea para apoyarla. El Soviet tampoco se atreve porque en realidad, sin líderes ni dirigentes, sin un verdadero proyecto re volucionario, no sabe muy bien qué hacer con ese po der que de buenas a primeras le viene a las manos. Por lo demás, la mayor parte de sus miembros son mencheviques y los mencheviques están convencidos —convicción compartida por los socialistas revolu cionarios, presentes también en el Soviet— de que el proletariado ruso, históricamente, no está todavía en condiciones de tomar el poder. Según su esquema teórico, es a la burguesía a quien corresponde la pri mera etapa de la revolución y burguesa ha de ser en principio esa primera fase. Cierto que los aconteci mientos contradicen en este caso la teoría, puesto que la revolución se ha producido y la burguesía y sus partidos no han tenido en ella ni arte ni parte. Pero a los mencheviques no les «interesa» contem plar la realidad. Sería reconocer el error de su teoría. Para ellos, entregar el poder a los representantes de esa burguesía es una cuestión de principios: de prin cipios teóricos. Y equivale a autoasegurarse de la ver dad de una teoría, la suya, que los hechos desmien ten en la práctica. En fin, hay también, además, otra explicación de ese regalo. Alejados del poder desde siempre —con excepción del corto paréntesis de 1905— y huérfa nos en ese momento de auténticos líderes, los repre sentantes del pueblo temen en realidad ese poder caí do del cielo, aunque sea del cielo de las masas. Sos pechan —aunque ni a ellos mismos se lo digan— que les viene grande, no confían en sus propias capacida des para ejercerlo. No están acostumbrados... En realidad, las negociaciones entre los dos pode res paralelos habían comenzado ya a partir del día 28. Y el 2 de marzo, el CEP acepta oficialmente que el Comité de la Duma se encargue de formar gobier no. Con ciertas condiciones: libertades políticas, am-
nistía y convocatoria de una Asamblea Constituyen te en el plazo más breve posible. «Esperamos —de clara el Comité del Soviet— que en la medida en que el Gobierno que se constituya cumpla sus promesas y combata efectivamente al Antiguo Régimen, la De mocracia le conceda su apoyo.» El litigioso punto de la forma de gobierno se dejaba en suspenso hasta la celebración de la Constituyente. Aunque la doble ab dicación de Nicolás II y el gran duque Miguel resol viera de hecho la cuestión. Naturalmente, el CPD acepta esas condiciones, de carácter puramente po lítico y que no le comprometen en las grandes cues tiones: la guerra, la reforma agraria, el cambio social, la cuestión de las nacionalidades. Sin embargo, y ésta es la originalidad de la situación, aunque el Soviet haya regalado el poder, el Gobierno provisional, por ser precisamente un regalo, queda obligado a acep tar el control de aquél: queda de hecho sometido. Y mientras el Soviet, poder de hecho, puede pero no quiere, el Gobierno provisional, poder de derecho, quiere pero no puede; ello va a ser causa, por la frus tración popular del vacío de poder que el doble po der, paradójicamente, crea, de la progresiva radicalización de las masas, cada día más decepcionadas por la frustración de sus esperanzas.
Enemigos paralelos
P ara los gen erales q u e e j e r c í a n el m ando en los dis tin to s fre n te s , la ú n ic a e s p e r a n z a de salv ar la d in a s tía R o m an o v y c o n tin u a r la gue rra e ra que N icolás a b d ic a se v o lu n ta riam ente. Un so n deo realizad o por el g eneral A lexeiev en tal sen tid o dio e sa r e s p u e s ta de m an era unánim e.
53
«Operación recambio»
El 2 d e m arzo de 1 9 1 7 e l C o m ité P ro v isio n al de la D u m a e n v ia b a a Pskov, donde e s ta ba el Zar, a A. G uckov y V. Shulgin co n el en carg o de c o n v e n ce r al m o n arc a de la n ec esi dad de su abdica ción, com o últim o r e c u rs o p ara sal v ar la dinastía. En e s ta carica tu ra, el z a r a r r a s tra un par de águilas d esp lu m adas.
La abdicación Si el Partido Cadete se había subido en marcha al tren de la revolución, era precisamente para impedir que llegase a su punto de destino: se trataba, en efec to, de forzar la abdicación del monarca para sustituir lo por su hijo, tras un período de regencia del gran duque Miguel Alexandrovich, hermano de Nicolás II. Pero ni la situación va a hacer posible ya esa «ope ración recambio» ni, por otro lado, el recien creado Comité Ejecutivo del Soviet estaba dispuesto a per mitirla. El día 28, cuando Nicolás II se dirigía desde su cuartel general de Mohilev a Petrogrado, su tren fue interceptado, a 150 km de la capital, por las tropas sublevadas. Obligado a retroceder, se dirigió a Pskov, cuartel general del frente norte. Allí se reunieron con él los dos diputados monárquicos encargados de ne gociar la operación. El ejército, entre la espada y la pared, dejaba ha cer. Entre su lealtad al zar y el peligro de desintegra ción definitiva que suponía el mantenimiento del mo narca, prefirió retirarle su apoyo y su fuerza, si algu na le quedaba. El 2 de marzo, Nicolás II firmó el acta de abdicación a favor de su hermano, aunque en el
-IWnOTPMhk KflKk ChKl 0É>QHflyTC£
54
CPrtA...
primer momento pensara hacerlo a favor de su hijo. Pero ante la presión del Soviet —una de cuyas con diciones para el «regalo» del poder al Comité Provi sional de la Duma había sido precisamente el aplaza miento de la forma de gobierno hasta la convocato ria de la Asamblea Constituyente— el Gran Duque firma el mismo día su propia abdicación, que se pu blicará, junto a la de Nicolás, el 3. La verdad es que no le quedaba otra salida. La existencia del Soviet, por una parte, y la realidad del país, por otra, no le permitían otra cosa. Es difícil imaginar, en efecto, que esas masas que habían derribado al zar permitieran su sustitución por otro... de la misma familia. Todo proyecto en este sentido era completamente utópico. «A mi alrededor todo es infamia, traición y cobar día», escribió en su diario Nicolás II, el último de los Romanov. Así, barrida por un movimiento popular que duró cinco días, una dinastía de trescientos años y la idea misma de Monarquía desaparecieron de la Historia: «Sin apenas lucha, como un órgano podrido al que bastaba empujar para que se desprendiera, el abso lutismo se ha desplomado», escribió por entonces Rosa Luxemburgo.
«Operación recambio»
A p rim eras h o ras d e la t a r d e d e l 2 de m arzo, el Z ar había recibido v a rios telegram as de s u s j e f e s m ilita res proponiéndole com o «única salida p ara p o n er fin a la revolución y salvar a Rusia de los h o rro re s de la a n a r quía», la renuncia al tro n o . N icolás II firmó el a c ta d e a b dicación ese m is mo día. Aquí, las a c ta s d e a b d ic a ción d e N icolás y Miguel.
El derribo Pese a la moderación de sus componentes, y siem pre a la espera de la convocatoria de una Asamblea Constituyente, las primeras medidas del gobierno acaban de desmantelar el régimen zarista: restableci miento de la Constitución de Finlandia, el 4 de mar zo; destitución, el 5 de marzo, de todos los antiguos gobernadores y vicegobernadores, cuyas funciones pasan ahora a los presidentes de las corporaciones locales, las zemusta; amnistía general, el 6, y aboli ción de la pena de muerte, el 12; reconocimiento del derecho de independencia para Polonia, el 16; supre sión de todo tipo de restricciones nacionales, jurídi cas o religiosas, el 20, lo que equivale a la implanta ción de la igualdad de derechos. Asimismo, crea co misiones para preparar la autonomía de otras nacio nalidades históricas. En el terreno social, sus iniciati vas no son tan decididas: sólo bajo la presión del So viet legaliza, el 10 de marzo, la jornada laboral de ocho horas. En cuanto al problema de la tierra, aun que un Comité Agrario Central prepare un proyecto E scena frente a la de ley para la Reforma Agraria, al estar ésta supedi C a ted ral de P etro- tada a la convocatoria de la Constituyente, la refor g ra d o , a co m ien ma quedaba aplazada. Todas estas medidas suponían un auténtico derribo: el derribo del Antiguo Régimen. zo s de 1917. Las primeras medidas
La Orden del día n.9 1 El mismo 2 de marzo, curándose en salud, con la pu blicación de la famosa Orden del día n.Q 1, el Soviet se aseguraba el control del ejército. La orden decre taba la inmediata elección del Comité de Soldados, al que quedaban sometidas las órdenes de la Comi sión Militar de la Duma, que «sólo se ejecutarán siem pre y cuando no contradigan las decisiones del So viet de Obreros y Soldados». De hecho, la Orden del día n.9 1 implicaba una irrupción en el terreno del Eje cutivo, arrebatándole así la única fuerza real, el ejér cito, que aún pudiera apoyarle y haciendo de él un instrumento político, hecho que en el futuro tendría enormes consecuencias: el Ejército se convertiría en el Ejército Rojo.
Las primeras medidas
La O rd e n del día n .D 1 d esarm ab a li tera lm e n te a la ofi c i a li d a d , p u e s to q u e e n tre g a b a el co n tro l del arm a m en to d e cad a uni d ad a los com ités m ilitares «que en ningún ca so e n tre g ará a los oficiales, a u n q u e e s t o s lo e x ija n » . D irig id a en un principio a la guarnición de Petro g ra d o , la O rd en a fe c ta ría inm edia tam en te a todo el ejército . E ra o tra rev o lu ció n : la re volución militar.
57
Parlamentos del pueblo
58
Los S oviets, o C o n s e jo s p o p u la r e s , en cu a n to form as de d em o cracia di re c ta , re p re se n ta ban una nueva co n cep ció n políti ca fre n te a la «vie ja » c o n c e p c i ó n parlam entaria. Por lo d em ás, no eran sólo ex p resió n de la s o p in io n e s de las m asas, sino que c o n trib u ía n a su p o litiz a c ió n a la m anera de a u té n ti cas escu e las políti cas del pueblo.
Los Soviets Cuando el 27 de febrero el Comité Ejecutivo Provi sional, rememorando 1905, creaba el Soviet de Petrogrado, hacía algo más que resucitar una institu ción y crear un poder paralelo: daba un ejemplo. A partir de este momento, otros soviets se multiplica ron espontáneamente —de campesinos, de obreros, de soldados, de ciudadanos— por toda Rusia, crean do un auténtico tejido de poder e imponiendo sus de cisiones al propio Soviet Central de Petrogrado. Proliferaron así los soviets locales, regionales y provincia les al tiempo que se fusionaban los soviets de dipu tados obreros y los soviets de diputados soldados. El 29 de marzo se celebró en Petrogrado la Primera Conferencia de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados, que confirmó como auténtica y legítima ins titución política al Comité Ejecutivo Provisional.
Estos nuevos «Consejos populares», Parlamentos del Pueblo, constituían sin lugar a dudas los órganos más fielmente representativos de la voluntad popu lar. Representaban, frente a los políticos profesiona les, una auténtica autoridad moral. Limitados al prin cipio a la defensa de los intereses de los trabajadores frente al Gobierno provisional e incluso frente a las vacilaciones del Soviet Central, su poder real e in fluencia fueron en aumento hasta convertirse, ya nucleados por los bolcheviques, en la verdadera pa lanca que haría posible la Revolución de octubre. Aunque, posteriormente, su papel se difuminó has ta desaparecer prácticamente justo cuando Rusia se convirtió en la Unión de Repúblicas Socialis tas Soviéticas... La explosión libertaria La «Revolución de febrero» fue fruto de un movimien to espontáneo que se desarrolló no sólo al margen de cualquier plan, sino en muchos momentos en con tra de la voluntad de los propios dirigentes revolucio narios: hombres de partido que, más que dirigentes, fueron en esta ocasión dirigidos por la revolución. De ahí la explosión libertaria que se produce durante las primeras semanas que siguen a la abdicación de Ni colás II. Algo así como el regalo que a sí mismas se hacen las masas por un triunfo que es suyo. Todos los oprimidos, los humillados, los marginados se sien ten de pronto hombres libres. Estalla la esperanza. El pueblo recupera la palabra y la elocuencia, patri monio hasta entonces de quienes tienen poder, se hace ahora revolucionaria. Una nueva pasión encien de el corazón de los desposeídos: la pasión de saber, de informarse, de comunicarse. Al liberarse por sí mismo del zarismo, el pueblo libera a la vez todo el enorme potencial democrático que como tal pueblo contiene. La libertad de expresión, la libertad de reunión de jaron de ser «derechos» para convertirse en vida mis ma, cotidianeidad vivida. Discursos, asambleas, con ferencias. Comités de fábrica, comités campesinos, comités de soldados, comités de ciudadanos. El aprendizaje autogestionario de los años anteriores da ahora nuevos frutos. Es el gran desahogo de la liber tad recién adquirida.
Parlamentos del pueblo
La lib ertad fue el g ran hallazgo del pueblo ru so tra s la abdicación del zar. Así se llam a e ste dibujo d e E. S hesto p á lo v : « ¡L ib e r tad!».
59
El regreso de Lenin «Qué admirable espectáculo —escribe John Reed en su famoso libro Diez días que conmovieron al mun do— contemplar a los cuarenta mil obreros de la fá brica Putilov escuchando a oradores social-demócratas, socialistas revolucionarios, anarquistas o de otras tendencias, atentos a todos e indiferentes a la longi tud de los discursos. Durante meses, en Petrogrado y en toda Rusia, cada esquina era una tribuna políti ca... El cambio se manifestaba por mil signos aparen tes: la estatua de Catalina II frente al Teatro Alejan dro blandía en la mano una pequeña bandera roja; y banderas rojas, aunque algo descoloridas, flotaban también en todos los edificios públicos; el monogra ma y las águilas imperiales habían desaparecido; la te rrible gorodovoi (policía municipal) había sido susti tuida por una condescendiente milicia que patrullaba sin armas por las calles...» Un gran espectáculo, sí. Pero esos signos eran, en efecto, aparentes: la apariencia del cambio más que
el cambio social mismo. Cierto que el Gobierno pro visional, con su misma existencia, era prueba de la re volución política cumplida. Pero lo que las masas de seaban era más que eso: una revolución social. Jus to lo que el gobierno quería a toda costa evitar y lo que el Soviet Central de Petrogrado intentaba frenar, aunque en el drama político que se estaba desarro llando representara de hecho el papel de «oposición de izquierdas» al gobierno de derechas —y «consen suado», diríamos hoy— en el poder. Así, de marzo a octubre, mientras las grandes cuestiones —paz, pan y tierra— que habían movilizado a esas masas que daban a la espera de una Asamblea Constituyente que no acababa de constituirse, en medio del vacío de poder que el «doble poder» de hecho creaba, a me dida que la decepción popular crecía aumentaba tam bién su radicalismo. Cogido entre dos fuegos, con un ejército en el que los soviets de soldados se hacían cada día más numerosos, el Gobierno provisional, mi nado por la guerra, tenía sus meses contados.
¿Revolución o continuismo?
D u ra n te m eses, c a d a e s q u in a d e P tro g ra d o y de o tra s m uchas ciu d a d e s r u s a s e ra una trib u n a políti ca. En la fáb rica Putilov, su s o b re ro s (40.000) p a rti c ip a b a n en m itines y escu c h ab an ate n ta m e n te a o ra d o re s d e d istin to signo, sin te n e r en cu e n ta la longitud d e los d isc u rs o s, sin signos de ab u r r im ie n t o . En la im agen, Lenin en la fá b rica Putilov d e P etrogrado en 1917, cu a d ro de L. B rodski.
¿Revolución o continuismo?
62
La actitu d intran si g en te y expansion ista de G uillerm o II, asi com o su e s fu e rz o p o r incre m e n ta r el p o te n cial m ilitar alem án, c o n tr ib u y e r o n al estallido de la P ri m era G u e rra M un d ia l. H a s ta 1916 co n tro ló de cerca la m a r c h a d e la g u e r r a . A b d ic ó co m o E m p e ra d o r tra s la d e rro ta de 1918.
Guerra y paz El problema más importante con que el nuevo Esta do tenía que enfrentarse era la guerra. La gran cues tión de la que dependían todas las demás. Más aún: la guerra era en realidad la clave de la revolución y, por eso mismo, motivo fundamental de tensión entre el Gobierno provisonal y el Soviet. ¿Continuar la guerra para salvar la revolución de los ejércitos del Kaiser o, por el contrario, firmar la paz para profundizar la revolución? Este era el dile ma que, en términos políticos, se planteaban men cheviques, socialistas-revolucionarios e incluso bolqueviques. Pero, en términos sociales, la cuestión era otra: continuar la guerra equivalía a retrasar, o impe dir, la revolución social mientras que para las masas firmar la paz era, en esos momentos, y a cualquier precio, el acto más auténticamente revolucionario. Naturalmente, fiel a los intereses que representa ba, el Gobierno provisional era «continuista», lo que hizo saber desde el primer momento: el 6 de marzo Miliukov, ministro de Asuntos Exteriores del nuevo gabinete, declaraba a la prensa, en nombre del go bierno, que la nueva Rusia estaba dispuesta «a res petar escrupulosamente los acuerdos suscritos con los aliados». Lo que significaba, lisa y llanamente, que Rusia continuaría su política zarista tras la abdicación del Zar. Por su parte, el Soviet vacilaba entre un vago pa cifismo —guerra exclusivamente defensiva, «paz sin anexiones ni indemnizaciones»— que no le compro metía mucho y un «patriotismo» que le impedía, en cambio, poner fin a la guerra y considerar la paz, de acuerdo con el deseo de las masas, como el primer objetivo revolucionario a cumplir. Una política teñida de ambigüedad que ni se atrevía a detener la carni cería ni osaba continuarla. No obstante, considerando que la nota dada a la prensa por Miliukov era inaceptable, el Comité eje cutivo del Soviet publicaba, el día 14, un «Llamamien to a los pueblos del mundo» en el que se declaraba dispuesto a «neutralizar por todos los medios la po lítica de las clases dirigentes de Rusia» expresando inequívocamente su desacuerdo con el Gobierno pro visional: «La democracia entabla la lucha contra la po lítica zarista. Entabla la lucha por la paz no sólo con-
tra los atentados de Guillermo, sino también contra Miliukov y sus aliados, contra una manera de actuar que supedita nuestro deber respecto a la democra cia, la paz y la fraternidad de los pueblos a los com promisos contraídos con el imperialismo franco-bri tánico». En fin, el manifiesto declaraba asimismo que «la Revolución Rusa no retrocederá ante las bayone tas de los conquistadores y no se dejará humillar por la fuerza militar». Lo que significaba, por otro lado, la decisión de no firmar una paz a cualquier precio. El radicalismo patriótico se imponía así sobre el radi calismo revolucionario.
¿Revolución o continuismo?
C a rte l d e p ro p a g a n d a d el «Em p ré stito d e la Li b e r ta d » , e m itid o p o r el g o b ie r n o co n fines m ilitares, p a ra co n tin u ar la g u e rra . El S o v iet de P e tr o g ra d o v o tó a su fav o r, co n la ex cep ció n del g ru p o bo lch e vique. En las b an d e ra s hay escrita s inscripciones tales como «¡Guerra h a sta la victoria!», «V ictoria so b re el e n e m ig o » ... F u e r e a liz a d o p o r B. K ustódiev.
63
Lenin
64
A m e d ia d o s de m arzo de 1917 se celeb ró en Zurich, d o n d e e n to n c e s residía Lenin, una reunión de exilia d o s p ara estu d iar la form a de reg re sa r a Rusia. El líder m enchevique Marto v p ro p u so co n v en cer al gobierno alem án de que les p erm itiera a tra v e s a r A le m a n ia en tre n canjeándolos p o r un n ú m e ro igual de prisione r o s a u s tr í a c o s y a le m a n e s . El g o b iern o del K aiser acep tó , co n ced ien do al vagón de los ex iliad o s el d e re cho de e x tra te rri torialidad. De ahí el n o m bre con que d esp u és se co n o c e r á e s te vagón: «el vagón sellado». El tre n salió de Zu rich el 27 de m arzo y llegó a P etrogrado la n och e del 3 de abril. En él via jaban, ad em ás de L e n i n , o t r o s 29 ex ilad o s ruso s. En la im a g en , Lenin en E stocolm o con un gru p o de exila d o s políticos.
Cartas desde lejos Hasta marzo, el Partido Bolchevique, sin apenas con tacto con Suiza, donde estaba Lenin, y a falta de mu chos de sus dirigentes, deportados en Siberia, se en contraba en manos de un triunvirato: Shiliapnikov, Zalutski y Molotov, este último miembro también del Comité ejecutivo del Soviet. Estos tres hombres fue ron los autores del «Manifiesto bolchevique» del 27, que tan claramente se desmarcaba de los menchevi ques por su tono revolucionario y su actitud radical ante la guerra. Pero con la amnistía y el regreso de los exiliados y deportados, entre ellos Kamenev y Stalin, que llega ron a Petrogrado el día 13, el «espíritu del manifies to» del 27 iba a desaparecer. Obsesionados por el pe ligro que para la revolución pudiera representar la Alemania imperialista, la mayoría de esos hombres se alinearon en las vacilantes posiciones mencheviques, lo que significaba, pese a los desacuerdos, la no rup tura con el Gobierno provisional y la actitud «patrió-
tica» en la cuestión de la guerra. Así, en el número de «Pravda» —reaparecido el 5 de marzo— en que se incluía el «llamamiento a todos los pueblos del mundo», aparecía también, bajo la firma de Kamenev, un artículo declarando que, en esos momen tos, deponer las armas «no sería una política de paz, sino una política de esclavitud, que el pueblo no permitiría». No era ésta precisamente la posición de Lenin, que desde 1914 venía clamando y proclamando la nece sidad de poner fin a la guerra a cualquier precio. Este «derrotismo» revolucionario chocaba con las tesis ofi cialmente mantenidas por el Partido bolchevique en el interior. El 6 de marzo, ante el giro que tomaban los acontecimientos, desde Zurich, Lenin envió el si-
Lenin
-^vp=G5.Tec~'-‘— uvk-' ‘S un u M atf
I. ,5rt e ízate ix.;r Mi'faaXufí)*** */¡ H ,£■**«* j**4+*A,
tj£
At.A~
C~¿./a/ 4k*yC. /?1 .jA** a- , u y - u / £^*.«**.
■SJ.-yAj
***** -*«U j U w V , «
Yyy■- /■
A*} *- * i.*
✓,'1^44-aa »í/íW
LSA&++4
«*«<«« ■#•,
/«/» ¿e. '“7 “ / T ' V ' *♦— <-•
e*?7 ry*?)
«« A *
*+*yít * » ■ _y f i ^ r -
4 > ) * r f * S M * Y tf~ p
*^ v —
Las cinco « ca rtas d esd e lejos» del 7 d e m a rz o c o n s ti tu y e n un c e rte ro análisis político de la situ a c ió n ru sa en eso s m om en to s, cuya originali dad residía en el p aso de la prim era a la seg u n d a etap a de la Revolución. E nviadas a «P rav da», de las cinco, el perió d ico sólo p u blicaría una, la p ri m era, el día mismo de la llegada de Le nin a Rusia, 3 de ab ril. A rrib a , d e claració n d e Lenin a n te s de su vuelta a Rusia.
Lenin
66
T estig o privilegia do del m ovim iento m arx ista en Rusia, am igo p erso n al de L e n in y h o m b r e p ú b lic o d i r e c t a m ente com prom e tid o —a p e s a r de p a s a je ro s d isenti m ie n to s— co n la R e v o lu c ió n B o l chevique, M áximo G o rk i (1868-1936) fue se g u ra m en te el e sc rito r ru so m ás p o p u lar de su ép o ca. A unque la p ro pia riq u eza de la o b ra, d onde ideo logía y literatu ra , realism o y ro m an ticism o se funden y e n tre m e z c la n , h a y a p o d id o la s t r a r a v e c e s su vuelo.
guíente telegrama: «Nuestra táctica: total desconfian za, ningún apoyo al Gobierno provisonal. Y mucho cuidado, sobre todo, con Kerenski. Ninguna aproxi mación a los otros partidos.» Un día después, el 7 de marzo, redactaba sus «cartas desde lejos», insistien do en el mismo sentido: la revolución de febrero no era un final de recorrido, sino únicamente una prime ra etapa; sólo una verdadera revolución proletaria es taría en condiciones de hacer la paz. «Miliukov y cía» se habrían adueñado del poder para continuar la gue rra imperialista. Y Lenin argumentaba justamente de forma inversa a la tesis menchevique, semejante en definitiva a lo que la mayoría de los bolcheviques pen saban: «nuestra revolución es burguesa y por eso los obreros deben apoyar a la burguesía, dicen los Potresov, los Grozdiev y los Chjeidze, como antes dije ra Plejanov; nuestra revolución es burguesa, decimos nosotros, los marxistas, y por eso los obreros deben abrir los ojos al pueblo para que vea el engaño de los politicastros burgueses y le enseñen a no creer en las palabras, a confiar únicamente en sus propias fuer zas, en su propia organización, en su propia unión». Semanas después, y ante el desconcierto de sus propios camaradas, Lenin expondría lo fundamental de estas «cartas» en una serie de tesis que posterior mente se conocerían como las «tesis de abril»: un aná lisis revolucionario de la situación que iba a cambiar radicalmente la estrategia bolchevique y crear las ba ses políticas —y psicológicas— para el asalto al po der y la insurrección final de octubre. Aunque fuesen algunos de los miembros de su propio partido, al prin cipio, quienes con más ardor las combatieran. En la estación de Finlandia En la noche del 3 de abril, después de atravesar Ale mania en lo que ha venido llamándose el «vagón se llado», Lenin llegaba a Petrogrado por la estación de Finlandia. Tras unas complicadas negociaciones lle vadas a cabo por el socialista suizo Platten, la emba jada alemana en Berna permitió el tránsito de Lenin y un grupo de sus fieles por territorio alemán. El go bierno del Kaiser estaba convencido de que su llega da a Rusia y su política de paz separada contribui rían a la desorganización y el caos. Por eso aceptó, lo que dio lugar, por lo demás, a la creación de un
mito que los enemigos de la Revolución lanzaron a los cuatro vientos: el mito de un Lenin «agente de los alemanes». En el discurso de bienvenida, el menchevique Chjeidze, presidente del Soviet de Petrogrado y en viado por éste para recibirle, fija de entrada las re glas del juego —la política oficial— que hay que res petar: «... Te damos la bienvenida a Rusia pero con sideramos que, en estos momentos, la tarea princi pal de la democracia revolucionaria es la defensa de nuestra Revolución, tanto del enemigo exterior como del enemigo interior y esperamos que éste sea tam bién tu objetivo». Bajo esas palabras se traslucía un temor. Bajo ese pero y ese esperamos parece ocul tarse, en efecto, la preocupación de que Lenin no apruebe justamente la línea seguida, de que cruce ese Rubicón que nadie hasta entonces se había atrevido a cruzar. Tal preocupación, por lo demás, estaba justificada: en su contestación a las palabras de bienvenida «como si todo eso no tuviera nada que ver con él» comenta el periodista Sujanov, uno de los testigos Lenin lanza una proclama revolucionaria a los «cama radas, soldados, marinos y obreros» que no deja lu gar a dudas: «ha llegado el momento de que todos los pueblos vuelvan las armas contra sus explotado-
Lenin
El 3 d e a b ril d e 1917, a las 23.10, llegaba a la e s ta ción de Finlandia (Petrogrado) el tren qu e traía a Lenin a Rusia. En el a n d én le esp erab a n m iem bros del C o m ité C e n tral y del C o m ité B olchevi q u e d e P e tro g ra do, d irig en tes bol cheviques de o tra s p ro v in c ia s y una delegación del S o viet de la capital. Era tam bién el ini cio de un nuevo y d u ro recorrido: el rec o rrid o hacia el poder.
Lenin
68
C a ric a tu ra a p a re cida en una revista ru sa, N ovii Sattirikon, en 1917 so b re el problem a a g ra rio y su solución por p a rte del G o bierno provisional. Un m ujik resp o n d e a la p reg u n ta de un te rra te n ie n te . « ¿ P o r q u é e s ta s s o b r e un s o lo pie?» «Es que no tengo d o nde p o n er el o tro sin p isa r las tie rra s de su se ñ o ría y tem o que me c a s t i g u e n s i lo hago».
res capitalistas... luce el albor de la revolución mun dial... la revolución rusa es el inicio del hundimiento del capitalismo y ha plantado los cimientos de una nueva época», para concluir con un «Viva la revolu ción socialista mundial». Este discurso, evidentemente, no encajaba en ab soluto en el contexto oficial. Porque hasta ese mo mento nadie dudaba de que la revolución rusa era una «revolución burguesa» y que necesariamente te nía que ser eso, una revolución burguesa. Lenin, des de el momento mismo de su llegada, se mostró deci dido a cambiar radicalmente de rumbo: decidido a convencer, primero, a su partido y a derribar, des pués, al Gobierno provisional. Los «delirios de un loco» Hasta su llegada a Rusia, nadie, en efecto, se había atrevido a «sacar los pies del tiesto». Nadie —ni bol cheviques, ni mencheviques, ni el resto de los socia listas— había pensado exigir el trapaso del poder a los Soviets, firmar la paz por separado en plena de rrota nacional y oponerse frontalmente no ya a deci siones o actitudes determinadas del Gobierno provi sional, sino al Gobierno provisional mismo. Entre la revolución y el patriotismo habían escogido el patrio tismo. De ahí que su discurso, en la noche del 3 al 4, a un grupo de dirigentes de su partido tuviera el efecto de la famosa entrada de un elefante en una ca charrería. Horas después, Lenin expondría sus tesis ante un auditorio más amplio compuesto también de menche viques y otros socialistas: fue un escándalo. Bogdanov, secretario ejecutivo del Soviet, clamó indignado: «Delirios. Todo eso no son más que delirios. Los de lirios de un loco.» Y el viejo socialista Goldenberg, bolchevique histórico, pero alineado entonces en las posiciones mencheviques, desdeñoso, declaró: «Le nin acaba de presentar su candidatura a un trono va cante en Europa desde hace treinta años: el trono de Bakunin. En sus palabras nuevas resuena lo viejo...» En fin, Steklov, que posteriormente sería uno de los ideólogos de la política leninista, afirmó despreciati vo: «Su discurso se basa en construcciones abstrac tas que demuestran que la Revolución ha pasado a su lado sin que se entere».
Las «tesis de abril» El día 7, «Pravda» publicaba las tesis expuestas por LeLenin nin (las «tesis de abril») calificando de «inadmisible» el planteamiento general de las mismas. En síntesis su contenido era éste: • El fin de la guerra sólo es posible con el derroca miento del orden imperialista todavía vigente. • La característica de la situación actual es el paso de la primera a la segunda fase de la revolución. • Ningún apoyo al Gobierno provisional. • La única forma posible de gobierno es el gobierno de los Soviets. • República de Soviets, en vez de República Parla mentaria. • Confiscación de las propiedades agrarias. • Fusión de todos los bancos en un solo banco na cional. • Control de la producción como paso previo al so cialismo. • Modificación del programa del Partido. • Creación de una nueva Internacional. El Comité de Petrogrado rechazó las tesis por 13 votos contra 2 y una abstención. Parecía que Lenin Lenin leyó su s fa había sido derrotado.
m o s a s « te s is de abril» en dos re u niones: en la re u nión q u e c e le b ró con su s cam arad as b o lc h e v iq u e s in m ediatam en te d es p u és de su llegada y en u na reunión p o s te rio r d e bol cheviques y m en ch ev iq u es d elega d o s a la C o n feren cia d e S o v iets de to d a R u s ia , q u e tuvo lugar en el P a lacio d e T aurida. Las te sis c o n stitu yen, a la vez, un p ro g ra m a d e a c ció n re v o lu c io n a ria y un análisis p o lítico de la situ a ción.
69
Todo el poder a los Soviets La aparente derrota política de Lenin no cambiaba la realidad en que se fundaba su análisis: la frustación social de unas masas que, derrocado el zarismo, se guían sin conseguir la paz y en una situación de mi seria creciente. El 18 de abril, una nueva nota de Mi liukov a la prensa asegurando a los aliados que los objetivos de la Rusia en guerra seguían siendo los mis mos que con el Zar, prendió la mecha. Los primeros truenos El día 20, obreros y soldados se echaron a la calle pi diendo la dimisión de Miliukov y la sustitución del Go bierno provisional. Una manifestación de carácter semiinsurreccional que se repetiría, aún con más violen cia, al día siguiente. Se produjo una contramanifesta ción de grupos de inspiración liberal. Hubo enfrenta-
70
El 18 de abril —l.° de m ayo seg ú n el n u ev o c a le n d a rio — se celeb ró en t o d a R u s ia , p o r p r im e r a v e z o fi c ia lm e n te , la «Fiesta del tra b a jo » . L o s p a r ti c i p an tes en las gran d e s m a n ifesta cio n e s p o p u la re s m o stra ro n su d e s a c u e r d o c o n la co ntinuación de la g u erra co re an d o co n sig n as pacifis tas. D os dias d e s p ués, ai co n o c erse la n o ta de Miliukov, el d e s a c u e rd o se convirtió en ira y la m a n ife sta c ió n en in su rrección. En la im agen, m anifesta ció n d e unid ad es revolucionarias de la g u a rn ic ió n d e P e tro g ra d o el 21 d e abril.
mientos con numerosas víctimas, muertos y heridos. El general Kornilov —que en septiembre se conver tiría en general golpista— pidió autorización al Go bierno provisional para disparar sobre los obreros y soldados. En el último momento, el Soviet hizo un «llamamiento a todos los ciudadanos» y tras procla mar «traidor a la Revolución a todo aquel que, en es tos momentos, incite a manifestaciones armadas o dispare con armas de fuego», consiguió evitar que se produjese el choque. Algún tiempo después, en el discurso que pronun cia tras la disolución de la Asamblea Constituyente, Lenin declarará que esas jornadas —las «jornadas de abril»— le habían abierto los ojos respecto al sentido y posibilidades de la insurrección popular. En cierto modo, si 1905 fue el «ensayo general» de 1917, abril fue el primer acto de octubre.
El camino de la Revolución
Los tira s y aflojas d e lo s d i s t i n t o s g ru p o s no h a c e n s in o r e t r a s a r lo in e v ita b le: el e n f r e n ta m ie n to a r m a d o d e f in i tiv o p ara to m a r el p o d er. H ubieron de p a sa r varios m eses p ara qu e se p ro d u je s e la i n s u r r e c ció n a rm a d a que daria el triunfo d e finitivo a los bol c h e v iq u e s . En la im agen, un grupo de o b re ro s a ta c a el P alacio de P etrog rado con un blin d ad o c a p tu ra d o a las tro p a s d e Keren sk i, en las jo r n ad as d e o ctu b re.
71
El camino de la Revolución
C o n la c o n s titu ción del gobierno d e c o a lic ió n , los a lia d o s re fin a ro n s u s m é to d o s d e p re sió n p ara que R u sia c o n tin u a ra la g u erra. Así, fra n c e s e s e in g le s e s en v iaron a R etro grado y M oscú co no cid o s socialistas qu e, com o el fran c é s A lb e r t T h o m a s , in f a tig a b le p ro p a g a n d is ta de la « o fe n s iv a Ker e n s k i» , i n te n ta ban qu e R usia no a b a n d o n a r a la co n tienda.
La reconquista del Partido Del 24 al 29 de abril, inmediatamente después de ese espisodio, se celebró en Petrogrado la VII Conferen cia Nacional del Partido Bolchevique —«Conferencia de Abril»— justo en el momento en que las poten cias aliadas enviaban al Soviet algunos diputados para convencerles de la necesidad de continuar la guerra. Se produjo un cambio radical en la situación. Lenin reconquista su Partido: de derrotado se convierte en vencedor. Casi por unanimidad, la conferencia apro bó las tesis de Lenin, las mismas que días atrás ha bían sido violentamente rechazadas: ningún apoyo al Gobierno provisional, ninguna concesión al patriotis mo. Todo el poder a los Soviets. ¿Qué ha ocurrido para este vuelco? Influidos por el prestigio de Lenin, una vez pasados los primeros momentos de estupor —e incluso de indignación— por sus «inadmisibles» planteamientos, los bolcheviques se han ido familia rizando con ellos poco a poco hasta considerar como posible lo que en principio les parecía impensable. Los sucesos de abril, por otro lado, han remachado el clavo. Reconciliado con Lenin, reconciliado consi go mismo, el Partido Bolchevique, el único capaz aho ra de proponer a las masas lo que desean, ha traza do ya el camino de la revolución.
El segundo Gobierno provisional Desacreditado por las jornadas de abril, Miliukov di mitía el 30. A favor de esa dimisión, el Partido Cade te vio el cielo abierto para descargarse en parte de las responsabilidades ministeriales integrando en el gobierno a la propia oposición del Soviet: un gobier no de coalición, un gobierno (dicho con palabras del memorialista Sujanov) que, para la burguesía liberal, era en realidad un «matrimonio de conveniencia». La novia no era demasiado guapa, pero la dote era im portante: el ejército, el poder real, el apoyo del pue blo... Por su parte, los socialistas pensaban que «po dían ocupar una nueva posición avanzada en las trin cheras de la revolución». A cambio, legitimaban al go bierno ante las masas. Un cambalache. Nace así, el 5 de mayo, el segundo Gobierno provisional, con seis ministros socialistas, entre ellos Kerenski, que ocupa la cartera de Guerra. En sus primeras declaraciones, el Gobierno afirmaba que su tarea principal era «re forzar el carácter democrático del ejército y organi zar, así como incrementar, su fuerza combativa, tan to ofensiva como defensiva». Desde el primer mo mento, pues, no queda ninguna duda: el Gobierno no
Un matrimonio de conveniencia
M iem bro del C o m ité E je c u tiv o Provisional del S o viet d e P etro g rad o , m in is tro de Ju sticia en el p ri m er G o b iern o p ro visional, titu lar de la c a rte ra de G u e rra en el segundo G obierno y P resi d en te del te rc e ro , la h isto ria política de K erenski es la h isto ria de un a caí da: d esd e las altu ras del m ito h asta el foso del d e sc ré d ito . T e a t r a l en s u s a c titu d e s , lo c i e r to e s q u e el d ra m a re v o lu c io n a rio a c a b ó d e s b o rd an d o al p e rso naje p o lítico qu e re p re s e n ta b a —el de hom bre provi dencial p o r encim a de los p a rtid o s— al tiem po qu e dem o lía tam bién los in te re s e s de las cla s e s s o c ia le s qu e ese p erso n aje real m e n te e n c u b r ía . En la im agen, en un viaje p ara p re p a ra r a los so ld a d o s fre n te a una próxim a ofensiva.
Un matrimonio de conveniencia
L o s r e p r e s e n ta n te s del G o b ie rn o P rovisional visita b an las u n id a d e s m ilitares p ara «re fo rz a r su a rd o r com bativo» y « res ta b le c e r el e n tu siasm o y la disci p lin a » d e u n o s h o m b re s q u e d e s e a b a n s o b re to d as las co sas dejar de luchar. En e sta ca rica tu ra ap a rece K e r e n s k i, a c tiv o p ro p a g a n d is ta de la co ntinuación de la lucha, en ac titu d napoleónica.
estaba dispuesto a pagar por la paz el precio de la de rrota. Pero como las masas no estaban tampoco dis puestas a pagar por la patria el precio de la paz, des de el primer momento el nuevo Gobierno estaba tam bién condenado a la inmovilidad y la impotencia. El precio de la cohabitación «Por primera vez, el nuevo Gobierno va a poder go bernar, exigir, ordenar»: así se expresaba Kerenski, nuevo ministro de la Guerra, inmediatamente des pués de la constitución del nuevo gabinete. Pero las palabras de Kerenski constituían sólo una declaración de buenas intenciones que la situación política real desmentiría inmediatamente. Porque lo cierto es que el nuevo Gobierno se encuentra, una vez más, con denado a la impotencia. Por una parte, los ministros socialistas, que «cohabitan» en minoría con los libe rales, se van a ver encadenados a la antigua máquina administrativa del poder «burgués» que continúa en pie: una hipoteca. Por otra, el gabinete en su conjun to —que, también una vez más, ha prometido la in mediata convocatoria de la famosa Constituyente— no puede poner en práctica ninguna de las reformas pactadas en el programa, que siguen supeditadas a esa convocatoria: una imposibilidad. En estas condi ciones, la acción del Gobierno se va a reducir en de finitiva a continuar la guerra. Con la notable diferen cia, cara a las masas, de que los socialistas-menche viques y socialistas-revolucionarios— no son ahora «oposición», sino «colaboración». Lo que quiere de cir que la guerra va a salpicarles cada vez más de ple no, salpicando también, de rechazo, al Comité Ejecu tivo del Soviet de Petrogrado que ha aprobado ese gobierno de coalición. Así, a partir de ese momento, paralelamente a la «socialistización» del gobierno em pieza a producirse, lentamente al principio, acelera damente a partir de junio, la «bolchevización» de los soviets locales, objetivo fundamental de la estrategia leninista. Porque sólo el Partido bolchevique, en efec to, tiene las manos limpias. Sólo él ha rechazado la equívoca coalición. Y en poco tiempo, de ser una or ganización de agitadores, va a convertirse en un dis ciplinado partido cuyo prestigio y audiencia entre las masas, más decepcionadas que nunca, aumenta de día en día.
El desafío En cuanto al Gobierno, tiene que tomar iniciativas para aparentar que gobierna. Kerenski, en el único te rreno en que puede actuar (el bélico), toma la peor de todas: preparar una nueva ofensiva en los frentes de batalla: una «ofensiva revolucionaria». La ofensiva se desencadena el 18 de junio y fracasa estrepitosa mente. Es la sentencia de muerte del «Gobierno pro visional». Cuatro meses después se cumplirá. Del 3 al 24 de junio se celebra el llamado I Con greso de todos los Soviets de Rusia. En ese momen to, la política del Gobierno encuentra, todavía, am plio respaldo en los soviets locales, especialmente en los soviets agrarios, dominados por mencheviques y socialistas-revolucionarios. El Congreso, en el que és tos son mayoritarios, rechaza la propuesta bolchevi que de sovietización del Estado —«todo el poder a los soviets»— y concede una moción de confianza al Gobierno provisional. Durante los debates, que se desarrollaron en me dio de gran tensión, el menchevique Tseterelli, minis tro de Transportes del nuevo Gobierno, declaró: «En este momento, no hay ningún partido que pueda afir mar: si me entregan el poder, gobierno.» A lo que Le-
E1 error Kerenski C u an d o en el Pri m er C o n g reso de los S o v iets de to d a R u sia L enin a fir ma, en re sp u e sta a T seterelli, que en e s o s m o m e n to s h ay en R usia un p a rtid o d isp u e sto a to m ar «todo el p o d er» , su s pala b ra s so n algo m ás que una v alen to n a d a : so n , p o r una p a rte , un desafío re v o lu c io n a rio al o rd en e x iste n te y, p o r o tra , un a invi ta c ió n al P a rtid o B o lch ev iq u e p ara lan zarse al asalto del poder.
Hablan las armas
nin respondió: «Ese partido existe. Ningún partido puede renunciar a hacerse con el poder. Todos lu chan por él y nuestro partido no lo rechaza. Nuestro partido está dispuesto, ya, a tomar todo el poder.» La respuesta de Lenin provoca, a medias, perple jidad e hilaridad. Sin embargo, más allá de su sentido literal, estas palabras constituían una declaración de guerra al Gobierno provisional: el desafío definitivo al poder de la burguesía.
La prueba de fuerza Derrotados en el Congreso, los bolcheviques plan tean una prueba de fuerza en la calle: la manifesta E s c e n a c a lle je ra ción del 9 de junio. Se trata de demostrar que las ma en P etro g rad o , en yorías políticas reales no están en los Congresos, sino 1917. La g e n te en la calle. Pero el Comité Ejecutivo del Soviet pro huye en to d a s di reccio n es, de una híbe la manifestación y plantea a su vez una contra de las m uchas e s manifestación para el 18 de junio por la «Paz gene ca ram u z as que se ral», «convocatoria inmediata de la Constituyente» y «República democrática». Los bolcheviques invitan a producían.
76
la población a sustituir esas consignas por las suyas. Ante el gran asombro del CES, que ha calculado mal, entre un 80 y un 90% de los manifestantes corean las consignas bolcheviques: «Abajo la ofensiva», «Todo el poder a los soviets», «Paz para el pueblo, guerra contra los ricos». Los convocantes de la contrama nifestación han perdido la guerra de las consignas. Antes de que la insurrección tenga lugar, febrero ha perdido ya la batalla con octubre. Enardecidas por su triunfo en la guerra de las consignas, presionadas por una situación económica cada día más insostenible e indignadas ante la nueva ofensiva ordenada por Kerenski, las masas están dispuestas a pasar de las pa labras a las armas. Por primera vez desde febrero, la insurrección está ahora a la orden del día. Y el 3 de julio, de forma casi espontánea, una vez más, el pue blo se echa a la calle. La iniciativa ha partido del pri mer regimiento de ametralladoras, que considera lle gado el momento. Se producen violentos choques y hay decenas de víctimas. Los bolcheviques, desbor dados por su izquierda, piden calma. El día 5, tropas leales al Gobierno disuelven a los manifestantes. El movimiento insurreccional cesa. El Gobierno pasa a la ofensiva. La ofensiva contrarrevolucionaria Las «jornadas de julio» fueron confusas. Hay un mo mento en que ni el propio Soviet ni el Gobierno tie nen muy claro si los regimientos que vienen en su ayuda el día 5 llegan, efectivamente, para ayudar al poder «legal» constituido o, por el contrario, para su marse al movimiento insurreccional. Los bolchevi ques vacilan y el propio Lenin, que acaba desautori zándolo, al principio no sabe muy bien si impulsarlo o frenarlo. El día 6, en plena tensión, un periódico de tendencia monárquica le acusa de ser un «agente pro vocador a sueldo del Estado Mayor alemán». Es qui zá esta denuncia lo que provoca la retirada de las ma sas, entre la perplejidad y la decepción. En todo caso, con las «jornadas de julio» concluye también la polí tica «consensuada», y esta vez definitivamente. La de recha, en el reflujo que todo movimiento insurreccio nal frustrado produce, pasa ahora a la ofensiva. Es el momento de la represión. Kamenev y Trotski, entre otros dirigentes bolcheviques, son detenidos. Lenin y
Hablan las armas
T eórico y hom bre d e a c c ió n , m e n chevique de prim e ra h o ra y bolchevi q u e del o c tu b re rojo, León Davidov ic h B r o n s te in ( 1 8 7 9 - 1 9 4 0 ), T r o ts k i, c r e a d o r de la IV In tern acio nal, se o p u so , con Lenin, al G o b iern o provisional. P resi d en te del Soviet de P etro g rad o en se p tiem bre, d esem p e ñó un im p o rtan te papel en la o rg an i zación y dirección de la in su rrecció n arm ada. C om o co m isario d e g u erra, o rganizó el Ejérci to Rojo c o n trib u y e n d o d e c is iv a m ente a la victoria soviética en la gue rra civil. En 1940 fue asesin a d o por el e s ta lin is ta R a m ón M ercader.
Contraataque y golpe T ra s las jo rn ad a s d e julio, ac u sa d o d e esp io naje, Lenin hubo de ocul ta rse , y lo hizo c e r ca de P etro g rad o , alojado en el d e s van de una leñera (en la figura), m an te n ién d o se en co n ta c to p erm an en te c o n el C o m ité C e n tral de su p a r tid o . Allí p rep a ró el VI C ongreso.
Zinoviev consiguen huir a Finlandia. Decapitado, el Partido Bolchevique entra de nuevo en una pasajera fase de inactividad. Se produce una nueva crisis mi nisterial, dimite Lvov, el 7, y Kerenski es nombrado primer ministro. El 24 consigue formar nuevo Gobier no con mayoría socialista. Aparentemente, se ha pro ducido un vuelco de la situación. La burguesía recu pera la iniciativa y los soviets, aturdidos por una em bestida insurreccional que no ha sido la suya —en principio, la consigna de «todo el poder a los soviets» implicaba no tanto una insurrección como un traspa so de poder—, pasan a convertirse objetivamente en instrumentos del poder burgués. Por eso Lenin reco mienda desde Finlandia la retirada de la consigna. Mientras tanto, los revolucionarios vuelven a las cár celes y Kerenski continúa su cruzada antibolchevi que. Pero en realidad se trata sólo de la reacción fi nal de un moribundo: el Gobierno provisional entra en la agonía.
Un pacto de Estado Contraataque Mientras el poder se hunde cada vez más en la pro pia represión que provoca y se descompone a mar y golpe chas forzadas cercado, a su derecha y a su izquier da, por múltiples contrapoderes, los bolcheviques se recuperan tras su pasajero debilitamiento. Para evitar el aislamiento, Kerenski toma una nue va iniciativa: la conclusión de un pacto de Estado —Conferencia de Estado del 12 al 15 de agosto— que legitime al nuevo Gobierno y le proporcione apoyo popular al margen de los partidos. La conferencia concluyó con un fracaso y, como K eren sk i co n o cía un arma arrojadiza, se volvió contra el Gobierno des los p ro p ó sito s golp istas de Kornilov. prestigiándole aun más. El golpe de Kornilov El 21 de agosto cae Riga. Sobre Rusia se cierne el pe ligro de invasión por los ejércitos del Kaiser. Salvar a la patria: un buen pretexto para un general golpista. Un buen pretexto para Kornilov, que avanza ha cia Petrogrado. Es destituido por Kerenski. No obe dece: «Yo, Kornilov, declaro que el Gobierno provi sional, presionado por la mayoría bolchevique de los Soviets —lo que no es verdad, puesto que los bol-
E n c i e r to m o d o , am b o s se n ec esita ban. Los dos, K e renski y Kornilov, s e c o n s id e r a b a n h o m b res p roviden c ia le s , « s a lv a d o res» de la patria. P a ra K e re n s k i, K ornilov era la úl tim a g a ra n tía del m antenim iento del ord en ; p ara K orni lov, K erenski, a p e sa r de los p esares, e ra la últim a e s p e ran z a de c o n te n e r la « a n a r q u í a » . P e ro c u a n d o los p ro p ó sito s se c o n v irtie ro n en h e ch o s, el jefe del go b ierno pensó, con razó n , que su ge n e ra l p re fe riría c o n te n e r la a n a r quía p o r si mismo y o cu p a r su p u e s to . Algo en lo que K e re n s k i, ló g ica m ente, ya no co in cidía. D estituido el g e n e r a l, lo s b o l c h e v iq u e s d e s a r m aron su s tro p as.
79
Contraataque y golpe
C o n frate rn iza ció n de los so ld a d o s de la «división salva je » d e K o r n ilo v con los delegados del C om ité Revo lu cio n ario de Petro g rad o.
cheviques son en este momento todavía minorita rios— actúa de completo acuerdo con los planes del Estado Mayor alemán... destruye al ejército y siem bra la anarquía en el país». El 28, la «división salvaje» de Kornilov, al mando del general Krymov, está próxima a la capital. Pero bloqueada por el sabotaje de las vías férreas, se de tiene. Al mismo tiempo, se constituye en Petrogrado un «Comité militar revolucionario» de resistencia, del que los bolcheviques forman parte. Estos arman al pueblo y desde el primer momento toman en sus ma nos la dirección y organización de las tareas del Co mité, convirtiéndose para las masas en los grandes protagonistas de la resistencia. El golpe fracasa, sin disparar un solo tiro. Kornilov es detenido y su hom bre de mano, el general Krymov, se suicida. Los grandes beneficiarios del frustrado golpe fue ron los bolcheviques. El 31 de agosto, el Soviet de Pe trogrado aprobaba por enorme mayoría una moción bolchevique pidiendo la entrega del poder al proleta riado. En plena descomposición institucional, el Par-
tido de Lenin, que ha vuelto a poner en circulación la cosigna de «todo el poder a los Soviets», se lanza a su conquista.
Contraataque y golpe
Las nacionalidades En este nuevo proceso de desintegración del poder, la cuestión de las nacionalidades actúa como acele rador. Desde febrero, las naciones del antiguo impe rio zarista están en realidad en pie de guerra. Algu nas, «separatistas» de hecho, ignoran al Gobierno provisional. E incluso las que han aceptado sus re glas de juego —lo que equivale a esperar la convo catoria de la Asamblea Constituyente— exigen des de el primer momento la aceleración del proceso au tonómico. Por otra parte, los aplazamientos y reti cencias de los socialistas frente al problema —muy generosos cuando están en la oposición, pero muy cautelosos cuando están en el Gobierno— encona aún más la herida nacionalista y constituye un factor importante de la «bolchevización» de masas y soviets. Bolchevización que, tras el golpe de Kornilov, avan za ya por todo el territorio a marchas forzadas. Por que los bolcheviques no sólo ofrecen la paz, la refor ma agraria y la revolución social, sino que prometen, también, la autodeterminación para las nacionalida des, principio expresamente formulado por Lenin.
L o s ú ltim o s días del G o b iern o P ro visional fueron de c a o s e c o n ó m ic o , fru to de la grave c r is is fin a n c ie ra . S e em itieron m on ta ñ a s d e billetes, lla m a d o s iró n ic a m ente «kérenkis», q u e p erd ían gran p a rte d e su valor d e un d ia p a r a o tro . Abajo, cam pesino aran d o los sím bolos de la au toridad.
El asalto al poder
El Instituto Smolny, antiguo ce n tro de en señ a n za p ara la n o bleza, e ra en o c tu b re cu artel gene ral de los bolchevi ques. Allí com uni c ó T ro ts k i a los S o v iets, el 25 de o c t u b r e , q u e el G o b ie r n o p r o v i sio n al h ab ía sido d erro cad o .
A principios de septiembre, el Soviet de Moscú y la dirección del Soviet de Petrogrado pasan a los bol cheviques. El golpe de Kornilov, que muestra la im potencia del Gobierno, y el papel que han represen tado en el Comité militar revolucionario de resisten cia, han aumentado su prestigio ante unas masas hambrientas y frustradas que han comprendido defi nitivamente el callejón sin salida que para ellas supo ne el Gobierno provisional. Y los bolcheviques, con quistados por Lenin, se lanzan ahora a la conquista del pueblo: «El Soviet de la capital, la dirección de to dos los demás Soviets, lo que queda del Ejército, las guarniciones de retaguardia caían en manos de Le nin. Toda la autoridad del Estado encarnaba, ahora, en esos bolcheviques de otro mundo sólidamente fun didos con las masas», escribe el citado memorialista Sujanov. Desde septiembre, su influencia se extiende ya a las propias instituciones que, para poder com petir con ellos, se ven obligadas también a radicali zarse. El poder está a su alcance.
Cartas históricas Una vez más, Lenin ha captado claramente la nueva situación y sus posibilidades revolucionarias y desde Finlandia, en dos cartas conocidas hoy como «cartas históricas» —Carta al Comité Central y a los Comi tés de Petrogrado y Moscú del POSD de Rusia, Car ta al Comité Central del POSD de Rusia— argumen ta categóricamente en favor de la toma del poder: «Tras haber tomado el poder en los Soviets de dipu tados obreros y soldados de Petrogrado y Moscú, los bolcheviques pueden y deben tomar en sus manos el poder del Estado.» La mayoría activa de los elemen tos revolucionarios del pueblo «es suficiente para arrastrar a las masas, vencer la resistencia del ene migo, derrotarlo, conquistar el poder y sostenerse en él; pues al proponer la entrega inmediata de la tierra a los campesinos y restablecer las instituciones de mocráticas, nadie podrá derrocar al gobierno de los bolcheviques.» La insurrección debe apoyarse en el «auge revolucionario» del pueblo y en aquél «momen to de viraje... en que mayores sean las vacilaciones en las filas de los enemigos y en las filas de los ami gos débiles, a medias, indecisos, de la revolución». Un momento que para Lenin ya ha llegado. Pero an tes tiene que convencer a sus correligionarios. El último cartucho antibolchevique Del 14 al 21 de septiembre tiene lugar a Petrogrado la «Conferencia democrática», último intento de reor ganizar un poder que pueda gobernar al país hasta la apertura de la Asamblea Constituyente. Boicotea da por los bolcheviques, la Conferencia —convertida en un pre-parlamento— fracasa también estrepitosa mente. Y el tercer gobierno de coalición, constituido el 24, es rechazado sin contemplaciones por el So viet de la capital: «el nuevo gobierno entrará en la his toria de la Revolución como un gobierno de guerra civil». El Soviet declara: «Nosotros, los obreros y la guarnición de Petrogrado, nos negamos a apoyar a un gobierno de tiranía burguesa y violencia contra rrevolucionaria y expresamos aquí nuestra inque brantable convicción de que ese gobierno recibirá una sola y unánime respuesta por parte de la demo cracia revolucionaria: dimisión». Una posible acta de nacimiento se convertía en partida de defunción.
Asalto al poder
A u to r de una serie de cró n ic as so b re la revolución meji c a n a («Méjico in s u r g e n te » , 1913), el p erio d ista n o r team erican o Jo h n R eed (1887-1920), que había llegado a Rusia en el v erano de 1917, fue te s ti go y p a rtic ip a n te en el p ro ce so revo lucionario de o c tu b r e . A c u sa d o de espionaje al reg re sa r a su país, vol vió a Rusia en 1918 y m urió de tifus en M o sc ú , en 1920. P e ro a n te s había e sc rito el m ejor re p o r ta je h is tó ric o co n o cid o so b re la Revolución de o c tu b r e : D ie z d ía s q u e c o n m o v iero n al m undo. S u s re s to s rep o sa n hoy al pie d e la m uralla roja del Kremlin. |
83
Asalto al poder
A las 21 h o ras del 25 de o ctu b re de 1917, 20 m inutos d e s p u é s d e la a p e r t u r a d e l II C o n g r e s o de los S o v ie ts d e t o d a R usia, el cru c ero A urora cañ o n ea ba, con balas de fo gueo, el Palacio de Invierno. El A u ro ra no d esea b a d e m o le r el palacio. Sólo avisar, a d e fen so res y a ta c a n te s, que el m om en to había llegado.
84
¿Un golpe de Estado? La vía de la insurrección bolchevique está ya franca. Desde el punto de vista táctico se trata ahora de coor dinar la acción del Soviet con la acción de los bol cheviques. De presentar a la clientela más amplia del Soviet los acontecimientos como un golpe de Estado en defensa de la Revolución, sin dejar al mismo tiem po de convencer a los sectores populares más radi calizados y a los propios militantes bolcheviques de que lo que se está cociendo es, efectivamente, una insurrección armada que resulta, además, indis pensable. Ese va a ser ahora el trabajo político del partido de Lenin y en el que Trotski, bolchevique reciente y pre sidente desde septiembre del Soviet de la capital, de sempeñará un papel fundamental. Maniobrando há bilmente e introduciendo gente «segura» en un Co mité de defensa de la población creado por los men cheviques el 9 de octubre, conseguirá convertir na turalmente ese comité en un Comité Militar Revolu cionario que se transformará inmediatamente en el Es tado Mayor de la Revolución y, triunfante ésta, en el recaudador del poder bolchevique.
La insurrección armada Asegurado el planteamiento táctico, Lenin pasa a la acción. Tiene todavía que vencer muchas resisten cias. El 20 —fecha que se aplazaría hasta el 25— va a celebrarse el II Congreso de los Soviets, que sin duda recibirán el poder, puesto que los bolcheviques son ya mayoritarios. Y muchos piensan, entre ellos Kamenev, que la insurrección no es por eso ni necesa ria ni conveniente. ¿Por qué correr riesgos? Porque la insurrección armada en ese momento de sencadenaría una revolución proletaria en toda Euro pa y porque, piensa Lenin, ninguna revolución se ha hecho a golpe de voto. El 9 llega disfrazado a Petrogrado y el 10 se presenta en una reunión del Comité Central que será histórica. Por 10 votos contra dos —los de Kamenev y Zinoviev— el Comité aprueba la insurrección armada y nombra un Buró político para llevarla a cabo, compuesto de siete personas: Lenin, Trotski, Stalin, Sokolnikov, Buvnov, Zinoviev y Ka menev, pese a que estos últimos hubieran votado en contra (lo que resulta muy significativo, como señala el historiador inglés E. H. Carr, respecto al clima de solidaridad y disciplina existente entonces en la orga nización bolchevique). En una segunda reunión, la fe cha se fija para el 25 de octubre, el día mismo de la celebración del referido Congreso de los Soviets. Los */ frC&ié.l r
*-y*^*+^*~^é-
nyUfry*
*r iy
i****
>***/^* * —
c«r
f
•Y,*
. A .JT*/í* <•
(^¿tA»
** J f —rfc* MA Vf f - r -Ç).
---'
I
¿k-r, — ’Atoe/K
j
i JC. cJ^, + *•
A
, # ¿‘'ffr
^
£
As*.
£*—• * <• (O*)**
^¿V c i•
7, 2 J ,
Asalto al poder
H3BKTIH -==s:
ta in m liiiumium ■itumBn w m liinim
m m » i to a n T a m ¿ w t it o v
flewen. o MHpt.
" En la re s o lu c ió n so b re la in su rre c ción arm ada, escri ta p o r L e n in , el C o m ité C e n t r a l d eclara llegado el m om ento y co m u nica a to d a s las o r g a n iz a c io n e s d el P artid o que estén d is p u e s ta s p ara a c tu a r y resolver, en función de su p róxim o d e se n c a d enam iento, to d as la s c u e s ti o n e s p rácticas.
Asalto al poder
86
M ilitante d e s ta c a do en el movimiento r e v o lu c io n a rio d e 1905, e x p e r to en asu n to s m i l i t a r e s A n to n o v O v s é ie n k o ( 1 8 8 4 - 1 9 3 7 ) fu e u n o d e los ho m b r e s c la v e en la p rep a ra ció n y re a lización de la insu r r e c c ió n a rm a d a bolchevique. M i e m b r o d e la oposición trotskista de 1923 a 1929, en 1936 fue cónsul de la URSS en B ar celona. A su reg re s o a M o s c ú , en 1937, fue fusilado en las pu rg as estalinianas. A la d e re c h a , m a n u s c r ito del llam am iento ¡A los ciu dadanos de Rusia!, escrito por Lenin en o ctu b re de 1917.
bolcheviques cuentan con sus propias milicias, tro pas de la guarnición, militantes socialistas-revolu cionarios de izquierda y la «flota roja». El 23 dan orden al crucero Aurora de que permanezca ancla do en el río Neva frente al Palacio de Invierno, sede del Gobierno. El 21 de octubre, en una reunión de Comités de re gimientos y compañías, la guarnición militar de Petrogrado reconoce al Soviet como único poder y al Comité Militar como su órgano de mando. El 24, cuando los rumores de insurrección atruenan ya la calle, el Gobierno se decide a actuar: precinta las im prentas de los periódicos bolcheviques. Estos acep tan el desafío y hacen saltar los precintos. La insu rrección ha comenzado: durante la noche del 24, sin encontrar resistencia, las fuerzas bolcheviques ocu pan los puestos claves de la ciudad. De madrugada, con la ocupación del edificio de Correos y Telégrafos y el corte de comunicaciones con el Palacio de In vierno, éste queda aislado. A las 10 de la mañana, el Comité Militar Revolucionario redacta una proclama comunicando a la población el derrocamiento del Go bierno provisional: «... el poder del Estado ha pasado a manos del Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado... la paz democrática, la eliminación de los latifundios, el control obrero de la producción y la creación de un gobierno soviético están asegu rados. ¡Viva la Revolución de los obreros, soldados y campesinos!» Era la victoria, una victoria casi in cruenta. wo*-
En realidad, la proclama se adelantaba a los acon tecimientos. El derrocamiento se produciría horas después, en la madrugada del 26, con el asalto al Pa lacio de Invierno, donde se encuentran reunidos los ministros, a excepción de Kerenski, que en el último momento consiguió salir de Petrogrado en un deses perado intento de buscar tropas leales. No hubo re presalias contra los defensores ni los ministros. Horas antes, y mientras el crucero Aurora caño neaba —con munición de fogueo— el Palacio de In vierno, se celebraban en el Instituto Smolny, cuartel general de la insurrección, las primeras sesiones del Congreso de los Soviets. El 26, en la última sesión, y en medio de un delirante entusiasmo, constituido ya un Consejo de Comisarios del Pueblo exclusivamen te bolchevique, Lenin leía los dos famosos decretos del recién nacido Estado soviético: el «Decreto de la Paz» y el «Decreto de la Tierra».
Asalto al poder
En la m a d ru g ad a del 26 se produjo el asalto al Palacio de Invierno. A p e s a r de la e x c ita ción del m om ento, y d e la có lera de los G u ard ia s Rojos al c o m p r o b a r la a u s e n c ia d e K e ren sk i, que habia c o n s e g u id o s a lir en b u sca de tro p a s leales, los rev o lu cio n ario s no co m e tiero n violencias ni e je r c ie r o n r e p r e salias so b re defen so re s ni m inistros: «E n n o m b r e d el C om ité M ilitar Re volucionario, q u e dan u ste d e s a r r e s ta d o s » , d e c la ró s i m p l e m e n t e el bolchevique Antonov O vséienko, s e c re ta rio del C om i té , al d e t e n e r a aquellos. E sta im a gen es un fragm en to del cu a d ro de V. S ero v «Se ha to m ado el palacio de Invierno».
El triunfo bolchevique
El triunfo de la Re volución de o c tu b re no su p u so la paz p ara el pueblo ruso. P oco tiem po d esp u és com en za ría una cruel gue rra civil que duró ca si tre s añ o s. C u a d ro de G. Savitski, «Los prim e ro s días de o c tu bre».
88
El Decreto de la Paz proponía «a todos los pue blos beligerantes y a sus gobiernos entablar inmedia tamente negociaciones para firmar una paz inmedia ta, equitativa y democrática, sin anexiones ni indem nizaciones». El Decreto de la Tierra ponía a dispo sición de los Comités agrarios y de los Soviets de di putados campesinos las grandes propiedades de la nobleza y el clero. En su primer punto, declaraba su primidos sin indemnización todos los latifundios. El segundo confiscaba las tierras de la Corona y de la Iglesia, así como el ganado, los aperos, edificios... El tercero declaraba que cualquier daño en los bienes confiscados se consideraría como un crimen grave y se castigaría como tal. El «Consejo de Comisarios», primer gobierno re volucionario, estaba presidido por Lenin y formaban parte de él Trotski (comisario de Asuntos Exterio res), Lunacharski (comisario de Educación) y José Stalin (comisario de las Nacionalidades). Inmediata mente se nombró un nuevo Comité Ejecutivo del So viet compuesto por 62 bolcheviques, 29 socialistas re volucionarios de izquierda y 10 delegados sin partido político definido.
A las 5.30 de la mañana finalizaba la sesión. «La ca beza me da vueltas», murmuró Lenin a su compañe ro Trotski antes de que ambos se retiraran a desca bezar un sueño en el suelo mismo de una de las ha bitaciones del Instituto Smolny. La Revolución había triunfado, pero, hasta su consolidación, le quedaba todavía un largo y durísimo camino que recorrer.
El triunfo bolchevique
89
D a t o s p a r a u n a h is t o r ia Años
H istoria de Rusia (en tre 1801 y 1918)
1801
Subida al trono de Alejandro 1.
1804
Guerra con Turquía (hasta 1812).
1807
Guerra contra Suecia. Alejandro I se anexiona a Finlandia, Besarabia, Mol davia, Valaquia y Galitzia Oriental.
1812
Napoleón invade Rusia. En diciembre, los derrotados franceses abando nan el suelo ruso.
1825
Alejandro I muere en Crimea y sube al trono Nicolás L Insurrección de los decembristas.
1828
Guerra contra Turquía (hasta 1829).
1830
Insurrección polaca (hasta 1831).
1831
Polonia pasa a ser provincia del Imperio Ruso.
1853
Guerra de Crimea (hasta 1856). Turquía declara la guerra a Rusia.
1855
Muere Nicolás I y sube al trono Alejandro II.
1861
Edicto de emancipación de los siervos: la servidumbre queda abolida.
1863
Segunda insurrección polaca (hasta 1865).
1864
Ley Zemstvo, por la que se organiza un sistema de autogobierno local.
1867
Alejandro II vende Alaska a Estados Unidos.
1870
Nace Vladimir Ilich Ulianov, Lenin. Se crean las Dumas municipales.
1876
Creación de Tierra y Libertad, organización secreta que se convertiría en la vanguardia del movimiento populista.
1877
Nueva guerra ruso-turca (hasta 1878).
1879
Creación de Voluntad del Pueblo, grupo terrorista surgido del ala radical de Tierra y Libertad.
1881
Muere Alejandro II, víctima de un atentado de Voluntad del Pueblo Sube al trono Alejandro III.
1884
Comienza la industrialización, impulsada por Sergio Witte, ministro de Co municaciones.
1891
Comienza la construcción del ferrocarril transiberiano (se terminó en 1904).
1894
Muere Alejandro III. Sube al Trono Nicolás II.
1895
Lenin es desterrado a Siberia.
1898
Constitución del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSR).
1903
Congreso del POSR en Londres: excisión en bolcheviques y mencheviques.
1904
Guerra Ruso-japonesa (hasta 1905).
1905
Domingo sangriento. Motín del Potemkin. Creación de los Soviets.
1906
Primera y segunda Duma.
1907
Tercera Duma.
A ños
H istoria de Rusia (entre 1801 y 1918)
1911
Asesinato de Stolypin.
1914
Estalla la Primera Guerra Mundial. Rusia declara la guerra a Alemania.
1915
El zar Nicolás 11 asume personalmente el mando del ejército.
1916
Asesinato de Rasputín por el príncipe Yusupov, conjurado con otros miem bros de la nobleza.
1917*
Huelgas de Petrogrado. Estalla el proceso revolucionario.
27 de febrero
Constitución del Comité Provisional de la Duma y del Soviet de Petrogrado.
28 de febrero
Constitución del Soviet de Moscú.
2 de marzo
Abdicación de Nicolás II.
3 de marzo
Constitución del Gobierno provisional.
3 de abril
Llegada de Lenin a Petrogrado.
7 de abril
Publicación de las «Tesis de abril».
2 de mayo
Dimisión del ministro de Asuntos Exteriores, Miliukov.
5 de mayo
Constitución del primer gobierno de coalición.
18 de junio
Lanzamiento y fracaso de la «ofensiva Kerensky» en Galitzia.
3 de julio
Manifestaciones de carácter insurreccional en Petrogrado.
8 de julio
Dimisión del príncipe Lvov, que es sustituido por Kerensky en la Presiden cia del Gobierno.
16 de julio
Nombramiento de Kornilov como generalísimo del ejército ruso.
24 de julio
Segundo gobierno de coalición.
21 de agosto
Los alemanes toman Riga.
27 de agosto
Tentativa de golpe militar de Kornilov.
9 de septiembre
Mayoría bolchevique en el Soviet de Petrogrado.
24 de septiembre
3." y último gobierno de coalición.
9 de octubre
Creación del Comité militar del Soviet de Petrogrado.
10 de octubre
El Comité Central del Partido Bolchevique aprueba la insurrección arma da, propuesta por Lenin con el apoyo de Trotski.
24-25 de octubre
Triunfo de la insurrección armada y derrocamiento del Gobierno provisio nal.
26 de octubre
Instauración del Régimen Soviético.
30 de octubre
La Guardia Roja derrota, en Pulkovo, a tropas antibolcheviques que mar chan sobre Petrogrado.
1918
Apertura y disolución de la asamblea constituyente. Paz de Brest-Litovsk con Alemania.
* Las fechas mencionadas corresponden al calendario juliano, utilizado en Rusia hasta el 1 de febrero de 1918, y que implican un retraso de 13 días respecto al calendario Occidental.
91
Glosario Brest-Litovsk (Paz de). El 13 de noviembre de 1917 representantes del recién nacido régimen soviético tomaban con tacto con las autoridades alemanas para enta blar conversaciones de paz, que comenzarían el 19 en Brest-Litovsk. La delegación bolchevi que no se presentaba a la mesa de negociacio nes como un grupo de diplomáticos de un país ya vencido militarmente, sino como militantes victoriosos de una revolución. Su táctica era en principio ganar tiempo a la espera de un levan tam iento del proletariado europeo que, de acuerdo con la estrategia leninista que había guiado la Revolución, cambiase la relación de fuerzas existente y trajera la paz como fruto mismo de la «revolución mundial». El 2 de di ciembre el gobierno soviético conseguía un ar misticio que, en principio, resultaba esperanzador: los alemanes se comprometían, mientras duraran las negociaciones, a no enviar más tro pas al frente occidental. Pero el proletariado eu ropeo no respondió a las expectativas bolche viques. Y el 5 de enero, entre la espada y la pa red, Trotski suspendía las negociaciones, para reanudarlas el 17. El mismo día de la reanuda ción, el general alemán Hoffman anunciaba que, al día siguiente, los ejércitos del Kaiser conti nuarían su avance en Rusia. Los bolcheviques, para la supervivencia de la Revolución, acepta ron las durísimas condiciones impuestas por los alemanes. Bund A partir de la constitución del Partido Socialis ta Polaco, en 1888, los obreros y artesanos ju díos crearon sus propias organizaciones, fede radas en 1897 en una Unión de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia (Bund). Un año después, a iniciativa del Bund tendría lu gar, en el Congreso de Minsk, la primera ten tativa de unificación de todos los grupos y or ganizaciones en un solo partido, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, cuya cons titución definitiva se produciría en el Congreso de Londres de 1903. C adetes (Partido Cadete)
Creado bajo el zarismo, el Partido Constitucio nal Demócrata —«Cadete»—, también llamado Partido de la Libertad del Pueblo, se componía de liberales progresistas pertenecientes a las clases acomodadas. El Partido Cadete desem 92 peño un importante papel en la Revolución de
1905 y de sus filas salió, en marzo de 1917, el primer Gobierno provisional. Duma La ola revolucionaria de 1905 obligó al zar Ni colás II, en agosto de ese año, a prometer la creación de una Asamblea representativa, la Duma, con base social limitada y funciones me ramente consultivas. Dos meses después, ante la persistencia del movimiento huelguístico, el Zar firmaba un manifiesto —el «manifiesto de octubre»— obligándose a conceder una Cons titución. Aunque en este segundo proyecto «li beralizante» se contemplaba el sufragio univer sal y se ampliaban las funciones de la Duma, ésta no tenía derecho a controlar la acción de poder ejecutivo. La primera reunión de la Duma tuvo lugar en abril de 1906, pero en junio fue disuelta. Y lo mismo ocurrió con la segunda, en 1907. Sólo la tercera Duma, en noviembre de 1907, cumpliría íntegro su mandato hasta 1912. Ejército Rojo El 15 de enero de 1918, el gobierno revolucio nario decidía, por decreto, la creación de un nuevo ejército: el «Ejército Rojo de obreros y soldados», un ejército de clase fundado en el vo luntariado, de acuerdo con el Estado de clase que la Revolución de octubre representaba. El 4 de marzo se creaba el Comité Superior de Guerra y, el 13, Trotski era nombrado Comi sario de Guerra. Bajo su dirección y jefatura, el Ejército Rojo, caótico conjunto que en la prima vera de 1918 contaba con 300.000 hombres, un año después se había convertido en una disci plinada tropa de un millón de combatientes. Guardia Roja Aparecidos por primera vez en 1905 y reapare cidos en febrero de 1917, los «Guardias rojos», soldados en armas encargados de mantener el orden público en las ciudades, fueron disueltos en la represión que siguió a los sucesos de ju lio. Pero un mes después, como reacción al golpe de Kornilov, el Soviet de Petrogrado creaba un «Comité para combatir la contrarrevolución» en cuya composición entrarían los bolcheviques, minoritarios al principio pero pronto converti dos en alma de la resistencia popular y la de fensa de Petrogrado. El Comité, que cambiaría su nombre por el de «Comité Militar Revolucio nario», armó al proletariado recreando así la Guardia Roja en la que se inscribirían, durante los días siguientes, 25.000 obreros. La «Guar
dia Roja» fue el núcleo primitivo del Ejército Rojo puesto en pie por Trotski. Guerra civil Tras el triunfo de la Revolución, los ejércitos aliados apoyaron los movimientos de resisten cia de los antibolcheviques estableciendo, o ayudando a establecer, gobiernos independien tes a lo largo de toda Rusia. La guerra civil co menzó en diciembre con la revuelta de los Co sacos del Don dirigidos por Kornilov y Kalevin. Durante casi tres años, y en durísimas condi ciones, los bolcheviques tuvieron que enfren tarse con los enemigos del interior y del exte rior. Intem acionalistas Los intemacionalistas constituían el ala izquier da del Partido Menchevique. Opuestos, como los bolcheviques, a cualquier componenda con la burguesía, eran sin embargo contrarios a la «dictadura del proletariado» que aquellos pro ponían. Constituían un pequeño grupo de inte lectuales con pocos militantes obreros. Su per sonalidad más destacada fue Trotski. Komintern Creada en 1919 por Lenin, la III Internacional («Komintern») tenía como objetivo principal la coordinación, a partir de un centro soviético, de todos los movimientos socialistas que habían roto con la política «reformista» de la II Inter nacional. Kronstadt Como en 1905, en febrero de 1917 los marinos de la flota rusa de guarnición en Kronstadt, is lote y base naval fortificada a 30 kilómetros de Petrogrado, en el Golfo de Finlandia, se con vertían en vanguardia del radicalismo revolucio nario. Sin embargo, en febrero de 1921, los ma rinos de Kronstadt, descontentos por la falta de democracia, se sublevaban contra el gobier no soviético. La rebelión fue duramente repri mida por Trotski. Monárquicos (partidos) A partir de febrero, las diversas organizaciones y corrientes monárquicas dejan de existir como tales: parte de ellas se une a los cadetes y el res to actúa desordenadamente y al margen de la política oficial. Los monárquicos estaban repre sentados por Rodzianko, Presidente de la 3." Duma, y por Guchkov, ministro de la Guerra en el 1." Gobierno provisional.
Partido Socialista Revolucionario Nacido en 1900 de las cenizas del populismo y con implantación sobre todo en el campesina do, en noviembre de 1917 el Partido Socialista Revolucionario conseguía la mayoría absoluta —el 58 %— en la Asamblea Constituyente, aun que su porcentaje de votos en las dos grandes ciudades del país, Petrogrado y Moscú, fuera in ferior al de los bolcheviques. Próximos a los mencheviques, a partir de febrero los socialis tas-revolucionarios irían desradicalizando sus posiciones, lo que motivó la aparición en el partido de una corriente «no oficialista» radical: los socialistas revolucionarios de izquierda, que formaron parte del primer gobierno bol chevique. Trudoviki El partido de los Trudouiki (laboristas) consti tuía una pequeña formación de base social pequeño-burguesa vinculado a la derecha del Par tido Socialista Revolucionario. Al iniciarse el proceso revolucionario de febrero, Kerenski era líder de los Trudouiki en la Duma imperial. Zemvsta En 1866, durante el reinado de Alejandro II, por la ley Zemvsta se crearon asambleas locales, en principio órganos de autogobierno, compuestas sobre todo de representantes de la nobleza, pero con participación de los habitantes de las ciudades y de los campesinos. Los «Zemvsta», que gozaban de una amplia autonomía en ma teria social y administrativa, fueron progresiva mente politizándose y contribuyeron, a princi pios del siglo XX, al proceso de liberalización. Durante la guerra, se encargaron casi exclusi vamente del abastecimiento del ejército y, tras la Revolución de febrero, se convirtieron en au ténticos órganos locales de gobierno de los dis tritos rurales. Zimmerwald Convocados por el Partido Socialista Italiano, en septiembre de 1915 se reunieron en Zimmer wald, cerca de Berna, 42 delegados del ala in temacionalista del socialismo europeo, para presionar sobre los gobiernos beligerantes y conseguir que pusieran inmediatamente fin a la guerra. En la conferencia estuvieron presentes Lenin, Trotski y Rosa Luxemburgo, la «izquier da zimmerwaldiana», partidarios de una revolu ción, único camino para conseguir la paz.
Indice alfabético ¡A los ciudadanos de Rusia',
86 abdicación, 53-55 Acta de emancipación, 19 Actas de abdicación, 55 Alaska, 11 Alejandra, zarina, 9, 34, 35 Alejandro II, 10, 20 Alejandro III, 10, 20 Alejo, zarevitch, 38 Alexeiev, general, 53 anarquistas, 19 Antonov-Oseenko, 86, 87 Asamblea Constituyente, 55, 56, 63, 71, 81, 83 Aurora, crucero, 84, 86, 87 Axelrod, 22 Bakunin, 19, 68 Bodganov, 68 bolcheviques, 21, 25, 29, 50, 64, 72 y sig., 82 y sigs. Brest-Litovsk, Paz de, 91, 92 B r o n s t e in , L .D . (u é a s e Trostski) Bujarin, 29 Brund, 92 Buvnov, 85 Brodski, L , 61
94
Cadete, Partido, 26,28,39,92 Capital, El, 20 Carr, E. H., 85 «cartas desde lejos», 65, 66 «cartas históricas», 83 Catalina II, 9, 60 Club de los Emigrados Rusos, 28 Comité Agrario Central, 56 Comité Ejecutivo Provisional, 49, 51, 58 Comité Ejecutivo del Soviet, 76, 77 Comité Militar Revoluciona rio, 84, 86 C o m ité Provisional de la Duma, 49 Comité de Soldados, 57 «Conferencia democrática», 83 Conferencia de Praga, 29 Congreso de todos los Soviets de Rusia, 75, 85
«Consejo de Comisarios», 88 Consejo de los Comisarios de! Pueblo, 87, 88 Constantino, gran duque, 15 Chernichevski, Nicolás, 17 Chjeidze, 66, 67 decembristas, 15, 16 «Decreto de la Paz», 87, 88 «Decreto de la Tierra», 87,88 Diez días que conmovieron al mundo, 60, 83 «domingo sangriento», 23 Duma, 24-27,35, 46, 49, 51. 52, 57 —, Comisión Militar de la, 57 Einsenstein, 25 Ejército Rojo, 57, 92 «Empréstito de la libertad», 63 Engels, 20 eslavófilos, 16 Finlandia, estación de, 66, 67 Francisco Fernando, archidu que, 30 Capón, 23 Gobierno provisional, 48 y sigs,, 73-78, 82, 83, 86 Goldenberg, 68 Gorki, Máximo, 66 Grozdiev, 66 Guardia Roja, 92 Guerra de Crimea, 18 Guerra civil, 93 Guerra Mundial, Primera, 30, 62 Guerra y Paz, 16 Guckov, A., 54 Guillermo II, 32, 62 gorodovoi, 60 Herzen, Alejandro, 18 Hindenburg, 32 H istoria de la Revolución Rusa, 32 lllich Ulianov, Vladimir (véase Lenin) lllich Ulianov, Alejandro, 37
Imperio ruso (mapa), 11 insurrección armada, 85 «¡ntelligentsia», 14 Intemacionalistas, 93 Iskra, 22 Ivan el Terrible, 9 «jornadas de abril», 71 «jornadas de julio», 77 Kalevin, 93 Kamenev, 64, 77, 85 Kerenski, 48, 49, 66, 73, 75, 78, 79 «kérenkis», 81 Komintem, 93 Konovalov, 48 Komilov, 71, 79, 80, 93 —, «división salvaje», 80 Krondstadt, 93 Krupskaia, Nadiezhda, 21 Krymov, 80 kulaks, 26 Lemberg, batalla de, 33 Lenin, 17, 21, 22, 24-29, 31, 35-37, 42, 60 y sig., 84 y sigs. «Liberación del trabajo». 20 Lunacharski, 88 Luxemburgo, Rosa, 55 Lvov, 48, 49, 51, 78 Maiakóvski, 46 «Manifiesto bolchevique», 64 Manujilov, 48 Martov, 21, 22, 35, 64 Marx, Carlos, 4, 6, 18, 20 mencheviques, 21,25,26,31, 35, 66, 93 Mercader, Ramón, 77 Miguel, gran duque, 53-55 Miliukov, Pavel Nicoláievich, 31,32,39,48,52,62,63,66, 70, 73 Minsk, Congreso de, 21 Mir, 13,16, 26 Molotov, 64 Monárquicos (partidos), 93 Moor, D., 6 mujik, 18, 20, 68
nacionalidades, 81 Napoleón, 15 Narodnaya Volia, 18 Nechaev, 16 Nekrasov, 48 nihilistas, 19 Nicolás I, 10, 15, 23 Nicolás II, 8, 9, 15, 24,26, 27, 38, 39, 45, 46, 53-55 Obscina, 18 occidentalistas, 16 Ochrana, 10 «Orden del día n.9 1», 57 Ovséienko, Antonov, 86, 87 Palacio de Invierno, 23, 84, 86, 87 Partido Socialista-revolucio nario, 21, 93 Pavlosky, regimiento, 46 Pedro el Grande, 9, 10, 16 Pestel, Pablo, 15 Petujov, L., 44 Pireiko (Memorias), 32 Platten, 66 Plejanov, George, 20, 22, 66 populismo, 18 POSDR, 21 Port-Arthur, 23 Potemkin, acorazado, 24, 25 Potresov, 66 Pravda, 29, 65, 69 Proudhon, 18
Princip, Gavrilo, 30 Pushkin, Alejandro, 14 Putilov, fábrica, 13, 42, 61 ¿Qué hacer?, 17, 22 Rasputin, 34,35, 38, 39 Reed, John, 60, 83 Riga, 79 Rodzianko, 46 Román, 10 Romanov, dinastía, 8-10, 53 —, escudo de los, 8 —, Miguel, 10 Samokish, N,, 45 San Petersburgo, 30, 39 Sarajevo, 30 Savitski, G., 88 Serov, V., 87 Shiliapnikov, 64 Shulgin, V., 54 Singarev, 48 Slútskaia, Viera, 44 Smolny, Instituto, 82, 87, 89 Sokolnikov, 85 Soviets, 58 Soviet de Petrogrado, 49, 50, 58, 61. 67, 73 y sigs., 82 Stalin, José, 27, 64, 85, 88 Steklov, 68 Stürner, 38 Stolypin, 26 Sujanov, 40, 67, 73
Tannenberg, 32 Taurida, palacio de, 47 Tereschenko, 48 «tesis de abril», 69 «tesis de septiembre», 36 Thomas, Albert, 72 «Tierra y Libertad», 20 Tkachev, 18 Tolstói, León, 16 Trotski, 24, 32, 47, 77,85,88, 89 Trudoviki, 93 Tseterelli, 75 «Unión de Lucha para la Cla se Obrera», 20, 21 «vagón sellado», 64 Volinia, regimiento, 47 «Voluntad del pueblo», 18 Vyborg, 46 Witte, 24, 25 Yussupovg, 39 Zalutski, 64 zemsíous, 49 Zemvsta, 93 Zimmerwald, 22, 35, 93 Zinoviev, 78, 85
95
Bibliografía Berlín, I.: Pensadores rusos. Fondo de Cultura Económica, México, 1980. Bienzobas Castaño, E.: Rusia en el siglo XIX. Ed. Akal, Madrid, 1986. Carr, E. H.: La revolución bolchevique (en Historia de la Rusia soviética). Alianza Edi torial, Madrid, 1977. — 1917, Antes y después. Anagrama, Barcelona, 1969. Carrére d’Encausse, H.: Lenin, la revolución y el poder. Flammarion, París, 1979. Coquin, X.: La Revolución Rusa. Presses Universitaires, París, 1962. Ferro, M.: La Revolución Rusa. «Historia 16», vol. 6 Historia Universal Siglo XX, Madrid, 1983. Hellmann, M.: Rusia. Siglo XXI, Madrid, 1980. Hernández Sandoica, E.: La URSS de Lenin a Stalin. Cuadernos Historia 16, n.Q 124, Madrid, 1988. Lenin.: Obras escogidas, vol. I y II, Ed. Progreso, Moscú, 1968. Liebman, M.: La Revolución Rusa. Marabout Universitaire, París, 1962. Menarókov, A.: Historia ilustrada de la Gran Revolución Socialista de Octubre. Ed. Pro greso, Moscú, 1987. Pokrovski, M.: Historia de Rusia. Ed. Akal, Madrid, 1977. Reed, J.: Diez días que estremecieron al mundo. Ed. Akal, Madrid, 1977. Trotsky, L.: La Revolución de Octubre. Fontenova, Barcelona, 1977. Venturi, F.: El populismo ruso.Revista de Occidente, Madrid, 1975. Wilson, E.: Hacia la estación de Finlandia. Alianza Editorial, Madrid, 1972. Walter, G.: Lenin. Ediciones Grijalbo, S.A., Barcelona, 1967.