El pueblo cora (”na‟ayarij” en su lengua), uno de los pueblos indígenas más pobres de México, habita en su mayor parte en el Estado de Nayarit. Nayarit . La sierra del Nayar hace topográficamente poco accesible el lugar, por lo que hasta el año 1531 no fueron encontrados por los conquistadores. Desde 1581 se realizaron reiterados intentos de sometimiento hasta que, un siglo más tarde, en 1722, fueron derrotados y evangelizados por los jesuitas. Imagen de Fernando Rosales A pesar de que el contacto con los evangelizadores fue muy corto y conflictivo en comparación con el proceso de evangelización de otros pueblos indígenas, el pueblo cora se apropió de elementos del catolicismo y les asignó un significado compatible con sus códigos preexistentes. Este sincretismo, al igual que en otras culturas, dio como resultado la adaptación al catolicismo de múltiples ceremonias culturalmente propias, dando como resultado ceremonias tan contradictorias para occidente como la denominada „Semana Santa Cora‟ o „Judea‟.
Un ritual carnavalesco Explicar en qué consiste esta celebración no es tarea fácil. Es una visión cosmogónica de carácter indígena trasladada al ritual católico de la Semana Santa. Una representación simbólica de tradiciones y mitos propios en la impuesta religión católica que por ocho días se convierte en un ritual de especial impacto visual. Los preparativos de la fiesta son largos: las autoridades deben someterse a una dieta sin sal y sin alcohol. Cada viernes de Cuaresma, los coras hacen una procesión en honor al Nazareno, un Cristo de tamaño natural vestido con una túnica morada. Algunos músicos tocan la flauta esos viernes a medianoche en diversos puntos del pueblo. Las melodías invitan a los hombres a asistir a la próxima Judea. La celebración se inicia el Domingo de Ramos y termina el Sábado de Gloria. Al parecer esta escenificación de la Semana Santa católica sustituye la ancestral práctica cora del mitote guerrero, que les fue vedada desde que fueron conquistados. Durante ocho días los coras se transformarán en diferentes personajes: judíos, fariseos, moros, demonios blancos y negros, borrados, dobles de Cr isto… para llevar a cabo el ritual de
Semana Santa, que se manifiesta en procesiones, luchas cósmicas y ceremonias diurnas y nocturnas que se ejecutan siguiendo un orden temporal muy preciso.
Cambio de roles Las autoridades civiles ceden al grupo ceremonial de los centuriones el control del tiempo, del espacio y de la vida pública de las comunidades. Los judíos, los demonios, se „borran‟ (es decir, cambian su p ersonalidad) pintando su cuerpo con ceniza de olote quemado para constituir una autoridad temporal y para personificar justamente a aquellos indios en guerra del pasado. Llevan un emblema-machete y al son de flauta y tambor ejecutan danzas guerreras, emiten gritos y alaridos, hacen sacrificios simbólicos y bromas de todo tipo, combaten y danzan para protagonizar -en tanto estrellas- la lucha cósmica. Es una etapa de la celebración en la que „el mal‟ pone en peligro la armonía cósmica: persiguen al Cristo Niño o Cristo Sol y, después de múltiples intentos, el Viernes Santo logran capturarlo y simbólicamente le dan muerte. El Sábado de Gloria la situación se invierte. Cristo resucita, los demonios se autodestruyen y regresan al río, de donde habían salido al principio de la ceremonia. Se lleva a cabo la restitución de los poderes a las autoridades civiles y finalmente, la paz y el equilibrio vuelven al pueblo una vez que se lleva a cabo la última procesión al templo católico, la cual es presidida por Cristo, la Virgen María y San José, además de los fariseos, los judíos, los músicos y la gente de la comunidad.
Raíces indígenas La Judea, con su intrincado simbolismo, está relacionada estrechamente con el ciclo agrícola del cultivo del maíz, con el advenimiento del ciclo de lluvias, con la renovación de la vegetación, el renacimiento de la vida. Está vinculada con otras celebraciones como el día de difuntos (mes de noviembre), con la elección de nuevas autoridades y cambio de varas (enero), y con su antecedente inmediato, la Fiesta de las Pachitas. Durante la Semana Santa el pueblo cora se involucra en conjunto (niños, jóvenes, adultos, mujeres, ancianos), constituyéndose como elemento de cohesión comunitaria. Se trata de una expresión cultural de valor excepcional por su permanencia a través del tiempo, por su sincretismo cultural, por su impresionante riqueza simbólica -en los personajes, el uso del
espacio y la relación con los dioses y con el ciclo agrícola-, por su expresión simbólica artística -en las pinturas corporales, máscaras, música, danzas- y finalmente porque es la celebración fundamental en la reproducción de la identidad del pueblo Cora. Durante la Judea, cada participante juega un papel aún a pesar suyo. El sacerdote sigue los acontecimientos rezando en cora y en español. Muchos mestizos, llamados “vecinos” por los coras, dejan el pueblo, otros sacan provecho de la fiesta e instalan pequeños puestos de comida en las casas. La noción de “vecino” es significativa en sí, ya que el “otro” vive al lado, no con ellos. Función social de la ‘Semana Santa cora’
Este ritual es fundamental porque a través de él, los coras se definen como grupo ante el resto del país: ni siquiera el poder judicial del Estado de Nayarit puede intervenir durante estos días, el Gobernador cora tiene derecho de enjuiciar o encarcelar a quien provoque desordenes o no cumpla con las reglas de la Judea. La „Judea‟ ha adquirido a través de los años una importancia social fundamental en el Estado de Nayarit, tanta que incluso dentro del penal tiene cabida la celebración de la „Semana Santa cora‟. La Judea tiene muchas funciones, es un carnaval en el cual los coras invierten el orden establecido y toman el poder del pueblo, es la conmemoración del sacrifico, el inicio de un nuevo ciclo. En ella intervienen los elementos de la liturgia cristiana, el uso del morado como color del luto en el altar, las misas, las procesiones, todo el ritual católico, pero a la manera cora