LA IRA La ira es una emoción que se expresa con rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad. Los efectos físicos de la ira incluyen aumento del ritmo cardiaco, presión sanguínea y niveles de adrenalina y noradrenalina. Algunos ven la ira como parte de la respuesta cerebral de atacar o huir a una amenaza o daño percibidos.. La ira se vuelve el sentimiento predominante en el comportamiento, cognitivamente, y fisiológicamente cuando una persona hace la decisión consciente de tomar acción para detener inmediatamente el comportamiento amenazante de otra fuerza externa. La ira puede tener muchas consecuencias físicas y mentales. Pero la ira, entendida como un comportamiento de carácter adictivo al que se recurre ante cualquier contingencia, pone de manifiesto la incapacidad del individuo para relacionarse y resolver los conflictos de un modo adecuado y acorde con las circunstancias. Es un tipo de respuesta que esconde el miedo ante la imposibilidad de expresar sentimientos y necesidades que, con frecuencia, quedaron bloqueados durante la infancia, fruto de un aprendizaje erróneo. Psicología y sociología La ira es vista como una forma de reacción y respuesta que ha evolucionado para permitir a la gente enfrentarse con amenazas. Tres tipos de ira son reconocidos por los psicologos: La primera forma de ira, llamada “ira precipitada y repentina” por Joseph Butler, un obispo del siglo 18, está conectada al impulso de auto-preservacion. Es compartida entre humanos y animales no humanos y ocurre cuando están atormentados o atrapados. El segundo tipo de ira es llamada “ira estable e intencionada” y es una reaccion a una percepcion de daño o trato injusto por otros de manera mal-intencionada. Estas dos formas de ira son “episódicas”. El tercer tipo de ira es sin embargo “impontencional” y está relacionada más a los rasgos de carácter que a los instintos o pensamientos. Irritabilidad, resentimiento y actitudes de mala educación son ejemplos de ira. La ira potencialmente puede movilizar recursos psicológicos y determinación para impulsar la corrección de conductas equivocadas, la promoción de justicia social, la comunicación de los sentimientos negativos y la reparación de agravios. Asimismo, puede facilitar la paciencia. Por otro lado, la ira puede ser destructiva cuando no encuentra su salida apropiada en la expresión. La ira, en su forma fuerte, disminuye la capacidad para procesar información y para ejercer control cognitivo de su conducta. Una persona enojada puede perder su objetividad, la empatía, la prudencia o la consideración y puede causar daño a otros. Hay una clara distinción entre la ira y la agresión (verbal o física, directa o indirecta), incluso a pesar de que se influyen mutuamente. Mientras que la ira puede activar la agresión o aumentar su probabilidad o intensidad, no es ni necesaria ni una condición suficiente para la agresión. Origen de la Ira: El entorno familiar, asociado a un aprendizaje estricto donde no tienen cabida las muestras de amor, afecto y ternura, es uno de los desencadenantes más habituales de los comportamientos presididos por la ira. En este entorno son comunes los estallidos de ira por parte de la figura paterna, así como la inhibición de la figura materna. En este escenario el niño interioriza que el
único modo de expresión permitido es aquel que se basa en la ira, quedando atrofiadas otras manifestaciones características del ser humano. En el polo opuesto, pero con igual resultado, está el niño consentido al que se le conceden todos los deseos y caprichos. Esta situación da lugar a que el niño, además de convertirse en un pequeño tirano, desarrolle una escasa tolerancia a la frustración, por lo que las rabietas –que en el futuro se convertirán en ira– pasan a ser un recurso para lograr lo que se desea en todo momento. La conducta violenta puede ser un medio para conseguir determinados objetivos cuando no somos capaces de lograrlos por otros métodos. En este caso nuestra conducta responde a un déficit de habilidades y puede mejorar adquiriéndolas. Cuando hemos aguantado demasiado y saltamos por algo sin importancia. En realidad reaccionamos a todo lo que nos ha ocurrido previamente. Como nuestra reacción se considera desmesurada, tenderemos a reprimirnos y aguantar más, en consecuencia nuestra siguiente reacción violenta será mayor y seguiremos en ese círculo vicioso. Para salir de ese círculo vicioso el camino no es aguantar más, sino poder reaccionar de forma inmediata a los problemas y frustraciones. En ese caso la reacción es más adecuada y comedida porque las razones que nos llevan a reaccionar serán muchas menos. Otro problema puede surgir cuando nosotros interpretamos que existe un ataque y una dificultad que no es vista de la misma forma por los demás. Este problema suele ocurrir cuando reaccionamos ante las intenciones de los demás en lugar de reaccionar ante los hechos explícitos. El juicio de intenciones es la causa más frecuente que nos puede llevar a tener reacciones violentas desmesuradas y desproporcionadas. Efectos físicos y mentales - Subjetivos: Sentimientos de irritación, enojo, furia y rabia. También va acompañada de obnubilación, incapacidad o dificultad para la ejecución eficaz de los procesos cognitivos. (Focalización de la atención en los obstáculos externos que impiden la consecución del objetivo o que son considerados responsables de la frustración). La ira a su vez produce una sensación de energía o impulsividad, actuar física o verbalmente de forma intensa e inmediata, para solucionar de forma activa la situación problemática. Se experimenta como una experiencia adversaba y desagradable. Se relaciona con impaciencia para actuar. - Actividad fisiológica. Efectos importantes sobre el SNA (la que más fluctuaciones produce): elevaciones de la frecuencia cardiaca; de la presión arterial sistólica y diastólica; de la salida cardiaca. Efectos también sobre el
SN somático: aumentos en las secreciones hormonales, especialmente en la adrenalina, lo que proporciona un incremento de la energía y posibilita el acometer acciones enérgicas. Por último, se produce una elevación en la actividad neuronal, caracterizada por una elevada y persistente tasa de descarga neuronal Al mismo tiempo de estos cambios físicos, se estima que la ira afecta la forma en que pensamos: “Enfrentados con una amenaza, la ira nos ayuda a traducir información compleja en términos simples: ‘bien’ o ‘mal’, por ejemplo. Esto puede ser útil en una emergencia, para no perder tiempo valioso con información que no afecta instantáneamente nuestra seguridad. Pero puede significar que actuamos antes de haber considerado qué es relevante para tomar una decisión racional sobre cómo comportarnos. (…) Cuando la ira se mete en el camino del pensamiento racional, es posible que demos lugar a la urgencia de actuar agresivamente, impulsados por el instinto a sobrevivir o proteger a alguien de una amenaza”. Personalidad del iracundo La persona cuyo comportamiento está regido por la ira, no es capaz de conectar con sus verdaderas emociones y sentimientos, y mucho menos aún es capaz de expresarlas, si no es a través de la ira. Dan por sentado que los demás deben reconocer en todo momento sus necesidades y actuar en consecuencia, lo que no suele ocurrir. Ahí se inicia un ciclo donde la frustración da paso a la ira. La incapacidad para comprender las situaciones, sobre todo de índole emocional, convierten al iracundo en una persona poco asertiva y vulnerable que trata de compensar esta carencia mediante la ira. Esta actitud le distancia de la situación, proporcionándole un posterior estado de tranquilidad y seguridad. Síntomas y rasgos asociados a la ira Existen rasgos comunes que identifican al individuo cuyo comportamiento se basa en la ira: Inseguridad. Baja autoestima. Inmadurez emocional. Escasa tolerancia a la frustración. Soberbia. Egocentrismo. Impaciencia.
Estos rasgos, inevitablemente, comportan una serie de secuelas que afectan tanto a la propia persona como a su entorno: Relaciones superficiales o basadas en el dominio. Necesidad de obediencia. Culpabilidad y remordimiento. Soledad. Falta de empatía. Creencia de estar siempre en posesión de la verdad. Hay otro tipo de consecuencias para la salud que afectan a la persona iracunda. Entre las más comunes se encuentran las que siguen: Hipertensión. Dolores de cabeza. Depresión. Problemas en el sistema gastrointestinal. Estreñimiento o diarrea. Problemas respiratorios. Glaucoma. Consejos para controlar la ira Enojarse es una emoción natural en el ser humano, sin embargo cuando se pierden los estribos, esto puede ocasionar serios problemas en la calidad de vida, por lo que es necesario tener en cuenta 10 consejos para controlar la ira. 1- Causas del enojo: Emociones como el miedo, estrés, vergüenza o cansancio son sustitutos de la ira, por eso hay que cuestionarse qué es lo que provoca el enojo. 2- Comprender a tu semejante: El enojo se origina por la forma en que se interpreta lo que la otra persona dice o hace, por lo que debes encontrar qué es lo que motiva el desacuerdo para evitar que nazca una discusión. 3- Integrar actitudes de respeto y prudencia: Antes de decir un comentario hiriente se debe pensar en la reacción propia al recibir un insulto.
4- Concentrarse en el presente: Evitar tener resentimientos o heridas del pasado, ya que eso sólo aumentará el estrés y el enojo 5- Escuchar atentamente: Debes entender con claridad el punto de vista de la persona con la que existan diferencias. 6- Identificar la reacción del cuerpo: Si existen dificultades para respirar, el pulso acelerado, dolor de cabeza o estómago, así como rigidez en los músculos es señal de que hay que calmarse. 7- Respiración profunda: Mantener la respiración mientras se cuenta hasta cuatro, soltando el aire hasta ocho y repitiendo el mismo proceso. Este ejercicio se realiza primero lentamente y luego aumentando la velocidad, pero sin forzarlo. 8- Detención del pensamiento: Sustituir cualquier sentimiento negativo por otros positivos para evitar sentirse controlado por la situación. 9- Relajación muscular: Esta técnica sirve para aplicar antes, durante y después del conflicto, sentándose en posición cómoda, cerrando los ojos, relajando lentamente los músculos empezando con los dedos de los pies hasta llegar al cuello y la cabeza. 10- Cambiar de entorno: Salir a caminar, escuchar música, incluso recurrir al humor pueden ayudar a controlar el enojo. 11- Los alimentos que tomes ejercen un efecto importante en la bioquímica de tu cerebro. Por tanto, si tomas demasiado café, azúcar (como dulces o refrescos) o estimulantes, trata de eliminarlos por completo. Haz una alimentación sana y nutritiva y recurre durante un tiempo a suplementos alimenticios. Después de un episodio de ira, repasa mentalmente lo sucedido y escribe los pensamientos que han pasado por tu mente y que han influido en tu ira, como "No tiene derecho a hacer o decir eso, es una persona despreciable y horrible, no puedo tolerar que me trate así, me hace quedar en ridículo…" Luego trata de buscar formas alternativas de interpretar lo sucedido, tratando de ser más tolerante y comprensivo, tener en cuenta otros puntos de vista, buscar otras explicaciones posibles y ser más realista.