1 GERALD ALLAN COHEN (1941-2009): ¿Por qué no el socialismo? Sobre el autor: Canadiense de nacimiento fue discípulo de Isaac Berlin y de Ryle en Oxford. Impartió clases en Londres desde 1963 al 84 y en Oxford desde 1985. Perteneció al llamado “ grupo grupo de septiembre” septiembre” y defendió el marxismo analítico y el socialismo contra el contractualismo y el utilitarismo. Sus principales obras son La teoría de la historia de Karl Marx. Una defensa (1978) y Si eres igualitarista, ¿cómo eres tan rico? (2000).
I.
INTRODUCCIÓN
No se trata de una pregunta retórica, sino de una petición cabal, una apuesta por el socialismo. El artículo tiene las siguientes partes: 1. Presenta el modelo, un contexto por el que nos sentimos atraídos y nos creemos beneficiados: le denomina “el modelo del campamento”;
2. Examina dos principios que rigen este modelo: el principio de igualdad y el de comunidad; 3. Justifica porqué ese modelo socialista es deseable; 4. Considera si el modelo es factible; 5. Examina el socialismo de mercado y; por último, 6. Termina con una coda final.
II.
EL MODELO DEL CAMPAMENTO
Cohen dibuja una situación que ejemplifique un modelo socialista y en la que todos nos sintiéramos atraídos. Se imagina un campamento. En él no hay jerarquías; hay un objetivo común: pasarlo bien y hacer cada uno lo que más le guste. Se ponen a su servicio los instrumentos (que pueden ser privados), los cuales son administrados públicamente. Todo se realiza de mutuo acuerdo. Se admite la desigualdad natural (somos desiguales y a unos se les da mejor una cosa que otra), pero, al mismo tiempo, se da por supuesto un principio básico de igualdad. Es verdad que el campamento podría funcionar bajo “los principios del intercambio de mercado y de la propiedad privada” (64), pero sería menos atractivo. De esta forma, si Harry tiene un don natural para pescar más, no por esa razón debe recibir más y hacerle caso en su codicia, por ejemplo. Tampoco algo es de alguien por el simple hecho de que lo vio primero ni, por último, es legítimo apelar a una tradición para reivindicar esa propiedad. En definitiva, Cohen defiende el modelo socialista “con propiedad colectiva y cooperación planificada” (66). III.
LOS PRINCIPIOS: EL PRINCIPIO DE IGUALDAD Y EL DE COMUNIDAD 1. El principio de igualdad
2 Cohen propone como principio justo el principio de “igualdad de oportunidades socialista”. Debemos, antes de llegar a él, especificar los otros principios de igualdad que
señala. Son, esquemáticamente, los siguientes: IGUALDAD DE OPORTUNIDADES BURGUESA
SOCIEDAD
LIBERAL DE IZQUIERDAS
SOCIAL
SOCIALISTA
LIBERAL
ELIMINA Privilegios sociales (formales, protegidos por el derecho; o informales, debidos a una determinada percepción social) Las desigualdades sociales (pertenecer a una clase o a otra por nacimiento)
SOCIALISTA Las desigualdades naturales, por nacimiento
MEDIDAS
EJEMPLO
Redistribución de derechos
La esclavitud La discriminación racial o sexual
Se garantiza la educación con más apoyo a quien más lo necesita Debe igualarse las preferencias ingresos/ocio
La discriminación social
La discapacidad o la diferencia natural de talentos
El principio de igualdad socialista es el único que corrige las desigualdades naturales, por eso es superior. Sin embargo, este principio “ha insistido en la igualdad de ingresos y de horas de trabajo” . Cohen acepta un principio de igualdad de las preferencias por el que hay quien opta trabajar más horas y hay quien quiere disfrutar del ocio. De esta forma, distingue entre principios socialistas y modos socialistas de organización, de los cuales hablará más adelante. Desigualdades socialistas: Vistas así las cosas, en una sociedad socialista regida por el principio de igualdad en las preferencias, habrá desigualdades que cifra en las siguientes: La primera (1) será que habrá formas o estilos de vida distintos y esto no es problemático. Esto quiere decir que algunas personas tendrán más bienes que otros, lo cual no es objetable porque han elegido de otra forma. La segunda desigualdad puede deberse al esfuerzo que se escoge (2a) o a la suerte en la opción (2b). Con respecto a 2ª, el problema es cuánta desigualdad puede permitirse. Se trata de “una pregunta muy difícil”. Su respuesta es que “no puede ser muy amplia” (71). Sin embargo, puede producir una desigualdad muy
amplia si se une a la suerte en la opción (2b). La suerte en la opción es coherente con el principio de igualdad socialista pues puede suponer igualdad en carácter, en talento y en circunstancias, por lo que nos es condenable y, sin embargo puede ocasionar unas consecuencias repugnantes para los socialistas cuando son lo suficientemente grandes. La razón es que “contradice el principio comunitario” (72). Por lo que, aplicando este principio debe corregirse la desigualdad que genere esa suerte en la opción elegida.
3 2. Principio de comunidad Este principio nos dice que “a las personas les importe preocuparse los unos por los otros” (72). Existen dos modalidades: la primera, limita la igualdad socialista de oportunidades; la segunda, no atañe a este principio, pero es básico para la concepción socialista. Como las desigualdades de ingresos producen “vulnerabilidades sociales”, admitirlas
sería ir contra el modelo socialista, por tanto, el principio de comunidad debe paliarlas. De esta forma, el principio de comunidad viene en auxilio del principio de igualdad socialista cuando este produce mucha desigualdad: el principio de comunidad reduce la desigualdad (73). La otra vertiente del principio de comunidad es la reciprocidad comunitaria. Este principio no es la reciprocidad de mercado, basada en el temor y la codicia, en la recompensa económica. Desde la reciprocidad comunitaria no veo a los demás como posibles fuentes de mi enriquecimiento o como amenazas para él, sino que deseo servirlos y ser servido por ellos . Hay una “expectativa de reciprocidad ” (servicio de unos a otros). Se aprecia la cooperación por sí misma: quiero el servicio mutuo, no el beneficio propio que obtengo yo al ser servido. Esto no significa, empero, que sea un tonto que sirva a los demás sin esperar ser servido. En definitiva, se trata de evitar la relación instrumental de mercado y revalorizar la idea de comunidad o el ideal social basado en el apoyo mutuo. Toda sociedad es una red de provisión o de cooperación mutua. Poner esto en primer plano implica que lo social no es un subproducto o accidente de la relación egoísta de mercado basada en la no reciprocidad. IV.
¿ES DESEABLE ESTE IDEAL?
Desarrollado el modelo, las preguntas son: ¿Es deseable este modelo? ¿Es factible? Algunos pensarán que no es deseable en cuanto que el principio rector de la sociedad debe ser la libertad de elección, aunque esta libertad conduzca a una mayor desigualdad social. Cohen piensa que esta crítica es falaz en cuanto que también hay una libertad de elección en el modelo socialista. Ahora bien, esta libertad de elección debe “combinarse con las elecciones privadas de los otros” (77). Piensa que en el modelo capitalista también sucede así (que las elecciones de unos limitan las elecciones de los otro s), pero esta combinación inevitable “no se integra con la conciencia común” (ib.).
Para otros, en fin, sí es deseable, pero no factible. Sería factible entre un grupo de amigos o en una comunidad pequeña. Pasa a rebatir su imposibilidad factual. V.
¿ES FACTIBLE?
Muchos consideran que el socialismo es imposible en el mundo actual. Esto se debe a dos razones: la motivación humana (fundamentalmente egoísta) y la tecnología social. No se trata de discutir aquí qué pasos reales revolucionarios o no habría que dar para producir el tránsito de la sociedad en la que nos encontramos a una sociedad social comunista o socialista. Para Cohen el problema fundamental “es que no sabemos cómo diseñar la maquinaria que lo haría funcionar” (78). Es un problema de ingeniería social; es un problema de diseño.
4 Aparte del egoísmo y la generosidad, existentes en casi todos los seres humanos, el problema es que no sabemos qué producir sin las señales del mercado (80). Piensa en la adopción del mercado para esto “sin usarlo para determinar la distribución de las recompensas” (ib.). El mercado genera información, nos dice qué se necesita y, por tanto, qué producir. Esto es aprovechable. Habría que unirlo con la negación de las consecuencias distributivas y las motivacionales. Esta iniciativa ya ha sido expuesta por Joseph Carens, (Toronto, 1981), quien plantea una sociedad de mercado capitalista en el que un sistema de impuestos eliminara las desigualdades, “redistribuyendo los ingresos hasta una completa igualdad” (80). Hay problemas en el modelo reconocidos por el mismo Carens. En general, “nosotros no sabemos por ahora cómo trasladar los procedimientos del modelo de campamento a escala nacional” (81). Pero insiste en que el mercado se basa en el temor y la codicia (intrínsecamente no deseados), aunque produzca fines deseables. Lo que ocurre es que conlleva una desigualdad injusta y significativa (82). E insiste en que lo óptimo sería recoger lo bueno de ambos mundos, por eso pasa a exponer el socialismo de mercado. VI.
SOCIALISMO DE MERCADO
La economía basada en la planificación estatal tal y como se practicó en la extinta URSS ha resultado “una pobre receta para lograr el éxito económico” (82). Algunos intelectuales socialistas caminan hacia un mercado mínimamente planificado o un socialismo de mercado. Este modelo es socialista porque los trabajadores son los propietarios de las empresas, pero es de mercado porque las empresas compiten entre sí y por los consumidores (83). El socialismo de mercado no es tradicional porque admite cierta desigualdad económica y tiene el problema de que no es completamente comunitario ya que no hay verdadera reciprocidad en las operaciones comerciales. Pero, aunque nadie “en sus cabales pueda decir que el socialismo de mercado satisface plenamente los estándares socialistas de justicia distributiva” (84), puede considerarse mejor que el capitalismo de mercado. En definitiva, está bien, pero no es lo óptimo sobre todo porque contraviene el principio de comunidad. VII.
CODA
La idea de una sociedad socialista es una buena idea, es un ideal deseable. No proclama una igualdad absoluta de resultados, ni que todos vistamos un saco Mao. Es cierto que hay que enfrentase al egoísmo individual como un obstáculo, “pero no hay razones para menospreciar el ideal en sí mismo” (85). Este ideal aspira a extender el ideal de comunidad a la vida económica. Es cierto que ahora no sabemos cómo hacerlo (ib.) y que todo mercado, también el socialista, “es un sistema depredador”, pero merece la pena no rendirse y trabajar
en la superación de la etapa depredadora del desarrollo humano, tal y como lo expresó Alberto Einstein.