Sesión 26 de octubre de 2011
Trabajo en equipo texto de Aguerrondo Exposición estudio de caos de Galeana
Tema 2. El fracaso escolar: significados, causas y consecuencias 1. Elaborar una lista de posibles causas y consecuencias del fracaso escolar; posteriormente exponerlas y comentarlas con el resto del grupo. 2. Identificar en los textos de Torres, Aguerrondo y Galeana, las coincidencias y diferencias respecto a la noción de fracaso escolar, la relación entre el fracaso escolar, el contexto social, las tradiciones escolares y la práctica docente. Algunas preguntas clave, además de las formuladas por los alumnos, son las siguientes: ¿Quiénes son los niños que reprueban o desertan de la escuela? ¿Qué factores influyen en este hecho?
Sesión 27 de octubre de 2011 Tema 3. Los desafíos del sistema educativo para lograr la equidad en las oportunidades educativas. La función de la escuela y del maestro 1. Investigar en internet temas relacionados relacionado s con: a. El fracaso escolar en educación primaria y/o secundaria b. Equidad educativa
Sesión 4 de noviembre de 2011 1. Elaborar un ensayo en donde se expongan –con argumentos y datos – los retos que tiene que enfrentar el sistema educativo mexicano para lograr la equidad educativa y qué papel les corresponde asumir a la escuela y al docente para lograrla. Estructura del ensayo: introducción, desarrollo, conclusiones, referencias.
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LA INFANCIA DESERTORA En este original trabajo de Rosaura Galena, las víctimas del fracaso escolar adquiere nombre y rostro. Doce historias de vida de niños y niñas que alguna vez ingresaron a la escuela primaria, pero que tarde o temprano la abandonaron, van poco a poco iluminando la compresión del fenómeno y completan el cuadro de las múltiples causas que explican la deserción. La situación de pobreza e inestabilidad de las familias de las que proceden los alumnos aparece como constante en estas doce historias. La necesidad de trabajar y estudiar al mismo tiempo está también presente en muchos casos como explicación del abandono. Las dificultades para aprender y la necesidad de repetir grados escolares casi siempre anteceden a la salida definitiva. Pero la escuela emerge como causa nada despreciable del fenómeno de deserción escolar, el grado que, en una buena parte de los casos, no es el niño o la niña quien deserta, sino el director o el maestro que disuade a los padres, o a los propios alumnos, de continuar inscritos. En un alto porcentaje, y dadas ciertas características de los alumnos, el sistema educativo, al rechazar y "expulsar" a niños y niñas que no reúnen las características "idóneas!", es el responsable de la deserción. El enorme valor de este trabajo es que, al documentar dicha realidad, establece las bases para plantear el papel de la escuela en la lucha por la equidad educativa. Así, las tres partes de este trabajo -la historia de vida, la interpretación del fenómeno y las propuestas y recomendaciones tanto a la escuela como al docente- nos ofrecen una obra documentada, completa y de gran utilidad para quienes, como la autora, estamos comprometidos con la justicia educativa.
Sylvia Schmelkes LA INFANCIA DESERTORA LA DESERCIÓN, UNA HISTORIA INDIVIDUAL Y SOCIAL Águila Cuando las estadísticas informan de largas series de datos e indicadores de eficiencia educativa, nos enteran de una realidad cuantitativa que señala los avances expansivos de un sistema que pretende cubrir la totalidad de sus objetivos y metas. También aparecen los números rojos, las deficiencias, que pueden ser motivo de inquietud, zozobra, tranquilidad o indiferencia, según el lugar desde donde se lea. Es este un lado de la moneda. Sol La otra cara nos muestra una dimensión de la realidad en la que se habla de personas ¨de carne y hueso¨, entre las que se encuentran los sujetos que diariamente se levantan a la vida con una historia individual y social, la cual constituye su personalidad biológica, psicológica, social y cultural, como equipaje para responder o moverse en el lugar en que les ha tocado vivir. De acuerdo con este segundo lado de la moneda, el primer capítulo comenzara con la presentación de nueve narraciones sobre diversos momentos de la vida de 12 niños que abandonaron la escuela en forma temporal o definitiva. La pretensión de esto es dar varias respuestas a la pregunta: ¿Quiénes son los alumnos que desertan? El contenido y la organización de los datos difiere metodológicamente en la narración de los casos, debido a las particularidades de cada experiencia, aunque una y otra vez se repiten los problemas económicos, familiares y escolares, cada uno de estos ámbitos se encuentran matizados y tienen un papel y una parte en la explicación del fenómeno. A cada aspecto le corresponde también una respuesta para remediar o continuar con un proceso discriminatorio no solo en las aulas, sino también en la sociedad.
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1. Carmelo Este adolescente fue localizado un martes por la mañana, sentado en la banqueta de una calle en una colonia semiurbanizada de la ciudad de México. Se trata de un jovencito que mostraba una personalidad extrovertida al principio de la entrevista; sin embargo, a lo largo de varias conversaciones con la entrevistadora, fue cobrando confianza y la actitud hostil desapareció. Su madre accedió en dos ocasiones a proporcionar datos. Algunos de sus compañeros, en medio de la sorpresa y con tono de burla, también dieron información. Debido a que habían transcurrido cuatro años desde la última vez que frecuento su primera escuela, no fue posible entrevistar directamente a sus ex maestros, los cuales se habían marchado; sin embargo, el personal docente y directivo de la escuela a la que asistió la segunda ocasión accedió a contestar diferentes preguntas. En el caso de Carmelo se refleja la importancia del medio socioeconómico y familiar que lo rodea, sus condiciones personales y la influencia de una escuela discriminadora – donde el desfase de edad y su personalidad, diferente respecto de los demás niños -, tuvieron suma importancia en la composición del proceso de deserción. A pesar de asistir a dos escuelas, solo permaneció un año en cada una, sin aprobar el primer grado y sin que posteriormente se inscribiera en algún curso de la escuela regular o de otro programa educativo, de tal manera que al cumplir 15 años es definitiva su salida del ciclo de primaria primar ia regular. Antecedentes escolares. Sin preescolar Trayectoria escolar en la primaria EDAD 9 10 11 12 13 14 15*
NUM. ESCUELA 1ª 2ª -
GRADO 1º 1º
MOVIMIENTO Ausentismo, deserción temporal Ausentismo, expulsión Deserción temporal Deserción temporal Deserción temporal Deserción temporal Deserción definitiva
*según la circular 001 de la SEP, el mínimo de edad para la inscripción en la escuela primaria es de 6 años, mientras que el máximo es de 15 años ya no pueden acceder a la escuela primaria. Actualmente dicha consideración esta también reglamentada en el artículo 43 de la Ley General de Educación. Carmelo Carmelo es un adolescente de 15 años que mide aproximadamente 1.58 m, su piel tiene un tono moreno cenizo, su cabello es lacio, entrecano, y su complexión, delgada; acostumbra acostumbra a usar unas botas polvorientas con suelas de hule, un pantalón gris deslavado de tela de gabardina y cualquier playera que cubre con un suéter a rayas anchas, gr grises ises y marrones, muy zurcido. Es introvertido cuando habla de él, de lo que le gusta o le disgusta, de lo que es y le gustaría ser o hacer, pero se muestra extrovertido al dar opiniones sobre temas y situaciones que no involucran en forma directa a su persona. Algunas veces salta de un tema a otro, como si pensara en algún tópico anteriormente conversado o se acordase de algo que considera importante comentar, interrumpiendo el hilo de la conversación. Medio ambiente y recursos
Carmelo vive con su familia en una colonia del sur oriente de la ciudad de México ubicada en las faldas del cerro de la loma. El asentamiento urbano en esta zona, se inicio en 1966. Las milpas desaparecieron para dar paso a una colonia que carece de la totalidad de servicios públicos. Las calles no están pavimentadas y en la mayoría de las casas no hay agua entubada intradomiciliaria, alumbrado público ni drenaje. Para 1987, se había convertido en una colonia pequeña de nueve manzanas y 522 lotes que ascienden a través del cerro. Desde lo alto de la colonia puede verse la ciudad con su capa de esmog, si bien, todavía en este lugar se respira aire fresco mezclado con olores de animales y plantas. Las casas, en esta parte alta, colindan con sembradíos de alfalfa y maíz. 3 a n i g
Los jóvenes suelen ir de cacería al cerro, donde encuentran mapaches, ardillas y conejos, entre otros animales pequeños. Los habitantes de la zona se dedican dedican a la agricultura y a distintas actividades u oficios. oficios. Las familias crían gallinas, guajolotes y cerdos. Por otra parte, abundan recursos naturales y artificiales que se pueden aprovechar en diversas actividades. A Carmelo le g usta cazar animales y vender objetos: ¨(…) otros amigos y yo íbamos a cazar conejos y luego vendíamos la piel; también conseguíamos conseguíamos zapatos o cosas y las vendíamos cerca de la avenida (…)
recogíamos cosas del seguro (social), de las que ya no querían y tiraban a la basura y también del cerro. Una pulsera la encontré en un terreno que sirve como basurero y me gusto mucho y no la vendí y allá, arriba del cerro, hay muchas cosas que se venden y así tenemos dinero. Otro amigo me enseño a raspar la madera y a hacer animalitos que también los vendo. Familia y amigos La familia de Carmelo vive en una casa de dos pisos, construida con cemento y cuartos de terminado rustico, por el padre y los hermanos mayores. En ella habitan doce personas: Carmelo sus seis hermanos, sus padres, dos tíos y una prima pequeña. Los padres de Carmelo, son originarios o riginarios de Querétaro. Ambos llegaron al Distrito Federal en busca de trabajo, se conocieron y se unieron para formar una familia. Han vivido en esta zona 21 años. Durante varios años, el padre de Carmelo realizo trabajos agrícolas y posteriormente entró como obrero a una de las fábricas de la colonia Industria Moderna, ubicada un poco más debajo de las faldas del cerro de la loma. Quedo desempleado en uno de los recortes del del personal que hubo en 1984 y ahora se dedica a la venta de leche. La madre se emplea en labores caseras y lava ropa ajena, además además de vender combustibles; combustibles; a pesar de que el sostén económico económico de la familia recae principalmente en los dos hermanos mayores, ella trabaja para no pedir más dinero: ¨Hay que cambiar porque no alcanza¨. La señora teme que sus hijos mayores se casen, ¨lo voy a sentir, porque de ellos comemos¨. El mayor de los hermanos de Carmelo tiene 26 años, empezó a trabajar desde los 15 para pagarse los estudios, dice la madre; es soltero y tiene una pequeña lechería en una colonia al sur de la Ciudad de México. Terminó segundo de preparatoria y no continúo estudiando porque tuvo que trabajar todo el día para ayudar a la familia. José es el segundo de la lista; tiene 23 años y también es soltero, trabaja en el ejército como chofer y, al igual que Mario, tuvo que abandonar la escuela en el mismo grado por apoyar la economía familiar. Alberto, el tercero, de 22 años, está casado desde hace tres años y tiene una hija de un año; trabaja como obrero en una de las fábricas de plástico de la colonia Industria Moderna y terminó la primaria. Su madre cuenta que ya no quiso seguir estudiando y prefirió prefirió trabajar como obrero. ¨con ¨con Manuel también paso lo lo mismo cuando terminó la primaria…¨comenta la madre; el tiene 19 años y es obrero de una fábrica de colchones. Dulce es la hija que sigue (tiene 17 años), la madre señala que ha trabajado algunas veces, pero que no dura mucho, ¨no sé porque, pero para mí mejor, porque me ayuda en la casa¨; la joven sólo llego hasta quinto año y no quiso seguir estudiando. Alicia, de nueve años, es la más pequeña de los hijos y es la única que asiste a la escuela, al tercer grado de primaria, además de cuidar a su sobrina. También ella tuvo problemas en el plantel escolar ya que su maestro la rechazaba. El profesor le dijo a la madre madre que la pequeña no no iba a aprender y que por tanto no valía valía la pena que ella ella perdiera tiempo y dinero en la niña. Cuando esto sucedió, se encontraban en la colonia unas trabajadoras sociales que ayudaron a la señora a llevar a su hija a un centro de educación especial para niños de lento aprendizaje, en la que, tras una revisión, la inscribieron. Ahí estuvo un año y aprendió a leer y a escribir. Después la enviaron a la primaria donde había estado anteriormente, pero aquí no la querían recibir en el segundo grado, bajo el argumento de que no la conocían. Por fortuna, la señora tenía guardada la boleta del año cursado en esa escuela y reclamo la inscripción de la escuela en el turno matutino. ¨Mi hija y yo tuvimos suerte, pero Carmelo no, no hubo alguien que me dijera que hacer y por eso está de vago¨. A Carmelo le gusta estar aislado y tranquilo. Las situaciones violentas le desagradan y prefiere no asistir a lugares o a actividades con amigos a los que les guste pelear. Tampoco convive con los miembros de la banda de su colonia, ¨Los 4 a n i g
zetas¨, porque ¨ (…) inhalan cemento, y a veces lo desconocen a uno y lo golpean; así prefiero andar, sólo los saludo, hay que llevarla bien con ellos¨.
Trayectoria escolar A la edad de nueve años, Carmelo asistió por primera vez a la escuela; ésta se encontraba atravesando una avenida cercana a su casa. Cuenta la madre que le niño no acudió antes a la escuela porque ella estaba muy enferma y no podía llevarlo. La mujer padecía mareos y por eso le daba miedo cruzar la calzada. Cierto día una vecina, se ofreció a llevarlo al plantel escolar. Al chico le gustaba ir a esa escuela, por “bonita” y porque la maestra “si sabía enseñar…era buena, buena para enseñar”. Sin embargo, cuando la vecina tenía que ir a comparar mercancía, el niño faltaba; finalmente, su madre decidió cambiarlo. Mario el hermano mayor, señaló que de esa forma el niño iría a una escuela más cercana sin necesidad de acompañante. El niño, entonces, fue enviado al turno vespertino de una escuela ubicada a cuatro calles de su casa, donde sus familiares le brindaban mayor atención a sus calificaciones y a sus necesidades. ¨A veces, cuando había dinero, sí me daban para la escuela, a veces Mario; otras, mi mamá. También yo conseguía dinero porque luego iba a ayudar a vender cosas…de cosas…de ahí tenía yo¨. La segunda escuela no le gustaba porque decía que eran ¨malos para enseñar¨. Su profesora se salía a platicar con algunos maestros y tenia preferencias por otros compañeros del salón: Nomás nos ponía una paloma y se salía a platicar con el maestro Ricardo y el maestro Leopoldo, mientras mis compañeros gritaban y jugaban dentro del salón y cuando regresaba a veces los regañaba y otras no… Todo era puro relajo. Siempre había ruido en el salón cuando ella regresaba o estaba en lo de la cooperativa y no decía nada. Muchos jugaban y gritaban. En la clase, cuando la maestra escribía en el pizarrón, los demás se levantaban a jugar y se quitaban las cosas. Yo no jugaba en el salón porque ahí se va a aprender… jugaba en la hora del recreo y en la calle… teníamos que estar pendientes de que los maestros no nos vieran jugar luchas, correr o caballazos. Hacíamos concursos para ver quien ganaba. Casi siempre yo y otro amigo ganábamos porque yo era el más grande y corría fuerte como mi amigo. Los castigos
Cuando los mentores se daban cuenta de que los niños practicaban este tipo t ipo de juegos, los castigaban. La maestra de Carmelo les pegaba con una regla en las manos; otros maestros lo hacían en la cabeza; les jalaban las patillas y los arrodillaban hasta la hora de la salida. A mí nunca me castigaron así, pero si me pegó la maestra y me enojo mucho… por eso tampoco me dan ganas de ir a la escuela, porque los maestros luego no enseñan bien y nos pegan. A otros niños les pegan fuerte y nunca nunca fueron de su casa a hablar con las maestras. Mi hermano Mario Mario si fue un día, pero luego la maestra hablaba de él y a mí no me gustaba. g ustaba. En las fiestas y ceremonias participaban solo los que sacaban buenas calificaciones, los elegía la maestra. Carmelo dice que la mayoría de sus calificaciones eran de siete y ocho y que siempre era escogido para las ceremonias y fiestas escolares, pero comenta que se aburrían porque tenían que estar de pie mucho rato y luego no los dejaba jugar. La maestra también seleccionaba a los alumnos a la hora de distribuir lugares dentro del salón de clases, de acuerdo con los criterios de “aplicación” y “buen comportamiento”. La maestra decía donde era nuestro lugar. Había hileras de bancas para aplicados, burros y de mediano aprovechamiento, pero luego nos cambiábamos de lugares entre los cuates. Éramos varios amigos que nos sentábamos hasta atrás. A veces yo quería sentarme hasta adelante porque luego no oía a la maestra. Había un amigo que me prestaba su lugar, pero luego me enojaba porque había otro niño que le gustaba quitarme mis lápices y yo me iba para atrás otra vez. Una compañera compañera del salón le llevaba regalos y comida a la profesora, que la quería quería mucho; a Carmelo esto no le gustaba. “además, mi maestra quería que fuéramos limpios y era exigente en las tareas 5 a n i g
y en el cuaderno”. La profesora lo regañaba porque llevaba un cuaderno distinto, ya que su hermano Mario se lo compro así; con el uniforme no tenía problemas, su mamá le hizo uno con ropa de sus hermanos mayores. Carmelo vivía esta situación en la segunda escuela, cuando Mario, su hermano más protector, resulto herido en una fiesta en la que hubo un pleito. A causa de ello estuvo en un hospital aproximadamente un mes y luego permaneció otro mes convaleciente. Todo ese tiempo, Carmelo se mantuvo cerca de Mario; cuando este se restableció, el muchacho intento volver a la escuela: ¨quizá regresar y la maestra ya no quiso que yo fuera; el director tampoco me quería porque le hizo caso a la maestra. Por eso ya no fui¨. La mamá comenta que fue hablar con la maestra, m aestra, y que ésta y el director le dijeron que ya no perdiera su tiempo ni el de su hijo: ¨el director no lo quiere, así como pasó con mi hija, pasó con Carmelo. Dicen que ya no va aprender, que no pierda su tiempo. Y creo que el ya no quiere ir porque esta grande para los niños de su escuela¨. Ex compañeros
Julio, un ex compañero de la segunda escuela de Carmelo, solo recuerda que este era “flojo”, que no llevaba las tareas y piensa que ya no fue a la escuela porque “(…) como está loco, no entendía nada” . Antonio, otro ex compañero del mismo plantel, considera que Carmelo ya no continuó allí “porque no le gustaba la maestra, porque lo regañaba siempre por lo de las tareas” t areas”, aunque también dice que era raro, que no se llevaba con el porqué “hablaba todo junto” y luego no se le entendía. Hace cuatro años que no asiste a la escuela “(…) y dedica su tiempo andar en la calle” , dice su mamá. Cuando se le pregunta el porqué de la salida de su hijo de la escuela, ella señala que no está realmente segura de si el muchacho tiene problemas de aprendizaje o no; comenta que él sabe leer y escribir pero que es muy flojo y prefiere andar en la calle con sus amigos y no quiere estudiar. Su papá le dice que nos ayude, pero el chamaco no quiere ayudarnos. Al respecto, Carmelo comenta: “a veces los papás son… bueno ellos también tienen su genio y uno no hace nada y se sale a la calle. Las mujeres son las que deben estar más en la casa, porque uno como que tiene que andar más en la calle, en el trabajo o buscando otras cosas que hacer”. Trabajo infantil
Carmelo entró a trabajar. Su hermano Mario le dijo que como no estudiaba, debía buscar un trabajo para ayudar con los gastos. Entró como ayudante en una zapatería a tres calles del cerro. Ahí se encargaba de llevar a coser los zapatos a otro establecimiento, su patrón carecía de una máquina de coser; además, él les hacía el terminado a los zapatos, los pegaba y los pintaba para que estuvieran listos al momento que los clientes fueran a recogerlos. El joven era cumplido con el trabajo: “ una vez tenía que entregar unos zapatos y se me olvidó dárselos para que los llevara a coser y el muchacho se dio cuenta y se los llevó aquí cerca, para poder entregarlos a tiempo¨, comenta su patrón. Sin embargo, este señor decidió despedirlo tres semanas después porque “(…) es muy inquieto (…) siempre que llegaba una gente, Carmelo quería intervenir en la plática, quería hablar con todos de cualquier tema. Quiere saber todo. Se mete en todo, se molestaba cuando le llamaba la atención y no le tuve la paciencia necesaria, aunque es un muchacho muy vivo que aprende rápido; ojalá alguien le tenga paciencia para que aprenda un oficio; yo no sirvo para eso”. Contrariamente a la opinión del dueño de la zapatería, en cuanto a la inteligencia de Carmelo y lo rápido que aprende, tanto los miembros de la banda como algunos ex compañeros de la escuela y otros niños de la colonia lo tachan de loco, de raro y se ríen irónicamente cuando se habla de él. Actualmente trabaja haciendo mandados a distintas personas que laboran en las fábricas de la colonia Industria Moderna, mientras espera que el dueño de la zapatería cumpla su promesa y lo vuelva a contratar a fin de año: ¨El señor de la zapatería donde estuve trabajando, allá arriba, me dijo que a fin de año voy a trabajar con él otra vez con él para que aprenda yo a hacer zapatos y venderlos como el¨. 6 a n i g
2. Lilia
Las entrevistas con Lilia se efectuaron en su casa y en las calles de una colonia semiurbanizada del sur de la ciudad de México, situación que facilitó el examen directo de su entorno comunitario y familiar. Es hija de una mujer trabajadora que se atrevió a vivir sola con sus siete hijos, hasta lograr apropiarse de un terreno. Lilia, como segunda hija mujer, se convierte en una ejecutora más del quehacer doméstico y en la responsable del cuidado de los hermanos más pequeños, lo cual realiza en su trayectoria paralela a su trayectoria escolar. La jovencita ha vivido una variada experiencia escolar. Ha cambiado varias veces de maestros, turnos y programas educativos, y en otras ocasiones a desertado temporalmente. Por lo mismo, vive y se forma distintas opiniones respecto de lo que es la escuela. En la narración es posible observar contrastes y contradicciones entre dichos aspectos. En su caso fue posible darse cuenta, asimismo, de la práctica docente de algunas de sus ex maestras y ubicar elementos de organización escolar y de relación con los alumnos que permiten visualizar aspectos de interacción cotidiana, los cuales formen parte de la trayectoria a la deserción. Antecedentes escolares Sin preescolar Trayectoria escolar en la primaria EDAD NUM. ESCUELA GRADO MOVIMIENTO 6 1ª 1º Reprobada y enviada a escuela de educación especial 7 Deserción temporal 8 2ª 1º Aprobada 9 2ª 2º Deserción temporal, aprobada 10 Deserción temporal 11 2ª programa SEAP 9-14 1er. nivel Ausentismo, deserción temporal 12 2ª programa SEAP 9-14 3er. Nivel Ausentismo, deserción temporal 13 Deserción definitiva *Este caso se definió como deserción definitiva en función de las condiciones vividas en esos momentos momentos por la niña, aunque cabía ca bía la posibilidad su regreso al programa antes de los quince años. Lilia
En una casa de láminas viejas, en una calle de terracería de la colonia San Juan, vive Lilia Pérez, a quien apodan La Lili. Tiene 13 años, es delgada, de piel morena oscura con manchas blancas en la cara. Sus ojos son cafés; lleva el cabello suelto, con orzuela en las puntas, que le llega hasta los hombros; su boca es pequeña. Generalmente Generalmente viste una falda y una blusa blanca sin botones, zapatos y calcetas blancas terregosas. Procura, sin embargo, andar peinada a la última moda. Medio ambiente y familia
En 1971 doña Leonor, madre de Lilia, y la hermana mayor de esta, llegaron como paracaidistas a la colonia San Juan, donde vivieron tres años en una cueva de roca volcánica, mientras se regularizaban los terrenos. Durante ese periodo, el ex marido de doña Leonor la visitaba esporádicamente y aumentaba el número de hijos: Carlos, Lilia y Toña. Cuando el terreno pasó a ser propiedad de la señora, nacieron dos niñas más del mismo padre que los hijos anteriores, y un séptimo niño; el ultimo, hijo de don Francisco, compañero de trabajo de doña Leonor en la fábrica de limpiadores; este, posteriormente, apoyo a la madre de Lilia en el mantenimiento de toda la familia y en los gastos de la casa, además de ayudarle en la construcción de otros cuartos. Bertha, la hija mayor, logró terminar la secundaria, pero la rechazaron en el examen de acceso a la preparatoria; actualmente se dedica a realizar cortes de pelo, y mandados para sus tías; además de “cotorrear” con sus amigas de la colonia y con los chavos de la banda. Ella organiza el quehacer de la casa, y se dirige en forma autoritaria a sus hermanos para que lo realicen.
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Carlos, el segundo hijo, fue expulsado de primero de secundaria porque empezó a faltar, según comentan sus hermanas. Se dedica sobre todo a jugar canicas, a ayudar de vez en cuando con los quehaceres de la casa y acaba de comenzar a trabajar como recolector de botellas usadas. Toña, la que sigue a Lilia, si va a la escuela aunque reprobó el tercer grado. Laura, Laura, de ocho años, cursa segundo grado y va bien en las clases. La escuela a la que acuden queda a media calle de la casa, lo cual les facilita el traslado y las presencia de la madre para la firma de boletas. Betty, de cuatro años, está inscrita en un jardín de niños de asistencia social. Lilia la baña, la viste, la peina y procura darle lo necesario, además de estar atenta a las solicitudes escolares. Me dieron la hoja (de datos personales para el jardín de niños), pero no la traje porque porque a mi mamá le dio güevonada y no la llenó”. También de vez en cuando, Lilia se ocupa de Tomás, el hermano menor; lo vigila para que no esté mucho tiempo en la calle y trata de que vaya vestido, ya que la mayoría de las veces anda sin calzones y sin zapatos. Trayectoria Escolar Lilia no ingresó a preescolar porque cuando era más pequeña no había jardines de niños en la colonia, y la madre no consideró necesario buscar en otro sitio. A los 6 años ingresa a una primaria localizada a media calle de su casa. Según recuerda, entrar a la escuela fue importante; conoció a algunas amigas que frecuentan y que viven en su misma calle. Su mejor recuerdo del primer grado e scolar es el cambio de maestra. Según cuenta, tenía una “muy
buena y como salió embarazada, la cambiaron por una gorda que reprobó a la mitad del grupo pero que salió luego, luego, de la escuela”. En esa mitad de reprobados, quedó incluida Lilia. Su madre no tiene clara la razón por la que reprobó la niña, pero menciona: “(…) me parece que falt ó unos días porque no tenía zapatos, pero cuando regresó ya no había remedio (…) (además) no hací a la tarea y en esa escuela ni aprendía (…) a los niños no les gusta la escuela”. Posteriormente, la directora le informó a la se ñora que Lilia tenia “problemas de aprendizaje” y era necesario enviarla
a una escuela de educación especial. Así, la niña dejó de asistir al ciclo escolar; doña Leonor trabajaba y no había quien la llevara a la nueva escuela, si bien estaba en una colonia vecina. Además, por aquellas fechas nacieron sus dos hermanas más pequeñas, por lo que a los 7 años y medio, Lilia se dedicó de tiempo completo al cuidado de sus hermanitas. Cuando cumplió 8 años, la inscribieron en el turno vespertino de otra escuela, ubicada a siete calles de su casa. Ahí quedó nuevamente en el primer grado, con la maestra Olga, una mujer de tez morena clara, vestida por lo regular con pantalones de terlenka, una chamarra del mismo tipo y botines viejos, que le dan una apariencia un tanto desaliñada; su tono de voz es “cantadito” y su timbre agudo. Esta maestra se identifica con la gente que habita en la
colonia por su forma de hablar, de vestir y, en general, por su apariencia. La profesora trabajaba en dicha escuela desde antes de que se construyera el edificio escolar, cuando las clases se impartían en aulas prefabricadas de lámina y cartón. Se siente, por tanto, parte del plantel, conoce bastante a sus alumnos y a algunos padres de familia, así como los problemas de unos y otros. Lilia recuerda con gusto ese primer grado, ya que tiene presente a la maestra Olga de la siguiente manera: Con ella jugábamos siempre y luego platicaba con todos, aunque conmigo nunca platico solita. Era güera, pero luego, cuando no llevaba la tarea, jalaba las patillas u orejas. A mí nunca me hizo n ada, luego hasta nos compraba cosas (…) también me acuerdo cuando hacíamos los dictados. Era lo que más me gustaba. En el recreo jugábamos a las correteadas y luego Karla y otra, que no me acuerdo como se llamaba, me compraba hartas cosas. Según Lilia, en este grupo no se presentaron mayores problemas, pues todo lo entendía: “en primero, me decían (la maestra Olga), apúrate porque si no vas a reprobar y siempre me decían que iba a reprobar y a la mera hora pasé”. Así, Lilia pasó al segundo grado de primaria. La maestra Olga tuvo a su primer hijo y se cambio al turno matutino. (Entonces) pusieron a la maestra Lourdes o algo así, creo que así se llamaba, pero ella se salió porque, creo, estaba enferma. Me la he encontrado en la escuela en la noche y ella si s i se acuerda de mí. 8 a n i g
A pocos días de finalizar septiembre, la maestra Carla, en ese tiempo secretaria de la escuela, tomó el grupo. Es una mujer sumamente delgada, camina muy erguida, sobre todo cuando porta suéteres cuello Mao, que la hacen ver más m ás rígida aun. Usa un maquillaje suave pero bien delineado. Como parte de los ritos que acompañaban su clase, diariamente cambiaba las zapatillas que usa en la calle por unos zapatos de tacón más bajo, además, colocaba sobre su vestimenta un delantal en forma de batita, de mascotas azul con blanco. Acostumbraba cubrir su escritorio con un mantel de plástico estampado con flores. También imparte clases en una escuela particular de Coyoacán en una zona donde viven principalmente profesionales; esto le lleva a establecer una serie de comparaciones entre los alumnos de uno y otro plantel. ¨ (en la mañana) son niños escogidos que si no pueden, se van (…) en la otra escuela si tiene n lo necesario, (aquí) tienes que estar batallando para que compren lo que necesitas. Allá preguntan, entienden, siento que razonan mas, captan todo; no que éstos, no lo han visto, no lo han leído, están cerr aditos. Claro, si hay uno que otro…¨ Con estos parámetros y el concepto que tiene a cerca de un buen y un mal alumno, la maestra clasifica a los niños de acuerdo con sus características, físicas, económicas, de comportamiento y de rendimiento escolar, y así los distribuye en el salón. Un buen alumno es el que, además de que pone atención en clase, pregunta sus dudas. Yo acostumbro que den clases. Un niño que constantemente da la clase, que hace sus exámenes escritos y que repite lo que está mal, es al que le va bien. No aquellos que no hacen la tarea, luego se nota, salen con cinco y esos no (…) lo que más me molesta de un niño es la desobediencia en disciplina, (se requieren) buenos hábitos como son: el margen, la fecha, mayúsculas; en fin, son cosas indispensables para ser un buen estudiante. No aquel con el que estás: pon atención, cállate, siéntate, no voltees (…) (están sentados) los buenos adelante, luego los medios y atrás los malos. Como les gusta estar adelante y todo se gana, ahí van pasando. Por eso los malos se quedan en el rincón. Es un estimulo y los malos son apáticos, pero, bueno, yo casi siempre estoy atrás. Esta clasificación que la maestra hace de sus estudiantes se complementa con el trato que les da en el momento de desarrollar su clase. Algunas veces a la hora de exigir una determinada actividad o comportamiento sus palabras son impositivas, otras veces son cariñosas; sin embargo, casi siempre van acompañadas de un tono desesperado o enérgico, e incluso despectivo; ¨ No señor, el resultado del producto del multiplicador (…) lo va a tener que hacer por planas porque no se le pega. Ya no le cabe, no lo encimes (…) sin miedo, chita, escríbelo. Con esa hojota tan feota;
cochina tira eso¨. Los dibujos que los alumnos hacen en clase, de vez en cuando son seleccionados para una ceremonia, para el periódico mural de la escuela, o simplemente, ¨los más bonitos¨ son pegados por los elogiados dueños del dibujo en la parte trasera del salón. Lilia no era de las personas escogidas. La manera en que acostumbraba desarrollar sus clases se diferencia por las áreas a trabajar; sin bien en las materias de Ciencias Naturales y la de Sociales es muy marcada la solicitud de compra de estampas. Los casos de incumplimiento son motivo de castigo: no hace caso a esos niños durante la clase y demanda la presencia de sus mamás en la escuela. En cuanto a la calificación de las actividades, a veces lo hace en su escritorio cuaderno por cuaderno; en otras ocasiones pide a sus alumnos que intercambien los cuadernos y se revisen, al mismo tiempo que pasa a algunos niños al pizarrón, después, ella califica en cada lugar. Los trabajos deben apegarse siempre a las características que ella solicita, dando a la prioridad a la forma. Ándale, no dejes así el espacio porque así va s a terminar (…) ¡dije sólo dos! (…) cuida tu h, parece n (…) otra vez con esa letra, te juro que te bajo a primero (…) a la hoja donde está la estampa pónganle la fecha (…)pongan una raya y abajo apunten la tarea (…) ¿qué no ve como escribí eso?¨.
En cuanto a la disciplina, señala: ¨Mi estrategia para integrar al grupo es decirles: alumno que sea indisciplinado le digo que se va, que lo corren de la escuela. Y afortunadamente ha dado resultado, r esultado, porque coincide que uno se va y lo pongo como ejemplo (…) Le aviso a su mamacita que si no e stán a gusto que se vayan a donde hagan lo que quieran.¨ Después de acostumbrarse a la flexible forma de trabajo de la maestra Olga, los días de la escuela con la maestra Carla no le resultaron muy agradables a La Lili: A mí me parecía muy enojona, luego, luego se le veía la cara (…) a mí 9 a n i g
nada más me regañó una vez, porque siempre agarrábamos los desayunos, esa vez nos dijo que no nos iba a tocar y nos dejó paradas. Posteriormente fue integrada al grupo de niños que se habían atrasado en las vacaciones de diciembre y a partir de enero de 1985 dejó de asistir a clases. Las razones por las que abandonó la escuela en este grado no son muy claras. En la lista de asistencia y calificaciones de la maestra sólo aparecía su nombre completo, Lilia Pérez, con asistencias regulares pero sin calificación alguna. En este mismo año, sin embargo, hubo siete bajas en el grupo, las cuales, a pesar de registrar fechas anteriores a la baja de la niña, sí están calificadas. Lilia afirma que su madre se presentó a firmar la boleta una vez y que su tía lo hizo por segunda ocasión; después, esta última pidió su baja. ¨Es que mi tía me sacó para cambiarme a otra escuela, pero ahí ya no quisieron (…) la directora (…) recogieron la boleta pero ya la perdieron. Antes de sacarme no me dijeron nada, nada más que no fuera
en la tarde y luego ya me llevaron a la noche¨. En SEAP 9-14 Así, Lilia pasó un año fuera de la escuela, hasta que ingreso al Servicio Escolarizado Escolarizado Acelerado Primaria para niños de 9 a 14 años (SEAP 9-14), aunque en 1986 entró en operación en la misma escuela de la cual se había salido por primera vez. La maestra Rocío, del SEAP, explica cómo llegó Lilia al programa: ¨ (…) vino acompañada de una señora que la inscribió, no sé si era su mamá o quién, pero fue la única vez que se presentó, ya no ha vuelto. Ella me dijo que se había salido del vespertino porque ya no le gustó, y, además, que no tenía tiempo, no sé por qué, pues no trabajaba, como otros que tengo aquí¨. Las razones que da la maestra Rocío sobre el ingreso de Lilia al SEAP tienen que ver con la falta de tiempo, el cuidado de sus hermanitos y el desagrado que le causaba la escuela vespertina: De su casa, yo creo que no le hacen caso. Ella anda sola, me falta mucho. Si no estoy sobre ella no viene (…) luego la tengo que corretear en la calle, siempre me doy mis vueltas antes de entrar a la escuela para ver si andan afuera (…) a
diferencia de cuando llegó, ya no es tan infantil porque las de aquí la jalan. Cuando llegó aquí no traía nivel ni de segundo. Es una niña que falta mucho, a veces dice que porque está enferma o porque su mamá salió, luego deja de altas se venir hasta semanas y es cuando la mando buscar y ya viene (…) Supuestamente está en quinto, pero con sus f altas atrasa, como que se estanca (…) si no faltara tanto, hasta en este ciclo terminaría su primaria. Aunque la maestra sólo menciona las inasistencias de Lilia, también ella falta mucho; como responsable del programa, continuamente tiene que asistir a la inspección y en fechas de pago, de plano, se suspenden las clases. Expectativas Actualmente Lilia está en su casa la mayor parte del día; realiza el quehacer y cuida a sus hermanos. Por las tardes, recoge a su hermanita del jardín de niños, después regresa a casa para ver alguna telenovela. Cuando llega ir a la escuela, está de vuelta en su hogar después de las nueve, allí se encuentra con algunos miembros de la banda ¨Los Pinoles¨ o la de ¨Los Halcones¨, que habitan en la misma cuadra, y platica con ellos. Ella y sus hermanas mayores participan esporádicamente en algunos de los pleitos que enfrentan las bandas. Los fines de semana Lilia realiza actividades domésticas: domésticas: lavado de ropa y aseo intensivo de la casa. Los únicos paseos que efectúan son a los jardines de una universidad cercana. Las clases de doctrina religiosa, los domingos por la mañana, le causaban gran ilusión, sin embargo, concluyeron con la celebración de su Primera Comunión. Algunas tardes lee la Biblia. La realidad y las expectativas inmediatas de Lilia se relacionan relacionan con su vida familiar, sus amistades y la perspectiva de un futuro oficio. (…) no me canso de cuidar a mis hermanos, porque ellos juegan solitos y nunca les ha pasado nada porque siempre están jugando tranquilos (…) yo creo que es mejor la primaria que la secundaria (…) porque en la primaria les hablas a
todas y en la secundaria se me imagina que se van de pinta y no te hacen caso. Yo quiero estudiar la secundaria para pintar, bueno para dibujar, hacer ropa (…) porque así me así me podría hacer ropa para mí (…) a mí se me ocurrió.
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3. Francisco Resultó difícil reconstruir la trayectoria escolar de Francisco; la información recolectada se encontraba plagada de ambigüedades y contradicciones en fechas y nombres. Finalmente se optó por seleccionar los datos más claros y congruentes y verificarlos con informantes cercanos a los hechos, por ejemplo, maestros, ex compañeros y familiares. Los datos presentan a un alumno violento, así como algunos maestros igualmente agresivos; el director, por su parte, indistintamente por el maestro o por el alumno, si realiza una evaluación profunda de los hechos. Francisco vivió frecuentes cambios de profesores en un mismo grado escolar y las dificultades que tenía para aprobar el curso se acentuaron se acentuaron debido a los problemas de permanecía de los maestros en el interior de la escuela. Francisco presenta momentos de expulsión y deserción temporal de la escuela regular, hasta que se integra a un programa en el que a pesar de las oportunidades ofrecidas para continuar tanto por parte del maestro como de la madre, el adolescente finalmente deserta. Antecedentes escolares: Sin preescolar Trayectoria escolar en la primaria EDAD 7 8 9 10 11 12 13
NÚM. ESCUELA 1ª. 1ª. 1ª. 2ª. 2ª. 2ª. 3ª.(Programa SEAP 9-14)
GRADO 1º. 1º. 1º. 1º. 1º. 1º. 1er. Nivel
MOVIMIENTO Reprobado Reprobado Expulsado, deserción temporal Reprobado Reprobado Aprobado Ausentismo, deserción temporal
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2ª.(Programa SEAP 9-14) -----
1er. Nivel ---
Ausentismo, deserción temporal Deserción definitiva
Francisco
Si bien francisco es un niño de alrededor de 15 años, tanto su estatura como sus facciones corresponden a uno de diez u once años, pues sólo alcanza 1.50m de altura y su rostro conserva rasgos infantiles. Su boca es grande, y cuando sonríe, deja ver dos hileras de dientes igualmente grandes que, junto con sus ojos pequeños, su nariz chata y sus pómulos salientes, hacen de su cara un rostro muy expresivo. Viste comúnmente prendas bastante usadas, que no coinciden con su talla real. Con frecuencia su ropa esta manchada de tierra, que se extiende a diversos puntos de su cuerpo, sobre todo al cuello y a los talones, en donde son notorias las costras de polvo adheridas a la piel. Usa unos zapatos rotos por donde se asoma los dedos y los calcetines, agujerados debido a las uñas crecidas e impregnadas de t ierra. Francisco se muestra retraído la mayor parte del tiempo, aunque esa actitud tiene a desaparecer cuando establece un vínculo de confianza o, bien, cuando encuentra la posibilidad de expresar sus propias inclinaciones, como el gusto por las bromas y su particular forma de jugar. En ambos aspectos, el niño niño manifiesta gran creatividad; tanto para hacer bromas como para jugar. Él elabora sus propios recursos: resorteras, ballestas, cerbatanas o camioncitos de carga y grúas, construidas con retazos de juguetes viejos y enseres domésticos, como carretes de hilo o pedazos de cable. Medio ambiente y recursos Francisco vive en una colonia del norte de la Ciudad de México, en la cual es posible encontrar todo tipo de comercios y servicios particulares; desde grandes mueblerías y, pequeños hospitales hasta modestos puestos de frutas o verduras. 1 1 a n i g
No obstante que la colonia donde vive cuenta con todos los servicios públicos, el lugar muestra un aspecto de suciedad, debido a la basura basura acumulada en varios puntos y el característico característico olor a putrefacci putrefacción ón que ésta genera. Además hay una gran cantidad de perros que pululan por las calles. Respecto de la vivienda, es posible encontrar casas cuya construcción ocupa todo el solar y otras de sólo uno o dos cuartos, construidos por sus propios habitantes con materiales de bajo costo. La casa de este niño está cimentada sobre un pequeño terreno en el que hay sólo dos habitaciones construidas con ladrillo gris y techo de lámina de asbesto. Un cuarto funciona como dormitorio y, el otro, como cocina y comedor; en el interior se amontonan los muebles, al grado de que las patas de las camas no alcanzan el piso, a causa de las cajas apiladas bajo el soporte. En la parte posterior de la propiedad se levanta un armazón de madera y láminas de hojalata, destinadas a servir de chiquero para puercos; aunque se puede decir que todo el solar funge como tal por la gran cantidad de excremento disperso a lo largo y ancho del terreno. La vivienda no cuenta con servicios sanitario, por lo que los inquilinos suelen utilizar cualquier punto del terreno como baño. La familia La madre de Francisco es oriunda de Oaxaca; tuvo cuatro hijos, dos varones y dos mujeres con su primer esposo. La mujer enviudó y quedó sola con sus pequeños en una situación económica muy precaria, por lo que decidió emigrar a la Ciudad de México. Después de un lapso aproximado aproximado de cuatro años, la señora se casó por segunda vez y tuvo otros dos hijos varones y una mujer. El más chico de ellos es Francisco. Cuando Francisco tenía 3 años, su madre enviudó por segunda ocasión, por lo que los hijos mayores comenzaron a trabajar en diversos oficios. Trayectoria escolar A los siete años ingresó por vez primera a una escuela matutina de la colonia. El niño guarda un recuerdo muy impreciso de esa época, aparte de no recordar el nombre de su maestra, afirma haber llegado hasta tercer grado. Sin embrago, la madre asegura que no logro aprobar el primero. Después de reprobar en dos ocasiones, al tercer año no fue admitido. A su madre no le dio tiempo de tramitar su ingreso a otro plantel, pues tal rechazo la “tomó por sorpresa”, y el niño se quedó un año sin estudiar. Posteriormente, Francisco fue inscrito en otra escuela, en el primer grado del turno matutino. Allí permaneció durante dos años uno con la maestra Luisa y, otro, con la profesora Rosario. “Tuve una maestra mala en la mañana (…) se llamaba Luisa; era muy mala, me jalaba de los cabellos y la oreja. Un día me saco sangre, se enoj ó mi hermano, un hermano que tengo se llama Noé, es que me porte mal y el director la regaño. Ton's, también rompí un vidrio, pos porque me sacó sangre, me dio mucho coraje, fue con la mano”. Francisco recuerda que esta profesora solía mandarlo como medida de castigo con la maestra de su hermano mayor. Esa me dejaba todo el día parado y el director, no pus la regañó -que por qué me anda castigando-, es que el director me quería mucho; ella le dijo que, porque, hasta que un día le di un, quien sabe que le di, una cachetada o una patada, yo se la di por que le andaba pegando bien feo a mi hermano, ella les pegaba con un cinturón, con un palo, hasta que les dije a todos los maestros y a todas las maestras y hasta se las menté y me salí. Las evocaciones escolares del niño cobran entusiasmo y se vuelven más gratas cuando rememoran el nombre de Antonieta, una maestra de la cual no fue alumno, pero a quien conoció en la escuela. “se portaba bien chida, rompía un foco y ella decía: él no fue. Hay maestras que son buenas y otras son malas. Platicaba con ella, nos platicaba cuentos; cómo era el tren, como caminaba. Nos la encontrábamos en el r ecreo, era joven”. Después de estos dos años, Francisco fue cambiando al turno vespertino de la misma escuela para repetir una vez más el primer grado con una maestra llamada Josefina, o “Chepa”; “esa maestra era muy mala, nos pegaba, me caía 2 1 a n i g
muy gorda, nos pegaba cuando nos portábamos mal, tirábamos las bancas, aventaban las mochilas; nos agarraba de los cabellos y nos daba de mazapanzazos (risa) “. La pandilla escolar La pandilla de Francisco era un grupo de niños mayores y agresivos del que se cuidaba el resto de sus compañeros de clase; “con mis compañeros jugábamos a los policías, a lo que sea, y nos pegábamos, nos aventábamos; e s de agarrarlos y meterlos a la cárcel; al que agarrábamos, pos lo golpeábamos, lo metíamos a un salón y allí le poníamos una friega. A un niño, una vez le sacaron sangre, porque un niño le dio una patada aquí (en la boca)”.
Francisco recuerda que en una ocasión mandaron llamar a su madre: Pues porque luego hacía travesuras, aventaba las bancas, las mochilas y hasta un día rompió un vidrio, sí (…) es que
estaba bien emputado y que agarro y que lo rompo; es que me pegaba bien feo esa maestra, me llevaron a la dirección y me sangré la mano; pos me agarro con el borrador, luego me jaló los cabellos, pues yo aventé una silla y luego rompí el vidrio, pero con la mano, me llevo a la dirección (la maestra), también mandaron llamar a la mamá; le dijeron que rompí el vidrio, que me sangré y no dijeron nada, pss le dijo que yo me portaba mal, la maestra le dijo, no el director. (El director) sí habló conmigo, me dijo que por qué rompí el vidrio, le dije: ¡por coraje y todo!, ya no me dijo nada; nomás me dijo: vete pa' tu salón. No nos cobraron nada. Francisco evoca al director de manera afectuosa: ¨era bien bueno conmigo, me quería mucho, no quería que me corrieran, luego no mandaba llamar a mi mamá porque ya sabía que ella sí me pegaba bien feo, él siempre me daba consejos y conocía bien a mi mamá¨. La maestra Josefina no se acuerda bien de Francisco, pero comenta: ¨yo lo tuve el año pasado, pero no lo llegué a conocer muy bien porque, como a los tres meses, yo me alivié de mi bebé y no vine sino hasta el final, y para entonces él ya no estaba conmigo (…) (aunque) les pegaba mucho a sus compañeros, como eran más chicos, era muy abusivo con ellos (…) daba la impresión de qu e siempre se aburría en clase¨.
Respecto a la relación que ella observaba observaba entre francisco y sus compañeros: Pues, Pues, la verdad, no lo querían porque les pegaba mucho, todos se sentaban siempre lejos de él, porque siempre estaba pensando en hacerles maldades; hasta cierto punto le tenían miedo, sobre todo los más chiquitos, y aún así a cada rato eran quejas de él, y como no trabajaba en clase, nada más se la pasaba viendo a quien molestar. A mí me daba la impresión de que disfrutaba al pegarles, no porque él lo expresaba, pero en su cara yo lo veía y pues, cuando salía al recreo, nadie quería jugar con él. Después del permiso de la maestra Josefina, llagaron nuevas profesoras: ¨estuve con la maestra Josefina, pero no podía venir porque estaba mala, iba a tener un hijo y ya no fue, nos encomendó con la maestra Judith, pero (antes) nos pusieron a la maestra Zoila, estuvo mal, ella también se portaba mal, cada lata que hacíamos, le pegaba al niño o me echaba la culpa a mí¨. El recuerdo que ella tiene de la maestra Judith es escaso; luego estuve con la maestra Judith pero de encargado nada más, era bien diferente, porque ella no nos pegaba; era muy buena. Cuando me pegaban a mí, yo le decía y ella los castigaba¨. La profesora se retiró antes de finalizar el año escolar, por lo que los alumnos fueron a dar con otra maestra, a quien el niño recuerda con el nombre de Rosita: ¨con ella estuve pocos días, era muy buena, se portaba bien, nos explicaba cómo era esto y lo otro, se ponía quien sabe qué y que se ponía hacer cositas pa'que nos lo diera, regalitos o algo¨. Por otro lado, la maestra Rosita recuerda a Francisco de diferente manera: “sólo tuve a Francisco una semana; en ese transcurso, el niño no tenía interés en aprender, era muy burro, además s u familia no le ayudaba en nada” . Ella se excusa: “está bien que los profesores tienen la obligación de darles aprendizaje a los niños, pero la familia debe educar al niño, de formarles el ser responsable y dedicados al estudio” . 3 1 a n i g
Por su parte, los ex compañeros de Francisco expresan un recuerdo nada afectuoso hacia él; todos ellos hacen gestos de desagrado mientras comentan, ¨no nos gustaba andar con él, es que siempre nos molestaba. Cuando me sentaba cerca de él nomás se la pasaba jalándome el pelo, o si no, me picaba con el compás¨, comenta una niña. ¨ A mí, una vez me robo mis colores¨, agrega un niño; ¨ no nos gustaba jugar con él porque era muy abusivo¨, coinciden varios. varios. La familia de Francisco también considera que tiene mala conducta. La hermana mayor le guarda resentimiento por agredir en ocasiones a sus hijos, y su madre señala que ¨es bueno de canijo, porque se la pasa pegándole a los niños y sobre todo a las niñas¨. En SEAP 9-14 Al término de ese irregular año escolar, en el que supuestamente Francisco aprobó segundo grado, fue inscrito en el Servicio Escolarizado Acelerado de Primaria 9 a 14, que se impartía entonces en una casa particular; en forma posterior, abandonó la escuela debido a que su madre enfermó de gravedad, lo que, en opinión de la mujer, angustió mucho al niño, que decidió dedicarse a atenderla. El resto del curso escolar permanecieron en casa de su hermana mayor, en donde la madre estuvo convaleciente. Al comenzar el año escolar 1987-1988, el director de la primera escuela le dio la oportunidad de ingresar a ella otra vez, ya que se abría un grupo del SEAP 9-14. Francisco asistió algunos días, pero volvió a abandonar el grupo. En opinión de la madre, ¨se enojó porque que lo regresaron a primero¨; para entonces, el niño sólo comentó que no le gustaba ir a la escuela y por lo tanto, ya no lo haría. La madre señala que ¨su hermano le daba todo lo necesario, pero es necio¨, mientras muestra los útiles que permanecen sobre una cama. Sobre esta última incursión a la escuela, el profesor de primaria 9-14 comento: La verdad, apenas lo recuerdo, porque los primeros días me dediqué a conocer personalmente a cada uno de mis alumnos, para saber con qué problemas contamos, pero él, casi luego luego dejó de venir. Casi no vino, recuerdo que su forma de trabajar era desordenada, llegué a ver sus cuadernos y su letra, aparte de que no se le entendía nada, la hacía muy deficiente, e ve claramente que no logró de forma adecuada el aprendizaje de la escritura, y bueno, en base a ello me veía en la necesidad de ubicarlo en primer nivel, pero ello no significa que lo haya regresado; sin embargo, como ya no vino, no tuve la oportunidad de explicarle. El maestro se interesó en el caso; preguntó a uno de sus alumnos por Francisco y éste le respondió que lo había visto vendiendo dulces y que el niño le aseguró que se iría a otra escuela. El maestro del programa 9-14, preocupado, intentó localizarlo. Cuando encontró su domicilio, habló con la madre, a quien le explicó lo que había sucedido con su hijo y le aconsejó convencerlo para que se reintegrara al grupo; la mujer, por su parte, se alegró con la idea y prometió enviarlo al día siguiente. En efecto, efecto, Francisco se presentó presentó en la escuela pero sólo durante dos días, ya que cayó gravemente enfermo de una aguda fiebre fiebre tifoidea, la cual lo mantuvo en total inactividad durante varios días; días; inclusive, según palabras del propio niño, su maestro le recomendó no ir a la escuela. Esta fue la gota que derramó el vaso; Francisco ya no regresó. Trabajo infantil Francisco se dedica a trabajar en diversos oficios dentro de su colonia; vende dulces o labora como ayudante de albañil y mandadero en el mercado. Su madre afirma que él funge como su único sostén, a pesar de que con ella vive un hijo mayor, Noé, quien, a decir de la propia mujer, aparte de que tampoco quiso estudiar “sólo se dedica a estar en la calle todo el día”.
Expectativas La madre manifiesta preocupación respecto de que el niño estudie, “aunque sea su primaria”; el predio en el que
viven constituye la única herencia que puede dejarle a sus hijos. Por ello, intenta presionarlo para que vuelva a la escuela: “no pos, co mo no quiso estudiar, no hay calle; entréguenme las cuentas, sumas y lo que estudió, no me entrega nada, no hay salida; se aburre como animalito, él mismo me lo dijo –ya estoy aburrido, me arrepiento de no haber ido a la escuela-. Si, pos ora te vas a quedar.” Quizá sea ésta la causa de que el niño comente: “si quiero ir”, aunque su rostro no refleje el menor entusiasmo.
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4. Verónica
El esperanzado paso por distintas escuelas y programas educativos demuestra la perseverancia de una niña empeñada en continuar en la escuela a pesar de los diversos obstáculos que se le presentan. Su madre juega un papel excepcional, ya que recorre también las instituciones escolares por las que su hija atraviesa, habla con los maestros, experimenta cambios y vive una experiencia muy cercana a la trayectoria escolar de su hija. La experiencia de maltrato escolar que vivió Verónica desde el primer grado marcó fuertemente su trayectoria y representa la importancia que tiene en el desarrollo del proceso de aprendizaje, junto con otros elementos cognoscitivos y afectivos. Por otra parte, resalta la diferencia entre la escuela primaria regular y un programa de escolarización especial, en el que la presencia de un maestro preocupado por la alumna representa un papel atractivo y motivador. A pesar de las contradicciones en la flexibilidad del programa, la madre no suprime la esperanza de que la menor pueda continuar y finalizar su educación primaria. Antecedentes escolares: Sin preescolar Trayectoria escolar en la primaria EDAD 6 7 8 9 10 11 12 13
NÚM. ESCUELA 1ª. 1ª 1ª 2ª 2ª 3ª (Programa SEAP 9-14) 4ª (Programa SEAP 9-14)
GRADO 1º 1º 1º 1º 2º 4º. Nivel 5º. Nivel
MOVIMIENTO Reprobada Reprobada Reprobada y enviada a la escuela de lento aprendizaje Deserción temporal aprobada Aprobada Aprobada Ausentismo, deserción temporal.
Verónica
Verónica es una niña que cuenta con trece años y tiene una estatura aproximada de 1.60m; lo que la hace verse alta y delgada, aunque su aspecto general es infantil, debido a su cabellera lacia y corta, además de las calcetas, dobladas a la altura de los tobillos. En su rostro pálido y ojeroso se acentúa, de alguna manera, la timidez. Medio ambiente y socialización Vive en una colonia del norte de la Ciudad de México en la que se observa una alta incidencia de pandillerismo y un gran índice de alcoholismo y drogadicción, por lo que resulta común encontrar a lo largo y ancho de sus calles numerosos grupos de jóvenes y adultos que consumen estimulantes. Dichas costumbres con frecuencia derivan en actitudes marcadamente violentas, como asaltos y violaciones. La madre de Verónica afirma haber fomentado en sus hijos una profunda renuencia a convivir con la gente del barrio: Nunca me ha gustado que anden de vagos por aquí, ellos nomás salen para un mandado o pues cuando iban a la escuela, pero les tenía bien sentenciado que se regresaran luego, luego; y es que yo estaba sola y si no se cuidaban ellos, ¿se imagina? Les pasaba algo y yo sin saber nada (… ) el otro día ésta (Verónica) no tuvo clases y que me la encuentro paseando en el mercado, cuando la vi me dio mucho coraje, porque una está confiada de que ella está en la escuela y no tiene pendiente de nada, que la regaño y la meto. Así, la niña permanece la mayor parte del día en su casa, tan sólo sale para lo más indispensable; además, para realizar cualquier mandado, se hace acompañar de una niña, Nancy, vecina y amiga suya, que tiene once o nce años. 5 1 a n i g
La familia Verónica es la menor de un total de ocho hermanos, cuatro hombres y cuatro mujeres y, a deci r de la madre: “de todos mis hijos, nada más tres han terminado la primaria, porque cuando me separé de mi marido los más grandes tuvieron que ayudarme, los hombres aprendieron desde chicos a trabajar en un taller de refacciones eléctricas que era de mi hermano; mis hijas, sobre todo la más grande, me ayudaba aquí en la casa, porque yo me iba todos los días al trabajo; de los que estudiaron, ahora dos son electricistas, y otra nada más terminó la secundaria y ahora es perforista bancaria”.
Cuatro de los hermanos de la niña viven en Hermosillo desde hace varios años, otro más se encuentra en Chicago; mientras otra hermana, casada, vive en el D.F. Con la madre permanecen sólo Verónica y dos hermanas. Todos sus hijos siguen ayudándola económicamente, “aunque estén lejos”. En la medida en que los hijos lograron aprender un oficio y se integraron en forma paulatina a la productividad familiar a favor de un mayor ingreso, la familia de Verónica ha podido mejorar sus condiciones de vida y construir poco a poco su casa. Sobre el nacimiento de Verónica, su madre comenta: ”ella nació aquí, en el D.F., yo no podía atenderla porque trabajaba en una cocina y dejaba a la niña con su hermana mayor, que para entonces tenía 13 años, y en la tarde la cuidaban sus hermanos. Cuando eso, yo trataba de que todos estudiaran y por eso los apuntaba en diferentes turnos, pero los más grandes se desesperaron y se desanimaron de ir a la escuela.”
La señora se separó del marido en el momento en que Verónica contaba con un año, por lo que ésta realmente no conoce a su padre. La mamá asegura que ello no ha afectado nunca a la niña, ya que “cuando pregunta por el asunto de su papá, lo hace sólo por curiosidad”.
Trayectoria escolar Los hermanos de Verónica no permitieron que su mamá la inscribiera en el jardín de niños, porque consideraron que mientras ella fuera pequeña, debía quedarse en casa. Al cumplir Verónica seis años, fue inscrita en el primer grado del turno matutino, en la escuela Irlanda. Al respecto, su madre dice: “cuando ent ró a la primaria no lloró los primeros días, hasta que le pegó la maestra; le agarró miedo, después de eso era otra cosa, nomás no quería ir, y yo le decía que por qué y pues la obligaba”.
A raíz del ingreso a dicha escuela, la niña permaneció como alumna de una maestra llamada Patricia, a quien califica de “mala” “porque me pegaba y me decía de cosas, yo me portaba bien, pero siempre que entraba me pegaba nomás porque quería, yo si le entregaba bien los trabajos pero ella me los tachaba y me mandaba a la banca”. La madre de la niña participaba en las actividades de la escuela: “siempre acudía, nos pedían nuestra colaboración; era más que nada para festejar el día del niño, llevando cosas y también cooperación económica para la escuela”. Sin
embargo, la mujer señala que no llevaba relación con la maestra porque ésta no le daba confianza. Ella solo me hacía saber que la niña iba muy mal. Siempre eran problemas con esa maestra, a todos los niños les tachonaba los cuadernos, una vez hasta se amontonaron en la escuela varios papas pidiendo que la corran porque le aventó el borrador en la cabeza a un niño. Sin embargo, Verónica repitió dos veces el primer grado con ella. Después de la profesora Patricia, Verónica paso a ser alumna de la maestra Raquel, con quien repite por tercera vez el primer grado. Sobre esta ultima su madre comenta: “le expliqué los problemas de los años anteriores, la niña trató de mejorar; la maestra decía: ¡no tengas miedo!, se notó un cambio en la niña, ella sola se iba a la escuela, pero de todas maneras no había adelantado; la maestra me dijo que no podía aprender, que debería llevarla a una escuela de lento aprendizaje y me dio la dirección”. La señora, entonces, llevó a la pequeña a un Centro de Salud para que le realizar an un estudio general, cuyo resultado indicó que la niña no sufría problema alguno de salud físico o mental. 6 1 a n i g
Por su parte, Verónica recuerda a la maestra Raquel con una opinión favorable, y comenta que “ella sí era buena”. De
cualquier forma, la directora de la escuela afirma haber tenido problemas con las citadas maestras; algunos padres de familia alegaban un trato muy hostil hacia sus hijos: “hemos tenido problemas con ambas, pero se ha platicado con ellas y prometieron que no volvería a suceder”.
Al finalizar el año escolar con la maestra Raquel, Verónica se vio obligada abandonar la escuela, ya que no se le permitió inscribirse a primer grado por cuarta vez. De esta manera, la niña permaneció sin asistir a ningún plantel durante un año. Ella opina que para entonces se había “bloqueado” y no podía aprender, versión que su madre confirma cuando refiere: “por eso se atras ó mi hija, porque la maestra le pegaba, y la maestra Raquel dijo que la niña estaba como traumada porque tenía 3 años en primero y no po día aprender”. Por otra parte, “ya no la quisieron admitir en ninguna escuela de Gobierno; la escuela de lento aprendizaje estaba en la Villa, y como yo no la podía llevar porque trabajaba, ya no fue”.
En el transcurso del año en el que la niña desertó, la señora le ponía diariamente tareas por cuenta propia. Transcurrido el ciclo escolar en el que permaneció sin estudiar, Verónica ingresó a una escuela particular que según la madre, pertenecía al partido revolucionario institucional (PRI). Al respecto di ce la señora: “después se pasó con la maestra Concepción y con ella si aprendió, aunque también con jalones de pelo; la maestra decía que si aprendía pero pues se la pasaba platicando. Me comentaba la maestra: si le dice que le dio un jalón de greñas es por su bien, y yo le contestaba: no, maestra, si es por su bien, hágalo, yo no me voy a enojar”. A pesar de ese maltrato, la niña no
tiene recuerdos marcadamente desagradables sobre dicha profesora, aunque no estaba de acuerdo con esos castigos, “allí s í aprendía porque la maestra Concepción la ponía a leer y si no lo hacía bien le jalaba los pelos, pero no me gustaba”.
Verónica permaneció dos años como alumna de aquella maestra, aunque ni la niña ni su madre parecen tener claro el grado escolar que alcanzó. Por otra parte, en esta escuela no se le entregó ningún documento que acreditará los años cursados. Según la madre de Verónica, algunos maestros le recomendaron llevar a su hija al servicio escolarizado acelerado primaria (SEAP) para niños de 9-14 años, “donde se hace dos años en uno y por eso la llevé”. Ahí estuvo con la maestra Socorro, a quien la madre puso al tanto de los antecedentes de la niña. En una casa particular de la colonia providencia, que también funcionaba como Jardín de Niños, se había formado un grupo de alumnos del SEAP 9-14. Junto con Verónica ingresó una de sus hermanas, quien a causa de constantes enfermedades se había atrasado algunos años, y ante la posibilidad de recuperar el tiempo perdido, por voluntad propia decidió asistir. Ambas fueron ubicadas en diferentes niveles de escolaridad dentro del mismo grupo. A la hermana le bastó un solo año para concluir la primaria, después terminó la secundaria en el sistema abierto y, además, realizó un curso corto de perforista bancaria. Gracias a la relación de amistad que la maestra Socorro estableció con Verónica, ésta logró un avance importante en términos de aprendizaje. Su madre no le concede demasiado crédito pues alega que no entiende el funcionamiento del 9-14. La niña afirma haber alcanzado el cuarto grado. La chica permaneció durante un año con la maestra Socorro. Al finalizar el curso, la profesora decidió no continuar más en el programa 9-14 orillada al parecer, por los múltiples problemas que implicaba enfrentarse a los niños que asistían al mismo. La maestra se quejaba de que los alumnos eran demasiado groseros: “una niña hasta se la mentó, pero con los que dice que no se puede, es con los hombres”; comenta la madre, y agrega Verónica:”es que esa niña la maestra la corrió; ¡Vete! le dijo y cuando salió se la mentó, pero de todos modos le dio su certificado de primaria”. De
todas formas, entre la maestra y la alumna persiste un fuerte lazo de amistad; la segunda suele visitarla periódicamente. Al inicio del siguiente periodo escolar, la madre de la niña se angustió nuevamente ante el hecho de que su hija se pudiese quedar un vez más sin estudiar; pero para entonces, en una escuela diferente se abría otro grupo de 9-14, al que acudieron casi todos los ex alumnos de la profesora Socorro. Ahí, la niña encontró nuevamente la posibilidad de continuar estudiando, esta vez con Pedro, un maestro que apenas ingresaba en dicho sistema, y que mostró interés 7 1 a n i g
en la problemática personal de cada uno de sus alumnos para lograr retenerlos dentro de la escuela. El profesor buscó proporcionarles la ayuda adecuada y cuidar de manera rigurosa su tiempo de trabajo, evitando todo tipo de interrupciones: “contamos solo con dos horas, pero debemos aprovecharlas al máximo”.
Verónica afirma que ni Socorro ni Pedro la golpearon y que la forma de enseñar de éstos la ha ayudado asimilar los conocimientos fácilmente: “Pedro usa unas tarjetas cada mes en las que viene lo que tenemos que leer y n os dice lo que vamos hacer y como trabajamos en equipo, nos ayudamos y nos comunicamos para poder entender mejor”. Durante el tiempo que Verónica permaneció en el 9 -14 parece haber recuperado un proceso escolar muy fallido en su principio y ha avanzado hacia otros grados de escolaridad. Sin embargo, la niña señala que posteriormente el maestro empezó a llegar muy tarde motivo por el que la mayoría de sus compañeros del salón decidieron empezar a irse de “ pinta” y las clases se suspendían con frecuencia.
Expectativas En el mes de febrero, “mes de las inscripciones”, la madre de Verónica acudió a sacar la ficha de la niña para la secundaria: “quien sabe si pase el examen, pero hay que hacerle la lucha (…) si no en uno o dos años nos vamos a Celaya, allá todo es tranquilo, que termine sus estudios”. Por su parte Verónica expresa con entusiasmo su deseo de
llegar a ser educadora, y evocar al mismo tiempo la admiración que siente por la hermana de Nancy, su mejor amiga, quien ejerce dicha profesión en un Jardín de Niños: “cuando sea grande quiero ser maestra de Kínder para jugar con los niños (…) pero, ¡no sé que voy a estudiar después de la primaria!”.
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5. Teresa. Teresa. En el caso de Teresa se puede apreciar la forma en que se entretejen problemas económicos, familiares, culturales y escolares que provocan la deserción. Las entrevistas con la niña y los familiares -como su madre y su tía-, permiten visualizar una forma de vida distinta a la clásica imagen de familia nuclear que presenta en la escuela. Las observaciones de su maestra durante la práctica docente en el periodo escolar en que la niña desertó, y las plá ticas con ella y sus ex compañeros ofrecen la posibilidad de comprobar cómo en el interior de la institución escolar hay una búsqueda indefensa de la homogeneidad en contra de la heterogeneidad del individuo, y el “problema” en que se convierte una alumna que no es ni se comporta como los demás.
Antecedentes escolares: Sin preescolar Trayectoria escolar en la primaria EDAD NÚM. ESCUELA GRADO MOVIMIENTO 6 1ª. 1º Aprobada 7 1ª 2º Aprobada 8 2ª 3º Aprobada 9 3ª 4º Aprobada 10 3ª 5º Deserción temporal, reprobada 11 4ª 5º Deserción temporal 12 Deserción temporal, deserción definitiva * *Este caso se definió como deserción definitiva en función de la s condiciones vividas en esos momentos por la niña, lo que cabía ca bía la posibilidad de su regreso a algún programa educativo antes de los 15 años. Teresa Es una niña de 12 años, delgada, de 1.54 m, piel blanca, cabello castaño lacio que le cae a la altura de los hombros y con ojos grandes y brillantes, color café. Medio ambiente y socialización Vive en la colonia Las Palmas, situada en la parte baja de un cerro de la zona sur oriente de la Ciudad de México; de reciente organización, carece de servicios públicos y en la parte alta aún se siembra maíz y alfalfa. Teresa llegó a esta colonia con sus abuelos, padres y tíos en 1982. La población es de origen rural y conserva parte de sus costumbres como la cría de animales domésticos. Toda la gente del rumbo se conoce y las señoras por las tardes toman el fresco a la entrada de sus casas. Al mismo tiempo, se han ido conformando bandas de grupos de jóvenes. Teresa pertenece a una de mujeres que formaron sus hermanas y otras “chavas”. Le gusta vivir en esta colonia porque tiene muchas amigas, “ademá s porque están mis primas, con las que juego en un terreno que tiene mucho pasto (…) también vamos a jugar al cerro; cerca de las bombas hay pasto, y como esta de bajada, jugamos a echarnos marometas”.
La casa donde vive Teresa tiene cuatro cuartos, cada uno posee una cocina; en un patio externo de aproximadamente 16 m² se encuentra el lavadero y un baño colectivo. En una de las piezas viven ella, sus hermanos y padres; otros de los cuartos está habitado por los abuelos y en los dos restantes residen igual número de tías con sus respectivos esposos e hijos. En esta casa hay en total 22 personas: dos abuelos maternos, dos tías maternas con sus esposos, 11 primos, los padres de Teresa, sus cuatro hermanos y ella. 9
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Familia Los padres de Teresa tienen problemas. Según la niña su Padre “(…) toma mucho, y seguido se queda sin trabajo, pues como se
En los últimos años la convivencia del padre con la familia se volvió temporal, ya que cuando se encuentra sin trabajo, su suegra no le permite vivir en la casa; sin embargo, las hijas tienen buena comunicación con él: “con el platicamos (…) también con mi mamá pero con el más”. Juega con ellas, les cuenta aventuras e historias de animales, les permite salir a jugar a la calle y les lleva dulc es cuando va a verlas. va con los amigos a tomar, empieza a faltar al trabajo hasta que lo despiden (…) así sucede siempre con papá”.
Debido a la constante perdida de trabajo de sus esposo, la madre de la niña debe trabajar como costurera en un pequeño taller que queda a dos calles de sus casa; entra a las 8 de la mañana y se toma una pausa a las 2 de la tarde, tiempo que aprovecha para ir a dar de comer a sus hijos. Posteriormente regresa a su trabajo a las 2:30 para terminar su jornada laboral a las seis de la tarde, “no he buscado otro trabajo donde me paguen más porque éste me queda muy cerca, y así puedo estar más con mis hijos, son cinco. Teresa es la cuarta”.
Como la madre trabaja todo el día y convive poco con sus hijos, quienes se quedan a cargo de ellos con los abuelos y tíos. La abuela le permite a Teresa salir a jugar y andar en bicicleta cuando termina sus quehaceres domésticos, que consisten en ayudar a sus tías, cuidar a su hermanita Lucía y arreglar el cuarto. Sin embargo, los tíos de la niña no le permiten andar en la calle y la regañan fuertemente. Roberto -el hijo mayor- pasa temporadas en Texcoco ayudando a un tío en el cuidado de vacas y borregos y en la elaboración de quesos. Cuando él terminó la secundaria, lo mandó su mamá a aquella población población mexiquense para que aprendiera aprendiera el negocio de los quesos y ayudará al tío, ya que no podía darle más estudios. La madre argumenta: “tengo cuatro más, y por lo menos quiero que terminen la secundaria (…) además son mujeres y tienen que aprender por si les pasa lo que a mí”.
Edith es la segunda hija, tiene 16 años y cursa tercero de secundaria; le sigue Fabiola, de 14 años, que está en primero de secundaria, enseguida, Teresa, con 12 años, y luego Lucía, con cuatro. Trayectoria escolar Tanto Teresa como sus hermanas se mudaron de escuela al cambiar de domicilio. Sólo ella tiene problemas en la nueva escuela. En la primera cursó hasta segundo de primaria. Cuando llegó a la colonia Las Palmas fue inscrita en tercer grad o por una tía, junto con sus primos. En el siguiente año escolar la niña fue trasladada a una escuela cercana a su domicilio, porque la tía que la llevaba a la escuela se cambió de casa. Según la maestra con quien estuvo Teresa el cuarto y parte del quinto grado, la niña llegó al plantel con bajas calificaciones. Esta profesora acostumbraba aplicar a los alumnos nuevos un examen para conocer el nivel en que se encuentran. El resultado de la prueba que realizó Teresa fue reprobatorio; decidió que cursara el año escolar, según comentó con la mamá. La niña “adelantó a l tanto estar presionándola con las tareas y los trabajos y pasó a quinto con bajas calificaciones”, dice la profesora.
La maestra Sonia mide alrededor de 1.60m, tiene 36 años, tez morena, con ligeras manchas blanquecinas; cabello ondulado, largo a media espalda y con restos de pintura rojiza clara en las puntas; lleva rubor en las mejillas y su rostro se ve cansado. Generalmente usa pantalones de tipo acampanado, con blusa y suéter del mismo color, aunque en diferente tono, Acostumbra diferenciar a las personas con base a su jerarquía, de tal manera que se comporta en extremo amable con las autoridades y prepotente con sus compañeras de trabajo, con quienes mantiene una relación problemática y competitiva. c ompetitiva. Cada día a la hora de entrar al salón de clases revisa el aseo y la puntualidad, aspectos examinados de antemano a la entrada de la escuela por otra maestra y una mamá. Esta doble revisión y pedir diario a las niñas, de manera obligatoria, un moño café en el cabello y el uniforme blanco los lunes, son actitudes particulares de la maestra Sonia; las demás profesoras no las llevan a cabo. Se dice muy exigente para las calificaciones, puesto que toma en cuenta lo siguiente: “yo reviso el aseo perso nal, la disciplina y el
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aprendizaje. Del aseo reviso las uñas, que estén limpias y cortas, que vengan todos limpios, que estén bien peinados, limpio el uniforme, los zapatos boleados; del aprendizaje reviso que las ta reas y los trabajos estén bien hechos y firmados por los padres”. Durante las clases, la maestra indica el tema y la página del libro. Los alumnos leen mientras ella destaca aquellas palabras que no son comunes para los niños y las explica después de preguntar si alguien sabe qué significan. Suele dar permiso para salir del baño, pero no para hablar, pararse de su lugar ni hacer nada más cuando ella está escribiendo algún ejercicio en el pizarrón. “Ya les he dicho que no hagan nada hasta que yo explique. Mientras yo pongo algo en el pizarrón deben poner atención y permanecer con los brazos cruzados y poniendo atención en mí y en el pizarrón, porque si no, no entienden nada”.
La profesora vigila todo el tiempo, está pendiente de que no se distraigan ni un momento, que no hagan ruido alguno, que se sienten bien, que tengan los materiales necesarios para la clase. Ante algún comentario entre alumnos, ella pregunta: “¿por q ué tan distraídos?, ¿ya saben el tema?, no, ¿verdad? (…) así que pongan atención porque luego por eso reprueban”, y continúa la
clase. La velocidad con la que explica y la actitud que demanda de los alumnos les resulta difícil éstos que, según señalan, “da muy rápido la explicaciones”.
Exige a sus alumnas que se comporten como modelo de disciplina, limpieza y aprendizaje para los demás niños de la escuela, sin dejar de lado los aspectos de moral y de cortesía. Así, Sofía, alumna suya, manifiesta: “el mes pasado la maestra nos regañó a todos porque sacamos el segundo lugar en puntualidad y el tercero en aseo, y nos dijo que su grupo siempre sacaba el primer lugar en todo dentro de la escuela, así que teníamos que esforzarnos más y sacar el primer lugar siempre”.
Por su parte, Teresa es juguetona, bromista y platicadora con las niñas de su edad, aunque con las personas mayores sea poco comunicativa. “Le gustaba cantar todo el tiempo y platicaba mucho cuando la maestra escribía en el pizarrón, de otras cosas”, dice su ex compañera María. La niña solía cumplir con algunas exigencias, como llegar temprano e ir limpia, pero no se sujetaba a usar el largo del uniforme; llevaba éste a media pierna; tampoco cumplía con el moño café ni con las tareas o trabajos calificados por su mamá; además, a veces no hacía las tareas. Por otra parte, decoraba con calcomanías sus cuadernos. La maestra Sonia señ ala que; “(…) casi siempre llegaba temprano, a veces tarde, pero no cumplía con las tareas y trabajos que le dejaba, y la señora no firmaba las tareas ni los trabajos”. Así, Teresa cursó con problemas el cuarto año. Respecto de su aprovechamiento escolar, la tía de Teresa dice: “escribía bien, con letra muy bonita, clara y parejita. Empezó cuando todavía iba en cuarto a poner pretextos para no ir a la escuela; que le dolía la cabeza o el estómago, que la maestra no había ido a la escuela, que los compañeros le pegaban, hasta que así termino el año”. Luisa y María, ex compañeras de Teresa, comentan que al iniciar el quinto grado, ella se quejó porque le había tocado la misma maestra, y empezó a presentarse a la escuela con una apariencia diferente a la usual, lo que desagrado a la profesora: Un día empezó a venir a la escuela (…) se hizo un corte de pelo con el que se miraba muy fea. Era el pelo cortito y parado (…
) iba
peinada de punk, y con la falda muy corta. A la maestra no le gustaba como se vestía y pei naba Teresa, y la regañaba por eso (…) se enojaba con Teresa porque traía zapatos de estilo nuevo de esos que se andan usando, feos (…) a la moda; con botas con
agujetotas. Usaba el uniforme muy corto, como a media pierna y se veía muy mal. La maestra seña la que Teresa “(...) era una mala influencia para las demás (…) hablaba de novios, de noviazgo, y yo llamé a su mamá porque ella tenía pláticas de dichos temas con sus compañeras, y eso sí no me pareció, pero la mamá no se opuso (…) Teresa quería andar de coqueta con los niños. Yo la veía muy abierta”. “Eso no es cierto”, señala María, su ex compañera.
Durante ese tiempo, Teresa mantuvo una relación de amistad cercana con Luisa y María. Se visitaban, se reunían para hacer las tareas juntas, salían los domingos e intercambiaban juguetes y juegos. Tenían 4 compañeras con las que convivían, únicamente en el ámbito escolar. Sin embargo, la relación con sus amigas fue modificándose a medida que transcurrió el tiempo. A ellas no
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les gustaba la forma de vestir y de ser de Teresa: “cantaba rock y decía puras groserías que nosotras no entendíamos (…) era muy, quien sabe có mo (…) no me gustaba mucho. Era muy rara, casi nunca escuchaba canciones, las inventaba”, dice Luisa. “Además, la maestra se enojaba porque pegaba e stampas en los cuadernos. A nadie nos dejaba pegar estampas pero menos a ella, unas de un grupo Kiss, además del peinado de los pelos para arriba. Teresa se cortó el pelo como el de las estampas que pegaba en los cuadernos y la maestra la regañaba”, coment a María. Así, la amistad con Luisa y María se fue deteriorando, a medida que Teresa comenzó a faltar con cierta frecuencia a la escuela e intensificó su gusto por el rock y la moda punk. Luisa y María se burlaban de ella y censuraban su forma de vestir y sus gustos, además de provocarla para que se molestara: (…) se enojaba porque le decíamos que a ella no se le veía bien la falda cortita, y se enojaba con Blanca -otra compañera del salón-porque le decíamos que a Blanca sí se le veía bien porque tiene las piernas gorditas y Teresa las tiene muy flacas. Todavía se viste así (…) el otro día la vimos con una playera de la banda Mis Uno, ella es de la banda. Sus primas mayores y su hermana Edith tienen el mismo corte de pelo. Teresa dejó de asistir definitivamente al curso de la maestra Sonia cuando faltaban solo 2 meses para terminar el quinto año. La madre de Teresa se presentó para decirle a la maestra que ésta ya no quería ir a la escuela porque “(…) usted dice que es una
burra, la regaña por cómo se viste y no la quiere”. Sus ex compañeras dicen que Teresa también se enojó porque no aprobó y ellas sí, “cuando iba a la escuela nos hablábamos bien, pero ahora es muy peleonera en la calle”. Algunos niños de la colonia opinan que Teresa dejó la escuela para andar
en la
banda y porque no le gustaba estudiar. La mamá de Teresa piensa que el hecho de que su hija no quiera acudir a la escuela se debe a que “su padre no está viviendo
ahorita con nosotros, desde octubre del año pasado, porque tenemos problemas porque toma. Además, no sé por qué no le gusta esa maestra, pero como le volvió a tocar otra vez (…) yo creo que la educación de los niños debe de ser de los papás y los maestros (…) como en mi caso yo trabajo todo el día y los niños están muchas horas en la escuela (…) ¡toda la mañana! (…) se deben ayudar mutuamente”. La señora cursó hasta quinto año de primaria.
Expectativas Según la madre de Teresa, la niña quiere seguir estudiando en la escuela a donde asisten sus primas; ya fue allí y no tuvo problemas con las maestras, aunque también dice: “es difícil que pueda ir a la escuela que quiere, porque queda del otro lado de la calzada y ella está muy chica para cruzarla sola, pues es muy peligrosa, y yo no puedo llevarla, por el trabajo”.
A finales de septiembre de 1987, después de varios intentos de reinscripción, su madre logró inscribirla en la escuela donde sus primos estudiaban. Una hermana de la señora se comprometió a llevarla, pero a principios de noviembre la tía sufrió un accidente y Teresa dejó de asistir a la escuela. Desde principios de febrero Teresa vive en Texcoco con su hermano Roberto y su tío. Sin embargo, quiere seguir estudiando: “l a escuela me gusta porque se aprenden cosas muy bonitas (…) quiero ir a la escuela (…) ahí están mis primos, quiero e studiar porque quiero ser enfermera para curar a todos los que se enfermen”.
6. Los hermanos desertores Como en una fotografía móvil, encontramos trabajando a dos hermanos adolescentes, en una colonia de clase media urbana de la Ciudad de México. Los lugares de entrevista varían según el lugar de trabajo. Unas se hicieron en un local, otras en la calle y algunas más en la casa donde viven y laboran sus abuelos. En los dos niños han repercutido en forma intensa los problemas familiares. A pesar de la diferencia de edad, sus vidas transcurren paralelamente, de tal manera que a los 10 años los dos hermanos coincidieron, después de las reprobaciones y las deserciones temporales de uno y los desfases de edad en otro, en el mismo
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grado. Quizá hubieran podido terminar su escuela primaria en forma normal; sin embargo, después de varios años en la escuela y el encuentro de situaciones negativas y violentas, terminaron desertando. Antecedentes escolares: Gerardo Sin preescolar Trayectoria escolar en la primaria Edad 7 8 9 10 11 12 13 14 15
Núm. Escuela 1ª 1ª 1ª 1ª 2ª 2ª 2ª
Grado 1º 1º 2º 3º 3º 4º 4º
Movimiento Reprobado Aprobado Aprobado Deserción temporal Deserción temporal Deserción temporal Aprobado Deserción temporal – deserción definitiva Ausentismo, deserción temporal de escuela nocturna
Grado 1º 2º 3º 4º -
Movimiento Aprobado Aprobado Aprobado Ausentismo, deserción temporal Deserción temporal-deserción definitiva
Germán Sin preescolar Trayectoria escolar en la primaria Edad 8 9 10 11 12
Núm. Escuela 1ª 1ª 1ª 1ª -
Los hermanos desertores Germán nació en 1975, tiene 13 años, es de complexión robusta, piel morena obscura, ojos negros, pelo muy lacio y corto que peina hacia atrás; su estatura aproximada es de 1.55 m y viste con ropa desgastada, a veces descocida y sucia; casi siempre trae tenis oscuros. Su hermano Gerardo, dos años mayor que él, es un jovencito de piel morena, ojos negros, pelo corto no tan lacio como el de Germán y mide aproximadamente 1.60 m, su constitución es delgada, tiene voz grave y un vello oscuro que empieza a dibujarse encima de sus labios; su forma de vestir es sencilla, generalmente lleva puestos pantalones de mezclilla, tenis y camiseta.
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Medio ambiente y familia 1 Sus padres vivieron varios años en una colonia céntrica ubicada cerca del mercado de Jamaica, en la ciudad de México. Ella lavaba ropa ajena y él era “machetero”, es decir, ayudante de un camión que transporta material para construcción; al padre le gusta ba el alcohol y golpear a su esposa. Además de Germán y Gerardo, tuvieron otros 4 hijos: Celia, Martha, Lilia y José Alfredo. Posteriormente se separaron, según comenta la abuela materna, “un día la fue a llevar allá por Cárcel de Mujeres a vivir y le pegó y la mando a la cruz roja, le iba a pegar con un cuchillo y de ahí ella empezó a estar mala; luego ya la dejó, pero Germán y Gerardo ya vivían con migo”. más imagínese, ella es bien floja y puerca (…) vivían en un cuartito chiquito, en el que los niños se ensuciaban por donde podían , pues ella se iba y los encerraba, olía a pura porquería; claro que cuando él llegaba, se enojaba y la tenía que golpear. Mi cuñado era El tío materno de los niños comenta al recriminar a su hermana: “ella tenía la culpa de las maltratizas que le daban, pues na
trabajador y buena gente”.
Cuando Germán iba a cumplir 5 años, Carolina, su madre, lo llevó a casa de la abuela paterna, para que ella se encargara de él temporalmente; después de un tiempo lo recogió. Medio ambiente, escuela y familia 2 Por este tiempo, Gerardo ingresó al primer grado de primaria en una escuela cercana al domicilio donde vivían sus padres. Entré a la escuela en primero, solo que reprobé, y ya en segundo sólo me acuerdo que era serio, aunque después agarraba confianza con mis compañeros. Cuando iba en tercero, por temor a los maestros dejé la escuela, tenía temor porque veía como trataban mal a los demás, pensaba que me iban a hacer lo mismo, aunque a veces me lo hacían, luego cuando no hacía la tarea. A veces no tenía tiempo, por ayudar a mi mamá o por cuidar a mis hermanitos. Así cursó Gerardo los tres primeros grados escolares. El recuerda que continuamente hacía visitas a su abuela materna, en varias ocasiones se quedaba con ella lapsos de una semana; un día “llegó con un ojo morad o, su mamá me dijo que fue un compañero el que le había pegado, pero después el me dijo que había sido s u papá; por eso se vino a vivir conmigo”. Doña Luciana, abuela materna de los niños, vive en dos cuartos de tabicón de 16m cuadrados, con techos de lámina, pedazos de fibra de vidrio y plástico; el suelo es de tierra, tapado en parte con pedazos de alfombra y por muebles; tienen 3 camas individuales, una minúscula estufa de gas que ya no funciona, una hornilla de gas con 2 quemadores; dos mesas, una de ellas muy pequeña; un refrigerador descompuesto lleno de trebejos y un ropero con un televisor encima que casi alcanza el techo. En esos dos cuartitos del predio viven también sus hijos, Raúl y Gabriela; el primero, soltero, y la segunda, casada, con dos pequeñas hijas de cinco y cuatro años, respectivamente. El predio, de alrededor 450 m cuadrados, ocupa casi toda la calle. En otra área, de 15 m cuadrados, se encuentra un taller mecánico, del que la señora Luciana y su esposo don Fernando son los veladores; allí su hijo menor trabaja como mecánico. Dicho terreno se encuentra en una colonia con enormes condominios y gran número de casas unifamiliares. La circundan ejes viales, vías rápidas y anchas avenidas, además de contar con todos los servicios urbanos. La colonia, en su mayor parte, está habitada por profesionales, funcionarios y comerciantes, así como por trabajadores al servicio de éstos, que es el caso de los abuelos. Trayectorias escolares Gerardo llegó a casa de sus abuelos a los 10 años, Germán a los 8. El primero, antes de vivir con su abuela, ya había dejado la escuela, y el segundo, en éste año (1983), iniciaba su primer grado escolar.
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La abuela relata la forma en que Germán ingresa a la escuela: El día que iban a entrar a la escuela, se andaba, yo creo, informando: -¡abuela, llévame, porque ya van a entrar a la escuela!-. Luego que ya iban a entrar los de la escuela, agarraba y se iba, luego, y ya después me dijeron: -no, pues no vino a apuntarlo- (…) si me lo quiere recibir, si no, me lo llevo. No, dicen, d icen, que se quede. De esta manera fue que Germán ingreso a una escuela vespertina cercana a su domicilio; cursó primer año con la maestra Eugenia, de quien comenta: “nos pegaba, a todos nos pegaba con la mano”. En la compra de sus útiles y ropa lo apoyaron unas
vecinas que guardaban su coche en el taller en donde vivía el niño y a quienes ayudaban frecuentemente a cargar las bolsas del mandado. El segundo año lo cursó con la maestra Blanca y no ocurrió algo significativo. Para ese entonces ya habían transcurrido dos años de la llegada de Gerardo a la casa de los abuelos; durante este tiempo él se había empleado como aprendiz de hojalatero y pintor en el taller mecánico, además de haber trabajado también en una recaudería. Los muchachos desde chicos empezaron a ganar dinero con la venta de papel o la recolección de basura entre los vecinos. En el siguiente curso escolar, 85-86, Gerardo se empleó en un bazar de antigüedades en donde conoció a la maestra Lupita, quien como secretaria de una escuela cercana, le propuso que continuara sus estudios. El anticuario, complacido, proveyó al niño de los útiles necesarios y lo llevó a inscribirse sin los documentos requeridos por la institución, pero con la recomendación de la profesora Guadalupe. Posteriormente, la maestra Lupita le pidió a la maestra Natalia, encargada de un tercer grado, que recibiera al niño como un favor especial; mientras tanto, a Gerardo le solicitó no decir su edad “para evitar problemas“; esto pasó inadvertido a los ojos de
la directora, quien en aquel entonces estaba recién llegada al plantel. Así, los dos hermanos iniciaron su tercer grado escolar en el mismo ciclo, aunque en diferentes escuelas y turnos: Gerardo comenta de su reingreso a la escuela: e scuela: Yo me convencí de ir a la escuela, me trataban bien los maestros, la misma maestra que tenía en tercero tuve en cuarto; conmi go no se metían para nada, lo normal; yo siempre iba solo a la escuela, aunque había otros niños más grandes y los llevaban; me iba con mis amigos solo cuando quedábamos de vernos. Por las mañanas, de ese año escolar, Germán ayudaba al señor Florencio en la carnicería del mercado. En cuanto a su maestra de tercero, la recuerda de la siguiente forma: (…) fue el año más bonito, porque esa maestra no era mala, se portaba bien con nosotros, ella nos comentaba que se sentía mal
regañándonos, pero nunca nos regañaba a nadie. Luego cuando nos quería decir algo no nos llamaba tampoco la atención, nos llevaba a la dirección, nos regañaban ahí y nos pegaban, pero nunca nos llegó a regañar ella, era buena con nosotros. También fue agradable ese ciclo escolar por cómo se relacionó con sus compañeros: “siempre estaba con mis amigos y nunca estaba yo solo, siempre tenía con quien platicar, nunca me aburría (además) en ningún año aprendí más, si no que cada año iba aprendiendo”.
Los dos hermanos cursaron su tercer año sin dificultad, aunque Gerardo siempre tenía presente su edad. Pasaron ambos a cuarto, Gerardo con trece y Germán con once años, cumpliría doce en ese año escolar.
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Desfase de edad A Gerardo le fue muy difícil permanecer en el cuarto grado por la percepción negativa que tenía en torno a su edad: Aprendí bien, me gustó, pero pensé que estaba demasiado grande, me avergonzaba aunque me llevaba bien con mis compañeros. Dejé de ir a la escuela y ya, me sentía mal porque quería estar allá, pero la edad (…) nadie me lo decía, pero a veces me preguntaban por mi edad y me sentía demasiado grande. Como Gerardo lo percibía, tanto Natalia, su maestra, como sus compañeros de cuarto grado mostraban extrañeza e incomodidad con su edad. Sobre esto, su ex profesora comenta: Gerardo se apenaba un poco por su edad, ya tenía trece años y los niños decían – maestra, porque está aquí Gerardo si debería estar en quinto o sexto – Gerardo no era inteligente, era tranquilo, no conocí a su familia, venía una señora. La citada maestra cuenta con 8 años de labor docente, de los cuales lleva 3 en esa escuela. Habitualmente realiza un dictado ortográfico después del recreo; explica a los alumnos el tema de la clase, y luego dicta o escribe un ejercicio en el pizarrón, mismo que deberán ejecutar los alumnos; al término de las actividades, éstos se forman en hilera, cerca de su escritorio, para ser calificados. La voz de la maestra es pausada, su tono bajo, sin que aparentemente se contraponga a sus alumnos; ellos se muestran platicadores y con libertad para levantarse de su lugar, en un ambiente de cordialidad. cordialid ad. Maltrato escolar Por otro lado, Germán, el hermano más pequeño, explica cómo fue su estancia en ese cuarto año, que inició el ciclo 86-87: Cuando estuve en cuarto año con el maestro Carlos, él nos pegaba en la mano con un palo, yo no lloraba, había niños que sí; yo y otros 2 le aguantábamos (…) creo que después lo corrieron de la escuela. Por eso me salí, porque ya no lo soportaba al maestr o, nadie, varios niños del grupo nos salimos, a ellos varias veces los he visto, uno se llama Noé y trabaja con su papá y Cruz trabaja de cerillo en un súper. Respecto de la forma de trabajar con el maestro dice: Con él trabajábamos todos separados, nos ponía a dos en cada banca, pero no nos dejaba que copiáramos, hacía que pusiéramos un portafolio en medio; pero yo con mi amigo nunca puse el portafolio, nos ayudábamos. Sólo ponía atención a las clases cuando el maestro decía que el tema iba i ba a ser parte del examen o que lo dejaría de tarea. El deseo de Germán por dejar la escuela se repetía cada vez que el maestro Carlos le pegaba; sin embargo, él faltaba unos días y regresaba otra vez a clases. Sus inasistencias continuaron a causa de las repetidas llamadas de atención, castigos y golpes, de tal manera que llegó a pensar en cambiarse a la nocturna, aunque no lo hizo, ya que extrañaba mucho a sus amigos de juego. Por último dejo de asistir. Nostalgia Después de su salida, Germán extrañaba a sus ex camaradas, quienes para ese entonces ya habían pasado a quinto grado: Recordaba cuando estaba yo con mis amigos, cuando estaba yo con la maestra y luego me daban ganas de ir por ellos y así iba y los esperaba, los acompañaba después a su casa; les preguntaba que como les iba, que si era buena la maestra con quien les tocaba, como les fue. Cuando los veía, yo me arrepentía, porque yo quisiera estar otra vez con ellos en la escuela; cuando me dijeron que se había salido el maestro, quería entrar otra vez, pero ya no podía, porque me interesaba más el trabajo que tengo, por eso fue que ya no quise ir.
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De esta forma, aunque Germán deseaba continuar en la escuela y a veces platicaba con la maestra de tercer año, nunca se lo pidió, como tampoco lo hizo con la directora, pues le tenía miedo; según él, “era muy regañona; nos pegaba, me jalaba las
patillas, me pegaba con la mano en la espalda; a mí y a otro niño nos dejó una vez parados desde que llegamos hasta la tarde”. Cuando la abuela se dio cuenta de que Germán ya no iba a la escuela, envió al tío a fin de que se enterara de los problemas que pudiera haber tenido su nieto con el maestro. Después de averiguar lo que había su cedido, Raúl comentó: “me enteré de que por cualquier cosita lo regañaba, ya lo traía de encargo; ¡a un alumno tampoco se le puede pegar, no va!, ¡un maestro por eso tiene educación, para poder dirigir a sus alum a lum nos con palabras!”. Cuando Gerardo decidió a su vez abandonar la escuela tampoco informó a la familia; otra vez la abuela, en el momento en que s e enteró, le dijo: “(…) no seas tonto, ve a la escuela, te vas a casar y vas a tener que mantener y vas a andar cargando el bote (…)”. Después, Gerardo, ayudado por una maestra, se inscribió en una escuela nocturna. Con entusiasmo, compró un cuaderno y repasó las tablas de multiplicar; sin embargo su profesora pidió una licencia económica y mandaron al jovencito con otra, que únicamente permaneció 3 días, por lo que él decidió ya no regresar más al plantel. Cambios familiares y trabajo infantil La vida familiar de Germán y Gerardo – en el curso escolar en el que abandonaron la escuela – sufrió un cambio; en ese tiempo su madre, Carolina, se encontró sin un lugar donde vivir y se refugió durante un año en casa de la abuela, en una rústica tienda de campaña que construyó con palos y hules, y que estaba instalada frente a los dos cuartos donde vivían los demás familiares. El aumento de la familia a catorce miembros, recluidos en el fondo del taller mecánico ocasionó diversos problemas; la madre de Germán y Gerardo decidió irse a Irapuato con cinco de sus hijos, a excepción de Gerardo. Germán, por su parte solo permaneció tres días con ella, debido a que el trabajo en el campo con su tío le pareció muy pesado por el horario. Prefirió regresar otra vez con su abuela. Gerardo, quien se había ido como checador de tiempo a una central de autobuses en Manzanillo, se regresó porque no le alcanzaba para vivir con el sueldo que ganaba. Llegó a la ciudad de México cuando su madre y hermanos se habían ido a Irapuato. Aunque decidió ir a visitarlos, se negó ir a residir ahí, pues a él “no le gustaba nada el campo”, aunque realizab a prolongadas visitas al lugar. Tiempo después, Gerardo volvió en forma sorpresiva a la casa de la abuela, “regresé porque quiero mucho a mi abuelita, además de que el trabajo en el c ampo es muy pesado”.
Otra vez, los hijos mayores se alejan de la vida de la señora Carolina. También las niñas, Celia es recogida por una tía que la registra como su propia hija, y Martha, a su vez, se va a vivir con un tía del rancho. La señora, por tanto, se queda sola con Lilia y José Alfredo. Expectativas Los dos hermanos t ienen algunos amigos en el sitio donde viven, con quienes se reúnen para jugar futbol. “Tenemos dos amigos, uno es Juan, que va a la secundaria, y el otro Felipe, que va a la preparatoria; ellos también viven aquí en la colonia”. En esos partidos, según su tío Raúl, apuestan y si pierden, tienen que pagar. Gerardo, adamas de convivir con los jóvenes del "fut", hizo amistad con dos hermanos que trabajan en el taller; le contaron que llegaron de Teziutlán, Puebla, escapando del maltrato que les daban sus papás. El dice: “mi vida es algo mejor que la de ellos”.
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7. Roberto Roberto, al igual que muchos otros niños de su edad que trabajan en las calles de la ciudad, pasa la mayor parte del día en el centro de un barrio colonial; ahí, los vecinos o visitantes pueden encontrar a toda hora menores de edad dispuestos a cuidar o lavar su coche por unos cuantos centavos. Él es un muchacho de origen campesino, cuya familia emigró paulatinamente al Distrito Federal. Cuando alcanzó a sus padres, después de varios años y ya iniciada su escolaridad, se integró al subempleo, al mismo tiempo que continuaba sus estudios en el turno vespertino, apoyado por una maestra. No obstante, la mecánica de la vida escolar lo expulsó después. Los datos que se presentan en la narración son breves, ya que las entrevistas concedidas por el niño se efectuaron sólo en sus momentos de descanso. Su madre, su ex maestro ma estro y el director de su ex escuela accedieron a informar de manera escueta sobre el jovencito; cada uno con su particular punto de vista: ella, con una expectativa del trabajo hacia el futuro, y ellos, con la resignación que les produce otro alumno más que se va de la escuela. Antecedentes escolares: Sin preescolar Trayectoria escolar en la primaria EDAD
NUM. ESCUELA
GRADO
MOVIMIENTO
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Aprobado Aprobado Aprobado
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Deserción temporal
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4º.
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Deserción temporal Deserción definitiva
Roberto Roberto es un muchacho de tez morena que se distingue de un grupo de niños que lava coches por sus ojos grandes y negros, su boca regular y su nariz chata. Su cuerpo es de complexión delgada y su estatura es de alrededor de un metro y medio. Tiene catorce años y, por lo general, se presenta a su trabajo con un pantalón de mezclilla, mocasines negros a la moda y calcetines blancos. Medio ambiente y familia Los papas de Roberto vivían en un pueblo cercano a Toluca, Estado de México; en 1970 emigraron a la Ciudad de México. Primero llegó el padre y después la madre, mientras sus hijos se quedaron en el pueblo. Luego trajeron a sus hijos: Antonio, que tenía tres años; Rafael, de nueve y Luis, de diecisiete. Este último había cursado hasta cuarto grado de primaria y se caso poco después de haber llegado al Distrito Federal. Roberto no viajó en esa época porque consideró que la ciudad no le iba a gustar. Aunque la madre intentó convencerlo para que se trasladarse, el prefirió permanecer con sus hermanas y su abuela en el pueblo. A punto de cumplir ocho años, lo inscribieron en la primaria, donde curso el tercer grado; por fin, en unas vacaciones de Semana Santa, alcanzó a sus papas y se quedó con ellos. Su hermana Dorotea siguió en el pueblo, donde se casó y se dedica a cuidar los terrenos a los que de manera eventual regresan sus familiares para la siembra de maíz.
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De los hermanos de Roberto, Antonio tiene ahora once años y está inscrito en quinto grado, en el turno vespertino de la escuela primaria; comenzó a estudiar por una sugerencia de una de las maestras, clienta del puesto de flores de Doña Juliana, su madre; Rafael, otro hermano que ahora tiene dieciocho años, dejó la primaria en cuarto grado debido a que “ya no quería ir porque me sentía grande, as í que preferí ayudar a mis papas en el mercado”. Trayectoria escolar Al poco tiempo de la llegada de Roberto al D.F., una maestra de una escuela cercana al mercado le dijo a su madre que si quería inscribir al niño, ella lo ayudaba: ”yo conocí a una maestra, la güera, que es mi amiga y ella dijo: ‘si puede traerlo’, entonces ya lo recibieron, cuando llegó estudio en cuarto y en quinto”. A la edad de doce años, Roberto quedo inscrito en el cuarto grado de una escuela que, según el director: ser burgueses; son hijos de Es una escuela a la que asisten alumnos de bajo nivel socioeconómico, viven en “Los Abedules”, sin ser sirvientes (…) Ahora tenemos pocos grupos y el primer grado no está trabajando, tenemos que hacer campaña de inscripción porque a la inspec tora no le gusta el turno vespertino (…) tenemos s ólo ciento treinta, se puede decir que tenemos enseñanza individualizada y en este año comenzamos a implementar un control individual por alumno (…) la matricula bajó en un 70%, pero los niños siguen siendo los mismos (…) .
La escuela tiene grupos reducidos y maestros con largo tiempo de servicio. Su profesor, tanto como en cuarto como en quinto, fue un maestro de tez morena obscura, cercano a los cincuenta y siete años y estatura aproximada de 1.70; siempre vestido con trajes de color obscuro. “Tengo 36 años de trabajar como maestro, y en esta escuela, 23; no me gusta andar de allá para acá porque se me imagina que lo corren a uno. Ahora tengo doble turno en una oficial, para desgracia de los niños (…) porque el maestro no rinde igual”.
El grupo fluctúa entre nueve y doce alumnos. Los niños se sientan en bancas binarias y el maestro suele permanecer en su escritorio. Su método de trabajo consiste en dar actividades a los niños para que ellos las vayan resolviendo en silencio y de manera individual. Al momento de revisar, les señala sus errores a los alumnos y les pide que los corrijan: ”Hace rato estaba mal pero ahora esta re mal (…) ya casi le dabas, pero vete a revisarla porque hay algo que no checa”.
Prioriza la parte formativa en cuanto a hábitos, comportamiento y conocimientos. Por ejemplo, en la cooperativa, si algún niño no entrega la mercancía o el importe completo de la venta, se enfrenta a “serias dificultades”; si bien puede llevar la merca ncía a su casa, si el día de la entrega no la tiene, el maestro le da cinturonazos delante del resto del grupo. También, en algunas ocasiones, dicho aspecto incluye la “ley del hielo” para aquellos niños que cometan alguna falta. “a esa niña la tengo castigada porque hizo una majadería, insultó a una niña de la escuela diciéndole: mi papa se arrastra con tu madre (…) y desde entonces le prohibí que se me acerque, ya va para un mes, al principio yo pensé que esta niña no regresaba pero mírela, ahí está, lo que es la voluntad”. El maestro acostumbra apoyarse en alguno de su s alumnos, quien funge como monitor o “comodín” de la clase.
Un aspecto muy marcado durante la estancia de Roberto en la escuela fue el bajo rendimiento escolar y las inasistencias, reportadas p or el maestro.”(…) es (un niño) muy faltista pero cuando quería trabajar lo hacía bien. Era de esos que se le va dando el paso y el niño llega a cuarto sin saber (…) no aprendía, no por falta de cabeza, sino porque no se le supo enseñar (…) no culpo al maestro anterior, pero llego con conocimientos mínimos… y luego con faltas (…)” El antecedente de las inasistencias junto con haber faltado a un examen provoco que el maestro le prohibiera a este alumno la entrada al salón de clases.
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Roberto mira la situación de manera diferente, más parcializada y solo como parte de un momento en que influyeron las inasistencias “el maestro ni aguanta nada, solo falte unos días porque nos fuimos a sembrar”.
Sin embargo, e l profesor menciona que “el optó por no venir. Yo creo que le consiguieron (escuela) por otro lado, porque mandaron pedir la boleta”.
Por otra parte, Pedro dice sobre la salida de su ex compañero: ”(…) el maestro nos castigó por faltas, (Roberto) se fue y ya no regreso, recuerdo que falto el día de la Virgen, el doce de diciembre, pero el maestro puso examen y por eso lo castigo y le dijo que no viniera (…) luego lo vi y le pregunté porque no vení a y me dijo: ya ves como es el maestro, maestro, que nos corrió”. Expectativas Actualmente Roberto sigue lavando coches, antes trabajó casi dos meses como auxiliar de reparto en una dulcería. Espera conseguir un trabajo mejor, que le reditúe mayores ingresos de los que percibe como lavacoches. La madre de Roberto menciona las expectativas del niño sobre lo escolar y además manifiesta que es decisión de él si continúa o no. El chamaco me dice que “para que le sigo (en la escuela) si nada más gasta y como no voy a terminar una carrera, para que le sigo”. Le gusta estudiar, dice que con lo que aprendió, un poquito, ya es suficiente. No sabemos si él quiere (regresar a la escuela) (…) que él haga lo que quiera, quié n sabe si más tarde se s e compre un puesto. 8. Primos y hermanos desertores En la búsqueda de un desertor, fueron encontrados tres niños unidos por lazos consanguíneos, en un mismo contexto urbanizado de la Ciudad de México; habían desertado en los grados superiores de la escuela primaria. Debido a la variedad de datos y situaciones vividas por los adolecentes, resulto difícil construir esta narración; de tal manera que se dispuso a elaborar una descripción de sus antecedentes comunes y sus trayectorias escolares fueron ubicadas cronológicamente. Así, fue posible captar como en el fenómeno de la deserción van acumulándose un sinfín de circunstancias que determinan la decisión de los niños de abandonar la escuela de manera definitiva. Los adolecentes entrevistados entrevistados siempre se se mostraron dispuestos dispuestos a narrar sus experiencias experiencias escolares, a diferencia diferencia de sus familiares y sus ex compañeros. Quizá exista una intuición en cada uno de los sujetos involucrados en el proceso de deserción que los hace percibir la posibilidad o impotencia a la hora de impedir o reforzar el proceso señalado. Antecedentes escolares: Leticia Preescolar Trayectoria escolar en la primaria EDAD
NUM. ESCUELA
GRADO
MOVIMIENTO
6 7 8 9 10 11
1ª. _ 1ª. 1ª. 1ª. 1ª.
1º. _ 1º. 2º. 3º. 3º.
Reprobada Deserción temporal Aprobada Aprobada Ausentismo, deserción temporal, reprobada Aprobada
12
1ª.
4º.
Aprobada
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13 14
1ª. 1ª.
5º. 5º.
Ausentismo, Ausentismo, reprobada Deserción temporal, deserción definitiva
Rafael
Preescolar Trayectoria escolar en la primaria EDAD
NUM. ESCUELA
GRADO
MOVIMIENTO
6 7 8
1ª. 1ª. 2ª.
1º. 2º. 2º.
Aprobado Deserción temporal, reprobado Ausentismo, dado de baja
9 10 11
3ª. 2ª. 2ª.
2º. 2º. 3º.
Dado de baja Aprobado Aprobado
12 13
2ª. 2ª.
4º. 4º.
Reprobado Ausentismo, dado de baja
13 14
2ª. 2ª.
5º. 6º.
Aprobado Ausentismo, deserción definitiva
Luis Preescolar Trayectoria escolar en la primaria EDAD 6 7 8 9 10 11 12 13 14
NUM. ESCUELA 1ª. 1ª. 1ª. _ _ 2ª. 2ª. 2ª. 2ª.
GRADO 1º. 2º. 3º. _ _ 3º. 4º. 4º. 5º.
MOVIMIENTO Aprobado Aprobado Reprobado Deserción temporal Deserción temporal Aprobado Reprobado Aprobado Ausentismo, deserción temporal, dado de baja
14 15
2ª. _
5º. _
Aprobado Deserción definitiva
Primos hermanos desertores El departamento donde viven es el único que tiene pintada la fachada. Mide 16 metros cuadrados y en el habitan doce personas: siete son adultos y cinco menores; cuentan con sala, comedor, dos recámaras, cocina y baño, así como un servicio de agua, luz y gas. En la planta baja del edifico se ubican varios negocios y esta comunicado por dos avenidas importantes de la colonia y un eje vial; por aquellas circulan mas vehículos particulares que transportes colectivos. Hay dos bancos en la contra esquina, así como un expendio de carne, farmacias y negocios de todo tipo. En la colonia también se encuentran desde escuelas elementales hasta universidades particulares, grandes parques y jardines, casas, condo minios y edificios de departamentos.
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El inmueble a que se hace referencia aquí está rentado desde 1955 por una pareja de inmigrantes del estado de Morelos. En la Ciudad de México se conocieron y se casaron. Formaron una familia extensa. Él es médico cirujano partero y dieciséis años mayor que su esposa. Ella es hija de padres extranjeros, comerciantes, vivió una infancia llena de constantes migraciones por diferentes estados de la República. Dicha pareja procreó seis hijos: la mayor es Laura, le sigue victoria, José, Elisa, Carlos y Rubén. En el departamento viven casi todos sus hijos y ahí también se han criado sus nietos. Ninguno de sus hijos hizo una carrera profesional; su escolaridad llegó a la certificación de sexto grado para Laura y Victoria; Rubén y José accedieron a secundaria, el primero la terminó, pero José se quedó en segundo grado; Carlos, por su parte, es el que llego más arriba en la escala escolar pues realizo la preparatoria completa, en cambio Elisa fue la que menos escalones ascendió, ya que sólo aprobó a probó el quinto grado de primaria. Laura, la madre de Leticia, es de estatura regular, piel blanca y con el pelo teñido de un tono rubio rojizo, usa pestañas postizas y le gusta maquillar su rostro en forma acentuada; es de complexión robusta y se viste con ropa ceñida. Comienza sus actividades como a las doce del día, dedica su tiempo al aseo del departamento y otro a la venta de ropa en abonos, por las noches práctica la prostitución. Victoria, madre de Luis y Mónica, es alta, menos blanca que Laura y de pelo más obscuro; también usa pestañas postizas y maquilla su rostro todos los días; es obesa y viste también con colores eléctricos y ropa ajustada. No suele ayudar en las labores domésticas pues acostumbra estar fuera todo el tiempo. Al igual que su hermana Laura, en las noches trabaja en la Zona Rosa. La menor de las hermanas es Elisa, la madre de Rafael; más alta y blanca que las otras dos, su pelo está pintado de rubio claro y tiene una cicatriz en la frente a causa de un accidente automovilístico. Le gusta vestir siempre con pants, chamarra o blusa y tenis, y también maquilla su cara en forma cotidiana. Tanto Elisa como sus sobrinas, Leticia y Mónica, dedican algunas mañanas y tardes a la venta ambulante de dulces con los conductores de vehículos que transitan por avenidas importantes de la colonia; argumentan para expender su mercancía que el producto de la venta es a favor de los niños pobres. La responsable del negocio es la abuela, pero también le rinden cuentas a Laura, aunque ella nunca sale a vender. vender. Las otras hijas y Carlos se encargan de ir por la mercancía. mercancía. Laura tuvo a Elisa tres meses después de que Elisa diera a luz a Rafael; son hijos del mismo padre, es decir, primos y hermanos a la vez; el hecho quedo como un secreto de familia. Sin embargo, Mónica se entero de ello por un comentario indiscreto y se lo platico a Rafael cuando este contaba con escasos siete años; la noticia lo impactó en grado sumo pues suponía que su progenitor había muerto. Laura siempre había vivido con sus papas; se separó de su marido cuando Leticia tenía siete años. Victoria se separó al año siguiente y se refugió en casa de sus padres junto con sus hijos. Tanto los hijos como los nietos de José y Margarita han vivido la mayor parte de su vida con ellos. Trayectorias escolares Leticia Es una adolecente de quince años, de piel muy blanca y complexión delgada, sus ojos son azules; su pelo, rubio, le llega hasta los hombros; tiene una estatura aproximada de 1.55 m. Le gusta cuidar su arreglo personal y vestir conforme a la moda. En 1976 fue inscrita en el jardín de niños y en 1977 ingreso en la escuela primaria. ”Me tocó también (al igual que a sus primos) con la maestra Tere, no me gustaba la verdad, como enseñaba. Su procedimiento de enseñanza era lento, además yo ya sabía leer, pues me había enseñado mi tía Elisa (…) aunque reprobé”.
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Leticia no curso el ciclo 78-79; en varias ocasiones tuvo que acompañar a su madre a otra ciudad; la señora estaba arreglando su divorcio. En el año escolar 79-80, Leticia se reincorporo a la escuela vespertina, iba a cumplir nueve años. Reinicio y aprobó el primer grado con la maestra Lupita, quien le enseño a recortar, dibujar, y reafirmar la lectoescritura. Después, continúo el segundo grado en la misma escuela, también en el turno vespertino, y aprobó. En tercer grado le toco el maestro Arturo, de quien reconoce que enseñaba bien pero q ue “era un poco exigente, falt é mucho, a veces porque me enfermaba y otras porque tenía que ayudar a mi mama y también por otras cosas que no puedo decir”. La madre añade: ”no es grosería, s ólo que son problemas de nosotros”. La joven dice haber dejado nue vamente la escuela por los problemas existentes en su casa. Por su parte, el maestro Arturo recuerda que Leticia fue su alumna en tercer año y que era una niña inteligente y acomedida, que no daba problemas, “pero demasiado faltista”. María, una de sus ex compañeras, recuerda a Leticia como “una niña amistosa, convidada con sus útiles, pero nunca platicaba de sus cosas personales, yo solo veía que faltaba mucho pero nunca supe el porqué ”. Leticia volvió a inscribirse en tercer año, con la maestra Sofía, quien, "me quería mucho, era buena gente; éramos como 22 alumnos y en cada banca nos sentábamos dos o tres niños". Para Leticia este año fue agradable; a la profesora le gustaba primero explicar y luego poner ejercicios. Quien sacara diez le ayudaba a calificar y como la niña tenía buena letra, la maestra la pasaba al pizarrón; se sentía bien, tenía varias amigas. La maestra Sofía recuerda a Leticia como “una buena niña, solo que mal encauzada (…) la han hecho que madure demasiado
pronto; el problema es la falta de responsabilidad de la madre que no sabe encauzar a su hija en el estudio; si los padres fueran responsables, no permitirían que los hijos faltaran, claro que su madre es buena, solo que la vida la ha golpeado demasiado”. Ese año escolar Leticia fue promovida a cuarto grado y otra vez estuvo con la maestra Sofía, quien la siguió estimulando para que estudiara, de tal forma que la niña logró pasar a quinto grado. volvía a repetir. Me gustaba que el maestro fuera relajista, también cuando nos enseñaba las mañas para hacer los quebrados; me gustaba porque era Ya en quinto grado, con el maestro Daniel, que “explicaba la clase y si no entendían, la comprensivo”. Leticia falto más de un mes y finalmente fue reprobada.
Al siguiente año escolar fue inscrita de nuevo en quinto, con el maestro Arturo, pero a petición de su madre, de pronto se salió para trabajar. A pesar de que el maestro habló con la señora, esta sólo confirmó la decisión. La secretaria de la escuela y una de las ex compañeras de la jovencita tienen sus propias ideas acerca de por qué Leticia dejo la escuela. Según la primera, “creo que Leticia se salió porque tuvo miedo, sabía que el maestro Arturo no se andaba con cuentos”; mientras que la segunda dice: ”yo digo que por su mam á, porque casi no le explicaba que fuera a la escuela, porque no hubo una comunicación entre ellas”. A su vez, la madre explica que “han pasado tantas cosas, que la verdad no m e acuerdo de muchas, solo le puedo decir que por m i
culpa Leticia dejó la escuela y ahora me ar repiento”. Luis Tiene diecisiete años, complexión delgada, tez blanca y estatura aproximada de 1.60 m; viste de acuerdo con sus actividades del momento, de tal manera que igual lo encontramos con la ropa manchada de aceite, cuando viene de ayudar a su padre en el taller mecánico, que bien arreglado con ropa moderna y bastante limpio. Luis nació en 1970 y fue llevado al jardín de niños cuando tenía cinco. Al año siguiente, en el curso 76-77, se le inscribió en el primer grado del turno matutino, en la misma escuela a donde asistían sus primos.
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En el curso escolar 77-78, el niño había pasado a segundo grado con el maestro Nicolás, de quien recuerda: ”era buenísimo, aunque era estricto y daba de borradorazos, a mí nunca me golpeo”. Sin embargo, el niño era tan violento que llego a romper de una patada el portafolios de un compañero de sexto que le estorbo el paso; su madre tuvo tuv o que pagar. En tercer año, “mis calificaciones eran buenas, pero la verdad, mi conducta era pésima; en el pizarrón hacia caritas y les p onía el
nombre del maestro; me llevaba bien con él, hasta dos veces platicamos y me dijo que si me portaba mal me tronaba, eran travesuras sanas, pero de todas maneras troné”.
Luis se salió al iniciar el curso 79-80, cuando tenía nueve años, porque quería cambiar de escuela y “tenia broncas” con los compañeros. ”Influyo mi reprobada, me dio pena estar en la misma escuela. En ese año ayudaba a mi mama a traer mandados, aprendí a manejar y ayudaba a mi papa a arreglar carros”.
Para el siguiente curso (80-81), los padres de Luis y Mónica seguían con sus conflictos y los niños estaban descontrolados, continuamente se les mudaba del domicilio paterno al de los abuelos y viceversa. Con la promesa de que lo dejarían llegar más tarde a casa para andar con los amigos, le insistieron en que volviera a la escuela y Luis aceptó. A los 11 años, el niño se inscribió de nuevo en tercer tercer grado con la maestra Lilia, en l a escuela matutina “José martí” curso 81-82. De ella recuerda un buen trato y una buena enseñanza. Fue aprobado. A los 12 años lo inscribieron en cuarto grado en el grupo de la maestra Soledad, con quien tuvo problemas de relación y salió reprobado. En el ciclo 83-84, repitió cuarto y asistió durante unos días a clases con una profesora profesora becada para tomar un curso. Es seguida, seguida, esta fue Reemplazada por el maestro Ricardo, recién egresado de la normal, “muy buen maestro, a todo dar, bien comprensivo; le hizo la vida imposible a un compañero que se llamaba Marco, pero a mi amigo Jorge, en cambio, hasta lo orientaba para que no robara, porque él a veces robaba carteras y luego nos íbamos a jugar a las máquinas (nintendo)”. En ese tiempo, Luis estab a viviendo con su papá, quien lo llevaba diario en coche a la escuela y con frecuencia iba a informarse de los adelantos de su hijo. Por fin pasó a quinto grado. La maestra de este curso, a los pocos días de clases, mostró su inconformidad al notar las sucesivas inasistencias del niño, por lo que éste fue trasladado otra vez al grupo del maestro Ricardo. Sin embargo, en el mes de diciembre, su madre sufrió un accidente automovilístico y el pequeño dejó de asistir; además, él prefería faltar cuando no hacía las tareas. Al ser dado de baja en el turno matutino, pasó al vespertino en la misma escuela, terminó y aprobó el quinto grado con la maestra Ruth. Luis opina sobre su cambio: “es a todo dar, pero le voy más al matutino ;
en primera, porque te rendía más el día, y en segunda, porque el nivel socioeconómico es distinto, ya que en la tarde son personas más humildes y en la tarde se echa más relajo y llevan un ritmo de trabajo más lento, claro que las dos enseñan muy bien, aunque en la tarde van más atrasados”.
Para el maestro Ricardo, Luis tenía dotes de líder; movía con cierta facilidad al grupo y tenía algunos compañeros amenazados, aunque a él, “como profesor, lo respetaba”. El maestro se enteró de la situación conyugal de los padres de Luis, aunque el
alumno nu nca le platicaba de su vida privada. “Me llamó siempre la atención su precocidad, pues actuaba como un joven; pero no supe bien por qué le aburría alternar con sus compañeros, a excepción de su amigo José Luis, a quien respetaba”. Debido a su inconstancia en los estudios, Luis casi reprobó el curso, au nque el asunto fue tratado en la dirección de la escuela y al ser tomada en cuenta su problemática familiar, se llegó a un acuerdo con el profesor para promoverlo de grado. Cuando Luis estaba próximo a cumplir 15 años dio comienzo al ciclo escolar 85- 86, pero él decidió no seguir, “me salí porque conocí a Irma (su esposa) y como ella iba en la secundaria, me daba pena que supiera que yo iba en primaria”.
Rafael
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Este adolescente mide entre 1.58 y 1.61 m aproximadamente, es de complexión delgada y piel apiñonada. En su casa siempre viste con bermudas, playeras y tenis. Nació en 1971 y fue inscrito en 1975 en un jardín de niños donde permaneció durante dos años. En 1977 inició el primer grado de educación primaria, del que recuerda: “yo también estuve con la maestra Tere y me daba miedo entrar a la escuela, porque veía a mi mamá que se iba; nos permitían correr, jugar canicas, ponían música y casi éramos los principales”.
Por desgracia, cuando faltaba dos o tres meses para acabar el segundo grado, se salió debido a algunos problemas que tuvo su mamá con la cooperativa escolar. En este año escolar 79-80, Rafael fue atropellado e internado en un hospital infantil; no pudo estudiar y desertó temporalmente. Después, lo i nscribieron en el turno matutino de la escuela “José Martí”. Tenía nueve años; fue dado de baja por inasistencias. Al siguiente ciclo, el muchacho regresó a la misma escuela, y por tercera vez fue inscrito en segundo grado, ahora, con la maestra Rosa, a quien considera como “muy buena onda”, porque lo dejaba corregir sus errores en el recreo y jugar con amigos de grados superiores al suyo. En 1982, Rafael cursó el tercer grado con la maestra Elena, a quien recuerda con afecto; logró aprobar el grado. Sin embargo, en el ciclo 83-84, reprobó el cuarto grado. Repitió cuarto y continuó en el turno matutino con la maestra Carmelita, quien señala que el niño casi siempre faltaba por no tener ropa arreglada, para presentarse a clases, razón por la que después ya no regresó y fue dado de baja; además, en ese tiempo se había roto un brazo. Por su parte, Rafael explica que en aquel entonces se iba mucho de pinta a Chapultepec, con un vecino más grande que él. No regresó a la escuela porque “se me iba a hacer difícil co ntinuar después de haber faltado algunos días”. Al haber sido de baja en el turno matutino, pasó al vespertino en la misma escuela donde fue admitido en quinto grado por la maestra Lilia, a quien en un principio “le tenía miedo, pero que después era su consentido”; sus compañeros lo envidiaban
porque se sentaba en donde quería y cuando empezó a flojear, la maestra lo sentó hasta adelante. Recuerda su participación en una tabla rítmica y en el micrófono. Al finalizar el año fue promovido p romovido a sexto. El niño se acuerda de haberse inscrito en sexto año con la maestra Gloria; no obstante, sólo permaneció allí unos días, ya que ella abandonó el grupo y la secretaria que iba en su lugar les dejaba sólo tablas de multiplicar, lo cual se le hacía “muy baboso” porque “no usaba mi cabeza”, y mejor se puso a reunir dinero para comprar un carro. Posteriormente Elisa, su madre, le pidió a
otra profesora de sexto que recibiera a su hijo, pero ésta no aceptó porque sólo tenía un lugar, destinado ya a su primo Luis. La señora quiso arreglar el asunto en la Dirección de Educación Primaria, que quedaba a la vuelta de su casa, pero Rafael no la dejó. Mónica; la única superviviente Es una jovencita de 15 años, mide aproximadamente 1.58 m; tiene piel apiñonada, el contorno de los labios cubierto con cicatrices y el pelo muy recortado. Suele vestir con pantalones y chamarras de mezclilla, blusa, camiseta y tenis. Mónica nació en 1971 y cinco años después fue inscrita en el jardín de niños. A los seis ingresó a la misa primaria que sus primos: “estuve con la maestra Tere, me enseñó a leer, me ponía dibujitos y se me hacía cotorrísimo; me castigaba a cada rato, aunqu e era injustamente, porque había un muchacho, me imagino que era su sobrino, y nos molestaba a todos. No faltaba que mi mamá me diera un coco por no poder aprender”. Después, pasó a segundo año con la maestra Silvia y advierte que: “(me caía) de la patada, era odiosa, por todo castigaba, todo
tachaba, no me quiero ni acordar. Me fracturé una pata y me salí, estuve tres meses enyesada y tres meses cojeando; ya no regresé”. La niña repitió el segundo año con la maestra Ana, de quien comenta: “era muy linda pe rsona, me pasaba todo, veía que era muy
lista, estuve en la escolta, hablaba por el micrófono, salí en un bailable. Mi mamá iba a recogerme, era de la mesa directiva e iba con el director, ya no pude seguir y dejé de estudiar, ¡ah! Fue el año en que se sep araron mis papás”. Mónica decidió seguir
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viviendo con su papá, quien en el año escolar 81-82 la inscribió en una escuela de la Colonia Roma; allí estuvo unos días en segundo y luego la pasaron a tercero con el maestro Eduardo, a quien recuerda con agradeci miento por haberle enseñado a lavar sus blusas en la azotea de la escuela; dice que iba demasiado sucia porque no tenía quien la atendiera, y agrega que le costó mucho trabajo estudiar. En 1982 su papá la cambió a otra escuela, donde inició el cuarto grado con la maestra Cecilia: “me ayudó mucho, pues sabía que yo me tenía que hacer todo porque no tenía a mi mamá; me hice amiga de la directora, quien me defendía de mis amigas, ellas me decían la Karates y luego nos poníamos a pelear”. Logró aprobar el grado . A los doce años, por quinta ocasión la cambiaron de plantel y la inscribieron al quinto grado del turno vespertino de la escuela “José Martí”, en donde estudiaba su prima Let icia. Mónica cuenta que al principio del año escolar “detestaba” a la maestra Gl oria, porque acostumbraba trabajar en equipo con los niños. Luego, la niña le platicó su vida y llegaron, según ella, a ser muy buenas amigas, aunque para la secretaria de la escuela, Mónica fue muy posesiva con la maestra Gloria, “la acosaba a tal grado d e intervenir en sus relaciones con su prometido, por eso la maestra se cambió de escuela”. Durante 1984-1985, la niña pasó a sexto grado con el maestro Arturo, del cual tiene muy gratos recuerdos: “había días de juego, en el que de esa forma también aprendíamos y nos divertíamos”. Enseñaba a base de cuestionarios con preguntas y respuestas dadas por él, las cuales había que memorizar para pasar los exámenes. “Te matabas, pero no se te olvidaba. Al maestro le gustaba la disciplina”. Es así como Mónica, la ún ica estudiante de cuatro primos, finalmente
logró terminar su instrucción primaria. Expectativas de los adolescentes Leticia Para ella, así como para gran parte de la familia, el día comienza alrededor de las doce, y su arreglo personal es lo primero. Si alguien quiere saber de Leticia, la encontrará por las tardes en la calle vendiendo dulces. A su novio le molesta que venda; la abuela, por el contrario, le dice autoritariamente a la muchacha: “ya sabes que es tu obligación vender (…)”; Elisa, la tía, reta al joven: “si no estás de acuerdo, separa a Leticia de la famili a pues ya sabes que no hay otra forma de que no haga esta activi dad, que es obligatoria en esta casa”.
Luis En la actualidad vive en unión libre con Irma, con quien tiene una hija. Habitan en la casa de los padres de ella y a veces tienen dinero, cuando él ayuda a su papá en el taller mecánico. Posee un carro antiguo que le dejo de herencia su abuelo paterno y desea sacar su certificado de primari a, porque “uno no a lcanza a comprender lo importante que es el estudio”. Rafael Se va algunas temporadas con su tío José y otras, está toda la mañana en la casa viendo la televisión o platicando con sus primos. Mónica No continuó la secundaria, se casó a los quince años con un hombre de sesenta y a los pocos meses se divorció. Ahora vive con su madre y sus abuelos, su papá se fue a probar suerte en la frontera. Todas las tardes maquilla su rostro y se arregla para salir con su canasta a vender dulces. 9. Sara Es una historia muy corta, pero interesante por la coyuntura que forman las condiciones materiales, familiares y escolares que llevan a esta niña a la deserción. Antecedentes escolares:
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Sin preescolar Trayectoria escolar en la primaria EDAD 6 7 8 9 10 11 12
NÚM. ESCUELA 1ª. 1ª. 2ª. 2ª. -
GRADO 1º. 2º. 3º. 4º. -
MOVIMIENTO aprobada Aprobada Aprobada Deserción temporal Expulsada Deserción temporal Deserción definitiva
Sara Sara, de trece años, es la cuarta hija de un matrimonio de inmigrantes a la Ciudad de México. Ella mide aproximadamente 1.50 m, su tez es morena y su cabello lacio y corto. Al hablar denota seguridad en sus palabras. Medio ambiente y familia El primer lugar donde vivió Sara es una colonia situada al poniente del Distrito Federal; al ser objeto de remozamientos dio lugar a nuevas vías de comunicación y en gran medida desapareció, por lo que la familia de Sara decidió mudarse a otra colonia. El nuevo asentamiento de la familia Martínez está ubicado en la tercera sección de una colonia que carece de servicios públicos, y en la que han ido acomodándose familias provenientes de distintos rumbos de la ciudad. En el predio que les fue asignado se ha construido sólo un cuarto de doce metros cuadrados; en él habitan el padre, la madre y sus cinco hijos solteros. Dos hermanas mayores están casadas y no viven con ellos, pero una gran parte del día conviven con sus hermanos, pues como los padres trabajan, éstos se quedan solos. El padre, se desempeña como albañil y la madre se ocupa en labores domésticas, trabajos que provocan su ausencia del hogar gran parte del día. Por esta razón las hermanas mayores se hacen responsables tanto de la casa como de los hermanos más pequeños. Trayectoria escolar Sara ha estado inscrita en dos escuelas, la primera se encontraba en la colonia en la que vivía y donde cursó sin ningún problema hasta el segundo año. De los recuerdos que menciona resalta que, “enseñaban bien y los maestros no se salían de los salones d e clase”, además, rememora que tenía buenos amigos. Al cambiarse de domicilio, Sara fue inscrita junto con su hermano en una segunda escuela. De la profesora de ese tercer grado, la niña comenta: “era una maestra que se salía de clases y se portaba m uy mal con los niños, parándolos frente al pizarrón durante media hora y haciendo ejer cicios allí parados”. Por el contrario, la maestra de cuarto año, Guillermina, “se portaba bien con todos nosotros y cuando nos parábamos nos decía que nos había puesto sentados y que nos calláramos”.
La estancia de Sara en la escuela se normalizó, de tal manera que logró adaptarse, tanto a sus nuevos compañeros como a sus maestros; sin embargo, su proceso de aprendizaje se vio afectado por los problemas que se suscitaron en la familia, los cuales culminaron con la separación temporal de sus padres; la salida de la escuela de los hermanos no se hizo esperar, dejando trunco ese año escolar. El restablecimiento de las relaciones entre los padres de Sara se dio al poco tiempo y se presentó así una oportunidad para apuntarse nuevamente en la escuela. Pero, al acudir, se encontraron con que ya no estaba su antigua maestra ni la directora, quien para ese tiempo ya se había jubilado; resulta increíble, pero nadie pudo proporcionarles sus documentos para inscribirse en otro plantel. El nuevo director asumió la dirección sin que le dieran información de la situación de Sara, por lo que no se preocupó de entregarle su boleta. Este problema, junto con el matrimonio matrimonio de Marisol, la hermana mayor que se hacía cargo de los menores d e la familia, impidió que Sara fuera inscrita de nuevo en la escuela, ya que pasó a hacerse cargo de sus hermanos menores.
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Expectativas Sara desea volver a la escuela. Pero “su papá ya no le quiere dar estudio por tener un carácter demasiado fuerte, y ya le adv irtió
al güero, su hermano, que si no pasa año, lo va a sacar de la escuela, porque ya son muchos los años que reprueba y no es justo que haga eso”.
Conclusión Un alumno nunca es igual a otro. De la diversidad de historias presentadas, se concluye que dentro del aula todos los alumnos poseen una serie de antecedentes individuales y sociales que son los que, precisamente, le dan un carácter particular a la vida de cada uno de ellos; si bien resulta evidente que los niños dejan la escuela después de un largo proceso en el que sus difíciles condiciones de subsistencia van de la mano con la carencia de estrategias de enseñanza adecuadas y al maltrato físico o emocional vividos en la interacción escolar. Los niños y las niñas que han desertado desean estar en la escuela con una ilusión y con una expectativa escolar, que en algunos de ellos se mantienen débilmente y en otros ya se ha extinguido. Llama la atención la fuerza que cobran los recuerdos de las experiencias escolares cuando los ex alumnos hablan de sus ex maestros y de sus ex escuelas, con la sonrisa, la tristeza o el enojo reflejado en sus caras; el peso del origen familiar y las condiciones económicas; su capacidad y resistencia para pasar varias temporadas de su vida entre las paredes de los salones, hasta que un día ya no asisten más. En todos los casos fue posible apreciar que en el trayecto a la deserción no participaron causas separadas, sino que fue conformándose un proceso pluridimensional, en el que intervinieron aspectos económicos, familiares, culturales, afectivos y escolares que cobraron una peculiar especificidad en la vida de cada niño y niña. De acuerdo con los casos presentados y el análisis realizado, los alumnos que desertaron tenían una serie de características que los colocó en una situación de desventaja y en el proceso idóneo hacia la deserción. Sus características en términos generales, fueron las siguientes: Características de niños y niñas desertores -Viven la falta de recursos económicos, que los obliga a incorporarse tempranamente al trabajo para dar apoyo a su familia o para su auto mantenimiento. -Pertenecen a familias de organización extensa en su mayoría, con padres y parientes de escasa experiencia escolar y con poco tiempo para ayudar a revisar tareas y asistir a reuniones escolares. -Sufren continuas migraciones, por lo que llegan a vivir frecuentes cambios de vivienda y de escuela. -Las niñas, a diferencia de los niños, tienen menores oportunidades de apoyo escolar, marcados por las expectativas familiares y sociales del papel de género femenino que deben cumplir. -Tienen largas trayectorias escolares, con periodos de reprobación en los primeros grados y deserciones temporales en grados intermedios, hasta llegar a la deserción final del ciclo, en ocasiones a punto de t erminar el sexto grado. -Sufren situaciones de discriminación hacia su presentación física, sus costumbres, sus hábitos y sus formas de hablar, respecto de los señalados por los libros de texto, maestros y alumnos provenientes de otros sectores sociales; lo cual provoca un paulatino deterioro d e su autoestima. -Poseen multiplicidad de conocimientos extraescolares que no son reconocidos y aprovechados en la escuela. -Generalmente, tienen mayor edad que la de los integrantes del grupo, debido a los desfases cronológicos vividos para el cumplimiento de sus responsabilidades familiares y laborales, a diferencia de los tiempos de la escuela.
Estas narraciones han tocado una serie de aspectos cualitativos, cuyo objeto fue dar una respuesta con casos concretos a la pregunta ¿quiénes desertan? Analizaremos ahora varios porqués: ¿por qué desertan? ¿Por qué niños como los aquí presentados dejaron la escuela? ¿Fue una decisión propia o inducida?
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