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LA DIMENSIÓN SOCIAL DE LA PERSONA
SUMARIO INTRODUCCIÓN I.
LA SOCIABILIDAD HUMANA 1. Dimensión social de la persona 2. Comunidad y sociedad 2.1. Comunitariedad humana 2.2. Comunitariedad humana vs gregariedad de los animales 2.3. Sociedad y Estado 2.4. Comunidad y sociedad: ¿pespectivas ¿pespectivas diferentes o contraditorias?
II.
MODELOS HISTÓRICOS DE LA SOCIABILIDAD HUMANA 1. El modelo Político de Aristóteles 2. El modelo contractualista 2.1. Thomas Hobbes 2.2. John Locke 2.3. Jean-Jacques Rousseau 3.
III.
El Modelo intersubjetivista
RELACIÓN DEL INDIVIDUO CON LA SOCIEDAD 1. El carácter “social” de la noción de individuo 2. Individualismo y colectivismo colectivismo 3. Las relaciones sociales 4. Individuo y persona en la perspectiva de la Filosofía Personalista 4.1. Emmanuel Mounier 4.2. Jacques Maritain
CONCLUSIÓN F er nando nan do Paul o da da Costa Costa
INTRODUCIÓN El presente trabajo se refiere al tema diez, dedicado a la “dimensión social de la persona”. Sobre él me voy a desbrozar sucintamente, subrayando los aspectos más importantes. La exposición consta de cuatro partes: 1) la sociabilidad humana, dedicada a exploración de los términos (sociedad, comunidad, sociedad civil, Estado) y diferenciación de de la sociedad humana de las sociedades animales; 2) modelos históricos de la sociabilidad humana, que es, como dice el título, orientada a buscar en la historia las más importantes abordajes sobre el tema; 3) el individuo y la sociedad , dedicada a analizar las relaciones que existentes entre ellos; y 3) aportaciones personales sobre el tema. El trabajo se concluye con algunas aportaciones personales.
I. LA SOCIABILIDAD HUMANA 1. Dimensión social de la persona La historia de cada hombre en el mundo es también y siempre una historia que directa o indirectamente tiene una referencia a los demás, dada su característica fundamental como ser social. Este carácter tan básico del hombre como ser con los demás (su sociabilidad), ha sido puesto de manifiesto ya por la filosofía desde sus orígenes, de manera que pronto se convirtió en una de las definiciones o caracterizaciones del ser del hombre: el hombre como animal cívico o político, social o comunitario. Así lo vemos ya en Aristóteles en su Política. Nuestra experiencia ordinaria atestigua que el mismo nacimiento, por ejemplo, nos remite a otros. Nacemos de otros, o incluso no nacemos, sino que “somos nacidos”. En el caso de los humanos, dicha dependencia no se refiere sólo al hecho de ser engendrado, sino que, a causa de su nacimiento “prematuro”, el individuo humano por sí mismo no podría sobrevivir, requiere de otros para su supervivencia, es decir, nace indefenso y absolutamente dependiente, necesitando de cuidados maternos y otros más. Y ni siquiera estos primeros cuidados nos capacitan para la supervivencia. Por su carácter deficitario en instintos y órganos, el hombre requiere un largo aprendizaje, lo cual es algo que se recibe. Lo que se recibe y aprende se recibe y aprende de otros o por medio de ellos. El proceso de aprendizaje y la de formación no consiste sólo en aprender habilidades para la supervivencia, sino que también concierne a nuestra propia constitución como sujetos o individuos. En efecto, el proceso de individuación es a la vez un proceso de socialización y a la inversa. Es decir, el proceso por el cual nos individualizamos es a la vez el proceso por el que nos integramos en una comunidad o sociedad humana, asimilamos su cultura, sus valores, sus pautas de comportamiento.
2. Comunidad y sociedad Hoy día el término “sociedad” es entendido fundamentalmente como asociación libre de individuos que se unen para conseguir algún fin, adquiriendo de esta manera un cierto carácter secundario y aleatorio. En esta concepción está fuera el sentido originario, el sentido más fundamental y constitutivo de la existencia humana. Por ello, en los últimos tiempos se tiene preferido el término “comunidad” (o “comunitariedad”) para designar el hecho más básico, anterior a la actual diferenciación entre sociedad civil y Estado.
2.1. L a comuni tari edad hum ana
El hombre vive siempre de manera comunitaria o social, en el seno de la familia, la tribu, el grupo, la fábrica, la aldea, el barrio, la ciudad, la nación, el Estado… La significación esencial de la comunidad para la existencia humana quedará patente si consideramos algo muy peculiar del hombre: crea comunidad no sólo para satisfacer sus necesidades, sino también para realizar su libertad, su autonomía; no sólo para agruparse, sino para ser él mismo, para ser libre y para realizar su libertad, para afirmar su propia individualidad. 2
Caracterizando al hombre como ser social (“comunitario”) se quiere indicar que es esencialmente con otros, formando comunidad-sociedad, que es y se hace en relación con otros y por medio de dicha relación, de tal modo que la relación es constitutiva de su propio ser y de su existencia. Ello lo encontramos atestiguado por tres pensadores tan distantes, en el tiempo y en el planteamiento filosófico, como pueden ser Aristóteles (“el hombre es por naturaleza un animal cívico” ), Marx (“la esencia humana es, en realidad, el conjunto de las relaciones sociales” ) y Heidegger (“la existencia es esencialmente co-existencia” ).
2.2. Comun it ari edad hum ana y gregari edad de los animal es
Esta comunitariedad humana es, con todo, diferente de la de los animales. Estos se distinguen, en primero lugar, por su falta de individualización; para los animales, el individuo es el rebaño. En segundo lugar, porque entre ellos no se da un conocimiento compartido de sentido (significaciones y valoraciones), sobre cuya base se da una verdadera cooperación para conseguir fines comunes. En tercer lugar, porque en ellos no se da decisión, no hay procesos de formación de opinión y de voluntad; En cuarto lugar, los animales sólo siguen el instinto, no tienen formas complejas de obrar. En cambio, la sociedad humana es caracterizada por la individuación de sus miembros, por el hecho de contar con un universo simbólico compartido (cultura) y poder criar procesos de formación de opinión y voluntad. Además, el comportamiento social, propio de los humanos, es complejo, de manera que la sociedad humana incluye una diferenciación de formas, niveles y vínculos, muchos de los cuales pueden darse simultáneamente. La complejidad de la sociabilidad humana se pone de manifiesto en la diversidad de comunidades o sociedades a las que pertenece el individuo o en que se deferencia la sociedad humana.
2.3. Sociedad y Estado
Como se dijo atrás, actualmente el término “sociedad” tiene una significación un poco alejada de “comunidad”; se usa especialmente con significado de “sociedad civil”, contrapuesta al Estado, lo que no deja de ser una visión muy reductora en comparación con la tradicional noción. Una definición precisa de sociedad ha sido dada por el teórico del funcionalismo, Parsons, al especificar que es “un sistema de interacción de individuos humanos concretos, que es portador de una cultura distinta institucionalizada y que no puede decirse que sea un subsistema diferenciado de una colectividad de orden superior, orientado a la mayoría de las exigencias funcionales de un sistema social”. En ello se encuadra el concepto de “sociedad civil”, que es el ámbito de la opinión pública que conduce y forma no sólo la opinión, sino también voluntad, conciencia moral; se trata de un ámbito regido por la participación y el diálogo; es el ámbito de actuación de los movimientos sociales (pacifismo, ecologismo, derechos humanos…), de las innumerables organizaciones benéfico-caritativas, asistenciales, las ONGs, etc. También el Estado tiene su significación antropológica, pues debe ser considerado como la estructuración jurídico-política de la sociedad, de manera que la representa y toma decisiones en nombre de ella y crea los cauces de acción social, establece las reglas del juego de sus ciudadanos y, en este sentido, se debe al fin de que los ciudadanos puedan realizar plenamente su libertad.
2.4. Comun idad y sociedad: ¿visiones dif erentes o contr adictor ias?
Ferdinand Tonnies considera “comunidad” y “sociedad” no sólo como visiones diferentes de la misma realidad social, sino contradictorias. Para este autor, comunidad es la organización social natural, descrita por Aristóteles, basándose en la sociabilidad del hombre; su unidad no es el producto de una suma de elementos, sino un conjunto que, al surgir espontáneamente, posee todos los caracteres de una totalidad orgánica. En cambio, la sociedad es la organización social artificial o contractual descrita por Hobbes, que tiene como base la necesidad, que para satisfacerla los hombres se ponen de acuerdo acerca de los modos de asociarse; es el resultado del predominio de los elementos mecánicos, artificiales y racionales que sustituyen a las unidades originarias de la familia, la tribu y la aldea por los conjuntos construidos mediante una reflexión consciente sobre los fines, como la gran ciudad o el Estado. 3
II. MODELOS HISTÓRICOS DE LA SOCIABILIDAD HUMANA 1. El modelo político de Aristóteles (modelo clásico) La primera gran afirmación de la sociabilidad del hombre la encontramos en Aristóteles. En efecto, al inicio de su Política formula la frase que ha atravesado los siglos, alcanzando el rango de una definición del hombre: animal político o cívico, animal que vive en sociedad, en ciudad, en Estado, a diferencia de los animales que viven gregariamente. El hombre vive por naturaleza en ciudad, en comunidad; se realiza en sociedad, no se realiza en solitario ni gregariamente, sino en comunidad y comunicación, compartiendo apreciaciones y valoraciones, el lenguaje y la cultura, y con ello una cierta normativa, una estructuración política y moral. De este modo la ciudad es el fin de su obrar: el hombre, al realizarse a sí mismo, tiene como fin la construcción de la ciudad, puesto que su propia realización va implicada, unida (corre en paralelo) con la realidad de la ciudad.
2. El modelo contractualista En la teoria de “contrato social” está latente la idea de un “estado natural” anterior a cualquier forma de organización social, la “sociedad” o “Estado”. Son tres los principales teóricos del contratualismo: Hobbes, Locke y Rousseau. 2.1. Th omas H obbes
Thomas Hobbes (1588-1679) parte de la base de que, en el estado de la naturaleza, cada individuo tiene sus valores, sus intereses, aquello por lo que lucha y se esfuerza. El único valor en el que coinciden todos es la autoconservación (mantenerse en vida y evitar la muerte). Pero, a pesar de que se coincidan en este valor, la valoración de los medios para conseguirlo es siempre subjetiva, egocéntrica e individualista, no generando comunidad, sino que mantiene el conflicto. De eso resulta dos alternativas: o bien se mantiene ese estado de la naturaleza (precario, donde predomina el desplacer, la inseguridad y, en definitiva, el conflicto con la amenaza de muerte), o se crea una instancia superior, un soberano (sea una asamblea o un individuo) que juzgue acerca de la adecuación de los medios con el fin de conseguir la autoconservacion, levando a los individuos a renunciar a juzgar según su gusto. La creación de esta instancia, dotada de poder soberano, Hobbes la describe como contrato. Creado este poder (el soberano), se supera el “estado de la naturaleza” , en el que domina “la guerra de todos contra todos”, porque “el hombre es un lobo para el hombre”, y se crea un estado nuevo, el de la “civilización”, el cual se consigue con la creación de la estructura política llamada “Estado”.
2.2. John Locke
El modelo de Locke es, en su estructura, semejante al de Hobbes; mientras tanto, los dos autores sacan conclusiones completamente diferentes en el que atañe al modo como nos sometimos a ese Estado Civil, nuestra función en él y como se da el establecimiento del contrato. Ambos inician su pensamiento enfocando en un estado de naturaleza que, a través del contrato social, se va tornando sociedad o estado civil. Pero difieren en el modo como eses tres componentes son entendidos. Para Locke, el estado de naturaleza no fue un período histórico, sino una situación que puede existir independientemente del tiempo. El estado de naturaleza se da cuando una comunidad se encuentra sin una autoridad superior o relación de sumisión. Luego, el Estado, para Locke, tiene una función muy diferente de aquel que es idealizado por Hobbes. Este verifica en el Estado el único ente capaz de frenar la naturaleza humana y dar cohesión a la sociedad bajo la égida de la figura absoluta (el soberano), mientras que para Locke el Estado es apenas el guardián, que apenas centraliza las funciones administrativas, delegadas por los individuos por un consentimiento. Para Hobbes, la relación del individuo con el Estado es de sumisión, no pudiendo cuestionarla jamás, mientras que para Locke la relación estado-individuo es basada en una relación de consentimiento y confianza, siendo totalmente posible que si el gobernante pierda la confianza, pudiendo ser cuestionado. 4
2.3. Jean-Jacqu es Rousseau
La noción rousseana de contrato social difiere mucho de la de Hobbes y Locke. Para Rousseau, el hombre es esencialmente libre y naturalmente bueno (al contrario de aquellos, que tienen una perspectiva negativa del hombre en el estado de naturaleza); es la sociedad la responsable y culpable por la “degeneración” del hombre. Rousseau considera la libertad un derecho y un deber a la vez. La libertad les pertenece; renunciar a ella es renunciar a la propia cualidad de hombre. Y al considerar que todos los hombres nacen libres y iguales, encara el Estado como objeto de un contrato en el cual los individuos no renuncian sus derechos naturales, sino que al contrario entran en acuerdo para la protección de eses derechos, que el Estado es creado para preservar. El Estado es la unidad y, como tal, representa la voluntad general, que no es lo mismo que la voluntad de todos.
3. El modelo intersubjetivista Este modelo es propuesto por Fiche y Hegel (idealismo alemán), G.H. Mead (behaviorismo americano), y por Husserl, Heidegger y Sartre ( fenomenología y existencialismo). Puede ser considerado como un intento de afirmar la autonomía del individuo a la vez que su dimensión social. Por lo menos en Hegel cabria reconocer un intento de recuperar el modelo comunitarista clásico, aristotético, a partir de los presupuestos modernos individualistas. Este modelo explica la sociedad por las relaciones recíprocas entre los individuos, de manera que la reciprocidad en las relaciones se convierte en su principio básico: hay sociedad donde hay relaciones entre sus componentes, la sociedad misma viene formada y constituida por dichas relaciones. De hecho, el hombre vive con toda clase de seres, mantiene una “relación” con ellos; pero es sobre todo con otros humanos que establece una relación bilateral, una relación de comunidad o sociedad. Esta relación es explicada por dos teorías: la del “reconocimiento” y la de la “interacción social ”. La teoría del reconocimiento parte de que el encuentro con el otro es de tal importancia que por medio de él uno toma consciencia de sí mismo; por el reconocimiento del otro uno se reconoce a sí mismo como persona, como capaz de ser interlocutor y compañero de diálogo y de vida. En este sentido, el encuentro con otra autoconciencia hace a uno autoconsciente, el trato con otro libre lo hace libre a uno mismo. La teoría de la interacción social afirma que la persona es una construcción social, en el sentido de que en su formación y constitución intervienen factores sociales, la sociedad. La persona tiene una estructura social y surge en el ámbito de la experiencia social, de las relaciones sociales y como resultado de éstas.
III.
RELACIÓN DEL INDIVIDUO CON LA SOCIEDAD
Aun que la afirmación del hombre como ser social nos parezca hoy no muy controvertida, lo mismo no se dice sobre las relaciones y influencias recíprocas entre individuo y sociedad. Al lado de teorías defensoras de un equilibrio entre las influencias recíprocas, encontramos también corrientes “extremistas”, que oponen el individuo y la sociedad. Presentamos aquí algunos puntos reveladores de esas fricciones, bien así de la búsqueda de equilibrio en las relaciones individuo-sociedad.
1.
El carácter ‘social’ de la noción de individuo
Hay otra „orilla‟ por la que puede también ser vista la sociabilidad humana; se trata de considerarla desde la perspectiva del individuo. Individuo significa lo indivisible, por l o tanto el elemento más simple de un conjunto. La definición clásica de individuo es „indivisum in se et divisum a quodlibet alio‟ (indiviso en sí y separado de cualquier otro). Individualidad significa la singularidad de un individuo. Es importante subrayar que dicha singularidad no se genera prescindiendo de los múltiples roles o funciones que pueda desempeñar el individuo, sino mediante ellos, de manera que la individualidad es la resultante de cómo cada uno combina sus múltiples roles. Es, pues, caso para decir que mismo la individualidad hace siempre referencia a sociedad. 5
2. Individualismo y colectivismo Individuo y sociedad no siempre se han visto como conciliables, como se ve por la tensión entre las tendencias individualista y colectivista, en que una acentúa más bien el valor inalienable del individuo, de la persona individual, y otra tiende a acentuar el derecho y la responsabilidad de la colectividad. El individualismo parte del valor secundario de la sociedad, ya que entiende que no es más que un producto y un instrumento en manos de los individuos. Por ello presupone que toda forma de comunidad humana se constituye según el modelo de un libre acuerdo, por el que unas personas, que pueden disponer de sí mismas y de algunas otras cosas, se unen con vistas a una meta determinada que pueden alcanzar en común. Por tanto, la existencia y valor de la comunidad son secundarios frente a la existencia y el valor del individuo. Dicha concepción se basa en un argumento ontológico y otro ético. El ontológico afirma que toda realidad es individual; los individuos tienen una existencia originaria y sustancial, mientras que la existencia de una comunidad se funda en las relaciones de los individuos entre sí. El ético afirma que el valor de la persona es el valor supremo; cada uno tiene unos derechos originarios a disponer de sí mismo, en tanto que nadie tiene derechos originarios para disponer de los otros (a no ser de manera transitoria y a favor de estos otros, como por ejemplo el derecho paterno). Los derechos del individuo no pueden ser sacrificados en aras del bien común. El colectivismo arranca de la idea de que primero está la sociedad, siguiendo el argumento aristotélico según el cual el todo es anterior a las partes, de modo que éstas son tales solamente en la medida en que quedan integradas dentro del todo. También dispone de un argumento ontológico y otro ético. El argumento ontológico se basa en que todo lo que tiene una normativa formal propia (como es el caso de la sociedad, que tiene sus propias leyes, que no derivan de la pura suma de los individuos) tiene también su propia existencia; del mismo modo que la normativa formal no puede derivarse de los individuos aislados, tampoco la existencia de la comunidad se deriva de la existencia de los individuos. Por su parte, los individuos pueden entenderse perfectamente como elementos de una comunidad, con lo que ésta tiene su preeminencia sobre ellos. El argumento ético toma como punto de partida la idea de que el bien común precede al provecho particular; incluso el provecho particular depende o va a la par, por lo menos en la mayoría de los casos, con el bien común; sólo cuando el hombre encuentra una comunidad amplia en la cual puede vivir y desplegarse, e incluso por la que poder sacrificarse, encuentra también su perfección personal.
3. Las relaciones sociales Dado que estos extremos no son, como tales, sostenibles, hay que defender una interacción individuo/sociedad, entre el individuo y los demás. Tal interacción se puede sintetizar en tres clases de relaciones: competitivas, cooperativas y solidarias. En las “relaciones competitivas” el individuo se comporta en la sociedad como entre adversarios, no necesariamente enemigos, pero sí con intereses contrapuestos, de tal manera que el beneficio de uno redunda en pérdida de otro; en las “relaciones cooperativas” el individuo se comporta ante los demás como entre amigos, en las que todos coinciden en los mismos objetivos y quizás incluso en los mismos medios. Se trata de las relaciones que crean conexión social, que hacen de la sociedad un t odo, no siempre harmonioso, pero sí por lo menos tendente a un mismo fin. Son las relaciones que crean y forman sociedad; Las “relaciones solidarias”, a su vez, son asimétricas, entre desiguales, pero en las que uno está dispuesto a perder para que el otro gane. Se trata de las relaciones en las que se ejerce la discriminación positiva a favor del desfavorecido.
4. Individuo y persona en la perspectiva de la Filosofía Personalista Ante la situación de un cierto nihilismo o vacío a que se había llegado por causa de algunas teorías como el marxismo, el materialismo, el capitalismo…, se formó, a partir del segundo cuarto del siglo XX, una corriente de pensamiento de defensa de la integral valorización y transcendencia de la persona humana en su totalidad, afirmando que la persona es un fin en sí mismo, con una natural vocación comunitaria, superando así los individualismos atomistas. Se trata del “Personalismo”, para lo cual el hombre, en seno de la sociedad en general, puede ser visto como un individuo, esto es, alguien 6
distinto de los demás; pero en el interior de comunidades básicas, él es sobre todo persona. El Estado tiene el papel subsidiario, garantizando lo necesario para que esta persona se oriente a su fin. Son máximos exponentes del Personalismo E. Mounier y J. Maritain.
4.1. Emmanuel M ounier
Para Emmanuel Mounier (1905-1950), el concepto de individuo contrasta con el de persona, que tiende a buscar su realización en el seno de una comunidad. El Estado es un medio para que se alcance este fin. Son estas las tesis centrales del “Manifiesto al servicio del Personalismo”, y “ Revolución personalista y comunitaria”. Con efecto, afirma él que “el individuo es la dispersión de la persona en la materia, dispersión y avaricia” y que “la persona no crece más que purificándose del individuo que hay en ella”, porque ella es comunitaria. “Una persona es “un ser espiritual constituido como tal por una manera de subsistencia ; mantiene esta subsistencia por su adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una conversión constante”. Mounier esbozó cinco puntos que se hacen necesarios para que pueda llegar a desarrollarse una sociedad personalista y comunitaria: a) Salir de sí mismo: luchar contra el egocentrismo, narcisismo, individualismo; b) Comprender : situarse en el punto de vista del otro; no buscar en el otro a uno mismo, ni verlo como algo genérico, sino acoger al otro en su diferencia; c) Tomar sobre sí mismo: asumir, en el sentido de no sólo compadecer, sino de sufrir con el dolor, el destino, la pena, la alegría y la labor de los otros; d) Dar : una sociedad personalista se basa en la donación y el desinterés. De ahí el valor liberador del perdón; e) Ser fiel , considerando la vida como una aventura creadora, que exige fidelidad a la propia persona. En cuanto al Estado, su existencia se funda en una “admisión social” de que el hombre puede ejercer poder sobre el hombre, una noción que es engañosa a la idea personalista de comunidad, pues que la inevitabilidad del estado no le otorga necesariamente autoridad. El Estado está hecho para el hombre, no el hombre para el Estado. Este no es una comunidad espiritual, o una persona colectiva en el sentido propio de la palabra; no está por encima de la nación, ni mucho menos respecto a las personas. En ese sentido, viene a ser un instrumento al servicio de las sociedades, y, a través de ellas, al servicio de las personas, teniendo el carácter de artificial y subordinado, pero al fin necesario. Debido a la naturaleza dual del ser humano, en cuanto tiende tanto al bien como al mal, las personas y las sociedades sucumbirían a la anarquía sin la presencia del Estado. Por ello, el Estado se constituye como el “último recurso” para arbitrar los conflictos de los seres humanos entre sí. El Estado es un medio para la realización de un fin que es la persona, desde un primer plano de aseguramiento de una coexistencia superadora del más absoluto caos social.
4.2. Jacques M ari tain
Jacques Maritain (1882-1973), en su obra “ El hombre y el Estado” (1951), desarrolla un pensamiento muy cercano al de Mounier. Sin embargo, se distingue por su perspectiva de distinción y complementariedad entre la noción de individuo y persona, mientras que para Mounier esta relación es de puro contraste. Para Maritain, individuo designa a aquello que “excluye a uno mismo de todos los demás hombres”; individuo es, en esencia, el ser que vive para perpetuar la especie. El ser persona implica, en cambio, la donación de sí mismo en la libertad y el amor; es decir, que el ser humano se realiza – o destruye – en la relación que establece con otros seres humanos y con el entorno, porque está dotado de espiritualidad (es un espíritu corporalizado). El ser individuo refiere al hombre más a la sociedad en general, donde él no se confunde con los demás; pero es a la vez persona, referido a una comunidad (como la familia), donde mantiene relaciones de afectividad. 7
El hombre, para Maritain, es una unidad de individuo y persona: tiene en sí mismo una finalidad anterior e independiente de la especie. Los individuos crean multitudes gregarias; las personas crean sociedades civiles en las que, por el hecho de ser personas, cada una de ellas tiene derechos independientes de la colectividad. Señala que, por una parte, existen sociedades que no consideran al hombre como persona, sino sólo como individuo (el individualismo liberal burgués, por ejemplo), mientras que otras privilegian el papel de las instituciones (fundamentalmente el Estado) sobre las personas (las distintas formas de colectivismo). Maritain rechaza estas posturas extremistas (individualismo y colectivismo) y defiende que la sociedad entera ha de estar al servicio de la persona; en esta labor cabe al estado un papel importantísimo, siendo un instrumento valioso al servicio de la comunidad. Efectivamente, él mismo define el Estado como el “conjunto de instituciones políticas que estructuran jerárquicamente la sociedad”.
CONCLUSIÓN Todo lo que se acaba de exponer pone de manifiesto la necesidad de reconocer efectivamente el carácter social del hombre, a la vez la complexidad de las relaciones que esta misma sociabilidad implica. Esta complexidad explica que a lo largo de la historia tenga habido propuestas de varios modelos y teorías explicativas sobre el carácter social del hombre, incluso algunas contradicciones, con mezcla de méritos y deméritos. Está hoy muy difundido el pensamiento aristotélico sobre el hombre como animal cívico (modelo político); y pienso que tiene todo el mérito al reconocer que la comunidad es natural para el hombre, superando así el puro colectivismo; pero, por otra parte, pienso también que hay en esta teoría un velado no reconocimiento del individuo humano como libre y portador de derechos, ya que este modelo no parte de la autonomía personal, no conoce al individuo autónomo ni lo afirma. En cuanto a otras teorías como el contractualismo, sobretodo el hobbeano, está enfermado por la negatividad de su punto de partida. No me parece razonable sostener la maldad natural del hombre, incapaz de vivir sanamente con los demás sin que se consienta la existencia de un soberano para frenar los desordenados intereses particulares. Ni siquiera este punto de vista es superado por Rousseau, al defender que el hombre es bueno en el estado de la naturaleza, pues, comete otro error, igualmente grave, cuando dice que la sociedad corrompe al hombre. De resto, el contractualismo propiamente no afirma la sociabilidad humana, a no ser de manera secundaria y subordinadana, interesada y instrumentalizadora. Representa una afirmación paradigmática del individualismo y del valor instrumental de lo social. Se trata propiamente de un enfoque manifiestamente individualista, en claro contraste con el aristotélico, respecto de lo cual representa un verdadero cambio de paradigma. El hombre es considerado fundamentalmente como individuo. La unión con otros es algo que posteriormente y secundariamente ocurre para mejorar las condiciones de vida. Al contractualismo le subyace toda una antropología que, en la práctica, no tiene nada de social o comunitaria. También el individualismo y el colectivismo como tendencias extremas son fruto de la falta de una correcta comprensión de la sociabilidad humana que, en sí misma, no implica negar el carácter individual de la persona, mucho menos defender su subalternización respecto a la comunidad. Lo más que podemos decir es que, hasta cierto punto, tanto una perspectiva como la otra tienen su verdad, de tal manera que una no puede anular a la otra. Pero a pesar de la verdad que contiene la afirmación de que la sociedad y los demás constituyen el sí mismo del individuo, ello no impide que se dé cierto grado de extrañeza entre el individuo y la sociedad. Ni el individuo se identifica sin más con la sociedad, ni la sociedad constituye totalmente al individuo, de modo que llegue a negar su personalidad y su singularidad. Nos resta, pues, el camino de la interacción, que es la clave de comprensión de la verdadera dimensión social del hombre. Con todo eso queda, pues, claro mi posicionamiento: a favor de la sociabilidad humana, que es una exigencia natural, sin, con todo, caer en la tentación de diluir la individualidad en la comunitariedad, ni rechazar los imperativos socio-comunitarios a favor del puro individualismo.
FERNANDO PAULO DA COSTA 8