Libros en llamas historia de la interminable destrucción de bibl.pdf

Trusted by over 1 million members

Try Scribd FREE for 30 days to access over 125 million titles without ads or interruptions! Start Free Trial Cancel Anytime.





























































Lucien X. Polastron nació en 1944, en una familia de origen gascón. Tras realizar estudios estudios en historia historia y letras clásicas, se dedicó a escribir escri bir artícu ar tículos los sobre arquitectura, tanto medieval como contemporánea, y sobre historia del libro; también fue colaborador de la estación de radio internacional France Culture. En los años setenta inició su relación con China —país que ha visitado en más de 50 ocasiones—, como estudioso de su lengua, su cultura y sobre todo su caligrafía. La destrucción en 1992 de la biblioteca de Sarajevo lo llevó a emprender el estudio sistemático de esos “bibliocidios”, con los que ya se había topado mientras preparaba una monografía, erudita y profusamente ilustrada, sobre la historia del papel: Le papier. papier. 2000 ans d’histoi d’hi stoire re et de savoir-fa savoir -faire ire (Imprimerie Nationale, 1999). A fines fines de los años novent noventaa extendió extendió su s u interés interés por la cali c aligrafía grafía a las la s tradiciones árabes. Es autor de Calligraphie chinoise, initiation (Fleurusinitiation (FleurusMâme, 1995), Découverte 1995), Découverte des calligraphi call igraphies es de l’arabe l’ar abe (Dessain (Dessain & Tolra, 2003), Calligraphie japonaise japonaise (Dessain & Tolra, 2004), Calligraphie chinoise en trois styles styles (Dessain & Tolra, 2004) y La grande numérisation. Y a-t-il une pensée après le papier? papier? (Denoël, 2006). Por Libros en llamas, lla mas, su su primera obra traducida al español, recibió en 2004 el premio al mejor libro de ensayo en historia de la Société des Gens de Lettres.































































Libros en llama ll amas. s. Historia de la interminabl intermina blee destrucción de d e bibliotecas bibl iotecas































































Libros en llamas. llamas. Historia de la interminable destrucción de bibliotecas Lucien X. Polast Pol astrron

Traducción de Hilda H. García y Lucila Fernández Suárez































































Primera edi e dición ción en francés, francés , 2004 Primera edición en español, 2007 Prim Pr imera era reimpresión, 2014 Primera edición electrónica, 2015 Este libro fue publicado con el apoyo de la Embajada de Francia en México, en el marco del Programa de Apoyo a la Publicación “Alfonso “Alfonso Reyes” del Mini Ministerio sterio de Relacio R elaciones nes Exterio Exte riores res francés. francé s. Diseño: Marina Garone Fotografía de portada: Alejandro Cruz Atienza Composición: Cristóbal Henestrosa © 2004, by Éditions Denoël 9, rue du Cherche-Midi, 75006 París Título origi or iginal: nal: Livr Livres es en feu. fe u. Histoire de la destruction destru ction sans s ans fin des bibliothèq b ibliothèques ues © Hilda H. García y Lucila Fernández Suárez, por la traducción D. R. © 2007, Fondo de Cultura Económica Carretera Carre tera Picacho-Aj Picac ho-Ajusco, usco, 227; 14738 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios: [email protected] Tel. (55) 5227-4672 Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor. ISBN 978-607-16-3188-6

(ePub)

Hecho en México - Mad - Madee in Mexico M exico































































Índice Índice Nota del editor Nota sobre las notas Agradecimientos Agra decimientos Prólogo Prólo go 1. La cuna de las las bibliotecas Cuan uando do la l a tierra tier ra ten teníía la palabra 2. Fibras Fibras de papiro Egiipto Eg Atenas Roma Constantinopla 3. El islam de los orígenes Al Andalus Islam medieval de medieval de oriente 4. Gente del libro 5. Asia antes del siglo xx El papel arde mejor que el bambú India In dia en las fuentes fuentes del saber El sable y el pincel 6. El occidente cristiano Inquisición La España católica católi ca

































































Nazismo, holocausto La vuelta al mundo de fin de siglo 8. Heridas de paz Los el elemen ementos tos Biblioteca en el mar Los robos r obos La muerte 9. Inconvenientes de la modernidad 10. Conocimiento a prueba de fuego 11. A modo de epílogo, epí logo, regreso a Alejandría Apéndice 1. Apéndice Los grandes escritores unánimes: delenda est bibliotheca Los explosivos explosi vos Los hierofantes Apéndice 2. Apéndice Pequeñaa historia de los Pequeñ l os recuen r ecuentos tos de libros l ibros perdi perdidos dos que termina termina con una una leyen l eyenda da La biblioteca oculta Cronología selectiva Bibliografía Índice analítico

































































Nota del editor La industria editorial no suele ser tema de interés de la industria editorial. Aunque cada vez hay más, los libros acerca de la edición de libros siguen siendo escasos y, salvo un par de excepciones en el ámbito de lengua española, están dispersos entre los catálogos de diversos editores. Libros sobre Libros pretende ofrecer a los profesionales del libro, bajo un solo sello y de manera sistemática, por un lado herramientas prácticas para la diaria ejecución de sus labores y por otro reflexiones sobre los alcances y limitaciones de su quehacer. La idea que anima la selección y preparación de las obras es contribuir a que los agentes involucrados en el ciclo del libro lleven a cabo su trabajo de mejor manera, con mayor facilidad y generando mayores beneficios, tanto culturales como económicos. Hay pasiones que no admiten explicación. Acumular libros es una de ellas y, ay, destruirlos es otra, a veces más enérgica que la primera, como verá el lector al cabo de estas pocas centenas de páginas. Con una especie de masoquismo erudito —en el que sin embargo reverbera la tesitura del optimista—, Lucien X. Polastron explora aquí la pasión bibliocida, esa malsana tendencia a quemar, dispersar, anular colecciones de libros a lo largo de la historia. Ha sido tan frecuente el ataque a las bibliotecas en todo el mundo que el esfuerzo de este autor no resulta tan caprichoso como habríamos querido los amantes del libro: saqueos, incendios, demoliciones, terremotos, inundaciones que aniquilan textos son un turbio correlato de los grandes logros de las civilizaciones. Así, este repaso de la insaciable sed destructora que ha aquejado a hombres de todas las regiones y todas las épocas es un doloroso recordatorio de la fragilidad del libro, pues su “cuerpo” —sea de arcilla, papiro, pergamino, seda, papel o evanescentes bits— es víctima fácil de quien quiere erradicar su “espíritu”. Afirma Polastron que “el libro es un doble del hombre” y por ello “quemarlo equivale a matar” a quien le dio forma. Las destrucciones de bibliotecas son, entonces, además de un perverso espectáculo momentáneo, un asesinato simbólico, que a veces alcanza la magnitud

































































TOM S GRANADOS SALINAS Director de la colección

































































Nota sobre las notas El lector encontrará a pie de página un pequeño número de referencias complementarias que no se apreciarían si estuvieran alejadas del cuerpo del texto. Las otras notas, fichas y fuentes se encuentran encuentran al final de cada capítulo y están destinadas a curiosos curios os o investig i nvestigadores. adores.

































































Agradecimientos Quiero agradecer aquí a todos aquellos cuya erudición, paciencia, ayuda o estímulo han facilitado el progreso de este trabajo, en especial Alain Arrault, Ibrahim Ashraf, José Luis de Balle, Pierre Barroux, María-Jesús Becerril y González-Mata, Jeremy Black, Dorothée Bores, Marc Boulet, Alexandre Bucchianti, Michela Bussotti, Julie Caporiccio, Gérard CathalyPrétou, Margaret Connolly, Gérard Conte, Fabrice Costa, Roger Darrobers, Jean-Marc Dreyfus, Nadia Elissa-Mondeguer, Margarete van Ess, Marie Guastalla, Hai Chen, JeanFrançois Foucaud, Marc Galichet, Valerie Hawkins, Hans van der Hoeven, Guissou Jahangiri, Margareta Jorpes-Friman, Jean-Pierre Lafosse, Isabelle Landry-Deron, Agnès Macquin, Annie y Pierre Mansiat, Felix de Marez Oyens, Madiha Massoud, Matsubara Hideichi, Jacques Mawas, Isy Morgensztern, Karen Muller, Sawsan Noweir, Magda El Nowieemy, Daniel y May Ortiz, Ouyang Jiaojia, Paul Otchakovsky-Laurens, Isabelle Pleskoff, Patrick Rambaud, JeanNoël Robert, Lucien Scotti, Raymond-Josué Seckel, Walter Sommerfeld, Talko, Alain Terseur, Wang Renfang, Hans Wedler, Annette Wieviorcka, Wu Jianming, Charlotte Yu Danqing, Zheng Buyun. Pero el autor emprendió la tarea solo y asume los errores que pudieran existir en el texto, el cual, al llegar a muchos rincones de la historia desde el inicio de la civilización, corre el riesgo de ser revisado con lupa por los especialistas. Más que su indulgencia, agradeceremos su eventual eventual aporte. La present pre sentee investig i nvestigación ación contó con la ayuda ayuda del Centro Centro Nacional del de l Libro en París.



































































a Michel Godard

































































Prólogo El primer bastón bas tón sólo s ólo tenía u n extr ex tremo emo PIERRE BRISSET

Enriquecer la biblioteca es una compulsión compartida por los dueños del mundo y por aquellos que pretenden penetrar los secretos del mundo. En todos los casos se trata siempre de conservar, de acumular libros hasta el infinito, de reunir “paralelamente”, como dice el poeta, la esencia o la totalidad de lo que se ha dicho, estudiado y contado. Al menos para comprobar el tamaño tamaño de lo l o que así podría podr ía conseg c onseguirse. uirse. Ahora bien, el tamaño importa poco: una biblioteca será grande para una determinada comunidad aunque contenga un puñado de manuscritos, aun cuando la unidad de medida habitual en otro sitio sea el millón de libros: los monjes de Patmos estaban tan orgullosos de sus 330 libros en el siglo XIII como la Biblioteca del Congreso cuando superó los 100 millones al finalizar el segundo milenio. Incluso han existido bibliotecas universales de un solo libro que serán, como veremos, las más difíciles de destruir. Los mismos estados, cual aficionados silenciosos, han perpetuado pomposamente este ejercicio obligado de algunos poderosos que se destacan por su imbecilidad. Pero como si

































































necesario. Sin ese paso, “la continuidad del sentido de la historia cae en la nada”. Pero él no pudo continu continuar ar la l a historia y en la actualidad el e l trabajo tra bajo sigue sigue incom i ncompleto. pleto. De los miles de grandes y pequeñas colecciones que este estudio menciona o permite consultar, no todas fueron incendiadas, cubiertas de excrementos ni arrojadas a un río. Muchas fueron incautadas o dispersadas, de una sola vez o tomo por tomo, por estupidez, lucro o necesidad, y así se puso fin a una entidad quimérica o se dejó huérfano a algún pueblo lector, familia intelectual de “horizontes borrados”, como dice otro poeta, sin obtener por ello la gloria de una cruel apoteosis que abre el camino de la eternidad. Inversamente, cuanto más grande es la institución, más encubre un vampiro insaciable o un depredador cuyas acciones se olvidan rápidamente. Biblioteca rica rica implica bibliotecas muertas, y muertas, y debería llamarse Museo del Botín Colonial y de la Sórdida Rapiña. Para tomar un ejemplo al azar, Francia consiguió libros fabulosos y gratuitos en Hué, Dunhuang o Lovaina, en Egipto, España e Italia con Napoleón, en África del Norte, e incluso en París en 1940. No continuaremos, ya que esa propensión se ha calmado un poco últimamente. Pero algún día deberá considerarse la restitución. Allí donde un andamiaje de conocimiento se desmoronó suelen quedar ciertos vestigios: una inscripción en una piedra astillada, por ejemplo, en Timgad, cuatro códices incompletos para todas las sentencias y conocimientos de los mayas, dos fragmentos de oraciones para Cartago, cuando no una dudosa línea para un desconocido, o, al contrario, una plétora de comentarios patéticos, a veces retorcidos, que terminan por ocultar lo que en realidad sucedió.

































































atribuyeron a este autor en ciernes.1 También se perdieron los textos esenciales de Caín, Set, Enoc y Matusalén. Sabemos que luego del siniestro los descendientes de Noé lanzaron una torre hacia el firmamento para tratar de reconstituir esta primera gran colección, que su dueño bien habría podido podi do instalar en la bodega en vez de tantos tantos animales animales intrascendentes. intrascendentes. Creación equivale a cremación. De este mito fundador de la biblioteca universal, que coloca al hombre a la par del cielo, lo que se graba en la memoria es la tragedia de su ruina, más que la envergadura alcanzada o las peripecias que lo enriquecieron. De la maldad pura a la inconsciencia organizada pasando por la más absoluta ignorancia, veremos, siglo tras siglo, el variado rostro de la barbarie, con el riesgo de comprobar al final que se encuent encuentra ra demasiado cerca ce rca del de l nuestro. nuestro. Demasia Demasiado do cerca. cerc a. Es demasiado pareci pa recido. do.

NOTAS 1 Ernest

Richardson, The Beginnings of Libraries, Libraries, Princeton, 1914. Para descubrir a Pierre Brisset, véase Raymond Queneau, Los Queneau, Los confin con fines es de las tinieblas: tinieblas : los locos literatos, literatos, Madrid, 2004. El “paralelamente” es de Jorge Luis Borges; la fórmula “horizontes borrados” de Victor Hugo en algún lugar de Los miserables. miserables .

































































1. La cuna de las bibliotecas Era el tiempo de auroras a uroras boreales invisibles en las la s salas sala s de espera esper a del d el dicciona dicc ionario rio BENJAMIN PÉRET

CUANDO LA TIERRA TENÍA LA PALABRA La gran biblioteca que presumiblemente es la más vieja del mundo tiende a resistir mejor que sus jóvenes hermanas el paso del tiempo: se la puede ver, evaluar incluso, aún hoy, leer una parte considerable de sus libros gracias a la solidez de sus textos, preservados en materiales de construcción: los primeros escritos, antes de que la voluntad de conservarlos se manifestase alrededor del 2 500 a. C., habían sido recuperados por un albañil de Uruk para construir más rápidamente los muros.1 Sobre la arcilla recogida entre el Tigris y el Éufrates se inscribía el sumeroacadio, vulgarmente llamado “cuneiforme”, que servía para unas diez lenguas de variada naturaleza. La tablilla se secaba al sol, lo que la hacía bastante frágil, o en el horno, para lo cual se desarrolló un sistema de finas chimeneas que evitaban que estallase. Eran objetos casi indestructibles, salvo que existiera la firme voluntad de hacerlas desaparecer, como de hecho



































































en ciertos lugares sus botas se hunden 30 o 50 centímetros en lo que él cree son restos de vasijas. Incluso los especialistas en Asiria creen que esas marcas en la arcilla “son combinaciones que realiza el artista para lograr una extraña decoración sobre los muros del palacio”.2 Tres años más tarde, al sudoeste del sitio, los equipos descubren la “cámara de la caza del león”, ornada de bajorrelieves hoy célebres, inmediatamente apreciados por los británicos, que les atribuyen mucho más valor que a un montón de greda vieja que pisotean sin cuidado una y otra vez. Esta vez se topan con dos salas llenas de tablillas: se trata del palacio del nieto de Senaquerib, llamado Asurbanipal. Por entonces es un perfecto desconocido: s nombre no aparece en la antigüedad. Hoy es célebre por su girginakku, girginakku, “biblioteca” en sumerio. Rey a partir de diciembre de 669 antes de nuestra era, hizo reunir en Nínive la más importante biblioteca conocida hasta el momento. Para ello envió escribas a cada región del imperio (Asur, Nipur, Akad, Babilonia) para buscar todos los textos antiguos que pudieran encontrarse, para ser recopilados, revisados y copiados —con frecuencia por él mismo—, y

































































memoria de mi nombre, restaura mis inscripciones, vuelve a erigir los altares, escribe mi nombre al lado del tuyo.” Joachim Menant, que lo cita, agregaba en 1880 refiriéndose a estos fabulosos descubrimientos: “No podemos prever lo que el futuro nos reserva en este tema.” Sin embargo, era sencillo: más pillajes, bombas y estúpidas destrucciones, como veremos más adelante. Según suponen algunos investigadores, la girginakku del girginakku del “rey de todo, rey de Asiria” pudo haber reunido medio millón de tablillas y alrededor de cinco mil títulos. Dada la resistencia intrínseca de este tipo de libros, podemos imaginar la parte más grande enterrada todavía en el sitio de Quyundjik, a merced de las depredaciones directas e indirectas provocadas por las repetidas guerras del Golfo. Los curadores de museos occidentales están desolados: se les ha prohibido formalmente adquirir antigüedades robadas. Ahora bien, ¿qué es una tablilla asiriobabilónica separada de su contexto, de las otras secciones pertenecientes al mismo libro, despojada despoja da de datos históricos y científicos científicos que puedan puedan acompañar acompañar su descubrimiento descubrimiento por parte de un arqueólogo, sino un nido de polvo en la vitrina de un coleccionista de Texas o de

































































1 Para

Uruk (Warka) al igual que para Ebla (Tell Mardikh) y sus estanterías borradas, véase Daniel Pott, Mesopota Meso potami mian an Civilization: Civilization: The Material Found ations, Ithac ations, Ithaca, a, 1997. 2 Joachim Menant, La Bibliothèque Bibliothèq ue du palais pala is de Ninive, Ninive, París, 1880 (este libro está disponible en la página de gallica.bnf.com). gallica.bnf.com ). † Se dice que ciertos rasgos de este personaje interesante aunque no totalmente honorable inspiraron al Indiana Jones del celuloide.

































































2. Fibras Fi bras de papiro Si se le hubiera preguntado a Homero a qué cielo había ido el alma de Sarpedón y dónde estaba la de Hércules, Homero habría estado en aprietos pero habría respondido con versos ar a rmoniosos VOLTAIRE

EGIPTO Un funcionario del tiempo de Neferirkara (2462-2426) hizo grabar sobre su tumba que era “escriba de la casa de los libros”. Sin esta inscripción, se podría dudar de la misma existencia

































































así la biblioteca perdida del Ramesseum, que ostentaba su interesante epígrafe, despertó la imaginación de 33 siglos de escritores. Un lapso que equivale a un abrir y cerrar de ojos para ese lugar que el faraón llamaba su “castillo de millones de años”. Más o menos según Heródoto, el papiro es un regalo del Nilo. El fragmento más antiguo data de hace cincuenta siglos y está en blanco. El primer vestigio con jeroglíficos data de 2 400 a. C. Gracias a esta sustancia los documentos administrativos, decretos, correspondencia y otros contratos se elaboran con una molesta obsesión por el detalle. Se multiplican los textos religiosos y vademecum funerarios, así como los tratados científicos o médicos. Las Máximas Las Máximas de Ptahotep que Ptahotep que contiene el papiro Prisse son testimonio de un marcado respeto por el libro y la lectura: “Nadie ha nacido inteligente… Un acto escrito es más útil que una casa de piedra…” Incluso a lo largo del antiguo imperio, sobre todo a partir del imperio medio, la literatura popular o de imaginación abunda y es objeto de cuidadosas transcripciones. El cuento y la novela son géneros apreciados: Sinuhé el egipcio, por egipcio, por supuesto, pero también El también El



































































misma moneda y que los rollos conservados en sus templos y palacios fueron bruscamente destruidos, al igual igual que que su cuerpo. Es verdad: ver dad: los l os libros li bros de mis mis enemigos enemigos son mis mis enemigos. enemigos. Aquello de las colecciones de libros del antiguo Egipto que las guerras intestinas no afectaron fue eliminado sorpresivamente por la conquista realizada por los persas de Cambises Cambises en 525 a. C.: de repente, dice Heródoto, “es “e s evident evi dentee que Cambises Cambises fue fue presa pres a de una una violenta crisis de locura”, hizo flagelar sacerdotes, destruir estatuas, arrasar templos e

































































quedado solo en el depósito de remedios y venenos del venenos del alma. Desde lo alto de una galería de mármol miraba Alejandría iluminada por los últimos rayos del día…” Y el incomparable vizconde desliza al final del volumen un comentario dirigido al lector poco atento: “¿No es mejor para nosotros con la palabra palabr a que agregué?” agregué?” Pero en épocas menos románticas existían dudas de la existencia de la gran biblioteca de

































































organizado por Demetrio de Falera, tirano griego destituido, pero reconocido filósofo, más bien esnob, con el que se encapricha el nuevo rey. Un lugar lujoso, copia de las escuelas de Atenas, en especial del Liceo, con salas de reunión y deambulatorios para el intercambio peripatético, jardines, claustros, refectorios y posiblemente alojamientos. En los libros, documentos y archivos puestos a disposición de los ocupantes no figura que se les asignara un edificio en particular, de lo que se deduce que la biblioteca se “despliega a la vista de todos”.

































































rey!, rey!, pero per o me me encargaré de que se llegu ll eguee a los quinientos quinientos mil mil.” .” Debemos aclarar aclar ar que un rollo roll o o volumen volumen representa un “libro”, es decir el capítulo de una obra. Para Homero debe haber habido 48 rollos y para Polibio 40, unos 10 para La para La república de república de Platón. Si imaginamos que cada título necesita en promedio 24 rollos de papiro, como en el caso de la Odisea, podemos Odisea, podemos deducir que 500 mil volúmenes representan en la actualidad unos 20 mil títulos. Una vez alcanzada esta cifra, un joven maestro de los alrededores tiene el mérito de hacer

































































Cleopatra la visitaba regularmente, vestida de gala y con ceremonioso placer, pero las horas de gloria del Musei del Museion on habían habían quedado atrás. Es probable incluso que la biblioteca madre se encontrara ya muy empobrecida. Entre otras peripecias, el retorno del exilio del octavo Ptolomeo Ptolomeo (Ervegetes ( Ervegetes II, II, llamado l lamado Physk Physkon on o “gran barrig barri ga”), que había había vaciado vacia do hacia 127 a. C. a Alejandría de sus griegos, en especial los asalariados del Museo. El mundo romano se apropia de un Egipto de fin de siglo arbitrando la guerra civil de la reina contra su joven





























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































Egypte au Moyen Moy en ge, Da ge, Damasco, masco, 1967. 1967. 21 P. K. Hitti, The Arabs A Short History, Londres, History, Londres, Melbourne y Toronto, 1968. 22 Inicio del versículo 18 del capítulo 30, pero la intención de la frase no es del todo clara. 23 Etan Kohlberg, A Kohlberg, A Medieval Medie val Muslim M uslim Scholar Scho lar at a t Work Work : Inb Tâwûs and a nd his Library, Libra ry, Leiden Leiden y Nueva York, 1992. 24 Kohlberg escribió un estudio muy preciso sobre las lecturas de este interesante pensador y personaje, pero, como sus libros fueron legados de manera muy burguesa a su descendencia, no se tratará de esto aquí. 25 Así suspiraba Yussef Eche en los años sesenta, sin mencionar si pensaba encontrarlo de nuevo algún día. † Estas citas se encuentran en un texto del ayatolá Mutahari Murtada, asesinado en 1979, traducido al inglés por un organismo de propaganda iraní. Todas las dinastías sucesivas, sin excepción, contribuyeron en realidad a la erradicación de la cultura cultura de la Corasmi Cora smia. a. † En 1823 Heinrich Heine se basará en este episodio para su pieza teatral Almans Almansor or,, que contiene una frase profética para 1933 (véase más adelante). † Debemos este precioso cálculo a R. W. Bulliet: una carga de camello comprende alrededor de 1 500 obras, es decir cerca de 40 mil para esta exacción concreta. † Adjetivo y sustantivo edulcorado, entre otras, en la versión francesa del libro de Bernard Lewis, como “devoto”. Traducido a menudo también como “sacrificado”, que deriva en realidad de “rescate”, como en “¡Si yo pudiera servirte de rescate!”, antigua expresión de la más exquisita gentileza. † La palabra viene de olei en olei en tamul, “hoja de palmera cortada en láminas encuadernadas que forma las páginas de los libros indios”.































































4. Gente del libro Dios es e s un vertebrado verteb rado gaseoso gas eoso ERNST HÄCKEL

“Imaginen dos hijos —dice el Sefer hasidim, en hasidim, en el siglo XII —: uno uno de ellos ell os jamás presta los XII —: libros, el otro lo hace sin inconvenientes. Pues bien, el padre debería legar toda su biblioteca sin dudarlo al segundo, aunque sea el menor.” Lo hemos visto en El Cairo, pero también en Bagdad o en Córdoba: la riqueza de la biblioteca udía en el mundo árabe medieval es enorme. Y aún más teniendo en cuenta que su objetivo no es ser universal. El lector opulento aspira a tener solamente los libros de Maimónides, Galeno, Averroe Averroes, s, Claudio Ptolomeo, Avicena, Avicena, Aristóteles Aris tóteles o Hipócrates, Hipócr ates, y los guarda guarda cerca de la Biblia y el Talmud; tiene incluso algunas obras ligeras o de ficción.1 En Europa del Norte, en cambio, las bibliotecas son mucho más pobres. Pero llaman la atención. Y también provocan hostilidad. “A causa de las alusiones blasfemas al Salvador y a la Virgen”, que algunos dicen encontrar, las bibliotecas de los judíos, y especialmente el Talmud, que a menudo es el único elemento que contienen, fueron objeto de una persecución permanente, casi obsesiva. Aunque haya sido el rey sirio Antíoco el iniciador de la moda mucho tiempo antes, es un judío converso llamado Nicolás Donin quien, en 1239,2 llamó la atención de Gregorio IX sobre las sulfurosas lecturas de su antigua comunidad. En junio, el papa enviaba una circular secreta a los monarcas y prelados de Francia, Inglaterra, España y Portugal con la orden de que en el sabbat de la siguiente cuaresma, aprovechando que los judíos estarían reunidos en las sinagogas, se recogieran todos los libros y se los dieran a los hermanos mendicantes para ser analizados. La empresa se anunciaba larga y fastidiosa, y sólo en Francia se cumplió la orden, el 3 de marzo de 1240. Algunos rabinos tuvieron la audacia de presentarse a una disputatio presidida disputatio presidida por la reina Blanca de Castilla para oponerse vehementemente a la mala interpretación de los textos. Una derrota total. Luego del tiempo necesario para simular que todo había sido leído, el 15 de mayo de 1248, el papa condenó la literatura judía y sus horrores. Pero los franceses no habían podido esperar: en 1242, en París, se quemaron en la plaza pública catorce carretas de libros, seguidas de otras diez, probablemente en 1244. Y en la década de 1250, como había que cumplir la decisión papal, se quemaron más. En 1263 Clemente IV conmina al rey de Aragón y a sus señores, bajo pena de excomunión, a que exijan a los judíos la entrega de todos sus































































Se instaura así una especie de rutina papal: Juan XXII en 1320 y Alejandro V en 1409 y Julio III en 1553… dieron orden de que se inspeccionasen, con el fin de hacerlos desaparecer, los libros israelitas. Éstos parecen formar una biblioteca virtual distribuida en los estantes de los siglos con una obstinación que exacerba una invariable propensión destructiva. Aún pudieron encontrarse doce mil más para quemar en Cremona en 1569. A tal punto, afirma un autor, que es admirable que el “Talamuz” haya sobrevivido a tanto ardor. Aquí tiene lugar la historia del informe Reuchlin. Hacia 1508 1 508 un carnicer carniceroo judío j udío que los dominicos dominicos de Colonia habían bautizado bautizado recient reci entem ement entee y a quien habían ofrecido el beneficio de una sinecura se propuso denunciar, él también, los horrores que pululan en los textos de su antigua religión. Aunque no sabía leer ni hebreo ni latín, la queja de este hombre llamado Pfefferkorn llegó a oídos del emperador Maximiliano, quien decidió formular oficialmente la pregunta: ¿los libros del pueblo elegido deben ser confiscados legalmente en su totalidad para ser aniquilados por el fuego? Y encargó un informe a dos expertos. Uno era el gran inquisidor de Colonia, cuyas conclusiones parecían estar escritas por anticipado; el otro era un profesor de derecho, Johannes Reuchlin. Este amigo de Erasmo, buen cristiano y humanista, había escrito una gramática del hebreo en 1506; como Marsilio Ficino y Pico de la Mirandola, a los que frecuentaba, Reuchlin comenta la cábala donde, según él, se asienta la verdadera fe cristiana. No le gustan los judíos, pero idolatra los libros. Y la lógica. Su respuesta de jurista —un texto moderno y luminoso, que un investigador estadounidense acaba de traducir del latín y que fue publicado por los misioneros paulistas— puede leerse también en un plano metafísico; intitulada Recomendación para saber si hay que confiscar confi scar,, destruir y quemar todos los libr li bros os de los judíos (1510), judíos (1510), marca un hito en la historia de la tolerancia. “Concives”, o sea conciudadanos: Reuchlin construye su argumentación a partir de la afirmación de que los judíos son súbditos del emperador y tienen el beneficio de la protección del derecho. Como buen racionalista, descarta la nebulosa de la superstición que rodea esta literatura y describe un panorama completo: las Escrituras, los comentarios, las glosas, los sermones, sermones, los l os tratados de filosofía y de diversas diver sas ciencias c iencias y, finalment finalmente, e, los l os poemas, cuentos cuentos de hadas y sátiras. En este último género, concede, es posible encontrar, buscando bien, una palabra anticristiana, pero se trataría entonces de un libro con “su propio título, justo como lo concibió el autor”, y una expresión individual no puede comprometer a todo un pueblo. Para completar, Reuchlin cita a Aristóteles y a san Jerónimo: ¿cómo oponerse a lo que no se conoce? “Si a alguno se le ocurre escribir en contra de los matemáticos y el mismo ignora las matemáticas, incluso la aritmética, ¿no sería el hazmerreír de todos?” En ese punto lleva a sus lectores al plano de la lingüística y de la definición de lo verdadero y lo falso, luego al dialecto de dios: necesariamente el hebreo. Que los dominicos empiecen por aprenderlo,































































fueron quemados por el inquisidor de Colonia en 1514, y él mismo escapó a la hoguera contra la herejía porque murió en 1522. Pero se había llevado a cabo el primer ataque contra el antisemitismo generalizado. El editor de nuestros días observa además que el argumento más sutil de esta sutil Recomendación Recomendación es, de hecho, el primero, porque sugiere que el derecho alemán difiere de la ley católica de Roma. Uno de los lectores más atentos de Reuchlin se llama Martín Lutero. En Venecia, durante el siglo XVI, se distinguían los judíos del Levante, que tenían derecho de ciudadanía, de los del norte, que ya eran mal vistos, y de los ponenti los ponentine, ne, así así llamados porque venían del oeste, es decir, de una España que los expulsaba. Como eran los menos favorecidos, vivían en el gheto, y sobre ellos se abatía la desgracia cuando se trataba de defender la cristiandad atacada por la fe de los hebreos propagada por los libros. Los Esecutori Esecutor i contro la bestemmia best emmia (blasfemia) tenían por ende el derecho de inspeccionar las viviendas y las librerías para vaciarlas de las obras incriminadas y llevarlas sin más a la quema de ejemplares, que no se produjo sólo una vez. En algunos meses cientos de miles de libros fueron quemados hasta en Creta, por ese entonces bajo dominio veneciano. Pero en la misma Venecia se consumían más que en otros sitios, porque se publicaban allí: hombres como Daniel Bomberg, cristiano de Amberes, o la noble familia Giustiniani pagaban fortunas en impuestos para tener el derecho de hacerlo. Por otra parte, los poderosos editores de la Serenísima lograron que el papa aligerara su reprobación antijudaica en 1554: la destrucción total y sistemática fue reemplazada por una fuerte censura previa. Pero esta última podía ser burlada, ya que en 1568, los Esecutor los Esecutorii de nuevo requisan y queman en la plaza de San Marcos decenas de miles de obras encontradas en los depósitos,3 y condenan al editor-impresor a abultadas multas. Sin embargo, el mercado de las publicaciones es tan lucrativo que las prensas se transportan a la isla de Cefalonia y se instaura así un considerable tráfico clandestino. Al considerarse los caracteres hebraicos de esencia divina, un aspecto esencial del mundo del libro judío será la sacralización de todo escrito, sea cual sea. Esto explica la existencia de la caverna de Alí Babá para el investigador y un objeto inesperado de reflexión para el filósofo que es la geniza: geniza: una reserva en la que un libro fuera de uso, y por extensión o pereza cualquier documento manuscrito o impreso, debe ser guardado, apilado, olvidado, “puesto en secreto”, incluso para el Sefer torah. torah. Pero, sobre todo, no debe ser descartado, y mucho menos quemado. Puede apreciarse aquí el efecto particularmente traumatizante que pudieron haber tenido las incontables quemas de literatura hebraica a lo largo de la historia. El iniciador, el 6 de diciembre de 167 antes de la era cristiana, es el rey de Siria Antíoco IV Epifanio, en una tentativa radical de helenización de los judíos. La destrucción de libros en Jerusalén y Palestina —“arrojados al fuego después de ser desgarrados” — es un































































escritos para ocultar su origen árabe, lo que tuvo como consecuencia la abolición del pasado de las otras familias que se remontaban a la fundación del pueblo,4 pero más a menudo por razones metafísicas. O por razones atribuibles al puro mito: existe una creencia según la cual el Libro no es el verdadero y que se habría eliminado con fuego todo lo que hubiera contradicho a esta falsificación; lo mismo se dirá del Corán y también, según algunos, de los Evangelios en hebreo, que la iglesia habría eliminado para que sólo subsistieran malas traducciones griegas. Existen entonces las quemas de libros desde el momento en que existe monoteísmo, tal como lo instaurara Akenatón.5 De ahí a afirmar que el monoteísmo sin intolerancia es impensable sólo hay un paso, que muchos se han cuidado de no dar. La historia del pensamiento judío no sólo arde en el fuego, sino que tiene la originalidad del “auto” auto da fe de fe de libros. La que tuvo como víctima a Maimónides en Montpellier en 1233 es memorable porque los ortodoxos fueron directamente a llamar a la puerta de la inquisición, que se frotaba las l as manos, manos, hizo un gran fueg fuegoo con las obras que que pasaban pas aban por heréticas a los l os ojos oj os de los l os judíos j udíos y, y, lueg l uegoo de una una breve bre ve reflexión re flexión,, con todos los l os libros l ibros judíos, Talmud almud inclu i ncluido. ido. Los mesianismos engendrados por el judaísmo no tienen nada que envidiarle en estupidez a los de los cristianos. Shabbethai Zebi, Baruchiah Russo y Jacob Frank, principalmente, generan entusiasmos y delirios perfectamente comprensibles en un mundo culturalmente confinado en los tabúes y censuras: “Bendito eres tú, que permites lo que está prohibido” es el leitmotiv, el credo. Harén de jóvenes vírgenes, incesto, diversas profanaciones y violación de todas las restricciones alimentarias son rituales habituales. Forma parte de la doctrina la destrucción del Libro y de todos los libros: miles de obras son quemadas, por ejemplo, en 1757, en una plaza pública en Podolia, y el buen frankista lleva en las ceremonias sandalias fabricadas con el pergamino de la Torá. No asombrará entonces descubrir hoy en internet numerosos sitios que toman en serio estas desviaciones oportunistas, con las que no hay que confundir el caso más alambicado del hasid Nachman de Breslau. De él muy poco se sabe: nacido en 1772, muerto de tuberculosis en 1811, pasó su corta vida errando, cambiando de lugar, escribiendo que él era el mesías y haciéndose detestar. Como sucede a menudo con los “grandes iniciados”, su herencia hace el resto. En esta ocasión, su secretario Nathan divulgará la singular enseñanza de este rabino místico, del cual lo esencial es su obsesión por la necesaria destrucción de los libros. Exagera el concepto de sefer ha-nisraf: el ha-nisraf: el libro quemado, ya que escribe un tratado que lleva ese título, que arroja a las llamas, con absoluta coherencia, en 1808. Muestra a sus estudiantes la hoja de papel con notas de su puño y letra, y afirma: “Muchas son las enseñanzas de esta página y muchos son los mundos que se alimentan cuando se quema”, antes, justamente, de arder; hacer eso es “aportar una luz al mundo”, evidentemente. Esta mayéutica por provocación hoy no conmueve a nadie que haya visto un poco de mundo, pero tuvo gran repercusión en la época, tanto que Nachman llegó a profesar la obligación de arrojar al fuego todos los libros sagrados ya que, al igual que los libros

































































ha-ganouz: por ha-ganouz: por encima del libro quemado, el libro absoluto es el que se disimula: “Ninguna mano lo tocó, ningún ojo lo ha visto.”

NOTAS 1 S. K. Padover, capítulo XI, en Thompson,

The Medieval Library, Nueva Library, Nueva York, 1957. 2 Henri-Charles Lea, Histoire de d e l’Inquisition l’Inqu isition au Moyen Moye n âge. âge . 3, Domaines particuliers particu liers de l’activité inquisitoriale inqu isitoriale et index général, Grenoble, général, Grenoble, J. Millon, 1990. Del mismo modo, Gilbert Dahan, comp., Le Brûlement du Talmud à Paris, 1242124 21244, París, 1244, París, 1999. 3 Paul Grendler aporta información muy precisa sobre los títulos y su proveniencia: “The Destruction of Hebrew Books in Venice, 1568”, Pr 1568”, Procee oceeding dingss of the American Academy Acade my for Jewish Research, vol. 45, Jerusalén, 1978. 4 Edwards, op. cit. 5 Y recordado por Gérard Haddad en la nueva versión de sus Les Folies millénar millénaristes: istes: les biblioclastes, biblioc lastes, París, París, Librairie Générale Française, França ise, 2002. 2002.

































































5. Asia antes del siglo XX Alguna Algun a vez habrá hab rá un hombre que q ue sienta como yo, y o, y ése é se destruirá destru irá mi mura muralla, lla, como yo y o he destru destruido los libros, y ése borrará mi mem memoria oria y será mi sombra y mi espejo y no lo sabrá JORGE LUIS BORGES

EL PAPEL ARDE MEJOR QUE EL BAMBÚ En el invierno de 1899 la tierra de Anyang en China es castigada por terribles crecidas y un rumor se expande por las aldeas: “Se encontraron huesos de dragón, y hay muchos.” Jóvenes y viejos acuden de inmediato a las dos excavaciones que un desmoronamiento del terreno dejó al descubierto y extraen extraños extraños objetos obj etos blancu bl ancuzcos zcos donde se adivinan adivi nan pictogramas pictogramas grabados. rabados . Los campesinos los venden a los boticarios, que los reducen a polvos para la longevidad y para renovar la energía sexual. Y todo el mundo contento. También ambién los sabios, s abios, pero su s u interés interés aument aumentaa el precio preci o de las l as osam osa mentas. entas. Cuando se dieron cuenta de que se trataba de descubrimientos científicos que debían protegerse, los campesinos comenzaron a raspar las inscripciones para venderlas sin oprobio a los farmacéuticos, hasta que el filólogo Luo Zhenyu logra arrancar a alguien el nombre de la aldea de Xiaotun, cerca de la que se encontraba el sitio principal.1 Se obtuvo entonces la prueba de la existencia de una dinastía que conocía la escritura en el siglo XIV antes de nuestra era. Hasta ese momento, China hacía un triste papel comparada con Sumeria o Egipto; se podría decir que así, por fin, “conquistó “conquistó su antigü antigüedad”. edad”. Los Shang practicaban, en efecto, el tabu (gran tabu (gran adivinación) por medio de caparazones de tortugas y omóplatos de búfalos: se les acerca un hierro candente o una tea y de inmediato se forma una línea zigzagueante; sólo hay que interpretarla. El escapulomante impresiona todavía más a su auditorio escribiendo bajo la fisura con una punta lo que acaba de descifrar. Por ejemplo: “Tal día el príncipe va a la pequeña colina para atrapar osos con una red. Atrapará

































































bambú. De esta época (hacia 800 antes de nuestra era) datan los tres monumentos más antiguos de la literatura china: los Documentos, los Documentos, Poemas y Mutaciones. Mutac iones. Las minuciosas crónicas de las Primaveras y Primaveras y los Otoños son Otoños son un clásico del periodo siguiente, así como las Tradiciones. Es decir que, cuando comienza la edad de oro del pensamiento chino y de la filosofía con Confucio, leer y conservar los libros no es una rareza; la sorprendente aparición de las “cien escuelas” al final del periodo de los Zhou se acompaña de un florecimiento de bibliotecas arcaicas pero coherentes. Hacia el año 500 a. C., Confucio recorre el país y frecuenta estos textos, Lao Tsé es el guardián de los “Archivos del Cielo” —la biblioteca real de Luoyang—, Mozi siempre se desplaza con sus tartanas personales de mapas y escritos. La tartana de libros constituye, por otra parte, la unidad de medida del saber. De un hombre muy cultivado se dice que es un sabio de cuatro cuatro o cinco tartanas. “[Cuando el mensaje] tenía más de cien palabras se lo escribía sobre un ts’ö ts’ö (paquete de fichas de bambú); cuando tenía menos de cien palabras, se escribía sobre un fang fang (tabla de 3 madera).” Las láminas de bambú y las tabillas de álamo o sauce son el material de los textos sin duda después de la época Shang y hasta el siglo III; la seda (si) comienza (si) comienza a utilizarse entre los siglos V y III a. C. y se usará durante mil años, pero es muy cara. En cuanto al papel (zhi), (zhi), hace su discreta entrada en la historia del libro alrededor del siglo II de nuestra era. Es de lejos el más inflamable de los tres. En este aspecto, sólo mejorará su rendimiento, ya que es cada vez más vaporoso a medida que el arte de la papelería china se perfecciona, cuando la materia prima deja de ser el bambú triturado, pasa a ser el cáñamo o la morera blanca, hasta convertirse en el siglo VII en esa sustancia liviana y silenciosa compuesta de fibra de sándalo azul con una pizca de paja y de aire puro que conocemos.† Si bien una biblioteca occidental no arde con la facilidad que a menudo se le atribuye, los libros de papel asiático desprovistos de pegamento y carga son extremadamente combustibles. Además de rápidos y definitivos incendios, la mejora técnica del papel producirá también bajo los Tang el tránsito de los rollos a los códices con encuadernación cosida, que permite apilar las obras, con el pie hacia el exterior del estante y el lomo hacia la derecha, con una indicación vertical del título en una banda sujeta entre dos tomos.

































































visto para el caso de Alejandría entre entre otros, con los rollos-capítu r ollos-capítulos los de papiro. Un saqueador de tumbas llamado Pichun forzó en 280 una sepultura de la época de los Wei. A la luz de las antorchas que se fabrican con tubos de libros, descubre decepcionado que allí se encuentran solamente, como lo demostrará el inventario ordenado por el emperador Wu, 16 obras del pasado en 75 juan 75 juan de de 2 500 láminas, es decir, más de 100 mil caracteres en total. Uno de esos libros es el Zhushu jinian, “Anales jinian, “Anales de bambú”, mítica cronología que se extiende desde las l as épocas époc as de leyenda leyenda hasta el año 299 antes de nuestra nuestra era. Un descubrimiento descubrimiento sin duda admirable, que lamentablemente no fue copiado, y luego fue destruido bajo los Yuan.4 En este marco de bibliotecas en pleno germen, donde resuenan las frases lapidarias de sus pesadas columnas, columnas, nace la dinastía Qin. El primer pr imer protagonista protagonista del de l drama se llama l lama Lü Lü Buwei Buwei.. “Viaja, compra barato y revende caro”, se afirma de Lü Buwei, el hombre más rico de s tiempo. La primera pregunta que le formuló a su padre fue: ¿”Cuánto es el margen de ganancia de la venta de perlas? ¿Y el del jade?” Sima Qian agrega que lo seguían siempre “huéspedes y aventureros” porque pretendía por su intermedio controlar todo el país. En el seno de esta clientela se destaca Li Si, personaje de importancia futura. Poco instruido, Lü se construye una reputación de letrado con el trabajo de los intelectuales que tiene a su servicio: es el Lüshi el Lüshi chunqiu, “Primaveras chunqiu, “Primaveras y Otoños del señor Lü”. Ha puesto en el trono de Qin a uno de sus hombres, que casó con la más bella de sus propias concubinas. Embarazada, según señalará la despiadada lengua de Sima Qian más tarde, bajo los Han, cuando será apropiado denigrar a la dinastía precedente. De allí la insistencia sobre el origen de Qin Shi Huangdi: no sólo es bastardo, además es hijo de un comerciante. 5 Nace así, alrededor de 259, el niño Zheng, que a los 13 años se convierte en rey. Lü Buwei hace entonces regresar a su lado a su concubina, que expone con un amante oficial para no atraer sobre sí la cólera del joven rey. Pero ha subestimado la fuerte, monstruosa personalidad del adolescente. Apenas llega a la mayoría de edad y puede gobernar, hace descuartizar al amante oficial de su madre, y manda al exilio a aquel a quien debe todo, comenzando sin duda por su propia existencia. Lü Buwei se envenena camino a Sichuan.

































































toma de la Bastilla. Y la firme desaprobación de 460 notables seguidores de Confucio no altera en absoluto al emperador: los hace enterrar vivos. Pero Li Si desea enterrar también el pasado, que comienza, en efecto, a acumularse en huellas materiales cada vez más molestas, en el doble sentido del término. Durante el banquete del año 213 que reúne a 70 académicos, algunas desdichadas palabras arruinan los festejos. Uno de los invitados, probablemente exaltado por el vino amarillo, exclama: “Nunca escuché decir que evitando el modelo de la antigüedad sea posible perdurar.” Silencio mortal. El ministro responde, glacial: “Los maestros letrados no toman modelos del presente, pero estudian la antigüedad para poder denigrarlo y así crean la duda y la confusión entre las cabezas negras [el pueblo].” Y, volviéndose hacia el emperador, “propone que todas las historias oficiales, con excepción de la de Qin, sean quemadas. Que aquellas personas […] que osen poseer literatura clásica y discusiones de diversos filósofos se presenten ante los gobernadores administrativos o militares para que sus libros sean quemados sin miramientos”. No se trata de una inspiración súbita: la destrucción de libros como herramienta de gobierno existe al menos desde Shang Yang, dos siglos antes, ya que éste exhorta al duque Xiao a “quemar los libros para que puedan manifestarse la ley y las ordenanzas”.6 El decreto del monarca de Qin va a satisfacer ampliamente a aquellos consejeros de la escuela legista para los que el estado sólo puede ser gobernado si se mantiene al pueblo en la ignorancia: “y los que quieran estudiar, que tomen a los funcionarios como maestros”, dice Li Si, inspirado por su antiguo condiscípulo, y competidor por poco tiempo (fue rápidamente eliminado), Han Fei, quien había afirmado: “En el estado de un dirigente esclarecido no hay literatura ni tablillas de bambú: la ley es la única doctrina. Tampoco hay referencias a reyes antiguos, los ministros son los únicos modelos posibles.” Solamente estos últimos tienen el derecho de instruirse, siguiendo el ejemplo del soberano. Los libros que poseen escaparán a las quemas públicas. Por un tiempo. Las “cien escuelas” quedan proscritas: las de leyes, la del tao, la tao, la de Xunzi, primer filósofo escéptico: este original pensador enuncia claramente sus ideas, mientras que en China los conceptos son a menudo inducidos a través de parábolas y anécdotas; entre sus propios 7



































































de ser expulsado de su hogar y arrojado a la calle. Pero cuando logró regresar pudo recuperar 29 secciones de ese clásico histórico. Lo mismo hizo Kong Fu en la casa de Confucio, y 60 años más tarde, cuando la familia descubrió la biblioteca oculta al realizar modificaciones para agrandar la casa, las reformas de la escritura habían convertido esos libros en algo ilegible, aunque por fortuna no para siempre. “La gente de esa época no sabía ya que había habido caracteres carac teres ant a ntigu iguos, os, y llam ll amaban aban [a eso] es o] escri es critu tura ra en forma forma de renacuajo.” renacuajo.”8 Patético y misterioso destino del más increíblemente poderoso de los hombres. Luego de echar las bases del país, se lanzó a secretos recorridos por las provincias, durante los que se plantan, cuando él se aproxima, numerosas songdebei, songdebei, estelas que alaban su gloria y sus virtudes, y cuyo texto está grabado en xiaozhuan. † Inesperadamente el paranoico Zheng fallece, según se refiere, en la ruta. Y así su escolta acompaña durante varios días, y sin saberlo, a un cadáver que terminará, como sabemos, en el centro de una tumba de 52 kilómetros cuadrados en la que 700 mil esclavos habían dejado la vida durante 20 años. Entonces todos sus hijos y herederos sucumben ostensiblemente y Li Si es solemnemente serruchado en dos, en sentido transversal. Como consecuencia del precoz fin de la dinastía, el año 208 a. C. marcará el comienzo de un frenesí filológico y bibliofílico en proporción inversa de lo que se había decretado 11 años antes: todo el que pertenece al mundo de la historia, del pensamiento y del arte se afana por exhumar, copiar, analizar y atesorar los textos que aún no habían desaparecido por completo. El respeto por lo escrito, que es una constante en el mundo chino, se afirma con fuerza. “Acaso el incendio de las bibliotecas y la edificación de la muralla son operaciones que de un modo secreto se anulan”, estima un divertido Borges. Lo que no impide que “quemar los libros y enterrar vivos a los letrados”, fenshu kengju, se

































































son invitados a llevar sus obras para que sean copiadas, como sucederá siempre que se inaugure una dinastía con los estantes vacíos. Es entonces inevitable la aparición de muchos apócrifos, incluso de falsificaciones cuando las compensaciones que se ofrecen son particularmente atractivas y los bibliotecarios poco rigurosos. Los saqueos que sufren las colecciones de libros son tan frecuentes que el arte de la falsificación se desarrolló muy tempranamente y alcanzó una cima con la dinastía Ming, época en la que se venderán las ediciones Yuan como si fueran Song. Las obras que tienen prefacio y colofón se mutilan sin remordimiento para poder fabricar falsificaciones irreprochables. Una biblioteca privada del siglo II a. C. no es un misterio para nosotros gracias al supuesto hijo del canciller Li Cang, marqués de Dai, enterrado en Mawangdui con los libros que él uzgaba esenciales. Y con 38 armas, porque se trataba de un jefe guerrero (puede verse esa herencia en el museo de Hunan en Changsha). Se trata de manuscritos de seda, enrollados en cofres de laca compartimentados y cubiertos con alrededor de 100 mil carácteres en total. Hay dos ejemplares del Tao Te Ching, Ching, presentados en un orden diferente al que se conocía hasta entonces y de los cuales uno está precedido por cuatro ensayos míticos que se suponen perdidos en la gran hoguera de 213: los Cuatro clásicos del Emperador amarillo, amarillo, que son manuales de comportamiento taoísta reservados al gobernante, como si fuera una especie de Lao Tsé secreto.11 También encontramos varias obras llenas de enseñanzas: Anécdotas Anécdotas y discursos sobre el periodo de Primaveras y Otoños y Otoños y también las Cartas de los estrategas olíticos de los reinos combatientes. Un combatientes. Un Movi Movimiento miento de los l os cinco planetas planet as realizado realizado para la adivinación de las órbitas de Júpiter, Saturno y Venus en tiempos de Qin Shi Huangdi, es decir

































































para el e l resto r esto del mundo. undo. Del inventario Han, 41 obras han llegado hasta nosotros, 65 han podido ser bien o mal reconstituidas a partir de otras fuentes y el resto se perdió para siempre. Si bien los primeros catálogos elaborados se han perdido, la clasificación en siete categorías será adoptada por largo tiempo: general, clásicos, filosofía, poesía, ciencia militar, astronomía y matemáticas, ciencias ocultas. Pero de nada sirve, podría haber dicho un filósofo: durante la insurrección del usurpador Wang Mang en el año 23, la ciudad de Changan es destruida y con ella la totalidad de los 13 269 juan 269 juan contabilizados contabilizados hacía poco tiempo. “Es la segu s egunnda catástrofe literar l iteraria ia de la historia”, histori a”, afirm afir ma Niu Hong. Hong. Luoyang se convierte en la capital de la dinastía Han del este; muchos letrados llegan de todas partes con tantos sacos de manuscritos “que no se pueden contar”. Nace un importante archivo imperial. Si se busca el Sutra en 42 artículos, puede encontrárselo en la fila 14 de la sala de Piedra de la terraza de las Orquídeas. Otros sectores del catálogo se encuentran en el pabellón del Unicornio, o de la Felicidad celeste. Un nombre poco apropiado para ese día de 190 en el que un general y sus muchachos hacen desalojar la corte y saquean el lugar: “todos los documentos y las obras literarias fueron picados y dispersados”, los libros de seda servían, según su tamaño, como cortinas, techo de carpas o embalaje; las páginas más pequeñas eran convertidas en hilo. Sin embargo 70 carretas cargadas de obras pudieron ser recuperadas, aunque sólo la mitad llegó a Changan, y finalmente fueron quemadas durante los disturbios de 208. Niu Hong realizó el inventario de las destrucciones integrales de las bibliotecas mayores en un informe que presentó al emperador Wen de los Sui en 583: contabiliza cinco, “pero

































































En realidad, son cada vez más mortales: las rebeliones o la llegada de los uigures, los tibetanos, los mongoles implican daños irreparables. Muchas destrucciones son premeditadas y preparadas. Kublai ordena el 11 de agosto de 1258 “el envío de emisarios que buscarán por todas partes y tomarán los textos de ciertos libros, así como las planchas que sirven para imprimirlos; en dos meses se los traslada a Yanjing (Pekín), donde se los almacenará y se los destruirá con fuego”. Actuaba por orden de su hermano Mangu, y con un impresionante sincronismo con su otro hermano Hulagu, que en ese momento destruía Bagdad. Una vez en el trono del imperio, Kublai continúa con este ímpetu contra el canon taoísta, excepto el Tao Te Ching (¿porque Ching (¿porque este texto básico es poco accesible al lector ordinario?). El 2 de diciembre de 1281 y hasta comienzos de 1282 toda copia, incluso privada, y los clichés de madera que servían para generar los 7 mil tomos del corpus son quemados, incluso en el sur del país, nuevam nuevament entee conquistado. Zhu Zhuangzi angzi había señalado s eñalado la l a inu i nutili tilidad dad de estas acciones: el libro li bro en sí mismo no existe. “Los libros son sólo palabras, aunque sean preciosas. Lo que es precioso en las palabras son las ideas.” Al menos dos emperadores destruyeron voluntariamente sus impresionantes colecciones. Yuan Di en 554, con su capital sitiada, prende fuego a los 140 mil juan juan de los que estaba tan orgulloso y amenaza con arrojarse al brasero, mientras alguien lo retiene por la manga. Enton Entonces ces quiebra quiebr a contra un pilar pil ar sus sables sable s ornados or nados con oro y piedras piedra s exclamando: exclamando: “L “ La cultura cultura civil y la militar desaparecen esta noche.” Más tarde se dirá que él amaba de sus libros la cantidad, es decir que no los amaba lo suficiente. Sin embargo, era tan aficionado a la literatura que cinco lectores se relevaban en su cabecera cuando estaba enfermo, y cada vez

































































requisa pura y simple. Por eso, en general, un coleccionista chino de antaño siempre es avaro con sus libros. Si los presta es sólo a una amigo fiel, que sin duda le trae una jarra de vino antes de pedir el volumen más insignificante, y otra cuando lo devuelve.15 ¿Queremos hacernos una idea de la bibliofilia china clásica? Es el jardín del refinamiento y la melancolía. Veamos por ejemplo a los siete coleccionistas de Hangzhou; cada uno posee una importante biblioteca y, sin formar en realidad un grupo constituido, se reúnen en veladas en las que generalmente se bebe bien a orillas del lago del oeste, donde convergen sus villas, intercambian obras raras, informaciones, muy raramente sus propios poemas. De estos diletantes conocemos un poco a Wang Xian (1721-1770), quien tuvo la desgracia de lograr el concurso imperial, en virtud del cual debió aceptar un cargo en el departamento de Penas con una oficina en Pekín; no tarda en alegar la avanzada edad de sus padres y sus deberes filiales para volver definitivament definitivamentee a Hang Hangzhou zhou y a sus libros. li bros. Los días dí as transcurren transcurren apacibles apaci bles mientras él coteja, puntúa y comenta con pincel seguro las miles de obras que contiene su Zhenqitang, el pabellón de la Virtud eminente. Lo mismo sucede con sus amigos Wu Zhuo, Zhao Yu y otros. Zhao Yu es el mayor y el más prestigioso: desciende por su madre de la familia Qi, cuya vasta biblioteca pluridisciplinaria (una rareza a finales de la dinastía Ming) se quemó en 1597, lo que impulsó a Qi Chengye a crear de inmediato otra todavía más admirable para dejar a s descendencia junto con la pasión por los libros y un tratado de biblioteconomía privada, primero en su género en China. Lamentablemente las vicisitudes políticas provocaron la ruina de esta casa y la dispersión de las obras; Zhao Yu relataba cómo hizo, a los 18 años, la peregrinación a la ruinas del lugar donde su antepasado había gozado de la preciosa colección un siglo antes: el panel sobre la entrada todavía se conservaba con los dos caracteres



































































absorbe la humedad. Por otro lado, Fan Qin había elegido el nombre porque tianyi tianyi —que también significa “primero bajo el cielo”— es una invocación al agua en el Libro de las Mutaciones. Mutac iones. Como Como también había exigido una construcción de ladrillos y prohibido cualquier calefacción o sistema de iluminación, el Tianyige se salvó de los incendios. El secreto de la longevidad de esta colección es muy curioso: Fan Qin propuso a sus herederos que eligieran entre una montaña de plata, es decir 10 mil taeles, y la biblioteca sin el dinero, pero con la prohibición de venderla. Su hijo mayor Fan Dachong habló en primer término y eligió sin dudar el Tianyige. Su testamento y el de su hijo fueron idénticos, y así por generaciones. Además, Además, los sucesivos legatarios aplicaron apli caron escrupu escr upulosamen losamente te esta orden del fun fundador: “ningú “ningúnn extraño a la familia entra allí, ningún libro sale de allí”. Pero todo esto debería provocar la risa de los ladrones, que desvergonzadamente hicieron un agujero en la pared tres siglos más tarde, cuando Ningbo fue invadida por los “soldados de cabello largo” de Taiping: y en 1862 una cantidad considerable de obras irreemplazables se vendieron por peso a dos talleres de Fenhua y Tangao, que la transformaron en papel común para envolver la carne en el mercado.17

































































historia, ordenados en diez secciones. Pero en 1346, cuando el siguiente emperador realizó una requisición de libros, los herederos de Zhuangsu prefirieron quemar la biblioteca por miedo a los castigos que su contenido podía acarrearles. Bajo la dinastía Qing se verá a muchos intelectuales de renombre consagrar su vida a temas que no implicaban riesgo, como la arqueología o “el estudio científico de los clásicos”, nombre de un influyente movimiento que actuó entre 1736 y 1820, que absorbió ciertamente gran parte de una energía intelectual que habría podido consagrarse a preparar la entrada del país en el mundo moderno y sólo contribuyó a su adormecimiento en el siglo XIX.19 Se prefería evitar la expresión de opiniones personales, incluso se rehuía la escritura para no arriesgarse a trazar caracteres tabú. En China la verdad nunca está desnuda, sobre todo si no complace a los amos. Se decía con ironía que qing feng bu shi zi: “el zi: “el viento fresco podrá hojear el libro, pero no leer las palabras que en él están escritas”. En síntesis: los de la dinastía Qing son unos imbéciles.† Los intelectuales que se resistieron a este deterioro general de la sociedad china se cuentan con los dedos de una mano. Jean-François Billeter menciona el caso de Li Zhi (1525-1602), iconoclasta y

































































fueron casa por casa a través de todo el imperio buscando libros que pudieran complacerlo o disgustarlo, siguiendo criterios por demás ambiguos: de “toda clase de literatura producida desde la última época de la dinastía Song del sur”, la directriz fue que había que requisar los libros pianmiu, libros pianmiu, “erróneos”; “erróneos”; un simple método de caligrafía, por ejemplo, podía ser juzgado como tal: es el caso de Shufa jingyan de jingyan de Wang Xihou.21 El 11 de junio de 1778 se organiza en Pekín una mastodóntica hoguera con copias de libros requisados, así como de láminas de madera para imprimirl imprimirlos, os, hasta ese moment omentoo guardadas guardadas en la Comisi Comisión ón de Archivos Militares. Mili tares. Un memorialista comenta con audaz acidez que si la madera para calefacción costaba 2.7 taeles por mil cattys o libras chinas, el palacio había ahorrado 98.6 taeles.22 Hasta 1782 hubo 24 quemas de libros en las que se perdieron todas las ediciones de al menos 13 mil libros antiguos, algunos de ellos rarísimos, ofrecidos a esta empresa nacional por los coleccionistas más ilustres con absoluta buena fe. O para ser bien considerados por el potentado, tal vez para protegerse de la censura. “De lo que ha existido a lo largo del tiempo y del cosmos, nada falta”, escribió S

































































“Uno de los vencedores se llenó los bolsillos, y el otro, al verlo, se llenó los cofres.” Así acentúa Victor Hugo su indignación para poder atacar a Napoleón III: el despreciable pillaje de la “quimera” china está a cargo de una nación manejada por un hombre de espíritu pequeño. En efecto, los ingleses expolian metódicamente: organizan en el lugar un remate y se llevan sólo tabaqueras, piastras, perlas, jade y vajillas de oro; los franceses son como niños: se disfrazan con los vestidos de las princesas y se pelean por los objetos voluminosos, en especial relojes y autómatas fabricados en Europa. Como el pillaje se anunciaba monstruoso, el general Cousin de Montauban se retiró a su tienda. “Por todos lados, en el parque, los grupos de soldados corrían hacia los pabellones, los palacios, las pagodas. Las bibliotecas. ¡Ay!”, dice Hérisson conmocionado. Una de ellas es precisamente el edificio construido para recibir una copia entera del Siku quanshu: 3 quanshu: 3 461 títulos, 168 mil volúmenes que el fuego devora en parte el 6, pero sobre todo el 18 de octubre, cuando se encuentra el cadáver del corresponsal del Times que Times que había sido detenido por las autoridades chinas: lord Elgin decide entonces volver al Yuanmingyuan para

































































todo por lo que llevaba la marca del ancho sello rojo del Hijo del Cielo, les garantiza una muralla infranqueable. ¿Entonces quién es responsable del incendio del Hanlinyuan ese sábado 23 de junio? Los ingleses, dicen los chinos. También Wilkinson. Y es irrefutable el hecho hecho de que el edificio edi ficio se encuentra encuentra en una una posición posi ción estratégica, y que su destrucción aliviará alivi ará a los sitiados. O acaso son las tropas regulares (y musulmanas: el levantamiento bóxer es también una yíhad una yíhad)) del general Dong Fuxiang, con la esperanza de que el fuego se propague a los inmuebles de los extranjeros, o al menos de que el humo los asfixie. Por otra parte el sitiador está en las ventanas de los edificios disparando sobre todo lo que se mueve, mientras que “los viejos pabellones arden como la yesca con un rugido que cubría el estruendo sostenido de las balas”. Pero el barrio cuenta con ocho pozos y brazos heterogéneos pero numerosos para hacer la cadena. Entonces el viento del norte cambió, y el sitio fue levantado. Pero demasiado tarde para los libros. “En el patio del este la pequeña biblioteca estaba en ruinas, ruinas, la fuent fuentee que lo adornaba, llena ll ena de objetos obje tos destruidos, planchas planchas de madera, manuscri anuscritos tos y libros impresos se desparramaban por el suelo, pisoteados en el barro.”26 Todos aprovechan



































































la Cámara de Estudios Imperi Imperiales ales —con el agregado de una una importante importante colección colecc ión de libros li bros del Wenyuan enyuange, ge, la principal pr incipal biblioteca bibli oteca imperial— imperial — estaba a punt puntoo de desm des moronarse bajo baj o el peso de la decrepitud. El canciller y reformador Chang Chihtung (Zhang Zhidong) decidió que algunas secciones formarían la base de la Biblioteca Nacional de China, pero también que todas las inutilidades acumuladas durante tres siglos debían ser quemadas, como lo mandaba la tradición (y el destino: entre 50 y 60 por ciento de los archivos fueron destruidos cuando los

































































es, además, uno de sus epítetos. Con el nombre actual de Baragaon al oeste de Patna, las altas ruinas rojizas de Nalanda son el testimonio del esplendor del centro universitario creado durante el periodo Gupta (320-467), y que parece haber sido un efímero modelo de ecumenismo: allí se enseña también el brahmanismo y los conocimientos seculares. El audaz monje Xuanzang de la Peregrinación la Peregrinación hacia el oeste, oeste , venido a recolectar para China los textos budistas esenciales, describe en el siglo VII la gloriosa animación de esta ciudad intelectual:

































































que piedras apiladas, muy curiosas, ya que los templos budistas tienen capiteles corintios. Este excepcional cruce de civilizaciones había vibrado sucesivamente bajo los pies de Darío, Alejandro, Seleuco Nicator, Apolonio de Tiana, santo Tomás y Mamud de Ghazna. Asoka la gobernó en el siglo iii antes de nuestra era, para convertirse luego en uno de los famosos reyes de la l a India, impregnado impregnado del espíritu espír itu de Buda. Buda. Taxil Taxilaa fue, fue, adem ade más, una de las primeras vihara y vihara y conoció su apogeo alrededor del año 400, cuando Faxian, precursor de los monjes peregrinos

































































EL SABLE Y EL PINCEL El príncipe Umayado no Oji gobernó Japón de 593 hasta su muerte en 622. También conocido con el nombre póstumo de Shotoku, a él se deben las importaciones masivas de conocimientos y prácticas chinos, así como la decisiva protección del budismo. Con este fin hará erigir no lejos de Nara el Horyu-ji, que cuenta probablemente con las más antiguas construcciones de

































































desencadenó en 1467 le hizo perder de golpe todo lo que amaba; escribe él mismo en s diario: “En poco tiempo una columna de humo se elevó y el lugar fue de inmediato devastado. Mi biblioteca escapó a las llamas sin duda porque el techo era de tejas y las paredes de tierra, pero los bandidos de los alrededores se precipitaron suponiendo que allí había dinero y objetos de valor, y rápidamente forzaron la puerta y dispersaron miles de volúmenes. Ni un solo libro japonés o chino, que se remontaban a varias generaciones, se salvó.”33





























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































18 Diego de Landa, Relación Landa, Relación

de las la s cosas co sas de d e Yuca Yucatán, tán, México, México, 1978. 19 Véase V. W. von Hagen, op. cit. 20 Véase Franz Blom, Conquest of Yucatan, Boston, Yucatan, Boston, 1936. 21 Popol Popo l vuh: vuh : las antigu a ntiguas as historias h istorias del Quiché, Qu iché, versión versión y prólogo de Ermilo Abreu Gómez, México, 2003. 22 Joseph de Acosta, Historia Acosta, Historia n atural atura l y moral de d e las Indias, India s, México, México, 1985. 23 Serafim Leite, autor de una historia de la Compañía en Brasil en diez volúmenes, citada por M. L. Glover (“The Book and the Conquest. Jesuit Libraries in Colonial Brazil”, Libraries and Culture, Culture, vol. 28, núm.3, Austin, verano de 1993), más extensamente por R. Moraes, Livr Moraes, Livros os e Bibliotecas Biblioteca s no Brasil Colonial, Colo nial, Rio Rio de Janeiro y São Paulo, 1979. 24 Véase Laurence Hallewell, “Rare Books in Latin America Libraries”, IFLA Journal, vol. Journal, vol. 21, núm. 1, 1995 (disponible en internet: www.ifla.org www.ifla.org). ). 25 Comentario sobre la regla de los hermanos de la Santa Cruz, citada por Alfred Franklin, Les Anciennes Ancien nes bibliothèqu biblioth èques es de Paris: églises, monastères, collèges, etc., etc. , París, 1873. 26 Véase Alfred Franklin, op. cit. 27 Edward Edwards, op. cit. 28 Citado por C. R. Gillet, Burned Book s. Neglected Chapters in British History and Literature, Literature, Nueva Nueva York, 1932. 29 Consignado por Isaac Disraeli, Curiosities of Literature, Londres, Literature, Londres, 1793. 30 Collier en su Eccl. su Eccl. History, Histor y, citado citado por F. S. Merryweather, Me rryweather, Bibliomania Bibliomania in the M iddle Ages, Londres, Ages, Londres, 1849. 31 Según Elmer D. Johnson y Michael H. Harris, History Harris, History of o f Libraries in the Western World, Metuchen, orld, Metuchen, 1976. 32 Charles Riplay Gillet estableció una nomenclatura de 750 páginas muy ajustadas en 1937, op. cit. 33 Véase Johnson, op. cit. 34 Reynolds y Wilson, op. cit. 35 George Young, Les Young, Les Médicis, Méd icis, París, París, 1969. 36 Walter Scaife, Florentine Scaife, Florentine Life During the Renaissa Ren aissance, nce, Baltimore, 1893. 37 E.-P. Rodocanachi, Histoire Rodocanachi, Histoire de Rome. Le pontif p ontificat icat de d e Léon X, París, X, París, 1931. 38 Brassicanus, citado por C. Csapodi y Klára Csapodi-Gárdonyi, en un admirable álbum dedicado a algunos manuscritos salvados: Bibliotheca Corviniana: la bibliothèque du Roi Mathias Corvin de Hongrie, Budapest, 1982. 39 Nicolas Oláh, luego Martin Brenner, ambos igualmente en Csapodi, op. cit. 40 Sebastian Schertlin, Leben Schertlin, Leben und Thaten des… Herrn Sebastian Seb astian Schertlin Sch ertlin von Burtenb ach, ach , durch ihn selbst deutsch deu tsch beschrieben… herausgegeben von ottmar F. H. Schönhuth… , Münster, 1858. 41 Pierre Barret y Jean-Noël Gurgand, Le Roi des d es dernier d ernierss jours j ours:: l’exemplaire et très trè s cruelle cru elle histoire h istoire des rebaptisés de Münster Mün ster,, Bruselas, 1985. 42 Norman Cohn, Les Cohn, Les Fan atiques atiqu es de l’Apocalypse. l’Apoca lypse. Millénaristes Milléna ristes révolutionn révolu tionnaires aires et anarchistes ana rchistes mystiques au moyen âge, París, âge, París, 1983. 43 Como lo recuerda Louis Réau, que disecó con gran minucia el vandalismo de la arquitectura y las obras de arte en Francia a través de las edades en una obra singular e indudablemente útil, si bien hay que leerla con cierta distancia: Histoire du vandalism vanda lisme: e: les monuments monuments détruits de l’art f rançais, París, rançais, París, 1994. 44 O Bildergalerie klösterliche Misbraüche, Misbraüche, Joseph Richter, 1784, retomada en J. Garrett, The Fate of Monastic Libraries in Central Centra l Europe, 1780-18 178 0-1810, 10, conferencia dictada el 3 de octubre de 1997 (disponible en internet: www.library www.li brary.northwestern. .northwestern.edu/col edu/collecti lections/garrett/klo ons/garrett/kloster ster ). 45 Véase Paul Mech, “Les Bibliothèques jésuites”, en Claude Jolly, dir., Histoire des bibliothèqu biblioth èques es franç fr ançaises. aises. Les bibliothèques sous l’Ancien Régime: 1530-1789, París, 1530-1789, París, 1988. 46































































51 Véase

1789, le patrimoine libéré: 200 trésors entrés à la Bibliothèque nationale de 1789 à 1799, catálogo, París,

1989. 52 Citado

por Pierre Riberette, Les Bibliothèques Bibliothèq ues franç fr ançaises aises pendan pen dantt la Révolution Révolutio n (1789-17 (178 9-1795), 95), recherches sur un essai de catalogue collectif, París, collectif, París, Bibliothèque Nationale, 1970. 53 Sus dos discursos sobre el tema —“Rapport sur la bibliographie, 22 germinal an II” y “Rapport sur la destruction opérée par le vandalisme, 14 fructidor an II”— son retomados en Deloche y Leniaud, op. cit. 54 Sobre la jadeante búsqueda de materias primas por parte de los fabricantes de papel del siglo XVIII y sin duda por siempre, siempre, véase véas e Lucien X. X. Polastron, Le Polastron, Le Papier, Papier, 2000 20 00 ans d’histoire d’histo ire et de savoir-f sa voir-faire, aire, París, París, 1999. 55 Citado por Dominique Varry, “Le Livre, otage de la révolution: conséquences bibliographiques des saisies politiques”, Le Livre Livre voyag vo yageur eur,, actas del coloquio internacional organizado por el ENSSIB y la CERL, 23 y 24 de mayo de 1997, París, 2000. 56 Véase Jean-Baptiste Labiche, Notice Labiche, Notice sur les dépô d épôts ts littéraires littéra ires et la révolution révolu tion bibliog raphiqu rap hiquee de d e la fin du dernier dern ier siècle: d’après les manuscrits de la Bibliothèque d e l’Arsenal, París, l’Arsenal, París, 1880. 57 Las cifras fueron aportadas por Alfred Hessel, op. cit., cit. , pero aclara también que 10 mil manuscritos se salvaron de las aguas de las bombas y fueron llevados a la Nacional. 58 Dominique Varry, op. cit. 59 Se trataba de la hipótesis de Bernard Deloche y Jean-Michel Leniaud, op. cit., cit., entre otros. 60 Según los términos de su sobrino-bisnieto y biógrafo Erwein von Aretin, citado por Jeffrey Garett, op. cit. Véase cit. Véase también E. H. Dummer, “Johann Christophe von Aretin: A Re-Evaluation”, Library Quarterly, Quar terly, vol. vol. 16, núm. 2, pp. 108-121, Chicago, abril de 1946. 61 Jules Cousin, bibliotecario del Hôtel de Ville, citado en Constitution d’un patrimoine parisien: la Bibliothèque historique depuis l’incendie de 1871: catalogue de l’exposition, Hôtel de Lamoignon, 12 juin-31 juillet 1980, París, 1980. 62 P.-O. Lissagaray, Historia Lissagaray, Historia de la comuna de 1871 1 871,, Madrid, 1970. 63 Georges Bell, quien se reconoce como un lector apasionado de este archivo, Paris incendié. incen dié. Histoire de d e la Commune Commune de 1871, París, 1871, París, 1872. 64 Correspondencia de Jules Cousin, citado en Constitution…, Constitution…, op. cit. 65 Citado por Georges Bell, op. cit. 66 Taine, citado por Paul Lidsky, en su sobrecogedor estudio que permite aquí un mejor provecho, Los escritores e scritores contra con tra la comuna, México, comuna, México, 1971. † En español, en el original. [N. del e.] † Véanse los detalles en Bartolomé Bennassar, que ha estudiado el fenómeno inquisitorial durante muchísimo tiempo. Esto debería hacerse con mucha atención, ya que parece que al final encontró cierta sutileza y circunspección, e incluso algo de humanismo, en la manera española de tortura. ‡ El más amplio que se conoce es el último Inde último Indexx Librorum Prohibitorum, Prohibito rum, que que data de 1966 y todavía tiene vigencia. Los Ensayo s de Montaigne aún se encuentran allí. † Y aún más tarde: en 1629 el benedictino Peñaloza escribe estos términos (citado por Alfred Tozzer). † Más exactamente, pilli exactamente, pilli de de 20 páginas de papel “amate”. † Se trata más bien de una base de datos enciclopédica a partir de 13 500 caracteres, que habrá implicado 50 años de trabajo a partir de 1952, lo que hace que las palabras chinas se trasliteren en Wade, sistema que sólo resulta familiar a los fantasmas. † Pero la verdadera razón era que se oponían a la esclavitud de los indios, lo que les acarreaba el rechazo generalizado. Agreguemos que una actitud a ctitud tan noble noble estaba esta ba muy facilitada facilitada por sus propias importacion importaciones es de esclavos e sclavos de África. † Además del edificio o la colección que éste alberga, el vocablo biblioteca biblioteca aludió durante un tiempo a un catálogo de































































sus Cimelien, que Cimelien, que se llevó a cabo entre noviembre de 2003 y enero de 2004: Lebendiges Lebend iges Büchererbe Bü chererbe.. † En el prefacio a La a La semana sangrien san grienta, ta, Ginebra, Ginebra, 1964, Lucien Descaves, el presidente de la Academia Goncourt, todavía le reprocha a Maxime Vuillaume haber adoptado el grosero lenguaje del pueblo en El padre pad re Duchêne. Duchê ne. Señala Señala más adelante que Vuillaume “fundió” el diario La diario La Misère, por Misère, por lo que no es sorprendente que no haya durado.































































7. Los nuevos biblioclastas Estáis hecho he choss de papel pap el y al a l papel pap el retornaréis retorna réis WALTER MEHRING

Los estadounidenses aseguran que jamás antes del 11 de septiembre fueron atacados en s territorio. Falso: los británicos lo hicieron en 1812. El Congreso y su biblioteca, cuya primera adquisición de libros acababa de efectuarse en Londres (740 títulos), se instalan en Washington DC en 1800. El 24 de agosto de 1814 el ejército de invasión británico prende fuego al Capitolio y a los 3 mil libros de la joven biblioteca. Se dice que el gran incendio de Moscú del 15 de septiembre de 1812 fue provocado por delincuentes reincidentes instigados por el gobernador de la ciudad, que no era otro que Rostopchin, padre de la futura condesa de Ségur. Largamente preparada, esta acción destinada a rechazar los grognards grognards acabó con la enorme y admirable ciudad de madera. Numerosas bibliotecas escaparon de esta manera radical a Napoleón; la más preciosa de todas era la del conde Dimitri Buturlin (1763-1829), confundido a menudo con su homónimo y pariente, el ayuda de campo del zar. El conde Buturlin, sin descorazonarse ya que había conservado s fortuna, fundó entonces una segunda brillante colección en Florencia, de la que numerosas ediciones italianas de gran valor fueron adquiridas por la Bodleiana entre 1839 y 1841. El progreso de la ciencia durante el siglo XIX hizo avanzar la artillería y la aviación. Los bombardeos a distancia o desde lo alto permitían al fin disminuir los riesgos de incendiar a mano las ciudades enemigas. Las reglas del juego cambiaban, y el mundo empezaba a jugar a gran escala.

LIBROS EN GUERRAS Durante la guerra franco-alemana muchas ciudades que tuvieron la mala suerte, bastante habitual debemos decir, de encontrarse en el mismo emplazamiento con algunos años de intervalo, sufrieron un desastre de repetición. Eso es, en cualquier caso, lo que pensó la gente de Arrás, o Estrasburgo, o Lovaina, y de muchos otros centros urbanos. La Francia de Napoleón III puede estar tranquila: Estrasburgo está lista para afrontar el asalto































































noche del 24 de agosto, aniversario de la de san Bartolomé, el tiro no se ha interrumpido. Esa noche la biblioteca arde con sus 400 mil libros. Entre los escombros humeantes se encuentra la colección de la cartuja de Molsheim, requisada en 1792: 4 133 volúmenes, entre ellos 486 manuscritos y un gran infolio con 344 pinturas: el Hortus el Hortus deliciarum deli ciarum de de la abadesa Herrade de Landsberg Landsberg (siglo (s iglo XII XII); las cenizas de cientos de manuscritos se mezclan con las de miles de incunables, con las actas del proceso de Gutenberg contra los herederos de su ex socio Dritzehn, piezas que permitirían arrojar un poco de luz sobre los tortuosos manejos del padre de la l a im i mprenta europea. europea. Una biblioteca franco-alemana se perdió. Pero en 1943 y 1944, Estrasburgo es nuevamente bombardeada. La vez anterior se había necesitado un mes de fuego continuo para matar a 362 habitantes; la aviación mejoró ese resultado llevándolo a 1 239 personas en sólo tres pasadas. Los habitantes de Estrasburgo prefieren olvidar el esplendor de esta progresión: las bombas llevaban los colores de nuestros aliados. Y una vez que los alemanes desaparecieron, la región se apresuró a quemar los libros con los que estos últimos habían reemplazado miles de obras en francés. El dibujante Tomi Ungerer, entonces alumno del liceo de Colmar, fue uno de los pocos que habló: “Como en un déjà vu, vu, todo lo que era alemán debía terminar en la hoguera: la estupenda biblioteca, enriquecida en la época del káiser, fue reducida a cenizas. Goethe, Goethe, Schiller, Schill er, incluso los bustos bustos de yeso de los l os filósofos fil ósofos griegos y romanos.” romanos.”1 La posición geográfica de Lovaina (Leuven como capital del Brabante flamenco), a 26 kilómetros al este de Bruselas, hizo de ella un centro universitario europeo desde el siglo xv y un blanco inmediato para los grandes conflictos. La universidad fundada en 1426 recibe a Erasmo, a Juste Lipse y a Mercator. Vesalio aprende allí la ciencia árabe y crea la medicina moderna al escribir sus obras sobre anatomía. Al igual que Erasmo, Jansenio enseña allí durante 28 años y su A su Augusti ugustinus, nus, que que causó gran polémica, se imprimió allí. Pero es en 1636 cuando comienza el verdadero desarrollo de la biblioteca: el arzobispo de Malines, Jacques Boonen, la dota de una renta anual y nombra al primer bibliotecario; en 1723 se la instala en un nuevo local, contiguo a la Halle au Drap; además de las prestigiosas donaciones, sus colecciones van a enriquecerse aún más con el beneficio del depósito legal que le fue acordado en 1759. El Directorio cierra la universidad en 1795 y la Biblioteca Nacional de París se apropia sin prisa de 5 mil de los mejores volúmenes; sufre otros pillajes en 1798 y ventas públicas en 1807. Pero en 1826 el establecimiento abre de nuevo y la biblioteca se organiza y se enriquece, lo que hace que en 1835, convertida en universidad católica, s catálogo aumente rápidamente de 60 mil a 250 mil ejemplares. En virtud de esto, 300 mil volúmenes volúmenes serán destruidos en algunas algunas horas horas el 25 de agosto de 1914. La ciudad se había rendido para entonces y el ejército alemán, al mando del general von Boehn, Boehn, la atravesaba a travesaba por la l a noche: noche: tenía tenía cosas más im i mportantes portantes que hacer más lejos. l ejos. Un tiro de

































































incunables y cientos de manuscritos. El ejemplar original del Fabrica del Fabrica de Vesalio sobre la estructura del cuerpo humano termina en ese montón de cascajo, mezclado con “una enorme cantidad de papel quemado […] incluyendo la carta fundacional de 1426 […] sólo retiramos de entre las cenizas todavía calientes los cierres de cobre de viejos infolios”, dice un testigo. Semejante acto “expresaba la rabia del alemán ante la resistencia de una pura idea”, arriesgó Henri Bergson, mientras que Guillermo II, “moderno Nerón” según una tarjeta postal, enviaba este lacónico telegrama a Woodrow Wilson: “Lovaina ha sido justamente castigada.” Sea como sea, la institución resurgirá de la nada en 1928, gracias a una novedad llamada ayuda internacional. Al gran esfuerzo alemán, que en el marco del tratado de Versalles envía entre 350 mil y 400 mil volúmenes, se suman los de Inglaterra y Japón: el emperador Hiroito ofrece un precioso fondo japonés, en el que se encuentra un manuscrito del siglo XI e incunables muy anteriores a Gutenberg. Gracias sobre todo a la ayuda de Estados Unidos, que aporta un sustancial conjunto de libros y la reconstrucción del edificio. Furore Furore teutonico teut onico diruta, dono americano restituta, hizo restituta, hizo grabar sobre la balaustrada de la fachada el arquitecto estadounidense Whitney Warren: “destruida por el delirio teutón, reconstruida por una donación ameri americana”. cana”. ¿El viejo viej o cardenal car denal Mercier Mercie r había aceptado mansam mansament entee esta es ta enormidad? enormidad? El escándalo fue grande. Los buenos sentimientos se mezclaron con los malos: es, en efecto, difícil encarar una futura e indispensable colaboración universitaria con Alemania para una institución que ostentaba un epígrafe tan agraviante. ¿Pero quién grita más alto ese sentimiento tan aceptable? Lamentablemente, Léon Degrelle, rexista y futuro colaborador ardiente del nazismo. El poeta de la Acción Católica era ignorante en latín: fustiga un solecismo en la inscripción (según él correspondía el ablativo teutonica, teutonica, salvo que furor furor es masculino) y concluye que la frase no ha sido sometida a la opinión del cardenal, quien la habría corregido. Mientras tanto la balaustrada había sido dañada por opositores nocturnos antes de ser colocada, colocada , lu l uego fue fue reconstru r econstruida ida e inst i nstalada alada sin la necia mención. mención. Pacificada, completada, instalada, la gran biblioteca de Lovaina es el símbolo de la confraternidad occidental del saber y cuenta con más de un millón de obras. Que son enteramen enteramente te destruidas en la noche del 16 de mayo de 1940 por los l os artill ar tilleros eros alemanes. alemanes. Parece Par ece que la torre de la Halle, que apunta al cielo encima de la biblioteca y que se asemeja tanto a la Giralda de Sevilla, les permite disparar con precisión los tiros. A las 5:30 de la mañana ya no

































































lista de bombardeos que destruyeron bibliotecas entre 1940 y 1944 es aterradora. Pero es también pesadamente repetitiva: biblioteca municipal de Tours, 200 mil libros destruidos; Beauvais, 42 mil; Douai, 110 mil volúmenes; Chartres, 23 mil, etcétera. En esta última ciudad se encontraba un tesoro de 2 mil manuscritos, entre ellos el Heptateuchon Heptateuchon o libro de la enseñanza de las siete artes liberales, en el que Thierry de Chartres (1100-1150) introducía por primera vez un poco de ciencia (procedente del mundo árabe) en el mundo romano; esta biblioteca había sido resguardada, pero las fuerzas de ocupación, queriendo hacerse sentir, habían ordenado ordenado su regreso a su local loca l de la municipalidad; nicipali dad; una una bomba perdida, perdida , probablemen probab lemente te inglesa, destruyó el archivo el 26 de mayo de 1944. Algunas páginas sólo se carbonizaron con el calor, y en la actualidad se intenta aplicar el método empleado en Herculano para hacer aparecer aparece r los l os textos, textos, que están inéditos.2 Sólo en Francia 19 bibliotecas municipales y dos universitarias pierden dos millones de volúmenes.3 En la desierta biblioteca de Laon, cuyo pórtico “se ha desmoronado”, el capitán Ernst Jünger se pasea el 12 de junio de 1940 en medio de manuscritos y autógrafos abandonados: “Me sentí en ese lugar tranquilo como una abeja en un trébol seco hasta que la noche comenzó a caer […] esos tesoros son inestimables, no se los abandona, salvo que uno esté completamente vencido. Y agregaré que mientras tenía esas hojas en mis manos, apenas pensaba que valían millones, y eso se debe sin duda a que yo encarnaba en esa ciudad probablemente a la única persona que comprendió su verdadero valor.” De manera bastante ambigua, el poeta de acero confiesa que planea hacer resguardar “los documentos y los elzevirianos”, luego cambia de parecer: “Entonces los dejé sin cerradura ni cerrojo, en s lugar.” Italia tiene el raro privilegio de recibir a la vez las bombas alemanas y las de los aliados, que logran en conjunto un resultado perfectamente indiferenciado: más de dos millones de impresos y 39 mil manuscritos desaparecidos. Por ejemplo, la Colombaria, biblioteca de la Academia de Ciencias y Letras, se perdió completamente en Florencia en 1944. Pero esta montaña de cenizas es poco en comparación con Gran Bretaña, donde se habla de 20 millones de libros quemados durante el blitz o blitz o destruidos por el agua de los bomberos, una cuarta parte

































































devastadores”; en diciembre de 1942 tomará la decisión de “destruir la moral de la población civil enemiga, y, en especial, la de los obreros de las industrias”. El resplandor de Dresde incendiándose se veía a 70 kilómetros; el efecto de las 10 mil toneladas de bombas incendiarias sobre Hamburgo a la una de la mañana del 27 de julio de 1943 elevó tanto la temperatura a 2 mil metros de altura que, luego de 20 minutos, la RAF debió interrumpir el trabajo. Ya contaba con el apoyo de la aviación estadounidense, cuyo notable aporte es que el raid tenía raid tenía por primera pr imera vez nom nombre bre propio: pr opio: operación operaci ón Gom Gomorra orra..4 En las calles la temperatura sobrepasó los mil grados centígrados. Diez millones de libros de las colecciones públicas alemanas se quemaron como consecuencia de los bombardeos, es decir, y teniendo en cuenta las pérdidas privadas, que podemos imaginarnos, entre un cuarto y un tercio de los libros que existían entonces en el país. Entre las 131 ciudades bombardeadas, 30 fueron particularmente afectadas y doblemente castigadas, a tal punto que 27 de ellas perdieron la totalidad o una parte de sus bibliotecas, como Dresde, Leipzig, Darmstadt, Berlín, Francfort, Hamburgo, Munich, Münster, Stuttgart y Kassel. La lista de 24 ciudades elaborada por la Unesco es incompleta: hay que agregar Breslau, Göttingen y Jena, mencionadas por Johnson. Y también Baden, donde la Badische Landesbibliothek perdió sus 350 mil ejemplares el 3 de septiembre de 1944 porque la burocracia no había autorizado el traslado a lugar seguro, como relata Hilda Stubbings en un ensayo sobre las bibliotecas bombardeadas. ¿Pero esta obra habla del mismo país? La única destrucción relevada por su estudio en Alemania (además de la quema de 1933) es Baden, donde, por el contrario, se pone el acento en los eficaces cuidados del personal de las bibliotecas alemanas alemanas para preservar las l as colecciones. Los sótanos, aunque sean profundos, no pueden proteger los libros contra las bombas incendiarias. En Dresde, entre el 13 y el 15 de febrero de 1945 los bombardeos angloamericanos destruyeron totalmente el centro de la ciudad, 70 por ciento de su potencial industrial y causaron la muerte de 35 mil personas. ¿Cómo podrían haberse salvado sus tres importantes bibliotecas? Nos referimos a la Sächsische Landesbibliothek, de la provincia de Sajonia; la Stadtbibliothek, municipal, y la Verein für Erdkunde, de la Sociedad de Geografía. Entre el humo de las páginas quemadas se deslizaban los fantasmas de miles de incunables,

































































la desaparición bajo las bombas de fósforo de esos miles de libros y de papeles escritos, manifiestamente desprovistos de la menor utilidad. Seguía la lista detallada de los valores seguros, de los objetos de primera necesidad de los que tenemos aquí más urgencia que de todo el contenido de la célebre biblioteca de Leipzig, a saber: calcetines, calzoncillos, ropa de lana, jabón, cigarrillos, salchichas, chocolate, azúcar, conservas…” Lucien Dällenbach replica de inmediato, en el posfacio mismo, que “si los libros se revelan como algo ridículo confrontados con la fuerza caótica de lo elemental, ¿para qué contar y escribir La escribir La ruta de Flandes?”. Flandes ?”. También se muestra abatido Walter Mehring: en el momento del Anschluss, “en medio de los aullidos de los demonios que arrojaban sobre mí sus babas al fondo de cada calle”, huye de Viena abandonando su biblioteca. “Me alejé para no ser convertido en estatua de sal, dejando tras de mí esa muralla protectora hecha de miles de volúmenes, edificada para mí por mi padre. Cada una de esas obras contenía un anatema lanzado por esa magia blanca gracias a la cual él, el hombre esclarecido, el ateo que creía en el progreso, se había considerado protegido contra el reino de los demonios y las tinieblas.”5 Pero Jünger, por s lado, permanece inflexible: “Kirchhorst, 9 de abril de 1944. He pensado en las enormes masas de libros destruidas por los bombardeos. Los libros antiguos se harán menos frecuentes […] Esto tendría incluso sus ventajas —como la de encauzar los espíritus hacia lo esencial […] De una una manera manera general, la l a formulación formulación colectiva de la existencia existencia provocará provocar á un vasto desarroll desar rolloo de las bibliotecas bibl iotecas públicas.” públicas.”6 Este derramamiento sobre las ciudades alemanas de un millón y medio de toneladas de hierro y fuego por los aliados constituyó un tema tabú para las dos generaciones que siguieron. Que esto haya pasado en Francia o entre los intelectuales británicos es fácil de imaginar, pero también sucedió en Alemania, como terminó por reconocer hace poco Winfried Georg Sebald, poco tiempo antes de su muerte accidental, en un ensayo que provocó algunas turbulencias en su país: Sobre la historia natural de la destrucción destrucción (Anagrama, Barcelona, 2003). La revisión de esta problemática amnesia abrió aparentemente una válvula, para bien o para mal; éste es el caso de Der de Der Brand, de Brand, de Jörg Friedrich. Y durante todo este tiempo, en Japón la guerra del Pacífico (nombre oficial de la segunda guerra mundial, que tiene sabor a burla en inglés: Pacifi inglés: Pacificc war) war) reducía a polvo una cantidad

































































aponés; terminaron por mandarlo a paseo.

NAZISMO, HOLOCAUSTO Si bien las catástrofes mencionadas anteriormente pueden considerarse como colaterales de “lo elemental”, con ese incontrolable delirio de bombas y obuses que bajaron de un cielo anónimo como regalos de Navidad, los estragos causado por el nazismo tienen evidentemente otra envergadura y un significado claro. Por la cantidad parece incluso que hay igualdad con el campo adversario si se acepta la cifra de 100 millones de volúmenes perdidos en la Unión Soviética presentada por un estudio de 1958,8 pero habrá que volver sobre este punto. En cuanto a la calidad de la devastación, los datos provienen, por una fuente directa, de las elucubraciones de Hitler en 1925 y de las decisiones de 1933, año en el que se declara la guerra a la “nihilización intelectual” y el recurso a la quema de libros sobre el cual se proyecta erigir una nueva humanidad. Hubo un precedente:9 en 1817, en Jena, algunos estudiantes pangermanistas organizan en el castillo de la Wartburg una gran quema de libros. Pero la diferencia significativa es que se trataba de obras falsas, armadas en cuadernos de papel viejo, en cuya primera página el vergonzoso título título estaba escri es crito to a mano. mano. Hitler es nombrado canciller el 30 de enero de 1933. Desde el 2 de febrero toda publicación que pudiera contener informaciones inexactas queda prohibida. No se puede ser más directo; sólo faltaría también suprimir la palabra inexactas. Comienza inexactas. Comienza en ese momento la preparación de la hoguera del 10 de mayo por parte de los bibliotecarios, mientras que la Liga de Combate por la Cultura Alemana transmite a las asociaciones de estudiantes las instrucciones para liberar al país del “veneno judeoasiático”. En sus confidencias a Hermann Rauschning, el Führer afirmará: “Somos bárbaros y eso es lo que deseamos ser. Esa palabra es honorable.” Pero es una ilusión: muchas bibliotecas serán también trasladadas con cuidado en toda Europa (352 mil libros bien elegidos sólo en las comunidades judías y eslavas de París), en total contradi contradicción cción con la propaganda propaganda im i mbécil que fulmin fulminaa esas es as quemas quemas teatrales. teatral es.



































































Cuarto heraldo: contra la corrupción espiritual, la exageración y una complicación malsana de la sexualidad, por el ennoblecimiento del alma humana, arrojo a las llamas los escritos de Sigmund Freud. Quinto heraldo: contra la falsificación de nuestra historia y la profanación de las grandes figuras históricas, por el respeto de nuestro pasado, arrojo a las llamas los escritos de Emil Ludwig y de Werner Hegemann. Sexto heraldo: contra los periodistas extranjeros y contra sus tendencias judaico-democráticas, por un trabajo consciente y una cooperación en la obra de la reconstrucción nacional, arrojo a las llamas los escritos de Theodor Wolff y de George Bernhard. Séptimo heraldo: contra la traición literaria hacia los soldados de la gran guerra, por la educación del pueblo dentro de los principios sanos, arrojo a las llamas los escritos de Erich Maria Remarque. Octavo heraldo: contra la mutilación de la lengua alemana, por el mantenimiento del precioso patrimonio de nuestro pueblo, arrojo a las llamas los escritos de Alfred Kerr. Noveno heraldo: contra la desvergüenza y la arrogancia, por el respeto y la veneración de la inmortalidad del espíritu alemán, arrojo a las llamas los escritos de Tucholsky y de Ossietzky.

Entre los 20 mil a 25 mil ejemplares de esa noche, los libros de varios autores son arrojados a la hoguera, entre ellos Stefan Zweig. Según L Según L’Il ’Illust lustrati ration, on, es esee pathos intitulado intitulado Feuersprüc Feuersprüche, he, “adagios del fuego”, habría venido de la mano de Goebbels en persona, quien llega al lugar a medianoche y, con un fondo de hurras, anuncia que “ha terminado el tiempo en que las basuras y las impurezas de la A la Asphalt sphaltli litte tteratur ratur [“li [“literat teratuura de la calle”] judía judía llen ll enaba aba las bibliotecas bibl iotecas y en el que la ciencia, atrincherada tras las doctrinas, estaba separada de la vida”. Es interesante que L’Il L’Illust lustrati ration on haya consagrado, por un lado, una página entera con fotografías al acontecimiento el 20 de mayo, señalando que los mismos actos se habían producido simultáneamente en varias grandes ciudades y que “a partir de ahora la libertad de pensamiento no existe más” en Alemania, y, por otro lado, haya publicado en su número del 1

































































libros quemados sube hacia el cielo, debemos ante todo reconocer que estamos vencidos […] Estábamos en la vanguardia de los defensores de Europa, y fuimos los primeros en caer.” Pensamiento terrible, como suspendido en el vacío: en seis años Joseph Roth habrá muerto sin conocer la terrible realidad de su intuición. Treint rei ntaa hogu hogueras similares similare s se sucedieron entre entre el e l 10 de mayo mayo y el 21 de ju j unio, y provocaron en el extranjero la aparición de tres “bibliotecas de libros quemados”, especializadas en obras de Voltaire, oltai re, Einstein, Ei nstein, Freud, Marx, Engel Engels, s, Remarque, etcétera, etcétera , así com co mo los primeros pr imeros estudios es tudios sobre el hitlerismo y los diarios alemanes de oposición. Primero en Londres en marzo de 1934, bajo la égida de la condesa Oxford y Asquith. Luego en París, en la deliciosa aldea de talleres de artistas llamada “Ciudad Florida”, en el número 65 del boulevard Arago; la inauguración de la Deutsche Freiheitsbibliothek (Biblioteca Alemana de la Libertad) tuvo lugar el día del aniversario de la quema de libros en Berlín, bajo la presidencia de Heinrich Mann, André Gide, Romain Rolland, H. G. Wells y Lion Feuchtwanger. El brillante propagandista rojo Willi Münzenberg y el escritor Alfred Kantorowicz se encontraban entre los animadores; el primero de ellos terminará millonario en Moscú, el otro se irá a combatir en España. Lo absurdo de la historia hace que, una vez declarada la guerra, el “decreto del 18 de noviembre de 1939 relativo a las medidas a tomar respecto de los individuos peligrosos para la defensa nacional” provoque de inmediato el cierre de la biblioteca y la requisa por parte de la policía francesa de su acervo de 20 mil obras, de la cuales 1 400 hacen una discreta entrada a la Biblioteca Nacional apenas dos meses más tarde (todavía se busca el resto). Esa “donación de la prefectura de policía” lleva el número de orden 335 052 en el

































































Apenas se apagaron las hogueras de 1933, Goebbels consagra con gran pompa “¡el Libro, arma del espíritu alemán!”. El control sobre las bibliotecas públicas del Reich es tan fuerte que muchos de sus notables directores solicitan permanecer en sus puestos para prolongar s obra al servicio de la lectura o para no interrumpir sus propias investigaciones.12 La literatura de propaganda más directa se instala entonces sobre sólidas y cooperativas estructuras, donde tratará de ocupar el enorme vacío dejado por la depuración sistemática de los autores destinados al fuego. Leo Löwenthal ironizará en 1983 con la idea de ver “el Fénix nazi ascender de las cenizas cenizas com c omun unistas istas y judías”.13 Las exacciones en las bibliotecas de los territorios ocupados son inmediatas y aún más brutales, sin carácter festivo. En enero de 1934, Alfred Rosemberg es el encargado del control de publicaciones, de propaganda y pronto de pillaje, ya que una cosa lleva a la otra. A pesar de la doble oposición que lo enfrenta en el primer aspecto a Goebbels y, por la rapiña, a un Goering que sólo quiere enriquecer sus colecciones personales, él demuestra una eficacia sin fallas. El Einsatzstab Rosenberg,14 creado en 1939, está autorizado a inspeccionar todas las bibliotecas y otros establecimientos culturales y a confiscar todo a fin de realizar los objetivos del partido. Contrariamente a Goering, Rosemberg estimaba que las obras de arte son secundarias y ordenó que “todos los archivos y todo bien científico que pertenezca a nuestros opositores ideológicos sean puestos a mi disposición”.15 Pero estas bellas palabras ocultan sórdidas operaciones, incluso gestos desordenados. No siempre será fácil distinguir la censura del lucro ni de la bestialidad. bestiali dad. Y más aún cuando existía un cuarto móvil: el “geniecidio”, que hace en el genio de un

































































en 102 bibliotecas, en Cracovia y en Varsovia, y sucede con los 38 mil bellos volúmenes del parlamento de Polonia; en cuanto a los archivos de la diócesis de Pelilin, ricos manuscritos del siglo XII sirven para alimentar los hornos de una refinería de azúcar. El caso de Polonia es comparativamente el más grave de todos los países expoliados:16 cerca de 16 millones de volúmenes, de 70 a 80 por ciento del total, desaparecen de las bibliotecas públicas y el resto se reúne en un archivo único donde pierde su identidad; la mitad de las imprentas quedan fuera de uso. Durante cinco años ninguna publicación se autoriza (con todo, 1 200 títulos encuentran el modo de aparecer clandestinamente), de modo —explica con gran candor la Verordnungsblatt del 5 de noviembre de 1940— de poder satisfacer “las necesidades primitivas de entretenimiento y diversión, con el objetivo de distraer la atención de los círculos intelectuales de la conspiración y de los debates políticos, que podrían alentar el desarrollo de un sentimiento antialemán”. El fin de la aberración fue aún peor: el levantamiento de Varsovia provocó la acción de los Brandkommandos, soldados del fuego cuya misión y especialidad consistía en el incendio de las bibliotecas. En octubre de 1944 la Krasinski desapareció con todos sus libros de los siglos XV a XVIII que habían sido reunidos en sus cinco sótanos después de ser arrancados de sus lugares de origen, o también la coleccción Rapperswil, un fondo considerable sobre la historia del país que los emigrantes habían acumulado trabajosamente en Suiza hasta el bendito día de 1918 en que la independencia de Polonia había permitido instalarlo en su patria. Los escuadrones incendiarios destruyeron también la Biblioteka Publiczna y sus 300 mil volúmenes en enero de 1945. Mientras tanto, los bibliotecarios de la Narodova, la nacional, habían trasladado laboriosamente a lugar seguro 170 mil obras con orden y bajo la conducción de los oficiales

































































Alejandro […], una biblioteca que contiene entre 6 y 7 mil volúmenes en francés y más de 5 mil libros y manuscritos en ruso fueron sustraídos […] Hemos tenido una buena cosecha en la biblioteca de la Academia de Ciencias de Ucrania, donde se encontraba un tesoro de rarísimos manuscritos de literatura persa, de Abisinia y China, crónicas de Rusia y de Ucrania, los primeros libros impresos por el primer impresor ruso, Iván Fiodorov […] En Kharkov, varios miles de valiosos libros en ediciones de lujo fueron requisados de la biblioteca Korolenko y enviados a Berlín. El resto fue destruido.17 La soldadesca arroja varias capas de enciclopedias a la calle principal, que estaba llena de lodo, para facilitar el desplazamiento de los vehículos militares. Es una imagen para conservar en la memoria, junto a la de los mongoles ongoles en Bagdad Bagdad en 1258 y las carretas carr etas austriacas de 1785. Los 646 mil volúmenes quemados en Smolenko o en las otras repúblicas parecen poca cosa al lado de los cuatro millones de Kiev. Ante el avance alemán, Stalin había decidido practicar en Ucrania la política de la tierra arrasada: todo lo que no puede llevarse debe destruirse. La rapidez de la Wehrmacht le impidió sin embargo llevar a cabo esta considerable tarea. Dos años más tarde, Hitler da exactamente la misma orden: podrán llevarse el autorretrato de Rembrandt, pero no las 19 200 bibliotecas del país. Esta vez la orden es ejecutada con impecable eficacia. Sin embargo, el 28 de abril de 1995 Alemania restituyó unos 700 volúmenes. ¿Parece poco? Pero a fines de los años cuarenta probablemente no quedaba mucho más: junto con los daños colaterales de las bombas aliadas hay que contar la destrucción de los libros expoliados que habían sido llevados a Berlín. Nada se pierde, en cierto sentido. El plan nazi del libro es una maquinaria a la que nada escapa. Importantes bibliotecas



































































puesto unter deutschem Schutz, Schutz, “bajo protección alemana”, y al mes siguiente su contenido fue enviado al otro lado del Rin. Pero la gente del ERR no le encontró ningún interés práctico y terminó, según parece, abandonada a su suerte, dispersa, almacenada en parte en Ratibor, olvidada. De tanto en tanto un investigador descubre una obra en los grandes archivos de Kiev, de Minsk o de Moscú. La biblioteca ucraniana Simon-Petlura funciona todavía, en la rue de Palestine, y tiene 57 obras preservadas.18 Paralelamente a estas tres importantes colecciones, cientos de bibliotecas bi bliotecas fueron fueron secuestradas a los rusos de París Par ís (Souvarine, Bukan Bukanov ov,, Ossorgin, etcétera) y su destino se desconoce, al igual que el de las 71 cajas de libros de la Biblioteca Checa Checa y las 144 del Internat International ional Institut Institutee of Social Soci al History de la rue Michelet. La Biblioteca Nacional de Francia había enviado la mayor parte de sus más preciosas colecciones a castillos bordeleses. París podía dormir tranquila. El servicio alemán para la protección de las bibliotecas, el Bibliotheksschutz, se instaló confortablemente en el Hôtel Louvois, frente a la Biblioteca Nacional, para poder ejecutar de la mejor manera su misión de

































































Antes Antes de 1939, en Polonia había 251 bibli bi bliotecas otecas judías j udías que reunían reunían 1 650 000 volúmenes, volúmenes, más más de la mitad de las obras de temas judaicos y hebraicos que había en Europa. Al lado de las grandes instituciones específicas como la Gran Sinagoga de Varsovia o los dos archivos de Vilnia, la Strashun (nombre de su fundador) y la Yiddisher, importantes masas de manuscritos e impresos en hebreo se encontraban en la Puliczna o en la nacional, en especial la colección Rapperswil. Evidentemente el fuego no hacía ninguna selección cuando arrasaba estas bibliotecas, como se ha visto. Los Brand Kommandos sabían muy bien lo que hacían al incendiar las sinagogas de Bedzin y de Poznan, así como sus libros, al igual que en Lublin: “Para nosotros era un particular orgullo destruir la academia talmúdica […] arrojamos la gigantesca biblioteca fuera del edificio y la transportamos a la plaza del mercado para prenderle fuego, y se consumió en 20 horas. Los judíos de Lublin se habían reunido alrededor, y lloraban amargamente, al punto de que casi nos ensordecían con sus gritos. Habíamos traído música militar y con sus aullidos de alegría los soldados ahogaron los sollozos de los udíos.”21 En otro lugar se ve a los soldados esperando con ansias que algún rabino trate de

































































dosificada del tacto, la prudencia modulada del gesto son directamente proporcionales al valor del volumen. La mayoría de esas obras está escrita en alfabetos inmemoriales. Pero en cuanto se abre una página, los ojos del oficial se fijan en ella con el gesto de ciertos lectores particularmente entrenados, que saben de inmediato encontrar el lugar deseado, el pasaje revelador. En esas aristocráticas manos, como si hubieran sido sometidos a una tortura cruel y refinada, muy sutilmente sádica, los libros hablaron. Más tarde se supo que el oficial de la ss era un eminente especialista en paleografía y filología semíticas.”23 El 11 de octubre, este hombre telefonea abiertamente a la sociedad de transporte Otto y Rosoni, y al colgar dice a la secretaria del archivo que éste se halla incautado: si un solo libro falta, ella pagará con s vida. El presidente de la comunidad, Ugo Foa, recorre los ministerios para impedir el desastre. En vano. El 14, dos vagones de tren alemanes llegan sobre las vías del tranvía y llevan todo lo que es posible cargar, es decir más de 10 mil obras cuidadosamente apiladas y embaladas en papel kraft. Pero aun cuando los alemanes toman infinitas precauciones para ordenar el material en los vagones, los facchini de facchini de la empresa italiana encargados de bajar los

































































mitad de lo que ya había sido requisado pero aún no llegaba), tantas como “nunca antes se han reunido”. De ese botín, 700 cajas de libros provenían de la Alianza Israelita Universal, en la rue La Bruyére, en París; sólo se recuperará una pequeña cantidad. Cinco bibliotecas de los ‡ Rothschild de París† se suman al acervo de la librería Lipschütz, [al de las escuelas rabínicas y otros patrimonios llevados desde Amsterdam (la Rosenthaliana y la Sefaradí, con 45 mil títulos) títulos),, Salónica, Sal ónica, Kiev, Vilnia Vilnia o Riga.25 Pero si Vichy trata codiciosamente de participar, Berlín le objeta que, ya que fue Alemania la que liberó a Europa de la dominación judía, tiene derecho a la “pobre indemnización” que le reporta el pillaje; por otra parte, los bienes judíos son en sí mismos mal habidos desde el comienzo: “Por ejemplo, el origen alemán de la riqueza judía está irrefutablemente establecido ante la historia en lo que respecta a la familia Rothschild.” Que quede claro: “La requisición de bienes culturales judíos sólo es una represalia relativam rel ativament entee insig i nsignnificante contra contra el judío, nuestro nuestro adversar a dversario io desde hace much muchos os años.” a ños.”26 La ERR trabaja rápido: le bastan 15 días para vaciar los estantes parisinos, públicos y

































































destruida por los bombardeos, y nuevamente saqueada. ¿Qué secreto filosófico, incluso filosofal, pensaban encontrar allí sus meticulosos iniciadores? Nadie parece haber estudiado este aspecto ambiguo de la pulsión bibliofílica del nacional socialismo, probablemente basada en un fantasma, sin duda un malentendido, que sería producido por la expresión “nuestro enemigo ideológico” de Rosenberg. Por otra parte, ¿no es posible imaginar que una inmersión tan sistemática en la rica cultura judía habría terminado por provocar lo contrario de lo que pretendía, digamos digamos una una falla fall a en la hostilidad ostili dad a priori de priori de algún “estudiante”? Cuando el OMGUS, es decir Eisenhower y sus hombres, ocuparon Francfort, 3 millones de libros robados por los nazis fueron reunidos en Offenbach en los locales de IG Farben, el célebre cártel que no sólo había inventado el Zyklon B, sino que también había apoyado al debutante canciller Adolf Hitler. El capitán Seymour J. Pomrenze y su equipo redondearon las restituciones: el 75 por ciento de las obras habían reencontrado a sus propietarios a fines de 1946. Pero para el resto, como se trataba de bibliotecas salidas del Erforschung de



































































estar en las Galerías Lafayette”;29 de tanto en tanto “estos señores” venían a buscar un objeto para su amante, y había que envolverlo para regalo, en ocasiones dejaban una dirección donde llevarlo. Con frecuencia los prisioneros debían descargar de los camiones sus propias posesiones, como relata un testigo del proceso Eichmann. Las colecciones del político alemán Norbert Marx, de Marc Bloch y del hijo de Émile Durkheim debieron encontrarse allí, probablemente en compañía de los “469 kilogramos” de la de Walter Benjamin, requisada en 30

































































testimonio sobre una portera de la rue des Écouffes en París quien, como cientos de sus colegas, se apropia de los muebles de la habitación de los locatarios que la Gestapo acaba de llevarse. Y a una vecina que encuentra esta actitud un poco apresurada le dice: “Su suerte está echada” (un funcionario anotó con lápiz azul sobre la carta que recibe acerca de ese tema: “ver si es ella quien los ha denunciado”). “Hay pocas colecciones completas. Los alemanes han realizado la primera selección en el

































































desaparecen los osos de peluche, los cosy-corners cosy-corners y las novelas de Delly. Y también el inmueble que los guardaba, reconstruido en un abrir y cerrar de ojos por el propietario. Hasta el Quai de la Gare ha sido hoy rebautizado Panhard-et-Levassor, porque en París el automóvil siempre triunfa sobre el tren. Se comprueba entonces que hoy no queda el menor indicio de “lo que era en sí misma una operación de exterminio”.33 Y como el estado tiene un deber con la memoria solamente cuando la opinión pública se lo recuerda, con alarmante frivolidad se

































































Antes de que los bombardeos convirtieran en un humeante esqueleto el inmueble y una gran parte de sus libros, la Biblioteca Nacional de Prusia había logrado diseminar dos tercios de sus colecciones en 32 depósitos. En la rebanada de pastel que se cortaba en Berlín, el ejército rojo se apropió de 14 de estos depósitos, que contenían alrededor de 800 mil obras (se contaba la misma cantidad para los polacos, pero el doble para los estadounidenses), que permanecieron largos meses a merced de la intemperie y otros peligros. En efecto, las

































































más simplement simplementee se s e encuentran encuentran en la biblioteca bi blioteca presidencial presi dencial de Minsk. La amplitud de los logros estalinianos va mucho más allá de la imaginación y los testigos apenas comienzan a hablar. Es probable que la política de gulag, purgas, gulag, purgas, procesos, pelotones y deportaciones en masa se acompañase de un recorte sistemático de la lectura en tanto fuente de ident ide ntidad idad o futu futuro ro foco de desviac de sviación. ión. Pero no se sabía sa bía hasta qué punt puntoo esto era verdad.





























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































Facultad de Arte Dental de Niigata, Japón, en forma de donación. Oxford lo reclama a gritos. Pero como la obra transitó entre tanto por la manos de cinco o seis libreros ingleses o estadounidenses estadounidenses de lo más honestos, honestos, entre los cuales se s e encuent encuentra ra la l a casa cas a Sotheby’s, Sotheby’s, se trata de 7 un caso especial. El ladrón era un especialista en música barroca de la BBC que iba regularmente a dar conferencias a la universidad; pasó dos años preso, perfeccionando aún más su latín. Quien haya tenido el privilegio de visitar la London Library conoce la experiencia de convertirse durante algunos instantes u horas en su propio bibliotecario en el venerable inmueble de St James’s Square: el lector se interna solo en las estrechas galerías distribuidas en siete niveles en busca del libro deseado. O de cualquier otro, lo que será aún mejor. Fundada en 1841 por Dickens y algunos conocidos, se trata de la biblioteca de préstamo privado más importante del mundo con más de un millón de volúmenes; la cotización anual alcanza las 150 libras esterlinas. La reina madre era la “royal patron”, hecho que no impide que allí se descubran alrededor de 40 códigos de o ligados a León Trotsky con dos bibliografías en francés. Estamos entre gente de bien y la integridad del lugar se basaba fundamentalmente en la excelente educación de sus 8 500 miembros hasta el 2002, momento en que fue apresado William Jacques, que había estado despojándola durante cuatro años como ya había hecho con la biblioteca no menos admirable de la Universidad de Cambridge, donde estudiaba. Cientos de selectas ediciones del siglo XVII se encaminaron de este modo hacia las salas de venta: el Sidereus nuncius y nuncius y el Dialogo el Dialogo de de Galileo, o A o Ann Essay on the Principle Princi ple o Population Populati on de de Malthus, así como un Copérnico y un Newton en edición príncipe. Parece que los jueces lo condenaron con mucha mayor dureza puesto que el joven no leía ninguno de los libros que que robaba. Sucedió más o menos lo mismo con un profesor adjunto de mecánica de 32 años, amante de los libros antiguos no se sabe bien por qué, latinista autodidacta y ladrón, que se vio mezclado, en el 2002, en un caso al estilo Gaston Leroux ocurrido en el monte Sainte-Odile. La biblioteca abovedada del convento fundado en el siglo VIII —donde, por otro lado, se confeccionó el Hortus el Hortus deliciarum deli ciarum que que vimos quemarse en Estrasburgo en 1870— se vaciaba regularmente de sus libros más admirables sin que las plegarias o las cerraduras nuevas pudieran impedir impedirlo. lo. Delicado, Del icado, el ladrón l adrón dejaba una rosa a su paso (¿un (¿un gu guiño a Eco?). Frente a tal determinación, policías de civil se mezclan con los pensionistas, se instalan cámaras, hasta que finalmente se distingue una silueta oscura que se desliza desde el interior de un armario: su fondo corredizo daba sobre una puerta secreta y, desde allí, a una cámara ciega donde colgaba una escalera de cuerda. El amante de historia medieval había descubierto el pasadizo en una revista de arqueología. Luego de haber utilizado esa ruta unas diez veces, restituyó los mil volúmenes que extrajo, entre los cuales había diez incunables y manuscritos, escondidos































































A pesar de su astucia, este aficionado palidece ante obstinados como Stephen Blumberg en Estados Unidos, que a lo largo de 20 años adornó su casa con una colección de 23 600 obras en detrimento de 268 archivos públicos, privados y universitarios, en 45 estados más dos provincias de Canadá.8 Para sus adquisiciones, generalmente actuaba de noche, como el ladrón ordinario que era —así se ganaba la vida—, pero también durante las horas de servicio, reemplazando las marcas de las bibliotecas por las suyas, razón por la cual se tragó su sello de caucho el día en que lo arrestaron. Los propietarios recuperaron sus bienes cuanto eran identificables, pero como el ladrón había pulido o borrado con lejía los ex libris en la mayoría de los casos, por lo que que su s u excepcional excepcional botín terminó terminó en una una gran subasta patrocinada por el FBI a principios de los años noventa. La mayor parte de las bibliotecas no saben que les roban los libros; del mismo modo las instituciones públicas estadounidenses, expuestas frecuentemente a los incendios, parecen presas fáciles para los profesionales. Una auditoría realizada en la Biblioteca del Congreso en 1998, reveló que les faltan al menos 300 mil títulos, lo suficiente como para montar una buena y surtida biblioteca en una ciudad mediana; se estima que 107 ilustraciones desaparecieron de sus libros de viajes y de botánica del siglo XIX XIX. Fue necesario que la Biblioteca Nacional argentina sorprendiera en flagrante delito al llamado Luis Alberto Videla y los ocho mapas que acababa de recortar del Theatrum orbis terrarum, para terrarum, para descubrir que al menos faltaban 220 documentos invaluables de los siglos XVII a XIX XIX; se acusó a la mafia en lugar de a la impericia del personal (más bien se trata de una biblioteca fantasma: 14 guardias presentes por tercio de jornada, es decir cuatro personas al mismo tiempo, para cubrir 40 mil metros cuadrados; este asunto permitió a Buenos Aires descubrir, horrorizada, que los dos millones de obras de la Nacional no están catalogadas ni aseguradas, con lo cual no se sabrá jamás el alcance de sus pérdidas).9 Scotland Yard estima por su parte que faltan 4 500 mapas y planos antiguos de los archivos europeos en su conjunto; como una sola hoja de buena procedencia puede cotizarse hasta en 10 mil libras, los vaciadores de mapas o map rippers rippers se hacen pasar por eruditos un poco cómicos con impermeables demasiado largos, y manejan la navaja con suma habilidad en detrimento del patrimonio, como un tal Peter Bellwood, de Leeds. O como el marchante de mapas antiguos Gilbert Bland, que supo transformar su “filoso” arte en una industria en Estados Unidos, en Canadá y, a todas luces, en las bibliotecas europeas, y cuya vergonzosa historia fue contada contada por Miles Mil es Harvey10. El crimen se vuelve abominable cuando golpea las bibliotecas modestas. El atlas completo apenas viejo forma parte de los best-sellers; una best-sellers; una vez separado en tantos lotes como mapas, se ofrece en sitios como eBay, que se ha convertido obviamente en un encubridor a nivel planetario, con tablillas cuneiformes de Mosul o pequeños cuadrados de antigua vitela































































LA MUERTE Si Dios fue creado por el hombre a su imagen, el filósofo tiene el derecho de preguntarse: “¿no es el paraíso una inmensa biblioteca?” 11 La ventaja evidente de esta creencia es que construir en su casa un edén anticipado está al alcance de cualquiera. ¿Quién no ha soñado alguna vez con ese harén —sin eunucos—, en una estancia revestida por completo de libros donde poder devorar el fárrago sutil junto a la lumbre mientras que, silenciosamente, la sombra de las llamas acaricia con amor las encuadernaciones? Matías Corvino y Walter Benjamin, pero también Henver Hoxa o Nicolac Ceaucescu,12 cada cual tiene derecho no sólo a comprar los libros que quiere sino sobre todo a conservarlos en su orden o desorden favorito. ¿Mi vida no es más que un borrador de mi biblioteca? Sí, sin duda, puesto que se destruirá conmigo salvo que algún libro no cambie nunca de lugar. “Como dice Hegel: sólo en la oscuridad que la lechuza de Minerva emprende el vuelo. Sólo en el momento de apagarse, el coleccionista es comprendido”, recordaba Benjamin. No fue el caso de Montaigne: su hija regaló sus libros al cura de Auch, que se apresuró a venderlos por unas monedas. Todo se perdió a un tiempo: libros, catálogo y la atmósfera de la torre donde el autor había estado “como un rey”. Se supone que la elección de libros habla, pero sin duda su acomodo habla aún más. El coleccionista puede llegar a la más exquisita neutralidad: el señor Guermantes, dijo Proust, hace encuadernar encuadernar todos sus libros li bros de manera manera idéntica de manera que ve sin s in duda “una “una cercanía cer canía † mucho más grande entre Eugenia Grandet y La Duchesse de Mers que entre Eugenia Grandet y y una novela de Balzac de un franco”. El mejor ejemplo de lo contrario es la biblioteca Warburg, cuyas descripciones rozan a veces con c on lo fantástico. fantástico. Aby Warburg era el hijo mayor de un gran banquero de Hamburgo. Él mismo afirmó que el descubrimiento in situ de situ de la cultura de los Hopis en 1895-1896 le permitió penetrar mejor y comentar el Quattrocento, que Quattrocento, que ya conocía bien.‡ En cuanto a su obsesión por los libros, era s prisionero desde el nacimiento, puesto que ya a los 13 años le proponía a su hermano Max cederle sus derechos de primogenitura a cambio del compromiso de pagar todas sus facturas de librerías. Este acuerdo no se concretó, si no Max habría perdido. A partir de 1889, apenas alcanzada la mayoría de edad, Aby Warburg obtenía de su padre los subsidios suficientes para constituir una biblioteca de investigación que le llevaría toda su vida desarrollar y, sobre todo, clasificar. En 1911, hay 15 mil obras que Warburg, fatigosamente, “desplazaba sin cesar. Cada a de iento, cada nu dea sobre sobr e l lación laci ón entre entre los l os hechos































































XIX XIX (el

prefijo 100. corresponde a la filosofía, 200. a la religión, 300. a las ciencias sociales, etcétera), que es la de Bacon pero al revés y prevalece en la actualidad porque dice al mismo tiempo de qué se trata y dónde se encuentra.† Fuera de tanta razón razonadora, Aby Warburg hizo de su vida una obra de arte que consiste en hacer más significativos significativos los libros por s proximidad: “Los libros de filosofía se encuentran al lado de los de astrología, magia, folklore, y se acercan las secciones sobre arte a las de literatura, religión y filosofía. Para Warburg, el estudio de la filosofía era inseparable de las mentalidades consideradas primitivas: en el estudio del lenguaje figurado de la religión, de la literatura y del arte, ni una ni la otra podían quedar aisladas”, dijo su primer director Fritz Saxl. Y el filósofo Ernst Cassirer pondera: “De la secuencia de libros emergía de una manera siempre más clara una serie de imágenes, temas e ideas originales y, detrás de tal complejidad, terminé de ver recortarse la figura clara y dominante del hombre que había construido semejante biblioteca, su personalidad personali dad de in i nvestigador prom pr ometida etida a una profunda profunda influencia.” influencia.” En los años veinte, la gran mansión de Warburg se había convertido en un laberinto de libros empotrados hasta en los mínimos recovecos. De este modo fue necesario construir un nuevo edificio especialmente diseñado para evidenciar aún más el nuevo orden mental, el itinerario que representa esta biblioteca. En 1926, la institución se abre a los investigadores con cerca de 100 mil volúmenes, repartidos en cuatro ramas: acción, palabra, imagen, orientación. Pero tres años más tarde Aby Warburg muere. Tres años más tarde se produce la quema de libros de Berlín. La decidida habilidad del director y de la familia, que es judía, hace escapar por poco la colección de una suerte previsible; una selección de 60 mil obras en 531 cajas parte prontamente hacia Londres, donde se instalará y mudará durante la guerra, entre depósitos y lugares más o menos apropiados. Actualmente, el Warburg Institut de Woburn Square pretende reflejar el “pensamiento vivo” del fundador con 350 mil títulos, sin duda porque están clasificados según las cuatro secciones originales, mientras que el inmueble con detalles muy meditados de la Heilwigstrasse, donde Aby Walburg alojó no solamente s cuerpo sino también su imaginación, como se dice en Liberté Libert é grande, grande, fue comprado y engalanado engalanado por la l a ciudad ci udad de Hamburg Hamburgoo para instalar allí a llí su Inst Institut itutoo de Historia Histori a del Arte. La dispersión de las colecciones quiebra la cohesión de los libros y anula su valor agregado: cuando Saladino malvende la biblioteca fatimí en El Cairo, un contemporáneo observa que el orden admirable que le daba valor era el primero en desaparecer. Un caso es el de la biblioteca de André Breton que había logrado yuxtaponer lo irreconciliable: Gracq y Gorki, o Le Crapouillot Crapouil lot con con el doctor Crocq hijo. Es cierto que se trata en este caso de acercamientos alfabéticos; pero para el ilustre escritor, lo arcaico se enlazaba siempre con lo sublime por detrás, o lo contrario. Además, sólo se vio la parte luminosa del iceberg cuando se hizo la famosa venta en el 2003, pues un número indeterminado de obras insignificantes hacía, en la calle Fontaine, una cáscara parlante a lo que los expertos consideraron como realmente































































de su libro o de su libro (cfr. (cfr. el el pasaje sobre Aristóteles)? Aristóteles)? Tal vez única en el mundo, la Biblioteca Nacional de Egipto propone al investigador una maktabat almuhda, almuhda, una biblioteca de donaciones: en lugar de integrar las obras de las bibliotecas legadas por los grandes escritores al magma del fondo general, cada una de las 33 colecciones se expone a los ojos del investigador tal como llegó, en anaqueles en forma de que forman 33 células con los nombres de los autores desaparecidos. Esta disposición permite visitar una biblioteca de bibliotecas: se recorren sucesivamente un conjunto de fastuosas encuadernaciones bien lustradas, alineaciones de lomos en moleskina negros sin título pero severamente numerados o, por el contrario, colecciones sólo de pasta blanda, fatigadas por la intensa manipulación y el amarillo del tabaco. Cada una es el vivo retrato de su antiguo propietario. A menudo las obras están duplicadas, pero no son nunca los mismos libros. Y fueron sin duda comprendidos de distinta manera. Por otro lado, el coleccionista cuyos átomos irán mañana a fundirse con otros átomos del cosmos puede ordenar que las obras que poseyó sean confundidas sin la más mínima marca reconocible con las de la más vasta biblioteca del país, tal como las cenizas del difunto se dispersan sobre el terreno de la huerta. Con este ánimo, el narrador de El de El Libro de arena se deshace anónimamente de una obra que le estorba en un estante de la Nacional, “Traté de no fijarme a qué altura ni a qué distancia de la puerta,” Y eso es, paralelamente, lo que prescribió Jorge Luis Borges, autor del cuento en cuestión, a su notario para el conjunto de sus bibliotecas bibl iotecas magras o dispers di spersas, as, segú s egúnn dice uno uno de los numerosos umerosos rumores rumores que lo rodean. r odean. En las antípodas, se encuentra el ejemplo de Abu Hayyan al-Tawhi-di,14 nacido en Bagdad y muerto casi a los cien años, en 1023, luego de una vida dedicada a manejar el cálamo. Copiar diez páginas equivalía a ganar 10 dirhams, lo suficiente para vivir una jornada más. Los visires lo llamaban, lo frecuentaban y luego terminaban por desembarazarse de él. Hay que aclarar que su conversación era de las más profundas pero que al cabo de cierto número de intercambios y proposiciones, olía a azufre de manera notoria. Al-Tawhidi había estudiado no sólo el ismaelismo y las ideas sufíes como el falsafa sino que, en una palabra, se había convertido en un zindiq, zindi q, un libre pensador, en un tiempo en que la zandaqa zandaqa significaba la muerte. La elegancia de su apreciado discurso retardaba largamente la noche “en la cual el sol de mi edad se pondrá”. Mientras tanto escribió muchos libros, por ejemplo al-Imta wa-lmuanasa, “Delectación muanasa, “Delectación y gozo”. Como fue muy querido, el prefacio de su libro De libro De la amistad comienza de la siguiente manera: “Ante todo, conviene estar persuadido de que no existe amigo, ni lo que se parece a un amigo…” Y, luego, más anciano que sus íntimos que ya estaban muertos, incendia su biblioteca y afirma: “Me resultaba penoso dejar estos libros a gente que se habría burlado de ellos, manchado mi honor estudiándolos y regocijado por encontrar

































































2 Le Monde, Mon de, 22 22 de julio de 1999. 3 Le Progr Progrès, ès, 2 2 de agosto de 2000. 4 Claude Burgelin, profesor emérito de Lyon II, tribuna libre en Lyon Ca pitale, 12 pitale, 12 de diciembre de 2001. 5 Harry

Skallerup, Books afloat and ashore: A History of Books, Libraries, and Reading among Seamen during the Age of o f Sail, Hamden, Sail, Hamden, 1974. 6 Véase Harold Otness, “Passenger Ship Libraries”, en The Journal of o f Library History, vol. History, vol. 14, núm. 4, otoño de 1979. 7 La información de este capítulo proviene de ediciones recientes de Le Mond M onde, e, de Detroit de Detroit News (en News (en particular Jennifer Brooks, “Thieves Plunder Libraries for Profit”, 21 de enero de 2001), de The Guardian, del Guardian, del Asahi Asahi S himbun, así himbun, así como también del Dernières del Dernières Nouvelles Nouv elles d’Alsace. d ’Alsace. También También de los estudios de Ralph Munn, “The Problems of Theft and Mutilation”, Library Journal, Journal, 60, agosto de 1935, y de John Burrows y Diane Cooper, Theft and Loss from UK Libraries: A National Survey, Londres, 1992. 8 Véase Nicholas A. Basbanes, A Gentle Madness Mad ness:: Bibliophiles, Biblioph iles, Bibliomanes, and the Eternal Passion for fo r Book s, Nueva York, 1995. 9 La Nación, Nació n, recogido recogido por Exlibris por Exlibris el el 7/7/3. 10 Milles Harvey, La Harvey, La isla de d e los mapas perdidos, p erdidos, Madrid, Madrid, Debate, 2001. 11 Gaston Bachelard, en su introducción a Poética a Poética de la ensoñac enso ñación, ión, México, México, FCE, 1982. 12 Véase Bashkim Shehu sobre Henver Hoxa: “La Bibliothèque du dictateur”, Autoda fé, núm. fé, núm. 2, otoño de 2001. 13 Fritz Saxl, citado por Salvatore Settis, “Warburg continuatus. continuatus. Description d’une bibliothèque”, Le Pouvoir Pouvo ir des Bibliothèques, Bibliothèques, París, 1996. Toda la historia de la Biblioteca Warburg (en inglés) con fotos e información sobre el centro de investigaci investigaciones ones londi londinenses nenses se encuentran en www.sas.ac.uk/warburg/default.htm . 14 Véase Marc Bergé, Pour Bergé, Pour u n humanisme h umanisme vécu. vécu . Abu Hayyan Hayya n al-T a l-Tawhid awhidi,i, Da Damasco, masco, 1979. † En Epístolas En Epístolas I, I, xx, obra que perdió a Condorcet cuando fue descubierta en su bolsillo. † Una pequeña edición en dieciochavo, con 287 páginas, de la condesa Lionel de Chabrillan, publicado en 1881 por el sello Calmann-Lévy. Se sabría más si este libro no estuviera aprisionado en microforma en la Biblioteca Nacional de Francia. ‡ Véase su Ritual su Ritual de la serpiente ser piente.. † El Library Hotel, recientemente inaugurado a la sombra de The New York Public Library, clasifica sus diez pisos y 60 habitaciones repletas de libros según dicho sistema. Por ejemplo: la habitación 800 002 para los clásicos, etcétera (cuidado con equivocarse de puerta: la 800 001 contiene la sección licenciosa, sin duda para pasar noches infernales). La idea es encantadora; el lugar, elegante. Pero en el reino del copyright los los herederos siempre tienen razón: la Online Computer Library Center, que pretende tener los derechos de Mervil Dewey y factura 500 dólares por año y por biblioteca por utilizar esta clasificación (alrededor de 100 millones de dólares por no hacer nada más que agregar un número de tanto en tanto, de manera que la idea no pase al dominio público), demandó al Library Hotel y le reclama tres años de beneficios a partir de la inauguración, dando de este modo una nueva acepción a la fórmula “rata de biblioteca”.

































































9. Inconvenientes Inconvenientes de la l a modernidad modernidad Idealm Idea lmente, ente, el usuario usu ario no debería deb ería pode p oderr entra r en la biblioteca bib lioteca Umberto Eco

El pico ensangrentado del cuervo escarba en las entrañas de la paloma aún palpitante. Prisioneros detrás de los inmensos ventanales del claustro, dos japoneses lívidos, un viejo estadounidense con grandes gafas de plástico amarrillo, dos o tres estudiantes desconcertados, uno de ellos barbudo, observan impotentes esta fuerte escena. Se trata de investigadores de la Biblioteca Nacional de Francia, distraídos de sus eruditas preocupaciones por el pequeño acontecimiento del ave que viene a morir entre las grandes aberturas vidriadas que rodean los árboles del bosquecillo central, amarrados como bicicletas en un barrio suburbano.† Para evitar que los pájaros caigan en la trampa transparente más allá de los troncos, se pegaron siluetas de gaviotas en los paneles de vidrio de la fosa. ¿Adivinará la próxima paloma el duro peligro que la acecha detrás del último pino? ¿Habría sido mejor colocar siluetas de peces de colores? Para peor, o a veces, para mejor, en Alejandría, Montreal, París o San Francisco, el arquitecto siempre asesta su golpe. Cualquier historiador de las construcciones afirma que el gesto arquitectónico se ejerce en detrimento de la función de alojar. Pero esto puede volverse un crimen cuando se trata de una biblioteca. Así como el lector olvida su existencia física durante la lectura o la reflexión, del mismo modo su entorno debe diseñarse con más goma que lápiz: contemplar lo genial destruye la genialidad. Sin embargo, el nuevo edificio de Tolbiac fue diseñado y construido sin tener en cuenta a los usuarios, bibliotecarios o lectores, ni siquiera al Ministerio de Cultura o algún intelectual. En consecuencia, el proyecto rozaba la aberración provinciana desde el primer croquis: ¿es posible que ningún cortesano haya hecho notar notar que que la l a visión vi sión de un libro abierto abier to y apoyado apoyado verticalmen ver ticalmente, te, como se supone supone que lo evocan las cuatro torres, constituye ya una tortura para los bibliófilos? Se puede imaginar el diálogo

































































manera grandilocuente “altos de jardín”; los estudiantes han regresado a las bibliotecas univer universitari sitarias as en lugar lugar de instalarse en un un sitio míticament míticamentee creado cre ado para par a el pueblo donde jamás jamás abrieron un libro. Una admirable cúpula de color marfil, diseñada por un discípulo de Norman Foster, salva el derroche paralelepípedo, suavizando la silueta entre las torres. Esto hace pensar u poco en Estambul. Opaca y decorada con gusto neolabroustiano, su faraónica sala de tres mil alcobas recibe a quien gusta de los libros reales o desea desenterrar ideas originales. Decenas de millones de volúmenes de la Nacional se encuentran reunidos en dos niveles de tres hectáreas, bajo la sala de lectura, como debe ser; de este modo, las obras van y vienen en cuatro minutos por el pozo central. Sin deslizamientos, se accede al lugar desde la calle por puertas normales, normales, abiertas abi ertas a cada lado, l ado, como el hall de honor, honor, diseñado origin ori ginalmen almente te mirando mirando al muelle, destinado a los pequeños autos del personal. Las torres, que han regresado a s primigenia transparencia, albergan ahora las oficinas y, en particular, los servicios informáticos de la monumental Biblioteca Nacional de Francia en linea. De tanto en tanto se organizan exposiciones de geranios en las bellas gradas de madera situadas en la fachada que da al Sena. Europa está alelada. La medalla del más sonado escándalo de la historia de las bibliotecas públicas está en manos, por el momento, de la de San Francisco, ganándole por varios cuerpos a la Biblioteca Nacional de Francia. Con un pastiche de estilos, estilo s, en e n inglés inglés llam ll amado ado “beaux “bea ux-arts” -arts” y con un un costo de 126 millones de dólares, el nuevo inmueble mantuvo en 1996 su promesa de vanguardia en la historia de la lectura: como no podía contener sus tres millones de libros, la dirección ordenó desechar discretamente todos los que no habían sido consultados en seis años y almacenar en algún subterráneo un tercio del fondo en espera de una mejor solución. Dependiendo de las fuentes,2 la cantidad desaparecida antes de la inauguración se sitúa entre 200 mil y 500 mil obras. Se admira en este caso la temible conjugación de dos nuevas fuerzas que son la creatividad arquitectónica y el amor por el libro desmaterializado. Cuando el mundo se enteró no sin estupor de que la British Library hacía otro tanto, se supo que el gran exterminio de libros había comenzado. Que la ciudad de San Francisco no haya podido resistir al deseo de pagarse un engendro de

































































bibliotecarios se inclinan más bien por un resarcimiento o desafectación. La duda es de suyo un consentimiento. Las bibliotecas de Estados Unidos son fundaciones dedicadas a la búsqueda permanente de subsidios y financiamientos. Una de sus mayores preocupaciones es enriquecer las colecciones; otra es la falta de espacio para ediciones pletóricas multiplicada por el precio del metro cuadrado y la oposición de ambas fuerzas lleva a una idea simple: vender o tirar; la ejecución capital se produce por shredding o shredding o “deshilachadu “des hilachadura”, ra”, un término término de la papelería papeler ía que nos remont remontaa a los l os tiempos de los trapos. Numerosas instituciones detestan hablar de esta conducta, que se trasluce en los números de los estados financieros. No muy lejos del número absoluto de libros adquiridos en un año figura una cantidad neta de obras catalogadas y la diferencia reside en lo que ha desaparecido.3 La muy poderosa American Library Association (ALA) reconoce que nadie sabe cuándo ni dónde se inició el fenómeno y que, si no existe ninguna estadística, se encuentran gran cantidad de métodos de deselección destinados a los aprendices. En los archivos de la Glengarry Historical Society, un tal David G. Anderson enfrenta el fenómeno: “Para lograr que se purifiquen los acervos de sus elementos secundarios o superfluos, y así poder reutilizar los fondos obtenidos a fin de acrecentar la colección o mantenerla, todo establecimiento (o coleccionista) debe tener una política de deaccession. Una deaccession. Una atinada medida de administración…” No es necesario navegar demasiado tiempo en internet para descubrir que las universidades de Illinois, a fin de octubre, o la de Birmingham, Alabama, o la Biblioteca Pública de Seattle (75 mil a 100 mil ejemplares expuestos por año) y muchas más aún, anuncian ventas anuales de obras repetidas o que ya no están de moda.† Los comentarios del contribuyente estadounidense permiten inferir cierto malestar. En una palabra, ¿quién tendrá tendrá ganas de legar l egar su amada amada bibli bi blioteca oteca a semejantes semejantes establecimien estable cimientos? tos? Ba Jin dejó la suya, además de sus manuscritos, a tres instituciones: el Museo de Literatura Moderna, la Biblioteca de Shanghai y la Biblioteca Nacional con sede en Pekín: alrededor de 30 mil mil volúmenes, volúmenes, enviados en varias vari as entregas en el auto repleto de su s u hij hija, a, entre 1980 y 1982. Todos los ejemplares llevan su firma: cuando compraba una obra, sacaba del bolsillo una barra de tinta y un pincel, el cual humedecía con saliva para escribir su nombre. Un día de

































































horrorosa lección a las autoridades chinas, para quienes el secreto siempre ha sido una condición sine qua non de non de administración correcta.4 Las bibliotecas francesas, ¿venden o tiran sus libros? Al menos la Nacional jura que nunca lo ha hecho: atrapada entre su vocación patrimonial y el depósito legal no tiene otra alternativa que conservar, inflarse hasta explotar o donar los ejemplares repetidos a sus colegas del interior del país; del otro lado del canal de la Mancha y del océano se llama a esto weeding, “desbrozo”, un término que evidencia con inhabitual espontaneidad que los libros generosamente regalados valen lo que vale la grama. Por otro lado, parece que las otras instituciones de Francia tienen derecho a obtener un poco de dinero de este asunto, luego de haber procedido debidamente a un desdominio profundamente meditado de cada título; en todo caso es el principio, respetado en Grenoble, aunque no en Poitiers, ni en Brest, ni en Chambery, pero ¡silencio!, no se trata más que de un rumor de pasillo. El desbrozo es objeto de cuatro páginas completas en el informe anual de actividad del año 2000 de la Inspección General General de Bibliotecas, Bibl iotecas, en el cual el redactor, transformado transformado legítimam legítimament entee en alérg alér gico al libro, l ibro, confiesa estar “con mucha frecuencia […] sorprendido por el aspecto compacto y bastante oprimido de las estanterías” de los establecimientos que visita. También se puede leer lo siguiente: “Las formalidades jurídicas ligadas a la necesaria desafectación de los documentos eliminados siguen siendo, en general, bastante mal cumplimentadas” y que, entre relegación a depósito, destrucción, donación donación y venta, venta, esta e sta última última “es la menos popular”.5 Pero no es seguro. seguro. Las pocas bibliotecas de préstamo que observan el procedimiento (las universitarias lo evitan olímpicamente) y que, como la de la ciudad de Grenoble, no hablan a regañadientes del hecho, proponen al consejo municipal las listas de libros deteriorados por el uso o considerados obsoletos antes de proceder a la venta anual, a la destrucción o a la donación razonada (por ejemplo, a una asociación dedicada al desarrollo cultural en determinado país pobre). En caso de cesión al público, los precios se fijan desde € 0.15 el opúsculo hasta € 7 la enciclopedia, pasando por € 0.80 los premios Goncourt. Los clientes hacen cola desde temprano, codiciando la colección Que Sais-Je? y se limitan a cuatro por persona los libros de historietas; se trata así de desalentar a los revendedores de libros usados. Este tipo de venta provoca escándalo cuando se organiza en los locales de la biblioteca, aunque no tanto si se la



































































autoridades mientras un bibliotecario general se instalaba allí en medio de la emergencia para poner la casa en orden. Fue necesario un año, especialmente para encontrar y restituir algunas obras “perdidas” en casa de los profesores de derecho que admitieron bastante fácilmente que tener en su poder libros estampillados “Biblioteca de Poitiers” y “Propiedad de la Ciudad” provocaba recelos. “Si usted encuentra un libro marcado de esta manera en tiendas de libros usados donde no figure también también el sello de baja oficial del catálogo, entonces en principio puede tomarlo e irse sin pagarlo”, dijo Jean-Marie Compte, el bibliotecario general a cargo. Entonces, ¿qué pasó en Poitiers? ¿Sufrió el adjunto de la directora un golpe de calor, usual durante el mes de agosto en la administración pública?, ¿Quiso obrar bien y adelantar la tarea que imaginaba sobrehumana de la futura mudanza? Tal vez no era un hombre estimado y sus colegas lo dejaron picar el anzuelo sin decir agua va. El informe de los peritos destacó una gran cantidad de disfunciones por el lado de los procedimientos y la psicología. El informe Huchet, en particular, declaraba inocente al alcalde de cualquier cargo de mala intención. Todo terminó como se sabe: la Biblioteca Municipal de Poitiers ya no existe y en su lugar se creó la mediateca François Mitterrand, cosa que no tiene nada que ver con la propuesta anteri anterior. or. Además, Además, su s u dirección direcci ón no no responde res ponde a los pedidos pe didos de información información sobre el asun a sunto. to. En consecuencia: las bibliotecas se reconocen ahora mortales. ¿A qué le temen más que a nada? A la explosión “demográfica”. Nos encontramos de lleno ante una nueva plaga constituida por el crecimiento exponencial de la edición. Centenas de miles de novedades se agregan cada año en todo el mundo a las del

































































que atizar el fuego. Todo súbdito inglés, aun iletrado, considera esencial que la misión de tal establecimiento sea mantenerse como “biblioteca de última instancia” en la que ninguna obra que exista en el Reino Unido, sea cual sea su naturaleza, puede faltar. Sin embargo, apareció un investigador un tanto obstinado, escritor de larga trayectoria, que encontró cinco títulos marcados con un “discarded” o desechados a quien se le explicó que a partir de ese momento se aplicaba la consigna selection for survival, survival, “seleccionar para sobrevivir”, título de un informe de 1989 escrito por un bibliotecario de la Universidad de Newcastle. El clamor provocado por la noticia se multiplicó cuando trascendió que el desbrozo estaba en manos de bibliotecarios principiantes y se hizo más estridente ante la actitud poco clara de la nueva dirección, que permitió correr el rumor de que la práctica en cuestión había sido abandonada por falta de personal. Esto no fue suficiente. El director de colecciones, quien sin duda lamentó llamarse Richard Bradbury, terminó por romper el silencio de la venerable biblioteca con una declaración de tres frases secas que aclaraba que no se había desechado ningún libro único ni de depósito legal. Con el tiempo, se aplacó la indignación debida a esas viejas quimeras. Enton Entonces, ces, en e n 2001 y proveniente proveniente de Estados Unidos, estalló estall ó el escándalo de las colecciones colec ciones de periódicos extranjeros de principios del siglo xx de los cuales la British Library se había desprendido discretamente en 1997. El que inició la molesta revelación fue Nicholson Baker, un escritor conocido no solamente por sus furias con respecto a invenciones torpes y significativas, si bien microscópicas, de las desviaciones modernas —como el popote de plástico más liviano que los antiguos y que por lo mismo no puede permanecer hundido en una botella de Coca Cola— sino también por otros trabajos, entre los cuales se encuentra un libro

































































Entre 1850 y 1960, en el momento más pujante de la producción literaria mundial, miles de millones de libros se imprimieron en un papel execrable, en el cual un compuesto ácido terminó por roer la lignina de la madera que por ese entonces no se podía eliminar. Una reacción reacci ón interna interna ocasiona ocasi ona enton entonces ces a la vez un un cambio cambio de color col or —que sign si gnifica ifica una una mejora a la crudeza del papel demasiado blanco—, el debilitamiento de la fibra y la rigidez de las páginas, lo que las puede volver quebradizas. Por esta razón, la religión que profesan los bibliotecarios dice que el papel se autodestruye, por lo que es necesario desacidificarlo o microfilmar el contenido del mismo, o incluso, a veces, ambas cosas. Desacidificar es un procedimiento caro y trabajoso, cuyas consecuencias a largo plazo aún se desconocen. Algunas grandes bibliotecas han instrumentado grandes campañas de desacidificación para detener la degradación de los papeles de baja calidad; así, las nuevas instalaciones de la Biblioteca Nacional de Francia permiten en teoría el tratamiento de 300 mil volúmenes por año. Sin embargo, tal determinación resulta ridícula por el hecho de que ningún gobierno se decide a declarar la obligatoriedad del uso del papel permanente en el mundo editorial, con lo cual el problema prosigue sin obstáculos.† En cuanto a la transposición en imágenes del contenido de los libros microfilmados, parece que para ciertos archivos se saca mayor partido de este sistema pues se deshacen del original, dado que muchas veces tal procedimiento requiere que se guillotinen los lomos; en el caso de los periódicos encuadernados, se trata de una una práctica pr áctica sistemática sistemática que los inu i nutili tiliza. za. Pero la “guerra contra el papel”, según Baker, se basa en una aberración: no es cierto que la página sigue deteriorándose cuando la lignina la ha vuelto amarillenta, y sólo algunas inteligencias dudosas, incluso vendidas, se atreven hoy a afirmar que se convertirá en polvo.

































































ocho micr microfichas ofichas pero, como el ín í ndice de los lo s 37 capítulos ca pítulos se encuentra encuentra al final final de la última última del último juego, debemos primero observar el pasaje de fichas rápidamente mezcladas para llegar finalmente a una imagen del índice completamente borrosa que vuelve inutilizables las 1 200 páginas. Este libro puede considerarse destruido tanto como El como El imperio socialist social istaa de los incas incas de Louis Baudin y sus “cinco microfichas de acetato de 60 imágenes diazoicas, 105 × 148 mm”, obra que al carecer de índice obliga a una lectura completa, cosa inhumana por cierto. La Biblioteca Nacional de Francia dispone de 76 mil microfilmes y cerca de un millón de microformas, es decir, una cantidad de obras que el investigador no podrá consultar de otra manera pues el original en papel le está vedado por reglamento. “La primera misión de esta casa es conservar”, se atreve a decir una joven empleada que contempla a su interlocutor con recelo y agrega: “aquí la mayoría de la gente trabaja con libros más recientes…”. Sin embargo, si mediante artimañas uno logra ver dos o tres obras originales —si es que han sido bien conservadas—, comprobará que el color de las páginas se ha vuelto un tanto anaranjado pálido u ocre y que los bordes en algunos casos tienen cierta tendencia a quebrarse mientras que el libro sostenido y hojeado con ciertas precauciones (bajo la mirada desconfiada del bibliotecario, digamos, en una parte de la sala reservada a tal efecto, que llaman “el hemiciclo” en memoria de otros tiempos) no va de ninguna manera a caer en la ruina; en cuanto al argumento del peligro de la repetición, es también una fantasía: ¿cuántos lectores necesitan leer Les leer Les livres l ivres chinois chi nois avant l’inventi l’i nvention on du papier papi er de de Édouard Chavannes? Menos de diez por siglo sin duda, entre los cuales hay un número ínfimo de jugadores de rugby. Este extracto del Journal asiatique ou recueil de mémoires, d’extraits et de notices relatifs à l’histoire, à la philosophie, aux langues et à la littérature des peuples orientaux

































































con cada revolución tecnológica, lanzarse a costosas mudanzas de datos e incluso, sin esperarlos, proceder a hacer verificaciones verificaciones regulares regulares del detalle de los datos: datos: cinco años años para el CD-ROM ordinario que sirve para la difusión del libro en línea, 20 para el century disk de disk de vidrio con películas de nitruro de titanio o latón que, se supone, conserva el original. Se puede imaginar fácilmente que las instituciones públicas, cuya característica principal es no contar nunca con el presupuesto de mantenimiento destinado a reparaciones inmobiliarias, deberán sufrir sufrir catástrofes mayores mayores antes antes de conseguir conseguir el presupuesto presupuesto necesario necesari o para par a lo l o intangible. intangible. Llegamos a la paradoja grandiosa que consiste en que la decisión de reemplazar el papel por una copia en otro soporte implica sumirse en una espiral de gastos infinitos, sin parangón con el costo del original, y de inseguridades que se acrecientan permanentemente. Pero la l a dig di gitalización itali zación de la existencia está en marcha marcha y nada nada la detendrá. detendrá. “Nuestros mayores leían novelas en 16 tomos que no eran lo suficientemente largas para sus veladas. Seguían con suma atención las costumbres, las virtudes y los combates de la antigua caballería: en nuestro caso, pronto sólo leeremos en pantalla”, dijo con gran tino el pícaro Mercier, en 1771.

NOTAS 1 Jean-Marc

Mandosio, L’Eff L’Effond ondrem rement ent de la très grande gra nde bibliothèqu biblioth èquee de France. Franc e. Ses causes, cau ses, ses conséqu con séquence ences, s, París, 1999. François Stasse, La Stasse, La Véritable Véritab le histoire de la grand g randee bibliothèq bib liothèque, ue, París, París, 2002.



































































documento en archivo. Incluso debería imponerse en primera instancia el uso de pastas completamente desprovistas de cloro (TCF), cosa que está lejos de aplicarse (EFC). Los bromistas de mal gusto se divierten afirmando que el mundo editorial francés del libro sólo respeta las normas DNED (después de nosotros, el diluvio).

































































10. Conocimiento a prueba de fuego Uno no puede consumir demasiado si se queda tranquilamente sentado leyendo libros ALDOUS HUXLEY

Si las bibliotecas estadounidenses se deshacen de sus libros es para comprar menos, pues hoy el presupuesto se destina preferentemente al equipamiento electrónico. Aquí tenemos una de las consecuencias: “En el departamento de colecciones especiales del Colorado College, llamamos a los libros pequeños ‘pequeños’. En otro tiempo los llamaban “en octavo” por razones que todavía no me quedan claras.” La ingenua que se preguntaba esto en internet en 2002 es conservadora y archivista diplomada.1 Tal vez el colmo de la congruencia sea una

































































proceso incuantificable. A los ojos del profesional que lo atraviesa a lo largo del día, como un minero de manos callosas, internet se presenta casi totalmente como compuesto de escorias, plagios, cáscaras de sitios que han mutado, vertiginosa demostración de estupidez y vulgaridad. Esta comprobación no tiene ningún interés en sí misma en la medida en que toda una vida no sería suficiente para aprovechar la información de nivel científico que se basa en, digamos, un cinco por ciento de datos originales. Pero demuestra que la nueva galaxia escrituraria no se superpone con la entidad de la vieja biblioteca enciclopédica universal, en la cu c ual todo, hasta hasta lo malo, pu p uede utilizarse. El problema pr oblema planteado por la memorización emorización de cantidades cantidades astronómicas astronómicas de document documentos os tal vez se resuelva r esuelva algú al gúnn día pero per o a un altísim altísi mo precio, pre cio, tan alto como como su preservaci pres ervación; ón; mientras mientras que se base en el papel no se ve claramente cómo bajará el costo: manipular páginas de libros a menudo frágiles requiere de una mano de obra especializada. Pero ya desde las primeras etapas de este proceso se plantea la cuestión de la fidelidad de la copia. Muchas

































































corrigieron a su gusto, y como era larga y un poco aburrida, la cortaron en varias partes”, narra Eustacio.3 Ya Demócrito había experimentado la necesidad de compilar un glosario homérico con todas las palabras raras y antiguas para facilitar su lectura. No hay nada de irónico en la respuesta que Timón da a alguien que le preguntaba si se podía encontrar una versión confiable de Homero, no más tarde que en el siglo III a. C.: “Puedes, si encuentras una de las la s copias copi as antiguas, antiguas, no las correg corre gidas de hoy.” hoy.” La transformación de todo el conocimiento en un flujo de bits tal vez sea solamente un simple avatar de las herramientas de la comunicación. La cosa escrita sobrevivió a numerosos cambios que le provocaron muchas veces algunos daños, por ejemplo, cuando el rollo† cedió su lugar a la forma del libro que conocemos actualmente, el códice. Este corte del documento en rectángulos del mismo tamaño que pueden ser hojeados permite sobrevolar holgadamente los textos; textos; el díptico de tablillas de cera inspiró esa idea. i dea. Al principio, la novedad fue sinónimo de clandestinidad. Los cristianos apreciaban, digámoslo así, su carácter plano (no era demasiado fácil esconder un grueso rollo bajo la

































































desaparición cobrando el maná de la publicidad y sobre todo de los servicios, como la venta de toda una mezcolanza que va desde artículos archivados (cosa verdaderamente lamentable, aunque por suerte no todos lo hacen) hasta boletos para el teatro. Podría esperarse la misma sagacidad de todos los sitios profesionales ligados a la cultura y a la información. Podemos obviar numerosos organismos y administraciones cuya representación electrónica habla a las claras de lo paquidérmicas que son, pero las fuentes de información como las enciclopedias generales deberían estar a la cabeza de tal progreso. Es comprensible que sus 28 o 32 volúmenes de papel sean en parte caducos cuando llegan a la imprenta, o incluso el CD-ROM anual, pero una información permanente mediante suscripción debería actualizarlos en cuanto un dato fuera oficial. Un ejemplo cualquiera muestra que no es así: la Organización de la Conferencia Conferencia Islámica (la (l a ONU de los l os países paí ses musulman usulmanes) es) agrupa agrupa 57 estados es tados y no no 45: el artículo de la Encyclopædya la Encyclopædya Britannic Bri tannicaa en línea está superado desde 1984. Algo similar ocurre con la filial francesa francesa Universalis pues Universalis pues se han contentado con introducir en línea la masa en bruto de la edición en papel sin ver que la pantalla ponía en evidencia sus defectos: datos caducos,



































































Tres o cuatro “infoconglomerados” impalpables compartirán pronto el copyright de de todas las obras esenciales para la educación y el entretenimiento; nuestros viejos mastodontes de piedra no podrán convertirse en otra cosa que en proveedores a distancia de contenidos para investigación y estudios avanzados. Pasemos por alto las declaraciones contradictorias de las instituciones, la lengua uniforme y la horripilante lentitud del formato PDF que, con ciertos proveedores, permite a veces al lector beber un café entre dos páginas de un libro digitalizado

































































El libro de papel dejará de ser fabricado pues así lo quiere la desubstancialización generalizada del intercambio: el dinero en efectivo desaparece de nuestros bolsillos, ya el periódico es evanescente. En 2100, contarán a los estudiantes que esto se relaciona con el pasmoso proceso que consistió en deforestar el Morvan y luego el Amazonas (¡imagínenlos cubiertos de árboles!), en alimentar fábricas que fueron las más complejas de la historia y que nunca pudieron detener sus emisiones contaminantes, para producir hojas compuestas más por

































































11. A modo de epílogo, regreso a Ale Ale jandría La ciudad ciuda d de Alejandr Aleja ndría ía será para par a siempre siempre un símbolo de las letras y la apertura ape rtura de espíritu gracias a l escritor Laurence Laurence Darel y sus Tetralogías de Alejandría

































































de todo lo que pudo haberse erigido en ese lugar en los tiempos antiguos. Un remedo de excavaciones, confiadas a Polonia, permitió in extremis extremis exhumar dos soberbios mosaicos y finalmente un museo especial se agregó al subsuelo de la biblioteca para exhibirlos y certificar la calidad real del terreno. Como Alejandría es una fuente inagotable de fantasmas, se puede leer que la nueva biblioteca devora el cadáver de la antigua; la idea es encantadora pero la mayoría de las especulaciones históricas tiende a localizar el Museo más al oeste, no

































































violentas manifestaciones callejeras por parte de los estudiantes de al Azhar luego de que un oscuro imán que ni siquiera lo había leído le lanzara el anatema. El problema que plantea este asunto sobre la Alejandrina es que el ministro de cultura y el presidente de la república mostraron en aquel moment momentoo algo al go que que parecía par ecía,, desde des de París, Par ís, una una vergonzosa vergonzosa cobardía. cobar día.† Tal tipo de derivación recuerda a los ulemas de hace mil años en Córdoba, cuyas exacciones corremos el riesgo de ver repetidas en Europa un día no muy lejano. Es suficiente con que uno de ellos





























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































Lidsky, Paul, Los Paul, Los escritores escri tores contra cont ra la comuna, c omuna, México, México, Siglo Veintiuno, 1971. Lissagaray, Prosper-Olivier, Histor Prosper-Olivier, Historia ia de la l a comuna de 1871, Madrid, 1871, Madrid, Artiach, 1970. Mech, Mech, Paul, “Les Bibliothèqu Bibl iothèques es jésuites”, j ésuites”, en Claude Jolly Joll y, coord., coor d., Histoi Histoire re des bibliothè bibl iothèques ques françaises. Les bibliothèques sous l’Ancien l’Ancien Régime: 1530-1789, París, 1530-1789, París, PromodisÉditions du Cercle de la Librairie, 1988. Mercier, Louis Louis Sébastien, Tableau de Paris, Paris , Amsterdam, 1782-1788. Paris, Louis, Les Louis, Les Manuscrit Manus critss de la l a bibliot bibl iothèque hèque du Louve brûlés br ûlés dans d ans la nuit nui t du 23 au 24 mai 1871, Par 1871, París, ís, Au Bureau Bureau du Cabinet Cabinet Historique, 1872. Polastron, Lucien X., Le X., Le Papier, Papier, 2000 ans d’hist d’ histoire oire et de savoirs avoir-fai faire, re, París, París, Imprimerie Nationale, Nationale, 1999. Réau, Louis, Histoi Louis, Histoire re du vandalisme: vandalis me: les monuments détruit détr uitss de l’art l ’art français, françai s, París, París, R. Laffont, 1994. Reclus, Élie, La Élie, La Commune Commune de Paris Pari s au jour le jour j our,, 19 mars-28 mai 1871, Parí 1871, París, s, Séguier, Séguier, 2000. Riberette, Riberette, Pierre, Les Pierre, Les Biblioth Bibl iothèques èques français f rançaises es pendant la Révoluti Révol ution on (1789-1795), recherc recherches hes sur un essai de catalogue collectif, collectif , París, Bibliothèque Nationale, 1970. Rocquain, Rocquain, Felix Feli x, L’Espri L’Espritt révolut ré volutionnai ionnaire re avant la Révoluti Révol ution, on, 1715-1789, París, 1715-1789, París, E. Plon et Cie, 1878, y Ginebra, Ginebra, Slatk Sl atkine, ine, 1971. Sade, Donatien A. A. F. F. de, “Français, encore un effort effort si vous voulez être républicains”, républic ains”, La La Philosophie Philos ophie dans le boudoir boudoi r, J.-J. Pauvert, 1965. Salin, Patrice, Un coin du tableau, mai 1871. Catalogue raisonné d’une collecti on d’ouvrages rares rares et curieux, curi eux, anciens et modernes, détruite au palais du Conseil Conseil d’Etat du 23 au 24 mai 1871, París, 1871, París, Imprimerie de J. Leclère, 1872. Varry, Dominique, “Le Livre, otage de la révolution: conséquences bibliographiques des saisies politiques”, politiques”, Le Le Livre voyageur, voyageur, actas del coloquio internacional organizado por el mayo de 1997, París, París , 2000. ENSSIB y la CERL, 23 y 24 de mayo Guerras mundiales Bibliothèque de l’Université Catholique de Louvain, Les Louvain, Les Crimes de guerre commis lors de l’invasion du territoire terri toire national, mai mai 1940: la destruction destructi on de la bibliothèque de l’université de Louvain, Lieja, Louvain, Lieja, 1946. Fischbach, Gustave, Guerre de 1870. Le siège et le bombardement de Strasbourg, Estrasburgo, M. Schauenburg, 1871. Guibal Guibal,, Georges, Le Georges, Le Siège et e t le l e bombardement bombardement de Strasbourg, Stras bourg, conferencia conferencia pronunciada en































































Mehring, Walter, Die Walter, Die verlorene verl orene Bibliothek: Bibliot hek: Autobiographie Autobiograph ie einer ei ner Kultur Kult ur,, Düsseldorf, Classen, 1979. Sebald, W. G., Sobre Sobre la historia histori a natural de la destrucción, Barcelona, destrucción, Barcelona, Anagrama, 2003. Simon, Claude, La Claude, La ruta de Flandes, Barcelona, Flandes, Barcelona, Lumen, 1998. Stubbings, Hilda Urén, Blitzkrieg Blitzkri eg and Books, British and European European Libraries as Casualti Casualties es of World War II, Bloomington, II, Bloomington, Rubena Press, 1993. Ungerer, Tomi, À Tomi, À la guerre guer re comme comme à la guerre, gue rre, dessins dessi ns et souvenirs souveni rs d’enfance, d’ enfance, Parí París, s, L’École des Loisirs, 2002. Welch, elc h, Theodore, Librari Theodore, Libraries es and Librari Li brarianship anship in i n Japan, W Japan, Wesport, esport, Greenwood Gree nwood Press, 1997. Nazismo y holocausto hol ocausto Badia, Gilbert et al., al., Les Bannis de Hitler: Hitl er: accueil acc ueil et lutt l uttee des exilés exi lés allemands all emands en France, 1933-1939, Vincennes, 1933-1939, Vincennes, Presses Universitaires de Vincennes, 1984. Benjamin, Walter, Je déballe ma bibliothèque. Une pratique de la collection, coll ection, París, París, Rivages, 2000. Bienkowska, Bienkowska, Barbara, Barbar a, Books in Poland: Past and Present, W Present, Wiesba iesbaden, den, O. Harrassowitz, Harrassow itz, 1990. Bienkowska, Barbara, “Report on the Losses of Polish Libraries in the Second World War”, Polish Polis h Libraries Librar ies Today, Today, 3, 3, pp. 25-33, Varsovi Varsovia, a, 1995. Borin, Jacqueline, “Embers of the the Soul: The Destruction Destruction of Jewish Jewi sh Books Books and Libraries Librari es in in Poland during World War II”, Librar II”, Libraries ies and Culture, vol. Culture, vol. 28, núm. 4, Austin, otoño de 1993. Cassou, Jean (comp.), Le (comp.), Le Pillage Pill age par les l es Allemands des œuvres d’art d’ar t et des bibli bi bliothèques othèques appartenant à des Juifs en France, Parí France, París, s, Éditions du Centre, Centre, 1947. Chevreuse, Chevreuse, Irène, “Quels “Quels furent furent les livres l ivres brûlés à Berlin Berli n?”, L ?”, L’Il ’Illust lustrati ration, on, 1 1 de julio de 1933, núm. 4 713, p. 344. Collins, Donald E. y Herbert P. Rothfeder, “The Einsatztab Reichsleiter Rosenberg and the Looting of Jewish and Masonic Libraries during World War II”, The Journal of Library History, Histor y, vol. vol. 18, núm. 1, p. 21, Austin, invierno de 1983. Corti, Corti, José, Souvenirs désordonnés, París, désordonnés, París, J. Corti, 1983. Debenedetti, Giacomo, 16 octobre octobre 1943. Suivi de huit juifs, j uifs, París, París, Allia, 2001. Feliciano, Hector, Le Hector, Le Musée disparu. dispar u. Enquête sur s ur le pillage pil lage des œuvres œuvres d’art d’ar t en France Franc e par les nazis, París, nazis, París, Austral, 1995. Friedmann, Philip, “The Fate of the Jewish Book during the Nazi Era”, Jewish Book Annual,































































Ukrainian Research Institute, 2001. Grimsted, Patricia Kennedy, “Twice Plundered, but Still not Home from the War: The Fate of Three Three Slavic Librarie ibra riess Confisca Confiscated ted by th the Nazis from Pari Paris”, s”, Solanus, núm. Solanus, núm. 16, Londres, 2002. Hacken, Richard, The Jewish Community Library in Vienna: From Dispersion and Destruction Destruct ion to t o Partial Parti al Restorati Rest oration on (di (disponible sponible en internet: internet: www.lib.virginia.edu/wess/LBI47-10-Hacken.pdf). www.lib.virginia.edu/wess/LBI47-10-Hacken.pdf ). Jacob-Delmas, Jacqueline y Lucien Steinberg, “Austerlitz-Lévitan-Bassano. Trois camps annexes de Drancy. Trois camps oubliés”, Le oubliés”, Le Monde Juif, Jui f, nú núm m. 146, p. 34, París, Parí s, 1 de marzo de 1993. Krockow, Christian, Graf von, Scheiterhaufen: Grösse und Elend des deutschen Geistes, Reinbek bei Hamburg, Rowohlt, 1993. L’Il L’Illust lustrati ration, on, núm. núm. 4 707, 20 de mayo de 1933, p. 83. “Library Pillaging by Nazis surveyed”, The New Ne w York York Times, 4 Times, 4 de abril de 1945, p. 2, col. 1. Pugliese, Pugliese, Stanisl Stanislao ao G., “Bloodless “Bloodles s torture”, en Jonathan Jonathan Rose, comp., The Holocaust and the Book, Amherst, Book, Amherst, 2001. Reym Reymes, Nicolas, Nicolas , “Les Livres dans la tourm tourment ente. e. Le pilla pi llage ge des biblio bi blioth thèques èques appartenant appartenant à des juifs pendant pendant l’occupation l’ occupation”, ”, Revue Revue d’Histoire d’His toire de la l a Shoah-Le Monde M onde Juif, Juif , núm. 168, p. 31, París, eneroabril de 2000. Richard, Lionel, Le Lionel, Le Nazisme et la culture, cul ture, Bruselas, Bruselas, Complexe, Complexe, 1988. Rose, Jonathan, comp., The Holocaust and the Book, Am Book, Amherst, herst, Universi niver sity ty of Massachusetts Press, 2001. Roth, Joseph, “L’Auto-da-fé de l’Esprit”, L l’Esprit”, L’Apport ’Apport des juif j uifss d’Allemagne à la l a civili civi lisati sation on allemande, tomo allemande, tomo II, París y Alejandría, Cahiers Juifs, 1933. Ryback, Timothy Timothy W., W., “Hitler “Hitl er’s ’s Forgotten Fo rgotten Libr Library”, ary”, The Atlantic Atlantic Monthly, Boston, Monthly, Boston, mayo de 2003 (disponible (di sponible en internet: internet: www.theatlantic.com/doc/prem/2003/05/ryback www.theatlantic.com/doc/prem/2003/05/ryback). ). Sebald, W. G., A G., Auster usterli litz, tz, Barcelona, Barcelona, Anagrama, 2002. Stieg, Margaret F., Public F., Public Libraries Librari es in Nazi Germany, Tuscaloosa, Germany, Tuscaloosa, University of Alabama Press, 1992. “Tentative List of Jewish Cultural Treasures in Axis-occupied Countries”, Jewish Social Studies, vol. Studies, vol. VIII, núm. sI, Nueva York, York, 1946. 19 46. Tribunal Militar Mil itar Internacion Internacional, al, Juicio de los grandes criminales de guerra ante el tribunal militar internacional, tomo internacional, tomo VIII, Nuremberg, 1947-1949. Waite, Robert G., “Returning Jewish Cultural Property: The Handling of Books Looted by the Nazis in American Zone of Occupation, 1945 to 1952”, Librari 1952”, Libraries es and Cult vol. 37,































































con el título sui xiang lu, “al lu, “al correr de la pluma”), pluma”), París, 1996. Bahrani, Zainab, “Conjuring Mesopotamia: Imaginative Imaginative Geography and a Worl Worldd Past”, Pa st”, en Lyn Lynnn Meskell Meskell,, comp., comp., A Archaeology rchaeology under Fire: Fi re: Nationalism, National ism, Politi Poli tics cs and Heritage Heri tage in i n the Eastern Mediterr Medi terranean anean and Middle Mi ddle East, East , Londres, Routledge, 1998. Bakarsi Bakarsic, c, Kemal, “The Libraries Librari es of Sarajevo Saraj evo and the Book that that Saved our Life”, Life”, The New Combat: A Journal of Reason and Resistance, 3 Resistance, 3 (otoño de 1994), pp. 13-15. Barclay, John, The Seventy-year Ebb and Flow of Chinese Library and Information Services. May 4, 1919 to t o the Late Lat e 1980s, Metu 1980s, Metuchen chen,, The Scarecrow Scarecr ow Press, Pr ess, 1995. Barnouin, Barbara y Yu Changgen, Ten Years of Turbulence: the Chinese Cultural Revolution, Londres, Kegan Paul International, 1993. Barry, Ellen Viktorovich, How Viktorovich, How the Vije Vijecnica cnica Was Was Lost (disponible (di sponible en e n internet: internet: www.metropolismag.com/html/content_0799/jy99fant.htm). www.metropolismag.com/html/content_0799/jy99fant.htm ). Blazina, Blazina, Vesna, Vesna, “Mémoric “Mémoricide ide ou la purification culturel culturelle: le: la guerre guerre contre contre les bibliothèqu bibl iothèques es de Croatie et de Bosnie-Herzégovine”, Bosnie-Herzégovine”, Documentation Documentation et bibli bi bliothèques othèques,, vol. 42, 1996 (disponible en internet: www.kakarigi.net/manu/blazina.htm www.kakarigi.net/manu/blazina.htm). ). Blium, Arlen Viktorovich, “The ‘Jewish Question’ and Censorship in the USSR”, en Jonathan Rose, comp., comp., The Holocaust and the Book, Amherst, Book, Amherst, University of Massachusetts Press, 2001. Canazz Canazzi,i, Catheri Catherinne, “Orang “ Orange, e, la l a bibli bi blioth othèque èque pervertie. perver tie. Plu Pl uralisme ral isme ou propagande?” propagande?” BBF, París, París , t. 42, núm núm. 4, 1997 (disponible (di sponible en e n internet: internet: www.enssib.fr/bbf/bbf-97-4/04canazzi.pdf). canazzi.pdf ). Ding Lixia Xu (Lee-hsia Hsu Ting), “Libraries Services in the People’s Republic of China: A Historical Historical Overview”, Library Overview”, Library Quaterly, vol. Quaterly, vol. 53, núm. 2, 1983. Flandrin, Philippe, Le Philippe, Le Trésor perdu des rois d’Afghanistan: d’Afghanist an: balades bal ades barbares, París, barbares, París, Éditions du Rocher, 2001. Gautier, Gautier, François, Fr ançois, Un autre regard sur l’Inde, Ginebra, l’Inde, Ginebra, 1999. Hamel, Hamel, Bernard, De Bernard, De sang et des de s larmes. lar mes. La grande déportat dépor tation ion de Cambodge, París, Cambodge, París, Albin Michel, 1977. Hu Daojing Daoji ng,, Shangai Shangai tushuguan shi [Historia de la biblioteca bibl ioteca de Shanghai], Shanghai, Shanghai], Shanghai, 1935. Isaak, Isaak, Assia, Assi a, “Pu “ Publi blicc Libraries Librari es in Africa: A Report Report and Annotated Annotated Bibliograph Bibli ography”, y”, Oxford, Oxford, 2000 (disponible (di sponible en internet: internet: www.inasp.info/lsp/libraries/PublicLibrariesInAfrica.pdf ). Jiang Fucong (Chiang Fu-Ts’ung), “Habent sua fata libelli”, Philobi libelli”, Philobiblon, blon, vol. vol. I, núm. 2, Shanghai, septiembre de 1946. Ken Ling, La Ling, La Vengeance Vengeance du ciel: ci el: un jeune chinois chinoi s dans la l a révoluti révol ution on culturelle, cult urelle, París, París, R. Laffont, 1981.































































Li Zhensheng, Le Zhensheng, Le Petit livre liv re rouge rouge d’un photographe phot ographe chinois: chi nois: Li Zhensheng et la l a Révolution Révolut ion culturelle, París, culturelle, París, Phaidon, 2003. Liechten ie chtenhan han,, Francine-Dom Franci ne-Dominique, inique, Le Le Grand Pillage: Pill age: du butin but in des nazis aux trophées des soviétiques, Caen, soviétiques, Caen, Ouest-France, 1998. Pedram, Latif, “Afghanistan: la bibliothèque est en feu”, A feu”, Autodaf utodafé, é, núm. núm. 1, París, 2001. Pedram, Latif, Alain Boinet, Claude Collin-Delavaud, Bernard Dupaigne et al., al., Afghani Afghanistan. stan. La Mémoire assassinée, assass inée, Parí París, s, Mille Mill e et une une Nuits, Nuits, 2001. Pélissier, Roger, Les Roger, Les Bibliot Bibl iothèques hèques en Chine Chin e pendant la l a première moit moitié ié du XX e siècle, París, siècle, París, Mouton, Mouton, 1971. 1971 . Riedlmayer, Riedlmayer, Andras, Andras, “L “Libra ibrarie riess and Archives in Kosova: a Postwar Report”, Repor t”, enBosnia en Bosnia Report, diciembre Report, diciembre de 1999-febrero de 2000 (disponible en internet: www.bosnia.org.uk/bosrep/decfeb00/libraries.cfm). www.bosnia.org.uk/bosrep/decfeb00/libraries.cfm ). Santant Santantonios, onios, Laurence, Laurence, “Bibli “Bi blioth othèques: èques: 7 ans avec l’ext l’e xtrême rême droite”, droi te”, Livres Livres Hebdo, núm. Hebdo, núm. 483, 27 de septiembre de 2002. Stipcevic, Alecsandar, “The Oriental Books and Libraries in Bosnia during the War, 19921994”, Librari 1994”, Libraries es and Culture, Cult ure, vol. vol. 33, núm. 3, Austin, verano de 1998. The New Yok Times, 24 Times, 24 de agosto de 1950: “Chinese Communist Leader Burns the Books”, Library Journal, Journal , 75:1609 (octubre de 1950). Thurs Thurston, ton, Anne F., F., Enemies Enemies of the People: Peopl e: the t he Ordeal of the Intellect Intel lectuals uals in i n China’s China’s Great Cultural Revolution, Cam Revolution, Cambridge, bridge, Harvard Harvar d Univers University ity Press, 1988. Wang Youm Youmei ei y A. R. Rogers, Rogers , “Thirty “ Thirty Year Yearss of o f Libr Library ary Develop Deve lopm ment in the People’s Peopl e’s Republic Rep ublic of China”, Inte China”, Internati rnational onal Library Li brary Review Revi ew,, vol. 14, núm. 4, Londres, octubre de 1982. Weber, Olivier, Le Olivier, Le Faucon afghan, un voyage v oyage au pays des taliban, tal iban, París, París, R. Laffont, 2001. Yan Jiaqi y Gao Gao, Turbulent Decade: A History History of the t he Cultural Revolution, Honolulu, Revolution, Honolulu, University of Hawaii Press, 1996. Zhongguo Zhongguo tushuguan shiye jishi jis hi [Cronología [Cronología de las bibliotecas bi bliotecas de China], Pekín, China], Pekín, s. f. Zhou Yuan y Calvin Elliker, “From the People of the United States of America: The Books for China Programs during World War II”, Librari II”, Libraries es and Culture, Cult ure, vol. vol. 32, núm. 2, Austin, primavera de 1997. Heridas de paz Basbanes, Nicholas A., A A., A Gentle Madness: M adness: Bibliophil Bibli ophiles, es, Bibliomanes, Bibl iomanes, and the t he Eternal Eterna l Passion for f or Books, Nueva Books, Nueva York, H. Holt and Co., 1995. Bekker-Nielsen, Hans y Ole Widding, A Widding, Arne rne Magnusson, Magnus son, the Manuscripts Manuscr ipts Collector Collec tor Odense,

































































Bourgin, Georges, “L’Incendie de la Bibliothèque Nationale et Universitaire de Turin”, Bibliothèque de l’École des Chartes, Nogent-le-Rotrou, Chartes, Nogent-le-Rotrou, 1904. Burguess, Dean, “The Library has Blown up!”, Library up!”, Library Journal, 1 Journal, 1 de octubre de 1989, pp. 5961. Burrows, John y Diane Cooper, Theft and Loss from UK Libraries: A National Survey, Londres, Police Department, 1992. Butler, Randall, “The Los Angeles Central Library Fire”, Conservation Administration News (1986), núm. úm. 1-2, 1- 2, pp. 23-27. Dorez, Léon, L éon, L’Incend ’Incendie ie de la l a Bibliothèque Bibli othèque national nat ionalee de Turín. Notes et e t documents, documents , París, E. Bouill Bouillon, on, 1904. Goetz, Arthur H., “A History of Horrid Catastrophes”, Wilson Library Bulletin, enero Bulletin, enero de 1973. Gorrini, Giovanni, Giovanni, L L’Ince ’Incendie ndie de la Bibliothè Bibl iothèque que Nationale National e de Turin, Turín, Turin, Turín, R. Streglio, 1904. Gracq, Julien, Libert Julien, Libertéé grande, París, grande, París, J. Corti, 1998. Hamli Hamlin, n, Arthur Arthur T., “Libraries “Librari es in Florence”, Flor ence”, Encyclopedi Encyclopediaa of Library Li brary and Informati I nformation on Science, vol. Science, vol. 8, Nueva York, 1968. Harvey, Milles, La Milles, La isla isl a de los mapas perdidos, Madrid, perdidos, Madrid, Debate, 2001. “Lenin “L eningrad grad library li brary fire”, fire ”, A Abbey bbey Newsletter Newslet ter,, vol. 12, núm. 4, junio de 1988. Morrow, Lance, “A Holocaust of Words”, Times Magazine, mayo Magazine, mayo de 2002. Munn, Ralph, “The Problems of Theft and Mutilation”, Library Mutilation”, Library Journal, 60, Journal, 60, agosto de 1935. Otness, Otness, Harold M., “Passeng “Pas senger er Ship Libraries”, Librari es”, The Journal of Library History, vol. History, vol. 14, núm. 4, otoño de 1979. Settis, Salvatore, “Warburg continuatus. Description d’une bibliothèque”, Le bibliothèque”, Le Pouvoir des d es Bibliothèques, París, Bibliothèques, París, 1996. Shehu, Bashkim, “La Bibliothèque du dictateur”, A dictateur”, Autodaf utodafé, é, núm. núm. 2, otoño de 2001. Skall Skallerup, erup, Harry R., Books afloat and ashore: A History of Books, Libraries, and Reading

































































1911. Inconvenientes Inconveni entes de la modernidad moderni dad Burton, Margaret, Famous Margaret, Famous Libraries Librari es of the World: World: Their History, His tory, Collections Collec tions and Administ Administrati rations, ons, Londres, Londres, Grafton, 1937. Chandler, George, Librar George, Libraries ies in i n the East, East , an Internati Int ernational onal and Comparative Comparati ve Study, Londres, Study, Londres, Seminar Press, 1971. Coser, Lewis A., Charles Kadushin y Walter W. Powell, Books: The Culture and Commerce of Publishing, Nueva Publishing, Nueva York, Basic Books, 1982. Eco, Umberto, De Umberto, De Biblioteca, Bibli oteca, conferencia conferencia pronunciada el 10 de marzo de 1981 para celebrar el 25 aniversario de la instalación de la Biblioteca Comunal de Milán en el Palacio Sormani, Caen, 1986. Esdaile, Arundell, National Arundell, National Libraries Librari es of the World, World, their t heir History, Adminis Administrat tration ion and Public Publ ic Services, Lon Services, Londres, dres, Library ibra ry Association, 1957. Kühlmann, Marie, Nelly Kuntzmann y Hélène Bellour, Censure Censure et bibliothèques au XXe siècle, París, Éditions du Cercle de la Librairie, 1989. Mandosio, Mandosio, Jean-Marc, L Jean-Marc, L’Eff ’Effondrement ondrement de la très t rès grande gr ande bibliot bibl iothèque hèque de France. Ses causes, caus es, ses conséquences, París, conséquences, París, Éditions de l’Encyclopédie des Nuisances, 1999. Mercier, Louis Louis Sébastien, Tableau de Paris, Paris , Amsterdam, 1782-1788. Stasse, François, La François, La véritabl véri tablee histoire hist oire de la grande gr ande bibliot bibl iothèque, hèque, París, París, Éditions du Seuil, 2002. El conocimiento conoci miento a prueba pr ueba de fuego fue go Baker, Nicholson, Double Nicholson, Double Fold: Libraries Librari es and the t he Assault on Paper, Nueva Paper, Nueva York, Random House, House, 2001. Basbanes, Nicholas A., Patienc A., Patiencee and Fortitude, Forti tude, Nueva Nueva York, York, Harper-Colli Harper- Collins, ns, 2001.

































































péndice 1 Auster, Paul, El Paul, El país de las últimas últ imas cosas, cosas , Barcelona, Edhasa, 1989. Bachelar Bachelard, d, Gaston, Gaston, Lautréamont, México, Lautréamont, México, FCE, 1985. Biraben, Jean-Claude, Le Jean-Claude, Le Pique-feu, Pique-f eu, núm. núm. 8, Toulouse, julio de 2003. Borges, Jorge Luis, El Luis, El libro li bro de arena, arena, Buen Buenos os Aires, Air es, Emecé, Emecé, 1975. Bradbury, Ray, Fahrenheit Ray, Fahrenheit 451, Barcelona, 451, Barcelona, Plaza & Janés Editores, 1991. Canetti, Elias, A Elias, Auto uto de fe, f e, Barcelona, Barcelona, Círculo de Lectores, 1988. Cervantes, Miguel de, El de, El ingenioso ingeni oso hidalgo hidal go don Quijote Quijot e de la l a Mancha, Madri Mancha, Madrid, d, AlfaguaraAlfaguaraRAE, 2005. Chaintreau, Anne-Marie y Renée Lemaître, Drôles Lemaître, Drôles de bibliothè bibl iothèques: ques: le l e thème de la la bibliothèque dans la lit térature et le cinéma, París, cinéma, París, Éditions du Cercle de la Librairie, 1993. Cortázar, Cortázar, Julio, Fantomas Julio, Fantomas contra contr a los vampiros multinacional multinac ionales, es, Barcel Barcelona, ona, Destino, Destino, 2002. Daeninckx, Didier, Éthique Didier, Éthique en toc, París, toc, París, Baleine, Baleine, 2000. Eco, Umberto, El Umberto, El nombre de la rosa, Barcelona, rosa, Barcelona, Lumen, 1983. Hrabal, Bohumil, Una soledad demasiado ruidosa, Barcel ruidosa, Barcelona, ona, Destino, Destino, 2001. Hugo, Hugo, Victor, ic tor, Noventa Noventa y tres, t res, Madrid, Madrid, Gredos, 2004. Huxley, Aldous, Un mundo mundo feliz, feli z, Barcelona, Barcelona, Plaza & Janés, 1988. Mercier, Louis Louis Sébastien, L Sébastien, L’An ’An 2440, rêvé s’il s’ il en fut jamais, Parí jamais, París, s, La Découverte, Découverte, 1999. Mirbeau, Octave, L Octave, L’Abbé ’Abbé Jules, Parí Jules, París, s, Union Union Général Généralee d’Éditions, d’Édi tions, 1977. Orwell, George, 1984, Barcel 1984, Barcelon ona, a, Destino, 1985. Roudaut, Roudaut, Jean, Je an, Les Les Dents de Bérénice: Bérénic e: essai es sai sur s ur la représentation représentat ion et l’évocati l’é vocation on de la bibliothèque, Cahors, bibliothèque, Cahors, France Quercy,1996. Rousseau, Rousseau, Jean-Jacques, Del Jean-Jacques, Del contrato contr ato social soc ial.. Discurso Discurs o sobre las ciencias ci encias y las artes. artes . Discurso sobre el origen ori gen y los l os fundamentos fundament os de la l a desigualdad desi gualdad entre ent re los hombres, Madrid, Alianz Ali anza, a, 1980.

































































Blades, William, The Enemies of Books, Londres, Books, Londres, Trübner, 1880. Brunet, Brunet, Pierre-Gust Pierr e-Gustave, ave, Livres Livres perdus. Essai bibliographi bibl iographique que sur les l es livres li vres devenus introuvables, par Philomneste junior, Bruselas, junior, Bruselas, Gay et Doucé, Doucé, 1882. Drujon, Fernand, Essai Fernand, Essai bibli bi bliographique ographique sur la l a destructi dest ruction on volontaire volont aire des livres l ivres ou bibliolytie, Par bibliolytie, París, ís, Quant Quantin, in, 1889. Lacroix, Paul [el bibliófilo Jacob], Recherches Jacob], Recherches bibliographi bibl iographiques ques sur les livres liv res rares et curieux, París, curieux, París, E. Rouveyre, 1880. Queneau, Raymond, Los Raymond, Los confines confi nes de las l as tiniebl ti nieblas: as: los l os locos literat li teratos, os, Madrid, Madrid, Asociación Española de Neuropsiquiatría, 2004.

































































Índice an analítico abasíes 44 44,, 49 49,, 68 68,, 211 Abd al Ram Raman III 49 Abdu al Faraj Faraj 60 Abo 224 Abu Bakr 43 43,, 47 Abu Hayyan al-T al-Tawhidi 243 Abu Rayham Rayham 46 Abu Tama Tamamm 61 Abu Zaid al al Hasan 229 Academia de Ciencias de la URSS 188 Acrópolis 22 adamitas 132 Adapa 7 Adriano 35 Afganistán 207 207,, 208 África 2, 28 28,, 47, 110 110,, 118 118,, 202 Aftonio 22 Aga Jan 64 64,, 208 Agapito I papa 36 Agustín 35 35,, 36 36,, 110 Aix-la-Chapelle 120



































































109, 110 109, 110,, 116 116,, 222 222,, 247 247,, 263 263,, 264 264,, 269 269,, 270 270,, 271 271,, 277 277,, 278 278,, 296 gran biblioteca de 15 15,, 17 17,, 19 19,, 24 24,, 41 41,, 272 272,, 278 278,, 298 nueva biblioteca de 25 25,, 273 Alejandro Magno 8 Alejandro Alej andro V, papa pa pa 72 Alepo 58 58,, 62 al Fadil 60 60,, 61 al Gafiki 51 al Hakam II 48 48,, 49 al Hakim 58 al Hariri 62 Alí 57 57,, 63 63,, 74 74,, 198 198,, 273 Alianza Alianza Israelita Israel ita Universal Universal 177 al Karj 56 56,, 57 al Mahdi 55 Almanzor 51 51,, 52 52,, 55 Almorávides 60 60,, 107 al Muqadasi 54 al Mustan Mustansir sir 59 66

































































Antioquía 22 22,, 35 Anyang 77 Aragón 72 72,, 106 106,, 107 107,, 112 12,, 129 Arans, David 295 Arendt, Hannah 180 Aretin, Johann Christoph von 146 Argel, biblioteca de la universidad de 200 200,, 289 Aristóteles 17 17,, 25 25,, 26 26,, 34 34,, 40 40,, 54 54,, 55 55,, 62 62,, 71 71,, 73 73,, 243 Armaria 35 35,, 36 36,, 121 121,, 146 Arquímedes 15 Asarhadon 7 Ashburnham House 222 Asinio Asinio Polio, Poli o, véase Polión Asiria 6, 8 asirias, bibliotecas 220 asirias, tablillas 212 Asoka 16 16,, 99 Asur 6 Asurbanipal 6, 7, 210 Ateneo de Naucratis 291

































































Bamberg 131 Banda de los Cuatro 195 Banja Luka 206 Barbusse, Henri 167 Barcelona, biblioteca de 121 Barrient Barri entos, os, Lope de 113 Baruchiah Russo 75 Basilio Basil io I y III emperador emperadores es 38 38,, 295 Basra 62 Bastilla 81 81,, 145 145,, 220 220,, 300 Bauernkrieg 130 130,, 300 Baviera 133 133,, 146 146,, 177 Bayeri Bayerische sche Staatsbiblioth Staatsbibli othek ek 146 Bayt al Hikma 46 46,, 54 –56, 211 Beatriz de Aragón 129 Behr, Kurt von 180 180,, 181 Beijing Beiji ng,, véase véas e Pekín Belgrado Belgrado 130 130,, 171 Belles Lettres, incendio en Gasny 228 Bellwood, Peter 239

































































Biblioteca del Congreso 17 17,, 180 180,, 184 184,, 223 223,, 238 238,, 256 256,, 261 261,, 286 286,, 301 Biblioteca Bibli oteca Martín Lut Lutero ero 185 Biblioteca Nacional de Francia 174 174,, 183 183,, 226 226,, 235 235,, 240 240,, 247 247,, 249 249,, 253 –257, 263 263,, 273 273,, 285 Biblioteca Nacional de Irak 210 Biblioteca Nacional de Japón 225 Biblioteca Bibli oteca Nacional de Lituania ituania 187 Biblioteca Nacional de Perú 225 225,, 301 Biblioteca Nacional de Prusia 185 Biblioteca Nazionale Centrale 227 Biblioteca Nazionale ed Universitaria, 224 biblioteca pública 20 20,, 22 22,, 26 26,, 28 28,, 38 38,, 54 54,, 85 85,, 100 100,, 164 164,, 170 170,, 203 203,, 207 207,, 221 221,, 225 225,, 228 228,, 250 Bibliotek Bibli otekaa Publi Publiczn cznaa 171 Bibliotheksschutz 174 Bin Abi Amir, véase Almanzor Bin al Nadim 54 Bin al Qifti 24 Bin Futais 50 Bin Kilis 57 57,, 61 Bin Masarra 52 52,, 53 Bin Muqla Muqla 56 57

































































Bomberg, Daniel 74 74,, 176 Boonen, Jacques 159 Borges, Jorge Luis 83 83,, 243 243,, 261 261,, 279 279,, 281 281,, 285 285,, 286 Bosnia 203 203,, 204 204,, 206 Boston 209 209,, 228 Botta, Paul-Émile 6 Bourges, Elémir 150 Bradbury Bradb ury,, Ray 279 279,, 285 Brahma 3 Brandkommandos 169 169,, 171 Brasil 118 Breslau 75 75,, 163 Breton, André 242 British Library 124 124,, 235 235,, 249 249,, 254 254,, 255 255,, 267 British Museum 254 Brooklyn Jewish Center 169 Browne, Thomas 277 bruciamento bruciamento delle vanità vanit à 127 Brunet, Brunet, Gustave Gustave 241 293



































































Caracalla 21 21,, 298 Carlomagno 120 120,, 299 Carlos III, III, rey de España 118 Carlos Carl os V, V, llamado ll amado el Sabio Sabi o 112 112,, 130 130,, 220 220,, 300 Carlos VIII, rey de España 126 Carnegie Library (Pittsburgh) 236 Cartago 3, 27 27,, 28 28,, 297 Casa de la Sabiduría 44 44,, 54 54,, 55 Casa de los l os Manuscri Manuscritos tos de Irak 212 Casa Saddam 211 Casiodoro 36 36,, 121 Cassou, Jean 180

































































Claudio Ptolomeo 55 55,, 71 Clemen Cle mente te IV 72 Clemente VII, papa 128 Clemen Cle mente te XIV, papa pap a 135 Clemente 22 Cleopatra 14 14,, 19 –21, 24 24,, 223 223,, 282 Claudio 55 55,, 71 Cluny 134 CNN 34 códices 61 61,, 110 110,, 129 129,, 133 Cohen, Cohen, Gustave Gustave 181 181,, 206 Coligny 134

































































Cousin de Montauban 94 94,, 292 Coventry 162 Cracovia 170 Cremona 72 Creta 74 Crimea 186 Cristina, reina de Suecia 134 Cuba 199 Daeninckx, Didier 288 Dailam 64 Dalmacia 125 125,, 205

































































Dubrovnik 206 Dubrovski, Pierre 145 Dunhuang 2, 96 96,, 296 Durham Durham,, biblioteca bi blioteca de 121 121,, 122 Durkheim, Emile 181 Ebrach 131 Eco, Umberto ber to 279 279,, 287 Eduardo I, rey de Inglaterra 122 122,, 300 Eduardo III 122 Eduardo VI, rey de Inglaterra 123 123,, 300 Éfeso 18 18,, 34 34,, 298

































































Eusebio 45 Fabre-Luce, Fabre-Luce, Robert 167 Fan Qin, biblioteca de 89 Faxian, monje budista 99 Fei, Han 81 81,, 82 Felipe Feli pe el Bueno Bueno 145 Felipe el Hermoso 72 Felipe Feli pe II, rey de España 109 109,, 112 Fergus Fergus II, rey de Escocia Escoci a 122 Fernando VII, rey de España 11 1111 Fernando, rey de España 105 105,, 106



































































Galeno 17 17,, 20 20,, 31 31,, 55 55,, 71 71,, 200 Galeotto, Marzio 129 Gallica 261 261,, 293 Gamaliel 34 Gaming, abad de 138 Gandhara 99 298

































































Hachani, Samir 200 Hachette 174 Haddad, Gérard 2 Hadith 46 46,, 48 Hadjerès, Sadek 200 Hafsa 47

































































Honduras 116 Horus, templo de Edfú 11 11,, 18 Hotel de Ville de París 241 Houzhu, emperador de los Tang del sur 83 83,, 299 Hoxa, Henver 240 Hrabal, Bohumil 286

































































Jena, 163 165 Jerjes 8, 26 Jerónimo, san 37 37,, 45 45,, 63 63,, 145 145,, 298 Jerusalén 17 17,, 22 22,, 35 35,, 39 39,, 44 44,, 45 45,, 74 74,, 116 116,, 178 178,, 179 179,, 299 esuitas, esuitas, biblioteca de los 108 108,, 117 –119, –119, 135 135,, 136 136,, 194 194,, 300 Jiang, Fucong 190

































































Kassel 162 Kästner, Erich 166 Kautsky 166 Kempten 131 Kerr, Alfred 167 Korolenko, biblioteca 172















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































Libros en llamas historia de la interminable destrucción de bibl.pdf

Recommend Documents