FAMILIA Y PERSPECTIVA DE GÉNERO
Josefina Per Perriaux riaux
de Videla
Inés Franck
Nicol á s Lafferr Lafferrière ière Mar í a Virginia Bacigalupo Mar í a Benites Beatriz Bali á n de Tagtachian Eduardo Horacio Garc í a
Videla, Josefina Familia y perspectiva de género / Josefina Videla ; Beatriz Balián de Tagtachian ; Inés Franck - 1a ed. -Buenos Aires : Educa, 2007. 156 p. ; 23x15,5 cm. ISBN 978-987-620-024-0 1. Familia. I. Balián de Tagtachian, Beatriz II. Franck, Inés III. Título CDD 306.85
EDITORIAL DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA
Fundación Universidad Católica Argentina A. M. de Justo 1400 • P.B., Contrafrente • (C1107aaz) Tel./Fax 4349-0200 •
[email protected] Buenos Aires, octubre de 2007 ISBN: 978-987-620-024-0
Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 Printed in Argentina - Impreso en la Argentina
INDICE INTRODUCCI ÓN ....................................................................................................
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EXPOSICIONES PERSPECTIVA DE GÉNERO. IMPLICANCIAS FILOS ÓFICAS Y ESTRATEGIAS DE DIFUSI ÓN Josefina Perriaux de Videla ..................................................................................
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y PERSPECTIVA DE GÉNERO. ANÁLISIS Y PROPUESTAS ALTERNATIVAS
PERSPECTIVA DE GÉNERO. RAÍ CES Y PROPUESTAS Iné s Franck ..........................................................................................................
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PERSPECTIVA DE GÉNERO. SUS CONSECUENCIAS Y PROPUESTAS ALTERNATIVAS PARA LA PROMOCI ÓN DE LA MUJER Nicol á s Lafferri è re ................................................................................................ 49 REPERCUSI Ó N DE LA PERSPECTIVA DE G É NERO EN ALGUNOS PROYECTOS EDUCATIVOS
LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN NUESTRA LEGISLACIÓN Mar í a Virginia Bacigalupo ...................................................................................... 59
EDUCACI ÓN Y GÉNERO Mar í a Benites ........................................................................................................ 73
INDICE
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PROPUESTAS CONCRETAS A LA LUZ DE LAS CONCLUSIONES DEL V ENCUENTRO DE FAMILIAS. VALENCIA, 2006
DESAFÍ OS Y PROPUESTAS PASTORALES A PARTIR DEL V ENCUENTRO MUNDIAL DE FAMILIAS Beatriz Bali á n de Tagtachian ........................................................................................
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LA SITUACIÓN DE LA FAMILIA Eduardo Horacio Garc í a ................................................................................................
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ANEXO DOCUMENTAL CARTA A LOS OBISPOS DE LA IGLESIA CAT ÓLICA SOBRE LA COLABORACIÓN DEL HOMBRE Y LA MUJER EN LA IGLESIA Y EL MUNDO
Congregaci ó n para la Doctrina de la Fe .................................................................... 109 LA IDEOLOGÍ A DE GENDER Jutta Burggraf .............................................................................................................. 127
LA IDEOLOGÍ A DE GÉNERO. SUS PELIGROS Y ALCANCES
Conferencia Episcopal Peruana .................................................................................. 139
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INTRODUCCIÓN Zelmira Bottini de Rey
Directora del Instituto para el Matrimonio y la Familia de la UCA
Actualmente, se discuten en nuestro país cuestiones de gran importancia que afectan de diversos modos a la familia, a la educación y a la sociedad en general. Como telón de fondo de muchas de ellas, encontramos la perspectiva de género. Teniendo en cuenta esta temática, la Lic. Josefina Perriaux de Videla, investigadora del Instituto para el Matrimonio y la Familia en el tema "Mujer y género", organizó y coordinó el curso "Familia y Perspectiva de Género. Desafíos actuales para la familia argentina". El curso, objeto de esta publicación, fue dictado en cuatro encuentros en la sede de UCA Puerto Madero, durante el mes de octubre de 2006. En la primera exposición, la Lic. Josefina P. de Videla nos presenta el marco filosófico de esta visión y las diferentes corrientes que de diversas maneras conflu yen, dando origen a la perspectiva de género. Nos muestra también distintas áreas, a través de las cuales ésta se va instalando en la cosmovisión actual. En el segundo encuentro, un panel integrado por el Dr. Nicolás Lafferriere y la Lic. Inés Franck nos permite conocer la presencia y difusión de esta ideología en los organismos internacionales, así como también su vigencia en las políticas
INTRODUCCIÓN
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públicas de nuestro país. Descubrimos así que, a través de ellas, llega a ser una verdadera herramienta de transformaci ón social. En la tercera exposici ón se aborda el tema desde su repercusi ón en la educación. La Prof. Mar ía Virginia Bacigalupo pone de manifiesto el marco legislativo y la Dra. Mar ía Benites destaca c ómo algunos cambios operados a partir de esta perspectiva, configuran una nueva cosmovisión. En el cuarto encuentro, Mons. Eduardo García trasmite sus impresiones sobre el Encuentro de Familias en Valencia y la Dra. Beatriz Balián de Tagtachian plantea algunas propuestas en aras del fortalecimiento de la familia. Deseamos que esta publicación pueda ofrecer un aporte esclarecedor de este tema, que tiene tan importantes repercusiones en cuestiones que afectan al n úcleo esencial de nuestra sociedad.
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EXPOSICIONES
PERSPECTIVA DE GÉNERO. IMPLICANCIAS FILOSÓFICAS Y ESTRATEGIAS DE DIFUSI ÓN Josefina Perriaux de Videla*
La expresión: “perspectiva de género”, a lo largo de los últimos años y en diferentes ámbitos, ha cobrado una presencia cada vez mayor. Pero lo significado por ella es impreciso y ambiguo. Creemos, por esto, que es importante clarificarlo. No se trata aquí, simplemente, de un nuevo término, más actual, para designar lo que antes llamábamos sexo, sino que está implícita en él una nueva visión del mundo, que durante esta exposici ón, trataremos de explicitar. Dividiremos el tema en tres partes: En primer lugar, intentaremos poner de manifiesto la ideolog ía subyacente en este término, buscando ilustrarla a través de algunos textos de sus representantes más radicales. Recurrir a ellos nos permitir á ver sus últimas implicancias. En segundo lugar, esbozaremos algunas estrategias para su difusión e infiltra* Licenciada en Filosof ía (UCA). Profesora de Ética en la Carrera de Psicopedagog ía (UCA). Profesora e investigadora en el Instituto para el Matrimonio y la Familia de la UCA. Directora del Centro Sta. Mónica de Reconocimiento de la fertilidad, con sede en Pastoral Universitaria de la Arquidiócesis de Bs. As.
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ción en distintos ámbitos. Este tema ser á ampliamente desarrollado en la segunda y en la tercera exposición de este curso. Por ultimo, a modo de discernimiento, trataremos de distinguir algunos aspectos de esta visión, a los que consideramos que podemos reconocerles validez, de otros que nos parecen inadmisibles. Buscaremos también explicitar aqu í el trasfondo profundo de esta ideología.
I. Significado del t é rmino e implicancias de esta ideolog í a A) Significado del t é rmino Se habla hoy de perspectiva de g énero, ideología de género, feminismo de género, de un modo a menudo confuso y ambiguo, y su significado verdadero se nos escurre.I a) Origen gramatical: La palabra género tiene un origen gramatical. Gramaticalmente, atribuimos a las palabras género y número. Género: masculino, femenino y neutro. Número: singular y plural. El uso gramatical permite destacar dos puntos que nos ayudar án a precisar su significado actual: -La atribución de un género a las palabras es puesta por el hombre, de un modo convencional . Las palabras no son sexuadas, ni tampoco lo significado por ellas, con excepción del ser humano y algunos vivientes. Pero, ¿por qué hablar de la piedra o el mar, o del lápiz o la birome? La atribuci ón de un g énero aquí es convencional. -En el uso gramatical de género existe, además de los géneros masculino y femenino, otra opción: el neutro. Los dos puntos que hemos destacado guardar án una estrecha relación con el uso actual del término. b) Uso actual: En la actualidad, el término género va a “etiquetar ” una ideología que, más allá de la defensa de la mujer bajo la que suele presentarse – de allí aquello de “feminismo de género”– , tiene objetivos más profundos y abarcadores, de transformación radical de la sociedad, con implicancias en todos los órdenes, en particular en la familia, la educación y la religión.
I.Veremos después que esta ambig üedad no es casual. Facilita la transformaci ón de la mentalidad dominante, pues da cabida a profundos cambios de manera más imperceptible.
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El psiquiatra francés Tony Anatrella sostiene que esta ideolog ía va a resultar más revolucionaria y dañina que la ideología marxista. La teor ía del género […] todavía poco conocida en la opini ón publica francesa, se presenta como una nueva liberación social y subjetiva de la persona, y provocar á más da ños que los ocasionados por la ideolog ía marxista.1
c) Para aproximarnos a su comprensi ón y, a su vez, al fundamento de lo demás, es clave advertir que, con este término, se pretende marcar una notoria distinción y, aún m ás, una radical separaci ón entre sexo y g é nero. Sexo hace referencia a nuestro cuerpo, al aspecto biológico de nuestra condici ón sexuada. G é nero alude a nuestro actuar como varones o mujeres, a nuestros comportamientos, que, según esta concepción, vienen enteramente determinados por la cultura. Es la cultura la que configura verdaderamente la condici ón femenina y masculina. Lo biológico, en cambio, resulta irrelevante. Nuestro comportamiento como varones o mujeres depende, entonces, exclusivamente de códigos culturales. Se hace patente ahora la separaci ón a la que nos refer íamos más arriba. Se realiza un corte entre nuestro actuar y nuestro cuerpo, como si circulasen por dos “carriles” independientes, como si en nuestro comportamiento no pesase de ningún modo el dato de tener un cuerpo de var ón o de mujer. Veamos dos textos que lo expresan claramente: El género es una construcción cultural; por consiguiente, no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo. […] Al teorizar que el g énero es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia, hombre y masculino podr ían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino.2 Aunque muchos crean que el hombre y la mujer son expresi ón natural de un plano genético, el género es producto de la cultura y el pensamiento humano, una construcci ón social que crea la “verdadera naturaleza” de todo individuo.3
En definitiva, la sociedad nos construye como var ón o mujer. Nuestro cuerpo no tiene ninguna relevancia en la determinación de la masculinidad o feminidad. Es la cultura la que “crea la verdadera naturaleza de todo individuo ”. De lo anterior se sigue, entonces, que ser var ón o mujer no es algo natural (no depende de lo biológico), sino que es algo cultural (viene impuesto por la sociedad).
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En otras palabras, no es algo dado, con lo que tenemos que contar, sino que es construido, y por lo tanto podr ía modificarse , reconstruirse de un modo diferente. d) Puesto de manifiesto esto, la ideología de género incita a rebelarse contra esa construcci ón cultural, que hasta ahora ha sido hecha con un criterio muy r gido í y definido. La asignación de género se ha realizado teniendo en cuenta los órganos genitales. A un cuerpo dotado de test ículos, se le han fijado determinadas funciones. A un cuerpo dotado de útero, se le han fijado otras. Por lo tanto, se ha condicionado lo femenino y lo masculino por lo biológico, lo cual ha perjudicado a la mujer, restringiéndola y enclaustr ándola en sus funciones reproductivas. Cada niño se asigna a una u otra categor ía en base a la forma y tama ño de sus órganos genitales. Una vez hecha esta asignación, nos convertimos en lo que la cultura piensa que cada uno es – femenina o masculino – .4
La propuesta, en cambio, es elegir el g é nero que se desee . Y aquí, la palabra género pasa a significar algo muy amplio, difuso y ambiguo. El g énero elegido no es ya elegirse como var ón o mujer, sino elegir entre diversas orientaciones sexuales: homosexualidad, lesbianismo, travestismo, bisexualidad, igualmente validas que la heterosexualidad. Esta multiplicidad de opciones ser á denominada sexualidad polimorfa, algo ya de contornos absolutamente difusos y cambiantes. Por lo tanto, cada uno puede “inventarse sexualmente” a su gusto, sin condicionamientos dados, ni biológicos, ni tampoco, ahora, culturales.
B) Feminismo de g é nero Esta ideología cobra forma en una modalidad de feminismo extremo, que comienza a gestarse en los a ños sesenta pero se populariza y extiende en la d écada de 1990, presentándose con el nombre de feminismo de g é nero. A partir de la Conferencia mundial de la mujer en Pek ín (1995), este feminismo toma gran fuerza y se difunde e infiltra en todos los ámbitos, en los países desarrollados y en los que están en vías de desarrollo. Tanto las Naciones Unidas como el Consejo de Europa invitan a sus naciones a adoptar la perspectiva de g énero. Su tarjeta de presentación va a ser la defensa de la mujer; de allí, precisamente, su nombre. ¿En qué sentido esta ideología defiende a la mujer? Pretende defenderla, sosteniendo que la distinción de géneros asignados por la cultura no la han favorecido. Han implicado para ella un papel de subordinación y sometimiento al var ón.
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C) Ra í ces filosó ficas Las raíces filosóficas de esta ideolog ía nos permitir án ver de qué modo se va a articular en ella la pretensión de defensa de la mujer. Podremos advertir también, que sus objetivos son en realidad más amplios y revolucionarios, y que los verdaderos intereses de la mujer, en realidad, van a quedar relegados. Sus raíces filosóficas son varias y de diferente índole. Podemos citar en particular: el estructuralismo,II la revoluci ón sexual (en especial Wilhelm Reich, 1897-1957),III el existencialismo ateo (Simone de Beauvoir, 1908-1986)IV y el marxismo. Nos vamos a detener en este último, ya que consideramos que, desde aquí, resulta particularmente esclarecedor todo el planteo. Para Marx (1818-1883), la historia implica lucha de clases y se resolver á cuando los oprimidos se alcen en revoluci ón. Engels (1820-1895), su colaborador, sienta las bases de la unión entre marxismo y feminismo.Va a sostener que el primer antagonismo de clase es el de var ón y mujer unidos en matrimonio monogámico, y la primera opresión, la del var ón hacia la mujer. El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio mon ógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino.5
Apoyándose en Engels, el feminismo de género va a sostener que Marx se equivocó al considerar que la ra íz de la lucha de clases es econ ómica. La raíz, en realidad, está en la familia. II. Es importante, aquí, la influencia de Levy Strauss (1908), para quien el individuo debe entenderse a sí mismo según la cultura a la que pertenece; en definitiva, es ésta la que lo constituye. También es necesario mencionar a Michel Foucault (1926-1984), quien hace una lectura antimetaf ísica de lo real, en donde desaparece todo orden de esencias, o sea, todo orden natural.Y no podemos dejar de nombrar tambi én a Jacques Derrida, con su concepto de deconstrucción de la filosof ía. El concepto de deconstrucción, como veremos enseguida, va ser clave en esta ideología. III. Su obra: La revoluci ón sexual , ya en 1930, plantea una absoluta libertad sexual, mencionando incluso el matrimonio de homosexuales. Concibe al ser humano como un conjunto de necesidades f ísicas que deben ser satisfechas. Considera a la familia como la institución represiva por antonomasia. IV.Ya encontramos en ella la distinci ón entre sexo y género, y el concepto de g énero entendido como interpretación cultural de la diferencia sexual. De este modo, aparece tambi én aquí una invalidación de la noción de feminidad enraizada en lo biol ógico. Lo femenino ha sido construido y esa construcci ón ha otorgado a la mujer un rango inferior. Es bien conocido su aforismo: “No naces mujer, te hacen mujer ” (Le Deuxi è me Sexe ).
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La meta, entonces, ser á deconstruir la familia. Deconstruir es una palabra de origen estructuralista, que es clave en esta ideología. Su significado es, fundamentalmente, “desarticular ” lo que hasta ahora se consideraba natural. Se intentar á denunciar las ideas y el lenguaje hegemónico (otra palabra clave aquí), entendiendo por éste todo aquello que hasta ahora era considerado universalmente como natural. Se buscar á poner al descubierto que lo que se consideraba natural en realidad no es tal, sino que es una construcción social (por ejemplo, la familia constituida por var ón y mujer abiertos a la procreaci ón). Esto, a la larga, permitir á reconstruir la familia, inventando nuevos modelos de la misma. Veamos dos textos que lo manifiestan claramente: Lo “natural” no es necesariamente un valor “humano”. La humanidad ha comenzado a sobrepasar a la naturaleza; ya no podemos justificar la continuaci ón de un sistema discriminator io de clases por sexos sobre la base de sus or ígenes en la Naturaleza. De hecho, por la sola razón de pragmatismo empieza a parecer que debemos deshacernos de ella.6
El rechazo de lo natural va a ser una constante permanente en esta perspectiva, pues lo natural implica algo dado, con lo que tenemos que contar. Implica determinados límites y aquí se pretende reconstruir libremente la realidad. La familia nos da las primeras lecciones de ideolog ía de clase dominante. […] tan completa es la hegemon ía de la clase dominante en la familia, que se nos ense ña que ésta encarna el orden natural de las cosas. Se basa en particular en una relación entre el hombre y la mujer que reprime la sexualidad, especialmente la sexualidad de la mujer.7
Deconstruir la familia ser á mostrar que lo que se consideraba natural, en este caso, la familia, no es tal. Y esta deconstrucci ón ser á planteada en clave marxista: la clase oprimida – las mujeres – debe rebelarse y apoderarse del control de la reproducci ón (como se pondr á de manifiesto más adelante, esto se llevar á a cabo mediante la anticoncepción,así como también con la libertad de opci ón por el aborto y la esterilización). La mujer podr á, así, liberarse del papel de madre y esposa que la vincula a la familia, la cual es presentada como un yugo para ella. El desprestigio de la funci ón materna, considerada siempre como una restricci ón para la mujer, es una bandera permanente en esta ideología.
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Asegurar la eliminaci ón de las clases sexuales requiere que la clase subyugada (las mujeres) se alce en revolución y se apodere del control de la reproducci ón; se restaure a la mujer la propiedad sobre sus propios cuerpos, como también el control femenino de la fertilidad humana, incluyendo tanto las nuevas tecnologías como todas las instituciones sociales de nacimiento y cuidado de niños.8 La igualdad feminista radical significa, no simplemente igualdad bajo la ley y ni siquiera igual satisfacci ón de necesidades básicas, sino más bien, que las mujeres – al igual que los hombres – no tengan que dar a luz.9 La forma en que se propaga la especie es determinada socialmente. Si biol ógicamente la gente es sexualmente polimorfa y la sociedad estuviera organizada de modo que se permitiera por igual toda forma de expresi ón sexual, la reproducción ser ía resultado sólo de algunos encuentros sexuales: los heterosexuales. En sociedades más imaginativas, la reproducción biológica podr ía asegurarse con otras técnicas.10
Pero la deconstrucción de la familia implica algo m ás radical aún: deconstruir el g é nero: que la distinción entre var ón y mujer no sea vista ya como algo natural sino construido.Y así llegamos a un tema nuclear en esta perspectiva, que fue el punto de partida de la exposici ón. La meta definitiva de la revoluci ón feminista debe ser igualmente – a diferencia del primer movimiento feminista – no simplemente acabar con el privilegio masculino sino con la distinción de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres humanos ya no importar ían culturalmente11
El supuesto implícito aquí es considerar que toda distinci ón es desigualdad y, a su vez, esta última es generadora de opresi ón. El género implica clase, y la clase presupone desigualdad. Luchar más bien por deconstruir el género llevar á mucho más r ápidamente a la meta. […] Después de todo, los hombres no gozar ían del privilegio masculino si no hubiera hombres.Y las mujeres no ser ían oprimidas sino existiera tal cosa como “la mujer ”.Acabar con el g énero es acabar con el patriarcado.12
Por eso, la propuesta ser á, como vimos al comienzo, no ya dos géneros, sino muchas orientaciones sexuales: la sexualidad polimorfa. En la pluralidad y ambigüedad de estas opciones sin contornos precisos, las diferencias se diluyen.
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El final de la familia biol ógica eliminar á también la necesidad de la represi ón sexual. La homosexualidad masculina, el lesbianismo y las relaciones sexuales extramaritales ya no se ver án en la forma liberal como opciones alternas, fuera del alcance de la regulación estatal […] en vez de esto, hasta las categor ías de homosexualidad y heterosexualidad ser án abandonadas: la misma “institución de las relaciones sexuales ”, en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido, desaparecer á. La humanidad podr ía revertir finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa natural. 13
II. Estrategias de infiltraci ó n Para implementar estos objetivos, se buscar án en particular cuatro grandes áreas de influencia: la legislación, la educación, la salud reproductiva y la religi ón. La influencia en estas áreas, en particular en todo lo referido a legislaci ón, ser á desarrollada ampliamente en las dos exposiciones siguientes. Por eso, nos detendremos sólo en las otras tres, e intentando simplemente hacer un breve esbozo.
A) Educaci ó n: Nuevamente, el propósito ser á deconstruir, en este caso, deconstruir la educaci ón, poner de manifiesto que lo que all í se consideraba natural, no lo es, sino que es una construcción cultural. Se buscar á, por ejemplo, presentar a la persona humana, no ya como naturalmente sexuada en dos versiones (var ón, mujer), sino con la opción de elegir la orientaci ón sexual que desee. En nuestro país podemos encontrar algunos ejemplos bien concretos del intento de difundir a trav és de la educación esta ideología. Entre ellos, podemos citar la Ley 481 de la Ciudad de Bs.As. (a ño 2000), que tiene entre sus objetivos el intervenir en los textos escolares a fin de introducir la perspectiva de g énero y eliminar las “visiones estereotipadas del var ón y la mujer ”.14 Podemos mencionar también la Ley 114 de la Ciudad de Bs. As. (año 1998), que se propone “desarrollar educación en materia de salud sexual y reproductiva”. Y en el año 2000, la Ley 418 de la Ciudad de Bs.As. busca “capacitar agentes en salud reproductiva y procreaci ón responsable desde la perspectiva de g énero”.15 El mismo día en que tiene lugar esta exposici ón (4 de octubre de 2006), es sancionado por el Senado el proyecto que crea el Programa nacional de educaci ón sexual integral .Y, a la semana siguiente (12 de octubre de 2006), es aprobada por la Legislatura porteña la Ley de educaci ón sexual de la Ciudad de Bs.As. En ambos casos se establece su obligatoriedad en todos los niveles del sistema educativo, tanto en las escuelas de gestión pública como privada. Se determina tambi én que sus contenidos mínimos ser án fijados por el Estado e impartidos en forma transversal, es decir, no abordados desde una materia específica, sino tratados desde distintas
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materias.Ambas leyes asumen la perspectiva de g énero. La primera lo hace implícitamente en el art ículo 2º y la segunda la incorpora explícitamente en su artículo 4º. El comentario a ambas leyes de educaci ón sexual ocupar á una parte importante de la tercera exposici ón de este curso. Otro ámbito en que se busca difundir esta ideolog ía es la educaci ón del público en general, a través de los medios de comunicaci ón masiva. Llama la atención, por ejemplo, en el ámbito de la TV, ver que, cada vez m ás, se intenta de diferentes modos inducir a pensar en la normalidad de la opci ón entre diversas orientaciones sexuales. Podemos citar como ejemplo la incorporación de travestis como protagonistas centrales en series que tienen lugar en horas de mayor teleaudiencia. Podemos observar también la infiltración de esta mentalidad a trav és de la manipulación del lenguaje: -Mediante eufemismos que suavizan t érminos que expresan realidades contrarias a la naturaleza, como, por ejemplo, interrupción del embarazo para referirse al aborto, eutanasia para expresar el hecho de quitar la vida a quien padece una enfermedad con grandes sufrimientos f ísicos, o familias, en lugar de familia. Esta denominación busca diluir la identidad de la familia, incluyendo all í cualquier tipo de vínculo, como por ejemplo el que entablan dos personas homosexuales que quieren adoptar un hijo u “obtenerlo” mediante otras técnicas. -Usando palabras “fetiche” que descalifican, o más fuertemente aún, estigmatizan al que no piense desde esta perspectiva. Un ejemplo claro de esto es la palabra homofobia, dirigida a todo el que se oponga a admitir la normalidad de la homosexualidad y pretenda plantearla como problemática.V Sucede lo mismo también con la palabra fundamentalismo, con la que se descalifica a todo el que piense que existe una verdad objetiva, una naturaleza humana como referente de la condici ón moral de nuestras acciones. Podemos mencionar también el uso cada vez más extendido de la palabra discriminación, que invalida todo juicio de valor. En el uso de esta palabra, se confunde toda reflexión acerca del significado objetivo de determinados actos (por V. La Convención Interamericana contra el racismo y toda forma de discriminaci ón e intolerancia plantea como propuesta la promulgación de legislación que defina el “crimen de odio” como aquél practicado con ánimo o motivación racial, étnica, religiosa, de género, de orientación sexual y otras formas de discriminaci ón, sancionando tal pr áctica en el campo penal y civil. Ser ían, entonces, condenados por incitar al crimen de odio y a la homofobia ministros de religiones cristianas que por su predicación de los textos bíblicos condenan la homosexualidad, profesores de colegios y universidades que se han manifestado contra los llamados matrimonios entre personas del mismo sexo.
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ejemplo, de la mayor o menor aptitud de las personas homosexuales para formar una familia adoptando hijos) con una descalificaci ón de las personas que los realizan.
B) Salud Reproductiva En este punto, la perspectiva de género se inserta como política de Estado. En la entrevista antes citada, realizada por Zenit al Dr. Jorge Scala, éste hace una observación interesante al respecto, que citamos a continuación: El género es una ideología, desmentida por las ciencias humanas y experimentales, que sólo puede triunfar si se la impone totalitariamente. Las herramientas para imponer esta ideología son: los medios de masas, la educación formal y las normas jur ídicas. La paradoja es que la democracia “relativista” se convierte, subrepticiamente, en el peor totalitarismo.16
Es necesario comenzar por aclarar el significado del t érmino salud reproductiva. Tanto este término como el de salud sexual, o el de derechos reproductivos, son términos ambiguos, usados indistintamente, y cuyo propósito fundamental es difundir la anticoncepci ón, el aborto y la esterilización. Estos programas son financiados por organismos internacionales como el Banco Mundial, las Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional. En un artículo publicado en el bolet ín El Derecho, el Dr. Nicolás Laferriere cita diversos documentos de estos organismos en los que aparece bien expl ícito su objetivo de apoyar la salud reproductiva. Citamos a continuación un párrafo de dicho artículo. Estos documentos revelan la estrategia de promover la “salud reproductiva” como mecanismo para “reducir la tasa de fecundidad de los pobres ”. Para ello, se fijan objetivos mundiales sobre población y para su consecución, los organismos internacionales relacionados con Naciones Unidas, los organismos de cr édito, instituciones, fundaciones, ONG’s y otros articulan acciones que terminan ejerciendo presi ón sobre los gobiernos locales para que implementen estos programas. 17
Laferriere cita a continuaci ón un texto de Juan Pablo II: Más allá de las intenciones, que pueden ser diversas y presentar tal vez aspectos convincentes incluso en nombre de la solidaridad, estamos en realidad ante una objetiva “conjura contra la vida”, que ve implicadas incluso a instituciones internaciona-
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les, dedicadas a alentar y programar auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto.18
Se puede ver en ellos un prioritario inter és por reducir la población. Se condiciona, por ejemplo, la ayuda a los países en vías de desarrollo a su aceptaci ón de estos programas. Bajo el pretexto de disminuir la pobreza, evitar el aborto (en los casos que no es buscado explícitamente) y, últimamente, pretendiendo defender a la mujer, se facilita la anticoncepción en todos los ámbitos y para todas las edades. Y precisamente en este punto: el control de la reproducci ón (para expresarlo en los términos usados en este contexto) confluyen los programas de Salud Reproductiva y la Perspectiva de g énero. El control de la reproducci ón, como ya vimos, es un punto esencial en esta ideología; por lo tanto, estos programas contribuyen a potenciarla. Por otra parte, el desplazamiento de la heterosexualidad por la sexualidad polimorfa que esta perspectiva propugna contribuye, a su vez, al objetivo antinatalista de estos programas. Para ser efectivos en el largo plazo, los programas de planificaci ón familiar deben buscar no sólo reducir la fertilidad dentro de los roles de g énero existentes, sino más bien cambiar los roles de g énero a fin de reducir la fertilidad. 19
C) Religi ó n El último punto que queremos destacar es la cuarta área de influencia que mencionamos al principio de este cap ítulo: la religión. Una vez más, el objetivo ser á la deconstrucci ón, en este caso, de la religi ón. Ésta ser á considerada la principal causa de opresi ón de la mujer, un invento de los varones para dominar a las mujeres. Los textos bíblicos no son revelación de inspiración verbal ni principios doctrinales, sino formulaciones históricas […]. Análogamente, la teor ía feminista insiste en que todos los textos son producto de una cultura e historia patriarcal androc éntrica.20
Todas las religiones quedan descalificadas con el t érmino de fundamentalistas. En particular la religión Católica, que es acusada de liderar, desde el Vaticano, la oposición a la Salud Reproductiva. Este reclamo de derechos humanos elementales confronta con la oposici ón de todo tipo de fundamentalistas religiosos, con el Vaticano como l íder, en la organiza-
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ción de oposición religiosa a la salud y a los derechos reproductivos, incluyendo hasta los servicios de planificaci ón familiar.21
Esta visión simplista de la religi ón católica como un invento masculino, per judicial a la mujer, aparece divulgada claramente, por ejemplo, en la obra El Código da Vinci del autor Dan Brown. Esta breve presentación nos puede ayudar a advertir que, más allá del simplismo de esta ideología y de su falta de apoyo en las ciencias experimentales y humanas al que aludía Jorge Scala en el art ículo que hemos citado, se trata de algo serio por lo revolucionario de sus pretensiones ( “producir á más daños que la ideología marxista”, nos decía el psiquiatra Tony Anatrella) y por la fuerza y el poder con el que cuenta para imponerse, como hemos intentado mostrar más arriba. Por otra parte, como afirma la Comisión Episcopal Peruana, en su artículo “La ideología de género, sus peligros e implicancias”,22 se trata aquí de un sistema cerrado, con el que no se puede argumentar apelando a la naturaleza, experiencia, opinión o deseo de la mujer, pues todo esto queda invalidado al ser considerado fruto de una construcci ón social.
III. A modo de discernimiento Queremos reflexionar ahora acerca de dos puntos: En primer lugar: A) ¿Qué podr í amos reconocer como v álido dentro de este planteo? Y en segundo lugar: B) ¿Cuál es el trasfondo profundo de esta ideolog ía ? Comencemos por el primer punto. Ningún pensamiento se sostiene sobre un “error absoluto”; siempre hay algún aspecto real que es exagerado, deformado o absolutizado, y por ello, todo lo demás también se sale de foco.
A) ¿Qué podr amos reconocer como v í á lido dentro de este planteo? A1) En el aspecto feminista de esta perspectiva y de cr ítica al papel y a la importancia que se ha concedido a la mujer en el pasado, sin duda es verdad que la dignidad de la mujer no ha sido reconocida en muchos momentos y lugares a lo largo de la historia. Se han cometido a menudo muchos abusos e injusticias hacia ella. En 1988, Juan Pablo II escribe un documento: Mulieris Dignitatem. Denuncia allí precisamente estos abusos, pide perdón por las veces que a lo largo de la historia han podido originarse en personas de la Iglesia y defiende la plena dignidad de la mujer .
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Por desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho dif ícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud [...]. Pero si en esto no han faltado, especialmente en determinados contextos históricos, responsabilidades objetivas incluso en no pocos hijos de la Iglesia, lo siento sinceramente.23
Si se han cometido injusticias dentro de la Iglesia ha sido por falta de fidelidad a la buena nueva evangélica, que atañe de un modo especial a la mujer.Todas las palabras y actitudes de Cristo expresan claramente su gran estima hacia la mujer; estima que, podr íamos decir, resulta contracultural, superadora de todos los prejuicios de su tiempo. La Iglesia [ …] precisamente sobre el tema de la liberaci ón de la mujer de toda forma de abuso y de dominio tiene un mensaje de perenne actualidad, el cual brota de la actitud misma de Cristo. Él, superando las normas vigentes en la cultura de su tiempo, tuvo en relación con las mujeres una actitud de apertura, de respeto, de acogida y de ternura.24
Cristo manifiesta claramente la esencial igualdad entre var ón y mujer, ya de partida planteada en el G énesis. Allí aparece Dios creando al ser humano en dos versiones: var ón, mujer. Iguales en dignidad, distintos y complementarios en su ser. Por otra parte, es una mujer, Mar ía, la persona humana que en el cristianismo alcanza la mayor unión con Dios que pueda concebirse. Es ella el lugar que Dios elige para encarnarse. También, la concepción cristiana del matrimonio, como unión indisoluble y libre entre dos seres en perfecta igualdad, acentúa esta igualdad entre ambos y da a la mujer una libertad que antes no poseía (en la sociedad romana, por ejemplo, el marido le era asignado por el padre). En este documento, así como también en su Carta a las mujeres, en Redemptoris Mater y en la Teolog í a del cuerpo, Juan Pablo II deja planteada una propuesta de verdadero feminismo. Éste va a estar fundado, no en un mimetismo con el var ón (en lo cual, mal que les pese, terminan muchos feminismos), sino en una afirmación y desarrollo de las riquezas propias de la mujer, distintas y complementarias respecto de las del var ón. Tan necesarias, por otra parte, en el mundo actual. Riquezas que, sin duda, se vinculan a su capacidad de acogida de la persona humana. No en vano la mujer está integralmente preparada para llevar una persona humana nueve meses dentro de s í, lo cual, sin lugar a dudas, le da una particular empatía y sintonía con todo lo humano. De allí su especial capacidad para leer en el coraz ón del
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otro, de ponerse en su lugar. Capacidad humanizante, personalizante en definitiva, que tanto necesita nuestro fr ío, meramente técnico y despersonalizado mundo de hoy. Todo esto no significa, de ningún modo, limitar el papel de la mujer al hogar, sino favorecer que en cualquier actividad que ésta emprenda, lo haga desde sí, llevando su riqueza específica, tan importante para las relaciones interpersonales, presentes en todos los ámbitos de nuestra existencia. En definitiva, reconocemos injusticias cometidas con la mujer, pero creemos que la respuesta a ellas la encontramos más bien por este camino, y no por un planteo de confrontación, lucha entre var ón y mujer, como plantea la ideología de género. Confrontación que termina por resolverse “suprimiendo” lo masculino y lo femenino, o más bien “disolviéndolo” en las múltiples orientaciones sexuales.
A2) Un segundo punto que podemos reconocer en este planteo es que en el modo de entender lo masculino y lo femenino hay sin duda una impronta cultural . Las funciones, los roles, han variado a lo largo de la historia, según distintas situaciones: geogr áficas, sociales, culturales. Muy diferentes de los actuales, eran los roles cuando, por ejemplo, se necesitaba la fuerza y tamaño del var ón para enfrentar al medio. Allí, la mujer, también en orden a la supervivencia, cubr ía otras necesidades en el hogar. La conservación de los alimentos (tarea fundamental al no contar con electrodomésticos), el mantenimiento del fuego encendido (indispensable en estaciones fr ías), la provisión de agua, etc. Bien distintos ser án los roles de var ón y mujer después de la industrialización, ya que la tecnificación de la existencia resuelve enormemente estos problemas de la supervivencia. Los roles del var ón y la mujer van a variar, y en muchos órdenes se vuelven intercambiables. Estamos de acuerdo, entonces, en que las funciones del var ón y la mujer var ían según distintas instancias culturales, geogr áficas, sociales, etc. Pero lo que no podemos aceptar es que en esa determinaci ón cultural de roles, lo biol ó gico sea un dato irrelevante y por lo tanto prescindible . Esto contradice los más elementales datos científicos, que ponen en evidencia que todo nuestro cuerpo es sexuado. Somos sexuados genital, hormonal y genéticamente. Hasta la última de nuestras células es sexuada. ¿Cómo pensar, entonces, que nuestro cuerpo, enteramente sexuado, no tenga peso en nuestro comportamiento, nuestro modo de actuar, sentir, y por ello también en nuestras tareas, roles y funciones, como pretende Judith Butler en el siguiente texto, ya citado al comienzo?:
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El género es una construcción cultural; […] es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras.
Se pone de manifiesto, en esta afirmaci ón esencial a esta perspectiva, un claro dualismo en la concepci ón de la persona humana. Por un “carril”, “circula” su cuerpo. Por otro, totalmente independiente, su comportamiento, sus actitudes, sus afectos. Pero más allá de este error antropol ógico, recientes estudios neurocientíficos prueban la falsedad de este planteo. Dichos estudios, realizados en prestigiosas universidades de EE.UU. e Inglaterra, aparecen resumidos en un art ículo de la revista The Economist, del 5 de agosto de 2006: Differences between the sexes25 Los estudios verifican diferencias notables entre el cerebro femenino y el masculino, diferencias que se traducen en comportamientos bien distintos de varones y mujeres desde el nacimiento. Las experiencias constatan predilecciones notoriamente dispares hacia determinado tipo de juegos y juguetes. Experiencias ratificadas en monos (machos y hembras), en los que, indudablemente, no podemos atribuir a la educaci ón o la cultura, el ser la causa de estos comportamientos. En definitiva, los estudios constatan que var ón y mujer están “programados” de partida a comportarse de modo diferente. La predisposici ón a enfrentar el mundo y las relaciones interpersonales es diferente en unos y otras. Dichos estudios nos revelan algo de suma importancia: más allá, o mejor, “más acá” (más hondamente), de los roles asignados por la cultura, hay una identidad femenina y una identidad masculina (usamos este término en sentido filosófico, queriendo expresar un modo de ser propio de la mujer y un modo de ser propio del var ón). Identidad que no viene configurada por la cultura, sino que viene dada desde el nacimiento. Identidad natural , no cultural (natural, etimológicamente, viene de nascor y significa precisamente esto: es aquello con lo que se nace). Esta identidad, por otra parte, no es sólo biológica, sino también psíquica y espiritual. Nacemos sexuados (modalizados como var ón o mujer) en toda nuestra persona.VI Existe en nosotros de partida, a modo de inclinaci ón, tendencia, predisposici ón, un modo diferente de enfrentar el mundo y las relaciones interpersonales . Esto es precisamente lo que ponen de manifiesto estas diferencias, ya notables en el comportamiento, desde los primeros momentos de la existencia.
VI. Esta estrecha vinculación entre lo biológico y el comportamiento no implica un determinismo biológico, sino, más bien, es expresión de la profunda unidad existente en el ser humano. Unidad que la medicina y psiquiatr ía contempor áneas no hacen m ás que constatar, al comprobar la profunda repercusión de lo que sucede en nuestro esp íritu sobre nuestro cuerpo y, a la vez, al verificar la resonancia de los procesos fisicoqu ímicos en los estados de ánimo y en nuestra afectividad en general.
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Desde luego, más tarde intervendr á la educaci ón, la cultura, favoreciendo o contrariando esa predisposición inicial (con todas las consecuencias problem áticas que tiene esta segunda posibilidad para la configuraci ón de la personalidad), pero nunca invent ándola. Todo lo anterior nos permite ver que la cultura, efectivamente, asigna roles, y éstos var ían según la épocas, lugares, etcétera, pero no podr án ser nunca arbitrarios, meramente convencionales. Cuanto más se tenga en cuenta esa identidad previa y se la respete, mejor desempeño podr á tener cada uno y m ás se beneficiar á la sociedad.Y a su vez, aun cuando var ón y mujer desempe ñaran los mismos roles, cada uno lo desempeñar á mejor si lo hace desde s í, aportando lo propio y no imitando el modelo del otro. Como ilustración concreta de todo este tema, hay una experiencia muy interesante, relatada en detalle en la obra: As nature made him, del periodista John Colapinto,26 y presentada en forma sintética en el art ículo del Dr. Carlos Velasco Suárez: La fuerza originaria de la creaci ón.27 La experiencia a la que nos referimos fue realizada por un psic ólogo neozelandés, el Dr. John Money,VII uno de los primeros puntales de la teor ía del género, quien sostenía que la identidad masculina y la femenina son exclusivamente fruto de la educaci ón recibida. Como prueba de esto, presentó un caso de resonancia mundial, de un gemelo univitelino que, a los 8 meses de edad, fue sometido a una sencilla intervención quir úrgica por un problema de estrechamiento congénito en la piel del prepucio. Por un desgraciado accidente en la operaci ón (se produjo un cortocircuito), su pene fue quemado y destruido. Sus padres lo consultaron y el Dr. Money aconse jó castrarlo, educarlo como mujer y él, personalmente, se hizo cargo de supervisar su educación. Durante años, anunció en todos los foros científicos que la experiencia había sido un éxito. Mientras tanto, el niño sufr ía un penoso calvario. Pr óximo a su pubertad, al saber que se intentar ía una nueva cirugía que consolidar ía su identidad femenina, el niño amenazó con suicidarse y se neg ó, de manera irreductible, a volver a ver al Dr. Money. Sus padres decidieron entonces revelarle la verdad, y al saberlo, simultáneamente con una profunda rabia, comenzó a sentir un inmenso alivio.Todo lo que había vivido hasta ahora encontraba su explicación. Decidió entonces recuperar su identidad masculina. Luego de penosas cirug ías de reconstitución de su sexo, finalmente se casó, y dio a conocer su historia, intentando ayudar a otros que pudiesen pasar por una situaci ón similar. VII. El Dr. Money fue el mentor de la primera clínica de estudio y tratamiento de los estados intersexuales: el hospital Johns Hopkins en Baltimore, EE.UU.
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Por último, con respecto a la segunda pregunta que nos habíamos planteado:
B) ¿Cu á l es el trasfondo profundo de esta ideolog í a? Pensamos que se manifiesta aqu í una clara radicalizaci ón de la libertad entendida como un absoluto sin restricciones. Esto se hace patente de un modo particular en el fuerte rechazo por todo lo natural , es decir, una vez más, por todo lo dado, lo que recibimos desde el nacimiento. Recordemos aquí el texto de Shulamith Firestone que citábamos al principio, donde esto se explicita claramente. Lo “natural” no es necesariamente un valor “humano”. La humanidad ha comenzado a sobrepasar a la naturaleza; ya no podemos justificar la continuaci ón de un sistema discriminator io de clases por sexos sobre la base de sus or ígenes en la Naturaleza. De hecho, por la sola razón de pragmatismo empieza a parecer que debemos deshacernos de ella.
Lo dado, valga la redundancia, es un dato, algo con lo que tenemos que contar, que no construimos nosotros.Y aquí se pretende una total autogestión, un volver a construirse cada uno a su gusto sin l ímite alguno, prescindiendo hasta del dato más manifiesto de nuestra corporeidad sexuada. Para finalizar, queremos citar otro pasaje de la entrevista a Jorge Scala realizada por Zenit, ya mencionada al tratar el tema de la Salud Reproductiva, en el cual esto se expresa con total claridad. El cambio cultural surgido a fines de los a ños sesenta: el hombre deja de ser percibido como ser libre (capaz de autodeterminarse hacia el bien objetivo), para concebírselo como igual a libertad, y ésta entendida como autonomía absoluta. Dicho de modo sintético, el hombre actual piensa que él es libertad, en sentido de convertir en ley propia sus deseos y caprichos [ …]. La ideología de género es una radicalización de esta idea del hombre como autonomía absoluta. Sostiene que el sexo es un condicionamiento biológico, y que el género ser ía la percepción personal y social de la propia sexualidad. El género se podr ía “construir ” de modo absolutamente autónomo, sin ninguna limitante biológica. Ahora bien, esto significa que ni hay naturaleza humana, ni puede haber reglas impuestas externamente, en cuanto al ejercicio de la sexualidad. Dicho de otro modo, el matrimonio es s ólo una opción sexual más, de igual valor que el concubinato, las uniones homosexuales, la poligamia o la pederastia... No podr ía imponerse límites a la satisfacci ón genital subjetiva de cada quien y, además, ser ía obligación del Estado fomentarla [“salud reproductiva”], la que ser ía un “derecho humano”, al igual que el aborto y las uniones homosexuales.28
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Notas 1. ANATRELLA,Tony: Familia et Vita, Anno X, n° 2, 2005, p. 108. 2. BUTLER, Judith: Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, New York, Routledge, 1990, p. 6. 3. GILBER, Lucy y WESBSTER, Paula: “The Dangers of Feminity”, Gender Differences: Sociology of Biology?, p. 41. 4. Ídem. 5. ENGELS, Frederick: The origin of the Family, Property and the State , New York, International Publishers, 1972, pp. 65-66. 6. Firestone , Shulamith: The Dialectic of Sex, New York, Bantam Books, 1970, p. 10. 7. RIDDIOUGH, Chr istine: “Socialism, Feminism and Gay/Lesbian Liberation”, Women and Revolution, Boston, South End Press, 1981, p. 80. Ed. by Lydia Sargent. 8. FIRESTONE , Shulamith: ob. cit., p. 12. 9. JAGGER, Alison: “Political Philosophies of Women’s Liberation”, Feminism and Philosophy,Totowa, New Jersey, Littlefield, Adams & Co., 1977, p. 14. 10.HARTMANN, Heidi: “The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism”, Women and Revolution, Boston, South End Press, 1981, p. 16. 11. FIRESTONE , Shulamith: ob. cit., p. 12. 12. BORENSTEIN, Kate: Men, women and the rest of us, p. 115. 13. JAGGER, Alison: ob. cit., p. 13. 14. Ley 481: “Programa para la eliminaci ón de estereotipos de g énero en textos escolares y materiales did ácticos”, 5 de agosto de 2000. 15. Ley 418: “Salud Reproductiva y Procreaci ón Responsable” y Ley 114: “Protección integral de los Derechos de ni ños, niñas y adolescentes de la Ciudad de Bs. As.”. 16. Entrevista al Dr. Jorge Scala, Zenit, 7 de septiembre de 2005. 17. LAFERRIÈRE, J. Nicolás: “Análisis integral de la Ley de Salud Sexual y Procreación Responsable”, en El Derecho, Bs. As., 13 de febrero de 2003, p. 2. 18. JUAN PABLO II: Evangelium Vitae, 17. 19. Gender Perspective in Family Planning Programs, Division for the Advancement of Women. 20. SCHUSSLER FIORENZA, Elisabeth: In Memory of Her , New York, Crossroad, 1987, p. 15. 21. COPELON, Rondhe y HERNÁNDEZ, Berta Esperanza: Sexual and Reproductive Rights and Health as Human Rights: Concepts and Strategies; An Introduction for Activitists, Cairo, Human Rights Series, 1994, p. 3.
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22. En Lexic ón.T é rminos ambiguos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones é ticas, Madrid, Ediciones Palabra, 2004, p. 575 23. JUAN PABLO II: Carta a las mujeres, n° 3. 24. Ídem. 25. Entre otros autores de dichos estudios, podemos citar a Tracey Shors, de Rutgers University; Baron-Cohen y Svetlana Leetmaya, de Cambridge University; Melissa Hines, de City University en Londres y Gerianne Alexander, de Texas A & M University. 26. As nature made him. The boy who was raised as a girl , New York, Perennial, Harper Collins, 2001. 27. Notivida, año III, nº 128, 18 de febreo de 2003. 28. Entrevista al Dr. Jorge Scala, Zenit, 7 de septiembre de 2005.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y PERSPECTIVA DE GÉNERO. ANÁLISIS Y PROPUESTAS ALTERNATIVAS.
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Iné s Franck*
I. Introducci ó n: el concepto de “ gé nero” Pr ácticamente todos hemos escuchado nombrar alguna vez el término “género”. En entrevistas a personalidades conocidas, en proyectos de ley que se presentan, en leyes nuevas que son aprobadas, en intentos de reformar los contenidos educativos. La palabra “género” o “perspectiva de género” es un lugar común al que ya nos vamos acostumbrando. Pero, como muchas de las elaboraciones humanas, no todos saben bien a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de “género”.Y así, se suele pensar Licenciada en Ciencias Políticas con especializaci ón en Relaciones Internacionales (Pontificia Universidad Católica Argentina). Doctoranda en Sociología (Pontificia Universidad Cat ólica Argentina). Docente universitaria. Perito de la Comisión ad-hoc de Seguimiento Legislativo de la Conferencia Episcopal Argentina. Co-autora del libro Familia y Vida. Compendio de cuestiones legislativas. Coordinadora académica del Programa de Evangelizaci ón de la Cultura en la Universidad Católica Argentina. *
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que es otra manera de referirse a la divisi ón de los seres humanos en varones o mujeres, pasando a ser un sinónimo de sexo, masculino y femenino. Antes que nada, quisiera aclarar que el término “género” no es sinónimo de sexo, al menos en la manera en que está siendo actualmente utilizado. Al hablar de sexo masculino o femenino, nos referimos a una realidad biol ógica que separa a las personas en hombres y mujeres. La palabra “género”, justamente, fue elaborada para destruir la creencia de que hay una diferenciaci ón biológica que separa a las personas.Y, entonces, ya no existen más dos sexos (diferenciados biológicamente), sino “géneros”. El “género” es una categor ía superadora del sexo, que no responde a una diferenciación biológica, sino a una “construcción” cultural. Con esto queremos decir que los géneros son determinados por la cultura en la que cada uno vive. Con el término “género” se hace referencia a las relaciones entre mujeres y hombres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo. 1
De esta manera, se quiere afirmar que las diferencias entre el var ón y la mujer [...] no corresponden a una naturaleza fija que haga a unos seres humanos varones y a otros mujeres, [sino que] son el producto de la cultura de un pa ís y de una época determinados.2
El gran problema de esta teor ía consiste en que descarta la idea de lo natural, de la naturaleza del ser humano, y la reemplaza por un hombre arrojado a los vaivenes y veleidades de una cultura que no tiene ninguna relaci ón con la naturaleza; es más, que destruye hasta la idea misma de que existe una naturaleza humana. Y, lógicamente, si no existe una naturaleza que deba ser respetada por la elaboración cultural, entonces la cultura no tiene ningún tipo de límites y está librada a sí misma. El concepto de “género” asume esta libertad cultural absoluta y afirma que las relaciones entre hombres y mujeres están basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo.
Estos “roles definidos socialmente” son los “géneros”. “Género” es, así, un rol definido socialmente. Aparecen, entonces, tantos “géneros” como roles definidos socialmente existen. El viejo concepto de “sexo”
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queda enmohecido y guardado en un rinc ón, cediendo paso al innovador y moderno concepto de “género”. Y, como es un concepto radicalmente innovador, se intenta incorporarlo a la totalidad de la cosmovisión social, incorporación que se da a través de la “perspectiva de género”. La “perspectiva de g énero” consiste en una manera especial de ver el mundo, no ya con las viejas categor ías de “femenino” y “masculino”, sino a través del prisma de unos roles que van cambiando con la cultura, y que hoy incluyen, además de la masculinidad y la feminidad, a la homosexualidad, el lesbianismo, el travestismo, el transexualismo. Las relaciones entre hombres y mujeres pasan ahora por esta manera de concebir la realidad: la “perspectiva de género”. Aplicar este concepto a la sociedad y a la cultura es radicalmente revolucionario. Todas las viejas categor ías educativas, laborales, familiares, jur ídicas caen estrepitosamente ante este caballo de Troya que encierra consecuencias incalculables. Si alguien se toma el trabajo de leer, por ejemplo, los proyectos de reforma de leyes que se presentan en el Congreso Nacional, podr á comprobar que una gran cantidad incorporan, de un modo u otro, esta perspectiva a distintas realidades.
II. Perspectiva de gé nero y feminismo Podemos situar las raíces de la perspectiva de g énero en la evolución del movimiento feminista. A partir del comienzo de los reclamos de derechos que protagonizaran las mujeres desde la Revolución Francesa, los movimientos feministas han evolucionado hasta engendrar hoy el llamado “feminismo de género”. Luego de este primer momento, en el que las corrientes feministas intentan reclamar la igualdad de derechos con el hombre, surge el llamado “feminismo de la igualdad” o “feminismo de la equidad ”, que se centra en la pretensión de eliminar toda forma de discriminaci ón y hasta de distinci ón entre los sexos. En la década de los a ños ochenta, se produce un viraje en la propuesta feminista: ir más allá de la anterior lucha por la igualdad entre los sexos, recuperando el derecho a ser diferentes en cuanto mujeres, [exaltando] los poderes del ser mujer, entendiendo hasta la maternidad como un derecho individual, lo cual llevaba la implícita afirmación de una virtual autosuficiencia de la mujer. Este feminismo se llam ó “feminismo de la diferencia”.3
Feminismo de género: a diferencia de los otros movimientos feministas, el feminismo de “género” es una ideología que pretende abarcarlo todo. Adopta la
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idea de que el individuo es constituido por la cultura y el lenguaje de su sociedad, siendo llevado a experimentarse a sí mismo y al mundo circundante según la estructura cultural a la que pertenece. Lo ventajoso de esta perspectiva es que, tratándose de una construcción cultural, puede ser deconstruida y reconstruida según otros par ámetros más adecuados a nuevas exigencias que la sociedad actual plantea: la mejora de la situación de la mujer, la eliminación de la fobia a la homosexualidad y el control de la fertilidad. En efecto, una nueva lectura de los individuos humanos, no ya en clave binaria de dos sexos contrapuestos, sino en la de infinitos intersexos contiguos, har ía de la sexualidad una cuesti ón privada, de preferencias y gustos individuales no cuestionables. Este feminismo radical adopta la siguiente terminolog ía para expresar su pensamiento: -
Hegemoní a o hegemónico: Ideas o conceptos aceptados universalmente como naturales, pero que en realidad son construcciones sociales. Deconstrucci ón: La tarea de denunciar las ideas y el lenguaje hegemónico (es decir aceptados universalmente como naturales), con el fin de persuadir a la gente para creer que sus percepciones de la realidad son construcciones sociales. Patriarcado, patriarcal : Institucionalización del control masculino sobre la mujer, los hijos y la sociedad, que perpetúa la posición subordinada de la mujer. Heterosexualidad obligatoria: Se fuerza a las personas a pensar que el mundo está dividido en dos sexos que se atraen sexualmente uno al otro. Preferencia u orientaci ón sexual : Existen diversas formas de sexualidad – incluyendo homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales y travestis – como equivalentes a la heterosexualidad. Homofobia:Temor a relaciones con personas del mismo sexo; personas prejuiciadas en contra de los homosexuales.4
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III. Alcances: la “ transversalizaci ó n” de la perspectiva de gé nero El género se refiere, entonces, a los roles y responsabilidades de la mujer y del hombre que son determinados socialmente. Esto quiere decir que la forma en que se nos percibe y se espera que pensemos y actuemos est á condicionada por la forma en que la sociedad est á organizada, no por nuestras diferencias biológicas. Se afirma que toda relaci ón o actividad de los seres humanos es resultado de una “construcción social” que otorga al hombre una posición superior en la sociedad y a la mujer una inferior. El progreso de la mujer requiere que se libere a toda
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la sociedad de esta “construcción social”, de modo que el hombre y la mujer sean iguales. Estos roles “socialmente construidos”, que habr ía que “deconstruir ”, están ubicados en tres grandes niveles:5 -
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La masculinidad y la feminidad: se considera que en realidad el ser humano nace sexualmente neutral y que luego es socializado en hombre o mujer. Esta socialización afecta negativamente a la mujer. Las relaciones familiares de paternidad, filiaci ón, matrimonio: engendran diferencias de conducta y responsabilidades entre el hombre y la mujer que son inadmisibles en una perspectiva de g énero, ya que son la principal razón de que esta concepción ‘sexista’ se propague. Las ocupaciones y las profesiones: la sociedad asigna a hombres y mujeres ocupaciones diferenciadas. Se trata de “roles socialmente construidos” que también es necesario “deconstruir ”.
Esto nos lleva al alcance más importante de la perspectiva de g énero: su transversalidad, es decir, la intenci ón de integrar las cuestiones de g énero en la totalidad de los programas sociales. Según el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC), la tranversalización de la perspectiva de g énero significa el proceso de valorar las implicaciones que tiene para los hombres y para las mujeres cualquier acción que se planifique, ya se trate de legislación, políticas o programas, en todas las áreas y en todos los niveles. Es una estrategia para conseguir que las preocupaciones y experiencias de las mujeres, al igual que las de los hombres, sean parte integrante en la elaboración, puesta en marcha, control y evaluación de las políticas y de los programas en todas las esferas políticas, económicas y sociales, de manera que las mujeres y los hombres puedan beneficiarse de ellos igualmente y no se perpetúe la desigualdad. El objetivo final de la integraci ón es conseguir la igualdad de los g éneros.6
IV. Las conferencias internacionales Este marco doctrinario e ideol ógico intenta promocionarse e imponerse a nivel global, universal, para desde allí incluirse en las legislaciones y pol íticas públicas de los pa íses. A modo de ejemplo, examinemos el fenómeno de las conferencias internacionales, especialmente las convocadas en torno a la temática de la mujer. Comprobamos aquí que la perspectiva de g énero comienza a imponerse a partir
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de reuniones internacionales convocadas a tal fin, con representantes de diversos países.
a) México D.F., junio de 1975: Primera Conferencia Internacional sobre la Mujer. La Asamblea General de la Organizaci ón de las Naciones Unidas fijó tres objetivos para este encuentro: la igualdad plena de género y la eliminación de la discriminaci ón por motivos de género; la integración y plena participación de la mujer en el desarrollo; y una contribución cada vez mayor de la mujer al fortalecimiento de la paz mundial. La Conferencia respondió aprobando un plan de acci ón mundial, documento en que se presentaban directrices que debían seguir los gobiernos y la comunidad internacional en los diez a ños siguientes para alcanzar estos tres objetivos fundamentales. Importa aquí resaltar que en esta Conferencia se dio inicio a un proceso que comprende las deliberaciones, la negociación, el establecimiento de objetivos, la identificaci ón de obstáculos y el examen del progreso alcanzado. No llama, entonces, la atención que, pocos años más tarde, en 1979, la Asamblea General apruebe la Convenci ón sobre la Eliminaci ón de todas las formas de Discriminación contra la Mujer. La Convención obliga a los Estados Partes a presentar un informe cada cuatro a ños, sobre las medidas que han adoptado para eliminar los obstáculos que encaran para aplicar la Convenci ón. Un Protocolo Facultativo de la Convención permite que las mujeres v íctimas de discriminaci ón por motivos de sexo presenten denuncias a un órgano creado en virtud del tratado internacional. b) Copenhague, julio de 1980: Segunda Conferencia Internacional sobre la Mujer. Representantes de ciento cuarenta y cinco Estados Miembros se reunieron para examinar y evaluar el plan de acci ón mundial de 1975. La Conferencia estableció tres esferas en que era indispensable adoptar medidas concretas y con objetivos precisos para que se alcanzaran las metas de igualdad, desarrollo y paz, determinadas por la Conferencia de México. Esas tres esferas eran la igualdad de acceso a la educaci ón, las oportunidades de empleo y servicios adecuados de atención de la salud. c) Nairobi, junio de 1985:Tercera Conferencia Internacional sobre la Mujer. Las Estrategias de Nairobi orientadas hacia el futuro para el adelanto de la mujer hasta el año 2000, la estrategia elaborada y aprobada por consenso por los ciento cincuenta y siete gobiernos participantes constituyeron un programa actualizado para el futuro de la mujer hasta finales del siglo.
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d) Beijing, septiembre de 1995: Cuarta Conferencia Internacional sobre la Mujer. La transformación fundamental que se produjo en Beijing fue el reconocimiento de la necesidad de trasladar el centro de la atenci ón de la mujer al concepto de g énero, reconociendo que toda la estructura de la sociedad, y todas las relaciones entre los hombres y las mujeres en el interior de esa estructura, tenían que ser reevaluadas. Únicamente mediante esa reestructuraci ón fundamental de la sociedad y sus instituciones ser ía posible potenciar plenamente el papel de la mujer para que ocupara el lugar que les correspond ía como participante en pie de igualdad con el hombre en todos los aspectos de la vida. Este cambio representó una reafirmación firme de que los derechos de la mujer eran derechos humanos y de que la igualdad entre los g éneros era una cuestión de inter és universal y de beneficio para todos. La Conferencia aprobó por unanimidad la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing. Al aprobar la Plataforma de Acción de Beijing, los gobiernos se comprometían a incluir de manera efectiva una dimensi ón de género en todas sus instituciones, políticas, procesos de planificación y de adopci ón de decisiones. La Plataforma de Acción define los objetivos estratégicos y explica las medidas que deber án adoptar los Gobiernos, la comunidad internacional, las organizaciones no gubernamentales y el sector privado. Son definidas doce esferas decisivas de especial preocupación: Pobreza Educación y Formación Salud Violencia Conflictos Armados Economía Toma de Decisiones Mecanismos Institucionales Derechos Humanos Medios de Comunicación Medio Ambiente La Niña En diciembre de 1999 se abri ó a la firma un Protocolo Facultativo de la Convención, que permite que las mujeres víctimas de discriminaci ón por motivos de sexo presenten denuncias a un órgano creado en virtud del tratado internacional.
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e) Nueva York, junio de 2000: Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing + 5): Se reunió a fin de examinar y evaluar los progresos alcanzados en la aplicación de las doce esferas de especial preocupaci ón de la Plataforma de Acción de Beijing. El documento final expresa el compromiso de seguir incorporando la perspectiva de género en todas las políticas y los programas, y la promoción de la plena participación de la mujer y la potenciaci ón de su papel en la sociedad y del aumento de la cooperación internacional para la aplicación plena de la Plataforma de Acción de Beijing. Se solicita a los gobiernos: Considerar la posibilidad de revisar las leyes que prevén medidas punitivas contra las mujeres que han tenido abortos ilegales. Incorporar una perspectiva de género en las políticas macroeconómicas y de desarrollo social básicas y en los programas nacionales de desarrollo. Formular y ejecutar programas con la plena participación de los adolescentes, según corresponda, para proporcionarles sin discriminaci ón alguna educación, informaci ón y servicios adecuados, concretos, accesibles y de f ácil comprensión, a fin de atender eficazmente sus necesidades reproductivas y sexuales, teniendo en cuenta su derecho a la intimidad, la confidencialidad, el respeto y el consentimiento fundamentado. Formular políticas y ejecutar programas, en particular para los hombres y los muchachos, para modificar actitudes y comportamientos estereotipados respecto de las funciones y las obligaciones de cada g énero, con el fin de fomentar la igualdad entre los géneros y actitudes y conductas positivas. Fortalecer las campañas de toma de conciencia y capacitaci ón en cuestiones de igualdad de los g éneros entre hombres y mujeres, niñas y niños para eliminar la persistencia de estereotipos tradicionales perjudiciales.
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V. Las conferencias regionales A nivel regional, tenemos que mencionar las Conferencias Regionales sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Econ ómico y Social de Am érica Latina y el Caribe. Por razones de brevedad, citar é sólo las primeras, mientras que dar é algunos detalles sobre la última reunión. -
La Habana, Cuba, junio de 1977: Primera Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el desarrollo econ ómico y social de América Latina.
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Macuto,Venezuela, noviembre de 1979: Segunda Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Econ ómico y Social de Am érica Latina. México D.F., agosto de 1983: Tercera Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social de Am érica Latina y el Caribe. Guatemala, 1988: Cuarta Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Econ ómico y Social de América Latina y el Caribe. Curazao, 1991: Quinta Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Econ ómico y Social de América Latina y el Caribe. Mar del Plata, septiembre de 1994: Sexta Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social de Am érica Latina y el Caribe. Santiago de Chile, noviembre de 1997: S éptima Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Econ ómico y Social de Am érica Latina y el Caribe. Lima, febrero de 2000: Octava Conferencia Regional sobre la Integraci ón de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social de América Latina y el Caribe.
México, junio de 2004: Novena Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social de América Latina y el Caribe. El Documento emanado de esta Conferencia lleva como título “Caminos hacia la equidad de g énero en América Latina y el Caribe ” y se centra en los campos laboral y de superación de la pobreza. En la introducción deja sentado que la estrategia de transversalizaci ón de la perspectiva de g énero en las políticas se reconoce aún como la más idónea.7
El primer capítulo está dedicado a una s íntesis del proceso de avance de la equidad de género en la región. En el segundo, se analizan los vínculos entre la pobreza y la autonomía económica de las mujeres. Se confiere particular importancia al estudio de la divisi ón entre el trabajo productivo y reproductivo y de las consecuencias de ésta en el acceso a las oportunidades.8
En el diagnóstico que el documento realiza sobre la equidad de g énero en la región, se afirma lo siguiente:
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Muchos de los mecanismos para el adelanto de la equidad de g énero en la región siguen amenazados por la “sectorialización o tematización de la equidad de género”. Las Conferencias Internacionales han sido un gran avance para la equidad de género. Particularmente, la Cumbre del Milenio recogió las nociones de empoderamiento y autonomía de las mujeres, al igual que la necesidad de articular la igualdad de género con la lucha contra la pobreza. Los esfuerzos de los movimientos de mujeres por instalar en la agenda pública las políticas de equidad de g énero han sido exitosos, aunque insuficientes. Los beneficios de la igualdad de g énero no se han distribuido equitativamente. Entre los pasos importantes que se han dado hacia la equidad de género, se cuenta la modificaci ón de los marcos legales en todos los pa íses de la región, aunque aún se debe luchar por la erradicaci ón de prejuicios y estereotipos que impiden la adecuada aplicaci ón de la ley. Todos los países de la región cuentan con un organismo para el adelanto de la mujer y se han creado numerosas instituciones con mandatos referidos al género. Se han desarrollado considerablemente en los últimos años distintas experiencias institucionales, políticas públicas e instrumentos de transversalización de la perspectiva de g énero. El proceso seguido por las políticas de género constituye un camino claro: visibilidad lograda mediante la acci ón del movimiento de las mujeres, elaboración conceptual y metodológica, construcción de argumentos, paso de la agenda social a la agenda pol ítica, reforma de marcos jur ídicos, desarrollo institucional, adopción por parte de la opini ón pública y puesta en pr áctica de estrategias que busquen atención y cambios.
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Se trata de largos procesos históricos que alteran rutinas institucionales, valores y pautas culturales, pero que terminan instalándose en el sistema vigente como consecuencia de la modernidad y la voluntad pol ítica conjugadas por la acci ón deliberada del movimiento social de las mujeres. Su inserción en la estructura institucional abre nuevos desaf íos y debates que no pueden darse por finalizados y que requieren una renovación permanente.9
El documento afirma que es importante señalar que tanto en el an álisis como en las políticas es imprescin-
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dible tener en cuenta los múltiples factores que activan la desigualdad de g énero, uno de los cuales es la relaci ón entre las dimensiones económicas, políticas y sociales. Sin embargo, el vínculo constitutivo de la desigualdad es el que ata ñe a las dos esferas b ásicas de la vida: la pública y la privada. Desde ese punto de vista, una de las explicaciones más consistentes para comprender por qu é persisten las desigualdades laborales, sociales y políticas radica en el hecho de que los cambios no han llegado al mundo de la familia, por lo que la autonomía obtenida por las mujeres est á siendo pagada en el ámbito individual, sin el aporte de las políticas públicas. Las mujeres han superado sus ataduras excluyentes con el mundo doméstico, pero no han sido eximidas de esa responsabilidad. […] En ese sentido se puede afirmar que la regi ón presenta un abigarrado escenario, fecundo como resultado de las transformaciones sociales y la acci ón del movimiento de las mujeres, en el que se han construido espacios de igualdad que coexisten con viejas pr ácticas familiares, sociales e institucionales discriminator ias. 10
Al abordar el fenómeno de la pobreza en la regi ón, el documento sostiene que, siendo la pobreza un fenómeno multidimensional sintetizado por la carencia cr ítica de ingresos, su análisis requiere, además, visibilizar otras relaciones de poder y, en el caso de las mujeres, muy particularmente aquellas relacionadas con el trabajo no remunerado, los derechos reproductivos, la violencia contra la mujer y el uso del tiempo. […] El análisis de la pobreza desde la perspectiva de g énero permite articularlo con el de otras formas de dominaci ón, como la étnica y la racial, que estructuran las relaciones sociales. […] el enfoque de género destaca la importancia de entender el fenómeno como un proceso en el que concurren relaciones de poder, y no como un síntoma. […] De acuerdo con esta conceptualización, la autonomía económica, f ísica y reproductiva de las mujeres, así como la valoración de su trabajo no remunerado y del tiempo que éste demanda, adquieren una importancia estratégica. […] La autonomía del cuerpo de las mujeres implica el acceso a condiciones adecuadas de salud sexual y reproductiva que reduzcan la mortalidad materna y las tasas de fecundidad no deseada.11
Hasta ahora, la mayor ía de los programas contra la pobreza se fundan en varios supuestos no explicitados. Por un lado, estos supuestos y mandatos están vinculados a un modelo de desarrollo económico y social “ideal”, así como
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también a una construcción “ideal” en cuanto a tipos de hogares y familias y a los correspondientes roles e “identidades” masculinos y femeninos […]. Los magros resultados de los programas para el alivio o superaci ón de la pobreza, así como algunos hallazgos en las evaluaciones de su impacto, indican que algunas afirmaciones y supuestos requieren revisión” […]. Los programas que buscan la superación de la pobreza reproducen patrones históricos de discriminación y explotación.12
El documento hace un desarrollo exhaustivo del concepto de “empoderamiento”, que es un concepto político que trasciende la participaci ón política formal y la concientización. Aunque haya surgido en el proceso de lucha por los derechos civiles (León, 1997), hoy en día hace referencia a la necesidad de generar cambios en las relaciones de poder entre hombres y mujeres. El poder se entiende aquí como el acceso a recursos f ísicos e ideológicos en una relación social siempre presente. Se trata entonces de transformar las reglas del juego que establecen la distribuci ón de la riqueza material y simb ólica, la capacidad de decidir libremente en la sociedad y la familia, incluyendo la reingenier ía del tiempo, en un proceso de búsqueda de la igualdad. 13
En cuanto al impulso dado a la perspectiva de g énero por los encuentros y cumbres internacionales, se reconoce que hoy, a pesar de su heterogeneidad, pr ácticamente todos los países han adoptado marcos jur ídicos que responden a los compromisos internacionales sobre equidad de género […]. La suscripción de los tratados internacionales refuerza la acci ón de los mecanismos de género en el Estado y amplía las posibilidades de coordinar pol íticas con otros actores y de atender los reclamos de los movimientos de mujeres, sobre todo en contextos nacionales poco proclives a institucionalizar valores y demandas relativas a la equidad de g énero.14
Un concepto interesante que el documento desarrolla es el de “transversalización” de la perspectiva de g énero. La principal estrategia aplicada ha sido la transversalizaci ón de la perspectiva de género en las políticas públicas, que ha resultado en la creación de instancias de g énero en distintos sectores y oficinas de car ácter regional, así como en la formulación de nuevos lineamientos de políticas. Se destaca la labor destinada a incidir en la salud, el trabajo, la educación y la agricultura y la creciente, pero a ún débil, capacidad de coordinación con los ministerios e instituciones del ámbito económico, sobre todo los de
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hacienda, planificación, así como con los del campo de la política, que abarca la seguridad, la descentralización y el desarrollo regional. […] La estrategia de transversalizaci ón es el proceso de integraci ón de la perspectiva de g énero en las políticas de desarrollo y consiste, en la pr áctica, en el examen de las consecuencias para mujeres y hombres de cualquier tipo de acci ón p ública planificada, incluidas la legislación, las políticas y los programas, en cualquier campo.15
En cuanto a una “agenda de reformas”, algunas de las prioridades que el documento propone son las siguientes: El empleo: debe incluirse el reconocimiento del valor del trabajo doméstico no remunerado, la necesidad de políticas que permitan armonizar la vida familiar y pública y la importancia de involucrar a hombres y mujeres en el proyecto. En este ámbito, los derechos reproductivos y la erradicaci ón de la violencia contra la mujer siguen siendo prioridades que exigen amplias reformas institucionales y una mayor asignación de recursos. - La participaci ón ciudadana: se espera el desarrollo de múltiples herramientas de control, evaluación y rendici ón de cuentas que garanticen la participación ciudadana de las mujeres. Esto también supone una profundización del desarrollo de las estadísticas de género, mediante la recolección de informaci ón básica, especialmente sobre la pobreza, el trabajo no remunerado y el uso del tiempo. - Las pol ít icas públicas: se busca redefinir el bien común, sobre la base de la afirmación de los derechos individuales y el otorgamiento de un espacio leg ítimo a la pluralidad y la reflexi ón, que parta de la capacidad de decidir de las mujeres. -
ico”, en el Producto de esta última Conferencia, se firma el “Consenso de M éx cual los países participantes vuelven a comprometerse a: -
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Realizar esfuerzos por incorporar la perspectiva de género en la elaboración, ejecución y evaluación de las políticas públicas mediante la aplicación de instrumentos de seguimiento y evaluación. Alentar a los Estados a incluir la equidad e igualdad de género, como tema prioritario en las estrategias de desarrollo de la capacidad comercial en los planos nacional y regional. Revisar e implementar la legislación que garantice el ejercicio responsable de los derechos sexuales y reproductivos y el acceso sin discriminaci ón a los servicios de salud, incluida la salud sexual y reproductiva.
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Incorporar efectivamente la perspectiva de g énero en todos los programas y políticas de gobierno, otorgando particular atención a la pobreza, el trabajo no remunerado, el uso del tiempo, la violencia de género y la migración internacional. - Invitar a los parlamentos de la región a que revisen sus legislaciones, a fin de armonizarlas con los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos y de no discriminación de las mujeres, niños, niñas y adolescentes. - Exhortar a los gobiernos que aún no lo han hecho a considerar la ratificación y aplicaci ón efectiva de la Convenci ón sobre la eliminaci ón de todas las formas de discriminación contra la mujer y su Protocolo facultativo, así como de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer y la adopci ón de un mecanismo efectivo para la aplicación y seguimiento de esta última por los Estados parte. -
VI. Consecuencias en las pol í ticas pú blicas A través del cuadro de la p ágina 46, pretendo mostrar cierto correlato temporal en los hechos, conferencias y legislaciones, tanto a nivel internacional como regional y nacional.
VII. Conclusi ó n A la luz de todo lo expuesto, resulta interesante extraer cada uno sus propias conclusiones. No somos amigos de considerar este tema bajo la perspectiva de una especie de “conspiración universal”. De todas maneras, consideramos que el mecanismo de difusión y aplicación de la perspectiva de g énero a las políticas públicas de los países es esencialmente violatorio de la soberan ía de cada país y de la identidad cultural de nuestros pueblos. Quisiera, para finalizar, referirme al tema de fondo que subyace en la perspectiva de género, esto es, la correcta y plena concepción de la relación entre el hombre y la mujer. Y para ello, no me queda más que recordar algunas palabras del reciente documento de la Iglesia sobre la Colaboraci ón del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo: hay que hacer notar la importancia y el sentido de la diferencia de los sexos como realidad inscrita profundamente en el hombre y la mujer. La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no s ólo en el plano f ísico, sino también en el psicológico y espiritual con su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones.
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Ésta no puede ser reducida a un puro e insignificante dato biol ógico, sino que es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano. […] La criatura humana, en su unidad de alma y cuerpo, está, desde el principio, cualificada por la relaci ón con el otro. Esta relación se presenta siempre a la vez como buena y alterada. Es buena por su bondad originaria, declarada por Dios desde el primer momento de la creaci ón; es también alterada por la desarmon ía entre Dios y la humanidad, surgida con el pecado. Tal alteración no corresponde, sin embargo, ni al proyecto inicial de Dios sobre el hombre y la mujer, ni a la verdad sobre la relaci ón de los sexos. De esto se deduce, por lo tanto, que esta relación, buena pero herida, necesita ser sanada. ¿Cuáles pueden ser las v ías para esta curaci ón? Considerar y analizar los problemas inherentes a la relaci ón de los sexos s ólo a partir de una situaci ón marcada por el pecado llevar ía necesariamente a recaer en los errores anteriormente mencionados. Hace falta romper, pues, esta lógica del pecado y buscar una salida, que permita eliminarla del coraz ón del hombre pecador. […] Por lo tanto la promoción de las mujeres dentro de la sociedad tiene que ser comprendida y buscada como una humanizaci ón, realizada gracias a los valores redescubiertos por las mujeres. Toda perspectiva que pretenda proponerse como lucha de sexos sólo puede ser una ilusión y un peligro, destinados a acabar en situaciones de segregación y competición entre hombres y mujeres, y a promover un solipsismo, que se nutre de una concepción falsa de la libertad.
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TEMA
Perspectiva de género
HITOS INTERNACIONALES
HITOS REGIONALES
ALGUNAS POL ÍTICAS PÚBLICAS EN ARGENTINA
1975: I Conferencia Mujer. 1979: Convención Internacional. 1980: II Conferencia Mujer.
1977: I Conferencia regional. 1979: II Conferencia regional.
1983:III Conferencia regional. 1985: III Conferencia Mujer.
1985: Ley 23.179 ratificando la Convenci ón sobre la Eliminaci ón de todas las formas de Discriminaci ón contra la Mujer. 1988:IV Conferencia regional. 1991:V Conferencia regional. 1994:VI Conferencia regional. 1994: Convención Interamericana Belem do Par á.
1995: IV Conferencia Mujer.
1996: Ratificación de la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la Violencia contra la Mujer (Belem do Par á). 1997:VII Conferencia regional. 1999: Plan Federal de la Mujer. Consejo Nacional de la Mujer (PEN). Financiamiento del BID.
2000: 1995 + 5.
2000:VIII Conferencia regional.
2001: Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia. 2002: Programa Nacional Mujer, Equidad y Trabajo. Consejo Nacional de la Mujer (PEN). 2004: IX Conferencia regional. 2004: Programa de Promoción del Fortalecimiento de la Familia y el Capital Social (PROFAM). Consejo Nacional de la Mujer (PEN). Financiamiento del BIRF. 2005: "Plan Familias". Ministerio de Desarrollo Social (PEN). Con financiamiento del BID y del BM. 2005: Decreto 1086 (PEN): Plan Nacional contra la Discriminaci ón. 2006: Convención Interame- 2006: Fallo sobre esterilizaci ón. ricana contra la Discrimina- 2006: Ley de educación sexual. ción.
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Notas 1. Conclusiones de la IV Conferencia Internacional sobre la Mujer , Pekín, 1995. 2. CONFERENCIA EPISCOPAL PERUANA: “La ideología de género: sus peligros y alcances”. 3. SCARINCI DE DELBOSCO, Mar ía Paola: “La identidad de la mujer: contrapuntos”, en Universitas, nº 1, noviembre de 2005. 4. Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL PERUANA: cit. 5. Con respecto a la deconstrucción de estos roles socialmente construidos, la Convención Interamericana de Belem do Par á (1993) obliga a los Estados partes a “adoptar, en forma progresiva, medidas específicas, inclusive programas para [...] modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, inclu yendo el dise ño de programas de educaci ón formales y no formales apropiados a todo nivel del proceso educativo, para contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo de pr ácticas que se basen en la premisa de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los g éneros o en los papeles estereotipados para el hombre y la mujer que legitimizan o exacerban la violencia contra la mujer ”. 6. Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, ECOSOC, 1997. 7. Documento de la IX Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Econ ómico y Social de Am érica Latina y el Caribe, “Caminos hacia la equidad de g énero en América Latina y el Caribe ”. 8. Ídem. 9. Ídem. 10. Ídem. 11. Ídem. 12. Cf. ídem. 13. Cf. ídem. 14. Cf. ídem. 15. Cf. ídem.
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POLÍTICAS PÚBLICAS Y PERSPECTIVA DE GÉNERO. ANÁLISIS Y PROPUESTAS ALTERNATIVAS.
PERSPECTIVA DE GÉNERO. SUS CONSECUENCIAS Y PROPUESTAS. ALTERNATIVAS PARA LA PROMOCIÓN DE LA MUJER Nicol á s Lafferri è re *
1. Aproximaci ó n a la perspectiva de gé nero La perspectiva de g énero emerge como una categor ía de análisis de la realidad social y política a fines del siglo XX y comienzos del XXI. De contornos difusos y ambiguos, resulta dif ícil su caracterizaci ón. Podemos decir que, centralmente, supone una antropología que considera que lo femenino y lo masculino son dimensiones de origen cultural en el ser humano, quitando toda relevancia al dato biológico. De esta forma, la perspectiva de g énero ser ía una clave de interpretación de la sociedad que pretende discernir y denunciar los condicionamientos Abogado. Doctorando en Ciencias Jur ídicas. Secretario académico de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Profesor de Derecho Civil de la Pontificia Universidad Católica Argentina y de la Universidad de Buenos Aires. Secretario ejecutivo de la Comisi ón de Fe y Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina. Perito de la Comisión Ad-Hoc de Seguimiento Legislativo de la Conferencia Episcopal Argentina. Director del Servicio a la Vida del Movimiento FUNDAR. Colaborador del Instituto de Bioética y del Instituto para el Matrimonio y la Familia de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Coautor del libro Familia y vida: compendio de cuestiones legislativas, publicado por la Conferencia Episcopal Argentina. Autor de numerosas publicaciones sobre bioética y Derecho. *
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culturales que oprimen a la mujer y, a su vez, que promueve iniciativas para liberarla de esos condicionamientos. Esta caracterización de la perspectiva de g énero está en línea con un reciente documento de la Santa Sede. Allí se describe cierto feminismo en el que para evitar cualquier supremacía de uno u otro sexo, se tiende a cancelar las diferencias [entre hombre y mujer], consideradas como simple efecto de un condicionamiento histórico-cultural. En esta nivelación, la diferencia corp órea, llamada sexo, se minimiza, mientras la dimensión estrictamente cultural, llamada g énero, queda subra yada al máximo y considerada primar ia. El obscurecerse de la diferencia o dualidad de los sexos produce enormes consecuencias de diverso orden. Esta antropología, que pretendía favorecer perspectivas igualitarias para la mujer, liber ándola de todo determinismo biológico, ha inspirado de hecho ideologías que promueven, por ejemplo, el cuestionamiento de la familia a causa de su índole natural bi-parental, esto es, compuesta de padre y madre, la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad y un modelo nuevo de sexualidad polimorfa [Congregación para la Doctrina de la Fe: Carta a los Obispos de la Iglesia Cat ólica sobre la colaboraci ón del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, 1].
Si esbozamos someramente posibles raí ces culturales de esta “perspectiva ”, podemos advertir la aplicaci ón de una visi ón marxista de análisis social a la relación entre hombre y mujer, que es vista en categor ía de conflicto. Tambi én podemos decir que esta perspectiva es una expresi ón de la llamada “posmodernidad”, con la nota de un pensamiento débil que renuncia a “imponer ” toda forma unitaria de vida y, por tanto, la convivencia social estalla en una multiplicidad de estilos y opciones, donde la sexualidad se convierte en pura construcción. Esta fragmentaci ón posmoderna también vino a instalar, socialmente, un clima de relativismo y pesimismo antropol ó gico, en virtud del cual el ser humano ha perdido confianza en la razón y en su capacidad de alcanzar la verdad, especialmente por el fracaso que la razón iluminista tuvo en su intento de construir un mundo más humano y solidario, como lo demuestra tr ágicamente la Segunda Guerra y los horrores que en ella se produjeron.Así, si no hay verdad, no hay nada dado y todo es el fruto de la construcción cultural. Finalmente, podemos decir que esta perspectiva encontr ó un terreno f értil a partir de la difusi ón de la anticoncepci ón, que se dice que viene a liberar a la mujer del “ yugo de la maternidad”. Ahora bien, en el marco del feminismo, la perspectiva de género cobra fuerza, no sólo como una categor ía de análisis, sino también como una auténtica “ pol í- tica o instrumento de transformaci ón social ” que engloba acciones de las m ás diversas. En algunos casos, estas acciones se unen con los programas de salud reproductiva
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o con acciones llamadas de “empoderamiento” (empowerment ) de la mujer. Un ejemplo de la diversidad de acciones lo constituye la Ley 474 de la Ciudad de Buenos Aires, auténtico programa de acción que, desde una óptica jur ídica, avanza al margen del resto del ordenamiento jur ídico, superponiendo funciones y declamando derechos de dif ícil concreción. Por otra parte, resulta dif ícil discernir entre las finalidades perseguidas y las acciones concretas. Por ejemplo, se habla del “reparto equitativo de las tareas y responsabilidades domésticas y familiares”, pero no se especifican acciones para ello. A modo de síntesis, podemos resumir algunas de las principales acciones que se engloban en la perspectiva de g énero como “política de Estado”: -
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Distribución de métodos anticonceptivos en el marco de las pol íticas de salud reproductiva. Campañas para garantizar a las mujeres el acceso a un “aborto legal y seguro, sin restricciones”. Legalización de la “esterilización” como método anticonceptivo. Actividades de capacitación y difusión de la perspectiva de g énero, incluyendo campañas en los medios masivos de comunicaci ón social, en el marco de los programas de salud reproductiva. Acciones enfocadas a grupos considerados de riesgo, entre los que se destacan las personas menores de edad, sin garantizar la intervención de la familia. Inclusión del “cupo de género” en los distintos niveles de organización social y política (Poder Legislativo, Ejecutivo, Judicial, sindicatos, partidos políticos, etc). En este punto, ya no se habla más de “cupo femenino” sino de “cupo de género”. Determinación de la perspectiva de g énero como criterio de an álisis y de diseño de las pol íticas públicas. Legalización de la unión de personas del mismo sexo con pretensi ón de que sea equiparada al matrimonio y con posibilidad de adopci ón. En materia educativa, es creciente la irrupción de esta perspectiva como una política de tipo transversal, que apunta tanto a influir sobre los contenidos como sobre las conductas de los actores de la comunidad educativa. Sobresalen las estrategias de intervención en los textos escolares en orden a la eliminaci ón de todas las visiones estereotipadas sobre hombre y mujer (por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires, el 5 de agosto de 2000 se sancion ó la Ley 481 sobre esta cuestión). Acciones para la promoción de la igualdad entre var ón y mujer en materia económica, incluyendo lo relativo al acceso a puestos de trabajo y remuneraciones.
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2. Consecuencias de la “ perspectiva de gé nero” Esta somera caracterizaci ón de la “perspectiva de g énero”, como categor ía de análisis y política pública, con algunas de las principales acciones involucradas, es reveladora de la orientación perseguida. A continuación, proponemos considerar las consecuencias de esta “perspectiva de género” particularmente en atención a su inserción a nivel legal y educativo.
a) Cambio de eje: de la mujer al gé nero La lógica asumida por la “perspectiva de g énero”, en tanto supone dar primacía a las dimensiones culturales de lo femenino y lo masculino, ha terminado por mutar el eje de las políticas públicas vinculadas con la mujer. En efecto, si el género es algo que la persona elige, y no puede ser coartada en esa libertad por el Estado, entonces la mujer aparece en igualdad de condiciones con otras “minor ías” que, en razón de su “orientaci ón sexual”, reclaman que la perspectiva de género los incluya. De esta manera, en lugar de dedicar tiempo y esfuerzo en el diseño de políticas que apunten al coraz ón de las situaciones que las mujeres m ás están sufriendo, las políticas públicas y sus elaboradores se distraen en consideración de temas que poco importan a la mujer y que resultan extra ños a los intereses genuinos de ella. En este sentido, es paradigmático el cambio de denominaci ón en relación con el cupo en cargos electivos, que en lugar de ser “cupo femenino” ha pasado a ser “cupo de género”. En el Decreto 222/03, que regula el procedimiento para la presentación de candidatos a integrar la Corte Suprema de Justicia de la Naci ón, se afirma en los considerandos y en el art. 3° que hay que tener en cuenta, en la composición del Alto Tribunal, las “diversidades de género”. La precisión de los términos es una exigencia de la buena t écnica legislativa, de modo que hablar de género es ambiguo y confuso, y termina borrando las pretendidas conquistas de las mujeres, que son aprovechadas por personas que presentan otras pretensiones, incluso algunas contrarias a la moral y las buenas costumbres. Por otra parte, si la mujer no es defendida y promovida en cuanto “mujer ” sino en cuanto ser humano que se autodetermina en su “género”, entonces ya no hay razones válidas para defender lo femenino, pues nadie puede afirmar en qu é consiste lo específica y propiamente femenino. Esta confusión termina traicionando a las mujeres que, sencillamente, quieren ser mujeres y hacer valer esta decisi ón.
b) Difusi ó n de comportamientos contrarios a la vida y la familia Entre las acciones promovidas en el marco de las pol íticas públicas con perspectiva de género, se encuentran la distribución de anticonceptivos, inclusive
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abortivos, la despenalización y legalización del aborto y la esterilizaci ón. Se trata de conductas contrarias a la vida y la familia, que importan, también, violaciones a derechos humanos fundamentales, como es el caso del derecho a la vida. Se argumenta que es parte de la “liberación” de la mujer, la consagración de supuestos “derechos reproductivos” que le permiten regular libremente su capacidad procreativa. En verdad, la anticoncepción y la esterilización son males que introducen dinamismos que afectan la dignidad de la familia, pues se afecta el auténtico sentido de la sexualidad. En cuanto al aborto, la gravedad del mal es mucho mayor en funci ón de ponerse en juego el derecho a la vida, que es el primero de los derechos humanos, fundante de los demás. La promoción de una maternidad y una paternidad responsables no la puede hacer el Estado interviniendo en una materia que es propia de la familia y su intimidad. El Estado puede, a lo sumo, ayudar a generar condiciones favorables a la familia, como veremos en las propuestas para un nuevo feminismo.
c) Introducci ó n de dinamismos de conflicto en la sociedad Esta perspectiva de género, en su forma de encarar la relación hombre-mujer, introduce dinamismos de conflicto en la sociedad. En efecto, en lugar de ver a la mujer en el marco amplio de la familia y la sociedad, se acent úan las diferencias y se confrontan sus derechos con los del hombre, que es puesto como un enemigo, en lugar de ser presentado como un compa ñero en el camino de la vida. Para ilustrar esta afirmaci ón, podemos citar el reciente documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe: La promoción de las mujeres dentro de la sociedad tiene que ser comprendida y buscada como una humanización, realizada gracias a los valores redescubiertos por las mujeres.Toda perspectiva que pretenda proponerse como lucha de sexos s ólo puede ser una ilusión y un peligro, destinados a acabar en situaciones de segregación y competición entre hombres y mujeres, y a promover un solipsismo, que se nutre de una concepción falsa de la libertad [Congregaci ón para la Doctrina de la Fe: ob. cit., 14].
En otro pasaje, el mismo documento profundiza el criterio: la relación hombre-mujer no puede pretender encontrar su justa condición en una especie de contraposición desconfiada y a la defensiva. Es necesario que tal relación sea vivida en la paz y felicidad del amor compartido [Congregaci ón para la Doctrina de la Fe: ob. cit., 14].
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d) Funcionalidad a intereses estrat é gicos internacionales La perspectiva de género, como ya hemos probado en otro trabajo sobre la ley de salud reproductiva,1 las políticas públicas vinculadas con el género, entre las que se destacan las del Consejo Nacional de la Mujer, se financian en su gran mayor ía con cr éditos externos. Es significativo que organismos internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional promuevan en los distintos países la implementación de la perspectiva de g énero en las políticas públicas. Las razones de fondo se relacionan con las pol íticas de control poblacional, que son presentadas bajo apariencia de protecci ón de los derechos de la mujer y su salud reproductiva y que, sin embargo, avanzan sobre intereses estratégicos de los países y causan el envejecimiento poblacional.
e) Da ño en la identidad del ni ño Uno de los mayores daños que puede provocar la introducci ón de la “perspectiva de género” como criterio para la elaboración de políticas públicas es el que se producir ía en materia educativa. En efecto, se advierte una clara voluntad de imponer esta perspectiva en los ámbitos de la educación, como contenido y como política. Ello supone, ante todo, una indebida intromisión del Estado en una materia que es propia de la familia. Por otra parte, se está asumiendo como correcta una visión del ser humano que prescinde de los datos biol ógicos y que, por tanto, no se ajusta a la verdad. Tal antropología no es inocua sino que puede producir graves daños en la identidad de los ni ños y los jóvenes. Nos preguntamos si los legisladores y los funcionarios ministeriales responsables de estas políticas se har án responsables, en el futuro, de los problemas que surjan en la identidad de los ni ños. En lugar de confirmar a los jóvenes en su identidad más profunda, a través del amor, que es capaz de sanar cualquier herida y hacer surgir lo mejor de cada uno, la perspectiva de género deja librado al joven a su propia libertad y, por tanto, lo deja en la soledad más absoluta en el momento cr ítico del crecimiento. Se trata de una grave irresponsabilidad que conlleva graves riesgos para el futuro de la sociedad.
3. Propuestas para una genuina promoci ó n de la mujer En este contexto, se presenta claro que no es la perspectiva de g énero el mecanismo para promover la auténtica dignidad de la mujer. En efecto, esta perspectiva ignora cuestiones que son centrales para la mujer, y ello ocurre porque parte de una concepci ón antropológica equivocada. Así, parece necesario ponerse en campaña para ver qu é propuestas son necesarias para que la mujer sea genuina-
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mente promovida, con iniciativas que vayan al coraz ón de sus preocupaciones y que ayuden a resolver los conflictos propiamente femeninos. Ciertamente, tal cometido excede los l ímites de esta presentaci ón, pero nos animaremos a proponer algunas l íneas que pueden servir de disparador para la búsqueda de medidas creativas que exalten y revaloricen socialmente el “genio femenino”:
a) Articulaci ó n entre maternidad y trabajo: Entiendo que es una de las cuestiones centrales de la situaci ón de la mujer. En este punto, podemos mencionar algunas claves: -
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Generar espacios de diálogo entre organizaciones sindicales, empresariales y otros agentes sociales para formular acciones de conciliaci ón de maternidad y trabajo. Garantizar el asiduo contacto de la madre con el niño durante las horas de trabajo. Promover la instalación de jardines maternales en lugares de trabajo, mediante regímenes de promoci ón tributaria.
b) Valoraci ó n del “ genio femenino” en la sociedad: Un segundo grupo de propuestas se vincula con la necesidad de valorar el aporte femenino en la sociedad. En este sentido, podemos mencionar las múltiples iniciativas que tienden a estudiar el aporte econ ómico de la mujer que trabaja en su hogar y que conllevan un reconocimiento para ella y el dise ño de un sistema especial de seguridad social.
c) Respeto a la mujer en sus riquezas espec í ficas: Al proponer esta medida, estamos pensando concretamente en todo lo referido a la publicidad y los medios de comunicaci ón, que muchas veces toma a la mujer como “objeto”, degradando su imagen, con tr ágicas consecuencias personales y sociales. Cabe preguntarse si las publicidades que proceden de esta manera no tienen influencia sobre muchos comportamientos agresivos hacia la mujer, en todos los órdenes.
d) Promoci ó n de condiciones econó micas y culturales favorables al matrimonio y la maternidad: Otro eje de promoci ón de la mujer deber ía ser la promoción de condiciones económicas y culturales favorables al matrimonio y la maternidad. A pesar de las
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negativas del feminismo radical, la maternidad es una riqueza específica y propia de la mujer y el Estado debe garantizar a todas la posibilidad de ser madres sin que ello sea algo traumático y penoso. Algunas posibles medidas, en este sentido, son: Asegurar la atención integral de la mujer y el ni ño por nacer durante el embarazo, parto, puerperio y lactancia. Implementar planes de vivienda accesibles para familias de escasos recursos. Asegurar a la madre soltera medios para favorecer la crianza del niño. Asistir social y económicamente a los progenitores desempleados y que tuvieran a su cargo hijos menores de edad.
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e) Reflexi ó n sobre el hombre y la familia: Este tiempo de confusi ón cultural e intelectual exige que se profundice y proponga, con convicción y espíritu de di álogo, una antropología de la diferencia y la unidad entre hombre y mujer, que resalte la diversidad y la complementariedad. Esta antropología proyecta sus efectos sobre todos los temas que la “perspectiva de género” pretenda abarcar y resulta ampliamente superadora de su visión reduccionista, pues permite articular las riquezas de hombre y mujer, otorga s ólido fundamento a la identidad personal, brinda bases inconmovibles para el matrimonio y la familia, es criterio determinante para el juicio moral en muchos de los temas más cr íticos de la bioética.
4. Conclusiones Podemos decir, con Juan Pablo II, que es urgente alcanzar en todas partes la efectiva igualdad de los derechos de la persona y por tanto igualdad de salario respecto a igualdad de trabajo, tutela de la traba jadora-madre, justas promociones en la carrera, igualdad de los esposos en el derecho de familia, reconocimiento de todo lo que va unido a los derechos y deberes del ciudadano en un r égimen democr ático [Juan Pablo II: Carta a las Mujeres, 4].
En este sentido, no podemos dejar de señalar las consecuencias que tiene la perspectiva de género, que resulta una forma err ónea de encarar la promoci ón de la mujer. Para realmente consolidar una política integral que promueva a todos los seres humanos y particularmente a la mujer, debemos proponer la “prioridad de la familia” en las políticas públicas. Es la familia la comunidad primera y fundamental, en la que todos tienen una misión y una función que cumplir. En la familia se integran las generaciones y los
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sexos, de manera armoniosa y complementaria, dando lugar al aporte de cada uno en su riqueza específica. En la familia, se complementan los talentos, para que hombres y mujeres puedan desplegarlos en la sociedad. En la familia, finalmente, se genera el ámbito humano de confirmación de los jóvenes en su identidad, desde el encuentro con padre y madre, y con apertura a los dem ás. En esta perspectiva, la mujer no es discriminada ni es vista s ólo “en su función reproductiva”, sino que es valorada integralmente, como ser humano capaz de dar lo mejor de sí, tanto en el matrimonio como en la virginidad, en la maternidad y en el trabajo, generando el espacio propicio para una comunión cada vez más plena entre los hombres.
Notas 1.Ver LAFFERRIERE, Jorge Nicolás: “Análisis integral de la Ley de Salud Sexual y Procreación Responsable”, en El Derecho, t. 201, Buenos Aires, 13 de febrero de 2003, pp. 770-788.
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REPERCUSI ÓN DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN ALGUNOS PROYECTOS EDUCATIVOS
LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN NUESTRA LEGISLACIÓN
Mar í a Virginia Bacigalupo*
Introducci ó n La perspectiva de género, en su expresión m ás radical, es la versión que llega a nuestro país. Surge de la ideología: feminismo de género. En su trabajo La desconstrucci ón de la mujer , Dale O ’Leary, autora de numerosos ensayos sobre la mujer y participante de la IV Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre la mujer, realizada en Pekín en 1995, sostiene que esta expresión: “feminismo de género”, fue acuñada por primera vez en 1994, por Christina Hoff Sommers, en su libro Who stole feminism: El feminismo de equidad es sencillamente la creencia en la igualdad legal y moral de los sexos. Una feminista de equidad quiere para la mujer lo que quiere para todos, Asesora en educación y familia del Congreso Nacional. Asesora en educación y familia en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.Agente de Pastoral para la planificaci ón natural de la familia, UCA. Posgrado: Máster en metodologías de la enseñanza on line , Universidad di Verona.Asesora de educación en temas legislativos de Redfamilias (ONG). Profesora de Historia, Normal 1. *
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ausencia de discriminación. Por el contrario, el feminismo del “género” es una ideología que pretende abarcarlo todo, según la cual la mujer norteamericana est á presa en un sistema patriarcal opresivo.
Esta conferencia, que tuvo lugar en Pekín, fue el escenario elegido para difundir esta ideología. Muchos de los asistentes, sorprendidos ante la terminología allí empleada, solicitaron que fuese definida con claridad. De este modo, en la cumbre se defini ó: El género se refiere a las relaciones entre mujeres y hombres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo.
Como esta definición creó confusión, Bella Abzug (ex-diputada del Congreso americano) intervino afirmando: El sentido del término género ha evolucionado, diferenciándose de la palabra sexo, para expresar la realidad de que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio.
Judith Butler, en su obra Gender Trouble, Feminism and the Subversi ón of Identity (New York, Routledge, 1990, p. 6), da una definición bien expl ícita: el g énero es una construcción cultural; por consiguiente, no es ni resultado causal del sexo, ni tan aparentemente fijo como el sexo. [...] Al teorizar que el g énero es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia, hombre y masculino podr ían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino.
Este libro es utilizado en diversos programas de estudios femeninos de prestigiosas universidades. Según lo afirmado en los textos citados, esta construcción ser ía hecha por cada persona en forma autónoma, sin ningún condicionamiento de la naturaleza. Se llega, incluso, a afirmar que: La sexualidad misma es una diferencia construida culturalmente (Laski, Marina: “Mujeres, vulnerabilidades y género”, incluido en el cuaderno Mujer Salud n° 3 de la Red de Salud de las mujeres latinoamericanas y del Caribe, 1998, p. 119).
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¿Cuál es el mejor camino para difundir esta nueva concepci ón sobre la persona y las consecuencias que de esta noci ón se derivan? La educaci ón. Así lo sostuvo la Presidenta de Islandia,Vidgis Finnbogadottir, en una conferencia preparatoria a la de Pek ín, organizada por el consejo Europeo en febrero de 1995: La educación es una estrategia importante para cambiar los prejuicios sobre los roles del hombre y la mujer en la sociedad. La perspectiva de g énero debe integrarse en los programas. Deben eliminarse los estereotipos en los textos escolares y concienciar en este sentido a los maestros, para asegurar así que niñas y niños hagan una selección profesional informada, y no en base a tradiciones prejuiciadas sobre el género.
A lo largo de esta exposición, intentaremos poner de manifiesto de qué modo se ha ido incorporando en nuestra legislaci ón esta ideología. Para ello citaremos, en un orden cronológico, distintos ordenamientos legales en los que esto se pone en evidencia.
• En primer lugar, esta perspectiva se incorpora en la Constituci ón de la Ciudad de Buenos Aires en el año 1996 : Constituci ó n de la Ciudad de Buenos Aires. Dada en la Sala de sesiones de la Convenci ó n Constituyente de la Ciudad de Buenos Aires, el 1 ° de octubre de 1996 Artículo 11.- Todas las personas tienen id éntica dignidad y son iguales ante la ley. Se reconoce y garantiza el derecho a ser diferente, no admiti é ndose discriminaciones que tiendan a la segregaci ón por razones o con pretexto de raza, etnia, g é nero, orientaci ón sexual , edad, religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres f ísicos, condición psicof ísica, social, económica o cualquier circunstancia que implique distinci ón, exclusión, restricción o menoscabo. La Ciudad promueve la remoci ón de los obstáculos de cualquier orden que,limitando de hecho la igualdad y la libertad, impidan el pleno desarrollo de la persona y la efectiva participación en la vida política, económica o social de la comunidad. […] Artículo 21.- La Legislatura debe sancionar una ley B ásica de Salud conforme a los siguientes lineamientos: […] Inc. 4) Promueve la maternidad y paternidad responsables. Para tal fin pone a disposición de las personas la información, educaci ón, mé todos y prestaciones de servicios que garanticen sus derechos reproductivos.
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[…] Artículo 24.- La Ciudad asume la responsabilidad indelegable de asegurar y financiar la educaci ón pública, estatal, laica y gratuita en todos los niveles y modalidades, a partir de los cuarenta y cinco d ías de vida hasta el nivel superior, con car ácter obligatorio desde el preescolar hasta completar diez a ños de escolaridad, o el per íodo mayor que la legislación determine. [...] Contempla la perspectiva de g é nero. Incorpora programas en materia de derechos humanos y educaci ón sexual . […] Art ículo 37.- Se reconocen los derechos reproductivos y sexuales, libres de coerci ón y violencia, como derechos humanos básicos, especialmente decidir responsablemente sobre la procreaci ón, el número de hijos y el intervalo entre sus nacimientos. Se garantiza la igualdad de derechos y responsabilidades de mujeres y varones como progenitores y se promueve la protecci ón integral de la familia. Artículo 38.- La Ciudad incorpora la perspectiva de g é nero en el dise ño y ejecuci ón de sus pol ít icas públicas y elabora participativamente un plan de igualdad entre varones y mujeres. Estimula la modificaci ón de los patrones socioculturales estereotipados con el objeto de eliminar pr ácticas basadas en el prejuicio de superior idad de cualquiera de los géneros: promueve que las responsabilidades familiares sean compartidas; fomenta la plena integraci ón de las mujeres a la actividad productiva, las acciones positivas que garanticen la paridad en relaci ón con el trabajo remunerado, la eliminación de la segregaci ón y de toda forma de discriminaci ón por estado civil o maternidad; facilita a las mujeres único sostén de hogar, el acceso a la vivienda, al empleo, al cr édito y a los sistemas de cobertura social; desarrolla políticas respecto de las ni ñas y adolescentes embarazadas, las ampara y garantiza su permanencia en el sistema educativo; provee a la prevención de la violencia f ísica, psicológica y sexual contra las mujeres y brinda servicios especializados de atención; ampara a las víctimas de la explotaci ón sexual y brinda servicios de atenci ón; promueve la participación de las organizaciones no gubernamentales dedicadas a las tem áticas de las mujeres en el dise ño de las pol íticas públicas.
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• En segundo lugar, en el año 1998 se promulga la Ley 114: ñ as, ni ños y adolescentes Ley 114: Protecci ó n Integral de los Derechos de ni de la Ciudad de Buenos Aires Sanción: 3-12-98 Promulgación de Hecho: 4-1-99 Publicaci ón: BOCBA N° 624 3-2-99 Artículo 13.- Derecho a la identidad . El derecho a la identidad comprende el derecho a una nacionalidad, a un nombre, a su cultura, a su lengua de origen, a su orientaci ón sexual , al conocimiento de quiénes son sus padres y a la preservación de sus relaciones familiares de conformidad con la ley. […] Artículo 20.- Derecho a la Igualdad. Los niños, niñas y adolescentes tienen idéntica dignidad y son iguales ante la ley. Se les reconoce y garantiza el derecho a ser diferente, no admiti é ndose discriminaciones que tiendan a la segregaci ón por razones o con pretexto de raza, etnia, g é nero, orientaci ón sexual , edad, ideología, religión, opinión, nacionalidad [...]. […] Artículo 23.- Protección de la Salud.A los efectos de garantizar el disfrute del nivel más alto de salud el gobierno debe adoptar medidas para: […] Inc. d) Desarrollar la atenci ón sanitaria preventiva, la orientación al grupo familiar conviviente, la educaci ón en materia de salud sexual y reproductiva, tendientes a prevenir el embarazo no deseado y las enfermedades de transmisi ón sexual. Esta Ley crea el Consejo de los Derechos de Ni ñas, Ni ños y Adolescentes (art. 45), que integra la Jefatura de Gobierno de la Ciudad y goza de autonom ía técnica y administrativa, y autarquía financiera (art.46); que cuenta con un/a Subsecretario/a de la Secretar ía de Educaci ón (art. 49, inc. d). Son algunas funciones del Consejo (art. 54): Inc. a) definir la política anual del organismo a través de un Plan que articule transversalmente la acción de gobierno en todas las áreas y enunciar criterios para la formulación estratégica de la misma; Inc. b) diseñar y aprobar los programas necesarios para el cumplimiento de los derechos consagrados y ratificados por la presente ley; Inc. c) asesorar y proponer al Gobierno de la Ciudad las políticas del área; Inc. d) articular las políticas públicas de todas las áreas de gobierno, en los aspectos vinculados con la infancia y adolescencia;
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Inc. e) elaborar proyectos legislativos específicos; […] Inc. m) participar en el diseño de la pol ítica oficial de medios de comunicación vinculada con la materia. La actual Presidenta del Consejo de los Derechos de los Ni ños, Niñas y Adolescentes, Mar ía Elena Naddeo, siendo legisladora de la Ciudad de Buenos Aires en 1997, elabor ó un proyecto de ley de Educaci ón: Proyecto N ° 118-D-97 , que, entre otros puntos, proponía: Capítulo 1: Disposiciones generales - Fines y objetivos del sistema educativo […] Artículo 4.[…] Inc. h) Introducir la comprensi ón de la problemática de g én ero, promoviendo la superaci ón de estereotipos, a partir de la vida cotidiana del aula, y promoviendo el debate sobre este tema en sus contenidos y textos. Inc. i) Promover el conocimiento, la toma de conciencia y la acción positiva en relación con el medio ambiente, el cuidado de la salud, la educaci ón sexual y los derechos reproductivos. […] Capítulo 6: Principios de la política educativa […] Artículo 14.- Todos los servicios educativos estatales de la Ciudad son mixtos, procurando la integraci ón de los niños, niñas y jóvenes de ambos sexos y promoviendo mediante la acci ón educativa la superaci ón de los estereotipos de g é nero. También la actual diputada nacional, Juliana Marino, siendo Legisladora de la Ciudad de Buenos Aires, presentó un proyecto de ley de educaci ón: Proyecto N ° 385-D-98 , en el que propuso: Artículo 6.- Principios, derechos y garantías. […] Inc. 11) Superaci ón de todo estereotipo discriminatorio en textos educativos y material did áctico.
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• En tercer lugar, en el año 2000 , se sanciona la Ley 418 : Ley 418: Salud Reproductiva y Procreaci ó n responsable Sancionada: 22-6-2000 Promulgación: Decreto N° 1033/2000 del 12-7-2000 Publicaci ón: BOCBA N° 98 del 21-7-2000 Artículo 3.- Objetivos […] Inc. a) Garantizar el acceso de varones y mujeres a la informaci ón y a las prestaciones, métodos y servicios necesarios para el ejercicio responsable de sus derechos sexuales y reproductivos. […] Artículo 4.- Objetivos espec íficos. Son objetivos específicos: […] Inc. h) Garantizar la existencia en los distintos servicios y centros de salud, de profesionales y agentes de salud capacitados en sexualidad y procreaci ón desde una perspectiva de g é nero. […] Artículo 7.- Acciones. Se garantiza la implementación de las siguientes acciones: […] Inc. i) Capacitaci ón permanente a los agentes involucrados en las prestaciones de salud reproductiva y procreaci ón responsable con un abordaje interdisciplinario, incorporando los conceptos de ética biomédica y la perspectiva de g é nero. Inc. j) Capacitación de agentes de salud, educación y desarrollo social para informar y asesorar en los temas previstos en el art ículo 4 de la presente ley [objetivos de la ley]. […] Inc. l) Dise ño e implementaci ón de estrategias de comunicaci ón y educaci ón dirigidas de manera particular a las/os adolescentes, dentro y fuera del sistema educativo. Con la sanción de estas dos leyes, el Poder Ejecutivo consider ó que contaba con la normativa suficiente para poder impartir educaci ón sexual en las escuelas de gesti ón estatal.Así es que, en numerosos establecimientos educativos, a través de distintos agentes, se vienen llevando a cabo diversos cursos sobre esta temática.
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Numerosos proyectos sobre educación sexual fueron presentados a lo largo de 2004 y 2005. Entre ellos, quisiera mencionar el de los diputados Suppa, Kravetz y Polimeni (N° 505-D-05), que fue elaborado y defendido por el Presidente de la Sociedad de Integraci ón Gay-Lésbica Argentina (SIGLA), Rafael Fredda. Citamos, a continuación, algunos puntos sobresalientes del proyecto: Artículo 9.- [...] trata al menos los siguientes temas: Inc. a) […] 4 Orientaci ón sexual [… ] Inc. f) 1 G én ero [… ] 3 Diversidad sexual [… ] Artículo 11: La selección de contenidos debe realizarse teniendo en cuenta la necesidad de contrarrestar los mitos, creencias falsas y contenidos err óneos transmitidos por los medios, la socialización, los pares y el curriculum oculto. [… ] Fundamentos del proyecto: La educaci ón sexual debe impartirse desde la edad m ás temprana posible. La introyecci ón de las normas gené ricas estereot picas í que hacen del var ón una persona básicamente dominadora y de la mujer básicamente sumisa debe ser contrarrestada mucho antes de la pubertad. [… ] El Estado puede plasmar en una norma de derecho positivo los principios filosó ficos referentes a la educaci ón sexual, comunes y deseables para todos los ciudadanos del Estado de la Ciudad Aut ónoma de Buenos Aires. [… ] En el penúltimo párrafo del art. 24 (CCBA – perspectiva de género – ) y en el pri ero de la que surgen los conceptos de mer párrafo del art. 38 se establece la perspectiva de g én construcci ón de feminidad y de masculinidad.
La preocupación suscitada ante estos proyectos produjo diversas acciones, protagonizadas por diferentes cultos e instituciones que lograron la postergaci ón de la ley de educación sexual en la Ciudad. Entre ellas, quisiera mencionar la presentación de más de 20.000 firmas de ciudadanos de la Capital, solicitando al Presidente de la Legislatura la convocatoria a una Audiencia P ública, previa a la sanción de la ley, para que todos los ciudadanos, instituciones, cultos pudiesen expresar sus posiciones y propuestas para el debate de la ley.
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En el presente año, el Presidente de la Comisión de Educaci ón, Marcos Peña, convocó a los diputados miembros de ésta a una serie de reuniones de trabajo, partiendo de un borrador por él elaborado, tratando de conciliar posiciones antagónicas. Después de varias reuniones, en las cuales se fueron realizando distintas modificaciones al proyecto, se llegó a un dictamen de la Comisi ón y pasó así al recinto para ser sancionada, con la disidencia parcial del diputado Jorge Enr íquez y las observaciones presentadas por el bloque de Recrear (diputados Sanmartino, Araujo,Varela y Meis).
• Finalmente, el 12 de octubre de 2006, se aprueba la Ley de educaci ón sexual de la Ciudad de Buenos Aires.
Ley de educaci ó n sexual de la Ciudad de Buenos Aires Artículo 4.- La educaci ón sexual integral se basa en los siguientes principios: […] - El reconocimiento de la perspectiva de g é nero en los términos del art. 38 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. […] Artículo 5.- Los objetivos de la Educación Sexual Integral son: […] Inc. e) Promover la modificaci ón de los patrones socioculturales estereotipados con el objeto de eliminar pr ácticas basadas en el prejuicio de superioridad de cualquiera de los géneros (segundo párrafo, art. 38 - Constitución de la Ciudad Aut ónoma de Buenos Aires). Inc. f) Promover el efectivo cumplimiento de los art ículos 11 y 23 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. [Art. 11.- Todas las personas tienen id éntica dignidad y son iguales ante la ley. Se reconoce y garantiza el derecho a ser diferente , no admitiéndose discriminaciones que tiendan a la segregaci ón por razones o con pretexto de raza, etnia, g énero, orientación sexual, edad, religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres f ísicos. […] Art. 23.- La Ciudad reconoce y garantiza un sistema educativo inspirado en los principios de la libertad, la ética y la solidaridad, tendiente a un desarrollo integral de la persona en una sociedad justa y democr ática. Asegura la igualdad de oportunidades y posibilidades para el acceso, permanencia, reinserción y egreso del sistema educativo. Respeta el derecho individual
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de los educandos, de los padres o tutores, a la elección de la orientación educativa según sus convicciones y preferencias. Promueve el más alto nivel de calidad de la enseñanza y asegura políticas sociales complementarias que posibiliten el efectivo ejercicio de aquellos derechos. Establece los lineamientos curriculares para cada uno de los niveles educativos. La educación tiene un car ácter esencialmente nacional con especial referencia a la Ciudad, favoreciendo la integraci ón con otras culturas]. Ambos artículos mencionados en el articulado de la ley, inc. f) del art. 5 °, corresponden a la Constituci ón de la Ciudad de Buenos Aires. El Ministro de Educaci ón de la Ciudad, en los lineamientos curriculares enviados a los diputados de la Comisi ón de Educaci ón, sobre los cuales se elaborar án los contenidos mínimos a impartir en las distintas escuelas de la ciudad a partir de 2007, menciona, entre otros puntos: Lo que le incumbe a la escuela: [… ] -Brindar informaci ón científica integral y contextualizada, tanto en lo referido al proceso de sexuaci ón como en lo relativo a temas que afectan a la salud (ej.: infecciones sexualmente transmisibles). [… ] -Ser un escenario de convivencia en el marco de los DDHH, facilitador de la construcci ón de la sexualidad . [...] 6 to y 7 mo grado Contenidos propuestos: [En el capítulo] El derecho a vivir libre de toda discriminaci ón [… ] -Reflexión sobre estereotipos de género. [… ] -Derechos sexuales y reproductivos reconocidos por las organizaciones de derechos humanos. [… ] [En los contenidos propuestos para el nivel medio , vuelve a aparecer:] -Reflexi ón sobre estereotipos de g é nero. [… ] En 4to y 5 to año [… ] -Concepto de prevención y promoción de salud, incluyendo la salud sexual y reproductiva . Marcos normativo-legales (el término “construcci ón” aparece con mucha frecuencia).
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El Ministro señaló en diversas oportunidades que a partir de febrero de 2007, comenzar án los cursos de capacitaci ón para los docentes, dado que a lo largo del pr óximo año, comienza la implementación de la ley. La perspectiva de g énero ha estado presente en la capacitación docente desde hace ya varios años. No es de extrañarse, ya que los promotores de esta ideología, en su versión más radical, han influido desde la sanción de la misma Constitución de la Ciudad – año 1996 – hasta el presente. Si bien no son tan numerosos, se encuentran y actúan en lugares claves del poder.Aprovechan, además, el desconocimiento por parte de la ciudadanía de todas estas cuestiones y las gravísimas consecuencias que se siguen de ellas, que, a lo largo de este curso, ya han sido señaladas. No debe sorprendernos que jamás estos temas hayan sido tratados en las diversas campañas políticas realizadas para las diferentes elecciones a lo largo de estos años. Como ejemplo de esta capacitaci ón ya existente en nuestra ciudad, en el año 2001 se realiz ó el siguiente curso: Escuela de Capacitaci ón CEPA (Centro de Pedagogías de Anticipación) Primer cuatrimestre de 2001. Publicado por la Secretar ía de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Curso N° 49. Tramo: Sexualidad infantil y construcci ón sociocultural. La escuela: parte responsable de este proceso. Destinatarios: Docentes de Educación Inicial, Primaria y Equipos de Orientación Escolar. Profesora: Dora Ciaprini. S ín tesis: Toda sociedad contiene, entre sus elementos culturales, valores asociados a la sexualidad que se manifiestan en nuestras acciones, actitudes, sentimientos y vínculos. En el proceso de socialización de los niños, la escuela incide en la construcci ón de las identidades sociales, que incluyen los roles de g é nero y la formaci ón de creencias y valores seg ún su ámbito de pertenencia.
A modo de conclusi ó n Nos encontramos ante un gran desaf ío: ejercer la libertad de ense ñanza que nuestro ordenamiento jur ídico consagra: -Constituci ón Nacional , artículo 14. -Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, artículo 13.
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-Convenci ón de los Derechos del Ni ño, artículo 29. -Ley Federal de Educaci ón, artículo 16 - inc. a). También los derechos de los padres y la responsabilidad de la familia est án garantizados en: -Constituci ón Nacional, artículo 75 - inc. 19). -Declaraci ón Universal de los Derechos Humanos, artículos 16 y 26. -Convenci ón Americana de los Derechos Humanos, artículos 12 y 17. -Declaraci ón Americana de los deberes y derechos del hombre , artículo VI. -Ley 23.849 de ratificaci ón y reservas a la Convenci ón de los Derechos de los Ni ños. Con relación al artículo 24 inciso f) de la Convenci ón sobre los Derechos del Ni ño, la República Argentina, considerando que las cuestiones vinculadas con la planificación familiar, atañen a los padres de manera indelegable de acuerdo con los principios éticos y morales, interpreta que es obligación de los Estados, en el marco de este art ículo, adoptar las medidas apropiadas para la orientaci ón de los padres y de la educaci ón para la paternidad responsable. -Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,artículos 10 y 13. -Pacto Internacional de Derechos Civiles y Pol ít icos, artículos 18 y 23. -Ley Federal de Educaci ón, artículos 3, 4, 5, 42, 44 y 56. Los Tratados Internacionales citados fueron incorporados a nuestra Constitución Nacional en la reforma de 1994. Esto es de suma importancia, porque la misma Carta Magna establece en su artículo 31 que todas las leyes que se sancionen en la Nación deben estar supeditadas a ella: Esta Constitución, las Leyes de la Naci ón que se dicten por el Congreso y los tratados con las potencias extranjeras son la ley suprema de la Naci ón; y las autoridades de cada provincia están obligadas a conformarse a ella, no obstante cualquiera disposición en contrario que contengan las leyes o constituciones provinciales.
Es decir que, aun existiendo una norma de inferior jerarquía que la pueda contradecir, prevalece siempre la norma superior, esto es, la Constitución Nacional y los Tratados Internacionales incorporados, porque éstos son el vértice superior de la pir ámide jur ídica de la Naci ón. Tomar conciencia de las garantías con que cuenta la libertad de ense ñanza es fundamental para que las familias act úen en consecuencia.
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La Dra. Lila Archideo explicita claramente el significado de la libertad de enseñanza: Real capacidad de los padres de familia o de los educandos, de optar la educaci ón que deseen para el perfeccionamiento de sus hijos o de s í mismos cuando sean mayores de edad, conforme a sus principios y valores (ARCHIDEO, Lila: Libertad de ense ñanza, Bs. As., CIAFIC ediciones, 2006).
En las actuales circunstancias, es vital que la ejerzamos con responsabilidad, siendo ciudadanos comprometidos con los verdaderos valores, de los cuales depende el futuro de nuestros hijos y el de las pr óximas generaciones. Es oportuno recordar, además, que la educación de gestión estatal también debe garantizar esta libertad, otorgándole a la familia la participaci ón que le corresponde, por ser los padres los agentes naturales y primarios de la educaci ón de sus hijos.Y si esta participación no nace de la propia escuela, es hora de que la exijamos, especialmente cuando está en juego nada más ni nada menos que la sexualidad de nuestros hijos. Como nos decía nuestro querido Juan Pablo II en tantas oportunidades: “No tengáis miedo”. Es hora de que las familias argentinas encaremos el desaf ío que la realidad de nuestro pa ís nos presenta hoy, con coraje, sabiendo que es posible, si contamos los unos con los otros, en este camino que es imprescindible emprender.Y así podremos afirmar con Toynbee: no hay decadencia cuando un pueblo da respuestas adecuadas a problemas esenciales.
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REPERCUSI ÓN DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN ALGUNOS PROYECTOS EDUCATIVOS
EDUCACIÓN Y GÉNERO
Mar í a Benites*
Me han pedido que hable sobre “La influencia de la ideolog ía de género en iniciativas legislativas relativas a educación”. No es una tarea sencilla.
1. La terminolog í a asumida en la legislaci ó n Las caracter ísticas del lenguaje normativo requieren una precisi ón que no siempre se corresponde con los modos de entender ciertos t érminos en la cultura actual, que no son ciertamente unívocos. Hay ciertas expresiones, como género, como perspectiva de género, igualdad de género, salud sexual y reproductiva, que en sí mismas no necesariamente deben ser entendidas en el marco de una determinada ideología y, por eso, requieren un discernimiento que es necesario a nivel semántico, a los fines de una adecuada interpretaci ón que surja del texto y del contexto de una norma. *
Miembro de las Servidoras. Abogada, Universidad Nacional de Buenos Aires. Doctora en Derecho Canónico, Pontifica Universidad Lateranense, Roma. Profesora Universitaria. Investigadora interna del Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural de la Asociaci ón Argentina de Cultura.
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Son expresiones, categor ías que empiezan a aparecer con mayor frecuencia en leyes y proyectos de ley, expresiones que por sí mismas no imponen ni pueden imponer una determinada significaci ón. Esto debe ser sostenido con firmeza precisamente frente al hecho cada vez m ás frecuente de su inclusi ón en textos normativos u otros documentos oficiales. Entiendo que ser ía necesario distinguir entre lo que se denomina perspectiva de género e ideología de género. Porque los términos se van asumiendo y no necesariamente se asume en la misma medida la carga ideol ógica que pueden tener.Y su rechazo indiscriminado puede significar el riesgo de que se pierdan los contenidos valiosos y justos que desde una visi ón cristiana es imprescindible afirmar, como son los relativos al lugar y la dignidad de la mujer. En la Conferencia Mundial de la Mujer celebrada en Pekín en 1995, la Santa Sede introdujo una declaración de interpretación del término género que dice: Aceptando que la palabra “género” en este documento ha de entenderse según su uso ordinario en el ámbito de las Naciones Unidas, la Santa Sede lo admite con el significado común de esta palabra en las lenguas en que existe. La Santa Sede entiende el término “género” como fundado en una identidad biológico-sexual, var ón y mujer. La Santa Sede excluye así, interpretaciones dudosas basadas en concepciones muy difundidas, que afirman que la identidad sexual puede adaptarse indefinidamente, para acomodarse a nuevas y diferentes finalidades.
Algo análogo ha hecho la Santa Sede con otras expresiones como “derecho de las mujeres a controlar su sexualidad”, “derecho de las mujeres a controlar [...] su fertilidad”, “salud reproductiva”, “salud sexual” y “derechos reproductivos”.
2. La ideolog í a de g é nero y su influjo en la educaci ó n La cuestión tiene una cierta complejidad y tratar é de dar brevemente algunas razones. La complejidad proviene del hecho de que lo que llamamos ideolog ía de género no se refiere exclusivamente a una dimensi ón, como es la de la sexualidad. Como es obvio, a partir de esa dimensión, lo que se juega es la cuestión de la identidad de la persona en su totalidad. La ideología de género incide en toda una concepción antropológica y, por lo tanto, sus consecuencias para la educación son ciertamente graves; afectan a la visión que se tiene del sujeto mismo de la educación y a su finalidad. Si tuviéramos en cuenta sólo el primer aspecto, podr íamos asumir que esta ideología se proyecta específicamente en aquellas iniciativas que conciernen a la educación sexual, tanto desde una perspectiva netamente educativa como también desde iniciativas referidas a programas de salud sexual y reproductiva, porque salud
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y educación son dos ámbitos estrechamente ligados. Es notable que la reciente Ley de Educación Sexual de la Ciudad de Buenos Aires se proponga como finalidad la salud y no la educaci ón en sí, aunque se trate de una ley de educación. En sus versiones más radicales, la ideología de género se propone y se impone como una herramienta teórica para interpretar cr íticamente toda la realidad socio-cultural. Una posición que consiste en no dar nada por hecho, no sólo – como decía – lo relativo a la identidad sexual, sino a la identidad étnica, la de pertenencia a un grupo social, la identidad ético-normativa de una sociedad, sus jerarquías, sus pautas culturales, y a la misma identidad de la persona. En este sentido, la Task Force on Education and Gender Equality del UN Millenium Project , a propósito de definir el t érmino género, dice en su último informe: “como la raza y la etnia, el género es una construcción social”.1 Desde esta perspectiva, su incidencia en la educación, no sólo a nivel normativo, sino a nivel de políticas, de contenidos, de manuales, es enorme y se constituye en una verdadera ideología que informa y recorre transversalmente todos los contenidos educativos y la realidad misma de la educaci ón, que va mucho más allá de la transmisión de contenidos. No se trata sólo de los contenidos de educación sexual y de su transversalidad, sino de una perspectiva que aspira a impactar en la totalidad de la educaci ón, porque pretende a conformarse como una verdadera visi ón del mundo, con todas las caracter ísticas que le son propias. En anteriores sesiones de este Seminario, se ha tratado el tema de la ideolog ía de género en sus aspectos te óricos; por eso, me limito aquí a retomar algunos elementos que seguramente ya han sido dichos, al solo efecto de justificar lo que acabo de decir. La ideolog ía de género – me refiero a su expresi ón más radical, que es, por otra parte, la que mayor presencia activa tiene hoy en nuestro país – se apoya en premisas que tienen sus raíces en teor ías marxistas y estructuralistas; se basa en una interpretación neomarxista de la historia, una interpretación en clave dialéctica, de oposición, negación, superación para eliminar la diferencia de sexos, que ser ía, según representantes significativas del feminismo radical, la última etapa de la lucha de clases.2 Esta visión implica una ruptura con lo natural que, además, se ve potenciada por el desarrollo de la ciencia y de la t écnica, que ponen a disposición del hombre un poder casi ilimitado para manipular, modificar y hasta prescindir de la naturaleza. Shulamith Firestone decía: Lo natural no es necesariamente un valor “humano”. La humanidad ha comenzado a superar la naturaleza [ …].Aun por una cuestión de pragmatismo, parece llegado el momento de deshacernos de ella. 3
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No es dif ícil advertir cu ál es el modelo educativo educativo que se sigue de las premisas brevem bre vemente ente enunciadas, enunciadas, cuál su finalidad y cuáles sus consecuentes metodologías. Enunciar é algunos elementos que, que, por la constancia con con que aparecen aparecen en documentos educativos de diversa índole y jerarquía y por los los aspectos aspectos que que tocan, tocan, se constituyen de alguna manera en líneas directrices que estructuran la actividad educativa.
a) La ruptura de los v nculos familiares í Los niños y adolesc adolescentes entes,, como categ categor or ía social, social, son objeto objeto de estudi estudio o por parte de las ciencias sociales. sociales. Uno de los criterios criter ios de estudio de este grupo de personas es el de la discriminaci ón, en cuyo cuyo contexto se considera considera que una de las grandes bases de sustentaci ón de la discriminaci ón hacia ellos se origina en ciertas concepciones sociales – cristalizadas cristalizadas en la normativa nor mativa vigente – que consideran a los niños os,, niñas y adolescentes adolescentes como propiedad propiedad de los padres padres,, a lo sumo, sumo, como objetos de protección social y judicial, pero nunca como sujetos de derechos.4
Tan no es así que ya el Código Civil Civil Argentin Argentino o (1869), luego de definir a las personas como aquellos entes capaces de adquirir derechos y contraer obligaciones (art. 30) 30),, las conside considera ra tales tales – es es decir, decir, sujetos de derecho derecho – a partir de la concepci ón. La ley de Protecci ón Integral de los Derechos de Ni ños,Niñas y Adolescentes, Adolescentes, sancionada en 2005, av avanza anza en la idea de que los ni ños son sujetos activos de derechos; es decir decir,, los menor menores es de edad edad,, según esta ley, ley, no ser ían ya incapaces de hecho sino que podr ían ejercer por s í los derechos.5 El anteproyecto de Ley de Educaci ón Nacional retoma esta idea del niño como sujeto de derechos como una de las finalidades de la educaci ón inicial. La patria potestad se considera una instituci ón discriminante: Las bases ideológico-culturales de la discriminaci ón hacia los niños os,, niñas y adolescentes tienen sus raíces en la concepción patriarc patriarcal, al, según la cual el Paterfamiliae se consideraba dueño de las haciendas y de las vidas de su mujer, mujer, sus hijos y sus sirvientes.. Sobr tes Sobree esta noci noción se apoya apoya el concepto de patria potestad. Si bien esta concepconcepción evolucionó – dejando dejando atr ás conceptos tales como “la letra con sangre entra” o las ideas de que los ni ños son “arcilla blanda que hay que moldear ” y que son potencialp otencialmente peligrosos si no se controla su voluntad y se los corrige o “reforma”– , mu mucho choss resabios de estas nociones se mantienen en las leyes e instituciones vigentes. 6
De allí que que,, en relaci relación con las problemáticas sociales discriminatorias de que – seg pueden ser víctimas los niños, a lo primero que hay que que apuntar – según los auto-
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res de este Plan – es a la patria patria potestad, mediante una revi revisi sión cr ítica de esta institución, so some meti tiéndola a un proceso de deconstrucci ón dialéctico-histórica. La patria potestad es una instituci ón jur ídica que, que, como tantas otras instituciones del derecho romano romano,, el cristianismo asumió y cristianizó de fon fondo; do; y pudo pudo hacerlo porque esa institución tiene tiene un fundamen fundamento to natural natural fundam fundamental ental:: es expresión de la relaci ón m ás b ási sicca, más humana y radical radical que puede existir existir,, que es la relación de un padre o de una madre con con su hijo. hijo. B ásica porque es principio en sentido no sólo cronológico gico,, sino entitat entitativ ivo o – original y originante de toda – en otra relación social social;; de all allí que la familia es célula primera y vital de la sociedad. La posición que comentamos la ver ía, en cambio cambio,, como una una fuente fuente de discridiscriminación que es neces necesario ario revisar revisar y, y, en el mejor mejor de los los casos, casos, debi debilitar litar.. Estam Estamos os ante una cuestión vital para el futuro de la humanidad como tantas veces afirma Benedict Bene dicto o XVI. Estam Estamos os también ante una cuestión educativa educativa fundamental: la de los sujetos y la de los agentes de la educaci ón. Con esta primera deconstrucción, la de la ruptura ruptura de los los vínculos del niño con sus padres, padres, se intenta despojar despojar al niño del lazo más fuerte que tiene, tiene, esencial en esa etapa de su vida, y se rompe rompe también con su dimensión relacional y con la necesaria referencia al otro, otro, constitutiv constitutivaa de la identidad personal. En este contexto, contexto, obvi obviamente, amente, los padres no son ya ya los agentes naturales y primarios de la educación de sus hijos hijos menor menores; es; todo lo contrario: contrario: otr otros os agentes agentes,, en primer lugar el Estado, Estado, que se constituir constituir ía en garante y en ejecutor de este proceso de deconstrucción en cuanto en él se jugar ía la libertad, libertad, asume asumen n el rol principrincipal. Esa verd verdad ad esencial esencial y la consecuente consecuente regla regla sapienc sapiencial, ial, por la cual, en raz ón de haber dado la vida a sus hijos, los padres deben deben ser protagonistas protagonistas primeros de su educación, pre precisa cisamente mente en razón de que la vida que han dado es una vida humana y por lo tanto su procreaci ón es también una procreación que se proyecta a lo que la plenitud de lo humano exige por medio de la educaci ón, qu qued edar ar ía entonces canc cancelada elada,, no sólo de la legislación, lo cual cual ya ya es grav gravísimo simo,, sino de la la misma realida re alidad d socio-cultu socio-cultural. ral. Esa ver verdad dad y esa regla regla por la cual, en razón del grado de intimidad y – podr podr ía decirse – de identificación que se realiza en la relaci ón de un padre o de una madre con su hijo, hijo, la sociedad y el derecho siempre siempre han supuesto que nadie puede velar mejor por los intereses de un ni ño que sus mismos padres. Y ésta es la ratio de la patria potestad, potestad, que se vacía de su significado profundamenprofundamente humano y se considera en cambio como una suerte de superestructura de dominación, qu quee ser ser ía necesario erradicar.
b) Familias, no familia Los contenidos curriculares curr iculares y los manuales manuales escolares, escolares, al tratar el tema de la familia, famili a, se focalizan focalizan en en la noción de cambio cambio,, de distintas formas de organización
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de la familia a trav és del tiempo, tiempo, en el conocimiento de los distintos modos modos en que las personas organizan su vida cotidiana en el ámbito familiar, familiar, en la vida cotidiacotidiana de familias representativ representativas as de distintos grupos sociales, enfatizando los conflictos más caracter ístico sticoss de esas socieda sociedades, des, en fin, en el conocimi conocimiento ento de los principales cambios, estructuras y funciones en la familia argentina, argentina, atendiendo especialmente a las div diversas ersas tendencias en la composición y los roles familiares. familiares. De esta brevee enunciaci brev enun ciación de contenidos presentes en programas de ense ñanz anza, a, pod podr r ía llegarse a una especie de conclusión a priori de que no podemos hablar de elementos constitutivos que pertencen por s í a la familia, y esto en contra de la evidenevidencia de la historia sobre la permanencia en el tiempo de ciertos elementos que siempre acompañaron la noción y la experiencia experiencia de familia. familia. No se podr ía hablar ya de familia, en singular, o de un modelo únic nico o de famili familia, a, sin sino o de famili familias, as, en plural. plura l. El matrimonio matrimonio no ser ser ía ya la unión de un var ón y una mujer para formar una comunidad comunidad de vida caracterizada caracterizada por el don, don, la reciproc reciprocidad, idad, la sexualidad y la procreati procreatividad, vidad, sino la unión incluso de personas del mismo sexo sexo, con comprocompromisos a establecer establecer caso por caso, caso, a las que habr ía que equiparar jur ídica dicament mente. e. De allí que es necesario someter a una revisi ón cr ítica los roles roles familiares, para evitar evitar que el niño los asocie con el padre padre o con la madre, madre, o asocie la maternidad o la paternidad con uno u otro otro sexo. sexo. Se postula así la salida de la conciencia moral de la humanidad, que no obstante la div diversidad ersidad de formas jur ídicas del matrimonio, supo sup o, sin embar embargo go,, que esta esta instit instituci ución, según su esencia, esencia, rea realiza liza una una particular particular comunión de un var ón y una mujer abierta a los hijos y por lo tanto a la familia. La educación, a tra trav vés de sus sus conteni contenidos, dos, de sus texto textos, s, de sus metod metodolog ologías se sostiene – , debe desarti desarticular cular esta idea de familia; familia; no hacerlo hacerlo ser ía negarle al – se alumno la posibilidad real de construir su propia vida y su identidad libre de todo estereotipo estereotip o social discriminatorio. Pero no se trata aquí de una discriminaci ón; se trata de qué es la persona humana, humana, en cuanto cuanto var ón y mujer mujer,, y de cómo la unión entre ellos puede originar una comunidad de vida y de amor de la que depende esencialmente la existencia y la estructura misma de la sociedad. 7
c) La “ historia problema” y el concepto de Naci ó n A partir de la ruptura con la familia, f amilia, se proyec proyectan tan y se elaboran sucesivas sucesivas rupturas,, por ejemp turas ejemplo lo,, con la Naci Nación, que no por casuali casualidad dad tiene tiene su raíz en la palabra nacimiento nacimiento y remite remite,, por lo tanto tanto,, a un origen, y se vincula vincula además con la palabra Patria, Patria, que hace referenci referenciaa a los padres, padres, a la tierra de nuestros nuestros padres. El abordaje pedagógico de la idea y del valor de la Naci ón se hace desde una determinada concepci ón de la historia muy influenciada por te óricos de la ciencia histórica, para quienes quienes la historia debe pensarse ante todo como problema. problema. No se trata en primera pr imera instancia de conocer el pasado con la may mayor or objetividad posi-
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ble y, si es el caso, cuestionar hechos o instituciones disvaliosas; se trata, incluso sin conocer la historia, de problematizarse acerca del pasado. De all í que lo primero que haya que suscitar en el alumno es precisamente esta problematizaci ón respecto del pasado, desde los primeros años de su ingreso a la escuela. Los mismos programas de enseñanza se estructuran en torno a ejes-problemas que intentan mostrar la permanencia del conflicto como motor de la historia. La construcción de la nacionalidad se presenta, así, como resultado de interacciones conflictivas, fruto de las visiones que predominaron en uno u otro momento de la historia del pa ís y que conformaron diversos modelos de Nación. En el análisis que se propone de ese sucederse de modelos, ning ún elemento es rescatable por tener un valor en s í, o en razón de su aptitud para expresar un aspecto humano esencial de la vida personal o social de una comunidad. Al contrario, la historia se tamiza y se resignifica a partir de la categor ía del conflicto, de las estructuras de dominación y de los patrones de discriminación. Esto lleva, a su vez, a inculcar en el alumno que la ruptura con el pasado es una actitud necesaria para el progreso de la sociedad. Si el pasado es siempre conflictivo, fuente de dominación y de discriminaci ón, es necesario liberarse de él. Si las anteriores deconstrucciones se propon ían una ruptura con los vínculos humanos más básicos (los paternos y los familiares), ésta se propone una ruptura de los vínculos con las generaciones pasadas, una ruptura sincr ónica y diacr ónica de los vínculos humanos.
d) La idea de lo diverso En la base de la enseñanza de las Ciencias Sociales, como pilar de toda su arquitectura, se pone la idea de lo diverso. Se acentúa en los contenidos curriculares y en los manuales de enseñanza, desde el primer ciclo de la EGB, que al educando hay que inculcarle la noci ón de la diversidad, no de lo que nos une a todos los hombres y que hace precisamente posible la vida en sociedad; se subraya la necesidad de que los alumnos tomen conciencia de que forman parte de un mundo diverso. Se pone la idea de lo diverso y, por lo tanto, de lo relativo, de la ausencia de normas y de instituciones universales; un mundo diverso en donde hay que convivir con respeto, ciertamente, pero sin pretender que ninguna de esas diversidades tenga un valor sino en cuanto relativo a los valores de los otros. En esta visión, lo natural no tiene cabida. Al contrario, el constructivismo radical sostiene que ha llegado el momento de superar la naturaleza, y en la naturaleza entran la persona humana y su dignidad, un orden ético fundado en normas y valores heter ónomos, instituciones exigidas por esa misma naturaleza humana. En este contexto, el esfuerzo por presentar los derechos humanos como un aspecto central de la formaci ón queda debilitado en sus mismos fundamentos; no
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se trata de derechos que pertenecen a la persona humana en virtud de su misma naturaleza, sino del resultado de un proceso de deconstrucción y de construcción socio-cultural, fundado en consensos que cambian y se renuevan constantemente. Se trata de derechos que son esencialmente mutables y, por lo tanto, también es mutable el estatuto jur ídico de la persona humana en todas las fases de su existencia. Desde esta visión de lo diverso, ser ía imposible también hablar de derechos humanos en sentido universal, como planteó la Declaración de 1948, por la misma razón por la que ser ía imposible hablar de hombre en la medida en que con ello se quiera expresar lo esencial al ser humano. Los derechos humanos, luego de 1948, fueron declinados en derechos de la mujer, de los ni ños, de los migrantes, de las minor ías raciales, étnicas, religiosas, de los refugiados, y así sucesivamente. Una evolución positiva que, a partir del universalismo de la Declaración, manifiesta una sensibilidad atenta a las diferencias – que en buena medida contribuy ó a despertar el movimiento feminista – y refleja también una reacción positiva a la pretensión iluminista de un igualitarismo que anul ó toda diferenciación, que desconoció que el hombre es un ser único e irrepetible y que impuso una cultura única y hegemónica. Para los ideólogos del género, se trata en cambio de la manifestación de la imposibilidad de concebir una com ún naturaleza que una a todos los hombres. Estas sucesivas deconstrucciones dan por resultado un disolverse de las certezas primordiales del hombre sobre s í mismo, sobre Dios, sobre la historia, y sobre valores morales intangibles. Lo único que queda es el poder.
e) La construcci ó n del sujeto y la educaci ó n
¿Qué ocurre una vez que se logra que el alumno se deconstruya a s í mismo, deconstruya sus vínculos familiares y sus v ínculos con la sociedad a la que pertenece, deconstruyendo su historia? Pues recuperar á su absoluta libertad para construirse a s í mismo sin ningún condicionamiento. Para el pensamiento feminista radical y post humanista, ya se han derribado todas las barreras que podr ían obstaculizar la total posibilidad del construirse a s í mismo. El cuerpo humano se hace hoy accesible – afirman – , lo orgánico y lo inorgánico pueden combinarse libremente y el sexo es uno de los recursos disponibles que, como todos los otros, puede ser usado para los fines más diversos y puesto al servicio de un ampl ísimo espectro de objetivos, para cuya obtención se podr án potenciar, experimentar diversos géneros e incluso inventar nuevos, llegado el caso. El yo, afirma Donna Haraway, no está nunca realizado, nunca completo; está siempre construido y estructurado imperfectamente, y por lo tanto en condiciones de asociarse a otros sin jam ás afirmarse como simplemente presente
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y otro. Las nuevas tecnologías permiten pensar los entes, incluidos los seres humanos, como conglomerados siempre en condiciones de ser desarticulados y combinados con nuevos elementos.8 Se concretar ía as í, para este pensamiento, el sueño de una sociedad sin g éneros, un modelo de sociedad cada vez más orientada a la inmaterialidad de las experiencias, a la irrelevancia, a la adherencia f ísica a una determinada y precisa identidad, abierta a procesos de reorganización de los cuerpos según modelos diversos basados en la idea de identidad indiferenciada.9 Se tratar ía del último estadio de la dialéctica de oposición, negación y superación de lo “idéntico-diverso ”, para dar lugar a la fase final de la revoluci ón socialista. Sobre estas premisas se construye y se postula, también, la metodología educativa que se propondr ía dotar al sujeto de las herramientas que le permitan el ejercicio real de esa permanente construcci ón de su identidad. Me limito a considerar una cuestión que me parece importante tener en cuenta: el empoderamiento de los niños y adolescentes. El empoderamiento significa poner a las personas en posibilidad de ejercer un poder, concebido en el sentido de un control extr ínseco y de una capacidad intr ínseca. Se considera que los ni ños y adolescentes deben ser dotados de las herramientas que les permitan el ejercicio activo de sus derechos y los pongan en condiciones de hacer sus propias “opciones”. Obviamente y como consecuencia de lo que antes se ha dicho, este objetivo se plantea al margen del propio entorno familiar y cultural, de sus comunidades de pertenencia y de sus raíces afectivas y religiosas, porque todas ellas son vistas con desconfianza respecto de sus intereses y ya han sido sometidas a ese proceso de deconstrucci ón cr ítica. El empowerment busca proteger al niño empujándolo al ejercicio por s í de derechos y a la toma de decisiones respecto de su vida, de su educación, de su sexualidad, dejándolo en un cuadro de marcada soledad, en un cuadro en donde están sólo él y su “poder ”, basado en un arsenal de información y de herramientas, para que construya su aprendizaje y le permitan negociar para afianzar su decisión sobre su identidad en el entorno social. Informaci ón y herramientas generalmente elaboradas en agencias que están demasiado alejadas como para poder ponderar y precisar lo que exige la regla de oro de la Convenci ón de los Derechos del Niño, es decir, el supremo inter és del menor.Ténganse en cuenta las motivaciones explicitadas por los promotores de las leyes de salud sexual y reproductiva y de educación sexual, en las cuales se insiste en que al niño hay que dotarlo de los instrumentos para que pueda defenderse él mismo de posibles violaciones a su dignidad y de abusos por parte de los mayores. De alguna manera, estar íamos en un estadio en el cual el Estado se desentender ía de lo que siempre se ha conside-
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rado como una función que le pertenecía de modo indelegable, como es el cuidado del orden público y de la seguridad de los ciudadanos, incluso de los más débiles y desprotegidos, como los niños. El empoderamiento se asocia a la idea de un sujeto que se hace tal en la medida en que construye su propia identidad sobre la base de un control de s í mismo y en el marco de un juego de negociaciones en donde los poderes de los otros deben articularse con los propios. Se trata de un enfoque que no logra responder a una compleja exigencia, que es de car ácter antropológico y ético, basada en la asunción de la dignidad de la persona humana en toda su amplitud, porque parte de una visión reductiva: los dos pilares en los que se basa – informaci ón y negociación – no logran apuntar al núcleo más hondo de la persona, que es el moral. Los teóricos del empowerment han trabajado mucho para disociar esta categor ía de su concepto raíz: el poder en todas las acepciones negativas que este término tiene en las distintas visiones de las ciencias pol íticas y de la sociología, pero sin lograrlo, porque permanecen encerrados en la dialéctica negativa entre los distintos detentadores del poder, dialéctica de la que no logran salir.
3. La contribuci ó n de la educaci ó n cristiana Este breve panorama que se ha tratado de esbozar en las l íneas precedentes plantea desaf íos al educador cristiano que no se pueden soslayar. Sin duda es una tarea compleja: se trata de ideas y valoraciones con incidencia activa en el ámbito educativo, que permean la cultura en la que estamos inmersos y cuya difusi ón se ve potenciada por la acci ón de los medios de comunicación, que conforman mentalidades, visiones, modos de valorar, conductas estereotipadas. En el contexto de nuestra cultura actual, por lo menos en Occidente, es el mismo valor de lo humano lo que está en juego. Hoy la Iglesia, consciente de que sólo en el misterio del Verbo encarnado se esclarece el misterio del hombre, 10 se constituye en depositaria y en memoria que preserva y cultiva el sentido y el valor de lo humano. De la Iglesia, que es maestra en humanidad, de sus enseñanzas, de su doctrina y de la fuerza vivificante de su gracia se nutre la docencia y la eficacia de la tarea educativa cristiana. Los alumnos que llegan a nuestras aulas están influidos por esa cultura, y al educador cristiano se le plantea el desaf ío de saber despertar en ellos su sensibilidad y su capacidad de conocer la verdad, que le permitan liberarse del condicionamiento del relativismo y satisfacer su profunda necesidad de certezas. Sensibilidad y capacidad de que dispone el hombre, pero que para poder crecer y afianzarse requieren de ayuda, de apoyo, de educación. La docencia cristiana tiene que acercarle al alumno verdades a aprehender, como la dignidad de la persona
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humana, su vocación trascendente, su capacidad para establecer vínculos interpersonales, su apertura a la sociedad, y ayudarle a descubrir un orden, una ley que manifiesta la impronta y la orientaci ón de su Creador. Al educador cristiano le toca la delicada y noble tarea de avivar en el alumno la energía de la conciencia moral, que le permite discernir el bien y el mal, y la tarea de afianzar en él el coraje de vivir según la conciencia.Y ense ñarle a ejercer su libertad, que es ante todo moral, la consecuente responsabilidad de su propia vida y de la vida de los dem ás, su compromiso por la construcción de la sociedad y el bien com ún, y la grandeza y el misterio, a la vez, del acto libre que, cuando se da, manifiesta de un modo eminente en el hombre su participaci ón en la fuerza creadora de Dios. Al educador cristiano le toca el desaf ío de develar ante la mirada del alumno el itinerario espléndido de la historia que le muestre la grandeza de la creatividad y del protagonismo de los hombres de otros tiempos y lugares, de sus aciertos, de sus gestas, de sus obras y también de sus miserias, de sus yerros, de sus guerras; le toca el desaf ío de enseñarle una actitud sapiencial que sepa sacar de la historia enseñanzas para su vida y le infunda la certeza de que es posible y deseable aspirar a ideales altos y nobles que trasciendan las fronteras de la propia subjetividad y se orienten al servicio de los hombres y la sociedad de su tiempo, porque la historia no es un progreso mec ánico e indefinido, sino el fruto de la libertad del hombre, que de ella es sujeto y protagonista. El educador cristiano deber á saber mostrar a sus alumnos que con la encarnación, el Verbo asumió la historia humana y la convirtió en camino de redención para los hombres de todos los tiempos; y camina con nosotros en nuestro peregrinar por la historia y nos asegura con su presencia nuestro protagonismo positivo para que la historia se convierta en camino de redenci ón para todos sus contempor áneos. Al educador cristiano le toca el desaf ío de estimular en el alumno su apertura a Dios y el cultivo de su relación con Él, que en Jesucristo se hace relación personal, de intimidad, de mutua compenetración.Y ayudar a crear en él la convicción, la fe, de que con Jesucristo, y en Él, descubrir á plenamente su propia identidad, su verdadera dignidad y el misterio por el cual, como Él, perdiendo la propia vida, la ganar á.
Notas 1. “Like race and ethnicity, gender is a social construct. It defines and differentiates the roles, rights, responsibilities, and obligations of women and men. The innate biological differences between females and males form the basis of social
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norms that define appropriate behaviors for women and men and determine the differential social, economic, and political power between the sexes. Although the specific nature and degree of these differing norms vary across societies and across time,at the beginning of the twenty-first century they still typically favor men and boys, giving them more access than women and girls to the capabilities, resources, and opportunities that are important for the enjoyment of social, economic, and political power and well-being”. UN Millennium Project 2005: Taking Action: Achieving Gender Equality and Empowering Women. Task Force on Education and Gender Equality, p. 30. 2.Cf.BURGRAFF , J.:“Sexo y género: naturaleza de la personalidad humana en el centro de la batalla ideol ógica”, en Nueva Revista de Pol ít ica, Cultura y Arte , nº 96, noviembre-diciembre 2004, en http://www.nuevarevista.net, acceso 16/10/2006. 3. FIRESTONE , S.: The Dialectics of Sex, New York, Bantam Books, 1970, p. 10. 4. P.E.N. Decreto 1086/2006. Apruébase el documento titulado “Hacia un Plan Nacional contra la Discriminaci ón - La Discriminaci ón en Argentina, Diagnóstico y Propuestas” y se encomienda al INADI la coordinación y la ejecución de las propuestas contenidas en el documento mencionado, publicado en el Boletín Oficial del 27/09/2005, p. 51. Un ejemplo – casi dir ía – magistral de la tarea de deconstrucci ón en toda su amplitud. 5. Cf. Ley 26061, publicada en el Bolet ín Oficial del 26/10/2005. 6. “Hacia un Plan Nacional contra la Discriminaci ón”, ob. cit., p. 51. 7.Cf.RATZINGER, J.:“Europa. I suoi fondamenti spirituali ieri, oggi e domani ”, discurso pronunciado en la Sala Capitular del Senado de la Rep ública Italiana, Roma, 13 de mayo de 2004. 8. HARAWAY, D.: The Actors are Cyborg, Nature is Coyote and Geography is Elsewhere, Postcript to “ Cyborg at Large ”, en PENLEY, C. - ROSS, A.: Technoculture , Minneapolis, 1991, p. 22. 9. Cf. AMATO MANGIAMELI, A. C.: Il sogno igualitario infranto. Sul concetto di “ alterit à indifferenziata”, en PALAZANI, L. (coord.): Il diritto tra uguaglianza e differenza di genere , Torino, Giappichelli Editore, 2005, p. 35. 10. Cf. CONCILIO VATICANO II: Constitución Pastoral Gaudium et spes, nº 22.
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PROPUESTAS CONCRETAS A LA LUZ DE LAS CONCLUSIONES DEL V ENCUENTRO DE FAMILIAS. VALENCIA, 2006
DESAFÍ OS Y PROPUESTAS PASTORALES A PARTIR DEL V ENCUENTRO MUNDIAL DE FAMILIAS Beatriz Bali á n de Tagtachian*
El V Encuentro Mundial de Familias, con la presencia del Santo Padre Benedicto XVI, realizado en Valencia en el mes de julio de 2006, es un nuevo acontecimiento en la historia de la preocupaci ón de la Iglesia Cat ólica por la familia. En esos días, fueron varias y diversas las actividades que se realizaron. Entre ellas, merece destacarse el Congreso realizado por ULIA (Universidad Libre Internacional de las Américas) y la Universidad Cat ólica de Valencia, cuyo tema fue “La familia, clave del desarrollo”. Dicho Congreso se llevó a cabo del 1 º al 4 de julio. A continuación, tuvo lugar el Congreso Teológico Pastoral, hasta el 7 de julio, y finalmente, el Encuentro en s í mismo, durante los días 8 y 9 de julio. De esa intensa actividad se pueden se ñalar los rasgos más anhelados por las familias y que por tanto constituyen un horizonte de deseabilidad. Licenciada y doctora en Sociología por la Pontificia Universidad Cat ólica Argentina. Directora del Departamento de Sociología y docente de carreras de grado y posgrado en la Pontificia Universidad Católica Argentina. *
DESAFÍ OS Y PROPUESTAS PASTORALES A PARTIR DEL V ENCUENTRO MUNDIAL DE FAMILIAS
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Sin embargo, es necesario considerar también aquellos aspectos de la realidad que se alejan de lo deseable, pues la distancia entre unos y otros marca los desaf íos a tener en cuenta, y de ellos se derivan las propuestas que se pueden formular. En resumen, los temas a tratar en esta presentación son cuatro: los rasgos más deseables de las familias, como un bien a alcanzar; la realidad social; los desafí os que se presentan; las principales propuestas.
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Un punto de partida positivo La distancia entre lo deseable y lo existente sugiere diferentes estrategias. Una de ellas es focalizarse en lo que se considera inadecuado o perjudicial para combatirlo, y otra es centrarse en lo que se percibe como bueno, a fin de que pueda crecer y por tanto disminuir o amenguar aquello que se considera negativo. Se trata, en este caso, de una estrategia afirmativa, en la que el punto de partida es lo existente, con el entusiasmo de hacer, que proviene de la dignidad de ser persona, y que considera que ese intangible merece una oportunidad para desplegarse y nutrir humanamente las relaciones sociales. Al respecto, el Lic. Miguel Espeche, en su disertaci ón en la Tercera Semana de Pastoral Social, realizada en la Arquidiócesis de La Plata,Argentina, en septiembre de 2003, se refiri ó a esta forma de hacer. La ejemplific ó con una frase correspondiente a un libro chino de aproximadamente 5000 a ños, que dice así: la mejor manera de combatir el mal es un en érgico progreso en el sentido del bien.Y se refirió al programa de salud mental que desarrolla en el Hospital Pirovano, donde no se lucha contra la enfermedad sino que se promueve la salud; se fortalecen los elementos positivos.
Los aspectos deseables de la vida familiar El concepto de familia que nos convoca es central, pero no se desconocen los diferentes hogares que muestran en la actualidad una creciente complejidad. La familia está constituida en su origen por una pareja de distinto sexo, con hijos biológicos y/o del coraz ón, y otros parientes que conviven o no bajo el mismo techo. La vida familiar se desenvuelve bajo dos coordenadas principales: espacio y tiempo. El espacio se puede considerar en dos dimensiones. Una íntima, muy pr óxima, de fuerte interrelación entre los miembros, que hace que juntos conformen una pequeña comunidad o,como se llama en diversos documentos, la Iglesia Doméstica.
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Ésos son los aspectos psicosociales de la familia. La otra dimensión es más distante y se refiere a la inserción de la familia en la sociedad, en cuanto se vincula con diferentes organizaciones de distintas instituciones sociales como la educaci ón, la salud, la economía, la política, la seguridad, la religión o la recreación, entre otras. Es decir, se relaciona con escuelas, centros de salud, diversos comercios, empresas; como trabajadores, profesionales o clientes, entre otras formas. Se vincula con partidos políticos o diferentes asociaciones sindicales o de la comunidad en general, así como con las organizaciones que brindan seguridad. También con otras que le aportan apoyo y referencia espiritual, como las iglesias, o aquellas que le permiten ocio y esparcimiento, como centros deportivos, lugares de espectáculos, etc. De esa manera, sus miembros pueden ser estudiantes, docentes, pacientes, profesionales, ciudadanos, fieles, misioneros, voluntarios, artistas, espectadores, entre otros. El tiempo permite abordar los temas de los miembros de la familia en la dimensión de su transformación. La familia, como centro privilegiado de personalización, es la que permite y favorece el desarrollo de cada uno de sus integrantes y allegados, mediante sus experiencias, que se van manifestando en sus actitudes y comportamientos. El fundamento de la conducta de cada uno son las ideas, las concepciones, los pensamientos; en resumen: los valores que los inspiran. Ese desarrollo ser á integral en la medida en que las personalidades se conformen teniendo en cuenta todas sus potencialidades. Por ello, el var ón y la mujer no sólo deber án saber enfrentar los problemas de la naturaleza, los escasos o múltiples recursos, la forma de vincularse con su pr ó jimo tanto en relaciones de autoridad como de fraternidad, sino también deber án tener en cuenta su sentido espiritual, que les permite comprender que han sido creados y les compete considerar su proyección en un pr ó jimo conocido, o no, pero con igual identidad: ser hijo de Dios. Su desarrollo integral está sustentado en esa identidad. Desde ésta, las personas podr án asumir comportamientos básicos y deseables. Los hijos ser án fruto del amor sincero y gratuito como don; el encuentro personal se manifestar á en el deseo de integrarse con otros y formar comunidades fraternas; el reconocimiento de la dignidad de cada uno estar á presente en el respeto del otro y en el ejercicio responsable de la libertad para luchar por la justicia y la paz, con una dimensión afectiva que permita tener la experiencia de amar y ser amado. Todo ello implica valores inspiradores y din ámicos de alegr ía y entusiasmo, entrega y comunión. El espacio y el tiempo como coordenadas de la vida familiar, por un lado, le posibilitan interrelaciones múltiples que configuran redes de cooperaci ón y confraternidad, y por otro, y al mismo tiempo, le otorgan crecimiento y maduración.
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Así, las personas unidas institucionalmente y sus valores adheridos, considerados como los componentes principales en la vida familiar, generan dos amplios y complejos procesos: la solidaridad intergeneracional y la transmisi ón de la fe, aspectos claves del mundo contempor áneo.
Algunos aspectos de la realidad familiar: problemas personales y socioculturales Uno de los problemas básicos que se presenta en la actualidad es la desorientación personal, que se manifiesta de distintas maneras. Una de ellas es la que podr ía denominarse el “ yo débil” y otra, “el sentimiento de vacío”. Ambas hacen referencia a la falta de confianza personal, a una débil autoestima o a una escasa capacidad resolutiva frente a los problemas. Esa desorientación personal se complementa con lo que podr ía llamarse despersonalización, que se reconoce en la necesidad de ser aceptado por otros o, a ún más, en buscar adaptarse a otros para lograr esa aceptación. Esa adaptabilidad extrema puede implicar comportamientos negativos para s í mismos – y también para la comunidad – como el alcoholismo, tan difundido entre los jóvenes y con cierta aceptaci ón de algunos padres; las adicciones como etapa “natural” de un proceso de desarrollo, lo que implica una oposición a la idea de alcanzar la disposición al bien desde la formaci ón de buenos hábitos. Como corolario de estas caracter ísticas negativas, se produce una resultante totalmente esperable: la violencia en las relaciones personales. Estos aspectos no deseables, como el alcoholismo, las diferentes adicciones o la violencia, no sólo pueden ser manifestaciones de “sobreadaptación social” a algunas tendencias grupales, sino que también pueden ser respuestas individuales a una falta de inserción social, la que proviene de una falta de reconocimiento acerca de la propia identidad.Al respecto surgen y urgen varias preguntas: ¿quién soy? ¿qué puedo hacer? ¿qué quiero ser? La falta de ser uno mismo expone a otros problemas, tales como experiencias sexuales inmaduras, en algunos casos también casuales o circunstanciales, las cuales distan de ser expresiones de amor como un encuentro profundo que plenifica a cada uno y contribuye al crecimiento personal de ambos, con la experiencia de amar y ser amado. Los valores de alegr ía y entusiasmo tienen su contracara en manifestaciones reiteradas de problemas de depresi ón y soledad, o las nuevas enfermedades psicosociales, como anorexia, bulimia o ataques de pánico. Parecer ía que la falta de un grupo familiar que sostenga y apoye a sus miembros en las dificultades, que sea “contenedor ”, es un factor que precipita estos comportamientos.
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La entrega como valor implica servicio, es decir, una consideraci ón del otro, del pr ó jimo. Su contracara es el individualismo. Por otro lado, una de las caracter ísticas básicas de nuestro tiempo es la p érdida del hecho cotidiano de la reuni ón familiar alrededor de la mesa. Las razones de ello son muchas y quizás dif íciles de identificar, pero, sin embargo, podr ían señalarse algunas y también reconocer que esto afecta a los distintos sectores sociales. La necesidad de los m ás pobres, de buscar ayuda en los comedores comunitarios o populares, hizo que se perdiera esa reunión básica en el hogar de cada familia; y en otros sectores sociales podr ía pensarse que las múltiples e intensas actividades laborales, de estudio, deportivas, sociales y también los horarios disímiles de sus integrantes dificultan la realizaci ón de la comida familiar. Lo cierto es que por distintas razones, en distintos sectores sociales, la reunión en la mesa familiar dej ó de ser un hecho y, por tanto, un símbolo cotidiano de encuentro y comunicación.
Desaf í os y propuestas pastorales A modo de síntesis, los dos desaf íos a tener en cuenta son los siguientes: 1) La falta de personalización en las relaciones sociales. 2) La falta de esfuerzo para buscar el bien com ún. Abordarlos significa encontrar espacio y tiempo de solidaridad, sustentados en nuestra dignidad de ser hijos de Dios. La solidaridad intergeneracional y la transmisión de la fe no son posibles sin ello. Al respecto, las propuestas pastorales principales son las siguientes: -
La reafirmación de la identidad sexual y familiar. El desarrollo de la sociabilidad mediante el diálogo y el encuentro. La búsqueda del sentido trascendente de la vida.
El primero se refiere a la persona en sus aspectos individuales y sociales; el segundo, a su capacidad de desenvolverse y brindarle valor a las distintas relaciones humanas; el tercero, a encontrar el sentido y significado de la propia vida. Los tres implican la reafirmaci ón del sentido de persona, la búsqueda del diálogo y el unirse a otros en forma fraternal mediante el servicio. La idea del servicio, en la actualidad, nos impulsa a buscar creatividad para incluir a todos, y especialmente a los que están en riesgo, las personas solas, los pobres, los enfermos. También implica la necesidad de respeto para participar
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entregándose, para realizar acciones dirigidas al bien propio y ajeno; y aprender a valorar para poder amar y ser amado. El amar, en nuestra cosmovisión, es “hasta que duela”, pero “la entrega del dolor está llena de bendiciones ”; por tanto, la bendición es poder amar.
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PROPUESTAS CONCRETAS A LA LUZ DE LAS CONCLUSIONES DEL V ENCUENTRO DE FAMILIAS. VALENCIA, 2006
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Eduardo Horacio Garc í a*
Una familia sujeta a cambios La Iglesia, y en particular el papa Benedicto XVI, cuando habla a la familia o acerca de la familia, no lo hace a una familia utópica o ideal sino a la familia tal como se encuentra encarnada en el tiempo, con sus dificultades, luchas, falencias, aciertos y desaciertos. Podemos decir que, en la historia, siempre se ha hablado a una familia en situación. Por eso, para comprender y ubicar mejor su mensaje, es bueno que veamos “cuál es la situación en la que se encuentran nuestras familias hoy”. Es una constatación que la familia est á sujeta a profundos cambios; siempre lo ha estado. No se trata de una crisis de la familia cuanto una crisis en la familia, porque por crisis se entiende justamente un proceso de ajuste y de reasignaci ón de sentido. Obispo Auxiliar de Buenos Aires. Miembro de la C. E. de Catequesis y Pastoral Bíblica. Miembro de la C. E. para el Apostolado Laico y Pastoral Familiar. *
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Por lo tanto, la palabra crisis no denota necesariamente una realidad disolvente sino, más bien, un dinamismo transformador y potenciador. Sin lugar a dudas, la familia ha atravesado y sigue atravesando, en los últimos años, un cúmulo de cambios vertiginosos: la pérdida de la idea de un para siempre, la posibilidad de la separación sin censura social, la cohabitación prematura, la edad del matrimonio, la solter ía compartida, las familias ensambladas, la emancipación familiar de los jóvenes, los nacidos de madres no casadas expresamente, el divorcio, las segundas nupcias, las familias reconstituidas, las madres solteras, el tamaño de los hogares, etc. No hay otra institución que haya atravesado tantas y tan profundas transformaciones en tan escaso tiempo. Si la Universidad o la Administración pública hubieran pasado por este terremoto, habr ían quedado cenizas.
Las transformaciones del entorno A pesar de ser esos cambios familiares significativos, todavía m ás importantes son las transformaciones del entorno en que se desenvuelve la familia, que los acelera o los desencadena. Lo que en realidad ha cambiado de manera radical es el espacio social en que se desenvuelve la familia.Aquí es donde se encuentran las raíces profundas de las transformaciones concretas, que luego pueden advertirse en cualquier indicador demogr áfico, sociológico. Unos cambios que algunos consideran que se iniciaron con la democracia, cosa que no podemos afirmar absolutamente, pero notamos que con ella se aceleraron y generalizaron. No se trata ahora de agotar el cat álogo de cambios, que en un año habr á que ampliar seguramente. Un examen detenido requerir ía matizaciones por edad, o clase social, o nivel educativo, o religiosidad, o regiones, o en función de si se trata de un matrimonio o una uni ón de hecho; sus diversidades no pueden ser consideradas ahora, sino aquellos cambios que repercuten, de manera directa, en la orientación y ritmos de las din ámicas sociales.
Reconocimiento de la importancia de la familia a nivel mundial Antes, sin embargo, se debe recordar el importante respaldo dado a la familia por la ONU en 1994, con motivo del A ño Internacional de la Familia.Aprobó un documento que reafirma una vez m ás la importancia social de la familia y la necesidad de apoyarla. Proclamó entonces que: la familia constituye la unidad b ásica de la sociedad y, en consecuencia, merece especial atención. Por tanto, habr á que prestar a la familia protecci ón y asistencia en
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la forma más amplia posible, de manera que pueda asumir plenamente sus responsabilidades en la comunidad.
Y antes de describir los integrantes de la familia – hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos, considerando por tanto sólo a las familias heterosexuales – , declar ó que la familia sigue siendo un medio esencial para conservar y transmitir valores culturales. En sentido amplio puede educar, formar, motivar y apoyar, y frecuentemente así lo hace, a cada uno de sus componentes, invirtiendo de esta forma en su crecimiento futuro y sirviendo de recurso capital para el desarrollo.
Las tareas de la familia son esenciales para la comunidad; se trata de una institución b ásica para el presente y futuro de cualquier sociedad. Sin duda, conviene mantener este marco de referencia sobre la familia que viene desde un organismo internacional para contrastarlo con algunas presencias y ciertas ausencias en nuestra sociedad y entender los caminos de la familia actual.
Origen y naturaleza de los cambios Entre otras causas, los procesos de industrialización y, consecuentemente, de urbanización han implicado, en su momento, un cambio de perspectiva sobre la familia, y desde hace décadas, se ha entrado en un proceso masivo, que en estos últimos años se ha acelerado. El proceso de industrializaci ón ha traído, por lo menos, dos cambios fundamentales: -
la delimitación de la familia a la pareja y a sus hijos; la desaparición del enraizamiento al suelo, otorgado anteriormente por la antigua propiedad familiar de la tierra.
Así, antes, la situación de la familia estaba configurada por lo grande (en tamaño) y lo jerarquizado (en roles). Bajo la autoridad de su jefe, se unía a los hijos casados, sus mujeres y los hijos de estos hijos. El centro estaba puesto en los lazos de parentesco y en la transmisi ón de bienes (herencia) y tradiciones. De allí la importancia, hasta ahora, de los apellidos de familia (la raíz en el pasado). Ahora, la familia tiende a reducirse a una pareja de cara al futuro: el encuentro de un hombre y una mujer que deciden hacer de a dos una historia, su propia historia. Pareja e hijos for-
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man la llamada familia nuclear por oposici ón a la familia extendida de raigambre rural. Los lazos de sangre ceden ante los lazos de amor. El simbolismo de la casa paterna, receptáculo de tradiciones, lugar sagrado donde se renuevan y refuerzan los lazos de parentesco es cada vez m ás invisible en el tejido de la sociedad urbana. Más que la casa de la ni ñez, la pareja de hoy sueña con la casa propia que van a construir en un lugar elegido por ellos. La familia tradicional, centrada en la agricultura y en la artesanía que se nutr ía de ella, tenía una estructura consagrada. Al igual que la familia, la sociedad también aparece como una gran familia. En América Latina, la hacienda fue la figura por antonomasia de este pasado; la hacienda era familia y ciudad al mismo tiempo. Pero la industrialización produjo varios cambios. 1) El mundo del trabajo ya no es a escala familiar . La familia ya no es unidad de producción ni unidad de consumo. Los equipamientos colectivos relativizan esta función familiar. El angostamiento del protagonismo económico relativiza también el rol de la propiedad familiar y la funci ón cultural del círculo familiar. 2) El tejido urbano se generaliza. Al comienzo, la ciudad se asemejaba al campo y se organizaba en barrios tejidos por los lazos de vecindario y de proximidad. Luego es el campo el que comienza a imitar a la ciudad. 3) La red de relaciones se ampl ía en la ciudad y se diversifica más all á de la familia. Esto hace que la gran familia, que antiguamente era factor de seguridad, hoy se ve desplazada por un buen número de seguridades colectivas, sin que intervengan los lazos afectivos. Una red diversificada de comunicaciones permite a organismos especializados (hospitales, hogares de ancianos, salas cunas, etc.) asumir funciones de la familia tradicional. 4) El rol de la mujer se modifica profundamente . Antes, su vida se inscribía en una doble dependencia: la naturaleza y el var ón; dependencia de la naturaleza en función de la reproducci ón y dependencia del var ón en función de la obediencia al padre y luego al marido. El desarrollo tecnobiológico y el tecnológico en general hacen posible que la mujer pueda ahorrar energ ías que antes no le permitían desarrollar un proyecto de realizaci ón personal. Hoy su esperanza de vida se alarga, se incorpora al mundo del trabajo, las tareas domésticas y de reproducción se aligeran, etcétera. La técnica entra al hogar y hace menos pesado el trabajo y, por tanto, le permite una mayor disposición de tiempo para s í misma. 5) La familia se hace móvil . A nivel geogr áfico, la familia queda liberada del enraizamiento local y deja de percibir los beneficios humanizantes de la pertenencia a un círculo pequeño; a nivel profesional, se da una reconversi ón permanente;
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a nivel social, se insiste en la calidad de las relaciones, se amplían las responsabilidades y crece la importancia de la formaci ón personal permanente. 6) La forma de asumir la sexualidad, por parte de la familia, tambi é n cambia. En el sistema parental, el matrimonio es considerado como una institución que agrega una célula a una realidad social ya existente y pre-existente. Se enfatiza, por ello, la dimensión procreativa de la sexualidad humana. En la perspectiva conyugal, el matrimonio es, primeramente, relación interpersonal, encuentro de un hombre y una mujer para una historia común. Es el otro (la pareja y los hijos) el que adquiere centralidad, más que el colectivo social. Esto hace que la mujer ya no pueda reducirse sólo a tareas domésticas y educativas. 7) La familia hoy busca asegurar su autonomí a.Antes, el apoyo y la seguridad estaban en los círculos concéntricos de la parentela. Hoy el acento está puesto en la inevitable separación respecto de la familia de origen: asegurar la independencia de la pareja. Consiguientemente, si la pareja busca su autonomía y si la mujer busca poder desarrollarse en su vida personal, el encuentro entre el hombre y la mujer se vuelve fuertemente individualizado.Antes, la experiencia matrimonial era la de un grupo, más que la personal; por ello mismo, los valores eran objetivables y definidos como bien común de la sociedad . Hoy, en cambio, los valores del encuentro entre un hombre y una mujer, en el tejido urbano, resultan más fr ágiles. Hoy, la pérdida de seguridad que daba anteriormente el enraizamiento parental y la estabilidad de las instituciones necesita ser compensada por una valoraci ón e intensificación de la intimidad familiar. 8) La forma de sociabilidad en la sociedad moderna ha cambiado: de un modelo comunitario (relaciones espontáneas y directas basadas en sentimientos de unidad y de solidaridad, gracias a la cercan ía del cara a cara, compartiendo valores de consanguinidad, de localidad, de amistad, de creencias religiosas y morales) a un modelo de sociedad (relaciones basadas en lo funcional y en lo racional, donde la capacidad individual de deliberar consiste en reconocer la legitimidad de buscar el propio inter és antes que aquellos en común, y por ello, predomina el intercambio, el contrato, el mercado). En este contexto, la cultura moderna tiende a separar, primero, y a subordinar, después, la dimensión sustantiva o personal a la dimensión funcional. Por consiguiente, se siente cada vez más la necesidad de resignificar a la familia desde su n úcleo personal y personalizante, dentro del contexto de la racionalidad urbana. Más que nunca se percibe la necesidad de la experiencia de comunidad, porque el individuo, que es base de la sociabilidad humana, es un sujeto personal necesitado de reconocimiento. Justamente en la familia es donde se recupera esta experiencia única e irrepetible de ser persona perteneciente a una comunidad.
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Los cambios en s í mismos En la familia se experimenta la vida como gratuidad, sea en la dimensión amorosa como en en el nacimiento de los hijos. De esta realidad nacen nacen las experiencias que no son propias propias del orden orden funcional y que, que, por el contrario, apuntan a su debilidad para asegurar una vida plenamente humana. Esto resulta de particular importancia en el contexto de la tendencia actual de matrimonio matrimon io a prueba, prueba, div divorc orcio io,, formación de nuevas parejas. Consecuencia de las parejas sucesivas ser á la formación de familias con hijos de diferen dife rentes tes parejas: parejas: famili familias as formadas por los hijos tuyos, tuyos, míos, nu nuest estrros. Est Esto o sig signif nifiica la existencia de hermanos sin ninguna vinculaci ón de consanguinidad entre ellos. Por último ltimo,, crece la tendencia de la fecundidad y transmisión de la vida sin recurso a la relación sexual dentro de la pareja: pareja: las mujeres fecundadas fecundadas con espermas de bancos, bancos, los hombres que donan gametos para fecundar fecundar mujeres, mujeres, los parepare jas que encargan embarazos, embarazos, las parejas que adoptan embriones, la fecundación de mujeres en edad no reproductiva (postmenopáusicas), y las parejas parejas de homosexuahomosexuales y lesbianas que acceden a la paternidad-maternidad v ía fecundación asistida. A esta familia se dirige dirige la palabra del del Papa, Papa, con esta realid realidad, ad, con estos camcambios,, en esta bios esta situaci situación. A esta familia (no a la Ingalls) es que hay que acompañar.
El pensamiento del Papa Benedicto sobre la familia f amilia Contexto pr ó ximo Nos ubicamos en el encuentro en Valencia y desde ah í hacemos una prospectiva. ¿Por qué el Papa ha elegido este encuentro para hacerse presente en Espa ña? Sin duda, por la importancia que en su pensamiento tiene la familia y la situación actual de la misma en en toda Europa, Europa, particularmente en España. No pued puedee olviolvidarsee que dars que,, en los últimos años, el modelo modelo natural natural de familia y matrimonio matrimonio ha comenzado a ser estudiado con ojos de criminalista. Los medios de comunicaci ón, le legis gisla lado dorres es,, po pollíti tico cos, s, so soci ciólo logo gos, s, si siccólogos y profetas profe tas ocasionales se han arro ar rogado gado la categor ía de jueces poniendo en el banquillo de los reos el pasado y presente presente de las familias, acusando de subdesarrollo jur ídico di co,, po pollítico e incluso ps íquico a quienes elaboraron los modelos naturales de familia y matrimonio. Parafr Parafraseando aseando a Berglar, Berglar, según algunos, 60 generaciones han vivido en la noche de la ignorancia hasta que comenzó a clarear gracias a Voltaire y Rousseau; fue saliendo el sol gracias g racias a Marcuse, Morgan y Freud; y definitivamente definitivamente ha amanecido hoy. hoy.
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De modo que el matrimonio y la familia están sufriendo los vientos frontales de una concepción que tiende a convertirlos en un fen ómeno exclusivamente sociológico gico.. Su regulac regulaciión, se afirma, no debe debe adaptarse adaptarse a lo que que el matrimonio matrimonio es, sino a cómo dicen que es minor ías más o menos menos estridentes. estridentes. Esta visi visión está desarrollando en torno al matrimonio matr imonio y la familia lo que en Derecho se denomina una legislación de remedios y no de modelos. Una legislación impulsada por la revolurevolución del sentimiento, sentimiento, que ya no presenta presenta la sustancia del matrimonio sino sus accidentes den tes.. Est Estaa normat normativ iva, a, más de gestión que de convicci ón, dib dibuja uja a su vez una familia incierta, incierta, cuy cuyaa organizaci organización comienza a estructurarse a la carta. Se pierden pierden así sus antiguos puntos de referencia sin haber encontrado otros firmemente estables.
Afirmaciones no negociables Ante esta situación, Benedicto XVI acaba de recordar recordar que hay hay tres principios no negociables para la Iglesia y los cristianos en la vida p ública: 1) la de defe fens nsaa de de la la vid vida; a; 2) la libe liberta rtad d de de edu educa caci ción; 3) el rec recon onoc ocim imie ient nto o de la la famil familia ia.. Para decirlo decirlo con sus palabras palabras exactas: es preciso preciso reconocer y promover la estructura de la familia como una unión entre un hombre y una mujer basada basada en el matrimonio, [y defenderla contra todo lo que] oscurezca su car ácter particular y su papel social insustituible.
El bienestar de las familias ha sido un tema constante en los discursos de Benedicto XVI de los último ltimoss meses. El pasado pasado 13 de mayo mayo,, en su discurso discurso dirigido a los participantes en la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, Fami lia, el Papa Papa calific calificó a la familia basada en el matrimonio de “bloque constructivo bá básico de la sociedad ”. Es necesario que el Estado reconozca la importancia de la familia y que la ayude a llevar a cabo sus funciones.
Días después, en el discurso de bienvenida bienvenida al nuevo nuevo embajador de Espa ña ante la Santa Sede Sede,, se refer refer ía al Encuentro Mundial de las Familias en Valencia como una ocasión única de celebrar la belleza y la fecundidad de la familia fundada en el matrimonio y su imprescindible valor social.
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El Papa Ratzinger afirma que la vida familiar corre un especial riesgo en el mundo actual y que, para salvaguardarla, salvaguardarla, las parejas deben deben enfrentarse enfrentarse a menudo a las fuerza fuerzass culturale culturaless imperant imperantes. es. Esto exige exige paci pacienci encia, a, esfue esfuerzo rzo,, sacrific sacrificio io y una una búsqueda incesante de mutuo entendimiento. Para Benedicto Benedicto XVI, estos principios pr incipios no son solamente verdades verdades propias propias de la fe religios religiosa, a, sino que están inscritos en la naturaleza naturaleza humana, humana, y por lo tanto son comunes comunes a toda la humanidad.
Origen y naturaleza de la familia Con esto quiere decir el Papa que la visi ón que la Iglesia tiene del matrimonio,, y por lo tanto nio tanto de la familia, familia, es más antropológica que teológica. En rea realida lidad, d, me atrever ía a añadir que la Iglesia no tiene una concepci ón del matrimonio como hecho o realidad independiente independiente.. Lo que tiene es una visi ón propia del hombre.. Por eso, bre eso, tiende a recalcar recalcar que sus modelos modelos de familia y matrimonio son espeespecialmente válidos, porque se adecuan a la propia propia naturaleza del hombre, hombre, es decir, decir, al orden real de las cosas. Estas ideas básicas fueron recordadas en los d ías del Encuentr Encuentro o de Valencia. No hay que olvidar que una de las palabras m ás repetidas por el Papa en sus escritos es la noción de de logos, logos, de raci racionali onalidad. dad. Bened Benedicto icto XVI pr procur ocura, a, de uno u otro otro modo,, rei modo reivindicar vindicar la razón en el cristianismo cristianismo.. Lo que él mismo ha llamado “la victoria de la inteligencia” en el mundo de las religiones. En el pensamiento de Bendicto Bendicto XVI, la familia manifiesta y desarrolla la naturaleza relacional relacional y social de la persona. Es el primer n úcleo de la socied sociedad. ad. Lo que daña a la familia da ña a las personas y a la sociedad entera. La familia es un bien bien insustitui insus tituible ble para para los hijos, hijos, un bien necesario necesario para para los pueblos. pueblos. El amor entre entre el padre y la madre ofrece a los hijos una gran seguridad y les ense ña a conocer y vivir el amor verdader verdadero o. En la familia se aprende a amar amar y a ser amado. amado. Por eso, eso, la familia es el lugar adecuado para para nacer, nacer, crecer y vivir en la verdad verdad del del amor. Sin una familia familia estable estable,, las personas, personas, como la socie sociedad, dad, pier pierden den la confia confianza nza y la alealegr ía de vivir vivir.. El ser human humano o, sin la experienc experiencia ia básica de una familia bien construida en un amor verdadero, verdadero, queda herido para siempre.
La familia transmisora de la fe En la familia, familia, con la vida vida corporal, corporal, rec recibim ibimos os el patrimonio patrimonio espiritual espiritual de de la cultura y con ella lo m ás valioso de nuestra tradici ón espiritual, espiritual, que es la fe criscristiana. Los hijos tienen derecho derecho a ser bien educados educados por sus padres, padres, y los padres padres tienen el derecho y la obligaci ón de educar y guiar la vida cultural y espiritual espir itual de sus
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hijos. Los padres transmiten la fe a sus hijos cuando rezan con ellos, cuando les acompañan en la iniciación sacramental y eclesial, cuando en la vida diaria del hogar se manifiesta la relación filial con Dios, con Jesucristo y con la Iglesia. La tarea más grande de las familias es la transmisión de la fe a los hijos y la formación de personas libres y responsables. En la familia, gracias al ejemplo de los padres, los hijos descubren el gozo de vivir en la verdad y en el amor; esta experiencia les ayudar á a vencer los obstáculos que luego ellos han de encontrar en su vida. Los hijos tienen derecho a nacer y vivir en un hogar que les d é la experiencia de amor que necesitan para descubrir y cultivar su propia humanidad. Los padres son los primeros educadores de sus hijos y los primeros anunciadores de la fe para ellos. Los abuelos amplían la experiencia del amor y as í enriquecen la vida familiar. En un mundo tan disgregador como es el nuestro, las familias no pueden estar solas. La Iglesia tiene que ofrecerles la posibilidad de unirse y de ayudarse en el recorrido de su camino humano y espiritual, social y apost ólico. Las parroquias y los movimientos o asociaciones familiares tienen que salir a su encuentro. También la familia tiene un n úcleo natural, que es de sentido común preservar. Cuando se altera, se erosiona toda la estructura natural y es herida la propia razón. El problema es que esas heridas a la raz ón son infligidas por motivos ideol ógicos más que por verdaderas razones sociol ógicas e históricas. Existe una contradicción entre lo que las grandes mayor ías populares viven y lo que se refleja en los estudios de élite sobre la familia o en los programas pol íticos sobre el matrimonio. Las ideas sobre estructuras familiares que la mayor ía silenciosa considera de sentido común son discutidas precisamente por aquellos cuyo trabajo deber ía consistir en estudiar, ayudar y asesorar a las familias. Un riguroso análisis sociológico acaba de concluir que ciertos medios de comunicación o publicaciones especializadas adelantan modelos familiares “en los que la mayor ía de los ciudadanos se reconocen o consideran residuales ”. Ocurre así que lo anómalo comienza artificialmente a ser asimilado como natural, creándose una atmósfera opresiva que oscurece poco a poco la raz ón. En estas coordenadas se insert ó el viaje de Benedicto XVI a Valencia. Ciertamente, el objetivo no es f ácil. Supone nada menos que enfrentarse con una construcción apuntalada por tópicos y elaborada tenazmente por el pensamiento reduccionista de lo políticamente correcto.
El Papa en Valencia Al explicar el sentido de su visita a “España”, el pontífice reconoci ó: “Quiero sólo llevar un mensaje de ánimo”. Cuando le preguntaron por el contraste que se da entre el mensaje sobre la familia que transmite la Iglesia y las nuevas leyes españo-
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las, que reconocen, por ejemplo, el matrimonio homosexual, incluyendo la adopción de niños, el Papa afirmó: No quisiera comenzar inmediatamente con los aspectos negativos, porque pienso en las familias que se aman, que son felices. Queremos animar esta realidad que es realmente la realidad, que da esperanza para el futuro.
El día 9 de julio, en el momento de abandonar Valencia, después de haber clausurado el V Encuentro Mundial de las Familias, Benedicto XVI pronunció estas palabras como despedida en el aeropuerto: Conf ío en que, con la ayuda del Altísimo y la maternal protecci ón de la Virgen Mar ía, este Encuentro siga resonando como un canto gozoso del amor, de la vida y de la fe compartida en las familias, ayudando al mundo de hoy a comprender que la alianza matrimonial, por la que el var ón y la mujer establecen un v ínculo permanente, es un gran bien para toda la humanidad.
En estas palabras se resume el objetivo fundamental de todo su viaje a Espa ña. Un viaje con una clara intenci ón universal, tanto por la dimensión internacional del Encuentro que clausur ó como por el tema tratado: la función del matrimonio y de la familia en la transmisión de la fe. Benedicto XVI, delicado con todos, sin atacar a nadie, expuso el pensamiento de la Iglesia cat ólica sobre las realidades del matrimonio y de la familia, realidades que, por su profunda dimensión humana, van más allá de las fronteras religiosas o confesionales. Son dimensiones humanas fundamentales, tanto para la Iglesia como para la sociedad, para toda sociedad.Ya en el momento de su llegada, lo dijo claramente: Mi deseo es proponer el papel central, para la Iglesia y la sociedad, que tiene la familia fundada en el matrimonio. Ésta es una institución insustituible según los planes de Dios, cuyo valor fundamental la Iglesia no puede dejar de anunciar y promover, para que sea vivido siempre con sentido de responsabilidad y alegr ía.
En la vigilia de oraci ón del sábado por la noche, ya ante las familias en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, repitió que la familia es un bien necesario para los pueblos, un fundamento indispensable para la sociedad y un gran tesoro de los esposos durante toda su vida.
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El Santo Padre, por dos veces, hizo una referencia a las parroquias, una institución fundamental de la Iglesia, a menudo no suficientemente valorada. Ante la dispersión que produce la vida de hoy, sobre todo en el ámbito urbano, Benedicto XVI dijo que la familia necesita recibir acompa ñamiento, estímulo y alimento espiritual que fortalezca la cohesi ón familiar, sobre todo en las pruebas y en los momentos cr íticos. Para poderlo hacer es muy importante la aportaci ón de las parroquias, así como la de los diversos movimientos matrimoniales y familiares. Más adelante, volvió a mencionar la importancia de la parroquia a la hora de ayudar a los padres a transmitir la fe a sus hijos, que era el tema propio del V Encuentro Mundial de las Familias. Uno de los puntos en que apareció la riqueza del pensamiento de Benedicto XVI fue cuando dijo que la familia es una escuela de humanizaci ón del hombre. En este sentido, la experiencia de ser amados por los padres lleva a los hijos a tener conciencia de su dignidad de hijos.
Sin hacer apologética ni dogmatizando, aconsejó paternalmente, con la sabidur ía de un anciano, a partir de los miembros de la familia. A los abuelos: ellos pueden ser – y son tantas veces – los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. Ellos dan a los pequeños la perspectiva del tiempo, son memoria y riqueza de las familias. Ojalá que, bajo ningún concepto, sean excluidos del círculo familiar. Son un tesoro que no podemos arrebatarles a las nuevas generaciones, sobre todo cuando dan testimonio de fe ante la cercanía de la muerte. A las madres: Mar ía es la imagen ejemplar de todas las madres, de su gran misi ón como guardianas de la vida, de su misión de enseñar el arte de vivir, el arte de amar. Con referencia a los vínculos familiares: junto con la transmisión de la fe y del amor del Señor, una de las tareas más grandes de la familia es la de formar personas libres y responsables. Por ello los padres han de ir devolviendo a sus hijos la libertad, de la cual durante alg ún tiempo son tutores. Si éstos ven que sus padres – y en general los adultos que les rodean – viven la vida con alegr ía y entusiasmo, incluso a pesar de las dificultades, crecer á en ellos más f ácilmente ese gozo profundo de vivir que les ayudar á a superar con acierto los posibles obst áculos y contrariedades que conlleva la vida humana. Además, cuando la familia no se cierra en sí misma, los hijos van aprendiendo que toda persona es digna de ser amada, y que hay una fraternidad fundamental universal entre todos los seres humanos.
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Los hijos: Los hijos crecen y maduran humanamente en la medida en que acogen con confianza ese patrimonio (amar y ser amados) y esa educaci ón que van asumiendo progresivamente. De este modo, son capaces de elaborar una síntesis personal entre lo recibido y lo nuevo, y lo que cada uno y cada generación está llamado a realizar.
Destacamos que en el centro de las positivas reflexiones del Santo Padre est á el amor. Sobre este amor hizo una afirmaci ón que tenía resonancias de su primera encíclica y de su discurso en San Juan de Letr án, el 5 de junio: La fe y la ética cristiana no pretenden ahogar el amor sino hacerlo m ás sano, fuerte y realmente libre. Para ello, el amor humano necesita ser purificado y madurar para ser plenamente humano y principio de una alegr ía verdadera y duradera.
Conclusi ó n Para terminar, me gustar ía compartir una reflexi ón de G. K. Chesterton, de hace ahora un siglo, más o menos: quienes hablan contra la familia no saben lo que hacen, porque no saben lo que deshacen.
Y a ñadía: Entre las instituciones atacadas as í, de manera nada inteligente, está la creación humana fundamental: la familia.Y es atacada no porque la gente la entienda, sino porque no la entiende en absoluto. Le dan golpes a ciegas, sin pensar un momento por qué fue levantada. [...] Claro que en toda familia hay problemas, pero los problemas no se disuelven cuando se disuelve la familia. En realidad, se agrandan. [...] Además, [la familia] es el origen de toda sociedad, que se constituye siempre por un conjunto de reinos pequeños en los que un hombre y una mujer se convierten en rey y reina, y en los que ejercen una autoridad razonable, sujeta al sentido común de la comunidad, hasta que quienes están bajo su cuidado crecen y son capaces de fundar reinos similares. Ésta es la estructura social de la humanidad, mucho más vieja que toda su documentación histórica, y más universal que cualquiera de sus religiones. Por eso, todos los intentos de alterarla son engaño y estupidez [La mujer y la familia, Ed.. Styria].
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La sabidurí a popular es también una manifestación de la realidad cotidiana, a veces en formas pintorescas, pero siempre con profundidad. Muchas veces escuchamos esto: “Amor que puede terminar, nunca fue amor ”. El amor, si es verdadero, es fiel. El amor tiene la medida del hombre entero. No puede haber descuentos en el amor: o se toma, o se deja; o se da o se niega. Lleva el sello de lo definitivo. No se puede entrar en el amor con el reloj en la mano, con el cálculo mediocre de lo provisorio. Por eso excluye de antemano, valiente y generosamente, cualquier otro amor que pueda venir a hacerle sombra. El amor verdadero apuesta al todo y para siempre. Cuando Cristo afirma en su Evangelio “que no separe el hombre lo que Dios ha unido”, no promulga un mero mandato o una imposición legal, externos a la realidad del amor. Sus palabras declaran que la indisolubilidad matrimonial, tan cuestionada hoy, no es el fruto de una ley, sino del mismo amor que, cuando es genuino y profundo, no se acopla más que a una persona y para siempre. El matrimonio es indisoluble porque el amor es indisoluble. Es evidente que la vida familiar, por las inevitables dificultades por las que pasa, queda siempre bajo la amenaza del desgaste, que sólo el amor de gran calidad puede superar. El amor, lejos de ser simplemente un sentimiento superficial y voluble, es el ejercicio, siempre creciente y siempre perfeccionable, de una entrega total y plena para hacer feliz a aquel que se ama; “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos ”. El amor, la fidelidad, la familia, los hijos se juegan en el ámbito del corazón y de la intimidad; pero son fundamentalmente la base de un proyecto social. El secreto para asegurar el futuro de una sociedad y de una nación no está solamente en la educación de los niños ni tampoco de los j óvenes de modo aislado, como si fueran simplemente componentes que suman a una realidad, sino por un sentimiento vital de pertenencia que los hace experimentarse valorados y protagonistas de una historia y no extras descartables. La legitimidad de un proceso de crecimiento y transformaci ón no queda asegurada sólo por la calidad de las universidades, los profesionales, sino por la capacidad de sentirnos parte de un mismo proyecto y responsables unos de otros, cosas que se maman en la familia que vive y camina desde el v ínculo del amor. La familia no es camino: es la gran meta, porque es experiencia de amor, el gran secreto, la encrucijada, la fuente. Ella vive de lo que recibe, pero transforma lo recibido y lo entrega sin medida ni reservas. La anorexia o la fortaleza de la familia argentina ser án profecía de la anorexia o la fortaleza de nuestra sociedad presente y futura.
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A nuestras familias no les alcanza el retoque, el remiendo o una cirugía menor. Es necesaria su recreaci ón. No es una imagen lo que se ha deteriorado, sino la realidad, de su preparación, de sus condicionamientos, de su proyecto, de su estabilidad, de su unidad, de su fecundidad, de su fe, que la hace trascendente. Hay que recrear y recreer en las posibilidades de la familia, de una familia que pretende ser expresi ón y signo visible del amor. Recrearla desde una apuesta positiva y no desde un escepticismo derrotista que nos vence antes de empezar a andar. Necesitamos reaprender el lenguaje familiar en el cual cada uno tiene su lugar y por eso crece en identidad. S ólo un amor querido para siempre nos hace mirar a los otros y acompa ñar su proyecto de vida sin improvisaciones ni sustituciones. La familia no se prepara desde el noviazgo sino desde el propio hogar donde se nace y crece. La familia se piensa desde el amor y se recrea desde la niñez, la juventud; desde la educación, desde los medios de comunicación, desde la legislación y la economía, desde la salud y la vivienda, desde un proyecto político y desde una acci ón pastoral intensa y propositiva. La familia proclamada y promulgada por Cristo es algo inédito, original y desafiante. El matrimonio, para Cristo, es más que un contrato; la familia, para Cristo, es mucho más que una célula vital de la sociedad; es más que una comunidad humana indisoluble, es más que paternidad y maternidad biol ógica, más que escuela de vidas. Es un misterio sagrado que hace visible y patentiza el amor de Dios. Es comunidad sagrada, porque ahí se gesta la vida, donde Dios pone su chispa divina. Es comunidad sagrada, donde la fe es el v ínculo que hace posible un amor nuevo y renovador; donde la paternidad es transmisión de herencia vital y la maternidad pedagogía de amor, donde la oración es lugar de encuentro, de sanación de heridas, y la entrega es la caricia cotidiana. La familia no es sólo la base de la sociedad, sino su meta y su objetivo. No basta una formal protección jur ídica; es necesario alentarla, acompañarla y sanarla. El futuro de nuestra patria depende más del amor de sus familias que de una política consumista; sin embargo, la familia es bastardeada y los objetos de consumo se publicitan. Queremos que nuestra patria sobreviva atrayendo inversionistas. Regulemos adultamente este mercado para que a cambio no se nos quite la identidad de querer y construir un futuro desde un amor vivido como comuni ón y compartido con nobleza y verdad. Para el país, es más importante tener un padre responsable que un deportista imbatible o un cantante con 1.000 discos de platino; es m ás fundamental una madre que una top model con fama internacional; sin embargo, los primeros no son noticia y parece que no valen nada.
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A una familia íntegra, honesta y fuerte corresponder án una sociedad y una nación íntegras, honestas y fuertes. A una familia con raquitismo, una nación empobrecida. - Apuntalar la familia es asegurar la patria, la infancia, la juventud, la responsabilidad, el futuro. Pero la familia argentina no ofrece un cuadro alentador y el Evangelio nos exige ser esperanzados, pero profundamente realistas. Animarnos a reconocer nuestros errores y falencias para fortalecer lo d ébil y reencauzar lo torcido, sin nivelar desde la limitación sino creciendo desde la posibilidad. - Muchas veces aprendemos las lecciones en la triste escuela del dolor. Unidos a Cristo doliente es como daremos sentido a nuestros inevitables sufrimientos y muertes personales y familiares. Es imposible separar amor y muerte, amor y sacrificio, ya que no es posible amar de verdad sin la dolorosa renuncia a nuestro egoísmo y a nuestro amor propio. - Que el dolor fecunde nuestro corazón para que reaprendamos a amar y a construir familias en el amor verdadero. -
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ANEXO DOCUMENTAL
CARTA A LOS OBISPOS DE LA IGLESIA CATTÓLICA SOBRE LA COLABORACI ÓN CA DEL HOMBRE Y LA MUJER EN LA IGLESIA Y EL MUNDO Congregaci ó n para la Doctrina de la Fe
Introducci ó n 1. Experta en humanidad, humanidad, la Iglesia ha estado siempre interesad interesadaa en todo lo que se refiere refiere al hombre y a la mujer mujer.. En estos últimos tiempos se ha reflexi reflexionado onado mucho acerca de la dignidad de la mujer, mujer, sus derechos y deberes deberes en los diversos sectores de la comunidad comunidad civil y eclesial. eclesial. Habiendo contribuido contribuido a la profundizaci profundización de esta temática fundamental, fundamental, particularmente con la enseñanza de Juan Pablo II,1 la Iglesia se siente ahora interpelada por algunas corrientes de pensamiento, pensamiento, cuyas tesis tesis frecuentemente no coinciden con la finalidad genuina de la promoci ón de la mujer. Este docum documento ento,, después de una breve presentaci ón y valoración cr ítica de algunas concepciones antropológicas actuales, desea proponer proponer reflexiones reflexiones inspirainspiradas en los datos doctrinales de la antropología bíblica, que son indispensab indispensables les para salvaguardar salvaguar dar la identidad identidad de la persona humana. Se trata de presupuestos de presupuestos para una recta comprensión de la colaboración activa del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, mundo, en el reconocimiento reconocimiento de su propia propia diferencia. diferencia. Las presentes reflexiones reflexiones se pr propo oponen nen,, ade adem más, como punto punto de partida de profund profundizac izaciión dentro de la
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Iglesia, y para insta Iglesia, instaurar urar un un diálogo con todos los hombres y mujeres de buena volunta oluntad, d, en la búsqueda sincera de la verdad y el compromiso com ún de desarrollar relaciones siempre m ás auténticas.
I. El problema 2. En lo los últimos años se han delineado nuevas tendencias para afrontar la cuestión femenina. Una primera tendencia subray subrayaa fuertemente la condici condici ón de subordinaci ón de la mujer a fin de suscitar una actitud de contestaci ón. La muje mujerr, para ser ella misma, se constituye en en antagonista del hombre. hombre. A los abusos de poder responde con una estrategia de b úsqueda del poder. poder. Este proceso proceso lleva a una rivalidad entre entre los sexos, en la que la identidad identidad y el rol de uno uno son asumidos en desventaja venta ja del otro, otro, teniendo como consecuencia la introducci introducción en la antropología de una confusión deletérea rea,, que tiene tiene su implicaci implicación m ás inmediata y nefasta en la estructura de la familia. Una segunda tendencia emerge como como consecuencia de la primera. Para evitar evitar cualquier supremacía de uno u otro sexo sexo,, se tiende a cancelar las diferencia diferencias, s, consideradas como simple efecto de un condicionamiento hist órico-cul rico-cultural tural.. En esta nivelación, la dife diferen rencia cia corpórea ea,, ll llam amad adaa sexo sexo,, se minim minimiza iza,, mie mientr ntras as la dime dimennsión estrictamente estrictamente cultural, llama llamada da g g é é nero, nero, qued quedaa subraya subrayada da al máximo y considerada primaria. El obscurecerse obscurecerse de la diferencia diferencia o dualidad de los sexos produce produce enormes consecuencias de diverso diverso orden. Esta antropolog antropología, que pret pretend endía fav f avoreorecer perspectivas perspectivas igualitarias igualitarias para la mujer, mujer, liber ándola de todo determinismo biológico, ha inspirado de hecho ideologías que prom promuev ueven, en, por ejemplo ejemplo,, el cuestiocuestionamiento de la familia a causa de su índole natural natural bi-par bi-parental ental,, esto es, comp compuesuesta de padre padre y madre, madre, la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad y un modelo nuevo de sexualidad polimorfa. 3.Aunqu 3. Aunquee la raíz inmediata de dicha tendencia se coloca en el contexto de la cuestión femen femenina ina,, su más profunda motivación debe buscarse en el tentativo de la persona humana de liberarse de sus condicionamientos biol ógicos.2 Según esta perspectiva antropológica, la naturaleza humana no lleva en sí misma caracter ísticas que se impondr ían de manera absoluta: absoluta: toda persona podr ía o deber ía configurarse según sus propios propios deseos, ya que ser ía libre de toda predeterminaci ón vinculada a su constitución esencial. Esta perspectiva tiene m últipl ltiples es consecuenci consecuencias. as. Ante todo, todo, se refuerza refuerza la idea de que la liberaci ón de la mujer exige una cr ítica a las Sagradas Sagradas Escrituras Escrituras,, que transmitir ían una concepción patriarcal de Dios, alimentada por una cultura esencialmente cial mente machista machista.. En segundo segundo lugar, lugar, tal tendencia tendencia considera considerar r ía sin importancia e irrelevante el hecho de que el Hijo de Dios haya asumido la naturaleza humana en su forma masculina.
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4. Ante estas corrientes de pensamiento, la Iglesia, iluminada por la fe en Jesucristo, habla en cambio de colaboraci ón activa entre el hombre y la mujer, precisamente en el reconocimiento de la diferencia misma. Para comprender mejor el fundamento, sentido y consecuencias de esta respuesta, conviene volver, aunque sea brevemente, a las Sagradas Escrituras – ricas también en sabidur ía humana – , en las que la misma se ha manifestado progresivamente, gracias a la intervención de Dios en favor de la humanidad. 3
II. Los datos fundamentales de la antropolog í a b í blica 5. Una primera serie de textos bíblicos a examinar está constituida por los primeros tres capítulos del Génesis. Ellos nos colocan “en el contexto de aquel ‘principio’ bíblico según el cual la verdad revelada sobre el hombre como ‘imagen y semejanza de Dios’ constituye la base inmutable de toda la antropolog ía cristiana”.4 En el primer texto (Gn 1,1-2, 4), se describe la potencia creadora de la Palabra de Dios, que obra realizando distinciones en el caos primigenio. Aparecen as í la luz y las tinieblas, el mar y la tierra firme, el día y la noche, las hierbas y los árboles, los peces y los pá jaros, todos “según su especie”. Surge un mundo ordenado a partir de diferencias, que, por otro lado, son otras tantas promesas de relaciones. He aquí, pues, bosquejado el cuadro general en el que se coloca la creación de la humanidad. “ Y dijo Dios: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como seme janza nuestra’. […] Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, hombre y mujer los creó” (Gn 1, 26-27). La humanidad es descrita aquí como articulada, desde su primer origen, en la relación de lo masculino con lo femenino. Es esta humanidad sexuada la que se declara explícitamente “imagen de Dios”. 6. La segunda narración de la creación (Gn 2, 4-25) confirma de modo inequívoco la importancia de la diferencia sexual. Una vez plasmado por Dios y situado en el jardín del que recibe la gesti ón, aquel que es designado – todavía de manera genérica – como Ad án experimenta una soledad, que la presencia de los animales no logra llenar. Necesita una ayuda que le sea adecuada. El término designa aquí no un papel de subalterno sino una ayuda vital.5 El objetivo es, en efecto, permitir que la vida de Ad án no se convierta en un enfrentarse est éril, y al cabo mortal, solamente consigo mismo. Es necesario que entre en relación con otro ser que se halle a su nivel. Solamente la mujer, creada de su misma “carne” y envuelta por su mismo misterio, ofrece a la vida del hombre un porvenir. Esto se verifica a nivel ontológico, en el sentido de que la creación de la mujer por parte de Dios caracteriza a la humanidad como realidad relacional. En este encuentro emerge tambi én la palabra que por primera vez abre la boca del hombre, en una expresi ón de maravilla: “Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne ” (Gn 2, 23).
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En referencia a este texto genes íaco, el Santo Padre ha escrito: “La mujer es otro ‘ yo’ en la humanidad común. Desde el principio aparecen [el hombre y la mujer] como ‘unidad de los dos’, y esto significa la superación de la soledad original, en la que el hombre no encontraba ‘una ayuda que fuese semejante a él’ (Gn 2, 20). ¿Se trata aquí solamente de la ‘ayuda’ en orden a la acci ón, a ‘someter la tierra’ (cf. Gn 1, 28)? Ciertamente se trata de la compañera de la vida con la que el hombre se puede unir, como esposa, llegando a ser con ella ‘una sola carne’ y abandonando por esto a ‘su padre y a su madre’ (cf. Gn 2, 24)”.6 La diferencia vital est á orientada a la comunión, y es vivida serenamente tal como expresa el tema de la desnudez: “Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro” (Gn 2, 25). De este modo, el cuerpo humano, marcado por el sello de la masculinidad o la femineidad, “desde ‘el principio’ tiene un car ácter nupcial, lo que quiere decir que es capaz de expresar el amor con que el hombre-persona se hace don, verificando así el profundo sentido del propio ser y del propio existir ”.7 Comentando estos versículos del Génesis, el Santo Padre continúa: “En esta peculiaridad suya, el cuerpo es la expresi ón del espíritu y está llamado, en el misterio mismo de la creación, a existir en la comunión de las personas ‘a imagen de Dios’”.8 En la misma perspectiva esponsal se comprende en qu é sentido la antigua narración del Génesis deja entender cómo la mujer, en su ser más profundo y originario, existe “por razón del hombre” (cf. 1 Co 11, 9): es una afirmaci ón que, lejos de evocar alienación, expresa un aspecto fundamental de la semejanza con la Santísima Trinidad, cuyas Personas, con la venida de Cristo, revelan la comunión de amor que existe entre ellas. “En la ‘unidad de los dos’ el hombre y la mujer son llamados desde su origen no sólo a existir ‘uno al lado del otro’, o simplemente ‘juntos’, sino que son llamados también a existir rec procamente,‘ í el uno para el otro...’. El texto del Génesis 2, 18-25 indica que el matrimonio es la dimensi ón primera y, en cierto sentido, fundamental de esta llamada. Pero no es la única.Toda la historia del hombre sobre la tierra se realiza en el ámbito de esta llamada. Basándose en el principio del ser rec íproco ‘para’ el otro en la ‘comunión’ interpersonal, se desarrolla en esta historia la integración en la humanidad misma, querida por Dios, de lo ‘ masculino’ y de lo ‘ femenino’”.9 La visión serena de la desnudez con la que concluye la segunda narraci ón de la creación evoca aquel “muy bueno” que cerraba la creaci ón de la primera pareja humana en la precedente narraci ón. Tenemos aquí el centro del diseño originario de Dios y la verdad m ás profunda del hombre y la mujer, tal como Dios los ha querido y creado. Por más trastornadas y obscurecidas que est én por el pecado, estas disposiciones originarias del Creador no podr án ser nunca anuladas.
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7. El pecado original altera el modo con el que el hombre y la mujer acogen y viven la Palabra de Dios y su relación con el Creador. Inmediatamente después de haberles donado el jardín, Dios les da un mandamiento positivo (cf. Gn 2, 16), seguido por otro negativo (cf. Gn 2, 17), con el cual se afirma implícitamente la diferencia esencial entre Dios y la humanidad. En virtud de la seducci ón de la Serpiente, tal diferencia es rechazada de hecho por el hombre y la mujer. Como consecuencia se tergiversa tambi én el modo de vivir su diferenciaci ón sexual. La narración del Génesis establece así una relación de causa y efecto entre las dos diferencias: en cuando la humanidad considera a Dios como su enemigo se pervierte la relaci ón misma entre el hombre y la mujer.Asimismo, cuanto esta última relación se deteriora, existe el riesgo de que quede comprometido también el acceso al rostro de Dios. En las palabras que Dios dirige a la mujer despu és del pecado se expresa, de modo lapidario e impresionante, la naturaleza de las relaciones que se establecer án a partir de entonces entre el hombre y la mujer: “Hacia tu marido ir á tu apetencia, y él te dominar á” (Gn 3, 16). Ser á una relación en la que a menudo el amor quedar á reducido a pura b úsqueda de sí mismo, en una relación que ignora y destruye el amor, reemplazándolo con el yugo de la dominación de un sexo sobre el otro. La historia de la humanidad reproduce, de hecho, estas situaciones en las que se expresa abiertamente la triple concupiscencia que recuerda San Juan, cuando habla de la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (cf. 1 Jn 2,16). En esta tr ágica situación se pierden la igualdad, el respeto y el amor que, según el diseño originario de Dios, exige la relación del hombre y la mujer. 8. Recorrer estos textos fundamentales permite reafirmar algunos datos capitales de la antropología bíblica. Ante todo, hace falta subrayar el car ácter personal del ser humano.“De la reflexión bíblica emerge la verdad sobre el car ácter personal del ser humano. El hom – es persona igualmente; en efecto, ambos, han sido bre – ya sea hombre o mujer creados a imagen y semejanza del Dios personal ”.10 La igual dignidad de las personas se realiza como complementariedad f ísica, psicológica y ontológica, dando lugar a una armónica “unidualidad” relacional, que sólo el pecado y las “estructuras de pecado ” inscritas en la cultura han hecho potencialmente conflictivas. La antropología bíblica sugiere afrontar desde un punto de vista relacional , no competitivo ni de revancha, los problemas que a nivel público o privado suponen la diferencia de sexos. Además, hay que hacer notar la importancia y el sentido de la diferencia de los sexos como realidad inscrita profundamente en el hombre y la mujer. “La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano f ísico, sino tam-
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bién en el psicológico y espiritual con su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones”.11 Ésta no puede ser reducida a un puro e insignificante dato biológico, sino que “es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano”.12 Esta capacidad de amar, reflejo e imagen de Dios Amor, halla una de sus expresiones en el car ácter esponsal del cuerpo, en el que se inscribe la masculinidad y femineidad de la persona. Se trata de la dimensi ón antropológica de la sexualidad, inseparable de la teológica. La criatura humana, en su unidad de alma y cuerpo, está, desde el principio, cualificada por la relación con el otro. Esta relación se presenta siempre a la vez como buena y alterada. Es buena por su bondad originaria, declarada por Dios desde el primer momento de la creaci ón; es también alterada por la desarmon ía entre Dios y la humanidad, surgida con el pecado.Tal alteración no corresponde, sin embargo, ni al proyecto inicial de Dios sobre el hombre y la mujer, ni a la verdad sobre la relaci ón de los sexos. De esto se deduce, por lo tanto, que esta relación, buena pero herida, necesita ser sanada. ¿Cuáles pueden ser las vías para esta curación? Considerar y analizar los problemas inherentes a la relaci ón de los sexos sólo a partir de una situación marcada por el pecado llevar ía necesariamente a recaer en los errores anteriormente mencionados. Hace falta romper, pues, esta lógica del pecado y buscar una salida, que permita eliminarla del coraz ón del hombre pecador. Una orientaci ón clara en tal sentido se nos ofrece con la promesa divina de un Salvador, en la que est án involucradas la “mujer ” y su “estirpe” (cf. Gn 3, 15), promesa que, antes de realizarse, tendr á una larga preparación histórica. 9. Una primera victoria sobre el mal está representada por la historia de No é, hombre justo que, conducido por Dios, se salva del diluvio con su familia y las distintas especies de animales (cf. Gn 6-9). Pero la esperanza de salvaci ón se confirma, sobre todo, en la elección divina de Abraham y su descendencia (cf. Gn 12, 1 y ss.). Dios empieza así a desvelar su rostro para que, por medio del pueblo elegido, la humanidad aprenda el camino de la semejanza divina, es decir de la santidad, y por lo tanto del cambio del corazón. Entre los muchos modos con que Dios se revela a su pueblo (cf. Hb 1, 1), según una larga y paciente pedagogía, se encuentra también la repetida referencia al tema de la alianza entre el hombre y la mujer. Se trata de algo paradó jico si se considera el drama recordado por el Génesis y su reiteración concreta en tiempos de los profetas, así como la mezcla entre sacralidad y sexualidad, presente en las religiones que circundaban a Israel.Y sin embargo, este simbolismo parece indispensable para comprender el modo en que Dios ama a su pueblo: Dios se hace conocer como el Esposo que ama a Israel, su Esposa.
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Si en esta relación Dios es descrito como “Dios celoso” (cf. Ex 20, 5; Na 1, 2) e Israel denunciado como esposa “adúltera” o “prostituta” (cf. Os 2, 4-15; Ez 16, 15-34), el motivo es que la esperanza que se fortalece por la palabra de los profetas consiste precisamente en ver cómo Jerusalén se convierte en la esposa perfecta: “Porque como se casa joven con doncella, se casar á contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozar á por ti tu Dios” (Is 62, 5). Recreada “en justicia y en derecho, en amor y en compasión” (Os 2, 21), aquella que se alejó para buscar la vida y la felicidad en los dioses falsos retornar á, y a Aquel que le hablar á a su corazón, “ella responder á allí como en los días de su juventud” (Os 2, 17), y le oir á decir: “tu esposo es tu Hacedor ” (Is 54, 5). En sustancia es el mismo dato que se afirma cuando, paralelamente al misterio de la obra que Dios realiza por la figura masculina del Siervo, el libro de Isaías evoca la figura femenina de Si ón, adornada con una trascendencia y una santidad que prefiguran el don de la salvación destinada a Israel. El Cantar de los cantares representa sin duda un momento privilegiado en el empleo de esta modalidad de revelaci ón. Con palabras de un amor profundamente humano, que celebra la belleza de los cuerpos y la felicidad de la b úsqueda recíproca, se expresa igualmente el amor divino por su pueblo. La Iglesia no se ha engañado pues al reconocer el misterio de su relaci ón con Cristo, en su audacia de unir, mediante las mismas expresiones, aquello que hay de m ás humano con aquello que hay de m ás divino. A lo largo de todo el Antiguo Testamento se configura una historia de salvación, que pone simultáneamente en juego la participaci ón de lo masculino y lo femenino. Los términos esposo y esposa, o también alianza, con los que se caracteriza la dinámica de la salvación, aun teniendo una evidente dimensión metaf órica, representan aquí mucho más que simples met áforas. Este vocabulario nupcial toca la naturaleza misma de la relación que Dios establece con su pueblo, aunque tal relación es más amplia de lo que se puede captar en la experiencia nupcial humana. Igualmente, están en juego las mismas condiciones concretas de la redención, en el modo con el que or áculos como los de Isaías asocian papeles masculinos y femeninos en el anuncio y la prefiguraci ón de la obra de la salvaci ón que Dios está a punto de cumplir. Dicha salvación orienta al lector sea hacia la figura masculina del Siervo sufriente que hacia aquella femenina de Si ón. Los or áculos de Isaías alternan de hecho esta figura con la del Siervo de Dios, antes de culminar, al final del libro, con la visión misteriosa de Jerusalén, que da a luz un pueblo en un solo día (cf. Is 66, 7-14), profecía de la gran novedad que Dios est á a punto de realizar (cf. Is 48, 6-8). 10. Todas estas prefiguraciones se cumplen en el Nuevo Testamento. Por una parte Mar ía, como la hija elegida de Sión, recapitula y transfigura en su feminei-
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dad la condición de Israel/Esposa, a la espera del día de su salvación. Por otra parte, la masculinidad del Hijo permite reconocer cómo Jesús asume en su persona todo lo que el simbolismo del Antiguo Testamento hab ía aplicado al amor de Dios por su pueblo, descrito como el amor de un esposo por su esposa. Las figuras de Jesús y Mar ía, su Madre, no sólo aseguran la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, sino que superan a aquél. Como dice San Ireneo, con el Señor aparece “toda novedad”.13 Este aspecto es puesto en particular evidencia por el Evangelio de Juan. En la escena de las bodas de Can á, por ejemplo, Mar ía, a la que su Hijo llama “mujer ”, pide a Jesús que ofrezca como se ñal el vino nuevo de las bodas futuras con la humanidad. Estas bodas mesiánicas se realizar án en la cruz, donde, en presencia nuevamente de su madre, indicada también aquí como “mujer ”, brotar á del corazón abierto del crucificado la sangre/vino de la Nueva Alianza (cf. Jn 19, 2527.34).14 No hay, pues, nada de asombroso si Juan el Bautista, interrogado sobre su identidad, se presenta como “el amigo del novio”, que se alegra cuando oye la voz del novio y tiene que eclipsarse a su llegada: “El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Ésta es, pues, mi alegr ía, que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya ” (Jn 3, 29-30).15 En su actividad apostólica, Pablo desarrolla todo el sentido nupcial de la redención concibiendo la vida cristiana como un misterio nupcial. Escribe a la Iglesia de Corinto por él fundada: “Celoso estoy de vosotros con celos de Dios. Pues os tengo desposados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo” (2 Cor 11, 2). En la carta a los Efesios la relación esponsal entre Cristo y la Iglesia ser á retomada y profundizada con amplitud. En la Nueva Alianza la Esposa amada es la Iglesia, y – como enseña el Santo Padre en la Carta a las familias – “esta esposa, de la que habla la carta a los Efesios, se hace presente en cada bautizado y es como una persona que se ofrece a la mirada de su esposo: ‘Amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para [...] presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada ’ (Ef 5, 25-27)”.16 Meditando, por lo tanto, en la unión del hombre y la mujer como es descrita al momento de la creaci ón del mundo (cf. Gn 2, 24), el apóstol exclama: “Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia” (Ef 5, 32). El amor del hombre y la mujer, vivido con la fuerza de la gracia bautismal, se convierte ya en sacramento del amor de Cristo y la Iglesia, testimonio del misterio de fidelidad y unidad del que nace la “nueva Eva”, y del que ésta vive en su camino terrenal, en espera de la plenitud de las bodas eternas.
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11. Injertados en el misterio pascual y convertidos en signos vivientes del amor de Cristo y la Iglesia, los esposos cristianos son renovados en su corazón y pueden así huir de las relaciones marcadas por la concupiscencia y la tendencia a la sumisión, que la ruptura con Dios, a causa del pecado, había introducido en la pareja primitiva. Para ellos, la bondad del amor, del cual la voluntad humana herida ha conservado la nostalgia, se revela con acentos y posibilidades nuevas.A la luz de esto, Jesús, ante la pregunta sobre el divorcio (cf. Mt 19, 1-9), recuerda las exigencias de la alianza entre el hombre y la mujer en cuanto queridas por Dios al principio, o bien antes de la aparici ón del pecado, el cual había justificado los sucesivos acomodos de la ley mosaica. Lejos de ser la imposición de un orden duro e intransigente, esta enseñanza de Jesús sobre el divorcio es efectivamente el anuncio de una “buena noticia”: que la fidelidad es más fuerte que el pecado. Con la fuerza de la resurrección es posible la victoria de la fidelidad sobre las debilidades, sobre las heridas sufridas y sobre los pecados de la pareja. En la gracia de Cristo, que renueva su corazón, el hombre y la mujer se hacen capaces de librarse del pecado y de conocer la alegr ía del don recíproco. 12. “Todos los bautizados en Cristo os hab éis revestido de Cristo: ya no hay [...] ni hombre ni mujer ”, escribe S. Pablo a los Gálatas (Ga 3, 27-28). El Apóstol no declara aquí abolida la distinción hombre-mujer, que en otro lugar afirma pertenecer al proyecto de Dios. Lo que quiere decir es m ás bien esto: en Cristo, la rivalidad, la enemistad y la violencia, que desfiguraban la relación entre el hombre y la mujer, son superables y superadas. En este sentido, la distinción entre el hombre y la mujer es más que nunca afirmada, y en cuanto tal acompaña a la revelación bíblica hasta el final. Al término de la historia presente, mientras se delinean en el Apocalipsis de Juan “los cielos nuevos” y “la tierra nueva” (Ap 21, 1), se presenta en visión una Jerusalén femenina “engalanada como una novia ataviada para su esposo” (Ap 21, 20). La revelación misma se concluye con la palabra de la Esposa y del Esp íritu, que suplican la llegada del Esposo: “Ven Señor Jesús” (Ap 22, 20). Lo masculino y femenino son así revelados como pertenecientes ontol ó gicamente a la creaci ón, y destinados por tanto a perdurar más all á del tiempo presente , evidentemente en una forma transfigurada. De este modo caracterizan el amor que “no acaba nunca” (1 Cor 13, 8), no obstante haya caducado la expresión temporal y terrena de la sexualidad, ordenada a un r égimen de vida marcado por la generación y la muerte. El celibato por el Reino quiere ser profec ía de esta forma de existencia futura de lo masculino y lo femenino. Para los que viven el celibato, éste adelanta la realidad de una vida, que, no obstante continuar siendo aquella propia del hombre y la mujer, ya no estar á sometida a los límites presentes de la relación conyugal (cf. Mt 22, 30). Para los que viven la vida conyugal, aquel estado se con-
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vierte además en referencia y profec ía de la perfecci ón que su relaci ón alcanzar á en el encuentro cara a cara con Dios. Distintos desde el principio de la creaci ón y permaneciendo así en la eternidad, el hombre y la mujer, injertados en el misterio pascual de Cristo, ya no advierten, pues, sus diferencias como motivo de discordia que hay que superar con la negación o la nivelación, sino como una posibilidad de colaboración que hay que cultivar con el respeto rec íproco de la distinción. A partir de aquí se abren nuevas perspectivas para una comprensi ón más profunda de la dignidad de la mujer y de su papel en la sociedad humana y en la Iglesia.
III. La actualidad de los valores femeninos en la vida de la sociedad 13. Entre los valores fundamentales que están vinculados a la vida concreta de la mujer se halla lo que se ha dado en llamar la “capacidad de acogida del otro ”. No obstante el hecho de que cierto discurso feminista reivindique las exigencias “para sí misma”, la mujer conserva la profunda intuición de que lo mejor de su vida está hecho de actividades orientadas al despertar del otro, a su crecimiento y a su protección. Esta intuición está unida a su capacidad f ísica de dar la vida. Sea o no puesta en acto, esta capacidad es una realidad que estructura profundamente la personalidad femenina. Le permite adquirir muy pronto madurez, sentido de la gravedad de la vida y de las responsabilidades que ésta implica. Desarrolla en ella el sentido y el respeto por lo concreto, que se opone a abstracciones a menudo letales para la existencia de los individuos y la sociedad. En fin, es ella la que, aun en las situaciones más desesperadas – y la historia pasada y presente es testigo de ello – posee una capacidad única de resistir en las adversidades, de hacer la vida todavía posible incluso en situaciones extremas, de conservar un tenaz sentido del futuro y, por último, de recordar con las lágrimas el precio de cada vida humana. Aunque la maternidad es un elemento clave de la identidad femenina, ello no autoriza en absoluto a considerar a la mujer exclusivamente bajo el aspecto de la procreación biológica. En este sentido, pueden existir graves exageraciones que exaltan la fecundidad biol ógica en términos vitalistas, y que a menudo van acompañadas de un peligroso desprecio por la mujer. La vocaci ón cristiana a la virginidad – audaz con relación a la tradici ón veterotestamentaria y a las exigencias de muchas sociedades humanas – , tiene al respecto gran importancia.17 Ésta contradice radicalmente toda pretensión de encerrar a las mujeres en un destino que ser ía sencillamente biológico.Así como la maternidad f ísica le recuerda a la virginidad que no existe vocación cristiana fuera de la donaci ón concreta de sí al otro, igualmente la virginidad le recuerda a la maternidad f ísica su dimensión fundamentalmente espiritual: no es conform ándose con dar la vida f ísica como se genera real-
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mente al otro. Eso significa que la maternidad también puede encontrar formas de plena realización allí donde no hay generación f ísica.18 En tal perspectiva se entiende el papel insustituible de la mujer en los diversos aspectos de la vida familiar y social que implican las relaciones humanas y el cuidado del otro. Aquí se manifiesta con claridad lo que el Santo Padre ha llamado el genio de la mujer .19 Ello implica, ante todo, que las mujeres estén activamente presentes, incluso con firmeza, en la familia, “sociedad primordial y, en cierto sentido, ‘soberana’”,20 pues es particularmente en ella donde se plasma el rostro de un pueblo y sus miembros adquieren las ense ñanzas fundamentales. Ellos aprenden a amar en cuanto son amados gratuitamente, aprenden el respeto a las otras personas en cuanto son respetados, aprenden a conocer el rostro de Dios en cuanto reciben su primera revelaci ón de un padre y una madre llenos de atenciones. Cuando faltan estas experiencias fundamentales, es el conjunto de la sociedad el que sufre violencia y se vuelve, a su vez, generador de múltiples violencias. Esto implica, además, que las mujeres estén presentes en el mundo del trabajo y de la organización social, y que tengan acceso a puestos de responsabilidad que les ofrezcan la posibilidad de inspirar las pol íticas de las naciones y de promover soluciones innovadoras para los problemas económicos y sociales. Sin embargo, no se puede olvidar que la combinación de las dos actividades – la familia y el trabajo – asume, en el caso de la mujer, caracter ísticas diferentes que en el del hombre. Se plantea por tanto el problema de armonizar la legislaci ón y la organización del trabajo con las exigencias de la misi ón de la mujer dentro de la familia. El problema no es solo jur ídico, económico u organizativo, sino ante todo de mentalidad, cultura y respeto. Se necesita, en efecto, una justa valoración del trabajo desarrollado por la mujer en la familia. En tal modo, las mujeres que libremente lo deseen podr án dedicar la totalidad de su tiempo al trabajo dom éstico, sin ser estigmatizadas socialmente y penalizadas económicamente. Por otra parte, las que deseen desarrollar también otros trabajos, podr án hacerlo con horarios adecuados, sin verse obligadas a elegir entre la alternativa de perjudicar su vida familiar o de padecer una situaci ón habitual de tensión, que no facilita ni el equilibrio personal ni la armonía familiar. Como ha escrito Juan Pablo II, “ser á un honor para la sociedad hacer posible a la madre – sin obstaculizar su libertad, sin discriminación sicológica o pr áctica, sin dejarle en inferioridad ante sus compañeras – dedicarse al cuidado y a la educaci ón de los hijos, según las necesidades diferenciadas de la edad ”.21 14. En todo caso, es oportuno recordar que los valores femeninos apenas mencionados son ante todo valores humanos: la condición humana, del hombre y la mujer creados a imagen de Dios, es una e indivisible. S ólo porque las mujeres est án más inmediatamente en sintonía con estos valores pueden llamar la atención sobre
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ellos y ser su signo privilegiado. Pero en última instancia cada ser humano, hombre o mujer, está destinado a ser “para el otro”.Así se ve que lo que se llama “femineidad” es más que un simple atributo del sexo femenino. La palabra designa efectivamente la capacidad fundamentalmente humana de vivir para el otro y gracias al otro. Por lo tanto, la promoción de las mujeres dentro de la sociedad tiene que ser comprendida y buscada como una humanizaci ón, realizada gracias a los valores redescubiertos por las mujeres. Toda perspectiva que pretenda proponerse como lucha de sexos sólo puede ser una ilusión y un peligro, destinados a acabar en situaciones de segregación y competición entre hombres y mujeres, y a promover un solipsismo, que se nutre de una concepción falsa de la libertad. Sin prejuzgar los esfuerzos por promover los derechos a los que las mujeres pueden aspirar en la sociedad y en la familia, estas observaciones quieren corregir la perspectiva que considera a los hombres como enemigos que hay que vencer. La relación hombre-mujer no puede pretender encontrar su justa condici ón en una especie de contraposici ón desconfiada y a la defensiva. Es necesario que tal relación sea vivida en la paz y felicidad del amor compartido. En un nivel más concreto, las políticas sociales – educativas, familiares, laborales, de acceso a los servicios, de participaci ón cívica – , si bien por una parte tienen que combatir cualquier injusta discriminaci ón sexual, por otra deben saber escuchar las aspiraciones e individuar las necesidades de cada cual. La defensa y promoción de la idéntica dignidad y de los valores personales comunes deben armonizarse con el cuidadoso reconocimiento de la diferencia y la reciprocidad, allí donde eso se requiera para la realizaci ón del propio ser masculino o femenino.
IV. La actualidad de los valores femeninos en la vida de la Iglesia 15. Con respecto a la Iglesia, el signo de la mujer es más que nunca central y fecundo. Ello depende de la identidad misma de la Iglesia, que ésta recibe de Dios y acoge en la fe. Es esta identidad “mística”, profunda, esencial, la que se debe tener presente en la reflexión sobre los respectivos papeles del hombre y la mujer en la Iglesia. Ya desde las primeras generaciones cristianas, la Iglesia se consider ó una comunidad generada por Cristo y vinculada a Él por una relación de amor, que encontr ó en la experiencia nupcial su mejor expresi ón. Por ello la primera obligación de la Iglesia es permanecer en la presencia de este misterio del amor divino, manifestado en Cristo Jesús, contemplarlo y celebrarlo. En tal sentido, la figura de Mar ía constituye la referencia fundamental de la Iglesia. Se podr ía decir, metaf óricamente, que Mar ía ofrece a la Iglesia el espejo en el que es invitada a
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reconocer su propia identidad as í como las disposiciones del corazón, las actitudes y los gestos que Dios espera de ella. La existencia de Mar ía es para la Iglesia una invitaci ón a radicar su ser en la escucha y acogida de la Palabra de Dios. Porque la fe no es tanto la b úsqueda de Dios por parte del hombre cuanto el reconocimiento de que Dios viene a él, lo visita y le habla. Esta fe, cierta de que “ninguna cosa es imposible para Dios ” (cf. Gn 18, 14; Lc 1, 37), vive y se profundiza en la obediencia humilde y amorosa con la que la Iglesia sabe decirle al Padre: “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). La fe continuamente remite a la persona de Jes ús: “Haced lo que él os diga” (Jn 2, 5), y lo acompaña en su camino hasta los pies de la cruz. Mar ía, en la hora de las tinieblas más profundas, persiste valientemente en la fe, con la única certeza de la confianza en la palabra de Dios. También de Mar ía aprende la Iglesia a conocer la intimidad de Cristo. Mar ía, que ha llevado en sus brazos al pequeño niño de Belén, enseña a conocer la infinita humildad de Dios. Ella, que ha acogido el cuerpo martirizado de Jesús depuesto de la cruz, muestra a la Iglesia cómo recoger todas las vidas desfiguradas en este mundo por la violencia y el pecado. La Iglesia aprende de Mar ía el sentido de la potencia del amor, tal como Dios la despliega y revela en la vida del Hijo predilecto: “dispersó a los que son soberbios y exalt ó a los humildes” (Lc 1, 51-52).Y también de Mar ía los discípulos de Cristo reciben el sentido y el gusto de la alabanza ante las obras de Dios: “porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso ” (Lc 1, 49). Ellos aprenden que están en el mundo para conservar la memoria de estas “maravillas” y velar en la espera del día del Señor. 16. Mirar a Mar ía e imitarla no significa, sin embargo, empujar a la Iglesia hacia una actitud pasiva inspirada en una concepci ón superada de la femineidad. Tampoco significa condenarla a una vulnerabilidad peligrosa, en un mundo en el que lo que cuenta es sobre todo el dominio y el poder. En realidad, el camino de Cristo no es ni el del dominio (cf. Fil 2, 6), ni el del poder como lo entiende el mundo (cf. Jn 18, 26). Del Hijo de Dios aprendemos que esta “pasividad” es en realidad el camino del amor, es poder real que derrota toda violencia, es “pasión” que salva al mundo del pecado y de la muerte y recrea la humanidad. Confiando su Madre al apóstol S. Juan, el Crucificado invita a su Iglesia a aprender de Mar ía el secreto del amor que triunfa. Muy lejos de otorgar a la Iglesia una identidad basada en un modelo contingente de femineidad, la referencia a Mar ía, con sus disposiciones de escucha, acogida, humildad, fidelidad, alabanza y espera, coloca a la Iglesia en continuidad con la historia espiritual de Israel. Estas actitudes se convierten también, en Jesús y a través de él, en la vocación de cada bautizado.
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Prescindiendo de las condiciones, estados de vida, vocaciones diferentes, con o sin responsabilidades p úblicas, tales actitudes determinan un aspecto esencial de la identidad de la vida cristiana. Aun tratándose de actitudes que tendr ían que ser típicas de cada bautizado, de hecho, es caracter ístico de la mujer vivirlas con particular intensidad y naturalidad. Así, las mujeres tienen un papel de la mayor importancia en la vida eclesial, interpelando a los bautizados sobre el cultivo de tales disposiciones, y contribuyendo en modo único a manifestar el verdadero rostro de la Iglesia, esposa de Cristo y madre de los creyentes. En esta perspectiva tambi én se entiende que el hecho de que la ordenaci ón sacerdotal sea exclusivamente reservada a los hombres 22 no impide en absoluto a las mujeres el acceso al coraz ón de la vida cristiana. Ellas están llamadas a ser modelos y testigos insustituibles para todos los cristianos de c ómo la Esposa debe corresponder con amor al amor del Esposo.
Conclusi ó n 17. En Jesucristo se han hecho nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 5). La renovación de la gracia, sin embargo, no es posible sin la conversi ón del corazón. Mirando a Jesús y confesándolo como Señor, se trata de reconocer el camino del amor vencedor del pecado, que Él propone a sus disc ípulos. Así, la relación del hombre con la mujer se transforma, y la triple concupiscencia de la que habla la primera carta de S. Juan (cf. 1 Jn 2, 15-17) cesa su destructiva influencia. Se debe recibir el testimonio de la vida de las mujeres como revelaci ón de valores, sin los cuales la humanidad se cerrar ía en la autosuficiencia, en los sueños de poder y en el drama de la violencia.Tambi én la mujer, por su parte, tiene que dejarse convertir, y reconocer los valores singulares y de gran eficacia de amor por el otro del que su femineidad es portadora. En ambos casos se trata de la conversión de la humanidad a Dios, a fin de que tanto el hombre como la mujer conozcan a Dios como a su “ayuda”, como Creador lleno de ternura y como Redentor que “amó tanto al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3, 16). Una tal conversión no puede verificarse sin la humilde oraci ón para recibir de Dios aquella transparencia de mirada que permite reconocer el propio pecado y al mismo tiempo la gracia que lo sana. De modo particular se debe implorar la intercesi ón de la Virgen Mar ía, mujer según el corazón de Dios –“bendita entre las mujeres” (Lc 1, 42) – , elegida para revelar a la humanidad, hombres y mujeres, el camino del amor. Solamente así puede emerger en cada hombre y en cada mujer, según su propia gracia, aquella “imagen de Dios”, que es la efigie santa con la que están sellados (cf. Gn 1, 27). Sólo así puede ser redescubierto el camino de la paz y del estupor, del que es testigo la tradición bíblica en los versículos del Cantar de los cantares, donde cuerpos y corazones celebran un mismo júbilo.
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Ciertamente la Iglesia conoce la fuerza del pecado, que obra en los individuos y en las sociedades, y que a veces llevar ía a desesperar de la bondad de la pareja humana. Pero por su fe en Cristo crucificado y resucitado, la Iglesia conoce a ún más la fuerza del perd ón y del don de sí, a pesar de toda herida e injusticia. La paz y la maravilla que la Iglesia muestra con confianza a los hombres y mujeres de hoy son la misma paz y maravilla del jardín de la resurrección, que ha iluminado nuestro mundo y toda su historia con la revelación de que “Dios es amor ” (1 Jn 4, 8.16). El Sumo Pont fice í Juan Pablo II, en la audiencia concedida al infrascrito Cardenal Prefecto, ha aprobado la presente Carta, decidida en la Sesi ón Ordinaria de esta Congregaci ón, y ha ordenado que sea publicada. Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 31 de mayo de 2004, Fiesta de la Visitación de la Beata Virgen Mar ía. + Card. Joseph RATZINGER Prefecto + Angelo AMATO, SDB Arzobispo titular de Sila Secretario
Notas 1. Cf. JUAN PABLO II: Exhort. Apost. post sinodal Familiaris consortio (22 de noviembre de 1981): AAS 74 (1982), 81-191; Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988): AAS 80 (1988), 1653-1729; Carta a las familias (2 de febrero de 1994): AAS 86 (1994), 868-925; Carta a las mujeres (29 de junio de 1995): AAS 87 (1995), 803-812; Catequesis sobre el amor humano (1979-1984): Ense ñanzas II (1979) - VII (1984); Congregación para la Educaci ón Católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano. Pautas de educaci ón sexual (1º de noviembre de 1983): Ench.Vat. 9, 420-456; Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en familia (8 de diciembre de 1995): Ench. Vat. 14, 2008-2077. 2. Sobre esta compleja cuestión del g é nero, cf. también PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA: Familia, matrimonio y “ uniones de hecho” (26 de julio de 2000), 8: Suplemento a L ’Osservatore Romano (22 de noviembre de 2000), 4. 3.Cf.J UAN PABLO II: Carta Enc. Fides et ratio (14 de septiembre de 1998), 21:
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AAS 91 (1999), 22: “Esta apertura al misterio, que le viene de la Revelación, ha sido al final para él la fuente de un verdadero conocimiento, que ha consentido a su razón entrar en el ámbito de lo infinito, recibiendo así posibilidades de compresión hasta entonces insospechadas”. 4. JUAN PABLO II:Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 6: AAS 80 (1988), 1662; cf. S. I RENEO: Adversus haereses,V, 6, 1;V, 16, 2-3: SC 153, 72-81; 216-221; S. GREGORIO DE NISA: De hominis opificio, 16: PG 44, 180; In Canticum homilia, 2: PG 44, 805-808; S. AGUSTÍN: Enarratio in Psalmum,4,8: CCL 38, 17. 5. La palabra hebrea ezer , traducida como ayuda, indica el auxilio que s ólo una persona presta a otra persona. El término no tiene ninguna connotaci ón de inferioridad o instrumentalización. De hecho también Dios es, a veces, llamado ezer respecto al hombre (cf. Esd 18, 4; Sal 9-10, 35). 6. JUAN PABLO II: Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 6: AAS 80 (1988), 1664. 7. JUAN PABLO II: Catequesis El hombre-persona se hace don en la libertad del amor (16 de enero de 1980), 1: Ense ñanzas III, 1 (1980), 148. 8. JUAN PABLO II: Catequesis La concupiscencia del cuerpo deforma las relaciones hombre-mujer (26 de julio de 1980), 1: Ense ñanzas III, 2 (1980), 288. 9. JUAN PABLO II: Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 7: AAS 80 (1988), 1666. 10. Ibíd., nº 6, l.c., 1663. 11. CONGREGACI ÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA: Orientaciones educativas sobre el amor humano. Lineamientos de educaci ón sexual (1º de noviembre de 1983), 4: Ench.Vat. 9, 423. 12. Íd. 13. Adversus haereses,4,34,1: SC 100. 846: “Omnem novitatem attulit semetipsum afferens”. 14. La Tradición exegética antigua ve en Mar ía en el episodio de Can á la “ figura Synagog æ” y la “inchoatio Ecclesi æ” . 15. El cuarto Evangelio profundiza aquí un dato ya presente en los Sin ópticos (cf. Mt 9, 15 y par.). Sobre el tema de Jesús Esposo, cf. JUAN PABLO II: Carta a las Familias (2 de febrero de 1994), 18: AAS 86 (1994), 906-910. 16. JUAN PABLO II: Carta a las familias (2 de febrero de 1994), 19: AAS 86 (1994), 911; cf. Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 23-25: AAS 80 (1988), 1708-1715. 17. Cf. JUAN PABLO II: Exhort. Apost. post sinodal Familiaris consortio (22 de noviembre de 1981), 16: AAS 74 (1982), 98-99. 18. Ibíd., 41, l.c., 132-133; CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE: Instruc. Donum vitae (22 de febrero de 1987), II, 8: AAS 80 (1988), 96-97.
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19. Cf. JUAN PABLO II: Carta a las mujeres (29 de junio de 1995), 9-10: AAS 87 (1995), 809-810. 20. JUAN PABLO II: Carta a las familias (2 de febrero de 1994), 17: AAS 86 (1994), 906. 21. Carta Enc. Laborem exercens (14 de septiembre de 1981), 19: AAS 73 (1981), 627. 22.Cf.JUAN PABLO II: Carta Apost. Ordinatio sacerdotalis (22 de mayo de 1994): AAS 86 (1994), 545-548; C ONGREGACI ÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE: Respuesta a la duda acerca de la doctrina de la Carta Apost ólica Ordinatio sacerdotalis (28 de octubre de 1995): AAS 87 (1995), 1114.
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LA IDEOLOGÍ A DE GENDER
Jutta Burggraf
La ideología feminista de gender se extiende a partir de la d écada de los sesenta. Según ella, la masculinidad y la feminidad no estar ían determinadas fundamentalmente por el sexo, sino por la cultura. Mientras que el término “sexo” hace referencia a la naturaleza e implica dos posibilidades (var ón y mujer), el término “género” proviene del campo de la lingüística, donde se aprecian tres variaciones: masculino, femenino y neutro. Las diferencias entre el var ón y la mujer no corresponder ían, pues, fuera de las obvias diferencias morfológicas, a una naturaleza “dada”, sino que ser ían meras construcciones culturales “hechas” según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asignan a los sexos ( “roles socialmente construidos”).1 En este contexto, se destaca (no sin razón) que,en el pasado, las diferencias fueron acentuadas desmesuradamente, lo que condujo a situaciones de discriminaci ón e injusticia para muchas mujeres: durante largos siglos, correspondió al “destino femenino” ser modelada como un ser inferior, excluida de las decisiones públicas y de los estudios superiores. Pero hoy en día – se sigue afirmando – , las mujeres se dan cuenta del fraude del que han sido v íctimas, y rompen los esquemas que les fueron impuestos. Pretenden liberarse, sobre todo, del matrimonio y de la maternidad.2
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Algunos apoyan la existencia de cuatro, cinco o seis géneros, según diversas consideraciones: heterosexual masculino, heterosexual femenino, homosexual, lesbiana, bisexual e indiferenciado. De este modo, la masculinidad y la feminidad no aparecen en modo alguno como los únicos derivados naturales de la dicotom ía sexual biológica. Cualquier actividad sexual resultar ía justificable.3 La “heterosexualidad ”, lejos de ser “obligatoria”, no significar ía m ás que uno de los casos posibles de pr áctica sexual. Ni siquiera ser ía preferible para la procreación. En sociedades “más imaginativas”, la reproducción biológica puede asegurarse con otras técnicas, se ha afirmado.4 Y como la identidad gen érica (el gender ) podr ía adaptarse indefinidamente a nuevos y diferentes prop ósitos, corresponder ía a cada individuo elegir libremente el tipo de g énero al que le gustar ía pertenecer, en las diversas situaciones y etapas de su vida. Para llegar a una aceptación universal de estas ideas, los promotores del feminismo radical de género intentan conseguir un gradual cambio cultural, la llamada “deconstrucción” de la sociedad, empezando por la familia y la educación de los hijos.5 Utilizan un lenguaje ambiguo que hace parecer razonables los nuevos presupuestos éticos. La meta consiste en “reconstruir ” un mundo nuevo y arbitrario, que incluye, junto al masculino y al femenino, también otros géneros en el modo de configurar la vida humana y las relaciones interpersonales. Estas pretensiones han encontrado un ambiente favorable en la antropolog ía individualista del neoliberalismo radical. Se apoyan, por un lado, en diversas teor ías marxistas y estructuralistas,6 y por el otro, en los postulados de algunos representantes de la “revoluci ón sexual”, como Wilhelm Reich (1897-1957) y Herbert Marcuse (1898-1979), que invitaban a experimentar todo tipo de situaciones sexuales. Más directamente aún se puede ver el influjo del existencialismo ateo de Simone de Beauvoir (1908-1986), que anunció, ya en 1949, su conocido aforismo: “¡No naces mujer, te hacen mujer!”,7 más tarde completado por la lógica conclusión: “¡No se nace var ón, te hacen var ón! Tampoco la condici ón de var ón es una realidad dada desde un principio ”.8 Los estudios socioculturales de Margaret Mead (1901-1978) tambi én pueden incluirse en este proceso hist órico que consolidó una nueva rama del feminismo radical, aunque la validez científica de sus aportaciones fue cuestionada por otros investigadores.9 Al proclamar que los géneros masculino y femenino ser ían el producto de factores exclusivamente sociales, sin relación alguna con la dimensión sexual de la persona, los defensores de la teor ía de género se oponen a un modelo, igualmente unilateral que el suyo, que sostiene justamente lo contrario: niega cualquier interacción entre el individuo y la comunidad a la hora de configurar la identidad
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personal como var ón o mujer; y afirma que a cada sexo le corresponden por necesidades biológicas unas funciones sociales fijas, invariables en la historia. 10 Este modelo, sin embargo, se considera hoy en día falso a nivel teórico y jur ídico, al menos en el mundo occidental.11 Está en parte superado por la legislaci ón, pero no totalmente;12 no se puede negar que persiste su influjo en la pr áctica social.
El proceso de identificaci ó n con el propio sexo En la persona humana, el sexo y el género – el fundamento biológico y la expresión cultural – no son idénticos, pero tampoco son completamente independientes. Para llegar a establecer una relación correcta entre ambos, conviene considerar previamente el proceso en el que se forma la identidad como var ón o mujer. Los especialistas señalan tres aspectos de este proceso que, en el caso normal, se entrelazan armónicamente: el sexo biológico, el sexo psicológico y el sexo social.13 El sexo biológico describe la corporeidad de una persona. Se suelen distinguir diversos factores. El “sexo genético” (o “cromosómico”) – determinado por los cromosomas XX en la mujer, o XY en el var ón – se establece en el momento de la fecundación y se traduce en el “sexo gonadal”, que es responsable de la actividad hormonal. El “sexo gonadal”, a su vez, influye sobre el “sexo somático” (o “fenotípico”), que determina la estructura de los órganos reproductores internos y externos. Conviene considerar el hecho de que estas bases biol ógicas intervienen profundamente en todo el organismo, de modo que, por ejemplo, cada célula de un cuerpo femenino es distinta a cada c élula de un cuerpo masculino. La ciencia médica indica incluso diferencias estructurales y funcionales entre un cerebro masculino y otro femenino. 14 El sexo psicológico se refiere a las vivencias ps íquicas de una persona como var ón o mujer. Consiste, en concreto, en la conciencia de pertenecer a un determinado sexo. Esta conciencia se forma, en un primer momento, alrededor de los dos o tres años y suele coincidir con el sexo biol ógico. Puede estar afectada hondamente por la educaci ón y el ambiente en el que se mueve el ni ño. El sexo sociológico (o civil) es el sexo asignado a una persona en el momento del nacimiento. Expresa cómo es percibida por las personas a su alrededor. Señala la manera espec ífica de obrar de un var ón o de una mujer. En general, se le entiende como el resultado de procesos hist órico-culturales. Se refiere a las funciones y roles (y los estereotipos) que en cada sociedad se asignan a los diversos grupos de personas. Estos tres aspectos no deben entenderse como aislados unos de otros. Por el contrario, se integran en un proceso más amplio consistente en la formación de la propia identidad. Una persona adquiere progresivamente durante la infancia y la adolescencia la conciencia de ser “ella misma”. Descubre su
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identidad y, dentro de ella, cada vez m ás hondamente, la dimensión sexual del propio ser. Adquiere gradualmente una identidad sexual (dándose cuenta de los factores biopsíquicos del propio sexo y de la diferencia respecto al otro sexo) y una identidad genérica (descubriendo los factores psicosociales y culturales del papel que las mujeres o varones desempe ñan en la sociedad). En un correcto y arm ónico proceso de integraci ón, ambas dimensiones se corresponden y complementan. Una consideración especial merecen los estados intersexuales (los llamados intersexos), ya que algunos argumentan que la existencia de personas transexuales y hermafroditas demostrar ía que no hay solamente dos sexos. Pero los estados intersexuales significan anomalías con caracter ísticas clínicas variadas; suelen ocurrir en una etapa muy precoz del desarrollo embrionario. Se definen por la contradicción de uno o más de los criterios de definici ón sexual. Es decir, las personas transexuales disponen de una patología en alguno de los puntos de la cadena biol ógica que conduce a la diferenciaci ón sexual. Sufren alteraciones en el desarrollo normal del sexo biol ógico y, en consecuencia, también del sexo psicosocial. 15 En vez de utilizarlas como propaganda para conseguir la “deconstrucción” de las bases de la familia y de la sociedad, conviene mostrarles respeto y darles un tratamiento médico adecuado. Hay que distinguir la identidad sexual (var ón o mujer) de la orientaci ón sexual (heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad). Se entiende como orientación sexual comúnmente la preferencia sexual que se establece en la adolescencia, coincidiendo con la época en que se completa el desarrollo cerebral.Tiene una base biológica y es configurada, además, por otros factores como la educación, la cultura y las experiencias propias.Aunque los números var ían según las diversas investigaciones, se puede decir que la inmensa mayor ía de las personas humanas son heterosexuales.16 Otra cosa también distinta es la conducta sexual. En el caso normal, designa el propio comportamiento elegido, puesto que hay un margen muy amplio de libertad en el modo en que tanto la mujer como el var ón pueden vivir su sexualidad.
Hacia una comprensi ó n de la diferencia sexual Como la persona entera es var ón o mujer, en la unidad de cuerpo y alma,17 la masculinidad o feminidad se extiende a todos los ámbitos de su ser: desde el profundo significado de las diferencias f ísicas entre el var ón y la mujer y su influencia en el amor corporal, hasta las diferencias psíquicas entre ambos y la forma diferente de manifestar su relaci ón con Dios. Aunque no existe ningún rasgo psicológico o espiritual atribuible sólo a uno de los sexos, existen, sin embar-
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go, caracter ísticas que se presentan con una frecuencia especial y de manera m ás pronunciada en los varones, y otras en las mujeres. Es una tarea sumamente dif ícil de distinguir en este campo. Probablemente, nunca ser á posible determinar con exactitud científica lo que es “típicamente masculino” o “típicamente femenino”, pues la naturaleza y la cultura est án entrelazadas, desde el principio, muy estrechamente. Pero el hecho de que el var ón y la mujer experimenten el mundo de forma diferente, desempeñen tareas de manera distinta, sientan, planeen y reaccionen de manera desigual, tiene un fundamento sólido en la constitución biológica propia de cada uno de ellos. La sexualidad habla unas veces de identidad y otras veces de alteridad.Var ón y mujer tienen la misma naturaleza humana, pero la tienen de modos distintos. En cierto sentido, se complementan. Por esto, el var ón tiende “constitutivamente ” a la mujer, y la mujer al var ón.18 No buscan una unidad andr ógena, como sugiere la mítica visión de Aristófanes en El banquete , pero sí se necesitan mutuamente para desarrollar plenamente su humanidad.19 La mujer es dada como “ayuda” al var ón por el Creador, y viceversa, lo que no equivale a “siervo” ni expresa ningún desprecio,20 según ha sostenido Juan Pablo II en su carta apostólica Mulieris dignitatem.También en la relación marido-mujer, la “sumisión” no es unilateral, sino recíproca. Es deseable una subordinación mutua en el amor. Es un hecho biológico que sólo la mujer puede ser madre, y sólo el var ón puede ser padre. La procreaci ón se encuentra ennoblecida en ellos por el amor en que se desarrolla y, precisamente por la vinculación al amor, ha sido puesta por Dios en el centro de la persona humana como labor conjunta de los dos sexos. La paternidad común muestra un especial protagonismo y la confianza inmensa de Dios. Tanto el var ón como la mujer son capaces de satisfacer una necesidad fundamental del otro. En su mutua relación, uno permite al otro descubrirse y realizarse en su propia condición sexuada. Uno hace al otro consciente de ser llamado a la comunión y capaz para entregarse al otro, en mutua subordinación amorosa. Ambos, desde perspectivas distintas, llegan a la propia felicidad sirviendo a la felicidad del otro. Mientras que el cambio arbitrario del gender atestigua un cierto af án de autosuficiencia, la sexualidad humana significa una clara disposición hacia el otro. Manifiesta que la plenitud humana reside precisamente en la relaci ón, en el ser-para-el-otro. Impulsa a salir de sí mismo, buscar al otro y alegrarse en su presencia. Es como el sello del Dios del amor en la estructura misma de la naturaleza humana. Aunque cada persona es querida por Dios “por sí misma”21 y llamada a una plenitud individual, no puede alcanzarla sino en comunión con otros. Está hecha para dar y recibir amor. De esto nos habla la condici ón sexual, que tiene un inmenso valor en sí misma.Ambos sexos están llamados por el mismo Dios a actuar y vivir conjunta-
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mente.22 Ésa es su vocación. Se puede incluso afirmar que Dios no ha creado al hombre var ón y mujer para que engendren nuevos seres humanos, sino que, justo al revés, tienen ellos la capacidad de engendrar para perpetuar la imagen divina que reflejan en su condici ón sexuada. Ser mujer y ser var ón no se agotan en ser, respectivamente, madre o padre. Considerando las cualidades específicas de la mujer, se ha reflexionado, a veces, sobre la “maternidad espiritual”; el Papa Juan Pablo II precisa este concepto y habla m ás oportunamente del “genio de la mujer ”.23 Constituye una determinada actitud básica que corresponde a la estructura f ísica de la mujer y se ve fomentada por ella. En efecto, no parece descabellado suponer que la intensa relación que la mujer guarda con la vida pueda generar en ella unas disposiciones particulares.As í como durante el embarazo la mujer experimenta una cercanía única hacia un nuevo ser humano, así también su naturaleza favorece el encuentro interpersonal con quienes le rodean. El “genio de la mujer ” se puede traducir en una delicada sensibilidad frente a las necesidades y requerimientos de los dem ás, en la capacidad de darse cuenta de sus posibles conflictos interiores y de comprenderlos. Se la puede identificar, cuidadosamente, con una especial capacidad de mostrar el amor de un modo concreto24 y desarrollar la “ética” del cuidado. Donde hay un “genio femenino” debe haber también un “genio masculino”, un talento específico del var ón. Éste tiene por naturaleza una mayor distancia respecto de la vida concreta. Se encuentra siempre “fuera” del proceso de la gestaci ón y del nacimiento, y sólo puede tener parte en ellos a trav és de su mujer. Precisamente esa mayor distancia le puede facilitar una acci ón más serena para proteger la vida y asegurar su futuro. Puede llevarle a ser un verdadero padre, no sólo en la dimensión f ísica, sino también en sentido espiritual.25 Puede llevarle a ser un amigo imperturbable, seguro y de confianza. Pero puede llevarle también, por otro lado, a un cierto desinter és por las cosas concretas y cotidianas, lo que, desgraciadamente, se ha favorecido en las épocas pasadas por una educaci ón unilateral. En todos los ámbitos y sectores de la sociedad, en la cultura y el arte, la política y la economía, la vida pública y la privada, varones y mujeres están llamados a aceptarse mutuamente y a construir juntos un mundo habitable. Este mundo llegar á a su plenitud en el momento en que ambos sexos le entreguen arm ónicamente su contribución específica.
Relaci ó n adecuada entre sex y gender Hay una profunda unidad entre las dimensiones corporales, psíquicas y espirituales en la persona humana, una interdependencia entre lo biol ógico y lo cultural. El obrar tiene su base en la naturaleza y no puede desvincularse completamente de ella.
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La unidad y la igualdad entre var ón y mujer no anulan las diferencias.Aunque tanto las cualidades femeninas como las masculinas sean variables en gran medida, no pueden ser ignoradas ignoradas completamente. completamente. Sigue habiendo un trasfondo de configuración natural, que no puede ser anulado sin esfuerzos desesperados, desesperados, que conducen, duce n, en definit definitiv iva, a, a la autonegac autonegaciión. La cultura, cultura, a su vez,tiene vez, tiene que dar dar una respuesta respuesta adecuada adecuada a la naturaleza. naturaleza.No No debe ser un obstáculo al progreso progreso de los grupos gr upos humanos. Es evidente que han existido en la histo historia, ria, y aún existen en el mundo, mundo, muchas injusticias hacia las mujeres. Este largo elenco de discriminaciones no tiene ning ún fundamento biológico gico,, sin sino o unas raíces culturales, cultur ales, y es preci preciso so erradicarlas. erradicarlas. Las funcion funciones es sociales sociales no deben deben consider considerarse arse como irremediablemente unidas a la genética o a la biología. Es deseable deseable que la mujer asuma nuevos roles que estén en armonía con su digni dignidad. dad. En este sentido sentido,, el Papa Papa Juan Ju an Pab Pablo lo II rech rechaza aza expl explícitamente la noción biológica determinista de que todos los roles y relaciones de los dos sexos están fijados en un único modelo estáti tico co,, y exhorta a los varones a participar “en el gran proceso de liberación de la mujer ”.26 Es indudable que la incorporaci ón de la mujer al mercado laboral es un avance que, ciertamente, crea nuev nuevos os retos para ambos sexos. El término rmino gender gender puede puede aceptarse como expresi ón humana y, y, por tanto, tanto, libre libre,, que se basa en una identidad sexual biológica, mascu masculina lina o femenina. femenina.27 Es adecuado para describir los aspectos culturales que rodean a la construcci ón de las funciones del var ón y de la mujer mujer en el contexto contexto social. social. Sin embargo embargo,, no todas todas las funciones significan algo construido a voluntad; voluntad; algunas tienen una mayor mayor raigambre biológica. Por tanto tanto, puede también apreciarse que la presencia de una cierta diversidad de roles en modo alguno es mala para las mujeres, con tal de que esta diversidad no sea resultado de una imposición arbitr arbitraria, aria, sin sino o más bien expresión de lo que es específicamente masculino o femenino.28
Hoy en día, muchas personas vuelven vuelven a ver de nuevo nuevo con claridad que no pueden llegar a ser libres m ás allá de los límites de la propia propia naturaleza; naturaleza; que el sexo sexo,, más que un privilegio o una discriminaci ón, ta tamb mbiién es siempre una oportunidad para el propio propio desarrollo desarrollo.. En consecuencia, consecuencia, se empeñan por conseguir que la promoci ón de la mujer no s ólo se lleve a cabo fuera fuera del hogar. hogar. Si es cierto que las mujeres no se muestran únicamente como como esposas y madres, madres, muchas sí son esposas esposas y madr madres, es, o quieren quiere n serlo, y hay que crear las posibilidades para que puedan serlo con dignidad. La familia, ciertamente, no es una tarea tarea exclusiv exclusivaa de la mujer. mujer. Pero ero,, aun cuancuando el var ón muestre su responsabilidad y compagine adecuadamente sus tareas profesionales profe sionales y familiares, no se puede negar que que la mujer juega un papel papel suma-
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mente importante mente importante en el hogar. hogar. La espec específica contribución que aporta allí debe tenerse plenamente en cuenta en la legislaci ón y debe ser tambi én justamente remunerada, rem unerada, bajo el punto de vista económico y sociopolítico.29 La colaboración para elaborar esta legislación deber á considerarse mundialmente no s ólo como derecho der echo,, sino también como deber de la mujer.
Nota final El desarrollo de una sociedad depende del empleo de todos los recursos humanos. Por tanto, tanto, mujer mujeres es y varones varones deben participar en todas las esferas de la vida pública y privada. Los intentos que procuran conseguir conseguir esta meta justa a niveles de gobierno pol ítico tico,, empr empresarial, esarial, cultu cultural, ral, soci social al y familia familiarr pueden pueden abor abordarse darse bajo el concepto de “perspectiva de igualdad de g énero ( gender gender )”, si esta esta igualda igualdad d incluye el derecho a ser diferentes. De hecho hecho,, algun algunos os pa países y organismos internacionales tienen en cuenta la diferente situación de varones varones y mujeres, mujeres, y desarrollan planes para la igualdad de oportunidades, que ayudan ayudan a conseguir conseguir la promoci promoción de la mujer.Y a la hora de adoptar políti tica cas, s, la “perspectiva de género” plantea el problema de cu áles ser án los posibles efectos de esas decisiones en las realidades respectivas de varones y muj ujer eres es.. Es Esta ta “perspectiva de g énero”, que defiend defiendee el derecho derecho a la diferenci diferenciaa entre varones y mujeres y promueve la corresponsabilidad en el trabajo y la familia, no debe confundirse con el planteamiento planteamiento radical se ñalado al principio principio,, que ignora y aplasta la diversidad natural de ambos sexos.
Notas 1. En los idiomas donde no se dispone de de dos palabras diferentes diferentes (sex ( sex - gender , sexo - géner nero), o), se suele suele hablar hablar de “sexo biológico” y “sexo psicosocial”. Así, por ejemplo ejem plo,, en alem alemán: “biologisches Geschlecht ” -“ psychosoziales Geschlecht Geschlec ht ”. 2. Algunos adeptos del feminismo de género proponen: “In order to be effective in the long run, fam family ily planning planning program programmes mes should not only only focus on attempting attempting to reduce fertility within existing gender roles, roles, but rather on changing gender roles in order order to reduce fertility” (“Para ser efectivos efectivos a largo plazo, plazo, los programas programas de planificaci ón familiar deben buscar no s ólo reducir la fertilidad dentro de los roles de g énero existentes ten tes,, sin sino o más bien cambiar los roles de g énero a fin de reducir la fertilidad ”). La cita se encuentra en Division for the Advanceme Advancement nt of Women for the Expert Group Meeting Meeti ng on Family Family Planning, Planning, Health and Famil Familyy Well Being, Being, Gende Genderr Perspective Perspective in Family Planning Programs (Ba (Banga ngalor loree, Ind India ia 26-30 26-30 de octubr octubree de 1992), 1992), org organi anizazado en colaboración con el United Nations Populations Populations Fund (UNFP (UNFPA). A).
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3. “Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del del sexo, sexo, el género mismo mismo viene a ser un artificio libre libre de ataduras. En consecuenci cue ncia, a, var ón y masculino podr ían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; masculino; muje mujerr y feme femenino nino,, tanto un cuerpo masculino masculino como como uno femenino”. C f . BUTLER, Jud udit ith: h: Gender Trouble rouble.. Feminism and the Subversion of Identity, Identity, New Yorkork-Londo London, n, 1990 1990,, p. 6. Aunqu Aunquee este traba trabajo jo est é criticad criticado o, en algunos algunos círculos extremistas todavía más radicales, por no separarse del del todo de la dimensión biológica, puede considerarse como una de las obras clave clave que presenta presenta la ideología de gender de gender . Feminism , Bo 4. HARTMANN, H.: The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism, Bost ston on,, 1981,, p. 16. Como muc 1981 muchos hos otr otros, os, la autor autoraa antici anticip p ó, en parte, parte, la comple completa ta disocia disocia-ción entre sexualidad y procreaci ón, mate maternidad/p rnidad/paternida aternidad d y filia filiaci ción que las intervenciones intervenci ones artificiales hacen posible hoy en d ía. 5. PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA: Fam amil ilia ia,, ma matri trimo moni nioo y un unio ione ness de hecho (26 de julio julio de de 2000), 2000), 8. El femini feminismo smo de de género ha encontrado favorable aco ac ogid gidaa en en un bue uen n número de importantes importantes instituciones instituciones internacionales, internacionales, entre las que se encuentran algunos organismos de la Organizaci ón de Naciones Unidas. En no pocas pocas universidades universidades se pretende pretende.. además, ele eleva varr los “Gender Studies” a un nu nuev evo o rango rango cient científico. 6. Fue Fried Friedrich rich ENGELS quien sentó las bases de unión entre el marxismo y el femini fem inismo smo.. Cf. su obra The Origin of the Family Family,, Property and and the State , NewYork, ork,1972. 1972. Original alemán: Der Ursprung der Fumilie Fumilie,, des Privateigentum Privateigentum und des Staates, Staates, 18 1884 84.. 7. DE BEAUVOIR, S.: Das andere Geschlecht , Ham amb bur urg, g, 195 951 1, p. 28 285. 5. Ori rigi gina nall francés: Le Dexi è è me me Sexe , Pari aris, s, 19 1949 49.. 8. DE BEAUVOIR, S.: Alles in Allem, Allem, Ha Hamb mbur urg, g, 19 1974 74,, p. 45 455. 5. 9.Cf.MEAD,M.: Male and an d Female.A Female. A Study of the t he Sexes in i n a Changing Chan ging Word ,New , New York, Y ork, 1949; SOLÉ ROMEO, G.: Historia del del feminismo feminismo.. Siglos XIX y XX , Pam ampl plon ona, a, 1995, 19 95, pp pp.. 5050-53. 53. 10. Con respecto a los diversos diversos modelos que presenta presenta la relaci relación entre var ón y mujer mujer,, cf. el esquema clarificador de E LÓSEGUI, M.: La transexualidad. Jurisprudencia y argumentaci ón jur í ídica, d ica, Gra Granad nada, a, 19 1999, 99, pp pp.. 91 91-11 -118. 8. 11. La subord subordinac inaciión de la mujer atenta contra el principio de igualdad entre los sexos y contra los derechos humanos reconocidos en la Declaraci ón Universal de la Organizaci ón de las Naciones Unidas de 1948 y en otros muchos documentos de la ONU. 12. Cf. los est estudi udios os de de ELÓSEGUI, M.: “Los derechos reproductiv reproductivos. os. Un nuevo nuevo concepto jur ídico procedente del mundo legal anglosajón”, Anuario de Derecho Eclesi ástico del Estado, Estado, 16, 2000: 689. “Existe todavía discriminación dir directa, ecta, indi indi--
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recta y oculta en el ámbito laboral, en el de la seguridad social, en el derecho financiero, etcétera”. 13. El sexo biológico suele denominarse simplemente sex, sexo, mientras que el sexo psicológico y el social est án unidos en el t érmino gender , género. 14. ” Cf.KELLI, D. D.: “Sexual Differentiation of the Nervous System”, en KANDEL, E. R., SCHWARTZ, J. H. y JESSELL, T. M.: Principles of Neura1 Science , Norwalk, Connecticut, Ed. Appleton and Lange, 2000, pp. 1131-1149; N OPOULOS, P., FLAUM, M., O’LEARY, D. y ANDREASEN, N. C.: “Sexual Dimorphism in the Human Brain: Evaluation of Tissue Volume, Tissue Composition and Surface Anatomy Using Magnetic Resonante Imaging ”: Psychiatry Res, 2, 2000: l-13; DAVISON, H., CAVE, K. R. y SELLNER, D.: “Differences in Visual Attention and Task Interference Between Males and Females Reflect Differences in Brain Laterality”, Neuropsychologia, 4, 2000: 508514; SAMTO, N., IRNEZ, V., DEIBER, M. P. y HALLETT, M.: “Gender Difference in Premotor Activity During Active Tactile Discrimination”, Neuroimage , 5, 2000: 532-540; KANSAKU, K., YUXWRA, A. y KITAZAWA, S.: “Sex Differences in Lateralization Revealed in the Posterior Language Areas”, Cereb Cortex, 9, 2000: 866-872. 15. No corresponde, por ejemplo, el sexo fenotípico plenamente con el sexo cromosómico y gonadal, o no corresponden los órganos sexuales externos e internos. Así, las personas transexuales perciben pertenecer al sexo opuesto del que indica su anatomía. Para más información, cf. GONZÁLEZ MERLO, J.: Ginecolog ía , Barcelona, 1998, cap. 3: “Estados Intersexuales”; MARCUELLO, A. C. y ELÓSEGUI, M.: “Sexo, género, identidad sexual y sus patologías”, Cuadernos de Bioé tica, 3, 1999: 459-477. 16. Cf., por ejemplo, los estudios del psiquiatra VAN DEM AARDEW, G. J. M.: Das Drama des gew ö hnlichen Homosexuellen. Analyse und Therapie , NeuhausenStuttgart, 1995, pp. 17-47. Original ingl és: Homosexuality as a Disease of Self Pity. 17. CONCILIO VATICANO II: Constitución pastoral Gaudium et spes, 14. 18. Cf. SCOLA,A.: ¿Qué es la vida?, Madrid, 1999, p. 128. 19. Cf. ibíd., p. 129. 20. Cf. JUAN PABLO II: Carta apostólica Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1985), 10.También el salmista dice a Dios: “Tú eres mi ayuda” (Sal 70, 6). Cf. Sal 115, 9. 10. 11; 118, 7; 146, 5. 21. Cf. Gaudium et spes, 2 4 , y Mulieris dignitatem, 7, 10, 13, 18, 20 y 30. 22. La sexualidad humana hace referencia a una voluntad inefable de Dios. Cf. Gn 1, 27: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, var ón y mujer los creó”. 23. Cf. BURGGRAF, J.: “ Juan Pablo II y la vocación de la mujer ”, Scripta Theologica, 31, 1,1999: 139-155. 24. Cf. Mulieris dignitatem, 30.
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25. Paternidad espiritual supone liberarse del egocentrismo, “ser conquistado por el amor ”.Cf.WOJTYLA, K.: “Radiation of fatherhood ”, en The Collected Plays and Writings on Theater , Berkeley, 1987, p. 355. 26. JUAN PABLO II: Carta a las mujeres (29 de junio de 1995), 6. 27. Cf. los documentos de la Delegación de la Santa Sede incorporados a las Actas de la Conferencia Mundial celebrada en Pek ín en 1995, recogidos por CASAS TORRES, J. M.: La cuarta conferencia mundial sobre la mujer , Madrid, 1998, p. 78. 28. JUAN PABLO II: Carta a las mujeres, 6. 29. Cf. JUAN PABLO II: Encíclica Laborem exercens (14 de septiembre de 1981), 19.
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LA IDEOLOGÍ A DE GÉNERO. SUS PELIGROS Y ALCANCES – hoc de la mujer Comisi ó n ad Comisi ó n Episcopal de Apostolado Laical Conferencia Episcopal Peruana *
Presentaci ó n Se ha estado oyendo durante estos últimos años la expresión “género” y muchos se imaginan que es s ólo otra manera de referirse a la divisi ón de la humanidad en dos sexos, pero detr ás del uso de esta palabra se esconde toda una ideología que busca precisamente hacer salir el pensamiento de los seres humanos de esta estructura bipolar. Los proponentes de esta ideología quieren afirmar que las diferencias entre el var ón y la mujer, fuera de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija que haga a unos seres humanos varones y a otros mujeres. Piensan más bien que las diferencias de manera de pensar, obrar y valorarse a s í mismos son el producto de la cultura de un pa ís y de una época determinados, que les asigna a cada grupo de personas una serie de caracter ísticas que se explican por las conveniencias de las estructuras sociales de dicha sociedad. Quieren rebelarse contra esto y dejar a la libertad de cada cual el tipo de “género” al que quieren pertenecer, todos igualmente válidos. Esto hace que http://www.rcp.net.pe/IAL/cep/docum/gene_alz.htm. En base al informe “La desconstrucción de la mujer ” de Dale O’Leary *
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hombres y mujeres heterosexuales, los homosexuales y las lesbianas, y los bisexuales sean simplemente modos de comportamiento sexual producto de la elecci ón de cada persona, libertad que todos los demás deben respetar. No se necesita mucha reflexión para darse cuenta de lo revolucionaria que es esta posición, y de las consecuencias que tiene la negación de que haya una naturaleza dada a cada uno de los seres humanos por su capital gen ético. Se diluye la diferencia entre los sexos como algo convencionalmente atribuido por la sociedad, y cada uno puede “inventarse” a sí mismo. Toda la moral queda librada a la decisi ón del individuo y desaparece la diferencia entre lo permitido y lo prohibido en esta materia. Las consecuencias religiosas son también obvias. Es conveniente que el público en general se d é clara cuenta de lo que todo esto significa, pues los proponentes de esta ideología usan sistemáticamente un lenguaje equívoco para poder infiltrarse m ás f ácilmente en el ambiente, mientras habitúan a las personas a pensar como ellos. Este librito puede ayudar mucho en precisar conceptos y llamar a una toma de posici ón con respecto a la mencionada ideología. Mons. Oscar ALZAMORA REVOREDO, S.M. Obispo Auxiliar de Lima, Miembro de la CEAL Lima, abril 1998
LA IDEOLOG Í A DE G É NERO. SUS PELIGROS Y ALCANCES El género es una construcción cultural; por consiguiente, no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo. [ …] Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia, hombre y masculino podr ían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino.1 Estas palabras que podr ían parecer tomadas de un cuento de ciencia ficci ón que vaticina una seria pérdida de sentido com ún en el ser humano, no son otra cosa que un extracto del libro Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity (El problema del g én ero: el feminismo y la subversi ón de la identidad ) de la feminista radical Judith Butler, que viene siendo utilizado desde hace varios años como libro de texto en diversos programas de estudios femeninos de prestigiosas universidades norteamericanas, en donde la perspectiva de g énero viene siendo ampliamente promovida. Mientras muchos podr ían seguir considerando el término “género” como simplemente una forma cortés de decir “sexo” para evitar el sentido secundario
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que “sexo” tiene en inglés, y que por tanto “género” se refiere a seres humanos masculinos y femeninos, existen otros que desde hace ya varios a ños han decidido difundir toda una “nueva perspectiva” del término. Esta perspectiva, para sorpresa de muchos, se refiere al término género como “roles socialmente construidos”. La IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, realizada en septiembre de 1995 en Pek ín, fue el escenario elegido por los promotores de la nueva perspectiva para lanzar una fuerte campa ña de persuasión y difusión. Es por ello que desde dicha cumbre la “perspectiva de g énero” ha venido filtr ándose en diferentes ámbitos no sólo de los países industrializados, sino además de los países en vías de desarrollo.
Definici ó n del t é rmino gé nero Precisamente en la cumbre de Pek ín, muchos de los delegados participantes que ignoraban esta “nueva perspectiva” del término en cuestión, solicitaron a sus principales propulsores una definici ón clara que pudiera iluminar el debate.As í, la directiva de la conferencia de la ONU emiti ó la siguiente definici ón: El género se refiere a las relaciones entre mujeres y hombres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo.
Esta definición creó confusión entre los delegados a la cumbre, principalmente entre los provenientes de pa íses católicos y de la Santa Sede, quienes solicitaron una mayor explicitación del término ya que se presentía que éste podr ía encubrir una agenda inaceptable que incluyera la tolerancia de or ientaciones e identidades homosexuales, entre otras cosas. Fue entonces que Bella Abzug, ex-diputada del Congreso de los Estados Unidos, intervino para completar la novedosa interpretación del término “género”: El sentido del término “género” ha evolucionado, diferenciándose de la palabra “sexo” para expresar la realidad de que la situaci ón y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio.
Quedaba claro, pues, que los partidarios de la perspectiva de g énero proponían algo mucho más temerario, como por ejemplo que no existe un hombre natural o una mujer natural, que no hay conjunción de caracter ísticas o de una conducta exclusiva de un s ólo sexo, ni siquiera en la vida psíquica.2
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Así, la inexistencia de una esencia femenina o masculina nos permite rechazar la supuesta “superioridad” de uno u otro sexo, y cuestionar en lo posible si existe una forma “natural” de sexualidad humana.3
Ante tal situación, muchos delegados cuestionaron el término así como su inclusión en el documento. Sin embargo, la ex-diputada Abzug abogó f érreamente en su favor: El concepto de “género” está enclavado en el discurso social, político y legal contempor áneo. Ha sido integrado a la planificación conceptual, al lenguaje, los documentos y programas de los sistemas de las Naciones Unidas [ …] los intentos actuales de varios Estados Miembros de borrar el t érmino “género” en la Plataforma de Acci ón y reemplazarlo por “sexo” [son] una tentativa insultante y degradante de revocar los logros de las mujeres, de intimidarnos y de bloquear el progreso futuro.
El apasionamiento de Bella Abzug por incluir el t érmino en Pekín llamó la atención de muchos delegados. Sin embargo, el asombro y desconcierto fue mayor luego que uno de los participantes difundiera algunos textos empleados por las feministas de género, profesoras de reconocidos Colleges y Universidades de los Estados Unidos. De acuerdo a la lista de lecturas obtenida por el delegado, las “feministas de género” defienden y difunden las siguientes definiciones: -
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Hegemonía o hegemónico: Ideas o conceptos aceptados universalmente como naturales, pero que en realidad son construcciones sociales. Desconstrucción: La tarea de denunciar las ideas y el lenguaje hegemónico (es decir aceptados universalmente como naturales), con el fin de persuadir a la gente para creer que sus percepciones de la realidad son construcciones sociales. Patriarcado, Patriarcal: Institucionalización del control masculino sobre la mujer, los hijos y la sociedad, que perpetúa la posición subordinada de la mujer. Perversidad polimorfa, sexualmente polimorfo: Los hombres y las mujeres no sienten atracción por personas del sexo opuesto por naturaleza, sino más bien por un condicionamiento de la sociedad. As í, el deseo sexual puede dirigirse a cualquiera. Heterosexualidad obligatoria: Se fuerza a las personas a pensar que el mundo está dividido en dos sexos que se atraen sexualmente uno al otro.
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Preferencia u orientación sexual: Existen diversas formas de sexualidad – inclu yendo homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales y travestis – como equivalentes a la heterosexualidad. - Homofobia: Temor a relaciones con personas del mismo sexo; personas pre juiciadas en contra de los homosexuales. (El t érmino se basa en la noci ón de que el prejuicio contra los homosexuales tiene sus ra íces en el ensalzamiento de las tendencias homosexuales). -
Estas definiciones fueron tomadas del material obligatorio del curso “Reimagen del Género” dictado en un prestigioso College norteamericano. Asimismo, las siguientes afirmaciones corresponden a la bibliograf ía obligatoria del mismo: La teor ía feminista ya no puede darse el lujo simplemente de vocear una tolerancia del “lesbianismo” como “estilo alterno de vida ” o hacer alusión de muestra a las lesbianas. Se ha retrasado demasiado una cr ítica feminista de la orientaci ón heterosexual obligatoria de la mujer.4 Una estrategia apropiada y viable del derecho al aborto es la de informar a toda mujer que la penetración heterosexual es una violación, sea cual fuere su experiencia subjetiva contraria.5
Las afirmaciones citadas podr ían parecer suficientemente reveladoras sobre la peligrosa agenda de los promotores de esta “perspectiva”. Sin embargo, existen aún otros postulados que las “feministas de género” propagan cada vez con mayor fuerza: Cada niño se asigna a una u otra categor ía en base a la forma y tama ño de sus órganos genitales. Una vez hecha esta asignación nos convertimos en lo que la cultura piensa que cada uno es – femenina o masculino – . Aunque muchos crean que el hombre y la mujer son expresión natural de un plano genético, el género es producto de la cultura y el pensamiento humano, una construcción social que crea la “verdadera naturaleza” de todo individuo.6
Es así que para las “feministas de género”, éste implica clase, y la clase presupone desigualdad. Luchar más bien por desconstruir el g énero llevar á mucho más r ápidamente a la meta.7
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El feminismo de g é nero
¿Pero en qué consiste el “feminismo de género” y cuál es la diferencia con el comúnmente conocido feminismo? Para comprender m ás a profundidad el debate en torno al “término género”, vale la pena responder a esta pregunta. El término “feministas de género” fue acuñado en primer lugar por Christina Hoff Sommers en su libro Who Stole Feminism? (¿Qui én se robó el feminismo?), con el fin de distinguir el feminismo de ideolog ía radical surgido hacia fines de los sesenta, del anterior movimiento feminista de equidad. Aquí las palabras de Hoff Sommers: El feminismo de equidad es sencillamente la creencia en la igualdad legal y moral de los sexos. Una feminista de equidad quiere para la mujer lo que quiere para todos: tratamiento justo, ausencia de discriminación. Por el contrario, el feminismo del “género” es una ideología que pretende abarcarlo todo, según la cual la mujer norteamericana está presa en un sistema patriarcal opresivo. La feminista de equidad opina que las cosas han mejorado mucho para la mujer; la feminista del “género” a menudo piensa que han empeorado.Ven señales de patriarcado por dondequiera y piensan que la situación se pondr á peor. Pero esto carece de base en la realidad norteamericana. Las cosas nunca han estado mejores para la mujer que hoy conforma 55% del estudiantado universitario, mientras que la brecha salarial continúa cerr ándose.8
Al parecer, este “feminismo de género” tuvo una fuerte presencia en la Cumbre de Pekín.Así lo afirma Dale O’Leary, autora de numerosos ensayos sobre la mujer y participante en la Conferencia de Pek ín, quien asegura que durante todas las jornadas de trabajo, aquellas mujeres que se identificaron como feministas abogaron persistentemente por incluir la “perspectiva del género” en el texto, por la definición de “género” como “roles socialmente construidos” y por el uso de “género” en sustitución de “mujer ” o de masculino y femenino. De hecho todas las personas familiarizadas con los objetivos del “feminismo de género” reconocieron inmediatamente la conexi ón entre la mencionada ideología y el borrador del “Programa de Acción” del 27 de febrero, que incluía propuestas aparentemente inocentes y t érminos particularmente ambiguos.
Neo-marxismo En palabras de Dale O’Leary, la teor ía del “feminismo de género” se basa en una interpretación neo-marxista de la historia. Comienza con la afirmación de Marx, de que toda la historia es una lucha de clases, de opresor contra oprimido, en una batalla que se resolver á sólo cuando los oprimidos se percaten de su situa-
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ción, se alcen en revolución e impongan una dictadura de los oprimidos. La sociedad ser á totalmente reconstruida y emerger á la sociedad sin clases, libre de conflictos, que asegurar á la paz y prosperidad ut ópicas para todos. O’Leary agrega que Frederick Engels fue quien sent ó las bases de la unión entre el marxismo y el feminismo. Para ello cita el libro El origen de la familia, la propiedad y el Estado, escrito por el pensador alemán en 1884, en el que señala: El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio mon ógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino.9
Según O’Leary, los marxistas clásicos creían que el sistema de clases desaparecer ía una vez que se eliminara la propiedad privada, se facilitara el divorcio, se aceptara la ilegitimidad, se forzara la entrada de la mujer al mercado laboral, se colocara a los niños en institutos de cuidado diario y se eliminara la religi ón. Sin embargo, para las “feministas de género”, los marxistas fracasaron por concentrarse en soluciones económicas sin atacar directamente a la familia, que era la verdadera causa de las clases. En ese sentido, la feminista Shulamith Firestone afirma la necesidad de destruir la diferencia de clases, m ás aún la diferencia de sexos: asegurar la eliminación de las clases sexuales requiere que la clase subyugada (las mujeres) se alce en revoluci ón y se apodere del control de la reproducci ón; se restaure a la mujer la propiedad sobre sus propios cuerpos, como también el control femenino de la fertilidad humana, incluyendo tanto las nuevas tecnologías como todas las instituciones sociales de nacimiento y cuidado de ni ños.Y así como la meta final de la revolución socialista era no sólo acabar con el privilegio de la clase econ ómica, sino con la distinción misma entre clases econ ómicas, la meta definitiva de la revolución feminista debe ser igualmente – a diferencia del primer movimiento feminista – no simplemente acabar con el privilegio masculino sino con la distinci ón de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres humanos ya no importar ían culturalmente.10
Cuando la Naturaleza estorba Es claro, pues, que para esta nueva “perspectiva de g énero”, la realidad de la naturaleza incomoda, estorba, y por tanto, debe desaparecer. Al respecto, la propia Shulamith Firestone decía: Lo “natural” no es necesariamente un valor “humano”. La humanidad ha comenzado a sobrepasar a la naturaleza; ya no podemos justificar la continuaci ón de un sis-
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tema discriminator io de clases por sexos sobre la base de sus or ígenes en la Naturaleza. De hecho, por la sola razón de pragmatismo empieza a parecer que debemos deshacernos de ella.11
Para los apasionados defensores del la “nueva perspectiva”, no se deben hacer distinciones porque cualquier diferencia es sospechosa, mala, ofensiva. Dicen además que toda diferencia entre el hombre y la mujer es construcci ón social y por consiguiente tiene que ser cambiada. Buscan establecer una igualdad total entre hombre y mujer, sin considerar las naturales diferencias entre ambos, especialmente las diferencias sexuales; más aún, relativizan la noción de sexo de tal manera que, según ellos, no existir ían dos sexos, sino más bien muchas “orientaciones sexuales”. Así, los mencionados promotores del “género” no han visto mejor opción que declararle la guerra a la naturaleza y a las opciones de la mujer. Según O’Leary, las “feministas de género” a menudo denigran el respeto por la mujer con la misma vehemencia con que atacan el irrespeto, porque para ellas el “enemigo” es la diferencia. Sin embargo, es evidente que no toda diferencia es mala ni mucho menos irreal.Tanto el hombre como la mujer – creados a imagen y semejanza de Dios – tienen sus propias particularidades naturales que deben ser puestas al servicio del otro, para alcanzar un enriquecimiento mutuo. Esto, claro está, no significa que los recursos personales de la femineidad sean menores que los recursos de la masculinidad; simplemente significa que son diferentes. En tal sentido, si aceptamos el hecho de que hombre y mujer son diferentes, una diferencia estadística entre hombres y mujeres que participen en una actividad en particular podr ía ser más que una muestra de discriminaci ón, el simple reflejo de esas diferencias naturales entre hombre y mujer. No obstante, ante la evidencia de que estas diferencias son naturales, los propulsores de la “nueva perspectiva” no cuestionan sus planteamientos sino m ás bien atacan el concepto de naturaleza. Además, consideran que las diferencias de “género”, que según ellos existen por construcción social, fuerzan a la mujer a ser dependiente del hombre y por ello, la libertad para la mujer consistir á, no en actuar sin restricciones indebidas, sino en liberarse de “roles de género socialmente construidos”. En ese sentido, Ann Ferguson y Nancy Folbre afirman: las feministas deben hallar modos de apoyo para que la mujer identifique sus intereses con la mujer, antes que con sus deberes personales hacia el hombre en el contexto de la familia. Esto requiere establecer una cultura feminista revolucionaria auto-
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definida de la mujer, que pueda sostener a la mujer, ideológica y materialmente, “fuera del patriarcado”. Las redes de soporte contra-hegemónico material y cultural pueden proveer substitutos mujer-identificados de la producci ón sexo-afectiva patriarcal, que proporcionen a las mujeres mayor control sobre sus cuerpos, su tiempo de trabajo y su sentido de sí mismas.12
Con dicho fin, Ferguson y Folbre diseñan 4 áreas claves de “ataque”: 1) Reclamar apoyo económico oficial para el cuidado de ni ños y los derechos reproductivos. 2) Reclamar libertad sexual, que incluye el derecho a la preferencia sexual (derechos homosexuales/lesbianos). 3) El control feminista de la producci ón ideológica y cultural (es importante porque la producci ón cultural afecta los fines, el sentido de sí mismo, las redes sociales y la producción de redes de crianza y afecto, amistad y parentesco social). 4) Establecer ayuda mutua: sistemas de apoyo económico a la mujer, desde redes de identificación única con la mujer, hasta juntas de mujeres en los sindicatos que luchen por los intereses femeninos en el trabajo asalariado. 13
Una buena excusa: la mujer Luego de revisar la peculiar “agenda feminista”, Dale O’Leary evidencia que el propósito de cada punto de la misma no es mejorar la situaci ón de la mujer, sino separar a la mujer del hombre y destruir la identificación de sus intereses con los de sus familias. Asimismo, agrega la experta, el inter és primordial del feminismo radical nunca ha sido el de mejorar directamente la situaci ón de la mujer ni aumentar su libertad. Por el contrario, para las feministas radicales activas, las mejoras menores pueden obstaculizar la revoluci ón de clase sexo/género. Esta afirmación es confirmada por la feminista Heidi Hartmann, que radicalmente afirma: La cuestión de la mujer nunca ha sido la “cuestión feminista”. Ésta se dirige a las causas de la desigualdad sexual entre hombres y mujeres, del dominio masculino sobre la mujer.14
No en vano, durante la Conferencia de Pekín, la delegada canadiense Valerie Raymond manifestó su empeño en que la cumbre de la mujer se abordara paradó jicamente “no como una ‘conferencia de la mujer ’” sino que “los temas debían enfocarse a través de una ‘óptica de género’”.
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Así, dice O’Leary, la “nueva perspectiva” tiene como objeto propulsar la agenda homosexual/lesbiana/bisexual/transexual, y no los intereses de las mujeres comunes y corrientes.
Roles socialmente construidos Para tratar este punto, tomemos la definición de “género” señalada en un volante que fuera circulado en la Reuni ón del ComPrep (Comité Preparatorio de Pekín) por partidarias de la perspectiva en cuesti ón. Género se refiere a los roles y responsabilidades de la mujer y del hombre que son determinados socialmente. El género se relaciona con la forma en que se nos percibe y se espera que pensemos y actuemos como mujeres y hombres, por la forma en que la sociedad est á organizada, no por nuestras diferencias biológicas.
Vale señalar que el término “rol” distorsiona la discusión. Siguiendo el estudio de O’Leary, el “rol” se define primariamente como: parte de una producci ón teatral en la cual una persona, vestida especialmente y maquillada, representa un papel de acuerdo con un libreto escrito. El uso del t érmino “rol” o de la frase “roles desempeñados” transmite necesariamente la sensaci ón de algo artificial que se le impone a la persona. Cuando se sustituye “rol” por otro vocablo – tal como vocación – , se pone de manifiesto c ómo el término “rol” afecta nuestra percepci ón de identidad. Vocaci ón envuelve algo auténtico, no artificial, un llamado a ser lo que somos. Respondemos a nuestra vocaci ón a realizar nuestra naturaleza o a desarrollar nuestros talentos y capacidades innatos. En ese sentido, por ejemplo, O ’Leary destaca la vocaci ón femenina a la maternidad, pues la maternidad no es un “rol”. Cuando una madre concibe a un hijo, emprende una relaci ón de por vida con otro ser humano. Esta relación define a la mujer, le plantea ciertas responsabilidades y afecta casi todos los aspectos de su vida. No está representando el papel de madre; es una madre. La cultura y la tradición ciertamente influyen sobre el modo en que la mujer cumple con las responsabilidades de la maternidad, pero no crean madres, aclara O’Leary. Sin embargo, los promotores de la “perspectiva de g énero” insisten en decir que toda relación o actividad de los seres humanos es resultado de una “construcción social” que otorga al hombre una posici ón superior en la sociedad y a la mujer una inferior. Según esta perspectiva, el progreso de la mujer requiere que se libere a toda la sociedad de esta “construcción social”, de modo que el hombre y la mujer sean iguales.
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Para ello, las “feministas de género” señalan la urgencia de “desconstruir estos roles socialmente construidos”, que según ellas, pueden ser divididos en tres categor ías principalmente: -
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Masculinidad y Feminidad . Consideran que el hombre y la mujer adultos son construcciones sociales; que en realidad el ser humano nace sexualmente neutral y que luego es socializado en hombre o mujer. Esta socialización, dicen, afecta a la mujer negativa e injustamente. Por ello, las feministas proponen depurar la educación y los medios de comunicación de todo estereotipo y de toda imagen específica de género, para que los niños puedan crecer sin que se les exponga a trabajos “sexo-específicos”. Relaciones familiares: padre, madre, marido y mujer . Las feministas no sólo pretenden que se sustituyan estos términos “género-específicos” por palabras “género-neutrales ”, sino que aspiran a que no haya diferencias de conducta ni responsabilidad entre el hombre y la mujer en la familia. Según Dale O’Leary, ésta es la categor ía de “roles socialmente construidos” a la que las feministas le atribuyen mayor importancia porque consideran que la experiencia de relaciones “sexo-específicas” en la familia son la principal causa del sistema de clases “sexo/géneros”. Ocupaciones o profesiones. El tercer tipo de “roles socialmente construidos” abarca las ocupaciones que una sociedad asigna a uno u otro sexo.
Si bien las tres categor ías de “construcción social” ya podr ían ser suficientes, el repertorio de las “feministas de género” incluye una más: la reproducción humana que, según dicen, también es determinada socialmente.Al respecto, Heidi Hartmann afirma: La forma en que se propaga la especie es determinada socialmente. Si biol ógicamente la gente es sexualmente polimorfa y la sociedad estuviera organizada de modo que se permitiera por igual toda forma de expresi ón sexual, la reproducción ser ía resultado sólo de algunos encuentros sexuales: los heterosexuales. La división estricta del trabajo por sexos, un invento social común a toda sociedad conocida, crea dos géneros muy separados y la necesidad de que el hombre y la mujer se junten por razones económicas. Contribuye así a orientar sus exigencias sexuales hacia la realizaci ón heterosexual, y a asegurar la reproducción biológica. En sociedades más imaginativas, la reproducción biológica podr ía asegurarse con otras técnicas.15
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El objetivo: desconstruir la sociedad Queda claro pues, que la meta de los promotores de la “perspectiva de g énero”, fuertemente presente en Pekín, es el llegar a una sociedad sin clases de sexo. Para ello, proponen desconstruir el lenguaje, las relaciones familiares, la reproducción, la sexualidad, la educación, la religión, la cultura, entre otras cosas.Al respecto, el material de trabajo del curso Re-Imagen del Género dice lo siguiente: El género implica clase, y la clase presupone desigualdad. Luchar más bien por desconstruir el género llevar á mucho más r ápidamente a la meta. Bien, es una cultura patriarcal y el g énero parece ser básico al patriarcado. Después de todo, los hombres no gozar ían del privilegio masculino si no hubiera hombres.Y las mujeres no ser ían oprimidas sino existiera tal cosa como “la mujer ”. Acabar con el género es acabar con el patriarcado, como también con las muchas injusticias perpetradas en nombre de la desigualdad entre los g éneros.16
En tal sentido, Susan Moller Okin escribe un art ículo en el que se lanza a pronosticar lo que para ella ser ía el “soñado futuro sin géneros”: No habr ía presunciones sobre roles masculino o femenino; dar a luz estar ía conceptualmente tan distante de la crianza infantil, que ser ía motivo de asombro que hombres y mujeres no fueran igualmente responsables de las áreas domésticas, o que los hijos pasaran mucho más tiempo con uno de los padres que con el otro. Ser ía un futuro en el que hombres y mujeres participar ían en número aproximadamente igual en todas las esferas de la vida, desde el cuidado de los infantes hasta el desempe ño político de más alto nivel, incluyendo los más diversos tipos de trabajo asalariado. Si hemos de guardar la m ás mínima lealtad a nuestros ideales democr áticos, es esencial distanciarnos del género […]. Parece innegable que la disolución de roles de g énero contribuir ía a promover la justicia en toda nuestra sociedad, haciendo as í de la familia un sitio mucho más apto para que los hijos desarrollen un sentido de justicia. 17
Para ello, también proponen la “desconstrucción de la educaci ón” tal como se lee en el discurso que la Presidenta de Islandia,Vigdis Finnbogadottir, diera en una conferencia preparatoria a la Conferencia de Pek ín organizada por el Consejo Europeo en febrero de 1995. Para ella, así como para todos los demás defensores de la “perspectiva de g énero”, urge desconstruir no sólo la familia sino también la educación. Las niñas deben ser orientadas hacia áreas no tradicionales y no se las debe exponer a la imagen de la mujer como esposa o madre, ni se les debe involucrar en actividades femeninas tradicionales.
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La educación es una estrategia importante para cambiar los prejuicios sobre los roles del hombre y la mujer en la sociedad. La perspectiva del “género” debe integrarse en los programas. Deben eliminarse los estereotipos en los textos escolares y conscientizar en este sentido a los maestros, para asegurar así que niñas y niños hagan una selección profesional informada, y no en base a tradiciones prejuiciadas sobre el “género”.18
Primer blanco, la Familia: El final de la familia biol ógica eliminar á también la necesidad de la represi ón sexual. La homosexualidad masculina, el lesbianismo y las relaciones sexuales extramaritales ya no se ver án en la forma liberal como opciones alternas, fuera del alcance de la regulación estatal […] en vez de esto, hasta las categor ías de homosexualidad y heterosexualidad ser án abandonadas: la misma “institución de las relaciones sexuales ”, en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido, desaparecer á. La humanidad podr ía revertir finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa natural. 19
Esta palabras de Alison Jagger, autora de diversos libros de texto utilizados en programas de estudios femeninos en Universidades norteamericanas, revelan claramente la hostilidad de las “feministas del género” frente a la familia. La igualdad feminista radical significa, no simplemente igualdad bajo la ley y ni siquiera igual satisfacci ón de necesidades básicas, sino más bien que las mujeres – al igual que los hombres – no tengan que dar a luz […]. La destrucción de la familia biológica que Freud jamas visualiz ó permitir á la emergencia de mujeres y hombres nuevos, diferentes de cuantos han existido anteriormente.20
Al parecer, la principal razón del rechazo feminista a la familia es que para ellas esta institución básica de la sociedad “crea y apoya el sistema de clases sexo/g énero”. Así lo explica Christine Riddiough, colaboradora de la revista publicada por la institución internacional anti-vida “Catholics for a Free Choice ” (“Católicas por el derecho a elegir ”): La familia nos da las primeras lecciones de ideolog ía de clase dominante y también le imparte legitimidad a otras instituciones de la sociedad civil. Nuestras familias son las que nos enseñan primero la religión, a ser buenos ciudadanos […] tan completa es la hegemon ía de la clase dominante en la familia, que se nos ense ña que ésta encarna el orden natural de las cosas. Se basa en particular en una relaci ón entre el hombre y la mujer que reprime la sexualidad, especialmente la sexualidad de la mujer.21
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Para quienes tienen una visi ón marxista de las diferencias de clases como causa de los problemas, apunta O’Leary, “diferente ” es siempre “desigual” y “desigual” siempre es “opresor ”. En este sentido, las “feministas de género” consideran que cuando la mujer cuida a sus hijos en el hogar y el esposo trabaja fuera de casa, las responsabilidades son diferentes y por tanto no igualitarias. Entonces ven esta “desigualdad” en el hogar como causa de “desigualdad” en la vida pública, ya que la mujer, cuyo inter és primario es el hogar, no siempre tiene el tiempo y la energ ía para dedicarse a la vida pública. Por ello afirman: Pensamos que ninguna mujer deber ía tener esta opción. No deber ía autorizarse a ninguna mujer a quedarse en casa para cuidar a sus hijos. La sociedad debe ser totalmente diferente. Las mujeres no deben tener esa opción, porque si esa opción existe, demasiadas mujeres decidir án por ella.22
Además, las “feministas de género” insisten en la desconstrucción de la familia no sólo porque según ellas esclaviza a la mujer, sino porque condiciona socialmente a los hijos para que acepten la familia, el matrimonio y la maternidad como algo natural.Al respecto, Nancy Chodorow afirma: Si nuestra meta es acabar con la divisi ón sexual del trabajo en la cual la mujer maternaliza, tenemos que entender en pr imer lugar los mecanismos que la reproducen. Mi recuento indica exactamente el punto en el que debe intervenirse. Cualquier estrategia para el cambio cuya meta abarque la liberaci ón de las restricciones impuestas por una desigual organizaci ón social por géneros, debe tomar en cuenta la necesidad de una reorganización fundamental del cuidado de los hijos, para que sea compartido igualmente por hombres y mujeres.23
Queda claro que para los propulsores del “género” las responsabilidades de la mujer en la familia son supuestamente enemigas de la realizaci ón de la mujer. El entorno privado se considera como secundario y menos importante; la familia y el trabajo del hogar como “carga” que afecta negativamente los “proyectos profesionales” de la mujer. Este ataque declarado contra la familia, sin embargo, contrasta notablemente con la Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada, como es sabido, por la ONU en 1948. En el art ículo 16 de la misma, las Naciones Unidas defienden enf áticamente a la familia y al matrimonio:
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1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutar án de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disoluci ón del matrimonio. 2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podr á contraerse el matrimonio. 3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado. Sin embargo, los artífices de la nueva “perspectiva de género” presentes en la cumbre de la mujer pusieron al margen todas estas premisas y por el contrario apuntaron desde entonces la necesidad de “desconstruir ” la familia, el matrimonio, la maternidad, y la feminidad misma para que el mundo pueda ser libre. En cambio, los representantes de las principales naciones comprometidas con la defensa de la vida y los valores familiares que participaron en Pek ín alzaron su voz en contra de este tipo de propuestas, sobre todo al descubrir que el documento de la cumbre eliminaba arbitrariamente del vocabulario del programa las palabras “esposa”, “marido”, “madre”, “padre”. Ante tal hecho, Barbara Ledeen, Directora del Independent Women Forum, una organización de defensa de la mujer ampliamente reconocida en Estados Unidos, señaló: El documento está inspirado en teor ías feministas ultra radicales, de viejo sello conflictivo, y representa un ataque directo a los valores de la familia, el matrimonio y la femineidad.
El Papa Juan Pablo II, por su parte, tiempo antes de la Conferencia de Pek ín, ya había insistido en se ñalar la estrecha relación entre la mujer y la familia. Durante el encuentro que sostuvo con Gertrude Mongella, Secretaria General de la Conferencia de la Mujer, previo a la cumbre mundial, dijo: No hay respuesta a los temas sobre la mujer, que pueda pasar por alto la funci ón de la mujer en la familia. [ …] Para respetar este orden natural, es necesario hacer frente a la concepci ón errada de que la funci ón de la mater nidad es opresiva para la mujer.
Lamentablemente, la propuesta del Consejo Europeo para la Plataforma de Acción de Pekín fue completamente ajena a las orientaciones del Santo Padre. Ya es hora de dejar en claro que los estereotipos de g éneros son anticuados: los hombres ya no son únicamente los machos que sostienen la familia ni las mujeres s ólo
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esposas y madres. No debe subestimarse la influencia psicológica negativa de mostrar estereotipos femeninos.24
Ante esta postura, O’Leary escribe en su informe que si bien es cierto que las mujeres no deben mostrarse únicamente como esposas y madres, muchas sí son esposas y madres, y por ello una imagen positiva de la mujer que se dedica s ólo al trabajo del hogar no tiene nada de malo. Sin embargo, la meta de la perspectiva del “género” no es representar aut énticamente la vida de la mujer, sino una estereotipificaci ón inversa según la cual las mujeres que “sólo” sean esposas y madres nunca aparezcan bajo un prisma favorable.
Salud y Derechos Sexuales Reproductivos En la misma línea, las “feministas de género” incluyen como parte esencial de su agenda la promoción de la “libre elección” en asuntos de reproducci ón y de estilo de vida. Según O’Leary, “libre elección de reproducci ón” es la expresión clave para referirse al aborto a solicitud; mientras que “estilo de vida” apunta a promover la homosexualidad, el lesbianismo y toda otra forma de sexualidad fuera del matrimonio. Así, por ejemplo, los representantes del Consejo Europeo en Pekín lanzaron la siguiente propuesta: Deben escucharse las voces de mujeres jóvenes, ya que la vida sexual no gira sólo alrededor del matrimonio. Esto lleva al aspecto del derecho a ser diferente, ya sea en términos de estilo de vida – la elección de vivir en familia o sola, con o sin hijos – o de preferencias sexuales. Deben reconocerse los derechos reproductivos de la mujer lesbiana.25
Estos “derechos” de las lesbianas incluir ían también el “derecho” de las pare jas lesbianas a concebir hijos a través de la inseminación artificial, y de adoptar legalmente a los hijos de sus compa ñeras. Pero los defensores del “género” no s ólo proponen este tipo de aberraciones sino que adem ás defienden el “derecho a la salud ” que, en honor a la verdad, se aleja por completo de la verdadera salud del ser humano. En efecto, ignorando el derecho de todo ser humano a la vida, éstos proponen el derecho a la salud, que incluye el derecho a la salud sexual y reproductiva. Paradó jicamente, esta “salud reproductiva” incluye el aborto y, por tanto, la “muerte” de seres humanos no nacidos. No en vano, las “feministas de g énero” son fuertes aliadas de los Ambientalistas y Poblacionistas. Según O’Leary, aunque las tres ideologías no concuerdan en todos sus aspectos, tienen en común el proyecto del aborto. Por
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un lado, los Ambientalistas y Poblacionistas consideran esencial para el éxito de sus agendas el estricto control de la fertilidad, y para ello están dispuestos a usar la “perspectiva de género”. La siguiente cita de la Division for the Advance of Women (División para el Avance de las Mujeres) propuesta en una reuni ón organizada en consulta con el Fondo de Poblaci ón de la ONU, revela la manera de pensar de aquellos interesados primariamente en que haya cada vez menos gente que vea el “género”: Para ser efectivos en el largo plazo, los programas de planificaci ón familiar deben buscar no sólo reducir la fertilidad dentro de los roles de g énero existentes, sino más bien cambiar los roles de g énero a fin de reducir la fertilidad. 26
Así, los “nuevos derechos” propuestos por las “feministas de género” no se reducen simplemente a los derechos de “salud reproductiva” que, como hemos mencionado ya, promueven el aborto de un ser humano no nacido, sino que además exigen el “derecho” a determinar la propia identidad sexual. En un volante que circuló durante la Conferencia de Pekín, la ONG International Gay and Lesbian Human Rights Commission (Comisión Internacional de los Derechos Humanos de Homosexuales y Lesbianas) exigió este derecho en los siguientes t érminos: Nosotros, los abajo firmantes, hacemos un llamado a los Estados Miembros a reconocer el derecho a determinar la propia identidad sexual; el derecho a controlar el propio cuerpo, particularmente al establecer relaciones de intimidad; y el derecho a escoger, dado el caso, cuándo y con quién engendrar y criar hijos, como elementos fundamentales de todos los derechos humanos de toda mujer, sin distingo de orientación sexual.
Esto es más preocupante aún si se toma en cuenta que para las “feministas de género” existen cinco sexos. Rebecca J. Cook, docente de Leyes en la Universidad de Toronto y redactora del aporte oficial de la ONU en Pek ín, señala en la misma línea de sus compañeros de batalla, que los géneros masculino y femenino ser ían una “construcción de la realidad social ” que deber ían ser abolidos. Increíblemente, el documento elaborado por la feminista canadiense afirma que “los sexos ya no son dos sino cinco”, y por tanto no se deber ía hablar de hombre y mujer, sino de “mujeres heterosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales, hombres homosexuales y bisexuales”. La “libertad” de los propulsores del “género” para afirmar la existencia de 5 sexos contrasta con todas las pruebas científicas existentes según las cuales sólo hay
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dos opciones desde el punto de vista gen ético: o se es hombre o se es mujer; no hay absolutamente nada, científicamente hablando, que esté en el medio.
Ataque a la Religi ó n Si bien las “feministas de género” promueven la “desconstrucción” de la familia, la educación y la cultura como panacea para todos los problemas, ponen especial énfasis en la “desconstrucción” de la religión que, según dicen, es la causa principal de la opresi ón de la mujer. Numerosas ONGs acreditadas ante la ONU se han empe ñado en criticar a quienes ellos denominan “fundamentalistas” (cristianos católicos, evangélicos y ortodoxos, judíos y musulmanes, o cualquier persona que rehuse ajustar las doctrinas de su religión a la agenda del “feminismo de género”). Un video promotor del Foro de las ONGs en la Conferencia de Pek ín, producido por Judith Lasch, señala: Nada ha hecho más por constreñir a la mujer que los credos y las ense ñanzas religiosas.
De la misma manera, el informe de la Reunión de Estrategias Globales para la Mujer contiene numerosas referencias al fundamentalismo y a la necesidad de contrarrestar sus supuestos ataques a los derechos de la mujer. Toda forma de fundamentalismo, sea político, religioso o cultural, excluye a la mujer de normas de derechos humanos de aceptaci ón internacional, y la convierte en blanco de violencia extrema. La eliminaci ón de estas pr ácticas es preocupaci ón de la comunidad internacional.
De otro lado, el informe de la reunión preparatoria a la Conferencia de Pek ín organizada por el Consejo Europeo en febrero de 1995 incluye numerosos ataques a la religi ón: El surgimiento de toda forma de fundamentalismo religioso se considera como una especial amenaza al disfrute por parte de la mujer de sus derechos humanos y a su plena participación en la toma de decisiones a todo nivel en la sociedad. 27 […] debe capacitarse a las mujeres mismas, y dárseles la oportunidad de determinar lo que sus culturas, religiones y costumbres significan para ellas.28
Vale señalar que para el “feminismo de género”, la religión es un invento humano y las religiones principales fueron inventadas por hombres para oprimir
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a las mujeres. Por ello, las feministas radicales postulan la re-imagen de Dios como Sophia: Sabidur ía femenina. En ese sentido, las “teólogas del feminismo de género” proponen descubrir y adorar no a Dios, sino a la Diosa. Por ejemplo, Carol Christ, autodenominada “teóloga feminista de género”, afirma lo siguiente: Una mujer que se haga eco de la afirmaci ón dramática de Ntosake Shange: “Encontr é a Dios en mí misma y la am é ferozmente” está diciendo: “El poder femenino es fuerte y creativo”. Está diciendo que el principio divino, el poder salvador y sustentador, está en ella misma y que ya no ver á al hombre o a la figura masculina como salvador.29
Igual de extrañas son las palabras de Elisabeth Schussler Fiorenza, otra “teóloga feminista de g énero” que niega de raíz la posibilidad de la Revelaci ón, tal como se lee en la siguiente cita: Los textos bíblicos no son revelación de inspiración verbal ni principios doctrinales, sino formulaciones históricas […]. Análogamente, la teor ía feminista insiste en que todos los textos son producto de una cultura e historia patriarcal androc éntrica.30
Además, Joanne Carlson Brown y Carole R. Bohn, también autodenominadas teólogas de la “escuela feminista de género”, atacan directamente al cristianismo como propulsor del abuso infantil: El cristianismo es una teolog ía abusiva que glorifica el sufrimiento. ¿Cabe asombrarse de que haya mucho abuso en la sociedad moderna, cuando la imagen teológica dominante de la cultura es el “abuso divino del hijo” - Dios Padre que exige y efectúa el sufrimiento y la muerte de su propio hijo? Si el cristianismo ha de ser liberador del oprimido, debe primero liberarse de esta teología.31
Por todo ello, los dueños de la “nueva perspectiva” promueven el ataque frontal al cristianismo y a toda figura que lo represente. En 1994, Rhonde Copelon y Berta Esperanza Hern ández elaboraron un folleto para una serie de sesiones de trabajo de la Conferencia Internacional de Poblaci ón y Desarrollo del Cairo. El folleto atacaba directamente al Vaticano por oponerse a su agenda que entre otras cosas incluye los “derechos a la salud reproductiva ” y por consecuencia al aborto. este reclamo de derechos humanos elementales confronta con la oposici ón de todo tipo de fundamentalistas religiosos, con el Vaticano como l íder en la organiza-
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ción de oposición religiosa a la salud y a los derechos reproductivos, incluyendo hasta los servicios de planificaci ón familiar.32
Contrastantes con todas estas posturas de ataque y agresi ón a la religión, a la Iglesia, concretamente al Vaticano, son las posturas de la mayor ía de mujeres del mundo que según el informe de O’Leary defienden sus tradiciones religiosas como la mejor de las protecciones de los derechos y la dignidad de la mujer. Mujeres católicas, evangélicas, ortodoxas y judías agradecen, en particular, las enseñanzas de sus credos sobre el matrimonio, la familia, la sexualidad y el respeto por la vida humana. La Santa Sede, por su parte, señaló en los meses previos a Pek ín, el peligro de la tendencia en el texto planteado por la ONU, a dejar de lado el derecho de las mujeres a la libertad de conciencia y de religi ón en las instituciones educativas.
Conclusi ó n En palabras de Dale O’Leary, el “feminismo de género” es un sistema cerrado contra el cual no hay forma de argumentar. No puede apelarse a la naturaleza, ni a la razón, la experiencia, o las opiniones y deseos de mujeres verdaderas, porque según las “feministas de género” todo esto es “socialmente construido”. No importa cuánta evidencia se acumule contra sus ideas; ellas continuar án insistiendo en que es simplemente prueba adicional de la conspiraci ón patriarcal masiva en contra de la mujer. Sin embargo, existen muchas personas que quizás por falta de información, aún no están al tanto de la nueva propuesta y de los peligrosos alcances de la misma.Vale la pena, pues, conocer esta “perspectiva de género” que, según informaciones fidedignas, en la actualidad no sólo está tomando fuerza en los países desarrollados sino que, al parecer, también ha empezado a filtrarse en nuestro medio. Basta revisar algunos materiales educativos difundidos no sólo en los colegios del país sino también en prestigiosas universidades. Ahora bien, en Estados Unidos el “feminismo de género” ha logrado ubicarse en el centro de la corriente cultural norteamericana. Prestigiosas universidades y Colleges de los Estados Unidos difunden abiertamente esta perspectiva.Además, numerosas series televisivas norteamericanas hacen su parte difundiendo el siguiente mensaje: la identidad sexual puede “desconstruirse” y la masculinidad y femineidad no son m ás que “roles de géneros construidos socialmente”. Si tomamos en cuenta que el avance de las tecnolog ías ha logrado que dichos programas con toda la nueva “perspectiva de g énero” lleguen diariamente a los países en vías de desarrollo principalmente a trav és de la televisión por cable, sin descartar los muchos otros medios que existen en nuestro tiempo, esto nos pone
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ante un nuevo reto que debe ser enfrentado lo antes posible para evitar las graves consecuencias que ya está ocasionando en el Primer Mundo. Más aún cuando, en palabras de O’Leary, la “desconstrucción” de la familia y el ataque a la religi ón, la tradición y los valores culturales que las “feministas de género” promueven en los países en desarrollo afectan al mundo entero.
á ficas Referencias bibliogr 1. BUTLER, Judith: Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, New York, Routledge, 1990, p. 6. 2.V éase el trabajo de D ELGADO, Cristina: Reporte sobre la Conferencia Regional de Mar de Plata, Argentina, en el que recoge diversas citas de “feministas de género”. 3.Allí mismo. 4. RICH, Adrienne: “Compulsory Heterosexuality and Lesbian Existence ”, Blood, Bread and Poetry, p. 27. 5.Allí mismo, p. 70. 6. GILBER, Lucy y WESBSTER, Paula: “The Dangers of Feminity”, Gender Differences: Sociology of Biology?, p. 41. 7. Gender Outlaw , p. 115. 8. Entrevista a Christina Hoff Sommers en Faith and Freedom, 1994, p. 2. 9. ENGELS, Frederick: The Origin of the Family, Property and the State , New York, International Publishers, 1972, pp. 65-66. 10. FIRESTONE, Shulamith: The Dialectic of Sex, New York, Bantam Books, 1970, p. 12. 11.Allí mismo, p. 10. 12. FERGUSON, Ann y FOLBRE, Nancy: “The Unhappy Marriage of Patriarch and Capitalism”, Women and Revolution, Boston, South End Press, 1981, p. 80. 13.Allí mismo. 14. HARMANN, Heidi: “The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism ”, Women and Revolution, cit., p. 5. 15.Allí mismo, p. 16. 16. Gender Outlaw, p. 115. 17. MOLLER OKIN, Susan: “Change the Family, Change the World ”, Utne Reader, marzo/abril, 1990, p. 75. 18.COUNCIL OF EUROPE: “Equality and Democracy: Utopia or Challenge?”, Palais del ’Europe , Strausbourg, 9-11 de febrero de 1995, p. 38. 19. JAGGER, Alison: “Political Philosophies of Women’s Liberation”, Feminism and Philosophy,Totowa, New Jersey, Littlefield, Adams & Co., 1977, p. 13. 20.Allí mismo, p. 14.
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