LA BIBLIA Y EL BIG BANG
SANTIAGO VILAS TORRUELLA
2
ÍNDICE
PRÓLOGO........................................................................................................ 5 CAPÍTULO I..................................................................................................... 9 CÓMO SE PRODUCE LA REVELACIÓN....................................................9 CAPÍTULO II.................................................................................................. 13 LAS PARÁBOLAS DE JESUCRISTO..........................................................13 CAPÍTULO III................................................................................................. 16 EN EL PRINCIPIO........................................................................................ 16 CAPÍTULO IV................................................................................................. 21 ÉRASE EL CAOS......................................................................................... 21 CAPÍTULO V.................................................................................................. 24 HÁGASE LA LUZ.......................................................................................... 24 CAPÍTULO VI................................................................................................. 31 HAGAMOS AL HOMBRE............................................................................. 31 CAPÍTULO VII................................................................................................ 38 Y DESCANSÓ EN EL DÍA SÉPTIMO........................................................ 38 CAPÍTULO VIII............................................................................................... 45 SEGUNDO RELATO...................................................................................... 45 CAPÍTULO IX ............................................................................................... 51 EL JARDÍN DEL EDÉN................................................................................ 51 CAPÍTULO X................................................................................................. 63 EL PECADO ORIGINAL............................................................................... 63 CAPÍTULO XI................................................................................................. 76 PRIMERAS GENERACIONES HUMANAS.................................................. 76
3
NOTA PRELIMINAR
Hago expresamente profesión de fe católica, retractándome de todas aquellas afirmaciones que contradigan el Magisterio de la Iglesia.
4
PRÓLOGO
Cuando a finales del siglo XVIII se inició la pujanza de la Paleontología, y seguidamente la datación de fósiles con edades de millones de años, muchos seguidores de un racionalismo ( 1) en plena moda cantaron victoria: La Biblia se equivocaba, pues según ella se calculaba una edad del mundo de poco más de 5.000 años. Con su mejor voluntad, algunos científicos cristianos y judíos trataron de contradecir las dataciones y hubo unas discusiones no pequeñas. Sin embargo, unos y otros tenían una deficiencia que resultaba importante: No habían leído a San Agustín, al menos en su polémica con San Jerónimo. En el siglo IV, San Jerónimo hizo una impresionante labor, 1
Doctrina filosófica en boga, sobre todo en el siglo XIX. Consideraba la razón humana como última regla para todo. Consideraba inadmisible cualquier supuesto que la mente humana no pudiera explicar y entender, y por tanto rechazaba los milagros, los Misterios Teológicos y todas las verdades sobrenaturales. Esta doctrina fue hundida para la comunidad científica por la “Paradoja de Michelson” y toda la Física actual engendrada por ella. Ya no había que plantearse si podían existir verdades inalcanzables por la razón en las profundidades de Dios: ¡El tiempo y el espacio funciones de la velocidad! ¡La simple realidad física ya trascendía nuestro entendimiento! Un tardo racionalismo, en ambientes no relacionados con la actualidad de las ciencias positivas, lo constituyó el “modernismo”, condenado por el Papa San Pío X.
5
traduciendo toda la Biblia desde sus idiomas originales, anteriores a la versión griega de los Setenta, al latín, la lengua popular en su época, razón por la que, a su traducción se la llamó Vulgata. Incluyó un gran número de comentarios basados en una interpretación literal que, entre otras cosas, permitía fijar la antigüedad citada del universo. Pero su contemporáneo San Agustín declaró su absoluta disconformidad con esta interpretación literal. Y no necesitó acudir a unas dataciones con las que no contaba. Le bastó con fijarse en el texto del Génesis: “Dijo Dios: —Haya luz. Y hubo luz. Vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de la tiniebla. Dios llamó a la luz día, y a la tiniebla llamó noche. Hubo tarde y hubo mañana: día primero. ... Dijo Dios: —Haya lumbreras en el firmamento del cielo para separar el día de la noche... Y así fue. Dios hizo las dos grandes lumbreras –la lumbrera mayor para regir el día, y la lumbrera menor para regir la noche– y las estrellas. Y Dios las puso en el firmamento de los cielos para alumbrar la tierra, para regir el día y la noche, y para separar la luz de la oscuridad. Y vio Dios que era bueno. Hubo tarde y hubo mañana. Día cuarto”. (Génesis 1, 3 -19). 6
San Agustín hace notar la contradicción de hablar de tres días con tarde y mañana, y narrar la creación del sol y la luna el día cuarto. Y no es un descuido del escritor. Al describir la creación del sol, parece que se esmera en destacar esta contradicción. Motivo aparentemente cierto: Precisamente quiere dejar claro que se vaya al sentido profundo de su relato y no a su literalidad. Y el sentido profundo es que todo ha sido creado por un Dios Único y Todopoderoso, incluso aquellos seres que los pueblos vecinos tenían por dioses. ¿Y cómo lo hizo? También creó al hombre con una cabeza que no sólo era para que pudiera llevar boina. Él iría conociendo cómo se había realizado la Creación, gracias a su trabajo. No voy a pretender explicar el Big Bang. Hay buenos libros que lo hacen. Lo que pretendo es que se distingan las preguntas “¿qué fue?”, “¿qué es?”, que nos contesta la Biblia, de las preguntas “¿cómo fue?”, “¿cómo es?” que trata de contestarnos la investigación en las Ciencias Positivas (2). Realmente, se habla de Revelación Sobrenatural, que se encuentra en la Biblia y en la Tradición ( 3), y de Revelación Natural, que 2
Se llaman Ciencias Positivas o Experimentales a aquellas que, estudiando la realidad, pueden comprobar sus resultados mediante experimentación. Por ejemplo la Física con todas sus ramas, la Medicina con todas sus especialidades, etc. 3
Llamamos Tradición a los escritos de autores, que denominamos Padres de la Iglesia, que vivieron en época próxima a la de la predicación de los Apóstoles, y dejaron constancia de sabiduría y santidad. Así como todo lo que se entiende que se manifiesta en la Biblia, debe considerarse Verdad de Fe, sólo se consideran Verdad de Fe aquellas proposiciones en que son unánimes todos los Padres. El Magisterio de la Iglesia determina, cuando se duda sobre alguna interpretación de la Biblia o de la Tradición. Es una función comparable a la de los Servicios de Asistencia Técnica del
7
se recibe por la observación de la huella de Dios en sus criaturas, tal como afirma San Pablo refiriéndose a todos los seres humanos que no dan culto al Señor, sin que les sirva de excusa no haber tenido la instrucción del Pueblo de Dios: “Se revela, en efecto, la ira de Dios desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia de los hombres que tienen aprisionada la verdad en la injusticia; pues lo que se puede conocer de Dios es manifiesto entre ellos, ya que Dios se lo ha revelado. En efecto, las perfecciones invisibles de Dios, a saber: su eterno poder y su divinidad, se han hecho visibles a la inteligencia, después de la creación del mundo, a través de las cosas creadas...” (San Pablo a los Romanos 1, 18 – 20). Y a esta observación de la huella de Dios en sus criaturas, contribuyen las Ciencias Positivas, que participan así de la Revelación Natural. Y evidentemente no puede existir contradicción entre una y otra Revelación, más que por error de interpretación de la una o de la otra. Y con la intención de ayudar a evitar estos errores, es con la que escribo este trabajo, que pretendo sea claro y breve.
Fabricante, en los actuales Servicios Posventa, con la particularidad de que en este caso el Fabricante, el Espíritu Santo, no se equivoca nunca.
8
CAPÍTULO I
CÓMO SE PRODUCE LA REVELACIÓN
Hemos visto que la Revelación puede ser Sobrenatural o Natural. Y también puede ser Oficial o Particular. La Revelación Oficial está dirigida a todos los hombres (4) a través del Pueblo de Dios. Del Pueblo Hebreo fiel el Antiguo Testamento, y de Jesús y su Iglesia el Nuevo Testamento y la Tradición. Esta Revelación quedó completada al terminar San Juan el Apocalipsis, como escribió explícitamente: “Yo aseguro a todo el que lea las palabras proféticas de este libro: Si alguien añade algo a ellas, Dios enviará sobre él las plagas escritas en este libro. Y si alguien quita alguna de las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y en la ciudad santa, que se han descrito en este libro. El que da testimonio de estas cosas dice: Sí, voy enseguida. Amén. ¡Ven Señor Jesús! La gracia del Señor Jesús esté con todos”. (Apocalipsis 22, 18 -21). Las Revelaciones particulares se dirigen a alguna persona concreta, o grupos de personas concretas y sólo exigen el asentimiento
4
Cuando escribo “hombres” me refiero a mujeres y varones.
de éstas. Un ejemplo, la revelación a Santa Juana de Arco de su vocación a la milicia. Son también notables las revelaciones incluso a pueblos paganos y a través de sus creencias, como cantaba la antigua Secuencia de la Misa de Difuntos, citando “el testimonio de David (representando a la Revelación Oficial) y de la Sibila (representando las revelaciones particulares a los pueblos paganos)” para preparar la recepción del mensaje de Jesucristo. Los libros sagrados de la Biblia fueron escritos materialmente por unos autores humanos; ahora bien, ¿cómo recibieron ellos el conocimiento de lo que tenían que escribir? Pues Dios se comunica habitualmente con las personas que hacen oración. Al fin y al cabo, hacer oración es hablar con Dios, como aprendimos en el catecismo. Y se pueden distinguir diversas formas de comunicación, a saber: - Visión intelectual. Parece que es la más perfecta y más frecuente. Puede que, incluso inesperadamente, se perciba una idea como absolutamente cierta, incluso con el convencimiento de que carecíamos de posibilidad de llegar a ella por nuestros medios y de que nos viene de Dios. - Locuciones. Son revelaciones que impresionan directamente nuestro sistema auditivo. Así, por ejemplo, contaba San Josemaría Escrivá que un día, dando la comunión a unas religiosas, y diciéndole con el pensamiento a Jesús “te quiero más que éstas”, oyó claramente una voz dentro de sí que le recordaba el dicho popular: “Obras son amores y no buenas razones”. - Visiones de imagen. Son revelaciones que actúan sobre nuestro
sistema de visión y también sobre nuestro sistema auditivo, estando el que la recibe en pleno estado consciente de vigilia. En la Biblia tenemos ejemplos numerosos, desde las visiones de los profetas, hasta la Anunciación de San Gabriel a la Santísima Virgen de su Maternidad Divina. El propio San Juan nos comunica que el Apocalipsis, –palabra que precisamente significa revelación en griego–, es la narración de una serie de visiones de este tipo. - Sueños. Son una variante de las anteriores; pero recibidas mientras se duerme. Vienen acompañadas de un convencimiento de certeza al despertar, aunque son las revelaciones más difíciles de aceptar. Tenemos ejemplos en las recibidas por José, nieto de Isaac, y especialmente por San José, el esposo de la Santísima Virgen. Por supuesto, cualquiera que piense recibir una de estas revelaciones debe consultarlo con su Director Espiritual, a fin de evitar engaños incluso diabólicos. También los autores pueden escribir por experiencia, narrando unos hechos que han presenciado o de los que se han informado, como afirma San Lucas que ha hecho para escribir su Evangelio. También pueden escribir basándose en documentos o tradiciones anteriores. Es el caso de la mayoría de los escritos históricos. Y también escribir sus propios razonamientos, como puede ser el caso de la mayoría de los libros llamados sapienciales, y de las cartas de San Pablo, de San Pedro, etc. Y cualquiera que sea la forma de conocer lo que escriben, los autores inspirados, como así se conocen los que escribieron materialmente la Biblia, recibieron la asistencia del Espíritu Santo para
no errar, ni al recoger su información, fuera de modo más o menos natural, ni al expresarla por escrito. Pero viene la segunda parte. Desde Michelson y su Paradoja sabemos que la realidad, incluso la más natural y física, es de tal riqueza que prácticamente trasciende nuestra mente, sobre todo nuestra imaginación y nuestro lenguaje, aún siendo éste bastante evolucionado. Queda clara pues, la dificultad de comunicar con un lenguaje primitivo, como era el idioma hebreo en la época en que se escribió el Génesis. Había que subsanar las deficiencias de un lenguaje nada conceptual. Y la solución, acudir a las imágenes y parábolas, en lo cual los orientales fueron –y son– maestros. Así pues, si leemos el Antiguo Testamento debemos tratar de meternos en la mentalidad del autor material, a fin de no quedarnos en la literalidad, sino de tratar de entender el sentido de sus expresiones, “qué es lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos ( 5) y quiso Dios manifestar con las palabras de ellos” (Concilio Vaticano II. Dei Verbum, n 12). Y conseguirnos una buena traducción comentada, sin la cual nos va a ser muy difícil enterarnos de la mayor parte. Y, muy importante, leer varias veces, meditadamente, el Nuevo Testamento, antes de enfrentarnos con el Antiguo.
5
Literalmente, “escritores sagrados”. Se refiere a los que escribieron materialmente la Revelación en los Libros Sagrados, habida cuenta que el autor principal es el mismo Dios.
CAPÍTULO II LAS PARÁBOLAS DE JESUCRISTO
He recomendado leer varias veces el Nuevo Testamento, antes de enfrentarse con el Antiguo, dado que en el primero hay muchas claves para entender el segundo. Incluso en el lenguaje. Cristocentrode la Historia,centrodel mundo. Jesús cuenta con un lenguaje mucho más evolucionado que el del escritor del Génesis, e incluso humanamente, ciudadano oriental del Imperio Romano, tiene una mentalidad considerablemente más próxima a nosotros. Aún así, para darnos ideas claras sobre el Reino de Dios acude a las imágenes y comparaciones, a las parábolas. Y en ellas, de paso, percibimos las claves para entender los antiguos escritos. Por ejemplo, podemos leer en el Evangelio de San Mateo: “Jesús le respondió: No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos viene a ser semejante a un rey que quiso arreglar cuentas con sus siervos. Puesto a hacer cuentas, le presentaron uno que le debía diez mil talentos (400 toneladas métricas de oro). Como no podía pagar, el señor mandó que fuese vendido él con su mujer y sus hijos y todo lo que tenía, y así pagase. Entonces el servidor, echándose a sus pies, le suplicaba: ten
paciencia conmigo y te pagaré todo. El Señor, compadecido de aquel siervo, lo mandó soltar y le perdonó la deuda. Al salir aquel siervo, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios (el salario de tres meses de un trabajador del campo de entonces) y, agarrándole, lo ahogaba y le decía: págame lo que me debes. Su compañero, echándose a sus pies, le suplicaba: ten paciencia conmigo y te pagaré. Pero no quiso, sino que fue y lo hizo meter en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor lo que había pasado. Entonces su señor lo mandó llamar y le dijo: siervo malvado, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo has suplicado. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo la he tenido de ti? E irritado su señor, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase toda la deuda. Del mismo modo hará con vosotros mi Padre Celestial, si cada uno no perdona de todo corazón a su hermano”. (San Mateo 18, 22 – 35). ¿Una historia real? Por muchos motivos podríamos asegurar que no. Pero tal cuestión no es ni planteable. Jesús no pretende narrarnos un hecho histórico. Es más, destaca su inverosimilitud en este mundo, para hacernos conscientes de nuestra situación respecto a Dios y respecto a nuestros semejantes. No es una historia real; pero es una narración que nos ilustra expresivamente sobre nuestra necesidad de perdonar a los demás, habida cuenta nuestra deuda con el Padre Celestial. Igualmente podíamos haber considerado otras parábolas de Jesucristo, siendo Él la misma Verdad. Y con este criterio tomamos el
libro del Génesis en nuestras manos.
CAPÍTULO III EN EL PRINCIPIO
El centro de las Sagradas Escrituras es Jesucristo. También el objeto del Génesis es preparar la venida del Salvador. Por tanto, presenta a Dios como origen de todo, origen por tanto del hombre, síntesis de la Creación, unión de materia y espíritu, imagen del Creador, libre y capaz de conocer y amar. Hace un uso torcido de su libertad y provoca la aparición del mal, no querido por Dios; pero sí permitido por Él como precio de la libertad humana. Su culpa será perdonada por la aparición de un Redentor prometido a continuación. Y el relato seguirá hasta la aparición de este Redentor, ya en el Nuevo Testamento, con su victoria sobre el pecado a través de su Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección y su victoria definitiva en su segunda venida profetizada en el Apocalipsis de San Juan, que completa la Historia de la Salvación. Al autor de los primeros capítulos del Génesis no le importa mostrar que escribe fundándose en por lo menos dos tradiciones, por lo que hay pasajes, como la creación del hombre, que repite para presentarnos los distintos aspectos que recibe de sus fuentes. Tras estas advertencias iniciamos el estudio detallado. Leemos en el inicio del Génesis: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra”. (Génesis 1, 1). La Mitología Griega consideraba el tiempo con un carácter
transcendente y lo mentaba como el “dios Cronos”. Realmente es muy difícil para la mente humana considerar una carencia del tiempo. Pero aquí el Génesis niega esta trascendencia. Dice “en el principio”. El tiempo tiene un origen, es criatura o consecuencia de la existencia de criaturas. Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII, con su asombrosa visión, considera el tiempo como un ente de razón de relación. Y siete siglos después, Lorentz y Fitzgerald demuestran que el tiempo y el espacio son funciones de la velocidad para explicar la Paradoja de Michelson, y Einstein llega a la misma conclusión partiendo de las Leyes del Electromagnetismo, dando lugar a la Teoría de la Relatividad. Sin materia no tiene sentido hablar del tiempo. El tiempo sólo se inicia con la materia.
Hay una interpretación más profunda, que no excluye la anterior, y que la dan algunos Padres de la Iglesia, como San Agustín, San Ambrosio y San Basilio: “En el principio” querría expresar “En el Hijo”. Confrontar el principio del Evangelio de San Juan.
Y el mismo versículo nos afirma que “creó Dios el cielo y la tierra”. Y al momento captamos las limitaciones de la antigua lengua hebrea. No existe la palabra “materia”, y tampoco una palabra muy específica para denominar “espíritu”. Podemos entender “creó Dios los seres espirituales o ángeles y la materia”. Nuevamente nos puede asombrar la genialidad del citado Santo Tomás con su definición tremendamente general de la materia: “Materia es lo divisible”. Tiene sentido hablar de medio kilo de acero, y también de medio kilovatio hora de energía. Luego, según él, tan materia es la masa como la energía, son distintas formas de lo que llama la “materia prima”. Descubriendo el procedimiento, se podría pasar de una forma a otra. Y también Einstein, al principio del siglo XX, le dio la razón en esto con la Teoría de la Relatividad. Se refiere a la relatividad del tiempo y del espacio, no confundir con el Relativismo, que no tiene nada que ver.
¿Cómo creó Dios la materia? No nos lo revela el Génesis. Es materia de la Física Teórica y de la Astrofísica. Y las teorías se pueden
agrupar en dos contrarias, las teorías contractivas y las teorías expansivas. Hoy parecen más confirmadas estas últimas, según las cuales el Universo está en expansión. Y de ellas, parece como más verosímil la teoría del “Big Bang” o “Gran Explosión”, según la cual toda la materia, masa y energía del Universo, habría nacido con la forma y tamaño de una pelota de béisbol. Desarrollar este tema, se sale del objeto de este trabajo, tal como ya he advertido. Y cualquiera que sean las hipótesis válidas no pueden interferir, sino completar. Pero pasemos a la creación de los ángeles. ¿Cómo pueden ser creados espíritus puros en el tiempo, no siendo materiales? Efectivamente Dios trasciende el tiempo, que no transcurre para Él. Para Dios todo es presente y simultáneo. Nos podemos hacer una idea, si consideramos la diferencia entre ver la acción de un fragmento de película proyectada, o bien directamente en los fotogramas que componen este mismo fragmento. Es la diferencia entre estar en el tiempo o estar en la eternidad. Los ángeles, por su parte, no tienen materia propia; pero pueden relacionarse con la materia. En cuanto al espacio, Santo Tomás de Aquino dice que se hacen presentes por su actuación. Análogamente pueden relacionarse con referencia al tiempo local de su actuación. Viven la sucesión de acontecimientos; pero su relación con el tiempo no es como la nuestra. Los teólogos dicen que los ángeles viven en la “eviternidad”, que es una manera de decir que, ni propiamente en el tiempo, ni totalmente en la eternidad. No es el caso de Jesucristo, que durante su vida mortal vivió totalmente en el tiempo como verdadero hombre y, simultáneamente en la absoluta eternidad como verdadero
Dios. Los ángeles pueden prever el futuro, gracias a su poderosa inteligencia, partiendo de hechos presentes y pasados. También pueden conocerlo porque Dios se lo comunique a través de su Visión Beatífica, o visión directa de Dios que ellos tienen, igual que la tienen los demás santos del Cielo. Por sí mismos, no pueden conocer un futuro debido a causas aleatorias, o especialmente debido a la libre decisión de Dios. En la mayoría de las visiones de ángeles que nos relata la Biblia, éstos revelan a los hombres hechos futuros, que a su vez les han sido mostrados por Dios para este fin. De lo expuesto, deducimos el sentido de la creación de los ángeles en el principio del tiempo.
CAPÍTULO IV ÉRASE EL CAOS
Seguimos leyendo, a continuación del versículo anterior: “La tierra era caos y vacío, la tiniebla cubría la faz del abismo y el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas”. (Génesis 1, 2). Podemos aplicar algunas ideas del capítulo anterior. Aparte que el hagiógrafo tuviera otra idea del Universo y de la Tierra, de modo que en ésta englobaba a aquél y no al revés, idea que debemos tener en cuenta para entender su modo de expresarse, recordemos que por “tierra” debemos entender frecuentemente “materia”. También las palabras “tiniebla” y “abismo” tienen un sentido más profundo que en nuestro lenguaje. Y la expresión “las aguas”, incluso en el Apocalipsis de San Juan, frecuentemente significa “multitudes” o equivalente. Pero busquemos el significado más profundo. El versículo primero nos dice que Dios ha creado los ángeles y la materia; pero no que creara un mundo material terminado desde el primer momento. La materia se va a desarrollar progresivamente mientras “el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas”. “Sobre la superficie de las aguas”. Es decir, Dios se mantiene sobre todas las cosas, sobre toda su Creación, sin ser agobiado por ella, como el hombre puede a veces sentirse agobiado por alguna de sus propias obras. También este
versículo descarta el Panteísmo, o doctrina que confunde a Dios con su Creación. Y no se desentiende de nada, como pensaban los deístas ( 6). El primer versículo del Génesis nos revela un Dios Creador. El segundo versículo un Dios Providencia, que ordena y cuida su Creación. Como veremos posteriormente, Dios desarrolla su Creación pensando en el hombre, y especialmente en el Hombre por antonomasia, Jesucristo. Progresivamente, Dios preparará un hábitat para que el hombre pueda empezar a desenvolverse, y le encargará que colabore con Él en el cuidado y terminación de su obra. Confrontar Génesis 2, 15. Aunque lo trataremos con más detalle, ésta es una de las bases de la ascesis –la otra es vivir la caridad con los demás hombres– de la santificación del trabajo ordinario, que destacó San Josemaría Escrivá al fundar el Opus Dei.
6
El deísmo fue una teoría del siglo XVIII, que consideraba un Dios Creador; pero no providente. Deslumbrados por la realización de unos ingenios mecánicos que causaban sensación, algunos pensaron en la Creación como en un gran ingenio que Dios había construido y puesto en marcha, desentendiéndose a continuación de su suerte. Por supuesto, si Dios se había desentendido no había lugar a intervenciones extraordinarias, no tenía sentido considerar la posibilidad de milagros. Procedente del deísmo y el racionalismo, se puede considerar la ya citada herejía modernista, que realmente nació bastante anticuada.
CAPÍTULO V HÁGASE LA LUZ
Dando catequesis en una ocasión, y tras haber explicado la Creación, resaltando que todo, absolutamente todo, había sido creado por Dios, uno de los alumnos, que estaba en primera fila, me preguntó: “¿Y también Dios creó los extraterrestres?”. Tuve que hacerle ver que, habiéndolo creado todo Dios, si existían extraterrestres, también sólo podían haber sido creados por Dios. Reconozco que no supe prever una pregunta de este tipo; pero el autor del Génesis sí las previó. Y así, tras declarar en el primer versículo que todo había sido creado por Dios, en el versículo tercero inicia una nueva narración que pretende ser más detallada. Podía escribir una especie de listado de las cosas creadas; pero estaba claro que el resultado hubiera sido farragoso y necesariamente incompleto, y por tanto contraproducente. Había que detallar las cosas creadas de una forma sistemática, de lo general a lo particular y buscar una regla nemotécnica, una imagen... ¡los días de la semana! La semana marcaba el ritmo de trabajo del hombre. Dios había mandado que, un día de cada siete se dedicara especialmente a la oración y al descanso. Se podían utilizar los días de la semana para agrupar las criaturas, destacando aquéllas que eran consideradas
dioses por los pueblos vecinos. Y de paso podía aprovecharse el relato para recordar la importancia del descanso sabático. Y así el hagiógrafo continúa: “Dijo Dios: —Haya luz. Y hubo luz. Vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de la tiniebla. Dios llamó a la luz día, y a la tiniebla llamó noche. Hubo tarde y hubo mañana: día primero”. (Génesis 1, 3 -5). Se podría interpretar que la luz acompaña la conversión de masa en energía, y esto tuvo que ocurrir en gran cantidad en el Big Bang. Pero no quiero seguir por este camino. No vamos a pretender hacer decir a las Sagradas Escrituras, aquello que no pretenden decir.
El hagiógrafo empieza por la luz como necesaria para que todo sea patente. La tiniebla es la negación de la luz y se utiliza también como imagen del mal, negación del bien. La Creación es buena, y por esto se inicia líricamente separando la luz de la tiniebla. Hay luz y tiniebla y se asimilan al día y la noche. Y Dios da nombres como
expresión de su dominio, según la mentalidad oriental. “Dijo Dios: —Haya un firmamento en medio de las aguas que separe unas aguas de las otras. Dios hizo el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento. Y así fue. Dios llamó al firmamento cielo. Hubo tarde y hubo mañana: día segundo”. (Génesis 1, 6 – 8) Los espacios siderales son obra de Dios. Lo que muchos pueblos vecinos de Israel consideraban el hábitat de sus dioses. El hagiógrafo prepara el escenario en un ambiente iluminado. Y presenta un Cosmos tal como lo concebían sus coetáneos: como una gran bóveda extendida sobre una tierra plana, reteniendo las aguas de las lluvias que caerían sobre la tierra a través de unas compuertas. Y si esta concepción del Universo hacía exclamar al salmista: “¡Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos!”, (Salmo 19, 2), ¡qué debiéramos exclamar nosotros, que somos conscientes de que su Creación es incomparablemente más admirable que la considerada por el poeta inspirado!
“Dijo Dios: —Que se reúnan las aguas de debajo del cielo en un solo lugar, y aparezca lo seco. Y así fue. Llamó Dios a lo seco tierra, y a la reunión de las aguas la llamó mares. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: —Produzca la tierra hierba verde, plantas con semilla, y árboles frutales sobre la tierra que den fruto según su especie, con semilla dentro. Y así fue. La tierra produjo hierba verde, plantas con semilla según su especie, y árboles que dan fruto con semilla, según su especie. Y vio Dios que era bueno. Hubo tarde y hubo mañana: día tercero”. (Génesis 1, 9 -13). El hagiógrafo se preocupa de preparar, en primer lugar, el lugar donde habitará el hombre, y se despreocupa del firmamento. Y en la superficie de la Tierra hay tierra firme y mar. Ambas cosas son obra de Dios. También el mar, que en el pueblo hebreo, poco marinero, causaba una prevención no pequeña, y había tendencia a relacionarlo con el mal. Probablemente por esta razón, se hace constar por primera vez “y vio Dios que era bueno”, frase que se irá repitiendo en el relato, a partir de aquí.
Y sigue la preparación del terreno seco con los vegetales, que se reproducen gracias a la semilla con que Dios los ha dotado. Quedan descartadas la diosa Fecundidad, la diosa Tierra... “Dijo Dios: —Haya lumbreras en el firmamento del cielo para separar el día de la noche, y que sirvan de señales para las estaciones, los días y los años; que haya lumbreras en el firmamento del cielo para alumbrar la tierra. Y así fue. Dios hizo las dos grandes lumbreras – la lumbrera mayor para regir el día, y la lumbrera menor para regir la noche – y las estrellas. Y Dios las puso en el firmamento de los cielos para alumbrar la tierra, para regir el día y la noche, y para separar la luz de la oscuridad. Y vio Dios que era bueno. Hubo tarde y hubo mañana: día cuarto”. (Génesis 1, 14 -19). Se completa la habitación con “las lámparas”. Y se hace notar que se está efectuando una relación de seres creados, no se está explicando cómo fue la Creación. Recuérdese cómo ya San Agustín se
había percatado de esta clave. Y lo importante es que el Sol, la Luna, los planetas, las estrellas, han sido creados por Dios, no son dioses. Recuérdese que hasta en Roma en el siglo IV, el culto al Sol era la religión oficial del Imperio, que ya había adorado los planetas Júpiter, Saturno, Marte, Venus, Mercurio... “Dijo Dios: —Que las aguas se llenen de seres vivos, y que vuelen las aves sobre la tierra surcando el firmamento del cielo. Y Dios creó los grandes cetáceos y todos los seres vivos que serpean y llenan las aguas según su especie, y todas las aves aladas según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y los bendijo Dios diciendo: —Creced, multiplicaos y llenad las aguas de los mares; y que las aves se multipliquen en la tierra. Hubo tarde y hubo mañana: día quinto”. (Génesis 1, 20 – 23).
Siguiendo una narración centrípeta, se ha empezado por afirmar la creación de los animales en principio más lejanos al hombre. Se seguirá por los terrestres, considerados más cercanos:
“Dijo Dios: —Produzca la tierra seres vivos según su especie, ganados, reptiles y animales salvajes según su especie. Y así fue. Dios hizo los animales salvajes según su especie, los ganados según su especie y todos los reptiles del campo según su especie. Y vio Dios que era bueno.
CAPÍTULO VI HAGAMOS AL HOMBRE
“Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza. Que domine sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, sobre todos los animales salvajes y todos los reptiles que se mueven por la tierra”. (Génesis 1, 26). La narración se hace ahora más solemne. Dios va a crear la única criatura cuya naturaleza llegará a asumir en Cristo. “Hagamos”. Posiblemente, el hagiógrafo se limitó a usar el plural mayestático, tal como lo acostumbraban, y acostumbran, a usar los monarcas terrenos: “Nos, el rey, ordenamos...” Pero también, considerando la unidad de la Sagrada Escritura, se interpreta como el primer anuncio, seguramente inconsciente por parte del escritor material, de la Santísima Trinidad. Ésta sólo será revelada plenamente por Jesús, en su venida en carne mortal. “Hagamos
al
hombre
a
nuestra
imagen,
según
nuestra
semejanza”. En la Santísima Trinidad, el Padre engendra al Hijo conociendo su Infinitud. Y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por su mutuo Amor Infinito. Y Dios crea al hombre con la facultad de conocer y de amar. Y con el don de la libertad, condición para amar. Y
con responsabilidad, que da sentido a la libertad. Dios crea al hombre a su imagen y semejanza y le hace partícipe de la Creación. Incluso de su propia creación. Cada hombre, en ejercicio de su libertad y con la ayuda de Dios, deberá potenciar su capacidad de conocimiento y su capacidad de amar para perfeccionar su semejanza con el Creador. Conocerá y amará a Dios conociendo y amando
a
sus
criaturas
y,
en
consecuencia,
tratando
de
perfeccionarlas, de colaborar en terminar la Obra Divina. Colaborará como el niño pequeño con su padre. El padre no necesita la ayuda del chiquitín; pero se la pide porque le quiere, para que aprenda a trabajar con él, y a disfrutar con él del fruto de este trabajo.
“Que domine sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, sobre todos los animales salvajes y todos los reptiles que se mueven por la tierra”. Dios entrega al hombre el dominio sobre todos los vivientes del mundo material. El hombre no es el viviente más fuerte, ni el más rápido, ni el más ágil. No puede volar ni adentrarse en los mares.
Pero, gracias a la inteligencia recibida por los humanos, ningún animal podrá evitar su sometimiento, y los hombres podrán desplazarse más rápidamente y más lejos que ninguno de ellos, descender a las profundidades de los océanos y, no solamente dominar el vuelo a más altura que cualquier ave, sino desplazarse entre cuerpos siderales. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: —Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que reptan por la tierra”. (Génesis 1, 27 – 28). Dios da los primeros mandamientos al hombre, mandamientos fundamentales para la conservación de la propia especie. Y para reforzar estos mandamientos, les asocia unos impulsos naturales o instintos. “Creced”. El hombre debe cuidar su vida y tratar de perfeccionarla en todos los sentidos. Dios asocia a este mandato el instinto de conservación personal. “Multiplicaos”. No solamente debe cuidar uno de su vida. También debe propagarla. Y para ello no basta con iniciar nuevas vidas. Siendo el hombre racional, debe cuidarse de la educación y desarrollo de su prole, que quedará bajo su responsabilidad. Este mandato exige desprenderse del egoísmo natural, y para facilitar su cumplimiento, Dios asocia el impulso y el placer sexual.
Por estar dirigido a la especie, este mandato no obliga absolutamente a todas las personas; pero el único motivo válido para renunciar a él es el amor, para facilitar el servicio a Dios y al prójimo. Desde luego, nunca se deberá evitar la generación tratando solamente de disfrutar del placer asociado a ella. Supondría un intento de estafar a Dios. Y esto Dios lo abomina. [Confrontar Génesis 38, 6 -10 ( 7)]. “Llenad la tierra y sometedla”. A este mandato, asocia Dios en el hombre el deseo de investigación y de dominio. Considerando que por “la tierra” podemos entender “la materia”, este mandamiento adquiere una gran profundidad. Resultan aplicaciones de este mandato todas las ramas de la Física, desde la Física Nuclear a la Astrofísica; todas las Ingenierías, incluida la Astronáutica; la Economía; las Artes, los Oficios. De algunas actividades, como la Medicina y otras asociadas, se puede considerar que su objetivo directo está en el cumplimiento de estos tres mandamientos.
7
El pasaje citado dice así: “Judá buscó para Er, su primogénito, una esposa llamada Tamar. Pero Er, el primogénito de Judá, se portó mal ante el Señor y el Señor le hizo morir. Entonces dijo Judá a Onán (su segundo hijo): —Acércate a la mujer de tu hermano (la viuda) y cumple con ella como cuñado, para suscitar descendencia a tu hermano (según las leyes de los hebreos). Onán sabía que la descendencia no sería suya, por lo que, cada vez que se llegaba a la mujer de su hermano, derramaba por tierra, para no dar descendencia a su hermano. Desagradó al Señor lo que hacía y le hizo morir también a él”. Es por este personaje, por lo que esta práctica de contracepción, y las otras semejantes, se denominan “onanismo”.
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó”. Dios no crea una especie humana uniforme, sino con dos sexos bien diferenciados. Y ambos son igualmente imagen de Dios. Ambos sexos son esencialmente diversos; pero iguales en dignidad y complementarios. Y no valen desviaciones. El capítulo 19 del propio Génesis, muestra claramente la aversión de Dios hacia la práctica de la homosexualidad, que le lleva a la destrucción de Sodoma y Gomorra. Hablamos de prácticas, no de tendencias de las que no se sea culpable. Las tendencias son una enfermedad, habitualmente más sicológica que somática, habitualmente curable con un buen médico y voluntad de ser curado.
Y Dios determina que la procreación se lleve a cabo a través de esta diferenciación de sexos. Los actos asociados a la generación humana no serán simplemente tolerados por el Creador. Serán actos santos, queridos por el Señor, que suponen la disposición a participar en la creación de otros seres imágenes de Dios, cuya responsabilidad sería asumida. Y por tanto, corromper estos actos supone una grave ofensa a Dios. La diversidad de sexos lleva consigo, en general, una diversidad de modos de actuar e incluso una diversidad de funciones habituales; aunque, salvo raras excepciones, no existe una división totalmente estanca. Ciertamente, una mujer no puede acceder al sacerdocio ministerial (8), ni un varón a la maternidad; pero ya en el Antiguo Testamento, en pleno régimen teocrático de Israel, en la época de los jueces, designados directamente por Dios, una mujer, Débora, es elegida como tal. Santa Catalina de Siena, nombrada doctora de la Iglesia, ejerce como embajador de Florencia ante la Santa Sede en el siglo XIV, e incluso como nuncio de la Santa Sede en Florencia. Santa Juana de Arco es canonizada habiéndose santificado en el ejercicio de 8
Pero en el Bautismo se recibe el sacerdocio común, se sea mujer o
varón, que si bien esencialmente distinto del ministerial, es básico. San Agustín predicaba a sus fieles: “Para vosotros soy vuestro obispo; pero con vosotros soy cristiano, que es lo importante”. El sacerdocio común recibido en el Bautismo permite la identificación con Cristo, y la mediación entre Dios y los demás hombres. San Josemaría Escrivá recordaba con frecuencia a los fieles del Opus Dei, mujeres y varones, que debían tener “espíritu laical”, siendo conscientes de estar en el mundo, y “alma sacerdotal” para poder ofrecer a Dios este mundo.
la milicia, dirigiendo tropas de choque durante la Guerra de los Cien Años en el siglo XV. Por sólo citar unos ejemplos llamativos. “Y dijo Dios: —He aquí que os he dado todas las plantas portadoras de semilla que hay en toda la superficie de la tierra, y todos los árboles que dan fruto con semilla; esto os servirá de alimento. A todas las fieras, a todas las aves del cielo y a todos los reptiles de la tierra, a todo ser vivo, la hierba verde le servirá de alimento. Y así fue. Y vio Dios todo lo que había hecho; y he aquí que era muy bueno. Hubo tarde y hubo mañana: día sexto”. (Génesis 1, 29 – 31). “...y he aquí que era muy bueno”. Dios se ha complacido especialmente en la creación del hombre, varón y mujer, y por esto sube un grado en la calificación de la bondad de su obra. En el párrafo anterior a éste podemos encontrar una dificultad: Antes de existir los humanos, nos consta la existencia de animales carnívoros, y algunos, de gran ferocidad. ¿Cómo se da a entender que antes del pecado original todos los “vivientes” eran herbívoros? Pues muy sencillo, no se trata de una historia zoológica, sino de expresar la armonía de la naturaleza antes de la caída de nuestros primeros padres. Lo escrito equivale a explicar que, había una armonía tal en la Creación, que era como si todos los animales fueran herbívoros. Aunque parte de esta armonía consistiera en que los velociraptores se comieran a los brontosaurios.
CAPÍTULO VII Y DESCANSÓ EN EL DÍA SÉPTIMO
“Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo su ornato. Terminó Dios en el día séptimo la obra que había hecho,
y
descansó en el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó, porque ese día descansó Dios de toda la obra que había realizado en la creación. Estos fueron los orígenes del cielo y de la tierra al ser creados”. (Génesis 2, 1 – 4). Cierra así el autor del Génesis el ciclo semanal que ha empleado para su narración. El ciclo semanal es connatural al hombre: al menos un día de descanso de cada siete. Y un día al menos, de cada siete, para dedicar especialmente al Creador. Es un precepto de la Ley Natural, que encontraremos en los Diez Mandamientos promulgados en el Sinaí. Y este precepto es resaltado por esta narración del origen del mundo. Dios no depende del tiempo, ya lo hemos explicado. Propiamente, no tiene sentido hablar de un descanso de Dios en el séptimo día, y el autor del Génesis es consciente de ello; pero ha dejado claro algo que pretendía destacar. El descanso resulta algo muy importante. D. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, en su libro “Eucaristía y vida cristiana” dedica un
capítulo completo a tratar sobre el descanso. Lo titula “La Eucaristía y el descanso de los hijos de Dios”. En él, por ejemplo, podemos leer: “Dar a cada cosa su tiempo supone dar a cada tiempo su propia tarea. Es preciso ordenar las diversas actividades, si queremos que nuestro día produzca mucho fruto. Las personas necesitan reponer las fuerzas gastadas –físicas, psíquicas, espirituales– por la dedicación intensa al trabajo, y también resulta muy conveniente reservar algún espacio de la jornada o de la semana a actividades distintas de la habitual
ocupación
profesional,
imprescindibles
para
atender
debidamente a la familia, cultivar la amistad con otras personas, acrecentar la propia cultura; sin olvidar que los momentos de distensión permiten además pensar con calma y profundidad en el futuro – personal y de las personas queridas-, en el sentido de la vida presente, en lo que viene después de la existencia terrena”.
... “Resulta claro que no cabe vivir según todas las buenas y verdaderas exigencias de la persona humana, si se mantiene un ritmo
frenético en la actividad profesional. Aprender a descansar con mesura articula de suyo una obligación que requiere tanta generosidad como la exigida por el trabajo y, a veces, incluso más, pues en ocasiones pide un especial desprendimiento de los propios programas y una mayor disponibilidad para los planes y necesidades de los otros. Saber descansar, sin caer en el ocio, es ciencia que tiene mucho de sabiduría”. Y tras esta presentación de la necesidad del descanso, el autor declara su naturaleza más auténtica: “Descansar en Dios”. Y nos explica los distintos aspectos de este descanso en Dios: “Descansaren Dios:abandonaren Él nuestraspreocupaciones. Jesucristo ha hablado mucho del descanso, y nada resulta más lógico, porque Él ha venido a traer paz a nuestra alma con su gracia, y salud definitiva a nuestro cuerpo en la resurrección final, de la que contemplamos el modelo y la causa en su resurrección gloriosa”. ... “Jesús redime a los hombres del peso de una conciencia culpable, porque perdona nuestros pecados; porque nos libra de la esclavitud del príncipe de este mundo, pues vence al maligno y porque nos ayuda a entender la carga de la pobreza, al declararla bienaventurada. Suprime toda opresión y ofrece a todos un tiempo de paz y de descanso, un tiempo jubilar”. ... “Descansoy filiacióndivina:la enseñanzade Jesús. Al hablar del descanso auténtico, Jesús nos está enseñando a conducirnos como hijos de Dios. Lo mismo que un padre de la tierra se
preocupa de la alimentación, del vestido, del desarrollo armónico de sus hijos, así Dios obra con nosotros; o, para expresarlo de modo más exacto, la paternidad en la tierra es un reflejo de la paternidad divina. Nos encontramos ante un aspecto de capital importancia para entender quién es nuestro Padre Dios y cómo nos trata”. ... “Descansaren Dios:pedirleperdóncomoZaqueoy perdonar. “Descarga en Yahveh tu peso, y Él te sustentará; no dejará que para siempre zozobre el justo” (Salmo 54, 23). Se zozobra con el desequilibrio de los pecados no perdonados, activos aún en el alma. Por eso, para descansar de veras, hay que mostrarse enteramente sinceros con Dios y pedirle perdón en el sacramento de la Reconciliación, que devuelve la tranquilidad y la paz del alma”. ... “Lo experimentó Zaqueo, cuando acogió al Señor en su casa: cambió su riqueza material por la cercanía de Jesús. Prefirió recibirlo en el alma a continuar recogiendo dinero y defraudando a los pobres. Y llenó su vida de alegría y de paz (confrontar San Lucas 19, 1 – 10). Las palabras del salmista y las que pronunció Jesús se refieren, además, a los pesos que con frecuencia llevamos dentro y que llamamos resentimientos, rencores, afanes de venganza. También estas cargas hay que abandonarlas en el Señor, porque fatigan al alma y la paralizan en su camino hacia Dios: quitemos esta mole de encima de nuestros hombros, perdonando de corazón a los que nos hayan agraviado. “En realidad, el perdón es ante todo una decisión personal, una opción del corazón que va contra el instinto espontáneo de
devolver mal por mal. Dicha opción tiene su punto de referencia en el amor de Dios, que nos acoge a pesar de nuestro pecado y, como modelo supremo, el perdón de Cristo, el cual invocó desde la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (San Lucas 23, 34)” (Juan Pablo II, Mensaje para la jornada mundial de la paz 2002, 8 – XII – 2001, n.8)”. ... “Perdonar coincide siempre con descansar. Pero perdonar a veces no resulta fácil; en rigor, hemos de reconocer que los hombres con frecuencia no sabemos hacerlo; sólo Dios se muestra indulgente de modo perfecto, porque perdona todo y siempre a quien implora su gracia: manifiesta su omnipotencia justamente con su misericordia hacia nosotros. Se ha hecho habitual, desgraciadamente, la postura de que se debe perdonar, pero que no se debe olvidar. Sin negar lo evidente – el valor de la experiencia–, hemos de exigirnos con sinceridad para no excusarnos y continuar con el alma cargada de viejas pendencias, de listas de agravios, que impiden volar alto hacia Dios”. ... De modo análogo, en este mismo capítulo, el autor sigue tratando los apartados: “DescansarconDios:entrar en su lógicade amory comprensión”. “La paz, perfeccióndel descanso,frutodel trabajo”. “La paz, donde Dios”. “Hijosdel Diosde la paz”. “Descansarjuntoal SagrariocomoJesúsen Betania”.
“DescansarconCristoen la Misa,comolos discípulosde Emaús”. “Vivir las fiestasy los domingosconDios”. Sustituido el séptimo día por el domingo, día en que resucitó el Señor, no quiero cerrar este capítulo sin reproducir el principio del texto con el que el doctor Echevarría trata este último apartado: “Pasar el domingo con Dios significa ofrecerle también el tiempo del descanso. Otra paradoja: que nuestra pobre generosidad le brinde consuelo. Muchas personas tienen tanto quehacer –así piensan, al menos– que no encuentran tiempo para asistir a la Misa dominical. En nuestra época, éste parece el principal obstáculo para pasar con Dios los domingos y las fiestas de la Iglesia. Descansar supone cambiar de ocupación, de ambiente, de circunstancias relacionales, de esfuerzo. En nuestro caso, significa también cambiar lo poco nuestro con lo mucho de Dios: confiarle nuestras miserias y nuestras pequeñeces, para recibir sus dones –el Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Espíritu Santo– causa infinita de alegría y de paz. Ofrecerle nuestro tiempo para recibir su eternidad, que un día nos alcanzará. Ha escrito Juan Pablo II: “Éste es un día que constituye el centro mismo de la vida cristiana. Si desde el principio de mi Pontificado no me he cansado de repetir: “¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”, en esta misma línea quisiera hoy invitar a todos con fuerza a descubrir de nuevo el domingo: ¡No tengáis miedo de dar vuestro tiempo a Cristo! Sí, abramos nuestro tiempo a Cristo para que Él lo pueda iluminar y dirigir. Él es quien conoce el secreto del
tiempo y el secreto de la eternidad, y nos entrega “su día” como un don siempre nuevo de su amor. El descubrimiento de este día es una gracia que se ha de pedir, no sólo para vivir en plenitud las exigencias propias de la fe, sino también para dar una respuesta concreta a los anhelos íntimos y auténticos de cada ser humano. El Tiempo ofrecido a Cristo nunca es un tiempo perdido, sino más bien ganado para la humanización profunda de nuestras relaciones y de nuestra vida”.”.
CAPÍTULO VIII SEGUNDO RELATO
El hagiógrafo da por terminada su narración de la Creación según el esquema planteado; pero, no sin la iluminación divina, la reconoce incompleta, especialmente en lo que respecta a la creación del hombre. Y, en consecuencia, escribe o transcribe un segundo relato a continuación del que hemos comentado, y que empieza así: “Cuando el Señor Dios hizo tierra y cielo, aún no había en la tierra ningún arbusto silvestre, y aún no había brotado ninguna hierba del campo –pues el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra ni había nadie que trabajara el suelo–, pero un manantial brotaba de la tierra y regaba toda la superficie del suelo. Entonces, el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, insufló en sus narices aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo”. (Génesis 2, 4-7). El autor no trata de escribir una cronología de la Creación. En el relato anterior había situado la creación de los vegetales antes que la del hombre. Ahora quiere insistir en la importancia del ser humano, y para ello recalca –aún a costa de provocar una contradicción material con el primer relato– que los vegetales, como el resto de las criaturas, fueron creados para el hombre. El autor hace un uso voluntario de estas contradicciones materiales para aumentar la expresividad de lo que quiere comunicar, tal como las disonancias que emplean algunos
músicos geniales (9), con un fin similar. Y pasa a efectuar la revelación de verdades fundamentales para el hombre y sobre el hombre. —Aunque el monogenismo, según el cual todos los humanos procedemos de una única pareja, no fue confirmado dogmáticamente en el Concilio Vaticano I, parece indicarse que todos procedemos de un solo individuo humano. Posteriormente, el Génesis relacionará la creación de la primera mujer con la creación de este varón, como veremos en su momento. —Más importante aún, “el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra”, es decir, con un principio material, e “insufló en sus narices un aliento de vida”, le dio un principio espiritual. Desconocida la naturaleza del aire por los antiguos, era empleado como el mejor símbolo del espíritu, carente incluso de palabra para designarlo. Es decir, en contradicción con teorías que menospreciaban la materia, y por tanto el cuerpo humano, y que, por ejemplo, hicieron suponer al filósofo griego Platón que primero fueron creadas las almas humanas en estado puro, y que por una grave infracción fueron condenadas a unirse cada una a un cuerpo material, el Génesis nos revela que Dios crea al hombre, desde el principio, como síntesis de la Creación, compuesto esencialmente de materia y espíritu. Y esto, además, será el distintivo del ser humano. Todo ser inteligente que dependa de materia es un ser humano con todas sus consecuencias. Esto, por ejemplo, lo tuvieron muy claro los españoles que descubrieron y colonizaron América: Desconocían el origen de los naturales de las nuevas tierras, cómo podían haber llegado hasta allí, pero no dudaron que eran 9
Por ejemplo, Richard Wagner fue un ejemplo de maestría en este aspecto.
hombres como ellos, y fueron desarrolladas las “Leyes de Indias” para proteger sus derechos. El concepto de humanoide no es aceptable. Distinto es el caso del concepto de androide: como tal se considera una máquina puramente material, fabricada por el hombre, de aspecto más o menos similar a él, que puede desempeñar algunas funciones físicas similares a las del ser humano. Un ejemplo, los llamados “Oscar”, o maniquíes usados para comprobar los efectos que una colisión, bajo determinadas circunstancias, podría tener sobre un organismo humano real.
En el hipotético caso de la llegada de una nave extraterrestre a la Tierra, no podríamos dudar que había sido construida por seres tan humanos como nosotros, puesto que dependían de la materia y eran inteligentes. Nuestra actitud debería inspirarse en la de los españoles que llegaron al Nuevo Mundo, aunque en este caso fuéramos nosotros los visitados. Siguiendo este tema, que aunque tangencial puede ser motivo de complicaciones consideraciones:
mentales,
podemos
hacer
las
siguientes
Como podremos comprobar al seguir la lectura del Génesis, éste contiene una descripción geográfica del lugar de la creación del hombre inidentificable. No sería contrario al texto aceptar la posibilidad de que hubiera ocurrido fuera del planeta Tierra. Los terrícolas, por ejemplo, podríamos ser descendientes de los pasajeros de una nave perdida, desembarcados en nuestro planeta. Procedentes de una civilización avanzadísima, al quedar separados de ella habrían retrocedido rápidamente al primitivismo más absoluto, y en pocas generaciones se habría borrado todo recuerdo. Es una de las hipótesis, que incluso compatibilizarían
la
pluridad
de
planetas
habitados
con
el
monogenismo. Como lugar en que se consumó la Redención Universal, también se podría aplicar, en cierto modo, a la Tierra en general, la sentencia del salmista que en un momento determinado se aplica Cristo a sí mismo, rechazado inicialmente por su pueblo: “La piedra que desecharon los constructores, ésta ha llegado a ser la piedra angular”. (Salmo 118, 22; San Lucas 20, 17 - 18). El episodio de la Torre de Babel podría referirse a un ambicioso programa de Exploración del Universo en que fracasaran las comunicaciones,
–que
con
distancias
de
años
luz
son
muy
problemáticas–, dando lugar a la pérdida de naves con los personajes más selectos que, tras aterrizajes de emergencia, iniciarían núcleos de población por primera vez desconectados entre sí. El Papa Benedicto XVI, siendo el Cardenal Ratzinger, escribió a propósito de estos versículos del Génesis: “Creo que aquí hallamos un enorme simbolismo y una gran interpretación del ser humano. Según
esto, el ser humano brota de la tierra y de sus potencialidades. En esta exposición se vislumbra algo parecido a la evolución. Pero no se queda ahí. Se añade algo que no procede simplemente de la tierra, ni tampoco es producto de un desarrollo posterior, sino algo radicalmente nuevo: el aliento del mismo Dios. Lo esencial de esta imagen es la dualidad de la persona. Muestra tanto su pertenencia al cosmos como su relación directa con Dios. La fe cristiana afirma que lo que aquí se dice del primer hombre es aplicable a cada ser humano. Que cada individuo tiene un origen biológico por una parte, pero por otra no es el mero producto de los genes existentes, del ADN, sino que procede directamente de Dios. El ser humano lleva el aliento de Dios. Ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, es capaz de superar lo creado. Es único. Está en los ojos de Dios y unido a Él de manera especial. Con el ser humano se introduce realmente en la creación un nuevo aliento, el elemento divino. Ver este particular ser creado por Dios es muy importante para percibir la unicidad y dignidad de la persona y, con ello, la razón de todos los derechos humanos. Confiere al ser humano el respeto a sí mismo y a los demás. En él está el aliento de Dios. No es una mera combinación de materiales, sino una idea personal de Dios.” (“Dios y el mundo”. Primera parte). Creo que ha quedado claro cómo puede ser aceptable una teoría evolucionista: ¿Millones de años? Para nada trata el Génesis sobre tiempos medibles. No es un tratado de astrofísica ni de paleontología ni pretende serlo. No hay que pensar en contradicciones con los datos de
estas ciencias. ¿Creado el ser humano siendo su cuerpo generado por una especie animal preexistente? Según el principio escolástico que declara que, siempre que no sea inconveniente, Dios se vale de las causas segundas, muy probable. Evidentemente, según lo que hemos escrito, esto no contradeciría en absoluto el haber sido “formado del polvo de la tierra”. Pero sin perder nunca de vista la segunda parte: el aliento de Dios. Y creo que esto ha quedado claro en la anterior cita de Ratzinger. ¿Qué especie animal preexistente? Probablemente alguna que hoy desconocemos. Sin ánimo de ofender, en rigor parecemos más próximos al cerdo actual que al mono actual. Por lo menos, es el animal algunos de cuyos tejidos han podido ser implantados en seres humanos.
CAPÍTULO IX EL JARDÍN DEL EDÉN
Seguimos leyendo: “El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles agradables a la vista y buenos para comer; y además, en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Un río nacía en Edén para regar el jardín, y desde allí se dividía formando cuatro brazos. El nombre del primero es Pisón, que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro. El oro de aquel país es puro, allí hay también bedelio y piedra de ónice. El nombre del segundo río es Guijón, que rodea todo el país de Etiopia. El nombre del tercer río es Tigris, que recorre el oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Éufrates”. (Génesis 2, 8 – 14). Evidentemente, el Tigris y el Éufrates no tienen nada que ver con Etiopía. Una vez más, el autor hace notar que emplea un lenguaje simbólico. Expresa un lugar o estado maravillosos mediante los elementos más apreciados en el ambiente del hagiógrafo: Abundancia de vegetación, especialmente de árboles frutales, abundancia de agua, de oro, de materiales preciosos. Tratar de identificar una situación geográfica puede ser empresa totalmente vana. ¡No sería descartable ni una localización extraterrestre!
En cuanto al árbol de la vida y al de la ciencia del bien y del mal, limitémonos de momento a considerar su situación
“en medio del
jardín”, es decir, en lugar patente, de buen acceso. Sigue el relato: “El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén para que lo trabajara y lo guardara” (Génesis 2, 15). El trabajo forma parte de la esencia del hombre. Ya algo habíamos vislumbrado, al menos respecto del trabajo intelectual. Pero este versículo nos muestra de forma patente que también los trabajos manuales se incluyen. El trabajo no es un castigo en sí mismo, lo será la fatiga que quede asociada a él como consecuencia del pecado original, según veremos.
San Josemaría Escrivá vio e hizo ver la importancia del trabajo como medio santificador y de santificación, reparando en este versículo y en la vida de trabajo de Jesús antes de sus tres años de predicación pública. Y mostró la santificación del trabajo ordinario, y la santificación de uno mismo y de los demás con el trabajo y a través del trabajo, como misión específica del Opus Dei, que fundó en 1928.
Existe bastante literatura sobre este tema ( 10). Como un ejemplo, transcribo el punto 684 de Forja, del citado San Josemaría: “Cualquier actividad – sea o no humanamente muy importante – ha de convertirse para ti en un medio de servir al Señor y a los hombres; ahí está la verdadera dimensión de su importancia”. Cuando falleció la madre de la famosísima cantante de ópera Renata Tebaldi (11), ésta estaba pendiente de una próxima actuación (12). El empresario, conocedor de la fidelidad de esta soprano a sus contratos, y del gran cariño que tenía a su madre, la llamó por teléfono para expresarle su condolencia, y decirle que no se preocupara por él: buscaría 10
una
suplente
o
estaba
dispuesto
a
suspender
la
Por ejemplo, además del citado Forja, todas las obras del mismo
autor, La vocación cristiana del hombre de hoy, de José Orlandis, El valor divino de lo humano, de Jesús Urteaga, La santificación del trabajo de José Luis Illanes. 11
Fueron
numerosas
sus
grabaciones
en
discos
de
vinilo,
generalmente editados por la compañía Decca. Recientemente, Hardy Classic
Video
remasterizó
en
formato
DVD
la
filmación
de
una
representación de La forza del destino, de G.Verdi, en el teatro San Carlo de Nápoles. Aunque la imagen deja bastante que desear en gran parte de la grabación, el sonido goza de una gran fidelidad. Aparte de la actuación de la Tebaldi, acompañada de un reparto espléndido, se incluye una entrevista en que ella aparece ya anciana, tal vez próxima a su muerte acaecida a sus 84 años en diciembre de 2004; pero desbordando alegría, inteligencia y buen humor. 12
Concretamente, para interpretar el papel de Maddalena di Coigny en
la ópera Andrea Chénier, de U. Giordano, en el Metropolitan de Nueva York.
representación. Pero la Tebaldi le contestó en términos tales como: “Mire, mi madre sólo necesita que se rece por ella, y mi trabajo es oración: tengo más motivo para esmerarme en el escenario. Cumpliré mi parte del contrato”. El empresario, seguramente conocedor, además, de que Renata asistía a Misa y comulgaba diariamente, a pesar de la dificultad de compaginar sus horarios con las leyes vigentes entonces sobre el ayuno eucarístico (13), impresionado, divulgó la conversación. Sigue relatando el autor del Génesis: “...y el Señor Dios impuso al hombre este mandamiento: —De todos los árboles del jardín podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás”. (Génesis 2, 16 -17). Comentaremos estos versículos en el siguiente capítulo. “Entonces dijo el Señor Dios: —No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda adecuada a él. El Señor Dios formó de la tierra
todos los animales del
campo y todas las aves del cielo, y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, de modo que cada ser vivo tuviera el nombre que él le hubiera impuesto. Y el hombre puso nombre a 13
Para poder comulgar, no se podía ni beber agua desde la
medianoche anterior. Añádase a esto que, debido al considerable esfuerzo del diafragma y de la musculatura abdominal necesario para cantar una ópera normal, prácticamente no se puede tomar alimento desde al menos dos horas antes de iniciar la actuación.
todos los ganados, a las aves del cielo y a todas las fieras del campo; pero para él no encontró una ayuda adecuada”. (Génesis 2, 18 – 20). Estos versículos nos indican, en primer lugar que el hombre es eminentemente social. La sociedad no corrompe necesariamente al hombre inocente, al “buen salvaje”, según las tesis de Juan Jacobo Rousseau y correligionarios. La sociedad es necesaria al hombre. Debe servir para que ejerza su abnegación, su generosidad, su amor en suma con sus semejantes, mostrando con ello la sinceridad de su amor hacia su Creador. “Si alguno dice: Amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano”. (Primera Epístola de San Juan 5, 20 - 21).
Y para remarcar la necesidad que tenemos de nuestros semejantes, el autor presenta una dramática busca de ayuda entre todos los seres vivos. “Y el hombre puso nombre a todos los ganados...”. Puso nombre, en el lenguaje bíblico, los conoció
profundamente, y también quedó patente su superioridad sobre todos ellos. “El Señor Dios formó de la tierra todos los animales del campo...”. Como al hombre. Comparten materia con nosotros; pero no el “aliento de Dios”: en esto estriba nuestra superioridad. “Puso nombre”. La “profesión más antigua del mundo”, la de zoólogo. Nuevamente hemos podido observar una contradicción material: En el primer relato, Dios crea al hombre después que a los animales. En el segundo relato es al revés. Nuevamente, las disonancias para reforzar la expresión de lo que realmente necesitamos conocer. “Entonces el Señor Dios infundió un profundo sueño al hombre y éste se durmió; tomó luego una de sus costillas y cerró el hueco con carne. Y el Señor Dios, de la costilla que había tomado del hombre, formó una mujer y la presentó al hombre. Entonces dijo el hombre: —Ésta sí es hueso de mis huesos, y carne de mi carne. Se la llamará mujer, porque del varón fue hecha. Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne. Ambos estaban desnudos, el hombre y la mujer, y no sentían vergüenza”. (Génesis 2, 21 – 25). El autor narra la creación de la mujer seguramente valiéndose de una metáfora. Una costilla tiene carne y hueso, justificando la
exclamación asignada al varón. ¿Cómo ocurrió físicamente? ¿Era la mujer hija del hombre? ¿Fue engendrada por el hombre en una hembra de la especie de su procedencia después de que, con este fin, Dios suspendiera temporalmente su consciencia humana? Ni lo sabemos ni nos importa. En todo caso, no estaríamos ante un acto aberrante, sino ante una situación absolutamente singular, totalmente incluida en el Plan de Dios. Lo mismo ocurriría con las uniones entre hijos e hijas de la primera pareja para dar lugar a la tercera generación. A partir de ésta ya se evitaría la consanguinidad.
Lo importante que se nos transmite es la íntima relación de origen entre ambos sexos, y que, de algún modo, la mujer procede del varón, aunque el varón será gestado por la mujer. ¿Cómo pudo reconocer el primer hombre a la primera mujer como alguien verdaderamente semejante a él, incluso aunque al verla por primera vez fuera un bebé? No pudo existir un lenguaje hablado entre ellos desde el primer
momento, antes de que éste se fuera codificando por común acuerdo. Pero sí pudieron tener una sensibilidad especial para la comunicación mental. Así, aunque la mujer fuera una niña recién nacida, pudo el hombre descubrir que sólo ella tenía una actividad mental similar a la suya, y que sólo ella podía ser su verdadera “ayuda”, su compañera. “Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne”. Debido a la dignidad de la especie humana, y a la desvalida situación de los primeros tiempos de la criatura humana, el matrimonio se hace esencial para su adecuada propagación. Y el matrimonio se presenta como un compromiso definitivo entre un varón y una mujer. Cada uno entrega su libertad al otro. Mientras vivan ambos, no hay opción de nuevo compromiso vital de uno de ellos con una tercera persona.
Jesús conmemoró este versículo para resaltar la indisolubilidad del matrimonio: “Y Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este precepto. Pero en el principio de la creación los hizo Dios varón y hembra; por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne; de modo que ya no
son dos, sino una sola carne. Por tanto lo que Dios unió, no lo separe el hombre. Una vez en casa, sus discípulos volvieron a preguntarle sobre esto. Y les dice: Cualquiera que repudie a su mujer y se una con otra, comete adulterio contra aquélla; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”. (San Marcos 10, 3 – 12). Igualmente está sancionada esta indisolubilidad en San Mateo 5, 31 -32 y 19, 1 – 9, y en San Lucas 16,18. Ni la Iglesia tiene potestad para anular un matrimonio, porque Jesucristo no se la concedió. En las “causas de anulación”, la Iglesia se limita a certificar que un supuesto matrimonio no era tal, a declarar la nulidad de una ceremonia, suponiendo que son verdaderos los motivos aducidos. Los motivos pueden ser materiales y fáciles de comprobar, o no tan fáciles de comprobar, como por ejemplo los defectos de consentimiento. Evidentemente, los cónyuges pueden mentir, presentar pruebas falsas, engañar al Tribunal eclesiástico. Pero no pueden engañar a Dios. Una boda celebrada tras una anulación fraudulenta, por mucha pompa y solemnidad que la acompañara, aunque el oficiante fuera el Santo Padre en persona, llevaría consigo, además de una situación continuada de adulterio, un gravísimo pecado de engaño a la jerarquía católica, un gravísimo pecado de engaño al otro contrayente caso de que éste fuera de buena fe, –o de lo contrario sería cómplice con todas las consecuencias–, un gravísimo pecado de hipocresía y un gravísimo pecado de sacrilegio contra el sacramento del matrimonio. Y, naturalmente, el matrimonio falsamente anulado seguiría vigente. El Papa Benedicto XVI, en su encíclica Deus caritas est, escribe
refiriéndose al amor matrimonial: “El desarrollo del amor hacia sus más altas cotas y su más íntima pureza conlleva el que ahora aspire a lo definitivo, y esto en un doble sentido: en cuanto implica exclusividad – sólo esta persona–, y en el sentido del “para siempre”. El amor engloba la existencia entera y en todas sus dimensiones, incluido también el tiempo. No podría ser de otra manera, puesto que su promesa apunta a lo definitivo: el amor tiende a la eternidad. Ciertamente, el amor es “éxtasis”, pero no en el sentido de arrebato momentáneo, sino como camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios: “El que pretenda guardarse su vida , la perderá, y el que la pierda, la recobrará” (Lc 17, 33), dice Jesús en una sentencia suya que, con algunas variantes, se repite en los Evangelios (cf. Mt 10,39; 16,25; Mc 8,35; Lc 9, 24; Jn 12, 25). Con estas palabras, Jesús describe su propio itinerario, que a través de la cruz lo lleva a la resurrección: el camino del grano de trigo que cae en tierra y muere, dando así fruto abundante. Describe también, partiendo de su sacrificio personal y del amor que en éste llega a su plenitud, la esencia del amor y de la existencia humana en general”. (Dios es amor. Nº 6, párrafo 2º). En un matrimonio se puede decir que, el que quiera ser feliz, trate de hacer feliz al otro cónyuge. Es significativo, en la ópera Il tabarro, perteneciente al llamado Tríptico de Puccini, el lamento de Giorgetta que, infiel a su marido con un joven empleado suyo, exclama “Ché difficile é ser felice!!” (14). Efectivamente, imposible en su egoísmo.
14
¡Qué difícil es ser feliz!
“Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer...” Este versículo tiene importantes consecuencias prácticas en el día a día de la vida familiar. Por supuesto, es igualmente válido, se da por sobreentendido, “dejará la mujer a su padre y a su madre y se unirá a su marido...” ¡Cuántos problemas matrimoniales dejarían de aparecer, si se tuviera presente este versículo y se llevara a la práctica! Y llevarlo a la práctica supone, por ejemplo: Que las madres de cada uno de los cónyuges no se empeñen en sobreproteger a su hijo o hija, como si siguieran dependiendo más de ellas que de la persona con que se han casado. Que no confundan echar una mano, especialmente cuando se las requiere para ello, con pretender controlar y mangonear un hogar que no es propiamente el suyo. Que al marido ni le pase por la cabeza decir a su mujer: “Esto lo hacía mejor mi madre”. Que las esposas no pretendan descargar sus responsabilidades en sus madres, lo cual termina provocando los dos primeros errores. Que especialmente al principio de la vida en común sean comprensivos los cónyuges entre sí, prefiriendo sufrir deficiencias materiales a comprometer su independencia, tanto doméstica como económica. Y un etcétera que cada uno puede ir añadiendo. “Ambos estaban desnudos,...” Este versículo, con el que termina este segundo capítulo del Génesis, muestra el absoluto dominio concedido por el Creador a la mente, a la voluntad de nuestros primeros padres sobre su cuerpo y sus pasiones, la armonía en el ser humano
recién creado. Este dominio se quebrará a causa del pecado original; pero esto será materia del próximo capítulo, en el Génesis y en este libro.
CAPÍTULO
X
EL PECADO ORIGINAL
Según habíamos anticipado en el capítulo anterior, volvemos a los versículos del capítulo segundo del Génesis: “...y el Señor Dios impuso al hombre este mandamiento: —De todos los árboles del jardín podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, morirás” Transcribo el comentario a estos versículos, que se puede leer en la Biblia editada por EUNSA (Ediciones de la Universidad de Navarra): “El posible acceso del hombre al “árbol del conocimiento del bien y del mal” (15) significa que Dios ha dejado el camino abierto a la posibilidad del mal, precisamente en virtud de un bien mayor: la libertad de la que ha dotado al hombre. Éste, mediante su razón y a través de su conciencia, puede descubrir y discernir lo que es bueno y malo; pero no puede establecerlo con su decisión. En este sentido, el mandato de Dios a nuestros primeros padres implica el deber de reconocer su carácter de criaturas, y de acatar y respetar el bien, tal como se refleja en las leyes de la creación y en la dignidad propia de su ser personal. Querer el hombre decidir lo bueno y lo malo por su cuenta, 15
Confrontar Génesis 2,9. En nuestro capítulo IX, anticipamos que
también comentaríamos este versículo más adelante.
independientemente de la bondad impresa por Dios al crear, sería pretender ser como Dios. La autonomía moral absoluta es una tentación que se presenta constantemente al hombre, y en la que sucumbe cuando olvida que existe un Dios Creador y Señor de todo, también del hombre. “El árbol de la ciencia del bien y del mal, comenta Juan Pablo II, debía expresar y constantemente recordar al hombre el “límite” insuperable para un ser creado”. (Dominum et Vivificantem (16), n. 36)”.
El “árbol del conocimiento del bien y del mal” puede ser la representación de la conciencia humana: está continuamente presente al hombre; pero no debe manipularla. Comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, manipular la conciencia, es una tentación permanente y especialmente hoy, principios del siglo XXI. La religión a la carta. Componernos una moral a la medida de nuestras aparentes conveniencias. Desde luego no tuvo por qué ser un manzano, identificación absolutamente ajena a las Sagradas Escrituras. En cualquier caso, la prohibición de comer del árbol citado expresa un mandato positivo del 16
Documento del Concilio Vaticano II.
Señor, se trata de una cuestión de obediencia debida al Creador. La narración de esta primera tentación y caída la encontramos en el tercer capítulo del Génesis, seguramente con un nivel de simbolismo comparable al utilizado en los textos precedentes, que se inicia así: “La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que había hecho el Señor Dios, y dijo a la mujer: —¿De modo que os ha mandado Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?”. (Génesis 3, 1). El texto expone la primera caída; pero en esta exposición se nos presenta, también, el mecanismo más habitual de nuestras tentaciones y caídas. Algunos objetarán: ¿Una serpiente que habla? ¿Una serpiente que no se arrastra, pues éste será el castigo que recibirá? En primer lugar, en la simbología bíblica, no raramente la serpiente representa al Maligno, el tentador por antonomasia. Tampoco una serpiente necesita hablar con palabras. Como tampoco acostumbra a hacerlo el diablo. La mujer pudo observar el comportamiento de un reptil en determinadas circunstancias, y empezar a recibir sugerencias poco oportunas para su propio comportamiento y el de su marido, sugerencias de rebeldía hacia Aquél del que habían recibido todos los bienes. Y ya rizando el rizo, una serpiente con patas, un reptil que caminaba erguido, ¡un dinosaurio! La primera pareja humana habría sido creada hace 65.000.000 de años, y los dinosaurios habrían sido castigados con la extinción. Los zoopalentólogos ( 17) están de acuerdo 17
Científicos dedicados a estudiar la antigua zoología, los antiguos
animales.
en asignar una inteligencia (18) muy desarrollada en estas especies. Pero estamos haciendo decir a las Sagradas Escrituras más de lo que pretenden decir, no son deducciones válidas. Fue el error de Galileo, al pretender confirmar en la Biblia su descubrimiento. Su teoría era cierta; pero debió limitarse a asegurarla a través de sus observaciones astronómicas y sus cálculos matemáticos ¡Nosotros vayamos a lo importante de este pasaje! En primer lugar, la tentación presenta una realidad deformada. Por esto Satanás es llamado padre de la mentira. No hay peor mentira que una presentación torcida de la realidad. Toda tentación supone una mentira, pues presenta como bueno y conveniente, y hasta como única salida, algo que no es bueno ni conveniente y tiene alternativas que lo son. “La mujer respondió a la serpiente: —Podemos comer del fruto de los árboles del jardín; pero Dios nos ha mandado: ‘No comáis ni toquéis el fruto del árbol que está en medio del jardín, pues moriríais’.” (Génesis 3, 2 -3). La mujer comete el primer error: dialogar con la tentación. Percibida ésta, es necesario rechazarla de plano. Un sí, pero no; un no será tanto...tienen todas las probabilidades de ser la antesala de la caída.
18
Naturalmente se trata de inteligencia material, capaz de procesar
datos; pero no de reflexionar, para lo cual es necesaria una inteligencia dotada de un principio espiritual, del “aliento de Dios”, según hemos leído en la creación del hombre.
Y el Maligno aprovecha que le han concedido atención, para lanzar su ataque manifiestamente. Es la táctica de las grandes serpientes, que envuelven a sus víctimas para devorarlas: “La serpiente dijo a la mujer: —No moriréis en modo alguno; es que Dios sabe que el día que comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”. (Génesis 3, 4 -5).
El diablo incita a la mujer al orgullo, a que trate de ponerse en el lugar de Dios. Este tema lo vemos gráficamente en El anillo de los Nibelungos, la gran tetralogía que Richard Wagner escribió, basada en
una antigua leyenda nórdica, combatiendo la teoría del superhombre de F. Niestche: “Quien se haga con el oro del Rhin y forje con él un anillo tras renunciar al Amor, obtendrá el poder supremo...”, será como Dios...; pero ninguno de los que llegan a poseerlo alcanza un beneficio real, su posesión sólo conduce a la muerte. Hasta que Brünilde, la hija de Wotan, se hace mujer por amor a los seres humanos, se pone el anillo para quedarse con su maldición, y muere redimiendo al mundo. Y la mujer cede al orgullo y renuncia al Amor: “La mujer se fijó en que el árbol era bueno para comer, atractivo a la vista y que aquel árbol era apetecible para alcanzar sabiduría; tomó de su fruto, comió, y a su vez dio a su marido que también comió. Entonces se les abrieron los ojos y conocieron que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Y cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, el hombre y su mujer se ocultaron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del jardín”. (Génesis 3, 6 -8).
“Conocieron que estaban desnudos”. Se dan cuenta de que han perdido el control absoluto que tenían sobre sus potencias, sus pasiones, sus apetitos...
“...el hombre y su mujer se ocultaron de la presencia del Señor Dios...” En lugar de pedirle perdón, tratan, avergonzados, de alejarse, dejan de orar. Parece que nuestros primeros padres habían tenido la costumbre, tan recomendable también hoy, de hacer oración, de intensificar su conversación con el Señor, de dedicarle especialmente un rato, al atardecer. Esta imagen del Señor paseando por el jardín “a la hora de la brisa”, expresa cómo Él mismo espera este rato de intimidad.
Y es Dios quien se acerca a ellos, se acerca a nosotros, los
pecadores: “El Señor llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde estás? Éste contestó: —Oí tu voz en el jardín y tuve miedo porque estaba desnudo; por eso me oculté”. (Génesis 3, 9 -10). El hombre no es sincero ante Dios: De algún modo, también hoy, siente su requerimiento y, tratando de excusarse se engaña a sí mismo. Pero Dios, Padre bueno, sigue buscando la reconciliación a través de que el hombre, al menos, reconozca su culpa: “Dios le preguntó: —¿Quién te ha indicado que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te prohibí comer?”. (Génesis 3, 11). Viéndose descubierto, el varón culpa a la mujer: además de la armonía interna de cada uno, la infracción ha roto también la perfecta armonía entre ellos. Incluso pretende pasar su responsabilidad al propio Creador. Y la respuesta de la mujer manifiesta la rotura con el resto de la Creación: “El hombre contestó: —La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí. Entonces el Señor Dios dijo a la mujer: —¿Qué es lo que has hecho? La mujer respondió:
—La serpiente me engañó y comí.” (Génesis 3, 12 – 13). Dios ha dado responsabilidad al hombre y se toma en serio esta responsabilidad. No pasará por alto su infidelidad, le corregirá como buen padre, mostrándole que su conducta afecta a toda la Naturaleza. Pero desde el principio anuncia la redención. En la misma condena de la serpiente advierte que otra mujer será su enemigo total y que el linaje de ésta obtendrá la victoria final. Génesis 3, 15, junto con la salutación del Arcángel San Gabriel a la Virgen María, narrada por San Lucas, serán las bases principales para conocer las prerrogativas de la Madre de Dios: “El Señor dijo a la serpiente: —Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales y todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre el vientre, y polvo comerás todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá la cabeza, mientras tú le herirás en el talón. A la mujer le dijo: —Multiplicaré los dolores de tus embarazos; con dolor darás a luz tus hijos; hacia tu marido tu instinto te empujará y él te dominará. Al hombre le dijo: —Por haber escuchado la voz de tu mujer y haber comido del árbol del que te prohibí comer: Maldita sea la tierra por tu causa. Con fatiga comerás de ella
todos los días de tu vida. Te producirá espinas y zarzas, y comerás las plantas del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado, porque polvo eres y al polvo volverás. El hombre llamó a su mujer Eva, porque ella habría de ser la madre de todos los vivientes.” (Génesis 3, 14 – 20). Podemos sacar varias conclusiones de estos versículos: En primer lugar, ya hemos encontrado la promesa de un Redentor. El hombre es destinado a la muerte; pero ésta no será un estado definitivo, tendrá acceso a otra vida muy superior de la que San Pablo escribe que “ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre, las cosas que preparó Dios para los que le aman”. (Primera carta de San Pablo a los Corintios 2, 9).En segundo lugar, el trabajo del hombre no es un castigo en sí mismo, el castigo consiste en que resulte penoso. Y el trabajo será medio de santificación, especialmente por haberlo santificado Jesús en su paso por la tierra, como todas las actividades que acarrean la condición humana. Y con el trabajo podrá el hombre ir paliando las consecuencias de la primera culpa, aplicando además los méritos de Jesús. El propio trabajo podrá ser menos penoso, se podrán suavizar las condiciones de los embarazos y partos...Claro
que,
si
se
vuelve
la
espalda
al
Creador,
las
consecuencias se pueden empeorar: manipulación de embriones humanos, abortos, nuevos modos de esclavitud, refinamiento en la tortura, medios más eficaces para ejercer el terrorismo y para una
destrucción masiva e indiscriminada...
Con respecto a esto último, nótese que el verdadero arte militar trata de buscar la llamada “guerra quirúrgica”: máxima eficacia en anular la capacidad combativa del enemigo; pero causándole mínimos daños. La búsqueda de misiles, y en general, armas robotizadas más precisas y eficaces, es un camino para que las guerras, de haberlas, sean fundamentalmente entre máquinas, con un mínimo de bajas personales en ambos bandos. Naturalmente, unido a una política de ocupación del territorio enemigo de gran humanidad. Ciertamente, los soldados con gran espíritu militar ven a los enemigos como compañeros al fin y al cabo. Compañeros contra los que hay que combatir; pero que son fáciles de amar. Y ni que decir de su profundo respeto hacia el no combatiente. La crueldad es siempre manifestación de cobardía. El capítulo tercero del Génesis termina describiendo la expulsión del género humano del Paraíso, no sin tener antes una muestra de cariño con nuestros primeros padres: Dios les proporciona unas túnicas
de piel con las que podrán estar más cómodos y abrigados. Sigue siendo un lenguaje altamente simbólico; pero altamente expresivo: “El Señor Dios hizo unas túnicas de piel para el hombre y su mujer, y los vistió. Y el Señor Dios dijo: —He aquí que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal; que ahora no extienda su mano y tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre. Así, pues, el Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que trabajase la tierra de la que había sido tomado. Cuando lo hubo expulsado, puso, al oriente del jardín de Edén, querubines blandiendo espadas flameantes para guardar el camino del árbol de la vida.” (Génesis 3, 21 – 24). Es decir, el hombre nunca podrá alargar esta vida indefinidamente. Le será concedida una Vida Eterna tras haber experimentado la muerte y una resurrección, en general, (19) al final de los tiempos. “Eh aquí que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros”. Recuérdese el comentario anterior al uso de la primera persona del plural por parte de Dios. Además, aquí el hagiógrafo introduce una dura ironía que pone en boca del Señor, para expresar el profundo fracaso de la humanidad, al ceder a las insinuaciones del Enemigo.
19
Esta resurrección ya la han experimentado, por lo menos, la
Santísima Virgen y la Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo. Sobre la Santísima Virgen, además, no hay la seguridad de que experimentara propiamente la muerte en su persona.
CAPÍTULO XI
PRIMERAS GENERACIONES HUMANAS
Los capítulos cuarto y quinto del Génesis siguen presentando grandes dificultades al lector occidental actual. No es tan importante su sentido literal como el simbolismo que se encierra en ellos, tal como ocurría en los tres capítulos anteriores. Pero para más complicación, además de personajes totalmente simbólicos aparecen otros que, sin dejar de serlo, y siendo su simbolismo lo fundamental, son tratados en algún pasaje del Nuevo Testamento como históricos de modo prácticamente inequívoco: tales son los casos de Caín, Abel, Henoc descendiente de Set, –aparece otro Henoc descendiente de Caín–, y Noé. Y con el estudio de estos dos capítulos pienso terminar este pequeño ensayo, consiguiendo su brevedad por un lado, y evitar escribir sobre el capítulo sexto, en cuya interpretación completa no hay acuerdo, todavía, entre los sabios comentaristas. El capítulo cuarto se inicia así: “Adán conoció a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín. Y dijo:
—He adquirido un varón gracias al Señor. Después dio a luz a su hermano Abel. Abel fue pastor de ganado menor, y Caín labrador”. (Génesis 4, 1 – 2). Copio de la edición comentada de EUNSA: “En el lenguaje bíblico, para designar la unión sexual del hombre y la mujer, se emplea el término “conocer”, indicándose así la profundidad humana de dicha relación, que, dándose a través del cuerpo, se sitúa al mismo tiempo en el ámbito de la inteligencia y de la voluntad.
El nombre de Caín encuentra su explicación en el texto bíblico por su parecido a la exclamación de Eva: “He adquirido...”, que en hebreo se dice qaniti. De esta forma se resalta la intervención de Dios en la generación del hijo. Una enseñanza constante en la Biblia será que los hijos son un don de Dios, y que es Dios quien otorga o niega la fecundidad. Consciente de esta verdad, la Iglesia recuerda a los esposos que “en el deber de transmitir la vida humana y educarla, lo cual hay que considerar como su propia misión, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes”. (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 50)”.
Ciertamente, Eva no hablaría necesariamente en hebreo; pero esto no importa, el hagiógrafo utiliza esta lengua, que es la suya, para expresar la importante idea cuyos comentarios hemos transcrito. Puede sorprender que, a pesar de ser marido y mujer, y de haber recibido el mandato expreso del Señor “Creced y multiplicaos”, nuestros primeros padres no tuvieran trato carnal en estado de inocencia. En efecto, tenemos afirmaciones de la virginidad de Eva al salir del Paraíso en la Sagrada Liturgia, donde se contrapone la Virgen María, trayendo la restauración del género humano, a la virgen Eva que había provocado su ruina. Ciertamente, si Adán y Eva hubieran concebido en estado de inocencia, ni este hijo ni su descendencia habrían perdido este estado con la caída de sus padres. Se me ocurren las siguientes razones, que no se excluyen entre sí: —La estancia de nuestros primeros padres en el Paraíso pudo ser muy breve, hasta el punto de que no tuvieran tiempo de tener el suficiente trato para establecer la comunidad de espíritus conveniente. —Aunque dispusieran de pleno uso de su razón, al menos Eva podía ser una niña en su primer pecado. —Conscientes de su responsabilidad como padres de todo el género humano, pretendieron preparase concienzudamente antes de iniciar esta paternidad, evidentemente inédita. Lo más fundamental de su paternidad no tenía precedentes en la reproducción de los animales, y lo sabían. “Abel fue pastor de ganado menor, y Caín labrador”. De este modo, el texto expresa que tanto los pueblos nómadas, ganaderos,
como los sedentarios, –entre los que había una rivalidad que llegaba a ser mortal–, procedían de los mismos primeros padres, tenían una relación de fraternidad. Puestos a asignar, el hagiógrafo, perteneciente a un pueblo fundamentalmente nómada, asigna el papel de ganadero al “bueno” del relato. “Al cabo de algún tiempo, Caín ofreció al Señor frutos del campo; y Abel, por su parte, los primogénitos y la grasa de su ganado. El Señor miró complacido a Abel y su ofrenda, pero no a Caín y la suya. Por esto Caín se irritó en gran manera y andaba cabizbajo. Entonces dijo el Señor a Caín: —¿Por qué estás irritado? ¿Por qué andas cabizbajo? ¿No llevarías el rostro alto si obraras bien? Pero si no obras bien, el pecado acecha a la puerta; no obstante, tú podrás dominarlo”. (Génesis 4, 3 – 7). De Caín, pues, se dice simplemente que ofreció “frutos del campo”, sin especificar más; pero de Abel se dice que “los primogénitos y la grasa de su ganado”, lo mejor de lo que disponía. Hay que tener en cuenta que, en la época del hagiógrafo, se vivía utilizando el esfuerzo físico mucho más que hoy. No sólo no había los actuales problemas generalizados con el colesterol, sino que había necesidad de alimentos energéticos, que por otra parte, sin nuestros medios de producción y logística, no abundaban. Por esta razón, la grasa era muy apreciada como alimento, más que la carne magra. Abel ponía amor en su ofrenda. Caín sólo pretendía “cumplir”. D. Álvaro del Portillo, hoy en proceso de beatificación, sucesor, como Prelado, del Fundador del Opus Dei, decía que “cumplimiento”
significaba “cumplo y miento”. Caín no pecaba; pero no podía complacer al Señor, que le hace ver la causa de su triste existencia. Dios le ofrece su Amor, que alegraría la vida de Caín; pero éste sigue el camino contrario: “Caín dijo a su hermano Abel: —Vamos al campo. Y cuando estaban en el campo, Caín se alzó contra su hermano Abel, y lo mató. Entonces el Señor dijo a Caín: —¿Dónde está tu hermano Abel? Él respondió: —No lo sé ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. (Génesis 4, 8 – 9). Caín ha pasado de la falta de amor al odio y ha obrado consecuentemente con este odio.
Pero Dios mantiene su amor por Caín, como por todo pecador, y busca su arrepentimiento. Y para llegar a este arrepentimiento, lo primero es que el pecador reconozca su delito. Esto nos cuesta a todos y podemos utilizar excusas ante Dios y ante nuestra conciencia. Y a
veces nuestras excusas, como la de Caín, pueden mostrar más explícitamente nuestra falta de amor. Dios, sin embargo, agota todas las posibilidades buscando la salvación del hombre: ¡llegará a asumir nuestra naturaleza para morir en una cruz! “El Señor le dijo: —¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama hacia mí desde la tierra. Ahora, maldito seas, márchate de esta tierra que ha abierto su boca para recibir la sangre que has derramado de tu hermano. Aunque la trabajes, no volverá a darte su fruto; vivirás errante y vagabundo por la tierra. Caín contestó al Señor: —Grande es mi culpa para soportarla. Me expulsas hoy de esta tierra; tendré que ocultarme de tu rostro, vivir errante y vagabundo por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará. El Señor le dijo: —No será así; el que mate a Caín será vengado siete veces. Y el Señor puso una marca a Caín para que si alguien lo encontrara no lo matase. Caín se alejó de la presencia del Señor y habitó en el país de Nod, al oriente de Edén”. (Génesis 4, 10 – 16). Este pasaje nos muestra que la maldad humana, llegando hasta el crimen, se remonta al principio de la Humanidad. Pareciendo incuestionable la existencia histórica de Caín y de Abel, por repetidos textos del Nuevo Testamento, se puede observar que el relato quiere mostrarse con una gran carga simbólica que va más allá de un hecho determinado.
Desde luego, Caín y Abel no debían estar solos en el mundo. Más adelante, podremos leer: “Adán vivió después de haber engendrado a Set ochocientos años, y engendró hijos e hijas”. (Génesis 5, 4). Como por otra parte no podía ser de otra manera, para que continuara la especie humana. Dejo para después, comentar las edades asignadas a los primeros seres humanos. Y en contraste con la maldad que se puede adueñar de nosotros, la Bondad de Dios. Pone un castigo ejemplar a Caín, pasar por alto su delito iría contra la justicia, e incluso contra la recta convivencia humana; pero sigue mostrándole su Amor. Nadie podrá tomarse la justicia por su mano. Esto vale para Caín y los futuros delincuentes.
“Caín se alejó de la presencia del Señor...”. Caín abandonó su trato con el Señor, lo cual no debía estar unido a su destierro físico. E inició una estirpe cuya tónica general fue la de estar apartada de Dios. “Luego conoció Caín a su mujer, y ella concibió y dio a luz a Henoc, mientras construía una ciudad a la que puso el nombre de su hijo Henoc. A Henoc le nació Irad, Irad engendró a Mejuyael, Mejuyael engendró a Matusael y Matusael engendró a Lamec.
Lamec tomó dos esposas, una se llamaba Adá, y la otra Silá. Adá dio a luz a Yabal, que fue el padre de los que viven en tiendas y de los pastores. Su hermano se llamaba Yubal, que fue el padre de los que tocan la cítara y la flauta. Silá, por su parte, dio a luz a Tubal – Caín forjador de herramientas de bronce y de hierro. Hermana de Tubal– Caín fue Naamá. Lamec dijo a sus mujeres: —Adá y Silá, oíd mi voz; esposas de Lamec, escuchad mi palabra: Maté a un hombre porque me hizo una herida, y a un muchacho porque me dio un golpe. Caín será vengado siete veces, pero Lamec, lo será setenta y siete”. (Génesis 4, 17 – 24). Transcribo de la Biblia editada por EUNSA: “Al presentar la descendencia de Caín, el autor sagrado entiende que una parte de la humanidad, en concreto la que brota del primogénito de Adán, ha vivido separada de Dios. A ellos se les atribuye la construcción de ciudades y la invención de los oficios, así como también el inicio de la poligamia y la extralimitación en la venganza [v. 24 ( 20)]. Aquel progreso material, impregnado al mismo tiempo de idolatría, fue siempre una tentación para los israelitas.
20
El versículo 24 al que se hace referencia, corresponde a la advertencia de Lamec a sus mujeres.
Los nombres de los descendientes de Caín se relacionan etimológicamente con el de las ciudades que construyen o los oficios que inventan. Pero conviene tener en cuenta que la Biblia no quiere darnos aquí una lección de la historia de los avances de la humanidad; sino más bien decirnos que la tierra se fue poblando según el mandamiento de Dios, y ofrecernos una visión del modo cómo, después de la creación del hombre, la humanidad se fue comportando en su relación con Dios”. Seguimos leyendo hasta el final de este capítulo cuarto: “Adán conoció de nuevo a su mujer, y ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Set, pues se dijo: “Dios me ha concedido otro descendiente en lugar de Abel, ya que lo mató Caín”. También a Set le nació un hijo y le puso por nombre Enós. Entonces empezó a invocarse el nombre del Señor”. (Génesis 4, 25 – 26). Ya sabemos, por lo anticipado del capítulo quinto, que Adán y Eva tuvieron más hijos e hijas; pero el nacimiento de Set expresa la idea de que la muerte de un justo nunca deja un vacío irreparable: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos”. Set es puesto como el origen del futuro pueblo escogido.
Y el capítulo quinto se dedica a la descendencia de Adán a través de Set: “Ésta es la relación de los descendientes de Adán: el día que Dios creó al hombre, lo hizo a imagen de Dios; varón y mujer los creó, los bendijo y los llamó ser humano el día de su creación. Tenía Adán ciento treinta años cuando engendró un hijo a su imagen, según su semejanza, y le puso por nombre Set”. Varón y mujer son igualmente imagen de Dios, con la misma dignidad. Y el ser varón o mujer forma parte constitutiva de esta dignidad. La homosexualidad será una patología. La descendencia de Adán y Eva será a imagen de ellos como ellos fueron imagen de Dios. Todos los hombres, de toda raza y condición, somos imagen de Dios. Con respecto a las edades que figuran, vuelvo a transcribir de la Biblia de EUNSA: “Los años de vida de los patriarcas tienen un valor simbólico, no matemático. En efecto, en el conjunto de la lista se aprecia que los años de la vida del hombre van descendiendo a medida que la humanidad se aleja del momento originario de la vida, es decir de Dios, y va degenerando con la presencia del mal. Responde en cierto modo a la mentalidad expresada en Proverbios 10, 27: “El temor de Yahwéh acrece los días; mas los años de los impíos serán acortados”. Por eso, cuando la humanidad se pervierte más, Dios rebaja la cifra de años a ciento veinte (Confrontar Génesis 6, 3). Esta genealogía, como las restantes que aparecen en la Biblia, nos hace percibir el valor de la generación humana. Mediante la
generación, el hombre cumple el mandato originario de Dios de crecer, multiplicarse y dominar la tierra; además, coopera con los planes salvadores de Dios, ya que éstos se realizarán mediante la elección de un pueblo surgido de una de estas ramas genealógicas del que nacerá Jesucristo. En el Evangelio de San Lucas, para subrayar el alcance universal de la redención obrada por Cristo, se enlaza su genealogía con el mismo Adán, padre de judíos y gentiles (Confrontar Lucas 3, 23 – 38)”. El resto del capítulo expresa esta continuidad generacional. Evidentemente, además del simbolismo de los años, sólo constan algunos de los personajes, más o menos reales o simbólicos, que vivieron durante un período de cientos de miles y tal vez millones de años terrestres: “Adán vivió después de haber engendrado a Set ochocientos años, y engendró hijos e hijas. El total de la vida de Adán fue de novecientos treinta años. Luego murió. Set tenía ciento cinco años cuando engendró a Enós, y vivió Set ochocientos siete años después de haber engendrado a Enós, y tuvo hijos e hijas. El total de los días de Set fue de novecientos doce años. Luego murió. Enós tenía noventa años cuando engendró a Quenán, y vivió Enós después de haber engendrado a Quenán ochocientos quince años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Enós fue de novecientos cinco años. Luego murió. Quenán tenía setenta años cuando engendró a Mahalael, y vivió
Quenán
después
de
haber
engendrado
a
Mahalael
ochocientos cuarenta años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Quenán fue de novecientos diez años. Luego murió. Mahalael tenía sesenta y cinco años cuando engendró a Yéred, y vivió Mahalael después de haber engendrado a Yéred ochocientos treinta años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Mahalael fue de ochocientos noventa y cinco años. Luego murió. Yéred tenía ciento sesenta y dos años cuando engendró a Henoc, y vivió Yéred después de haber engendrado a Henoc ochocientos años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Yéred fue de novecientos sesenta y dos años. Luego murió. Henoc tenía sesenta y cinco años cuando engendró a Matusalén, y caminó Henoc con Dios después de haber engendrado a Matusalén trescientos años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Henoc fue de trescientos sesenta y cinco años. Henoc caminó con Dios. Después desapareció porque Dios se lo llevó. Matusalén tenía ciento ochenta y siete años cuando engendró a Lamec, y vivió Matusalén después de haber engendrado a Lamec setecientos ochenta y dos años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Matusalén fue de novecientos sesenta y nueve años. Luego murió. Lamec tenía ciento ochenta y dos años cuando engendró un hijo, y le puso por nombre Noé, diciendo: “Éste nos consolará de nuestros trabajos y de la fatiga de nuestras manos en la tierra que el Señor maldijo”. Vivió Lamec después de haber engendrado a
Noé quinientos noventa y cinco años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Lamec fue de setecientos setenta y siete años. Luego murió. Noé tenía quinientos años cuando engendró a Sem, Cam, y Jafet”. (Génesis 5, 4 – 32). Hemos visto que el crimen y la maldad estuvieron presentes desde los albores del género humano; pero también la santidad, con la aplicación de la Gracia que Jesús nos obtendría mediante su Redención. Para Dios no existe el tiempo. Henoc se nos muestra como ejemplo de gran santo que vivió en tiempos remotos. Esto significan las expresiones “caminó Henoc con Dios” y “Después desapareció Henoc porque Dios se lo llevó”, sustituyendo al generalizado “Luego murió”. Noé, con sus hijos, será protagonista del misterioso episodio del Diluvio Universal, recogido en diversas tradiciones; pero su comentario ya se sale ampliamente del propósito de este pequeño ensayo. Si éste ha despertado el interés por el contenido de las Sagradas Escrituras, habrá
conseguido su
objetivo. Existen muy buenas ediciones
comentadas de la Biblia, y personalmente recomendaría la de EUNSA, extensamente documentada, y desde luego la que más me ha permitido entender diversos pasajes de difícil comprensión.