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Se basa en la teoría psicoanalítica, y la teoría del vínculo propuesta por Pichón Riviere. Berenstein y Puget: psicoanálisis de las configuraciones vinculares El vínculo es concebido como una 0rganización inconsciente conformada por dos polos, un yo y un otro, que suele ser vivido bajo un sentimiento de pertenencia. Acuerdos Representaciones objetales, deseos infantiles, identidad sexual, objeto amparador Estructura Familiar Inconsciente: estructura madre funcionamiento normal, neurótico, perverso o psicótico.
Se plantea que es el recorrido de la relación pacienteanalista durante un tiempo determinado. Busca la potencialidad transformadora hasta después de tratamiento. Busca aliviar el sufrimiento, para lo cual se debe 1. explicar un hecho carente de significado y evitar la repetición, y 2. concepción de los otros como sujetos deseantes y sufrientes. Encuadre: trabajo con parejas, familias y grupos. Duración ilimitada, y dos o más sesiones semanales. Predominan interpretaciones.
Los autores consideran que el sufrimiento es la consecuencia de que el sujeto ocupe un lugar al que no pertenece dentro del vínculo y ejercer funciones correspondientes a ese lugar. Debe ocurrir una reformulación interfantasmática. Delimitan aspectos o pasos a tomar en cuenta para la interpretación en el análisis de pacientes vinculares. - Formulación del encuadre analítico e interpretación de sus alteraciones - Intepretación de la repetición - Interpretación del contenido simbólico de vínculo - Interpretación de la organización dualista (disociación del vínculo) - Interpretación transferencial
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Interpretación contextual Interpretación histórica Interpretación de la prehistoria Interpretación del significado y de la modalidad de la relación de alianza Interpretación del significado y de la modalidad de la relación con la familia materna o su representante Interpretación del significado y de la modalidad de la relación del hijo(a) con los progenitores o con la relación de alianza Interpretación del significado y de la modalidad de la relación del hijo con la familia materna o su representante Construcción de la estructura familiar inconsciente
Berenstein y Puget (1997) proponen que el modelo vincular parte de un funcionamiento narcisista, con una gradación que comprende:
Dificultad para discriminar y reconocer la autonomía del otro
Permanencia de vínculos con la familia de origen
El lugar del tercero y su ubicación en diferentes momentos de la configuración vincular manejados en una ambivalencia afectiva en torno al vínculo.
De esta manera, se presentan siete etapas probables que se caracterizan por su atemporalidad en el proceso terapéutico.
Primer momento, o de contacto con la alteración del vínculo: l as parejas suelen acudir a terapia por la amenaza, ilusoria o real, de desestructuración, lo cual pone en riesgo su identidad como sujeto y trae consigo sentimientos de vacío y tedio con respecto al espacio compartido, requiriendo la presencia de un otro para sostener el vínculo.
Segundo momento, o de contacto con la no separación de las familias de origen: la no separación con la familia de origen constituye una atadura que no se deshecha en el mundo representacional y que impide emocionalmente la conformación de la pareja, violentando todo lo que ésta intenta crear.
Tercer momento, o de surgimiento de la angustia ante el reencuentro: el paciente vincular hace consciente aquellos rasgos de la relación vincular que, en el tiempo de enamoramiento, pudieron generar malestar y por ende fueron reprimidos, desmentidos o desestimados. Cuarto momento, o de contacto con el vacío vincular: desaparecen los “otros” personajes, y se pierde el interés por estar juntos. En la medida en que este malestar es tolerado, se abre camino a la posibilidad de transformación del vínculo.
Quinto momento, o de origen de la terceridad, con una serie de vicisitudes: el paciente vincular empieza a independizarse del tercero- analista y es capaz de crear un espacio vincular, en donde lo comunicado por el otro puede pensarse e incorporarse a ese espacio.
Sexto momento, o de caída del tercero externo: El paciente vincular ha adquirido una mayor comprensión de la sintomatología de la pareja, y este proceso le conduce a la culminación del tratamiento.
Séptimo momento, o de surgimiento de ansiedad por el futuro de la pareja: Ante el porvenir de la pareja surge la incertidumbre, ligada frecuentemente al temor de volver a la etapa inicial. Sin embargo, la pareja vincular cuenta ahora con la posibilidad de pensar y darse tiempo
Analista prescindible, conservando un lugar privilegiado en cada yo y una representación objetal.
Capacidad de valerse por si mismo, al crear espacios de pensamiento propios.
Reconocimiento de cómo construir ese espacio de interacción entre ellos, cómo significarlo y cómo, con la ayuda de la interpretación, delimitar el adentro y afuera.
El caso que presenta Berenstein (1995), trata de una familia conformada por madre y tres hijos. Fueron derivados por el terapeuta de uno de ellos porque el segundo hijo había tenido un episodio de despersonalización y delirio. Había sido internado y luego recluido en su casa, donde tenía una relación crónica atormentada y atormentadora con la madre en especial. En la entrevista inicial la madre pregunta al terapeuta si podría realizar terapia vincular únicamente con el hijo y ella; esto es tomado por el terapeuta como expresión de un deseo de unión exclusiva entre el hijo y la madre, y la necesidad de que el analista fuera garante de este deseo.
El analista por lo general pedía la presencia de tres miembros de la familia, preferiblemente un conjunto bigeneracional. Sin embargo, para este proceso el analista consideró como imprescindible la presencia de la madre, tanto como la presencia del propio terapeuta, debido a la naturaleza del conflicto vincular de esta familia. También se puede mencionar que durante la sesión el terapeuta hace consciente el sentimiento de compasión ante el mal sufrido por el muchacho; En este punto el terapeuta reconoce que esto presenta un obstáculo, por lo cual es necesario liberarse de él para poder interpretar lo que ocurría en ese círculo terapéutico.
El terapeuta observa que la madre le habla, toca al hijo en el brazo, en la pierna y a veces apoya su mano en el muslo. Esto podría representar una necesidad de acercamiento por parte de la madre hacia el hijo. Además, el contacto genera perturbación en el analista, quien experimenta la molestia, el pudor y la vergüenza semejante a la sensación de presenciar un contacto erótico. Simultáneamente, la hermana mira la escena sin demostrar celos, siendo el terapeuta el único afecto por la situación; debido a esto, decide no realizar ninguna interpretación en ese momento sino esperar a identificar los factores que generaron la molestia, los cuales podrían estar ligados a una escena infantil.
Hablan de la relación de los hijos con la madre y ésta dice que el hijo (refiriéndose al que está ausente) pasa largo tiempo sin hablarle. Ocurre que tiene con su mujer una relación por donde no pasa ni una “gillette”, por lo cual Ella está por fuera de una estrecha-pegada relación de pareja matrimonial, sexual, pensada como una unión inseparable. El analista dice que estaban describiendo la relación entre la madre y el hijo como de una pareja por donde no pasa siquiera una gillette, y la hija parecía aceptar ese deseo tanto para no verse incluida en la relación con la madre, como a la vez lograr que cada uno tuviera lo suyo: la madre quien la protegiera de los miedos representados por los ladrones, y el joven para tener la posibilidad de ser cuidado y controlado.
El hijo manifiesta en sesión un importante conflicto con la madre al responsablizarla de mantenerlo atado a la casa materna sin poder independizarse, por consideración a sus abundantes temores, ya que a pesar de que ella expresa el deseo de que el hijo se marche del hogar, le recuerda su angustia a estar sola y desamparada. En la discusión hijo exclama: “–Pero yo tuve que ocupar un lugar que no es el mío y vos no debiste haberlo permitido –”.
La interpretación ofrece un modelo para pensar lo inconsciente, aquí intersubjetivo, para hacerlo representable, pensable y expresable, por lo tanto reúne un conjunto de impresiones que resultan de la observación, deducción y conocimiento reunidos por el analista en un acto comunicativo que explica de la manera más simple la cualidad de este conjunto en la sesión familiar. Lo sentido, lo visto, lo oído, lo observado ofrece una evidencia y la interpretación habla de ella.