LA ORACION EN LA BIBLIA
MONS. ALFONSO URIBE JARAMILLO
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INTRODUCCIÓN Cuando Dios creó al hombre lo llevó a la insigne dignidad de hijo suyo y quiso, por lo mismo entablar y mantener con él un diálogo de amor. Eso precisamente es la oración. La sagrada Biblia que ha sido el gran regalo que el Padre Celestial ha hecho a sus hijos contiene el mensaje de salvación y de amor que El ha querido enviarnos bajo la inspiración de su Santo Espíritu. Allí podemos aprender hasta donde llega el amor de Dios al hombre y conocer las normas y lecciones que El ha dado a sus hijos para que vivan como corresponde a su dignidad y puedan alcanzar la salvación eterna. Una de las lecciones principales que encontramos en la “Palabra de Dios” es la que nos enseña el valor, la necesidad y la fuerza de la oración, y la manera como debemos orar en las diferentes circunstancias de la vida. Hoy después de una crisis bien dolorosa, estamos redescubriendo la necesidad y el valor de la oración y, gracias a la Renovación Espiritual estamos valorando mejor la oración a la luz de la Palabra de DIOS. Nuestra pastoral diocesana busca durante este año despertar en unos e incrementar en otros el amor a la oración en todas sus formas, y con éste ánimo presenta estas ideas acerca de la oración en la Biblia.
Que el Espíritu Santo nos muestre la grandeza de la oración y anime y oriente la nuestra.
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JESUS NOS ORDENO ORAR “
Es preciso orar siempre sin desfallecer “(Lc 18,1).
“Vigilad y orad para que no entréis en tentación “(Lc 22,46). Y yo os digo: “Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persigan” ( Mt. 5. 44). JESUS NOS DIO EL EJEMPLO
“Cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración bajó sobre El Espíritu Santo” (Lc. 3,21). “Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía a Él para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero El se retiraba a los lugares solitarios donde oraba” (Lc. 5, 15). “Por aquellos días se fue al monte orar y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de dìa llamò a sus discípulos y eligió doce entre ellos, a los que llamò también Apóstoles” (Lc. 6, 12). “Mientras El estaba orando a solas, se hallaban con El sus discípulos” (Lc. 9,18). “Unos ocho días después tomo consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar y mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó..” (Lc. 9,28). “Estando Jesús orando en cierto lugar, cuanto terminó, le dio uno de sus discípulos: “ Maestro enséñanos a orar” (Lc. 11,1). San Juan nos invita a pedir en nombre de Jesús. “Todo lo que pidáis en mi nombre yo lo haré”. “Yo os aseguro. Lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará Pedid y recibiréis para que nuestro gozo sea pleno” (Jn. 16,23-25).
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“Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 2,44). En la cruz ora por sus verdugos y en el cielo, “está s iempre vivo para interceder en nuestro favor” (Hb. 7,25). ORACIONES DE JESUS
Por el Santo Evangelio conocemos algunas de las oraciones que hizo Jesús. El Padrenuestro.
Todos conocemos y hemos recitado muchas veces la oración que compuso JESÙS a petición de sus apóstoles: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada dìa dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal (Mt. 6, 9-13). En el Evangelio encontramos una hermosa oración de Jesús, llamada su Magníficat, en la cual bendice a su Padre con estas palabras: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a pequeños. Si Padre pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mì Padre y nadie conoce quién es el hijo sino el Padre: Y quién es el Padre sino el HIJO y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: ¡Dichosos los ojos que ven lo que veis” (Lc. 10, 21-23). “San Juan trae el texto de la hermosa oración sacerdotal que pronunció Jesús en la Última Cena”. Así hablo Jesús y alzando los ojos al cielo, dijo: “Padre ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a tì. Ya que les has dado poder sobre toda carne, que dé también vida eterna a 4
todos los que tú les ha dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a tì, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre glorifícame tù, junto a tì, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los que has dado sacándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado, y han guardado t palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de tì; porque yo les he comunicado lo que tù me comunicaste; ellos han aceptado verdaderamente que vengo de tì han creído que tù me has enviado. Por ello ruego yo; no ruego por el mundo, sino por lo que tù me has dado, porque son tuyos, todo lo mío es tuyo y lo tuyo mío, y yo he sido glorificado en ellos. Ya no estoy en el mundo, pero ellos si están en el mundo, y yo voy a tì. Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a tì, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo. Como yo no soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tù mes has enviado al mundo yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me consagro a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad. No ruego solo por éstos, sino también por aquellos, que por medio de su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno. Como tù, Padre, en mí y yo en tì, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tù me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: Yo en ellos y tù en mì para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tù me has enviado y que yo les he amado a ellos como tù me has amado a mì. Padre, quiero que donde yo esté estén también conmigo los que tú me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, 5
el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tù me has amado esté en ellos y Yo en ellos”. (San Juan Cap. 17). En El huerto,
oro repetidas veces “pueblo de rodillas”. Así: “Padre, si quieres aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc, 22, 41). oró así por sus verdugos: “Padre perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc. 23,33).
Y en la Cruz
Murió pronunciando esta oración: “Padre, en tus manos pongo mi espír itu” (Lc. 23, 46). LA ORACION EN LA IGLESIA PRIMITIVA
Los Hechos de los Apóstoles nos enseñan el aprecio que tenía los primeros cristianos por la oración y la manera como oraban. La preparación de Pentecostés se hizo con intensa oración: “Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la Madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hch, 1,14). Los miembros de la primera comunidad cristiana “acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (Hch, 2, 42). Pedro y Juan efectúan la curación de un tullido cuando “subían al templo para la oración de la hora nona” (Hch. 3, 1). Cuando Pedro y Juan son liberados de la prisión y vinieron a los suyos, todos elevaron su voz a Dios y dijeron: “Señor tù que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, tù eres el que has dicho por el Espíritu Santo, por boca de nuestro Padre David, tu siervo: ¿A qué en esta agitación de las naciones, estos vanos proyectos de los pueblos? Se han presentado los reyes de la tierra y los magistrado se han aliado contra el Señor y contra su Ungido. “Porque verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato con las naciones y los pueblos de Israel contra SU 6
santo siervo Jesús, a quien has ungido, para realizar lo que en tu poder y en tu sabiduría habías predeterminado. Y ahora Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos que puedan predicar tu Palabra con toda valentía, extendiendo tu mano para que realicen curaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús”. Acabada su oración retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la palabra de Dios con valentía. La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma, nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en común” (Hch, 4, 24-32). Mientras el diácono San Esteban era apedreado oraba así “Señor JESÙS, recibe mi espíritu Señor. No les tengas en cuenta este pecado” “Hch 7,60). Del Centurión Cornelio nos dice lo siguiente: “Había en cesárea un hombre, llamado Cornelio, centurión de la cohorte itálica, piadoso y temeroso de Dios como toda su familia, daba muchas limosnas al pueblo y continuamente oraba a Dios. Vio claramente en visión, hacia la hora nona del dìa, que el Angel de DIOS enteraba en su casa y le decía: “Cornelio” El le miró fijamente y lleno de espanto dijo: “¿Qué pasa, Señor?” Le respondió: “Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial ante la presencia de Dios. Ahora envía hombres a Joppe y haz venir a un tal Simòn, a quién llaman Pedro” (Hch. 10,1-5) Cuando San Pablo y su compañero Silas fueron azotados y metidos en el cepo del calabozo “hacia la medianoche estaban en oración cantando himnos a DIOS” (Hch. 16,25). En la isla de Malta” el padre de Publio se hallaba en cama atacado de fiebre y disentería. Pablo entró a verle, hizo oración, le impuso las manos y le curó” (Hch. 28,8). LA ORACION EN SAN PABLO
En las cartas del apóstol San Pablo encontramos textos preciosos acerca de la oración. Su lectura podrá servirnos de precioso
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material para la reflexión que nos haga apreciar mejor la importancia y la necesidad de la oración. A los Romanos les dice que en sus oraciones hace siempre mención de ellos (1,9) y que “deben ser constantes en la oración” (Rom. 12,12). Cuando en la Carta a los Efesios el apóstol nos habla de las armas que debemos emplear en el combate espiritual con las fuerzas del mal nos invita a “vivir siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu velando juntos con perseverancia en intercediendo por todos los santos “(6,18). A los Colosense les escribe “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (4,2). “Orad constantemente” escribe a los Tesalonicenses (I Tes. 5,17). En la primer carta a Timoteo le escribe: “Ante Todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplica y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad” (2,1) y añade: “Quiero que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas” (2,8). El apóstol Santiago, insiste también en la necesidad de orar y de hacerlo con fe. ¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos. ¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre èl y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados le serán perdonados. Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados.. La oración ferviente del justo tiene mucho poder. Elías era un hombre de igual condición que nosotros: oró insistentemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Después oró de nuevo y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto. Si alguno de vosotros, hermanos míos se desvía de la verdad y otro le convierte, sepa que el que convierte a un pecador de su camino 8
desviado. Salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5,13-19). San Juan escribe en su primera cara “En esto está la confianza que tenemos en El. En que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha y si sabemos que nos escucha en lo que pedimos, sabemos que tenemos enseguida lo que le hayamos pedido” (5, 14 16). LA ORACION EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Los libros sagrados del Antiguo Testamento contienen textos preciosos acerca de la oración y de la manera tan espontánea y filial como se dirigían al Señor los Justos que vivieron antes de la venida del Señor. El primer texto que encontramos en la Biblia acerca del poder y de la necesidad de la oración está en el Génesis “Y le dijo DIOS en sueños a Abimelek: Devuelve la mujer de ese hombre porque es un profeta; el rogará por tì para que vivas “(20,7). Abraham rogó a Dios y Dios curó a Abimelek y a su mujer” (Gèn. 20,17). Después es Isaac que ora por su mujer que era estéril y el Señor la Sanó (Gén. 25,2). Moisès es un hombre de profunda fe y cuando ora consigue del Señor grandes favores como aparece a lo largo del libro del Éxodo. Un ejemplo de su manera de orar es la siguiente: “Pero Moisés, trató de aplacar a Yahveh, su Dios, diciendo: Por qué, oh Yahveh, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo, el que tù sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y mano fuerte? ¿Van a poder decir los egipcios: Por malicia los has sacado, para matarlos en las montañas y exterminarlos de la faz de la tierra? Abandona el ardor de tu cólera y renuncia a lanar el mal contra tu pueblo. Acuérdate de Abraham, de Isaac, de Israel, siervos tuyos, a los cuales júrate por Tì mismo. Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo: toda esta tierra que os tengo prometida la daré a vuestros descendientes y ellos la poseerán como herencia 9
para siempre y Yahveh renunció a lanzar el mal con que había amenazado a su pueblo. Volvióse Moisès y bajó del monte, con las dos tablas del Testimonio en su mano. Tablas escritas por ambos lados: por una y otra cara estaban escritas” (Ex 32, 11-15). “Me postre, pues ante, Yahveh y estuve postrado estos cuarenta días y cuarenta noches, porque Yahveh y dije: Señor Yahveh, no destruyas a tu pueblo, tu heredad que tú has rescatado por tu grandeza y que has sacado de Egipto con mano fuerte. Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob, y no tomes en cuenta la indocilidad de este pueblo, ni su maldad ni su pecado, para que no se diga en el país de donde nos sacaste “porque Yavheh no ha podido llevarles a la tierra que les había prometido. Y por el odio que les tiene, los ha sacado para hacerles morir en el desierto. Pero ellos son tu pueblo, tu heredad, aquellos a quienes tù sacaste con tu gran poder y tenso brazo” (Dt. 9,25-29). El libro I de Samuel nos describe la manera como ora Ana para que el Señor le conceda un hijo y la respuesta favorable de Dios (Leer el capítulo I). El cántico de Ana que encontramos en el capítulo II es admirable y con razón es llamado el prototipo del magníficat. En el capítulo 22 del segundo libro de Samuel hallamos el hermoso cántico de David para alabar al Señor meditemos algunos versículos: “Dijo: Yahveh, mi roca, m baluarte, m liberador, mi Dios, la peña en que me amparo, mi escudo y cuerno de mi salvación mi altura inexpugnable y mi refugio, mi salvador que me salva de la violencia. Invoco a Yahveh que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos. Las olas de la muerte me envolvían. Me espantaban las trombas de Beliat lazos de seol me rodeaban, delante de mi trombas de muerte. Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué y escuchó mi voz desde su templo resonó mi llamada en sus oídos. La tierra fue sacudida y vacilo las bases de los cielos retemblaron. Vacilaron bajo su furor”. (II Sam 22, 2-8).
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“! Viva Yahveh y bendita mi Roca el Dios de mi salvación sea ensalzado! El Dios que me concede la venganza y abate los pueblos a mis plantas. Tù me salvas de mis enemigos, me exaltas sobre mis agresores, y me libras del hombre violento. Por eso Yahveh quiero alabarte entre los pueblos y muestra su amor a su ungido a David y su limaje para siempre” (II Sam 22 47 51). Salomón pronuncio una hermosa oración cuando consagró el templo que construyó en Jerusalén. Parte de esa oración es la siguiente. “Oye, pues, la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Escucha tù desde el lugar de tu morada, desde el cielo escucha y perdona”. Cuándo un hombre peque contra su prójimo y éste pronuncié una imprecación sobre èl haciéndole jurar delante de tu altar en esta casa escucha tù desde los cielos y obra, juzga a tus siervos declarando culpable al malo, para hacer recaer su conducta sobre su cabeza y declarando inocente al justo para darle su justicia. “Cuando tu pueblo Israel sea batido por su enemigo por haber pecado contra ti si se vuelven a ti y alaban tu Nombre orando y suplicando ante ti en esta Casa escucha tu desde los cielos y perdona el pecado de tu pueblo Israel y vuélvelos a la tierra que diste a tus padres. Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron contra tì, si oran en este lugar y alaban tu Nombre y se convierten de su pecado porque les humillaste escucha tu desde los cielos y perdona el pecado de tu siervo y de tu pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deberán andar y envía lluvia sobre tu tierra la que diste a tu pueblo en herencia”. “Cuando haya hambre en el país, cuando haya peste tizón, añublo, langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus puertas, en todo azote y toda enfermedad, si un hombre cualquiera, experimentando remordimiento en su corazón, eleva cualquiera plegaria o cualquier suplica y extiende las manos hacia esta Casa. 11
Escucha tu desde los cielos, lugar de tu morada, perdona y da a cada uno según sus caminos, pues tù conoces su corazón y si tù conoces el corazón de todos los hijos de los hombres, para que te teman todos los días que vivan sobre la faz de la tierra que has dado a nuestros padres. “También el extranjero que no es de tu pueblo. Que viene de un país lejano a causa de tu nombre” (I Reyes 8,30-41). El Rey Ezequías que estaba enfermo de muerte, ora con fe y el Señor le devuelve la salud” (II Reyes 20, 1-12). En el libro II de las Crónicas encontramos esta afirmación: “Y oyó Yahveh a Ezequías y dejó salvo al pueblo” (30,20) Esdras, uno de los reconstructores de Jerusalén después del destierro de los judías a Babilonia, fue un hombre de profunda oración. En el capítulo 9 encontramos la bella oración que dirige al Señor “de rodillas y con las manos extendidas hacía su “Dios” ( V 5). Hermosa es también la oración que Nehemías dirige al Señor y que encontramos en el Cap. I de su libro. En el Cap. 9 encontramos el sublime cántico que entonaron los Israelitas durante la ceremonia explatoria. Ojala lo leamos con mucha atención. En el libro de Tobías leemos la oración que “con gemidos “dirigió al Señor en medio de su dolor (3, 1-7) El joven Tobías y su esposa hicieron una hermosa oración la noche de sus bodas que es sabía lección para todos los esposos. “Bendito seas, tu, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! Bendigante los cielos, y tu creación entera, por siglos todos. Tù creaste a Adán, y para èl cresaste a Eva su muer, para sostén y ayuda y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tù mismo dijiste: No es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a èl. Y no tomo a esta mi hermana con deseo impuro, mas con recta 12
intención. Ten piedad de mì y de ella y podamos llega juntos a nuestra ancianidad. Y dijeron a coro: “Amén, amén” (Tobías 8, 5-8) En el capítulo. 9 del libro de Judit leemos la hermosa oración que esta piadosa mujer dirige al Señor a favor de su pueblo. Y En el Cap. 16 hallamos el himno de acción de gracias que entonaron después de la victoria sobre el ejército de Holofemes. En el libro de Ester podemos ver la conmovedora oración de Mardoqueo dirige al Señor a favor de su pueblo y la que hace la Reina Ester las encontramos en el Cap. 4. Los dos libros de los Macabeos nos muestran como aquellos valientes guerreros consiguieron tantas y tan admirables victorias debido a su fe en el Señor ya su oración, aún en el combate. Así oraban por ejemplo: “TÙ, soberano, enviaste tu ángel a Ezequías que dio muerte a cerca de ciento ochenta y cinco mil hombres; ahora también, señor de los cielos, envía un ángel bueno delante de nosotros para infundir el temor y el espanto., Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando a atacar a tu pueblo santo”. “Luchando con las mansos, pero orando a Dios en su corazón abatieron no menos de treinta y cinco mil hombres regocijándose mucho por la manifestación de Dios” (II Mac 15, 22-28). JOB
El libro de JOB contiene una serie de diálogos entre Dios que permite el mal y el justo que lo padece. Allí encontramos oraciones preciosas como por ejemplo, la del Cap. 10 y el himno al poder de DIOS del Cap. 25. LOS SALMOS
Es tan evidente la riqueza religiosa de los Salmos que no son necesarias muchas palabras. Ellos fueron la oración del Antiguo Testamento, en la que el mismo Dios inspiró los sentimientos que sus hijos deben albergar con respecto a èl y las palabras de que deben servirse a él. Los recitaron Nuestro Señor y la Virgen, los 13
Apóstoles y los primeros mártires. La Iglesia cristiana ha hecho de ellos, sin cambiarlos su oración oficial. Sin cambios. Esos gritos de alabanza. De súplica o de acción de gracias arrancados a los salmistas en las circunstancias de su época y de su experiencia personal, tienen un eco universal, porque expresan la actitud que todo hombre debe adoptar ante Dios. Sin cambios en las palabras, pero con un enriquecimiento considerable del sentido en la Nueva Alianza, el fiel alaba y agradece a Dios que le ha revelado el secreto de su vida íntima, que le ha resucitado con la sangre de su Hijo, que le ha infundido su Espíritu, y en la recitación litúrgica. Cada salmo concluye con la doxología trinitaria de Gloria Patriet Filio et Spritui Sancto. Las viejas súplicas se hacen más ardientes una vez que la cena, La cruz y la Resurrección, han enseñado al hombre el amor infinito de DIOS, la universalidad y la gravedad del pecado, la gloria prometida a los justos. La esperanzas cantadas por los salmistas se realizan; el Mesías ha venido y reina, y todas las naciones son llamadas para que le alaben (Biblia de Jerusalén (introducción a los Salmos). Ojala que aumente el número de personas que oren diariamente con la liturgia de las horas para que enriquezcan su vida de oración privada y comunitaria. EL ECLESIASTICO
En el capítulo 51 de este hermoso libro encontramos este himno de acción de gracias. “Quiero darte gracias, Señor, Rey, y alabarte, oh Dios mi salvador, a tu nombre doy gracias. Pues protector y auxilio has sido para mì, y has rescatado mi cuerpo de la perdición, del lazo de la lengua insidiosa, de los labios que urden mentira; frente a mis adversarios has sido auxilio y me has rescatado, según la abundancia de tu misericordia y la gloria de tu nombre, de las dentelladas de los dispuestos a devorarme, de la mano de los que buscan mi alma, de las muchas tribulaciones que he sufrido, del ahogo del fuego que me envolvía, de entre el fuego que yo había encendido, de la hondura de las entrañas del seol, de la lengua impura, de la palabra mentirosa, calumnia de lengua injusta ante el rey. Cerca de la 14
muerte estaba mi alma, mi vida estaba junto al seol, abajo. POR todas partes me asediaban y no había quien auxiliara, volví los ojos a un apoyo humano y no había ninguno. Entonces me acordé de tu misericordia, Señor, y de tu actuación desde la eternidad, que tù levantas a los que en ti esperan, y los salvas de la mano de enemigos. Y elevé de la tierra mi plegaria, supliqué ser librado d e la muerte. Clamé al Señor, Padre de mi Señor: “No me abandones en días de tribulación, en la hora de los orgullosos, cuando no hay socorro. Alabaré tu nombre sin cesar, te cantaré en acción de gracias”. Y mi oración fue escuchada, pues tù me salvaste de la perdición, y me libraste del momento malo. Por eso le daré gracias y te alabaré, bendeciré el nombre del Señor. Siendo joven aún, antes de ir por el mundo, me di a buscar abiertamente la sabiduría en mi corazón” (Eclesiástico 51, 1-13). LA SABIDURIA
Otra oración que ojalá recitemos con frecuencia es la que encontramos en el libro de la Sabiduría para pedir este precioso don. Su texto es el siguiente: “Dios de los padres, Señor de la misericordia, que con tu palabra hiciste el universo, y con tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre los seres por tì creados, rigiese el mundo con santidad y justicia y ejerciese al mando con rectitud de espíritu, dame la sabiduría, que se sienta junto a su trono, y no me excluyas del número de tus hijos. Que soy un siervo tuyo, hijo de tu sierva, un hombre débil y de vida efímera incapaz de entender la justicia y las leyes. Pues, aunque no sea perfecto entre los hijos de los hombres, si le falta la sabiduría que de ti procede, en nada será tenido. Tù me elegiste para reinar sobre tu pueblo, para regir a tus hijos y a tus hijas; tù me ordenaste levantar un Templo en un monte santo, un altar en la ciudad donde tienes establecida tu morada, imagen de la tienda santa que preparaste desde el principio. Contigo está la sabiduría que conoce tus obras, que estaba presente cuando hacías el mundo, que sane lo que es agradable a tus ojos, y lo que es conforme a tus mandamientos. Envíala de los cielos santos, mándala de tu trono de gloria para que a mi lado participe en mis trabajos y sepa yo lo que a tì te agrada, pues ella 15
todo lo sabe y todo lo entiende. Ella me guiará prudentemente en mis empresas y me protegerán con su gloria. Entonces mis obras te serán agradables, regiré a tu pueblo con justicia y seré digno del trono de mi padre. ¿Qué hombre, en efecto, podrá conocer la voluntad de DIOS? ¿Quién hacerse idea de lo que el Señor quiere? (Sabiduría 9, 1-13). ISAIAS
En la profecía de Isaías encontramos el conmovedor cántico del Rey Ezequías para alcanzar del señor la salud. “Canto de Ezequías, rey de Judá, cuando estuvo enfermo y sano de su mal. Yo le dije: a la mitad de mis días me voy; en las puertas del seol se me asigna un lugar para el resto de mis años. Dije: No veré a Yahveh en la tierra de los vivos; no veré ya a ningún hombre de los que habitan en el mundo. MI Morada es arrancada, se me quita como tienda de pastor. Enrollaste como tejedor mi vida, del hijo del tejido me cortaste. De la noche a la mañana acabas conmigo; grite hasta la madrugada: Como león tritura todos mis huesos. De la noche a la mañana acabas conmigo. Como grulla, como golondrina chirrío, zureo como paloma. Se consumen mis ojos de mirar hacia arriba. Yahveh, estoy oprimido, sal por mì. ¿Qué diré? ¿De qué le hablaré, cuando èl mismo lo ha hecho? Te glorificaré todos mis años a pesar de la amargura de mi alma. Señor, por ello te glorifico y se eleva mi espíritu y consolado vivo. Entonces mi amargura se trocará en bienestar, pues tù preservaste mi alma de la fosa de la nada, porque te echaste a la espalda todos mis pescados. Que el seol no te alaba ni la muerte te glorifica, no los que bajan al pozo esperan en tu fidelidad. El que vive, el que vive, éste te alaba, como yo ahora. El padre enseña a os hijos tu fidelidad. Yahveh, sálvame y mis canciones cantaremos todos los días de nuestra vida junto a la casa de Yahveh”. (Is. 38, 9-20).
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INDICE
LA ORACION EN LA BIBLIA
Introducción……………………………………………………………..2 Jesús nos ordeno orar………………………………………………….3 Jesús nos dio el ejemplo……………………………………………….3 Oraciones de Jesús………………………………………………… …4 La oración en la Iglesia Primitiva………………………………… ….6 La oración en San Pablo…………………………………………… …7 La oración en el Antiguo Testamento………………………………….9 Job……………………………………………………………………… 13 Los salmos……………………………………………………………. 13 El eclesiástico………………………………………………………… 14 La sabiduría………………………………………………………….. 15 Isaías………………………………………………………………….. 16
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