FUNDAMENTOS DE HISTORIA DE ESPAÑA
APUNTES
GRUPO 5 TEMA 1: LA PROTOHISTORIA PENINSULAR: CONCEPTO Y CRONOLOGÍA.
La situación en la península ibérica anterior a la llegada de Roma se presenta como una realidad compleja y difícil de entender debido a la diversidad de horizontes culturales que en ella que encontramos. Por lo tanto, se hace necesario un análisis previo de las culturas preexistentes y de los cambios derivados de su propia evolución, así como de los impulsados por sus relaciones con las diferentes culturas del Mediterráneo. Antes de comenzar con el análisis de los sucedido en la Península en época histórica, es decir, a partir del s. VIII a.C., es necesario analizar lo que sucede en el período inmediatamente anterior. El Bronce final, cuya cronología debemos situar entre el 1.300 y el 800 a.C. Se trata de una época de reciente estudio, con las ventajas e inconvenientes que ello acarrea en cuanto a la rapidez con la que se producen los cambios de visión con respecto a este período. Lo que sí que es cierto es que se trata de una etapa en la que se aceleran los procesos históricos y la dinamización de las diferentes culturas que encontramos en la península durante el transcurso de la misma. Además, se producen fuertes cambios étnicos, producto de los constantes intercambios que se producen entre los distintos grupos culturales y el aporte llegado de otros ámbitos de Europa y el Mediterráneo. Podemos definir cuatro horizontes culturales claramente diferenciados en la Península en este período: Bronce Atlántico, Cogotas (que nosotros analizaremos de forma conjunta), Campos de Urnas y el Levante y Sureste. A este último, debiéramos añadir un quinto, el de la zona del Suroeste, pero su análisis detenido lo incluiremos en el epígrafe dedicado a Tartessos. Bronce Atlántico La cultura denominada como “Bronce Atlántico”, se encuentra ya asentada durante el Bronce Pleno y presenta una tipología material fácilmente identificable debido a sus trabajos en metalurgia, puesto que son los elementos realizados en este material, especialmente las armas, lo que define a esta cultura. Este grupo se extendió por la fachada occidental de la Península hasta la zona sur, aunque podemos encontrar componentes de esta cultura por toda la
fachada atlántica de Europa. Lo que nos habla de una continuidad cultural asociada al comercio de los metales y al trabajo de la metalurgia. Como decimos, una de sus características es el uso del bronce, una técnica de metalurgia compleja, donde es necesario tanto cobre como otros metales, algunos especialmente escasos como el estaño; esto provocó que la gente del Bronce Atlántico desarrollara una serie de rutas comerciales con pequeños mercados locales para asegurarse el suministro de las materias primas y comerciar con sus productos. Las rutas del metal pusieron en contacto lugares tan distantes como la zona de Huelva y el sur de las Islas Británicas, en donde se ha ubicado durante mucho tiempo la localización de las míticas islas Cassitérides, un lugar rico en estaño que constituyó por derecho propio uno de los polos de este rico sistema de intercambio de metales. A lo largo del Bronce Final esta cultura cae en decadencia en parte debido a la difusión metalúrgica, en parte debido a la presión de nuevas culturas como la de campos de urnas y la orientalizante traída por el comercio fenicio. Sus hábitat son castros organizados en pequeños grupos aislados a modo de pequeñas aldeas donde la propia fortificación son los muros de las casas que forman un circulo (castrum). Se trata de una cultura guerrera, como apreciamos en los ajuares que encontramos, fundamentalmente los depósitos de armas que encontramos asociados a zonas acuáticas, entre los que destaca el depósito de la Ría de Huelva. La ausencia de enterramientos en esta cultura se ha asociado con estos depósitos, que tradicionalmente se habían considerado vertederos de de armas de escasa calidad y a día de hoy son considerados ajuares funerarios en los que se añadirían armas votivas (de ahí su escasa calidad) y en la que los cadáveres no dejarían rastro por la acción del agua y el paso del tiempo. Cogotas Asociada al Bronce Atlántico encontramos la cultura de Cogotas, que tiene especial importancia en la zona meseteña. Es un pueblo con una
economía agropecuaria dependiente del entorno donde se asienta, siendo más agraria en las grandes llanuras y ganadera en las tierras montañosas. A parte de la cerámica que se le conoce (excisa, incisa y de boquique) un resto arqueológico característico es el de los basureros, depósitos de materiales
inutilizados
propios
de
una
cultura
nómada,
o
al
menos
trashumante. Con la llegada de otros pueblos la cultura de Cogotas sufrió cambios, siendo en la zona occidental donde encontramos los más destacados, relacionado con una incipiente metalurgia que es debido al influjo del mundo del Bronce Atlántico. Campos de Urnas A través de los pasos de los Pirineos comienza a penetrar a finales del I milenio
la
cultura
conocida
como
Campos
de
Urnas
procedente
de
Centroeuropa. Su penetración en la Península no responde a un fenómeno de invasión, como se ha mantenido durante mucho tiempo, sino a un proceso de aculturación iniciado por el contacto de tipo comercial, en el que aparte de pequeños trasvases de población se produjo con total seguridad un proceso de asimilación de manifestaciones culturales y religiosas por parte de los habitantes del cuadrante noreste de la Península. Lo que define a esta cultura son los enterramientos de incineración en los que los restos de los difuntos eran depositados en unas urnas de tipología característica, que son las que definen a la cultura. Se trata de una sociedad dedicada a las actividades agropecuarias, en las que comienza a aparecer una cierta especialización en las actividades económicas que provoca la existencia de artesanos a tiempo completo, reflejo de la existencia de excedentes en la producción que permitían el desarrollo de actividades de este tipo. El Levante y el Sureste En estas regiones, que pasan por ser las más evolucionadas de la Península en este período, encontramos elementos que provienen de la etapa anterior. Encontramos rasgos provenientes de los otros horizontes culturales, probablemente consecuencia de intensos contactos comerciales con los mismos, lo que es un reflejo de la sofisticación cultural de las sociedades del Levante.
En ellas podemos encontrar una enorme especialización en las distintas actividades económicas y una destacada estratificación social, relacionada con el intenso desarrollo de la ganadería. En estas culturas, aparecen ya claramente definidas unas élites que hacen ostentación de su posición social a través de los ajuares que encontramos en sus tumbas y otro tipo de yacimientos. En efecto, destacan piezas como el Tesoro de Villena, que nos hablan de una sociedad rica, con un profundo conocimiento de la metalurgia del oro y con contactos comerciales con el Mediterráneo, probablemente antecedentes directos de la colonización que está por llegar, puesto que poseen todos los elementos que buscan los futuros colonizadores, como es el caso de los fenicios. Aún así, encontramos rasgos típicamente autóctonos, como podemos apreciar en la continuidad de la cultura del Argar y en el uso en toda esta zona de casas de planta oval, en el seno de asentamientos que van creciendo en entidad e importancia. Los Fenicios Este pueblo del levante, conocido según las fuentes por el color rojo (phoenike), ya sea de sus tintes, de su pelo o de otros elementos de su decoración de tonos bermellones, será uno de los elementos catalizadores del desarrollo cultural, social y económico peninsular y en buena medida uno de los principales responsables de la realidad que encontrará el mundo romano en su llegada a la Península. El pueblo fenicio, de orígenes cananeos, está formado por las poblaciones de un grupo de ciudades de la zona costera de Sirio-Palestina, en el actual Líbano, de las que podemos destacar Tiro, Biblos o Sidón. Durante el II milenio antes de Cristo estas ciudades, junto con el resto del mundo cananeo, se vieron inmersas en un sistema de relaciones internacionales basado en las hegemonías de imperios, como el Hitita o el Imperio Nuevo Egipcio, que sometieron y dirigieron el desarrollo económico y
comercial de este mundo. Este sistema sufrió en el s. XII, la conocida como crisis de los “Pueblos del Mar”, provocando su colapso y la libertad del mundo fenicio que recompuso sus sistema a través de una sociedad piramidal que fue asumiendo la introducción de una clase alta que se había enriquecido con el comercio previo a la crisis y que ahora apostaba por el mismo para salir de la misma. Esta crisis, provocada por los movimientos en cadena de poblaciones desde el Egeo y por todo el Mediterráneo Oriental provocó la desaparición de entidades políticas muy importantes en la región, caso del Imperio Hitita o la retirada de otras, como los egipcios, que abandonaron su imperio asiático. El debilitamiento de estos estados, la débil posición de los recién asentados en la zona, con la excepción de los filisteos, y la todavía escasa importancia de otras entidades estatales, como los arameos y muy especialmente los asirios, que aún tardarían un par de siglos en alcanzar la plenitud de su poder.
Un acontecimiento determinante para el crecimiento de los fenicios fue la creación del reino de Israel, por dos motivos: por un lado porque redujeron a su mínima expresión la amenaza de rivalidad comercial que suponían los filisteos, ya que gran parte del crecimiento de los israelitas se hizo a costa de estos últimos, que eran un pueblo marinero asentado en la actual Palestina que podía haber perjudicado mucho a los fenicios. En segundo lugar, la construcción del templo de Jerusalén por parte de Salomón fue muy beneficiosa para los fenicios, puesto que en la misma una de las principales materias primas utilizadas fue el cedro, la madera preciosa que constituía la mayor riqueza natural de la región en la que vivían los fenicios. Gracias a todo esto, se produjo un importante desarrollo del comercio y las
manufacturas,
que
trajo
de
la
mano
un
importante
crecimiento
demográfico, que el reducido hinterland con el que contaban estas regiones difícilmente pudo soportar. En torno al siglo IX la invasión asiria y un crecimiento en la población de las ciudades fenicias provocaron una situación si no crítica, si acuciante. Los tributos demandados por el imperio asirio reducían las riquezas de las élites
locales y los grupos más desfavorecidos comenzaban a generar un excedente de población que comenzaba a colapsar los recursos del entorno donde vivían. Así, un pueblo navegante y conocedor de casi todo el Mediterráneo, en donde ya comerciaba, solo tuvo que dar el salto y comenzar a enviar colonos a los lugares donde solía entablar relaciones comerciales y aumentar las mismas para poder traer de una manera más constante las materias primas que necesitaban, estableciendo de esta forma un circuito colonial. En la colonización, donde había un fuerte elemento comercial, cobraron relevancia dos instituciones enraizadas en el mundo fenicio: - El templo como garante de la voluntad divina que protege a los viajeros y que legitima los tratados presentados ante él. - El palacio, con el príncipe o rey, máxima autoridad legal y a la vez sumo sacerdote. Así, la empresa comercial privada era aprobada y potenciada por la religión y el estado, quienes a su vez se enriquecieron en gran medida de los beneficios que estas empresas atraían. Pero no solo se componía de una parte comercial. La colonización, iniciada en el s IX difiere de las empresas comerciales anteriores en el hecho de que tiene como fin último la creación de una ciudad con todas sus instituciones y estructuras, en un ambiente diferente. La creación de la colonia supone la exportación de una parte de la sociedad representativa de todo el conjunto, que se injerta en un nuevo asentamiento donde debe crecer y organizarse formando una nueva entidad autónoma que pueda subsistir. La aventura colonial fenicia comenzó en el s. IX con la fundación de Kitión, en Chipre, de donde extraían el cobre. Desde Chipre el salto fue dado al Egeo tanto en Creta como en Eubea donde se encuentran restos de materiales fenicios desde el s. X. En Cerdeña la colonia fenicia más antigua es Nora, que podría ser datada a principios del s. VIII; mientras, en Sicilia, ocuparon la zona occidental en las ciudades de Panormo, Motia y Solunto (la Conca d’Oro). Otra de las zonas de expansión fenicia será la zona del norte de África, donde fundaran Utica, Hipona, Leptis Magna y sobre todo en torno al s IX Cartago. Colonización en la Península Ibérica Debemos distinguir cuatro fases claras en la colonización:
1. Precolonización (antes del s. VIII a.C.). 2. Época de plenitud (siglos VIII-VI a.C.). 3. Protectorado Cartaginés Prebárcida (siglos V-III a.C.). 4. Período Várcida (Segunda mitad del siglo III a.C.). La búsqueda de metales preciosos, tanto al entroncar con la ruta del estaño, propia de la cultura del Bronce Atlántico, como de la plata, de la zona minera de Rio Tinto, provocó el asentamiento en la ya conocida zona sur de la península, no siendo el único enclave. La zona más destacada de presencia fenicia va a ser la costa sur, tanto en la fachada atlántica como en la mediterránea, donde desde el s. IX, con la fundación de enclaves como Gadir, se crean asentamientos estables. Gadir y la ciudad adyacente de Doña Blanca fueron ejemplos de principales centros de redistribución minera de la zona sur. Con materiales próximos al siglo IX podrían presentarse como los asentamientos más antiguos de la Península. Los centros en esta región se caracterizaban por asentarse en desembocaduras de los ríos, en islas, estuarios o montículos/mesetas, donde estar, a la vez que cercanos a la población indígena, lo suficientemente alejados para mantener su seguridad. Otros ejemplos de asentamientos en la costa sur son Abdera, Sexi o Malaca. Con el paso del tiempo de estos asentamientos surgirán empresas de colonización que irán penetrando poco a poco expandiéndose a través de los ríos pequeños llegando a zonas que hoy son el interior, donde se encontraba el mundo indígena, Tarteso, con enclaves como el santuario fenicio de Caura (Coria), presencia fenicia en Mesas de Asta o el santuario del Carambolo. En estos asentamientos hay que destacar la búsqueda de metales preciosos (4mill. Toneladas de escoria de plata en Huelva). A cambio de baratijas y productos manufacturados de escaso coste para ellos, los fenicios van a obtener enormes cantidades de mineral potenciando su explotación de tal manera que van a provocar incluso transformaciones sociales de hondo calado entre las culturas indígenas. Pero esta actividad minero-metalúrgica, la cual potencian introduciendo nuevas técnicas que mejoraban la producción (copelación), no fue la única. Se
conocen asentamientos con cubetas para las salazones, talleres cerámicos donde hacían ánforas para estos productos y vinos conseguidos en lagares creados aquí, y en casi todos estos asentamientos vemos asociados lotes de tierras para cultivar tanto para su propia subsistencia, como para la exportación. Las transacciones comerciales tuvieron lugar de manera fundamental en los templos, destacando el de Melkart en Gadir. De esta forma, se pretendía que la divinidad sacralizase la transacción comercial, de manera que garantizase el comercio justo entre fenicios indígenas, aunque, como hemos visto, se trataba de una relación comercial desigual. Como vemos, los fenicios van a introducir en la Península elementos muy importantes como el alfabeto, el hierro, la cerámica a torno, las salazones, especies animales (gallina) y vegetales (palmera). Además van a potenciar el desarrollo de la explotación del aceite de oliva y un destacadísimo boom cultural, que va a provocar que los indígenas copien los modelos culturales, iconógráficos, religiosos y artísticos, hasta el punto de que va a ser muy complicado discernir lo indígena de inspiración orientalizante de los elementos propiamente fenicios. Tartessos En la zona suroccidental de la península, se desarrolla una realidad indígena que plantea profundos problemas historiográficos. En algunos pasajes de la Biblia se mencionaban las naves de Tarsis, que traían plata y metales preciosos; no obstante la tradición fenicia poco más puede referir de este mundo. Es a través del mundo griego y del mundo romano de donde vendrán las principales descripciones de este mundo, lo cual plantea la problemática de la abierta animadversión que estas culturas tenían por los fenicios, lo que pudo haber contribuido en que en estas fuentes el papel de estos últimos fuese deliberadamente soslayado y el de las sociedades indígenas de la Península, en este caso, Tartessos se hubiese magnificado de forma interesada. Si hacemos caso de los relatos míticos podemos identificar el mundo tartesio con una rica tierra donde el gigante Gerión guarda ricos bueyes, o
donde Atlas sostiene el mundo y se encuentra el jardín de las Hespérides. Los relatos de Heródoto sobre Coleo de Samos presentan las beneficiosas relaciones entre los foceos y el longevo y mítico rey Argantonio, distintos a los mitos sobre los bueyes de Gerión. El mundo romano se nutre de estos relatos y, así, escritores posteriores como Estrabón, Plinio, Mela o Avieno, realizan una adecuación en las descripciones para que los coetáneos puedan identificar esos paisajes que ya se perdían en las brumas del mito. Son de estas brumas míticas de donde el mundo tartesio es rescatado en el s. XIX por el historiado Adolf Schulten quien investigó a finales del XIX y ya en el XX la zona del bajo Guadalquivir en busca de una Troya tartesia llena de tesoros, la cabeza de un imperio. Así pues hoy entendemos que el mundo tartesio es el resultado de un proceso de hibridación que surge a raíz de la colonización fenicia, provocando grandes cambios incluso en sus estructuras sociales. De la sociedad previa al s X se sabe bastante poco, fondos de cabaña circulares u ovales similares a los de la Meseta que no dejan grandes huellas, una cerámica de retícula bruñida que cada vez se ve más próxima al mundo colonial, o los restos de depósitos de metales en la ría de Huelva. Solo el estudio de las llamadas Estelas del Suroeste, en el que podemos apreciar claros reflejos de una sociedad de guerreros que desaparecería con la llegada de los fenicios nos pueden dar una idea de la realidad previa al siglo VIII a.C. en toda la zona del suroeste peninsular. Los principales yacimientos del mundo tartesio se concentran en varias zonas agrupadas en: a) La zona nuclear, centrada en los valles del Tinto- Odiel, y Guadalquivir. b) La zona periférica, donde se aprecian los cambios sociales asociados a la influencia de los nuevos vecinos del sur (fenicios). En la zona onubense los principales asentamientos los tenemos en Las Cumbres o Campillo donde encontramos necrópolis como la Joya. Los núcleos amurallados de Tejada la vieja y Almonte, que demuestran las diferentes fases que se sucedieron en las relaciones con el mundo colonial. Muchos de estos asentamientos que tradicionalmente se han considerado indígenas están hoy
en discusión y la investigación se inclina más por la idea de una fuerte presencia fenicia en los mismos. En la otra orilla del Guadalquivir encontramos el asentamiento de Mesas de Asta, similar al de Tejada la vieja y con una función de control del territorio. La zona del medio Guadalquivir presenta ciudades como Spal o Carmona, y más al interior de Monte Molín o Setefilla donde la cultura muestra una fuerte influencia orientalizante. Un ejemplo de la fuerte relación entre estos mundos en esta zona son los santuarios de Caura y el Carambolo, donde los restos están más próximos a mostrar una realidad fenicia que un mundo indígena aculturizado, dando lugar a un intenso debate científico sobre el verdadero origen de estos materiales y su significación cultural. Igualmente destaca la zona de Extremadura, muy especialmente el yacimiento de Cancho Roano, donde en los últimos tiempos se está hablando también de una fuerte presencia fenicia relacionada con el control de las rutas pecuarias y de tráfico de metales. En todos estos poblados se produce una especialización por lugares, probablemente en un proceso auspiciado, cuando no directamente organizado por los colonizadores fenicios, que determinan la socioeconomía de los indígenas en función de sus propios intereses. Como hemos visto, resultará esencial el control de las rutas de tránsito de las mercancías. Queda claro que existía jerarquización dentro de estas sociedades, pero en ningún momento podemos hablar de reinos, ni de reyes, por más que la tradición clásica nos presente a esta sociedad de esta manera. Se trataría de jefaturas de comunidades protourbanas, con una destacada posición social, como podemos observar en los ajuares funerarios, pero que, en ningún caso, serían reyes, ni gobernarían sobre estados que podríamos considerar reinos, puesto que estas comunidades no habían alcanzando el nivel de sofisticación social y política necesario para la aparición de este tipo de estructuras. En cuanto a la escritura tartéssica, aún no nos queda del todo claro que este sistema de escritura pertenezca en realidad a lo que llamamos Tartessos. En primer lugar, porque no aparece en el núcleo geográfico de esta
cultura, sino en zonas marginales, asociadas a donde antes habían aparecido las estelas. Se trataría de una plasmación por escrito en un sistema semisilábico de lo que anteriormente se había descrito mediante imágenes, es decir, la delimitación de zonas de influencia de las distintas comunidades mediante la ostentación del poder guerrero de sus líderes. Para ello, utilizarían un código de 51 signos en los que adaptarían el alfabeto fenicio. Aún así, tan solo hemos sido capaces de identificar algunos nombres propios. A finales del siglo VI, esta cultura experimentó una clarísima decadencia, que podemos apreciar en la desaparición de gran parte de estos poblados y en la reducción en tamaño y funcionalidad de los que subsistieron. Apreciamos un claro empobrecimiento de la cultura material, especialmente constatable en la cerámica, que prácticamente desaparece. Además se abandonan la metalurgia y las explotaciones mineras. Las causas de todo ello deben buscarse en el cambio de las corrientes comerciales en el Mediterráneo, consecuencia de una serie de factores de política internacional conectados entre sí. De esta forma, la conquista por parte de Asiria de Tiro y Egipto provoca un cierre de mercados para los productos peninsulares, en el primer caso, y el cambio del patrón monetario en todo el Mediterráneo como consecuencia del segundo, puesto que el oro egipcio entra en circulación y desplaza a la plata como metal precioso de referencia, con enormes consecuencias negativas para las explotaciones metalúrgicas de la Península. Además, la entrada en escena desde dos siglos antes de los griegos, feroces rivales comerciales de los fenicios, contribuyó a provocar una progresiva retirada de estos últimos de algunas de sus zonas de influencia, como fue el caso del interior del sur de la Península. Esto produjo, a su vez, una evidente decadencia entre las sociedades indígenas que habían basado su desarrollo en su relación con los fenicios, como fue el caso de Tartessos, que acabó por involucionar hacia un nuevo horizonte cultural, el de los Turdetanos. La colonización griega Mientras el mundo fenicio llegaba a la plenitud de su actividad colonizadora en la Península Ibérica, otra cultura, vecina de esta, comenzó un
proceso análogo en la zona ororiental de la misma. Nos referimos al mundo griego. En el momento en que la crisis de los Pueblos del Mar desmanteló parte del sistema de imperios en el Próximo Oriente el sistema palacial imperante en Grecia se colapsó entrando en la conocida como Edad Oscura. Así mientras que el mundo fenicio comenzó una fase de comercio por el Mediterráneo sin el control de los grandes imperios, el mundo griego tuvo que, con carácter previo, recomponer su sistema político, económico y social.
No obstante, a comienzos de la fase arcaica (principios del s. VIII a.C.) el mundo griego presentaba una serie de características que le permitían hacer frente a un proceso colonial pudiendo decir que había superado la crisis. En efecto, se escoge la fecha del 776 a.C., la de la celebración de los primeros Juegos Olímpicos, como la de inicio de este período, porque se considera que este acontecimiento supone la existencia de una toma de conciencia por parte de las distintas comunidades helenas de su unidad cultural, por más que nos encontremos ante una intensa fragmentación política. Así, los griegos se definen por una serie de características propias, a saber, idioma, costumbres, religión, instituciones, etc., que los igualan entre sí, al mismo tiempo que los diferencian de las comunidades que no comparten estos elementos, a los que ellos definen como “bárbaros”. Esta etapa está caracterizada por la aparición de nuevos sistemas de ordenación del territorio basándose en el concepto de ciudades estado, poleis, que controlaban un hinterland relativamente amplio, con distintos modelos de organización política (oligárquicos o aristocráticos en su mayoría, basados en asambleas
de
ciudadanos
y
consejos
de
aristócratas)
permitió
una
recuperación de estos nuevos estados, una bonanza económica. Al mismo tiempo, se producen cambios también en su estructura militar, por medio de la llamada “Revolución Política”, consistente en la aparición de una nueva forma de combate solidaria, caracterizada por el uso de armamento pesado compuesto por un hoplon, o escudo de gran tamaño y petos y
protecciones generalmente de bronce, que permitió la creación de cuerpos de soldados que podían enfrentarse a enemigos tanto en su tierra como en otros lugares donde sirvieron como mercenarios. Esta forma de combatir igualitaria hizo muy difícil la pervivencia de los privilegios condicionados al nacimiento, puesto que los nuevos grupos sociales cuya pujanza económica les permitía costearse el equipo con el que tenían el derecho y el deber de defender a sus comunidades comenzaron a reclamar derechos políticos a los dirigentes de sus póleis. Producto de estos cambios surgieron nuevas realidades: un aumento de la demografía, una revalorización de los medianos y pequeños propietarios, ahora la fuerza política de los ejércitos ciudadanos, y un aumento del consumo de nuevos materiales y del comercio de larga distancia. De ellas derivaron nuevos problemas, como la presión demográfica, las tensiones sociales (stasis) y la necesidad de eliminar todos estos elementos discordantes de una manera consensuada. Una de las soluciones elegida, ya desarrollada en Oriente, fue la colonización. En Grecia hubo también otras soluciones de corte político, como la de los legisladores (aristócratas encargados de poner por escrito los códigos normativos de las distintas comunidades), y los tiranos (personajes populistas emanados también de los sectores más elevados de la sociedad y que disfrutan de una acumulación de poder que les permite adoptar medidas de corte populista que intenten evitar los conflictos sociales). La Colonización A partir del s. VIII Eubeos, Cretenses, Rodios, Samios, Foceos, Corintios, etc. surcaron los mares y fundaron colonias como Zancla, Siracusa, Gela, Alalia, Masalia, etc. La colonización griega se desarrolló sobre todo en el Mediterráneo Central, en las zonas del sur de Italia, Magna Grecia, y Sicilia, en el Mar Negro (Ponto) y tuvieron emporios comerciales en zonas como Naucratis en el Delta del Nilo y la colonia de Cirene. Su modelo colonial se basaba en dos realidades: una mercantil, el emporio, un asentamiento comercial dependiente de la ciudad que los controlaba; y otra puramente colonial, la apoikia, basada en una fundación ex
novo de una ciudad con instituciones propias con un elemento de población venido de la metrópolis fundadora que mantenía solo lazos de parentesco con ella centrados en la religión, los cultos y normalmente relaciones diplomáticas cordiales. El proceso de colonización se articulaba de la siguiente forma: la ciudad madre, metrópoli, investigaba las posibilidades de un determinado territorio para acoger una colonia, sopesando las ventajas comerciales y de explotación agropecuaria que pudiese tener el mismo. Una vez que se decidía el lugar de asentamiento y se organizaba la forma en la que se debía llevar a cabo el mismo, se consultaba al Oráculo de Delfos sobre la oportunidad e idoneidad de poner en marcha el proceso. Cuando se obtenía el consentimiento divino, se nombraba a un jefe de expedición, el oikistés, encargado de dirigir la aparición de la nueva ciudad. Esta nueva ciudad reproduce las instituciones de la metrópoli, es la llamada isopoliteía, y desde la misma se comienza un intenso proceso de aculturación de los indígenas, especialmente de sus élites, que son rápidamente helenizadas.
La colonización griega en la Península Pese a que existen elementos que nos hablan de una colonización mítica, protagonizada por los héroes griegos y que tiene un reflejo fundamental en los Trabajos
de
Hércules
ubicados
en
nuestra
zona,
tradicionalmente,
la
colonización griega en la Península venía marcada por una expansión en la fachada mediterránea, en nuestro mundo levantino a partir del siglo VI a.C. No obstante, los estudios recientes nos obligan a realizar una matización y restringir la misma a la zona de Ampurias, Rosas y a ciertos enclaves en el Levante que surgen de manera tardía, muy a finales de esa centuria. Si hablamos de relaciones comerciales sí es cierto que podemos incluir la zona de la ría de Huelva donde tanto las fuentes literarias, como los restos arqueológicos demuestran cierta frecuentación por parte de los griegos
durante los siglos VII y VI, al igual que en la zona de Mainake donde se encuentran algunos restos de cerámica griega que permitirían defender cierta presencia comercial aunque no un mundo colonial definido. Por tanto, la colonización griega debe restringirse al mundo foceo y su emporio en la isla de San Martín de Ampurias, fundado entorno al 580 a.C. con un claro carácter comercial que fue expandiéndose a lo largo del s VI a.C., hasta tener que saltar de la isla al territorio continental. La evolución de este enclave ha venido explicada en gran medida por las relaciones con las comunidades foceas de Alalia, Masalia y su metrópolis Focea. Así la destrucción de la misma en el 545 a.C., unido a la destrucción de Alalia en el 535 a. C. por el mundo cartaginés podrían haber provocado una mayor afluencia de refugiados y el consecuente aumento demográfico que explicaría la ampliación de este emporio y la creación de la Neápolis en torno a estas fechas. A finales del s. VI se produce un cambio en el comercio griego seguramente
derivado
(probablemente
de
relacionado
la
mal
denominada
crisis
el
agotamiento
de
con
de
los
Tartessos
yacimientos
argentíferos superficiales de la zona de Huelva) y el cambio del mundo fenicio en la zona sur. La respuesta dada por el mundo griego se centró en un aumento de su presencia en la zona costera levantina penetrando además en el valle del Vinalopó buscando otra zona de fuerte riqueza minera, los núcleos mineros de la cordillera Penibética.
En esta fase cobran especial importancia las relaciones con el mundo íbero, que se manifiesta como parte activa en estas transacciones comerciales y
aprovecha
constructivas
las
mismas
(planos
para
asimilar
hipodámicos,
entre
otras
aterrazamientos,
nuevas
nuevas
técnicas
plantas
de
edificios, etc.) y nuevas manifestaciones culturales que se mezclan con la fuerte influencia orientalizante, especialmente en la zona del alto Guadalquivir, en la cordillera Penibética y el sur del Levante (aumento de la estratificación
social, asunción de costumbres, importancia capital del mercenariado como forma de relación con los griegos y vehículo de helenización, elementos religiosos y programas iconográficos, etc.). En este proceso de cambio se atestigua el desarrollo de la neápolis de Ampurias, la nueva fundación de Rhode y la creación de nuevas rutas comerciales hacia el interior, un comercio que se perfila y se mantiene hasta la entrada cartaginesa en la zona suroriental y hasta el mundo romano en la nororiental. Así, en las relaciones comerciales atestiguamos una fuerte dispersión de distintos tipos de cerámicas griegas, tanto de lujo como de transporte, de lo que deducimos un comercio no solo de manufacturas sino de otros productos como el vino y el aceite, en este contexto productos de prestigio. Por su parte, el mundo griego obtiene materias primas de distinto tipos entre las que destacan los minerales así como otros productos, el esparto y el lino. Este mundo griego se consolidará, sobre todo al norte del Ebro, a la sombra de la influencia masaliota y ampuritana, hasta la llegada del mundo romano y pese a la creación de un imperio colonial cartaginés en la zona al sur de este río. Es más, el mundo griego será poco a poco absorbido por Roma en paralelo al proceso de romanización que se dará en la península desde finales del s. III a.C. hasta el cambio de era.
TEMA 2 : LOS PUEBLOS PERROMANOS Y LA CONQUISTA ROMANA (ss. V a II a.C.) El conjunto de pueblos que Roma y Cartago encontraron en la Península Ibérica durante el transcurso del siglo III y el II a.C. fue un producto tanto de la
evolución propia como del influjo producido por el fenómeno colonial. Así, el contacto con los fenicios hacen al pueblo turdetano uno de los pueblos más cultos de la Península, en palabras de Estrabón, y el mundo íbero del levante presenta ciudades con elementos fuertemente influidos por mundo colonial griego. Por otro lado la meseta continua con su evolución propia, asimilando la cultura “celta” que lentamente penetra desde Europa; mientras que, en la periferia, lusitanos, galaicos, cantaros y satures permanecen aferrados a los últimos restos de la cultura castreña. Esta es la realidad en la que Cartago buscará reconstruir un imperio que sustituya al perdido durante la Primera Guerra Púnica y este es el mundo que Roma arrebatará a los púnicos durante la segunda guerra del mismo nombre, comenzando un proceso de conquista y aculturación, la romanización, por el que la Península quedará incluida en la realidad romana. La zona litoral del sur y este peninsular enmarca desde el siglo VI a.C. a dos realidades que los estudiosos han tenido a bien diferenciar: el mundo túrdulo-turdetano, en Andalucía occidental y sur de Extremadura, y el ibérico que se extiende desde las costas granadinas hasta el Languedoc francés a través de la fachada litoral, introduciéndose en ciertos puntos como la cordillera Penibética y la Andalucía occidental y parte de Castila la Mancha. Este mundo cobrará especial relevancia en el desarrollo de la historia de la Península. Su relación con Cartago desde las campañas militares en Sicilia donde el mundo ibero actúa como mercenario, hasta sus luchas en la propia Hispania apoyando a un bando u otro de la guerra púnica y después frente a Roma marcan el desarrollo de la sociedad ibera y de su propia existencia. Nosotros hemos optado por estudiarlos de forma conjunta, incluyendo la Turdetania como una de las regiones del mundo ibérico que hemos estudiado y cuyas características definiremos a continuación. Debemos tener en cuenta que se trata de un término de origen griego, usado para definir a los pueblos de la Península, especialmente los de la costa oriental. El origen de este nombre nos es desconocido y es muy probable que
estas poblaciones no se denominasen a sí mismos de esta manera. En realidad, se les define por oposición a los celtas y celtíberos. Sus límites, como hemos señalado con respecto a los turdetanos son arbitrarios. Todos estuvieron afectados por la presencia en las costas de pobladores provenientes de otros ámbitos mediterráneos, especialmente griegos y cartagineses, en un proceso que se denomina, iberización y que queda patente en las estructuras sociales, económicas y culturales, en el arte, etc. Las distintas regiones y culturas que podemos identificar como “iberas” son: Turdetania: La supuesta crisis de Tartessos durante el s VI a.C. provoca según diversos autores un cambio en los modos de vida en la Andalucía occidental y la baja Extremadura. La pervivencia en ciertos puntos de costumbres residuales de las cultura del Bronce Atlántico, que tienen como mayor ejemplo la ausencia de tumbas, con los significados que de ello pudieran derivarse, y la evolución del periodo Orientalizante a un periodo postorientalizante con diferencias en la cultura material han servido a algunos autores como pretextos para individualizar estas dos regiones separándolas de la tradición con la que ellas mismas entroncan y con la tradición ibera de la que son vecinas.
Hay una paulatina pérdida de la influencia fenicia, aunque
siempre teniendo en cuenta que el mundo oriental siguió presente en las costas de esta zona. Oretania: En esta regió destacan los santuarios, como el de Porcuna, probablemente lugares de concentración de tipo religioso de carácter cíclico (al estilo de las actuales romerías). Los asentamientos no destacan por su arquitectura, puesto que es probable que el nivel de sofisticación cultural y, por tanto, de urbanización hubiese descendido mucho durante este período. Bastetania: Con capital en Basti (Baza). Esta zona destaca por la importancia de la élite aristocrática que encontramos en la región, tal y como podemos apreciar en los exvotos, es decir, las ofrendas realizadas en los santuarios a las distintas divinidades. Se trata de figurillas que reproducen elementos característicos del mundo aristocrático que encontramos en esta
zona, como por ejemplo todas aquellas relacionadas con los caballos. Queda claro que en este área se hablaba una lengua distinta a las de las otras regiones. El mundo equino destaca tanto a nivel religioso, como socieconómico y parece claro que la posesión de caballos constituía un rasgo distintivo y caracterizador de las élites de esta región.
Contestania: Comprende las actuales provincias de Alicante y Murcia. Se trata, sin lugar a dudas de la zona de mayor nivel de sofisticación cultural del mundo ibero, en la que se dan las más importantes manifestaciones de esta cultura. Destacan las ciudades, centros plenamente urbanizados, como Ilici (Elche), que se están desarrollando siguiendo la inspiración que plantean las tradiciones fenicias y helenas, que tanto peso tenían en esta zona, en la que precisamente convergen los intereses de ambas culturas mediterráneas. Edetania: La más septentrional de todas ellas, y la más influenciada por los griegos, bajo cuyo radio de acción caen de pleno, como hemos visto a finales del capítulo anterior. Las necrópolis de esta región nos son peor conocidas que las de Contestania, por lo tanto, los datos socioeconómicos que manejamos son peores. El elemento más destacado de esta zona son las cerámicas, como las de Lliria, de clarísima inspiración helénica, pero que llegó a constituir por si misma un tipo diferenciado y muy apreciado, no sólo en la Península, sino en otros ámbitos del Mediterráneo. Sociedad y economía En el estudio de la sociedad ibérica vemos como la jerarquización social puede entenderse como un elemento común que superó las diferenciaciones regionales. Así, la existencia de una oligarquía que dominó la política de estos pueblos fue un fenómeno generalizado, fuera por medio de una aristocracia basada en la existencia de príncipes, reyes y una clase guerrera, o bien fuera por medio de una oligarquía urbana centrada más en las actividades productivas, de manera muy semejante a lo que encontramos en el mundo urbano fenicio.
No obstante, esa oligarquía no representaría más de un veinte por ciento de la población, organizándose el resto a través de núcleos familiares tanto en el mundo agrario como en el ganadero, siendo este último especialmente importante en el mundo ibero. La economía puede ser estudiada desde un punto de vista general, no obstante
hemos
de
tener
en
cuenta
condicionamientos
climáticos
y
territoriales, no siendo igual la economía de la zona oretana con más preeminencia ganadera y minera debido a su orografía que el mundo turdetano de la vega del Guadalquivir o el edetano.
Así,
en
puntos,
generales
la
economía
presentaría
las
siguientes
características:
Más de un 50% población dedicadas a actividades agrarias.
Cultivo de cereal (trigo, cebada), olivo, vid, hortalizas, árboles frutales, plantas textiles (lino y esparto)
Ganadería trashumante de ovejas y cabras, cría de vacas y caballos.
Minería, metalurgia y orfebrería. Uso muy destacado de los metales que después es el que va a fomentar tanto los cartagineses como los propios romanos.
Desarrollo de una producción cerámica con motivos y tipos fuertemente influidos por las realidades coloniales.
El caballo y su posesión constituyen un ejemplo de dignificación social.
Comercio de trueque, pero conocen la moneda, aunque no acuñan hasta el siglo III a.C., siguiendo pautas latinas. En cuanto a la sociedad, hay que señalar que tenemos una grave
carencia de textos que nos puedan servir para conocerla. Aparte de las referencias secundarias que podamos hallar en ciertas obras clásicas, sólo contamos con la arqueología.
Desde el punto de vista de la historiografía, sólo tenemos la visión que aportan los romanos, justo cuando el sistema se está descomponiendo. Con la problemática añadida de que los romanos pasan por ser los enemigos de los iberos en este período, por lo que la visión que nos aportan de los mismos está indudablemente sesgada. Lo que sí sabemos es que había reyes, que se enfrentaron a los romanos, como fue el caso de Indíbil y Mandonio. Parece claro que los reyes controlan territorios heterogéneos, con cierto número de “ciudades”, pero no abarcan el total de cada región. En algunas parece que existieron “Consejos”. Más que de reinos, debemos hablar de “principados”, en los que existe una autoridad destacada, estos “reyes”, pero que se ven obligados a compartir el poder con otras instituciones más propias de un mundo aristocrático. Además, parece claro que no hay una uniformidad en la organización política en todas las regiones. En algún momento se producen destrucciones de los monumentos asociados a la élite, por lo que podemos hablar de cambios sociales y políticos. Probablemente hay una reacción popular ante la forma en la que estas élites dirigen a sus comunidades. Dado que su poder estaría basado en el ejercicio de la fuerza y su control de los medios económicos, cualquier cambio en la forma tradicional de conducirse en esos asuntos afectaría al conjunto de la población y provocaría una reacción por parte de los componentes de los estratos más bajos de la sociedad. Esta reacción violenta queda plasmada en la destrucción intencionada de los
monumentos
y
representaciones
directamente
asociados
con
los
aristócratas. Puesto que es probable que estos personajes importantes estuviesen directamente relacionados con los “colonizadores”, esto acabase por provocar el desafecto de los niveles más bajos de sus respectivas sociedades, cuyos miembros pensaban que la relación que sus élites estaban estableciendo con los griegos y los cartagineses acabase por reportar beneficios
únicamente
a
ellos,
y,
a
la
larga,
debilitase
socioeconómica de los componentes de esos estratos más bajos. Religiosidad
la
posición
La religiosidad de este mundo indígena se nos presenta como una realidad compleja donde se mezclan elementos de diversas tradiciones. Así, podemos apreciar un fuerte sincretismo religioso en donde convergen la tradición autóctona junto a la fenicia y la griega. Ej: - Diosa Madre-Tanit-Demeter - Diosa cazadora-Astarte-Ártemis Efesia En lo referente a los lugares donde se rinde culto a estas divinidades, al igual que a otras de aspecto mucho más local, hemos de atestiguar una gran diversidad tanto por la costumbre como por la localización y podemos hacer el siguiente cuadro general, aunque teniendo siempre presente que la mayor parte de los santuarios sólo se monumentalizan con la llegada de los romanos. Estos son los distintos tipos: - Santuarios naturales (Cuevas: Castellar de Santisteban Jaén) - Santuarios extraurbanos (Pajarillos: Jaén) - Templos urbanos ( El Tossal, Ullastret etc) - Altares domésticos Al igual que en los lugares de culto tenemos una vasta diversidad en los tipos de enterramientos, y muy especialmente en los monumentos funerarios que usan las elites
ocales para diferenciar los suyos propios. Como
generalidad podemos decir que en este mundo se generalizó el rito de la incineración y el posterior enterramiento de las cenizas dentro de urnas especificas para este fin, algunas de ellas de una indudable calidad artística, como es el ejemplo de las “Damas”. No obstante no podemos cerrar el tema de la religión ibera sin poner algunos de los ejemplos más representativos de estos enterramientos de “lujo” como es el de la necrópolis de Baza: Donde se marca la zona de la elite mediante monumentos como la famosa Dama homónima, con total seguridad una representación de la diosa del más allá, encargada de conducir al espíritu del difunto a la otra vida mediante el depósito de sus cenizas en el interior de la imagen. El mundo cartaginés
Cartago, colonia fenicia fundada por los tirios en el s. IX a.C., tuvo una fuerte relación con la península ibérica desde época muy temprana. Las relaciones comerciales de los habitantes de Cartago (también llamados púnicos) con el círculo del Estrecho, Cádiz y las ciudades de la costa malacitana, constantes como demuestran los materiales arqueológicos se completan con la presencia de la ciudad africana a través de los campos de reclutamientos de mercenarios en el valle del Guadalquivir y en la zona íbera. Es más, dentro del territorio de la actual España, en las islas Baleares, la colonia de Ebusus, se plantea como una fundación cartaginesa en un territorio de influencia fenicia, en su política de control del Mediterráneo central. Esta política de control de las rutas comerciales unida al modus operandi de Cartago en los momentos de guerra, basado en el reclutamiento de mercenarios, favorecerá las relaciones entre una sociedad de corte guerrero como la íbera y el mundo cartaginés, quien se benefició de los guerreros de estos pueblos en campañas en Sicilia, Córcega y Cerdeña. Sabemos poco de la historia de Cartago de primera mano, por los problemas con la escritura púnica, que no somos capaces de descifrar en su conjunto, además de la escasez de fuentes. La mayor parte de las obras históricas que nos hablan de Cartago fueron escritas por los griegos, tradicionales rivales comerciales de los púnicos, y, sobre todo, los romanos, que fueron los más feroces enemigos de los cartagineses. Esto mediatiza nuestra visión de la realidad de esta sociedad y la reviste, en muchos casos, de una enorme cantidad de prejuicios heredados de las fuentes clásicas. Sabemos que Cartago fue una fundación de la ciudad de Tiro durante el siglo IX a.C. En efecto, personajes de la más alta aristocracia tiria (tal y como nos cuentan la leyendas en torno a la figura de Dido) fueron los responsables de la fundación de esta colonia, lo cual le confirió una importancia singular prácticamente desde el comienzo de su existencia, en un proceso similar al ocurrido con Gadir en la Península. A mediados del siglo VI, los cartagineses habían superado la fórmula tradicional
de
expansión
de
sus
antepasados
fenicios,
basada
en
la
construcción de circuitos comerciales sin necesidad de control político y habían constituido todo un imperio territorial en el Mediterráneo Central. Dicho imperio
comprendía las islas de Córcega, Cerdeña, una enorme porción de Sicilia y probablemente algunas de las Baleares, además de comenzar una incipiente expansión por el norte de África. En esta coyuntura entraron en contacto violento con los griegos asentados en la zona y, posteriormente con los romanos, con quienes al principio la relación fue mucho más diplomática, como atestiguan los tratados firmados entre ambas ciudades desde finales del siglo VI a.C. A partir de este mismo momento es muy probable que los cartagineses comenzaran a dirigir de manera intencionada las actividades comerciales y productivas de las ciudades fenicias del litoral hispano, encaminándolos hacia sus propios intereses. En este mismo período, Cartago debió quedar constituida como una ciudad con un sistema político de tipo aristocrático, al estilo de la polis griega, cuyos magistrados supremos son los sufetes. En Cartago no se experimentó el fenómeno de revolución hoplítica puesto que no hicieron uso de soldados ciudadanos, sino que sus ejércitos estaban compuestos fundamentalmente por mercenarios. Cartago y la Península Ibérica Su presencia aparece atestiguada en las fuentes griegas, en las que se les llama libio-fenicios, es decir, fenicios de África. Aparecen en el siglo V a.C. fundamentalmente en el litoral oriental de Andalucía, el sur del Levante y las Baleares. En el Segundo Tratado entre Roma y Cartago (348 a.C.) ya se establecen límites territoriales que afectan a la Península, por lo que los intereses púnicos debieron estar ya claramente asentados y ser de carácter comercial, puesto, que a diferencia de lo que sucedió en el Mediterráneo Central, en el caso peninsular no encontramos conquista militar, sólo intereses comerciales hasta bien entrado el siglo III a.C.
Como ya hemos mencionado, hay una reconversión de las colonias fenicias, que empiezan a producir y gobernarse según los intereses de los cartagineses,
incluida
Gadir.
Estos
orientan
las
actividades
de
estas
comunidades de forma principal hacia la pesca y las salazones, puesto que los productos de este tipo realizados en la Península tenían una altísima calidad, como sucede en el caso de las conservas de pescado y muy especialmente en el de la salsa garum. Todos estos productos eran fácilmente comercializables y reportaron ingentes beneficios a los púnicos. Además, buscaron el control de los metales, especialmente de las minas de la Alta Andalucía (Jaén) y la zona de Murcia, de ahí la fundación de Cartago Nova (Cartagena), que junto a Gadir (cuencas mineras de Río Tinto y el Bajo Guadalquivir) será la ciudad más importante. Desde estas ciudades, los púnicos pusieron en circulación los minerales obtenidos en dichas regiones a la vez que constituyeron los dos polos que marcaban el área de influencia de Cartago en la Península. La presencia militar cartaginesa y el control político del territorio comienzan después de la Primera Guerra Púnica (mediados del siglo III a.C.). en el transcurso de la misma, los púnicos habían perdido a manos de los romanos su imperio en el Mediterráneo Central, además de verse en la obligación de tener que desmantelar su flota de guerra, con lo que la posibilidad de construir un imperio de tipo marítimo queda eliminada. A raíz de esto, comenzaron a ver la Península como un lugar de oportunidades en el que restituir el control territorial que acababan de perder. Será la familia de los Barca la que lleve la voz cantante en este proceso, a pesar de las reticencias de los Sufetes en Cartago, que contemplan el desmedido crecimiento que se alcanza en Hispania como un posible blanco de las iras de los romanos a la vez que una posibilidad cierta de aumento exponencial de poder en manos de una única familia. En esta coyuntura, Amílcar Barca, uno de los principales generales cartagineses, promoverá el desarrollo de una empresa colonial en la Península Ibérica buscando hacerse con el control del sector minero de la zona sureste rico en plata.
La política colonial de los bárquidas se desarrollara a través de tres generales: Amílcar Barca (237-228) que desembarcará en Cádiz y aprovechará sus relaciones con las antiguas colonias fenicas para usarlas como bases con las que controlar el valle del Guadalquivir. El segundo de ellos, Asdrúbal el bello (227-221) yerno de Amílcar le relevará en el mando y se dedicará a consolidar el territorio conquistado fundando Cartago Nova (actual Cartagena) ciudad desde la que controlará el distrito minero de la Penibética poniéndolo en explotación y pagando así la deuda con Roma. Durante su mandato se firmaría el Tratado del Ebro (226) por el que Roma reconocía a Cartago sus posesiones en la Península aunque limitaba su expansión al río Ebro, cuya localización es aún hoy en día objeto de innumerables controversias. Por último, Aníbal Barca (221-218) hijo de Amílcar realizó campañas en el territorio meseteño y gestionó el imperio colonial hasta su conflicto con Sagunto, ciudad al sur del Ebro aunque aliada romana, lo que desataría el comienzo de la Segunda Guerra Púnica en Hispania (218-206 BC), cuyo desarrollo esquematizamos a continuación:
218-211 BC: Roma quiere cerrar el envío de suministros desde la Península Ibérica a Aníbal en Italia. Enfrentamientos entre los generales romanos Cneo y Publio Cornelio Escipión contra el general cartaginés Asdrúbal Barca, hermano de Aníbal. Victorias cartaginesas en Cástulo e Ilurgi y muerte de los Escipiones (211 BC).
210-206 BC: Publio Cornelio Escipión (hijo) vence a los cartagineses en Baecula, toma la capital, a partir de ahora llamada Cartago Nova, y conquista de la costa sur y este peninsular.
208 BC: Huida de Asdrúbal Barca hacia Italia.
208-205 Campañas de Escipión para pacificar el territorio peninsular. Gadir cambia de bando, captura de Estepa etc. Victoria definitiva en Ilipa y fundación de Itálica.
El mundo celta:
El tercer epígrafe de este tema nos acerca al estudio del mundo indígena del interior, conocido comúnmente como la España Céltica. Este mundo, descubierto
por las fuentes históricas una vez que Roma se asienta en la
península, ya era conocido gracias a las referencias que hay de las campañas cartaginesas en los territorios veton y vacceo, o en el mundo carpetano. No obstante, será a través del lento proceso de conquista romano (dos siglos)
cuando
las
fuentes
clásicas
se
interesarán
en
este
mundo
aparentemente olvidado con anterioridad. Los romanos los definen como celtas por observación de los parecidos culturales de estas poblaciones con las que previamente se habían encontrado en el norte de la Península Itálica y en la Galia. Solo la toponimia y la antroponimia nos permiten reconstruir su lengua y además resulta bastante complicado reconstruir su cultura material. Lo que resulta innegable es que se caracteriza por el armamento y las tumbas. Y que existen elementos religiosos que nos indican una presencia celta (dios Lug). Hay también instituciones de indudable origen celta, aunque las conocemos a través de los romanos, parece claro que no hay invasiones, sino aculturación y probablemente dos oleadas de influencias diferentes. El mundo celta que encontramos atestiguado tanto en las fuentes como en el registro arqueológico es lo que venimos identificando como un mundo celta de tradición indoeuropea. Los pueblos que se asientan en la meseta presentan una cultura que entronca directamente con las fases finales de la cultura de de Cogotas con una influencia clara de los Campos de Urnas que a lo largo de la fase final de la Edad del Bronce se han filtrado desde los Pirineos trayendo consigo influencias centroeuropeas. Las principales tribus asentadas en la meseta son los vacceos, situados en la zona del Duero Medio. Son una de las tribus más importantes. La zona periférica presenta un fuerte arraigo con las costumbres y modos de vida típicos de la cultura del Bronce Final conocida como Bronce Atlántico. Los principales pueblos de esta zona son los lusitanos, situados en la zona delimitada por los cursos bajos de los ríos Duero y Tajo, un pueblo eminentemente ganadero y famoso por sus actividades de depredación y
bandidaje con sus vecinos, actividades que los llevaron al enfrentamiento directo con Roma en el conflicto de las Guerras Lusitanas. Sociedad y economía La sociedad celta se basa en la continuidad de un sistema tribal donde los núcleos familiares son la unidad base a la que se superponen el clan y la tribu preservando un marcado carácter territorial. No obstante sobre estos lazos de sangre y la dependencia de la población a un territorio se crean otra serie de lazos relacionados más con un mundo guerrero vinculado principalmente a las élites sociales. Así los jefes y caudillos acogen bajo su tutela a grupos de guerreros que como en el mundo ibero entablan profundos lazos de amistad y fidelidad con sus protectores. Estos lazos se reflejan en un mundo de regalos y honores dispensados de forma asimétrica en ambas direcciones y genera una serie de fenómenos curiosos para los observadores romanos, como la hospitalitas, la fides, la devotio o las actividades de bandolerismo ritual muy practicadas por el mundo lusitano. En cuanto a la economía celta, su núcleo es fundamentalmente la actividad agropecuaria, presentando una fuerte ganadería, condicionada por los distintos paisajes, con una base compuesta por ganado ovicáprido y bóvido a los que se suman los suidos y los équidos, estos como símbolo de prestigio. Su agricultura se basa en los cultivos de secano en la meseta (trigo y cebada) complementados por cultivos de leguminosas (habas, guisantes…) y por la recolección de otros productos como las bellotas. Otros sectores económicos importantes son los derivados de la actividad minera, donde debemos destacar la explotación del hierro cuyo uso en herramientas se generalizó en este periodo, siguiendo modelos que entroncan directamente con los provenientes del resto de Europa Occidental, de ahí que los romanos no dudasen en catalogar como “celtas” a estos habitantes de la Meseta. La religión La religión en el mundo céltico es, a grandes rasgos, heredera del mundo indoeuropeo donde conviven un panteón de influencia celta europea con dioses como Epona o Lugus y un panteón autóctono de desarrollo propio. El sistema
de lugares de adoración es muy similar al expuesto en el mundo ibero y presenta:
Santuarios naturales (cuevas, claros de bosques, etc.)
Santuarios extraurbanos (destacan las piedras fermosas, altares de roca tallados donde se diferencian áreas de cremación y sacrificio)
Santuarios urbanos ( diferentes salas con bancos corridos en la zona central de los castros asociadas a banquetes rituales)
Santuarios domésticos. En lo referente a los enterramientos observamos una cultura heredera de
los Campos de Urnas donde la incineración es el rito general y en la zona periférica se observa una carencia de ritos que se reflejen en el registro arqueológico como sucediera en el periodo anterior, posiblemente relacionada con los rituales de exposición de los cadáveres de los que nos hablan algunas fuentes.
TEMA 3: LA ROMANIZACIÓN La romanización
es la conversión de la cultura autóctona al modo de
vivir romano .El proceso de romanización se inicia con la llegada de los Escipiones a la península. Este proceso tarda aproximadamente unos 400 años en completarse. En el año 197 a. C. se va a configurar la división provincial romana a manos de Publio Cornelio Escipión, siguiendo la línea que había marcado el Tratado del Ebro. Se marcan por tanto como provincias diferenciadas: Hispania Citerior al norte del Ebro e Hispania Ulterior al sur. La provincia para un romano eran el mandato, la zona, al ámbito…. que recibe el magistrado. Las provincias romanas eran cum imperium, es decir, aquellas que tenían mando militar, con soldados. De éstas, sólo podían hacerse cargo los cónsules y los pretores.
INSTITUCIONES
POLÍTICAS
DE
LA
REPÚBLICA
ROMANA:
LAS
MAGISTRATURAS Toda la estructura política estaba dirigida para organizarse bien para hacer la guerra. En la política sólo participaban los miembros de la aristocracia. Para ser ciudadano romano había que ser propietarios de tierras e hijo de padre y madre ciudadano. No todos podían ser elegidos porque se establecen unas categorías en función de la cantidad de tierra que uno poseía. Los romanos eran un pueblo extremadamente estructurado porque se encaminaban hacia el arte de la guerra, que era el mayor negocio de Roma. Querían evitar que apareciera la monarquía, por lo que repartieron los poderes entre unos cuantos. Sólo unos pocos van
a ser magistrados y miembros del senado, los
miembros de la élite. Para jugar a la política había que seguir el cursus honorum (la carrera política) El cursus honorum solía desarrollarse según las siguientes fases:
Vigintivirado: (los 20 hombres) Funciones de iniciación para jóvenes,
encargados de colaborar y formarse en algunas tareas importantes para la República, a las órdenes de senadores de mayor rango.
Cuestura: Tesorero, encargado de las finanzas y de pagar a los ejércitos.
En las provincias están subordinados al gobernador. Daba acceso automático al Senado.
Aerarium: templo donde se guarda el dinero de la res pública (bienes
del pueblo romano)
Tribunado: Oficial de las legiones. Significaba estar al mando de
unidades del ejército o ser tribuno de la plebe.
Edilidad: Cumple funciones sobre todo urbanas, como el actual alcalde y
concejales. La edad mínima para serlo era de 36 años. Ellos ponían el dinero de su bolsillo para cumplir sus funciones y así asegurar el voto.
Pretura: encargado de aplicar justicia, jueces. Cumple funciones
relacionadas con la administración de justicia. Los pretores podían gobernar provincias menores y obtener el mando de legiones.
Consulado: ser cónsul era ser jefe de estado. Se encargaban de
convocar y presidir las sesiones del Senado, la política exterior y de comandar los ejércitos en campaña. Había dos cónsules anuales, llamados ordinarii u ordinarios, que daban nombre al año y uno o más sustitutos. *Fasti consulares: hechos de los cónsules.
Censura: los censores eran dos magistrados elegidos cada cinco años de
entre los senadores que habían desempeñado el consulado, aunque sólo ejercían los primeros 18 meses, encargados de revisar la lista de ciudadanos y senadores y de controlar las cuentas del estado. Los tres escalones principales (quaestor, praetor, consul) separados por periodos de descanso, otorgaban un rango (vir quaestorius, vir praetorius, vir consularis) y permitían ocupar otros destinos y cargos específicos. El noble romano que quisiera destacar debía empezar por el rango más bajo y cubrir todos los peldaños hasta llegar a cónsul. INSTITUCIONES POLÍTICAS DE LA REPÚBLICA ROMANA: EL SENADO El Senado era el órgano de representación máxima del pueblo romano. Al principio eran reuniones de las grandes familias (unos 100 miembros). Pasará por 300 y acabará formado por 600 senadores. Era necesario un quórum mínimo para tomar decisiones. En los orígenes, sólo forman parte los jefes de las grandes familias patricias. Se abre el acceso a los magistrados salientes. Sus atribuciones eran:
Religión tradicional
Administración del tesoro público
Distribución de los territorios conquistados
Gastos bélicos y funciones diplomáticas
Obligaciones de los magistrados
Factiones:
grupos
de
presión
que
van
a
tratar
de
mediatizar
el
comportamiento de los Senadores. Los miembros de las factiones no tienen un ideal político fijo. LA EXPANSIÓN DE LA REPÚBLICA
GUERRA Y EJÉRCITO EN LA ROMA REPUBLICANA La mayor fuente de riqueza para los romanos era la guerra. La guerra es un estado constante en la Roma republicana que afectaba a la situación de República y era un trampolín para el crecimiento de Roma. El ejército estaba compuesto por ciudadanos, preferentemente por campesinos, lo que afectaba a la estructura productiva de Roma, ya que reclutaban a los ciudadanos por 25 años de servicio, y deja de haber trabajadores para el campo. Hay un problema a la hora de mantener la tropa, a la que hay que dotar de una paga, lo que profesionaliza, apartando paulatinamente a los soldados de su condición de ciudadanos, de sus derechos y deberes.
Soldada: sueldo que se les da a los soldados, puede ser en comida o en dinero. El soldado va a identificar el concepto de República como su jefe. Se establecen fuertes lazos entre los generales y los soldados, ya que el éxito económico vital depende de la capacidad de su general. Además de que ellos también les daban la comida. El botín de la guerra es el motor de la economía en Roma. Consiguen cantidades ingentes de tesoros y esclavos, aparte de los impuestos de los nuevos territorios. Existe un enriquecimiento desigual que favorece de forma descarada a la élite aristocrática. Parte del pueblo empezará a recibir repartos de dinero y/o alimentos, lo que va a acabar por provocar un éxodo rural hacia Roma, ya que se ven obligados a vender sus tierras, lo que se convierte en un gigantesco parásito. En esta coyuntura, los aristócratas tratan de garantizarse el voto en las asambleas a través del establecimiento de vínculos y clientelas, lo que acabará por afectar a la política de la República. Plebe frumentaria: sector de población que acaba por tener que recibir del estado grano para comer. Sportulae: Regalos que dan a la plebe para tenerla contenta, para que no se revelen. Esto altera el sistema productivo, y la división de las riquezas. Los pobres empiezan a depender de los ricos. Evergetismo: acción filantrópica de dar comida, juegos….para garantizarse el voto en las elecciones. LOS CONFLICTOS POLÍTICOS EN ROMA En Roma se produce un progresivo deterioro de la situación interna. Sin embargo, el sistema, pese a tener fallos, era sólido. La República estaba pensada para una ciudad-estado y alcanzó el gobierno de la práctica totalidad del mundo conocido.
Para los romanos la república era un problema, pues se expanden continuamente a costa de territorios de estados que están gobernados por reyes, lo que provoca que lleguen influencias de los territorios conquistados (monarquías) que van a provocar cambios en Roma. Se van a empezar a constituir dos grandes facciones en el mundo político romano: optimates y populares. El punto de partida de los conflictos definitivos va a ser el año 133 a.C. Y la elección de Tiberio Sempronio Graco como Tribuno de la Plebe. Es entonces cuando se inicia un proceso de conflictos políticos y guerras civiles que va a dar lugar a la llegada del Imperio en el 31 a.C EL ESCLAVISMO EN ROMA Las enormes riquezas acumuladas por los aristócratas y el constante estado de guerra benefician a estos últimos en detrimento del pequeño campesinado. La élite se hace con enormes latifundios, para los que necesita ingentes cantidades de mano de obra. Se hace necesaria una enorme producción frumentaria, para abastecer a Roma. Este cambio en la estructura agraria acaba por provocar la masiva introducción de esclavos en Italia. Los esclavos se trataban de prisioneros de guerra, que presentes en ingentes cantidades, cambian la vida socioeconómica de Roma y determinan la acción de gobierno en las provincias. LOS ESTATUTOS DE LAS CIUDADES HISPANAS BAJO EL CONTROL ROMANO Diversos estatutos (indígenas) que van a existir en la península:
Federadas (libres, pero se ceden a Roma los temas de defensa y política exterior):
Eran independientes
Ceden a Roma el control de su política exterior
Cádiz (Gadir)
Libres (sometidas por los romanos de forma pacífica):
Previamente ocupadas
Concesión de Roma ante la docilidad de la ciudad interesada
Deben enviar sus tropas como aliadas de Roma
Stipendiarias
Su territorio es considerado propiedad de los romanos
Deben pagar un impuesto (el stipendium) por seguir usando sus tierras y sus casas
Mantienen sus instituciones
Su territorio es considerado como ager publicus y los romanos pueden disponer del mismo o Ager públicos: tierra propiedad de la república romana o Incolae: habitante, morador de las tierras
No hay funcionarios públicos en este periodo que gestionen estos territorios, sino que son los magistrados los que disponen de los mismos cada año, con la problemática que ello conlleva. El problema es que año a años se nombran nuevos magistrados,
cónsules, amici (amigos)…. los cuales vienen con su séquito. LOS INICIOS DE LA ROMANIZACIÓN (primera mitad del s. II a.C) Durante todo el siglo II a.C, se suceden las guerras de conquista (Rebelión general del 196 a.C, revueltas de Viriato, conquista de Numancia…) Este proceso coincide con una paulatina romanización, a la que contribuye el uso de mercenarios y auxiliares hispanos por parte de los romanos. Estos hispanos participan también de las relaciones clientelares que
se están estableciendo a finales de la República en la propia Roma. Ser romano (cives) marca una distinción dentro del poblado. Comienza a producirse fusión étnica y cultural, con diversas fases y velocidades. Aparecen nuevos grupos sociales, mestizos, que reciben un estatuto jurídico diferente, el peregrino, que no incluye todos los derechos de los ciudadanos romanos, ni tan siquiera los de los latinos. Los romanos adoptan ficciones jurídicas para concederles el derecho latino, es un primer paso en la romanización. Estatuto latino: es el que recibía miembros de otras comunidades que no eran de la propia Roma. Podía ser propietario de tierras y ser reclutado para la guerra. Socii (socio, aliado) Se empiezan a fundar colonias latinas, proceso que había comenzado Escipión con la fundación de Itálica (206 a.C), colonia de ciudadanos romanos, a lo que se suma la fundición de colonias latinas para que en ellas viviesen esos nuevos grupos sociales. Se organizan al modo romano, con ciudadanos, magistrados, consejo y asamblea. Conviven con los indígenas, que no tienen esos mismos derechos. Se establece la Lex de Repetundis, para tratar de frenar la capacidad de los gobernadores. Esto en realidad no beneficia a los indígenas. LOS ROMANOS EN HISPANIA DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO II A.C Hay un periodo de semioscuridad en las fuentes a partir de la victoria sobre Numancia. La guerra en Hispania es cara, no hay riquezas, y el tiempo no es el idóneo (mucho calor en verano), por lo que los soldados no querían venir a hacer la guerra aquí. Los romanos tratan de estructurar de forma uniforme a las provincias hispanas igualando por lo bajo a los indígenas.
Se fundan ciudades por parte de los magistrados, con sus nombres, en un ejemplo más de encubrimiento personal, aunque hay que tener autorización previa del Senado. Ejemplo: Brutóbriga. (Ciudad de Bruto). Inspiración helenística (Alejandría, Cleopátrida…). En 122 a.C se conquistan las Baleares. Comienzan a llegar muchos ciudadanos latinos, que se encargan de los negocios en estas provincias hispanas (negotiatiores). Son los famosos publicanos. Sistema de arrendamiento: por los publicanos. Hispania participa del sistema evergético que está guiando a la República en este momento. Las élites indígenas buscan la ciudadanía romana, lo que acaba por desprestigiar el concepto de “ciudadano”. Se va aumentando la capacidad económica de un sector amplio. Además,
La ciudad romana es la sociedad del otium, es decir, la
sociedad de no hacer nada. El necotium, esto es el negocio, está mal visto. Los aristócratas lo practican pero a través de terceras personas. Por tanto, se va aumentando la capacidad económica de un sector amplio. Por otra parte, no existe un sistema burocrático que posibilite una buena organización de las provincias. Por tanto, ponen en marcha un sistema de arrendamiento. Esos negociadores se van a agrupar en sociedades de publicanos que arriendan los impuestos y la administración. En las ciudades hispanas se va a poner en marcha el proceso de evergetismo. ROMA. LAS MEDIDAS DE LOS POPULARES. LOS GRACOS En el año 133 a. C, Tiberio Sempronio Graco, miembro de la Gens Sempronia, accedió a tribuno de la plebe, que consiste en una magistratura que está dentro del cursus honorum y que apareció sobre el siglo IV a.C.
Se da a la asamblea de la plebe una serie de atribuciones, la más importante, la creación de los 10 tribunos de la plebe. Estos tribunos tenían una serie de atribuciones como: el tribuno Sacer (sagrado), tener la capacidad de veto a las leyes del senado y tener derecho a proponer leyes. Representan en cierta medida, los intereses de los más pobres (incluidos los miembros de un pujante sector social, los caballeros) Cuando Tiberio estuvo en el cargo, se encargó de proponer sus propias leyes y vetar otras. Siente el respaldo de la plebe que lo ven como sacer (intocable). Se van a fundar colonias en las provincias, en las que le van a dar tierras a las plebes romanas.
Se va a prohibir que nadie pueda tener más de una
determinada cantidad de ager publicus para que no se tengan que volver a vender tierras. Además, Tibero apreciaba que tenía que haber más ciudadanos romanos. Por tanto, van a conceder la ciudadanía a todos los italianos libres. Los aristócratas dirigidos por un primo hermano de Tibero, van a matar a Tibero. Por tanto, empiezan los conflictos civiles en Roma. En un momento dado, los aristócratas se van a dar cuenta de la importancia de tener el apoyo de la plebe. Ager públicus: territorio del estado romano. EL COMIENZO DEL SIGLO I a.C Pese a las reticencias de los optimates, se consolida el sistema de colonias. Todos los grandes líderes de esta época son líderes militares. Roma necesita cada vez más de un poder unipersonal. Esto hace que aumente paulatinamente los poderes de algunos magistrados romanos, curiosamente algunos de ellos líderes optimates como puede ser Sila. Éste va a ser el primero en adquirir un poder único superior a los demás. La guerra de Sila contra Mario (líder de los liberales) es la primera de un ciclo de guerras civiles en la República que se habrá de prolongar durante
unos 60 años. Esta guerra termina son la victoria de Sila, y su marcha a Asia con su ejército. Por lo tanto siguen mandando en Italia los populares, ya que Sila no está presente. Sila quiere afianzarse como dictador perpetuo, por lo que se dan pasos agigantados hacia la república Se pretende cambiar las leyes y reformar el sistema republicano, a fin de afianzarlo. LAS GUERRAS CIVILES EN HISPANIA: SERTORIO (83-72 a.C) Sila, cuando accede al poder, saca una lista de proscritos, declarándolos enemigos del estado. Cualquier ciudadano romano podía ejecutar la sentencia, quedándose con la mitad de su riqueza. Esto hizo que murieran numerosos liberales, proscritos, entre ellos, Sertorio. Las guerras civiles en Hispania fueron consecuencia de la guerra entre Sila y Mario. Sertorio llega a Hispania para organizar desde aquí la resistencia de facción popular, acosada por las proscripciones (reformas mediante las que se elabora una lista de enemigos de la república condenados a muerte). Sertorio se apoya en los indígenas, a los que favorece y potencia su romanización, usando un carisma divino para tratar de atraerse hacia ellos. La guerra atraviesa diversas fases en las que Sertorio va ganando. Al final acaba siendo asesinado por sus generales, quienes acaban siendo derrotados por Pompeyo, que empieza a establecer intensas relaciones sociales con los hispanos, destacando su conexión con los Balbo de Cádiz. Hasta la llegada de César no hay hechos reseñables en las fuentes, aunque cabe destacar la acción de Pompeyo Magno durante este periodo. JULIO CÉSAR
Es el personaje que mejor resume estas circunstancias. Era de origen muy noble, lo que no le impide ser líder popular. César era un griego en el cuerpo de un romano. Tenía relaciones homosexuales. Relación de aprendizaje de igual a igual. A la hora de guerrear no solo cubres al de al lado, sino que lo vas a hacer más si es tu amante. El mos maiorum de los romanos, las costumbres de los antepasados romanos, no incluían esto, por lo que César se convierte en un personaje llamativo, importante. Realizó una carreara política típica. Realizó la Cuestura en Hispania, el Edil y arruinamiento en Roma, y por último la Pretura en Hispania (clientelas militares y políticas) En un momento determinado, César tienen necesidades políticas y como está bien informado de todo el tema político, sabe que los líderes optimates: Pompeyo y Craso están en una mala situación. Él le propone un acuerdo y entre los tres firman el primer Triunvirato. Era un acuerdo para repartirse el poder de la república romana. Este acuerdo provoca el rechazo de los nobles, con Cicerón a la cabeza. Como cónsul, recibe el mando de las tropas en la Galia, donde lleva a cabo un enorme proceso de conquistas. Entonces recibe el prestigio militar que ansiaba. Lleva a cabo un golpe de Estado y entra en Roma. Entonces, se hace elegir cónsul durante varios años seguidos, rompiendo así las reglas republicanas. Años después, César derrota a los pompeyanos y se queda con el poder. Pero esto no dura mucho, apenas un año, pues es asesinado en el 44 a.C LAS MEDIDAS DE CÉSAR
No sabemos realmente si la intención de César era convertir a la República en una monarquía. Aun así está influido por las monarquías helenísticas y su concepto de realeza de origen divino. Se realizan pocas reformas, dado que no tuvo mucho tiempo como consecuencia de las guerras exteriores y los conflictos civiles. - Aumenta el número de magistrados, para evitar la concentración de poder y el de senadores, para abrir esta institución a los populares ya los provinciales. - Concede la ciudadanía a muchos habitantes de distintas zonas del Imperio - Fue un gran fundador de colonias, en una política que habrá de imitar Augusto. Existe una romanización profunda de estos territorios y solución al problema del elevado número de la plebe frumentaria romana. - Se suprime el derecho de asociación popular en Roma -Se produce una actividad religiosa importante: calendario, sacralidad de su persona, culto a Venus. En resumen, no hay una desaparición de la República, sino una profunda transformación de la misma. CÉSAR EN HISPANIA Cesar va a estar en Hispania tres veces: -Durante su Cuestura (69-68 a.C) protege a los indígenas, con lo que se genera clientelas (hay un programa de futuro). Construye la muralla de Sevilla. -Durante su Propretura (61-60 a.C), usa el cargo para igualarse a Craso y Pompeyo. Busca la guerra en el norte, para generarse clientelas militares. Consigue sus objetivos.
-Durante la guerra civil, encuentra una profunda resistencia en Hispania, donde Pompeyo tiene más poder que él. Batalla de Munda contra los hijos de Pompeyo. César se rinde y se toman represalias contra él. Después de la guerra se conceden puntuales estados de ciudadanía, de estatutos municipales romanos, se fundan colonias, sobre todo en la Bética… Sin embargo, existen problemas en la identificación de las mismas, porque César no vio culminada esta obra. Las más destacadas son Híspalis, Hasta Regia y Urso. Éstas son usadas como motor económico dentro de un sistema de integración económica del Mediterráneo que César empieza a poner en práctica y que desarrolla en su totalidad su heredero, Augusto. LA LEX IULIA DE URSO Única ley colonial que conservamos completa.
No sabemos si es
exclusiva o se trata de una ley general. Es de época posterior, pero es muy probable que en época de César fuese muy similar. Una colonia romana es como traer un pedazo de Roma con las mismas magistraturas. Es una extensión de Roma, a diferencia del municipio. Los habitantes tienen derecho a la ciudadanía romana. Los duovires se encargan de la organización de la asamblea, le dan nombre a las colonias, de hacer los sacrificios….Son en la colonia lo que los cónsules en Roma. Los municipios consistían en dotar de estructuras romanas a una ciudad indígena. Solamente reciben la ciudadanía los magistrados de la ciudad. Pretendían hacer que los indígenas participaran en la política para que así contribuyeran a dinamizar la ciudad. Las colonias pagaban impuestos. Formadas sobre ager públicos (territorio del estado) Tras la Muerte de César se produjeron 13 años de guerras.
OCTAVIO AUGUSTO. SU LLEGADA AL PODER Era un gran sociólogo. Entendía lo que el pueblo necesitaba.
Era hijo
adoptivo de César A la muerte de César, Marco Antonio y Octavio Augusto se enfrentan en la batalla de Actium. Antonio es un defensor de la monarquía helenística, mientras que Octavio lo era de los valores tradicionales de la república. Marco Antonio piensa en Roma como un reino helenístico, y él como rey de Roma. La historia de la humanidad cambia a partir de esta batalla. Marco Agripa es el gran general de Augusto. Era el primer miembro de la familia que había llegado a la magistratura. Augusto derrota a Antonio en esa batalla, proclamándose garante de la República. Octavio trajo la paz a Roma después de tantos años de guerra. En el año 27 a.C . Augusto sabe que el Senado no va a dejar que acepte su renuncia, puesto que el pueblo no quiere. El pueblo dice que ha traído la paz. Aquí se ve que era un gran sociólogo. Impone una serie de condiciones, que a la fuerza van a ser aceptadas. Esto hace que se declare Princeps. Además de nombrarle como Augustus, el elegido de los dioses, otorgándole el Imperium por diez años.
LAS MEDIDAS POLÍTICAS DE OCTAVIO AUGUSTO El sistema republicano aparentemente se va a mantener, pero él va a manejarlo todo. Su poder se establece mediante el Imperium. Tiene también, la
Tribunicia Potestas, es decir, el poder absoluto en el campo de la administración civil. Él puede vetar cualquier ley que salga del Senado. Él es que hace el censo, decide quién es ciudadano y quién no. Todo es sistema está organizado en función de sus propios intereses. Augusto también era escritor, y publicó Res Gestae. Era quien suministraba el bienestar a los romanos, por lo que fue nombrado Pater Patriae. Va a controlar todo lo referente a la religión tradicional a través de su cargo de Pontifex Maximus Pontífice: el que construye puentes entre lo divino y lo humano. Define su reinado en el concepto de Pax Augustea. Se ha acabado el tiempo de la conquistas. Desarrolla una política de fundación de ciudades. LA ADMINISTRACIÓN EN TIEMPOS DE AUGUSTO Hay que burocratizar el imperio. Utiliza a miembros de su propia familia y a libertos , y le da puestos. Va a llevar a cabo numerosos censos (para las personas) y catastros (para las tierras) Va a compartir el control del territorio con el Senado. Va a dividir las provincias romanas entre provincias senatoriales (romanizadas, pacificadas, sin amenaza exterior. No hay tropas en esas provincias) y provincias imperiales.
Los senadores tienen prohibido viajar a Egipto porque es la clave del sistema. Augusto se va a reservar el control del oro y el control de las minas de ese territorio. Llena las provincias de fundaciones coloniales. Basa su gobierno en la colaboración con la clase aristocrática senatorial. Establece unos requisitos económicos para acceder al Senado. Además, promociona a la clase ecuestre y reduce las atribuciones de las asambleas populares.
AUGUSTO EN HISPANIA Comienza su acción con las Guerras Cántabras. Augusto va a crear tres provincias en la península ibérica: Bética, Lusitania, Tarraconense, que a su vez son divididas en varios Conventi. La tarraconense y la lusitania son provincias imperiales. Se produce una intensa política de colonización: Emerita Augusta. Recoloniza algunas de las colonias fundadas por César. Reactiva el mercado con su evergetismo con un objetivo claro: la producción de aceite de oliva. Pone en funcionamiento la annona olearia (aceite para el ejército y la ciudad de Roma). El sistema necesita de inyección de dinero público, que cuando falta, provoca crisis, salvo para el comercio annonario. Este sistema favorece la aparición de un clan hispano, asociado al comercio del aceite.
Además, se produce una explotación sistemática de las minas de oro, porque el sistema necesita de inyecciones monetarias.
LOS FLAVIOS (69-96 d.C) Después de una guerra civil, Vespasiano accede al trono tras la aclamación de sus tropas. A partir de los flavios, solo van a ser emperadores los que tengan el poder del ejército. Vespasiano se va a apoyar en sus hijos Tito y Domiciano. Los flavios necesitan de Hispania. Conceden la ciudadanía romana a muchas más personas, a través del Edicto Flavio.
Crean una enorme cantidad de
municipios para que las élites vivan al modo romano. Extiende el estatuto latino a todas las ciudades hispanas. Cualquiera que sea magistrado en una de ellas pasará a ser ciudadano romano. Los éxitos en política interior (construcción del coliseo) y exterior son enormes. Se producen tensiones con ciertos círculos senatoriales que provocan la mala imagen de Domiciano. Por último, la inestabilidad interior acaba con la dinastía.
LOS ANTONINOS (96-192 d.C) Después de ser asesinado Domiciano, accede al trono un viejo senador (Nerva). Nerva lleva a cabo una medida, asocia el trono al heredero. Él va a nombrar a Marco Ulpio Trajano, un apersona muy importante, que ha seguido todo el cursus honorum .
Se produce un ascenso paulatino del círculo senatorial de origen hispano: importancia del aceite bético como motor de riqueza. Nerva se basa en el estoicismo: corriente filosófica que defiende el gobierno del mejor, del más capacitado. TRAJANO Con Trajano el imperio alcanza su máxima expansión. Va a volver a la política de conquista, porque cree que el sistema no funciona. Necesita volver a conquistar territorios para ganar dinero e impulsar a economía de la península. Entonces se producen grandes guerras de conquista en Mesopotamia y la Dacia (donde hay minas de oro) Fruto de esas conquistas lleva a cabo grandes obras públicas, como la Columna de Trajano y la Basílica de Trajano. Pasa a la historia romana como el Optimus Princeps. ADRIANO (117-138 d.C) Adriano es en esencia griego. Ha estado en Grecia estudiando. Piensa en un sistema romano diferente. Para la conquista, reorganiza el imperio desde un punto de vista administrativo y aumenta los impuestos, sobre todo a los ricos, a los hispanos. Va a promocionar las provincias, sobre todo las orientales. MARCO AURELIO Y CÓMODO Últimos de la dinastía antonina.
Época de crisis económica. No hay dinero porque las minas han dejado de producir.
TEMA 4 El Bajo Imperio, o Antigüedad Tardía ofrece una serie de características novedosas, que definen un nuevo período histórico, radicalmente diferente al inmediatamente anterior, pero no por ello menos importante o significativo. Esta etapa arranca con la llamada Crisis del siglo III, entre cuyas características generales debemos destacar las siguientes: Se produce una constante y renovada amenaza en la práctica totalidad de las fronteras del Imperio, con dos amenazas que destacan sobre el resto: los germanos y los persas sasánidas. Comienza un período de grave inestabilidad en el que los distintos emperadores son encumbrados o derrocados por los ejércitos de manera constante. El poder del emperador no se entiende sin el control del ejército, pero la amplitud de amenazas, el incremento de las tropas y la situación de inestabilidad que impera durante muchos momentos convierte la dignidad imperial en una “profesión de riesgo”. El poder político pasa del Senado a los grandes magistrados de rango ecuestre, que se integran de forma decidida en la administración imperial, lo que provoca que aumenten su poder. Existe una grave crisis monetaria y financiera.
Se
emprenden
numerosas
reformas
militares
que
se
muestran
imprescindibles para garantizar la supervivencia de Roma, dotando de mayor movilidad al ejército e incrementando de manera notable sus efectivos, con la inclusión de cada vez más numerosos contingentes de bárbaros… Se producen secesiones en el Imperio que son subsanadas a finales de la centuria, como sucede, por ejemplo con parte de la Galia o el reino de Palmira. Asistimos a una profunda transformación ideológica que está sentando las bases para el triunfo del Cristianismo, que empieza a contemplarse como una amenaza para el poder imperial. Por ello asistimos a una época de grandes persecuciones contra los cristianos.
Como vemos, el imperio sufrió un gran proceso de cambio a partir del s. III d.C.; un proceso que muchos autores han definido como “La crisis del s.III”. Es cierto que el lustre del periodo anterior eclipsó esta época y que, por ejemplo, la fama de los Antoninos (96-192 d.C.) deslumbra en la historiografía tradicional y contrasta con periodos como la Anarquía Militar (235-285 d.C.) donde la guerra civil se mantiene de forma casi permanente. No obstante, hay que aclarar que ni el esplendor de los Antoninos fue tan grande (su búsqueda de victorias militares es solo la constatación de la necesidad de sanear unas cuentas en crisis), ni el Bajo Imperio fue la catástrofe que otros autores vieron, aunque está claro que fue necesario adaptar el sistema a nuevas situaciones. No olvidemos que el siglo III tuvo que hacer frente a nuevos fenómenos sociales, como la necesidad de reconocer la realidad de la expansión del
derecho romano, que terminó por precipitarse con la Constitutio Antoniniana en el 212 d.C, eliminando la diferencia entre romanos y no romanos y dejando solo la diferencia económica como forma de distinción entre los habitantes del Imperio. Además, durante este período las autoridades se enfrentaron también a una crisis monetal, donde el pago de tropas y el creciente comercio, en muchos casos unidireccional, provocó la necesidad de acuñar más moneda y se aumentó su emisión, aunque eso trajo la devaluación de la misma, por no hablar de la asimilación de un flujo de inmigración constante provocada por el contacto continuado en las fronteras con el mundo bárbaro que buscaba en el imperio nuevas oportunidades, a veces con acciones violentas, a las que se sumaban las luchas civiles.
Diocleciano y las reformas de la administración. A finales del siglo III, este emperador se encuentra con la necesidad de apaciguar el Imperio ante las amenazas que ponen en riesgo su seguridad (secesiones, bagaudas, amenazas exteriores). Las necesidades militares le llevan a ir asociando al trono a diversos generales, hasta conformar un sistema con cuatro monarcas, dos de rango superior, los Augustos, y dos de rango inferior, los Césares. Cada uno de ellos cuenta con su zona de acción e influencia. Se trata de medidas fruto de las circunstancias, sin un plan político premeditado, lo que explica la inestabilidad que va a continuar tras Diocleciano. No se rompe, al menos teóricamente, la unidad imperial, puesto que el papel de Diocleciano está claramente por encima del de sus tres colegas. Estamos ante la época de las grandes persecuciones, puesto que el Cristianismo
es
contemplado
como
un
factor
de
desestabilización,
consecuencia del sistema de obediencia jerárquico a los obispos que se impone en la Iglesia primitiva, que puede entrar en contradicción con el planteado por las autoridades políticas, en este caso los emperadores, especialmente
sensibles a esta cuestión cuando la nueva religión comienza a extenderse entre los soldados y sectores cada vez más numerosos de las capas sociales más elevadas. Se eliminan las diferencias entre provincias y se multiplica el número de las mismas, lo que conlleva también que se doble el número de efectivos militares, reforzando la seguridad en las fronteras. El sistema impositivo tiene una clara finalidad militar, ya que hay que mantener el imponente aparato de seguridad que se ha creado. Para evitar la inflación desorbitada promulga un edicto de precios máximos.
Estas reformas que sobrevivieron a la propia tetrarquía, se mantuvieron con
ligeros
cambios,
hasta
el
fin
del
imperio,
superando
incluso
la
descomposición de éste tras la división de Teodosio, quien comprendiendo las diferencias entre las realidades que conformaban el imperio dividió la parte oriental de la occidental, dejando cada una en herencia a sus hijos, Honorio y Arcadio. Pero antes de esta medida hubo una figura trascendental, que con el cambio que propició notó al Imperio de nuevo vigor y dio lugar a una nueva realidad en el mundo de la Antigüedad tardía. Nos referimos al emperador Constantino. Este personaje, tras un complicado proceso, derrota a sus rivales y accede al trono imperial en solitario recién comenzado el siglo IV. Su ascenso al trono es acompañado de una eficiente actividad propagandística que lo acerca al Cristianismo a través de la leyenda de sus visiones antes de su victoria definitiva y gracias al papel jugado por su madre, la futura Santa Elena. Así, promulga en Milán el Edicto de Libertad Religiosa, en el 313, que acaba con las persecuciones contra los cristianos. Además, refuerza poderosamente la dignidad imperial alrededor de su persona, vinculando la dignidad imperial al Cristianismo. Aparece toda una
ideología imperial de corte cristiano, buscando nexos entre Emperador e Iglesia. Constantino comprende que la fuerza del Cristianismo es imparable y decide aprovecharla en beneficio propio, apelando a dos conceptos novedosos que emanan de esta nueva visión religiosa del mundo: la obediencia jerárquica y el ideal de progreso. Procede también a una reforma, la administración, con nuevos cargos y una especialización más profunda. A ello se suma la fundación de una nueva capital, Constantinopla, que obedece a las nuevas necesidades del Imperio, que necesita que el eje central del mismo e traslade hacia el este y se acerque a las fronteras en las que se dirime su futuro. Se construye a imagen y semejanza de Roma, aunque con algunas diferencias que marcan el carácter de una nueva época. Como hemos señalado con anterioridad, el tercer personaje destacado de esta etapa histórica es nuevamente un emperador, el hispano Teodosio, quien reinó a finales del siglo IV y cuya acción de gobierno aportó novedades trascendentales para el desarrollo del devenir histórico de Europa. Su ascenso al trono coincide con las invasiones de los godos que provocan varios fracasos militares. Combinando éxitos militares y diplomáticos consigue reconducir la situación. Se intensifican los tratados (foedus) con los germanos, a los que se les integra en el Imperio, cambiando seguridad por tierras, de manera que pasan a formar parte del ejército romano, en el que, a partir de este momento van a ir incrementando su presencia e importancia. A su muerte, en el 395, decide dividir el Imperio en dos, entre sus hijos Arcadio (Oriente) y Honorio (Occidente), aunque en el plano político la unidad era real, se trataba tan sólo de una nueva delimitación administrativa, que, al menos en teoría, no rompía la unidad territorial ni estatal del Imperio y que sólo buscaba hacer más eficaz y racional la administración. Aún así, esta medida acentúa el desequilibrio entre la parte occidental, que aparece más debilitada y amenazada por los bárbaros, y la oriental, que además contaba con la supremacía económica.
En el 395, el Cristianismo es proclamado la religión oficial del Imperio y se empiezan a dar pasos que conducirán a la progresiva desaparición del Paganismo, en un fenómeno que será lento y se prolongará durante casi cuatro siglos. La figura trascendental para entender lo significativo de esta medida es la de Ambrosio, obispo de Milán, que ejerce una poderosa influencia sobre Teodosio y que pone al servicio del emperador todo el potencial que ha ido adquiriendo la Iglesia durante el período inmediatamente anterior.
Sociedad y economía del bajo imperio Debemos tener claro que no estamos ante una época de decadencia y crisis económica generalizada. Hay lugares que la experimentan, pero otros disfrutan de un período de prosperidad. En lo referente al terreno de la política y su repercusión socioeconómica, debemos decir que la administración municipal no cambió en este periodo más allá de las alteraciones producidas por la Constitutio Antoniniana (que dotaba a todo ciudadano libre del derecho romano). Pero la fuerte crisis económica que azotó a ciertas regiones del Imperio durante este período provocó un cambio en la organización de los municipios que obligó a ciertas reformas. Así, la falta de alicientes, económicos y sociales, unido a la fuerte presión fiscal, que convirtió en impositivas las obligaciones municipales y obligó a los miembros del ordo decurional de las ciudades a soportar con su propio patrimonio las necesidades fiscales que el Estado trataba de satisfacer en las ciudades provocaron un éxodo del ordo decurional, que se trasladó a sus propiedades fuera del municipium, donde pesaban demasiado sus cargas urbanas, o a otras comunidades donde tuvieran otros incentivos. La situación de anarquía, la existencia de un modelo de producción agrario que había alcanzado su techo, unido a las fuertes necesidades de las arcas del estado provocó una crisis financiera.
Tras la victoria militar de Diocleciano y el fin de la lucha por la púrpura imperial, este mundo tuvo que reorganizarse y adaptar principalmente el sistema económico a las nuevas necesidades. En esta nueva etapa se observan nuevos fenómenos que afectan al desarrollo económico: - Por un lado la nueva realidad social donde el ser ciudadano romano no es un privilegio, amén del fuerte centralismo de los emperadores que provocará la desmotivación del ordo decurional de los municipios, con las consecuencias negativas que esto provocará en numerosos centros urbanos, en los que la Iglesia y sus dirigentes empiezan a asumir el papel de dinamizadores de la vida urbana. - Como vemos, las necesidades de ingresos son cada vez más importantes y precisamente ellas provocarán que el estado creé nuevos impuestos, en especial la iugatio/capitatio, un impuesto municipal que contaba el territorio/habitante y que debía ser garantizado por unas élites cada vez menos interesadas en labores evergéticas. Por todo ello, la población se verá ahogada por la presión fiscal derivada de la propiedad de la tierra y decidirá aceptar nuevas soluciones entregando las tierras a los latifundistas y trabajando en régimen de colonato. Así el mundo urbano fue reajustándose dejando paso a una realidad más agraria. - La importancia del mundo oriental en el comercio, afectará de forma directa a la región occidental, que fue poco a poco desplazada de las rutas comerciales. En efecto, se produjo un intenso comercio de productos de lujo provenientes de Oriente, al que se unió la obligatoriedad de la annona, que pasó a convertirse en un impuesto. Esta situación se agravó cuando las oligarquías locales, cada vez menos interesadas
en
el mundo
urbano,
reinvirtieron
sus
beneficios
en sus
propiedades agrarias, y cuando uno de los principales productos de occidente, los metales preciosos, dejaron de llegar a Roma.
- El resultado de esta reorganización económica fue la decadencia de determinados centros urbanos, donde la tradicional aristocracia absentista y rentista, que era motor de la economía no agraria, se retiró a sus posesiones llevando consigo a una buena parte del pequeño y mediano propietario. Éste, se puso en sus manos para eludir la presión fiscal, aumentando las posesiones de los latifundistas y entrando en una relación de dependencia con ellos. Así, se fueron sentando las bases de un nuevo orden, donde estas élites se encumbraban a unas pirámides no ya urbanas sino locales y ajenas al Imperio y al aparato estatal que lo sustentaba, generando otro ámbito de poder. - La eliminación de los diferentes tipos de ciudadanía provocó que la única diferencia entre ciudadanos fuera su nivel de riqueza, generando dos amplias clases: los honestiores o ricos, y los humiliores o pobres. Los honestiores representaban a la antigua clase dirigente. Su composición iba desde los navicularii dedicados al comercio hasta los possesores, la aristocracia terrateniente. Estas elites siguieron una evolución propia que los alejó de su tradicional esfera de poder, el municipio. Así, muchos ingresaron en la administración imperial donde se necesitaban grandes cantidades de funcionarios y cargos tras la reforma administrativa; mientras, otros, volvieron a sus tradicionales posesiones en el mundo rural, a sus villae, donde reinvertían sus
beneficios
sin intervenir ya en las actividades
evergéticas de la ciudad. Dentro de los honestiores debemos resaltar el fenómeno de vinculación que muchas de estas familias tuvieron con la nueva religión del estado, el Cristianismo. Muchos de los obispos pertenecieron a este grupo social. Los humiliores, por otra parte, sufrirán una fuerte ruptura con su sistema tradicional de vida al desaparecer el evergetismo, sobre todo con las nuevas medidas impositivas que obligarán a un amplio sector de los humiliores, los medianos y pequeños propietarios, a entregar sus tierras y sus mismas personas a los honestiores latifundistas, buscando eludir una presión fiscal que amenazaba con arruinarles. Esta realidad afecta menos a los
comerciantes y artesanos que buscan en los collegiae la manera de crear una solidaridad social la cual es apoyada por las instituciones eclesiásticas. En lo referente a los esclavos, si bien es cierto que el modo de producción esclavista se ve superado en muchas zonas por los sistemas de colonato en sus diferentes variantes, no se puede afirmar su desaparición ni transformación en el marco general del Imperio. Es más, ni tan siquiera la iglesia, ahora integrada en el estado se plantea la supresión de esta realidad que no duda en usar. Hispania durante el Bajo Imperio El viejo sistema de provincias que escapaba al control total por parte del emperador quedó obsoleto y fue sustituido por uno más flexible, con más delimitaciones provinciales donde los funcionarios imperiales ejercieran más control. De este modo, de 48 se pasó a 104 provincias, y éstas se agruparon bajo una nueva unidad, las llamadas diócesis. Así, las diócesis Hispaniarum cambió y de las tres provincias que tenía, se dividió la Tarraconense en tres, la Tarraconense, la Cartaginense con capital en Cartago Nova y la Gallaecia con capital en Bracara Augusta (Braga). Además, se añadió a la diócesis la provincia de la Mauritana Tingitana y las provincias pasaron a dividirse en consulares y en otro tipo similar a las imperiales; la Bética y Lusitania fueron del primer tipo y eran gobernadas por clarissimi; el resto de provincias, prefecturas, fueron gobernadas por praesides prefectissimi. Ambos cargos electos entre la elite imperial. En Hispania se aprecia claramente el fenómeno de transformación urbana del que hemos hablado con anterioridad y por el que los ricos emigran de las ciudades a sus villae, que se transforman en grandes centros independientes, lo que anticipa procesos sociales posteriores. Además, se fortifican las ciudades, ante las amenazas de los bárbaros: suevos, vándalos y alanos, y después los visigodos. Firma con ellos un acuerdo,
que a cambio de tierras en el imperio, expulsaran a los bárbaros de la península. Observamos también un descenso de la producción agrícola y sobre todo, de la metalífera, lo que conlleva un manifiesto empobrecimiento, habida cuenta de que los metales habían sido la mayor riqueza de la Península durante las etapas previas. Esta situación de carestía acabó por provocar la aparición de revueltas campesinas constantes. En efecto, en la zona norte encontramos el fenómeno de las Bagaudas, o revueltas campesinas contra los desmanes de los poderosos y del propio estado. En este mismo fenómeno de descontento popular podríamos englobar la aparición de herejías autóctonas, como el Donatismo y el Priscilianismo.
Los Visigodos y el tránsito hacia el Mundo Medieval El mundo antiguo no termina de manera radical, más bien se diluye lentamente en el mundo medieval. Ni siquiera la historiografía es capaz de poner límites precisos en cuanto al fin de un mundo y el comienzo de otro, ya que las estructuras que se generan en la fase final del imperio perduran pese al fin del mismo. Así, tradicionalmente, se entendía que el colapso del imperio, desbordado por oleadas migratorias de pueblos centroeuropeos y asiáticos, dio paso a una realidad germana en Occidente. Esta visión se fue alterando y se encontraron puntos en común entre el mundo bárbaro y el romano, se podría decir que los bárbaros rescataron leyes y comportamientos de sus antecesores. Hoy vemos que el proceso de inmigración actuó en la creación de nuevos reinos, sí, pero que el elemento extranjero casi nunca fue mayoritario, y que muchas de las estructuras que se desarrollaron en este periodo eran la continuación de las soluciones desarrolladas por la población romanizada para adaptarse a un mundo que cambiaba.
En la Península Ibérica el final del dominio romano vino de la mano de la llegada de un pueblo germano concreto, el visigodo, que, traído por Roma para enfrentarse a suevos, vándalos y alanos, terminó por ser constituir una entidad estatal independiente de Roma. Así, este mundo, donde el elemento germano mantuvo una estrecha relación con la población hispano romana, creó una realidad de transición que perduró hasta la entrada de un nuevo elemento aún más diferente a nivel cultural, el mundo musulmán.
La llegada del mundo germano: las grandes invasiones La extensión del imperio le obligó casi desde su origen a tener una relación con las poblaciones vecinas. Su prosperidad supuso un reclamo para que éstas buscaran penetrar en su interior creando un flujo migratorio que varió según la situación del imperio sin jamás desaparecer. Desde s. II d.C. este flujo aumentó, y estas poblaciones buscaron el asentamiento de diferentes formas, aprovechando en algunos casos, la debilidad del imperio, como pasó en el s. III y durante el IV d.C. Roma, frente a esta realidad, tuvo diferentes comportamientos, desde encarnizadas campañas militares para frenar esta penetración, hasta la aceptación de los vecinos más civilizados integrándolos en el imperio como soldados a los que pagaba con tierras en la frontera, haciendo de los invasores guardianes. Este mecanismo de pactos o foedus fue el medio que tuvieron en el s. IV algunos pueblos para asentarse en la península (los vándalos, los alanos, los suevos y finalmente los visigodos). Enviados para terminar con conflictos internos como los de las bagaudas; los vándalos, alanos y suevos terminaron por ser en sí mismos un problema, y Roma, debilitada por la presión de otros pueblos germanos, en especial debido a las campañas de los Hunos (de origen asiático), aprovechó los pactos que tenía con los visigodos, asentados en el sur de Francia, para eliminar esta amenaza, comenzando estos su andadura peninsular.
La migración de los visigodos. El pueblo visigodo proviene, como los ostrogodos, del Mar Báltico. Cruzó las fronteras del Imperio en el 376, tras ser derrotados por los Hunos. Este pueblo de origen báltico se mantuvo bajo el control del imperio en la zona oriental durante s. IV d.C. hasta que a finales de siglo y con la muerte del emperador Teodosio aprovecharon para asaltar la parte oriental, para luego, tras ser asentados en Panonia y debido a aspiraciones y promesas no contentadas por el emperador Honorio, decidir en el 410 saquear Roma. La muerte del rey godo Alarico promovió la búsqueda de un acuerdo por el que estos se asentaran en las Galias, en Tolosa, por medio de un tratado (foedus). Este tratado estuvo vigente mientras vivió Honorio, y por él, Teodorico, rey de los godos, intervino en múltiples ocasiones en la Península para eliminar a Suevos, Alanos y Vándalos hasta que solo quedaron los Suevos en la zona de la actual Galicia. En el 425 renovaron su tratado que perduró hasta la desaparición de los emperadores del imperio de Occidente en el 476.d.C., luchando incluso contra los hunos de Atila en los Campos Cataláunicos (451 d.C.). Desde el 476 al 507 los reyes godos mantuvieron el Reino de Tolosa, un reino que se extendía por el sur de Francia, la Septimania, y en Hispania, en la Tarraconense. No obstante las tensiones debidas a las diferencias religiosas, arrianos
los
godos,
católicos
los
galorromanos,
provocaron
que
los
galorromanos prefirieran el gobierno de los francos, convertidos al catolicismo, que a los señores arrianos, apoyando las aspiraciones de Clodoveo que terminó derrotando a los godos en Vouille (507). Antes del conflicto con los francos, los reyes godos fueron movilizando parte de su población al territorio peninsular, una migración que se completó tras su derrota del 507, creando un reino en Hispania que perduraría hasta el 711 d. C., y que, tras recuperarse y afianzarse en los primeros años, fijó su capital en la ciudad que daría nombre a este Reino: Toledo.
La creación de un nuevo reino: aspectos administrativos El establecimiento de los godos en la península trajo aparejada una reforma en la organización de las estructuras políticas del territorio: Se fijaba una monarquía que era aconsejada por un grupo de nobles, que conformó el Aula Regia y se formaba una corte, el llamado palatium, con la particularidad del sistema monárquico, que era electivo, con los problemas que ello acarreaba. No obstante a los primeros problemas que tuvieron que hacer frente los reyes godos fue la consolidación de su imperio amenazado por francos al norte, el reino suevo en Galicia y en el s. VI y hasta la victoria del 625 la amenaza del imperio Bizantino que apoyando las aspiraciones al trono de Atanagildo ocuparon la Bética y parte de la Cartaginense. En tanto que estas amenazas fueron desapareciendo, los reyes godos pudieron reorganizar su territorio aprovechando parte de la administración romana, manteniendo las cinco provincias ahora bajo la autoridad de un duque. No obstante, la administración visigoda sufría un problema de tensiones internas graves; por un lado, el peso de los monarcas que buscaban un reino donde su poder no fuera discutido y por otro, el de sus nobles consejeros que aspiraban a tener cada vez más influencia y control sobre el monarca. Durante los siglos de gobierno germano, las revueltas y sublevaciones fueron un hecho común y elementos como la iglesia fueron capitales debido a la influencia de la que gozaba. Por tanto los reyes visigodos intentaron reorganizar la situación en busca de obtener los apoyos de estos dos grandes grupos. Después de políticas nada conciliadoras que arraigaban en la diferencia de credo entre arrianos y católicos, el rey Recaredo, tras conocer también la guerra civil entre su padre y hermanos (Leovigildo y Hermenegildo) renunció al arrianismo y convirtió al estado en un estado católico.
Para controlar a la nobleza los distintos códigos judiciales que se realizaron, como el liber iudicorum (que recogían las bases del derecho romano), buscaron primero aunar a la nobleza hispana y goda y buscar la participación de la misma en ayuda del rey en aspectos como el militar (como intentó Wamba). Sin embargo las medidas de acercamiento a la iglesia y a la nobleza no hicieron más que aumentar el poder de estos sectores de la población que se aliaron para ser ellos quienes eligieran a los sucesores. Por tanto el sistema administrativo visigodo se caracterizó por un intento centralizador fallido que terminó por permitir una incipiente feudalización de la sociedad de Hispania aumentando las relaciones de dependencia el peso de la nobleza y del clero.
Evolución histórica Justo después de la derrota a manos de los francos, observamos profundas injerencias extranjeras, que se ejemplifican con el papel jugado por Teodorico y los ostrogodos. Apreciamos una clara continuidad en la acción de gobierno con respecto al período anterior, motivada por la inestabilidad y el reducido número de germanos que se asientan en nuestro territorio. A comienzos del segundo tercio del siglo VI se produce la invasión por parte del emperador bizantino Justiniano, quien envía una expedición desde Oriente, que conquista gran parte del sur de la Península, aprovechando la inestabilidad entre los nobles visigodos. Esto provoca una grave crisis interna y que el reino se halle sumido en una grave división antes de la llegada al poder de Leovigildo, quien prácticamente consigue unificar todo el territorio de la Península bajo su mando. Conocemos
muy
bien
su
reinado,
gracias
a
numerosas
fuentes
provenientes de ese período. Se trató de un notable militar que casi expulsó a los bizantinos y sometió por completo al reino suevo. La ruptura religiosa
alcanza las mayores cotas durante su reinado, cuando se produce un duro enfrentamiento entre arrianos y católicos, que cuentan con el apoyo de la población y eminentes intelectuales (Isidoro y Leandro). Gracias al poder que alcanza merced a sus éxitos militares y para asegurar la sucesión, asocia al trono a sus dos hijos: Hermenegildo y Recaredo. Además trata de hacer gala de ese poder mediante la fundación de una nueva capital, Recópolis, que apenas le sobrevive. Fruto de las tensiones religiosas y políticas, que soslayan un enconado enfrentamiento entre sus dos hijos. Hermenegildo se subleva en Sevilla (foco del catolicismo) y su padre acaba por ejecutarlo, probablemente por instigación de Recaredo, tras una serie de circunstancias que parecen encerrar una disputa doméstica por el trono, más que una guerra religiosa, como demuestra el hecho de que, tras su subida al trono, Recaredo se convierte al Catolicismo, en un intento de cohesionar al reino. En efecto, el monarca observa que resulta imposible homogeneizar a sus súbditos si no es a través de una uniformidad religiosa. El comienzo del siglo VII contempla cómo la coexistencia entre arrianos y católicos se va pacificando y los primeros van siendo absorbidos por los segundos, cuando la elite visigoda se dé cuenta de que es necesaria esa cohesión religiosa. Pero aún así existen conspiraciones, que hacen que el final del reinado de Recaredo no aparezca reflejado en las fuentes y que la inestabilidad monárquica sea una tónica que se extenderá durante toda la centuria y que acabará por precipitar el fin del reino mismo. En realidad, conocemos muy poco de los dos primeros tercios de este siglo. Sabemos que la monarquía sigue siendo electiva y que esto genera constantes conflictos, aunque se consigue expulsar a los imperiales. Pese a ello hay un período de florecimiento cultural al principio del siglo, cuyo principal ejemplo serán las Etimologías de San Isidoro. Además, podeos destacar a finales del período las codificaciones legales, con el Liber Iudicorum como principal exponente y la actividad episcopal en
forma de Concilios, que ejemplifican el enorme poder que va a alcanzar el obispo de Toledo, merced al papel que debe jugar en la elección y proclamación de los nuevos reyes. Podemos apreciar un continuo debilitamiento de la posición de los reyes, ya que los monarcas no podían disponer del reino a su gusto, puesto que su poder se limitaba a la duración de su mandato. Además, el ejército real se muestra cada vez más débil y necesita de los apoyos nobiliarios, lo que está precipitando el final del reino. Este comienza a gestarse unas décadas antes, como consecuencia de la continuidad de la inestabilidad y las revueltas palaciegas y nobiliarias, destacando la que destronó a Wamba, envuelta en el halo de lo legendario, y que esconde la aparición de dos facciones claramente definidas entre los nobles visigodos, la “provisigótica”, dirigida por Wamba y sus descendientes, y la “probizantina”, encabezada por el siguiente monarca, Witiza. Estas conjuras están ocasionadas por los intentos reales de afianzar su poder, tanto en lo militar, como en lo administrativo. En el terreno de la política internacional, se producen enfrentamientos costeros con los bizantinos y se empiezan a apreciar movimientos entre los beréberes, que anticipan la invasión. A comienzos del siglo VIII una nueva conjura, apoyada por amplios sectores de la nobleza y el clero aúpa al trono a Rodrigo, descendiente de Wamba, en detrimento de los partidarios de la familia del anterior rey, Witiza. Esto provoca que los sectores descontentos de la nobleza y el clero fomentan la invasión musulmana, protagonizada por el Walí de la provincia de Ifriquiya, Mussa y su general Tarik, quien acompañado de un ejército en el que predominan fundamentalmente los beréberes, cruza el estrecho en el 711 y derrota a Rodrigo en la Batalla de Guadalete, que en realidad es un episodio de guerra civil entre visigodos que favorece a los musulmanes, puesto que la mayor parte de la elite nobiliaria visigoda muere en el enfrentamiento.
Economía: continuidad La economía en los s. V, VI y VII se desarrolla siguiendo una dinámica heredera del periodo anterior. En ella podemos percibir como persisten varios fenómenos: 1. Se observa una continuidad en el proceso de desarrollo del latifundio. a. Las élites hispanos romanas siguen aprovechando su riqueza para aumentar las grandes propiedades b. El proceso de desintegración de la pequeña y mediana propiedad provoca un afianzamiento del patronato, donde el patrono latifundista ejerce cada vez un control más fuerte sobre los colonos, aparceros y braceros que trabajan sus tierras donde se crea un modelo autárquico. c. Los propietarios son nobles: germanos, que por medio de los foedus han ido consiguiendo posesiones ya estuvieran en desuso o incautadas a los hispanorromanos. 2. El comercio se resiente de la crisis de la parte occidental del Mediterráneo. Grupos de griegos, judíos y sirios gestionan el comercio desde zonas como la Bética y la costa levantina con rutas hacia Cartago, Roma y sobre todo Bizancio. El sistema autárquico y el comercio residual provocan una escasa circulación monetal que queda restringida para compra de objetos de lujo y pagos en el extranjero, ya que hasta el pago de impuestos es en especie. La acuñación de moneda para el comercio exterior y como un objeto de prestigio deriva en que en paralelo se oculte mucha moneda en un fenómeno de tesaurización de la riqueza. 3. Estos sistemas empujan a una reorganización urbana: se produce una reducción de los centros urbanos en crisis aunque se da también la creación de
nuevos centros o mantenimiento de aquellos relacionados con los escasos flujos comerciales y zonas administrativas o eclesiásticas de gran relevancia.
La sociedad en la Hispania visigoda La
sociedad
de
la
Hispania
visigoda
presenta
un
proceso
de
superposición en este periodo. Así, la sociedad hispanorromana, con sus fenómenos heredados, como el aumento del patronato en el mundo agrario o el fenómeno de la imposición de la iglesia sobre las antiguas estructuras urbanas, va a admitir la entrada de un nuevo componente: el mundo germano. La introducción de este nuevo elemento de población no afecta de forma directa al grueso de la misma al ser un número bastante exiguo. No obstante, su relación con la élite, primero de “huéspedes” según los tratados de asentamiento (por los que los propietarios hispanos deben aportar una parte de sus propiedades para que se asienten estos nuevos pobladores o en su defecto su valor económico), luego como señores militares, si afectará a la cúspide de la pirámide social. Ésta, dividida entre la elite religiosa y los propietarios, tuvo que admitir unos nuevos señores, con una religión distinta y regidos por un derecho distinto. Además, esta élite germana creó sus propias formas de dependencia ligadas a sus nuevas tierras pero relacionadas ya no con sus estructuras gentilicias, si no con el mundo militar. Así reyes y nobles tenían a su alrededor a grupos germanos que luchaban por ellos y entraban en situaciones de dependencia a cambio de tierras o de ser introducidos dentro de las cortes de estos personajes, donde eran mantenidos. Por tanto la cúspide sufrió un cambio al ir apareciendo una nueva clase de señores
y, cuando estos terminaron
de integrarse en la religión
hispanorromana (con la conversión de Recaredo), con una nueva cúpula eclesiástica. Si bien los nobles hispanos sufrieron al compartir sus esferas de poder con el nuevo estado godo, los que verdaderamente sufrieron fueron los medianos y pequeños propietarios que fueron poco a poco desvaneciéndose, perdiendo sus libertades, que vendían a los señores a cambio de protección y seguridad.
La cultura visigótica La situación socio-económica lastró gravemente el desarrollo cultural de este periodo, donde la falta de contactos con el exterior y el fuerte retraimiento urbano, limitan la afluencia de nuevas tendencias a la vez que recortan la demanda. No obstante, la cultura se desarrolla, por muy limitada que pueda parecer. En primer lugar, el mundo eclesiástico perdura en las ciudades, y guardan la tradición romana en un saber erudito cuyo mayor exponente es la figura de San Isidoro de Sevilla. Además la tolerancia con los cristianos permitirá la afluencia de monjes y eclesiásticos del norte de África durante el s. V, huyendo de las persecuciones de los vándalos. No hemos de olvidar, que pese al teórico aislamiento el mundo visigodo debe convivir durante casi un siglo con el imperio bizantino, que ocupa la región sur, recibiendo una buena influencia cultural que se refleja en la arquitectura. En segundo lugar, existe una demanda interna de productos de lujo. Promovida por la nobleza, esta demanda se basa en objetos de gran valor, joyas y otros elementos de prestigio, cuyo fin es el de atesorar riquezas. El desarrollo de una orfebrería con motivos fuertemente germanizados es un fenómeno propio de la cultura visigótica en la Península.
Por último,
y en relación con los conocimientos de arquitectura que
reciben, estos se plasman en la creación de iglesias en la zona centro y norte principalmente
y
el
mantenimiento
de
algunas
hispanorromanas de las que no se podía prescindir.
grandes
estructuras
TEMA 5. Al Andalus. Emirato, Califato, Taifas e Imperios Africanos Durante el siglo VII surgió en la península arábiga una nueva religión predicada por un mercader, Mahoma, esta religión, el Islam, y su profeta, agruparon en torno a si a un elevado número de fieles y comenzaron la expansión de su fe por la actual Península Arábiga. Mahoma, un caravanero de profesión, había entrado en contacto directo con otras culturas de su entorno, como los cristianos monofisitas y los judíos, ambas defensoras de un monoteísmo radical. Arabia había entrado en un período de inserción en el concierto político internacional por dos motivos. Por un lado, el conflicto entre sasánidas y bizantinos, en el que los árabes habían servido como mercenarios, les había permitido sofisticarse culturalmente y entrar en contacto directo con ambas culturas. Por otro, la importancia que el ramal de la Ruta de la Seda que pasaba
por su territorio adquirió durante este período provocó un crecimiento socioeconómico inusitado, del que se beneficiaron quienes se dedicaban al comercio, como es el caso de Mahoma. En este período comienza a predicar la nueva religión, basada en los preceptos
recogidos
en
el
Corán,
aunque
su
labor
no
tiene
mucho
reconocimiento en su ciudad natal, La Meca. Hasta el punto que en el 622 debe huir de la misma, ante la animadversión que suscita entre la élite dirigente y encaminarse a Medina. Es la conocida como Hégira, que da inicio al Islam. Los medinenses sí acogen con gusto al Profeta y le ayudan en su guerra contra el animismo y otras manifestaciones religiosas, a la que se une un anhelo de unificación política que empezará a plasmarse con la reentrada en La Meca y el comienzo de una expansión por toda Arabia. Entre los años 632 (año en que muere Mahoma) y el 661, el pueblo musulmán estuvo gobernado por cuatro califas, Abu Barq, Omar, Utman y Ali, ellos expandieron su control por la zona de Mesopotamia, Siria, Egipto y el norte de África. A la muerte de Utman en el 656 surgió el conflicto entre Ali y un miembro de la tribu Omeya, Muhawiya, quien denunció a Ali como partícipe del asesinato de Utman. El conflicto resultante hizo que el califato recayera en el clan Omeya que continuó su expansión entre otras zonas por el Magreb y en el 711 por la península Ibérica. La expansión del Islam en la Península. La campaña de Tariq llevada a cabo del 711 al 712 permitió al general descubrir la debilidad del reino godo y tomar la decisión de reorganizar la campaña cambiando los objetivos. Así, pasa del apoyo a un bando en una guerra civil, a la conquista de una nueva provincia para el Califato, asentado en Damasco por los Omeyas. A partir de este momento comienza una fase de expansión por toda la Península y el sur de Francia que es dirigida por diversos personajes musulmanes, implicándose ya los valíes del norte de África. Esta expansión solo se verá frenada después de la derrota a manos de Carlos Martel en
Poitiers, en el 732, a partir de la cual se pasa a considerar los Pirineos como una línea no traspasable. La nueva provincia se organizó en torno a la ciudad de Córdoba que ejerció la capitalidad. A ella fueron trasladados funcionarios y notables árabes mientras que a los beréberes les fueron entregadas tierras de los vencidos. Aún contando con los datos que nos aportan las fuentes, debemos ser bastantes escépticos sobre el grado de incidencia que tuvo la población emigrada proveniente de estas campañas. Así, algunos autores hablan de uno 15 o 20% en el mejor de los casos. Por tanto, la relación de los nuevos señores de la Península frente a la sociedad hispana tuvo que ser compleja. El descontento de sectores como el judío o la dramática situación del pequeño campesinado con los nobles hispano-godos puede que facilitaran la asimilación de los nuevos conquistadores, aunque se atestiguan episodios de revueltas como los sucedidos en Sevilla tras la toma de Musa o la resistencia de Mérida frente a este. Tal vez haya que tener en cuenta en este punto las áreas de influencia de los vitizanos y como muchas familias nobles fueron integradas en la administración musulmana. No obstante la zona norte no fue tomada , los valles del Sella y la zona cántabra y vasca, donde la romanización y el mundo godo habían fracasado fueron el refugio ideal para algunos de los derrotados en las campañas de Tariq y Musa, entre ellos Pelayo, un noble hispanorromano que fue capaz de generar un núcleo de resistencia, creando el germen de los nuevos reinos cristianos en el reino de Asturias. La expansión del islam durante los siglos VII y VIII desembocó en la entrada de elementos nuevos, bereberes, árabes y sirios, en la península, que desarticularon un estado en crisis, el visigodo. Producto de este conflicto fue el
establecimiento de un nuevo poder en la mayor parte de la Península, con una cultura y religión diferente. Un mundo, el islámico, que se asentará durante más de ocho siglos en la misma. La evolución política de Al Andalus El emirato dependiente. En los años que van desde el 711 al 721 se sucedieron campañas militares, acuerdos y rendiciones que superaron incluso la frontera de los Pirineos. Las zonas que no se rindieron pacíficamente fueron conquistadas. Los antiguos señores aprovecharon la posibilidad de integrarse dentro del nuevo orden pasando a ser mawlas (cristiano que se convierte al Islam) y manteniéndose en el poder (Ej: Casios del Ebro pasan a Ser Banu Casi, Teodomiro en el levante pasa a ser Tudmir). El territorio conquistado pasó a conformarse como una provincia más dentro del Califato omeya, con un gobernador propio, dependiente del califa y del vali de Ifriquiya (Túnez). La capital de esta provincia fue Córdoba, tras ser trasladada desde Sevilla por Abd al-Aziz, y desde allí se gestionó la reorganización de las tierras, los botines y las poblaciones que fueron alteradas por la guerra. Esta provincia, con sus tensiones propias derribadas del heterogéneo grupo de invasores, se mantuvo en este régimen hasta el 756, momento en que, durante las revueltas entre los diferentes jefes tribales islámicos, un noble huido de la extinta familia califal omeya, Abd al Raman, se autoproclamó emir, independiente de los nuevos califas de Bagdad y asesinos de su familia, los abasidas. La elección de Al-Andalus por parte del joven príncipe fue debida a la numerosa presencia de sirios en la Península, ya que habían formado parte del ejército enviado por los Califas Omeyas a comienzos de la década de los 50 de
ese siglo para tratar de solucionar los problemas que planteaban las continuas revueltas beréberes. Serán los emires omeyas quienes recompongan la organización más allá de la elaboración de censos y repartos de tierras que hicieran los valies. Abd al Raman desarrolló un modelo centralizado, con una organización administrativa, que, pese a las reticencias de los distintos elementos de la población, cristianos, judíos, árabes, sirios, beréberes, etc. y de las crisis que están tensiones provocaron, se mantuvo y consolidó llegando a evolucionar a un califato independiente en el s. X. El emirato independiente y el Califato: Evolución política. Este periodo que va desde el 756 al 1024 se divide en tres etapas: * 1º El emirato independiente: El
emirato
independiente
fue
instaurado
por
Abd
al
Raman
I
aprovechando las revueltas beréberes que azotaron Al Ándalus desde el 740. Su origen omeya le granjeó el apoyo de beréberes y algunos sectores árabes lo que le permitió, tras vencer resistencias, proclamarse Emir y no reconocer al califa de Bagdad. La organización de este emirato se basó en una centralización de las oficinas estatales y el enfrentamiento con los diversos grupos, los tribales, cuyas estructuras se ven amenazadas, y más tarde con los nuevos señores feudales (los mawlas), generando una tensión constante. Frente a estas revueltas y al centrar su atención en la consolidación de emirato, los primeros emires cederán parte del territorio en la zona norte a los nuevos reinos cristianos que empujarán las fronteras al Duero gracias al reino astur-leonés y en la zona catalana gracias a la intervención de Carlomagno, que creará la Marca Hispánica.
* 2º El califato: El emirato termina con una profunda crisis desatada a la muerte de Abd al Raman II. En las zonas más periféricas del emirato, donde gobiernan muladíes (los mawlas), se producen revueltas de tipo feudal. Los muladíes como los Banu Qasi en la zona del Ebro se levantarán frente a la autoridad del Emir. Otros ejemplos de revueltas muladíes (no siempre cristianos, algunos de origen bereber o árabe) se dan en Toledo, en Badajoz y Mérida. El ultimo Emir, Abd al Raman III tardará 17 años en someter las revueltas más próximas a Córdoba; no obstante, una vez aplacadas y siguiendo el ejemplo de los fatimíes en Túnez y Egipto (ante los problemas que esto pudiese deparar en un futuro), se declarará Califa independiente, monopolizando todo el poder político y religioso. A partir del momento en que se nombra Califa, la política en Al-Ándalus cambia, se vuelve a potenciar el centralismo, se recupera el apoyo de los elementos islámicos y se acometen exitosas campañas en Badajoz (930), Toledo (932) y Zaragoza (933-937), con lo que se frenará el avance de los reyes cristianos Ordoño, Alfonso III y Sancho Garcés, estableciéndose la frontera en el Duero. * 3º La decadencia del Califato y la época de los visires: Almanzor Tras los reinados de Abd al Raman III y Al Hakan II ascendió Hisam II, un califa débil bajo cuyo reinado su visir, Almanzor, adquirió prestigio y mucho poder acaparando también el poder del hayib (chambelán de palacio). Durante los últimos años del s. X Almanzor, apoyándose en el ejército, en esclavos a los que ascendió en la administración pública y en su prestigio militar (campañas en Barcelona y Santiago) usurpó prerrogativas del califa, quien quedó aislado y desprestigiado.
A la muerte de Almanzor en 1002, el poder que este detentara pasó a sus hijos, el último, conocido como Sanchuelo, llegó a conseguir del califa su designación como heredero al califato, lo que provocó en 1009 una revuelta que terminó con la división del califato en múltiples reinos menores.
Los reinos de Taifa y los nuevos invasores: almorávides y almohades. a) Taifas: El s. XI comenzará pues con el descontento de los gobernadores locales y árabes que han visto disminuido su poder a favor de esclavos (eslavos) y nuevos beréberes. En el periodo que va desde el 1009 al 1031, en que definitivamente se abolió el califato, puesto que hubo trece proclamaciones de califas (seis de ascendencia Omeya, otros magrebíes) y poco a poco las principales coras y marcas (delimitaciones provinciales) fueron independizándose del poder central y desarrollando una política propia de expansión frente a territorios más pequeños y débiles. Así Sevilla, Zaragoza, Valencia crecen en poco tiempo ampliando sus territorios sobre las ciudades musulmanas menores que la rodean. Destacan junto a Zaragoza las taifas fronterizas de Badajoz y de Toledo y algunas cuyos gobernadores fueron eslavos y que se mantuvieron hasta el s XII como la de Baleares. No obstante las taifas fueron desapareciendo a lo largo del siglo XI, primero al ser conquistadas por otras taifas, Sevilla asimiló a doce taifas menores; otras veces al ser tomadas por reinos cristianos, como sucedió en 1085 con Toledo, y finalmente al llegar a finales de siglo un nuevo grupo norteafricano, los almorávides, que llamados por los musulmanes de la península, impusieron cierto orden desde el 1090 al 1145. b) Los almorávides y las 2ªs Taifas
Los almorávides era un grupo fundamentalista seguidor de las doctrinas de Ibn Yasin, basadas en una interpretación rigorista del malikismo (escuela jurista de corte sunni desarrollada por Malik ibn Anas. Tuvo especial implantación en Al Andalus y en el norte de África).
Los seguidores de Ibn
Yasin, dispuestos a la guerra santa se expandieron por el norte de África. Los problemas en la Península, tanto por la guerra entre diferentes taifas como por el avance de Alfonso VI de Castilla y otras derrotas en el Levante hicieron que los alfaquíes (estudiantes de las escuelas de jurisprudencia) pidieran la venida de este grupo que, desde su victoria en el 1085 sobre los castellanos, consiguieron frenar el empuje cristiano y pese algunos reveses como los sufridos en Valencia en el 1094, consiguieron el acceso a la zona de Aragón. El imperio almorávide entró pronto en crisis, el empuje de los reinos cristianos continuó y campañas como las de Alfonso I el Batallador, en Zaragoza o su campaña en el 1125 durante la que recorrió Al Ándalus con sus tropas, minaron el prestigio de los emires almorávides, quienes no podían traer refuerzos desde Marruecos ni confiaban en armar un ejército en Al Ándalus. A esta difícil situación en la península se le añadió el hecho que en el mismo Magreb surgieran otros movimientos tribales contrarios al almorávide. Uno de ellos, el almohade, terminó por sucederle cuando las crisis internas atosigaban a los emires en todos sus frentes. c) Los almohades y Nazaríes En 1123 Ibn Tumart comenzó una campaña militar desde el sur del Zagreb contra los almorávides a los que acusaba de corruptos. Estas campañas continuaron hasta que ya en el 1161 controlaban Marrakech, Túnez y Trípoli y en la Península Algeciras, Tarifa, Sevilla Málaga, Granada y Jaén. Desde 1146 con Abd al Mumin comienza el Califato almohade en Al Andalus.
El auge de los almohades no duró mucho tiempo, puesto que la derrota de 1212 en la batalla de Las Navas de Tolosa dio comienzo a la decadencia Almohade que empieza a sufrir diferentes levantamientos como los del Baezano, la de Ibn Hud en Murcia y el ascenso del reino de Muhamand al Nasr, que fundó el reino nazarí de Granada. Un reino que se mantuvo independiente hasta su eliminación en 1492, mientras que los reinos cristianos fueron avanzando en su reconquista venciendo al resto de taifas pese a la ayudas de África como la de los benimerines (tribu bereber que durante el s XIII y XIV envió tropas y controló plazas como Gibraltar).
La administración de Al Andalus La administración y las instituciones que se implantaron con la invasión musulmana variaron poco durante los ocho siglos que se estos se mantuvieron. La razón de que se diera este fenómeno fue el estar fundamentadas por la ley islámica. No obstante, sí podemos encontrar ciertos cambios debido al tipo de control que se ejerció. La organización básica dada a la llegada musulmana fue la del modelo paradigmático dado por la ley islámica: la máxima autoridad religiosa y política era el Califa, quien gobierna el califato dividido en provincias o emiratos a cargo de los emires. Estos emiratos podían estar divididos en provincias menores que quedan al cargo de los valies y en ellas encontramos ciudades, castillos y otros núcleos de población, organizados desde la capital del emirato desde donde se envían a los gobernadores locales. El
triunfo
del
Califato
de
Córdoba
reconfiguró
las
estructuras
desapareciendo la figura política y territorial del emir y el emirato, aunque cobró relevancia la cora, una provincia compuesta por ciudad, territorios agrícolas y elementos defensivos como los castillos y otras fortalezas. La extensión de las coras era variable y estas, debido a la seguridad se organizaron el marcas (superior, media e inferior).
Las cortes de los califas estaban compuestas por distintos cargos encabezado por el chambelán (hayib) y los visires; además de múltiples secretarios y cargos nombrados por el califa y los visires, donde se encuadraban las élites árabes y sirias (aunque con el tiempo se fueron introduciendo los muladíes, más tardes denominados andalusies). Dentro de la administración, la justicia era impartida por los cadíes y sus delegados hakíes y el tesoro era gestionado por el diwan. La administración territorial tenía como objetivos la recaudación de los diferentes tributos, el diezmo a los musulmanes y los tributos (yizya/capitatio) a los mozárabes y judíos. A la caída del califato los taifas copiaron los esquemas reduciéndolos a una escala territorial. Estos gobernadores de las taifas, que englobaban una o varias coras, crearon cortes con cargos ostentosos multiplicando el número de visires y secretarios. Con los almorávides y almohades cobran importancia los alfaquíes, o doctores en la ley, especialmente los alfaquíes andalusíes expertos en el malikismo desarrollado en las escuelas de derecho de Córdoba.
La economía de Al Andalus La llegada de un nuevo sistema de orden social y político provocó un cambio económico. Bien es cierto que la preeminencia de la agricultura y la ganadería no variará, sin embargo la nueva situación provocará el fin del proceso de crisis del mundo urbano que irá recuperando fuerza gracias en gran medida al fomento del comercio, de la nueva administración local y de los sectores artesanales. El mundo agrario. La producción agrícola aumentó en parte gracias a: - Nuevos sistemas de explotación donde se dieron varios fenómenos:
o La creación de núcleos agrarios de pequeños propietarios en torno al mundo urbano con el fin de su abastecimiento. o La creación de núcleos rurales como las alquerías donde se mezclaban el latifundio con diferentes tipos de arrendamientos y sistemas de jornaleros junto con nuevos propietarios. - Nuevos cultivos: arroz, caña de azúcar, cítricos y hortalizas. - Plantas de textil: cáñamo, algodón y lino. - Introducción de nuevas técnicas de regadío y conducción de aguas. Los cambios que sufrió el sistema vino a reflejarse en el aumento de fenómenos locales potenciados cuando desaparece el califato por los nuevos señores de los taifas; un ejemplo es el aumento del latifundio en el Levante o el aumento de tasas de manera generalizadas para mantener los ejércitos de estas taifas. La ganadería: En la ganadería se mantiene la cría de ganado menor centrándose en la producción textil y peletera. El renacimiento artesanal y comercial El aumento del mundo urbano estuvo acompañado de un aumento del artesanado en trabajos del cuero, del trabajo del yeso, la cantería, y otras actividades relacionadas con una actividad económica ligada a las nuevas construcciones y obras de arquitectura. Además, la explotación de productos concretos relacionados con el comercio como textiles, hortalizas, vides, olivos, frutales, incluso plantas medicinales unido al uso de una moneda revitalizada en su circulación demuestran la reactivación de un comercio tal y como describen las fuentes, amén de otros mercados como el fuerte tráfico de esclavos que surge en este momento.
El comercio estará relacionado con la política de expansión y retraimiento que sufrirán los distintos sistemas políticos de Al Andalus, no obstante estos cambios no provocarán que el sector recaiga a los niveles anteriores a la llegada del mundo musulmán pero durante las taifas se observará como las taifas menos importantes dejarán de emitir moneda y se verán ahogadas por las parias (pagos de tributos) pagadas a cristianos y ejércitos venidos del Magreb. No obstante se mantendrán los flujos comerciales y se reforzarán las rutas africanas bajo los gobiernos almorávides y almohades.
La sociedad de Al Andalus. La llegada de nuevos elementos de población a la península con una nueva religión provocó un cambio en la pirámide social. La religión diferenciaba a los conquistadores de los conquistados y la procedencia de los contingentes invasores diferenciaba a éstos entre árabes, sirios y beréberes. La relativa tolerancia del Islam con las religiones llamadas religiones del libro, cristianos y judíos, facilitó en gran medida el cambio de unas estructuras sociales a otras. En principio, la base de población hispana podía mantener su religión a cambio de pesar sobre ellas una serie de impuestos, diferentes y más duros que los que soportaba la población musulmana; no obstante, esto último, sumado a la imposibilidad de ascender en la administración pública y la imposibilidad de beneficiarse de los repartos de tierras conquistadas a aquellos que se convertían, provocó un proceso fuerte de reconversión, la aparición de los muladíes, o cristianos conversos al Islam. Estos muladíes se dieron en todas las escalas sociales, pero en especial en la élite hispano goda que mantuvo su situación de poder pasando a ser gobernadores muladíes refrendados por los emires y posteriormente los califas. Un grupo particular por el trato que recibió fue el judío que pasó a ser protegido
(dimmi)
por
las
autoridades
debido
desempeñaban colaborando con los nuevos señores.
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funciones
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En lo referente a la sociedad se podría hablar a nivel general de una clase baja, la amma, y la élite o jassa. Dentro de la élite debemos destacar el papel preponderante del elemento árabe y sirio, imagen de la cultura y la aristocracia, mientras que los beréberes son relegados a cargos secundarios y a gobiernos de zonas periféricas, lo que provocó múltiples revueltas desde el primer momento hasta la caída del Califato. Las clases más bajas las componen los muladíes, mozárabes (cristianos en territorio musulmán) y los judíos, fuera de la administración pública, y dedicados a los distintos sectores de la economía. Un último escalafón lo presentarían los esclavos, que aumentan en número por la afluencia del mercado norteafricano y centroeuropeo, unos esclavos que en ciertos momentos cobraran cierta relevancia en los ejércitos y que terminarán por desestabilizar el sistema califal junto con elementos beréberes. Por último debemos decir que este panorama sufrió cambios, según evolucionó la realidad que rodeaba a los habitantes de la península. El paso del tiempo promovió la arabización, en especial en época califal, y poco a poco se consolidó el elemento andalusí. El elemento mozárabe basculó según fue avanzando la reconquista huyendo de la presión a la que les sometían los musulmanes y aún más los muladíes, quienes buscaban recuperar su poder y desarrollar un feudalismo fuerte en la base de su población.
La cultura de Al Andalus Vino marcada por una arabización profunda donde el árabe clásico era el idioma de los sabios que surgían de un nuevo y floreciente mundo urbano al amparo de las élites orientales. La principal sede cultural con diferencia fue Córdoba, la metrópolis cultural que se benefició de las riquezas de los califas, de la existencia de una de las más famosas escuelas de jurisprudencia, la maliki, y centro de las principales obras arquitectónicas.
Esta cultura se centraba en los elementos religiosos y jurídicos aunque permitió el desarrollo de otros caldos de cultivos como la poesía, las ciencias etc. Surgen personajes como Averroes, estudioso de las escuelas jurídicas y Cadi de Sevilla bajo los almorávides que comentó las obras de Aristóteles; el geógrafo Abu Abd Allah Muhammad al-Idrisi, o el filósofo hebreo Moshé ben Maimón, Maimónides, también de influencias aristotélicas. Además la existencia de otros elementos culturales ajenos al mundo islámico como el mozárabe y el judío enriquecieron la vida cultural y las corrientes artísticas de Al Andalus.