LA ÉTICA DE LA FELICIDAD Si la ética constituye una de las partes más elementales de la fil osofía, la ética de la felicidad es la forma de entender la moral que más se acerca al sentir popular. Existen éticas formales de gran interés filosófico y metodológico, como la kantiana. Sin embargo, no interesan al hombre ordinario tanto como el hecho de ser feliz, de alcanzar la plenitud. Así pues, la ciencia que estudia el comportamiento humano adquiere unas dimensiones mucho más determinantes cuando se centra en el análisis de lo que es el anhelo de toda la humanidad: ser felices. El concepto de felicidad sólo puede ser definido poniendo en relación al hombre con su existencia y, en consecuencia, con las circunstancias que vive; con su mundo. A pesar de que el término puede recibir muchos matices dependiendo de la época o de la corriente del pensamiento dentro de la que sea definido, se puede afirmar que, a grandes rasgos, consiste en la satisfacción de uno mismo, en la plenitud de la propia vida. Así entendida, la felicidad surge como un concepto completamente material y mundano, ligado a la vida ordinaria y a sus vicisitudes. De manera más específica, la idea de felicidad nació en Grecia, y los primeros grandes pensadores la definieron a partir del placer ante la propia existencia. Así, Tales de Mileto afirmaba que era feliz el que tenía salud, fortuna y un alma bien educada. Sin embargo, a pesar de que muchos pensadores presocráticos insistieron en el hecho de que la felicidad dependía casi exclusivamente del placer y del cuerpo, pronto vinieron otros filósofos, como Platón, a matizar el alcance de esta caracterización. Si bien era cierto que el placer corporal producía una felicidad evidente, ésta era temporal. Por el contrario, el placer que se derivaba del intelecto y de la contemplación del alma era más duradero y genuino. Aristóteles, Aristóteles, por su parte, sostenía sostenía que la felicidad era el resultado de cumplir el propio destino. Como cada ser tiene sus propias inclinaciones y le corresponde una función y un puesto determinado en la existencia, sólo aquellos que cumplen con sus obligaciones sienten la felicidad verdadera. Sin embargo, con la llegada de la modernidad se empezó a hablar nuevamente de la felicidad como placer, aunque esta vez integrándola dentro de la concepción comunitaria de la realidad. La felicidad estaba compuesta por un juego de placeres que deben ser accesibles para el mayor número posible de personas. Immanuel Kant matizó la esencia de la felicidad basándola en la razón: feliz es el que en virtud de su razón y de su voluntad observa el mundo con satisfacción. De esta manera, la felicidad se aleja por completo de los instintos y del placer inmediato del que hablaron los primeros griegos. Es más, para el pensador alemán la felicidad es inalcanzable, al menos en este mundo. Es imposible que todas y cada una de las expectativas que tiene un ser racional se hagan realidad. La misma filosofía crítica había demostrado ya que la realidad se presenta ante el sujeto como la negación de su libertad y de sus deseos, por lo que
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entender la felicidad como algo posible carecía por completo de sentido. Así pues, la felicidad es un ideal al que apunta el egoísmo de todo ser humano. Sin embargo, los utilitaristas ingleses, que se dedicaron a imaginar un mundo mejor, no tardaron en recuperar las ideas de los pensadores ingleses clásicos, como Thomas Hobbes, quienes ya habían empezado a hablar de la felicidad como el máximo placer o la ausencia de dolor para el mayor número posible de personas. Si la felicidad era una empresa imposible para un individuo solo, sí que era posible para una sociedad organizada a partir de unos principios utilitaristas. El liberalismo moderno heredó en gran medida las conclusiones del pensamiento utilitarista en torno a la felicidad. Una muestra de ello es el contenido de las constituciones de las principales naciones liberales surgidas en el siglo XIX, como los Estados Unidos de América. Sin embargo, mientras los liberalistas se centraban en el concepto de felicidad, la mayoría de los pensadores posteriores a Kant insistieron en entender la felicidad como un estado que abotargaba la creatividad y la autenticidad de la existencia. Es decir: si no se hablaba de la felicidad o no se la consideraba esencial para hablar del mundo o de la moral, sí que se hablaba del dolor o de la angustia para caracterizar la esencia de la condición humana. Así pues, la felicidad felicidad terminó quedando quedando recluida recluida dentro de de unos presupuestos presupuestos típicamente típicamente románticos que entendían la inquietud y el desasosiego como la base tanto del pensamiento como del arte.
LA ETICA DEL DEBER Las éticas del deber, o de la convicción, afirman que la conducta moral esta determina no por lo que hacemos sino por la intención con que lo hacemos, independientemente de los resultados que obtengamos. Las características del deber son:
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Sus normas establecen la forma general o intención con la que debemos actuar sea cual sea la conducta concreta de que se trate: una conducta es buena si está realizada con determinada intención independientemente de los resultados y, por tanto, si mi conducta me hace feliz o no.
Existen diferentes éticas basadas y elaboradas por distintos autores: 1. La ética del deber de Kant Según Kant lo que hace buena una conducta no es la conducta misma sino la intención con la que la realizamos. Para comprender con qué intención debemos actuar para que nuestra conducta sea moralmente buena tenemos que distinguir 3 acciones:
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Conformes al deber y realizadas por respeto al deber: solo estas son moralmente buenas.
Solo es moralmente aquella conducta que es conforme al deber (necesidad de una acción por respeto a la ley) y que está hecha con la intención de respetar el deber independientemente de las consecuencias de la acción, y por tanto, de si me proporciona algún beneficio o de si me hace feliz o no. no. Quien obra por deber reconoce que se debe hacer algo o no hacerlo porque la ley moral lo exige y debe ser respetada aun contra mis intereses e inclinaciones. Cumplir con el deber es un imperativo categórico: -
Obra siempre de tal manera que puedas desear que la norma de tu conducta se torne ley universal. Obra siempre de tal modo que utilices a la humanidad, tanto en tu persona persona como en la de los demás, siempre como un fin y nunca como un medio.
La ética kantiana es una ética autónoma, pues cada persona elige en cada caso aplicar el imperativo categórico. 2. Nietzsche y la transmutación de los valores Nietzsche considera a dos tipos de personales con morales contrapuestas: -
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Los nobles o señores con su moral de señores: son son las personas fuertes, superiores, distinguidas, poderosas que no aceptan sujetarse a normas. Su moral es la moral de dominador, son personas autónomas porque se dan a si mismas su propias normas de conducta, creando sus propios valores. Los esclavos con la moral de los esclavos: son las personas débiles, inferiores, plebeyas, vulgares, cobarde, el rebaño, la masa. El esclavo ve con recelo las virtudes del poderoso y antepone las cualidades del débil para hacer así más soportable su existencia frente al fuerte. Llama “malo” al poderoso y “bueno” al
bonachón y simplón. Según Nietzsche, en la cultura occidental ha triunfado la moral del esclavo, debido al racionalismo de la filosofía griega y luego al cristianismo. Frente a ello Nietzsche nos dice que ha llegado la hora de volver a colocar las cosas en su lugar: sust ituir lo pretendidamente pretendidam ente bueno por lo que es realmente bueno. La humildad por el orgullo, la piedad por la crueldad, la comodidad por el riesgo. A esto se le conoce como transmutación de los valores. El superhombre es el nuevo ser humano que será capaz de llevar a cabo esa tr ansmutación. El superhombre conoce la voluntad del poder y el eterno retorno. 3. El formalismo ético existencial Según Jean Paul Sartre, el ser humano es un ser libre, un proyecto abierto, cuya existencia
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decidir por nosotros mismos. Lo contrario de la mala fe es la autenticidad, que consiste en asumir la carga insoslayable de nuestra libertad, ese es el verdadero imperativo moral. 4. La ética comunicativa o del discurso Formulada por Jürgen Habermas, el objeti es establecer las condiciones en las que una comunidad podría alcanzar, a través del diálogo, un consenso universal sobre cuáles deber ser sus valores, normas y fines morales. Según Habermas las condiciones que deben cumplirse para alcanzar consensos que respondan verdaderamente a los intereses de los interlocutores son: -
El diálogo debe ser público e inclusivo: no puede excluirse a nadie que pueda pueda hacer hacer una aportación relevante. Igualdad en el ejercicio de las facultades de comunicación: a todos se les conceden las mismas oportunidades para expresarse sobre la materia. Exclusión del engaño y la ilusión: los participantes deben creer lo que dicen. Ausencia de coacciones: la comunicación debe estar libre de restricciones. restricc iones.
ETICA FORMAL DE KANT Y SU ACTUALIDAD ACTUALIDAD ÉTICA MATERIAL: MATERIAL: Es una ética empírica porque su contenido es extraído de la experiencia. Tiene un objeto como bien supremo establece unas normas para alcanzarlo. La conducta es buena cuando permite realizar el bien supremo. ÉTICA FORMAL: (o FORMAL: (o ética Kantiana) se puede decir que una norma es buena o no a partir de una característica formal suya, como la posibilidad de ser universal un. Es a ética a priori, vacía de contenido, cuyas leyes se formulan en imperativos categóricos y que no nos dice qué tenemos que hacer (la materia de una acción) sino cómo tenemos que hacerlo (la forma). ÉTICA AUTÓNOMA: las normas se fundamentan en la razón humana, sin necesidad de recurrir a nada superior (Dios, naturaleza, autoridad legal…).
ÉTICA HETERÓNOMA: HETERÓNOMA: Las normas vienen dadas al ser humano desde fuera, son objetivas y externas (Dios, naturaleza, autoridad legal…). El ser humano sólo las interioriza
y obedece. ÉTICA TELEOLÓGICA O Aristotélica: Aristotélica: La bondad moral de las acciones humanas depende de la bondad de las consecuencias. ÉTICA DEONTOLÓGICA (KANT): La (KANT): La bondad moral de las acciones no dependen de las consecuencias, sino que es una cualidad de la misma acción. ÉTICA A PRIORI (KANT): (KANT): es todo lo que no procede de la experiencia y que es
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NO COGNITIVISTA: COGNITIVISTA: Éticas ajenas al conocimiento, no admite que se consideren como enunciados verdaderos o falsos. ACTUALIDAD ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO DE KANT La filosofía de Kant fue reivindicada por la escuela de Frankfurt como instrumento de reflexión y revisión del marxismo. Trató de revisar esa visión marxista desde un criticismo kantiano, previendo y alertando sobre los fracasos del socialismo real y moderando el alcance “revolucionario” con el legado ético k antiano. Adorno y Horkheimer, pertenecientes pertenecientes a esta escuela, escuela, pusieron en cuestión desde una óptica kantiana. Desde esa misma escuela, Habermas, filósofo aún vivo, desarrolló y prolongó al pensamiento de Kant primero desde la Teoría Crítica y, luego, desde una concepción de la razón comunicativa. RELATIVISMO PAPAL Una de sus ideas más repetidas es la contraposición que denuncia entre “el relativismo moral” que impera en las sociedades que han abandonado las creencias religiosas y la “radicalidad evangélica” que predica la Iglesia y que fundamenta una ética solidaria basada
en valores firmes. La idea no es nueva y antes de esta visita había sido uno de los ejes de su enfoque pastoral. Supone por lo tanto el papa que la religión constituye una garantía para la conducta moral y, más aún, que sin ella la moralidad corre el peligro de caer en un relativismo en el que “todo vale” y prevalecen los interés particulares obre el bien común.
Benedicto XVI sostiene que toda moral que no se fundamente en la decisión autónoma, libre y responsable del ser humano se reduce a obedecer normas impuestas desde fuera y carece de valor ético. Y eso, aun cuando el origen de tales normas sea un mandato divino, la mera obediencia a los mandamientos de Dios no implica ningún mérito moral . Los valores morales, para ser auténticos, deber surgir de una decisión autónoma del hombre y no de la obediencia a un mandato externo, cualquiera que sea su origen. Y en este sentido la moral es anterior a la religión: aunque Dios no existiera, los deberes morales no perderían nada de su fuerza. Pero para Kant Dios no era un legislador que impone sus mandatos, sino la coronación del orden moral.