Xavier Mora García Ser Humano Maestra Maite Villalobos Carranza Administración y Dirección de Empresas
22 de febrero de 2010
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En la actualidad la existencia del “hombre light” se deriva de lo que denominamos
como productos light. Es por esto que se ve limitado al dinero, al poder, al éxito, al gozo ilimitado, teniendo un gran vacío moral e infelicidad. Las personas en la actualidad sólo buscan temas referentes a su especialización, atrapándose en la superficialidad e indiferencia, convirtiéndose al materialismo, al hedonismo, a la permisividad, al relativismo al comunismo. Encontrar a una alguien que encaje a esta pequeña definición sería algo fácil, pues en este mundo pululan quienes simplemente van en busca de su placer sin importarles nada más y reduciendo su vida a una serie de gozos descontrolados que en lugar de darles la libertad les convierte en esclavos de su ego, lo que los lleva a encerrarse cada vez más en su propia burbuja, mas cuando ésta se rompa se darán cuenta de lo equivocados que estaba en su creencia de que el mundo se reduce a una serie de vivencias que se habrían dirigir de dirigir para proporcionarles sensaciones agradables que no llevarían a nada. Por lo tanto durante este ensayo no me centraré en la vida de una sola persona, sino que trataré de aterrizarlo a la vida diaria de cada uno de nosotros, pues de lo contrario quedaría, a mi punto de vista, como un documento más escrito para pasar una materia y no quiero que sea así, sino que sea algo que cualquiera pueda leer y aplicarlo a su vida de tal manera que se dedique a la enmienda de los errores que todos como humanos de este siglo cometemos frecuentemente. El ser humano observa los hechos de la vida cotidiana admitiéndolos sin más, como algo que está ahí, contra lo que no se puede hacer nada y va en búsqueda del placer y el bienestar a toda costa, además del dinero, rebajándose a la categoría de un objeto, que no se cansa de consumir y de satisfacer su ego con admiración y envidia. Hace lo que quiere viviendo únicamente para sí mismo y el placer, constituyendo la base del pensamiento nihilista, haciéndose cada vez menos sabio en el sentido primitivo de la palabra. Esto nos pasa muy seguido. Cuántas veces llegamos a la cama en la noche y no recordamos con exactitud lo hecho durante el día o sólo lo negativo, mientras olvidamos los pequeños detalles de la vida que la convierten en algo que no sólo puede ir pasando de esa manera tan superficial a la que no le importa nada. Cualquier experiencia, buena o mala la tenemos que ver desde el punto de vista positivo que nos mueva a mejorar como personas y no dejarnos caer en el nihilismo que quita la alegría de la vida, reduciéndola a simples vivencias que irán a parar con nosotros a la tumba. El hombre no puede terminar en el ataúd y ya, sino que su alma trasciende.
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los ideales, pues una cosa es disfrutar de la vida y saborearla, y otra muy distinta el llevar al máximo el afán y el frenesí de la diversión sin restricciones. La libertad permite nos permite elegir entre dos o más opciones. Todas pueden ser, éticamente, buenas, sin embargo unas serán mejores que otras. La parte más difícil de la libertad es cuando se nos ofrecen dos opciones: una buena y otra mala. Al elegir cualquiera de las dos nos predispone a la próxima elección que tengamos que hacer. Si elegimos incorrectamente nos será más difícil la próxima vez ir por el camino adecuado. Si continuamos de esta manera seremos tan débiles que llegará un momento en el que no podamos decir NO. Esto nos llevará a una esclavitud de nuestras pasiones y placeres, por lo que habremos perdido la libertad de la que tanto nos jactábamos. El consumismo tiene una fuerte raíz en la publicidad masiva y en la oferta bombardeante que nos crea falsas necesidades, haciendo consumista al hombre. Con tanta información, el hombre se ve enfrentado a grandes dudas sobre las cosas que acontecen, pues la información que se le presenta puede acrecentar su duda o confundirlo más, llegando a considerar que todo es relativo. Nos hacemos consumistas no sólo de productos materiales, sino también de nuestros apetitos más bajos. Con esto regresamos al punto anterior de la libertad, pues nos convertimos en esclavos de nuestro cuerpo dejando de un lado la espiritualidad de nuestro ser humano, consumiendo todo aquello que nos llama la atención y queremos a pesar de las consecuencias que pueda traer a nuestra identidad y dignidad. El relativismo es hijo natural de la permisividad, así, los juicios quedan suspendidos y flotan sin consistencia. Cualquier análisis puede ser positivo y negativo; no hay nada absoluto y nada totalmente bueno ni malo. Así el hombre se va formulando un significado de “tolerancia ” a sus necesidades, dándole el significado que más le convenga: diciendo que no le preocupa la injusticia, ni los problemas sociales; de esta tolerancia interminable nace la indiferencia pura. Aquí se nos podemos ser muy vulnerables, pues sabemos que si todo es relativo no hay nadie que pueda decirnos qué está mal o corregirnos. Esta “tolerancia” nos llevaría a un mundo sin moral alguna, pues todo estaría bien sin importar lo que fuese llevándonos a una verdadera anarquía y por lo tanto al desorden social. Toda esta indiferencia y vacío moral puede ser superado con humanismo y trascendencia. Somos libres porque no somos un animal más, porque podemos tomar distintas distancias de los instintos más primarios y elevarnos de nivel, aspirando a no quedar determinados por nuestra naturaleza.
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felicidad. La segunda significa persona abierta, pluralista, transigente, tolerante, capaz de dialogar con aquellos que defienden posturas distintas y contrarias a la suya. Pero sin poder ser capaz de negarse a cualquier apetito sensual que se le presente. La felicidad se compone de metas como el amor, el trabajo y la cultura; es la relación más completa de uno mismo. Se trata de descubrir aquello que verdaderamente nos hace progresar. Como humanos somos perfectibles y defectibles, procesos que se logran mediante el uso adecuado de la libertad y la voluntad. La verdadera felicidad es la paz interior, lo que significa ir progresando al máximo nivel personal. La felicidad no es posible sin amor pues el amor verdadero nos hace más humanos, transformando el pasado e iluminando el porvenir. Es una síntesis de ingredientes físicos, psicológicos, y espirituales. Los seres humanos hemos vivido siempre a expensas de lo que pueda pasar en el mundo, siempre dando prioridad a lo que se nos hace más fácil en el camino. Por eso es que hoy vivimos en un mundo en el que el placer, el tener y el poder son las mejores cosas que pueden existir. Con esto dejamos de lado todo lo verdaderamente importante, como lo es el amor, la felicidad y la trascendencia. Éstas nos hacen un bien espiritual. Nuestras acciones van formando la voluntad, las decisiones son tomadas de acuerdo a las experiencias, pero se pueden ver coaccionadas por la sociedad, la cual, por ser mayoría, impone sus pensamientos sincretistas. Al dejarnos llevar por los ídolos creados, nos hemos convertido en unos consumidores, dejándonos llevar por la satisfacción de los sentidos, el placer físico, cambiándonos de consumistas a hedonistas, materialistas, nihilistas, etc. Toda una serie de cambios, donde una vez inmersos en ellos es difícil dejarlos. Tantas corrientes van alejando al hombre del entendimiento de la libertad, pues se hace esclavo de sí mismo, del amor que debe de profesar y que no entiende. Los hombres hemos sido la especie que al parecer domina al mundo, pero como diría un sabio griego: “¿eres dueño del mundo no siendo dueño de ti?” Esta es nuestra
cruda realidad. Creemos dominar todo lo que hay sobre la faz de la Tierra, pero no somos capaces de dominarnos a nosotros y a nuestros impulsos. En un mundo que se deja llevar por sus pasiones y no le importa nada, debe haber hombres y mujeres dispuestos a luchar contra la corriente materialista que nos ataca. Esos hombres y mujeres debemos ser nosotros. Debemos demostrar a este mundo que las cosas se pueden ver desde otro punto de vista y que es posible vivir sin ser esclavo de nuestros inventos.