Belcher, Michael. Organización y diseño de exposiciones. Su relación con el museo, Madrid, España, Ediciones Trea, 1997. pp. 76-87.
CLASES DE EXPOSICIONES EN LOS MUSEOS
En 1890, en la primera asamblea anual general de la Asociación de Museos, su presidente, el reverendo Henry H. Higgins (1890), en su discurso presidencial decía: La conclusión no puede ser muy diferente: el objetivo supremo de la labor de los museos públicos públicos no es multiplicar multiplicar los hechos hechos en la memoria de los espectadores, espectadores, por muy ingeniosamente que esto se haga, sino avivar en sus corazones la capacidad de sorprenderse y experimentar una entrañable empatía —EL NUEVO CONOCIMIENTO — a que se hace referencia refere ncia en e n todas y cada una de las páginas páginas de los anales anales más remotos remotos de la naturaleza. naturaleza.
Esta noción romántica del objetivo de una exposición en el museo no es sino una más de las que a lo largo de los años se han dado para fundamentar, llámesele como se le llame, un enfoque particular de la presentación o interpretación de los objetos. Las exposiciones, además de poder ser clasificadas por sus distintos tipos (como se ha hecho en el capitulo anterior i también pueden catalogarse por sus distintas clases. En tanto que la forma de la exposición hace referencia a los aspectos relacionados con la duración \ la ubicación de la exposición, su clase hace referencia al concepto de la exposición y a la respuesta que se pretende conseguir de los espectadores. Esta puede conferirle un carácter que podría describirse de tres formas: emotivo, didáctico o de entretenimiento. Estas categorías no son, por supuesto, excluyentes entre sí y una exposición podría reunir elementos de cada una de ellas. De hecho podría argumentarse que las exposiciones por su propia definición son todas ellas educativas y contienen elementos didácticos. Podría esperarse, así mismo, que todas fueran de alguna forma entretenidas. Por otras circunstancias es lamentable, aunque no sorprendente, que se haya creado una palabra (por parte de los americanos) para recoger esa doble función: "edutainment"* (Compuesta a partir de "education" y "entertaiment". Po dría traducirse por "didactocio”, N. del T.) De todas formas, las tres descripciones generales hacen referencia a clases concretas de exposición. Algunos objetos claramente se prestan más a un enfoque que a otro. Los objetos de arte, en particular la pintura, han constituido tradicionalmente la columna vertebral de las exposiciones de tipo emotivo que se denominan estéticas. El efecto que un objeto artístico tiene sobre el espectador es claramente emotivo (Read, 1931: capítulo 4) y, debido a este hecho, la pintura ha sido habitualmente presentada de una forma particular. Se ha colgado sobre una pared junto a un rótulo discreto que ofrece una información mínima sin que se haya hecho intento alguno por interpretar el objeto, por creer que, como objeto artístico, la obra hablaría por sí misma. Por contra, se ha creído necesario ofrecer una explicación para los conceptos científicos abstractos.
Resulta difícil de entender, ante la sola contemplación de los objetos, cómo funcionan algunas obras en términos de procesos y de ciclos —sean éstos tecnológicos, como una máquina de vapor, o biológicos, como la fotosíntesis — y por ello se ofrece material interpretativo.*Sin embargo, todo depende del mensaje que se quiera comunicar, en qué aspectos se quiera hacer especial hincapié y el tipo de respuesta que se quiera obtener de los espectadores, ya que las técnicas, la escenificación o la conceptualización de una obra plástica, pueden ser explicados (y a menudo es necesario explicarlos), y un objeto, como una máquina de vapor, puede resultar tan estético como cualquier objeto artístico entendido en su forma más tradicional. Dejando a un lado las tradiciones, es factible pensar en cualquier objeto como materia de una exposición concebida en cualquiera de las tres formas. Serán aquellos que redacten el proyecto quienes, junto al diseñador, habrán de dar la solución y decidir la orientación que se le quiera dar a la exposición. Esta decisión, hasta cierto punto, habrá de tomarse en consonancia con la percepción ética que se tenga respecto al uso que se hace de las colecciones de los museos y el influjo que se quiera tener en el espectador. Debería, pues, estar relacionado con las directrices generales del museo. A lo largo de los años, distintas personas, en épocas distintas, han tenido opiniones diferentes sobre lo que debería ser un museo, y en este sentido merece la pena hacer referencia al hecho de que la mayor parte de las opiniones se basan, en gran medida, en el principio decimonónico de que la adquisición de conocimientos a través de la educación es algo moralmente bueno y beneficioso. Se está hablando de la educación en su más amplio sentido, tal y como lo resumía D.A. Allen (1949), a la sazón director del Real Museo de Escocia, en una ponencia, especialmente intuitiva, presentada ante la Real Sociedad de las Artes en Londres el 25 de Mayo de 1949: Los museos y la educación: los museos son educación. Existen para ampliarla: sin ella no pueden ser ni financiados ni mantenidos ni utilizados. La educación es una preparación para la vida y una vida, a ser posible, buena y completa; se plantea comprender y valorar, para llegar a aplicar al arte de vivir aquello que se ha aprendido.
La visión que Allen tiene de los museos incluye, como sucedía con Higgins, todas las clases de exposiciones y no sólo las didácticas.
Exposiciones emotivas
Las exposiciones diseñadas y producidas con la intención de provocar una reacción emotiva en el espectador son denominadas exposiciones emotivas. En términos generales, son de dos tipos, las estéticas y las evocadoras, estando las primeras particularmente interesadas en el efecto que tiene en el espectador la confrontación con un objeto de belleza y las segundas en el que tiene el romanticismo.
Las exposiciones estéticas
El doctor Peter Pott (1963), director del Museo Nacional de Etnología en Leiden, en los Países Bajos, consideraba que el enfoque estético "requiere una presentación muy cuidada que utilice un marco tranquilo y neutral para hacer justicia a un limitado número de objetos de valor artístico, dispuestos en la forma más efectiva posible". Esta manifestación de buen gusto no es lo que particulariza hoy en día a las exposiciones estéticas, ya que serían muchas las personas que no estarían de acuerdo sobre "la necesidad de un marco tranquilo y neutral" como uno de los requisitos estéticos. Sin embargo, a principios de los años sesenta, éste era en Europa el enfoque estético, y el concepto sigue manteniendo cierta validez en la actualidad. Puede definirse la palabra "estético" como algo relacionado con la teoría de la percepción de la belleza. Aunque se utiliza frecuentemente aplicada a cosas percibidas por su apariencia visual, puede aplicarse igualmente a cualquier fenómeno sensorial, sea éste la audición de una pieza musical, el tacto de algo exquisito, la degustación de un pastel delicioso o algo parecido. En los casos en los que se valora la calidad estética como buena, se puede emplear el término "bello". A menudo juzgar qué es lo que constituye la "belleza" es fuente de inagotables debates. Por una parte, se dice que la belleza está "en los ojos del observador" y la gente, de hecho, sabe qué es lo que le gusta y encuentra que existe un amplio espectro de objetos, y de personas, que le resultan atractivos. Este punto de vista, tan particular y a menudo idiosincrático, tiene escasa aplicación más alia del valor que pueda tener para cada individuo, que, sin otros argumentos racionales o criterios generalmente aceptados, podría tener serias dificultades para justificar sus juicios ante otras personas. El consenso al que se llega sobre lo que es o no es bello tiene su origen en aquellos criterios acordados y aceptados por un grupo de expertos bien informados y de reconocido prestigio, que se convierten en los árbitros del buen gusto. En cierto sentido, la dirección del museo puede jugar este papel, ya que es ella la que hace la selección de objetos, confrontando su decisión con los ideales de belleza académicos y filosóficos y se plantea presentarlos de una forma adecuada para convertir la exposición en algo estético, de forma que quienes visiten la exposición reaccionen ante los objetos y perciban la belleza. Desde el punto de vista del diseño, en una exposición estética, los objetos habrán de ser presentados con una especial sensibilidad de forma que sus especiales cualidades visuales puedan ser plenamente apreciadas. Puede ser necesario igualmente un entorno estéticamente agradable, elevando así la respuesta emotiva del espectador. En síntesis, las principales características de una exposición estética serían: 1.
El objetivo de la presentación es que el visitante aprecie la belleza de los objetos
seleccionados para la exposición con esa finalidad.
2. Para alcanzar ese objetivo existe un mínimo de interferencia visual y los gráficos, y otros materiales interpretativos que pudiera haber, se mantienen en un segundo plano o son elementos secundarios que de ninguna manera habrán de competir con los objetos. 3. El diseño de la presentación, es decir, el entorno de la exposición y de todos sus componentes, es compatible con el objetivo y se recrea un ambiente estético. Las exposiciones evocadoras
La otra clase de exposición emotiva es la evocadora o romántica que busca suscitar emociones en el espectador recreando una atmósfera, y posiblemente un estilo, de representación "teatral". El doctor Pott (1963:6) decía del enfoque "romántico" que: Exige que una serie de piezas interesantes, por puras razones humanas, sean presentadas de forma que inviten a la participación o a la identificación con la sociedad a la que representan. En tal situación, la figura humana habrá de ser presentada y reflejada de la forma más natural posible.
Es digna de mención la referencia de Pott a la presencia de la figura humana. El factor humano es importante en la medida en que constituye el puente entre el espectador y la escena reflejada. La gente se identifica con otra gente en cualquier momento y en cualquier lugar en que esta otra gente estuviera o esté, trátese de gente europea en relación con gente africana o gente de hoy en día en relación con personas de la época romana, y esto es particularmente cierto si están realizando tareas cotidianas tales como comer, trabajar o jugar. Estas actividades tienen un interés humano muy especial. El enfoque romántico asume que es beneficioso (y de hecho a veces agradable) compartir las experiencias humanas. Da a entender que, aunque las sociedades se diferencien por su bagaje cultural y por el hecho de cambiar a medida que evoluciona la vida, ésta es relativamente estática en el sentido de que la gente cambia bastante poco. Sin embargo, la presencia de figuras, por muy útil que pueda resultar, no es absolutamente necesaria, ya que el espectador con imaginación puede transportarse al interior de la escena — en otro lugar, en otro tiempo — si la escala es la correcta. La credibilidad de un entorno modelado o reconstruido, disminuye en proporción directa a su escala. Si se hace bien, a tamaño natural, será aceptable y creíble; pero, cuando se da una reducción, se crea una sensación de inquietud en el espectador y surge la incredulidad que afecta a la calidad de la experiencia. Las exposiciones evocadoras que más éxito tienen suelen, por tanto, recrear el conjunto del entorno. Si bien un enfoque de tipo muestrario a tamaño reducido puede tener cierto éxito (como una representación escénica), el enfoque más efectivo es, sin duda, el panorámico, que
permite al espectador entrar en él y convertirse en parte de la escena. Este ha sido el enfoque asumido con notable éxito en algunos museos como por ejemplo el Museo Público de Milwaukee, en Wisconsin, que fue pionero en esta clase de exposición. Es un enfoque que recientemente ha adquirido cierta popularidad y ha proliferado en Gran Bretaña con presentaciones teatrales tales como la de Jorvik en York y "La experiencia Blitz", en el Museo Imperial de la Guerra de Londres. Estos se plantean de forma específica llevar a los espectadores hacia atrás en el tiempo a través de una forma de presentación que tiene sus orígenes en los viejos "tableaux", que a menudo incorporaban figuras de cera. En la actualidad, este tipo de presentaciones, con las sofisticadas técnicas de animación disponibles, pueden tener unos tintes extremadamente realistas, lejos del estatismo y el silencio de antaño. Pueden animarse las figuras y la producción en su conjunto puede resultar extremadamente auténtica, pudiendo llegarse hasta la inclusión de objetos reales. Esto puede ser un tanto confuso para el espectador, quien consciente del concepto de "hacer creer", ya no es capaz de distinguir entre lo real y lo falso. Margaret Hall (1987) resumía en qué consistía este tipo de exposiciones cuando decía que: En una exposición "evocadora" se recrea, bajo una forma teatral, la atmósfera de una época, de un país, de un estilo artístico particular o de una escena. Esta escenificación facilita la comprensión a través de la evocación y la asociación, y no necesariamente a través del despliegue de textos informativos. Exposiciones didácticas
- Las exposiciones dirigidas a la transmisión de información reciben generalmente el nombre de "didácticas". Su objetivo es instruir y educar. Fomentan en el espectador un proceso de aprendizaje, cuando no de reflexión, en el que el estimulo intelectual es muy importante. Gilman (1918) ofrecía una interpretación muy adecuada del papel de la educación en el contexto del museo cuando decía que: Implica la idea general de una modificación de la personalidad en tres sentidos que podríamos denominar respectivamente como vago, general y estricto. En 5:< sentido más vago, la educación es sinónimo de influencia; en un sentido general, es sinónimo de mejora y, en un sentido estricto, es sinónimo de enseñanza.
Aunque, como ya se ha sugerido, todas las exposiciones son en un sentido general educativas, en las exposiciones didácticas, de forma específica, las funciones educativas e instructivas no son un asunto que concierna solamente a los objetos sino que son asumidas por los medios interpretativos.
Dana (1927) escribía que "los objetos son silenciosos. A través de guías, de catálogos y de epígrafes deben hablar de sí mismos, de su origen, de su propósito, de su posición relativa en el desarrollo de su clase y de un incontable número de detalles". No todo el mundo estaría de acuerdo con que los objetos son silenciosos. Cameron (1968) consideraba que "el museo como sistema de comunicación depende del lenguaje no verbal de los objetos y de otros fenómenos observables. Es en esencia un lenguaje visual y, a veces, un lenguaje auditivo y táctil". Sin embargo, incluso Cameron (1968) señalaba que esta presentación de la realidad puede ser ejemplificada y estructurada, siguiendo modelos arbitrarios de esa realidad. El hecho de que Cameron aparentemente subestimara la importancia de los "apoyos" comunicativos fue destacado por Knez y Wright (1970), quienes, al enjuiciar el punto de vista de Cameron, comentaban: A fin de aportar el máximo de claridad al mensaje verbal, un expositor puede utilizar medios suplementarios como diagramas, mapas, fotografías o modelos que figurarán entremezclados con los objetos del museo, cuidadosamente seleccionados para ofrecer un mensaje satisfactorio. A través de los recursos artísticos y de diseño, el impacto del mensaje —su conocimiento intelectual y su fuerza emotiva — se ve reforzado de forma significativa...El doctor Cameron no ha olvidado estos apoyos verbales o cognitivos... pero sí los ha relegado a un pa pel secundario.
En este punto la discusión puede volver a los términos en los que se la planteaba Brown Goode (1891), quien pensaba que un museo "eficiente" en términos educativos, era "una colección de rótulos instructivos cada una de los cuales reseñaba un espécimen bien seleccionado"; esta definición podría aplicarse hoy en día a una exposición de tipo temático. Sin embargo, si se acepta que el lenguaje visual de los propios objetos no es suficiente para ofrecer una explicación de lo que representan, se están dando por supuestos los apoyos que faciliten la comprensión y la necesidad de interpretar el lenguaje y los secretos que los distintos objetos tienen. Esta mezcla de objetos, textos y otros apoyos interpretativos, ha sido a menudo relacionada con un ensayo tridimensional o con un libro, cuya función primaria fuera la de informar y educar. Incluso una discusión breve sobre las exposiciones didácticas no sería completa si no hiciera referencia al interés por su efectividad, aspecto puesto de manifiesto por un grupo de investigadores en los Estados Unidos. Su trabajo, iniciado en los años sesenta, ha tenido una amplia repercusión entre aquellas personas interesadas en el desarrollo de nuevas exposiciones. En particular, el trabajo de Shettel, Screver-Nicol y Borun ha ampliado nuestro conocimiento del comportamiento de los espectadores cuando afrontan una exposición educativa; muchas de las ideas sobre las que versa gran parte de sus primeras investigaciones han sido desarrolladas en e. Reino Unido por el personal del Museo de Historia Natural (ver
Miles y TOUL. 1979). Un buen ejemplo del tipo de trabajo desarrollado en los Estados Unidos es e. artículo de Screven (1974) "La motivación y la evaluación del aprendizaje en el mareo del museo". En él se discuten muchos asuntos relevantes en relación con la investigación sobre cómo el visitante de un museo aprende y qué medios se puede» utilizar para hacer esa experiencia más enriquecedora. A la vista de los distintos estudios llevados a cabo, se hace patente la aplicación de los principios de la tecnología educativa a los museos y los pasos normales a dar en la preparación de la exposición educativa son: 1. Establecer los objetivos de la exposición, a ser posible en términos mensurables. 2. Identificar las características del grupo al que se quiere enseñar. 3. Analizar la tarea o el mensaje que se quiere que se aprenda con esa exposición. 4. Desarrollar las secuencias de instrucciones y materiales didácticos. 5. Probar el diseño con una muestra representativa de los futuros visitantes. 6. Rectificar y producir. De todas formas quienes buscan para las exposiciones una tecnología educar: > ~. muy efectiva no se ven libres de crítica. De hecho hay quienes señalan que de ¿- ÑI forma se olvida el hecho de que un gran número de visitantes no entra en los museo»! para que se les coaccione a aprender, por muy sutilmente que se haga. Entran porque quieren ver objetos y hay una tendencia muy acentuada entre los tecnólogos o la educación a considerar los puntos fuertes tradicionales de los museos, es decir. los objetos, como algo redundante y reemplazarlos por máquinas educativas. Quizás la última palabra en esta cuestión debiéramos dársela al profesor Jacques Barzun (1969) quien a lo largo de un seminario celebrado en Nueva York sobre "La exploración de las formas, maneras y valores de la comunicación del museo con s» público" criticó el partidismo extremo del siglo XX en favor del didactismo. Decía: Perdida ya la religión como medio de salvar a nuestro vecino, la hemos sustituido por el arte y el conocimiento como los bienes supremos que toda persona ha de querer, quiéralos o no .....Forzar el arte y el conocimiento sobre aquellos que no lo quieren es una invasión de su vida privada, lo mismo que lo era la religión. El siglo XX ha tomado claro partido por el didactismo y este esfuerzo es a menudo la principal causa de nuestra desgracia y desesperación, ya que la educación es el peor juego de azar que se haya inventado nunca.
Las exposiciones como entretenimiento
Desde finales del siglo XIX los museos han mostrado recelos respecto a su papel como agentes de entretenimiento. Si bien pocos profesionales de los museos no estarían de acuerdo con la idea de que una exposición ha de resultar entretenida, en general se ha sobreentendido que este hecho de alguna manera debería estar subordinado o debería ser un subproducto de un objetivo mucho más "valioso"', como podría ser la educación o la búsqueda de conocimiento; como alguien lo describió hace algún tiempo, "dorar la píldora". Naturalmente a lo largo de los años se han dado todo tipo de argumentos. El personal investigador de los museos se ha encargado de la investigación, de la recopilación y del cuidado de los objetos y con todo derecho se ha considerado siempre que la tarea de la interpretación debería asumirse con gran rigor profesional y debería perseguir unos objetivos educativos. Los museos están relacionados con la investigación y la interpretación de objetos reales, y no con el entretenimiento, aunque, si alguien se divierte con ellos, tanto mejor. Los responsables de los museos se han preocupado mucho de desembarazarse de la imagen de los museos como "espectáculo" de Bullock y Barnum. La popularización ya no goza de mucho prestigio en los círculos académicos. Sin embargo, hasta cierto punto, este planteamiento ignora la percepción que el visitante tiene del museo y la investigación de mercado que nos informa de que el visitante quiere entretenerse. En 1965, el doctor D.B. Harden señalaba que para la mayor parte de la gente un museo es en esencia un lugar de entretenimiento y de diversión; este punto de vista ha sido reforzado por muchas de las investigaciones llevadas a cabo, si bien también es cierto que gran parte del entretenimiento proviene precisamente para muchos del hecho de recibir información y educación. Velarde (1984) indicaba: "Los museos son en esencia lugares de lo que podríamos denominar entretenimiento culto. Son lugares a los que acuden quienes disfrutan con el conocimiento......" De todas formas para muchas otras personas el valor de entretenimiento no dependerá de estas actividades. Para ellos el entretenimiento habrá de ser diversión. Se define la palabra "diversión" como "actividad placentera" y un "salón recreativo" corno un lugar de recreo con máquinas de juego automáticas (descripción que bien pudiera aplicarse a algunas presentaciones hechas por museos en las que las tecnologías del apriete-el-botón y el ordenador se utilizan de una forma generalizada): el enfoque de "feria". De hecho, en una reciente investigación sobre la difusión científica a través de las exposiciones (Castillo 1989), se llega a la conclusión de que la base filosófica de muchos centros científicos no es muy sólida y que pocas veces consiguen sus objetivos educativos. Así pues, posiblemente los términos "salón recreativo" y "feria" resulten descripciones válidas. En cualquier caso, dado que las presentaciones de estas exposiciones se basan generalmente en principios científicos, puede suceder que, a través de un juego entretenido, se pueda aprender algo, ya que, como algunos psicólogos de la educación sostienen, el juego creativo es muy importante en términos de
desarrollo y el aprendizaje debe ser divertido. ¿Por qué razón habrían de tener las exposiciones otra función que no fuera el entretenimiento? No es nada baladí ofrecer al público entretenimiento. Si está bien hecha, una exposición puede atraer un número importante de visitantes, que se sentirán satisfechos con la experiencia. Puede suceder también que empiecen a interesarse por otro tipo de exposiciones. La respuesta a la pregunta radica en la definición de museo y en su obligación de interpretar los objetos e informar. Aunque no sea un museo, Disneylandia, por ejemplo, ha tenido un éxito notable ofreciendo a los espectadores lo que quieren, y haciéndolo bien. Posiblemente no interprete objetos reales pero ofrece, como un creciente numero de parques de atracciones, una experiencia basada en temas históricos o literarios. De todas formas, en muchos casos, no llega a provocar la experiencia emotiva de la exposición evocadora. De buscarse alguna respuesta emotiva sería, en todo caso, la felicidad. Esta clase de presentación representa el punto en el que se solapan el objetivo académico, de recrear el entorno. y la industria del ocio, interesada en ofrecer entretenimiento. Las exposiciones de "entretenimiento" pueden, por tanto, variar según su estilo y pueden ir desde el enfoque de "feria" hasta presentaciones de tipo teatral o humorístico. Se diferencian de otra clase de exposiciones en el hecho de que su objetivo es simplemente ofrecer diversión y entretenimiento. Otras categorías
Además de la categorización relativamente sencilla de las exposiciones entre modelo y clases, se han aplicado otros términos a exposiciones o muestras de especiales características que se sitúan fuera de estas dos categorías. A continuación se analizan algunos de los términos más utilizados. Interactiva
Entre otras definiciones algunas de ellas confusas, de la muestra "interactiva", posiblemente la más aceptada sea la propuesta por Hill y Miles (1987) que establece que "las muestras realmente interactivas son aquellas que pueden modificar su presentación según la percepción que el diseñador tenga de la respuesta del espectador". Los factores decisivos para esta definición son las respuestas de los espectadores que repercuten sobre la presentación. Así el hecho de pulsar un botón para iniciar una secuencia no es en sí mismo un hecho "interactivo". Solamente puede recibir el nombre propiamente dicho de interactiva una muestra que involucre al espectador en actividades relacionadas que impliquen una acción tanto intelectual como física, ella misma resultado de alguna manera de la retroalimentación de la propia muestra. Un buen ejemplo es la interacción entre un espectador y el programa de ordenador que permite un "diálogo" entre ambos dentro del nuevo tipo de muestras basadas en los ordenadores, que ahora se utilizan cada vez con mayor frecuencia. Por su propia naturaleza la mayor parte de las
muestras interactivas funcionan sobre el principio de persona-muestra y no están pensadas para grupos. Reactiva
Velarde (1984) define la muestra "reactiva" como aquella que "automáticamente se pone en marcha ante la llegada del visitante". Es ésta una descripción adecuada para una muestra que se enciende e ilumina al acercarse el visitante. Dinámica
Se puede aplicar este término a una exposición que se mueve; es particularmente adecuada para aquellas exposiciones animadas por medios mecánicos u otros similares, y puede aplicarse también a muestras manipuladas por el visitante. Centrada en el objeto
Este término, en efecto, implica lo que expresa: la exposición se basa en los objetos que constituyen el elemento básico y tienen preponderancia sobre cualquier medio interpretativo. Por su propia naturaleza pueden ser muestras que se resistan a un modelo sistemático o temático y puede ser un conjunto de objetos que merece la pena reunir en exposición. Muchas exposiciones de objetos artísticos caen dentro Le esta categoría. Sistemática
Este término implica una organización de los objetos siguiendo un modelo aceptado. Puede ser éste taxonómico (si se trata de material biológico) o cualquier otro método de clasificación aplicado al tipo de objetos en cuestión. Tiene la ventaja de que quienes conocen el sistema se mueven a gusto en él y quienes no lo conocen pueden saber o aprender cómo ordenan tales materiales los expertos. Es un enfoque favorecido por aquellas personas interesadas en el "aprendizaje con libros de texto tridimensionales". Este tipo de muestra tiene cierta importancia para los estudiante» que hayan de afrontar estudios preuniversitarios y universitarios. El conjunto de objetos constituye su punto de partida. Temática
De forma distinta al enfoque sistemático, la exposición temática parte de una línea argumental y recurre a los objetos para ilustrar el tema. En la práctica los dos modelos pueden desarrollarse conjuntamente ya que una exposición temática sin objetos sería inexistente. El tema es el enlace entre los objetos trabados en una secuencia lineal. Sin embargo, este enfoque no excluye la interpretación de objetos bien dentro del tema principal bien en relación con él.
Participativa
Interesada no solamente en la contemplación, la exposición participativa busca involucrar al visitante a través de su sentido del tacto. Se presenta bajo formas diversas que van desde las muestras interactivas, basadas en el ordenador, hasta las actividades hágalo-usted-mismo en las que se anima a los visitantes a participar, a hacer sus propios dibujos, sus propias impresiones, sus propios objetos de cerámica. Se basa en la conocida máxima educativa: "Oigo y olvido. Veo y recuerdo. Hago y entiendo".