Descartes, Discurso del Método
PRIMERA PARTE
CONSIDERACIONES QUE ATAÑEN A LAS CIENCIAS ADVERTENCIA Si este discurso parece demasiado largo para ser leído de una una vez, se le podrá dividir dividir en seis parle s. En la primera, se encontrarán diversas consideraciones referentes a las ciencias. En la segunda, las principales reglas del método que el autor ha encontrado. Ensla tercera, algunas reglas de la, moral que ha sacado de este método. En la cuarta, las razones por las cuales prueba la existencia de Dios y del alma humana, que son los fundamentos de su metafísica. En la quinta, el orden de las cuestiones de física que ha investigado, y particularmente la explicación del movimiento del corazón y de algunas otras dificultades que pertenecen a la medicina, así como también la diferencia que hay entre nuestra alma y la de los animales. Y en la última, las cosas que cree qu e se requieren para llegar en la investigación de la Naturaleza más allá de donde él ha llegado, y qué razones le han movido a escribir.
El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno piensa estar tan bien provisto de él que aun aquellos que son más difíciles de contentar en todo lo demás, no acostumbran a desear más del que tienen. En lo cuál no es verosímil que todos se engañen, sino que" más bien atestigua ello que el poder de bien juzgar y de distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que se llama el buen sentido o la razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y asimismo, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino solamente de que conducimos nuestros pensamientos por diversas vías y no consideramos las mismas cosas. Pues no basta con tener la mente bien dispuesta, sino que lo principal es aplicarla bien. Las más grandes almas son capaces de los mayores vicios tanto como de las mayores virtudes, y los que no caminan, sino muy lentamente pueden avanzar mucho más, si siguen, siempre el camino recto, que los que corren apartándose de él. Por lo que a mí atañe, nunca he presumido que mis facultades fuesen más perfectas en nada que las del vulgo, y hasta he deseado muchas veces tener el pensamiento tan ágil, o la imaginación tan nítida y precisa, o la memoria tan extensa o tan rápida como otros, Y no conozco otras cualidades, aparte de éstas, que sirvan para la perfección 43
recoger diversas experiencias, a ponerme a prueba a mi mismo en las ocasiones que la fortuna me deparaba, y a reflexionar siempre sobre las cosas que me salían al paso de manera que pudiese sacar de ellas algún provecho. Pues me parecía que podría encontrar mucha más verdad en los razonamientos que cada uno hace acerca de los asuntos que le importan, y cuyo suceso puede castigarle después si ha juzgado mal, que en los que lleva a cabo un hombre de letras en su gabinete sobre especulaciones que no producen ningún efecto ni tienen para él otra consecuencia que la de excitar, tal vez, su vanidad en tanto mayor medida cuanto más se alejen del sentido común, ya que habrá tenido que emplear tanto más ingenio y artificio en tratar de hacerlas verosímiles; y lo que yo deseaba siempre extrema- • darnente era aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, para ver claro en mis acciones y caminar con seguridad en la vida.
Es verdad que, mientras no hacía otra cosa que considerar ¡as costumbres de los demás hombres, apenas encontraba en ellas nada seguro, advirtiendo que eran tan diversas como antes me habían parecido las opiniones de los filósofos; de modo que el mayor provecho que sacaba de ellas consistía en que, viendo muchas cosas que, aun pareciéndonos ridiculas y extravagantes, no deja ban de ser comúnmente recibidas y aceptadas por otros grandes pueblos, aprendí a no creer demasiado firmemente en nada de lo que hubiese sido persuadido persuadido sólo por el ejemplo y la costumbre; y así me liberé poco a poco de muchos errores que pueden ofuscar nuestra luz natural y hacernos menos capaces de escuchar la voz de la razón. Pero, después de haber empleado algunos años en estudiar de esta manera en el libro del mundo y en tratar de adquirir alguna experiencia, un día tomé 50
la resolución de estudiar también en mí mismo y de emplear todas las fuerzas de mi espíritu en elegir el camino que debía seguir, lo que conseguí, según creo, mucho mejor que si no me hubiese alejado nunca de mi país ni de mis libros.
SEGUNDA PARTE
PRINCIPALES REGLAS DEL MÉTODO Estaba yo entonces* en Alemania, a donde me había llamado la ocasión de las guerras que aún no han terminado, y volviendo al ejército de la coronación del emperador, el comienzo del invierno me detuvo en un cuartel, donde, no encontrando conversación alguna que me divirtiese, y no teniendo, por otra parte, felizmente, cuidados ni pasiones que me turbasen, permanecía todo el día encerrado solo junto a una estufa, disponiendo de un completo vagar para entregarme a mis pensamientos. Y uno de los primeros, entre ellos, fue el ponerme a considerar que frecuentemente no hay tanta perfección en las obras compuestas de varias piezas y hechas por la mano de diversos maestros como en las que han sido trabajadas por uno solo. Así,; se ve que los edificios planeados y terminados por un mismo arquitecto son casi siempre más bellos y mejor ordenados que los que han intentado recomponer varios, aprovechando para ello viejos muros que habían sido construidos para otros fines. Del mismo modo, esas grandes ciudades que, no habiendo sido en un principio más que aldeas, se convirtieron al correr de los tiempos en grandes urbes, están de ordinario tan mal distribuidas, si se comparan con esas plazas regulares que un ingeniero trazó a su talante en una planicie, que, aunque considerando cada uno
*Invierno de 1619 a 162 0. 53
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