LA IMPORTANCIA DE LA
ORACIÓN
Iniciamos nuestro curso de liturgia con una breve reflexión sobre la oración. Juan Calvino mencionó que “la alabanza y la acción de gracias deben ir siempre unidas a nuestras oraciones”1 , de este modo no podemos pensar en el culto cristiano sin pensar inmediatamente en la oración. De hecho en ocasiones se ha definido el culto como la “asamblea de oración”. Cuando nos reunimos como pueblo para orar estamos adorando, celebrando, pidiendo y dando gracias a Dios, siguiendo a Calvino, cuando juntamos las peticiones y las acciones de gracias a Dios: Le manifestamos nuestros deseos, pidiéndole no solamente lo que se refiere al aumento de su gloria y a ensalzar su nombre, sino también lo que mira a nuestro servicio y provecho. Al darle gracias, celebramos con alabanzas sus beneficios y mercedes, protestando que todo el bien que tenemos lo hemos recibido de su liberalidad.2
De este modo, nos damos cuenta que estamos llamados continuamente a ofrecerle culto a Dios porque no faltan los motivos para agradecerle o bien para clamar a El. Sin embargo, ya desde aquí podemos ver que la oración es también expresión de la historia, de lo que Dios ha hecho, de lo que está haciendo y lo que hará; en consecuencia, el culto tiene una dimensión histórica profunda, es tiempo de manifestación de Dios como en la llamada de Moisés (Éx 3-4), Isaías (Is 6) o Jeremías (Jer 1) o los demás profetas 1 Juan CALVINO Institución de la religión cristiana. III, xx, 28. 3ed. Trad. Cipriano de VALERA. Países Bajos, Feliré. 1986, p. 696. 2 Idem.
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en donde se nos dice específicamente el tiempo histórico en que tal manifestación de Dios ocurrió: “En el año en que murió el rey Uzias vi yo al Señor…” (Is 6:1). A esta manifestación de Dios hay una respuesta, un servicio, un movimiento, que les convierte en profetas, o mensajeros. De este modo, como menciona Xabier Pikaza: La oración se vuelve así fuente de futuro. Siendo palabra de Dios y respuesta activa del humano, ella es lugar de realización histórica. Dios no se encuentra en el puro mundo, ni en la interioridad extra-mundana, sino en la misma tarea de la comunidad creyente y orante que traza su camino de futuro desde la misma Palabra divina.3 La oración histórica se vuelve comunitaria, ya que el orante, al comunicarse, al unirse con Dios en la oración se vincula con su pueblo tornándose así en una comunidad de orantes, ya que la experiencia del encuentro con Dios se expresa en la oración comunitaria en donde “se celebra y se recuerda la presencia de Dios tanto en la palabra compartida como en la celebración del misterio”4 . Aunque la oración es colectiva en el culto, es dirigida únicamente a Dios, a aquel que nos ha hablado, que nos confronta y en esta confrontación nos descubrimos “desnudos”, como “hombres que tienen labios inmundos y habitan en pueblo que tiene labios inmundos”. En esta situación no estamos solos, contamos unos con otros, “la oración no nos puede alejar de los hombres, no puede sino unirnos más a ellos porque se trata de una cuestión que nos concierne a todos”, decía Kalrt Barth5 , pero aún ello es gracias a Dios. La oración es un Don de Dios, por lo cual, cuando oramos, hacemos uso del ofrecimiento de Dios que nos confronta nuevamente, al ser una gracia de Dios, el ser humano la toma porque 3 Xabier PIKAZA, El fenómeno religioso. Curso fundamental de religión. Madrid, Trotta. 1999, p. 244. 4 Ibid, p. 245. 5 Karl BARTH, La oración. Reflexiones sobre el Padrenuestro. Trad. José MÍGUEZ Bonino. Buenos Aires, La aurora. 1978, p. 18.
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se reconoce como necesitado de dicha gracia.
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Cuando oramos, nuestra condición humana nos es revelada, sabemos que estamos en angustia y en esa esperanza; Dios nos coloca en esa situación, pero al mismo tiempo el viene en nuestra ayuda. La oración es pues la respuesta del hombre cuando comprende su miseria y sabe que el socorro se aproxima.6 Pero oramos “Padre nuestro”, no “padre mío”. Es decir, es una oración comunitaria. Jesús mismo lo indicó, cuando oren, digan “Padre nuestro”. “Esta es una exhortación de cuán fraterno afecto debemos tener los unos para con los otros, pues todos somos hijos de un mismo Padre, y con el mismo título y derecho de gratuita liberalidad”7 . Pero también la oración nos muestra un aspecto central del culto y es que es un diálogo. El que ora, cree, no es un monólogo, sino que Dios está presente, El escucha y responde de algún modo. La oración consiste en ese intercambio entre el nosotros de los orantes y el tú de Dios. Dios habla, escucha y responde. “Dios habla a los hombres para revelarse; responde cuando el hombre se le dirige. En este caso Dios es quien habla primero. La 6 Ibid, p. 28 7 Juan CALVINO, op cit., III,xx,38, p. 707.
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oración es entonces, de alguna manera, una respuesta”8 . La oración comunitaria es la que más trabajo exige de nosotros, ya que es nuestro tiempo de hablar. Después de escuchar la voz de Dios, nos corresponde dirigirnos a El y esta oración ha de ser nuestra palabra, ya D. Bonhoeffer decía: Nuestra oración por ese día, por nuestro trabajo, por nuestra comunidad, por las miserias y los pecados particulares que pesan sobre todos, por las personas que nos están encomendadas. ¿O tal vez no deberíamos pedir nada para nosotros? ¿Sería inadmisible la necesidad de orar en común y con nuestras propias palabras por nosotros? Sea como fuere, es imposible que cristianos llamados a vivir bajo la autoridad de la palabra no acaben por dirigir, también unidos, sus oraciones personales a Dios. Presentarán a Dios las mismas preces, la misma gratitud, la misma intercesión, y deberán hacerlo con alegría y confianza.9 Pero hay que aprender a orar. Los discípulos se acercaron a Jesús y le pidieron que les enseñara a orar. Nosotros también ahora debemos ir a Jesucristo. Orar no es sólo desahogar el corazón sino encontrar a Dios, con el corazón lleno o vacío y la oración en comunidad ha de ser la oración de todos, no la de un individuo que la pronuncia. Al que se le encomienda orar por la comunidad es importante que comparta los intereses y preocupaciones de la comunidad: Es preciso que comparta la vida diaria de la comunidad, que conozca sus afecciones y necesidades, su alegría y gratitud, sus ruegos y esperanzas. Tampoco debe ignorar su trabajo y sus problemas que éste acarrea. Ora como un hermano en medio de otros hermanos. El no tomar su propio corazón por el de la comunidad, exige lucidez y vigilancia. Por esta razón será útil que reciba conti8 Angel GONZALEZ, La oración en la Biblia. Madrid, Cristiandad. 1968, p. 21. 9 Dietrich BONHOEFFER, Vida en comunidad. 5 ed. s/t. Salamanca, Sígueme. 1982. p. 63.
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nuamente ayuda y consejo de los demás y que recuerde en su oración esta necesidad, aquel trabajo, a tal persona determinada. De este modo la oración se transformará cada vez más en la oración de todos los que forman la comunidad.10
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Es importante notar que la oración es la actividad que nos une como pueblo, que nos permite alzar la voz hacia el Señor y es además el don por el que el Señor nos capacita para dialogar con El. Nuevamente, la oración es una actividad de comunidad, de pueblo de Dios porque la experiencia personal con Dios está abierta a la experiencia en comunidad con Dios, así es estar dispuestos a dar de la propia experiencia y a recibir de la experiencia de otros con Dios. A priori puede ya decirse que Dios es Dios de un pueblo y que la experiencia de Dios tiene que ser hecho por todo un pueblo. En lenguaje más sistemático tiene que decirse que no hay ninguna experiencia personal concreta que agote el misterio de Dios y que entre las experiencias personales concretas de todo el pueblo de Dios puede ir acercándose asintóticamente al encuentro con Dios en plenitud […] Nadie debería ser tan timorato que 10 Ibid, p. 64
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pensase no tener nada que ofrecer a otros de su propia fe, y nadie debiera ser tan presuntuoso como para pensar que no puede recibir para su propia fe la de los otros.11 De esta manera podemos decir que nosotros, somos templo de Dios, espacio de invocación y presencia que es a la vez acogido por Dios mismo como morada, templo “místico” del Señor, es decir, lugar consagrado. Como J. Daniélou afirma: El templo no es un simple edificio, sino el lugar consagrado; y si se le considera en sus perfeccionamientos sucesivos, lo primero es el templo cósmico, con la presencia de Dios en el universo; a continuación, el templo mosaico, habitación de Dios en el tempo de Jerusalén; después el templo crístico, presencia de Dios en la persona de Cristo; más tarde, templo místico, Dios en el corazón de los cristiano elegidos; y finalmente, el templo escatológico.12 Cuando oramos como pueblo y rogamos al Dios y Padre celestial en los tiempos de angustia, nos convertimos en espacio de consuelo y esperanza, pero no por nosotros mismos, sino por lo que la cercanía de Dios, un Dios que a veces se oculta y que en medio de su pueblo, sin embargo, está. Es el Dios de Jesucristo el que responde para sanar al enfermo, para perdonar el pecado, para liberar al oprimido y para levantar al caído. La oración en común es vital y da sentido a la iglesia, así frente a la búsqueda de Dios, la iglesia ha de ser una “iglesia santuario”, como dice Ronaldo Muñoz: Un espacio humano donde el pueblo y cada uno puede encontrarse con su Dios, una escuela de oración y adoración “en espíritu y en verdad”, un camino compartido para crecer en la fe y el conocimiento del Dios de la vida, 11 Jon SOBRINO, “Espiritualidad y seguimiento de Jesús”, en I. ELLACURIA Y J. SOBRINO, Mysterium liberationis. Conceptos fundamentales de la teología de la liberación. 2 ed. Madrid, Trotta. 1994, T. II, p. 474, 12 Citado en Rosino GIBELINI, La teología del siglo XX. Trad. Rufino Velasco. Santander, Sal Terrae. 1998, p. 205.
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del Dios del reino predicado y encarnado por Jesucristo. La capillas y los templos materiales pueden ser espacios de acogida y signos visibles. Pero es la comunidad misma, con sus rostros y su fraternidad concreta, con su oración y sus celebraciones bien “situadas”en la vida, la que tiene que constituir para el pueblo el”cuerpo” de Cristo” y el “templo del Espíritu”, el espacio humano donde encontrarse con el Dios vivo.13
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Como podemos apreciar, la liturgia nos lleva a un plano colectivo, a una verdadera relación entre los miembros de una comunidad, entre el miembro y el cuerpo. Tomamos en nuestro destino, el destino de los demás.14 Las oraciones arrastran a los presentes como una ola más allá de ellos mismos y del círculo familiar hacia la comunidad, aun hacia los ausentes, hacia la ciudad, hacia las naciones, hacia los que padecen y están sufriendo, hacia los que están en peligro, hacia los que agonizan. El culto no se deja centrar en una persona, en un individuo, siempre es compañerismo. Quizá por ello dijo Jesús “porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos” (Mt 18:20). 13 Ronaldo MUÑOZ, “Experiencia popular de Dios y de la iglesia” en J. COMBLIN, et al (comps.), Cambio social y pensamiento cristiano en América Latina. Madrid, Trotta. 1993, p. 169. 14 Cf. Paul EVDOKIMOV, Ortodoxia. Trad. Enrique PRADES. Barcelona, Peninsula. 1968, p. 263.
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LA ALABANZA Y LA ACCIÓN DE GRACIAS DEBEN IR SIEMPRE UNIDAS A NUESTRAS ORACIONES. No podemos pensar en el culto cristiano sin pensar inmediatamente en la oración. Estamos llamados continuamente a ofrecerle culto a Dios porque no faltan los motivos para agradecerle o bien para clamar a El.
LA ORACIÓN ES TAMBIÉN EXPRESIÓN DE LA HISTORIA El culto tiene una dimensión histórica profunda, es tiempo de manifestación de Dios como en la llamada de Moisés (Éx. 3-4), Isaías (Is. 6) o Jeremías (Jer. 1). La oración es pues la respuesta del hombre cuando comprende su miseria y sabe que el socorro se aproxima La oración histórica se vuelve comunitaria: oramos “Padre nuestro”, no padre mío”: Somos hijos de un mismo Padre.
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PERO TAMBIÉN LA ORACIÓN NOS MUESTRA UN ASPECTO CENTRAL DEL CULTO Y ES QUE ES UN DIÁLOGO. La oración consiste en ese intercambio entre el nosotros de los orantes y el tú de Dios. Dios habla, escucha y responde. La misma intercesión será con alegría y confianza.
PERO HAY QUE APRENDER A ORAR. Orar no es solo desahogar el corazón sino encontrar a Dios. La oración al ser comunitaria, es también espacio para dar y recibir.
NOSOTROS SOMOS TEMPLO DE DIOS. Somos espacio de invocación y presencia que es a la vez acogido por Dios mismo como morada, templo “místico” del Señor, es decir, lugar consagrado. Nos convertimos en espacio de consuelo y esperanza, pero no por nosotros mismos, sino por lo que la cercanía de Dios Debemos ser una “iglesia santuario”. La liturgia nos lleva a un plano colectivo, siempre es compañerismo.
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JUSTIFICACIÓN NECESIDAD DEL
CULTO En hebreos 10:23-25 leemos: Mantengámonos firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos, porque Dios cumplirá la promesa que nos ha hecho. Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien. No dejemos de asistir a nuestras reuniones, como hacen algunos, sino démonos ánimos unos a otros; y tanto más cuanto que vemos que el día del señor se acerca. Hay en verdad una necesidad del culto, pero se nos muestra que el celebrarlo es un mandato. Cuando la iglesia celebra el culto, no inventa nada, simplemente obedece. Y obedece al mandato de Jesús: “hagan esto en memoria de mí” (Lc 22:19). El culto es instituido por Cristo, pero hay que observar que no es un culto de predicación solamente, sino un culto de comunión (eucarístico); esto lo veremos más adelante, pero cabe recalcar que el culto es un mandato del Señor en primer lugar, así: “el culto es necesario por estar instituido por Cristo, y ordenado por él”1 . Y auque es cierto que el culto nos ayuda renovar y reforzar mi comunión con Dios, es un espacio para oír la Palabra de Dios, que es un medio que Dios usa para transformarnos, que en el culto podemos “disfrutar” de la comunión de unos con otros y otras cosas más,2 lo cierto es que, como bien señala Alfred Küen, el objetivo principal del culto es adorar a Dios: 1 J.J. Von ALLMEN, El culto cristiano. Su esencia y celebración. Trad. A. CHAPARRO Y L. BITINI. Salamanca, sígueme. 1968, p. 114. 2 Cf. Alfred KÜEN, El culto en la Biblia y en la historia. Trad. Eva BARCENA. Terrassa, CLIE. 1995, pp 24-28.
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La clave del culto es que es para Dios […] Nunca más saldré decepcionado si el sermón no me ha gustado, si “no he recibido nada”, si no he encontrado la relación que deseada con los hermanos y las hermanas, ni he “sentido la presencia del Señor. Si por el contrario, he podido alabar y adorar a Dios a través de mis cánticos, mis oraciones y mi ofrenda, mi culto habrá cumplido su objetivo principal. Si buscamos “primeramente” responder a este objetivo, todas las demás bendiciones que hemos enumerado anteriormente “nos serán añadidas”.3 Por otro lado, el culto necesario por estar suscitado por el Espíritu Santo. Negarse a celebrar el culto, es negar la obra del Espíritu Santo, “es negar lo propio del Espíritu, que es dar a los hombres las prendas del mundo venidero (2 Cor 1,22; 5,5), trasplantarlos al reino futuro, que será una inagotable asamblea litúrgica”.4 El gozo y la alegría de la salvación en Jesucristo, así como la acción de gracias de los creyentes, es provocado por el Espíritu Santo de Dios. Además, nadie puede decir que Cristo es el Señor sin la ayuda del Espíritu Santo (1 Cor 12:3). Y sólo por el Espíritu podemos clamar a Dios “Padre” (Gal 4:6 y Rom 8:15). El culto es necesario porque es una de las formas de realizar la historia de la salvación, ya que es Dios el que obra en el culto, por su palabra y por los sacramentos. Si se desecha el culto, se declara con ello que no es Dios el que obra en él.5 La evangelización no es una meta del culto, pero puede ser una consecuencia (Sal 40:3). Pero hay otras cosas que suceden cuando celebramos el culto. Proclamamos el señorío de Cristo, ya que celebramos su resurrección y le llamamos “Señor” nuestro y del mundo. Testificamos a otros creyentes y nos edificamos por nuestra presencia, por nuestra participación, por nuestros cánticos y palabras, por nuestra participación en la Santa Cena, por la oración, por el testimonio de los hermanos, por nuestro saludo y nuestro compartir la fe y la esperanza. Cuando celebramos el culto, luchamos de una manera eficaz contra Satán y las fuerzas idolátricas del mundo J. J. Von Allmen expone:
3 Ibid, p. 28. 4 J.J. Von ALLMEN, op cit, p. 116. 5 Ibid, p. 117.
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PARA TES TIFIC AR ANTE TESTIFIC TIFICAR EL MUNDO Y QUE SEA SAL VO. SALV
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a evangelización no es la meta del culto, pero puede ser un resultado. David pensaba así cuando decía que “Dios puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios, verán esto muchos y temerán, y confiarán en Jehová” (Sal 40:3). Cuando exhortaba a “cantar y proclamar la gloria de Dios entre las naciones” (Sal 96:3; cf. 98:1-2; 105:13) con la finalidad de que lleguen al conocimiento de Dios. “La única esperanza del mundo, es la Iglesia, y la única esperanza de la Iglesia es el retorneo a la práctica del culto” (W. Wierbe, 86, p. 160). El arzobispo anglicano William Temple llegó a decir: “Sólo una cosa puede salvar al mundo del caos político y de la ruina: el culto” (citado por G. Kennedy: reader´s Notebook (Harper, New York 53, p. 324). Vivimos en un contexto consciente y voluntariamente ateo. En 1828, Ludwing Feuerebach expresaba así el propósito de su vida y de su obra: “Mi objetivo ha sido transformar a mis lectores de amigos de Dios en amigos del hombre, de creyentes en pensadores, de devotos en trabajadores, de candidatos de un mundo futuro en studiantes de nuestro mundo presente, de cristianos cuyas creencias hacen de ellos personas simples y medio angelicales en hombres que sean plenamente hombres”. Su deseo se ha cumplido: el
hombre de hoy en día no se parece en nada al creyente devoto del siglo XIX, que pasaba aquí esperando un mundo mejor –lo que, en el fondo, no es malo. Pero creyó que para ser plenamente hombre se debía rechazar la idea de creer en Dios y que, por el contrario, se debía proclamar que no se tenía “ni Dios, ni señor”. La consecuencia es que el hombre ha perdido el sentido de su dignidad. Si el hombre ya no es una criatura a la imagen de Dios, sino simplemente un animal más evolucionado que los demás, puede ser manipulado, utilizado o suprimido a voluntad: los 6 millones de judíos aniquilados por Hitler, las decenas de millones de abortos, sólo son dos testimonios de la pérdida del sentido del valor y la dignidad del hombre. “Habiendo perdido en nuestro tiempo el sentido del culto, hemos perdido algo realmente importante: el sentido de la vida” (D. McKee 71, p. 10). Dag Hammarskjöld, antiguo secretario general de la Naciones Unidas, escribía: “Dios no muere el día que dejamos de creer en un dios personal, sino que somos nosotros los que morimos ese día en el cual nuestras vidas dejan de estar iluminada por la luz constante, renovada día a día, de una maravilla que tiene su origen más allá de toda razón”. ¿Qué puede dar sentido a la vida si Dios 19
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ya no existe? “No creer en Dios es creer en uno mismo” decía K. Barth. ¿Es éste el único sentido de la vida? “Comamos y bebamos que mañana moriremos” […] Es también el culto donde nos preparamos para el testimonio. La iglesia primitiva sacaba las fuerzas para testificas de las reuniones de culto “en el templo y en los hogares” (Hec. 2:46). “Un culto que es un encuentro con el Dios vivo, amoroso, sufriente siempre nos enviará al mundo para ser más y más como él… Es nuestro amor hacia
él lo que nos inspirará amor hacia los demás; es su señorío sobre nuestras vidas el único poder que ha podido vencer al mundo y a sus dioses” (G. Kendrik, 85, p. 39). La evangelización también tiene como objeto el culto: es un llamamiento a dejar los cultos falsos y a volver al culto del Dios vivo y verdadero” (1 Tes 1:9).
Alfred kÜEN, op cit, pp. 40-43.
Por el culto, el campo quitado por el Espíritu Santo al dominio del maligno queda ocupado y protegido; así sabe el mundo que, si está condenado por la presencia de la Iglesia, aún no está perdido, sino llamado a cambiar de dueño, y a reconocer como señor a quien es su salvador. Así, pues, la Iglesia mantiene abierta, no exclusivamente, sino también por su culto, la herida que la resurrección de Cristo y la efusión del Espíritu santo han producido en la autojustificación del mundo, y en este sentido prosigue la historia de la salvación.6 Cuando nos reunimos en el culto, realmente enfrentamos el mundo de las tinieblas ya que damos adoración al único y verdadero Dios, no a los ídolos; mediante nuestra oración resistimos al diablo (Stgo. 4:7), condenamos la obras de las tinieblas, y el Dios nos reviste de poder de lo Alto para luchar contra el enemigo (Ef 1:11, Col 1:13).7 Pero un queda una razón más para apuntar la necesidad del culto hoy, y es que el reino de Dios no está plenamente aún con todo su poder. Aunque ya está el reino como “levadura que leuda toda la masa”, aun no está totalmente. La Iglesia demuestra por el culto que Dios ha visitado el mundo en Jesucristo y aún lo sigue haciendo, que no estamos solos, perdidos, sino que Dios tiene un lugar para que nos entreguemos a El y El a nosotros. Pero este presentarnos delante de 6 Ibid, p. 119. 7 Cf. A. KÜEN, op cit, pp. 43-44.
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él hace algo extraordinario, nos permite presentarnos ante El “como éramos antes de la caída y como seremos después de la parusía”.8
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Finalmente, aunque no es lo más importante, el culto es “útil”, al menos en tres formas: pedagógica, ya que en el culto se nos enseña a ser cristianos, a encontrar a Dios, a encontrar al mundo, a encontrar al prójimo, se aprende la fe, la esperanza y el amor; tiene una utilidad sociológica en cuanto reúne a los hermanos y les da una cohesión más profunda y solidaria más esencial que la que se puede tener en el mundo; finalmente tiene una utilidad psicológica en tanto es espacio de refugio de paz y de alegría; es oportunidad de decirle al Señor que le queremos servir, ponernos a su disposición y decirle que le amamos.9 8 J. J. Von ALLMEN, op cit, p 120. 9 Cf. Ibid., pp. 120-122.
EL FRUT O DE L A ADORA CIÓN. FRUTO LA ADORACIÓN.
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n uno de los más grandes pasajes de la literatura universal, el escritor alemán Goethe, pone las siguientes palabras en la boca de uno de sus personajes: “Existe una cosa la cual ningún hombre trae consigo al mundo y sin embargo, de ella depende todo para hacer de él un hombre en todo el sentido de la palabra, esta cosa es reverencia”. Esta reverencia que impulsa a mirar hacia arriba, es la fuente de las otras reverencias, a saber, reverencia por lo que está alrededor de él y reverencia por lo que está debajo de él. Lo que quería decir el gran humanista aunque no lo expresara concretamente era esto: El logro de la verdadera humanidad, digna de ese nombre, es fruto de la adoración religiosa. Para ser, en el más puro sentido del término, un hombre para el hombre, esto es, uno que siente simpatía e interés por el prójimo y está preocupado con pasión por los menos afortunados que él, para lograr ese 21
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sentido de los humano, el hombre debe alzar sus ojos a los montes, es decir, debe adorar a Dios. Empero ¿qué significa adorad a Dios en un sentido cristiano? En esa mirada hacia arriba que caracteriza a la verdadera adoración, debe haber una conciencia sensible acerca de Dios, un conocimiento verdadero de Dios y una sincera aspiración hacia Dios. La verdadera adoración debe ir acompañada de un sentido del deber expresado en obediencia a Dios. Esta obediencia debe ser algo completamente diferente a la práctica de ejercicios religiosos, ya sean éstos simples o complejos o bien a la observancia de una conducta moralista. […] El verdadero significado de la adoración cristiana ha sido expresada en la frase “servicio divino”. Cualquiera que sean los elementos acompañantes de la adoración, siempre deberá ser ésta una expresión reverente y obediente de nuestro amor a Dios, junto con un servicio de amor a nuestro prójimo, a quien debemos considerar como un hijo de Dios. JUAN A. MACKAY. El Sentido Presbiteriano de la vida. Lo que significa vivir y adorar como presbiteriano. Tra. Abel CLEMENTE. México, El Faro. 1970, pp. 203-204.
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ADORAR Y
ALABAR En el diálogo de Jesús con la samaritana, ante la pregunta de ella sobre el mejor lugar para adorar a Dios, Jesús responde: Pero llega la hora, y es ahora mismo, cuando los que de veras adoran al Padre lo harán en un modo verdadero, conforme al Espíritu de Dios. Pues el Padre quiere que así lo hagan los que lo adoran. Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo de un modo verdadero, conforme al Espíritu de Dios (Juan 4:23-24).
La palabra adorar (proskynéo) significa fundamentalmente “besar”. En las esculturas egipcias se encuentran personas adorando con la mano extendida lanzando un beso a la divinidad. Entre los griegos, adorar es una palabra que se usaba para designar la adoración a los dioses y tiene el significado de “caer de rodillas”1 . En el A.T. el verbo adorar (hichtaHawah), aparece más de 170 veces y también hace referencia al gesto de inclinarse, encorvarse, hacer una reverencia. Este semitismo delimita la adoración de Jehová de toda adoración pagana, es decir, adorad a Dios es reconocer su superioridad, es levantar el rostro darse cuenta de su santidad y de la perfección de Dios.2 1 Cf. H. SCHÖNWEISS, “ Oración”, en L. COENEN, et al, Diccionario teológico del Nuevo Testamento. V. III. Trad. M. BALASCH, et al. Salamanca, Sígueme. 1980, p. 222. 2 Idem.
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Según el A.T. Israel se encontró en diversas ocasiones tentado a seguir otros cultos paganos, y los profetas continuamente lucharon contra ello. Los cultos paganos les eran atractivos al pueblo en parte porque no demandaba mucho del adorador, simplemente debía guardar ciertas “reglas rituales”, y en cuanto a su vida cada quién podría hacer lo que le pareciera. En cambio la adoración a Jehová implicaba que tanto los gestos externos, actitudes y palabras debían coincidir con una obediencia a la ley de Dios.3 En el N.T. adorar aparece en 59 ocasiones y sólo se utiliza en relación con Dios o con Jesucristo. La adoración debe darse sólo a Dios, no a los hombres ni a tampoco a los ángeles (Hech 10:25, Ap 19:10; 22:8). En Mt 4:9, cuando el Diablo pide a Jesús que se postre ante él y le adore, así demuestra claramente que él es el gran adversario de Dios. Jesús le responde que sólo a Dios le pertenece la adoración (Mt 4:10). Así la actitud de adoración muestra quién es el Dios al que se adora: Pues la relación del hombre con Dios se expresa de un modo especial en la adoración, sobre todo en la oración. De aquí que el llamado al arrepentimiento pueda adoptar la forma de un “adorad a Dios”, es decir, reconocer su poder creador y su majestad como juez, su soberanía excelsa y su exigencia (Ap 14:7).4 En Apocalípsis aparecen bien delineadas las características de la adoración: 1) Fijan la atención en el mismo Dios o en Jesucristo y lo que hace a nivel universal (Ap 4:8-11: creación; 15:3-6; 16:57: gobierno; 5:8-10: salvación; 11:8-10: consumación). 2) Expresan lo que es Dios para ellos y le atribuyen las cualidades más elevadas (eternidad , omnipotencia, gloria, sabiduría, santidad, poder, etc). 3) Se le aclama como a un rey (“digno eres”, “Salud”: Ap 4:11; 5:9-12; 7:10). 4) Llamamientos a la oración (aleluya, amén 7:12; 19:1,3-4). 5) Cesa toda súplica y acción de gracias meramente humana.5 Como vemos la adoración a Dios va más 3 Cf, A. KÜEN, op cit, pp. 60-62. 4 H. SCHÖNWEISS, op cit, p. 223. 5 Idem.
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allá de una expresión ritual, es como dice Juan Calvino: “la veneración y culto que cada uno de nosotros le da cuando se somete a su grandeza”.6 Por otro lado, se pueden mencionar algunas condiciones de aquel que quiere adorar a Dios para que esta sea en espíritu y en verdad:
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Debe acercarse a él (He 4:16; 10:22; Stg 4:8) con fe (He 10:22; 11:6,17, 28), con el corazón puro (He 9:14; 10:22), estando reconciliado con Dios (Ro 5:10; 2 Co 5:18) y habiendo sido hecho hijo de Dios (Ro 8:14; Gá 4:6) habiendo comprobado que Dios es bueno (Col 1:9,12). Debe acercarse confiadamente (He 4:15), sabiendo que ya no hay condenación para aquellos que están en Jesucristo (Ro 8:1) y que “si hemos pecado, abogado tenemos para con el Padre” (1 Jn 2:1). No se gloría nunca de lo que ha hecho (1 Co 1:29), sino de lo que Cristo ha hecho por él (Fil 3:3). El Dios a quien adoramos es el Dios vivo (Hch 14:13; 1 Ts 1:9; He 9:14; 10:31; 11:6), el Señor soberano (Hch 4:24, Fil 2:9-11, Ap 23:3) el Creador (Hch 4:24, Jn 2:24, 6:70; Ro 8:27), que se acerca a quien se acerca a él (Stg 4:8; Rom 10:12; 14:1-3; 15:7). Es el Dios que no cambia jamás (Mal 3:6, Sal 102:27; He 1:12; 13:8).7 6 J. CALVINO, op cit, II, viii, 16, p. 273. 7 A. KÜEN, op cit, pp.72-72.
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LITURGIA CELESTE (4,8b – 11)
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ivientes y Ancianos forman los dos coros de una sinfonía de alabanza. Representan el conjunto de la creación que acoge el don de Dios y canta su grandeza. El principio de los tiempos no es batalla entre dioses (teomaquía), ni generación cósmica (teogonía), sino creación (obra de Dios) y liturgia de alabanza (de las criaturas). Juan ha distinguido y vinculado aquí a Vivientes (4,8b-9) y ancianos (4,9-11). Los primeros alaban a Dios por lo que es, los segundos por lo que hace. Los vivientes, signo de la naturaleza que exalta a Dios , son espíritus del cosmos, ángeles excelsos que cantan sin sueño la gloria de Dios . Repiten el Trisagio (= Tres veces Santo) de Is 6,3, que forma la base de la Qedusa (Qados, Santo), oración fundamental de la liturgia judía, adaptada por los cristianos en el Sanctus de su eucaristía. Es muy probable que Juan utilice en 4, 8b un modelo judío, traduciendo Sebaot (de los ejércitos) por Todopoderoso (Pantockator: cf. 15,3 16,7 19,6 21,22). Así interpreta la Santidad de Dios como Poder que culminará en la nueva creación. Llaman a Dios el que Era, Es, y Está Viniendo ( 4,8c), como vimos en 1,4. 26
La novedad está en que ahora el Venir final se entiende como expresión de Omnipotencia: Dios es Todopoderoso en la medida en que Está Viniendo para realizar su acción en Cristo. Los que viven aclaman al Dios Viviente (4,9). Las figuras cósmicas (toro, león, águila, humano) son seres que viven (dsóa, animales) porque reconocen y cantan a Dios como único Viviente (ho Dsón) haciendo vivir (irradiando vida) a los Vivientes. Por eso ellos le cantan ofreciéndole gloria y honor (reconociéndole) y eucaristía (agradeciendo lo que ha hecho). Ésta es una liturgia judía, pero en su fondo se expresa la novedad del evangelio: el Poder de Dios que Viene se identifica con el Cristo, a quien veremos en Ap 5 como Cordero degollado, en gesto que se puede llamar eucaristía (acción de gracias por la acción de Dios en Cristo). Por ahora predomina el aspecto de la creación: Es una liturgia cósmica y los Ancianos, representantes de la humanidad, responden con su gesto y alabanza ( 4,10-11), unidos al cosmos en adoración (proskínesis: inclinados hasta el suelo ) y reverencia ( ponen sus coronas ante el Trono), diciendo: ¡Digno eres...! (Axiología: 4,11ª). Reconocen justa la alabanza de los
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Vivientes (cf. 4,9) y ofrecen a Dios gloria y honor, introduciendo poder (dynamis), como manifestación de Dios y de su obra salvadora en vez de eucaristía. ¡Porque has creado todas las cosas...! (Fundamentación: 4,11b). Como buen judío, Juan ha destacado la continuidad entre el Dios creador y culminador. Frente a toda gnosis, que comienza negando la creación, Juan la valora: allí donde se reconoce a Dios por su acción buena en el mundo, puede hablarse de culminación o recreación escatológica. Juan nos ha llevado al cielo para ver a Dios. Allí se funda todo lo que sigue. PIKAZA, Javier. Apocalipsis. Navarra, Verbo Divino, 1999, pp.81-82.
Adorar a Dios como lo describe Jesús, implica una proximidad novedosa del adorador hacia Dios mismo, es dirigirse “al Padre”, y el énfasis se hace en que ésta adoración ha de ser en “Espíritu y verdad”. Aquí debemos tener cuidado de no hacer una interpretación “espiritualista”, que es lo más común y por ello se ha eliminado el arte, el simbolismo, los gestos y aun la movilidad en los cultos, radicalizándose a una mera abstracción del culto perdiendo así mucha de la riqueza litúrgica. Jesús no está contraponiendo el culto externo por un culto interno en el espíritu del hombre, aunque sí es claro en la teología de Juan que los que adoran en espíritu y verdad sólo son los que han nacido de nuevo (Jn 3:3-8), ya que de otra forma el hombre no tiene acceso a Dios y a su reino. Así para la adoración en el espíritu, es necesario que el ser humano venga a Dios colmado del Espíritu de Dios (puesto que ha sido engendrado “de lo alto”por el Espíritu de Dios) y en verdadera unión con Cristo, que su mismo cuerpo glorioso es templo santo de
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Dios (2:21) y en él tiene lugar el verdadero culto, así, el verdadero adorador no es individualista, sino que es parte de la grey del Señor. La verdad, por su parte, se refiere a la verdad revelada por Jesús, en la cual tiene participación los creyentes.8 Podemos mencionar entonces que: La adoración es la experiencia más espiritual, creadora, renovada, gozosa, importante e influyente en la vida del individuo, su iglesia y la comunidad. Los asistentes en el culto desarrollan una relación especial y dinámica con todos los otros feligreses y con Dios9 . En cuanto a la alabanza, el A.T. usa el término hillel en más de 50 ocasiones en los Salmos y el N.T. usa la palabra aínos exclusivamente para la alabanza a Dios. La alabanza es la expresión oral de la adoración.10 La alabanza es una profunda admiración que se expresa en cantos dirigidos a la persona que ha suscitado este sentimiento. Tanto el término hillel como el de aínos, significan en primer lugar lanzar un grito de admiración. También la alabanza se expresa por medio de expresiones gozosas (1 Cr 23:5; 2 Cr 5:13; 7:6; Esd 3:11), por gritos lanzados para animar a los demás a unirse a la alabanza (aleluya) y sobre todo por medio de cánticos, a menudo acompañados por una orquesta y un coro (1 Cr 15:16; 2 Cr 5:12; Neh 12:27; Sal 149; 150) […] A veces, la alabanza se expresaba con todo el cuerpo en la danza (Ex 15:20; 2 Sam 6:14).11 Con lo anterior y teniendo en cuenta que la alabanza no surge por naturaleza en el corazón del ser humano, sino que es el Espíritu Santo el que la suscita, podemos decir que “la alabanza verdadera es ante todo afectiva: nace de un sentimiento interno, 8 Cf. Rudolf SCHNACKENBURG, El evangelio de Juan. Versión y comentario. T. I. Trad. Alejandro e. LATOR. Barcelona, Herder. 1980, pp. 506-510. 9 M. T. CARTY y J. W. CARTY, “La adoración de Dios”, en M T. CARTY (ed), Comunicación y proclamación del evangelio hacia el siglo XXI. Múltiples ideas para la comunicación contemporánea de la Palabra de Dios. México, CUPSA. 1984, p. 75. 10 A. KÜEN, op cit, p. 74. 11 Ibid, p. 74-75.
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de un gozo y una alegría que surgen del corazón (Sal 4:8; 33:21; 103:1; Lc 1:46)”.12
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Pero la alabanza que va dirigida a Dios, ha de expresar ese mysterium tremendum. Por muy bellos que sean algunos cantos, y que manifiesten una gran admiración ante Dios, no hay que olvidar que los ángeles según los describe Isaías (Is 6), sólo alcanzaron a decir unas pocas palabras ante tal pasmo de estar en presencia del Dios santo, como menciona Rudolf Otto, se dirigen a Dios en tercera persona y no como a un tú. De hecho no siempre se puede tutear al Altísimo y en general nunca. Santa Teresa trata a Dios de “Eterna Majestad”, y los franceses de vous. Goethe se acerca al tremendum mysterium de lo luminoso cuando dice a Eckermann (el 31de diciembre de 1823): “Las gentes tratan el nombre de Dios como si el Sumo Ser fuera un igual suyo. De otro modo no dirían: el señor Dios, el amado Dios, el buen Dios. Si estuviesen penetrados de su grandeza quedarían mudos y no podrían nombrarlo de pura veneración.13 La alabanza y la adoración a Dios es una de las experiencias más impresionantes para el ser humano, que le 12 J.C. LAMBERT, Iseb iv, p. 2429. 13 Rudolf OTTO, Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios. Trad. Fernanado VELA. Madrid, Alianza. 1980, p. 48, nota 2.
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pueden hacer permanecer por encima de cualquier situación, ya que le llena de esperanza y gozo, pero también le equipa para la vida. Emilio Castro daba un testimonio de lo que puede significar la adoración y la alabanza a Dios. En Rusia el soviet estableció una disposición constitucional por la cual existe libertad de cultos y existe libertad de propaganda religiosa, pero la iglesia está reducida al culto o a la misa. Nada más. No se pueden tener actividades con niños, con jóvenes ni con ninguna otra cosa que no sea estrictamente la liturgia. Nuestros amigos comunistas creían que siendo el culto una manifestación del opio de la religión iba a desaparecer paulatinamente al perder los apoyos sociales en una sociedad socialista. Sin embargo, una de las experiencias más impresionantes que uno puede tener es participar en una misa de la iglesia ortodoxia rusa, en la cual los fieles permanecen tres horas de pie (no hay un solo banco en las iglesias), apiñados uno contra el otro, participando con sus cantos en una alabanza que revela la potencia de la adoración para mantener viva la llama de la fe, la llama de la afirmación de la libertad del ser humano para religarse con lo eterno que difícilmente puede ser quebrantada.14
¡LA ADORACIÓN PUEDE SER PELIGROSA!
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Ningún error más fatal que pensar que la adoración es un placentero pasatiempo espiritual para el deleite sublime del alma! El Apocalipsis nos enseña la asombrosa seriedad, las solemnidad y la peligrosidad de la verdadera adoración. En las categorías de Soren Kierkegaard, la “adoración” a un nivel meramente estético, por bella que sea, no es más que una blasfemia y abominación delante del Señor. La verdadera adoración tiene que llevarnos al nivel ético y existencial. Estar delante del Señor de la historia, que está sentado en el trono, significa tener que comprometernos históricamente con su voluntad. Cuando nos hallamos frente al ocupante del trono, cuando nos hemos arrodillado delante del Señor del universo, se nos transforma nuestra visión de todas las cosas. Es imposible adorar verdaderamente sin comprometernos en el acto con los valores del Reino y la voluntad de aquél que está sentado en el Trono. De lo contrario, no es adoración sino hipocresía. Nuestro Dios es el Señor del 30
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universo, de la historia y de todas las naciones: adorarlo es ponernos incondicionalmente a su disposición hasta las últimas consecuencias para ser colaboradores con él en sus propósitos. La adoración y la oración son los actos más revolucionarios que podemos realizar. La adoración verdadera nunca puede ser históricamente escapista ni políticamente neutral. En las doxologías de estos capítulos [Ap 4-5], como en todo su libro, Juan de Patmos declara explícitamente y sin titubeos sus opciones ideológicas. Entre alabanza y alabanza van fuertes denuncias de la idolatría del sistema imperialista, y no por eso hay menos adoración sino todo lo contrario, una adoración auténtica. Una adoración espiritualoide y etérea, por muy piadosa que parezca, no tiene nada que ver con aquél que está sentado en el trono y con su Reino de justicia. Aunque se hallaba prisionero por su fe, Juan de Patmos no tenía miedo, en su adoración como en todo su libro, de declarar su compromiso con el Señor de señores y de denunciar las idolatrías, injusticias y opresiones de su época. Su adoración era un auténtico acto de fe y compromiso a los pies del Señor de la historia. Una adoración de este tipo siempre parecerá subversiva y será peligrosa. En todo su libro Juan está llamando a los fieles a ser consecuentes con su fe y su adoración, aun cuando para unos significaría una muerte segura. STAM, Juan, Comentario bíblico iberoamericano. Apocalipsis. T.1. Buenos Aires, Kairos, p. 195.
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LITURGIA El culto en la Biblia se entiende como servicio. En el Judaísmo al igual que en el A.T. la relación del ser humano con Dios se dá en términos de servicio, en donde el hombre es el servidor o el siervo de Dios. En el A.T. la palabra ´abad, se traduce como servicio, pero específicamente como servicio a Dios. Por ejemplo en Ex 4;23; 7:26; 8:16; 9:1 en donde Moisés exige que el pueblo pueda ir a “servir a Dios”, se refiere sobre todo al culto.1 En el N.T. la palabra latreoú, se utiliza en sentido de culto religioso (Hech 24:14; Lc 1:74; 2:37). Pero en Hech 24:14, específicamente se refiere al culto interior, del corazón: la fe y la oración. Según Rom 12:1 que usa la palabra latreía, y junto a Rom 9:1 y Fil 3:3, el ser humano en tanto es tomado por el Espíritu Santo para el servicio del evangelio y llega a esa entrega total de la propia vida, es hasta entonces que practica el culto auténtico.2 Debemos tener en cuenta por otro lado, que el culto tiene una relación con la cultura, o al menos, así debería ser. “La cultura incluye todo lo que el ser humano realiza en términos de valores morales, espirituales, estéticos, intelectuales y políticos”.3 El culto se dá en medio de una comunidad, la cual pertenece a una cultura determinada y por lo tanto con una visión y un cuadro de valores específicos hacia los cuales el culto se dirige. La cultura es importante para el culto, ya que éste se vale de aquella para ser entendible y coherente: la lectura de la Biblia en lengua vernácula, la predicación en lengua vernácula también, los instrumentos y ritmos musicales específicos de una cultura, etc. “Los vocablos 1 K. HESS, “Servicio, en L. COENEN, et al, op cit, T IV, pp 216-217. 2 Idem.
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culto y cultura nacen de una misma raíz latina (del verbo colere) que quiere decir, cuidar, ennoblecer, mejorar”.4 Pero la relación entre culto y cultura va más allá, nos presenta retos como el de crear una liturgia que “nazca de la tierra” (cultural), celebrar nuestra fe con nuestra propia cultura, en medida de ello, nuestra liturgia será cristiana, como menciona Carmelo E. Alvarez, “al celebrar a Cristo en nuestra cultura afirmamos nuestra autenticidad: toda liturgia es cristiana precisamente por ser encarnada culturalmente”.5 Lo anterior es porque el presupuesto básico de la redención en Cristo está en que él se encarnó (Jn 1), pero no se encarnó en abstracto, sino en una cultura determinada: judía. Dios mismo asumió el “rostro humano” y el “rostro de la cultura humana” en Jesús, quien asumió, pero también criticó la cultura en que vivía. Desde luego, que hay elementos culturales que no son acordes a los valores del reino, por lo que se demanda hacer una valoración crítica de la cultura, en especial con los aspectos alienantes (machismo, clasismo, racismo, etc). Una cultura alienante: que es una cultura de la clase dominante que pretende imponerse sobre las clases dominadas para hacerlas pensar, sentir y vivir como ellas. Expresa los antivalores de la sociedad de consumo, convierte la vida en mercancía que se puede comprar y vender; adormece al pueblo haciéndole vivir según moldes extranjeros, y niega el cambio porque inyecta un conformismo con todo lo establecido. [… por otro lado] Una cultura del pueblo: que es ambigua, contiene elementos de resistencia e identidad, pero que están mezclados con elementos de dominación. Expresa algunas concepciones equivocadas como el machismo, la confianza en los milagros, la resignación, el conformismo; pero 3 Carmelo E. ALVAREZ, El protestantismo latinoamericano. Entre la crisis y el desafío. México, CUPSA. 1981, p. 70. 4 Edwin MORA GUEVARA, “Pastoral protestante en el contexto cultural latinoamericano”, en E. MORA G, Liturgia 1: Celebración. Curso de lectura. San José, UBL, 2000, p. 15. 5 Carmelo E. ALVAREZ, op cit, p. 72.
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a la vez tiene presentes las esperanzas, alegrías, tristezas, visión del mundo que tiene nuestro pueblo.6
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Sobre el sentido del culto cristiano, lo veremos en la próxima lección, solamente adelantaremos que el culto cristiano es la recapitulación de la historia de la salvación. Otro término importante es el de liturgia. En Heb 8:2, aparece Cristo como el gran liturgo (leitourgós), y puesto que es el verdadero sumo sacerdote, ha realizado una liturgia (leitourgía) muy diferente (8:6), que es su sacrificio único y válido de una vez y para siempre (Heb 10:10). En Rom 15:16, Pablo se refiere así mismo como un liturgo de Cristo (celebrante). En Hech 13:2 “un dia, mientras estaban celebrando el culto al Señor y ayunando, el Espíritu Santo dijo…” se aplica la palabra leitourgéo, para expresar la oración comunitaria. También es liturgia el ayudar con bienes materiales a otros (Rom 15:27, y 2 Cor 9:12).7 Por otro lado, liturgia significa “obra del pueblo”. La palabra leitourgia proviene del griego clásico y está compuesta por dos raíces: leitos (del gr. laos: pueblo), y ergon: acción, obra. Así liturgia es obra del pueblo. De este
6 Edwin MORA GUEVARA, “La recuperación crítica de nuestra cultura”, en E. MORA G, op cit, p 15. 7 K. HESS, op cit, p. 219.
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modo, la liturgia es más de lo que hacemos en un culto en un edificio. La liturgia tiene que ver con lo que hacemos y vivimos en la cotidianidad, celebrando y proclamando el reino de Dios. Sin embargo, también se entiende por liturgia “todo lo que se dice y se hace dentro de un culto”. Pero sobre todo, debemos tener en cuenta que la meta última de la liturgia no es el hombre, sino Dios, en especial, la glorificación de Dios. La liturgia es encuentro o contacto entre Dios y el ser humano: “Sólo que aquí no se trata todavía de un encuentro completamente inmediato, sin intermediario, sino de un encuentro que se lleva a cabo en Cristo como punto de cita”8 . Queremos concluir esta lección uniendo los términos de culto y liturgia por medio de la siguiente definición que nos da Nelson Kirst: CULTO es el encuentro de la comunidad con Dios. LITURGIA es el conjunto de elementos y formas a través de los cuales se realiza ese encuentro […] El encuentro en el culto sólo es posible porque Dios lo permite y porque Dios lo ordenó.9 8 A. VERHEUL, Introducción a la liturgia. Para una teología del culto. Trad. Alejandro E. LATOR. Barcelona, Herder. 1967, p. 17. 9 Nelson KIRTS, El culto cristiano. Historia, teología y formas. Ecuador, CLAI, 2000, pp.1-3.
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EL CULTO Y LA ETICA EN EL A.T.
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a interacción entre el culto y ética, cima de toda espirituali dad Si el culto es el momento central de la vida de Israel, no es sin embargo el único. Está además toda la vida profana, sobre todo la vida social en el interior de la comunidad. A está parte, la más extensa de la vida, le ha reservado una especial atención la tradición sacerdotal. Pero a su manera, vinculándola estrechamente con la actividad cultural Lo mismo que los seis días de la creación terminan en el día séptimo y son llevados a cumplimiento por él, recibiendo de él su sentido y su función, y lo mismo que los seis días de trabajo del hombre encuentran en el culto, tal como lo concibe el sacerdotal, su razón de ser y su modalidad. Los seis días de la semana prepararan para el culto y son regulados por el culto. La emanación sacramental y ética se convierte en propedéutica para el culto. Como tal, la tradición sacerdotal lo hace objeto de normas concretas de comportamiento, que podemos encontrar en las llamadas “ley de pureza” (Lev 11-16) y “ley de santidad” (Lev 17-26). La primera recoge ciertas prescripciones que atienden apartar de la vida cotidiana todo lo que hace “impuro”,
lo que aleja de Dios e impide acercarse a él de la manera más convincente en el culto. En este lugar se traza la lista de los animales que se pueden comer y de los que hay que evitar, de las enfermedades que se consideran infecciosas y por tanto contaminantes, de las enfermedades venéreas. No es difícil comprender que en muchas de estas prescripciones se guarda el recuerdo de arcaicas preocupaciones higiénicas o de concepciones ancestrales de tipo mágico. Para el sacerdotal la razón tiene que encontrarse en exigencia de santidad del pueblo de Yahvé. “Así pues santificaos y sed santos, porque yo soy santo; no contaminéis personas con ninguno de estos animales.” (Lev 12-44). La segunda ley, por el contrario, prescribe todo lo que necesita para ser idóneos en el culto, para ser puros o, como se dice más ordinariamente, para ser “santos”. Esto quiere decir que “santo” en el lenguaje Bíblico no connota inmediatamente la vida moral correcta y virtuosa, sino la relación con el culto; también la santidad se entiende como separación de lo profano, como sacralidad. Es santo lo que es sagrado pero también es santo lo que está en conformidad con la ley del Señor. En este último caso equivale a justo. 37
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Para alcanzar la santidad como justicia se dan en el Levítico las prescripciones de los capítulos 18 y 19. En el primero se prohíben las prácticas incestuosas y otras prácticas sexuales graves. La prescripción de estas prácticas procede de una época muy remota, la de los clanes nómadas israelitas. En aquel contexto atendían a la salvaguardia de la integridad de la sangre mientras que el contexto actual se presenta como normas impuestas por Dios. En el capítulo 19 es más rico desde el punto de vista ético. Recoge prácticamente todos los preceptos sociales del decálogo elohísta ( Ex 20,12-17) y no pocos preceptos del código deuterenómico; contiene, entre otras cosas, la norma del amor al prójimo según la medida del amor a sí mismo (Lev 19-18), que hay que demostrar no sólo con los miembros de la propia comunidad “los prójimos”, sino también con el forastero domiciliado (Lev 19-43). Los otros capítulos se refieren a la idoneidad cultural de los sacerdotes (Lev 23), a otras prescripciones del culto (Lev 24 ), al año sabático y al año jubilar ( Lev 25 ), a las sanciones a través de las bendiciones y las maldiciones (Lev 26 ). En la ley de pureza y santidad, especialmente en los capítulos 18 y 19, aparece a menudo la formula (Yo soy el Señor) “aní Yahvé “. Con ella se abre y se cierra la lista de las normas ( Lev 18 ); además, está presente después de cada precepto (Lev 19 3.4.10; etc.). Es claramente una forma de autopresentación de Dios a través de su nombre. Puesto 38
que ésta formula en un puesto sacerdotal es pronunciada por Dios ante Moisés, pero se propone además como fórmula que ha de repetir Moisés, a los esclavos de Egipto (cf.Ex 6, 2-8 ), algunos piensan que los sacerdotes la utilizan en el culto a imitación de Moisés. En el culto tenía un valor teofánico. En la proclamación del nombre de Yahve por parte de los sacerdotes, Dios se revelaba a la comunidad reunida en asamblea. Pero, ¿qué sentido tenía la proclamación de este nombre? a la fórmula se le solía añadir una continuación de este tipo: “Yo soy Yahvé, vuestro Dios”, que os hice salir del país de Egipto” ( Lev 19-36 ); “ sed santos, porqué yo, Yahvé, soy santo” (Lev 19,2b). El nombre de Yahvé expresa la identidad de Dios y la identidad de Yahvé se indica en el hecho de que él es el Dios de Israel, el Dios de su salvación, el Dios de la santidad o de la trascendencia. Se comprende ahora cuál era la motivación profunda de las normas sacerdotales. Han sido dadas por aquél Dios que adquirió el derecho a imponerlas en virtud de la historia que él realizó a favor de Israel. En su calidad de Dios de su liberación, Yahvé puede exigirle a Israel que se muestre dependiente de su voluntad. En está perspectiva la tradición sacerdotal vuelve a copiar la línea de las otras tradiciones que fundamentan el derecho de Dios en sus intervenciones en la historia (cf. Ex 19; 4;20,2,34,10). Pero el sacerdotal recurre más habitualmente a otra dimensión de Yahvé: su santidad o su trascendencia, tal como
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se revela en el culto. Dios es el distinto, aquél que abomina el pecado, de la injusticia o el abuso cometido contra los demás del deshonor que se le ha hecho al prójimo. No es posible acercarse a él sin ser santos a su imagen e imitación (Lev 19,2 ) por consiguiente, hay que vivir la vida de cada día como un compromiso por reproducir la santidad de Dios, las relaciones con los demás hombres como un momento de la revelación del amor con que Dios los ama. De aquí las normas que se refieren al prójimo: desde la prohibición de robar o engañar al otro hasta la de jurar en falso, a la opresión del prójimo, a la retención injusta del salario, al desprecio a los sordos, a la injusticia en los juicios, etc. (Lev 19,11,16 ). De aquí la norma que es como la cima de toda ética del autor sacerdotal: el amor al prójimo (Lev. 19,18). Todas las normas precedentes son negativas, prohíben obrar mal contra los demás hombres. En Lev 19,17 se prohíbe el odio, la venganza, el rencor, pero se da a comprender enseguida que estos sentimientos negativos tienen que verse superados por el amor positivo y práctico, tan generoso y tan amplio como el de cada uno reserva para sí (Lev 19,18 ). Del culto a Dios al amor al prójimo. Tal es el círculo esencial de la comunidad judía, tal como la concibe y nos la presenta el sacerdotal en el Sinaí. Si se entra en contacto con el Dios santo no cabe más remedio que ser santos: “ Yo soy el Señor que os santifica” ( Ex 31,13; Lev 20,8). Y Dios santifica, es decir, hace suyos, cuando los hombres
se muestran atentos a sus mandamientos y los cumplen. Es éste precisamente el contexto en que aparece la fórmula (cf. También Lev 2, 23; 22, 2.16). En consecuencia, un culto es auténtico cuando se vé verificado por la vida. La vida puede con toda justicia llamarse plena cuando del servicio a los hermanos se pasa al de Dios. Dios y los demás en la propia vida: es éste el programa y la espiritualidad de la tradición bíblica más reciente del Pentateuco. A. FANULI. “La espiritualidad de la Torá”, en BONORA, Antonio, Espiritualidad del antiguo testamento. Tra.A. ORTIZ G. Salamanca, Sígueme. 1994, pp. 101-104.
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EL CULTO RECAPITULA LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
EL CULTO RECAPITULA LA HISTORIA
DE LA SALVACIÓN1
Después de haber visto que Cristo ofreció el culto perfecto a Dios y que Jesucristo está presente como Señor en el culto que celebra la iglesia, vamos a ver que, el culto recapitula, es decir, resume, confirma o bien, repite la historia de la salvación. Pero el culto recapitula la historia de la salvación en dos sentidos: cronológico y teológico. Cronológico porque la historia de la salvación se rige por la obra redentora de Jesucristo en su muerte y resurrección. La historia de la salvación por otro lado la encontramos en la Biblia de la siguiente forma: ANTIGUO TESTAMENTO. Creación (del mundo y el ser humano) Caída (la muerte entró al mundo por un hombre: Adán) Promesa (Dios promete la vida por medio de un Salvador)
NUEVO TESTAMENTO.
Cumplimiento de la promesa (Nacimiento del Salvador) Muerte (Muerte salvífica de Cristo para darnos vida) Resurrección (Resurrección de Cristo y promesa de salvación para todos: por un hombre entró la salvación al mundo: Cristo).
1 Las bases de esta lección se deben a J.J. Von Allmen, op cit, pp 31-40.
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EL CULTO RECAPITULA LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
El culto cristiano es una anámnesis (memorial) de la obra realizada en Cristo (La Santa Cena se celebra en memoria de él). Este memorial no es sólo un “recordatorio”, sino la reactualización de la obra de la salvación y sobre todo un compromiso con esta historia. Es actualizar la historia bíblica donde el pasado y el presente se confunden, y al igual que en Ex 12:14, el culto es memoria histórica de compromiso. Pero el culto no se queda sólo en los acontecimientos del pasado, sino que apunta al futuro también, porque la historia de la salvación es pasado, presente y futuro. Pero es en el culto donde todo se junta. Es la anticipación de la venida del Señor y de su reino (Mt 26:29). Ahora bien, ¿quién hace posible esto? Es sólo obra del Espíritu Santo. El permite que de alguna forma “comprendamos” el sentido del culto y vivamos esa historia de la salvación en el sentido de que reactualiza el pasado, anticipa el futuro y glorifica el presente donde Cristo está presente. Así el culto cristiano “es un fenómeno de gloria”. Es alegría por sobre todas las cosas (Hech 2:46; 16:34; 1 Pe 4:13; Jds 24), el culto es fiesta. Y aunque se proclama la muerte del Señor (1 Cor 11:26), se celebra su victoria (Fil 2:9-11). Esto debería dar sus frutos en la liturgia y en la celebración de nuestros cultos en nuestra tradición protestante: más que un duelo es una acción de gracias. Aquí cabe a propósito una nota. Cuando decimos que el culto debe ser “solemne”, por lo regular pensamos que el culto debe ser frío, sin gozo, estructurado, “serio”, etc. Sin embargo, la palabra “solemne” tiene otro sentido, solemne es “una fiesta hecho con extraordinaria pompa”2 . Lo solemne implica una celebración “bien hecha”, por otro lado, la palabra “solemne” en la Biblia, va acompañado del término “fiesta” (Ex 14:12; Dt 16:8). Regresando al tema del culto como recapitulación de la historia de la salvación, podemos decir que el culto también es ese culto “paradisíaco” que Dios esperaba de su relación con el ser humano. Dios creó al ser humano para que éste se encargara de ser el “gran litúrgo” de la creación, es decir, llevar al mundo entero a la creación”. “¿Cuál es el fin principal del hombre? Glorificar a Dios y gozar de él para 2 Ramón GARCÍA-PELAYO, Pequeño larousse ilustrado, 1991. Marsella, Larousse, 1991, p.935.
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siempre” nos enseña la primera pregunta del catecismo menor de Westminster.
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Desde luego que ese diálogo abierto y veraz del ser humano con Dios se perdió en el momento de la caída, pero cuando celebramos el culto “saboreamos” por un momento ese diálogo con Dios, de esta forma el culto es la vanguardia de esa adoración cósmica de la que Pablo habla en Rom 8:18 y que apunta a la restauración total. Hasta aquí la exposición del primer punto. El segundo punto es hacer notar que el culto cristiano es recapitulación de la historia de la salvación en un sentido teológico. La salvación se divide en tres puntos principales teológicamente: se da la voluntad salvífica de Dios, es decir su deseo expreso de salvar al ser humano (desde génesis, pasando por los profetas), en segundo lugar se da la reconciliación que hace posible esa voluntad salvífica de Dios y por último Dios mismo protege y defiende la eficacia de esa salvación. Pues bien, en Cristo se resumen estos tres aspectos de la salvación por medio de tras ministerios como profeta (proclama la voluntad salvífica de Dios), sacerdote (se ofrece en sacrificio por la redención de nuestros pecados) y rey (él mismo es quien defiende nuestra salvación, es soberano). Así el culto cristiano es profético (proclamar la voluntad de Dios); sacerdotal (ministración de la Santa Cena) y real 43
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(donde los que participan son “libres” por su Señor para que con gozo le adoren).
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EN EL CULTO SE MANIFIESTA LO QUE
LA IGLESIA ES1
¿Dónde está la iglesia? Donde se predica la Palabra, se administran correctamente los sacramentos (bautismo y Santa Cena) y donde se aplica la disciplina. Esta fue la respuesta de los reformadores y prácticamente se refieren al culto. En el culto sucede la epifanía (manifestación divina) de la iglesia, por lo tanto si queremos saber algo de la iglesia veamos su culto. En primer lugar, cuando la iglesia celebra el culto se convierte en una asamblea litúrgica. Por medio del culto se hace ella misma y se confiesa a sí misma, sobre todo se convierte en lo que en el Antiguo Testamento se denominaba la qâhâl Yahvé. Esta qâhâl Yahvé, es la asamblea de pueblo salvado de Egipto y confirmado como pueblo santo en el Sinaí (Dt 4:10). El “día de la asamblea” se conocía como el iôm haqâhâl (Dt 9:10; 18:16). Así se designa a Israel en varios momento de su historia y que son momentos importantes: después de la toma de Haai (Jos 8:30), la dedicación del templo de Salomón (1 Re 8); cuando Moab y Amón amenazaban a Israel (2 Cro 20:5)y en las reformas de Israel (2 Cro 29-30); pero sobre todo en los grandes acontecimientos de la historia de Israel. Cuando el pueblo de Israel toma conciencia de sí mismo y conlleva la presencia y la bendición de Dios junto con su palabra y sacrificios ese momento el pueblo de Israel se manifestaba como qâhâl Yahvé. 1 Las bases de esta lección se deben a J.J. Von Allmen, op cit, pp 41-56.
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Cuando la el A.T. se tradujo al griego (la septuaginta, LXX), cuando aparece el término qâhâl Yahvé en hebreo, se traducía la griego por el término ekklesia, es decir iglesia. Así cuando ahora la iglesia celebra el culto, se manifiesta como la antigua qâhâl Yahvé, asamblea de Dios que ha sido liberada de la esclavitud. Cuando en al A.T. el pueblo de Israel se reunía para escuchar la voz de Dios, cuando el Señor tenía un mensaje especial para el pueblo, le de decía a Moisés reúneme a la asamblea (qâhâl Yahvé) (Dt 4:10). De este modo, ante que un término jurídico, o sociológico, la iglesia es un término litúrgico. Para poder conocer la iglesia hay que vivir su culto, más aún que los credos o confesiones de fe, el culto revela a la Iglesia ya que por el culto ella misma da testimonio de su fidelidad. En primer lugar diremos que la iglesia aparece en al culto como una comunidad bautismal, muestra que no pertenece al mundo, sino que los que participan de el culto han muerto al mundo y ahora son de Cristo (Rom 6:3-11). El pueblo de Israel fue constituido pueblo de Dios solo después que cruzó el Mar Rojo y bautizado en él (1 Cor 10:1-4). La Iglesia aparece en el culto también como una comunidad nupcial, al declararse como la fiel esposa de Cristo. Cristo murió por ella para presentársela a sí mismo en fidelidad (Ef 5:25-27). En el culto la iglesia declara “si” a la palabra de su Señor, a su llamado. La Iglesia se da en fidelidad y no honra a otros dioses, ni a ella misma. Pero se presenta como esposa que obra en gozo, justicia, fidelidad y santidad (Ap 19:7-8). En el culto la iglesia aparece también como una comunidad universal (católica). Porque en el culto se rompen la barreras sociales y antropológicas, es decir, la Iglesia en el culto se convierte en un lugar de acogida para todos, como la posada en donde el buen samaritano dejó al herido (Lc 10:34). Es ir a la presencia de Jesús quien invita a todo aquel que está trabajo y cansado. El culto une lo que el mundo separa o confunde, en un culto pueden estar ricos y pobres juntos; blancos, negros e 46
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indígenas; niños, jóvenes y ancianos; mujeres y hombres. Todos tienen la misma oportunidad y el llamado de predicar y presidir el culto, somos “sacerdocio universal” (Gal 3:28; 1 Pe 2:9).
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Pero la iglesia aparece como universal (católica) también en el sentido de que traspasa el tiempo y el espacio. El culto une los siglos, nos recuerda lo que ha pasado en la historia de la salvación y mantiene en memoria lo prometido por Dios desde la creación hasta el fin del mundo. Por otro lado tenemos comunión también con la iglesia del pasado, es decir, nuestro culto, no es solamente el culto de una comunidad especifica en el tiempo y en un área geográfica determinada, sino que junto con la iglesia del pasado y aun de otro lado del mundo, compartimos la fe de los que ya vivieron (y siguen vivos por la fe en Jesucristo) y los que vivirán en cualquier parte del mundo. El culto nos une en muchos sentidos, de ahí que no podamos hablar de una iglesia “puramente cristiana o exclusivamente cristiana” sino que cualquier iglesia, del tipo que sea, comparte con otras iglesias algo de la fe. Así, hablar de una “iglesia sin denominación” es solo una ilusión, ya que tendrá que identificarse con la fe de la iglesia “universal”. Pero eso también vale para enfermizo “orgullo denominacional”, iglesia solo es la de Jesucristo y es una sola: la iglesia universal. 47
EN EL CULTO SE MANIFIESTA LO QUE LA IGLESIA ES
En el culto la iglesia también toma conciencia de ser una comunidad diaconal, es decir una iglesia que está llamada a servir, no así misma, sino servir para Dios y para los seres humanos. El culto hace de la iglesia un cuerpo con una diversidad de miembros en donde se ayudan mutuamente para el la obra de la salvación. Finalmente mencionaremos que el culto hace aparecer a la iglesia como una comunidad misionera. Es decir, el culto es llamamiento a la adoración, pero también es envío, es comisión, es el lugar en donde se nos recuerda el encargo de Jesús (Lc 24:46-53). De hecho el término “misa” viene del latín “enviar”, así es como ha de entenderse el sentido de misa, y no en el sentido de sacrificio sacramental (como en la tradición romana).
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EL CULTO, FIN Y FUTURO
DEL MUNDO
Hemos visto que el culto hace de la iglesia una comunidad bautismal, es decir, una comunidad que ha muerto al mundo y ha resucitado en Cristo. Por ello el culto hace una distinción entre lo común y lo que es específico del Señor. Es decir, el culto mantiene una división entre los “sagrado” y lo “profano”. Esto se debe a que el culto le da su lugar a los sacramentos, al tiempo y a la esperanza de la nueva era inaugurada por Jesucristo para no confundirlos con lo común ya que esto es una gracia. Es necesario que la Iglesia recuerde que aun está el mal en el mundo, para no llegar a santificarlo todo (aun el mal, las injusticias, las diferencias, los Estados perversos). La iglesia no debe olvidar ser la “alteridad del mundo”, no debe perder de vista su carácter sagrado. La Iglesia ha de aparecer ante el mundo como pueblo profético, sacerdotal y real. ¿En qué sentido se dice que el culto es amenaza para el mundo? En primer lugar porque el culto es la negación de la autojustificación del mundo, dice “no” a las pretensiones de poder y gloria del mundo, los niega con la gran confesión “Jesucristo es el Señor”. El culto recuerda que el cuerpo y la sangre de Cristo fueron ofrecidos para salvar al mundo, y que es necesario que este 1 Las bases de esta lección se deben a J.J. Von Allmen, op cit, pp 41-56.
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mundo muera para que tenga un sentido: sólo adquiere sentido más allá de la muerte, en la resurrección de Cristo. Así el culto es la peor negativa a las pretensiones de poder y gloria del mundo. El culto es además eminentemente político: recuerda al Estado su carácter limitado y provisional de su poder. La gloria y el poder sólo son de Dios y no de ningún rey o gobernante. Por otro lado el culto reúne a los que han sufrido el juicio final en el sacramento (bautismo) y han sido transplantados al reino de Dios (Col 1:13). Es decir, quien ha sido bautizada ya ha “muerto con Cristo” y “ha resucitado con él” (Rom 6). De esta forma quienes participan del culto y han sido bautizados niegan las pretensiones del mundo de vida y gloria. Pero también para los que participan en el culto, este es una amenaza, ya que si son santos, han de serlo en verdad. El culto también es amenaza para el mundo al anunciar el juicio de Dios y la necesidad de arrepentimiento. En la predicación, se exhorta a renuncia a sí mismos. Es un “exorcismo” en el sentido de que se devuelve a Dios lo que le pertenece. En la Santa Cena, al ser una prefiguración del futuro se manifiesta que a la mesa del señor se llega por medio de un juicio divino, Mt 22:11, 1 Cor 11:28; 16:22. Finalmente en la oración también se manifiesta el juicio de Dios, ya que se invoca al juez y se pide ser juzgado: “venga tu reino”. El culo cristiano también es una protesta contra los cultos no cristianos. El culto cristiano desenmascara la vanidad y la perversión de los cultos imaginados en este siglo. Sobre todo los cultos totalitarios y pervertidos (Rom 1:24-32). En el culto cristiano se provoca a los no cristianos porque se declara el señorío de Cristo y la derrota de Satanás. Es necesario decir que el culto no solo es “fin”, sino también “futuro” del mundo, ya que en el culto se adora al Dios de la vida y al Jesucristo, esperanza del mundo (Tim 1:1, Col 1:27), él no solo condena, sino que perdona y hace vivir. La Iglesia en el culto 50
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hace lo que el mundo no puede: adorar a Dios.
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La finalidad de dios era crear al mundo para que conducido por el ser humano encontrase la plenitud y celebrara a Dios (Gn 1-2:4). Jesús devuelve la paz a toda la creación (Mc 1:13, Mt 10:29; 8:23; 14:13-15). Pero también la iglesia cuando celebra el culto, hace la obra de “intercesión” por el mundo, un mundo caído, en muerte y sin esperanza, un mundo en pecado y en tinieblas. La iglesia al celebrar el culto cumple con el ministerio de intercesión de Abraham por Sodoma y Gomorra.
Por otro lado, el culto manifiesta un futuro de esperanza, es el culto y no Hiroshima lo que nos proporciona una imagen más precisa del futuro del mundo. El culto no es solo esperanza, sino que a sus participantes les envía a proclamar la esperanza.
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LAS FORMAS
LITÚRGICAS 1. Necesidad y límites de las formas litúrgicas. El culto al recapitular la historia de la salvación, debe testimoniar de la historia de Jesús, de ahí que por ejemplo en ciertas fechas del año la iglesia recuerda aspectos importantes de la historia de la salvación como son navidad, pasión, resurrección de Jesús así como el día de Pentecostés, etc. Esta historia radica principalmente en la encarnación, Dios se encarnó y tomó “forma” (Fil 2). Pero esta forma solo es visible para el que tiene fe: al encarnarse le oímos, le vimos y le entendimos (Jn 1). Hay que hacer ahora la diferencia entre buenas y malas formas litúrgicas. Para distinguirlas debemos guiarnos por un criterio teológico y no estético. Las formas litúrgicas tienen por limite el segundo mandamiento (Ex 20:4). O sea, que la formulación ha de coincidir con el límite de la revelación. (Esto implica el no imaginar al Dios verdadero, sino aceptarle como él se nos revela: Jesucristo (2 Cor 4; Col 1:15). Otro límite de las formas litúrgicas es su autojustificación. Estas dejan de ser válidas cuando no reflejan esa historia de la encarnación, cuando se convierten en un fin, en una pretensión de salvación en lugar de reflejarla, pero por otro lado, el culto, al estar precedido por el Espíritu Santo, ha de mostrar a ese Espíritu
1 Las bases de esta lección se deben a J.J. Von Allmen, op cit, pp 41-56.
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que no es de caos, sino que trasforma todo y lo ordena (2 Cor 3:8, Gen 1:1,1Cor 14:32-40). Los campos de la expresión litúrgica son básicamente cuatro: a) El campo lógico, en donde lo que se expresa en el culto ha de tener un sentido lógico (1Cor 14:32-40). Debe ser comprensible. Esto contra la glosolalia (lengua extraña). En ocasiones se apela al milagro de Pentecostés para justificar el hablar en lenguas” sin embargo lo que se da es la xenoglosia (multitud de lenguas) Hec 2:4,6,11). Es decir, el milagro de Pentecostés al manifestarse las lenguas es más una muestra de entendimiento y misión. De entendimiento ya que, contrario a lo ocurrido en Babel (Gn 11), se da la compresión de “las maravillas del Señor” (Hec 2:7-12). Por otro lado, la verdadera lengua de la Iglesia no es un idioma, sino ese lenguaje que permite decir la confesión, la doxología (alabanza a Dios), que canta la esperanza, y eleva la oración. b) El campo acústico. La Palabra hablada, la Palabra cantada y el silencio. La Palabra hablada (lectura, predicación y recitaciones) en cada una de las expresiones la voz debe llevar su ritmo y su volumen adecuados. La palabra cantada (por la asamblea, por individuos, y la que es con ayuda de instrumentos). La música que acompaña el canto expresa la emoción de la letra, es un vehículo de lo que se dice y se proclama. El silencio litúrgico. Es importante el silencio. Es uno de los misterios de la fe cristiana. El recogimiento ante la paz de Dios y el silencio de Dios que viene (Sal 37:7, Lam 3:26; Hab 2:20, Sof 1:7; Mc 4:39, Ap 8:1). Esa es la voz con la que se dice a Dios lo que sólo él debe oir. c) El campo óptico. Símbolos de la fe y elementos sacramentales. (Dios no solamente quiere hacerse oír, sino que quiere hacerse 54
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ver: Mc 16:14; Lc 2:26; 19:3; 23:8; Jn 6:40; 12:21,45; 14:9, 1 Jn 1:1).
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d) El campo cinético. Las actitudes, los gestos y los movimientos. “Adorar a Dios con el cuerpo”. De pie, sentados o de rodillas. De pie para invocar al Señor, oír el evangelio, confesar la fe, saludos, la Santa Cena, cantar. Sentados para lecturas y la predicación. De rodillas para las oraciones y la bendición. Los gestos litúrgicos: tomados de las manos, elevar las manos al orar, elevación de los elementos de la Santa Cena. Movimientos: procesionales, ir al frente a orar, impartir la Santa Cena, ir al frente a dejar los diezmos u ofrendas, la postura antes de iniciar o al terminar el culto.
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LAS FORMAS LITÚRGICAS
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LOS ELEMENTOS DEL
CULTO Unos de los catecismos de la Iglesia Reformada responde sobre la necesidad del cristiano de asistir a las reuniones de la iglesia en el día domingo de la siguiente manera: Para oír la palabra de Dios y para participar en los santos sacramentos, para invocar públicamente al Señor y para contribuir cristianamente a la asistencia de los pobres. Esta es la pregunta número 103 del catecismo de Heidelberg. Si nos damos cuenta en esta respuesta se encuentran implícitos algunos de los elementos del culto: la Palabra de Dios, los sacramentos, las oraciones y los testimonios. El libro de los hecho nos testimonia de esto también el el capitulo 2:42. No es que sean lo únicos elementos pero en definitiva son los esenciales. Veamos esto por separado. La palabra de Dios. Todo culto cristiano ha de ser guiado por la Palabra de Dios, que en el culto aparece de varias formas. En especial de tres maneras: la lectura bíblica, la proclamación “litúrgica” de la Palabra y la proclamación profética. La lectura de la Palabra es una costumbre que la iglesia heredó del judaísmo (Lc 4:16), al igual que los judíos en las sinagogas, los cristianos hacían lectura de la Biblia en los cultos (Col 4:16; 1 Tim 4:13). Es importante subrayar que la lectura de la Palabra no era un “simple trampolín” para la predicación, sino que se seguía de 1 Las bases de esta lección se deben a J.J. Von Allmen, op cit, pp 41-56.
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hecho un orden para la lectura seriada de diversos libros de la Biblia, en especial los salmos y los evangelio que en muchos casos se debían leer al menos una vez al año. La proclamación litúrgica de la Palabra de Dios se encuentra en el saludo, la promesa del perdón de nuestros pecados, la bendición, etc. La proclamación profética de la palabra de Dios se da en la predicación que no es un “elemento más” del culto, sino que es un elemento constitutivo e indispensable, no es el elemento culminante, sino que es preparación para la santa cena. Decía Martín Lutero: “Donde no se predica la Palabra de Dios, es preferible no cantar, ni leer, ni reunirse”, esto es cierto, pero consideramos que solo en medida que pensemos en el culto dominical. Como un segundo elemento central en la liturgia está la santa cena (Hech 2:42; 20:7). Podemos señalar aquí que las reuniones de los cristianos eran reuniones eucarísticas, es decir que las reuniones de los cristianos en el culto dominical giraban entorno a la mesa del Señor. Es necesario celebrar la santa cena principalmente porque Cristo la instituyó, En cuanto a la oración como elemento del culto diremos que se encuentra testificada en el N.T. en Lc 18:1-8. La oración es un acto de esperanza por medio de la cual la iglesia “apresura la venida el Señor” (1 Pe 3:12). Los tipos de oración que se hacen el culto se pueden establecer a partir de 1 Tim 2:1: rogativas (oraciones de deseo ante el Señor), colectas (oración breve que recoge las necesidades de la Iglesia y del mundo y las lleva al Señor), letanías (intercesiones a favor de la iglesia, los pobre y enfermos, el mundo), acciones de gracias (oraciones de adoración). Entre las oraciones, aunque no lo parezca, aparecen los himnos y las alabanzas. Los cánticos de la iglesia bien pueden tener la clasificación anterior (rogativas, pericones intercesiones y acciones de gracias), pero sobre todo, señalan la esperanza cristiana 58
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(Amén, Aleluya, Kyrie, sanctus, agnus Dei, gloria, etc.) Los cantos de la Iglesia también hablan de la comunidad que forma la iglesia, se dirigen al Señor en su lengua, en sus ritmos y con la riqueza musical de cada cultura y época que defina a la comunidad cristiana específica que adora al Señor.
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Otro elemento del culto son los testimonios litúrgicos (comunión fraterna, en Hech 2:42). Aquí entra lo que la Iglesia está haciendo, lo que está viviendo, es fraternidad y comunión, pero ello implica también solidaridad en el más amplio sentido de la palabra. De ahí que se especifique como testimonio las ofrendas, el compartir lo que Dios ha hecho en la vida de los hermanos y en medio de la comunidad cristiana, el compromiso de ayuda los necesitados, los estímulos de mutua ayuda espiritual, de acompañamiento, de exhortación, aun los avisos tiene su lugar en medio del culto, ya que son testimonios del moverse y del hacer de la Iglesia, la proclamación pública de la misión que la comunidad cristiana está llevando a cabo.
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ANTIGUO TESTAMENTO Aunque el A.T. nos habla de la importancia del culto a Jehová y lo que esto significaba para la vida en el antiguo Israel y aunque tenemos algunos rasgos de la forma que en que se debía ofrecer sacrificios (Lev 7-6), lo cierto es que no tenemos ningún orden litúrgico completo (con oraciones, lecturas y cánticos) que nos describan el culto a Dios. Por lo pronto no estrategos en el análisis de las diferentes liturgias que nos plantea el culto en el tabernáculo, ni en el templo, ni en la sinagoga, esto lo haremos después. Por lo pronto solo veremos dos tipos de liturgias que aparecen en lo general en el A.T. a saber la liturgia oral, en especial lo salmos y la liturgia ritual, en especial lo sacrificios. En cuanto a la liturgia ceremonial es importante señalar que el año litúrgico de Israel estaba dividido por tres grandes fiestas: La pascua, el Pentecostés y los tabernáculos. La pascual (o fiesta solemne de los panes sin levadura) se celebraba desde el 14 hasta el 21 de nisán (primer mes de primavera da cada año), se celebraba para ofrecer las primicias a Dios en la agricultura (Lev 23:10s) y la liberación de Egipto (Ex 12:17).
1 Esta lección esta basada en el trabajo de J. B. TAYLOR, “El Antiguo Testamento como trasfondo” en Rodolfo G. TURNBULL (ed) Diccionario de la teología práctica. El culto. Trad. Norberto Wolf. Grand Rapids, SLCIR. 1977, pp. 18-24.
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El Pentecostés se celebraba siete semanas después de la pascua (Lv 23:15) al completarse la cosecha del trigo y la cebada (también se le llamó la fiesta de las semanas) y se recordaba también el pacto de Dios con su pueblo en el SINAB, aunque nos hay indicaciones de esto en la Escrituras, era parte de la tradición Judía. La fiesta de los Tabernáculos era una festividad celebrada en el mes séptimo (Tisri 15 al 21). Era la época de la cosecha de la uva y del olivo, recordaba la travesía del pueblo por el desierto y se hacía con gran alegría (Lv 23:42s). Otros días importantes para los judíos son el día de la expiación Lev 23:26-31 (Tisri 10) y el día de la aclamación Núm 29:1-6. (Tisri 1), el festival de Purim (Est 9) y de la Dedicación (1 Mac 4:52, Jn 10:22). También había la celebración de las lunas nuevas, de los sábados y de las ofrendas diarias (Núm 28 y 29). Dentro de la liturgia ceremonial están también los sacrificios. Los diferentes tipos de sacrificios representaban diferentes aspectos de la relación con Dios. Los holocaustos (olâh) eran de adoración ya que eran “olor grato a Jehová”. Las ofrendas vegetales (minhâh) ofrenda de harina, torta o grano (Lev 2:1-6) era prueba de buena fe al Señor y ayudaban al sostén de los sacerdotes. Los sacrificio de paz (selâmîm) sacrifi-
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cio de comunión y amistad con Dios (Lv 7:12,16). Aunque todos los demás implican la expiación, estaba estaban los sacrificios para el perdón de los pecados cometidos intencional o no (asâm, hatta‘t). Los sacrificios eran gozosos y eran acompañados por cánticos, danzas, música y alabanzas, sonidos de trompeta y expresiones de jubilo (Sal 66, 92, 98, 99, 100, 104, 107, 115, 117, 136, 148-150). En cuanto a la liturgia oral, nos encontramos sobre todo con los salmos. La investigación reciente nos permite clasificar prácticamente todos los salmos en cada una de las festividades del pueblo. Están las liturgias del arca de la alianza (Sal 24, 68 y 132, etc) Cánticos de Sión (Sal 46, 48, 76, 87, etc) Cánticos de peregrinación (Sal 84, 122), salmos reales en los que la figura del rey figura en forma prominente (Sal 2, 20, 21, 101, 110, 132), oraciones por los sacrificios (Sal 30, 67, 116, 124) y salmos de arrepentimiento (Sal. 51, 70, 80).
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ADORAR A DIOS CON
NUESTRO CUERPO I Ha sido muy común el “espiritualizar” la adoración a Dios, sin embargo la Biblia nos plantea aspectos muy concretos sobre la adoración a Dios, los cuales van desde “adorar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”1 , hasta el “adorar a Dios en Espíritu y en verdad”. Con respecto al cuerpo hay varios pasajes en la Escritura donde se habla de la importancia del cuerpo en la adoración, por ejemplo en 1 Corintios 6 leemos: “El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo” (v. 13); “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?” (v. 15); “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?” (v. 19). Por otro lado podemos recordar lo que Pablo ruega que presentemos “nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es vuestro culto racional” (Rom 12:1). Además, es importante subrayar la importancia que Jesús le dio al cuerpo desde su “encarnación” hasta las múltiples sanidades de enfermos y la forma en que lo hacía, en especial “tocando” a la gente. Una de las cosas que más nos han hecho olvidar la importancia del cuerpo es la introducción ajena al cristianismo de la doctrina de la “inmortalidad del alma”, esto ha llegado a tal grado que nos olvidamos de que precisamente, nuestra esperanza no es la inmortalidad del alma, sino la resurrección del cuerpo, baste 1 Para un estudio sobre la espiritualidad a partir de estos dos mandamientos ver el artículo de Mariano AVILA, “A biblical perspective on spirituality”, en Forum, Vol 9, Num 2, spring 2002. pp.7-8
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ADORAR A DIOS CON NUESTRO CUERPO I
mencionar solo algunas cosas: “Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1 Cor 15:14), lo que confesamos en el credo de los apóstoles nada tiene que ver con el alma, sino con el cuerpo “creo en la resurrección de la carne”, la primera pregunta del catecismo de Heidelberg dice: “¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?” La primera parte de la respuesta es: “Que yo con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo…”2 . La liturgia debe retomar la importancia del cuerpo, de los movimientos, de las expresiones corporales, y con ello, por supuesto, los gestos culturales de reverencia, alegría y gozo. Lo anterior lo exploraremos cuando analicemos precisamente la relación del culto con la cultura. Lo que haremos es explorar en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, algunas partes del cuerpo que tiene que ver con la liturgia, en esta lección solo veremos los que tienen que ver con el A.T. que está basado en su mayor parte en el estudio de ans Walter Wolf,3 la siguiente lección será sobre el N.T. Parte de la esencia del ser humano en el A.T. se descubre en ciertas partes del cuerpo humano, de hecho el cuerpo es elemento esencial del ser humano en el A.T. “todas las manifestaciones del ser humano, aun la espirituales son manifestaciones corporales”: Pareja valoración del cuerpo influyó sobre las respuestas del A.T. a muchas cuestiones de la vida. La alta estima de la vida terrena, señaladamente la salud, el número de hijos y de la larga vida (Sal 127; Prov 3:16; Ecl 9:4) puede entenderse mejor desde este punto de vista. De ahí que, en el fondo no se conocía lo que luego se designó como negación propia o ascesis. El A.T. juzga positiva2 Sobre este tema, ver Oscar CULLMANN, “¿Inmortalidad del alma o resurrección de los muertos?” en su Del evangelio a la formación de la teología cristiana. Trad. Rafael SILVA C. Salamanca, Sígueme, 1872, pp. 233-268. Cf. Antonio A. HOEKEMA, La Biblia y el futuro. Trad. Norberto E. Wolf. Grand Rapids, SLC, 1984 250 pp. Juan-José TAMAYO-ACOSTA, Para comprender la escatología cristiana. Estella, Verbo Divino. 1993, 327 pp. Entre otros. 3 Cf. Hans WALTER WOLFF, Antropología del Antiguo Testamento. Trad. Severiano TALAVERO T. Salamanca, Sígueme. 1975, pp. 19-114.
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mente los instintos corporales y exige que se satisfagan. De la valoración del cuerpo recibió igualmente importantes impulsos el sentimiento de solidaridad del individuo tonel parentesco de la sangre, la familia, la tribu y el pueblo. Las listas de familias aquí no eran meras genealogías, sino que daban derecho a la felicidad y la salud, o hacían más comprensible la desgracia. Sin la participación del cuerpo no podía el particular dar culto a Dios ni existía la liturgia. También existía importante conexión entre el cuerpo y el pecado. Este no tenía, ciertamente su asiento en el cuerpo del hombre, sino en el corazón, pero se cometía también con el cuerpo y dejaba en él rastro de sus efectos. De ahí la que las enfermedades no tanto se explicaban médicamente, sino teológicamente, y el único verdadero médico era Dios misericordioso (2 Re20:2,5)4 .
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Veamos ahora algunos algunas partes del cuerpo que se describen en el A.T. y que tiene que ver directamente con la adoración a Dios. Mucho más importante que la “cabeza” en el A.T. es el “rostro” del hombre, que siempre aparece en plural, pânîm, lo que recuerda la variada relación del hombre con su entorno. En los pânîm, están reunidos los órganos de comunión de unos con otros y con Dios: ojos, boca y oídos (Sal 115:4-8). 4 W. PESCH, “Cuerpo”, en J. B. BAUER (dir), Diccionario de teología bíblica. Trad. Daniel RUIZ B. Barcelona, Herder. 1985, p. 236-237.
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Ver y oír. En Sal 38:13-15. Lo que constituye al hombre es oír. Igual que en Prov 15:32, donde por el oír se descubre el verdadero ser del hombre (Cf. Dt 6:4 “Escucha Israel”). Se mencionan juntos el ojo y el oído en Prov 20:12 para percibir las acciones de Jehová. El abrir los ojos se debe a la palabra de Dios (Ex 14:13; Is 43:8-13; 30:20). Es decir, con los ojos y la boca se establece un lazo de unión hacia Dios. En cuanto a la boca, de lo que se oye y se ve, se espera una respuesta. Israel prueba que es pueblo de Dios declarando que está dispuesto a escuchar (Ex 19:7). Si a la llamada no hay respuesta alguna, sigue el juicio (Is 65:12). El privilegio del ser humano consiste en que pueda responder (Gén 2,18-23). Al hablar, primero da un nombre a las criaturas y luego se alegra en la ley de Dios, “Mi lengua pregona tu justicia todo el día”. La boca expresa lo que percibieron el ojo y el oído, se hace el órgano que distingue a todas las demás criaturas. Por la boca se siente la sed, pero con ella se bebe para saciar la sed. Con la garganta, los labios y la lengua, se habla, dice, llama, ordena, acusa, enseña, bendice, canta, confiesa, grita, queja, alaba, ora, da gracias a Dios por la vida. Pero según el A.T. el ser humano es un ser necesitado. Gén 1:2627. Encontramos la palabra hebrea napas, que se traduce tradicionalmente como “alma”. Pero en Gén 2:7, leemos “napas viviente”, así el hombre no tiene un napas sino que es napas. Otros pasajes se pueden mencionar: según Hab 2:5: “Como el Seol su napas”. En Dt 23:25 “según tu napas”, Sal 42:2 “tiene se el napas” lo que equivale al anhelante deseo que tiene de Dios el que se lamenta. Dt 6,5 ”Amar a Jehová con todo el napas” con todo su anhelo ardiente. El Sal 103,1 “Bendice napas mía a Jehová” El diálogo con Dios es a través del napas. Sal 42,11 “abatida napas mía”. El ser humano en el A.T. se reconoce ante Jehová no sólo como napas en su necesidad, sino que también conduce su yo a la esperanza y a la alabanza. 68
ADORAR A DIOS CON NUESTRO CUERPO I
El ruah por su parte, describe una fuerza natural, el viento (113 veces) y se atribuye más a Dios (136) y muy pocas veces a los hombre, animales o ídolos (129). En Gén 1:2 “sopla el ruah sobre la aguas”, Gen 3:6 la brisa vivificante después de un día caluroso. El es la “fuerza que produce cambios”. Ex 10:13 trae langostas, Ex 14:21 seca el Mar Rojo. En todos es un instrumento de Jehová. En Hab 2:19; Jer 1014, es aliento sólo cuando Jehová mete ruah como aliento en los nervios, huesos, carne, se vivifican los cuerpos Sal 46:4 “sale su ruah”. En fin, el ruah se entiende de diversas formas en el A.T. como ya vimos es viento, es el aliento del ser humano (Job 19:17), es fuerza vital (Sal 33:6), es Espíritu (2 Re 19:17; Núm 11:25-28).
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Otro término que describe al ser humano es desama, que se traduce como aliento y tiene relación parelela con lo soplo de Dios (ruah) como lo muestra Job 27:3: “aun está mi aliento (nismati) en mí, y el soplo de Dios (ruah) en mi nariz”. Este término tiene que ver con la respiración y en cuanto s u relación con Dios “todo hombre es terreno, aunque lo ha formado Yahvé mismo, pero en cuanto ser vivo el hombre se debe a que Yahvé le inspiróel aliento”5 (Cf. Prov 20:27; Job 34;14; 32:8).
5 Hans WALTER WOLFF, op cit, p. 88.
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Otro término importante para establecer la relación del ser humano con Dios en cuanto a lo corporal es la sangre (daman): “la vida de toda carne es su sangre” (Lev 1714; Dt 12:23) por ello se prohibía el comer la carne junto con la sangre (Gén 9:4; Lev3:17;Dt 12:16-23). Todo cuanto se dice sobre el aliento y la sangre conduce en la antropología del antiguo testamento a un respeto profundo ante la vida. Pero este respeto no se funda en las realidades de la vida misma, sino en que aliento y sangre están ordenados a Yahvé, por lo que no es propiamente vida la que no tenga una constante unión con él ni tenga en él su meta última6 .
6 Ibid, p. 91.
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NUESTRO CUERPO II
En la lección anterior revisamos algunos términos del A.T. que tienen que ver con el cuerpo y la esencia del ser humano, en esta lección haremos un acercamiento a la antropología del Nuevo Testamento y su relación con Dios. Vamos a ver tres conceptos que por lo regular nos confunden. Carne, cuerpo y espíritu. El vocablo para carne que se ofrece en el Nuevo Testamento, tiene diversos sentidos. La palabra hebrea basar, es traducida en griego tanto por sarx (carne) como por soma (cuerpo). El término carne designa en primer lugar la sustancia de que están hechos los seres humanos, su totalidad. Pablo va a decir “mi carne” como su propia persona “se me dio una espina en mi carne...” (2 cor 12:7; Gál 4:14) También respecto a otras personas (1 Cor 7:28; Ef 5:28). Onésimo es considerado hermano “tanto en la carne como en el Señor” (Flm 16), es decir, tanto como ser humano como cristiano. Así todo el hombre es carne. En la mentalidad semíta, la carne es el elemento de solidaridad humana, lazo terreno, ser de la misma carne es pertenecer a la misma raza. 1.También la carne es débil. Carne expresa también aspectos de debilidad y de moralidad que marcan una cierta distinción respecto a Dios. Es decir, el ser humano es débil y mortal (Rom 6:19; 2 cor 1:17; 4:11; Gál 4:13). Pablo piensa obrar contra los que andan según la carne (2 Cor 10:2; 2:17). La debilidad de la carne, es lo que hace que el ser humano sea presa del pecado y afecta a todo el ser humano. Es una potencia de muerte. Pablo liga la carne al pecado, a la ley y a la muerte. 71
ADORAR A DIOS CON NUESTRO CUERPO II
La carne surge como una fuerza del mal (Rom 8:5,8) la carne es fuerza de pecado. Estar en la carne es lo que se opone a «estar en Cristo» (Rom 8,1) o «en el Espíritu» (Rom 8,9). El domino de la carne es un mundo de rechazo a Dios, y de su voluntad en nuestras vidas (Rom 8,7; Gál 5,19-21). Las obras de la carne no se limitan al aspecto físico del ser humano, sino también a sus acciones. El caminar según la carne conduce a la muerte (Rom 8,6), es negarse al amor y a la vida. En las obras de la carne, finalmente, hay una idolatría (Gál 5,20). 2. El espíritu de vida. El término pneuma, evoca dinamismo (viento, respiración de los seres vivos). El espíritu es vida (Rom 8,10), el espíritu humano. En muchos textos de Pablo, espíritu designa la persona humana, no una parte de ella sino su totalidad (1 Cor 16,18; 2 Tim 4,22; 2 Cor 2,13; 1 Cor 5,3; Col 2,5). Se trata del ser humano integro, visto desde el soplo que mueve su conducta. El ser humano bajo la gracia. La vida del espíritu en el ser humano es acentuada cuando se ve a este desde la perspectiva de que es objeto de la gracia de Dios. El espíritu aparece como el sujeto de le recepción de los dones de Dios (Gál 6,18; Flp 4,23). El caminar según el espíritu (Rom 8,4; Gál 5,16.25), es vida. 3. El cuerpo (soma) de la resurrección. El cuerpo designa al ser humano en primer lugar en su aspecto exterior (1 Cor 13,3; Rom 6,12), también está el «cuerpo de carne» (Col 1,22 y 2 11) susceptible de morir (Rom 6,12; 2 Cor 4,10-11). El cuerpo no es algo que la persona tiene sino que es. El pecado contra el cuerpo (1 Cor 6,18) es el pecado contra toda la persona humana. También se habla del «cuerpo de pecado» (Rom 6,6) que conduce a la muerte (Rom 7,24). El cuerpo resulta ser más bien el campo en que actúan la fuerza de la muerta, la carne; y al mismo tiempo la fuerza de la vida, el espíritu. Por ello Pablo establecerá una lista de pecados «según la carne» pero no según el cuerpo (Gál 5:19-21). Pero el cuerpo tiene la posibilidad de vivir según el espíritu. Así se puede hablar de un cuerpo espiritual. El cuerpo puede ser espiritual (1 Cor 15,44) «El cuerpo no es para la 72
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fornicación sino para el Señor y el Señor para el cuerpo» (6,13) porque el Señor lo va a resucitar con su poder (6,14). El cuerpo para el Señor no es algo que será después, sino que es una realidad presente (Rom 6,4; Flp 1,20). Cuerpo espiritual es la designación para el que camina según el Señor, pero que no elude su materia. Esto permite a Pablo decir que el «cuerpo es templo del Espíritu Santo» (1 Cor 6,19). Así el cuerpo puede ser cuerpo de pecado en cuanto está sometido a éste, pero también, de forma análoga, puede ser cuerpo espiritual cuando camina en la vida. Así nos es dado estar bajo el Espíritu que es vida, gracia y libertad. El cuerpo liberado de las fuerzas de la muerte lleva en él la vida en el Espíritu. Estos conceptos son importantes aun para el sentido litúrgico, ya que en muchas ocasiones, la liturgia se vuelve incorporea, es decir, toda expresión litúrgica que mueva al cuerpo y sus sentidos (ver, oír, símbolos, ritmos, estar de pie, palmear, estar de rodillas, etc.) se tiende a ver en ocasiones muy “carnal” para un acto litúrgico, sin embargo eso no nos lleva más que a perder la riqueza de que puede estar llena la liturgia, como expresión directa a los sentidos y desde luego que esto nos permitirá también enriquecer nuestras liturgias con lo que la misma cultura nos ofrece, esto lo veremos en la siguiente lección.
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