Nº 123 Septiembre 2008 | 64 páginas | DISTRIBUCIÓN GRATUITA
Periódico mensual orientado a la difusión y el desarrollo del psicoanálisis LETRA VIVA LIBROS | Av. Coronel Díaz 1837, Buenos Aires | Tel. 4825-9034 El tiempo: entre la causa y el límite por Juan Bautista Ritvo, pág. 38 “Instrumento de trabajo”. Acerca de la aparición de “Ensayos acerca de la topología lacaniana” de Marc Darmon por Pablo Peusner, pág. 42 Entrevista Entrevista a Gilou García Reinoso por Emilia Cueto, pág. 43 La novela de Lacan (décima entrega) por Jorge Baños Orellana, pág. 46 Embarazados por Florencia Fracas, pág. 48 Acerca de lo “prehistórico” en Freud por Gabriel Belucci, pág. 50 Redistribuir la realidad por Mario Pujó, pág. 53 COMENTARIOS DE LIBROS De la voz al logos, la carne se hace verbo de Mara Musolino, pág. 54 Escritura de la clínica, de Gerardo Pasqualini, pág. 54 Finales de análisis de Zulema Lagrotta y Edgardo Feinsilber, pág. 55 Dos referencias lacanianas: Peirce y Wittgenstein (cuarta entrega) por Gabriel O. Pulice y Oscar Zelis, pág. 56 DOSSIER MARTIN HEIDEGGER El hablar del poeta, el poetizar del habla Por Ricardo Bianchi, pág. 59
LAS FOBIAS EN EL SIGLO XXI Raúl A. Yafar, pág. 3 | Edgardo Feinsilber, pág. 18 Javier Wapner Wapner,, pág. 22 | Marta Kreiselman de Mosner, pág. 28 Teodoro Pablo Lecman, pág. 34
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Imago Agenda N° N° 123 Septiembre de 2008. Segunda época. Año XXVII. Periódico gratuito orientado a la difusión y el desarroll desarrollo o del psicoaná psicoanálisis. lisis. Tirada: 12.000 ejemplares. Imago Agenda es una publicación de
Letra Viva, librería-editorial especializada en psicoanálisis desde 1967 Av.. Coronel Av Coronel Díaz 1837 1837 (1425) Buenos Aires, Argentina. Tel/Fax: (54-11) 4825-9034. 4825-903 4. E-mail:
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Impreso en Talleres Gráficos “Planeta Offset”, Saavedra 565, Buenos Aires, Argentina. Inscripta en el Registro de Propiedad Intelectual bajo el N° 421.249. Impreso en Argentina. I.S.S.N.: 1515-3398. Las reseñas que acompañan las publicaciones aquí destacadas fueron extractadas de las mismas con el fin de brindar un mejor conocimiento del material propuesto y facilitar su difusión. Declinamos, en consecuencia, toda responsabilidad sobre las opiniones vertidas. De la misma manera, el contenido de artículos, dossiers y publicidades es responsabilidad exclusiva de los respectivos autores, compiladores y/o anunciantes.
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Las fobias en el Siglo XXI
A
Pres Present entaci ación ón
caballo de las fobias, lo inconscienEl concepto “histeria de angustia” acute dijo presente –una vez más– en el ñado por Stekel y valorado por Freud para horizonte humano. La lectura freu- el tema que nos ocupa, ¿ha quedado chico diana del desplazamiento operado en el pe- frente a controversias teóricas que no resqueño Herbert Graf –quién junto a su padre tringen la fobia a un síntoma? ¿Podemos Max visitara a Freud hace un siglo– ha dado considerar a la fobia como tercera modarienda suelta a la comprensión comprensión y abordaje lidad neurótica? ¿Qué ocurre en los casos de las fobias. El propio Max –musicólogo donde el descontrol abona cierto posicioaustríaco que desistiera de componer a ins- namiento hipocondríaco? ¿Son los tiempos tancias de Brahms–, no renunció a inten- actuales aceleradores de la desesperación desesperación tar la curación de la fobia de “Juanito” con sintomática sintomática por la inconsistencia del Otro la supervisión del Maestro y amigo vienés y el vértigo urbano? ¿Radica la fragilidad que lo incluyera tiempo atrás en la Socie- yoica en una falla constitutiva que vulnedad Psicológica de los miércoles. Transfe- ra al entramado simbólico? Al parecer, el rencias cruzadas alentaron los comienzos. comienzos. objeto de la fobia se ha tornado más difuCierta cuestión endogámica de “padres” a so que un simple corcel. El teatro subjeti“hijos” –insoslayable en tanto fue preciso vo ofrece variantes. variantes. Pensar que “Juanito” “Juanito” montado mont ado en el senun padre que diera comienzo a la primera generación de analistas para que la tinta dero paterno fundó la profesión de Director de escena de Ópera (se encuentra hoy prosiga inscribiendo nuevas páginas–. La fobia con sus “faltas de aire” y demás en youtube junto a María Callas). Mientras Imago-Agenda con todos los números de su concomitancias que impactan el cuerpo, Imago-Agenda “reclama” ante la ineficacia de un corte que destacada historia, se apresta a incursio–por defectuoso– asfixia, atemoriza. Justa- nar en el escenario internético. Digresiomente, algo del orden del encierro paren- nes. Melodías del psicoanálisis. psicoanálisis. tal no encuentra su límite, ergo el sujeto Este telón se abre, con ustedes: los se desborda, el yo trastabilla. La distancia autores. con el Otro sucumbe. A LBERTO LBERTO S ANTIERE ANTIERE
Las fobias en el Siglo XXI
Fob Fobia iass de ayer ayer y de hoy hoy
I.
El campo de la angustia y de la fobia es muy amplio y su reEscribe consideración ha sido crecienRaúl A. Yafar te en los desarrollos posteriores a la ryafar@fibertel.com.ar enseñanza de Lacan. Un tema presente en casi todos los textos es si la fobia es una tercera estructura neurótica –hay referencias en Lacan para pensarlo así– o si no lo es –también las hay–. Creo que la orientación actual, coincidente con la mía, es que sí lo es y con pleno derecho y especificidad. Es más, es necesario encontrárselos, pues la constatación constat ación clínica de la importancia de las fobias –conforme avanzamos en su mejor intelección– crece cada día. Y uno de los puntos cruciales: las relaciones entre la fobia y la fantasmática del sujeto han ido variando en su presentación, presentació n, acelerando el desdibujamiento de la posibilidad de la transferencia y haciendo de las neurosis que Freud llamaba “actuales” casi algo cotidiano. Las fobias no son lo que eran en tiempos del “pequeño Hans”. Voy Voy a describir describir ahora ciertos ciertos aspectos aspectos comunes dentro de este campo clínico antes de reflexionar sobre mis hipótesis centrales: 1) Si el Yo puede ser pensado como un objeto, conformado como superficie, debiera tener rasgos específicos que lo distingan en cada cuadro clínico. En la fobia el yo del sujeto presenta invariablemente cierta falla en la nitidez de sus bordes. Así como el yo del obsesivo es un yo fortificado, el de la histérica es uno evanescente; así como en la paranoia se nos presenta el yo desatado –que parece, tal que “otro yo”, haberse salido del espejo, y multiplicado, comenzar a perseguir al sujeto–, aquí se trata de un yo desenfocado o distorsionado. Siempre encontramos estos fenómenos de desarticulación de la transparencia yoica, como en una fotografía cuando colocamos mal el foco. 2) Me parece que el deseo del Otro materno tiene un matiz muy específico. No hablaría de deseo “perverso”, pero algo en él resuena cercano a lo renegatorio. Ha
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acontecido alguna, podemos decir, “perversidad”. El velo fálico que el deseo del Otro constituye para ese sujeto, es decir, la significación fálica, no se articula bien porque el deseo ha sido demasiado, diríamos, descarnado. Hagamos una digresión. Lo que caracteriza la perversión es que el sujeto “escupe” la di visión subjetiva sobre el partenaire, es decir, el que se angustia es el otro, el prójimo, aquel que se confronta con el perverso. Se caracteriza por un manejo de la angustia que hace que ésta caiga sobre el semejante, ubicándose el perverso por fuera de la subjetividad, en posición de objeto angustiante, y obteniendo allí el goce de su acto. El que se barra sub jetivamente es otro… que siempre es un neurótico. No hay pareja perversa. Todo esto es para decir que así como Freud supone que las mujeres no pueden sublimar tanto como los hombres –aunque muchas veces se ha destacado que sus procesos creativos se despliegan intensamente en el seno de la maternidad–, también se ha dicho que en la mujer no hay cuadro de perversión. ¿Tal vez algunos elementos de perversidad podrían encontrarse en los aconteceres de la maternidad? Tema a discutir. 3) Me parece que este tipo de deseo clava al sujeto en el lugar de la angustia. El deseo materno se precipita con aspectos obscenos, sin velos. Las madres de estos analizantes han rozado los puntos de angustia más exquisitos de la subjetividad infantil. Han lanzado su propia división subjetiva sobre los hijos, con lo que esos sujetos terminan sintiéndose atormentados al atravesar cada una de las escenas del deseo. En otros términos, no se arma con solidez el rombo del fantasma. O podríamos decir, está mal constituido el falo, que debería mediar entre el objeto de la angustia y el sujeto, para que así este pueda aprehenderse como sujeto de una pulsión. El sujeto queda entonces ubicado en el lugar de la diferencia absoluta, de la pura barradura subjetiva, sin poderse lanzarse a la suposición de un segundo significante. Tiene, no obstante, un registro constante de aquello que no termina de ocurrir, que lo liberaría de su prisión, arrojándolo a la metonimia del deseo. 4) Al estar mal constituido el falo, al estar el yo desenfocado, la fantasmatización adquiere una característica que me gusta llamar titilante –el lector habrá observado cómo las estrellas se prenden y se apagan rítmicamente–. Estos sujetos, o bien no tienen la más remota idea de cuál es su deseo, o bien parecen saber qué es lo que quieren, pero tras un lapso breve, se desdibuja su interés. Parece que el deseo amaneciese y volviese a hundirse, como implotando hacia adentro. No saben quiénes “son”, allí donde “están”. Como no terminan de alienarse en ningún campo específico de lo simbólico, suelen tener muchas aspiraciones fluctuantes, pero es típico de esta clínica que en los objetivos prácticos no llegan demasiado lejos en su producción, no se “compenetran” en ella. 5) Este desenfoque del yo produce además formas de identificación muy específicas, que son de una permeabilidad insoportable. Cuando se acercan a aquello con lo que podrían entrar en transferencia, si estos sujetos apuestan (cosa rara, no obstante), se sienten absorbidos desenfrenadamente. Pero también se tornan absorbentes del otro. Ese sujeto que se presentaba aparentemente muy distante y separado, incapaz de acercarse a nadie, al aproximarse, es un “pegajoso”. Los pacientes se refieren a la vivencia de que alguien los habita: ellos tienen a su prójimo “dentro” de su ser. Recíprocamente se sienten custodios de otros, a los que “ansían”, a veces, hasta demencialmente. Creen que los prójimos están constantemente tramando invadirlos y contrariarlos, y usarlos y maltratarlos, por lo que, para hacer algo bien hecho y en su propio beneficio, el sujeto tiene que hacerlo él solo. El otro, suponen, está dedicado a inmiscuirse en su fantasma personal intentando abolirlo. Este clima persecutorio, dado que el sujeto se siente asediado por todo y por todos, obliga al diagnóstico diferencial con los verdaderos paranoicos.
II.
Ahora prolongaremos el hilo que va desde la angustia, pasando por la fobia, acercándonos a las manifestaciones más crudas del sufrimiento, lo que ahora se nombra como pánico, es decir, una palabra que acentúa el carácter disrupti vo del fenómeno. En 1893 Freud comentaba que la neurosis de angustia aparecía en dos variedades: un estado permanente y como ataque de angustia. Después describía el ataque de angustia masivo como aquello que irrumpía en la conciencia sin ser “evocado” por el curso de las representaciones. Podía aparecer con variantes: un sentimiento de la angustia separado de todo otro contenido o mezclándose con la representación más obvia de aniquilación de la vida. También asociado a la idea de caer fulminado por un síncope o la amenaza de volverse loco. A veces adosado a sensaciones corporales inespecíficas: inermidad, abatimiento, imprecisión del malestar. Vemos que la temporalidad simbólica se ve absolutamente evaporada. Freud asegura que todos los componentes de la neurosis de angustia se relacionan directamente con la misma y son sus derivados. (Cont. en pág. 16)
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Historia del psicoanálisis
Los miércoles por la noche, alrededor de Freud La construcción del discurso psicoanalítico a la luz de las Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena Mauro Vallejo, Letra Viva, 2008, 264 pág. / $ 36. A un siglo de producidas las míticas veladas de los miércoles, las actas que guardan registro de esos encuentros constituyen unas páginas desde todo punto de vista sorprendentes. Asombra, en primer lugar, la poca atención que se ha prestado a ese material. ¿Por qué razón ha habido tanta dificultad para estudiarlo y leerlo? ¿Por qué motivo aun los anaqueles más completos carecen de esos volúmenes? Sorprende, por otro lado, la naturaleza del discurso que las minutas compendian; la polifonía desde la cual ha sido proferido, cuánto dice y cuánto calla, la heterogeneidad de problemáticas por él abordadas, son algunos de los elementos que el
autor analiza en detalle. Es admirable, por último, la forma en que esos rastros comienzan a adquirir una nueva legibilidad desde el momento en que se reconstruyen las prácticas y maniobras que soportaron su enunciación y memorización. Es precisamente en ese punto donde el texto de Mauro Vallejo demuestra sus alcances y pretensiones, pues lejos de contentarse con ofrecer un relato pormenorizado de ese pasado, el libro ensaya diversas hipótesis interpretativas que atañen, por caso, a la inscripción estratégica del saber psicoanalítico en el contexto biopolítico de comienzos del siglo XX. Dejando de lado la fastidio-
sa pericia del comentario, Los miércoles por la noche, alrededor de Freud presenta una re-
novada lectura de uno de los episodios fundamentales de la historia del psicoanálisis: las reuniones de los psicoanalistas vieneses desde 1902 hasta 1923.
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Teoría psicoanalítica
Filosofía
La ética del sujeto
El animal que luego estoy si(gui)endo
José Milmaniene, Biblos 2008, 139. pág. / $ 34.-
Jacques Derrida, Trotta 2008, 189 pág. / $ 111.-
Se reúnen aquí varios traEn este libro Derrida examiEste libro junto con tran preocupados por El tiempo del sujeto y los dilemas éticos en bajos, algunos inéditos, de na algunos de los textos de esa El lugar del sujeto comuna sociedad que evi- Jacques Derrida dedicados a la tradición que, desde Aristótepleta una trilogía desdencia una seria pér- cuestión de «los animales». Pre- les hasta Heidegger, desde Destinada a abordar la dida de las referencias ocupación constante y casi ob- cartes hasta Kant, Lévinas y Laapasionante problesimbólicas y un mar- sesiva que procede de una ex- can, insistentemente aunque de mática de la subjeticado colapso de la le- quisita sensibilidad afectiva e manera teórica han maltratado intelectual hacia muchos de los a los animales. Menoscabo teó vidad, a la luz de los galidad. reveladores aportes José Milmaniene aspectos de la vida animal des- rico que, como Derrida sugiefreudianos, incluidos insiste en esta obra deñados por «la más poderosa re, no ha dejado de tener graen una fecunda interacerca del valor sub- tradición filosófica en la que vi- ves repercusiones sobre nuestro textualidad. Luego de abordar jetivante de los límites y enfoca vimos». Esa displicencia filosó- trato real con ellos. la dimensión temporal en cuyo los problemas que derivan de fica ha ignorado sobre todo su decurso se constituye el singular la caída de la Palabra y la de- sufrimiento. La cuestión que lugar subjetivo a partir del cual gradación de la Ley Paterna. Al procede plantearse no es si los se despliegan las producciones apelar a lúcidos aportes concep- animales pueden razonar sino: sintomáticas y/o sublimatorias, tuales de pensadores tales como «¿pueden sufrir?» (Bentham). el autor aborda la ética. La alta Agamben, Nancy, Derrida, Do- Pregunta que adquiere una inincidencia de las manifestacio- lar, Zizek, Levinas, Jankélévitch, sólita relevancia teórica al hanes psicopatológicas, signadas Milner, Copjec, Recalcati, Celan, cerla converger con la necepor las transgresiones, las adic- Finkielkraut, Sucasas, etc. se ha sidad de asediar los textos de ciones y la violencia, obliga a conformado un texto que plan- una historia de la filosofía que discurrir sobre la responsabili- tea los extravíos y las impostu- se obstina en oponer al homdad que nos cabe en tanto suje- ras de todas aquellas políticas bre el resto del género animal tos. Este libro está destinado a que reivindican el Goce más allá como un conjunto indiferenciado: «el Animal». todos aquellos que se encuen- de la Ley.
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psicoanálisis con niños
Aproximaciones psicoanalíticas al juego y al aprendizaje. Ensayos y errores Mario Waserman, Novedades Educativas 2008, 256 págs. / $42.Para todo analista que se unívoca. Sea como fuere, dice acerque al análisis de niños, finalmente lo que no quiere interpretarlos presenta una decir, y eso es lo que a nosoenorme dificultad. El hecho tros nos interesa. de que el niño use un código Este trabajo es un acercano verbal asemeja superficialmiento a la técnica de la inmente este análisis a los enigterpretación lúdica que, necemas del análisis de psicóticos sariamente, debe empezar por que, como se sabe, no guardan recapitular los descubrimiendescubrimienun orden y usan literalmente tos de Freud. Razones de orlas cosas para hacer palabras. den práctico y teórico llevan El juguete y la acción son los medios con a preguntar qué es jugar y llevan –otra los que el niño desarrolla sus pensamien- vez– a investigar investigar las raíces genéticas del tos. Este lenguaje tiene la ventaja v entaja psicoa- juego, su desarrollo desarrollo en el niño y su desnalítica de no permitir una permutación tino final en la vida del adulto.
Psicopatología
El complementario y su psicópata Hugo Marietán, Ananke 2008, 493 pág. / $ 60. –
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De las relaciones humanas, la que se trata en este libro es una de las más extrañas de comprender: la que forman el psicópata y aquella persona que vive con él, complementario. El psicópata, del que habla aquí, no es el asesino serial, ni el violador, ni aquellos cuyos actos figuren en la sección policial de los periódicos, sino que se investiga el mundo de los psicópatas cotidianos, aquellos que sin estridencias, están a nuestro alrede-
dor. dor. Marietan los llama cotidianos porque pueden ser una pareja, una madre, un hijo, un jefe o cualquier personaje allegado del espectro social. De cómo identificarlos, y qué hacer para romper este lazo, nos habla el doctor Marietan psiquiatra que ha dedicado desde hace más de quince años al estudio de esta particular relación, y que es reconocido como una autoridad mundial en este tema.
“Clínica y lógica de la autorreferencia”. Cantor, autorreferencia”. Cantor, Gödel, Turing (Gabriel Lombardi) “El niño y el Otro”. Pertinencia Otro”. Pertinencia de los “cuatro discursos” en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños (Pablo Peusner) “Los grandes temas de la psicología”. Entrecruzamienpsicología”. Entrecruzamiento teórico-clínico (Colegio de Psicólogos de la Pcia. De Bs. As. Distrito XII) “Poética del desenmascaramiento” desenmascaramiento”.. Caminos de la cura (Mario Buchbinder) “Azar y Destino en Psicoanálisis”. Su Psicoanálisis”. Su incidencia en la constitución de la neurosis y en la dirección de la cura (María Alejandra Porras)
Letra Viva (1 pág)
“Duelos en juego”. La juego”. La función del juego y el trabajo del duelo en la clínica psicoanalítica con bebés y niños con problemas en el desarrollo (Norma Bruner) “Inhibición, Síntoma y Angustia en el encuentro amoroso”. Segunda roso”. Segunda edición. (Stella Maris Rivadero)
“De un trauma no sexual”. sexual”. Aportes teóricos y clínicos (AA.VV – Centro Trama) “[entre] vistas y miradas”. La miradas”. La pintura (Débora Mauas – Irene Gil “Paradojas en la infancia”. (Alejandro infancia”. (Alejandro Varela) “Efectos de la escritura en la transmisión transmi sión del psicoanálisis”. (Carlos nálisis”. (Carlos J. Escars, compilador) “Escritura de la clínica”. (Gerardo clínica”. (Gerardo Pasqualini) “Testimonios. Consecuencias “Testimonios. Consecuencias de la enseñanza de Lacan en la clínica psicoanalítica”. Nº 4 / la escritura/el sujeto
“Las estructuras clínicas a partir de Lacan”. Volúmen Lacan”. Volúmen II. Neurosis, histeria, obsesión, fobia, fetichismo y perversiones (Alfredo Eidelsztein) “¿Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista?”. ta?”. Conferencias y seminarios en Argentina (Colette Soler) “Estructura y transferencia en la serie de las neurosis”. (Isidoro sis”. (Isidoro Vegh) “Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico”. Volumen psicoanalítico”. Volumen II. (Marta Gerez Ambertín, compiladora) “Las voces del superyó en la clínica psicoanalítica y en el malestar en la cultura”. (Marta cultura”. (Marta Gerez Ambertín) “Transadolescencia”. (Daniel “Transadolescencia”. (Daniel Paola) “El psicoanálisis es un humanismo”. (Hèléne humanismo”. (Hèléne L´Heuillet, con traducción y prólogo de Pablo Peusner) “Clínica de la psicosis”. Seminario psicosis”. Seminario de psicoanálisis (Pablo Guañabens) “Arrebatos femeninos, obsesiones masculinas”. Clímasculinas”. Clínica psicoanalítica hoy (Elina Wechsler) “Finales de análisis”. análisis”. (Zulema Lagrotta – Edgardo Feinsilber)
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Teoría psicoanalítica
Hacia una praxis de lo Real De lo Inconsciente a la una-equivocación Mara Musolino, Letra Viva, 2008, 217 pág. / $ 32.Esta obra consiste en un recorrido sobre lo inconsciente que aparece en transferencia. Debido a esta facticidad, lo enunciable del lenguaje, Lacan busca y utiliza la noción de estructura para escapar de la estafa que esta ficción del habla puede producir en el canto del lenguaje audicionado por un analista. El análisis lo conduce a que sólo hay dicho del ser e inconsciente del dicho analizante. De allí, que resulte muy productivo apropiarse de ese “que se diga” que produce como contragolpe el verbo. Lo inconsciente ahí fracasa, porque la letra se escribe al hablar y sus efectos se oyen en el goce sónico/ fónico de ese pasaje material traído por el amor de transferencia. La materia que funda “lo mismo” y “lo otro” es procesada en un saber expresable en esta lengua particular. particular. Lo así escrito por los efectos del lenguaje, irrumpe en un saber: el sujeto, el fantas-
ma y lo inconsciente. Este S2 es real, pues el saber se inventa en lo que sabe hacer con él para sostener el cuerpo material de las palabras. Esta especie de crisol guiado por la ley del amor en transferencia, se vierte en palabras –mots– que son copelas de lalengua. Al momento de su pronunciación, una por una y localizada en el deslizamiento intraducible de esa metalengua, ocurre la unaequivocación. Una praxis de lo Real, de lo imposible que está fuera del discurso pero que el analizante nos hace oír, nos permite pensar otra mediación del deseo cuya materialidad no sea la parole–. Esta mediación, en sus trodel habla – parole piezos, nos permite ir más lejos que lo inconsciente y trabajar el saber hacer de lo inconsciente con lalengua –en esas formaciones– y analizar tanto cuando lo inconsciente nos goza como cuando gozamos la enunciación de lalengua que articulamos de ello.
Biografía
Sabina Spielrein. De Jung a Freud Sabine Richebächer, El Cuenco de Plata / Ediciones Literales 2008, 332 pág. / $ 67. En la noche del 17 de agos- ella inician una relación amoroto de 1904, una joven rusa con sa, el psicoanálisis tiene servido síntomas histéricos es internada su primer escándalo. en el Burghölzli, el hospital psiEsta gran biografía de Saquiátrico de Zurcí. Con Sabina bina Spielrein cuenta cómo Spielrein se le presenta a C.G. aquella niña judía de Rostov Jung la ocasión de experimen- se transforma en una investitar por primera vez el método gadora autónoma de primer de Freud. La terapia da resul- nivel, una pionera en la investado, y al salir del Burghölzli, tigación del alma infantil. Una la paciente comienza la carre- vida inquieta, inquieta, valiente valiente y agitaagitara de medicina. Cuando Jung y da, encuentra su final prematu-
ro y trágico con los comandos de la muerte de Hitler.
Historia de la psicología en Argentina
Ayer y hoy: 50 años de enseñanza de la psicología Adela Leibovich de Duarte , Eudeba 2008, 367 pág. / $ 38. Ayer y hoy:50 años de enseenseñaza de la psicología se propo-
Librer Librería ía psico psicoana analíti lítica ca desd desdee 1967 1967 Av. Av. Coronel Coronel Díaz 1837, 1837, Buenos Buenos Aires Aires Tel. 4825-9034
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ne testimoniar parte del camino recorrido y, fundamentalmente, eslabonar dos períodos: el de la gestación y primeros años de la Carrera –interrumpidos en 1966 cuando tuvieron lugar la “Noche de los bastones largos” y la intervención a la Universidad por parte
de una de las dictaduras militares que padeció la Argentina, –y el de los años posteriores a 1983– luego de los negros años del proceso militar que enlutó al país desde 1976- cuando, al restablecerse la democracia, se normalizó la vida institucional y se reinició el crecimiento de la Uni versidad pública. pública.
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Temas psicosociales
Maltrato infantil. El abordaje innovador del programa IELADEINU Aprendizajes de una experiencia integral comunitaria Karina Pincever (Coord.), Lumen/Humanitas, 335 pág. / $ 15. – Esta obra trata sobre el las edades, por lo que enconabordaje terapéutico aplicable tramos aquí modelos de abora niños, niñas y adolescentes daje tanto para niños de la prique padecen malos tratos. La mera infancia como para adometodología de producción lescentes que han padecido del texto ha dado como resul- malos tratos , en su mayoría tado que en la exposición se de tipo intrafamiliar. A su vez, imbriquen tanto los aspectos siendo un programa con esconceptuales como los prácti- tándares de trabajo profesiocos de la intervención. nalizado, se encontrará refleLos beneficiarios del pro- jada la tarea de construcción, grama leladeinu son niños, con una sólida base concepniñas y adolescentes de todas tual de fundamentación.
Reedición
Metaclínica de los bordes Patologías límite y déficit narcisista. Abordaje psicoanalítico Javier Wapner, Letra Viva, 2008, 174 pág. / $ 28.-
Librería psicoanalítica desde 1967 Av. Coronel Díaz 1837, Buenos Aires Tel. 4825-9034
Metaclínica de los Bordes surge de la experiencia del autor en el tratamiento de los llamados pacientes borderline. Luego de advertir su modo particular de sufrimiento y los obstáculos que se presentan en el encuadre, comprueba la insuficiencia de un marco teórico exclusivo para dar cuenta de los mismos. De este modo y a partir de la metapsicología freudiana invita a recorrer los aportes de Kohut, Kernberg, Winnicott, Bion, Balint, Mc Dougall, Anzieu, Aulagnier, Green, entre otros. Lejos de proponer una suma-
toria ecléctica, hace emerger lo que llama “conceptos flotantes”, en función de los cuales introduce el término “metaclínica” para situar la tensión dinámica permanente entre la teoría y la práctica. Una idea conductora entreteje el desarrollo del texto: la importancia de los movimientos en la constitución primaria del psiquismo. En el análisis de sus alternativas se encontrarán diversos modos de funcionamiento mental y un espectro clínico diferente, cuestión que invitará a pensar nuevos giros en la dirección de la cura.
Referencia
Manual de psicología junguiana Antonio Las Heras, Editorial Trama 2008, 329 pág. / $ 49. – Este libro –el primer manual de la temática editado en la Argentina– es una herramienta necesaria y valiosa que permite introducirse, de manera sencilla y directa, en la psicología descrita por Carl. G. Jung. Lo inconsciente colectivo, los complejos, los arquetipos –tales como la Máscara, el Anima, el Animus, la Sombra, el Héroe Solar, la Gran Madre, el Niño Eterno, el Anciano Sabio, el Paraíso Perdido y Dios– los tipos psicológicos (extravertido, introvertido); las funciones psíquicas (reflexivo, sentimental, perceptivo, intuitivo); los sueños compensatorios y no compensatorios (anticipatorios, trau-
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máticos, extrasensoriales, paralelos, proféticos), su lenguaje, análisis e interpretación; la Alquimia y las fases del proceso alquímico en la psicología junguiana; el principio de Sincronicidad; la individuación, proceso al que tiende el análisis creado por el Sabio de Zurich; las causas reales del distanciamiento entre Sigmund Freud y C. G. Jung; lo cierto sobre su relación con el nazismo; qué es el campo junguiano; la historia de la psicología junguiana en la Argentina junto con una actualizada bibliografía tanto nacional como internacional y la enunciación de las principales webs del tema.
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Filosofía
Psicopedagogía
Vivo hasta la muerte, seguido de Fragmentos
Las certezas perdidas
Paul Ricoeur, Fondo de Cultura Económica 2008, 117 pág. / $ 35. -
Padres y maestros ante los desafíos del presente
En Vivo hasta la muerte un filósofo se debate con la esperanza de sobrevivir, al mismo tiempo que se ve en la imposibilidad intelectual y espiritual de aceptar alguna visión ingenua de otro mundo que sea el doble o la copia de éste. Es preciso hacer el duelo de toda imagen, de toda representación. En 1996, a los 83 años, Paul Ricoeur se pregunta: “¿Qué puedo decir de mi muerte?” ¿Cómo “hacer el duelo de un querer existir después de la muerte”? Esta larga reflexión sobre el morir, sobre el moribundo y su relación con la muerte, y asimismo sobre la posvida (la resurrección), pasa por dos mediaciones: textos de sobrevivientes de los campos (Semprún, Levi) y una confrontación con un libro del gran exégeta Xavier Léon-Dufour dedicado a la resurrección. La segunda parte del libro está
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compuesta por textos escritos en 2004 y 2005, que el filósofo mismo denominó “fragmentos”: sobre el “tiempo de la obra” y el “tiempo de la vida”, el azar de haber nacido cristiano, la imputación de ser un filósofo cristiano, la controversia, Derrida, el Notre Père de Philonenko... Textos breves, escritos a veces por una mano temblorosa, cuando Ricoeur ya estaba muy cansado. El último, de las Pascuas de 2005, fue escrito un mes antes de su muerte.
Juan Vasen, Paidós 2008, 173 pág. / $ 30. Criar y educar son prácticas tan antiguas como inagotables. Cada época forja las matrices e ideales que se proponen o imponen a los recién llegados. Y esa tarea se funda en aquello que los adultos consideran mejor para sus hijos o discípulos. En el presente, las certezas que eran norte y sostén de la crianza y la educación parecen haberse volatilizado. La preeminencia de los valores que emanaban del Estado-Nación y que eran encarnadas por padres y maestros para contribuir a la construcción subjetiva, van cediendo su puesto a nuevas reglas impulsadas por el mercado y los medios de comunicación. La falta de certezas nos sumer-
ge a los adultos en la indecisión, en la rigidez y, muchas veces, en la impotencia. Juan Vasen aborda en este libro con rigurosidad y profundo compromiso –fruto de la reflexión sobre su trabajo cotidiano con niños y jóvenes, padres y maestros– algunos de los temas más complejos que atraviesan la vida en las aulas: violencia, desinterés, quiebre de autoridad, falta de complementariedad entre padres y maestros, y tantos otros. Se detiene en las formas de sufrimiento en la infancia y se posiciona de manera criteriosa pero contundente ante la tendencia creciente al empleo de las técnicas clasificatorias y la medicalización.
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Es más, son equivalentes o rudimentos de ataques de angustia potenciales. Descriptivamente encontramos siempre un quantum de angustia libremente flotante, irritabilidad general, hiperestesia auditiva combinada con insomnio, expectativa negativa con su nota de “concepción pesimista de las cosas”, deslizamiento frecuente hacia un hipercuidado por la salud –de tono hipocondríaco, luego aislado por Freud en otro cuadro–, parestesias generalizadas. Cuando irrumpe de pronto en la conciencia es que lo denomina directamente “ataque”. Las alteraciones de las funciones corporales son amplísimas: respiración, actividad cardíaca, inervación vasomotriz o actividad glandular. El predominio de uno u otro campo migra: ora el paciente se queja de un espasmo cardíaco, ora de falta de aire, o bien de oleadas de sudor o hambre insaciable; tal vez temblores y estremecimientos o diarreas, vértigos locomotores, también congestiones y parestesias. A veces terror nocturno, náuseas, urgencia de orinar. Cada uno puede ser en sí mismo un ataque camuflado o un rudimento del mismo. Y cada uno suplementarse con otro, pero siempre bordeando el mismo origen. La descripción contemporánea destaca los mismos aspectos: aparición súbita sin motivación aparente alguna, así como bre vedad de su duración. Signos repetidos: vértigo con o sin desmayo, taquicardia, sudoración, temblores, disnea, dolor torácico, náuseas, sensación de despersonalización, pérdida del control del cuerpo con hormigueos en las extremidades, escalofríos o, a la inversa, oleadas de calor, y fundamentalmente, pánico a una muerte inminente. Pasemos a algunas de mis intuiciones teóricas: si distinguimos la variedad de los afectos clínicos a considerar, no tenemos sólo los clásicos: el miedo, la angustia y el susto –descritos por Freud–, sino una variedad mayor a discernir con respecto al pánico. Citaría tres: 1) el terror, 2) el horror y 3) el pavor. Si el pánico se refiere a una claudicación del Otro, sólo que actuada corporalmente más allá del mero afecto vivenciado; podemos decir que el terror encuentra en la política su consumación hegeliana; el horror es el más cinematográfico –o
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sea que implica escenografía–; y el pavor está cerca del miedo, aunque es más inespecífico y traumático –como muestra Lacan en el seminario décimo–. ¿Qué podemos agregar? Así como la fobia pone en juego la mirada del Otro, que reina sin límites exacerbando las penurias del sujeto, creo que en el ataque de angustia puro, en su vertiente de pánico “mortal”, se juega algún elemento del silencio superyoico, en el sentido de la Voz como objeto a. El pánico remite a la hondura del silencio de las pulsiones de muerte en su realización más plena, a lo innombrable de su purificación más desembozada. Allí donde el Goce del Otro obliga al sujeto a desvestir su palabra para mostrarle su des-identidad más abismada. La afonía del sujeto es lo opuesto a su pregunta en análisis, de allí que, si el neurótico para Lacan es una pregunta, la dirección de la cura debería modular la intensidad de la angustia hasta aproximar al su jeto a alguna palabra desde la que pueda empezar a expresar esa inermidad en sus orígenes. Ya no es el Yo el que brinda su señal, sino el cuerpo mismo en su organicidad el que se hace presente ante el analista. Alarido silencioso, donde el cuerpo se “comporta” sin actuar. Es decir, yendo más allá del acting-out y el pasaje al acto, aunque estos puedan ser a veces vías de resolución de esos sentimientos insoportables. Nos queda señalar las conexiones entre el dolor psíquico y el pánico como uno de sus disfraces pues, como el desamparo y la desesperación, son sólo atavíos de lo que cuesta llegar a nombrarse: grito mudo universal de intentar significar ese imposible que es la condición humana. Real con el que convi vimos gracias a los velos del falo, aquellos que en estas manifestaciones se muestran en permanente claudicación. Velos que reducen –con suerte– los alaridos primordiales hasta ser sólo esos susurros significativos que llamamos mensajes. Una última reflexión, relativa a un tema que decidimos no tocar: ¿en qué se ha transformado nuestra vida pulsional que los relatos que describen hoy nuestros analizantes se pueblan sólo de desamparo, del sobresalto de no poder terminar de caer, despertar, incluso morir, de ser engullidos por un real puro no personificable? ¿Qué nos ha pasado que nuestros obscenos y seductores demonios nos han abandonado? ¿El Goce del Otro ya no está encarnado? ¿Ya no es goce y ni siquiera hay Otro, sino el desierto de la egocéntrica y peLetra Viva Editorial tiene el agrado de invitar a la presentación trificada “individualidad”? ¿Ya no del nuevo libro de Mara Musolino hay “qué” temer, pues ya no hay nada que entregar? Hacia una praxis de lo Real Todo tiene hoy la misma chata significación: el tiempo de la De lo inconsciente a la una-equivocación constitución del sujeto no es un El panel estará integrado por acontecimiento. El sexo y la muerZulema Lagrotta , Alberto Marticorena y Osvaldo Couso. te subjetivados ya no interpelan La presentación y la coordinación a cargo de María Elena Troncoso la vida del neurótico. Es mucho peor, sólo se dibujan en el horiLa misma se llevará a cabo el miércoles 15 de octubre , a las 20,30 hs zonte los huecos de una miseria, en Mayéutica , Institución Psicoanalítica. que por aparentemente posmoPasaje del Carmen 729, Ciudad Autónoma de Buenos Aires derna y opulenta, no deja de ser una hilera de imágenes narcisistas vaciadas.
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Las fobias en el Siglo XXI
Desde el signicante hacia la letra en una fobia en el psicoanálisis de una niña Escribe
Edgardo Feinsilber
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n el psicoanálisis entendido como una praxis de lo Real, no se trata de privilegiar uno de los registros de la experiencia –lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario– sino de dar a cada uno su lugar de pertinencia en la efectuación de la constitución subjetiva; todos ellos anudados de manera borromea por una cuarta consistencia a la que Lacan llamó el sinthoma, la que cumple la función hacerlos existir por su lazo a una obra, cualquiera, la que inserta al “individum” –como lo escribió Freud por ejemplo en “El yo y el eso” o en “El malestar en la cultura”– en la vida social ligado a su prójimo. Como soporte de la neurosis infantil encontramos los miedos y las mentiras, los que luego, atravesados por el simbólico Complejo de Castración y su inscripción en el imaginario y real Mito de Edipo, dan lugar, según la modalidad de su resolución, a las llamadas estructuras de la normatividad y de las patologías: neurosis, perversión, psicosis o carácter. Lacan nos deja como camino a recorrer en los análisis el pasaje desde el penisangst y del penisneid del Complejo de Edipo hacia otra formulación del mito edípico, donde lo Real también puede ser mítico, para que la función padre posibilite en lo singular de cada quien la concreción de sus anhelos. Los iniciales miedos infantiles son entendidos como la expresión de las primitivas fobias, plataformas giratorias en las que se mue ven los fantasmas primordiales, los que se consolidarán en las variadas formas de las citadas estructuras. Trataremos de ejemplificar con un caso la posibilidad de su movilización, cuando del significante del que se sirven podemos, con el trabajo de la interpretación y la construcción freudianas, y del forzaje que hace de ellos suplesión según la enseñanza lacaniana, hacer un deslizamiento hacia el sinsentido en el que se estructura el lenguaje de lo inconsciente a partir de su constitución en lalengua. Entendemos nuestra práctica entonces como el enlace de los significantes con su dominancia simbólica, con y hacia la letra de lo inconsciente, en la que encontramos la primacía de lo Real exsistente por fuera de lo articulado en una lengua, enlazado a un imaginario no especular que le da consistencia. Letra entonces que es inscripción y escritura, más allá de los signos, lo gramatical y lo sintáctico de cada lengua. Hacemos uso de ellos en nuestra clínica, así, sirviéndonos tanto del algoritmo significante lacaniano donde el significante es soportado en el significado –este último entendido como el estado bajo la barra de los significantes reprimidos–, como también de otra manera de lectura de las letras de lo inconsciente, uniendo estrechamente el sonido con el sentido. Haremos una breve presentación de algunos de estos artificios en la dirección de una cura. Los padres de Sandy solicitan una entrevista, pues ella les había dicho: “¿Cuándo me van a llevar a lo de Edgardo, porque estoy repodrida de mis miedos?”. Como vemos, en un estilo directo y demandante de razones. Era una niña de 8 años que venía solicitando ser escuchada desde hacía al menos un año, hasta que el acceso (ataque) de angustia ante los animales sueltos –eso que constituye el motivo de consulta para sus padres–, le impedía casi salir a la calle. Si bien ello había partido del miedo a los perros, llegó hasta el descontrol ante una polilla, por lo que la defensa territorial se había desmorona-
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do. También se había extendido al miedo a los ruidos, por lo que estaba repetidamente con los dedos en los oídos. Se tranquilizaba chupándose el dedo meñique. La madre la trataba con rigor, pues la definía como muy mandona y poco frontal, con lo que la niña era llevada a las mentiras, principalmente para ocultar las obligaciones escolares. Una tercera formación de lo inconsciente se expresa en los tics: parpadea exageradamente, mueve la cabeza con la vista desviada, baja bruscamente la cabeza, levanta los brazos, camina “como un monito” según el padre. En el comienzo de la primera entrevista, cuando le pregunto si quiere que hablemos o si prefiere jugar a algo, Sandy me manifiesta con seguridad que ella viene a verme para hablar de su miedo, no para jugar. Relata en esas primeras entrevistas el miedo a los perros, en tanto pueden abalanzarse sobre ella, como también un cosquilleo en el estómago cuando piensa que su madre la obligará a rehacer su desprolija tarea hecha en y para el colegio. Dice tener novio, que la miró y se puso colorada pues no sabe si le miró la “cola”. ¿Qué fantasma primordial, constituido por esas escenas simples que luego se complejizan en la conformación de los fantasmas inconscientes, los que entonces se expresan en síntomas, se ha erigido en causal de su neurosis, esa que para Freud se manifestaba en miedos y mentiras, la neurosis infantil considerada como un tiempo inicial de la subjetividad? Al andar de las sesiones y a raíz de sus asociaciones, surge en lo que de analista me adviene, una hipótesis. Los primeros perros que dice haber temido son unos del tipo “salchicha”, los de patas cortas, de unos vecinos del edificio. Esto surgió poco tiempo después de un accidente de su madre, por el que ésta pasó muchos meses entre internaciones y operaciones en sus piernas, del que aun no estaba plenamente restablecida. También su padre había sufrido un accidente en una pierna, del que no había quedado con dificultades, razón por la cual considera tener poca disposición para salir con su hija, por sus dificultades para correr. Si el miedo se localizó, en un tiempo primordial, en la “animalidad” de miembros cortos, reconoceríamos allí una determinación que se inscribió bajo la forma de trazos identificatorios. Pero esto si bien es necesario, no da cuenta de la derivación sintomal. Si los síntomas hacen a la satisfacción sexual de los neuróticos, por medio de los cuales se instituye la diferencia, –pues lo sexual es, en primer lugar, diferencia–, nos preguntamos: ¿Por qué el pago del precio por subsistir es el de ser como los padres-perros? Le comento a mi analizante la proximidad temporal entre el accidente de la madre y el comienzo del miedo a los perros. Ella lo acepta, pareciendo no darle mayor importancia. No había manifestado hasta ese momento ninguna emoción particular ante la larga ausencia de su madre. Pero a partir de esa sesión, comienza las siguientes relatando su acercamiento a los perros, por ejemplo que ha tocado a dos perros en el hocico. Su padre le regala un gatito, a partir de lo cual se inicia otra serie de temores. Como tiene que dormir con una luz encendida y la puerta abierta, pues de lo contrario se ahoga por sus “problemas respiratorios y alérgicos”, el gatito entra de noche en su cuarto y se sube a su cama, por lo que decide transladarse a dormir con su madre. Como el padre le prometió un perro ante una próxima mudanza, lo que constituía una anhelada propiedad, y ante la posibilidad de no poder tenerlos a ambos, dice que le disgusta pensar que podría querer que se muera su gatito para poder tener el perro. Poco tiempo después, con el mejoramiento de su rendimiento escolar, y un cambio de posición ante los perros, con su angustia disminuída, el padre me comunica la interrupción del tratamiento.
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Las fobias en el Siglo XXI
Sobre un modo de funcionamiento límite en las fobias Déficit Simbólico Escribe
Javier Wapner
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Déficit de la estructuración narcisista
Estructura pobre del entramado representacional.
Déficit en la Constitución del yo
precaria constitución simultánea del cuerpo y el espacio psíquico
esde el artículo que he publicado en la revista La Cuerda Partamos de una comprobación de la clínica actual. Los cuaen 1991, “Los bordes de la estructura”, hasta el libro Metaclínica de los Bordes , creo haber hecho dos aportes res- dros neuróticos que vemos actualmente presentan un predomipecto de las fobias en general y de la agorafobia en particular. nio de angustia flotante acompañados de pobreza fantasmátiEl primero consistió en mostrar un espectro que denominé ca, a saber, la posibilidad de poder imaginarizar qué es lo que “niveles de estructuración sintomática” correspondientes a los produce el disparo automático de la angustia. El cuadro des“grados de simbolización” en las neurosis. Haciendo referencia crito como “ataque de pánico con agorafobia” en el DSM IV no a la complejización representacional que va de las neurosis ac- difiere de las neurosis de angustia descritas por Freud tal como tuales a las psiconeurosis ubiqué a las fobias en general en el lo señalé anteriormente. He tratado de describir la vivencia subjetiva como un desdibulímite de la estructuración neurótica. Dentro de este grupo clínico a su vez puse énfasis en la diferenciación freudiana entre jamiento de los límites corporales. Pérdida de las coordenadas las fobias de las neurosis de angustia descritas en los artículos espaciales tras lo cual aparece el vértigo y la pérdida de orientade 1895 y las correspondientes a la histeria de angustia descri- ción. Una suerte de “tembladeral” donde el paciente siente huntas en los escritos metapsicológicos de 1914. Concluyendo así dirse en un “piso pantanoso”. Esta suerte de colapso desemboca que las fobias de las neurosis de angustia son los cuadros más en el miedo a volverse loco y la sensación que algo terrible va a desestructurados del espectro neurótico, encontrándose en el ocurrir. El cuerpo, en situación de alerta, se descompone en manifestaciones neurovegetativas. Hasta aquí una descripción que “tope” de su estructuración. Mis comprobaciones clínicas corroboraron la hipótesis freu- puede caracterizar a cualquier ataque de pánico en toda estrucdiana que “las fobias de las neurosis de angustia (…) no proce- tura clínica. Ahora bien, hoy nos consultan pacientes en quienes éste es den de una representación reprimida, demostrándose tan irreductible por medio del análisis psicológico como rebelde a toda el cuadro central por excelencia y no como crisis episódica. Es acción psicoterápica (….) el mecanismo de la sustitución no es en estas formaciones clínicas donde encontramos una pobre esaplicable a las fobias de las neurosis de angustia.” (Freud, 1895). tructuración sintomática sobre un trasfondo de eclosión pulsioEn otro escrito de un valor clínico actual, “Obsesiones y Fobias”, nal que no encuentra ligadura psíquica en representaciones así –del mismo año– realiza una observación similar: “el mecanismo como límites yoicos suficientemente configurados. De lo que de las fobias es totalmente diferente del de las obsesiones, no se se infiere que hay un predominio de la angustia automática sotrata ya de una sustitución, ni resulta posible descubrir, por me- bre la angustia señal, que Freud teoriza en 1925 como angusdio del análisis psíquico, una idea inconciliable sustitutiva”. En tia de castración. Desde el punto de vista del yo corporal el déficit se encuentra consonancia con estas ideas postulé en 1992 que en la neurosis encontramos que “a mayor capacidad de estructuración sinto- en lo que Winnicott llamó “membrana envolvente” y que luemática, menor es el grado de angustia flotante”, lo que metap- go Anzieu (articulando concepciones bionianas) teorizó como sicológicamente se traduce que: “a mayor precariedad y deses- “envoltura psíquica”, partiendo de la hipótesis de que el yo pritructuración del aparato psíquico, es mayor el campo pulsional mitivo es un “yo piel”. En principio es una “piel en común”, inque aflora y menor el nivel representacional que abarca. En es- diferenciada, entre el bebé y la madre y que en la separación tas circunstancias, el cuerpo emerge en su aspecto más pulsio- paulatina va adquiriendo envoltura propia. Esta es la condición para la constitución de una interioridad, de nal”. Podría resumir el primer aporte postulando que “las fobias una primera coordenada espacial adentro-afuera. Tomando la nose encuentran en el límite de la estructuración simbólica”. En Metaclínica… y en un artículo posterior publicado en esta ción bioniana de “continente y contenido” , el pensar mismo immisma revista (2007) ubiqué como uno de los subtipos dentro del plica un continente –lo que requiere de la “función alfa”–, es de“funcionamiento mental límite” a ciertas configuraciones fóbicas cir un “aparato para pensar” que permiten procesar los elemen(funcionamiento límite de presentación neurótica) reinstalando tos no cualificados (“elementos beta, protopensamientos”) , conel tema, pero resaltando una segunda cuestión: en relación a los dición de la constitución del “espacio mental” en las neurosis. De otros modos de funcionamiento límite estas formas tienen en co- lo contrario, los elementos que no pueden cualificarse psíquicamún con las otras (la patología límite con perfil actuador y las for- mente bajo la forma de un “ideograma” , son eyectados, evacuamas depresivas) un déficit narcisista en su constitución diacróni- dos, en el espacio tridimensional por la identificación proyectiva, ca. Partiendo de una fenomenología subjetiva, trabajo la noción en el mejor de los casos, o en un espacio infinito, en el caso de la de envoltura psíquica de D. Anzieu respecto a las vivencias del psicosis. No existe por lo tanto un “continente” que pueda “caryo en relación a las coordenadas espacio temporales y a la cons- tografiar la realización del espacio mental” (Bion, 1965) “Lo que se siente entonces es que tiene lugar una proyección titución simultanea del cuerpo en relación a las mismas. Intentaré desarrollar cómo se articulan estas dos vertientes: 1- explosiva en la que es, para el analista, la realización de un esel déficit simbólico, 2- el déficit en la constitución del yo-cuerpo, pacio mental, un espacio mental al que no le corresponde ninpara explicar su origen simultáneo con la estructuración narci- guna imagen visual en condiciones de desempeñar la función de un sistema de coordenadas (…) la realización mental del essista. El esquema que planteo es el siguiente: 22
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pacio es, por lo tanto, sentida como una inmensidad tan grande que no puede ser representada siquiera por medio del espacio astronómico.” (Bion, Atención e Interpretación) En una hipótesis aproximativa quisiera esbozar la idea de que en los fenómenos fóbicos si bien no estalla el espacio mental, éste se siente amenazado. Según se trate de fobias espaciales o de fobias específicas encontraremos en las primeras la vivencia de desdibujamiento del espacio tridimensional-euclidiano, mientras que en las segundas se constituye por identificación proyectiva la localización visual de un objeto que opera como tope para la organización espacial. La precariedad de éste hace que en la histeria de angustia (neurosis fóbica) se organice en derredor del objeto la “muralla protectora”. ¿Cuáles son las condiciones para que el yo en tanto continente corporal se constituya? Por el contrario ¿Cuáles son las condiciones para que su constitución sea fallida? Para esto debemos recurrir al eje diacrónico en la constitución subjetiva que he propuesto para entender las patologías graves. Si no se entiende que la subjetividad está sujeta a una diacronía, restringiéndola a “condiciones estructurales”, perdemos toda orientación en el tema y lo que es peor aún en el abordaje terapéutico del paciente. Las patologías graves ponen de manifiesto la importancia de los movimientos libidinales de los objetos primarios en la constitución de los esbozos del aparato psíquico. En el encuentro entre el infant y el “otro primordial” hay un suministro libidinal a través de lo que Winnicott llamó “holding materno” que simultáneamente al “handling” , proporcionan gradualmente coordenadas en un espacio que por sí mismo es ingrá vido. De lo contrario sobrevienen las “agonías primitivas”. “He aquí algunas: 1. Retorno a un estado de no integración. (defensa: desintegración), 2. Caer para siempre (defensa: autosostén), 3. Pérdida de la relación psicosomática, falla de residencia (defensa: despersonalización) (…)” (Winnicott ,1963). Ahora bien, así como estas funciones pueden ser distantes y holgadas puede ocurrir que la tendencia a la integración sea obstruida por un ambiente excesivamente intrusivo. De ahí que el término “madre suficientemente buena” incluya no solamente la función de sostén sino, como contrapartida, las inevitables “fallas ambientales”. En este caso la madre instala la “desilusión gradual” en espacios de tiempo cada vez mayores. Si con las funciones antedichas se instalan las coordenadas espacio-corporales, en el movimiento de retiro gradual se va instalando la coordenada temporal y la condición para la capacidad de espera y anticipación. Esto implica que la ausencia pueda ser simbolizada. He insistido sobre esto recordando que “la impronta del objeto decanta en representación psíquica”. (Wapner, 2006). ¿Qué podemos inferir de esto? que a medida que se instala la envoltura (membrana envolvente) también aparecen los primeros esbozos de la representación psíquica. Son los preliminares del pensamiento que para Freud permiten realizar los rodeos para el hallazgo del objeto mediante una operación de tanteo. El aparato que se esboza alrededor de estas representaciones resulta isomorfo a la envoltura que se constituye como yo corporal. De aquí la relación que hicimos respecto a la noción dialéctica de “continente-contenido”. (Bion). Así los primeros esbozos representacionales son simultáneos a la constitución del yo corporal. Envolturas táctiles, olfativas, sonoras, kinestésicas (Anzieu) se transforman en los primeros esbozos de la representación cosa. ¿Qué operación realiza la madre en su retiro para hacer que el pasaje del Principio del placer (omnipotencia del bebé de ha24
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ber creado el objeto) al Principio de Realidad (aceptación del “objeto objetivo”) sea tolerable? Contestaremos con Winnicott que no alcanza con la representación interna (el objeto interno kleiniano) sino con el hallazgo del “objeto transicional” que permite la articulación ausencia-presencia, adentro-afuera. Ahora bien, si estas consideraciones son la condición para la constitución de la infraestructura narcisista; si su falla es la que encontramos en todo funcionamiento límite. ¿Qué especificidad corresponde a las fobias aparte de las que ya consideré respecto a los aportes de Bion? En mi trabajo con pacientes con predominio de agorafobia he encontrado un modo de funcionamiento ob jetal que he denominado “incrustación objetal mutua”, cuya característica es que en la relación entre uno de los miembros parentales y el hijo, ambos funcionan mutuamente como sostén del otro. La madre puede encontrar en el hijo un reaseguro de su propia fragilidad narcisista. En este mismo movimiento se impide la conformación de la “confianza básica”. Recordemos la descripción que hace M. Malher (1972) respecto de los comienzos de la deambulación. El niño al comenzar a caminar a los pocos pasos se da vuelta y mira a la madre para luego proseguir la marcha. La autora dice que el niño realiza una “recarga libidinal”. La contrapartida es la de un chico que no encuentra un reaseguramiento en este alojamiento porque ve el rostro de una madre excesivamente atemorizada. Pero debemos hacer una aclaración: a diferencia de las patologías límites graves, en estas fobias la corriente libidinal existe con una circulación viscosa, no permitiendo la conformación de una autonomía así como que el individuo sostenga una “constancia libidinal” independiente de la presencia del otro. Encontramos como antecedentes una dificultad en los juegos donde predominan el movimiento y la motricidad con participación de los padres (la hamaca, el tobogán, los trapecios.) Heinz Kohut (1971, 1977, 1982) ha destacado la importancia de la función especular que se deriva de la mirada empática de los padres frente al “exhibicionismo” que el niño demuestra en estas “destrezas”. A su vez ha hecho un aporte a la comprensión de los sueños donde predominan las caídas en precipicio o las fantasías de columpiarse sin detenerse. Como se verá, tanto en la clínica de niños como de adultos se corrobora la vivencia de pérdida de envoltura en estos pacientes con predominio agorafóbico así como la pobreza asociativa, que en las consideraciones precedentes consideré como déficit representacional. Su condición es la posibilidad de sustitución, de la que Freud tan genialmente hace referencia en sus escritos de 1895/6. Y que a lo largo del artículo hemos entendido como una “falla en el doble movimiento en la constitución del yo corporal y los esbozos representacionales”. Pero al haber hecho la diferencia entre las fobias espaciales, a mi entender anobjetales, y las fobias específicas, se entiende que en éstas últimas se pueda constituir un “espacio mínimo” que limite el desborde pulsional que la envoltura no contiene y que la representación no liga. También pueden encontrarse modos de racionalización que se ponen en juego en el temor al compromiso con otras personas donde se trata de establecer una “distancia óptima” frente a la angustia de intrusión y como defensa ante la misma. Y así encontramos otra forma distinta de resolver la constitución de las coordenadas espaciales: frente a la mala resolución que encuentra el agorafóbico tenemos como reverso una defensa más eficaz, la claustrofobia, de la que daré mayores precisiones en un escrito en preparación.
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Las fobias en el Siglo XXI
Resolución de una fobia en una niña pequeña Escribe
Marta Kreiselman de Mosner mosner@fibertel.com.ar
A
gustina, de tres años, padece de una fobia: tiene miedo a los monstruos. Por eso duerme con sus padres. La indagación del mundo de fantasías de la niña nos permitirá aventurarnos en los caminos que toma para construir un saber sobre su filiación. Se trata de investigar el espacio donde se despliega lo propio pulsional. La sexualidad infantil implica siempre el trabajo psíquico de limitar el placer sexual ajeno. Lo sexual del otro y lo propio son las motivaciones de la curiosidad. En los síntomas y angustias del niño descubrimos la intromisión de lo pulsional del otro, el entrometerse de una ajenidad en el juego del niño. Es necesario un cierto displacer para el crecimiento, displacer que arranca al niño del erotismo endogámico. Son separaciones necesarias para resguardar y proteger sensaciones, placeres propios. En las fobias se disfraza de miedo y espanto aquello que se debe abandonar. Son separaciones imprescindibles para no sucumbir a un exceso de excitación traumática provenientes de las sexualidades no morigeradas de los padres. La angustia molesta e inhibe al yo e impide un funcionamiento a puro placer. Diferenciar lo animado de lo inanimado, por ejemplo, jugar con la musculatura anal en el proceso de defecación hasta la diferencia sexual anatómica, son recorridos libidinales que dan fuerza, pasión y emoción a las teorías sexuales infantiles. Agustina juega en el consultorio. Baña a las Barbies en una bañera. El baño es compartido por otros muñequitos “amigos”. Dice que el agua está linda y caliente. De pronto se mete en la bañadera la mamá Barbie. Barbie de un lado y la mamá del otro, tocándose “solo” –dice Agustina– los pies. Mamá Barbie dice: “¡Rápido, rápido! ¡Hay que preparar la comida!”. Jugamos a sacar a mamá Barbie de la bañadera para que pueda preparar tranquila la comida. Para eso Agustina propuso jugar con dos Barbies amiguitas que se cansaban de esperar que termine de una vez su baño para poder jugar. Por eso saca a la Barbie Agustina del agua. Me dice: “Mamá no prepara la comida. Dice: rápido, rápido, apurate… Qué lío lavarte el pelo”. Compartió la cama con sus padres hasta los dos años y medio. Cuando jugaba con las Barbies desnudas, miraba y tocaba las tetas de las muñecas. La mamá se metía por todas partes, en la cama, en la bañera, cuando invitaba a las amiguitas a jugar. En ocasiones entró abruptamente al consultorio: “quería ver que habíamos hecho”. La mamá hablando y metiéndose en todo. Hubiera sido importante la figura de un papá rescatando, apropiándose de su mujer mostrándole momentos y espacios de encuentro en28
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tre los dos. Hay algo que los hombres tienen que brinda agrado y placer, y que es bueno “compartirlo”. La mamá de Agustina no estaba satisfecha con su marido. Por lo tanto Agustina, para poder separarse de la mamá, construye un opuesto a Mamá, base de un complejo de Edipo negativo. Es decir: las angustias y fobias ocupan la función deficitaria del padre a la vez que le posibilitan alguna forma de vínculo con él: “Un hombre viejo que va a venir a matarlas a las dos”. En el consultorio el monstruo era una máscara verde, efectivamente monstruosa, que se movía con los dedos y Agustina le hacía hacer gestos y muecas “que dan mucho miedo” con los ojos y la boca. Al principio se asustaba mucho y quiso tirarlo a la basura, pero luego formó parte del juego. Agustina puso un tigre para que juegue con el monstruo debajo del diván del consultorio de adultos. “El monstruo no quiere estar solo –dice– ¡hay que ponerle un amigo!” Esta solución, “tener un amigo” para jugar y divertirse, lo había propuesto ella en sesiones anteriores para poder sacar a la mamá Barbie de la bañadera. Comienza a percibir que lo monstruoso es el encierro endogámico y la dificultad en el acceso heterosexual. Ese mismo día dice que Graciela (la mucama) le grita fuerte y la pellizca. Arma con bloques de madera un fuerte para defenderse de Graciela, a la que Agustina personifica gritando: “¡mala, no ordenás los chiches. Dormite, mala, mala!” Supongo que Agustina desplaza y proyecta sobre la mucama, como antes lo hacía con el monstruo sus intentos de separación de la madre. Ganas de crecer y un miedo grande de encuentro con un mundo peligroso, expresado en el viraje hacia el papá. Le pregunto si le dijo a la mamá que Graciela la molestaba, me contesta: “¡Graciela no es mala, vos hacés lío!” Ahora parafrasea a la madre, impostando la voz como adulta y señalando con el dedo índice. Como era la última sesión antes de mis vacaciones le propongo a Agustina comentar su molestia a la mamá. La niña está de acuerdo. Entendí que me estaba pidiendo ayuda para hacer un reclamo. Veamos en qué derivó mi intervención. Cuando la mamá llega le señalo cierta molestia de Agustina con Graciela. La mamá dice: “¡Pero Agustina también es terrible!” Agustina le replica a la mamá: “¡Graciela me grita, me pellizca!”. Lo dice con mucho énfasis. La mamá hace su interpretación de los hechos –dice con voz muy dulce y tratando de convencer a su hija–: “Yo sé por qué lo dice, pero lo hace de chiste, es de mentira. Graciela te quiere”. Agustina corre al consultorio, saca al monstruo de abajo del diván y mientras la mamá sigue dando explicaciones acerca de cómo necesita a la mucama, siento en mi mano una mezcla de pellizco y mordisco. El monstruo me mordía la mano. Agustina cruzó el espacio de ficción, fue el modo de mostrar que cuando duele, cuando lastima ya no es de chiste, ya no estamos jugando. Agustina cuestiona las afirmaciones taxativas
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de su mamá que decían: “Graciela te quiere, cuando te pellizca lo hace de chiste, es un juego”. Cuando pellizca y muerde mi mano me comunica su vivencia de injusticia, me pone en la misma situación en la que ella queda atrapada. Ahora soy yo quien le tengo que explicar a su mamá que cuando duele ya no es juego. Cuando retomamos después de las vacaciones comenta Agustina que Graciela sigue siendo mala, pero ya no la molesta. Limitar los aspectos malos y monstruosos de las mujeres de la casa trajo un resultado inesperado e interesante. Agustina introduce por primera vez, en el juego de las Barbies, al Barbo Ken. Lo presenta con el mismo nombre que tiene el padre. Lo trata muy condescendiente, quiere que se sienta cómodo. Recordemos que para llegar a esta instancia donde aparece la figura del hombre, despe jamos algunas variables. Lo distinto a mamá era un monstruo (Fobia). Ella misma era un monstruo, en la versión de Graciela, mala porque rompía las cosas. Lo distinto a mamá era un “señor viejo que la iba a matar a su mamá y a ella por estar juntas”. Lo distinto a mamá eran ella y el papá, porque “la mamá tenía tetas grandes y ella y su papá no tenían”. En esta ocasión se mostró muy interesada en ver un libro con dibujos de mujeres y hombres desnudos. Observa que las tetas en las mujeres van creciendo. Mira a un bebé chupando teta. Señala el pito y al mismo tiempo el cordón umbilical que no está más después del parto. La limitación del poder maternal introdujo de lleno a Agustina en la curiosidad infantil, se despliegan fantasías edípicas con su papá. Los juegos se diversifican, la hiperquinesia disminuye, ya no le es necesario desmantelar el consultorio, desparramar los juguetes e inundar el consultorio con agua. Ahora baña a las Barbies en el baño. La posibilidad de concentración y atención en el juego es más amplia y divertida, y con un ritmo más tranquilo. Es que Agustina se siente confiada y contenta de tener un papá con quien iniciar un romance. Entiendo que el erotismo con el padre es siempre menos angustiante que el Edipo negativo. El juego cambió porque fue comprendido e interpretado. El niño dramatiza en el juego y el analista interpreta el sentido del juego del mismo modo que interpreta la figurabilidad de los sueños en los adultos. Los niños se expresan en un lenguaje dramático, es decir, hablan y juegan, hacen. El analista debe estar atento con su yo observador a las fantasías inconscientes que se expresan, en el mejor de los casos, en el jugar. Tendremos que tomar en consideración que no sólo es importante en la labor terapéutica lo que el niño pretende decir a sus padres, la denuncia. Más importante son aquellos momentos donde el niño se conecta con sus gustos y anhelos. Esa es la especificidad del psicoanálisis de niños. Si del trabajo con el niño se genera una modificación en los padres, será una consecuencia, una yapa del mismo, más no el objetivo del tratamiento. Agustina baña a sus Barbies para investigar su sexualidad, si está del lado de la mamá (con tetas) o del papá (sin tetas). Insisto sobre el proceso y la significación del juego de Agustina. El análisis le sirvió para ir midiendo su posición frente a su mamá y a su papá. El papá ya no es el monstruo que sostenía la fobia. Ese monstruo verde que antes ni se podía mirar porque asustaba, a través del juego en transferencia se convirtió en el Barbo Ken. La Barbie mamá, en las últimas sesiones, pasa a ser una amiga con la que comparte al Barbo Ken. Es ya una primera identificación con una mamá positiva, no es una mamá rival y opuesta a ella. En el juego, las dos van a irse de vacaciones junto a Ken, van a ir a Disney, y como son amigos tienen derecho a compartir ese hombre amigo-novio-bueno. Son elaboraciones que va haciendo Agustina de sus elecciones edípicas. La presencia y el cuerpo del analista fueron necesarios para la niña creando un espacio de recepción y escucha para las fantasías inconscientes. Un espacio para la elaboración. Por ejemplo en el juego de hacer y recortar un gato, el gato ya tiene pito, pero cuando está por pegarlo justo le entra agua en los ojos y tiene que correr al baño a secarse la cara. Deseos, tentaciones, ganas de saber y conocer, explorar el mundo de las fantasías inconscientes de la mano de un analista para poder compartir la construcción de un saber, que sin este acompañamiento se hace terrorífico y monstruoso. Entonces ¿para qué sirve la fobia? Es un recurso defensivo que pone a disposición del yo grandes intensidades de afecto displacientes. El yo queda enajenado por este desborde angustioso. Sin embargo cuando investigamos qué de los derechos del niño a tener una filiación edípica han quedado masacrados, encontramos en estos modos angustiosos un reclamo de libertad, filiarse a una familia, defender su propia sexualidad infantil perverso- polimorfa de la intromisión adulta. 30
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Las fobias en el Siglo XXI
Fobia y fantasma; la disolución del síntoma, el síntoma de la disolución Escribe
Teodoro Pablo Lecman www.leerypsicoanalizar.com.ar
“Fobia asoma, ya sus rayos iluminan el histérico convento...” (parodia)
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uestro maestro de psicoanálisis, Oscar Masotta, no recibido en la UBA, decía, entre otras cosas, que la historia es una parodia. Variante quizás de una famosa frase de Hegel: la historia primero se da como tragedia y después se repite como comedia, citada por nuestra señora K con pudor de fuentes, quizás porque tenía miedo de decir Marx, (¡es demasiado!), que la repite en el “18 Brumario”. Mientras las brumas del humo nos envolvían, nos llevó mucho tiempo entender la parodia. La parodia es nuestra tragedia, según Leonidas Lamborghini –comenta Saccomanno–. Cierto, epigonismo y papismo en una colonia de cuarta con una urbe goliática enferma de burocratismo y tv. Y al fin, Umberto Eco: “Considero que la poética del zigzagueo forma parte de mi actividad intelectual. Puedo escribir un ensayo sobre Tomás de Aquino y acto seguido una parodia sobre el mismo tema, justamente como girar el timón. Zigzagueo para no tomarme demasiado en serio lo que hago.” Zigzagueamos entonces, porque no podemos evitar las balas del destino (ese es el origen germánico de la palabra zigzag, y lo que te “enseñaban” en la colimba de los años ‘69, año del Cordobazo). Y parodiamos la parodia. Con fobia. Masotta contaba la suya de una Rosita, Rosetta de Champollion. En el Contorno, y el bar Florida, desaparecido. Aislado cada uno en su fóbico destino argentino (anagrama de “ignorante”, descubrimos regocijados en un grafitti del Palais de Glace, cuando nosotros sólo habíamos descubierto el anagrama de argentina: “tina negra”), flotando en su espacio asteroidal, dada la disolución del lazo social, los rayos de la ilusión no asoman en un país conventual, mojigato, llevado ahora por el desatinelli y los vientos de la soja. Se toca el tambor, y uno se niega a crecer. Cosa de no confesar que se fue nazi, o Tacuara, en la juventud, Günter Grass del pasto, el siglo XX terminado. ¿Qué veintiuno...? En un antiguo convento de monjas, que llaman Facultad de Psicología, se parodia todo papismo (o mamismo) que venga de afuera, Lacan incluido, y a veces una onda histérica recorre los fatigados muros del ex convento. Suerte que nos excomulgaron de allí, y como Lacan, podemos citar como queremos al pulidor de cristales Spinoza, o Espinosa, con Borges en Ginebra. Maldita ginebra, diría Oscar, y otros. Allí, en espinosa situación, desde Flores nos saluda una tía, vieja alumna de Filosofía y Letras de la calle Viamonte, con la mano en la trampa1. Al salir ya se cree ser psicoanalista”s”. Sin fobia. Léase con “ese”, como pikzza, o afekto o lacanilla. Cuando no la canalla. Nos explicamos, en la fobia: Fobos, según el diccionario mitología Noël: es el miedo [no es la angustia sino defensa contra ella, reparo]; los griegos lo habían divinizado y lo representaban con una cabeza de león. 34
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Pasa por hijo de Marte y hermano de Deimos, el terror. Aristóteles hará del terror ( Fobos) y la piedad, los dos resortes purgativos de la tragedia. Marcel Schwob, en parodia, más de 2000 años más tarde, en el Corazón doble, insistirá en la duplicidad del corazón humano: por terror, expulsa el miedo y la identificación con el otro; por piedad, asume el terror que constituye la condición humana. En esta época donde el corazón es un órgano a lo sumo donable, los sentimientos no suelen ser ninguna referencia. La fobia entonces cunde, pero disuelta. Es histeria de angustia, se la llama ataque de pánico, stress, fatiga crónica, indolencia, etc. Lo que se disuelve también es la ilusión. La fobia desplaza el descontento consigo mismo (dismorfofobia: temor de su propio aspecto). Toda una panoplia de cuestiones que se reflejan en el transplante de rostro (Paula Sibilia), las “estéticas”, el peircing, el tatuaje, la “belleza”, el aeorbismo, la “buena” onda y las monstruosidades de la quimera “posmoderna”. Nuestro viejo e inefable profesor Tarazi, también echado de la UBA, nos decía, en parodia kleiniana: “los dos objetos están afuera en la fobia: el malo y el bueno”. Raccourci para in vocarse sin moral, flotando en el espacio ¿Social? Lacan insiste en la relación de la fobia con el espacio ( La agresividad ): claustro-agorafobia. Es obvio que en una sociedad sin tiempo predomine el espacio. En las Relaciones de objeto, la observación de balizar territorio nos lleva a la palabra Vorbau. Y luego a las fortificaciones del famoso ingeniero militar francés Vauban. Balizar el desierto, en esta época de desertificación de la experiencia, de dessatinelli generalizado a bajo precio, incluso en la revuelta. Henry Ey por su parte, marca en la fobia el nombrar, localizar, desplazar: mecanismo de defensa. Y la evolución infantil: alternancia con conductas de desafío: des-fidere. Primera infancia: a grandes animales (devoración y persecución) en función de percepción de actividad orgánica propia no dominable. Pequeños animales: atentado a integridad corporal. Relación con superstición, trivialidad. Estabilización: el amor y juego con objeto fobígeno, la sopresa. Experiencia de dominio de percepciones: experiencia-interrupción-tranquilización- experiencia. Fobia al contacto neurosis obsesiva, psicosis. Ya Freud destacaba tempranamente (“Fobias y obsesiones”) la ubicuidad de la fobia como síntoma en distintas estructuras, y su fragilidad ( Inhibición, síntoma y angustia) en detener el desarrollo de angustia. El objeto fobígeno permite por un rato fijarla, pero pronto la fobia se extiende. Condición fóbica si se quiere la de Freud al tratar a Juanito, pero Freud mismo había confesado su fobia al tren basada en el amor-roma matrem. Y no se puede negar que el historial de Juanito, de su verdadero apellido Graf (Giraf , jirafa, según un notable hallazgo de un psicoanalista francés), es una fábula urbana vienesa de principios del siglo XX, con plomero incluido. Sus restos se vislumbran en el palacio de Schönbrun y aledaño zoológico, si la memoria no me traiciona. Anunciará, en esa ciudad dul-
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cemente musical y decadente, encrucijada de culturas e imperios, la barbarie que retornará de la “cultura” con el nazismo: los animales de Kafka. El pequeño Juanito ( Knaben) roe, siente mordeduras (knabbern). La cultura siempre se tematiza hasta en el significante más singular. Eso es lo humano. Nos enteramos (Enciclopedia Salvat) que Gmünden, el lugar de las niñas y los niños de Juanito (luego gran regisseur de ópera), aparte de su resonancia con Sigmund y Mund (boca) está situada en el lago homónimo, denominado también Traum (¡sueño!), y que es una estación veraniega austríaca muy frecuentada, con panoramas pintorescos. La fobia aparece en el tránsito ontogenético, o sea en cada uno, de la Naturaleza a la Cultura (el filogenético es la prohibición del incesto). Disuelto el lazo social por predominio de la competencia sal vaje y la exclusión, el síntoma también se disuelve, se propaga, se difumina. Una fobia difusa sobre las ciudades, cada cual agazapado en su animalidad latente, en su in-significancia, sus significantes que no le sirven para nada, (a menos que se analice y mantenga una ética) salvo que sean los significantes fetichizados usados del sistema para “matar”. En ese caso se maquiniza. La angustia cunde cuando el cuerpo emerge. O cuando sale el monstruo de la laguna, como dice Chico Buarque. Padre, aparta de mí este cálice. ______________ 1. Para los desmemoriados, La mano en la trampa fue una famosa película de Leopoldo Torre Nilson, alrededor de una alumna de Filosofía y Letras (heroica predecesora de las alumnas de Psicología), protagonizada por la pacata pero bonita Elsa Daniel, donde se comía... polenta con pajaritos. No como en el famoso sueño de Freud: se come espinacas...
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Problemas y cotroversias en el psicoanálisis
El tiempo: entre la causa y el límite Escribe
Juan Bautista Ritvo juanritvo@fibertel.com.ar
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na asistente al curso que actualmente estoy dando sobre Temporalidad del Inconsciente, resumió así lo que yo intentaba transmitir: “el tiempo está situado entre la causa y el límite”. Me gustó la expresión y la retomo. Ignoramos la causa y la esencia del tiempo, al cual definimos siempre con metáforas acuáticas tan insuficientes como imprescindibles; y el límite desde el cual lo concebimos, el límite desde el cual nos situamos, seres mortales, consiste en que siendo en principio y a la postre infinito e indiferente a lo humano, para cada uno de nosotros el tiempo nos “apremia” en virtud de su escasez. Nunca hay, como suele decirse, “tiempo suficiente”. Se dirá que estoy tratando las cosas desde el llamado “tiempo cronológico”, al que mejor sería denominar “tiempo métrico” 1, porque es homogéneo, lineal y susceptible de medida cuantitativa, y no desde el también llamado “tiempo lógico” que, en verdad, merecería mejor el nombre de “tiempo conjetural”, aunque, en este caso, el oxímoron que implica contrastar lógica y tiempo, la lógica que se supone intemporal, el tiempo que se supone alejado de la lógica, justifica que conservemos el nombre que le dio Lacan. Por varias razones que paso a enumerar, quiero indicar que no estoy privilegiando de manera ingenua el llamado “tiempo cronológico”. 1) Se reproduce incesantemente entre nosotros una versión escolar y pobre que se limita a decir que el tiempo lógico, formado por tres instancias, instante de ver, tiempo de comprender y momento de concluir, se instituye a posteriori, es ternario (y aquí aparecen las inevitables frivolidades acerca del “contar tres”, las que dejan de lado que cada vez que cuento tres el tercero se duplica en un cuarto suplementario) y no lineal. 2) Ahora bien, el simple movimiento a posteriori –el que, digamos, invierte la dirección de izquierda a derecha–, es tan lineal como el llamado lineal. De otra parte, en los tres cortes temporales, importa, antes que nada, subrayar el primer término: “instante” de ver, “tiempo” de comprender y “momento” de concluir: ¿qué modos diversos, qué ritmos cualitativamente dispares, están implicados en esta progresión que no puede ser reducida a una cualidad homogénea –como la del tiempo común– medible según un patrón cuantitativo fijo? ¿Cuánto “dura” un instante? ¿Es válida esta pregunta? ¿En la repetición del circuito ternario no se despliega, advertido o no, un cuarto insidioso que perturba a los amantes incondicionales de la Santísima Trinidad? ¿El acto de contar, en la anfibología que implica tanto contar-relatar como numerar (¡y numerarse!), no está profunda, visceralmente ligado a una exclusión primera (no existe representación adecuada de la expresión “yo nazco”) y a la conversión del último momento en el penúltimo? 3) Además, y no se trata de algo que esté de más, en absoluto, el bendito tiempo métrico no puede ser dejado de lado con la liviandad habitual. A fin de cuentas, tiene algo definitivamente real: los instantes sucesivos no admiten retorno alguno (para decirlo con pedantería: los distintos “ahoras” no tienen la propiedad conmutativa que sí tiene, por ejemplo, la suma) y transcurren con la indiferencia y ceguera y ausencia de finalidad que es propia del tiempo. No cabe la menor duda de que el tiempo 38
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de la sesión, pongo por caso, librado de la presión más crónica que cronológica de los famosos cincuenta minutos, adquiere una nueva dimensión. No obstante, Lacan llamaba a sus sesiones “breves”, como para indicar que el tiempo lógico no es meramente ajeno al métrico; en realidad se instituye en “tensión con él y también contra él”. Es más: vivimos en una sociedad global cuyas instancias, estructuras, grupos, agrupamientos, niveles, carecen de un tiempo global y único que agruparía en su seno a los tiempos parciales. La economía y la administración pública viven al ritmo del reloj, es cierto, pero ¿qué tiempo es el tiempo de las identificaciones grupales, digo, para señalar algo ejemplar? 4) Nuestro tiempo, si podemos aplicar el posesivo, más bien diría que no, se constituye en tensión con otros tiempos con los cuales mantiene relaciones de solapamiento, interferencia y, a veces, de convergencia. Si paso del singular al plural: tiempo s, no tiempo, un panorama inmenso se ofrece, difícil de abarcar y por eso mismo estimulante. 5) En verdad, “no sabemos qué es el tiempo”. Y en este sentido conviene recordar la lección de San Agustín en el libro onceavo de sus Confesiones. Su reflexión, es cierto, está determinada por la herencia aristotélica, quien había definido al tiempo en su Física como “la medida del movimiento según el antes y el después”. Más tarde llegarán, muchos siglos más tarde –voy a citar sólo a los más célebres–, las investigaciones de Bergson en Los datos inmediatos de la conciencia y por supuesto El ser y el tiempo de Heidegger. Pero la perspectiva antigua –San Agustín es un momento de transición hacia otra cosa–, no es desdeñable, en absoluto; justamente porque las construcciones actuales que tienen mayor vigencia (y aquí hay que incluir, desde luego, a la problemática freudo-lacaniana que es la que, en definitiva, nos interesa) muestran a las claras que el tiempo de la subjetividad, con su circuito escalonado, con sus diversas entradas y sus conexiones aleatorias que alteran la linealidad y la reemplazan por la tabularidad 2, se defiende de, resiste a lo “real” de la temporalidad, un real que no podemos siquiera confundir con el llamado por Freud “principio de inercia”, porque éste es una tendencia propia del organismo psíquico, que tiende al cero, mientras que el tiempo “crudo” del que hablo, el tiempo que me gustaría llamar “salvaje”, está al margen de cualquier tendencia; ni siquiera es una finalidad sin fin. 6) San Agustín tuvo el mérito de incorporar la noción de “memoria” para analizar la temporalidad; esa memoria para la cual el futuro es el que ahora adviene como tal y el pasado no es simple pasado sino el pasado que ahora vivimos como aquello que ha sido, que está siendo sido o que fue, todos modos verbales sin duda diferentes entre sí. Y es esa misma memoria humana la que se topa con el enigma del tiempo, ya que la medida del tiempo no transcurre, es fija, sea medida según los mo vimientos solares o según el cronómetro o incluso según el calendario; por el contrario, el movimiento, en el sentido aristotélico, que es el movimiento de transformación, metabólico, y no el mero movimiento local, transcurre como movimiento de generación y de corrupción –Aristóteles privilegia este último desplazamiento metabólico: la materia es causa eficiente de corrupción–. Sin embargo, el tiempo no se confunde con el movimiento, dice San Agustín, porque si algo permanece inmóvil, el tiempo sigue su curso; pese a lo cual no podemos aislar el tiempo del movimiento. Así el tiempo es una entidad bífida, situada entre lo simbólico y lo real de un modo enigmático. 7) Es desde aquí que tenemos que interrogar esa serie ya apun-
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tada: “instante” de ver, “tiempo” de comprender, “momento” de concluir. ¿Cómo aislar y coordinar las dimensiones del instante, del tiempo, del momento? Voy a señalarlo, sólo señalarlo, de manera preliminar para luego en próximas notas ahondar en ello. El instante no tiene otro espesor que la pura “negatividad”: el instante de ver es el instante en que algo se “sustrae” al ver y pone en marcha el circuito íntegro; el tiempo de comprender –lo ha dicho Lacan–, tiene la extensión, cualquiera por otra parte, de llegar a comprender que es preciso concluir. En cuanto al momento de la conclusión, es el de la “identificación”, que, como sabemos por el seminario La identificación, es un “tiempo de detención”; lo que equivale a decir que el acto allí sufre un desmentido cuya estructura es preciso cernir. 8) Una última (y todavía preliminar) observación sobre la retroacción. Si ella es algo más que una retroacción que determina el sentido a posteriori de una frase, de un párrafo, de un enunciado, es porque se cruza en el camino de una “anticipación del sujeto, pero lo hace de manera tal que divide a la anticipación en una anticipación esbozada de antemano y en la misma anticipación pero anticipada, es decir trastrocada, invertida”. Que es otra manera de repetir la clásica aseveración de Lacan: “el emisor recibe del receptor su propio mensaje en forma invertida”, pero incorporándole la dinámica de la anticipación, que sufre una fragmentación. 1. Es que decir “tiempo cronológico” equivale, dado que cronos significa “tiempo” en griego, a algo así como “tiempo temporal”. No puedo evitar la mención de aquella serie televisiva de la década del 80, que los autores del doblaje llamaron “Martillo Hammer”. 2. Véase Serres, M., Hermes I, la communication, Minuit, Paris, 1984. (Hay versión castellana en la editorial Almagesto) La tabula (tabla) es un dispositivo que, como lo indica el nombre, tiene simultáneamente varios ejes de referencia. Que haya una dimensión simultánea en el tiempo mismo, plantea no pocos problemas.
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Lanzamientos | Letra Viva Editorial
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EL PSICOANALISTA LECTOR
Pablo Peusner [http://elpsicoanalistalector.blogspot.com]
“Instrumento de trabajo”
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Acerca de la aparición de “Ensayos acerca de la topología lacaniana” de Marc Darmon (Letra Viva, 2008)
ace algunos meses el eje central de Imago-Agenda estuvo dedicado a la topología lacaniana. Diferentes analistas testimoniaron de su posición respecto del asunto y si bien fui invitado a participar, preferí mantener mi columna mensual en la que propuse una serie de libros que, según mi criterio, resultaban ser fundamentales para estudiar los problemas emergentes de la articulación entre la topología y el psicoanálisis. Estaba incluido en esa lista el libro En sayos acerca de la topología lacaniana
narios 14 y 20). Debemos decir que los gráficos que ilustran este capítulo –gráficos en los que, por ejemplo, se ilustran las transformaciones propiamente topológicas y los cortes sobre las superficies– son, por mucho, los mejores de la historia de la edición de textos que abordan la articulación topología-psicoanálisis. Algo similar ocurre con el capítulo dedicado a los nudos, en el que el autor va mucho más allá de los habituales comentarios sobre el tema que realizan los psicoanalistas lacanianos. Párrafo aparte merecen los capítulos que abordan temas que aparentemente son algo más refractarios a su articulación topológica, ya que Darmon encuentra el modo de volverla posible. Así la pulsión es presentada con el teorema de Stokes (teorema que estudia los flujos rotacionales); lo que llama “lalógica” mediante la inserción de los diagramas de Venn o círculos de Euler en el toro; la sexuación con la carrera de Aquiles y la tortuga (y el número de oro); y los discursos a partir de su relectura durante las lecciones de “El saber del psicoanalista”, la que permite transformarlos en grafos2. El pase –problema borde entre la teoría y la clínica psicoanalítica lacaniana– cierra el libro, incorporando, entre otros aportes, la idea topológica de la “segunda vuelta” en el análisis. Darmon finalizaba su prólogo a la primera edición de 1990 manifestando un deseo. Decía: “Que estos ensayos puedan ser ante todo un instrumento de trabajo”. Efectivamente, lo son. Y a través de su lectura uno recibe la sensación de un libro escrito con mucho trabajo, tanto como el que se necesitará para leerlo, pero no porque sea difícil (aunque haya puntos difíciles), sino porque para recorrerlo hará falta papel y lápiz para dibujar los gráficos, tomar notas, subrayar ideas… Y como bonus del trabajo de lectura aparecen otros textos: aquellos a los que el autor hace referencia o comenta, y que sirven para iluminar los desarrollos, tanto como para aportar matices clínicos (la “pared medianera” de Melman o “la esfera del Cotard” de Czermak son sorprendentes). Así es como este libro también está destinado a convertirse en un clásico en español y sus generosos aportes a verse reflejados en otros libros por venir… Porque siempre, liber enim, librum aperit.
de Marc Darmon, originalmente publicado en París en 1990, y con una segunda edición corregida y aumentada en el 2004. En pocos días más tendremos la edición española de dicha obra que será publicada por Letra Viva, cuya traducción y revisión emprendí más como un intento de lectura personal, que como el trabajo de un traductor profesional1. A raíz de los ricos intercambios transoceánicos mantenidos a lo largo de todo el proceso y como modo de valorizar la edición española del texto, Marc Darmon decidió escribir un “Prólogo a la edición española” que presenta algunas particularidades que quisiera señalar. El mismo está basado en los problemas de traducción de dos términos que resultan centrales en la articulación que aborda el libro todo. Se trata de los significantes étoffe y rapport sexuel. Cierto es que podríamos haber traducido étoffe por “estofa” y volcar sin más como “relación” al famoso rapport que utiliza Lacan. También podríamos haber recurrido a la infame “nota del traductor” para aclarar las cuestiones. Pero en este caso fue el mismo autor quien pudo escuchar y entender la dificultad de su traductor, y quien zanjó la cuestión en un texto exquisito que los lectores de habla hispana pronto tendrán a la mano. ¡Chapeau! Adentrémonos lentamente en las páginas del libro para señalar una particularidad que redobla su valor: cualquiera sea el problema teórico que Darmon aborda, su apuesta es ponerlo en el espacio. Así es como su capítulo acerca del significante se titula “Topología del significante” y el que dedica a la serie de las alfa, beta, gama y delta, sigue rigurosamente la espacialidad que Lacan le adjudicara en su escrito acerca del “Seminario sobre «La Carta Robada»” (incluyendo gráficos que son del propio Darmon). La topología explícita del “Esquema L” y e-mail:
[email protected] la implícita del “Esquema óptico”, son desarrolladas tan cuidadosamente como la del grafo del deseo. El acmé de la ela- 1. Cabe aquí agradecer a Virginia Hasenbalg, quien acompañó desde París todo el proceso de edición, agilizando los contactos con el autor y realiboración del texto pareciera estar en el capítulo titulado “L(a) zando valiosísimos aportes en los puntos más oscuros de la traducción. topología del sujeto”: Darmon analiza las superficies topológi- 2. El efecto de lo que Darmon propone en dicho capítulo ha sido la fuencas desarrolladas por Lacan entre los seminarios 9 y 12, y sigue te de una idea teórico-clínica que desarrollé profusamente a lo largo de sus implicancias mucho más allá (hay referencias a los semitodo mi último libro titulado El niño y el Otro (Letra Viva, 2008). 42
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ENTREVISTA A GILOU GARCÍA REINOSO
“Ser psicoanalista es una ocasión” Siendo analista didacta de la A.P.A. e integrando el grupo Plataforma Internacional en 1971 rompe con la institución, ¿cuáles fueron las causas de esa decisión?
Había muchos malestares que se van dando en una formación. No me quejo de mi formación porque aprendí mucho en la institución, pero me daba cuenta que había –nos dábamos cuenta, no yo sola– muchas cosas que no andaban. Por ejemplo, el de analista didáctica era prácticamente un puesto a vida y a pesar de que uno era analista didáctico no nos parecía lógico. Ese es un cuestionamiento. Después había ciertas reglamentaciones por la cuales, por ejemplo si un candidato quería presentar un traba jo tenía que ser patrocinado por determinada persona, es decir una cosa muy ligada a la burocracia donde las jerarquías y los rangos estaban muy presentes. Me pareció que era muy esterilizante, que era burocratizar algo que en sus orígenes y con el espíritu freudiano no respondía a eso. Esta sería la crítica interna, después el valor del análisis didáctico como un control institucional muy abusivo que transformaba los análisis en una burocracia. La mayoría de la gente no se analizaba. ¿A qué se refiere con que no se analizaban? Porque lo que se trasmite es que el encuadre contemplaba cuatro o cinco sesiones semanales.
Sí, pero si al mismo tiempo usted tiene que ser vigilado y aprobado o no aprobado, no tiene libertad de hablar. Hay una contradicción in situ y eso lo cuestionábamos muy fuertemente. Siempre tuve la sensación que me analizaba por necesidad, pero el mío era de los primeros análisis, después se fue burocratizando y la gente muchas veces estaba en análisis pero no se podría decir que se analizaba. Tenía un analista didáctico que no es lo mismo. Uno puede poner un gran énfasis en esa función didáctica explícita de la I.P.A y creo que en ese momento era lo que había y había que criticarlo, pero eso sucede también en otras instituciones de otra manera. Las instituciones priman sobre las libertades de cada uno. Por un lado son indispensables, todos estamos instituidos de alguna manera y no se puede estar sin instituciones, los sociólogos dicen: las instituciones son una lucha permanente entre lo instituido y lo instituyente. Lo instituyente es lo que dinamiza, lo que las hace creativas, lo que haría de las instituciones lugares de pasaje creativo, agrupamientos. Pero suele primar lo instituido entonces se burocratizan, se reglamentan, se hacen reproductivas más que productivas. Eso no es privativo de la I.P.A, las instituciones de formación en particular están muy expuestas a eso.
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LETRA VIVA LIBROS. Av.
Coronel Díaz 1837 (1425) Buenos Aires, Argentina. Telefax 4825-9034 ¿En el momento en que se produce la ruptura con la A.P.A. usted estaba en análisis?
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No, en ese momento ya no estaba en análisis. Los que ya éramos analistas didácticos algunos estarían en análisis y otros no, yo hice análisis mucho tiempo y después también, pero no en ese momento. Sí tenía candidatos que salieron de la institución. En realidad didácticos éramos cinco, cuatro en Plataforma y uno en Documento que era Fernando Ulloa, quien había sido recién nombrado didacta. En plataforma se encontraban María Langer, Emilio Rodrigué, Diego García Reinoso y yo. Después había uno o dos miembros titulares, creo que Pavlo vsky era titular, algunos miembros adherentes y muchos candidatos. Salieron como ochenta personas en ese momento, sin embargo la institución escribe la historia diciendo “salieron algunos”. Pese al corto tiempo que se sostuvieron tanto Plataforma Internacional como Documento, se generaron derivaciones importantes.
Si, fue una ruptura del campo psicoanalítico no solo con la institución. Fue una irrupción que creo reorganizó el campo psicoanalítico en general. Aparecieron cantidad de instituciones, dejó de haber un único vértice, se multiplicaron los núcleos de poder, algunos se reconstituyeron, pero en la medida en que el campo se modifica, que no hay un solo vértice circulan mejor las cosas. Hay una dispersión que puede ser vista como desorden, pero sabemos que los que buscan mucho el orden a veces introducen un desorden terrible, por ejemplo la dictadura que vino para introducir el orden. Entonces un poco de desorden viene bien a veces. A fines de la década del ’70 se produjo –al igual que para otros psicoanalistas– su exilio en México, ¿cuáles fueron las repercusiones de ese movimiento en aquel país?
Nacho Maldonado, María Langer y no recuerdo quien más se fueron en 1974, nosotros nos fuimos en el ’76. Para México fue un aporte importante la llegada de los psicoanalistas argentinos, allá había una institución de la I.P.A que –no me gusta decir atrasado porque no se trata de eso– estaba desfasada respecto de la Argentina. Argentina siempre ha sido medio pionera en cuanto a los despropósitos y los propósitos en psicoanálisis. Esta institución de la I.P.A no tenía mucho prestigio ni mucho predicamento y además había otros núcleos. Uno de ellos a nosotros nos acogió muy bien, se trata del grupo de Armando Suárez quien era discípulo de Eric Fromm y era un grupito de gente abierta con los que trabajamos bastante, tanto María Langer como nosotros. Circulamos sobre todo. Enseguida tuvimos trabajo y muy pronto inclusive teníamos más trabajo que los mexicanos, se hizo una reestructuración allí del campo importante también, no por ruptura con la I.P.A. por otra cosa, pero ya no era la I.P.A sola. Para quien pertenece a una institución el reconocimiento puede pasar también por otras instancias, por ejemplo ser analista didacta o haber hecho el pase. ¿Cómo lo considera usted?
Las instituciones, más que reconocimiento establecen pautas administrativas de gradación, porque se llamen de una manera u otra, como decía antes son gradaciones. Evidentemente no estar en una institución para mucha gente es angustioso. Creo que es más mítico que real porque las instituciones no protegen de nada, más bien encierran. Formar parte de una institución es tener un apellido, es cierto, que va más allá del propio pero es una ilusión. Cuando uno está sin institución tiene que sostener su propio apellido y eso no es tan fácil. Su participación en los Estados Generales del Psicoanálisis tiene como basamento recuperar el poder instituyente del psicoanálisis. ¿Cómo piensa el poder instituyente del psicoanálisis?
Creo que el psicoanálisis nace así, nace rompiendo instituciones, la moral, por ejemplo. Rompiendo muchos postulados filosóficos como la idea del sujeto entero, el sujeto uno es quebrado por el psicoanálisis. Eso se puede llamar destituyente o instituyente, es destituyente en el sentido que destituye una forma de pensamiento y aporta otra que es un camino, nunca una llegada, es un punto de partida, eso es muy importante. Creo que es un punto de partida para seguir pensando. Es imprescindible no verlo como un todo, sino como herido, frágil y esa fragilidad es al mismo tiempo la fortaleza posible.
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Usted se alejó de la vida institucional por los derroteros intrínsecos del poder, ¿vio reproducido algo de esto en los Estados Generales del Psicoanálisis?
transacción. Era más importante para mí arreglar mi vida que la trayectoria dentro de la institución y la Negra estaba en un muy buen momento ahí, estaba en un momento muy productivo, yo le tengo mucho reconocimiento
Yo soy indulgente con los Estados Generales del Psicoanálisis, hay gente que lo ha visto como un movimiento para construir Refiriéndose a Enrique Pichon Rivière, Emilio Rodrigué ha dicho que poder, a mi me parece en cambio que fue un buen intento que sin duda es el paradigma del analista argentino. ¿Coincide con esa fracasó, porque no tuvo posibilidad de proseguir. Primero que apreciación? fue saboteado por las instituciones quienes no participaron, fueron convocadas no como institución sino cada uno a título perCreo que es un paradigma muy honroso, no todos los analissonal y en general le hicieron la guerra dentro de las institucio- tas argentinos son comparables a Pichon Rivière. Pienso que Pines a quienes querían participar con distintas argumentaciones chon es un paradigma en el sentido de creador, de introductor de coberturas. En una punta estaban los que decían: van a ha- de una cosa, pero no sé qué quiere decir alguien con paradigma. cer una nueva institución máxima, grande, como la I.P.A o la de Un nuevo paradigma es algo que introduce una modalidad nueMiller, esa es una crítica; y en la otra punta estaban quienes afir- va y creo que Pichon ha hecho escuela más allá de sus enseñanmaban que era inconsistente, que no era nada. Es decir que las zas, porque no enseñaba mucho. En algún momento me pidieposiciones iban de un extremo al otro. Pero a mi gusto fue sabo- ron un trabajo sobre Pichon y ahí digo que fue un maestro en el teado, yo lo digo a propósito con esta palabra fuerte porque no sentido que Borges propone, no en el sentido de quien trasmite fue sostenido, no fue promovido dentro de las instituciones, no conocimientos desde el saber, si no de quien trasmite una modahubo interés y creo que eso no es inocente. La convocatoria era lidad de tratar con la dificultad y con el universo. Un modo de muy interesante, abarcaba el campo de la cultura, la ciencia, la ser, por eso decía que Pichon trasmitía más que enseñaba. El safilosofía, el psicoanálisis, el ejercicio profesional también y es lla- ber está en los libros, pero la transmisión personal es otra cosa, mativo que las instituciones hayan tomado esta actitud, son las es un cómo hacer con las cosas. luchas de poder en acto. La versión completa de esta entrevista en www.elsigma.com
Usted comenzó a transitar el psicoanálisis por la década del ’50, momento en el cual la teoría kleiniana hegemonizaba la práctica clínica de la mayoría de los psicoanalistas ¿cómo vivió el tránsito a la teoría lacaniana?
No se si yo viví el paso de la teoría kleiniana a la lacaniana, no se que querría decir, ¡como yo no estuve instituida después! Con la práctica kleiniana siempre tuve mis reparos, siempre me sentí más freudiana que kleiniana. El kleinismo tenía los mismos defectos que tiene a veces el lacanismo: fundamentalismo, todo pasa por ahí, el resto no es nada. Eso siempre lo critiqué, como cuando nos mandaban los inspectores para que tuviéramos que hacer esto, aquello y aquello otro.
Gilou Royer de García Reinoso es médica y Psicoanalista. Co-fundadora de la
Asociación Argentina de Psicoterapia Psicoanalítica de Grupos (1956). Miembro titular de AMPAG (Asociación mexicana de psicoterapia grupal). Miembro honorario del Circulo Psicoanalítico Mexicano. Co- fundadora de Médicos del Mundo Argentina como vice- presidente (1998). Miembro de la comisión directiva de APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos)
¿Los inspectores?
Por ejemplo Donald Meltzer que después se fue de la institución y estuvo mucho mejor, pero en ese momento era una especie de inspector censurador, había que hacer esto y aquello y lo que no era eso no era nada. Su análisis personal también se vio atravesado por estos avatares, de Willy Baranger a Serge Leclaire, uno de los discípulos más destacados de Lacan. ¿Encontró efectos diferentes a partir de las teorías que sustentaban estos reconocidos analistas?
Debo decir que todos mis análisis fueron productivos. Mi análisis con Willy Baranger fue muy importante, casi podría decir que le debo mi carrera porque me dio mucha manija, estuve poco tiempo con él, un año y medio, pasé enseguida a análisis didáctico con la Negra Arminda Aberastury. Para quien usted fue su primera analizando didacta.
Exacto y fue muy positivo. Después me analicé con Rebe Al varez de Toledo, que también fue muy positivo y luego con Leclaire que también lo fue. Positivo no quiere decir agua estancada, quiere decir que fueron análisis verdaderos, con compromiso mío y de mis analistas, lo cual quiere decir que no fueron atrapados y aplastados por cosas institucionales. Cuando me analizaba con la Negra a pesar de que era mi analista didáctico yo me analizaba con todo y tenía unos líos personales que no me permitían
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Colaboración
La novela de Lacan Décima entrega Escribe
Jorge Baños Orellana
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“Marx dice que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Pero tal vez se trata de algo por completo diferente. Tal vez las revoluciones son el manotazo hacia el freno de emergencia que da el género humano que viaja en ese tren”. Sobre el concepto de historia , Walter Benjamin
J
acques Lacan no pudo contener la risa cuando el histriónico François Perrier le habló, en la primera entrevista, de sus fracasadas ambiciones de inventar una inyección para la locura. Se trataba naturalmente de otra historia de cerdos, como las del capítulo anterior, esta vez promovida desde la clínica Sainte-Anne. “En esa época, hacia 1951 –precisó Perrier–, el italiano Cerletti buscaba en el líquido céfalo-raquídeo la sustancia activa que podría explicar el éxito del electrochoque en la melancolía y en diversas afecciones psiquiátricas. Decidí, entonces, ir a los mataderos de Nantes para practicar el electrochoque iterativo con los cerdos antes de que los carnearan. Luego recogía cuidadosamente la hipófisis para hacer un liofilizado inyectable. En cuanto a lo clínico, en Sainte-Anne ocupaba mi tiempo punzando los enfermos sometidos a electrochoque. Una punción lumbar antes y otra después. Me dieron la medalla de bronce por esa tesis; pero jamás logré aislar lo que Cerletti llamaba acroagoninas.” La risa de Lacan sonó nostálgica y alarmada. Conocía bien el asunto. Cerletti hablaba aparatosamente de «acro-agoninas» porque suponía una «lucha-extrema»: después de atravesar la experiencia próxima a la muerte de la convulsión inducida por el electrochoque, el cuerpo desesperado debía, como último recurso, ceder al torrente sanguíneo néctares de resurrección. Las acroagoninas eran el nombre profético de esa panacea. Por cierto, Freud había acariciado la imagen de un reconstituyente oncológico que suponía el correlato material de la pulsión de vida. Hasta procuró animarlo sometiéndose a una vasectomía. Sin embargo, esto era distinto. Los avances del electrochoque, primero, y de la psicofarmacología, después (la entrevista de Perrier fue en 1955), instalaban la guerra total entre la terapéutica y la semiología clínica. Los nuevos médicos residentes de Sainte-Anne no contaban más con la ineludible visita al in vernadero de los delirios y de los amaneramientos de la historia natural de la locura. Ni siquiera para convertirse en sus carceleros, como denunciara André Breton. En la nueva era de la locura sacudida, había poco que ver y escuchar. Todo, “la melancolía y diversas afecciones psiquiátricas”, se confundía en una misma bolsa; a todo se le daba con el mismo palo. El tren de la terapéutica atropellaba el castillo de naipes de la nosología que, a lo largo de un siglo, habían levantado clínicos con minucia de entomólogos. La «paranoia de autopunición», disecada por la tesis de Lacan de 1932, era un aporte controversial (la categorizaba como “psicosis del superyó”…) pero todavía interno a la tradición nosográfica. ¡Jacques Lacan, el úl46
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timo psiquiatra del siglo diecinueve! Si Jean Delay –pensó– sigue como maquinista del tren de Sainte-Anne, los residentes se convertirán en punzadores de cuerpos convulsivos y recetadores para sujetos neuroleptizados. La nueva terapéutica descosía la encuadernación y ajaba las páginas de la Novela de la que hablaba de Clérambault. Gaëtan Georges Gatian de Clérambault, a quien Lacan sucesivamente tachó como ex jefe innombrable y admitió como su único maestro, llamaba Novela (escrita así con mayúscula) a la trama y el contenido del delirio para separarlo, despectivamente, de lo que consideraba la psicosis propiamente dicha. La Novela no era, en sus lecciones, más que un producto secundario generado por el centro material incuestionable, aunque toda vía recóndito, de una lesión histológica. El escalpelo con que de Clérambault separa delirio de psicosis lo afila en la evidencia de los delirios colectivos y las alucinaciones grupales: era sabido que alrededor de un psicótico siempre puede haber una corte de delirantes inducidos. En la folie à deux , observaba: “La construcción de la Novela comporta todos los modos y todos los grados posibles de interacción [entre el auténtico psicótico y el inducido]; por lo general, rige una división del trabajo. Los delirios (las convicciones y los sentimientos) se contagian, pero no la psicosis (los mecanismos genéticos).” Además, subrayaba, el psicótico vive desquiciado por un ruido de fondo que no contagia a ninguno de los caídos bajo su influencia, el ruido de un automatismo de desconfianzas sin objeto, de ecos e interceptaciones mentales, de parloteos incoherentes. A primera vista, el arrasamiento convulsivo o medicamentoso de esa producción novelesca parásita –considerada, en cambio, axiomática por los psicoanalistas–, no tendría por qué inquietar a los discípulos de de Clérambault. “¡Esa Novela importa tanto como una novela!”, subrayaba el maestro, previniendo cualquier malentendido. Sin embargo, la desazón fue más extendida de lo que puede imaginarse. Los meticulosos retratos dibujados a pluma, que de Clérambault había dedicado al automatismo psicótico, se convertían en una acuarela borrosa cuando se les derramaban encima los nuevos elixires. Los signos clínicos de lo intransferible y lo presuntamente basal de la psicosis no oponían mucha más resistencia que los adornos intrascendentes del delirio. La nueva terapéutica traía consigo, parafraseando a Foucault, la muerte de la clínica de la mirada y la de la clínica de la escucha. Y eran muchos los deudos en ese entierro. ¿Pero no ocurre siempre así?, se argumentaba. Tomemos, por ejemplo, la pérdida de vigencia de las exquisitas clasificaciones de las demencias luéticas, una vez que logró interrumpirse la evolución de la sífilis en el estadio del chancro, ¿qué médico, en su sano juicio, lamentaría el cierre del espectáculo de aquellos locos paralíticos? Sin embargo, tampoco debían desatenderse los abusos del furor curandi y los embustes del biologismo militante. Apremiado por calmar las algias histéricas de Bertha Pappenheim, Breuer había convertido a la joven en una morfinómana. En un momento de increencia en el inconsciente, Freud había enviado a Emma Eckstein al quirófano de Fliess, resultado: no cedieron las dolencias y la mujer casi falleció por septicemia… Por eso, la confrontación entre terapéutica y semiología era, ante todo, una guerra interna. Una inquietud de apuestas y de pálpitos luchaba en cada cual ante la
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disyuntiva de convertirse en una pieza de museo o en cómplice de una nueva barbarie. Lacan jugó públicamente su carta el 28 de septiembre de 1946 en el Coloquio de la clínica de Bonneval. La invitación a la partida la recibió de Henri Ey, director de Bonneval, la tarde en que internó allí a Dora Maar. No vaya a creerse que Lacan estaba completamente libre de incertidumbres; sin ir más lejos, durante el traslado de Dora de Sainte-Anne a Bonneval, se cuestionó vivamente si, más allá de la orden judicial, era necesario confinarla unas semanas más en una internación a puertas cerradas. Aunque no disimularé que antes de calar en lo más hondo de este diálogo interior, lo distrajo la pasión por los automóviles. Era la primera vez que subía a un Hispano-Suiza tipo 68, uno como el del Sha de Persia, el príncipe de Mónaco o Alfonso XIII. Aunque el vehículo pareció nunca haber arrancado, el paisaje comenzó a avanzar aceleradamente. A poco de dejar París, Dora y Pablo Picasso quedaron dormidos en los mullidos asientos de cuero de atrás, dándose la espalda. En la extraña atmósfera del silencio absoluto del motor, el balanceo ideal de la suspensión y los floreritos decorativos del Hispano-Suiza, a Lacan se le antojó que estaban muertos. Por un buen rato, sacando partido del sitio del copiloto (las estadísticas francesas de accidentes lo llamaban la place du mort) interrogó al chofer enguantado: Picasso nunca aprendería a manejar por temor a lastimarse las manos; por prevenido, había incluso cometido la extravagancia de no encargar la capota convertible. El tipo 68 tenía doce cilindros en V, siete cojinetes de bancada, aceleraban de 0 a 100 km/h en 14 segundos, y alcanzaba los 175 km sin vibrar. Pasada Chartres, una buena propina hizo que casi lograran esa marca sobre una ruta arruinada por las huellas todavía cortantes de los tanques de guerra. Satisfecho el entusiasmo tecnológico, reaparecen los desvelos que nos importan. Aún sin haberla entrevistado concienzudamente, Lacan estaba persuadido de que Dora sufría una poussé delirante pitiática; sin embargo, cabía la duda. Pablo estaba aterrado desde que ella se proclamara reina del Tibet y declarara la existencia de un duque que la festejaba día y noche. Cuando atinó a pedirle detalles sobre el asunto, escuchó: “¡Ahora no es más duque, fue nombrado conde!” Tal como figura en la entrada del 18 de mayo de 1945 del diario de Brassaï (uno de los maestros de fotografía de Dora), a Picasso le pareció una imbecilidad que Jacques Prévert tomara esos comentarios bizarros por el lado de lo poético maravilloso y le repuso: “¿Estamos en una comedia fantástica o vivimos una pesadilla? ¿Dónde se sitúa el límite entre la imaginación y el delirio?” Lacan se volvió nuevamente para contemplar a la pareja. Seguían inmóviles en la misma pose. ¿Y si Dora era una variante punitiva del caso Aimée? Aimée, la paciente estrella de su tesis, había atravesado un corto tiempo de erotomanía aristocrática, tomándose por objeto amoroso del Príncipe de Gales, justo antes de figurar en la primera plana de los diarios por intento de asesinato de una artista. Con aires de novelista del género policial, había escrito en el informe del caso: “A medida que nos acercamos al término fatal, se va precisando un tema: el de una erotomanía que tiene por objeto al príncipe de Gales.” ¿Y si el romance poético maravilloso con el duque-conde preanunciase el término fatal del asesinato de Pablo Picasso? Los diarios de todo el mundo pregonan la noticia, destacando cómo un tal doctor Jacques Lacan había sacado a la loca de una clínica segura para recostarla en un diván cuatro horas por semana. ¡Ah, Lacan –recuerdan los colegas–, ese que se doctoró con la tesis que se burlaba de un certificado de de Clereambault sobre una paranoica que disparó a la cabeza del marido! ¿Recuerdas, Jacques, que no escribiste el nombre de tu jefe como si al no hacerlo le perdonaras la vida? “El cer-
tificado de internación fue redactado por el experto psiquiatra que, debido al interés que ha sabido provocar en torno a la concepción del delirio pasional, puede ser considerado como el especialista en la materia”. Sí, una pesadilla bien posible... Dos poblados antes de entrar en Bonneval, tenía decidido que, llegado el caso, no retrocedería. Las malas lenguas cuentan que Henri Ey dejó de lado el psicoanálisis porque amedrentaba a los pacientes con su vozarrón; las interpretaciones traspasaban la madera de la puerta y se convertían en el hazmerreír de la sala de espera. Conforme también a esa escala pantagruélica, tenía a su favor una legendaria disposición para la lectura, el trabajo asistencial y la organización. Ey recibió a Lacan en un salón inmenso. El escritorio estaba situado en el espacio en que, antes de la expropiación republicana, había funcionado la cocina de la abadía benedictina de San Florentín. Se abrazan por lo que habían sido, compañeros de residencia de Sainte-Anne, coautores de más de un artículo y aliados ocasionales en la disputa psiquiátrica (alarmado, a su manera, ante los peligros de un “verdadero asesinato nosográfico”, Ey había luchado, en el congreso de Limoge de 1932, contra la tesitura de que habían estigmas constitucionales en la personalidad previa de los delirantes paranoicos); también estaba presente el extenso elogio que Ey había publicado, en L’encéphale, cuando salió la tesis de Lacan. Dos horas más tarde se limitaron, en cambio, a despedirse con un deportivo apretón de manos. Es que, una vez superada la tramitación del ingreso de Dora, a Henri se le ocurrió sincerarse con Jacques a propósito de lo que pensaba de su tesis y del caso Aimée. No lo sorprendió. Era algo que había llegado a oídos de Jacques, porque Henri se había pronunciado al respecto en las últimas conferencias parisinas de los miércoles. Esta era la crítica: el caso Aimée no sería precisamente una psicosis paranoica, sino una rara avis de delirio sin el trasfondo ni la evolución esperados de sintomatología negativa de perturbaciones de la conciencia que, según Ey, ponían a cielo abierto el origen orgánico de las psicosis. Luego, nada sería más errado que la pretensión de Lacan de juzgar ese trasfondo de automatismos con la misma vara que al delirio (“Sería un gran error –había escrito– considerar a priori las primeras identificaciones sistemáticas del delirio como puramente secundarias de esos fenómenos”). No, Aimée no era un paradigma generalizable, sino la excepción que confirmaba la regla. Además, se trataba de una excepción consabida: “Tu Aimée padeció, ni más ni menos, lo que Fridman llamaba «paranoia atenuada» y Gaupp, «paranoia abortiva». O, si prefieres, lo que la 8 va edición del manual de Kraepelin y el Zeistschrift für Nerurologie de Lange de 1924 admitieron como una variedad de «paranoia psicógena y curable». Paule Petit consagró una tesis particularmente interesante en 1937, Los delirios de persecución curables, que deberías consultar, está en Le Francois.” Naturalmente, la réplica no se demoró. Un buen rato después, los esgrimistas interrumpieron el duelo por la impaciencia de Picasso. Pero el campo de batalla había quedado bien trazado, era el del problema de la causalidad en la psicosis. Convinieron proseguir en las Jornadas de Bonneval de septiembre del siguiente año. Distinguido como orador principal, Jacques Lacan contaría con dos horas, una para atacar la posición de Ey, otra para exponer y defender la suya.
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Florencia Fracas
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uisiera hablarles de un paciente embarazado, un paciente hombre embarazado, y lo que es más raro aún, embarazado por mi propio embarazo. A “E” lo atendí en una institución de formación psicoanalítica, cursando mi último año; el tratamiento duró un año entero. Terminó con la aparición del embarazo, lo cual me lleva a preguntarme si éste (el embarazo) puede ser una salida –como algunas veces es el pasaje al acto– del análisis, para este caso. Pero no solamente voy a hablarles del embarazo, sino también de la construcción que este paciente hizo en torno a su deseo. “E” consulta instalado en una gran angustia, donde el curso de su vida estaba en jaque: “me estoy replanteando todo, mi carrera, mi trabajo, mi relación de pareja”. Su replanteo aparecía como una tremenda demanda que no lo dejaba casi vivir; por lo pronto sin un lugar subjetivo, sus otros se enmarcaban en ideales, próceres, estatuas llenas de una fría moral. La novia, por ejemplo, era “una mujer admirable”, a la que pone a prueba casi un año, en que él desaparece por el país para encontrar su lugar. Responder a lo que quiere el otro, de modo casi sacrificial, es moneda corriente, como si habitase el piso de abajo del grafo del deseo; indivisamente todo era responder. Sin embargo algo se desata cuando es la novia quien lo deja, luego de él insistir hasta el hartazgo con sus dudas. El trabajo (de preceptor) es abandonado ya que “tenía miedo de volverme loco… sentía que no podía cumplir con todo”. Este trabajo está íntimamente relacionado con la figura materna, y con un personaje, “el rector”, que aunque admirado, le era imposible de complacer. En su carrera no podía soportar la terrible exigencia, “autoimpuesta”, de tener que sacarse más que meros nueves. Lo que comenzó a visualizarse como una voz superyoica, detenida en la madre, descubriendo que “siempre hay una tensión en su voz, algo que transmite agresividad”, “siempre me exige más a mí, no sé por qué.” Hijo de padres separados, viviendo en la casa materna sin hallarse, el antes y el después fue gracias al acercamiento a su padre. Consiguió otro trabajo: comenzó a trabajar con su padre, “estoy contento porque tengo más conversación con mi padre”, y además se mudó para vivir con él. Apareció el registro de otros más barrados, como el hermano, o tíos de los que antes no tenía mucha noticia y a los que no estaba dispuesto a perder. Incluso una veta artística, trabajaba esculturas, cuyo material era principalmente el hierro, y el hecho de estar creando con sus propias manos lo llevó a decir: “ahí estoy yo”. En los últimos dos meses “E” se presentaba a las entrevistas de forma intermitente; el comienzo de estas ausencias es a partir de un hecho que el paciente nombra como significativo: “mi hermano más chico dejó embarazada a su novia, me cayó re mal, por eso no pude venir, me enfurece”. El embarazo es tal vez un viaje de nueve meses, que surcan el analista y su paciente, pero en este caso el viaje se redujo a solo un día, para el paciente, porque fue recién al sexto mes de embarazo que se dio cuenta, y eso fue el final; lo dijo de un modo casi irónico, pidiendo permiso: “¿te molesta que fume?” —No… –Respondo, pero me molestaba. Él insiste: —“¿de verdad no te molesta?, digo, como parece
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que… ¿estás embarazada no?” Y agrega: —“¡¿cómo no me di cuenta antes?!” Tenía motivos para no darse cuenta, uno de ellos, y no el menor, es que mi paciente es neurótico, y el mecanismo de la negación parece funcionarle; otro es que su hermano acababa de embarazar a su novia, como ya dije, y esto había despertado en él una furia sorda; demasiados embarazos. Pero lo particular era que él sabía alojarse en el justo medio entre dos polos: sus dos padres, las dos carreras a las que concurría en ese entonces, los dos embarazos; ¿o debería decir tres?, pues él también se presentó embarazado: tomado por el surgimiento de deseos que lo acercaban más a su propia castración, respondía queriendo ser él un sujeto deseante, pero se aferraba a la barra del sujeto más que a su deseo. Si hay algo que el embarazo de la analista presentifica es quizás la castración, a través de una ligera completud muestra lo contrario: si está embarazada es porque algo hizo, y en ese sentido, algo faltaba. Presentifica una falta, en uno de sus tantos modos: está habitada por un deseo. Pero para el paciente esa falta no es otra que la propia barra subjetiva, sobre la que se parapeta, como dice Lacan, al costo de quedarse sin la posibilidad de seguir con su palabra, al costo de no encarar una pérdida: “no quiero perder nada, estar en el medio me hace no tener que elegir” , dice el paciente. Son varias las analistas a las que escuché que les había pasado algo similar: estar embarazadas y que sus pacientes noten la panza cuando ya no hay duda de que eso no es otra cosa. Se habla de la presencia del analista, como un elemento fundamental en todo análisis, pero esta presencia indica una pronta ausencia, es algo significativo, que a la vez incluye el cuerpo. En mi paciente el cuerpo estaba silenciado, anestesiado (no como en otros momentos donde tuvo que recurrir al uso de drogas, para perderse por el norte de la Argentina), estaba inhibido… pero, algo de lo pulsional había hecho su entrada sin más, sustrayéndose del continuo pensar, algo que ya se había esbozado con la escultura: “si yo tuviera una cosa que me satisfaga enteramente, por ejemplo si tuviera a la música, como un músico, tal vez sería menos difícil, creo que ahí podría sentirme satisfecho”. Lo más interesante es que por primera vez me realiza una pregunta directamente a mí: “¿Vos tenés algo, alguna cosa que te satisfaga enteramente?” No me lo dijo en cualquier sesión, sino en aquella donde registra el embarazo. Estaba claro que esa “cosa que me satisfaga enteramente” remitía al embarazo, al mío, pero también al de él, donde sí, se satisfacía en su goce; algo que lo complete, una completud supuesta como la de la música al músico; “algo por lo que dar la vida”, como el padre lo hacía por ellos en su trabajo, como él lo haría por su padre: “mi padre siempre trabajó doce a trece horas por día, siempre se mató por nosotros… tal vez de ahí venga lo mío… ¡yo haría lo que fuera por él!” Claro que “hacer lo que fuera”, tan cerca de la hazaña neurótica, lle va al sujeto a un sacrificio sin término. “No hay nada que me motive, nada por lo que dar la vida”, dice el paciente, ya que de encontrar algo que lo motive, la vida estaría ya empeñada. Encontrar un deseo es tal vez como un final del juego, donde todo acaba, y no un elemento vital. El neurótico se sustrae del deseo, del encuentro, lo transforma en demanda, o bien lo tamiza con una actitud siempre beligerante, dispuesto a la agresión. Pero este caso me ha hecho pensar que quizás encontrarse con un deseo es además construir al mismo. Creo que en un punto se unen el encuentro con el embarazo y la pregunta sobre el deseo; y no necesariamente de forma negativa o terminante; desde ya este no fue un fin de análisis. Una partida sin parto en lo inmediato. Se fue con una pregunta donde antes había solo demandas: la pregunta sobre el deseo.
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Acerca de lo “prehistórico” en Freud Escribe
Gabriel Belucci
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na obra como la de Freud puede recorrerse en distintos planos y direcciones. Tanto como abarcar sus grandes líneas de fuerza, o explorar sus nudos y preguntas principales, es posible —y, a veces, necesario— detenerse en algún concepto “transversal”. Desde hace años me ha interesado una idea que insiste en el texto freudiano, en virtud de su potencia clínica y teórica. Esbozaré, entonces, en estas líneas, una lectura sobre las diferentes dimensiones que el término “prehistórico” connota en Freud. Resulta inevitable alguna referencia al paradigma científico y filosófico en el que esta idea hunde sus raíces, que no es otro que el evolucionismo. Ignorarlo es un gesto de desconocimiento que no se justifica por nuestra adhesión al concepto de estructura. Es en el marco de las teorías evolucionistas —a partir de Darwin y Spencer, pero también de Morgan— donde esta referencia cobra sentido. Hay, en primer lugar, una distinción metodológica: aquella que separa el saber apoyado en fuentes escritas de aquel que toma su evidencia de monumentos, objetos y restos óseos. Esa distinción dio paso a una segunda, ésta ya “ontológica”: la que propone los “estadios” del salvajismo, la barbarie y la civilización1. Los dos primeros se caracterizan por su exclusión del registro escrito. Por último, un supuesto: que los rasgos atávicos sobreviven en estado larvario o “reprimido” en el hombre civilizado. Este supuesto no alcanza sólo al hombre bárbaro o sal vaje, sino a las especies no humanas que lo precedieron. El mito de la bestia en el hombre supo ficcionalizar esta idea. Y bien, encontramos en Freud una primera vertiente de lo prehistórico cuya genealogía puede trazarse hasta ese pensamiento evolucionista. Se trata, vía Haeckel, del modo en que la filogénesis impacta en la ontogénesis. Esta tesis, oriunda de uno de los discípulos de Darwin, puede leerse, también en Freud, como la transmisión (biológica) del patrimonio de la especie y de determinados caracteres familiares, en una época —no hay que olvidarlo— en la que los experimentos genéticos de Mendel no habían tomado estado público. No obstante, Freud no desdeña —como tampoco el propio Darwin— la lectura “lamarckiana” según la cual lo adquirido por cada miembro de la especie es transmisible a su descendencia. Allí la vía de transmisión se vuelve menos clara. Dos grandes temas freudianos lo ilustran bien. En las Conferencias de introducción al psicoanálisis , en las que Freud expone sus concepciones ante un público universitario, conjetura que a las grandes preguntas de todo sujeto humano —el propio origen, la diferencia sexual, la entrada en la sexualidad— la “herencia de la especie” responde con ciertos marcos argumentales que organizan las diversas respuestas particulares. Estos grandes argumentos —las “protofantasías”— corresponden así a un tipo de herencia que no es fácilmente trasladable a un plano biológico. En todo caso, el planteo de Freud deja abierta la cuestión: ¿cuáles son, en la especie humana, las vías por las cuales las nuevas generaciones reciben la herencia 50
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de sus antepasados? Allí donde la ciencia antropológica invocará a su tiempo la “herencia cultural”, Lacan encontrará la incidencia subjetivante del campo del lenguaje. Volviendo a Freud, un problema similar —aunque distinto— es el involucrado por el concepto de pulsión. Desde su introducción como noción en los Tres ensayos..., la pulsión es presentada como inaugural en relación a la complejidad del “aparato psíquico”. Ese carácter inicial establece el puente entre el desarrollo de la especie y el de cada uno de sus miembros. Nuevamente, parece tratarse de un plano biológico. Esta lectura es reforzada a partir de 1920, cuando la introducción del Todestrieb viene a marcar toda pulsión como esencialmente conservadora y empeñada en un movimiento de retorno, cuyo horizonte último es lo inanimado. Más allá de la historia humana y subjetiva, la pulsión apunta entonces a un “ya ahí” que le sería previo. ¿Se trata en esto de la materia inorgánica, o hay que avanzar nue vamente en otra dirección, para leer en eso previo la estructura misma del lenguaje? Como quiera que se lo piense, esta primera dimensión de lo prehistórico sitúa un tiempo anterior a toda historia posible, tiempo en un caso de los acontecimientos no historizables, tiempo cero de la estructura en el otro. Pasemos ahora a una segunda vertiente de lo “prehistórico”. Ya no está en juego aquí la herencia de la especie, sino la forma en que la historia de las generaciones anteriores funciona como anclaje de la neurosis de cada quien. En particular, importa el modo en que la historia de los padres se constituye en el trasfondo lógico sobre el que el drama de la historia infantil y adulta tendrá lugar. Basta leer los historiales freudianos para encontrar en ellos el modo ejemplar de su demostración. Así, hallamos en Dora que “la persona dominante era el padre, tanto por su inteligencia y sus rasgos de carácter como por las circunstancias de su vida, que proporcionaron el armazón en torno del cual se edificó la historia infantil y patológica de la paciente” 2. Indicación ésta llevada hasta sus últimas consecuencias en el historial del Hombre de las ratas, en el que Freud deconstruye con precisión de relojero los engranajes por los que los ejes de la historia del padre hacen a la determinación de la neurosis. Que en ambos casos se trate del padre basta para advertirnos que no son los acontecimientos como tales, sino su ensamble lógico, lo que hace de esa historia previa un nudo, legible sólo desde las contingencias de la propia vida, a las que Freud bautizara con la feliz expresión de “anudamientos vitales” 3. Por supuesto, y más allá de cómo cada neurosis re-anuda historias previas, resta la consideración debida al movimiento de pasaje entre las generaciones. Tal movimiento es, en definiti va, condición de posibilidad de la neurosis, o suelo en el que el accidente de la psicosis va a producirse, por nombrar dos destinos posibles. Queda aún una tercera dimensión, aquella que Freud caracteriza como la “prehistoria personal”. El uso que hace Freud de esta expresión apunta fuera de toda duda a situar una anterioridad al Edipo, o bien —lo que no es por completo equivalente— elementos o instancias psíquicas que exceden su legalidad. Así, encontramos referencias al “padre de la prehistoria personal”, a la “ligazón-madre preedípica” y aun a las raíces preedípicas del superyó, por no considerar aquí el complejo capítulo que lo primario seguramente merece. No hay que olvidar que fue en los tratamientos de neuróticos adultos donde Freud recortó estos elementos, por entender que no se ordenaban según
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la lógica edípica. Ahora bien, ¿qué es esa lógica? Por supuesto, ella involucra el juego ternario madre-padrehijo, al que la lectura lacaniana de Freud restituirá en el falo su cuarto término. Sin embargo, el Edipo funciona ante todo como la otra escena de toda historia posible y es, así, matriz de la historia. Si el juego de dos (escenas, representaciones) cuyo intervalo sostiene el movimiento del análisis funciona, es porque encuentra en el Edipo su anterioridad. Ausente esa escena infantil, el tiempo ahistórico de las psicosis da cuenta del fracaso de una escritura. El Edipo es, entonces, el grado cero de la historia, a partir del cual la cuenta se inicia. (Por supuesto, no es sin la instancia del complejo de castración, en la que la eficacia del padre hace nudo). Si el Edipo es el punto de partida de la historia (y referencia, entonces, de los diversos relatos y versiones fantasmáticas) habría que distinguir dos puntos con respecto a la amnesia de los años infantiles. Hay, por una parte, el resultado de la represión, que afecta aquello que fue inscrito (y que tiene en el Edipo su marco). Aquí la cuestión es la historización en análisis de esas marcas, cuyo estatuto significante no es sin su relación con determinadas escenas. Hay también —y Freud fue muy sensible a esta diferencia— la dimensión de lo no historizable —porque nunca fue escrito—. La “amnesia”, si de tal hablamos, significa aquí la imposibilidad del recuerdo (imposibilidad lógica y no fáctica). Esta vertiente de lo prehistórico hace precisas otras operaciones en el punto en que la historia halla su tope. La propuesta freudiana de la construcción, lejos de cerrar la cuestión, no hace más que abrirla. Si las dos primeras vertientes marcan en qué movimientos se sostiene una historia, la tercera, en cambio, interroga sus már-
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genes y sus excesos. Señala, así, el hiato entre Edipo y estructura. Un análisis no se reduce —incluso en Freud— a una interpretación del Edipo. Será cuestión, más bien, de leer su posición en un ensamble que lo excede y en el que ha venido a ocupar su lugar. Que esto esté claro desde Freud provoca asombro, y convoca de nuestra a parte el pensamiento y la escritura... allí donde eso era . 1. Distinción hecha en el siglo XIX por el ya citado Morgan. 2. Cf. FREUD, S., “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. En: Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1996, vol. VII, p. 3. Concretamente, en el mencionado historial de Dora, sin retomar nunca esta expresión.
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Redistribuir la realidad Escribe
Mario Pujó m.pujo@fibertel.com.ar
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Adaptarse a la realidad? La fórmula fue proclamada por el psicoanálisis posfreudiano como un rasgo ineludible de salud mental. Aunque tropezó enseguida con la objeción de los propios analistas, quienes denunciaron en ella una plausible confesión de conformismo, y el riesgo subsecuente de adicionar nuestra práctica a la ya larga lista de disciplinas al servicio del statu quo. Los más perspicaces observaron que “adaptación” no supone una simple sumisión, la aceptación pasiva de las condiciones en que se desenvuelve la existencia, sino el reconocimiento de su poder de determinación, indispensable a la concreción de cualquier efectiva voluntad de cambio. Adaptación “crítica” o “creativa” ha devenido así un modo no incauto de nombrar cierta pendiente de vínculo con el mundo que se demuestra conforme al conocido precepto según el cual no se trata de interpretar la realidad sino, más radicalmente, de transformarla. Pero como la misma interpretación de la realidad implica un paso en esa dirección, el problema no se plantea sólo en relación al ideal de adaptación sino a la configuración misma de la realidad. Si cada cual se halla de algún modo inevitablemente adaptado a su propia realidad, ¿de qué realidad se habla? El humor popular interroga la diferencia entre “estar” enamorado y “creerse” enamorado, para arriesgar una respuesta quizás un poco cínica: “ninguna”. En efecto, la realidad del amor es su creencia en él, algo que excede la cuestión estricta del amor para apropiarse de la realidad entera. Al fin de cuentas, la realidad es lo que se cree la realidad, razón por la cual ese mismo humor popular sostiene que hay tantas realidades como personas en el mundo. Freud empleaba dos términos no unívocos para referirse a la realidad: Wirklichkeit y Realität. Wirklichkeit parece referirse a la realidad en tanto constituida primordialmente por lo simbólico, incluyendo su dimensión social; Realität se vincula más inmediatamente al Wunsch, el deseo, y nos reenvía a la realidad psíquica, fantasmática, acentuando su vertiente imaginaria. Pero ambas, realidad psíquica y realidad social, confluyen entrelazadas en la torsión constituyente de la realidad subjetiva, por pérdida o extracción de la inmediatez de lo real biológico. A partir de la lectura de Lacan, sabemos que el principio de realidad no se opone al principio del placer sino que se encuentra a su servicio, continuando a la Claussewitz su procura por otros medios. Se trata del abandono de los atajos del sueño, la fantasía o la alucinación, en favor de ese rodeo que el placer debe necesariamente recorrer para acceder a su postergada satisfacción. Muchas implicaciones filosóficas podrían derivarse de ello. Para lo que nos interesa, alcanza con apreciar que la constitución de la realidad no contraría simplemente a la fantasía, sino que, por contrariarla, deviene su camino inevitable. No hay entonces solución de continuidad entre fantasma y realidad, al punto que deberíamos pensar que lo que se entiende consensuadamente como constituyendo “la” realidad objetiva, no es sino la construcción consensuada de una suerte de fantasma compartido. Algo que tiene consecuencias en nuestra clínica cotidiana, especialmente en los virulentos momentos actuales, en los que la puja por intereses sectoriales y la imposición de políticas económicas adopta indisimuladamente la forma gramsciana de una disputa por la opinión pública. Se trata de una batalla semántica por el predominio de una sig-
nificación que se ofrece como no dando margen a discusión, en la que ciertos significantes ocupan, por estructura, un lugar instituyente. La Iglesia aporta su granito de arena: “es peor el pecado de soberbia que el de avaricia”, decía hace poco, en relación al proyecto de nuestra Presidenta de aumentar los derechos impositivos al beneficiado sector agroexportador. Allí donde se escribe “redistribución”, “discusión sobre el rol del Estado en la producción y el reparto de la riqueza”, se incita a leer “empecinamiento”, “prepotencia”, más descarnadamente “corrupción”; allí donde se inscribe “acumulación”, “concentración económica”, “exacción de los recursos nacionales en beneficio de una minoría”, se lee “consenso”, “diálogo”, “institucionalidad”, cuando no, más atávicamente, “patria”. La deslealtad es entonces celebrada como un acto de coraje cívico, y todo ello con un entusiasmo, una masividad y una convicción totalizante que nos retrotrae a la sórdida cobertura informativa de la época de Mal vinas. Algo que se extenderá a la discusiones sobre la reestatización de Aerolíneas, la movilidad jubilatoria o cualquier otra iniciativa gubernamental, cuando en la política regional evidencia operar un ímpetu desestabilizador que adopta en nuestro país un indisimulado sesgo destituyente. Porque no alcanzaría, como durante el amargo Proceso, con disponerse a leer minuciosamente lo que se dice en los diarios entre líneas. La incidencia mediática en nuestra vida cotidiana sobrepasa abrumadoramente el marco informativo de los diarios, la radio o los noticieros; ocupa el tiempo del entretenimiento, los programas en los que la televisión se reenvía a sí misma (repitiendo en clave de farsa la tragedia), para penetrar el ámbito supuestamente anodino del esparcimiento, los almuerzos de la Lady, los mensajes de texto, las cadenas de mails, los sketchs de humor. “Palo porque bogas, palo porque no bogas”, los subtítulos distorsionan la significación de cada discurso en el momento mismo en que éste es formulado... Pero lo obvio no extrae su certeza de la arquitectura extraordinariamente compleja de la realidad, sino de la estructura notablemente simplificadora del fantasma. Y el discurso mediático lo alienta, lo propaga, lo exacerba, lo cristaliza. De modo que el transeúnte ocasional nos atribuye espontáneamente la sensatez de compartir el más común de los sentidos, el sentido común. Algo que se verifica notablemente también en las aseveraciones que se nos presupone naturalmente en los consultorios. La abstinencia analítica nos exime de expresar nuestras opiniones personales, en particular en temas tan espinosos como el de la política, por lo que nuestro silencio suele ser entendido no como una muestra desinterés sino como una prueba patente de neutralidad. Dado que, en efecto, no estamos allí para adoctrinar ni reeducar a nadie, aunque tampoco estemos allí para avalar con nuestro consentimiento callado la fuerza sistemáticamente persuasiva de la vulgata colectiva. Resulta ajeno a los alcances de la singularidad del acto analítico la transformación de los medios y las modalidades de la radiodifusión, más aún la reforma de la distribución de los ingresos. Pero no lo es tanto, seguramente, cierta intervención en el sentido de una redistribución efectiva de la realidad: nuestra práctica de discurso opera también sobre el campo semántico al conmover las significaciones aceptadas, depistando en los resquicios de la palabra los significantes mayores que las configuran. Lo que exige de nosotros estar dispuestos a poner en cuestión lo que se presenta adornado con el fulgor de la evidencia, sin dejarnos capturar por la potencia inmediata de sus espejismos. La realidad puede entonces hacer patente su artificio, ofreciéndole a cada cual una posibilidad de reinterpretarla. De otro modo, mucho menos que neutrales, incurriríamos por defecto en una forma ingenua de complicidad.
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Comentarios de libros
De la voz al logos, la carne se hace verbo
Escritura de la clínica
de Mara Musolino , (Letra Viva, 2007, 175 páginas)
de Gerardo Pasqualini , (Letra Viva, 2008, 172 páginas)
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a autora culmina su libro hablando del tribunal al que se somete el mercader, buena metáfo scritura de la clínira para poner a circular una publicación que sin ca, el libro de Geduda una vez sometida al desguace de sus lectores torardo Pasqualini, mará o no su lugar. plantea desde el título Sin duda es ésta una publicación que da testimonio mismo, una convocatode lo que sabe hacer con lo que la clínica da a hacer, ria a la lectura que tieen cada singularidad, con la que se confronta. ne su origen en una poSe trata de un libro con idas y vueltas que recorriénsición del autor respecdolas nos llevan por los interrogantes que se hace ella to del saber, posición en misma, más que nada con aquellos de la clínica que la que los conocimienhan hecho otra cosa de su cuerpo y su lenguaje. Otra tos no clausuran los pocosa en el sentido de que no contamos con un discursibles interrogantes sino so analizante plagado de significantes sino con esos inque nos comenta su redicios con los que tenemos que vérnoslas para poder corrido por sus propias hacer algo con ello. Una singularidad, “los análisis por encargo” como los llama Lacan, es lo que la autora aborda en su texto. Singularidad que ella ha ido lecturas como quien indica con el gesto un sendecircundando, buscando algunas respuestas teóricas en torno a lo que allí ope- ro… caminar por él es una decisión que tomamos ra. Esto que ella llama la materialidad que se enuncia como fuerza vital, el alma con libertad, lo que siempre produce alguna forma de la alegría. portadora de la vida del cuerpo que habla. Las páginas de este libro invitan, también, a penEs interesante su recorrido a lo largo del escrito delimitando el campo, mostrando, cómo esa “sustancia” anima, causa y organiza el cuerpo poniendo en sar en la clínica, la propia. Porque en cada capítulo, juego “la voz” (el objeto a voz) como un pedazo de carne que es arrancado de en cada párrafo, Pasqualini propone un desarrollo nosotros mismos siendo entramado en el lenguaje. Voz que verbaliza el deseo que tiene como origen la práctica de una clínica y de un cuerpo provisto con esos axiomas cristalizados por la pulsión. Cuerpo, he- las preguntas que ésta va dejando como sedimencho carne que porque habla no se enferma. to, en el sentido geológico de un terreno formado Recorriendo la obra nos encontramos con que la ha derivado en cuatro partes; por capas de experiencia. Y entonces, el acto de La materialidad a enunciar: lo uniano en la primera, donde desarrolla cómo el leer hace pensar en la propia práctica clínica que verbo o voz fonada es la enunciación que nos socorre haciendo un pasaje entre dialoga con el texto en temas siempre fecundos, tener o ser la voz. También se pregunta allí cuándo comienza la humanidad. siempre abiertos, como la noción de lenguaje y la Hablar de amor anima el goce del cuerpo en la segunda; El decir es un discurde sujeto, que –desde la introducción- nos propo so, un acontecimiento, un artificio en la tercera y concluyendo, De la animación ne reubicar, así como revisar las ideas de escritura del goce del cuerpo al espíritu –goce flaco- en la cuarta parte. Es una interesante experiencia, dejarnos llevar de la mano de la autora en su y de lectura. También las relaciones y diferencias teórización. Esta particularidad de su escritura, la que por momentos nos per- entre ciencia y psicoanálisis que le han permitido mite ir pensando juntos esas cuestiones de la clínica que por tan arduas no son redondear –nos dice- la propuesta de que el relato de la clínica, pensado como texto, nos introdumenos inquietantes. Son cuestiones que requieren poner las manos en la masa (metáforas culina- ce en la poética. El libro aborda los temas de la realidad y la fantarias a las que apela la autora) e invocar la invención de cada analista para saber hacer allí con lo que se encuentra (encuentro con lo Real) sea en el síntoma o sía, pensadas como construcciones y así la realidad, con la vida. Ese saber hacer con lalengua, esa especie de artificio que nos saca para el psicoanálisis, es producida y, por lo tanto, de nosotros mismos, presenta los modos de ser que deberán encontrar esas vías ficción. Si la realidad se construye y los recuerdos también, sólo tenemos producción de relato en el del deseo para clamar el verbo. Las palabras como ronroneo, bla-bla-blear, farfulleo, utilizadas por Mara Mu- presente y ningún referente fuera de él. solino, intentan casi homófonamente enlazar el decir al ser como respuesta a El autor se interesa por la temática del lenguauna movilización pulsional. La que expresa el padecer del cuerpo que habla en je, de la escritura y de la letra; trabaja una teosesión. Son comandadas por la función del Padre según la ley del amor que fa- ría del significante y el tema de la castración. Y cilita su enunciación. así nos encontramos en este recorrido con la funPuesto que los analistas trabajamos con la palabra, es lo que trasciende en el ción creadora del lenguaje y Joyce; acompañahacer acontecer un acto allí dónde la lengua se trasmita, lengua nacida como dos por historiadores que se interrogan sobre la deseo desde el ronroneo del cuerpo a la enunciación. En “el hombre” como dice realidad como Hayden White; Wolfson, un novela autora, la existencia ocurre como una excepción al negar el goce fálico que lista norteamericano que escribe en francés; Barfunda el principio y el final de la suya. thes y Deleuze; Macedonio Fernández y Rodolfo Sin duda es esta una obra encargada para andar por la vida que resulta de Walsh. Recorrido y lectura: relato de una clínica un artificio psicoanalítico. Vale decir, del saber-allí-hacer con la materia sónicopsicoanalítica. fónica de que cada Uno dispone, al decir de la autora.
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SONIA C ANULLO DE R UBIO
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A DRIANA BLASETTI
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Comentario de libros
Finales de análisis
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de Zulema Lagrotta y Edgardo Feinsilber (Letra Viva, 2008, 215 páginas)
stamos frente a un libro que intenta transmitirnos de manera clara y precisa la práctica analítica a través de una cuestión que hace a nuestro quehacer: El fin o los finales de análisis. Los autores parten de textos freudianos a los que interrogan, buscando en caso de Edgardo discrimar lo que es del orden freudiano de la novación que nos trae Lacan. Lo que es de resaltar es que esta manera de interrogar los textos freudianos es hacer de ellos “letra viva”. Hay cuatro cuestiones que pueden operar como ordenadores: 1) El trauma tratado por Zulema como agujero y ubicado en la intersección de lo real y lo simbólico lo cual nos habla de un agujero “eficaz”necesario para la inscripción de un sujeto, cuestión que se enlaza con lo planteado por Edgardo en relación al trauma y el malentendido que es la fuente de nuestras certezas. 2) El destino de la pulsión, cuestión que me parece definitoria para la conducción/fin de un análisis y que es difícil de tratar sin caer en la moral del término medio, es decir en términos de una pulsión domesticada. Los autores intentan salvar este escollo –y a mi juicio lo consiguen– apelando a la novación, la invención, el saber hacer allí con el real pulsional. 3) Y en íntima relación con esta cuestión pulsional tenemos un tema poco tratado en la literatura psicoanalítica, es el tema del carácter, bajo la pregunta: ¿Es el carácter un factor que hace casi imposible concluir un análisis dada su relación con lo real pulsional? Este carácter o rasgos de carácter pueden ser la tendencia al acting, la agresividad, la inhibición y pueden ser “férreos” en el sentido que sostienen a ese hablante, cuestión a tener en cuenta en la dirección de la cura. ¿Cuál es la relación entre neurosis y carácter? Zulema se inclina por plantear una relación de implicación y de costura en lugares electivos de la cadena borronea siendo en esos lugares mismos donde la costura puede fallar frente a la emergencia de la angustia y producirse allí los “desbordes del carácter” que pueden toma la forma de las variantes del acto: el acting, pasa je al acto, iteración. Y en relación a “Inhibición, Síntoma y Angustia” ambos van proponiendo diversas lecturas en relación al carácter. De “Inhibición, Síntoma y Carácter”, lectura propuesta por Edgardo, Zulema acuña una frase que, según mi entender, da cuenta del carácter: “El carácter toma de la angustia su certeza”. Acá se nos abre un abanico de posibilidades de seguir trabajando, teniendo en cuenta su relación con el nudo y el narcisismo secundario. 4) Cómo entender la “roca viva” de la castración, límite freudiano del análisis. Para Edgardo, la “roca viva” son los límites de esa relación al padre, del que podemos tomar sus aspectos reales, simbólicos e imaginarios. Y en lo que concierne a la mujer: la envidia al pene traducida en términos de “hasta donde puede soportar que otra tenga lo que ella no tiene”, sería un fin de análisis en términos de histeria pero no de feminidad. Siguiendo a Lacan plantea que el complejo de castración en el hombre se llama “penisangt”, en el que se mide la tolerancia a otro hombre, lo que lleva a la tripartición entre lo paterno, lo
fraterno y lo filial. La castración consiste en que el padre no sabe la verdad. Y en relación a la mujer hay una frase muy interesante que toma de L´etourdit, haciendo su propia traducción y refiriendo al fin de análisis en una mujer: (Pág. 80). El se pregunta, porque no está claro en el texto, quién es la primera ni la segunda (mu jer) ni a quién hay que dejar. Lo que queda claro es que yo podría pensar en un fin de análisis en relación a que no hay otro a quien referir nada (otro u otra) y específicamente en una dicha mujer y dicha histérica, este no hay otra que apoye el deseo es fundamental. En lo que respecta a la conducción de un análisis, más en la línea de la novación lacaniana se nos presenta una muy novedosa lectura del grafo del deseo puesto en relación con los “tiempos” en un análisis introduciendo el sinthoma como línea soporte susceptible de movimientos topológicos. Y una cuestión que marca para él líneas diferenciales: el analista conduce el análisis más allá de la metáfora, más allá del significante, más allá del Nombre del Padre. Por su lado Zulema plantea “la roca viva” de la castración como no siendo ningún mito, sino como lo real del complejo de castración. Siguiendo a Lacan en “La Transferencia” pasa de roca a isla y es una isla porque posee un borde que marca también la heterogeneidad entre lo que sería su interior, inasible y aquello que la contornea –las oleadas pulsionales, tramas de escrituras en derredor–, su contorno no se dibuja porque en realidad, eso, presunto interior, no es visible, no es vertido ni vertible en lo imaginario, permanece como la reserva libidinal, intransferible. Es decir el resto no posible de analizar en todo hablante, la isla que nos habita. Es de notar a lo largo de estas clases el trabajo de discurso que van haciendo los autores que revela de manera ejemplar lo que es posible hacer en el lazo entre analistas: producir un discurso que se inscribe en el campo del psicoanálisis y donde se puede leer la singularidad de cada uno de ellos. M ARTA N ARDI
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El problema de la transmisión y los límites del lenguaje en la experiencia analítica Dos referencias lacanianas: Peirce y Wittgenstein. (Cuarta entrega) por
Gabriel O. Pulice y Oscar Zelis
S
eñalábamos en nuestra entrega anterior que el lugar del trata de ningún objeto semiótico, pues no se ofrece como material objeto, en el triángulo semiótico, no coincide con el lugar disponible para la sustitución, si bien tiene efectos semióticos del objeto a, por eso la articulación con el nudo borromeo cada vez que se impone como causa...» 2. No obstante, basta una resulta, a primera vista, forzada. pequeña modificación en el esquema —sin abandonar la figura Es la presencia semiótica del «triángulo»3 — para mostrar más ajustadamente del a, en el centro la conexión entre aquella representación del acto de semiosis del nudo, lo que introducida por Recanati en el seminario 19, y la operación que se perturba, lo que va generando sobre la producción discursiva del sujeto en análisis obstaculiza tal ade- a partir de cada intervención del analista, en transferencia. cuación entre los dos esquemas. En efecto, el lugar del objeto Podemos visualizar así el movimienen el triángulo semiótico remite más bien a esa serie de objeto R-I, como el deslizamiento —ahora «circular»— de la cadena significantos que advienen al lugar del a, pero como «postizos», esos que según Lacan no pegan ni con cola en el fantasma del neurótite, haciendo pivote en el Objeto. Pero co. La falta de inscripción del a, por otra parte, tiene como con—y esto es lo difícil de fijar en una nosecuencia que la deriva del triángulo semiótico se corresponda tación— el O (objeto) así denotado ya con la formulación peirceana de la semiosis infinita. no será estrictamente un objeto semióCreemos que vale la pena dartico: representa más bien el vacío que le una vuelta más a este asunto, se irá delimitando a medida que se desya que nos permitirá iluminar pliegan los significantes de la demanda, toda vez que el analiotras cuestiones relevantes y di- zante transfiere al analista su objeto, el que comanda la emerfíciles de conceptualizar. Es im- gencia de los interpretantes. En este primer gráfico, entonces, portante no perder de vista cuál el objeto ubicado en el centro viene a situar un punto de impoes el contexto teórico del que proviene cada uno de estos esque- sibilidad lógica, análogo al agujero central de la figura topolómas. El de Peirce, responde al propósito de dar cuenta del pro- gica del toro, donde Lacan ubica al objeto del deseo. ceso de semiosis, es decir, aquel por el cual algo —que llamarePodemos introducir, incluso, una úlmos signo o representamen—, en el lugar de otra cosa —su obtima reformulación, en sintonía con el ordenamiento propuesto por Lacan jeto—, produce un nuevo signo —el interpretante. Pero esto no es tan simple, ya que como mostramos anteriormente, el intersegún el cual, para que el esquema de Peirce armonice con su articulación pretante (I1) puede funcionar a su vez como signo, produciendo un interpretante nuevo (I2), el cual también, a su turno, podrá del discurso analítico «…no hay otro funcionar como un nuevo signo para otro interpretante (I3), y representamen que el objeto a (…) así sucesivamente, en lo que situábamos como la posibilidad de del cual el analista se hace el repreuna semiosis infinita. Y no sólo el interpretante, sino que el obsentamen, justamente, él mismo, en jeto mismo puede ser un signo, participando como tal en otras el lugar del semblante». Ubicaremos entonces en el centro de relaciones ternarias como la que acabamos de describir. Peirce la figura, como representamen / semblante del objeto a, el lugar señala esto insistentemente, y quizás sea el caso más común en del analista, en torno del cual se irá delineando un contorno, nuestro palabrerío cotidiano: el objeto al que se refiere el signo un agujero, un vacío de representación, el correspondiente al que pronunciamos —por ejemplo una palabra—, es en realidad objeto a, el cual comanda la emergencia de dichos significanotro signo —otra palabra o conjunto de palabras—, y así sucesi- tes. Retomaremos esta idea en la próxima entrega. vamente, hasta que nos topamos con un índice1, que nos conecta _______________ por contigüidad con un objeto real. Así, salvo en esta última ins- O Z :
[email protected] / G P :
[email protected] tancia, en la semiosis nos movemos de signo en signo. Peirce, C. S.; Obra lógico-semiótica, Madrid, Taurus Ediciones, 1987. PáPara que podamos situarnos en la dimensión del discurso 1. gina 261: «El icono, el índice y el símbolo». analítico, deberá irrumpir un elemento heterogéneo, no simbólico, 2. Birch, Christian Roy; Gaiada, M. Griselda: El objeto semiótico y el objey sólo en este caso podemos hablar de una conexión entre este to a. Trabajo disponible en el Foro de Investigación ◊ Psicoanálisis, www. diagrama y el discurso psicoanalítico. En efecto, el objeto semiótico psicomundo.com/foros/investigacion/birch.htm de Peirce sugiere un objeto pasible de ser sustituido, incluso 3. Cabe hacer aquí una breve observación: la representación de la tríada sígnica de Peirce mediante un triángulo fue propuesta por Ogden y Ride entramarse él también en la cadena de representámenes e chards. Pero en la actualidad es criticada ya que permite visualizar eninterpretantes. Muy distinto a la concepción lacaniana del objeto tre los elementos relaciones duales puras. Peirce nunca lo representó a, como tal impronunciable, singular, y por fuera del campo de la así. Sí se encuentran diagramas hechos por él utilizando una Y invertirepresentación –recordemos que en el nudo borromeo Lacan lo da, siendo ésta la modalidad más admitida por los críticos —como por sitúa en la intersección de los tres registros–. Por lo tanto, «...no se ejemplo, Pierre Thibaud— para mostrar una relación triádica. SCAR
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Textos filosóficos
Dossier Martin Heidegger 3ra época - 52da parte 1997 - 2008 Compilador: Rogelio Fernández Couto
El hablar del poeta, el poetizar del habla
E
Por Ricardo Bianchi
n la segunda mitad de la década de los ochenta, un com- ción declina el habla del Dasein orientándola hacia las hablapañero de nuestra cátedra de Teoría de la lectura , en la durías, Gerade, la curiosidad, Neugier y el equívoco, Zweideugcarrera de Filosofía de la UNR, hizo un hallazgo. Me per- tigkeit. En la conversación se hablan uno con otro. Mientras mito recordarlo ahora ante ustedes, porque sus consecuencias tanto el diálogo retiene el habla en su apertura hacia el Seyn. se orientan hacia el marco de esta convocatoria 2007, del Se- El diálogo es la posibilidad más propia del habla. En el diálogo minario Central de la Fundación Centro Psicoanalítico Argen- el habla del Dasein se orienta ontológicamente desde lo hablatino. Darío González, quien se encuentra radicado desde hace do hacia lo no-hablado. Frente al ocultamiento de las frecuen varios años en Dinamarca, donde obtuvo su doctorado y donde tes traducciones de Gespräch como conversación , conferencia o se desempeña como traductor de la obra de Kierkegaard para coloquio, hacía falta encontrar un término que permitiera inla editorial Trotta, publicó entonces –casi para circulación in- terpretar cómo es que la diferencia ontológica atraviesa el haterna de la cátedra– un escrito titulado: La lectura como diálo- bla heideggeriana. go. Recuerdo también que la palabra diálogo iba entrecomillaTodavía en el mismo curso, en sus primeras lecciones, Heideda, sugiriendo desde el título cuál sería su inclinación, su clina- gger ensambla el Dasein, de camino al pensar, de camino al hamen. En lo que mantiene vigencia para nosotros esta noche, Dabla, “en el reflujo hacia lo que se sustrae” 2, en la lejana proximirío descubría que durante la sexta lección del curso Was heisst dad o en la próxima lejanía del acontecimiento del Seyn “en el Denken?, ¿ A qué llamamos pensar?, dictado en Friburgo entre mismo acto de sustraerse” 3. Pero al comienzo de la cuarta lec1951 y 1952, Martin Heidegger trazaba una diferencia que re- ción advierte: “Lo primero es: el tono de nuestra afirmación no petía una vez más su ontologische Differenz, su diferencia onto- tiene nada de negativo”4. Esta afirmación nos recuerda cuál es lógica. Darío nos sorprendía descubriendo un pasaje –página su Entscheidung, cuál es la decisión de su filosofía: la confronta171 según la edición de Nova del año 1978– donde Heidegger ción fundamental con Hegel, grundsätzlichen Auseinandersetzung mit Hegel. El Er-eignis de la filosofía de Heidegger es un rechaconfrontaba Gespräch a Konversation. Leo a continuación ese pasaje de ¿ A qué llamamos pensar?: zo de la negatividad hegeliana porque su forma supone media“Toda interpretación es un diálogo – Gespräch– con la obra y el ción y dialéctica. Creo que sin este reconocimiento se desconodicho. Mas todo diálogo se va atascando y se vuelve estéril tan cen los fundamentos de la filosofía heideggeriana: la invención pronto como se instala y aferra tan sólo a lo inmediatamente de una antidialéctica y la interrupción de toda filiación con la hablado, en vez de servirse los interlocutores del diálogo para tradición del idealismo alemán. Por eso también en Was heisst dejarse conducir y situarse en el lugar que constituye su res- Denken? Heidegger desestima la Vorstellung –la representación pectivo punto de partida. Este situarse es el alma del diálogo, y la metáfora– afirmando que mientras el Dasein es el testigo pues, conduce a los interlocutores hacia lo no-hablado. El nom- del Seyn, “el hombre es el animal que representa” 5, el que se enbre de conversación – Konversation– denomina, sí, el mutuo di- vuelve en la impostura de una mascarada del ser. Voy a recordar también esta noche que la poética de Heiderigirse uno a otro de los interlocutores, por lo cual toda con versación es una especie de diálogo. Pero el diálogo propiamen- gger comparte una tesis de la Poética de Aristóteles: el arte del te dicho nunca es una conversación. Ésta consiste en gambetear poeta se fundamenta en la prescripción de poetizar mythós –esal margen de lo hablado, teniendo buen cuidado de no meter- quemas– antes que metrós, métricas. Pero mientras en Aristóte se en lo que queda sin decir”1. Hace falta aclarar que fue Darío les la lexis metafórica se dispone en función del reconocimiento González quien propuso entonces traducir Gespräch por diálo- de la identidad, en Heidegger se descubre una absoluta desestimación de la metáfora. Los dones más sublimes para el pensa go, porque en la traducción de editorial Nova aparecía como dor o para el poeta son, en Heidegger, un trazo sustractivo del coloquio. La sugerencia de Darío se fundamenta en la diferencia óntico-ontológico dispuesta por Heidegger. La conversación Seyn. La apertura del pensador se anticipa desde lo impensado, se descubre como una reducción óntica del habla. La conversa- porque “lo no pensado en un pensar no es un defecto inheren-
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te a lo pensado” 6, sino el don más sublime del Seyn. Lo mismo mos escuchado el habla. ¿Qué oímos? –nos pregunta– Oímos pasa con el poeta. Por eso para Heidegger un auténtico pensa- el hablar del habla” 11. dor se mantiene en diálogo con su único pensamiento, del misHeidegger repite durante la conferencia El camino al habla mo modo que un poeta no cesa de dialogar con un poema úni- su retruécano: hören-gehören ; oír el hablar del habla es perteco; tan imposibles, para uno como para el otro. necer a su llamada. También en Interpretaciones sobre la poesía También por eso durante ¿ A qué llamamos pensar? se descu- de Hölderlin recuerda que olvidamos “la unidad original de ambre a Sócrates como el pensador más puro : “Sócrates en toda su bos”12, que olvidamos la esencia del diálogo original donde “lo vida, y hasta en su muerte, no hizo otra cosa que ubicarse en la dicho y lo oído son lo mismo y lo uno” 13. Heidegger ha ensamcorriente de este reflujo –hacia lo que se sustrae– y mantenerse blado diálogo y destino. Ese ensamble es el trazar, entwerfen , allí. Por esto no escribió nada –afirma Heidegger. Porque quien la apertura-decidiente – Entschlossenheit– del poetizar. El deseo partiendo del pensar comienza a escribir, se parece ineludible- esencial, el del poeta, será –como en Hölderlin– “el deseo ante mente a un hombre que se refugia, para resguardarse de una el destino”. “El deseo esencial se distingue del mero anhelar, que corriente demasiado fuerte” 7. Sócrates, el que nunca escribe, quiere lo anhelado solamente para sí y que en lo anhelado tamexceptuando ciertos poemas que compuso frente a la insisten- bién solo se quiere a sí mismo” escribe Heidegger en su Hölderte demanda de su daimon, es la figura ética que viste el habla lin, porque “tal anhelo se desvía de lo propio del destino” 14. No y la poesía heideggerianas. Un artista de mythós antes que del podemos interpretar la filosofía heideggeriana si desconocemos significante y la letra. En la potencia absolutamente sustracti- esa identificación entre la función del poetizar y el destino. “Lo va del habla y la poesía heideggerianas descubrimos también que quiere el poeta, es lo querido en el deseo esencial, lo dado su confrontación con el discurso psicoanalítico que sí reconoce por el destino. Este no viene porque quiera el poeta, sino que consecuencias a la sobredeterminación de la forma, al trabajo el poeta debe desear poetizando lo que viene” 15. del síntoma y la interpretación. Para Heidegger hay un secreEl ternario de Heidegger no para de girar: “El diálogo entre to trasmitido en nuestra Historia de la filosofía donde los pen- pensamiento y poesía evoca la esencia del habla para que los sadores posteriores aparecen como refugiados, como fugitivos. mortales puedan aprender de nuevo a habitar en el habla” 16. Ese secreto trasmitido en silencio anuncia que “ el pensar ingre- Si la esencia del Dasein es su ek-sistencia , también la esencia só en la literatura”… pero también que “para nosotros –agre- del habla heideggeriana está puesta fuera, también ek-siste . Por ga– la poesía hace tiempo pertenece a la literatura” 8. Por eso el eso lo hablado puro será el poema. El camino de Heidegger es horizonte de la interpretación heideggeriana se retiene en una el silencio puro. Ensamblar la fuga silenciosa del Seyn en la redisyunción: “la poesía occidental y la literatura europea son dos sonancia del habla. Emplazar el auditor del rehuso, Verwei poderes esenciales abismalmente distintos de nuestra historia”. El gerung, del Seyn. Disponer tras la escucha de lo in-hablado, el designio, Geheiss, del Dasein de camino al habla o de camino al auditor del silencio. Porque el habla, la casa del ser , no es esenpoema, será testimoniar el trazo abriente, Aufriss, que lo sepa- cialmente en Heidegger, acontecimiento de una falta bajo mora del Seyn y al separarlo lo destina a la Seinsverlust , a la meto- dos de la negatividad. nimia de la pérdida del Ser, forcluída de metáfora. Una diferencia de habla, sprachlichen Unterschied, separa el Cito ahora la conferencia El camino al habla: “La unidad de monólogo17 silente del habla heideggeriana y el discurso psicoala esencia del habla buscada la llamaremos der Aufriss, el trazo nalítico. La juntura de La tercera –en discordia con la de Heideabriente. Este nombre nos pide que veamos con más claridad gger en la conferencia El habla– basta para demostrarlo. Porlo propio de la esencia del habla. Riss, trazo, es la misma pala- que el discurso psicoanalítico toma consistencia del axioma de bra que ritzen”9 zanjar, rayar. Heidegger reconoce en la apertu- la falta de relación sexual, su horizonte es la equivocidad rura-decidiente – Entschlossenheit– del Dasein, el trazo que zanja morosa de lalangue. Y la juntura de la escritura demuestra, mela separación de lo hablado y lo in-hablado, lo que se encuen- diante los teoremas de Lacan, que el camino del deseo podrá tra sustraído al hablar. El trazo abriente es el acontecimiento, ser una destinación pero nunca un destino, “ya que no hay le Er-eignis, de la separación del habla. La fuga emplazada por el tra sin lalangue”18. umbral. En este horizonte la verdad, aletheia tanto para el haConferencia dictada en el Seminario Central: La función poética del bla como para el poema, será el habla destinada, aus dem Zulenguaje para Jacques Lacan y Martin Heidegger, año 2007 de la Fun gesprochenen. Por eso también en ¿A qué llamamos pensar? desdación Centro Psicoanalítico Argentino. pués de recordar que por medio del lenguaje desgastado cual- __________________ quiera puede hablar de todo, Heidegger afirma que “el pensar y 1. Heidegger, Martin. ¿Qué significa pensar? Nova, Buenos Aires, 1978. la poesía son, cada cual a su manera propia e inconfundible, el Pág. 171. decir esencial” 10. Ese decir esencial, ese habla destinada del Da- 2. Idem ant. Pág. 22. sein es aquella en la que el habla habla: die Sprache spricht. Por 3. Idem ant. Pág. 39. eso –como en la Poética– el pensar y la poesía para Heidegger 4. Idem ant. Pág. 40. tampoco son artes de la foné , bajo la forma de un preocuparse 5. Idem ant. Pág. 63. Idem ant. Pág. 78. con la voz o las voces, sino que “dicen palabras”; y en este decir 6. 7. Idem ant. Pág. 22. palabras lo esencial será el silencio, el silencio puro. 8. Idem ant. Págs. 130-131. En la conferencia El camino al habla Heidegger insiste en nom- 9. Heidegger, Martin. “El camino al habla” en: De camino al habla. Odós. brar el hablar del habla como el Decir, Sage. El Decir no es ni Barcelona, 1987. Pág. 229. el rumor, ni las habladurías. Heidegger lo encuentra en el ver- 10. Heidegger, Martin. ¿Qué significa pensar? Op. cit. Pág. 125. so de Trakl, “el venerable Decir del manantial azul”. El Aufriss, 11. Heidegger, Martin. El camino al habla. Op. cit. Pág. 229. el umbral de la diferencia ontológica también trazará la sepa- 12. Heidegger, Martin. Interpretaciones sobre la poesía de Hölderlin. Ariel. Barcelona, 1983. Pág. 138. ración del escuchar. Podemos escuchar la voz del otro o el ha13. Idem ant. Pág. 140. blar del habla. Pero Heidegger repite su interpretación: escu- 14. Idem ant. Pág. 139. chamos con anticipación el hablar del habla. “Esta escucha del 15. Idem ant. Pág. 140. habla precede, también y del modo más inadvertido, a cual- 16. Idem ant. Pág.. 36. quier otra escucha. No solo hablamos el habla, hablamos desde 17. Idem ant. Pág. 240. el habla. Somos capaces de ello porque ya desde siempre he- 18. Lacan, Jacques. La tercera.
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