De la división del trabajo social Emilio Durkheim Capítulo I: Método para determinar esta función
Preguntarse por la función del trabajo es investigar a qué necesidad corresponde. I En general, a la división del trabajo social se le ha otorgado un papel relacionado con el aumento de la fuerza productiva y la habilidad del trabajador, siendo condición necesaria del desarrollo intelectual y material de las sociedades, lo cual se constituye como fuente de civilización. Sin embargo, el autor en este texto busca otorgarle un carácter moral. En este sentido, se plantea que no existen parámetros para medir la moralidad, sin embargo, si lo existen para medir la inmoralidad, lo cual se ve reflejado en el número medio de suicidios y los crímenes de todo tipo. Sin embargo, tomando en cuenta todo lo anterior, se considera que esto no está relacionado con la civilización debido a que donde más ocurren estos fenómenos es precisamente en los grandes centros industriales. Finamente, el autor define la moral como “el mínimo indispensable, lo estricto necesario, el pan cotidiano sin el cual no pueden vivir las sociedades”. Ésta nos sujeta a seguir un camino determinado hacia un fin definido. Durkheim plantea que de todos los elementos de la civilización, la única que tiene un carácter moral es la ciencia, puesto que la sociedad está considerando cada vez más un deber para el individuo desarrollar la inteligencia, asimilando verdades científicas establecidas. En este sentido, hay ciertos conocimientos, limitados, que todos deberían poseer, puesto que todos deberían salir de la ignorancia. Hay otros conocimientos, que son más complejos, que no son necesario saberlos, entonces, al no ser accesibles a todo el mundo, no es necesario que la gente los reclame imperativamente. En este sentido, el arte, la industria y las ciencias están fuera de la moral (porque nadie está obligado a adquirirla). Concepto Moral: comprende todas las reglas de acción que se imponen imperativamente a la conducta y a las cuales se les une una sanción. En consecuencia, ya que nada hay en la
civilización que presente este criterio de la moralidad, es moralmente indiferente. II Durkheim plantea que la desemejanza y la semejanza pueden llevar a la mutua atracción. En el primer caso ocurre porque ambas situaciones son complementarias, puesto que por más dotados que estemos, siempre nos falta algo y los mejores de entre nosotros tienen sentimientos de insuficiencia. Por eso buscamos en nuestros amigos las cualidades que nos faltan, porque uniéndonos a ellos, participamos de alguna manera en su naturaleza y porque nos sentimos menos incompletos.
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A partir de lo anterior, es correcto aclarar que la división del trabajo actúa bajo este aspecto: “los servicios económicos que puede cumplir son poca cosa en comparación con el efecto moral que produce, y su verdadera función es crear entre dos o más personas un sentimiento de solidaridad”. En este sentido, manifiesta que la función de la división del trabajo no es embellecer las sociedades, sino más bien hacer posibles sociedades que no existirían. Además, hay un sentimiento de mutua dependencia. La imagen que nos complementa se vuelve en nosotros mismos inseparable de la nuestra, debido a que es el complemento natural. Sin embargo, cuando la unión resulta de la semejanza de las dos imágenes, consiste en una aglutinación. Las dos representaciones se vuelven solidarias porque, siendo indistintas, totalmente o en parte, se confunden y no forman más que una, y no son solidarias más que en la medida que se confunden. Un ejemplo de ello, es que la división del trabajo sexual es la fuente de la solidaridad conyugal. Durkheim manifiesta, en este caso, que el estado del matrimonio en las sociedades donde los dos sexos sólo se diferencian débilmente, testimonia, pues, que la solidaridad conyugal es muy frágil. Importante: “Es muy legítimo suponer que los hechos que hemos observado se reproducen aquí, pero con más amplitud; que estas grandes sociedades políticas no pueden mantenerse en equilibrio más que por la especialización de tareas; que la división del trabajo es la fuente, si no única al menos principal de la solidaridad social. Por ella estaría determinada su cohesión y determinaría los rasgos esenciales de su constitución. Asimismo, debe tener un carácter moral, pues las necesidades de orden, de armonía, de solidaridad social pasan generalmente por ser morales ”.
III Para verificar lo anterior, es correcto determinar en qué medida la solidaridad que produce contribuye a la integración general de la sociedad: de esta manera se sabrá hasta qué punto es necesaria, o bien, por el contrario, si no es más que una condición accesoria y secundaria. Para esto se clarifica las diferentes especies de solidaridad social. Para determinar lo anterior, Durkheim utilizará como metodología la comparación de este lazo social con otros lazos sociales, para lo cual se deben comparar un hecho exterior a la solidaridad, es decir, algo en que se vea manifestado en forma patente. En este sentido, expresa que la solidaridad social es un fenómeno moral y el signo exterior que lo simboliza es el derecho. Cuanto más solidarios son los miembros de una sociedad, más relaciones diversas tienen. Asimismo, Durkheim considera que el número de estas relaciones es necesariamente proporcional al de las reglas jurídicas que determinan. Cuando las relaciones sociales no están reguladas por el derecho, lo están por las costumbres (las cuales son la base del derecho). En este sentido, el derecho sólo refleja una parte de la vida social. Cuando no coinciden, es porque el derecho ya no coincide con el estado presente de la sociedad y se mantiene sólo por la fuerza de la costumbre.
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individuos. Sin embargo, todo derecho es privado (pues todo es entre individuos) y a su vez, público (el individuo siempre se relaciona con la sociedad). Para estudiarlo se toma como parte del derecho, y todo precepto de éste se define como una norma de conducta sancionada . Entonces, se clasifican las normas jurídicas según las diferentes sanciones ligadas a ellas. Hay de dos tipos: a) Represivas, pues implican una disminución impuesta al agente; que tiene como objeto de afectarlo en su fortuna, en su honor, o en su vida, o en su libertad privándolo de algo que disfruta. Se relaciona con el derecho penal. b) Restitutivas; pues busca la colocación de las cosas en estado, en el restablecimiento de las relaciones perturbadas en su forma normal. Se relaciona con el derecho civil.
Capítulo II: Solidaridad Mecánica o por similitudes
I “El derecho represivo corresponde al lazo de solidaridad social cuya ruptura es el crimen; llamamos así a todo acto que, en cualquier grado, determina contra su autor esa reacción característica llamada pena ”.
Se considera que el crimen es en todas partes igual, que tienen algo en común en todas las sociedades, esto es que ellos consisten en actos universalmente reprobados por los miembros de cada sociedad, esto es, que afecta la conciencia moral de las naciones. Para analizar el crimen, Durkheim utilizará como metodología el hecho de que hay que buscar el rasgo esencial en las cosas (lo que significa que se observa en todas las partes donde la cosa exista) para que se pueda determinar si son iguales en todos los lugares. En este sentido, plantea que en una primera instancia se debe hacer una lista de variedades criminológicas que son consideradas crímenes universalmente, sin embargo, considera que esto es una mala idea puesto que son muy pocos, y también muy diversos, por lo que considera que deben buscar hechos enfocándose en sus características externas. En un momento también consideró que el derecho represivo y las normas penales enunciaban las normas para cada tipo social, sin embargo, cambian para cada sociedad según sus necesidades. Sin embargo, luego rechaza esta idea porque no todos los actos son nocivos para todas las sociedades y porque faltaría regulación entre la nocividad del crimen y la intensidad de la represión. Finalmente, logra dar con una característica común del crimen, y es que son actos reprobados por los miembros de cada sociedad, de tal manera que hiere sus sentimientos, los cuales fueron religiosos antes y altruistas hoy. Otra cualidad importante que considera, es que es que están grabadas en todas las conciencias, por lo que nadie puede aducir la ignorancia de la ley. A partir de esto, se codifica el derecho penal.
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Por lo mismo anterior, el funcionamiento de la justicia represiva tiende a permanecer más o menos difuso. En este sentido, se produce, por una parte, la situación de que la sociedad entera participa en ella, lo cual ocurre en las sociedades primitivas; y por otra, en que las sociedades han avanzado un poco más, comenzó a haber intermediarios (como magistrados) que comenzaron a intervenir en la administración administr ación de la justicia, sin embargo, que los sentimientos colectivos no reaccionen más que a través de ciertos intermediarios, no resulta que hayan cesado de ser colectivos, para localizarse en un número restringido de conciencias. intérpretes autorizados de sentimientos colectivos. ¿Qué ocurre cuando hay ofensas en la sociedad que no son consideradas crímenes? 1) Los sentimientos colectivos deben, pues, diferenciarse de los otros por alguna propiedad distintiva; deben tener una cierta intensidad media. No sólo están grabados en todas las conciencias, sino que están fuertemente grabados. Son emociones y tendencias que están fuertemente enraizadas en nosotros. Lo prueba la extrema lentitud con que evoluciona el derecho penal. No sólo se modifica más difícilmente que las costumbres, sino que es la parte del derecho positivo más refractaria al cambio. Los cambios de éste son insignificantes comparados con los que sufrió el derecho civil durante el mismo tiempo. 2) No basta con que los sentimientos sean fuertes, además deben ser precisos (no matar, no robar). Las normas penales, por ende, son notables por su nitidez y precisión, mientras que las reglas puramente morales tienen generalmente algo de fluctuante (se puede decir que se debe ser bueno, pero no se especifica en qué manera y en qué medida). Concepto: “El conjunto de creencias y de sentimientos comunes al término medio de los miembros de
una misma sociedad, forma un sistema determinado que tiene vida propia; podemos llamarlo conciencia colectiva o común”. Esta no tiene un órgano único, es difusa en toda la
extensión de sociedad, pero no son pocos los caracteres específicos que tiene y que hacen de ella una realidad neta. En efecto, ella es independiente de las condiciones particulares en que se encuentran los individuos; estos pasan, aquella queda ”. “Un acto criminal es cuando se ofende los estados fuertes y definid os de la conciencia colectiva”. No lo reprobamos porque es un crimen, es un crimen porque lo reprobamos.
Cuando hay crímenes en que ocurre lo mismo anterior, pero que no afectan fuertemente las conciencias colectivas, se sigue la misma lógica. Sin embargo, es más débil y tiene más relación con las opiniones. Se considera que el Estado también forma parte del crimen puesto que su poder de reacción debe ser de la misma naturaleza que el difuso por la sociedad. Asimismo, el gobierno es el poder director que hace respetar las creencias, tradiciones, prácticas colectivas, esto es, defender la conciencia común de los enemigos. Se convierte en el tipo colectivo encarnado,
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II La pena consiste en una reacción pasional. Este carácter es tanto menos aparente cuanto menos cultas son las sociedades. Llega a tal punto, que incluso llega a afectar a la familia y al círculo cercano del individuo. La pasión, que es el alma de una pena, sólo se detiene una vez agotada. Actualmente, se presenta algo parecido a lo anterior, sin embargo, hoy la sociedad ya no castiga para vengarse sino para defenderse, para paralizar las malas voluntades. La pena se adapta a las nuevas condiciones de existencia que le son hechas sin cambios esenciales. Los elementos esenciales de la pena son los mismos de antaño. De hecho, actualmente la pena se acomoda al rol de la sociedad actual, por lo que se castiga con más conciencia; por lo tanto, se conservan los elementos esenciales, pues son los mismos de antes. Suponiendo que la pena realmente pudiese servir para protegernos del futuro, estimamos que debe ser, ante todo, una expiación del pasado. Todavía es un acto de venganza, puesto que es una expiación. Lo que vengamos, lo que el criminal expía, es el ultraje hecho a la moral. Hay una pena en que el carácter pasional está más manifiesto que en otras; es la vergüenza. Es como un suplicio complementario. La sociedad recurre a castigos legales cuando los otros son insuficientes, sin embrago, los mantienen. Ejemplo de pasional; tribunales. La naturaleza de la pena no cambió esencialmente, sin embargo, la necesidad de venganza está mejor dirigida que antiguamente. El espíritu de previsión ya no deja campo libre a la acción de la pasión ciega. Entonces, la pena consistiría en una reacción pasional con intensidad graduada. Lo que pone fuera de duda el carácter social de la pena es que sólo puede ser levantada por el gobierno en nombre de la sociedad.
Hay casos, sin embargo, en que esto depende de privados. Éstas tienen una naturaleza mixta y tienen, a la vez, algo de sanción represiva y algo de sanción restitutiva. Así, el delito privado del derecho romano representa una especie de intermediario entre el crimen propiamente tal y la lesión puramente civil. En este caso, la sociedad dicta la pena, pero no es la encargada de aplicarla, puesto que la aplican particulares (vendetta). La venganza privada es una pena imperfecta. Los orígenes del derecho penal se relacionan con que era religioso y la religión es algo esencialmente social, lo que ejerce coacción en todo momento. De hecho, en las sociedades inferiores los crímenes más severamente castigados eran los que atentaban contra la religión y las costumbres. La única organización que se encuentra en todas partes donde existe la pena es en los tribunales, los cuales, sirven para que, en lugar de ser juzgada por todos, sea sometido a un cuerpo constituido, lo que hace que no sea difusa, sino organizada. Por lo tanto; la pena consiste esencialmente en una reacción pasional, de intensidad graduada, que la sociedad ejerce por intermedio de un cuerpo constituido sobre aquellos miembros que violasen ciertas normas de conductas.
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III Causas que amenazan la disminución de la conciencia colectiva 1) La representación de un sentimiento contrario al nuestro actúa en nosotros en igual forma y sentido que el sentimiento del cual es sustituto; es como si él mismo hubiese entrado en nuestra conciencia. Opone entonces una resistencia al juego de nuestro sentimiento personal, y, por consiguiente, lo debilita, atrayendo una parte de nuestra energía en una dirección contraria. Sin embargo, hay causas que neutralizan esto, y entonces, todo se tolera mutuamente y el tipo está impedido de producir su cólera. Así como los estados de conciencia contrarios de debilitan recíprocamente, los idénticos, intercambiándose se refuerzan unos a otros. Mientras que los primeros se sustraen, los segundos se adicionan. Si alguien expresa delante nuestro, una idea que ya era nuestra, la representación que nos hacemos se agrega a nuestra propia idea, se superpone, se confunde con ella. De esa fusión surge una nueva idea que absorbe los precedentes, y, en consecuencia, es más viva que cada una de ellas tomada aisladamente. De allí que en las asambleas numerosas una emoción puede adquirir tal violencia. Por lo tanto, dado que los sentimientos que el crimen ofende son lo más universalmente colectivos que existen; dado que son, asimismo, estados particularmente fuertes de la sociedad común, es imposible que toleren tal contradicción. Un restablecimiento del orden perturbado no basta, hace falta una satisfacción más violenta. La reacción penal no es uniforme en todos los casos, dado que las emociones que la determinan no son siempre las mismas. Son más o menos vivas según la vivacidad del sentimiento herido y también, según la gravedad de la ofensa sufrida. La proporcionalidad que observamos en todas partes entre el crimen y el castigo se establece, entonces, con una espontaneidad mecánica. El crimen acerca las conciencias honestas y las concentra. El carácter social de la reacción deriva de la naturaleza de los sentimientos ofendidos. Aquí se produce una misma indignación para quien comparte la existencia. En este sentido, la reacción es general y colectiva. IV No sólo todos los miembros del grupo están individualmente atraídos unos a otros porque se asemejan, sino porque están ligados también a la condición de existencia de este tipo colectivo, es decir, a la sociedad formada por su reunión. Inversamente, la sociedad tiene interés en que todos presenten esas semejanzas fundamentales, pues es una condición para su cohesión. Hay en nosotros dos conciencias; una que solo contiene estados personales y la otra contiene estados que son comunes a toda sociedad. La primera sólo representa nuestra personalidad individual. Cuando uno de los elementos de la segunda determina nuestra conducta no actuamos con vistas a nuestro interés personal, sino que perseguimos
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califica los crímenes en dos clases: o manifiestan directamente una desemejanza demasiado violenta entre el agente que las lleva a cabo y el tipo social, o bien, ofenden el órgano de la conciencia común. El derecho penal protege a esa fuerza de todo debilitamiento, exigiendo a la vez a cada uno de nosotros, un mínimo de semejanzas sin las cuales el individuo sería una amenaza para la unidad del cuerpo social. Con la pena, aunque procede de una reacción totalmente mecánica, de movimientos pasionales, y en gran parte, irreflexivos, no deja de desempeñar un rol útil. Su verdadera función es mantener intacta la cohesión social, manteniendo toda la vitalidad de la conciencia común. Conclusión de todo el capitulo: Existe una solidaridad social que proviene del hecho que un cierto número de estados de conciencia son comunes a todos los miembros de una misma sociedad. Es ella a quien el estado represivo representa materialmente. Cuantas más relaciones diversas existen, en que este último hecho hace sentir acción, más lazos crean que atan el individuo al grupo. Capítulo III: La solidaridad debida a la división del trabajo u orgánica
I La sanción restitutiva no es expiatoria, sino que se reduce a un simple arreglo. No se inflige a aquel que ha violado el derecho o que lo desconoce, un sufrimiento desproporcionado a la mala acción; simplemente se lo condena a someterse a él. El juez dicta el derecho, no dicta penas. Los daños y perjuicios no tienen un carácter penal, sólo son una manera de volver al pasado para restituirlo a su estado normal. Más tarde se instauró una penalidad civil en la condena a los gastos. Aquí, el que pierde el proceso paga los gastos. Además de esto, se considera que el honor del afectado permanece sin tacha, esto es, su familia no queda marcada tampoco. Los diferentes dominios de la vida moral no están radicalmente separados unos de otros; por el contrario, son continuos, y, en consecuencia, hay entre ellos, regiones limítrofes donde se encuentran, a la vez, características diferentes. Esto prueba que las reglas de sanción restitutiva, o bien no forman parte en absoluto de la conciencia colectiva, o bien, solamente son estados débiles de ella.
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pueden dividir en dos; las negativas, que se reducen a pura abstracción, y las positivas o de cooperación. II La relación negativa que puede servir de tipo a las otras es la que une la cosa a la persona. Las cosas forman parte de la sociedad así como las personas y representan un rol específico. Es necesario que sus relaciones con el organismo social estén determinadas. Se distinguen dos tipos de derechos; los reales y los personales. En el primer tipo se encuentran el derecho de propiedad, la hipoteca y se caracterizan por dar nacimiento a un derecho de preferencia y continuidad. En este caso, el derecho que se tiene sobre una cosa es exclusivo en relación con otro que se estableciese después del mío. Este derecho es consecuencia de la solidaridad propia de las cosas. Cuando el derecho es personal, no hay relación especial entre los bienes y la persona, sino entre el propietario y la persona. Está presente una solidaridad real pues une directamente las cosas a las personas, pero no a las personas entre sí. Sin embargo, como las cosas se integran a la sociedad sólo por medio de las personas, se ejerce una solidaridad negativa. En este caso, las voluntades no se unen a fines comunes, sino que las cosas gravitan alrededor de las voluntades. En el derecho real no se entra en conflicto, puesto que todo está prevenido y no contribuye en nada a la unión del cuerpo social. El mejor ejemplo de esto es el derecho de propiedad en sus diversas formas. Sin embargo, también hay relaciones de persona a persona, que sin ser real, pueden ser igual de negativo y expresan una solidaridad de la misma naturaleza. Se establece para reparar o prevenir una acción. Se dice que es una solidaridad negativa pues se usa para reparar o prevenir la acción del hecho de que los derechos se crucen, para que no se topen, más que unir a lo social, lo separan y lo colocan cada uno en su esfera propia. Esto es porque muchas veces los derechos están cruzados y enredados. No es una solidaridad verdadera, sino que dentro de cada tipo de solidaridad se encuentra este tipo negativo, de manera que la solidaridad positiva es condición de la negativa. Lo moral no está basado en condiciones abstractas, el establecimiento de los derechos de las personas implicó que cada uno debió limitar los suyos. Esto es porque el hombre necesita paz pues está unido por lazos de sociabilidad. La inestabilidad de estas relaciones es la mejor prueba de que la solidaridad negativa puede bastarse a sí misma. Es correcto decir que hay dos capas dependientes de la moral; la justicia y la caridad.
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El contrato es la expresión jurídica de la cooperación, que conlleva una obligación recíproca. Asimismo, la reciprocidad sólo se da donde hay cooperación (cooperar significa repartirse una labor común en partes cualitativamente similares indispensables unas de otras. Aquí se produce una división del trabajo simple. La división del trabajo compuesta está relacionada con la especialización, donde cada uno desempeña una actividad cualitativamente diferente). Sin embargo, existen contratos de donación donde hay cargas de un solo lado, permuta sin obligaciones recíproca, es una variación de los contratos cooperativos y no tendría reglamentación legal. Hay contratos que expresan diferencias entre las funciones de las personas, como el contrato de matrimonio o el de comprador y vendedor. Sin embargo, igual se debe pone a los asociados al mismo nivel. El derecho procesal dicta lo que cada uno debe ser y su manera de entrar en el órgano. Para que una cosa sea objeto de sentimientos comunes, la primera condición es que sea común, es decir, que esté presente en todas las conciencias y que todas puedan representársela desde un solo e idéntico punto de vista. Las normas que las determinan no pueden tener, por lo tanto, esa fuerza superior, esa autoridad tan trascendente que, cuando es ofendida reclama una expiación. IV Hay dos clases de solidaridad positiva: I a) Une al individuo con la sociedad directamente, sin intermediarios. b) Es de tipo colectivo: creencias y sentimientos comunes a todos los miembros del grupo. c) Es fuerte en la medida que sobrepasa la intensidad de lo que piensa cada individuo. d) Llega a su máximo cuando la conciencia colectiva cubre totalmente la conciencia individual. e) La personalidad propia se desvanece pues ya no somos nosotros mismos sino el ser colectivo. f) Actúa la solidaridad mecánica, donde hay un lazo análogo al unir la persona y la sociedad. No hay separación entre poderes personales y reales.
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Capítulo VII: Solidaridad orgánica y solidaridad contractual
I Aquí, Durkheim realiza una crítica a la postura de sociedad de Spencer, el cual postula que una cooperación se produce automáticamente sólo por el hecho de que cada uno persigue sus propios intereses. El primero postula que la sociedad espontánea postulado por el segundo no necesita de ningún aparato coercitivo y por ello, la sociedad no tiene que intervenir pues se establece todo por sí solo. Durkheim, asimismo, plantea que la esfera social se empequeñecería pues ante tal espontaneidad, se buscaría impedir que los individuos se usurparan los derechos entre sí. De esta manera, considera que sería negativamente reguladora. En estas condiciones, plantea el mismo, el único lazo que quedaría entre los hombres es el intercambio libre, lo cual predominaría a medida que la actividad individual se vuelve predominante. Spencer, al contrario del sociólogo, no acepta el contrato como tal pues para que exista, todas las voluntades se deben poner de acuerdo sobre las bases comunes de las organizaciones sociales, y para esto es necesario que cada individuo salga de su esfera social, que todos desempeñen por igual el mismo rol: el de hombre del estado y constituyentes. Como Spencer tenía tal influencia a nivel social fue necesario definir contrato como adhesión que cada individuo brinda, una vez adulto, a la sociedad por el simple hecho de seguir viviendo allí, entonces, no hay sociedad que no haya sido contractual. Según Spencer, las sociedades superiores no descansan sobre un contrato que trate sobre los principios generales, sino sobre contratos particulares que unen a los individuos entre sí. La solidaridad social es el acuerdo espontáneo de los intereses individuales, acuerdo cuya expresión natural son los contratos. En este sentido, Durkheim plantea que la sociedad sólo sería puesta en relación de los individuos por intercambio de los productos de su trabajo, y sin que ninguna acción propiamente social venga a regular el intercambio. Además, plantea que este lazo es sumamente inestable y sólo exterior entre los individuos, no quedan ligados, en las relaciones sólo reina el interés y hay profundo antagonismo, además de sólo acercamientos pasajeros. Por otra parte, Spencer manifiesta que ninguna sociedad se da en estado de pureza y están en completa evolución. Spencer plantea que la esfera de la actividad social disminuye cada vez más en beneficio de la del individuo. Sin embargo, Durkheim no está de acuerdo con esto pues plantea que está
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Derecho privado: obligaciones positivas, donde hay una reciprocidad de derechos y deberes. La familia es parte de relaciones no contractuales, debido a lazos consanguíneos y por medio de hechos subordinados a nuestra voluntad. A mayores obligaciones familiares, mayor carácter público toman. En un principio tienen un origen contractual, sin embargo, se comenzó a segmentar y ahora la familia es un verdadero segmento social. La familia está obligada a transformarse. En lugar de permanecer como una sociedad autónoma en el seno de la grande es atraída más y más por el sistema de órganos sociales. Se transforma en uno de esos órganos, cargado de funciones especiales. La acción social no sólo se hace sentir fuera de las relaciones sociales sino también en el juego de relaciones. No todo es contractual contractual en el contrato [no se pueden plantear todas las obligaciones y derechos en el contrato], pues sólo es contractual aquello que es voluntario. Por ende, no es contractual aquello que no fue consentido voluntariamente. El contrato implica estar sometido a reglamentación de la sociedad, no de las partes. Cuando los hombres se unen por el contrato, es porque tienen necesidades unos con otros, como consecuencia de la división del trabajo. En este sentido, se fijan condiciones de cooperación y deberes y derechos para evitar futuros inconvenientes. Sólo si estamos ligados unos con otros por medio de los contratos, se produce la solidaridad precaria. Aquí, el derecho contractual determina las consecuencias jurídicas de nuestros actos que nosotros no determinamos. Expresa las condiciones normales del equilibrio tal como se desprendieron de sí mismas y poco a poco, del término medio de los casos. El derecho de los contratos aparece como norma fundamental y constituye la base de las relaciones contractuales. Ejerce sobre nosotros una acción reguladora de suma importancia, puesto que predetermina lo que debemos hacer y lo que podemos exigir. Esta ley sólo puede cambiarse por acuerdo de las partes. Además de esta presión que ejerce el derecho, hay otra que proviene de las costumbres, con la cual estamos obligados a ajustarnos a reglas que, por no estar sancionadas no directa ni indirectamente por medio de un código, no son por ello menos imperativas. Desde el momento en que realizamos el primer acto de cooperación, estamos comprometidos y la acción reguladora de la sociedad se ejerce sobre nosotros. Spencer la calificó de negativa porque, para él, el contrato consiste únicamente en un intercambio. III
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En la medida que la sociedad deja de estar formada por una repetición de segmentos similares, el aparato regulador debe dejar de estar formado por una repetición de órganos segmentarios autónomos. El estado, no regula todo, sólo aquellas esferas que son de su misma naturaleza, es decir, dirigen la vida general. La sociedad está formada por segmentos, lo que produce en uno de ellos tiene menos probabilidad de eco en los otros que cuando la organización segmentaria es más fuerte. Como hay mutua dependencia, lo que alcanza a uno, alcanza a los otros, y, así todo cambio bastante grave toma interés general. Durkheim dice “Mientras más se divida el trabajo, menos partes distintas comprende cada órgano social”.
IV La vida social deriva de una fuente doble, la similitud de las conciencias y la división del trabajo social. En el primer caso, el individuo está socializado, porque, no teniendo individualidad propia, se confunde, así como sus semejantes, en el seno de un mismo tipo colectivo. En el caso de la división de trabajo social, depende de los otros individuos en la misma medida que se distingue de ellos. Origina normas jurídicas sin carácter represivo y acompañado de normas morales. Allá donde el derecho restitutivo está muy desarrollado, para cada profesión hay una moral profesional. Las faltas profesionales determinan un movimiento de reprobación mucho más débil que los determinados por los atentados contra la moral pública. Sin embargo, las reglas de la moral y del derecho profesionales son tan imperativas como las otras. Obligan al individuo a tener en cuenta intereses superiores a los suyos. Cada uno de los miembros están unidos por lazos que se extienden más allá de los
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Capítulo I: La división del trabajo anómica
Hay ocasiones en que la división del trabajo no produce solidaridad social. Estas ocasiones desviadas se deben estudiar puesto que permitirá determinar mejor las condiciones de existencia del estado normal. Se considera que hay tres tipos de situaciones excepcionales. I La primera de ella son las crisis industriales o comerciales, la cual es una quiebra como crisis de la solidaridad orgánica. En este sentido, se afirma que ciertas funciones sociales no están adaptadas unas a otras. A mayor división del trabajo, esto parece volverse más frecuente. Otro ejemplo de esto es el antagonismo entre trabajo y capital, a medida que las funciones sociales se van especializado más, la lucha se vuelve más viva aunque la solidaridad aumente. Aquí se producen luchas en las condiciones de trabajo, puesto que durante la Edad Media patrones y obreros trabajaban de manera casi indiferenciada, sin embargo, cuando llegó la revolución industrial esto cambió y el obrero se separa del patrón de una manera más completa. Al mismo tiempo que la especialización se vuelve mayor, las revoluciones se hacen más frecuentes. Otro ejemplo es la ciencia antes de la Ilustración, puesto que al no estar muy dividida,
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está autorizado para realizar el espíritu de conjunto y solidaridad común cuando no se puede producir por sí sola. Muchas veces, la diversidad funcional provoca una diversidad moral también. Los sentimientos colectivos se vuelven cada vez más impotentes para contener las tendencias centrífugas que se supone engendra la división del trabajo, pues, por una parte, estas tendencias aumentan a medida que el trabajo se divide y, al mismo tiempo, los sentimientos colectivos se debilitan. En el caso de las ciencias, ocurre algo similar. A medida que éstas se especializan, estas grandes síntesis ya no pueden ser otra cosa que generalizaciones prematuras. Según Comte, para que la unidad de la ciencia estuviese asegurada, bastaría con reducir los métodos la unidad; pero justamente, los métodos son lo más difícil de unificar; pues, como son inmanentes a las ciencias como es imposible separarlos totalmente del cuerpo de verdades establecidas para codificarlos aparte, sólo podemos conocerlos si uno mismo los práctica. Sin embargo, Durkheim postula que la ciencia no encuentra la unidad en la filosofía. Es imposible fundir los caracteres y las propiedades distintivas de las cosas en el seno de una misma fórmula impersonal y homogénea. Sin embargo, mientras las semejanzas sobrepasen a las diferencias, ellas bastan para integrar las representaciones así cercanas. Por el contrario, a medida que las diferencias se vuelven más numerosas, la cohesión se vuelve inestable y necesita ser consolidada por otros medios. Si las ciencias pueden tomar conciencia de su mutua dependencia en el seno de una filosofía que las comprenda, el sentimiento que tendrán de la misma siempre será demasiado vago para ser eficaz. La filosofía es como la conciencia colectiva de la sociedad.
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otros y, por consiguiente, tienen un sentimiento vivo y continuo de su mutua dependencia. Asimismo, los intercambio al ser regulares son también frecuentes; se regularizan por sí solos y el tiempo termina poco a poco la obra de consolidación. A medida que el tipo organizado se desarrolla, la fusión de los diversos segmentos entre sí provoca la de todos los mercados en un mercado único que abarca prácticamente toda la sociedad. Para que la ciencia sea una, no es necesario que tenga dentro del campo una sola y única conciencia sino que basta con que todos los que la cultivan sientan que colaboran en una misma obra. La división del trabajo no produce anomia en virtud de una necesidad de su naturaleza, sino solamente en circunstancias excepcionales y anormales. Supone que el trabajador, lejos de ser absorbido por su tarea, no pierda de vista a sus colaboradores, actúe sobre ellos y reciba la acción. Por lo tanto, no es una máquina que repite movimientos cuya dirección no percibe, sino que él sabe que tienden hacia alguna parte, hacia un fin que concibe más o menos distintamente.