El Japón ambiguo y yo.
Durante la última y catastrófica Guerra mundial, yo era un niño que vivía en un remoto valle boscoso en la isla Shikoku, dentro del archipiélago japonés, a miles de millas de acá. En ese tiempo me fascinaron dos libros: The Adventures of Huckleberry Finn y The Wonderful Adventures of Nils. El mundo entero estaba inmerso en oleadas de dolor. Con la lectura de Huckleberry Finn me sentí capaz de justificar mi gusto por ir a los bosques en la montaña por
las noches y dormir entre los árboles, con una sensación de seguridad que no podía encontrar puertas adentro. El protagonista de The Adventures of Nils es transformado en una pequeña criatura, entiende el lenguaje de los pájaros y realiza un viaje de aventuras. Con esa historia me llené de sensaciones de placer de distinto tipo. En principio, viviendo como lo hacía en lo profundo de los bosques en la isla Shikoku, como mis ancestros lo habían hecho tiempo atrás, tuve la revelación de que este mundo y este modo de vida eran realmente liberadores. Luego, sentí empatía y me identifiqué con Nils, un niño travieso que mientras viajaba por Suecia colaborando y luchando a favor de los gansos salvajes, vuelve a ser transformado en un niño, inocente, pero lleno de confianza confianza y modestia. En el regreso a su hogar, Nils habla con sus padres. Creo que el placer que obtuve con esta historia yace en el lenguaje, porque sentí lo puro y elevado de Nils. Su mundo corre a medida que avanza:
"Maman, Papa! Je suis grand, je suis de nouveau un homme!" cria-t-il.
"¡Mamá, Papá!" lloró él. "Soy un niño grande. ¡Soy un ser humano otra vez!"
Estuve fascinado con esta frase “¡Soy un ser humano otra vez!” en particular. A medida que crecí, sufrí distintos momentos duros en distintos aspectos de mi vida – en mi familia, en mi relación con la sociedad japonesa y en la forma en la que viví durante la segunda parte del siglo XX. He sobrevivido mediante la representación de mis sufrimientos en forma de novelas. En ese proceso, me encontré repitiendo, casi suspirando “¡Soy un ser humano otra vez!”. Hablar de este modo, con ciertos resguardos, es inapropiado para este lugar y en esta ocasión. Sin embargo, por favor, permítanme decir que lo fundamental en mi estilo de escritura han sido, desde un inicio, cuestiones personales y luego relacionadas con la sociedad, el estado y el mundo. Espero que sepan disculpar que hable de algunas cuestiones personales durante un momento.
Cincuenta años atrás, cuando vivía en lo profundo del bosque, leí The Adventures of Nils y me sentí entre dos profecías: Una era que algún día iba a lograr entender el idioma de los pájaros; La otra era que un día iba a volar lejos con mis queridos gansos salvajes- preferentemente a Escandinavia.
Después de casarme, nuestro primer hijo nació con una discapacidad mental. Lo llamamos Hikari, que significa ‘Luz’ en japonés. De bebé, él solo respondía al canto de los pájaros salvajes
y nunca a las voces humanas. Un verano, cuando el tenía seis años, estuvimos en una cabaña en el campo. Él escuchó un par de Rascones (Rallus aquaticus) cantando desde el lago debajo de un naranjal, y él dijo con voz de comentarista de documental sobre aves: “Esos son los Rascones europeos”. Esta fue la primera vez que mi hijo pronunció palabras humanas. Esa fue la forma con la que mi esposa y yo comenzamos a comunicarnos con nuestro hijo de ahí en adelante.
Hikari actualmente trabaja en un centro de entrenamiento vocacional para discapacitados, una
institución basada en ideas que aprendimos en Suecia. Al mismo tiempo, ha estado componiendo piezas musicales. Los pájaros fueron los generadores y m ediadores en la composición de su música humana. En nombre mío, Hikari debe cumplir la profecía y algún día entenderá el lenguaje de los pájaros. Debo decir que mi vida hubiera resultado imposible sin mi esposa y su abundante fuerza y sabiduría femenina. Ella fue la verdadera encarnación de Akka, la lider de los gansos salvajes de Nils. Junto a ella hemos recorrido Estocolmo y la
segunda profecía también, para mí máximo deleite, ha sido cumplida.
Kawabata Yasunari, el primer escritor japonés que estuvo en esta plataforma como ganador del Premio Nobel de Literatura, entregó una lectura llamada “El bello Japón y yo” . Japón alguna vez fue bello y vago. Recién utilicé la palabra vago como equivalente de la palabra japonesa aimaina. Este adjetivo japonés tiene numerosas y variadas alternativas para su traducción. El estilo de vaguedad que Kawabata adoptó deliberadamente está implícito en el título de la lectura, que puede ser traducido como “Yo, del bello Japón” . La vaguedad del título completo deriva de la particular ‘no’ (literalmente ‘de’) vinculando a ‘ Yo’ con ‘bello Japón’ .
La vaguedad del título deja espacio para numerosas interpretaciones e implicaciones. Puede ser ‘Yo como parte del bello Japón’ , entendiendo que la particular ‘no’ indica la relación del primer nombre y el segundo en un orden de posesión, pertenencia y adhesión. También puede
implicar “El bello Japón y yo” , donde la particular vincula los dos nombres en oposición como es el título de la lectura en numerosos idiomas. En la traducción del inglés traducida por un especialista americano en literatura japonesa encontramos que dice “Japón, lo bello y yo” . En esta traducción experta, el traduttore (traductor) no es nada menos que un traditore (traidor).
Bajo ese título Kawabata habló de la clase de misticismo único que se encuentra en el pensamiento, no sólo japonés, sino Oriental. Donde, quiero decir, hay una tendencia hacia el Budismo Zen. Incluso como un escritor del siglo XX, Kawabata relata su interpretación de los poemas escritos por los monjes Zen del medioevo. La mayoría de estos poemas están relacionados con una imposibilidad lingüística para decir la verdad. De acuerdo con estos poemas, las palabras están confinadas a su foro interno. Los lectores no pueden esperar que esas palabras algún día se conviertan en la clase de poemas que llegan al lector. Uno no puede entender o sentir empatía para con los poemas Zen, a excepción de que uno se entregue por completo a la tarea de penetrar en el foro interno de cada palabra.
¿Por qué Kawabata decidió leer esos poemas esotéricos en japonés ante la audiencia de Estocolmo? Miro hacia atrás, casi con nostalgia por la valentía con la que encaró el final de su distinguida carrera, cuando hizo una confesión de su fe. Kawabata ha sido un artista errante por décadas, durante las cuales produjo sus obras maestras. Luego de esos años de peregrinaje, solo a través de la confesión por su fascinación de los inaccesibles poemas japoneses que desconciertan ante cualquier intento de comprenderlos, fue capaz de hablar de “El bello Japón y yo” , que es hablar sobre el mundo en el que vivió y donde creó su literatura.
Vale la pena tomar nota, en adelante, ya que luego de concluir sus lecturas Kawabata dice: Mi trabajo ha sido descrito como un trabajo del vacío, pero esto no debe ser tomado como algo nihilista en Occidente. La base fundacional espiritual puede parecer un tanto diferente. Dogen intitulo su poema sobre las estaciones “Realidad innata”, e incluso cuando cantaba sobre la hermosura de las estaciones estaba inmerso en el Zen.
Aquí también encuentro valentía y un enfrentamiento directo surgidos de la auto seguridad. Por un lado, Kawabata se identifica formando parte esencial de la tradición de la filosofía y estética Zen, sensibles y primordiales en la literatura clásica de Oriente. Sin embargo, por otro lado, se aleja de su camino para diferenciar el vacío, como un atributo de su trabajo, del nihilismo occidental. Haciendo esto, él estaba dedicando su corazón por completo a las generaciones humanas venideras como alguien a quien Alfred Nobel confió su fe y esperanza.
A decir verdad, por sobre mi compatriota, que estuvo aquí de pie veintiséis años atrás, siento mayor afinidad espiritual con el poeta irlandés William Butler Yeats, quien recibió el Premio Nobel de Literatura setentaiún años atrás cuando tenía una edad similar a la mía. Por supuesto, no voy a presumir comparándome con un genio poético como el de Yeats. Yo soy un humilde admirador viviendo en un país a una gran distancia del suyo. Como William Blake, cuyo trabajo Yeats reevaluó y restauró en el alto lugar que mantiene en este siglo, una vez escribió: ‘A través de Europa y Asia por China y Japón como rayos’ .
Durante los últimos años, estuve comprometido en la escritura de una trilogía con la que deseo culminar mis actividades literarias. Se han publicado las primeras dos partes y recientemente terminé de escribir la tercera y última. Su título es El árbol verde en llamas. Y estoy en deuda con esta pequeña estrofa del poema de Yeats ‘ Vacillation’ :
A tree there is that from its topmost bough Is half all glittering flame and half all green Abounding foliage moistened with the dew ... ('Vacillation', 11-13)
Un árbol es esa forma de su rama más alta mitad brillante llama y mitad completamente verde de abundante follaje humedecido por el rocío… ('Vacillation', 11-13)
De hecho, mi trilogía esta muy embebida y hundida en la influencia de Yeats, sus poemas y su obra. En ocasión de la premiación de Yeats el senado irlandés propuso una moción para felicitarlo, que contenía las siguientes líneas: ... el reconocimiento que ha ganado la nación, a través de un contribuyente destacado en la cultura mundial, incluyendo su éxito. ... una carrera que no ha sido aceptada en el comité de las naciones. ... nuestra civilización será asesorada en nombre del Senador Yeats. ... siempre existirá el peligro de que haya una estampida de personas que sean apartados por la insanía en el entusiasmo por la destrucción. (The Nobel Prize: Congratulations to Senator Yeats)
Yeats es el escritor cuyo despertar deseo seguir. Me gustaría seguirlo en nombre de otra nación que lo ha ‘aceptado dentro del comité de las naciones’ pero, mejor dicho, en nombre de la tecnología en ingeniería electrónica y la elaboración de automóviles. También me gustaría seguirlo como ciudadano de una nación que vive una estampida hacia “ la insanía y el entusiasmo por la destrucción” ambos en su propio territorio y en el de las naciones vecinas.
Como alguien que vive en un presente como este y comparte impresiones amargas de su pasado que viven en su mente, no puedo pronunciar al unísono con Kawabata la frase “El bello Japón y yo” . Un momento atrás hablé de la vaguedad del título y el contenido de la lectura de
Kawabata. En el resto de mi lectura me gustaría usar la palabra ‘ ambiguo’ de acuerdo con la distinción hecha por la poeta británica Kathleen Raine; ella dijo una vez sobre William Blake que no era tan vago como ambiguo. No puedo hablar de otra manera sobre mí mismo, sino diciendo “El Japón ambiguo y yo”.
Mi observación es que luego de ciento veinte años de modernización desde la apertura del país, el Japón actual se divide entre dos polos de ambigüedad. Yo también estoy viviendo como un escritor con esta polarización impresa en mí como una cicatriz.
Esta ambigüedad es tan poderosa y penetrante que divide al estado y a la población en formas evidentes. La modernización de Japón ha sido orientada hacia el aprendizaje y la imitación de Occidente. Sin embargo, Japón está situado en Asia y ha mantenido con firmeza su tradicional cultura. La orientación ambigua de Japón que llevó al país a la posición de un invasor en Asia. Por otro lado, la cultura del Japón moderno ha implicado la apertura real hacia Occidente o, por lo menos, la dificultad de comprender a Occidente. Aún más, Japón fue llevado al aislamiento de otros países de Asia, no solo política sino también social y culturalmente.
En la historia del Japón moderno, los escritores más sinceros y atentos en su misión fueron los escritores de la post-guerra que llegaron a la escena literaria después de la Segunda Guerra Mundial, profundamente heridos por la catástrofe, pero llenos de esperanza de un renacer. Ellos intentaron, con gran dolor, enmendar las inhumanas atrocidades cometidas por las fuerzas militares japonesas en los países de Asia. Así como intentaron crear un puente para saldar los grandes huecos entre los países subdesarrollados de Occidente, incluyendo entre Japón, Africa y Latinoamérica. Sólo haciendo esto pensaron que podían encontrar un poco de humildad en la reconciliación con el resto del mundo. Ha sido una inspiración aferrarse al final de la línea de esa tradición literaria que heredamos.
El estado japonés contemporáneo y su pueblo, en esta fase postmoderna, no debe, pero es ambivalente. Justo en el centro de la historia de la modernización de Japón llegó la Segunda Guerra Mundial, una guerra que trajo aberración sobre la modernización. La derrota en esta guerra, hace cincuenta años, generó una oportunidad para Japón y los japoneses, como agentes de guerra que intentaron resurgir sobre la gran miseria y sufrimiento a la que fueron condenados los escritores de la “escuela de la post-guerra”. Los recursos morales para la aspiración de Japón, en su resurgir, se basaron en la idea de democracia y la determinación de no hacer la guerra nunca más. Paradójicamente, el pueblo y el estado japonés vivieron basados en esos recursos morales y no eran inocentes, pero han manchado su propio pasado con la invasión a países asiáticos. Esos recursos morales fueron importantes, al igual que las victimas de las bombas nucleares usadas en Hiroshima y Nagasaki, y los sobrevivientes que fueron afectados colateralmente por la radioactividad (incluyendo más de diez mil que su lengua materna es el Coreano).
En los últimos años, se elevaron ciertas críticas hacia Japón sugiriendo que debería ofrecer mayor ayuda militar a las fuerzas de las United Nations y, de ese modo, tener un rol en la manutención y restauración de la paz en distintas partes del mundo. Nuestro corazón de hunde cada vez que escuchamos este tipo de críticas. Después del final de la Segunda Guerra Mundial, fue imperativo para nosotros declarar que renunciábamos para siempre a las guerras en un artículo central de una nueva Constitución. Los japoneses eligieron ese principio de paz eterna como la base moral para nuestro renacimiento después de la guerra.
Yo confío que ese principio puede ser mejor comprendido en Occidente con su larga tradición de tolerancia por la conciencia en el rechazo al servicio militar. En el mismo Japón ha habido numerosos intentos de borrar este artículo de paz de la Constitución y, con este propósito, han intentado aprovechar cada oportunidad que tuvieron para hacer uso de las presiones externas. Pero al borrar este principio de paz eterna de la Constitución cometerían un acto de traición contra los pueblos de Asia y las victimas de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. No es difícil para mí, como escritor, imaginar cómo terminaría el mundo luego de semejante traición.
La Constitución japonesa pre-guerra depositaba todo su poder de trascendencia de la democracia sostenida por el soporte popular. Incluso nosotros ahora tenemos una Constitución de medio siglo de antiguedad y sigue existiendo un sentimiento popular que
favorece a la Constitución anterior. Si Japón hubiera apoyado un principio distinto al recién mencionado, las determinaciones tomadas sobre las colapsadas ruinas del esfuerzo en la modernización de la post-guerra– esa determinación de nosotros que establece un concepto universal de humanidad– hubieran terminado en nada. Este es el espectro que nace ante mí, hablando como un individuo ordinario.
Lo que yo llamo la ‘ ambigüedad’ japonesa en mi discurso, es un tipo de enfermedad crónica que ha prevalecido durante la modernidad. La prosperidad económica de Japón no está libre de esto, acompañado de todos los peligros potenciales a la luz de una estructura económica mundial y su conservación ambiental. Lo ‘ ambiguo’ en este aspecto, parece ir avanzando. Puede que sea más obvio a los ojos críticos del mundo entero que para nosotros que vivimos en Japón. En el punto más bajo de la pobreza generada por la post-guerra, encontramos la fortaleza para sobrellevarlo. Puede sonar curioso que lo diga, pero parecemos no tener tanta fortaleza para sobrellevarlo como ansiedad ante las negativas consecuencias que surgen de la actual prosperidad. Desde otra perspectiva, parece estar avanzando una nueva circunstancia en la que la prosperidad japonesa será incorporada en el plano de una Asia creciente en poder de producción y consumo.
Yo soy uno de los escritores que desean crear un trabajo serio que los desvincule de las novelas, que son meras reflexiones de la gran cultura de consume de Tokyo y las sub culturas a nivel mundial. ¿Qué clase de identidad debo buscar como japonés? W.H. Auden definió en una ocasión que los novelistas son continuadores: ..., among the dust Be just, among the Filthy filthy too, And in his own weak person, if he can, Must suffer dully all the wrongs of Man. ('The Novelist', 11-14)
… entre el polvo ser sólo, entre lo sucio sucio también, y sólo en su debilidad personal, si puede, debe sufrir la debilidad de los errores del Hombre. ('The Novelist', 11-14)
Esto ha sido un ‘estilo de vida’ (citando a Flannery O'Connor) siendo la escritura mi profesión.
Definiendo una deseable identidad japonesa, me gustaría elegir la palabra ‘decente’ entre los muchos adjetivos que George Orwell usaba a menudo, junto con palabras como ‘ humano’ , ‘sensato’ y ‘atractivo’ , para los personajes que congraciaba. Este, aparentemente, simple epíteto puede generar un cruel contraste con la palabra ‘ambiguo’ , que usé como identificación en “El ambiguo Japón y yo” . Existe una amplia e irónica discrepancia entre lo que un japonés quiere que vean desde afuera y lo que desean imitar.
Espero que Orwell no eleve una objeción si uso la palabra ‘ decente’ como un sinónimo de ‘humano’ o ‘humanista ( francés)’ , porque las dos palabras comparten cualidades comunes en relación con la tolerancia y la humanidad. Entre nuestros ancestros, existen pioneros entre los que hicieron esfuerzos dolorosos para construir una identidad a través de la ‘decencia’ y el ‘humanismo’ .
Una persona como el Profesor Kazuo Watanabe, un docente de Renacimiento francés: literatura y pensamiento. Rodeado por el insano ardor de patriotismo en las vísperas de la mitad de la Segunda Guerra Mundial, Watanabe tenía el sueño de insertar la visión humanista del hombre en el tradicional Japón del sentir por lo bello y lo sensible de la Naturaleza, que, afortunadamente, no fue erradicado por completo. Debo aclarar que el Profesor Watanabe tenía una concepción de belleza y Naturaleza diferente de la que definió Kawabata en “El bello Japón y yo”.
La forma en la que Japón ha tratado de desarrollar un estado moderno con el modelo Occidental resultó en un cataclismo. De distinta manera, y un poco de manera complementaria, al proceso que llevaba Japón, los intelectuales trataron de vincular su país con Occidente en niveles profundos. Debe haber sido una dificultosa tarea o una gran labor, pero también fue un límite abordado con alegría. El estudio del Profesor Watanabe sobre François Rebelais fue uno de los más distinguidos y galardonados logros en el mundo intelectual japonés.
Watanabe estudió en París antes de la Segunda Guerra Mundial. Cuando su supervisor académico le dijo que tradujera a Rebelais al japonés, un eminente erudito francés respondió al joven aspirante japonés con esta frase: "L'entreprise inouie de la traduction de l'intraduisible Rabelais" (La empresa sin precedentes de traducir al japonés al intratable Rabelais). Otro
erudito francés le respondió lleno de asombro: "Belle entreprise Pantagruélique" (Una admirable empresa multidisciplinaria). A pesar de todo, Watanabe no sólo concluyó su gran
empresa en un ambiente de suma pobreza durante la Guerra y la Ocupación Norteamericana, sino que también hizo todo lo posible para transmitir al confuso y desorientado Japón de esa época la vida y el pensamiento de los precursores humanistas franceses, contemporáneos y seguidores de François Rabelais.
Tanto en mi vida como en mi obra he sido discípulo del Profesor Watanabe. Fui influenciado por él en dos formas cruciales: Una, en el método para escribir mis novelas, aprendí concretamente de su traducción de Rabelais lo que Mikhail Bakhtin definió como ‘El sistema de imágenes del realismo grotesco o la cultura popular de la risa’ ; la importancia de principios
orgánicos y materiales; la convivencia entre la muerte y la pasión por el renacer; y la risa en el trastorno de las relaciones jerárquicas.
El sistema de imágenes hizo posible encontrar métodos literarios universales para alguien como yo, nacido y criado en la periferia, en forma marginal, fuera del centro de la periferia, marginal, fuera del centro del país, Japón. Empezando desde semejante trasfondo, no represento a Asia como un nuevo eje económico, impregnado con la pobreza y fertilidad de siempre. Compartiendo viejas, y familiares, metáforas, me sumó a los escritores como Kim Jiha de Korea, Chon I y Mu Jen, ambos de China. Para mí, la hermandad de la literatura mundial consiste en dicha relación en términos concretos. Una vez formé parte de una huelga de hambre por la libertad política de un gran poeta Coreano. Y ahora me preocupa profundamente, el destino de esos talentosos novelistas chinos que fueron privados de su libertad desde el incidente en Tienanmen Square.
Otra forma en la que el Profesor Watanabe me influenció es en sus ideas de humanismo. Y creo que eso es la quintaesencia de Europa como una unidad viviente. Es una idea que se puede percibir en la definición de Milan Kundera sobre el espíritu de la novela. Basado en sus precisas lecturas de las fuentes históricas, Watanabe escribió biografías críticas, con Rabelais como eje, de personajes desde Erasmo hasta Sébastien Castellion y de mujeres conectadas con Enrique IV hasta la Reina Marguerite y Gabrielle Destré. Haciendo eso, Watanabe intentó enseñar a los japoneses de humanismo, sobre la importancia de la tolerancia, sobre la vulnerabilidad del hombre a sus preconceptos y a las maquinas que él mismo esta creando. Su sinceridad llevó a remarcar la cita del filológo Danes Kristoffer Nyrop: " Aquellos que no protestan en contra de la guerra, son cómplices de ella" . En este intento de transplantar a
Japón el humanismo con las mismas bases que en el pensamiento Occidental, Watanabe fue valiente y venturoso en "l'entreprise inouïe" y la "belle entreprise Pantagruélique".
Siendo alguien influenciado por el humanismo de Watanabe, mi tarea como novelista es habilitar ambos conceptos y expresarlos en palabras que los lectores puedan usar para recuperarse de sus propios sufrimientos y los sufrimientos de su época, y puedan curar las heridas de su alma. He dicho que estoy dividido entre los dos polos de la ambigüedad que caracteriza a Japón. Estuve haciendo esfuerzos para curar y restaurar a aquellos que su sufrimiento y sus heridas surgen de la literatura. He hecho esfuerzos también al rezar por una cura que recupere a mis queridos japoneses.
Si me permiten mencionarlo nuevamente, Hikari , mi hijo discapacitado, despertó con la música de los pájaros a la música de Bach y Mozart, para, eventualmente, componer sus propios trabajos. Las pequeñas piezas que compuso al principio estuvieron llenas de esplendor y deleite que parecían hojas verdes bañadas en brillante rocío. La palabra ‘ innocence’ esta compuesta por ‘in’ , ‘not’ y ‘nocere (hurt)’ que sería ‘not to hurt’ (‘no lastimar’ ). La música de Hikari fue el resultado natural de los sentidos de un compositor y su inocencia.
Mientras Hikari iba componiendo sus trabajos, yo no podía escuchar en su música ‘la voz de una oscura y triste alma’ . Discapacitado como es, su vigor y esfuerzo en el acto de componer, o
el ‘estilo de vida’ con el que creció en sus técnicas de composición y la profundización de sus conceptos. Eso lo hizo capaz de descubrir la profundidad de su propio corazón en una masa oscura que tuvo escondida hasta que pudo identificar las palabras para representarlo.
‘La voz de una oscura y triste alma’ es hermosa, y el acto de expresarlo en música lo sana de su
oscura pena en un acto de recuperación. Más adelante, su música fue aceptada como una de las curas que restaura a sus oyentes contemporáneos también. De aquí en adelante, encontré las bases para creer en el poder curativo del arte.
Esta creencia mía no ha sido probada por completo. ‘Persona débil’ como soy, con la ayuda de creencias inverificables, me gustaría ‘sufrir todos los errores de los débiles’ acumulados durante el sigo XX como el resultado de un monstruoso desarrollo de tecnología y transporte. Como uno de aquellos que existe en la periferia marginal, fuera del centro de la existencia del mundo, me gustaría encontrar cómo– con esta modesta esperanza de decente contribución humanista– puedo ser útil para curar y reconciliar a la raza humana.
Traducción: Francisco J. Villarreal. De Les Prix Nobel . The Nobel Prizes 1994, Editor Tore Frängsmyr, [Nobel Foundation], Stockholm, 1995.