ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8
LOS HECHOS SOCIALES E. DURKHEIM
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ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8
CAPÍTULO PRIMERO ¿QUÉ ES UN HECHO SOCIAL? Antes de investigar cuál es el método que conviene para el estudio de los hechos sociales, importa saber cuáles son los hechos a los que así se denomina. La cuestin es tanto más necesaria cuanto que nos servimos de esta cali!icacin sin precisar mucho. "e la emplea corrientemente para designar casi todos los !enmenos que pasan en el interior de la sociedad, a poco que presenten, con cierta generalidad, alg#n interés social. Pero de esta manera no ha$, por así decirlo, acontecimientos humanos que no puedan llamarse sociales. %odo individuo bebe, duerme, come, ra&ona, $ la sociedad tiene gran interés en que estas !unciones se e'er&an de un modo regular. Por tanto, si estos hechos !uesen sociales, la sociología no tendría un ob'eto que le !uese propio $ su dominio se con!undiría con el de la biología $ la psicología. psicología. Pero, realmente, en toda sociedad ha$ un grupo determinado de !enmenos que se distinguen por caracteres de!inidos de!inidos de los que estudian las otras otras ciencias de la naturale&a. (uando $o cumplo mis !unciones de padre, esposo, o ciudadano, e'ecuto los compromisos que he contraído lleno de deberes que son de!inidos, !uera de mí $ de mis actos, en el derecho $ en las las cost costum umbr bres es.. Aun cuan cuando do está estánn de acue acuerd rdoo con con mis mis prop propio ioss sent sentim imie ient ntos os $ sien sienta ta interiormente su realidad, ésta no de'a de ser ob'etiva) porque no so$ $o quien los ha hecho, sino que los he recibido por medio de la educacin. *(uántas veces, por otra parte, ocurre que ignoramos los detalles de las obligaciones que nos incumben $ que, para reconocerlas, nos es preciso consultar el (digo $ sus intérpretes autori&ados+ e la misma manera, hablando de las creencias $ prácticas religiosas, el !iel las ha encontrado hechas por completo al nacer) si e-istían antes que él, es claro que e-isten !uera de él. l sistema de signos de que me sirvo para e-presar mi pensamiento, el sistema de monedas que empleo para pagar mis deudas, los instrumentos de crédito que utili&o en mis relaciones comerciales, las prácticas seguidas en mi pro!esin, etcétera, !uncionan independientemente independientemente del uso que $o hago de todo ello. /e aquí, por tanto, modos de obrar, pensar $ sentir que presentan la notable propiedad de que e-isten !uera de las conciencias individuales. individuales. stos tipos de conducta o de pensamiento no solamente son e-teriores al individuo, sino que están dotados de un poder imperativo $ coercitivo en virtud del cual se le imponen, quiera o no quiera. "in duda, cuando $o esto$ completamente de acuerdo con ellos, esta coaccin no se hace sentir o lo hace levemente $ por ello es in#til. Pero no de'a de ser un carácter intrínseco de estos hechos, $ la prueba es que ella se a!irma desde el momento en que intento resistir. "i pretendo violar las reglas del derecho, éstas reaccionan contra mí para impedir el acto si llegan a tiempo, o para anularlo $ restablecerlo en su !orma normal si $a está reali&ado $ es reparable, o para hacerme e-piarlo si no puede subsanarse de otra manera. 0"e trata de má-imas puramente morales La conciencia p#blica se opone a todo acto que las o!enda mediante la vigilancia que e'erce sobre la conducta de los ciudadanos $ las penas especiales de que ella dispone. n otros caso casos, s, la coac coacci cin n es meno menoss viol violen enta ta,, pero pero no de'a de'a de e-is e-isti tir. r. "i no me some someto to a las las convenciones convenciones del mundo, si al vestirme no tengo en cuenta los usos seguidos en mi país $ en mi clase, la risa que provoco, el ale'amiento a que se me condena, producen, aunque de una manera atenuada, los mismos e!ectos que una condena propiamente dicha. Por otra parte, la coaccin, aunque sea indirecta, no de'a de ser e!ica&. "i so$ !rancés no esto$ obligado a hablar !rancés con mis compatriotas, ni a emplear la moneda !rancesa legal, pero es imposible que obre de otra manera. "i pretendiese escapar a esta necesidad, mi intento !racasaría miserablemente. "i so$ un industrial, nada me impide traba'ar con los procedimientos $ métodos del siglo pasado) pero si lo hago, me arruino sin duda alguna. Aunque, en realidad, puedo liberarme de estas reglas $ violarlas con é-ito, esto$ obligado ineludiblemente a luchar contra ellas para conseguirlo. Material recopilado por IPAonline IPAonline – 10 de febrero febrero de 2008
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ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 Aunque al !in son vencidas, hacen sentir su poderosa coaccin por la resistencia que ellas oponen. o ha$ renovador, incluso a!ortunado, cu$as empresas no choquen con oposiciones de este género. /e aquí entonces un orden de hechos que presentan caracteres mu$ especiales3 consisten en !ormas de obrar, pensar $ sentir, e-teriores al individuo $ están dotados de un poder de coaccin en virtud del cual se le imponen. n consecuencia, no podrían con!undirse con los !enmenos orgánicos, puesto que aquéllos consisten en representaciones $ en acciones) ni con los !enmenos psíquicos, los cuales no tienen e-istencia más que en la conciencia individual $ por ella. (onstitu$en, por consiguiente, una especie nueva $ es a ellos a los que es necesario reservar $ dar la cali!icacin de sociales. sta cali!icacin les es adecuada, porque está claro que no estando el individuo como su base, no pueden tener otro sustrato que la sociedad, sea la sociedad política en su integridad, sea alguno de los grupos parciales que ella encierra, con!esiones religiosas, escuelas políticas, literarias, corporaciones pro!esionales, etc. Por otra parte, slo a ellos les es adecuada, porque la palabra social no tiene un sentido de!inido sino a condicin de designar #nicamente !enmenos que no entran en ninguna de las categorías de hechos $a constituidos $ denominados, llos son, por consiguiente, el dominio propio de la sociología. s cierto que esta palabra de coaccin, por la cual los de!inimos, corre el riesgo de despertar el celo sectario de un individualismo absoluto. (omo éste pro!esa que el individuo es per!ectamente autnomo, le parece que se le disminu$e todas las veces que se le hace sentir que no depende solamente de sí mismo. Pero puesto que es indiscutible ho$ día que la ma$or parte de nuestras ideas $ tendencias no son elaboradas por nosotros, sino que nos vienen del e-terior, no pueden penetrar en nosotros más que imponiéndose) esto es todo lo que signi!ica nuestra de!inicin. "e sabe además que toda coaccin social no es necesariamente e-clusiva de la personalidad individual. "in embargo, como los e'emplos que acabamos de citar 4reglas 'urídicas, morales, dogmas religiosos, sistemas !inancieros, etc.5 consisten, todos ellos, en creencias o en prácticas constituidas, podría creerse, de acuerdo con lo que precede, que no encontramos hecho social sino allí donde e-iste una organi&acin de!inida. Pero ha$ otros hechos que, sin presentar estas !ormas cristali&adas, tienen la misma ob'etividad $ el mismo ascendiente sobre el individuo. s lo que se denomina corrientes sociales. Así, en una asamblea, los grandes movimientos de entusiasmo, indignacin o de piedad que se producen no tienen por origen ninguna conciencia particular. 6ienen a cada uno de nosotros desde el e-terior $ son susceptibles de arrastrarnos a pesar de nosotros mismos. "in duda, puede ocurrir que, abandonándome a ellos sin reserva, no sienta la presin que e'ercen sobre mí. Pero esta presin se acusa desde el momento en que intento luchar contra ellos. 7ue trate un individuo de oponerse a una de estas mani!estaciones colectivas $ verá cmo los sentimientos que niega se vuelven contra él. Ahora bien, si este poder de coaccin e-terna se a!irma con esta claridad en los casos de resistencia, es posible que e-ista, aun de un modo inconsciente, en los casos contrarios. ntonces somos víctimas de una ilusin que nos hace creer que hemos elaborado lo que nos ha sido impuesto desde el e-terior. Pero aunque la complacencia con que nos de'amos arrastrar oculta la coaccin su!rida, no la suprime. e la misma manera no de'a de ser pesado el aire aunque no sintamos su peso. Aun en el caso de que ha$amos colaborado espontáneamente a la emocin com#n, la impresin que hemos recibido es mu$ distinta de la que hubiésemos e-perimentado si hubiéramos estado solos. Además, una ve& que la asamblea se ha separado, que han cesado de obrar sus in!luencias sociales sobre nosotros $ una ve& que nos encontramos de nuevo solos, los sentimientos que hemos tenido nos hacen el e!ecto de algo e-tra8o, donde no nos reconocemos. os damos cuenta entonces de que los habíamos su!rido en una proporcin ma$or que aquella en que los habíamos hecho. 9curre que incluso nos producen horror, tan contrarios son a nuestra Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008
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ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 naturale&a. s así como individuos per!ectamente ino!ensivos en su ma$oría pueden, reunidos en una muchedumbre, de'arse arrastrar a la reali&acin de atrocidades. Ahora bien, lo que decimos de estas e-plosiones pasa'eras se aplica también a estos movimientos de opinin, más duraderos, que se producen sin cesar a nuestro alrededor, sea en toda la e-tensin de la sociedad, sea en círculos más restringidos, sobre materias religiosas, políticas, literarias, artísticas, etc. s posible, por otra parte, con!irmar mediante una e-periencia característica esta de!inicin del hecho social) basta con observar la !orma en que se educa a los ni8os. (uando se contemplan los hechos tales como son $ como siempre han sido, salta a la vista que toda educacin consiste en un es!uer&o continuo para imponer al ni8o los modos de ver, sentir $ obrar que él no hubiera adquirido espontáneamente. esde los primeros a8os de su vida le obligamos a comer, beber $ dormir a horas regulares, le obligamos a ser limpio, a la obediencia, al silencio) más tarde le coaccionamos para que aprenda a tener en cuenta a los demás, a respetar las costumbres $ conveniencias, le obligamos a traba'ar, etc. Aunque, con el tiempo, de'a de sentirse esta coaccin, es ella la que da poco a poco nacimiento a costumbres, a tendencias internas que la hacen in#til, pero que no la reempla&an porque se derivan de ellas. s cierto que, seg#n "pencer, una educacin racional debería condenar tales procedimientos $ de'ar al ni8o obrar con completa libertad) pero como esta teoría pedaggica no se ha puesto 'amás en práctica por ning#n pueblo conocido, no constitu$e más que un desideratum personal, no un hecho que se pueda oponer a los anteriores. Ahora bien, lo que hace a estos #ltimos particularmente instructivos es que la educacin tiene cabalmente por ob'eto hacer al ser social) se puede ver en ella como resumido de qué modo se ha constituido este ser en la historia. sta presin de todos los instantes que su!re el ni8o es la presin misma del medio social que tiende a !ormarle a su imagen $ seme'an&a, siendo los padres $ los maestros nada más que sus representantes e intermediarios. Por tanto, no es su generalidad lo que puede servir para caracteri&ar los !enmenos sociolgicos. ;n pensamiento que se encuentra en todas las conciencias particulares, un movimiento que repiten todos los individuos no son, por ello, hechos sociales. "i nos contentamos con este carácter para de!inirlos, es que se les ha con!undido indebidamente con lo que se podría llamar sus encarnaciones individuales. Lo que los constitu$e son las creencias, las tendencias, las prácticas del grupo tomado colectivamente) en cuanto a las !ormas que revisten los estados colectivos re!le'ándose en los individuos son cosas de otra especie. Lo que demuestra categricamente esta dualidad de naturale&a es que estos dos rdenes de hechos se presentan muchas veces disociados. n e!ecto, algunas de estas maneras de obrar o de pensar adquieren, debido a la repeticin, una especie de consistencia que las precipita, por así decirlo, $ las aísla de los acontecimientos particulares que las re!le'an. %oman así un cuerpo, una !orma sensible que les es propia $ constitu$en una realidad sui generis, mu$ distinta de los hechos individuales que la mani!iestan. La costumbre colectiva no e-iste solamente en estado de inmanencia en los actos sucesivos que ella determina, sino, por un privilegio del que no encontramos e'emplo en el reino biolgico, se e-presa de una ve& para siempre en una !rmula que se repite de boca en boca, que se transmite por la educacin, que se !i'a incluso por escrito. %al es el origen $ la naturale&a de las reglas 'urídicas $ morales, de los a!orismos $ los dichos populares, de los artículos de !e en los que las sectas religiosas o políticas condensan sus creencias, de los cdigos sobre el buen gusto establecidos por las escuelas literarias, etc. inguna de ellas vuelve a ser encontrada, entera del todo, en las aplicaciones que los particulares hacen de ellas, puesto que pueden incluso e-istir sin ser realmente aplicadas. "in duda, esta disociacin no se presenta siempre con la misma claridad. Pero basta con que e-ista de una manera indiscutible en los casos numerosos e importantes que acabamos de Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008
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ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 recordar, para probar que el hecho social es distinto de sus repercusiones individuales. Por otra parte, aunque no se presta inmediatamente a la observacin, puede comprobarse muchas veces con a$uda de ciertos arti!icios del método) es incluso indispensable proceder a esta operacin, si se quiere separar el hecho social de toda me&cla para observarlo en estado de pure&a. Así, ha$ ciertas corrientes de opinin que nos empu'an, con intensidad desigual seg#n los tiempos $ los países, unas al matrimonio, por e'emplo, otras al suicidio o a una natalidad más o menos !uerte, etc. "on evidentemente hechos sociales. A primera vista, parecen inseparables de las !ormas que toman en los casos particulares. Pero la estadística nos suministra el medio de aislarlas. n e!ecto, son e-presadas numéricamente, no sin e-actitud, para la natalidad, la nupcialidad, los suicidios, es decir, por el n#mero que se obtiene dividiendo la media total anual de matrimonios, nacimientos, muertes voluntarias por el de hombres en estado de casarse, de procrear o de suicidarse 4 25. Porque, como cada una de estas ci!ras comprende indistintamente todos los casos particulares, las circunstancias individuales que pueden tener alguna intervencin en la produccin del !enmeno se neutrali&an allí mutuamente $, en consecuencia, no contribu$en a determinarlo. Lo que e-presa es un estado determinado del alma colectiva. /e ahí lo que son los !enmenos sociales desembara&ados de todo elemento e-tra8o. n cuanto a sus mani!estaciones privadas, tienen algo de social, puesto que reproducen en parte un modelo colectivo) pero cada una de ellas depende también, $ en gran parte, de la constitucin psico= orgánica del individuo, de las circunstancias particulares en que está colocado. o son, por tanto, !enmenos propiamente sociolgicos. "e relacionan a la ve& con los dos reinos) se les podría cali!icar de socio=psíquicas. >nteresan al socilogo sin constituir la materia inmediata de la sociología. "e encuentran también en el interior del organismo !enmenos de naturale&a mi-ta que estudian las ciencias mi-tas, como la química biolgica. Pero se dirá3 un !enmeno no puede ser colectivo más que si es com#n a todos los miembros de la sociedad o, por lo menos, a la ma$oría de ellos, si es general. "in duda, pero si es general es porque es colectivo 4es decir, más o menos obligatorio5, pero en modo alguno es colectivo porque es general. s un estado del grupo que se repite en los individuos porque se impone a los mismos. stá en cada parte porque está en el todo, pero no está en el todo porque esté en las partes. sto es sobre todo evidente respecto de las creencias $ prácticas que nos son transmitidas por completo hechas por las generaciones anteriores) las recibimos $ las adoptamos porque, siendo a la ve& una obra colectiva $ una obra secular, están investidas de una autoridad particular que la educacin nos ha ense8ado a reconocer $ respetar. Ahora bien, es de notar que la inmensa ma$oría de los !enmenos sociales nos llegan por esa vía. Pero aun cuando el hecho social es debido en parte a nuestra colaboracin directa, no es de otra naturale&a. ;n sentimiento colectivo, que surge en una asamblea, no e-presa simplemente lo que había de com#n entre todos los sentimientos lndividuales. s algo completamente distinto, como $a hemos mostrado. s la resultante de la vida com#n, un producto de acciones $ reacciones que se originan entre las conciencias individuales) $ si encuentra eco en cada una de ellas, es en virtud de la energía especial que él debe precisamente a su origen colectivo. "i todos los cora&ones vibran al unísono no es debido a una concordancia espontánea $ preestablecida, sino a que una misma !uer&a los mueve en idéntico sentido. (ada uno de ellos es arrastrado por todos. Llegamos, pues, a representamos de una manera precisa el campo de la sociología. o comprende más que un grupo determinado de !enmenos. ;n hecho social se reconoce por el poder de coaccin e-terno que e'erce o es susceptible de e'ercer sobre los individuos) $ la presencia de este poder se reconoce a su ve& sea por la e-istencia de una sancin determinada, sea por la resistencia que el hecho opone a toda empresa individual que tienda a violarlo. "in embargo, se le puede de!inir también por la di!usin que presenta en el interior del grupo, a condicin de que, siguiendo las observaciones precedentes, se tenga cuidado de a8adir como Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008
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ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 característica segunda $ esencial que e-iste independientemente de las !ormas individuales que toma al di!undirse. ste #ltimo criterio es incluso, en ciertos casos, más !ácil de aplicar que el anterior. n e!ecto, la coaccin es !ácil de comprobar cuando se traduce al e-terior por alguna reaccin directa de la sociedad, como ocurre con el derecho, la moral, las creencias, las costumbres, incluso con las modas. Pero cuando no es más que indirecta, como la que e'erce una organi&acin econmica, no siempre se de'a percibir tan claramente. La generalidad combinada con la ob'etividad pueden ser más !áciles entonces de establecer. Por otra parte, esta segunda de!inicin no es más que otra !orma de la primera) porque si una manera de conducirse, que e-iste !uera de las conciencias individuales, se generali&a, no puede ser más que imponiéndose 4 :5. "in embargo, podríamos preguntarnos si esta de!inicin es completa. n e!ecto, los hechos que nos han suministrado su base son todos ellos maneras de hacer, son de orden !isiolgico. Ahora bien, ha$ también maneras de ser colectivas) es decir, hechos sociales de orden anatmico o mor!olgico. La sociología no puede desentenderse de lo que concierne al sustrato de la vida colectiva. "in embargo, el n#mero $ la naturale&a de las partes elementales de que se compone la sociedad, la !orma en que están dispuestas, el grado de cohesin a que han llegado, la distribucin de la poblacin sobre la super!icie del territorio, el n#mero $ la naturale&a de las vías de comunicacin, la !orma de las viviendas, etc., no parecen, a primera vista, poder relacionarse con !ormas de obrar, sentir o pensar. Pero, en primer lugar, estos diversos !enmenos presentan la misma característica que nos ha servido para de!inir los otros. stas maneras de ser se imponen al individuo del mismo modo que las maneras de hacer de que hemos hablado. n e!ecto, cuando se quiere conocer la !orma en que está dividida políticamente una sociedad, de qué se componen estas divisiones, o la !usin más o menos completa que e-iste entre ellas, no será mediante una inspeccin material $ por medio de observaciones geográ!icas como podremos conseguirlo, porque estas divisiones son morales, aunque tengan alguna base en la naturale&a !ísica. s slo a través del derecho p#blico como es posible estudiar esta organi&acin, porque es este derecho el que la determina, de la misma manera que de!ine nuestras relaciones domésticas $ cívicas. @ no es por ello menos obligatoria. "i la poblacin se amontona en nuestras ciudades en lugar de dispersarse por los campos, es porque ha$ una corriente de opinin, un impulso colectivo que impone a los individuos esta concentracin. o podemos elegir $a ni la !orma de nuestras casas ni la de nuestros vestidos) por lo menos la una es tan obligatoria como la otra. Las vías de comunicacin determinan de una manera imperiosa el sentido en el cual se reali&an las migraciones $ los cambios interiores, etc. Por consiguiente, todo lo más habría que a8adir a la lista de los !enmenos que hemos enumerado, entre los que presentan el signo distintivo del hecho social, una categoría más) $ como esta enumeracin no tendría nada de rigurosamente e-haustiva, la adicin no sería indispensable. Pero no es, ni siquiera, #til) porque estas maneras de ser no son más que maneras de hacer consolidadas. La estructura política de una sociedad no es sino la manera en que los di!erentes sectores que la componen han tomado la costumbre de vivir entre sí. "i sus relaciones son tradicionalmente estrechas, los sectores tienden a con!undirse) en el caso contrario, tienden a distinguirse. l tipo de habitacin que nos imponen no es otra cosa que la manera en que todos los que nos rodean $, en parte, las generaciones anteriores se han acostumbrado a construir las casas. Las vías de comunicacin slo son el lecho que se ha cavado a sí misma, corriendo en el mismo sentido, la corriente regular de los cambios $ migraciones, etc. "in duda, si los !enmenos de orden mor!olgico !uesen los #nicos que presentaran este carácter !i'o, podría creerse que constituían una especie aparte. Pero una regla 'urídica es una disposicin no menos permanente que un tipo de arquitectura, $, por consiguiente, es un hecho !isiolgico. ;na simple Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008
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ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 má-ima moral es seguramente más maleable) pero tiene !ormas mucho más rígidas que una simple costumbre pro!esional o que una moda. /a$ así toda una gaina de matices que, sin solucin de continuidad, vincula los hechos más caracteri&ados de estructura a estas corrientes libres de la vida social que no han sido todavía !ormadas en ning#n molde de!inido. s, por lo tanto, que no ha$ entre ellos más que di!erencias en el grado de consolidacin que presentan. Los unos $ las otras no son más que vida más o menos cristali&ada. "in duda, puede haber interés en reservar el nombre de morfológicos para los hechos sociales que conciernen al sustrato social, pero a condicin de no perder de vista que son de la misma naturale&a que los otros. uestra de!inicin comprenderá por consiguiente todo lo de!inido si decimos3 s hecho social toda manera de hacer, !i'a o no, susceptible de e'ercer sobre el individuo una coaccin e-terior) o también, que es general dentro de la e-tensin de una sociedad dada a la ve& que tiene una e-istencia propia, independiente de sus mani!estaciones individuales 4 <5.
No!" 415 Por otra parte, esto no quiere decir que toda coaccin sea normal. 6olveremos más adelante sobre este punto. 425 o ha$ suicidios en cada edad, ni en todas las edades con la misma intensidad. 6éase Pldinger, 6.3 La tendencia al suicidio 4studio médico=psicolgico $ médicosociolgico. %est de tendencia al suicidio5. 4:5 "e ve hasta qué punto esta de!inicin del hecho social se ale'a de la que sirve de base al ingenioso sistema de %arde. n primer lugar debemos declarar que nuestras investigaciones no nos han hecho comprobar en ninguna parte esta in!luencia preponderante que %arde atribu$e a la imitacin en la génesis de los hechos colectivos. Además, parece que de la de!inicin precedente, la cual no es una teoría sino un simple resumen de datos inmediatos de la observacin, resulta que la imitacin no solamente no e-presa siempre sino que ho e-presa nunca lo que ha$ de esencial $ característico en el hecho social. "in duda. todo hecho social es imitado, tiene, como acabamos de demostrarlo, una tendencia a generali&arse, pero es porque es social, es decir, obligatorio. "u poder de e-pansin no es la causa sino la consecuencia de su carácter sociolgico. "i todavía los hechos sociales !uesen los #nicos en producir esta consecuencia, la imitacin podría servir por lo menos para de!inirlos, aunque no para e-plicarlos. Pero un estado individual casual no de'a por ello de ser individual. Además, se puede uno preguntar si la palabra imitación es la que conviene para designar una propagacin debida a una in!luencia coercitiva. Ba'o esta e-presin #nica se con!unden !enmenos mu$ di!erentes $ que sería necesario distinguir. 4<5 ste parentesco estrecho de la vida $ la estructura, del rgano $ la !uncin puede establecerse !ácilmente en sociología, porque entre estos dos términos e-tremos e-iste toda una serie de intermediarios inmediatamente observables $ que muestra el vínculo entre ellos. La biología no tiene este recurso. Pero está permitido creer que las inducciones de la primera de estas ciencias sobre este tema son aplicables a la otra $ que, en los organismos, como en las sociedades, no ha$ entre estos dos rdenes de hechos más que di!erencias de grado.
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CAPÍTULO SE#UN$O RE#LAS RELATI%AS A LA O&SER%ACI'N $E LOS HECHOS SOCIALES La regla primera $ más !undamental es considerar los hechos sociales como cosas.
1 n el momento en que un orden nuevo de !enmenos deviene ob'eto de la ciencia, éstos se encuentran representados $a en el espíritu, no slo por imágenes sensibles, sino por una especie de conceptos !ormados toscamenté. Antes de los primeros rudimentos de la !ísica $ la química, los hombres tenían $a sobre los !enmenos !ísico=químicos nociones que iban más allá de la pura percepcin) tales son, p. e'., las que encontramos me&cladas en todas las religiones. s que, en e!ecto, la re!le-in es anterior a la ciencia, que no hace más que servirse de aquélla con más método. l hombre no puede vivir en medio de las cosas sin hacerse ideas sobre las mismas de acuerdo con las cuales regula su conducta. "lo que, por el hecho de que estas nociones están más cerca de nosotros $ más a nuestro alcance que las realidades a que corresponden, tendemos naturalmente a sustituir las #ltimas por las primeras $ a hacer de ellas la materia propia de nuestras especulaciones. n lugar de observar las cosas, de describirlas, de compararlas, nos contentamos con tomar conciencia de nuestras ideas, de anali&arlas, de combinarlas. n lugar de una ciencia de realidades, no hacemos más que un análisis ideolgico. "in duda, este análisis no e-clu$e necesariamente toda observacin. s posible apelar a los hechos para con!irmar estas nociones o las conclusiones e-traídas de ellas. Pero los hechos no intervienen entonces más que de un modo secundario, en calidad de e'emplos o de pruebas con!irmatorias) no son el ob'eto de la ciencia. Dsta va de las ideas a las cosas, no de las cosas a las ideas. stá claro que este método no podría dar resultados ob'etivos. n e!ecto, estas nociones, o conceptos, como se les quiera llamar, no son los sustitutos legítimos de las cosas. Producto de la e-periencia vulgar, tienen ante todo por ob'eto poner nuestras acciones en armonía con el mundo que nos rodea) están !ormados por la práctica $ para ella. Ahora bien, una representacin puede hallarse en estado de desempe8ar #tilmente este papel aun siendo tericamente !alsa. (opérnico ha disipado, al cabo de varios siglos, las ilusiones de nuestros sentidos re!erentes a los movimientos de los astros) $ sin embargo, regulamos todavía la distribucin de nuestro tiempo de una manera corriente por estas ilusiones. Para que una idea suscite debidamente los movimientos que reclama la naturale&a de una cosa, no es necesario que e-prese !ielmente esta naturale&a, sino que basta con que nos haga sentir lo que tiene la cosa de #til o de desventa'osa, cmo nos puede servir $ cmo nos puede contrariar. %odavía las nociones así !ormadas no presentan esta e-actitud práctica más que de una manera apro-imada $ solamente en la generalidad de los casos. *(uántas veces son ellas tan peligrosas como inadecuadas+ o es, por tanto, elaborándolas de cualquier manera como se logrará alguna ve& descubrir las le$es de la realidad. "on, por el contrario, como un velo que se interpone entre las cosas $ nosotros $ que nos las dis!ra&an tanto me'or cuanto creemos que son más transparentes. %al ciencia slo puede ser una ciencia !rustrada $ además carece de materia de la que pueda alimentarse. %an pronto como e-iste desaparece, por así decirlo, $ se trans!orma en arte. n e!ecto, se considera que estas nociones contienen todo lo que ha$ de esencial en lo real, puesto que se las con!unde con lo real. esde luego, parece que poseen todo lo que es preciso para ponernos en estado no solamente de comprender lo que es, sino de prescribir lo que debe ser $ los medios de reali&arlo. Porque lo bueno es aquello que es con!orme a la naturale&a de las cosas) lo contrario a ellas es malo $ los medios para alcan&ar lo uno $ huir de lo otro se derivan de esta misma naturale&a. "i, por consiguiente, la tenemos de inmediato, el estudio de la Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008
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ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 realidad presente no tiene $a interés práctico $ como es el interés la ra&n de ser de tal estudio, éste se encuentra en adelante sin un !in en absoluto. La re!le-in es así inducida a separarse de lo que es el ob'eto mismo de la ciencia, a conocer el presente $ el pasado para lan&arse de un solo salto al porvenir. n lugar de intentar comprender los hechos adquiridos $ reali&ados, intenta e'ecutar inmediatamente otros nuevos más con!ormes con los !ines perseguidos por los hombres. (uando se cree saber en qué consiste la esencia de la materia, nos ponemos en seguida a la b#squeda de la piedra !iloso!al. ste colocarse el arte sobre la ciencia, que impide a ésta desarrollarse, es, por otra parte, !acilitado por las mismas circunstancias que determinan el despertar de la re!le-in cientí!ica, porque como no nace más que para satis!acer necesidades vitales, se encuentra por desgracia orientada hacia la práctica. Las necesidades que está llamada a aliviar son siempre apremiantes $, en consecuencia, la urgen a obtener su !in) no reclaman e-plicaciones, sino remedios. sta manera de proceder es tan con!orme con la pendiente natural de nuestro espíritu que se la encuentra incluso en el origen de las ciencias !ísicas. s la que di!erencia la alquimia de la química, la astrología de la astronomía. Bacon caracteri&a por ella el método que seguían los sabios de su tiempo $ que él combati. Las nociones de que acabamos de hablar son estas nociones vulgares o prenociones 4 15 que se8ala en la base de todas las ciencias 4 25 donde ellas toman el lugar de los hechos 4 :5. "on estos idola una especie de !antasmas que nos des!iguran el verdadero aspecto de las cosas $ que no obstante tomamos nosotros por las cosas mismas. @ es porque tal medio imaginario no o!rece al espíritu ninguna resistencia, por lo que éste, no sintiéndose satis!echo con nada, se entrega a ambiciones sin límite $ cree posible construir o, me'or, reconstruir el mundo con sus solas !uer&as $ a medida de sus deseos. "i así ocurre en las ciencias naturales, con ma$or ra&n debería ocurrir lo mismo en la sociología. Los hombres no han esperado el advenimiento de la ciencia social para !ormarse ideas sobre el derecho, la moral, la !amilia, el stado, la sociedad misma) porque no podían pasarse sin ellos para poder vivir. Ahora bien, es sobre todo en sociología donde estas prenociones, utili&ando la e-presin de Bacon, se encuentran en estado de dominar a los espíritus $ sustituir a las cosas. n e!ecto, los hechos sociales no se reali&an más que por los hombres, son producto de la actividad humana. Por tanto, no parecen ser otra cosa que la puesta en práctica de ideas, innatas o no, que llevamos dentro de nosotros, su aplicacin a las diversas circunstancias que acompa8an a las relaciones de los hombres entre sí. La organi&acin de la !amilia, del contrato, de la represin, del stado, de la sociedad aparecen así como un simple desarrollo de las ideas que tenemos sobre la sociedad, el stado, la 'usticia, etc. Por consiguiente, parece que estos hechos $ sus análogos no tienen realidad más que en $ por las ideas que son su germen $ que se convierten desde ese momento en la materia propia de la sociología. Lo que acaba de comprobar esta manera de ver es que, desbordando por todos los lados el detalle de la vida social a la conciencia, ésta no tiene una percepcin de ella bastante !uerte para sentir su realidad. o teniendo en nosotros asideros bastante pr-imos ni su!icientemente slidos, todo ello nos produce con !acilidad el e!ecto de no asirse a nada $ de !lotar en el vacío, una materia semi=irreal $ plástica de un modo inde!inido. /e ahí por qué tantos pensadores no han visto en los arreglos sociales más que combinaciones arti!iciales, más o menos arbitrarias. Pero si se nos escapan los detalles, las !ormas particulares, nosotros nos representamos por lo menos los aspectos más generales de la e-istencia colectiva de un modo apro-imado $ tosco, $ son precisamente estas representaciones esquemáticas $ sumarias las que constitu$en las prenociones de que nos servimos para los usos corrientes de la vida. o podemos, por tanto, pensar en poner en duda su e-istencia, puesto que la percibimos al mismo tiempo que la nuestra. o solamente están ellas en nosotros, sino que, como son un producto de e-periencias repetidas, Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008
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ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 tienen, debido a la repeticin $ el hábito que de ello resulta, una especie de ascendiente $ autoridad. Las sentimos oponerse cuando intentamos liberamos de ellas. Ahora bien, no podemos no considerar como real lo que se opone a nosotros. %odo contribu$e, por consiguiente, a hacernos ver en ellas la verdadera realidad social. n e!ecto, hasta ahora la sociología ha tratado más o menos e-clusivamente no de cosas sino de conceptos. s verdad que (omte ha proclamado que los !enmenos sociales son hechos naturales sometidos a le$es naturales. (on ello ha reconocido implícitamente su carácter de cosas) porque no ha$ más que cosas en la naturale&a. Pero cuando, saliendo de estas generalidades !ilos!icas, intenta aplicar su principio $ hacer surgir de él la ciencia que contenía, son las ideas lo que toma como ob'etos de estudio. n e!ecto, lo que constitu$e la materia principal de su sociología es el progreso de la humanidad en el tiempo. Parte de la idea de que ha$ una evolucin continua del género humano que consiste en una relacin siempre más completa de la naturale&a humana, $ el problema que trata consiste en encontrar el orden de esta evolucin. Ahora bien, suponiendo que esta evolucin e-ista, su realidad no puede ser establecida más que una ve& hecha la ciencia) no se puede, por tanto, hacer de ella el ob'eto mismo de la investigacin más que si se la plantea como una concepcin del espíritu, no como una cosa. @, en e!ecto, se trata hasta tal punto de una representacin completamente sub'etiva que, en realidad, este progreso de la humanidad no e-iste. Lo que e-iste, lo #nico que se da a la observacin, son sociedades particulares, que nacen, se desarrollan $ mueren independientemente las unas de las otras. "i todavía las más recientes !ueran una continuacin de las que les han precedido, cada tipo superior se consideraría como la simple repeticin del tipo inmediatamente in!erior con alguna cosa a8adida) se podría entonces poner todas, las unas a continuacin de las otras, por así decirlo, con!undiendo a las que se encuentran en el mismo estado de desarrollo, $ la serie !ormada de este modo sería considerada como representativa de la humanidad. Pero los hechos no se presentan con esta e-traordinaria simplicidad. ;n pueblo que reempla&a a otro no es sencillamente una prolongacin de este #ltimo con algunos caracteres nuevos) es otro, tiene más propiedades, tiene por lo menos otras propiedades) constitu$e una individualidad nueva, $ todas estas individualidades distintas, siendo heterogéneas, no pueden !undirse en una misma serie continua, ni, sobre todo, en una serie #nica. Porque la secuencia de sociedades no podría ser representada por una línea geométrica) se parece más bien a un árbol cu$as ramas se e-tienden en sentidos divergentes. n resumen, (omte ha tomado para el desarrollo histrico la nocin que tenía de él $ que no di!iere mucho de la que se hace el vulgo. 6ista de le'os, en e!ecto, la historia toma en verdad este aspecto serial $ simple. o nos damos cuenta de que los individuos se suceden unos a otros $ marchan todos en la misma direccin porque son de una misma naturale&a, pues, por otra parte, no se concibe que la evolucin social sea otra cosa que el desarrollo de alguna idea humana $ parece mu$ natural de!inirla por la idea que se hacen de ella los hombres. Ahora bien, actuando así, no slo se permanece en la ideología, sino que se da a la sociología como ob'eto un concepto que no tiene nada de propiamente sociolgico. "pencer descarta este concepto, pero es para reempla&arlo por otro que no está !ormado de otra manera. l hace de las sociedades, $ no de la humanidad, el ob'eto de la ciencia) slo que da de las primeras una de!inicin que hace desvanecer la cosa de que habla para poner en su lugar la prenocin que él tiene. Plantea, en e!ecto, como proposicin evidente, que una sociedad no existe más que cuando a la yuxtaposición se une la cooperación , $ que es slo de esta manera como la unin de individuos se convierte en una sociedad propiamente dicha 4 <5. espués, partiendo de este principio de que la cooperacin es la esencia de la vida social, divide las sociedades en dos clases seg#n la naturale&a de la cooperacin que domina en ellas. Hay =dice= una cooperación espontánea que se efecta sin premeditación durante la !squeda de fines de
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ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 carácter pri"ado# $ay tam!i%n una cooperación constituida conscientemente que supone la existencia de fines de inter%s p!lico netamente reconocidos 4?5. A las primeras les da el nombre de sociedades industriales) a las segundas, el de militares, $ se puede decir de esta distincin
que es la idea matri& de su sociología. Pero esta de!inicin enuncia como cosa lo que no es más que una manera de ver del espíritu. "e presenta, en e!ecto, como la e-presin de un hecho inmediatamente visible, $ basta la observacin para comprobarla, puesto que está !ormulada desde el principio de la ciencia como un a-ioma. @ sin embargo, es imposible saber mediante una simple inspeccin si realmente es la cooperacin el todo de la vida social. %al a!irmacin no es cientí!icamente legítima más que si se ha comen&ado a pasar revista a todas las mani!estaciones de la vida colectiva $ si se ha hecho ver que todas ellas son !ormas diversas de cooperacin. Por tanto, una ve& más es una cierta manera de concebir la realidad social la que sustitu$e a esta realidad 4 5. Lo que se de!ine así no es la sociedad, sino la idea que de ella se hace "pencer. @ si éste no tiene ning#n escr#pulo en proceder así, es que para él también la sociedad no es ni puede ser más que la reali&acin de una idea, a saber, la misma idea de cooperacin por la cual la de!ine 4 C5. "ería !ácil mostrar que, en cada uno de los problemas particulares que aborda, su método contin#a siendo el mismo. Además, aunque presume de proceder empíricamente, resulta que como los hechos acumulados en su sociología se emplean para ilustrar análisis de nociones más que para describir $ e-plicar cosas, parece que no slo están presentes en calidad de argumentos. n realidad, todo lo que ha$ de esencial en su doctrina puede deducirse inmediatamente de su de!inicin de la sociedad $ de las di!erentes !ormas de cooperacin. Porque si tenemos que elegir slo entre una cooperacin impuesta tiránicamente $ una colaboracin libre $ espontánea, es evidente que esta #ltima es el ideal hacia el que la humanidad tiende $ debe tender. o es slo en la base de la ciencia donde se encuentran estas nociones vulgares, sino que se las vuelve a encontrar a cada instante en la trama de los ra&onamientos. n el estado actual de conocimientos, no sabemos con certe&a qué es el stado, la soberanía, la libertad política, la democracia, el socialismo, el comunismo, etc.) por consiguiente, el método querría que se prohibiera todo uso de estos conceptos hasta que no !uesen cientí!icamente constituidos. @ sin embargo, las palabras que los e-presan aparecen sin cesar en las discusiones de los socilogos. "e las emplea corrientemente $ con aplomo como si correspondieran a cosas bien conocidas $ de!inidas, mientras que no revelan en nosotros más que nociones con!usas, me&clas indistintas de impresiones vagas, de pre'uicios $ de pasiones. os reímos ho$ día de los singulares ra&onamientos que los médicos de la dad Media !ormulaban con las nociones de calor, !río, humedad, etc., $ no nos damos cuenta de que nosotros continuamos aplicando ese mismo método a un orden de !enmenos menos adecuado que ning#n otro debido a su e-trema comple'idad. n las ramas especiales de la sociología es todavía más acusado este carácter ideolgico. Dste es especialmente el caso de la moral. s lícito decir, en e!ecto, que no ha$ un solo sistema en que no sea representada como el desarrollo simple de una idea inicial que la contendría por completo en potencia. Los unos creen que esta idea la encuentra el hombre hecha del todo desde su nacimiento) los otros, por el contrario, creen que se !orma más o menos lentamente en el curso de la historia. Pero tanto para unos como para otros, para los empiristas como para los racionalistas, ella es todo lo que ha$ de verdaderamente real en moral. Por lo que se re!iere a las reglas 'urídicas $ morales, no tendrían, por así decirlo, e-istencia por sí mismas, no serían más que esta nocin !undamental aplicada a las circunstancias particulares de la vida $ diversi!icada seg#n los casos. esde luego, el ob'eto de la moral no podría ser este sistema de preceptos sin realidad, sino la idea de la que dimanan $ de la que ellos no son otra cosa que aplicaciones variadas. Además, todas las cuestiones que se plantea de ordinario la ética no se relacionan con Página 11 de Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008 22
ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 cosas, sino con ideas) lo que se trata de saber es en qué consiste la idea del derecho, la idea de la moral, no cuál es la naturale&a de la moral $ del derecho considerados en sí mismos. Los moralistas no han llegado todavía a esta concepcin mu$ simple de que, como nuestra representacin de las cosas sensibles procede de estas mismas cosas $ las e-presa más o menos e-actamente, nuestra representacin de la moral viene del espectáculo mismo de las reglas que !uncionan ba'o nuestros o'os $ las esbo&a esquemáticamente) que, por consiguiente, son estas reglas $ no la visin sumaria que de ellas tenemos las que !orman la materia de la ciencia, lo mismo que la !ísica tiene por ob'eto los cuerpos tal como e-isten, no la idea que se ha hecho de ellos el vulgo. @ de ello resulta que se toma por base de la moral lo que no es más que su cima, es decir, la !orma en que se prolonga en la cnciencia individual $ donde resuena. @ no es solamente en los problemas más generales de la ciencia donde este método se sigue) contin#a siendo el mismo en las cuestiones especiales. e las ideas esenciales que el moralista estudia al principio, pasa a las ideas secundarias de !amilia, patria, responsabilidad, caridad, 'usticia) pero su re!le-in se centra siempre en las ideas. @ es lo mismo en la economía política. %iene por ob'eto, seg#n "tuart Mill, los hechos sociales que se producen principal o e-clusivamente con el !in de adquírir rique&as 4 E5. Pero para que los hechos así de!inidos puedan ser asignados, en cuanto cosas, a la observacin del sabio, sería preciso, por lo menos, que !uera posible indicar con qué signo son reconocibles los que satis!acen esta condicin. Ahora bien, en los comien&os de la ciencia, no tenemos el derecho de a!irmar que e-isten $ estamos mu$ le'os de saber cuáles son. n e!ecto, en todo orden de investigaciones, solamente cuando la e-plicacin de los hechos está bastante avan&ada es posible establecer que tienen un !in $ cuál es este !in. o ha$ problema más comple'o ni menos susceptible de ser resuelto de buenas a primeras. Por consiguiente, nada nos asegura por adelantado que ha$a una es!era de actividad social en la que el deseo de rique&as desempe8e realmente este papel preponderante. Por tanto, la materia de la economía política, así comprendida, está hecha no de realidades que se puedan mostrar con el dedo, sino de simples posibilidades, de puras concepciones del espíritu) es decir, de hechos que el economista percibe relacionándose con el !in considerado $ tales como él los concibe. 0"e pone, p. e'., a estudiar lo que él llama producción n primer lugar, cree poder enumerar los principales agentes que contribu$en a la misma $ poder estudiarios. s, por tanto, que no ha reconocido su e-istencia observando las condiciones de que dependía la cosa que estudia) porque de lo contrario hubiese comen&ado por e-poner las e-periencias de las que ha e-traído esta conclusin. "i desde el principio de la investigacin, $ en algunas palabras, procede a esta clasi!icacin, es que la ha obtenido mediante un simple análisis lgico. Parte de la idea de produccin, descomponiéndola, encuentra que implica lgicamente las ideas de !uer&as naturales, de traba'o, de instrumento ode capital $ trata a continuacin de la misma manera estas ideas derivadas 4 F5. La más !undamental de todas las teorías econmicas, la del valor, está construida evidentemente seg#n este método. "i el valor se estudiase en sí como debe serlo una realidad, se vería en primer lugar al economista indicar en qué se puede reconocer a la cosa designada con este nombre, después clasi!icarla en especies, investigar por medio de inducciones metdicas en !uncin de qué causas varían, comparar, en !in, estos diversos resultados para desprender de ellos una regla general. Por tanto, la teoría no podría venir más que cuando la ciencia hubiese avan&ado bastante. n lugar de esto, la encontramos al principio. s que, para elaborarla, el economista se contenta con concentrarse en sí mismo, tomar conciencia de la idea que se hace él del valor, es decir, de un ob'eto susceptible de cambiarse) el economista ve que ella implica la idea de lo #til, de lo raro, etc., $ constru$e su de!inicin con estos productos de su análisis. "in duda, la con!irma mediante algunos e'emplos. Pero cuando se piensa en los innumerables hechos de que seme'ante teoría debe dar cuenta, 0cmo se va a conceder el menor valor Página 12 de Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008 22
ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 demostrativo a los hechos, necesariamente mu$ raros, que son citados tan slo seg#n el a&ar de la sugestin Además, en economía política como en moral, la parte de la investigacin cientí!ica es mu$ restringida) la parte del arte es preponderante. n moral, la parte terica está reducida a algunas discusiones sobre la idea del deber, del bien $ del derecho. Pero estas especulaciones abstractas no constitu$en una ciencia, hablando con e-actitud, puesto que no tienen por ob'eto determinar lo que es en realidad la regla suprema de la moralidad, sino lo que debe ser. >gualmente, lo que ocupa ma$or lugar en las investigaciones de los economistas es el saber, p. e'., si la sociedad debe ser organi&ada de acuerdo con las concepciones de los individualistas o con las de los socialistas) si es me'or que el stado intervenga en las relaciones industriales $ comerciales o que las de'e enteramente a la iniciativa privada) si el sistema monetario debe ser el monometalismo o el bimetalismo, etc. Las le$es propiamente dichas son en ella poco numerosas) incluso las que suelen llamarse así no merecen este cali!icativo, no son más que má-imas de accin, preceptos prácticos dis!ra&ados. Así está, p. e'., la !amosa ley de la oferta y la demanda . o ha sido nunca establecida inductivamente como e-presin de la realidad econmica. Hamás ninguna e-periencia, ninguna comparacin metdica se ha instituido para establecer que, en realidad, las relaciones econmicas act#an seg#n esta le$. %odo lo que se ha podido hacer, $ todo lo que se ha hecho, es demostrar dialécticamente que los individuos deben proceder de ese modo si entienden bien sus intereses, que toda otra manera de obrar les sería per'udicial $ que implicaría por parte de los que se prestasen a ella una verdadera aberracin lgica. s racional que las industrias más productivas sean las más investigadas, que los poseedores de los productos más solicitados $ más raros los vendan al precio más alto. Pero esta necesidad completamente lgica no se parece en nada a la que presentan las verdaderas le$es de la naturale&a. Dstas e-presan las relaciones seg#n las cuales se encadenan realmente los hechos, no la !orma en que sería bueno que se encadenaran. Lo que decimos de esta le$ se puede repetir de todas las que la escuela econmica ortodo-a cali!ica de naturales $ que, por otra parte, no son apenas sino casos particulares de la precedente. "on naturales, si se quiere, en el sentido de que enuncian los medios que parece, o debe parecer natural, ha$an de ser utili&ados para alcan&ar tal hipotético !in) pero no debe dárseles este nombre si por le$ natural se entiende toda manera de ser de la naturale&a comprobada inductivamente. o son, en suma, otra cosa que conse'os de prudencia práctica $, si ha sido posible presentarlos de un modo más o menos especioso como e-presin misma de la realidad, es que con motivo o sin él se ha creído posible suponer que estos conse'os eran seguidos e!ectivamente por la generalidad de los hombres $ en la generalidad de los casos. @ sin embargo los !enmenos sociales son cosas $ se les debe tratar como tales. Para demostrar esta proposicin no es necesario !iloso!ar sobre su naturale&a, ni discutir las analogías que presentan con los !enmenos de los reinos in!eriores. Basta comprobar que son el #nico datum o!recido al socilogo. n e!ecto, se entiende por cosa todo lo que es dado, todo lo que se o!rece, o, más bien, todo lo que se impone a la observacin. %ratar los !enmenos como cosas es tratarlos en calidad de data que constitu$en el punto de partida de la ciencia. Los !enmenos sociales presentan indiscutiblemente este carácter. Lo que se nos da no es la idea que los hombres se hacen del valor, porque ella es inaccesible) son los valores que cambian realmente en el curso de las relaciones econmicas. o es tal o cual concepcin del ideal moral) es el con'unto de reglas que determinan e!ectivamente la conducta. o es la idea de la utilidad o de la rique&a) es todo el detalle de la organi&acin econmica. s posible que la vida social no sea más que el desarrollo de estas nociones) pero suponiendo que así sea, estas nociones no son dadas de inmediato. Por consiguiente, no son alcan&ables directamente, sino slo a través de la realidad de !enmenos que las e-presan. o sabemos a priori qué ideas se encuentran en el Página 1: de Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008 22
ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 origen de las diversas corrientes entre las cuales se reparten la vida social ni si las ha$) solamente después de haberlas remontado hasta sus !uentes sabremos de dnde provienen. os es preciso considerar, pues, los !enmenos sociales en sí mismos, separados de los su'etos conscientes que se los representan) es preciso estudiarlos desde !uera como cosas e-teriores) porque es así como se presentan a nosotros. "i esta e-terioridad no es más que aparente, la ilusin se disipará a medida que la ciencia avance $ se verá, por así decirlo, lo e-terior entrar en el interior. Pero no es lícito pre'u&gar la solucin, $ aun cuando !inalmente no tengan todos los caracteres intrísecos de la cosa, se les debe tratar al principio como si los tuvieran. sta regla se aplica, por ello, a la realidad social entera, sin que ha$a motivo para hacer ninguna e-cepcin. >ncluso los !enmenos que más parecían consistir en arreglos arti!iciales deben considerarse desde este punto de vista. l carácter convencional de una práctica o de una institucin no se debe 'amás suponer. "i, por otra parte, nos está permitido invocar nuestra e-periencia personal, creemos poder asegurar que procediendo de esta manera se tendrá muchas veces la satis!accin de ver los hechos más arbitrarios, en apariencia, presentar enseguida, a una observacin más atenta, caracteres de constancia $ de regularidad, síntoma de ob'etividad. Por lo demás, $ de una manera general, lo que se ha dicho antes sobre los caracteres distintivos del hecho social basta para asegurarnos respecto de la naturale&a de esta ob'etividad $ para probar que no es ilusoria. n e!ecto, se reconoce principalmente una cosa por el signo de que no puede ser modi!icada por un simple decreto de la voluntad. o es que sea re!ractaria a toda modi!icacin. Pero para producir un cambio en ella, no basta con quererlo, es preciso además un es!uer&o más o menos laborioso, debido a la resistencia que nos opone $ que, por otra parte, no puede siempre ser vencida. Ahora bien, hemos visto que los hechos sociales tienen esta propiedad. Le'os de ser un producto de nuestra voluntad, la determinan desde el e-terior) son como moldes en los que tenemos que !undir nuestras acciones. Muchas veces es tan grande esta necesidad que no podemos rehuirla. Pero aun cuando logremos triun!ar, la oposicin que encontramos basta para advertimos que estamos en presencia de una cosa que no depende de nosotros. Por consiguiente, al considerar los !enmenos sociales como cosas, no haremos más que obrar de acuerdo con su naturale&a. n de!initiva, la re!orma que se trata de introducir en sociología es totalmente idéntica a la que ha trans!ormado la psicología en los #ltimos treinta a8os. e la misma manera que (omte $ "pencer declaran que los hechos sociales son hechos de la naturale&a, sin tratarlos por ello como cosas, las di!erentes escuelas empíricas habían reconocido, hacía mucho tiempo, el carácter natural de los !enmenos psicolgicos, mientras continuaban aplicándoles un método puramente ideolgico. n e!ecto, los empiristas, no menos que sus adversarios, obraban e-clusivamente por introspeccin. Ahora bien, los hechos que no se observan más que sobre uno mismo son demasiado raros, e-cesivamente maleables $ huidi&os, para que puedan imponerse a las nociones respectivas que el hábito ha !i'ado en nosotros $ dictarles su le$. Por tanto, cuando éstos no están sometidos a alg#n otro control, no ha$ nada que les haga de contrapeso) en consecuencia, ocupan el lugar de los hechos $ constitu$en la materia de la ciencia. %ampoco LocIe ni (ondillac han considerado ob'etivamente los !enmenos psíquicos. o es la sensacin lo que estudian, sino una cierta idea de la sensacin. Por ello, aunque ha$an preparado el advenimiento de la psicología cientí!ica, ésta no ha nacido realmente sino mucho más tarde, cuando se hubo llegado a la concepcin de que los estados de conciencia pueden $ deben ser considerados desde el e-terior, no desde el punto de vista de la conciencia que los percibe. %al es la gran revolucin que se ha reali&ado en esta clase de estudios. %odos los procedimientos particulares, todos los métodos nuevos con que se ha enriquecido esta ciencia no son otra cosa que medios diversos para reali&ar más completamente esta idea !undamental. s este mismo Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008
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ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 progreso el que todavía tiene que hacer la sociología. s preciso que pase del estado sub'etivo, que todavía no ha superado, a la !ase ob'etiva. Por otra parte, este paso es menos di!ícil de dar en sociología que en psicología. n e!ecto, los hechos psíquicos se dan naturalmente como estados del su'eto, del que no parecen separables. >nteriores por de!inicin, parece que no son tratables como e-teriores más que violentando su naturale&a. s preciso no slo un es!uer&o de abstraccin, sino toda una serie de procedimientos $ arti!icios para llegar a considerarlos de esta clase. Por el contrario, los hechos sociales tienen de un modo más natural e inmediato todos los caracteres de la cosa. l derecho e-iste en los cdigos, los movimientos de la vida cotidiana se inscriben en las ci!ras de la estadística, en los monumentos histricos, las modas en los tra'es, los gustos en las obras de arte. n virtud de su misma naturale&a, tienden a constituirse !uera de las conciencias individuales, puesto que las dominan. Por tanto, para verlos ba'o su aspecto de cosas, no es necesario torturarles ingeniosamente. esde este punto de vista, la sociología tiene sobre la psicología una seria venta'a que no ha sido percibida hasta ahora $ que debe acelerar su desarrollo. Acaso los hechos sean más di!íciles de interpretar porque son más comple'os, pero !áciles de alcan&ar. La psicología, por el contrario, no slo encuentra di!icultades para elaborarlos, sino para captarlos. Por consiguiente, es lícito creer que, a partir del día en que sea reconocido $ practicado unánimente este principio del método sociolgico, se verá progresar a la sociología con una rapide& que no haría sospechar la actual lentitud de su desarrollo $ reconquistar incluso el avance que la psicología debe #nicamente al hecho de ser anterior en el tiempo 4 1G5.
2 Pero la e-periencia de nuestros predecesores nos ha mostrado que para asegurar la reali&acin práctica de la verdad que acaba de establecerse, no basta con dar una demostracin terica de ella, ni siquiera con penetrarse de ella. l espíritu se siente tan naturalmente inclinado a desconocerla, que se volverá a caer inevitablemente en los antiguos procedimientos si no se le somete a una disciplina rigurosa, cu$as reglas principales, corolarios de la precedente, vamos a !ormular. lJ l primero de estos corolarios es que3 es preciso descartar sistemáticamente todas las nociones previas. o es necesaria una demostracin especial de esta regla) se desprende de todo lo que hemos dicho anteriormente. Por otra parte, es la base $ !undamento de todo método cientí!ico. La duda metdica de escartes no es, en el !ondo, otra cosa que una aplicacin de la misma. "i en el momento en que va a !undar la ciencia escartes se impone la le$ de poner en duda todas las ideas que ha$a recibido anteriormente, es que no quiere emplear más que conceptos elaborados cientí!icamente, es decir, construidos seg#n el método que él institu$e) todos los que tengan otro origen deben por ello ser recha&ados, provisionalmente al menos. @a hemos visto que la teoría de los idola de Bacon no tiene otro sentido. Las dos grandes doctrinas que con tanta !recuencia han sido opuestas entre sí concuerdan en este punto esencial. s preciso, por tanto, que el socilogo, bien en el momento en que determina el ob'eto de sus investigaciones, bien en el curso de sus demostraciones, se prohíba resueltamente el empleo de aquellos conceptos que se han !ormado !uera de la ciencia $ para necesidades que no tienen nada de cientí!icas. s preciso que se libere de estas !alsas pruebas que dominan el espíritu del vulgo, que sacuda de una ve& para siempre el $ugo de estas categorías a las que un prolongado hábito acaba, muchas veces, por volver tiránicas. "i alguna ve& la necesidad le obliga a recurrir a ellas, al menos que lo haga teniendo conciencia de su escaso valor, a !in de no llamarlas a representar en la doctrina un papel del que no son dignas. Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008
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ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 Lo que hace a esta liberacin particularmente di!ícil en sociología es que el sentimiento se pone muchas veces de su parte. os apasionamos, en e!ecto, por nuestras creencias políticas $ religiosas, por nuestras prácticas morales de un modo mu$ distinto que por las cosas del mundo !ísico) en consecuencia, este carácter pasional se comunica a la manera en que concebimos $ nos e-plicamos las primeras. Las ideas que nos hacemos de ellas nos sub$ugan, lo mismo que sus ob'etos, $ adquieren así una autoridad tal que no soportan la contradiccin. %oda opinin que se les oponga es considerada como enemiga. 07ue una proposicin no está de acuerdo con la idea que se tiene del patriotismo o de la dignidad individual 7ueda entonces repudiada sean cuales !ueren las pruebas en que se basa. o es lícito admitir que sea cierta) se le opone una delicada negativa $ la pasin, para 'usti!icarse, no tarda en sugerir ra&ones que se encuentran !ácilmente decisivas. stas nociones pueden incluso tener tal prestigio que no toleran ni siquiera el e-amen cientí!ico. l solo hecho de someterlas, así como a los !enmenos que e-presan, a un !río análisis, altera a ciertos espíritus. (ualquiera que se dedique a estudiar la moral desde el e-terior, $ como una realidad e-terior, parece a estos seres delicados carente de sentido moral, de la misma manera que el viviseccionista le parece al vulgo !alto de la sensibilidad com#n. Mu$ le'os de admitir que estos sentimientos dependen de la ciencia, es a ellos a los que se cree que debemos dirigirnos para hacer la ciencia de las cosas con la que se relacionan. &Desgracia =escribe un elocuente historiador de las religiones=, desgracia la del sa!io que a!orda las cosas de Dios sin tener en el fondo de su conciencia' en lo más recóndito de su ser' donde duerme el alma de los antecesores' un santuario desconocido del que se ele"a por instantes un perfume de incienso' un "erso de salmo' un grito doloroso o triunfal que de ni(o $a lan)ado al cielo en persecución de sus $ermanos y que le "uel"e a poner en s!ita comunicación con los profetas de otros tiempos* 4115.
o podríamos al&arnos nunca con demasiada !uer&a contra esta doctrina mística que =como todo misticismo= no es en el !ondo más que un empirismo dis!ra&ado, que niega toda ciencia. Los sentimientos cu$o ob'eto está constituido por las cosas sociales no poseen ning#n privilegio sobre los demás, porque no tienen otro origen. "e han !ormado, ellos también, histricamente) son producto de la e-periencia humana, pero de una e-periencia con!usa $ desorgani&ada. o se deben a no sé qué anticipacin trascendental de la realidad, sino que son la resultante de toda clase de impresiones $ de emociones acumuladas sin ning#n orden, al a&ar de las circunstancias, sin una interpretacin metdica. Mu$ le'os de traernos claridades superiores a las claridades racionales, están hechos e-clusivamente de estados !uertes, es cierto, pero turbios. (oncederles seme'ante preponderancia es dar la supremacía a las !acultades in!eriores de la inteligencia sobre las más elevadas, es condenarse a una logomaquia más o menos oratoria. ;na ciencia hecha de esta manera no puede satis!acer más que a los espíritus que pre!ieren pensar más con su sensibilidad que con su entendimiento, que pre!ieren las síntesis inmediatas $ con!usas de la sensacin a los análisis luminosos $ llenos de paciencia de la ra&n. l sentimiento es el ob'eto de la ciencia, no el criterio de la verdad cientí!ica. Por otra parte, no ha$ ciencia que, en sus comien&os, no ha$a trope&ado con resistencias análogas. /ubo un tiempo en que los sentimientos relativos a las cosas del mundo !ísico, al tener ellos mismos un carácter religioso o moral, se oponían con no menos !uer&a al establecimiento de las ciencias !ísicas. "e puede entonces creer que, perseguido de ciencia en ciencia, terminará este pre'uicio por desaparecer de la sociología, su #ltimo retiro, pará de'ar el terreno libre al sabio. 2J Pero la regla precedente es completamente negativa. nse8a al socilogo a escapar del imperio de las nociones vulgares, para volver su atencin hacia los hechos) pero no dice la !orma en que debe captar estos #ltimos para hacer de ellos un estudio ob'etivo. %oda investigacin cientí!ica se centra en un grupo determinado de !enmenos que responden a una misma de!inicin. La primera tarea del socilogo debe ser por ello de!inir las cosas de que Página 1 de Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008 22
ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 él trata a !in de que se sepa =$ lo sepa él también= cuál es el problema. s ésta la condicin primera $ más indispensable de toda prueba) una teoría, en e!ecto, slo es controlable cuando se sabe reconocer los hechos de que ella debe dar cuenta. Además, puesto que por esta de!inicin inicial se constitu$e el ob'eto mismo de la ciencia, éste será, o no será, una cosa, seg#n la !orma en que se haga esta de!inicin. Para que sea ob'etiva, es preciso evidentemente que no e-prese los !enmenos en !uncin de una idea del espíritu, sino de las propiedades que le son inherentes. s preciso que los caracterice por un elemento integrante de su naturale&a, no por su con!ormidad con una nocin más o menos ideal. Ahora bien, en el momento en que la investigacin va tan slo a comen&ar, cuando los hechos no han sido sometidos todavía a ninguna elaboracin, los #nicos caracteres su$os que se pueden alcan&ar son aquellos que se hallan bastante e-teriores para ser visibles inmediatamente. Los que están situados más pro!undamente son sin duda más esenciales) su valor e-plicativo es más alto, pero son desconocidos en esta !ase de la ciencia $ no se pueden anticipar más que si se sustitu$e la realidad por alguna concepcin del espíritu. s por ello entre los primeros donde se debe buscar la materia de esta de!inicin !undamental. Por otra parte, está claro que esta de!inicin deberá comprender, sin e-cepcin ni distincin alguna, todos los !enmenos que presentan estos mismos caracteres) porque nosotros no tenemos ninguna ra&n ni medio de elegir entre ellos. ntonces estas propiedades son todo lo que sabemos de lo real) por consiguiente, deben determinar pre!erentemente la manera en que se deben agrupar los hechos. o poseemos ning#n otro criterio que pueda suspender, aunque sea parcialmente, los e!ectos del precedente. e aquí se deriva la siguiente regla3 no tomar 'amás por ob'eto de las investigaciones más que un grupo de !enmenos previamente de!inidos por ciertos caracteres e-teriores que les son comunes e incluir en la misma investigacin a todos los que respondan a esta de!inicin. (omprobamos, p. e'., la e-istencia de un cierto n#mero de actos que presentan, todos ellos, este carácter e-terior, $ que una ve& reali&ados determinan por parte de la sociedad esta reaccin particular que se denomina pena. /acemos de ellos un grupo sui generis, al cual imponemos una r#brica com#n) llamamos delito a todo acto castigado $ hacemos del delito así de!inido el ob'eto de una ciencia especial, la criminología. e la misma manera, observamos en el interior de todas las sociedades conocidas la e-istencia de una sociedad parcial, reconocible por el signo e-terior de que está !ormada de individuos consanguíneos, en su ma$or parte, $ que están unidos entre sí por vínculos 'urídicos. /acemos con los hechos que con ella se relacionan un grupo especial al que damos un nombre particular) son los !enmenos de la vida doméstica. Llamamos !amilia a todo agregado de este género $ hacemos de la !amilia así de!inida el ob'eto de una investigacin especial que no ha recibido todavía una denominacin determinada en la terminología sociolgica. (uando más tarde se pase de la !amilia en general a los di!erentes tipos !amiliares, se aplicará la misma regla. (uando se aborde, p. e'., el estudio del clan, o de la !amilia matriarcal, o de la !amilia patriarcal, se empe&ará por de!inirlas de acuerdo con el mismo método. l ob'eto de cada problema, general o particular, debe ser considerado de con!ormidad con el mismo principio. Procediendo de esta manera, el socilogo, desde los primeros pasos, pone pie inmediatamente en la realidad. n e!ecto, la !orma en que los hechos son clasi!icados no depende de él, de la !ormacin particular de su espíritu, sino de la naturale&a de las cosas. l signo que les hace !igurar en tal o cual categoría puede ser mostrado a todo el mundo, reconocido por todos, $ las a!irmaciones de un observador son controlables por los demás. s verdad que la nocin así constituida no siempre enca'a o incluso no se adapta generalmente a la nocin com#n. s evidente, por e'emplo, que para el sentido com#n los hechos del pensamiento libre o los atentados a la etiqueta, tan regular $ severamente castigados en muchas sociedades, no son considerados como delitos ni siquiera en lo que respecta a estas sociedades. e la misma Página 1C de Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008 22
ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 manera, un clan no es una !amilia en la acepcin usual de la palabra. Pero no importa, porque no se trata simplemente de descubrir un medio que nos permita encontrar con seguridad los hechos a los que se aplican las palabras del idioma corriente $ las ideas que representan. Lo que se necesita es constituir con todas las pie&as conceptos nuevos, apropiados a las necesidades de la ciencia $ e-presados con a$uda de una terminología especial. o es, en modo alguno, que el concepto vulgar sea in#til para el sabio) sirve de indicador. Kracias a él somos in!ormados de que e-iste en alguna parte un con'unto de !enmenos que son reunidos ba'o una misma denominacin $ que, por consiguiente, deben tener probablemente caracteres comunes) incluso, como no e-iste 'amás sin haber tenido alg#n contacto con los !enmenos, nos indica a veces, a grandes rasgos, en qué direccin deben ser investigados. Pero como está burdamente !ormado, es mu$ natural que no coincida e-actamente con el concepto cientí!ico, instituido con motivo del repetido concepto vulgar 4 125. Por mu$ evidente e importante que sea esta regla, no es apenas observada en sociología. Precisamente porque se trata en ella de cosas de las que hablamos sin cesar, como la !amilia, la propiedad, el delito, etc., le parece muchas veces in#til al socilogo dar una de!inicin previa, rigurosa. stamos acostumbrados de tal modo a servirnos de estas palabras, que vuelven en todo momento durante las conversaciones $ parece in#til precisar el sentido en que las tomamos. os re!erimos simplemente a la nocin com#n. Ahora bien, ésta es muchas veces ambigua. sta ambigedad hace que se re#nan ba'o un mismo nombre $ en una misma e-plicacin cosas mu$ di!erentes en realidad. e ahí provienen con!usiones ine-plicables. Así, e-isten dos clases de uniones monogámicas3 unas de hecho, otras de derecho. n las primeras el marido no tiene más que una mu'er aunque 'urídicamente pueda tener varias) en las segundas, le está legalmente prohibido ser polígamo. La monogamia de hecho se encuentra en muchas especies animales $ en ciertas sociedades in!eriores, no en estado esporádico, sino con la misma generalidad que si estuviese impuesta por la le$. (uando la poblacin está dispersa sobre una vasta super!icie, la trama social es mu$ !lo'a $, en consecuencia, los individuos viven los unos aislados de los otros. esde luego, cada hombre intenta procurarse una mu'er $ una sola, porque en este estado de aislamiento le es di!ícil tener varias. La monogamia obligatoria, por el contrario, slo se observa en las sociedades más elevadas. stas dos especies de sociedades con$ugales tienen, por tanto, una signi!icacin mu$ di!erente, $ sin embargo, sirve la misma palabra para designarlas) porque se dice corrientemente que ciertos animales son mongamos, aunque no ha$a en ellos nada que se aseme'e a una obligacin 'urídica. Ahora bien, "pencer, al abordar el estudio del matrimonio, emplea la palabra monogamia, sin de!inirla, en su sentido usual $ equívoco. esulta de ello que la evolucin del matrimonio le parece que presenta una anomalía incomprensible, puesto que cree observar la !orma superior de la unin se-ual desde las primeras !ases del desarrollo histrico, mientras que esta unin parece más bien desaparecer en el pe8odo intermedio para reaparecer en seguida. @ de todo ello conclu$e que no ha$ relacin regular entre el progreso social en general $ el avance progresivo hacia un tipo per!ecto de vida !amiliar. ;na de!inicin oportuna hubiese evitado este error 4 1:5. n otros casos se tiene mucho cuidado de de!inir el ob'eto sobre el que va a recaer la investigacin) pero en lugar de comprender en la de!inicin $ agrupar ba'o la misma r#brica todos los !enmenos que tienen las mismas propiedades e-teriores, se hace entre ellos una seleccin. "e eligen algunos, una especie de élite, que se consideran como los #nicos que tienen derecho a poseer estos caracteres. n cuanto a los otros, se estima que han usurpado estos signos distintivos $ no se les tiene en cuenta. Pero es !ácil prever, que de esta manera no se puede obtener más que una nocin sub'etiva $ truncada. n e!ecto, esta eliminacin no se puede hacer más que de acuerdo con una idea preconcebida, puesto que en el comien&o de la ciencia ninguna investigacin ha podido establecer todavía la realidad de esta usurpacin, en el supuesto de que Página 1E de Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008 22
ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 sea posible. Los !enmenos elegidos slo han sido conservados porque eran, más que los otros, con!ormes con la concepcin ideal que uno se hacía de esta clase de realidad. Por e'emplo, Karo!alo, al comien&o de su (riminologie, demuestra mu$ bien que el punto de partida de esta ciencia debe ser la noción sociológica del delito 41<5. "lo que, para constituir esta nocin, no compara indistintamente todos los actos que en los di!erentes tipos sociales han sido reprimidos con penas regulares, sino solamente algunos de ellos, a saber, los que o!enden la parte media e inmutable del sentido moral. n cuanto a los sentimientos morales que han desaparecido a lo largo de la evolucin, no le parecen !undados en la naturale&a de las cosas más que por la sencilla ra&n de que no han logrado mantenerse) en consecuencia, los actos que han sido reputados como criminales porque los violaban, cree que han debido esta denominacin tan slo a circunstancias accidentales más o menos patolgicas. Pero es en virtud de un concepto completamente personal de la moralidad como procede a esta eliminacin. Parte de la idea de que la evolucin moral, tomada en su misma !uente o en sus inmediaciones, arrastra toda clase de escorias e impure&as que ella elimina progresiva e inmediatamente $ que ho$ slo ha logrado desembara&arse de todos los elementos adventicios que primitivamente turbaban su curso. Pero este principio no es ni un a-ioma evidente, ni una verdad demostrada) no es más que una hiptesis a la que nada 'usti!ica. Las partes variables del sentido moral no están menos !undadas en la naturale&a de las cosas que las partes inmutables) las variaciones por las que han pasado las primeras testimonian solamente que son las cosas las que han variado. n &oología, las !ormas especiales de las especies in!eriores no son consideradas menos naturales que las que se repiten en todos los grados de la escala animal. e la misma manera, los actos llamados delitos por las sociedades primitivas, $ que han perdido esta denominacin, son realmente criminales con relacin a esas sociedades, lo mismo que lo son aquellos que continuamos reprimiendo ho$ día. Los primeros corresponden a las condiciones cambiantes de la vida social, los #ltimos, a las condiciones constantes) pero no son los unos más arti!iciales que los otros. /a$ más, aunque estos actos hubieran revestido indebidamente el carácter criminolgico, no debería separárseles radicalmente de los otros) porque las !ormas mrbidas de un !enmeno no son de otra naturale&a que las normales $, por consiguiente, es necesario observar tanto las primeras como las #ltimas para determinar esta naturale&a. La en!ermedad no se opone a la salud) son dos variedades del mismo género que se iluminan mutuamente. s ésta una regla reconocida hace tiempo $ practicada en biología $ en psicología, $ que el socilogo no está menos obligado a respetar. A menos que se admita que un mismo !enmeno pueda ser debido $a a una causa, $a a otra =es decir, a menos de negar el principio de causalidad=, las causas que imprimen a un acto, aunque de una manera anormal, el signo distintivo del delito, no podrían di!erir en especie de las que producen normalmente el mismo e!ecto) se distinguen solamente en grado o también porque no act#an dentro del mismo con'unto de circunstancias. l delito anormal es entonces todavía un delito $ debe, en consecuencia, entrar en la de!inicin del delito. ntonces, 0qué ocurre, pues que Karo!alo toma por el género lo que no es otra cosa que la especie o incluso una simple variedad. Los hechos a los que se aplica su !rmula de criminalidad slo representan una ín!ima minoría entre los que debería comprender) porque no es aplicable a los delitos religiosos, ni a los delitos contra la etiqueta, el ceremonial, la tradicin, etc., los cuales, si bien han desaparecido de nuestros (digos modernos, llenan, por el contrario, todo el derecho penal de las sociedades anteriores. s esta misma !alta de método lo que hace que ciertos observadores nieguen a los salva'es toda clase de moralidad 4 1?5. Parten de la idea de que nuestra moral es la moral) ahora bien, es evidente que es desconocida de los pueblos primitivos o que no e-iste en ellos más que en estado rudimentario. Pero esta de!inicin es arbitraria. Apliquemos nuestra regla $ todo cambia. Para decidir si un precepto es moral o no, debemos e-aminar si presenta o no el signo e-terior Página 1F de Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008 22
ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 de la moralidad) este signo consiste en una sancin represiva di!usa, es decir, en una condena de la opinin p#blica que vengue toda violacin del precepto. %odas las veces que estemos en presencia de un hecho que presente este carácter, no podremos, con 'usticia, negarle la cali!icacin de moral) porque ésta es la prueba de que tal hecho es de la misma naturale&a que los demás hechos morales. Ahora bien, reglas de este género no solamente se encuentran en las sociedades in!eriores, sino que son más numerosas que en las sociedades civili&adas. ;na multitud de actos que actualmente quedan abandonados a la libre apreciacin del individuo eran entonces impuestos obligatoriamente. Así vemos a qué errores conduce el no de!inir o el de!inir mal 415. Pero se dirá, 0el de!inir los !enmenos por sus caracteres aparentes no es atribuir a las propiedades super!iciales una especie de preponderancia sobre los atributos !undamentales, no es, mediante una inversin del orden lgico, hacer reposar las cosas sobre la c#spide $ no sobre la base Así ocurre que, cuando se de!ine el delito por la pena, se e-pone uno casi inevitablemente a ser acusado de querer derivar el delito de la pena o, siguiendo una cita mu$ conocida, a ver en el cadalso la !uente de la vergen&a, no en el acto e-piado. Pero el reproche reposa en una con!usin. Puesto que la de!inicin cu$a regla acabamos de dar está colocada al comien&o de la ciencia, no podría tener por ob'eto e-presar la esencia de la realidad) debe slo ponernos en condiciones de llegar a ella posteriormente. %iene como #nica !uncin hacernos tomar contacto con las cosas, $ como éstas no pueden ser captadas por el espíritu sino desde !uera, es por sus e-teriores como los e-presa. Pero con eso él no los aclara) suministra #nicamente el primer punto de apo$o necesario para nuestras e-plicaciones. esde luego, no es la pena la que hace al delito, pero es por ella como se nos revela e-teriormente $, por consiguiente, es de ella de donde tenemos que partir si queremos llegar a comprenderlo. La ob'ecin no estaría !undada más que si estos caracteres e-teriores !ueran al mismo tiempo accidentales, es decir, si no estuviesen vinculados a las propiedades !undamentales. n e!ecto, en estas condiciones la ciencia, después de haberlos se8alado, no tendría ning#n medio de ir más le'os) no podría descender más aba'o en la realidad, puesto que no habría ninguna relacin entre la super!icie $ el !ondo. Pero a menos que el principio de causalidad no sea más que una vana palabra, cuando unos caracteres determinados se encuentran de una manera idéntica $ sin ninguna e-cepcin en todos los !enmenos de un cierto orden, se puede tener la seguridad de que ellos se relacionan estrechamente con la naturale&a de estos #ltimos $ que son solidarios de ellos. "i un grupo dado de actos presenta igualmente esta particularidad de que va ligada a ellos una sancin penal, es que e-iste un vínculo íntimo entre la pena $ los atributos constitutivos de estos actos. Por consiguiente, por super!iciales que sean, estas propiedades muestran per!ectamente al sabio, siempre que ha$an sido observadas metdicamente, el camino que debe seguir para penetrar más en el !ondo de las cosas, son el anillo primero e indispensable de la cadena que la ciencia desenrollará a continuacin en el curso de sus e-plicaciones. Puesto que es por medio de la sensacin como nos es dado el e-terior de las cosas, podemos decir, en resumen3 la ciencia, para ser ob'etiva, debe partir no de conceptos que se han !ormado sin ella, sino de la sensacin. s de los datos sensibles de los que debe tomar prestados los elementos de sus de!iniciones iniciales. @ en e!ecto, basta representarse en qué consiste la tarea de la ciencia para comprender que no puede proceder de otra manera. lla tiene necesidad de conceptos que e-presen adecuadamente las cosas tales como son, no tales como le conviene concebir a la práctica. Ahora bien, los que están constituidos al margen de su accin no responden a esta condicin. s preciso, por tanto, que cree nuevos conceptos $ para ello que, descartando las nociones comunes $ las palabras que las e-presan, vuelva hacia la sensacin, materia prima necesaria de todos los conceptos. s de la sensacin de donde se desprenden las ideas generales, verdaderas o !alsas, cientí!icas o no. l punto de partida de la ciencia o Página 2G de Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008 22
ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 conocimiento especulativo no podría ser otro que el del conocimiento vulgar o práctico. s solamente más allá, es decir, en la !orma en que es elaborada después esta materia com#n, donde empie&an las divergencias. :J Pero la sensacin es !ácilmente sub'etiva. %ambién es preceptivo en las ciencias naturales descartar los datos sensibles que sean demasiado personales para el observador para retener e-clusivamente los que presentan un grado su!iciente de ob'etividad. s así como el médico sustitu$e las vagas impresiones que producen la temperatura o la electricidad por la representacin visual de las oscilaciones del termmetro o del electrmetro. l socilogo debe observar las mismas precauciones. Los caracteres e-teriores en !uncin de los cuales de!ine el ob'eto de sus investigaciones deben ser lo más ob'etivos posible. "e puede a!irmar en principio que los hechos sociales son tanto más susceptibles de ser representados ob'etivamente cuanto más desprendidos están de los hechos individuales que los mani!iestan. n e!ecto, una sensacin es tanto más ob'etiva cuanto ma$or !i'e&a tiene el ob'eto a que ella se re!iere) porque la condicin de toda ob'etividad es la e-istencia de un punto de re!erencia, constante e idéntico, al cual se pueda re!erir la representacin $ que permita, eliminar todo lo que tiene ésta de variable $ sub'etivo. "i los mismos puntos de re!erencia que se nos dan son variables, si son continuamente diversos con relacin a sí mismos, toda medida com#n es de!ectuosa $ no tenemos ning#n medio de distinguir en nuestras impresiones lo que depende del e-terior de lo que les llega desde nosotros. Ahora bien, la vida social, en tanto en cuanto no ha conseguido aislarse de los acontecimientos particulares que la encarnan para constituirse aparte, posee cabalmente esta propiedad, porque, como estos acontecimientos no tienen siempre, en todo momento, la misma !isonomía, $ como es inseparable de ellos, le comunican su movilidad. (onsiste entonces en corrientes libres que están perpetuamente en vías de trans!ormacin $ que la mirada del observador no consigue !i'ar. s decir, que es éste el lado por donde el sabio puede abordar el estudio de la realidad social. Pero sabemos que presenta la particularidad de que, sin de'ar de ser ella misma, es susceptible de cristali&arse. Nuera de los actos individuales que suscitan, las costumbres colectivas se e-presan ba'o !ormas de!inidas, reglas 'urídicas, morales, dichos populares, hechos de estructura social, etc. (omo estas !ormas e-isten de una manera permanente, como no cambian con las diversas aplicaciones que se hace de ellas, constitu$en un ob'eto !i'o, una marca constante que está siempre al alcance del observador $ que no de'a lugar a las impresiones sub'etivas $ a las observaciones personales. ;na regla de derecho es lo que es $ no ha$ dos maneras distintas de percibirla. Puesto que, por otra parte, estas prácticas no son más que la vida social consolidada, es legítimo, salvo indicaciones en sentido contrario 4 1C5, estudiar la #ltima a través de las primeras. Por consiguiente, cuando el socilogo emprende la e-ploracin de un orden cualquiera de hechos sociales, debe es!or&arse por considerarlos desde el plano en que se presentan aislados de sus mani!estaciones individuales. e acuerdo con este principio es como hemos estudiado la solidaridad social, sus diversas !ormas $ su evolucin a través del sistema de normas 'urídicas que las e-presan 4 1E5. e la misma manera, si se intenta distinguir $ clasi!icar los di!erentes tipos !amiliares seg#n las descripciones literarias que nos dan de ellos los via'eros, $ a veces los historiadores, se e-pone uno a con!undir las especies más diversas, a unir los tipos más le'anos. "i, por el contrario, se toma como base de esta clasi!icacin la constitucin 'urídica de la !amilia $, de un modo más especial, el derecho de sucesin, se tendrá un criterio ob'etivo que, sin ser in!alible, evitará muchos errores 4 1F5. 0"e quieren clasi!icar las di!erentes clases de delitos ntonces nos es!or&aremos por reconstituir las maneras de vivir, las costumbres pro!esionales de los di!erentes mundos del delito $ se encontrarán tantos tipos criminolgicos como !ormas di!erentes presente esta organi&acin. Para conocer las costumbres, las creencias populares, se Página 21 de Material recopilado por IPAonline – 10 de febrero de 2008 22
ÉMILE DURKHEIM --> LOS HECHOS SOCIALES 200 CAP I - II 8 recurrirá a los proverbios, a los dichos que las e-presan. "in duda alguna, procediendo así, se de'a provisionalmente !uera de la ciencia la materia concreta de la vida colectiva $, sin embargo, por cambiante que ella sea, no tenemos derecho a postular a priori su ininteligibilidad. Pero si se quiere seguir una vía metdica, es preciso establecer los primeros cimientos de la ciencia sobre terreno !irme, no sobre arena movedi&a. s preciso abordar el reino social por los lugares en que o!rece más !acilidades a la investigacin cientí!ica. "lo después de esto será posible seguir más adelante en la investigacin $, por medio de traba'os progresivos de acercamiento, encerrar poco a poco esta realidad huidi&a que el espíritu humano acaso no podrá 'amás captar completamente.
No!" 415 +orum organum, 1, 2. 425 >bíd., 1, 1C. 4:5 >bíd., 1, :. 4<5 "ociol. %r. !r. >>>, ::1, ::2. 4?5 "ociol. >>>, ::2. 45 (oncepcin, por otra parte, controvertible. 46. ivision du travail social, 11, 2, O <5. 4C5 ,a cooperación no podr-a existir sin sociedad' y es el fin para el cual existe una
sociedad .
4Principes de
"ociol., >>>, ::25. 4E5 "$steme de Logique, >>>, pág. >>, cap. 1, O 1) cap. >>, O 1) cap. >>>, O 15. 41G5 s cierto que la ma$or comple'idad de los hechos sociales hace que su ciencia sea más di!ícil. Pero, en compensacin, precisamente porque la sociología es la #ltima que ha llegado, se encuentra en condiciones de aprovecharse de los progresos reali&ados por las ciencias in!eriores $ de instruirse en su escuela. sta utili&acin de las e-periencias reali&adas no puede por menos de acelerar su desarrollo. 4115 armesteter, H.3 Les prophetes d>srael, pág. F. 4125 n la práctica se parte siempre del concepto "ulgar $ de la palabra "ulgar . "e investiga si, entre las cosas que denota con!usamente esta palabra, ha$ algunas que presenten caracteres e-teriores comunes. "i las ha$ $ si el concepto !ormado por la agrupacin de los hechos así reunidos coincide, si no totalmente, lo que es raro, sí al menos en su ma$or parte, con el concepto "ulgar , se podrá continuar designando el primero con la misma palabra que el segundo $ conservando en la ciencia la e-presin empleada en el lengua'e corriente. Pero si la separacin es demasiado considerable, si la nocin com#n con!unde una pluralidad de nociones distintas, se impone la creacin de términos nuevos $ especiales. 41:5 s esta misma ausencia de de!inicin la que ha hecho decir a veces que la democracia se encontraba igualmente al comien&o $ al !in de la historia. La verdad es que la democracia primitiva $ la de ho$ son mu$ di!erentes entre sí. 41<5 (riminologie. pág. 2. 41?5 LubbocI, 6.3 Les 9rigines de la civilisation, cap. 6>>>. "e dice de un modo todavía más general $ no menos !also que las religiones antiguas son amorales o inmorales. La verdad es que tienen su moral peculiar. 415 A este respecto será mu$ ilustrativa la lectura del e-celente traba'o de MalinoQsIi, La vida se-ual de los salva'es. 41C5 "ería preciso, p. e'., tener motivos para creer que en un momento dado el derecho no e-presa $a el estado verdadero de las relaciones sociales para que esta sustitucin no !uese legítima.
(18 %) $*+*"*o, d- r!+!*. "o/*!. I 1) (1 Cf) ,-e"r! I,rod-/*o, ! .! So/*o.o3*e de .! f!4*..e e, Annales de la Faculté des Lettres de Bordeaux !5o 188)
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