Ahora bien, existen dos tipos de trabajadores del conocimiento: conocimiento: Los profesionales profesionales industriales y los Analistas Simbólicos. La diferencia entre ambos es que los primeros, hacen un uso rutinario del conocimiento, conocimiento, fueron educados para satisfacer la demanda del mercado laboral industrial, tienen poca autonomía y están sujetos a rutinas laborales tipo fábrica. Es decir, cumplen horarios fijos, marcan tarjeta y realizan tareas establecidas por un manual de funciones; son poco creativos, están inmersos en ambientes ambientes laborales donde no se promueve la innovación y a cambio de su trabajo reciben salarios paupérrimos.
El Analista Simbólico en cambio, es un experto trabajador del conocimiento quien no sólo opera con información, sino que sabe transformar dicha información en conocimiento relevante. Se caracteriza también porque domina poderosas herramientas que le permiten organizar el conocimiento. Aprehende de manera autónoma. Se mueve como pez en el agua por el mundo de internet. Piensa de forma sistémica. Tiene capacidad de abstracción, espíritu de colaboración, es proclive a la experimentación. Desarrolla Competencias Afectivas Intrapersonales e Interpersonales Interpersonales para el trabajo en equipo. Es muy hábil para la conceptualización. conceptualización. Despliega una amplia capacidad comunicativa e interactiva, saben LEER y ESCRIBIR, son altamente creativos e innovadores, tienen capacidad para ver las conexiones entre ideas, campos de conocimiento conocimiento y conceptos. Etc…
La tercera categoría, los trabajos simbolico-analiticos, son llevados a cabo por ANALISTAS SIMBOLICOS. SIMBOLICOS. De acuerdo con Alvin Toffler, son aquellos “trabajadores hábiles en el manejo d e los símbolos”[8]. Mientras los profesionales utilizan rutinariamente rutinariamente el conocimiento conocimiento acumulado, los analistas simbólicos lo RECREAN, es decir, lo utilizan creativamente.[9] creativamente.[9] Y ese aporte de creatividad les reporta honorarios considerables.
Actualmente, Actualmente, hay una exagerada sobreoferta de profesionales tradicionales. Y como es apenas lógico, al haber una abundancia de profesionales en el medio, la demanda por estos se reduce y los salarios son paupérrimos, paupérrimos, miserables. En cambio, los analistas simbólicos, son escasos, en parte porque no los forma el sistema educativo tradicional y en parte también porque exige un esfuerzo de autoformación que muy pocos están dispuestos a llevar a cabo.[10] Por ende sus ingresos son elevados. Y se constituyen en el sector laboral con mayor proyección.
La educación de un analista simbólico requiere el perfeccionamiento en cuatro habilidades básicas, a saber: abstracción, pensamiento sistémico, experimentación experimentación y colaboración.[11] colaboración.[11]
La capacidad de abstracción -para descubrir patrones y significados- es naturalmente la verdadera esencia del análisis simbólico, en el cual la realidad debe ser simplificada de modo que pueda ser comprendida y manejada de diferentes maneras. El analista simbólico maneja ecuaciones, analogías, modelos y metáforas, a fin de crear las oportunidades para reinterpretar la información.[12]
El pensamiento sistémico. El analista simbólico antes de intentar resolver un problema, analiza porque ha surgido y de que manera se relaciona con otros problemas, para posteriormente plantear una solución integral y profunda. No meros “pañitos de agua tibia”.
Los analistas simbólicos experimentan constantemente. Los hábitos y métodos de experimentación son decisivos en la nueva economía, donde las tecnologías y los mercados están en constante fluctuación. Se pone el acento en conservar ciertos aspectos de la realidad que son constantes, mientras se varían otros para facilitar la comprensión de las causas y efectos; de esta manera se indagan una serie de posibilidades y resultados, y se toma nota de las analogías y diferencias relevantes. Las conjeturas e intuiciones se comparan con las ideas previas.
Pero lo más importante es que el analista simbólico reconoce que el aprendizaje permanente es una responsabilidad propia.[13]
Por último está la capacidad de colaborar. Los analistas simbólicos generalmente trabajan en equipo, compartiendo problemas y soluciones en forma grupal. Los analistas simbólicos también pasa gran parte de su tiempo comunicando ideas a través de disertaciones, informes, proyectos, planes, artículos, y luego tratan de lograr un consenso para seguir adelante con el plan. Los analistas simbólicos aprenden a alentar y aceptar las críticas de sus condiscípulos.[14]
Otras características de los analistas simbólicos son: Tienen socios o colegas en lugar de jefes o supervisores. Su ingreso depende de la calidad, originalidad, destreza y oportunidades de su trabajo. Disfrutan de una próspera situación económica a una edad temprana. Sus carreras no son lineales ni jerárquicas. Trabajan solos o en equipos, los que a su vez pueden estar conectados con grandes organizaciones y redes mundiales. Prefieren un ambiente donde la comunicación sea fluida e informal. Poseen un gran manejo de las tecnologías. Poseen un importante capital social que se preocupan por expandir.
Son los analistas simbólicos, quienes le darán vida a las empresas sociales e instituciones que requiere la sociedad de tercera ola. Dicha tarea será generosamente recompensada, porque estos nuevos trabajadores y emprendedores sociales le apuntaran con firmeza –entre muchos otros- a dos objetivos sociales: la erradicación de la pobreza y la formación de mejores seres humanos.
En cuanto a los profesionales tradicionales, lastimosamente están condenados a la proletarización. A ser victimas de condiciones laborales decadentes, con salarios paupérrimos que escasamente les alcanzará para subsistir. Y si no se suben al tren de los analistas simbólicos, un oscuro, indigno y precario futuro les esperará.