¿Cómo leer E l Capital de Marx?
La segunda parte de la frase, que las mercancías solo pueden irla Clonarse completamente entre sí como valores mediante la forma gen» ral de valor, era uno de los resultados centrales de la investigación de la forma de valor (cf. el comentario a la p. 8o). La consecuencia de la falta de un equivalente general es absolutamente drástica para las mercancíaque han de ser intercambiadas: «Uis mercancías, pues, en absoluto se enfrentan entre sí como mer canelas, sino solamente como productos o valores de uso» (p. 105) Las exigencias contradictorias que se establecen en el proceso de in tercambio - y no son exigencias arbitrarias, sino exigencias que surgen de la constelación fundamental del intercambio- parecen hacer impo sible el proceso de intercambio. Sin embargo, este proceso tiene lugar v Marx anuncia su solución con una frase citada frecuentemente: «Ln su perplejidad, nuestros poseedores de mercancías piensan como Fausto. En el principio era acción. De ahí que hayan tuado antes de haber pensado» (p. 105). Puesto que remite tan claramente a Fausto, habría que tener piv sente el contexto de la cita de la obra de Goethe. Fausto va a traducb e Nuevo Testamento y lee la primera frase del Evangelio de Juan- «En el principio era la palabra». No está de acuerdo con esta afirmación, ensaya distintas posibilidades y llega finalmente al resultado de que h, umea frase apropiada es: «En el principio era la acción»». En esto no Escrito está: «En el principio era la palabra» ¡Aquí ya me detengo! ¿Quién me ayudará a seguir? Es imposible que pueda valorar tan alto la palabra tengo que traducirlo de otro modo si estoy bien iluminado por el espíritu. Escrito está: E11 el principio era el sentido. Medita bien la primera línea, ¡que tu pluma no se precipite! ¿Es el sentido el que todo lo hace y crea? Debería decir: En el principio era la fuerza. Peí o también al poner esto por escrito, >a algo me advierte de que no me quede ahí. ‘Me ayuda el espíritu! De repente veo el consejo y escribo confiado: En el principio era la acción (Fausto I, 1224-12:17).
El proceso de intercambio
se trata ni para Fausto ni para Marx de un comienzo sino de una prioridad objetiva: ¿Qué tiene la primacía, ia comprensión que se basa en el pensamiento o la acción misma que no se basa en ia comprensión? Agregado: Sin mencionarlas en este lugar, con la cita del Fausto Marx re mite a las teorías contractualistas del dinero, que desde John Locke son un elemento fundamental de la teoría burguesa. Según estas teorías los hom bres se han puesto ya de acuerdo en un «estado de naturaleza» pre-estatal para atribuirle «valor» a un objeto determinado y utilizarlo como dinero (Locke 1690, PP- 229-231). Con ello Locke y los otros teóricos contractua listas no parten de un acontecimiento real que haya tenido lugar alguna vez en el tiempo histórico, como por ejemplo de una asamblea que se hubiera puesto de acuerdo para introducir el dinero. El acuerdo en el «estado de na turaleza» es más bien un constructo metódico para poner de manifiesto pro piedades esenciales: el dinero es concebido según su esencia como resultar o de la comprensión común de los individuos que intercambian. Para ellos al comienzo no está la «acción», sino la comprensión, a partir de la cual se c erivan las acciones.
Pero, ¿cómo es posible esta «acción», que debe tener lugar antes del pensar? La sucinta respuesta de Marx dice así: «Las leyes de la naturaleza inherente a las mercancías se confir man en el instinto natural de sus poseedores» (p, 105 ¿ La expresión «instinto natural» es utilizada evidentemente en sen tido irónico, pues ser poseedor de mercancías no es precisamente una determinación «natural» de los hombres, Al mismo tiempo esta expre sión apunta a algo importante: instinto significa un comportamiento no dirigido conscientemente, y justamente de eso se trata aquí. Ls un com portamiento que resulta de la «naturaleza de la mercancía» (que fue analizada en el capítulo primero), y que deben seguir los poseedores de mercancías si quieren intercambiar. «Solo pueden relacionar entre sí sus mercancías en cuanto valores, y por tanto solo en cuanto mercancías, al relacionarlas mente eon otra mercancía cualquiera que haga las veces de eqmgeneral.lisiees el resultado que se alcanzó en el análisis de
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la mercancía. Pero solo ,m acto social puede convertir a una mcr cancia determinada en equivalente general,, (pp. 105-1,,6). Pero esta explicación es insatisfactoria: que las mercancías no pur dan referirse unas a otras multilateralmente como valores sin referirse a un equivalente general y que el equivalente general solo pueda ser ,v su fado de un acto social no justifica aún que este acto social tenga lugar realmente. Y la justificación se vuelve ciertamente muy difícil si se parir como hace Marx, de que este «acto social» sucede sin una comprensión previa de la conexión entre mercancía y dinero. ¿Por qué se llega, pues a ese «acto social» que ofrece realmente la solución al problema de lo-, sujetos que intercambian? En primer lugar hay que recordar que para Marx no se trata de un comienzo
temporal.No se trata de un acto social que convierta una p
c ucc.on de mercancías sm dinero en una producción de mercancías con dinero. La mercancía que analiza es la mercancía en el capitalismo, al Igual que el proceso de intercambio. Si comienza su exposición con una mercancía no determinada por el precio y un intercambio no mediado poi el dinero, no está suponiendo que ambos hayan existido alguna vez d m" C£mCla n° determinada P °r el y el intercambio no mediado por el dinero son más bien el resultado de aquella abstracción a la que iMarx se refería ya en el Prólogo. Para él no se trata de un problema temporalmente originario, sino . e Un pr0b ema estructura1’ presente, de los individuos que intercam nan: que el intercambio tiene que ser para todos los individuos que in eicambian un proceso simultáneamente individual y social la solución a este problema la encuentran los sujetos que intercambian en a acción, sm pensar, por medio de su «instinto natural» como poseecores de mercancías: se atienen a lo que conocen, al fetichismo del mundo de las mercancías (que no perciben como fetichismo). Es cierto que Marx no menciona aquí explícitamente el fetichismo de la mercan cía, pero no es otra cosa lo que se encuentra tras ese «instinto natural»»
- El significado que tiene el apartado sobre el fetichismo do h ™ a comprensión del capítulo segundo de El Capital fue puesto do ivr'U^ l>:"''' cálmente por Dieter Wolf (1985, p. 206 y ss.) * el,ew es«’°
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\ los productores se les reflejan sus propias relaciones sociales como , aracteres objetivos de los productos de sus trabajos, como sus valores. 1 en el intercambio los poseedores de mercancías también quieren mantener estos valores objetivamente, pues lo decisivo para el poseedoi ,le mercancías no es el valor de uso de su mercancía (para el no lo tiene, , 1,. lo contrario no la intercambiaría), sino su valor. Por eso están pieparados -sin reflexionar- para referir sus mercancías a un figura aulónoma del valor y a intercambiarlas por ella. Pero solo debido a que lodos los poseedores de mercancías refieren sus mercancías a otia meicancía como figura autónoma del valor, esta se convierte en equivalente El dinero, el equivalente general permanente, es el resultado de un proceso social
presente,que se realiza de nuevo una y otra vez (en el que
participamos todos con nuestras compras y ventas); pero no de un proceso coordinado conscientemente, sino forzado por la necesidad de a «naturaleza de las mercancías». «Su carácter de ser equivalente general se convierte, a través del proceso social, en fundón específicamente social de la mercancía apartada. De este modo es como se convierte en dinet o» (p. 10 Inmediatamente después de la frase citada siguen sin transición dos frases del Apocalipsis (se encuentran allí en capítulos distintos; ademas Marx las ha cambiado de orden). El Apocalipsis es el ultimo escrito del Nuevo Testamento y el más controvertido. En la Edad Media y a comien zos de la Edad Moderna, sus plásticas profecías - la aparición de los cua tro jinetes, las plagas, la llegada del Anticristo y el inminente fin
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mundo- incitaron fuertemente la fantasía de los hombres y el arte, am bién en los enfrentamientos entre la Iglesia católica y los movimientos populares denunciados como heréticos, el Apocalipsis desempeño a me nudo un importante papel en ambos lados. Hoy en día el numero de la bestia mencionado en la cita (el 666) se puede encontrar sobre todo películas de terror en las que se trata del culto a Satán. Si se toma la «bestia» de la que se habla en la cita como una metá fora del dinero, entonces se expresa en la cita una concepción impór tame que se deriva del análisis del proceso de intercambio: son os
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hombres los que le transfieren su poder a la «bestia» y los que tienen que someterse después al poder de esta bestia -solo se puede compi .11 o vender lo que tiene el «número» de la bestia—. También son los hoiu bres los que realizanen el proceso de intercambio. Pero en él no se 11 fieren directamente los unos a los otros, sino al dinero. Con esta función de mediación, el dinero recibe un poder al que los hombres tienen <|ii< someterse.
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E l desarrollo histórico del intercambio de mercancía,*, (p. 106 segundo párrafo-p. 110)
y dinero
«Esa cristalización que es el dinero constituye un producto necesu no del proceso de intercambio, en el cual se equiparan de manera efectiva y recíproca los diversos productos del trabajo y por consi guíente se transforman realmente en mercancías» (p. 106). Al aludir aquí a la cristalización que es el dinero, se llama la aten ción indirectamente sobre la diferencia entre la form a de dinero y el portador material de esta forma. En el capítulo primero se mostró en el apartado de la forma de valor que las mercancías solo pueden refe rirse multilateralmente unas a otras como valores si poseen una forma de equivalente general como forma de valor. Esta se convierte en forma de dinero si se vincula de manera duradera a una determinada mercan cía. En el capítulo segundo ya se ha mostrado que los poseedores de mercancías tienen que actuar en el proceso de intercambio real con forme a estas determinaciones formales: solo cuando los individuos que intercambian efectivamente se refieren a un equivalente general se pue den resolver las contradicciones del proceso de intercambio y aquello que asume de manera duradera el papel de equivalente general se con vierte en dineros. En el maixismo tradicional se redujo a menudo el análisis de la mercancía a la conexión del valor y el trabajo, y durante mucho tiempo apenas se prestó atención al análisis de la forma de valor y del dinero. La importancia central de la conexión entre la teoría del valor y la teoría del dinero fue puesta de mani fiesto por Hans-Georg Backhaus en la década de 1970 en sus «Materiales para
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Marx subraya aquí otra vez que solo en el intercambio «se equipai nn de manera efectiva y recíproca los diversos productos del trabajo v por consiguiente se transforman realmente en mercancías» (subra yado M.H.). Antes del intercambio solamente son productos, pero no mercancías. Tanto el análisis formal de la mercancía en el capítulo primero, como <>| análisis del problema de la actuación de los poseedores de mercancías al comienzo del capítulo segundo consideran la mercancía como la foima general de la riqueza y se refieren a «sociedades en las que domina el modo de producción capitalista» (p. 43). Todavía no se ha tratado la for mación histórica del dinero en condiciones precapitalistas. Ahora se con vierte por primera vez en objeto. Lo que ya pudimos comprobar acei ca de las observaciones históricas en la investigación de la forma general del valor (pp. 80-81) es aplicable también aquí: los resultados del análisis no se fundamentan con el desarrollo histórico, sino a la inversa, el análisis de las relaciones desarrolladas suministra la clave para la comprensión del surgimiento histórico de las formas correspondientes. Como resultado general Marx señala al comienzo: «La expansión y profundización históricas del intercambio desa rrollan la antítesis, latente en la naturaleza de la mercancía, entre valor de uso y valor. (...) Por consiguiente, en la misma medida en que se consuma la transformación de los productos del trabajo en mercancías, se lleva a cabo la transformación de la mercancía en dinero» (p. 106). Marx anexa aquí la nota 40. Con su crítica al «socialismo pequeñoburgués» alude a la «utopía de filisteos» de Proudhon (p. 84) ya criti cada en la nota 24. A nivel del contenido no aporta nada nuevo frente a esta nota, incluso la comparación del dinero con el papado es idéntica en ambos lugares. En los dos párrafos siguientes se esbozan los dos procesos de trans formación indicados en la última frase citada. La diferencia de la expi eTartv onsFrucción de la teoría marxiana del valor» (cf. Backhaus 1997)- Aquí comprende* la teoría del valor de Marx como una crítica de las teorías «premonelaríir. dd valor. En Heinrich (1999) he investigado el carácter de la teoría del valoi dr Marx como «teoría monetaria del valor».
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sión simple de valor «x mercancía A —y mercancía B» respecto al inter cambio directo de productos «x objeto de uso A = y valor de uso B» es caracterizada del siguiente modo: «Aquí [en el intercambio directo de productos, M. H.] las cosas A y B no son mercancías con anterioridad, al intercambio, sino que solo se transforman en tales gracias precisamente al mismo» (p, 107). En el pai rufo piecedente ya se había realizado casi la misma afirma ción en 1eferencia al intercambio de mercancías; solo el intercambio, se decía allí, transforma los productos del trabajo efectivamente en mer cancías. La diferencia se pone de manifiesto en las siguientes frases: el presupuesto del intercambio es únicamente el reconocimiento recíproco como propietarios privados, pero «tal relación de ajenidad recíproca no existe, sin embargo, para los miembros de una entidad comunitaria de origen natural» (p. 107). Mientras que en una sociedad que se basa en el cambio las cosas útiles son producidas con vistas al intercambio y su caiácter de valor, por tanto, se «toma en consideración» (p. 87) ya en la producción, no ocurre lo mismo en esa «entidad comunitaria de origen natural» que Marx tiene aquí en mente. Mientras que en el primer caso el intei cambio de aquellas cosas que han sido producidas ya con la in tención de su transformación en mercancías las transforma «realmente» en mei cancias, el intercambio en el caso de esta entidad comunitaria de origen natural hace de los objetos algo nuevo. Por eso la relación de in tei cambio es algo totalmente contingente en este intercambio de pro ductos, y el intercambio (Marx habla en la página 107 de «intercambio de mei candas», pero sería mas preciso hablar de intercambio de pro ductos que se desarrolla en intercambio de mercancías) no comienza den ti o de la entidad comunitaria, sino entre entidades comunitarias ex tranjeras o sus miembros, pues solo en este caso existe esa «ajenidad re cíproca» que está, a la base del reconocimiento como propietarios privados. Pero la repetición regular del intercambio entre entidades común ¡ tarias repercute después en su interior, y también allí se distingue entre la utilidad para las necesidades inmediatas y para el intercambio. I,a re lación de intercambio cuantitativamente determinada que ha dejado de ser contingente conduce a la fijación de las magnitudes de valor.
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Tras el resumen de la transformación histórica del producto del tra bajo en mercancía, Marx esboza la transformación Que transcurre pai alelamente de la mercancía en dinero. «En el intercambio directo de productos toda mercancía es dii ectamente medio de cambio para su poseedor, y equivalente pai a su no-poseedor, pero solo en la medida en c¡ue tenga valor de uso para él. Por tanto, el articulo que se cambia aun no ha adquii ido una forma de valor independiente de su propio valor de uso o de la necesidad individual que experimentan los sujetos del intercam bio» (p. 108). Pero con ello el intercambio permanece limitado. No es posible una expansión del mismo sin equivalente general. Ahora bien, Marx señala que el «problema surge simultáneamente con los medios que permiten resolverlo» (p. 108). El intercambio de distintos pioductos propios poi distintos productos ajenos solo tiene lugar si todos estos productos son comparados con una tercera mercancía, que entonces adopta transito riamente la forma de equivalente general. En el curso de la historia di versas mercancías adoptan esta forma, hasta que finalmente se adhiere a una clase de mercancía particular, «cristaliza en la forma de dinero» (p. 108). En el comentario al apartado de la forma de valor en el capítulo pri mero se indicaron los tipos de lectura historicista que han entendido la exposición de la «génesis de la forma de dinero» (p. 5^) como una des cripción abstracta del surgimiento histórico del dineio. la l desciipcion solo se encuentra aquí, en las páginas 108-109, después de que se ha ex puesto el desarrollo de las formas en el capítulo primero y el problema de la actuación de los individuos que intercambian al comienzo del ca pítulo segundo. Estos tres niveles claramente separados y que desai 10Han una argumentación jeraquizada se mezclan unos con otros en las lecturas historicistas. De este modo ya no se pueden distinguir los dife rentes niveles de argumentación del primer y el segundo capítulo, el se gundo lo consideran muchos de estos autores simplemente como una «concret i/ación» del primero, sin que quede claro por qué habría de ser
necesaria lal coMcrelizacion.
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di
Marx?
Por lo que respecta al contenido histórico del esbozo de Marx, el sin gimiento del dinero parece haber sido, según el nivel de conocimienl.»/ actuales sobre el tema, más complejo de lo que supuso sobre la base del saber existente en el siglo xrx. Así, por ejemplo, Polanyi (1979) puso . 1. manifiesto que en las altas culturas de la Antigüedad, las distintas íim dones del dinero como medio de cambio y medio de conservación del valoi estaban repartidas entre portadores completamente distinto.-. También la afirmación de que los esclavos habrían servido como mate nal dinerario (p. 108) es históricamente cuestionable. Los párrafos segundo y tercero de 1a. página 109 se ocupan de lo-, metales nobles (oro y plata) a los que se ha fijado finalmente la forma de dinero. Marx ve la causa en la «congruencia entre sus propiedades naturales» (p. 109) y las funciones del dinero como forma de mandes tación del valor: para ser apropiados como expresión del valor, los di versos ejemplares del cuerpo de la mercancía tienen que ser de igual cualidad; ese cuerpo de las mercancías tiene que ser susceptible de di visión discrecional y tiene que poder componerse de nuevo a partir de su división. Todo esto es aplicable a los metales preciosos. hn los dos primeros párrafos de la página 110 se señalan propieda des que asume el dinero bajo condiciones dinerarias desarrolladas. Id valor de uso de la mercancía dineraria se duplica. Junto a su valor de uso, que se basa en las propiedades del cuerpo de las mercancías (éste es el valor de uso del que se habló al comienzo del primer capítulo), se presenta un valor de uso «formal», que «surge de sus funciones soda les»: debido a sus propiedades naturales, con el oro se puede, por ejcm pío, rellenar dientes, pero si el oro es dinero, entonces el oro tiene el valor de uso adicional de que se puede «comprar» con él. Agregado-. Esta observación puede parecer algo sutil, pero con la posterior investigación de las funciones del dinero se determinará ulteriormente el valor de uso formal. En el libro tercero de El Capital, en el apartado sobre eI capital pue deven§a interés, se investiga el dinero como mercancía «su i genens» (de una clase especial), que no solo sirve como medio de cambio, sino con la que también se puede comerciar.
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Más adelante indica Marx que las mercancías individuales solo son equivalentes «particulares» del dinero, pero que este es su equivalente «general». De ahí se deriva que las mercancías se relacionan como «mercancías particulares» con el dinero como «mercancía general». ¿Qué quiere decir esto? Las expresiones de particularidad y generalidad indican el carácter de la expresión de valor. Las mercancías individuales y la mercancía dinerada son todas ellas objetos de valor (valor expresado
en hierro o trigo o betún). La mercancía dinerada no es una expresión ile valor particular (valor expresado en oro), sino -e n la medida en que el oro es dinero- expresión general de valor, expresión inmediata del valor (en el fondo se alude aquí a la primera peculiaridad de la forma de equivalente, referida a la forma general de equivalente: el valor de uso se convierte en expresión -general- del valor).
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Forma de dinero y
fetichismo del dinero
(p. 110-p. 113)
En el resto del capítulo se encuentran algunas notas extensas que casi exclusivamente consisten en citas. Con ellas documenta Marx sus breves referencias a las distintas concepciones de los economistas sobre el dinero. Una discusión de estas citas solo tendría sentido si uno abor dara con más detenimiento a los autores mencionados. Para ello debería-mos concentrarnos en la propia argumentación de Marx contenida en el texto principal. En los primeros tres párrafos constata una confusión básica que se presenta en muchas teorías sobre el dineio. «El proceso de intercambio confiere a la mercancía que él trans forma en dinero, no el valor, sino la forma específica de valor que la caracteriza. La confusión entre ambas determinaciones indujo a que se considerara imaginario el valor del oro y la plata» (p. no). El hecho de que los economistas confundan generalmente el valor y la forma del valor lo había señalado ya Marx en la nota 17 de la página 61. 1lay que retener con precisión la diferencia entre el valor y la forma
de valor
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