UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR PROGRAMA DE MAESTRÍA EN ESTUDIOS LATINOAMERICANOS
Materia: Fundamentos de la teoría y el análisis políticos Nombre: Sebastián Sacoto Arias S. Fecha: 11 de Febrero del 2010
EL PRÍNCIPE DE MAQUIAVELO (Los fundamentos para una economía de la violencia)
Al hablar de Nicolás Maquiavelo, nos referimos a una nueva conceptualización tanto del hombre como de la vida social, ya que éstas no pueden ser valoradas desde la religión1, a la que hasta ese momento se habían subordinado y servido, ni desde los valores de la moral clásica. El hombre debe buscar respuestas a los asuntos políticos en sí mismo, desde su experiencia concreta, singular e histórica (desde “la verdad real de la cosa”), al margen margen de referen referencia ciass metafí metafísica sicass o religio religiosas sas (princ (principi ipio o que conduj condujo o a la escisi escisión ón definitiva entre el plano de la política y el de la moral). Para el florentino el hombre es un indivi individuo duo para el que sus propio propioss interes intereses es y la búsqu búsqueda eda de acumul acumulació ación n de poder poder constituyen el horizonte vital; es decir, el fenómeno político en Maquiavelo se refiere estrictamente a cómo alcanzar (conquistar) el poder y cómo mantenerlo, estableciéndose una clara primacía de la voluntad sobre sobre el derecho y la acción concreta (la práctica) práctica) sobre los principios teóricos. Por lo que para Maquiavelo Maquiavelo no se trata de establecer un proyecto ideal de régimen político, sino atender a la vida social humana tal cual es, pletórica de debilidades, pasiones 1
La religión se encontraba fuertemente cuestionada tanto por la Reforma como por las guerras religiosas, produciéndose el paso del teocentrismo al antropocentrismo renacentista.
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y ambiciones sin límites, y a las acciones reales que han configurado la historia. Así, el florentino sitúa al conocimiento político estatal en el “realismo”, que pone como base de la acción no el “deber ser”, sino aquello que “es” en términos de su efectividad y utilidad. Maquiavelo advierte:
Pero, siendo mi intención escribir una cosa útil para quien la comprende, me ha parecid parecido o más convenie conveniente nte seguir seguir la verdad verdad real de la materi materia, a, que los desvaríos de la imaginación en lo concerniente a ella. Muchos han imaginado Repúblicas y principados que nunca vieron ni existieron en realidad. Hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que el que deja el estudio de lo que se hace para estudiar lo que se debería hacer aprende más bien lo que debe obrar su ruina que lo que debe preservarle de ella: porque un hombre que en todas las cosas quiera hacer profesión de bueno, entre tantos que no lo son, no puede llegar llegar más que que al desast desastre. re. Por ello ello es necesa necesario rio que un prínci príncipe pe que quiere quiere mantenerse aprenda a poder no ser bueno, y a servirse de ello o no servirse según las circunstancias. 2
Sin embargo, para el florentino, existen dos factores que determinan en efecto la marcha tanto de la vida humana como de la historia: la fortuna y la
virtù.
Es decir, como no
es posible comprender las misteriosas leyes que gobiernan el mundo, los acontecimientos se le presentan al ser humano como puros hechos caprichosos y casuales, puramente sujetos a la fortuna (que es femenina). Por esta razón, Maquiavelo señala continuamente la importancia de la fortuna (suerte) en las vicisitudes de la vida: en la política o en la historia, en lo personal o en lo colectivo. No obstante, el hombre de Estado es capaz de identificar ciertas regularidades en las situaciones históricas, y, con su libertad y destreza, trans transfo form rmar ar la fort fortun unaa con con su acci accion onar, ar, para para domi domina narr y mold moldear ear su suer suerte. te. Este Este es, es, entonces, el segundo factor, la
virtù
(fortaleza de carácter y energía personal, que son
cualidades cualidades del varón), que se revelará revelará en la capacidad de acción y la estrategia con que se enfrentan las fuerzas que entran en juego en el plano político, para controlar las distintas
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situaciones adversas y mantener el poder (aunque, de todas formas, Maquiavelo indica que sin la fortuna, la
virtù
puede fracasar, pues la política es siempre cambiante).
De esta esta forma, forma, el floren florentin tino o establ establece ece dos dos reglas reglas fundam fundament entales ales para para la acción acción política. En primer lugar, el príncipe virtuoso debe entender la maldad natural de los hombre hombress y actuar actuar en consec consecuen uencia cia,, pues pues éstos, éstos, perver perversos sos y egoíst egoístas, as, si pudies pudiesen en se revelarían contra la autoridad del príncipe en procura de sus propios intereses y para aumentar su poder sobre los demás. Debido a esto, si lo demandan las circunstancias, el hombre de Estado no debe dudar en actuar contra ellos con toda su fuerza, ya que a través de su acción debe saber limitar las posibilidades de sus enemigos:
Porque de los hombres en general se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores y disimulados, que huyen de los peligros y están ansiosos de ganancias; mientras les haces bien, como dije más arriba, te son enteramente adictos, te ofrecen su sangre, su caudal, su vida y sus hijos, cuando la necesidad está cerca; pero cuando la necesidad desaparece, se rebelan. Y el príncipe que se ha fundado por entero en la palabra de ellos, encontrándose desnudo de otros apoyos preparatorios, decae (…). Y los hombres tienen menos consideración en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer; pues el amor se retiene por el vínculo de la gratitud, el cual, debido a la perversidad de los hombres, es roto en toda ocasión de propia utilidad; pero el temor se mantiene con un miedo al castigo que no abandona a los hombres nunca. 3
En segundo lugar, el príncipe debe aprender a “no ser bueno”, a zafarse de la moral y utilizar esto en su beneficio, procurando ser tan temido como amado, por lo que no ha de retro retroce cede derr ante ante la crue crueld ldad ad si es que que esta esta apar aparece ece como como nece necesa sari ria. a. Es deci decir, r, segú según n Maquiavelo, el príncipe debe actuar ceñido a la virtud (comúnmente entendida) siempre y cuando esto le convenga y las circunstancias sean favorables para ello, de lo contrario, únicamente debe aparentar mansedumbre, fidelidad, sinceridad y clemencia, pues el poseer realmente y practicar esas “virtudes” puede ser completamente perjudicial. Mientras en la
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a entrar en el mal de ser necesario: debe estar dispuesto –nos dice el florentino– a girar según los vientos y variaciones de la fortuna; quebrantar la palabra y los tratados cuando sea útil útil políti políticame camente nte;; fingir fingir,, mentir mentir,, calumn calumniar iar o asesin asesinar ar para para manten mantener er el poder, poder, haciendo “poco caso de la buena fe” y sabiendo “atraerse con astucia las mentes de los hombres”. 4 Así, con la finalidad de alcanzar el poder y mantenerlo, mantenerlo, el príncipe príncipe cuenta con dos armas fundamentales de combate con las cuales generar temor y mantener el control: las leyes y la fuerza (la violencia); la primera propia de los hombres y la segunda propia de los animales. Y es que, si la primera es insuficiente, la segunda se hace indispensable: el príncipe debe saber dar uso a ambas con prudencia y previsión, con la astucia de la zorra (para reconocer las trampas) y la fortaleza del león (para destrozar a los lobos). Es decir, el poder poder es violencia, violencia, por lo que el príncipe debe ser diestro diestro en su uso, debe saber ser cruel, aprendiendo a utilizar la violencia económica y efectivamente, actuando sin titubeos pero sin brutalidad; pues un defecto que no puede permitirse es el del uso excesivo de la fuerza, que termina por revertirse en su contra, eliminando el temor en el corazón del vulgo e instalando odio en él. Sin embargo, el príncipe debe ser resuelto, decidido y capaz de tomar riesgos, incluso de obrar contra la fe, la caridad y la humanidad, pues las soluciones a medias, el vacilar entre el bien y el mal, entre la ley y la fuerza, es una debilidad insalvable que lo conducirá forzosamente a la ruina:
Por lo que insisto en que a los hombres hay que vencerlos o con los hechos o con las palabras, o bien, exterminarlos; porque si es posible que se venguen de ofensas pequeñas, es imposible que lo hagan de las grandes; y en que es del todo
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Debido a esto, siendo el Estado siempre una creación de la fuerza, para alcanzar el poder, mantenerlo y garantizar un orden social, Maquiavelo sugiere al príncipe el uso de la fuerza a través de “las buenas leyes y las buenas armas”, haciendo hincapié en que no puede haber buenas leyes en donde no hay buenas armas (ejército propio bien organizado) que las defiendan, y que donde hay buenas armas es conveniente que haya buenas leyes, pues las armas y el Estado definen al príncipe. Así, finalmente, el príncipe, aquel destinado al manejo estratégico de la violencia, violencia, no debe alejar nunca de su pensamiento pensamiento el ejercicio ejercicio de la guerra: “Un príncipe no debe tener otro objeto ni otro pensamiento, ni cultivar otro arte más que la guerra, el orden y la disciplina de los ejércitos, porque éste es el único arte que se espera ver ejercido por el que manda.” 6