Universidad Central de Venezuela Venezuela Facultad de Humanidades y Educación Escuela de Letras
Palabras al viento Los símiles de Flaubert o su romanticismo tardío
Geraldine Gutiérrez CI 16.558.614
Prof. Agustín Silva-Díaz
Madame Bovary, la obra magistral de Flaubert, se nos presenta como la más solida representante literaria del realismo francés. Sus detalladas y precisas descripciones, que casi no dejan nada a la imaginación, se erigen como estandarte de la fidelidad que el autor prodigó a esta corriente. ¿Pretendía Flaubert realmente una reproducción fiel y exacta de los hechos? ¿Qué tan objetivamente consiguió retratar la realidad? ¿Logró romper definitivamente con el romanticismo?
Para describir la realidad de manera objetiva y conservar un tono poético Flaubert tuvo que ser muy cuidadoso en la elección de los recursos literarios con los cuales habría de tratar a sus referentes. Una de las figuras literarias preferidas por Flaubert fue el símil. A pesar de la aparente sencillez del símil frente a otras figuras literarias, el símil flauberiano tiene un alto grado de complejidad. Recordemos brevemente que en un símil se ponen en comparación dos referentes a través de una cualidad en común colocando como vehículo con nexo que aparece explícitamente en la enunciación. Ej: “...bolsillos grandes como sacos;” (2010, p.11). En este podemos observar expresamente ambos referentes, la cualidad común y
el vínculo.
Además se refiere a dos objetos de una dimensión concreta, podemos visualizar la
semejanza con facilidad. No obstante la mayoría de los símiles empleados por Flaubert no corresponden a este esquema, bien por su estructura o por su abstracción.
Tenemos por ejemplo abundantes ejemplos en los cuales la cualidad común no es una característica resumible en un simple adjetivo sino que es una a cción compleja:
“Carlos, en la calle, sujetaba sus espuelas sobre el mojón y ella seguía hablándole desde arriba, mientras arrancaba con su boca una brizna de flor o de verde que soplaba hacia él, y que revoloteando, planeando, haciendo en el aire semicírculos como un pájaro, iba antes de caer
a agarrarse a las crines mal peinadas de la vieja yegua blanca, inmóvil en la puerta.” (2010, p.8)
La cualidad común, como podemos observar, comprende una serie de acciones que además se detallan: revolotear, planear, hacer en el aire semicírculos; es frecuente observar que los objetos referidos se aproximan entre sí a través de la ejecución en un verbo que hace alusión a la forma, intensidad, u otra peculiaridad con que se realiza la acción: “...agitándole sobre la cadera las cintas del delantal que se enroscaban como gallardetes” (2010, p.7)
En otras ocasiones el referente directo (el que está presente en el momento de la enunciación) es vago: “en sus oídos resonaba algo monótono como el zumbido de una peonza” (2010, p.10); y en otras se encuentra muy
bien detallado, prestándose incluso a la posibilidad de la doble comparación en un mismo símil: “ En otra época jovial, expansiva y tan enamorada , se había vuelto, al envejecer, como el vino destapado que se convierte en vinagre, de humor difícil, chillona y nerviosa” (2010, p.3) o “ ...le parecía que una abundancia súbita se habría desprendido de su corazón, como cae la fruta de un árbol en espaldar cuando se acerca a él la mano. ” (2010, p.17). Las estructuras
comparativas elaboradas por Flaubert no eran sencillas y a esto debemos añadir que las aderezaba en muchas ocasiones alterando la sintaxis. Lo realmente interesante es que no por ello dejaba de ser elegante ni de acertado incluso cuando el nivel de abstracción del símil fuese bastante elevado.
En este sentido los símiles de Flaubert colindan ya con la metáfora. Si bien logra conservar la estructura, y el nexo aparece presente, resulta difícil asociar concretamente los referentes comparados: “Era uno de esos tocados de orden compuesto (...) cuya muda fealdad, tiene profundidades de expresión como el rostro de un imbécil.” (2010, p.1). O esta, incluso más oscura y potenciada con la adición de una metáfora y un
epíteto: “...reconfortó al paciente con toda clase de buenas palabras, caricias quirúrgicas, que son como el aceite con que se engrasan los bisturíes.” (2010, p.6). Podemos notar una clara transición de lo concreto a lo abstracto. Y es
innegable que al rozar el ámbito de lo abstracto las comparaciones delatan la subjetividad de Flaubert en la voz del narrador; ya no se trata simplemente de un intento por transferir a modo de calco la realidad del exterior al papel, sino que sus ideas comienzan a impregnar la historia a través de su estilo. Es a través de estos recursos que entremezcla su voz con la de los personajes, haciéndonos creer que todo lo que presenciamos es exactamente como describe.
Otra cuestión que resulta atractiva al analizar las comparaciones de Flaubert es el hecho de que en aproximadamente una quinta parte de ellas emplea elementos de la Naturaleza: abismos, aire, brisa, cielo, estrellas, huracanes, olas, precipicios, rayo (de luz), relámpagos, tempestades, torbellinos, tormentas y viento se encuentran entre los más frecuentes. También es notable su aparición tanto en descripciones en las que los símiles están ausentes, como en las metáforas. Y este es un terreno en que el juego entre objetividad y subjetividad también se deja notar. Observemos, por ejemplo, que aire (referente al que hace mayor alusión con alrededor de sesenta y ocho menciones) escasamente es empleado de manera metafórica. Aparece como vehículo para atribuir una característica a una persona o acción: “ Los que empezaban a envejecer tenían aspecto juvenil, mientras que un aire de madurez se veía en la cara de los jóvenes.” (2010, p.21) o “...cargaba con su instrumento al hombro y se alejaba con aire cansado.” (2010, p.27). Nótese
además la intención puramente denotativa en estos enunciados: “ ...aspiró el aire fresco para calmarse.” (2010, p.25) o “...el aire de los abanicos hacía la atmósfera más sofocante.” (2010, p.100). Lo mismo ocurre en la mayoría
de los casos en que emplea cielo, viento y rayo (de luz).
Por el otro lado, los elementos que por tradición estas asociados a peligrosidad o violencia, son empleados casi en todos los casos en sentido metafórico: “Aquello le llegaba al fondo del alma como un torbellino que se precipitaba en el abismo...” (2010, p.120), “...porque el recuerdo de Rodolfo, como un gran relámpago en la noche oscura, le había llegado al alma” (2010, p.142) o “Se llenaba el corazón con aquellas lamentaciones melodiosas que se arrastraban el le acompañamiento de los contrabajos, como gritos de náufragos en el tumulto de una tempestad.”(2010, p.99) Nótese el empleo de estos elementos en relación con corazón y alma. Flaubert nos
ha introducido a través de la Naturaleza en el ámbito de las emociones. El terreno de lo emotivo es altamente susceptible de ser subjetivo, lo metafórico es altamente susceptible de estar abierto a múltiples interpretaciones; sin embargo, Flaubert ha escogido sus referentes indirectos ( es decir, con los cuales compara lo emotivo) con tal cuidado que para ningún lector resultaría confusa imagen. Este es un gran logro para el estilo de Flaubert. El nivel de complejidad y abstracción de los símiles sigue siendo elevado y a pesar de ello nos resultan asequibles al entendimiento.
En torno a lo afectivo su propia obra dicta lo siguiente: “... había que rebajar (...) los discursos exagerados que ocultan afectos mediocres; como si la plenitud del alma no se desbordara a veces por las metáforas más vacías, puesto que nadie puede jamás dar la exacta medida de sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores...” (2010, p.84). Lo que
querría decir, de un modo más sencillo, que las palabras no serían suficientes para abarcar las complejidades del alma. Esta dimensión de la realidad humana es realmente difícil de retratar. Por lo tanto, no es en la exageración o en el empleo de artificios rebuscados que conseguiría dar una dimensión más profunda y humana a la psique de sus personajes. Madame Bovary resulta coherente con esta afirmación, pues no hay desperdicio ni extravío en su discurso a pesar de lo elaborado de sus descripciones y símiles o la oscuridad de sus metáforas. Flaubert supo aprovechar las imágenes que la tradición literaria puso a su disposición (el abismo, la tempestad, etc.) equilibrando su presencia con muchos otros elementos que manejados con destreza libran la narración de ser monótona o aburrida. Este es la gran conquista de su obra: realismo no quiere decir concreción absoluta en detrimento lo poético.
Sus formas retóricas, en particular el símil, parte desde lo más sencillo y concreto hasta lo más complejo y subjetivo sin perder distancia con la realidad. Paradójicamente, aquellas que resultan ser más subjetivas definen un cuadro más realista en cuanto asemejan lo humano en este aspecto. Por otra parte, ¿No son estas figuras literarias, en las que Naturaleza y emocionalidad aparecen ligadas, manifestaciones de una sensibilidad asociada al romanticismo? La presencia del romanticismo tardío en Flaubert visto desde esta óptica no parece un hecho irrefutable. Muy sutilmente elementos de una
estética romántica parecen deslizarse a través del discurso logrando la mixtura perfecta entre los abismos de la metáfora y la radiografía de la realidad; con lo cual, aseverar que el estilo de Flaubert es totalmente apegado al realismo solo serían palabras al viento.
Bibliografía
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Flaubert, G. (2010). “Madame Bovary”. Edición digital. Versión de Alejandro Masseroni. Disponible en internet en: http://www.battaletras.com/docs/madamebovary.pdf