Para mantener la ceremonia en sí misma oculta, la sacerdotisa y el sacerdote oraban en lengua maya. maya. Sus Sus pleg plegar aria iass se elev elevar aron on,, enga engarz rzad adas as con con el humo humo proc proced eden ente te del del cald calder ero. o. A continuación, cada uno de los integrantes del círculo interior hablamos y rezamos por turnos, pidiendo desde nuestros corazones por lo que éstos deseaban con más fuerza: la sanacion de la Tierra y de sus gentes. Había belleza, fuerza y precisión en aquello que estábamos haciendo. Parecía que la ceremonia había sido planeada hacía muchísimo tiempo. Todo parecía desarrollarse como si estuviera cuidadosamente ensayado. Pero había algo más, un aspecto del que no me di cuenta por lo muy metido que estaba en la ceremonia. Era algo relacionado con las personas del círculo exterior. Mientras los que dirigíamos la ceremonia murmurábamos, cada uno en su idioma, las palabras que deseáb deseábamo amoss enviar enviar al Espíri Espíritu, tu, nuestr nuestros os mensaj mensajes es estaba estabann siendo siendo traduc traducido idoss a varios varios idiomas. Uno tras otro, los sentimientos y las oraciones ceremoniales flotaban sobre el enorme claro en maya, español, inglés, alemán, ruso, francés..., llevados por el viento a aquel increíble grupo de individuos que habían acudido desde todas las partes del mundo para ayudar a la humanidad a convertirse en Uno Solo. Más tarde, una mujer me dijo: —Durante toda la ceremonia sentí que la Torre de Babel se iba derrumbando despacito. Supe que nuestro mundo nunca volvería a ser el mismo. Puede que, al unirnos de aquel modo a los mayas en aquella an-i igua ceremonia, estuviéramos simbólicamente acabando con las divisiones entre países, culturas y razas. Con el tiempo, esto se hará realidad. Cuando las últimas volutas de humo se elevaron sobre la multitud y la ceremonia terminó, nos abalanzamos unos hacia otros como viejos amigos de tribus hace mucho tiempo perdidas, abrazándon abrazándonos os y compartiend compartiendoo no sólo amor, amor, sino también números de teléfono teléfono y direcciones direcciones,, formas de comunicarnos para mantener unida aquella energía que todos sentíamos. Éramos un arco iris de Un Solo Espíritu.
Hunbatz Men y los ancianos
Cuando me dirigía de vuelta a la pirámide se me acercó una persona corriendo para decirme lo que les había sucedido a Hunbatz Men y a los ancianos. Después de la belleza de lo que acababa de acontecer, aquello parecía casi una pesadilla. Al final habían conseguido llegar a Chichén Itzá y se prepararon para celebrar la ceremonia en el sitio inicialmente dispuesto para ello. Colocaron un caldero con hierbas e incienso sobre el suelo. Y cuando los ancianos estuvieron listos, comenzaron la ceremonia prendiendo el incienso del caldero. En ese momento entró la policía corriendo con un extintor y apagó el fuego. Los ancianos se enfurecieron y comenzaron a discutir con la policía. Hunbatz, sin embargo, permaneció en silencio, pues había estado esperando aquello e incluso lo había avisado. Al fina final, l, la poli policí cíaa desb desbar arat atóó la cerem ceremon onia ia e incl inclus usoo arre arrest stóó a ocho ocho de los los anci ancian anos os sudamericanos. Con lo cual, antes incluso de que empezara, la ceremonia había terminado. Hunbatz me lo contó más tarde cuando vino a unirse a nuestro grupo. En aquel momento nosotros ya estábamos profundamente inmersos en la oración en nuestra propia ceremonia y, según sus creencias, en esas circunstancias no podía reunirse con nosotros. En vez de eso, dio dos vueltas alrededor de nuestro círculo de oraciones mientras nos bendecía. Me dijo que si nosotros no hubiéramos estado allí, procedentes de todos aquellos países, y si no hubiéramos llevado a cabo nuestra propia ceremonia conducidos por los dos sacerdotes mayas, el calendario maya no se habría cumplido. Nos dio las gracias con lágrimas en los ojos. Miramos cada uno en el corazón del otro y estuvimos agradecidos, sabiendo que el Gran Espíritu trabaja en formas que no siempre resultan comprensibles.
La llegada de la serpiente
Cuando concluyó la ceremonia, nuestro pequeño grupo internacional de almas quedó en libertad para unirse a la enorme muchedumbre que se había reunido para contemplar el descenso de la «serpiente» por la Pirámide del Castillo, tal y como Ken y yo habíamos hecho mucho tiempo atrás, en 1985.