UNIVERSIDAD DE LA HABANA CENTRO DE ESTUDIOS TURISTICOS
UNIVERSIDAD DE LA HABANA Centro de Estudios Turísticos
Compilado por: MSc. José Luis Perelló Cabrera
Ciudad de La Habana, septiembre de 2005.
TABLA DE CONTENIDO
Interpretación y Patrimonio Definiciones de Interpretación.
Principios Recursos Centros de recursos patrimoniales
Autenticidad y concepto de valor valor Autenticidad y proceso creativo. creativo. La autenticidad y los paisajes culturales La Autenticidad y el Turismo Supuesta autenticidad basada en el simulacro Qué entendemos cuando hablamos de valor del patrimonio. Participación activa – El verdadero interactivo
Las funciones y relaciones entre los agentes públicos, culturales, turísticos y privados. Las propuestas. La Interpretación del Patrimonio, puente de unión entre Cultura y Turismo
onsideramos oportuno y, tal vez imprescindible, la edición de esta Selección de Textos relacionados con la Interpretación del Patrimonio. Para ello se ha contado con la colaboración del especialista español arquitecto Marcelo Martín, el cual nos facilitó algunos de sus trabajos y manifestó su disposición a permitir la utilización de ellos en este libro. Se han utilizado también otros artículos de diferentes especialistas; así como la revisión de los materiales contenidos en los Boletines de la Asociación para la Interpretación del Patrimonio. Por patrimonio patrimonio cultural cultural entendemos comúnmente el conjunto de bienes materiales e inmateriales que hemos heredado del pasado, que estamos disfrutando en el presente y que merece la pena conservar para el futuro. Nos interesa aquí la mención al disfrute, que equivale a decir incidencia social, porque esto es lo que en realidad convierte a esos bienes culturales en patrimonio, patrimonio, y aquí desempaña un importante cometido la gestión turística, y en concreto la interpretación. Los programas turísticos deben alentar la formación de los intérpretes y guías locales provenientes de la propia comunidad anfitriona, para aumentar la capacidad de la población local en la presentación e interpretación de sus propios valores culturales. La interpretación y presentación de los programas deben, además, proporcionar un alto nivel de conciencia pública y el soporte necesario para la supervivencia del patrimonio natural y cultural a largo plazo. Estos programas de interpretación deben facilitar el significado de los sitios patrimoniales y de sus tradiciones, manifestaciones y prácticas culturales, así como ofrecer sus actividades dentro del marco tanto de la experiencia del pasado como de la actual diversidad cultural de la comunidad y de su región. La Carta Internacional sobre Turismo Cultural, redactada por ICOMOS, dice que los aspectos individualizados del patrimonio natural y cultural tienen diversos niveles de significación, algunos de valor mundial, otros de importancia nacional, regional o local. El visitante debe siempre estar informado acerca de la diversidad de los valores culturales que pueden adscribirse a los distintos bienes patrimoniales. El patrimonio contiene, entre otros, dos objetivos fundamentales: ser apropiable como objeto de disfrute por la sociedad y ser recurso de investigación para el conocimiento. La gestión integral del patrimonio, dentro de las actividades terciarias, se configura así como el sector más sensible desde el punto de vista de la conciencia de su propia tarea, pero al mismo tiempo el que menos fuerza y experiencia posee a la hora de integrarse en procesos dinámicos más generales de desarrollo social y económico, y frente a las pretensiones que algunos agentes económicos realizan para producir rentabilidad monetaria de un recurso.
Interpretación y Patrimonio Cultural
l patrimonio cultural es la síntesis simbólica de los valores identitarios de una sociedad que los reconoce como propios. El Patrimonio constituye un “documento” excepcional de nuestra memoria histórica y, por ende, clave en la capacidad de construcción de nuestra cultura, en la medida que nos posibilita verificar acumuladamente las actitudes, comportamientos y valores implícitos o adjudicados de la producción cultural a través del tiempo. Junto a estos testimonios de pasadas espiritualidades, recibimos otra serie de documentos procedentes del campo teórico, filosófico, literario, etc. que complementan tal perspectiva de análisis y comprensión. La espiritualidad de la época que nos toca vivir implica la imposibilidad de definir la realidad, producto ésta del resultado de infinitos cruces y contaminaciones de imágenes e interpretaciones que nos llegan de los medios de comunicación, sin coordinación y en permanente competencia. El patrimonio cultural es, esencialmente, una obra colectiva, producida por el conjunto de la sociedad. Pero en las sociedades altamente diferenciadas la contribución a su construcción y el acceso de las clases sociales a ese patrimonio es diferencial. Grupos y clases se apropian de elementos culturales diferentes que son frecuentemente utilizados como instrumentos de identificación colectiva en oposición a otros segmentos. El hecho de que las relaciones sociales estén influidas por el poder significa que ciertos grupos consiguen, hasta cierto punto, imponer sus gustos y patrones estéticos y morales, decidir qué es lo mejor para los otros o, inversamente, impedir que ciertos segmentos de la sociedad tengan acceso a bienes culturales altamente privilegiados. Es un hecho que mientras persista el vacío de investigaciones sobre la forma de percepción de los habitantes de sus bienes culturales, seguiremos desconociendo los datos básicos para vincular eficazmente las acciones culturales referidas al patrimonio con las necesidades de la población. La intervención sobre el objeto que se realiza al margen de los procesos sociales de su entorno no garantiza su continuidad en el tiempo.
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Selección de Textos sobre Interpretación del Patrimonio
1. El patrimonio es una parte indisoluble en la configuración del territorio. 2. El patrimonio deja de estar centrado en los objetos para abocarse al contexto. 3. Mirar al patrimonio como un recurso cultural en el territorio, queriendo con ello devolverlo al mapa. Si hemos aceptado que los bienes son testimonios de valores culturales, la interpretación de éstos nos remite en una primera instancia a un lugar donde se originan y tal vez aún se encuentran, a un espacio en el que se han dado unas determinadas condiciones sociales, no necesariamente particulares, claves para la “lectura cultural” de los objetos y acciones patrimoniales. Hay que identificarlo, documentarlo. (Investigación). Hay que conservarlo, protegerlo y tutelarlo (Conservación). Hay que darle accesibilidad física e intelectual. Hay que interpretarlo (Difusión, aunque no toda la difusión es interpretación). Hay que gestionarlo y evaluar esa gestión. Hay que vincularlo (social, cultural y económicamente). Hay que comercializarlo. La interpretación es una disciplina que posee una amplia gama de pautas y directrices metodológicas para la comunicación con el público, para la presentación del patrimonio (in situ) a ese público, y para transmitir un mensaje impactante que, en lo posible, trascienda al mero hecho de la visita e infunda unas actitudes y comportamientos positivos para con el patrimonio (incluido el entorno social). Como dice J. Morales, es una disciplina porque está ahí, con su acervo de conocimientos, teóricos y prácticos, como las matemáticas. Cuadro 1.1. Ubicación de la Interpretación en la gestión del patrimonio.
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En investigación , la interpretación es el estudio y la generación de una narrativa que el especialista realiza sobre el vestigio arqueológico o histórico que les confiere sentido y que permite integrarlos en el recorte histórico del que formaron parte. En conservación , la interpretación es el proceso analítico que permite tomar decisiones a la hora de intervenir sobre el bien sin alterar las manifestaciones materiales que lo definen. En difusión , la interpretación es: a) el arte de revelar in situ el significado del legado natural o cultural al público que visita esos lugares en su tiempo de ocio. b) ofrecer al público una ilustración del legado natural y cultural a través de una narrativa que les confiera sentido y que les permita integrarlos en el momento histórico del que formaron parte. Varios son los especialistas que han definido la Interpretación. No obstante, en todas las definiciones se hace presente la afirmación de que es una actividad de comunicación, de conocimiento, de cultura y de valores históricos y naturales. Según Freeman Tilden1, la interpretación es una actividad educativa que pretende revelar significados e interrelaciones a través del uso de objetos originales, por un contacto directo con el recurso o por medios ilustrativos, no limitándose a dar una mera información de los hechos. Don Aldridge afirma que la interpretación es el arte de explicar el lugar del hombre en su medio, con el fin de incrementar la conciencia del visitante acerca de la importancia de esa interacción, y despertar en él un deseo de contribuir a la conservación del ambiente. Por su parte, Tim Merriman la define como la disciplina dedicada al estudio y a la práctica de la comunicación con el público acerca de los recursos naturales y culturales. Bob Peart sintetiza que la interpretación es un proceso de comunicación diseñado para revelar al público significados e interrelaciones de nuestro patrimonio natural y cultural, a través de su participación en experiencias de primera mano con un objeto, artefacto, paisaje o sitio. Paul Risk apunta que la interpretación, sea a través de charlas o por otros medios, es exactamente lo que la palabra quiere decir: la traducción del lenguaje técnico y a menudo complejo del ambiente, a una forma no técnica –sin por ello perder su significado y precisión–, con el fin de crear en el visitante una sensibilidad, conciencia, entendimiento, entusiasmo y compromiso . Rideout-Civitarese, Legg y Zuefle: La interpretación es una actividad de comunicación diseñada para mejorar la calidad de la experiencia recreativa del visitante, y para inspirar, de una forma agradable, un mayor aprecio por el recurso. Para John MacFarlane, la interpretación es el proceso de comunicación que pretende que el visitante descubra el significado de cosas, lugares, personas y acontecimientos. Es más que 1
Esta fue la primera definición “ académica” de la interpretación, y no estuvo exenta de polémica por su encabezamiento: "una actividad educativa ..." El empleo del término "educativa" se prestó a muchas confusiones, puesto que en los países anglosajones lo educativo lleva a pensar en escolares y en un marco curricular. Más tarde lo sustituyó por “actividad recreativa”
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información, es más que educación... implica ayudar a que la gente cambie la forma que tiene de verse a ella misma y al mundo, a través de una mayor comprensión de si misma y del mundo que le rodea. La definición más concisa y reciente es la adoptada por la Asociación para la Interpretación del Patrimonio (AIP), con sede en España, que señala que la interpretación del patrimonio es el "arte" de revelar in situ el significado del legado natural y cultural al público que visita esos lugares en su tiempo libre.
Podemos definir como el objetivo último de la interpretación del patrimonio histórico el conocimiento de la Historia, entendiendo a ésta como la ciencia que estudia la realidad histórica de un pueblo o comunidad, a partir de la cual dicho pueblo descubre y perfila su identidad. Este conocimiento histórico posee en sí mismo todos los elementos que lo hacen formar parte del proceso de formación de la conciencia que de sí tiene una comunidad. Por extensión, el patrimonio histórico son “todos aquellos bienes materiales e inmateriales sobre los que, como en un espejo, la población se contempla para reconocerse, donde busca la explicación del territorio donde está enraizada y en el que se sucedieron los pueblos que la precedieron. Un espejo que la población ofrece a sus huéspedes para hacerse entender, en el respeto de su trabajo, de sus formas de comportamiento y de su intimidad”. (George Henri Riviere). Hablar de patrimonio es, necesariamente, hablar de investigación, de inventario, de interpretación de objetos materiales e inmateriales, de centros históricos, de conjuntos de monumentos, de edificios, de sus enseres, muebles y obras de arte, de documentos, de sus tradiciones, su música, sus fiestas y del paisaje que los contiene. Una definición de lo que se entiende por patrimonio no puede entonces intentarse si no definimos previamente cual será el proyecto cultural a partir del cual se valorará el conjunto de objetos materiales e inmateriales. Pues a ningún objeto puede asignársele valor o significado si no es en relación con el grupo humano al que se haya ligado. Respecto del valor hay por lo menos dos posibilidades radicalmente opuestas en el campo del patrimonio: el valor del consumo de los objetos patrimoniales o, por el contrario, considerar prioritario el valor que presenta para la identidad cultural de la comunidad lo que vendrá a representar el valor de uso. En el primer caso, el valor de consumo, se consideran prioritarios aquellos bienes que presentan atractivos ya sea por su valor artístico relevante o simplemente por su originalidad, curiosidad o extravagancia. En este caso la presencia de la población será evaluada positivamente en tanto contribuya a reforzar la imagen pintoresca y será tratada como un objeto de consumo más o desechable en tanto no agregue nada especial al carácter del sitio. El tratamiento del patrimonio se inclinará, desde esta perspectiva, a congelar situaciones “valiosas”, para lo cual se propondrán restauraciones o arreglos más o menos escenográficos,
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que “pongan en valor” los elementos considerados de mayor atracción y por tanto crear una falsa identidad. No pueden admitirse en este caso cambios creativos que pongan el patrimonio al servicio de la población existente. El valor queda directamente relacionado con la productividad económica, con lo que se confunde valor estético y originalidad genuina con extravagancia o decorativismo superficial. Si, por el contrario, la trascendencia se asocia a la consolidación de la identidad cultural del grupo social, el patrimonio adquirirá valor en función de su capacidad como elemento de identificación y apropiación del entorno inmediato y del paisaje por parte de la comunidad. Las teorías y métodos, tanto para la determinación de los bienes culturales como para su tratamiento, conducirán a operaciones de rescate y conservación más creativas. Los valores por reconocer serán entonces los que hacen a cuestiones relacionadas con las vivencias sociales, con la historia de la comunidad, esto es, al papel que el objeto ha desempeñado en la historia social. Se debe atender también a la lectura que de este patrimonio hace la gente, es decir, la lectura de ese objeto donde el individuo reconoce el hábitat de un determinado grupo sociocultural y, finalmente a la capacidad para conformar su entorno significativo, a conferir sentido a un fragmento urbano, etc. Si el patrimonio es considerado como apoyo para la memoria social, uno de los valores fundamentales por considerar será la presencia de sus habitantes. Al poner en primer plano la capacidad de identificación y apropiación por parte del grupo social, este grupo pasa a ser considerado como protagonista de cualquier operación que se emprenda: la intervención en el patrimonio tenderá al arraigo y desarrollo de la población, evitando a toda costa su expulsión, o su marginación. Por otro lado, al considerar a los habitantes como parte fundamental del patrimonio, se compromete al reconocimiento de la necesidad de cambio, de adaptación a nuevas necesidades, nuevos hábitos, transformaciones funcionales, etc. Por eso el congelamiento de situaciones edilicias o urbanas no puede ser la meta de la conservación y se plantea la necesidad de hallar en cada caso la solución que permita el delicado equilibrio entre la preservación de la identidad y los necesarios cambios. La apropiación de la historia a través de sus testimonios materiales e inmateriales es una labor compleja, en la que se pretende comunicar cómo los objetos, las tradiciones o el paisaje no tienen valor por lo que son, sino por lo que representan (objetos, signos). Como dijéramos, la valoración de un objeto no radica en su mayor o menor antigüedad y belleza, conceptos meramente subjetivos basados en prejuicios, sino en la medida que nos informa de los aspectos históricos (económicos, sociales, de mentalidad, etc.) de la época que se pretende enseñar. Por tanto la interpretación del patrimonio histórico es la difícil tarea que a su vez sufre la misma problemática que domina a la Historia. La historia no es un ente absoluto, sino que a través del tiempo ha compartido diversos conceptos distintos de acuerdo con la ideología de cada momento. Tampoco hoy día se puede hablar de una sola Historia, ya que en un mismo país, y entre historiadores profesionales, pueden existir diversos conceptos que, ante los
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mismos hechos y objetos históricos ofrecen interpretaciones diversas y a veces contradictorias. El que los hechos históricos y los objetivos no tengan una interpretación unívoca no tiene porque conducir a la idea de presentarlos fríamente, para que cada cual saque su conclusiones. Esto sería posible con personas muy relacionadas con la investigación histórica, pero no con el resto de la sociedad, que al no poseer una preparación suficiente ni un claro sentido crítico, no pasa de lo anecdótico del hecho u objeto. No se trata por lo tanto de excluir de la interpretación del patrimonio histórico a todas aquellas personas que no posean la preparación necesaria para comprender los hechos u objetos históricos, sino que es conveniente enseñar, acostumbrar y ayudar a esa gran mayoría de la sociedad a utilizar criterios interpretativos que le faciliten la comprensión de esos hechos u objetos más allá de los puramente anecdótico. La interpretación, en un sentido más amplio, no es la reproducción de lo que ha sido. Una selección se hace indispensable aunque más no fuera para reducir la complejidad a una dimensión inteligible. Podemos concluir entonces que la interpretación del patrimonio histórico implica, también, un juicio histórico. La Historia nos permite comprender la íntima relación entre las obras y el contexto sociocultural en el que fueron realizadas, así como las transformaciones posteriores nos indican las variaciones de uso, valores simbólicos y modos de vida de quienes los utilizaron. La preservación del Patrimonio constituye un documento excepcional de nuestra memoria histórica y, por ende, clave en la capacidad de construcción de nuestra cultura, en la medida que nos posibilita verificar acumuladamente las actitudes, comportamientos y valores implícitos o adjudicados de la producción cultural a través del tiempo. Junto a estos testimonios recibimos otra serie de documentos procedentes del campo teórico, filosófico, literario, etc, que complementan tal perspectiva de análisis y comprensión. Así como es necesario un enfoque con el que indagar nuestro pasado, es también necesario, en torno a la interpretación del patrimonio histórico, abandonar criterios ajenos, enajenantes de una correcta visión de nuestro pasado, para poder apreciar y rescatar valores de nuestra cultura popular y erudita sin trasladar problemáticas y puntos de vista ajenos que llevan a confundir el pasado y nos hagan vivir como propias historias que nos pertenecen. Tampoco parece aconsejable la valoración de períodos históricos impuestos por la moda o la manipulación de recortes en busca de discursos ideologizantes que pretenden “ver” en la historia propia, ya sean realidades ajenas o vicios y virtudes inexistentes. No creo en un estudio aséptico de la historia como tampoco en una interpretación “objetiva” de todo nuestro patrimonio. No deberíamos caer en la trampa de convertir una herramienta en un instrumento de dependencia cultural o dominación ideológica.
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La interpretación es un sistema interdisciplinario para dar a conocer, hacer accesible y explicar el sentido y el significado de procesos naturales, históricos o culturales complejos. La gestión cultural viene utilizando el término a partir de conceptos poco ortodoxos desde el punto de vista estrictamente disciplinar. Creemos que es quizá demasiado ambicioso ampliar el término de interpretación hasta los límites claros de lo que se denomina Plan de Ordenamiento del Territorio, plan al que debería subordinarse una política de difusión del patrimonio en el territorio. Quizá sería apropiado adoptar lo que se denomina planificación interpretativa 3 . Se trata de un proceso racional de formulación de objetivos, análisis del recurso y sus potencialidades (y limitaciones), análisis de los virtuales usuarios, definición de los mensajes a transmitir, elección de los medios de interpretación y definición de los equipamientos y servicios interpretativos necesarios, recomendaciones para la ejecución de programas (personal, obras), y sugerencias para evaluar la efectividad de la intervención. El resultado de este proceso es un Plan de Interpretación . Que puede ser aplicado para un territorio como para un yacimiento o un parque natural. No deberíamos creer que la interpretación aplicada a un yacimiento o un conjunto de bienes culturales en un territorio dado puede generar per se una oferta de servicios “complementarios” como hoteles, restaurantes, locales comerciales, transportes, comunicaciones. Quizá sea más correcto pensar que la ordenación del territorio vendrá hasta nosotros y nos dirá dónde será más apropiado generar una oferta patrimonial, teniendo en cuenta objetivos generales de desarrollo y cohesión social del territorio. Debemos comprender la necesaria relación con el territorio como base de la organización espacial de la cultura. Para ello es prioritario:
Desarrollar la articulación física y social del territorio. Servir de referencia y favorecer un desarrollo económico solidario, equilibrado y sostenible. Contribuir al incremento de la calidad de vida, el bienestar social y el uso sostenible de los recursos naturales y culturales. Contribuir al desarrollo y aprovechamiento de las capacidades y valores propios del conjunto de la región y de cada una de sus partes.
La generación de un modelo territorial es una interpretación de la realidad que tiene una finalidad utilitaria muy concreta: servir de guía orientadora para la formulación de estrategias específicas de actuación en cada parte del territorio. No es ésta la misma interpretación que aplicamos a la necesaria difusión del patrimonio.
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Adaptado de Arq. Marcelo Martín. Asociación de Interpretación del Patrimonio. 2002. España.
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MORALES MIRANDA, Jorge, “La interpretación del patrimonio natural y cultural: todo un camino por recorrer” en PH Boletín del IAPH, Nº 25, diciembre de 1998.
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Un modelo territorial se basa sobre todo en la historia reciente del territorio y se sustenta en experiencias, interpretaciones y propuestas diversas ubicadas en parámetros temporales anteriores. Pone el acento en identificar estructuras territoriales tanto de escala intermedia o supramunicipal como regional. Parte del reconocimiento de la diversidad del territorio y que dicha diversidad no debe ser entendida como un factor negativo para la consolidación de un espacio común e integrado, sino como una cualidad que debe ser valorada y aprovechada para el logro de los objetivos propuestos. Caben algunas preguntas de orden estructural para la comprensión de qué lugar ocupa la política cultural en un modelo territorial: ¿está presente la administración cultural en el proceso de ordenación del territorio? Si la respuesta fuera negativa: ¿es que se la margina por parte de otros sectores competenciales, o sencillamente no participa ni exige tal participación? Tres términos interrelacionados, configuran una correcta política de ordenación del territorio: principios (orientación), referencias (estructuras territoriales) y estrategias.
Consideración de la diversidad natural y cultural y aprovechamiento de los potenciales endógenos.
Identificación de oportunidades de relación e integración
Formas de organización territorial
Capacidad de los territorios para afrontar sus propias estrategias de organización interna
Uso sostenible de los recursos.
Identificación de relaciones ecológicas que sustenten el orden territorial propuesto
Reflejar las relaciones e implicaciones ambientales globales de cada elemento y cada sistema
Repercusión de ambos en los ciclos de renovabilidad de los recursos naturales y en la preservación del patrimonio cultural Reconocimiento de la dependencia que tienen los procesos de desarrollo económico respecto de la gestión de recursos naturales y patrimoniales Orientación hacia la reutilización y reciclaje de recursos Compatibilización entre los procesos de desarrollo urbano y de las actividades productivas y la gestión sostenible de los recursos naturales y patrimoniales
Cohesión social.
La cooperación como base del desarrollo y dicha cohesión social.
Mayor eficacia en la gestión territorial
Estrategias de cooperación para la superación de desigualdades
Cooperación entre componentes con mayor oportunidad de integración competitiva en el exterior
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Cooperación entre sistemas intermedios para articular y equilibrar el todo (red de ciudades medias) Cooperación supra-municipal para su integración en el resto del espacio regional4
Este es el marco apropiado para insertar una política de difusión cultural asociada al desarrollo y que, sin duda, tendrá en la interpretación una metodología y una forma de actuar complementaria a otras muchas acciones y metodologías del mundo de la cultura. Si tuviéramos que definir una escala de jerarquías en torno a la vinculación del patrimonio y la sociedad estableceríamos primero una política de difusión patrimonial vinculada en dos aspectos: 1. Reconocimiento y subordinación a un modelo territorial. 2. Reconocimiento y potenciación de una red compuesta por: museos, conjuntos históricos y arqueológicos, archivos y bibliotecas, de la que a su vez depende otra en la que se ordenan centros de visitantes y de presentación, espacios expositivos, oficinas turísticas y puntos de información cultural. El segundo paso sería definir la difusión del patrimonio como una gestión cultural mediadora 5 entre el patrimonio y la sociedad. El tercer peldaño estaría representado por todas aquellas herramientas conceptuales y prácticas que permiten establecer vínculos afectivos, educativos, lúdicos e identitarios entre el patrimonio y la sociedad. Aquí cabe la interpretación, como sistema de comunicación y herramienta de planificación, la museografía, la escenificación histórica, las técnicas expositivas, la animación cultural, las técnicas educativas no formales, la presentación, la puesta en valor y todas aquellas herramientas mediadoras que sirvan a los fines de la vinculación del patrimonio y la sociedad. Paralelamente, también comienza a asociarse la interpretación con propuestas de desarrollo regional que tienen al patrimonio como eje de su actividad: el plan estratégico de interpretación. ¿Qué es un plan estratégico de interpretación? ¿Puede hablarse de un plan estratégico de interpretación, cuando muchas veces sólo se alude a una red de centros de visitantes vinculados o no temáticamente? La realidad del desarrollo local ha devenido en un aparente caos de falta de planificación cultural territorial e interpretativa. Existen en la actualidad una infinidad de equipamientos culturales de mayor o menor calidad, mal llamados centros de interpretación. Están implantados en el territorio de forma aleatoria, y no responden a proyectos concretos, sino a iniciativas locales que, al carecer de una visión regional, comarcal o municipal, han confundido el concepto amplio de un proyecto de desarrollo local con la generación de equipamientos temáticos diversos, que en sí mismos no alcanzan a proveer de los beneficios culturales y económicos que son deseables en dichos proyectos. 4
Servicio de Planificación Regional y Grupo Entorno, SL. Plan de Ordenación del territorio de Andalucía. Bases y Estrategias. Junta de Andalucía. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla 1999. 5 MARTÍN, Marcelo, “Reflexiones en torno a la difusión del patrimonio histórico” en AA.VV. Difusión del Patrimonio Histórico. Colección Cuadernos, Vol. VII. Junta de Andalucía. Consejería de Cultura.
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La inmensa mayoría de los "centros de interpretación" no son interpretativos en su naturaleza, son como mucho, informativos; los más son aburridos, faltos de calor y hasta incomprensibles. No hay un mensaje claro, no se aprecia la aplicación de los principios ni las técnicas de la interpretación por parte de los diseñadores; a veces son verdaderos libros a leer en las paredes, y no pocas veces la espectacularidad del medio enmascara al mensaje. No obstante, un centro de visitantes bien concebido es una buena ocasión para dar la bienvenida y para estimular al público (público general, claro) a que salga y continúe afuera la interpretación que se inició en el centro.6 Es responsabilidad de la administración de cultura, formar, asesorar y contribuir a cambiar esta dinámica e incorporar dichos esfuerzos y recursos económicos, que no son pocos, a una dimensión de mayor cohesión social, planificada culturalmente y dotada de temáticas y narrativas adecuadas para los ámbitos en los que el territorio se articula. No puede mirarse hacia otro lado en estos temas, debe existir un ámbito político, planificador, dinamizador y administrativo que encauce toda esta actividad, en muchos casos encomiable, en un proyecto cultural más amplio y que tenga la capacidad de ver el territorio de una manera acorde con la época, las nuevas tendencias del desarrollo local en materia de cultura, equilibrado y sostenible. Sería, por tanto, gratificante dar inicio a una planificación cultural que se origine a partir, al menos, con un inventario de dichos equipamientos dispersos y los analice a la luz de todos los factores que estamos describiendo, para contar, en principio, con un estado de la cuestión, mientras se debate y se concreta dentro de qué ámbito competencial se va a trabajar, adaptando, reformulando o cambiando contenidos y propuestas de dichos equipamientos, hasta ahora al margen de toda acción de la administración de cultura. No es el caso ahora de reglamentar, sino de reencauzar todo ese ingente esfuerzo de las administraciones locales e integrarlos en un programa de equipamientos culturales en el territorio. Insistimos entonces con la definición que incluimos en nuestra nueva sección: producto patrimonial , elaboración de un sistema diverso e integrado que mediante estrategias de interpretación, presentación, exhibición, conservación y promoción tenga como objetivo producir un complejo de mensajes, actividades y equipamientos que brinde al consumidor/turista una serie de pautas cognoscitivas, informativas y lúdicas para que éste satisfaga eficientemente su demanda de ocio cultural en su visita turística. Un Centro podría plantearse (en el sector de competencia específico) como un ámbito de relaciones de conocimiento, tanto de las disciplinas que intervienen en todas las áreas, como de las herramientas que se aplicarán a las actuaciones concretas. Su principal objetivo es dar sentido al desarrollo local en el propio ámbito del proyecto y servir para canalizar, transformar y administrar el conocimiento producto de la gestión de la información que en su propio seno debe realizarse. 6
MORALES MIRANDA, Jorge, “¿Centros de Interpretación?”, Carpeta Informativa del Centro Nacional de Educación Ambiental CENEAM, octubre de 1994.
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En concreto sus tareas serían:
Elaboración de las líneas principales de trabajo que permitan una mayor rentabilidad social y cultural de los recursos existentes. Nuevas perspectivas de la documentación e inventario del patrimonio cultural para su utilización como recurso. Propuestas para la coordinación de actividades de las instituciones del patrimonio (museos, archivos y bibliotecas) para promover colaboración, utilización conjunta de medios, mejora de las infraestructuras, constitución de redes etc. Especialización de los territorios en relación con su potencial en patrimonio cultural. Criterios de valoración de acciones, previsión de riesgos, etc. Nuevas perspectivas para el planeamiento con la inserción del patrimonio en la dinamización de actividades: turismo, comercio, cultura, etc. Aplicaciones específicas a las comunidades culturales y ciudades históricas. Estudio y desarrollo de un modelo de difusión e interpretación del patrimonio y desarrollo. Esto incluye: asesorar, ayudar a proponer y desarrollar proyectos concretos de difusión del patrimonio local y regional, su interrelación con otros patrimonios en su misma comunidad cultural; asesoramiento y ayuda en la definición de temáticas patrimoniales más acordes para su identificación local y regional; coordinación de esfuerzos entre ayuntamientos para la generación de programas cooperativos en difusión e interpretación del patrimonio; definición de los perfiles de los centros de visitantes y presentación, cuando sean necesarios, en ciudades históricas, yacimientos arqueológicos, monumentos, parajes naturales, rutas, etc.
Búsqueda documental de intervenciones que puedan convertirse e n referentes.
Desarrollo de proyectos ejemplificadores.
Concluyendo, deberíamos comprender el proceso como una interrelación de círculos concéntricos que se retroalimentan: primero, la ordenación del territorio; segundo, la planificación cultural; y tercero, la difusión del patrimonio y la planificación interpretativa, con el objeto de generar acciones coherentes en el territorio para un desarrollo local justo y sostenible.
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En cualquier lugar del mundo en que uno se encuentre, es fácil reconocer la interpretación de calidad. Esta es, como diría Freeman Tilden, una interpretación que llega y engancha a la audiencia, se relaciona con la vida cotidiana del público, provoca una reacción en sus corazones y en sus mentes, y quizás influya en sus actitudes y comportamientos (tal vez cambiando algo en sus vidas). En suma: es inspiradora y memorable. La creación de una experiencia necesita, obviamente, habilidades creativas de comunicación, pero también requiere de una buena planificación. El Servicio de Parques Nacionales de EE.UU. siempre ha reivindicado la producción de un Plan de Interpretación para cada uno de sus emplazamientos (e incluso, a veces, preparando un “Plan de Interpretación Basado en la Gente”, separado). En cambio, en el Reino Unido, vemos se empieza a reconocer a la planificación como un instrumento esencial para los nuevos equipamientos. La planificación Interpretativa es una destreza profesional, al igual que el diseño de exhibiciones o audiovisuales. Hasta hace bien poco, se solía dejar esta función a diseñadores u otros, que no siempre conocían las técnicas o tenían la formación adecuada para tener una visión estratégica y planificar con propiedad aplicando los principios esenciales. Se elaboran Planes de Interpretación para todo tipo de sitios naturales, históricos, culturales, centros de visitantes e incluso regiones, pueblos y ciudades. La metodología y el proceso son los mismos para todos, mientras que el contenido y los destinatarios son únicos para cada sitio en concreto, al igual que el producto final. Nuestro punto de partida debería ser: “¿por qué interpretar?” ¿Qué es lo que queremos conseguir? Debemos tener claro por qué queremos interpretar, y poder explicar por qué es necesario en una determinada situación. Luego debemos formular nuestros objetivos de interpretación, que se dividen en: qué queremos que la gente sepa tras su paso por la
experiencia interpretativa.
qué queremos que la gente sienta , como resultado de lo que vieron e hicieron. La interpretación tiene la capacidad de generar un sentido de lugar en los corazones y las mentes de los visitantes. qué queremos que la gente haga . La interpretación puede influir en las actitudes y comportamientos, tanto en el sitio como en la vida futura del visitante. Por lo tanto, puede ejercer una gran influencia en el manejo del sitio y en los visitantes, y también puede lograr los principios para un desarrollo sostenible. ¿qué objetivos más amplios tenemos para la comunidad local y su
economía?
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Tomado de: Ian Parkin. C onsultor independiente y trabaja en el Reino Unido. Es especialista en planificación interpretativa .
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Este es nuestro punto de partida sobre el cual podemos evaluar el éxito, o, dicho de otra forma, la provisión de interpretación al final del día. ¿Hemos cumplido nuestros objetivos? Esta es también la base sobre la cual emprenderemos el proceso de planificación interpretativa. A lo largo de años, hemos desarrollado un modelo para la planificación interpretativa, que aparece en el cuadro 4.1.
Está basado en una comprensión y síntesis detallada de varios factores, que precisan ser conocidos, evaluados con precisión y puestos en una balanza. Se consigue mediante la combinación de trabajo de campo, revisión de documentos, entrevistas y evaluación. Los tres factores más importantes son: 1. ¿Cuál es el recurso patrimonial que conforma los contenidos o materias del Plan, y por qué es importante? La comprensión del sitio o los rasgos, es un prerrequisito esencial, pero también debemos comprender su fragilidad y cualquier aspecto que pueda influir en las ofertas interpretativas al final del día. 2. ¿Cuáles son los temas o narraciones que hacen a un sitio tan especial? ¿Y cuáles son los mensajes que queremos que se lleven consigo los visitantes? La adopción de un “enfoque
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temático” brinda una estructura a las ofertas interpretativas, y nos sugiere el alcance de la trama a comunicar. Esto requiere lectura e investigación (y tal vez asesoría especializada), pero permite que el intérprete cristalice el mensaje que quiere que los visitantes se lleven. 3. ¿Quién es el destinatario, o el visitante que prevemos que recibirá nuestros mensajes? La variedad de medios interpretativos disponibles es tanta que deberemos escogen con mucho cuidado sólo aquellos que sean adecuados para los destinatarios esperados. Para hacer esto, debemos comprender y conocer a nuestra audiencia: ¿habitantes locales, estudiantes preferentemente? ¿turistas o visitantes por el día? ¿grupos con un interés especial, o que visitan a parientes o amigos? Cada uno tiene necesidades diferentes, y nosotros debemos conocerlas a fondo para asegurarnos que los medios interpretativos seleccionados son verdaderamente inspiradores y memorables al final del día. Estos son otros factores que también merecen que los tengamos en cuenta en nuestra búsqueda y análisis inicial:
Nuestras ofertas deben reflejar la forma en la que los visitantes vienen y usan el sitio. Deben respetar la “estructura” de la experiencia del visitante. La visión y opiniones de la comunidad anfitriona. Es muy importante considerar aquello que tiene de especial el lugar para la comunidad local, y se debe tener en cuenta en toda la planificación. Mientras que los visitantes vienen y se van, los locales están ahí todos los días del año. La interpretación se puede planificar de forma que el impacto de los visitantes en la vida de la población local sea mínimo, y, por otro lado, intentar que el beneficio económico que los visitantes aportan sea máximo. En la celebración de un “Día Memorial”, donde se invitaba a la gente a venir y a compartir sus recuerdos y fotografías (que ilustraban los aspectos del lugar que eran especiales para ellos), encontramos una forma excelente de recabar sus apreciaciones y opiniones. Las opiniones de especialistas son importantes, evidentemente, sobre todo con relación a sitios arqueológicos o naturales sensibles. Esto nos permite comprender mejor la “capacidad de carga” del lugar y aspectos para la sostenibilidad a largo plazo. Las opiniones de organismos públicos, desde municipalidades a agencias nacionales, de forma que la interpretación sea apropiada a determinadas situaciones, y tenga en cuenta otros procesos de planificación, carreteras, accesos, turismo, artes, acciones culturales y otras intervenciones del sector público. El contexto estratégico generado por estrategias y políticas de perspectivas nacionales, regionales y locales. La cantidad y calidad de la interpretación existente, tanto en el lugar como en su proximidad. Esta búsqueda de hechos y variados aspectos nos dará una visión clara de todos los parámetros que afectarán al Plan de Interpretación, y nos permitirá movernos a la etapa de redacción del plan.
Aquí tendremos que:
Evaluar las necesidades de interpretación para nuestros destinatarios considerados, por ejemplo: familias con niños pequeños o personas con discapacidades.
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Revisar el abanico de posibles medios interpretativos con los cuales transmitir nuestros mensajes. Esto podría incluir unidades interpretativas in situ , senderos para peatones o ciclistas, recorridos guiados, actividades y eventos especiales, maquetas y mapas para tocar, animación histórica, juegos de simulación, multimedia, exhibiciones y esculturas. Identificar el sitio específico, o el más lógico, en el cual comunicar cada tema clave (el espíritu del lugar). Preparar una jerarquización de la oferta interpretativa que refleje tanto el lugar y el guión elegido, como las necesidades de los distintos tipos de audiencias, por ejemplo: jóvenes, grupos familiares, grupos con un interés especial, y las diferentes etapas de toda la visita, desde la llegada hasta la partida. Preparar una Estrategia de Desarrollo y un Plan de Acción con costos y fases de ejecución para el lugar, que articule con claridad las ofertas interpretativas. Estos servicios interpretativos podrían plantearse en etapas para varios años, dependiendo del presupuesto.
El Plan de Interpretación se presentará en borrador a los gestores del sitio y, de forma ideal, a la comunidad local, de forma que todos los que tengan alguna implicación en él o se vean afectados, tengan oportunidad de opinar al respecto. Esto no sólo puede estimular el interés local –que se puede traducir en acciones voluntarias–, sino que también genera una importante “sensación de propiedad”, lo que puede garantizar la sostenibilidad a largo plazo. Las visiones y opiniones de todos los consultados se pueden reflejar en el Plan de Interpretación final, lo cual puede utilizarse para conseguir fondos o para proporcionar un esquema para una implementación detallada. El Plan de Interpretación representa, sobre todo, un enfoque metodológico para encontrar aquello que es más adecuado para el lugar, y justifique el porqué de sus propuestas. La etapa siguiente (al Plan), por supuesto, implica el diseño detallado de cada elemento propuesto en el Plan: exhibiciones in situ o exposiciones multimedia, juegos de simulación, animaciones históricas o guías vestidos de época como el que describí al comienzo de este artículo. Cada medio interpretativo requiere el mismo nivel de detalle que el propio Plan, pero asegurando un alto nivel de calidad en la experiencia para el visitante al final del día. La calidad de la interpretación es un reflejo del tiempo y el esfuerzo invertido en la planificación inicial. La elección del mensaje es crucial, pero el medio también debe ser elegido para ser el más efectivo ante el destinatario esperado. La Planificación Interpretativa es el prerrequisito esencial para una buena interpretación, y crea los momentos innovadores, inspiradores y memorables que todos ansiamos lograr.
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Autenticidad: Calidad de auténtico. Acreditado de cierto y positivo por los caracteres, requisitos o circunstancias que en ello concurren. Definición nada taxativa, llena de ambigüedades, que alude a la verdad, basada en circunstancias que concurren. Quizá de esta forma, apelando al diccionario, encontremos la amplitud de posibilidades y diversidad de inquietudes que se esconden detrás de la autenticidad. Un término hipervalorado en patrimonio histórico que esconde el germen de la necesidad que siempre ha alentado a los tradicionalistas de poder mostrar homogeneidad donde sólo hay aluviones de historias, hechos y materialidades. Ligar la autenticidad a la identidad de una comunidad es un esfuerzo intelectual que se desmorona al dejar el texto sobre la mesa y mirar la ciudad por nuestra ventana. Aun en el epicentro del casco histórico mejor conservado no reconoceremos qué y quienes son los auténticos; por tanto, desde mi humilde punto de vista debemos enfocar este problema desde otro ángulo. Decía alguien que intentar definir la estupidez nos involucra. En el documento de Brasilia, los colegas iberoamericanos nos introdujimos al tema a partir del concepto de particularismo cultural, de nuestras diferencias, del sincretismo y la resistencia y proponemos algo irrealizable, considerar en el momento de juzgar la autenticidad las diferentes vertientes que integran una sociedad, sus lecturas a lo largo del tiempo y de lugar. Dicho en buen romance, todo y a lo largo de la historia. ¿Qué podemos concluir que es entonces la autenticidad? ¿Quién puede juzgar qué es auténtico? En el mismo documento se dice que “nos hallamos ante un bien auténtico cuando existe una correspondencia entre el objeto material y su significado”, nada menos auténtico que el significado; la cultura, la sociedad, la ciudad son polisémicas, habrá tantos significados como personas que lean el objeto o el acontecimiento. “La autenticidad alude a todas las vicisitudes que sufriera el bien a lo largo de su historia y que no desnaturalizaron su carácter” en tal caso esas vicisitudes fueron imperceptibles o algo no nos funciona en la concepción de la idea. Toda transformación es de por sí no natural, entendiendo como tal lo que se ajusta a la cualidad o propiedad de las cosas, sin artificio, mezcla o composición ninguna. En esta misma línea se habla de mantener el “entorno primitivo”, luego si es “primitivo” ya es objeto de conservación y responde a un todo auténtico, ergo es poco útil hablar de ello, mejor sería definir un entorno, mediato e inmediato y que no responde exactamente a la cronología de lo “auténtico”. La contradicción se aclara cuando ya se alude finalmente a cuestiones formales (masa, textura, color). Por aquí siguiendo vienen luego las técnicas constructivas; es de sentido común y no un alarde de “conservación de la autenticidad” hoy en día en patrimonio histórico la “sustitución de algunos elementos con las técnicas tradicionales”. Gradación de la autenticidad: ¿puede haber algo casi auténtico, menos auténtico, contundentemente auténtico?, se puede adjetivar la autenticidad, pero no creo que pueda resultar medible según escalas, arbitrariamente quizá, pero en general algo es o no es 8
Arq. Marcelo Martín. Asociación de Interpretación del Patrimonio (AIP), Boletín no. 9. España, 2002.
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auténtico. A su vez “conservación de la autenticidad” vuelve a necesitar apelar al carácter, la esencia, la originalidad, etc., etc. que esconden detrás una buena dosis de manipulación histórica o ideológica (aún apelando a “presupuestos científicamente válidos” que, en historiografía ya han sido desmantelados hace tiempo). Discrepo de autenticidades, en plural, me desembarazo del trabajo de andar por los centros históricos reclutando fragmentos de autenticidad, prefiero una diversidad culturalmente razonable, una verosimilitud histórica aceptable antes que trozos de cornisas que quedan, auténticas de verdad, colgando de edificios imposibles de incluir ya en nuestro devenir. Reconozco todo lo que hay de válido en estos documentos (hoy quiero ser polémico), pero en la vida cotidiana tenemos que tratar con certidumbres a la hora de tomar decisiones, y de seguro no surgirán de este tipo de reflexiones. La autenticidad la intuyo mucho más cercana a mostrarnos tal cual somos; de nuestra apariencia física y nuestro comportamiento se pueden deducir (y con ayuda más) nuestra pertenencia, nuestra identidad, nuestras pautas culturales. Incluso si llevamos un Rólex falsificado comprado en la frontera. Más que preocuparnos por nuestro sello de origen deberíamos ofrecer nuestro patrimonio (auténtico todo él, salvo quienes decidan otra cosa) como un espejo donde mirarnos y mostrarnos a los demás, decía don Henri Riviere, padre de los ecomuseos. La supuesta autenticidad puede sufrir, al menos de cinco “tropiezos” que vale la pena enumerar: 1. Idealiza algún momento del pasado y lo propone como paradigma sociocultural del presente, decide que todos los testimonios atribuidos son auténticos y guardan por eso un poder estético, religioso o mágico insustituible. 2. Elimina demasiado rápidamente (con la velocidad del prejuicio), todas las oportunidades de ampliar el acceso a la experiencia y la comprensión del propio pasado, y de otras culturas, que ofrecen las técnicas de reproducción contemporáneas (original y copia). 3. Puede olvidar que toda cultura es resultado de una selección y una combinación, siempre renovada, de sus fuentes (congelar la escena urbana). 4. Un objeto original puede ocultar el sentido que tuvo –original, pero sin relación con el origen– porque se lo descontextualiza, o porque ha perdido su contexto. 5. Las narrativas históricas que cambian con la investigación (se van haciendo auténticas cada vez más) no llegan a los folletos y a los guías patrimoniales, por tanto, a veces tampoco es auténtico, no ya el patrimonio, sino lo que se cuenta de él. Paralelamente al concepto de autenticidad se desarrolla el de accesibilidad y comprensión de ese patrimonio y, por extensión, el entendimiento de lo que es auténtico. El acceso de las clases sociales a ese patrimonio es diferencial, así como lo fue la participación en su construcción debido a la división del trabajo, las diferencias regionales, tradiciones históricas, etc. La apropiación del patrimonio y, por tanto, la “sensibilización en las comunidades acerca de la autenticidad” es un tema más que complejo que no se regula mediante ordenanzas y que, como casi todo lo que significa el pasado, el presente y el futuro de una sociedad, debe contar con la
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recurrente pero nunca aplicada idea de la participación, que significa democracia y que su ausencia se esconde casi siempre detrás de frases bienaventuradas como “promover su goce artístico, espiritual y su uso educativo, donde la memoria histórica, los testimonios y la continuidad cultural sean la raíz común”. Quiero apelar al concepto de intertextualidad e integrar en mi discurso los aportes de otros autores que desarrollan con mejor exactitud lo que quiero expresar sobre autenticidad. El concepto de autenticidad no puede ser el mismo para diferentes tipos de patrimonio cultural. En el caso de un monumento histórico, con importancia cultural debido a su papel en la historia nacional o regional, claramente la autenticidad debe ajustarse en mayor grado al concepto de “lo genuino”, asegurando en lo posible la autenticidad en: (1) materiales; (2) diseño; (3) métodos constructivos y artísticos; y (4) el entorno, tal como lo establece la Carta de Venecia de 1964. En contraste, en el caso de un monumento religioso –con importancia cultural en la sociedad actual sobre la base de su uso y función originales– la autenticidad podría incorporar el concepto de permitir añadidos, modificaciones y evoluciones culturales que se efectúen según normas y preceptos coherentes con los originales del monumento en cuestión. Este sería el caso, por ejemplo, de las iglesias jesuitas de la Chiquitanía boliviana, que continúan teniendo importancia vital en el desarrollo de las sociedades locales, en sus aspectos religiosos, artísticos y laborales. Claramente, sería arbitrario por parte de cualquier autoridad el limitar la función del monumento religioso a la de un museo, cuando su función original religiosa continúa siendo la principal razón de ser del monumento y la voluntad de la comunidad continúa siendo el utilizarlos en su función original (ICOMOS Bolivia). El conocimiento de la historia posee en sí mismo todos los elementos de los que es parte el proceso de formación de la conciencia que de sí tiene una comunidad. La apropiación de la historia a través de sus testimonios materiales e inmateriales es una labor compleja, en la que se pretende comunicar cómo los objetos, las tradiciones o el paisaje no tienen valor por lo que son, sino por lo que representan (objetos, signos). La valoración de un objeto no radica en su mayor o menor antigüedad y belleza, conceptos meramente subjetivos basados en prejuicios, sino en la medida que nos informa de los aspectos históricos (económicos, sociales, de mentalidad, etc.) de la época que se pretende enseñar. Respecto de los valores, podemos estructurarlos al menos en dos aspectos radicalmente opuestos en el campo del patrimonio cultural: el valor del consumo de los objetos patrimoniales o, por el contrario, el valor que presenta para la identidad cultural de la comunidad o el valor de uso. En el primer caso, el valor de consumo, se consideran prioritarios aquellos bienes que presentan atractivos ya sea por su valor artístico relevante o simplemente por su originalidad, curiosidad o extravagancia. En este caso la presencia de la población será evaluada positivamente en tanto contribuya a reforzar la imagen pintoresca y será tratada como un objeto de consumo más o desechable en tanto no agregue nada especial al carácter del sitio. El
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tratamiento del patrimonio se inclinará, desde esta perspectiva, a congelar situaciones “valiosas”, para lo cual se propondrán restauraciones o arreglos más o menos escenográficos, que “pongan en valor” los elementos considerados de mayor atracción y, por tanto, crear una falsa autenticidad. No pueden admitirse en este caso cambios creativos que pongan el patrimonio al servicio de la población existente. El valor queda directamente relacionado con la productividad económica, con lo que se confunde valor estético y originalidad genuina con extravagancia o decorativismo superficial. Si, por el contrario, la trascendencia se asocia a la consolidación de la identidad cultural del grupo social, el patrimonio adquirirá valor en función de su capacidad como elemento de identificación y apropiación del entorno inmediato y del paisaje por parte de la comunidad. Las teorías y métodos, tanto para la determinación de los bienes culturales como para su tratamiento, conducirán a operaciones de rescate y conservación más creativas. Los valores por reconocer serán entonces los que hacen referencia a cuestiones relacionadas con las vivencias sociales, con la historia de la comunidad, esto es, al papel que el objeto ha desempeñado en la historia social. Se debe atender también a la lectura que de este patrimonio hace la gente, es decir, la lectura de ese objeto donde el individuo reconoce el hábitat de un determinado grupo sociocultural y, finalmente, a la capacidad para conformar su entorno significativo, a conferir sentido a un fragmento urbano, etc. Si el patrimonio es considerado como apoyo para la memoria social, uno de los valores fundamentales a considerar será la presencia de sus habitantes. Al poner en primer plano la capacidad de identificación y apropiación por parte del grupo social, este grupo pasa a ser considerado como protagonista de cualquier operación que se emprenda: la intervención en el patrimonio tenderá al arraigo y desarrollo de la población, evitando a toda costa su expulsión, o su marginación. Por otro lado, al considerar a los habitantes como parte fundamental del patrimonio, se compromete al reconocimiento de la necesidad de cambio, de adaptación a nuevas necesidades, nuevos hábitos, transformaciones funcionales, etc. Por eso el congelamiento de situaciones edilicias o urbanas no puede ser la meta de la conservación y de un proyecto de turismo cultural; se plantea la necesidad de hallar en cada caso la solución que permita el delicado equilibrio entre la preservación de la identidad y los necesarios cambios (Marina Waisman, 1998 citada por Marcelo Martín). Establecer un proceso para la conservación, preservación o restauración ha de ser un proceso en el cual hemos de reconocer que estamos interviniendo parte de la historia del desarrollo de la comunidad, país o la humanidad y, como tal, nuestra actitud ante esta práctica ha de ser objetiva, esto quiere decir valernos del conocimiento técnico, científico y artístico de nuestra época, pero a su vez, hemos de tener muy claro y conocer las técnicas, materiales y, en lo posible, el concepto con el cual este hecho arquitectónico se inició. Todo edificio que logre perdurar en la memoria colectiva y en el tejido histórico es sujeto de transformaciones, modificaciones o agregados a lo largo de su vida útil ¿cómo podremos definir cuáles partes son relevantes o no para la preservación de este hecho arquitectónico a partir de nuestra propia intervención como conservadores?
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Poder dar una idea con respecto a lo que ha de ser conservado del bien, es una labor trans e interdisciplinaria en la cual la toma de decisiones nunca puede estar dada por especialistas de una sola rama del conocimiento humano. Caeríamos en el error de negar que el patrimonio construido es un hecho inherente a los profesionales en arquitectura; el patrimonio ha de ser como bien lo entendemos, herencia de antepasados y como custodios para las futuras generaciones, es por ello que interesa estudiarlo desde el punto de vista de la antropología social y urbana, así como de expertos en el campo de la Historia, la Ingeniería, la Química y –por que no– de Comunicación Social. Este equipo es el capaz de poder llevar a cabo la determinación y definición, en cada uno de los casos, del grado o la pertinencia de autenticidad de cada una de las campañas constructivas, por las cuales ha sido intervenido el bien, con el fin de no negar al Patrimonio el proceso histórico (ICOMOS Costa Rica). El auge actual de los “paisajes culturales” como marco para definir y manejar el patrimonio ilustra cómo los valores de complejos territorios se pueden manejar y expresar con utilidad. Concebidos por el Comité de Patrimonio Mundial como “ilustradores de la evolución de la sociedad y asentamiento humano a través del tiempo”, Susan Buggey explica que los paisajes culturales se pueden interpretar como poseedores de valores intrínsecos (expresados en la continuidad del uso de la tierra, la tradición en su manejo según se manifiesta en patrones de organización espacial, redes de circulación, preferencia por ciertos materiales, formas y tecnologías) y valores asociativos (como testimonios de creencias espirituales y/o tradicionales). Aquí el análisis de la autenticidad necesariamente se concentra en el entendimiento de los elementos principales de ciertos procesos dinámicos, y no en los atributos estáticos de la forma y los materiales. Dentro de un contexto donde el cambio diario es la norma, un análisis sobre la autenticidad rápidamente lleva a cualquier conservacionista a identificar los valores importantes dentro del continuum de tiempo, tanto hacia delante como hacia atrás, reconociendo que las mejores soluciones no son las que protegen, si no las que renuevan. En el clima económico actual en que la conservación del patrimonio tiene que ser autosuficiente, quizás el reto mayor es el de mantener la autenticidad dentro del sistema de mercados, habida cuenta de la indiferencia por gran parte de la industria turística hacia las verdaderas cualidades de las atracciones patrimoniales que se fomentan y se venden. Para los que toman decisiones que afectan los sitios patrimoniales en la industria turística es importante que se libren de las estrategias de mercado convencionales, y que se dediquen, en vez de crear un nuevo mercado, a estimular una demanda diferente. Tienen que darse cuenta que el público quiere autenticidad; quiere creer en lo genuino, en lo completo y en la verdad del mensaje que se lleva cuando visita un sitio patrimonial. También debemos recordar que aun cuando exista un compromiso por mantener la autenticidad, las pequeñas decisiones se pueden ir acumulando rápidamente hasta reducir la calidad de lo auténtico en la experiencia. Fergus Maclaren nos dice: “Inevitablemente, los diseños y el uso de un sitio se adaptan a lo que atraiga turistas. En los sitios industriales, los nuevos usos, como cafetines, restaurantes, librerías, boutiques y viviendas tipo loft, se super-imponen sobre los viejos patrones de
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actividades típicas en las zonas industriales tradicionales. La necesidad de mantener una imagen atractiva al visitante a menudo lleva a re-definir la historia. El miedo es que los recursos patrimoniales de un sitio se conviertan en fachadas que escondan actividades comerciales y residenciales y que los habitantes de la zona se conviertan en los actores de un drama diario que se le ofrece a los turistas para que lo fotografíen y se maravillen. La ironía es que aunque tal vez la embadurnada realidad de un distrito puede ser demasiado ruda para atraer turistas, el proceso de gentrificación9 de por si nos brinda la verdadera historia de cambio y desarrollo” (ICOMOS Canadá). En los países desarrollados hay cierto consenso sobre el interés de la conservación física del patrimonio , y es una necesidad plenamente asumida por nuestros gobernantes, técnicos urbanistas y por los ciudadanos. El debate se centra más en el cuánto y en el cómo. En cuatro podemos agrupar los principales peligros que amenazan la autenticidad de la ciudad histórica y que, por tanto, repercuten en la calidad del turismo cultural: degradación, terciarización, gentrificación y banalización. Entendemos por degradación el abandono físico de sectores o barrios de la ciudad por envejecimiento de la población, deterioro de la edificación, infravivienda, deficiente infraestructura urbana, ausencia de servicios y marginalidad. Esto puede llegar a desembocar en la destrucción física de los edificios, del espacio urbano y la degradación social. Terciarización es el proceso por el cual los centros urbanos que fueron residenciales o multifuncionales en otro tiempo, por su centralidad, acaban destinados para uso exclusivo del sector servicios: comercios, restaurantes, edificios públicos y oficinas. El hábitat pierde importancia y fuera del horario comercial estos lugares céntricos de las ciudades quedan desiertos. La gentrificación o aburguesamiento es la sustitución de la población residente tradicional, de composición social diversa, por otra con un perfil más uniforme y alto poder adquisitivo. A partir de la rehabilitación hay un proceso de transformación y sustitución del tejido social dentro del centro histórico. El costo económico de los edificios rehabilitados es por lo general más elevado que los de nueva planta, por lo que los precios de venta o de alquiler aumentan cada vez más a medida que la rehabilitación progresa y da una fisonomía más atractiva al centro. La población tradicional residente, sobre todo las familias de bajos ingresos, son progresivamente empujadas hacia las periferias en beneficio de aquellos capaces de asumir alquileres y precios más altos, con el consiguiente empobrecimiento de la diversidad social que siempre ha caracterizado los centros urbanos de nuestras ciudades. La banalización es sobre todo resultado del turismo, al concentrar y especializar sectores de la ciudad en esta actividad. Es una forma de terciarización de gran impacto paisajístico, que favorece nuevas arquitecturas historicistas, falsos decorados, tiendas de recuerdos de baja calidad, restaurantes con publicidad agresiva, masificación turística, etc. 9
Reemplazo de los habitantes y comercios tradicionales por unos más cultos y modernos.
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Pero sobre todo influye en que eleva los precios de la vivienda en el sector y expulsa actividades comerciales normales y equipamientos básicos para los residentes: tiendas de comestibles, colegios, etc. Degradación, terciarización, gentrificación y banalización, juntos o por separado, juegan en contra de la autenticidad. Estos cuatro fenómenos son consecuencia del abandono de la ciudad a su suerte o a intereses privados. En la última década han primado visiones productivistas o simplemente especulativas que han afectado muy negativamente a la autenticidad de la ciudad (Romero Moragas, l999). Para concluir, estas reflexiones inconclusas, partimos de la base de que es inmoral interpretar lo falso, que siempre partimos de una verdad científica o al menos avalada historiográficamente (que no históricamente, que es otra cosa muy distinta). Pero aseveramos que el problema de la autenticidad en patrimonio histórico no se resuelve entre verdadero y falso, sino que debemos encontrar pautas para una mejor comprensión y actualización de lo que entendemos por autenticidad , y después de mucho pensar mi propuesta es la adopción de dos tareas básicas: la selección de material culturalmente representativo y la producción de escenas y manifestaciones que ayuden a proveernos de verosimilitud histórica . Representatividad cultural, es decir mostrar aquello que existiendo, con la certeza que da la investigación, y ampliando el concepto de tener o no que pertenecer al periodo histórico concreto que abordamos, nos de la idea y la certeza (intelecto y sentidos) de que lo que estamos disfrutando es auténtico; y verosimilitud histórica, todo lo que presentamos en nuestra tarea de acercar el patrimonio al público en su tiempo de ocio, es históricamente cierto, grado de autenticidad que tiene que ver con la certeza y no con la autenticidad. Entonces, ¿qué lugar ocupa en nuestra tarea la preocupación de saber que trabajamos con material auténtico?
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La investigación es, fundamentalmente, valorar. La investigación determina la mayor o menor dimensión histórica de los objetos y, por tanto, el grado de interés de conservación. Dentro de la variada gama de valores que se pueden otorgar a las manifestaciones humanas, a nosotros nos importan primordialmente aquellos a los que les adjudicamos un marcado valor histórico o de identidad. La conservación es la acción material destinada a preservar la memoria histórica a partir de intervenir adecuadamente en la restauración y mantenimiento de todos los objetos materiales e inmateriales que conforman el patrimonio histórico. Es ésta, quizá, la más compleja –a la vez que polémica– acción relacionada con los bienes culturales, tarea en constante evolución de la cual depende, en gran medida, la certeza de que un bien permanezca en el tiempo como testimonio material o inmaterial de una comunidad. La difusión es una gestión cultural mediadora entre el patrimonio y la sociedad. Gestión porque implica un proceso complejo que abarca documentar, valorar, interpretar, manipular, producir y divulgar no ya el objeto en sí, sino un producto comprensible y asimilable con relación a su pasado histórico y su medio presente; cultural , porque se opera con la obra del hombre, tangible e intangible, pasada y presente, que rodea e influye en el ciudadano de hoy hasta ser parte misma de su historia y, por tanto, de su identidad; y mediadora , porque requiere de una política, de un programa y de una técnica y un soporte material independiente del objeto y ajena al sujeto que la recibe. La difusión incluye la interpretación . Es la actividad que permite convertir al objeto patrimonial en producto patrimonial, a través de un proyecto que integre la interpretación en sí, es decir, la materialización de la definición conceptual del bien convertido en mensaje apropiable e inteligible, y la comunicación, comprendida como un proceso de identificación y satisfacción de las necesidades del usuario, y que implica un conjunto de actividades destinadas a dar a conocer, valorar y facilitar el acceso a la oferta cultural. La clave de una correcta gestión se sustenta en el equilibrio entre investigación, conservación y difusión. La investigación sola remite a un mundo autista, elitista y vacuo; si le sumamos sólo la conservación, nuestra tarea carecerá de fin social. Difusión e investigación nos remite a una mera publicidad profesional, mientras que conservación y difusión nos habla de fines mediáticos carentes de contenido. Finalmente, conservación a secas refiere a un museo sin público, y difusión en solitario a propaganda. La difusión del patrimonio no es una tarea única de un solo agente cultural. Puede y debe haber difusión del patrimonio en la escuela, el museo, el archivo, la biblioteca, la oficina de turismo, la asociación vecinal o la casa de cultura de un municipio. Para ello es imprescindible una acción, una técnica y recursos materiales y humanos dirigidos y 10
Tomado de: Arq.
Marcelo Martin. Ob. cit.
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encaminados a ese propósito; se necesita también una interrelación y coordinación de agentes y objetivos comunes que permitan una lectura coherente de nuestro entorno cultural. El patrimonio histórico son “todos aquellos bienes materiales e inmateriales sobre los que, como en un espejo, la población se contempla para reconocerse, donde busca la explicación del territorio donde está enraizada y en el que se sucedieron los pueblos que la precedieron. Un espejo que la población ofrece a sus huéspedes para hacerse entender, en el respeto de su trabajo, de sus formas de comportamiento y de su intimidad” (George Henri Riviere). El patrimonio constituye un documento excepcional de nuestra memoria histórica y, por ende, clave en la capacidad de construcción de nuestra cultura, en la medida que nos posibilita verificar acumuladamente las actitudes, comportamientos y valores implícitos o adjudicados en la producción cultural a través del tiempo. Junto a estos testimonios de nuestra espiritualidad, recibimos también otra serie de documentos de orden teórico, filosófico, literario... que complementan tal perspectiva de análisis y comprensión. El legado natural y biológico en su diversidad forma parte indisoluble del concepto de patrimonio y por tanto comparte los objetivos de ser investigado, conservado y difundido. El conocimiento de la historia posee en sí mismo todos los elementos de los que es parte el proceso de formación de la conciencia que de sí tiene una comunidad. La apropiación de la historia a través de sus testimonios materiales e inmateriales es una labor compleja, en la que se pretende comunicar cómo los objetos, las tradiciones o el paisaje no tienen valor por lo que son, sino por lo que representan (objetos, signos). La valoración de un objeto no radica en su mayor o menor antigüedad y belleza, conceptos meramente subjetivos basados en prejuicios, sino en la medida que nos informa de los aspectos históricos (económicos, sociales, de mentalidad, etc.) de la época que se pretende enseñar. Respecto de los valores, podemos estructurarlos al menos en dos aspectos radicalmente opuestos en el campo del patrimonio: el valor de consumo de los objetos patrimoniales o, por el contrario, el valor que presenta para la identidad cultural de la comunidad o el valor de uso . En el primer caso, el valor de consumo, se consideran prioritarios aquellos bienes que presentan atractivos ya sea por su valor artístico relevante o simplemente por su originalidad. En este caso la presencia de la población será evaluada positivamente en tanto contribuya a reforzar la imagen pintoresca, y será tratada como un objeto de consumo más o desechable en tanto no agregue nada especial al carácter del sitio. El tratamiento del patrimonio se inclinará, desde esta perspectiva, a congelar situaciones “valiosas”, para lo cual se propondrán restauraciones o arreglos más o menos escenográficos, que “pongan en valor” los elementos considerados de mayor atracción y, por tanto, crear una falsa identidad. El valor queda directamente relacionado con la productividad económica, con lo que se confunde valor estético y originalidad genuina con extravagancia o decorativismo superficial. Si, por el contrario, la trascendencia se asocia a la consolidación de la identidad cultural del grupo social, el patrimonio adquirirá valor en función de su capacidad como elemento de identificación y apropiación del entorno inmediato y del paisaje por parte de la comunidad. Los
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valores por reconocer serán entonces los que hacen a cuestiones relacionadas con las vivencias sociales, con la historia de la comunidad, esto es, al papel que el objeto ha desempeñado en la historia social. Se debe atender también a la lectura que de este patrimonio hace la gente, es decir, la lectura de ese objeto donde el individuo reconoce el hábitat de un determinado grupo sociocultural y, finalmente, a la capacidad para conformar su entorno significativo, a conferir sentido a un fragmento urbano, etc. Si el patrimonio es considerado como apoyo para la memoria social, uno de los valores fundamentales por considerar será la presencia de sus habitantes. Al poner en primer plano la capacidad de identificación y apropiación por parte del grupo social, este grupo pasa a ser considerado como protagonista de cualquier operación que se emprenda: la intervención en el patrimonio tenderá al arraigo y desarrollo de la población, evitando a toda costa su expulsión, o su marginación. Por otro lado, al considerar a los habitantes como parte fundamental del patrimonio, se compromete al reconocimiento de la necesidad de cambio, de adaptación a nuevas necesidades, nuevos hábitos, transformaciones funcionales, etc. Por eso se plantea la necesidad de hallar en cada caso la solución que permita el delicado equilibrio entre la preservación de la identidad y los necesarios cambios. 11
La noción de “participación activa” (en inglés: hands-on) ha sido fundamental en la filosofía de la interpretación. Los buenos intérpretes siempre han puesto énfasis al “hacer”, de muchas formas, en lugar de sólo “saber”, de una manera única. Freeman Tilden clarificó esto en su descripción de los instrumentos para la interpretación: “objetos originales, experiencia de primera mano y medios ilustrativos”. En la década de los ‘80 este énfasis en la “participación activa” significaba unos servicios interpretativos más orientados a la gente y con una implicación personal (actividades conducidas por guardas, mesas de “tocar”, juegos ambientales, guías contratados o voluntarios, animación histórica), como lo opuesto a los medios con menos implicación personal (señales, publicaciones, exposiciones estáticas). Pero a mediados de los ‘90, mientras la “participación activa” y lo “interactivo” son las palabras clichés en interpretación, parece que quisiéramos que la gente toque las pantallas de los monitores de televisión en lugar de los árboles, y que interactúen con computadoras en lugar de con guías o con guardaparques. ¿Vamos entonces por el camino correcto en nuestra sociedad tecnológica? ¿Qué significa realmente interactivo? Las exhibiciones interactivas ¿están atendiendo realmente las diferentes necesidades y estilos de aprendizaje de la gente? ¿Proporcionan de verdad los multimedia una experiencia de primera mano al público? ¿No estaremos confundiendo 11
Dra. Elizabeth A. Beckmann. Camberra, Australia.
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entretenimiento con interpretación? Hagamos una breve incursión al mundo de la interpretación interactiva –especialmente al mundo de las exhibiciones y exposiciones– para ver si hay alguna respuesta. Primero, qué significa “interactivo”: en realidad, significa cualquier forma de comunicación en dos sentidos, donde los emisores de mensajes pueden convertirse en receptores y viceversa. O sea, en sentido estricto, cualquier modalidad de interpretación guiada puede ser interpretación “interactiva”. Sin embargo, el término normalmente se utiliza de forma exclusiva para las exposiciones y exhibiciones. Entonces ¿qué es una exhibición interactiva? Miles et al. (1988) distinguen entre exhibiciones dinámicas con mecanismos no interactivos (a los que yo llamo aquí “falsos interactivos”) y exhibiciones dinámicas que verdaderamente operan de un modo interactivo porque “varían su presentación de acuerdo a cómo el diseñador percibe que serán las respuestas y necesidades del visitante” (verdaderos interactivos). Antes de pensar en las exhibiciones mismas, pensemos primero en aquellas respuestas y necesidades. Comencemos con el tantas veces citado proverbio chino: “cuando leo, olvido; cuando veo, recuerdo; cuando hago, comprendo”. Esto es argüido muchas veces a favor del alejarse de las exhibiciones del pasado centradas en un texto —o el “libro en la pared”— en pro de las exhibiciones de “interruptores, destellos, cascabeleos y truenos” de hoy en día. Como todos los buenos proverbios, todos asentimos de acuerdo... tan simple y tan verdad. ¿Pero es eso? Tanto dar la lata con aquello, que se minimiza el ver y el leer. El excesivo énfasis en el “hacer por hacer” puede conducir a los intérpretes al camino equivocado. El concepto de inteligencias múltiples de Howard Gardner (1983) explica por qué algunas personas (los que tienen muy desarrollada la inteligencia verbal/lingüística) aprenden con diagramas, y otros (que han desarrollado la inteligencia espacial) aprenden mejor cuando manipulan objetos. La investigación evidencia que el involucrar a alguien activamente con una exhibición a través del uso de sus sentidos, estimula más recuerdos y afán por descubrir que limitar al visitante a que simplemente observe objetos o lea rótulos. Pero también puede alentar concepciones erróneas (véase el trabajo de Rusell (1989) acerca de la sensación de “temperatura” de una exhibición). Pero consideremos los hallazgos de una reciente evaluación en el Museo Powerhouse (Shearman y Wood, 1992):
personas que no tenían entusiasmo por un determinado tópico pensaban que las exposiciones interactivas ayudarían a que esa materia fuese más interesante; sin embargo, aquellos que sí estaban interesados en esa materia veían poca necesidad de usar interactivos; los niños distinguían entre computadoras interactivas de carácter “educativas” y las que eran “divertidas”, y presentían que los interactivos y las simulaciones por computadora podrían animar materias “aburridas”; los jóvenes adultos querían que las simulaciones por computadora tuvieran un valor explícito, preferiblemente con un resultado cuantitativo (un marcador o score para sus habilidades de manejo, por ejemplo);
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los padres obligados –aquellos que sienten la obligación de llevar a sus niños al museo– se sentían incómodos con las computadoras, y esperaban que sus hijos las manejaran con mayor destreza; y las mujeres estaban más predispuestas que los hombres para usar los interactivos, incluso si cometían errores.
Otro término que ha influido mucho en el diseño de exhibiciones en los años recientes es el de participación activa (hands-on). Pero pocos de nosotros creemos que esto signifique simplemente objetos tocables; por el contrario, probablemente pensemos en exhibiciones que incorporan mecanismos eléctricos, electrónicos o mecánicos. Sin embargo, el simple hecho de tener tales mecanismos no convierte a una exposición en “interactiva” (Miles et al. 1988, 95). La maqueta del tren que no se pone en marcha hasta que uno aprieta el botón, o el texto u objeto que uno no puede ver hasta que no enciende una luz, no son exhibiciones estáticas; se mueven o cambian al antojo del público, y ciertamente requieren “participación activa”. Pero ¿son interactivas? O, para plantearlo de otra forma: ¿actúan sobre el visitante al mismo tiempo que el visitante opera sobre ellas? La respuesta es, por supuesto, NO. Estos no son dispositivos interactivos (Miles et al., 1988), se trata de “falsos interactivos”, es decir, exhibiciones con partes móviles que el visitante puede operar, pero que no puede interactuar con ellas. Debido a que este tipo de exhibiciones produce poca demanda intelectual –o ninguna– y no proporciona una retroalimentación (feedback) , Miles y sus colaboradores (1988) creen que, generalmente, carecen de un valor educativo, y que pueden trivializar la propia situación que intentan presentar. Este no es un dilema nuevo para los intérpretes. A pesar de que el pulsar botones, mover partes, operar sobre luces y pantallas de televisor todavía parezca algo novedoso en el campo de la interpretación, un destacado educador de museo advierte a los diseñadores de las exhibiciones que “tengan sumo cuidado en emplear botones y trucos tecnológicos sólo para brindar respuestas al visitante”, porque “el responder no tiene valor a menos que la respuesta se relacione con el entendimiento del mensaje de la unidad expositiva” (Screven, 1974, 66). De hecho, y con dos décadas de perspectiva, querría considerar este punto todavía más allá: con la creación de expectativas en la mente del visitante ante una supuesta exhibición interactiva –es decir, que merecerá la pena apretar un botón o mover una palanca–, se corre el riesgo de ofenderlo ante los falsos interactivos que no satisfacen las expectativas creadas. Consideremos algunos ejemplos de la vida real acerca de los interactivos. Una visitante observa una exhibición que contiene un hermoso ejemplar liofilizado de zarigüeya y un botón para apretar. Con el dedo tembloroso, la visitante entusiasmada se prepara para apretar el botón. ¿Qué hará la zarigüeya? ¿enseñará los dientes? ¿morderá una hoja? Llena de emoción, la visitante vacila una milésima de segundo más, pulsa: y se enciende una luz. La zarigüeya se hace ligeramente más visible, pero no se mueve. El botón permanece hundido, y vuelve a aparecer, como aquellos mecanismos retardados, de forma que no se saca nada con pulsarlo de nuevo. Esto, por supuesto, no detiene los intentos de la visitante. Todavía “no pasa nada”. Ella se aparta un poco desilusionada, de forma que no sigue observando más de cerca al animal, la
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mezcla de toscos y finos pelos de su piel, o la delicada estructura de sus patas, perfectamente adaptadas para trepar y coger las hojas de eucalipto. Por supuesto, hay razones de gestión muy legítimas para exponer muy poco tiempo a la luz artificial algunos objetos. Allí donde los visitantes no se distribuyen incluso durante el día, por razones de conservación, cobra sentido el activar la luz sólo ante la presencia de visitantes. Pero si la razón para diseñar una exhibición como la anterior es ésta ¿por qué no buscar formas de conseguir ese propósito sin crear falsas expectativas? Por ejemplo, una luz que se active por la cercanía del visitante –no es una hazaña electrónica hoy en día– protegería al objeto, produciría algo de excitación en el visitante, y dirigiría su atención al objeto repentinamente iluminado... en lugar del mecanismo “apretar botón”. Enfrentemos esto: un visitante como el anterior, que tiene expectativas reales por una exhibición en particular, y se acerca en un estado de excitación... es parte de una gran minoría. La mayoría de los visitantes están en un estado como de “retirada” –del café, o del trabajo– o con un temperamento alterado porque sus niños han estado demandándolos todo el tiempo, o porque no tienen que pensar en nada. Este es el estado que Moscardo y Pearce han descrito (de una forma más académica) como de “no atención” (en inglés: mindlessness ). De acuerdo a este modelo, la mayoría de los visitantes permanecen en este estado de “sin un propósito” hasta que una exhibición o actividad les estimula a acercarse y permanecer en ella en un nuevo estado: “atención consciente” (en inglés: mindfulness ). De forma que una exhibición efectiva, interactiva o no, es algo que ayuda a la gente a pasar de estar “sin propósito” a tener una “atención consciente”; de estar preocupados de sus asuntos cotidianos a estar abiertos a las ideas que los diseñadores de la interpretación quieren presentarles. Los verdaderos interactivos, son aquellos que “varían su presentación de acuerdo a la percepción de los diseñadores acerca de las respuestas y necesidades del visitante”. Esto nos lleva directamente a las exhibiciones basadas en computadoras (ordenadores), puesto que son éstas las únicas que tienen una luz de esperanza para adaptar su respuesta a las acciones de visitantes individuales. ¿Qué fue de los sueños y esperanzas de los diseñadores de exhibiciones en aquellos días excitantes, cuando las primeras computadoras baratas y fiables salían de la fábrica hacia los museos y centros de visitantes? Volvamos a Screven (1974, 67): La computadora posee unas inmensas posibilidades para desarrollar todo el potencial del museo como un espacio abierto de aprendizaje... la computadora podía movilizar todos los recursos del museo para adaptarse a las necesidades individuales de aprendizaje del visitante; podía conversar con él, desafiarlo, probarlo y evaluarlo, podía relacionar sus intereses con la exhibición, y ayudarle a explorar sus implicaciones. Pregúntense: ¿es ésta la realidad de las exhibiciones basadas en computadoras en el nuevo milenio? En efecto, ahora tenemos tecnologías con precios asequibles para los intérpretes que, al parecer, pueden proporcionar infinitas combinaciones y posibilidades de elección, así como distintos caminos e ideas.
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Tenemos computadoras multimedia con pantalla de tocar, efectos visuales estáticos o móviles, combinados con sonido, unas capacidades de memoria inmensas, y una realidad virtual a la vuelta de la esquina. La velocidad del cambio es tremenda. Cuando Miles y sus colaboradores (1988) escribieron su libro en 1988 –hace pocos años– pensaban que sería el videodisco el que podría añadir “una dimensión nueva y excitante a las exhibiciones dinámicas de todo tipo ” y que “abriría las puertas a la extrema sofisticación en la interactividad ”. Tal es la velocidad con la que se ha desarrollado la tecnología que los buzz- media , el CD-ROM de hoy en día, ¡ni siquiera fue mencionado! Pero también tenemos problemas de orden práctico: computadoras que fallan, programas con problemas, “ratones” que se pegan –al igual que algunas ideas filosóficas–, programas que enseñan que es fácil presentar información en una computadora en vez de lo que es relevante a las necesidades del visitante, tecnologías que a veces ayudan a aumentar la distancia generacional o de género, y que a la larga llevan a la frustración de lo que se quiere interpretar. He aquí un ejemplo preocupante. Una pantalla multimedia de tocar , en la exhibición del orangután en el Zoológico de Taronga, permite que los visitantes averigüen más acerca de la especie, al tiempo que pueden observar a los animales en su patio. Observé, y escuché, cómo un grupo de adolescentes –los usuarios más seguros de tales tecnologías– golpeaba la pantalla con sus manos de forma erudita y hurgaban en todos los menús. Lo que oí fueron montones de fragmentos de cinco segundos de información acerca de cada aspecto del orangután. Justo cuando el comentario comenzaba a interesarme, el contenido podía cambiar cuando los dedos pincharan otro trozo de la pantalla. Incluso la sola observación de los animales, un pasatiempo que disfruto, se me estropeaba por el continuo flujo de pedacitos de frases de la voz del narrador. Los muchachos permanecían pegados a la pantalla, trabajando furiosamente para comprobar cualquier posibilidad de que detrás de uno de esos cuadraditos estaba Sonic el Erizo o los Hermanos Mario . Salí de la exhibición antes que ellos. No aprendieron nada acerca de los orangutanes. Yo no aprendí nada de los orangutanes. Aprendí mucho sobre los chicos y las computadoras. Interactivo: sí. Interpretativo: no. Y esta idea no es nada nueva. Me acuerdo que iba al Zoológico de Londres en los años ’60, y metía seis peniques en una máquina que me daba información acerca de los animales que observaba. Y sí que observé a los animales, ¡quién querría observar un altavoz! Una vez que el mensaje empezaba, seguía oyéndose, de modo que cualquiera que estuviera allí se podía beneficiar de esa información, incluso aunque no tuviera seis peniques. Lo que realmente disfrutaba era cuando adquiría por media corona una llave de plástico con forma de elefante que me permitía oír en todas las máquinas de información que yo quisiera. Interpretación, estimulación, souvenir , refuerzo y valor monetario, todo al mismo tiempo. Como dijo un influyente diseñador británico de exhibiciones: “más que aprender (de las exhibiciones), los visitantes son estimulados a averiguar más y a desarrollar un entusiasmo por lo que ven y lo que hacen... una buena exhibición establece una situación para que los visitantes exploren a su manera” (Pizzey, 1991). Quizá no sea una coincidencia que luego de mi experiencia interpretativa en el Zoológico de Londres yo me convirtiese en bióloga. Pero tengo bastante certeza de que aquellos muchachos
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en Taronga no tendrán ese tipo de interés. Pueden llegar a convertirse en aficionados a las computadoras. Pero ¿es eso lo que pretendían realmente los intérpretes de Taronga? Lo que los intérpretes consideran un “interactivo” depende de su perspectiva. Los interactivos en los centros de visitantes de los parques nacionales pueden ser diferentes de aquellos de los centros de la ciencia, que, a su vez, pueden ser diferentes a los de los museos. Interacción, participación, implicación... éste es el nombre del juego interpretativo. O, como dijo Tilden, la interpretación debe implicar una experiencia de primera mano. Los humanos hemos sabido esto durante miles de años. Los aborígenes siempre han enseñado a sus niños llevándolos al monte, mostrándoles qué es bueno para comer, el cuento que cuenta el agua, qué hacer en caso de incendio, etc. De forma similar, los intérpretes de parques han llevado al campo a niños y adultos, posibilitando que vean zarigüeyas durante la noche, que huelan la resina de las hojas de eucaliptos, dejándoles que levanten piedras para encontrar pequeñas criaturas bajo ellas. Pero quizá las acciones aisladas no sean suficientes. Los aborígenes también cuentan historias: pintan cuadros con canciones y con ocres, estimulan el aprendizaje por la repetición, y mezclan bailes y palabras, drama y atmósfera... para imprimir ideas en los cerebros jóvenes y los no tan jóvenes. La verdadera interpretación no sólo es “participación activa”, sino también “atención activa”. Y conectar con las mentes puede ser más difícil que conectar con circuitos eléctricos.
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Los objetivos: Definiciones actualizadas y coherentes con los nuevos paradigmas culturales referidos al patrimonio natural y cultural. Creación y/o adaptación de instancias administrativas de carácter transversal, cuyo marco competencial tenga un reflejo directo en el territorio a través de Delegaciones o Instituciones del patrimonio que tengan capacidad técnico-científicas y compartan los lineamientos ideológicos que implica un trabajo de gestión territorial. Creación de un marco adecuado de planificación cultural patrimonial, donde se defina claramente lo que implica la planificación territorial clásica, la planificación cultural patrimonial y la planificación interpretativa y sus interrelaciones. Desarrollo de una herramienta de conocimiento del territorio sustentada básicamente en la apreciación y valoración en escalas diversas: grandes áreas geográficas, comarcalización de carácter histórico y antropológico, subcomarcas o áreas sin definición concreta y municipios, sin por ello desconocer la realidad de lo que representan, al menos jurisdiccionalmente, las provincias y por ende las Diputaciones Provinciales. 12
Tomado de: Arq. Marcelo Martin. Ob. c it.
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Conocimiento y establecimiento de relaciones con los agentes territoriales a escala institucional y privada. Concebir estrategias que puedan luego materializarse en acciones concretas para formar, asesorar, redefinir, y contribuir a cambiar dinámicas dispersas e individualistas en programas de desarrollo local cuyo eje principal sea el patrimonio natural y cultural. Prever, dentro de las estrategias anteriormente descritas, los alcances de la documentación, protección, legislación e intervención sobre bienes y medios sobre los que se sustentan los proyectos de desarrollo local. Establecer debates interdisciplinares acerca del posible agotamiento de la gestión del patrimonio natural y cultural basado en las disciplinas tradicionales. Estudios socioeconómicos de rentabilidad de planes y programas, de nuevos y/o renovados equipamientos culturales, que incluyan los necesarios aportes de reinversión fruto de la actividad de desarrollo local. Evaluación de estrategias, planes y proyectos, actuaciones e inversiones para hacer efectivas y eficientes las actuaciones de desarrollo local. Estudios y evaluación de públicos reales y potenciales, perfiles, preferencias y necesidades. Medio que permite conseguir lo que se pretende y al que se acude en caso de necesidad. Bienes, riqueza u otras cosas que pueden utilizarse para hacer algo. Esta doble acepción de la palabra recurso (medio-bien) nos plantea taxativamente las diferencias de ópticas con que los recursos culturales son vistos y analizados según el discurso que nos propongamos a la hora de intervenir sobre ellos en un proyecto territorial. Entendemos que un recurso territorial es aquel medio que nos permite, dentro de una planificación cultural a escala regional comarcal o municipal, utilizar su capacidad de ser un referente histórico o natural, su potencial de ser interpretado de acuerdo a temáticas generales adecuadas y capaz de recibir una explotación sostenible que permita formar parte de un programa de desarrollo social y económico. El recurso patrimonial, tangible o intangible adquiere una dimensión mayor que la que puede tener como bien de interés cultural aislado para ser considerado con todas sus implicancias históricas, medioambientales y sociales. El recurso patrimonial es, entonces, un medio y un bien que se ve afectado, por un lado por todas aquellas normas de protección y conservación y, por otro, por la escala del proyecto, su contexto histórico y material y su capacidad de ser un acumulador cultural que permita ser reconocido por la sociedad en una dinámica de apropiación, uso, interpretación, disfrute y explotación sostenible. No debemos confundir, por tanto, un recurso cultural con un sitio, un objeto o un equipamiento que tiene capacidad de ser utilizado en nuestro proyecto, pero que no reúne en sí mismo capacidad de dialogar culturalmente con los usuarios de un programa de desarrollo o un plan cultural patrimonial dado. Por ejemplo, un centro de acogida o de visitantes, implementado
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como recurso dentro de un proyecto de cualquier escala, no puede ser considerado un recurso patrimonial en la medida que su contenedor no reúna las condiciones culturales y/o patrimoniales que antes hemos descrito. Ahora bien, una vez comprendido los alcances del recurso, podemos incorporarlo a otro concepto más comprometido con el desarrollo que es el recurso o producto turístico. Intentaremos definir al producto turístico, especialmente desde la óptica que define una política cultural más que desde una estrategia de desarrollo turístico, y dentro de esa concepción lo enmarcaremos en lo que denominamos la difusión del patrimonio . Entendemos entonces como producto patrimonial a la elaboración de un sistema diverso e integrado que mediante estrategias de interpretación, presentación, exhibición, conservación y promoción tenga como objetivo producir un complejo de mensajes, actividades y equipamientos que brinden al consumidor/turista una serie de pautas cognoscitivas, informativas y lúdicas, para que éste satisfaga eficientemente su demanda de ocio cultural en su visita turística. El producto será diseñado en función: de pautas para una mejor comprensión y actualización de lo que entendemos por autenticidad, de la selección de material culturalmente representativo y de la producción de escenas y manifestaciones que ayuden a proveernos de verosimilitud histórica. Abogamos por el abandono de la cultura del objeto para adentrarnos en la cultura de la comprensión, donde la calidad de la experiencia del visitante esté dada no por una actitud pasiva de fruición, sino por un protagonismo activo de conocimiento y relación de hechos, vidas y artefactos.
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La ciudad puede ser mirada y vivida de muy diversas maneras. Como bien cultural que acumula y recrea tradiciones, costumbres, formas de relación; y sirve de acumulador de productos culturales y conservador de memorias. Como bien social que ha desarrollado una alta capacidad de producir y poner en circulación bienes y servicios tanto públicos como privados, los cuales dan soporte a la existencia y reproducción de los seres humanos. Como bien físico que comporta una determinada distribución de espacios, infraestructuras y mobiliarios en los cuales se desarrolla la tensión entre el recinto de lo público y el de lo privado. Como bien ambiental que configura microclimas, sistemas de aguas, tipos de aire, niveles de iluminación variables, tensiones entre zonas verdes y duras y relaciones específicas con el entorno natural. Y también como Patrimonio en todos los campos mencionados, cuando los bienes urbanos se cargan de significados para los ciudadanos.
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Arq. Marcelo Martín. Arquitecto, asesor en Interpretación del patrimonio y gestión de recursos patrimoniales para el desarrollo local (2005).
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Nos interesa en particular el concepto de ciudad como lugar de las memorias. Las que viven sin ellas tienden a destruirse a sí mismas. Por el contrario los procesos de cambio en la vida urbana adquieren sentido y proyección histórica cuando asumen la continuidad con la memoria de la ciudad y las recrean de cara al presente y al futuro. Para tratar este tema voy a iniciar mi recorrido con el artículo de la profesora Roser Calaf que dice: “las ciudades son un marco de relaciones y contactos entre los humanos que nos permiten hablar de un espacio de aprendizaje informal (lo cotidiano, vivir en la ciudad) y un aprendizaje no formal que está intencionalmente organizado, estructurado y que se desarrolla de acuerdo a diferentes programas o proyectos”. Hasta aquí, de acuerdo en tanto ella propone aprender arte en la ciudad, con el objetivo de sensibilizar hacia el respeto y la valoración del patrimonio urbano. En mi caso, intento trabajar con la Interpretación del Patrimonio como herramienta de comunicación y de gestión para apuntar al mismo objetivo, pero desde una perspectiva diferente, complementaria, cooperativa. Abundando en la metáfora de trabajar para una familia como la de los Simpson , según gusta decir Jorge Morales, preferimos hablar de experiencias informales de conocimiento y disfrute de la ciudad, y de experiencias de calidad que son nuestro campo de trabajo. Generar actividades de carácter interpretativo de forma organizada, planificada y gestionada de manera tal que, el ciudadano y el visitante foráneo, disfruten de una experiencia de calidad, a la vez que modifican su apreciación valorativa y se predisponen a una defensa de los valores culturales de dicha ciudad. La ciudad no es un todo homogéneo; la necesidad de plantear experiencias de conocimiento y valoración diversificadas y de calidad, implican la consideración de los factores diversos que confluyen en la ciudad territorio: el centro histórico, los barrios históricos, los ensanches de la ciudad, los barrios periféricos organizados en torno a diferentes factores aglutinantes, las cercanías, los parques metropolitanos, las ciudades satélites cercanas, etc., etc. A escala menor: las calles comerciales, los aledaños a un hito histórico o relevante, los comercios, los bares y restaurantes, los espacios culturales, y, sobre todo, la vida cotidiana, el mercado, el trasiego diario como fenómeno intangible que puede brindar experiencias auténticas y de calidad. En su estudio se tendrán en cuenta: la escala de la ciudad o área de la ciudad en la que se intervendrá, con propuestas de visitas puntuales o recorridos, dinamización de áreas de gran valor patrimonial, pero que acusan degradación de orden social, propuestas de equipamiento urbano, etc. Por otro, lado se realizarán estudios históricos o, en mejor medida, una síntesis histórica de sus momentos más relevantes, conexiones físicas y socioculturales con otras ciudades cercanas y con el territorio circundante, su historia y sus figuras y hechos más destacados hasta el presente. También deberá contarse con un análisis de la ciudad contemporánea y su contexto geográfico y medioambiental, rutas, caminos y conexiones socioculturales con otras ciudades y pueblos, población, economía productiva e infraestructuras. A partir de este trabajo se irá delineando un tema clave de la ciudad que puede relacionarse con: un periodo histórico relevante; una función simbólica, política o religiosa; una actividad productiva; un hecho histórico singular; con una situación particular de su enclave, del paisaje o bien de su papel en la paz o en la guerra; etc. Es importante relacionar luego esta decisión
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con los estudios del área de influencia de la ciudad, en el caso de relacionar la temática predominante en la cultura urbana con otros sitios o pueblos con los que podría conformar una red o una secuencia temática. La interpretación del patrimonio, como herramienta de comunicación, debe estar sustentada, entre otros, en dos cuestiones clave para su éxito: saber claramente qué decir y conocer cabalmente cómo, dónde y a quién decirlo. No voy a hablar aquí de la técnica de la interpretación, tema que por otro lado está muy bien tratado por autores con mayores conocimientos que el que suscribe, sino de comprender el problema y saber qué es lo que hay que tener en cuenta a la hora de aplicar una herramienta de comunicación y gestión como la interpretación del patrimonio. Por tanto, es de mayor importancia la selección de un grupo de trabajo compuesto no sólo por intérpretes y planificadores interpretativos, sino también por los profesionales del patrimonio, sensibles a la comunicación del patrimonio y abiertos a trabajar en modelar experiencias de conocimiento, más que clases o conferencias sobre la materia, así como aquellos comunicadores sociales y/o monitores con experiencia en el trato con los ciudadanos y visitantes, en el afán de conformar un equipo de trabajo conciente de todos los frentes que significa utilizar la ciudad como materia prima para el conocimiento y la valoración y defensa del patrimonio urbano. El tema clave que vayamos a utilizar para dar coherencia y sentido a nuestra propuesta de interpretación urbana debe servirnos de cobertura conceptual para todo el proyecto cultural, donde se inserten nuestras experiencias interpretativas. Así, por ejemplo, si decidimos que nuestro tema clave es “un pueblo de emprendedores”, es porque, a través de nuestra investigación socio-histórico cultural, llegamos a la conclusión que debíamos resaltar valores sociales y comunitarios afines a toda una población que, en su devenir histórico, ha hecho del progreso y el desarrollo (individual y colectivo) un motivo de diferenciación respecto de otros pueblos vecinos. El emprendedor es audaz, activo, decidido, resuelto, atrevido, y acomete con resolución acciones dificultosas, tanto en el ámbito familiar como en el de su comunidad. Si se trata de una ciudad cuyos valores sociales son superiores a los bienes culturales en sí mismos, este concepto de emprendedores engloba mejor el trabajo de literatos, artistas, artesanos, empresarios, deportistas, que podrán ser valorados y entendidos como elementos destacados de una ciudad que con su común actitud potencia la existencia de estos personajes, hitos en su historia. Pero los temas clave pueden ser muchísimos, y sobre ellos se debe trabajar tanto en la metáfora (por ejemplo, la ciudad como obra de arte) como en la narrativa que sustentará nuestro trabajo de interpretación (ejemplo: la estética de la ciudad). Para ayudar en nuestro discurso podemos decir que se pueden generar tanto metáforas como narrativas desde varias perspectivas generales y fáciles de asimilar por el grupo de trabajo: a. La simbología Tanto la ciudad toda, como los hitos, monumentos, edificios, calles y plazas públicas, son analizados y comunicados desde su capacidad simbólica de comunicar el devenir social, político y cultural de la comunidad.
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b. La estética Ciudad bella, ciudad compleja, ciudad collage; el paisaje urbano, así como la propia estética edilicia de sus componentes, pueden sustentar una narrativa que vaya jalonando una secuencia cronológica (estilos artísticos) o ejemplos destacados que se aíslan por su singularidad de un contexto homogéneo (art deco, racionalismo, high tech). c. La sociología Relaciones entre los sitios, paisajes, lugares y monumentos con acontecimientos sociales destacados, sean estos positivos o negativos; no se trata siempre de contar una ciudad triunfante y luminosa, sino de saber combinar las luces y las sombras del devenir histórico. Referentes materiales de emprendimientos ciudadanos de envergadura que dan sentido e identidad a la ciudad en su conjunto o a barrios y/o sectores singulares. d. La histórica. La ciudad romana, la ciudad medieval, la ciudad renacentista, etc. Quizá éste sea el tema más socorrido a la hora de trabajar en experiencias de interpretación de la ciudad. Pero que mantiene plena vigencia si el trabajo ahonda en las microhistorias ciudadanas, la creación de un equipo de fútbol, la radicación de una serie de industrias hoy en desuso, una institución cultural, un subgrupo de vecinos con aspectos religiosos, culturales o étnicos diferenciados del común de la población, etc. e. La geográfica Las funciones de la ciudad –más en la antigüedad– muchas veces están sumamente claras, como lugares de producción, de administración y poder, de comercio, núcleos de comunicación o sectores defensivos. Pero hoy, tal vez, todo eso no sea tan claro y nuestras experiencias interpretativas deberían ayudar a clarificar y “leer” una ciudad contemporánea no regida por principios de racionalidad urbana. Los cambios de uso de grandes contenedores de carácter simbólico (fábricas, palacios, mercados), el desvanecimiento de los límites de los barrios, los nuevos espacios residenciales, culturales o deportivos, sectores comerciales específicos, los cambios en los centros históricos por gentrificación o abandono, etc. f. La comunicación Puede comprenderse en sus dos vertientes, la de las comunicaciones dentro de los sectores de una ciudad: calles, vías, avenidas, transportes, conexiones, sus historias, sus emergentes materiales –desde las estaciones de metro o ferrocarril hasta el mobiliario urbano–; la de la ciudad que comunica (quizá más como metáfora, pero que admite una narrativa), donde los elementos materiales constituyen una estructura, el contexto de ciertos hitos nos dan claves y referencias, y las relaciones sensoriales que las obras y los espacios establecen con el ciudadano y el visitante. Es este un trabajo sin duda apasionante, y la clave para el sustento de una correcta y exitosa interpretación. Pero cabe añadir que un buen trabajo de interpretación no debería pecar de partidista, sectario o arbitrario en el manejo de los conceptos: la interpretación debe ser ideológica en tanto está sustentada por ideas, debe ser sicológica en tanto apelamos a una
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experiencia sensorial y cognitiva lo más completa posible, y debe ser social en tanto nos relacione, nos involucre y nos provoque con el objeto interpretado. Estamos trabajando con patrimonio, eso implica una realidad material (constructiva, estética, utilitaria, etc.) y otra inmaterial (simbólica, significativa, valorativa, etc.), vinculadas ambas por una materia aparentemente inconsistente, pero que es la que estructura el sentido de ambas, que son: las circunstancias y los acontecimientos . No olvidemos esto porque podremos perder entonces el rumbo respecto de la premisa de que debemos presentar un todo y no una parte, y que nos dirigimos a una persona integral y no a una fase o característica de ella. Podemos mostrarle al público una reserva de agua en el lugar más elevado de la ciudad y decir que fue proyectada por los ingenieros del municipio. El público puede admirarlo o simplemente asentir. Pero en lugar de eso, nuestro trabajo consiste en relacionar cómo la ingeniería de la época estaba presente en la ciudad y cómo una red de agua no sólo cumple una función básica, sino también simbólica, y que puede estar ligada al espíritu de progreso que hubo en la ciudad, y así siguiendo. Esta segunda forma cuenta una historia más amplia y lo relaciona con la vida cotidiana de nuestros visitantes. Recordemos también que el objetivo principal de la interpretación no es la instrucción sino la provocación, ello ayuda a captar la atención de nuestro público y los invita a disfrutar de la experiencia, a la vez que estimula a investigar por su propia cuenta una vez que se hayan marchado. Esta modalidad de presentación del patrimonio al público – la interpretación – requiere un proceso de planificación para que la oferta sea ordenada y racional y conduce a la previsión de unos medios de comunicación in situ que transmitan unos mensajes bien concretos al público. Medios que a veces pueden incluir equipamientos o centros de visitantes donde éstos reciban orientación, información, servicios complementarios: guías intérpretes, tienda, estafeta, librería especializada, servicios sanitarios y, por qué no, hasta una exposición interpretativa introductoria a su visita que le ofrezca claves que faciliten su experiencia in situ , ya sea con guías (lo ideal) o con audioguías, folletos, carteles o señales. La planificación interpretativa se realiza de acuerdo a las siguientes finalidades, entre otras muchas definidas para cada caso en particular (planteadas de forma genérica para este tipo de planificación): Comunicar el significado del lugar de forma interesante y efectiva, Contribuir a la satisfacción de las necesidades del visitante, Proteger, conservar y concienciar sobre los recursos culturales en juego, Racionalizar los esfuerzos de actuación. Los Objetivos de Planificación indican las metas a alcanzar en el proceso de planificación interpretativa. No son los “objetivos de interpretación” (éstos se definirán en otra etapa del proceso), sino una guía que indica directrices y límites para la planificación. • • • •
Finalmente, tras el análisis in situ de cada uno de los puntos que ofrecen posibilidades para la interpretación (cotejándolos con diversa información y planteando alternativas para su interpretación), se procederá a la toma de decisiones, un proceso de síntesis cuyo resultado se refleja en las propuestas y en el esquema planteado en el Plan de Interpretación.
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Bien es sabido que no puede establecerse fehacientemente una sectorización completa de la ciudad-territorio, ya que seguramente existen muchas lagunas en extensiones a veces periféricas que no responden a estructuras socioculturales claras. Sin embargo, es un reto para la plasmación de un correcto plan de interpretación entender estas delimitaciones poco tenidas en cuenta. Por tanto, un trabajo básico sería la conformación de un mapa barrial y cultural de la ciudad, que sirva como herramienta básica de trabajo e integre en un proceso dinámico y abierto toda la información y documentación necesaria, como sistema básico de información que atienda a las necesidades de proyectos y asesoramientos que encare el área de recursos culturales. Este trabajo no implicará el detenimiento del trabajo, sino que la ingente tarea de conformar el mapa cultural se realizará en el tiempo y paralelamente a otros trabajos, incorporando sus estudios a esta tarea prioritaria. La tarea complementaria y paralela en el tiempo es la definición de estrategias de recuperación, integración y valoración cualitativa de la información en relación con el mapa cultural, y como soporte de las actividades concretas del área, con el objeto de poder realizar diagnósticos y obtener conclusiones de carácter general y con cierta premura a la hora de asesorar o proponer proyectos de desarrollo local en todo el ámbito urbano. En esta tarea se incluyen posibles listados y clasificaciones de bienes, normativas, planes territoriales y comarcales de mayor espectro, legislaciones particulares, normativas supranacionales, potencialidades económico-culturales, turísticas u otras modalidades de desarrollo, etc. En este trabajo, en definitiva, deben particularizarse las posibilidades e inconvenientes para desarrollar la interpretación deduciendo los factores intrínsecos y extrínsecos y definiendo claramente: Los recursos culturales Los aspectos morfológicos y antropológicos con potencial interpretativo Definición de puntos concretos con potencial interpretativo Propuestas de áreas, prioridades y/o fases de trabajo para el plan de interpretación Resumiendo, se trata de determinar los argumentos y temas para la interpretación, relacionarlos con los puntos con potencial interpretativo destacados, para luego definir los sistemas expositivos, medios interpretativos y servicios al público. Los medios interpretativos pueden ser personales (guías, contactos casuales) o autónomos (paneles, escenografías, audiovisuales, folletos, audioguías, etc); los servicios son los mensajes y los medios de comunicación empleados, las señalizaciones, las instalaciones y/o estructuras de medios, todo ello relacionado con los puntos de potencial valor interpretativo que hayamos definido en nuestros recorridos. Debemos también aquí determinar los servicios complementarios que influyen y complementan la calidad de la experiencia del visitante: adaptación a discapacitados, información, lugares de acogida, espacios para aparcamientos de coches y autobuses, servicios, etc. • • • •
El mensaje interpretativo de nuestro plan será aquello que se le transmita al público a partir de lo que se defina como los contenidos. Este concepto de mensaje no es un eslogan o una
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moraleja, sino toda la explicación que el público reciba de un guía o todo el texto contenido en un folleto, por ejemplo. Para finalizar, quiero destacar que las estrategias de interpretación, comunicación y presentación estarán en función de: la planificación realizada sobre la base de criterios claves de cada ciudad, del tamaño y ubicación del centro histórico y sus barrios, de la relación de ciudades entre sí o de ciudades complementarias en un territorio. Asimismo los equipamientos turístico-culturales, y la dotación de personal específico variará en función de dichas estrategias. Del museo de la ciudad al cartel indicador median el centro de visitantes, los recorridos urbanos temáticos o geográficos, las visitas con guías o autoguiadas, los recorridos peatonales o motorizados, los espectáculos, representaciones, teatro de calle o escenificaciones callejeras, y todo un sinnúmero de actividades nuevas o tradicionales que vienen a sumarse al espectáculo y disfrute de la vida cotidiana de los propios ciudadanos que, en su interacción diaria, generan recursos innumerables e inmejorables de lo que puede vivirse en una estancia turística en la ciudad.
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Las demandas de ocio de la sociedad vienen cambiando aceleradamente en las últimas décadas. Ahora se apunta a un turismo, que muchos denominan cultural, y que se sustenta en la satisfacción de la calidad de una experiencia que mezcla la apetencia por el conocimiento, las vivencias de ciudades y parajes exóticos, la comunión de sensaciones con las poblaciones locales, la gastronomía, las artesanías, y un largo etcétera que no deja fuera la idea de la necesaria protección de todo ese patrimonio que es objeto de la visita turística. Son muchas las causas que han motivado esta reorientación de la actividad turística: el aumento del poder adquisitivo de amplios sectores de ciudadanos, su creciente grado de movilidad, la sensibilidad ambiental y cultural producto de campañas en los medios de comunicación y la mejora de la formación y sobre todo el aumento del tiempo de ocio y la demanda de espacios verdes y nuevos equipamientos culturales. El sector turístico, fuertemente dinámico a la hora de la búsqueda de nuevos mercados, ha reconvertido las actividades deportivas y el afán de conocimiento de entornos culturales y naturales singulares en nuevos productos, atendiendo a sus propias necesidades de diversificación. Esta actitud empuja indefectiblemente a los gestores urbanos, culturales y del medio natural a introducir nuevas fórmulas de gestión de los recursos en juego. Por tanto, sin intentar dar una definición académica, podemos decir que turismo cultural es aquel que permite a los visitantes participar en actividades deportivas y de aventura así como conocer la historia, cultura y naturaleza de las zonas que visitan.
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Tomado de: Entrevista al Arq. Marcelo Martín, asesor en patrimonio y gestión de recursos patrimoniales, por Oscar Navasa Aguiló, editor de la Revista Arts. Sevilla, España. 2005.
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Si tenemos en cuenta que la actividad turística puede ser un importante factor de desarrollo territorial, en tanto se lleve a cabo de acuerdo a las fundamentales normas de sostenibilidad, las relaciones entre el sector público y privado son fundamentales. La gestión integral del patrimonio, natural y cultural, dentro de las actividades terciarias, se configura como el sector más sensible desde el punto de vista de la conciencia de su propia tarea, pero al mismo tiempo el que menos fuerza y experiencia posee a la hora de integrarse en procesos dinámicos más generales de desarrollo social y económico, y frente a las presiones que los grupos económicos realizan a la hora de producir rentabilidad monetaria de un recurso. La gran cantidad y variedad de profesionales técnicos y agentes que intervienen en el proceso de gestión patrimonial (investigación, conservación/restauración, documentación, legislación, formación y difusión) , no por menos informados, pero sí por crédulos, por positivistas y alentadores de nuevas perspectivas de trabajo y desarrollo, no alcanzan a vislumbrar en todos sus alcances el cuidado que debe tener el sector a la hora de introducirse en dinámicas de desarrollo social y económico como puede ser el turismo. Estas opiniones las formulo desde la perspectiva de la gestión del patrimonio y no desde equipos o gestores de desarrollo local, ni mucho menos desde expertos en turismo. Esta diferencia representa el esfuerzo que desde este tipo de sector debe hacerse a la hora de comprender cabalmente el modo y el nivel de implicación que debe sostenerse desde la generalidad de la tutela, catalogación, conservación y difusión del patrimonio hacia acciones concretas y claramente destinadas a una población definida y caracterizada; así como reconocer los límites y características territoriales adecuados para que su incidencia en los procesos de desarrollo local, fundamentados especialmente en la puesta en valor y apropiación y disfrute de los recursos naturales y patrimoniales, sea apropiada, alentadora y efectiva. Se trata en definitiva de fomentar un diálogo desjerarquizado a nivel de instituciones o centros de poder central, regional y local. De alentar la participación de la población reconociendo sus apetencias, sus necesidades y su justa y clara articulación en la toma de decisiones que afectarán su vida cotidiana y la relación/apropiación de su herencia cultural. De proveer un fomento inteligente, sostenido y no normativo que sirva de motor auxiliar a la iniciativa local. En síntesis de ser un participante más, activo y privilegiado para poner en valor y relacionar al patrimonio y su sociedad. Los cambios substanciales que vienen sucediéndose en el turismo deberían tener un reflejo claro y efectivo en el diseño, producción, promoción y gestión de nuevos productos turísticos, sobre todo en lo referente al segmento del turismo cultural que se perfila con contundente evidencia como clave en los destinos de ocio más requeridos. Esa secuencia de diseñar / producir / promocionar / gestionar productos turísticos culturales implica no sólo una gestión integral de carácter sostenible, sino una racionalidad programática y de inversiones que se traducen en el entendimiento, coordinación y colaboración de las diferentes administraciones autonómicas implicadas, así como las provinciales y locales, entre sí y con el sector privado. El sector público tiene tendencia a establecer pautas y aplicar conocimientos de forma tal que sus acciones devienen en actuaciones sólidas pero con miras exclusivamente de su ámbito.
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Debemos recordar que, aceptando lo imprescindible de su presencia, existen muchos otros agentes en la realidad que, a veces, son poco tenidos en cuenta. Y que, amén de saber dónde quiere ir, ha de saber dónde quieren ir los demás, y cómo pueden influirse los unos a los otros (sinergias). El tiempo que nos ha tocado vivir, tiene sus propias características que lo hace radicalmente distinto de otros tiempos, hoy todo cambia muy rápidamente, lo que nos ha parecido inamovible durante décadas, cambia en cuestión de meses. Por esta razón la capacidad de adaptación a estos cambios vertiginosos en muchas ocasiones, pasa a ser un factor determinante, no ya para el éxito, sino simplemente para la supervivencia. Es positivo establecer un Plan Estratégico de Turismo Cultural. Un plan que incluya el propósito global de establecer las condiciones más favorables para el desarrollo de un turismo cultural de calidad, los objetivos conjuntos de las administraciones públicas involucradas en el plan, las metas compartidas y consensuadas con el sector privado, los medios y políticas para alcanzarlas y la revisión de las estrategias hasta ahora seguidas. Establecer un primer diálogo de coparticipación por parte de las instituciones de Cultura y de Turismo es un paso imprescindible para tal fin. Las nuevas circunstancias políticas son más apropiadas que las pasadas. Los indicadores de cambio de las demandas del sector turístico apuntan en esa misma dirección. Los productos culturales entran, por su propia naturaleza, dentro de las actividades de aplicación turística, son productos no turísticos demandados por los turistas. Esto supone que su administración y custodia están fuera de los órganos competentes de la actividad turística, siendo además muy diversas. Su puesta en valor implica, entonces, buscar sistemas de organización, dictados muchas veces por lo específico de las diferentes casuísticas, que sean satisfactorios para todas las partes y consigan los objetivos fijados en la política turística. La calidad es un tema muy complejo y amplio que va de una simple exigencia de mínimos al complejo y polémico tema de las certificaciones con todas sus variantes, que afectan también a los productos y destinos de carácter cultural. Es muy importante considerar todas aquellas herramientas conceptuales y prácticas que permitan establecer vínculos afectivos, cognocitivos, lúdicos e identitarios entre el patrimonio y la sociedad. Aquí cabe la interpretación del patrimonio. Pero también la museografía, la escenificación histórica, las técnicas expositivas, la animación cultural, las técnicas educativas no formales, la presentación, la puesta en valor y todas aquellas herramientas mediadoras que sirvan a los fines de la vinculación del patrimonio y la sociedad. De similar forma que en el ámbito del patrimonio natural, comienza a utilizarse la Interpretación del Patrimonio en propuestas de desarrollo regional que tienen al patrimonio como eje de su actividad. La Interpretación del Patrimonio (natural y cultural) “es una disciplina que posee una amplia gama de pautas y directrices metodológicas para la comunicación con el público, para la presentación del patrimonio in situ a ese público, y para transmitir un mensaje impactante que, en lo posible, trascienda al mero hecho de la visita. Es un eficaz instrumento de gestión
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que merece ser bien planificado, para reducir los impactos negativos e infundir unas actitudes y comportamientos positivos para con el patrimonio” incluido el entorno social. No deberíamos creer que la interpretación aplicada a un yacimiento o un conjunto de bienes culturales en un territorio dado puede generar per se una oferta de servicios “complementarios” como hoteles, restaurantes, locales comerciales, transportes, comunicaciones. Quizá sea más correcto pensar que la planificación del territorio vendrá a por nosotros y nos dirá dónde será más apropiado generar una oferta patrimonial, teniendo en cuenta objetivos generales de desarrollo y cohesión social del territorio. Quizá sería apropiado hablar de planificación interpretativa , “se trata de un proceso racional de formulación de objetivos, análisis del recurso y sus potencialidades (y limitaciones), análisis de los virtuales usuarios, definición de los mensajes a transmitir, elección de los medios de interpretación y definición de los equipamientos y servicios interpretativos necesarios, recomendaciones para la ejecución de programas (personal, obras), y sugerencias para evaluar la efectividad de la intervención. El resultado de este proceso es un Plan de Interpretación; puede ser aplicado para una comarca, un barrio, un parque natural, una ciudad o un pueblo, un yacimiento arqueológico o un paraje natural significativo”, y que tiene una estrecha relación con los objetivos que se plantean a la hora de generar un producto turístico. La realidad del desarrollo local ha devenido en un aparente caos de falta de planificación cultural territorial e interpretativa, más vinculado con una competencia entre municipios que en una estrategia de cooperación. Existen en la actualidad una infinidad de equipamientos culturales de mayor o menor calidad, mal llamados centros de interpretación, implantados en el territorio de forma aleatoria y que no responden a proyectos concretos, sino a iniciativas locales que, al carecer de una visión regional, comarcal o municipal, han confundido el concepto amplio de un proyecto de desarrollo local con la generación de equipamientos temáticos diversos que en sí mismos no alcanzan a proveer de los beneficios culturales y económicos que son deseables en dichos proyectos. “La inmensa mayoría de los “centros de interpretación” no son interpretativos en su naturaleza, son como mucho, informativos; los más son aburridos, faltos de calor y hasta incomprensibles. No hay un mensaje claro, no se aprecia la aplicación de los principios ni las técnicas de la interpretación por parte de los diseñadores; a veces son verdaderos libros a leer en las paredes, y no pocas veces la espectacularidad del medio enmascara al mensaje”. No obstante, un centro de visitantes bien concebido es una buena ocasión para dar la bienvenida y para estimular al público (publico general, claro) a que salga y continúe afuera la interpretación que se inició en el centro. Vincular el concepto de centro de visitantes con el de oficina de información turística puede ser un objetivo concreto en la puesta en marcha del plan estratégico que nos ocupa. Es responsabilidad de la administración de Cultura, formar, asesorar y contribuir a cambiar esta dinámica e incorporar dichos esfuerzos y recursos económicos, que no son pocos, a una dimensión de mayor cohesión social, planificada culturalmente y dotada de temáticas y narrativas adecuadas para los ámbitos en los que el territorio andaluz se articula. No puede mirarse hacia otro lado en estos temas, debe existir un ámbito político, planificador, dinamizador y administrativo que encauce toda esta actividad, en muchos casos encomiable, en
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un proyecto cultural más amplio, (en nuestro caso el plan estratégico de turismo cultural) y que tenga la capacidad de ver el territorio de una manera acorde con la época, las nuevas tendencias del desarrollo local en materia de cultura, equilibrado y sostenible. Sería por tanto gratificante dar inicio a una planificación cultural que se origine a partir, al menos, con un inventario de dichos equipamientos dispersos y los analice a la luz de todos los factores que estamos describiendo, para contar, en principio, con una estado de la cuestión, mientras se debate y se concreta dentro de qué ámbito competencial se va a trabajar, adaptando, reformulando o cambiando contenidos y propuestas de dichos equipamientos, hasta ahora al margen de toda acción de la administración de cultura. No es el caso ahora de reglamentar sino de reencauzar todo ese ingente esfuerzo de las administraciones locales e integrarlos en un programa de equipamientos culturales en el territorio. _______________________________
El museo, junto con la biblioteca y el archivo, son las instituciones básicas del patrimonio en su vinculación con la comunidad. Considero que los museos nacionales, provinciales y locales, en ese orden, deberían constituir unas especies de cabeceras culturales a partir de los cuales desarrollar un trabajo en red. Aunque resulte utópico y los museos transiten una época de crisis sostenida, debería reforzarse su papel de “acumuladores culturales” relacionándolos aún más con su territorio de referencia, especializándose y trabajando conjuntamente con oficinas de desarrollo territorial para la definición de las líneas principales de trabajo que permitan una mayor rentabilidad social y cultural de los recursos existentes. Este trabajo conjunto museos/administraciones culturales, deberían producir propuestas para la coordinación de actividades de las instituciones del patrimonio (museos, archivos, bibliotecas, yacimientos arqueológicos, centros históricos, direcciones de parques naturales y áreas protegidas, etc.) para promover colaboración, utilización conjunta de medios, mejora de las infraestructuras, constitución de redes etc., de forma que se establezcan nuevas perspectivas para el planeamiento con la inserción del patrimonio en la dinamización de actividades turístico-culturales. En definitiva creo que los museos podrían dejar de ser vistos como equipamientos lujosos y de diseño, productos turístico en sí mismos, para retomar una función superadora del mero conservacionismo y aplicarse al estudio y desarrollo de un modelo de difusión e interpretación del patrimonio estructurado para el desarrollo territorial y local. Esto incluye: asesorar, ayudar a proponer y desarrollar proyectos concretos de interpretación del patrimonio local y regional, su interrelación con otros patrimonios en su misma comarca cultural; asesoramiento y ayuda en la definición de temáticas patrimoniales más acordes para su identificación local y regional; coordinación de esfuerzos entre ayuntamientos para la generación de programas cooperativos en difusión del patrimonio; definición de los perfiles de los centros de visitantes y presentación, cuando sean necesarios en ciudades históricas, yacimientos arqueológicos, monumentos, parajes naturales, rutas etc.
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Un recurso es un medio que permite conseguir lo que se pretende y al que se acude en caso de necesidad. Bienes, riqueza u otras cosas que pueden utilizarse para hacer algo. Esta doble acepción de la palabra recurso (medio-bien) nos plantea taxativamente las diferencias de ópticas con que los recursos culturales son vistos y analizados según el discurso que nos propongamos a la hora de intervenir sobre ellos en un proyecto territorial. Entendemos que un recurso territorial es aquel medio que nos permite, dentro de una planificación cultural a escala regional, municipal o comunitaria, utilizar su capacidad de ser un referente histórico o natural, su potencial de ser interpretado de acuerdo a temáticas generales adecuadas y capaz de recibir una explotación sostenible que permita formar parte de un programa de desarrollo social y económico sustentado en el turismo cultural. El recurso patrimonial, tangible o intangible adquiere una dimensión mayor que la que puede tener como bien de interés cultural aislado para ser considerado con todas sus implicancias históricas, medioambientales y sociales. El recurso patrimonial es entonces un medio y un bien que se ve afectado, por un lado por todas aquellas normas de protección y conservación y por otro por la escala del proyecto, su contexto histórico y material y su capacidad de ser un acumulador cultural que permita ser reconocido por la sociedad en una dinámica de apropiación, uso, interpretación, disfrute y explotación sostenible. No debemos confundir, por tanto, un recurso cultural con un sitio, un objeto o un equipamiento que tiene capacidad de ser utilizado en nuestro proyecto pero que no reúne en sí mismo capacidad de dialogar culturalmente con los usuarios de un programa de desarrollo o un plan cultural patrimonial dado. Por ejemplo, un centro de acogida o de visitantes, implementado como recurso dentro de un proyecto de cualquier escala no puede ser considerado un recurso patrimonial en la medida que su contenedor no reúna las condiciones culturales y/o patrimoniales que antes se han descrito. Ahora bien, una vez comprendido los alcances del recurso, podemos incorporarlo a otro concepto más comprometido con el desarrollo, que es el recurso o producto turístico. Intentaremos definir al producto turístico, especialmente desde la óptica que define una política cultural más que desde una estrategia de desarrollo turístico y dentro de esa concepción lo enmarcaremos en lo que denominamos la difusión del patrimonio. Entendemos que un producto patrimonial no es lo mismo que un producto turístico y quienes trabajan en la gestión del patrimonio y su explotación como recurso turístico cultural y recreativo deben manejar estos conceptos. Desde el punto de vista de las estrategias turísticas, un producto turístico es aquel que cubre una experiencia de viaje en su conjunto, desde que el turista sale de su domicilio hasta que regresa. Un producto turístico es un conjunto de elementos que hacen del viajar un arte intangible, una experiencia interesante, memorable y atractiva para turistas y visitantes. Es el servicio o conjunto de servicios prestado en un lugar determinado a un precio fijado y en unas condiciones de calidad comprometidas. En los productos turísticos se incorporan ingredientes remunerados (alojamiento, comida, actividades, etc) y otros no remunerados (clima, paisaje, naturaleza, cultura, etc). Estos últimos, a pesar de no tener establecido un precio por su uso influyen poderosamente en la decisión de compra del consumidor.
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Entendemos como producto patrimonial a la elaboración de un sistema diverso e integrado que mediante estrategias de interpretación, presentación, exhibición, conservación y promoción tenga como objetivo producir un complejo de mensajes, actividades y equipamientos que brinde al visitante una serie de pautas cognoscitivas, informativas y lúdicas para que éste satisfaga eficientemente su demanda de ocio cultural en su tiempo libre. Todo diseño de productos turísticos debería tener un perfil sostenible o bien tender hacia la reducción de los impactos ambientales, lo que generará calidad ambiental a nuestra oferta. Los planificadores del turismo sostenible, buscan con el diseño turístico la representación tangible de un producto o servicio turístico, de acuerdo a una idea creativa previa. No obstante, discrepamos respecto a trabajar con una idea creativa previa. El territorio necesita de un estudio, una investigación de su historia, desarrollo y características principales que darán sustento científico a su interpretación. En función de ello el diseño del producto patrimonial implica definir un concepto o criterio clave, que a modo de lo que hoy denominamos “marca”, singularice y posicione al sitio visitado, y a partir del cual se desarrolle el tema argumental que permita englobar toda la actuación y planificación interpretativa bajo una unidad conceptual. Las novedades deberían verse desde el punto de vista de la rentabilidad social y cultural para la propia población local anfitriona. No entiendo que un desarrollo local sustentado en la explotación sostenible de sus recursos naturales y culturales ofrezca “novedades” respecto del turismo tradicional, sino en la medida que los visitantes se acerquen a la vida cotidiana de los pobladores locales y generen una sinergia que permita a ambos mejorar sus visiones y concepciones sociales, ampliándolas en caso de los locales y mejorando la comprensión y por tanto la actitud de conservación en los foráneos. Las políticas culturales aplicadas con objeto de mejorar el turismo en los territorios debería tender a conservar la personalidad de la ciudad y no a la escenificación; mantener la vitalidad y participación ciudadana y no la museificación y consolidar la habitabilidad y la reinserción de las funciones propiamente urbanas. Sólo podremos alcanzar estos objetivos conociendo, considerando y facilitando la participación de la población local, quienes, en última instancia son los destinatarios finales de las estrategias de desarrollo derivadas del uso patrimonial con destino turístico. El modelo promocional, comunitario y estratégico de bienestar local requiere una gestión que supere la segmentación y el centralismo tecnoburocrático y los sustituya por un modelo de producción de servicios integrado, descentralizado, participativo y pluralista. Los gobiernos locales han de asumir roles relacionales que faciliten la coordinación y el liderazgo estratégico de todas aquellas energías sociales y comunitarias que puedan ser puestas al servicio de la resolución de necesidades. Es un hecho que mientras persista el vacío de investigaciones sobre la forma de percepción de los habitantes de sus bienes culturales, seguiremos desconociendo los datos básicos para vincular eficazmente las acciones culturales referidas al patrimonio con las necesidades de la población. La intervención sobre el objeto que se realiza al margen de los procesos sociales de su entorno no garantiza su continuidad en el tiempo.
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Asociación para la Interpretación del Patrimonio (1995-2005). Boletines 1 al 12 . España. Brugué, Q. y Goma, R. (1998) Gobiernos locales y políticas públicas. Bienestar social, promoción económica y territorio . Barcelona: Ariel, 1998 . Calaf Masachs, Roser. (2002). “Aprender arte en la ciudad: sensibilizar hacia el respeto y la valoración del patrimonio urbano” . En Arte para todos. Miradas para enseñar y aprender el patrimonio Editorial Trea, Gijón 2002. García Canclini, Néstor (1999). Culturas híbridas , Editorial Sudamericana, Buenos Aires. 1992. “Los usos sociales del patrimonio” en Patrimonio Etnológico. Nuevas perspectivas de estudio , Colección Cuadernos Vol. X, Consejería de Cultura, Sevilla, 1999. González Cevallos, S. (2000) El ocio en la ciudad emprendedora . EN 6º Congreso Mundial de Ocio, área temática: espacio y cultura [cd-rom]. Deusto: Universidad, 2000. Jansen-Verbeke, M. (1997) Urban tourism. Managing resources and visitors . En: Salah Wahab y John J. Pigram (eds). Tourism, development and growth: the challenge of sustaninability . Londres; Nueva York: Routledge, 1997, pp.237- 256. López Aguileta, I. (2000) Cultura y ciudad. Manual de política cultural municipal . Gijón: Trea, 2000. Morales Miranda, J. (1998) Guía Práctica para la Interpretación del Patrimonio . Sevilla: Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, 1998. Morales, Jorge. (2001) Guía Práctica para la Interpretación del Patrimonio. Consejería de Cultura (Junta de Andalucía) y TRAGSA. Segunda edición, 2001. Morales, Jorge. (2000) Plan de Interpretación para el Parque Prehistórico de Málaga , Complejo del Humo. Dirección General de Bienes Culturales, Servicio de Investigación y Difusión del Patrimonio Histórico (Junta de Andalucía). 2000. Padró Werner, J. (1996) La interpretación: un método para promover el usos social del Patrimonio Cultural y Natural . Difusión del Patrimonio Histórico , Sevilla: Consejería de Cultura, Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, 1996, pp. 8-13. Prentice, R. (1993) Tourism and Heritage Atractions , London: Routledge, 1993. Romero Moragas,C. (1998) La ciudad histórica y las estrategias de comunicación . En: Vivir las Ciudades Históricas . Universidad de Extremadura y Fundación La Caixa, 1998. Tilden, Freeman. Interpreting Our Heritage. University of North Carolina Press, Chapel Hill. 1956. Troitiño Vinuesa, M.A. (1999) Turismo y recuperación funcional de los centros históricos . En: Vivir las Ciudades Históricas , Fundación la Caixa, pp.115-127. Viau, S. (1992) La Tétralogie de Québec: Capitale, Patrimoine, Culture et Turisme . En: Le Patrimonine atout du developpement . Lyon: Centre J. Cartier; Presses Universitaires de Lyon, pp. 115-126. VV.AA. (1999) Sueños e identidades. Una aportación al debate sobre cultura y desarrollo en Europa . Barcelona: ITERART/Península, 1999 (Edición en castellano de In From the Margins . Consejo de Europa 1996)
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ICOMOS OBJETIVOS Y ACTIVIDADES
Fundado el año 1965 en Varsovia (Polonia), tras la elaboración de la Carta Internacional sobre la Conservación y Restauración de los Monumentos y los Sitios Histórico-Artísticos , conocida como "Carta de Venecia", el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Histórico-Artísticos (ICOMOS) es la única organización internacional no gubernamental que tiene como cometido promover la teoría, la metodología y la tecnología aplicada a la conservación, protección, realce y apreciación de los monumentos, los conjuntos y los referidos sitios.
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Actuar como un foro internacional que ofrezca todo tipo de posibilidades para el diálogo y el intercambio a los profesionales de la conservación; Reunir, profundizar y difundir información sobre los principios, técnicas, legislación y políticas de conservación y salvaguarda; Colaborar, en el ámbito nacional e internacional, a la creación de centros especializados de documentación; Fomentar la adopción y aplicación de las convenciones y recomendaciones internacionales relativas a la protección, conservación, realce y apreciación de los monumentos, los conjuntos y los sitios histórico-artísticos; Participar en la elaboración de programas de formación de especialistas en conservación; Poner su red de expertos al servicio de la comunidad internacional.
Acrecentar la representatividad de ICOMOS en todos los continentes; Elaborar los documentos doctrinales necesarios para la aplicación de la Carta de Venecia dentro del marco evolutivo de la noción de patrimonio; Definir los métodos de gestión del patrimonio para asegurar su conservación, realce y apreciación; Desarrollar los programas de formación en un marco multilateral, en cooperación con sus Comités Nacionales e Internacionales; Dotar al centro de documentación internacional sobre la conservación de un archivo de diapositivas y una videoteca que abarquen el conjunto del patrimonio arquitectónico y de los sitios de interés histórico-artístico en todo el mundo; Llevar a cabo misiones de peritaje a petición de las administraciones públicas y de toda persona jurídica que juzgue necesaria la consulta a peritos para resolver un problema técnico de conservación; Afianzar ante la UNESCO su papel de consejero técnico, especialmente en el campo de la elaboración de la Lista del Patrimonio Mundial y del seguimiento de los bienes inscritos en la misma;
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Informar a los profesionales de la conservación mediante la publicación trimestral de un boletín de información - - "Noticias de ICOMOS" - y de las actas de coloquios; Sensibilizar al público para la protección del patrimonio a través de los medios de comunicación y de la celebración de la Jornada Internacional sobre los Monumentos y los Sitios Histórico- Artísticos .
Individuales, institucionales, asociados y benefactores. Todos ellos, en razón de sus actividades profesionales, deben ser competentes en materia de conservación de monumentos, conjuntos o sitios históricos. Pueden ser arquitectos, historiadores del arte, arqueólogos, urbanistas, ingenieros, juristas, archiveros y bibliotecarios, o profesionales de la administración pública. ICOMOS cuenta con más de 7,000 miembros repartidos entre 86 países. Hoy, su número ha aumentado considerablemente.
La gestión implícita a la puesta en práctica de la Convención del Patrimonio Mundial corresponde a las Divisiones del Patrimonio Cultural y de Ciencias Naturales de UNESCO. Merced a sus estatutos y vocación, ICOMOS estaba preparado para contribuir a la redacción de la Convención del Patrimonio Mundial y a trabajar en aras de su promoción. Forma parte de la estructura oficial del Comité de Patrimonio Mundial , con categoría de asesor, y en tal sentido es llamado a tomar parte en la realización de sus programas. ICOMOS tiene como cometido la instrucción y examen de los expedientes de solicitud presentados por los Estados signatarios de la Convención para la inscripción de sus bienes culturales en la Lista del Patrimonio Mundial . A estos efectos, requiere la colaboración de diversos expertos, cuyas opiniones son examinadas por un coordinador, y a la luz de las mismas, el Gabinete decide si los citados bienes deben o no ser incluidos en dicha Lista . Además de la tarea de evaluación de tales solicitudes, que exige una investigación documental previa, seguida por el análisis, la clasificación y la consiguiente labor de archivo, ICOMOS recibe, con frecuencia, el encargo, por parte del Comité del Patrimonio Mundial , de organizar reuniones de expertos sobre asuntos específicos como, por ejemplo, para sentar los criterios de inclusión en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro , preparar un formulario d e inscripción para las poblaciones o centros históricos, y armonizar las " listas indicativas " de bienes culturales.
En 1965, y a instancias de la UNESCO, se decidió la creación, en el seno de ICOMOS, de un "organismo internacional de documentación sobre conservación y restauración del patrimonio monumental ". Un año más tarde, el Coloquio de Bruselas fijó las orientaciones y objetivos de dicha entidad. Sucesivamente, se creó un Comité de Documentación (1969), al mismo tiempo que el Comité Nacional de los Estados Unidos conseguía una subvención especial de la " National Park Foundation ". En 1972 se instaló el Centro en el Hôtel Saint-Aignan, y se adquirió la anaquelería y otro material gracias a la ayuda de UNESCO. Desde su inauguración en 1974, ha sido objeto de constantes mejoras. Dicho sistema, transitorio, concebido para responder a las necesidades inmediatas, debía ser reemplazado por otro internacional informatizado, cuya implantación requeriría la elaboración de un "tesaurus", así como una mayor