Los Reinos Aymaras o Reinos Lacustres UBICACIÓN Se desarrollaron en la región del Altiplano, que se encuentra en la l a meseta del Collao, rodeada por la cordillera Oriental y Occidental de los Andes del sur. En medio de esta zona se encuentra el lago titicaca que es el centro vital de este lugar. Al desaparecer la influencia de Tiahuanaco, las diferentes etnias se agruparon y formaron reinos alrededor del lago, entre los años 1000 y 1350 d.C. En el período intermedio tardío la región del Collao estaba dividida en dos mitades o suyos. La primera era denominada Urco suyo, en la zona Oeste del lago titicaca, y correspondía a las tierras altas. La segunda llamada Umasuyo, al este del lago, y corresponde a las tierras bajas. De esta manera, el lago estaba en una zona intermedia y alrededor de él había dieciséis reinos Aymaras, ubicados unos en la región Urcosuyo y otros en la región Umasuyo. Estos reinos, aunque formaron una unidad cultural, tuvieron muchos conflictos entre sí ocasionados por búsqueda de tierras. A partir de los documentos del siglo XVI puede decirse que los l os reinos más importantes eran el Colla y Lupaca.
Ubicación de los principales pueblos Aymaras
HISTORIA Como la mayoría de las sociedades prehispánicas de este periodo, existe mayor información etnohistórica que arqueológica, de allí que haya una tendencia hacia la generalización limitante en la descripción de las sociedades andinas prehispánicas. Sin embargo, los collas y los lupaqas, de alguna manera, han sido objeto de estudios interdisciplinarios. Hatunqolla –intensamente investigada por C. Julien – fue el asiento principal de los collas, o quizás su capital, como lo sugieren algunos investigadores, y Chucuito el de los lupaqas. Muy próximo a Hatunqolla se encuentra Sillustani, sitio siti o caracterizado por las más logradas chullpas o construcciones funerarias, de planta circular o cuadrangular, construidas como torres. Hatunqolla y Chucuito habrían sido a la vez núcleos que encabezaron otros centros menores construidos con fortificaciones dentro y fuera de la cuenca del altiplano.
Durante el Período Intermedio Tardío, la región altiplánica estuvo densamente poblada por pequeñas etnias representadas por entidades políticas de cierta complejidad, conocidas como “reynos lacustres” o “reynos y señoríos aymaras”. Estas
entidades fueron posteriormente incorporadas por los inkas. En realidad, se trata de una región, quizás la única, donde la heterogeneidad étnica es bastante grande, aunque se reconoce a collas, lupaqas y pacajes como las etnias más importantes ubicadas en el entorno del lago Titicaca, en el territorio llamado Urcusuyu. El lado oriental se llamaba Umasuyu. Otros grupos ocuparon territorios desde Canchis y Canas por el norte hasta Potosí por el sur, aunque estas representaciones étnicas podrían ser el resultado del posterior ordenamiento inka de la región. Merece destacarse el predominio lingüístico en la región de las lenguas aymara y puquina. Los aymaras vendrían a ser los antiguos tiwanakus del Horizonte Medio.
Control de pisos ecológicos
IDIOMA La lengua mayoritaria en la era el altiplano del Collao el aimara o Haque aru. La lengua aimara es una de la más antigua del continente americano y tratándose del Perú, es la que constituye su imprimación estrato lingüístico. Es una lengua agraria que revela que el pueblo de la del habla que ha sido y es un pueblo agricultor y ganadero por sus numerosos términos referidos con el laboreo de las chacras y al pastoreo de los rebaños. "La lengua aimara por carecer de escritura en sí, ha venido transmitiendo en forma espontánea de generación en generación durante milenios, exclusivamente por la vía oral, responde a la clasificación de aglutinantes, desinencial, onomatopéyica polisintética y para los aborígenes aimaras no es solo un medio de comunicación, sino de identificación. Los que hablan aimara pertenecen a su etnia porque
demuestran que tienen la misma sangre, los mismos sentimientos e idénticos pensamientos que todos los aimaras. El aimara ha evolucionado en milenios ha pasado mezclarse con lenguas de diferente origen, siendo por esto una lengua regular (...). Al darse la invasión española, la lengua aimara era hablada en los actuales departamentos bolivianos de la Paz, Oruro y potosí, en chile, en el altiplano de isluya y departamento de Tarapacá y Arica (...) Perú, Bolivia, chile y Argentina. Desde entonces, se ha truncado su desarrollo mezclándose autónoma con el castellano que ha impedido enriquecer su vocabulario”. (Francisco Deza Galindo -1992)
Pastoreo Aymara
ORGANIZACIÓN ECONÓMICA La economía de los Aymara se basó en la ganadería y en los cultivos de altura. En la ganadería criaban llamas y alpacas. Estos camélidos proporcionaban carne, lana y abono, además de ser un excelente transporte. Cultivaron papa, quinua, coca, oca, olluco y cañigua por medio de técnicas muy ingeniosas. abono, además de ser técnicas muy ingeniosas. Estas técnicas fueron las cochas y camellones o waru waru. Las cochas son depresiones que acumulan agua y lluvia, el agua corre por los surcos regando la zona central, pero evitando el empozamiento y permitiendo la circulación a la siguiente cocha. La cocha se puede cerrar y convertirse en un estanque, lo que provocan efecto térmico sobre las plantas que permite a éstas sobrevivir al frío de las noches. Los camellones son surcos de mayor altura y tamaño que las cochas, se construyeron cerca del lago para recuperar las zonas pantanosas y poder cultivarlas.
La economía política de estos señoríos refleja con más precisión la tradición altiplánica del control de pisos ecológicos –que viene desde Pukara y Tiwanaku – de
manejar un sistema de agricultura de altura de gramíneas y tubérculos, sobre la base de qochas y camellones, de granos en los valles templados costeños e interandinos, y de aprovechamiento de tierras húmedas en el oriente. El pastoreo, la textilería y el intercambio de bienes fueron en realidad la base de la existencia de los pueblos, sin descuidar la producción alfarera. La ganadería de altura manejó, muy especialmente, la economía política de estos señoríos y, al parecer, como sugiere Moseley, la intensificación del pastoreo fue una respuesta a la baja producción agrícola. Estos señoríos colonizaron tierras en la costa sur meridional, en el oriente boliviano (Cochabamba) y en el noreste de Argentina. Los lupaqa habrían colonizado territorios a manera de enclaves en Arequipa, Moquegua y el este boliviano, como se infiere del estudio realizado por Lumbreras. Similares hechos sucedieron con los collas, quienes también ocuparon valles costeños e interandinos.
SOCIEDADES AYMARAS Canas y Canchis Los Canas y los Canchis fueron dos grupos aimaras que habitaron fuera de la meseta del Collao, al norte del nudo de Vilcanota, en las nacientes de los ríos Vilcanota y la actual provincia de Espinar. Antes de la conquista por el Imperio Inca eran aliados de éstos y participaron como soldados mercenarios en la invasión de Andahuaylas apoyando a los incas a cambio de botines de guerra.
Collas En el caso de los collas destacan arqueológicamente los de Hatuncolla, estudiados intensamente por Catherine Julián, describiendo al principal sitio colla como su posible capital; además de estar asociado con el complejo chullpas de Sillustani, situado a poca distancia de Hatuncolla. Lupacas Los lupacas (lupaqa) fueron un grupo étnico que habitaron la ciudad aimará que habitó la rivera suroeste del lago Titicaca. Tuvieron siete subdivisiones que fueron: Chucuito -la capital-, Ácora, Ilave, Yunguyo, Pomata, Zepita y Juli. Cada subdivisión a su vez se dividía en dos «saya» (a excepción de Juli que tuvo tres «saya»). Cada «saya» estuvo compuesta por varios «hatha», que era la palabra aymara para designar los «ayllus». En la costa del Océano Pacífico contigua al Collao, poseyeron tierras distribuidas entre los valles de los ríos Moquegua, Locumba, Sama, Caplina, Lluta, Azapa y Camarones y los datos etnohistóricos los ubicán también en los valles templados de Chicanoma y Capinota (ambos en la región de los valles interandinos de Bolivia) destinados mayormente al cultivo de cocales. Sobre las tierras en la vertiente del Pacífico, los Lupaqa no tuvieron un control absoluto sobre los valles, sino mas bien poseían porciones de tierra de forma discontinua a la que el etnohistoriador John Murra denominó «islas ecológicas», que eran trabajadas por los «hatha» provenientes de los centros poblados Lupaqas en el altiplano y que tenían la finalidad de producir cultivos de diversas regiones ecológicas para complementar su alimentación. Estos valles de la costa del Pacífico, en realidad también tenían «islas ecológicas» de otros reinos aymaras del altiplano como los Collas o los Pacajes (que en el altiplano se ubicaban al norte y al sur de los Lupaqas, respectivamente). Pacajes Los Pacajes o Pacaza fueron un grupo aymara que habitó el territorio situado al sureste del lago Titicaca. Su capital fue la ciudad de Caquiaviri y estuvieron divididos en dos grupos denominadas «omasuyu» y «urcusuyu». Se extendían por el sur hasta Sica Sica y Umala, en donde iniciaban los territorios de los señoríos «Caranga» y «Sora»; por el noreste hasta la península de Achacachi, en donde iniciaba el territorio Colla y por el noroeste hasta la naciente del río Desaguadero en el Titicaca, donde iniciaba el territorio Lupaca. Los registros etnohistóricos dan cuenta que poseían territorios en Calamarca y Larecaja y varios cultivos de cocales en las yungas. Por la costa, existen evidencias arqueológicas Pacajes en las cuencas de los ríos Caplina, Lluta y Azapa. Los vestigios arqueológicos Pacajes mejor conservados son varios grupos de chullpares repartidos tanto en el altiplano como en las colonias en tierras de menor altura. Las chullpas Pacajes eran muy variadas, existiendo chullpares de barro con revestimiento de colores y en otros casos chullpas de piedra de base cuadrada, rectangular o circular. Los estudios en la «chullpa grande de Pirapi Chico» ubicada en Achiri la fechan en tiempos preincaicos pero presenta un etilo constructivo incaico, ésta particularidad también se da en la chullpa «Chosi Kani» de Anantuco y de la Fortaleza de Jachaphasa fechada entre el 1323 y 1428, antes de la conquista incaica en los Pacajes.
Chullpas
POLÍTICA La dualidad era un concepto presente en la organización del espacio, de la sociedad y de la política. La visita de Garci Diez de San Miguel (1567) habla de los gobernantes lupaqas paralelos, llamados Cari y Cusi, quienes eran poseedores de miles de llamas y alpacas, y organizaron políticamente su territorio en Anansaya y Urinsaya. La política de estos reinos estaba organizada en función de sus centros urbanos cercanos al Lago Titicaca como el Chucuito, Acora, Juli, etc. El gobierno de estos pueblos era de dos líderes. Los reyes Lupaca eran dos conocidos con los nombres de Cari y Cusi. Después de los reyes venia un pequeño grupo de señores de la nobleza. Al servicio de esta nobleza estaban: Los Mitani obligados a trabajar cierto número de días al año. Estos Mitani ayamra eran similares a los Mitayos Incas. Los Yana eran servidores de por vida. Los Uros son los que se encontraban por debajo de todas las demás clases sociales. Entre los reinos aymaras dos eran los más importantes: las Collas y los Lupaca. Los Collas tenían como capital a Hutun Colla, y la capital de los Lupaca era Chucuito. Entre estos dos reinos existía una permanente rivalidad desde los principios de su cultura. COSMOVISIÓN Los pueblos aymara han tenido diferentes dioses locales que estaban basados en la religión agrícola y la adoración a los muertos. El antiguo dios aymara es Thunupa que es el icono central de la escultura como la puerta de sol, viento, lluvia y granizo. La diosa Pachamama (la madre tierra) era la productora de los alimentos y pastizales, esta diosa exige sacrificios. Los dioses locales son los cerros protectores como Auki y Achachilla . Los dioses del mal eran los subterráneos conocidos como Anchanchau o Saxra. FUENTE: JULIAN Y. SANTILLANA "Estados Panandinos Wari y Tiawanaco". 2000
Pueblo Aimara (Aru) Posted on 25/03/2015 0Comments0
Pueblo indígena: Aimara Lengua: Aimara Familia lingüística: Aru El pueblo aimara es uno de los más numerosos de nuestro país. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2007, la población peruana con lengua materna aimara es de 443,248 personas, cifra que representa el 1.7% de la población nacional. Si bien no se ha llevado a cabo en el país un censo de poblaciones indígenas, la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) de 2013, revela que el 2% de la población nacional, se considera aimara “por sus antepasados y de acuerdo a sus costumbres”. La historia del pueblo aimara se remonta a la época preinca con la conformación de un conjunto de unidades políticas, comúnmente denominadas reinos, que controlaron la zona del altiplano a partir del siglo XIII. De esta manera, su población se ha asentado históricamente en ámbitos de tres países limítrofes: Perú, Bolivia y Chile. En nuestro país, la población aimara se encuentra principalmente en seis provincias del departamento de Puno y en algunos distritos rurales de los departamentos de Moquegua y Tacna. No obstante, el proceso migratorio de la población rural iniciado a m ediados del siglo XX ha llevado a que exista una importante cantidad de población aimara en ciudades grandes como Lima, Arequipa o Tacna. El pueblo aimara se ha caracterizado por su capacidad de recrear y adaptar su cultura a los profundos cambios políticos y sociales acaecidos desde la Colonia. Reflejo de ello es la persistencia de ciertas prácticas e instituciones que conservan rasgos de su origen prehispánico. Sin duda, es la lengua la característica distintiva más resaltante de este sector de la población peruana, la cual l es vincula entre sí y es fuente primordial de una identidad distinta al resto de la sociedad nacional.
HISTORIA Periodo Prehispánico La historia del pueblo aimara se remonta a la época preinca con la conformación de un conjunto de unidades políticas comúnmente denominadas reinos, dominados por señores o mallkus, quienes controlaron la zona del altiplano a partir del siglo XIII. Los reinos aimaras establecidos en esta zona fueron los Collas, los Pacajes y los Lupacas. La invasión inca a partir del siglo XV fue resistida por los aimaras; sin embargo, fue con el gobernante Huiracocha que los incas lograron la expansión del imperio, conquistando y anexando a los aimaras y formando el Collasuyo. La conquista inca significó un relativo repliegue de los aimaras por la imposición del quechua como lengua oficial y el control del Estado Inca sobre los recursos y la población. No obstante, algunos reinos como los Collas fueron copartícipes en la administración política de la región y en los rituales alrededor del lago Titicaca (Roel y Rojas 2012).
Periodo Colonial El pueblo aimara es también conocido por la resistencia que tuvo frente a otras incursiones en su territorio. Su población se resistió a las primeras expediciones españolas al altiplano y participó en el movimiento religioso-político Taki-Onqoy entre los años 1540 y 1560. Durante estos años, se inició una campaña de restauración de los santuarios destruidos por los españoles, campaña que no duraría mucho tiempo ya que la represión y el asesinato de los sacerdotes andinos logró sofocar este movimiento (Cárdenas 1988). El sistema colonial significó una nueva configuración étnica, política y económica de la zona aimara. Además del establecimiento de una nueva administración, se estableció un sistema de tributación, siendo uno de los cambios más im portantes la imposición de la mita en las minas de Potosí, que reorganizó la economía y la sociedad en el sur andino (Roel y Rojas 2012). Esto estuvo aunado a un nuevo sistema de control sobre la población, estableciéndose encomiendas, repartimientos, haciendas y obrajes que agruparon a la población indígena para su control y pago de tributos. Dichas agrupaciones serían el antecedente de las futuras comunidades asentadas en el territorio (Damonte 2011).
Periodo Republicano Establecida la República en 1821 se inició el proceso de liberalización de las tierras, que tuvo como resultado un despojo sistemático de tierras comunales que permanecían en manos de indígenas, proceso que t uvo su máxima expresión con el apogeo del comercio lanero en el sur del país. En este contexto, la estrategia de los hacendados ganaderos para aumentar su producción fue ampliar constantemente la extensión de l as haciendas a costa de las tierras indígenas. En el transcurso de tres décadas, el número de haciendas en Puno duplicó su número. En aquellos casos donde las poblaciones indígenas lograron resistir el embate de los hacendados, estos perdieron gran parte de sus tierras y fueron empujadas a zonas de menor producción (Del Pozo 2004). Entre 1895 y 1925 se sucedieron varias revueltas indígenas en respuesta a la expansión de los hacendados, aunque se trató en su mayoría de acciones espontáneas y sin ninguna articulación (Del Pozo 2004). En 1915 ocurren las sublevaciones aimaras y quechuas de Pomata, Chucuito, Huancané y Azángaro, dirigidas por el mayor Teodomiro Gutiérrez Cuevas, llamado también Rumi Maki (Mano de Piedra, en quechua) (Renique 2004). Más adelante, en 1920, se daría el reconocimiento constitucional de las denominadas ‘comunidades indígenas’. En 1969 se da lugar la Reforma Agraria liderada por el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado. Además de tener impactos en la propiedad y tenencia de la tierra –expropiando tierras de hacendados para constituir empresas asociativas-, esta reforma tuvo efectos simbólicos importantes al cambiar la denominación de las comunidades indígenas por comunidades campesinas (Decreto Ley 1776 del 24 de junio de 1969).
En paralelo, el proceso migratorio de la población rural hacia las urbes reconfiguró las características de las ciudades. En Lima, por ejemplo, numerosos barrios fueron creados a partir de la llegada de estos migrantes provenientes de todas las partes del país. En el caso de los aimaras es bien conocido el caso de los ciudadanos provenientes de Unicachi, quienes lograron consolidar asociaciones empresariales y establecimientos comerciales importantes en diversas partes de la ciudad limeña (Suxo 2008). Lejos de perder sus vínculos con sus lugares de origen, los aimara han seguido recreando costumbres y prácticas en las urbes, y han mantenido lazos con sus lugares de origen a través de las fiestas y celebraciones anuales.
INSTITUCIONES SOCIALES, POLITICAS, ECONOMICAS Ins tituciones s ociales
La vivienda campesina aimara puede ser habitada por una familia nuclear compuesta por padres e hijos, o una familia extendida que incluye una tercera o hasta una cuarta generación (Arias y Polar 1991). Por lo general, en las comunidades ganaderas, las familias habitan dos tipos de vivienda: la primera, que podría considerarse como la vivienda principal, es aquella donde la familia pasa la mayor parte del tiempo en el año. Además, se mantiene una vivienda secundaria o anaqa, ubicada en las partes altas de la comunidad, zonas donde se cuenta con pastos naturales para el ganado (MINSA 2010). Tradicionalmente, el pueblo aimara ha practicado formas de trabajo colectivo y relaciones de reciprocidad, dentro de los cuales están la minka (ayuda solicitada), el ayni (ayuda recíproca con el trabajo), la arkataya (dar una mano de ayuda), el waki o chikata (cultivar a medias o para distribuir por iguales), la satja y phaja (sembríos de tubérculos o granos que se permite a los i ndigentes) (Arias y Polar 1991). Estas formas de trabajo colectivo tienen sentido en tanto conforman una comunidad de personas y refiere a un uso colectivo a la tierra. Los vínculos entre las familias que habitan las comunidades aimaras se refuerzan también mediante el parentesco ceremonial, aquel que se constituye mediante el rito de padrinazgo o madrinazgo y se formaliza a través de bautizos y matrimonios. Este vínculo, en ocasiones, puede llegar a generar vínculos más fuertes que el consanguíneo. Este tipo de parentesco permite ampliar la noción de familia. Instituciones económicas
El pueblo aimara ha sido tradicionalmente agrícola y ganadero. Dependiendo del lugar donde se ubica la población, en algunas de ellas predomina una u otra actividad económica, siendo las comunidades circunlacustres y las de la zona media quienes se dedican en su mayoría al cultivo de tubérculos, cereales y granos, así como a la crianza de vacunos, ovinos y animales menores. Las comunidades ubicadas en las zonas altas se dedican predominantemente a la actividad ganadera tradicional, a través de la crianza de camélidos sudamericanos y ovejas. En las actividades agrícolas y ganaderas se puede encontrar diferencias de género, pues son los varones quienes se encargan de la roturación y preparación de la tierra, el aporque y la cosecha de los productos; mientras que las mujeres se dedican a la siembra, la selección, la preparación y el procesamiento de los
alimentos para diversos usos. En la ganadería el hombre realiza la esquila de ganado, mientras que la mujer se encarga del pastoreo (MINSA 2010). La siembra de las chacras tradicionalmente obedecía a un orden rotativo de tierras y cultivos en los espacios denominados aynuqas , aunque actualmente existen muy pocos debido a la parcelación y a la presión demográfica sobre el territorio de las comunidades (MINSA 2010). En las comunidades ubicadas cerca del lago Titicaca en Puno, además, se encuentran actividades de pesca y caza de animales cuyo hábitat es el lago. Al respecto, se encuentran algunas prácticas culturales asociadas a la caza de aves, denominada chuka liwi , que se realiza a manera de competencia entre los varones de varias comunidades. Instituciones políticas
En la actualidad, la mayoría de la población aimara que habita en zonas rurales se organiza en comunidades campesinas y, en menor medida, en parcialidades. La organización comunal está liderada por presidentes elegidos en asamblea junto a una Junta Directiva comunal, siendo estas autoridades los principales representantes de la comunidad frente a otros actores externos. En las comunidades y parcialidades aimaras, se encuentra además el teniente gobernador como autoridad principal y representativa de la parcialidad y del centro poblado. Esta autoridad cumple funciones de control, sancionando las posibles faltas o conflictos al interior de su ámbito. A diferencia de los presidentes comunales, quienes son autoridades recientes en la zona aimara (a partir de la década de 1970) los tenientes gobernadores son autoridades tradicionales que antes, en la época de las haciendas, estuvier on a mando de los “mistis” (Peña 2004). Estos recuerdan a antiguas autoridades tradicionales aimaras denominadas jilaqatas (Luque 2013). Hasta la década de 1990 se encontraba entre los cargos tradicionales aimaras a los campo vigilante, quienes eran los encargados de observar los cambios en el clima, observando las chacras y vigilando su buen funcionamiento; sin embargo, en estudios recientes no se encuentra esta función dentro de las comunidades, lo que estaría indicando su paulatina desaparición (MINSA 2010). Los cargos comunales son concebidos, ante todo, como un servicio orientado a cubrir roles muy específicos en el ámbito práctico y ceremonial (Carter y Albó 1988). Existe una serie de cargos dentro de las comunidades aimaras, algunos de ellos son de tipo político: teniente gobernador, presidente comunal; mientras que otros son de tipo festivo: qhapero, alferado, guía; entre otros (Luque 2013). Entre las principales obligaciones de un comunero aimara, se encuentra asumir cargos públicos establecidos por el colectivo o la comunidad (presidente comunal, teniente gobernador, campo vigilante, alférez, entre otros). El comunero que falla o incumple con este mandato sería visto como yuqalla (término que alude a la inmadurez). Siendo estos criterios de ciudadanía asociados a la posesión de la tierra, los campesinos sin tierra carecen de pleno derecho en la asamblea comunal, así como de la obligación de pasar por estos cargos públicos (Carter y Albó 1988). CREENCIAS Y PRÁCTICAS ANCESTRALES Creencias
Según la cosmovisión aimara, existe un orden en el universo, en el que las esferas físicas, sociales y espirituales se encuentran en equilibrio mutuo (Arias y Polar 1991). A su vez, los aimaras tienen la creencia ancestral de que existen tres mundos: Alax Pacha (mundo de arriba o cielo), Aka Pacha (mundo que nos rodea) y Manqha Pacha (mundo de abajo). Cada uno de estos mundos está habitado por seres vivientes organizados jerárquicamente, quienes tienen una relación e influencia sobre los humanos (Llanque 1990) La cosmovisión aimara además está llena de seres sobrenaturales quienes pueden actuar como espíritus malignos (supaja, anchanchu, sirena o sirenu, antawalla, entre otros) y espíritus protectores (achichila, uywiri, illa, entre otros).
Ritos Hay una gran variedad de ritos que practican los aimaras. Algunos hacen referencia al vínculo de sus actividades agrícolas y ganaderas con la pachamama o madre tierra, como el ayta o despacho para la siembra de la papa, el piwi para la preparación de semillas, o el rito para conseguir lluvia o contrarrestar el granizo o la helada (INDEPA 2011). Además, hay varios ritos que implican cambios en la vida social de algunas personas, como aquellos que se realizan una vez que asumen un cargo importante en la comunidad y aquellos relacionados al ciclo vital de las personas (nacimiento, muerte y el matrimonio). Los oficiantes de estos ritos son personas entrenadas y escogidas por las propias divinidades para cumplir las funciones de mediación entre las personas y las divinidades. Estos maestros aimaras se denominan yatiris (INDEPA 2011). Dependiendo del tipo de rito o ceremonia, en algunos casos pueden suplir este rol los jefes de hogar ayudados por algún familiar, como sucede con los ritos relacionados a la ganadería; en otros casos, quienes ofician estos ritos son personas mayores conocedoras de los pasos necesarios del ritual como en el caso de los ritos asociados a los difuntos o curaciones (Rivera 2006). Si bien hay una gran variedad en los ritos celebrados dentro de las practicas aimara, se puede mencionar que en general constan de una “misa” o ceremonia y una mesa constituida de varios elementos que deben ofrecerse a los espíritus, como por ejemplo: cebo de llama o alpaca, fetos de animales, figuras de animales, hojas de coca, alcohol, entre otras. Esta mesa será luego incinerada y enterrada en algún lugar previamente escogido. El lugar para realizar las ceremonias dependerá del tipo de rito, puede ser en la misma vivienda, en parajes especiales o en las faldas de cerros o apus protectores (Rivera 2006). En estas ceremonias se encuentran elementos de la religión católica, como la invocación a Dios, la Virgen y santos católicos, reflejo de la imposición cultural durante la Colonia y su impronta evangelizadora. A pesar de ello, los símbolos y las creencias de la religión andina se han mantenido, lo que ha significado una cierta convivencia entre ambas religiones (Mennelli y Podjajcer 2009).
Festividades, danzas y vestimenta
El pueblo aimara conserva festividades, danzas y música practicadas desde tiempos inmemoriales, las mismas que se han ido recreando y reconfigurando de acuerdo al paso del tiempo y de los nuevos contextos e influencias. Como señalan Roel y Rojas (2012), la música y la danza están presentes en todos los aspectos de la vida indígena andina desde los ritos del ciclo vital y productivo hasta las actividades asociadas al calendario católico y conmemorativo, siendo constitutivas a la vida comunal aimara. En la década de 1980, José Portugal Catacora, mencionaba que en el altiplano peruano existían más de 100 danzas, muchas de las cuales tomaban el nombre de la zona donde se bailaba. De acuerdo con este autor, se ha asociado a las danzas aimaras diversos orígenes. Existen, por ejemplo, danzas cuyo origen se asocia a épocas prehispánicas como el Choquela o el Chiriguano y la Cullahua, así como también danzas de origen colonial como los Sicuris, siendo todas ellas ref erentes de la identidad aimara (Portugal 2012). En las danzas se representa las múltiples facetas de la vida comunal: las actividades agrícolas y ganaderas, la caza; también hay danzas guerreras y satíricas que rememoran un pasado glorioso (INDEPA 2011). Junto a las danzas y música se presenta un conjunto importante de símbolos a través de su vestimenta y trajes de uso cotidiano y festivo, los cuales funcionan también como marcadores de identidad. Es bien sabido que desde la época prehispánica “cada pueblo del Tahuantinsuyo se identificaba a sí mismo a través del traje; por sus formas y colores en primera instancia y luego por los elementos naturales y culturales de su propia región simbolizados en adornos, bordados, pinturas, dibujos, etc.” (Vásquez 2008). Si bien han existido enormes cambios a través de todo el periodo colonial y republicano, los pueblos andinos han mantenido ciertos rasgos en su vestimenta que los identifican y diferencian al interior del conjunto heterogéneo de los andes y que también los dif erencia respecto del resto de población de la sociedad nacional. Un buen ejemplo de adaptación de un traje occidental a la realidad andina es el sombrero pequeño que usan las mujeres aimaras en todo el altiplano. Este sombrero que no tapa ni del sol o la lluvia habría sido introducido como moda por comerciantes en el siglo XIX, adaptándose a la vestimenta de las mujeres aimaras configurándose así una nueva estética (Vásquez 2008). Un ejemplo de permanencia en la vestimenta ha sido el anaco, vestimenta femenina usada entre los aimaras de la provincia de Candarave, en el departamento de Tacna. Ésta representa uno de los “casos más sorprendentes de permanencia de una manifestación cultural cuyos orígenes se remontan a épocas precolombinas”. La vestimenta consta de varias piezas (t única, camisa o mancaza, faja, dos tupus, manto y tocado) y su confección tiene como base las prácticas antiguas de tejido a través de las técnicas empleadas en el telar horizontal de cuatro estacas (Instituto Nacional de Cultura 2009). Existe también un calendario festivo bastante nutrido en toda la zona aimara. Muchas festividades importantes están asociadas a santos patrones: Santiago, la Fiesta de las Cruces, San Juan y San Pedro, Pentecostés, la Virgen de la
Candelaria, entre otros. Además, existen festividades asociadas a eventos cívicos como el aniversario de la comunidad, localidad o el centro poblado; o festividades asociadas a momentos especiales en el calendario religioso: semana santa, día de los difuntos o todos los santos, navidad, entre otras. Un ejemplo de la riqueza cultural asociada a las fiestas se encuentra dos celebraciones declaradas como patrimonio inmaterial de la Nación: el Sarawja y la fiesta de Tata Pancho. El “Sarawja” es música y danza aimara ejecutada en el valle de Tixani en la provincia de Mariscal Nieto en Moquegua, durante la semana siguiente a la Semana Santa. De acuerdo con los registros de las crónicas de Guamán Poma de Ayala y Bernabé Cobo, su origen se remonta a épocas prehispánicas. Se cree que esta danza es una referencia a las kiwlas, aves de las alturas que en su cortejo hacen movimientos circulares que se asemejan a una danza (Ministerio de Cultura 2010). La “fiesta de Tata Pancho”, en honor a San Francisco de Borja, patrón religioso de las pueblos de la provincia de Yunguyo, departamento de Puno. Esta celebración es un ejemplo del sincretismo religioso aimara, pues si bien proviene del calendario católico cristiano ha sido adaptado a las prácticas y creencias indígenas (Ministerio de Cultura 2011). ORGANIZACIONES REPRESENTATIVAS DE NIVEL COMUNAL Las comunidades campesinas han constituido de manera histórica la forma de organización, distribución del trabajo y posesión del trabajo de muchos pueblos indígenas, como es el pueblo aimara. No obstante, el Estado peruano no cuenta actualmente con información pertinente que tome en consideración la complejidad histórica y cultural de la auto-identificación en el contexto andino. En este contexto, se ha considerado de manera preliminar una lista referencial de comunidades campesinas del pueblo aimara, sobre la base de un porcentaje mínimo de 40% de población cuya lengua materna es aimara, en dichas comunidades. Este modelo tiene como sustento el hecho de que la lengua es un referente central a través del cual se transmiten culturales ancestrosdescendientes, y constituye además una institución distintiva en relación al resto de la sociedad nacional. Cabe precisar que la lengua no es el único elemento a considerar para la identificación de pueblos indígenas, y que tampoco es una condición necesaria para identificarse como indígena, como sucede con quienes se identifican como parte del pueblo uro. En ese sentido, hacemos énfasis en el carácter referencial de esta lista, elaborada sobre la base de la información oficial pública disponible. OTROS DATOS En el año 1985, mediante Resolución Directoral N° 1218-85-ED del Ministerio de Educación, se aprobó el alfabeto de la lengua aimara.
En el año 2009, mediante Resolución Directoral N° 558, el INC declaró como Patrimonio Cultural de la Nación el Anaco de Camilaca, vestimenta utilizada por mujeres aimaras en la provincia de Candarave, departamento de Tacna. En el año 2010, según Resolución Directoral N° 1919, el INC declaró como Patrimonio Cultural de la Nación el Sarawja, danza y música aimara ejecutada en los distritos de Cuchumbaya, San Cristobal y Carumas, provincia de Mariscal Nieto, departamento de Moquegua. En el año 2011, según Resolución Viceministerial N° 681-2011, el Ministerio de Cultura declaró como Patrimonio Cultural de la Nación la Fiesta de “Tata Pancho”, celebrada en los pueblos de la provincia de Yunguyo, departamento de Puno.
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FAMILIA AIMARA Situación geográfica
Historia La lengua aimara pertenece al grupo quechuamarán de la familia andinaecuatorial. El término aimara es un concepto que engloba una docena de grupos étnicos, algunos de los cuales, como el colla y el lupaka , habían formado Estados independientes antes de que los incas llegaran al poder. Según Garcilaso de la Vega la provincia de los aimaras, que tenía más de treinta leguas de largo y más de quince de ancho, fue conquistada por el Inca quinto Capac Yupanqui. Los aimaras o aimaraes comprendían varias naciones que hablaban diversos dialectos del aimara.
Bertonio en el año 1599 escribía de un determinado pueblo de los aimaraes:
Los aimaraes, aunque vecinos de la corte de los Incas debieron conservar siempre su propia lengua y después que los españoles conquistaron el Perú despreciaron la lengua de los Incas y continuaron libremente hablando la propia. No obstante en algunos pueblos aimaraes se conservaba el quechua en tiempo de Garcilaso pues se dice que los indios estiman a los españoles y tienen en más por esta lengua cortesana (o quechua) que aprendieron. En el siglo XVI los dialectos aimaras estaban esparcidos por las tierras meridionales de Perú, existiendo referencias a los mismos en fuentes históricas, toponímicas y, en uno o dos casos, léxicas. Nada se sabe del grado de divergencia entre ellos. Según una fuente de 1600 el aimara era la lengua predominante en las partes del altiplano boliviano oriental y meridional, que ahora son quechua parlantes. La diferenciación interna del aimara probablemente ocurre, como en el caso del quechua, en algún momento del primer milenio de nuestra era. La distribución histórica de las lenguas aimaras sugiere una rápida expansión hacia
el sur, siendo asimilados grupos locales como los puquina y los uru-chipaya. Los últimos hablantes puquina (que vivieron en la isla Taquile, en la península Capachica y el norte del Lago Titicaca) adoptaron el quechua durante tiempos coloniales. No hay duda de que otras lenguas nativas del altiplano boliviano desparecieron sin rastro.
Datos Los actuales aimara se denominan a sí mismos 'la nacionalidad qulla' y se estima que su número oscila entre los dos millones y dos millones y medio de personas. Viven principalmente en Bolivia y Perú, sobre todo en el altiplano del Titicaca.
Las cifras según los lugares donde se habla la la lengua serían las siguientes: Hay unos 330.000 en el Perú (censo 1972), unos 30.00 en Chile y los demás (unos 1.140.000) en Bolivia (estimaciones). En Chile casi todos son bilingües; en el Perú un 60% son bilingües, en Bolivia un 40-50%, siendo mucho mayores los porcentajes de los varones y en la generación joven. Sin embargo, para Perú y Bolivia los porcentajes dados sobre bilingüismo deben tomarse en el sentido más amplio del término: casi siempre se trata de bilingües subordinados, con niveles a veces muy elementales de proficiencia en el castellano. Este segundo idioma ha sido adquirido en la escuela (si se trata de la generación joven), en el cuartel o en los contactos regulares u ocasionales con la ciudad. Por lo mismo es utilizado en contextos relativamente limitados. Pero, por su prestigio dominante, los aimaras tenderán a utilizar el poco castellano que saben ante los extraños y a identificarse como bilingües en los censos. Aparte de Chile, las regiones más bilingües son, evidentemente, las ciudades y sus cercanías Y, también, aquellas regiones que más se han incorporado a una economía de mercado, como los Yungas y las zonas de colonización.
Fuera de Chile, el número de hablantes de aimara en cifras relativas disminuye con relación al total de cada país. Actualmente los aimaras representan el 3% del Perú (pero el 40% de los departamentos de Puno y Tacna) y el 25 % de Bolivia pero el 80 % de los departamentos de La Paz y Oruro). La principal ciudad de habla aimara es La Paz, donde aproximadamente un 40% de su población (640.000) habla aimara, llegando la proporción a más del 90% en algunos barrios. No hay otras ciudades con más de 20.000 aimaras urbanos.
Dialectos La fragmentación en dialectos geográficos es relativamente poca. En ningún caso llega a perderse la mutua inteligibilidad (a diferencia del quechua), hecho que puede correlacionarse con la mayor solidaridad de grupo que presenta el hombre
aimara. Sin embargo, hay ciertas variantes dialectales entre las que señalamos las siguientes: La Paz: Es el de mayor prestigio y el que evoluciona más rápidamente, probablemente como resultado de este mismo prestigio al tener hablantes de diversas clases sociales, y por ser el área de máxima densidad demográfica, por lo que aumenta el intercambio comunicativo. Dentro de este dialecto las variantes habladas en la ciudad de La Paz y en otros pueblos importantes denotan el impacto del castellano, a través de sus numerosos hablantes bilingües o semibilingües. Perú: Está en la periferia del estado peruano, por lo que no se da el efecto de prestigio, pero sí el de una fuerte densidad demográfica que mantiene la lealtad idiomática hacia formas tradicionales arcaizantes; sin embargo, junto a la ciudad de Puno el aimara recibe influencias del quechua y del castellano, y en los valles hacia la Costa del castellano. Oruro y norte de Potosí: Son áreas menos pobladas en las que el aimara ha mantenido formas más arcaizantes (a veces, pero 'lo siempre, comunes con las variantes peruanas). Hay fuertes influencias léxicas y morfológicas del quechua, principalmente en el norte de Potosí. La franja chilena, en que un dialecto originariamente muy cercano al de Oruro ha sufrido notables influencias del castellano hasta el punto de estar cercano a la extinción.
Escritura La lengua aimara puede escribirse en el alfabeto romano, habiéndose aprobado una ortografía regularizada en 1983.
uan 1:1-8 en aimara
Gramática El poder de la expansión aimara pre-incaica se puede observar en la presencia de préstamos aimaras, particularmente números, en algunas lengua bolivianas de las tierras bajas, como mara en tacano 'año' de mara en aimara y en las lenguas de la parte más meridional del continente, como pataka en mapuche, pataka en allentiaco, patak en tewelche 'cien' de pataka en aimara. Es interesante que pataka fue originalmente tomada del quechua (paĉak ) (ĉ indica africada platal retrofleja). La adición de una a final y el cambio ĉ por t demuestra que el aimara y no el quechua fue el medio de difusión en este caso. La distribución de ejemplos de vocabulario, en lenguas de la cuenca del Titicaca y otras al norte del lago, indica que los préstamos léxicos y culturales ya sucedieron antes de la llegada de los invasores aimaras. Un caso muy interesante es la palabra tara 'maíz' que se encuentra en la lengua chipaya del altiplano boliviano y en mosetén, una lengua no relacionada de las tierras bajas. Al oeste de la zona mosetén parlante otras dos lenguas tienen formas similares: a polista con ta o tay y leco con ta . Otro caso es el soñi 'ser humano' en uru-chipaya que es suñi en mosetén-chimané. El actual uru-chipaya es rico en préstamos aimaras, tales como el sufijo plural nominal -naka en chipaya o la palabra uru para 'lago' qota , en aimara quta . Las vocales i , u , a , son cortas y largas. El acento tónico parece ir en la antepenúltima sílaba, como en quechua, pero se puede mover a la última. No hay género gramatical, habiendo dos números, singular y plural, siendo el marcador
plural -naka . Los casos se forman por adición de sufijos. El afijo interrogativo es - ti . La numeración del 1 al 10 es la siguiente: maya , paya, kimsa , pusi , phisqa , suxta , paqallqu , kimsaqallqu , llatunka , tunka ; 11 tunkamayani , 12 tunkapayani , 20 patunka , 30 kimsatunka , 100 pataka . Todos los infinitivos terminan en -ña , como saraña 'ir', munaña 'querer'. Los modos verbales son indicativo, imperativo, subjuntivo, optativo, dubitativo; los tiempos son presente, progresivo, futuro, pretérito, pluscuamperfecto, condicional. Los verbos se conjugan por número y persona. El orden de la frase es sujeto, objeto y verbo. El pronombre demostrativo tiene tres grados de distancia relativa: aka , uka y khaya . El pronombre interrogativo es khiti '¿quién?', kuna '¿qué?'. Los pronombres son los siguientes:
naya
-xa
iwasa (incl.) -sa nanaka (excl.)
uma
-ma
umanaka
upa
-pa
upanaka
uta-ja-nka-sk-t-wa : ‘Estoy (actualmente) en mi casa’. Los morfemas constituyentes de la palabra significan: uta- : raíz nominal casa -ja- : posesivo de 1ª persona singular -nka- : estar (en) -sk- : continuativo. Expresa que la acción o estado continúa -t- : 1ª persona singular -wa : afirmación El aimara es sufijador. La lengua posee los siguientes postulados semánticos: 1. Debe distinguirse siempre entre lo que es conocimiento personal directo y lo que es conocimiento no personal indirecto, a través de terceros. Existen tiempos verbales distintos, sufijos distintos y construcciones distintas según se trate de un conocimiento o del otro. Las relaciones de cuentos y las de sueños (incluso los propios) corresponden al conocimiento no personal.
2. Humano vs. no-humano. Hay largas series paralelas de vocablos, unos de uso exclusivo para humanos y otros para no-humanos. Incluso en castellano referirse a alguna persona con el demostrativo ésa (calco de uka , no humano) puede resultar ofensivo. Debería utilizarse jupa (él , ella ). 3. La perspectiva temporal es fundamentalmente dual: lo futuro vs. lo no-futuro (sea presente o pasado). 4. Naturaleza viva. Aunque no existe el género gramatical, la naturaleza es concebida como viva y sexuada: hay piedras hembras y piedras macho, por ejemplo. Se tiene cuidado de no aplicar a los fenómenos naturales categorías gramaticales destinadas a humanos, pero se les describe con imágenes humanas. Aunque este rasgo, al nivel estrictamente lingüístico, es en aimara menos acentuado que en quechua. 5. La reciprocidad. La necesidad ya mencionada de tener en cuenta las diversas personas de la acción verbal no es quizás más que un reflejo gramatical de un tema más amplio. Es significativo que conceptos como los de comprar/vender, pedir/prestar, meter/sacar, etc. se formen por simple adición de determinados sufijos a un común radical verbal.