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o d o l f o
A. Ra
f f in o
INKA
ARQUEOLOGÍA, HISTORIA Y URBANISMO DEL ALTIPLANO ANDINO PARTICIPAN: Axel E . N iel ielsen sen R i c a r d o J . A lv l v is is Jorge R. Palma A d r i á n I ñ í g u e z R o d r íg íg u e z M a r c e lo lo M a n a s se se r o C e l in in a M . M a d e r o A n a h í Iá Iá c o n a
Diseño de Tapa: D a n i e l V il
l al ba
© Ediciones C orregidor, 19 1993 93 Rodríguez Peña 45 2 (1020) Bs. As. I.S.B.N. I.S.B.N.:: 9 50-05-0745 -5 Hecho el depósito de ley ley
NÓ N Ó M I N A D E P A R T ICIP IC IPA A N T E S r. Rodolfo Raffíno
Departamento de d e Arqueologí Arqueologíaa del Museo Museo de La Plata. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). (CONICET).
Dr. Axe Axe l E. Ni Niee lse n
Dep Dep ar ta men men t of A nthropology. U niversity of Arizona. Arizona. Tucson,U.S.A. Tucson,U.S.A .
Arq. Ricardo Al Alvis
Departamento de Arqueología del Museo de La Plata. CONICET.
D r. r. J or o r g e P a lm a
F a c u lta d de d e F il o s o f í a y L e tr a s , U niv er s id ad Nacional de Buenos Aires. Museo Luis Perlotti, Buenos Aires. Aires.
Dr. Adrián M. Iñíguez Rodríguez Centro de Investigaciones Geológicas. CONICET CON ICET.. Universidad Nacional Nacional de La Plata. Plata. D r. M arce ar ce lo M an asse as sero ro
Centro de Inves Investi tigac gacion iones es Geol Geológi ógicas cas.. CONI CONI-CET. Universidad Nacional de La Plata.
Lic. Celina Madero
Instituto de Ciencias Antropológicas. Univer sidad Nacional de Buenos Aires. CONICET.
Lic. Lic. Anahí I ácona ác ona
Departa mento de Ar Arqueología del M useo de La Plata. CONICET.
Í NDICE Prólogo Pró logo del director de la obra obra
13 Capítulo I
El U niv niverso erso H um ahua ah uaca ca y los los Andes del Kollas Kollasuyu, uyu, p o r R o d o l f o R a f f i n o y A x e l N i e l s e n .. . . .. .. . . .. . .... .. ....................................................
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Lo L o s ec ecos osist istem emas as andinos. El E l altiplano de Bolivia y el e l Noroeste Noroeste argentino. La Quebrada de Humahuaca, rasgos geográficos y ecológicos: la Yunga, la Q,eshwa. La quebrada troncal y sus tributarias, paisaje, flora, fauna. Situación estratégica en tiempos del Tawantinsuyu y duiante la invasión europea. Bibliogiafíá.
Capítulo II L as “ciudad “ciu dad es” In ka en Argentina: arque arqueol olog ogía ía de de la la Hnerta de de Humahuaca, Parte primera: primera: El sistema siste ma de poblamiento prehi prehispáni spánico. co. po p o r Rod R oddd lfo lf o Raf R affin finoo y Rica R icardd rdd Alvi Al vis.. s......... ............. ............ ......... ....... ....... ....... ........ ....... ... 37 E l u so del espacio a intramuros y la estrategia de muestreo arqueológico. Da t os os estadísticos del área de instalación. Clasificación morfofuncional d e la arquitectura por unidades de superficie. Arquitectura y Urbanismo de La Huerta. El Área Norte. Los basurales y el proceso de formación del sitio. Los edific ed ificios ios Inka. Tumbas Tum bas o almacenes estata estatales les.. El camino camino Inka Inka a intramuros. Bibliografía. Parte segunda: nda: La L a fune fu nebria bria de La H uerta de Humahuaca. Humahuaca.
E rgstro furro, uccó, csfccó, cusó y cotdo. Mustro y strtfccó stdístc. tos hpótss sor coduct furr Hurt. Parte tercera: L o s artefactos. Rodolfo Raffino y Jorge Palma ...................................................................................... La alfarería, los artefactos de madera, la textilería, armas, lapidaria y la metalurgia. Los metales, maderas, piedras semipreciosas y ecofactos en los adornos corporales. Utensilios de uso ordinario. Los instrumentos musicales. Distribución espacial de los artefactos, estilos y diversificación étnica de la población. Estilo Inka Provincial, Chicha, Famabalasto. Hispánico Humahuaca y Poma. Los artefactos de madera y metal como indicadores de actividad y prestigio social, “cumbiscamayos y sutee“ en los edificios Inka. Relaciones estadísticas de los estilos cerámicos. Bibliografía
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Parte cuarta: P etro grafía y difrac tom etría de la cerámica Ink a del K ollasuyu. Rodolfo Raffino, Adrián Iñíguez y Marcelo M anassero............................................... . .... 131 Una batería de hipótesis a contrastar por exámenes petrográficos comparados. Técnicas analíticas. Análisis difractométrico, metodología. Análisis cualitativo y semicuantitativo, resultados. A nálisis petrográficos. Bibliografía ................
Capí t ulo III Explotación faunística, tafonom ía y economía en Hum ahuaca antes y después de los Yup anki, p o r C elina Mader o ..... .......... El análisis faunístico de La Huerta y Papachacra de Humahuaca. Metodología. Unidades de análisis. Composición de la muestra analítica. Tafonomía. Análisis económico. Estudio de las partes esqueletarias. Composición del rebaño. Conclusiones. Bibliografía.
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Capítulo IV El dom inio I n k a en el Altiplano de Bolivia, por Rodolfo R a ffino ............................................... .......................... . 169
Ptí, Orur y Chuquiaca. Tupiza y Ta: os ports dd Nrt rgt. Tupiza, domo Inka y trd d go d Amgro. E d Supch trs sgos ts d rvoucó d myo. e Tupiza al Norte, del Lago Aullagas o Poopó al Sur. El Salar de Uyuni y Aullagas. La alfarería de los sitios Inka altiplánicos. Bibliogiafía. Ca pítul o V Al Este del paraíso, por Rodolf o Raffino.............................._
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Desde Humahuaca al Gran Chaco Gualamba. Tres regiones bajo el dominio Inka. Santa Victoria Oeste, Iruya y Vallegrande. Guarniciones fronterizas, santuarios de altura, tambos y caminos. Los primeros datos arqueológicos de un mundo casi desconocido. Bibliografía. Ca pí tu lo VI De Titicaca a Omaguaca durante el siglo XVI. por Anahí Iácona y Rodolfo Raffino .....................................
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Introducción. El mundo “Omaguaca”, situación y diversidad étnica. ¿Quipildora, señor de señores? Sobre territorios y fronteras. La “provincia” Inka de Omaguaca, definición y lim ites. América para los americanos. La frontera oriental de Omaguaca. El interrogante Churumata, los Ocloyas. Llegan los colonos. Las etnias de la Quebrada de Humahuaca: Omaguacas, Chichas potosinos y Atacamas, viejas hipótesis a contrastar. Omaguacas y Atacamas, nuevas hipótesis. En tomo a la estructura social de los Omaguacas. El Kollasuyu al Norte de Humahuaca a mediados del S. XVI Los Charcas, Caracara, Chichas, Chuyes, Carangas, Quillacas, Asanaques y Sotas. Los Yupanki y los cambios tenitoriales. Apéndice: aproximaciones a la filiación lingüística de la toponimia de Humahuaca. Ca pí tu l o VII Sobre conquistadores y conquistados , por Rodoff o Raffino ............ 299 Humahuaca a fines del siglo XV. El mundo oriental. El
atpo fs d sgo X. omo trrtor, movdd étc, frcuc stístc, rqutctóc y pmto uro. coduct d sstm Inka. L puos tpácos jo su domo. Hurt d Humhuc, Om Prc d Augs y Chuquiag d Supch, uvs vdcs sor s “cudds Inka”. Bibogrfí.
Próogo d drctor d or E vro d 1918 Svdor dtt, por tocs fmt drctor d Muso Etográfco d ciudd d Buos Airs, c XIV Expdcó Arquoógc d Fcutd d Fosofí y trs por trrs d Humhuc. Sus propóstos r rzr xcavacins vros st os, tr os qu s cot “una antigua población, sin nombre conocido”, stud 6 kómtros ort d Hucr. Para stos trjos cot co umrosos pos y prtmt co uos rcursos fcros, uqu prt d os msm o s y hí s ido cosumdos xcavacins prctcds Camp Mrad y Perchel. Esa antigua población, ignorada hasta entonces en la literatura arqueológica, se levantaba al naciente d e la histórica Huacalera de Juan Lavalle. Casi a tiro de fusil de donde, en febrero de 1815, Rondeau y Güemes instalaron su cuartel general en vísperas de la tercera campaña rioplatense al Alto Perú. Recibirá su bautismo por simple extensión del nombre de la quebrada donde se alojaba: La Huerta. Los escritos de s u puño y letra nos muestran un Debenedetti contradictorio. Entusiasmado por la fertilidad cultural de Campo Morado y La Huerta, pero a la vez deprimido ante las contingencias de un clima duro y d e las “alimañas“ que lo azotaban:" .... La vida en el rancho se está volviendo un p o co dura, especialmente durante l a noche... Si pudiera uno volverse miriápodo! C on todo no s ucedería lo que con mis penas. Estas, ay, n o tienen término ...; esto escribió don Salvador en su diario de viaje el atardecer de l 28 de enero de 1918. Ese mismo año publicará un informe preliminar donde puntualiza el pre t e ndid o carácter metódico de sus trabajos. Sin embargo, las cicatrices dejadas en el suelo de La Huerta hacen inocultable que sus jornaleros excavaron a “pala limpia“ en los ángulos de las habitaciones en busca de las codiciadas tumbas. Una vez más su circunstancial jefe había ignorado la
in g ur éxit cost pru. Bjo sts crcustcs dtt xpor “67 yc imientos“ Hurt y vt 692 rtfctos y 69 squtos humos. R z dmás u croqus mo zd d dos sctors muy rducdos d s rus. A xcpcó d s cóco form, os rsutdos d sus vstgcos uc srá pucdos y s tgu pocó s omr qud sumr g d ovdo pr rquoogí ctífc, o sí pr os dscoocdos d smpr, qu profrá u y otr vz sus povorts trñs, squdo sus tums y rutzdo sus pdrs ors m odrs. Etr qu jo vro d 1918. y ustros trjos cdos 1983, s trpo os ttos d Cir Ré fó> u tss doctor cocd y dtd mddos d décd d 1950. Abrbid pr os fs trhjos d rsturcó d Pucará d Ticr, fó ps cotó co trstoros prmsos d su jf , Edurdo Caanva. ant o cu rz u tr qu jos s t u vo d “completar las observacione5 “ iniciadas por Ddtt. U tu dscrpcó d sto , co spc trés por fur, u ortodoxa anaítc d os rtfctos y cocusos dod, tr otros putos, s sst qu o hy rstos qu pru fuc Inka, n s xprsos sorsts d su dscurso. Juto u dc d stcos prhspács d uvrso Humhuc. Hurt fu otr d s víctms d u xtraña incmprsó. N mt ft d u strtg rquoógc dcud, so tmé sduccó d fso prdgm d qu Tawantiuyu n ñoró sus coomos, rrstró dtt y fó. Amb rptro rror comtdo por ustrs tcsors, como Pdro ozo y Ju B. Ambrtt. Paradigma caprichamt prsstt, qu o cjrí cpturr cfcdos vstgdors sucs i vos. *
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E 31 d myo d 1543 tocs Capitán Gr y Gordor d eso que lla man os R os d N uv Cati y N uvo T l do. Pirú...“.. ccdo Chritba c d Catr, dsd msmísmo u z c o scr S.M. o Car l V d Espñ o s g u i t e: “ . . . l a cau sa principal porq ue rec iben los indio s daño , mueríes y disminución en el car g a r los es por no est a r lo s Tambos antiguos
L “timpos d Wy“ ñordos por cptá spño corrspod útmo trco d s i go X y prmr curto d X Uos 60 ños durt os cus mdo Kosuyu stvo domdo por os Yupk cuzquños. U Kosuyu qu rcó os ctus rrtoros d Arg£ntina, mitad br d Chi l y s trrs ds d Bov. Allí, tr 1470 y 1535. Pachakuti, Thupa Inka y uddo Wy, os trs morcs más dstcdos d s tmpo, djro u mprot rquoógc qu hmos dcddo xaminar. Pr imilar s trucos s d c d Catr tranita 23 añ dspués otro fucoro d Crna, Juan d Mtzo, mgstrdo d Audic d Charca (actual Sr, Chuquiaca) qui, 2 d o d 1566 form: ." n te ng qu djar d avisar a V.E..__ que desde esta ciudad a a de Santiago d Estero hay pueblos de indios chichas y de otras nac iones, y tamberías d Ing , de que no se ha hecho mención, todas co n agua, y rba y leña, y casas y pareddnes descubiertos; porque todas las jornadas d Inga son de tres leguas, y las que más d cuatro; y los tambos que no se ha dicho que hay indios, apaciguada a tierra, podrían salir los indios comarcanos servir, como s hace P rú y o hacían ellos mismos n tiempos del Inga, porquestán sus pueblos cercanos del camino, á dos, y á tres, y á seis leguas que más lejos...” Ju nt o a ss xprsos d dsos d mos fucoros, mpñds gzr drj d s rquzs d Ptí hacia Sv, prc ctrs d rfrcs sor pocos dígs, topómos, tmrís r ls d l Inka y un innúmro d poscos gográfcs d vor ccu. rddros zros ustros trjs d cotrstcó o vrfccó rquoógc por tpo do. * *
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o qu s gu sts págs t dstos cocrto: s jc co u prs tcó gográfc y coógc d uvrso do. Prigu co u áss d ptró d pomto, rtfctos y cofctos rcuprdos Hurt d Humhuc y fz co u vsó explicativa de las caracteris-
La infrmación qu mjrmos srá fudmtmt rquoógc —uqu procurrmos dhrr futs documts portds por güístc y tohstor— o pocs d s furo otds propo trro por ustros tcsors o por osotros. E rgstro rquoógco tom do Hurt dmdó cco msos trro. prmr tuvo ugr mrzo d 1983 y sgfcó rdscurmto d stcó, u s m p mustro zr trsct d os frgmtos crámcos d suprfc y u rcoocmto d su rqutctur. Ests táctcs pr m tro osrvr qu n stc i ó posí dos vtos d ocupcó prcps. Uo sgurmt oc o Humhuc y otro d fctur Inka y limitada al Capañan am in r y u grupo d dfcos ub cdos u sctor dfdo su prt ctr. Natura lm t durt s fs xp lratr ia n abíam i amb vtos r cotáos o s ocupcó Humhuc híá sdo prv trd d os Yupk. E trés qu dsprtó sto os vó os dpóstos y rchvos d Muso Etográfco, ugr dod s h prt d rgstro rquoógco ob tdo por dtt 1918 y qu prmcí i édto. E hzgo d dro d vj d su xpd ic i ó y d u ctr d rtfctos fu dtrmt pr os psos sguts . Aí fu qu dcdmos vstgr uso d spco , turz y s trtvs d ocupcó Inka dtro d u gr stcó d Humhuc, u sto cs ovddo p or rquoogí ctífc. S mrgo, st d c só stuvo u pr d ños dmord. Ants díámos cumpr co u sr d msos rquoógcs tpo d Ptí, Chuquiaca y Orur. Pactada para bucar l hitóric tamb d Inga mcodos s crócs d c d Catr y Matizo y ptrocds por u Grt d Natinal G ogrphc Socty d Wshgto. A sts sgurá trs vjs más, st vz co dsto trro studo ort d Hum huc: Iruya, Santa Victria Ost y grd. N btant compromso, tm d uo u otro modo r msmo: el Tawantinsuyu. L rsutdos d ss m sos trro so ofrcdos o rgo d st or. sgud cmpñ hc s rus d Hurt s produjo gosto d 1985. Estuvo drgd hc dos ojtvos scs. E prmro cofccor pmtrí tot d s rus, os prfs y vros pos dtdos d sctors spcs. E rqutcto Ricard A lv i y Ax Nis furo os crgdos d ss trs. Mtrs tto, otro grupo
ción fu rvdo como mucho más grd d o stmdo fs xp lratria, ant o cu dcdmos rgrsr ortoro pr vur os rsutdos prcs ogrdos y pr u strtg más fd. Mtrs A lv i prcs dcs d hojs co pos prcs d s rus —tr qu vó compor u ár trmuros ocupd por más d 250 rctos, pro qu ps sgfc mtd d extensión total del sitio— , Jorge Palma, Daniel Olivera, Adriana Callegari y quien esto escribe se dedicaron a las tipologías de artefactos tomados de los muéstreos superficiales y por excavación. Estos trabajos fueron coordi nados con una muestra de alrededor de 25.000 fragmentos de cerámica provenientes de sitios Inka reconocidos en el extremo boreal de Argentina y altiplano Centro-Sur de Bolivia. A ellos se sumarían, posteriormente, los alumnos de la carrera de antropología de la Universidad Nacional de La Plata, Victoria García Montes y Alberto Manso. En vista de que aún faltaba realizar la mitad del plano y que, sin dudas, en nuestra excavación exploratoria no habíamos llegado a la base del basural, la decisión fue que ios próximos pasos en el terreno serían: 1 concluir la planimetría del sitio, 2 realizar muéstreos dirigidos sobre el interior y exterior de recintos seleccionados por sus rasgos arquitectónicos de superficie, 3 fecha por C 14 las capas artificiales N° III, VI y IX del basural antes de proseguir con su excavación. Los fechados fueron procesados con antelación a la tercera campaña, con lo cual teníamos una idea muy precisa del comportamiento temporal del depósito y de la variación frecuencial que ofrecían los tipos cerámicos y dem ás artefactos obtenidos. Durante la tercera misión al terreno (mayo de 1986) ampliamos y profun dizam os la excavación de P.S.I., concluimos los relevamientos planimétricos y ex cavam os los recintos N° 190,359 y 360. A la par de estos trabajos reali zam os prueba s d e la profundidad del sedimento cultural, por medio de una transecta N-S y con pequeños sondeos en el interior y exterior de los recintos, con el fin de registrar las posibles diferencias de espesor —vestigios de la ocupación hum ana— a lo largo del área intramuros. Durante esa campaña, la más larga de las cinco emprendidas en La Huerta, tuvimos la fortuna de reubicar 26 de las 67 tumbas excavadas por Salv ad or D ebenedetti en 1918. Con ello estábamos en magníficas perspec
A st tur d procso, formcó otd r frcmt pródg, por o qu prudc dc rgrsr uvmt or toro pr xaminarla y la ificar la . Una part d rgstro rcogdo dm d áss spcífcos, co o cu covocmos Mro A. Iñíguz Rdríguz y Mrco Mssro pr rzcó d dfrccó por Ray X y crts dgdos crámc. Pr razns smrs, pro st cso sor os cofctos rcogdos sur, s uro sporádcmt qupo Hugo Ycocco y C Mdro. Amba intrvcos rsutro xtrmo voss y h grdo u pr d cpítuos spcs d st or. s dos útms cmpñs trro d Humhuc s rzro dcmr d 1989 y myo d 1990. Furo progrmdos s os sguts trjos: 1 rcogr mustrs d sdmtos pr futuros áss poícos; 2 rzr uvos muéstros suprfc d rtfctos sor dfcos cudos strto N º 1 ( l d myors dmsos) pr cotrstr hpótss prtr d formcó otd s msos trors sor sus trtvs fucos; 3 profudzr s osrvcos sor rqutctur d suprfc os sctors más prturdos o d más j vsdd. Est trjo s dcdó pr ttr mr os fctors d rror strtg osrvco dsrrod s trs prmrs cmpñs. Espcmt rcoocmto d prts rqutctócs spcífcs, como vos, jms, tqus trors, tchumrs tums, czds scudrs, tc.; 4 mustrr suprfc os sctors N9 341, 356, 390 y 541/546 para cntratar hipótss prtr d formcó otd trors trjos. Esto os prmtrí dscrr sor u uso dfrc d spco trmuros por ts hcdors d stos crámcos spcífcos, co os d grupo Chicha d Ptí, Inka Prvincia l y Famabala t Ngro sor Rj. Para stos tmpos uo d os mmros d qupo, Ax Nis, dsrro tss vstgcos rgó ort d Humhuc, s cus dro s documt d su Tss octor, prod co hoors Uvrsdd Nacina l d Córdba (1989). A la par pr guí os studos ddcdos rsctr formcó hstórc sor cotctos trétcos, domo Inka y c l ización urop tpo
p lóg ic rgos tr os sgos X XII. Eta tar stuvo compr td co c. Anahí Iácna y ha dmddo u xtso cpítuo. Cm impr, dsmos tstmor ustr grttud s sttu cos y prsos qu h hcho pos st or: A la NATIONAL GEOGRAPHIC SOCIETY d Wshgto y CONSEJO NACIONAL DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Y TECNICAS d Argt, por sus poyos fcros pr s vstg cos trro. A A lb rto Rx Gnzá lz, drctor d Muso Etográfco d Uvrsdd Nacina l d Buos Airs, por prmtmos studr s coc cos y rts d cmpo d Svdor dtt. A Btty J. Mggrs d Smthso Intitutin. pr u apy matrs y fctvos. A l labratr i LATYR INGEIS d Muso d Plata y CONIC ET, rspctvmt, por os procsmtos y áss d s mustrs rdocrócs qu s ofrc. A l autrs qu frm st voum, qus d u u otr form dsvro prt d su tmpo y tto pr compñrm proycto. A Hug Yacbacci, Car l Achro, Adriana Cagr y Ovr, por su coorcó os trjos d mustro d rtfctos Hurt. Espcmt os dos prmros, qus por yudmos do ro trstormt “cus prcrámc”. A l a lmn d Carrr d Antrplgía d Uvrsdd Nacina l d P lata, V ictria García Mts, Mrí Mrt Toddere y Alberto Manso, quienes participaron en las últimas fases de composición de esta obra. A Rodolfo Merlino y Diana Rolandi, con quienes redescubrí La Huerta de Humahuaca una mañana de Otoño de 1983. R. A.R. Museo de La Plata Primavera de 1992
Capítul I
E l U n ivrso H um huc y os Ands d Kosuyu R o d o l f o A . R a f f i n o - A x e l E . N i e l s e n
s rus d Hurt s vt rñó d gdr Qurd d Humhuc, u sgur v msotérmco d rcorrdo ogtud mrcdo tr Puna jujñ y os osqus qu rod Grd d ctu S Svdor d Jujuy. Está cvds dtro d u psj d sgur rquz gográfc, hstórc y tropoógc. Juto sccó mrdo d tpo d Ptí y N.O. rgto, Humhuc formó prt d tguo Tucumán d coo. sd mddos d s. X I rcó profuds trsfgurcos por or d corrt coozdor provt d Prú y, poco ts d sos tmpos, form ó prt d Kosuyu d os Inka dl Cc. Intgrdo u sccó d os Ands Sudmrcos, st prt d tguo uvrso Inka frc sgurs vrtés psjístcs qu mrt su dscrpcó y csfccó. Cn stos propóstos putuzrmos prmr térmo os ugrs qu ocup dtro d csfccó d coss tms, dsrrod os útmos ños pr áss d coogí cutur d Ar Andina Ctr (Pu lgar Vida l, 1948), n s modfc cos rsutts d su pccó sctor mrdo d dch ár (R .A. Raffin; 1975. R. Mro y M. Raby; 1981). Est s ts d otrs rcos, qu dscrrá s crctrís tcs coógcs d Qurd d Humhuc y s d otros vs
1. L cosstms dos U crctrístc sorst d gogrfí d s xtrmd dvrsdd mdomt qu prst dtro d árs rtvmt rstrgds. Est dvrsdd stá dtrmd fudmtmt por s vrcos ttud, por o qu s pud hr d u vrddr “gogrfí vrtc”. Cab dfrcr t structur, crto úmro d rgos coógcs o cosstms qu s dsrro dtro d dtrm ds frjs sc ttud. os puos dígs prcro st structur vrtc d su trr toro, y uscro dptrs trvés d dvrss rspusts cuturs (grcutur pdmot, pstoro, compmtcó, trcmo, coos dfrts psos, movdd grtor) qu s prmtro ccdr os rcursos d myor ctdd pos d cosstms. A psr d vts vrcos ss rspusts cuturs (táctcs dpttvs), d d compmtcó vrtc com o strtg d dptcó d s cuturs ds prsst prt hst ctudd. myor prt d suprfc d uvrso qu os ocup stá sor d por s mds trrs ts d Bov y xtrmo or rgto. mootoí d st psj s frcturd dscotumt por prsc d u puñdo d vs férts d mor ttud qu Puna y cn pdts hc cuc d Rí d P lata . Et b l ns férts pud sturs tmé vr ort d tpo; os más crctr zdos so os d Ta lina, Tupiza, Suipacha, San Juan May (Or), Iruya, Va llgrd, St ctor Ost, y por supusto Hum huc. os vs ttuds o psos dtrm st sccó d Kosuyu cco rgos coógcs dfrts: JAN C A , SUNI, PUNA, Q'ESHWA Y YUNGAS, términ qu rcro su utsmo p or or d güístc org y qu ú prsst topom d. .- La Janca: Está stud por cm d os 4.600 m., puddo czr turs próxima a l 6.000 m. Inc ly , com o o dc su om r (jc= co), s zos curts d ho y v d s cum rs m o t ñoss. E cm st cosstm s rguroso y xtrmo. s prcpt cos, form d ovz, v o grzd, cz uos 500 mm. us y s produc durt todo ño. E coscuc, hum dd s rtvmt vd y costt, formádos s hodods grds
qu proporco úc ñ xitt. dspodd d psturs durt todo ño prmt susstc d cmédos svjs (vcuñ y guco) y doméstcos (m y pc), cuy xp ltaión, junt cn la aa, n tituy práctcmt s úcs ctvdds coómcs qu dm t st cosstm. Otrs spcs comus so vzcch, zorro y gus vs cuátcs. .- La Puna: Est cosstm s uc tr os 3.800 y os 4.600 m. y por o tto comprd myor prt d tpo sudmrco qu c Pun, br os 16 grdos S. d Ecudor — N.O. d go Titicaca— y cu lm ina Catamarquñ v, sor pro 27. E su proogcó mrdo (Puna Argt) dqur myor htrog dd fsográfc, o qu gr crt dvrsdd mt dtro d msmo cosstm. s prcptcos so más scss qu j (mos d 150 mm. ño) y s coctr os mss d vro. os rroyos, formdos por gu qu s scurr dsd j, so por o comú d régm prmt. Prdom stp rustv s zos más js y stp hrác s más vds. Aparc u úc spc rór: la q ño. Juto os rroyos y ojos d gu crc dvrss grmís qu fvorc pstoro, sdo st cosstm j d gdríá d cmédos. A l animals mcodos pr j, s pud grgr “sur“, qu ht s pcs d st “pso" y d Su. c. - La Suni: Ocup s zos comprdds tr os 3.200 y os 3.600 m., rcdo s prts más js d Puna, cm la cucs d sdmtcó, dprsos tr cordos motñosos y qurds qu os trvs. También la prión upror d s qurds qu comuc co s trrs js. s prcptcos so scss y exclusivamente estivales (diciembre-marzo). Los cursos de agua que descienden por las quebradas desaparecen de la superficie por infiltración al desembocaren las planicies arenosas, alimentando en última instancia los salares y lagunas que ocupan las cuencas de sedimentación. En las planicies y cuencas salino-lacustres la comunidad biótica se compone fundamentalmente de gramíneas que sirven de sustento a los camélidos, además de diversos roedores y aves palmípedas. En las quebradas, más protegidas, se desarrolla la estepa arbustiva, con algunas cactáceas, montes de churqui y queñoa entre otras especies. Este ecosis tema admite el desarrollo de la agricultura, basada principalmente en los
Mapa I. Intalais Inka cn cmpnts Inka tpo d B ov y xtrm o or d Argt y Chil (os úmros dc qu s cu po R. Raffin 1981; 1986 y 1991) A — Siti d Bov: 278 Chagua; 279 Chipihuaic; 280 A la m d Tupiza; 281 Chuquiag; 282 Ramada; 285 Mchará, Paniri; 286 Charaja; 258 L aguna Ram adita; 287 Rí Má rquz; 288 Om Prc; 289 Jaruma; 290 Sraya; 291 Khapa Khr; 292 Qucs; 293 Srpt; 294 Mxuna. B — Extrmo o r d Argt: 1 Calahy; 3 Pos; 5 Qut, E Moro; 6 Caabind Chic; 7 Rincón Salina, La Cuvs IV; 8 Trara; 9 Cangrjos; 10 Purt Cangrjo, Fortu; 410 A lt Zapaga; 414 H madita; 415 Cctaca; 16 Punta Ciénaga; 17 Rdro; 18 s Zorrs (Morohus); 19 Pñs Bcs; 20 Ycort; 21 Hurt; 22 Ti lara, L Amarill ; 23 Ciénaga Grand; 24 Acay; 28 Scmpa; 29 Pu lar, L ó; 31 Jurquz; 35 uco; 117 Aracar, Agua Hdod; 138 Chiviln . C — Frntr ort d Humhuc: 425 E l Baritú; 14 Arcay d huy; 16 Crro Mordo; 419 Chaqus; 11 Papachacra; 421 Puto Ca lilgu; 424 Crro Brvo; 15 Zpr d Iruya; 13 Titicnt; 418 Purt Zt; 420 Crro Chaquilla ; 422 Crro Amarill; 423 E l Dran . D — Siti d Ch: 131 Chungara; 132 Rari/Pñ Bc; 134 A lt Ramír z; 140 Camarns, Hcd Camarns, Pachica, Quiguatama II, Tarugu ir, Spugro; 145 E Tj; 146 Casros (Tarapacá); 147 Pica, Kna Kna, Crro C lrad, Kat iuna (Inaca l iri i); 150
grands qurds qu, corrdo ogtudmt tr cordos mot ñosos, comuc tpo co s trrs js, sí como s qurds susdrs qu dsmoc s. tro d st sctor coógco s uc s udds osos d Ta lina, Tupiza, San Juan May, Suipacha, Iruya, Vallgrd y Humhuc. Pr r ámtos más protgdos, pos tmprturs mds suprors os cosstms d myor tur, dmás d u mor mptud térmc. s prcptcos so scss (mos d 200 mm. us). vgtcó prdomt s stp rustv xerófila, con ciertas especies arbóreas que permiten la recolección de frutos del algarrobo y chañar. El relieve es escarpado, sobre todo en la porción inferior, con suelos sujetos a una intensa erosión. Por consiguiente, fuera de los fondos de valle, la agricultura —actividad económica central de este ecosistemarequiere construcciones especiales de irrigación y para la protección y nivelación del terreno. El maíz fue a lo largo de los tiempos la especie cultivada de mayor importancia económica, a la que se agregan el zapallo, calabaza, maní, papa, algunas hortalizas y en menor medida, leguminosas (poroto, pallar). La fauna ofrece algunas aves y roedores aptos para la caza. e.- La Yunga : Situada por debajo de los 2.000 m. hasta aproximada mente los 1.000 m. este ámbito abarca el sistema de las Sierras Subandinas, así como los valles ubicados en la desembocadura de las quebradas longitu dinales que descienden del Altiplano (Valles Grande de Tarija, de Jujuy y de Lerma o Salta). El clima es cálido-húmedo, con precipitaciones anuales superiores a los 750 mm. La vegetación dominante es el bosque subtropical, que ofrece madera en abundancia y un gran potencial para la recolección (miel, nogal, algarrobo, mistol, chañar, cebil, etc.) y la caza. Entre los cultivos propios de este ecosistema se destacan el ají, coca y frutas tropicales. Los numerosos cursos fluviales brindan buenas posibilidades para la pesca.
2. La Quebrada de Humahuaca: Rasgos geográficos y ecológicos El extremo noroccidental del territorio argentino está formado, desde el punto de vista geomorfológico, por el bloque de la Puna, que constituye la prolongación meridional del altiplano peruano boliviano. En su borde oriental y sudoriental, la Puna está limitada por el sistema orográfíco de la
maciz punño. s dsprd d msmo corrdo drccó prdom t N.S. Et crdns motñosos so os d St ctor-ZtTilara: Agilar-Chañi Acay y Cachi. Etán prdos por profudos vs msotérmcos d poscó ogtuds o osos pros (d N.E. a S.O.: Qurds d Iruya, la Cv, Grd. Humhuc. d Tr y Vall Calhaqí Nrt, qu costtuy s vís turs d comuccó tr el Altiplano y los valles meridionales y tierras bajas. Hacia el oriente, este conjunto de sierras y quebradas está limitado por el sistema de las Sienas Subandinas que lo separa de la gran planicie del Chaco. La de Humahuaca es la mayor de las quebradas mencionadas. Situada en el actual territorio político de la provincia de Jujuy, posee unos 150 Km. de longitud, extendiéndose desde la ciudad de San Salvador de Jujuy (24º10' Lat.S.) hasta las proximidades de Iturbe (Negra Muerta: 22º55’ lat.S.) donde se unen el río del Cóndor con el río de la Cueva para formar el Río Grande de Jujuy. Este último atraviesa la Quebrada en toda su longitud aumentando considerablemente su caudal por el aporte de los numerosos afluentes que descienden por las quebradas laterales. Es tributario del Bermejo y pertenece por lo tanto a la cuenca del Plata. En su recorrido, el río ha ido cortando una serie de terrazas en sus propios acarreos y en los enormes conos de deyección depositados por las quebradas laterales, lo que brinda al paisaje un aspecto característico. Delimitan la Quebrada dos grandes cordones montañosos paralelos pertenecientes a la Cordillera Oriental. Ambos presentan una morfología semejante en cuanto a la asimetría de sus laderas: mientras que las faldas del oriente descienden suave y paulatinamente, las que dan al occidente, que constituyen líneas de falla, caen abruptamente sobre el valle. Así, la ladera occidental de la Quebrada de Humahuaca es en general de menor pendiente y más accidentada, albergando quebradas laterales más largas (Yacoraite, Juella, Guichaira, Purmamarca), en tanto que su ladera oriental —conespondiente a la falla— presenta una fuerte inclinación, con cursos de agua rápidos, particularmente agresivos durante el estío y quebradas subsidiarias más cortas y empinadas (Calete, Capia y La Huerta). Flanqueando la Quebrada por el O. se encadenan de N. a S. la Sierra de Aguilar. la de Malpaso y la de Chañi que constituyen la divisoria de aguas entre la cuenca cerrada de la Puna y la cuenca alta del Bermejo. El filo de esta serranía oscila entre los 5.000 y 5.200 m., superando los 6.000 m. en sus picos más elevados (Nevados de Aguilar y de Chañi). Por el E., corren la serranía de Zenta y Tilcara, con una altura media de 4.000 a 4.500 m.
U n r a g b r s t de Q u r d d H u m h u c s s u g r d s v M t r s q u S S v d o r d Jujuy s c u t r 1 .2 5 8 m . su c c r s p t t r o . I t u r b , s t á 3 . 3 4 3 m , o q u r r o j u c í d d 2 .0 8 5 m . (u d s v m d o d c s 3 1 ,7 m . p o r k m .) . E s t v r c ó t t u d , d f x i t c d d o s p so s c o ó g c o s d f r c d o s : la yunga, r r s p o d t p o r c ó f r o r d Q u r d , d s d S S v d o r h s t el p d “ v o c á ” (2.000 msnm. p r o x i m a d a m t ) , y q'eshwa, d s d o c d d d o c á ( 2 .0 7 8 m .) h s t I t u r b . A d m á s d o s f c to s p r o p o s d t tu d s o r m d o m t , h y u c o ju t o d f c to r s o r o g r á fc o s y c m á t c o s q u c o c u r r d f r c r t m t m o s c o s s t m s y q u s r á m c o d o s m á s d t . p u d s c rp c ó m á s p u t u d s t o s d o s p s o s c o ó g c o s t c o m o s p r s t á m to sp c í fc o d Q u r d d H u m h u c . ) La
Yunga:
S c o rr s p o d co s cc ó f r o r d d v s ó q u h c g ó g r fo F . K ü h (1 9 2 3 ) d Q u r d y q u s g u m y o r í d o s u to r s. E s t á r p r s t d p o r m p o v d J u j u y , m t d o O s t p o r S r r d C h a ñ i q u o s p r d Q u r d d T r , m i t r s q u E . y S . s r h c u r t r m o t q u o c o m u c c o o s c o s s t m s y u g d s S r r s S u d s ( d s m , G r d , v d R í S a n F r a n c i c ) y d d r m . d r d v d J u ju y s s c h h c S u r c o m o u g g t s c o m u d o . P r s t s u s o u m r o s s c o s y t rr z s d v r o s p s os q u s tá c o s ttu d s p o r s m s s d c r r o c u m u d s p o r o s u v o s f u v s p d s m o t ñ s . S u s s u o s , t p z d o s p o r s d m to s, o d j f o r r p r á c t c m t ro c m d r , f v o r c d o c m o d s r r o o d u s p s c u r t v g t . E R í G r a n d s d c u c c h o y c u r to d r o d d o s . S u c u d t o t s f u c t u c o s t r v r o y v r o , s t c ó q u s p r o d u c g r m y o r í d s u v s (9 5 % t r o c t u r y r c u s v ) . o r t c ó N O -S E q u p r s t v s t s c t o r ( c o tr s t c o s t r c t o r u m o N - S . d p o r c ó s u p r o r ) , p r m t c p t r o s v to s h ú m d o s p r d o m t s d S . y E . ( s o s ) . s p r c p t co s s o . t o c s , u d t s ( 8 0 0 1 .0 0 0 m m . u s ). E c u t o t m p r tu r , m d u c u d d d J u j u y s d 1 7 ,2 º C . L a f a v r a b l s c o d c o s d c m y s u o p o s t d s r r o o d u o s q u s u tr o p c fo d o d v y p o r c ó f r o r d s d r s, q u u g o s su s ttu d o p o r u m o t j o h s t o s 1 . 7 0 0 m . d
ali, auc, ucpto, grroo, msto, cprés y ámo tr os áros, y chc, jum y churqu tr os rustos. Prpr u gr vrdd d cutvos: maíz, trig, prt, zapa ll, maní, vid. durazn, alfalfa, pr m cor sóo guos. E v proporco cs totdd d s fruts y gumrs qu cosum hoy dí cudd d Jujuy. ) La Q’eshwa. Ocup s sccos md y supror d Qurd, o qu sgfc myor prt d uvrso Humhuc, cuydo Qurd d Hurt. E v s tom más strcho y profudo (sor todo porcó md) umtr dsv tr fodo y cumr d s srrís qu o fqu. E guos putos (Prch, Chic y Chorros) for mtos d rocs pozocs, más durs y rsstts rosó, provo c gudos strchmtos v. Estos ccdts, tr os qu qu d pocos mtros sprdo ms drs, so domdos “gostos”. smtrí y mcod tr s fds h motvdo qu myor prt d s ctus pocos s st sor mrg drch d Rí Grand, tr s s d Humhuc, Iturb, Udquí. Hucr, Mmr, Tumbaya y V lán . Ecapa a st grzcó ptorsc Ti lára . atd sor mrg ort. os mczos motñosos prst su porcó supror u rv suv y co forms moótos d purs, crctrístcs d os psjs su mdurz cudo práctcmt h gdo vcó d su rv. Pr djo d sts formcos, s srrís mustr u structur orográfc más rct (Trcr), fordo strtos msozocos d vvos coors. E porcó fror, forms ccdtds, cortds rrcs y rjds por torrtrs, tstmo u ts ccó rosv sor os sdmtos cutrros. urt vro, s uvs torrcs rrstr dr jo grds mss d rro y rpo, qu s dpost s dsmocdurs d torrts y qurds formdo cos y coods uvs. Ests formcos so coocds zo como “vocs" y costtuy uo d os rsgos típcos d psj. E fómo prc hrs producdo durt todo pstoco, como o dmustr os umrosos coods qu s cutr tod xtsó d Qurd y vs trs, scoádos dfrts vs sor os ctus cursos d gu. A lgn d os —os goógc mt más tguos— s stú gr tur rspcto v ctu d s
rdodds, s v mos sor v d v djdo tr s pcs sdmtrs curts d ctos roddos. E cm d q ’shw cotrst otmt co d yug, sdo o más ot ru sc cíd d s prcptcos y u umto mptud térmc dr. Est cm o o s somt rsutdo d tur. Cm djo trormt, s uvs rgó so provocds por os vtos sos qu sop dsd rgó tropc (vtos d E. y SE.). E rusco scso d cordó motñoso qu fqu Qurd por Est st sccó (Srrs d Tilara y Z t) trpo u rrr frqu s mss húmds, qu s prcpt totmt sor su fd ort, grdo u curt d vgtcó sutropc y mtdo os umrosos cursos d gu d sstm d s Srrs Suds. E fcto, cumr d Srr s v d 1.500 m. tur d ó (útm ocdd prt más t d yug) 3.600 m. tur d Tumbaya, una d s prmrs pocos d q’shw, stud sóo 23 km. ort d tror. A sto hy qu grgr u cmo d v gumt rusco, m smo fodo d v: Ló s stú 1.628 m., mtrs qu ocá stá 2.078 m, rrojdo u dfrc d ttud d 450 m. os scsos 15 km. qu spr ms ocdds. Est vrddro “scó” stá rmtdo por u ggtsco coo d dyccó ( “vocá” d dod tom su omr ocdd) formdo por crro d rroyo d Mdo, u trutro occdt d Rí Grand. Prst u ord frot d 12 km. y s v 500 m. sor fodo d v, costtuydo sí u rrr topográfc y cmtérc sgfctv, sor todo s cosdrmos qu st tur Qurd y comz cjors. s mss d uv qu grs yug vro dsd SE. o supr st ccdt y ormmt s prcpt por djo d os 2.000 m. Aí, la prcptcos dsmuy d 828 mm. us ó, 221 mm. Tumbaya. Cm cncuc, dom q’shw u cm dsértco d tur, co uvs qu osc tr cs 270 mm. us (Iturb) y poco más d 100 mm. (Tilara) . Eta produc xc l ivamt os mss d vro o qu hc qu os cutvos dpd totmt d rgo. om os vtos d Sur, spcmt vro, o qu s rfj tdc d s vvds trdcos ortr sus purts hc cudrts opustos st rumo. s vrcos drs d tmprtur so stt grds (15ºC. ro, 23ºC. juo), o qu mustr u cm sujto ts rdcó
Qurd, s s compr co tmprtur d tmósfr r msm tur sor ur. E vro, por jmpo, durt trd r práctcmt msm tmprtur myor prt d Qurd psr d s grds dfrcs d tur (Cmbtto y r, 1967). md u s d 12,3° Humhuc, sdo dcmr ms más curoso (17,2ºC. d md) y juo más frío (8°C.). La diminución d s prcptcos q’shw provoc u cmo ot vgcó, qu s tom más xrófí, co udts cctács. E s drs dom stp rustv, co guos crdos sdos. os prcps rustos so chc, to, ñgu, chchcom y rc-rc. E strto hráco, poco dsrrodo, stá formdo fudm tmt por pj mr. E os suos pdrgosos d prt j d s drs, y sor todo os coos d dyccó y trrzs ts, prc os crdos qu so formcó vgt típc d psj qurdño. E fodo d v s cutr mtorrs d mo, chc y jum ju to co guos churqu. E sctor más jo d coss tm hy osqucos d rc y grroo, y s zos gds d fodo d v crc jutos, totors, cortdrs y cojs d grmís. E prt más t d Qurd (por cm d os 2.900 m.) os cmos vgtcó cus trscó hc cosstm Su. os crdos so más scsos, s pcs sdmtrs prc osqus y mtorrs d churqu. y s drs uvs spcs d rustos (romács) qu s cofr u coor grs crctrístco. Tant qurd troc, com o s trs, os cutvos s coc tr os suos cutrros d fodo d v —trrzs turs y cos uvs— ugrs do d rs ut m ás fác rrgcó y o so csros trjos d vcó d trro. E tp prh spác s provchro dmás s drs y coos d dyccó pdmotos, sor todo s qurds susdrs orts. Aí l tstmo os rstos d cchos, trrzs y ds d cutvo qu ocsos (A lfar it, Cmat, Rdro y Cctaca) cubr grds xtsos, ddo hr rprstdo vrddros ctros d produ ccó rgo. E ctudd st vj frstructur gríco práctcm t o s utzd. s spcs cutvds más mportts so míz, trgo, vd, forr j rs (cd, ff), hortzs vrís (tom t s, zhor, chug, co), gumrs, fruts (durzo, mzo) y áros qu ctú como protccó cotr vto (ámo, suc, gury). También
spcs d rodors (rtó, chch, vzcch, y cuy), rpts trrstrs (grtjs y curs), crívoros (pum, zorro y huró), mmífros dsd tdos (rmdos) y vrs spcs d vs, tr s qu sors y mcodo “sur”, ptos, prdcs y códor, domdo s turs ds. gdrí t mportc mím com prd co grcutur, y s ocup xc l ivamt d spcs urops: cabra, vjs, cos, muís y uos pocos vcuos. E pstoro d cmédos, hoy cofdo os cosstms suprors, ocupó u ugr dstcdo susstc d os puos dígs qu htro Qurd. Aí l vdc os corrs cotguos s pts urs d os stmtos prhspácos más mportts (Tcr, Ju, Hurt y ocá) y suprtv udc d rstos ósos d stos ms dpostdos s trñs d sus surs. Admás d su gr potcdd coómc, mportc d q'shw rsd qu h oprdo tods s épocs como trmdr tr os psos coógcos studos myor tur (su, pu, y jc) y s yugs. Est fucó vcudor s spcmt sgfctv, tto pr Humhuc como pr otros vs msotérmcos d st sgcó como Ta, Ctagaita, Tupiza, Tarija, San Juan May, Suipacha, S. d Bov; Iruya, Santa Victria y Vall Grd Nrt Argto. Esos h cofgurdo u do j d crcucó d formcó y mtr. U j mrdo rprstdo por s qurds trocs qu furo trdco s víás d crcucó tr tpo crcuttcc o cuzquño y antigu Tucumán. Eta s tgu y cér rd cmr, ú xitt, costrud y utzd por os Inka cm ruta hacia sctor mrdo d Kosuyu. Pr sts sds trstrá ugo s xpdcos dscurdors d Tucumán, cm la cmandada pr Digo d A lmagr (1535), D igo d Rja (1543), Nuñz d Prad (1551). Ta lina, Suipacha y Humahuaca srá prtcurmt propcs pr tráfco coo tr Ptí, Rí d Plata y Epaña. Pr s drrá hc Sv, pt y oro d Prc y Ptí dsd os tmpos y mdtos d Fp E s xpdcos rtdors roptss d Bcrc (1810), Bgro (1813) y Rndcau (1814) la uarán b l igadam t sus msos dsd rcé rd Buos Airs hc to Prú. Nuv vsos rsts tdrá como ví ogd, tr 1813 y 1822, co ojtvo d rcuprr os trrtoros rdos d Tucumán y Rí d Plata. Est j mrdo fu dftv ámto dod s produjo por más d 4 sgos todo fujo d formcó, mtr y rgí tr os Ands y
pc gmtos d sts ú trvs stos vs msotérmcos d trz ogtud. U sr d js d crcucó, trzdos stdo E-O, stá cofor mdos por s qu rd s trs qu dsm oc os vs msotér mcos trocs. Pr tr s qur ds occd ts, co ccr Puna, circu lan trad icina lm t os productos d os cosstms suprors, como cr, curo s, , tjdos, s, tc. Pr la rits, qu coduc rgó sud, grs os fru tos d s yugs, osqu tropc uvoso d Chac Gua lamba, m tco, jí y hojs d coc, tr otrs spcs. A l larg d os tmpos q’shw d Humhuc y os rstts vs msotérmcos d st sccó d Kosuyu h ofrcdo jugosos potcs coógcos pr stmto y dsrroo d s pocos cuqur hy sdo su strtg d susstc. E st scro supro strs os czdors y rcoctors podos vros mos trás y postrormt s socdds grícos productors d rgí qu prcdro Tawantinuyu prim ro y coro dspués. Ests prtcurdds s cutr potcds por u stucó str tégc os tr svsm tos d rgí y cutur tr os cosstms d tpo crcuttcc y potoso co os vs tmpdos d N.O. Argto; y tr s yugs d s svs y osqus d ct mzó co, co os vs trsv rss y oss dñ os d cost d Pacífic cho. E cso prtcu r d Humhuc, st stucó d prvgo fctó ccso todo s os co sstm s d spctro vrtc do, otorgádo mtcs protgócos structur y coduct d s socdds orígs qu poro. Aí xp l ican la caractrístc s sm ótcs y os modos coó mcos, mxt d s cuturs qu s mptro, s qu mudo com rsgos tpácos co m tos provts d s forsts tropcs d ort. N v o trrtoro Hum huc s uo d os más rcos y ds mt podo d todo N.O. Argto, co rcursos turs y humos ptcdos su tum o por Tawantinuyu, ya fo d tmpo prhspá co y por os spños prtr d sgud mtd d sgo XI. Humahuaca s duño vz d u pródg trdcó cutur oc qu mpusó stos mpros ocupr y dmstrr, producdo profuds trsfgurcos cuturs sgú vrmos s próxima
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Capítu l II
Las ciudades Inka en Argentina Arqueología de La Huerta de H um ah uaca Ro
Primr Part:
d o l f o
A . R a
ffino
- Ri
c a r d o
J . A l
v is
El itm d Pb lam ito
E ár trmuros d Hurt s vt 6 Km. ort d Hucr d Humhuc, sor co fu c d s qu rd s d S sr y Mud, jo u poscó horr d 65Q17’ t. S. y 23° 28’ W. d Grwch y u ttud d 2 .700 m .s..m . U co trfu rt t rr z d o q u j d C. Siilr fu ugr gdo pr fudcó d podo. pdt promdo d st spoó s d 7-10 % y su tur por sor v d s d os ríos M ud y Ssr os c 10 m. su p rt m ás j hst 50 m. m ás t. ccó d ugr pr stcó o dj d ud s cu to qu sus fuddors rgro d s comoddds d os fodos d v como os d Ssr y M ud, o d prop o H um hu c, p r o p tr p o r tur s pdmots como s d st crro áspro studo más d u doc d mtros por cm d puto más crco co gu pot. Est ccó d mdo tur pr s t r u p rt v t d ss tm d po mto, como o s ár rsdc, h sdo u rsgo strtégco rt rdo prtr d Príodo d srroos R gos (900 d.C . 1470 d.C.). Atédoos fch c d procso d formcó d sur P.S.I. d Hurt (1150 ± 80 A.P.) ubicam 800 d.C a l mm to
Para stos tmpos crcos sgo X s produjo u foco d crc mto d prts rqutctócs sctor E2S26, qu mr hc Qurd Ssr. Est foco produjo dfccó d os rctos dtf cdos co os úmros 50 60 d po. A l par cr u puñdo d gt só su dcsó cpturr crro, más protgdo qu fodo d , y qu vz o dst más d uos mutos d mrch d fut d gu prmt más crc, portd por río Ssr. s prus d sdmtos prctcds u trsct N-S, a l larg d ár d stcó, comprdo tr sí potcs d ocupcó vd cro myor cr (vg. tgüdd) d st sctor por sor os rstts d ár trmuros. Est crcustc, ud hcho d qu o furo hdos rsgos rqutctócos Inka má tardí, cntratarn favrab mt hpótss.(1)
2. E uso d spco trm uros y strtg d mustro rquoógco E puto d prtd pr u rcomposcó d coduct ur putd dtro d ár trmuros d H urt fu jcucó d po tgr d sto y dfrccó morfoógc d os dfcos qu compoí. strtg d mustro rquoógco fu dsñd y prfc cod s 5 msos trro y gt. Para u cntrucción y rptos hmos vocdo ustrs xprcs sor sstms d pomto org y ports sor procdmto rquoógco pcdos por rquóogos ortmrcos stcos co rgstro rqutctóco. 1 os rsutdos qu s ot co st pru so rtvos, uqu v dqurdo sgfccó mdd qu crc úmro. o msmo sucd co otrs prus stdís tcs, como os cácuos d dsdd d frgmtos ro (f shrd dsty); os d dsdd d tstos por m2. os psodos d u sur como P.S.I. d Hurt, o dsdd d frgmtos por m2 os muéstros d suprfc. Estos procdmtos furo pcdos Hurt co dfrt sucso. E cso d os spsors d os sdmtos, 5 prus rzds sctor E2S26 rrojro u promdo d 30 cm. Mtrs qu os dfcos Inka N8 185 y 190 ps czro 12 15 cm. Uo d os, Nº 202, crcí d sdmtos d ocupcó. Prácticamt stámos psdo msmo v d tmpo Inka. Otr rctos xcavad, l N° 359 y 360, ubicad N8E28, psí 15 cm. d promdo sus ros d ocupcó. Cn sts prus
N rfrmos os trjos Brok K y Jot St d SW. d Arizna (N. H; 1966 y 1970. Ch. (Rdm; 1974. M. Schffr; 1976 y 1989. R. Raffin: 1987 y 1988). Báicamt su structurcó rspodí os sguts ojetivos: a — obtener muestras artefactuales que fueran representativas de toda el área intramuros. b — que la estratificación abarcara todo el espectro arquitectónico, sea en superficie o a bajo nivel. c — que a partir de esa diversificación del da to arquitectónico pudieran ser aisladas diferentes áreas de actividad humana. Para concretar estos objetivos la estrategia de muestreo arqueológico fue de 3 tipos: 1 — muestreo de superficie dirigido y estratificado en el interior de estructuras/recintos. Donde la estratificación dependió de la forma, dimensiones y cualidad arquitectónica. Esta estrategia se aplicó en los recintos N° 1/53/54/185/414/415/422/472/475/582/ 341/390/540/541/542/543/544/545/546 y 356. 2 — muestreo de superficie al azar y estratificado sobre estructuras o recintos y en calzadas intramuros. Las partes de la instalación que recibieron este tratamiento fueron los recintos Nc 217/219/572/573 y una sección del camino Inka ubicado en E12N14 (Calzada N.O.). 3 — muestreo por excavación total o parc ial, dirigido sobre estruc turas ubicadas dentro del sector Inka y por fuera de él. Esta se aplicó a los recintos Nº 190 y 202 del sector de edificios Inka, y los 359 y 360 fuera de él. Cada recinto fue considerado como una unidad potencial de muestreo, para lo cual fueron numerados correlativamente todos los incluidos dentro del área de instalación. Así quedaron contabilizados 614 estructuras en superficie que pasaron a dividirse en 4 estratos. La arquitectura subterránea, compuesta por 69 estructuras, fue a su vez dividida en 2 estratos, según estuvieran incluidos en recintos mayores, o por fuera de ellos y alineados. El registro funerario mereció una clasifica ción especial, mientras que el restante, supuestamente depósitos o collcas, por su posición y características arquitectónicas, fueron evaluadas en su
ttal; d modo qu cd structur, o prt d , o czd; o cuqur ccdt d trro, rmodcó rqutctóc, sur, tc. tí su poscó exacta a partir del punto “0 ” de las coordenadas en relación a los 4 puntos cardinales y con intervalos de superficie acotad os cada 5 m e t r o s (2). Las recolecciones de superficie son “muestras sesgadas” en tanto se recogieron todos los fragmentos, pero de la parte visible a nivel del piso actual dentro de los recintos. Una rápida comparación entre la cantidad de fragmentos por m2 entre los muéstreos de superficie y de excavación, y sobre el tamaño de los tiestos del segundo caso, visiblemente superior, así lo proponen. Seguramente volverá a llover y soplará el viento sobre las ruinas de L a Huerta, con lo cual emergerán a superficie fragmentos de cerámica y artefactos dentro de los mismos recintos que fueron objeto de nuestras recolecciones. Con el tiempo esos fragm entos se irán rom pien do en partes y meteorizando por obra de fenómenos naturales o culturales, con lo cual aportan sus variables en el proceso de formación del sitio, así como relati vidad al espectro estadístico. Considerando los tres tipos de rec olecc ión se alcanz ó una fracción de muestreo del orden del 5% de las 614 estruc turas arqu itectónic as de su pe r ficie.
3. La Huerta. Área de instalación: Estadística La ficha técnica sobre las dim ensiones, su perficie, den sidades relativas arquitectónicas y demográficas. Así como la variación y distribución de los edificios que forman el trazado de La Huerta conjuga interesantes relaciones sobre el uso del espacio u rban o, a saber: 1 — Tipo de trazado urbano: concentrado, en dam ero reg ular en los sectores N y O y dam ero irregular en la sección S. 2 — Sup. total a intramuros: 81.225 m2 3 — Sup. ocupada por recintos: 72.725 m2 4 — Sup. intramuros libres: 7.625 m2 5 — Sup. de calzad as (350m x 2,5m): 875 m2 6 — Sup. kancha S. (R -l): 2.300 m2 7 — Sup. kancha central (coord. 0): 2.400 m2
1.000 m2 7%
8 ___ Sup. dfcos Inka (ctor 0 ):
9 __ Pdt md: 10 — FOS 11 — 12 —
13 14 15 16 17
— — — — —
72.725 x 100 = 89.5% 81.225 614 rctos Arquitctur d suprfc: 69 " jo v rgstrd: 64 " funrr: 26 " " lal izada (Ddtt): " " d m cj frd: 5 60 m3 V lm rtvo d mcj: ESTRATIFICACIÓN DE PARTES ARQUITECTÓNICAS POR INTERVALOS DE SUPERFICIE (pr tamañ y p lan v rtc)
A. Arquitctur v: Etrat 1: up. > d 150 m 2 2: up. tr 150-25 m2 3: Sup. tr 25-10 m 2 " 4: up. < d 10 m2 tots B. Arquitctur jo v: Etrat 5: up. hata 2 m 2 (inc l ida/djo d psos strtos E-2/E-3): Estrto 6: up. hata 5 m2 (dpó stos s cusó otros m yors): tots 18 — Rctos potcmt tchs (E-4): 19 — Sup. rtv mím d rctos tchs:
19 rctos 3% " 276 45% " 39% 239 80 13% "
614
64 rctos
9%
5 rctos
1%
"
69
80 800
"
13% m2
21 — Sup. cupada pr rctos d strto E-1 (19 costruccos): 9.800 m2 22 — % d sup. trmuros ocupd por E -: 13,5% d 72.725 m2 23 — EMOGRAFÍA RELATIVA: a -1 hab. x 4 m 2 tch: 2.840 m2: 4 = 710 hab. 24 — DENSIDAD DEMOGRÁFICA RELATIVA: a - a partir d 3/23-: 710 hab. = 98,6 hab/ha. 7,2 ha.
4. Claificación mrffnínal pr trvos d suprfc Estrato 1. Está tgrdo por u ot d 19 grds costruccos v d suprfc y co pts d forms rctgurs. S trt d s structurs Nº 1/29/30/38/22/15/97/98/101/102/153/154/341/356/368/390/ 391/375 y 479 d po. Tda upr os 150 m2 d suprfc y rpr st 9800 m2 d ár d stcó ocupd por rctos, o qu sg fc 13,5% d . Cuand han id rgstrdos, os ccsos su sts dcdos por dos grds oqus mr d jms qu mt vos d myors mdds qu os usus os rstts strtos. Pr sts prts rtcudors s comuc co cmo Inka a intramur d Hurt (como os rctos Nº 1/15/22/32/97/102/153/341/462 y 469) cn ca lada intrs scudrs qu v coducr Inkañam cm Nº 341. El plan spcmt cofccodo pr dmostrr st custó s stt ocut, dmás d ustrr sor otros spctos d trz ur d Hurt; por jmpo:
1 — svro gomtrsmo ortogo d s costruccos. 2 — su strtégc dstrucó dtro d ár trmuros. 3 — u rtcucó pd y d fác vsuzcó trro tr s y os compots uros fucomt vcu dos co movdd tr. Cn grands vos dcdos co jms. Privilgdo s ctvdds d trsport comuccó y dpósto/cutvro. 4 — u comuccó fác xtramur, cn trds y sds d cmo Inka drccó Tilara pr S. y Ycort por N.
mvilidad, cmunicación y tranprt: st vz co otrs st cos cotás. trucó fuco d s structurs qu compo st strto r ec t r es alternativas: — corrs o ugrs d crro ocso d cmédos. — stos usdos pr crg y dscrg d mtr trsportd omo d cmédo. c — stos dod s prctc ctvdds d mtz d cmédos pr cosumo d su cr. os mtos qu sost sts hpótss so: 1 — u pición, ditribución y articu la ión xp licada os putos trors. 2 — usc d rtfctos vcudos co ctvdds d mod, como os grds mortros qu sugrrí su fucó como moos comus. 3 — vd frcuc co rcó os rstts tpos, d s crámcs ordrs, co forms d grds vsjs gours d oc rstrgd, sgurmt utzds como cotdors d mtr qu s trsport. 4 — u sostdo cosumo d crs d cmédos doméstcos vdcdo os áss spcífcos sor sur. 5 — xitc d vds ctdds d horquts d tj como compots vcudos co ctvdds d trsport d crgs sor cmédos. S cu fur ctvdd más frcut d s trs mcods u cos s custo, s construcciones del estrato E -l son ambientes de participación comunitaria o pública, de fá cil entrada y salida, conectados con el camino del Inka, co qu s tgr u sstm d pomto. Estrato 2. Está formdo por 276 rctos rctgurs y suprfcs tr 25 150 m2. Sus psos d ocupcó s stú uos 0,20m. por djo d v d suprfc. S trt d grupo más umroso d ár trmuros, qu sor 45% d tot d s dfccos. Sus dm sos, co dos myors os 5 m. o ofrc trtvs d qu hy sdo tchdos, mos qu pr ts fs s hy mportdo mdrs d s yugs orts como so. Est posdd os prc mpro pso pr-Inka d Hurt. os rctos d st strto prc frcutmt coctdos co
pr l rctos d os strtos E-3 y E-4. trtv d cotrmos frt ptos corpordos udds doméstcs s tg y srá cos drd os putos sguts. Otr vcucó fuco d stos ptos s hc cpítuo furro. E 80% d s tums rzds co rqutctur pdr formdo cámrs sutrrás, s h por djo d os psos d os rctos prtcts st strto. Estrato 3. S tgr por u grupo d 239 structurs costruds ps jo v d suprfc, co pts rctgurs y suprfcs mds tr 10 25 m2. Hst sts dmsos s posdds d tchumrs co mdrs d crdó, so o grroo so pros. Tant i éta hcro totmt sor rcto, o como o dc osrv cos y ogís torquoógcs, s trtó d tchumrs prcs, formdo u grí tror poyd horcos. Est trtv d crrmtos prcs, por tchumrs poyds horcos fu sñd oportumt por C. Lafón (1969) stcó cotá d Tilara . A niv tográfco os crrmtos prcs sor rctos d smrs dm sos so muy frcuts S. d Ptí. En La Hurt s structurs d st tpo prc rtcuds co s d E-4, rptdo u comcó qu s rfjo d u ocupcó d tpo d udd d ctvdds doméstcs, cu rcrá myors tcos os putos sguts. sr corrct st frc por ogí, ár potcmt tch d Hurt crcrí d 800 m2, cfr stmd por proyccó d os 80 rctos d E-4, hst proximadamt 2840 m2. Esto sgfc 4% d tot d ár ocupd por costruccos, coformdo u rcó más rzo qu prmr. xcavación parcia l d uo d stos rctos, Nº 360, vdcó ocus d ctvdds dom éstcs, rstos d cz y frgmtos d frrí uttr. Rst cosgr qu dtro d st tpo d mt s rgstr ps trs csos d tums sutrrás co rqutctur pdr; co o cu qud sgfcdos como mts o prfrdos pr s práctcs furrs. Estrato 4. Ag l t ina a un grup d 80 pquños rctos costrudos ps jo v d os trs strtos trors (0,20 m. por djo). P vrmt pts rctgurs y suprfcs d hst 10 m2, co poco más d 4 m. d do myor. s 80 udds cofgur supr fc rtv mím d rctos potcmt tchs, o qu sgfc
van d ccso costrudos sor uo d os dos myors; stos s comuc co otros rctos d myors dmsos, ( 190 co uo d strto E-3, 359 co strto E-2). (Fg. 2.6 y 2.7). Tres de estos ambientes ofrecieron sedimentos culturales de 10 a 15 cm. de espesor y fogones asociados a huesos de camélidos y alfarería fragmentada. La posición de los fogones es central en el 190 y sobre la pared W. en el 359. Un pequeño umbral o escalón separa estos pequeños recintos de sus vecinos, con los cuales guardan un desnivel de poco menos de 0,20 m. El cuarto NQ190, ubicado dentro del grupo de edificios con arquitec tura Inka, proporcionó la mayor frecuencia de tiestos de los estilos Chich a e Inka Provincial, 41% y 7% respectivamente. Alcanzó asimismo una densidad de 8,5 fragmentos por m2 en el relleno. En términos de M. Schiffer (1989; 56), este recinto se ría un “área de desecho primario” , con lo cual esta presencia indica utilización de alfarería de tradición cuzqueña y potosina dentro de un área de actividad específicamente orientada hacia la cocina de alimentos y probablemente el albergue nocturno. Los locus de actividad registrados, sus pequeñas dim ensiones y su alta probabilidad de techumbre deriva la adscripción de estos ambientes como cocinas y albergues nocturnos. L os tiestos recogidos son d e mayor tamaño mayores que los del basural P.S.I., lo cual concuerda con la adscripción acordada, como áreas de desecho primarias, a la vez que indican activi dades de preparación de alimentos y almacenaje en el espacio intramuros más pequeño de cada unidad dom éstica. No obstante la presencia de cerámicas Inka Provincial y Chicha en las dos unidades excavadas, este tipo de estructura es Pre-Inka en Humahuaca. Los exámenes realizados por E. Cigliano en Juella, con registros radiocarbónicos anteriores a 1470 así lo prueban (1967). Su presencia dentro de la tradición arquitectónica local debió perdurar hasta tiempos históricos. Los recintos del estrato E.4 representan la contraparte de los del E.l. Son los lugares más exclusivos, los más separa dos de las áreas de partici pación comunitaria. Para acceder a ellos hay que trasponer los pertene cientes a los estratos 2 y 3. Estos ambientes, conjuntam ente con la m itad de la superficie de los pertenecientes al estrato E.3, componen el área relativa máxima potencialmente techable de La Huerta y permiten una aproxima ción relativa de su población media en un momento ideal: 710 hab. o bien 98,6 hab. por hectárea. Estimación que involucra los datos urbanísticos aquí examinados y analogías que parten de observaciones etnoarqueoló-
tchd cuy tto pocó dut como ft. U sgud stmcó rtv s dsprd d rcó htts por ár tot trmuros (1 h. por 10 m2.) y sgfcrí u pocó rtv d 812 h. ocupdo os 81.225 m2 d Hurt. prmr proximación dmográfc os prc más dpt st rgó y momto qu s d J. H (1966) pr Brok K Puo (4,5 m2. tch por prso) y s d Brberián-Nielsen (1988) para el formativo de Tafí (4 a 5 m2.).
5. Arquitectura y urbanismo de La Huerta Los rasgos arquitectónicos y urbanísticos pueden ser extractados en base a los códigos elaborados para estos fines (R. A. Raffino; 1988, 158; matriz de datos V). La instalación fue construida con paredes dobles con piedras irregulares con rellenos de ripio y barro. Las plantas de los edificios son ortogonales y sus techumbres fueron hechas en leñosas tipo “hichu”(3). Ofrece alternadamente arquitectura a nivel y subterránea. La primera con 4 tamaños diferentes de ambientes con implicancias funcionales y que dieron lugar a la estratificación para el muestreo arqueológico. Las construcciones subterráneas son de dos tipos; tumbas incluidas dentro de los recintos tipo E-2,o bien adosadas a los muros, o bien en el interior del mismo. Siempre por debajo del nivel del piso de ocupación o del de los cimientos del recinto que la incluye. El restante tipo de construc ción subterránea no se halla incluido dentro de edificios mayores, sino sobre el faldeo de la Quebrada Mudana o alineadas dentro del gran sector libre de recintos, ubicado en coordenadas “0” del área intramuros. En base a analogía de partes con construcciones similares en otras instalaciones Inka podrían ser adscriptas como almacenes o cóllcas. Los recintos se hallan articulados en grupos de 2 a 3 formando unidades compuestas y es frecuente que estas asociaciones se produzcan entre recintos de diferentes dimensiones. Los más pequeños (E-4 rectangu lares de hasta 10 m2 de superficie) ofrecieron locus de actividad que evidencian usos como cocinas (Nº 190 y 359 de los excavados) con fogones que incluían lentes de carbón, huesos de camélidos quemados junto a grandes ollas globulares, cántaros y pelikes confeccio nados en alfarería de los tipos Humahuaca ordinario y monócrom o rojo. 3 Vanas referencias arqueológicas y etnográficas regionales d an cu en ta de esta forma de
Fig. 2.5. Fachada d os dfcos Inka 185/187 d Huerta. Construidos con
Un gran mprst d trrtoro Humhuc, E.Caanva, ñó st rcurrt rtcucó tr rctos co dfrts usos: Tilara la habitacins d ptos, cs todos rctgurs como s... Tampc faltan vivids co u sr d ptos trcomucdos. s udds más smps t u rcto tchdo o dormtoro y u pto; s más compjs trs o cutro rctos tchdos y vros ptos (Caanva, 1984; 24). Eta atribución funcinal a rctos d dfrts tmños rtcudos por vos hí sdo tmé dvrtd por rcorddo E. Cig lian Ju e , sto vco Hurt y qu comprt vros rsgos rqutctó cos co pso d ocupcó pr-Inka d st útm: “... Vmos Ju rctos dod hmos hdo strumtos pr mod y fogos; mtrs qu otrs vvds, dod hy usc d quos mtos, hmos cotrdo crámc o trrtoros. Esto os dmustr qu xitía una ditribución fucó d s htcos qu form udd d vvd...” (1967). os rctos más pquños d Ju, cocdts sus tmños co os d strto E-4 d Hurt (os Nº 6 y 29 xcavad pr Cig lian) prst justmt fogos, mortros pquños, rstos d comd y otros mtos protoros d su uso como cocs. E pso d ocupcó pr-Inka tt prcsmt s rtcucó mt d u rcto pquño (usdo como rgu y coc) co otro más grd utzdo como pquño pto. Est soccó voucr tr tvmt rctos d os strtos E-2, E-3 y E-4 y prdur durt ocupcó Inka, cu s sum otros tpos d rtcucó tr rctos, como d sctor A, y l grands “rros” ucdos sección N. de la instalación. El ambiente E-4 aparece conectado por vanos internos y pequeños pasillos con recintos de los estratos E-2 y E-3, pero nunca con los del E-l. Esto significa que los ambientes con arquitectura de superficie de mayor y menor dimensiones del sitio (E-l y E-4) han contenido áreas de actividad específicas y diferentes y que no se comunican entre sí directamente, sino por medio de recintos intermedios (E-2 y E-3) y por las propias calzadas intramuros. Una sola y aparente similitud comparten los ambientes E -l y E4: dentro de ellos no fueron construidas partes arquitectónicas destinadas a prácticas funerarias. Podemos concluir que los recintos de los tipos 2 ,3 y 4 conform aron las unidades domésticas compuestas. El menor (E-4) fue techado y cumplió
d suprfc, como N° 360 parcia lm t xcavad). Mitrs qu s costruccos d E-2 (co suprfcs oscts tr 25 150 m2) h sdo ptos trors o xtrors udd dom éstc, sgú uccó qu gurd co os dos strtos rstts. Estos mts furo rsr vdos pr s práctcs furrs tto cámrs sutrrás como urs o drcts. Est dscrmcó morfofuco s pt jo dos sospchs. prmr qu s ctvdds rsrvds cd tpo d mt d os strtos 3 y 4 o so xc l y ts (p.. coc/dpósto/rgu octuro) comprt usos rsrvdos E-4 co os rctos prcmt tchdos d E-3. Pro s osrv u mrcd tdc hc sts dvrsfc cos. La articulación de lo s recin tos de L a H uerta respondió una concepción de planeamiento donde ¡as unidades domésticas tuvieron usos explícitos d curdo su tmño, poscó y rcó sor os pos vrtcs. Cn l murtos y como dpóstos v sutrráo, co os vvos y su movdd y co muccó suprfc. os dtos torquoógcos pt formcó sor gus xcpcos sts rgs morfofucos. s comudds cros d rgó d Humhuc y Grd utz rctos smrs ustros strtos 2 y 3 como cocs r r durt dí o cudo hc u tmpo; mtrs qu otro más pquño s usdo co détcos propóstos cudo tm po o s fvor o dur t och. sgud sospch rsd qu s udds doméstcs strí compusts por prts rqutctócs co u rgo d vrcó cuto ctdd. E úm ro mímo strí com pusto po r u cojuto E-1.E2, o E-.E-3 (por jmpo s comcos Nº 359-360, 190-188 tr os xcavad, aunqu xit otrs co mcos poss. os mts rodos strto 2 furo ptos crrdos, comucdos co s cocs y promt s tchr. E os s r zro s humcos hum s, dtro d structurs d hoc ucds por djo d pso d ocupcó doméstco. Est crcustc mpc usc d ctvdds furrs tror d os strtos 1 y 4 d csfccó. S mrgo st rgurzcó d trzdo ur o d H urt, co u rcurrt prsc d udds com pusts tgrds por g rupos d 2 3 rctos rtcudos o ocup tod ár trmuros. Hy trs grds sctors qu romp st ptró, uo d os s cojuto d 12 rctos qu compo os dfcos Inka ituad
cncurd co qus crctrístcs so os ucdos N18 a 25 E/ l a 7 (n grp d 40 rctos, Nº 425 a 466, y N16 a 19 E l 1 a 17 (grp d 14 rctos, Nº 485 a 498). En stos sctors, ucdos mos dos d cmo Inka, osrv u ot rtrcó d costruccos dmro rgurzdo, d cs détcs dmsos y dosds us co otrs; formdo srs rítmcs rgs ís. Esos dfcos prtc os strtos 2 y 3 y h ofrcdo os myors ídcs d frrí d grupo Chicha d ár trmuros. prturcó co qu s h stos sctors mpdó dtrmcó d guos vos d comuccó tr os, uqu sí so vss os tqus pétros qu os spr.
6. E ár ort d stcó S stú N. d s coordds “0” y tr otros dfcos cot trs compots qu mrc cosdrcó: 1
__ Un gran spco r d rctos d 2400 m 2 studo NO a 11
W4 a E5; a spds d os dfcos Inka y parcia lm t cruzdo por cmo r. ., ... 2 __ Uo s cojutos d rctos co strudos sr, smrs y dosdos rítmcmt tr sí. Prtc os strtos 3 y 4 y prc formr vrddros “rros” dspustos mos dos d Capacñan. La pición d dos d sts srs s N18 a 25 E l a7 para grupo occdt y N16 a 19 E l 1 a 17 para ort. 3 __ s d drct d cmo r hc N pr una ccó rct, d poco más d 100 m. y rodd por muros. E rcoocmto trro d p r m r compot vó supor prsc d u pz o ukpt Inka. Cn la ptc trtv d qu dtro d pudr hrs otrs structurs d podr, como usu, gú torró o dfco rdodo, cuso u gpó o Kk, rptdo u cásco ptró mpr vrs vcs rcoocdo dtro d Kosuyu; y qu t sordos tcdts os Ands Ctrs gu vz cotrodos por Cuzc. Sin mrgo st trtv qudó dscrtd t usc d stos dfcos. Pr a lgna raón st mpo spco qudó vcío d rqutctur v, psr d ofrcr xcts codcos pr dfccó, como u v prjo y cs po d su suprfc. Pr u f l an idt trs
La única cntruccins rgstrds st spco furo 5 cámrs sutrrás d pt crcur y tcho pétro sdzo. Ests costruc cos ofrc rsgos qu s dscrrí como tums; s h tot mt squds y o prst fác ccso dd su profuddd. osrvcó d po gr o scp u mdt rcó co mpot Huáuco Pampa, invstgdo durt más d dos décds porC. Mrri (1974, 1980,1981 y 1985). Et ignifica qu costruccó d Hurt pudo rspodr u modo o dsño urístco pdo, u ctro dmstrtvo, dvddo cutro grds zos rddor d u gr pz ctr y co dvrsfccó d ctvdds cd sctor. S mrgo st rg s cofrm sóo prt, por jmpo por os dfcos Inka ubicad a la vr mrdo d “pz" y por Camin Real que la cruza. Aparte de estos dos componentes esta frustrada aukaipata carece de estructuras que simbolicen el poder cuzqueño. la existencia de un real centro administrativo con usnu, acllahuasi (o casa de tejedoras), kallankas, almacenes o collcas agrupadas y alineadas, o cualquier edificio que exprese con claridad los síntomas arqueológicos de ese poder. Aunque repetidas veces nos dio la sensación que todo estaba preparado para que ello ocurriera. ¿Será que fue la caída del Cuzco de 1532 lo que lo impidió?.
7. Los basurales P.S.I.; P.S.2 y el proceso de formación del sitio La Huerta La perspectiva diacrónica, derivada del examen de estos basurales conduce a explicaciones sobre el proceso de formación de La Huerta y permite recomponer parte de los principales eventos que sufrió el sitio. El modelo de flujo con el cual hemos esquematizado la naturaleza del dato arqueológico arquitectónico, desde el momento de su concepción hasta su captación como registro, transcurre por fases acotadas por diferentes sucesos, episodios o eventos culturales diacrónicos. Estas fases son: elección del lugar para el emplazamiento, construcción de los primeros edificios luego de la captura de los materiales, uso, remode laciones, ampliaciones, destrucciones parciales o totales y abandono del sitio. El registro arqueológico contiene en sus entrañas una buena parte de esos eventos. Su recomposición y transformación en información explica tiva dependerá de la capacidad y estrategia puesta en terreno y laboratorio. Para el caso La Huerta algunos de estos episodios pueden ser captados
voucr tto vdcs rtfctus como cofáctcs. Su coord có pud sr dgrmd form squmátc y sor s qu Hurt s u stcó “mutcompot”, s dcr qu sostuvo su Hum ahuaca, ca, lnka, ocupcó durt trs momtos o príodos cuturs: cuturs : Humahua e Hispano-Indígena H ispano-Indígena.. El sur P.S.I. stá ucdo dtro d ár trmuros d Hurt Hurt,, exactamente en S18W4. Fue un área de descarte o desecho localizada. Un depósito donde los sucesivos habitantes de La Huerta fueron abandonando partes de artefactos rotos, vasijas, huesos de fauna consumida, fragmentos de puntas y esquirlas de obsidiana demasiado pequeñas para ser recicladas en otros artefactos. También arrojaron restos de subsistencia de origen vegetal, como nuez, maíz, maní y vainas de algarrobo. Hubo también un descarte excepcional, constituido por un segmentos de columna vertebral humana. En términos de M. Schiffer (1976) estos basurales son “áreas de descarte secundario" que sirvieron de vaciaderos de productos usados en otros asientos o ""sets" de actividad actividad humana. Huelga decir dec ir que dentro de las segund segundas as incluimos incluimos los los edificios de los estratos 1 a 4 de La L a Huerta, los los cuales son locus de uso y descarte primario, con las actividades que supues tamente tamente se realizaron en su interior inter ior y exterior exter ior contiguo. Como consecuencia de esta conducta deposicional, el basural P.S.I., jun ju n to con otros otr os mo mont ntícu ículo loss de sim si m ila il a res re s c a r a c terí te ríst stic icaa s, fue fu e adqu ad quir irie iend ndoo paulatinamente un aspecto monticular, sobreelevado en relación al resto de la superficie intramuros. En cambio otros depósitos, como el P.S.2, ubicado en E17N10 (excavado por C. Madero) no presentan tal imagen; no se trata de montículos, tienen menos antigüedad deposicional como lo asigna el C14 y están ubicados en un sector con menor concentración de viviendas. El flujo flujo de descarte descarte dentro del P.S.I. fue creciend crecie ndoo paulatinam paulatin amente ente en co-varia co-variación ción directa directa con la concentración de edificios edific ios en torno tor no a él. Esto signific significaríá aríá la la alternativa de una co-variación directa dire cta con el crecim crec imiento iento de la pobl po blaci ación ón que vivía en sus proximidades. La L a cual intensificó, intens ificó, en ese e se lugar, lugar, las activi actividad dades es de descarte. descarte. O bien con una mayor ma yor antigüedad antigüed ad de d e ese basural. basural. Una u otra otra alternati alternativa va no se excluyen excluyen entre en tre sí, teniendo teniend o en cuenta su posición en S18W4, dentro de un un área en FOS muy elevado y al fechado fechad o radiocarbónico, nico, que asigna asigna una edad de 800 ± 80 d.C. para su evento ev ento más antiguo. Estos procesos de crecimiento de basurales localizados a intramuros y en sectores sectores de alto alto FOS se acentuaron acentuaron por la poca cantida c antidadd de desechos que aparecen en los locus de uso primario, como la pequeña cocina del estrato E.4, a la vez que llevan a suponer que los patios del estrato E.3, y
prviri dnd dnd s dpostro rtfctos rotos todví dtro d domo fmr, como pso prvo su dscrt dftvo u ár d prtc pc pcó ó com co m u utr tr:: cm l baurals. s . Sor Sor s d stos s tos prcpos pr cpos s fct f ct costrur u mtrz squ mátc átc juto pos y prfs p rfs d P.S.I. qu qu compog scuc strtgráfc por u do, y coord ést co os prcps psodos d procso d formcó y trsformcó ur d Hurt, sus cs ss sgos d ocupcó (Schffr; 1976. E. Hrrs; 1979. I. Hddr; Hddr; 1984. R. Raffin; 1988). La f ch ch d 1150 ± 80 .p. (800 ± 80 d.C. d. C. LATYR.LP-165) btd btd s s d dpósto stá s tá dtdo dtd o vto v to I. A pud corrspodr fudcó d sto y costruccó d os prmros dfcos, spc mt os ucdos x x trmo tr mo SE. d stcó (Nº 50 a 60 d d po). Etr s cp más profud, XII X II d strtgrfí rtfc y Nº IX, ubicada ubicada 75 cm. pr p r cm y fchd 580 ± 80 .p. (1370 ± 80 d.C. d.C. INGEIS.AC-Nº 0963) n osrv grds dscotudds rtmo rtmo d formcó d d dpósto. os rtfctos y fu hdos stos vs v crcdo pu tmt y o sufr ruscs osccos sus frcucs mds d dvduos y frgmtos por udd cudrd d suprfc. Est momto Hurnahuaca aca,, unidad B o Pre-Inka. h sdo dtfcdo como Componente Hurnahu co co cmédos doméstcos dom éstcos jóvs, jóv s, cs, chchs, chchs, cérvdos y vs d grro grroo o fctdos cosumo. cosum o. os stos crámcos otdos st udd B mrc prsc d frrís ocs, Hurhuc, y usc d trusos óctos como os os stos Inka Prvincia Prvincial, Famabala t y grup Chicha. Eta au au cs cs prsst prsst por p or o mos m os hst hs t psodo psodo IV d sr. Est pso, dtdo form form sout prtr d 800 d.C. d.C. cn un igma d 80 80 ños mrc u ocupcó ocup có oc, oc, Humhuc Hum huc pr-Inka. pr-Inka. d d poc t t sdd. Caractrzd Caractrzd por u to crcmto d ár trmuros y. coscuc, d pocó rtv md qu ocup y rroj sus dsprdcos sur. os cmos cu y cutttvos procso d cumucó cutur sur comz producrs progrsvmt prtr d Compon ente Hurnahuaca-In Hurnahuaca-Inka ka vto IV, crrspod crrspod unidad A o Componente y stá vdcdos por u sr d psodos fudmts, qu comz co IV IV d dgrm dg rm 2.11., sr sr:: Aparición Aparición d crámc Inka Prvincia Prvincia..
3 — Mutpccó úmro d dvduos d cmédos domés tcos dscrtdos. 4 — Cambi rtmo rtmo d mtz d cmédos dom éstcos, myo m yorr mt t ortdo ortdo hor sor dvduos dutos. 5 — sprcó d rstos gdos ctvdds d cz, como cérv cérvdo doss y chchs, chchs, y d prros prro s doméstcos. do méstcos. 6 —- Abrupt crcmto cr cmto frcuc d dpostcó d frgmt frgmtos os d crámc crá mc por p or m2 m2.. d suprfc. sup rfc. 7 — Máxima Máxima divrsdd divrsdd rprtoro stístco d frrí. N xit xit duds corrcor stos cmos coduct dposco P.S.I cn rro d stímuos Inka. Et mdifican utancialmt sstm hurhuc rcptor. A niv niv frc, co sts trsformcos sodrzmos os sguts fctos prcdos dt dtro ro d ár ur ur d Hurt Hu rt:: 1 — Cmzo Cmzo d costruccó d os dfcos Inka sctor ctr o ‘ A d stcó (N° (N° 183 a 192) y d d x x p lanada d ccso os (N° (N° 582). pati d 2 — Cntrucción Cntrucción d cmo Inka a intramur qu qu rcorr pt ur ur d d N. a S., paand p prr sctor ocupdo por os dfcos Inka. 3 — Cntrucción Cn trucción d os rctos d strto 1 (N (N º 1/15/22/32/341/390/ 1/15/22/32/341/390/469) 469) qu prc rtcudos co cmo Inka pr grands grands vos d ccso. 4 — vtmto d grds jms qu dmt tto os ccsos stos rctos, como os d propo sctor Inka ctr. 5 — R modcó d prts rqutctócs pr-xit pr- xitts, ts, como coscuc d costruccó d s otrs uvs y x x p licitada os putos 1 3. Estos rptmtos uros s prc, uqu co crt dfcutd, gus suprposcos d prts rqutctócs. También muros qu dro sr qutdos o cortdos cudo s trzó cmo Inka sctors próxim próxim a l dfcos Inka. A partir d d stos stos tmpos tmpos crmos crmos qu q u s s gró dfccó d gr prt d sccó N . d sto, spcmt qus qu s stú
“ sr”. Pr la imag imag qu ofrc y su stdo d có s pos qu guos d os hy sdo cocs(p.. s sr N° 540 al 546 y la 442/450/453/463/464); anq o podmos frmro porqu somt fctu fctum mos os rcoccos rcoccos d rtfctos rtfct os suprfc sup rfc.. Otro sctor qu pud corrspodr tmpo d udd A d st sur pud sr ucdo NE. d d sto, s proximidad pro ximidads s d sur P.S.2. Allí compru prsc d stos tmé trdíos, como Fmsto gro sor rojo, qu prc os muéstros d os rctos Nº 572/573 y 217. Eta ituación crnlóg ló gica rtv rtv cocd co mor potc d sur P.S.2, qu qu dcrí qu st dpósto s más rct qu el P.S.I. Los Los fechado fechadoss obtenidos obtenidos por C. Madero; con registros de 680 ± 90 a.p. (1270 ± 90 d.C.) y 740 ± 110 a.p. (1210 ± 110 d.C.), contra contrasta stann favorablemente favorablemente esta es ta inferencia. inferen cia. Los edificios de este sector próximo al P.S.2 parecen responder a una concepción planeada. Tienen una traza en damero, con alto grado de regularización, conformando un “trazado en serie”, con una imagen en plan planta ta mu muyy rítmi rítmica. ca. En la superfici superficiee de éstos ésto s se s e regis re gistró tró la m ayor ay or frecuenc frec uencia ia de la la alfarería alfarería de estilo Chicha Chic ha en el sitio. Ateniéndonos a estos datos deducimos que la planta urbana de La Huerta sufrió a partir de estas fechas un proceso de gran crecimiento y dive divers rsifí ifíca caci ción ón de part partes es arquitectón arquitectónicas. icas. Este creci cr ecim m iento ien to es el refle re flejo jo de d e la potenciación y diversificación de actividades dentro de ella y por influjo del Estado Inka.
La cronología Inka En los niveles más superficiales del P.S.I, entre las capas VII a 0, se obse ob serv rvan an cuatro cuatro nuevo nuevoss episodios episodios (eventos VI a IX) con co n una conti co ntinu nuida idadd en A . Al evento VI corresponde la la tendencia de la acumulación de la unidad A. fech fechaa de 54 5400 ± 90 a.p. a.p. (1410 ± 90 d.C. INGEIS. INGE IS. AC.-Nº AC .-Nº 1069) y al evento VIII la de 480 ± 100 a.p. (1470 ± 100 d.C. INGEIS. AC.-N°0960). El primer fechado es más antiguo de lo que hasta el momento fijamos como umbral de la conquista Inka del N.O. argentino. Aunque su sigma positivo puede pu ede llevar esa fecha a 1500 d.C. Esta Estass dat datac acio ione ness lograda logradass sobre series estra e stratigrá tigráfica ficass coo c oordi rdina nada dass y en difer iferen ente tess lab labor orat ator orio ioss inducen inducen a especular sobre so bre un unaa m ayor ay or antigüe ant igüedad dad para el arri arribo bo de los los estímulos estímulos Inka al Noroeste arge a rgentin ntino. o. Aunq Au nque ue en defini def initiv tivaa el
qu dfícmt us pocs dtcos d rdocroo como s qu quí s ofrc pud rsovr st gm crooógco. N btant csro rtr sor st promátc. Para cso d os surs d Hurt, s 5 fchs otds pr compot Humhuc-Inka arrjan un prmdo d 1328 d.C. E lla pud sr prcmt corrgds utzdo os sgms postvos. mustr rdocróc d vto IV (1370 ± 80) qu mrcrí otro momto co prsc Inka pos tmé myor tgüdd qu s stmds rgurmt. Est s corrgd prt co utzcó d su sgm postvo, co o cu qud stud 1450 d.C.
L vtos rcts E v más suprfc d dpósto P.S.I, cmpusto por s cps 0 y prt d I, crrspod príodo hstórco qu mmos “compo t Hispano-Humahuaca”. Es ést psodo IX, ignad pr una paulatina diminución d s frcucs d tstos y cofctos. Est tr tv s corrcorí co os rgstros d cuts d cor d vdro uropo d s tums Nº 88 y 94, aí cm d crámc hstórc tror d os rctos Nº 217 y 472. E procso cumutvo f por ctvdds d dscrt sur s produc p tp Hspo-Indíg. t dsmucó d dsprdcos podrí dcr u put dsmucó d ctvdds, quzás, sodr co grdu doo d sto. Cab dstcr qu os mtos hspácos prc Hurt cutro tums xcavada pr Ddtt y roczds por osotros; s ro. 88, 89, 93 y 9 4 . E sts udds furrs prc tmé rtfctos Inka.
Diagrama d sr strtgráfc d sur P.S.I Evento I:
marca co d ocupcó d Hurt, cotdo por sccó más profud d u t d cró. Est v u fchdo 1150 ± 80 .p., socdo co 18 f frgmtos d frrí Humhuc. Eventos Il-Ill: vs co rstos d cró y tstos Hurhuc. vs d grroo y u pum d proyct d osd frgmtd (s scotd y ts)
ptt dpósto cutur co uzmto sodro pdt tur tror. Crcmto s frcucs d cofctos y tstos, 78 frgs. por m2. Indici d gr comustó. Aparición d frrí Chicha Inka. El extremo superior de este episodio fue fechado por C14 en 580 ± 80 a.p. A grandes rasgos este evento puede homologarse a los fechados obtenidos en el basural P.S.2 de La Huerta; aunque estos ofrecieron fechas algo más antiguas: 680 ± 90 (Latyr LP-335) y 740 ± 110 a.p. (LP-389) (C. Madero; 1992 MS). Evento V: nivel con potente sedimentación cultural. Crece la frecuencia de fragmentos por m2 a 168 y se registran otra punta de obsidiana y esquirlas del mismo material. También un fragmento muy pequeño de marlo de maíz. Evento VI: Lente de carbón fechado en forma absoluta en 540 ± 90 a.p. La alfarería fragmentada mantiene similares frecuen cias por m2 de superficie que el episodio anterior. Evento VII: depositación de un segmento de 5 piezas de una columna vertebral humana (sección dorsal). Su posición indica que fueron arrojados cuando las vértebras aún estaban articu ladas. Cáscaras de nuez y de maní. La frecuencia de tiestos se mantiene en 167. Evento VIII: depósito orgánico con ángulo de buzamiento invertido en relación a la pendiente de los demás. Nivel fechado en forma absoluta en 480 ± 100 a.p. La frecuencia de tiestos alcanza su punto más elevado: 201 frags. por m2. Evento IX: nivel con arcillas arenosas y clastos y, por encima, una depositación de tiestos poco potente, con una frecuencia de 59 frags., por m2. Nivel correlacionado con el mo mento hispano-indígena.
Evento IV:
L a b o r a t . P ro c ed en cia
INGEIS INGEIS INGEIS LATYR LATYR LATY
M a te r.
L.H-P.S.1/I1I carbón " L.H-P.S.1/VI " L.H-P.S.l/IX L.H-P.S.l/XVI óseo carbón L.H-P.S.2/II " L.H-P.S.2/II
Fecha a.p.
M uestra
Fecha d.C.
Fecha (sig +)
480 ±100 540±90 580±80 1150± 1 80 680±90 7 40 ±110
AC-0960 AC-1069 AC-0963 L.P.165 L.P.335 L.P.389
1470 1410 1370 800 1270 1210
1570 1500 1450 880 1360 1320
8. L dfcos Inka La crdds S5 10, W4 E 14 mrc sctor “A“ d Hurt, ocupdo por 35 rctos, 11 d os sutrráos, y os 24 rstts v d suprfc. Ests dfccos, uqu psm ds co dfr cs su cudd rqutctóc, so trus compot Inka. En rdd s trt d dos grds curpos d dfcos, uo ucdo hc pot, compusto por 12 rctos d suprfc, os Nº 181 a 192 y dtro d os cus dtt xhumó la tumba Nº 87, 88, 89 y 91. El rstt grupo, studo vt d tror, stá formdo por 11 mts suprfc y cot jo v s tums Nº 90,9 3 y 94. A juzgar pr la alidad arquitctóc, poscó dtro d ár tr muros, rtcucó y cotdo cutur, curpo prcp fu studo pot. Su rvc o ps dsprcd pr cuqur osrvdor, u psr qu sor é s sñro s pdd gos y ctífcos, prov o cdo drrums y profcos d todo tpo. Est curpo occdt t 640 m2. d suprfc crrd po r muros y u xp lanada su fchd (ár 582) d 350 m2. xp lanada f u trrpé por cu s producí úco ccso grupo, cuyo prmr rcto s 185. Observando desde la parte S. son visibles las intencione s escenográficas, cosumds mdt vcó rtfc d todo curpo, y rzds por mpoc d s jm s qu mt vo d ccso. E muro frot o fchd fu vtdo por prmtos dos d pdr ctd, mtdo srí cuzquñ. P gus sccos más d 2,50 m. d tur y cosrv us sñs d u ro d rro y rpo. U proj qut xtror hc s vcs d rfurzo, otorgá do prf d muro u sccó trpzod. os ccsos cut co psds jms d pdr, dos vo prcp, y otrs dos sor pso qu spr xp lanada 582 n gr rcto 185. También cosrv vstgos sputdos d u umr d pdr, o quzás u dt orgmt motdo sor s jms, y ugo dspomdo y roto. pquñ kk (dfco Nº 185) aps qud cctrcs d su profcó, port d sus smtos, y quzás vstgos d u horc Inka su muro or. U fotogrfí tomd por C. Lafón a cmizos d os ños 50 os mustr st structur cs tct,
El camin Inka trscurr por muro tr O. d st curpo, trdo y sdo d su égdo por dos uvos prs d jms d pdr. Cualqir cmt, dvdzo o utorzdo, sotro o compñdo por ms d crg, qu surcr por ést, r osrvdo dsd stos dfcos, spcmt dsd fchd y vstíuo. E curpo d vt s más ustro, o prst co crdd trutos rqutctócos mprs, excepción de la planta de su estruc tura. Su grado de perturbación es mayor, en especial en los ambientes que contenían las tumbas 90, 93 y 94. Tiene 450 m2 de superficie, segmentado en II ambientes y su vano de acceso principal; a la sazón el único que pudimos detectar, se sitúa al O, comunicando con el recinto N° 199, segura mente un patio por sus dimensiones superiores a 120 m2. Dos aspectos de consideración nos sugieren estos edificios de la sección oriental: 1 — Tienen una ubicación preferencial a la vera del grupo claramente Inka. Pero carecen de rasgos arquitectónicos imperiales. 2 — Las tumbas halladas en su interior contienen piezas de prestigio, como las vinchas de metal, gran parafemalia textil, y collares de cuentas venecianas. Por estas circunstancias se deduce que el cuerpo de edificios del levante fue habitado por alguna autoridad local —quizás mallcos o caciques— que gozaron de una situación privilegiada dentro del espacio urbano, al lado del cuerpo de edificios Inka. Los individuos depositados en la tumba 94, sobrevivieron en tiempos históricos durante los cuales accedieron al uso de artefactos hispánicos como los collares facturados en vidrio. No podemos asegurar quién de ellos, sino todos, fueron artesanos textiles o “cumbiscamayoc" , pero la evidencia de esta actividad parece ser contundente. Si Debenedetti hubiera sido más prolijo, ofreciéndonos dibujos en perfil y planta del hallazgo, estaríamos en condiciones de probar un caso de sacrificio tipo “suttee o necropompa” (González, 1979), costumbre exten dida en no pocas partes del nuevo mundo, y que consistía en inmolar alter nativamente a la esposa, parientes y servidores en la misma tumba del señor. Las vinchas de metal, clásico símbolo de cacique o mallco, y las demás características que atesora la T. 94, nos deja en los propios umbrales de esta interpretación.
9
Tumbas o almacenes estatales
Una prsc cs inexistente es el calificativo del registro de cóllcas o almacenes para maíz y papa en el área intramuros de La Huerta. El reper torio arquitectónico atribuible a este tipo de actividad de almacenaje estatal se ha extraído a partir de analogía de partes, con cóllcas de otras instala ciones construidas por el Tawantinsuyu. De modo que se trata de un mecanismo directo que dependerá de futuras alternativas de comprobación. Se han localizado solamente 5 estructuras subterráneas de planta subcircular, cuatro de ellas resueltas con cierres pétreos en falsa bóveda, y la restante desplomada. Fueron construidas a bajo nivel, con paredes de piedra y mortero y suman una capacidad relativa de almacenaje no superior a 60 m3. cifra insignificante frente a la magnitud media de la población que habitó el sitio. Dos de estas estructuras se hallan agrupadas en N19W19 sobre el borde occidental de la instalación, el que mira hacia Mudana. Las tres restantes lo hacen en el interior de la gran plaza central. Su adjudicación funcional no es desatinada, sobre todo el ser comparadas con cámaras halladas por nosotros en otras instalaciones imperiales del Kollasuyu, como Oma Porco en Potosí, Titiconte y Arcayo en Iruya, Hualfín y Pukará de Aconquija en Catamarca (R. Raffino y Col. 1981, 1982, 1986). Una de ellas recuerda en especial a las cámaras reconocidas en Coctaca de Humahuaca; atesora rasgos de factura Inka, como agujeros de ventilación, pisos empedrados; así como una orientación recurrente hacia la dirección de los vientos fríos predominantes. Otro detalle en favor del diagnóstico funcional lo constituye el hecho de que son estructuras subterráneas no incluidas, como las tumbas, dentro del piso de edificios mayores, a la par que no ofrecieron restos que orien taran su interpretación como cámaras funerarias. Dada la escasa significación en términos de volumen potencialmente almacenable, La Huerta tío fu e un enclave en el que el Tawantinsuyu haya intentado actividades de almacenaje en gran escala, falta la arquitectura deliberadamente erigida para tales finalidades. Aquella que caracteriza los grandes centros de almacenaje como Huánuco Pampa, Wakan o Jauja en la Q’eshwa peruana (C. Morris; 1981. R. Matos, 1973, T. D’altroy y col. 1988) o en la sierra de Cochabamba dentro del égido del Kollasuyu (B. Ellefeen; 1978).
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El camino Inka a intramuros de La Huerta
Su rémra n claramt vss, por o qu h poddo sr rcom pusto su totdd. Penetra en S6W19 proveniente de Tilcara y Perchel de Humahuaca; sale de la planta urbana en N32E7 en busca de Campo Morado, Yacoraite, Coctaca, Hornadita y Alto Zapagua. Pocas instala ciones con vestigios Inka en el N.O. Argentino, ofrecen huellas tan visibles del legendario camino Inka. Visto en planta, esta vía semeja a una sucesión de segmentos rectos y quebrados, limitados por las construcciones de habitación; comunicándose con vías menores o secundarias con los grandes corrales del E -l, con los edificios Inka y la plaza. Ya hemos señalado que su articulación con el cuerpo de edificios Inka, es directa, así como con los grandes recintos del estrato 1. Está sobreele vado con respecto al resto de las construcciones, y por lo menos en dos sectores S6W18 y N8 W2, su construcción obligó a la remodelación o levantamiento de construcciones preexistentes. Presenta un promedio de dos a ocho metros de ancho, y sólo en su recorrido por la plaza central de La Huerta se ve privado de muros laterales. El tramo recto horizontal de 50 m. que media entre su acceso meridional y el cuerpo de edificios Inka en S8W4, aparece sobreelevado por el descarte de sedimento y basura, lo que habla de cierta desprolijidad en su mantenimiento, y como consecuencia de su transcurrir por un sector de elevado FOS. En la sección N. del área de instalación N11W3 el camino se bifurca en dos ramales delimitados por muros. Curiosa alternativa, aunque no tanto suponiendo que uno de ellos fue la salida y el restante la entrada al sitio. O bien que estuvieran destinados a la movilidad de diferente clase de biomasa en cada uno de estos ramales. Como ha sido señalado, este tramo a intramuros del camino Inka es parte del gran sistema vial tendido por el Tawantinsuyu a lo largo y a lo ancho de sus confínes. El recibirá mayor atención en posteriores capítulos de esta obra, pero no sin antes puntuar que su planteamiento y construcción fue deliberada. Fue concebido para pasar por el corazón de la instalación, a pesar del mayor costo energético que ello demandaría. Con lo cual, amén de sus relevantes articulaciones con otros edificios, quedan remarcadas las intenciones buscadas por estrategas y arquitectos al servicio del estado. No pocas veces hemos señalado que esta alternativa se reitera en otros sitios imperiales de prestigio que los Inka erigieron en Kollasuyu como Tilcara, Hualfín, El Shincal, Chaquiago de Andalgalá, Ranchillos de
Mdoz. Titicnt d Iruya, Nvdo d Acnquija, Furt Qumdo, Qus, y Egm d Yocv, Tatil d s Cuevas, y Chuquiago de la potosina Suipacha. Que el camino real transcurra a la vera de sus lamberías de servicio es algo frecuente o lógico en función de apoyo logístico que éstas le brindaban. Pero que lo haga atravesando las entrañas de grandes áreas pobladas como en La Huerta, o por el medio de las plazas Inka o aukaipatas, como en Hualfín y El Shincal, refleja la importancia que le deparó el Tawantinsuyu a esos enclaves. (Raffino 1981 y 1988. J. Hyslop 1984). De acuerdo con nuestros cálculos, siguiendo el camino Inka que corre por Pozuelos, Calahoyo, Talina, Uyumi, Sevaruyu, Poopó, Titicaca, y Puno hacia el Cuzco, La Huerta se hallaba separada de la capital Inka por alrededor de 1670 km. Esta distancia podía ser cubierta en aproximada mente 54 días, si se empleaba el sistema de chasquis o estafetas, y por lo menos en el doble de tiempo si se trataba de recuas o tropas de llamas cargadas. A pesar de estas distancias, los mecanismos de flujo de energía, e información del sistema poseían atributos claros de control. El tráfico que fluía por éste camino era objeto de permanente observación por quienes residían en el cuerpo de edificios Inka del poniente. Por estos atributos, además de tantos otros. La Huerta de Humahuaca accede a una sofisticada nómina de enclaves que tuvieron para el Inka preferida significación.
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Capítu l II. Part sgud
La funébria de La Huerta R o d o l f o R a
f f in o
, Vi c t
o r ia
G a r
c ía
M o n t e s y Al b e r t o M a n s o
Cnfigura un gm to sgfctvo t posdd d rcompor u u prt d rgstro rtfctu y d rqutctur furr qu o cot. coccó s u mustr ssgd y drgd, producto d 67 udds furrs, d s cus s otuvro 692 rtfctos o prts d os y 169 rstos humos. Part d stos mtrs s h dpostdos Muso Etográfco d cudd d Buos Airs, otros Intitut Tilara d Jujuy. mtm t u cfr dfíc d dtrmr crc d rgstro d dpósto. s 67 tums co prtcpcó rqutctóc hmos ogrdo rcoocr y ucr po d Hurt 58, d s cus 26 h sdo rcompusts ortoro y srá cosdrds puto sgut. Est útm cfr fucorá como “muestra analítica” y rcrá u trt mto pro, com o cotrstdor d “muestra totar. os 26 csos d mustr ítc s dscrm como sgu: Cant. 5 — Cámara cilindrica cn cirr fs óvd Cuadrangu lar/rctgurs fs óvd 5 2— p 1 cdrcs co crr po 3— ” 2 cudrgurs co crr po 4— ” 7 "s dtos d crr 5— " 4 cdrcs"" 6— ” 2 — Adu lt dirctos: 2 ca 1
7
% 18,5 18,5 4 7 26 15 7
7 8
Fig. 2.14. Facha da d os dfcos Inka d Hu rt, co strudos c o p rds dos d pd r ctd y ro tror
La “muestra total” rsut d os 67 csos sñdos por dtt, más 5 dscrptos por C. Lafón (1958) cn l al s scd 72 dscrmdos como sgu: % Núm. 1— Cámrs cdrcs c/cr f/óvd 22 16 1— ” íptcs ” ” " 1 1 2— ” cudrg./rctg. c/crr f/óv. 6 8 1 3— ” cdrcs c/crr po 1 4— “ Cuadrang. c/crr po 2 3 12 17 5— ” ” s/dtos d crr 12 9 6— ” cdrcs s dtos d crr 12 17 7 — Adlt drctos 1 1 8— “ urs 11 15 9 — Infantes en urnas 1 1 10 — ” directos Totales
72
Los gráficos de barras exponen las relaciones frecuenciales de ambas muestras, con lo cual se observa una cierta preeminencia de los cerra mientos pétreos con bóveda en saledizo o falsa, quienes alcanzan porcen tajes relativos de 37 y 31% respectivamente. Como contraparte de los cierres pétreos planos, formados por lajas sin saledizo, apenas alcanzan porcentajes de 4 y 11% respectivamente. Las plantas cilindricas ostentan frecuencias de 37,5% y 36%, siendo superadas por las respuestas cuadrangulares, quienes alcanzan coeficientes de 51,5 y 28 con un promedio de 39,5. Los datos sobre los cerramientos signi fican una muestra sesgada, en tanto un 35% de las nimbas con arquitectura no ofrece respuestas precisas sobre la techumbre. Este sesgamiento no es tal para el caso de las plantas cuya relación estadística cobra segura relevancia. Por lo demás se observa un 15% de enterratorios de infantes en urnas en la muestra total, y apenas un caso de adulto en urna. Tenemos reparos en la calidad de este registro por las características con que fue excavado el sitio por Debenedetti. A la par que su inclusión en la estadística general debería hacerse en un item o estrato aparte del de la arquitectura funeraria.
2. Registro funerario: ubicación, clasificación, inclusión y contenido
L.H.T.-44a: Ubicación:S29W23. Tipo: 5 (cuadranglar sin datos del
crr). Inlión: adada a la pard N. d rcto 27 (strto tpo 2). Cntenido: 1 esqueleto de adulto con una costilla fracturada y soldada (S. Debenedetti: diario de viaje pág. II). Ajuar: 3 horquetas de madera. 1 peine de hueso. 1 tortero de madera. 1 cincel bronce enmargado. 1 collar de cuentas de piedra. Los números que se consignan al lado de cada pieza corresponden a los de la colección del Museo Etnográfico. L.H.T.-44b: Ubicación: S29W22 . Tipo: 5 (cuadrangular sin dato de cierre). Inclusión: adosada a la pared N. del recinto Nº 27 comparte medianera con T. 44 (estrato tipo 2). Contenido: 1 esqueleto de adulto en mal estado de conservación. 1 infante directo. Ajuar No contenía. L.H.T.-64: Ubicación S14W5. Tipo: 1 (cilindrica con cierre de falsa bóveda). Inclusión: en un punto de inflexión de la pared W. del recinto 151 (estrato tipo 2). Contenido: 2 esqueletos de adultos en mal estado de conservación. Ajuar 1 puco Int. Gris, 1 plato fracturado. L.H.T.-70: Ubicación: SW16. Tipo: 1 (cuadrangular con cierre de grandes lajas, presumiblemente en falsa bóveda). El piso estaba empedrado. Inclusión: en el sector central del recinto N° 162 (estrato tipo 2). Contenido: 1 esqueleto de adulto (faltan: omóplato derecho, dos costi llas, todos los huesos de manos y pies y la mandíbula inferior). Ajuar 1 bastón de madera. (*) Se halló además una pelvis de mamífero. L.H.T.-71: Ubicación: S8W15. Tipo: 1 (circular con cierre en falsa bóveda). Inclusión: ángulo SW. del recinto Nº 165 (estrato tipo 2). Contenido: 3 esqueletos de adulto. Ajuar: 1 frag. de ocre rojo. L.H.T.-72: Ubicación: S5W16. Tipo: 6 (cilindrica sin datos de cierre). Inclusión: Adosa a la pared oriental del recinto 233. (estrato tipo 2). Contenido: 3 esqueletos de adulto (Debenedetti extrae 2 de ellos). Ajuar. No contenía. L.H.T.-73: Ubicación: S3W16 (Fig. 3.1.) Tipo: 2 (cuadrangular-rectangular en falsa bóveda). Inclusión: Adosada a la pared S. del recinto 248. (estrato tipo 2). Contenido: 5 esqueletos de adultos; “... un cráneo mutilado roto occipital y en la sutura lamboidea. Trofeo de guerra...” (Debenedetti, diario de viaje; pág. XXXI). Ajuar. 1 cuchara de madera, 1 cometa de hueso. Sobre la tapa de piedra, se hallaron 2 platos fractu-
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Fig. 3.1. Cámar furr T.73 d Hurt
rad. Un d os, N° 25122, s u pto omtomorfo Inka Prvincial (C.M.E.). 3 puc ubhmsfércos, TiIcara-25014-25019). 1 puc ubhmsférco co 1 puto d fxión. 1 puc trnccónic. 1puc cn aa. 1 jarra smp. 1 o sugour Tilara N/R.
L.H.T.-75b.-75d.: Ubicación: N1W14. Tip: 75b: 5 (cuadrangu lar in dat d crr). 75c: 6 (cilindrica in dat d crr). Sor st tum s suprpo prd mdr qu rpr os rctos N° 285 y 286. 75d; 1 (cdrc co crr fs óvd). Sor st tum s suprpo tmé prd mdr udd. Inc l ión: Pr djo d muro mdro tr os rctos 285 y 286 (N° 286 prt c tpo 2). L.H.T.-75b: Cntd: 3 squtos d duto. A juar 1 puc ubhmsfé rco. 1jrr smp. L.H.T.-75c: Cntdo: 2 squtos d duto. Ajuar 1p d mdr. 1 tortro. 1 orqut d tj. 1 mop. 1 vso H. ordro. 3 jrrs smps. 1 vso chto puño. 3 ptos H. moocromo rojo. 2 pucos suhmsfércos Ti lara N/R. 1 rcpt d cz. L.H.T.-75d: Cntdo: 1 squto d duto. Ajuar: 1 jarr cn aa tr. 1 puco Int. Gri. 2 puc Tcr N/R. 2 p lat H. rdinari. 3 jarr. 1 lla H . Rja. 3 plat pquños. (*) Aciad a st compjo d 3 tums, dtro d rcto qu s cot dtt, hó 4 trrtoros drctos d dutos, y u cráo mutdo co orm occpt hc rr. L.H.T.-77: Uccó: N3W11. Tip: 5 (cuadrangular, in dat d crr). Inc lión: Adada al ángl NW. d rcto 293. (strto d tpo 2). Cntdo: 2 squtos d duto. 1 duto ur, cu s hro frgs. d mt d pt (dtt, dro d vj, pág. 35). Ajuar: 3 Puc La Pma N/R. 3 jarr cn aa la t r. 1 P lat Hmahaa rdinari. 1 Artfcto d mdr (form cudrd). L.H.T.-78: Uccó: N4W8. Tip: 6 (íptc s/dtos d crr). Inlión: En tror d rcto 318 (tpo 2). Cntdo: 2 squ tos d duto. Ajuar. 1 hrqut d mdr. 1 pto d s p. 1 jrro d s tr.
L.H.T.-79: Ubicación: N1W8. Tip: 5 (cuarang. /dat d crrj. Inc lión: Intror d rcto 297 (d tpo 2). Cntdo: 1 squto duto. A juar n cntí. .H.T.-82: Ubicación: S21E1. Tip: 5 (cuadrangu lar in dat d crr). Inc l ión: águo S.W. d rcto 87 (strto tpo 3). Cntdo: 1 squto d duto. Ajuar: cámr cotgu (vr po) prcó u ot d curp o gour (dro d vj; Página 40). L.H.T.-85: Ubicación: S18E3. Tip: 2 (cuadra ngu lar-r ctgur co crr fs óvd). Inc l ión: adada águo SW. d rcto 118 (strto tpo 2). Cntdo: 9 squtos d dutos. Ajuar 1 campa ni lla (brn ) ?. 1 cc (roc?). rs horqu ts d m dr. “Abundant o sd ” . 1 c z sto. M d c z . 1 “psdor” d cor d huso. 1 puco suhmsférco T i lara N/R . 1 puc trnccónic. 1 pu c cn aa. 1 va intror grs. 1 j rr smp. .H.T.-86: Ubicación: S16E1. Tip: 5 (cuadrangu lar in dat d crr). Inc l ión: sctor ctr d rcto Nº 111 (strto tpo 2). Cntdo: 3 squtos d duto. 1 squto d ft. A ju ar 1 squto d Cani familiari. 1 p lat d mdr. I p lat Hmahaa rj . “Una umita ngr” (dro d vj: pág. 43). 1 jarr cn aa lat r. 1 cucho d mdr. 2 cuchrs d mdr. 1 csc d uz. 1 p d mdr. 1 puco trococóco. 1 cc d roc co mgo. 2 tortros d cáscr d uz. Frgmto d cñ “tcur*’. 1 tortro d mdr (ám N° 25586). 1 arc d mdr (frgmto) (Nº 25589). L.H.T.-87: Ubicación: S8W1. Tip: 2 (cuadrangu lar n irr fs óvd). Inc l ión: apartmt tror d os dfcos Inka, rcto Nº 185 (tip 1). Próxima a la trd prcp mtd por jms; 2m W. d Kk. Cntdo: 4 squtos d dutos. Ajuar: 1 hachu d roc. 1 cc d roc. 1 dsco d roc mr. 1 dsco d roc co s (pc doro d suspsó). 2 topos d roc. Cuts d mqut. 1 “hrm os” put d fc h d síc (dro d vj; pág. 45). Frgmto d u rco d mdr. Frgmto d u pto d mdr. 2 “scudos” d mdr. Frgmto
L.H.T.-88: Ubicación: S7E1. Tip: 2 (cuadrangu lar, irr fs óvd) d xct técc costructv. Inc l ión: adada a la par d or, d Kk Inka (strto 2), dtro d rcto 186. Cntdo: 2 squtos d dutos, uo d os co vch d pt dhrd. Sor tp u párvuo ur. Ajuar: 1 vincha d pt. 2 kros d mdr. 2 “mdos mts” (dro d vj; pág. 46). 2 cuchrs d mdr. 2 tortros d mdr grdos. 1 p d mdr. 1 tuo d huso. 4 “topos d cor y pt" (dro d vj; pág. 46). 1 rco d mdr (Nº 25461). 1 punta d fch d huso. 2 pu ts d fch d mdr. 1 cor d cuts d vdro (hspáco sgú dtt). 1 puzó d mdr. Frgmtos dtrordos d tjdo. 1 yuro Humhuc rojo (Nº 25058). 1 yur Hum ahuaca rj. 1 puc ubhmsférco Ti lara N/R . 2 lla ubg lblars pquñs. 1 puco suhmsférco T i lara N/R . 1 puc ubhm sférco Horos N/R. 1 puc trnccónic. L.H.T.-89: Ubicación: S7E3. Tip: 6 (circu lar in dat d crr). Inc l ión: inc l id águo NE. d rcto 189. (E-2). Cntdo: 1 squto d duto. 1 squto juv. Ajuar: 1 anill d cor. 1 cor d cuts rgs d vdro zu. . H .T .-9 0: Ubicación: S8E 11. Tip: 1 (circu lar n irr fs óvd). Inc l ión: inc l id águo SE. d rcto 196 (E-3). Cntdo: 1 sq uto d duto. 1 párvuo. Ajuar: un c llar d cuts d mqut. “Prts d vdro" (dro d vj, pág. 48). 3 “cu tos d oro ”. 6 tortros. 1 md cz. “Frgm tos d vros úts d mdr mpos d dtfcr” (dro d vj; pág. 48). . H .T.-91: Ubicación: S6E3. Tip: 1 (circu lar, irr óvd co sdzo). Inc l ión: inc l ida águo NO. d rcto 188 (E-2). Ajuar: 1 artfcto d mdr “mr”, co dos prforcos sus xtrmos. Osrvcos: xct técc costructv. N parc trtrs d u tum, so d u dpósto d rtfctos. . H .T.-93: Ubicación: S8E13. Tip: 6 (circu lar in dat d crr). Inc l ión: Próxima al ángl SE. d rcto 197, pro s dosrs
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Fig. 3.2. C ó lla I n k a d T i t i c n t d I r u y a r s u t s c o p r d s d p d r y t ch o c o ó v d s d z o
agricu ltra form d pco” (dro d vj; pág. 51). os tortros d mdr. Frgmtos d áms d pt. 1 put d huso. M.T.-S4: Ubicación: S8E14. Tip: 6 (íptc s dtos d crr). Inc l ión: próxima a l ángl SW . d rcto 198, s dosrs su prd md r. Cnjuntamt co tum 93 ocu p sctor más prturdo por os squos (E-3). Cntdo: 3 squtos d dutos. A juar L d squtos qu stá jutos pos vchs d p t dhrds os cráos. E squto fmo posí u cor d cu ts d vdro y u csto d pj tjdo qu cotí tortros. 28 tortros d mdr. 1 cor d cuts d vdro (25561). 2 topos d pt. 2 vsos d mdr (25402). 3 cuchos crcurs d m dr. ros u sos c om ptos d mdr. 5 pucos Humhuc rojo (25042/43/44/46/47). 2 ptos Humhuc rojos co s tr (25048/49). 1 pto rojo Hu m huc (25041). 2 frs d oro. 1 puco suhhm sférco N/R. (N- 25054). 1 pqu sugour sto C lla Q i llaq i la (N° 25055) . 3 jarr Humahuaca rj cn aa latr (N° 25051/52/53). 1 va Humahuaca N/R (Nº 25050). 1 llama tallada m dr (N° 25400). 2 vincha d pt. 1 rco d mdr. 1put d mdr. 10 “stocos d mdr”. 5 cuchrs d mdr. 5 rcpts d cz. Frgm tos d cochs d Pacífic. 1 cinc d roc. 5 topos d roc (*). 3 pucos Hum huc N/R (Nº 25038 /39/40). 1 lla Hmahaa rja (Nº 25037) . 2 yur Humahuaca rj (N° 25035/36). 1 c mt d huso “ rsodor”. Tub d mdr. 1 topo d huso. 3 stos d mdr. ros trozos d mdr corrspodts u tr vrtc. rís cñs, u d s form tz co put d mdr. (*) os strum tos txti l s dpos tdos tror d u csto ju to co r y os topo s.” ... Es m opó qu s trt d u tum d gt d ctgo rí. os, p or s vchs, h sdo prsojs. E otro s s dud u m ujr..." (dro d vj; pág. 52). .HX-103 : Ubicación: N20W10. Tip: 2 (rctgur co crr fs óvd), cusó: uprpust sor u cámr d pt crcur “dos rocs cocétrcos" (dtt. dro d vj; Pág. 61). Dtro d rcto N° 388 (tip E-2). Cntdo: 2 squtos d dutos. Ajuar. 2 jarra impls (N° 25078/25094). 1 puc ubhmsférco. 2 horquts d mdr.
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F i g . 3 .3 . C a m é l id ta l l a d m d r p r o v t d t u m T . 9 4 d H u rt
3. Dat hpótss sor coduct furr Hurt Tra stos áss stmos codcos d cotrstr os rsutdos otdos gt 20 ños trás por C. R. Lafón (1967) tomo fur d Hurt. Est utor z os dtos d S. dtt, grdos décd d 1910, dmás d sus vstgcos prsos. Es osts qu ft d pos d stcó, y d u strtg d osrvcó sor dto rqutctóco, mpd mjors prcsos. S mrgo so tds gus d sus cocusos, como s qu sñ t frcuc d humcos prmrs, usc d crm có, y vr poscó gufz, o “cucs”, d os cdávrs. s dos mustrs mpuds sor rqutctur furr, tot d 72 csos y mustr ítc sor 26 csos roczdos, mt smrs prscs y proporcos tr sí, t o cu podmos cocur vrs propusts sor coduct furr, s 1 — E 92% d mustr furr s scr os rctos d os strtos 2 y 3. Esto sgfc qu: a) E l 80% d s humcos co prtcpcó rqutctóc, s fcturo dtro d os ptos s tcho, d 25 150 m2. d suprfc y co comuccó co rsto d os mts d s udds doméstcs. E 12% d s tums rstts co prtcpcó rqutctóc s hcro mts d 10 25 m2. d s udds doméstcs, os cus pudro str tot o prcmt tchdos. ) E ocus gdo fu, cs xc ly tmt águo tror d rcto. os muros spttros y mrdos, furo os prfrdos. c) N hay tumba cn participación arquitctóc os strtos 4 (cocs como s Nº 190 y 359), ni os d tpo 1 (grds ptos). d) N hay cmtro crópos d-hoc dtro d pt ur. 2 — N xit u rqutctur furr dfrcd. Humhuc o oc y otr prsutmt Inka. Amb tip mayritari d cámrs, cudrgurs y crcurs co óvd sdzo. aparecen y coexisten dtro d os dfcos cuzquños como
ajuars prtcts compot Humhuc, Humhuc-Inka, cusv Humhuc Hstórco. 3 — 14 d os csos roczdos d s cám rs furrs so d pt cudrgur (56%), 12 d s s costruyro tror d mts prtcts strto 2 y s 8 (32%) rstts so cámrs cdrcs d s cus, somt 2, prc tror d mts d strto 3. 4 — s cámrs cdrcs cz u frcuc md d 37% sor mustr tot (72 csos). 5 — s cámrs d pt cudrgur cz frcucs mds d 40% sor mustr tot. 6 — s tums d pt íptc o supr md d 1%. s humcos d dutos ur so frcuts, co u promdo fror 2%. os dutos humdos form drct, osc u 12%, uqu quí ps j prdur dd d st rgstro. 7 — prtcpcó rqutctóc fu r d Hurt, cz 85% d mustr. 8 — Fur d corrcó co s frcucs trors, s rgstr somt 11 csos d humcos d fts ur, y u d ft drcto. E sgudo dto o vumos como rr vt t t prturcó cosrvco d st rgstro. 9 — fs óvd tsor u frcu c md d 33% como rsoucó d crr d tums y d 80% s prsuts cócs. 10 — os crrs pos ps cz 7% s mustrs fur rs, y stá usts os mcs y s tums roc zds. S dduc coscuc mím prtcpcó d st técc rqutctóc. 11 — usc d tchumr co-vrí form vrs co fs óvd; su frcuc md s d 35%. 12 — mjor cudd rqutctóc d s costruccos furrs s osrv os tpos cudrgur fs óvd, y crcur fs óvd. Aparc co myor frcuc os sctors Inka, a l N. y al Oidt d qu. 13 — N s h rgstrdo tums co prtcpcó rqutctóc os sctors d xtrmo E. y NE. d pt ur, qu rc
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Fig. 3.6 .1 Cám ara ci l indrica c/cirr fs óv d ; 1' cám r íptc c/crr fs óv d; 2 cám r cud. rct. c/crr fs óvd; 3 cám r cdrc c/crr po; 4 cám r cud . c/crr po; 5 cám r cud . s d tos d crr; 6 cámr cdrc s dtos d crr; 7 du tos drcto s; 8 du tos urs; 9 f ts urs; 10 f ts drctos
14 — Explicada st coduct furr dtro d os ptros rquo ógcos trdcos podmos cocur qu xit u mím trvcó d rsgos provts d s trrs js o forsts mzócs (p.. humcos d dutos fts urs), usc d rsgos típcmt tpácos (Chullpa d do, crpts o cv urs) y mím prsc d crr mtos d pdr pos. Esto sgfc qu o hy rqutctur furr Chicha Atacamñ, o d gu otr có tpác (vés Cap. VI) y qu somt u “pro chrguo“ duto fu trrdo ur Hurt. 15 — Fmt óvd sdzo rsuv os crrs d tums crcurs y cudrgurs co myor ídc d prstgo soc, tto d os vtos pr-Inka, Inka cm c ln ia l. Eta sum como u rsgo cásco d trdcó doógc-furr d os s Msotérmcos tpo Q’hsw, co u jo org Formtvo d os Ands Ctrs (p.. Piruru y Mit). Su rprstts ocs N.O. argto prc Formtvo Tafí d y prdurrá, como o rfj Hurt, hst os msmísmos tmpos d go d A lmagr (R. Raffin; 1988; 149 y 194).
Capítu l II . Part Trcr
Los artefactos R o d o l f o R a f f i n o
y J o r g e
Pa l m a
procdc d os rtfctos d Hurt d Humhuc s vrd; y hmos vsto sccó tror roczcó d 26 d s 67 tums xp lrada pr Ddtt 1918. Cn l al na r gur porcó d s 692 pzs tcoógcs rcor su ugr os cotxt arquoógcos.3 E rsto d os rtfctos quí xaminad prvi d ustrs vs tgcos d cm po y s grup trs ctgorís: 1 — Artfctos frgmtdos — crámc su myorí— otdos os muéstros d suprfc sor 25 rctos/udds (5 tomdos zr y 20 drgdos). Est mustro fu strtfcdo sor os dfrts tpos d rqutctur d suprfc. 2 — Excavación cntr lada dpósto d sur .H.P.S.1 3 — Excavación d os rctos .H. 190; .H. 359; y .H. 360. Est óm tcoógc voucr pzs cofccods frrí, mts, mdr, txtils, cordrí, pdr y huso. Cncir mút ps rsts d sstm cutur: arma, adrn, muicalidad, al inógos, rgosdd, trjos doméstcos, mcj y trsport. 3
E mtr orgáco d coccó stá sdo xaminad pr l antrpó lg fíic d Uvrsdd d Rí Cuart y gurmt su xpición rá u cfcdo port tm.
I. La a lfarrí H r c d o t c ó s p ec ia p o r c o f g u r r u p r o d u c t o c u tu r qu o f r c u s p o s d d s x p l i c a t iv a r c o d s c o d g ó s t c o d s t o , s u c r o o o g í r t v , s c u c t é m p o r c u tu r , y ú t r tv s u r í s t c s y t ro p o ó g c s ; c o m o o s d f r t s u s o s d o s r c p t s , d v r s f c c ó f u c o d s p r t s r q u t c t ó c s q u o s c o t , s t s d d s y c t v d d s o s
us o s
d s p c o t r m u r o s d
H u r t y p o s d st r u c ó é t c s o c z c ó d o s d f r t s s t o s c r á m c o s s c t o r s d á r d s t c ó . p o c ó s t d í s t c c r á m c x a m i n a d a , c m p rd u tot d 121 p z s q u t g r s c o c c o s d M u s o E t o g r á f c o “ J u B . A m b r t t " , y d M u s o A r q u o ó g c o “ E d u r d o C a a n v a “ d T i l a r a . A d m á s s g r g 4 .3 7 5 f r g m t o s r c u p r d o s d x c a v a c i ó n s t r t g r á f c d o s d p ó s to s d s u r . 1 6 9 o s r c t o s y 4 . 1 6 8 f r g m to s r c o g d o s s u p r f c . A p a r t i r d s t m u s tr , p o d m o s d sc r m r s g u t d t d s t o s c r á m c o s :
a) Interior Gris Pulido: ( R a f f in , A l v i . O l iv r ,
P a l m a , 1 9 8 6 ).
O tr a d o m c o s : I n t r o r N g r o P u l i d (M a d r a z z . 1 9 69 ). J u N g r o y R j ( C i g l i a n , 1 9 6 7 ). L a c c c ió n s o x i d a n t p o r f u r , y r d u c t o r p o r d tr o . s u p rf c s d c o o r r o j o o g r s x t r o r , m tr s t r o r s g r s m u y p u d o r u ñ d , d c o o r r t t s o , q u d q u r p o r p u d o y , g u o s c s o s , p o r u s p c d g r f t d o . s fo r m s c o s s t p u c o s s u h m s f é rí c o s c á s c o s ( fo r m 1) y d o r d g r m t r s t r g d o ( f o r m 3 ) , o s q u p r c s o c d o sto P m a N gro sor R j. (Fig. 4.2 y 4.3). S u p r s c H u r t c z 3 ,3 % d s p z s c o m p t s , 0 ,6 % d s r c o c c o s d s u p r f c , y 4 , 2 % d p ó s t o d s u r ( p r o m d o s t o t s ) .
b) Poma Negro sobre Rojo: ( B t t, B r, y
S om m r, 1948).
O t r s d o m c o s: P m a b i c l r ( C ig l i a n , 1 9 7 3 ) . L a c c c i ó n s o x i d a n t , d s u p r f c r o j o o s c u r o o g r o p u d o t r o r y r o j z o r j x t r o r . S o r s u p r f c s p u d s , d c o r c ó x t m c o s s t d s d
La frma cnit pucos suhmsfércos cáscos, (form 1) y d ord grmt vrtdo (form 3). Est útm s qu cocd co sto Intror Grs Pu l id. Su prsc sto s d 11,6% d s pzs compts, d 2 % d os frgmtos d rcoccó d suprfc, y d 2% d os rcoc tdos sur. c)Angosto Chico Inciso: (Btt, Br, y Sommr, 1948). coccó tmósfr rductor, co suprfcs d coor mrró cro, rojo oscu ro o gro. suprfc trtd por sdo, mustr u dcorcó cosstt csos d guos, qu form por o gr tráguos co sus vértcs h c jo, co s ss ju to cuo y prs ést. s forms cosst os sugours, (form 6) y jrrs smps (form 9). Su p rs c c z 3,3% pzs compts, y 0,2% sur. d) Hornillos N egr o so bre Ro jo: (Btt, Br, y Sommr, 1948). coccó s oxidant co suprfcs rojzs, sds y dcords gro sor fo do ro jo, c o m otvos como rtcudo sor árs trgu rs o rctgurs. os pucos prst u dvsó tr prtt o cutrprtt, co d s rtcuds o ís prs. s form s so puc os suhm sfércos cáscos (form 1), pucos trococócos (form 4), os sugours (form 6), os compusts (form 7), y yu ros (form 8). Su p rs c s d 9,9% d s pzs compts, tror 3% d os frgm tos d suprfc y d 0,6% d os frgmtos d sur. e) Tilcara N eg ro sobre Rojo: (Btt, Br, y Sommr, 1948). coccó s oxidant, co suprfcs rojzs, trtds por sdo o pudo; ést útmo cso tom u coorcó orrvo. dcorcó s gro sor rojo co tráguos, ps rtcudos, gchos, dmros, y dujos d “mos”, grds árs ovds co rtcudos y grds sp rs. s forms so pucos suhmsfércos cáscos (form 1), pucos trococócos (form 4), os sugours (form 6), os compusts (form 7), pk sugours (form 11), pk compustos (form 12).
L.H.54. Su frcuc md sur P . S . l s d 18% co cot udd tods s cps. f ) Humahuaca-Inka: (fó, 1956). Otrs domcos: Inka Prvincial (Raff i n, A lv i, O livr, Pa lma, 1986). D coccó oxidant, suprfc vrí tr os coors t, rj, rojzo, y rojo oscuro, co trtmto d sdo muy pu do o ruñdo. dcorcó cosst drs o grdts gro sor t, rj o rojo; vcs s grg co. E s m yo r mpño mt có d s forms k, qu dcorcó d tpo “humhuquñ”. s forms prsts so: puc ubhmsférco cásco (form 1), o compust (form 7), pk sugour (form 11), cátro (form 13), rod (form 14), y pto pto (form 15). prsc d sto Inka Prvincia l Hurt s dscotu, co vrcos d sgfccó dtro d ár d trmuros. C-varía pitivam t co dto rqutctóco, por cuto porctj más vdo, s rgstr dfco Inka L .H. 190 (7% ). En tr s pzs compts osc 10%, y sur prc rcé prtr d cp XI, cn prmdos d 2% p or cp. g) Grupo Chicha: (Raffin, A lv i, O livr, Pa lma, 1986). Otra domcos: Eti l Chicha (Ibarra Gra, 1967), Eti l Yavi (Krapvicka, 1970). L a ccción s oxidant, suprfc rj, ro jz o t, y trtmto d suprfc po r sdo y pudo, m uy pudo. Cmprd s sguts vrdds: C hicha Mrad, Chicha Naranja Natura l ( Prt i ll Ant so), Chicha Mrad br Naranja ( P rtill M rad br Ant), C hicha Ngro sor Mordo y Naran ja (Yavi Chic P lírm ) y Prt i ll Plírm . La frma qu cotrmos Hurt so pucos co puto d fxión ord (form 2), puc o suhmsférco rstrgdo (form 3), pk sugour (form 11), y cátro (form 13). Su prsc cz tr s pzs compts u 5,8%. C-varía lidariamt co frrí Inka Prvincia l, tant os muéstros d suprfc como s xcavacins. También su prcó strtgráfc sur P . S . l, qu juto sto Inka, cupa la 11 capa uprors y co promdos d 3,5%. h) Monocromo Rojo:
rgstro sto cz 23,1% d s pzs trs, 32,2% d rcoccó d suprfc y 18,6% sur. i) Ordinario: Est grupo comprd u m u str s u dv d tpo s c o s fo rm s 1,4,5,6,8,9,10, y 11. Su prs c cz 30 ,6% d s p z s co m p ts, 44,2% d os tstos d su prfc, y 5 0% d o s d su r. j) Otros estilos
S rgstr pzs trs d co m po rtm to trusv oJE tr s u cátro tru sto Qut gro sor t rojzo co putos cos (form 13) coocdo como “ P ñ C l r a d a n p n t ” (Dmross y orz; 1975). U p k d sto p oto s o U ru q u o Clla Qqu (Ibarra G ra y Q urjzu; 1986). E sts pzs, s í com o frgmtos d tpo Fortu mordo (vrt rgo d Grupo Chicha) hallad sur, rv c o tctos co P u n a d Caabind, Rincnada aí cm cn Chuquiaca y Ptí ya ñ d s p o r t s trors (Raffin y c l . 1986). E sto Qut t su má xima ppu la r idad stdístc os stos Inka lals Rincnada y Qu t, co u dfusó hst pu d Pzuos, Cangrjos y Trara (La Quiaca). S trt d u frrí prop d ár d Caabind-Dnc s, cuturm t gd o s pu os d ‘csvdos y cochocs” tohstórcmt rfrdos y qu srá trtdos más dt. Est frrí prc c v s Inka d go A u llaga cm Oma Prc, tra una auc ár Chicha d T a l ina y Suipacha. Sgurmt st prsc, ugo d u gu d dsc o tud d, o d zc d sp z mtos d mtms por du ccó Inka.
2. L artfctos d m dr a) La absorción de alucinógenos: U práctc rtu xtdd m udo do, s d cosu m o d ucógos, comúmt domd “compjo d rpé”. E u compdoso form, B ttm, Paig, y N úñz A tco (19 78), dt s pzs qu compo qupo csro sto s fs: tab l ts y tuos
Fig. 4.1. Tab l t d m dr pr ucógos procdt d Hurt y
En la tumba d Hurt s rgstr dos tts d hr d mdr co tdos zoomorfos stzdos (u fo y u cmédo), u tuo d hr d mdr cotdo su tror s sps dstds su mpz y ss s pátus d huso. b) Los keros y sus síntoma s de prestigio: Mrc u párrfo spc porqu so d to cort Inka y n ñdos como sítom d prstgo soc d sus posdors. Está rcodos co s práctcs crmos, cos d chch y os scrfcos d cmédos doméstcos, qu ocsos prc rprstdos os propos jm pr s provts d Cuzc. Aparc, x c l y tmt sctor Inka d Hurt, s tums .H.T. 94 y L.H .T. 88. S trt d ss jmprs corrspodts os sguts tpos d . N úñz (1963): Tip I “cos (3). Tip XV “Laqudos” (2). y Tip XV I “grabad gométrcos” (1). cudo co m smo tor, .H.T. 94 aparc tmé u t d cmédo doméstco mdr, qu rv u cfcdo domo técco.
c) Actividades domésticas: m d r co ró u ro d stc do dvrss ctvdds rutrs y tstfcds por p s, cu ch r s, mgos d cuch os d roc o “tums”, ptos, fu ts, pu z o s y c rc d m do ctr d horquts d tj xhumada vrs tums.
3. txti l rí So udts s vdcs rcods co práctcs txtils y muy scss s d pzs hchs, sgurmt por s crctrístcs cosrvcos. myorí d s prov d sctor Inka d Hurt, sp cm t d tum .H.T. 94, la q prc hr gurddo os curpos d trs “Cumbicamay” artsos txtils, vz dv duos d prstgo. o s d os posí sds trs d pt, mtrs qu trcro, prtm t u mujr, sgú dtt, s rtcu drc tmt co prfr txti l. E l r gstro d st tum s frcmt prodgo: 6 trtros d mdr, 18 tortros d cz, 10 husos comptos d mdr, y vros trozos, tmé d mdr, corrspodts pos d tr vrtc. E
L imp lmtos d tr hdos cosst pos d tr y ruqus. os prmros (“vs”) so strumtos d mdr sd, co u xtrmo romo, otro guzdo, cuy fdd s “ ... prtr trm sr psd por urdmr y sí compctr tjdo...” (Prrot y Pupar, 1983/85:239). E l ún ic raqui (“ru k' i”), cnit u m tápod o d cm édo co u xtrmo guzdo qu s usó p rom t pr pr tr os hos d tjdo.
4 — s rms E s tums ojds dtro d sctor Inka, hro trs rcos d mdr d prf smp y sccó crcur, cutro puzos, dos sts d fch, puts cofccods mdr, y cutro tsors. Punta d proyct pr rco, d m o trgu r y s scotd s xhu marn junt a squrs d msm o m tr s cp s III y XII d sur.
5. pdr tcoogí ítc form d mscutur d su prsc compot Hum huc-Inka. L m á dstc , so dos ms tds o “s” qu costtuy vrd drs o rs rtss y qu rcu rd otrs smrs hds por K. Schu 1919 y P. Krapvicka (1959), os trs pdros Inka d Ti lara . La ta lla furo cofccods cz u, y rsc roj otr, ést útm d gr pstcdd, qu rprs t m chdo . También aparc pquños mortros d pdr pud, u hch d “T“ y tra d cuo por pudo; pu ts d o sd d m o trgur y s scotd (cutro tums, y dos frgmtds sur), sí como otrs dos d síc. E tror d rcto N º 3 6 0 a p a rcó u mortro d pdr, crcustc qu s rpt otros sctors co m jo r v d vsdd. Es pos, dd oczcó suprfc d os msmos, sumr qu s ctvdds d mod s fcturo p rf r tm t tro r d os rctos d os strtos 2 4. Esto sgfcrí u ctvdd rmtd ámto d spco fmr y o rctos d grds dmsos como os qu crctrz strto (N° 1, 356, 368, 341 y 390). Cnvi rtrr qu sts grds kchs o prcro sñs vss
6. La metalurgia Los artefactos de metal se expresan en forma de piezas suntuarias y adornos destinados al uso personal. Las piezas terminadas evidencian un proceso de elaboración por martillado y la técnica metalúrgica por fundi ción sobre metales como el oro, la plata, y el cobre, con aleaciones con estaño y arsénicos, para generar el bronce. El oro es el metal más fácil para trabajar por m artillado, dado que es muy blando y no necesita ser recocido con po sterioridad . En cam bio la plata es más blanda, pero debe ser recoc ida, pues es m uy que brad iza al trabajarse en frío. El cobre es algo más duro que el oro y debe también recocerse, porque es quebradizo; luego del martillado adquiere gran dureza. Con el fundido y vaciado aparecen las aleaciones; no obstante la práctica del martillado no desaparece, dado que es complementaria y aun supletoria con respecto a la del fundido. El bronc e de alto tenor (5 a % de estaño), endurece tres veces más por m artillado que p or fusión, y el de baja proporción de estaño (menos del 5%), tres veces y media. La ventaja del trabajo por fundido de bronce, es cuando la aleación se efectúa con un metal de fusión más baja, se licúa a una temperatura que facilita su moldeado. Las oscilaciones en el porcentaje de estaño, han sido destacadas en la Quebrada de Humahuaca (Cigliano, 967), y en los Valles Calchaquíes (González, 979). Estas parecen evidenciar un alto nivel de variabilidad regional y cronológica a partir del Formativo Superior. Esto quizás pueda adjudicarse en parte a diversas alternativas que pesaron para obtener las conocidas temperaturas, tales como 83ºC para el fundido del cobre, 63°C para el oro, o 96°C para la plata, y además con la sola ayuda de simples sopladores. Los artefactos de metal se concentran en el sector Inka de La Huerta (A), en un síntoma de cómo pesaban éstos en la posición de prestigio de los individuos que los guardaban en vida, y se acompañaban de ellos en su muerte. Las tumbas 85,87, 89, 93, y 94 atesoran láminas, vinchas y topos de plata; alfileres y una vincha o tiara de oro; mientras los bronces atesoran cinceles, topos, hachas en “T”, campanillas, anillos, cuchillos (tumis) y un disco laminar
7. Metales, maderas, piedras sem ipreciosas y ecofactos en ios adornos corporales La producción de estos artefactos fue abundante y requirió la utiliza ción de todo tipo de materias primas. Aparecen colgantes con agujero de suspensión en oro (), y cobre (); vinchas de plata repujada; discos repujados con agujeros de susp ensión de pla ta (), y de bron ce (); collare s de cuentas de caliza (3) y de m alaq uita (). C om o pro du cto de co nta cto con el europeo aparecen collares con cuentas venecianas (3), de malaquita, canutillos de cobre y cuen tas v en ecianas ( ) y un anillo d e cob re. Los adornos más frecuentes fueron los topos o alfileres para sostener los vestidos. Fueron hech os en p lata (5), bro nce (6 ), co bre (6), cobre y plata (4), madera (), y hueso (). También se registran cascabeles fabricados en cobre (3), y en nuez con sem illas ().
8. Utensilios de uso ordinario Son variadísimos por su m ateria prim a, m orfolog ía y m anufac tura. Hay peines de oro (3), ma dera (4), y hu eso (); cinc eles de p lata ( ), cobre (), y bronce (4, enmangados en madera); tumis de bronce (); cucharas de madera (); recipientes de madera (); calabazas pirograbadas (, una con decoración de triángulos, y otra con cabeza de felino); punzones de madera (4) y hueso (); y tarabitas u ho rque tas de atalaje d e m ade ra (34).
9. Los instrumentos musicales Se destacan tres com etas d e hueso com puestas d e tres tramos: boq uilla, tubo, y campana (una de ellas pro cede de L.H .T. 94 ). S e ensam blaron en tre sí con la ayuda de sustancias resinosas. Una de ellas presenta decoración grabada de círculos, a veces vacíos, otras con punto grabado interior y bandas de reticulados. Hay también silbatos elaborados de madera (), hueso (), y calabaza ().
. Los artefactos, su distribución espacial, y la diversificación étnica de la población
ción cial, cronológica y com posición étnica d e la población urban a de La Huerta. Sobre el último de los aspectos, los estilos alfareros aportan expli caciones de fuste a partir de su distribu ción de ntro del esp acio urbano.
A. Estilo Inka Provincial — Se trata sin excepción de cerám icas locales qu e copian formas y, en menor medida, diseños decorativos cuzqueños. No existen piezas de cerám ica im portadas en los ajuares fune rarios, tampoco en m uéstreos de su perficie, del basural ni edificios excavad os. — Los porcentajes de tiestos Ink a Prvincial, son muy bajos en los edificios mu estreados y en el prop io cam ino Inka a intram uros de La Huerta. 3 — Estas frecuencias crecen en los edificios Inka, circunstan cia que contrasta favorablem ente el diagn óstico arquitectónico, dado qu e proviene de un sector ocupado por estructuras de filiación cuzqueña. 4 — Los tiestos Inka Prvincia l no aparecen en las capas más antiguas del basural P . S .l. L o hacen recién a p artir de la capa XI —evento IV de la matriz estratigráfica— hasta la superficie. Sus frecuencias oscilan entre ,7 a 4,7% por capa. Llama la atención que la intrusión del estilo se produce en una capa que recibió desperdicios de un episod io sign ificativo — una gran quemazón— , dada la alta concentración de carbón y ecofactos; además de una dism inución en la cantidad de tiestos. 5 — La presencia cronológicam ente tardía y porcentual m ente más elevada de los tiestos Inka en el basural P . S .l., y sector “ A”, cincide con los registros de la excavación del edificio N° 9 situado dentro del mismo sector, a un lado de la destruida Kallanka Inka. Ya hemos explicado que la construcción de este edificio, debió corresponder a un momento avanzado, coinci dente con los fechados 58 ± 8 a.p., dado su escaso sedimento cultural. A demás dentro de él se obtuvo la mayor frecuencia de tiestos Ink a Prvincial, de todo el sitio (6,9%). B. Gru po Chicha
aparece con abrumadora frecuencia en las instalaciones Inka de Chipihuayco, Chuquiago, y Chagua. Estas frecuencias son también elevadas en algunos tambos imperiales del extremo boreal Argentino, como Calahoyo Chico, Pzuelos, y Toroara. Luego decrecen a medida que avanzamos hacia el universo Humahuaca, y por la Quebrada del Toro salteña. En esas regiones asumen el rol de alfarerías intrusivas o alóctonas, transportadas o manufacturadas por quienes cumplían funciones de trabajo por tumos al servicio del estado Inka. — La frecuencia de aparición Chicha en m ues treo s de superficie duplica porcentualmente la registrada para el estilo Inka Prvincial; a excepción del sector ocu pado por arquitectura Inka donde ambos aparecen con frecuencias similares (4 y 4,7%). — Las frecuencias más altas del estilo Chicha Ptin, e observan en los recintos Nº 9, 36, 47, 475, y en la calzada Inka del sector N. de la instalación con prom edio de 8 a 39% 3 — En el basural P.S.l. los tiestos Chicha aparecen a partir de los mismos niveles donde irrumpe el estilo Inka Prvincial, desde fechas absolutas de 58 ± 8 a.p. Sus frecuencias medias oscilan entre el ,% (capa III) hasta 7,9% (capa I). Este últim o significa la frecuencia más elevada de alfarería Inka en el basural y se ubica en pleno S.XV I. 4 — La distribución y frecuencia de la alfare ría Ch icha derivan de tres aspectos relevantes: a) Se trata de un estilo tardío que irrumpe con la alfarería Inka Prvincial y perdura hasta el abandono del sitio en tiempos históricos. b) La frecuencia más elevada se reg istra en las m ue stras colec tadas en la mitad N. de la instalación, en los sectores d e trazado planeado en dam ero regular y visiblem ente m ás tardíos. c) La frecuencia más elevada de alfarería Inka aparece en el recinto 9 del sector A. Et explica una coexistencia de tiestos Chicha e Inka Prvincial en los edificios construidos con técnica arquitectónica cuzqueña, y una mayor frecuencia de uso de vasijas Chicha en relación a las In ka Prvincial. C. Famabalasto negro sobre rojo
Ycavil, Andalgalá, y cuenca del Salado-Dulce, en Santiago del Estero (Cigliano, 958). Su presencia es también positiva en la Quebrada del Toro, y el oasis puneño de Antfagata de la Sierra. Pero siempre bajo frecuencias muy bajas. Su lacónica frecuencia dentro de La Huerta lo confirma com o un estilo intrusivo. Aparece en tres recintos (N° 57, 573, y 7) situados al oriente y S. de la instalación. Está ausente en las 26 tumbas localizadas y en el basural P.S. 1. 2 — Sbre este estilo pesan similares explicaciones que para el Pma Negro sobre Rj. Et es, una alfarería tardía que alcanza una relativa y discontinua difusión por “islotes” regionalizados por el N.O. Argentino y bajo responsabilidad de los Inka (movilidad por mitas). Bajo esta circunstancia se explica su presencia en dos barrios muy definidos de La Huerta.
D. Cerámica hispánica Su presencia es diagnóstica del tercer com ponente cultural de L a Huerta, correspondiente al lapso Hispano-Indígena y merece dos reflexiones: — De la muestra total de artefactos, la alfarería de filiación hispá nica aparece sólo en dos recintos, N° 7 y 47 y se trata de registros superficiales. — Los materiales hispánicos fueron registrados por S. Debenedetti, en las tumbas Nº 89 ,9 ,9 3 , y 94 (segmentos de collares confec cionados con cuentas de vidrio). Aparecen también en forma de ecofactos en las capas superiores del basural. Su existencia dentro de las tumbas del sector “A” , cupad cn arquitectura y tiestos Inka Prvincial, sugiere síntomas de prestigio personal, orientado en vida por quienes fueron sus habitantes, a la vez que una continuidad de ocupación entre el Horizonte Inka y los primeros momentos del período Hispánico-Indígena. E. Estilos Humahuaca
— Los estilos locales, Tilcara Negro sobre R j, Hum ahuaca Rj, y Humahuaca Ordinari, dminan las frecuencias de todas las
bre Rj, H um ahuaca R j, y Hu m ahuaca Ordinari, aparecen desde la base del basural, po r lo cual son claram ente preexis tentes a la introm isión Inka. 3 — Las frecuencias medias relativas para el Tilcara Negro sobre Rj cilan sobre el % en el basural P.S.1. desde la base del mismo. En los m uéstreos de superficie entre el 4% , registrado en el sector Inka, hasta v alores extrem os de 33 y 5% , dentro de los recintos N° 53 y 54 del sector sudoriental. Estos edificios perte necen a la original ocupación de La Huerta, con preponderancia de cerám icas locales y pre-Inka. 4 — Los estilos H ornillos N egro sobre Rj, y Angt Chic Inci. tentan presencias discontinuas y, cuando éstas ocurren, frecuencias m uy b ajas en el basural P . S .l., Hornillos sólo un par de veces supera el 5% (capas XIII y XIV). Angt Chic es inferior al % en cinco capas, entre la II y XII. Esta disconti nuidad y baja frecuencia se reitera en los muéstreos de super ficie, don de nu nca sup eran e l %. 5 — M enor aún que la de los anteriores es Ja frecuencia de l estilo Alfarcito Plícromo. 6 — El Hum ahuaca Rj aparece co n frecuencias que oscilan desde el 4 al 3% en el basural P . S .l. y del 8 al 33% en los muéstreos de superficie. 7 — La alfarería ordinaria preva lece en el basural P . S .l. con frecuen cias que varían en tre el 37 a 63% y entre 3 a 6% en superficie. 8 — Los tiestos per tenecien tes a va sijas ordinarias de formas globu lares son exc luyen tes en el corral . Su elevado índice de fractura en relación a los restantes tipos puede interpretarse como producto de actividades de carga-transporte-descarga de estas vasijas sobre camélidos. 9 — Una visión estadística global sobre la población cerámica advierte un notorio predo m inio de las formas de pucos y cántaros globulares. La analogía etnográfica, extrapolada tanto de comunidades actuales de Humahuaca como de Ptí, n explica sobre los usos de estos recipientes. Los pucos fueron usados para comer y los cántaros para almacenamiento (en las pequeñ as cocina s y habitaciones) y para el transpone.
frecuencias que o scilan en tre a %. Este es un estilo tardío localizado en Tastil de la Quebrada del Toro y N. del Valle Calchaquí, incluyendo el extremo S. de Bolivia donde aparece con bajas frecuencias en sitios imperiales y pre-Inka (Raffin y cl. 986). El Pma tatileño parece alcanzar su mayor difusión espacial estim ulad a p or el Tawantinsuyu, quizá por movilidad de mitas. — Estas frecue ncias bajas se reiteran en el edificio N° 9 (3% ) y persisten en los muestreos de superficie en un %. La excepción a estas medidas provienen del sector Inka donde alcanza un porcentaje de ,6% y acompaña a la mayor frecuencia de tiestos Inka Prvincial de La Huerta. Pr ello la sugerencia de una resp onsa bilidad In ka en la difusión del estilo Pma.
11. L artefactos de madera y metal como indicadores de prestigio y actividad El hallazgo de piezas excepcionales en las tumbas de La Huerta indican por un lado síntom as de diferenciación social, y por el otro la diver sificación de actividad es po r quienes los poseyeron en vida. — Los artefactos de madera de formas e iconografías adjudicables a estilos cuzqueños aparecieron en las tumbas del sector Inka. Se trata de las T-88, T-89, T-9, T-9, T-93, y T-94, (Debenedetti, diario de viaje, 98, págs. XLV y ss.). — So bresalen ejem plares de factura Inka, exóticos en los contextos artefactuales preexistentes y que aparecen también, con baja frecuencia, en otros sitios de Humahuaca ocupados por el Tawantinsuyu, como Campo Morado, Yacoraite, Peñas Blancas y Tilcara. Dentro de esta categoría se encuentran cuatro keros, moluscos del Océano Pacífic, y el ejemplar que reproduce la imagen de un cam élido que remem ora piezas halladas en el taller lapidario de Tilcara. 3 — En 4 de las 7 tum bas alojadas en los edificios Inka aparecen unos 5 torteros, varios husos, un telar de madera, e instrumentos vinculados con el tejido (Debenedetti, menciona 4 torteros y husos completos en la tumba 94; seis torteros en la tumba 9:
La pición de las tumbas 93 y 94, dentro del grupo de edificios construidos con técnica cuzqueña. así como los signos de una intensa actividad textil, conducen la constatación favorable de la hipótesis de un locus de actividad de artesanos textiles o “cumbicamayos”. En la tumba 94 el instrumental textil se hallaba ubicado dentro de un cesto de paja y puesto al lado del esqueleto femenino. — Junto a esta discriminación de oficio, los síntomas de prestigio quedan expresados por la presencia de dos vinchas de plata adheridas a los cráneos de sendos individuos adultos masculinos (las vinchas como símbolo de cacique o mallco) y junto a ellos cinco topus de bronce, de plata, collares y alfileres de oro entre más de un centenar de piezas de ajuar. — Otros artefactos de metal, madera, cerámica, ecofactos en conchas exhumados para las tumbas del sector “A“ reiteran la contrastación favorable de la hipótesis que partió del dato arquitectónico sobre la posición social de sus ocupantes. Entre ellos los ya mencio nados adultos de la tumba 94 sus vinchas de plata en los cráneos; y el restante adulto—presumiblemente femenino— con su collar de cuentas de vidrio y el cesto con abundante parafernalia textil. De esa tumba provienen asimismo keros y la llama tallada en madera junto con arcos, palos de telar, cucharas y silbato s de madera; moluscos del Pacífi c (“Mullu”) recipientes de calabazas pirograbadas; instrumentos de oro, plata, y bron ce, m ás 8 piezas completas de cerámica. La riqueza de la tumba 94 puede solamente parangonarse con su congénere Nº 88, ubicada a un costado de la pequeña kallanka. Uno de los dos adultos depositados debió ostentar en vida un rango conspicuo, dada la presencia de una tercer vincha de plata adherida a su cráneo; además de keros cuzqueños y 4 topos de plata y bronce, entre otras prendas del ajuar. La arquitectura de esta tumba además atesora una estupenda ejecución en sus paramentos y cierre en saledizo. — La contraparte de estos pródigos depósitos funerarios alojados dentro de los edificios Inka se encuentra en los 7 casos regis trados en otros ámbitos de la instalación. En ellos son ostensibles la simplicidad y escasez de ofrendas. Fuera de los edificios Inka solamente una tumba podría competir con las mencionadas; la Nº 73, situada en el interior del recinto N° 48 y perteneciente al Upo cuadrangular con bóveda en saledizo. Contenía cinco indivi
Cuadr 3.1. La Huerta: muétreos por excavación controlada sobre basurales y recintos N° 9,36 y 359. E \ R ecinto unida L.H.R. 359 (+) Basural 1 (&) L.H.R. 190 (&) L..H.R. 360 (+)
strato
Basural 1 Frags.
Tipo 1 Frags.
Tipo 2 Frags.
Tipo 3 Frags.
Tipo 4 Frags. 49 (4,5 M2)
3495 46 (5,4M2) 74 (5m 2)
Cuadr 3.2. La Huerta : prcentajes de estilos cerámicos obtenidos de 3 muestreos de superficie y 4 por excavación controlada. M uestra total: 7.37 frags.
1 1 7
Cuadro 3.3. La H uerta : muestreo superficial estratificado. Totales de fragmentos de artefactos y obsidiana. Recogidos en 3 áreas de muestreo; sobre recintos cerrados, en calzada N.O. (camino Inka), en área de la fachada del edificio Inka Nº 58.
C u a dro3.4 .
La Huerta : M uestreo de superficie en el interior y exterior de cintos(rearquitectura dividida en estratos). Referencias: & al azar; +: dirigidos.
Epecificaciones: L.H.R-1- Etrat 1, Sup. 2000m 2. 50 m. E.0,40m .N -S. L.H.R-185. Etrat 1. Sup. 232m2,15,5m.E-0,15m. N-S L.H.R-54. Etrat 2. Sup. 45,5m2, 6,5 m E -0 ,7m . N-S. L.H.R-53. Etrat 2. S up. 41m2,7,5m . E -0,5 ,5m . N-S. L.H.R-217. E trat 2, S up. 82m 2. L .H-219. E trat 2 . Sup. 27,5m 2, 5m. N-S, 5,5m. E-O. L.H.R-572. Etrat 2. Sup. 55m2. 5m. E-O, llm . N-S. L.H.R-573. E trat 2. Sup. 30m 2. 5m. E-O, 6m. N-S. L.H.R-472. Etrat 2. Sup. 75m 2,1 2 ^ m . E-O, 6m. N-S. L.H.R -475. E trat 3. Sup. 2 0m 2. 5m. E-O, 4m. N-S. L.H .R-414. E tra t 2. Sup. 30m 2. 5m. E-O, 6m. N-S. L.H.R-415. Etrat 3. Sup. 25m2. 5x5. C alzada NO. segmento de camino Inka en E-N3 a 7. Sup. 9m. Area 58. ex tram ur os d e fac had a princip al de edificio Inka. Sup. 4m.
1 2 6
Cu 31 0 Petje e et eám e ete et e
La Huerta
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Capítulo II. Parte Cuarta
Petgí y tmetí e eám
Inka del Kollasuyu
R o d o l f o A. Ra f f i n o , Ad r
iá n
M. Iñ í g u e z R o d r
íg u e z y
M a r c e l o Ma n a s s e r o
El propósito de estos exámenes fue determinar mediante estudios mineralógicos y petrográficos específicos, el manejo cultural en la captura y selección de los materiales plásticos y antiplásticos para la manufactura de las cerámicas arqueológicas. Las muestras provienen tanto de La Huerta, como de una serie de instalaciones inka reconocidas en cinco regiones distantes entre sí, aunque ubicadas todas dentro de los llamados Andes M eridionales o etnohistóricamente en la antigua provincia de Kollasuyu. Estos sitios Inka están ubicados en el extremo NO. del territorio A rgentino y en el altiplano central y austral de Bolivia. Los interrogantes planteados al inicio del presente estudio fueron: — Si el estilo cerámico denominado Inka Prvincial es importado de otros ámbitos, o bien se trata de piezas m anufacturadas local mente copiando un modelo básico introducido por el Inka del Cusco. — Si los estilos locales, manufacturados por las cu lturas “rec ep toras” presentan diferencias petrográficas regionales entre sí, y si esas diferencias covarían con el sustrato geológico regional. 3 — Si las pastas Inkas son similares a las pastas de las cerám icas locales, con las que se hallan respectivamente asociadas en cada
4 — Si estas similitudes y diferencias entre la composición petrográ fica de las pastas covaría en forma directa o inversa con las registradas a nivel estilístico (formas y decoración). De este modo, la problemática a resolver se presenta segmentada en cuatro grandes variables: a) Conducta de los estilos cerámicos Inka y regionales. b) Reflejo de la articulación entre conquistador y conquistado. c) Articulación entre estilo cerámico y composición de la materia prima. d) Tiempo en el cual todas estas variables se pusieron en juego. Esta última variable es conocida, ya que la totalidad de las muestras analizadas pertenecen, en términos arqueológicos, al llamado período de expansión y dominio Inka, con una posición cronológica entre los 47 y 535 años d.C. El estudio comprende al análisis mineralógico de 56 muestras de cerámica provenientes de las localidades de Humahuaca e Iruya de Argentina, y Talina-Pp de Bolivia en Fig 5. y cuadros 4. y 4.. Un total de 3 muestras de material arcilloso fueron analizadas por difracción de rayos x y otras 33 muestras de material arenoso fueron estudiadas por medio de la petrografía óptica. El análisis composicional de las cerámicas resulta de gran interés, ya que su variación permite realizar inferencias acerca de los materiales utili zados, características estilísticas y sus procedencias relativas de acuerdo a las zonas donde fueron halladas.
Análisis difractométrico: metodología La composición y abundancia relativa de los argilominerales presentes en las cerámicas fueron determinados por difracción de rayos x, utilizando un equipo Philips, con radiación Kd de Cu con goniómetro vertical, constante de tiempo seg y con conteo de 5. cuentas/seg. Los difractogramas fueron obtenidos sobre muestra total en polvo, lo que permitió determinar, además de las arcillas, a los otros minerales asociados. Los argilominerales detectados con sus correspondientes abundancias relativas se detallan en el cuadro 4.3.
Técnicas analíticas Un resumen de los procedimientos seguidos para la preparación de
Preparación de las muestras Se muele la muestra hasta que la totalidad pasa por un tamiz 7, luego se procede al llenado del porta muestras de aluminio y a su compactación de acuerdo a las técnicas convencionales. Este portamucstras con el material a analizar es el que se coloca en el equipo para la obtención del difractograma correspondiente.
Análisis cualitativo La lectura de los diagramas de difracción de rayos x permite obtener los valores de los espaciados de familias de planos atómicos de cada mineral, lo que, a su vez, permite identificarlos, aunque en el caso de los argilominerales, hay valores que se superponen. Este problema se resuelve con el uso de tratamientos especiales efectuados a las muestras orientadas antes del análisis difractométrico, que producen el desplazamiento y/o destrucción de algunos picos de los argilominerales. que son distintivos de cada uno de ellos. Estos tratamientos son la glicolación y la calcinación; en este caso no fueron aplicados, pues las mismas no presentaron mayores variaciones ni dificultad en la individualización de las especies minerales presentes.
Análisis semicuantitativo La abundancia relativa de los minerales de las arcillas puede estimarse a partir de las intensidades de los picos de difracción, ya que las mismas son directamente proporcionales a la concentración del componente mineral que las produce, si antes tenemos en cuenta las siguientes conside raciones: ) Si las líneas de difracción sufren ensanchamiento debido al pequeño tamaño de las partículas o a la mala cristalinidad, la medición de la intensidad de los picos no servirá para una buena estimación de la proporción presente. ) Si el tamaño de grano de la muestra no es suficientemente pequeño (menor a 5 micrones), se produce un error relativamente grande en la medición de la intensidad de los picos debido al reducido número de partículas que contribuyen a la difracción para un ángulo deter minado. 3) Un factor adicional a considerar, antes que los datos de intensidad puedan ser comparados en forma directa, es aquel que no depende del tamaño de grano como en los casos anteriores, sino que depende
del valor del ángulo 8 de difracción en relación a la posición de los planos () según la función senothita (Johns et al, 954). A caua de este factor, los valores de intensidad de la illita-caolinitamontmorillonita-clorita-cuarzo-feldespato deben ser multiplicados por un factor de corección de 4----.3- respectivamente, antes de proceder a la comparación directa de las intensidades de los picos para su estimación cuantitativa. Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, la intensidad de difracción integrada puede ser medida utilizando dos métodos diferentes; midiendo el área encerrada por los picos y sobre el fondo estimado, o tomando el producto de la altura del pico por su ancho medio (Norrish y Taylor, 96). En este estudio se utilizó el primer método con la estimación de las abundancias de los argilominerales en cuatro categorías: muy escaso (-5%), escaso (5-5%), abundante (5-75%), y muy abundante (75%). Este método fue elegido debido a que proporciona resultados rápidos y ajustados sin la necesidad de curvas de calibración que se utilizan con muestras estándar.
Resultados En las muestras de cerámica estudiadas se observa claramente la presencia de una asociación característica de cuarzo-illita-feldespato, como minerales más abundantes, común a todas las muestras. Se destaca, sin embargo, que durante el proceso de cocción y calcinado de las cerámicas, algunos argilominerales de importancia como por ejemplo las esmectitas y la caolinita por acción del calor sufren variaciones, así la caolinita a más de 550 grados destruye su estructura, se amorfisa y las esmectitas se contraen a 10 A. superponiéndose con el pico de illita, esto dificulta la determinación composicional inicial del barro utilizado para dichas cerámicas y hace que nuestros resultados tengan sólo un valor relativo para determinar la procedencia del material empleado, si se tiene en cuenta sólo la mineralogía de arcillas.
Análisis petrográfico Un grupo de 33 fragmentos del total de 56 fue seleccionado para reali zar cortes delgados y obtener información más precisa sobre su procedencia regional. Estas muestras de cerámica procedentes de las regiones de Humahuaca, Iruya, Talina y Poopo que fueron analizadas petrográficamen te en el curso de este estudio, con un análisis modal de los constituyentes
En cada crte delgado fueron identificados gramos de los distintos componentes, y estos totales fueron recalculados en porcentajes para establecer la composición modal. Los resultados fueron representados en diagramas triangulares de composición QFL, (cuarzo-feldespato-líticos). El análisis petrográfico permitió individualizar a los siguientes consti tuyentes principales: Cuarzo: abunda en la mayoría de las muestras, se presenta como granos redondeados a subredondeados con extinción recta y ondulante y con sus típicos colores de interferencia. Los granos monocristalinos pueden hallarse fracturados y poseer algunas inclusiones. El cuarzo policristalino, con su textura en mosaico/característica, bordes rectos, extensión recta a ondulante, y formas elongadas se halla también representado en estas muestras. El chert detrítico, como fragmentos de cuarzo microcrístalino, se halla pobremente representado. Feldespatos: la plagioclasa es escasa en las muestras de Humahuaca e Iruya pero abunda en las muestras de las regiones de Talina y Pp, se la reconoce por sus formas euhedrales, angulares a subangulares, con maclas de albita y carlsbad-albita. escasa zonación, y poco alteradas. El feldespato de potasio abunda en la mayoría de las muestras, especialmente en las provenientes de la localidad de Humahuaca, presen tándose en algunos casos alterado a sericita. No se detectó microclino en ninguna muestra. Fragmentos Uticos: de origen metamóríico, sedimentario y plutónico, abundan sólo en las muestras provenientes de la localidad de Humahuaca mientras que en el resto de las muestras se hacen más escasos, son fragmentos aparentemente reciclados, provenientes de pelitas o rocas de grado metamóríicobajo como las filitas. Minerales secundarios: se presentan como cristales pequeños dentro de una matriz arcillosa, comprenden a micas como la biotita, calcita, clorita, opacos y argilominerales producto de alteración.
Resultados Para la comparación de las muestras con la composición promedio de las arenas se presenta en la Fig 5., una de las clasificaciones petrográficas más utilizadas (Folk, 968).
En la representación en los diagramas de composición triangulares, las muestras provenientes de la región de Iruya muestran una procedencia a partir de arenas arcósicas, las de las regiones de Pp y Talina se agrupan en el campo de las arenas arcósicas cuarzosas, mientras que el resto de las muestras de la localidad de Humahuaca evidencian una clara agrupación en los campos d e litoarenitas, y litoarenitas feldespáticas. C e rá m ic a I n k a Si consideramos la composición de las distintas cerámicas procedentes de las regiones estudiadas que muestran rasgos del estilo incaico, podemos observar como esas poseen una gran dispersión ocupando una gran super ficie en el diagrama temario de composición cuarzo-feldespatos-líticos (QFL). Esta gran variación composicional de la fracción arena en las muestras de cerámica sugiere la utilización de materias primas locales para la elaboración de las mismas, copiando a los modelos incaicos provenientes de regiones más alejadas. Interpretación En el proceso de elaboración de cerámica, es común mezclar materiales arenosos con arcillas para obtener una textura apropiada de las pastas para la elaboración y el horneado de las piezas. En nuestro caso, la com posición de la fracción arena utilizada permite segregar, en forma clara, a las distintas cerámicas según su área de procedencia ya que esta imprime una huella característica en la composición modal de los constituyentes mineralógicos principales. Este comportamiento mineralógico nos sirve para realizar inferencias en base a la correlación entre la composición, las regiones de procedencia, las características estilísticas y los ámbitos geológicos en donde se encuen tran los yacimientos arqueológicos estudiados. Aí, pr ejemplo, las muestras de las regiones de Iruya, Talina y Pp presentan una abundancia significativa de cuarzo y feldespato, que las asocia con áreas de procedencia graníticas, mientras que las muestras de Humahuaca, con una composición lítica predominante, están asociadas a procedencias de carácter volcánico. Amba prcedencias están bien representadas en las rocas del Cordón Andin pr lo que la materia prima para cada región es autóctona o relativamente local en cada área. Ante estas circunstancias, podemos deducir uno diferenciación regional en las man ufacturas d e las cerámicas, las que parecen co variar enform a solidaria con la ubicación asignada arqueológicamente a cada una de ellas.
Eta diferentes procedencias composicionales de las pastas está bien representada en las rocas de l cordón Andin, pr lo que se deduce que: a) La materia prima de cada sitio arqueológico muestreado es autóctona de cada región geológica. b) La afirmación anterior involucra tanto a las cerámicas locales receptoras, como a la Inka intrusiva, con lo que respondemos a nuestros interrogantes iniciales y 3, e indirectamente al 4, por cuanto bajo una misma composición petrográfica a nivel sitio, se registran diferentes estilos (forma y decoración) coexistiendo así la petrografía Inka con la de las culturas conquistadas Pr último, la gran dispersión composicional que presentan las muestras, descarta totalmente la hipótesis de una única materia prima utili zada según cada estilo, ya que las características regionales son el principal control de dicha composición.
Conclusiones Con el presente estudio se ha comprobado que: ) La composición y abundancia relativa de los minerales de las arenas presentes en las muestras ha sido mucho más determinativa para el análisis de procedencia que la de los argilominerales, debido a que algunos de estos últimos se alteran durante la cocción de estas cerámicas. ) El principal control en la composición de los constituyentes minera lógicos principales en la fracción arena de las cerámicas estudiadas es el ámbito geológico de las regiones de procedencia, por lo que la elaboración de las mismas ha sido en base a materias primas locales. 3) Aun un mim estilo extendido como el Inka Prvincial, presenta una variación composicional de sus pastas a nivel regional, lo que sugiere la copia por parte de las culturas locales de un modelo importado clásico Inka, en forma de pucos patos y aríbalos, con decoraciones combinadas Inka-cultura receptora, utilizando materias primas locales. 4) Las características composicionales d e cada región permiten realizar inferencias acerca de las probables rocas fuentes utilizadas para la elaboración de las cerámicas, mejorándose la calidad de este análisis con un conocimiento previo del ámbito geológico de cada
de las regiones de Iruya, Talina y Pp, y tra a partir de rocas volcánicas alteradas para la región de Humahuaca. Aí respondemos parcialmente a la pregunta inicial, siendo necesa rios mayores estudios geológicos en cada una de las localidades estudiadas para poder caracterizar la relación: composición de las cerámicas/ composi ción geológica áreas de muestreo, en forma más detallada. Cuadros 4. y 4.: Procedencias de las muestras cerámicas examinadas. 1r Ser EGIÓN
SITIO
LOCLIZCIÓN
Pzues Yv Humahuaca O da T alina O da Suipacha Iruya Aullagas-Poopó
Pzues-Zhy Yv chc La Huerta Chipi-Chagua Chuquiago-Mochara Titiconte O ma Porco-Soaraya
superc sup y estrct sup. up
SITIO
LOCALIZACIÓN
2da. Serie REGIÓN
Humahuaca Humahuaca Iruya Suipacha Talina Aullagas-Poopó Aullagas-Poopó Aullagas-Poopó
up
sup. sup.
La Huerta Coctaca Titiconte Chuquiago Chipihuayco O ma Porco Knapa Kheri Soraya
Superficial y estratígráfica sup. up sup. sup. sup. sup. sup.
Cuadro 4.3. Estilos cerámicos examinados. ESTILO Inka Provincial Humahuaca N/R Inka Pacaje Yura Potosino Colia Potosino Chicha Potosino
TIPOS Red Buff tilcar N/R N/R N/R N/R N/R
Cuadr 4.4.
Dicriminación pr estilos de los tiestos examinados por cortes delgados. ESTILO
CANTIDAD 12 3 1 4 4 7 2 1
Inka Provincial Humahuaca N/R Inka Pacaje YuraN/R Colia N/R Chicha M/N Tiawanaku decadente Famabalasto
Cuadro 4.5. Minerales constituyentes de las muestras cerámicas. MUESTRA
ILUTA
CUARZO
FELDESPATO
Po2 Mo3 RM4 5C 6PO C7 C8 90 12 13 14 16 17 18 20 21 22 23 24 25 26 27 28
Abundante E AB E AB AB AB AB AB E E AB E E E E MA E E AB
Muy Ab. MA MA MA MA MA MA MA MA MA MA MA MA MA AB MA MA MA MA MA MA MA
Escaso E E E E E E E E E E E E E AB E AB E E E E E
-
AB AB
b ib l io g r a f ía
FOLK R L., 1968, Petrology od sedimentary Rocks, Hemphill Publishing, Austin. Texas, 162 p. JOHNS, W. D., GRIM, R. E., and BRADLEY, W. R., 1954, Quantitative estimation of clay minerals by diffraction methods, Journal of Sedimentary Petrology, v.24, n.4, p.242-251. NORRISH, K., and TAYLOR, R. M., 1962, Quantitative analysis by x-ray diffrac tion, Clay Mineral Bulletin, V. 5, p. 109. RAFFINO, R. A. y col, 1982, Los inkas de Kollasuyu, Ed. Americana, seg. ed.. La Plata. RAFFINO, R. A. y col, 1986, La instalación Inka en la sección meridional de Bolivia y extremo boreal de Argentina, Comechingonia, n.4, Córdoba. RAFFINO, R. A., 1988, Poblaciones indígenas en Argentina, Urbanismo y proceso social precolombino, Ed. Tea, Bs. As.
Capítulo III
Explotación faunística, tafonomía y economía en Humahuaca antes y después de los Yupanki C e l in a M a d e r o
Introducción Una parte importante del material recuperado en los sitios arqueoló gicos, lo constituyen los restos óseos de animales que representan, en la mayoría de los casos, los desechos d e comida de sus habitantes. Mediante el análisis sistemático de los contextos óseos, la Zooarqueología, una de las subdisciplinas de la Arqueología, aspira a reconstruir los modos de subsistencia de las sociedades pasadas. Los indígenas que habitaron el Noroeste en los momentos previos al dominio Incaico y durante su transcurso, hasta la llegada de los españoles, basaron su subsistencia en una economía esencialmente agrícolo-ganadera, con aportes secundarios de los productos de la caza y la recolección de plantas silvestres. Al igual que en los Andes Centrales, la ganadería de camélidos consti tuyó un aspecto fundamental, del sistema económico prehispánico.
Entre los camélido s sudam ericanos existen cuatro especies, de las cuales, dos son domés ticas: la llama ( L .g lam a ) y la alpaca ( L.p acos) y dos son silvestres: el guanaco ( L.guanicoe) y la vicuña (V.vicugna ). La llam a se cría en la actualidad en regiones de Puna en el Noroeste. Vicuñas y guanacos habitan algunos sectores de las tierras altas en pobla ciones reducidas. Con respecto a la alpaca, actualmente no existe su cría en nuestro terri
Además de la carne para consumo, los animales de rebaño brindaban cueros, lana y huesos para la fabricación de instrumentos y adornos. En el caso de las llamas, su empleo como animal de carga, desempeñó un impor tante papel en el transporte de productos entre regiones. Este modo de subsistencia generalizado, característico de las socie dades productoras prehispánicas, revistió sin embargo perfiles de variabi lidad. El análisis de diversas muestras arqueofaunísticas nos revela que, si bien la ganaderíá de camélidos constituyó la fuente esencial en el abasteci miento de productos animales, ésta revistió características particulares en relación al tipo de los asentamientos, a la localización de los mismos y a la disponibilidad de recursos silvestres, entre otros factores. Explorar y conocer dicha variabilidad en el contexto de los poblados prehispánicos, constituye un interesante desafío. A travé del análisis siste mático de los contextos óseos, podemos abordar la discusión de diversos interrogantes. Pdemos intentar averiguar ¿cuál fue el aporte esencial de los animales silvestres producto de la caza? ¿Qué formas adoptó el manejo de los rebaños en los poblados?, es decir, ¿cuál fue la función general a la que pudieron estar destinados? ¿qué prácticas se implementaron en el procesamiento de los animales y cuáles fueron las formas de consumo? ¿qué diferencias pueden plantearse en el manejo de la fauna a partir de la presencia Incaica en nuestro territorio? Estas cuestiones fueron las que guiaron el estudio de los restos faunísticos de La Huerta. Partiendo de la evidencia arqueofaunística, aspiramos aportar nuevos datos al conocimiento de la economía de las poblaciones indígenas en Humahuaca, antes y después de la expansión Inca.
El contexto faunístico: unidades de análisis Los materiales óseos analizados provienen de la excavación de una estructura de depositación (basural) cercana a los recintos clasificados como Incaicos por las características de su técnica constructiva (Sector A). El basural es una gran estructura de acumulación con forma de montículo, en la cual se practicó un sondeo de m. por m. y l,6m. de profundidad. Las extracciones se realizaron en niveles artificiales de cm., debido a la homogeneidad del sedimento, totalizándose 6 niveles. En la secuencia estratigráfica del basural, los niveles superiores (I a XI) registran la presencia de tipos cerámicos Incaicos que pueden conside rarse como diagnósticos (cerámica Humahuaca-Inca y Chicha). En los
muestra ósea que, podrían corresponderse con dos momentos de ocupación diferentes del sitio: UNIDAD A: NIVELES I a XI (superiores). MOMENTO INCAICO UNIDAD B: NIVELES XII a XVI (inferiores). MOMENTO PRE INCAICO En los poblados prehispánicos del Noroeste, es frecuente el hallazgo de huesos en otro tipo de localizaciones, principalmente en el interior de recintos o en pasajes entre ellos. De todas maneras, al captar los basurales probablemente los descartes de sectores amplios de los poblados, la infor mación que se extrae sirve para plantear un panorama general del aprove chamiento de la fauna en el sitio.
Metodología Los pasos metodológicos empleados en el análisis del material fueron los siguientes: — La identificación anatómica y taxonómica de los huesos. — El establecimiento de controles tafonómicos sobre los huesos de camélido. 3 — La cuantificación de la muestra a través del NISP (Número de especímenes óseos identificados por taxon) y del NMI (Número Mínimo de Individuos) (Klein y Cruz Uribe 984; Mengoni 988). Estos índices se emplean habitualmente para medir la abundancia de las distintas especies animales en las muestras arqueológicas. La representación de las diferentes partes del esqueleto se calculó a través del índice de MAU (Unidades Anatómica Mínima) (Binfrd 1984), y fueron luego analizadas en relación a su utilidad, empleando para ello el IUC (Indice de Utilidad de Carne), elaborado por Mengoni para llama (Mengoni 99). 4 — La edad de los individuos se determinó a partir del estado de fusión de los huesos largos, considerando los especímenes No Fusionados como pertenecientes a animales Juveniles (menores a 3 años), y los Fusionados como pertenecientes a animales Adultos (de 3 años en adelante). 5 — Prcesamiento osteométrico de huesos de camélidos. Pr espécimen óseo entendemos a todo fragmento hueso completo que corresponde a un
Cmpó e muet uít
L especímenes óseos identificados a nivel de taxon sumaron . En las tablas y se detallan las especies diferenciadas y su respectiva abundancia calculada en base a NISP y NMI, para la muestra completa (Tabla ) y por unidad de análisis (Tabla ). Como puede apreciarse allí, los camélidos constituyen los restos más abundantes (94%) y sobre ellos concentramos el análisis principal. Con respecto a las otras especies animales, los cánidos, cérvidos y chinchíllidos, están representados en proporciones más reducidas. Lo interesante es que sus restos aparezcan casi exclusivamente en los niveles pre-Incaicos del basural (Unidad B) y estén muy poco representados en los niveles superiores. Los restos de cánidos (Dusicyon sp. o Canis familiaris) corresponden a 3 individuos. Muchos de los huesos presentan marcas de corte lo que lleva a pensar que pudieron haber sido consumidos y luego descartados en el basural. Existen datos etnográficos, entre los Huanca de Jauja, Perú, que mencionan el sacrificio ceremonial de perros y su posterior consumo (Guaman Pma 1936: 267). Pr tra parte, hay datos sobre su presencia como animal consumido en muestras arqueológicas en sitios pie-incaicos e Incaicos del valle del Mantaro (Perú) (Costin y Earle 989). En los ejemplares de La Huerta, la abundancia de huellas de corte y su ubicación indicaría probables actividades de desmembramiento y/o descame del animal (Figura ). Los chinchíllidos, representados por dos individuos, tal vez se corres pondan también con un evento de consumo. La vizcacha de la sierra (Lagidium viscacia), es objeto de caza y se consume actualmente en la zona de Puna y quebradas altas, siendo su habitat natural los lugares con aflora mientos rocosos y grietas. Arqueológicamente, sus restos aparecen con frecuencia en muestras óseas de cuevas y aleros. Las quebradas más bajas y abiertas como la de La Huerta, no constituyen su habitat natural, por lo que posiblemente fue transportada hasta el sitio para ser consumida. En cuanto a los restos de cérvidos, consisten sólo en unas pocas falanges y metapodios. No podemos por lo tanto hacer consideraciones acerca de su consumo; probablemente constituyó sólo una presa ocasional.
Los camélidos. Controles tafonómicos
actúan bre él modificándolo, desde su deportación original hasta su recuperación por parte del arqueólogo. Identificar y calibrar el grado de acción de dichos procesos tafonómicos, permite evaluar la integridad de la muestra ósea analizada, es decir, qué aspectos del conjunto óseo responden al comportamiento humano. Esto es esencial para poder discutir los comportamientos relacionados con la explotación de la fauna que dieron origen al conjunto óseo. Sobre los materiales de La Huerta se realizaron tres tipos de controles: — Densidad ósea. — Meteorización. 3 — Acción de roedores y carnívoros. ) La densidad de los diferentes huesos de un esqueleto es variable. Arqueológicamente, esto adquiere relevancia ya que. bajo las mismas condiciones de despositación, los huesos menos densos tienden a desinte grarse más rápidamente que los más densos y, por lo tanto, su probabilidad de supervivencia es menor. Estadísticamente, es posible controlar este fenómeno verificando la existencia de una covariación entre los valores de densidad de cada hueso y su correspondiente representación en la muestra (Lyman 985). Las correlaciones altas sugieren que hubo destrucción de huesos de baja densidad, en tanto que las correlaciones bajas o nulas indican que, en general, el conjunto óseo no estaría afectado por destruc ción en base a su densidad. En La Huerta, correlacionamos cada unidad de análisis por separado (Unidades A y B), Dentro de cada una de ellas, discriminamos los huesos no fusionados y los fusionados, para controlar si los huesos de animales jó venes eran afecta dos de manera diferente . L os resulta dos obtenidos fueron los siguientes: Unidad A: fuinad 0.469 (p<0.05) n fuinad r= 0.150 (p<0.05) Unidad B: fuinad r= 0.149 (p<0.05) n fuinad r = -0.08 (p<0.05) Cm puede observarse, se trata de correlaciones bajas o nulas. Esto nos permite concluir que las características del co njunto óseo com pleto no son una consecuencia de la destrucción de huesos según su densidad.
eparados unos de otros y destruidos por agentes físicos o químicos. Dicha autora definió una escala de 6 estadios, que representan fases de deterioro progresivo y que están relacionados con el tiempo de exposición post mortem, cuando los huesos aún no se han enterrado. Una frecuencia alta de los estadios más avanzados (4 y 5) en una muestra ósea, podría indicar destrucción de algunos especímenes. Esto es particularmente relevante en sitios del Noroeste, donde la elevada radiación de la zona produce rápidas alteraciones en huesos que estén expuestos y, de no mediar el enterra miento. su destrucción en corto tiempo (Olivera y Nasti 988). En la muestra de La Huerta, un 8% del total de huesos aparece afectado por meteorización; entre ellos, el 38% corresponde a los estadios 4 y 5 arriba mencionados (Figura 6.). Pdemos inferir entonces que la muestra ósea se vio parcialmente afectada por la meteorización. que pudo haber causado la destrucción de algunos especímenes pero en proporciones reducidas. 3) Habitualmente, roedores y carnívoros actúan sobre los huesos descartados provocando alteraciones de diversa índole, principalmente, desplazamientos en el caso de los roedores o destrucción de porciones de huesos o de huesos enteros, en el caso de los carnívoros (zorros, pumas o perros). La acción de ambos puede evaluarse a partir de las marcas caracterís ticas que quedan en los huesos. En La Huerta, el porcentaje de huesos afectados por marcas de roedores es de sólo el .79% y de 5.59% el afectado por acción de carnívoros. Pr lo tanto, no podemos considerarlos como agentes causantes de alta destrucción del conjunto óseo. En síntesis, a partir de los controles efectuados, podemos concluir que la muestra ósea del basural de La Huerta, no fue afectada significativa mente por agentes naturales y que las características de su configuración obedecen al comportamiento humano.
Camélidos domesticados y camélidos silvestres Como mencionáramos antes, la mayoría de ios huesos del basural de La Huerta pertenecen a restos de camélidos. Pdríam en principio suponer que se trata en su totalidad de camélidos domesticados (llamas y/o alpacas), debido a las características tardías del sitio, que permiten pensar en un manejo exclusivamente ganadero. Sin embargo, resulta interesante investigar si la caza, testimoniada en los restos de ciervo que hay en la
En las cuatro especies de camélidos, los huesos son morfológicamente iguales, de allí que su diferenciación resulte dificultosa. Esta puede abordarse apartirde la Osteom etría que, junto con la morfología de los dientes incisivos, se emplea actualm ente como vía de investigación en la diferenciación de formas domesticadas y silvestres en contextos arqueológicos. La Osteometría se basa en el hecho de que existe una escala o gradiente en el tamaño de las especies de camélidos actuales, que en nuestro Noroeste se correspondería, de mayor a menor, con: llamaguanaco-alpaca y vicuña (Mengoni y Elkin 99). Las medidas tomadas sobre algunos huesos arqueológicos son procesadas estadísticamente y sus resultados se comparan con los valores obtenidos en muestras actuales de las diferentes especies de camélidos. En el caso de La Huerta, los huesos medidos fueron las Falanges Prximales y las Falanges Mediales. Para cada una e registró: ) el largo total. ) el ancho latero-medial de la epífisis proximal. Luego se procesaron estadísticamente los valores mediante el análisis de varianza, que examina si la diferencia entre promedios de grupos de medidas es significativa. Los resultados de los especímenes arqueológicos fueron comparados con los valores de especímenes actuales extraídos de Kent (98) y de Miller (979) para camélidos peruanos, y con muestras del área de Susques, Jujuy. En la Tabla 3 se volcaron los resultados finales. Estos podrían interpre tarse del siguiente modo: en primer lugar, la proporción mayor de huesos arqueológicos medidos (89%), corresponde a los valores más altos de las muestras actuales, es decir, aquellos adscribibles a llamas. Existe, sin embargo, un grupo de especímenes que, al medir el ancho de la epífisis de falanges proximales, arrojaron como promedio 9.65 mm. Este valor no aparece entre las medidas actuales y deb ería corresponder a un camélido de menor tamaño que la llama pero m ayor que la alpaca, es decir, el gu anaco andino . La discusión de su presencia, sin embargo, no puede ir más allá de su simple mención ya que no poseemos actualmente muestras comparativas de esta variedad que fue la que habitó zonas montañosas del norte argentino en el pasado. En segundo lugar, un número menor de especímenes óseos (%) cubre el rango de valores de los camélidos más pequeños, vicuñas y alpa cas. C on relación a las alpacas, no poseemos datos concretos sobre su introducción desde el Perú y/o el altiplano Boliviano y sobre su posible adaptación al ambiente más desértico de los A ndes Meridionales en
1984). A pesar de ello, su presencia en La Huerta —si bien en número reducido— no debe ser descartada, teniendo en cuenta que los Incas manejaban una importante cantidad de rebaños de estos camélidos. Murra (978) considera la probabilidad de que el Tawantinsuyu introdujera la cría de los camélidos en aquellas regiones donde no los había y donde las condiciones naturales fueran propicias. En síntesis, podemos considerar que el principal consumo provino en La Huerta de los animales del rebaño, principalmente de las llamas y, en menor medida, de las alpacas. En forma esporádica u ocasional tal vez se realizaran capturas de animales silvestres para consumo, tal es el caso de las vicuñas y de los ciervos que habitaban los cordones montañosos más elevados próximos al poblado.
El consumo de los camélidos Para dicutir bre las prácticas que pudieron regir el consumo de los camélidos en La Huerta, debemos registrar, en primer lugar, qué partes del esqueleto completo de los animales están representadas en los huesos del basural y en qué proporciones. Esto se realiza mediante el cálculo de MAU (Unidades Anatómica Mínima)3. A partir de su aplicación podemos evaluar qué huesos fueron preferencialmente descartados en el lugar, cuáles lo fueron en menor proporción y, finalmente, cuáles se encuentran ausentes. Pdemos luego analizar el patrón de partes esqueletarias obtenido, en relación al rendimiento de carne, que es variable según las zonas del esqueleto (Indice de Utilidad de Carne). De esta manera, podremos realizar algunas inferencias acerca de los comportamientos que se refieren básicamente al procesamiento de los animales y al consumo y descarte de huesos en el sitio. En la Tabla 4, se presentan los valores de representación de las partes esqueletarias (MAU) para amba unidades, así como los valores del IUC. Gráficamente, los MAU aparecen representados en la Figura 6.. Comparando ambas figuras, vemos que las partes esqueletarias siguen 3 El MAU e calcula a partir del Número Mínimo de Elementos (NME). Este se obtiene sumando todos los fragmentos óseos atribuibles a un solo hueso, sin considerar su lateralidad. Los valores obtenidos se dividen luego por la cantidad de veces en que dicha parte está representada en un animal y se obtiene el valor de MAU. Pero como el objetivo es medir la relación de abundancia entre las diferentes unidades anatómicas y no sus valores absolutos, se los estandariza expresando su relación porcentual con respecto al valor de MAU más alto. Si, por ejemplo, tenemos 4 fragmentos de epífisis proximal de húmero y cada uno dé ellos senta aproximadamente la mitad de la epífisis, el NME para húmero
un perfil semejante en ambas unidades: predominan los huesos del cráneo y las escápulas; el esqueleto axial está escasamente representado (vértebras y costillas). Las principales diferencias se observan en los huesos de las patas, particularmente en los del cuarto trasero donde, en la unidad B hay un mayor descarte de fémures y tibias proximales que poseen un alto rendi miento en carne. En ambas unidades están representadas todas las panes esqueletarias, es decir, que los animales fueron aprovechados en forma integral. Este fenómeno es habitual entre grupos pastoriles actuales que, además de consumir la carne y la grasa adherida a los huesos, fracturan luego las piezas para incorporarlas en la preparación de guisos o sopas. Ninguna parte del animal es desechada en el consumo. Ahra bien, ¿por qué algunas partes del esqueleto aparecen más repre sentadas que otras en el basural de La Huerta? Pensamos que esto se debe básicamente a un problema espacial. Habíamos mencionado que en poblados extensos como es el caso de La Huerta, debieron existir diversas áreas de descarte, además de la del basural. Si además tenemos en cuenta que, sobre todo en tiempos incaicos, debió funcionar algún sistema de distribución interna de los alimentos, podemos suponer un fenómeno de dispersión de partes dentro del poblado. Esto permitiría explicar las bajas frecuencias de algunos huesos en el basural que, notablemente, son los cortes con mayor contenido de carne en la llama.Siguiendo el mismo razonamiento, las partes más representadas corresponderían a un consumo preferencial de las mismas en los recintos más cercanos al basural. La presencia de huellas de corte y las fracturas intencionales regis tradas en los huesos, avalan la idea de un aprovechamiento integral de los animales, en ambos momentos de la ocupación.
Función de los rebaños Los camélidos domesticados pueden destinarse a la obtención de productos primarios, carne y cueros y/o secundarios como lana y transporte. Según sea el caso, varía el promedio de edad de los animales elegidos para el sacrificio y el consumo. Es de esperar así que, una muestra arqueológica derivada de un uso preferencial del rebaño para lana o transporte, muestre un predom inio de huesos de animales adultos. Por el contrarío, si el énfasis estuvo puesto en la producción de carne, se puede esperar un predominio de
amba unidades (T a b la 5). En la Unidad B pred om inan los huesos no fusio nados mientras que en la Unidad A los huesos fusionados. E sto nos lleva a suponer que en el momento pre-Incaico se seleccionaron preferentemente animales jóvenes para consumir estando los rebaños destinados principal mente a la producción de carne. De todas maneras, sólo podemos plantear una tendencia a un manejo de este tipo, ya que hay un 35% de especí menes de anim ales adultos. Pr el contrario, a partir de la presencia Incaica en el poblado, el manejo cambia, privilegiándose la matanza de animales adultos. Tal vez en este momento, el destino principal de los rebaños fuera su utilización como animales de carga y/o com o productores d e lana.
El cambio económico en La H uerta de Humahuaca Pdemos intentar ahora recon struir cómo fue el m anejo de los recursos faunísticos en La Huerta y qué cambios pueden plantearse a partir del momento Incaico. El primer mom ento de ocupación del po blado — pre-Incaico— está representado, en el basural, por un descarte óseo más reducido. C om o vimos, predominan en la m uestra los cam élidos dom esticados, principal fuente de abastecimiento en el consum o de carne. T ambién dijim os qu e existen eviden cias de una actividad cazadora, a pa rtir de los restos de cérvidos y d e camélidos silvestres; así com o también ap ortes m enores de otras esp ec ies en la dieta: chinchíllidos y cánidos. Los rebaño s de llam as pare cen ha ber sido emple ados principalmente en función d e su rend imiento pa ra consumo. Tal vez la evidencia de la existencia, en este momento, de una actividad cazadora, nos esté indicando que si bien la base económica principal era la ganadería, los rebaños no serían lo suficientemente grandes como para basar en ellos exclusivamente el consumo de carne; de tal manera, éste se complementaría con la incorporación ocasional de algunas presas. Esta hipótesis podría sustentarse en el hecho de la escasa fertilidad de las llamas, que es de sólo un 38% (Güttler 986); esto implica que para poder mantener el rebaño realizando matanzas continuas o sistemáticas de animales adultos, éste debe ser de un núm ero considerable. La ocupación Incaica de La Huerta marca im portantes d iferencias con respecto al momento anterior. En primer lugar, la envergadura de los descartes óseos es mucho m ayor en este momento y la proporción de restos
evidencias tan marcadas de actividad de caza como en el momento anterior, tan sólo algunos especímenes de camélidos pueden ser referidos a vicuñas. Siguiendo el razonamiento anterior, el tamaño de los rebaños debe haber tenido en este momento la suficiente envergadura como para abastecer a los pobladores sin necesidad de recurrir a los productos de la caza. Un panorama similar surge del análisis faunístico del centro adminis trativo Incaico de Huánuco Pampa, Perú, donde el pastoreo de camélidos aparece como práctica exclusiva (Wing 988). Si pensamos que la presencia Incaica en La Huerta se ve traducida en una ocupación efectiva del poblado —evidenciada en técnicas construc tivas características de los recintos cercanos al basural y en los tramos del camino Incaico— podemos justificar el gran aumento en la estuctura del descarte óseo como una mayor intensidad en la ocupación del sitio. Aimim, pdemos plantear un cambio económico importante en el manejo de los rebaños con respecto al momento anterior. El consum o de carne en el momento Incaico provino principalmente de animales adultos. La información sobre desgaste dentario en molares y premolares permite establecer que se trataría de individuos “maduros”, mayores a años. Con respecto a este problema, Miller (op.cit.), anali zando la estructura de edad de muestras óseas de camélidos de sitios Incaicos del Cuzco, señala: “one would expect that in the tightly organized Inca State the slaughter and consumption of llamas and alpacas normally would be reserved for those animáis that had already served out their tours of duty in the wool producing or cargo carying herds. Normally, it would be a waste of resources to slaughter a young animal for just its meat. Although there is no specific mention of this matter of oíd versus young meat, the chronicles do refer to the existence of mature herds composed of camelids called “aporucos” (Miller, op.cit. 6). Si bien estas consideraciones están hechas sobre datos provenientes del área nuclear Incaica — el Cuzco— podemos pensar que el manejo de rebaños pudo haber seguid o básicam ente las mismas pautas a lo largo de todos los territorios que abarcó el Imperio Inca. El perfil de edad de los camélidos de la Unidad A de La Huerta, podría responder a un manejo de este tipo. La elección del poblado de La Huerta como base para la instalación de un centro administrativo por parte del Tawantinsuyu debió responder a factores estratégicos de localización: la quebrada constituye un ambiente ecológicamente favorable, tanto para la producción agrícola —con un curso de agua permanente y terrenos aluviales bajos— como para la cría de
u b i c a c i ó n g e o g r á f i c a l a c o l o c a e n u n a s i t u a c i ó n d e f á c il a c c e s o a las q u e b r a d a s y v a lle s a l e s t e d e H u m a h u a c a , d o n d e f u n c i o n a r o n im p o rta nte s c e t r o s d e p r o d u c c i ó n a g r íc o l a p r e h i s p á n i c a c o m o e s e l c a s o d e C o cta ca . N o s e rí a d e s a c e r ta d o e n t o n c e s , p e n s a r a L a H u e r t a I n c a ic a c o m o un a s e n t a m i e n t o c l a v e e n e l c o n t r o l d e p r o d u c t o s q u e c i r c u l a r o n e n tr e la q u e b r a d a d e H u m a h u a c a y l o s s e c t o r e s o r i e n t a l e s , y c o m o c e n t r o e co n ó m ic o i m p o r ta n t e g e n e r a d o r d e r e c u r s o s g a n a d e r o s p a r a c o n s u m o l o c a l y c o m o p a rte d e l in t e r c a m b i o d e p r o d u c t o s c o n o t r a s r e g i o n e s .
La explotación faunísfica Inka en los Valles Orientales: el poblado de Papachacra U n p a n r a m a d i f e r e n t e e n l a e x p l o t a c i ó n d e l o s r e c u r s o s a n im a le s , s u rg e d e l a n á l i s i s d e l o s r e s t o s f a u n í s t i c o s d e l p o b l a d o d e P a p a c h a c r a , i t u a d e n l o s V a l le s O r ie n t a le s ; r e g i ó n e n l a q u e e l T a w a n t in s u y u e fe ctiv iz ó s u p r e s e n c i a , i n v e s ti g a d a r e c i e n t e m e n t e p o r A . N i e l s e n ( 9 8 9 ) .
A
a p r x i m a d a m e n t e k m . a l e s t e d e L a H u e r t a , l a s r u i n a s d el
p o b l ad o s e a si e n ta n s o b r e la s t e r r a z a s d e l r í o Y a l a ,
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sobre e l
n iv e l d e l m a r, e n l a q u e b r a d a h o m ó n i m a . E l s itio c o m p r e n d e u n s e c to r a g r íc o la c o n f o r m a d o p o r te rr az a s y
c u a d r o s d e c u l t i v o q u e c u b r e n u n a s u p e r f ic i e d e 8 . 5 h a s . E l o t r o s e c to r , el d e v iv i e n d a s , a b a r c a u n a s u p e r f ic i e d e . 5 m
y
d e p la n ta c u a d r a n g u la r ( 7 ) , s ilo s s u b te r r á n e o s
s e c o m p o n e d e r e c in to s
y
d o s á r e a s i n t e r io r e s
d e s p e ja d a s , u n a u b i c a d a a l N o r t e y o t r a a l c e n t r o d e l p o b l a d o , o c u p a d a s a m b a s p o r m o n t íc u l o s d e b a s u r a . A im i m e r e g i s t r a l a p r e s e n c i a d e d o s r e c in t o s d e g r a n t a m a ñ o ( k a n c h a s ) . L a m u e s tr a ó s e a a n a l iz a d a p r o v i e n e d e l m o n t í c u l o c e n t r a l , d o n d e s e p r a c tic ó u n s o n d e o d e m . p o r .5 m . e n n i v e l e s a r t i f i c i a l e s d e c m . h a s ta a l c a n z a r s e e l s e d i m e n t o e s t é r i l a .5 m . d e p r o f u n d i d a d ( N i e ls e n 9 8 9 ) . A lo la r g o d e to d a l a s e c u e n c i a e s t r a ti g r á f ic a s e r e g i s t r a la p r e se n c i a d e c e rá m i c a d e l C o m p l e j o I n k a ( I n k a I m p e r ia l , C h i c h a e I n k a P r v i n c i a l ) , l o c u al i n d ic a q u e e l m o n t íc u l o s e f o r m ó e n u n l a p s o p o s t e r io r a l a p e n e tr a c i ó n i n c a ic a ( 4 7 A D ) .
Et l o c o n v i e r te e n u n i n t e r e s a n t e c a s o d e a n á l i s i s , y a q u e d e s u comparación c o n l a i n fo r m a c ió n d e l c o m p o n e n t e f a u n í s ti c o d e l m o m e n t o Incaico d e L a H u e r t a , p u e d e n e x t r a e r s e i m p o r ta n t e s c o n c l u s i o n e s s o b r e la s diferencias q u e r e v i s ti ó e l a p r o v e c h a m i e n t o d e l o s r e c u r s o s a n i m a l e s e n ambos asentamientos.
camente. En la Tabla correspondiente (6) se detallan las e s p e c i e s animales diferenciadas, así como su abundancia calculada en base a NISP y NMI. La categoría Artidactylo. que incluye tanto a camélidos como a c é r v i d o s , está conformada por fragmentos de huesos que. por lo reducido de su tamaño, no permiten la adscripción a uno u otro taxon con certeza. Vemos que al igual que en La Huerta los camélidos son las e s p e c i e s más representadas, pero, y esto es lo interesante, sus proporciones varían con respecto a los cérvidos. En el caso de La Huerta, los huesos de camélidos constituían un 94% del total de huesos identificados y los ciervos representaban sólo un .74% de ese total. En Papachacra. en cambio, dichas proporciones varían a 39% y 7% respectivamente. Esta mayor presencia de cérvidos plantea una diferencia importante ya que se estaría implementando en Papachacra una explotación intensiva de una especie que en otros sitios contemporáneos aparece escasamente repre sentada. Además del caso de La Huerta, en las ocupaciones Tardías —pre incaica e Incaica— de la cueva III de Huachichocana (departamento de Tumbaya. Jujuy), los huesos de camélidos constituyen un 6% del total de la muestra en tanto que los cérvidos representan sólo un 3.6% (Madero 99). La presencia de marcas de corte y rastros de quemado, así como la fracturación intencional de los huesos, demuestran que en Papachacra, camélidos y cérvidos fueron procesados y consumidos como parle de la dieta. En ambos casos, todas las partes esqueletarias de los animales están representadas en diversas proporciones (Tabla 7). La caza de los ciervos debe haberse practicado en un radio relativamente cercano al poblado, ya que los animales se encuentran completos en el sitio. Es difícil pensar en su captura en territorios muy alejados, debido a que su traslado posterior al sitio hubiera resultado una tarea sumamente dificultosa si consideramos que la taru ca o huemul del Norte —que de él se trata— es un animal considerablemente corpulento. Tal vez se aprovecharan las estadías invern ales en los p uestos de pastoreo de altura próximos al poblado p a r a realizar partidas de caza. La taruca es un animal de hábitos gregarios: mantiene grupos mixtos conformados por machos y hembras adultas con sus crías, que se mantienen relativamente estables a lo largo del ciclo anual (Merkt 987). Pr tra parte, su abundancia en tiempos prehispánicos debe haber sido mayor que en la actualidad en que aún se registran poblaciones aisladas en la región. Esto habría hecho de la taruca un recurso de relativamente fácil obtención para los habitantes de los Valles Orientales; situación que no parece haberse registrado en la quebrada de Humahuaca.
huesos muestra un estado de fusión completo. Es llamativa, por otra parte, la escasa representación en el basural de los huesos del cuarto trasero superior (pelvis y fémur) que en el caso de los cérvidos, constituye la unidad de mayor rendimiento en carne. Con respecto a los camélidos, las m ediciones efectuadas sobre falanges dan un predominio — 85%— de las formas grandes, es decir, de llam as, en tanto que un 5% de los especímenes medidos puede adscribirse a vicuñas. Esto significa que la mayo ría de los huesos de c am élido consum idos en Papachacra. pertenecían a animales de los rebaños. En relación al perfil de edad de la muestra, predominan los restos de anim ales adu ltos, mayores a 3 años (68%). Al igual que en el momento Incaico de La Huerta podemos plantear un manejo de rebaños orientado a la obtención de productos secun darios.
Conclusiones Las características de la arqueofauna de Papachacra n cloca frente a un núcleo poblacional que empleó una estrategia general de aprovecha miento de los recursos faunísticos diferente a la registrada en otros poblados contemporáneos localizados en la zona de la quebrada de Humahuaca como La Huerta, donde, al igual que en Papachacra, e evidencia la influencia del componente Incaico. Dicha influencia revistió, sin embargo, características diferentes en ambos casos. En La Huerta, como vimos, se traduce en una presencia efectiva, mientras que en Papachacra e la infiere a partir de algunos tipos cerámicos característicos. En ambos sitios, la ganaderíá de camélidos aparece como un compo nente importante en la economía de los pobladores pero, mientras que en La Huerta Incaica se trata de una actividad excluyeme, en Papachacra se complementa con el aporte de los productos de la caza. Todo indicaría que los habitantes de los Valles Orientales practicaron en forma sistemática la explotación de recursos silvestres que, como los cérvidos y tal vez los guanacos y vicuñas, habrían sido muy abundantes en esta zona. Un esquema tal de manejo de los recursos animales tal vez haya sido aprovechado y, a su vez, fomentado por la administración Incaica, quien optimizó la explotación de los productos característicos de los diferentes ecosistemas sobre los cuales expandió su presencia. Prbablemente, los asentamientos de los Valles Orientales abastecieran al sistema Incaico de
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5.1
A b u n d a n c i a de e s p e c ie s a n im a le s e n L a H u e r ta . N IS P y N M I. U n id a de s A y B .
NISP
%
NMI
%
Cervidae
1.913 83 10 15
94,65 4,10 0,49 0,74
25 3 2 1
80 9 6 3
Total
2.021
99,98
31
98
Camelidae Canidae Chinchillidae
5.2
Abundancia de especies animales en La Huerta. NISP y NMI pr Unidad de Análisis.
Unidad B (XII-XVI)
Unidad A -)IX (
%
NISP
%
NMI
%
334 79 10 13
(76) (18)
5 3 2 1
(45) (27) (18)
2 (0,12)
18 (100) 1 (4,7) 1 (4,7) 1 (4,7)
1.560 (99,8)
21 (99,9)
436 (99,9)
Taxon
NISP
%
Camelidae Canidae Chinchill. Cervidae
1.554 (99,6) 3 (0,18) 1 (0,06)
Total
NMI
(2) (3)
(9)
11 (99,9)
Vres ste m étricos p a ra falang es de cam élido s (cntinuación)
MEDIDA: largo total de falange m edial Especímenes actuales Kent Llama
Esp. arqueológicos La Huerta
35,05 mm.
Alpaca
29,10
33
Vicuña
28,90
29
La Huerta. N=37
MEDIDA: ancho de epífisis proximal de falangem edial Especímenes actuales Kent Llama Alpaca Vicuña La Huerta. N=37
Esp. arqueológicos La Huerta
17,14 mm.
17,18
14,23 13,51
11,50
5-4 Frecuencias de parles esqueletarias de camélidos. MAU e IUC en Unidades A y B.
5.5
La Huerta. Abundancia de especímenes F u s i o n a d o s y No Fusionados de camélidos.
Unid
estrtgrác
Fuss NISP %
N uss NISP %
U
22 9
65
120
34
Unidad B
33
33
43
56
5.6
Abundancia de especies anim ales en Papachacra. N IS P y N M I.
Taxa Camelidae Cervidae Artiodactyla Chinchillidae Canidae Roedores pequeños
NISP
%
496 351 363 17 1 38
39,17 27,72 28,67 1,34 0,07 3
1.266
99,97
NMI
%
9 7
45 35 --
-
3 1 --
15 5
20
100
- -
5 bundancia de partes esqueletarias de camélidos y cérvidos en .7A Papachacra. NISP
Prte esqueet Cráneo Mandíbula Vértebras Costillas Escápula Pelvis Húmero Radio Ulna Carpo Metacarpo Fémur Tibia Tarso Astrágalo Calcáneo Metatarso Falange 1 Falange 2 Falange 3 Metapodios Rótula
Cmélido NISP
Cérvido NISP
45 22 15 9 22 6 30 38 25 16 22 34 21 11 26 16 53 31 5 49 4
24 8 --
2 5 3 12 19 12 17 15 5 15 10 9 13 18 41 43 37 -
Capítulo IV
El dominio Inka en el altiplano de Bolivia R o d o l f o A . R a f f i n o
I — El escenario La Cordillera Real o Central de Bolivia es una formidable masa monta ñosa de posición longitudinal, con alturas en casos superiores a 5. m. A lo largo de su recorrido, desde la región peruana de Vilcanota y por más de . km. de suelo boliviano, esta cadena recibe varios nombres, de acuerdo a las regiones por las que transita, a los cordones que la integran, o a las naciones que la poblaron: Cordillera Real, Sierra de Aanaque, Cordillera de los Chichas, de los Frailes y de Lípez. En sus entrañas ígneas este macizo encierra quizás las mayores riquezas metalíferas del planeta, desde la plata y el oro de las legendarias Ptí y Prc, hata los actuales plomo, estaño y wolfran, usados en la industria moderna. El descubrimiento de los dos primeros por ojos europeos, a mediados del siglo XVI, cambió el rumbo de la historia del mundo occidental. A llí, en 545, los capitanes Diego Centeno y Juan Villarruel fundaron la “ Villa Im perial de Carlos V ” y comenzaron la explo tación. Sin esos metales de Ptí y Prc, Carlos V y Felipe II difícil mente hubieran logrado imponer las hegemoníás por todos conocidas. Y todo hace suponer que antes que ellos el Taw antinsuyu también saboreó las riquezas de Prc; al menos así lo sugieren no pocos datos históricos y síntomas arqueológicos. Entre muchas otras imposiciones fácticas, esta Cordillera Real p r á c t i
valles m esotérm icos o Q ’eshw a del naciente y el A ltiplano o Pu na, hacia el poniente. A l occide nte de la C ordillera R ea l, en tre ésta y el m acizo de los Andes Occidentales se extiende la peniplanicie altiplánica. A lzada por sobre los 35 m . de altitud esta eno rm e m asa ocupa un a extensión de un par de m iles de k iló m etros, d esd e la ribe ra N . del Lag o Titicaca hasta V illavil, en Catamarca. E l altip lan o ofrec e en tre sus rasg os m ás relevan tes una serie de cuencas lacustres muy activas, como las del Titicaca y el Ppó (antiguamente llamado Lago A u llagas) y una serie de salares de magnitud, como los de C oipasa y el interm in ab le U yu ni, en actual suelo boliviano. Sobre estas cuencas confluyen una decena de ríos endorreicos que nacen sobre los A ndes O cciden tales y en la p ropia C ordillera R eal. N o o b stan te sus co nd icion es clim áticas extrem as, el hombre supo po sarse so b re el altiplan o pu neñ o p or lo m enos . años atrás. Los Inka en lo s proleg ó m en o s d e C olón ha llarían en él organizaciones sociales de tipo Señorío muy avanzados; en algunos de los cuales, como el de los R einos C o llas c ircu n titica ca , se ha bu scado su propio origen. En el capítulo inicial ya hemos incursionado en los atributos geográ ficos y ecológicos de uno y otro paisaje. A nte lo cual pasaremos al tema que interesa: la estructura y conducta del Tawantinsuyu cuando ejerció su do m inio en tre fine s d el siglo XV y prim er tercio del XV I. II — L a d o c u m e n t a c i ó n h i s tó r i c a Q ue e l T aw an tinsu y u dom inó e sto s paisajes ha sido tem a siempre acep tado , pe ro am én d e la docum entación etnoh istórica, poco hemos sabido sobre su presencia arqueológica en Ptí y Prc, y m enos aún sobre la forma en que aquella se consumó. Hacia fines de la década de los '7 el tema Inka en el altiplano boliviano de A ullagas era apenas considerado tan g en cialm en te en un solo trab ajo, el de l historiado r Strabe sobre la vialidad de lo s Inka s (963). A u n q ue v ale aco tar qu e este au tor investigó en las cró n icas, lim itán d o se a reco m po ner las redes de caminos trabajando sobre m apas y cartas g eog ráficas. D e lo q u e se trata en tonc es e s d e ha llar las pruebas de los sucesos que dan cu en ta no po cas crón icas indianas d el siglo X V I, como las de Vaca de Castro, P edro P izarra, M atienzo, Cieza y Herrera entre varios más. Nada m ás ap rop iado qu e la a rque olog ía d e cam po para con trastar la veracidad v
El primero de los cronistas mencionados, quien en realidad fue Gobernador y Capitán General en tiempos de Carlos V, es explícito al señalar la presencia Inka en los alrededores del Lago Aullagas y la Siena de Aanaque. Un dominio que produjo la construcción del famoso camino Inka por la ribera oriental de ese lago y un puñado tambos para su apoyo logístico. Vaca de Castro se lamenta, como buen funcionario, presto a extraer especies para su patrón, del hecho de que esos tambos, “construidos en tiempos de Guayna Capac", se hayan despoblado; y enfatiza la necesidad de su repoblamiento para agilizar el tráfico entre “las minas de plata de Porco de los Cara c ara y el pue rto de Arequipa”. Varios puntos de este derrotero están signados por topónimos que hemos reconocido en el terreno, como Totora, Chuquicota, Colque, Andamarca, Pampa Aullagas y el propio Porco. La presencia Inka según veremos está presente en algunos de ellos (Vaca de Castro; 1543 (1909): 429 y 438. Fig. 1.1). Otro funcionario de la época, el Lic. Matienzo, Oidor de la Audiencia de Charcas, ofrece otras importantes evidencias de esas trazas Inkas. Empeñado en lograr una ruta que agilizara el drenaje de la plata de Potosí hacia Sevilla, por un Tucumán ya colonizado y el R ío de la Plata, Matienzo compone una célebre y archicitada carta, escrita en el verano de 1566. En ella se hallan puntos geográficos y poblaciones, esta vez alojadas más al S. de las señaladas por Vaca de Castro. De este relato interesa el derrotero trazado entre el valle potosino de Cotagaita y el bolsón argentino de Yocavíl (hoy día mal llamado Santa María). Entre ambos polos aparecen referidos distintos topónimos, coronados por asignaciones étnicas y territo riales, como “pueblos de Chichas ”, “tambos reales ”, “tambo del lnka”; éstas últimas asignaciones están referidas al caso de las tamberías construidas por los Inka. Entre otros topónimos, en Matienzo aparecen Calahoyo (“Tambo Real”), Palquiza (Tupiza), Suipacha y Ascande (“ pueblo s de Indios Chichas”) y Sococha (“ tierra de Omaguaca"). El Oidor es explícito con los de Moreta y Casabindo el Chico, asignándoles como “ tambos del Inka”, .Los siendo además el primero también un “ pueblo de indios C h ic h a s " enclaves de Rincón de Las Salinas y El Moreno, también mencionados en esa carta, aparecen a la vera de las Salinas Grandes en el altiplano de Jujuy. No obstante estar “ despoblados “ en 1566, el registro arqueológico es probatorio de la existencia de sendos tambos Inka 60 años atrás. Este legendario documento fue nuestro lazarillo durante las primeras misiones arqueológicas por suelo potosino. Gracias a él descubrimos las
Fig. 7.2 . E l lago A ullagas (hoy Ppó), territorios Qu illacas p or dond e transcurre el camino Inka. Torreón In ka de Kh apa Kheri (abajo)
cada lado de ella). Dentro del Valle de Talina, también mencionado por Matienzo como “pueblo de Chichas”, emergieron los tambos de Chagua y Chipihuaico. Bajo Jos cimientos de la histórica Tupiza (Palquiza) se vislumbra otra lambería hoy sepultada que llamamos La Alameda. En el Valle de Suipacha, a espaldas del Rí San Juan May u Or y en una serranía ubicada a escasos metros donde se libró la histórica batalla de Suipacha en 8, hallamos las ruinas del estupendo Chuquiago. Pc kilómetros al S. del topónimo Acande del Oidor Matienzo aparecieron los sitios Ramada y Mchará cn egmentos de cam ino aún conservados. Ya en territorio argentino los relatos de Matienzo fueron progresiva mente volcados al registro arqueológico por imposiciones fácticas. Aí aparecieron los tambos de Queta Viejo (probablemente es el Moreta del Oidor), Casabindo (donde había un “tambo del Inka”), Rincnadilla (coincide con el Rincón de Las Salinas) y El Moreno. Todos ellos coinci dentes en nombre y posición geográfica. Esta información, en parte ya publicada por nosotros, se halla condensada en la matriz de datos N® 6.. (R. Raffin y Cl.; 986 y 99). El llamado “Memorial de Cha rcas”, crónica gestada en 58 y exami nada por Espinosa Soriano en 969, contiene también valiosas referencias sobre la férula Inka en el altiplano de Bolivia que ameritaban contrastación arqueológica. En capítulos siguientes incursionarem os po r este docum ento al tratar la territorialidad de etnías alojadas encima y a ambos lados de la Cordillera Real, en Chuquisaca, Oruro y Ptí. Cm las naciones Quillacas, Charcas, Caracara, Soras, Aanaques, Chuyes y Chichas. Como lo señala el propio Cieza de León (553) estos pueblos fueron conquistados por Tupa Inka y reorganizados por Huayna Capac a fines d el siglo XV (Espinosa S.; 969:5). La arqueología de campo ha probado la veracidad de parte de esta información, como la participación de contingentes Chichas en la defensa de la frontera que los Inka tendieron al oriente de Humahuaca, ante la amenazante presencia chiriguana. Los sitios defensivos, de observación y control construidos en Puerta de Zenta, Chasquillas, Pueblito Calilegua y Cerro Amarillo, así como soberbios tramos de Jatunñam empedrados y en comisa, que conectan esta frontera con Humahuaca, son prueba de ese objetivo. Otros sitios con arqu itectura Inka y alfarería del estilo Chicha con posición oriental a Humahuaca son los de la Quebrada de Iruya (Ocloya). Entre ellos Titiconte y Arcay, descubiertos por S. Debenedetti y Márquez
La participación Chicha en estas maniobras se manifiesta por la cerámica hallada dentro de las áreas intramuros de los sitios inka Chasquillas Tampu y Puerta de Zenta. Repitiendo una constancia ya adver tida en La Huerta. Pr lo demás, el Memorial señala dos temas de interés. El primero sobre los objetivos del dominio territorial del Tawantinsuyu, dado que “... el inka tenía en el asiento de Porco unas minas de plata y lo mesmo las minas de oro que en el río de Chiutamarca y las minas de cobre qu e fu e en Aytacara y las minas de estaño que fu e en Chayanta. ..” (Espinosa; op, cit 6). Estos topónimos aparecen en el ámbito arqueológico examinado. En la médula de la antigua provincia española de los Charcas, un territorio heredado a fines del siglo XVI por Hernando Pizarra, quien incentivó las explotaciones minerales para beneficio personal y de la Corona. Sin embargo, no en todos estos puntos hemos logrado reconocer ruinas I n k a , especialmente en los vórtices de las explotaciones, como en el propio Prc, dnde las continuidad de los trabajos de minería, por más de 4 años, ha convertido esas montañas en páramos irreconocibles, con un alto grado de perturbación en superficie. La segunda implicancia que interesa de este Memorial así como de otro documento anterior, la “ Primera Información hecha por Don Juan Colque Guarache...”, de 575 (E. Soriano; 98) es la participación de señores y contingentes de estas naciones como soldados y cargadores en las conquistas de Topa Inka de 47 y de Almagro-Valdivia a partir de 535. Los nombres de señores como Mallco Colque y su hijo Colque Guarache de la nación Quillaca-Aanaque; Copatiaraca y Consara de los Charcas y Moroco de los Caracara, aparecen como ilustres vasallos en esas expedi ciones. El ya apuntado hallazgo de alfarerías de los estilos Chichas y, en menor frecuencia, Uruquilla y Colla Quillaquila en enclaves Inka de Humahuaca y altiplano argentino, confirma en parte esas advertencias. Similares expectativas se desprenden de la aparición de cerámica de los estilos Tiwanaku decadente, Yura, Colla o Kekerana, o Sillustani en tambos Inka ubicados al S. del Lago Aullagas-Ppó. Su presencia dentro de áreas intramuros Inka y a m ás de 3 o 4 centenares de kilómetros fuera de sus respectivos territorios, sugiere la existencia de mitimaes Collas y Yuras al servicio de tam bos y factorías Inka. Similar interpretación se nos ocurre para los estilos Tiwanaku Decadente y Collas, oriundos del ámbito circuntiticaca, ubicado a más de
1 7 6
Fig.
7.3. Cullpas funerarias de adobe de la Pampa de Aullagas posiblemente construidas por los Soras o Asanaques
Real boliviana, en algunos de los valles mesotérmicos situados al S. de Cochabamba.
III — Arqueología Inka en Ptí y Orur L trabaj en el terreno se efectuaron entre 983 y 987. Fueron expediciones planeadas de modo tal que permitieron “peinar” el terreno en un sentido general de S. a N., con punto de partida en el propio límite argentino-boliviano y con destino al Lago Titicaca. El “tambo R eal de Calahoyo” ubicado sobre los º ' Lat. S., descubierto por nosotros en el otoño de 983; y el pequeño tambo de Toroara, situado en el suburbio meridional de la ciudad argentina de La Quiaca, desplazado a 6 minutos al oriente del mismo paralelo, fueron los puntos de inicio. A partir de estas dos instalaciones se tendieron dos probables rutas hipotéticas. La primera u occidental unía las localidades Calahoyo-TalinaTupiza -Uyuni-Aullagas-Huari-Challapata-Ppó-Paria. La egunda, tendida hacia el oriente, lo haría conectando las de Villazón-SuipachaMochará-Cotagaita-Tumusla-Vitichi-Prc y la Villa Real de Ptí. La áreas donde se descubrieron asentamientos Inka corresponden a secciones intermitentes de estas dos rutas de exploración. Están ubicadas dentro de los actuales Departamentos de Ptí y Orur y pueden ser convencionalmente fraccionadas de la siguiente manera: — Valles de Talina-Tupiza: abarca por el S. desde el límite argen tino-boliviano (paraje Calahoyo) hasta e l río Tupiza. — Valles Suipacha-Mochará: comprende desde la actual estación ferroviaria de Arenales, al S. del histórico valle de Suipacha. hasta las localidades de C otagaita-Tumusla. 3 — Vertiente oriental del Lago Ppó: abarca d esde la margen meridional del Rí Mulatos, próximo al Salar de Uyuni. y asciende por el E. de las cuencas Ppó-Ur hata la histórica localidad de Paria, al E. de la ciudad de Oruro.
Tupiza y Talina: los p orta les del nor te a rg en tino Aprximadamente a cinco horas de marcha hacia el N. del Tambo Real de Calahoyo se abre la quebrada de Talina, un fértil valle muy parecido a Humahuaca, de 4 km. de extensión longitudinal que se erige como un
la célebre carta de Juan de Matienzo. como enclaves por donde transcurría una ruta hispánica. Una decena de kilómetros más al N.E. se encuentra la ciudad de Tupiza, actual capital de la Prvincia de Sudchichas. En el tramo medio de Talina se alojan las poblaciones de Chipihuayco, Talina y Chagua: esta última habitada por grupos “olleros”, encargados de manufac turar la cerámica que se utiliza en gran parte de la Prvincia. Pc kilómetros antes de Palquiza esta quebrada recibe al Rí San Juan May San Juan Or, que corre por un amplio valle fértil que nace en territorio argentino. Este río, tras desplazarse hacia el N., adquiere la forma de una gigantesca “V“ invertida que cruza el S. de Ptí en dirección a Chuquisaca y Tarija. La región explorada comprende una franja longitudinal que parte de la actual frontera entre Bolivia y Argentina, a la altura del paralelo º ’ Lat. S., hasta el Rí Tupiza, bre los º ’ Lat. S. Los límites conven cionales en sentido meridiano son 65º 5’ y 66° ’ Long. O., respectiva mente por el E. y O. Está incluida en parte de las actuales provincias de Modesto Omiste y Sudchichas, en el Departamento de Ptí. En ella reconocimos 4 instalaciones con vestigios estructurales Inka y segmentos de la red vial que originalmente las conectó. Se trata de las de Calahoyo, Chagua, Chipihuayco y La Alameda de Tupiza. La quebrada de Talina ha sido singularmente pródiga en cuanto a la presencia Inka y sus relictos arqueológicos se atesoran en los estableci mientos de Chagua y Chipihuayco, amén de algunos fragmentos intermi tentes del camino real o Jatumñan. Estos sitios han merecido tratamientos puntuales en recientes trabajos editados, ante lo cual nos limitaremos a una síntesis de sus repertorios arquitectónicos y artefactual (R. Raffin; 1986). Chagua Maucallajta se levanta 3 km. al S. de Talina, sobre un estra tégico espolón serrano de la margen izquierda del Rí Talina, en el punto de confluencia con el Rí Chagua y a 3200 m..n.m. A un 350 m. al S. del comienzo del espolón, una muralla baja divide el área intramuros en dos sectores claramente definidos. A partir de esa muralla, comienza la arquitectura cuzqueña, la cual se diferencia ostensiblemente de las estruc turas “locales” o chichas. Aparecen varias Kanchas, sobre los que se destaca una construcción finamente pircada de planta rectangular, cuyos aparejos pétreos recuerdan la cantería inkaica. Adheridos a la pared de estos edificios hay una serie de recintos subrectangulares cuyas entradas, no claramente detectadas debido al
28 m., existe una plataforma de ,5 por 3 m.. ubicada en el ángulo S.O. Su acceso parece haber sido resuelto por dos rampas y en el creemos identi ficar al USNU cuzqueño. Sobre la pared S. aparecen hornacinas que guardan calculadas distancias de separación entre sí. Puede ser que en la pared opuesta se encontrara otra serie simétrica de hornacinas, aunque aquí el estado de deterioro del lienzo no ofrece seguridad en el diagnóstico. Otra hornacina aparece en la pared O. de los recintos. Hacia el ángulo N.E. del patio intramuros se detectan restos de otras construcciones. La más claramente distinguible es una planta circular de .5 m. de diámetro. Hacia el S. se observa un gran patio de 7 m, limitado por muros perimetrales a la manera de una plaza. Dentro de él los cimientos de un gran recinto rectangular cuyas dimensiones —6 m. por m.— y posición relativamente sugieren que correspondería a una kallanka. En todos estos sectores se observa un prolijo manejo de los desniveles del terreno mediante atenazados y nivelación. Sobre el muro de la plaza se abre paso el camino inkaico que baja por la ladera, mediante escalones y paredes pétreas. Luego se bifurca en dos ramales hacia el S. y el N. En ellos se conservan aún partes de los antiguos muros de contención que soportaron la vía. Su cota de altura se ubica a unos 5 m. Este tipo de Jatumñan es comparable con los observados en Humahuaca y del Toro, en Argentina. La posición en cornisa parece responder al deseo de evitar el fondo de valle, que durante las crecientes estivales se tom a intransitable. La cerámica levantada en Chagua pertenece fundamentalmente al Complejo Chicha en todas sus variantes y formas, acompañada por pucos omitomorfos y aribaloides del estilo Inka Prvincial. Situado a unos 7 km. al N., Chipihuayco posee mayor envergadura de su área intramuros que Chagua. Ocupa un espolón atenazado también de la margen derecha del río, por espacio de cerca de hectáreas de arquitec tura Inka y Chicha. En el se aprecian dos secciones: — Grupo N.O. Compuesto po r medio c enten ar de recintos agrupados en un trazado en damero. Ocupan las proximidades al vértice del espolón. Fueron elevados con paramentos de piedra y entre ellos circulan calzadas sobreelevadas que convergen hacia una principal, el camino Inka, delimitado por muros y de recorrido longitudinal dentro del área intramuros con dirección a Chagua. Es significativa la gran cantidad de instrumental de
mnte, Chipihuayco atesora la arquitectura Inka por una serie de Kanchas de gran tamaño y riguroso rectangularísmo. L a ple nitu d del patrón Inka se refleja en las grandes Kanchas con patios internos y recintos menores, perimetrales a los m uros e xte rio res, aunque no directamente adosados a ellos. El menor FOS del sector torna innecesarias las calzadas en un espacio que no presenta la condición de conglomerado de su vecino septen trional. Faltan aquí los instrumentos de m olien da p ara d a r pa so a una impresionante concentración de alfarería fragmentada. Una frecuencia del 5% de esa cerámica corresponde a tiestos con formas Inka Prvincial y el resto a los estilos C hicha locales. Como en los edificios del estrato de La Huerta, esta s grande s K an ch as de Chipihuayco, así como otras muy parecidas de Pzuelos en el altiplano d e Jujuy. parecen ser corrales y am bientes de c arg a y de sc ar g a de tro pas de llamas. Pero en Chipihuayco la densidad de fragmento s de ce rám ica por m es entre a , mientras que en La Huerta apenas de ,5 a . E sto o frece una medida de la intensidad de actividad entre uno y otro sitio. Los Corrales/Kanchas de Chipihuayco fueron locus d e a ctividad donde recalaron vasijas contenedoras de productos que se cargaron y descargaron en llamas produciendo estas infinitas fracturas. En un trabajo reciente (Raffin, R.; 1986) apuntam que no sería ajeno a este fenómeno la gran riqueza agrícola de Talina. Chipihuayco y Chagua fueron enclaves que aglutinaron actividades de explotación y transporte de productos agrícolas en contenedores de cerámica Chicha hacia otros puntos del territorio Inka. Los indicios que convergen hacia estas hipótesis no son pocos: — El gran tamaño y cantidad de construcciones en am bo s es tab lec i mientos, que los haría sobrepasar la categoría de tampus y acceder a la de enclaves para la explotación eco nómica. - - La pródiga cantidad de instrumentos de lab ranza registrad os en Chipihuayco. 3 — La fertilidad y abundancia de agua en la qu eb rad a de T alina, inusual dentro del ámbito puneño circunvecino. 4 — Los relictos de andenerías y obras de regadío, fundam en talm ente canales, inmediatamente por debajo del espolón de Chip ihu ay co , reutilizados en parte por las comunidades criollas
ceremoniales, por la presencia de usnu, kallanka. así cono tas hornacinas simétricas, la técnica del sillar en el palio que encierra al usnu, y la plaza intramuros enfrentando a la Kallanka. Estos componentes conllevan a diagnosticar a Chagua como un centro de actividades políticas y administrativas. En Chipihuayco en cambio hay señales de actividad agrícola, procesamiento y transporte en vasijas con elevado índice de intensidad.
Tupiza, el dominio Inka y la entrada de Diego de Almagro El sostenido crecimiento de la moderna ciudad boliviana de Tupiza, desde fines del siglo XIX, ha sepultado sin retomo los vestigios de otro tampu Inka, situado bajo una alameda en la zona N. de la ciudad. No quedan casi cicatrices de paramentos, aunque la estirpe Inka se comprueba por tumbas que contuvieron individuos prestigiosos. Circunstancia que se asoma por la calidad de los ajuares funerarios extraídos de ellas por el Sr. Juan Mogro, maestro local. En el verano de 536 Diego de Almagro recaló en Tupiza con una tropa de 4 españoles montados y un par de miles de auxiliares indios. Los acompañaban, allanándole el camino, los jerarcas cuzqueños Paullu Topa y Vilahoma, amén de algún jefe Guarache de los Quillacas. Todo indica que Almagro estuvo allí entre sem anas hasta meses, donde cargó sus alforjas con bastimentos. Luego prosiguió su m archa hacia el S., atrave sando la quebrada de Talina, Calahoyo y los sitios Inka del altiplano puneño de Jujuy, como Pzuelos, Queta, Rincón de Salinas y El Moreno con destino a los valles de Calchaquí, Yocavil y Hualfín. Paaría pterior mente a Copayapu (Copiapó en Chile) por algún paso cordillerano entre Catamarca y La Rija, n in antes su frir los rigores del clima y las tempes tades del viento blanco. Dada la presencia de esos calificados guías cuzqueños y la yuxtaposi ción de su ruta con el “Capacñam”, no caben dudas de que en el valle de Tupiza existía una fuerte presencia Inka, en condominio con los grupos locales Chichas. Ello le permitió al Adelantado un aprovisionamiento nada sencillo por tratarse de un contingente tan num eroso.7 Los ajuares de las tumbas de Tupiza contiene piezas de cerámica Cuzco
Plícromo, keros y un vaso Rj/ante, platos omitomorfos.unoplanoy un arib aloide ela bo rados en cerám ica de pasta Chicha entre oirás prendas.
El valle de Suipacha tres siglos antes de la Revolución de Mayo Las prim eras guasábaras entre Andinoamérica y España se libraron en los valles de Cotagaita y Suipacha en Noviembre de 1810. En ellas intervinieron soldados rioplatenses comandados por Balcarce, Castelli y Arenales. También escuadrones Chichas que ap oy aron esa misión hacia el Alto Perú. Suipacha fue la prim era victo ria andin oamericana, luego seguirían Huaqui, Vilcapujio, Ayohum a. . . ” .. Había que fin ancia r la Revolución de Mayo con la plata de Potosí...”. " . . . En Suipacha hubo inmóviles testigos presen ciales de esa batalla. Una ciudadela y un camino construidos 300 años antes de ese tiempo por el Tawantinsuyu y que han perdu rado con el topónimo de Chuquiago...”. R. A. R. Diari de Viaje. National Geographic Society. Agt 14 de 983. “...
Los Valles de Suipacha, Mochará, Acande y Tumusla configuran una sucesión de bolsones longitudinales que se extienden desde el meridional Nazareno, situado a pocos kilómetros al N. de La Quiaca (º3’ Lat.S.), hasta Escara y su posterior trepada a las alturas de Prc y Ptí, baj la posición del paralelo ° 4’ Lat. S. En esta extensa faja descubrimos cuatro instalaciones con rémoras Inka y varios segmentos del camino que para su articulación fue construido. Responden a los topónimos de Charaja, Chuquiago, Ram ada Acande y Mochará que brevemente describiremos.
Chj Es un im ponente pukará de trazado defensivo que se levanta a 6 km. al N. de La Q uiaca, sobre un recodo del Rí San Juan May. Su pición m eridiana es 65 º 59’ Long. O. y ° 8’ Lat. S., a 9 m.s.n.m. Fue levan tado sobre el punto m ismo donde el Rí San Juan May e encajona en un
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Fig. 7.6 . El valle potosino de S uipacha visto desde el P u k a r a C h a r a ja , al fo n d o a p a r e c e n l o s c e r r o s d o C h u q u i a g o
Desde sus alturas, a más de centenar y medio de metros encima del jatumñan y el río, se divisan las serranías de Chuquiago, donde se halla otro importante enclave Inka. El camino Inka que protege conecta directamente el valle de Suipacha con la región de Tarija, al oriente boliviano, aunque desconocemos hacia qué punto de Tarija se dirige. El trazado general del Pukará recuerda al de Hornaditas (R. Raffin; 1988; Lám. 4.21), levantado en el extremo N. de Humahuaca para proteger el camino Inka. Atesora muros defensivos con troneras y peldaños pétreos, todos erigidos para dificultar, aún más, una ascención por demás fatigosa. La zona residencial, coronada en la cúspide, tiene traza en damero y es de bajo FOS, con lo cual queda diagnosticado el sitio como un reducto de ocupación transitoria. Piblemente una guarnición dedicada a controlar el tráfico entre Suipacha y Tarija, o alguna posible incursión desde el oriente chiriguano hacia el universo Inka.
Chuquiago de Suipacha Este Chuquiago de la anécdota histórica resultó ser una de las instala ciones Inka de mejor porte de las exploradas en Ptí. Cntiene rasgos arquitectónicos de primer nivel y fue levantado siguiendo un modelo de instalación en damero planeada. Se ubica sobre los 9 m. en los cerros occidentales del Valle de Suipacha, sobre la margen derecha del Rí San Juan May u Or; a un 60 m. pr encima de donde se libró la batalla (65º 3’ Long. O. y ° 9’ Lat. S.; 9 m.s.n.m.). Enmascarada entre un recodo del Rí San Juan y La Sierra de Cordón Cancha, la instalación se compone de 6 núcleos arquitectónicos distribuidos sobre un área total de 9. m. y comunicados por calzadas internas. Cuatro de éstas son complejos conjuntos de Rectángulos Perimetrales Compuestos. El quinto está constituido por dos galpones o kallankas; y el sexto por un par de recintos que delimitan el ingreso del camino real al establecimiento. Otros componentes arquitectónicos relevantes son un complejo sistema de acueductos que penetran a la instalación por sus flancos O. y S., una represa sobre la que desemboca una de las acequias y, por último, un conjunto de muros trapezoidales que forman andenes para atenazar a la colina situada al S. de la represa. El establecimiento se halla rodeado, en parte, por una muralla semiperimetral que protege el acceso desde el N. y O. Aunque su existencia no
S., cuenta con una bifurcación hacia el N.O., por lo cual se observan tres ramales que parten en diferentes direcciones. Ya hemos transitado con anterioridad por descripciones del patrón urbanístico de Chuquiago (R. A. Raffin y Cl; 986), ante lo cual sólo resta confirmar la relevancia de este enclave Inka, directamente articulado con lavaderos de oro, tal como lo indica la traducción del topónimo (“arena o polvo fino de oro“) y con el Jatumñan que une Humahuaca con Ptí y Prc. L artefactos Inka Prvincial de su superficie confirman la índole de su ser, en cuanto a la existencia de aríbalos y pucos ornitomorfos construidos en alfarerías de pastas Chichas, a la par de la propia cerámica de los Chichas potosinos.
El Acanti de Matienzo y los enclaves Ramada y Mchará Mchará y Ramada respectivamente son los enclaves que siguen a Chuquiago en dirección al N. hacia Prc y Ptí. La primera es una insta lación compuesta por varios conjuntos de kanchas asociados co n segm entos del camino real. Fue construido sobre una terraza que forma un recodo en el río homónimo, en el faldeo occidental de la Sierra de Mochará (65º 3’ Long. O. y ° 8’ Lat. S.). Se ubica en la Prvincia Sudchicha, 28 km . al N. de Chuquiago y unido a éste por el Inkañan que corre intermitentemente por el faldeo O. de la Sierra de M ochará. Varios segmentos de camino fueron observados en los accesos e interior de Chuquiago, en la Quebrada de Suipacha y sobre los lados E. y O. del Tambo Mochará por los que transita luego de trasponer sendas apachetas de piedras de color blanco. En definitiva, el sitio ocupa una superficie aproximada de 6 Ha. delimitadas en sus accesos por el N. y el S. por hitos de piedras blancas agrupadas, por donde transcurre el camino. Siguiendo por el faldeo occidental de la Sierra, a unos 3 km. al N. de Mochará se ubica la población de Ramada y a 500 m. al oriente las ruinas del siguiente enclave con restos inkaicos (9 m.s.n.m.; 65º 35' Long. O. y ° ’ Lat. S.). Hoy día se ofrece como un conglomerado de construcciones muy perturbadas en las que predomina la planta ortogonal. Prevalece la pirca doble con relleno como cimiento; por encima de éste se sucederán alternati vamente líneas de adobe con otras piedras medianas. Esta técnica explica la
namiento, q u e d an d o la s a c u m u l a c i o n e s d e p i e d r a s q u e s e o b s e r v a n e n l o s sitios y q u e d i fic u lta n e l s e g u i m i e n t o d e l o s m u r o s . E n a q u e l l o s d o n d e b arq uitectura In k a c o e x i st e c o n m a n i fe s t a c i o n e s C h i c h a s , c o m o e n C h a g u a , es e vid en te l a d i f e r e n c i a d e c o n s e r v a c i ó n d e l o s m u r o s e n t r e l o s l ie n z o s Inka. d e p i rc a b i e n t r a b a j a d a , y l o s l o c a l e s , m u y d e t e r i o r a d o s . N o a p ar ec en c o n c l a r id a d e n R a m a d a e l e m e n t o s a r q u i t e c t ó n i c o s I n k a com o n o s e a e s o s a ti s b o s d e c a m i n o y u n p a r d e e s t r u c t u r a s m u y p e r tu r badas q u e s e m e ja n p e q u e ñ a s c a n c h a s . E n l a c e r á m i c a s e r e g i s t ra p r o f u s i ó n del e stilo C h i ch a , a u n q u e n o e s t á n a u s e n t e s l o s f r a g m e n t o s d e l g r u p o I n k a Prvincial. E l d e rro te ro t ra z a d o c o n c lu y e c o n lo s r e s t o s I n k a , p e r o n o c o n to p ó n im o s h i s t ó r i c o s d e
s i g n i f ic a c i ó n . E n t r e e l l o s l o s d e A c a n d e ,
C o t a g a it a, E s c a r a , P r c y P t í . E l p r i m e r o d e e l l o s s e h a l la a k m . a l O . de la a ld e a C a z ó n s o b r e e l e s p o l ó n m e r id i o n a l d e la q u e b r a d a q u e c o n d u c e a T o to ra s ( 6 m .s .n . m .; 6 5 º 3 8 ' L o n g . O . y º 5 8 ’ L a t. S .) . O c u p a la p ar te p l a n a d e e s t e e s p o l ó n u n o s 3 m . p o r e n c i m a d e l f o n d o d e l a q u e b ra d a . E s te s i t io c o i n c i d e c o n p r e c i s i ó n c o n e l m e n c i o n a d o p o r M a tie n z o ; a q u e l “ p u e b l o d e i n d i o s c h i c h a s ” d e s u i n f o r m e d e 5 6 6 . S e u b ic a a k m . a l N . d e R a m a d a , e n l a P r v i n c i a N r d c h i c h a , a la q u e s e p e n etr a l u e g o d e c r u z a r e l R í K n c h a y i . S u c a r a c t e r ís ti c a s e s t ru c t u r a l e s s e c o r re s p o n d e n c o n l a s d e R a m a d a e n c u a n to a f o r m a s a r q u i te c t ó n i c a s . N o h e m o s r e g i s t r a d o r a s g o s I n k a q u e d e m u e stre n p r e s e n c i a e s tr u c t u r a l , p e r o e n s u p e r f ic i e a p a r e c e n a lg u n o s t ie s to s d e l e s t i l o I n k a P r v i n c i a l y f u n d a m e n t a lm e n t e e l e s til o C h i c h a . U n p o c o m á s a l N . d e e s te A c a n t i d e M a tie n z o s e s u c e d e n l o s t o p ó n im o s C o t a g a i t a ( h o y d í a u n a p o b l a c i ó n m u y p e q u e ñ a ) . E s c a r a . T u m u s la (c o n u n p u e n t e d e m a d e r a q u e i n s p ir a p o c a c o n f ia n z a ) , V itic h i y lu e g o l a i n e v i ta b l e a s c e n s ió n a P r c y l a V i l la d e P t í . S e r á m u y d i f í c i l e n e sta s d o s ú l ti m a s c o n f ir m a r l a s in f o r m a c i o n e s d e l o s c r o n i s ta s Pizarr y V a c a d e C a s tr o e n c u a n t o a s u e x p l o t a c ió n I n k a . M á s d e 4 a ñ o s d e r e e x p l o ta c ió n i n i n te r r u m p i d a h a n p e r t u r b a d o h a s t a e l f in a l a lg u n a s u p u e s ta remora y cualquier intento al respecto sería casi un sueño fantástico.
Aquí
q u e d a a r ro j a d o o t r o g u a n t e a l o s a r q u e ó l o g o s d e l se g u n d o m ile n io .
De Tupiza al norte; de Uyuni al sur U n a m a ñ a n a d e o t o ñ o d e 1 9 8 5 a tr a v e s á b a m o s la C o r d i l le r a d e l o s C h i c h a s c o n r u m b o S . E .- N .O . d e s d e T u p i z a " ...
car car gadas gad as de sal s al y conducidas conducidas po r una fa m ilia il ia de sali sal ineros compuest compuesta po r una pa reja con un h ijo ijo a do lesce nte. Vestí Vestían po p o n cho ch o s y b a rra rr a c o n es c rio llo s , g r u e s o s g o r r o s d e la n a y o jo ta s d e cuero cuero sobre sus p ies desnudos. desnudos. E ra p a tético tético ob serv ar ¡os rostros rostros curtidos de estos caminantes, expuestos a una temperatura que cal calcul cularnos arnos en 1O 1O grad os cen tígra tígra do s ba jo cero. A l pre gu n tarle sobr sobree su su procedenc procedenciia y prob able d esti estino , e l hom bre d e /a fa m ili ilia me cont contest estó en media media lengua A ym ara-españ ol que llevaba esa sa l pa p a ra ca m b iarla ia rla p o r m a íz y o lla ll a s e n T a lin a . E l v ia je le in s u m ía unos unos 10 días días.. H abía abía dejado dejado e l cam ino d e lo s Inka al S. de U yuni esqui quivand vandoo la ruta ruta a C hil hile po r los L ipes p ara o p ta r p o r el otro otro tramo, amo, el m ás direct directoo hacia hacia Talina, Talina, p o r T up iza y P a/qu iza. iza. E n do s oportunidades intentamos seguir los pasos de estos salineros, armand armandoo el itinerario nerario entre entre T upiza upiza y U yuni p o r la C ord ill illera de los Chich Chichas as.. En los intentos intentos lograrnos lograrnos a trav esa r la la serr a n ía pero qued quedamos amos empantana empantanados dos en /as /as arena s que m edian en tre U yuni y /as /a s m inas ina s d e A toch to ch a . P o r a lgu lg u n o d e e s o s p á r a m o s s e d e b e e n c o n trar rar el tramo ramo de Cam ino R ea/ que co nectó el sa lar de U yun i con el val valle de Tupiza Tupiza que vati vaticinó cinó León S trube com o ruta de A lm ag ro a l Tucumán."
R. A. R. Diari de Viaje. 3º Misión. National Geographic Society. Ag oosto sto 1 9 de 1985.
El llago ago Pp-Aullagas Pp-Aullagas y el salar de Uyuni Como sus pares, El Mulato y El Sevaruyu, el Rí Márquez Márquez en la Sierra de Aanaque, Aanaque, junto a las minas de Prc y desciende desciende abruptamente por su faldeo occidental hasta dar al Lag Lag Ppó. Cualquier Cualquier caminante o tropero, antiguo o actual, deberá descender por uno de estos tres helados cauces si desea dirigirse desde esas alturas potosinas en dirección a Arica, al al Titicaca y Cuzco o hacia el S. en busca del Salar de Atacama, Atacama, Humahuaca Hum ahuaca el Valle del Rí La, pr citar seis “mecas arqueológicas” de tiempos Yupanki. Y antes del Lago Ppó Ppó está la Pampa de de Aull Au llag agas as del Virrey Vaca V aca de Castro. Y en medio de ella sobresale un topónimo que, en nuestros exámenes previos al trabajo de campo nos llamaba la atención. Se trata de un tal OMAPORCO, OMAPORCO, ituad a la vera meridional del río Sevaruyu, en el piso del altiplano; es decir “por debajo”, tal como lo indica su vocablo
Eta cincidenci cincidencias, as, a la p ar de d e la circunstancia circunstancia de que nos había sido sido imposible avanzar de Tupiza al N. ante los arenales de Uyuni y las eleva ciones de la Cordillera de los Chichas, impulsaron a tomar la decisión de entrar por el N., es decir desde Ppó, en busca de las pruebas arqueoló gicas que buscábamos. La región a explorar quedó circunscripta entre Uyuni y el Rí Mulatos Mulatos por el S., en la potosina provincia de Quijarro (9º Lat. S. y 66° 45’ Long. O.). El límite N. quedó trazado en la histórica PARIA de d e Cieza de León. Lugar en donde había construidos “tambos reales del Inka” según su relato, y que sin éxito intentaron su búsqueda D. Pere Pereyr yraa Herrera (1982) (19 82) y J. J . Hyslo H yslopp (1984). Quedó así delimitada una extensa faja longitudinal al naciente de las cuencas Poopó-Uro al N. del Salar de Uyuni y al poniente de la Siena de Asanaque. Las poblaciones actuales de mayor porte alojadas dentro de esa rf anja son Río M ulatos, Sevaruyu, Sevaruy u, Santuario Aullagas, Aullagas, Santuario Santuario Quill Quillacas acas,, Urmidi de Quillacas, Condo Condo, Bolívar, Santiago de Huari, Chal Challapat lapata, a, Huancane, H uancane, Pazna P azna,, Poopó P oopó,, Machacamarca Macha camarca y Oruro Oruro.. Allí fueron reconocidas instalaciones y vestigios de vialidad Inka en Río Márquez, Jaruma, Oma Porco, Soraya, Urmidi de Quillacas, Khapa Kher Kherii, Moxum a y Apach A pacheta eta Sirapata.
Río Márquez-Río Márquez-Río Jaru Ja rum ma Son los grupos más meridionales de evidencias estructurales Inka de la región región entre U yuni yun i y Poopó. Poo pó. Río Márquez Márque z es un tambo tambo de regular regular exte extens nsión ión emplazado sobre so bre la margen marge n derecha del d el río homónimo, a 15 1500 m. m. al N. de de su su cauce actual y en terrenos apenas elevados a cotas de 10-15 metros. Su posición co orden ord enad adaa es e s de d e 66º 4 5 ’ Long. Long . O y 19° 40 40’’ Lat. S. S. y a una una alt altura ura de 3684 m.s.n.m. Las ruinas ocupan una superficie de 13.650 m2, con una longitud mayor E.-O. de 210 m. y N.-S. de 65 m. de promedio. Están divididas en 2 sectores, uno occidental de 3200 m2 e integrado por 10 estructuras de paredes de piedra. El segundo sector se ubica hacia el oriente del primero, consta de unos 7200 m2 y contiene evidencias de por lo menos 22 recintos de sim ilar construcción construcc ión (transecta (transecta A-B). Entre ambos conjuntos se extiende un área de 3250 m2 donde las evidenc evid encias ias arquitectónicas arqu itectónicas están perturbadas, pero que ha formado formado tam tambi bién én parte de la instalación, a juzgar por la ostensible cantidad de alfarería fragmentada fragm entada de su superficie
P erimetrales Compuestos. Cada uno de ellos está integrado por el amplio recint recintoo central, central, al que se adosa n — sobre sus pared es perim etra etralles— es— recintos de menores dimensiones. Todas las estructuras son ortogonales o en damero re g ularizado . Por sus dimensiones y articulación pueden ser agrupadas en tres estratos: — grandes grandes patios centrales, con superficie supe rficiess mayores may ores de 5 m de los que se conservan 8 (homologables al estrato E-l de La Huerta). __ recintos recintos en damero dam ero de dim ensiones ensio nes en tre a 5 m adosados adosados a los primeros primeros (homologable al estrato E -3 de d e La L a Huerta Hu erta). ). 3 __ recintos de dimensiones reducidas, hasta m que aparecen adosados adosados tanto a los los del tipo tipo (por (p or ejem eje m plo gru po poss 3 y 4 del del plano) o bien a los del tipo (5 y 6) (estrato E-4 de La Huerta).
Las analogía analogíass de de partes arquitectónicas, trazadas trazad as entre e ntre estos esto s tres tipos tipos de de reci recint ntos os y congéneres congéneres registrados registrados por po r excavación excavac ión en otras otr as instalacion instala ciones es Inka de los A nd ndes es Meridionales Meridionales perm iten inferir funcio nes tentativas. tentativ as. El tipo corre correspo sponde nderí ríaa a los los patios-corrales; patios-corrales; el tipo a habitac ha bitac ion ioneses-albe albergu rgu es y el tercero podría corresponder a cocinas-albergues. Esta última adscripción es la más difusa difusa ante ante la posibili posibilidad dad que fueran almace alm acenes nes o C ol lcas. lcas. La técnica constructiva de Rí Márquez Márqu ez mantiene las reglas generales apuntadas para la arquitectura Inka en los tambos. P a r edes de piedra globu globu lares o irregulares con relleno de sedimento y con espesores menores de m. No se observan evidencias de edificios de gran porte, que indique la prese resenc ncia ia de kalla kallanka nkas, s, tampoco tampoco hay construcciones construc ciones cualita cu alitativa tivam m ente en te privi priv i legiadas. Esto significa la ausencia de trabajos de cantería, de imitaciones de sillería, muros reforzados con banquetas, vanos trapezoidales y escali natas pétreas. La ausencia de arquitectura militar-defensiva, sumada a su tipo de empla emplaza zami mien entto, en terrenos terrenos bajos, de fácil acceso p ara el Jatu J atum m ñan, ña n, qu quee lo atraviesa por su sector oriental, condice con la atribución de Rí Márque Márqu e z como tambo tambo o punto de enlace en la red vial. El Jatumña Jatumñann ha sido sido reconocid reconocidoo por dos segmentos segm entos interm inter m itentes itente s entr e ntree Rí Márquez Márquez y el Rí Jaruma. El E l tramo más meridional atraviesa el sitio porr su po su fla flanc ncoo E. E. Es una calzada calzada de m. de ancho y unos u nos 3 m . de d e lo ng itud que sigue una dirección sostenida N.-S., posicionalmente solidaria con el
fuer fuerte tess de la Sierra de Azanaque, Azanaqu e, a la altura de la localidad localidad de R í Ja Jaru m a, a 3690 m..n.m. y bre bre el paralelo 9º 36’ Lat. S. Rí Jaruma ha id un p equeño enclave Inka y de él sobreviven unos 5 met metros ros de Jatumñan en co m isa, isa , con refu erzo en el tal talud ud p or la construcció ción de un muro lind lindero ero.. A esta esta altura h em os observado un gran recinto recinto de planta rectangular, de 6 m. de superficie. Su técnica de construcción es similar similar a la de d e Rí M árqu árqu e z .
O m a Po rco de la P a m p a de A u llag a s Junto a Chuquiago de Suipacha y Chagua de Talina, Oma Prc int in t egra una calificada trilogía de instalaciones Inka en el altiplano pottosi po osino no,, tant tantoo p or sus cu alidad es arq uitectónicas, com o p or la enverga dura edilicia. Se ubica al S. del Lago Ppó, de d e la Pampa de A ullagas y del Rí Sevaruyu, S evaruyu, en la Prvincia d e Quijarro, Departamento de Ptí. Su pición crdenada crd enada es 9° 3’ Lat. S. y 66° 49’ Long. O. y sobre los 366 m.s.n.m. P ero la referencia g eográfica de m ayor signif significaci icación ón es que se halla a día y medio de marcha del histórico Prc minero, min ero, con el cual se articula semánticamente, siendo “Oma” = “cabeza”, o bien “debajo”. Oma Prc ha id una intalación inta lación deliberadam ente planificada planificada y en la que se registran relevantes rasgos arquitectónicos difundidos por el Tawantinsuyu Tawantinsuyu en el ám bito de los A n d es M eridionales; eridionales; entre éstos éstos — presencia articulada de l conjun to kallanka-aukaipata-usnu, kallanka-aukaipata-usnu, como síntoma de funciones tributarias tributarias y adm ini inistr strati ativas. vas. — la tendencia hacia hacia una discriminación sectorial sectorial de la cerám ica de superficie de los estilos Yura potosino, Colla o Kekerana y Tiwanaku decadente de Titicaca, Pacajes Pacaj es o Saxamar y Uruquilla8. Ocupa un área de . m, sobre la que s e detectan 74 estructuras arquitectónicas, de las cuales 69 son adscribibles al Horizonte Inka. El núcleo principal e s t á compuesto por una plaza intramuros o “aukaipata“ de planta rectangular, de . m y con sus lados m ayores orient orientados ados en en posición N.-S. Esta versión regional de la aukaipata Inka ha sido el foco a partir del que se ha trazado el planeamiento urbano. En 8
El m uestreo arqueológico fue similar al de La Huerta; Huerta; dirigido y estratificado estratificado en base a las formas y dimensiones de la arquitectura de superficie. L a plaza central se t o m ó como
u interior se observa una pequeña estructura de planta cuadran g l a r sobreelevada, con paredes de piedra y relleno interior. No obstante hallarse muy perturbada por la construcción de dos corrales históricos, tanto por su imagen como por su posición creem os hallarnos frente a una versión local del usnu cuzqueño. A d a d al muro O. de la aukaipata hay 6 grandes edificios en R.P.C. y, bre la parte interna de los muros orientales de cada uno de ellos, se ubica una serie rítmica de recintos rectangulares p equeños con vanos de comunicación al patio interior. Otros dos conjuntos de R.P.C. aparecen ado sado s po r la parte exterior del m uro m eridional de la plaza. Hacia el naciente de la plaza se hallan 5 recintos agrupados, 9 de ellos de planta circular, los 6 restantes rectangulares. Los primeros conservan vestigios de pequeños vanos, los segundos dimensiones promedio de 6x4 metros de lado. La ana logía de part es arquitectónicas, entab lada h acia otros enclaves Inka es directa para deducir su funcionalidad com o có llcas. Las de p lanta circular poseen 4 m. de diám etro y, calculando un promedio relativo de ,6 m. de altura, inferimos un volumen de almacenaje de 38 m3, mientras que las rectangulares podrían albergar a unos 3 m3. Junto al sector de los corrales, las cóllcas de Oma P r c fre c i e r o n l a m a y o r d i v e r s i d a d e s t i l í s t i c a e n l o r e f e r e n t e a l a c e r á m i c a levantada en su superficie. A d a d al m u r o N . d e l a a u k a i p a t a s e o b s e r v a e l e d i f i c i o m á s r e l e v a n t e d e O m a Prc, una estupenda Kallanka en excelente estado de conservación. P eemos una breve descripción de este edificio en una reciente obra de D. E. Ibarra Grasso y R . Q u erejazu L. (986:337), los cuales lo atribuyen como “Templo de Huiracocha”. La estructura ocupa un área de 37 8 m , con planta rectangu lar de 4 m . de lado m ayor por 9 m. del menor. Su fachada mira y se adosa a la aukaipata, con la que se comunica po r 4 estu pe nd os van os trapezo idales de ,8 m. de altura, m. de anch o en su base y ,5 m. en su parte superior. Estas 4 aberturas están coronadas po r pesa do s dinteles de piedra. Lo s lados m eno res de la K allanka son dos impon entes hastiales de 9 m. de altura. P resentan cad a uno 3 ventanas trapezoidales en el sector m edio a sup erior del tím pan o y tres hornac inas, tam bién trapezoidales, en su sección media inferior. Las paredes interiores de la Kallanka están rodeadas por un conjunto de 36 ho rnac inas trapezo idales de m. de altura, ,5 m de anc ho en la
Cuadr 6.1 Diversidad y frecuencia estilística en la cerámica de Oma Prc. Tamañ de la muestra: .494 fragmentos
bre los hastiales laterales. Cada una de las hornacinas, así como el interior de las paredes de los lados mayores, ostentan una banda continua de revoque de barro batido. Este aditamento ha intentado cubrir una construcción pétrea originalmente irregular, con francas intenciones ornamentales. Este edificio combina el severo megalitismo Inka con la banda continua de adobe ubicado en sus paredes frontal y posterior entre las alturas de ,8 a , m. Característica que está ausente en los dos hastiales, construidos íntegramente en piedra fijada con mortero. La instalación culmina con una serie de corrales rectangulares ubicados en su flanco sudoriental y una tenue evidencia de Jatumñan situado al E. de estos últimos en dirección al Rí Sevaruyu.
Soraya Es el próximo sitio reconocido en la transecta S.-N. Se sitúa dentro de la quebrada homónima en la Prvincia de Avara del Departamento de Oruro, a km. al N. de Oma Prc y 5 km. al naciente de la estación ferroviaria Sevaruyu. Su posición coordenada es 66° 45 ’ Long. O. y 9º ’ Lat. S., con una altitud de 368 m.s.n.m. Las ruinas están sobre el faldeo boreal de la Quebrada de Soraya, enmascaradas por reutilización; parcialmente sepultados debajo de canchones agrícolas actuales. Aparecen 4 pequeños recintos rectangulares de 3 por 5 m. de lado. Sobre la margen opuesta de la quebrada aparecen tumbas del tipo cave burials o criptas en cuevas brutalmente saqueadas. Tanto aquí como sobre la superficie del otro sector son reconocibles fragmentos de alfarería Cuzco Plícromo, Yura e Inka Pacajes, con lo cual puede completarse el cuadro diagnóstico de Soraya.
Urmiri de Quillakas Las evidencias de instalación Inka reaparecen a 8 km. al N. de Soraya, al occidente de la actual población Urmini de Quillakas, Prvincia de Avara, Departamento de Oruro, sobre una altitud de 3635 m.s.n.m. y posicionalmente en los 9° 4’ Lat. S. y 66° 43 ’ Long. O. Sobre el faldeo de un pequeño valle situado al O. del poblado aparecen segmentos de camino en dirección E.-O. Uno de los segmentos reconoci
de monte por donde transcurre. Su atribución cultural se confirma por el hallazgo de fragmentos de alfarería Inka Pacajes, Cuzco Plícromo y Yura.
Khapa Kheri A juzgar pr el contexto edilicio de su planta central ha debido ser un enclave Inka conspicuo, pero sucesivas reutilizaciones agrícolas han ido desmedrando su traza original, de la cual sobreviven media docena de edifi cios. Se sitúa a 5 km. al oriente de la localidad de Condo y a igual distancia al N. de Urmidi de Quillakas. Su posición coordenada es 9° ’ Lat. S., 66º 43 ’ Long. O. y su altura de 3635 m.s.n.m. Las estructuras arquitectónicas que han sobrevivido a los factores mecánicos y antrópicos ocupan un área de 55 m y pueden ser agrupadas en 4 tipos: — Dos kanchas rectangulares de 4 y 43 m. de lado resp ectiva mente. Están adosadas entre sí por un m uro medianero. — Un torreón tipo C de nuestra clasificación (R. A. Raffin; 1982:118). Etá cntruid cn ingular factura con lienzos de piedra fijada con argamasa. Pee 8 m. de diámetro y su sección ha sido parcialmente reutilizada por un corral histórico. 3 — Dos edificios rectangulares. Uno ubicado al N. de la Kancha con la que parece haber comunicado por su vano de acceso. Pee 8 m. por 4 m. de lado y el vano de comunicación es de forma trapezoidal con un dintel pétreo. El restante edificio posee también planta rectangular, de 8 m. por 5 m. de lago y está siendo situado al O. de las Kanchas. 4 — Un centenar de metros al N. del edificio G se em plaz a una Chullpa de planta rectangular construida íntegram ente de adobe. Hasta ese sector son visibles los restos de alfarería fragmentada en superficie, lo cual hace suponer que la extensión original de la planta de Khapa Kheri fue muy superior a la que se conserva.
Moxuma - Apacheta Sirapata Las evidencias estructurales sobre ocupación Inka se diluyen al N. de Khapa Kheri e Ingenio Vinto. Nuestras exploraciones continuaron por la margen oriental de los lagos Aullagas (Ppó) y Ur Ur, viitand las
f e rrovía Uyuni-Oruro y a la ruta Nº 6. Pr falta de equipo apropiado no pudo ascenderse por las altas quebradas de los ríos Peñas y Ventaimedia, en la actual Prvincia de Ppó. La Apacheta Sirapata y los segmentos de Inkañan en Moxuma signi fican los siguientes hitos con evidencias arqueológicas. El primero es un hito caminero emplaza do en la divisoria de aguas situada entre los bolsones de Sora Sora por el S. y K hasa H uasa por el N. Esta Apacheta es justamente una voluminosa acumulación de piedras irregulares de poco más de 3 m. de altura Se trata de miles de clastos formando una estructura piramidal de unos 4 m. de base y em plazada en el punto más alto de los contrafuertes de la Sierra de Chochocomani, a 46 m.s.n.m. Su posición co orden ada es 66º 59 ’ Long. O. y 8º 7 ’ L a t. S., en el Departamento de Oruro. El emplazamiento de esta Apacheta marca, además del cambio de pendiente de la serranía, el límite entre las provin cias de Cercado y Dalence. Existen registros puntuales sobre este tipo de estructuras; V. von Hagen (955:67), J. Hyslop (984:33) y D. M. Pereira H errera (98:7) hallaron estructuras similares en Carabaya (Perú meridional), Nasakhara (Cochabamba) e Ingañan (Salta). Nosotros atravesamos po r similares alter nativas en la Sierra de Mochará y en Chuquiago. Se trata de grandes apachetas de p iedras irregulares de color blanco, directamente asociadas al camino Inka. La tradición oral recogida entre campesino de Sirapata y Khasa Huasi confirmaría su filiación Inka, así como una pequeña muestra de fragmentos de alfarería Inka Prvincial, Yura y Pacajes observada en la superficie del abra. Moxuma es una localidad ubicada sobre los contrafuertes de la Sierra de Chochocomani, al S. del Balneario de Capachos y del Golf Club de Oruro, sobre los 37 m.s.n.m., con una posición coordenada de 66º 59’ Long. O. y 7º 5’ L.S., dentro de la Prvincia Cercado. A llí observamos tramos intermitentes y perturbados de un camino en el faldeo E. de la Sierra. Están nivelados y en su superficie fragmentos de alfarería Yura, Inka y Tiwanaku. La ocupación agrícola histórica enmascara el trazado. Aunque a juzgar por la dirección de sus segmentos podemos asumir que ha unido de S. a N. Sirapata con Chojña Pampa, Khaa Huaa, Khala Urna y Moxuma, para bajar a la llanura de Oruro en dirección a Paria-Ankariri. Sin embargo no podemos afirmar con contundencia que sea un tramo de auténtico capacñan.
HyJp (1984). Aunque estos autores son contradictorios e n el diagnóstico de Anokariri como tambo Inka ( 1 9 8 2 , 6 6 y 1 9 8 4 , 1 43 ). S i tu a d o a 8 km. de la a c tu a l P a ri a. A n o k a r i r i t ie n e a r q u i t e c t u r a h i s t ó r i c a e n adobe y carece de planeamiento urbano Inka tipo kancha. Este Anokariri no es el tambo real de Paria, antigua c a p i t a l de los Soras, donde "había grandes aposentos y
i as. . . c u a t r o naciones Charcas, Chyus, Chichas y Caracara, solían ju n ta r s e c o n los Soras para marchar juntas a tributar al Cuzco ” (Mem.
Charcas: 1969. Cieza, 1943). Es entre Khapa Kheri y Río Márquez donde aparecen reconocibles los vestigios de tambos y capacñan. Allí se registra una sustanciosa porción
del c a m in o
que ha
unido Cuzco y Titicaca con el Kollasuyu
argentino,
mencionado por Cieza (1553. 1943; X), Vaca de Castro (1543) y recons truido en los mapas de L. Strube (1963). La endeblez de los registros arque ológicos entre Khapa Kheri y Paria-Anokariri hacen pensar que el Capacñan principal en realidad fue trazado entre Andamarca y Aullagas, p o r la o tr a r ib e ra d e l L a g o P o o p ó , la del poniente coincidiendo con la relación de Vaca de Castro. Con lo cual transcurriría por territorio Caranga y recién desde Khapa Kheri al S. se empalmaría con los tambos descu biertos por nosotros. Lamentablemente la región de Andamarca era propia mente un pantano por los desbordes del Lago Poopó. por lo que fue imposible de prospectar en la misión de 1987. Por Andamarca, Aullagas, Khapa Kheri, Oma Porco, Río Márquez y Uyuni deben haber transitado las tropas de Topa Inka en 1471. En los entornos territoriales de los Carangas, Soras y Aullagas de los jefes Guaraches; vasallos del Zapaj Inka primero y bajo el servicio de las expedi ciones de Diego de Almagro después. Todo indica que en esta serie de tambos Oma Porco fue el centro administrativo, quizás el Tambo Real de P a r i a de las crónicas indianas, donde tributaban propios y extraños al Tawantinsuyu. Donde Chichas, Chuyes, Charcas y Caracara se juntaban con los dueños de casa los Soras, para ir a tributar al Cuzco.
La alfarería de los sitios Inka altiplánicos La táctica de muestreo arqueológico practicada en las misiones por el altiplano boliviano no varió de las usadas en Humahuaca y al oriente de ésta. Alternativamente se realizaron muéstreos de tipo probabilístic o en transecta en áreas intramuros de Queta. Papachacra, Puerta de Zenta, Khapa Kheri y Río Márquez. En cambio en Oma Porco y Chipihuayco se practi caron muéstreos probabilísticos estratificados similares a los de La Huerta.
Sraya, Apacheta Sirapata, Moxuma, Khasa Huasa, Urmiri de Quillacas, Cerro Amarillo y Pueblito Calilegua efectuamos un muestreo dirigido (judgment sampling). La población de tiestos colectados probabilísticamente supera el número de .; a los que deben agregarse 4. levantados selectiva mente. Estos últimos sin el valor estadístico de los primeros, pero de mucha utilidad diagnóstica para los sitios. Se incorporan al repertorio cerámico los estilos Collas con tres variantes: Negro sobre Rj, Paca jes y Quillaquila; el Yura y el Tiwanaku tardío. Ellos ostentan una presencia alternativa en los diferentes enclaves Inka reconocidos en el altiplano de Aullagas-Ppó, acmpañand al estilo Inka Prvincial. Sobre éste último se registran fundamentalmente formas de aríbalos y platos omitomorfos de factura regional que no superan nunca el % de cada muestra, siendo casi inexistentes las piezas que por su icono grafía, podrían catalogarse como importadas del Cuzco.
Grupo Colla A — Etilo Colla Negro/ Rj Aparece con significativa frecuencia en las muestras recogidas en Khapa Kheri, Oma Prc y Rí Márquez. Se halla históricamente identifi cado con los reinos Collas Altiplánicos, los Lupaca, Paca jes y Carangas, conquistados por el Tawantinsuyu durante el reinado de Pachakuti Yupanki. Entre el 8,7 y el 5,5% de los fragmentos de estos tres sitios corres ponde a esta alfarería, que no es local en Aullagas-Ppó, pr lo que sugiere la presencia de mitimáes cumpliendo servicios o tributo. La cerámica Colla es de excelente manufactura, cocida en atmósfera oxidante, con pasta muy compacta de fractura regular. Amba superficies, interna y externa, ostentan un pulimento. La decoración ha sido aplicada con pintura negra sobre un fondo rojo o naranja. La abrumadora mayoría de los tiestos pertenecen a formas de pucos hemisféricos; acompañados por grandes cántaros subglobulares (formas .3 y , R. A. Raffin y Cl.; op.cit.:8). La decoración es geométrica, con predominio de líneas curvas: cuadri culados oblicuos, triángulos, series de puntos, líneas paralelas ondulantes unidas en los extremos por una perpendicular (“peines”) y circuios concén tricos. En la mayoría de los casos ha sido plasmada en la cara interna de los pucos.
M.9, que corresponde a un R.P.C. de 5 m adosado al muro S. de la Aukaipata— dnde la frecuencia del estilo Colla asciende al 4,6%, en el resto de los m uéstreos alcanza los porcentajes medios ya apuntados. B — Estilo C olla Q uillaq uila o U ruquilla Discrepa de l an terior por su tonalidad en el fondo y la decoración. Los motiv os han sid o pintados en casta ño sobre un fondo que varía entre el ante y el ocre claro. A la par disminuyen las formas de pucos frente a los cántaros. Prevalecen los motiv os geométricos: triángulos rellenos y contor neados. cruces, líneas paralelas rectas, espirales y pequeños círculos con un pun to en el centro. L a presencia de este estilo en Aullagas es continua y su frecuencia co-varía con el estilo Colla Negro sobre Rj aunque mante niendo valores inferiores (alrededor del 5%). Sobre la difusión de los estilos Colla Negro sobre Rj y Clla Quillaquila o Uruquilla anticipamos que abarcó gran parte del altiplano andino, desde la rib era del pon iente del Lago T iticaca hasta Uyuni, Lipez y el valle superio r del Rí L a chileno. Su existencia en la antigua “Atacama la baja” (Loa Superior) con prelación a los Yupanki confirma una hipótesis lanzada hace década y media por L. Núñez, P. Núñez y V. Zlatar (974). No quedan dudas que la "difusión Colla” había anticipado la conquista cuzqueña de lo que sería el Kollasuyu (prevendrá de allí la generalización semá ntica Kollasuyu?). La alfarería C olla configura un verdadero horizonte cultural postTiwanaku y pre-Taw antinsuyu. Luego de Pachakuti erá readaptada y regionalizada en variantes estilísticas, pero sin perder su estructura general, definida por sus formas de escudillas y su iconografía. Dentro de este horizonte se han definido series con diferentes denominaciones, como la de Silustani Bruno sobre Crema (M. Tschopik; 946) y Kekerana (H. Amat; 1960), Clla (Ibarra Grasso y R. Querejazu; 986). Llega sin tapujos a la región de los Lipez en el extremo S. potosino (E. Berberian y J. Amilano; 98) y a la mencionada Atacama la Baja (V. C astro y C. Aldunate; 98) bajo los seudónimos de Marrón sobre Ante y Hedionda Negro sobre Ante respectivamente. En tomo a su distribución espacial parece sintomático que este estilo no haya sido recogido en los sitios Inka de Talina y Suipacha, en plena
C — Etilo Colla Pacajes Es el más difundido del grupo Colla —al que pertenece— y el que ha recibido menciones puntuales desde su reconocimiento por S. Ryden (947). El estilo Pacajes de R. Schaedel (957) o inca Prvincial de C. Munizaga (957), Saxamar de acuerdo con P. Dauelsberg (969) se compone de las clásicas llamitas o círculos sobre el interior de los mismos pucos hemisféricos del Colla. La influencia Inka ha hecho que esta modalidad se modifique, achicando el tamaño de los diseños y agregando campos geométricos —rombos y pequeños gallardetes en la zona del borde— pero sin perder los rasgos esenciales del diseño. Su frecuencia de aparición es muy limitada (,6 a 3% en Oma Prc y Khapa Kheri) e indudablemente co-varía positivamente con el Colla. D — Estilo Tiwan aku-M ollo Aparece con los tradicionales keros decorados con motivos geomé tricos en Negro sobre Rj y Negro contorneado por Blanco sobre Rj. La egunda variante es adscribible al llamado horizonte Tricolor del Sur (L. Lumbreras y H. Amat; 1968). Algunos de los fragmentos observados recuerdan también al estilo Mollo (P. Sanginé; 1957). El grupo Tiwanaku decadente-Mollo aparece en las áreas intramuros Inka de Aullagas muestreadas probabilísticamente (Oma Prc. Khapa Kheri y Rí Márquez) ostentando popularidades entre a % de cada muestra. Estas crecen progresivamente a medida que avanzamos en pos de los sitios de Sirapata y Moxuma y la región Paria-Ankariri. Eta circun tancia. a la par que su ausencia en los sitios Inka ubicados más al S., contrasta favorablemente el original foco circuntiticaca del estilo. E — Estilo Y ura Fue reconocido por Ibarra Grasso y Querejazu (op.cit.:9) a partir de colecciones provenientes de las cercanías de la actual ciudad de Ptí. Se trata de una cerámica de pasta compacta, cocida uniformemente en atmós fera oxidante, de paredes delgadas. La decoración ha sido aplicada en Negro sobre pintura naranja de base. Los diseños más frecuentes son líneas horizontales en zig-zag, triángulos pequeños con espirales salientes de uno de sus vértices, motivos en “E” simétricamente enfrentados, cruces y “S“ rellenando campos vacíos. Prevalecen los vasos troncocónicos y pucos de borde evertido, en ocasiones con punto de inflexión. El estilo Yura alcanza singular frecuencia en Rí Márquez (33% ).
lado en Oma Prc y Sraya (4% de promedio) y desaparece en el Departamento de Oruro (Urmidi de Quillacas. Khapa Kheri). Se deduce que su centro de dispersión debe hallarse al S. y al oriente de la región Ppó-Aullagas. Este estilo es aparentemente similar a algunos especí menes de la alfarería de Ciaco, en Cochabamba (CéspedesPaz; 1982:28). En siguientes capítulos de esta obra volveremos sobre este estilo Yura, sobre el que propondremos que su propiedad puede atribuirse al grupo étnico de los Cara c ara, con territorialidad en la región de Prc.
BIBLIOGRAFÍA
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Capítulo V
Al Este del Paraíso R o d o l f o R a f f i n o
Desde Humahuaca al Gran Chaco Gualamba No exageramos al decir que el mundo oriental a Hum ahuaca es arqueo lógicamente casi desconocido. Los escasos trabajos publicados pertenecen a Debenedetti y Casanova (93 y 933), M. Miranda (939), O. Maidana (966), G. Madrazo (966), y F. Distel (983). Reportes de campo que evidencian esfuerzos encomiables pero de valor diagnóstico relativo. Pr estas razones, este dilatado territorio de Q ’eshwa y Yunga, extendido com o una gigantesca cuña montañosa entre Humahuaca y el gran Chaco Gualamba, es poco menos que un “agujero negro” en datos arqueológicos. Las Sierras de Santa Victoria, Zenta, de Las Pava, Calilegua, Orán, y Aparz, n los macizos destacables de la región. Entre ellas y en forma solidariamente longitudinal se inscriben varios bolsones fértiles, caracteri zados en sus tramos superiores por un paisaje de Q’eshwa, y de Yunga subtropical lluviosa en los inferiores. Los más destacados de estos valles son los de Santa V ictoria Oeste, Nazareno, fruya, y Vallegrande. Vista en un plano vertical la región se asoma com o de poca extensión; menos de Km. en una transecta teórica entre Tilcara y los llanos chacosalteños de Orán y Tartagal. Sin embargo para quienes hemos tenido la oportunidad de recorrerla, necesitamos cuatro largas jom ad as a caballo para atravesarla, especialmente en el N. donde las Sierras de Santa Victoria y Zenta son ostensiblemente escarpadas, con profundos desfiladeros y agudas
pr u entrañas, convirtiéndose el viaje a una lenta marcha a paso de hombre. Hacia el N. este paisaje subandino se prolonga por el territorio boliviano de Tarija, Chuquisaca y Cochabamba, al oriente de la Cordillera Oriental, por escarpadas montañas desde donde se atisbora la gran llanura amazónica. Seguramente por esta situación geográfica el mundo oriental a Humahuaca ha sido ignorado desde los propios tiempos coloniales. Una rápida relación da cuenta de un tardío poblamiento colonial, a más de dos siglos y medio de las primeras fundaciones españolas. Acyte y Mecoya (la segunda en territorio boliviano) son poblados por el Marquéz Campero en 786; Santa Victoria Oeste, la actual capital del departamento homónimo salteño es fundada recién en 83, e Iruya en 753. Quizás por estas circunstancias junto al olvido de los gobiernos a partir de la revolución de Mayo, una extensa porción de esa región, la del actual Departamento boliviano de Tarija, se haya desprendido de lo que sería el territorio de las Prvincia unida del Rí de la Plata en 86. Quizás también por estas circunstancias numerosas etnías indígenas con asiento de estas comarcas, como los Ocloyas y Churumatas, carezcan de registros históricos-etnográficos puntuales, incluyendo la propia ubica ción territorial, la cual es errática según veremos en los próximos capítulos. Los datos arqueológicos recogidos que demuestran presencia Inka efectiva al oriente de Humahuaca se agrupan regionalmente en tres distritos: — Iruya-Nazareno -- - Santa Victoria Oeste-El Baritú 3 — Zenta-Papachacra-Vallegrande-Calilegua En Iruya los rastros Inka aparecen en el estupendo Titiconte, con un asiento de relevantes atributos arquitectónicos que combina un sector residencial con edificios Inka, otro agrícola, y un tercero de almacenaje en collcas. Sobre la Quebrada de Nazareno o Higueras aparecen dos instala ciones utilizadas como almacenes. Las de Arcay y Zapallar pobladas por unas tres decenas de collcas circulares, y entre estas y Titiconte, un segmento de Capacñan prácticamente colgado sobre las alturas serranas. Los análisis descriptivos sobre estas instalaciones ya han sido publi cados por nosotros (R. Raffin et. al. 986 y 988), de modo que nos
Capacñan que une Titiconte con Collanzullí y Coctaca. Pr el Norte la región de Iruya parece comunicarse con la de Santa Victoria a través de la Quebrada de Nazareno, donde han sido hallados vestigios cerámicos, líticos, y metalúrgicos Inka en Rdeo Colorado y Cuesta Azul (M. Miranda. 939). Pr el S. a una jomada de marcha de Titiconte se levantan los paramentos del Santuario de Altra C erro Morado de Colanzullí, dado a conocer por E. Casanova en la década del 3 y que completa el cuadro de los remanentes Inka en la escarpada Iruya. Los trabajos arqueológicos de campo en Santa Victoria recién han comenzado y seguramente tendrán suma dificultad en su ejecución por tratarse de la región más marginal a este mundo oriental, la de más difícil acceso y la más escarpada. Los vestigios Inka, recientemente reconocidos por nosotros en el invierno de 99 aparecen en el Cerro Bravo y en el Parque Nacional El Baritú. En ambos casos se trata de segmentos de Capacñan de tipo en comisa y parcialmente empedrados, que corren en un sentido general N-S. De confirmarse la continuidad de estos segmentos es deducible que esta vía Inka fue construida para conectar la norteña Tarija con la región oriental de Humahuaca, específicamente Vallegrande. En esta última comarca con Axel Nielsen hemos descubierto varios segmentos solidarios de camino Inka empedrado, tendido sobre los dos grandes ejes de movilidad señalados en el capítulo inicial de esta obra. El eje E-O desti nado a la rápida comunicación entre Humahuaca y la frontera oriental a la altura de la Sierra de Calilegua. El N-S. toma un sentido en dirección hacia el Rí Pilcomayo y Tarija, solidario al meridiano 65°. Nuestros trabajos en esas regiones han aportado luz sobre varios aspectos del dominio Inka al oriente de Humahuaca. El primero parece confirmar que el límite territorial del Tawantinsuyu al oriente de la Quebrada está perfectamente demarcado por una serie de sitios, guarni ciones de frontera, hitos (apachetas) y pequeños tambos construidos a lo largo de las Sierras de Calilegua y Zenta. Estos límites se ubican a la altura del meridiano 65º prácticamente sobre las últimas estribaciones montañosas andinas. Todo parece indicar que el fin del paisaje andino fue solidario con el final del territorio conquis tado por el Tawantinsuyu. Esta situación se observa con claridad en el complejo de sitios Inka construido en Cerro Amarillo y Pueblito Calilegua. Un santuario y una pequeña guarnición, edificadas en el confín meridional del territorio conquistado al oriente de Humahuaca y desde el cual se puede
Victria n han agtad aún u andamia je de establecimientos Inka con arquitectura de superficie que tarde o temprano serán descubiertos, recono cidos y estudiados. Formidable tarea para los arqueólogos del siglo XXI.
Región Zenta-Papachacra-Vallegrande-Calilegua Está ubicada al S. de las dos anteriores y es la que ha merecido la mayor parte de nuestros esfuerzos en el terreno (R. Raffin, A. Nielsen y R. Alvis: 99. A. Nielsen; 989 M.S.). Se extiende desde la Quebrada de Humahuaca, que limita por el O. (meridiano 65° ’ long. O), hasta el límite de las provin cias de Jujuy y Salta, orográficamente representado por las Cumbres de las Serranías de Zenta. El hito septentrional de este territorio es la Serranía de Aparz, a la altura de la localidad de Varas (paralelo 3° 5’ lat. S.) en tanto que por el S. hemos establecido un límite convencional en el Valle de El Durazno y el paralelo que atraviesa la localidad de Maimará (3º 38’ lat. S.). Abarca pr cniguiente los departamentos jujeños Valle Grande en su totalidad y parcialmente, los de Tilcara y Humahuaca. Contiene un paisaje escarpado formado por sucesivos cordones monta ñosos con alturas que superan los 5. m.s.n.m., separados por quebradas estrechas y profundas cuyas aguas, colectadas por los ríos Valle GrandeSan Francisco, se incorporan a la cuenca del Bermejo. Globalmente consti tuye una faja ecotonal entre los ecosistemas áridos de altura (Puna, Q’eshwa de la Quebrada de Humahuaca) y la lluviosa planicie del bosque lluvioso y Yungas chaqueñas. Lejos de adoptar la forma de un suave gradiente, esta transición se produce a través de una red de fajas climáticas y vegetacionales definidas por la altitud, dispuestas en estrecha proximidad y agudo contraste, resultando así una estructura ecológica extremadamente heterogénea. Varios segmentos de camino y siete instalaciones arqueológicas ofrecen indicios atribuibles al sistema Inka. Cuatro de ellas descubiertas en estas misiones, las tres restantes rediagnosticadas por obra de estos trabajos puntuales.
Un santuario y guarnición de frontera sobre la sierra de Calilegua La ideología Inka está reflejada por el sitio ceremonial de Cerro Amarillo, levantado en la cima del cerro homónimo de la Sierra de
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F i g . 8 .2 . C l lc a s I n k a d e A r c a y d e Iruya
impnencia de su paisaje lo adscribe como uno de los enclaves inka más espectaculares del oriente de Humahuaca. Desde el sitio se domina hacia el occidente la región de los Valles en su totalidad hasta las cumbres de Zenta y Tilcara, hacia el S. los llanos de Ledesma, y por el oriente la inmensa llanura chaqueña hasta el horizonte. Cerro Amarillo consta de seis largas plataformas artificiales ( a 6 del plano) dispuestas en la cumbre del Cerro y escalonadas en el borde o “filo”, donde su ladera oriental cae bruscamente en un abismo de más de 5 m. Las plataformas fueron construidas mediante sólidos muros de contención de .9 m. de ancho, contra los que se ha acumulado relleno hasta el límite de su altura. El terraplén resultante fue recubierto en su totalidad con grandes lajas. Los muros de contención son dobles y muestran gran calidad en su confección. Alcanzan hasta ,5 m. de altura y en dos casos cuentan con estructuras de refuerzo: banqueta y muros paralelos adosados a modo de contrafuerte. En la cumbre, junto a la mayor de las plataformas, hay una apacheta vertida en un hito moderno usado como ofrendatorio a la Pachamama Descendiendo 5 m. hacia el S., en una explanada junto al filo del cerro hay un conjunto de cuatro recintos. El mayor de ellos (,5 x 4,5 m.) tiene muros dobles reforzados de , m. de ancho y dos aberturas simétri camente distribuidas en su pared oriental. No hemos observado material cultural en superficie, fuera de algunos tiestos sin valor diagnóstico. El tipo de emplazamiento, las plataformas artificiales y el resto de la arquitectura superficial conllevan el diagnóstico de Cerro Amarillo como un santuario Inka de altura. Este significado se completa atendiendo al trabajo de la piedra, el uso de refuerzos en los muros y las analogías de partes arquitectónicas apoyadas en la morfología del yacimiento. Las plata formas constituyen a su vez excelentes atalayas, por lo que podríán estar vinculadas a tareas de observación y vigilancia a cargo de la guarnición instalada unos Km. ladera abajo. Esta segunda instalación imperial es Pueblito Calilegua (sitio 4). levantada sobre una hondonada próxima a la cumbre de la Sierra de Calilegua, a la altura de Cerro Amarillo, a 3º 33' lat. S. y 64º 54’ long. O. y a 3.75 m.s.n.m., junto a un arroyo de curso estacional y posee muy buena visibilidad sobre la ladera occidental de la Serranía. Este es el único acceso posible, dado que la ladera oriental del cerro cae a pico, constitu yendo una verdadera barrera natural. Separado por escasa media hora de camino de Pueblito Calilegua, en la cúspide del Cerro Amarillo, se encuentra el santuario antes descripto, y horas hacia el N.O., el caserío
La traza de este asentamiento es un clásico ejemplo de los patrones inkaicos de organización del espacio. Consta de una extensa plaza cerrada en dos de sus flancos por un muro semiperimetral (A y B del plano) con dos vanos de acceso, un tercer lado delimitado por una elevación formada por un afloramiento granítico: y el cuarto por los propios recintos. En este extremo, el más próximo al camino de acceso, se destaca un torreón circular (F del plano) semejante a los de Khapa Kheri y Ptrero de Paygata. La cntruccines se distribuyen en dos unidades simples adosadas al muro de la plaza y cuatro grupos formados por varios recintos cada uno. Tres de estos grupos son R.P.C. (C y D del plano). El cuarto grupo consta de un cerco perímetral con una habitación en una de sus esquinas y siete collcas —3 a 3,5 m. de diámetro— en su interior (E del plano). A excep ción de las collcas y el torreón antes mencionado, todos los recintos son de planta cuadrangular. En la mayoría de los casos se observan las puertas. Se ha utilizado pirca doble con argamasa para la construcción de los recintos, que, en el caso del torreón evidencia esmero en su confección. Hay algunos muros con refuerzo exterior en talud. Los artefactos en superficie son muy escasos, siendo difícil estable cerlo con certeza por la dificultad que representa un pajonal que invade el sitio. Se recolectó una reducida muestra de tiestos que incluye cerámica ordinaria y monocroma roja. El diagnóstico funcional de Pueblito Calilegua se halla en franca relación con su posición oriental extrema en el propio límite ecológico en los bosques lluviosos chaqueños. Se construyó en un lugar estratégico, en los confines del territorio Inka y contó con una provisión de almacenaje como para abastecer a un reducido contingente de hombres (alrededor de 85 m3). Tanto estas collcas, como los conjuntos de R.P.C. y la directa articulación con el santuario de altura Cerro Amarillo y la red vial le asignan una funcionalidad orientada hacia dos aspectos del sistema Inka: la ideología religiosa y la prevención de cualquier estímulo que pudiera afectar su estabilidad. En estas circunstancias recalan los móviles que dieron lugar a la construcción de este sitio, una guarnición fronteriza destinada a prevenir cualquier invasión “chiriguana” desde el Chaco. Cabe enfatizar en el término prevención y no defensa por cuanto Pueblito Calilegua carece de arquitectura militar defensiva, pero posee una articulación directa con Humahuaca por medio de un Inkañan de magnífica construcción, el que
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Un antuari Inka cn un tamb de apoyo en la Sierra Cresta de Gallo Cerro Chasquillas fue fundado en la cúspide del cerro homónimo a 5. m. en la Sierra Cresta de Gallo, en la divisoria de aguas entre los departamentos jujeños de Vallegrande y Tilcara. Uno de los picos más altos situado en las coordenadas 3° 4’ Lat. S. y 65º 8' Long. O. La traza del santuario responde al modelo clásico de los sitios inkaicos de altura, similar al Cerro Morado de Iruya, el santuario más próximo y el único detectado hasta el momento al oriente de Humahuaca. Consta de dos recintos circulares (A del plano) —5 y 9 m. de diámetro— con sendas puertas orientadas al S. y limitadas por jambas, una plataforma artificial baja de forma rectangular (B del plano) y una apacheta de m. de altura (C del plano). El conjunto está parcialmente cercado por un muro que se desprende de uno de los re cintos (D del plano). Las paredes tienen . m. de alto y, a juzgar por lo escaso del derrumbe, así deben haber sido originalmente. Están confeccionadas con piedras lajas, abundantes en el lugar, en doble hilera sin mortero. Uno de los recintos ofreció abundante carbón en superficie y mezclado con el escaso sedimento acumulado. Este fenómeno ha sido reiteradamente observado en este tipo de asentamiento y está vinculado con las prácticas ceremoniales. El registro artefactual de superficie está limitado a algunos tiestos de los tipos: Ordinario, H umahuaca rojo, y H um ahuaca negro sobre rojo (5,8; 57,9 y 6,3% respectivamente sobre una muestra exhaustiva de 9 fragmentos recogida sobre toda el área del sitio). Referencias populares recogidas en Yala dan cuenta del hallazgo en el lugar de una figurina humana metálica, la cual puede corresponder a una ofrenda Inka, de la que poseemos varias referencias en la literatura arqueo lógica (pe. Co. Mercedario, El Plomo, Co. Galán, Doña Ana, Emeralda, Acncagua y La Tórtlas) (A. Beorchia Nigris. 984). Al pie del santuario se levanta el Tambo Chasquillas (sitio 49) cubriendo el paso obligado de comunicación entre las quebradas de Yala y Caspalá. Las ruinas aparecen junto a una vertiente que es la única aguada en la zona. Constan d e 9 recintos cuadran guiares, algunos incluidos en un R.P.C. (A del plano) y los demás distribuidos regularmente según un esquema planificado. La analogía de partes, trazada según las similitudes que mantienen con La Huerta de H umahuaca, perm ite inferir tres categorías estratos en los recint
E.2 — Recintos medios con superficies de 5 m a 5 m. E.3 — Recintos con dimensiones menores de 5 m (B del plano). Sobre el primer estrato asumimos usos ya explicitados para los casos La Huerta, Oma Prc, y Rí Márquez, es decir corrales. Sobre el tercero vale la atribución como habitaciones-albergues, dadas sus dimensiones y la existencia de vanos. Los ambientes de estrato fueron probablemente patios. Aunque estas atribuciones funcionales deberán transitar por excava ciones controladas para un diagnóstico más afinado. Chasquillas Tampu parece corresponder a un estratégico punto de enlace en el sistema inkaico de movilidad regional. Es frecuente la asocia ción entre este tipo de asentamientos y santuarios de altura —se presenta en aproximadamente el 4% de los casos reconocidos— (Raffin 1981:138). Una muestra cerámica recogida en la totalidad del sitio brindó las frecuencias de 7 atribuibles al estilo Inka Prvincial; al Chicha, y 4 al Humahuaca.
Una guarnición de frontera en la cordillera de Zenta Puerta de Zenta fue levantada sobre los 3 m., a mitad de camino entre los actuales caseríos de Cianzo y Palca de Aparz, a 23º 10’ lat. S. y 65º 5' long. O. sobre una terraza cuaternaria a la izquierda del Rí Cianz y dnde éste se une con el Puerta de Zenta. La terraza pertenece al cordón de Zenta y se eleva unos 35 m. sobre el nivel del valle. La posición del sitio es altamente estratégica. Desde él se divisa el valle de Cianzo —paso obligado entre la porción superior de la Quebrada de Humahuaca y las Yungas subtropicales— y particularmente el corredor E- que conduce, a través del Abra de Zenta, al valle de San André y a Orán. Eta era una de las rutas frecuentadas durante la colonia para ingresar al Chaco Gualamba desde el occidente y es descripta en la documentación histórica (P. Lzan — 1733— 1941:235 y .). Puerta de Zenta fue otra guarnición construida sobre el vértice de la terraza. Pee traza de forma triangular protegida por una muralla continua que resguarda los flancos occidental y septentrional, los dos sectores vulne rables de la instalación. Aquí la defensa está reforzada por un foso que divide el sector ocupado por las construcciones del resto de la explanada. El flanco del naciente ostenta un muro bajo y discontinuo (C y D del plano), ya que la barranca, que cae casi verticalmente al lecho del Rí Puerta de Zenta, lo toma inaccesible.
frmand recintos que se proyectan hacia el exterior, estando abiertos hacia el interior del sitio. Las dimensiones medias de estas construcciones semejantes a balcones —9 en total (la 9 del plano)— son 4x4 m. A veces, entre ellos se dispusieron contrafuertes bajos o banquetas ( x x ,7 m. de altura) adosadas internamente a la muralla. Estas estructuras revisten una doble funcionalidad: como refuerzos y como pedestales. La muralla perímetral está construida mediante doble hilera de piedras de areniscas rojas fijadas con barro y ripio. Tiene un ancho de ,7 a ,8 m. y, si bien se encuentra derrumbada en su mayor parte, hay tramos que alcanzan ,8 m. de altura. Dentro de ella se hallan dos tipos de construcciones: — Dos recintos rectangulares (4 x 8 y 4 x m.) de piedra con puerta, unidos por un muro del mismo material (B del plano); — Once recintos de planta ortogonal separados entre sí, de dimen siones variables, con muros que, construidos originalmente en tapia se encuentran erosionados por la lluvia (A del plano). No obstante, se distinguen por la depresión correspondiente a los pisos habitacionales —un sondeo en el sedimento permitió establecer que se cavó ,4 a ,5 m. en el suelo original— y la acumulación de sedimento fino y ripio, siguiendo el trazado de las paredes. En tres casos los muros tienen algunas partes del cimiento confeccionado en piedra. La superficie total intramuros es de 5.687 m; dentro de ella los fragmentos de cerámica se concentran en torno a los recintos de tapia, siendo por contraparte muy escasos en los demás sectores, y casi inexis tentes junto a la muralla semiperimetral y por fuera de ella. Junto al foso se halló el único artefacto Utico recuperado; una punta de flecha sin pedún culo, de limbo triangular y base recta confeccionada en basalto. El material cerámico se obtuvo de dos recolecciones en cuadrículas extraídas por azar de 3 m. de lado, en el sector ocupado por los recintos de tapia. Se tomó además una muestra no probabilística en toda el área del asentamiento, a fin de controlar la existencia de algún otro tipo de cerámica. Las muestras probabilísticas se componen de los tipos: Ordinario, Humahuaca negro sobre rojo, Negro bruñido, Grupo Chicha, e Inka Prvincial.
Usos y funciones en Puerta de Zenta La información arquitectónica y artefactual apunta a una causalidad
E necesario por otro lado señalar que A. Fernández Distel (983) adscribió erróneamente esta instalación a la época hispánica, basándose en "... que el conjunto arquitectónico responde a modelos europeos de fortifi caciones: ... foso, almenado , contrafuerte, ab erturas p ara pasar armas, etc.” (p. 44). Sin embargo no se observa almenado alguno en el sitio, salvo que se aplique este término a los “balcones”, como parece sugerirlo la expre sión “planta almenada” con que la autora describe a la muralla perimetral. De ser así, cabe recordar que construcciones similares se encuentran en guarniciones inkaicas, como por ejemplo en Pambamarca (Ecuadr) y el Pukará de Angatac (Raffin 1981:218). A la vez las “aberturas pa ra p asa r arm as” no so n otra cosa que troneras las cuales jun to a los contrafue rtes o ban quetas son rasgos característicos de la arquitectura militar Inka, arraigada en el universo andino desde Ecuador hasta Chile central. Los artefactos de filiación hispánica o colonial (hierro, cerámica esmaltada, etc.) están ausentes. Hay en cambio cerámica Inka Prvincial y Chicha —en su totalidad de la variedad rojiza, muy similar a la que predo mina en los sitios del S. de B olivia— . Estos indicadores permiten so stener la hipótes is de que Puerta de Zenta fue una guarnición construida y o cup ada co n cierta perm anenc ia —como lo indican los recintos de tapia y la ce rám ica as ociada — po r grupos étnicos Chichas, trasplantados por el Tawantinsuyu desde Ptí. Cntratand estos datos empíricos arqueológicos se acepta la hipótesis de Espinosa Soriano sobre la presencia de “Chichas Orejones” defendiendo el ámbito oriental al territorio Humahuaca, para lo cual se construyó una guarnición ad-hoc, Puerta de Zenta con funciones m ilitares fronterizas. Cabe agregar que la ubicación de Puerta de Zenta es óptima para la protección de enclaves c om o C octaca, p rincipal cen tro prod uctor de energía para el funcionam iento del sistema imp erial en la Quebrada de Humahuaca.
D te e ue uzqueñ El Durazno y Papachacra (iti 423 y 11) están siendo objeto de una investigación más profunda por A. E. Nielsen (989 M.S.) por lo que nos limitaremos a algunas referencias tangenciales con el propósito de coordi narlos con el resto de las instalaciones Inka del orien te d e Hum ahuaca. El Durazno se levanta sobre una ladera de pendiente pronunciada,
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Fg 85: Pt e te
Inka del altiplano y oriente de H umahuaca
( T ilc a ra ) y e l V a lle G r a n d e . U n a h o r a y m e d i a s e p a r a e l s i ti o d e l a p ob la c ió n a c t u a l d e E l D u r a z n o . C o n s t a de 3 construcciones e n u n á r e a i n t r a m u r o s c e r c a n a a 4 m .,
en niveles que se e s c a l o n a n e n e l s e n t i d o d e l a p e n d ie n t e . Una sólida muralla envuelve a l r e d e d o r d e l a m i t a d d e l o s r e c in t o s , conformando un e s p a c i o intramuros d e f e n d i d o d e s d e t o d o s l o s á n g u l o s . D e s d e el exterior su altura es de , 9 y 2 0 m ., e n t a n t o q u e e n e l i n t e r io r a l c a n z a , 3 m. en algunos tramos. L a porción S . d e e s t e m u r o t ie n e , m . d e ancho y una larga banqueta a modo d e r e f u e r z o i n t e r n o s o b r e l a q u e e s p o s i b l e circular. En este flanco se e n c u e n t ra l a ú n i c a a b e r t u r a d e a c c e s o . Siete de los r e c i n t o s s o n d e p l a n t a c i r c u l a r y e l r e s t o c u a d r a n g u l a r . En lodos los casos t ie n e n p u e r t a s c l a r a m e n t e d e f i n i d a s . L o s m u r o s so n dobles con mortero de b a r ro . L a s p i e d r a s e s t á n c o l o c a d a s y a j u s t a d a s e n tr e sí con esmero y en a lg u n o s c a s o s h a n s i d o c a n t e a d a s . Uno d e l o s r e c i n t o s c i r c u l a r e s p o s e e u n n i c h o d e , 8 m . d e p ro fu n didad a n i v e l d e l p i s o , c o n u n a a b e r t u r a r e c t a n g u l a r d e , 7 m . d e a ltu ra sostenida p o r u n d i n t e l d e p i e d r a . No se advierten t u m b a s e n el s i t i o a u n q u e G . M a d r a z o ( 9 6 6 ) reporta la presencia en los alrededores de 5 c u e v a s f u n e r a r i a s c o n entierros en criptas o cave burials. El trazado del a s e n t a m i e n t o , la m o r f o l o g í a d e l a s e s t r u c t u r a s y la tecno logía empleada en s u c o n s t r u c c i ó n , s o n a j e n o s a l a t r a d i c i ó n H u m a h u a ca . Ofrecen, en cambio, s e m e j a n z a c o n e l r e g i s t r o a r q u i t e c t ó n i c o I n k a de Titiconte, Zapallar y A r c a y . Una reducida m uestra cerám ica r e c o l e c t a d a i n c l u y e f r a g m e n t o s d e tipo Ordinario y Humah uaca rojo. Se e n c o n t r ó a d e m á s , u n m o r te r o d e piedra. En el trabajo ya citado M adrazo p ub lica l o s m a t e r i a l e s o b t e n i d o s en la excava ción de dos tumbas y una colección r e c o g i d a p o r E . Casanova en 953. Desgraciadamente no se ac lara el con texto d e e s t o s ú l t i m o s hallazgos, por lo que no permite discernir si fueron o btenidos en c h u l l p a s o en e l propio asenta miento. Amba clecciones incluyen ejem plos t íp i c o s d e ergolog ía puneña (cuerdas, tejidos, varias horq ue tas d e a tala je, in stru m en tos d e madera) y piezas de alfarería de los estilos H orn illos ne gro so br e rojo y Pma negro sobre rojo. Aparecen también do s platos d e asa la teral, fo rm a de origen Inka. Siguiendo su propia clasificación M adrazo ca ra cteriza este asentamiento como “poblado agrícola estable” a tribuy en do su oc up ac ión a un grupo de migrantes puneños. Pteriormente J Pérez (9 76 ) su gie re q ue podría tratarse alineadas
especie. Tampoco hay en los alrededores cursos de agua de donde obtener el riego. Si bien pudieron cultivara temporal los terrenos circundantes, lo escar pado de la pendiente dificultaría esta tarea. Es posible afirmar que no fue la captura de espacio para la agricultura lo que determinó la elección d e este sitio. T am poco se observ an corrales, si bien es posible que algunas d e las estructuras pueden haber desempeñado esta función. En síntesis, ni la morfología del asentamiento, ni el lugar en que se dispone, responden a la hipótesis de Pérez, sobre migrantes puneños en busca de condiciones más favorables para la instalación. Dicho grupo encontraría al pie de la ladera o en las terrazas fluviales del Rí El Durazno (donde se asienta la población actual) emplazamientos más adecuados para desarrollar tareas productivas, las que a su vez hubieran dejado testimonios en el registro arqueológico. Respecto a la hipótesis de J. Pérez, cabe señalar su desconocimiento de la geografía regional. El Durazno no se halla en un ambiente subtropical tipo Yunga sino en una Q'eshwa. Esto significa que los recursos silvestres, que perseguirían las comunidades puneñas al instalar colonias en la región, se encuentran a varias horas de marcha hacia el naciente. Como es sabido, la principal riqueza de la q'eshw a reside en las excelentes posibilidades que ofrece para la agricultura. Pero no existen evidencias de que haya sido aprove chado este recurso. N o se descarta la posibilidad de que tales colonias existan, pero deberían buscarse en las yungas próximas al Chaco Gualamba. La elección de un lugar con excelente visibilidad y la asociación con el corredor que vincula la Quebrada de Humahuaca con el bosque chaqueño a través de Valle Grande señalan la intención de controlar la circulación a lo largo de esta ruta. El Durazno contiene componentes que relacionan la comunidad que la ocupó con la Puna y tr que la vinculan al Tawantinsuyu. Como los platos con asa lateral, la muralla con refuerzo en banqueta y la aludida semejanza formal arquitectónica con Titiconte y Arcay. En cnsecuencia se plantea como hipótesis alternativa la contemporaneidad de El Durazno con los restantes sitios Inka de Humahuaca, Iruya, y Vallegrande-Zenta: aunque no sabemos el grado de participación que tuvo dentro del sistema creado por el Tawantinsuyu, a excepción de su posición geográfica-ecológica, neurálgica para el flujo de información y energía entre Humahuaca y Vallegrande. En cuanto a Papachacra, a quien le cupo el número en nuestros trabajos de 978 y 98, puede afirmarse que carece de arquitectura Inka.
pr trincheras controladas. El análisis de un depósito de basura excavado por A. Nielsen (op.cit.; 989) ha sido tratado en el Capítulo III.
Primeros datos arqueológicos de un mundo casi desconocido En suma, los datos arqueológicos demuestran que el Inka pisó con firmeza el mundo oriental de Humahuaca, Guarniciones con arquitectura militar-defensiva como Puerta de Zenta, o preventiva, como Pueblito Calilegua: santuarios en las cumbres que hacen las veces de divisorias de agua, com o Co. Morado, Co. Chasquillas y Co. Amarillo; tambos de enlace como Chasquillas, tendidos de Capacñan empedrados en parte, e incluso penetración cultural de artefactos en sitios Humahuaca preexistentes, como El Durazn o y Papachacra n pruebas de esa presencia. La razón de que estos datos arqueológicos cobren más vigor en Vallegrand e e Iruya que en Santa Victoria Oeste, obedece a la mayor inten sidad, en aquellas, de misiones al terreno. Los sitios parecen articularse con el Capacñan formando un doble eje de circulación. Uno transversal E-O hacia la Quebrada de Humahuaca y otro longitudinal, hacia el N., en busca de Tarija y Chu quisaca. El dominio Inka sobre el mundo oriental a Humahuaca parece haber sido de tipo indirecto, ante la ausencia de asentamientos de gran fuste que Hicieran las veces de cabecera política en el propio territorio. Es conocida esa costumbre Inka de dominio indirecto en los confines del imperio, señalada por las crónicas indianas (O. Silva: 983). En cuyo caso el Tawantinsuyu ha debido buscar en Humahuaca, nos referimos a la propia Quebrada, la autoridad que hiciera las veces de principal o mallco y la instalación que se desem peñ ara com o capital regional. En este sentido Hubo en la Quebrada cuatro instalaciones de trazado concentrado que, por su envergadura y calidad arquitectónica, pudieron ser el asiento de la jefatura: Yacoraite, Los Amarillos,Tilcara y La Huerta. Sobre el posible protagonism o de L a Huerta en esta alternativa habla el registro arqueológico presentado en capítulos anteriores. El prestigio social alcan zado po r los do s personajes que vivieron y fueron enterrados con toda pompa, provistos de tiaras de plata y tal vez con una ceremonia tipo “suttee” dentro de los edificios Inka, pueden estar reflejando esa asigna
g e n t e s C h i c h a s e n e l o r i e n t e d e H u m a h u a c a , m i t i m a e s q u e e s ta b a n c u m p l i e n d o l a m i t a m i l i t a r y q u e c o m o e r a c o s t u m b r e e n e l T a w a n tin s u y u lle v a b a a s u s m u je r e s
(J.
B r a m ; 9 4 . S i l v a , O . ; 9 8 3 ) . E s t a s s e gu ía n
c o n f e c c i o n a n d o s u c e r á m i c a C h i c h a c o n p a s t a s Humahuaca, c o m o h a sid o s eñ a la d o e n e l C a p ítu l o I I . T a m b i é n
s e c o n s t a t a l a p a r t i c i p a c i ó n de
m itim a e s O m a g u a c a s e n
o r ie n t a l;
e s te
m un do
e s t a d í s t i c a m e n t e m ás
n u m e ro s o s q u e l o s C h i c h a s a j u z g a r p o r l a s f r e c u e n c i a s d e s u c e r á m i c a . A la v e z q u e l a a u s e n c i a d e a r t e f a c t o s y r e c i p i e n t e s q u e i n d i q u e n l a p a r tic ip a c ió n d e g r u p o s c h a q u e ñ o s o s e l v á t i c o s , t r a í d o s d e l i b e r a d a m e n t e a e so s c o n f ín e s p o r l o s I n k a . C u a d r o 6 . I n s t a la c io n e s c o n p r e s e n c i a I n k a e n e l e x t r e m o b o r e a l d e A r g e n t i n a y a l ti p la n o d e B o l iv i a .
Nmbre
Ubicación regional Prov.
Lat. S.
Altura
22°02' 21° 50’ 21°48' 21° 23‘ 21º29'
3700 3200 3150 2956 2900 2900 2600 3000 2900 3684 3660 3690 3680 3635 3635
Toponimo
Depto.
Calahoyo Límite Arg.-Bol. Chagua Omiste Potosí " " Chipihuayco La Alameda Sudchichas " " Chuquiago " Ramadas Norchichas " " " Ascande Mochara Sudchichas " " " Charaja Márquez Guijarro " " Oma Porco " Jaruma " " Soraya Avaroa Oruro Khapa Kheri " " Quillacas " " Apacheta Moxuna
Long. 0
Cercado " " "
65°52' 65°45‘ 65°47' 66°00' 65°30' 65°35' 65°38’ 65°30' 65°59' 66°45' 66°49' 66°45' 66°45' 66°43' 66°43’
21° 00' 20°58' 21°18' 21°18‘ 19° 40' 19°30' 19°36' 19°20' 19°12' 19°14'
66°59' 18°07' 4060
Calahoyo Maukallajta
Tupiza Suipacha Ramadas Totora Mochará Charaja Huatacalla Sevarullo Coroma Soraya Bolívar Urmindi de Quillacas
Sirapata
Moxuna
"
"
65°08‘
"
64°54'
"
64°54'
23°24' 3°33'
5000 375
Chaquillas Calilegua
3°33 3°35' 3°8' 23°00' °5‘ °5'
4 9 8 4220 36 3679 393 37 36
Co.Amarillo Alisal Papachacra Alto Zapagua Yoscaba Pzuelos Salviayoc Pueblo Viejo Tambillos
65°55' 65°35’ 65°35' 65°35'
3°5' °8' °4' °8'
34 345 35 354
Rincnadillas Toroara Congrejillos Cangrejo
65°35' " H u m a h u ac a 65°6' Zapagua 65°' Salta Iruya Titiconte " " 65°5‘ Arcayo " " 65°5‘ Zapallar " " 65°' Co. Morado Rodero Jujuy H um ahuaca 65°8' " " 65°18 Coctaca " 65°19' Peñ as Blancas 2 " " 65°9' Yacraíte " La H uerta Tilcara 65°7' " " 65°7' Tilcara " Ciénaga Gde. Tumbaya 65°3' Puerta La Tilcara 65°8' " Huerta " Azul Pampa Cchinca 65°33'
°46' 3°' °47' °45' °44' °5' 3°3' 23°08' 23°13' 3°3' 3°8' 3°36' 3°44' 3°8'
355 37 335 5 55 5 35 3400 2950 75 7 475
Chuschayoc Zapagua Titiconte Tarcayoc Zapallar Co. Morado Pucara Cctaca
22°57 '
3500
C Chsqu s Pueblito C egu
C marillo El Durazno Papachacra Alto Za pag ua Yoscaba Pozuelos Salviayoc Queta
"
"
"
" " "
"
"
"
O jo d e A g u a
" "
La Fortuna
"
65° 10'
65°8' H u m a h u a ca 6 5° 3 0 '
66°' Rinconada 65°55' " 65°5' 22°27' Cochinoca 65°45' 2 2 ° 42 ' Jujuy Cochinoca 65°55' °54' Sta. C atalina
"
Toroara Puerta de Cangrejo
"
"
Tambillo Casabindo Rincón S alinas
Tilcara
" Yavi
" "
Cochinoca
Pucara
Yacoraite
Sisilera
Pucará
Antigal La Huerta Puerta de Piedra
BIBLIOGRAFÍA
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Capítulo VI
De
Titicaca a Omaguaca durante el siglo XVI L i d i a A n a h í Iá c o n a - R o d o l f o A. Ra f f i n o
Podemos nosotros también errar,pero erraremos menos q ue aquello s... que nunca han venido a América, puesto que noso tros... describimos estas tierras, que hemos recorrido y estudiado en nuestros cotidianos viajes...” Carta Anua del Sacerdote Jesuíta Juan Romero, misionero en Tucumán y Calchaquí a fines del siglo XVI. Roma. 1609. "...
Lo que interesa en este capítulo es usar el dato etnohistórico para recomponer la imagen étnica entre “Omaguaca” y Titicaca durante el siglo XVI. Sin embargo, antes de crear en los lectores la idea de que la informa ción etnohistórica existente es un testimonio calificado, tanto para esos fines, como para conocer los sucesos y transformaciones antropológicas e históricas generadas por los Yupanki primero, y por la Corona luego, debem os advertir lo siguiente: 1 — El Norte Argentino y Potosí no se caracterizan por atesorar infor mación etnohistórica de primer nivel como lo señala el Jesuíta Romero en su carta anua. Allí no vivieron, como en Perú, los Cieza de León, Guaman Poma o Garcilaso. 2 — La vertiente etnohistórica comienza a cobrar vigor recién a partir
3
__ Pc es lo que aporta sobre la situación geopolítica del N.O. en
general y de Humahuaca en particular antes de los Yupanki. En consecuencia: 4 — Lo s datos etnohistóricos co nstituye n una fuente válida válida para para el tendido de analogías culturales e hipótesis arqueológicamente contrastares. P ero trastabillan en cuestiones puntuales como política, diversidad étnica y regional antes del Horizonte Inka. Mientras que la arqueología nos dice que antes de esos tiempos existían existían una un a ve intena de po poblac blac ione s org anizadas aniza das.. Entr E ntree ell ellas: as: La La Huerta. Hechas Hechas estas estas aclaraciones, aclaraciones, nos prop one m os a qu í lo siguient siguiente: e: — A n a lizar los límites de la llamada “ Prvincia de d e Omaguaca , entendiendo p or ésta la división po líti lítica ca esp año la que surg surgee del texto de las primeras encomiendas de indios libradas en su terri torio. Esta expresión será comparada con la “Prvincia “ Prvincia Inca de de Humahuaca”, para discernir en qué medida coinciden sus lindes, lindes, así como el o rigen y justificac ión de esta últ última ima den denom omii nación. — Desglosar el tema de sus fron teras, hacien do hincapié hincapié en las diferentes hipótesis acerca del origen y función que cumplieron allí los extranjeros; los llamados “mitimaes” o “llactarunas” movilizados po porr los Yupanki. 3 — Abrdar la problemática de la diversidad étnica; puntualizando acerca de la presencia de grupos atacamas del altiplano puneño en Hum ahuaca y sus particulares derivac ione s cultural culturales. es. 4 — Componer un relevam iento de las nac iones que habitaron habitaron hac hacia el N. del universo universo O m aguaca, c om o los C hicha s, Lipes, Cha Charc rcas as y Soras, Caracaras, Aanaques, Aanaqu es, Chuyes, Quillacas de Chuquisaca, Ptí y Orur. D e una u otra manera involucrados en el tema, dado que sobre ellos cayó la férula Inka que obligó a sus desplazamient desplazamientos os desde des de el altiplan altiplanoo h acia el N .O. argentino. 5 — Otra manera de probar el trasegar de hombres y cultura es examinar lo que pudieron haber dejado a nivel lingüístico en el terreno. A este efecto el capítulo incluye un glosario de voces
f r ecuencia con que aparecen las lenguas Q’eshwa y Aymara p a r ece ser contunde con tundente nte al respect respecto. o.
E m u n d o O m a g u ac a : situación situación y diversi diver sidad dad étni étnica ca Las iniciales menciones europeas del topónimo Omaguaca, ya como “provincia”, ya como territorio, aparecen en el texto de las dos primeras Encomiendas de tierras que otorgó el marqués Francisco de Pizarra en 54 a los vecinos Martín Monje y Juan de Villanueva, siendo la de éste últimoo con últim c onfir firm m ada ad a recién recié n en 5 557 57 (Salas; 945. 945. Levillier Levillier,, 9 988; T.III T.III). ). La encomienda otorgada a Juan de Villanueva —que dataría de 539 pero que fue confirmada casi años después—, lo ponía en posesión “en la provinc ia de Tarixa” de “el cacique quipildora señor de omaguaca con todos sus pueblos e indios en esta manera (...) y otro pueblo que se llama quila con el principal parabon y otro que se llama cochinoca con el pr p r in c ip a l tau ta u a r c a ...” (Velázquez de Obando. En : Levillier (98-93);
T.III: 356). Los pueblos mencionados en esta encomienda se hallaban bajo el cacicazgo del “ señor de Omaguaca”, siendo sólo reconocibles los topónimos topónimo s supérstites su pérstites de C ochinoca y Quet Queta. a. R espec esp ecto to del de l esqu es quem emaa de cacicazgo al que respond responderí eríaa Quip Quipil ildor dora, a, éste éste pudo ser el andino —que constaba de dos mitades o moities— según el análisis de M. Gentile (989:9 y Nota Nº 6), puesto que en el texto se menciona el pueblo de “ caquichura” con un señor llamado Doncolla " llamado “ Doncolla" La se gu nd a enc e ncom om ienda ien da en cuestión, cues tión, librada el 7 7 de Sept Septie iembre mbre de 54 en favo fa vorr de M artín M onje, onje , ha sido reiteradamente reiteradamente cit citada ada desde desde que en 95 9 5 fue fu e expu e xpuesta esta po porr E. Coni. C oni. Monje fue fue compañe compañero ro de arm armas as de Almagr en Chile,” conq uistador de los Charcas” y a la sazón sazó n cuñado de Marti Martinn de de A lmendr lme ndras. as. C on este es te último participó p articipó en la trágica trágica expedi expedición ción por la la “cordi cordi emahua r ” donde A lmendras de l campo campo llera de emahua lme ndras resultó muerto, muerto, pero el “resto del y e l bag ba g a je ” fueron fuero n salvagu salv aguardad ardados os po porr Monje (“Cart (“Cartaa de Jeró Jeróni nimo mo Gonz Gonzál ález ez d e A lanís al Licenciado Castro... de Mayo de 566”. En Levillier; 96. “Nue “N ue va C ró n ic a ... ” ; T. II: II: 79-8 79-8 ). En pago a sus servici servicios os a la la Coro Corona na d ichaa provinc pro vinc ia de los Charcas en la la M onj onjee recibió de Pizarr ". en la dich pr p r o v in c ia d e O m a g u a c a e l V alle al le que qu e le llama lla mann los lo s espa es pañole ñoless Del De l Mani Ma ni con los indios y principa les que tuvie tuviere re ... .9 D el total de pueblos nombrados en este documento, los topónimos
Puna— y, cn má dificu ltad Ymara, cuya localización corresponde al actual Lumara. De los “ ochocientos indios que con los señores principales que de ellos son ” resc atam os — com o lo h iciera a ntes V ergara (934 (934)) y luego quienes quienes se ocuparon ocuparon del tema— los nombres de “Vilca”, señ se ñ or principal principal del pueblo de To cola y del de Ton tola (de ( de qu quien ien aún ignoram igno ram os si se trat tratab abaa de un m ismo “se ñor” de d os pueblos pue blos distintos o si, po porr el cont contrar rario, io, “Tocola ” y “ Tontola “ corresponden a un mismo lugar, reiterado en el texto y uno de ellos ellos corrupto) corrupto);; y el nom bre d e “Gaite”, principal de Casabindo. A M n njje correspondieron, entre otros, los pueblos de Casabindo en la Puna, el “valle “v alle del M aní” co n todos sus indios indio s y los m iti itimae maess Chu Churu ruma mattas y Chuys Ch uys “qu e están hacia O m agu aca” , sobre los que volveremos al al hab hablar de la frontera oriental de la “provincia de Omaguaca . A V illanueva, entre otros , le fue depositado el pueblo de los cochinocas. P ero curiosamente, en 563, en la Prbanza de d e Méritos y Servicios de Martín Monje consta que éste poseía para esa época sólo los “... indios de repartimiento (de)... casavindo y cochinoca. . ”, pueblos éstos que no rentan cosa alguna po p o r e s ta r lejo le jo s y d e g u e r r a . . ” (Salas; op.cit.: 9 y 3). C abe en tonces tonc es pregu pre gu ntarse ntar se si h ub uboo o no superpos supe rposición ición de tierr tierras as e indios en dichas encom iendas. Seg ún G entile (op.cit. (op.cit.:: 9-9), 9-9 ), no existió existió tal tal,, yaq yaque ue siguie siguiendo ndo una línea imaginaria que corre po r la Puna en Puna en direc dir ecció ciónn NO-SE, el sector sector N. habría correspo ndido a V illanueva y el se ctor S. a Monje Monje.. Amb inc in c lui luiría ríann una u na pa rte de la Puna la Puna Nrte Nrt e d e Ju ju juy, y, e l lind e fro nterizo S. bo boli livvian iano y la Qu ebrada de H um ahua ca h asta T um bay a. E xplicación razo razona nabl ble, e, pero que no desentraña desentraña el el punto de la posesión de los “coc hinocas".
Quipildora, ¿Señor de señores? En cuanto a las jerarq uías político-étnica s a que se hace h ace refe refere renc ncia ia en ambos docum entos, la m ayor ayo r parte d e los pue blos estaban regen regente tead ados os por “señores principales” o “principales”, tales como los citados Vilca y Gaite, en tanto tanto Qu ipi ipildora ldora es es llamado “ seño r de” O m aguaca. Quizá estemos aquí frente a un distinto “estilo literario” en la redac ción ción de am bas enco m iendas — con tem porá neas— o, delib delibera eradament damente, e, se exprese en la persona de Quipildora una jerarquía política que estaba por encima encima de la de los “principales” Vilca y G aite. Aca Quipildora Quipi ldora fu e, com o desp ués d e él V iltipoco iltipoc o y antes que am ambos
El análisis de Madrazo acerca de la situación de la Puna argentina argentina durante el marquesado de Tojo, permite rastrear durante varias genera ciones el papel desempeñado por la estirpe Quipildor. Citando papeles del Archiv Hitóri H itóric c de d e Jujuy, rescata la presencia a mediados del siglo XVII de otro Quipildor —de nombre Juan—, curaca de Casabindos y Cochinocas, quien se rebela a sus encomenderos, participa de la segunda rebelión rebe lión de Calch Ca lchaqu aquí,í, muere muer e confusamente y es sucedi sucedido do por su hijo hijo Pedro Avichquar. Ete Ete últim úl timo, o, “con “co n todo valor, industria y empeño...” a favor favor de los intereses españoles hizo fracasar la rebelión bohorquista y marcó la ruptura definitiva del tipo de cacicazgo fiel a su tradición étnica, para dar lugar al comienzo de Jefaturas que diferirían absolutamente en su rol ideológico de aquellas legadas por sus anc ances estr tros os.. Con Juan Quipildor había muerto una estirpe y nacido un modelo de curacas cuya conducta se inscribía en el marco de una total “lealtad, atención y obediencia” a sus encomenderos que era exaltada públicamente. (Madrazo, G.; 98:5-7). Hacia Ha cia 675 otr o troo Jua J uann Quip Q uipildo ildorr aparece en la suce sucesió siónn de caci cacica cazg zgo, o, designado por el Gobernador José de Garro con el título de “Cacique de Casabindo”. Sobre su persona y bienes carga la obligación de pago de tributos de sus indios; obligación generalizada y perpetuada que, a más de un siglo —hacia 778—, le costó la cárcel a Bartolomé Viltipoco, a la sazón gobernador de Tilcara, por atraso en el pago de la deuda de sus indios ind ios al enc e ncom omend endero ero de tum tumo. o. Como Com o vemos, vemos, el meca mecani nism smoo qu quee com comie ienz nzaa con Avichquar e e va endureciendo a favor de las autoridades españolas y en desm de smed edro ro de los indios, quienes quiene s reconocen reconocen en la perso persona na de su su caci caciqu quee a un implac im placable able agen ag ente te de presión tribut tributari aria. a.
Sobre territorios y fronteras Dejamos el tema de las jerarquías políticas y nivel de integración social —indudable motivo de ensayos más exhaustivos— para ingresar al univer uni verso so Hum Hu m ahuac ah uacaa en procura proc ura de d e esclarecer su su exte extens nsió iónn y sus fro fronntera teras, s, si las hubo. La delimitación de su linde septentrional es confusa. Pr un lado, en “la provincia de Tarija” se deposita el “señor de Omaguaca” (encomienda de Villanueva) y por otro “en la provincia de los Charcas” se encomienda “la provincia de Omaguaca” (posesión de Monje). Aimim, en este último do docu cum m ento ent o se mencionan, menc ionan, dentro de esta “provinc provincia”, ia”, ciert iertos os
prvincia dentro d entro de otra — lo cual se gún G en tile podría corresponder corresponder a una división española en la que se incluye una división política indígena” (Gentile; (Gentile; op.c it.:9)— , de la r ef er en cia a los “ m oc h os ” nada nada puede concluirse, ya que en opinión de la autora esta parcialidad tampoco encaja dentro dentro de los límites límites de la pro vin cia d e los Ch arcas. N o parece suc ede r lo lo m ism o en su límite S „ y a qu e “el valle valle del del Maní” resulta resulta ser, según lo exp resó S alas (9 45 :3) la Q ue bra da de Tumbaya. Tumbaya. R especto de sus fronteras oriental y occidental, tampoco éstas se mencionan en el texto de las encomiendas. Si interpolamos los datos de R eginaldo de Lizárraga, como lo han sugerido otros estudios (Gentile; op.cit. op.cit.), ), los los “Ca sabindos y C oc hiño cas ” hab rían co ns tituido su li linde nde por el poniente. poniente. N o obstante, al resp ecto cab e p reg un tars e” ¿con ocem os a ci ciencia cierta la territorialidad de los grupos casabindos y cochinocas durante el período Inka y la posterior conquista española?; ¿ha sido etnohistóricamente mente acotado acotado el espacio ocup ado p or ellos?. Mal podem os con side rar fro nter a o lím ite a un territo rio que suf sufre el peso de la con ocida cita de S otelo N arv áe z, su jeta a espe culacion es mu muy c e r c a de d e la distint distintas. as. E l citad o párrafo pá rrafo .. A c á b a s e e s t e v a l l e d e C a l c h a q u í ce pu p u n a d e los lo s in i n d io s d e C a x a b in d o q u e e s tá n c e r c a d e lo s C h i c h a s c u y a lengua lengua habl hab l an demás de la la natura l suya q ue es la d iag u ita . . ( So S o t el e l o N a rv áe z; (58?)En: (58?) En: Berberian; 987:39), ha sido interp retad o co m o un a co confiable referencia acerca del límite septentrional del territorio Calchaquí, cuyos pobladores (los pulares y calchaquíes) habrían conocido y aún hablado “necesariamente” “necesariamente” la la lengua de los Ca sab indo (G entile; op . cit.: 97); o ex exacta mente mente al revés, com o la afirmac ión de que los indio s de C asab indo eran eran de filiación filiación diaguita. Aunque Aunqu e esta última p osib ili ilidad dad es esb oz ad a con dudas dudas,, por cuant cuan t o no se ha encontrado o tro tr o doc um ento qu e re p ita e sta i nfor nformac maciión (Krapovi (Krapovickas ckas;; 978:8 978:855 y 983:). 983:). Tam po co la a po yan los hallazgos ar arqu quee ológic oló gicos, os, lo loss cuales desde tiem pos de E . B om an (9 8) d em ues tran que los Casabi Casabindo ndo tuvie tuvieron ron ergología atacam eña y no valliserrana. En síntesi sínt esis, s, en términos esp año les “el va lle del M an i... i... que es Tumbaya”, Tumbaya”, por el S. y “sus confines los C asavind os y C oc hiñ oc as...”, por el O., con las advertencias antedichas, constituyen las únicas excepciones en cuanto a datos geográficos que permitan conocer los límites de la “provin “provinci ciaa de Om aguaca”, extrapolados extrapolados a una vertiente d ocu m ental, pro proffu samente samente citada, citada, cuya flaqueza e s o stensible. La ambigüedad de referencias geográfico-espaciales dejadas por los
(Salas: op.cit.: 3-3)— al desconocimiento geográfico y étnico de las regiones a que los europeos hacen referencia. El N.O. colonial es un ejemplo de ello. “El Tucumán”. “Calchaquí”, “Diaguitas”, han sido definidos en los documentos de la primera época y. en buena parte, de los del siglo XVII. alternativamente como “provincia”, “valle”, “nación”, “asiento de” o “tierra de”, entre otras caracterizaciones; en una gran confu sión sin solución de continuidad. El segundo factor — que bien pudo ser el capital— a su fuerte etnocentrismo, que pretendió transvasar, a una realidad aborigen tan disímil, sus modelos europeos feudales. La posesión de estos repartimientos fue no sólo efímera en ambos casos sino que, particularmente en cuanto a Monje, se redujo a los indios de Casabindo y Cochinoca. Villanueva fue sucedido en la titularidad de la posesión por su esposa, Petronila de Castro, casada luego con dos Pedro de Zárate. suegro de Gutierre Velázquez de Ovando. Este último, hacia 1582 había defendido los derechos de Juan Ochoa de Zárate sobre la encomienda de Humahuaca. Ya en la segunda mitad del siglo XVII, Pablo Bernárdez de Ovando — hijo de Gutierre Velázquez de Ovando— aparece como deposi tario de la encomienda de Cochinocas y Casabindos, en tiempos del cacique Juan Quipildor y su sucesor Pedro Avichoquar.
La “provincia Inca” de Humahuaca: Su Definición y Límites “...L a dominación de los Inca s en la Argentina en el último siglo prehispano está probada p o r innumerables nombres geográ ficos que se refieren a ellos ...; por las numerosas noticias sobre la marcha de los Incas por la Argentina en su conquista de Chile... por la descripción del camino del Inca entre Talina y la falda oriental de la sierra cerca de Tucumán, por Juan de Matienzo; por muchos otros vestigios de caminos antiguos, en su apariencia idénticos a los que se ven en m uchas par tes del Perú; por forta lezas erigidas en puntos estratégicos, las más veces sobre el camino antiguo ... los restos de vasos incaicos... y el número extraordinario de objetos incaicos esparcidos po r todo el país, en todos los puntos adonde los Incas, según parece, han llegado ...” Max Uhle; 1910
hasta las últimas excavaciones, el caudal de objetos netamente peruanos o de sugestión peruana, encontrados en el territorio de las provincias del antiguo Tucumán, no ha hecho sino confirmar. .. y afianzar la verdad reconocida por... Uhle.. R. Levillier, 96
“... se me ocurre preguntar a los que aseguran a pie júntalas la dominación quichua en el occidente argentino: ¿qué se hicieron los delegados, las guarniciones, los mitimaes y demás yerbas del imperio incaico que no se mencionan en ninguna crónica?... A aclarar este punto deben dedicarse los que afirman aquella dominación, en vez de glosarse incansablemente los unos a los otros, repitiendo siempre los mismos cuentos de dormir en pie...” M. A. Vignati; 1931 Deliberadamente elegidas, estas citas ilustran la controversia acadé mica que durante muchos años sufrió la arqueología argentina: un abismo entre quienes supieron distinguir las huellas inconfundibles del Inka y la irrevocable posición de otros que, como Vignati, la negaron rotundamente. A la par que Ambretti (897) y Debenedetti (93), Vignati, con su natural ironía, incurrió además en tres errores insoslayables. El primero, un excesivo determinismo ambiental, por el cual condenó a las naciones aborí genes a ocupar compartimentos estancos, territorios encapsulados por el medio ambiente. El segundo, por obra de su desconocimiento arqueológico de una región en la cual no realizó trabajos de campo, a excepción de una fugaz incursión por el oasis de Rachaite, publicada siete años más tarde. El tercero, por su manifiesta intención de negar a Quiroga (897), Uhle (9) y Levillier (96), quienes varios años antes habían señalado el real dominio de los Inka en el N. argentino. Curiosamente, casi 5 años después, esta corriente que niega toda influencia cuzqueña en este territorio es avalada po r Madrazo (97) y Pellisero (98). Paralelamente a estas posiciones extremas surgieron otras: la acepta ción parcial de una dominación cuyos vínculos culturales con etnías recep toras fueron minimizadas por la duda, encontró en Canals Frau (953) un fiel representante. Mientras que Serrano (947) y Martínez Soler (966) oscilaron entre una conquista guerrera o una penetración de carácter comer cial. Con no menos ambigüedad y para la zona que específicamente nos interesa, se llegó a dudar de alguna influencia Inka concreta o, al menos, se
pivtearon en tomo a la difusión de una ideología religiosa, ofrecieron otra versión —aún discutida— de la misma (Madrazo y Otonello; 966. Schobinger, 966). Durante la década del 7 la problemática Inka se revitaliza, uno de nosotros, en el que sería el primero de una serie de trabajos sobre el tema, aportó un “cuadro de situación” del N.O. argentino a partir de 47, estableciendo, mediante descubrimientos y relevamientos de instalaciones Inka, vialidad, santuarios de altura y explotaciones mineras, las caracterís ticas y alcances fácticos de esa ocupación (Raffin: 1978). Dat que fueron volcados en sucesivas versiones más completas y abarcativas que ilustraron las transfiguraciones culturales durante la conquista en el Kollasuyu (Raffin y Cl.: 98; 985; 986 y 989). En 98 González planteó la necesidad de reconsiderar las investiga ciones existentes acerca de este tópico a partir de modelos realizados en Mesoamérica y Perú , los cuales tuvieron en cuenta las relaciones existentes entre los asentamientos humanos y los recursos económicos de las pobla ciones autóctonas con su jerarquía política. La aplicación de esos modelos le permite concluir sobre la posible existencia de 4 cabeceras principales de curacazgos o”capitales" de provincia en el N.O. argentino. Dicho modelo consistió en la localización y distribución territorial de los diferentes asentamientos, ya sean de influencia inka sobre etnías locales (llamad os “sitios m ixtos" o multicomponentes por Raffin; 1978) puramente inkas (llam ados s"itios puros"). Seguidamente, determina el probable orden jerárquico de estos asenta mientos y el rol cumplido por el Imperio en ese desarrollo. En este contexto, el término Distrito designa el “Tuc um án Inca que abarcó desde Jujuy a M endoza y “provincia” las subdivisiones internas del Distrito “... perte necie ntes seguram ente a d iferen tes curacazgos, cuya categoría resulta difícil de especificar en términos quechuas ” (op.cit.: 37). Para la zona que nos ocupa Tilcara fue p robablem ente la cabecera principal del curacazgo de Humahuaca (op.cit.:367 y 369). A partir de entonces, lo que dio en llamarse la “provincia Inca de Humahuaca” ha contado con el consenso de no pocos de los investigadores que han vuelto sobre el tema. Antes de dejar este punto débense agregar a la lista de autores que han incursionado en la temática Inka regional, los nombres de Ch. Field (966), quien ha dejado un diagnóstico sobre la arquitectura agríco la de Coctaca, la cual atribuye al momento inkaico, y A Fernández Distel (979 ), quien to
L Límites de la “Prvincia Inca” de Humahuaca El linde S. no parece ser otro que el de la antigua provincia española’’ de Omaguaca, en Tumbaya (quebrada de Tumbaya-Purmamarca). Cn respecto a su límite occidental, a la afirmación de Canals Frau (op.cit.) de que éste llegaría hasta el borde oriental de la Puna, agrega González que “es probable que el dominio político de ¡a provincia inca abarcara parte del territorio puneño, sobre lodo por el que transitaba la ruta imperial que corría para lela a la quebrada" (González; op.cit.:346). Respecto del límite N., sugiere la posible intención del Licenciado Matienzo de distinguir entre “tierra de Omaguaca” como dominio geopolítico de la provincia (referido al tramo entre Suipacha y Sococha) y el término “indios de omaguaca” que aludiría a la pertenencia étnica de éstos, restringida a las 6 leguas distantes entre el “despoblado de Omaguaca” y Maimará. De ello concluye que los límites del grupo étnico habrían llegado por el N. al menos hasta Sococha (González; op.cit.:347). Para quienes sostienen que Iturbe se erige como la frontera septen trional del ámbito geográfico-ecológico de la Quebrada de Humahuaca, contraponemos las observaciones de Casanova (1936), quien sitúa este confín unos 40 km. más al N., en la localidad de Casillas o Llulluchayoc, antesalas directas de la Puna jujeña y sobre la que se desprende la Quebrada de La Cueva, tributaria septentrional de la de Humahuaca. Quizás la frontera más difícil de delimitar es la oriental, debido princi palmente a las complejas relaciones interétnicas que allí se desarrollaron. En la opinión de Canals Frau (op.cit.), el límite E. de la cultura de Humahuaca habría sido impuesto por los “pueblos del chaco-norteoccidental”. González considera que la frontera oriental de la “provincia Inca” de Humahuaca “ abarcaba primero las tierras altas de la puna y pre-puna y luego los valles progresivamente más bajos del distrito subandino chaqueño. . ” (op.cit.:346). Sostiene además que esté límite comprendería diferentes pisos ecológicos, compartidos entre las etnías propias de la quebrada, que tenían en dicho ámbito sus tierras de cultivo, y grupos mitimaes puestos por los Inka. Estos últimos habrían ocupado además diferentes regiones de la “provincia” y pertenecido a diversas etnías entre las que predom inaron las de filiación Chicha.
explicitar que “ los indios llamados generalmente Chiriguana" habrían atacado sistemáticamente las posesiones Inka en el borde de la selva debido a que, al acopiarse los Inka la producción local para ingresarla a su red redistributiva, el trueque entre el valle y la selva se veía constantemente interrumpido (Gentile; op.cit.:93 y Nota N° 8). En consecuencia puede sintetizarse lo siguiente: — la dificultad para establecer los límites precisos de los flancos oriental y meridional de Humahuaca. — Un relativo atenuamiento de esas dificultades en sus fronteras 2 boreal, signada por el “despoblado” que separa Humahuaca de los Chichas, es decir, el espacio acotado entre la Quebrada de La Cueva y Sococha; y la del poniente, la cual separaba el territorio Humahuaca de Rincnada. Cchinca, Caabind y Dncellas. Si fueron Señoríos o Jefaturas en términos de organización social de Service (97). los que habitaron Humahuaca debieron tener “rayas territo riales como sus coetáneos Quilmes, Paccica y tra jefaturas de Calchaquí y Yocavil. Pero si esos Señoríos no estaban lo suficientemente afianzados, o se hallaban en un proceso de consolidación cuando llegaron los Yupanki, como uno de nosotros lo ha propuesto (Raffin; 1989:192), la movilidad étnica que propició el Cuzco obligadamente debió alterar la estructura política y la situación territorial de más de uno.
América para los americanos El término “Prvincia”, vz latina acuñada en la Rma de los Césares, fue usado para definir grandes extensiones territoriales conquistadas por ese Imperio. Ampliamente difundido por la España de Carlos V y Felipe II, identificaba en el siglo XVII “una parte de tierra estendida”; concepto que al ser trasladado a América pr los cronistas de la conquista pretendió homologar realidades diferentes. Mundos situados casi en las antípodas no podían — ni debían— com partir el significado de un término que, allende el Atlántico, implicaba geografías y hombres cuyas tradiciones culturales eran esencialmente disímiles. Pr lo tanto, insistimos en que su uso para definir la realidad andina es indebido y, en todo caso, de comprobarse esa categoría territorial debería suplantarse por el quechuismo “Huamani”.
Carlos a Samalamao de Calchaquí, la denominación “provincia Inca”, entendida como una subdivisión interna del “Distrito” del Tucumán, puede ser cuestionada. Si lo que se denomina “provincia inca” equivale a un “curacazgo” o “cabecera política” con un centro de poder cuya expresión arquitectónica-urbanística pudo ser un “centro administrativo” de una sección territorial. Vale la pena recordar que Pachakutec Inka (438-47) “dividió su Estado en Huamanis (“provincias”) tomando como base los señoríos y reinos que conquistaron ” (Espinoza Soriano; 987:88), y su hijo y sucesor Topa Inka (47-493) dividió el espacio imperial en cuatro suyus o “regiones” o “distritos”, dándole el nombre de Tawantinsuyu (el Estado de las cuatro regiones), el cual alcanzó su máxima extensión durante el reinado de Huayna Kapac (493-55). De este planteo semántico y conceptual se desprenden los siguientes interrogantes: — ¿Pdemos denominar “distrito” — cuyo e quivalente es “suyu” en términos quechuas— al ám bito de l N .O. argentino sobre el que se impuso el Inka? — ¿Es válido llam ar “pro vinc ia in ca ” a una cab ec era política o “curacazgo”? 3 — Si las provincias inkas o “ H uam anis” estaban constituidas por Señoríos o reinos, ¿entraña esta definición la certeza de que Humahuaca fue un Señorío? Es oportuno aquí señalar la limitación que González reconoce para el término “curacazgo”, sobre le que afirm a “ ... cuya categoría resulta difícil especificar en términos qu ec hu as ...” (González; op.cit.: 37). Si aceptamos éste como sinónimo de “provincia inca” estaremos trazando analogías entre la compleja realidad geopolítica del Cuzco y la del N.O. argentino sobre la base de connotaciones semánticas (vg. “distrito”, “provincia’’); actitud que hemos criticado al atacar el etnocentrismo de los cronistas e historiadores que se ocuparon del tema.
La frontera oriental de Hum ahuaca Varios autores se han ocupado de las relaciones interétnicas de
L de González (98 y 98); los más recientes de Lorandi (98 y 984) y Espinoza Soriano (986) conforman no pocas discusiones al respecto. No obstante, parece existir un acuerdo tácito —basado en las postulaciones de Salas— acerca de las etnías que ocuparon el oriente de Humahuaca. Aí emergen del complicado mosaico las parcialidades de Ocloyas, Osas, Paypaya, Churumata, Yalas, Apatama, Ayamata, Tmata u Omanata y Yapanata, las cuales se ubicarían como una gigantesca cuña entre la propia Quebrada de H umahuaca y el Gran Chaco Gualam ba. Hacia el E. aparecen las tribus Mataguayas, Tobas y Chiriguanas. Es en cuanto a su filiación cultural, localización, lengua y vincula ciones político-económicas con los grupos propios de la Quebrada (Omaguacas, Tilcaras, Tilianes y Gaypetes), donde las opiniones se dividen.
Vigencia de un interrogante: los Churumatas "... Los chichas orejones, que viven en dichos valles ju ntos los Churumatas son indios que ocupaban los emperadores ingas en las minas y conquista de la cordillera, los cuales como supieron la de los españoles en el Perú y la muerte que habían dado al Inga Atahuallpa en Cajamarca, y que se habían apode rado de Cuzco, no quisieron volver al Perú, y se quedaron en tierras de los C hurum atas . . . ” . P. Lzan; 1733. En 1931 Levillier sostenía que el emplazamiento de los Churumatas debía hallarse el E. de los Omaguacas y Apatama, al O. de los Tobas y Chiriguanos y al N. de los Ocloyas (Levillier; op.cit.T.III:). Para esos tiempos Vergara dudaba si su localización correspondía a la región de Perico, en el actual Jujuy, o al valle de Zenta (Vergara; 934:39). En 943 Canals Frau apunta que "... la documentación de los primeros decenios posterio res a la fu n dación de Salta refiere reiteradam ente a esto s indios...”. Cita un docum ento de pedido de tierras (En: Cornejo y Vergara; 938:3) de 586, hecho en Salta, que menciona un río “que baja hacia los Churumatas ” y que se jun ta con el d e Jujuy a unas dos o tres leguas al S. del antiguo pucará de esa ciudad. Según el Aut del Gobernador Mercado de Peñaloza, en 595 los
Canals Frau que “ es m uy p robab le que estos Churumatas fueran naturales, originariam ente, de la p arte lim ítrofe entre Jujuy y Salta; que representaran un grupo o m ag ua ca ..”. (Canals Frau; op.cit.:-). D iez añ os m ás tarde , insiste sobre el tema ubicando a los Churumatas en la frontera meridional de Bolivia, “ especialmente del lado de Tarija , com o m itim ae s C hicha s qu e los Inka enviaron a “la provincia de Omaguaca” para defender las guarniciones de frontera contra los chiri guanos. Dispersados luego más al S., hasta las cercanías de San Salvador de Jujuy, los Churumatas se habrían asimilado a los Omaguacas (Canals Frau; 953:57). Existen documentos que señalan cierto parentesco entre Chichas y C hurum atas. L a carta de M artín Ledesma V alderrama del de Noviembre de 644, dice que "... en los valles que están en la cordillera de los Chichas hay 3000 indios de los ingas orejones del Cuzco y Churumatas, que se retiraron a ellos cuando los españoles entraron en el Perú y prendiero n a In ga en Cajam arca; labran plata y tienen minerales; distan 15 leguas del camino real que va del Tucumán a Potosí...” (Patells; 95.T.II:93-95). Prm ediando 945 los Churumatas fueron adscriptos a la etnía Chicha por el perspicaz A. Salas en base a los testimonios del P. Crrad y Fray Manuel M ingo , as í com o los o tros grupos orientales de la quebrada (Tomatas, Azamata, Omanata y Yapanata). Aunque, respecto de estos últim os con la sospecha que “la vinculación de estos nombres, pueden ser denominaciones de parcialidades distintas dadas por una misma lengua extraña a todas, qu ichu a,po r ejem plo...” (Salas; op.cit.: 7 y Nota 3). L os C hu rum atas h ab rían estado igualmente vinculados con Osas, Paypaya y Y alas, con qu ienes habrían compartido no sólo hábitats vecinos del oriente de Humahuaca sino también, como en el caso de los Yalas, la lengua (Ibid; 69). A quí vale la pena detenem os por cuanto Salas introduce otra variable cultural, la que obliga a recordar las distintas opiniones acerca de la lengua de estos legendarios Chichas. Según Boman (98: 775), los Chichas no tuvieron lengua propia, sino que hablaron el quechua. Paul R ivet (94), en cambio, expresa que hablaban el aymara desde ames de la conquista Inka; aseveración que es compartida por A. Serrano (947: 86). Ibarra Grasso (967: 359) discrepa con estas opiniones y supone que la lengua originaria de los Chichas no fue la aymara sino que poseyeron una propia. El mismo Salas comparte, al menos como duda, esta posibilidad avalada por la c arte del Padre O sorio, transcripta por Lozano, según la cual “... Otra lengua hablan los Churumatas, y es muy fácil si no fuera un tanto tural: porque tod ella es ch -ch (Sal cit..'63)
En pinión de G. Willey, “in southern Bolivia the Upe and Chicha may have been Aymara speaking like their neighbours to the North” (Willey: 97: 99). Thérese Bouysse-Cassagne expresa: “que la palabra “ Aymara” designe una clase acomodada y no solamente una etnía y una lengua no nos atrevernos a afirmarlo explícitamente”, aunque durante la primera etapa de implantación española “... el más importante criterio de clasificación de los individuos es la pertenencia a la clase rica o pobre, y no un criterio étnico — aunque sí, éste puede ser eventualmente un indicio de pode r económico— ”. Para agregar que durante la época del Virrey Toledo, .. asistimos a la expansión de la lengua aymara... posiblemente por s erla más empleada p or el grupo étnico denominado también Aymara, grupo que era en Charcas el más poderoso numérica y económicamente...” (Bouysse-Cassagne; 975: 38). En un reciente ensayo sobre los Churumatas, Espinoza Soriano avala la opinión del Padre Osorio (Espinoza Soriano; 986:49). Nuestra experiencia, recogida en las misiones arqueológicas por terri torio potosino indica que en la mayoría de las áreas marginales a las actuales urbanizaciones, como Tupiza, Cotagaita o Tumusla, en la Prvincia de Subchichas, se habla el Aymara. Otr interrogante que queda planteado en el texto de Salas es el de la vinculación de los Churumatas con los grupos “chichas orejones . Las confusas referencias de Lozano —cuya cita más conocida ha sido capital para muchos— le hacen cavilar sobre 4 posibles alternativas: ) “...q ue los indios llamados orejones sean indios incaicos, de casia, como quiere Lozano, establecidos como mitimaes de guerra en la frontera con los chinguanos o mojos”; ) que fueran Chichas o algún otro grupo que hablara aymara, según la afirmación del P. Ori; 3) que los mitimaes y los orejones fueran “una misma cosa” o 4) "... que los churumatas fueran mitimaes en el valle de Tarija, traídos de otra región” . Siendo esta última asumida como la alternativa más posible (Salas; op.cit.: 66-67). En cuanto a su ubicación geográfica, sostiene Salas que los Churumatas habrían habitado el N.E. de la Quebrada de Humahuaca, parte en territorio argentino y parte en Bolivia. Apyan u tesis —entre otros documentos que no excluyen a Lozano— , los datos de la Prbanza de Méritos de Argañaráz, referidos al episodio de la huida del cacique Laysa durante la fundación de Jujuy, donde éste refiere que logró alcanzar al jefe indio “tras la cordillera de Jujuy y omaguacas a parte muy peligrosa que
Siguiendo con este tema, González concuerda con la afirmación de Canals Frau (953) de que las tribus Chichas, entre otras la de los Churumatas, constituyeron “mitimaes de los incas o de los mismos humahuacas” (González; op.cit.: 35), que respondían a la necesidad del Imperio de defender su frontera de los chiriguanos; aclarando que otros mitimaes Chichas pudieron haber servido en los tambos de la Puna. En tr capítulos de esta obra hemos puntualizado sobre la participa ción de cerámicas chichas en los mecanismos de movilidad y dominio, implantados por el Tawantinsuyu a partir de 47 en Humahuaca, Santa Victoria Oeste, Iruya, Zenta y Vallegrande. Esta evidencia arqueológica con especificidad étnica hacia los Chichas puede ser extendida a los erráticos Churumatas si aceptamos la hipótesis de Salas sobre la filiación Chicha de éstos. La mención de Churumatas junto a los Chuis es cita obligada al examinar el texto de la encomienda de Monje, la cual relaciona González con la afirmación de Murra (978) que incluye a estos últimos junto a los Charcas, Caracara y Chichas. Cuatro naciones guerreras, escogidas dentro del Collao. en tiempos de los Yupanki, para cuidar celosamente las fronteras de guerra del Estado. Ya hemos tratado este punto al examinar el “Memorial de Charcas” y volveremos sobre él en las páginas siguientes.
Los Churumatas: similar base documental, diferentes hipótesis No concluyen aún las disputas acerca de la localización y filogenia cultural de los Churumatas. A las afirmaciones de los autores citados se suman los recientes aportes de A. Lrandi y W. Epinza Srian, quienes basándose casi en las mismas fuentes documentales que usaron sus prede cesores introducen hipótesis contrapuestas. Lorandi (98), al analizar la frontera oriental del Tawantinsuyu — entre Cochabamba y el Tucumán— y el mosaico de pueblos que la conformaron, propone como hipótesis que “... si bien el Tawantinsuyu no ocupó las tierras bajas propiamente dichas, muchos grupos de este origen, parcialmente transculturados a las pautas del altiplano y los valles colindantes, jugaron un rol importante en la defensa de dicha frontera. Muchos de ellos incluso, pudieron ser írosladados como mitimaes al interior del territorio imperial...” (Lorandi: op.cit: 48). Como resultado de ello, ciertos grupos de tierras bajas
O c lo y a s a g r e g a la e x i s te n c i a d e " m i ti m a e s J u r í e s e n T a ri ja — p e r o propio, d e l T u c u m á n — q u e h a b r ía n s i d o " p u e s t o s a l l í p o r lo s In ca s" (Del Rí; 1980; m En: Lrandi: p.cil.) y los “Ju ríe s” oc up ad os e n la defensa de la frontera de l T ucu m án, d e los cu ales hac e referen cia el cronista Oviedo. S o s tie n e q u e d e l o s d a l o s d e l P a d re Corrado (884) y de Fray Manuel M i n g o ( 7 9 5 ) q u e c it a S a l a s " . . . no se desprende con seguridad el origen C h i c h a d e l o s C h u r u m a t a s o s u c o n d i c ió n d e p a r c i a l i d a d d e lo s mismos". R especto de los Tomatas de los que habla Mingo, puntualiza que su nexo c o m ú n c o n l o s C h u r u m a t a s e r a e l d e h a b l a r l a l e n g u a q u i c h u a " . . . y n o la a y m a r a c o m o lo s C h ic h a s n o m o v ili za d o s p o r i o s in c a s ..." . Pr lo cual, la desestimación que en su momento hizo Salas de la af irmación, de Lozano — y ta m b i én d e l P a d re T ec ho — so br e e l o rigen de los Churum atas (Salas; o p . c it .: 6 3 ) , h a b r í a s i d o u n e r r o r e n o p i n i ó n d e e s t a a u to r a , y a que las referencias del P a d re O s o r i o q u e t r a n s c r ib e e l m i s m o L o z a n o " . . . autorizan a r e v e r la p r o b a b l e f il ia c i ó n c h a q u e ñ a d e l o s C h u r u m a t a s... (Lorandi; op c i r 55) E ntre oíro s dalos, con sid era a su fa v o r la división que presente e l c r o n is ta d e lo s M a t a g u a y o s - M a t a g u a y o s C o r o n a d o s y Mataguayos C hu rum atas— . En rela ció n a la len gu a, v estim en ta y costum bres andinas q u e a d j u d i c a L o z a n o a e s to s g r u p o s , L o r a n d i a f i r m a q u e e s to s " . .. hábitos a n d i n o s p u d i e r o n s e r c o n s e c u e n c i a d e l a s f u n c i o n e s p r o d u c t iv a s y adminis tr a tiv a s r e g u la d a s p o r e l e s ta d o i n c a i c o . .: ’ , an te s q u e m era s coincidencias (Ibid: 55). R especto de los datos de la R elac ión d e L izá rra g a y aqu ellos aportados po r el P leito entre O rtíz d e Zá rate y B arba so bre la ex istencia — en el valle de Oroncotá— de un pu eblo d e ind ios C hu rum atas d on de hab ía, además, m itim a e s Y a m p a r a e z y M o j o s , s u p o n e q u e d e e l lo s e p u e d e i nferir la po lítica im perial de reun ir num ero so s co ntin g en tes d e po blacion es del Urna i n f e r i o r y Y u n g a s a l o l a r g o d e s u s f r o n t e r a s . Pr dicha razón, cncluye, “... l a c o n d i c ió n d e c h a q u e ñ o s e m i s e d e n t a r i z a d o n o s ó l o n o i m p id ió que fu e r a n a b so r b id o s en lo s c o n tin g e n te s in c a ic o s , s in o q u e p o r e l contrario lo s f a v o r e c i ó , y a q u e p a r e c í a n m á s a p t o s p a r a e n fr e n t a r u n enemigo n a t u ra l , y d e l c u a l c o n o c í a n s u e s t r a te g i a ...” (Ibid: 56). El aporte de Espinoza Soriano significa un regreso a la hipótesis l o ca lis ta d e L e v i lli e r y C a n a l s F r a u . B a s á n d o s e e n l a P r b a n z a d e M éritos y S e r v i c i o s d e A r g a ñ a r a z , c i t a l o s t e s t i m o n i o s d e P edro Sánchez Morillo, P e d r o D í a z d e H e r r e r a , J u a n R d r í g u ez y Juan Chavez, según los cuales " . . . n i C h u r u m a ta s , n i O m a g u a c a s , P o r o m a r c a s , O c l o y a s , Y a p a ta m a s ni L l ” pobl on el C haco G ual b a (P r b . A ñ 1 5 96 . E
Ori haya muerto allí mismo le sugiere que “... tales etnías quedaban en la comarca enclavada entre los ríos Zenta, Bermejo y Jujuy, hoy Río Grande de Jujuy y en San Francisco . . . Con respecto a su ubicación en la cordillera argentino-boliviana, sugiere que éste no habría sido su ámbito originario sino un foco agluti nante de sucesivas migraciones. Los documentos hallados en el Archiv General de la Nación (Argentina) y en el Archiv Nacinal de Bolivia (Sucre), corroboran que un grupo de Churum atas migró a Yamparaez en los primeros decenios del siglo XVI; mientras que a mediados de la centuria siguiente, otro numeroso contingente hizo lo propio hacia Chichas. Soriano concluye señalando que los Churumatas “ ... constituyeron una etnía cuyo hábitat nuclear estuvo en una comarca ubicada al Este del país de los Omaguacas; es decir al Noreste de la ciudad de Jujuy, al Sur de la ciudad de Tarija y al Sur de la Sierra de Zenta y espolón o macizo de Zapla, entre los territorios del Valle Grande y Ledesma (...) fueron pues oriundos de la sierra norargentina y no de la cordillera surboliviana..." (Ibid: 8). Respecto del apelativo “chichas orejones”, señala que los Churumatas conformaron una etnía que accedió probablemente al estadio de señorío, aunque conservó caracteres de tribu. El ya citado Pérez Morillo describe la existencia de “un cacique llamado Layssa, que era cacique principal de ios indios churumatas” (596: 535), mientras que Pedro Díaz de Herrera agrega que el tal Layssa era también capitán general de yapatamas (596: 55). Como integrantes del Imperio, debieron guardar el espacio fronterizo de los ataques chiriguanos y también servir en la explotación de minas de oro y plata. Pero además, para cumplimentar estas exigencias los Inka establecieron en territorio Churumata colonias de mitmas Chichas, quienes fueron compensados con el status que suponía ser reconocidos como “inkas de privilegio” y lucir en sus orejas las grandes placas distintivas de su alto rango social. Los desplazamientos territoriales que habrían sufrido los Churumatas durante los siglos XV al XVII suman cinco según el autor. Ellos son: a) como mitmas Inkas al sector de los Casabindos, “en el valle de Omaguaca”; b) como refugiados de las persecuciones Chiriguanas en el valle de Orocontá y Copavilque en la provincia d e Yamparaes, en Charcas: c) junto con Chichas orejones hacia el E ., a la zona com prendida entre los ríos Bermejo y Pilcomayo en franca huida del asedio español: d) fugados
La hipótesis de filiación cultural de los Churumatas de Salas se ve contrastada favorablemente por la arqueología dada la presencia de cerámica chicha en los enclaves inkaicos. Pr el contrario, si el origen de este grupo fuera local, como sostiene Espinoza Soriano, no existen hasta ahora en el registro arqueológico artefactos que lo prueben. Pero sí podemos señalar que no hay artefactos de las Tierras Bajas chaqueñas que permitan testear favorablemente la hipótesis de Lorandi.
Los ocloyas "... De Omaguaca Pueblo de indios veinticinco leguas más
adelante de Salta y el postigo de esta gobernación, se entra a los Ocloyas que están ocho leguas de allí y de buen camino (...) y dicen que no dista de ellos la gran provincia del Chaco (veinte) leguas...”
P. Diego de Torres; 69
"... Nótese que Matienzo dice que los indios de Jujuy eran
Diaguitas, to que confirmará Soteto Narváez (...) Todos los indios serranos de Jujuy, eran, a mi juicio, Diagui/as, con excepción de los Ocloyas, “gente del Pirú” , es decir, Chichas. .. E. Coni; 95 La localización de su territorio, rasgos arqueológicos y contactos étnicos con los Humahuacas han sido obsesiones largamente sufridas por arqueólogos e historiadores. Para los primeros debemos advertir que en no pocos casos las soluciones a estos interrogantes deben buscarse más allá de su pupitre de trabajo; en el terreno, do nde las hipó tesis encuentran los datos que permiten ponerlas a prueba y verificarlas. Ya en los años cuarenta Serrano sugirió que su ubicación debió ser Iruya (Serrano: 947). A lternativa que es compartida por Salas y por nosotros. El autor de “El Antigal de Ciénaga Grande” los consigna en la Serranía de Zenta, al naciente de Humahuaca. A llí identifica los pueblos Chicsa, Sicaya, Tacalayso y Ocloya (Salas; op.cit.: 56). De sus relaciones con el Chaco señala que el " ... llamado valle d e O cloya, cuyo topónimo no ha perdurado era tránsito obligado para las tribus chaqueñas, que ya a mediados del siglo X V II comenzaron a invadir la quebrada de Humahuaca.. ” , constituyendo ésta “.. . una de las po cas rutas practicables
cm pr ejemplo Vallegrande, de acuerdo a las distancias calculadas por Lozano —5 leguas desde el valle de Jujuy— y Sotelo Narváez — leguas—. Respecto de su filiación c u lt ura , en 98 Boman sostenía que los Ocloyas eran indios humahuacas; Coni, en 95, nos deja una confusa caracterización —como se desprende de la cita que encabeza estos párrafos—, la cual descartamos de plano pero a la que además agrega que dichos indios (ocloyas) ... habrían constituido el extremo Sur de la gran familia quichua...” (Coni; 95: 5). Tommasini (933: 34) basán dose en el documento que el 4 de Diciembre de 596 mandó levantar en Jujuy don Juan Ochoa de Zárate afirma que “... desde tiempo inmemorial antes aún de la conquista, l os Ocloyas estaban subordinados a los Humahuacas...” El párrafo del citado doc um en to en el que se evidencia que los Humahuacas tenían sus terrenos de labranza en el valle de Ocloyas vendría a poner de manifiesto no solam ente identid ad de raza, lengua y costumbres entre ellos más también podría hacer creer que los Ocloyas fuesen una fracción y un desprendimiento del pueblo de Humahuaca” (Tommasini; op.cit.: 36). Esta tesis es aceptada por Salas, aunque con objeciones que lo llevan a afirmar que la documentación conocida no permite asegurar que los Ocloyas fueran realm ente Hum ahuacas (Ibid: 5). Pero volvamos a Tommasini, quien partiendo del supuesto que los indios de Sococha eran quechuas, sin especificar en qué basó su juicio, analiza el itinerario de Matienzo y otra serie de documentos (que consulta en el archivo del Padre Cabrera), a partir de los cuales co lige la pertenencia a grupos peruanos de los indios Humahuacas. Asimismo con la Probanza de Argañaraz, establece la relación entre O cloyas y H um ah uac as y, apoyán dose en Sotelo Narváez concluye que los primeros también son peruanos y satélites de los Humahuacas. Tales afirmaciones, aunque reconoce poco menos que temerarias, se basaron en “ ... tre inta a ños de m isione ro entre las tribus del Chaco, en contacto con los indios de Suipacha y Sococha y en el Norte de Salta y Jujuy...” (Tommasini; op.cit.: 42-4 3). Esta tesis del origen quechua de Humahuacas y Ocloyas es desesti mada por Salas, quien considera más apropiada la de Coni, que los cree de origen Chicha; aunque la asimilación de los C hichas “ a la fam ilia quechua” que éste propone lo descalifica. En esta cuestión vuelven a ayudam os las in ves tig aciones en el terreno. Los valles de Iruya, Santa Victoria O., Nazareno y Vallegrande no encie d instal io s arqueológicas d tie E to le l
conte. on e x c e p c n e t m o , e sto s s t o s a te s o ra n r e a s e n s t a a ción p eq ue ña s, m u y in f e r io r e s e n e n v e r g a d u r a e d i l ic i a a l a s d e H u m a h u a c a . A punt tal q ue ju n t a s p o d rí an c a b e r d e n t ro d e l á r e a i n t ra m u r o s d e T i lc a r a . Papachacra e s h as ta a h o r a la i n s ta la c ió n p r e h i s p á n i c a d e m a y o r f u s t e y c o n ello apenas s u pe ra la c a n t id a d d e 8 h a b i ta c i o n e s y u n a p o b l a c i ó n m e d í a relativa de 5 habitantes ( A . N ie l s e n ; 9 8 9 ; M S ) . S i e s t o s f u e r o n lo s enclaves d e S ic ay a , T a c a l a y s o , C h i c s a y l o s m e n t a d o s O c l o y a s , e s t e e s c a s o nivel d em o g rá fic o p e r c ib i b le e n l a s c o m a r c a s o r i e n t a l e s d e H u m a h u a c a quizás e xp liq ue q u e h a y a n p a s a d o p r á c t ic a m e n t e d e s a p e r c i b i d o s p a r a e l español. También es oportuno recordar q u e la h e g e m o n í a c a s te lla n a fu e ejercida en lo s f o n d o s d e v a l le , c o m o e l G r a n d e d e J u j u y y S a l í a y n o e n aquellas a sp er ez as s e rr a n a s d e S a n t a V i c to r i a , I r u y a y V a l le g r a n d e . E s ta s
se encuen tran e n tr e la s r e g i o n e s m á s a l t a s y e s c a r p a d a s d e l N . O . a r g e n t i n o . Las p rim e ra s fu n d a c io n e s “ e u r o p e a s ” d a n p r u e b a d e e s t a m a r g i n a l id a d ; fueron las de A c y te , S a n t a V ic to r ia e I r u y a , y tu v i e r o n l u g a r r e c i é n e n t r e 786 y 83. Entre e sta s f ec h a s c a s i r e p u b l i c a n a s y l a s d e l o s Y u p a n k i , Q u i p i l d o r o V iltipoco, lo s p o co n u m e r o so s y m a r g i n a d o s O c l o y a s , T a c a l a y s o , C h i c s a y Sicayas tu v ie ro n t ie m p o s u f i c ie n t e p a r a e s f u m a r s e d e l e s c e n a r i o é t n i c o .
L le g a n lo s c o lo n o s S egú n I b ar ra G r a s so , O c l o y a s , O s a s y P a y p a y a h a b r ía n p e r te n e c i d o a la etnía Hum ahuaca (9 7); m ien tras q u e A . G n z á le z ( 9 8 ) y A . L r a n d i (1984) aprtan e x p lic ac io n es q u e v a n m á s a l lá d e d i c h a c u e s t ió n . El d ocu m en to a c erc a d e la “ I n fo r m a c i ó n l e v a n t a d a p o r d o n J u a n O c h o a de Z á ra te ...” d e 59 6 ( T o m m a s in i ; o p . c it .) h a s i d o c o n s i d e r a d o c o m o u n o de los m á s re le v an te s p a r a e l e s tu d i o d e l a s r e l a c i o n e s e c o n ó m i c a s y g e o p o líticas en tre lo s O c lo y a s y s u s v e c i n o s q u e b r a d e ñ o s , l o s O m a g u a c a s . L o s dichos del capitán D iego d e T o rres y de l tes tigo P e d r o G o d o y q u e a s e g u r a n "... que los y nd io s d e o m a g u a c a t ie n e n e n s u v a l l e d e O c l o y a s s u s c h a c r a s d on de s ie m b r a n s u m i z c a . . . ” , a s í c o m o l a a fi r m a c i ó n — p o r p a r t e d e l
segundo— d e q u e lo s O m a g u a c a s t en í an m i ti m a e s e n e l v a l l e d e O c l o y a s . han llev ad o a G o n z ále z y L o r a n d i — a u n q u e c o n s u t il e s d i f e r e n c i a s — . a l planteo co n ce ptu al d e l a e x i s te n c i a d e c o l o n o s é t n i c o s o “ l la c t a r u n a s " ,
Fig. 9.5. Mapa de las Misiones Jesuíticas datado en 647 don de se d eta lla la ubicación geográfica de topónimos y naciones indígenas. Pueden obse rvarse I los nombres Tilcara, Omaguaca, Occloias, Orec hon es (Chichas O rejon es ?), Mataguays (Mataguayos?), Chuys, Talina, Tupiza, S ococha, Sipu ch a (S uipa ch a), Mochará, Cotagait a y muchos más relacionados con el tem a de este ca pítulo . Obsérvese la ubicación de Pária, en la ribera S. de l lago Aullagas, en la p osició n del
“entradas y salidas de los Omaguacas al valle de los Ocloyas. Considera que la tierra debió estar dividida en diferentes parcelas; las principales explotadas por grupos locales y, junto a éstas, las “tierras del Inca“, “del Sol” y “del curaca ”, cultivadas p or m itimaes O mag uacas dedicados “. . . a explotar tierras pró digas , presu m iblem ente de pro duc tos no cultivables en las tierras altas de la Puna y Quebrada...”, sumando su presencia a los mitimaes militares (González; op.cit.: 354). Al reinterpretar el pleito de Ochoa de Zárate (596), Lorandi selec ciona el testimonio de Diego Ayllon, cu yos dichos le parecen relevantes y propone para los grupos Omaguacas y Ocloyas un modelo de explotación inka de ‘‘archipiélagos agrícolas y artesanales”, semejante al implantado en los vales de Abancay y Cchabamba, pero con la salvedad de que no ha encontrado aún el documento histórico regional que lo pruebe. Según este modelo, el "... núcleo de población instalado en Omaguaca, en el centronorte de la Quebrada, tenía tierras en el valle de Ocloyas ", el cual habría sido "... asiento de mitimaes (llactarunas”) desagregados de distintos grupos étnicos, sugiriendo la existencia de un poblamiento multiétnico de la zona...” (Lorandi; op.cit.: 3). La información de Ayllon " ab inicio e ynm em oria l m em o ria ” le sugiere que habrían existido mitimaes Omaguacas en Ocloya desde tiempos preinkas; aclarando en este contexto que el “ llactaruna” en e l siglo XV I equivalía como su nom bre lo indica — “gente de pue blo”— , al colono étnico, “... se encuentre éste en su nú cleo o en otras fierras donde tenía derechos de cultivo...", mientras que el término “mitimaes” que aparece en los documentos hace referencia a gentes relocalizadas por los Inka (ibid: 34). Prpne que "... Omaguaca pudo ser la cabecera de un archip iéla go estatal, dado que a fin e s del sig lo X V subsistía, a l m enos en parte, un cierto control político de los curacas sobre las poblaciones de l valle de O cloya. ..” (Ibid: 39). R especto de la naturaleza y origen de las relaciones entre ambos grupos, Lorandi abanica cinco alternativas: ) que existieran mitimaes Omaguacas (“Llactarunas”) en Ocloya desde tiempos preinka; ) que los llactarunas hubieran cumplido mitas (tumos) en establecimientos inkas en el valle de Ocloya; 3) que el valle estuviera ocupado por “indios no omaguacas, llamados ocloyas”, compartiendo territorios multiétmcos ambos grupos; 4) que aceptando la intervención Inka en el valle de Ocloya y el consecuente reparto de “suyus” estatales, éstos hayan sido cultivados por otros grupos, como Chichas, Churumatas, Chuys, Yapanatas, Osas y
Eta última alternativa , que a su juicio se desprende del Pleito de 1596 l a l l e v a a comparar la problemática Omaguaca-Ocloya con aquella planteada por Wachtel (1980) en ei valle de Cochabamba (Ibid: 139-140). Hemos consignado la suma de afirmaciones que ha merecido el tema desde las épocas de Tommasini. Hasta aquí llegam os con la certeza de que nada nuevo en materia de documentación h is tó ri c a ha aparecido en el escenario de Humahuaca. Mientras tanto, las hipótesis se suman y se reiteran los lacónicos informes de Lozano, Narváez, Ochoa de Zárate, Monje y Argañaráz. Acentuándose la carga inductiva de algunas explica ciones , cuyo manejo de analogías conlleva ¡a extrapolación de modelos pertenecientes a otras secciones del universo andino, que cuentan con infor mación etnohistórica más pródiga.
Las etnias de la Quebrada de Humahuaca Por la similitud de los contextos arqueológicos que rescató en el altiplano de Atacama y siguiendo al cronista Lozano Machuca, el sueco Eric Boman denominó “Atacamas” a los grupos Omaguacas, Cochinocas, Casabindos y Rinconada. No obstante, en un mapa de su autoría señala a la mayor parte de la provincia de Jujuy como “Omaguaca”, ubicando dentro de ella las diferentes parcialidades. Años después, nuestro conocido Miguel A. Vergara explícita que el O. de la actual provincia jujeña, la menor parte, fue considerada diaguita, funda mentalmente por los seguidores de la tesis de Sotelo Narváez; mientras que el resto fue habitado por los Omaguacas en el N. y los Jujúies en el S. (Vergara; 1934:31-32). Cita como tribus Omaguacas las concedidas en encomienda a Martín Monje por Francisco Pizarra, a mediados del siglo XVI desde Perú. De todas ellas, las cuatro últimas “Chalina” (Talina), Demetina, Charomatas y Chuyes, con sus ochocientos indios, habrían estado cerca de Omaguaca. Da a conocer también los nombres de los caciques Tontola y Vieca (Vilca?) así como la referencia acerca de un tal Valle Maní (Ibid: 36). Salas retoma esas fuentes, las que sumadas a otras y a su talento, le permiten componer su excelente tesis doctoral publicada en 1945. Vale la pena consignar la opinión de Vergara acerca de las tribus que habitaron la Quebrada de Humahuaca: Uquías y Purmamarcas; Tilcaras; Tumbayas que habitaban el valle del Mani (Archivo Trib de Jujuy* Protocolo de 1596; f.33); los Tilianes, que habitaban la región llamada posteriormente El Volcán; los Yalas, muy próximos al valle de Jujuy y los
Purmamarca:
Ete nombre, que desde los tiempos anteriores a la conquista designa la región meridional de la Quebrada de Humahuaca y también el valle de Jujuy, y que se ha conservado en la toponimia regional “... es sin duda de origen quichua y está compuesto de purum: desierto y marca: región. P or lo tanto, (...) aludiría a la calidad de despoblado que, según Oviedo, le pertenecía a esta c o m a rc a . (CanalsFrau; 943:5). Añ antes, Cabrera había recono cido distintas acepciones de este topónimo tales como Purmamarca; Plrmamara; Pmamara; Prmamara y Prmamara (Cabr era; 96). Ya en 98 Boman sostenía que Purmamarca y Puquiles constituían o bien un mismo pueblo de indios, o bien dos parcialidades de la Quebrada. Aimim Lzan, en la página 48 del cuarto Tomo de su conocida obra los denomina "... homaguacas y puquiles del valle de Prumamarca.. ” . Tilianes: Según ya hemos citado, V ergara sostuvo que estos indios eran origina rios de la región de El Volcán. Documentos como el Aut de Mercado de Peñaloza (1595) sitúan el pueblo de “Tiliar” o ‘T ilia n“ a 5 leguas de Jujuy y no más de 2 o 3 de la Quebrada de Purmamarca. Ello los ubica como habitantes de los confines meridionales del universo Omaguaca, en el portal S. de la Quebrada. Tilcaras: El “Pleito entre los indios de Tilcara y los de Uquía sobre un potrero en la parte alta de la quebrada de Juella” que data de los años 1690-1699 aporta interesantes datos sobre la territorialidad de los primeros, ya que “... de tiempo Inmemorial a esta parte han tenido y poseído y poseen al presente p or tierras propias y pos suyas las que están desde la quebrada de Yucara hasta el río de O maguaca y desde a llí el río arriba hasta el asiento de Tumi de una banda y de otra y otras tierras en la quebrada de Purmamarca hasta las tierras de Yucaira y Chelisto, y M aymala y Tilcara y Tumi. . ,p" osesión que se ve confirmada por el cacique y otros indios de la Quebrada de Purmamarca (Salas; op. cit.: 47-48). Existe una buena posibilidad de que este documento esté marcando los límites territoriales de la antigua Jefatura indígena, donde Tilcara —nos referimos a la instalación arqueológica— desempeñó el rol de “capital" de dicha jefatura bajo el mando de Viltipoco y los topónimos Tumi, Yucara, Chelisto y Purmamarca, las fronteras. Lamentablemente a excepción de la
Mm: E n el Itinerario de Matienzo se puede leer que del despoblado de Omaguaca - cuya extensión es de leguas— se llega, después de 6 leguas a “M a imera”, pueblo de indios Omaguaca. En la opinión de Salas este documento podría sugerir que los Maimara estuviesen integrando el mismo territorio de los indios Tilcara " . . . y que sólo los separara la vaga diferencia de un topónimo, que diera un nombre particular a la tribu..' (Salas; op.cit„ 48). También en vaga la diferencia territorial e n t r e Tilcara y Maimará, separados apenas por un par de kilómetros siguiendo el Capacitan que las une.
Omaguacas, Chichas y Atacamas, viejas hipótesis para contrastar “... hay oíros indios que confinan con los indios de guerra de Omaguaca y Casavindo... y con estos indios atacamos y cien españoles se podría conquistar toda la tierra de Omaguaca, que está cuarenta leguas de atacama, y se tratan y tienen rescate entre ellos de oro y plata y saben toda la tierra y los Omaguaca es poca gente y tienen mucho ganado de la tierra y mucho oro y plata..." Pedro Sande; 8 de Noviembre de 1581. la región comprendida entre el valle de Jujuy y lu provincia altoperuana de los Chichas hallábase poblada por numerosas tribus guerreras, entre las cuales eran especialmente temibles las de los Humahuacas, Cochinocas, y Casavindos... dominados y sublevados, reconquistados y vueltos o rebelar ... R. Jaimes Freyre, 1914.
Al ocupamos de los antiguos Omaguacas surge inmediatamente la necesidad de establecer tanto su situación territorial como las relaciones interétnicas que mantuvieron con los pueblos que ocuparon su flanco oriental, tema que hemos ya explorado, como así aquellos situados al poniente. Como dijo Lizárraga, “esos confines llamados los Casavindos y Cochinocas” de la actual puna de Jujuy (R. Lizárraga; 1605,1916). Dos corrientes interpretativas han pendulado sobre el tema: tienen sus
En 1908, baánde en sus trabajos y los de Senegal de La Grange, Bollaert. Philippi, Diehl y Vaisse, Boman afirmó que el occidente de la provincia de Jujuy presentaba una total identidad con los vestigios del N. de Chile, específicamente el Oasis de San Pedro de Atacama (llamado Atacama La Alta) y el valle Alto del Rí La (Atacama La Baja). Ello lo llevó a postular una prolongada presencia de la cultura atacameña en el sector oriental de la Puna, remarcando a su vez, las diferencias entre estos restos culturales y los de la Quebrada de Humahuaca y el sector N. del valle Calchaquí. Aimim, creyó ver en los relatos históricos de Lozano Machuca y de Herrera y Tordesillas la confirmación etnohistórica de sus presupuestos arqueológicos, estableciendo la conocida sinonimia entre los términos “Atacama” y “Apatama”, bre la que después volveremos. La falta de trabajos arqueológicos le segaron la posibilidad de incluir la Quebrada de Humahuaca en el ám bito de dichas influencias atacameñas. Treinta años después, al realizar un compendioso estudio sobre el acervo cultural de los atacamas en Chile, Latcham establece que su zona de origen habría correspondido al actual Salar de Atacama La Alta. En 945, como acápite de su archicitada tesis, Salas reconoce la filia ción Chicha de algunas de las tribus que poblaban el N.E. y E. de la Quebrada de Humahuaca —basándose fundamentalmente en datos histó ricos—; pero respecto del contexto arqueológico propio de la cultura de Humahuaca, expresa que es en el área "... atacameña donde se registra el hallazgo de la casi totalidad de los elementos que constituyen la cultura Humahuaca agregando que "... nos inclinamos a pensar, basándonos... en las grandes analogías que presentan entre sí Atacama, Puna y Humahuaca, que la primera ha actuado como un centro de dispersión y de profunda influencia cultural sobre las o tra s..” (Salas, op.cit.: 6 y 65). Dicha influencia se remontaría por lo menos a tiempos Tiwanaku. En una época en que ya la tesis de Vignati hacía sentir su peso dogmático sobre la arqueología argentina, Salas concluye confiando en que posteriores investi gaciones confirmen la posible afinidad étnica y cultural de los grupos Atacama, Puneños y Humahuacas. Desde un punto de vista arqueológico, Bennett, Bleiler y Sommer (948) establecieron en la Puna argentina la existencia del llamado “Puna Cmplex”, configurado sobre elementos de la cultura material. Pteriormente, en 953, Canals Frau admite en la Puna argentina la existencia de grupos de cultura, al menos, “básicamente atacameña”, pero al notar la falta de ciertos elementos considerados característicos de la filiación atacameña, llama a los indios del
Bman en los trabajos de C i r o R . Latón (965) sobre la “cultura Humahuaca“ y “cultura Atacam eña tipo Doncellas “. En ellos consigna la aparición de rasgos tardíos de la Quebrada de Humahuaca en sitios de Ja Puna y Atacama: y la de lo s m ism os en sen tido inverso . También en los de Jorge Fernández, quien ai transc ribir en ap oy o d e sus ideas la cita de Pedro Sande, que incluimos arriba, afirma "... L o s in d íg e n a s atá cam enos de Chile tenían trato frecu en te o continuo con los O m ag ua cas al promediarel sig lo X V I y conocía n p e rfe c ta m e n te s u s tie r r a s ...” . Señalando que este trá fico lo probaban las cara cterís ticas arq u eo ló g ica s de la Quebrada de Humahuaca y que imp licaba tamb ién “... su p as a je continuo p o r la puna ju jeña... desde sus cuarteles en los oa sis de Sa n P ed ro y Toconao (...) de modo que sus pobladores o bien perten eciero n o fu e ro n afines a ese grupo, o bien tuvieron que aceptar todo el peso del influjo atacameño que sobre ellos actuó durante tanto tiem po ...” (Fernández, J: 978:-3). V ignati afirm ó en 93, basán do se en S ote lo N arv áe z, H errera y Matienzo, que el sector oriental de la Puna fue h ab itado p o r grupo s de filia ción Chicha, excluyendo de manera terminante a los atacameños del terri torio argentino. Sobre la región del Rí San Juan M ay eñ alab a que:". por su pobreza y por su aisla m ie nto , tenía q u e s e r in flu id a necesa ria mente por la cultura de pueblo s vecin os y esp e cia lm e n te... lo s H u m a h u a ca s..." . No obstante, sus registros arqueológicos le llevaron a creer que" ...los pueblos allí ubicados pertenecía n a la na ció n C h ic h a ..." , agregando que las etnías del San Juan Mayo " ... vivieron estacionarios recibiendo la influencia de las culturas que les eran vecinas pero sin identificarse tu fundirse en ellas...” . (V ignati, M.; 93:55). Los supuestos de Vignati pueden resu m irse en cu atro p u n to s básicos: — los habitantes del San Juan M ayo pe rtene cían a la n ac ión C hicha; — la expansión de los pueblos Chichas alcan zab a en el N .O . argen tino hasta Casabindo; 3 — los Chichas lim itaban al S . con los C alch aq u íes; 4 — los Atacameños no han existido en territorio arg en tin o. Estamos en condiciones de contrastar las tres p rim eras h ip ó tes is de Vignati. Dos de las cuales, la segunda y la tercera, deben ser rechazadas. No negamos que haya habido difusiones culturales C h icha s p re- In k a Sin embargo, la presencia Chicha en la puna de A rg entina no obedece a un estim ulo expansivo propio, con captura de territorio sino a l T aw an tinsuyu. Su alfarería aparece dentro de áreas intram uro s de tam bos In ka co n arqui-
mitimaes —Chichas— que prestaron servicio en la Puna jujeña durante el dominio Inka. Otro rechazo involucra la tercera hipótesis sobre la vecindad entre Chichas y Calchaquíes. La presencia del señorío Tastil, ocupando una terri torialidad en Quebrada del Toro y Las Cuevas, entre la Puna de Salinas Grandes y el Valle Calchaquí, cierra la posibilidad de suponer posiciones limítrofes entre los Chichas potosinos y los Calchaquíes del valle homónimo. Los tastileños tuvieron rasgos culturales propios: los arquitec tónicos se separan claramente de los Chicha (Raffin; 1988) y u alfarería más popular fue la del estilo Pma Negro/ R j y P m a B rravin/Naranja. Aún cuando en su superficie se observan tiestos que pueden ser atribuidos a los Chichas, éstos deben ser referidos a la tardía presencia Inka, dado que e l Jatumñan transcurre por el suburbio N.O. de la instalación (E. Cigliano y Otros; 973. J. Hyslop; 984). La primera hipótesis de Vignati está relacionada con la dispersión de los Chichas por el valle del San Juan Mayo. Su alfarería ap arece reiterad a mente en tos sitios Inka (Raffin y C l; 986 y 99), desde el S. del Lago Ppó-Aullagas hasta La Huerta, dentro de las áreas intramuros de 4 de ellos. La mayor frecuencia de tiestos Chicha se registra desde Acande y Ramada hata Calahoyo, Yoscaba, Pzuelos, Titiconte y otros sitios del oriente de Humahuaca. Esto significa un ámbito extendido desde la actual provincia boliviana de Sudchichas (Departamento de Ptí), el extremo boreal de Jujuy, Iruya y Santa Victoria Oeste en Salta. Las mayores frecuencias de esta alfarería se observan en las quebradas de Talina y Suipacha (Chuquiago, Ramada, Chipihuayc, Chagua y Calahoyo). Estos hallazgos contrastan favorablemente la hipótesis. Sobre el hábitat Chicha —tal como para el caso de su lengua— hay también discrepancias. Esta nación fue pa ra Vignati una cuña étnica, exten dida desde Bolivia hasta Casabindo, en Argentina, donde se habrían contac tado con etnías diaguitas; o desplazada hacia el oriente, involucrando los territorios de Tarija y el extremo N. de Salta (Serrano; 94). En su expan sión hacia el E., esta cuña correspondería a Churumatas y Tomatas así como a los Chichas orejones, parcialidades que habríán poblado la cordi llera oriental, llamada Sierra de Santa Victoria del lado argentino. Aquella lejana sinonimia planteada por Boman, quien creyó ver en el término “apatama” la referencia a indios “atacama” , fue rechazada po r Coni y Vignati, quienes no aceptaron su asimilación, argumentando que en los documentos históricos aparecen reiteradamente citados en forma indepen
lo s v o c a b lo s "a p a ta n a " y "p a ta m a ": a l s e r el último de ellos originario de los Lipes, consideró que los apatamas bien pudieron ser Aymará" “ como todos los lipes, y que estaban instalados en ese mismo partido.. " (Salas; op.cit.: 7). R ecientemente Krapovickas ha sugerido la posibilidad de que los apatam as hayan sid o gru pos C hich as qu e participaron, junto a Casabindos y C ochin ocas en tre otro s, en las sublevaciones del cacique Juan Calchaquí a fines del siglo X V I (Krap ov ickas ; 984: 3). Arqueológicamente la cosa parece más clara. La cerámica muestreada por nosotros en los enclaves del extremo boreal de Argentina pertenece al estilo Queta, que guarda algunas similitudes formales con el estilo Chicha, pero a la vez se identifica por una decoración muy particular de aquélla. Los indios de Rincnada. Caabind, Queta y probablemente Doncellas hacían esa alfarería guardando un estilo propio, identificable del Chicha potosino, del atacam eño chileno y aún d el Yavi. Existe una regionalización de esos estilos, lo que conduce a la idea de una inde pen de ncia terr itoria l y p o lítica en tre C asabindo s, Chichas y Atacama. L Yupanki en su entrada de 47 horizon talizaron esa regionalización al usar obreros C hichas, C asabind os y Atacama en el tendido sus tambos y generando la m ezcla de estilo s que se registra en su sistema.
Omaguacas y Atacama. Nuevas hipótesis para contrastar Los recientes trabajos de M. Gentile y P. Krapvicka evidencian en qué medida distintos marcos teóricos han condicionado las estrategias de observación y la interpretación de similares documentos históricos. Como por ejemplo la mentada encomienda de indios depositada en Martin Monje. A partir de su análisis, M. Gentile rastrea la raigambre del cacique Quipildora. Este apellido, según Nardi, es de origen Kunsa, siendo el Salar de Atacama y el valle del Loa los ámbitos de esta lengua (Nardi, J. En: Gentile; 986: 7). Este cacique pudo haber tenido su asiento en Humahuaca o en Tilcara y presumiblemente habría contado con aval inka para acceder a él, por lo cual se explicaría la denominación dada a la “provincia”. Aparece a continuación el nombre de Viltipoco como “señor de Omaguaca y su provincia". Gutierre Velázquez de Obando al referirse
(1986), “Ville”, “Vilti”, significa en Kunsa “halcón“, “águila*’, “aguilucho” y “Diego” es nombre que reemplaza al de la huaca (Ibid: Nota ). Añ má tarde, en 63, vuelve a aparecer el nombre de Francisco Viltipoco. cacique principal, de 4 años, residente en el poblado de San Francisco de Tilcara e hijo de Francisco Viltipoco. E ste último tal vez contemporáneo de Diego, capturado por Argañaráz en Purmamarca en 595. Esta influencia atacameña puesta de manifiesto a través de una casi centenaria tradición de nombres Kunsas en la región, le permite a Gentile postular que .. .l a filiación de los habitantes preincas de la puna y quebrada, y la situación de Quipildora y sus sucesores indican qu e fueron atacamas. Incluso es lícito plantear a quí el Kunsa como “lengua general ” de todas las variedades culturales tardías prehispánicas, desde el Loa hasta la Quebrada de Humahuaca inclusive" (Ibid:99). Aclarando que no habría existido un “control vertical” o irradiación, sino un cúmulo de relaciones sociales que por medio de alianzas aseguraba la independencia local, pero con el beneficio de un “comercio” regional. Conclusión que se apoya en el supuesto que los caciques Quipildora, Vilca y Gaite, a comienzos de la conquista española, habrían ostentado una misma jerarquía política y “compartido” el territorio que mediaba entre el Pacífic y Humahuaca, aunque conservando particularidades propias. Siendo sus posibles asientos Calahoyo o Rincnada (Vilca) y Cochinoca o Casabindo (Gaite) (Ibid: 99). De acuerdo a nuestras investigaciones, Calahoyo queda excluido de esta lista por tratarse de un tambo inka, a diferencia del Pukará de Rincnada cuy rag arquitectónicos sí permiten adscribirlo como una instalación local, con identidad propia y ocupando desde tiempos preinkas hasta históricos (Raffin; 1989: 158). Según la interpretación de P. Krapvicka (1984:12), la encomienda de Villanueva (539-557) presenta el pueblo de Cochinoca —aunque sujeto al principal Tavarca— como dependiente del cacique Quipildora de Humahuaca. Ello a su entender sugeriría que “... los cochinocas fueron tai vez una colonia Omaguaca enclavada en la Pu na . . Pero al no hallar otra mención semejante en los documentos consultados prefiere la hipótesis de que “... (los) casavindos y cochinocas (eran) partes emparentadas de una unidad mayor...” que denominará, en base a sus hallazgos arqueológicos, “Cultura de Casabindo”, diferenciada de la de Atacama —aunque con similitudes— y cuyas "... mayores afinidades (...) se evidencian con relación a la cultura contemporánea desarrollada en la vecina quebrada
Cchinca eran dos parcialidades atacameñas chilenas, instaladas en la Puna de J ujuy. Para él la Cultura de Casabindo sólo muestra similitudes m uy generales con la Atacam eña, a la vez que comparte rasgos con las restantes de ámbitos vecinos. Cree razonable afirmar que "... casavindos y cochinocas con stituyeron un a etnía autóno m a fre n te a las demás (...) no fu eron una p arcialidad a tacam eña y ... mantuvieron estrechos lazos con los omaguacas..." (Ibid: 21). Tesis que avalan los documentos históricos al registrar los nombres de estas entidades como una “tríada inseparable" Aimim, tiene que las menciones sobre presencia alacameña-chilena en el N.O. argentino se deb en a traslados p osteriores a la conquista. Para ntr existen re spue stas parciales a estos interrogantes: — Si el kunza fue lengua gen eral debió habe r dejado su impronta en la toponimia regional con elevado porcentaje de topónimos, circunstancia que no o curre. — La cultura Casab indo, si bien co m parte algunos rasgos generales con la Atacam eña, no puede identificarse con aquélla. Su alfarería no es el estilo Dupont o el Hedionda de Toconce y Caspana en el A lto Loa (A ldunate, C. y V. Castro; 98) . Tampoco es el San Pedro Rj del Oasis de Atacam a (Núf lez, L., 965). Su arquitectura ritual funeraria se ejecutó en criptas en cuevas y no en las Chullpas atacameñas. A dif erencia de la chilena, Casabindo no recibió estímulos Tiwanaku directos; rasgos puntuales que, del mismo modo como acontece con la cultura material de los Chichas potosinos, poseen independencia desde los tiempos de los “ D esarrollos R egionales . Nada más oportuno que recordar este término com o exp resión de regionalización cultural anterior a los Yupanki. Las afinidades más notorias de Casabindo deben buscarse con Humahuaca. La proximidad de los territorios atribuidos a estas entidades explican en parte sus contactos, puesto que "... el gran bolsón pun eño que constituye el centro de la cuenca Miraflores-Guayatayoc-Salinas Grandes — sede de la Cultura de Casabindo— , está separado de la Quebrada de Humahuaca por una sola cadena m o n t a ñ o s a ,.s" iendo su comunicación A quienes agradecemos su hospitalidad en un reciente viaje por Atacama “LaBaja",
"... indirecta y facilitada p or innum erab les que brad as secund arias trans versales...” (Krapvicka; p.cit.21). Cmpartim la idea, pero discre pamos en cuanto a una tardía d ifusión histórica desde Atacama a C aabind —y viceversa—. Los contactos registrados desde los tiempos Formativos (5 a.C.) entre San Pedro I, Cerro El D ique, Las C uevas, Cam po Colorado y varios enclaves más. L as difusion es d e alfarerías Isla a San Pedro II, Yaví y Tilcara Negro sobre Rj en San Pedro III; o la presencia de cerámica rojo atacameña en Tastil, son algunos ejemplos que explican contactos interétnicos desde tiempos anteriores a los Yupanki y son reflejo de una dinámica que no nece sitó del estímulo español para actuar.
En torno a la estructura social de los Omaguacas ”... el dicho capitán don Francisco de Argañaraz prendió al mayor tirano capitán que había en la dicha Cordillera que era el más temido y resp etado de los yndios de toda la provincia y el m ás belicoso y astuto en la guerra y en los asaltos y robos y muertes que sucedieron llamado Viltipoco y éste era el genera de los dichos yndios de la provincia así en el valle de C alchaquí com o de Om aguaca y Churum ata y Apanata y O m anata y Chiriguanaes y finalmente de todos los yndios de aquella provincia era el superior...”. Prbanza de M éritos y Servicios de Don Francisco de Argañaraz. 24 de Diciembre de 596. Mucho se ha escrito sobre este singular Viltipoco, quien a fines del siglo XVI detentaba su poder desde los confines orientales de la Puna hata, al menos. Purmamarca de H umahuaca. Un personaje con el carisma necesario com o pa ra aglutinar . guerreros, de diferentes naciones, con vínculos interétnicos conflictivos, pero que enfrentados al español hicieron de la defensa de sus territorios una causa co mún de supervivencia. La pregunta es: ¿Quién fue realmente Viltipoco? ¿Un hombre que accede al poder víctima de las circunstancias?; ¿el heredero de un mandato otorgado por el Tawantinsuyu?; ¿un héroe mesiánico en la reivindicación indígena?; ¿la respuesta xenofóbica a la invasión blanca?. En un plano referido a la situación política y social precolombina de
O i estas situaciones de confederación entre jefaturas se remontaban a épocas anteriores a la conquista Inka del N.O. argentino. La hipótesis de Gentile se inclina por la última de estas alternativas. Pero aunque la respuesta le parece clara, reconoce que ella contiene a su vez otro interrogante. Si la interacción Puna-Quebrada existió desde antes del tiempo de los Inkas, ello no explica .. si los de la Quebrada llegaron a establecerse en la Puna de la mano de l os cuzqueños, o si ésa fu e la situación pre-inca también . ..” (Gentile; op.cit.: 96). Lorandi sostiene que si bien la tradición española extendió el nombre de “Omaguacas” a todos los habitantes de la región, el estudio documental —como ya lo había demostrado Salas en 1945 — revela que muchas parcia lidades se reconocían a sí misma con gentilicios propios . Ello constituye " u n hecho significativo y revelador de un cierto grado de atomización étnica, paralelo al de atomización política ... (L oran di; 984. 6). Consecuentemente, no habría existido en tal diversidad de tribus una “conciencia étnica común” que los uniera frente ai enemigo blanco, por o que el poder de convocatoria de Viltipoco sólo habría sido .".. un p o d e r aglutinante en momentos de crisis social..." (Ibid). La prueba documental de la existencia de diversos cacicazgos atomizados se halla en las declaraciones de los testigos de la “Información levan tada por Don Juan Ochoa de Zárate" (596). Ellos identifican al cacique Viltipoco en Purmamarca, a Tlay en Omaguaca y luego a Limpita (por prisión de aquél) y al cacique Layssa de los Churumatas. Pr lo tanto éstos habrían sido jefes de comunidades "... y no podían... ejercer auíorida sobre indios sujetos a otro señor...” (Ibid: 8). Al definir la “provincia Inca” de Humahuaca, González ubica .".. l a capital del curacazgo Humahuaca (O magu aca) en el P u ca rá de Tilcara..” (González; 98: 369). Respecto de la organización política de la Quebrada afirma que "... pudo constituir un Señorío, definido geográfi camente desde mucho antes de la penetración inca a su territorio” , por lo que ello "... habría facilitado la organización política de los habitantes de la Quebrada durante el Período Imperial.. “ (Ibid: 345). Sobre la trascen dencia de Viltipoco y sus sucesores, como la del propio Juan Calchaquí. " fue concluye que debió existir "... una tradición inca de p o d e r . .que heredada por ellos. (Ibid: 358). Uno de los participantes de esta obra, A. Nielsen, sostiene que la contrastación arqueológica de un posible nivel de Señorío alcanzado por la etnía Omaguaca y por aquellos pueblos orientales que formaron parte de
existencia de 3 instancias de liderazgo, donde cada comunidad habría respondido a un cacique, cuyo gentilicio pudo haberse extendido a lodo el grupo. En un nivel de mayor com plejidad pudie ron reunirse va rias co m u n i dades que responderían a un Jefe regional; mientras que sólo en casos excepcionales pudieron reunirse éstas en tom o a un ún ico líder , exce pto los Churumatas, que habrían con stituido un Señ orío. La preferencia Inka de conquistar solamente aquellos territorios ocupados por Señoríos (Espinoza Soriano; 987: 477) parece dar una respuesta alternativa sobre la organización social. A u vez, el sistema de poblamiento prehispánico de Humahuaca aporta pruebas de peso. Ateniéndonos a algunos datos puntuales sobre el uso del espacio y bajo la norma de que el almacenaje y el c on trol de la produ cción am eritan la fo rm a de organización social de Señorío, recordaremos a propósito dos hipótesis de uno de nosotros (Raffin; 1989: 191). 1
N - existen evidencias probables de redistribución con previo acopio en almacenes comunales en el N.O. argentino preinka. Hasta los Yupanki éstas evidencias se registran en el ámbito unifamiliar, dentro de las propias residencias; mientras que son ostensibles las actividade s de p roducc ión agrícola y de m olienda en sitios com unitarios ad hoc.
Esta alternativa implica que existía una organización de nivel compa rable al de Señorío de ac uerdo a E. Se rvice. Pero su p oder de afianzamiento y control era débil, con lo cual estaríam os en presencia d e una form a social que estaba recién transponiendo los umbrales de ese estadio en momentos de la invasión Inka. — Con la penetración Inka aparecen los almacenes com unales, no solamente en Hum ahuaca sino tam bién en otros ámbitos del N.O. argentino y Ptí, cm pr ejemplo T iticonte en Iruya, C octaca en Humahuaca, Oma Prc en Aullaga, El Shincal y Hualfín en el valle homónimo. Esto significa la intromisión de mecanismos de tributo, almacenaje y redistribución controlados por una organización d e tipo estatal. En o tras palabras, po r obra de estímu los tecno-económicos y sociales,
de la quebrada y Teluy la sección boreal. Ese era el nivel sóciopoí´tico alcanzado por otras naciones homologables a los Omaguaca y vecinos por el N., como los Charcas, Quillacas, Soras, Caracaras y Chichas, de los que poseemos mejor docum entación eínoh istórica probatoria. Como corolario de esta problem ática vale reiterar una vez más que el término Señorío, el viejo chiefdown de J. Steward o Jefatura o Cacicazgo, expresa una categoría de organización social con diversos matices particu lares dentro de un ordenamiento general. Explica conceptualmente un nivel de organización política superior al de una tribu segmentaria simple, como lo fueron los grupos del C haco Gualam ba por esos tiempos, e inferior al Estado de los Inka. Está circunstancia, que el pro pio E. Service —y quienes lo seguimos— se encargó oportunam ente de remarcar, conviene que no sea
olvidada.
Tilcara, Los Amarillos, Yacorarte y La Huerta son, en este sentido, las instalaciones con posibles roles de cabeceras políticas de Jefaturas, que accedieron a este rango por influjo del T awantinsuyu, o quizás antes.
El Kollasuyu al norte de Humahuaca a mediados del siglo XVI En vísperas de la Entrada de Diego de Almagro (535) y durante los tiempos de Huayna Kapac (493-55), el altiplano situado al S. del Lago Titicaca hasta Humahuaca, estuvo ocupado por naciones con ran go Jefatura o Señorío que tuvieron territorios propios y cabeceras políticas. Aí cm un nivel de afianzamiento generalizado a partir de una es c de poder donde el mallku o cacique ocupaba el p eldaño m ás elevado. Es difícil evaluar con precisión sus territorios históricos y mucho más aún sus fronteras, debido a qué los Inka primero y la Corona después, produjeron transfiguraciones territoriales al desplazar pueblos enteros de una región a otra. El panorama etnográfico que se tiene de estos pueblos a partir del s. XVII suele no ser fiel reflejo de su situación pre -existente . Sin embargo estas dificultades no son extremas. A medida que ascendemos en el mapa desde Humahuaca a Ptí y Titicaca los documentos etnohistóricos comienzan a ser más medulosos. Aí aparecen fuentes como “Repartimiento de Tierras por el Inca Huayna Capac”, redactado en 1566 (Byrhe de Caballero; 1977) o “Memorial de los Caciques de las Provincias
Juan Clque Guarache...”, del período 576-577 (Espinoza Sortario:
). De ellos nos serviremos para contrastar arqueológicamente datos que involucran a las naciones Charcas, Caracara, Chichas, Chuyes, Soras, Carangas y Quillacas-Aanaqu es, cuya presencia se advierte en la confluencia de los estilos cerámicos presentes en las instalaciones inka registradas en el altiplano meridional. Tanto en Oma Prc a la vera del Lago Ppó-Aullagas como en Rí Márquez al N. del S alar de Uyuni. o en la potosina provincia de Sudchichas, cuyos registros se detallan en otro capítulo de esta obra. 19 1
Los Charcas “Charca” se sitúa al S.E. del Lago Titicaca —más propiamente al E. del Lago Ppó (ensu Rwe; 946)— y al naciente de la C ordillera Real de la actual Bolivia. Su geografía debe ser imaginada como propia de los Valles Mesotérmicos tipo Q’eshua, tratado en el Capítulo inicial de esta obra. Los Charca constituyeron el primer Señorío del Kollao que bajo el gobierno del Jatuncuraca Copatiaraca se rindió a Topa Inka Yupanki. Recibió de los españoles, posteriormente, el apelativo de “Nación“ o “Prvincia de los Charcas”. Constaba de aproximadamente unos . tributarios y guerreros que hablaban la lengua Aymara Jácara. Según la crónica de Capoche (585), los C harcas poseyeron e n C hayan ta, al o riente del Lago Ppó y bre la cordillera R eal, ricas minas de oro según el Memorial de C harcas y también m inas de estaño qu e fueron ex plotadas por el Imperio para la producción de bronce. Los principales repartimientos, según consta en el Prim er Memorial (53 Capítulos), fueron Sacaca, Chayanta y el repartimiento de Cochabamba. En cuanto a su jurisdicción territorial, Sacaca fue la capital de C harcas hasta 57, año en que Chayanta es reconocida como tal. Otras localidades fueron Tiquipaya, To m ata, M oxcari, Co chabam ba y Santiago del Pa.
Caracara Su capital fue M acha y su territorio perteneció a lo que los pue blos de habla aym ara denominaron Urcosuyo, po r poblar las partes altas de cerros y mesetas. Fueron llam ados así tam bién por su condición “v aron il y es fo r zada” y m antuvi los Umasuyos — pobladores de zonas bajas, a orill
t u y e r o n os7l reinos o naciones altiplánicas meridionales más importante conquistadas p o r los Yupanki (Espinoza S or ian o: op.cil.). Su participació n d e n t r o del sistem a ink aic o se ad v ie n e e tno his tóricam em e en la concatenac i ó n q u e poseía n los distintos grupos entre sí y con el Cuzco. En M a c h a , cabecera política de los Caracara según El Memorial, éstos y Chichas se congregaban y desd e a llí se dirigían junto s al tambo de Paria. E n e s t e último confluían a sim ism o los guerreros Charcas y Chuyes, prove n i e n t e s d e Sacaca — capital C h a rc a — , y d e s d e allí los cuatro contingentes s e dirigían al C uzc o — o h a cia don de la voluntad del Ink a los destinara—. Su territorio abarcó C haq ui, V isicia, C ay za , Tacobamba, Colo y C a q u i n a . Picachuri. Caracara. Macha, Moromoro y Yura en Ptí. Exite u n a p o s i b i l i d a d d e que el estilo alfarero Y ura, ha llado en los sitios Inka de O m a P r c , e a d e origen Caracara. En cuyo caso quedaría arqueológica m e n te c o m p r o b a d o q u e l o s C a r a c a r a tributaron al Inka en los tambos s i t u a d o s e n t r e e s t a r e g i ó n y e l L a g o P o o p ó . j u s t a m e n t e e n el centro a d m i n i s tr a ti v o Oma Prc de la P a m p a de A ulla gas. A e s t a n a c i ó n pertenecieron los afam ados cerros d e m inas de Ptí y P r c , e x p l o t a d o s p o r m ás de 5 año s y de sde los m ism os tiempos de o ls Y u p a n k i . Su p l a t a fue llevada ai Coricancha cuzqueño primero (Cieza de L e ó n ; 553) y a Sevilla después (F. Braudel: 97 6). Los territorios C a r a c a r a , p o r l o s cuales transitam os du rante nu estras pros pec cione s arqueo l ó g ic a s , p r e s e n t a n un alto grado de perturbación topográfica d ebido a al s i n c e s a n t e s e x p l o t a c i o n e s mineras llevad as a cab o en ellos.
Chh Ya hemos i n c u r s i o n a d o sobre ellos en varios pu nto s d e esta ob ra advir tiendo sobre su contundente pre senc ia t a n t o en el repertorio cerám ico como en los datos históricos d e H u m a h u a c a . R e s p e c t o de su localización geográ fica, Espinoza Soriano (op.cit.: 6) l o s u b i c a e n t r e C a r a n g a s , L i p e s y Chiriguanos, al S. de Ptí. En bae a nuestros trabajos de c a m p o , c o o r d i n a d o s c o n l a t o p o n i m i a regional nos permitimos discrepar en parte c o n e s t e a u t o r . L o s C h i c h a s ocuparon las actuales provincias bolivianas Nordchichas y S u d c h i c h a s , entre las que se cuentan los valles de Co tagaita, S uip ac h a, T u p i z a y T a l i n a . Este último, de gran riqueza agrícola prehispánica, fue e l e p i c e n t r o d e s u territorio. A llí los Yupanki construyeron los tambos de Chagua
Su vecinos más conspicuos fueron los Q uillac a-Aanaque p or el N .O. de los que se separaban por la Cordillera de los Chichas. UruquíUas y Los Caracara por el N. y los Lipez por el poniente. No creemos que los Chiriguanos sean sus vecinos por cuanto entre el territorio Chicha y los Bosques Orientales se sitúa el valle mesotérmico de Tarija, no precisamente ocupado por pobladores de las Tierras Bajas como los Chiriguanos sino posiblemente por los Chu rum atas. El famoso topónimo Aca nti de M atienzo, donde la ruta se divide en dos en dirección a Hum ahuaca y Tu cu m án , se sitúa en territo rio C h ich a, a pe na s un puñado de kilómetros al S. de C otag aita y al N . d el tam bo Ink a M och aráRespecto de su límite meridional, éste c orre ría b rev em en te al S. de C ala ho yo , Sococha y Yaví, portales de l de spo blad o del N . de H um ahua ca. Su lengua fue el Aymara, hablada todavía con mucha frecuencia. En cuanto a la dispersión geog ráfica d e este gru po étnic o, ella a ba rc ó T o lim a o Talina, Tupiza, La Gran Chocaya, Santiago de Cotagaita, Chalca, Esmoraca, Vitichi y Su ipach a (Espinoza So riano; o p.c it.: ). En los alrededores del río San Juan Mayo u Oro existieron minas de oro explotadas por los Inka. Según los testimonios de Cieza de León. Chichas y Charcas habrían explotado minas de plata por orden de Huayna Kapac con destino al Coricancha en Cuzco. P ero los curacas de estas naciones dejaron constancia en E l M em orial de 58 qu e su ún ico se rvicio para el Inka fue el m ilitar, en gu arn icion es de frontera (Ibid). No obstante estas discrepancias, la información de C ieza p arece c or ro borarse con el hallazgo del formidable Chuquiago Inka y sus lavaderos de oro, a la vera del San J. Mayo. Es notoria la dispersión regional de los recipientes de alfarería Chicha rojo y naranja, solidaria a los tambos Inka. desde el S. de Pampa de A uliagas, Uyuni hasta la Puna d e Casabindo y la frontera oriental de Humahuaca. También es solidaría con ellas su costumbre funeraria de enterrar en criptas en cue vas y aleros (cav e bu rials).
Chuye "... Preguntado... de que yndios estaban poblados estos valles (de Cochabamba), dixeron que de undios chuys y cotas de los que están agora en Pocona ...” "... dixeron que Ies mandó (Topa Inka) que dejasen este valle y se pasasen a las fron tera s d e
S egún el testimonio antes citado, cuando Topa Inka conquistó el valle de Cochabamba, habría encontrado las poblaciones autóctonas de Chuyes (Chuys), Cotas y Sipe Sipe. Los dos primeros, por sus condiciones valerosas habrían sido transvasados a guarniciones de frontera Chiriguana, e n M i z q u e y P c n a ( W a c h tel; 98-8: 98). Ello se ve corrob orad o en el Memorial de Charcas donde los caciques r econocen qu e Charcas, Chuyes, Chichas y Caracara habrían constituido el cuerpo de principales guerreros del Inka. El tam bo de Saca ca — posible capital del territorio C harca— , era el pun to de reu nión donde se congr ega ban los Chuy es para dirigirse, junto a los demás guerreros del Imperio hacia el tambo de Paria, nud del tráfico imperial y depósito de las cosechas recogidas en el valle de Cochabamba. Tambo donde Topa Inka Yupanki había mandado construir edificios grande s (C ieza de L eón; 553: 9-3). Vale la pena recordar que los Chuyes junto a los Ch urumatas fueron encomendados a Martín Monje en 54 en calida d de " ... m it im a e s . .. q u e e s t á n h a c i a O m a g u a c a . . . ” . T o d o p a r e c e i n d i c a r q u e e l d a t o h i s t ó r i c o sugiere qu e la posición tan austral de los Chu yes, hacia med iados del siglo X V I, obed eció a un desplazam iento inducido por los Inka algunas décadas antes. O tal vez, respondió a un intento de extender la primigenia frontera chiriguana hasta los umbrales de Omaguaca, para defender su territorio de los tem ibles enem igos. Sin em bargo, la prueba arqueológica en una m uestra de más de 5 fragmentos y dos centenares de piezas cerámicas, completas provenientes del universo Omaguaca, no han permitido aislar el posible estilo cerám ico Chuy. C huy es, C harcas, Chichas y C aracara confeccionaban gran parte de sus ropas, plumerías, armas de guerra. Eran abastecidos por cuenta del Imperio en v íveres — prov enien tes en su m ayor parte de las chacras del valle de C o c h a b a m b a y d e p o s i ta d o s e n l a s p ir h u a s d e Paria— , arm a varia, jta y m u jeres. Estas cu atro etnías fueron distingu idas, desde los tiem pos de To pa Inka Yupa nki con el rango de guardias especiales de l palacio del Cuzco y recompensados con el título de “hijos primogénitos y mayorazgo del Imperio” en reconocimiento a sus campañas de conquista militar en el extrem o boreal del Ta w antinsuyu (Espinoza Soriano: 9). To dos estos pr ivilegios desaparecieron bruscam ente durante la coloni zación española. Charcas y Caracara, entre otros, debieron proveer mitayos a Ptí y man de obra para la villa de Oropesa de Cochabamba,
Chiriguana (Ibid; 1981: 225). La épca t ledana constituyó, para los otrora “hijos primogénitos” de l C uzco, la pérdida de su prestigio y territorios.
Carangas, Quillaca-Aanaque y So ras El Memorial de Charcas no abunda en datos respecto de los Carangas, a excepción de la re fer en cia que “. . . L o s C a r a n g a s ... s on d e tie r ra s p u n a s y frías y son gente de ga na do y r i c o s y a llie n d e d e e sto p o s e e n m u c h a s tierras y chacras ca lientes y estan cias de b ue no s tem ples en m uch as arles...”, dato que invo lucra tamb ién a los Q uillacas (Ibid: 969:4). El Repartimiento de T ier ra s... (56 6) " es m ás rico en re fere nc ias. E ste documento consigna que durante su paso por los valles cochabambinos umbo al S., Huayna K apac, acom pañad o d e sus d os capitanes — Livima yta Guacamayta— , se apropió del territorio com pren dido entre los ríos ondorcillo (actualmente R c h a ) y V il a o m a , d e s d e Puntiti (Sacaba) y apacarí. Eta zna e hallaba d espo blad a pese a la fe rtilidad de sus tierras. Al e s t a b l e c e r e n C o c h a b a m b a e l s i s t e m a d e m i t i m a e s a g r í c o l a s , uayna Kapac reubica aproximadamente unos 4. hombres pertene ientes a diversas etnías, entre los cuales resultaron privilegiados los arangas, a quienes no sólo habría entregado las mejores tierras sino ambién terrenos de preferencia para el sustento personal de sus mallkos o rincipales (Byme de Caballero; op.cit.). Esta aseveración se ve refutada or posteriores estud ios del m ism o docu m ento. Las tierras en cuestión corresponden a la sección occidental del Valle de Cochabamba y las cinco chacras que se enumeran son las de Yllaurco. Colchacollo, A n a c r a r i r e, Coachaca y Viloma, existiendo una sexta llamada Pt Pt, ituada al E. de Yllaurco. Estas tierras se hallaban entre Quillacollo y Sipe Sipe, es decir, en dirección N.E.-S.O. (Wachtel: op.cit.: 36). Byme afirma que los Quillaca, Aanaques, Uruquillas y A ullagas de los malikos Guarache pertenecían a la etnía Caranga. Si así fue los sitios Inka O m a Prc y Khapa Kheri fueron construidos en el territorio de esa nación. Sin embargo para Soriano (98) A ullagas y U ruquillas formaban parte del reino Quillaca-Aanaque. De las chacras ya mencionadas, la de Colchacollo "... diósela el dho inga (Huayna Kapac) al cacique de ios aullagas que se dama guarache; de quien suceden los guarachis de los yndios quylla cas que agora h a y ” (R epartimiento...; 596: ). Espinoza
de yanayacos o servideros pe rpetuos, tal com o se desprende del testimonio de Saavedra de Ulloa citado más arriba. Los Quillaca-Aanaque y los Aullagas-Uruquilla habrían sido trasla dados como mitimaes a Cochabamba desde sus enclaves de urcosuyo, en las actuales provincias bolivianas de Abara y Cabrera (Espinoza Soriano; 98: 98). Pr lo cual, de Ja primitiv a lista consignada como de origen Caranga por Bym e de Caballero, queda cla ro que los Caranga propiamente dichos, que recibieron tierras en Cochabamba, fueron los Carangas de Andamarca y Orinc (Urinca), Caranga de Sananga o Samancha, Carangas de Chuquicota y Carangas de Totora (Wachtel; op.cit.: 34-35). Siendo “... Chacapa, caciq ue qu e era en ton ce s de lo s carangas de chuquicota...” y “... Vilca, mallko de T otor a.." . El itinerario recom puesto por el gob ernad or V aca de Castro en 543, siguiendo los pasos dei Capacñan mandado a construirp jno,aK y prW transcurre justamente por estos parajes de los Carangas de Chuquicota, Andamarca y Ttra, antes de pasar por los tambos de Khapa Kheri, Soraya, Om a Prc y Rí Márquez. Un detalle interesante observamos en nuestros trabajos de cam po en la Pampa de A ullagas en peirv987.A laecían los apellidos Guarache entre la población local, lo quenahbldeu permanencia del antropónimo en su a ncestral territorio. Según consta en El Mem orial “... las dichas cua tro naciones (Charcas, Chuys, Chichas y Caracara) se solían juntarse en el pueblo y tambode Paria, que es de Los Soras, hacia el camino del C u z c o ... (Espinoza Soriano; 969: 5). Además de lo que hemos mencionado acerca de este estratégico tambo, él habría constituido el nu do vial don de se bifurcaba el Jatunñam en dos secciones. Una de ellas hacia el E., rum bo a Chayantaterritorio Charca— y la otra hacia el O., con dirección a Challacollo y Andamarca —juridicción C aranga— , penetrando hasta el pueblo de Allaga (Ibid; 1981:202). También la ribera meridional del Lago Aullagas fue pisada algu na vez por la nación Sota, la cual poseíá una veta minera en Prc. En los mapas históricos, su antigua capital. Paria, e ubica en esa región y no en la actual Oru ro. En este caso la legendaria Paría n ería otra que Oma Prc y la reunión de esas naciones puede contrastarse con el registro artefactual arqueológico. Las muestras probabilísimas colectadas en O m a Prc indican tenden cias a agrupamientos de estilos en diferentes sectores del tam bo Los tiestos
Pacaje, proveniente del S. del Titicaca, obviamente de esa última comarca provienen los fragmentos Tiwanaku; la alfarería Chicha tiene su remitente en la nación homónima, en las actuales provincias de Nord y Sudchichas linderas con Argentina. Los fragmentos Uruquilla provendrían de la zona deCaiza (Ibarra Grasso y Q ue rejaz u; 986). Aunque la distribu ción de este último estilo es muy errática, ya que se lo encuentra desde el A lto L oa en Chile, en Aullagas y aún en Humahuaca, donde aparece un ejemplar en La Huerta. Pr imple descarte puede a tribuirse a la etnía Sora los fragm entos de pucos y cántaros negro/rojo del grupo Colla no Pacaje. P ero los dos últimos casos, los U ruqu illas y So ra, son pu ra e sp ec ulac ión an te la au sen cia de tipologías precisas en el altip lan o m eridio na l de Bolivia. Las correspondencias entre información etnohistórica y arqueológicas son riesgosas pero posibles. Pr ejemplo, los datos de que estas naciones tributaban entre 6 a . mitayos para el trabajo en las minas, la ganadería o la guerra; y qu e cad a un a de ella s se id en tificab a con un a ve sti menta en particular (M em . C ha rca s), son de relev an cia y am eritan su contrastación. S i c a d a p u e b l o v i s t ió d i f e r e n t e c o n s e g u r i d a d t a m b i é n f a b r ic ó s u p r o p i a c e r á m i c a , hipótesis contrastada favorablemente en el Cap. II. aunque usando pastas loca les, com o suc ede e n las m uestras ex am i nadas. Si los Soras poseían una veta de plata en Prc bien pudieron ser los habitantes del tambo Oma Prc. En tra palabras “Om a” fue la cabeza o capital desde donde los S oras ex plotaron la plata de Prc. Exite informa ción geográfica, en m apas d e los siglos X VI y X VII que apo ya es ta suposi ción. En ellos la Paria hitórica e sitúa justamente donde hallamos Oma Prc. al S. del Lago A ullagas, pegada al río Sevaruyu, y no en la actual posición al E. d e O ruro. Sin embargo la co sa no es tan sencilla com o aparenta porque la veta de los Soras estaría ubicada dentro del territorio Caracara (E. Soriano, 969, 8), lo que significa que los prime ros vivían a bajo o “de bajo de " las alturas del Prc Caracara, en la ribera del Lago A ullagas. Pero en O ma Prc n hemos hallado arquitectura Sora a excepción de las chullpas funerarias de adobe. Esa instalación es un clásico centro Inka con su conjunción Kallanka - Aukaipata-U ñ u -cllcas-kanchas y Capacñan. No existe en él arquitectura residencial que permita hablar de un asiento o c abecera política de la nación Sora.
L Yupanki y los cambios territoriales No caben dudas que los Inka primero y la Corona después son los auténticos responsables de estos cambios territoriales de pueblos enteros. En el Repartimiento de Tierras de 566 se observan las formas en que modificaron el panorama geopolítico del altiplano, acordando tierras a pueblos situadas fuera de sus territorios originales. Aparece así una documentación explícita lamentablemente ausente en Humahuaca. Entre otra información se señala que: “...junto e pegado a dha colchacollo yendo hazia sipesipe un pedazo que tiene cinco suyos los cuales repartió guayna capa y los dhos sus capitanes po r caciques par a su sustento de los dhos caciques. El qua/ pedazo de tierra se llamo anacoraire..." . El primero de éstos lo recibió el cacique Guarache; el segundo y el tercero quedaron en posesión de dos malljos Carangas. .. E l quarto dio (el Inka) a hachacala, cacique principa/ que fu e de t a p a c a r í . El quinto que dio el dho guaina capa a condo, cacique principal que entonces era de tapacarí...” (Repartimiento...; 566: 6) lo cual indicaría, prima facie, un cacicazgo compartido o la presencia de un cacique y su segunda persona entre los Soras. Aimim, de la chacra de Colchacollo recibieron parcelas los Soras en el siguiente orden: "... El noveno a yndios s oras de sipesipe. E l dezeno a los dhos de sipesipe. El onzeno a yndios casayas de pa ria . E l dozeno a yndios soras del dho repartimiento de paría. E l trezeno a la parcialidad llamada chio del repartimiento sora s de Tapacarí. E l caíorzeno a la parcialidad de malconaca, yndios soras de tapacarí. E l quinzeno a la parcialidad de rnachocavano de caracollo, yndios soras. . " (Ibid: 4). Pr lo tanto, la lista de grupos —subgrupos— comprendidos en la etnía Sora propiamente dicha, según el documento, incluiríá a los Soras de Paria, Sra de Sipe Sipe, Soras de Tapacarí, Soras de Caracollo (Wachtel; op.cit.: 34-35). No obstante el hecho de que el Jatunñam pasaba por sus territorios, la pretendida preeminencia de los Carangas no habría sido exclusiva frente al taka Tanto los malikos Soras. como el propio Colque Guarache de Quillacas, habrían compartido privilegios con Chacapa y Vilca, malikos Carangas de Chuquicota y Totora, respectivamente, al recibir cada uno tierras de cultivo personal en el Valle de Cochabamba, a cambio de la fuerza de trabajo de sus súbditos.
mitimaes en el lejano universo Humahuaca. Ocuparían barrios para ellos construidos en los sectores norteños de La Huerta, guarniciones de frontera como Puerta d e Zenta o tambos como Cerro Chasquilla s. Ya en el siglo XVI, una carta de la Audiencia de Charcas, rubricada porMatienzo, informa el 3 de Octubre de 564 que “.. .s e confederó don juan calchaquí caciq ue de los d iaguitas con o tra s p ro v in c ia s com a r canas... que son los o m agu alas ca sav indo s y ap ata m as y o tro s y les persuadió que se aleasen ... y una parcia lidad de los chic has anda tan vie n alterada con ellos ..." (Levillier; 98-9; T.I: 34-35). Esta adver tencia del Licenciado se materializa d os años d espués, cuando otra C arta de la Audiencia de Charcas al rey Fe lipe II inform a que, en 566, “... confede rándose con los chiríguanae s y con los om aguacas y casav indo s y con una parcialidad de los Chichas los mejores yndios para m inas ... todos juntos binieron a hazer saltos quinze leguas de potosí en tanto grado que ya los yndios de porco no osavan y r a h azer carbón de m ied o ... y te nían ordenado de dar una noche en potosí y en porco a do si vinieran ... este daño fuera yrreparable a su magestad. . . y a todo el reino po rque bien sabe vuestra señoría que todo el perú sin potosí y porco no vale más que tucumán...” (Levillier; op.cit. T.II: 443-447). Terminamos el tema con datos tomados en el terreno. Esas naciones del altiplano boliviano, los Carangas, Soras, Quillacas y Aanaqu es comparten rasgos lingüísticos e ideológicos de significación: la lengua Aymara y el uso de la chullpa fune raria, construida en adobe y de planta cuadrangular. Su técnica constructiva se diferencia de las del Lago T iticaca, más sofisticadas, y de las del alto Loa chileno y Lipez, más rústicas. Curiosamente los Chichas potosinos, también Aymara-parlantes, no las usaron, lo cual habla de una diferenciación ideológica de fuste entre éstos y sus vecinos del N. y del poniente. Estas chullpas tampoco aparecen en el N.O. argentino, com o muchos otros rasgos Tiwanaku registrados en e l Lo a y San Pedro de Atacama, pero ausentes aquí.
APÉNDICE
Aproximaciones a la filiación lingüística de la toponimia de Humahuaca
Si la toponimia regional es la consecuencia semántica de una presencia cultural, su investigación sistemática constituye una variable de peso que puede apoyar el dato arqueológico. Aprtand, a travé del esclarecimiento de los vocablos que perviven —ya sea por obra de la difusión cultural o por un proceso de conquista y dom inación territorial— , la significación que en cada lengua particular han tenido los diferentes paisajes donde esa presencia se estableció. Conviene advertir que este análisis ha sido realizado teniendo en cuenta que aquellos topónimos localizados, presentan un margen de corrup ción propio de quienes realizaron sus transcripciones. Aimim tales denominaciones toponímicas responden a diferentes momentos históricos, tanto prehispánicos como coloniales. Siguiendo estos lineamientos, los procedimientos de este apéndice comprenden cuatro pasos: — Ailar una muestra probabilística de topónimos indígenas del teiritorio Humahuaca a partir de documentación y mapas histó ricos y actuales. Integrada por 6 vocablos, esta muestra analí tica significa la población toponímica de un universo convencio nalmente delimitado entre los meridianos 65° a 65° 4 5 ' Long. O. y los paralelos ° 35’ a 3° 55’ Lat. S. En términos geográficos circunscribe el territorio inscripto entre las serranías de Zenta y Aguilar, al E. y O., respectivamente; las cabeceras puneñas septentrionales de la Quebrada de Humahuaca, por el N., y la localidad de Volcán, por el S. — Volcar la muestra en las cartas actuales con el auxilio de las imágenes satelitarias tipo land-sat que permiten observar las características especiales del paisaje y verificar su localización
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vcablos hispánicos y los de significado desconocido c o m o estratos independientes. Esto convierte al total de 6 topónim os en una muestra sesgada. __Una vez ejecutados estos pasos, trazar un panorama estadístico sobre la popularidad del Keshua y Aymara en relación a la muestra que sobrev ivió a las do s extracciones mencionadas en el punto 3. A este objetivo se agregó el de puntualizar cuántos de estos topónimos son compartidos por ambas lenguas. Las obras consultadas fueron las de L. Bertonio, J. Lira, P. Mi y R . Nardi.
C uadr 7,1
L engua/s Keshua Aymara Keshua/ A ymara Inclasificados
Cantidad
%
6 6 33
58 6 31
Etimologías A N A T A Y O C : (Q ) A nta : m e t a l o c o b r e ( M o s s i ) . Yoc: s u f i j o d e p o s e s ió n . B I S C A R A / V I S C A R A : ( Q ) : Wís’kac acción de cerrar y derivados de W é s ' k a : cierre; impedir el paso, aprisiona r; enc arcelar. (Lira) H u i s c c a n a : cerradura. (Mossi) C A R A H U A S 1 : ( Q ) Ccara: cu ero; pelle jo ; c o stra . (M o ssi)
Kcara: cosa rasa, calva. Mossi)
Huasi: casa. (Mossi)
boca o co sa entera. (Mossi) Kassa: Hielo. (Mossi) CATARI: (Q): Khata: espeso, denso, helado. (Lira) COCTACA: (Q): Ccoto: mntón. (Mi) Ccoloscca: amntnad. (Mi) COIRURO: (Q): Kuntru: devanadera; instrumento para encarretar hilo. Devanar. (Lira); Okkhorúru: cruci fera semejante al berro.
(Ay): C h a n i : precio, valor. cran: mh mh (Bertonio) (Bertonio) CORAYA/CORAYTA: (Q) Kkóray: CHAUPI: (Q): C h á u p i : medio, mitad, parte en que se divide igualmente acción de escardar. Arrancar malas una cosa. Centro. (Lira) hierbas al sembrado. (Lira) Cháupin: una mitad. Centro medio K k o r á y a y . Herbecer. Empezar a de una cosa. La parte en que se nacer hierba. Cubrirse de maleza. divide igualmente o exactamente (Lira) un todo. (Lira) C c o r a : la mala yerba o zizaña que Chaupi: mitad, o el medio de cosas nace en lo sembrado. o lugares o tiempo u obras. (Mossi) C c o r a y o c chacra: la chacra que CHILCAYOC/CHILCAYO: (Q): tiene poca yerba. (Mossi) Chhillca : yerba o mata que es cura (Ay): K o r a h i t a : hnda para tirar. tiva. Yoc: sufijo que denota pose (Bertonio) sión. (Mossi) C o r a : yerba del campo inútil. (Ay): Cchillcai una mata espinosa. (Bertonio) (Bertonio) C o r a y a p u a t t i : ahogar la mala yerba al sembrado que va saliendo. CHOLCAN: (Q): Chókkay: acción de estrellarse cuerpos entre sí; caída (Bertonio) brusca; empujar. (Lira) CORUNCO: U r u n c u / U r u n c c u y : abipa Choccani: tirar con algo o arrojarlo abejón. (Mossi) a otro. (Mossi) COSMATA: (Ay): C c o m a l h a : llevar Choccay camayoc: gran apedreabajo el sobaco. (Bertonio) dor o lanzador. (Mossi) CUCHIYACO: (Q): C c u c h i : Puerco. CHUCALESNA: (Q): Chunca: diez; Yacu :Agua, aguada. (Mi) decenio. (Mossi) CHACHACOMAYO: (Q): C t i á c h a : Chuka: costura o arruga; pliegue, hambruna; apremio por falta de ali frunce. (Lira) mento. (Lira) Ch'úku: prenda muy ceñida al Mayu: í cuerpo. (Lira) CHALALA: (Q): Chhalla: hja de maíz (Ay): C h u c a : carnero que tiene el seca. (Mossi) rostro de distintos colores. Chhallana: isopo o cosa con que se rocía o asperja. (Mossi) (Bertonio) CHUJCHUJLOMA/CHUKCHUKLO(Ay): Cchalla: arena, (Bertonio) Cchalla: caña de maíz después de MA: (Q): Chucchu: frí de calen desgranado. Se da a las bestias. tura; fiebre. (Mossi) (Bertonio) Chúchukk: úsase por Chúhchuy: CHALGUAMAYO: (Q): Chaílhua. temblar o sacudirse por fiebre. pescado. Mayu: río. (Mossi). (Lira) C o y r a r i:
(Ay): Chaulía:
(Bertonio)
pescado de río.
Chuchuy : resecamiento; endurecer
Ch'ulli: catarr, rmadiz, resfrío. (Lira) CHULLUMAYO: (Q): Chhulla: una ca in cmpañera entre cosas pareadas; desigual; que no corres ponde. (Mossi) Chúllu/Chúlluy : remojo; acción de remojar alguna cosa. Derretimiento. (Lira) Mayu: río. (Lira) CHULLUN: (Q): Chullun: derretirse nieve o helado. (Mossi) Ch’ullu: gorro indígena con oreje ras. (Lira). C h ú l l u : remojo, acción de remojar una cosa. (Lira) C h ú l l u y : efecto de remojarse una cosa. Derretimiento, disolución. (Lira) C h u l l ú n k u : Hielo que cuelga y gotea. Frío extremo, pasado por el frío. (Lira) C h u l l ú n k u y : hielo de carámbano. Congelarse y formarse carámbano. (Lira) CHURCAN/CHURCAL: (Q): C h u r q u i : planta como espinillo; aromo o tusca blanca, de flor amarilla y de olor agradable. (Según: Villafuerte, C.; 979; pp. 4). CHUSCHAYOC/CHUCCHAYOC: (Q): C h ú h c h a : cabello, cabellera, crin, cerdas animales. (Lira) C h u c c h a : cabellos; cabellera. (Mossi) HUACALERA: (Q): H u a c c a n i : llorar. (Mossi) H ilacccty : llanto. (Mossi) (Ay): H u a c a li: pedido ritual de llu via (Huaccalitha). (Bertonio) HUACH1CHOCANA: (Q):
flecha o saeta o vara para tirar a mano. (Mossi) Choccani: tirar con algo o anejado a otro. (Mossi) (Ay): Huachi: garrcha. (Bertonio) HUAIRAHUASI: (Q): Huayra: viento o aire. Huasi : casa. (Mossi) (Ay): Huayra : el viento que corre de ordinario. (Bertonio) Huayra : instrumento de barro con muchos agujeros para fundir metal. HUAJNA: (Q): Huayna : mz; jven mancebo. (Mossi) (Ay): Huayna : mz, mancebo. (Bertonio) Huayma: antaño; Huayma Huayma : Los años pasados. (Bertonio) HUAJRA: (Q): W á k k / i r a : cuerno, asta, cornamenta. (Lira) HUANCA: (Q): H u a n c a r , tambr para tcar en las ceremonias. (Mossi) W á n k h a : agujero; horadado. (Lira) (Ay): H u a n c a : piedra muy grande. (Bertonio) HUANCAYOC: (Q): W á n c a y : cantar múica religiosa. Añrar. (Lira) W á n k h a .’ agujero; horadado. (Lira) W a n k ' á y a y : ponerse riscoso un lugar o peñasco. (Lira) HUANTA: (Q): H u a n ta r . especie de yerba para sogas. (Mossi) HUANUCO: (Q): H u a n u : estiércol. (Mossi) H u a n a c u : carnero silves tre. (Mossi) (Ay): H u a n u : Hama: estiércol. (Bertonio) H u a n a c o : camero sil vestre. (Bertonio) HUASAMAYO: (Q): H u a s a : espalda; lomo; parte trasera de algo. Lado contrario de una colina o montaña
MAIMARA: (Q): May: ¿cuál? (Mossi) M a ym an: ¿dónde? ¿adonde? (Mossi) (Mossi) (Ay): M ora: Añ. (Bertonio) Mayu: río. (Mossi/Lira) MANCAYOC: (Q): M ánka: lla de H U Í C H A i R A : ( Q ) : Huichay. a r r i b a arcilla o metal para guisar. (Lira) (Mi) M á n k h a y : dilatar o abrir mucho u b i d a . Acción de subir. una perforación, hacerla más gran (Lira) de. (Lira) H u ic h a y u r a y : camino d e grandes M anca: olla. Yoc: añadido ai fin de cuestas arriba y abajo. (M ossi) los nombres que admiten posesión H uic hayrini : subir. (Mossi) significa “el señor de" o “dueño IR U Y A : ( A y ) : H iruña: c u c h a r a palo de” o el qu e lo tiene. (Mossi) para m enear o revolver. (B ertonio. (Ay): M a n e r a : abaj. (Bertonio) H iluña: palillo para meter papas o MOLLEPUNCO: ( Q ) : M u l l u p u n cu : la maíz ai sembrar. (B ertonio) angostura de Ptí, llamada así Iru: hichu espinoso. significa “Puerta colorada . Pr KANCHA/CANCHA: (Q): Cancha: el crrupción e dice hoy: patio o corral. (M ossi) “Mollepongo”. (Mossi) LIPAN: (Q): Lí p a : (?) ripa. Pr e j e m P u n c c o : agujero o ventana dejada plo: wanian ripa: planta que crece en el techo. (Mossi) en las sierras. (Lira) P u n c u : es la puerta o portada. LUERA/LERA: (Ay): L ura: un ctal (Ay): P o n c o : quillca: puerta o lleno de algo. (Bertonio) entrada. La puerta por la que se LLACLLAMPA/Y ACY AM PA: (Q): entra a alguna parte. (Bertonio) Llampo: azada azadón. (M i) MUDANA: (Q): M u c h h a n a : adrar; Llakllana: la azuela. (M ossi) adratri (Huaka muchani). Yampa : blando; terreno de labrar. (Mi) (Mossi) MUYUNA: (Q): M uya: círculo o redon (Ay): L lam po : blando, suave. dez; cosa redonda. (Mossi) (Bertonio) M u y u n i: andar a la redonda. LLULLUCHAYOC: (Q): L lu lluchha: va de los charcos. (M ossi) (Mossi) L lullú ch’a : alga comestible de la Muyan: contomo; línea que deter familia de las Nostocáceas. mina la extensión circular de algo. Ajmate. alga de agua dulce de un (Lira) verde insistente. (Lira) (Ay): M uyo : tabla o piedra redonda Yokk: sufijo que denota posesión. y llana. (Bertonio) de d o n d e uno está. (Lira) Huasa: espalda; ancas d e la b es tia.
W íc h a y :
(Lira) MAIHUASI: (Q): M ay : ¿cuál? (mayecan). (Mossi)
O C U M A S O / U C U M A S O : ( Q ) : Ukhu:
interior; lugar interno; la parte de adentro de alguna casa o lugar.
Ikhun: interior, parte de adentro de
PALCA: (Q)' Palkca:l a hrqueta o
rama o cosa partida o dividida algo. (Lira) (Mossi) O'kkho: ciénaga; lugar lleno de (Ay): Pal c a: la en c r u s i j a d a d e l cieno y filtraciones de agua. (Lira) camino o la rama del árbol OMAGUACA: (Q): Huma: cabeza. (Bertonio) (Mossi) Urna: cabeza o cumbre de monte P A L T A L O M A : ( Q ): Pallta nación de (Mossi) (Orna es baibarísmo). indios del Cuzco qu e ten ían la ca ía aplastada o La frente chata, lo cual Huaka: ídolo; adoratorio; “dicese lograban desde niños apretándose también de todas aquellas cosas la cab eza entre dos tablas. (M ossi) que en hermosura se aventajan a las de su especie (...) á la gran cor (Ay): Palta: lo que se añade sobre dillera... á los cerros altos, á los la carga. (Berton io) dos muy grandes, á las torres muy PANTIPAMPA: (Q): Pampa: plaza, elevadas...“ (Mossi) suelo llano, campo. (Mossi) Huaccay: llorar. (Ay): Panti: una f l or como manza (Ay): Huma: prnmbre personal: nillas blancas, coloradas o mora tú. (Bertonio) das. (Bertonio) Urna: agua. (Bertonio) Pampa: campo; afueras del pueblo; llano. (Bertonio) Umahuatha: beber los que parlen a otro negocio. (Bertonio) PAPA CH ACR A: (Q): Chacra de cultivo de papas. (Mo ssi) Umakhatha: beber los que vienen o vuelven de lejos. (Bertonio) PINCHAYOC/PINTAYOC: (Q): Pincha : albañal; arcaduz; acequia; PAIHUAYCO: (Q): Pay: él o ella. (Mossi) com puerta. (Lira) Yokk: den ota posesión. (L ira) Huaycco: quebrada de monte; hon dura entre cerros y cualquier canal Pincha: A r c a d u z e n c a ñ a d a d e agua. (Mossi) o cosa ahondada de avenidas. (Mossi) Pinta: anzuelo; arpón; caña con anzuelo. (Lira). (Ay): Pay: desierto donde no nace Pintoc: cañ a brava. (M ossi) ni siquiera agua. (Bertonio) Huaycu: una cocida de algo o el (Ay): Pincha: a cequia para que corra el agua. (Bertonio) tiempo que se tarda en cocer. PISCAYO/PISCAYOC: (Q ): P iskka: (Bertonio) núm ero ordinal 5. (Lira) PALBAHUASI: (Q): Hitasii: caa. Pisca: Pixca: número 5. (Mossi) (Bertonio. (Ay): Phisca: nmbre numeral 5. Pálwa: obra inconclusa. Trabajo (Bertonio) manual sin acabar. (Lira) POCOYA/POCOIA: (Q): P´onkkóyay: Wássi: casa. (Lira)
ahndare ; p r o f u n d i z a r s e e n c u e n
R E A R A H U A Y R A : (Q ): viento ardien te. (Mossi, Lira) (Lira) R U N Q U I/R O N Q U E : (Q ): Roqque. ma P 'o s k k o y a : acidífero; que produce ta d e c ha m iza espino sa. (Mossi) ácidos. (Lira) R u q q u i : el h us o pa ra hilar. (Mossi) P o c c o n o P o c c o y a n : madurarse la R O N T U Y O C : (Q ): q ue tien e o contiene fruta. huevo s. (Lira) P O M A Y O C / PU M A Y O C : (Q ) : P u m a : R U M I : (Q ) : p ied ra. (M ossi, Lira) león. Y o c : dueño de; el que tiene; S A L A Y O C : ( Q ): S a l l c a : páram, puna. poseedor. (Mossi) (Mi). Y o c : ufij d e posesión. (Ay): Puma: león. (Bertonio) S IC A Y A : S I C C A T H A : ( A y ) : h i c h PORCO : (Ay): Ponco: p u erta o entrada. (tec ho ) de las casas. (Bertonio). (Bertonio) S I Q U I Z A/SIQUINA: (Q): intrumento POTOSI: P h o h k t o c h i ? ( A y . B e r t o n i o ) p ar a e xtr ae r o arranca r; piedra para (Hisp.) afilar. (L ira)3 PURMAMARCA/PUMAMARCA/PU (A y ) : S i q u i : Hu rón. (Bertonio) RUMAMARCA: (Ay): P u m a : S IS A P U C A : ( Q ) : v ecinos, cercanos. león. (Bertonio) M a r c a : p u e b l o , (Lira) región. (Bertonio) S I S I L E RA : (Q): hrm iga. (Mi) Q U ERAGUA: (Q): K h e r a r a : e s c u d o . S U N C H O H U A Y C O : ( Q ) : m a ta de flor (Lira) amarilla de la quebrada. (Mossi, Q U IRUSILLAS: (Q): Q u i r u : d iente. Lira) (Mossi) Keru: v a s o d e m a d e r a . T A C O P A M P A : ( Q . A y .) : tierr a colorada, (Lira) Silla: artefacto de barro muy coci do. Fragmento de piedra o losa; cascajo o pied ra fina. (Lira) QUISQUIRE iti angt, estrecho o reducido. (Mossi, L ira. Q .) K i s k i s : general Inka contem porá neo de Atahualpa. (Lira) Kiskiqui: estar apretado. (Bertonio. Ay.) QUETACARA: (Q): K ’ i t i : rincón, cmarca. K ´i t a , a lvaje, cimarrón. (Lira) Q u iti: provincia, sitio o comarca. (Mossi) K á r a r , pelado, desnudo, sin cultivo. (Lira) K h a r a :: barro de los corrales, estie r col. (Lira)
algarrobo.
P a m p a :
c am po (Mossi,
Bertonio) T ASTASI: (Q): T c m l a n i : juntar, reunir. (M ossi, Lira). T o s í a : ch ato. (Lira) T I L C A R A : T i c a t h a ? : h a c er adobes, adobera. (Be rtonio T IR A X I : T I R A N I : ( Q ) : a r r a n c a r , des- : cuajar (Holguín, Lira, Nardi) T I U Y AC O: (Q): agua tirante. (M ossi) (Ay): T t i u : arenal d e tierra de gran extensión. (Bertonio) T U M B ALLA: (Q): ca falsa, fingida. (Mo ssi, Lira) T U M I : ( Q ) (A y ) : c u c h il l o d e c o b r e . (M ossi, Be rtonio) U Q U IA / U T Q U I A : ( Q ) : a g u jero, lugar interno, hon dura. (Lira) VICH A YA/HUICHAY: (Q ): ub ir, arri ba. (Mi)
VICUÑAYOC: (Q): lugar de las vicu ñas. VISCACHAYOC: (Q): lugar de las vis cachas. YACORAITE: (Q): Yaco: agua, aguada. (Mi)14 YALA/YANA?: (Q): criad, esclavo. YAQÜISPAMPA/QH A Q U IP A M P A : (Q): pampa árida. (M i) YARETA: (Q): vegetal puñado mu y
combustible. (LARA) YUCARA: (Q. Ay.): ca blanca (Mossi) E s c u d i lla o p u c o de c o m e r . (Bertonio) ZAPAGUA: (Q): lo, aislado. (Mosw. Lira) ZENTA: (Q): lo que está entre dos q u e bradas, abra. (Mossi) ZUCHO: (Q): mala de flor amarilla, forraje de ganado. (Mossi. Lira) a p r e c ia d o c o m o
Cuadr 7.2 Prbable
filiación lingüística de la toponimia del territorio
Humahuaca.
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA
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Capítulo VII
Sobre conquistadores y conquistados Ro d o l f o Ra f f i n o
Creo que junto a mis colegas hemos compuesto dos obras para un mismo protagonista. La primera referida al altiplano meridional boliviano. La segunda sobre Humahuaca y sus vecindades. El protagonista, una vez más, es el Tawantinsuyu con todas sus facetas, la mayor parte arqueoló gicas, aunque con el fenómeno inductivo que constituyen las crónicas indianas, como generadoras de hipótesis a contratar por la arqueología. Los Yupanki invadieron Humahuaca durante el reinado de Topa Inka, a comienzos de la década de 47. Previamente una expedición comandada por otros dos hijos de Pachakute, Paucar Unu y Tpa Amara, habían cnquitad para el Cuzco las naciones del altiplano que media entre el Lago Titicaca y el N.O. argentino. Aí fue como Collas Paca jes, Carangas, Aanaques, Soras, Charcas, Quillacas, Caracaras, Uruquillas y Chichas fueron anexados y, algunos de ellos utilizados en la segunda penetración, esta vez con destino al Tucumán y Chile. El dato arqueológico desbrozado en los capítulos anteriores cobra cada vez mayor contundencia sobre tres aspectos básicos de aquellos sucesos: — La penetración y conquista no fue compulsiva. - Se realizó a través de una ruta —luego transformada por tecno logía en Capacñam— que transcurrió, desde el Lago Titicaca al S. por territorio Pacaje, luego Caranga en dirección al Lago Aullagas-Ppó. Pteriormente traspuso la Pampa de Aullagas, Oma Prc, Khapa Khari, Sraya y R. Márquez, los territorios
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de Quillacas y Aanaques en dirección al Salar de Uyuni. Dejó a un lado las montañas de Prc, prpiedad de Soras, Yuras y Cara c aras y debió cruzar la Cordillera de los Chichas esquivando también los Lipez, los que dejó a su vera del poniente. Desde allí hacia el S. el camino aparece arqueológicamente diáfano, trans curriendo por Tupiza, Suipacha, Talina, Calahoyo, Pzuelos y Queta. Pr esos parajes se bifurcaba hacia Humahuaca por Alto Zapagua y Homaditas, mientras que otro ramal iba directo hacia el S. por la Quebrada del Toro y Calchaquí, en pos del riñón del antiguo Tucumán y Chile. — Algunas naciones paulatinamente asimiladas del altiplano pasaron a prestar servicios al Cuzco y fueron sucesivamente enroladas como obreros, cargadores, soldados, etc. Su incorpora ción a la movilidad del sistema explica el desplazamiento horizontal de sus artefactos, especialmente su cerámica. Dispersión que cobra un rápido sentido general N.-S., pero siempre sujeto a la imposición del conquistador, a la vera de sus tambos o de sus caminos. No existen evidencias de movilidad de esta naturaleza antes de los Yupanki por lo que debe descartarse un desplazamiento organizado —vg. invasión— de esas culturas hacia el N.O. argentino antes de 47.
I — La Quebrada de Humahuaca a fines del siglo XV La información arqueológica con que contábamos una década atrás (R. Raffin, 1978) daba cuenta de siete instalaciones arqueológicas presumi blemente Inka arraigadas en la Quebrada de Humahuaca: Rdero, Yacoraite, Calete, La Huerta, Papachacra, Tilcara y Ciénaga Grande. El avance de las investigaciones ha permitido agregar una enorme informa ción. Como resulta de los cuadros compuestos en esta obra, la lista de nuevos asientos imperiales, incluida la puna boreal de Argentina y el mundo oriental a Humahuaca asciende a 33 (Cuadro 6.). Dentro de la Quebrada troncal, además de La Huerta, los Inka dejaron improntas arquitectónicas que remodelaron partes de la instalación humana local, trazaron el Capacñam o construyeron plazas, cólicas, kallankas hitos y plataformas ceremoniales. En definitiva edificios de mejor porte que los locales. Otros vestigios incluyen artefactos o recipientes alojados en habita
Al cierre de esta obra y con especial referencia a la Quebradatanlcro se confirman los siguientes datos arqueológicos puntuales: — Siete de sus instalaciones arqueológicas, respectivamente de N. a S., Alto Zapagua, Coctaca, Peñas Blancas o Pucará de Humahuaca (J. Palma; 99, MS), Yacoraite, La Huerta, Puerta de La Huerta y Tilcara poseen componentes arquitéctónicos cuzqueños. Esto significa que de la lis t a publicada en 978 se aclara la sit uació n del Pucará de Cále te y Ciénaga Grande, faltos de registros por esos tiempos: de los cuales, hoy sabemos, carecen de presencia arquitectónica imperial, aunque fueron contemporáneos a ese horizonte. El área intramuros residencial del Pucará de Rdero se aproxima a esta última circunstancia, pero sus sistemas de andenes contiguos atesora tecnoogía Inka. — Con excepción de Alto Zapagua y Puerta de La Huerta, dos clásicas lamberías con struidas por Cuzco para e apoyo e Capacfiam y su tráfico, el resto de las instalaciones mencionadas son de carácter mixto o multicomponente. Es dec irsitios preexistentes a 47, que recibieron estím ulos, Inka que afectaron parte de su sistema original, entre ellos el depoblamiento y artefactual; indicios arqueológicos de retroalimentaciones más profundas de los componentes social e ideológico de la cultura. 3 _ La mayoría de estos sidos trascendió hasta tiempos historicos de Viltipoco y sus compañeros. Aí lo sugieren los restosdesu basurales, tumbas y locus habitacionales (p.e. La Huerta y Tilcara). 4 — Arquitectónicamente las instalaciones Coctaca y La Huerta fueron las que recibieron mayores transfiguraciones tecnológicas por impulso del Cuzco. Tilcara fue remodelada para permitir el trazado del Capacñan, quizás el sector “La Iglesia” de Debenedetti y una construcción asociada al primero (R. Raffin; 1988,175). 5 — El desaparecido Yacoraite y su vecino inmediato, Los Amarillos merecen un acápite especial. El sector bajo del primero se ha perdido, cerrando la alternativa de comprobar lo que se intuye de la lectura del croquis de planta levantado por Krapovickas (969). En éste se advierte el clásico planeamiento Inka para los centros administrativos, con su aukaipata, kallanka y cóllcas
de la mitad boreal de Humahuaca, a partir del cual se adm inistró el espacio oriental. __ Ubicado casi en continuidad topográfica con Yacoraite, Los Amarillos es la instalación de mayor tamaño de toda Humahuaca (A. Nielsen, MS). En este sentido debe asignársela al mismo rango jerárquico que Tilcara y La Huerta. Aunque coetáneo al Horizonte Inka, Los Amarillos carece de arquitectura imperial y su articulación al sistema del Capacñan se efectúa a través de Yacoraite Bajo. 7 — Y por encima de ambos el legendario Pukará de Y acoraite, quien parece responder a una génesis pre-Inka; sobreviviente en tiempos de los Yupankis y en plena actividad en los de Viltipoco y Teluy. Como tantos otros, este Pukará debió quedar heroica mente “fuera de servicio” recién a mediados del s. XVII, con el derrumbe final del mundo aborigen. 5
El Capacñan conecta todos estos enclaves, desd e Tum baya y Maimará hasta las alturas de Inca Cueva. Corre por el faldeo oriental, cortand o poco menos que a dentelladas la arquitectura del sector naciente de Tilcara. Similares avatares urbanos sufrieron La Huerta y Yacoraite, en un síntoma que la hegemonía del Tawantinsuyu no respetó las partes urbanas de las sociedades pre-existentes. Aciende luego desde Tilcara hacia Ptí, Aullagas, Titicana y Cuzco, pasando por Perchel, Puerta La Huerta, La Huerta, Campo Morado, Yacoraite, Co. Chisca, Coctaca (sector occidental), Homaditas, Zapagua y las alturas de Incacu eva para enderezar rombo al N. Hacia el poniente de este ramal se halla otro que estimamos fue el principal Capacñan del NO A., el que penetra por Calahoyo (el Tam bo Real de Matienzo), bajando por Pzuelos, Queta, Casabindo el Chico, Salinas Grandes, El Moreno, Punta Ciénaga, iguiendo por la Quebrada del T oro hacia Calchaquí. Tiene un acceso directo hacia las Quebradas de Talina, Suipacha y Tupiza, constituyéndose en el camino más apoyado y abaste cido por tamberías. Ex iste una firme imp resión, apoyada por presencias arqu itectónicas españolas en Chuquiago de Suipacha, que esa fue la ruta utilizada po r Diego de Almagro en su invasión al Tucumán y Chile. Aí cm las que usarían los ejércitos rioplatenses en sus incursiones al Alto Perú luego de 8. Dejamos Humahuaca confirmando la hipótesis de un dominio del
demográficas esta Quebrada, junto al valle de Cochabamba, fueron las dos mecas prehistóricas al Sur del Lago Titicaca, verdaderos paraísos en lo concerniente a la potencialidad del registro arqueológico.
II — El mundo Oriental Con puntual referencia hacia el panorama étnico oriental del universo Humahuaca durante los siglos XV y XVI podemos concluir que: I — La información es coincidente en que los Churumatas habrían vivido al N.E. de Humahuaca, al naciente de la Sierra de Santa Victoria o Cordillera Oriental. Algunas de las localidades con topónimos actuales donde tuvieron sus asientos son Mecoya, Orkho y Pucarita, en el confín meridional del actual Departamento de Tarija en Boliviá. Del lado argentino hemos registrado vestigios arqueológicos en Pukará, Pueblo Viejo y Parque de Baritú. Fabricaron una cerámica de fondo naranja similar a la de los Chichas potosinos y los Yaví. Su hábitat se extendió sobre una región harto escarpada, con profundos desfiladeros y agudos pie de montes. En estos últimos tuvieron chacras agrícolas e instala ciones construidas con piedra y mortero que ameritan por sus atributos, trabajos arqueológicos puntuales. N o sabem os si ocupaban estos territorios antes o si fueron traídos allí por los Yupanki. Al respecto nos apoyamos en la informa ción histórica. De lo que no quedan dudas es que estuvieron allí entre 47 y 535, por la asociación in situ de cerámicas locales con la Inka Prvincial. Los tiestos históricos levantados en Pukará, Pueblo Viejo y el propio Santa Victoria O. nos indican que aún permanecían en el lugar en esos tiempos. Tanto las guarniciones fronterizas que ocuparon, en el caso de la imposición Inka, como sus propios poblados, levantados sobre agudos pie de montes, son instalaciones de trazado concentrado, con damero irregular pero de tamaño edilicio pequeño. No más de 3 a 4 recintos aproximadamente por sitio. Con una pobla ción relativa media que difícilmente sobrepasara el par de cente nares de personas. Esta circunstancia, así como la tardía coloni zación de la región, a fines del siglo XVIII, explica el por qué de
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— L L Ocloyas Oc loyas tuvieron su hábitat al naciente de la sierra de Zenta entre las Quebradas de fruya y San P edro, compartiendo compartiendo actuales territorios de Salta y Jujuy. Sus posibilidades ecológicas no discreparon de las que debieron enfrentar los Churumatas; ocupando agudos pie de montes y alturas serranas en un sistema de poblamicnto que supo capturar las montañas, tanto para la residencia como para la agricultura. Los análisis comparados de los depósitos de basura (La Hucrta-Papachacra) Hucrta-Papachacra) n indican la coparticipación de biomasa proveniente de los bosques chaqueños orientales, compartiendo los recursos energéticos típicos típicos de Hum ahuaca. Su sistema de poblamiento se basó en la arquitectura en piedra; formando peque ños p oblados oblad os co nce ntrado s, ocu pado s por un un par de centenares de habitantes. El enclave más conspicuo al respecto puede homologarse con Papachacra, prvit de d e un trazado en damero irregular de crecimiento espontáneo, con una ecuación demográfico-habitacional de 8 viviendas; una superfict fictoo techable techable de alreded alreded or de .83 .83 m m y u n a p o b a c ió n media relati relativa va de 4 a 48 habitantes habitantes (A. Nielsen; Nielsen; 989: ). Valel Vale al compara comparaci ción ón demográfica demográfica con las las cifras cifras que hemos m a n e ja d o s en La Huerta, para componer un panorama de las posibilidades adaptati adaptativas vas en esos ámbitos ám bitos orientales a Hum Hu m ahuaca. ahuac a. Como sucede con los Churumatas, no sabemos si los Ocloyas existían allí antes de los Yupanki. En uno u otro caso el dilema será resuelto por la arqueología. No obstante, es claro que penetración cuzqueña tuvo mucho que ver en la fundación de instalaciones en territorio Ocloya, como Titiconte, Arcay y Zapallar Zapa llar en Iruya. A l E. de V allegrande a Ce rro Amarillo Amari llo y P u eblito Calilegua en la Sierra homónima; P u erta de Zenta en Cianzo; Cianzo; Tambo y Cerro Chasquillas Chasquillas entre C aspalá y Yala. Estos sitios son “multicomponentes” con una presencia compartída HumahuacaHumahuaca - In k a -Chicha en sus artefactos. P ero arquitectó nicamente su imagen fue planeada y ejecutada por peruanos. A lgunos de ellos perdurarían por tiempos históricos, como Titiconte y Arcay, cincidiendo cincidi endo con las tardías fundaciones euroamericanas en la región de Iruya y Santa Victoria O. Comparten, con clara articulación, los estilos Humahuaca Rj y
guarnicin es, santuarios de altura, tamberías y el soberbio cam ino real em ped rado y con escali escalinat natas. as. 4 — Sin em ba rgo , la la au se nc ia de pob lacion es de gran gran fus fuste que hicieran las veces de cabecera política, así como la de depósitos funerarios o artefactos de relevancia nos lleva a proponer que el Tawantinsuyu ejerció un dominio indirecto sobre la región oriental. Utilizando como “capital” alguna de las instalaciones inkaizadas de la Quebrada troncal, inclinándonos por La Huerta, Tilcara o Yacoraite. 5 —El capac ñam fue una vez m ás la colum na vertebral del del domini nioo, el eje por donde se canalizaban los flujos de materia, energía e información. La articulación y movilidad provocada por los segmentos de caminos tienen dos trayectos principales: a) U no general de N . a S., pro ven iente de Cha raja en Sui Suipa pach chaa y T arija arija en B olivia, sigu iend o aprox im adam ente el meri meridi dian anoo 65° L .O. Paa Pa a p r el Cerro Bravo de Santa Victoria O. y el Abra de d e Baritú. Sigue luego por Titiconte de Iruya y más hacia el S. por Santa Ana, Tablón, Tab lón, Cerro Amarillo. Amari llo. Pueblito Pu eblito Calilegua y varios puntos m ás del V allegrand e de Juj Jujuy. uy. Pr esa franja, que tuvo por límite la sierra de Calilegua, los Inka tendieron su frontera oriental pa ra c on trolar las ent entradas radas chiriguanas. b) L a situación situación transversal al p aisa je de va rios segme ntos de camino Inka indican la necesidad de una rápida conexión entre la frontera oriental y la quebrada troncal. Aí urge urg e n alternativas de interconexión entre Vallegrande y Sierra de Calilegua con Coctaca, Yacoraite, La Huerta y Tilcara, testi moniadas po r el hallazgo hallazgo de varios segm entos de cam ino. 6 — Del mismo modo que lo lo que parece suc ede r en la Q uebrada troncal, especialmente en La Huerta, los Yupanki utilizaron contingentes Chichas potosinos para abastecer de población los sitios orientales. Gente que debió cumplir con su mita militar y que aparentemente llevó sus mujeres. A tal ta l punto q ue la alfarería alfarería de su pertenenci pertenenciaa guarda las característi características cas exteriores de su lugar originario, originario, pero fue elaborada con pastas locales. 7 — La presencia presencia de alfarerí alfareríaa Hum ahuaca confirma también la participaci cipación ón de m it itimaes imaes oriundos de la Q uebrad a en tareas de
— Aun baj los efectos de un dominio de tipo indirecta el oriente de H um ahuaca recibió e stím stím ulos que produjeron efectos efectos de retro retro-alimentación positiva en los sistemas locales. En otras palabras, los Inka ejercieron cambios en los contextos del sistema de poblamiento y artefactos arqueológicos, reflejos de otros que afectaron el dom inio d e lo social y políti político. co.
I I I — E t p p e s e e s g g X V Tanto Tanto el repertorio cerám ico com o el estructural estructural recogido recogido conduce conducenn a varias generalizaciones empíricas de fuste para entender la conducta del Tawantinsuyu y de las naciones por él dominadas en el altiplano boliviano sobr sobree fines del s iglo XV .
A — D m in io t e r r it o r ia l 1 — L Inka man darn a cn truir truir 12 in int taalaciones entre la ribera meridional del Lago Ppó, y el extremo boreal del actual terri torio argentino: Soraya, Rí Márquez, Márqu ez, Jaruma, Oma Prc y Khapa Kh eri en la región del Antigu Lag Aullagas; Au llagas; Calahoyo, Chagua, Chipihuayco, Chuquiago, La A lameda de Tuiza, Charaja y M ochara en la Ptina la Ptina Prvincia d e Sudchichas. Sudchichas. A la par existen en ellas evidencias de Capacñam que articuló estos en clave s en tre s í y co n otros no descubiert descubiertos os aún, pero pero que sin duda, tarde o temprano deberán sumarse al sistema. Fundamentalmente en las regiones del Salar Uyuni, entre Rí M á r q u ez y Tupiza, el borde oriental del Lago A u llagas y las zonas de las minas de Prc. La d prim eras son propiamente “terra incognita” y la tercera lamentablemente por un ámbito de perturb ación extre m a debido a reexplotaciones reexplotaciones económicas. económicas. — E stas instalacion instalacion es atesoran atesoran arquitect arquitectura ura y planeamient planeamientoo Inka y, tres de ellas, Oma Prc de d e A u llagas, Chuquiago de Suipacha y Chagua de Talina, componentes que reflejan actividades de tributo y adm inistrati inistrativas vas de rele relevanc vancia ia.. 3 — So lam ente una de estas esta s instal instalaci aciones, ones, el Pukará de d e Charaja, es una guarnición defensiva y parece haber sido procreado para proteger el camino Inka que conduce por el Rí San Juan Or
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Del mismo modo, el camino Inka y los propios tambos transcu rren por zonas de fácil acceso y carecen de elementos artificiales de protección. Los síntomas arqueológicos arque ológicos anteriores tienen tienen validez validez para los territorios ocupados por las naciones Carangas, Soras, Yuras. Caracaras, Uruquillas, Quillacas. Aañaques Aañaques y Chichas. Pr lo tanto se deducen evidencias de un dominio pacífico del Tawantinsuyu sobre las jefaturas más importantes que ocuparon el altiplano meridional de Bolivia.
B — Movilidad Movilid ad ét étni nica ca 6 — Los estilos alfareros alfarer os Chicha, Yura, Tiwanaku-Moll Tiwanaku-Molloo y Collas Collas (N/rojo-Pacaj (N/rojo-Pacajes-Kererana) es-Kererana) comienzan a aparecer estadística mente a medida que el enclave Inka muestreado se aproxima al área original de cada uno de ellos. Fuera de esos ámbitos la presencia tiende a ser discontinua e intrusiva. Sin embargo, se advierte una gran dispersión regional de la cerámica Colla, que llega desde la ribera S. de Titicaca hasta el Rí La Superior Superior (Chile) y Lipez. Com pitiendo ndo con la dispersión dispers ión macroregional de los Collas, la 7 — Compitie cerámica Chicha aparece en áreas intramuros de sitios Inka locales desde el S. del Lago Aullagas Aullagas hasta La Huerta y los sitios sitios del oriente de Humahuaca. 8 — La integrac inte gración ión de esas naciones al sistema Inka se advierte, advierte, por otro lado, po porr la presencia presen cia de artefactos (cerámicos (cerámicos)) dentro de las áreas intramuros intram uros de d e sitios sitios enclavados en otros territorio territorios. s. El caso caso Chicha es el más conspicuo al respecto, con una dispersión extra territorial por p or el extremo boreal del NO de Argentina, Argentina, Humahuaca Humahuaca y la frontera oriental de ésta. Sin duda esta nación nación acompañó acompañó a Yupanki en sus s us avances hacia el antiguo antiguo Tucumán.
C — Diversidad estilística estilística,, frecuencia frecuencia arquitectónica y planeamiento planeamiento urbano urban o 9 __ La mayor diversidad estilística estilística de la cerámica cerámica se advierte en el área intramuros de Oma Prc, Khapa Kheri Kheri y Rí Márquez. Márquez. Esta mayor diversidad co-varía c o-varía positivamente positivamente con: con: a) La ubicación de los enclaves enclaves Inka Inka en la Pampa
b) La mayr frecuencia en Oma Prc de rasgos arquitectónicos imperiales y planeamiento urbano que imita la imagen cuzqueña con combinación de “kallanka-Aukaipata-Unu", c) Frecuencias estadísticas medias de cerámica Inka Prvincial. Pr l tant e deduce
que:
Por Ia conjunción que estas variables (diversidad estilística en el
repertorio cerámico, presencia arquitectónica relevante y planeamiento urbano), Oma Porco desempeñó un rol de suma impor tancia en la conducta y estructura del sistema Inka. — La diversidad estilística mínima de la cerámica aparece en: a) pequeños tambos levantados a la vera del Capacñam (Toroara, Pta. Cangrejo. Ramada), cm en: b) instalaciones de cualidad y envergadura arquitectónica (Chuquiago. Chipihuayco). Pr estas razones se propone: — Con excepción de Oma Prc, n e detecta co-variación positiva o directa (es decir grupos de rasgos-variables arqueoló gicos que crezcan o disminuyan a la par) entre la diversidad estilística del repertorio cerámico, la frecuencia de rasgos arqui tectónicos relevantes y el planeamiento urbano Inka. Como contraparte se propone: — El dominio regional impuesto por Cuzco co-varía en directo con la cantidad de rasgos arquitectónicos de prestigio (AukaipataUnu-Kallanka-Hornacinas). D — C o n d u c t a d e l s is te m a I n k a : f r e c u e n c i a y d i v e r s id a d d e a c t iv id a d e s
3 — La mayor cantidad de tiestos por m de superficie, se registra en los corrales de Chipihuayco y en las collcas y corrales de Oma Prc. 14 — La menor densidad de tiestos por m2 de superficie fue medida dentro de la aukaipata de Oma Prc. Etos registros estadísticos indican las tendencias sobre los usos y funciones sobrellevados en los diferentes ambientes, así como la intensidad de frecuencias de actividades dentro de ellos. Los corrales para cargar/descargar recuas de llamas y las collcas, alcanzan los mayores índices y explican el interés Inka por las actividades de transporte (corrales) y acopio de energía (collcas) 2
15 — La cerámica Inka Prvincial, no supera estadísticamente el 8% de las muestras recogidas por sitios. Aparte de los mencionados Oma Prc y Chuquiag, estas frecuencias sólo son alcanzadas por Ramada, Chagua y Chipihuayc de Talina. En el resto de los sitios son inferiores al 1 % . 6 — Reiterando síntomas ya observados en La Huerta de Humahuaca, en Oma Prc e detectan tendencias a regularidades en la distri bución de los estilos cerámicos por sectores del establecimiento. Aí el R.P.C. M prprcinó 8%, 42% y 14% de frecuencia de los estilos Yura, Colla y Uruquilla, respectivamente; el R.P.C. M3, 18% de cerámica Chicha y % de Colla. El R.P.C. M2, un índice de 3% de alfarería Chicha. Todas estas cifras pueden ser evaluadas como altas teniendo en cuenta la media de cada muestra. El plano correspondiente nos puede d ar una idea precisa sobre los tipos de recintos, sus posiciones y las proporciones de cada muestreo. 7 — Los recintos públicos de O m a Prc, cm las cóllcas de M5 y los corrales de M4, M y M 7 ofrecen una alta diversidad estilís tica en la cerámica. 8 — La mayor diversidad estilística de la cerám ica fue medida en la entrada del camino Inka en los corrales (muestra M). Esta diversidad co-varía positivamente con el alto índice de fractura de las piezas cerámicas, solamente comparable con la registrada en los corrales M 7 y M8. 9
Los pueblos altiplánicos bajo el dominio Inka Las tendencias en el índice de fractura y depositación de la cerámica en el punto precedente son interpretadas como que cada una de las naciones o jefaturas — identificadas con esos estilos— Chic has, Collas, Yuras, Cara c aras, Soras y Uruquillas confluían en O ma Prc de la Pampa de Aullagas. Allí descargaban sus bastimentos en los corrales, con la conse cuente rotura de las piezas por el tipo de actividad realizada. Luego ocupaban sectores o “barrios” definidos del establecimiento ubicados a la vera de la aukaipata. Allí dejarían sus artefactos y alfarerías en desuso en habitaciones u otras áreas de descarte primario. Tomando el área intramuros como el espacio urbanizado planeado donde se plasmó parte de la conducta del sistema Inka esto se traduce como
(M5 y M8). Luego hacia los diferentes “barrios” donde paulatinamente decrecía. La aukaipata y el usnu de Oma Prc prácticamente carecen de indicios de actividades por fractura y diversidad estilística; mientras que el grado de perturbación de la Kallanka (usado históricamente como corral de camélidos) no permite, sin excavación, un tipo de evaluación al respecto. De acuerdo a la posición geográfica del topónimo Yura, muy próximo a las minas de Prc, a la par de la información histórica, que atribuye el dominio de esta región a la nación Caracara, existe una buena probabilidad de que el estilo Yura corresponda a esta jefatura y que sus mitimaes hayan tenido en Oma Prc un ector definido para sus habitaciones. Cualquiera sea la interpretación del vocable “Oma”, “cabeza de“ o bien “debajo” de Prc minero, e independientemente que sea la histórica Paria de los Soras de las crónicas indianas, nuestra conclusión es que:
Oma Prc fue un centro de administración y tributo construido por los Inka en la Pampa de Aullagas. Allí tributaron sus energías y servicios diferentes pueblos altiplánicos, ocupando sectores ad hoc. Estas gentes provenían del S. del Titicaca (Collas Pacajes) de Ptí S. (Chicha) y de las cordilleras de los Frailes o Aanaque del naciente (Yuras, Cara c aras y Uruquillas). Algunos contingentes Collas todavía manufacturaban cerámica Tiwanaku, mínima en su expresión estadística, decadente en su ejecución estilística, pero presente dentro del sistema. A esta propuesta arqueológica se le suma la documentación histórica, que involucra a los Carangas y otras parcialidades Quillacas de la región, de las cuales no es posible identificar su cerámica.
IV — La Huerta de Humahuaca, Oma Prc de Aullagas y Chuquiago de Suipacha: Nuevas evidencias sobre las “ciudades” Inka A principi de los setenta C. Morris sostuvo que los centros de gobierno y administración Inka fueron construidos en lugares donde frecuentemente no residían poblaciones locales. Esta generalización empírica se ha venido confirmando paulatinamente en varios lugares dominados por el Tawantinsuyu. Aí lo sugieren las instalaciones de
en el extremo boreal del Kollasuyu (Nordenskiold; 95). Salvando las distancias pertinentes en tamaño de las áreas intramuros, por ser más pequeñas, hemos señalado un rol similar para los sitios El Shincal. Hualfín, Watungasta, Tambería del inca (La Rija) y quizá Ptrero de Payogasta en Salta (Raffín, 1981,1983 y 1988). Pr mérit de los trabajos en el altiplano boliviano, a esta calificada nómina se deben agregar los establecimientos de Oma Prc de Allagas y Chuquiago de Suipacha. Amb frecen como denominador común el haber sido planeados y construidos en lugares apartados de poblaciones locales preexistentes. Una segunda hipótesis, complementaria de aquella de Morris, se ha generado como resultado de nuestros trabajos en el Kollasuyu (Raffín; 1988, 204): “Los Inka no construyeron ciudades o centros urbanos de envergadura, sino que se apropiaron de las protociudades existentes". Baj esta norma se explica las intrusiones arquitectónicas imperiales en enclaves urbanizados de singular tamaño, como Tilcara de Humahuaca, Quilmes de Yocavil, La Paya de Calchaquí, Turi del Loa chileno y, ahora, La Huerta de Humahuaca. Para los primeros, los centros administrativos, los patrones de planea mientos urbano que se adscriben con el modelo cuzqueño se repiten con insistencia, como lo señalan Gasparini y Margoulies (977). Aí emergen la plaza central, usnus, kallankas, collcas agrupadas, y quizás acllahuasis. Perceptibles por registros arquitectónicos puntuales. No copian textual mente al Cuzco, sino que lo “imitan” en una relación analógica que se adaptó a la situación particular de cada caso. De acuerdo con el cronista Ayala, Thopa Inka Yupanki ordenó la construcción de otros cinco Cuzcos en diferentes suyos de su dominio. La idea general es que algunos de ellos pudieron ser Tomebamba, Huánuco Pampa, Quito. Hatum Colla, Charcas y un sexto en Cañete. Esa política fundacional, de acuerdo con la cronología tradicional, correspondería a los años 1471 a 1493. Cabría entonces preguntarse si la misma fue proseguida por sus sucesores, Wayna Capac (1493-1525) y Wascar (1525-1532), es decir por espacio de alrededor de 37 años, o quizás un poco más, hasta la caída definitiva del Imperio en 1537. Avanzando en esta especulación nos preguntamos ¿cuántas nuevas imitaciones cuzqueña s pudieron fundarse? ;¿cuántas de ellas se constru yeron en los Andes meridionales? y. finalmente, ¿será alguno de los cdnal?iof u enclaves mencionados en este punto el reflejo arquitectónico de esa política
reservadas las evidencias de intentos de remodelación de partes arquitectó nicas preexistentes, destinadas a relocalizar formas y funciones urbanas, a la vez que crear estructuras de poder. Edificios de usos esencialmente residenciales para autoridades locales, que cumplían roles logísticos de control de tráfico de bienes y servicios. Prbablemente sean los tan mentados gobernadores o “tucoricos” al servicio del Estado, como los que mencionan las crónicas indianas (Murra; 98). Esta última es la explicación que nos demandan en especial los edifi cios y las tumbas del sector Inka de La Huerta; elevados unos, sumergidas otras, a la vera del interminable Capacñam.
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Eta edición se terminó de imprimir en Artes Gráficas Delsur, Stgo, del Estero 96. Avellaneda, en octubre de 993.