Métodos de investigación histórica s o r b i l
MÉTODOS DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA
Col
ec c i ó n
S í n t es i s •
H is t o r ia
Q ued aprohibida,salvoexcepciónprevi aprohibida,salvoexcepciónprevista sta enlaley, enlaley,cualquier cualquierform form adereproducción, d i s tr tr ib ib u c i ó n , c o m u n i ca ca c ió ió n p ú b l ic ic a y transform transform aciónde estaobras incon tar conautorizacióndelostitularesdelapropiedad intelectua intelectua l. Lainfracciónd e¡os derechosmencionadospuedeserconstitutivadedelitocontralapropiedad intelectual(arts.270ysigs.CódigoFerial).ElCentroEspañoldeDerechos Reprográficos(www.cedro.org) Reprográficos(www.cedro.org)vela velap p erelrespetode erelrespetode loscitado sderechos.
MÉTODOS DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA Francisco Alía Miranda
E D IT I T O R IA IA l
S IN T E S IS IS
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índice
Introducción..................................................................................................
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1. El trabajo de investigación.................................................................. 1.1. La investigación y el investigado r .............................................. 1.2. Las partes y divisiones de un trabajo de investigación ............ 1.3. La redacción.................................................................................. 1.4. Las citas y las referencias bibliográficas.....................................
11 11 15 19 22
2. El método y las técnicas de investigación histórica ........................ 2.1. El método de investigación histórica: definición, condiciones y procedimientos..................................................... 2.2. Las operaciones del método de investigación histórica ........... 2.3. Las técnicas de investigación ...................................................... 2.4. El documento y las fuentes..........................................................
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3. D é la biblioteca tradicional a la biblioteca d ig it a l .........................
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3.1. Las bibliotecas y los centros de documentación ....................... 3.2. La recuperación de información: técnicas de búsqueda biblio gráfica............................................. 3.3. Las fuentes de información bibliográfica .................................. 3.4. Las bases de datos bibliográficas................................................ 3.5. Las bibliotecas digitales ............................................................... 3.6. Los repositorios y los recolectores de documentación digital..
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Métodos de investigación histórica
4. E l archivo, principal laboratorio de investigación .......................... 4.1. 4.2. 4.3. 4.4. 4.5.
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Los archivos y sus doc um entos ................................................... Los objetivos y la organización de los archivo s........................ Los instrumentos de descripc ión................................................. Las bases de datos archivísticas y la documentación digitalizada.. El sistema archivístico español y las clases de ar ch iv os ..........
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5. La s fuentes bibliográfica s....................................................................
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5.1. El libro antiguo, fuente para el estudio históric o..................... 5.2. La descripción de la realidad social: corografías, diccionarios geográfico-históricos y enciclopedias ........................................ 5.3. La estadística oficia l..................................................................... 5.4. Los anuarios y las g u ía s............................................................... 5.5. Las colecciones documentales..................................................... 5.6. La literatura y la histo ria.............................................................
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6. Las fuentes documentales ...................................................................
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6.1. La documentación de la Administración Central y el origen de los ar ch ivos............................................................ 6.2. Las fuentes fisc ales........................................................................ 6.3. Las fuentes jurídicas ..................................................................... 6.4. Las estadísticas vitales..................................................................
171 175 188 195
7. L a prensa ...............................................................................................
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7.1. Las posibilidades de la prensa para el historiador ................... 7.2. La metodología de la pre nsa....................................................... 7.3. La prensa digitalizada en Internet: las hemerotecas virtuales ..
199 202 211
8. Las fuentes orales .................................................................................
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131 139 150 156 160
8.1. La metodología de las fuentes ora les ......................................... 8.2. La construcción social de la memoria: los archivos orales y los principales proyectos en Internet ......................................
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9. Las fuentes iconográficas y audiovisuales .......................................
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9.1. 9.2. 9.3. 9.4. 9.5.
La La La La La
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imagen como documento histó ric o ...................................... fotografía y la h isto ria .......... ................................................ cartografía histó rica ............................................................... numismática y la filatelia....................................................... relación historia y cin e...........................................................
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Bibliografía seleccionada.............................................................................
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Introducción
Aunque tradicionalmente los investigadores españoles no hayan prestado ex cesiva atención a enseñar y aprender cuestiones de metodología histórica, en los últimos años se han publicado algunos estudios que han incidido en esta temática, de gran importancia para los alumnos oficiales de grado, máster y doctorado y para todos aquellos egresados que quieren iniciarse en el laborioso camino de la investigación científica. Entre ellos destacan los de los profesores Moradiellos (ediciones sucesivas entre 1994 y 2013), Aróstegui (1995 y 2001), Hernández Sandoica (1998), Alted y Sánchez Belén (2005 y 2011) y Alía (2005 y 2008), que han actualizado la metodología de la historia haciendo olvidar las enseñanzas ya desfasadas de los principales manuales con los que aprendían los historiadores del siglo xix y de gran parte del xx, como los de Langlois y Seignobos y Cardoso y Pérez Brignoli. La recuperación de lo que la profesora Hernández Sandoica ha denominado como la “tensión del método” ha venido a coincidir con un cambio profundo en el trabajo del historiador por la incidencia de Internet. La red de redes nació oficialmente en 1983 a partir de la interconexión de las tres redes del Departa mento de Defensa de los Eátados Unidos que las sustentaban (ARPANET, CSNET y MILNET), aunque su nombre lo adoptó en 1988. Un año despúes se de sarrolló la web (World Wide Web), gracias al ingeniero Timothy J. Berners-Lee. En noviembre de 1989 estableció la primera comunicación entre un cliente y un servidor usando el protocolo HTTP (Hypertext Transfer Protocol), o protocolo de transferencia de hipertexto, y el sistema de localización de objetos en la web URL (Uniform Resource Locator).
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Métodos de investigación histórica
La red mundial ha revolucionado casi todos los aspectos de la sociedad, ha modificado la enseñanza de la historia, como vienen poniendo de manifiesto distintos especialistas (Fernández Izquierdo, 2006; Fernández García, 2002; Montesi, 2011; Moradiellos, 2013a) y, por supuesto, hace necesario replantearse muchas cuestiones en la investigación histórica. Este libro tiene como principal objetivo enseñar a investigar en la era de Internet y de las humanidades digitales, sin olvidar, por supuesto, la explicación de la base y sustancia científica, con nociones sobre el método, las técnicas y las fuentes de investigación que guíen de la mejor manera posible al historiador en la elaboración de cualquier trabajo de investigación histórica, desde el más simple al más especializado. Por eso los primeros capítulos están dedicados a explicar estos aspectos más teóricos, cuyo conocimiento es básico para comprender el resto de apartados y la práctica investigadora. Dentro de las fuentes históricas, la atención prioritaria está dirigida hacia la documentación digitalizada que nos ofrece Internet, porque viene cambiando considerablemente en los últimos años, lo que añade un componente novedoso y “misterioso” que se quiere analizar para evitar el miedo a lo desconocido mientras se informa sobre las tendencias actuales. Si algo se desconoce, hay muy pocas probabilidades de encontrarlo. Por eso este libro se plantea como una obra útil y práctica, más que como un trabajo puramente reflexivo de difícil comprensión para alumnos e investigadores, que son a quienes va dirigida principalmente. La especial dedicación que se presta a las fuentes en soporte electrónico, tanto en lo referido a su forma de acceso y búsqueda como a su contenido, nos obliga a detenernos en algunas cuestiones clave de varias de nuestras principales ciencias auxiliares, como la archivística, la biblioteconomía y la documentación. Todas ellas han experimentado recientemente un cambio sustancial en sus bases científicas de la mano de las posibilidades que vienen ofreciendo las nuevas tecnologías de la información, especialmente los catálogos colectivos automatizados en red, las bases de datos y los procesos de digitalización de las bibliotecas virtuales o digitales, términos que se usan indistintamente por ser similares en sus objetivos. El historiador tiene que saber moverse con agilidad por ese mundo tan enigmático y, a primera vista, tan complicado de los archivos, bibliotecas y centros de documentación, tanto reales como virtuales, para poder sacar el máximo provecho a los “tesoros” (o documentos útiles) que muchos de estos centros albergan. El análisis y descripción de las fuentes y de la documentación con la que trabaja el investigador ocupa un espacio importante por tratarse de la base científica y práctica que sustenta el oficio del historiador. En cada una de estas fuentes se procura realizar un análisis de sus posibilidades metodológicas, se describen sus principales modelos y se explican los proyectos de digitalización más importantes que se pueden consultar en Internet. Como fuentes biblio-
Introducción
gráficas se han considerado aquellas publicadas que están depositadas en las bibliotecas. Las fuentes documentales son las inéditas y únicas, conservadas en los archivos. Posteriormente se analizan algunas de las fuentes más frecuentes con las que trabaja el historiador, como las orales, la prensa y las iconográficas y audiovisuales. Estas tres pueden estar conservadas en centros propios (hemerotecas, fonotecas, cartotecas, fototecas, filmotecas, etc.) o estar integradas en bibliotecas. Hay que hacer diversas advertencias previas a la lectura de esta obra. El estudio de todas las fuentes disponibles en la actualidad resulta inabarcable en un número limitado de páginas, por lo que se ha profundizado especialmente en las más utilizadas por los investigadores y en las fuentes de la historia de España. También en el análisis realizado de los archivos y de las bibliotecas el objetivo fundamental ha sido los centros de información españoles, aunque los formatos, soportes, tecnología y normativa que utilizan son de rango internacional, lo que hace que las cuestiones básicas sobre su ciencia que se explican aquí sean válidas en cualquier país. El Ministerio de Cultura ha sido el emprendedor de gran parte de bases de datos y de proyectos de digitalización españoles. Aunque posteriormente cambió su denominación por Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, la mayor parte de las citas a este organismo se referirán a su denominación original, para evitar cambios de denominación posteriores y porque han sido siempre proyectos de carácter cultural. No se ofrecen direcciones de páginas web en Internet porque cualquier cambio en ellas repercutiría negativamente en la lectura de este libro a los pocos meses de publicarse. Tampoco resulta una cuestión trascendente, porque cualquier buscador general nos lleva a ellas de forma bastante directa y fiable. Se ha preferido ofrecer el número de registros en las bases de datos o de documentos en las bibliotecas digitales con el fin de que el lector se haga una idea cuantitativa de su importancia, a sabiendas de que estas cifras pueden variar día a día. Estos datos numéricos, cuando no se especifique lo contrario, se refieren al año 2016. La información que se ofrece de las bases de datos y bibliotecas digitales puede resultar muy desigual, en función de la que ellas mismas facilitan. Otra cuestión importante para finalizar esta breve introducción: se ha pretendido hacer un libro práctico y, como tal, el número de sus páginas tenía que ser limitado. Siendo conscientes de que muchos temas de interés podían quedarse fuera, se ha decidido ofrecer el enlace a una información más amplia y detallada de algunos temás concretos y especializados, que se anuncia al final de algunos capítulos. A pesar de la importancia de Internet en el ámbito de la investigación histórica y en el de los centros de información y documentación, resaltada a lo largo de todo este trabajo, intentamos que este libro sirva de aviso claro y contundente hacia todos aquellos que ingenuamente piensan que el trabajo del historiador se puede hacer ya casi en su totalidad desde los despachos. Ni mucho menos.
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Métodos de investigación histórica
Los archivos y bibliotecas van a seguir por bastante tiempo constituyendo la base de nuestra investigación. Las tecnologías complementan la labor, pero ni mucho menos la sustituyen. Hay que estar alerta ante el ascenso de lo que Broncano (2013) define como “la cultura tecnológica inmediatista”, que privi legia la novedad y la inmediatez por encima del bagaje patrimonial, y que en consecuencia reemplaza las instituciones de conservación de la memoria histó rica (archivos, bibliotecas, museos) por prácticas privadas de almacenamiento masivo y compulsivo de información trivial o de relevancia no discernida. Mi agradecimiento más sincero al profesor, amigo y compañero Jorge Onrubia Pintado, director del Laboratorio de Arqueología, Patrimonio y Técnicas Emergentes del Instituto de Desarrollo Regional de Castilla-La Mancha, que ha redactado el texto dedicado a las técnicas arqueológicas dentro del aparta do 2.3 “Las técnicas de investigación”. A la Universidad de Castilla-La Man cha, que me permite enseñar y aprender. La mayor parte del contenido de este libro es fruto de la experiencia docente e investigadora llevada a cabo en su Facultad de Letras y en el Departamento de Historia. También a la Editorial Síntesis por haberme confiado la redacción de una obra tan importante para cualquier investigador como esta, dirigida a todos los que se sienten atraídos por la elaboración de cualquier tipo de trabajo de investigación histórica. Muchas gracias también a todos los lectores, esperando que este libro les “ilumine” en ese momento difícil y de enormes dudas que es el del inicio de una investigación: “El planteamiento es como entrar en un laberinto, sa bemos dónde comenzamos, pero no dónde habremos de terminar. Entramos con convicción, pero sin un mapa preciso” (Hernández, Fernández y Baptista, 2006: 525).
El trabajo de investigación
1.1.
La investigación y el investigador
“Investigación es simplemente recoger la información que se necesita para res ponder una pregunta y así contribuir a resolver un problema” (Booth, Colomb y Williams, 2005: 24-25). Desde luego no se trata de una tarea tan simple, pues cualquier investigación conlleva “un conjunto de procesos sistemáticos y empí ricos que se aplican al estudio de un fenómeno” (Hernández, Fernández y Baprista, 2006: 22). Ni tampoco es tan difícil de aprender como pueda deducirse de muchos libros sobre metodología complicados de entender. Investigar es un arte que, en gran parte, se aprende haciéndolo. Para llevarlo a cabo, el investigador debe tener una buena preparación que favorezca el de sarrollo de sus habilidades: “Una mente abierta y predispuesta para el análisis, intentar dejar de lado posibles prejuicios y concatenar pesquisas, observacio nes y resultados” (Tortosa, 2014: 26), y múltiples cualidades, ni mucho menos innatas. Entre ellas destacan: curiosidad, imaginación, paciencia, constancia, tesón y un ansia continuá por aprender. El investigador debe ser una persona curiosa, porque la curiosidad hace ver las cosas de otra manera y replantearse muchas cuestiones, condición previa a cualquier investigación. La imaginación es creación; añade nuevos componen tes al investigador al dotarle de habilidad para crear a partir de imaginar cues tiones que le resultan curiosas o con aquellas con las que no está satisfecho. El trabajo de investigación no es sencillo ni debe ser rápido y precipitado, aunque
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Métodos de investigación histórica
esté bien planeado. Por eso el investigador debe tener mucha paciencia para lle varlo a cabo y para ir solventando todos los problemas que se presentarán, que a buen seguro serán numerosos. Hay que tener constancia en el trabajo, hacer de este un esfuerzo continuo, sin altibajos ni sobresaltos. Al principio parece que no se avanza. Las lecturas previas pueden cansar. Pero el investigador debe saber que solo la constancia, el esfuerzo y el tesón pueden llevar a una meta que está lejana, porque nunca se termina de apreiider. Ni cuando se da por finaliza da la investigación. Ningún tema tiene punto final. A pesar de todas las cualidades y habilidades que se precisan, no hay que tener “ miedo escénico” . Todas las personas son investigadoras natas que han llevado a cabo investigaciones informales toda la vida (Walker, 2000: 32-33). El desarrollo vital, desde la edad más temprana a la adulta, es un mero pro ceso de aprendizaje a través de la experiencia y del conocimiento. Desde que comenzamos a hablar y escribir hasta que vamos a la universidad o al trabajo, tenemos que aprender a discriminar, a elegir qué preguntas parecen ser las más importantes para avanzar día a día. En la investigación científica el investigador es determinante. De ahí la im portancia de su preparación y de sus cualidades. Su papel es de verdadero pro tagonista y lo debe asumir desde el principio. Tiene que ser una persona activa, porque tiene muchas cosas que hacer y muchas decisiones que asumir. “La in vestigación es como la búsqueda de oro: debe excavar mucha materia prima, se leccionar un poco y descartar el resto” (Booth, Colomb y Williams, 2005: 189). La investigación se origina por ideas, sin importar qué tipo de paradigma fundamente nuestro estudio ni el enfoque que habremos de seguir. “Para iniciar una investigación siempre se necesita una idea; todavía no se conoce el sustituto de una buena idea. Las ideas constituyen el primer acercamiento a la realidad objetiva que habrá de investigarse (desde la perspectiva cuantitativa), o a la realidad subjetiva (desde la perspectiva cualitativa)” (Hernández, Fernández y Baptista, 2006: 34). El investigador cuando busca algo hace una investigación consultando las investigaciones de otros y añadiendo sus propios descubrimientos. Por ello es indispensable comenzar por leer, conocer el estado del conocimiento científico del tema (lo que se conoce como estado de la cuestión). Cuanto más se lea, me jor se diferenciarán las buenas investigaciones de las que muestran poca solidez. No hay que aceptar sin más lo que cualquier investigador diga sobre el tema, aunque sea una personalidad de reconocido prestigio. Hay que poner casi todo en duda y realizar un gran trabajo crítico nada conformista. Las lecturas previas nos ayudan a conformar el denominado marco teórico, que es tanto un proceso como un producto. Un proceso de inmersión en el conocimiento existente y disponible. Un producto porque el investigador tiene que elaborar ese marco teórico exponiendo y analizando las teorías, las conceptualizaciones, las perspectivas teóricas, las investigaciones y los antecedentes
El trabajo de investigación
en general, que se consideran válidos para el correcto encuadre del estudio. “El marco teórico proporciona una visión de dónde se sitúa el planteamiento propuesto dentro del campo de conocimiento en el cual nos moveremos” (Her nández, Fernández y Baptista, 2006: 64). A partir de estas lecturas previas y de la adopción de una teoría (que debe ser capaz de describir, explicar y predecir) se pueden lanzar hipótesis, preguntas sobre lo que se quiere averiguar. Estas preguntas serán las que guíen la investi gación y señalen el problema que se intentará resolver. “Plantear el problema no es sino afinar y estructurar más formalmente la idea de investigación” (Hernán dez, Fernández y Baptista, 2006: 46). Las buenas ideas de investigación intri gan, alientan y excitan al investigador; no tienen que ser necesariamente nuevas pero sí novedosas, y deben servir para elaborar teorías y solucionar problemas. Las preguntas representan el qué de la investigación. Por ello deben formu larse claramente y de forma concreta y precisa, evitando aquellas generales. Desde el punto de vista de la creatividad, te darás cuenta de que si siem pre tienes en la cabeza la pregunta que se supone que tienes que contestar, incluso cuando estés leyendo sobre una cuestión que no parezca referirse a ella, encontrarás, sin demasiado esfuerzo, paralelismos y diferencias que te ayudarán a entender mejor el tema planteado. (Warburton, 2012: 45)
No todo problema es científico. Para que un problema se sitúe en el punto de mira de un investigador debe tener una serie de características (López Yepes, 1995: 82). La primera es que debe ser un problema objetivo: un problema cuya re solución sea factible y facilite la solución de otros problemas en su campo de cono cimiento. La segunda es que el problema científico debe estar bien concebido y bien formulado desde sus orígenes hasta su conformación en el tema de la investigación. En toda investigación siempre habrá un “problema principal” y otros secun darios. Una formulación completa de un problema de investigación tiene dos partes: la primera parte formula alguna condición de conocimiento incompleto o comprensión errónea; la segunda formula las consecuencias de ese conoci miento o comprensión errónea, mediante sus costes o los beneficios de resolver lo. Resulta necesario explicar las condiciones que lo ocasionaron: la ignorancia, el error, el enigma, la contradicción, la falta de comprensión o la discrepancia particular. Ello ayudará a valorar la importancia de la investigación (Booth, Colomb y Williams, 2005: 259-261). Además de leer las investigaciones de otros, a la hora de planificar la investi gación es importante saber a quién va dirigida, si es un trabajo académico o no, tener en cuenta las necesidades y expectativas de los posibles lectores: “Apren der a investigar desempeñando el papel de un investigador e imaginando el papel de su lector” (Booth, Colomb y Williams, 2005: 32). Pensando en el “usuario final” de la investigación sabremos explicar nues tro trabajo, como si los lectores hicieran preguntas. Hay que saber anticipar
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Mé todo s de investigación histórica
esas preguntas y responder con pruebas evidentes, afirmaciones rigurosas y jus tificadas. La innovación que conlleva la investigación debe estar firmemente asentada, probada y razonada. Las dudas que queden, si las hubiera, deben explicitarse en las conclusiones del trabajo, para que estas mismas, cuando le surjan al lector, encuentre al menos la explicación de por qué no se han resuelto a lo largo de las páginas del trabajo. El lector espera que el trabajo de investigación por el que se interesa le pre sente y explique afirmaciones novedosas y lo suficientemente importantes. El in vestigador le debe convencer para evitar una decepción general o, en su caso, pequeñas pero importantes decepciones. El investigador debe siempre formular explícitamente las afirmaciones y las evidencias que las apoyan. La afirmación formula lo que quiere que sus lectores crean; la evidencia o fundamentos son las razones por las que deberían creerla. Toda investigación debe constar de una afirmación principal , que es la tesis general del trabajo, y de afirmaciones secundarias o complementarias, que contribuyen a explicar la primera. La afirmación principal debe ser sustantiva (los lectores quieren que les ayuden a comprender algo importante), discutible (debe inducirlos a pensar) y explícita (los lectores esperan que las afirmaciones estén formuladas en un lenguaje lo suficientemente detallado y específico para que puedan reconocer los conceptos centrales que desarrollará a lo largo de su trabajo). (Booth, Colomb y Williams, 2005 : 117-119)
En el largo proceso de la investigación científica no debe dejarse casi nada al azar. El investigador debe planificar el trabajo desde el principio. Saber qué lecturas precisa, cuáles serán las fuentes que debe consultar, qué quiere averi guar... Antes de dirigirse a la biblioteca, el investigador debe realizar una pla nificación cuidadosa. Se “ha de pasar algún tiempo buscando y leyendo tan solo para descubrir dónde está y adonde va” (Booth, Colomb y Williams, 2005: 49). La improvisación no es buena compañera de viaje. Un cirujano no comienza una operación sin conocer todo lo posible sobre la enfermedad, el organismo del en fermo y cómo extirpar el mal. El detective reúne todas las pruebas y las estudia detenidamente antes de comenzar la labor de comprobación e investigación. Algunos aspectos nuevos se presentarán en el trascurso de la investigación y se deberán ir incorporando aunque motiven el replanteamiento de cuestiones ya pensadas. Hasta cierto punto esto es normal en todas las disciplinas científi cas. En el campo de las humanidades los centros de información y documenta ción guardan muchas sorpresas. Pero solo debemos pensar en ellos como algo impredecible al planificar la investigación, aspectos verdaderamente incontro lables y a los que por eso daremos la bienvenida cuando se presenten. La buena preparación hace incorporar, asumir y controlar esas sorpresas con garantías. La investigación, en contra de lo que pudiera pensarse, no suele presentar una serie de etapas fijas y lineales. Es cíclica, puede comenzar por cualquier
E l tr ab ajo d e in vestigación
punto. Se trata de un proceso continuo que tal vez obligue a replantear su práctica, o incluso lleve a un punto de partida diferente (Blaxter, Hughes, Tight, 2000: 27). El proceso de investigación consiste “en la aparición continua de un determinado número de actividades más que en el cumplimiento estricto de unas normas prescritas a priori” (López Yepes, 1995: 71). El plan de trabajo es la consecuencia natural del carácter ordenado y sistemático de toda investi gación científica. Por lo general, existe más de una forma de organizar el mismo material. “El principio organizador podría surgir inconscientemente mientras usted lucha con el material” (Walker, 2000: 202). Resulta recomendable ir escribiendo según se van descubriendo cuestiones interesantes en las lecturas y en las fuentes. Así se recuerda continuamente el estado del conocimiento y se va ampliando o modificando. Además, de esta ma nera, el control de la investigación es más fácil que si se deja la escritura para el final de la investigación, donde el exceso de información puede colapsar la men te y la imaginación para proceder a una interrelación de ideas, acontecimientos, etcétera. “Escribir induce a pensar” (Booth, Colomb y Williams, 2005: 27). A medida que vamos descubriendo cosas, dando respuestas a nuestras pre guntas, vamos comprendiendo el problema. Pero no solo nos podemos quedar en la mera comprensión, hay que explicar y convencer. La mayor parte de las investigaciones en el campo de las humanidades no tienen una repercusión prác tica inmediata. No resuelven un problema social del momento. Las preguntas que plantean no tienen respuestas con una aplicación directa en la vida cotidia na. Por ello son más difíciles de explicar. Pero el investigador debe hacer com prender que su trabajo puede contribuir a explicar los acontecimientos actuales, porque la mayor parte de los problemas que nos rodean son muy similares a los de épocas pasadas o, si no lo son, su resolución puede servirnos de ejemplo. Para Umberto Eco (2001: 43-47) una investigación es científica cuando cumple los siguientes requisitos: • •
• •
1.2.
La investigación versa sobre un objeto reconocible y definido de tal modo que también sea reconocible por los demás. La investigación tiene que decir sobre este objeto cosas que todavía no han sido dichas o bien revisar con óptica diferente las cosas que ya han sido dichas. La investigación tiene que ser útil a los demás. La investigación debé suministrar elementos para la verificación y la re futación de las hipótesis que presenta y, por tanto, tiene que suministrar los elementos necesarios para su seguimiento público.
Las partes y divisiones de un trabajo de investigación
Las principales partes de un trabajo de investigación son las siguientes:
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•
Título: se recomienda que sea corto, sugerente y que exprese sin ambi güedad el contenido del trabajo. Un buen título puede definirse como “el menor número posible de palabras que describen adecuadamente el contenido” (Day y Gastel, 2008: 45). Se deben evitar títulos inconcretos, incluso excesivamente ambiciosos (Muñoz-Alonso, 2003: 44). Si nece sita algún tipo de aclaración, puede utilizarse un subtítulo. A través del título, el lector va a obtener la prirrtera impresión de la investigación, ge neralmente la más importante, porque si es negativa tal vez no haya más oportunidad. La norma ortográfica determina que los títulos y subtítulos no llevan nunca punto final. • Introducción: en ella el autor explica los motivos de la elección del tema, estado de la cuestión, objetivos del trabajo, hipótesis planteadas, metodo logía empleada, técnicas de investigación utilizadas, fuentes consultadas y agradecimientos. “Su función es proporcionar una orientación clara y precisa de la índole y finalidad de la investigación: qué (tema de investi gación, origen y alcance), por qué (justificación) y para qué (objetivos y finalidad)” (Regueiro y Sáez, 2013: 82). En la elección del tema, aparte de que la investigación pueda ser viable y relevante, el asunto debe ser tras cendente para la ciencia por su novedad o porque venga a tratar asuntos ya estudiados pero desde nuevos puntos de vista. Elegir el tema es, proba blemente, la decisión más importante que tendrá que tomar el investiga dor. El estado de la cuestión nos explica en qué lugar está el conocimiento científico hasta el momento. Se trata de una descripción crítica de los estudios existentes en la materia por investigar. En los objetivos hay que determinar el problema central y los problemas secundarios que la inves tigación pretende resolver, incidiendo en el valor y las consecuencias que tiene afrontarlos o seguir ignorándolos. Resulta importante explicar de qué va el trabajo y cuál es su pretensión. El lector necesita saberlo cuanto antes. Debemos exponer las preguntas que guiarán nuestra investigación, qué queremos averiguar y cómo, lo que nos da paso directamente a co mentar la metodología, técnicas de investigación y fuentes que emplearemos para llevar a cabo la tarea de ir demostrando o rechazando las hipótesis previas. La introducción, en palabras de Muñoz-Alonso, debe ser concisa y de lectura cómoda. No es un mero preámbulo que el investi gador debe rellenar de cualquier manera, sino el lugar y el momento para dialogar con el lector e invitarle a él y a futuros investigadores a compartir la aventura de la investigación realizada (2015: 49-50). • Cuerpo del trabajo: en esta parte se desarrolla la investigación; resulta aconsejable dividirla en capítulos. “La unidad capítulo no solo es una unidad expositiva de carácter lógico, tiene que tener también una pro porcionada longitud, de manera que el material se halle repartido equi libradamente” (Alcina, 1994: 207). Por lo general, los lectores prefieren
El trabajo de investigación
moverse desde lo que saben hasta lo que desconocen. De manera que un buen principio para ordenar el cuerpo del trabajo es comenzar con una breve revisión de lo que los lectores saben para que puedan moverse ha cia lo que pensarán que es nuevo. Por eso es útil comenzar dedicando el primer capítulo a una aproximación al tema principal, para facilitar su comprensión, describiendo un contexto que ubique el problema dentro de un entorno relevante. Los distintos capítulos “ son Ínterdependientes y, aunque en un primer momento puedan redactarse de forma aislada, han de integrarse finalmente en un cuerpo único y en consonancia unos con otros” (Muñoz-Alonso: 2015, 54). Un capítulo plantea y resuelve uno o más problemas del tema objeto de estudio. Conclusiones: el autor analiza los principales logros conseguidos con su investigación y el grado en que se han resuelto las hipótesis planteadas. No se trata de un mero resumen del trabajo de investigación, sino de unas páginas fundamentales para lograr explicar qué resultados ha obte nido la investigación, cómo se ha superado el conocimiento científico y cuáles siguen siendo los problemas irresolubles tras el trabajo realizado y por qué. El trabajo “tendrá que comunicar algo que constituya un co nocimiento nuevo” (Martínez, 2009: 24), esta es la principal misión que corresponde aclarar en la conclusión. Para Muñoz-Alonso, esta parte es la culminación de la investigación. Su redacción es difícil y exige, más que ninguna otra, inteligencia y tranquila meditación. En ella se trata de utilizar los resultados para sacar de ellos un conocimiento nuevo. Aquí el investigador se plantea las cuestiones principales sobre lo que buscaba, sobre lo que ha encontrado, sobre qué hipótesis se confirma o rechaza, so bre qué conocimiento establecido se pone en duda o se declara falso. En suma, se trata de ver qué es lo que dicen los resultados del trabajo (2003: 56). En cierto sentido, es un regreso a la introducción. Se cierra sobre el comienzo. Fuentes y bibliografía: se describen los documentos utilizados en la in vestigación separando las fuentes primarias de las secundarias o tercia rias. En las primeras, basta con relacionar los archivos, secciones y series consultadas. En las referencias bibliográficas deben aparecer todas las publicaciones leídas, por orden alfabético de los apellidos de los autores. Se trata de una parte muy importante del trabajo científico porque en ella hacemos explícitos ríuestros procedimientos de análisis, ofrecemos los instrumentos y herramientas que nos han servido como evidencias para sustentar nuestras argumentaciones y afirmaciones. Apéndice o anexo: están justificados en algunos casos para incluir infor mación complementaria a la investigación que puede resultar de interés para apoyar la demostración y la explicación. En el cuerpo del texto interrumpen el relato, por lo que se sitúan al final de este. Pueden tra
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Métodos de investigación histórica
•
tarse de tablas estadísticas, reproducción de documentos, fotografías e imágenes, etcétera. índice: con el fin de facilitar el manejo del trabajo resulta imprescindi ble realizar un índice general, con indicación de la página de inicio de cada capítulo y apartado. En él deben constar todas las divisiones de la obra con las mismas palabras y de forma uniforme, de tal modo que a divisiones semejantes, siempre corresponda el mismo tipo de letra. Debe colocarse al principio de la obra, pues se trata de su presentación. Puede estar acompañado por otra serie de índices, como el onomástico, que nos lleva a las páginas donde aparecen los nombres, entidades y lugares geográficos citados. Este se colocaría al final de la obra.
Cuando se utilicen frecuentemente siglas y abreviaturas de nombres de institu ciones, organizaciones, etcétera, resulta conveniente incluir un listado de todas las utilizadas, colocado al principio o al final del texto, donde a continuación de cada sigla o abreviatura, por orden alfabético, se indique el nombre a que corresponda. Puede prescindirse de él si en el texto se pone el nombre de la sigla o abreviatura entre paréntesis detrás del nombre completo, por lo menos en la primera ocasión que se cita. En las notas suele ser habitual en el caso de archivos utilizados fre cuentemente que la primera vez que se citan se ponga tras su nombre oficial, en paréntesis, el nombre empleado a partir de entonces en siglas o abreviado. Las partes de un trabajo de investigación pueden dividirse a su vez en varias subpartes. La norma UNE 50-132-94, “Numeración de las divisiones y subdi visiones en los documentos escritos” (ISO 2145: 1978), establece la numeración arábiga en las divisiones y subdivisiones de los documentos escritos, importante a la hora de dividir y subdividir los distintos capítulos. Entre sus postulados principales se establece: • •
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Las divisiones principales (en el primer nivel) de un escrito deben nume rarse correlativamente a partir de 1. Puede atribuirse la cifra 0 a la primera división, cuando constituya una introducción, un prefacio, un prólogo, un preámbulo o cualquier otra parte de tipo similar. Cada división principal puede subdividirse (en el segundo nivel) en un número cualquiera de subdivisiones numeradas correlativamente a partir de 1. Esta forma de división y numeración puede continuar hasta cual quier nivel (tercer nivel o sucesivos). No obstante, es conveniente limitar el número de niveles a fin de que los números de las distintas partes sean fáciles de identificar, leer o citar. La separación de las diversas subdivisiones que forman parte de una mis ma división principal se realiza intercalando un punto entre sus cifras representativas:
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tarse de tablas estadísticas, reproducción de documentos, fotografías e imágenes, etcétera. índice: con el fin de facilitar el manejo del trabajo resulta imprescindi ble realizar un índice general, con indicación de la página de inicio de cada capítulo y apartado. En él deben constar todas las divisiones de la obra con las mismas palabras y de forma uniforme, de tal modo que a divisiones semejantes, siempre corresponda el mismo tipo de letra. Debe colocarse al principio de la obra, pues se trata de su presentación. Puede estar acompañado por otra serie de índices, como el onomástico, que nos lleva a las páginas donde aparecen los nombres, entidades y lugares geográficos citados. Este se colocaría al final de la obra.
Cuando se utilicen frecuentemente siglas y abreviaturas de nombres de institu ciones, organizaciones, etcétera, resulta conveniente incluir un listado de todas las utilizadas, colocado al principio o al final del texto, donde a continuación de cada sigla o abreviatura, por orden alfabético, se indique el nombre a que corresponda. Puede prescindirse de él si en el texto se pone el nombre de la sigla o abreviatura entre paréntesis detrás del nombre completo, por lo menos en la primera ocasión que se cita. En las notas suele ser habitual en el caso de archivos utilizados fre cuentemente que la primera vez que se citan se ponga tras su nombre oficial, en paréntesis, el nombre empleado a partir de entonces en siglas o abreviado. Las partes de un trabajo de investigación pueden dividirse a su vez en varias subpartes. La norma UNE 50-132-94, “Numeración de las divisiones y subdi visiones en los documentos escritos” (ISO 21 45:1978), establece la numeración arábiga en las divisiones y subdivisiones de los documentos escritos, importante a la hora de dividir y subdividir los distintos capítulos. Entre sus postulados principales se establece: • •
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Las divisiones principales (en el primer nivel) de un escrito deben nume rarse correlativamente a partir de 1. Puede atribuirse la cifra 0 a la primera división, cuando constituya una introducción, un prefacio, un prólogo, un preámbulo o cualquier otra parte de tipo similar. Cada división principal puede subdividirse (en el segundo nivel) en un número cualquiera de subdivisiones numeradas correlativamente a partir de 1. Esta forma de división y numeración puede continuar hasta cual quier nivel (tercer nivel o sucesivos). No obstante, es conveniente limitar el número de niveles a fin de que los números de las distintas partes sean fáciles de identificar, leer o citar. La separación de las diversas subdivisiones que forman parte de una mis ma división principal se realiza intercalando un punto entre sus cifras representativas:
E l t ra ba jo de in vestigació n
Primer nivel
Segundo nivel
1
1.2
Tercer nivel 1 2.1 .
Ejemplo de un índice de materias: 0 Introducción 1 La II República 1.1 Elecciones y partidos políticos 1.1.1 Las elecciones de abril de 1931 1.1.2 Las elecciones constituyentes de junio de 1931 1.2 La cuestión agraria 1.2.1 La legislación de reforma agraria 1.2.2 Las repercusiones de la reforma agraria [...]
2 La Guerra Civil [...]
1.3.
La redacción
Lo que se escribe sin esfuerzo, en general, es leído sin placer. (Samuel Johnson, siglo xvm)
No es fácil escribir bien. Una minoría parece haber nacido con ese don, pero los demás seguimos aprendiendo, debemos dedicar tiempo y energía a tal actividad. La escritura requiere un esfuerzo y una organización. Hay que pensar antes de ponernos a escribir: qué queremos explicar y a quién dirigimos la explicación. “Escribir es una forma de pensar” (Warburton, 2012: 21). Hay que planificar la escritura. Si la planificación de todo el trabajo se ve inicialmente como algo imposible, se debe comenzar a fragmentarlo en pequeñas tareas que sean más comprensibles. La actividad más conocida del proceso de planificación es probablemente la de generar ideas: “ Sin haber generado una cierta cantidad de ideas resulta prácticamente imposible ponerse a escribir” (Castelló, 2009: 61). Aquello que comienza tomo un escrito vago y disperso irá convirtiéndose gradualmente en un texto preciso y claro si la planificación está bien hecha. Si no se planifica, puede darse una situación inicial de bloqueo, aunque a veces esta es irremediable. Cuando empezamos a escribir sabemos del tema, hemos leído mucho sobre él, queremos ponernos rápidamente a escribir. “Pero antes de empezar, o en la mitad del proceso, aparecen toda suerte de pensamientos negativos que se reafirman cuando nos percatamos de lo poco y mal que hemos conseguido
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escribir, entonces el miedo y la ansiedad nos dominan y es fácil que empecemos a sentirnos bloqueados” (Castelló, 2009: 139). Esta situación solo se corrige trabajando: a medida que se avanza en la escritura se va cogiendo seguridad y se va viendo dónde hace falta investigar más, qué cambios hay que introducir, etcétera. No percibimos lo que sabemos de un tema hasta que intentamos poner lo por escrito. Cuando se escribe es preciso pensar en el lector constantemente, ponernos en su lugar y sensibilizarnos con él para evitar que pierda el interés en cualquier fase del relato. Cuanto más tiempo nos tomemos para ordenar los elementos fundamentales, más rápido y mejor escribiremos. La escritura más importante se realiza muchas veces fuera de la mesa de trabajo, lejos del ordenador. En ocasiones pensamos con más libertad y con menos condicionamientos andando por la calle, paseando o sentados en el parque que cuando parecemos forzados a concentrarnos delante de la pantalla. El comienzo es la parte más importante de la obra. “ Lo que está bien comen zado ya está medio hecho” escribió Horacio. Si algunos aspectos nos cuestan más trabajo que otros, se puede comenzar por los que se abordan con más facilidad y seguridad. Pero una vez que se comience, ya no se puede parar, sal vo los descansos habituales y necesarios que nos permiten elevar el grado de concentración. Los cortes largos nos desconcentran, hacen olvidar asuntos ya pensados, con ellos se pierde ritmo y frescura. Continuamente hay que estar razonando y escribiendo. Hay que gestionar bien el tiempo, pues lo contrario es una fuente de estrés y de ansiedad. Lyon (2014) nos ofrece una serie de recomendaciones para hacer de la es critura “algo transparente”, que evite la confusión y el desorden y convierta el texto en un escrito atractivo, aunque sea de carácter científico: •
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Evitar las frases largas, que generalmente restan claridad. Cuanta más larga sea la oración, peor se comprende. Usar frases cortas y directas, en las que no se utilicen palabras superfluas. Cuantas más palabras superfluas se eliminen, más gana la escritura en fuerza y nitidez. No escribir más palabras de las estrictamente necesarias. Ser concisos. El desorden sintáctico crea ambigüedad o doble sentido y puede confun dir al lector. Usar pocos adjetivos y no abusar de las comas. Utilizar la puntuación adecuada. No recargar en exceso los párrafos. Un párrafo largo resulta poco atrac tivo para el lector. Cada párrafo tiene una extensión ideal que varía según la información que queremos comunicar en ese momento. Cada punto y aparte concede al lector la oportunidad de “recobrar el aliento” , de pensar en lo que lee. Para ayudar al lector son importantes las transiciones entre párrafo y pá rrafo. Se facilitan con palabras como “pero”, “por otra parte”, “sin em
El trabajo de investigación
bargo”, “no obstante”, “por eso”, “mientras tanto”, “en cambio”, “por ejemplo”, “además”, etcétera. Pero las mejores transiciones son internas, lógicas. Una idea debe conducir a otra directamente. • Escribe con sencillez, nadie se va a quejar jamás porque hayas hecho algo demasiado fácil de entender. Ante la necesidad de explicar temas complicados, se intentará dejar al lector con una sola idea, una única impresión. Pero no hay que pasarse en pos de la sencillez. Como dijo Einstein, “intenta que todo sea lo más simple posible, pero no más simple de lo que es”. • El texto debe ser riguroso, pero a la vez ameno y con buen ritmo en la exposición. En los textos científicos, como en los creativos, hay que es cribir con claridad, así se entiende mejor el desarrollo y la demostración de los argumentos. Y hay que contestar a las preguntas planteadas, de lo contrario cometeremos un grave error en la exposición. • Omitir tópicos y expresiones demasiado simples o populares. No usar un lenguaje excesivamente coloquial, aunque tampoco caer en uno tan “científico” que impida entender el mensaje. Evitar las frases hechas. • Al final de la redacción, repasar el texto sin prisas para evitar erratas, fallos ortográficos y contradicciones. Todos estos errores son signos evi dentes de apresuramiento y de poco pensamiento. Como recomiendan muchos expertos, hay que leer lo que se ha escrito en voz alta o voz baja. Así leemos más despacio y es más fácil encontrar errores, repeticiones, contradicciones, palabras sobrantes, frases huecas o desangeladas. El lenguaje académico es el que se emplea en los textos orales y escritos característicos de la vida universitaria, elaborados por los miembros de la co munidad académica (profesores, investigadores y alumnos) que se constituyen en comunidad discursiva. El lenguaje académico presentará características in herentes a la ciencia respectiva; pero también rasgos generales comunes: léxico especializado, objetividad, verificabilidad (Regueiro y Sáez, 2013: 15-17). Este tipo de lenguaje utiliza lo que se denomina estilo académico, que se refiere no solo al uso de un lenguaje especial, sino también de adecuación a la situación comunicativa peculiar de interpretación y de expresión, de coherencia interna y de cohesión textual. El estilo académico es fundamentalmente espe cializado, utilizado por la comunidad científica, pero existe un estilo académico divulgativo empleado para coYnunicar los resultados científicos al resto de la so ciedad, más subjetivo porque se relaciona más directamente con el lector. Entre uno y otro, en una gradación que va de la subjetividad a la objetividad, se sitúa el estilo académico formativo, empleado por los investigadores y científicos en su papel de profesores, en el aula, en manuales y libros de texto. Sea del estilo que sea, la característica fundamental de la redacción científica es la claridad. “El éxito de la experimentación científica es el resultado de una mente clara que
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aborda un problema claramente formulado y llega a unas conclusiones clara mente enunciadas” (Day y Gastel, 2008: 3-4). Un texto académico tiene varias propiedades, según Ana Teberosky (Castelló, 2009: 21). La primera es la textura, que implica relaciones de construcción de las partes del texto en el todo y se expresa a través de las relaciones discursivas de carácter global, que tienen que ver con la cohesión y la coherencia del texto. La segunda propiedad es la finitud. Todo texto tiene límites, a diferencia del lenguaje como sistema, que es de extensión indefinida. De allí viene nuestra tendencia a pensar el texto escrito como producto más que como proceso. Esta propiedad a veces se convierte en un verdadero “calvario” para el investigador, al que le resulta más difícil reducir el tamaño del texto que dar rienda suelta a la escritura. Pero es un esfuerzo añadido al que está obligado y para el que está pre parado, a pesar de que él mismo no lo crea, sobre todo el investigador novato.
1.4.
Las citas y las referencias bibliográficas
Nos decía Umberto Eco que uno de los requisitos que debe cumplir una inves tigación para que pueda considerarse científica es que debe suministrar elemen tos para la verificación y la refutación de las hipótesis que presenta, y por tanto tiene que suministrar los componentes necesarios para su seguimiento público. Esto, en el campo de las humanidades y ciencias sociales, se hace con las citas y las referencias de fuentes y bibliografía. Las citas y referencias bibliográficas son imprescindibles en la investigación científica para hacer explícitos los procedimientos de trabajo. Son las pruebas de nuestras afirmaciones. Previamente a su definición y explicación podemos establecer algunas recomendaciones metodológicas sobre su uso: •
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Las citas sirven para pagar deudas. Citar un libro del que se ha extraído una frase o idea es pagar una deuda de agradecimiento a ese autor. La cita supone que se comparte la idea del autor citado, a menos que se ex prese lo contrario. El hecho de reconocer o documentar las fuentes mediante las corres pondientes citas y referencias no solo denota la honradez y generosidad del autor, sino que también refuerza los argumentos expuestos. Al citar una fuente se remite al lector al lugar donde se proporcionan los datos de publicación de la fuente, de forma que pueda encontrar la misma in formación que ha manejado el autor. Esta constituye la base del trabajo científico, la base de la demostración. Cuando aceptamos una idea y la utilizamos para construir nuestros ar gumentos, la cita nos ahorra volver a demostrar su validez. Con ello estamos poniendo de nuestro lado a la autoridad de dicha idea. Si, por el
El trabajo de investigación
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contrario, cuestionamos o reinterpretamos una idea, la cita de la fuente aumenta el interés de nuestros argumentos en cuanto que rebaten o pun tualizan una postura ya publicada. La cita tiene que ser exacta y fiel. Nos tiene que llevar a una página o páginas concretas de un libro determinado o a un documento específico. Para Eco (2001: 169-170), citar es como aportar testigos en un juicio. El investigador tiene que estar siempre en condiciones de encontrar los testimonios y de demostrar que son aceptables. Por eso la referencia tiene que ser exacta, puntual (no se cita a un autor sin decir qué libro y qué página) y verificable por todos. El número de las citas no puede establecerse de antemano. Toda cita debe justificar su existencia. Hay que citar siempre que se utilicen datos e información objetiva pro cedentes de una fuente, cuando se reproducen literalmente palabras o frases de otro autor y al resumir, parafrasear o emplear de cualquier otra forma las ideas, opiniones, interpretaciones y conclusiones de otras per sonas. No hay que citar cuando la fuente y la localización resultan obvias o ya mencionadas con anterioridad, al escribir sobre cuestiones de conoci miento universal o general y de dominio público. Hay que evitar reiteraciones continuas de las mismas citas y las autocitas.
Según la norma UNE 50-104-94, “Referencias bibliográficas. Contenido, forma y estructura” (ISO 690: 1987), cita es la reproducción literal o abreviada de ideas de otros que el autor intercala en su propio texto. Referencia bibliográfica es el conjunto de datos bibliográficos con que se registra o identifica un documento, de acuerdo con unas reglas. El Real Decreto 1/1996, de 12 de abril, por el que se aprueba el texto re fundido de la Ley de Propiedad Intelectual, dedica el artículo 32 a la “ Cita e ilustración de la enseñanza” . En su apartado primero dice: Es lícita la inclusión en una obra propia de fragmentos de otras ajenas de naturaleza escrita, sonora o audiovisual, así como la de obras aisladas de carácter plástico o fotográfico figurativo, siempre que se trate de obras ya divulgadas y su inclusión se realice a título de cita o para su análisis, comen tario o juicio crítico. Tal utilización solo podrá realizarse con fines docentes o de investigación, en la medida justificada por el fin de esa incorporación e indicando la fuente y el nombre del autor de la obra utilizada.
Hay dos clases de citas: cita textual y cita bibliográfica. En la cita textual la reproducción es literal. La cita es conveniente intercalarla en el texto entre comillas cuando se trata de pocas líneas; si excede su número, es preferible ponerla en párrafo independiente con tamaño menor de letra, mayor margen
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y menor interlineado. En este caso se puede prescindir del entrecomillado, por quedar claro que es una copia textual. Las palabras se han de transcribir tal y como están. La cita textual proporciona precisión y seguridad y, por tanto, debe respetar al máximo la sintaxis. No se puede eliminar parte del texto sin señalarlo (con tres puntos suspensivos entre paréntesis o entre corchetes). Si se interpola, debe quedar bien claro que es un comentario o aclaración del autor, por lo que es aconsejable que figure entre cofchetes o guiones. Se debe tener cuidado de no exagerar su uso. La cita bibliográfica es la forma abreviada de referencia inserta entre pa réntesis en el texto o añadida como nota a pie de página, al final del capítulo o al final de todo el texto. La cita sirve para identificar la publicación de la que fue tomado el tema referido en el texto, una idea, una información, etcétera, y para especificar su localización exacta en la publicación fuente. Si se trata de un documento de archivo, nos debe remitir a la ubicación en él. Hay varios métodos de citas bibliográficas, como estipula la normativa internacional (ISO 690: 1987) y nacional (UNE 50-104-94), siendo los más utilizados el método del primer elemento y fecha y el método de las notas secuenciales. En el primero, conocido popularmente como el método americano, se indica en el texto el primer elemento (primer apellido del autor o autores) y el año de publicación del documento citado. Si el primer elemento forma parte del texto, se indica a continuación, entre paréntesis, el año, pero si el primer elemento no forma parte integrante del texto, se ponen entre paréntesis el primer elemento y el año. Si es necesario, se puede indicar el número de las páginas después del año y dentro del paréntesis, separado el número del año por dos puntos, y si son varias las páginas, se separan la primera y la última con un guión. Por ejemplo: (Graham, 2014: 20-21). Si dos o más obras tienen el mismo autor y año, se distinguen entre sí con letras minúsculas a continua ción del año y dentro del paréntesis, comenzando desde la a a la z. Por ejemplo: (Ruiz, 2013a: 45). Si el primer elemento es un nombre común y repetido en la investigación debe aclararse añadiendo el segundo apellido u otra circunstancia que evite el error de envío. En este método las referencias de la bibliografía final se ordenan por el pri mer elemento. Después de los apellidos y nombre se especifica el año de pu blicación. A continuación el título de la publicación, el lugar de edición y la editorial. En el caso de varias publicaciones de un mismo autor, se alfabetizan entre ellas cronológicamente por el año de publicación. Si un autor tiene varias publicaciones del mismo año, se ordenan según la letra que se inserta junto al año. He aquí algunos ejemplos de referencias bibliográficas: Patricia (2000). La historia de Grecia. Madrid: Cátedra. S e r r a n o R o m e r o , Juan (2001a). “Estudio histórico social de Jaé n” . Historia Social, n.° 40, pp. 35-46. Ga r c í a Go
nzález
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El trabajo de investigación
S e r r a n o R o m e r o , Juan (2001b). Fama y decadencia en el Siglo de Oro. M a
drid: Cátedra. S e r r a n o R o m e r o , Juan (2010). Origen de los Borbones en España. Barcelona:
Crítica. R o d r í g u e z Be n it o , Carlos y M o l i n a Se g u r a , Susana (1989). “La economía medieval de la provincia de Zam ora” . En I Congreso de Historia de Castilla y León. Valladolid: Junta de Castilla y León, vol. 1, pp. 122-145. To o l e , John F. (2007). “ La revolución técnica y cultural del siglo xix ” . En Pe t e r Bu r k e (dir.): La historia cultural. 2.a ed. Barcelona: Planeta, pp. 49-65. T u ñ ó n d e L a r a , Manuel, (dir.) (1980). Estudios de la España del siglo xx. Bar celona: Labor.
En el método de las notas secuenciales, conocido popularmente como el método tradicional, los números en forma de supraíndices que siguen a las citas en el texto se refieren a las notas ordenadas numéricamente por orden de aparición en este. Las notas son aclaraciones marginales al texto y se colocan al final del libro, del capítulo o a pie de página. Hay tres tipos de notas: bibliográficas, de refuerzo y de contenido. Las notas bibliográficas indican el origen de las citas. Contienen una o varias citas bibliográficas. Las notas de refuerzo añaden a un tema discutido en el texto otras indicaciones bibliográficas de refuerzo; envían a otro documento, normalmente con las abreviaturas vid. (vide, ‘véase’) o cfr. (confer, ‘compárese’). Las notas de contenido amplían o aclaran conocimientos no trascendentales. El texto que se introduce en ellas sirve para evitar inte rrumpir la narración, para ampliar las aseveraciones que se han hecho o para corregir las afirmaciones con opiniones contrarias a la mantenida por el autor. Hay que tener cuidado de no pasar a estas notas informaciones importantes y significativas. Las ideas relevantes y las informaciones esenciales deben apare cer en el texto. Estos dos últimos tipos de notas pueden utilizarse también en el denominado método americano, a pie de página. Incluso hay versiones de él que sacan del texto también las citas bibliográficas para ponerlas correlativa mente como notas a pie de página, y así dejar “más limpio” el texto. En este método de notas secuenciales, la primera cita referida a un determi nado documento debe contener los elementos suficientes que aseguren la exacta correspondencia entre la cita y la entrada apropiada en la lista de referencias bibliográficas. En la cita bibliográfica es aconsejable, como mínimo, poner el autor o autores, título, lugar de edición, año de publicación y páginas, en su caso (ejemplo: E. Sánchez Sánchez: La dictadura de Primo de Rivera. Barcelona, 201 4, p. 34).
Si un documento determinado se cita más de una vez, las citas sucesivas re ciben números distintos. Cuando una nota se refiere a un documento citado en una nota anterior, puede evitarse repetir la cita completa, utilizándose para notas no consecutivas las abreviaturas op. cit. (opus citatum, ‘obra citada’) y las pági nas, tras el nombre y apellidos del autor (ejemplo: E. Sánchez Sánchez: op. cit.,
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pp. 67-68). Si se han citado varias obras o artículos del mismo autor, la utili zación de esta abreviatura puede generar confusión, por lo que se recomienda especificar el autor, título (seguido de puntos suspensivos) y páginas (ejemplo: E. Sánchez Sánchez: La dictadura..., p. 22). Para notas consecutivas del mismo autor y título se utiliza ibid. o ibidem (‘en el mismo lugar’), sin necesidad ya de indicar el autor; solo las páginas si cambian (ejemplo: Ibid., pp. 45-46). La norma UNE 1-068-81, “Unificación internacional de las nociones y de los tér minos”, dice que para abreviaturas es preferible usar palabras latinas. En las notas bibliográficas, los nombres y apellidos de la cita bibliográfica pueden ponerse en orden inverso o directo, los apellidos en mayúsculas o en minúsculas. Los nombres de pila pueden abreviarse poniendo solo la inicial o ponerse de forma extensa. Estos aspectos apenas tienen importancia porque, al ser las notas correlativas, su contenido no conlleva orden alfabético. La nume ración es opcional y no tiene excesiva importancia separar con comas, con pun tos o con dos puntos los campos de la referencia bibliográfica. Lo importante es la coherencia: seguir un mismo criterio en todas ellas. Las notas bibliográficas pueden comprender documentos que no sean libros o monografías. A la hora de su confección siempre hay que tener en cuenta que la cita deber ser exacta y fiel y remitirnos perfectamente al documento origen. Por lo tanto, cuando no tengamos un ejemplo claro, el sentido común nos tiene que guiar para ponerlo de la misma manera en la que el que quisiera buscar el documento lo encontrara fácilmente. Los artículos o capítulos de obras colectivas se citan por el autor de ellos, seguido del título del artículo o capítulo entre comillas, el título de la revista o del libro en cursiva, el número, año y páginas en el caso de revistas, y lugar de publicación, año de publicación y páginas en el de monografías. Ejemplo: J. Martínez Bos: “Historia casual”. Hispania, n.° 78 (2000), pp. 89-99 o P. Grass: “La inteligencia humana” . En J. Carpentier (dir.): La historia del cerebro. Madrid, 2000, p. 44. Para artículos periodísticos se sigue el mismo método que en las revistas pero se añade antes del año el día y el mes. Si la información no va firmada, se comienza por el título del periódico en cursiva, número, día, mes, año y pági nas. Ejemplo: J. Andreu: “ La causa de Ferrer” . El Liberal, n.° 1333, 5-8-1909, p. 3. Para el segundo supuesto: El Sol, n.° 232,23-12-1918, p. 5. Para citar documentos de archivos debe establecerse un orden de lo general a lo particular, que corresponda con el orden de instalación de la documenta ción en los depósitos: archivo, sección, serie, legajo, etcétera (ejemplo: Archivo Histórico Nacional, Fondos Contemporáneos, Hacienda, Legajo 445). Cuando un archivo se va a citar en varias ocasiones su nombre se puede sustituir por una abreviatura que debe indicarse en la primera cita (ejemplo: Archivo His tórico Nacional, en adelante AHN) o en el índice de abreviaturas. Las páginas web se citan con la dirección de URL y la fecha de consulta, entre paréntesis.
El trabajo de investigación
Si se trata de una publicación electrónica, la cita se hace como la impresa, sin importar el soporte, aunque puede ponerse entre paréntesis la dirección URL o indicar que se trata de una edición electrónica. Las referencias de la bibliografía final en el método de las notas secuenciales se deben ordenar alfabéticamente por apellidos. Para los autores españoles, se posponen las preposiciones y contracción de preposición y artículo, pero no el artículo. Si hay más de tres nombres, solo hay que indicar el primero o los primeros dos o tres. Los restantes se pueden omitir. Si se omiten uno o más nombres, se añade al último la abreviatura et al. (et alii, ‘y otros’) precedida de tres puntos suspensivos. Si el trabajo no tiene autor o autores se omitirá este elemento y se hará constar el título como primer elemento de la referen cia. No se debe usar la palabra “anónimo” como sustituto del nombre de un autor desconocido. Tampoco las palabras “varios autores”, “autores varios” o sus abreviaturas (W . AA. o AA. W .). Si no figuran autores pero sí directores, coordinadores o editores, estos pueden encabezar la descripción, pero hay que aclarar tras su nombre su responsabilidad, entre paréntesis y con abreviatura: (dir.), (coord.), (ed.). Los campos obligatorios de descripción en las referencias bibliográficas son apellidos y nombre, título, lugar de publicación, editorial y año de edición. Para referencias consecutivas del mismo autor, estas se alfabetizarán por la primera palabra del título que no sea artículo. También a partir de su segunda referen cia, los apellidos y nombre se pueden sustituir por un guión largo que da entra da al título. Ejemplos: G a r c í a G o n z á l e z , Patricia. La historia de Grecia. Madrid: Cátedra, 2000. R o d r í g u e z B e n i t o , Carlos y M o l i n a S e g u r a , Susana. “La economía medieval
de la provincia de Zamora” . En I Congreso de Historia de Castilla y León. Valladolid: Junta de Castilla y León, 1989, vol. 1, pp. 122-145. Sá n c h e z G a r c í a , Miguel... et al. La época dorada. Madrid: Alfaguara, 2003. S e r r a n o R o m e r o , Juan. “Estudio histórico social de Jaén”. Historia Social, n.° 40 (2001), pp. 35-46. S e r r a n o R o m e r o , Juan. Origen de los Borbones en España. Barcelona: Críti ca, 2010. T o o l e , John F. “La revolución técnica y cultural del siglo x i x ” . En Peter Burke (dir.): La historia cultural. 2.a ed. Barcelona: Planeta, 2007, pp. 49-65. T u ñ ó n d e L a r a , Manuel (dir.). Estudios de la España del siglo xx. Barcelona: Labor, 1980. *
El tercer método de citas que establecen la ISO y la UNE mencionadas es el denominado método de las referencias numéricas. Los números intercalados en el texto, en forma de supraíndices o entre paréntesis, se refieren a documentos por el orden en que se citan. Las citas sucesivas de un documento determinado reciben el mismo número que la primera. Si se citan partes concretas de un do
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Mé todos de investigación histórica
cumento, se pueden indicar las páginas después de los números. Las referencias bibliográficas se presentan en una lista ordenada por el número de la cita, por orden de aparición, no por orden alfabético del primer elemento.
P ara saber más
Se recomienda consultar el documento “Referencias bibliográficas” disponible en la página web de la editorial: www.sintesis.com.
El método y las técnicas de investigación histórica
2.1.
El método de investigación histórica: definición, condiciones y procedimientos
Alemania fue el primer escenario donde la historia alcanzó un estatus científico, lo que ha llevado a muchos a calificar el siglo xix como el siglo de la historia, al romper con la pura acumulación erudita y prolija de hechos y con la especulación histórica al estilo del ensayo filosófico. La disciplina de la historiografía, en el sentido moderno de este término, fue fundada en ese siglo en el seno de la universidad, a través de un primer cuerpo de reglas y preceptos metodológicos establecidos bajo la influencia del positivismo, a través principalmente de dos escuelas historiográficas: la Escuela Histórica Alemana y la Escuela Metódica Francesa. La preceptiva historiográfica, nuevo tipo de reflexión sobre la historia, cuyo lugar central lo ocuparía la ciencia, conlleva la publicación de los primeros grandes tratados metodológicos que establecían las características de esta nueva historia científica, desde sus premisas teóricas hasta su modo de investigación. Entre estos textos metodológicos destacan los de Buchez, Lacombe, Ranke, Droysen, Bernheim y Langlois y Seignobos, que avanzaron fórmulas científicas y objetivas (o positivas) que han influido en muchas generaciones de historiadores, y no solo de alemanes y franceses.
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Para Ranke, creador del oficio de historiador, la tarea del investigador con sistía básicamente en reunir un número suficiente de hechos, apoyados en do cumentos seguros. A partir de estos hechos se organiza y se deja interpretar el propio relato histórico. Toda reflexión teórica es inútil, incluso perjudicial, por que introduce un elemento de especulación. La ciencia positiva puede alcanzar la objetividad y conocer la verdad de la historia. La condición es que todo debe ser comprobable, “he aquí lo que funda la historia como una ciencia positiva” (Carbonell, 1993: 118-119). El nacimiento del historiador profesional tuvo lugar en Alemania en la pri mera mitad del siglo xix. A finales de siglo comenzó a extenderse por el con tinente europeo. El primer país en el que se difundió fue en Francia, donde se sintió con mucha fuerza la influencia del historicismo a través de la Escuela Metódica. Sus principios básicos se exponen en dos textos-programas: el ma nifiesto, escrito por G. Monod, para lanzar La Revue Historique en 1876, y el manual que Charles-Victor Langlois y Charles Seignobos publicaron en 1898 con el título de Introduction aux études bistoriques, que sirvió de guía de in vestigación no solo a los estudiantes, objetivo primero, sino a muchos historia dores de todo el mundo durante muchos años, y que recogía la mayor parte de presupuestos defendidos desde la revista en los veintitrés años previos. La pre tensión principal de la Escuela Metódica era la de imponer una investigación científica objetiva, imparcial, dejando de lado cualquier especulación filosófica, procurando alcanzar tal fin aplicando técnicas rigurosas en lo que respecta al inventario de las fuentes, la crítica de los documentos y la organización de las tareas profesionales. El método científico de la historia ha evolucionado y se ha enriquecido ampliamente desde su configuración gracias a las múltiples corrientes y escue las historiográficas y filosóficas desarrolladas en el siglo xx, como Annales, el marxismo o el posmodernismo, por citar solo algunas. El papel pasivo que asignaba al historiador el historicismo alemán y los metódicos franceses está hoy día ampliamente superado, como la ingenuidad de que en un manual del estilo de la Introducción a los estudios históricos (1898) de Langlois y Seigno bos se encontraba el único camino para llevar a cabo una buena investigación científica. El sistema de la cómoda a que aludía Febvre en su combate contra el positivismo, que impedía comprender y explicar la historia por la falta de inte rrelación de los hechos históricos, encerrados en cajones estancos, nos parece mejor definido como el sistema cómodo: no había interpretación, no había compromiso. La tarea y el oficio del historiador es mucho más complicada que la de li mitarse a buscar las fuentes, a hacer una crítica exhaustiva de ellas y a agrupar los datos por categorías que ayuden a preparar la síntesis final. Y su papel es mucho más protagonista. En las operaciones que tiene que realizar para alcan zar un conocimiento científico, la mayor parte depende de sus propias deci-
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sones. Por eso nos parece adecuada la definición de método de investigación que ofrece Julio Aróstegui (1995: 52), quien lo entiende como “el conjunto de prescripciones y de decisiones que una disciplina emplea para garantizar, en la medida que alcance, un conocimiento adecuado” . Prescripciones porque han de llevarse a cabo una serie de operaciones reguladas, obligatorias. Decisiones, porque un método es un sistema abierto: dentro de su orden de operaciones, el investigador debe decidir muchas veces por sí mismo. La preparación del historiador es fundamental para ejecutar esas operaciones con las decisiones más apropiadas. Desde el planteamiento de las hipótesis basta su verificación (o demostración de su falsabilidad), pasando por la descripción y observación de las fuentes y terminando por la explicación de la historia, debe hacerse con un gran protagonismo del investigador. Las fuentes no hablan por sí mismas. El historiador no puede pensar que los hechos históricos se reflejan como en un espejo. Tiene que construir esos hechos sabiendo interrogar a la documentación partiendo del planteamiento de hipótesis. Hipótesis es la suposición o conjetura que se hace sobre algo y de la cual se infiere una consecuencia. Hipótesis de trabajo es una proposición que da una respuesta tentativa a un problema en la fase de planteamiento de la investigación. Toda investigación parte de preguntas y las preguntas la dirigen, y las posibles respuestas, aún poco elaboradas, asaltan al investigador a cada paso de su investigación. El historiador, aunque sea de forma implícita y aun inconsciente, busca sus hechos del pasado sirviendo al intento de explicar por qués. Construir hipótesis es una tarea que va ligada siempre a la formulación de las preguntas y que se hace necesaria desde que se reúnen los primeros hechos pertinentes en el fenómeno que se investiga. Pero sin la construcción de hipótesis no es posible dar cuenta al final de una investigación de las razones por las que una situación histórica es como es. El ideal de una ciencia es que una hipótesis sea un instrumento que nos permita ir coleccionando datos, que oriente la búsqueda de nuevas evidencias empíricas, que ilumine la lectura de los documentos o determine las preguntas que hacer a las fuentes. Una hipótesis es algo que, por definición, sirve para ser enfrentada a los datos y que debe ser sistemáticamente puesta a prueba. Rara vez una primera hipótesis explicativa de un problema, fenómeno o grupo de fenómenos, en cualquier ciencia y también en la historiografía, pervive a lo Largo de la investigación. Las hipótesis primeras suelen ser erróneas en todo o en parte. Investigar es justamente ir destruyendo esas hipótesis primeras y, si es preciso, cambiar toda la orientación de la búsqueda de nuevas realidades y verdades. Al formular sus hipótesis, el investigador está armándose de una herramienta indispensable. En la fase de recolección de datos, son las hipótesis las que le preparan para penetrar en la masa de fuentes y datos, a veces muy considerable. Por esto la hipótesis resultará útil aun cuando la afirmación que contiene esté
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equivocada, con la condición, evidentemente, de saber corregirla, de no preten der mantenerla contra toda evidencia de lo contrario. Por tanto, como en cualquier disciplina, el método científico en historia con siste básicamente en seguir ciertos procedimientos para plantear problemas y verificar las soluciones propuestas. Este es el primer requisito metodológico. La construcción de la historia como ciencia depende sobre todo de la solución de dos problemas: cómo enunciar y comprobar la*s hipótesis y cómo garantizar la construcción teórica adecuada mediante generalizaciones controladas. Los instrumentos disponibles más importantes para estas dos finalidades (que en el fondo se reducen a una sola, la superación de la tendencia de los historiadores a preocuparse excesiva o exclusivamente con la singularidad de los procesos, secuencias y estructuras que estudian) son el método comparativo, que conceptualiza la problemática histórica a través de la ruptura de los marcos geográficos y cronológicos habituales, en favor del estudio de temas bien defi nidos, y la construcción de modelos, considerando el modelo como una repre sentación simplificada de una estructura o sistema real: “construcción mental a partir de la realidad en la que se reproducen los principales componentes y relaciones del segmento de realidad analizada” (Alcina, 1994: 85). El avance científico de la historia exige que hipótesis, explicaciones y gene ralizaciones se expliciten. Esta es la manera de poder ejercer un control y una verificación adecuada de ellas que tienda a garantizar un conocimiento obje tivo. El positivismo fundamentó el carácter científico de la historia haciendo explícitos sus procedimientos y sus documentos. Las nuevas aportaciones historiográficas del siglo xx han asentado ese conocimiento científico y han amplia do su condición, siguiendo ciertos procedimientos para plantear problemas y verificar las soluciones y asumiendo que el resultado nunca puede considerarse un conocimiento definitivo, irrebatible. Como apunta Aróstegui, es necesario que el historiador haga siempre explícitos sus procedimientos de trabajo de forma que procure, como procura cualquier práctica científica, presentar una imagen exhaustiva de los elementos de la argumentación y de las fuentes -de sus evidencias- que le conducen a determinadas conclusiones. O, dicho en otras palabras, que tampoco serán nuevas: para que un discurso pueda considerarse científico debe presentar siempre la posibilidad de que sus propias conclusiones puedan ser rebatidas. El investigador debe hacer explícitos sus procedimientos. Este es el segundo requisito del método científico. No hay historia definitiva y esta no se agota ni con las fuentes ni con las interpretaciones. El resultado, por tanto, nunca puede ser considerado un conocimiento definitivo, irrebatible. La ciencia progresa gracias a la discusión de los conocimientos. Solo así podremos mantener viva la ciencia histórica. Este es el tercer requisito que deber presentar el método para ser considerado científico. El camino es difícil de seguir, tal vez por la falta de reglas o conocimientos exactos, fijos e inmutables. También por la multitud de errores que se cometen,
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en muchos casos, tan comunes en la investigación histórica que son difíciles de observar. Las “trampas que evitar en la investigación” (Thuillier y Tulard, 1988) son las siguientes: • •
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Anacronismo: solemos razonar en función del presente, con la psicología de una persona actual, y no en función del pasado. Voluntarismo: consiste en querer demostrar a cualquier precio una teo ría, trasplantando una doctrina sobre lo real. Para ello se seleccionan los documentos (no se los interroga) en función de esta tesis planteada a priori. Si es necesario se hará el silencio sobre los documentos molestos. Nominalismo: esta trampa nos alerta de la tentación del historiador, que se basa en un gran porcentaje en el documento escrito, a olvidar lo no di cho, lo no escrito: el rol de los hombres, la manera en que viven, etcétera. Prisionero de sus fuentes, de su doctrina, de su ausencia de experiencia, el historiador pasa a menudo por la superficie de las cosas y hace una historia sin sensibilidad, sin vida. Ingenua creencia de que lo sabemos todo: tendemos a pensar que lo sabe mos todo y que hay que demostrarlo. Cualquier trabajo es necesariamen te imperfecto, provisional, pero son raros los historiadores que declaran honestamente: “no sabemos lo que ha pasado, existen unas hipótesis A, B y C, pero, de hecho, no sabemos realmente lo que ha podido pasar” . El historiador debe tener conciencia de los límites de lo que cree saber y esforzarse en delimitar las zonas oscuras, los márgenes de incertidumbre, en intentar adivinar -más allá de los documentos- lo que no es compren sible. Esta reflexión es indispensable, pues puede conducirnos a explorar nuevos caminos de búsqueda, al planteamiento de nuevos interrogantes o a descubrir nuevas fuentes. Un libro de historia, como dice Paul Veyne, “peca menos por lo que afirma que por lo que no ha osado plantear” .
El documento, decía Marc Bloch, es como un testigo, habla cuando le pre guntamos y le planteamos cuestiones (“Los textos, o los documentos arqueoló gicos, aun los más claros en apariencia y los más complacientes, no hablan sino cuando se sabe interrogarlos” ). Y el historiador, podemos añadir nosotros, es como un detective; este parte de diversas hipótesis en su investigación y tiene que ir comprobando su veracidad con sus distintos testigos, con sus fuentes. Haciendo preguntas, intertrogando a esos testigos, sabe ir por el camino ade cuado a la solución del caso, debiendo probar y demostrar sus argumentos. El historiador hace lo mismo para llegar a la historia demostrable y, por tanto, científica. Como también escribía Bloch, “para decirlo todo en una palabra, las causas, en historia más que en cualquier otra disciplina, no se postulan jamás. Se buscan...”. Para buscar y demostrar es indispensable una buena prepara ción, pero también una abundante dosis de imaginación.
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La investigación histórica es habitualmente una aventura más confiada a la improvisación que asentada en una preparación rigurosa. “Buscad atentamente y encontraréis... otra cosa”, dice una expresión popular que bien puede aplicar se en muchos casos a la investigación científica. Un factor de azar se encuentra en centenares de descubrimientos importantes realizados en investigaciones que perseguían objetivos distintos. Esto se designa, en el argot científico, con la pa labra serendipia, que procede de un cuento de tradición oriental denominado Los tres príncipes de Serendip, quienes tenían el don de descubrir las cosas más insólitas, mediante una combinación de azar e inteligencia, cuando viajaban buscando otras. La investigación se inicia a partir de la selección de un tema con la elabo ración de un proyecto, al menos en esbozo, del procedimiento para abordarlo. El historiador tiene que establecer un plan que sirva de guía para su trabajo y de orientación en la búsqueda de conclusiones sobre un objeto histórico bien definido. Planificar una investigación es prever los momentos cognoscitivos y técnicos por los que el trabajo habrá de pasar. Pero, de forma más práctica, planificar sería la previsión de adaptación del trabajo a los problemas concretos del objeto investigado. Una planificación tendrá que atender a tres niveles: el de lo que se quiere conocer, el de cómo conocer y el de la comprobación de lo conocido. Ello conllevaría la previsión del conjunto de problemas relaciona dos con investigar -por qué un proceso es como es-, sus límites cronológicos, la inteligibilidad y justificación de ellos y la pregunta que hay que formular. El cómo articular una investigación habría de atender a las fuentes, la organi zación de la información, su tipología y su uso, así como la relación con otras investigaciones. Ninguna investigación puede permanecer aislada de las demás de su misma área. Pues bien, el diseño es la planificación que se hace una vez que tenemos claro el problema -y sus fuentes-, el método y las técnicas. La investigación histórica surge de insatisfacciones con los conocimientos existentes, insatisfacciones que, a su vez, están provocadas por la aparición de nuevos puntos de vista, de nuevas teorías o de nuevas curiosidades sociales. También puede surgir por “hallazgos” de novedosas conexiones entre las co sas, de comparaciones o, simplemente, de nuevas fuentes. Los archivos todavía guardan muchos secretos. La suerte, la perseverancia y la catalogación de los fondos y los procesos de digitalización, iniciados ya de forma masiva, pueden hacer ir descubriendo esos documentos perdidos que no eran tales. Las fuentes y la documentación son fundamentales para el planteamiento y desarrollo de la investigación histórica, pero no lo son todo, como nos alerta Topolski (1992: 298-329). Este no se opone al uso y abuso de las fuentes, sino a la confusión que el positivismo establecía entre la investigación empírica y la totalidad del método histórico. Por una parte, cuando elegimos el campo por estudiar o las hipótesis de trabajo, y más tarde cuando formulamos explicacio nes causales o establecemos leyes, nos apoyamos sobre todo en marcos teóricos,
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en el conocimiento de los códigos pertinentes a los mensajes, que son las fuentes históricas, en el conocimiento de otros hechos y procesos, en la comparación. Por otra parte, cuando establecemos los hechos y procesos históricos que inte resan específicamente a la investigación que se está realizando -y que depende de la crítica externa e interna de los testimonios de todo tipo-, también inter vienen conocimientos externos al examen de las fuentes. No bastan ni estas ni la erudición histórica sola. Tenemos que percibir que la información extraída es más instructiva si hacemos preguntas más variadas, cosa que exige un vasto conocimiento. Cuadro 2.1. Conocimiento basado y no basado en fuentes, en los procedimientos investigadores del historiador Tipo de proceso de investigación
Conocimiento basado en fuentes
Conocimiento no basado en fuentes
- Elección del campo de investigación
+
- Formulación de la pregunta (problema)
+
- Establecimiento de las fuentes para tal problema
+
- Lectura (y descodificación) de datos
+
- Estudio de la autenticidad de las fuentes (crítica externa)
+
+
- Estudio de la confiabilidad de las fuentes (crítica interna)
+
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- Establecimiento de los hechos sobre los cuales las fuentes proveen información directa
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- Establecimiento de los hechos sobre los cuales las fuentes no proveen información directa (incluyendo la comprobación)
+
- Explicación causal (incluyendo la comprobación)
+
- Establecimiento de leyes (incluyendo la comprobación)
+
- Interpretación sintética (respuesta al problema de la investigación)
+
- Apreciación (adecuada) de los hechos históricos
+
Fvente: Topolski(1992:324).
2.2.
Las operaciones del método de investigación histórica
Las operaciones lógicas de la investigación no deben entenderse como secuen cias sucesivas u obligatorias, cronológicas y ordenadas, del proceso de conocer, como lo entendían Bernheim y Langlois y Seignobos. Pero sí es necesario tener
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un planteamiento en el que se-piense en ellas. Las principales operaciones del método de investigación son las siguientes: •
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Elección del tema y justificación. Los criterios que pueden orientar la selección de un tema de investigación son de varios tipos: de interés per sonal, de relevancia social o científica, de viabilidad o de originalidad. El rendimiento de una investigación s’erá mayor si se emprende con gran interés por parte del investigador, interés por la cercanía geográfica, ideo lógica, etcétera. Pero además de ese interés la investigación tiene que responder a las demandas sociales y científicas del momento. Aparte de saber si un tema es relevante, debemos averiguar si es posible llevar a buen término su investigación. Para ello tenemos que analizar los re cursos documentales, los recursos humanos (número y formación), los recursos materiales y el tiempo disponible. Debe evitarse tratar temas ya trabajados por otros investigadores, salvo si se hace con métodos renova dos o para refutar opiniones anteriormente admitidas. Una vez elegido el tema es frecuente, conforme avanza la investigación, hacer cambios en él y en el título; acotaciones geográficas o cronológicas, sobre todo. Esto no debe preocuparnos si los cambios se hacen para mejorar el objetivo final. Construcción de las primeras hipótesis: hipótesis previas. En esta fase se fundamenta el origen de una investigación: la fijación de los problemas de partida, las primeras explicaciones tentativas o los ensayos de explicación de ciertos fenómenos o anomalías. Debemos tratar de delimitar el proble ma, la cuestión por investigar, formulándolo de modo que quede planteado en términos que puedan hacerlo verificable y fecundo. Posteriormente debe comenzar la construcción de un modelo teórico partiendo del cuerpo de teorías disponibles, o de una de ellas. También es posible que se trate de la proposición de una teoría nueva. Con base en la opción teórica que se haya hecho, será preciso identificar los factores pertinentes para el problema en estudio (o las variables, si se trata de una investigación cuantitativa). En seguida interviene la invención de hipótesis centrales y accesorias, o sea, la formulación de suposiciones que traten de explicitar y explicar los nexos que se supone existen entre las variables o factores pertinentes. Por ello es imprescindible la lectura previa de la bibliografía básica para ponernos al día del estado de la cuestión. En contra lo que muchas veces se cree, la ciencia no parte de observaciones de hechos, entendiendo por ello reali dades establecidas, sino de problemas o de preguntas sobre los hechos y de la formulación de explicaciones tentativas; la investigación científica deberá tender a ponerlas a prueba. Conviene que la hipótesis esté claramente for mulada. De las hipótesis formuladas depende la elección de la metodología y de las técnicas que serán empleadas en la investigación. También del tema escogido, del estado de la documentación y de los recursos disponibles.
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Descripción y observación sistemática: análisis. El investigador tiene que planear cómo someterá las predicciones hechas a partir de las hipótesis a verificaciones, mediante experimentos, observaciones y mediciones. En seguida realizará las operaciones programadas, recolectando en esta fase una serie de datos empíricos que serán criticados, evaluados, clasificados, analizados, procesados y finalmente interpretados a la luz del modelo teórico planteado anteriormente. Hay que empezar por localizar la bi bliografía y documentación a través de todos los instrumentos de traba jo disponibles (bibliografías, catálogos, inventarios, etc.) y seguir por la consulta de todas las fuentes, primarias, secundarias y terciarias. La ob servación de la historia es la observación de las fuentes, el análisis docu mental, entendido este como el conjunto de principios y de operaciones técnicas que permiten establecer la fiabilidad y adecuación de cierto tipo de informaciones para el estudio y explicación de un determinado proce so histórico. La fiabilidad y la adecuación son las dos grandes caracterís ticas que una fuente debe poseer para poder ser considerada como tal en una determinada investigación. Podemos decir que son fuentes adecuadas para un tema aquellos conjuntos documentales capaces de responder a mayor número de preguntas, con menos problemas de fiabilidad, de menos equivocidad o mejor adaptación a los fines de la investigación y susceptibles de usos más cómodos. Pero el conocimiento de la historia no se reduce exclusivamente a la explotación de las fuentes, sino que se apo ya también en conocimiento no basado en ellas, como ha dicho Topolsky, lo que es una manera simple de afirmar que las fuentes no funcionan sin un aparato teórico-crítico. Por eso resulta imprescindible antes de aden trarse en el misterioso mundo de la documentación conocer el estado de la cuestión, saber de los principales autores y trabajos científicos que han escrito sobre nuestro tema, de forma central o tangencial, para conocer en qué estado se encuentra la investigación. Solo así se puede recono cer lo novedoso, lo que se puede aportar a la ciencia. Validación o contrastación. El investigador debe tratar de comparar los resultados de la prueba con las consecuencias que había deducido de sus hipótesis, considerando entonces si estas resultan confirmadas o refuta das (en su totalidad o en parte). Si quedan comprobadas es preciso ver qué consecuencias trae para el cuerpo del saber: cambios teóricos, exten sión eventual de laS conclusiones de la investigación a temas o campos contiguos, etcétera. Si resultan refutadas, se harán las correcciones perti nentes en el modelo teórico, incluyendo la corrección o sustitución de las hipótesis, y se reemprenderá el proceso de predicción de consecuencias y verificación, después de identificar posibles errores y lagunas en el modelo y en los procedimientos de contrastación. El intento de destruir hipótesis, el proceso de la conjetura y la refutación del que habló Popper, o, como
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se ha llamado también, de ensayo y error, es lo que lleva al momento de la contrastación o validación. Para aceptar que una hipótesis explica realmente unos hechos es preciso contrastarla con la realidad empírica para que resulte validada. La validación de las hipótesis es, en definitiva, un momento crucial del método, probablemente el definitivo, porque la hipótesis validada es la que consideramos una verdadera explicación científica. Pero la verdad es que una hipótesis no puede considerarse nunca definitivamente validada. La validación del conocimiento es considerada hoy por todas las metodologías como un asunto no concluyente y la cosa afecta aún más a las ciencias sociales. El proceso de la validación, según las tesis popperianas, es el de la falsación, la búsqueda de nuevos hechos para intentar mostrar que la explicación propuesta no puede dar cuenta de ellos. Si no da cuenta de uno solo de ellos, la propuesta de explicación, la hipótesis, se revelará como inadecuada, como falsa. Explicación. Una explicación verdadera tiene que trascender el orden de proposiciones que se refieren al cómo de los fenómenos para dar cuenta de su porqué. Y, también, de su por qué no..., es decir, por qué sucedieron unos hechos y otros alternativos no, por qué fueron las cosas como fueron y no pudieron ser de otra manera. Enfocar así la explicación es la única manera de hacer posible la falsación de una hipótesis. Este es también el sentido profundo de la comparación en el análisis histórico. No solo existe la comparación entre las condiciones necesarias y suficientes que han hecho posible la materialización de un proceso y aquellas que han impedido la materialización de otros, o que son favorables para un proceso concreto y desfavorables para otro. (Aróstegui, 2001: 305)
La historia, por tanto, además de contar los acontecimientos, debe interpretarlos y explicarlos. Y, quizá todavía más importante, en esta explicación debe mostrar el proceso metodológico que la ha producido. Esta será la base científica de la investigación.
2.3.
Las técnicas de investigación
El término método deriva del griego méthodos (‘camino hacia’), que significa, de manera general, el modo o la manera de hacer o de producir algo, el sistema de proceder para obtener o alcanzar el fin perseguido. La técnica no es el camino, como el método, sino el arte o manera de recorrer ese camino. Las técnicas son, pues, instrumentos a disposición de la investigación y organizados por el método con este fin. Con el método conocemos los problemas, y las técnicas son medios de tratar esos problemas cuando ya han sido concretados.
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“Las técnicas no son sino las operaciones que el investigador realiza para trans formar los hechos en datos” (Aróstegui, 1995: 360). Mediante las técnicas, los contenidos temáticos de los legajos de un archivo se convierten en tablas de va lores de precios, en resultados electorales, en listas de represaliados, en escenas de la vida cotidiana, etcétera. Podemos establecer unas características generales sobre las técnicas de investigación: • • • • • •
La relación estrecha, necesaria e insustituible entre la teoría, el método y las técnicas en cualquier disciplina. La técnica sin método no basta y tampoco este sin aquella. Las técnicas son “ operaciones de campo” que acostumbran a cambiar con frecuencia en función del progreso de las tecnologías. Las técnicas son limitadas en número y comunes a la mayoría de las ciencias sociales. Una técnica puede ser común a muchos métodos y un método admitir muchas técnicas. Las técnicas de investigación no pueden enseñarse solo con su descrip ción; con su práctica adquirimos verdaderamente su total dimensión.
La elección de las técnicas que serán empleadas en la investigación depende estrechamente del tema escogido y de las hipótesis de trabajo planteadas. De pende también del estado de la documentación accesible y de las disponibilida des humanas, de recursos, de tiempo y de otras muchas circunstancias. Las técnicas de investigación histórica se dividen en dos tipos: •
Técnicas cualitativas. Contribuyen
a buscar y observar los documentos. No aspiran a medir en la construcción de datos. Se clasifican, a su vez, en: - Búsqueda y localización de información. - Observación documental. - Observación directa. - Técnicas arqueológicas.
•
Técnicas cuantitativas. Miden
-
variables. Se dividen en:
Técnicas matemáticas. Técnicas gráficas.
La división entre cuantitativo y cualitativo no quiere decir ni mucho menos oposición, como reconoce R. Lourau (1979): “Oponer lo cuantitativo a lo cua litativo procede de un acto estéril, ya que los cuantificadores reconocen, tarde o temprano, que lo que organiza la materia cifrable, las finalidades, pertenece al
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dominio de la cualidad, y los fanáticos de la cualidad están obligados a medir diariamente aunque solo sean sus medios de supervivencia” . Los datos cualitativos están esencialmente cargados de significado pero, aparte de eso, muestran una gran diversidad. No incluyen recuentos ni las me didas, pero sí cualquier forma de comunicación (escrita, en audio o visual) o comportamientos humanos, símbolos o artefactos culturales. El análisis cualitativo implica dos actividades: en primer lugar, desarro llar un conocimiento de las clases de datos que es posible examinar y del modo en que se pueden describir y explicar y, en segundo lugar, una cierta cantidad de actividades prácticas que sirvan de ayuda en el manejo del tipo de datos y las grandes cantidades de ellos que es necesario examinar. (Gibbs,
2012: 20 -21 ) La historia, como las ciencias sociales, como todas las ciencias, parte de los hechos. La investigación científica presenta dos vertientes distintas: el descu brimiento de hechos y la creación de hipótesis y teorías; en este sentido se pue de hablar de ciencia descriptiva y ciencia teórica. Ahora bien, la construcción teórica sirve a dos fines principales: predecir la ocurrencia de acontecimientos o de resultados experimentales y prever así nuevos hechos y explicar o hacer inteligibles hechos ya registrados. “ En ese sentido es muy común considerar que el progreso científico consiste, fundamentalmente, en la acumulación sucesiva de descubrimientos de hechos, con independencia de la existencia de teorías” (Alcina, 1994:71). La teoría es el inicio del proceso científico, ya que el paso siguiente es la constrastación de esta mediante los datos o los hechos. Buscar y observar los hechos es el elemento primordial de su método y, por tanto, la primera de las técnicas de investigación. “La primera tarea del oficio de historiador es descubrir, identificar y discriminar esas reliquias dispersas, que pasarán a ser las pruebas, evidencias y fuentes informativas primarias so bre las que levantará su relato, su construcción narrativa del pasado histórico” (Moradiellos, 2013b: 36). La labor del historiador no consistirá en una mera descripción de los hechos del pasado, sino en la construcción o reconstrucción del propio p asado, que no es el pasado real, sino el que él interpreta, “el pasado imaginado”. En la búsqueda de fuentes de información debemos proceder a una rigu rosa planificación, con el fin de reducir lo más posible los frecuentes casos de serendipia en la investigación científica, motivada en múltiples ocasiones por considerar el historiador la investigación como una aventura más confiada a la improvisación, a la intuición y a su buen sentido, que a un proceso guiado por unos conocimientos y técnicas rigurosas. Buscar la información se ha convertido en una tarea complicada, tanto por el continuo incremento de la documentación como por la cada vez mayor de pendencia de los ordenadores. Por ello, el historiador debe conocer aspectos bá
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sicos de las técnicas de otras ciencias, como la documentación y la informática. Los instrumentos de descripción de archivos (guías, inventarios, catálogos) y las fuentes de información de las bibliotecas (bibliografías, catálogos y boletines) se encuentran actualmente en proceso de automatización, más incipiente en los archivos y más desarrollado en el campo bibliotecario. Este proceso facilita la búsqueda y localización de documentación, pero a base de conocer las técnicas documentales e informáticas utilizadas por archiveros, bibliotecarios y docu mentalistas. En el ámbito de las ciencias sociales y de las humanidades, el desarrollo de la automatización y de los recursos y servicios electrónicos es más recatado que en otros ámbitos científicos, por la importante suma de dinero que mueve la investigación experimental o sanitaria y, en consecuencia, su información y documentación. Por ello, el historiador ha de dar más rodeos para llegar a la información, y debe manejar tanto repertorios generales como especializados, impresos y electrónicos. No olvidemos que el periodo de obsolescencia de la bibliografía histórica (en torno a veinte años) es mucho más amplio que el de otras ciencias, por lo que la información electrónica en la mayor parte de los casos no llega a periodos de cobertura tan elevados. Estas dificultades le exigen una mayor preparación en la búsqueda y localización de sus fuentes de infor mación y documentación. La observación documental consiste, básicamente, en analizar las fuentes y documentación de la historia para comprender el significado del documento y contrastar la información con el fin de validar o no las hipótesis planteadas. Se lleva a cabo sobre los documentos en los que los hechos han dejado huella. Durante los últimos años, los historiadores han ampliado de forma conside rable sus intereses, hasta incluir en ellos no solo los acontecimientos políticos, Las tendencias económicas y las estructuras sociales, sino también los sucesos y el transcurrir de la vida cotidiana, el desconcertante mundo de las mentalidades, la historia de la cultura, etcétera. La investigación en estos nuevos campos no se habría podido realizar si se hubieran limitado exclusivamente a las fuentes tradicionales, a la documentación de archivo y, especialmente, a los documentos oficiales. La tradicional consideración de las “fuentes de la historia” como las referi das casi en exclusiva a la documentación original de archivo debe ser sustituida por una concepción mucho más amplia. La “fuente de archivo” que ha sido la pieza esencial de la documéntación histórica en la tradición positivista, y que vino a reemplazar a la historia que se componía siempre sobre relatos histó ricos anteriores, es hoy un tipo más, y no necesariamente el más importante, entre los medios de información histórica. Las fuentes de la historia tienen una variadísima procedencia. El archivo histórico constituye hoy uno de los depósnos fundamentales de la documentación histórica, pero en modo alguno las mentes históricas tienen en exclusiva esa procedencia. Fuente para la historia
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es cualquier tipo de documento existente, cualquier realidad que pueda aportar testimonio, huella o reliquia, cualquiera que sea su lenguaje. La revolución documental de nuestros tiempos, debida en gran parte al de sarrollo de la historiografía durante el siglo xx y a su interrelación con otras ciencias sociales, ha venido a sumar al documento de archivo nuevas fuentes. La literatura siempre ha sido compañera de la historia, pero en los últimos años se ha producido una reconsideración del pasado mediante el análisis minucioso de textos literarios. También se ha presenciado un mayor recurso a la evidencia visual como respuesta a la toma de conciencia de que los documentos también pueden incluir pinturas, edificios y multitud de objetos realizados por hombres y mujeres. Nuevos campos de especialización, como la arqueología industrial y la arqueología submarina, han producido una nueva cosecha de evidencias documentales que bien pueden confirmar antiguas conclusiones o bien plantear nuevas cuestiones. A pesar de la buena acogida de estas nuevas fuentes, todos los documen tos (nuevos y tradicionales) presentan parecidos problemas de selección y de interpretación. Los historiadores, como los fotógrafos, los directores de cine, los pintores... no ofrecen un reflejo de la realidad sino representaciones de esta. Los documentos no hablan por sí mismos. Los hechos raramente vienen preparados de antemano, y ningún historiador puede escapar de ciertos con dicionamientos, como las ideas preconcebidas individuales, las preocupaciones contemporáneas y el conocimiento de la historiografía previa sobre el tema. Nuestra vinculación con el pasado es, y no debe dejar de ser -según Hayden White (2003)- emotiva, por lo que la dimensión poético-expresiva del escrito histórico no solo aparece como inexpugnable sino, más aún, como determinan te de todas las demás. Los conflictos valorativos no pueden dirimirse apelando exclusivamente a la evidencia; siempre será la conformidad o no con nuestros intereses, compromisos y temores lo que captará nuestra adhesión a uno u otro relato en conflicto. Nuestra mente no refleja la realidad de manera directa. Esta la percibimos a través de una red de convenciones, esquemas y estereotipos, red que varía de una cultura a otra. Además, siempre analizamos el pasado desde el presente, conocemos el futuro del pasado, en palabras de Koselleck (1993), lo que tiene que influir forzosamente en esta representación. Conocemos el futuro únicamente por el pasado que proyectamos en él, pero el pasado es algo que nunca podemos capturar, ya que en el momento en que nos damos cuenta de lo que ha ocurrido, esto nos es inaccesible: no podemos re vivirlo, recuperarlo ni volver a ello como podríamos hacer con un experimento de laboratorio. Solo podemos presentar el pasado como un paisaje próximo o distante, sin saber nunca con seguridad cómo fue realmente. Los historiadores representan lo que no pueden reconstruir (Gaddis, 2004: 19).
El método y las técnicas de investigación histórica
Una vez asumida la naturaleza de la investigación histórica y el amplio elen co de fuentes que la sustentan, el problema está en que la crítica y la observa ción de muchos de estos nuevos documentos no han corrido pareja. Como dice Burke (2003: 31), tal vez lo que necesitamos es una nueva “ diplomática” . Este fue el término empleado por Jean Mabillon en su guía para la utilización de documentos oficiales a finales del siglo xvn, cuando este nuevo tipo de prueba levantaba las sospechas de los historiadores más tradicionales. ¿Quién será el Mabillon de la estadística, la fotografía o la historia oral?, se pregunta el pres tigioso historiador americano. La observación de todo documento depende de tres factores. El primero de ellos se puede denominar lecturas previas. El análisis riguroso del documento solo puede obtenerse en la puesta al día de la bibliografía, que nos permite saber interrogar al documento de la mejor manera posible. Toda investigación es imposible de realizar sin un correcto y suficiente apoyo bibliográfico. No es posible definir un proyecto de investigación o planificar su estrategia sin un co nocimiento lo más exhaustivo posible del estado de la cuestión científica en un determinado campo temático y en un determinado momento. La bibliografía existente sobre un tema es no solo la primera y fundamen tal fuente de información, cuya consulta puede tener, justamente, el resultado de descubrirnos que un determinado tema o no ha sido tratado o lo ha sido insuficientemente, sino que la bibliografía existente y la que se va produ ciendo es siempre un imprescindible control para el proceso de investigación propio. (Aróstegui, 1995: 366)
La lectura de la bibliografía permite al historiador conocer el estado científi co del asunto que investiga y la documentación que ha de manejar, para poder enfrentarse a ella en las mejores condiciones posibles. El segundo factor lo denominamos el uso de las técnicas y ciencias auxiliares u la historia. Para proceder a observar los documentos, nos valemos a su vez ce distintas técnicas y ciencias auxiliares de la historia, entre las que destacan a s siguientes:• • Arqueología: disciplina que estudia los restos de las civilizaciones y de todo lo que a ellas se refiere, con el fin de reconstruir su historia, la vida de sus pueblos y sus costumbres. Las técnicas arqueológicas, muy desa rrolladas en los últimtos años, contribuyen al estudio de restos de la Anti güedad y medievales, como objetos, útiles, instrumentos y monumentos. Pero no solo analiza restos de civilizaciones primitivas, la arqueología industrial y la arqueología submarina, por ejemplo, están ofreciendo im portantes avances en la reconstrucción de la historia económica, económica-militar y cultural de los últimos siglos.
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Criptografía: técnica imprescindible para descifrar los signos, símbolos y escrituras enigmáticas o con clave secreta. • Cronología: ciencia que tiene por objeto determinar el orden y las fechas de los sucesos históricos. • Documentación: las técnicas documentales contribuyen a localizar, comprender, interpretar y sintetizar el documento, sobre todo el escrito. • Epigrafía: estudio de las inscripciones incisas en distintas materias con el fin de descifrarlas e interpretarlas. • Filología: estudio profundo acerca de la interpretación y comprensión de un texto. Las técnicas filológicas ayudan a analizar y observar los documentos a través del lenguaje y del mensaje. • Genealogía: por medio del estudio de documentos fidedignos, se ocupa de establecer el parentesco entre personas y familias y el origen, descendencia y alianzas de estas. • Gliptografía: ciencia que estudia las piedras grabadas antiguas. • Heráldica: ciencia y arte que enseña a componer, interpretar y describir los escudos de armas de cada linaje, ciudad o persona. • Iconografía: descripción de imágenes, retratos, cuadros, estatuas o monumentos. • Iconología: ciencia que estudia e interpreta el significado simbólico de las imágenes representadas en las artes visuales. • Numismática: estudia la figura, el metal y el peso de las monedas para situarlas dentro de su contexto histórico. • Paleografía: ciencia que estudia las escrituras en su forma y en su desarrollo histórico. • Paleontología: ciencia que analiza los seres que han vivido en la superficie del globo terrestre en el curso de los tiempos geológicos; se basa en la información que proporcionan los fósiles. • Sigilografía: estudio del sello como medio de autenticidad de documentos. El tercer y último factor de la observación documental es el conocido como la interrelación con otras ciencias. El conocimiento, la comprensión y la explicación de la historia solo puede hacerse a través de la interrelación con otras ciencias sociales y humanas. La observación de los documentos exige un amplio conocimiento de estas ciencias, porque en la realidad se nos presentan todas unidas en la vida social, aunque en la vida académica estén bien definidas las fronteras. Entre ellas, destacan la antropología, el arte, la demografía, el derecho, la economía, la geografía, la literatura, la política, la psicología y la sociología. El documento escrito sigue siendo el principal documento del historiador, aunque ni mucho menos el único, por lo que buena parte del trabajo de observación se lleva a cabo con él. La principal técnica documental al respecto
El método y las técnicas de investigación histórica
es el denominado análisis documental de contenido (ADC), definido por Ma ría Pinto (2002) como el “proceso cognitivo de reconocimiento, descripción y representación del contenido documental” . Este análisis permite superar hoy día el viejo concepto de crítica interna y externa, que tan de moda pusieron los historicistas y metódicos en el siglo xix. Todos los documentos tienen un contenido relativamente permanente, pero un número variable de significados, incluso para un mismo analista, de acuerdo con la utilización particular de ese contenido sustancial en un momento determinado. En lugar de plantear normas y principios para analizar el contenido de un texto, resulta más apropiado que el analista asuma su protagonismo, adoptan do las estrategias necesarias para cada situación dependiendo de los enlaces o relaciones entre la unidad textual, los diferentes contextos, la función del texto origen y la función del producto en sus respectivas situaciones culturales. El papel del historiador-analista, por tanto, está lejos de aquel ente pasivo que señalaba Ranke. Su labor ante el análisis documental debe ser fundamental. Y esta labor será, principalmente, la de seleccionar (datos, ideas y situaciones). Para ello resulta básica una buena preparación. Aunque no haya normas rígidas que faciliten el trabajo (como creían in genuamente los metódicos), sí se precisa una metodología para el desarrollo adecuado del ADC. Esta se realiza durante tres fases: • •
Lecturacomprensión: cuando el analista lee, está decodificando, inter pretando y representando la información. La lectura, por tanto, es un proceso de naturaleza interactiva, que depende tanto del texto como de la persona que lo lee, que tiene por finalidad hacernos comprender el tex to. Para llegar a la comprensión, el analista o lector no necesita utilizar todos los datos textuales, pues el proceso se inicia aprovechando dicha información extratextual para plantear hipótesis que faciliten la com prensión-interpretación. • Análisis: una vez comprendido, el texto debe ser analizado mediante un proceso cognitivo o mental. El primer paso del análisis es la segmentación, que consiste en descomponer provisionalmente el texto en mag nitudes más manejables mediante la división en segmentos o unidades sintagmáticas provisionales. Una vez segmentado el texto en unida des más pequeñas, pero de gran interés, tenemos más fácil el segundo paso, la selección. Cónsiste en eliminar las unidades de significación (fra ses y palabras) que son consideradas irrelevantes para el análisis. Tras este paso y, por tanto reducido el texto, este debe interpretarse, asignán dole un contenido (interpretación). Se trata de la fase más subjetiva del análisis de contenido, puesto que en ella participan importantes factores extratextuales, como son el conocimiento base del analista, los objetivos del análisis y el contexto. La función de un texto es su uso o aplicación
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en un determinado contexto o situación, por lo que no hay un análisis adecuado fuera de ese contexto. Síntesis: al final del proceso se encuentra la síntesis o arte de compo ner la información resultante del análisis, del contenido extraído como consecuencia de la interpretación. Se trata de expansionar la estructura profunda obtenida durante el proceso analítico, aunque esta expansión deberá quedarse en los primeros niveles de descripción superficial, en vir tud de la brevedad exigible. Esta fase finaliza con la escritura del texto, en la que se presta especial atención a su estructura o composición interna, estilo, requisitos y extensión.
Mientras la observación documental se aplica a los documentos, las técnicas de observación directa construyen ellas mismas los documentos. La observación directa puede ser extensiva o intensiva. De la primera, la forma más difundida es la de las encuestas por sondeos, en las que se estudia una porción escogida de una gran comunidad humana y se extienden las conclusiones a las que se ha llegado al conjunto de la comunidad, lo que es válido si la muestra elegida es realmente representativa. La observación directa extensiva presenta tres fases fundamentales: la determinación de la colectividad por interrogar (la selección de las muestras), el interrogatorio de esta colectividad (encuesta propiamente dicha) y la interpretación de los resultados y sus consecuencias. La observación directa intensiva se efectúa sobre pequeñas comunidades, incluso sobre individuos. La observación es menos extensa, pero más profunda. Hay técnicas propias, aunque con una sencilla adaptación previa pueden utili zarse en la observación extensiva. Entre estas técnicas destacan: • •
Entrevistas: en el campo de la investigación histórica, /a entrevista es el fundamento de la denominada fuente o investigación oral, tal vez la fuen te más discutida por los historiadores tradicionales porque, obsesionados por la documentación, se interesan en sus fuentes por tres cualidades que no posee el documento oral (Prins, 2003: 151-152). En primer lugar, insisten en la precisión formal, en ver la naturaleza estable de la eviden cia, en tratar a un documento como un objeto. La segunda cualidad es la precisión cronológica; los documentos pueden proporcionar detalles escrupulosos en esta dimensión. En tercer lugar, en el documento escrito en muchas ocasiones se entiende el mensaje gracias a la lectura de textos adicionales, mientras que en la fuente oral la comunicación se encuentra a veces sin otras fuentes de referencia. A estos aspectos, algunos críticos añaden más, como los temas tangenciales preferidos por la historia oral o la poca importancia de la microhistoria. Efectivamente, estas cualidades no son características de la fuente oral, pero tiene otras muchas, como el acercamiento más estrecho a la historia más humana, a la historia de la
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vida cotidiana, a la historia de las mentalidades, a los recuerdos personales y, sobre todo, a los recuerdos personales de los protagonistas de la historia que casi nunca aparecen en la historia. La entrevista puede clasificarse en diversos tipos. Según el contenido, hay entrevistas de opinión (tienen como finalidad conocer la opinión o la actitud de la persona o personas interrogadas) y entrevistas documentales (se interroga a un personaje o personajes sobre lo que saben), aunque pueden combinarse unas y otras. Por el tipo de persona al que se interroga, pueden ser de líderes o de “gente corriente”, de la calle. Según el número de entrevistados, la entrevista puede ser individual o colectiva. Por el medio técnico utilizado, la entrevista sería grabada (solo la voz), en soporte óptico o casete; de imagen y sonido (vídeo, película) o escrita (para los casos en que no se permita ningún tipo de mecanismo que perdure). La técnica de realizar la entrevista puede ser libre, semidirigida o dirigida, según se trate de cuestionarios abiertos o más o menos cerrados. • Test: están constituidos por una serie de preguntas o pruebas por medio de las cuales se investiga indirectamente la personalidad o mentalidad del individuo o grupo. No se le interroga directamente, no se recurre a su análisis consciente, sino que lo revelador es su comportamiento frente a las pruebas del test. Pueden clasificarse en test de aptitudes y conocimientos y tests de personalidad. • Observación-participación: consiste en examinar el grupo en sí mismo, en cuanto colectividad. Es en cierta manera una observación global, opuesta a los atomísticos procedimientos de observación individuales. Se la denomina observación-participación porque implica que el observador intervenga en la vida del grupo, participe en sus actividades. Por una parte, esta participación a veces es pasiva, limitándose al papel de espectador, si bien de un espectador que se ve, por la fuerza de los acontecimientos, incorporado al espectáculo, que se encuentra en escena entre los actores. Por otra parte, la participación es a menudo más activa, y se pueden distinguir dos tipos diferentes: en el primero se trata de un observador, en principio, externo al grupo y que se mezcla en su vida a fin de poder realizar sus observaciones, y en el segundo se trata de un miembro del grupo que se esfuerza en adquirir la cualidad de observador, desdoblándose en cierto modo. «
Las técnicas arqueológicas en sus orígenes estuvieron casi exclusivamente centradas en el estudio de la prehistoria y la Antigüedad, pero en la actualidad el concurso de la arqueología se ha extendido, ventajosamente, para aportar luz a la totalidad de los periodos y secciones en que, de forma bastante artificial, solemos compartimentar el devenir histórico. Se han desarrollado así pujantes arqueologías de la Edad Media, de la Edad Moderna, que algunos autores se
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obstinan en calificar con el redundante término de “arqueología histórica” , o incluso de la contemporaneidad. Esta extensión de la práctica de la arqueología permite comprobar que, si su contribución resulta insustituible a la hora de acercarnos al estudio de las sociedades sin escritura, su aportación no es en absoluto desdeñable para los periodos en los que se dispone de fuentes escritas. Y es que es evidente que la arqueología permite acceder a datos que los textos no siempre pueden, o quieren, decir. Así las cosas, no es extraño comprobar cómo las técnicas y fuentes arqueológicas se han convertido, con el tiempo, en una de las principales ventanas a través de las que contemplar y traer al presente a todos esos “desposeídos de la historia” que hoy solemos etiquetar como grupos subalternos: mujeres, pobres, esclavos... Sin duda, la principal característica de la arqueología como disciplina histórica descansa en la naturaleza de su propio objeto de estudio, no siempre fácil de desligar de su medio de información: los registros materiales de la actividad humana pretérita, la “materialidad” de los procesos históricos. Por su carácter no verbal, la metodología del estudio de los objetos, de las “cosas” y sus residuos, difiere considerablemente del estudio de los textos, de las “ palabras” . Y eso que la separación entre “cosas” y “palabras” no resulta, en el fondo, tan radical. Por un lado y pese a que a menudo hoy se nos escape su significado, sabemos que los artefactos tenían sentido para sus usuarios y por ello aportaban información que podía ser “leída” por ellos, y, de otra parte, lo que llamamos textos siempre pueden ser estudiados desde la perspectiva de su materialidad (soportes, escrituras, gestualidades...). Además, unos y otros están significativamente constituidos y por eso mismo contribuyen activamente a los procesos de producción y reproducción social. Dicho de otro modo, los seres humanos fabricamos y usamos objetos y redactamos textos, y las “cosas” que producimos y utilizamos y las “palabras” que escribimos y leemos aportan, a su vez, una contribución decisiva a la hora de “fabricarnos” y de “narrarnos” como seres sociales, como personas. Una de las principales tareas de la metodología arqueológica consiste en desvelar los procesos de formación del registro arqueológico; es decir, la manera en que los restos materiales de la actividad humana han llegado hasta nosotros. Y esto es así porque la fiabilidad de las interpretaciones arqueológicas descansa en buena medida en la posibilidad de identificar estos procesos que van desde la manera en que se produce el abandono, la pérdida o la ocultación de los objetos, hasta las circunstancias y condiciones de su hallazgo, pasando por la probabilidad de su conservación. Aunque a menudo hablamos de yacimientos arqueológicos para referirnos al lugar donde es posible rastrear las trazas materiales de la actividad humana, no hay que olvidar que el término puede resultar simplificador y equívoco. Por una parte, la entidad del registro arqueológico es variable y, en consecuencia,
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.a información que puede suministrar depende de su naturaleza, de su contexto y de su escala. Es un hecho que no es lo mismo estudiar una herramienta de piedra aislada en medio de una terraza fluvial que un paisaje agrario, que puede considerarse con toda propiedad un yacimiento arqueológico en la medida en que se trata de la sedimentación espacial de un tiempo “ fosilizado” . Por otra parte, pese a que el uso de la palabra yacimiento parezca remitir, invariablemente, a una dimensión “estratigráfica” del registro arqueológico, muchos vestigios arqueológicos no están enterrados. Y es que no escasean las evidencias que se encuentran a flor de tierra, en “superficie”, por emplear la ■erga de la disciplina, o, como sucede por ejemplo con el castillete abandonado áe una antigua mina en desuso, se elevan considerablemente sobre la rasante del suelo. La localización de los yacimientos arqueológicos exige el desarrollo y la ¿plicación de métodos de exploración cuya sofisticación y coste aumentan en ei caso de aquellos que están completamente enterrados. Las técnicas y herramientas utilizadas en estas prospecciones arqueológicas van desde los sistemas de teledetección (fotografías aéreas, imágenes de satélite...) hasta el reconocimiento a pie de la zona de estudio, pasando por el empleo de radares terrestres a otras técnicas geofísicas. Los datos obtenidos en estas indagaciones deben ser convenientemente tratados y almacenados en bases de datos especiales, como los sistemas de información geográfica (SIG), que permiten una manipulación y un uso más eficaces de esta información. Una vez localizados, los yacimientos se estudian siguiendo un protocolo y ana metodología de análisis que ha de adaptarse a sus características y a la naturaleza de los vestigios que encierran. En el caso de los yacimientos enterrados, >e impone el estudio estratigráfico cuyo fin es identificar, mediante sus características físicas y arqueológicas, cada uno de los depósitos y entidades (unidades ¡stratigráficas) que constituyen estos “archivos del suelo”, relacionándolos a continuación mediante una serie de principios que ayudan a conformar la secuencia completa de su evolución. Los principios y protocolos de este método estratigráfico pueden aplicarse también, a través de lo que denominamos arqueología de la arquitectura, al patrimonio construido no enterrado para determinar las diferentes fases y episodios constructivos que jalonan la historia de cualquier edificación. Todas las observaciones y acciones realizadas en el curso de estas tareas can de ser convenientemente documentadas y registradas utilizando distintos upos de soportes y bases de datos. El progreso de las técnicas de captura y anáfisis de imagen ha contribuido a que a la información textual y gráfica (planimetrías, fotografías, etc.) tradicionalmente utilizada se hayan sumado, en los —tunos años, toda una serie de herramientas (escaneado láser y fotogrametría, mitre otras) que permiten la generación de modelos 3D de gran utilidad para el mgistro, tratamiento y anáfisis de la información arqueológica.
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Junto a los inmuebles (restos de edificios, estructuras de todo tipo...) que aparecen y son documentados en el curso de estos trabajos, menudean los ob jetos muebles, los materiales arqueológicos, que han de ser convenientemente tratados a fin de poder obtener toda la información que atesoran. Además de registrar con precisión su localización y posición durante los trabajos de campo, es importante conocer qué límites ofrece su manipulación en función de su es tado de conservación y de los análisis a lo¿ que ulteriormente serán sometidos. Cuando existen, los propios sedimentos arqueológicos que engloban, “fosilizándolos”, a los restos inmuebles y muebles deben someterse también a toda una serie de manipulaciones destinadas a obtener muestras o a recuperar, mediante su tamizado, cualquier tipo de vestigio que haya podido pasar inadvertido. Cuando, por diferentes razones, no son enterrados o trasladados a otro lu gar, los restos de inmuebles se quedan sobre el terreno y es allí donde, en su caso, son estudiados y analizados. Por su parte y una vez extraídos, los objetos y todos los demás restos materiales localizados se llevan a laboratorios y mu seos para examinarlos en lo que se suele denominar trabajo de gabinete. En el caso de lo que comúnmente llamamos artefactos estas labores comportan toda una serie de estudios morfológicos y tipológicos que se completan, cuan do procede y los medios acompañan, con análisis arqueométricos destinados a averiguar la composición de los materiales. Los resultados de estas tareas, unidos a los datos suministrados por la arqueología experimental, permiten realizar inferencias sobre los procesos de fabricación, uso y amortización de estos objetos. Estas inferencias pueden, a su vez, suministrar información re levante a la hora de reconstruir los procesos de trabajo y los escenarios so cioeconómicos de los hombres y mujeres que han producido y utilizado estos artefactos. En el caso de aquellas otras entidades arqueológicas que no enca jan en sentido estricto en la categoría de artefactos (huesos humanos, restos de plantas y de animales, sedimentos, etc.), su manipulación y estudio puede arrojar también informaciones relevantes para reconstruir los modos de vida y las prácticas sociales de las poblaciones que habitaban los yacimientos de los que proceden. Aunque, al igual que sucede con la historia, la arqueología no sea una “cien cia del tiempo”, una “cronometría”, el tiempo, en realidad la temporalidad, es una variable esencial de la interpretación arqueológica. De ahí que, en lo que tiene de disciplina histórica, la arqueología haya tratado de dotarse, desde sus inicios, de técnicas y procedimientos con los que garantizar la atribución cro nológica de las trazas y entidades materiales que constituyen el registro arqueo lógico. El desarrollo a partir de mediados del siglo xx de las técnicas de datación fisicoquímicas, como el carbono 14, han facilitado la elaboración de calendarios que, pese a su dificultad para ser a veces traducidos en términos de calenda rios históricos, han permitido fechar de manera autónoma muchos materiales y, en consecuencia, los procesos históricos a los que se asocian. Se ha podido,
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xsí, superar las limitaciones que imponían la disponibilidad de materiales bien contextualizados y fechados (monedas, inscripciones...) o las cronologías com paradas basadas en las tipologías. En cuanto a las técnicas cuantitativas, las técnicas matemáticas son formas perfeccionadas del análisis comparativo. La traducción de los fenómenos en afras y en símbolos permite comparar muchos a la vez, confrontar sus respec tivas características con gran precisión y llevar muy lejos el análisis. El análi sis matemático supone, ante todo, que los fenómenos por estudiar hayan sido traducidos en cifras, expresando estas aquellos caracteres comunes que sirven de base a su comparación. La expresión matemática, según Duverger (1996), comprende dos fases: la traducción en cifras propiamente dicha, llamada cuan:rfcación , y la identificación, a partir de las series de cifras así obtenidas, de anos valores que la expresen sintéticamente (características e índices). La estadística es la técnica por excelencia en el estudio de las variables cuan titativas o cuantificadas. Se suele considerar a William Petty como su fundador; en su obra Essays in Political Aritmetic (1679), en la que no solo describe un innumerable conjunto de datos económicos, sino que refleja el nuevo método de investigación que preconiza la aritmética política o, como él mismo definió, 'el arte de razonar con cifras sobre hechos relativos al gobierno”. El desarro llo progresivo de la ciencia estadística tuvo lugar desde el inicio del siglo xix, con la formación de un cuerpo de técnicas matemático-estadísticas, agrupadas genéricamente bajo la denominación de “economía cuantitativa” . Su despegue definitivo se ha generado a lo largo del siglo xx, en particular, a partir de los años treinta con la aparición del moderno campo de la economía empírica, bautizado bajo el nombre de econometría. Los datos estadísticos no tienen por qué ser números. El único requisito es que la información se refiera a características de las distintas unidades y que sea homogénea. Las características que son susceptibles de una expresión numérica >e denominan variables, y las cifras que presenta una variable a propósito de las distintas unidades se conocen como valores. Cuando, por el contrario, una característica no es numérica se denomina atributo. Los atributos no presentan valores, sino modalidades. El primer paso del historiador que emplea materiales cuantitativos consiste en examinar los datos y clasificarlos de tal manera que le ayuden en su análisis. La clasificación que cumple este objetivo (Floud, 1975: 22-26) divide los datos en tres tipos: nominales, ordinales e intervalos:• •
Datos nominales. La forma primera y más sencilla de los datos cuantita tivos es la que se utiliza en el lenguaje común cuando damos nombres a los objetos para dividirlos en clases genéricas y luego contamos el núme ro de veces que aparece cada nombre. El orden en que se relacionan las características no tiene ningún propósito determinante.
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Datos ordinales. En muchos casos el volumen de información de que disponemos, o el número de hipótesis que estamos dispuestos a establecer sobre los datos nos permite ir algo más allá de la mera enumeración de las características. Es posible imponer cierto orden en las categorías y decir que estas consisten en partes que son más grandes, más antiguas, más pequeñas o más ricas que las partes comprendidas en otras categorías. Si se puede hacer dicha afirmación sobre las relaciones entre las categorías que hemos establecido, entonces los datos pueden ser considerados como ordinales. Mientras que cuando se tratan de datos nominales el orden de relación de las categorías carece de importancia, y daría lo mismo si estuviesen mezcladas. En los datos ordinales el orden, como la misma palabra ordinal indica, es fundamental. Intervalos o proporciones. Lo mismo que la información adicional que ofrece la ordenación de las categorías distingue los datos ordinales de los nominales, también una mayor información sobre la relación precisa entre las categorías es la característica diferencial de los datos de intervalos o proporciones. Con estos datos no solamente se conoce el orden de disposición de las categorías, sino también el tamaño de los intervalos entre ellos, lo que puede utilizarse para ulteriores análisis. La mayor parte de los datos manejados en el análisis cuantitativo de los materiales históricos son intervalos o proporciones, y los ejemplos más conocidos son los datos sobre la renta, estadísticas electorales, cifras de votaciones, estadísticas de población y rendimientos de las cosechas.
Una vez clasificados los datos, procede utilizar las técnicas del análisis matemático, que son dos:• •
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El análisis de las asociaciones y de las correlaciones: el análisis de la asociación se puede presentar mediante tablas de doble entrada, llamadas tablas de contingencia, que permiten obtener una imagen sintética de la respectiva distribución de los caracteres en cuestión. Cuando se dispone de dos series de caracteres cuantitativos asociados en una misma colectividad, se puede tratar de medir la correlación que exista entre ellos. El método más simple para medir la eventual correlación entre dos fenómenos es el método de las nubes de puntos (diagramas de dispersión), por medio de la representación gráfica de cada uno de ellos respecto de dos ejes de coordenadas. El análisis factorial: se basa en el estudio de las intercorrelaciones y se utiliza sobre todo en psicología social para el estudio de las aptitudes. Hay distintos métodos, como el método bifactorial de Spearman y el método multifactorial de Thurstone.
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Las técnicas gráficas consisten en representar los fenómenos con figuras, las cuales son cómodamente comparables entre sí por yuxtaposición o superposi ción (Duverger, 1996). Representan aplicaciones perfeccionadas del método com parativo y permiten, con simplicidad y precisión, confrontar numerosos hechos y deducir, al propio tiempo, las semejanzas y las diferencias. Existen dos grandes categorías de gráficos, según la forma de ser construidos: •
Los gráficos matemáticos: enteramente construidos sobre la base de da tos numéricos (por tanto, todos pueden ser medidos). Entre ellos desta can los diagramas de coordenadas, de barras y de superficies, estereogramas, gráficos triangulares y cuadrados, histogramas, polígonos y curvas de frecuencia. • Los gráficos no matemáticos: en los que los datos numéricos solo inter vienen parcialmente o no intervienen en absoluto. Los principales gráfi cos no matemáticos son los mapas geográficos y las figuras imaginarias.
En relación con estas grandes categorías, los principales tipos de represen tación gráfica en ciencias sociales son las distribuciones, la comparación entre categorías, la representación de series, las diferencias, similitudes y asociacio nes y los pictogramas, siguiendo la clasificación de Antonio Alaminos (1993). En las distribuciones destacan los histogramas, polígonos de frecuencia, ojivas, ‘ tallos y hojas” , “cajas con bigotes” y curva de Lorenz. Entre las principales representaciones en comparación entre categorías están los diagramas de ba rras de columnas simples, de columnas múltiples, de columnas compuestas, de columnas en base 100%, de sectores, de sectores comparados, y las variantes ce barras dobles y en estrella. La representación de series está integrada por eneas simples, líneas múltiples, líneas compuestas o estratos, líneas compuestas o estratos en base 100% y variante de gráfico en Z. Los principales tipos de diferencias, similitudes y asociación son el diagrama de puntos (scatter plot), EH-LO (high-lower), trilineal, dendrograma e iciplot y densidades. Las repre sentaciones iconográficas pueden ser de dos tipos: pictogramas y cartogramas. Gráficos mixtos y misceláneos son los mapas con diagramas y pictogramas sobrepuestos, combinaciones de gráficos de barras y líneas, diagramas de flujos r organigramas, gráficos de jerarquías, perfiles y gráficos de Gantt.
2.4.
El documento y las fuentes
El término documento procede del latín, documentum, derivado del verbo “docere”: enseñar, instruir. La Ley del Patrimonio Histórico Español (1985) lo decne como “toda expresión en lenguaje natural o convencional y cualquier otra expresión gráfica, sonora o en imagen, recogidas en cualquier tipo de soporte
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material, incluso los soportes informáticos” . Los elementos que lo caracterizan son el soporte, que le confiere corporeidad física; la información, es decir, la noticia que transmite, y el registro, o sea, la fijación de la información en el soporte. A lo largo de la historia el soporte ha sido el principal fundamento del documento y lo que ha determinado su evolución. Desde los primeros soportes (madera, arcilla, piedra, papiro, pergamino, papel...) hasta el documento electrónico de la era de la informática, el documento ha cambiado de forma importante y ha modificado sustancialmente el trabajo del historiador. Pero todavía no se ha llegado al final. A partir de la creación de la web, algunos autores (Marzal y Gonzáles, 2010) hablan de un documento superior, fruto de la evolución natural y tecnológica del documento: el hiperdocumento. Se trata de un documento inteligente, no solo muy apto para la recuperación de información sino para generar contenidos, por su facilidad para la “asociatividad”. No solo tiene un contenido, sino que puede tener contenidos asociados: todos los nodos de información que contiene y los vínculos a los que se une o es unido. Entre sus caracteres o propiedades destacan las siguientes: interactividad, dinamicidad, asociatividad, multisecuencialidad y virtualidad. “Tout est document” , escribió en 1998 Pierre Toubert en referencia a la concepción de documento en la nueva historia científica nacida en el siglo xx. La historia debe estar abierta a todo tipo de documentos, no solo el escrito. La fuente oral, el documento literario y el artístico, incluso el cine, son válidas para la comprensión de la historia. Se venía así a acabar con el monopolio del documento escrito implantado con el positivismo del siglo xix. Para los historicistas y metódicos, las fuentes aparecían como una realidad objetiva, nunca elaborada por el historiador. La Escuela Metódica deja de plantear preguntas a sus fuentes, recomendando la desaparición del propio historiador detrás de los textos. La misión del historiador era la de establecer los hechos. El documento era el punto de partida. Lucien Febvre, de Annales, lanzó duros ataques hacia la historia positivista, lanzando su pluma combativa a veces con ironía, como en este párrafo de sus Combates por la historia: Recoged los hechos. Para ello id a los archivos, esos graneros de hechos. Allí no hay más que agacharse para recolectar. Llenad bien los cestos. Desempolvadlos bien. Ponedlos encima de vuestra mesa. Haced lo que hacen los niños cuando se entretienen con cubos y trabajan para reconstituir la bella figura que, a propósito, nosotros les hemos desordenado... Se acabó el trabajo. La historia está hecha. ¿Qué más queréis? Nada. Solo: saber por qué. ¿Por qué hacer historia? ¿Y qué es, entonces, la historia? (1953)
Actualmente, la nueva concepción de documento viene acompañada de una nueva crítica de este. El documento no es inocente, no dimana solo de la opción
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del historiador, a su vez parcialmente determinado por su época y su entorno, sino que lo producen consciente o inconscientemente las sociedades tanto para imponer una imagen del pasado como para definir “su verdad”. La crítica tra dicional de lo falso es insuficiente, y es preciso desestructurar el documento para descubrir sus condiciones de producción en la línea definida por Michel Foucault (1970). El problema no reside en contradecir al documento, sino en interpretarlo, desmontarlo y leerlo como un producto complejo de la sociedad: ‘ No basta con darse cuenta del engaño, hay que descubrir sus motivos” (Bloch, 1988: 75). Al mismo tiempo, hay que delimitar y explicar las lagunas y los si lencios de la historia y asentar esta lo mismo sobre estos vacíos que sobre los _enos que han sobrevivido. El sistema metodológico de la Escuela de Anuales descansa sobre dos postu lados básicos: la constitución del objeto de su investigación por el historiador j la necesidad de elaborar una historia total o global. Frente a lo que creía el positivismo o la historia que los annalistes denominan de forma despreciativa “tradicional”, no existe una realidad histórica que se ofrezca por sí misma. Como un científico más, el historiador debe construir su propia historia, debe nacer su “elección” , lo que no significa ni arbitrariedad ni simple “recolección” , smo construcción científica del documento, cuyo análisis debe llevar a la re constitución, comprensión y explicación del pasado. La simple descripción de los fenómenos sociales no les basta. Frente a la superficial historia-relato, abo nan por la historia-problema. La historia-problema reconstruye el pasado a partir de hechos y experien cias contemporáneas, suponiendo que existe una conciencia que piensa y valora ca realidad. La nueva historia no se puede limitar al simple establecimiento de los hechos, sino que debe plantear hipótesis, tiene que dirigir preguntas y crlizar modelos para la comprensión y explicación del pasado. El historiador construye y reconstruye, mediante la comprobación o refutación de las hipóte s i, “su verdad”, “ su historia”. En los últimos años, la nueva historia cultural introduce el término de representación referido a una historia que investiga más las nociones no expresacus en los documentos que las ideas formuladas conscientemente. Para Roger Chartier, las producciones intelectuales y estéticas, las prácticas sociales y las representaciones mentales están siempre gobernadas por mecanismos y depen dencias desconocidos por los sujetos mismos. El nuevo concepto de representaban permite, para él, designa* y enlazar tres grandes realidades: Primero, las representaciones colectivas que incorporan en los individuos las divisiones del mundo social y que organizan los esquemas de percepción y de apreciación a partir de las cuales las personas clasifican, juzgan y ac túan; después, las formas de exhibición del ser social o del poder político, tales como los signos y actuaciones simbólicas las dejan ver (por ejemplo, la
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imagen, el rito o lo que Weber llamaba la estilización de la vida)-, finalmen te, la presentización en un representante (individual o colectivo, concreto o abstracto) de una identidad o de un poder dotado asimismo de continuidad o de estabilidad. (1996: 29)
La influencia del historicismo literario ha sido importante también en la in vestigación histórica de los últimos años y en el uso y ampliación de las fuentes, como ha puesto de manifiesto Paul Hamilton (1996). Los antropólogos históri cos, como Natalie Z. Davis y Hans Medick, entre otros, han llegado al historicis mo a través de la atracción sentida hacia la obra de Geertz y Turnen Frente al antiguo y estereotipado historicismo que, supuestamente, mantenía una noción elitista e ingenuamente evolucionista del cambio histórico, buscan en los grupos marginales sus indagaciones, escuchando las voces suprimidas que se pueden descubrir en los textos literarios. Sus principios teóricos y sus métodos de investigación son muy similares a la nueva historia cultural, por lo que en ocasiones no suele ser fácil clasificar a uno u otro autor en cada una de las historias de la cultura. En cuanto a la teoría, quieren restringir expresamente su influencia, a fin de no violentar el objeto de la investigación, por lo que se dejan en manos de la descripción densa de Geertz. Esta exige que el investigador no se aproxime a su objeto con planteamientos guiados por la teoría, sino que deje que el sujeto de su investigación hable por sí mismo. La descripción densa arranca de un conjunto de sucesos o signos significativos y procura encajarlos en una estructura inteligible, de tal manera que se puedan interpretar ser insertarlos en un contexto, en el flujo del discur so social. Este procedimiento logra con éxito utilizar el análisis microscópico de los acontecimientos más irrelevantes como medio de llegar a conclusiones de mayor alcance. Pero no se trata de buscar leyes y conceptos generales, sino de hacer una interpretación a la búsqueda del significado. No de generalizar más allá de los casos, sino de hacerlo en el seno de ellos. El lenguaje, el discurso, se hace más complejo y ambiguo. Ya no es posible reconstruir el significado de los conceptos a partir de los textos clásicos, como hacen Pocock y Skinner, sino que hay que examinar sus formas simbólicas. Fuente histórica, como ya se ha visto, es cualquier tipo de documento, cual quier realidad que pueda aportar testimonio, huella o reliquia, cualquiera que sea su lenguaje. Hace referencia, sobre todo, a conjuntos documentales unidos por el mismo origen, forma, soporte, difusión o problemática. Este agrupamiento, natural o ficticio, facilita el trabajo metodológico al historiador al clasificar los documentos para reducir su tipología y, por tanto, normalizar su estudio, análisis y descripción. La clasificación de las fuentes históricas debe contribuir hoy en día, al me nos, a explicar cinco aspectos o criterios básicos de cada una de las fuentes, tres internos y dos externos: su forma de elaboración (criterio posicional), su
El método y las técnicas de investigación histórica
intención en la elaboración (criterio intencional), su grado de elaboración (cri terio de la originalidad), su procedimiento empleado para transmitir o alma cenar la información (clase) y su medio de divulgación (difusión). Ninguno es excluyente. Una fuente puede clasificarse en virtud de estos cinco criterios o solo de alguno de ellos, aunque cuanto más conozcamos sobre la tipología de la fuente y sobre su propia historia -no olvidemos este aspecto sustancial-, más fácil será poder contrastar su información y su mensaje y, por tanto, conocer su adecuación o no adecuación. En la actualidad cada vez se hace más complicado establecer una clasificación por el medio en el que se divulga la información, especialmente porque las bibliotecas virtuales o digitales no tienen fronteras e intentan trabajar con todo tipo de fondos y de fuentes. Teniendo en cuenta estos aspectos, un intento de clasificación de las fuentes históricas puede quedar de la siguiente forma: 1. Clasificación por los caracteres internos de las fuentes: a)
Según el criterio posicional (forma de elaboración) puede dividir se en: -
b)
Fuentes directas: escrito o relato de algún testigo presencial de un hecho, de un protagonista, de una documentación. Fuentes indirectas: información basada en otras informaciones no testimoniales. Por tanto, la información recogida por la fuen te es más lejana a los hechos narrados que en las fuentes direc tas, donde se recoge la información de primera mano.
Según el criterio intencional (intención en la elaboración) pueden distinguirse: -
-
Fuentes intencionales (testimoniales): proceden de un acto inten cionado. Es la fuente clásica, aquella en la que durante siglos se ha basado la historia, como las crónicas, las tradiciones orales, los textos literarios, las memorias, etcétera. Presumiblemente, su propia intencionalidad la ha convertido en más manipulable. Fuentes no intencionales (no testimoniales): fuentes involunta rias que comprenden todos aquellos vestigios del hombre que se han conservado sin que este se haya propuesto su realización y conservación como testimonio histórico. Se incluyen en este tipo todos los restos arqueológicos y etnográficos y la documenta ción de la Administración principalmente; en fin, la mayor parte de los documentos que componen la memoria de la sociedad. Al no ser creadas como testimonio, parecen fuentes más objetivas,
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por lo que sirvieron de base a la historia científica del historicismo a partir del siglo xix. Según el criterio de la originalidad (grado de elaboración) pueden ser:
c)
-
Fuentes primarias: son loS materiales en bruto de la investiga ción. En la historia las principales fuentes primarias son aquellas fuentes originales que nos ayudan a construir nuestra historia: los documentos de archivo, las páginas de los periódicos de la época, etcétera. - Fuentes secundarias: son los materiales en los que otros investi gadores informan de los resultados de su investigación sobre la base de datos o fuentes primarias. Pueden ser libros, artículos, tesis doctorales, películas, novelas y otros muchos materiales bi bliográficos. - Fuentes terciarias: son libros y artículos basados en fuentes se cundarias, acerca de la investigación de otros. Las fuentes ter ciarias sintetizan y explican investigaciones en un área p ara una audiencia distinta o simplemente reformulan lo que otros han dicho. “Las fuentes terciarias pueden ser útiles en las primeras etapas de su investigación, pero constituyen una base débil para su argumento porque con frecuencia simplifican y generalizan excesivamente, rara vez están actualizadas y por lo general a los expertos no les resultan fiables” (Booth, Colomb y Williams. 2005: 89).
2. Clasificación por los caracteres externos de las fuentes: a)
Según la clase (procedimiento o soporte empleado para transmitir la información), puede dividirse en: -
-
-
Fuentes monumentales: comprenden los restos arqueológicos, objetos y monumentos artísticos que transmiten la información a través de distintos procedimientos, formas y soportes. Fuentes textuales o impresas: transmiten la información me diante texto escrito, sea manuscrito, mecanografiado o impreso, como un libro tradicional, un periódico, un documento archivístico, etcétera. Fuentes iconográficas: emplean la imagen, signos no textuales, colores para representar la información, como mapas, planos, dibujos, fotografías, diapositivas, un cuadro, etcétera.
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-
-
-
b)
Fuentes sonoras: ofrecen la grabación y reproducción de cual quier sonido, como discos, cintas magnéticas, discos compactos, etcétera. Fuentes audiovisuales: combinan la imagen en movimiento y el sonido, aunque los primeros ejemplos carecían de este último aspecto, como filmes, cintas de vídeo, etcétera. Fuentes electrónicas y digitales: se han generado en el entorno de la informática (disquetes, CD-ROM, DVD, ficheros informá ticos, páginas web, etc.) o se ha modificado el soporte para di vulgarlo por las redes y ordenadores.
Según la difusión (medio por el que se divulga la información para conocimiento general), presenta la siguiente tipología: -
Fuentes monumentales: restos arqueológicos, objetos y monu mentos artísticos que ofrecen información sobre la sociedad y mentalidad de su tiempo. Se suelen conservar en el exterior, al aire libre o en los museos. - Fuentes documentales: comprenden los documentos originales, inéditos y únicos, aunque pueda existir copia (limitada) de ellos. Se trata de la documentación de archivo. - Fuentes bibliográficas: documentación textual publicada, tanto en monografías como en publicaciones seriadas (anuarios, me morias, series monográficas, series de informes, series de actas), publicaciones periódicas (revistas científicas y divulgativas) y tesis doctorales. Generalmente comprende el denominado material bibliográfico, conservado en las bibliotecas. - Fuentes gráficas y audiovisuales: documentación no textual que utiliza como medio de expresión la imagen o la imagen y el sonido, como los filmes, los mapas, los planos, las fotografías, los sellos, la pintura, los dibujos, etcétera. Suelen conservarse en filmotecas, fonotecas, cartotecas, fototecas y museos, tanto independientes como integrados en bibliotecas u otros centros de información y documentación. - Prensa: fuente que incluye los periódicos, publicación periódica que contiene artículos y noticias sobre diversas materias, y las revistas divulgativas y de información general. Se depositanen hemerotecas, tanto independientes como integradas en biblio tecas. - Fuentes orales: fuente grabada a partir de una entrevista, in dividual o colectiva, de algún personaje sobre el que se quiere extraer información o algún tipo de opinión.
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-
Fuentes informáticas y digitales: documentos realizados en el entorno de la informática o difundidos a través del ordenador como CD-ROM, DVD, ficheros informáticos, páginas web, do cumentos de archivos, periódicos, revistas, tesis doctorales y li bros electrónicos.
De la biblioteca tradicional a la biblioteca digital
3.1.
Las bibliotecas y los centros de documentación
La Ley del Patrimonio Histórico Español de 1985 define las bibliotecas como tas instituciones culturales donde se conservan, reúnen, seleccionan, inventa rían, catalogan, clasifican y difunden conjuntos o colecciones de libros, ma nuscritos y otros materiales bibliográficos o reproducidos por cualquier medio para su lectura en sala pública o mediante préstamo temporal, al servicio de la educación, la investigación, la cultura y la información. El Sistema Español de Bibliotecas, regulado por la Ley 10/2007, de 22 de ju nio, de la Lectura, del Libro y de las Bibliotecas, comprende el conjunto de órga nos, centros y medios que, mediante relaciones de cooperación y coordinación, reman conjuntamente con la finalidad de desarrollar los servicios bibliotecarios. Forman parte del Sistema Español de Bibliotecas el Ministerio de Cultura, la Siblioteca Nacional y el resto de las bibliotecas de titularidad estatal; el Consejo re Cooperación Bibliotefcaria y los sistemas bibliotecarios autonómicos, provinnales y locales y de todo tipo de entidades privadas en función de las relaciones re cooperación basadas en el principio de voluntariedad que se establezca. Una biblioteca nacional, según la American Library Association (ALA), es la biblioteca designada como tal por el organismo nacional adecuado y sos tenida por el Estado. Sus funciones comprenden la recopilación de toda la
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Métodos de investigación histórica
producción impresa en- el país (frecuentemente como depositaría del Depó sito Legal), la compilación y conservación de la bibliografía nacional, la re copilación y organización de publicaciones internacionales de valor para los estudiosos, la producción de medios para elaborar la bibliografía, la coor dinación de una red nacional de bibliotecas, la prestación de servicios de biblioteca a la Administración del Estado o a algunos de sus organismos y otras responsabilidades establecida^ oficialmente.
La Biblioteca Nacional de España es una de las mejores del mundo por la calidad histórica, científica, literaria y artística de sus fondos. Fue fundada por Felipe V en 1712 como Biblioteca Pública de Palacio. Por un privilegio real, pre cedente del actual Depósito Legal, los impresores debían depositar un ejemplar de los libros impresos en España. En 1836, la Biblioteca dejó de ser propiedad de la Corona y pasó a depender del Ministerio de la Gobernación, tomando por primera vez su denominación de Biblioteca Nacional. En 1896 se abrió al pú blico la Biblioteca Nacional en su nueva sede, el Palacio de Museos, Archivos y Bibliotecas Nacionales situado en el paseo de Recoletos, de Madrid, proyectado por el arquitecto Francisco Jareño Alarcón. Ocupaba la planta principal d¿ edificio con 35 salas y un gran salón de lectura con capacidad para 320 lectores En 1983 este edificio fue declarado Monumento Histórico-Artístico de carácter nacional. Diez años después se inauguró la segunda sede de la Biblioteca Nacio nal en un edificio de nueva planta situado en Alcalá de Henares, con seis torres que contienen más de 250 kilómetros de estanterías. Según las estadísticas publicadas en la web de la propia Biblioteca, en mayo de 2016 el total de registros bibliográficos era de 4.454.372 títulos correspon dientes a 10.230.391 ejemplares. De esos títulos, 3.029.281 son monografías modernas; 168.482 libros antiguos hasta 1830; 48.247 manuscritos y docu mentos; 347.729 grabaciones sonoras; 274.876 fotografías, grabados y dibu jos; 200.103 partituras; 98.805 mapas y planos; 170.048 revistas y periódicos, y 116.801 videograbaciones. La mayor parte del fondo ha ingresado en virtud del Depósito Legal. Además, la Biblioteca compra los libros sobre España edi tados en el extranjero, con el fin de conservar toda la producción bibliográfica del país y sobre el país. Como servicios principales, de los que se puede beneficiar cualquier inves tigador, destacan la consulta en sala de todos los materiales; el préstamo inter bibliotecario, que pone al alcance del investigador todos los libros y artículos de publicaciones periódicas depositados en cualquier biblioteca del mundo y facilita a cualquier biblioteca española y extranjera sus fondos, tanto originales como en copia; la reproducción de documentos, tanto en régimen de autoser vicio como por encargo, y el Servicio de Información Bibliográfica, en el que destaca la sala de información bibliográfica, que contiene una de las más im portantes colecciones impresas de repertorios bibliográficos y los catálogos de las principales bibliotecas del mundo, en libre acceso.
De la biblioteca tradicional a la biblioteca digital
A través de su página web ofrece acceso a su catálogo y a sus fondos digi talizados, estos últimos englobados en la Biblioteca Digital Hispánica y en la Hemeroteca Digital. La Biblioteca Nacional es la responsable de la realización te. Directorio de Bibliotecas Españolas y de la Bibliografía Nacional Española. Entre los proyectos elaborados en colaboración con otras instituciones desta can el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español, el Catálogo Colectivo de Publicaciones Periódicas y la Biblioteca Digital del Patrimonio Iberoamericano. Las bibliotecas públicas del Estado están situadas en todas las capitales de provincia (a excepción de Barcelona, Bilbao, Pamplona y San Sebastián) y en ocras importantes ciudades españolas (Gijón, Mahón, Mérida, Orihuela y Sannago de Compostela). Sus orígenes se remontan al primer tercio del siglo xix, y en la actualidad forman una red de 53 bibliotecas de titularidad estatal adscritas i. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte a través de la Dirección General Je Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas. Su gestión está transferida a las correspondientes comunidades autónomas, salvo la Biblioteca Pública del Estado en Vitoria, integrada en la Diputación Foral de Álava. Como conjunto de centros bibliotecarios, las bibliotecas públicas del Estado constituyen una de las redes más importantes de cuantas existen en España debido a su presencia y extensión por todo el territorio nacional, el volumen de sus fondos, la amplitud de sus usuarios y servicios y la riqueza de su patrimonio bibliográfico. En el año 2014 estos 53 centros tenían un conjunto de 9.745.244 labros, folletos y manuscritos (según la “ Panorámica de las 53 bibliotecas públi cas del Estado”, publicada en la web del Ministerio). Las bibliotecas más numerosas de todo el país son las bibliotecas públicas, definidas por la Ley de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas como aquellas sos tenidas por organismos públicos o privados, que “se ofrecen abiertas a todos los ciudadanos, sin discriminación por ninguna circunstancia personal o social, a través de una colección de documentos publicados o difundidos de carácter general”. Las bibliotecas públicas son el medio por el que los poderes públicos posibilitan el ejercicio efectivo del derecho de todos los ciudadanos para acceder a la información, la educación y la cultura en el contexto de la sociedad de la in formación y el conocimiento. En 2013, las 4.695 bibliotecas públicas existentes se conformaban como el servicio cultural más accesible al ciudadano, con un 97% de la población con servicio bibliotecario en su localidad. Su colección en ese año estaba compuesta por 69.248.707 unidades físicas de documentos, como libros, manuscritos, documentos audiovisuales, electrónicos, cartográficos, etcétera (“Bi bliotecas públicas españolas en cifras”, página web del Ministerio). El fondo más especializado para la investigación lo tienen las bibliotecas uni versitarias, definidas por la ALA como aquellas establecidas, mantenidas y admi nistradas por una universidad para cubrir las necesidades de información de sus estudiantes y apoyar sus programas educativos, de investigación y demás servicios.
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Las bibliotecas universitarias españolas han experimentado en los último años un gran desarrollo en cuanto a infraestructuras, equipamiento, aplicaciói de nuevas tecnologías, servicios y fondo bibliográfico. La cooperación Ínter bibliotecaria ha resultado clave en este proceso. En 1988 se fundó la Red d< Bibliotecas Universitarias Españolas (REBIUN), que actualmente se organiza como sección de la Conferencia de Rectores de la Universidades Españolas (CRUE). Desarrolla una intensa labor cooperativa en cuanto al establecimiento de normativa, catálogo colectivo y préstamo interbibliotecario. Su objetive fundamental consiste en constituir un organismo estable de cooperación que represente a todas las bibliotecas universitarias españolas para mejorar servicios e infraestructuras, emprender acciones cooperativas y favorecer la formación e intercambio de profesionales. REBIUN está formada por las bibliotecas de las 76 universidades miembros de la CRUE (50 de ámbito universitario público y 26 de ámbito universitaric privado) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Los últimos datos disponibles publicados son los que nos ofrece su Anuario Estadístico de 2012. En diciembre de ese año el fondo bibliográfico moderno se componía de 30.374.379 títulos de monografías en papel; 741.484 de monografías audiovisuales; 457.280 de materiales especiales; 714.409 títulos de publicaciones periódicas en papel; 6.983.228 de monografías electrónicas de pago o con licencia; 1.459.234 de publicaciones periódicas de pago o con licencia; 6.292 bases de datos de pago o con licencia; 2.009.459 de recursos electrónicos propios, y 1.193.591 de otros recursos electrónicos de libre acceso seleccionados por la biblioteca. El fondo antiguo estaba compuesto por 18.372 manuscritos; 3.995 incunables; 741.183 impresos publicados entre 1501 y 1800, y 857.448 impresos publicados entre 1801 y 1900. Entre los principales servicios de REBIUN destacan dos: el catálogo colectivo y el préstamo interbibliotecario. El catálogo colectivo, accesible a través de su página web, reúne los registros bibliográficos de las 76 bibliotecas universitarias y del CSIC. En el catálogo se incluyen además registros bibliográficos de la Biblioteca Nacional de España y Biblioteca Nacional de Cataluña, entre otras bibliotecas asociadas. Con una actualización bimensual, es posible consultar más de 15 millones de registros bibliográficos con sus correspondientes ubicaciones. El servicio de préstamo interbibliotecario se responsabiliza del préstamo de ejemplares, originales o copias, entre bibliotecas de la red, previo pago de las tarifas estipuladas, a petición del usuario. El préstamo se realiza de biblioteca a biblioteca, nunca de biblioteca a particular, por lo que para su gestión el investigador debe acudir a su biblioteca universitaria para realizar la solicitud. A nivel internacional hay redes y consorcios que facilitan el préstamo interbibliotecario, como Online Computer Library Center (OCLC). El consorcio OCLC, fundado en 1967, es una organización sin ánimo de lucro en la que
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Métodos de investigación histórica
Las bibliotecas universitarias españolas han experimentado en los últimos años un gran desarrollo en cuanto a infraestructuras, equipamiento, aplicación de nuevas tecnologías, servicios y fondo bibliográfico. La cooperación interbibliotecaria ha resultado clave en este proceso. En 1988 se fundó la Red de Bibliotecas Universitarias Españolas (REBIUN), que actualmente se organiza como sección de la Conferencia de Rectores de la Universidades Españolas (CRUE). Desarrolla una intensa labor cooperativa en cuanto al establecimien to de normativa, catálogo colectivo y préstamo Ínterbibliotecario. Su objetivo fundamental consiste en constituir un organismo estable de cooperación que re presente a todas las bibliotecas universitarias españolas para mejorar servicios e infraestructuras, emprender acciones cooperativas y favorecer la formación e intercambio de profesionales. REBIUN está formada por las bibliotecas de las 76 universidades miembros de la CRUE (50 de ámbito universitario público y 26 de ámbito universitario privado) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Los últimos da tos disponibles publicados son los que nos ofrece su Anuario Estadístico de 2012. En diciembre de ese año el fondo bibliográfico moderno se componía de 30.374.379 títulos de monografías en papel; 741.484 de monografías au diovisuales; 457.280 de materiales especiales; 714.409 títulos de publicacio nes periódicas en papel; 6.983.228 de monografías electrónicas de pago o con licencia; 1.459.234 de publicaciones periódicas de pago o con licencia; 6.292 bases de datos de pago o con licencia; 2.009.459 de recursos electrónicos pro pios, y 1.193.591 de otros recursos electrónicos de libre acceso seleccionados por la biblioteca. El fondo antiguo estaba compuesto por 18.372 manuscritos; 3.995 incunables; 741.183 impresos publicados entre 1501 y 1800, y 857.448 impresos publicados entre 1801 y 1900. Entre los principales servicios de REBIUN destacan dos: el catálogo colecti vo y el préstamo interbibliotecario. El catálogo colectivo, accesible a través de su página web, reúne los registros bibliográficos de las 76 bibliotecas univer sitarias y del CSIC. En el catálogo se incluyen además registros bibliográficos de la Biblioteca Nacional de España y Biblioteca Nacional de Cataluña, entre otras bibliotecas asociadas. Con una actualización bimensual, es posible con sultar más de 15 millones de registros bibliográficos con sus correspondientes ubicaciones. El servicio de préstamo interbibliotecario se responsabiliza del préstamo de ejemplares, originales o copias, entre bibliotecas de la red, previo pago de las tarifas estipuladas, a petición del usuario. El préstamo se realiza de biblioteca a biblioteca, nunca de biblioteca a particular, por lo que para su gestión el inves tigador debe acudir a su biblioteca universitaria para realizar la solicitud. A nivel internacional hay redes y consorcios que facilitan el préstamo in terbibliotecario, como Online Computer Library Center (OCLC). El consorcio OCLC, fundado en 1967, es una organización sin ánimo de lucro en la que
De la biblioteca tradicional a la biblioteca digital
participan más de 72.000 bibliotecas de todo el mundo, que realiza el catá logo colectivo WorldCat, el catálogo en línea con mayor número de registros bibliográficos, más de 273 millones en 2012. El origen de la mayor parte de consorcios puede encontrarse en los proyectos cooperativos surgidos en los años setenta del siglo xx. Si en los setenta su objetivo giraba en torno al ahorro de los gastos de rivados de la automatización, a lo largo de los ochenta se vuelca hacia el aprovechamiento de los primeros beneficios de esta (el préstamo interbiblio tecario y la catalogación cooperativa derivadas de la existencia de los catá logos colectivos). A principios de los ochenta atraviesan una breve crisis que se salda con una eclosión en la segunda mitad de la década, que se extiende en los noventa, vinculada al desarrollo de Internet y las aplicaciones infor máticas al mundo de la información, sobre todo en el ámbito de la edición electrónica y el desarrollo de bases de datos. Este resurgimiento se vincula a nuevas funciones que giran, básicamente, sobre la adquisición conjunta y disposición al público de recursos electrónicos. (Magán, 2002: 142-143)
Las bibliotecas especiales o especializadas son aquellas establecidas, man tenidas y administradas por una firma comercial, una corporación privada, una asociación, un organismo estatal u otro grupo o entidad que tiene interés por una materia específica para atender las necesidades de información de sus miembros o personal y alcanzar los objetivos de la organización. El ámbito de las colecciones y de los servicios se limita al interés en la materia de la organi zación que mantiene la biblioteca. Entre las bibliotecas especializadas españolas en el ámbito de la historia podemos destacar la Biblioteca Hispánica y la de la Real Academia de la His toria, situadas en Madrid. La primera, dependiente de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, tiene su origen en 1941, y está especializada en historia de América. Actualmente está compuesta por unas 600.000 monografías, 12.000 títulos de publicaciones periódicas y 1.500 recur sos audiovisuales. Además, tiene una importante colección de fondo antiguo, con impresos europeos sobre América y algunas primeras ediciones en el confi tente americano. Entre las principales colecciones de esta sección destacan las ce Graiño (1.200 títulos sobre América desde el siglo xvi al xx y una completa colección de catecismos en lenguas americanas), Velarde (360 ejemplares de rtbliografía filipina) y Chatón (biblioteca particular del polígrafo cubano, con cunas y documentos). La segunda, la Real Academia de la Historia fue creada en 1738 en el marco ce la corriente cultural de la Ilustración, que pretendía establecer centros de in vestigación y progreso donde se desarrollasen de un modo práctico y crítico las testintas ciencias. Su biblioteca-archivo cuenta con un importante fondo biblio gráfico compuesto por unos 400.000 libros, 202 títulos de publicaciones perió
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Métodos de investigación histórica
dicas especializadas, 200 incunables y 11.000 manuscritos. También posee un interesante fondo documental, integrado en más de cien colecciones donadas por particulares, entre ellas la más conocida es la colección Salazar y Castro, aunque merecen citarse además los archivos particulares de Francisco Serrano, conde de Romanones, Ramón María Narváez y Eduardo Dato, Natalio Rivas, el de la Institución Libre de Enseñanza, y los legados de Pedro Laín Entralgo, Fernando María Castiella y Jaime de Pirtiés Rubio. A fin de paliar la pasividad atribuida a las tareas realizadas por muchas bibliotecas, cuyos servicios de información no corrían paralelos a los avances de la ciencia, se crearon a mitad del siglo xx los denominados centros de documentación. El centro de documentación es definido como el “organismo que adquiere, organiza, almacena, recupera y difunde documentación para atender a demandas concretas de información” (García Ejarque, 2000: 83). En los archivos, la vocación conservadora es determinante. En las bibliotecas es importante (imprescindible en los fondos que forman parte del patrimonio bibliográfico y del Depósito Legal; en el resto, las bajas por pérdidas o deterioro constituyen una servidumbre que debe aceptar toda biblioteca). En los centros de documentación, ni determinante ni importante. Suelen tener biblioteca o hemeroteca, pero su fin no es conservar. Para el documentalista la conservación material no cuenta. Los documentos se usan y se abandonan e incluso se destruyen, por cuanto el almacenamiento es de la información y no de los documentos. Su principal misión es facilitar información, tengan o no los ejemplares. Para ello elaboran una serie de documentos terciarios, sobre todo bases de datos, que es la principal diferencia con el resto de centros informativos, al trabajar tanto archivos como bibliotecas principalmente con documentos primarios y secundarios. Sin embargo, hay que significar que en los últimos años las bibliotecas especializadas (sobre todo las universitarias), han puesto muy difícil averiguar dónde termina una buena biblioteca y dónde empieza un centro de documentación. En los centros de documentación la información a demanda normalmente se paga, por estar hecha a medida. El investigador informa sobre lo que desea y la información se le entrega elaborada, mientras que en el archivo y en la biblioteca la búsqueda la debe realizar personalmente el usuario, aunque puede consultar, si lo desea, con el apoyo del personal en el servicio de información. Suelen contar con el servicio de Difusión Selectiva de la Información (DSI), que informa puntualmente de las novedades que se van publicando sobre el tema o los temas de especialización del investigador que se suscribe. Entre los investigadores de todo el mundo los centros de mayor prestigio son el Instituí de l’Information Scientifique et Technique, del Centre National de la Recherche Scientifique, de París, que desde 1972 elabora la base de datos Francis; el Institute for Scientific Information (ISI), actualmente conocido como Thomson Reuters ISI, de Filadelfia, creado en 1960 y que publica en su Web of
De la biblioteca tradicional a la biblioteca digital
Science las bases de datos Science Citation Index, Social Sciences Citation Index y el Journal Citation Report, que lista el factor de impacto de las revistas que controla, y el British Library Document Supply Service (BLDSS), que pone a disposición de los investigadores los 150 millones de documentos de la British Library. En España podemos destacar en el campo de las humanidades y ciencias sociales el Centro de Información y Documentación Científica (CINDOC) y el Centro de Información Documental de Archivos (CIDA). El primero aglutinó en 1991 el Instituto de Información y Documentación en Ciencia y Tecnología ICYT) y el Instituto de Información y Documentación en Ciencias Sociales y Humanidades (ISOC). El CINDOC es el encargado de elaborar las bases de datos del Consejo Superior de Investigaciones CientíficasSIC. Además, elabora las bases de datos del CSIC. El CIDA es un órgano dependiente de la Subdirección General de los Archi vos Estatales que fue creado en 1977. En octubre de 1979 se puso en marcha con dos objetivos fundamentales: recopilar bibliografía archivística e informar sobre todo tipo de fondos documentales. Actualmente tiene como misión prin cipal difundir y dar a conocer el patrimonio documental español, para lo que elabora, entre otras, las bases de datos Censo-Guía de Archivos, Guía de Fuen tes Documentales de Archivos, Portal de Archivos Españoles (PARES) y Legisla ción Histórica de España. A través del catálogo de los fondos de su biblioteca se accede a una de las más importantes colecciones especializadas en archivística, fuentes y documentación, y archivos españoles y extranjeros. Está compuesta por unas 11.000 monografías, 690 títulos de revistas, 236 recursos electrónicos y 4.588 folletos y publicaciones menores. Para saber más
Se recomienda consultar el documento “Vocabulario básico de biblioteconomía” disponible en la página web de la editorial: www.sintesis.com.
3.2.
La recuperación de información: técnicas de búsqueda bibliográfica El conocimiento puede ser de dos tipos. O bien conocemos un tema per sonalmente o bien sabemos dónde podremos encontrar información sobre él. (Samuel Johnson, s. xvm)
Con el fin de obtener el máximo grado de satisfacción ante la búsqueda de ma teriales bibliográficos se hace preciso conocer las técnicas del proceso y análisis
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documental y los lenguajes documentales. El proceso documental está consti tuido por una serie de operaciones que se realizan en la biblioteca o centro de documentación en cadena, por lo que puede definirse como “ el conjunto de fases concatenadas, a través de las cuales se da entrada y se analiza el docu mento para extraer de él la información y poder difundirla” (Garrido, 2002: 337). Estas fases son: • • •
Entrada: selección del documento, adquisición y registro. Tratamiento: análisis y búsqueda o recuperación del documento. Salida: difusión del documento.
Los centros de información tienen una función transformadora. En la fase de tratamiento, el especialista analiza el documento a fin de extraer de él los elementos informativos que lo individualizan. El análisis documental se nos presenta, pues, como la fase decisiva para la recuperación de la información. Para Pinto Molina (1993: 61), el análisis documental está constituido por un conjunto de operaciones (unas de orden intelectual y otras mecánicas y repetitivas) que afectan al contenido y a la forma de los documentos originales, reelaborándolos y transformándolos en otros de ca rácter instrumental o secundario que faciliten al usuario la identificación precisa, la recuperación y la difusión de aquellos. No obstante, esa transfor mación es el resultado de un proceso general de carácter analítico, aunque con un momento sintetizador, o creativo, que permite la conformación defi nitiva del documento secundario.
El análisis documental se compone de distintas operaciones, según su ob jetivo:• •
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Descripción documental (análisis externo). La principal forma de des cribir el material bibliográfico es la catalogación, entendida esta como el proceso de describir los elementos informativos que permiten identificar un documento, y de establecer los puntos de acceso que van a permi tir recuperarlo por los autores, materias, título, etcétera. Catalogar un documento es, por tanto, realizar un proceso que obliga a ejecutar una serie de operaciones, unas identificativas, otras analíticas y otras de or denación y localización documental, que finalizan con la confección de un producto: el asiento o registro bibliográfico o documental. Análisis de contenido (análisis interno). Se trata de leer, comprender, analizar, interpretar y sintetizar el contenido del documento. Entre las operaciones analítico-documentales del análisis de contenido podemos destacar la clasificación, la indización y el proceso de resumir. La clasificación puede entenderse como la operación que trata de discernir el con-
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tenido fundamental de los documentos para formalizarlo y representarlo con la ayuda de un lenguaje preestablecido (lenguajes documentales). La indización es la técnica de caracterizar el contenido de un documento reteniendo las ideas más representativas para vincularlas a unos términos de indización adecuados, procedentes del lenguaje natural empleado por los autores o de un lenguaje documental previamente seleccionado. La clasificación detecta el tema principal; la indización, los conceptos clave representativos del documento. El resumen, sin embargo, no incorpora nuevos lenguajes documentales, sino que se limita a transformar el texto en otro que lo represente con un tamaño más reducido. En 1895 se creó en Bruselas el Instituto Bibliográfico bajo la dirección de Otlet y La Fontaine, con el fin de controlar la producción mundial de publicaciones, en un momento en el que su crecimiento se comenzaba a sentir ya no solo continuo, sino prácticamente de carácter exponencial. En 1926 nació la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecas e Instituciones (IFLA) con el objeto básico de impulsar la cooperación internacional que habría de comenzar por la máxima unificación de las normas y prácticas catalogadoras del mundo, salvando las normas e instrucciones que cada país solía tener, con el fin de facilitar el intercambio internacional de información bibliográfica. Por ello se aprobó, en 1973, el programa de Control Bibliográfico Universal CBU), dentro del marco de la IFLA, cuyo eje principal de actuación consistía en fomentar el intercambio internacional de descripciones bibliográficas normalizadas, establecidas y distribuidas por las agencias nacionales en el país de origen de la publicación. Y estas normas eran las ISBD (International Standard Bibliographic Descriptions), en las que se venía trabajando desde 1969; estándar utilizado en la mayor parte de los países para proceder a la elaboración del registro bibliográfico mediante la técnica de la catalogación (cuyo propósito es crear y organizar la información bibliográfica para proporcionar acceso a hs colecciones de las bibliotecas o la información bibliográfica en general), lo que supone la existencia de un lenguaje catalográfico universal comprensible r utilizado por todos. En España las ISBD se publicaron en 1985 por primera Tez como Reglas de catalogación, editadas por el Ministerio de Cultura y establecidas desde entonces como normas fundamentales en todas las bibliotecas del país, que cuentan con sucesivas reediciones. Las normas ISBD prescriben los elementos obligatorios que deben figurar en el registro o asiento bibliográfico, el orden en que deben consignarse, la puntuación que debe separarlos y las fuentes de información de la publicación de donde pueden obtenerse. Divide la descripción en diferentes áreas, separadas entre sí por un punto y una raya, y cada una de ellas formada por uno o varios elementos, separados por una puntuación determinada prescrita por las normas para cada caso. Un registro bibliográfico se compone básicamente de tres partes:
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Descripción bibliográfica: consigna todos los elementos necesarios para poder diferenciar un documento de otro similar. Se divide en las siguien tes áreas: título y mención de responsabilidad, edición, publicación, des cripción física, serie y número normalizado (ISBN). Puntos de acceso: recoge las formas normalizadas tanto de los autores o responsables que han hecho posible la realización del documento descrito como de su materia o materias fundamentales. El primer caso figura en el denominado “encabezamiento” , que precede al área de título. En el segun do se establece en la clasificación, tras el área de “número normalizado”. Localización: la signatura nos indica la ubicación del documento (biblio teca, sala, estantería).
En los últimos años, la expansión de la automatización a los procesos de descripción bibliográfica ha traído dos consecuencias principales en cuanto a la catalogación bibliográfica: la primera, la incorporación de formatos de ca talogación por ordenador (MARC) que facilitan el intercambio de registros, basados en las ISBD; la segunda, la mejora de los sistemas de recuperación bi bliográfica y documental. El formato MARC tuvo su origen en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en 1966; ofrece un código común que antecede a todos los elementos de la descripción bibliográfica y facilita una lectura única por cualquier tipo de ordenador. En España se creó en 1976 el formato IBERMARC, adaptación del formato americano. Estos códigos internos, de uso exclusivo por el catalogador, imperceptibles para el usuario demandante de información, son de gran importancia porque facilitan el intercambio de información pero también porque hace más eficaz la recuperación de la información a través de los catálogos automatizados, tanto en la búsqueda en campos determinados (materia, autor, título, etc.) como en las búsquedas generales en todo el registro bibliográfico. Esta, sin duda alguna, es la máxima ventaja de la informatización de los registros, que hace salvar las diferencias catalográficas (a pesar de las ISBD) y, sobre todo, las diferencias de la clasificación, que, como podremos ver, no solo no se unifica, sino que cada vez se abunda más en la diferenciación, con sistemas a la carta para cada tipo de biblioteca. El lenguaje documental es un sistema artificial de signos normalizados que facilitan la representación formalizada del contenido de los documentos para permitir la recuperación, manual o automática, de información solicitada por los usuarios (Gil Urdiciaín, 2002: 339). Se trata de una herramienta de trabajo fundamental para el bibliotecario y documentalista, en el momento de indizar y clasificar los documentos, y un instrumento imprescindible para el investigador o usuario del servicio de información para recuperar esta temáticamente. El lenguaje documental completa el proceso técnico de catalogación dotando a la descripción catalográfica de puntos de acceso temáticos.
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El lenguaje documental es un lenguaje no natural, aunque utiliza los signos ie este. Esos signos adquieren valor semántico por medio de su normalización t de las reglas morfosintácticas que lo articulan. El lenguaje documental, por tanto, es lenguaje controlado, y este, una simplificación del lenguaje natural, atil para facilitar la búsqueda de información y documentación, por manejar ana pequeña parte del léxico de una lengua. Su dificultad, sin embargo, consiste en que debe reducir el léxico, pero ha de incluir en su terminología el mayor número posible de equivalentes para acercarse al lenguaje natural. El lenguaje controlado encuentra diversas dificultades, entre las que destacan la polisemia (el mismo término se utiliza en diferentes sentidos en distintas disciplinas) y la sinonimia (palabras distintas con el mismo significado). Para controlar ambas se hace preciso fijar una terminología inequívoca, eligiendo ano de los términos posibles pero sin olvidar el resto. Para ello hay que establecer una serie de aclaraciones y relaciones. Por ejemplo: • • •
Árbol (genealogía).
Computadora USE ordenador. Conflicto militar TR guerra.
El lenguaje documental presenta una variada tipología. El criterio de clasificación más generalizado es el que lo divide según el control ejercido sobre el vocabulario, según el grado de coordinación de los términos o según su estructura. Según el primer tipo, los lenguajes pueden dividirse en dos categorías: •
Libres: se componen de un vocabulario no predefinido que se va gene-
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rando a partir de la realización de procesos de indización. Como ejemplos destacan los descriptores libres y las palabras clave. Controlados: presentan una terminología previamente elaborada y difícil de modificar o ampliar en el momento de su utilización. Los principales son las listas de encabezamientos de materia y los tesauros.
La sistematización de los lenguajes documentales según el criterio de coordinación se realiza en función del momento en el que se combinan los elementos cue los componen. Así se pueden distingqir dos tipos:• •
Precoordinado: si los términos se combinan en el momento de la des-
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cripción. Las clasificaciones y las listas de encabezamientos son lenguajes precoordinados. Poscoordinado: si lo hace en el momento de la recuperación de la información. Los tesauros, listas de palabras clave y listas de descriptores libres pertenecen a este grupo.
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Basándose en la estructura, el lenguaje documental puede dividirse en dos tipos: •
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Jerárquico: los lenguajes jerárquicos presentan una estructura arbores cente en la que cada concepto depende de uno superior. Un ejemplo de este tipo son las clasificaciones jerárquicas, como la Clasificación Deci mal Universal (CDU). Combinatorio: los términos se relacionan unos con otros, lo que permite una gran cantidad de combinaciones entre ellos y le dota de una gran flexibilidad, cuestión en muchas ocasiones de agradecer en el complicado panorama de la recuperación documental. El lenguaje combinatorio es típico de todo tesauro.
Las listas de encabezamiento de materia, lenguaje documental más usado en las bibliotecas, presentan un lenguaje precoordinado, de estructura asociativa o combinatoria, que consiste en listas alfabéticas de palabras o expresiones del lenguaje natural capaces de representar los temas de los que trata un do cumento (Gil Urdiciaín, 1996: 31). Estas listas de términos se componen de encabezamientos y subencabezamientos. Por los primeros, mediante una o más palabras (encabezamientos simples o compuestos, respectivamente) se repre sentan conceptos que condensan el tema sobre el que trata un documento. Los subencabezamientos sirven para aclarar los conceptos, y pueden usarse tantos cuantos sean precisos, puesto que no vienen predeterminados como los enca bezamientos. Pueden ser de materia o tema, topográficos, cronológicos y de forma. Por ejemplo, el encabezamiento y subencabezamientos de un diccionario sobre la economía de España en el siglo xix sería: •
Economía - España - s. xix - Diccionarios. -
Economía: encabezamiento simple. España: subencabezamiento topográfico. S. xix: subencabezamiento cronológico. Diccionarios: subencabezamiento de forma.
El tesauro es un lenguaje documental de estructura combinatoria, de ca rácter especializado, que se compone de una lista de palabras, denominadas descriptores (palabra o grupo de palabras escogidas de entre un conjunto de términos equivalentes para representar sin ambigüedad una noción contenida en un documento), estructuradas de forma que unas se relacionan con otras (relaciones semánticas). Se trata de un vocabulario controlado y estructurado al que se llega mediante la selección de términos del lenguaje natural. El descriptor puede clasificarse, entre otras variantes, por su composición y por su cobertura temática. Con relación al primer caso, puede componerse de
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una palabra (unitérm ino o sim p/e) o de varias (sintagm ático o com puesto). En cuanto al segundo, puede referirse a un nombre (onomástico), a un lugar geográfico (geográfico), a un tema (temático o de materia), a un periodo de tiempo cronológico o temporal). Por ejemplo: • • • • • •
Unitérmino: historia. Sintagmático: historia moderna. Onomástico: Inquisición. Geográfico: Europa. Temático: conflictividad social. Cronológico: trienio liberal.
En el tesauro, con cada descriptor aparece el conjunto completo de sus re laciones semánticas, incluida toda su jerarquía, es decir, todos los niveles de términos más genéricos y más específicos. Estas relaciones suelen expresarse por medio de signos alfabéticos o de símbolos: • • • • •
Relación de equivalencia: USE [use) Relación de equivalencia: UP (usado por) = Relación jerárquica: TG (término genérico) < Relación jerárquica: TE (término específico) > Relación asociativa: TR (término relacionado) -
En inglés: En inglés: En inglés: En inglés: En inglés:
USE UF BT NT RT
Ejemplo: Meteorología
• • • • •
UP Ciencias de la atmósfera. TG Ciencias de la tierra. TE Climatología. TR Geografía física. TR Precipitaciones.
Ciencias de la atmósfera USE Meteorología Un sistema de clasificación o simplemente clasificación es un conjunto or denado de conceptos que sé presentan distribuidos sistemáticamente en clases conformando una estructura. Los principales sistemas de clasificación biblio gráfica y documental datan de finales del siglo xix y comienzos del xx, y hoy día se utilizan tanto para recuperar información por materias a través del orde nador como para base de la ordenación de los fondos bibliográficos en libre ac ceso en las bibliotecas. Actualmente hay muchos sistemas de clasificación y mu chas clasificaciones que responden a una variada tipología. Por su contenido,
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las clasificaciones más utilizadas son las enciclopédicas. Se presentan a modo de listas de términos normalizados de todas las ramas del saber. Este carácte: lo tienen las grandes clasificaciones: Clasificación Decimal Dewey, Clasificación Decimal Universal y Library of Congress Classification. Generalmente, los sistemas de clasificación se componen de tablas principales (contienen todas las materias del campo abarcado por la clasificación), tablas auxiliares (no abarcan materias, sino términos de lugar, tiempo, forma y lengua, y sirven para concretar la materia), un índice (lista alfabética de todos los términos incluidos con su notación que guía a la tabla principal) y un procedimiento de notación que varía según las clasificaciones. La notación es un sistema de números, símbolos o combinación de ambos, que se asigna a los términos de la clasificación. Cuando se utiliza un solo tipo de símbolo para formar la notación, se habla de notación pura. La notación de la mayor parte de clasificaciones utilizadas en las principales bibliotecas (y que sirven, además de contribuir a la recuperación bibliográfica, a la ordenación de los libros en libre acceso) son jerárquicas. Dividen las disciplinas o ramas del conocimiento en clases de nivel jerárquico inferior, estas en subclases, etcétera, tantas veces como niveles de especificidad se requieran para abarcar todos los posibles supuestos que pueden darse en el momento de clasificar los documentos. La Clasificación Decimal Universal (CDU), prototipo de clasificación jerárquica, se sirve, además, del principio decimal para su estructuración, de manera que consigue un grado de especialización muy alto agregando cifras a la derecha, divididas cada tres dígitos con un punto. Por ejemplo: • 9 Historia • 93 • 930.9 Además, permite la agregación de números auxiliares, introducidos con distintos símbolos: • • • • • •
Punto de vista: 00 Lugar: (1 ...19...) Tiempo: “ .. .” Forma: (0..) Lengua: = Razas y pueblos: (=)
En el siguiente ejemplo podemos ver una notación completa, cuyo número principal ha necesitado de varios auxiliares; se trata de un anuario sobre la economía española en el siglo xix, cuya notación completa sería: 33 (460) “ 18” (058)
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33: Economía (460): España “ 18” : siglo xix (058): anuario
La CDU es el sistema de clasificación más usual en las bibliotecas españolas. Ideada por dos discípulos de Dewey, Otlet y La Fontaine, en 1905 se publicó su primera edición. Los sistemas de clasificación, sobre todo los que emplean notaciones puras, presentan como principal ventaja la generalidad de su comprensión, por ser los números arábigos umversalmente aceptados. Por tanto, la clasificación de un documento debe ser similar en cualquier lugar geográfico del planeta. Los len guajes documentales basados en palabras cuentan con las limitaciones propias ie los idiomas. En los últimos años, con la proliferación de documentos electrónicos, se nan implantado los metadatos, con el fin de contribuir a la recuperación de la información. Se entiende por metadato, según el Real Decreto 1708/2011 por el que se establece el Sistema Español de Archivos, cualquier descripción estan darizada de las características de un conjunto de datos. En el contexto del documento electrónico cualquier tipo de información en forma electrónica asociada a los documentos electrónicos, de carácter instrumental e independiente de su contenido, destinada al conocimiento in mediato y automatizable de alguna de sus características, con la finalidad de garantizar la disponibilidad, el acceso, la conservación y la interoperabilidad del propio documento.
3.3. Las fuentes de información bibliográfica Con la finalidad de difundir sus fondos, las bibliotecas elaboran las denomi nadas fuentes de información, bibliografías, catálogos y boletines , tanto en so porte impreso como en microficha o en soporte electrónico (base de datos). El investigador debe iniciar la búsqueda de bibliografía a partir del conocimiento j o más completo posible de estas fuentes para saber adentrarse entre los muros reales o virtuales de las bibliotecas y los centros de documentación. La bibliografía busca, identifica, describe -siempre bajo algún punto de vista determinado- conjuntos de libros u otra clase de materiales bibliográficos, que no forman una colección determinada y cuyas noticias se presentan debidamen te ordenadas por medio de algunos de los elementos de la noticia. La bibliograzz tiene una tipología muy variada. Por su contenido se dividen en bibliografías i¿ bibliografías, generales y especializadas, pudiendo a su vez dividirse, en vir
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tud de la actualidad o vigencia de la información que dan, en retrospectivas al en curso, según relacionen obras de épocas anteriores o documentos a medica que van apareciendo. Las bibliografías de bibliografías dan relación de reper torios bibliográficos, por lo que debe ser el primer tipo de bibliografías quí consultar, por la gran información que nos suministran para iniciar el laboriosc proceso de búsqueda bibliográfica. Las bibliografías generales son aquellas ei las que los libros u otros materiales bibliográficos recopilados pueden tratar ck todas las materias sin distinción, y abarcar cualquier ámbito geográfico. Labibliografías especializadas o especiales tratan de manera específica los docu mentos. La especialización puede ser por múltiples casos, a destacar por razó: de la forma del documento, de la materia que tratan o del tiempo que abarcan El catálogo identifica y describe libros y documentos que forman una colec ción concreta. A diferencia de las bibliografías, no buscan los libros y documen tos que describen, puesto que ya están en una determinada colección, sino qu: en cambio ofrecen datos para su localización que las bibliografías no aportan Los catálogos son también de distintos tipos. El catálogo comercial presenta el fondo bibliográfico de una librería, editorial, etcétera, o las novedades que salen al mercado en las materias en las que están especializadas. El catálogo di biblioteca es una publicación secundaria que recopila listas de obras y publi caciones conservadas en una biblioteca. Pueden ser de bibliotecas individuales, normalmente de grandes bibliotecas o de colecciones valiosas, y colectivos, que ofrecen los fondos de varias bibliotecas. El boletín e índice bibliográfico es una publicación periódica que realizar las bibliotecas especializadas y los centros de documentación, con amplia gama de variedad, que suelen informar de un elevado número de publicaciones, nor malmente artículos de revista. Contienen las referencias bibliográficas de ur conjunto de documentos, ordenadas o seleccionadas en función de alguna ca racterística esencial o formal, como tratarse de las novedades bibliográficas de una biblioteca, tener una materia común, etcétera. El boletín de sumarios contiene la reproducción de los sumarios de las revis tas, con una periodicidad determinada. Hasta la consolidación de las bases de datos, constituía una publicación de gran importancia, porque venía a cubrir un vacío bastante importante de casi todas las fuentes y centros de información: el vaciado (catalogación analítica) de las publicaciones periódicas. El boletín o revista de resúmenes incluye, además de la referencia bibliográfica, el resumen del artículo o la obra realizado por documentalistas especializados o por el pro pio autor. El título resulta en muchas ocasiones insuficiente para decidir sobre el interés de un documento. El boletín de índices da una mayor importancia a los índices, tanto de autores como de materias, fundamentalmente, para conseguir mayor flexibilidad que los boletines anteriores en la búsqueda bibliográfica. Está acompañado de boletines bibliográficos, de sumarios o de resúmenes, a cuyas referencias remiten los índices.
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El boletín de citas, también conocido como boletín de citaciones o índice ie citas consiste fundamentalmente en un índice de autores con sus correspon dientes trabajos, bajo cada uno de los cuales aparece el conjunto de artículos y obras en que han sido citados. Está concebido como un instrumento de recupe ración de información, partiendo de la idea de que los trabajos que citan a otro deben referirse al mismo tema que este último. Si se conoce un determinado trabajo, buscando su autor en el índice de citas se obtendrán todos los trabajos que han citado a aquel. A su vez, por cada uno de los trabajos encontrados cuya referencia completa se halla en el índice de fuentes que junto al de ma terias suelen acompañar a los índices de citas) se puede repetir la operación, y ampliar de este modo sucesivamente la búsqueda. También es posible comenzar búsqueda por materias, por el índice temático. Para la historia de España, el primer planteamiento científico sobre la elabo ración de una bibliografía general de la historia del país en la línea de las que se venían publicando en otros (Alemania, en 1830; Austria, en 1858; Francia, 1888; Bélgica, en 1893) fue llevado a cabo en 1919 por Benito Sánchez Alonso, con sus Fuentes de la historia española e hispanoamericana: ensayo ie bibliografía sistemática de impresos y manuscritos que ilustran la historia política de España y sus antiguas provincias de ultramar (Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1919. 2 vol.). En 1927 se publicó, también en dos volúme nes, la segunda edición revisada y ampliada, con un total de 13.172 referencias, divididas por periodos históricos. Dispone de completos índices que facilitan -a búsqueda por autores, lugares geográficos y materias, principalmente. La tercera y última edición, de 1952, llega a los 21.000 registros distribuidos en tres volúmenes. Con posterioridad fue continuada en la Bibliografía histórica española 1950-54, de María Dolores Gómez Moheda (Madrid, Instituto Je rónimo Zurita de Historia e Instituto Nicolás Antonio de Bibliografía, 1955), elaborada con motivo del X Congreso Internacional de Ciencias Históricas, celebrado en Roma en 1955. En 491 páginas ofrece la relación de 6.095 libros publicados por historiadores españoles entre 1950 y 1954. Tras la primera edición de la recopilación de Sánchez Alonso se publicó otro repertorio de gran importancia para nuestra historia: Bibliografía de la historia ie España: catálogo metódico y cronológico de las fuentes y obras principales -ilativas a la historia de España desde los orígenes a nuestros días, de Rafael Sallester Castell, editado en Barcelona en 1921. Comprende la bibliografía his tórica desde la prehistoria hasta el reinado de Carlos IV. A pesar de estos inten tos y de los realizados por otros autores, como Georges Desdevises, Zacarías García Villada y José Vives Gatell -publicados en Revista de Aragón (1905), Razón y Fe (1918) y Analecta Sacra Tarraconensia, respectivamente-, en Espa ña durante la primera mitad del siglo xx se carecía de la tradición bibliográfica pala, que conectaba su Repertoire methodique de l’histoire moderne et contemporaine de la France (publicado en once volúmenes entre 1898 y 1913) y el Re-
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pertoire bibliographique de l’histoire de France (publicado en cinco volúmenes entre 1920 y 1929) con la Bibliographie genérale du travaux bistoriques et ar chéologiques, publicado por la Sociétés Savantes de France entre 1910 y 1940. antecedente inmediato de la Bibliographie annuelle de l’histoire de France. Después de la Guerra Civil, el Consejo Superior de Investigaciones Cientí ficas, a través del Instituto Nicolás Antonio y del Patronato José María Cua drado, comenzó a impulsar la recopilación bibliográfica, que dio importantes frutos para la historia local y la general. Una buena muestra de las iniciati vas provinciales puede verse en la Bibliografía de bibliografías locales (1987). Otras pueden seguirse en la revista Hispania (sobre todo las aportaciones de Ramón Paz) o en la Bibliotheca Hispana. Revista de Orientación e Información Bibliográfica , en cuya sección tercera se incluían las obras sobre historia. En los últimos años ha habido diversas iniciativas que no han podido man tenerse en el mercado, como el Anuario bibliográfico de materias: historia, edi tado en Granada por Promoción &c Comunicación, o los Cuadernos de bibliografía histórica, de Sabín-Ediciones. Al final, la mejor obra al respecto ha sido el Indice Histórico Español (bibliografía histórica de España e Iberoamérica), boletín de resúmenes publicado por el Centro de Estudios Históricos Interna cionales de la Universitat de Barcelona, primero con carácter cuatrimestral y a partir del número 97, de 1992, con periodicidad semestral. Fundado en 1953 por Jaime Vicens Vives, comenzó a perder regularidad a finales de los años ochenta, y se dejó de publicar -po r cuestiones económicas- entre 19 88yl9 91. Posteriormente ha publicado algunos números, pero sin regularidad definida. En los últimos números se ofrecen entre 1.500 y 2.200 reseñas con resumen por número de artículos, libros y tesis de historia de España (con predominio de los primeros), aunque el primer apartado se dedica a las obras generales de historia universal. Trata todos los periodos históricos, como principal vir tud, pero es una publicación irregular y no exhaustiva, y carece, además, de criterios claros a la hora de seleccionar los artículos o libros. De los últimos números se dispone de edición en CD-ROM, algo que facilita en gran manera la consulta. Además de las bibliografías generales, hay multitud de repertorios impresos de carácter especializado por periodos históricos o acontecimientos determindnados, como puede verse en obras especializadas sobre la materia (Alía, 1998: 141-177). Cabe destacar el realizado por el CINDOC del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC): Bibliografía histórica de España (BIHES), editado periódicamente entre 1992 y 2007, con números monográficos dedica dos a distintos temas: “El franquismo”, “El Camino de Santiago”, “Las muje res en la historia de España”, “Los nacionalismos”, “Historia contemporánea de Andalucía”, “Relaciones Iglesia-Estado”, “La Guerra Civil”, “La crisis del 98”, “La España de Carlos V y Felipe II”, “En torno al año mil”, “La nobleza en España” “Los Reyes Católicos y su mundo” y “ El carlismo”
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Una última cuestión, pero importante para conseguir búsquedas bibliográ~cas satisfactorias y exhaustivas, es que actualmente las fuentes de informa ción se publican de forma prácticamente exclusiva en soporte electrónico, por su elevado volumen y facilidad de utilización, pero lo repertorios impresos agüen siendo de imprescindible consulta para muchas búsquedas, porque las rases de datos no cubren todas las necesidades informativas, sobre todo para bibliografías no muy recientes. No podemos pensar que con consultar alguna rúente de información en soporte electrónico ya tenemos toda nuestra biblio grafía, sobre todo en un trabajo de investigación riguroso y amplio, como n a tesis doctoral. Necesitamos hacer diversas consultas en distintas fuentes ¿e información en varios soportes. Solo así tendremos seguridad de los resul tados obtenidos. Si además observamos detenidamente la bibliografía de las acras publicadas más cercanas a nuestro tema de investigación, aseguraremos aún más la esencia de un buen trabajo de investigación histórica: las fuentes y bibliografía consultada. Estas deben ser apropiadas, amplias y actualizadas.
3.4. Las bases de datos bibliográficas íegún la Federación Internacional de Documentación, la base de datos es un conjunto de datos homogéneos, ordenados de una forma determinada, que se rresenta normalmente en forma legible por ordenador y se refieren a una orga nización, materia o problema determinado. Las bases de datos bibliográficas, que describen documentos, pueden diviutrse en dos tipos principales, según la presentación de la información: •
Referenciales: remiten
a otra fuente (documento, organización, etc.) para completar la información. A su vez, estas bases se subdividen en biblio gráficas (contienen referencias, a veces con resumen, de la literatura im presa: libros, artículos de revista, patentes, informes, etc.) y directorios (contienen referencias, algunas veces con extractos, de información no publicada, y remiten generalmente a organizaciones, individuos, material audiovisual, etc.). • Fuente: proporcionan el dato original o el texto completo de la fuente primaria. A su vez, estas bases se subdividen en numéricas (contienen datos de encuestas o representaciones estadísticas de datos), textual-numéricas (combinan unos campos de su registro con información textual y otros con datos numéricos) y textuales (contienen los textos completos de un documento). Las bases de datos referenciales nos ofrecen algunos de los datos fundamen t e s del registro bibliográfico, como autor, título y año de publicación. Además
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nos dan la posibilidad de poder obtener el registro completo, con otros campos bibliográficos: lugar de publicación, editor, colección ISBN, materia, CDU... Con estos datos nos podemos hacer una idea del interés que tiene para nuestra investigación el material bibliográfico descrito. A veces se acompaña un resu men, lo que facilita aún más la tarea de comprender su idoneidad sin necesidad de solicitar el ejemplar para hojearlo. La mayor parte de catálogos de bibliote cas automatizados son bases de datos refefenciales que nos permiten obtener registros bibliográficos completos. Las bases de datos fuente están adquiriendo en los últimos años un gran de sarrollo, a partir de los procesos de digitalización y creación de bibliotecas vir tuales. Ya son muchas las bases de datos, sobre todo catálogos y bibliografías que nos enlazan el registro bibliográfico con el texto completo del documento. Este es el medio “profesional” de ofrecer la información: a través de una fuent: realizada por bibliotecarios o documentalistas especializados. Los buscadores generales de Internet nos permiten encontrar mucha información, pero también mucha mala información. Las herramientas profesionales solo nos ofrecen in formación científicamente elaborada, por lo que el investigador debe ir a ellas directamente y saber manejarse a pesar de las distintas interfaces de consulta (pantalla de búsqueda). Adentrándonos en varios catálogos y bibliografías au tomatizadas podremos observar rápidamente que, a pesar de tener los datos de distintas maneras y colores, los campos bibliográficos y los sistemas de recupe ración son siempre similares porque están basados en la ciencia de la biblioteconomía y de la documentación. El acceso a las bases de datos puede realizarse de forma individual o colec tiva. En el primer caso, hay muchas que se editan de manera libre y gratuita, a través de la web; es el caso, por ejemplo en España, de las del Ministerio de Cultura o de la mayor parte de catálogos de biblioteca, individuales o colecti vos. Pero la mayoría se distribuye mediante conexión en línea bajo compra o suscripción. Casi todas las bibliotecas universitarias y centros de investigación permiten el acceso simultáneo a sus usuarios por medio de claves que garan tizan la propiedad intelectual de la obra. Los usuarios externos solo tienen la posibilidad de entrar en ellas desde ordenadores conectados a su red, es decir desde sus instalaciones. Aparte de este acceso colectivo pero al mismo tiempo individual, los prin cipales distribuidores internacionales facilitan el acceso a un conjunto de tí tulos a la vez, con la misma interfaz de consulta, lo que hace más sencilla la búsqueda aunque más cara. Recientemente se han puesto al servicio de los investigadores varias alternativas al acceso colectivo de bases de datos y docu mentación digitalizada mediante una única interfaz por medio de recolectores y repositorios. Desde el punto de vista formal, las bases de datos contienen bibliografías, catálogos o boletines de resúmenes, principalmente. La primera y la tercera sue-
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ten tener un periodo de cobertura (año de publicación de la bibliografía) corto, referido a los últimos cincuenta años, a lo sumo, lógico por ser los años de expansión de la informatización, y los autores de tales repertorios, normalmente ■rasados en prestigiosas obras impresas, han decidido mirar más hacia el futuro que hacia el pasado. En muchos campos científicos esto no causa casi ningún problema, porque trabajan de forma mayoritaria con bibliografía publicada en los últimos cinco años, pero en historia el elevado grado de obsolescencia en torno a 20 años) y la innumerable cantidad de fuentes, provoca importantes lagunas informativas. A través del ordenador, estas solo pueden cubrirse a partir del complemento de los catálogos, pues su periodo de cobertura suele ser indeterminado, como los propios fondos impresos de sus bibliotecas. Debemos tener en cuenta que el instrumento científico de carácter bibliográfico es la bibliografía, que aporta un trabajo de investigación que tiende a la exhaustividad. La exhaustividad del catálogo depende de la riqueza documental de los fondos de la biblioteca que describe. Solo describe (y localiza) el material que contiene el centro de información. No se puede pedir más. En historia resulta difícil tener que acudir solamente a una base de datos por 1a especialización de esta. La más especializada a nivel internacional es Historia l Abstracts, pero los registros bibliográficos que ofrece son fundamentalmente del ámbito anglosajón y, aunque incluye algo de bibliografía española, no es ni mucho menos exhaustiva. Para buscar bibliografía sobre España lo mejor es acudir a bases de datos españolas. La mayor parte de búsquedas exige interrogar primero a las bases de datos generales, de todas las materias, y después a las especializadas en ciencias sociales y humanidades. Más especialización es difícil de encontrar, por lo menos para bibliografía española. La rentabilidad económica de la ciencia parece la principal culpable. Los productores de la información invierten sobre todo en disciplinas científicas que manejan grandes sumas económicas en su investigación, y la historia no está entre ellas. Una vez dentro de la base de datos, los campos de búsqueda suelen ser similares: autor, título, materia (donde se introducen descriptores o palabras clave) y fecha de publicación, como principales. Algunas ofrecen campos de búsqueda general (denominados “cualquier campo” , “búsqueda general” , etc.), recomendados por hacer la búsqueda en todo el registro, lo cual aumenta las posibilidades de recuperación, aunque también puede incrementarse el denominado ruido (el documento se corresponde a lo buscado, pero no a lo deseado). En algunas bases de datos esté campo general se ofrece a modo de único casillero de búsqueda, sin denominación, pero siempre se da la opción de “búsqueda avanzada”, donde se puede delimitar por campos bibliográficos (autor, título, editorial, fecha de publicación, materia, etc.). Este es el más recomendable para búsquedas pertinentes. La búsqueda puede hacerse en un solo campo o combinando varios. Por ejemplo, puede rellenarse el de materia y el de fecha de publicación cuando lo
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que queremos es simplemente estar al día de las últimas publicaciones de una materia determinada. En muchos casos la búsqueda es libre (permite introducá cualquier término), pero en otros es guiada (a través de control de autoridades tesauros, etcétera, o sea, de relaciones de términos ya preestablecidos). Caca una tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pero en general una base de datoi cuidada desde el punto de vista documental garantiza la recuperación a travá de búsquedas guiadas por términos establecidos, en unos casos aparecen de for ma automática al comenzar la búsqueda, en otras se ofrece como opción en la campos de autores y materias (control de autoridades). En la búsqueda libre es recomendable usar palabras clave; es decir, términos significativos, y prescinda de artículos, preposiciones, etcétera, lo que se denomina palabras vacías. En la búsqueda guiada, los términos empleados en la descripción del contenido o os los autores puede verse, lo que evita perderse con facilidad, algo común en d resto de búsquedas, por lo menos en las primeras. La imprecisión en las interrogaciones a bases de datos se traducen en dos tipos de errores característicos: el ruido o recuperación de documentos, cuya contenido no se corresponde con la estrategia de búsqueda, y el silencio o au sencia de recuperación, cuando el número de hallazgos es menor de lo qu-: podría proporcionar la base si se hubiera ejecutado una búsqueda correcta La existencia de uno u otro está sujeta a factores como el conocimiento dd contenido y tema de la base de datos, el dominio del software de recuperación e interfaz y la experiencia en el manejo de bases de datos y de los operadora habituales de búsqueda. Para búsquedas complejas, donde se tenga que especificar más de un des criptor o término, es aconsejable la utilización de operadores, que son capaca de recuperar documentos de acuerdo a sus atributos semánticos, combinando conceptos expresados mediante palabras o frases. Hay de dos tipos:• •
Operadores booleanos: denominados así por el matemático George Boo le, precursor de la lógica simbólica y del álgebra de conjuntos, se utili zan para representar relaciones entre conceptos, expresando estas come relaciones entre conjuntos, lo que da como resultado un conjunto di documentos que, en principio, reúnen las condiciones impuestas en lj estrategia de búsqueda. Hay de tres tipos: intersección (AND o Y, segú: se utilice la nomenclatura inglesa o española), unión (OR u O) y exclu sión (NOT o NO). Los primeros se utilizan cuando se requiere recuperar registros que contengan los distintos descriptores expresados en la bús queda. Por ejemplo: conflicto social Y crisis económica. El resultado de la búsqueda sería la intersección del conjunto A (conflicto social) con el B (crisis económica), que equivaldría a los registros indizados mediante los dos descriptores. Este operador funciona por defecto en la mayor pane de bases de datos; El operador de unión o suma se utiliza para recuperar
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el conjunto de registros que contengan cualquiera de los términos expre sados, no los dos juntos como en el caso anterior. El uso del operador de exclusión o resta excluye los registros en los que aparece el término precedido por NO. En el caso de conflicto social NO crisis económica, buscaría los documentos sobre el conflicto social pero solo aquellos que no hablaran de crisis económica. En las bases de datos de artículos de revistas puede resultar muy útil para delimitar los títulos; por ejemplo, la base ISOC (CSIC) nos permite buscar artículos en un campo por revistas, con lo cual accedemos a los sumarios de los distintos títulos de una forma rápida y eficaz. Si ponemos como palabra clave en este campo Hispania, nos busca todos los artículos contenidos en Hispania, en Hispania Sacra y en Hispania Antiqua. Si solo queremos ver el sumario de la primera, podemos delimitar la búsqueda con el operador de exclusión: Hispania NO Sacra N O Antiqua. Estos operadores pueden utilizarse solos o com binados entre sí. Por ejemplo: conflicto social Y crisis económica NO historia, localizaría los documentos que hablen de conflicto social y crisis económica, simultáneamente, pero no de historia. • Operadores de proximidad o adyacentes: permiten paliar algunas de las limitaciones del álgebra de Boole en la recuperación de la información, sobre todo el ruido (documentos no pertinentes) o el silencio que pro vocan los operadores OR y AND. Tienen en cuenta el lugar que ocupan las palabras empleadas en la estrategia de búsqueda dentro del contexto, porque la cercanía de los términos es relevante a la hora de expresar un determinado concepto. Entre los principales operadores de proximidad podemos destacar CON (o WHIT, en inglés), para unir términos en el mismo orden, y CERCA (NEAR), para buscar términos próximos, pero sin importar el orden. Por materias, las búsquedas deben tener en cuenta los términos de indizaaón. Indizar consiste en asignar términos a un documento con el objeto de rerresentarlo temáticamente para facilitar la estrategia de búsqueda, es decir, para recuperar documentos. Los términos de indización pueden ser de dos tipos: • •
Términos controlados: cuando los términos forman parte de un lenguaje de indización o conjunto controlado. Pueden tratarse de descriptores o palabras clave (descriptor, key words, Índex terms) o de materias con uno o varios términos que conforman el encabezamiento y subencabeza mientos (subject headings). Los descriptores forman parte de los tesauros o listas de descriptores donde se establecen relaciones semánticas entre ellos. Las materias se incluyen en las denominadas listas de encabezamientos de materia, en las que se ofrece relación de todas las aceptadas y no aceptadas.
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•
Términos no controlados: cuando los términos no forman parte de dicho lenguaje. Se trata de identificadores (identifiers, supplementary terms).
La búsqueda por materias resulta más fácil y exhaustiva cuando las bases dt datos están bien hechas documentalmente, es decir, cuando han trabajado la indización, sobre todo con lenguaje controlado, descriptores o materias. El investi gador lo debe agradecer. En el caso contrario, la fortuna guía las búsquedas m i de lo aconsejable, debiendo completarse en el campo de materias con la intro ducción de términos en el campo de título. En la mayor parte de los casos, este resulta más preciso que el de materias, porque la mayor parte de la bibliografía incluye en el título del trabajo los términos más significativos del contenido. El número de términos de indización en un registro bibliográfico varía entre las bases de datos. Cuando aumenta su número, la exhaustividad en la búsque da aumenta también, pero disminuye la precisión. A la inversa, cuantos menos términos tiene un registro o referencia, mayor probabilidad hay de seleccionar la por su precisión. Para el historiador, la información bibliográfica contenida en las bases de datos tiene un enorme interés, principalmente, por tres causas: •
Desde el punto de vista de los materiales descritos, una buena parte de las bases de datos se han dirigido, desde los primeros momentos, a cubrir las lagunas más importantes de los repertorios impresos: los artículos de las revistas y la considerada hasta entonces como literatura gris (ac tas de congresos y tesis doctorales, fundamentalmente). • Después de varios años de armónica convivencia, las bases de datos han venido a sustituir a los principales repertorios bibliográficos impresos de carácter periódico. El soporte electrónico en este tipo de obras recopilatorias muestra visiblemente una clara superioridad, porque ofrece mayores posibilidades de almacenamiento y facilidades de recuperación. Pero por el periodo de cobertura de la mayor parte de bases de datos, bastante reciente, todavía se hace imprescindible consultar determinadas bibliografías impresas, sobre todo de carácter especializado. • El avance de los catálogos colectivos automatizados ha sido y sigue sien do muy destacado, facilitado por la incorporación de las nuevas tecno logías al mundo de las bibliotecas, tanto a las generales como a las es pecializadas. Para el usuario suponen una gran ventaja pues permiten interrogar a varios catálogos a la vez con una misma interfaz de consulta. El historiador tiene que conocer y manejar estos recursos bibliográficos au tomatizados por la facilidad y rapidez que ofrecen en las búsquedas de do cumentación y en su localización. Para la historia de España o de cualquiera de sus territorios regionales, provinciales o locales, existen tres bases de datos
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que nos ofrecen la descripción de la mayor parte de materiales bibliográficos publicados, aunque casi exclusivamente de forma referencial. Deben ser los primeros objetivos del investigador: el catálogo de la Biblioteca Nacional; las cases de datos del CSIC, especialmente ISOC, y Teseo. La primera está dedicada fundamentalmente a describir libros, manuscritos y materiales especiales de la Biblioteca, la segunda a artículos de revistas especializadas, y la tercera a tesis doctorales leídas en las universidades españolas desde 1976. El catálogo de la Biblioteca Nacional nos ofrece una de las mejores oportu nidades para conocer todos los materiales bibliográficos publicados en España desde el siglo xvm, pues los ha ingresado en virtud del Depósito Legal. Ade más ha ido adquiriendo colecciones y fondos especiales anteriores o publicados fuera del país. Todo ello hace que sea la fuente de información más exhaustiva para bibliografía española. Comprende unos 4.454.000 de registros bibliográrcos que corresponden a 10.230.000 ejemplares (cada registro o título puede contener varios volúmenes o ejemplares, por lo que el registro bibliográfico es d mismo, pero varía la localización o signatura). La búsqueda sencilla se hace en todos los campos del registro bibliográfico. Para búsquedas m ás exhaustivas es recomendable utilizar la opción de “ búsqueda avanzada” , donde pueden es cogerse los campos oportunos, incluido el de “fecha de publicación” . La base de datos de sumarios ISOC, una de las incluidas en CSIC, es una bi bliografía que vacía el contenido de la mayor parte de las revistas de ciencias so ciales y humanidades publicadas en España desde 1976. Actualmente se calcula que describe los artículos de unos 1.472 títulos que se publican anualmente, canto en soporte impreso como electrónico. En junio de 2016 tenía 774.214 reastros procedentes de 2.988 revistas. Se estima un crecimiento anual de 30.000 referencias. ISOC permite hacer una búsqueda simple (en cualquier campo del registro) o acceder a “ búsqueda por campos” , donde se pueden seleccionar de terminados campos del registro (autor, título, revista, año de publicación...). Su receso es libre a través de la página web del Consejo Superior de Investigacio nes Científicas y, además, permite la opción de compra de documentos descritos referencialmente. En caso de no adquirirse por esa vía, al investigador le queda opción de acudir a catálogos de bibliotecas a buscar la localización de los ejemplares. Aunque se trata principalmente de una base de datos referencial, proporciona el texto completo de algunos artículos, sobre todo de aquellos publicados en revistas electrónicas de libre acceso. Teseo es una base de dátos del Consejo de Universidades que tiene su origen m la Orden de 16 de julio de 1975 (BOE del 1 de septiembre), que dispuso que Dirección General de Universidades e Investigación y la Secretaría General Técnica del Ministerio de Educación y Ciencia constituirían y mantendrían un rchero mecanizado de tesis doctorales. En función de esta normativa, la Se cretaría General Técnica, a través del Centro de Proceso de Datos, afrontó la urea de crear la base de datos en la que se incorporan las descripciones de las
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tesis doctorales aprobadas desde del curso 1976-1977. Desde 1997 la base di datos se distribuye en línea, con acceso gratuito, a través de la página web de Ministerio de Educación. Aunque documentalmente la calidad deja mucho qui desear, pues no olvidemos que nace como un mero registro burocrático, sis pretensiones bibliográficas, tiene gran interés para los investigadores porqu; describe todas las tesis leídas en las universidades españolas, un conjunto dí unas cien mil tesis doctorales. Además de los datos bibliográficos habituales nos ofrece un breve resumen del contenido, el nombre del director de la tesis, de los miembros del tribunal que la juzgaron y el de la universidad donde se presentó. Una vez consultadas estas tres, debemos prestar atención a otra serie d; bases de datos que nos permiten ir ampliando los objetivos de nuestras bús quedas. En primer lugar, recomendamos Dialnet y después toda una amplu gama de catálogos colectivos. Dialnet es una bibliografía especializada er ciencias sociales y humanidades creada por la Universidad de La Rioja en 2001. En este proyecto colaboran numerosas bibliotecas universitarias, públicas t especializadas, que hacen que en tan pocos años se hayan alcanzado los cinco millones de documentos, una buena cantidad de ellos con enlace al texto completo (5.154.960 en junio de 2016). Fundamentalmente se trata de artícu los de revista, aunque también hay actas de congresos, libros y 45.000 tesis doctorales. El periodo de cobertura es reciente, por lo que es difícil encon trar registros publicados anteriormente. Permite dos opciones de búsqueda “buscar documentos”, casilla donde se introducen las palabras clave que nos permitan recuperar los registros, y “buscar revistas”, para localizar títulos de publicaciones periódicas (9.742 en total). Hay otras opciones directas para buscar “ tesis” y “ congresos” . REBIUN es el catálogo colectivo en línea de la Red de Bibliotecas Universi tarias Españolas que permite el acceso a la descripción de unos 15 millones de registros bibliográficos pertenecientes a unos 30 millones de ejemplares, fun damentalmente monografías (modernas y antiguas) y manuscritos. Resulta de gran interés tanto por el periodo de cobertura indeterminado (no olvidemos que algunas bibliotecas universitarias nacieron en la Edad Media) como por la calidad científica de sus fondos, pues comprende las colecciones de 95 biblio tecas universitarias y especializadas. Permite la consulta sencilla y la avanzada por campos del registro bibliográfico. El Catálogo de las Bibliotecas Públicas es el catálogo colectivo de las bi bliotecas públicas del Estado que puede consultarse a través de la página wet del Ministerio. En abril de 2016 contenía 14.529.656 registros bibliográficos de 53 bibliotecas y de otras muchas de 17 redes de comunidades autónomas más las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Muchas de estas bibliote cas contienen un fondo antiguo de gran interés para el historiador. La consulta se tiene que hacer por campos del registro bibliográfico, aunque hay una prime ra opción de “cualquier campo” que busca en todos ellos.
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El Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español responde a un Trayecto conjunto del Ministerio de Cultura y las comunidades autónomas, de accerdo con la Ley 16/1985 de Patrimonio Histórico, que describe y localiza Erros y otros fondos bibliográficos depositados en bibliotecas e instituciones scañolas públicas o privadas, que por su antigüedad, singularidad o riqueza reman parte del Patrimonio Bibliográfico Español. En la actualidad la mayor Tarte de los registros describen distintas ediciones de obras impresas entre los sedos xv y xx (hasta 1958). En mayo de 2016 tenía 1.193.680 registros bibliop-ificos pertenecientes a 3.295.011 ejemplares de 814 bibliotecas, las mejores reí país con fondo antiguo e histórico. La búsqueda puede hacerse por un cam po general o por “búsqueda avanzada”. El Catálogo Bibliográfico del CSIC es uno de los mayores catálogos colectiautomatizados de España. Comprende los registros bibliográficos de las 63 Tibliotecas especializadas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas idemás de 13 archivos científicos. También incluye cinco bibliotecas externas pertenecientes a fundaciones relacionadas con la investigación (Residencia de Estudiantes, Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Funda ción Ortega y Gasset, Fundación García Lorca y Museu de Ciencies Naturals ie la Ciudadella). Entre todas estas bibliotecas poseen más de un millón y me dio de monografías en papel, 70.000 colecciones de revistas impresas, más de 200.000 libros electrónicos y alrededor de 9.000 títulos de revistas electrónicas, además de mapas, fotografías, etcétera. El fondo antiguo está integrado por 12 incunables, 431 manuscritos y 11.361 obras anteriores al siglo xix y 60.780 de ese siglo. Por último, cabe mencionar otra base de datos que puede resultar de interés para completar la información bibliográfica. Se trata de la base de datos de li bros editados en España (International Standard Book Number, ISBN), con la descripción de los títulos editados desde 1972. Está gestionada por la Agencia Española del ISBN. La calidad documental del producto no es buena, porque se trata más de un registro de control hecho público a través de la web que de una base de datos construida por profesionales con objetivos científicos. El propio editor es quien proporciona los datos a través de un formulario de solicitud del número normalizado. Aun con todo, nos permite acceder al conocimiento de bibliografía publicada en España y, lo que tal vez resulta más original, al precio de los libros y saber si están en venta o agotados. Existen dos opciones de búsqueda: una sencilla f otra avanzada. Actualmente tiene alrededor de un millón de registros. La mayor parte de las bases de datos españolas tienen iniciativas parecidas en los países más desarrollados. Entre las bases de datos generales de carácter internacional destaca WorldCat, catálogo colectivo y en línea de OCLC que comenzó a funcionar en 1971 con la contribución de 54 bibliotecas de Ohio. Actualmente participan 72.000 de unos cien países. En su página web anuncia t o s
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“ dos billones de elementos disponibles” . A su cuantiosa colección de monogra fías (273 millones en 2012) ha sumado en los últimos años multitud de recu: sos web, artículos, etcétera. Permite una búsqueda sencilla y otra avanzada. Al realizar la primera búsqueda, se despliega a la izquierda un menú con los tipo¡ de materiales, idiomas, y otras alternativas, para poder seleccionar por ellos. Muchos de los documentos descritos están enlazados a su texto completo, sobre todo los artículos de las revistas electrónicas. El número de referencias, e amplio periodo de cobertura y la posibilidad de localización de ejemplares pan solicitar el préstamo interbibliotecario convierten a esta base de datos en une de los principales títulos existentes en el mercado internacional. Google Books es uno de los proyectos de digitalización más ambiciosos de momento. En una base de datos en línea almacena trabajos en dominio públicc y otros materiales sin derechos de autor para que puedan ser descargados ei formato PDF. Además, convierte el texto por medio de reconocimiento óptice de caracteres (OCR) para facilitar las búsquedas en el texto completo. Presentado en 2004, en octubre de 2009 el número de libros digitalizados se encontraba por encima de los 10 millones, aunque desde entonces el proyecto ha pasade por dificultades legales que lo han paralizado durante varios años. En abril d; 2016, el Tribunal Supremo de Estados Unidos avaló Google Books al rechaza: que viole las leyes de derechos de autor, como afirmaba el Sindicato de Autora del país. La base de datos internacional especializada en historia más interesante e< Historical Abstracts. Se trata de un boletín de resúmenes que conforma una importante bibliografía sobre la historia mundial desde 1450. Describe los artículos publicados desde 1953 en más de 2.690 revistas en unos 40 idiomas. S; excluye expresamente la historia de Estados Unidos y Canadá, que está recog: da en otra base de datos (America: History and Life). Periodicals Archive Online es una base de datos que ofrece más de 700 títulos de revistas electrónicas a texto completo, es decir, supone un archivo d: unos tres millones de artículos completos especializados en humanidades i ciencias sociales. La Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) gestión: para las universidades y centros de investigación españoles las licencias de la dos principales bases de datos mundiales de referencias bibliográficas y cita: de publicaciones periódicas: Web of Science, propiedad de Thomson Reuters y Scopus, propiedad de Elsevier. Web of Knowledge ofrece información sobr: el contenido de 12.000 revistas y libros de actas de congresos publicadas en 8( países por 3.300 editores. A través de este portal se accede a bases de datos d¡ gran prestigio internacional, como Art & Humanities Citation Index, que facili ta la descripción, resumen o texto completo de las principales revistas especial: zadas en humanidades desde 1975, y Journal Citation Reports, que incluye JCF Social Science Edition, con las revistas de mayor impacto del mundo. Entre ella
De la biblioteca tradicional a la biblioteca digital
*e incluyen 87 revistas de historia que han adquirido la categoría JCR, máximo galardón según el factor de impacto y visibilidad. Scopus es una base de datos de resúmenes, citas de artículos de revistas científicas y libros. Contiene alrededor de 60 millones de registros diversas ma terias, entre ellas humanidades y ciencias sociales, de más de 5.000 editores de todo el mundo.
3.5.
Las bibliotecas digitales
*The doors of the digital library never cióse”, apunta William Y. Arms (2000: 4-7) como principal rasgo de las bibliotecas digitales o virtuales. Pero podría mos añadir más: las puertas no solo no se cierran nunca, sino que no se cierran a nadie. Para que pueda denominarse biblioteca, y no quede convertida en un mero almacén de libros, aunque sus documentos sean digitales, hacen falta dos componentes básicos de cualquier biblioteca: organización y servicios. Así, la Ley 10/2007, de 22 de junio, de la Lectura, del Libro y de las Bibliotecas, define a las bibliotecas digitales como “colecciones organizadas de contenidos digitales que se ponen a disposición del público. Pueden contener materiales digitalizados, tales como ejemplares digitales de fibros u otro material documental procedente de bibliotecas, archivos y museos, o basarse en información producida directa mente en formato digital” . Para Sorli y Merlo (2000a: 91), la biblioteca digital se configura sobre los mismos pilares de la biblioteca tradicional: colección, organización y difusión. En el caso de las bibliotecas digitales el marco es el mismo, ya que se trata de formar colecciones de documentos electrónicos, organizarías con criterios biblioteconómicos y ponerlas a disposición de los usuarios a quienes puede interesar. No se trata tan solo de digitalizar textos, imágenes o sonidos y ponerlos en red, sino que, además, es necesario un sistema de organización de fondos y de acceso a ellos. Este detalle es lo que hace que muchas de las llamadas bibliotecas digitales no sean más que colecciones de documentos electrónicos.
Aunque la edición electrónica no es el final de la galaxia de Gutenberg, sino que forma parte de ella, y áunque debemos crear la biblioteca del futuro sin disminuir la biblioteca del pasado, los cambios que han traído las bibliotecas digitales son importantes, tanto para sus profesionales como para los usua rios (Alía, 2005: 400):• •
Siguiendo la definición de biblioteca digital de Arms, las bibliotecas aho ra nunca cierran sus puertas. ¡Ni a nadie!
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• •
Los usuarios, como las bibliotecas, no tienen fronteras ni barreras. El lector asume mayor protagonismo; de su actividad depende buenz parte de la información localizada. • El espacio virtual de la biblioteca, su web, cada vez adquiere más impor tancia, pues ya no es solo una pasarela a la colección, sino la colecciór misma. De ser el medio publicitario de la biblioteca, ha pasado a constituir el medio esencial por donde se ofertan sus colecciones y servicios. • Los materiales más valiosos de las bibliotecas, sus fondos históricos (li bros, manuscritos, cartografía, fotografías...) son ahora más asequibles De estar encerrados con amplias medidas de seguridad han pasado ac tualmente, a partir del cambio de soporte, a ser los protagonistas de mu chas iniciativas de bibliotecas virtuales y de edición electrónica, tanto po: su valor histórico como por la libertad de derechos de autor. • La nueva biblioteca digital es una biblioteca transparente. Una buena y completa biblioteca digital se asemeja a una buena y completa biblioteca en libre acceso: todo está al alcance de la vista y de la mano, y esto et información es decir mucho. Hojear el documento cuando y como st quiera es uno de los mayores placeres del usuario, harto en muchos caso? de mecanismos intermedios que normalmente no entiende, como los ca tálogos. El problema de la sociedad de la información no es la escasez de información ni su transferencia, sino decidir qué es útil y correcto, y esto se consigue mejor al exponer la documentación de forma libre y abierta, y que el usuario protagonice la búsqueda informativa. • La nueva biblioteca digital ha reforzado la cooperación. La biblioteca ha pasado de la autosuficiencia que ha caracterizado a las tradicionales a la cooperación y colaboración entre redes, sistemas y consorcios. La infor mación electrónica y el entorno digital y virtual hacen más fácil las cosas más difíciles hasta ahora, como compartir recursos. • Las bibliotecas virtuales están unificando los centros de información. Cada vez se hace más difícil apreciar las fronteras entre una biblioteca virtual y un archivo virtual. Las nuevas tecnologías están igualando los servicios y fondos. La biblioteca digital ha incorporado a sus fondos el único documento que no poseía entre sus materiales: el documento pri mario o de archivo. • Las nuevas bibliotecas están constituyendo un importante acicate para la investigación científica e informática. Las jornadas tanto a nivel na cional como internacional de carácter especializado en bibliotecas digi tales que se vienen desarrollando en los últimos años son una muestra: en ellas se presentan aportaciones de bibliotecarios, informáticos, docu mentalistas y otros muchos científicos (filólogos, historiadores, antropó logos). Todos juntos investigando los nuevos desarrollos que la sociedad de la información y del conocimiento demanda.
De la biblioteca tradicional a la biblioteca digital
Pero no todo es tan positivo. El importante cambio producido en tan pocos años por la introducción del soporte electrónico ha generado un alto grado de confusión entre los bibliotecarios-documentalistas y usuarios de los servicios de información automatizados. Este confusionismo viene dado, principalmen:e, por el exceso de información, por eso cada día se valora más la información cmitada, pertinente y filtrada; por la convivencia de documentos (muchas veces 'os mismos) en distintos soportes, y por la variada gama de proyectos de biblio tecas virtuales, que en ocasiones repiten documentos. La sensación de confu sión y desconcierto ha llevado a algunos especialistas a hablar de “el desorden digital” (Pons, 2013). Las bibliotecas digitales tienen una limitación muy importante por la edad de la documentación que comprenden, por eso la mayor parte de ellas se di rigen hacia obras del patrimonio y fondo antiguo, con más de setenta años de antigüedad, con el fin de salvaguardar los derechos de autor. El Real De creto 1/1996, de 12 de abril, por el que se aprueba el texto refundido de la ley de Propiedad Intelectual, establece en su artículo 26 que “los derechos de explotación de la obra durarán toda la vida del autor y setenta años después de su muerte o declaración de fallecimiento” . La extinción de los derechos de explotación determinará su paso al dominio público. Las obras de dominio rúblico, según el artículo 41, “podrán ser utilizadas por cualquiera, siempre cae se respete la autoría y la integridad de la obra” . Las bibliotecas digitales que •^producen obras actuales deben pagar importantes sumas por derechos de autor, jo que limita su acceso generalmente hacia investigadores o personal especiali zado de la institución que las patrocina. Entre los principales proyectos de bibliotecas digitales en España podemos destacar varios, empezando sin duda alguna por la Biblioteca Digital His pánica, la biblioteca digital de la Biblioteca Nacional de España. Comenzó i formarse en 2008 con diversos objetivos, entre ellos los de conservar y difundir el patrimonio cultural español. En el momento de su presentación ofrecía unas 10.000 obras. En mayo de 2016 incorporaba 177.754 títulos de codas las materias y tipologías documentales: 71.802 monografías impresas; 12.850 manuscritos; 35.400 dibujos, grabados y fotografías; 31.211 partitu ras; 6.876 material cartográfico; 18.460 registros sonoros, y 1.155 de prensa Y revistas. La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes nació en 1999 a iniciativa de la Universidad de Alicante y del Banco Santander. El objetivo de su creación era ngitalizar las mejores y más representativas obras de autores clásicos de Espa ña y Latinoamérica. Está dividida en distintas áreas, entre las que destacan Birüoteca Española, Biblioteca Americana, Biblioteca Joan Lluís Vives, Bibliote ca das Letras Galegas, Historia, Archivos y Hemeroteca. La de Historia integra terrales especializados sobre arqueología, historia antigua, Edad Media y la rstoria moderna y contemporánea. Dedica monográficos a temas y personajes
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como Cristóbal Colón, Isabel la Católica, la monarquía hispánica, la expulsión de los jesuítas de los dominios españoles, la Constitución de Cádiz, los viajen» españoles y el exilio español. Ha recopilado archivos particulares como los oc Carlos Esplá y Mariano José de Larra. La Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico nació como un proyecto cooperativo del Ministerio de Cultura y las comunidades autónomas con d objetivo de conservar y difundir los principales manuscritos y libros impre*, sos que integran el patrimonio histórico español. Ha conseguido digitalizar las colecciones de los monasterios de Santa María de Huerta, Santes Creus c Poblet, depositadas en las bibliotecas públicas de Soria y Tarragona, respec-| tivamente; la colección Borbón-Lorenzana, que se encuentra en la Biblioteca de Castilla-La Mancha; las colecciones de impresos antiguos de las bibliotecas públicas del Estado en Cádiz, Córdoba, León y Orihuela o las coleccione* lulianas de la Biblioteca Pública del Estado en Palma de Mallorca. También posee fondos sobre la guerra de la Independencia y de la independencia de las repúblicas latinoamericanas procedentes de la Biblioteca Central Militar y dr la Biblioteca Hispánica, respectivamente. En total, hay obras procedentes de 10" bibliotecas. La Real Academia de la Historia tiene una biblioteca-archivo especializada en códices, incunables, manuscritos e impresos desde la Edad Media hasta la actualidad. Resulta un fondo fundamental para el estudio y la investigación de la historia de España y de Iberoamérica. De este fondo, 22.838 obras estár digitalizadas a texto completo. Además de estas de carácter nacional hay numerosos proyectos de bibliote cas digitales de ámbito regional, provincial y local, y otros muchos de biblio tecas especializadas, sobre todo universitarias y del CSIC, y de organizaciones culturales, científicas, etcétera. De los primeros podemos mencionar los siguien tes: Biblioteca Virtual de Andalucía, Biblioteca Virtual de Aragón, Biblioteca Virtual del Principado de Asturias, Biblioteca Digital de Castilla-La Mancha (de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha), Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha (iniciativa del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha de la Universidad de Castilla-La Mancha), Biblioteca Digital de Castilla y León. Biblioteca Digital de Catalunya, Biblioteca Virtual Galega, Biblioteca Digital de la Comunidad de Madrid, Biblioteca Navarra Digital, Biblioteca Valenciana Digital y Liburuklik: Biblioteca Digital Vasca. A nivel internacional podemos resaltar algunas de sumo interés para los historiadores por sus fondos históricos especializados, que en diversas ocasio nes tienen también relación con la historia de España. La Biblioteca Digital Mundial, iniciativa de la Unesco, pone desde 2009 a disposición de los investi gadores, en formato multilingüe, importantes materiales (documentos, manus critos, libros raros, mapas, fotografías, etc.) fundamentales de culturas de todo el mundo.
De la biblioteca tradicional a la biblioteca digital
American Memory, la biblioteca digital de la Biblioteca del Congreso de los Litados Unidos, contiene más de cien colecciones sobre la historia y la cultura imericana. Más de nueve millones de documentos, sobre todo manuscritos, npresos antiguos, libros modernos, fotografías, registros sonoros y mapas. Pira la historia de España podemos destacar las colecciones referidas a la ruerra hispano-americana de 1898 y el portal “Spain, the United States, & ne American Frontier: Historias Paralelas” . Este último, realizado en colaoración con la Biblioteca Nacional de España y la Biblioteca Colombina y Capitular de Sevilla, se dedica a la historia de la expansión española a partir ae 1492 en América del Norte, Florida, Georgia y las Carolinas a través del continente, de Luisiana y Tejas al sureste, California y Alaska. Se incluyen rapas, manuscritos, cartas, ediciones antiguas de libros impresos, grabados y :tros materiales ilustrados.
3.6. Los repositorios y los recolectores de documentación digital Un repositorio es un sitio centralizado (depósito) donde se almacena y man~ene documentación digital. Se trata de un mero almacén de información, sin :rganización ni servicios, por lo que no debe confundirse con una biblioteca digital. Normalmente son promovidos por algunas instituciones como un servíno adicional para el investigador, al incluir en él los trabajos de sus profesores ; investigadores con el fin de aumentar su visibilidad e índice de impacto. Los repositorios institucionales se han desarrollado en los últimos años ge nialmente ligados a las universidades y centros de investigación. En España destaca Digital.CSIC, repositorio científico multidisciplinar de documentos dig^ales que recoge los resultados de la labor investigadora realizada en todos 1cada uno de los centros e institutos del Consejo Superior de Investigaciones Uentíficas, en acceso abierto; un conjunto de más de 120.000 trabajos. Digital. L5IC se creó en 2006 como resultado de la firma de la Declaración de Berlín ccc parte de la presidencia del CSIC mediante la que este organismo se compro metió a difundir la investigación de su comunidad científica en acceso abierto. Lite repositorio ha comenzado 2016 en el puesto 19 en la clasificación mundial ce repositorios institucionales de un total de 2.297. Recolector es un servidor externo a los repositorios o bibliotecas digitales míe permite que el usuario busque, localice y acceda a través de una única nterfaz y de forma simultánea a la información y los materiales depositados =r varios de ellos. El recolector no contiene documentos originales, solo sus retadatos, y dirige al usuario al repositorio correspondiente para la consulta aá documento original completo. Para los repositorios o bibliotecas digitales cpone un gran avance porque consigue incrementar notablemente la visibili dad de su documentación, y para los usuarios de información también porque
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con un único sistema de búsqueda trabaja sobre distintas plataformas y obtien multitud de documentos adicionales a los que conseguiría consultando de un¡ en una. Se puede decir que los recolectores digitales ofrecen las mismas ventaja que los catálogos colectivos en las bibliotecas. El amplio desarrollo de las tec nologías de la información, la necesidad de cooperación para ofrecer mejore servicios y el desarrollo de diversos aspectos técnicos documentales, como la metadatos, han posibilitado el nacimiento y rápido crecimiento de estas herré mientas imprescindibles para la búsqueda y consulta de documentación dígita. En España destaca Hispana, que reúne las colecciones digitales de archivos bibliotecas y museos españoles. Entre las colecciones que recolecta destacan lo repositorios institucionales de las universidades españolas y las bibliotecas digitales de las comunidades autónomas, que ofrecen acceso a conjuntos creciente de todo tipo de materiales (manuscritos, libros impresos, fotografías, mapas etc.) del patrimonio bibliográfico español. Hispana también incorpora los cor tenidos de CER.es, el catálogo colectivo de la Red Digital de Colecciones d Museos de España. Esta red reúne museos que comparten un sistema unificad: de documentación y gestión de sus colecciones. Hispana actualmente ofrec acceso a 6.339.131 objetos digitales procedentes de 207 repositorios. Adema ofrece el “directorio de colecciones digitales de España”, una herramienta mu útil para el investigador porque le facilita información de los principales pro yectos de digitalización que se están llevando a cabo (más de 600) y para lo centros de información y documentación porque permite la coordinación y ev) ta la digitalización de obras repetidas y el establecimiento de una estrategia común de las distintas administraciones y entidades privadas ante el reto de L digitalización. Hispana además de recolector español es el agregador nacional de conte nidos a Europeana, el recolector promovido desde 2008 por la Comisión Eu ropea con la pretensión de convertirse en la gran biblioteca digital de Europa multilingüe y multicultural, en la “ plataforma del patrimonio cultural europeo (Ramos y Arquero: 2014). Actualmente facilita el acceso a más de 50 millone de objetos digitales. Europeana utiliza la denominada “web semántica” (Mo yano: 2013) que transforma el concepto tradicional de web, entendida comí recursos, por un modelo de acceso a datos, independientemente de los sis temas, recursos o direcciones donde se ubiquen, gracias a la coexistencia d información destinada a seres humanos y a máquinas (metadatos o metainfoi mación) en el mismo objeto. Un recurso, además de estar localizado en la rec está definido e identificado, lo que permite a las máquinas saber qué es y cóm ofrecerlo. La esencia de la web semántica consiste en acompañar a la informa ción de descripciones explícitas de su significado, descripciones de su estructur interna y descripciones globales de relaciones y contenido. Otra de las más interesantes iniciativas es Recolecta o Recolector de Cienci Abierta, plataforma que agrupa a todos los repositorios científicos nacionale 1
De la biblioteca tradicional a la biblioteca digital
y que provee de servicios a los gestores de repositorios, a los investigadores y a los agentes implicados en la elaboración de políticas públicas de investigación. Este recolector nació fruto de la colaboración, desde 2007, entre la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y la Red de Bibliotecas Universitarias (REBIUN) de la CRUE con el objetivo de crear una infraestructura nacional de repositorios científicos de acceso abierto. Actualmente ofrece documentación digitalizada de 80 repositorios. Sus objetivos, como explica en su página web, son:• •
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Impulsar y coordinar la infraestructura nacional de repositorios científicos digitales de acceso abierto y garantizar que sean interoperables según los estándares de la comunidad mundial. Promover, apoyar y facilitar la adopción del acceso abierto por todos los investigadores de las universidades y centros de I+D españoles, principales productores de conocimiento científico en nuestro país. Dotar de una mayor visibilidad tanto nacional como internacional a los resultados de la investigación que se realiza en España.
El archivo, principal laboratorio de investigación
4.1. Los archivos y sus documentos la Ley del Patrimonio Histórico Español de 1985 define los archivos como ‘‘conjuntos orgánicos de documentos, o la reunión de varios de ellos, reunidos ror las personas jurídicas, públicas o privadas, en el ejercicio de sus actividades, al servicio de su utilización para la investigación, la cultura, la información y a gestión administrativa” . Asimismo, archivos son las instituciones culturales conde se reúnen, conservan, ordenan y difunden para los fines anteriormente “ endonados. La producción documental tiene un fin en sí mismo: resolver asuntos de la actividad humana en sus múltiples actividades. El documento es el testigo de esos asuntos y de las relaciones de comunicación que se han tenido que estadecer para ello. “El documento es, esencialmente, comunicación y testimonio ie esa comunicación” (Núñei, 1999: 113). El documento de archivo constituye a fuente principal de información del trabajo del historiador, aunque por sí nismo no habla; hay que saber interrogarle para que nos cuente cosas. Los archivos hablan, pero solo si se les pregunta. Al acercarse al archivo, el histo riador debe tener primero claro sus hipótesis y objetivos de la investigación, rorque estos serán los que le ayuden a delimitar sus búsquedas. También es recesado antes de consultar la documentación archivística leer la bibliografía
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Métodos de investigación histórica
principal del tema que se investiga, conocer el estado del conocimiento en ese; momento para así apreciar mejor lo novedoso de lo que no lo es; lo importan^ de lo intrascendente. Puede que entre tanta información contenida en cualquier archivo se vean documentos de gran interés, que llamen la atención... pero para el investigador el interés del documento solo radica en su capacidad para dar respuesta a nuestros numerosos interrogantes. También es recomendable como paso* previo a la consulta archivística co nocer las características del documento de archivo; los objetivos, funciones v organización archivística; los instrumentos de descripción que realiza el archi vero con el fin de informar al usuario de la información que contiene el archiva] En suma, resulta imprescindible una buena preparación antes de poner camir.: hacia el archivo. En la sociedad actual, dominada por Internet y la digitalización, el histo riador debe saber el estado actual de la documentación digitalizada y de lz informatización de los instrumentos de descripción, pues si no puede llevarst muchos desengaños y, lo que es más importante, fallar en muchas estrategias de búsqueda. Son millones y millones los documentos que conservan los archivos: tantos que en todos ellos el volumen de la documentación no se cuenta por unidades documentales, sino por metros o kilómetros lineales de estantería quí ocupan. De toda esa ingente masa documental es muy poca la que se ha digitali zado y puesta al servicio libre en Internet. Al historiador, que nadie se engañe, le quedan muchos años todavía de tener que ir deambulando archivo por archiva La investigación desde el despacho es aún muy limitada. Mucho se ha avanza do en los últimos años, pero queda muchísimo camino por recorrer. Lo mismo sucede con la descripción de los documentos a través de los inventarios y los catálogos automatizados que nos permiten acceder a su conocimiento desde e' ordenador, a través de la web. Algo se está consiguiendo, pero la cantidad dt documentos es tan enorme y los recursos necesarios para realizarlo son tantos que aún faltan muchos años para conseguir búsquedas exhaustivas sin salir dedespacho. El documento de archivo, definido como “ejemplar en cualquier soporte, testimonio de las actividades y funciones de las personas físicas y jurídicas, públicas o privadas” por el Real Decreto 1708/2011 que establece el Sistema Español de Archivos, está caracterizado, como cualquier otro documento, por elementos como el soporte, la información y el registro, pero posee, además, ciertos elementos diferenciadores, como apunta Cruz Mundet (2001: 97): • •
El carácter seriado: los documentos se producen uno a uno y con el paso del tiempo constituyen series (correspondencia, actas, etc.). La génesis: los documentos se producen dentro de un proceso natural de actividad, surgen como producto y reflejo de las tareas de su productor, no son algo ajeno a él.
El archivo, principal laboratorio de investigación
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La exclusividad: la información que contiene rara vez se encuentra en otro documento con idéntica extensión e intensidad; es exclusiva (salvo en las copias). La interrelación: las piezas aisladas (documentos sueltos) generalmente no tienen mucho sentido por sí mismas; su razón de ser viene dada por su pertenencia a un conjunto -la unidad archivística o expediente- y por las relaciones establecidas entre sí.
El documento de archivo puede ser singular y único (pieza documental) o compuesto (unidad archivística). Esta constituye una agrupación de documen tos que no deben ser separados porque responden a una tramitación adminis trativa que hay que respetar y da unidad al conjunto. Unidades archivísticas son ios expedientes. El expediente es un conjunto de documentos que se forma para resolver un determinado asunto o materia. La mayor parte de los documentos que consultamos en un archivo se nos presenta bajo esta forma. Sus componen tes estructurales son: •
Carpetilla o guarda exterior: contiene y agrupa los documentos. Puede o no contener información, como el nombre de la oficina tramitadora, fecha de iniciación y de finalización, resumen del asunto, número de do cumentos y signatura de instalación. • Extracto o resumen: elaborado por la oficina que lo ha tramitado, sinte tiza el contenido y asunto de referencia. • Relación de contenido: breve descripción de cada documento, con su fecha y número de orden. • Documentos: se producen e insertan de manera sucesiva en el transcurso de la tramitación. Por su tradición pueden ser originales (en principio, no han sido elaborados en la oficina, sino recibidos del exterior), no originales (suelen corresponder a la oficina tramitante, y se conservan a efectos de referencia) o marginales (tales como diligencias y notas). Por su contenido pueden tratarse de documentos esenciales (recogen la in formación más cualificada del procedimiento administrativo: informes, dictámenes, resoluciones, etc.) o de enlace (su finalidad es servir de nexo y dejar constancia de los trámites realizados: oficios de remisión, notas internas, etc.). «
A veces se han reunido para su conservación documentos sueltos que no ~;sponden a un único proceso administrativo, pero que se refieren al mismo rsunto o tema, que es lo único que les da unidad. Es lo que se denomina dosier. Aparte de este, entre el documento simple (pieza documental) y el expediente íxiste un estadio intermedio que es el documento principal con anejos. Por =emplo, una carta acompañada de algún documento al que se alude en ella.
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El archivo, principal laboratorio de investigación
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La exclusividad: la información que contiene rara vez se encuentra en otro documento con idéntica extensión e intensidad; es exclusiva (salvo en las copias). La interrelación: las piezas aisladas (documentos sueltos) generalmente no tienen mucho sentido por sí mismas; su razón de ser viene dada por su pertenencia a un conjunto -la unidad archivística o expediente- y por las relaciones establecidas entre sí.
El documento de archivo puede ser singular y único (pieza documental) o compuesto (unidad archivística). Esta constituye una agrupación de documen tos que no deben ser separados porque responden a una tramitación adminis trativa que hay que respetar y da unidad al conjunto. Unidades archivísticas son jos expedientes. El expediente es un conjunto de documentos que se forma para resolver un determinado asunto o materia. La mayor parte de los documentos cue consultamos en un archivo se nos presenta bajo esta forma. Sus componen tes estructurales son: •
Carpetilla o guarda exterior: contiene y agrupa los documentos. Puede o no contener información, como el nombre de la oficina tramitadora, fecha de iniciación y de finalización, resumen del asunto, número de do cumentos y signatura de instalación. • Extracto o resumen: elaborado por la oficina que lo ha tramitado, sinte tiza el contenido y asunto de referencia. • Relación de contenido: breve descripción de cada documento, con su fecha y número de orden. • Documentos: se producen e insertan de manera sucesiva en el transcurso de la tramitación. Por su tradición pueden ser originales (en principio, no han sido elaborados en la oficina, sino recibidos del exterior), no originales (suelen corresponder a la oficina tramitante, y se conservan a efectos de referencia) o marginales (tales como diligencias y notas). Por su contenido pueden tratarse de documentos esenciales (recogen la in formación más cualificada del procedimiento administrativo: informes, dictámenes, resoluciones, etc.) o de enlace (su finalidad es servir de nexo y dejar constancia de los trámites realizados: oficios de remisión, notas internas, etc.). «
A veces se han reunido para su conservación documentos sueltos que no “ísponden a un único proceso administrativo, pero que se refieren al mismo istmio o tema, que es lo único que les da unidad. Es lo que se denomina dosier. Aparte de este, entre el documento simple (pieza documental) y el expediente existe un estadio intermedio que es el documento principal con anejos. Por remplo, una carta acompañada de algún documento al que se alude en ella.
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Métodos de investigación histórica
Los documentos se reúnen en agrupaciones naturales (históricas) o artificia les (resultado de la voluntad del archivero o del donante). Entre las primera podemos mencionar las siguientes: • •
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4.2 .
Fondo: engloba la totalidad de la documentación producida y recibías por po r una un a institución; por p or lo que fondo fond o se puede identificar identificar con un arc arch hiva! iva! Sección: se trata de una subdivisión del fondo identificada con la prod produc uc ción documental de una unidad o división administrativa o funcional a: la institución que produce el fondo. Serie: cada sección se divide en series formadas por piezas documéntala o unidades archivísticas, que son el testimonio documental y continuada de actividades repetitivas desarrolladas por un órgano o en virtud de ura función.
Lo s objetivos y la organización de los archivos archivos
En la etapa prearchivística el objetivo del archivo es recoger la la documentación. La principal forma de ingreso de los documentos en los archivos es la transfe rencia, el paso gratuito, programado y preparado de la documentación de une institución u organización al archivo. El documento, en contra de lo que se piensa, viaja, pasa de una unidad administrativa al archivo, y de un archivo ¿ otro, otro , según la edad de la documentación, docum entación, hasta ha sta “ rep re p osar os ar”” definiti definitivament vamentee en en c£ archivo histórico. Una vez comprobada la documentación y firmada el corres pondiente acta act a de recepción, el archivo ya es el nuevo nuevo propie pr opietario tario y respon responsab sable le de los documentos recibidos. Y con ellos corresponde actuar para cumplir cor los dos objetivos de la etapa plenamente archivística:• archivística: • •
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La conservación: el fin y el objetivo fundamental del archivo y del ar chivero es conservar la documentación. Una vez recogidos y recibidos los documentos, el archivero debe guardar y conservar materialmente la documentación sobre la que más tarde hará una valoración y selecciói para decidir la que conserva de manera definitiva. La conservación debe estar presidida por la seguridad y el orden y tiene dos perspectivas: una referida a las instalaciones instalacione s (edificios, (edificios, estanterías, estant erías, etc.) y a la prevenci prevención ón r restauración, y otra a la organización documental (clasificación y ordena ción). Esta permite organizar la conservación para el siguiente objetivo. La difusión de la información: archivos y archiveros no deben olvida: nunca que la conservación solo tiene sentido para informar. Difícilmentr se puede informar sobre algo que no existe, efectivamente, pero la con servación solo tiene sentido si sirve para algo, y ese algo es cubrir lademandas informativas de la sociedad, misión que corresponde en esta
El arc archi hivo vo,, pri princi ncipa pall laborat laboratori orio o de inv inves esti tiga gaci ción ón
materia al historiador. La razón de ser del archivo está en facilitar la ges tión administrativa e institucional y la investigación científica. La organización interna de un archivo responde tanto a la necesidad de proporcionar una estructura lógica al fondo documental como de facilitar la lo ralizació ralización n de los documentos. El primer fundamento teórico de la la organización archivística es el principio de procedencia o respect des fonds, creado fonds, creado por el ar chivero e historiador francés Natalis de Wally, jefe de la sección administrativa ie los Archivos Departamentale Depar tamentaless del Ministerio del Interior Interior en 1841. 1841 . Este sistesistena, enriquecido con el Registraturprinzip (término Registraturprinzip (término coetáneo que disponía que j o s documentos de cada fondo debían mantenerse en el orden que les hubiera cado la oficina de origen) vino a acabar con otros basados en criterios ideológi cos, cronológicos o temáticos, que provocaban la mezcla de unos documentos con otros, en virtud de su adscripción a temas, lugares o fechas, criterios en ruena parte de los casos muy variables, subjetivos y de dudosa utilidad. La organización archivística se realiza mediante tres operaciones: •
Clasificar los fondos: se fondos: se trata de reunir los documentos en función de su procedencia, es decir, del autor, de las acciones o fines para los que fue ron creados o del asunto o tema que traten. Así, pueden ser de tres tipos: clasificación orgánica (las orgánica (las series se agrupan de acuerdo con las diferentes divisiones administrativas o estructura orgánica de la entidad), clasificación ción funcional funciona l (toma en consideración consideración las la s funciones de la entidad que ha generado el fondo), y clasificación por materias materias (resultado del análisis del contenido de los documentos, es decir, del asunto o materia sobre la que tratan, según el archivero). La más utilizada es la segunda, porque se sustenta en la naturaleza de los documentos, de acuerdo con la cual define las series; evita, como en el primer caso, las dificultades que entra ñan los constantes cambios de la Administración. La menos utilizada, la tercera, porque se antoja como el sistema más subjetivo e independiente del proceso que da lugar a los documentos. • Elaborar el cuadro de clasificación: consiste clasificación: consiste en un esquema de la clasifi cación en el que se evidencia la estructuración dada al fondo. Refleja las funciones funciones y las actividades actividad es de una organización, or ganización, funciones que generan la creación o la recepción de documentos. El cuadro de clasificación supone una estructuración jerárquica y lógica de los fondos (de lo general a lo concreto) y los agrupa según su acción, función y actividad. • Ordenar los documentos: una documentos: una vez clasificado el fondo, se tienen que or denar los documentos dentro de cada agrupación o serie documental. Se trata de una tarea material m aterial que consiste en relacionar relaciona r unos elementos elementos con otros, de acuerdo con un criterio criterio establecido de antemano, principalmen te cronológico o alfabético (nombres de personas, de lugares o materias).
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4.3. 4.3 .
Loss instrumentos de descripción Lo descripción
El archivero pone sus fondos a disposición del investigador a través de la des cripción de sus fondos mediante la elaboración de lo que se denomina instr,lamentos de descripción. La descripción es el análisis realizado por el archiven sobre los fondos y los documentos de archivó agrupados natural o artificia, mente, a fin de sintetizar y condensar la información para ofrecerla a los intere sados. Equivale a dar al documento de archivo o sus agrupaciones sus señas ce identidad, aquellos rasgos que los definen con precisión (eligiendo los elemertos que mejor los identifiquen) y que permitirán y facilitarán la comunicado: (consulta y recuperación). La descripción, por tanto, es el puente que comuna el documento con el investigador (Heredia, 1995: 299-300). La descripción de los documentos constituye la culminación del traba-: archivístico. La clasificación y ordenación de los documentos conservados not lleva a la necesidad de su descripción con el fin de difundir la informador que contienen. La base de todo sistema documental de descripción es la nor malización. El campo de la archivística ha estado tradicionalmente menos normalizado que el de las bibliotecas, donde en casi todo el mundo rigen I . mismas normas desde hace muchos años. El intento más efectivo al respecto es el Proyecto ISAD (G): Norma Internacional General de Descripción Archivística, auspiciado por el Consejo Internacional de Archivos (CIA). Sus inicios sí remontan a 1990, cuando se decidió elaborar una norma general. En 1995 se aprobó, aunque se estableció un periodo de cinco años para contrastz: su validez. En 1999 el Comité de Normas de Descripción adoptó ¡a versiór definitiva a partir de las sugerencias presentadas desde varios países, y fuí aprobada de forma definitiva en el marco del XIV Congreso Internación:, de Archivos celebrado en Sevilla en septiembre del año 2000. Esta norma in ternacional necesita para su adecuada aplicación el complemento de norma? nacionales que resuelvan la casuística producida por su interpretación, fase er la que estamos en la actualidad, aunque el uso de la ISAD (G) se está felizmen te generalizando. En España la adaptación a esta normativa internacional se denomina Norma Española de Descripción Archivística (NEDA), proyecto ambicioso y conjunto de la administración archivística estatal, autonómica t redes de archivos que se está implantando en varias fases con objetivos deter minados (Oliva, 2013). Los elementos de descripción previstos por la ISAD (G) son 26, aunque solo seis de ellos son considerados obligatorios e imprescindibles: • 2
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Área de identificación: incluye el código de referencia o signatura, que sirve para localizar la ubicación de los documentos; el título que iden tifique la unidad de descripción transcribiendo el nombre si lo tiene o asignándole uno si no lo tiene; la fecha, expresa exp resada da como co mo una fecha fecha simpl simplee
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o como un periodo cronológico, indicando las fechas extremas, según los casos, separadas por un guión (sobre todo en el caso de los expedientes, cuyos documentos deben ordenarse por orden de tramitación); el nivel de descripción, indicando el nivel de la unidad (expediente, serie, etc.), y el volumen y soporte de la unidad de descripción, en el que debe especificarse el volumen de las unidades en cifras arábigas y la denominación específica del soporte documental. Área de contexto: se compone del nombre del productor o productores de la unidad de descripción, el cual se señala siempre que no aparezca en el título; la historia institucional o breve reseña biográfica del productor de la documentación; la historia archivística por la que se proporciona información sobre los cambios de propiedad y custodia más significativos de la unidad de descripción, y la forma de ingreso, que señala la procedencia, método y fecha de ingreso. Area de contenido y estructura: contiene el alcance y contenido, que identifica la forma y contenido de la unidad de descripción para lo que los investigadores juzguen su interés potencial (en los expedientes debe incluirse una relación de contenido de todos los documentos); la valoración, selección y eliminación, que se proporciona cuando se ha producido alguna acción de este tipo que afecte a la interpretación de los documentos; los nuevos ingresos, por los que se informa sobre el cambio de volumen de la unidad en concepto de ingresos, transferencias o depósitos d epósitos adicionales, y la organización, que ofrece datos relativos a la organización de la unidad. Área de condiciones de acceso y utilización: comprende las condiciones de acceso, que informan de las posibles restricciones indicando el periodo de tiempo o la fecha límite de tales condiciones; las condiciones de reproducción, donde se informan de las normas al respecto; la lengua o escritura de los documentos, en la que se especifican, además de las lenguas, los tipos de escritura y sistemas de símbolos utilizados; las características físicas y requisitos req uisitos técnicos, que proporcionan información sobre aquellas que afectan a la utilización de la unidad, y los instrumentos de descripción, donde se indican todos cuantos proporcionen información relativa al contenido de la unidad de descripción. Area de documentación asociada: consta de la existencia y localización de los documentos originales, que se identifica cuando la unidad de descripción sea una reproducción; la existencia y localización de copias, indicando el nuevo soporte y la ubicación; unidades de descripción relacionadas, por si la unidad de descripción está formada por documentos que tengan una relación directa e importante con otra unidad, y nota de publicaciones, donde se identifican las publicaciones que se hayan basado en la utilización, estudio o análisis de la unidad de descripción.
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• Área de notas: las notas aportan información adicional que no se pued incluir en ninguno de los elementos de descripción definitivos, pero qu; sin embargo, se consideran importantes. La nota del archivero identifia al autor de la descripción; las reglas o normas indican la normativa en i¡ que se basa la descripción, y la fecha de la descripción sirve para indica la fecha de elaboración o revisión de la descripción. »
Posteriormente se ha publicado una norma internacional complemento á la ISAD (G): la ISAAR (CPF), “Norma Internacional sobre Encabezamiento! Autorizad Aut orizados os Archivístico Archivísticoss para par a Entidades, Entidade s, Personas y Fam Fa m ilias” ilias ” . Sirve Sirve pan establecer los encabezamientos autorizados que describan las entidades, per sonas o familias que aparezcan como productores en la descripción, enviand: referencias de los no aceptados a los primeros. Estos encabezamientos auto rizados son entradas o puntos de acceso a la información, registros de autori dades con nombres de persona, organismos, funciones, geográficos, material acrónimos, etcétera, muy similares a los desarrollados en las bibliotecas a; todo el mundo. A través de la descripción archivística, archivística, el el archivero archivero elabora elabo ra los instrumente de descripción, que son tres: la guía, el inventario y el catálogo. La guía pro porciona información sobre todos o parte de los fondos de uno o más archivos, describe de forma general las grandes agrupaciones documentales, esboza k historia de los organismos productores y facilita información auxiliar acercr del archivo o archivos tratados, así como de los servicios que ofrecen. Las guías, por tanto, tienen la misión de orientar, haciendo valoraciones globales y desta cando lo más importante. Esta orientación puede darse sobre un solo archive o conjunto de documentos (guía especial) o sobre un conjunto temático o geo gráfico de archivos (guía general). José Ramón Cruz (2001) ha establecido una nueva clasificación, que creemos no acaba con la anterior -seguida entre otros por Theodore Schellenberg y Antonia Heredia-, sino que la complementa. Di ferencia los siguientes tipos de guías:• guías: • • •
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Censo-guía: se utiliza para informar acerca de un gran número de archi vos, como pueden ser todos los de un país o una región. Guía de fuentes: recopila datos de todos los fondos documentales qut contengan información relativa a un tema o a un área geográfica deter minada. Guía orgánica: recoge información de varios archivos relacionados por su pertenencia a un organismo determinado, ya sea nacional o interna cional. Guía de archivo: centra su atención en un único archivo, posea uno o más fondos. La información que proporciona sobre su historia, organi zación y contenido es más detallada.
El archivo, principal laboratorio de investigación
El inventario se realiza sobre un fondo documental o una sección de archivo o de fondo para describir las unidades que componen las series documentales, dispuestas según el orden que tienen en el cuadro de clasificación y reproduciendo su estructura. El inventario presenta variedades más o menos abundantes según los países y según los autores. En Francia distinguen el numérico, el sumario y el analítico. En Italia lo reducen al sumario y analítico. En España, Antonio Matilla distingue entre esquemático, sumario, analítico y analítico de resúmenes. María del Carmen Pescador habla de cuatro tipos: somero, descriptivo, analítico y mixto. Para Antonia Heredia solo existe uno: el inventario como tal. José Ramón Cruz establece dos tipos: •
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Inventario somero: describe las unidades de instalación. Se usa de forma interna como procedimiento de control sobre las existencias. Para los investigadores apenas tiene importancia porque ofrece una información excesivamente genérica y apenas les orienta acerca de la documentación que pueden encontrar. A pesar de las carencias, por su función controladora se constituye en un primer procedimiento para la descripción de grandes volúmenes documentales. Inventario analítico: describe las unidades archivísticas, los expedientes. Detalla los fondos con mayor profundidad al descender hasta los expedientes, y ofrece información suficiente para localizar la documentación en el tiempo, en su ubicación física y conocer su organización.
El catálogo tiene la finalidad de describir exhaustivamente las piezas documentales (documentos sueltos) y las unidades archivísticas (expedientes), tanto en sus caracteres internos como externos. Dada su especialización, suele aplicarse a grupos de documentos que presentan un interés especial o limitado a un periodo cronológico concreto, pero no a una agrupación documental (fondo, sección, serie), salvo que sea muy pequeña. Partiendo del tipo de ordenación que requiera la serie catalogada, Antonia Heredia (1995) establece dos tipos de catálogo: • •
Catálogo cronológico: es el más frecuente, como consecuencia lógica de que la ordenación de ese tipo es la más usual. Catálogo alfabético: se utiliza en aquellas series que requieren una ordenación alfabética, porque interese destacar el nombre de la persona, el lugar geográfico o la materia. En estos casos el dato onomástico o geográfico encabezará la ficha, en lugar de la fecha.
Como trabajo del archivero, a estos instrumentos de descripción se vienen a sumar los considerados como instrumentos de control, de uso interno del servicio, que pueden dividirse en dos tipos, según María del Carmen Pescador (1993):
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Sobre el contenido: registro de fondos, relaciones de entrega, relaciones de contenido e inventario cuantitativo de los fondos. Sobre el servicio: registro de usuarios, identificación de usuarios y bole tines de consulta.
Hasta hace pocos años la planificación de la búsqueda documental se debú hacer a partir de la consulta de guías impresas que editaban los archivos o con juntos de ellos con el fin de ofrecer una información general sobre sus fondos y servicios. Había algunas iniciativas que intentaban informar del conjunto
Los Archivos, es decir, la institución, unidad administrativa o persona privada encargada de la custodia y servicio de la documentación. Se trata de un directorio de 36.035 archivos de España y 15.803 de Iberoamérica • Los fondos/colecciones documentales que custodia cada archivo, descri tos de acuerdo a las normas ISAD-G. • El fichero de autoridades con información de contexto sobre los produc tores de la documentación.
La descripción pormenorizada de los fondos puede seguirse a través de distintos instrumentos publicados en la web de cada archivo. El primero, más
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eeneral, es el cuadro de clasificación, un instrumento de descripción interno rué los archiveros hacen público por la utilidad que pueden tener para que d. investigador comprenda rápidamente la estructura y contenido general del rondo. Hay archivos que además ofrecen la posibilidad de buscar y localizar rocumentación a través de inventarios o catálogos automatizados. No hay —uchos, porque la descripción informatizada de series y de documentos simpes o compuestos no ha avanzado mucho, por el elevado número de documentos que conservan la mayor parte de ellos y la insuficiencia de personal rara abordar el trabajo. En el caso de que no se encuentren estos instrumentos más especializados en la red, el historiador tiene que acudir físicamente al irchivo para poder hacer las búsquedas directamente en sus instrumentos de descripción externa. 4.4. Las bases de datos archivísticas y la documentación digitalizada
—os instrumentos de descripción de los archivos, especialmente los inventarios y jos catálogos, no acostumbran a ofrecerse libremente por Internet. Los procesos de automatización de los catálogos suelen ir muy lentos. La mayor parte de archivos realizan bases de datos que guardan celosamente en sus servidores esperando que los investigadores acudan a sus recintos. El proyecto más ambicioso rara poner en la red el catálogo colectivo de algunos de sus más importantes archivos lo realiza el Ministerio de Cultura. Se trata del Portal de Archivos Españoles (PARES), instrumento interno de trabajo para los archiveros, en el que catalogan los documentos de sus archivos, y un instrumento externo de descripción que se ofrece a los investigadores y ciudadanos de forma abierta y gratuita por Internet. Actualmente, como catálogo, describe y localiza los documentos informáticamente (siguiendo las normas ISAD) de once archivos. PARES contiene documentación del Archivo Histórico Nacional, Archivo General de Simancas, Archivo de la Corona de Aragón, Archivo General de Indias, Archivo General de la Administración, Archivo de la Real Chancillería de Yalladolid, sección “Nobleza” del Archivo Histórico Nacional, Centro Documental de la Memoria Histórica, Archivo Histórico Provincial de Álava, Archivo Histórico Provincial de Bizkaia y Archivo Histórico Provincial de Gipuzkoa. Esta base de datos comprende 5.217.750 registros descriptivos, de los cuales 300.000 tienen imágenes Vinculadas; estas imágenes son un total de 30 millones, que ofrecen el texto completo de documentos digitalizados procedentes de diversas colecciones, portales o catálogos especializados como “Catastro de Ensenada”, “Causa General”, “Carteles de la Guerra Civil”, “Archivo Fotográfico de la Delegación de Propaganda de Madrid durante la Guerra Civil”, 'Guerra de la Independencia”, “El Sello Medieval” y “Mapas, Planos y Dibujos en los Archivos Estatales”, entre otros.
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Entre las últimas incorporaciones de PARES destacan 61.824 imágenes a documentos del Archivo General de Indias que en su mayor parte corresponder a la serie de cartas y expedientes de la Audiencia de Manila vistas en el Consen de Indias (1700-1738), complementando las cartas de los siglos xvi y xvn 5» disponibles. También se han reproducido varios Libros de armadas, del fon do de la Casa de Contratación, que contienen los asientos correspondientes i gastos de la preparación de Juan de la Cosa, Fernando de Magallanes y Blascr Núñez Vela entre otros. Y el expediente de la visita de Pedro Cortés y Larrm arzobispo de Guatemala, a su diócesis (1768-1770). Producto del viaje cp: realiza es la obra Descripción geográfico-moral de la diócesis de Goathema _ que contiene las descripciones y 113 mapas de los curatos visitados que se en cuentran también descritos y reproducidos en la Colección de Mapas y Planos. Serie de Guatemala. También es reciente la incorporación de 35.431 nuevas imágenes, corres pondientes a 1.004 documentos, de la colección de pergaminos del Archivo át la Real Chancillería de Valladolid, que se empezó a formar a partir de 1975 y que ya tiene digitalizados todos sus documentos. En esta colección se encuentn el testimonio documental más antiguo que conserva este archivo: un fragmen:: de un códice del monasterio de San Román de Entrepeñas (Palencia) datado át la segunda mitad del siglo vm. La interfaz de consulta de PARES permite buscar en todos los registros, registros digitalizados o no digitalizados. Si en el documento encontrado apa rece, en la parte derecha del registro, la imagen de una cámara fotográfica, x indica que ese documento dispone de imágenes digitalizadas. La búsqueda óf documentos puede hacerse a partir de tres opciones: “búsqueda sencilla” (per mite buscar por medio de palabras clave en todos los campos del registro a trsvés de una sola casilla de búsqueda; ofrece la opción de restringir por fechas “búsqueda avanzada” (la búsqueda puede delimitarse, además, por archive*, signaturas e índices de descripción de materia, onomásticos, geográficos e ins tituciones) e “inventario dinámico” (la localización de documentación se tiem que hacer dentro de cada uno de los archivos incluidos en el portal a través
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chivo General Militar de Madrid, Archivo General de Palacio, Archivo del Con greso de los Diputados, Archivo del Banco de España, Archivo-Biblioteca Fran cisco Zabalburu, Centro Documental de la Memoria Histórica y otros archivos diocesanos, municipales, de fundaciones, sindicatos y centros sanitarios. La do cumentación europea procede, además, del Archivo de Estado de Florencia y de la Biblioteca Nacional de Francia, fundamentalmente. Y la de Iberoamérica del Archivo Nacional de Chile, Archivo Nacional de Costa Rica, Archivo Nacional de Cuba y Archivo General de la Provincia de Santa Fe (Argentina). Otra de las más interesantes bases de datos del Ministerio de Cultura es la de la Legislación Histórica de España, ambicioso proyecto coordinado por el profesor Miguel Artola que permite acceder al texto completo de las principales leyes y disposiciones legales de la historia de España, desde los códigos góticos hasta 1868. La monarquía anterior a 1810 producía dos tipos fundamentales de normas: las leyes hechas por consentimiento y las leyes hechas con consejo. Las primeras corresponden a las leyes hechas en Cortes, relativamente fáciles de conocer. Las leyes con consejo, en cambio, son mucho más abundantes y difíciles de encontrar, por lo que constituyen la aportación más importante de esta base de datos. Las fuentes principales utilizadas en la recuperación docu mental son la Gazeta de Madrid (1661-1813), Diario de Madrid (1758-1918), Correo Mercantil de España y sus Indias (1792-1808), Guía o Estado General de la Real Hacienda (1799-1850) y documentación procedente del Archivo de b Corona de Aragón, Archivo General de Palacio, Archivo Histórico N acio nal, sección “Nobleza” del Archivo Histórico Nacional, Archivo General de Mmancas, Archivo del Reino de Valencia y Biblioteca Nacional, principalmente. La cuarta edición de Legislación Histórica de España contiene 35.355 normas referenciadas. De ellas se ofrece la imagen digital de 26.831. La consulta se puede realizar por dos medios: por “tesauro” y por “consulta directa” . En ambos casos la búsqueda se realiza por medio de un descriptor de jos que contiene el tesauro. En la consulta por tesauro se selecciona el descrip tor de un menú desplegable, y en la consulta directa lo debe escribir el propio isuario. Por los dos caminos se puede acotar la cronología de la búsqueda, señalando un año concreto o un intervalo de fechas. Si se prefiere, la consulta timbién puede realizarse solo por fecha. La búsqueda y consulta del texto completo de la legislación española puede completarse con dos bases de datos del BOE. Gazeta: Colección Histórica con dene las disposiciones y ndticias publicadas en los diarios oficiales desde 1661 casta 1959. Legislación ofrece las disposiciones de carácter general de ámbito estatal, autonómico y europeo desde 1960. Uno de los pocos archivos virtuales o digitales existentes en España como mies en la actualidad es el Archivo Virtual de la Edad de Plata de la Cultura Española Contemporánea (1868-1936). Se trata de un proyecto de la Resi tencia de Estudiantes (CSIC) y la Fundación Marcelino Botín comenzado en
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1999. Tiene pe la historia de gitalización de las generacione presentó públi< 2003 a su aper lizados y 750.0 artículos de re\ personales que convenios con Estudiantes. En una primera lase se tormo un catálogo colectivo donde se integraba materiales que iban desde manuscritos y documentos a revistas y libros y s localizaban en las instituciones que participaban en la red: Fundación Federic García Lorca, Fundación Francisco Giner de los Ríos, Archivo de Prensa Es pañola, Biblioteca de Menéndez Pelayo, Fundación Max Aub, Legado Buñur (Filmoteca Española) y Residencia de Estudiantes. La base de datos reúne, entr. otros, los legados de instituciones como la Junta para Ampliación de Estudios, el Museo Pedagógico, la Institución Libre de Enseñanza o El Colegio de Méxia y los archivos personales de Federico García Lorca, Luis Buñuel, Luis Cernuda Benjamín Jarnés, Emilio Prados, José Moreno Villa, Rafael Altamira, León Sán chez Cuesta, Max Aub, Fernando de los Ríos, Jesús Bal y Gay, Gustavo DnráAdriano del Valle o Francisco Grande Covián. En conjunto, permite acceder en la actualidad a 13 instituciones, 60 archivos personales y 35 colecciones bibliográficas. 1
4.5.
El sistema archivístico español y las clases de archivos
El Sistema Español de Archivos, establecido por Real Decreto 1708/2011, de 1» de noviembre, comprende el conjunto de órganos, centros, sistemas y medio* que, mediante relaciones de cooperación y coordinación, actúan conjuntamente con la finalidad de desarrollar los servicios archivísticos para facilitar el accesc de los ciudadanos a los archivos públicos en los términos establecidos en la normativa general. Forman parte del Sistema Español de Archivos el Sistema dí Archivos de la Administración General del Estado y sus organismos públicos: los sistemas archivísticos autonómicos, provinciales, locales, en función de las relaciones de cooperación, basadas en el principio de voluntariedad, que se establezcan, y sin perjuicio de la aplicación de su respectiva normativa, y los archivos de todo tipo de entidades públicas y privadas incorporadas al sistema mediante los correspondientes acuerdos y convenios.
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Los archivos del Sistema de Archivos de la Administración General del Esta¿o, atendiendo al ciclo vital de los documentos, se clasifican en: •
Archivos de oficina o de gestión. Son aquellos archivos existentes en to dos los órganos y unidades administrativas para la custodia de los do cumentos en fase de tramitación o sometidos a continua utilización y consulta administrativa. Estos documentos, una vez concluida su trami tación o su etapa de utilización y consulta, serán objeto de transferencia al archivo central del departamento respectivo, de acuerdo con los plazos establecidos durante el proceso de valoración. Estos archivos cumplirán las siguientes funciones: apoyar la gestión administrativa; acreditar las actuaciones y actividades de la unidad productora; organizar los docu mentos producidos por sus respectivas unidades; transferir los documen tos al archivo central, en la forma y tiempo establecidos en el correspon diente calendario de conservación elaborado de manera conjunta con el archivo central, una vez agotado su plazo de permanencia en la unidad productora, y eliminar los documentos de apoyo informativo antes de la transferencia al archivo central. • Archivos generales o centrales de los ministerios y de los organismos públicos dependientes de ellos. Estos archivos son aquellos existentes en los ministerios y organismos públicos para la custodia de los documentos, una vez finalizada su tramitación y transcurridos los plazos estableci dos por la normativa vigente o en los calendarios de conservación. Entre otras, el archivo central cumplirá las siguientes funciones: coordinar y controlar el funcionamiento de los distintos archivos de gestión, así como proporcionar el asesoramiento técnico necesario a las unidades y a su archivo de gestión, con el fin de conseguir la correcta conservación y el tratamiento técnico de los documentos de archivo, de acuerdo con las normas específicas que correspondan a cada serie documental; llevar a cabo el proceso de identificación de series y elaborar el cuadro de clasifi cación; llevar a cabo procesos de valoración documental, a fin de elevar las correspondientes propuestas de eliminación, o en su caso, de conser vación permanente de documentos, y realizar las transferencias precepti vas y periódicas de documentos al archivo intermedio, acompañadas de su correspondiente relación de entrega. • Archivo intermedio. Esté archivo es la institución responsable de la custodia de los documentos generados y reunidos por los diferentes departamentos ministeriales y sus organismos públicos, una vez fina lizada su fase activa conforme a lo establecido en los calendarios de conservación. El Archivo General de la Administración es el archivo intermedio de la Administración General del Estado, según la nor mativa vigente. Entre sus funciones destacan conservar los documen
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•
tos que son transferidos desde los archivos centrales de los ministírios; aplicar, en su caso, las resoluciones adoptadas por la Comisio¿ Superior Calificadora de Documentos Administrativos relativas a a eliminación de documentos, garantizando su efectiva destrucción, tramitando los preceptivos expedientes de eliminación, conforme lo dispuesto en la legislación vigente; identificar y llevar a cabo procesas de valoración documental, a fin de*elevar a la comisión calificado:* departamental o grupo de trabajo propuestas de eliminación o, er su caso, de conservación permanente de documentos, y llevar a cabo las transferencias preceptivas y periódicas de documentos al archivo histórico, acompañadas de los correspondientes instrumentos de des cripción elaborados. Archivos históricos. Los archivos históricos son las instituciones res ponsables de la custodia, conservación y tratamiento de los fondos pe: tenecientes al patrimonio histórico documental español que sean reílen de la trayectoria de la Administración estatal a lo largo de la historia : que en todo caso resulten altamente significativos por su valor históri co, su singular importancia o su proyección internacional. Son archivas históricos los de titularidad y gestión estatal adscritos al Ministerio dí Cultura. El Archivo Histórico Nacional ejerce las funciones de archiv: histórico de la Administración General del Estado. Entre otras, tiern las siguientes funciones: conservar los documentos con valor historie: que le son transferidos desde el Archivo General de la Administración aplicar programas de reproducción de documentos en soportes alter nativos para garantizar la conservación de los documentos originales y fomentar su difusión; completar las descripciones elaboradas por t Archivo General de la Administración sobre las agrupaciones documen tales recibidas, especialmente de las unidades documentales, conform; a las normas internacionales y nacionales de descripción archivística,; impulsar programas de difusión y gestión cultural del patrimonio docu mental custodiado. En el ámbito de los servicios periféricos del Estado, desempeñan idénticas funciones a las de los archivos intermedio e histó rico los archivos históricos provinciales.
Hay que tener en cuenta, en todo momento, que el sistema archivísticc español, a pesar de los intentos, sigue teniendo enormes carencias y deficien cias, y una de ellas es la de la política de transferencias, que impide respeta: como sería deseable la clasificación de los documentos en función de su eda: y finalidad. La edad de la documentación estipulada en cada tipo de archive (hasta 5 años en el de oficina, de 5 a 15 años en el central, de 15 a 30 años ei el intermedio y a partir de 30 años en el histórico) apenas se respeta, por lo qu: es difícil seguir el rastro de los documentos.
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Cuadro 4.1. Clasificación de los archivos según la edad de la documentación Tipo
Características
Ed ad de la documentación
Local de con servación
Gestión u oficina
- Documentación viva, en fase de Hasta 5 años tramitación. - La documentación está bajo la responsabilidad y manejo direc to de la unidad administrativa.
Oficina o dependencia productora.
Administrativo
- En las organizaciones admi De 5 a 15 años nistrativas de gran volumen y complejidad, se distinguen unos locales acondicionados como archivos administrativos. En la mayoría, es el propio archivo de la institución el que acoge esta y las demás etapas. - La documentación apenas tiene uso administrativo. Las trami taciones están conclusas, pero un recurso puede hacer que se vuelva a consultar.
Archivo central de la institución.
intermedio
- La documentación ha perdido prácticamente la utilidad por la cual había sido creada: la gestión. - Se procede a la valoración, selección y expurgo, a fin de conservar lo pertinente.
De 15 a 30 años
Archivo central de la institución o archivo fuera de la institución.
Histórico
- La documentación, selecciona da por su valor informativo, histórico y cultural, se conserva para su difusión a los historia dores.
A partir de 30 años
Archivo histórico de la institución o archivo histórico general fuera de la institución.
-t&ue: Adaptado de Cruz Mundet (2001: 95-96).
Según la titularidad de los archivos españoles, estos pueden clasificarse en ios tipos: públicos y p r i v a d o Dentro de los primeros tenemos: • Estatales: -
Archivos generales: Archivo Histórico Nacional, Archivo General de Simancas, Archivo General de Indias, Archivo General de la Corona de Aragón, Archivo General de la Administración, sección “Nobleza”
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del Archivo Histórico Nacional y Centro Documental de la Memoro Histórica. - Axchivos históricos de distrito: Archivo de la Real Chancillería de W lladolid y Archivo de la Real Chancillería de Granada. - Ministerios. - Delegaciones de Hacienda. - Audiencias territoriales. - Archivos históricos provinciales. •
Administraciones Autonómica, Provincial y Local: -
Generales de las comunidades autónomas. Diputaciones provinciales (en las autonomías no uniprovinciales). Municipales.
Los archivos privados se clasifican en: •
Eclesiásticos: - -
•
Arzobispales. Diocesanos. Parroquiales. Catedralicios.
Particulares: -
Personales. Nobiliarios. Empresas.
El Archivo Histórico Nacional (Madrid) se creó en 1866 con el fin de or ganizar y conservar la abundante documentación desamortizada a las órdenes eclesiásticas, convirtiéndose desde su nacimiento en un completo archivo donde cohabitan fondos procedentes de la Administración del Estado, de instituciones religiosas y civiles, archivos nobiliarios, familiares, etcétera. Entre sus secciones destacan las siguientes:• •
Clero secular y regular: documentación procedente en gran parte de monasterios y conventos, iglesias catedralicias y parroquiales, colegios, hospitales, cofradías y otras instituciones eclesiásticas sobre las que in cidieron las leyes desamortizadoras del siglo xix (fechas extremas: si glos ix-xx).
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• Órdenes Militares: esta sección la integran los archivos generales de las ordenes militares españolas: Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, y los particulares de diversos conventos de la orden de Santiago, así como los fondos documentales del Consejo de las Órdenes. También conserva documentación de las órdenes extranjeras: Temple y San Juan de Jerusalén, principalmente (fechas extremas: 902-1987). • Estado: constituyen esta sección los fondos documentales producidos, en su mayoría, por el Consejo de Estado y la Secretaría de Estado durante el siglo xvin y primer tercio del xix, aunque hay documentación anterior y posterior a este periodo. Fundamentalmente los documentos se refieren a la historia exterior española y sus relaciones con todas las potencias del mundo (fechas extremas: siglos x v i -x i x ). • Inquisición: documentación procedente principalmente del Archivo del Consejo de la Suprema Inquisición y de algunos tribunales de distrito (fechas extremas: siglos xv-xix). • Consejos suprimidos: contiene el fondo documental de cinco consejos: Castilla, Aragón, Indias, Hacienda y Cruzada (fechas extremas: 12501893). • Ultramar: fondos del Archivo del Ministerio de Ultramar y organismos de él dependientes, con documentación básicamente del espacio cronoló gico del ministerio: 1863-1899. • Fondos contemporáneos: se creó en 1960 con los documentos proceden tes de diversos ministerios (Presidencia del Gobierno, Interior, Obras Pú blicas, Justicia, Hacienda) y de algunos organismos de la Administración de Justicia desde el siglo xix hasta el comienzo de la Guerra Civil (1936). Tiene como fondo especial el de las minas de Almadén. Además, hay cincuenta y dos archivos personales y familiares, de personaidades de los siglos xv al xx correspondientes al ámbito científico (como Isaac Peral y Caballero), político (Margarita Nelken, Marcelino Pascua, Antonio Cá novas del Castillo, Diego Martínez Barrio, Emilio Castelar y Ripoll, Manuel Izaña Díaz, Manuel Ruiz Zorrilla, etc.), literario (Luis Rosales Camacho, Juan Limón Jiménez, entre otros), diplomático (Juan Antonio Rascón Navarro y rcros muchos) y militar (Vicente Rojo, Valeriano Weyler y Nicolau, etc.). También destacan las treinta colecciones de documentos textuales y figu“ ñvos de los siglos x al xx*, que han ingresado por compra o donación y, en i-gunos casos, se han formado en el propio archivo por cuestiones de conser vación. Entre ellas sobresalen las colecciones de códices, las sigilográficas y las ortográficas. La sección “Nobleza” del Archivo Histórico Nacional fue instalada en Tok io entre 1994 y 1995. Custodia doscientos cuarenta y tres archivos familiares je muy diversas características, contenido y ámbito geográfico, que han ingre
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sado por compra, donación o depósito. Estos archivos comprenden a su ve un número mayor de títulos nobiliarios que se han incorporado a los linaje principales por matrimonio o herencia. En la actualidad se han identificad más de 700 archivos de títulos de nobleza. Por su volumen e importancia des tacan los archivos de los duques de Osuna, duques de Frías, duques de Ferna: Núñez, duques de Baena, marqueses de Mendigorría, condes de Luque y el o: los condes de Bornos. En la ciudad vallisoletana de Simancas se halla ubicado un archivo de gra: importancia para la historia moderna de España por el fondo documental qu; conserva. El Archivo General de Simancas está dividido en diversas secciones, con su documentación reducida a los ocho grupos siguientes:
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• • • • • • •
Patronato Real: colección miscelánea, organizada por Diego de Ayala entre 1564 y 1567, a base de una selección de documentos originales de gran valía, a la cual se han incorporado algunos documentos sueltos posteriores. Secretarías del Consejo de Estado (siglos x v -x v i i ) y correspondencia di plomática del siglo x v i i i . Secretarías de los consejos de Flandes, Italia y Portugal (siglos xvi-xvnL Secretarías y escribanías del Consejo y de la Cámara de Castilla (si glos x v -x v i i ). Registro del Sello de Corte (1475-1689). Casa Real-Obras y Bosques (siglos x v -x v i i ). Secretarías del Consejo de Guerra (siglos x v -x v i i ), Secretarías del Despa cho de Guerra (siglo x v i i i ) y del Despacho de Marina (siglo x v i i i ). Hacienda: vasto negociado, que constituye más de la mitad del volumen del archivo, cuyos miembros son secretarías y escribanías del Conseje de Hacienda (siglos x v -x v i i ), Secretaría del Despacho de Hacienda (si glo x v i i i ), Contaduría Mayor de Hacienda (siglos x v -x v i i ), Contadurías Generales de Valores, Distribución y Millones (siglo x v i i i ), Contaduría Mayor de Cuentas (siglos xv-xvm), Dirección General de Rentas (siglo x v i i i ) y Comisaría de Cruzada (siglos x v i -x v i i ).
Para el estudio de la historia de Hispanoamérica es imprescindible la con sulta del Archivo General de Indias, en Sevilla. Fue creado por Carlos III y su ministro Gálvez con la documentación del Consejo de Indias y de la Casa de Contratación. Tiene documentos de tres siglos de historia, que abarcan desde el estrecho de Magallanes hasta California y Florida. Entre sus secciones destacan:• •
Patronato Real: la mayor parte de sus documentos proceden de Siman cas, aunque algunas series, como la de Colón y sus descubrimientos, fue ron incorporadas con posterioridad.
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Contaduría General del Consejo de Indias: a la Contaduría venían a pa rar, para su revisión y aprobación, las cuentas de todas las cajas reales de Indias, las del propio Consejo de la Casa de Contratación, del Consulado de Sevilla y Depositaría de Cádiz. Casa de Contratación de Indias: documentación del primer organis mo administrativo creado para las nuevas tierras, por las ordenanzas de 1503. Gobierno: abarca casi la mitad de la documentación de todo el archivo. Procede de Simancas, del Consejo de Indias y de varios ministerios. Capitanía General de Cuba: documentación de gobernadores y capitanes generales de la isla de Cuba.
Los orígenes del Archivo de la Corona de Aragón (Barcelona) se remontan a a. Alta Edad Media y se forman a partir de las primitivas escribanías y registros te los condes de Barcelona, aunque fue a partir de la compilación en el Liber reudorum Maior, en tiempos de Alfonso II, cuando se reorganizó la Cancillería t se ordenó el archivo como real. Las primeras series completas se remontan ii siglo x i i , durante el reinado de Jaime I, gracias a la difusión del papel. Jai~e II ordenó concentrar toda la documentación de la Cancillería, dispersa entre lirias instituciones, en un único Arxiu Reial de Barcelona. En 1419 se creó el Archivo Real de Valencia y en 1461 el de Aragón, lo que supuso una dispersión te parte de los fondos del archivo de Barcelona. Está dividido en las siguientes iecciones:• • • •
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Cancillería Real: con pergaminos, volúmenes, papeles sueltos y docu mentos de la Cancillería Real. Consejo Supremo de Aragón: documentación administrativa propia de la institución que tiene su origen en 1494. Real Audiencia: los fondos de este organismo están divididos en procesos antiguos, procesos modernos, sentencias y conclusiones, audiencia públi ca y Consulado del Mar. Real Patrimonio: con el Archivo del Maestre Racional, Archivo de la Bailía General de Cataluña e Intendencia Superior del Principado. Generalidad de Cataluña: recoge los fondos de la antigua Diputación General de Cataluña. Órdenes religiosas y militares: contiene la documentación de distintas instituciones religiosas desamortizadas y del Gran Priorato de Cataluña de las órdenes del Temple y del Hospital. Fondos notariales: custodia los protocolos notariales recogidos por el Servicio de Recuperación del Monasterio de Pedralbes tras la Guerra Civil. Hacienda: documentación de la Delegación de Hacienda de Barcelona.
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El Archivo General de la Administración, situado en Alcalá de Henares (M> drid), fue creado en 1969, aunque sus primeros fondos ingresaron en 1972 y inauguración oficial fue en 1976. Nació como archivo intermedio de la Admimtración, heredero del desaparecido Archivo General Central de Alcalá de Henares. De los seis archivos nacionales, es el que conserva nuestra memoria historia más reciente, ya que sus fondos se refieren fundamentalmente al siglo xx, y át manera especial desde 1939, aunque también custodia un importante volumen de fondos de la segunda mitad del siglo xix. En lo que se refiere a volumen ot documentación es el tercer archivo del mundo (lo superan los Archivos Federa les de Washington y la Cité des Archives de Fontainebleau) y su consulta es obli gada para obtener cualquier antecedente sobre la arquitectura, el urbanismo las obras públicas, la educación, la cultura, el turismo, la economía, la haciendo la justicia, etcétera, en la etapa contemporánea, ya que recibe periódicamen^ los documentos en los que se plasma la actividad de los diferentes organismo* de la Administración General del Estado cuando ya no son necesarios para U gestión diaria de las oficinas. La mayor parte de sus documentos han sido pro ducidos por la Administración Central, aunque también hay procedentes de h Administración Periférica, de la Administración española en el norte de África, la Administración de Justicia, sociedades estatales y empresas mixtas y, sobre todo, los producidos por las instituciones del periodo de 1939-1975. Entre sus secciones, las más importantes son las siguientes: • se
• Obras Públicas: fondos del Ministerio de Obras Públicas, de la Secreta ría de Fomento General del Reino, Ministerio de Transportes, Dirección General de Regiones Devastadas (importante en la reconstrucción de Es paña después de la Guerra Civil), Ministerio de la Vivienda y Dirección General de Arquitectura. • Cultura: documentos del Ministerio de Información y Turismo (todos los expedientes de censura del franquismo), el archivo gráfico de los Medios de Comunicación Social del Estado, las publicaciones de la Editora Na cional y todo lo relativo a la Sección Femenina. • Presidencia: la documentación del Ministerio de Presidencia del Gobier no, de la Secretaría General del Movimiento y del Consejo Nacional dei Movimiento. • Asuntos Exteriores: fondos del Ministerio de Asuntos Exteriores, de las embajadas y consulados (siglos xix y xx). • Industria: documentos del Ministerio de Industria y los organismos au tónomos, del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas y de las empresas punteras de cada sector. • Justicia: Ministerio de Justicia (1884-1988), Audiencia Territorial de Ma drid, Tribunal de Orden Público, Tribunal de Responsabilidades Políti cas, Tribunal Supremo, etcétera.
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Agricultura: Ministerio de Agricultura, Ministerio de Fomento (1851), Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio (1900), Secretaría General de Pesca Marítima y otros organismos. Africa: todos los documentos sobre la colonización del antiguo protectorado español en Marruecos, la Dirección General del Sahara, Ifni y Guinea y la Dirección General de plazas y provincias africanas. Sindicatos: fondos de la Delegación Nacional de Sindicatos y delegaciones provinciales y obras sindicales. Trabajo: Ministerio de Trabajo (1920-1981), Tribunal Central del Trabajo y Magistraturas del Trabajo de Madrid.
El Centro Documental de la Memoria Histórica, ubicado en Salamanca, ha ¿do creado por Real Decreto 697/2007 con la finalidad de reunir los fondos relativos al periodo comprendido entre 1936 y 1978. Su núcleo documental nindamental es el existente en el Archivo General de la Guerra Civil Española, creado en 1999 con la finalidad de conservar y disponer sus fondos documen t e s para la investigación, la cultura y la información. Su documentación se iivide en dos secciones principales: la Especial o Masónica, constituida por r s fondos documentales incautados a las logias y obediencias masónicas, do cumentación que abarca un espacio cronológico entre mediados del siglo xix t 1939, y la sección Político-Social, formada con los documentos incautados m los locales de las organizaciones del Frente Popular, partidos políticos o andicatos, así como de entidades culturales vinculadas a la izquierda política a de instituciones de la Administración Central, Autonómica o Local. Se halla rvidida en series según el lugar de requisa. Además, en “Fondos Incorporados” contiene los documentos que han in gresado en el Centro a partir de 1979. Destacan el Archivo de la Segunda Sec-ón del Estado Mayor del Ejército de la República y el Archivo del Comisario --eneral de la Flota de la República, Bruno Alonso. También están incluidas = él algunas de las colecciones de fotografías más conocidas e importantes de . guerra civil española, como las de Robert Capa, Kati Horna y Albert-Louis leschamps, que nos muestran los dos bandos de la contienda. Los archivos de ios asociaciones pueden servir para ilustrar el exilio: Federación Española :e Deportados e Internados Políticos y Liga de Mutilados, Inválidos y Viudas de a Guerra de España (1936-1939) en Francia. Además se han reproducido en rrcrofilme los archivos personales cíe algunos de los exiliados más notables que •esidieron en Argentina o de los filósofos que se asentaron en México, país en el me se realizó un proyecto de historia oral con exiliados españoles que también * encuentra en el centro. Las imágenes de muchas de estas personas se pueden zxontrar también en las fotografías realizadas por los hermanos Mayo. El centro conserva una de las mejores colecciones de carteles de la Guerra Cvil del mundo. Especialmente rica y completa respecto a los producidos por 2
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la República, ha sido ampliada posteriormente con la incorporación de otrc carteles significativos editados en su día por el bando nacional. En la actualida la colección consta de 2.280 carteles que se pueden consultar a través de ur: base de datos. En su página web, el Centro Documental de la Memoria Histc rica facilita el acceso a otras dos bases de datos: •
Militares y miembros de las Fuerzas de Orden Público al Servicio de . República (19361939): incluye a las personas que estuvieron destinada en las fuerzas militares y cuerpos de seguridad al servicio de la República con, al menos, el grado de suboficial y cuyos nombramientos aparecieras publicados durante los años del conflicto en la Gaceta de la República. Diario Oficial del Ministerio de Defensa, Boletín Oficial de la Genercd tat de Catalunya, Boletín Oficial del Instituto de Carabineros y Boletzr Oficial del Ministerio de Marina y Aire. • Desaparecidos, Muertos e Inútiles del Ejército de Tierra de la República Española (19361939): contiene una relación de los miembros del Ejército Popular de la República con derecho a pensión por muerte, desaoar:ción o inutilidad. Los archivos de las Reales Chancillerías de Valladolid y de Granada cons tituyen los denominados archivos históricos de distrito. La Chancillería estab* constituida por el conjunto de personas que tenían como misión expedir las documentos reales. Al frente se encontraba el canciller o chanciller, que adema, custodiaba el sello real, símbolo supremo del monarca. Este oficial se encargaba de supervisar los documentos emanados de los organismos oficiales, de cance lar (de ahí su nombre) o anular los que no se ajustaban a la ley, y de poner e sello a aquellos que reunían los requisitos legales. Aunque existe una cancille ría plenamente organizada desde Alfonso VII, el origen de esta institución esu en la creación de un tribunal de oidores por Enrique II. Juan II fijó su sede er Valladolid. Ante las necesidades de acotar territorialmente sus funciones parí dotarla de mayor operatividad, los Reyes Católicos crearon otra para el sur de. Tajo, en Ciudad Real (1494). Problemas de salubridad, entre otros, motivaron su traslado a Granada, en 1505. Los orígenes del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid se remontar al año 1489, fecha en el que fue creado en las Ordenanzas de Medina del Cam po por los Reyes Católicos. Hasta 1607 no ingresó sus primeros documentos, los pleitos que hasta entonces se conservaban en poder de los escribanos de cámara. Funcionó como archivo administrativo al servicio del Tribunal de la Real Chancillería hasta 1834, año de su supresión. El Archivo de la Real Chancillería de Valladolid conserva la documenta ción generada por la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid (1371-1834), máxima instancia judicial de la Corona de Castilla durante el Antiguo Régimen
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para los territorios situados al norte del río Tajo, sin perjuicio de las compe tencias de la Sala de Justicia del Consejo de Castilla. Además, conserva los rondos producidos por la Audiencia Territorial de Valladolid (1834-1988), tri bunal que sustituyó a la Chancillería tras su supresión, y por otros organismos judiciales aún vigentes, como la Audiencia Provincial de Valladolid, la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León y los Juzgados de lo Social de Valladolid, que continúan enviando sus fondos al archivo. Tam bién se encuentran depositados en el archivo los fondos de otros órganos con función judicial, como el Juzgado de Guerra de Valladolid (siglo xvm). El Archivo de la Real Chancillería de Granada nació en 1904 como institu ción del patrimonio. En ese año, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes recibió en custodia el fondo de la Chancillería, hasta entonces en poder del Ministerio de Gracia y Justicia. El fondo de la Real Audiencia y Chancillería de Granada había sido completado en 1854 con los protocolos de los escribanos y m 1923 se incorporaron los documentos producidos por los tres oficiales de la Tabla del Sello: el teniente de chanciller, el registrador y el contador de la razón. Este archivo se transfirió a la Administración Autonómica en 1984, integrán dose en el Sistema Andaluz de Archivos. La Ley 7/2011, de 3 de noviembre, sobre los archivos y el patrimonio documental andaluz, lo designa como el ar chivo del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Actualmente comprende é4 fondos y colecciones de diferentes procedencias, fundamentalmente de la Ad ministración de Justicia. Los archivos de los ministerios poseen en general documentación muy re mente, ya que son, como su denominación indica, archivos centrales, es deor, archivos intermedios que recogen los documentos del archivo de oficina t los mantienen hasta que pierde vigencia administrativa. La documentación rae custodia cada archivo ministerial responde a su ámbito competencial y su estructura suele ser parecida: Ministro-Secretaría de Estado-Subsecretaría-Setretaría General Técnica-Direcciones Generales-Organos extinguidos-Otros rondos (generalmente fondos históricos). El Archivo Central de Cultura y el .Archivo Central de Educación, Cultura y Deporte están gestionados, como to ros los generales, por la Secretaría de Estado de Cultura. El Ministerio de Defensa tiene un sistema propio, el Sistema Archivístico re la Defensa (SAD), definido en el Reglamento de Archivos Militares de 1998 Real Decreto 2598/1998, de 4 de diciembre). El SAD, a su vez, se divide en cua tro subsistemas: Ejército de Tierra, Armada, Ejército del Aire y Organo Central, rada uno de los cuales cuenta con una red de archivos de gestión, centrales, rrermedios e históricos. En la actualidad, el Ministerio de Defensa gestiona un conjunto de ocho irchivos históricos de carácter nacional, como son los Archivos Generales Militares de Segovia, Madrid, Guadalajara y Avila, el Archivo Cartográfico y x Estudios Geográficos del Servicio Geográfico del Ejército, el Archivo General
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de la Marina Alvaro de Bazán, el Archivo del Museo Naval y el Archivo Histé rico del Ejército del Aire. A ellos se han añadido el Archivo General e Históna de la Defensa y 17 archivos intermedios, correspondientes a los de los tres re? pectivos cuarteles generales y a los de las antiguas circunscripciones territonales de los ejércitos. También están bajo su competencia los archivos de los da establecimientos científicos de la Armada, el Real Instituto y Observatorio de k Armada y el Instituto Hidrográfico de la Marina. Los archivos históricos provinciales fueron creados en 1931 con el fin de qnt custodiaran los protocolos que tuvieran más de cien años de antigüedad, aurque pronto comenzaron a recibir la documentación generada por las distinta, instituciones provinciales. A esto se sumaba la documentación desamortizad que se acumulaba en las delegaciones de Hacienda de las provincias. En 1947 e Decreto sobre Ordenación de los Archivos y Bibliotecas y del Tesoro Historia Documental y Bibliográfico establecía el ingreso en los archivos históricos pro vinciales de la documentación histórica de Audiencias y Juzgados, de las delega ciones de Hacienda y de otras dependencias oficiales de la provincia. Por order de 1957 los libros de las Contadurías de Hipotecas se entregaban a los archivos históricos provinciales. En 1969, por el decreto que se creaba el Archivo Genera, de la Administración, se determinaba que recibirían los fondos documentales sn vigencia administrativa con más de 15 años de antigüedad, producidos por los servicios periféricos y provinciales de la Administración Central. Con este últirn: decreto, este tipo de archivos quedaba plenamente configurado, custodiand: tres tipos esenciales de documentación pública: la generada por las instituciones judiciales de la provincia, las de la Fe Pública (notariales y registros) y las de la Administración Central Periférica (delegaciones ministeriales). Como puede comprenderse por la documentación que conservan, estos archi vos resultan esenciales para estudios de ámbito provincial, entre los que destacar el estudio territorial e, incluso, la averiguación legal de los deslindes de terrenos, al poseer el Catastro los amillaramientos, los padrones de rústica y de urbana, los protocolos, etcétera. Por esta razón su documentación en muchas ocasiones trasciende el mero estudio histórico para convertirse en una fuente para defensa de los derechos de primer orden, aunque hay diferencias territoriales. Las pro vincias que son capitales de Colegio N otarial generalmente no poseen este tipo de archivos. De esta manera, para consultar su documentación propia en Madrid, se debe acudir al Archivo Histórico Nacional, al Archivo General de la Administra ción y al Archivo de Protocolos; en Barcelona, al Archivo de la Corona de Aragór. y al Depósito Regional de Cervera; en La Coruña, al Archivo del Reino de Gali cia; en Baleares, al Archivo del Reino de Mallorca, y en Valencia, al Archivo dei Reino de Valencia. Actualmente los archivos históricos provinciales son propie dad del Estado pero tienen transferida su gestión a las comunidades autónomas. Los archivos de comunidades autónomas presentan una gran heterogenei dad, tanto en la antigüedad de la documentación como en la propia puesta
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en marcha de los archivos. Mientras en comunidades de carácter histórico los archivos del organismo autónomo tienen gran tradición, e incluso una intensa actividad para intentar recuperar fondos históricos depositados en otros archi vos nacionales, en muchas de las comunidades autónomas más recientes apenas sí se han puesto en marcha. En muchos casos, se conciben como meros archivos intermedios de las distintas consejerías o administraciones regionales. Catalu ña ha sido la primera comunidad que estableció su sistema archivístico con la creación, en 1980, del Arxiu Historie Nacional de Catalunya, la aprobación de ana ley de archivos en 1985 y la regulación de la red de arxius histories comar cáis en 1988, donde se integran también los provinciales cuya gestión ha sido transferida por el Estado. La Comunidad de Madrid ha creado un subsistema de archivos del Gobierno, Asamblea y Administración de la Comunidad, a par ir de un plan sectorial elaborado en 1992. Como el de otras comunidades, se estructura en Archivo General de la Asamblea de Madrid y Archivo Regional de Madrid, que recogen la documentación no solo de las consejerías, organismos autónomos y empresas públicas, sino también de delegaciones territoriales y de archivos municipales y privados (iglesia y empresas) que se integren ya sea voluntariamente o por la participación del ente público en su presupuesto. Los archivos de las diputaciones provinciales se crearon con esta institución provincial, durante el advenimiento del Régimen Liberal, entre 1812 y 1835, fundamentalmente. Las diputaciones fueron desde un principio organismos que dependían del poder central, por lo que sus competencias estuvieron subordi nadas a las directrices del Estado, al que servían como intermediarios (sobre nodo recaudatorios) con los municipios. La autonomía provincial se consiguió alcanzar en plena dictadura del general Primo de Rivera, con el Estatuto Pro vincial de 1925. Con la promulgación de la Constitución de 1978 y la Ley Reguladora de Bases del Estatuto de Régimen Local, la provincia se constituye llenamente como entidad llamada a cumplir fines de carácter local en temas rae las corporaciones locales no tienen capacidad de gestionar. Estos cambios ce competencias producidos en la corporación provincial hace que los fondos cecumentales que albergan sus archivos sean a veces muy variados, pero en reneral se centra en la documentación de la propia institución (pleno, personal, cresupuestos, correspondencia) y en series de beneficencia y servicios sociales, -rcaudación, contratación, vías y obras, estadística, educación, instrucción pú nica y cultura, transporte y comunicaciones, etcétera. Los archivos municipale's constituyen una fuente básica para la historia lo cal, pues el Ayuntamiento es el reflejo de la vida cotidiana del municipio, sus problemas y necesidades, las soluciones que se adoptan, la opinión pública que zs valora, etcétera. Los libros de actas de los plenos reflejan todas estas inquiecedes, aunque el detalle depende de la generosidad del escribano y más tarde jei secretario, a quien corresponde levantar fe de lo tratado. En los archivos municipales podemos ver reflejada la historia de una población desde sus orí
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genes más o menos remotos como concejo durante los siglos xi y xn, al abrisr del crecimiento demográfico, del resurgimiento de las actividades mercantil*, y de la consolidación de los reinos cristianos, donde la influencia del Derech; Romano hará que surjan los primeros archivos porque este basaba el valer probatorio en el documento escrito. Entre los tipos documentales más antiguos que conservan están las cartas óe inmunidad y las cartas-puebla, documentos fundacionales que son custodiadocuidadosamente. También suelen aparecer en todos los fueros, que regulaba; toda la vida jurídica local, constituyendo los antecedentes de las ordenanza municipales, propias de la Edad Moderna, en las que se establecían las dis posiciones del concejo, que obligaban a todos los vecinos. Estas ordenanza comprendían todas aquellas competencias propias del municipio y regulaban k organización del concejo, la policía urbana y rural, los abastos y los precios, la* obras municipales, las fiestas populares, la moral y las buenas costumbres, k beneficencia, la instrucción, etcétera. En general, las competencias del concejo y ayuntamiento han experimentado profundas variaciones a lo largo de la his toria, en una tendencia clara a centralizar la vigilancia sobre estos hasta queda: en intermediarios de las resoluciones de la Administración Central, sobre todo con los Borbones, en los siglos xvm y xix. Con la promulgación del Estatuto Municipal de 1925, aprobado por la dictadura de Primo de Rivera, los ayunta mientos van a recuperar su entidad autónoma propia y de carácter representati vo de sus ciudadanos, autonomía reafirmada y profundizada por la Constitución de 1978 y por la Ley Reguladora de Bases del Régimen Local de 1985. Los archivos de la Iglesia no conservan toda la documentación eclesiásti ca propiamente dicha. El Archivo Histórico Nacional y los archivos histórico* provinciales custodian la mayor parte de los documentos de la desamortización eclesiástica. En los archivos de las diputaciones provinciales está depositada la documentación de muchas instituciones religiosas de beneficencia y de enseñan za. Entre los principales archivos de la Iglesia podemos citar los capitulares, lo* episcopales o diocesanos y los parroquiales. Los archivos capitulares (también denominados catedralicios) guardan la documentación generada por el cabildo de la iglesia catedral de una diócesis, institución que surge en la Alta Edad Media, presidida por el deán. Se trata de una documentación variada, con libros litúrgicos (misales, breviarios, cantora les), libros de ciencia teológica, jurídica y filosófica, y documentos, principal mente aquellos referidos a la propiedad o administración de los bienes patri moniales poseídos o administrados por el cabildo. Suelen contar con secciones como Secretaría (con las actas capitulares), Correspondencia, Mesa Capitular o Mayordomía (gestión de los bienes patrimoniales, actividad confiada al ma yordomo o a los claveros), Heredades (con los libros en los que se asentaban, a modo de catastro, las fincas rústicas deí cabildo), Fábrica (obras de reforma de la catedral), Liturgia o Ceremonial (actividades del cabildo en este campo.
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como servicios de Altar, Diarios de Ceremonias, etc.), Patronatos o Fundaciones Pías (administrados por el Cabildo) y Contaduría o Tazmías (con documenta ción de los impuestos, como el diezmo). Los archivos episcopales o diocesanos custodian la documentación produci da o recibida en la curia episcopal en el ejercicio de las actividades pastorales y de gobierno, que competen al obispo diocesano. Por lo general, esta documen tación es más moderna que la de los archivos capitulares, aunque hay excep ciones de archivos episcopales con documentos más antiguos que los archivos ce las catedrales. Los archivos parroquiales, creados en el Concilio de Trento 1545-1563) constituyen la base de la organización eclesiástica, al recoger la cocumentación generada en cada parroquia. Entre su documentación más vacosa y más utilizada por los historiadores están los libros de bautismo, matri monio y defunciones. También suelen contar con los libros de tazmías, donde se ¡notaba la recaudación del diezmo en el territorio de la parroquia. Pero los archivos públicos, por lo menos en España, no conservan todos los cocimientos de la historia más reciente, y sobre todo los archivos particulares ce algunas de las más altas personalidades de la política del siglo xx y de los cirtidos y organizaciones políticas y sindicales. Las fundaciones acogen hue ca parte de ellos tras el amparo que les concedía la Constitución de 1978. La Fundación Nacional Francisco Franco, creada en Madrid en junio de 1977 por iniciativa de 227 personalidades de la vida pública de entonces, custodia un irchivo de más de 30.000 documentos del general, actualmente en proceso de rigitalización. En Alcalá de Henares se encuentra la Fundación Pablo Iglesias, rué acoge la documentación del fundador del Partido Socialista Obrero Espaiol y la de otros líderes del PSOE y de la UGT, como Julián Besteiro y Amaro reí Rosal. También toda la documentación oficial del Partido Socialista y de a UGT, material que en 1939 salió hacia México y que volvió a España entre 1977 y 1981. En total, ofrece a todos los investigadores un conjunto de más de ros millones de documentos sobre el socialismo español, a los que se pueden añadir los depositados en la Fundación Largo Caballero. El 19 de junio de 1980 llegó a la Fundación Largo Caballero, procedente re Toulouse (Francia), la documentación generada por la Comisión Ejecutiva de a Unión General de Trabajadores de España en el Exilio. Este hecho supuso el mcimiento de su archivo histórico, inaugurado oficialmente el 20 de abril de 1982. Desde ese momento el fin primordial del Archivo de la Fundación Fran cesco Largo Caballero ha sido recoger y describir los fondos llegados a través de irganizaciones sindicales, políticas, humanitarias y donaciones de particulares. La documentación anarquista se encuentra dispersa entre España y Holanca, entre la Fundación Anselmo Lorenzo y el Instituto de Historia Social de ñcnsterdam, adonde llegaron muchos documentos después de 1939 tras una =apa en Francia. La Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo po see un extenso archivo de documentos, fotografías, carteles y otros materiales
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relacionados con el pensamiento anarquista, la historia de las ideas anarquista o las ideas libretarias. Tiene copia de toda la documentación del Archivo CN~ (1936-1939) del Instituto de Historia Social de Ámsterdam y la documentad®: original del archivo de la CNT desde 1939 hasta la actualidad.
Las fuentes bibliográficas
5.1. El libro antiguo, fuente para el estudio histórico Los fondos bibliográficos antiguos o históricos constituyen una importante fuente para el conocimiento de la historia hasta periodos cercanos. Crónicas, memorias, descripciones, etcétera, resultan determinantes para conocer ciertos icontecimientos, personajes y organizaciones de nuestro pasado, sobre todo porque ofrecen una alternativa casi única a la documentación oficial que se conserva en los archivos. La forma de libro más antigua que se conoce son las tablillas, pequeñas placas de arcilla, madera, marfil, oro u otra materia que servían de soporte a la escritura en la Antigüedad. En Asiria y Babilonia se usaron de arcilla, y se escri bía en ellas con un estilete de metal, marfil o madera. Los griegos y romanos, sin embargo, las utilizaron de madera dura. Se ahuecaban, cubrían de cera o yeso y *e escribía con un estilete o con un buril. En uno de los bordes de la tablilla se tacían dos agujeros por los que se pasaba un alambre o una cinta para sujetar as, y se protegían colocándblas entre dos placas. La segunda forma del libro corresponde al rollo o volumen, así denominado porque el papiro (planta de las familias de las ciperáceas) o el pergamino (piel ie res) del que estaba hecho se envolvían en torno a una o dos varillas cilíniricas de madera o metal. Las dimensiones de los rollos eran de unas veinte hojas de media, pegadas unas a otras, y de 15 a 17 cm de altura. La longitud media era de seis a diez metros, pero se han conservado algunos de hasta cien.
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Su antigüedad no se conoce suficientemente, pero se cree que es anterior al año 2400 a. C. La tercera forma histórica del libro es el códice, que vino a sustituir al re lio a partir del siglo i por los numerosos inconvenientes que presentaba esn (principalmente su consulta incómoda y su fácil deterioro a causa del continuo enrollado y desenrollado). Se trata de una derivación de las tablillas de maden. de los romanos, ya que al adoptar como soportes el papiro o el pergamino k> utilizaron de la misma manera. Este último acabó imponiéndose porque perm.tía escribir en las dos caras. Sus hojas aparecen dobladas y agrupadas en forrar cuadrada o rectangular y al conjunto de ellas se le ponían tapas de madera. Cor el tiempo el códice se ha tomado como sinónimo de manuscrito, y efectivamen te lo era, pero también los libros de épocas anteriores. Su soporte era el papirc (códice papiráceo) o el pergamino. La revolución vino con un nuevo soporte, el papel (inventado en el siglo xr y fabricado mecánicamente desde mediados del siglo xvm), y con la impremí, que permitía la fiel reproducción cuantas veces se quisiese de un mismo ejem plar, superando ampliamente la escasa difusión que podían tener los ejempla res únicos manuscritos. Esta revolución fue la que permitió llegar a la cuarc forma: el libro impreso, que no es sino el códice hecho con papel en vez de coi papiro o pergamino e impreso en lugar de manuscrito. El papel se elaboró er sus primeros momentos a partir de los trapos. Posteriormente se fabricó o; fibra de cáñamo, esparto y algodón. En 1857 se comenzó a fabricar a partr de celulosa de madera. Ya en el siglo x x se han introducido componentes sinté ticos y químicos. La invención de la imprenta ocurrió en Maguncia (Alemania), gracias a Gutenberg, entre 1440 y 1450, aunque ya se habían usado tipos movibles de ma dera para imprimir en China en el año 960. El desarrollo y evolución del libre impreso en estos primeros años es lento, pero seguro. Entre la invención di la imprenta y 1500 se imprimieron unos veinte millones de libros (denominados incunables), ejemplares correspondientes a unos 35.000 títulos, especialmentí de materia litúrgica y religiosa. El fondo bibliográfico antiguo se haya enormemente disperso en todos los países europeos. España no es una excepción. La Biblioteca Nacional es la prin cipal depositarla de los tesoros bibliográficos españoles (unos 25.000 manuscri tos, 3.009 incunables y 237.970 volúmenes de impresos raros), pero no la única Para Sánchez Mariana (2002: 166-190), después de la Nacional, las bibliotecas españolas con fondos históricos relevantes son, en este orden, y agrupadas por núcleos según su carácter: las universitarias, las eclesiásticas, las públicas de! Estado, las del Patrimonio Nacional, las de las reales academias, las de las ca beceras de autonomía, las parlamentarias, las de fundaciones de origen privado pero de uso público, las de instituciones privadas (ateneos, círculos, etc.) y, por último, las privadas o particulares.
Las fuentes bibliográficas
El primer grupo de bibliotecas en cuanto al volumen de fondos bibliográfi cos antiguos lo constituyen las universitarias. Las universidades de varios siglos de antigüedad cuentan con materiales bibliográficos que fueron de uso docente e investigador en su momento y que hoy día constituyen un valioso fondo de investigación para los historiadores. Entre estos materiales destacan los ma nuscritos, las publicaciones impresas de los siglos xv al xix y los materiales especiales de diferente naturaleza, como dibujos, grabados, mapas, partituras, etcétera, anteriores al siglo xx. Unos procedían de las propias adquisiciones de las universidades; otros, de las incautaciones y desamortizaciones a institucio nes religiosas realizadas en los siglos xvm y xix. También han sido frecuentes las donaciones de eruditos locales. Esto explica en gran parte la heterogeneidad de los fondos, que sobrepasan frecuentemente lo que cabría esperar de coleccio nes estrictamente universitarias. Un estudio de la especialista en este tipo de fondos, Remedios Moralejo 1998: 227-259), calcula en unos 600.000 los volúmenes anteriores al siglo xix, más unos 370.000 del siglo xix, depositados en las bibliotecas universitarias españolas. Un 90% de los fondos anteriores al siglo xix y un 80% de los de este siglo, corresponden a las doce universidades que podemos calificar como “his tóricas” : Barcelona, Granada, La Laguna, Complutense de Madrid, Murcia, Oviedo, Salamanca, Santiago, Sevilla, Valencia, Valladolid y Zaragoza. Las universidades Complutense de Madrid, y las de Salamanca, Valencia y iarcelona son las que cuentan con colecciones más numerosas de manuscritos, ronque las restantes tienen fondos de gran interés, a veces con piezas destacatas, como los Comentarios al apocalipsis de san Juan , de Beato de Liébana, te Valladolid; el Libro de horas de Fernando I de Santiago; los Comentarios izblicos de Nicolás de Lyra de Sevilla; el Codex Granatensis de Granada... Una roena muestra de estos y otros ejemplares únicos fueron expuestos en el año IX)0 en la Ex-Libris Universitatis, organizada por la Universidad de Santiago te Compostela con la colaboración de REBIUN, y que puede seguirse actual mente en su cuidado catálogo. La Biblioteca de la Universidad de Salamanca es la única cuyos fondos se mmontan a la Edad Media. La Universidad de Valladolid conserva algún que tco códice donado por el cardenal Pedro González de Mendoza, su fundador, -r Biblioteca de Santa Cruz, sección del fondo antiguo de la universidad, fue " d a d a en 1483 como parte integrante del Colegio Mayor de Santa Cruz, para ao de los colegiales que estudiaban en la Universidad de Valladolid y residían a este colegio mayor. Actualmente está formada por unos 24.000 volúmenes, ae ellos 521 manuscritos, 200 incunables y 4.400 folletos de los siglos xvm T h x . La Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense, trasladada de -_calá a Madrid en el siglo xix, es en realidad una creación de principios del se o xvi, por lo que los códices de su fondo parecen proceder de adquisiciones * esa época, y no quedan ejemplares del estudio de la época medieval anterior
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a la fundación de Cisneros. La colección bibliográfica está compuesta por una 3.000 manuscritos, 725 ejemplares incunables y un volumen de impresos a; los siglos xvi a x v i i i que se aproxima a los 1 0 0 . 0 0 0 , a los que hay que sumeuna pequeña pero valiosa colección de grabados sueltos y libros de estampa (Sánchez Mariana, 2000: 13). En incunables solo es superada por la Biblioteca de la Universidad de Barcelona, con 960 ejemplares. Fuera del ámbito de las universidades, merecen destacarse de forma indivi dual la colección Borbón-Lorenzana, de la Biblioteca de Castilla-La Manche situada en el Alcázar de Toledo, y la Real Biblioteca del Monasterio de El Es corial, fundada por Felipe II en 1565. La primera se trata de una de las mejo res colecciones de fondo antiguo de España, compuesta por 379 incunables. 101.140 libros impresos entre los siglos xvi al xix y unos 1.000 manuscritos de los siglos xi al xix. La segunda contiene 6.000 manuscritos, 700 incunables t 25.000 libros impresos entre los siglos xvi y x v i i i , además de colecciones espe ciales, únicas, como la de cantorales. Entre sus fondos destacan Las cantigas Santa María, de Alfonso X el Sabio, obras autógrafas de Santa Teresa de Jesús, códices mozárabes, el Códice Aureo y una gran cantidad de manuscritos persa.y árabes, obtenidos del rey de Marruecos. La forma más sencilla de conocer y buscar ejemplares de fondo antiguo es i través de la base de datos del Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Es pañol, que ofrece el registro bibliográfico de más de un millón de títulos de libros históricos, impresos de los siglos xv a principios del siglo xx, de 800 bibliotecas las mejores en la especialidad. Entre ellas están gran parte de bibliotecas uni versitarias, Biblioteca Nacional, Biblioteca del Monasterio de El Escorial, Bibliote ca del Ateneo de Madrid, Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Biblioteca de Castilla-La Mancha, etcétera. También se puede realizar la búsqueda a partir de los catálogos individuales u otros colectivos, como el de REBIUN. El fondo antiguo o histórico es quizá el material bibliográfico mejor repre sentado en las bibliotecas digitales por varios motivos. Uno de ellos es el de garantizar su preservación, pues la copia digital evita el deterioro que provoca su uso. El otro no menos importante es que por la edad de sus documente* todos ellos están liberados de la protección legal de derechos de autor. Las bibliotecas no tienen que pagar ningún derecho por su reproducción por ser de dominio público, lo que facilita su digitalización masiva. Para ver los ejem plares disponibles digitalizados se recomienda consultar la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico, por la que se accede al texto completo de más de 127.000 obras procedentes de 107 bibliotecas; la Biblioteca Digital de la Real Academia de la Historia, que ha digitalizado casi 23.000 obras; la Biblioteca Digital Hispánica, que ofrece más de 12.800 manuscritos y unos 71.000 impre sos, y el recolector Hipana, que facilita el acceso conjunto a la mayor parte de obras digitalizadas en cualquier biblioteca española. Además puede resultar de gran interés la consulta de la Biblioteca Digital Dioscórides, de la Biblioteca
Las fuentes bibliográficas
de la Universidad Complutense. Su principal objetivo es ofrecer acceso público a un fondo bibliográfico histórico, de gran valor para la historia de la ciencia y de las humanidades. Incluye casi 3.000 libros digitalizados a texto completo del rondo antiguo, de incalculable valor, accesibles libremente. Incorpora, también, más de 47.000 grabados e ilustraciones.
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La descripción de la realidad social: corografías, diccionarios geográfico-históricos y enciclopedias
Un documento geográfico o corografía presenta una zona geográfica de acuer do con ciertos criterios que reflejan la variada tipología que ofrecen: •
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Itinerarios y derroteros: panorámica general, completada con diferentes anotaciones, que nos van señalando unas rutas determinadas (itinerarios si son terrestres, derroteros si son marinas). Libros de viajes: señalan las vivencias personales o grupales de una serie de individuos. Vecindarios: descripción de las instituciones sobre aspectos que pueden ayudar al conocimiento de la organización del territorio y que comple menta trabajos cartográficos. Diccionarios: obras de eruditos que aportan todo tipo de información estadística, geográfica e histórica, más o menos documentada, presentada en orden alfabético por lugares geográficos.
En la Antigüedad se publicaron diversas obras con referencias corográfi^ s sobre la península ibérica. El relato más antiguo fue escrito hacia el si do vi a. C. Se trata de Ora Marítima, de Rufo Festo Avieno, derrotero que reflejaba la ruta costera, señalando los accidentes físicos y los núcleos hu manos. Presenta de forma breve la Península en sus aspectos físicos (islas, tolfos, cabos, ríos, montañas, etc.) y humanos (núcleos de población, sistema económico, político, cultura y costumbres). En los inicios del siglo i, Estrabón escribió, en el libro III de su Geografía, la primera obra geográfica acerca re la Península cuyo esquema corográfico es bastante sistemático, y divide el contenido en dos partes, una física y otra humana. En la primera delimita las mgiones geográficas, el relieve, la hidrografía y las costas con sus accidentes, taciendo alusión además a las formaciones botánicas y a la fauna. En la segunia especifica los grupos étnicos, las actividades económicas y comerciales con sis vías de comunicación. Los romanos nos han legado distintos itinerarios que utilizaron para su domixadón, explicando los caminos terrestres, las distancias que mediaban entre nú ceos de población y los principales accidentes geográficos existentes. El itinerario
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más conocido sobre la península ibérica es el Itinerario de Antonino, escrito en siglo i i i , que refleja todos los caminos de Hispania y sus conexiones con Roma Durante la Alta Edad Media la producción corográfica del mundo Cristian se reduce a la simple información de la obra de Isidoro de Sevilla. En cambk en el ámbito musulmán la producción corográfica y cartográfica fue abundann . Aunque ca entre la que destaca la obra geográfica de Al Idrisi, en el siglo algunas deficiencias, presenta información sobre las vías de comunicación, i relieve, la hidrografía, determinados aspectos económicos y un mapamundi d lo mejor de su época. En la Baja Edad Media comenzó el resurgir cultural d< mundo cristiano. Inicialmente los aspectos corográficos fueron apareciendo du persos y complementarios en obras de contenido histórico, como las Crónica de Jaime I en Aragón y Alfonso X en Castilla. En la Edad Media comenzaron a tomar importancia los libros de viajes, coi dos tipos principales: uno de viajeros extranjeros por la Península y otro de vía jes al extranjero de autores hispanos. Entre los primeros destaca el Líber Sanci lacobi, del clérigo francés Aymerico Picaud, compilación en cinco libros sobn el Camino de Santiago, donde se detallan los pueblos por los que habían de pa sar los peregrinos franceses. Entre los segundos merece mencionarse el Libro dt viajes de Benjamín de Tudela, que relata el viaje que inicia el autor entre 1165 « 1166 hasta la costa catalana, donde embarca hacia Oriente, pasando por Francia e Italia, y regresa entre los años 1173 y 1174. Señala con gran precisión las rutas comerciales entre Oriente y Occidente. Las crónicas y libros de viajes perduraron en la Edad Moderna, acompañadas de los primeros diccionarios geográficos. Fernando Colón, hijo del descubridor de América, fue quien primero emprendió la tarea de realizar un diccionario geográfico en España, según muestran los cuatro volúmenes inéditos ot su Descripción y cosmografía de España que conserva la Biblioteca Colombina Una real carta fechada el 16 de junio de 1523 declaró los trabajos del iniciado Diccionario geográfico inconvenientes al servicio del emperador. A la muerte de Fernando Colón pasó su biblioteca a la catedral de Sevilla, donde sus documentos inéditos de la Descripción y cosmografía de España pudieron ser utilizados por Florián de Ocampo para su Crónica y por Pedro ck Medina, cosmógrafo y cartógrafo de la Casa de Contratación de Sevilla, para su Libro de las grandezas y cosas memorables de España. Este fue impreso er Sevilla en 1549 con una portada que incluía, por primera vez, un mapa de España salido de prensas tipográficas. En 1566 se volvió a imprimir en Alcalá, dada la importancia y repercusión de la obra tanto en el interior como en el extcrio: de las fronteras españolas, pues ejerció notable influencia en el extranjero, po: ejemplo en la obra de Braun titulada Theatrum Urbium, donde aparecen bellas estampas iluminadas de ciudades españolas y extranjeras. La obra de Medina se completa con el Repertorio de todos los caminos de España, de Pedro Juar Villuga, impreso en Medina del Campo en 1546. x
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El intento de Colón no sería el único en este tipo de obras que se viera truncado. Sucedería lo mismo, medio siglo más tarde, con el vasto plan de las Relaciones topográficas de Felipe II, y en el siglo xv m con el Diccionario geográficohistórico de España que comenzó a publicar en 1802 la Real Aca demia de la Historia y del que salieron tres volúmenes, dos con Vascongadas y Navarra (1802) y otro con Logroño (1846). La primera época fue dirigida por Campomanes, y participaron como articulistas Marina, Traggia, Abella y Gon zález Arnao. Las fuentes que prepararon en la organización de tan ambicioso proyecto fueron la documentación de las Relaciones ordenadas por el rey Felipe II, el Censo español de 1787 de Floridablanca, el Catastro de Ensenada, además de los Interrogatorios que se repartieron por todo el país. Pero tan magnífico intento no llegó a más. Constituía, sin embargo, el principio de superación de aquellas meras listas de lugares a que se limitaba cualquier nomenclátor de la ¿poca o la Población general de España de Juan Antonio de Estrada (1748), o a las descripciones cronísticas geográficas del Repertorio de los caminos de España de Villuga, del Libro de las grandezas y cosas memorables de España de Medina o del Viaje por España de Antonio Ponz. Aunque no dispuesto en el orden alfabético de un diccionario, sino en el de itinerarios diversos, el Viaje por España de Ponz contiene una profunda des cripción de pueblos y accidentes de la tierra, aunque lamentablemente quedó acompleta. Faltan Galicia, Asturias, Santander, País Vasco, Navarra, La Rio•a, Murcia, Andalucía oriental, Baleares, Canarias, Huelva y Zamora. Antonio Ponz era secretario del rey y de la Real Academia de San Fernando. Publicó su obra, en dieciocho tomos, en el último tercio del siglo xvm. En el siglo xix se extiende la moda por la lectura y la consulta de amplias obras de referencia, principalmente enciclopedias especializadas y diccionarios ceográfico-históricos. Entre las primeras podemos destacar la Enciclopedia estañóla del siglo xix. Biblioteca completa de ciencias, literatura, arte, oficios Madrid: Boix, 1842-1845, 4 vols.), la Enciclopedia modernadiccionario universal de literatura, ciencias, artes, agricultura, industria y comercio de Francis co de Paula Mellado (Madrid, 1851-1855, 34 vols.) y el Diccionario enciclopédico hispanoamericano de literatura, ciencias y artes (Barcelona: Montaner y ¿anón, 1887-1898, 24 vols.). Entre los diccionarios, el primero fue el Diccionario geográficoestadístico España y Portugal de Sebastián Miñano, publicado en Madrid entre 1826 t 1829 en 11 volúmenes. El presbítero Sebastián Miñano era director del Garmete de Geografía, establecido por el gobierno de Manuel Godoy con el fin cir.damental de preparar la edición del diccionario, obra que no fue muy bien •cdbida desde el principio por la crítica, que acusaba a la obra de contener enumerables errores y lagunas y de no contar con importantes especialistas . ¿ momento. Especialmente fue muy crítico con la obra Fermín Caballero, actor en 1844 del Manual geográficoadministrativo de la monarquía española, 2
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que la calificaba de “prematura, precipitada y fuera de los alcances de un soic. hombre”. El siguiente título dedicado a España fue el Diccionario geográfico, estadísz co, histórico de España y sus posesiones de ultramar, dirigido por Pascual Madoz y publicado en Madrid en 16 volúmenes entre 1845 y 1849. Las distintas i sucesivas ediciones que se realizaron en su época prueban el enorme interés que despertó la obra, así como las tiradas, entre *8.000 y 10.000 ejemplares, cifn muy elevada en el Madrid de mediados de siglo (se publicaban por entonces e: toda España unos 500 libros al año) y solo igualada por la colección “Bibliote ca Popular Económica”. El político progresista, coronel del ejército y humanista, dedica el dicciona rio a su reina en 1843. El objetivo principal de la publicación, como aclara er la introducción, es el de “dar a conocer con la extensión posible lo que es, k que en su día podrá ser, y lo que fue en otro tiempo el país que se describí cosa que no puede conseguirse sino por medio de la geografía, de la estadísti ca y de la historia” . Madoz comenzó a trabajar en él en 1833. Lo primero que hizo fue reunir todas las obras estadísticas, históricas y descriptivas del pak entresacar de ellas los datos convenientes y estudiar en ellas las cuestiones mái importantes, habiendo realizado como trabajo previo un nomenclátor de to dos los pueblos de España. Posteriormente procedió a consultar documenta ción de los principales archivos generales del Estado y de varios particulares, entre ellos los de la biblioteca del Escorial y el de Simancas, para consultar las Relaciones topográficas de Felipe II. También fueron básicas la Matrícula catastral y el Censo de Frutos y Manufacturas de España de 1799. En tercer lugar preparó un completo cuestionario que envió a una amplia red de colaboradores repartidos por las 49 provincias del país: “Pasan de mil los ilustrados españoles que con el mayor desinterés me han favorecido y me favorecen con su corres pondencia, remitiendo noticias, enviando artículos, corrigiéndolos después, po: si alguna equivocación pudo haberse padecido”, aclara en la introducción. El diccionario de Madoz superaba al de Miñano tanto en rigor científicc como en volumen: “solo las cuatro primeras letras de mi diccionario compren derán aproximadamente los veinte y siete mil artículos que el Miñano emplee al describir la España y Portugal en todas las combinaciones alfabéticas”, alar deaba el autor en la introducción. Pero también era más completo que los que le sucedieron en la misma centuria, especialmente el de Pablo Riera y Sans (Diccionario geográfico, estadístico, histórico, biográfico, pos tal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de ultramar, Barcelona. 1881-1887. 12 vols.) y el de Rafael del Castillo ( Gran diccionario geográfico, estadístico e histórico de España y sus provincias. Cuba, Puerto Rico, Filipinas y posesiones de Africa, Barcelona, 1889-1894. 4 vols.), pues los de Juan Mariana (Diccionario geográfico, estadístico, municipal de España), Mariano Díaz Valero (Diccionario geográficojudicial y estadístico de todos los ayunta-
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mientos...) y Gaspar Roig (Biblioteca ilustrada) eran escuetos nomenclátores.
Tampoco faltaron los diccionarios universales, o “de todas las partes del mun do”, como se subtitulaban algunos de ellos (Diccionario universal de historia y geografía de Francisco de Paula Mellado y Diccionario geográficohistórico de todas las partes del mundo).
Una de las obras de mayor influencia en el siglo xix fue Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal, de Isidoro de Antillón. Entre las novedades de esta obra destacan su concepción pedagógica, que sigue el método intuitivo de Pestalozzi, y su concepción de la geografía, enten dida como ciencia de la comparación y de la relación. “Esta nueva concepción de la geografía va unida en Antillón a la antigua y tradicional línea corográfica de facilitar una información, lo más detallada posible, acerca del país, tanto en su vertiente física como en la humana” (Garrigós, 1993: 36). La obra se divide en dos partes. En la primera se estudia el conjunto de España y Portugal, con un capítulo dedicado a los aspectos físicos y otro a los humanos. En esta última parte destacan las interesantes informaciones sobre la producción minera, in dustrial y agropecuaria, las comunicaciones y el régimen político. En la segunda parte de la obra se analizan las regiones, utilizando la división tradicional: Gali cia, Asturias, Castilla la Vieja, León, Castilla la Nueva, Extremadura, Córdoba, Jaén y Murcia, Sevilla y Granada, Aragón, Navarra, Vascongadas, Valencia, Cataluña y Baleares. A todas estas corografías podemos añadir las abundantes memorias e iti nerarios de carácter militar realizados por los Cuerpos de Oficiales Generales, Ingenieros Militares o Estado Mayor del Ejército. Se conservan en el Archivo Histórico del Servicio Geográfico del Ejército completamente catalogados y el catálogo lo publicó en 1990 el propio Servicio (Cartoteca histórica. índice de memorias e itinerarios descriptivos de España). Los itinerarios más antiguos ¿atan de la guerra de la Independencia (1810) y los más frecuentes se realizaron entre 1847 y 1864, entre los que se encuentran los originales manuscritos del monumental Itinerario descriptivo militar de España, que comprende 1.200 .cinerarios extendidos a lo largo de 70.300 km y fue publicado en ocho tomos entre 1866 y 1867. Estos itinerarios se refieren en su casi totalidad a las ca rreteras y caminos, pero no faltan los descriptivos de ferrocarriles y líneas de navegación, con los derroteros de estas cuando unen dos puertos nacionales. También durante el siglo xix proliferaron los libros de viajes. Uno de los más nzeresantes es el Viaje por Esp añ a del danés H ans Christian Andersen, realizado
m 1862. El recorrido que realizó en los tres meses y medio que duró su viaje fue é siguiente: entró a España por Perpiñán, siguió a Barcelona, Valencia, Almansa, Alicante, Elche, Murcia, Cartagena, Málaga, Granada, Gibraltar, norte de Áfri ca, Cádiz, Sevilla, Córdoba, Santa Cruz de Múdela, Madrid, Toledo, Madrid, Burgos, Vitoria, San Sebastián e Irún. Hace un detallado relato, a veces poético, ne los paisajes y núcleos de población por donde pasa. Los historiadores no po
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demos olvidar los recuerdos del viajero inglés George Borrow, que en La bibfi en España o viajes, aventuras y prisiones de un inglés en su intento de difuná las escrituras por la Península, retrata la situación política y social de la Espaü convulsa que conoció el viajero inglés entre enero de 1836 y abril de 1840. En el siglo xx abundan las obras y descripciones geográficas, entre las qa destacan sin duda alguna por su volumen y esfuerzo de investigación el conod do como Diccionario del movimiento, que contó con los auspicios del régima franquista. Pasado un siglo de la publicación del Madoz se pensó en ponerlo ¡ día con un nuevo diccionario que viniera a cubrir el conocimiento de la nuev realidad del país, pues obras publicadas en tiempos recientes no dedicaban a profundidad necesaria a tal fin, como el Diccionario geográfico universal di Fernando Villalba y Rubio (1953). Nació así el Diccionario geográfico de España, editado en Madrid por Prensa Gráfica y Ediciones del Movimiento enm 1956 y 1961, con un total de 17 volúmenes. Como explican los editores en c prólogo: A la vista de la realidad comprobaron, sin embargo, que no bastaba con rectificar datos de población, cifras estadísticas, número de edificios, etcétej ra; un siglo ha sido decisivo para cambiar no solo el punto de partida de la labor, sino también la fisonomía geográfica del país. Han surgido elemente* científicos para conseguir una mayor precisión, y, en cien años, la geología. cartografía y otras ciencias afines a la vasta rama geográfica han progresad! de manera insospechada para los románticos del xix.
En febrero de 1955, a instancias del ministro-secretario general del Movi miento, Raimundo Fernández-Cuesta, la Junta Política, bajo la presidencia de. jefe del Estado, aprobó la publicación del diccionario. La dirección técnica fue encomendada a Germán Bleiberg, que en 1952 había dirigido el Diccionanc de historia de España, el primero especializado de la historia de un país que se publicaba en el mundo. La metodología empleada en la elaboración del diccio nario fue similar a la utilizada por Pascual Madoz un siglo antes. Los autores manejaron la bibliografía fundamental de la época y remitieron un complete cuestionario, que puede verse en el prólogo de los editores del primer volumen, a los maestros nacionales, profesores de Geografía e Historia de los centros de enseñanza media y profesional y secretarios de municipios, cuyos nombres figuran en los artículos redactados por cada colaborador. El resultado global es un diccionario de calidad similar al de Madoz, que ofrece innumerables detalles de la realidad política, social, económica y culturade la época, aunque como todo este tipo de obras colectivas, presenta importan tes disparidades entre los artículos, debido, como el mismo editor reconoce, a la diferencia de criterio de los colaboradores. Unos constituyen verdaderas mo nografías; otros adolecen de un excesivo esquematismo. La dirección técnica, siempre intentando respetar la fuente original, procuró dar la máxima unidad a
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los artículos sobre núcleos de población, cuya descripción se ha dividido en tres grandes apartados: geografía física, geografía económica y geografía humana. Especialmente resulta valioso el diccionario en la nomenclatura de los acciden tes geográficos. Un equipo de especialistas procedió a inventariar nombres de ríos, arroyos, barrancos, montes, caminos, etcétera, para lo que siguieron la de los mapas topográfico nacional, agronómico y geológico, escala 1:50.000, y el geológico, escala 1:400.000, fuentes de las que carecía Madoz, lo que llevó a su obra a importantes omisiones y equivocaciones al respecto. Del siglo xx hay que resaltar la publicación de la primera gran enciclopedia de España: la Enciclopedia universal ilustrada europeoamericana. A principios del siglo xx la hegemonía de Barcelona en el sector de la edición es clara, tanto en cantidad como en calidad. Editoriales como Montaner y Simón, Salvat o Espasa cuentan con las instalaciones técnicas más modernas del mercado español. En su manifiesta competitividad, todas se apresuran a publicar una obra que, en formato enciclopédico, recoja todo el saber de la época, como se había hecho en otros países el siglo anterior. Comienza la carrera, en 1903, la editorial Rovira y Chiqués con su Enciclopedia española. Siguen en 1906 la editorial Salvat, con la publicación de su prestigioso diccionario (Diccionario Salvat, enciclopédico, popular, ilustrado...), y la editorial Seguí, con su diccionario enciclopédico dustrado (Enciclopedia ilustrada Seguí, diccionario universal con todas las voces y locuciones usadas en España y en la América Latina). En 1907 la casa Espasa comenzó la publicación -primero por fascículos, a partir de enero de 1908 como volúmenes encuadernados- de la enciclopedia que a la postre se convertiría en la obra más vendida en su género (la tirada de la primera edición, 15.000 ejemplares, fue cinco veces superior a las tiradas medias de la época) y punto obligado de referencia de la cultura española e hispanoamericana con temporánea, incluso hasta la actualidad: Enciclopedia universal ilustrada euro : soamericana. Su prestigio y calidad la ha llevado a ser conocida por todo el mundo por su nombre y primer apellido: Enciclopedia Espasa. El cuerpo de la obra ocupa 70 tomos presentados en 72 volúmenes de unas 1.500 páginas cada uno, a los cuales se han añadido 10 volúmenes de apén dices, completados a su vez por los suplementos publicados desde 1934 hasta noy. Este conjunto monumental contiene unos 9 millones de artículos, 165.000 trabados, 2.800 láminas y 46.000 biografías. En conjunto, solo los 82 volú menes primeros tienen un peso total de unos 164 kilogramos y ocupan una longitud de 6 metros lineales. El proyecto comenzó cuando José Espasa adquirió los derechos de adapta ron de los KonversationsLexikon de los editores alemanes Brockhaus, Meyer t Herder. Con su enciclopedia, Espasa no crea un nuevo estilo lexicográfico. Más bien se puede decir que adapta el modelo germánico a las exigencias del pupo social para el cual edita: la burguesía española e hispanoamericana. Pero, i diferencia del resto de enciclopedias europeas contemporáneas, se ofrece una
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presentación más generosa de la realidad española e hispanoamericana y um mayor abundancia y calidad de las ilustraciones. Hay que responder al desee de los lectores contemporáneos, ansiosos por descubrir la realidad del mundo gracias a los numerosos procedimientos de reproducción que la prensa ilustrada ha popularizado. El primer director artístico de la obra fue el intelectual catalán Miguel Utri11o i Morlius, encargado de la búsqueda de redactores y colaboradores y dí la reunión del material iconográfico. En 1919 le sustituirá hasta el final de la elaboración de la obra, en 1934, Eudald Canivell i Masbernat. A diferencia dí Pierre Larousse, infatigable lexicógrafo, José Espasa va a preferir contar con lo? mejores redactores posibles entre los intelectuales de Barcelona. Puede decirse, por tanto, que la enciclopedia es una obra de la burguesía catalana, ligada al auge y desarrollo que vive Barcelona a principios del siglo xx, lo que nos lleva a destacar la importancia de esta clase social en la constitución de la imagen cul tural de España. En 1926 la fusión de Espasa con la madrileña editorial Calpe y el paulatino desplazamiento del esfuerzo editorial a Madrid refleja la incidencia de las luchas sociales en Barcelona y, a la vez, el auge y prosperidad de la capital y la preponderancia de los capitales vascos, que estuvieron en la raíz de la eco nomía nacional después de la I Guerra Mundial. En total hay identificados más de 600 colaboradores y redactores, aunque los artículos no están firmados. De ellos 34 son historiadores y arqueólogos, que contribuyen a la riqueza en detalles y precisiones históricas que no apa recen en ningún otro sitio. Hay que añadir la colaboración de la Real Aca demia de la Historia tanto como institución intermediaria de la búsqueda de colaboradores especializados como con la participación directa de algunos de sus miembros. El grupo de colaboradores más numeroso es el clero, con 147 (22,75% del total), que parece corresponder al nuevo periodo de actividad de las órdenes religiosas en España y particularmente en Cataluña, dedicadas mayoritariamente a la enseñanza. La parte de la enciclopedia que más ha resistido el paso del tiempo y que si gue constituyendo hoy día la causa principal de su consulta son los artículos de historia, geografía, arquitectura, crítica literaria y crítica artística y, sobre todo, las muy numerosas biografías. Para los historiadores no pueden olvidarse, por supuesto, las descripciones históricas de cada una de las poblaciones y provin cias españolas, punto cronológico intermedio entre el diccionario de Madoz y el del Movimiento. También hay que tener en cuenta la iconografía: algunas de las imágenes son fuente documental para estudios actuales, como las fotografías de la época referidas al trabajo de la mujer, al mundo industrial y al ámbito rural, a los pueblos y ciudades, a los personajes y la pintura histórica, pues se reprodu cen los mejores cuadros clásicos y contemporáneos. Tiene un discurso persuasivo, especialmente en los artículos de política, sin dicalismo, religión y sociedad. En ellos el redactor intenta imponer su veracidad
L a s fuentes b ib lio grá fic as
al lector. Este acto de persuasión se nota en la valoración (positiva o negativa) de los objetos, de las ideas y de los hombres. Patriotismo y modernidad son dos de sus rasgos más pronunciados en cuanto a su contenido. La enciclope dia nace en pleno regeneracionismo, como respuesta a la humillante derrota de 1898 frente a los Estados Unidos de América. Los calificativos del título de la obra, Universal, Europeoamericana, parecen devolver al lector al Siglo de Oro de la historia de España. Las armas del espíritu querían sustituir la derrota y la desmoralización con el brillo de nuevo de la gloria cultural de la madre patria. Los ingenieros hacen una propuesta técnica y científica ambiciosa para sustituir los valores tradicionales por la apología de la ciencia y de sus aplicaciones téc nicas. Tomando como ejemplo la vitalidad de Barcelona y Cataluña, pretenden exportarlo al resto del país, para modernizar también sus estructuras políticas y económicas. Se muestran contra el caciquismo y a favor de la descentralización, en contra de las organizaciones obreras y a favor del mantenimiento del orden tradicional y de la jerarquía. En economía, siguen las líneas del catalanismo de cimonónico y apuestan a favor del proteccionismo. “Al contrario de lo que ocurre con la Encyclopédie de Diderot o con el Dicúonnaire de P. Larousse, -escribe Philippe Castellano- la Enciclopedia Espasa no quiere ser un instrumento de liberación para los lectores a los que se dirige, sino que desempeña más bien el papel contrario de afirmación y consolidación de los ^alores de la Restauración en España. Asustados por la aparición de la cuestión social y la subida del sindicalismo, estos lectores de la Enciclopedia Espasa en cuentran en esta obra, un léxico depurado, y la imagen de una sociedad exenta de conflictos en la que la Iglesia sigue teniendo un papel primordial, sobre todo en la teneficencia. Para alejar esos temores, los valores de la religión católica guiarán a mayor parte de los artículos y serán utilizados como efecto de marca, utilizan do incluso las frases de ánimo del Papa, para la difusión de la obra”. A pesar de todo, y como conclusión, podemos suscribir el significado que para ac principal estudioso tuvo el enorme esfuerzo editorial que conllevó la Espasa: ‘ co se ha limitado a ser una mera recopilación de conocimientos adquiridos don je las palabras y las cosas se adecúan totalmente, sino que también se ha convertiac en un lugar de memoria para la sociedad española contemporánea. Un lugar de temoria que, según la definición del historiador P. Nora, ofrece una dimensión nstoriográfica, etnográfica, psicológica y política” (Castellano, 2000: 19).
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La estadística oficial
-i estadística moderna surge en España a mediados del siglo xix ante la ne cesidad del nuevo Estado liberal de contar con datos fiables, principalmente amográficos, para su utilización con fines políticos, económicos y sociales, fun jinentalmente. La riqueza de las fuentes cuantitativas y, sobre todo, su conti
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nuidad en la publicación y la estabilidad que en términos generales presentai las variadas clasificaciones estadísticas permiten conocer mejor nuestra socxdad. En 1856 se creó la Comisión de Estadística General del Reino, que pasó a llamarse en 1861 Junta General de Estadística, en 1873 Instituto Geográfico i Estadístico y en 1931 Instituto Geográfico Catastral y Estadístico. En 1945 x crearon, a partir de este, el Instituto Geográfico Nacional y el Instituto Nacio nal de Estadística, organismo que ha logrado mantener la continuidad de la principales recuentos estadísticos españoles, en línea con los de los principala países occidentales. La estadística oficial nace con el primer objetivo de conocer los datos demo gráficos del país, y su obra cumbre es el Censo , conjunto de operaciones que consisten en recoger, recopilar, evaluar, analizar y publicar o divulgar los date* demográficos, económicos y sociales relativos a todos los habitantes de un paj* y de sus divisiones administrativas, en un momento o periodo dado. En el tercer milenio a. C. ya se conocen recuentos de la población, antece dentes de los censos. Uno de los primeros de los que ha quedado constanoa es el que se efectuó bajo la primera dinastía faraónica, hacia el año 3000 a. C También por las mismas fechas se sabe de otros recuentos en Babilonia. L: Roma el censo adquirió gran importancia, con datos de los ciudadanos (nom bre, edad, miembros de la familia) y de su patrimonio (propiedad mobilian* e inmobiliaria, esclavos). Durante la Edad Media proliferó este tipo de publi caciones, que seguían los tres sistemas básicos de ordenación administrativa: civil, feudal y eclesiástica. Entre ellas adquirió un lugar preferente el Domesdsy Book, realizado por mandato de Guillermo I en 1086. Durante el siglo x v i i i se efectuaron recuentos en países como Islandia, Prusia, Suecia, Inglaterra, España y los Estados Unidos. A mediados del siglo xix aparecieron los que se han considerado “censos modernos”, basados en la recopilación de información a partir de datos indi viduales y no de hogares. El primer país que efectuó un censo de este tipo fue Bélgica (1846). Siguieron los Estados Unidos (1850), España (1857), Portugal (1864) y Argentina (1865). En los últimos años del siglo xix se fueron aña diendo la mayor parte de países europeos. En 1897, el Instituto Internaciona. de Estadística publicó una normativa relativa a la unificación de criterios para elaborar los censos y presentar sus resultados. Durante el siglo siguiente el cen so se ha extendido por América Latina, Asia, África y Oceanía, aunque en 1970 todavía quedaban 36 países que nunca habían realizado un moderno censo de población. El origen de los censos en España se produce en el siglo xvi. La Corona de Castilla realizó el primer censo entre 1528 y 1536 con la finalidad de facilitar el prorrateo del impuesto denominado “Servicio Ordinario y Extraordinario”, por lo que excluía a la población exenta de su pago, como clérigos, hidalgos y miembros de determinadas profesiones. El segundo censo, el más importante
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del siglo, se realizó en 1591 para asegurar el reparto de un nuevo impuesto, el “Millones” . Ofrece información sobre el número total de vecinos, divididos por pecheros, hidalgos, clérigos seculares y regulares; lista de conventos en la que suele aparecer el lugar donde están enclavados, el nombre del establecimiento religioso, orden a que pertenece y número de sus componentes. Este censo es conocido como el Censo de Tomás González en recuerdo a quien lo descubrió entre los legajos del Archivo de Simancas en 1829. Los resultados de este Censo han sido publicados por el Instituto Nacional de Estadística (Censo de Castilla de 1591. Madrid: INE, 1984). Después de distintos recuentos realizados especialmente para recaudar im puestos en plena decadencia económica del siglo x v i i , en el siglo x v i i i se pu blica el primer censo propiamente dicho, el Censo de Aranda, efectuado entre 1768 y 1769. Este recuento, organizado por los obispados, es el primero que relaciona “almas” y no vecinos; es el primero que comprende todo el territorio español, con excepción de las tierras de las órdenes militares; también es el primero en clasificar la población por sexo y grandes grupos de edad. No fue publicado, y la documentación original se encontraba en el Archivo Histórico Nacional y en la Biblioteca de Palacio, y una copia en la Real Academia de la Historia. “No existe unanimidad respecto a la fiabilidad de los datos del Censo ie Aranda, o más bien la opinión general es que no resulta fácil apreciar su cali dad. El hecho de que esté organizado por diócesis, lo que dificulta las compara ciones con los censos posteriores y con el de Ensenada, y el carácter incompleto de la documentación de detalle, contribuyen a explicar la indeterminación de as valoraciones” (Pan-Montojo, 1993: 358). El Censo de Floridablanca (1787) es el primero realizado en España por notivaciones demográficas, no fiscales, y su calidad es similar a la de los me jores censos europeos del Antiguo Régimen. Proporciona información sobre a distribución de la población por sexo, edad (siguiendo los mismos grupos cue el censo anterior) y estado civil (donde se incluyen los viudos, olvido inex plicable en el Censo de Aranda). Se incluye además la población eclesiástica, ma incipiente clasificación socioprofesional y una relación de instituciones de reneficencia, de reclusión y de enseñanza. Los resultados de este censo también u n sido publicados por el INE {Censo de 1787 “Floridablanca”. Madrid: INE, 1987-1991; 6 vols.). La documentación original y primaria del censo se encuen tra en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia. El último censo del siglo* fue el Censo de Godoy (1797), que siguió la me todología del de Floridablanca aunque con algunas novedades. Los grupos de siad se ampliaron, incluyendo grupos de 10 en 10 años desde los 50 hasta es 100 años de edad, y a seglares, eclesiásticos y población institucional. La gasificación socioprofesional se amplió también de forma considerable, con *3 epígrafes. En 1992 el Instituto Nacional de Estadística realizó una edición tsesímil de este censo.
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Entre el Censo de 1797 y el de 1857 se produjo una considerable lagum causada por la inestabilidad política de la época. Aun así destacan diversa trabajos, como el Censo General de Vecinos (1810), el Padrón de Extranjera (1836), el Censo General de Población (1837), las Estadísticas sobre Rentas -i Contribuciones (1838-39) y los recuentos de 1842 y 1846. El Censo de 1857 es considerado como el primer censo de población mode: no, aunque para algunos demógrafos este calificativo corresponde al Censo ó* Floridablanca. Los modernos censos han observado desde 1857 una periodici dad bastante regular, en los años acabados en cero (y los padrones, por los qa: se recoge la información, en cinco), a fin de homologar los años censales cor los de otros países del contorno europeo y de los Estados Unidos, y en los últi mos tiempos en uno: 1857,1860,1877, 1887, 1897, 1900, 1910,1920,1931 1940, 1950, 1960, 1970, 1981, 1991, 2001 y 2011. El de 1870 no se llevó í cabo por los efectos de la revolución de 1868. Una vez restaurada la monarqiui se decidió no esperar hasta 1880 para realizar el siguiente recuento, y se vohn a la costumbre iniciada en el primer censo de proceder al recuento en los añoí terminados en siete, fruto de lo cual fueron los censos de 1 877,1 8 87 y l8 97 . Dt este último solo se publicaron los Resultados Provisionales, ya que se decidí: ajustarse nuevamente a las fechas recomendadas por la Conferencia Internacicnal de Estadística celebrada en 1895 en Berna. La mayor parte de la información censal es demográfica, con clasificaciones de todo tipo, de la población de hecho y de derecho (esta distinción establecida a partir de 1877). Pero además se recogen datos acerca de la alfabetización t grado de instrucción de la población, dividida en tres categorías: “saben leer t escribir”, “saben leer” y “no saben leer”, clasificación un tanto ambigua que ha ido mejorando con el tiempo, pasando de las tres categorías citadas al grade de alfabetización, al nivel de escolarización y al de los estudios realizados. Los censos españoles dedican también una parte importante a datos de población ac tiva o estructura económica. El número y complejidad de las clasificaciones socioprofesionales aumentan con el tiempo, pasando de los once oficios recogidos en el Censo de 1857, a los 25 en 1860 y a los 139, por ejemplo, de 1940. Esta falta de uniformidad complica su utilización para análisis de larga duración. Po: otra parte, de 1900 a 1920 no aparecen diferenciados los patronos y asalariados, un dato de indudable importancia para el análisis socioprofesional. Desde 1860 se comienzan a distinguir los oficios por sexo, y desde 1900 por estado civil. De forma general aunque breve, los censos del siglo xx recogen información sobre la vivienda. A partir de 1950, la información se amplía con datos pormenoriza dos sobre características ellas, como el destino del edificio, número de viviendas, clase de vivienda, régimen de tenencia, número de habitaciones, grado de equi pamiento, superficie útil y otros. En censos posteriores se ha disminuido el grado de información debido a que a partir de 1970 se inició la publicación del Censo de Viviendas y Edificios, realizado de forma conjunta con el Censo.
Las fuentes bibliográficas
A partir de la información censal han salido otra serie de publicaciones ofi ciales de carácter periódico, entre las que destaca el nomenclátor, que recoge, fundamentalmente, la distribución de las entidades de población por el terri torio nacional según sus respectivos hábitats, clasificados según sus categorías administrativas (municipios, entidades de población, aldeas, parroquias, luga res, etc.) y modalidad de sus construcciones. Esta fuente se concibió como inde pendiente del Censo, aunque durante el siglo xix se hizo paralela, pasando con posterioridad a incluirse como una parte más de la operación censal. Aunque los orígenes de esta fuente se remontan a las Relaciones topográficas de Felipe II, el primer nomenclátor moderno se publicó en 1858, fruto del Censo de 1857. Recogía 48.220 entidades de población por provincias, parti dos judiciales y municipios. La información se fue mejorando y ampliando en los nomenclátores posteriores, hasta el de 1900, con el que se abre una nueva serie caracterizada por la homogeneidad de su contenido. Durante el siglo xx se han publicado en 1916 (correspondiente al Censo de 1910), 1924 (1920), 1933 (1930), 1944 (1940), 1952 (1950), 1962 (1960), 1973 (1970), 1984 (1980) y 1991, todos ellos con una detallada distribución de la población de hecho por el territorio según su forma de hábitat en municipios y, dentro de ellos, en entidades de población, según el tipo de vivienda o alojamiento. Asimismo se incluye una relación de las carreteras de distintas categorías por provincias, y otra de ferrocarriles según tipo de vía. Además se ofrece la superficie, la población de hecho y el número de habitantes por km2 y una variada gama de información complementaria (mapas, datos meteorológicos, distancias kilométricas, clasifi cación de los edificios por el uso: agrícola, industrial, religioso, educativo, peni tenciario, de vivienda, etc.). Las estadísticas vitales básicas, documentación que conserva el Registro Ci vil, a efectos de su uso y análisis, dan lugar a una publicación periódica deno minada Movimiento Natural de la Población, que recoge los datos de base, agregándolos por determinadas unidades territoriales y presentándolos según diferentes criterios de clasificación. Antes del establecimiento definitivo del Re gistro Civil se elaboró un recuento precedente del Movimiento Natural de la Población, la Memoria sobre el movimiento de la población de España en los años 18 58,1859 y 1861, realizado por la Comisión Estadística General del Rei no a partir de los datos de los registros parroquiales, y publicada en 1863 con los resultados de 1862 y un resumen del quinquenio 1858-1862, consignándose datos para provincias y cdpitales acerca del número de nacimientos, defuncio nes, matrimonios y defunciones por estado civil. El primer Movimiento Natural de la Población de España realizado a partir de los datos del Registro Civil aunque algunos siguieron siendo tomados de los archivos parroquiales) se pu blicó en 1877, debido al Instituto Geográfico y Estadístico creado ese mismo iño. El volumen contiene datos de los años 1861-1870 sobre nacimientos (por sexo, legitimidad, meses y nacidos muertos), matrimonios (por meses, edad y
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estado civil) y defunciones (por sexo, periodos, edad, estado civil y causas). Ei 1886 se publicaron los datos correspondientes al periodo 1878-1884. En 1895. los de 1886-1892. A partir de 1900 las publicaciones del Movimiento Natura, de la Población aparecen con una regularidad tanto en el formato (solo altera do en los últimos años, para dar cabida a la nueva organización autonómica ó: Estado) como en el tiempo (periodicidad anual). En 1858 salió el primer número de otra publicación periódica de caráctr estadístico y oficial, el Anuario Estadístico de España, aunque no tuvo unr continuidad verdaderamente anual hasta 1943. Este anuario presenta cada añ: una gran cantidad de información estadística de carácter demográfico, sodacultural y económico. La estructura del anuario nos permite comprender k importancia de los datos que ofrece, por su riqueza y por continuidad, más es timable en los casos en que un mismo anuario nos ofrece series retrospectivas. El historiador, a través de esta fuente, puede conocer y analizar desde la estruc tura social de la población a la actividad política (principalmente en periodos electorales), la situación macroeconómica, la denominada economía social (in cluye información sobre la acción huelguística, por ejemplo), la actuación de k justicia, la política de acción social y de beneficencia, el nivel de infraestructu ras y comunicaciones, número y clasificación de asociaciones, pasando por k situación educativa y la actividad cultural (lectura, edición de libros y prensa, bibliotecas, etc.), aspecto este de gran importancia para el estudio de las menta lidades y de la vida cotidiana. Para el estudio de la estructura social, refleja las cifras globales del persona, de la Administración Civil del Estado en los anuarios entre 1858 y 1865 yer las series posteriores a 1915. El personal militar también tiene una informado:: especializada. En la década de 1860 se incluyen estadísticas detalladas de k oficialidad, incluso por estado civil y por provincias (a partir de 1915 se editar regularmente estadísticas militares que enlazan con las actuales publicaciones de la Unidad de Estadística de la Secretaría General Técnica del Ministerio d; Defensa. Destaca fundamentalmente el Anuario Estadístico Militar, del cual s í publicaron 29 ediciones entre 1954 y 1986). Los anuarios incluyen desde 1858 datos específicos sobre la estructura ad ministrativa, categorías y efectivos en general del clero secular y regular, in formación que se confirma en los anuarios posteriores a 1915. Los datos de! anuario pueden ser completados para épocas más recientes con los del Anuaric Católico Español, que se edita desde 1953, y los de la Guía de la Iglesia er. España (a partir de 1954), que suceden a iniciativas anteriores que no tuvierot la misma continuidad, como la Guía del Estado Eclesiástico, Regular y Secular (1818-1833, 1868), el Anuario Eclesiástico (1934) y la Guía de la Iglesia y cu la Acción Católica de España, publicada en 1943 por Acción Católica. La prensa ocupa en todos los anuarios una destacada importancia. Las relaciones de periódicos publicados están disponibles en casi todos los anuarios a
Las fuentes bibliográficas
partir de 1861 conforme a una clasificación temática, aunque sin datos referen tes a la tirada, cuestión que puede calcularse en los primeros años a través del derecho del timbre abonado por las empresas a la administración de Correos en razón del franqueo. Posteriormente esta información ha sido facilitada por otros recuentos estadísticos y anuarios especializados, como la Estadística de la Prensa Periódica de España formada por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes desde 1913, o el Anuario de la prensa periódica desde 1943, el Anuario de la Prensa Española a partir de 1965 y el Anuario Estadístico de Prensa desde 1975. Recopilación oficial estadística es también la Reseña geográfica y estadística, elaborada en su primera edición en 1888 por funcionarios a las órdenes del di rector general del Instituto Geográfico, y reeditada en 1912. En los aspectos fí sicos, describe la orografía, climatología, hidrología y botánica, aportando gran variedad de datos estadísticos en cuanto a las altitudes, materiales geológicos e imágenes de perfiles, relaciones de índices barométricos, publiométricos y eólicos, cursos fluviales y en botánica establece una regionalización y cartografía. En los aspectos humanos estudia la demografía (población, evolución vegetati va, migraciones, etc.) y la organización territorial y sus instituciones (divisiones e instituciones civiles, eclesiásticas y militares) de ámbito estatal. La Reseña ha renido una destacada importancia historiográfica en el tema de la estructura y riqueza de la tierra, al publicar un avance de los estudios catastrales que provo có la paralización del Catastro en España hasta el siglo xx, como se ha podido estudiar en el capítulo anterior. La preocupación del Estado por la denominada “cuestión social” llevó a la creación de la Comisión de Reformas Sociales en 1883, antecedente del Institu to de Reformas Sociales (1903), organismos que van a generar una importante labor de realización y divulgación de estadística social, indispensable para la in tervención del Estado en tan delicada cuestión y, para los grupos más conflicti vos, la organización de su control y castigo. Ello hace que exista una abundante documentación para el estudio de los pobres y grupos marginados en general, con la salvedad de que la estadística suele dejar fuera de su información la po breza no asistida y determina una visión sesgada por la expresión de los grupos dominantes y de sus instituciones. La pobreza real entre finales del siglo xix y la primera mitad del siglo xx era mucho mayor de la que reflejaban las estadísticas oficiales. Diferentes trabajos de investigación han corroborado la gran distancia cue separa los cálculos oficiales de la realidad, y el permanente desfase entre la imitada atención asistencial y la desmesurada demanda. La principal atención al respecto la ha ocupado la beneficencia, cuyos datos rueden localizarse para mediados del siglo xix en el diccionario de Madoz, y con posterioridad a 1858 en los anuarios estadísticos de España y en los Datos Estadísticos de la Dirección General de Beneficencia y Sanidad, que pue den completarse con estudios contemporáneos, pródigos en datos estadísticos.
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A partir de 1904 el Instituto de Reformas Sociales sacó una interesante serie es publicaciones periódicas, entre las que destacan el Boletín del Instituto de Reformas Sociales, Estadística de Huelgas, Estadística de Accidentes de Trabajo t la Estadística de la Asociación Obrera. Estudiadas en detalle por Sebastián Col y Juan Antonio Carmona (1992-1993: 196-198), tratan como temas predomi nantes las condiciones de vida de los trabajadores, por lo que incluyen seris salariales y series de precios, una cuantificación ’de los accidentes de trabaje atendiendo a su tipología y el número y resultados de las inspecciones de tra bajo que realizaba el Instituto. También proporcionan abundante información sobre el desarrollo de las huelgas, tema central para el análisis de la conflicti» dad de la época. Por último, ofrecen datos sobre las asociaciones y sociedades obreras y patronales. Esta información cuantitativa puede ser completada cor la abundante y dispersa documentación sobre la materia que alojan numerosos archivos, desde los de la Administración Local a los de la Administración Ge neral, pasando por los propios de las organizaciones obreras e, incluso, los de empresas, muy poco consultados todavía en nuestro país. En España, durante el siglo xix se pusieron de moda las publicaciones des criptivas y estadísticas sobre nuestro país. Aparte de los diccionarios y atlas de este tipo, se editaron multitud de recopilaciones estadísticas sobre la historia de España, entre las que pueden mencionarse, por orden cronológico, las de Abrea, Paula, Llopis, Bitini y Monreal, además de diversos manuales, como e’ Manuel geographique et stadistique de l’Espagne et du Portugal (Paris, 1810) y el Manual descriptivo y estadístico de las Españas, considerado bajo todas sus fases y condiciones (Madrid, 1859). En el siglo xx han continuado las recopilaciones de estadísticas históricas. Una de las primeras publicaciones de interés es la Síntesis estadística de las principales actividades de la vida española en la primera mitad del siglo xx. publicada en 1952 por el Instituto Nacional de Estadística como suplemento al Anuario de 1950. Hubo que esperar hasta 1975 para la aparición de otra completa compilación, que incorpora veinte años más de datos estadísticos, las Estadísticas básicas de España, 19001970, editadas por la Confederación Española de Cajas de Ahorro. Pocos años después comenzó a prepararse una obra más ambiciosa, que se adentraba en el siglo pasado. Vio la luz en 1989, publicada por la Fundación Banco Exterior bajo el título Estadísticas históricas de España. Siglos xixxx. Preparada por destacados especialistas españoles de historia económica, coor dinados por Albert Carreras, se compone de estadísticas históricas propiamente dichas, una introducción a la historia económica de la España contemporánea z través del comentario de las principales series cuantitativas, una guía de fuentes estadísticas y una extensa bibliografía. Las estadísticas históricas son funda mentalmente de historia económica, y desprecian la historia política, la historia cultural y, en menor medida, la historia social. Aunque los primeros capítulos
Las
fuentes bibliográñcas
se centran en el clima y la población, la mayor parte son series económicas sobre los sectores productivos con la agricultura, la ganadería, la silvicultura Tla pesca, la industria y la construcción, los transportes y las comunicaciones, rarte del comercio (el exterior), el sector público y las actividades financieras y —onetarias. Aunque es importante el esfuerzo estadístico, quedan fuera muchos servicios, como la enseñanza, la sanidad, la beneficencia, los servicios personaes, el comercio interior, el turismo, etcétera. De carácter especializado, el campo más estudiado y el que mayores logros la obtenido es el de la historia agraria, gracias al esfuerzo que viene realizan do el Grupo de Estudios de Historia Rural, cuya publicación más interesante son las Estadísticas históricas de la producción agraria española, 1859-1935 Madrid: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Secretaría General Técnica, 1991: 1231). La obra se divide en dos partes. En la primera se descrix a y valoran las estadísticas agrarias españolas. En la segunda se ofrecen, por provincias, las principales estadísticas de la producción agrícola en el periodo scudiado. El Instituto Nacional de Estadística presenta libre y gratuitamente en su párna web su colección de publicaciones históricas en soporte electrónico. Entre Mas destacan las siguientes:• •
Censo de Pecheros 1528: la obra, dividida en dos tomos, es una trans cripción resumida y elaborada de los documentos que forman el legajo 768 de las Contadurías Generales del Archivo General de Simancas. En ellos se recoge la revisión que el emperador Carlos I ordenó realizar de los padrones de pecheros, es decir, de los vecinos obligados a atender los impuestos denominados “Servicios a su Majestad” (impuestos aproba dos por las Cortes de los que estaban exentos la nobleza y la Iglesia), es tableciendo que se examinara, pueblo por pueblo, el número de pecheros y la cantidad que pagaban y se recalculara cuánto debían pagar para que, teniendo en cuenta su número y la riqueza de cada lugar, se repartieran con equidad las cáñamas o contribuciones de cada pueblo. La recopila ción duró casi ocho años, pero los datos se refieren a los pagos realizados en los años 1527 y 1528. • Censo de la Sal de 1631: ofrece una transcripción del manuscrito original junto a las tablas estadísticas que recogen los datos correspondientes a cada uno de los partidos salineros. Comenzó a realizarse el 3 de enero de 1631, cuando Felipe IV emitió una real cédula para que se iniciasen las averiguaciones necesarias para la implantación de un nuevo sistema impositivo sobre el estanco de la sal. • Censo del Conde de Aranda 1768: este censo es considerado como el primer censo moderno realizado en Europa. El conde de Aranda preten día con su puesta en marcha averiguar la verdadera población del reino,
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según el sexo y la edad. La realización del Censo del Conde de Arandi se encomendó a los obispos, que recibieron instrucciones para recoge: a través de los párrocos de sus respectivas diócesis, los datos requerida de los diferentes lugares de estas; en una tabla de doble entrada se debía resumir la población de acuerdo con seis grupos de edad, el sexo y e estado civil. Para un mejor estudio de los datos, el INE ha reclasificad: la información de los pueblos, que en origen estaban ordenados pcr circunscripciones religiosas, organizándola de acuerdo con la divisiói provincial vigente y completando las tablas estadísticas con cartografía actual. Anuarios Estadísticos de España, siglos xix-xx: el Anuario Estadístico ¿i España es una de las obras más emblemáticas del INE, que se edita des de el año 1858. Se trata de una obra de información estadística genera que recopila datos procedentes de diversas fuentes, internas y externas a INE y que tiene como objetivo ofrecer un reflejo cuantitativo de la rea lidad económica, social y demográfica de España. Cada edición incluye, además, una pequeña síntesis de datos internacionales. La serie presentí grandes lagunas en los primeros años de su historia, con algunos salta de más de veinte años, durante los cuales no se publicaron anuarios. Li serie no se ha interrumpido desde 1943. Para el periodo 1858-1997 li consulta de las obras se realiza a través de la biblioteca virtual del INE INEbase Historia, donde aparecen reproducidos los índices originales d; las publicaciones y sus correspondientes tablas en formato PDF. El anua rio de 1998 está disponible en ficheros Excel comprimidos por apartada en formato ZIP. Los anuarios posteriores a esta fecha están disponibles er ficheros PDF. Censos de población siglos xix-xx: los censos de población constituyen la operación de mayor rango dentro de la actividad estadística oficiaL Desde esta sección se ofrece acceso a las publicaciones editadas sobre l a censos oficiales realizados entre 1857 y 1970; la consulta de los censa posteriores a 1970 puede realizarse a través del correspondiente aparta do de INEbase. Censos agrarios y ganaderos siglos xix-xx: el Censo Agrario es una ope ración estadística a gran escala, realizada periódicamente para reunir procesar y difundir datos sobre la estructura del sector agrario en Espa ña. Los principales datos recolectados son tamaño de las explotaciones, régimen de tenencia y aprovechamiento de las tierras, áreas cultivadas, riego, ganado, mano de obra y otros insumos agrarios. En esta sección se ofrece acceso a los censos realizados en el periodo correspondiente al siglo xix y su continuación en el siglo xx. La obra que da comienzo a esta sección es el Censo de la Ganadería de 1865, el único de estas caracte rísticas que se realizó en la etapa de la estadística oficial en el siglo xix.
L a s fuentes b ib liog rá fic as
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Movimiento Natural de la Población, siglos xix y xx: las estadísticas del Movimiento Natural de la Población, que se refieren básicamente a los nacimientos, matrimonios y defunciones ocurridos en territorio español, constituyen uno de los trabajos de mayor tradición en el Instituto Na cional de Estadística. El primer volumen se publicó en el año 1863 por la Junta General de Estadísticas del Reino y contiene datos relativos al periodo 1858 a 1861, obtenidos a partir de los registros parroquiales. Desde entonces se publica en España información de los fenómenos de mográficos sin más interrupción que durante el periodo 1871 a 1885, época de implantación del Registro Civil, de donde se obtendrían en lo sucesivo datos para estas estadísticas. La fuente administrativa de los da tos de la Estadística del Movimiento Natural de la Población es el Regis tro Civil. Las unidades de observación son los nacimientos, matrimonios y defunciones que se inscriben en los libros del Registro Civil.
Además de las publicaciones históricas, el INE ofrece sus datos estadísticos más actuales a través de su base de datos INEbase. INEbase es el sistema que utiliza el INE para el almacenamiento de la información estadística en Internet. Contiene toda la información que el INE produce en formatos electrónicos. La organización primaria de la información sigue la clasificación temática del Inven tario de Operaciones Estadísticas de la Administración General del Estado (IOE). La unidad básica de INEbase es la operación estadística, definida como el conjun to de actividades que conducen a la obtención de resultados estadísticos sobre un determinado sector o tema a partir de datos recogidos de forma individualizada. A las operaciones estadísticas se puede acceder directamente a través de la lista completa de operaciones de INEbase o a través de los menús temáticos. Estos menús permiten conocer toda la información disponible de cada tema: operacio nes para las que se presentan resultados, junto con una pequeña descripción de las variables publicadas, la periodicidad y disponibilidad de los datos y el ámbito geográfico; publicaciones y estudios relacionados; enlaces a otras web donde am pliar la información de fuentes externas, y un enlace al IOE para conocer todas las operaciones del Sistema Estadístico Español relacionadas con el tema. Para cada operación estadística en INEbase existe una página que da acceso a toda la información relativa a ella: los resultados detallados completos, la úl tima nota de prensa publicada, el calendario de disponiblidad de datos y toda la información metodológica o descriptiva que ayuda a la mejor comprensión e interpretación de los datos (metodologías, cuestionarios, clasificaciones, notas explicativas, etc.). Los resultados detallados incluyen los últimos resultados pu blicados y, además, la historia reciente de la estadística. Los ficheros de datos se pueden visualizar directamente desde INEbase o descargar en formato Pc-Axis para un tratamiento posterior utilizando el programa Pc-Axis, cuya descarga puede hacer de forma gratuita.
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5.4.
Los anuarios y las guías
A partir de las primeras ediciones del Anuario Estadístico de España, a mediados del siglo xix, el formato de anuario se fue imponiendo entre las publicaciones periódicas por la necesidad rápida de actualización de la información. A partir del primer tercio de dicho siglo se asiste en España a un incremento de la demanda social de lectura, gracias a un conjunto *de fenómenos simultáneos e interrelacionados, que confluyen en el establecimiento de la sociedad ÜberaL Avances técnicos y relativa industrialización, por un lado, y liberalización de las leyes de imprenta y el aumento de la alfabetización, por otro, son componentes esenciales de la causa/efecto del desarrollo editorial. Conforme iba creciendo la necesidad de información, el anuario estadístico general ha ido conviviendo en mayor medida con anuarios estadísticos especializados, tanto en función de la materia (estadística de la producción agraria o de la pesca marítima, por mencionar algunos ejemplos) o de un lugar geográfico. Pero sobre todo, queremos destacarlo, en otro tipo de anuarios donde la mera cuantificación estadística se sustituye por una información detallada de alguna de las ramas de la actividad económica, política, social o cultural, siguiendo el ejemplo de algunas guías de prestigio, como la Guía de Forasteros y Guía Oficial de España.
A finales del siglo xix y principios del xx fueron muchas las iniciativas al respecto, entre las que merecen citarse por su continuidad y calidad el Anuario de las Minas y Fábricas Metalúrgicas de España (comenzado a editar por la Sociedad de Ingenieros en Madrid en 1894; en 1896 pasó a titularse Anuario de la Minería, Metalurgia y Electricidad de España, y en 1913, Anuario de Minería, Metalurgia, Electricidad y Demás Industrias de España, del cual hemos localizado ejemplares hasta 1931), el Anuario General de Información: Banca, comercio, Industria, Navegación, Seguros (fundado en 1914, se publicó en Madrid por “Puig, Zunzunegui y Cía.” hasta 1936, interrumpiéndose definitivamente la edición, como tantas otras, con la Guerra Civil), el Anuario Técnico e Industrial de España (el primer ejemplar localizado data de 1911; el último, de 1919) y el Anuario Industrial y Artístico de España (publicado en Madrid por la Sociedad Industrial y Artística de España en la década de los veinte y los treinta del siglo xx). En buena parte de los casos, la edición corría a cargo de editoriales y librerías privadas, que veían en la necesidad que de ellos tenían los profesionales una buena fuente de ingresos a la siempre difícil supervivencia en el mundo editorial. El anuario se caracteriza por una variada gama tanto en la materia como en la presentación de su contenido. En cuanto a la primera, puede oscilar entre los de carácter general a los especializados en función de una actividad (Anuario de Estadística Agraria, Anuario de Construcción, Anuario de Minería, Metalurgia, Electricidad y demás industrias de España, Anuario Industrial y Artístico de España), de un espacio geográfico (país, comunidad autónoma, provincia o
Las fuentes bibliográficas
localidad), de una clase social (Anuario de la Aristocracia y Alta Sociedad Esp añola) o de todas (Anuario EconómicoEstadístico de España para Uso de Todas las Clases Sociales) o incluso un periodo de tiempo. Respecto al contenido, los hay desde los que son exclusivamente estadísticos hasta otros que ofrecen una descripción, normalmente cronística, de la sociedad. Entre estos últimos pode mos destacar por su ámbito internacional el Book ofthe Year, de la Enciclopedia Británica, y en el marco nacional los anuarios de Difusora Internacional, con algunos títulos de gran tradición en el mercado editorial español, como las Décadas (desde 1898), Anuario de los Hechos (desde 1967), Anuario de los Temas (desde 1980), Anuario de los Protagonistas (desde 1980) y, más recien temente, Anuario Estadístico Universal y Anuario Autonómico. Entre los anuarios generales podemos resaltar por su tradición, continuidad y calidad el Anuario General de España BaillyBailliére. La prestigiosa libre ría-editorial francesa Bailly-Bailliére se estableció en España en 1848, ante las posibilidades de desarrollo cultural y comercial que se empezaba a vislumbrar a mediados del siglo xix. Por entonces Madrid tenía 72 imprentas y 57 librerías, generalmente mal provistas y con escasas iniciativas, a tenor de las impresiones de viajeros e intelectuales de la época (Martínez Martín, 1991: 27-33). Charles Frangois Jean-Baptiste Bailly llegó ese año a Madrid con el fin de completar su vasta red de librerías repartidas por el mundo, haciéndose cargo de la Librería Extranjera, Científica y Literaria de la calle del Príncipe. Pronto logró situarse entre los primeros libreros españoles, especializándose en la distribución de obras y periódicos extranjeros, principalmente de Francia, Alemania e Inglaterra. “En 1856, solo ocho años después de su instalación en Madrid, Carlos Bailly-Bailliére es el cuarto librero madrileño en cuanto a los impuestos que paga, con 1.640 reales anuales, igual que Ayguals de Izco (calle Leganitos, 47), y después de Gaspar Roig, Francisco de Paula Mellado y Ángel Calleja. A partir de 1864, será él quien ocupe el primer lugar con una contribu ción de 2.600 reales, más de tres veces superior a la contribución media (800 reales)” (Botrel, 1993: 556). La venta fue afianzándose, convirtiéndose en proveedor oficial de diver sas instituciones, entre otras la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, el Observatorio Astronómico, la Biblioteca Nacional, el Congreso de los Diputados, la Academia de Jurisprudencia y Legislación y la Universidad Central. Con una situación económica sólida, Carlos Bailly-Bailliére comenzó a simultanear la venta cón la edición de libros, especialmente de obras útiles destinadas a sectores profesionales relacionados fundamentalmente con la me dicina y con el comercio. En este sentido, hacia 1877 comenzó a preparar la edición de un anuario del comercio e industria, siguiendo el ejemplo de publicaciones similares extranje ras, principalmente del AnnuaireAlmanach de Didot-Bottin. El editor solicitó información, por escrito, a secretarios de ayuntamiento y de colegios profesio
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nales, administradores de correos, etcétera, los cuales, en su mayoría, colabora ron con el editor y con el primer director de la publicación, Carlos de Ochoa Para completar los listados de datos recabados por correo y obtener aquellos de los que respondieron simplemente con su silencio (de lo cual se lamentaba el editor en la advertencia contenida al comienzo del primer volumen, porque no habían sido capaces de ver “ su importancia y utilidad” ), a mediados de ese año el editor insertaba un anuncio en los boletines oficiales. En ellos solicitaba la colaboración ciudadana ante tan vasta empresa: La Casa Bailly-Bailliére, plaza de Santa Ana, núm. 10, Madrid, está pre parando un Anuario con todas las señas de todos los habitantes de España r Ultramar por profesiones. Después de estudiado bien este asunto, cree haber tomado todas las precauciones convenientes para llevar a cabo este libra y que sea digno de España y pueda compararse con los del extranjero... Todo el que quiera figurar en el Anuario puede mandar bajo sobre una nou que diga su nombre, apellido, profesión, señas de la habitación y punto dt residencia, y quedará inscrito en el Anuario gratis. Si además de lo indicadc quiere el interesado añadir algunos detalles acerca de su profesión, comercio o industria, se insertará a razón de una peseta la línea.
En enero de 1879, la casa Bailly-Bailliére iniciaba su ambiciosa publi cación con el título de Anuario-Almanaque del Comercio, de la Industria, de la Magistratura y de la Administración o Directorio de las 400.000 Señas di España, Estados Hispano-Americanos y Portugal. El anuario tuvo rápida mente una amplia difusión por todo el país -apoyada sin titubeos desde la prensa-, e importante repercusión internacional. En este sentido son signifi cativos sus numerosos y preciados galardones: medalla de oro en las exposi ciones universales de Matanzas (1881) y de Barcelona (1888), y de plata en la de París de 1889. En palabras de Botrel, el anuario supone, acaso por primera vez, el medio de tomar conciencia explícita y científicamente, del mercado nacional en la Península y ultramar, una “minirrevolución” de las prácticas comerciales y, especialmente, una apertura hacia los mercados exteriores, ya que se difunde con profusión en Portugal, Francia, Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos. La calidad de su información, la necesidad de sus contenidos en una econo mía en continua expansión y la intensa labor propagandística que acompañó al anuario en sus primeros años constituyeron los ejes fundamentales del éxito df la obra. Por ejemplo, la edición de 1881 se agotó al mes de ponerse a la venta; k del año siguiente necesitó una segunda tirada. En la Gaceta de Madrid y en los boletines oficiales de las provincias, así como en los periódicos de la época, po dían leerse reiteradamente anuncios con los que se conseguía un gran eco pre sentando las características, galardones, cualidades y provechos principales de la obra: “Haré ver la utilidad real que su uso proporciona, el tiempo que ahorn
Las fuentes bibliográficas
en un escritorio, el auxilio poderoso que presta al comerciante y al industrial, y la multiplicidad de sus aplicaciones”, escribía el editor en el prospecto de la edición correspondiente a 1883. “Obra útil e indispensable para todos. Evita pérdida de tiempo. Tesoro para la propaganda industrial y comercial”, decía un anuncio de la época en los boletines oficiales. El Anuario Bailly-Bailliére presenta en varios volúmenes (dos, de 1879 a 1918) multitud de datos referidos a los profesionales de las más variadas acti vidades comerciales, industriales y de servicios, recabados a través de una vasta red de corresponsales, normalmente pertenecientes a las clases más instruidas (maestros, secretarios de ayuntamientos, notarios, libreros, impresores, perio distas, médicos, farmacéuticos y agentes de negocios, principalmente). Para su más fácil manejo incorpora al principio de la obra una explicación de los signos y abreviaturas utilizados. Al final del último tomo, habitualmente en páginas de distinto color, una serie de índices especializados (anunciantes, profesiones y localidades) y un índice general. Por su temática, la obra se divide en dos partes bien diferenciadas. En la pri mera se presentan los datos identificativos de todos los funcionarios y responsa bles de las instituciones del Estado español: monarquía, Consejo de Ministros, cuerpos colegisladores (Congreso de los Diputados y Senado), Consejo de Es tado, Tribunal de Cuentas del Reino y todos los ministerios. En la segunda, los datos se refieren a todas las provincias españolas y, en sus primeros tiempos, a colonias, Hispanoamérica y Portugal. El esfuerzo había sido ímprobo; la acogida, extraordinaria. El editor, sin embargo, no se conformó. En su mente siempre estuvo presente no solo algo tan fundamental en la calidad de una obra práctica como la actualización de los datos, sino también la mejora de la obra, cuestión necesaria en una publicación periódica de tal envergadura. En la advertencia preliminar del anuario de 1880, Carlos Bailly-Bailliére mencionaba con orgullo algunas de estas mejoras, como la de ofrecer en Barcelona una lista general, por orden alfabético, de todos los profesionales, como ya ocurría en Madrid (en 1882 se incorporarán Valencia, La Habana y Lisboa) y, sobre todo, completar la relación de profesionales en algunas provincias, como Álava, Albacete, Alicante, Almería, Cádiz, Castellón, Ciudad Real, Granada, Jaén, Madrid, Málaga, Murcia, Sevilla, Valencia, Vaüadolid, Vizcaya y Zaragoza. Todo ello se traducía en un incremento de las páginas. Así, por ejemplo, el anuario de 1881 ocupaba 1.914 páginas, más 343 ie anuncios. * A finales de siglo el anuario dio origen a dos nuevas obras. La primera, la Guía Comercial de Madrid , ofrecía una información puntual a la pujante bur guesía madrileña. Debido a que el anuario era extenso, caro (en 1881 y 1882, a suscripción anual costaba la nada despreciable cantidad de 15 pesetas en Es taña y Portugal, y 20 en ultramar y extranjero) y difícil de manejar, a partir de IS85 Bailly-Bailliére se decidió a publicar la guía, que contenía los mismos da-
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tos que el anuario, pero referidos únicamente a Madrid capital, en un principia y a toda la provincia, con posterioridad. Desde 1912 fue editada conjuntamente por la editorial Riera, pasando a denominarse Guía-Directorio de Madrid y sk Provincia, que va a mantener hasta 1959, último año de publicación. L a segun da, el Almanaque Bailly-Bailliére, estaba concebido como una pequeña enci clopedia popular de la vida práctica, que trataba en su breve contenido temar como el universo, medicina e higiene, derecho usual, economía, historia, juegos, moda, música, ferrocarriles, correos, telégrafos y teléfonos, entre otras materias habituales, muchas de las cuales aparecían dispersas en el vasto contenido de anuario. Se publicó en 42 volúmenes, entre 1895 y 1936. A partir de 1912, cuando el anuario gozaba de un prestigio y éxito comer cial extraordinarios (que había llevado a trasladar los talleres y oficinas de. pequeño local que la casa editorial tenía en la plaza de Santa Ana a un edificio propio, de nueva construcción, en la calle Núñez de Balboa), se hizo cargo de so publicación la sociedad anónima «Anuarios Bailly-Bailliére y Riera Reunidos» con sede en Barcelona, nacida de la fusión de las editoriales Bailly-Bailliére y Riera. Esta última, fundada en 1896, editaba diversos anuarios de gran éxito en el mercado, como el Anuario Riera: Guía Comercial de Cataluña, posterior mente extendido al ámbito nacional como Anuario Riera. Guía Práctica de L Industria y el Comercio de España. El título varió pasando a denominarse Anuario General de España “Ba:lly-Bailliére-Riera”, pero la estructura siguió siendo similar. El formato conti nuó igual, aunque en 1919 tuvo que ampliarse el número de tomos a tres debi do tanto al incremento de la actividad comercial e industrial en el país como ai prestigio de la obra, en la que todos los profesionales querían aparecer. En 1930 se pasó a cuatro tomos. Los cambios más sustanciales del anuario se produjeron en su última etapa (cuarta época), a partir de 1966. Eran fruto del sustancial incremento de la acti vidad comercial e industrial y, por ende, de la cada vez menos práctica informa ción facilitada por la publicación, quizá por el exceso de datos y su voluminoso formato. Ello hacía triunfar en el mercado anuarios más especializados y poce más tarde obras en otros soportes no impresos. Síntomas de decadencia, en el más absoluto olvido. La prensa española y extranjera, que tanto había aupado al anuario en sus comienzos, ignoraba totalmente su decadencia y muerte. La periodicidad anual se fue perdiendo. En 1966 se publicó la primera edi ción de esta nueva época; en 1968, la segunda; la tercera, en 1970; la cuarta, en 1972; tres años después la quinta, y la sexta y última, en 1978, dirigida esta por el ingeniero industrial Luis Creus Vidal. La cantidad de volúmenes pasa en la edición de 1970 a ocho, número en el que se mantuvo hasta el final. Pero la reforma más importante ocurrió en su estructura y contenido. Desde 1879 no se había variado, cuestión de agradecer para los historiadores a la hora de manejar una fuente, y más en estudios cuantitativos y evolutivos. En 1966 se
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comenzó a ofrecer la información de los profesionales ya no por provincias, partidos judiciales y municipios, sino por profesiones, y dentro de estas, por provincias y municipios. “Directorio por orden alfabético de epígrafes, provin cias y nombres” , era el título que agrupaba la información principal del anua rio, que se completaba con diversos índices. El anuario ha sido una obra que tenían en su poder la mayor parte de comerciantes, industrias e instituciones en España y, sin embargo, son muy pocos los ejemplares que se han conservado en la actualidad. A tenor de esto, podemos afirmar que constituye una fuente infravalorada, desconocida y ape nas utilizada por los historiadores. Incluso en los pocos pero buenos trabajos generales sobre las fuentes de nuestra historia contemporánea, como los de Juan Pan-Montojo o Sebastián Coll y Juan Antonio Carmona, apenas sí es mencionada. Pero en los últimos años ha permitido abrir diversas líneas de in vestigación en torno a la historia del comercio, asociacionismo y sociabilidad e historia de la prensa. La vasta serie de datos de cada uno de los municipios del país convierten al anuario en una voluminosa e importante fuente para recabar información y llevar a cabo estudios, básicamente cuantitativos, de la política, la sociedad, la cultura y la economía española debido a su principal cualidad: la continuidad. Un siglo, año a año (con la excepción de los tres años de la Guerra Civil y las lagunas ya comentadas de su última época), de nombres y direcciones de los principales políticos, comerciantes, industriales, asociaciones, sociedades, periódicos, etcétera, de todo el país, pueblo a pueblo, provincia a provincia. A semejanza de los anuarios, otras publicaciones, como las guías, gozaron del favor de la burguesía, y ofrecían información general de tipo descriptivo sobre una amplia gama de temas y lugares geográficos. De ellas, nos parece especialmente útil para la historia social la Guía de Forasteros, por la infor mación que nos ofrece sobre las élites (civiles, militares, eclesiásticas, nobleza). Publicada anualmente desde 1722, figuran todos los cargos y los diferentes titu lares de los distintos organismos e instituciones civiles, eclesiásticas y militares. Además incluye relaciones completas de grandes de españa, títulos del reino, grandes cruces y caballeros pertenecientes a las órdenes militares. De 1872 a 1935, año en el que interrumpiría su publicación, pasaría a denominarse Guía Oficial de España, de contenido similar. Apenas menciona las élites económicas ni las de ámbito local o provincial, una laguna subsanable en algunas locali dades por medio de las guías de forasteros locales disponibles, a partir de las listas de mayores contribuyentes publicadas en los boletines oficiales de cada provincia, de diversos anuarios financieros y, por supuesto, de la información documental que proporcionan los protocolos notariales y la matrícula de co mercio e industria. Las guías y anuarios apenas se ocupan de la riqueza y élites agrícolas, más difíciles de seguir incluso en las fuentes documentales. El estudio de la nobleza, grupo al que se ha dedicado más atención (entre otras razones,
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por las puramente fiscales, de control del Estado), puede seguirse además per otro tipo de publicación periódica que el Instituto Salazar y Castro edita deset 1950: el Elenco de Grandezas y Títulos Nobiliarios Españoles, que incluye e destinatario y las fechas de concesión de los títulos nobiliarios, el nombre ck titular y los más inmediatos sucesores.
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Las colecciones documentales
El origen de la publicación de las colecciones documentales puede establecer*; en el Renacimiento, debido tanto al estímulo del humanismo como a los con flictos religiosos, que intentaban unos recordar la grandeza de la cultura clásia y otros, corroborar la autenticidad de lo expuesto en las obras históricas por medio de la publicación de las propias fuentes. Las dos primeras recopilaciones documentales sobre la Historia de Españi se publicaron en Alemania. En 1579 se editó en dos volúmenes Rerum Hisps nicarum Scriptores aliquot, colección que venía a completar la Rerum Anghcz norum... o la Rerum Hungaricarum... Entre 1603 y 1608 se publicó también en Fráncfort, esta vez en cuatro volúmenes, Hispaniae Illustratae, con obra; inéditas de la historia española y de las Indias. A finales del siglo x v i i se public: la documentación de los concilios españoles, recopilados por el cardenal Josepr Sáenz de Aguirre. En el siglo x v i i i se editó la España sagrada del agustino P. En rique Flórez, que había tomado como modelos la Italia sacra y la Gallia cristiana. La exposición histórica fue acompañada por el padre Flórez con abun dante documentación, que constituye una de las partes más importantes dí la obra, como anales, diplomas, hagiografías, actas de concilios, crónicas de k Alta Edad Media, etcétera, procedentes de archivos hoy desaparecidos o que ya no conservan algunos de los documentos originales. Todo ello hace de esta obra un libro de consulta imprescindible para el estudio e investigación de gran partí de la historia de España, por lo que se ha intentado continuar con la publica ción por todos los medios posibles. En vida del padre Flórez se publicaron Ib tomos. A partir de su muerte, en 1773, su discípulo el padre Manuel Risco edi tó los tomos XX a XLII. Los padres Merino y La Canal publicaron los tomos XLIII a XLVI; Vicente de la Fuente se hizo cargo de los restantes hasta el LI er 1879, último publicado por la orden. Los tomos LII a LIV fueron publicados en 1961 por la Real Academia de la Historia. En el siglo x v i i i también se publicaron otra serie de recopilaciones de cróni cas, tanto de América como de la Baja Edad Media, principalmente. En el primer caso resaltaba la primera colección americanista, debida a González de Barcia, titulada Historiadores primitivos de las Indias occidentales. En el segundo, des tacaron las ediciones del impresor Sancha, preparadas unas por los eruditos Llaguno y Amírola, Cerdá y Rico y J. M. de Flores (Alfonso VIII, Alfonso XI), otras
Las fuentes bibliográficas
por el canciller Ayala (Pedro I, Enrique II, Enrique III) o Enríquez del Castillo (Enrique IV). A ellas podían sumarse el Victorial de Diez de Games, la Historia del gran Tamorlán de González de Clavijo y la Crónica de don Alvaro de Luna. En el siglo xix, a raíz del crecimiento de la influencia de la Escuela Histórica Alemana y del positivismo, la historia se asentaba en las universidades, se gene ralizaba la apertura o creación por parte de los Estados de archivos y bibliote cas como depositarios de la materia prima del trabajo histórico. Surge un nuevo modo de escribir la historia que parte de dos ideas. En primer lugar, tiene que llegar al pueblo y, por lo tanto, ser didáctica y, en segundo, tiene que ser libre, ya que la libertad por sí misma engendra la objetividad. Este afán de objetivi dad explica en gran medida la publicación y recopilación de fuentes, condición indispensable para escribir la historia. En 1826, con patrocinio oficial prusiano, se inició la publicación de los Monumenta Germaniae Histórica, recopilación en más de doscientos volúmenes de documentos referentes a la historia de la mayor parte de los países del occidente medieval, distribuidos en cinco sec ciones: “Escritores”, “Leyes”, “Epístolas”, “Diplomas” y “Antigüedades”. En Francia, desde 1830, el historiador y político Frangois Guizot promovió las Collections de documents inédits sur l’histoire de France. En España, desde 1842, la Real Academia de la Historia (fundada en 1738) salió de su letargo secular con la publicación de la Colección de documentos inéditos para la historia de España, que ya contaba con 43 volúmenes dos décadas después. La Real Academia de la Historia constituía la máxima expresión académica del saber erudito. Entre sus cometidos se especificaba la reunión de materia les históricos, así como la adquisición de documentos. Pero, sobre todo, debía cumplir una misión, la edición de obras históricas, que no cumplió con gran celo. Durante el reinado de Fernando VI, Burriel y De Santiago Palomares fue ron comisionados para examinar los archivos del reino, copiar y formar una colección de manuscritos, colección que fue depositada en la Biblioteca Nacio nal pero que no llegó a editarse. Bajo los reinados de Carlos III y Carlos IV se emprendieron viajes y se recopilaron muchos documentos, como así lo atesti guan las colecciones de Abella, Traggia, Velásquez, Muñoz, Navarrete, Sans, Vargas Ponce y Villanueva, que, lamentablemente, nunca llegaron a imprimirse de forma completa. Posteriormente también intentaron trabajar en este sentido los académicos Campomanes, Jovellanos y Villamil, pero también la numerosa documentación recopilada no fue finalizada ni publicada, en buena parte por el conflicto bélico comenzado* en 1808. La Real Academia tendrá que esperar prácticamente un siglo para ver una de sus etapas de máximo esplendor, al llevar a cabo una encomiable tarea de re copilación de crónicas, de conservación de monumentos históricos y de edición de documentos. Consecuencia de esta actividad fue la publicación de los reper torios bibliográficos de Dionisio Hidalgo, del Memorial Histórico Esp añol o de a Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España (CODOIN).
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El Memorial Histórico Español. Colección de Documentos, Opúsculos y' Antigüedades que Publica la Real Academia de la Historia, se inició en 1851 y su primera etapa concluyó con el tomo 47 en 1915. Entre 1947 y 1963 * ' publicaron los tomos 48, 49 y 50. En sus primeros volúmenes se incluían ar tículos, disertaciones y documentos. Pero derivó hacia la publicación de obra; históricas antiguas (especialmente de los siglos xv al xvn), inéditas, como, px ejemplo, la Historia de Chile, de Góngora Marmolejo; la Vida de don Alonso a Monroy, de Alonso Maldonado; la Historia de Carlos IV, de Muriel; la Hist:~ ria de las comunidades, de Danvila, y la Crónica de los muchos sucesos dignat de memoria que han ocurrido en Barcelona y otros lugares de Cataluña enrs los años 1626 a 1660, de Miguel Parets. La Colección de Documentos Inéditos..., gran parte procedentes del Archivo de Simancas, fue iniciada por M am Fernández Navarrete, Miguel Salvá y Pedro Sainz de Baranda, “individuos as la Academia de la Historia”, como eran presentados en la portada del prime: tomo, dedicado a Hernán Cortés. El último (113) fue editado en 1895, cuyi responsable de la edición fue el académico marqués de la Fuensanta del Valjf. Entre 1964 y 1975 ha realizado una edición facsímil de los 113 volúmenes k editorial alemana Kraus Reprint. A pesar de la tendencia de la época, interesada en la Edad Media, la mayorír de los documentos de esta colección pertenecen a los siglos xvi y xvn, una grar parte referidos a América. No existió un plan metódico y se fueron publicand: los documentos según llegaban las copias o se disponía de los originales, a ur que se insertaron series completas o muy amplias, sin una rigurosa selección es especial en los últimos tomos, en que se dieron repeticiones y extractos poc: exactos. Por no tratarse de documentos medievales se modernizó la ortografía, aunque muchos nombres extranjeros resultan poco reconocibles. Las series más abundantes pertenecen a Westfalia; procesos como los ós Carranza, Antonio Pérez y fray Luis de León, cartas de Carlos V y Felipe I a virreyes y gobernadores, documentos sobre Lepanto, sobre el príncipe dcc Carlos, el Saco de Roma, Juan de Austria, la conquista de Portugal, la prin cesa de Eboli y otros muchos sucesos desde los Reyes Católicos a Felipe IV i algo del reinado de Carlos II. También se publicaron obras históricas comí la aún inédita Historia de las Indias de Bartolomé de las Casas, con una viái de este por Fabié, crónicas de Jiménez de Rada, las de Juan II, la historia ce Felipe III y la de Felipe IV por Matías de Novoa, con un estudio de Can ovan crónicas del Perú de Cieza, la historia de Filipinas del P. Aganduru, los suce sos de Flandes de Alonso Vázquez, etcétera, e incluso algunas monografía: modernas. (Esteve, 1993: 480)
Otras series coetáneas a la anterior fueron la Colección de Documenta Inéditos del Archivo General de la Corona de Aragón y la Colección de Documentos Inéditos de Indias. La iniciativa de la primera correspondió a su arcb-
Las fuentes bibliográficas
vero Próspero de Bofarull; comprende 40 volúmenes publicados entre 1847 y 1876, aunque su hijo y nieto han continuado preparando nuevos volúmenes, dado el interés para la historia de Cataluña y de los monarcas de la aragonesa. La segunda se componía de 42 volúmenes publicados entre 1864 y 1884, con documentos extraídos de los archivos de Indias, Simancas y de la Biblioteca Na cional, principalmente. Contiene documentación sobre todo referida al descu brimiento, conquista y comienzo de la colonización (siglos xv y xvi), con abun dante legislación. Un año después de cesar la publicación, la Real Academia de la Historia continuó la colección bajo el título de Colección de Documentos Inéditos de Ultramar, publicando 25 tomos hasta 1931. En el siglo xx no se han publicado en España colecciones tan amplias como en el siglo precedente, aunque se han enriquecido los soportes documentales. Al soporte impreso le acompañan la microforma y, en los últimos años, el electró nico. Las recopilaciones impresas siguen centrando la mayor parte de su temá tica en las edades Media y Moderna, aunque hay algunas excepciones (Fontes Hispaniae Antiquae y Documentos del Reinado de Fernando VII, por ejemplo), con títulos como: •
Colección de Documentos para la Historia de Aragón. Dirigida por Eduardo Ibarra, desde 1904 a 1920, que editó documentos de Ramiro I y Sancho Ramírez. • Fuentes para la Historia de Castilla (Burgos, 1906-1910). De la que solo se llegaron a editar tres cartularios de monasterios por el padre L. Serra no, quien años después publicó otro más. • Textos Latinos de la Edad Media Española. Colección del Centro de Estudios Históricos de la Junta para Ampliación de Estudios, que pre viamente había diseñado unos Monumenta Hispaniae Histórica como la famosa colección alemana, que no llegó a iniciar la publicación, a pesar de contar con la dirección de Claudio Sánchez-Albornoz. Los Textos latinos (Madrid, 1918-1924) recogen, en cuatro volúmenes, va rias de las crónicas altomedievales ya publicadas en la España sagrada de Flórez. • Archivo Histórico Español. Colección para la Historia de España y de sus Indias. Edición en cinco volúmenes de la Academia de Estudios Históricos-Sociales de Valladolid (1928-1932), dedicados a Felipe II, con do cumentos sobre el Concilio de Trento, la Armada Invencible y Consultas del Consejo de Estado. • Archivo Documental Español. Publicación iniciada en 1950 por la Real Academia de la Historia y finalizada, en 39 tomos, en 1981. Incluye do cumentos sobre las relaciones con Francia en tiempos de Felipe II, sobre Carranza, La Gasea, Gonzalo Pizarro y correspondencia del conde de Tendilla.
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• Colección de Crónicas Españolas. Reedición, a cargo de Juan de M. C¿ rriazo, de las principales crónicas de la Baja Edad Media, acompañada de un buen estudio crítico. • Corpus Documental de las Cortes de Castilla (14751517). Publicador de las Cortes de Castilla-La Mancha de 1993, preparada por Juan Ma nuel Carretero Zamora. • Corpus Documental de Carlos V. Edición crítica dirigida, prologada » anotada por Manuel Fernández Álvarez. Cinco volúmenes reeditados er Madrid en 2003. En soporte electrónico, una de las más interesantes iniciativas de recopilado nes documentales la viene realizando en España la Fundación Histórica Tavera. i través de su Biblioteca Digital Clásicos Tavera, nacida en 1997. Presenta diversa colecciones con documentos de la historia de España e Iberoamérica, como: • • • • • • • • • •
Iberoamérica en la Historia. Temáticas para la historia de Iberoamérica. Historia de España. Historia de España en sus regiones históricas. Temáticas para la historia de España. Historia y lingüística portuguesa. Lingüística y antecedentes literarios de la península ibérica. Fuentes lingüísticas indígenas. Ciudades representativas del mundo ibérico. Clásicos Tavera de la bibliografía iberoamericana.
La colección “Historia de España”, por ejemplo, contiene Textos clásicos sobre los Austrias (siglo xvi y siglo xvn), Texto y obras clásicas sobre la presencia del islam en la historia de España, Textos clásicos sobre los Reyes Católicos, Tratados internacionales de España (15981902) y Textos clásicos sobn los primeros Borbones hispanos. La colección “Temáticas para la historia de España” se compone de Obras clásicas sobre literatura del vino, Obras clásicas sobre numismática ibérica, E l pensamiento político español en el siglo xdc textos, Juegos, fiestas y diversiones: textos históricos; Textos clásicos de cetrería, montería y caza; La Iglesia en España: textos históricos; Tratados de artes figurativas, y Tratados de arquitectura, urbanismo e ingeniería.
5.6. La literatura y la historia La literatura y la historia se han desarrollado paralelamente desde los tiempos más remotos hasta mediados del siglo xix, cuando ya se perfilan las lindes
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que hoy las separan. La historia comenzó por entonces a desprenderse de los elementos épicos, míticos y dramáticos para intentar ofrecer una exposición interpretativa de los hechos utilizando un lenguaje científico. Resulta curioso constatar que en Europa ese proceso coincidió cronológicamente con la eclo sión de la novela histórica, que permitió a la historia y a la literatura continuar avanzando juntas en un nuevo subgénero literario. Pero la novela histórica no es el único subgénero literario que se ha relacionado con la historia. Hay otros muchos: la épica, la leyenda, la novela de caballería, la novela bizantina, la poe sía narrativa, la crónica, la novela gótica, los libros de viajes, las biografías, las autobiografías, diarios y cartas, las memorias, etcétera. En la historiografía de los últimos años se ha producido un “giro hacia la literatura”, un retorno a la narrativa que hace que una parte importante de los libros de historia publicados desde los años setenta del siglo xx estén más próximos a la literatura, tanto por su estilo como por su temática, que a las grandes obras de historia de décadas anteriores. Sin embargo, en este apartado queremos destacar la importancia de la literatura en otra vertiente, como fuente histórica. Según Avilés (1988-1989: 69), son varios los motivos por los que se ha producido este reciente reacercamiento de la historia a la literatura: Porque trata de llegar a un público amplio cuya atención hay que cap tar. Porque vuelve a contar historias y lo hace de manera mucho más comple ja. Porque ha renunciado en parte a las generalizaciones en beneficio de casos concretos. Porque aborda temas, como las actitudes ante el amor, el matri monio y la muerte, que desde hace siglos han fascinado a poetas, novelistas y dramaturgos. Y porque recurre a fuentes literarias en busca de información sobre temas acerca de los cuales no es fácil encontrar documentos.
En 1984, el historiador Manuel Tuñón de Lara reclamaba la necesidad por parte de la historia de superar el concepto de “fuente auxiliar” que la vieja historiografía tenía de la creación literaria, para reconocer la historicidad de la obra literaria, y en primer lugar de la novela, de su aportación esencial a la construcción de la historia social. Esta aportación la concibe estructurada en ios vertientes: una, la obra literaria como fuente directa del conocimiento, es decir, su inserción en las fuentes básicas de la historia social, la manera que rene el autor de captar y de transmitir las condiciones de la vida cotidiana, las ictitudes de los grupos sociales; otra, el escritor se convierte en una especie de *nediador de ideologías y mentalidades de su tiempo, cuya imagen así transmirda es igualmente fuente de la historia (Granja y Reig Tapia, 1993: 404). Un año después, tres historiadores (Belmonte, Betegón y Avilés) publicaban n a recopilación de textos literarios (no solo novela, sino también de otros géneros, como poesía, teatro y memorias) con la idea de que había llegado el nomento de introducir el texto literario en la enseñanza de la historia, para :írecer al estudiante “una historia viva, encarnada en hombres y mujeres, que
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complemente la imagen, necesariamente abstracta y a menudo fría, que propo: cionan los manuales de historia” . Desde el momento en que el historiador no solo pretende registrar unos ha chos, sino que intenta comprender cómo los imaginaron y, por tanto, cómo 1» vivieron, las fuentes literarias adquieren una gran importancia. La historia
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Las fuentes en la Edad Media clásica son mucho más abundantes que en la etapa anterior, debido principalmente al desarrollo institucional de los estados, al perfeccionamiento de la administración señorial, al crecimiento económico de Occidente y al progreso de la cultura. Junto a los monumentos y los docu mentos de archivo siguen apareciendo las fuentes literarias. En los siglos xi y x i i se produjo una verdadera eclosión cronística de los príncipes y señores feudales europeos (por ejemplo, la Crónica Adefonsi Imperatoris, de los tiem pos de Alfonso VII), que conviven con textos doctrinales (sermones, relatos hagiográficos, teológicos y filosóficos) y textos literarios propiamente dichos, que nos ofrecen las primeras grandes joyas de la literatura medieval ( Canción de Roldan, Poema del Cid). Las Crónicas de Indias constituyen una fuente de indudable valor para la
reconstrucción histórica de la conquista y colonización de América. Los cronis tas, al acercarse a un objeto nuevo y desconocido, hicieron del conocimiento directo e inmediato la fuente del nuevo saber histórico, basado, como en la Antigüedad, en la observación y en la identificación del “ver” con el “saber”. En ata familia textual se incluyen relaciones, cartas, diarios (como el de Cristóbal Colón), crónicas e historias propiamente dichas. Desde los relatos de testigos a os cuales se ha interrogado directamente, al resumen de las relaciones de otros en los compendios históricos, el texto colonial refleja una intensa preocupación retórica, propia del humanismo historicista renacentista. La historia se ve como un género literario al servicio de la voluntad de consignar hechos y datos verosímiles que pueden o no ser verídicos, y don de la imaginación libremente consentida se reconoce en la combinación de leyenda, mito, epopeya de los libros de caballería, tal como la refleja la rica historiografía de las Crónicas de Indias. (Ainsa, 1997: 120)
Las fuentes literarias no solamente son necesarias cuando se pretenden escadiar siglos para los que otro tipo de fuentes no son abundantes. En la histo ria contemporánea, por ejemplo, la lectura atenta de nuestra literatura resulta imprescindible para la reconstrucción de la mentalidad y de la vida cotidiana le la época, para el análisis global de la historia social. Autores como Larra, Mesonero Romanos, Antonio Flores, Galdós, Clarín, Pardo Bazán, Palacio Valíes, Unamuno, Blasco Ibáñez, Azorín, Baroja, Joaquín Dicenta, Camilo José lela, y tantos y tantos otros, son de obligada consulta para el conocimiento y comprensión de nuestra historia contemporánea. De igual forma, no podemos coy día prescindir de las grandes obras maestras de la literatura universal para irreciar una realidad más amplia. Ha de tenerse en cuenta, además, que la literatura no juega solamente un capel pasivo de reflejo de una realidad, sino que a su vez constituye un eleciento activo, como difusora de determinadas concepciones y actitudes entre el rúblico lector. La literatura ayuda a globalizar aspectos interrelacionados que
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generalmente se abordan desde temas diferentes y que a veces son percibid» como compartimentos estanco (Salvador Marañón, 1997: 19-21). De igual forma que el valor de la fuente literaria se debe tratar como el » cualquier otra fuente, la objetividad que de ellas esperamos es también cor» la del resto de documentación. No hay verdad absoluta. Por tanto, no exst una diferencia epistemológica entre las fuentes que describen acontecimient» supuestamente reales y aquellas que revelan ideas, sentimientos o valores. debemos excluir a lo imaginario del campo de la historia, como se ha venia; realizando desde ciertas concepciones metodológicas ingenuas o determinista El historiador siempre interpreta, sea la fuente que sea sobre la que traban Para E R. Ankersmit existe un entrelazamiento permanente de la literatura y at la historia para bien o para mal. Los componentes de la narrativa histórica sor verdaderos, pero al mismo tiempo la historiografía también contiene un ejn mentó de ficción. No podemos distinguir entre lo que pasó realmente, el hechz. y las interpretaciones que más tarde se dieron. Si el lenguaje es un objeto en el mundo como los objetos de los que tras el lenguaje, la categoría de los objetos del mundo no puede ya, como se a i ma tradicionalmente, distinguir entre el hecho y la ficción -o entre el escnr histórico y la novela. El simple hecho de que se use el lenguaje, ya sea en ¿ historia o en la novela (o en cualquier otro sitio), es suficiente para otorgare una categoría ontológica. El salto entre el lenguaje y la realidad no puede n funcionar como un criterio fiable para distinguirlos. Lo que se escribe o se hs escrito, tanto si es un hecho como una ficción, es tanto una fuente de verca; como lo puedan ser otros objetos del mundo. (1996: 53)
Mario Vargas Llosa ha hablado de la verdad de las mentiras para detallar cómo lo imaginado puede contener un ejemplo revelador, que sin haberse dad: ontológicamente en el mundo externo ilumina y aclara la realidad y la verdac. El régimen de funcionamiento de la literatura, de la novela, sería semejante a de los cuentos infantiles. Son pura ideación, son estricta invención, son mentira en fin, pero nos ilustran con una parábola de nuestra propia identidad (Sema 2003: 229). Las memorias habitualmente han sido calificadas como una de las más sos pechosas fuentes de la historia. Las memorias solo son sospechosas como fuer te de información cuando se refieren a cosas sabidas de segunda o tercera man: o en lo referido a sus propios autores. En este caso, incluso, ofrecen muchas i valiosas pistas, aunque no sea más que a través de sus silencios. El autor suee estar preocupado ante todo por justificarse a sí mismo, pero puede, y con fre cuencia necesita, decir las verdades acerca de los demás. La estrecha relación de la historia y la literatura que se inicia en el siglo xix durante el Romanticismo, da lugar al nacimiento de lo que se conoce come novela histórica, que puede definirse “como una novela en que la historia -er
L a s fuentes bib liog rá fic as
cualquiera de sus múltiples facetas- es una preocupación que estructura, de manera más o menos explícita (como objeto principal o como enfoque interpre tativo), el texto, convirtiéndose en tema principal” (Lefere, 2013: 41-42). Para que obras tan dispares como Ivanhoe, La cartuja de Parma, Guerra y paz, El último mohicano, El conde de Montecristo o El señor de Bembibre puedan ser reunidas bajo esa etiqueta de “novela histórica”, deben darse ciertas condicio nes, según Mata Induráin (1995b): •
Para que una novela sea verdaderamente histórica debe reconstruir o, al menos, intentar reconstruir la época en que sitúa su acción. • Debe mezclar la invención y la realidad. Esa mezcla de elementos históri cos y literarios convierte a la novela en una obra de ficción. Lo sustantivo es la novela, lo adjetivo la historia. • Lo que hace histórica a una novela es una cuestión de contenido, de tema o argumento. Para conseguir el equilibrio deseado entre historia y litera tura, lo más habitual consiste en colocar la parte histórica como telón de fondo general. La historia constituye así un elemento secundario sobre el que se desarrolla la trama inventada. • La novela histórica puede ser fiel a la historia sin ser fiel a los hechos; es decir, puede no ser cierta en los detalles, pero sí en el espíritu respetando el marco y alterando el cuadro. • Este respeto necesario a la verdad histórica exige del novelista un es fuerzo de documentación más o menos minucioso. No se trata solo de colocar a unos personajes sobre un fondo histórico, sino de reconstruir en la medida de lo posible una época pasada, con sus costumbres, sus modos de vida, etcétera. Pero después de llevar a cabo su tarea de do cumentación, el novelista se debe esforzar por difuminar y aligerar esa carga erudita que impediría el normal desarrollo narrativo de la novela. Antes del siglo xix la literatura y la historia habían caminado juntas en numerosas ocasiones. Recordemos las primeras manifestaciones épicas de la cultura occidental, los poemas homéricos, que, al tiempo que magnifican unos re roes y un pueblo, cantan un suceso con base histórica probada, la guerra de Troya. El Cantar de Mió Cid resulta también un monumento literario y una rrente histórica. Pero la novela histórica surge realmente cuando la literatura T la historia siguen caminos separados, como subgénero narrativo cuyo patrón básico fue fijado por Walter Scott. La mayor parte de autores hablan de dos etapas y tipos de la novela histó~ca. Unos, como Marco Aurelio Larios, las denominan vieja novela histórica » nueva novela histórica. Otros, entre los que destaca Kurt Spang, distinguen ~tre novela histórica ilusionista y novela histórica antiilusionista. Coinciden =i la primera como la novela del siglo xix y la segunda la que comienza con
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el siglo xx. A estos tipos otros especialistas (Ferreras, 1997) vienen a añadir s episodio histórico contemporáneo o novela histórica de tema contemporánea para referirse a la novela histórica realizada durante el transcurso de los acon tecimientos históricos que narra. La novela histórica clásica, la vieja novela histórica, nace a principios oe siglo xix como consecuencia de una serie de circunstancias histórico-socials. como los cambios sociales que conlleva la Revolución francesa y el surgimienr del nacionalismo y del Romanticismo, con un pueblo que comienza a tomar conciencia de su importancia histórica. Waverley, la primera novela de Waltr Scott, es de 1814, un año después de la caída del Imperio de Napoleón Bocaparte en 1815. Scott, partiendo de la tradición narrativa inglesa del siglo xvm e influid: por las tesis del historiador Macaulay, crea el patrón y deja fijadas las carac terísticas de lo que iba a ser un nuevo subgénero literario. Scott es ante too: un narrador, un escritor que sabe contar historias. En sus novelas destaca a exactitud y minuciosidad en las descripciones de usos y costumbres de tiempos ya pasados, haciendo ver la influencia de esos hechos en el presente. Su noven Ivanhoe fue la que más influyó en la novela histórica romántica. Nos traslada i un mundo de ensueño, a una Edad Media idealizada. La vieja novela histórica, la novela histórica del siglo xix, no tuvo verdade ras pretensiones científicas por la historia, ya que construyó su narración mane jando los dos niveles (uno de ambientación, que era rigurosamente el histórico, y otro dramático, que era el novelesco), sin más intención que corroborar cor sus personajes los ideales románticos que circulaban en la época. Al menos en e orden consciente de su generación, no busca ninguna interpretación posible de pasado que recrea; no fundamenta ni aventura causas que pudieran explicar k situación del presente como emanado del pasado que narra. En pocas palabras, el narrador no asume condición alguna de historiador. El pensamiento historie: se haya presente puesto que el narrador no puede desprenderse de su propia idea de la historia. La vieja novela histórica se deja influenciar por Johann Gottfried Herder, quien en Ideas sobre la filosofía de la humanidad enuncia qu; cada historia particular era el producto del espíritu de cada pueblo. El pensa miento de Herder motivó a historiadores y novelistas románticos a buscar en ¿ pasado los rasgos de la identidad encontrados en una supuesta alma colectiva (Volksgeist), y convertir el pasado histórico en un instrumento de exaltación nacionalista. De este modo, la vieja novela histórica tiene que observarse como un metarrelato de legitimación. Por esta necesidad de certificar con sus perso najes los ideales románticos, los autores de este género, como señalara Lukács. utilizaron personajes de segunda fila como protagonistas, para evitar disputas historiográficas con personajes históricos bastante conocidos o reputados. Uno de los rasgos más destacados del tipo ilusionista es el afán de los auto res de crear la ilusión de autenticidad y de veracidad de lo narrado. Se crea la
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ficción de que coinciden historia y ficción, se ignora, por tanto, o por lo menos se esconde, el hiato entre los dos ámbitos de la historia y la literatura. Es el tipo que corresponde a la novela histórica elaborada por Scott que tuvo tanta popu laridad en su época y tantos imitadores. En España, pertenecen a este grupo El señor de Bembibre de Gil y Carrasco o Doña Blanca de Navarro de Navarro Villoslada. Con este tipo de novela el hombre es el motor de la historia, se acen túan los aspectos personales e individuales en el relato y se explica el desarrollo histórico y los cambios sociales a través de ingerencias personales e individuales en el transcurso de los acontecimientos. Y estos individuos, únicos protagonis tas del cambio social, son presentados como buenos unos, otros como malos. En El señor de Bembibre, por hablar de un caso, solo hay puros y virtuosos, por un lado, y malvados y perversos, por el otro; se echan de menos las matizaciones. En esta tendencia a la exaltación del individuo no se debe ignorar la influencia del ideario romántico; la exaltación del yo y de sus relaciones con la realidad constituye una de sus principales preocupaciones. El hecho de la individualización de la novela histórica se refleja ya en los títulos de muchas de ellas, que suelen llevar el nombre de los protagonistas como títulos ( Waverley, Sancho Saldaña, Doña Blanca de Navarra, El señor de Bembibre, Henri Quatre, Witiko). Las minuciosas y exhaustivas descripciones de figuras, espacios y aconteci mientos, el paulatino avanzar de la acción, los prolijos diálogos, todo ello está encaminado a crear la ilusión de un mundo total y autárquico en el que el lector puede entrar y olvidarse del suyo. Algunos de los instrumentos utilizados para revivir el pasado es la evocación de los lugares de los hechos, la reconstrucción de las mentalidades de la época y el narrar como si todavía no se supieran las consecuencias de los acontecimientos históricos plasmados en la narración. En suma, la creación y la recepción se convierten en una especie de readquisición del saber histórico ya conseguido. En el tipo ilusionista del siglo xix se advierte el gusto romántico por el pai saje. La naturaleza se convierte en espejo y reflejo de las emociones y pasiones. En este aspecto también El señor de Bembibre puede tomarse de ejemplo: en esta novela abundan las largas descripciones de El Bierzo en los que el autor i menudo echa mano de la naturaleza para reflejar en ella los sentimientos de sus figuras. La nueva novela histórica, aquella que se comenzó a hacer en el siglo xx, sobre todo a finales de la centuria, y que adquirió en Hispanoamérica un fuerte :esarrollo, sí tiene una pretendida “cientificidad”, alcanzada por un laborioso ¿copio de documentación que le permite no supeditar el nivel histórico al noveesco, incluso, las más de las veces, este cede a la construcción histórica. Cual quier reconstrucción imaginativa del pasado tiende a reconstruir el pasado del rresente. La nueva novela histórica es contraria a los predicamentos de Lukács: sis personajes históricos son de primera fila, pues los prefiere conocidos para
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que le permitan establecer una profunda red intertextual de conocimientos previos. Pero las interpretaciones son muy distintas. La nueva novela histórica, inserta en la condición posmoderna, se nos revek como un descreimiento del pasado histórico. Por esta incredulidad posmoderna, la nueva novela abandona las desavenencias de los descubridores (Cristóbal Colón, Hernando de Magallanes), la intocabilidad de los reyes (Isabel k Católica, Felipe II), la condena feroz de los conquistadores (Lope de Aguirre. Hernán Cortés). Los personajes protagonistas los rescata de su única visiór legitimadora y les otorga la existencia imaginativa, el diálogo, la humanidad que el relato de legitimación nacional les negó para encubrir el pasado históricc de una retórica maniquea de buenos y malos, de héroes y antihéroes, de grandes y pequeños hombres. Por ejemplo, la figura de Cristóbal Colón es tratada por Carpentier (El arpa y la sombra), Abel Posse (Los perros del paraíso), Augusto Roa Bastos (La vigilia del almirante), Vicente Muñoz Puelles (El últimc manuscrito de Hernando Colón), entre otros, en cuyas obras el descubrido: es recreado, recuperado, inventado, imaginado, impugnado y comprendido de formas totalmente diferentes. Este descreimiento posmodemo es el que facilita la invención imaginativa, porque esta invención se hace siempre en el disentimiento, porque para entender y no solamente percibir se ha de fabricar aquello que se desea conocer. La novela histórica antiilusionista tiene dos objetivos: crear un mundo ficticio y, paralelamente, presentar historia. Esta doble función no se oculta ante los receptores como ocurre en la novela ilusionista, sino que se insiste en ella; se abandona la pseudoobjetividad del tipo anterior para acentuar la subjetividad del narrador. La actitud del autor/narrador es la de un observador impasible y distanciado, lo que se manifiesta en su aparición e identificación como tai narrador (como ocurre en Los negocios del Sr. Julio César de Bertolt Brecht o, por el contrario, se despersonaliza, no se declara como persona (La guerrs carlista) o desaparece casi totalmente (Los idus de marzo, de Thornton Wilder). El objetivo es evitar que se produzca en el lector la ilusión de autenticidad y totalidad del contenido presentado. Otro de los recursos utilizados para conseguir el mismo efecto es subrayar la discontinuidad y la heterogeneidad de los acontecimientos. La historia narrada deja de ser un fluir continuo y unitario, un relato lineal y cronológico, y sobre todo autónomo para convertirse declaradamente en una especie de puzle cuyas piezas tienen una cohesión intencionalmente precaria. La tendencia es la de una presentación de historias en plural, no de la historia o, por lo menos, de una historia. La novela antiilusionista presenta la historia desde abajo, frente a la visión desde arriba que ofrecían las novelas del siglo xix. Ya no son tanto las hazañas de nobles y soberanos o destacados héroes las que provocan los cambios sociales, ni se desarrollan en reales sitios y gloriosas batallas. Ahora ya no hay
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un protagonista del cambio, sino muchos, y todos con una acción conjunta, aunque no tiene porqué ser uniforme. El mundo cotidiano, la gente corriente, las masas, comienzan a aparecer en la novela histórica. La novela histórica de tema contemporáneo está escrita con los ojos puestos en los problemas nacionales que de su mundo y de su sociedad tiene el autor, por lo que se puede considerar como una interpretación personal de la historia del momento. Compromiso con la sociedad del momento, realismo en la des cripción, estos son los objetivos principales que buscan los autores. Los autores de novelas históricas tradicionales, sin embargo, buscaban la imparcialidad ale jándose en el tiempo del tema. Pueden distanciarse del tema que tratan, pueden sentir la nostalgia, muy personal, de un tiempo pasado, como en el caso de El señor de Bembibre de Gil y Carrasco, o pueden también sentir toda la rebeldía de un imposible como en El doncel, la conocida novela de Larra. En España la novela histórica nacional o de tema contemporáneo apareció antes que la novela histórica. La primera novela histórica que se publicó en el país (sin tener en cuenta las traducciones de novelas históricas inglesas y fran cesas) fue Ramiro, conde de Lacena, de Rafael Húmara y Salamanca, de 1823. La primera novela histórica de tema contemporáneo parece ser que apareció en 1813, según Juan Ignacio Ferreras. Se trataba de El héroe y las heroínas de Montellano. Memorial patriótico. En ella Pablo Rincón narra en boca de varios viajeros cómo los franceses atacaron la localidad sevillana y cómo se defendieron sus habitantes. Más novela y con intenciones muy precisas es la titulada Rafael de Riego o la salvación de España, de Francisco Brotons, que narra con entusiasmo el papel de Riego frente al absolutismo de Fernando VIL Pero sin duda, para este especialista, será Benito Pérez Galdós, “por su altura”, el creador de la novela histórica de tema contemporánea o episodio nacional, con sus dos primeras novelas, La fontana de oro (1870) y El audaz (1871) y, sobre todo, con su serie de los Episodios nacionales (1873-1912), que narran la historia de España desde la batalla de Trafalgar (1805) hasta 1880, con el nuevo sistema parlamentario de la restauración que apodó los tiempos bobos. Galdós no solamente posee una visión política del momento, visión que cambia a lo largo de los años, sino que se sale de esta visión política, siempre que puede, para adentrarse por el más amplio camino de la historia; para ello, viaja y se documenta, busca el dato y busca el contacto. El autor encuentra cierta facilidad a la hora de separar lo histórico y la ficción, puesto que el plano histórico está presente en lá mente del lector, por lo que a veces basta solo con sugerirlo, incluso, en ciertos casos, prescindir de él. A diferencia de la novela histórica contemporánea, la novela realista de cimonónica cuenta una historia cotidiana que nada tiene que ver con la gran historia, aunque esta historia narrada haya de integrarse, con más o menos pre cisión, en un cuadro histórico fácilmente identificable. El universo novelesco y universo social presentan muchas analogías, por lo que el historiador encuen-
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tra en este tipo de novela una fuente imprescindible para la historia social. L_Regenta, de Clarín, o El sabor de la tierruca, de José María de Pereda, retratar como pocas obras la sociedad española del siglo xix. En España, el auge de la novela histórica tuvo lugar con el Romanticismo, aunque la crítica no mostrara mucho entusiasmo por esta novela histórica ro mántica, a la que acusaban de serviles imitaciones de las novelas de Walter Scor (sobre todo de Ivanhoe), de escasa o nula calidad literaria. Resulta evidente quí la gran novela española del siglo xix es la realista, cultivada en el último tercie de siglo, pero no debemos olvidar que fueron los románticos (1830-1844) quie nes continuaron la espléndida tradición novelesca del Siglo de Oro. Por medio de la temática histórica fue fundamentalmente como los novelistas románticos consiguieron tanto elevar la categoría literaria del género novela en España como educar a un público lector hasta entonces escaso. Ya en el siglo xvm y primeros años del xix habían aparecido algunas nove las que constituyen claros antecedentes del género histórico que se cultivará con profusión desde 1830, como Historia de Lisseno y Fenissa (1701), de Párrago y Martel, novela de tipo bizantino; Historia verdadera del conde Fernán González, su esposa doña Sancha y los siete infantes de Lara (1750), de Jua n Rodrí guez de la Torre; El Valdemaro (1792), de Martínez Colomer; El emprendedor o aventuras de un español en África (1805), de Jerónimo Martín de Bernardo, y Anastasia (1818), de Marqués y Espejo. Pero la primera novela histórica puede considerarse a Los bandos de Castilla, de Ramón López Soler (1830). Aunque no es la primera que se escribe en España y en español tomando como asunto el pasado nacional, sí que es la primera en manifestar la intención de crear, imi tando conscientemente a Scott, una escuela novelesca nueva. Y este subgénero llamó la atención de los principales autores españoles de la época, como Larra (El doncel de don Enrique el Doliente) o Espronceda (Sancho Saldaña o El castellano de Cuéllar). Pero hay que concluir diciendo que la importancia de la novela histórica romántica no reside tanto en su calidad (que repite constante mente los mismo tópicos) como en su cantidad. La enorme producción de títu los consigue inundar de novelas el país, consolidando de esta manera la afición por lo novelesco. Sin esta novela histórica no se podría explicar el magnífico florecimiento de la novela realista en el último tercio del siglo xix. En el siglo xx se ha incrementado tanto la cantidad, especialmente referi das a periodos contemporáneos como la Guerra Civil (1936-1939), aunque sin olvidar la Edad Antigua y medieval, especialmente, como la variedad (novela histórica femenina, biográfica, de ficción, de intriga, etc.) y la calidad, como apuntan Romera, Gutiérrez y García-Page (1996).
Las fuentes documentales
6.1.
La documentación de la Administración Central y el origen de los archivos
La gestión administrativa ha dejado múltiples huellas (documentos) que nos permiten seguir su rastro en los archivos, sobre todo a partir de la Edad M oderna, cuando se configura el Estado como tal y nace la burocracia y los archivos en los que guardar la documentación que genera su actividad. Hasta la Alta Edad Media las fuentes escritas son menos abundantes, generalmente tienen carácter literario, contando con un buen complemento en los restos arqueológicos disponibles. En la Baja Edad Media las fuentes escritas sufren una gran transformación al adoptarse de forma general el empleo del papel, que sustituyó al pergamino a lo largo del siglo xiv, y el uso de las lenguas vernáculas con carácter oficial, mientras que el latín quedó relegado al ámbito eclesiástico y a ios círculos cultivados de la alta intelectualidad. La documentación producida por el Estado es un fiel reflejo de su estructura rrganizativa a través del tiempo. La administración de los Estados hispanocristianos de la España medieval deriva de la organización administrativa visigoda. El jefe supremo era el rey o el conde, que dirigía todos los órganos de la Administración Central, territorial y también local desde que los núcleos de población crbanos empezaron a constituirse, a partir del siglo xi, en concejos o muñidnos. No obstante, las grandes propiedades territoriales o señoríos quedaron mera de la acción directa de la Administración Pública, pues el señor era el que administraba y organizaba su territorio.
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El centro político y administrativo de la España medieval era la corte, integrada por los grandes del reino, que aconsejaban al rey en sus decisiones, per su séquito de vasallos armados, que actuaba como guardia personal, y por lo» oficiales, que se encargaban de la administración. Algunos de estos oficíale eran el alférez real, el notario del rey, el mayordomo (encargado de los asunto» económicos de la casa real y de la hacienda pública) y el canciller (que dirigía la Cancillería regia con todos los notarios y escribanos reales). Entre 1252 y 1284. Alfonso X el Sabio reorganizó la Cancillería castellana a partir de la recepciói del derecho romano, y se mantuvo hasta 1474. En Navarra hubo Cancillería entre 1234 y 1516. En la Corona de Aragón, de 1213 a 1492. La documentación de esta, formada por 6.704 registros, se conserva en el Archivo de la Corona de Aragón, colección casi única en Europa y solo comparable a la de lo» archivos vaticanos. A través de sus documentos podemos ver cómo el cargo de canciller, creado por Jaime I, estaba vinculado generalmente a un obispo, era e. principal consejero del rey y tenía a su cargo la conservación y aplicación d¿ sello real. Desde el reinado de Alfonso X se inició la separación definitiva entre las cancillerías como productoras de documentos públicos y los escribanos públicos que redactan los documentos privados. A partir de la implantación del Estado moderno por los Reyes Católicos, la organización de este se hace cada vez más compleja, acorde con las necesidades cada vez mayores de la acción del Gobierno, se produce una explosión documental en todos los sentidos, se organizan y legislan los libros registro y se crean e institucionalizan los archivos. El proceso lo iniciaron los Reyes Católicos en 1489, cuando ordenaron la concentración de sus archivos en la Chancillería de Valladolid, iniciativa que seguirá Maximiliano de Augsburgo al organizar en Innsbruck los archivos del Imperio. En 1545, Carlos I transfiere la documentación del reino castellano al castillo de Simancas, donde Felipe E finalizará la concentración definitiva de los archivos procedentes de todos los consejos, audiencias, chancillerías, tesorería y secretarías del Estado. En 1588 queda rubricado el proceso con la aprobación del Reglamento para el Gobierno del Archivo de Simancas, primero de una larga sucesión de archivos de Estado. España se convierte en país pionero en la organización de los primeros archivos del Estado, modelo que se extenderá a otros países a lo largo de ese siglo y del siguiente. La Cancillería Real desaparece como única institución encargada de la expedición del documento real, y se autoriza la emisión de documentos públicos a autoridades delegadas. Comenzó a funcionar el Registro del Sello de Corte, que llevaba a cabo el registro de todos los documentos emitidos en la corte. En la documentación del Registro del Sello de Corte, conservada en el Archivo General de Simancas (2.400 legajos), solamente se encuentran aquellos documentos que eran autorizados con el sello mayor o grande de placa. La documentación del Registro entre 1690 y 1893 se conserva en el Archivo Histórico Nacional,
La s fuentes documentales
en el fondo correspondiente al Consejo y Cámara de Castilla, dentro de la sección de “Consejos Suprimidos”. El resto de documentos expedidos por el rey o por los organismos oficiales, como las cédulas, los privilegios en pergamino con sello de plomo o los documentos emanados de organismos que tenían sello propio, como la Chancillería, la Audiencia y los consejos, no se conservan en la sección de Simancas. Los consejos habían nacido a partir del siglo xiv, cuando la complejidad de la organización política hizo que el rey se rodeara de consejeros, formando el Consejo Real, como institución consultiva de carácter permanente. En la España de los Austrias, los consejos se especializan en territoriales (consejos de Indias, Flandes, Navarra, Italia, Portugal, Órdenes) y consejos auxiliares de asuntos gubernativos y administrativos, como los de Santa Hermandad, Inquisición, Cruzada y Hacienda. Asimismo, en el siglo xvi se organizó la Cámara de Castilla, como sección aparte del Consejo de Castilla, para aquellas cuestiones de gracia o merced vinculadas a la persona del monarca. Por último, el Consejo de Estado, que tenía carácter suprarregional, dedicado a los asuntos de política exterior. De él procedió el Consejo de Guerra, creado por Felipe V en 1714, con consejeros militares en toda la época borbónica. La variada documentación de los consejos se encuentra repartida entre el Archivo General de Simancas y el Archivo Histórico Nacional, aunque sin un corte cronológico ni temático lógico. En el primero destacan 680 legajos del Consejo Real de Castilla, el más primitivo. En el segundo se conservan unos 53.000 legajos y 3.800 libros del resto de consejos en la sección denominada “Consejos Suprimidos”, la más voluminosa del archivo. El Archivo del Consejo de la Suprema Inquisición forma otra sección del Archivo Histórico Nacional, con 1.876 legajos y 720 libros, en los que se puede estudiar la organización, competencias y la actividad de este organismo desde el siglo xv hasta el xix a través de informes y memoriales, pleitos civiles y fiscales, proceso criminales de fe, informaciones genealógicas, etcétera. Lo mismo sucede con los fondos del Consejo de las Órdenes, de gran importancia para los estudios genealógicos, pues conservan los expedientes de pruebas de nobleza, informaciones de casamiento, datas de hábito de caballeros, expedientes de pruebas de religiosos y libros genealogías de las órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. También se conservan los documentos judiciales del Consejo, de interés para los estudios jurídicos, económicos, sociales y artísticos de los siglos xvi y xvn. Además se conserva documentación de los consejos (siglos xvi al x v i i i ) en la sección “Fondos Contempóráneos”, que han llegado a ella a través de los archivos centrales de los Ministerios, sobre todo del de Hacienda. En 1785 la documentación del Consejo de Indias pasó al Archivo General de Indias, en Sevilla. A la dispersión de la documentación de los consejos entre los archivos generales y entre sus distintas secciones, se añade la dispersión en instituciones apañólas y extranjeras, como ocurre con cierta documentación originaria de os consejos que perteneció a la Casa de Altamira, que se encuentra repartida
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entre la British Library, la Biblioteca de Ginebra, la Fundación Zabálburu y s Instituto Valencia de Don Juan. En la Biblioteca Real de Copenhague está dep> sitada la colección Moldenhawer, teólogo holandés que, en misión diplomática por España, se llevó documentos del Consejo de las Órdenes. Con los Borbones se burocratiza más la Administración, al tiempo que s produce una profunda centralización, de donde nacen las secretarías de desptr cho, origen de los actuales ministerios, que veníah a sustituir a los consejos oc los Austrias, aunque algunos siguieron subsistiendo. Entre ellas destacaron las de Estado y Asuntos Extranjeros, Gracia y Justicia, Marina e Indias, Hacienac y Guerra. En 1823, Fernando V13 creó el Consejo de Ministros, con la misión o: que todos los asuntos de interés de cada ministerio fueran dictados de comer acuerdo para conseguir una mayor eficacia en su cumplimiento. A partir de en tonces se ha mantenido este sistema organizativo de la Administración, aunqte han variado continuamente el número, las funciones e incluso las d e n o m i n a c i o nes de los ministerios. En la primera mitad del siglo xix los organismos de la Administración Cen tral dejaron de enviar su documentación a Simancas, como era habitual, guar dándola en sus propias dependencias. En 1858 se creó el Archivo Central ck la Administración, instalado en Alcalá de Henares. Recogió la documentación de los organismos del Antiguo Régimen que no había podido ser enviada a Simancas y además comenzó a recibir la documentación producida por los m> nisterios que se iban creando. En 1866 se creó el Archivo Histórico Nacional adonde se llevaron buena parte de los fondos históricos de Alcalá, salvándose así del posterior incendio la documentación de “Inquisición”, “Cámara de Cas tilla”, “Órdenes Militares”, “Universidad Complutense”, “Jesuitas”, “Estado* y “Audiencia de Madrid”. En 1939 se incendió el Archivo de Alcalá, y se perdió toda la documentación que conservaba, unos 140.000 legajos repartidos en tres secciones: “ Clero” , con los documentos de la Iglesia Magistral de Alcalá ck los siglos xv a x v i i i ; “Ministerios”, con los fondos de Fomento, GobernaciónGuerra y Hacienda, de 1759 a 1895, y “Tribunal de Cuentas”, con información de todos los ministerios y de las posesiones ultramarinas desde 1779 a 1886. Ante la imposibilidad física de recoger más documentación por parte d &. Archivo Histórico Nacional, en 1969 se creó el Archivo General de la Adminis tración, en Alcalá de Henares, que recibió la documentación que se amontonaba en los archivos centrales de los ministerios. La organización de sus secciones se corresponde con los ministerios remisores de documentación: “Presidencia del Gobierno”, junto con las de “África” y “Sindicatos”, “Ministerio de Traba jo”, “Agricultura” , “Asuntos Exteriores” , “ Comercio” , “ Cultura” , “Educación y Ciencia”, “ Hacienda” , “Industria”, “Interior”, “Justicia”, “M arina” y “ Obras Públicas”. Como archivo intermedio, el destino final de la documentación histó rica es recalar en el Archivo Histórico Nacional, pero las limitaciones de espacio han provocado la imposibilidad de realizar oportunamente las transferencias.
L a s fuentes docum en tale s
Sin embargo, el Archivo Histórico Nacional conserva documentación de al gunos ministerios, que han evitado el paso intermedio de Alcalá. En la sección de “Fondos Contemporáneos” se depositan los documentos de Presidencia del Gobierno (desde la dictadura de Primo de Rivera hasta los años cincuenta), Ministerio de Justicia (siglo xix), Hacienda (sobre todo del siglo xix, Minas de Almadén y Caja General de Reparaciones), Tribunal Supremo (con los procesos desde 1847 a 1947) y Audiencia Territorial de Madrid (1860-1942). En la sec ción de “Ultramar” se conservan los documentos del Ministerio de Ultramar y organismos de él dependientes desde su creación, en 1863, hasta su supresión, motivada por la pérdida del imperio colonial, en 1899. Parte de la documentación de estos archivos que custodian los documentos de la Administración Central puede buscarse y verse en la base de datos PA RES, el Portal de Archivos Españoles que cuenta con más de cinco millones de registros de los archivos generales del país y de algunos histórico-provinciales. Además ofrece 30 millones de imágenes digitalizadas de sus principales colec ciones documentales y de algunos de sus documentos más interesantes.
6.2.
Las fuentes fiscales
En la Edad Media, la Hacienda del Estado y la Hacienda del rey apenas se dis tinguían, por lo que los ingresos públicos y los procedentes de los dominios del patrimonio real se aplicaban indistintamente a las necesidades públicas y a las personales del monarca y de su corte. Además, era frecuente que el rey eximiera del pago de rentas y tributos a algún noble, iglesia o monasterio. En su territo rio, estos percibían las rentas privadas e incluso algunos impuestos de carácter público. El principal recurso de la Hacienda real medieval era proporcionado por los dominios patrimoniales, las tierras de “realengo”, con las “regalías”, o derechos que correspondían exclusivamente al soberano, y, por supuesto, con las contribuciones ordinarias (“caloñas”, “fonsadera”, “yantar” o redención en metálico del servicio militar, tasas de Cancillería por la expedición de docu mentos, impuestos indirectos por el tránsito de personas y mercancías, como la ‘ alcabala” , etc.) y extraordinarias (“ bulas de las Cruzadas” y “juros” o deuda pública). En la Edad Moderna, el sistema fiscal del Antiguo Régimen contaba con as rentas ordinarias, las extraordinarias y las procedentes de las operaciones ¿e crédito. Entre las primeras destacaba la alcabala, que gravaba la ven ia de bienes muebles e inmuebles. La Corona monopolizó la producción y Tenía de mercancías como la sal (desde 1338) o el tabaco (en Castilla desde 1636, en Aragón desde 1707), eliminando así cualquier competencia. Este siste ma del “estanco” o de las “rentas estancadas” dio origen a ciertos servicios que d Estado creó para obtener nuevos ingresos: el papel sellado, desde 1636, y la
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Real Lotería, en 1763. Entre los ingresos extraordinarios destacó el conoció: como de los “servicios” de Corte, institucionalizado bajo el reinado de Felirc II, cuando en las Cortes de 1590 se votó el primer servicio de “Millones”, pe: petuado en posteriores reinados. Pero la mayor parte de los ingresos extraor dinarios fue proporcionada por los “juros” , antecedente directo de la deudi pública, que consistían en una participación concedida por los reyes sobre la* rentas de la Corona. Uno de los aspectos más importantes de esta época sucedí: en el siglo xvm, cuando se consiguió unificar el sistema fiscal en todo el terri torio español. El Archivo Histórico Nacional conserva unos 2.000 legajos en la sección di “Juro s” , con documentos comprendidos entre el siglo xv i y xix. Tienen un inte rés extraordinario para el investigador pues al ser nominativos, los juros apor tan gran cantidad de datos biográficos sobre personas e instituciones benéficas En este mismo archivo se conserva la documentación del Consejo de Hacienda y de la Secretaría de Estado y del Despacho, incluida una interesante colecciór legislativa de esas instituciones, series de contribuciones y rentas, deuda públi ca, industria, comercio, etcétera. En el Archivo General de Simancas, la docu mentación de Hacienda (época medieval y moderna) constituye algo más de 1¿ mitad del volumen total de sus fondos. Destacan los documentos procedentes de organismos directivos (Consejo y Juntas de Hacienda, Escribanía del Conse jo, Secretaría y Superintendencia de Hacienda), los de organismos contabilizadores (Escribanía Mayor de Rentas, Contadurías Generales, Dirección General del Tesoro) y los de organismos inspectores (Contaduría Mayor de Cuentas y Tribunal Mayor de Cuentas), con cantidad de cuentas detalladas, acompañadas de justificantes, de los más variados asuntos. La documentación de carácter fiscal que surge a partir de la Edad Moderna supone una de las fuentes principales para el historiador porque el estableci miento o reforma de impuestos ha generado estudios previos muy ambiciosos para conocer la realidad del país. Un ejemplo lo tenemos en uno de los estudios pioneros, conocido como Relaciones topográficas de Felipe II. Así se denomina al vasto plan de estudio de la compleja realidad histórica y presente de España, sus regiones, sus pueblos y sus gentes, proyectado por la Administración de Felipe II. Las relaciones son las respuestas (pliegos redactados por el escribano respectivo de la localidad) que se enviaron a los cuestionarios que, precedidos de sendas instrucciones y cédulas reales, se remitieron a corregidores, goberna dores, alcaldes, concejos, etcétera, para que en breve plazo respondieran con verdad y lo mejor que supieran a las preguntas que se les hacían. Juan Páez de Castro, cronista de Carlos V y de Felipe II, fue el inspirador de la obra, y llegó a realizar un primer interrogatorio compuesto de 49 preguntas. En 1570, Felipe II dispuso que los papeles de Páez pasasen a manos de Ambro sio Morales, cuando ya Medina había publicado muchas relaciones históricas de ciudades y pueblos de España, con sus correspondientes grabados, en el Li-
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bro de las grandezas y cosas memorables de España , impreso en Sevilla (1548)
primero y después en Alcalá (1566). En 1574 el rey remitió otro interrogatorio o cuestionario, que constaba de 24 preguntas, a los obispos para que los párrocos hiciesen las relaciones. Dicho cuestionario no se imprimió. Poco satisfecho el monarca del resultado de estas investigaciones, el 27 de octubre de 1575 despachó una cédula a los gobernado res y corregidores de los pueblos con el mismo objeto. La Real Cédula iba acom pañada de un tercer interrogatorio impreso de 59 preguntas. En 1578 se tuvo que insistir ante la demora en el comienzo de las encuestas de muchos pueblos. El cuestionario enviado en 1575 se componía de 59 preguntas y el de 1578 de 45, atraque no existen diferencias notables en su contenido, que abarcaba un amplio campo: geografía, historia, economía, sociedad, religión, demografía, cultu ra, costumbres, instituciones, etcétera, bastante completo y ajustado a los intereses concretos de conocer en amplitud y profundidad todos los pueblos y ciudades. Las respuestas que se conservan (originalmente en ocho gruesos volúmenes de la biblioteca laurentina, Real Biblioteca de El Escorial), unas 714, son mayoritariamente de Castilla la Nueva. También hay algunas, aunque pocas, de pue blos pertenecientes a las provincias de Albacete, Ávila, Cáceres, Jaén y Murcia. En 1772 se concedió autorización a la Real Academia de la Historia para trasladar los originales a Madrid, con el fin de realizar una copia que se emplea ría en el proyecto de redacción del Diccionario geográfico de España. Parece que las copias no son exactas, por diferenciaciones lingüísticas generadas al no haber tenido en cuenta los copistas las normas técnicas de transcripción paleográfica. La totalidad de las respuestas han sido publicadas a partir de la copia de la Real Academia de la Historia. La primera publicación correspondió a las relaciones de Guadalajara, a cargo de los académicos Juan Catalina y Manuel Pérez Villamil, dentro del Memorial histórico español. Años después, J. Zarco se encargaba de la edición de las de Cuenca. Guiado por el esquema de Catalina y Villamil, incluye una amplia introducción, anota el texto y lo completa con unos documentos afines sobre la provincia de Cuenca en el siglo xvi. La guerra civil de 1936 y la dura posguerra repercuten en la cantidad de publicaciones, y ello afectó a la laboriosa empresa de la publicación de las relaciones. Por fin, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, a través de los Institutos Balmes y Elcano, decidió reemprender el proyecto. Se creó un Patronato de Historia Social de España, que contaba entre sus fines princi pales con el de finalizar la publicación de las Relaciones, tarea encomendada i Carmelo Viñas y Rafael Paz. Con lentitud, pero de forma ininterrumpida, iparecieron las tres provincias restantes: Madrid, Toledo y Ciudad Real. Por in, tras 68 años de vicisitudes, la obra de transcripción y edición quedaba ter minada. A estas ediciones completas hay que añadir la antología y selección de -as respuestas consideradas de mayor interés histórico publicadas en 1918 por uan Ortega Rubio (Relaciones topográficas de los pueblos de España). En el
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prólogo de esta obra se pueden consultar los tres interrogatorios que sirvieren de base a las Relaciones. Uno de los principales impuestos de la Edad Moderna fue el diezmo. Se trataba de una exacción antiquísima destinada al sostenimiento del clero, qu: consistía en la décima parte del producto bruto de la agricultura, aunque ex algunas zonas también gravaba los salarios. Los diezmos se anotaban en las denominados libros de tazmías, en los que figuraban los contribuyentes y si contribución año a año. Su continuidad en el tiempo hasta mediados del xn podría ofrecer la posibilidad de realizar series largas de la producción agraria, pero las lagunas espaciales y temporales lo impiden. Se conservan pocos libros de tazmías anteriores al siglo xvi. En el siglo xvn se pueden ya obtener datos ck todo el país. Como compensación a la falta de libros de tazmías, su contenido se encuen tra resumido en otros libros, como los de los distintos partícipes en la exacción del diezmo (cabildos, sillas episcopales, partícipes legos). También permiten k reconstrucción de las series de producción los libros de fábrica de las iglesias. obligatorios desde el Concilio de Trento, en los que se indican los ingresos procedentes de los diezmos -en general un noveno de estos- destinados a las obras de mantenimiento de los edificios religiosos. En contraste con los siglos precedentes, la percepción del diezmo fue irregular a partir de 1800, pues estos ya no reflejan con fiabilidad los movimientos del producto agrario, y desapare cen definitivamente en 1841. Esteban Canales (1982) ha estudiado la diferencia de recaudación entre 1799, tomada del Censo de Frutos y Manufacturas, y el cobro del diezmo en 1837/1838. Este se situaba muy lejos de la décima parte de la producción, alcanzando el 4,2%. El diezmo, por su continuidad, meticulosidad y generalidad, así como tam bién por la ausencia de otras series de producción, se ha convertido en una fuente imprescindible para el estudio de la agricultura española hasta el si glo xix, con enormes posibilidades espaciales y temporales. Pero, como todas las fuentes, también tiene su problemática. Una podríamos decir que común a todas las fuentes fiscales: el fraude, como prueban los continuos pleitos entre la Iglesia y los cultivadores. Otra, propia de esta fuente, como es la variabilidad de las demarcaciones territoriales de las dezmerías y, sobre todo, la variación de la tasa de percepción en el tiempo. Ésta fue alterada en 1494 con la aprobación pontificia de las tercias reales, o 2/9 del diezmo cedido a la Corona. Si efectivamente ésta hubiera cobrado las tercias en todo el país, contaríamos con una fuente inestimable y centralizada, pero en rea lidad las tercias fueron enajenadas o condonadas en muchos pueblos, y er algunas provincias eran encabezadas junto con otras contribuciones, como las alcabalas. Una nueva alteración tuvo lugar en 1800 con la concesión a la Corona del noveno decimal. Este fue recaudado en unas dezmerías por los
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colectores de las tercias, mientras que en otras siguió los cauces normales del diezmo. (Pan-Montojo, 1993, VII: 347)
Los Vecindarios del Donativo Real fueron confeccionados en su mayoría durante el segundo cuarto del siglo x v i i , y forman actualmente una serie espe cial conservada en el Archivo General de Simancas, en su sección Contadurías Generales. Se trata, en palabras de José C. Rueda (1991: 239-261), de una fuente desigual, de interés y resultados variables, puesta incluso en cuestión por algunos de quienes la han manejado, pero también una fuente, pese a todo, de indudable valor para el estudio de esa Castilla de los años mil seiscientos, sobre cuyas realidades económicas, sociales, culturales, etcétera, parece que aún tene mos importantes lagunas. La práctica fiscal del donativo real se inició en 1590, cuando Felipe II so licitó este donativo para hacer frente a la crisis financiera provocada por el desastre de la Armada Invencible. Con Felipe IV este donativo se convirtió en un impuesto más de su política hacendística, dadas las dificultades económicas ante los continuos conflictos béficos en el escenario centroeuropeo. Durante el siglo x v i i se conoce la existencia de esta práctica del donativo real en 1603, en cinco ocasiones entre 1649 y 1640 y al menos en dos más entre 1649-1651 y 1671-1677. Aunque en teoría el donativo mantuvo su condición de contribución volun taria, el procedimiento utilizado en su cobranza acabó por convertirlo en un repartimiento más o menos forzoso, imponiéndose a todo el espectro social del reino: nobles e hidalgos, clérigos, pecheros, viudas y menores, pobres y ricos, con la única excepción del clero regular. Los comisarios, con la asistencia de un escribano, irían convocando a los vecinos de cada localidad para que hicieran entrega de sus contribuciones, y se confeccionó el correspondiente registro o vecindario. A través del vecindario del donativo real conocemos el nombre y apellido (s) de cada vecino, la cuadrilla, barrio o arrabal en que residía, su ocupación o condición social, la cantidad aportada y la especie monetaria (plata o vellón) en que se hizo y, por último, si reunía o no las habilidades necesarias para firmar el asiento. De esta variada gama de datos se deducen las amplias posibilidades de trabajo que nos brinda el documento como fuente para el estudio de la pobla ción, de la estructura socioprofesional y de los niveles y el reparto de la riqueza. En el trabajo antes citado,"el autor realiza un ejemplo práctico con el caso de la ciudad de Zamora en 1637, que merece la pena leer. Pero quizá la fuente fiscal más completa sea el Catastro. Su historia se re monta a los egipcios y caldeos, que idearon un sistema para describir y valorar !as propiedades y poder fijar así los impuestos. En Europa, el primer catas tro se realizó con el emperador Augusto, quién ordenó confeccionar un Ca tastro General del Imperio Romano. En la Baja Edad Media se elaboraron
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distintos catastros locales, principalmente en Italia: Macerata (1268), Orviet: (1292), Ascoli (1381) y Toscana (1427). En Francia, Colbert intentó, sin éxite. organizar un catastro para todo el Estado (1666). Esta experiencia constituye e antecedente más inmediato del establecimiento de la contribución directa en a Corona de Aragón por Felipe V. En Inglaterra nunca existió un verdadero catas tro, pero presenta, en cambio, la contribución más antigua sobre la propiedad de la tierra, la Latid Tax de 1689. En España, en 1749 se iniciaba la creación de una de las fuentes más utiliza das y valoradas por los historiadores: el Catastro del Marqués de la Ensenada En ese año Fernando VI ordenaba iniciar las averiguaciones tendentes a refor mar el complejo sistema fiscal castellano, basado en la desigual contribución de los distintos grupos sociales, mediante la implantación de la única contribr,
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les, presentan algunos problemas, sobre todo por las ocultaciones de riqueza, calidades y superficies, por lo que es necesario contrastar sus datos con los de otras fuentes, como los protocolos notariales o la documentación de los archi vos parroquiales. Desde el punto de vista geográfico se refería a los núcleos de población de todas las provincias de la Corona de Castilla, a excepción de los territorios vas cos, el Reino de Navarra y las islas Canarias: Ávila, Burgos, Córdoba, Cuenca, Extremadura, Galicia, Granada, Guadalajara, Jaén, León, Madrid, La Mancha, Murcia, Palencia, Salamanca, Segovia, Sevilla, Soria, Toledo, Toro, Valladolid y Zamora. La documentación del Catastro del Marqués de la Ensenada está formada por las siguientes partes: • Respuestas generales: son las respuestas que un equipo de peritos nom brado en cada localidad dio al interrogatorio de cuarenta puntos pro puesto por la Administración y con el que se pretendía conseguir una visión general de la situación socioeconómica del pueblo. Se conservan copias de todas ellas en el Archivo General de Simancas y hay resúmenes fragmentarios de la mayor parte en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia. • Respuestas particulares: se trata de las averiguaciones completas de cada entidad de población. Se conservan en los Archivos Históricos Provincia les. Se componen de los siguientes libros o cuadernos: - Autos generales. Recogen toda la documentación local relativa a la confección del Catastro: autos, notificaciones notariales, nombra mientos, juramentos de los peritos y otras informaciones y declara ciones emitidas por estos, así como las posibles incidencias surgidas durante su elaboración. Además, incluyen las respuestas locales al in terrogatorio (respuestas generales). - Libros de relaciones, memoriales o declaraciones (de eclesiásticos y seglares, por separado). Contienen las declaraciones de bienes de to dos los vecinos (propietarios o no), forasteros con propiedades en el término y eclesiásticos (a título individual e institucional). A veces cuentan con multitud de añadidos, correcciones y rectificaciones rea lizadas por los* peritos. Una vez comprobadas, constituirían la base para confeccionar los libros siguientes. - Libros de familias (de eclesiásticos y seglares, por separado). En ellos se detallan las familias existentes en el pueblo. - Libros de haciendas (de eclesiásticos y seglares, por separado). Reco gen y sistematizan las propiedades de cada titular: localización, lími tes, extensión, calidad, producción (en fincas rústicas o actividades
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económicas) y posibles cargas. Al margen se añadía un dibujo apro ximado de su forma, su clasificación según la escala de calidades y c producto que se le atribuye en función de esta (en fincas rústicas). En las fincas urbanas se hacía un exhaustivo análisis de ellas, con medi das de frente y fondo, alturas y dependencias. •
Resúmenes. Al final de estos libros, existen unos estados o resúmenes estadísticos de la operación en la localidad, basados las respuestas generales (A) o en las particulares (B): -
Estado C: recoge el producto en dinero que corresponde a cada medi da de tierra en función de su calidad, clase y dedicación. Puede apare cer encabezando los libros de hacienda. Estado D: número de medidas de tierra existentes en la localidad clasificadas en función del producto metálico que se les ha regulado. - Estado E: recoge el valor total de los alquileres de edificios y rentas de industrias y capitales, así como de los beneficios que producen las rentas enajenadas de la Corona. - Estado F: valor global de los beneficios estimados que se derivan de comercio y profesiones liberales. - Estado G: número de individuos que debían pagar personal, con dis tinción de categorías profesionales y jornal diario estimado. - Estado H: número de cabezas de ganado de las distintas especies y colmenas. En PARES se encuentra digitalizada la documentación de las respuestas generales del Catastro del Marqués de la Ensenada, que puede consultarse a través de la base de datos general o como portal monográfico, a partir de un buscador por localidades. La digitalización se ha realizado sobre la documen tación microfilmada de los 545 libros de respuestas generales que se guardan en Simancas, copia compulsada completa de las contestaciones de las 13.000 localidades de la Corona de Castilla. El resultado de la digitalización ha dado lugar a 350.000 imágenes de unos documentos con una letra caligráfica muy cuidada, de fácil lectura y sin apenas abreviaturas. El Catastro supone un censo completo de la riqueza mueble e inmueble, elaborado entre 1749 y 1757, en el que sus lagunas principales son de tipo geo gráfico. Estas son cubiertas por el Registro de Cadastre, para Cataluña, vigente desde 1716 hasta 1845; la Talla General, contribución impuesta por Felipe V en 1717 en Mallorca, y en Valencia por los libros padrones de riqueza, confeccio nados para el cobro del Equivalente, instaurado por Felipe V a partir de 1715 con un sentido similar al del Cadastre catalán, manteniéndose hasta 1845. El impuesto del Equivalente era distribuido por la Intendencia General según la
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estimación que se hacía de la riqueza de cada municipio. Las autoridades loca les, a su vez, repartían dicha cantidad entre todos aquellos que poseían propie dades y rentas en el término municipal. Hasta el momento, la utilización gene ralizada de la fuente por geógrafos e historiadores ha puesto de manifiesto que el grado de ocultaciones, tanto del número de propiedades como de superficies, resulta poco significativo. Más que ocultaciones de bienes debieron producirse infravaloraciones de estos. En las provincias castellanas, sin embargo, las fuentes hasta 1845 son menos numerosas y fiables. Los libros de paja y utensilios, que registraban la con tribución sobre los ingresos de los propietarios y usufructuarios de la tierra desde 1719, carecen de la continuidad, accesibilidad, riqueza y fiabilidad de las fuentes fiscales que los preceden y suceden. Junto a estos, merecen señalarse los cuadernos de riqueza territorial, industrial y comercial, que constituyen la base del nuevo sistema de exacción tributaria establecido por el ministro de Hacienda, Martín de Garay (Real Decreto de 30-V-1817). Intentaron establecer la contribución única sobre la riqueza, en sustitución de las denominadas rentas provinciales, adelantándose así a la definitiva reforma de 1845. Los cuadernos son un completo padrón de utilidades que se calculaba a cada vecino por las cosechas obtenidas, prados y ganados de cada especie. Pero presentan una li mitación insalvable: se hicieron en pocos municipios. Para Pan-Montojo, los cuadernos fueron elaborados a partir de 1818 con el objeto de servir de base a la Contribución General. Se trataba de registros de los patrimonios individuales elaborados por juntas municipales de notables (supervisadas por otras de parti do y por unas terceras provinciales), siguiendo en parte el modelo del Catastro de Ensenada. El peso de los ayuntamientos antiguorregimentales en las juntas periciales y la falta de funcionarios de Hacienda en los trabajos de confección de los cuadernos son razones para suponer que no se obtuvieron documentos muy fidedignos para el análisis de la propiedad, de la producción o de las rentas agrarias (rentas que eran el objeto del impuesto). La pobreza y limitación de las fuentes sobre la propiedad territorial y pro ducción de la tierra no pueden generalizarse para todo el siglo xix. Su segunda mitad cuenta con documentación abundante y de rico contenido -pese a los conocidos problemas de fiabilidad-, capaz de ofrecernos un conocimiento más que aceptable de la distribución de la tierra y de las formas de explotación. Se mata de los amillaramientos, padrones de riqueza, repartimientos y registros de incas de la reforma tributafia de 1845, vigente más de siete décadas. La Refor ma Agraria Liberal trajo consigo una nueva distribución de la propiedad de la uerra que habría de permanecer virtualmente intocada hasta los años de la Se gunda República, y se nos escapa la magnitud real del cambio. Los documentos escales procedentes de la reforma de 1845 nos permiten una aproximación sin crónica a la estructura de la propiedad. Y aunque presentan algunos problemas m cuanto a la fiabilidad de sus datos, de su estudio a escala local se obtienen
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resultados muy aceptables, según el Grupo de Estudios de Historia Rural (Ce rreras, 1989: 96). El Estado liberal nos quitaba una fuente fiscal importante, e diezmo, y nos ofrecía otra, la contribución de bienes inmuebles, cultivo y gañir dería que, aunque no constituye un auténtico catastro (este se comienza a rea lizar en 1906), sí ofrece una abundante documentación municipio a municipio La Contribución de Bienes Inmuebles fijadaa por ley ley ¿ Inmuebles,, Cultivo Cultivo y Ganade Gan adería ría,, fijad 23 de mayo de 1845, 184 5, combinab com binabaa una distribución de cupo con una recau recauda daci ción ón de cuota. El cupo que Hacienda asignaba a cada provincia se repartía por las diputaciones entre los ayuntamientos, y estos lo hacían entre sus propietarios, método que favorecía la ocultación de riqueza por parte de los propietarios más poderosos, ligados férreamente a las estructuras políticas locales, a las que dejaba la Hacienda nacional todo el sistema recaudatorio. Del complicado en tramado impositivo destacan para la investigación histórica dos documentes, elaborados durante la operación recaudatoria: la cartilla de evaluación y e. Amillaramiento, conservados habitualmente en los archivos municipales. La cartilla, cartilla , elaborada por las juntas periciales, ofrece un cuadro de los pro ductos obtenidos en promedio de una hectárea de cada clase de cultivo y cali dad de tierra, valorados de acuerdo con el precio medio en el mercado más in mediato en los 10 años precedentes (8 desde 1859), con mención expresa de los gastos medios de explotación estimados (las bajas). Pero presenta un problema la falta de actualización por campaña de los distintos productos líquidos de les cultivos, según la marcha anual de las partidas de gastos e ingresos. Que sepamos, tales cartillas se modificaron a partir de 1850 tan solo ez dos ocasiones, en 1860 y en el año económico 1885-86, con lo que resilla prácticamente imposible proceder mediante ellas a estudios locales de coyun tura de las distintas variables implicadas en su confección (precios unitarios de productos, salarios, costes de producción en general, renta de la tiern. etc.). (Mata y Romero, 1988: 233)
El Amillaramiento propiamente dicho es un cuaderno en el que se consig naba la relación de parcelas pertenecientes a cada propietario, basada en las declaraciones juradas de estos y comprobadas por los peritos (nombrados po: los propios ayuntamientos) en los casos que estimasen oportuno. Las juntas periciales, una vez evaluada la riqueza agraria, urbana y pecuaria, procedían a la elaboración del denominado por la ley de 23 de mayo de 1845 Padrón General de Riqueza Inmueble, Inmueble, sustituido por Real Orden de 9 de junio de 1853 por el Amillaramiento de la Riqueza Individual Contribuyente. Contribuyente. Según este, la corporación realizaba el repartimiento individual del cupo tributario impuesto a cada pueblo. La descripción de este documento parece indicarnos una gran valía por se completa información. Padrones y amillaramientos proporcionan en primer término, como es obvio, la identificación de los titulares de riqueza inmueble
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rústica y urbana urban a y de ganadería, ya sea en propieda prop iedad d o bajo baj o regímenes regímenes de tenen tenen cia indirectos. Constan, junto al nombre del sujeto, su domicilio -información nueva en comparación con los libros de lo real de Ensenada- y en ocasiones también el número que le corresponde en la relación de contribuyentes. Apa recen siempre separados los vecinos -incluidos en primer término- y los foras teros, estos y aquellos relacionados alfabéticamente y sin mucho rigor por la primera inicial del nombre de pila, hasta que el reglamento de 1885 estableció definitivamente la alfabetización rigurosa por apellidos. Figura a continuación en el espacio formalizado al efecto la relación de objetos de imposición, o sea, fincas sujetas al pago de la contribución de inmuebles. Junto a la descripción de las parcelas o masas de cultivo, tanto padrones como amillaramientos brin dan valiosa valios a información sobre el régimen régimen de tenencia tenencia,, indicando, en su caso c aso,, la identidad del que cultiva, ya sea en arrendamiento o bajo cualquier otra forma de cesión. Algunos padrones incluyen, además, datos muy estimables sobre la procedencia y propiedad de las tierras. Incluyen finalmente información sobre los resultados económicos de cada contribuyente, desglosados, en el caso de los bienes inmuebles rústicos, por grupos de aprovechamientos o finca a finca. Desde 1845 la documentación se desglosa en tres apartados: el producto ín tegro, las denominadas bajas por gastos gasto s natura naturales les y, y, como resto, la riqueza o el líquido imponible, sobre el que se procedía al repartimiento de la contribución. La Real Orden de 9 de junio de 1853 vino a enriquecer este capítulo informa tivo, estableciendo que, junto a las tres partidas ya consignadas, se añadieran otras dos más en las que constase, para las fincas arrendadas o cedidas bajo cualquier otro régimen de tenencia, la distribución del verdadero producto lí quido entre colono y propietario. Queda constancia, pues, a partir de entonces no solo de la riqueza que se estima a cada tierra, sino también de la parte del excedente que el propietario retiene en concepto de renta, y de aquella otra que va a parar a manos del colono como cultivador directo o como empresario. Sin embargo, los datos totales de superficie, producción y rendimientos a nivel municipal fueron sistemáticamente distorsionados u ocultados, porque se sospechaba que podían servir de base para elevar los cupos del término. La ocul tación de superficies es quizás el aspecto más conocido y denostado de la fuente, puesto de manifiesto ya desde el siglo pasado, por autores como Juan Piernas, Lora, Sánch Sánchez ez Massía Mas sía y Soto Marugán. M arugán. Pero Pero probablemente probablemente fuera el inform informee so s o bre la riqueza agrícola de la Reseña Geográfica y Estadística de Estadística de 1888 el que, tras la comparación de las mediciones llevadas a cabo por el Instituto Geográfico y Estadístico y las que obraban en poder de la Dirección General de Contribucio nes, procedentes de los amillaramientos, puso de manifiesto el lamentable esta do de la cuestión: ocultaciones del 33% en la provincia de Córdoba, del 12% en la de Cádiz y del 15% en Jerez son suficientemente significativas. Los Lo s últimos estudios ponen de manifiesto manifiesto,, además, adem ás, otras ocultaciones menos conocidas, pero al menos tan importantes como las anteriores. A partir del va
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ciado de los datos del Amillaramiento de 1870 de Córdoba y de su cotejo car los datos planimétricos del Instituto Geográfico para 1872, Rafael Mata Obm llega a la conclusión de que la ocultación mayor no se produce en las superfice ni en los usos del suelo, si no que los problemas de fiabilidad más destacados centran en las calidades atribuidas al suelo, observándose a lo largo del xix ini progresiva caída en la declaración de tierras de primera calidad, en beneficio oe las de segunda como mecanismo de fraude fiscal, a la vez que se observa uní progresiva devaluación de los líquidos imponibles de las tierras de segunda * tercera tercera calidad. calida d. El balance, pues, de los padrones y amillaramientos no es ni homogéneo n definitiv definitivo. o. Las La s diferencias regionales (en (en Galicia, Galic ia, según Ramón Ram ón Villares, Villares, apena; apena; se hizo), comarcales, incluso municipales, o según colectivos de propietarios, son evidentes. Pese a todo, opinan Mata y Romero (1988: 246), su empleo, cuando sea posible, resulta de sumo interés; “no hay otra fuente que de fornu global y sintética permita la reconstrucción de las formas de propiedad y tenencia de la tierra en etapa etap a tan fundamental de la historia agraria ag raria contemporán co ntemporánea*. ea*. A finales del siglo xix, dos especialistas latinoamericanos recorrieron Europa por separado para informar en sus respectivos países sobre los sistemas dí catastro catas tro existentes, observando la generalización de este sistema de recaudac recaudación ión directa sobre la propiedad inmobiliaria salvo en dos países: Inglaterra y España (Campbell, 1895 y Echegaray, 1898). En nuestro país, en 1906 se decidió acometer el Catastro de Rústica y la Contribución Territorial Urbana. La realización del primero llevó un ritmo excesivamente lento, dependiendo de las dotaciones presupuestarias y, sobre todo, de la fuerza de los propietarios ante las altas instancias políticas (es el caso, por ejemplo, de la dictadura de Primo de Rivera, en la que se frenó el proceso) o de los intereses de los Gobiernos (los republicanos, por ejemplo, dieron prioridad a la reforma agraria frente a la reforma fiscal). Cuando en 1928 se suspendieron los trabajos de avance catastral, se encontraba catastrada aproximadamente la mitad de la superficie nacional, unos 21 millones de hectáreas. El mayor impulso se dio entre 1944 y 1959, año este en el que se consiguió prácticamente su finalización. El Catastro venía a dotar a la Hacienda Pública de un mecanismo para valorar la riqueza de una forma más equitativa y realista que el de las valoraciones que hasta entonces venían realizando los propios ayuntamientos tras la reforma tributaria de Alejandro Mon. “La falta de catastro es una de las armas más poderosas del caciquismo”, decía con razón la Junta del Catastro en el proyecto final que sirvió de base a la Ley de 13 de marzo de 1906. A finales del siglo xix los propietarios se habían asustado al hacerse públicos varios avances catastrales, como el ya visto de la Reseña Geográfica y Estadística de España de 1888 referido a las provincias de Albacete, Cádiz. Córdoba, Jaén, Madrid, Málaga, Sevilla, casi toda la de Toledo y gran parte de la de Ciudad Real. Las conclusiones eran contundentes: ocultación de las 2
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superficies y de la riqueza en los amillaramientos. La primera, en un 33% de media en las provincias aludidas. Sobre la segunda, la Reseña Reseña publicaba un estudio comparativo de la riqueza imponible que resultaba de las evaluaciones alzadas hechas por la Dirección General de Contribuciones y de la reconocida en los amillaramientos para todo el país, en 1879. Las primeras suponían una cantidad de 1.372.589.575 pesetas. 1.372.589.575 pesetas. La s segundas, 769.622.297. La La diferencia, 602.967.278 602.967.278 pesetas, suponía el 56%. Más 56%. Más o menos era el mismo porcentaje que la riqueza comprobada a través de los catastros de rústica, ejecutados a partir de 1906. En 1945, con algo más de la mitad de la superficie nacional catastrada, la riqueza comprobada era de 1.064.765.620,91 pesetas, mientras la amillarada había sido para esas mismas provincias de 563.811.983,59. La diferencia era de 500.953.637,32 pesetas, casi el 53%. La evolución y vicisitudes de la Contribución Territorial Urbana Urbana y de la documentación catastral que debía servirle de base viene marcada entre 1906 y 1979 por las dificultades de aplicación del cúmulo de normativas dictadas al efecto, las cuales únicamente lograron tener una función meramente fiscal. Entre 1906 y 1932 se realizarán numerosos proyectos y debates en torno a cuestiones fiscales y a la propiedad inmueble. El fin de la Guerra Civil nos introduce en una etapa de carácter regresivo que se prolonga hasta la reforma fiscal de 1964. Se avanza poco en la aplicación de la normativa vigente y aún menos en la tarea de introducir mejoras legislativas y mecanismos administrati vos pa para ra llevar llevar a cabo cab o el catastro cata stro de urbana. A partir de 196 1 966, 6, en el el marco de un fuerte crecimiento urbano, se realizará el primer intento serio de llevar a cabo un verdadero catastro urbano, aunque será una realidad a partir del cambio de régimen político de 1976, que supone vencer ciertas dificultades técnicas y administrativas.
A partir del siglo xi x aparecen aparecen nuevas fuentes fiscales fiscales ante el incremento de la actividad comercial e industrial, entre las que destaca la Matrícula o Contribución ción Industrial Indus trial y de Comercio. Las Comercio. Las matrículas industriales son los listados elabo rados anualmente sobre personas naturales o jurídicas que ejercen industria, co mercio o profesión y que son la expresión contable de la contribución industrial. Tras la promulgación del Código de Comercio de 1829, todos los estableci mientos industriales y comerciales quedaban registrados en las matrículas co merciantes, responsabilidad de los ayuntamientos, sobre quienes recaían los tri los tri buto butoss que gravaba. gravaba . Esta E sta información se completaba completab a con los libros de sociedades de los registros mercantiles abiertos en cada capital de provincia, en virtud del Código de Comercio de 1885. La dictadura de Primo de Rivera volvió a regular la contribución o matrícula industrial y comercial, por Real Decreto de 11 de mayo de 1926. A partir de esta nueva regulación fiscal disponemos fiscal disponemos de un estudm sobre la ciudad de Zamora, modelo de la utilización de esta fuente para el anáfisis de la distribución espacial de la actividad económica y de la distribución de la riqueza durante la Segunda República (González Gómez y Redero, 1980).
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La matrícula constituye una fuente importante para el historiador de temai económicos y también para la investigación en historia social. Los datos qu; aportan aport an son de carácter fiscal y en ellos ellos está est á implícita, a pesar pesa r de muchas limita limita-ciones, una cierta jerarquización económica de los contribuyentes que nos permite medir y cuantificar cuantificar con alguna algun a aproxima aprox imación ción los niveles niveles socioeco socioeconómico nómicoss de los sectores incluidos en ellas. La contribución aspira a gravar los rendimientos obtenidos mediant; el ejercicio de cualquier industria, comercio, profesión, arte u oficio. Para ello e. decreto de 1926 dividía la matrícula en cuatro tarifas. La primera estaba dedicada al comercio en general, la segunda a las profesiones y a algunas industrias especiales (establecimientos de enseñanza, espectáculos públicos, transportes t balnearios), la tercera comprendía la industria manufacturera y la cuarta se refería a las artes y oficios. oficios. Por tanto, se nos presenta com o un catálogo catá logo comp completo leto de la actividad económica del municipio. Pero esta fuente presenta también una problemática que es preciso conocer como alertan González y Redero (1991). Muchos rendimientos no se hallan mediante la directa determinación de gastos e ingresos totales, sino a través de un sistema basado en varios signos e indicios a los que la ley considera como válidos para acercarse a la potencialidad económica de los diferentes negocios. El primer signo en cuestión es el volumen de los cobros llevados a cabo por el sujeto tributario que tiene tiene que hacer uso en muchos casos ca sos de un libro de ventas y operaciones, operaciones, con con el fin de de llevar llevar alguna algun a forma fo rma de contabilidad contabilida d sujeta suje ta a inspecinspección administrativa. Un segundo signo es de índole geográfica o demográfica, que hace que el industrial o comerciante tribute más o menos en función del lugar donde desarrolle su actividad, contemplándose el caso de varios contribuyentes que con el mismo negocio, en localidades diferentes, abonan cuotas distintas. Un tercer signo es el de los elementos de fabricación que las cuotas toman como punto de referencia en las tarifas, factor muy relacionado con k capacidad de producción y los procesos de orden técnico.
6.3.
Las La s fuent fuentes es jurídicas
A partir del siglo xm la Administración de Justicia pasó a ser fundamentalmente una atribución del Estado, en cuanto que se había reservado la exclusiva competencia en materia criminal. La curia del rey se concibió como un tribunal colegiado de jueces permanentes. Por el Ordenamiento de las Cortes de Zamora de 1274 se instituyó en la curia los alcaldes de corte, para atender en los casos reservados al Tribunal Real, y los alcaldes de las alzadas, como jueces de apelación apela ción en los asunt asu ntos os civiles. L as Cortes Corte s de Toro de 1371 13 71,, bajo el reinado de Enrique II, crearon el Tribunal de Oidores o Chancillería, para atender los asuntos de justicia ordinaria. Los Reyes Católicos establecieron su
Las fuentes documentales
sede en Válladolid, en 1489, creándose simultáneamente el Archivo de la Real Chancillería, que sigue la clasificación de la organización de la institución que se mantuvo con muy pocas variaciones hasta 1834: cuatro salas de lo civil (con dieciséis oidores), una sala de lo criminal (con tres alcaldes del crimen), una sala de hijosdalgo (con dos Alcaldes de hijosdalgo) y una sala de vizcaya (para los nacidos en esa tierra). Debido al incremento de litigantes que acudían a este tribunal y del avance de la Reconquista, en 1494 se creó otro similar en Ciudad Real, que en 1500 sería trasladado a Granada, origen del Archivo de la Real Chancillería de esta ciudad. Aunque la estructura de la institución originó la clasificación de los fon dos según las salas de justicia, en el archivo actual se han formado dos grandes secciones que representan las grandes etapas de la Chancillería (1394-1834) y la de su heredera, la Audiencia (1834-1950). La sección de Chancillería, de la que se han perdido los libros del Real Acuerdo, está compuesta principalmente por pleitos, que se remontan al siglo xv. Resultan de gran interés las series de “Hidalguía y Mayorazgos”, y “Vínculos”, esta con información sobre los liti gios que las personas originaban al fundar, heredar o recuperar la propiedad de determinados bienes y sus consecuencias en la transmisión familiar, figurando entre la documentación árboles genealógicos de indudable valor. Existió un ter cer Tribunal en Galicia, a partir de 1494, de limitadas funciones. Conserva su documentación en el Archivo del Reino de Galicia, desde 1522 a 1834. Los problemas derivados del amplísimo ámbito jurisdiccional de las chancillerías trataron de resolverse mediante la creación de audiencias: Galicia (1480), Sevilla (1525) y Canarias (1526). En su ámbito territorial cumplían una función similar a la de las chancillerías, aunque eran de rango ligeramente inferior, y se podía apelarse a estas algunas de sus sentencias. Con independencia de la jurisdicción ordinaria, desde la Edad Media y hasta el siglo xix se mantuvieron diversas jurisdicciones privativas, como la señorial, correspondiente al ejercicio de atribuciones judiciales por parte de los señores de dominios inmunes; la mercantil, a cargo de los consulados de mar o de mer caderes, para cuestiones de comercio; la inquisitorial, para delitos contra la fe, a cargo del Tribunal de la Inquisición en sus diversos grados, y otras muchas, como la Militar, la de la Mesta, Santa Hermandad, etcétera. La documentación señorial se conserva fundamentalmente en los archivos privados de las casas nobles, muchos de ellos depositados en la sección “No bleza” del Archivo Histórico Nacional, ubicada en Toledo. En Madrid puede consultarse la sección “Órdenes Militares” del Archivo Histórico Nacional, que conserva la documentación de las órdenes militares que, en cuanto señores, ejercieron jurisdicción en extensos territorios de la Península, desempeñando an papel fundamental en la reconquista y repoblación durante la Edad Media r en la vida económica y social de la Edad Moderna. El denominado Arcbivo judicial reúne 135.000 expedientes con pleitos y causas de dichas órdenes,
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principalmente de los siglos xvi y x v i i . También en Simancas se encuentra decumentación de las órdenes en varias secciones, como “Patronato Eclesiástico’ “ Secretaría de Despacho de Gracia y Justicia” , “ Secretaría de Guerra” y “ Coitaduría Mayor de Cuentas” . En el Archivo de la Corona de Aragón existe: fondos documentales medievales de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalér. Los consulados del mar desaparecieron en el siglo xix, con la unificado: del derecho y jurisdicción mercantil, realizada a través del Código de Comer cio de 1829, y fueron sustituidos por las juntas de comercio y los tribunales reales de comercio. El Archivo General de Indias y el de la Cámara Oficial ¿t Comercio, Industria y Navegación de Sevilla conservan la documentació: de los consulados de Sevilla y Cádiz, que jugaron un papel trascendental en e. comercio con América, con documentos como quiebras y pleitos, carga y des pacho de naos, averías, etcétera. El de Barcelona está depositado en su mayor parte en el Archivo de la Corona de Aragón, en la sección “Real Audiencia*. En el Archivo del Reino de Mallorca se conservan los documentos procedentes del antiguo Consulado del Mar y los del Colegio de la Mercadería de la ciudad, creados en 1326 y 1403, respectivamente. El fondo documental más importante para el estudio de la Inquisición se encuentra en el Archivo Histórico Nacional, compuesto por 5.300 legajos y cas: 1.500 libros. Los fondos se agrupan en los papeles del Consejo de la Suprema Inquisición, por una parte, y en los de las relaciones de este con los tribunales de España y América, por otra. Su inmensa riqueza se debe a que reflejan todas las actividades de la institución, sus competencias, las concordias entre la juris dicción real y la suya propia, procesos y pleitos, visitas, informes y memoriales, secuestros y embargos de bienes. Con la instauración del Estado liberal, a partir de la muerte de Fernan do VII, se produjo una profunda reforma del sistema judicial, y se acabó defi nitivamente con las instituciones anteriores y las jurisdicciones especiales sepa rando el poder judicial del administrativo y gubernamental. En 1834 se crearon las reales audiencias, con lo que se establecía una división judicial que coincidía con la administrativa realizada un año antes por Javier de Burgos y que divi día al país en 49 provincias. Se restablece el Tribunal Supremo, ideado en la Constitución de 1812, con la consiguiente supresión del Consejo Real. Se or ganiza un sistema judicial basado en tres grandes leyes: la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1870, la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881 y la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 1882, sistema que ha permanecido prácticamente inalterado hasta nuestros días. La evolución de la organización del Tribunal Supremo ha variado constan temente según los distintos regímenes políticos. Por eso, sus fondos reflejan cla ramente la actividad que ha desarrollado. El Archivo del Tribunal Supremo fue creado en 1870, y actualmente está formado por las secciones correspondientes al Pleno, la Sala de Gobierno, las salas de justicia (Primera de lo Civil, Según-
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da de lo Penal, Tercera, Cuarta y Quinta de lo Contencioso-Administrativo y Sexta de lo Social, más una Especial de Revisión de lo Contencioso-Administra tivo). Todas ellas cuentan con la colección de sentencias correspondiente y un volumen de aproximadamente 17.000 legajos y 7.000 libros. Se han realizado transferencias de documentación al Archivo General de la Administración, so bre todo de las Salas de lo Civil y de lo Criminal y lo Contencioso-Administrati vo. En la organización central del poder judicial destacan, además, la Audiencia Nacional, organizada por el Pleno, Sala de Gobierno, tres salas de lo penal y cinco de lo contencioso-administrativo, y por el Tribunal Central de Trabajo, con sede en Madrid, que recoge la documentación de su competencia, que es el conocimiento y fallo de los recursos de suplicación tanto de reclamaciones generales, como despidos y seguridad social, según la Ley de Procedimiento Laboral. En la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985 se organiza el sistema judicial actual, aunque ha sido modificada parcialmente por la Ley Orgánica7/2015, de 21 de julio. El Poder Judicial cuenta con las siguientes instituciones: audien cias territoriales, formadas por una Sala de lo Civil, otra de lo Penal y otra de lo Contencioso-Administrativo; audiencias provinciales, con sede en la capital de cada provincia; juzgados centrales de instrucción, con sede en Madrid; los juzgados decanos, para coordinar la actividad de los servicios judiciales y orga nizar el servicio de guardia, teniendo su sede en la población cabeza de partido donde haya dos o más juzgados de primera instancia e instrucción, salvo en Madrid y Barcelona, donde el juez decano no tiene adscrito ningún juzgado y sus jueces tienen la consideración de presidentes de la audiencia provincial; juzgados de primera instancia e instrucción, con sede en la población cabeza de partido judicial; juzgados de peligrosidad y rehabilitación social y vigilancia penitenciaria, en las capitales de provincia; juzgados de paz y los de distrito, he rederos de los antiguos juzgados municipales y comarcales, y las magistraturas de trabajo, para asuntos de despido y sanciones, seguridad social y conflictos colectivos. La Ley de Enjuiciamiento Civil ha creado los tribunales superiores de justicia, uno por cada comunidad autónoma, desaparecen las audiencias territoriales y las provinciales asumen todas las competencias en materia civil. Entre los archivos de las audiencias territoriales y provinciales, destacan por el volumen de su documentación los de Barcelona, Sevilla y Valencia. Cada audiencia comprendía en su territorio los juzgados de primera instancia e ins trucción. La mayor parte de sü documentación se ha depositado en los archivos históricos provinciales, aunque por su grandioso volumen gran parte permane ce en los archivos propios de Audiencias y Juzgados. El Archivo del Ministerio de Justicia fue creado en 1714, pero fue a partir de 1836 cuando recibió los fondos más valiosos, procedentes del Consejo de Castilla, como los del Patronato Eclesiástico, cruzadas, expolios y vacantes de sedes episcopales, Real Sello de Castilla, Registro Civil de la Propiedad y del
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Notariado, y, con posterioridad, la documentación de la Dirección General i Prisiones (mientras, la mayor parte de los centros penitenciarios conservan si propia documentación). De todos ellos, los documentos del Real Consejo y Sell*: de Castilla pasaron al Archivo Histórico Nacional y al Archivo General de la Acministración, en Alcalá de Henares, ha pasado documentación de 1930 a 1980. De toda la documentación jurídica una de las más interesantes para el traba jo de investigación del historiador es la notarial. Las actas y protocolos notaria les permanecen dando fe no solo de contratos y disposiciones, sino de todo ur sistema de relaciones sociales y económicas desde hace muchos siglos. El escri bano y el notario, desde el siglo xn, han sido testigos y parte esencial en el desa rrollo mercantil, social y urbano de nuestra sociedad. Esta profesión empezó a dibujarse con el singrapho griego y el tabularlo romano, pero nació como tal ez el siglo x i i en la Universidad de Bolonia, donde se creó una escuela notarial ck renombrada fama. En España, las Partidas de Alfonso X el Sabio consideraren ya al notario como funcionario público. En el siglo xix se fijó completamente el perfil profesional de este cuerpo. Los protocolos notariales han sido hasta hace pocos años coto tradicional de los modernistas porque para la Edad Media existe escasa documentación notarial. Los historiadores especializados en la Edad Contemporánea los incor poran poco a poco a la investigación del siglo xix, pues no olvidemos que los protocolos permanecen cerrados a la consulta de los investigadores durante el último siglo. Las principales características de los protocolos se pueden resumir en los siguientes puntos, siguiendo a López-Salazar (1996: 38-40): • •
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Una abrumadora masa documental que refleja, por encima de todo, lo cotidiano. Esta documentación se genera no solo en todo el territorio español, sino en el resto del mundo occidental. En todas las sociedades de la moderni dad, de una forma u otra, siempre fue necesario dar fe de los actos jurídi cos. En el caso de Castilla, tenemos una temprana organización de las es cribanías. Los Reyes Católicos, en 1480, ordenaron que las escrituras de contratos, obligaciones y testamentos pasaran ante los escribanos reales. Las actas notariales tienen la virtud de la globalidad. Afectan a una parte sustancial de la sociedad y están relacionadas con gran parte de su ac tividad vital, sobre todo la de carácter material. Naturalmente, siempre generaron mayor número de documentos los miembros de los estratos más elevados, aunque ante el escribano, de una forma o de otra, pasó la mayor parte de la población. Solo los registros parroquiales superan en representatividad social a los protocolos. Las actas de los escribanos gozan de una destacada homogeneidad for mal y tipológica, lo que facilita su estudio. Las variantes formales son
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mínimas. En cambio, el contenido refleja las características socioeconó micas de la localidad a la que pertenecen. • Se trata de una fuente serial, a través de la que discurren, año a año, mes a mes y día a día, los actos jurídicos de los individuos que componen una determinada sociedad. • Los antiguos escribanos eran testigos y daban fe de muchos más actos jurídicos que los actuales notarios. Todo asunto importante de cualquier localidad, por pequeña que fuera, pasaba ante su firma. En el siglo xix, con la organización del notariado contemporáneo, las materias sobre las que el notario tenía que dar fe pública quedaron considerablemente re ducidas. • La documentación notarial presenta una notable versatilidad y, en conse cuencia, sirve para prácticamente todos los temas históricos, exceptuan do la política exterior. Los inventarios post mortem, contratos de compra y venta, capitulaciones matrimoniales o la constitución de sociedades, por citar algunos de los tipos más frecuentes de documentos notariales, empezaron siendo una fuente para el estudio de biografías, después para la vida material y hoy prácticamente se utilizan para todo. El análisis evolutivo de la propiedad de la tierra no se agota con las fuentes fiscales. Las principales fuentes notariales sobre propiedad de la tierra son los apeos de fincas, escrituras de arrendamiento, compraventa de fincas, créditos hipotecarios, inventarios de testamentarías y constitución, con versión y redención de foros y de censos enfitéuticos. Otra fuente complementaria de los protocolos, que permite seguir el movi miento de compraventas de tierras en los municipios donde se conservan, son los libros del registro antiguo de hipotecas, los cuales incluyen únicamente cier to tipo de actas (compraventas, cartas de obligación, formación de compañías); ello agiliza el seguimiento del proceso, su cuantificación y el establecimiento de la estrategia adquisitiva de los principales inversores. Los fondos del oficio o contaduría de hipotecas han sido hasta la fecha muy raramente utilizados pese a la riqueza que ofrecen en información para el estu dio evolutivo de la propiedad territorial en el periodo que transcurre entre 1769 y 1862, aunque su voluminosa documentación solo es susceptible de empleo para estudios de ámbito local. Este organismo puede considerarse precedente inmediato del actual Registró de la Propiedad, nacido con la Ley Hipotecaria de 1861, pues la Real Pragmática de 31 de enero de 1768, que establecía su constitución, determinaba que habrían de inscribirse en los libros-registro del Oficio las escrituras de imposición, redención o enajenación de cargas sobre a propiedad, las ventas de bienes hipotecados y todos los contratos con cláu sula de hipoteca general. Las oficinas de los registros de hipotecas registraban a constitución de censos o hipotecas sobre fincas, con vistas a su gravamen,
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pero también asentaban en sus libros derechos de propiedad y transmisiones de estos. La consulta de la documentación del citado organismo presenta múltiples ventajas (Mata y Romero, 1988: 270-273). La primera, el amplio número os contratos que tienen cabida en el Oficio. La segunda, que la Contaduría se cons tituye por cada pueblo cabeza de partido; de esa forma el tratamiento geográfi co de cualquier tipo de información (compraventas, hipotecas, arrendamientos, etc.) no solo resulta más fácil y asequible, sino también más exhaustivo, al apa recer agrupados territorialmente contratos con frecuencia escriturados fuera de la zona de estudio. La tercera ventaja, que en buena medida la Contaduría acaba convirtiéndose en un archivo notarial abreviado, que contiene un ex tracto de gran parte de las escrituras que interesan al estudio de la propiedad j tenencia de la tierra. Cierto es que los asientos no incluyen información tan rica y detallada como las escrituras de las que proceden, pero sí aportan los aspec tos más relevantes de aquellas. Siempre figura la identificación notarial, por lo que si se considera oportuno, puede acudirse a los fondos de protocolos. Como principal problema de esta documentación puede apuntarse la dispersión de fondos en los archivos históricos provinciales, en los municipales y en los de los registros de la propiedad, pese a que la Orden Ministerial de 14 de diciembre dí 1957 autorizaba a los registradores de la propiedad la entrega de los libros de la contaduría de hipotecas al archivo histórico de su respectiva provincia. Una fuente de naturaleza jurídica de gran importancia para el estudio de la Guerra Civil (1936-1939) es la Causa General. En abril de 1940 el régimen franquista ordenaba al fiscal general del Estado proceder a instruir la Causa General para conocer “los hechos delictivos cometidos en todo el territorio na cional durante la dominación roja” . Con la investigación subsiguiente, apoyada en cada provincia en los fiscales provinciales, se reunió una vasta colección do cumental compuesta por más de 1.500 legajos, imprescindible hoy en día para el conocimiento de la guerra en casi todos los rincones del territorio español y en casi todas sus temáticas. Aunque su finalidad era meramente informativa, su documentación fue utili zada con fines propagandísticos para resaltar la benevolencia del Régimen ante los horrores del gobierno republicano, también para documentar y justificar la represión de los dirigentes republicanos o para conceder alguna reparación a al gunas de las víctimas de la violencia física y económica del régimen republicano. Hoy día, sin embargo, la Causa General constituye una fuente fundamental para el estudio e investigación de la guerra, a pesar de la intencionalidad con que se realizó. El contraste de la información con otras fuentes y la preparación del historiador son, como ante cualquier otra fuente, la única garantía de su utilidad. Y esta puede ser grande, porque puede dar respuesta a muchos inte rrogantes, como vienen manifestando sus principales investigadores (Sánchez Recio y Santacreu, 1986; Gil Vico, 1998, y Sánchez, Ortiz y Ruiz, 1993), sobre
Las fuentes documentales
todo los referidos a la conspiración y rebelión, la represión física y económica, la destrucción del patrimonio y la revolución socioeconómica. A la documentación recogida durante la elaboración de la Causa General se le dio la forma de sumario judicial, dividido en piezas. Se formó un sumario por cada provincia, tanto de la zona republicana como de la franquista. En unas y otras se comenzaba por la denominada Pieza Principal, donde figuraban distintos estadillos estadísticos de muertos y actos violentos (quizá la documentación menos fiable, donde se quieren incorporar muertos como sea, aun a costa de mezclar las muertes violentas con las de los campos de batalla) y un resumen global de los principales hechos delictivos sucedidos en la provincia. El resto de las piezas se componían de declaraciones de testigos, informes de autoridades e instituciones y de pruebas documentales. En la zona franquista solo se realizó la Pieza Principal. En la zona republicana cada sumario estaba constituido por once piezas: “Principal”, “Alzamiento Nacional”, “Cárceles y Sacas”, “Checas”, “Justicia Roja”, “Prensa”, “Actuación de las Autoridades Gubernativas Locales”, “Delitos Contra la Propiedad” e informes de las Cámaras Oficiales de Comercio e Industria, Banca, Persecución religiosa, y Tesoro Artístico y Cultura Roja. Este fondo documental, que se distribuye por provincias y dentro de estas por partidos judiciales y municipios, está compuesto por 532 legajos. A él hay que añadir otro fondo relativo a la justicia militar (Ejércitos del Norte y del Centro), integrado por 418 legajos, y otro conjunto de documentos en el que se recogen la constitución, composición, actuaciones y funcionamiento de los distintos tipos de tribunales populares, que se enviaron por los fiscales de las provincias como anejo a la Pieza Quinta (600 legajos). Actualmente esta ingente cantidad de documentos que contiene la Causa General están depositados en el Centro Documental de la Memoria Histórica Salamanca) y puede consultarse a texto completo en PARES, aunque en esta rase de datos todavía aparece bajo el Archivo Histórico Nacional, su anterior ubicación, en el apartado “Fiscalía del Tribunal Supremo”.
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Las estadísticas vitales
Durante la Edad Moderna, a los gobernantes les comenzaron a preocupar, además de los hechos, los números. Les preocupaba saber sobre todo cuántos habitantes vivían en sus dominios. A partir del último cuarto del siglo xvm, el censo nacional se fue convirtiendo en un acontecimiento regular en cada uno de los países occidentales. Detrás quedaban muchos intentos locales por contar su población con fines tributarios. En 1769 se llevaron a cabo los censos de Dinamarca y de Noruega. Ese mismo año se hizo también en España y, a continuación, en los Estados Unidos de América (1790), el Reino Unido (1801) y Francia (1806). Los censos tienen la mayor parte de sus resultados publicados,
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aunque la enorme documentación que generan se encuentra depositada en le» archivos de la Administración. También empezó a recogerse información sobre nacimientos, matrimonios i muertes. Un estímulo para la recogida de estos datos fueron las epidemias qu; afectaron, por ejemplo, a Italia en 1575 y 1630 y a Londres en 1665. Hube otras razones de este interés por la demografía. A mediados del siglo x v i i , ez Holanda Hola nda el estadista Jan de Witt Witt ya utiliz utilizó ó las tasas t asas de mortalidad para organi organi zar un sistema de renta vitalicia administrado por el Gobierno. Información individualizada de las denominadas estadísticas vitales (regis tros de nacimientos, defunciones y matrimonios) de todos los españoles puedí seguirse a través de la documentación de la Iglesia y del Registro Civil, con siderado este como el archivo estadístico legal, donde se recogen, compilan t presentan los datos referentes a sucesos o acontecimientos vitales. En los países de tradición cristiana, el primer primer registro de los acontecimientos acontecimientos vitales corrió a cargo de la Iglesia, que desde el siglo xvi impuso la obligatoriedad de ser bau tizado, casado y enterrado dentro de su seno, en virtud de las prescripciones de Trento (en (en España Españ a se reglamentó reglamentó por la Real Re al Cédula de 12 de julio de 1564). E proceso de secularización del Registro Civil surgió a raíz de la adaptación del Código Napoleónico en Francia en 1804, que dejaba en manos del Estado la responsabilidad de la recogida de los nacimientos, defunciones y matrimonios de la población. En Inglaterra la secularización y organización del Registro Ci vil llegó en 1836 y en España en 1870. La Iglesia sigue manteniendo hasta nuestros días sus registros de bautismos, defunciones y matrimonios. La mayor parte de los registros de bautismos y ma trimonios datan de las décadas de 1540 y 1550. Los de defunciones aparecieron a principios del siglo x v i i . Los libros de bautismo recogían al principio poco más que la fecha del bautizo y el nombre de los padres. Con el paso del tiempo la información se incremente y aparece la fecha de nacimiento hacia principios del siglo x v i i ; el origen de los padres, entre finales del x v i i y principios del x v m , y los nombres y origen de los abuelos en la segunda mitad de ese mismo siglo. La información básica del registro de matrimonios se amplió en el siglo x v m con la incorporación del origen de los novios y los nombres de los padres. A partir del segundo tercio del siglo x i x empezó a figurar la edad de los contra yentes y en el siglo x x los oficios de los novios. Los registros de defunciones experimentaron en el siglo x i x un notable enriquecimiento, al completar los datos básicos que mantenían con la incorporación de la edad del fallecido y las causas cau sas de la defunción. Todos estos registros se suelen suelen depositar depo sitar en los archivo archivoss parroquiales o en los diocesanos. Los libros del Registro Civil -depositados en sus propias dependencias admi nistrativas- se han mantenido ininterrumpidamente debido a la obligatoriedad legal de los ayuntamientos ayuntam ientos de inscribir inscribir todos tod os y cada uno de los acontecimiento acontecimientoss vitales, aunque el Registro Civil es una dependencia del Ministerio de Justicia.
L a s fue n te s d oc oc u m en en ta ta le s
Los informantes son los propios interesados y la autoridad competente, lo que garantiza su fiabilidad. Los datos de los nacimientos y abortos se obtienen a partir de 1980 del Boletín Estadístico de Parto (nacimientos y aborto), que aborto), que incluye la fecha, el lugar, la clase de parto, el sexo, el peso, la legitimidad y datos acerca de los padres padr es (edad, estado civil, profesión, profesión , residencia, número de hijos). Los matrimonios se registran en el Boletín Estadístico de Matrimonio, que Matrimonio, que incluye información sobre el lugar y la fecha de la celebración, la modalidad y la residencia del del nuevo nuevo matrimonio, m atrimonio, nombre, edad, ed ad, estado es tado civil civil anterior, anterior, actividad y residencia de los contrayentes. La información sobre las defunciones se obtiene a través del Boletín Estadístico de Defunción, que Defunción, que recaba datos sobre la fecha y el lugar del óbito, edad, sexo, estado civil, actividad y lugar de residencia del fallecido y causa de la muerte, siendo esta una información variable porque la Lista Internacional de Causas de Defunciones se Defunciones se va adaptando a las nuevas enfermedades. Durante 2015 se ha puesto en marcha un proyecto piloto para inscribir los nacimientos en el Registro Civil directamente desde el hospital del nacimiento. La inscripción de los recién nacidos, que antes debía realizarse personalmente en las 72 horas posteriores al alumbramiento en las oficinas del Registro, se hará a partir de esta experiencia en los propios hospitales entregando únicamente el Certificado de Nacimiento, un documento facilitado por el centro y el DNI de los progenitores. Un proyecto muy interesante para los historiadores en el que están traba jando los registros regi stros civiles es el denominad denom inado o Registro Civil en Línea, programa Línea, programa que aprovecha el potencial que ofrecen las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para lograr un servicio más moderno y eficaz en los registros civiles y en los juzgados de paz. Entre sus actuaciones principales podemos destacar las de digitalización de expedientes de nacionalidad, digitalización de los libros manuscritos desde 1950 en los registros civiles municipales, digitalización y grabación de los libros de los registros civiles y grabación de los datos de cada inscripción y el envío de toda la información para su integración en la aplicación informática de gestión de inscripciones registrales del Ministerio de Justicia (Inforeg). El plan comenzó en 2007 con un proyecto piloto en tres registros civiles del país. Desde ese año se ha alcanzado una digitalización media de 180.000 hojas al día, trabajando de forma simultánea en 30 registros de las distintas comunidades autónomas.
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La prensa
7.1.
Las La s posibilidades de la prensa para pa ra el historiador
En 1631 apareció la primera publicación de carácter periódico en todo el mundo, la Gazzete de France. Treinta France. Treinta años después comenzaba a publicarse el considerado primer periódico español, la Gaceta Nueva, Nueva, cuya regularidad no se fijaría hasta 1697, año en que pasó a denominarse Gaceta de Madrid. En Madrid. En esta primera centuria de historia de la prensa se publicaron muchas gacetas más por España, aunque habrá que esperar al siglo siguiente para el nacimiento de los primeros periódicos diarios. En el siglo xvm la prensa experimentó un gran desarrollo, especialmente tras la aparición, en 1702, del primer periódico diario, el Daily Gourant. En España también se produjo un avance considerable tanto en la temática cultural y científica como en la prensa política, en consonancia con lo que sucedía en países como Gran Bretaña, Francia, Holanda y Alemania. Durante toda la centur centuria ia se publicaron 135 periódicos periód icos de diversa índole y periodicidad, period icidad, algunos algun os con una existencia efímera. La mayoría, 107, correspondieron a la segunda mitad del siglo y de ellos, 69 aparecieron en Madrid (Pizarroso, 1994: 262 y 269). El siglo xix supuso el impulso definitivo de la prensa y su consolidación como medio de comunicación de masas, gracias tanto al incremento de títulos como al de la calidad técnica, contenido y difusión. La Revolución francesa dio a la prensa un impulso extraordinario a medida que se desarrollaban los acontecimientos y se despertaba la curiosidad de todos. De 1789 a 1800 aparecieron
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en Francia más de 1.500 nuevos títulos,'o sea, en once años, dos veces ma que en los ciento cincuenta años anteriores (Albert, 1990: 36). En España a5: tras año fue aumentando el interés por la prensa, sobre todo tras la consolida ción del liberalismo a partir de 1833, lo que produjo un incremento constan^ y espectacular en el número de títulos. En el último año del siglo se alcanzaba la cifra récord de 1.347 cabeceras editadas por todo el país (Estadística de L prensa, 1990). Además del aspecto cuantitativo hay que resaltar el cualitativa La prensa puede ser calificada ya como medio de masas, con elevadas tiradas, renovación temática, precio asequible, lenguaje popular, buena distribución y mejora continua de la técnica de la información y comunicaciones (teléfona telégrafo, sistema postal, ferrocarril, agencias de noticias). También hay qu; destacar que se crea la empresa periodística autónoma con las principales ca racterísticas organizativas y económicas que la definen en la actualidad, come sociedades mercantiles anónimas, abiertas a un numeroso accionariado; lo cual permite traspasar los cortos objetivos de la empresa de carácter familiar. Lo í límites de la expansión vienen dados por otra razón más intrínseca a la propia sociedad española, como era el modesto desarrollo de dos variables esenciales: la urbanización y la alfabetización (Fuentes y Fernández, 1997: 147 y Sánchez Illán, 2001: 399-401). Durante el siglo xx se produjo una importante ruptura en la publicación de la prensa en España debido a la Guerra Civil (1936-1939). Esta se ha llevado consigo a la mayor mayo r parte de las principales cabeceras del siglo anterior. anterior. Dura Durante nte el franquismo fueron incorporándose a la escena pública nuevos títulos, sobre los que el régimen tenía establecido un férreo control ideológico y político. “En 1943, 37 de los 111 diarios españoles pertenecían a la Prensa del Movimiento, a la que las estadísticas más prudentes atribuyen en 1945 una tirada global de más de 600.000 ejemplares diarios, equivalentes al 41,2% de la difusión total de la prensa española” (Fuentes y Fernández, 1997: 254). Las únicas cabeceras madrileñas anteriores a 1936 que sobrevivieron a la guerra fueron ABC, Ya, Arriba e Informaciones. En Barcelona, Solidaridad Obrera se convirtió, de la Vanguardi rdiaa volvió en 1939 a su mano de Falange, en Solidaridad Nacional; L a Vangua numeración de 1936 y se denominó La Vanguardia Española. Entre los nue vos títulos títulos destacaban d estacaban Pueblo, portavoz de los sindicatos del régimen; Madrid, Alcázar, cuya publicación comenzó en Toledo en nuevo diario de la noche, y El Alcázar, julio de 1936 19 36 dentro del fam fa m oso os o símbolo sím bolo franquist fran quista. a. A principios de los años setenta la prensa empezaba a tomar posiciones ante el final del franquismo, que parecía inminente. El diario Informaciones se convirtió en el gran abanderado de la prensa liberal e independiente. A partir de la muerte de Franco comenzó una imparable evolución de la prensa, basada principalmente en nuevos títulos, como El País (1976), Diario 16 (1976), Avui (1976), Deia (1977), Egin (1977), El Imparcial (1977-1980) y El Periódico de Catalunya (1978). El primero, dirigido por Juan Luis Cebrián, pronto se
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convierte en el periódico de mayor difusión, haciéndose un hueco en el espacio liberal en el que se habían mantenido El Sol e Informaciones en su última etapa. Algunos viejos títulos, como ABC, se hacen con el público conservador tras la desaparición de Pueblo, Ya y El Alcázar, hasta que comienzan a surgir nuevas cabeceras que disputan este sector, como El Mundo (fundado en 1989 a partir del enfrentamiento del director de Diario 16, Pedro J. Ramírez, con uno de sus propietarios) y La Razón en 1998 (Quirosa-Cheyrouze, 2009). Esa centuria se ha cerrado con un notable descenso en el número de títulos, aunque puede decirse que los periódicos son más extensos en tamaño y más ricos en contenido. En 1920 se había llegado a 2.289 títulos, cifra ya jamás igualada (Pizarroso, 1994: 288). En el año 2000 el número de periódicos que se editaron en España fue de 101, y puede apuntarse una serie de caracterís ticas de la situación de la prensa española a finales de siglo: estancamiento de la tirada global de la prensa diaria, lejana a la de otros países del entorno; muy pocos títulos concentran la mayor parte de ejemplares; diferencias terri toriales muy notables en la difusión de la prensa; tendencia a la concentración del sector empresarial, con tres grandes grupos empresariales privados, e in cremento continuo de las ediciones electrónicas a través de Internet. La red se convierte en un importante escenario de la información (Las cifras de la cultura, 2002: 209-221). Son millones y millones las páginas que se han publicado y que se conservan en las hemerotecas, siempre con muchas medidas de seguridad por la mala ca lidad del papel de periódico. En los últimos años, la mayor parte de esos títulos se han digitalizado con proyectos modélicos que tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo son referente en todo el mundo. Y los proyectos siguen adelante, a pesar de las dificultades. La prensa, sin duda, es hoy, des pués de algo más de veinte años de proyectos de digitalización en nuestro país, el material que después de la legislación mayor porcentaje presenta de todos los fondos digitalizados conservados en archivos, bibliotecas y hemerotecas, lo que es una fortuna para el historiador, que debe conocer estas posibilidades que Internet facilita libremente. Además, la mayor parte de estas colecciones ofrecen no solo el texto com pleto de sus páginas, sino también la posibilidad de buscar en cada una de sus palabras, por medio de técnicas de reconocimiento óptico de caracteres (OCR) que van mejorando con el paso de los años, y con aplicaciones y programas de búsqueda cada vez más pe*rfeccionados, como Pandora. Incluso desde 2010 se ofrecen conjuntamente la mayor parte de los títulos digitalizados, estén donde estén depositados, por medio de recolectores como Hispania. Aun con todo, po demos concluir que aunque es mucho lo que se ha avanzado, sin duda alguna, queda bastante camino por recorrer. Los proyectos de digitalización necesitan recursos económicos para seguir avanzando. Pero la mayor problemática que presentan en la actualidad radica en las interfaces y programas de búsqueda,
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porque presentan todavía múltiples diferencias y dificultades que hacen complicada la consulta de tantísima información (Abadal y Guallar, 2009).
7.2.
La metodología de la prensa
Tantos millones de páginas impresas en millones de ejemplares correspondientes a miles de títulos tienen que tener forzosamente numerosas posibilidades para el conocimiento y la construcción de nuestra historia. El interés por la prensa como fuente para el estudio de la historia comenzó en la década de los años setenta del siglo xx y se reafirmó en la siguiente. En España, la prensa comienza a tener importancia como fuente histórica sobre todo a partir de la obra de Manuel Tuñón de Lara, Metodología de la historia social de España (1973). En ella abogaba por la utilización de todo tipo de fuentes, entre ellas la prensa, porque “la prensa tiene una importancia fundamental en la historia de los dos últimos siglos” . Fruto del interés despertado por esta nueva fuente fue la celebración de diversos encuentros científicos, alentados por el profesor Tuñón, en los que se avanzó con paso firme en cuestiones metodológicas y en el conocimiento de la historia de la prensa, requisito imprescindible para su correcta utilización. Hoy día la prensa ya está consolidada entre las principales fuentes del historiador, y figura así en los más recientes libros de metodología y técnicas de investigación de la historia. Un periódico es un archivo que guarda de todo: texto e imagen, opinión e información, revelaciones trascendentes y pequeñas minucias de la vida cotidiana, artículos de grandes personalidades y cartas de autores anónimos. Es, por tanto, un registro de la sociedad, de la historia. El trabajo del periodista consiste básicamente en seleccionar y exponer las noticias, basándose en sus fuentes y en su preparación. El trabajo del historiador con la prensa es muy similar. El periódico es una fuente inmediata de información en su momento. El discurso periodístico reconstruye el contexto desde el texto. Los lectores leen un determinado periódico por confianza en su objetividad, por identificación ideológica o por su especialización. Para el historiador, según el periódico que estudie, constituye una fuente para obtener información de acontecimientos y estados de opinión y mentalidad de la clase social e ideología a la que representa. Puede representar los intereses colectivos, por medio de asociaciones con los periódicos, y a quiénes representan, y deben tener siempre en cuenta para hacer valoraciones la tirada de ejemplares. Conociendo la ideología e intereses del periódico, el historiador puede hablar en boca de a quien representa, y reducir la opinión de los principales grupos sociales, económicos y políticos a través de su prensa, sean órganos oficiales u oficiosos. Por tanto, la prensa ofrece grandes posibilidades para el historiador, ya que informa detalladamente día a día de lo que fue la
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actualidad del momento, pero también sirve de instrumento para profundizar en la psicología de la gente, en sus problemas y preocupaciones, en sus estados de ánimo y en sus intereses. La utilización de la prensa como fuente histórica exige, como ya escribiera Tuñón (1973), un fuerte espíritu crítico, por lo que es necesario poder comparar dos o tres periódicos de orientación diferente para estudiar un mismo tema. En algunos casos en que la censura de prensa es muy fuerte, se impone la comparación con periódicos de otro país, siempre que estos últimos tengan una información sólida y buenos corresponsales. Lo antedicho supone que el manejo de la prensa como fuente implica conocer el contexto histórico de cada publicación. En resumen, establece como requisitos indispensables de método, los siguientes: •
• •
Seleccionar las fuentes por medio de un conocimiento de la coyuntura histórica y de las publicaciones más importantes desde el punto de vista de su historia, intereses económicos, políticos e ideológicos (historia de la prensa). La consulta de varias publicaciones sobre el mismo tema y periodo estudiados (pluralidad). Por último, no hay que olvidar nunca que la prensa, además de información, opinión política, literatura o reportaje, es ideología.
Tras conocer estos requisitos, resulta aconsejable añadir una serie de recomendaciones metodológicas para el trabajo con la prensa como fuente histórica:• •
El historiador debe tener siempre presente la recuperación condicionada de la información que exhibe el texto periodístico. La mayor parte de los lectores leen lo que el periódico quiera que se lea. • La comprensión y la conducta social derivada de la elección de los textos informativos está mediatizada por las ideologías y por el sistema de creencias, muchas veces implícito, de emisores y receptores, de medios y consumidores. • El “Editorial” expresa la opinión del periódico; se trata del lugar oficial dedicado a opinar sobre un tema de actualidad. Debe ser, por tanto, el principal foco de atención del historiador para obtener la opinión del grupo político, social o económico que hay detrás del periódico. El resto de noticias y reportajes nos ayudan a obtener información, observando los principales acontecimientos. Además nos permiten advertir estados de ánimo y mentalidad,y comprender la línea ideológica e intereses del periódico en cuestión. • La sección de “ Cartas al Director” es la más libre del periódico, la que acoge opiniones de los lectores. Por tanto, puede dar un aire fresco a
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los distintos textos informativos del periódico, habitualmente dirigidos por la línea editorial, aunque los autores de las cartas suelen identificarse con la línea ideológica del periódico que leen. No hay que pensar tanto en las mentiras intencionadas como en las ver dades a medias, en las ocultaciones intencionadas, en los silencios. La información se suele alterar por medio de silencios, destacando titulares, según la página y lugar de colocación de la noticia, en los pies de fotos. La portada resulta un elemento fundamental, por ir dirigida a ella la primera mirada. Sobre la credibilidad de la prensa existen dos grandes concepciones: (a) la concepción monádica, desde la cual se considera función exclusiva de la fuente informativa, y (b) la concepción diádica, desde la que se postula una interacción sistemática entre fuente y audiencia -lectores-. La prime ra concepción quedaría articulada sobre las actividades de competencia y confiabilidad, mientras que la segunda se inclina más bien por resaltar el papel de las evaluaciones y autoevaluaciones del receptor: la primera como proyección del profesional de la información sobre sus lectores ideales, y la segunda como resultado de la interacción del lector con su informador desde el contexto cognitivo y el baremo de veracidad de este último. La censura ha sido importante en la historia de España, pero no podemos obsesionarnos ya por eso. Más que de la censura, no debemos olvidarnos de la autocensura. En este caso no hay galeradas, ni documentos en los archivos que nos ayuden a reconstruir la verdad. Por ello su efecto para la historia resulta, si cabe, más pernicioso.
Ante los mecanismos complicados de la prensa y su enrevesada deformación de la información hay que incidir en el conocimiento de la fuente, examinar el periódico tanto en su forma y contenido como en todo cuanto rodea a la pro ducción: propietarios, lectores y demás circunstancias de publicación y difusión (Extramiana, 1979). Para ello este autor requería proceder al trabajo de “cen sar, repertoriar y clasificar los periódicos”, cuestión a la que afortunadamente se dedican cada vez más especialistas de historia de la prensa en nuestro país, a tenor de la abundante bibliografía, algunos de los cuales, además, han analiza do el estudio de fuentes, básicamente cuantitativas, para el conocimiento global de la prensa española, como estadísticas oficiales y anuarios. Con la finalidad de conocer mejor la prensa se ha hecho necesario no solo abundar en la mera evolución y clasificación cuantitativa de la prensa, sino también avanzar en un segundo paso hacia el conocimiento más amplio de su propia historia, tarea esta última sobre la que hay importantes especialistas en nuestro país e importantes trabajos, y, además, disponer de una metodología capaz de rentabilizar al máximo su utilidad histórica. En este sentido se ha comenzado por la elaboración de la clásica ficha hemerográfica, destinada a
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establecer la morfología del periódico, por una parte, y por otra, a efectuar la disección disección de su naturaleza interna. interna. Es lo que denomina Jac Jacque quess Kayser, en su su Le Journal Journ al Frangais, Frangais, “registro “ registro de identificación” (nombre del periódico y dirección, dirección, periodicidad, periodicidad, tirada, tirada , precio, precio, form fo rmato ato...) ...) y “exp “ expedie ediente nte de identidad” (estru (estructu ctura ra jurídica jurídic a y financiera, financier a, condiciones condicione s de fabricaci fabri cación ón y de distribución, distrib ución, organiza orga nización ción de la redacción y línea y acción política). Este modelo, ampliamente difundido en nuestro país, ha servido de punto de referencia a distintas propuestas metodológicas, que en unos casos han pretendido completar el esquema de Kayser, adaptándolo a la realidad española, y en otros han partido de una crítica a la concepción misma de su método. Celso Almuiña, basándose en este modelo, propone una ficha dividida en tres apartados: ficha descriptiva (cabecera, datación, características técnicas), ficha analítica (datos de la empresa editora, difusión) y aspectos históricos (significación ideológica, localización actual del periódico). María del Carmen García Nieto elaboró, por su parte, una alternativa al modelo formalista de Kayser, subrayando la naturaleza histórica del material hemerográfico y estableciendo una más adecuada relación entre la prensa y su entorno histórico. El catálogo de fichas hemerográficas, con todo, no está agotado ni mucho menos, como puede percibirse en otros estudios de carácter general o local. El informador busca la efectividad de lo noticiable exponiendo lo más destacado de la noticia y las más destacadas de las noticias, renunciando a transmitir información exclusivamente en función de la cantidad de información asociada a la noticia y a las noticias. El periodista es un profesional con la preparación necesaria para seleccionar el material y las fuentes de su trabajo. La información, a diferencia de la comunicación, implica el empleo sistemático de filtros. La sección periodística resulta, al fin y al cabo, de la acción de tales filtros selectivos. La comunicación se eleva al rango de información a través de los siguientes filtros selectivos:• selectivos:• •
Actualidad: la información se filtra según la existencia de un margen de tiempo estrictamente estrictamente ajustado ajust ado a la periodicidad period icidad del medio, a las vivencias vivencias del lector lector y al cúmulo cúmulo de variables socioculturales, políticas o económicas de la comunidad. • Consonancia: se filtra según el horizonte experiencial del lector. • Continuidad: la información se filtra filtra refiriéndose refiriéndose al encadenamiento crocro nológico de un evento con otro en el marco de un mismo acto noticiable. • Umbral: la información se filtra según el grado de novedad o intensidad remática del evento noticiable. • Negatividad: la filtración se realiza sobre el cariz eminentemente conflictivo del evento susceptible de noticiarse. • Composición: la información se filtra según la composición ideológica del medio en que el informador ejerce su profesión.
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Significatividad: el filtro se basa en el grado de proximidad, afinidad e identificación con la matriz de preocupaciones sociales, políticas, cul turales, religiosas, económicas, históricas, etcétera, de la comunidad de ciudadanos. Imprevisibilidad: la información es seleccionada en relación con la marginalidad y desviación del evento noticiable. *
Los mecanismos de la atención permiten la selección de una fracción perti nente del conjunto de mensajes concurrentes que se emiten en un acto de habla, y que se procesa intensamente, mientras que la información restante (eventual mente irrelevante) queda depositada en un segundo plano, y recibe, por el con trario, un procesamiento mínimo. Semejante función de filtro y amortiguamien to permite el procesamiento activo (decisivo y mediador) de la información. En el periodismo puede decirse que hay unas reglas generales que mueven la lectura de las páginas de periódicos. El periodista guía al lector y el historiador debe conocer este tipo de alteración. En un principio, el lector observa más que lee. Lo primero que hace es proceder a una exploración inicial, decidiendo si vale la pena leer, examinar las fotografías... Unas ciertas reglas de comporta miento de todo lector están contenidas en lo que se llama “diagrama de Gutenberg” berg ” , el el cual establece la existencia de una tendencia tendencia de comportamiento lector lector del usuario ante el diseño concreto de cada medio de comunicación escrita. Podría resumirse en tres ideas: • • •
El punto de partida part ida de lectur lecturaa de todo texto es la esquina superior iz iz quierda. Desde ese extremo el el lector lector se adentra en la página págin a y ahí debe debe existir un un punto de atracción de la atención. El ojo tiende en diagonal diago nal hacia la esquina inferior inferior derecha, derecha, la cual actúa actúa como una “línea de gravedad de lectura”. Pero esta línea no sigue el cur so a ciegas, ni con la mirada predeterminada, hacia el punto terminal de esa diagonal, sino que puede desviarse según los “imanes ópticos” que existan en las áreas anejas para atraer la visión.
Si la línea de gravedad de lectura ejerce la atracción de la visión quiere decir que las esquinas esqui nas superior sup erior derecha e inferior inferior izquierda necesitan necesitan un trabajo espe cial para mantener sobre ellas también un grado aceptable de atracción, ya que al ojo humano no le gusta ir contra la gravedad de la lectura (de abajo hacia arriba). Esto supone pensar que si el ojo es atraído al centro de la página, ten drá dificultad en subir y dejará presumiblemente sin leer cualquier información situada situad a en la parte alta izquierda, pues el ojo tenderá hacia abajo ab ajo y a la derecha derecha.. Desde una perspectiva infográfica, el titular ocupa el lugar más destacado tipográficamente de la noticia, siguiendo en esto el mecanismo de alerta propio
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de la actividad atencional. El titular se halla conscientemente dirigido, pues es aquello que produce el redactor para modificar el contenido mental -esto es, el grado de conocimiento e ignorancia- que sobre la cuestión él le atribuye al lector. A través de un movimiento perceptivo de oscilación rápida (alerta fásica) el redactor, en un estado transitorio de preparación, procesa el titular en una situación específica (realce tipográfico, orden de palabras, comprensión de pá rrafos introductorios). En una fase ulterior de oscilación lenta (alerta tónica), el redactor opta por la ubicación concreta del titular en la noticia, y que puede aparecer aquel tanto antes como después de la información puesta o dada, pero con una tendencia generalizada a precederla, en calidad de núcleo tipo gráfico. Desde una perspectiva nocional o semántica, el titular es indeterminado. Quiere esto decir que a su emergencia se llega a través de un proceso selectivo que segmenta la realidad y procede a filtrarla de forma activa, lo que da lugar a expresiones que no conllevan el supuesto de que su referencia sea unívocamente determinable mediante el conocimiento compartido de redactor y lector. Hay selección por parte del periodista. Pero también por parte del lector. Los lectores de prensa no son meros productores-receptores pasivos de infor mación, sino que gracias a su atención seleccionan y deciden a cada instante qué aspectos del entorno informativo general son relevantes y requieren, consi guientemente, una elaboración cognitiva. Aparte del titular, con sus entradillas o postítulos, hay otros elementos que contribuyen a guiar la lectura del periódico. En primer lugar podemos citar la dimensión de la noticia. Cada periódico hace más asequible la cantidad de información que canaliza recortando esa información, es decir, haciendo que unas noticias ocupen más espacio, otras menos y otras no lleguen ni a aparecer. He aquí la primera alteración que se introduce sobre el mensaje: la superficie dedicada a cada noticia. Una primera, y muy significativa, forma de alteración, antes de pensar que el contenido del texto, el sentido del titular, pueda ser dife rent rentee y deformante. deformante. A través través de la extensión de la la noticia se está valoran va lorando do cada una y se está induciendo al lector a que se fije más en unas que en otras, se le condiciona a que considere más importantes unas que otras, y hasta imponien do que llegue a desconocer otras (cuando no aparecen). Así que estamos ante un valor significativo de la manipulación de la noticia: su superficie. Antonio Rodríguez de las Heras ha expuesto un artificio metodológico para estudiar, a través de técnicas cuantitativas, la alteración de la información en la prensa, el ruido. La alteración puede provenir de la propia selección de noticias y de la superficie de cada noticia; del titular, que puede ser diferente y defor mante, y de la primera página, indicador básico tanto en los titulares como en la superficie informativa por ser su información la que primero y de manera más rotunda llega al lector.
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Aparte de la cuantificación formal, Tuñón de Lara aboga por cuantificar ¿ contenido, a través de varios procedimientos; por ejemplo, ante cada tema s í puede trazar una gama de actitudes: aprobación entusiasta, aprobación mi tigada, crítica mitigada, desaprobación total. A veces se trata de hacer uní estimación más completa de la temática de un periódico. Para eso el sistema anterior hay que multiplicarlo por una serie de secciones: editorial, informa ciones generales, colaboraciones firmadas importantes, etcétera. Se pueden combinar dos cuantificaciones: la del número de líneas y la de coeficientes di temas tratados. En segundo lugar, además de la superficie de la noticia tenemos que tener presente el lugar de colocación: el número de página y el sitio en la página. No tiene la misma repercusión la portada que la página 20. Tampoco la noticia que ocupa un lugar central de la página que la que se esconde en un extremo inferior. La composición de la primera página de un periódico se rige bajo do* imperativos: hay que poner límite al número de noticias que accederán a la pri mera página y hay que asociarles una superficie no igual para todas ellas. Parí De las Heras, el indicador básico para el análisis de la primera página consistí en medir medir la cantidad can tidad de información, por po r la que medimos la incertidumb incertidumbre re anís cuál será la noticia sobre la que el lector fijará primeramente su atención: Por tanto, si la primera página no recoge más que una noticia, la incer tidumbre que hay ante cuál será la noticia sobre la que, en primer lugar, se fije el lector es nula y, consecuentemente, la cantidad de información de ese mensaje cero también. Aumentará la incertidumbre a medida que aumentí el número de noticias que contenga la primera página, pues el lector podrá detener su primera atención sobre una u otra noticia. Y de esto se deduce sir esfuerzo, que para el mismo número de noticias, si éstas tienen entre sí uní gran desigualdad en la superficie que ocupan, y, por ejemplo, una domim superficialmente sobre las otras, el mensaje de una primera plana así tendrá menos cantidad de información que si todas las noticias se reparten equitati vamente la superficie, pues para el primer caso hay menos incertidumbre que en el segundo acerca de qué noticia atraerá primero la atención del lector Pues esto se cuantifica con la cantidad de información que consiguió formu lar Shannon, hace ya cuarenta años, para cualquier tipo de mensaje. (Prensa de los siglos xix y xx, 1986: xx, 1986: 391) Además de conocer la historia de la prensa y sus características formales, el historiador debe dominar la estructura y contenido de la prensa, los distintos textos informativos que componen los periódicos. El texto informativo es una especie de circuito psicológico en pequeño, por el que pasan emociones, codifi caciones (la tarea filtradora filtra dora y glosística del periodista), periodis ta), percepciones percepciones (el (el disposi disposi tivo atencional del titular y el dispositivo memorístico de la glosa periodística y comprensiones. El texto guía la producción y comprensión del discurso ir-
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formativo generando g enerando expectativas, expect ativas, pues p ues intervie interviene ne directamente directamente en la compren compren sión de los procesos perceptivos habituales del ciudadano que pretende estar informado. Se trata de un guión que, tras la presentación de la escena visual enmascarada, permite el seguimiento de una historia, pues incluye la secuencia estereotipada de los referentes y de las acciones principales de la historia refe rida mientras que las ordena de un modo no arbitrario, es decir, manteniendo una línea de dependencias causales. Lass noticias La n oticias se leen, leen, se se tocan toc an... ... y se ven. ven. Se presentan presentan visualmente según una conformación tipográfica determinada (colores, líneas, maquetación, exten sión). La infografía no solo no procede a eliminar el texto periodístico escrito, sino que se inscribe en él como uno más de sus componentes constituyentes. Su objeto principal es comprimir a nive nivell perceptivo la compleja com pleja serie serie de hechos que articulan un acontecimiento, hasta hacerlo comprensible. La infografía se sirve de lo inmediatamente perceptivo (relaciones visuales y espaciales) para alcan zar su objetivo de contar la información de forma simple, directa y económica, buscando con ello el trazado de auténticos gráficos informativos. La técnica de comprensión que supone lo infográfico responde a la deliberada y autoconsciente intención del informador de explicar la clave de un acontecimiento de la manera más sencilla e intelectualmente asequible. Siguiendo a Jorques (2000), podemos establecer tres tipos de textos perio dísticos informativos: 1.
Textos informativos inform ativos de relieve relieve:
elaborados por el periodismo periodismo de informa ción o descriptivo, son aquellos que centran su objetivo en la explicitación prioritaria del acontecimiento como tal. Son esencialmente equilibrados, primando en ellos los factores de actualidad, consonancia, continuidad y umbral. Hicieron su aparición en el periodismo escrito hacia el último tercio del siglo xix y nacen básicamente vinculados al periodismo de corte anglosajón (inglés, estadounidense, canadiense y australiano); un tipo de periodismo que emerge desde el telón de fondo de la gran prensa de masas y que ha mostrado siempre una clara inclinación por convertir al ciudadano en la principal fuente de transmisión de acontecimientos noticiables, sometidos a un proceso de democratización. Se dividen en tres tipos de textos: -
Noticia: es
el texto prototípico de relieve e intenta aportar una cantidad máxima de bits de información. - Noticia-comentario: atiende prioritariamente a las relaciones in formativas que el periodista como sujeto activo mantiene con la realidad y con el mensaje construido a tenor de ella. Es un texto atento a los parámetros ideologizantes del mensaje: el periodismo de información se aproxima al de opinión.
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Entrevista: adquiere preeminencia el entramado de vinculaciones que el periodista como sujeto relevante mantiene respecto a su lec tor. El periodista extrae la información directamente del protago nista por medio del diálogo. Se trata de un texto atento a la apro ximación en detalle del lector al acontecimiento: el periodismo de información tiende lazos con el periodismo de investigación.
2. Textos informativos de detalle o precisión: característicos del periodismo de investigación o explicativo, son aquellos que centran su interés en la explicitación del dato. Hacen su aparición de forma relativamente tardía, hacia mediados de la década de los cincuenta, y están estrechamente vin culados a una concepción primordialmente latina del periodismo escrito, orientada a poner de manifiesto los complejos engranajes del aconteci miento, su multiplicidad cuantitativa y cualitativa, sus líneas de predic ción, la secuencia de sucesos y el modo en que estos se hilvanan. También se dividen en tres tipos de textos: -
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Reportaje: información periodística realizada en el lugar mismo del hecho, suceso, acontecimiento de que se trata, o sobre deter minado personaje. Es el texto prototípico de detalle, destinado a primar al receptor por sí mismo. A través de él se lleva a cabo la descripción del acto comprensivo del lector desde la realidad en volvente y desde el informador encargado de codificarla. Crítica: se atiende de forma preeminente a los factores semánticos e ideológicos del discurso informativo; el periodismo de justifica ción queda escorado del lado del periodismo de opinión. Crónica: comentario periodístico sobre temas de actualidad. Los factores directamente relacionados con el punto de vista del infor mador adquieren una primacía inusitada en el reportaje estándar: el periodismo explicativo queda orientado hacia el de relieve o informativo. Si la crítica prima la relación del lector con su reali dad, la crónica hace lo propio desde la vinculación del lector con el profesional de la información.
3. Textos de acumulación: englobados en el periodismo de opinión o prescriptivo, son los basados en el subrayado de la primacía del propio men saje informativo sobre las instancias codificadora e interpretante de este. Son informativamente redundantes, en claro contraste con la entropía consustancial a los textos de relieve, pues en ellos adquieren preeminen cia los parámetros selectivos de negatividad, imprevisibilidad, significatividad y composición. El surgimiento cronológico de los textos de relieve es, en este sentido, altamente revelador: la primera etapa del moderno
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periodismo escrito fue claramente ideológica, y los primeros textos de acumulación, doctrinales y apologéticos, hacen su aparición en el primer tercio del siglo xix. El periodista es el depositario de una suerte de com promiso fiduciario de responsabilidad ideológica, moral y cívica con la comunidad de ciudadanos-lectores. De ahí que el acontecimiento, mate ria prima de la circulación informativa, pase a entablar con el informa dor una relación de privacidad. La visión democratizadora promovida desde los textos de relieve es aquí deliberadamente contrarrestada con un enfoque elitista: el conocimiento original del acontecer es privilegio de la clase periodística. Como principales tipos de textos de acumulación pueden incluirse los siguientes: -
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7.3.
Columna de opinión: es el texto prototípico o representativo de acumulación. Se trata de un texto destinado a facilitar al lector las claves interpretativas profundamente personales e intransferi bles del periodista, de un único periodista comprometido con la realidad comunitaria. De ahí que sea un texto que atiende priori tariamente a la relación del mensaje informativo con sus propios dispositivos ordenativos: una descripción de la realidad llevada a cabo desde la complicidad del informador con sus lectores. Editorial: implica una intromisión en el ámbito del periodismo prescriptivo de una parcela del periodismo informativo, al desta car la figura del informador. El editorial es el texto representa tivo del estado de opinión de propietarios y staff de dirección y redacción de un periódico y atiende ante todo a las dimensiones relevantes de la información (no olvidemos que solo una noticia significativa y de actualidad evidente resulta susceptible de engen drar un editorial). Columna de análisis: juega con el debilitamiento conjunto del emisor e implica la inserción en el periodismo persuasivo de una porción del periodismo de investigación, al destacar la figura del lector. La columna de análisis se decanta por una valoración espe cial de las pautas contextúales complejas (detalles causa-efecto) de esta.
La prensa digitalizada en Internet: las hemerotecas virtuales
En marzo de 1979 comenzó a funcionar en Birmingham el primer periódico electrónico, el Viewtel 202, transmitido por el.sistema Prestel de teletexto. Des de entonces, el soporte electrónico ha avanzado considerablemente, y es hoy
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un complemento habitual en la mayor parte de periódicos de carácter nacional e internacional, que ofrecen acceso a buena parte de su contenido a través de Internet. Hubo que esperar hasta 1994 para poder acceder al Electronic Telegraph, editado por el rotativo británico Daily Telegraph, el pionero en la red de los diarios tradicionales. En España, las ediciones en línea de las principales cabeceras surgieron en 1995: Avui, El Periódico de Catalunya, El Mundo, La Vanguardia y ABC, por orden cronológico. El País Digital se estrenó el 4 de mayo de 1996, coincidiendo con el xx aniversario de El País. Era el último de los diarios españoles de tirada nacional en saltar a la red. Estas ediciones electrónicas individuales de las principales cabeceras tienen gran importancia para todo el público porque nos mantienen informados al instante mismo de producirse la noticia. Pero para el historiador resultan de mayor trascendencia los proyectos de digitalización que se han emprendido en los últimos años desde dos ámbitos diferentes. El primero, protagonizado por algunos de los periódicos de mayor tradición y prestigio nacional e internacional, con el fin de ofrecer acceso electrónico a sus páginas históricas. El segundo, realizado por las principales bibliotecas, hemerotecas y algunos centros de documentación, lanzados recientemente a proyectos de digitalización a texto completo de sus colecciones hemerográficas, tanto con la finalidad de preservar sus fondos como la de facilitar el acceso a los investigadores. En la actualidad, España puede presumir del gran nivel tanto cuantitativo como cualitativo alcanzado en sus proyectos de digitalización de su prensa histórica. En gran parte ha sido debido a la necesidad de preservar sus páginas, dado el rápido y alarmante deterioro del papel por su degradación natural y por la provocada por la consulta de los investigadores. También se ha visto favorecido por la facilidad técnica que ha supuesto la digitalización a partir de las microformas, microfilmes y microfichas principalmente, soporte empleado de forma masiva en los años setenta y ochenta del siglo xx en las hemerotecas de todo el mundo para conservar los materiales y para ahorrar capacidad de almacenamiento. La principal iniciativa de digitalización de prensa histórica en España la la desarrolla el Ministerio de Cultura, a través de su organismo autónomo Biblioteca Nacional y de su Subdirección General de Coordinación Bibliotecaria. La Biblioteca Nacional de España tiene una de las mejores colecciones de prensa de todo el país, tanto por su tradición como por haber heredado los fondos de la antigua Hemeroteca Nacional. Otra parte de los más importantes fondos hemerográficos los tienen las bibliotecas públicas del Estado en cada provincia, las bibliotecas municipales, las bibliotecas regionales y las bibliotecas universitarias. La Subdirección General de Coordinación Bibliotecaria ha liderado uno de los más ambiciosos proyectos cooperativos, la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, que tiene por finalidad preservar y divulgar las principales co-
La prensa
lecciones dependientes de las comunidades autónomas así como de diversas instituciones de carácter científico o cultural, como ateneos, fundaciones, universidades y diversas empresas periodísticas. Hay fondos digitalizados de 91 bibliotecas. Actualmente dispone de 2.231 títulos digitalizados con un total de 1.186.906 ejemplares y 7.225.905 páginas. Contiene cabeceras de 188 localidades pertenecientes a 61 provincias, publicadas entre 1753 y 2013. La consulta incorpora una importante funcionalidad que permite buscar por cualquier palabra de cualquier página de cualquier periódico digitalizado y garantizar el intercambio de información entre instituciones de todo el mundo gracias a la tecnología ALTO (analyzed layout text object) que se utiliza en grandes proyectos de reconocimiento óptico de caracteres (OCR) en prensa digitalizada, tanto de Europa como del resto del mundo y, muy especialmente, en los Estados Unidos y Australia. A través de la aplicación Pandora, utilizada por la mayor parte de hemerotecas digitales de carácter regional, ofrece como principales las siguientes posibilidades de búsqueda por palabras (si se quiere buscar una frase hay que encerrarla entre comillas), por campos y por fechas. La Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional tiene como objetivo básico conservar y preservar los ejemplares depositados en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, y facilitar al mismo tiempo la consulta y difusión pública a través de Internet. Nació en 2007 con una colección inicial de 143 títulos de prensa y revistas, cuya oferta se ha ido ampliando constantemente. Actualmente la HD presenta una colección integrada por 1.819 títulos, con casi 28 millones de páginas digitalizadas. En ella están representados los principales títulos de la prensa española, tanto por su tirada como por su repercusión social, publicados entre 1683 y 1993. La consulta de la Hemeroteca Digital puede realizarse en todos los idiomas oficiales del Estado español, además del inglés y el francés, y las opciones de búsqueda son por palabras, título, ámbito geográfico, año y fecha. La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes fue creada en 1999 por la Universidad de Alicante y el Banco Santander Central Hispano, con el objetivo de crear un amplio fondo bibliográfico digital, formado por textos íntegros de obras de autores clásicos de España y Latinoamérica, accesible gratuitamente desde Internet. Además, dispone de interesantes portales temáticos, archivos particulares y una buena colección de publicaciones periódicas, prensa y revistas científicas y culturales de diferentes áreas temáticas de los siglos xvm, xix y xx, compuesta por 442 títulos digitalizados. Entre los interesantes títulos digitalizados destacan las principales revistas ilustradas nacidas en el siglo xix. La búsqueda en la Hemeroteca de la BVMC puede realizarse por listado de autores, títulos y materias (CDU) o a través de catálogo en los mismos campos más el de periodo (por siglos). N o tiene disponible la búsqueda en el texto completo. Además de las colecciones nacionales que pueden consultarse en la red, también hay una importante colección de hemerotecas regionales que recogen gran parte de los títulos de carácter regional, provincial y local que se han editado
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a lo largo de nuestra historia contemporánea, realizadas por las comunidades autónomas o las universidades de sus territorios. Muchas de estas hemerotecas digitales forman parte de la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica. Las princi pales son ARCA (Arxiu de Revistes Catalanes Antigües), proyecto de la Biblio teca de Catalunya, Consorci de Biblioteques Universitáries de Catalunya y otras instituciones catalanas; Biblioteca Virtual del Principado de Asturias, creada a partir del Sistema de Información Documental en Red de Asturias (SIDRA): Biblioteca Virtual de Andalucía; Memoria Digital de Canarias; Biblioteca Vir tual de Castilla-La Mancha, iniciativa del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha (Universidad de Castilla-La Mancha); Biblioteca Digital de Castilla-La Mancha, de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha; Euskal Prentsaren Lanak (Hemeroketa.com); Galiciana: Biblioteca de Galicia; Hemeroteca Digital de Murcia, y SOMNI (CoMeció digital de fons historie de la Universitat de Valencia). La Hemeroteca Municipal de Madrid cuenta con una de las mejores colec ciones impresas de todo el país, formada por unos 25.000 títulos publicados desde el siglo xvi. Fue fundada en 1916 e inaugurada dos años después. De acuerdo con el propósito de sus fundadores, se conserva prensa proveniente de todo el mundo hasta mediados del siglo xx. A partir de 1966 solo recoge la prensa editada en Madrid. Actualmente cuenta con 390 títulos de periódicos y revistas digitalizados, la mayor parte de ellos accesibles también a través de la Biblioteca Digital Memoriademadrid y de la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica. Algunas de las más importantes cabeceras de la prensa española no se han publicado digitalmente en las principales colecciones vistas con anterioridad, pero se presentan individualmente a través de sus hemerotecas digitales. Entre ellas destacan, sobre todo, la Hemeroteca de ABC y la Hemeroteca de La Vanguardia. La primera facilita la consulta del diario madrileño fundado por Tor cuata Lúea de Tena en 1905, aunque llevaba dos años de prueba, con distinta periodicidad. También ofrece la consulta del semanario gráfico Blanco y Negro, fundado por Lúea de Tena en 1890. En la Hemeroteca de La Vanguardia puede consultarse desde su primer número, publicado en 1881, hasta la actualidad. Se trata del periódico más antiguo de los que se publican actualmente en España.
Las fuentes orales
8.1.
La metodología de las fuentes orales
La historia oral es, en palabras de Paul Thompson, la más antigua y a la vez la más nueva forma de hacer historia. La fuente oral ha sido utilizada por Herodoto, Voltaire o Michelet, por citar algunos de los nombres más destacados de distintas épocas. Pero con la influencia del historicismo y la escuela metódica, manifiesta a partir de la segunda mitad del siglo xix, el documento escrito se erigió en única fuente de conocimiento. La fuente oral, olvidada en la historia desde el siglo xix, no se había perdido. La sociología y la antropología la man tuvieron viva, principalmente entendida como historias de vida. Después de la Segunda Guerra Mundial comienza su recuperación. La historia y la fuente oral no solo ha tenido una gran repercusión en la historia contemporánea española, por la apertura temática y cronológica, sino que podemos decir que ha jugado un papel muy destacado en la renovación de la historiografía de nuestro país, aunque no sea claramente reconocido, cues tionando algunos mitos profundamente enraizados, especialmente en torno al movimiento obrero, y rompiendo brechas contra el uso y abuso de la historia política y económica, de las técnicas cuantitativistas y los enfoques estructuralistas y deterministas. Entre las innovaciones metodológicas más importantes de la historia y fuente oral, Cristina Borderías (1995: 118) señala las siguientes:• •
El diseño micro de sus objetos de estudio: un pueblo, una insurrección, una colectividad, una empresa, una persona.
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El intento por situar como centro privilegiado de la reflexión historiográfica el cambio social y en función de ello focalizarse en torno a periodos de cambio acelerado: coyunturas de crisis, elecciones, insurrecciones, et cétera. El interés por acercarse a una historia de la clase obrera desde las mayo rías no organizadas, en lugar de reducirse como era habitual por enton ces a las organizaciones obreras y las élites políticas. Y teniendo como uno de sus objetivos reflexionar sobre las relaciones entre estos en mo mentos de cambio social y político. El interés tanto por las prácticas como por las representaciones, el sen tido que los actores dan a sus acciones y las interpretaciones sobre los hechos vividos. El intento de aunar el análisis de las relaciones sociales, con una perspec tiva comprensiva en la que el significado subjetivo de los actores sociales es una fuente privilegiada para el acceso a las creencias, los valores y la cultura de los grupos sociales.
La historia oral, o mejor dicho, la historia con fuentes orales, ya que el pri mer término no ha tenido demasiado éxito en España, surgió como pionera en la renovación historiográfica. Cuando faltan datos para reconstruir el pasado, los testimonios orales son especialmente útiles y válidos para cimentar la histo ria y cuando ya existen puede igualmente jugar un papel destacado y renovador al aportar otros enfoques y puntos de vista sobre el tema. Como señala Ralph Samuel, “la historia no se hace oral por falta de documentos” . Para una filosofía de la ciencia positivista, las aseveraciones científicas se de bían basar en datos observables; la observación de los datos y la interpretación de su significado se debían someter a una separación estricta. En la epistemo logía posmoderna, la fuente oral se entiende como un lugar de construcción de conocimiento, “la certeza de nuestro conocimiento es menos una cuestión de interacción con una realidad no humana que un asunto de conversación entre personas” (Kvale, 2011: 46). La fuente oral es subjetiva, quien recuerda lo hace desde una perspectiva personal. El historiador es quien tiene que ayudar indi rectamente al testigo para que trascienda su experiencia personal y la articule en el contexto de su época y en el marco de su grupo social. “Es entonces cuan do la subjetividad-objetivada del testimonio se convierte en elemento válido de conocimiento histórico” (Alted y Sánchez, 2011:180). La historia oral es una necesidad en cualquier programa que intente docu mentar gran parte del siglo xx y xxi. Pero existen unos límites en la utilización de la historia oral, para que no se produzca una separación entre el historiador y el objeto de estudio. No es posible que la fuente se convierta en la (re)organizadora de la “doctrina”. Si fuera así, sindicatos, partidos políticos, líderes, por ejemplo, se lanzarían a “construir” su historia particular. El historiador no
Las fuentes orales
puede desaparecer para dar la voz a otros, sino que debe asumir una posición privilegiada como intérprete de los testimonios de sus entrevistados. La fuente oral debe ser tratada como el resto de fuentes. El hecho de que sea una fuente directa y “democrática” no puede obviar la crítica epistemoló gica común a todas las ciencias. Se trata de una reelaboración interactiva entre entrevistador y entrevistado, en la que uno básicamente escucha lo que el otro dice y lo recoge en un soporte audio o audiovisual para poderlo estudiar con detenimiento y servirse de él para sus investigaciones o servir a las de otros. Todo ello sobre la base de una memoria selectiva y parcial (la del interlocutor) que proporciona al investigador material suficiente para su trabajo de análi sis y comprensión de la realidad pasada. A este le corresponde el trabajo de globalizar y extrapolar testimonios parciales, subjetivos y contextualizarlos en interpretaciones generalizables. La memoria se basa en imágenes que la persona evoca para trasladar una vivencia concreta. Para que haya memoria debe haber recuerdo del hecho pa sado y reminiscencia o creencia del hecho. Se puede hablar de una interacción pasado-presente y de una valoración subjetiva que modela y traduce el recuer do. La construcción de la memoria nos lleva al tratamiento de lo subjetivo, entendiendo esto como lo representado y no lo real o sustancial. El conocimien to subjetivo remite al sujeto y a la relativización que hace de lo conocido. El historiador o entrevistador debe intervenir en la construcción de la memoria en cuanto reordena, a través del sujeto, la realidad evocada. Hay que partir de la base de que la memoria es necesariamente selectiva: se recuerda lo que se quiere y lo que ha tenido un gran impacto en nuestras vidas. Las personas mayores recuerdan mejor los acontecimientos remotos que los inmediatos y siempre en función del interés. Además, debemos también tener en cuenta, como dice Koselleck, que estamos condicionados porque conocemos “el futuro del pasad o” . La entrevista es el recurso básico de la fuente oral. La entrevista es una conversación que tiene una estructura y un propósito determinados por una parte: el entrevistador. Es una interacción profesional que va más allá del intercambio espontáneo de ideas como en la conversa ción cotidiana y se convierte en un acercamiento basado en el interrogatorio cuidadoso y la escucha con el propósito de obtener conocimiento meticulo samente comprobad?). (Kvale, 2011: 30) Según este autor, la entrevista es un método de sensibilidad y poder únicos para captar las experiencias y los significados vividos del mundo cotidiano de los sujetos. La entrevista debe contar, al menos, con dos protagonistas: el entrevistador y el entrevistado o entrevistados, ya que la entrevista, según los entrevistados, puede ser individual o colectiva. Según qué casos puede recomendarse un tipo
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u otro. Cuando se trata de recoger vivencias y experiencias personales, es re comendable la entrevista personal, sin más testigos. Cuando lo que se quiere es escuchar testimonios de un colectivo, de costumbres populares, la entrevista puede abrirse a más personas. En muchos casos, los inconvenientes que pueden presentar nuevos testigos en el primer método de entrevistar pueden convertirse en ventajas en este segundo modelo. Entre unos y otros los recuerdos se com plementan, las anécdotas afloran de forma más espontanea. Una modalidad de las entrevistas colectivas o grupales son los denominados “grupos de enfoque”, interesantes para recolectar datos. Consisten en reunio nes de grupos pequeños o medianos (tres a diez personas), en las cuales los participantes conversan en torno a uno o varios temas en un ambiente relajado e informal, bajo la conducción de un especialista en dinámicas de grupo (Her nández, Fernández y Baptista, 2006: 605). El entrevistador es el instrumento de investigación y la calidad del conoci miento producido en una entrevista depende de sus habilidades, sensibilidad y conocimiento de la materia. El entrevistador debe tomar continuamente deci siones sobre la marcha acerca de qué preguntar y cómo; en qué aspectos de la respuesta debe profundizar y en cuáles no; qué respuestas comentar e interpre tar y cuáles no. Por eso puede hablarse de diversas habilidades del entrevista dor, entre las que destacan estar informado, tener buena memoria y ser claro, organizado, cortés, sensible, abierto y crítico (Kvale, 2011: 76,111-113). En el caso de entrevistas individuales, la entrevista debe realizarse solo entre los dos, entrevistado y entrevistador. Cuando resulta inevitable la presencia de otra persona, el entrevistado, casi inevitablemente, se dirige a esa otra persona y no al entrevistador. O bien, si se trata de un matrimonio, acaban contestando los dos, suplantando el invitado al protagonista, y se convierte el relato en una fuente secundaria por no proceder del testigo principal. De cualquier modo, la presencia de un tercero tiende a dificultar el establecimiento de la especie de relación confidencial necesaria para sacar el máximo partido a la entrevista. Desde el punto de vista técnico, según el medio utilizado, la entrevista pue de ser grabada en audio (cinta de casete o disco óptico), grabada en imagen y audio (vídeo) o simplemente realizada sin ningún tipo de grabación, tomando notas. Este medio es generalmente el utilizado ante la negativa del entrevistado a que su testimonio sea grabado. Metodológicamente, podemos establecer tres tipos principales de entrevis ta: dirigida, semidirigida y libre. Hernández, Fernández y Baptista (2006) ha blan de estructuradas, semiestructuradas o no estructuradas o abiertas. En las primeras el entrevistador realiza su labor con base en una guía de preguntas específicas y se sujeta exclusivamente a ella. En las segundas se basa en una guía de asuntos o preguntas y el entrevistador tiene la libertad de introducir preguntas adicionales para precisar conceptos u obtener mayor información sobre los temas deseados. Las entrevistas abiertas se fundamentan en una guía
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general de contenido y el entrevistador posee toda la flexibilidad para manejar la (2006: 597). En el primer caso, la entrevista se presenta con preguntas preparadas y simi lares a todos los entrevistados. José Cepeda Adán, en el XV Congreso Interna cional de Ciencias Históricas de 1980, se mostraba más partidario de este tipo de encuesta o interrogatorio, pues “ofrece la garantía de la respuesta concreta la pregunta pensada; el recorte al vuelo imaginativo y fantástico [...]. Resultará un testimonio más frío pero, a la vez, más cercano a la verdad que se pretende buscar” . La entrevista dirigida resulta de mayor utilidad para conocer el estado de opinión ante un tema muy concreto, pero presenta numerosos inconvenien tes para el conocimiento y la comprensión de la historia. Si se ha redactado un cuestionario detallado y preciso, se logra guiar paso a paso al testimonio, pero se le encierra también en un marco preestablecido que no le permitirá desarro llar su propio discurso. En el segundo y, sobre todo, tercer caso, ni las preguntas ni las respuestas se hallan predeterminadas. La entrevista no dirigida (libre) o parcialmente diri gida (semidirigida) permite, por su flexibilidad, avanzar en el conocimiento de aspectos no fácilmente perceptibles, tales como el mundo de los sentimientos, de los valores sociales, de las creencias. La libertad de que goza el entrevistador constituye, a la vez, la mayor ventaja y la mayor desventaja de las entrevistas de este tipo. La flexibilidad genera con frecuencia dificultades para comparar unas entrevistas con otras, y su análisis es más complejo que en el caso de las en trevistas estandarizadas. En el caso de utilizar la entrevista semidirigida, como apunta Toutier-Bonazzi (1991), a medida que la entrevista progrese, la guía deberá a veces ser modificada: algunas cuestiones se revelarán pertinentes, otras improcedentes; algunas respuestas abrirán nuevas pistas y llevarán a modificar y completar el cuestionario. Si la entrevista marcha bien, llegará un momento en que las preguntas no serán precisas, el testimonio, sumido en su pasado, se sentirá perfectamente a gusto y, olvidando la presencia del micrófono y del en trevistador, dará libre curso a su recuerdo. A pesar de las dificultades apuntadas, los historiadores utilizan entrevista li bre de forma mayoritaria para sus investigaciones. Se considera que debe darse libertad a las personas entrevistadas para que se expresen sin limitaciones, o, en palabras de Fraser (1982): “ El método puede resumirse en pocas frases: mucho tiempo, mucha grabación y pocas preguntas. Paciencia” . Se corre el riesgo de alejarse del tema tratado, pero se gana en espontaneidad. Con el fin de delimitar el guión, Linda Shopes (2001: 135) recomienda esta blecer una lista de posibles temas y subtemas para tratar en la entrevista. “No los escriba en forma de preguntas: ello podría coartar la flexibilidad necesaria para una entrevista. Sin embargo, lo importante es dotar de un marco a todo el conjunto, que contribuya a focalizar, organizar y dotar de coherencia a las diferentes entrevistas individuales” .
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Las preguntas del entrevistador deben ser breves y simples. Hernández, Fer nández y Baptista (2006: 598-599) establecen distintas clasificaciones de tipos de preguntas, siguiendo a Grinnell y Mertens. La primera las divide en pregun tas generales (parten de planteamientos globales para dirigirse al tema que in teresa al entrevistador), preguntas para ejemplificar (sirven como disparadores para exploraciones más profundas, en las cuales se le solicita al entrevistado que proporcione un ejemplo, un suceso o una categoría), preguntas de estruc tura o estructurales (el entrevistador solicita al entrevistado una lista de con ceptos de conjunto o categorías) y preguntas de contraste (al entrevistado se le cuestiona sobre similitudes y diferencias respecto a símbolos o tópicos, y se le pide que clasifique símbolos en categorías). La segunda clasifica las preguntas en seis tipos: de opinión, de expresión de sentimientos, de conocimientos, sen sitivas, de antecedentes y de simulación. Duverger (1996:227-234) clasifica las preguntas según los tipos de respuesta: •
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Clasificación según la libertad de respuesta: pueden ser preguntas abier tas o cerradas (estas últimas son las que solo permite al individuo al que va dirigida responder “sí” o “no” ; en la libre o abierta puede contestar a su manera), preguntas en abanico de respuestas (se pide al individuo interrogado que escoja un determinado número de respuestas posibles), preguntas de estimación (variedad de las anteriores en la que, en vez de un abanico cualitativo que presenta unas respuestas de diferente natura leza, se ofrece al individuo un abanico cuantitativo, y las respuestas se clasifican por el grado de intensidad). Clasificación según la naturaleza de las respuestas: pueden ser preguntas de hecho o de acción (se pregunta al individuo sobre algún hecho tangi ble, que puede apreciar fácilmente, o sobre una acción; es decir, se inquie re al individuo si ha realizado tal o cual acto y en qué sentido), preguntas de intención o de opinión (en las preguntas de intención o de opinión no se inquiere al sujeto cómo ha obrado efectivamente, sino cómo obraría si eventualmente se le proporciona la ocasión) y preguntas-test (la respues ta en sí es menos interesante que su significación profunda, considerada como indicio de un hecho u opinión que el individuo interrogado no quiere revelar directamente; por ejemplo, para evitar una pregunta direc ta sobre el nivel de vida, se pregunta si tiene automóvil, teléfono, etc.).
No contar con preguntas de antemano no significa que no se tenga informa ción previa. La preparación de la entrevista es el aspecto de mayor importancia para su éxito. Cuanto más abundante y mejor sea la información previa conse guida, más rica en contenido será la entrevista. Como cualquier otra fuente, la utilización de la fuente oral exige un conocimiento y estudio previos rigurosos. Este será el que nos marque el camino de la entrevista. Ninguna entrevista debe
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llevarse a cabo sin una preparación minuciosa: consulta de archivos, lectura de libros relativos al tema, información sobre la vida del protagonista del testimonio, lectura de su obra escrita, etcétera. Cada entrevista supone la apertura de un dosier de documentación. Suele resultar útil para la preparación de la entrevista mantener una conversación previa con el entrevistado, a fin de establecer una primera relación y reunir algunos datos biográficos que puedan contribuir a diseñar el guión. En muchas ocasiones resulta también útil, para refrescar la memoria al entrevistado y obtener información el entrevistador, examinar viejos álbumes de fotos, recortes de prensa, documentos familiares y personales. La preparación de la entrevista es la que, además, nos garantiza la veracidad de la fuente. Las fuentes orales se han de tratar de igual forma que las fuentes escritas: debe admitirse la subjetividad implícita en ellas. Por ello deben realizarse las acotaciones necesarias para establecer su veracidad y verificarse de igual forma que los documentos escritos, a partir de la consulta de todas las fuentes de información al alcance de los historiadores: fuentes hemerográficas y bibliográficas, documentos privados y datos estadísticos. En la selección de los entrevistados, la cantidad se convierte en cualidad. Cuantas más personas se entrevisten, más posibilidades hay de encontrar la clase de informadores que se deseen. Fraser (1982) lo escribe así: Descubrí muy pronto que, en materia de entrevistas, la cantidad se convierte en cualidad: cuantas más personas entrevistara, tanto más probablemente iba a encontrar la clase de informadores que deseaba. Adopté un procedimiento muy simple. Pregunté a todo el mundo con quien hablaba si podían sugerirme a alguien más que estuviera dispuesto a colaborar. Para la selección de testimonios es mejor buscar gente normal, de la calle, gente que no tenga una reputación pública que defender, y personas que no hayan escrito sus memorias (no tienen ya la espontaneidad ideal para sacar el máximo provecho a la entrevista). Gente incluso que no pueda estar influenciada por una lectura amplia de obras sobre el periodo al que hace referencia la entrevista. La entrevista puede tener lugar en diversos sitios, siendo los más comunes la casa del entrevistado o su lugar de trabajo. En su despacho puede estar tenso, ante la presencia de otros trabajadores o superiores o ante la posibilidad de una urgencia laboral. En su domicilio, sin embargo, se muestra más relajado, y se puede crear un ambiente más favorable para la conversación, rodeado de recuerdos, fotografías, etcétera, susceptibles de avivar su recuerdo. También puede resultar muy adecuado, en los casos que proceda, realizar la grabación (sobre todo audiovisual) en el lugar o lugares donde se desarrollaron los acontecimientos principales del testimonio. De todas formas, cualquiera que sea el lugar conviene prescindir de la amenaza del teléfono, instrumento de tortura para el entrevistador.
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La duración no debe pasar de dos horas. Un relato en profundidad exige del testimonio esfuerzos de concentración considerables. Además, razones físicas, como una avanzada edad del entrevistado, exigen prudencia para no provocar su agotamiento psíquico y físico. También el entrevistador vive la entrevista bajo una fuerte tensión, pues debe evitar toda distracción y formular las pre guntas en el momento apropiado. Es preferible volver otro día que no llevar la entrevista más allá de los límites tolerables para el entrevistado. Al final de la primera conversación el testimonio puede constatar olvidos que pueden completarse. El entrevistador puede solici tar explicaciones de aspectos poco claros. Resulta frecuente que, una vez termi nada la entrevista, cuando la grabadora se ha parado, el entrevistado continúe hablando de cosas interesantes. En este caso, una segunda entrevista puede permitir retomar las cuestiones no grabadas de la entrevista anterior. Podemos añadir algunas recomendaciones metodológicas sobre la técnica de entrevistar y el desarrollo de la entrevista: 1. Resulta indispensable crear una relación de confianza entre entrevis tado y entrevistador. La entrevista implica un proceso de “seducción”, de “cortejo” por parte del entrevistador porque él es el que se acerca a preguntar por una historia. El éxito de la entrevista depende de ello. Es preciso desear -y demostrar que se desea- entender la experiencia vivida de una persona si se pretende que esa persona esté dispuesta a compartirla con uno. Las posibilidades de la entrevista, en gran par te, dependerán de nuestra capacidad para generar confianza y empatia, para comprender y para participar con pasión en las experiencias que se nos relatan (Vilanova, 2004: 31). 2. El entrevistador debe tener capacidad para crear un escenario en el que el sujeto se sienta libre y seguro para hablar de acontecimientos priva dos para un uso público posterior. “Esto requiere de nuevo un delicado equilibrio entre el interés del entrevistador por buscar conocimiento interesante y el respeto ético por la integridad de la persona a quien se realiza la entrevista” (Kvale, 2011: 31). 3. El historiador o entrevistador debe entender el contexto cultural que permea la entrevista y, por tanto, la contextualización. Cada entrevista es diferente y cada persona implica algo nuevo y único en la relación entrevistado/entrevistador. La familiaridad sustancial con el tema y el contexto de una investigación es una condición previa para una buena entrevista. 4. La entrevista trata de entender el significado de los temas centrales en el mundo vivido de los sujetos. “El entrevistador registra e interpreta los significados de lo que se dice y, además, de cómo se dice; debe tener conocimientos sobre el asunto de la entrevista, observar -y ser capaz
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de interpretar- la vocalización, las expresiones faciales y otros gestos corporales” (Kvale, 2011: 34). Es importante que la entrevista empiece bien (para lo que hay que co menzar por ser puntual) y se desarrolle de igual forma. El equipo téc nico debe estar bien preparado, para evitar sorpresas que incidan de forma negativa en el desarrollo de la entrevista. Se debe procurar esta blecer un ambiente de atenta concentración, pero al mismo tiempo de relajamiento y mutua comodidad. La entrevista debe resultar una conversación muy descompensada, don de el protagonismo lo adquiera el entrevistado. El entrevistador debe limitarse a lanzar las preguntas y como mucho a proceder a breves in tervenciones cuando sea preciso encauzar el relato. La entrevista no debe convertirse en una charla amistosa. El entrevistador debe mante ner una actitud discreta, pero al mismo tiempo receptiva y respetuosa. “La dificultad para el historiador se halla entonces en no romper con sus preguntas el relato del entrevistado” (Garay, 1999: 86). Si el testimonio es poco locuaz, canalizarlo sin brusquedad o impedirle perderse en digresiones. Si resulta todo lo contrario, no estropearlo con continuas intervenciones o con preguntas cerradas. Procurar no hablar al mismo tiempo que el entrevistado, puede distraer su testimonio. Si la entrevista es grabada, no se deben tomar notas por escrito, pues se puede romper el hilo del pensamiento y de la palabra del entrevistado. El entrevistador debe procurar obtener toda la información que pueda sobre un tema antes de pasar al siguiente, y evitar saltar de un asunto a otro, cuestión que puede desconcertar al entrevistado. Si el narrador acaba de responder a una pregunta y quedan cuestiones pendientes, a entender del entrevistador, este debe solicitar más información antes de pasar a otro tema. Si la respuesta es amplia o vaga, habría que pedir clarificación. Repetir la misma pregunta de otro modo para tratar de vencer posibles resistencias. Se puede obtener más información a través del eco, si es que pensamos que la persona tiene algo más que decir; por ejemplo, si una persona dice “yo no estaba contento con mi trab ajo” , se le hace el eco: “ ¿no estaba usted contento?” , y entonces él o ella, posiblemente, aclararán el eco de la pregunta. No insistir si el entrevistado rechaza un recuerdo doloroso, no precipi tarse a preguntar de nuevo, porque los recuerdos a veces precisan de un tiempo para aflorar. El entrevistador no debe inquietarse por las pausas en el relato. A menudo la gente hace una pausa antes de decir algo es pecialmente importante. Evitar preguntas excesivamente meticulosas desde el punto de vista cro nológico. Puede darse el caso que, decepcionado por no poder respon-
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der, el testimonio se repliegue sobre sí mismo e interrumpa o acorte la entrevista. La fuente oral no es la fuente más adecuada para buscar ur dato concreto, una fecha o una cifra. La entrevista busca conocimiento cualitativo expresado en lenguaje normal, no se encamina a la cuantificación. También deben evitarse las preguntas múltiples o compuestas: es posible que el narrador solo conteste a la última. 12. Si el entrevistado presenta una versión distorsionada o sesgada en be neficio propio o que no concuerda con los datos disponibles, es posible adoptar una posición contrapuesta sin romper la relación. El entrevista dor debe señalar que otras fuentes consultadas manifiestan un punto de vista distinto, solicitando por ello opinión o aclaración al entrevistado. 13. No hacer preguntas de manera tendenciosa o induciendo la respuesta. No se deben utilizar calificativos. La transcripción debe ser realizada lo antes posible, preferentemente por el mismo entrevistador. Se ha calculado que la realización de una transcrip ción necesita, al menos, cinco veces el tiempo de lo grabado. Es conveniente transcribir toda la entrevista, aunque luego solo sirva un tanto por ciento muy pequeño. Fraser reconoce que de las 300 entrevistas realizadas para su libro de la guerra (1979), solo ha utilizado el 10% del contenido de estas. Pueden seguirse algunas reglas con el fin de hacer más claro el texto, según Toutier-Bonazzi (1991): • • • • •
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Los pasajes poco audibles pueden colocarse entre corchetes. Las dudas, los silencios, las rupturas sintácticas se señalan con puntos suspensivos. Las personas nombradas, si es precisa la discreción, se deben designar por iniciales. Las palabras expresadas con una entonación fuerte se imprimirán en ca racteres gruesos. Los errores flagrantes por parte del entrevistado (fechas, nombres, etc.) se corregirán en nota.
La construcción social de la memoria: los archivos orales y los principales proyectos en Internet
Desde que en 1983 se presentó el primer archivo de Historia Oral en España en el Instituto Municipal de Historia de Barcelona ha tenido lugar un largo, fruc tífero y costoso proceso de creación de numerosos archivos orales en nuestro país. Entre los principales archivos existentes en la actualidad que han recogido
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fuentes orales realizadas por historiadores o han emprendido proyectos propios de recogida, destacan: •
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Archivo del Instituto Municipal de Historia (Barcelona): se formó a partir de las donaciones de Ronald Fraser (270 cintas) sobre la guerra civil española. Después ha recibido importantes legados sobre anarquismo, presas antifascistas, resistencia antifranquista... Centro Documental de la Memoria Histórica (Salamanca): tiene el fondo del Seminario de Fuentes Orales de la Universidad Complutense de Madrid (“ Mujeres en Madrid durante la Guerra Civil” , “ Conflictos obreros y Transición”, “La escuela franquista”, “Clases populares y urbanismo” ...), el de la Brigada Internacional Abraham Lincoln (127 entrevistas en vídeo y 63 en audio) y el del Exilio Español en México (116 entrevistas). Red de Archivos de Comisiones Obreras: entrevistas depositadas en su Fundación Cipriano García (Cataluña), Fundación Juan Muñiz Zapico (Asturias), Fundación de Estudios e Investigaciones Sociolaborales (Valencia), Archivo Histórico de CC. OO. de Andalucía y Arquivo Histórico do Sindicato Nacional de CC. OO. de Galicia. Tratan sobre la vida laboral y condiciones de vida de los trabajadores. Fundación de los Ferrocarriles Españoles: 29 entrevistas sobre la historia social de los ferroviarios de RENFE. Fundación Francisco Largo Caballero: 154 entrevistas sobre historia del movimiento obrero, sindicalismo, relaciones laborales, salud laboral, etcétera. Universidad Nacional de Educación a Distancia, Seminario de Fuentes Orales y Gráficas: testimonios clasificados en dos series: “España interior y “ España y las relaciones internacionales” . La primera se centra en el periodo de la Guerra Civil, régimen de Franco y la Transición.
Además de estos archivos, Internet nos ofrece entre sus páginas web multitud de proyectos de fuentes orales. Entre los más importantes de España podemos destacar los siguientes:• •
Mujer y Memoria. Madres e Hijas de la Transición Española: un Proyecto de Historia Oral: se trata de un espacio digital creado para albergar proyectos que recuperen y difundan la memoria histórica de las mujeres españolas del siglo xx. El primero de estos proyectos, Madres e Hijas de la Transición Española, es un archivo audiovisual que recoge, preserva y presenta de forma interactiva relatos de vida de mujeres españolas que se hicieron adultas y madres durante el. franquismo. Sus hijas, cuyas vidas
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han transcurrido, en su mayor parte, durante la Transición y la Demo cracia, las entrevistan. Al hilo de sus preguntas, las narradoras recuerdan sus vivencias de los años previos a la Transición, reflexionan sobre los cambios sociales, culturales y políticos de la segunda mitad del siglo xx español, y descri ben las diferencias y similitudes que perciben entre su generación y la de sus hijas. El Archivo Madres e Hijas de la Transición Española tiene como obje tivo documentar, por medio de la narración personal, la transformación del papel de las mujeres en la evolución política, social y cultural de Es paña durante la segunda mitad del siglo xx. Han participado, y siguen participando, mujeres españolas nacidas antes de 1955 y sus hijas, nacidas entre 1950 y 1980. Las primeras en trevistas se realizaron en febrero de 2012. El archivo cuenta actualmen te con treinta y una entrevistas de participantes de Andalucía, Aragón, Asturias, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Comunidad de Madrid, Murcia, Navarra, País Vasco y Valencia, y prevé continuar incorporando grabaciones de participantes de otros lugares. Las entrevistas, de formato abierto y flexible, abordan, entre otros, los siguientes temas: la educación y el trabajo de las mujeres, el papel de la religión y de la política en sus vidas, la sexualidad y la pareja, la percepción del cambio intergeneracional, la maternidad y los derechos reproductivos y las condiciones materiales de vida. Seminario de Fuentes Orales UCM: el Seminario de Fuentes Orales se constituye como asociación cultural, sin fines de lucro, en noviembre de 1984, aunque funcionaba como grupo de trabajo desde 1981 (funda do por la profesora del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, María Carmen García-Nieto París). El grupo, desde el primer momento, considera el trabajo de in vestigación histórica como un instrumento para recuperar la “memoria colectiva” del pueblo, sujeto y protagonista de la historia, y obtener de esta forma un corpus de información indispensable para la historia del tiempo presente (Segunda República, Guerra Civil, Franquismo, Transi ción, Democracia). Tiene como objetivos desarrollar proyectos de investigación histórica del tiempo presente, a partir de la creación y potenciación de las fuentes orales, indispensables para esta; organizar coloquios, jornadas, semina rios, etcétera, que permitan el intercambio de técnicas, metodología y resultados entre quienes utilizan las fuentes orales; crear de un centro de documentación y archivo de fuentes orales, apoyado e integrado en la red de centros de investigación (archivos) de titularidad estatal (Minis terio de Cultura), y fomentar y facilitar la colaboración y el intercam-
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bio de trabajos y experiencias entre historiadores y científicos sociales en general en la creencia de que la interdisciplinariedad es un instrumento no solo útil sino indispensable para el desarrollo de las ciencias sociales, y en particular la historia social. En la actualidad está desarrollando diversos proyectos de fuentes orales: “Mujeres en Madrid Durante la Guerra Civil”; “Capas Popula res y Urbanismo: Palomeras, un Barrio Obrero Durante el Franquismo, 1950-19 80” ; “ La Escuela franquista, 1938-1957” ; “Conflictos Obreros y Transición Política: El Caso de Madrid, 1975-1977”; “Trabajo, Cul tura e Identidad Personal de las Mujeres en un Espacio Urbano: Madrid 1950-1980”; “Historia Oral de la Transición: Testimonios del Cambio, 1965-1982”; “Trabajo y Militancia Política en la España del Siglo xx”; “Historia Oral de la UMD: Militares Demócratas en el Tardofranquismo”; “Historia Oral de la Industria Conservera Gallega: La Empresa Massó”; “Ferroviarios; Libreros y Editores en la Transición”; “Histo rias de Vida”; “Historia Oral del Trabajo en la Infraestructura Ferrovia ria: Renfe”, y “El Comercio en la Posguerra”. Bañe Audiovisual de Testimonis: archivo de historia oral del Memorial Democrdtic, que recoge entrevistas sobre las temáticas y el periodo de referencia de esta institución (1931-1980). Memorias políticas, historias de vida, vivencias personales y familiares sobre la Segunda República, la Guerra Civil, la dictadura franquista, el exilio, la lucha por las libertades democráticas o la transición española tienen cabida en este archivo. Una de sus voluntades es convertirse en un archivo de fuentes orales de referencia, tanto para investigadores interesados en el siglo xx como para estudiantes que trabajan el pasado reciente, o para un público gene ral que busca conocer la historia. El Banco Audiovisual de Testimonios es un proyecto vivo, que conti núa potenciando la investigación en historia oral y que sigue recibiendo entrevistas. Proyectos de investigación en fuentes orales y personas que quieran dejar su testimonio tienen en este archivo un espacio donde de positar sus entrevistas. En junio del 2014, el Banco Audiovisual de Testimonios contenía 918 entrevistas provenientes de 72 proyectos de investigación en fuentes ora les, que suman un total de 1.121 horas de grabaciones audiovisuales. Tan solo una parte de estás entrevistas y proyectos son totalmente consulta bles: 22 proyectos que contienen 403 entrevistas. Todas las entrevistas es tán grabadas en formato audiovisual y están íntegramente transcritas en el idioma original del testimonio. Los subtítulos a otros idiomas son au tomáticos. AHOA: Ahoa (Ahozko Historiaren Artxiboa/Archivo de la Memoria) es el proyecto de creación de un centro destinado a la recopilación, conser-
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vación y difusión de testimonios orales y audiovisuales en el País Vasco. Su objetivo es recuperar y preservar la herencia cultural inmaterial para el futuro a través de la realización de entrevistas a personas de avanzada edad y de autobiografías. En la actualidad, Ahoa se encuentra en su fase de formación. El ar chivo nació en marzo de 2004 y reúne ya un legado de fuentes orales de gran interés para la historia de la comunidad*. Ahoa está compuesto de diversas colecciones, entre las que destacan: “Luchas Obreras en Vizcaya, 1970-1992”; “Servicio Doméstico e Identidades Femeninas en el Fran quismo y la Transición” ; “Mujeres en el Exilio” , y “Minas de Hierro” . Archivo de la Palabra: contiene los documentos que registran las voces del pasado y del presente de personalidades destacadas (políticos, cientí ficos, artistas y literatos), así como conferencias, recitales, cursos de idio mas, cuentos, etcétera. La historia de la colección se remonta al año 1950 cuando, procedentes del desaparecido Archivo de la Palabra del Centro de Estudios Históricos, dirigido por Menéndez Pidal, se recibieron en la Biblioteca Nacional veinticuatro discos de pizarra con grabaciones rea lizadas entre 1931 y 1933, con el registro de las voces de Azorín, Juan Ramón Jiménez, Pío Baroja y Santiago Ramón y Cajal, entre otras perso nalidades españolas. En 1958 el Archivo se incrementó con la donación, por parte de la casa Odeón - Voz de su Amo, de tres nuevos discos, uno con la voz del rey Alfonso XIII y dos con la del general Primo de Rivera.
En los años sesenta, el Ministerio de Educación y Ciencia recuperó la idea de crear un archivo de la palabra de la cultura española, recopilando grabaciones y publicando una nueva colección de treinta cintas de casete, con voces origi nales de diversas personalidades de las letras, las ciencias y la política. Prueba evidente del interés suscitado por este tipo de proyectos fue la reedición del archivo creado por Menéndez Pidal en dos ocasiones: en 1990 apareció en dis co de vinilo y, finalmente, la Residencia de Estudiantes lo publicó nuevamente (1998) en forma de un libro que incluía dos discos compactos con todos los textos y voces originales. La colección del Archivo de la Palabra se ha incrementado con las edicio nes ingresadas por Depósito Legal, con las grabaciones de los actos culturales desarrollados en la propia Biblioteca y a partir de la compra de importantes colecciones de discos de vinilo con las voces de escritores sudamericanos, como Gabriel García Márquez, Ernesto Sabato, Nicolás Guillén y Pablo Neruda.
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La imagen como documento histórico
Una fotografía, una pintura, una estatua, una moneda, un cartel... toda imagen cuenta una historia y, por tanto, es una forma importante de documento histórico, imprescindible para el conocimiento y la comprensión del pasado y del presente. La imagen refleja un testimonio ocular. El historiador se ve obligado a leer entre líneas, percatándose de cualquier detalle (también de las ausencias) que le ofrezca pistas que le lleven a obtener información. El uso de las imágenes es, por tanto, muy similar al de los textos. Las imágenes pueden ofrecer pruebas de algunos aspectos de la realidad social que los textos pasan por alto, al menos en algunos lugares y en algunas épocas. Además, ofrecen un testimonio acerca de la organización y la puesta en escena de los acontecimientos, tanto de los grandes como de los pequeños: batallas, rendiciones, huelgas, revoluciones, asesinatos, coronaciones, castigos públicos, trabajo, vestido, vivienda, vida cotidiana, etcétera. Pero hay que tener presente que las imágenes dan acceso no ya directamente al mundo social, sino más bien a las visiones de ese mundo propias de una época. El testimonio de las imágenes debe ser situado en su contexto político, económico, social, etcétera, pero también en el cultural y artístico. Las convenciones artísticas que rigen en el momento de la representación son fundamentales en la definición de la propia imagen. Como cualquier otro documento, las imágenes presentan limitaciones y trampas sobre las que es necesario reflexionar y alertar, como bien hacen Peter Burke (2001) y Joan Fontcuberta (1998). Las imágenes son testigos mudos y resulta difícil traducir a palabras el testimonio que nos ofrecen. Los fotógrafos, los pintores, los escultores... seleccionan sus temas. Trabajan sobre la base de una actitud sesgada análoga a la que se puede observar en los historiadores,
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quienes seleccionan también sus fuentes y Sus temas. Una imagen de una ciudad o de un personaje puede darnos una sensación que apenas se corresponda con la realidad que podemos descubrir conociendo realmente esa ciudad o a ese personaje y sus circunstancias. Si, por ejemplo, nos fijamos con detalle en la pin tura El puerto de La Rocbelle (1763) de Claude-Joseph Vernet, perteneciente a una serie de quince cuadros dedicados a los puertos de Francia, que se vendió con gran éxito en reproducciones en grabado, nos damos cuenta de que lo que nos dice nuestra mirada y lo que nos podría decir conociendo mejor el contexto histórico del momento en que fue pintada puede ser diferente. El artista mues tra un puerto lleno de operarios y, por consecuencia, se entiende que goza de un enorme trabajo y prosperidad. Sin embargo, otras fuentes nos apuntan a que el comercio de este puerto estaba a mediados del siglo xvm en franca decadencia. ¿Qué sucede? La respuesta se puede encontrar en el contexto político. Al igual que otras obras de la serie, Vernet pintó este cuadro por encargo del marqués de Marigny, en nombre del rey Luis XV. Incluso el itinerario del pintor fue planea do oficialmente. Sus cuadros iban a exhibirse como una forma de propaganda del poderío naval de Francia. En muchos casos, los fotógrafos y los pintores han ido más allá de la selec ción. Han compuesto imágenes diciendo a la gente dónde debían colocarse y qué actitud debían adoptar. En los retratos esta situación es evidente. Por ejem plo, en el siglo xv, Federico da Montefeltro, duque de Urbino, que había perdi do un ojo en un torneo, sería representado siempre de perfil. El retrato de Stalin realizado por Fyodor Shurpin asocia al dictador con la modernidad, simbolizada por los tractores y las torres de alta tensión que aparecen en el fondo, así como la luz del amanecer. Pero también la composición artificiosa ha sido común en la fotografía de acción, como en las fotografías de cadáveres de la guerra civil americana (debidas a Timothy O’Sullivan y Alexander Gardner), con soldados vivos que posaron para la cámara, y parece ser también que en la guerra civil española, como podremos ver más adelante. Las famosas fotografías de Margaret Bourke-White sobre la pobreza de las zonas rurales de los Estados Unidos durante los años treinta del siglo xx, publicadas y patrocinadas por las revistas Fortune y Life, también parece que fueron preparadas en el estudio. Como hemos podido observar, ni siquiera la fotografía es puro reflejo de la realidad. La imagen distorsiona la realidad social, por lo que el historiador debe tener en cuenta en todo momento tanto las intenciones de los pintores o fotógrafos y las de sus clientes y patronos como el propio proceso de distor sión, testimonio de ciertos fenómenos (mentalidades, ideologías, identidades). Las imágenes de los indios de Virginia realizadas por John White entre 1584 y 1593 (como la vista del poblado de Secoton, propiedad del British Museum de Londres), las de los hawaianos y tahitianos que hicieron los dibujantes que acompañaban al capitán Cook, las de otras tribus nativas realizadas por los exploradores, o los dibujos y fotografías realizadas en campo de batalla (moda
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que comenzó con la expedición de Carlos V a Túnez), fueron realizadas in situ. Esta especie de “arte documental”, sin embargo, tampoco tiene una mirada inocente, pues siempre van a reflejar el punto de vista del artista y de su patro cinador. En el caso de White, por ejemplo, hay que tener en cuenta que intervino personalmente en la colonización de Virginia y que quizá intentó ofrecer una buena impresión del país omitiendo las escenas de dolor, sacrificio humano y cualquier otra que pudiera asustar a los potenciales colonos o remover las con ciencias de los colonizadores. A menudo las imágenes han sido utilizadas como medio de adoctrinamien to, como objeto de culto, como estímulo para la meditación. De ahí que el historiador deba saber leer su mensaje, la preocupación del propio creador; en suma, interpretar la iconografía. La imagen no está solo para ser contemplada, hay que leerla. Desde el punto de vista iconológico, le interesa de la imagen su significado intrínseco, los principios subyacentes que modelan el carácter bási co de una nación, una época, una clase social, una creencia religiosa o filosófica. Para interpretar el mensaje de la imaginería cristiana, hindú o budista, por citar algunos casos, es necesario estar familiarizado con sus códigos culturales. A los ojos de cualquier aborigen, la Ultima cena no expresaría más que la idea de una comida más o menos animada. Sin un conocimiento razonable de la cultura clásica, seremos incapaces de leer muchas obras de la pintura occidental, de re conocer las alusiones a la mitología o a la historia. Si, por ejemplo, no sabemos que el joven de las sandalias y el sombrero picudo que aparece en la Primavera de Botticelli representa al dios Hermes (o Mercurio), o que las tres bailarinas son las tres Gracias, no entenderemos nada del significado del cuadro. También sucede con la pintura más reciente. Sirva como ejemplo el Guernica de Picasso, cuadro lleno de simbología y de historia, que narra como pocos documentos la tragedia de la guerra civil española de 1936-1939. La pintura histórica no resulta ni más fiel ni mejor documento histórico que cualquier otra imagen. Aunque la tradición de representar los acontecimientos históricos en imágenes se remonta prácticamente a los orígenes de la civiliza ción, el interés de los pintores por la reconstrucción cuidadosa de las escenas del pasado se intensificó especialmente en Occidente, entre la Revolución francesa y la Primera Guerra Mundial. La aparición de la pintura histórica en este senti do relativamente restringido coincidió con el de la novela histórica al estilo de Walter Scott (1771-1832) y Alessandro Manzoni (1785-1873), género literario que evoca un episodio del pasado en su más amplio sentido, acercándose a las formas de vida y a las mentalidades de sus gentes. La pintura histórica del si glo xix también fue deslizándose paulatinamente hacia la historia social o hacia los aspectos sociales de la política. Entre las representaciones de hechos históricos, los cuadros de batalla ocu pan un lugar destacado, en parte porque la. tradición se remonta a épocas muy remotas, por lo menos hasta la batalla de Til-Tuba, representada en un relieve
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asirio del siglo vil a. C. También porque fue un género pictórico prodigado por los más afamados pintores entre 1494 y 1914 a expensas de príncipes y gober nantes. Las imágenes revelan a menudo detalles significativos que los informes verbales y textuales pasan por alto. Proporcionan a los espectadores distantes en el espacio y en el tiempo cierto sentido de la experiencia del combate en las distintas épocas y un testimonio de los cambios producidos en la actitud de las personas frente a la guerra. Pero los historiadores debemos tener presen te las presiones ejercidas por los patronos -a menudo príncipes o generalessobre los pintores de cuadros de batalla de carácter heroico. En los últimos años las guerras están siendo vistas más desde abajo, con fotografías que podríamos denominar como antiheroicas. Gaseados (1919) de John Sargent, Muerte de un miliciano (1936) de Robert Capa, representan la tragedia del soldado raso, mientras que la fotografía de Hung Cong Ut, Ataque con napalm (1972), en la que aparecen unos niños vietnamitas, con una niña completamente desnuda corriendo y gritando por un camino, muestra las reper cusiones de la guerra sobre la población civil. En ellas el historiador no puede permitirse el lujo de olvidar las presiones de los editores de los periódicos y de las cadenas de radio y televisión, deseosas de historias con “interés humano”. A este respecto hay variadas anécdotas, algunas incluso sobrepasan ese ca lificativo, al poner en duda la autenticidad de las imágenes. Es el caso, por ejemplo, de la famosa fotografía Muerte de un miliciano, de Robert Capa, pu blicada por primera vez en la revista ilustrada francesa Vu, el 23 de septiem bre de 1936, y más tarde en la revista norteamericana Life Magazine, el 12 de julio de 1937. La fotografía capta el momento, fugaz e irrepetible, en el que un hombre está perdiendo la vida, inmovilizado para siempre entre la hierba an gosta y la inmensidad del cielo. La imagen carece de nitidez, está desenfocada, el encuadre corta un lateral del fusil y los pies del miliciano y la velocidad no es suficientemente rápida p ara plasmar el movimiento de la acción. Todo queda compensado con el tema: la apología de la muerte heroica, en la plenitud de la vida, de un joven que entrega su vida a una causa que considera noble. La fotografía no busca la gran batalla, la guerra colectiva, el gran espectáculo de la guerra, sino la tragedia individual de una persona con nombre y apellidos. Las sombras del campo y del miliciano hacen fijar la mirada exclusivamente en el protagonista, que comienza a reclinarse para morir. Nuevas sombras, como la del fusil y el correaje, acotan la mirada del espectador en la inmensidad del horizonte, centrándose nuevamente en el cuerpo del miliciano. En los años setenta del siglo xx el anciano periodista británico O’Dowd Gallagher contó a un periodista compatriota suyo, Phillip Knightley, autor de The First Casualty: The War Correspondent as Hero, Propagandist, and Myth Maker (1975), haber compartido con el fotógrafo húngaro Capa la habitación de un hotel en la frontera oeste de España y Francia en los días en que sacó la famosa foto. Gallagher afirmaba que Capa le había relatado cómo otros fo
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tógrafos y él mismo se habían quejado a los oficiales republicanos porque no podían tomar fotos, a causa de la relativa tranquilidad de los frentes. Por ello, según Gallagher, se realizaron movilizaciones para simular acciones de combate con el objeto de que se tomasen fotografías, una de las cuales era la de la muerte del miliciano. La investigación del historiador Mario Brotóns Jordá en el Archivo de la Guerra Civil en Salamanca (hoy Centro Documental de la Memoria Histórica) y en el Archivo Histórico Militar de Madrid, actualmente en Ávila, le llegaron a confirmar, junto al testimonio del hermano del protagonista, la veracidad de la foto de Capa, identificando al protagonista (Federico Borrell García, de 24 años de edad, natural de Alcoy, Alicante), el lugar (cerro Muriano, junto a Córdoba) y el día, 5 de septiembre de 1936. 9.2.
La fotografía y la historia
Aunque las fotos no mienten, los mentirosos pueden hacer fotos. (Lewis Hiñe) La fotografía, entendida como arte y ciencia de obtener imágenes visibles de un objeto y fijarlas sobre una capa de material sensible a la luz, aparece en el siglo xix, aunque su historia se remonta mucho tiempo atrás. La historia de la fotografía se inicia a partir de los primeros intentos de obtener una imagen en la cámara oscura y los distintos métodos encaminados a fijar fotoquímicamente dicha imagen. El desarrollo de los dos procedimientos no ha sido simultáneo, precediendo en muchos años el descubrimiento de la cámara sobre el material sensible a la luz. Hacia 1500 Leonardo da Vinci inventó la cámara oscura. En 1568 Daniele Bárbaro acopló una lente al objetivo de la cámara oscura, y obtuvo así una imagen muy clara de los objetos. En 1727, J. H. Schulze descubrió la sensibilidad de las sales de plata a la luz. Este descubrimiento fue aprovechado por Nicéphore Niépce, que logró obtener en 1826 las primeras fotografías de objetos corporales. La aplicación del yoduro de plata para producir imágenes más duraderas se debe a Daguerre (1838). En 1864 B. J. Sayce y W. B. Bolton usaron por primera vez el bromuro de plata en la emulsión. En 1871 C. Maddox sustituyó el colodión por la gelatina, e inventó así la placa seca, y Goodwin en 1887 ideo la película de celuloide. La fotografía se extendió de forma fulgurante en los usos de la vida privada, aunque también lo hizo en la esfera pública, incorporada por la prensa rápidamente, ante la veracidad que parecía dar la imagen a cualquier noticia. Desde ese momento, la historia no solo se podía leer, también se veía. En la relación de la fotografía con la historia hay distintas posturas metodológicas, desde los que la ven como una fuente más de la historia, a los que la uti-
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lizan como instrumento de investigación en la historia oral (Manfredi, 1998), o hasta aquellos para los que la introducción de la imagen exige al historiador un replanteamiento conceptual de su disciplina, teórico y metodológico. Esta últi ma postura es defendida, entre otros, por Antonio R. de las Heras y por Mario P. Díaz, para quienes la importancia de la fotografía en la historia es algo más que una fuente, que una mera ilustración de textos. La fotografía tiene la virtud de parecerse mucho a la forma en cómo se depositan los recuerdos en nuestra mente (“nuestra memoria individual, y también la colectiva, es una memoria de instantes, recreados luego en un proceso que los conecta y los enlaza en un discurso o proceso que permite utilizar los instantes con independencia de la cronología” ). La comprensión de la historia debe hacerse desde los nuevos so portes de la imagen. Las investigaciones históricas que usan prioritariamente fotografías para es cribir historia siguen siendo muy pocas, y eso porque “el historiador piensa que las imágenes resultan atractivas e interesantes, incluso impactantes, pero para contar la historia en serio, es decir, para hacer historia de verdad, lo que vale es la palabra (Díaz Barrado, 2012: 142). Para Lara López (2015) es necesario pa sar de hacer historia de la fotografía a hacer historia con la fotografía. Para ello es necesario disponer de una metodología: habrá que reunir una serie de ellas con un nexo común temático, desmenuzar la información aportada visualmen te, reflexionar sobre cada documento y elaborar un discurso histórico en el que la fotografía sea la fuente primaria, ayudándose de otras fuentes secundarias. Como todas las fuentes, la fotografía es interpretable, hay que contextualizarla cronológica y temáticamente para leer adecuadamente la información que contiene. El interés del fenómeno fotográfico y de la imagen fotográfica, y sus respec tivas posibilidades como instrumento histórico en todas las vertientes, se deriva fundamentalmente de tres factores (Kurtz, 1996): 1. La imagen fotográfica, si bien no es objetiva, sí tiene una naturaleza grá fica entre la imagen (fotográfica) y el objeto (fotografiado) que tiene un alto valor representacional. La imagen fotográfica transporta o alberga imágenes que, teniendo un alto grado de valor representacional, consti tuyen un soporte gráfico de un valor desconocido hasta la llegada de la fotografía. La presencia de estas imágenes tiene unas implicaciones para el flujo y difusión de conocimiento visual que le confieren un carácter revolucionario. Su capacidad representacional les otorga un significado ilustrativo sobresaliente, lo que las convierte en un importante soporte de memoria gráfica. 2. La aparición de la imagen fotográfica en el mundo tendrá unas implica ciones estructurales importantes en diversas áreas de este. Estos cambios estructurales, que se inician en el ámbito de la sociedad occidental, con
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el tiempo acabarán por ejercer su influencia por todo el globo. La trans formación más importante será desde luego la transformación del con cepto del propio mundo que se genera en los tiempos contemporáneos. La aparición de la imagen fotográfica y su subsiguiente difusión universal establece un referente común de todos los lugares, cosas y personas que por su distancia e inaccesibilidad habían permanecido hasta entonces en el mundo de la fantasía y de la concepción mitológica. Lentamente el mundo se irá haciendo cada vez más real, más accesible y aparentemente más uniforme. La fotografía transforma además la propia metodología científica y acaba por establecer una base tecnológica sobre la que se ope rarán sustanciales y decisivos avances en el conocimiento, en la ciencia y hasta en la propia filosofía. 3. Como fenómeno histórico, la fotografía tiene un gran interés para la his toria misma. El desarrollo de su estructura técnica y las aplicaciones que tendrá a lo largo del tiempo constituyen un verdadero modelo histórico. La complejidad e interés de este desarrollo cubre un amplio espectro de acontecimientos con implicaciones directas e indirectas sobre el conjunto de las sociedades en que opera. La fotografía es un modelo histórico de gran interés aunque solo sea porque ha sido en el transcurso de su desa rrollo técnico donde se ha operado la segunda mayor y más importante transformación del libro, medio (único) de transmisión de conocimientos en que se basa la cultura occidental, y medio que constituye la única característica real que nos define e identifica en la comunidad a la que pertenecemos. Para el aprovechamiento de las imágenes fotográficas como útiles para el entendimiento, investigación y didáctica de la historia habrá que tener cla ra -en palabras de Kurtz- la función técnica con que se realizan, el contexto en que se producen y cómo se producen, la manera en que la estructura de claves participa en la imagen fotográfica para determinar los datos ocultos que tiene, entender el nivel perceptivo y el nivel de comprensión del propio signifi cado de la imagen fotográfica, a la vez que hay que identificar la intervención de las relaciones de la imagen fotográfica con el contexto textual e histórico en que se transmite. “En otras palabras hay que entender qué ocurre en la fotografía y qué ocurre desde la fotografía, desterrando la simple consideración de que la imagen vale más que mil palabras y que ilustra en sí misma” (Kurtz, 1996: 18). Las imágenes contienen en sí mismas una serie de datos ocultos o susceptibles de entendimiento dependiendo del reconocimiento por parte del observador de sus claves. El correcto entendimiento y reconocimiento de las claves con que ha sido construida una imagen, y por ello de la imagen misma, se deriva prin cipalmente del conocimiento de los procesos técnicos con que se realiza dicha imagen, del conocimiento de la realidad histórica del momento en que ha sido
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producida y del conocimiento del comportamiento general en la producción gráfica correspondiente a un momento temporal o local concreto y, claro está, del conocimiento de todas aquellas relaciones que tenga establecida una imagen en concreto con su contexto general y particular. La fotografía “no es la realidad, sino solo uno de los muchos modos, todos convencionales, de representarla” (Ramírez, 1981: 158). Nos permite acercar nos a la sociedad, a sus gustos y a las ideas y valores predominantes, a sus problemas, a la vida cotidiana de la gente humilde y de las clases altas, a los acontecimientos más cercanos y a los grandes frentes de batalla. En suma, la fotografía es el reflejo de nuestra sociedad, por lo que el historiador debe in tegrarla no solo como instrumento de complemento en la docencia, sino para conocer, comprender y explicar la historia. En este sentido podemos enten der las fotografías que han llegado hasta nosotros de los grandes reporteros de prensa (como Jacob A. Riis, Lewis W. Hiñe, Erich Salomón, Kurt Korff, Félix H. Man, Wilson Hicks, Robert Capa, David Seymour), y de los con siderados como fotógrafos “oficiales”, como es el caso del fotógrafo de la casa real de Austria Alois Beer. El fotógrafo austríaco Alois Beer (1840-1916) viajó desde mediados de la década de los ochenta del siglo xix por distintos países, entre ellos España, Grecia, Palestina, Italia, Egipto, Turquía y Siria, plasmando con su cámara la realidad social de las distintas civilizaciones. Además, ha sido un especialista en retratar las grandes catástrofes, maniobras militares, personajes famosos y emperadores (el emperador Francisco José le otorgó en 1882 el título de Fotógrafo de la Corte Real). En el año 2000 se ex puso en el Museo Municipal de Madrid un recorrido fotográfico por la España de 1900 debido a su cámara. Los materiales seleccionados para la exposición (110 fotos, 75 de un audiovisual y una instalación estereoscópica original) evidencian las influencias de otros fotógrafos extranjeros que documentaron nuestro país con anterioridad, como Charles Clifford (1819-1893) o Jean Laurent (1816-1893). En España también han destacado distintos reporteros y fotógrafos, como Baglietto, Florete, Campúa, Franzen, Company, Kaulak, Calvache, Verdugo, Asenjo, Goñi, Cifuentes, Irigoyen, Duque, Catalá-Roca, Alfonso, Escobar, Al guacil, Rodríguez, Zegrí, Cristina García Rodero, etcétera. A ellos podemos su mar los fotógrafos viajeros, como el inglés Charles Clifford, establecido en Ma drid en 1852, y al francés Jean Laurent, afincado en la misma ciudad cinco años después, y que permaneció en España durante cuarenta años, hasta su muerte. A las fotografías individuales de todos estos artistas hay que añadir, por supuesto, las recopilaciones que se han publicado sobre nuestra historia, la fotohistoria. Como han señalado los principales especialistas, en nuestro país han proliferado las publicaciones sobre la fotografía, pero casi siempre desde el punto de vista técnico, dejando de lado sus aspectos históricos (Soguees, 1981: 9). El vacío en el campo de la fotohistoria se ha ido llenando poco a poco
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producida y del conocimiento del comportamiento general en la producción gráfica correspondiente a un momento temporal o local concreto y, claro está, del conocimiento de todas aquellas relaciones que tenga establecida una imagen en concreto con su contexto general y particular. La fotografía “no es la realidad, sino solo uno de los muchos modos, todos convencionales, de representarla” (Ramírez, 1981: 158). Nos permite acercar nos a la sociedad, a sus gustos y a las ideas y valores predominantes, a sus problemas, a la vida cotidiana de la gente humilde y de las clases altas, a los acontecimientos más cercanos y a los grandes frentes de batalla. En suma, la fotografía es el reflejo de nuestra sociedad, por lo que el historiador debe in tegrarla no solo como instrumento de complemento en la docencia, sino para conocer, comprender y explicar la historia. En este sentido podemos enten der las fotografías que han llegado hasta nosotros de los grandes reporteros de prensa (como Jacob A. Riis, Lewis W. Hiñe, Erich Salomón, Kurt Korff, Félix H. Man, Wilson Hicks, Robert Capa, David Seymour), y de los con siderados como fotógrafos “oficiales”, como es el caso del fotógrafo de la casa real de Austria Alois Beer. El fotógrafo austríaco Alois Beer (1840-1916) viajó desde mediados de la década de los ochenta del siglo xix por distintos países, entre ellos España, Grecia, Palestina, Italia, Egipto, Turquía y Siria, plasmando con su cámara la realidad social de las distintas civilizaciones. Además, ha sido un especialista en retratar las grandes catástrofes, maniobras militares, personajes famosos y emperadores (el emperador Francisco José le otorgó en 1882 el título de Fotógrafo de la Corte Real). En el año 2000 se ex puso en el Museo Municipal de Madrid un recorrido fotográfico por la España de 1900 debido a su cámara. Los materiales seleccionados para la exposición (110 fotos, 75 de un audiovisual y una instalación estereoscópica original) evidencian las influencias de otros fotógrafos extranjeros que documentaron nuestro país con anterioridad, como Charles Clifford (1819-1893) o Jean Laurent (1816-1893). En España también han destacado distintos reporteros y fotógrafos, como Baglietto, Florete, Campúa, Franzen, Company, Kaulak, Calvache, Verdugo, Asenjo, Goñi, Cifuentes, Irigoyen, Duque, Catalá-Roca, Alfonso, Escobar, Al guacil, Rodríguez, Zegrí, Cristina García Rodero, etcétera. A ellos podemos su mar los fotógrafos viajeros, como el inglés Charles Clifford, establecido en Ma drid en 1852, y al francés Jean Laurent, afincado en la misma ciudad cinco años después, y que permaneció en España durante cuarenta años, hasta su muerte. A las fotografías individuales de todos estos artistas hay que añadir, por supuesto, las recopilaciones que se han publicado sobre nuestra historia, la fotohistoria. Como han señalado los principales especialistas, en nuestro país han proliferado las publicaciones sobre la fotografía, pero casi siempre desde el punto de vista técnico, dejando de lado sus aspectos históricos (Soguees, 1981: 9). El vacío en el campo de la fotohistoria se ha ido llenando poco a poco
Las fuentes iconográficas y audiovisuales
en los últimos años. En 1954 apareció una Historia de la fotografía de la mano de Alsina Munné, pero se quedó en un intento aislado y sin apenas continua ción. Habrá que esperar algunas décadas para encontrar trabajos de conjunto realizados con suficiente rigor histórico, como la Historia de la fotografía, de Marie-Loup Sougez o la Historia de la fotografía en España hasta 1900, de Lee Fontanella, ambos de 1981. En los últimos años ha destacado la labor de la Agencia EFE, excepcional testigo visual de los momentos más importantes de la historia contemporánea de España, que ha publicado las mejores fotografías de su interesante archivo (Un siglo de España, 19002000: las mejores fotos de la Agencia EFE. Madrid, 2002; e Imágenes inéditas de la guerra civil, 19361939. Madrid, 2002), y la de Publio López Mondé jar, que ha llevado la imagen de nuestro país desde el siglo xix hasta el Franquismo por casi todo el mundo, a través de sus exposiciones y de sus publicaciones, reeditadas en varios idiomas, especialmente el proyecto Las fuentes de la memoria. A través de ellas ha conseguido, además, sacar del injusto olvido a varios de los fotógrafos más importantes del país, que con sus fotografías nos ha permitido, como pocas fuentes, comprender la historia de España, como Luis Escobar o Alfonso Sánchez. Luis Escobar (1887-1963), nació en Villalgordo del Júcar y se estableció en Albacete en 1920. Durante más de cuarenta años recorrió La Mancha con su cámara fotográfica. Publio López Mondéjar descubrió su fotografía popular con la obra colectiva Retratos de la vida, 18751939. Fotografías de Luis Escobar (1980). Con posterioridad organizó una exposición itinerante (Luis Escobar, fotógrafo de un pueblo) que ha recorrido buena parte del país. Su catálogo fue publicado por Lunwerg Editores. Alfonso Sánchez García nació en Ciudad Real en 1880 y murió en Madrid en 1953. La cámara de Alfonso fue la mirada que inmortalizó el ambiente so cial, cultural y periodístico de una época en blanco y negro. En 1904 comenzó a trabajar en el diario El Gráfico, en el que dirigió la sección de fotografía. Reportajes sobre la Revolución portuguesa (1909), las campañas de Marrue cos (1909-1921), la ejecución del capitán Sánchez (1913), la huelga general de 1917, el vuelo del Plus Ultra (1926), la sublevación de Jaca y Cuatro Vientos (1930), la proclamación de la República (1931), las estremecedoras imágenes del Consejo de Guerra y posterior fusilamiento del general Fanjul, tras la su blevación del Cuartel de la Montaña (1936) o las tomadas en las cárceles de Ventas y Porlier (1939-1943),‘hicieron que todos los periódicos se disputasen sus fotografías. La primera exposición sobre este genial fotógrafo se inauguró el 9 de enero de 2003 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Cien fotografías que inmortalizan cincuenta años de la historia de España. La colección de Al fonso está depositada en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares desde 1992 y de sus 37.000 fotografías algunas pueden consultarse en Internet a través de PARES.
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La Fototeca del Patrimonio Histórico Español, accesible a través de Internet, tiene una de las más completas colecciones de fotografía histórica de España, formada por unas 400.000 fotografías sobre el patrimonio cultural realizadas desde la segunda mitad del siglo xix. Se han digitalizado dentro de un proyecto de colaboración con la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico, por lo que también esta ofrece los fondos. Entre las principales colecciones destacan los archivos Moreno, Loty, Ruiz Vernacci, Pando, Árbaiza, Vaamonde, conde de Polentinos, el Archivo de Información y el Archivo de Proyectos de Conser vación y Restauración. Los dos primeros contienen unas 70.000 fotografías de obras de arte, mu chas de ellas desaparecidas, y vistas de ciudades, monumentos y paisajes. El Archivo Moreno (1893-1954), del fotógrafo Mariano Moreno García y su hijo Vicente Moreno Díaz, denominado en su tiempo Archivo de Arte Español, se compone de más de 60.000 placas negativas en soportes de vidrio y plástico, que reproducen obras de arte y monumentos de buena parte del territorio espa ñol y muy especialmente de Madrid. El archivo fotográfico Loty está formado por las fotografías de vistas urbanas, monumentos, paisajes y tipos populares de toda España que realizó el fotógrafo portugués Antonio Passaporte entre 1927 y 1936, para su comercialización en tarjetas postales. El archivo del fotógrafo Joaquín Ruiz Vernacci fue creado por el francés Jean Laurent, uno de los grandes pioneros de la fotografía en España. Está compuesto, fundamentalmente, por unos 40.000 negativos de vidrio realizados por diversos fotógrafos entre 1858 y 1960. El archivo del fotógrafo Juan Mi guel Pando Barrero (1915-1992) está especializado en la guerra civil española y en los años de la posguerra. Entre 1940 y 1993 la Agencia Pando trabajó para museos, galerías, coleccionistas y artistas, industrias de ingeniería, arquitectura y publicidad. El Archivo Arbaiza está integrado por unas 34.500 fotografías de Vicente Salgado Llórente, encargadas por el Servicio de Recuperación Artística en Madrid tras la Guerra Civil. El Archivo Vaamonde contiene documentos, planos y fotografías sobre el salvamento y protección del Tesoro Artístico. In cluye fotografías sobre los bombardeos de Madrid y sobre la actividad de la Junta Central en Valencia. La colección fue donada al Estado por Joselino Vaa monde Horcada, hijo del arquitecto José Lino Vaamonde Valencia, que ocupó diversos cargos relacionados con la protección del patrimonio durante la gue rra civil española. La colección del conde de Polentinos comprende unas 10.000 placas de vidrio sobre paisajes, monumentos y escenas populares de la España de co mienzos del siglo xx realizadas por Aurelio de Colmenares y Orgaz, conde de Polentinos. El Archivo fotográfico de Información Artística fue creado en la década de 1970 por el Centro Nacional de Información Artística, Arqueológica y Etnológica (CNIAA) para completar los inventarios históricos de patrimonio. Consta de unas 90.000 copias positivas en blanco y negro de numerosos bienes
Las fuentes iconográficas y audiovisuales
culturales (muebles, inmuebles e inmateriales). El Archivo fotográfico de Pro yectos de Conservación y Restauración está formado por más de 200.000 foto grafías correspondientes a los expedientes de intervenciones de bienes muebles de Patrimonio Histórico desde 1961 hasta la actualidad. Otra interesante fototeca digital es la Fototeca del Centro Nacional de In formación Geográfica, del Instituto Geográfico Nacional, que conserva las fo tografías originales de los vuelos fotogramétricos desde los años treinta del siglo xx hasta la actualidad. El Archivo General Militar de Madrid contiene una de las más interesantes colecciones fotográficas españolas de carácter militar, que procede de la sección de Iconografía del Archivo Central del Servicio Histórico Militar, creada en 1994 con todo el material de imágenes (dibujos, grabados, fotografías, álbu mes, etcétera). Los temas más frecuentes son uniformes, armamento, retratos y batallas. Las colecciones de álbumes reúnen unas 16.000 fotografías; entre ellas destacan las dedicadas a la Primera Guerra Mundial, la cría caballar, las piezas de Artillería de la Casa Krupp, la guerra de África, la independencia de las colonias, los ejércitos de otros países y las procedentes de los archivos de los antiguos museos de ingenieros y artillería. También sobresalen los álbumes de retratos fotográficos de los diputados de la Asamblea Constituyente del Gobier no provisional de 1869 y los de la Segunda República. La Biblioteca Nacional de España posee una de las mejores colecciones fo tográficas del país, de las que una parte (actualmente 6.179) están digitalizadas en la Biblioteca Digital Hispánica. Entre las principales colecciones destaca la de Fernández Ardavín - Leonard Parish, especializada en el mundo del circo y del espectáculo de diversos países entre 1880 y 1910. También el llamado Archivo de la Guerra Civil, que reúne miles de fotografías de los dos bandos de la contienda. Otro fondo importante es el del antiguo Protectorado Español en Marruecos, con fotografías de los primeros sesenta años del siglo xx de la Dirección General de Marruecos y Colonias y los que llegaron con la biblioteca especializada en temas africanos de Tomás García Figueras. A estas colecciones se añaden los archivos fotográficos de los estudios de Amer-Ventosa, Káulak, V. Ibáñez, Gyenes, Lagos y Edward Foertsch. En el año 2005 se adquirieron los archivos de Calvache y de Cecilio Paniagua. Entre todos estos, más alguna otra colección de procedencia particular, suman más de 15.000 fotografías. La colección de grabados de la Biblioteca Nacional se puede considerar una de las más importantes del* país, tanto por su cantidad como por su calidad. Comprende obras de los mejores artistas desde finales del siglo xv hasta la actualidad y de las principales escuelas del grabado, sobre todo europeas, en tre las que destaca la colección de grabado español. Esta colección continúa aumentando gracias al Depósito Legal y a las donaciones de editores, talleres y artistas individuales. La Biblioteca Digital Hispánica facilita el acceso a 18.757 grabados digitalizados.
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El Archivo Gráfico de la Agencia EFE comenzó su actividad junto con la Agencia EFE, en enero de 1939 en Burgos, cubriendo los acontecimientos de la guerra civil española con corresponsales gráficos propios. En la década de 1960, la agencia estableció contratos con las más importantes agencias de in formación europeas y americanas, incluyendo en su fondo gráfico fotos de carácter internacional. Además, organizó una sólida red de corresponsales grá ficos por todo el país, compuesta por unos 700 fotógrafos. En la actualidad, el volumen del material gráfico archivado se aproxima a los 14 millones de documentos. ABC foto es el archivo del diario ABC, fundado en 1903, y uno de los ma yores archivos fotográficos de España. A través de los más de cuatro millones de fotografías publicadas en Internet y de los 15 millones que se conservan, se puede hacer un amplio recorrido por nuestra historia contemporánea. Las búsquedas pueden hacerse en campo libre, introduciendo palabras clave, o por temas, fechas y fotógrafos. La imagen aparece marcada para impedir su repro ducción y facilitar su venta. ABC fue el primer periódico en blanco y negro que publicó la primera fotografía en color (1915) y una de las primeras fotografías aéreas de la prensa de todo el mundo. Además de estas importantes colecciones fotográficas resulta necesario reco mendar el acceso al recolector Hispana, que incluye las principales colecciones de fotografías digitalizadas; a la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico, que incluye 65.809 ilustraciones y fotografías, y al portal PARES. Este ofrece el monográfico titulado Archivo Fotográfico de la Delegación de Propaganda de Madrid durante la Guerra Civil, con 6.095 fotografías que se realizaron como fondo propagandístico por iniciativa de la Junta de Defensa de Madrid. Entre ellas destacan las realizadas por fotógrafos de prestigio como Aguayo, Manuel Albero y Francisco Segovia, Alfonso, Antifafot, Atienza, Baldomero y Baldo mcro hijo, Brandt, Espiga, Fotolabr, Hermann, Kodak, Lázaro, Liado, Llomar, Luis, Martí, Mart, los hermanos Mayo, Prast, Tello, Torre, Vidal y Videa. Asimismo, una base de datos de enorme interés para el estudio del patrimo nio es el catálogo colectivo en línea CER.ES (Colecciones en Red), de la Red Digital de Colecciones de Museos de España. Se trata de una iniciativa del Mi nisterio de Cultura que ofrece en Internet más de 459.000 imágenes de 257.000 bienes culturales pertenecientes a 97 museos. El Ministerio también ha publicado recientemente en Internet el Catálogo Monumental de España en Google Earth. El Patronato Nacional de Turismo se creó en 1928, y sucedió a la Comisión Nacional de Turismo (1905-1911) y a la Regia Comisaría de Turismo (1911-1928). Tenía como principal objetivo la formación y divulgación de itinerarios de viajes y la edición y difusión de guías en varios idiomas para promover el turismo y favorecer la conservación de la riqueza artística y monumental de España. La serie Patronato Nacional de Turismo contiene una amplia colección de fotografías, carteles de información
Las fuentes iconográficas y audiovisuales
de actividades, folletos informativos, etcétera. En total, 344 cajas con 80.975 fotografías, 49 sobres de índices fotográficos y siete álbumes. La serie denomi nada Catálogo Monumental de España se realizó entre 1928 y 1936, año en el que las actividades de promoción del turismo quedaron interrumpidas por la Guerra Civil. Este catálogo está compuesto por 3.861 fotografías de diferentes lugares.
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La cartografía histórica
Las representaciones del territorio aparecieron antes que la propia escritura, aunque son escasos los mapas que se conservan de estas primeras culturas. El más antiguo, egipcio, es del siglo xvi a. C., y se denomina Papiro de Rhind. Los mapas egipcios fueron trazados para delimitar propiedades, representando in genuamente el territorio comprendido entre el Nilo y el mar Rojo. De la cultura babilónica se han conservado diversas tablillas de barro cocido con planos de ciudades y edificios, mapas de provincias y países, e incluso un mapamundi del año 600 a. C. Con los griegos, la cartografía experimentó un gran desarrollo, pues a ellos se debe la construcción del sistema de coordenadas basado en meridianos y pa ralelos para localizar cualquier punto sobre el mapa y la idea de la esfericidad de la Tierra (Tales de Mileto y Pitágoras). Entre las expediciones geográficas griegas que se llegaron a reflejar en mapas, cabe destacar la de Piteas de Massilia (Marsella) en 330 a. C., que visitó las islas Británicas. Los romanos aporta ron poco a la técnica cartográfica, pero dejaron una cuantiosa representación del territorio por sus extensas e intensas campañas militares. Se tienen noticias de un gran mapa extraordinariamente preciso de los dominios de Roma que mandó construir Julio César y que finalizó Augusto. Después de muchos siglos de estancamiento e incluso retroceso de la carto grafía en Occidente, que contrastaba con el impulso de la civilización china y árabe, en los siglos xv y xvi se produjo el renacimiento de la cartografía, mo tivado, fundamentalmente, por tres factores: la aparición de la imprenta, que hizo que la cartografía dejara de tener un carácter exclusivista, al tener acceso a ella mayor número de personas; la traducción (1405 y 1410) y edición en Occidente (1475) de la Geografía de Ptolomeo, y sin duda alguna los descubri mientos geográficos, motivados en gran parte por los avances técnicos en el arte de la navegación. Durante la Edad Moderna comenzó el desarrollo de la cartografía como herramienta de gobierno, ya fuese porque con los mapas se pretendiese fijar fronteras, defender al Estado contra sus enemigos o facilitar la planificación para racionalizar la administración. En este sentido, Felipe II impulsó el tra zado de la carta geográfica de la península ibérica a partir de 1560. Hasta
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entonces, los principales mapas realizados fueron los costeros, útiles para la navegación. Entre las principales cartas náuticas podemos destacar el Atlas catalán de 1375, las cartas de Dalorto y Dulcert (1327-1375), las de los car tógrafos Cresques y Soler (1380) y las cartas de Maciá de Viladestes (1413 y 1423). Esta última, conservada en la Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia tiene un trazado de costa muy detallado y correcto, y destaca ade más por la ornamentación y el dibujo de miniaturas, cordilleras, ríos y otros accidentes geográficos. En Francia, el cardenal Richelieu encargó un mapa del país en treinta hojas que se completó en 1643. Colbert, otro apasionado de la cartografía, encargó mapas de cada provincia, para lo cual solicitó la colaboración del Observatorio Real. Este interés por la exactitud tenía una justificación política y militar. En el Tratado de Utrecht, que puso fin a la guerra de Sucesión española, se uti lizaron los mapas para asegurar los acuerdos territoriales firmados. También el zar Pedro el Grande se interesó por la cartografía y emprendió la realización de mapas de todo el territorio ruso, encargo que acometieron bajo la direc ción del geógrafo alemán Johann Baptist Homann y la colaboración del cartó grafo francés Delisle. En Inglaterra se comenzó a cartografiar la periferia antes que el centro. El Departamento de Comercio propuso cartografiar las colonias en 1720. Los militares cartografiaron Escocia entre 1747 y 1755, proyecto vin culado a la pacificación del territorio tras la rebelión de 1745 y a la construc ción de carreteras. A continuación, entre 1760 y 1790, se trazaron los mapas de Quebec, Bengala e Irlanda. En estos últimos años del siglo x v i i i se comenzaron los trabajos de medición en Inglaterra, en parte como respuesta al peligro de invasión durante la Revolución francesa. En España durante ese mismo siglo se produce un gran avance cartográfico, más en cantidad que calidad, pues en esta centuria se siguió trabajando con los parámetros técnicos pregeodésicos. En otros países europeos, sin embargo, el descubrimiento de Newton de su doctrina de la gravitación universal y demos tración de la forma aplanada por los polos de la Tierra fue incorporándose a la cartografía, con resultados espectaculares en las mediciones. La experimenta ción científica había dejado paso a la mera especulación. Los Borbones intentaron impulsar la cartografía oficial, aunque el esfuerzo inicial fue lento. En las primeras décadas solo se consiguieron levantar mapas topográficos aislados de obispados, provincias y regiones, como es el caso del mapa de la provincia de Toledo y el de Cataluña, este realizado por José Apa ricio y publicado en 1720. El primer intento por elaborar un mapa general del territorio metropolitano español lo realizaron, entre 1739 y 1743, los jesuitas Carlos Martínez y Claudio de la Vega, por orden del marqués de la Ensenada. El mapa se realizó a partir de la compilación de varias fuentes, pero de poco trabajo de campo. Además, quedó incompleto, pues no se hizo de Galicia ni Asturias, y de Castilla y León solo se describieron Logroño y Ávila.
Las fuentes iconográficas y audiovisuales
La principal producción cartográfica española del siglo xvm fue debida a Tomás López. Este fue becado, junto a Juan de la Cruz, por el marqués de la Ensenada para que estudiara las técnicas cartográficas y el grabado de ma pas, con objeto de realizar el mapa general de España siguiendo el proyecto diseñado en 1751 por Jorge Juan. A pesar de los errores e inexactitudes, sus 260 mapas fueron los únicos que con alguna garantía pudieron consultarse hasta bien entrado el siglo xix. Sus hijos Juan y Tomás publicaron en 1802, con carácter postumo, su Atlas geográfico de España, en el que se recogían los principales mapas publicados en distintas escalas en el siglo anterior. En 1810 editaron el Atlas de España, con parte de la obra de su padre: recogía 87 hojas de reinos, provincias y partidos, con escalas gráficas distintas para cada mapa. Comprendía también el gran mapa de España a escala 1:230.000, que ofrece la división y organización del territorio civil (provincias y partidos) y eclesiástico (arzobispados y obispados). Una segunda edición corregida se publicó en 1830. A la cantidad de Tomás López podemos añadir la calidad de los mapas costeros realizados por Vicente Tofiño entre 1784 y 1787. En los primeros años del siglo xix, a consecuencia de las mediciones rea lizadas en plena guerra de la Independencia, los mejores mapas sobre España los realizaron los franceses e ingleses. Entre los primeros destacan los de Calmet-Beauvoisin, Capitaine, el conde Guilleminot y Donnet. Entre 1837yl839 el cartógrafo Auguste Henri Dufour publicó un Atlas nacional de España por regiones con la nueva división administrativa provincial. Era el mapa a mayor escala de todo el territorio que se publicaba hasta entonces, con un gran nivel técnico. Iba acompañado, en los márgenes de las hojas, de descripciones geo gráficas, históricas, estadísticas y económicas. También los cartógrafos militares ingleses realizaron numerosos trabajos topográficos y cartográficos durante las campañas de Wellington, entre 1808 y 1814, como el trabajo Guerra en la Península, dirigido por Murray, la cartografía de Jasper Nantiat (1810), publicada por William Faden (quien volvió a publicar, en 1829, un mapa de la Península), o el atlas de James Wild (1840), con parte de los mapas de la guerra de la In dependencia. En 1853 se estableció el organismo oficial denominado Dirección de la Carta Geográfica de España, cuya principal misión era la de establecer la red geodésica, estructura del futuro Mapa Nacional. En 1858 se midió la base cen tral de la triangulación en Madridejos (Toledo), que daba inicio a los trabajos geodésicos en España. En 1864 se organizaron los distritos geodésicos catastra les, divisiones territoriales en las que debían ejecutarse los trabajos geodésicos y topográficos correspondientes a las provincias que las integraban. A partir de 1870, el recién creado Instituto Geográfico inició la construcción del Mapa topográfico nacional a escala 1:50.000, compuesto de 1.106 hojas. Cinco años después se publicaba la primera, la de Madrid. La última hubo de esperar hasta 1964. Pocos años después, en 1975, se comenzó la elaboración del nuevo Mapa
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topográfico nacional a escala 1:25.000, de modo que cada hoja del anterior se
divide en cuatro. Previa y paralelamente a esta actividad pública no faltaron iniciativas par ticulares para la elaboración de mapas temáticos, provinciales o generales. Desde 1853 Casiano de Prado publicó, a diferentes escalas, mapas geológicos provinciales. En 1841, el ingeniero militar y cartógrafo Francisco Coello ini ció la preparación de un atlas de España, como complemento del diccionario de Madoz. Al final, la envergadura de la obra, finalizada en 1870, le llevó a publicarla de forma independiente. El Atlas de España y sus posesiones de ultramar presentaba mapas de treinta y tres provincias con una gran precisión cartográfica y una impresionante calidad del grabado. Los mapas de Coello sirvieron de base a buena parte de la cartografía temática y geológica que se publicó a partir de 1860 en España, como la Colección de mapas especiales de España, de Miguel de Avellaneda (1859-1860). En dieciséis mapas se refleja la organización histórica y contemporánea agrícola, comercial, eclesiástica, fí sica, judicial, industrial, marítima, minera, monumental y universitaria. Entre 1880 y 1881 el cartógrafo Emilio Valverde y Álvarez publicó el Atlas geográfico descriptivo de la península ibérica, Baleares y Canarias y posesiones de ultramar y el Mapa general de la península ibérica, Baleares, Canarias y posesiones españolas.
El documento cartográfico, en general, presenta la siguiente tipología (Jimé nez Pelayo y Monteagudo, 2001: 117-180): • Mapa: es una representación convencional que resulta de la proyección o traslado sobre un plano u otra figura, a tamaño reducido (escala), en forma plana o tridimensional, de la Tierra, en su totalidad o en cualquie ra de sus partes, de fenómenos físicos o humanos, concretos o abstractos, localizados en ella. Los mapas pueden dividirse en dos tipos principales: mapas básicos (generales o topográficos) y mapas temáticos (analizan la variación espacial de un solo objeto, fenómeno o atributos, o sintetizan la relación espacial que existe entre varios objetos, fenómenos o atribu tos). El mapa básico o general es la primera cartografía que se elabora sobre un territorio, la más elemental, la que contiene sobre todo datos topográficos y algunas referencias planimétricas espaciales de aspectos y fenómenos esenciales permanentes, de carácter físico y humano. Se gún la fecha, pueden ser mapas antiguos, mapas históricos, mapas ac tuales, mapas anticuados y mapas de previsión. Por el área representada pueden dividirse en locales, comarcales, áreas naturales o funcionales, provinciales, regionales, nacionales o estatales, continentales, mundiales, internacionales del mundo. Los mapas temáticos presentan una tipología muy variada, entre los que destacan los históricos, económicos, físicos, climatológicos, hidrográficos, edafológicos, políticos, militares, etcétera.
Las fuentes iconográficas y audiovisuales
Carta: representación de la parte marítima o marítimo-costera del es pacio aéreo, de la esfera celeste o de un sector concreto del universo. Lo habitual es que la carta sirva para atender las necesidades de los nave gantes, tanto náuticos como aéreos. Se han diseñado para trabajar con ellas; sobre ellas se localizan objetos o fenómenos, se trazan trayectorias, se marcan rumbos, etcétera. Entre los tipos principales de cartas destacan las cartas marinas y náuticas, cartas aeronáuticas y cartas y mapas celes tes, astronómicos y estelares. Planos: son mapas en los que se representa una superficie de extensión muy limitada. Sus rasgos principales son tener una escala muy grande o grande, considerada como uniforme, y haber prescindido prácticamente de la curvatura de la Tierra en su formación. Un caso especial de plano es el mapa planimétrico, mapa básico en el que se ha excluido el relieve de la superficie terrestre y solo representa la localización y caracterización de los fenómenos de forma horizontal. Como tipos principales podemos establecer, como en el caso de los mapas, los planos básicos y planos temáticos, con multitud de variedad. Croquis y diagramas: en el trabajo cartográfico, la primera fase de ela boración de una cartografía desemboca en la realización de un croquis, de campo (levantamiento directo) o de gabinete (compilación a partir de fuentes diversas). El croquis es un documento científico o didáctico que no tiene por qué poseer un valor cartográfico preciso, ya que es simple mente un borrador, un proyecto más o menos exhaustivo. Un diagrama es una gráfica que puede utilizar las dos variables del plano y las varia bles retinianas para definir sus componentes y las correspondencias y relaciones entre estos. Imágenes: hay diversos tipos de imágenes, entre las que destacan la fo tografía aérea, la fotogrametría y la imagen de satélite y teledetección. La fotografía aérea suele ser en blanco y negro y la imagen es una pers pectiva cónica, con centro en el objetivo de la cámara, tomada desde un avión. Para restituir la fotografía a un mapa topográfico es preciso disponer de pares estereoscópicos o estereogramas; es decir, fotografías que se solapan entre un 50 y un 60% unas con otras. La operación del traslado o restitución de los pares estereoscópicos a un mapa es lo que se conoce como fotogrametría o estereofotogrametría. El resultado no es solo un mapa topográfico, sino también uno temático a partir de la fotoidentificación y fotointerpretación. La teledetección es la obtención, el tratamiento y el aprovechamiento de las imágenes captadas por senso res remotos (láser, radar, radiómetros de microondas y otros). Los datos de origen térmico, electromagnético y fotográfico pueden tener una in terpretación visual (diapositivas,, negativos o papel) y son trasladados a una película que proporciona una imagen del terreno. Se efectúan tomas
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sistemáticas y simultáneas en cuatro emulsiones: pancromática en blanco y negro, infrarrojo blanco y negro, color natural y falso color. El documento que se obtiene es un mapa de distribución de fenómenos físicos y humanos que debe ser restituido, identificado e interpretado. O puede también digitalizarse la imagen para realizar sobre ella diversas operaciones informáticas. *
Los documentos que representan el territorio y que no son mapas ni imágenes cartográficas ni diagramas reciben el nombre de paracartografías. Estos documentos presentan una gran diversidad y entre ellos destacan los siguientes: • Perspectiva: representación de paisajes y objetos en perspectiva. Suelen ser dibujos o croquis obtenidos proyectando en perspectiva el alzado, la planta y el perfil de un territorio o de un objeto. • Vista panorámica: representación en perspectiva de un paisaje proyectado sobre un plano. Suele ser una fotografía panorámica desde un punto de vista elevado o sobre el suelo, o un dibujo o croquis panorámico. • Mapa en relieve en 3D: representación topográfica y temática en tres dimensiones que ofrece la imagen de una maqueta de la naturaleza. • Maqueta: prototipo de un mapa, un plano, una carta, o de una serie de ellos, presentados gráficamente bajo su aspecto definitivo. Pueden ser representaciones en tres dimensiones, a gran escala, de un lugar geográfico o de un conjunto arquitectónico. A la hora de proceder a interpretar un documento cartográfico no solo debemos atender a su clasificación tipológica y a su contenido, sino que se ha de tener en cuenta distintos elementos técnicos y matemáticos, como la escala y la proyección. La escala es la razón de similitud proporcionada entre el documento cartográfico y la superficie terrestre. En los planos, la escala es constante en toda la superficie que representa el documento. En los mapas se conserva en el área central o a lo largo de un determinado eje, variando hacia los márgenes. Dicha variación depende del tipo de proyección empleado y de la escala nominal: cuanto mayor es esta, menor variación hay. La escala se puede expresar de tres formas: •
•
Numéricamente: se utiliza una fracción representativa en la que el numerador indica la unidad medida en el mapa a cuántas equivale en la realidad, recogida en el denominador. Por ejemplo, una escala 1:10.000 significa que cada unidad de longitud del mapa (mm, cm, m, km) equivale a 10.000 unidades iguales en la realidad. Si trabajamos con metros, en este caso 1 metro en el mapa son 10.000 en la realidad. Gráficamente: es un segmento cuya longitud, medida en el documento, equivale a la distancia real en el terreno, indicada en su extremo derecho.
Las fuentes iconográficas y audiovisuales
•
La regleta o barra gráfica suele estar graduada en unidades más pequeñas que permite transportarlas al mapa para realizar las mediciones. Literalmente: se emplea una expresión que relaciona las unidades que se han empleado sobre el terreno y las unidades utilizadas para construir el documento. Por ejemplo: 1 cm para 1 km.
Uno de los problemas más importantes que se plantean para construir un mapa es el de pasar de una superficie esférica, tridimensional, a una plana, bidimensional, y evitar las deformaciones. Este problema irresoluble se inten ta solucionar de una forma aproximada utilizando sistemas de representación como las proyecciones. El sistema de proyección cartográfica es un sistema de correspondencia mediante el cual las coordenadas geográficas, meridianos (lon gitud) y paralelos (latitud), pasan a coordenadas cartesianas x e y . Esta trans formación geométrica produce unos cambios en la información que se extrae de la superficie terrestre, que afecta a las distancias lineales entre dos puntos, a la superficie o la forma y a los ángulos en que se cortan paralelos y meridianos. Existen diversos tipos de sistemas de proyección, que se denominan cada uno, generalmente, por las figuras o cuerpos geométricos sobre los que se pro yecta la superficie terrestre y los respectivos ejes que se han empleado para su construcción. Así tenemos proyección cilindrica, cónica, etcétera. El Archivo Cartográfico y de Estudios Geográficos del Centro Geográfico del Ejército tiene una de las mejores colecciones de cartografía histórica de Es paña, con 290 atlas y 14.874 mapas y planos anteriores al siglo xx. Los fondos más antiguos son los documentos del Cuerpo de Ingenieros Militares, creado en 1711. A ellos se unieron en el siglo xix los del Cuerpo de Estado Mayor, creado formalmente en 1810, que se encargó de la formación de diversa cartografía. A comienzos del siglo xx, esta cartoteca adquirió la colección particular de Ma nuel Rico y Sinobas, formada por 179 atlas y 2.416 mapas y planos. Posterior mente sumó la de Francisco Coello de Portugal, promotor de la Sociedad Geo gráfica de Madrid, integrada por unas 4.707 cartas. Además de los documentos cartográficos, el Centro Geográfico del Ejército dispone de una colección de 946 memorias geográficas y 3.519 itinerarios de todo el mundo. La cartoteca del Archivo General Militar de Madrid (antes, Servicio His tórico Militar) se compone de unos 45.000 planos elaborados entre los siglos xvn y xx. De ellos, 37.500 son anteriores a 1901. Los más numerosos son los referidos a la península ibérica (15.506), seguidos de los de ultramar -Amé rica y Filipinas- (12.214), Europa (2.767) y otras partes del mundo (1.269). Por materias, destacan los de representación del territorio, las obras de construc ción, el urbanismo y el desarrollo de las campañas de guerra. El Museo Naval fue inaugurado en 1843, pero la cartoteca se formó con posterioridad a partir de los fondos cartográficos, documentales y bibliográ ficos de la Dirección de Hidrografía, organismo que desapareció en 1932. Su
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colección cartográfica, fundamentalmente manuscrita, está formada por las cartas náuticas realizadas por las comisiones hidrográficas emprendidas por la Armada entre los siglos xvm y xix en distintos continentes. En total, contiene una colección de unos 5.000 mapas y planos, 230 atlas y 7.000 cartas. En 1989, el Ministerio de Defensa inició la informatización de los fondos cartográficos históricos de estas tres cartotecas. Sus documentos registrados, más de 52.800, se pueden consultar a través de la base de datos CARHIBE (Cartografía Histórica Iberoamericana), accesible tanto en el Centro de Documentación del Ministerio de Defensa como en las cartotecas participantes en el proyecto. Como resultado de la colaboración del Ministerio de Cultura con el Ministerio de Defensa se ha integrado en la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico la Cartografía de la Guerra de la Independencia, publicada en 2008 por el Ministerio de Defensa con motivo del bicentenario del conflicto. Comprende 1.095 registros bibliográficos que corresponden a 1.622 documentos cartográficos digitalizados relacionados con la guerra, principalmente mapas, planos o cartas náuticas conservadas en los centros cartográficos del Ministerio de Defensa. Además de esta colección especializada en la guerra de la Independencia, la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico ofrece un amplio fondo cartográfico, con 4.691 mapas digitalizados. La colección cartográfica de la Biblioteca Nacional tiene su origen en las aportaciones de la Biblioteca Real, fundada por Felipe V a comienzos del siglo xvm, a la que se incorporaron fondos procedentes de la antigua Biblioteca de los reyes de la Casa de Austria que existía en el desaparecido Alcázar de Madrid. Aunque hubo desde 1881 hasta 1892 una sección de “Mapas y Planos”, no empezó a funcionar de forma independiente hasta 1945. Los mapas y planos del Gabinete Geográfico de la Primera Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Marina, creado por Godoy en 1795, pasaron en el siglo xix al Archivo y Biblioteca del Ministerio de Estado, hasta que en 1913 una parte de ellos se envió a la Biblioteca Nacional y otros quedaron unidos a la documentación que se remitió a los Archivos de Simancas e Histórico Nacional. El fondo cartográfico se divide en antiguos y modernos, y comprende un total de 96.000 planos y mapas. Entre los antiguos destacan los mapas de la colección Mendoza, constituida por 1.697 impresos del siglo xvm; los mapas de la familia López, que comprende 184 mapas publicados por Tomás López y sus hijos Juan y Tomás Mauricio; mapas manuscritos, con un total de 474; colección de la Real Sociedad Geográfica Española, depositados en la Biblioteca Nacional en 1971, que contiene 8.145 mapas. A ellos hay que sumar los mapas de las secciones de Manuscritos, Incunables y Raros, Estampas y Bellas Artes. El fondo moderno suma más de 80.000 mapas, entre los que se cuentan todas las series publicadas por los organismos públicos y el legado del general Tomás García Figueras, delegado de Asuntos Indígenas en Marruecos, compuesto de
Las fuentes iconográficas y audiovisuales
unos 2.500 mapas de los primeros años del siglo xx. La Biblioteca Digital Hispánica facilita el acceso a 682 mapas manuscritos y a 6.194 impresos. El Archivo Histórico Nacional inició en 1932 el desglose de los mapas de los legajos, instalándolos independientemente, si bien dentro de la misma sección para conservar su procedencia. Actualmente se contabilizan 11.926 mapas y planos, muchos de ellos digitalizados en PARES. Las secciones que cuentan con mayor número son las de “Clero” , “Estado” , “Órdenes Militares”, “Consejos” , “Inquisición”, “Fondos Contemporáneos” y “Ultramar”. La sección “Nobleza ” , ubicada en Toledo, custodia planos y mapas de diferentes calidades, formatos y temática, elaborados entre los siglos xvi y xx. El más antiguo corresponde al año 1523 y el más moderno a 1927. También en 1932 se inició en el Archivo General de Simancas la sección de Mapas, Planos y Dibujos, a partir del desglose de los mapas de sus respectivos legajos. La mayoría procede de la sección de Guerra y Marina y de la del Estado. El plano más antiguo que se conserva es uno de Aranda de Duero de principios del siglo xvi, aunque los más comunes son los del siglo xvm. Actualmente hay identificados 5.064 mapas, manuscritos e históricos. A través de su página web y de PARES ofrece Imago Hispaniae, un recorrido por la España de la Edad Moderna (siglos x v i -x v i i i ) a través de algunas piezas de su colección Mapas, Planos y Dibujos. La sección de Mapas y Planos del Archivo General de Indias, creada en 1897, reúne no solo material cartográfico, sino también iconográfico (estampas, dibujos, etc.), así como otra documentación no figurativa de especial interés que se ha ido desglosando de sus legajos. Comprende aproximadamente 6.500 mapas y planos fundamentalmente manuscritos e históricos, agrupados en las siguientes series geográficas: América Generales, Buenos Aires, Europa y África, Filipinas, Florida y Luisiana, Guatemala, México, Perú, Chile, Santo Domingo y Venezuela. Algunos se ofrecen digitalizados a los estudiosos a través de PARES, como uno de los más recientes adquiridos por el Estado y depositado en este archivo: “Excepcional carta manuscrita de Juan Sebastián Elcano, firmada y fechada el día de su regreso tras dar la vuelta al mundo”. También resulta interesante la colección de mapas y planos del Archivo de la Corona de Aragón. Su catálogo está compuesto de 715 fichas descriptivas, de mapas y planos de los siglos xv al xx, manuscritos en su mayoría, procedentes de todos los fondos del archivo. De ellas, 419 llevan aneja su imagen digitalizada de alta resolución que permite apreciar la gran riqueza y variedad de las representaciones, y leer el detalle de las leyendas explicativas y la toponimia. Para sa ber más
Se recomienda consultar el documento “Tipología del documento cartográfico” disponible en la página web de la editorial: www.sintesis.com.
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9.4.
La numismática y la filatelia
En el reino de Lidia, en Asia Menor, aparecieron las primeras monedas grie gas conocidas, hechas en electrón (aleación de oro y plata). A mitad del siglo vi a. C., el rey lidio Creso adopta ya un sistema monetario bimetálico en oro y plata para la acuñación de moneda. Al mismo tiempo comenzaron sus acuña ciones algunas ciudades de la Grecia continental, como’Egina, Corinto y Ate nas, con la plata como metal base de sus sistemas monetarios y la dracma como unidad. Los motivos representan el prestigio de cada ciudad: las “tortugas” de Egina, símbolo de su poder marítimo; los “potros” de Corinto, con el Pegaso domado por Belerofonte, fundador de la ciudad, y las “lechuzas” de Atenas, conmemorando las fiestas panatenaicas. Las primeras monedas de la península ibérica las acuñan las colonias griegas de Emporion y Rhode, en el golfo de Rosas. Desde el siglo v a. C. la primera emite pequeños divisores de plata y algo después dracmas con el topónimo grie go de la ciudad. En el siglo ni a. C., Gadir, antigua colonia de fundación fenicia, acuñará monedas de bronce y plata en las que se representa sus característicos atunes. A partir del 218 a. C., con el desembarco de Cneo Escipión en Ampurias, comienza la expansión de la cultura y la moneda romana en la Península. A mitad del siglo II a. C. aparece el denarío ibérico, derivación del romano pero con tipología y leyenda ibérica autóctona. A partir de entonces las principa les ciudades van a ir acuñando monedas hasta que con Calígula finalizan las acuñaciones locales. El denario romano, moneda de plata de 4,50 gramos, se había creado hacia el 211 a. C., y fue la principal moneda de Roma hasta que entre los años 23 y 20 a. C. el emperador Augusto reformó el sistema moneta rio, creando el aúreo como unidad del sistema, pasando el denario a segundo término. A partir de Augusto la moneda romana fue experimentando una lenta decadencia. Caracalla crea una nueva moneda, el antoniniano o doble denario, y posteriormente se establecerá el sólido, que determinará el sistema monetario bizantino y árabe posterior. En el reino visigodo circularán los sólidos y trientes, los primeros acuñados en el sur de Francia. En el último cuarto del siglo vi, Leovigildo fue el primer monarca visigodo que inscribió su propio nombre en los tridentes. A partir de este monarca la tipología que más se generaliza es la que presenta un busto de frente, por ambas caras, junto al nombre del rey y la ceca emisora. Tras la penetración árabe en la Península, en el año 711, la nueva moneda se caracteriza por la falta de imágenes en sus caras, recubiertas de leyendas de tipo religioso, con la inclusión en algunas de ellas del nombre del gobernante, de la ceca emisora y de la fecha de acuñación, según el cómputo de la Hégira. En el Emirato solo se acuñan dirhems de plata y feluses de cobre, ya que la mo neda de oro era prerrogativa del califa de Oriente. En el siglo ix, el califato de Oriente atravesó por una etapa de gran decadencia, circunstancia aprovechada
Las fuentes iconográficas y audiovisuales
por Abderramán III para erigirse en califa de Córdoba, acuñando a su nombre monedas de oro, dinares, y dirhems de plata. Coincidiendo con la decadencia árabe, en los denominados reinos de taifas, se emiten las primeras monedas en Castilla, dineros de vellón (aleación de plata y cobre), acuñados por Alfonso VI a raíz de la toma de Toledo en 1085. A principios del siglo x i i desapareció el poder almorávide. Los reyes Alfonso VIII de Castilla y Fernando II de León, tal vez por la falta de moneda árabe, instauran la primera moneda de oro castella no-leonesa, el maravedí. A finales del siglo xn apareció la dobla o doble diñar, moneda de oro almohade, que ejerció una gran influencia en la moneda castellana, y fue incluso adoptada por Fernando m a raíz de la conquista de algunas ciudades de Anda lucía. La dobla convivió con el maravedí de plata, creada por Alfonso X . Ambas comenzaron a perder influencia con Pedro I, que introduce el real de plata, de gran importancia a partir de entonces, y con los Reyes Católicos, que introdu jeron el ducado, moneda de oro originaria de Venecia, unidad a la que deno minan excelente. Con Carlos I se cambia de nuevo la unidad áurea, adoptando en 1534 el escudo, moneda de menor ley utilizada en otros estados europeos, que en España va a perdurar hasta 1850, con Isabel II. De esta nueva moneda se realizan posteriormente múltiplos como el doblón (2 escudos), el doblón de a cuatro (4 escudos), la onza (8 escudos) y el centén (100 escudos). En el siglo xix, tras el derrocamiento de Isabel II por los revolucionarios de 1868, se adopta el sistema decimal y, como unidad del sistema monetario, la peseta de plata, nombre que en origen designaba al real de a dos. A partir de 1940 se abandonará definitivamente la acuñación de moneda en metales nobles, salvo raras excepciones (especialmente en conmemoraciones), y se uti lizará sobre todo el níquel y el cuproníquel. En el año 2002 la peseta dejó paso al euro, moneda europea. El Museo Arqueológico Nacional (Madrid) posee una de las mejores colec ciones de monedas y medallas de España (Alfaro Asins, 1991). El origen de esta colección se puede situar en 1712, cuando las colecciones de moneda existentes en el Palacio Real pasan a la recién inaugurada Biblioteca Real. Un recuento rea lizado hacia 1749 dio la cifra de 22.000 ejemplares, cantidad que aumentó rápi damente con donativos y sucesivas adquisiciones. En 1835 los fondos se habían casi quintuplicado, y sumaron 2.672 monedas de oro, 30.669 de plata y 51.183 de bronce. Al fundarse el Museo Arqueológico Nacional en 1867 pasaron a él los fondos arqueológicos y numismáticos de la citada Biblioteca (por estas fechas ya Nacional), de la Escuela Especial de Diplomática y del Museo de Ciencias Natu rales, y se contabiliza una década después un total de 103.096 ejemplares. Tras la Guerra Civil, en la que se perdieron la mayor parte de monedas de oro, se procedió a la organización de la colección, y cuentan desde 1951 con nuevas instalaciones. En este año se creó el Instituto Antonio de Agustín de N u mismática del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con sede
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en el propio Museo, que se propuso como fin la ordenación y catalogación de todo el fondo. A partir de entonces, el gabinete Numismático no ha dejado de nutrirse de donativos, adquisiciones e ingresos de todo tipo, contando en la actualidad con más de 250.000 ejemplares. La numismática (del griego nomisma, ‘dinero’) es la ciencia que trata de las monedas y medallas, sus motivos, las técnicas de acuñación y los meta les que las componen. En España el estudio teórico de las colecciones arrancó con las Etimologías de San Isidoro y los trabajos de los eruditos renacentis tas Antonio Agustín (1587), Covarrubias (1556) y Palmirano (1573). En el si glo xvi se distinguieron, en Francia, el helenista G. Budé, y en los Países Bajos, H. Goltzius, que comenzó el estudio sistemático de las colecciones, examinando más de un millar. Durante el siglo xvn se iniciaron los tratados sobre mone da medieval. El español Lastanosa trató de moneda aragonesa (1645), Vredius identificó las primeras mallas flamencas del siglo xn (1639) y en Francia se realizaron las primeras investigaciones sobre las acuñaciones reales y feu dales por Bouteroue (1666), Le Blanc (1692) y Duby (1686-1690). En 1687, P. Bizot escribió su historia de la moneda en Holanda, aportación fundamental para sacar a la numismática de los estrechos cauces del coleccionismo donde andaba encerrada. En el siglo xvm hace aparición en España una serie de investigadores que elevan el estatus científico de la numismática, como el padre Flórez de Setién, Velázquez, Gusseme, Pérez Bayer, fray Liciniano Sáez y Martínez Pingarrón. En los demás países europeos van apareciendo los primeros tratados y sínte sis, como en Alemania las de Lilienthal (1735), Koehler (1759) y en Inglaterra las de Fountaine (1705) y Snelling (1762). A finales de siglo se produjo un importante acontecimiento numismático, la edición de la Doctrina Numorum Veterum (1792-1798), del jesuita austríaco J. H. Eckhel, que formuló la teoría de la moneda griega y romana, vigente aún en gran parte. Todos estos trabajos carecían de la adecuada crítica, elemento imprescindi ble para asentar a la numismática entre las ciencias. En el siglo xix se va a dar el paso fundamental. Una de las primeras obras con criterio moderno será la Numismatique du Moyen Age, de J. Lelewel, en la cual se utiliza por primera vez la ley de la filiación de los tipos como base para la clasificación de las mone das. Su impulso ocasionó la creación de tres grandes revistas numismáticas: la francesa Revue Numismatique (1836), la inglesa Numismatic Chronicle (1838) y la Revue Belge de Numismatique (1842), a las que podemos añadir en España el Memorial Numismático (1866). En el siglo xx se incrementó en España la afición numismática -abierta en gran parte por el Memorial- y, paralelamente, las revistas especializadas: Numisma, órgano de la Sociedad Iberoamericana de Estudios Numismáticos, Gaceta Numismática, portavoz de la Asociación Numismática Española (Barcelona) y Acta Numismática, adscrita a la Societat Catalana d’Estudis Numismátics, también de Barcelona. A ellas podemos
Las fuentes iconográficas y audiovisuales
sumar Archivo Español de Arqueología, del CSIC, que suele incluir estudios especializados de numismática. Las monedas y medallas constituyen una fuente fundamental para conocer y comprender la historia, a través principalmente de las marcas (figuras, letras, números y signos diversos), motivos y leyendas que aparecen grabados en sus caras y que sirven para identificar el valor legal, el lugar y la época en que la moneda fue acuñada. Las leyendas son los epígrafes de las monedas. Generalmente se disponen en arco, junto al borde del cospel (disco metálico). Cuando los extremos inferiores de las letras rozan el canto de la pieza se dice que es leyenda externa. Cuando dan hacia el interior, se trata de leyenda interna. En el primeo, la inscripción se desarrolla en sentido contrario a las manecillas del reloj; en el segundo, en la misma dirección. Se han dado casos, como en las piezas hispanocartaginesas de plata, que la moneda carece de leyenda. A esta se la denomina anepígrafa. Anónima es la moneda que no tiene el nombre del gobernante, aunque puede ofrecer epígrafes de otra índole, como la moneda acuñada por el infante Sancho IV en contra de su padre, Alfonso X, cuya única leyenda dice Moneta Castelle / et Legionis. La numismática tiene un papel especial dentro del conjunto de las ciencias históricas, con una estrecha interdependencia con la economía política, la hacienda pública y las ciencias sociales, al constituir la moneda un medio de cambio y medida común de valor desde las primeras emisiones en el Oriente Próximo en el siglo vn a. C. Son evidentes las relaciones con la historia política, puesto que posee un sello emanado del poder público. La materialidad de la moneda nos pone en relación con la historia del arte, puesto que, a veces, las acuñaciones son verdaderas obras iconográficas dignas de estudio. También se relaciona con la arqueología, a la que proporciona datos cronológicos muy precisos, representaciones figuradas de monumentos y personajes de los que a veces solo quedan imágenes en las monedas e información variada como la referente a la toponimia y a la ubicación de ciudades (a través de hallazgos monetarios). En la Antigüedad las monedas solían hacer alusión a los principales acontecimientos de la época. El testimonio así conservado es muchas veces todo lo que queda de ellos. Estas imágenes fueron en cierto modo agentes históricos, pues no solo guardaron memoria de los acontecimientos, sino que además influyeron en la forma en que esos mismos acontecimientos fueron vistos en su momento. Tanto la selección de los acontecimientos descritos como la forma en que se presentan constituyen un testimonio del carácter del régimen que las produjo. • Durante la Edad Media la numismática fue más allá. Las monedas islámicas medievales, por ejemplo, además de tener suma importancia en la historia de la economía y de las artes, constituyeron un destacado medio de expresión del ideario religioso y político dominante en los estados que las emitieron. La dinastía almohade gobernó un imperio que se extendía por el Magreb y buena parte de la península ibérica, durante la segunda mitad del siglo xn y el xm.
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Bajo su gobierno se produjo un gran desarrollo de la cultura, incluido el discur so de legitimación teocrático sobre el que asentaban su poder. En las inscripcio nes y otros elementos semióticos de las monedas de los almohades se contienen los principales presupuestos de su visión de Dios, de la religión y de la política, como puede apreciarse en el estudio detenido del dirham almohade, el diñar o incluso el millarés cristiano, moneda acuñada en el siglo xm, a imitación del dirham almohade, para cubrir las necesidades de los grandes comerciantes de la cuenca norte del Mediterráneo que tenían tratos en la orilla sur (Vega, Peña y Feria, 2002). En la Europa de los siglos xvi y xvn se produjo un incremento de las imáge nes de la vida pública. Sobre el modelo de las monedas antiguas se inventó un nuevo género, la medalla política , destinada específicamente a conmemorar los acontecimientos públicos más destacados. Los distintos Gobiernos repartían las medallas entre los principales personajes de la vida pública tanto nacional como internacional. Las inscripciones que llevaban ofrecían a los espectadores de la época las instrucciones necesarias para leer sus imágenes, de igual modo que en la actualidad indican a los historiadores cómo se veía a sí mismo el régi men que produjo la medalla. Aunque por entonces todavía no se había acuñado el término, cabría afirmar razonablemente de las medallas producidas cada vez en mayor canti dad para príncipes tales como Carlos V o Luis XIV, que hacían propaganda, pues ofrecían una interpretación oficial de determinados acontecimientos, y de paso elogiaban de forma un tanto vaga a los monarcas anteriores. (Burke,
2001:183) Como ejemplos significativos, basta observar el triunfalismo de las medallas acuñadas para conmemorar hechos tales como la victoria de Carlos V en Mühlberg (1547) o como el paso del Rin por Luis XIV (1672). De forma análoga, la destrucción de la Armada Invencible fue celebrada e interpretada en los Países Bajos e Inglaterra con una medalla que proclamaba Flavit Jehovah et dissipati sunt (‘Dios sopló y fueron disipados’). En España el centro emisor de moneda es la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, que nació en 1893 con la fusión de dos organismos seculares: la Casa de la Moneda y la Fábrica del Sello. Ambas instituciones compartían desde 1861 el edificio de Colón, aunque eran independientes y tenían administracio nes separadas. El Museo Casa de la Moneda está considerado como uno de los museos más importantes del mundo en su género. La riqueza de sus colecciones, sus extensas instalaciones y el apoyo técnico que su personal presta a investi gadores y docentes, hacen de él un lugar único desde el que conocer el universo del dinero. Está dividido en las siguientes secciones: “Numismática”, “Billetes y Otros Medios de Pago” , “Lotería y Juegos” , “Filatelia y Prefilatelia” , “ Colec ción Artística” y “Biblioteca Histórica” .
Las fuentes iconográficas y audiovisuales
Además de la moneda, otra fuente interesante para el historiador por ser un testigo de la historia es el sello. En tiempos de los Reyes Católicos, con la unificación de todos los territorios peninsulares y el descubrimiento de América, se impulsaron las comunicaciones, y entre ellas el servicio de correos. Con el emperador Carlos V la implantación de una nueva red de comunicaciones se encomienda a los hermanos Francisco y Juan de Taxis, que reciben el primer nombramiento de “ Cartero Mayor de Castilla y del Reino” . El correo tal como lo conocemos en la actualidad es fruto de la evolución que se inicia a partir del reinado de los Borbones, con la llegada de Felipe V. En 1716 la Corona española recuperaba el arrendamiento del servicio, ante las innumerables deficiencias con que se prestaba. Se crea entonces un correo regido por un “superintendente”; se establecen y regulan las rutas, creando nuevas vías, todas ellas atendidas por diligencias, y se fijan las tarifas para el pago de la correspondencia según el peso y la distancia. En 1850, bajo el reinado de Isabel II, apareció el primer sello de correos. Para el servicio esta circunstancia tuvo importantes repercusiones, pues hasta ese momento el porteo se cobraba en destino, lo que motivaba un alto porcentaje de rechazos. El sello cambia esta situación, ya que el servicio postal cobra por adelantado el transporte y posterior entrega de las cartas. Para el historiador, la aparición del sello y el paralelo surgimiento del coleccionismo filatélico suponen el nacimiento de una nueva fuente iconográfica, de gran valor por varias causas: •
La emisión de sellos es un fiel reflejo de la historia de España, con la representación de sus monarcas, políticos, personajes de la ciencia y la cultura, acontecimientos que cambiaron o encauzaron la vida del país, conmemoraciones, elementos del patrimonio humano, artístico y cultural, etcétera. Los sellos se han convertido, por tanto, en elementos difusores de la cultura española, dentro y fuera de nuestras fronteras. • Los sellos, como las monedas, han sido elementos de publicidad en cada época y transmisores de las imágenes de los gobernantes. En España, hasta 1905, las efigies de los reyes aparecen en los sellos casi de forma exclusiva. Desde esa fecha los motivos son cada vez más variados. • España es uno de los primeros países del mundo que ha utilizado el sello de franqueo postal .para recordar y conmemorar los más importantes acontecimientos de su historia. Posteriormente se ha utilizado con frecuencia para conseguir la máxima difusión de diversos eventos celebrados en el país. Durante el reinado de Alfonso XII, el sello se utilizó por primera vez como medio de recaudación al emitirse sellos de impuesto de guerra. Con Alfonso XIII se emitió la primera serie conmemorativa española, dedicada al tercer
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centenario de la publicación de Don Quijote de la Mancha. A ella siguieron otras, como las series sobre exposiciones universales de Sevilla y Barcelona, la Quinta de Goya, el descubrimiento de América, la unión Iberoamericana, la reunión en Madrid de la Sociedad de Naciones, etcétera. En la Segunda República se dedican series a ilustres españoles, entre ellos a Pablo Iglesias, que por primera vez aparece en la imagen de un sello. Durante la Guerra Civil se emitieron en Madrid sellos dedicados a la defensa de la capital, al 150.° aniversario de la Constitución de los Estados Unidos de América, Cruz Roja y Ejército Popular. El bando sublevado emitió sellos en Zaragoza, Vitoria y Burgos en los que ensalzaban a los que consideraban “ glorias de la patria” : el Cid y los Reyes Católicos, entre otros. Tras el final de la guerra, Francisco Franco acaparará hasta su muerte todas las emisiones generales. A partir de 1950, en consonancia con las emisiones de otros países europeos, se emitieron series para divulgar los principales aspectos, para el régimen, de la historia, la cultura y la natúraleza del país, y la de sus principales personajes históricos y artísticos. En el reinado de Juan Carlos I se pueden destacar las emisiones conmemora tivas y divulgativas, como las del V Centenario del Descubrimiento de América, la Exposición Universal de Sevilla, los Juegos Olímpicos de Barcelona, el 150.° aniversario del sello español, etcétera. También merecen mencionarse, por su calidad, las emisiones dedicadas a los paisajes y monumentos, al patrimonio hispano-islámico y a los reyes de España. En la página web de Correos, en el apartado “Filatelia” , el organismo español ofrece diversos productos de interés para la recuperación y comprensión de los sellos emitidos a lo largo de la historia. En Emisiones de sellos se accede a datos e imágenes de todas las emisiones de sellos desde 1997. Pruebas de artista muestra las pruebas de artista editadas por Correos. El Catálogo Enciclopédico de Sellos de España es un producto on-line de la Federación Española de Sociedades Fila télicas que actualiza el clásico catálogo “ Enciclopedia de los Sellos” . Contiene las emisiones de sellos aparecidos desde 1850 hasta la actualidad. El acceso está or ganizado por periodos históricos, reyes y regentes, desde Isabel II hasta Felipe VI.
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La relación historia y cine El filme se observa no como obra de arte, sino como un producto, una imagen objeto cuya significación va más allá de lo puramente cinematográfi co; no cuenta solo por aquello que atestigua, sino por el acercamiento sociohistórico que permite. (Marc Ferro, 1995: 39)
La historia de la cinematografía como espectáculo comenzó el 28 de diciembre de 1895 en el Grand Café de París con la exhibición pública de nueve filmes
Las fuentes iconográficas y audiovisuales
supercortos realizados por L. Lumiére, como Salida de los obreros de las fábricas Lumiére, Llegada de un tren a la estación de La Ciotat y El regador regado. Este mismo programa se fue proyectando al año siguiente por diversas ciudades europeas: Londres, Bruselas, Berlín, Madrid, Barcelona, etcétera, suscitando en todos los países el deseo de extender el cinematógrafo. Este se entiende como la técnica que permite registrar y reproducir fotográficamente el movimiento gracias al aparato óptico mecánico que los hermanos Lumiére, de Lyon, patentaron en 1895. En 1896 se realizó el primer filme español, Salida de misa mayor del Pilar, del aragonés E. Gimeno. En los Estados Unidos, en 1898 se crearon las primeras productoras de filmes, la Edison y la Vitagraph. En Francia destacaba G. Méliés (Escamotage d’une dame, 1896; L’affaire Dreyfus, 1899). La primera muestra más importante del cine italiano llegaba en 1914, con Cabiria. En 1915 comenzó la etapa de máxima brillantez del cine mudo, que llega hasta 1929, pues si bien el primer filme sonoro se produjo en 1927 (El cantante de jazz, de A. Crossland), el cine hablado no comenzó a dominar hasta dos años después, con la película Aleluya, de King Vidor. A partir de entonces el éxito del cine ha sido imparable, incluso con la aparición de nuevos medios de comunicación más personales y familiares, como la radio y la televisión. Una buena película retrata como pocas fuentes la sociedad y mentalidad del momento, los espacios públicos y privados, la moda, los valores, la justicia, etcétera. A diferencia de la fotografía, lo hace recreando el movimiento y el sonido, convirtiendo por un momento la ficción en realidad. Paralelamente ha ido creciendo de forma constante su influencia en la comprensión de la historia, aunque el reconocimiento oficial por parte de los historiadores se hizo esperar más años. Marc Ferro es considerado uno de los principales renovadores de la historiografía de Annales en su tercera generación y, prácticamente de forma unánime, el pionero y más reputado especialista sobre las interrelaciones entre el cine y la historia, uno de los principales divulgadores del cine como fuente instrumental, auxiliar, de la ciencia histórica y como medio didáctico. Como precursores tenemos a Siegfried Kracauer, que en 1947 sorprendió a los teóricos con un sugerente y debatido ensayo sobre el cine de la República de Weimar (From Caligari to Hit ler. A Psycchological History oftbe Germán Film, Princenton University Press) y entre los teóricos coetáneos franceses a los historiadores Annie Goldman, Joseph Daniel y René Predal (La société franqaise 19141945 á travers le cinéma. París, 1972), junto al equipo del Institut Jean Vigo, de Perpignan, que encabezó Marcel Oms (con la revista Les Cahiers de la Cinématheque y sus Confrontations especializadas), y a Pierre Sorlin, profesor de Sociología del Cine en la Université de la Sorbonne Nouvelle y antiguo presidente de la International Association for Media and History (IAMHIST), organismo que reúne a los principales especialistas sobre el tema. Pero el panorama internacional es más amplio, en el mundo
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anglosajón destaca el pionero británico David J. Wenden (The Birth ofthe Movies. Londres, 1974) y a los historiadores ingleses Paul Smith, Nicholas Pronay, Richard Taylor, Jeffrey Richards y Anthony Kaldgate (Best in Britain. Cinema and Society 1930-1970. Oxford, 1983), junto al fundador de la revista de inves tigación Historical Journal of Film, Radio and Televisión Kenneth R. M. Short (Feature Films and History. Londres, 1981). Asimismo, en los Estados Unidos, el Historians Film Committee es la entidad que, cofundada por Martin A. Jackson, capitanea las investigaciones sobre el tema, entre las que resalta actualmente John O’Connor, editor de la revista especializada Film and History. Las primeras investigaciones de Ferro datan de mediados de la década de los sesenta del siglo xx, cuando en colaboración con Annie Kriegel y Alain Besangon (1965) publicaba un artículo donde relacionaba el cine y la historia a través del tema principal de su especialización: la Primera Guerra Mundial. A continua ción siguieron sus colaboraciones en diversas publicaciones colectivas, como en la pionera obra de Paul Smith de 1976 (The Historian and Film) y en Annales, y la plasmación de sus sugerentes planteamientos en libros monográficos, como Analyse de film, analyse de sociétés. Une source nouvelle pour l’Histoire (Paris: Hachette, 1975) y el hoy clásico Cinema et Histoire, ambos parcialmente refun didos en España bajo el título de Cine e historia (Barcelona: Gustavo Gili, 1980). Esta obra fue reeditada en una nouvelle y aumentada edición francesa (Cinema et Histoire. Paris: Gallimard, 1993), la cual se ha adaptado recientemente (1995) para el mercado de habla hispana con el título de Historia contemporánea y cine. En el segundo capítulo de esta obra se reproduce el artículo “Le film, une contre-analyse de la société?”, publicado en Annales en 1973, en el que explica lo que para él constituye la principal aportación del cine a la historia: la ruptura con la concepción tradicional del relato a través de la realización de un con traanálisis de la sociedad. El cine produce el efecto de desorganizar todo aque llo que generaciones de hombres de Estado y pensadores habían conseguido ordenar equilibradamente. En las imágenes no hay que buscar solamente que ilustren, confirmen o desmientan lo que nos viene de la tradición escrita. Hay que relacionarlas con la sociedad. “ ¿La hipótesis?: que el film, imagen o no de la realidad, documento o ficción, intriga naturalista o pura fantasía, es historia. ¿El postulado?: que aquello que no ha sucedido (y también, por qué no, lo que sí ha sucedido), las creencias, las intenciones, la imaginación del hombre, son tan historia como la historia”. La postura de Ferro no es ni mucho menos unánime. Para el filósofo Ian Jarvie (1978: 378), autor de diversos ensayos sobre cine y sociedad, las imágenes solo pueden transmitir tan poca información y padecen tal debilidad discursiva que es imposible plasmar ningún tema histórico en la pantalla, por lo que su uso para la documentación y comprensión de la historia debe ser rechazado. R. J. Raack (1983: 416-418), historiador que ha participado en la producción de varios documentales, ha adoptado la postura contraria, y defiende la supre
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macía de la imagen sobre el relato histórico. Según su punto de vista, las imá genes son más apropiadas para explicar la historia que las palabras; la historia escrita convencional es, según él, tan lineal y limitada que es incapaz de mostrar el complejo y multidimensional mundo de los seres humanos. Únicamente el cine nos proporciona una adecuada reconstrucción de cómo las gentes del pa sado vieron, entendieron y vivieron sus vidas. Solo los filmes pueden recuperar las vivencias del pasado. En el mismo sentido se manifiesta Robert A. Rosenstone en su muy citada obra El pasado en imágenes, que incluye como capítulo inicial el primer artícu lo sobre cine histórico publicado en la American Historical Review, que supuso el comienzo de las tentativas de este autor para analizar los problemas que un filme plantea al historiador. Para Rosenstone, es imposible juzgar una película histórica con las normas que rigen un texto, ya que cada medio tiene sus pro pios y necesarios elementos de representación. La cultura visual cambia la na turaleza de nuestra relación con el pasado, lo que implica reconocer que existe más de una verdad histórica, o que la verdad que aporta el medio audiovisual puede ser diferente, pero no necesariamente antagónica, de la verdad escrita: Debemos empezar a pensar en la historia filmada como un modo de acer carnos al pasado a semejanza de formas pretéritas, un modo similar al de la historia oral, a la historia narrada por los poetas o fabulistas. Quizá el cine sea el equivalente posliterario de las fórmulas preliterarias de entender y explicar el pasado, aquellas fórmulas en que el cientifismo y la precisión documental no se tenían en cuenta, fórmulas en las que el dato era menos importante que el sonido de una voz, el ritmo de una frase o la magia de las palabras. Uno puede vivir sensaciones estéticas semejantes en un film, cuando objetos y escenas son incluidas simplemente por su apariencia, por el placer visual que proporcionan. Estos elementos menoscaban la importancia de lo documentado, pero también añaden algo, por más que aún no sepamos evaluar ese algo. (1997: 64)
La aproximación del historiador al cine exige distinguir no entre hechos y ficción, sino entre invención adecuada e invención inadecuada. Tanto en la his toria visual como en la escrita, estas verdades no son una cuestión de hechos, sino de argumento global. “Los historiadores, por tanto, no deben juzgar las películas, como conjuntos de datos y saber que los hechos importan menos que el significado global -visual, emocional y dramático- de los acontecimientos que se transmiten a la gente”, decía Rosenstone en su participación estelar en las jornadas “Historia y Cine” que organizó el Departamento de Historia de la Comunicación Social, de la Facultad de Ciencias de la Información de la Uni versidad Complutense para conmemorar el centenario del cine en diciembre de 1995 y el de la primera proyección en España, que se cumplía en mayo de 1996. Un ejemplo evidente lo podemos estudiar con El acorazado Potemkin, donde se
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nos presenta la paradoja de que se evoca admirablemente la revolución de 1905 en Rusia cuando la mayor parte de la información que presenta ha sido pura y simplemente inventada por Eisenstein. Para Rosenstone, los documentales, aparentemente más cercanos a la reali dad histórica, son más peligrosos, por pretender acercarse más a ella con imá genes reales. A los historiadores profesionales, en cambio, les parecen más ri gurosos: Demasiado a menudo, historiadores que desprecian los filmes de argu mento consideran que los documentales presentan el pasado de una forma válida, como si las imágenes no hubieran sido mediatizadas. El documental nunca es el reflejo directo de la realidad, es un trabajo en el que las imágenes -ya sean del pasado o del presente- conforman un discurso narrativo con un significado determinado. (1997: 35)
En idéntico sentido se había manifestado Georges Sadoul (1961: 1.394), al afirmar que “los documentales no son un registro mecánico de la vida, sino que llevan en sí una recreación que puede llegar a la falsificación”. Quizá más que de falsificación, deberíamos hablar de interpretación. En el documental el director selecciona sus fuentes, como el historiador, por lo que ambos se mueven en el ámbito de la elección e interpretación personales. Rosenstone se pregunta cómo construyen un mundo histórico los filmes tra dicionales y los documentales: 1. El filme tradicional nos explica la historia como una narración con un principio, un desarrollo y un final. Este relato lleva implícito un mensaje moral, por lo general optimista, que está impregnado de una concepción de la historia que se articula en términos de progreso, incluso en el caso de que suscriban las teorías marxistas. 2. El cine explica la historia mediante los avatares de individuos, hombres o mujeres (más frecuentemente los primeros), que son importantes o que han de serlo porque la cámara los ha escogido para que tengan esa di mensión en la pantalla. Estos últimos son gente normal que ha realizado actos heroicos o admirables o que han sufrido explotación u opresión en un grado extremo. La clave es que tanto las películas de argumento como los documentales sitúan al individuo al frente del proceso histórico, lo que implica que la solución de sus dificultades personales tiende a susti tuir la solución de los problemas generales. 3. El cine nos muestra la historia como el relato de un pasado cerrado y simple. No proporciona alternativas a lo que vemos en la pantalla, no admite dudas, todo lo afirma con el mismo grado de seguridad. 4. El cine personaliza, dramatiza y confiere emociones a la historia. A tra vés de actores y testimonios históricos, nos ofrece hechos del pasado en
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clave de triunfo, angustia, aventura, sufrimiento, heroísmo, felicidad y desesperación. 5. El cine nos ofrece, es obvio, la apariencia del pasado: edificios, paisajes y objetos. Y no nos damos cuenta de cómo esto afecta a nuestra idea de la historia. Por ello es importante subrayar que más que la apariencia de las cosas, el cine proporciona la imagen de los objetos cuando estaban en uso. En el cine, las ropas no se exhiben en una vitrina como ocurre en un museo, realzan, adornan y dotan de significados al cuerpo en movi miento. 6. Las películas muestran la historia como un proceso. El mundo de la pan talla une elementos que, por motivos analíticos o estructurales, la histo ria escrita separa. Economía, política, raza, clase y cuestiones sexuales aparecen de forma simultánea en las vidas y en los hechos de individuos, grupos o naciones. Ángel Luis Hueso mantiene una postura más moderada que la de Rosenstone, defendiendo en la línea de Ferro el papel del cine como fuente histórica, como una fuente más de la historia: De sus imágenes pueden extraerse una serie de aportaciones que puestas en relación con las provenientes de otras fuentes más tradicionales, pueden facilitar una mayor profundidad y riqueza de aspectos en el conocimiento de lo contemporáneo; además, el cine tiene la posibilidad de erigirse en un medio muy idóneo para ser una ilustración viva y cotidiana de aquellas con clusiones a que lleguemos, sobre todo de tipo sociológico, de tal manera que éstas no se queden en mera especulación, sino que se encuentren íntimamente relacionadas con el mundo que les ha visto surgir. (1998: 42-43)
El historiador debe conocer metodológicamente la nueva fuente. Siguiendo a Burke (2001: 202), el poder de una película consiste en que da al espectador la sensación de que está siendo testigo ocular de los acontecimientos. Pero ese es también el peligro que conlleva este medio, pues dicha sensación es ilusoria. El director manipula la experiencia y aparece invisible. Y a este le interesa no solo lo que sucedió realmente, sino también contar una historia que tenga una determinada estructura artística y que atraiga al mayor número posible de es pectadores. El historiador debe tener claro que una historia filmada, lo mismo que una historia pintada o escrita, constituye un acto de interpretación. Como tal, debe estudiar la película, pero antes debe estudiarse el director y el contexto histórico. Resulta complicado establecer un tipo de clasificación que comprenda a to das las películas consideradas históricas en cuanto a que tratan del pasado, porque tampoco podemos olvidar, con mucha razón, a quienes niegan la exis tencia de un género cinematográfico concreto de historia (Sorlin y Camporesi),
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al defender que las películas nos hablan más de la sociedad que produce y a la que se dirigen los filmes que del pasado a que se refieren. Todas las películas, por tanto, son históricas, se enmarcan dentro de unas coordenadas temporales determinadas. Y todas tienen unos efectos determinados sobre las actitudes y el comportamiento de los espectadores y reflejan una identidad colectiva que permite comprender la situación social del momento. Marc Ferro divide los filmes en tres tipos: 1. Películas de reconstrucción histórica o de valor históricosociológico. Son aquellas que no tienen la voluntad directa de ser históricas, de hacer historia, pero poseen un contenido social y se convierten -a veces, con el paso del tiempo- en testimonios importantes sobre la historia, la so ciedad, las formas de ser o las mentalidades de una época determinada. Entre ellas podemos citar Ladrón de bicicletas, Las uvas de la ira, ¡Bienvenido, Míster Marshall!, etcétera. 2. Películas de género histórico o de ficción histórica. Evocan directamente un hecho de la historia, pero buscando sobre todo la espectacularidad y sin intención de realizar un análisis profundo de la historia. Por ejemplo, Lo que el viento se llevó y Los tres mosqueteros. 3. Películas de intencionalidad histórica o de reconstrucción histórica. En las que hay una voluntad clara por parte del cineasta de convertirse en historiador, en rescribir la historia por medio del cine: El gatopardo, La Marsellesa, Tierra y libertad. Para estudiar las principales películas de la historia de la cinematografía, la bibliografía es abundante y existen numerosos trabajos especializados sobre las películas que más expectativas han levantado para la historia. Tampoco han faltado estudios generales sobre el cine de distintas temáticas especializadas, como el mundo del trabajo o el anarquismo, por citar algunos ejemplos (Sán chez Noriega, 1996 y Porton, 2001). A esta bibliografía especializada tanto individual como temática hay que sumar la existencia de algunas guías de ca rácter general, que nos acercan en un momento a los principales títulos y reali zadores, a modo de obra de referencia; especialmente podemos recomendar las de José María Caparros Lera (1997a) y Carlos Aguilar (2000). También hay que tener en cuenta diversas bases de datos del Ministerio de Cultura, accesibles a través de su página web, que nos permiten localizar pelí culas y conocer sus principales datos técnicos: -
Base de datos de películas calificadas: ofrece información técnica sobre todas las películas estrenadas en las pantallas españolas, incluyendo la recaudación conseguida, dato importante para el historiador porque po demos apreciar su impacto social. Permite hacer búsquedas por distintos
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campos, como título, director, intérpretes, año de producción y temas, lo que facilita al historiador hacer búsquedas por periodos o acontecimien tos históricos. - Catálogo del Cine Español: dedicado al cine español, con información y fichas técnicas en PDF de todos los largometrajes y cortometrajes realiza dos cada año desde 2001. Además ofrece directorios con los directores y productoras que han trabajado en el año seleccionado. - Anuario del Cine Español: publicación electrónica anual del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales destinada a la promoción del cine español que recoge principalmente información sobre las películas cinematográficas desde 2001 con participación española en la producción y cuyo criterio de selección se basa en haber sido calificadas por primera vez durante el año correspondiente. La Filmoteca Española es el archivo histórico que custodia el patrimonio fílmico español. Tiene como misión recuperar, investigar y conservar el patri monio cinematográfico y promover su conocimiento. Desde 1956 pertenece a la Federación Internacional de Archivos Fílmicos. Los fondos fílmicos custodiados por la Filmoteca se estiman en cerca de 70.000 materiales que corresponden a unos 35.000 títulos, tanto de largo como de cortometrajes. Además tiene un completísimo archivo gráfico formado por colecciones de documentos gráficos y fotográficos de diversa índole, generados por la producción cinematográfica tanto española como extranjera. Una gran parte de estos documentos proceden de las campañas publicitarias que acompañan las presentaciones y distribución comercial de las películas, pero también se recogen programas de festivales, premios, certámenes, etcétera. La colección del archivo gráfico la componen, entre otros documentos, 500.000 fotografías, 30.000 negativos, 10.000 diapo sitivas, 40.000 carteles, 25.000 carteleras, 6.000 programas de mano, 10.000 fotocromos y 75.000 guías. En los últimos años la Filmoteca Española está distribuyendo libremente a través de Internet, en colaboración con Radio Televisión Española (RTVE a la carta), parte de sus materiales históricos, dentro de Filmoteca Española Online - RTVE.es. Entre los primeros fondos disponibles están imágenes de Alfonso XIII, las vanguardias españolas, la Guerra Civil o la vida social del Franquismo. Los noticiarios del No-Do se pueden consultar al completo, des de su primera proyección en enero de 1943 hasta su desaparición en mayo de 1981. Son 4.011 noticiarios y más de 700 horas de imágenes que reflejan la vida social, cultural y política del Franquismo y la Transición. El No-Do, de obligatoria proyección en las salas de cine de territorio nacional y colonias du rante 38 años, fue el medio cinematográfico de la dictadura del general Franco para su propaganda, pero también un hilo de España con el mundo exterior. Su lanzamiento en RTVE.es supone una herramienta única para historiadores,
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investigadores y estudiantes, pero también para el público en general para co nocer la historia audiovisual de España y la evolución de la sociedad. Además hay películas míticas como Un perro andaluz (1929), de Luis Buñuel, en su versión recién restaurada; la considerada primera película sonora del cine español, El misterio de la Puerta del Sol (1929), de Francisco Elias Riquelme, El sexto sentido (1929), y documentos históricos como El orador o la mano (1928), de Ramón Gómez de la Serna. Otras películas accesibles son Angelina o el honor de un brigadier (1935), Un anuncio y cinco cartas (1937), El faquir Rodríguez (1938, fragmento), Raza (1941), Los habitantes de la casa deshabitada (1946) y Espíritu de una raza (1950). Entre los documentales des tacan los dedicados a la Primera Guerra Mundial y a la guerra civil Española, como Guerra en imágenes, una coproducción de TVE y la Filmoteca con los documentales producidos por ambos bandos de la Guerra Civil.
Bibliografía seleccionada
Con el propósito de poner en práctica unos principios ecológicos, económicos y prácticos, el listado completo y actualizado de las fuentes bibliográficas empleadas por el autor en este libro se encuentra disponible en la página web de la editorial: www.sintesis.com. Las personas interesadas se lo pueden descargar y utilizar como más les convenga: conservar, imprimir, utilizar en sus trabajos, etcétera.
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