¿Qué rostro de Dios nos revela la Biblia? ¿l’uede afirmarse que Dios, el Creador, es también nuestro Padre? ¿En qué consiste la paternidad divina de Dios? ¿Cómo ha evolucionado y se ha ido enriqueciendo el rostro de Dios Padre a partir de los evangelios? ¿Por qué la oración del Padrenuestro es vital para nuestra vida cristiana? ¿Por qué Dios es Padre y no Madre? ¿Cuándo se establecerá en el año litúrgico la fiesta del Padre?
Nuestro autor trata de responder a estos interrogantes con este librito, que ha calificado como Breve catequesis sobre el Padre. Las reflexiones de Jean Galot constituirán un medio insustituible para descubrir el rostro delPadre Dios suyo que ynos ha revelado Jesús, que es Padre nuestro. Más aún, «Padre materno». ¡Un libro insustituible para conocer y vivir unas relaciones filiales con Dios Padre, sobre todo, en este año de preparación inmediata para el Jubileo 2000. CONTENIDO 1. 2. 3. 4. 5.
Dio s Padre en la revelación judía . El Padre revelado por Cristo. El design io prim ordial de l Padre. El Padre en la obra redentora. La paternidad del Padre para con nosotros. 6. El Padre en su Providen cia. 7. La oración al Padre enseñada por Jesús. 8. La oración a l Padre: cualidades y eficacia. 9. El culto al Padre.
PADRE, ¿QUIÉN ERES? BREVE CATEQUESIS SOBRE EL PADRE
í n d i ce
d e m at er i as
Prólogo ............................................................................... 7 1. Dios Padr e en la revelación judía 9 1. Dios, padr e del pueblo ............................................ 10 Padreen virtud de una acción creadora 10 11 Padrequeasum euna tare a educativa..................... Padrequeexigeun culto .......................................... 12 Padreofendidopor el pecado................................... 13 Padremisericordioso con lospecadores.....................14 2. Padre de cada individuo.......................................... 15 Paternidadindividual ............................................ 15 Paternidad individualy comportamiento moral. . . 16 17 Rectitud moralyfiliación divina ............................ 18 La Providencia........................................................ 3. Padredel Mesías 19
2. El dre reve lado C ristoevan ......gélica ....... ....... ...... ...... 1. Pa Novedad de lapor revelación de l Pa dre....... . .. .
2323 23 Del Dios Padrea lapersona divina del Padre 25 Padrereconocido como “Papá:” IntegramentePadre ................................................. 26 Fusión depaternidady de maternidad................... 26 2. Padre del Hijo .......................................................... 28 El acto eterno de la generación................................. 28 Generaci ónpor amor.............................................. 31 . .r. 32 Lageneración, comunicación de da vi poramo El Padre>potencia de vida....................................... 34 ..................................... 36
El Padreypotencia deamor 3. El designio primor dial del Padre .............................. 1. El himno en ala banza al Padre ..............................
El designio quedirige toda la obra dela salvación
39 39 39
Tradujo lfon so Ortiz Garc/ a sobre JA esrci na l francés,
P'ere, qui es-Tu?
PRÓLOGO
La oraci ón cri stianacomienz a con laspalabra s: «En el no mbredelen Padre» más directamente todavía: «Padrenuest ro, que estás los, ocielos...... La vida cristi ana tiene su origen en el Pad re; el crist iano tiene co nciencia de quelo recibe todo del Padre , ya quevive de la gra cia. Y la gracia, aunq ue es comuni cació n de al vida de Cristo, es ante todoun don de l Padr e. Sabemos po r el evange lio que le destin o de nuestra vida es llegar a« la casa del Padre », en donde h «ay lu gar para to dos» (J n 14,2), según al espera nza quedio eJ sús asus discí pulos. Sin emb argo,estePadresigueestandoara p nosotros rodeado demisteri o y sentimos la tenta ción de plantea rle la cue stión: «Padre ,y ¿quién eres?a, ». Podem osl di rig esta ranfy queza con audaci ya que émi mirl oe qui sopregunta sernuestrocon Padre mirarnos como hijos suyos. En cierta ocasión , el apóstolFelipe le preg untó a Jesús: «Muéstrano s al Padre ; eso nos ba sta»(Jn 14,8) . Había comprendi do por las ense ñanzas de l Maestroque ne la persona de l Padre, al env iar asu Hijo a la tierra , se encon traba l esecr eto primordial de to daslas cosa s. Captar lo que es el Pa dre: eso « nos basta », ya que apartir de sete de scubri mient o se ilumina la rea lidad. Felipe pedí a que es le re velas e el rostro deladre P. Jesús no desechó esta petición. Al contrario, declaró que había obtenido ya una res puesta:«El que meve a mí, ve al Padre» (Jn 14,9). El Padre se reveló hasta tal punt o en us Hijo quelos que vi erona Jesús tuvieron al dich a de ver la Padre, de capta r a través de los rasgos de un rostro isibvle al Padre invisible.
Así pues, cuando nos volvemos al Padre para decirle: «Padre, ¿quiénrees?», yasabemos enqué di recci ón hemos debuscarla respu estay tenemos al segurid ad de quenuestr a búsqueda no será inútil: el mismo Pa dreha queridomostrarsenosot a ros. Hay a veces persona s que , al no disponer de nforma i ción suficient e sobresu origen, buscan conpasió n a su pa dre. Quieren ber sa más sobresu ident idad. Con no men os pasión intentamos descubri r aAquel ques enuestro Padre . Valela pena expl orar la velació re que él de nos nuestra hahechoexis de asíysmo; mi varnos destinada a ilumi nar len senti do tenci a hace tomar concienciaednuestra ident idad de cristi anos.
DIOS PADRE EN LA REVELACIÓN JUDÍA
Si nos co remont amos aque lossde oríglo ene la m reve n judíase , podemos mprender de s stiede mpos áslació antiguos reconoci ó a Dios como Pa dre. El Dios ü/quevener abaAbrahán llevabael nombrede dios adre1 p . La ideade la paterni dad di vina estabadifundida entre lo s pue blos que miraba n a su dios como padre y lo invocaba n con este nombre. Esta idease recogióen la fe del pueblo judío. Pero entróen ella despué s de pa decer unapurificació n. Algun os pueblos, como los efnicios, atrib uían la dios unapaternida d queimplicaba una cti a vidad sexua l. Semejante paternidad ísicafno podía convenir al Dios verda dero, que es puro espí ritu y quese encuent enc apoge ciónos, car nal.e unapaterniEl Dra iospor único ,ima venerde adotod r nera losjudí pose dadde orden sepiritual,quesuperacon mu cho as l condici ones de la paternidad humana. Dios es Padre, pero de una m anera superio r. Es ésta la paternidad que come nzó a manifestarse en el Antiguo Testamento. Como todo cuanto hay en Dios, su paternidadonsti c tuye un misterio, ya quelas imá genes d e la paterni dad huma na no bastan paracerl haa des cubrir.Tenemos que preg untar aDios mismo : «Padre, ¿quién eres? ». Sólo él puede sponder. re Encontramos ena Biblia l el mensaje que conti ene esta re spuesta.
1. H.CAZELLES,Autour de l'Exodet Gabalda, Paris 987, 1 63 .
Ante todo, Dios es considerado como padre en el Antiguo Testa mento en relación n co el pueb lo2. La protec ción xtra e ordinaria que disfrutala nación judía, espe cialme nte n e el mome nto del Éxodo, obligaba asus enemi gos areconocer que«estepuebloerahijo de Dios» (Sa b 18,13) . El orgu llo del pueblo uj dío se basaba en esta digni dad:ser hijos de Dios constituía un tulo tí supre de ho nor y una garantía tanto para el futuro co mo para elmo pasa do. La paternidad div ina no era una verda d abstracta; ios D Padreestabapres ente en todo el desar rollo del desti no del pueblo.
Padreen virtuddeuna acción creadora Dios es Padrepor habe r concebido y dado a luz al pueblo (cf. Nm11,12), suscitando su cimient na o y su desa rrollo, es decir, dirigiendo los acontecimientos históricos que contribuyeron asu forma ción. Más en concreto, haciendosalirde Egipto a los che bre Dios había con tribuidcomo opueblo de ma era esde ablo su existen ia yoas.su independencia . nPor ocisi elvapue se vio acu sado de ingrati tud, cuando dejóde rendi r homena je a Aquel a quien debía su existencia: «¿Así pagas al Señor, pueblo insens ato y necio? ¿Nos eél tu padre,que te crió , el que tehizo y te estableció?» (Dt 32,6). No sol amente ocupó ios D un papel soberano l en desa errollo histó rico del pue blo, sino que fue dre Pa del pue blo en virtud de us acción crea dora. Le dioal pueblosu existencia y continuó dándosel a. Esta obra crea dora es la que se uerda rec para 2. Cf. A. SCHENKER, Gott ais Valer - S'óhn e Gottes. Ein verm achtlüssi gter Aspekt einer biblischen Metapher. Freiburger Zeitschrif t für Philosophie d un Theologie 251978) ( 1-55. El puntode partida de este estudio es la ide a de quesegú n el Antiguo Testamen to el Padres el dueño delpatri moni o fami liar.
obtenerla intervenció n benévol a de Dios en favorde su pueblo sumi do en la desgra cia: «Señor,tú ere s nue stro Padre ; nosotros somos la rcilala y tú el alfarero,somos todos obrade tus manos» (Is 64,7) . Así pues, la paternidad adquiere en Dios su significado más compl eto,por enci ma de toda paternidad hum ana: Dios eng endró al puebl o creá ndolo. Su acción creadora confiere asu paternidad un valo r sobe rano.
Padrequeasumeuna tarea educativa En cal idad de Padre , Dios asum e la tarea de educa r a su hijo, de ha cer crec er asu pue blo. El profeta Osea s describel ca eriño paternalque es despl iegaen la ma nera on c que Di os dirige al queconsi deracomo hij o suyo: «Cuando Israel eraniño, yo lo amé, y de Egiptollamé a mi hijo...Yo enseñé aandar aEfraín y lo levé en mis bra zos. Pero no ha n comprendido que erayo quien los cuid aba. Con cue rdas de ternura, con lazosde amor los atraía; ui f para ellos como qui en alza aun niñohastasus mejillas y seinclina ha staél, para darle decome r» (Os11,1.3 4). Portanto , la paternid ad divina no tienenadade frialdadi n de distancia.Se expresaen un am or intenso,lleno de solicitud y de delicadeza3. El gesto de levantar al niño hasta darle un beso en la ca ra muestra do to el afecto del cariño paterna l. Evocando estemor, a el pro fetarecuerda más espe cialmente la sa lida del pueblo del pa ís de Egipto y su inera itrio por le desierto . Como un padre , Dios había enseñado a su pueblo a caminar4yabí ha atendido igualmente asu suste nto. Estaayuda paterna l esa la quehace alusió n el Deuteronomio: «Lo ha béis visto en el desierto, donde has visto que el Señor tu Dios te llevaba, como un padre lleva a su hijo, a lo largo de todo el cami-
3. Este mor a igni s fica tam bién idel f idad a laalianza f.(cSTUART, D. Hosea-Jonah , Waco Word [ 00k8] 8 1987, 178). 4. Es m uy sugesti va la m iagen de l padrequecon cariño y paciencia se en ña a caminar su a hij o (cf. D. Stuart , 1 . c.).
no quehabé is recorri do hastallegar a estelugar. .. March aba delant e de vosotro s para busca ros uga l res do nde ac ampar;lo hacía ne formade fue go durant e la no che y enorma f de nube durante l edía, paraindicaros el cami no que debí ais seg uir» (1,3133). Las palabra s: «El Se ñor tu Dios te ll evaba omo c un padre lleva a su hijo» evocan la imag en de una patern idad humana, llenade solicitud. Pero la pa ternidad deios D sesirve de me dios superiores pa ra iluminar el caminode su pueblo , unos medios en los que arec ap e la soberanía de sutecci pro ón. El cuadro de la encia pres pa ternal que guiab a la marcha lde pueblo tras el Éxodo mantiene un rvalo permanente, como anuncio ypreparación del porvenir del “pue blo de Dios”. Abre para nosotros una per spectiva alentadora,basa da en la solicitud del Padr e queprotege la marcha de glesi la Ia y que aco mpaña a la huma nidad n e el itinerariode su historia hastael fin del mundo.
Padrequeexigeun culto Cuando Dios exige que le rin da cali cult o, no sol ente ne calidad de Dios, sinomá s se aún en dad de es Pad re.am Su amor paternal exige una respue sta de homenaj e, de veneració n, de servicio. En su educa ción paternal, Dios le pid e a su pue blo que le sirva . Al Fara ón de Egipto le intima la orden deque de je salir a Israel, paraque pueda darle cul to: «Así dice el Se ñor: “Israel es mi hijo, mi primogénito . Te orde no que dejes sa lir a mi hijo para queme dé culto”»(Ex 4,2 122). Así pue s, liberó al pue blo del yugo egipcioparadarle al posibilidad de re ndirleun culto privilegiado,el quecorrespondí a a su calidad dehijo primogénito. Esteculto tiene qu e ser la e xpresió n de una pertenencia lial fi a Dios. Setrata de unapertenenc ia excl usiva, que no lera to las prác ticasde otros cult os. Se recuerda la verdad de la filiación del pueblo paradesterrar toda práct ica de idolatría: «Sois hijos del Señor, vues tro Dios... Porque sois unpuebloconsa grado al
Seño?, tu Dios. El Se ñor ut Dios teha eleg ido paraser su pue blo entre todos los eblo pu s dela tierra» (Dt 14,12). Hubopor anto t unaelecció n, ya quefue un amor depreferenc ia el quese tuvo por le hijo primogénito . Estaelección co ntribuye amostra r la prof undidad de intenció n del am or paternal. La consagración del pueblo exigida opr al paternid ad divina implica la prácti ca de los ma ndamiento s. Las prue bas queel pueblopade ció durante su estancian eel desierto tenían como finalidad la de impul sarle a abrira Dios el fondo deuscora zón. En efecto, Dios obra por su parte comoun pa dre q ue quiere mantener ovolver de a su hijo al caminorecto:«Reconoce, pues, en tu corazó n que leSeñor ut Dios te corri ge como un pad re corri ge a su hijo. Guardalos manda miento s delSeñor ut Dios» (Dt 8,56).
Padreofendidopor elpecado Las relacio nes padre hijo le da n a la infidelidad d el pueblo una rgavedad rt pa icular.La rebe ldía de los hijos se considera como unasituación casi increíb le: «Escuch a, cielo; atiende , tierra, que hablal Señ e or: “He criado y cuidado jos,hi pero ellos se han rebe lado contra mí» (I s 1,2) . Es lógico y naturalque u«n hijo honre asu pa dre» . Pero Dios decl ara: «Si soy padre, ¿dó nde setá le honor queme pertenece?» (Mal 1,6). Esta infidelidad se más horrible todaví a si se piensa ques euna respue sta la amor vino: di «Yo os heamado, dice el Señor» (Mal 1,2).Dios es un padrequesiente la cepde ción de ver cómo lo abandonan su s hijos a pesar de la s mue stras continuas desu amor:«Cuanto más los llamaba, más se apartaban demí» (O s 11,2). Esta decepció n es tantomás viva cuanto mayor había sidola generosidad pa ternal co n que ha bía prometido a su puebloun desti no dignode su ra ngo dehijo: «Yo me decía: ¡Qui “ ero contarte entre mis jos,hiregalarte una tierrade delicias, la here dad más preci osa entre als naci ones!”.Pens aba: “Me lam l arás Padre y no te separarás de mí”. Pero como una mujer traiciona a su
amante, as í me has traicio nado tú a mí , estirp e de sIrael!»(Jr 3,1920). El dramadel peca do se pres enta comoel drama delamor paterno que cose chala hostilidad en do nde había sembrado sus bienescon g ener osidad. «¡Ay del quece di al padre: ¿Qué “ es lo que engendras?”!» (Is 45,10) . El pecador se rebela ontra c la paternidad divina; le gustaríade algún modonega rla, us primirla.
Padremisericordioso con lospecadores La reacciónde Dios frente alas ofensas que lenflige i el pueblo con sus es dvarios no consiste simp lement e en mostrar us cóleray en pron unciar amenaza s. Procedede un co razón paternal que se conmueve de las desg racias que azo tan alpueblo : «Efraín es para mí un hij o querid o, un niño predil ecto; pues cadavez quelo amenazo,vuelv o a pensar ne él; mis entrañase s conmue ven y melleno de ternuracia haél. Oráculo del Se ñor» (Jr 31,20). Así pues, el hijo rebelde sigue siendo un hijo querido. Dios no él: pierde su cuali dadapóstata de pa dre para con s que se alejado de «Volved, hi jos s; yo cura ré lovuestra posta ahan sía» (Jr 3,22). oTdo está dirigidopor el cariño paterna l más profundo y perse vera nte, que nontent i a castigar, sinocura r. La re vanchaque Dios quiere tomars e contra el peca do consisteen ha cerbrotar la s lágrimas de rrepen a timiento en los que lo habí an abandonado y reducirlo s al buen camino . «Vuelven entre llanto s, ag radecidos porque re tornan; los conduci rá a corrientes de agua por un camino llano, en el que no tropezarán, porque soy undre pa pa ra Israel y Efraín es mi primogénito»(Jr 31,9). Por consiguiente, el pueblopuede inv ocar iempre s a Dios con al seguridad de encontrar n e él a un padrensio a so de sa lvarlo. En el período de aflicción exclama: «¿Dónde está tu entrañabl e ternura?Es¿ que tus trañ en as sehan cerrado para mí?» . Pero estáseguro de la co mpasi ón patern al: «Pero tú es er nuestro Padr e. Abrahá n no nos recono ce como hijos, ni Israel
TpmPPWTnada de nosotros.Tú, Señor, eres nuestro apdre; desde siem pre teinvocamos com o nuestro libertador» (Is 63,16). El padre es tam bién el rede ntor: liberay salva a sus hijos tras al prueba . Es lapaterni dad de D ios la que saegurala victoria del amor sobre l emal del mundo . El que hasido ofendidocomo Padre por as l culpas de su puebl o no cesajamás de se r Padreni disminuye en nadasu amor. Con un amor más grande, ntent i a provocarla conversión y muestrasu compasió n paternalerdonando p los peca dos. Su amor patern al qui ere sa lvar alos quese habían alej ado de l.é 2. Padre
d e cada
individuo
Paternidadindividual Padre detodo el puebl o, Dios serevelacomo padre de cada individuo. El am or patern o no abraza solamente ala colecti vidad;reca e sobre cadaperso na en pa rticular. Cada uno se amado personalme nte por iDos Padrecomo hij o suyo. Hay nombres teóf oros, nombre s que encierranla palabra «Dios» o al palabraPadre « », en dondese expresa la convicción de ser amado individualmente porl Dios e Padre, como Eliab («mi Dios esPadre »: Nm 1,9), Abiezer«mi ( Padrees ayuda» : Jos 17,2), Abitu («mi Padre es bonda d»: 1Cr 2,11).Dios semanifiestacomoPadre en la xeistencia pe rsonal. Cada uno tiene la ce rteza de encontrar u n refugio en le amor paternal de Dios: «Si mi padrey mi ma dre me abandonan, el Señor me acogerá » (Sal 27, 10). Cuand o uno seve abandon ado por aque llos que de berían se r los pri meros en velar por l, puede é volverse a Dios con la confianza de encontrar en él un padre y unadi ma dre. co Aquí ce undad ra sgo su cara cterí co de patern idad vina: mo apare estapaterni pera el sti orden de la las distinciones exua s les,no solamente comprende lo queponde corresa la paterni dad,sinotambi én lo quetañe a a la materni dad humana. El hech o de que D ios ocupael u l gar del padre y la demadre
amante, así emhas traici onado út a mí, estirpe de sra I el!»(Jr 3,1920). El dramadel peca do se pre senta co mo el drama delamor pate rno que cose chala hostilidad n e donde había sembra do sus biene s con ge nerosidad. «¡Ay del quece di alpadre : “¿Qué es lo que engendras?”!»(Is 45, 10). El peca dor se rebe la contra la paternid ad divina; le gusta ría de algún modonegarla, suprimirla.
Padremisericordioso con lospecadores La reacción de Dios frente a las ofensas que le inflige el pueblo co n sus desvar ios no consi ste simp lemente en mos trarsu cóleray en pro nunci ar amenazas.Procede de un corazó n paternal que se conmueve de as l desg racias que azo tan alpueblo : «Efraín es paramí un hij o querido , un niño predil ecto;pues cadavez que lo amenazo,vuelv o a pensa r en él;mis entrañase s conmue ven y melleno de ternura hacia l. Orá é culo del Señor» (Jr 31,20). Así pues, el hijo rebelde sigue siendo un hijo querido. Dios no él: pierde su cualhij idad de pa dre para con los que se alej ado de «Volved, os apóstata s; yo curaré vuestra postas ahanía» (Jr 3,22). oTdo es tá dirigidopor el ca riño paternal má s profundo y pers evera nte, que nontent i a castigar, sino cura r. La re vanchaque Dios quiere ma to rse con tra le pecad o consiste ne hacer br otar las lág rimas de rrepen a timiento en los qu e lo habían abandonado y reducirlo s al buen cam ino. «Vuelven entre llanto s, agradecidos porque re tornan; los conducirá a corriente s deagua por un camino llano, en el que norope t zarán, porquesoy un pad re pa ra Israel y Efraín es mi pri mogénito» (Jr 31,9). Por consiguiente, pue el blo puede inv ocar iempre s a Dios con al seguridad de encontrar n e él a un padrensio a so de sa lvarlo. En el período de aflicción exclama: «¿Dónde está tu entrañabl e ternura? ¿Es que us t ent rañas se han cerra do para mí?» . Pero está gu sero de al comp asión patern al: «Pero tú er es nuestro Padr e. Abrahá n no no s reconoce como hi jos, ni Israel
quiere sa ber na da de nosot ros. T ú, Señor,eres nue stro padre ; desde siempre teinvocamos comonuestro libertador» (Is 63,16). El padre es tam bién el rede ntor: ilberay salva a sus hijos tras al prueba . Es la paterni dad de iDos la queseg a urala victoria del amor sobreel ma l del mundo . El que hasido ofendidocomo Padre por as l culpas de su puebl o no cesajamás de se r Padr e ni disminuye en nadasu amor. Con un amor m ás grande, ntent i a provocarla conversión y mue stra sucompasión paternal perdo nando slopecados. Su amor patern al qui ere sa lvar alos quese habían alej ado de l.é 2. Padre
d e cada
individuo
Paternidadindividual Padrede todo el upeblo, Dios se revelacomo apdrede cada individuo. El am or paterno no abra za solamente ala colecti vidad;reca e sobre cada perso na en pa rticular. Cada uno es amado personalmente por ios DPadrecomo hij o suyo. Hay nombresóforo te s, nombresque encierran palabra la «Dios» o la palabraPadre « », en donde se expre sa la conv icción de ser amado individualmente por l Dios e Padre, como Eliab («mi Dios es Padre» : Nm 1,9), Abiezer (« mi Padrees ayuda» : Jos 17,2), Abitu («mi Pad re es bonda d»: 1Cr 2,11).Dios semanifiestacomoPadre en la existenci a persona l. Cada uno iene t la ce rteza ed encontrar un refugio en le amor paternal deos: Di«Si mi padrey mi ma dreme abandonan, el Señor meco agerá»(Sal 27,10). Cuandouno seve abandonado por aquell os que deberíanr se los pri meros en velar por l, puede é volverse a Dios con la confianza de encontrar en él un padre y unamadre.Aquí apareceun ra sgo cara cteríst ico de lapaternidaddivina: como esta terni pa dad su perael orden delasdistincionessexuales, no solamente co mprende lo que orresponde c a la patern idad, si no tambi én loqueatañe ala materni dad huma na. El hechode que iD os ocupa lelugardel padrey dela madre
sé expresamás especi almente ena limagen deasl entr añas materna s, quese emplea parahablar dea lmisericordia divina. En la pa terni dad de Dios reside to da la riqueza de l cariño materno'. La alusi ón al amorn eestesalmo omo c “maternal” nos hace comprende r mejor quees haya pue sto el acento con frecue ncia en la ompa c sión queDios siente por as ldebi lidades huma nas. El que posee unafuerzasoberanano desp recia a los epqueños y humildes ni se olvida de ellos; al contrario , les m anifiesta un cariño conmovedor: Como « un padre siente ernur t a por sus hijos, así sientel eSeñor et rnurapor sus hijos. Él sabe dequé esta mos hechos, acu se erdade quesomos po lvo» (Sal 103,13 14). La fuerzadel am or divino había sido exalt adaen este aslmo como «la altura delos cielo s sobre laierra» t , peroesta ue f rza se la deun amor la mism o tiempo paternal ma y ternal.Dios es «clemente y co mpasivo», «perdo na todas tus cul pas» , «te cura todas tus nferm e edades»(Sal 103,8) .
Paternidadindividualy comportamiento moral e en la, cua literat ura sapienci al, es decir en de una época rdía ta delFu judaismo ndo má s vivam ente sepuso reli eve la pa ternidad indi vidual deDios. Hubo , por tanto, un prog reso en la conci enciade las re lacio nes pe rsonales con Dios el pad re. De la mismamaneraque las prueba s delpueblo , también las desg racias pe rsonal es se vieron como correccio nes paterna s: «Hijo mío, no rec haces la inst rucci ón del Se ñor ni et enfades por sureprensió n, puesel Se ñor reprende qui a en ama , como un pa drea su hijo predil ecto» (Prov 11 3, 12). Las pru ebas de cada uno itenen queonsiderarse c comosignos de un sterio mi so amor paternal queten in ta cor regir y mejorar la cond uctade sus hijos. 5. Se handedicado num erososestudios al rostromate rno de Dios. Cf., por ejemplo, ]. SCHMITT, J. TheMotherhoodof Godand Zion as Mother: Revuc biblique29(1985) 557-569;. JW. M iller , Depatriar chalizi ng God in Biblial Interpretatiom Catholic Biblical Quarterly 1986) 48 609( 616.
Sé IdlFF gen plegari as a D ios en su cu alidad de padreara p obtener su protecció n en el comportamientomoral.El queformula sta e s plegarias, en l libro e del Eclesiásti co, seda cuent a de su fragilidad moral:«¡Quién u psieraun ce ntinela en mi bocay un se llo de pruden cia en mis abio l s paraque no me hagan ca er y no me pierda mi lengua! ¡Señor, Padre y Dueño de mi vida, no dejes quei lengua m em domi ne; no permi tas que emhaga caer!» (Eclo 22, 27 23, 1). Como due ño dela vida del individuo, el Señor iene t poder para pres erva rlo de sus debil idades; comopadre , tiene seta responsabi lidad y seesperade él la protecci ón de su amor. La invocació n se repite: «Señor,Padre y Dios demi vida, no dejesue q seaaltiva mi mirada; aparta d e mí los malos deseos. Que la se nsuali dad y lalujuria no seapodere n de mí; no permi tas que caiga en pasio nes vergonzo sas» (Eclo 23,6). En virtud desu patern idad, Dios se enca rgade afianzara cada individuo en el cam ino del bien y deinterveni r en los peli gros a lo s que está expue sto.
Rectitudmoralyfiliación divina El ilbrode la Sabidurí a pre senta la “justo ”, al que cum ple la voluntad divina, como hijo de Dios. Ya antes, el pueblo judío habíasido lama l do hijo de Dios colectiv amentey los m iembros de ese pueblogozaba n de estafiliación. Ahora se propo ne un concep to más amplio y más auténti co de filiació n: los verda deros hijos de D ios son los que viven n e conformidad con los- pre ceptos divinos. Los impío s intentan pri o mir la justo y cri tican sus preten siones: el jus to «se precia deonocer c aDios y sellama a sí mismo hi jo del S eñor» . Los impío s quieren mostrar de la vanidad deestos pro pósitos condená ndolo a muerte:«Procl ama dichosa la suerte de losustos j yse precia edtene r a Dio s por padre. Veamos si es verdad lo que dice, compro bemos cómo le va el final. Porque, si el justo es hijo de Dios, él lo asistirá y lo libraráde las m anos de sus adversa rios. Probémosle con ult rajes y torturas; así veremos hasta dónde llega su paciencia y com-
probar emos su re siste ncia. C ondené moslo a una muerte gnoi miniosa, pue s, según dice, D ios lo brará li » (Sab 2,1320). Se alude qauí a los judíos fieles que se veían perseg uidos por suscompatriotas en Alejandría.Los cristi anosreconoc en en este pasaje un pre sentimiento de lasió pa n de Cristo . La pruebaufris dapor os l justo s perseguidos aca ba atesti guando suiliaci f ón divina, dado querapaellos la mue rte ha sido una entrada ne la inmortalidad biena ventura da. Los impío s se verá n finalmente obligados a re conocersta e verda d del desti no eternodel justo: «Tuvimosus vida por cura lo y consi deramos su inal f una ignominia. Ahorase cuentaentrelos hij os de D ios» (Sab 5,45). La filiació n divina seafirmade unamane radefinitiva en el más allá: la fidelidad y la egnerosidad de Dios como padre ma nifiestanal grandeza de us paterni dad.
LaProvidencia A lo largo de la vida en la tierra, la paternidad divina se manifiestaen unasolicitud queconcierne todos a lo s indiv iduos y los envuelve en un mismo amor, sin discriminación alguna. El Señor nolosam para ni mucho a losder ogra sosnde en ydet ri-a mento de pequ eños. «El hizomenos al pequeño al ypo cuid de todos po r igual» (Sa b 6,7). Estasolicitud toma el nombre de Pro videnci a6. Se la d escribe más especialmente con ocasió n de los ajes vi marít imos, en los queeran evidentes los riesgos de anufragio. El que s«e hace a la mar, a punto ya de taravesar encrespa das ol as» , invoca a una divinidad protectora, per o en rea lidades el Dios únicoel que va a dirigir suviaje, y co n su Prov idencia le hará llegar abuen puerto. Ese Dios es llamado simplementePadr e, ya queesta cuali dad dePadredefine toda su acciónprotecto ra. Elbarco ha sido co nstrui do por al sabiduría de los ar tesanos,«pero estu
6. Sab 8. Identifi ca a la Sabiduría con la Provi dencia, en el senti do de un «gobiernoelduniv erso por una rgía ene intel igente ybuen a» (C. I.ARCIll'. R, Etude s surel livre deal Sagesse Par , is 1969,391.
Providencia, ohadre P , la que lo gobierna, po rquehasta en el mar abriste cam ino y un se ndero seg uro ent re lasolas, mostrandoasí que pue des alvar s detodo peligro y que sta ha leinexpertopuedeembarca rse»(Sab 14,1 4). A esta Prov idencia ed Padreha de re sponder una total confianza: No « quieresque la s obras ed tu sa biduría sean estéril es; por oeslos hombres conf ían en unarág f il emba rcaci ón, cruzanasl olas en una barca y arriban sa lvos apuert o» (Sab 14,5) . El viajeentrega porda mar ase prese nta como a l imag de la da via humana, una f«rág il emba rcació n»,endesti nada atra vesar múlt iples tempesta des y asupera r muchosbstáculos. o Estavida es dirigida des de arriba por una bi saduría superior: la de un Padre atentoa todos os l detall es dela existenci a de sus hijos. Por su Providencia,s edecir por una solicitud llena de vigilancia, puede conducir a buen puerto los destinos de cada uno. 3. Padre
del
M esías
Padrede todoel pueblo y padrede cada individuo, Dios se da a conocerpor un título más parti cular comoadre p del rey mesiánico . En unapromesa dirigida a David y trasmiti da por le profetaNatán, asegura que tratarásua desce ndiente,a su here dero, como a nu hijo: «Cuandohayas llegado al final de tu vida y descanses con tus antepasados, mantendré después de ti el linaje salido de tusentraña s y conso lidarésu re ino. Seréparaél un pa drey él se rá paramí un hi jo» (2 S m 7,12 14). Estapromesa se refería ne primer uga l r a Salomón, sucesor deDavid, pero miraba m ás lejos todavía, ya qu e el favor di vino se anunciabaparaun tiempo sin límites:«Tu din astía y tu re ino subsistirán para siempre ante míuytro tno seafirmará pa ra siempre»(2 Sm 7,16). Por so e la promesa de patern idad ue f comprend ida comouna promesa que es extendía ha sta le último descend iente, que deberí a ser el reyideal,el Mesías. El Me sías, hijo de David, tendrí a a Dios por pa dre.
Estapromes a ofrecíala garantía de un amor paternalde Dios p alicado al reymesiánico.El anunci o de una paterni dad más completa, enrtud vi deuna egnera ción patern al, se expresa en el salmo 2,en donde le rey declara en el momentode su asce nsión al trono: «Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho:“Tú eres mi hijo, yo tehe engendra do hoy”»(Sal 2,7). Se tratade un de creto, de unadeclaració n jurídica, que ti ene como fecto e consti tuir la rey como hij o enge ndradopor Dios mismo. Una ideaanáloga de genera ción, enunciada de unaorma f más radical todavía, apare ce en el texto del salmo110,3,tal como puede ser restableci do. Es Dios el que se dirige al rey:«A ti el princi pado en ledía de tu nacimient o en las montañas santas. Del se no dela aurora, co mo el ro cío, te heenge ndrado ». La decoración de la s montaña s, habitación divina en donde es produce lageneració n, pare ce evocar las representaci ones g eipci as del dio s Sol queengendraba al rey Fa raón7. Pero, al atribuírsele al Dios tra scende nte d e la reli gión judía, esta generación adqu iere nu signif icado super ior. Por su títul de hij el rey tiene u n pa cido con q a uelo que seosudepadDios, re. Dios esmesiánico el Altísimo, y su hij orese convierteen el más alto entre los reyes: «Él me dirá:“Tú eres mi padre, mi Dios, la rocaque m e salva”. Y yolo constituiré primogé nito mío, el más gra nde entreosl reye s de la erra ti » (Sal 89,2728). El pad re ha ce asu hij o seme jante aél mismo;así es como el po dersobera no de Dios sereflejaráen el rey m esiáni co. En re lació n con el Me sías se como la patern idad div ina adquiereu val s or más completo. Cabe sub rayar los tres specatos de esta pa terni dad:la ge neració n, el parecidoy el amor. Las afirmaciones d e la genera ción resu ltan parti cularme nte sorpre ndente s, ya que a diferencia deas l divinidadespaganas 7. Cf. C. H. KRAUSLos , sal mos,I, Sígueme,lamanca Sa 1993, 196. l’ara 110,3, esteautor prefiere la traducció n: «Sobre ntas sa m ontañas, del seno dt la osada r aurora , te he engendrado como »rocío (Id. Los , sal mos,I, I Síguem e, Salamanca995, 1 515.
qüFpo dían unirseentre í sparaengendrarotros dioses, l Dios e tras cendente d el pueblo judío no tenía ngu ni na actividad pro crea tiva similar ala delos hombre s. Así pues, respecto al Mesías la paternidad divina adquiere un valor más completo. Subrayemos los tres aspectos que reviste estapatern idad. Dios se revelacomo Padr e engendrando al Mesías, co nfiriéndol e un podersemejantel asuyo y ost m rándole un amor indefectible. Está ne primer uga l r el aspectode la eneració g n, que se el más extraño.Las afirmacio nes de l rey mesiánicoengendrado por Dios resu ltan especialmente sorprende ntes, ya equa diferencia des ladivinidades pag anas que podí an uni rse n etre sí paraengendrar otro s dioses, el D ios únicoy trascende nte delos judíos no podía tener ninguna actividad procreativa semejante a la delos hombres.La genera ción del Mesías no po día ser más que u na generac ión espi ritual, que tenían ucarácter m isterioso . Las afirmaciones Yo « te heenge ndrado» no po drán aclararse y tomar su senti do más vigorosomás quemediant e la re velación del Hijo de Dios encarnado. Además de la generación, se afirma el parecido: es ésta una característ ica del vínculoqueuneal hijo con le pad re. La filiación y al semejanzastán e nt í imamenteligada s entreí.sLa semejanza que se esboza en el anuncio del Antiguo Testamento adqui rirá todo su valor en la vi da terre na de Cristo: Jesús e s presentaráomo c el Hijo que catúa dela misma ma neraque le Padre (Jn 5,19); el parecido serátan perf ecto quee satreverá a decir : «El que m e ve amí, ve al Padre » (Jn 14,5) . Finalment e, el am or paterno , garanti zado po r laprofecía de Natán pa ra el desarrollo y la dura ción del reino mesiánico , encontrarásu cumpli miento en la seguridad que anima aJesús: «El Padre ama al Hijo» (Jn 5,20), Lalarevelación os Padr en la el nca Anti guo Testa mento prepara revelació nde delDi misteri o ede e rnación . Este misterio es anunciado más especi almente rpolos extos t que presen tan a Dios comoPadredel Mes ías.
1. En su revelación al pueblo judío, Dios es reconocido ante tod o como Padredelpueblo, de m ane ra que lepueb lo es “hijo deDios". Dios dio a luz al pueblo en suformación a lo largo de la histori a y, másfunda mentalmente todav ía, lo creó: elpue blo es obra de su sm ande os. Lehi de c n o. Velóp or su sarr ollozyo sal b ireduc ó.Egiptoy lo guió en su ami Reclamó del pueblo un culto en el que expresasesupertenencia filial: el pue blo está onsag c rado a suioD s y nopuede l-vo versehaci a otrosiose ds. El Padresemuestra ofendidopor el pecado: sus hijos no le rinde n el hono r que sedebea unpadre . Pero reac ciona def orma misericordiosa,manifestando asíla profundidad desuamor. Les ofre ceel pe rdóny la sal vac ión. 2. Diosactúa igualmentecomoPadredecada individuo. Elamor misericordiosoquetienecon cada uno esa la vez paternal ymaternal yseexpresa por la imagen de “las n etrañas maternal es”. Setrat a deun acriño d ivino, evoc adoporel afecto dela madre . Dios ve la porel ocmport amiento mo ral desus hijos: les corrige y repre ndecomo unpadre . Los ve rdaderos hi jos e rciben en susprue bas al asi sten cia paternal deDios. Ésta ot ma una forma especial en la solicitudde la Providencia: la Providencia guía el barc o a bue n pue rto. 3. Diosesdemanera más especial Padredel rey mesiánico. Algunos te xtos afirman enérmi t nos m iste riosos una enera g ción divina delMesías. La generación leva ocns igo un parec ido, el deun re y altísimo a imagen del D ios altísimo. El am or paternal prom etido aldescendiente de David es unamo r de finiti unapre parac ión a al revelación dela filiación divvo.inSe a trata deCristo .de
2
EL PADRE REVELADO POR CRISTO
La re velación deCristo esla quenos hamostrado lerostro auténtico del Padre . Sólo estarevela ción nos of rece la respuesta a la pregunt a: «Padre,¿qui én ere s?» . 1. N ovedad
d e l a r evel a ci ón
del
Padre
La nov edad del evang elio consi ste ne la reve lació n de la pe rsona del Padre: en iD os hay una persona la que a Jesús lama Padre. Esta persona divina tiene com o propiedad característ ica la paterni dad.Es totalmente Padre: sedefine por la paterni dad.Por su re lación con es e Padrees com o Jesús revela su ifliación divina.
Del DiosPadrea lapersona divina del Padre Como el Antiguo Testamento había revela do a un Dios que erapadre,muchos han pensadolaque revelació n del Padre, tal como senos ofreceen el evangelio, no es más queuna conf irmación dela revelación judí a. Se sentían inclinados aidentificar simp lemente al Padre del que bl haa Jesús con leDios reconocido e inv ocado co mo padre por l epueblo hebreo. Se daciertamente unantco inuidad entre dos la revela ciones, pero se importante sub raya r la nov edad ese ncial quecara cteri za a elació evangé lica de l Pa dre. En el Anti o Tes tota selamire rvaba anDios ant e todo como padre delgupuebl o;tam deenes patern idad egneral se derivaban sus relaciones paternales con los ind ividuos ymás parti cularme nte unarela ción paterna l con el reymesiánicoque de bía procura r al puebloun porv enir de i al.
En el evangelio, Jesú s mira nte a to do alPadr e comosu propi o Padre; sesitúa frentea él comoHijo suyo y el atribuye la pr imera responsabil idadde su venida a la tierra. La filiación divina es su prop iedadperson al; esél el que hará que a compart l an sus discí pulos. Mantiene con le Padreunas relacio nes deintimidad ue q revisten un carácte r único.A part ir de esta n i timidad iflial es como hace descubri r a la person a del Padre. re velació nl pue evangéli Padre se define ante. Es todo,en no Seg yaún com ola padre de blo, ca, sinoel como Padre edJesús primer luga r el Padre de Jesús y, como tal, extiende su am or paternal a la humanid ad entera. La revelación de l Padre definido por su rela ción conel Hijo supone unaprofundatransformación en la revelación de Dios. En efecto,implica qu e en Dios hay un Padr e y un Hijo, verda d que jamás se había nse e ñado ni descubi erto en el A ntiguo Testamento. La gran novedad es que hay un a persona vina di que es Padre y que eva ll xeclusivamente este nombre. No se tratade atribui r a Dios considera do en oda t su rea lidad div ina la cualid de apa dre , sin o de recono cer una personavina di que se defi neadpor l pa terni dad. El misterio de la Encarna ción requería necesa riamente la reve lación dea lpersona de l Padr e. Para re velar sudent i idad persona l, Jesú s teníaqueafirma rsecomo Hijo, distinto del Pa dre, pero Dios comol.éCuandopronunciabaen su ora ción ante los discípulos la ocación inv “Abba” (cf. Me 14,36) , revelabaa la ve z a la personadel Padrey su pro pia di entidad de Hi jo en relación con lé en lafamiliaridad má s completa. Puededecirse que, alelar rev alos hombres al persona lde Padre, Jesús los ntro i dujo en las prof undidades de Dios. Él mism o, en calidad de Hijo, vivía en esas profundidade s. Amaba y admiraba al Padre; intentó comunicar la admiración que sentía por see Padre , cuyo s secre tos conocía. Al presentarse como Hijo a sus discí pulos, tenía laintención de ha cerles ve r al Padre. Todo le curso de su vida terrena quiso ser una revel ación de la persona y de la acció n delPadre .
Padrereconocido como “Papá” El nombreAbba” “ uti lizadopor Jesús ra padesignar a Aquel a quien irigía d us plega ria, no si gnifica solamente “Pa dre”. Tiene que traducirse jor mepor “Papá”. Erael nombrequeutilizaban los niños ju díos paradirigirseamil f iarmente asu padre1 . Nunca jamás ha bían utilizadoeste nom bre losjudíos en us s plegarias a Dios2; la af miliaridad quesuponí a no parec ía convenir al Dios soberano y omnipotente, al Dios quesehacíatemer por aquellos a los quenvitaba i avenera rle.Por tanto , hayqueveren estasimple apelación una gran novedad . Los exto t s evangé licos no nos frece o n más que una sola vez la reproducci ón de la palabra “Abba”, ne la orac ión de Getsemaní que recoge Marcos; peroosl estudio s exeg éticos ha n podido mostrar que Jesús comenza ba ha bitualmente su pleg aria a Dios con est a palabra3. Se atrevía a llamar “P apá” al que era considerado mo co un Dios de m ajestad; y llama lo ba así en las circunstanci as más ordinarias deu sexist encia terre na. Podíale incl uso debía pro nunci ar esta palabra , ya qu e el término “Papá res pondíaseale la ent pe rfecta midad ilial fy él que man- se tenía conl gl.” El Padre rega ba inti sin reservas mi smo abría ne plenitud a Aquel del que es sentía am ado y a quien amaba conodo t su esr. “Abba” querí a expresarda tola verdadde la patern idad divina: el Padre era reconocido por Jesús ocmo Aquel que era en plenitud Padre suyo. Todo lo que un hijo encuent ra en su padre, o enco l ntrabaJesús en su Pa drecelesti al. La perfecció n de la pa terni dad impl icabala genera ción y la total sem ejanza del jo. HiDecir Papá “ ” eradiscernirneel Pad re 1. Ha sidoobre s tod o J. erem J ías e l que ah pu esto deeli reve le sentido iliar de Abba: cf.Abba. El mensaje del Nuevo Testamento, Sígueme, Sa lfam amanca 1981. 2. J. Schlosser conf irma esta novedad afirm ada porJerem ías,descar tan do todososl ej emplosque es habían propuest o deabba n u anter ior:El Dios de Jes iís,Síguem e, Salama nca 1995,83-213. 3. Cf.J. JEREMIAS, Teología del uevo N Testam ento , Sígueme, Salamanca 1974, 80-87;W . MARCHEL, Abba, Pbe! La pri be du Chri st e t des chrétien , s Ins t. Bibl. , Roma 963, 1 132-138.
a quienlo había engendra do y a quienpor estaenera g ción lo había hecho otalmente t eme s jante aél.
íntegramente Padre Al revelarles la persona del Padre, Jesús mostró a sus discípulos queen él seencont rabael modelode toda paterni dad. El Padreno solame nte pose e toda s las cual idades vi nculadas a la pa ternidad, sino que tiene como ras go distintivo únicoel se r to talmente personal idad.to En efecto, pers ona consi ste n e ser PaPad dre re,en desutal formaque do en él su espatern al. Se tra ta deun hec ho excepci onal,que sol amente se verifica en Dios. Un hombre se convierte ne padre; no lo es por nacimiento.Es primero una rsona pe humana yego lu se convierte en padre. La pa terni dad vi ene a enriquecer un a personali dad provistaya deciertascuali dades . El Padre ce lestial , por el contrario , existe esde d toda la eterni dad co mo Padre. Es pers ona divina de Padre por el hecho de engendrar u Hijo. a s Es la paternid ad laquelo constituye en su ser personal. Posee por at ntouna person alidad de Padr e muy superio r a la personali dad dehace, todos los padre s humano En toPor doconsilo quees y en todo lo que se comporta como s. Padre. guiente, en sus relacio nes con noso troses únicamente paternal, con todol eamor queimplica esta paternid ad. Cuandonosdirigimos aél, sab emos quepodemos co ntar con subondad,infinitame nte más generosa qu e cual quier otra bondad que conozcamos. De él no po demos reci bir más que taenciones paternales. Aquel ques ePadreen la mayorrofundidad p de su ser personal nouede p mostrarnos más que unrostrode Pa dre.
Fusión depaternidady dematernidad Cuandosele aplica a Dios un térmi no emplea do paradesig nar o cua lificar alos ho mbre s, hay que comprenderlo según las diferencias q ue existen ntre e Dios y la humani dad. La pa labra “Padre ” no puede de signar a una person a divina má s que teniendon ecuenta la infinita distanc ia que xeiste n etre la pa ter
nidad div ina y la paterni dad huma na. La re lación entrel ePadre y el Hijo, tal como existe en Dios, es de una perfección infinitamente superi or a esa relación tal como seformaentre las criaturas. Una d e estas diferencias estriba en que ne Dios la paterni dad abarcatodo ol que oso n tros entendemos rpopaternid ad y materni dad. No sotros dis tinguimo s entre pa terni dad y maternidad po rque ne la humani dad seda unadiferencia de sexos, quejuegaun pape l esencial en lageneració n. Los ni ños nace n de un padre y de un a madre:la paterni dad perteneceuna a personay la maternidad aotra. La pa terni dad y al maternidad son complementarias tanto en la d e uca ción de los hij os como en su procrea ción. No tienecadauna d e ellas unas propiedades sepe i cíficas, asl que corresponden l sexo a masculi no o al sexo femenino. Así, se atribuirá de ordinario al padre lafuerzaprotectora y a la madre el cariño y la ternura. En el mist erio eterno en queel Padreenge ndra la Hijo, la perso na del Padre se la úni ca quereali za la gene ració n. Según nuestraorma f de expresa rnos,ocupa ala vez eluga l r delpadre y el de la madre. Pero no tiene una doble función: su acción generati va no se divide en dos as pectos. Su paterni dad se perfectame nte una,pero encierra las prop iedadesde la materni dad. Por seo nose le llama padre y madre;es padre, en el senti do de unapatern idad que supera las distinciones entre losxos se y que lo designa como el único auto r de la genera ción divina del Hijo. No se trata,por tanto, de unapaterni dad queesafirme ne oposición a la materni dad. Integratodas sus rique zas. De este modo, es muchomás ampli a que cua lquier paternidad humana. No es blezarl masculin izareesta es posib le posi femini a. El Padr no paternidad, estádel lado como detam lospoco rones, va como ampoco t del aldo de las mujere s, si sequiere div idir a la humanidad según los sexos. En los últi mos tiempos, algunos han intentado sustituir su nombre de Padre por lede Madre. Se
suponeentonces injustam ente qu e el nombre de Pa dre signi fica unaprepo ndera ncia dela masculinidad y se tien de a ree mplazarlopor unapreferencia conc edida a la feminidad'1 . En realidad,es Padreen un se ntido sup erior a la mascul inidad y a la feminidad.Quererllamarlo Madre esríaintroducir en lasrelaciones que tenem os con él una connotación sexualque le se totalmentextra e ña y vincular la inv ocació n de su no mbre alas reivindicaciones feministas. Cuando o invo l camos con l enombrecde dre,sexo. lo hacemos n i depend ientemente dedato considera iónPade Conviene re corda r siem pre que su paterni dad debe entenderse en el sen tido más ampli o, esto es, de patern idad y de materni dad u f ndida s entreí.sAsí escomoel Padre se fuente y modelo de da to paterni dad y de to da ma ternidad. San Pablo veía en él el origen de toda paternidad (Ef 3,15); nosotros hemos de ñadir a ques etambién el origen deoda t maternidad. La generosidad, el ca riño, la delicadeza , la compasió n del mor a materno deriv an de las disposiciones m ás íntimas de l corazón del Padre . Por seo la dmi a ración que os l sere s humano s pueden queha senti r por querido su adre m reflejaerse sdebe en elneam primer or materno ugar l de laamor la muj delPa er tan dre to, como enel amor paterno del hombre.La matern idad y al paternidad, en las criaturas, pro vienen enteramente del re. Pad 2. Padre
del
H ij o
El acto eterno delageneración Al dar una plenitud de sentido a las palabras “Abba” y “Pad re”, Jesús nos inv ita a eferi r rnos alorigen de esta paternidad, ya qu e quiso hacernos ent rar n e el misterio de sus relac io-
4. Cf. M. DlON,Pourune interprétati onfemini ste de l’idée ch rétienn e de Dieu:Lava l théologique et philosophique 47 (1991) 169-184.
nes con lePadrey nos nvita i amirar al Padre ta l como ol con templ abaél mismo co n sus ojos dehombre. En el origen, huboun acto eterno de generació n5. El Padre engendróa su Hij o. Por ste e cato de generació n existe com o Padre. Que él sea totalmente Padre signif ica que existe com o perso na en cu antoque haenge ndradoal Hijo. Su personaestá constituida por la lación re con le Hijo al que engendra , y reciprocamente la pe rsonadel Hijo existe omo c relació n con le Padre. De este m odo resul ta verdad que el Pad re, en su soberanía, no sevolvió hacia sí mismo ni se apegó a sí mipno; se volvió hacia su Hijo y estáesencialmentegado apea su Hij o. Es y vive paraotro.En él seencue ntra el primer princi pio y mode lo del altruismo. Si intentamoscomprender jor meel senti do de estagenera ción primordial, vemos en ell a el origen de la tot al semejanza del Hi jo con el Pa dre. Al engendra r a su Hijo, el Padrelo deseó semejante él, a paraque us perfecciónencontr ase en el Hijo un reflejo sin so mbra . Le comunicótoda su riquezade vida. Por estemotivo se afirmóen la doct rina cri stianala per fecta igua ldad deltodo Hijoa co eljo,Padre En la enera g que cióese n eterna, Padre se lo dio sun Hi de. ta l manera Hijo está el en posesión dela totalidad d e la vida divina, si endo Dios tanto como el Padre. Es estasemejanz a la que permi te a Jesús decl arar:«El que m e ve a mí, ve al Padre» (Jn 14,9). Se trata más concretamente de aquellos que eron vi al Hijo en su o r stro humano y que desean ver dibujados en ese rostro los rasgos del rostro del Padre. El Hijo encarnado leva l en su comport amient o huma no a l imag en del Padre, ya que supersona divina deHijo es el reflejoabsolutamenteielf del Padrey expresa este pa recidoen suvida humana , terrena. Ésta se la sem esejeanza quisra o eltoda Padre al engendrar a su Hijo, dese ando que Hijo que poseye su perfección. 5. Cf. J. G alot, La génér ationéter nelle dn s: Grego Fil rianum 711990) ( 657-678.
Cuando na ce un niño,quiene s lo ven ntentan i descubri r los rasgos desemejanzaque ti ene con el padre ocon la madre.En el caso de l nacimiento etern o del Hijo, toda la se mejanza correspondía l Pa adre, únicoautor de la eneració g n, y esta seme janza era perf ecta. Jesús dio testimonio de esta semejanza en toda su manera de hablary deactua r. Para respondera las crí ticas que se lerigí dian, invocab a la se mejanza ed su comportamient o con el del Padre . Cuando unños sáb ado curó a unn,enf levalr ba trein ta y ocho adía sede pe rando su curació leermo n i vitó que a toma su camilla y a ca minar.Inmediatamentes su adversa rios quisieron pr ohibírselo, ya qu e llevarla camil la ser ía una vi olacióndel descanso prescrit o para ese día. A este reproche esús J habrí a podidoreplicar denunciandosu indiferencia ante la grandeza del bene ficio conce dido al nferm e o. Pero pre firió justificar le milagro por el ejemplo so bera no del Padre : «Mi Padre on cesa nuncade traba jar; por eso yo trabajotambi én en to do tiempo» (Jn 5,17). De este modo corri gió lo que sehabía dicho en el relato de la cre ación en se is días: eldesca nso que le Creado r habríano obse ravado eal de día rea sélizar ptimsu o (Gn 3). u qesába el Padre ces nunc obra,2,2 inc lusoAfirma en día de do6. El Padre no cesa de cre ar, de mant ener a su s criaturas y de prodiga rles sus beneficios. Como Hijo, Jesús conforma su acción con la de l Padre. Realiz ando mi lagros en día de sábado, revela la bondad siempre va acti del Padre. Enunciael principio de unasemejanza tot al en la cción: a «Yo os se aguro quel eHijo no puede hacer nadar po su cue nta. Él haceúnicamenteo l que ve hace r al Padre : lo que haceel Padre, esto hacetambiénel Hijo. Pues el Padreamaal Hijo y le manifiestatodas sus obras» (Jn 5,1920). De este modo, la semejanzaeternaque le Padre había pro ducido en suHijo por 6. «Se compara a Dios con un obreroquetrabaja; y su Hij o, al cur ar, tra L acirangk , kvanbaja tam bién asu manera, ncluso i enadídesábado» (M. J. gile selo n saint Jean, Gabal da, Paris925, 1 141).
lá genera ción se manifiesta ne la existenci a huma na deJesús, que modela conduct su a por al del Padre.
Generación por am or ¿Por quéenge ndra el Padre aun Hijo que se totalmente seme jante aél? A primera vi sta,se podría rea ccionar ante sta e revela ción pensan do que es inútil dicha egneración. ¿Por qué otra perso na en la quee encuent s re toda la perf ecció n del Padre? ¿No na? habr íaPor con questa enecesi perf ecció n existiede raen una sol a perso ¿ bastado québa i atener dad lePadre una imag en perfecta de sí mismo? La generació n eterna del Hijo se explica por l eamor. Convienerecordar el principio enunci ado po r el evangelista asn Juan en su primera carta: «Dios es amor» (4,8). Lo más fundamental que hay n Dios e es el amor. En virtud del amorl Pa edre enge ndra a un Hijo7. Lejos de que rer encerra rse ne la posesió n egoísta desu ser, el que posee datope rfecció n sela quiere co municar aotro. Quiere establece r unacomunió n en laquesu Hijo puedatenercomo él mismo la pleni tud dela riqueza divina. Así es como se da en Dios el deseo de compartir, no el egocentrismo. El Padrellega ha sta le fondodel amor dandoa su Hijo, por la ene g ración, todocuanto pose e. En él no ha y envidia laguna , esa envidia queen la s relacio nes hum anas intent a rebajaral otro, disminuir la setima quesele tiene. Alcontrario, se compl aceen elevara su Hijo al nivel má s alto , haciéndol o enteramente semejant e a él. En losrelatos evang élicos sepercibe unaanif mesta ción de esta actitud eternadel Padre. C uandoel bautismo deJesús, se hace oír al voz del Padre procl amando a su Hijo querido , en quien ha puestotodassuscomplacencias (Me 1,11 par.) . En el momento edla transf igura ción sale de la nubela misma voz: «Éstees mi Hijo amado; escucha dlo» (Me 9,7 par). El Pa dre 7. Engendr ar al Hijo por amorno signifi ca engen drar lo porel Espíritu, com o han propuesto algunos . Cf. J.G alot , L'Esp rit Saint et la spiration : Gregorianum 74 (1993)256-257.«El E spíri tu S anto nos eel am or porel qu e el Padr e engend ra la Hijo; es el amor que proced e de l Padr e y del Hi jo».
quiere que la humanidad reconoz ca a su Hijo y le muestre la mismadocilidad que él exigepara sí mismo.Al llamarlosu Hij o predilecto y al decl arar quese sient e rea lizadoen él,muestral e amor que leene ti. El amor quepres idió a lageneració n eterna de l Hijo sigue siendo un misterio nosotros. para Ciertament e, en esta g eneración por m a or vislumbr amos e l mode lo de la condi ción habitualde la genera ción humana, ques tambi e én una ge neració n por m a or. Según el de signiodivino, esta genera ción se produce por un acto de amor del ho mbre y de la mujer. La voluntad de l Creadorconsi steen establecer el amor enl eorigen de nue vas vidas humanas. Sin embarg o, en la analo gíase observa una erenci dif a, dad o queel Pad re es el único que n egendral aHijo. Mientras queen la genera ción humana los dossponsabl re es están un idos por un amor mutuo , la generacióneterna prov iene de la persona única del Pa dre. ¿Cómo co mprendernteonces le amor que nima a la genera ción? No puede tratarses má que de unamor que,al engendra r, sedirija al Hijo. El amor suscita la ona persde l Hijo, con al que se vincula dela forma m ás absoluta. El am or sta delel Padre quedel sedespl iega ense al vincula generació provoca como res pue amor ijo: H el Hijo aln Pa dretan complet amente como el Padre se vincula a él. Este mor a qu e une al Padre y al Hijo forma la terce ra persona div ina, el Espíri tu Santo.El Espíri tu Santosurg e comopersona de comunión, una persona en la quee sconsuma el amo r más perfecto. También leEspírit u Santo pose e toda la per feccióndivina del Padre. La re cibedel Padr e y delHijo, siendoel mism o Hijo el don delPadre . Por seo puede decirsee qu en él se consuma el amor: to da la fuerzadel amor di vino, el del Padrey el de l Hijo, desembocaen él. La pers ona de l Espíritu resulta del ndoqueel Padre hacede sí mismo a través de su Hi jo. Contiene n e sí misma, en su extensi ón más amplia, al generosidaddel Pa dre.
Lageneración, comunicación devidapor amor La generación eternadel Hi jo por el Padre ha sido objeto de diversos intento s de int erpretació n. Entreéstos stá e ladoc
trina propuesta por sa n Agustín, queexplica la generación del Hijo por un cto a deinteligencia y el orige n del Espírit u Santo por el camino del amo r8. Estadoctrina fue recogida de una forma m ás elabo radapor santo Tomás de Aqui no, que de clara que le Verbo pro cede de Dios por la vía de inteligencia, ennaa logía con laenera g ción del pensamiento en el alma, mientr as que le Espíritu pro cede por lavía de l amor, en analogía con la voluntad humana9. Sin embarg o, no seve por qué brí haa que de finirse elrigen o del Hijo y del Espírit u res pectivamente por la inteli gencia y or p la voluntad.A esta s facultades ue q exist en en el hombrecorres ponden lainteligencia y la voluntad divinas, per o son nu bie n común de las stre persona s y noes posi ble referirse pre ferentementea la una o ala otra. Más parti cularmente, resultadifícil admit ir unageneración del Hijo que sea únicame nte un acto ntelect i ual. Estagenera ción tiene queers más fundamentalment e un ac to de amor. Ya hemos reco rdado que seg ún el plan div ino la generació n humana es obra de am or; el amor de lo s padre s está ne el origen de la concepció n del hij o. Sería extraño que la genera ción eterna del Hijo, fuente y modelo de toda s las otras ene g raciones, no ha ya sido d irigida por el mor. a Reduc ir la paterni dad del adre P a un acto de pensa miento seríarestr ingirla notablemente. Cuando el dre Pa engendra , lo hace por un amor quequiere comuni caral Hijo no solam ente unareprese ntació n intelect ual desu ser, sinotoda la pleni tud de vida que posee. Engendrar es comunicar la vida. El Padre es el queda la vida; el H ijo lo ha recibido tododel Padre, de m anera que leacto de genera ción ha comprometi do todo ol quepertenecíal aser divino. La genera ción fue un primer acto de amor, en el quel ge e nerant e comuni có al engendrado odat su riqueza divina. 8. 9.
A ugus t i nus , T homas
De Trinitat e IX,7,12: PL 42 ,967; CC 50,304. S. Th. 1,9,27 , a.l, a.2.
A quinas ,
El Padre, potencia devida El Padre no es solamente dre Pa en virtud de un actode pensamiento.Es Padre como ue f nte pri mordial de vi da. Engendra por su potencia de vida. Y lo hace comunicando al Hijo toda estapotenci a de vida. Hay unaafirmación de Jesús que atrae nuestra atenci ón sobreestaverda d. En el discurso en equanun cia el don de su carne y de us sangre como alimentoy bebida de ivda eterna , declara : «El Padre, que meha enviado, posee la da, vi y yovivo por él. Así tam bién, el qu e me comavivirá por mí» (Jn 6,57). Jesús vive por el Padre, es decir, recibe del Padre en todo instante la vida de que estáanimado. Por at nto, ese Padrees el “viviente”,l equevive porexcelencia. esús J piensa tambi én en lé cuando, parajustificar la cre encia ne la res urrecció n de los muertos,afirmaqueel Dios en quien creeel pueblojudío es el Dios delos vivos, no el delos mue rtos (Mt 22,32). El Padrees el que posee la Vida y el que la da. Jesús reconoce que toda su vida viene del Padre y de este modo nos in vita a reconoceren el Padreal aut or suprem o de vida.terrena Desdeeltoda laterni e dadtiene el H ijo vive por elPadre, ynue enstra su vida Hijo encarnado conciencia de vivir por el Pa dreen cada instant e de suexistenci a. Toda la vi da de Cristo, que serevelaen el evangelio , es reci bida del Padre . Jesús nos muestra así al Padre a quien debemos toda nuestra vida. Nos toca a nosotros, en cada una de nuestras jornadas, mirar laPadrecomo al fuente de todo lo que somos y de todo lo que ha cemos. Conviene ñaadir que, al declara r que viv peorel Padre,Jesús da aentende r que vi ve también para lPadré e ".La expres ión utilizada en el texto evangélico es “vivir por caus a del Padre ”, que signif ica n ate todo ivir v por elPadre, pero que encierra ligua 10. Aunquereconoce queesdifícil optarpor unade lasdostradu cciones, Lagran ge prefi ere: «yoivo v para el Padr e» (o. c., 185-187).Per o engen eral las tradu cciones recien tes dicen:o«yvivo por el Pad re».
mente le sentidode vivir para el Padre. Teniendo ncienci co a de que lorecibe do to delPadre, Jesús evivpara él. Le rinde le homena je complet o de su pers ona, de do to ol que ah recibido de él. Estos dos pe as ctos,vivir por lePadrey vivir para él, están sólidame nte unid os, ya qu e en la generación eternala vida del Padre se comunical aHijo como vida filial, es decir,como vida esencialmente ta vuel ha cia el Padr e. Alrecibirlo todo, la persona del Hijo devuel ve al Padretodo cuanto posee . Es ésta la verdad quese seña la en el prólogo del ang ev elio deJuan:«Al principio ya exi stía la Palabra . La Pa labraestaba vuelta hacia Dios»11. Desde la teernidadel Hijo estaba vuelt o haciael Padre. En suvida terre na de Hij o enca rnado,es Jús no deja de afirmar que to do lo quevive y todolo que ha ce vienedel Padre. Es el Padreel que ob ra en él, a travésdel cu mplimiento de su misión. Pero estavida, al procedereldPadre, se convierte ne él en vida filial, en vida entera mente vuelt a haciael Padrey destinada ahonrarl e. Jesús vive parael Padre, en l edon total de su perso na al Padrey a su obra.De esta or f ma se pone de ma nifiesto el ncul ví o queexist e entre la marchadel Hijo, quesale del Padre este mundo , re. y el senti do de suexistenci a terrena,para queveni se runa reto rno al Pad Entonces, al hace rnos ivvir como él de vida la del Padre, Cristo nos impu lsa a vivir para el Pad re. Cuandooma t mos conciencia de que lorecibi mos to do delPadre, nosvemos levad os a devolverle lo que lé nos hadado. La vida qu e el Padre ons comunic a alcanza us plenitud de de sarrollo cuando vuelve a él en homenaje filial.
11. La traducc ión quesue le adoptarse «juntoa Dios»no corresponde al texto, en donde la preposici ón prossignifi ca “ha cia”.I.,a expr esiónliter al se «haciael Dios», en dond e Dios con artícul o signifi ca la Pad re.
El Padre, potencia deamor El Padr e es potenci a de vida que desborda, que secomunica en primer luga r al Hijo por la enera g ción eterna.Sin embargo, no pu ededefinirse ste e desbord amiento de vida comouna simpl e necesidad de afirmarse a sí mismo , imponiendo su influenci a. El Padreno engendra ás m que por amor, el am or más puro y má s perfecto. Desea darse a su Hijo de al forma más completa. frecue nciaen se ha quecomo ridointeamor rpre tar amor pri mordi al queCon se encue ntra Dios sía elmismo. Los textos bíblicos en los queiosD quiere cer hase re spetar,honrar yamar, han sido co mpre ndido s a veces en este se ntido: Dios sería l e únicoser con de recho a busc arse así mismo , a procurar su propio bien, supropia gloria, exi giendoel homenaje de su s criaturas. Noharía entonces má s que exi gir lo que se le debe; se amaría así mism o en con formidad conla verdad de su ser. Sin embarg o, esta interpretaci ón llevarí a a presentar Dios a como el únicoen comporta rse legítimamente co mo eg oísta y orgulloso. Mientra s quelos cri stianoshan recib ido el pre cepto de amoarse ot ros, tendría como al den.m a¿C arse mism y unos hace rseaama r élpara us pro pia regla satisf acció ómoasí podría proponerse entonces mo co un modeloa seguir,según la recomendació n de Jesús : «Sed perfect os como vuestroPadre cele stial seperfecto » (Mt 5,48) ? En realidad, sólo en un sentidomuy m i propio puedehablarse de amor a propósito de un amo r a sí mismo. El verdadero amor no puede consi stir en am arsea sí mismo; el amor auté ntico es el quese dirige al otro. Se opone preci sament e a la bú squeda de sí mismo yl aafecto así mismo. Cuando uan J de claraque Dios « es amor», no se tratamuc niho menos de un amor por le que D ios se encerrarí a dentro de sí.Se trat a deun amor quese abre alos otros co n genero sidad. Cuando en losxtos te bí blicos vemos a ios D exigiendo los homena jes del culto y de la obediencia, no setrata ni m ucho menos deuna intención de pro curarse sí a mismoel placer de verse honrado y servido, sino de asegurar el cumplimiento del
desti no Humano. Por m a or alos hombress epor lo queios D el s exige que le amen con to do sucorazón y con todas sus fuerzas: únicament e en el cami no de este amor po drán encont rar su verda dera realizació n y su felicidad. Los pre ceptos y las exhortaci ones no pue den tener como ob jetivo más que el bien de la persona hum ana. Dios no puededqui a rir delascriatura s ninguna perf ecció n. Pero es a las rciaturas las a que corresponde progre sar en la perfecció n conformá ndose cona lvoluntad divina. Porconsiguiente,el Padreno puede ser consi dera do como uno que es ama a sí mismo.Sería una ust injicia pre sentarlo comounapersona div ina que tuvi eradere cho,en virtud deus dignidad,al egoí smo y al orgull o. Es potenci a de amor, es decir, del aut éntico amor que busca el bien delos dem ás y dese a procurárselo. Por la enera g ción eternadel Hijo, renunci a a ser el único queposeela perf ecció n divina. De algunaformaseolvida de sí mismo para con templ ar y ama r a su Hij o. Con alegría ce hasurgir a una persona, a la que da todo cuanto tiene. La potencia del amor con queendra eng l aHijo sedespli ega a continuación en la comu nicación de vida ala huma nidad,en la generació n de innumerables jos hi y en la profusión de los bene ficios que sle concede . Ser Pa dre signi fica para él ser amor an sioso de difundir su vida.
1. El Antiguo Testamento había revelado al Dios tínico, atribuyé ndo leun ro strodePadre . Pero todaví a nohabí a revehi doa la Trinidad, cuyaprimera p ersonas ela d el Padre. Loque haydenue vo ne la revelación de l evang elio es la revelación del Padrecomopersona divina. Jesússehacereconocer como Hijo, evaria nviado del no s inelform a eso nt nc ersonas s de que n eDios hay s perso nas . Padre El, yPad rey Hijo nope sti dintas. Nosetrataya deatribuir a Dios, en toda su realidaddivina, ¡a ucalidaddePadre , sino deadmi tir quehay ne Dios una personaquees padr e y quesedefineporesta pat ernidad, 2. Dios es íntegramentepadre. Esta paternidad espuramenteespiritual.Esantetodo unapaternidad te ernarespecto al Hijo. Dios espadredeJesús antes deserpadredela humanidad. Su d esignio ha si do hace r que ols se res humanos participasen de la filiación hum ana de Jesús. Sedio a símismo hijos en su Hi jo único. Su pate rnidad edPadresignifica paternidad y maternidad; supera a al ve z la masc ulinidad yla feminidad, 3. El Padreengendró al Hijopor un acto eterno degenerac ión, quees el origen y mode lo de toda generación. Estagenerac ión es comunicación de da vi por am or. En virtud desu am or, el Padrele dio al Hijo todo cuanto nía. te Lageneraciónproduceuna semejanza total del Hijo con el Padre. Estasemejanza esla quepermiteaJesúsdeclarar: «Elque mevea mí, veal Pad re» (Jn 14,9).
EL DESIGNIO PRIMORDIAL DEL PADRE
Cristo revelóal Padre. Nos hiz o descubri r su pers ona, pero tambi én su obra por al trasf ormació n del mundo . Si quere mos comprender esta obra,tenem os queconsiderar prime ro el plan estableci do por el Padre en relació n con el des tino de lahumanidad. 1. E l
himno
e n al ab anza d e l
Padre
El pro yectodel Padre no es objeto de una fría de scripci ón; ha suscit ado una d a miració n que en la oración y en turgia la li se traducepor la alaba nza.
El designio quedirigetoda la obra dela salvación En al cart a a los Efesios, que pa receser más bien un a carta desti nada acircular por varia s comunidades crist ianas, nsa Pablo comienza con un vibrante cto a de home naje dirigido al Padre. Repro duce aus manera un mno hi litúrgic o en dondees pone demanifiesto el desi gniodel Padre quedirige to da la obra de la sa lvación1. Estehimno, lleno deunagran inspiraci ón poética, no s ofreceun marco genera l de pensam iento en el que adquieresu se ntido el conjunto de la histo ria y del mundo a 1. Entrelos comentarios cf. J.CAMBIER,La bétiédicti on d 'Éph ésie ns 1,214: Zeitschrift ir fiL die Neutestamentliche Wissenscha ft 54 (19 63) 58-104; L. RAMAROSON,La gran d bé nédicti on d'Éphesien s 13-14 : Science et Esprit 33 (198 1) 93-103; M.Bouttier , L'Épitre de saint Paul auxÉph ésien , sLabor te Fide s, Genéve 1991, 56-77.
parti r dela voluntad sober anadel Padre . El pasa do, el presente y el futuro se iluminan por la intención misteriosa del Padre, que e dsde su eternidad determinó de antemanoel desarrol lo de la hum anidad yeldunivers o y estableció a Crist o en el centro de este de sarrollo. Atenderemos más especialmente a los versículos 310 de este himno : «Benditosea Dios, Padrede nue stro Señor Jesucristo , que desde lo altodel cielonos ha bende cido por mediode Crist o antes con oda t laclas eació dendones espiri tuales. igió ensu Cri sto de cre del mundo , paraÉl quenos uf éralemos pueblo y nos ma ntuviéra mos sin mancha en su prese ncia. Llevado desu amor, él nosdestinó de antemano, conforme la bene plácit o de us voluntad, a ser adoptados co mo hijos suyos por medioedJesucristo , paraque la gracia que derramó sobre nosotros, por me dio de su Hijo querido , se convierta ne himno de alabanzaa su gloria. C on su mue rte,el Hijo nos haobteni do la red ención y el perdón de los pecados, en virtud de la riquezade gracia que ios D derra mó abundant emente sobre nosotrosn eun alar de de sabiduría e inteligenci a. Él nos ha ado d a conocer sus plane s más secretos,los que hab ía decidido realizar en Cristo,lleva ndo la histo ria asu pleni tud al constituir a Cristoen cabezade todas slacosa s, las delcieloy las dela tierra»,
El Padre, origen detodo La pleg aria judía se complacía ne bendecir a Dios. Cuando todavía lleva ba el nombre deSaulo y vivía como ju dío celoso y ardiente,Pablo había repe tido muchasvece s la óf rmula «Benditosea Dios» parareconocer la soberaníavina di y los bene ficios qu e emanaban deella. Iluminado po r la re vela ción de Cri to, sigveí uióabendic o a , Daios, ne ese Dios al aqu querí asalabar ahoraiend al Padre quiepero n Jesús habí a enseñ doe a sus discí pulos a llamar Pa dreo “Abba”. Desde entonces lae en f Dios se había trans formado.Se había converti do en unadhesió a n al Padre al mismotiempo que en unaadhesiónal Hijo. Estadoble adhesió n es laque
manifiesta Pa blo cuando dice: «¡ Bendi to sea Dios, Padr e de nuestroSeñor Jesucrist o!» Dios es rec onocidocomo el Padrede Jesús, y este Jesús es Señor, es decir, es él mismo Dios, en cuanto Hijo del Padr e. Hacia lePadresube como un mno hi de laa banzala plegaria cristi ana. No es solamente Dios el quees considera do como A quel aquien dese a honrarel culto: la adoració n de la omni potenci a del Altísimo seha convertido en adora ción al Padre . La verdad de l culto exige que lePadre sea reconoci do como tal, según al revelació n evang élica, se decir,como Pad re de Jesucristo. El Padr e estáen el origen de todo. Toda la mpl a itudde nue stro desti no se explica por mediode él. A parti r de lé podem os abarca r connuestra mirada dastolas osa c s y todos lo s acont ecimiento s. Es ne cesario que nos rem ontemos ha sta lé, si quere mos captarl esenti do de la evol ución del univ erso. Se requiere igualmente que nos vam vol os haci a él siempre queintentem os comprendernuestra situaci ón personal, así como los chos he más humil des de nue stravida cotidiana . Todo, nosotros mismos y cuanto nos ro dea, viene deél y va hacia l.é En la tradició n judía había sido ya econocido r com o Dios que estáen el origen de to do, como Creadorbera sono cuyo poderse despl egaba en nuestro mundo . Ahora exige ser bendecido co mo Padre d e Jesucristopor ot dos os l ben eficios queha derra mado sobre la humanid ad. Es su paterni dad la que dirige el mundoe imprime susello en lé. En efecto , el designi o que conci bió al quererers el Padrede Jesucristo inspiró y transformó la historia de la humanidad, con la finalidad dehacerde ella unahistoria seencialme nte iflial.El Padrelo ha orga nizadotodo pararealizarsu intenci ón decomunica rnos la iliació f n adoptiva en Jesucristo ; ha deseado eleva rnos a la digni dad de hijo s, por pa rticipación en la filiación únicade su Hijo enca rnado.Ha he cho surgirl universo e y ha guiado elmpul i so de la vi da dela humanid ad, de maneraque sea el Padrede todos. Es su pro pia paterni dad lo quel ha é decidido of recera todos os l hombres, adquiri endode estemodo el máximo deextensi ón.
Todala re alidad de nuestra existenci a encuent ra portantosu significado y su va lor en estapater nidad. Al repe tir: «¡Bendito sea Dios, Padr e de nue stro Señor esucri J sto!», alabamosmás espe cialmentel Pa a drepor habernos abiertosu corazó n de Padre haciendo reca er en nosotro s el amor que o an l ima para con su Hijo Jesús. Es ése el donsupre mo que nosahconcedi do. Se comprende la excl amación de Pabloy el estil o reca rgado y sobreabundante de su himno: no tenía suficientes palabras paraexpresa r su entusiasmopor el designi o del Padre . Es un designio sorprendente, desco ncertant e por su generosi dad. Todo seilumina en la verdad gún se la cual el Padre quiso ser Padr e de Jesucrist o para er s el Padrede todos nosotros. 2. D esde
e l srcen
has t a e l f in
La opción del Padre: la elección divina En el srce n de nue stra fi liaciónadoptiva en Jesu cristohay una leecció n misteriosa del Padre : el Padre «nos haeleg ido en él», es decir,en Jesucristo . Es enfavore la s elecciones nde dossuvotos lo s hombres ejercen su d de opci ón, ciendo con os l program as y losibert pa raltidos políticos. Hubo una elecció n primordial en la queel Padr e ejerció su libertad plena de opción: nos ha legido e a nosotros.Nos ha escogido redes p tinándo nos a ser sus hijos adoptivos. Esta elecció n signif ica un amor personal, un amor queeca re individualmente sobre nue stras personas. Podríahaberse creído que la prede stinación a la filiación adoptiva concerní a globalmente a la hum anidad, a la inmensa comunidad humana mada to como un todo, sin que se tomase en consideración a cadapersonaneparti cular. Pero la afirma ción de queel« Padre nos el ha egido » nos hace mprender co e,qu además de dirigirse haci a el conjunto de los se res huma nos, el amor del adre P se ha volcadosobre cada uno de ellos. El Pa dre se ha fijadode antemano en ca da uno en su person alidad propia.No seha olvidado de nadie y cadano u constituye le objeto de un amor que caeresobre lédent ro del pleno co nocimien-
to dé su ind ividualidad. Cada unos e“escogido” , amado por sí mismo. No se tratade una elección dediscr iminació n o de exclusión, de una lecci e ón que es detend ría en algunos para desca rtar alos otros. odos T son elegidos. El Padre los amaen virtud de su propia voluntad, ya qu e la leecció n indica unasobera na decisió n divina queno es tá motivada por lascualidades na turalesde la persona.Esta lecció e n divina es la q ue confiere nu valo r superior cada individuo. Al deciraque el Padre nos ha elegido en Cristo, Pablo nos recuerda que el ramo paternalque escog e acadaperso na e s ante todoun amor a Cristo. Al amara Cristo, el Padr e ama y escoge a cada perso na con el mi smo amor. Vuelca sobre cada una de ellas el amor queene ti porus Hijo. Estaelecció n es totalmente ratui g ta. No estámotivadapor las cuali dadesdel in dividuo; no es una elecció n hechaen virtud delos mérito s de cadano u ni según al proporción de seosméritos. El amor que insp ira la lección e no igno ra por tantolas faltas, pe ro tampocose siente desa nimado ni para lizado por las imper fecciones de cadao. un San Pab lo subraya má s vivamente esta gratuidad escribiendo que el Padrenos ha elegido «antes de la crea ción del mundo ». Incluso antes que de exi stiera lemundo, la miradadel Padre se fijó en leporvenir de la humanid ad y nosnvol e vió con su mor. a Para traducirasl dispo siciones de l Padr e en términos de senti mientos humano s, podría decirse que el Pa dre se sentí a impacientepor et ner hij os y atestigua rlessu amor, hasta el puntode que muchoantes dea lexistencia misma delos hombresmó a a cada uno deellos, los “escogió ” con su cariño paternal. Así se ilumina igualmente el sentido de la creación. Cuando el Padre creó el mundo, su poder creador estaba animadode un amor paternalque desea ba busca rse hij os en us Hijo único, Jesucristo. Aquel que creó el átomo primitivo o el primer elemento ma terial, que n e su expansió n formó le espa cio del universo, deseaba esencialmente conceder a sus hijos un lugar en ese espacio.Cuando encen dió la chi spa dela vida qu e habría de
multiplicar sobr e la tierra , en le curso de la evolución, las diversas especiesvegetales y ni amales, el Padre ení t a comoobjetivo prepa rar lavida corporal de ell aqu os a los que amaba de nte-a mano com o hijos suyos. En virtudde ese mismo amorformóa los hom bresy a las m ujeres, creando para cada uno un alma unida al cuerpo que procedíaladeevo lución. La obra crea dora fuela de nu Pad requequisoextender su paterni dad so bre nnui merables seres y dedic ar a ca da unode ell os un amorperson al.
Lapredestinación En virtud desu elecció n soberana , el Padre«nos desti nó de antema no a ser adoptados co mo hijos suyo s por medio de Jesucristo». En esta predestinación se expresa el don más completoque pue de concede rnos el Padre , ya que nos hacem-co partir la filiación desu Hijo. Nos ele va deeste modo a una dignidad qu e nue stra na turaleza humana o habrí n a podido pretendery nos b are entera mente a su amor patern al. Estaprede stinación es un benefi cio suprem o parala huma nidad.Sin emba rgo, el términ o “prede stinació n” seha empleado vec en u:n lasenti do menosnafvorable hist oria nal ade laesIglesia predestinació a la feliciden ad lacelesti al doctr ha bríaiafectado tan sóloa una pa rte de la humani dad,e incl uso a una pequeña parte, aun pequ eño número deleg eidos; o at mbién, habría unaprede stinación al in fierno, mient ras queparaotros habría unaprede stinación al cielo . Esta s concepcio nes pes imistas de la predesti nació n suscit aban natur almen te ciert as re acciones dedese spera ción. Pero noson co nformescon la verda d. La verda derapredesti nació n es laque deci dió el Padre como predestinación de todos osl hombre s a la iliació f n adopt iva en Jesucristo, filiación que les abre las puertas de la felicidad celestial. prede aciópredesti n no excl uye y noón exi steeterna. pa ra nin-Es gú n Esta ser huma nsti on una nació n anadie la condenaci verdad que la persona humana, en el ejercicio de su libertad, puederechazar el favor divino con obstinació n; en se e caso poneobstácu los al cumpli mient o de la predestinació n que rido por le Padr e. Pe ro la predesti nació n no cambi a jamás de enti s -
do: si gue siendo una prede stinación a la filiación adoptiva, orient ada ala felici dad ce lesti al. Según al expre sión utilizadaen el himno, setrata de unapredesti nació n quese hace «conformeal beneplácit o dela voluntad»del Padre . Se trata de una benevo lencia fundamental del Padre. El términoutilizado para signif icarla evoca a la ve z la soberanía y el favor.En el himno el acento se pone ne la omn ipotenci a, ya que el Padre se «el que to do ol haceconforme la deseo de su voluntad» (1, 11). Pero estasoberanía absol uta es ejerceúnicamenteneun se ntido favorable2 . El plan prestableci do que no ejda de cumpli rse habí a suscit ado ya antes la spe eranzajudía, colmadapor al venida de Crist o, y es en adelantel e funda mento de la espe ranza crist iana, cuyo cumpli miento garantiza el Espíritu Sa nto. Ciertas co ncepcio nes reróneasde la pre desti nació n han podido engendrar dese la spera ción enlos quetenían miedo de verse excluidos de la felicidad celestial. La auténtica predestinación queofrece a los hombres la filiación en Cristo con vistas a la entra da en la felicidad celestial, fomenta la spe e ranza. Ofrece un sólido apoyoal optimismoquedebecara cteri zar ala me ntalida d crist efecto,ento las;sobera nía ben évol l Padre na todo s iana los . caEn ontecimi permite irarlo m as de con ojosdomiconfiados,aunque aprimeravista pa rezca n lamentables, ya que todo cuanto suce de está ba jo la direcció n del designio paterna l quehace que le conjunto del universo ntri co buya ladesa rrollo de nuestrafiliación adoptiva en Jesu cristo. La predesti nació n implica una be nevol encia de l Padre que provienede la terni e dad y que ha precedido a toda la crea ción. La revelació n ofrecea los cristianos al certezade esta be nevolenciaque,una vez co ncedi da y ot orgada, no puede sa de pare cer jamás. Como esta benevolencia va ligada al amor que une al Pa dre con Cri to fyicaenci má ximo de ge nerosi dade d enun ela don paterna l, sjusti enerra todosunlos que son objeto ella 2. J. CAMB1ER,art. cit. 85,señala la dobl e insi stencian elapree xistencia dela voluntad de ios D yen subenevolenci (eudokia) a
acrit ud fundam ental deespe ranza y una mirada deconfianza inquebra ntabl e en el porvenir.
La riqueza delagracia El himno enalaba nza la Padrepone el acento en la abundanci a de gracia quese nos haconcedid o. Desdeel principio, se bendicel aPadreporquel émismo,«desdelo alto del ci elo, nos ha bende cidopor me dio deCristo con toda clase de bienes espirituales» . Esta ón espiri tual baxisten destin para onsotros en el cielo,bendici mucho antes nuestra deesta e ciada a terrena, del ta maneraque baraza actua lmente esta exist encia,dominando y acompaña ndo a todos los nstaintes de nuestra da. vi Nosot ros recibi mos “l a riqueza de lagracia” del Padre . El Padre es el ser rico po r excelenci a. Y nos co munica su riqueza. La gracia designael favor que nos concede tui gra tamen te. Él hace que nuestro serdesborde de sus benef icios. Podría afirmarseque ne suinmensa riq ueza no ermi p te que sea mos pobres anteél. En él no exist e nadade egoísmo ni de empeñoen conservarlo que pose e: todo estádesti nadoa ser comparti do. Esto seexpl concret te que porque éles Padre dese a enriquece rica asusmáshijos con ame todonlo le pertenece. No yles promete rique zas m aterial es, si no que of rece a todos al riqueza espiritual de la quees dueño suprem o. Al concede rles al cuali dadde hijos, aseguraen ellos un desarrol lo superi or desu personalidad, mediante una participaciónen suvida div ina. Se trataeduna riqueza culota, que nose manifiesta má s que por me dio de ciertos signos. Residene el fondodel alma ynta sólo apar ecea la conciencia mediante al vida defe. Esto se lo que xeplica que los crist ianos no se den cu enta mucha s vece s de la riqueza queposee n ni de la elevaci ón de su vida. Se les invita acree r en esta riqu eza que lesene vi delPadre y que sist con e esencialmente n un ea filiación en don de el Padrese da atodos ellos. No sepuedeolvidar que, aunqu e viene de l Padre , esta riqueza de la gracia senos concedetravé a s de Cri sto. El himno declara que lePadrenos ha co lmado de su graci a «por medi o de u s
Hijo querid o». 'Jodo el amor del Padreseconcentra primero en su Hijo único , el Hi jo querido quelo rec ibe todo lde Padre. Por el Hijo escomo seponen anuestradisposi ción todos los tesorosde la vida div ina. Entonces, al gracia senos concedejobala formade vida filial. El don delPadre consist e en hacernos comparti r la vida del Hi jo. A ejemplode la espiri tualidad deJesús, entera mente filial, nuestra espiritualidad es desarrolla en larelación filial ocn el El Padre. papel del Hijo en la comunicació n de lavida divina es pone derelieve mediantefirmació la a n: «Con sumuerte leHijo nos haobtenido la rede nción y el perdón de los peca dos» . Se evocaasí le dramarede ntor. Cristo no hasido so lame nte le que nosha transmit ido lo quehabía re cibido del Pad re. Ha tenido un pape l activ o, llevando acabo nue stra re dención y procurándonos el perdó n de nue stras culpas. No podemos perde r jamás de vista el don heroico que hizo de sí mismo para realizar nuestr a liberaci ón y hace rnos aptos pararecib ir las rique zas de la gracia. que ha cambiadoDecir elrostro nu troobtedestino . Y loHa hizosido de él unaelmanera definitiva. que élde «noses ha nido al redenció n» es afirmar que pose emos en él nuestra salvación, nuestracon reciliación con el Padr e y, enconsecue ncia, la posibi lidad de unavida filial en laintimidad del Padre. Ya no podránadie arranca rnos esta pose sión. Conviene a ñadir quel e sacrificio rede ntor ofrecido po r Cristoperte neceal des ignio sobe rano del Padre,ueq entregó a su propio Hijo por al salvación ed la humani dad.
Restauración universal en Cristo Anterior a la creación del mundo, el designio supremo del Padre sólo se ha revelado con Cristo. Se dio a conocer en el momento en quempezó e a realizarse, enl momento e fijado por el Padre en su soberaní a cuandojuzgóque ha bía llegado «la plenitudde la historia».
Así es como podemos comprender el privilegio de los que viven después de Cristo. Incluso en la religión judía, en donde sehabía dirigido al pueblo elegido el anunci o de lasalvación, no se habíadesvelado daví to a el designi o del Padre . En als numerosa s generaciones huma nas que precediero n a Cristo, no era posible conoce r el designio del Padre ni la generosi dad nmeni sa de su amor. Prime ro eranecesario que niera vi Cristo, es decir queel Hijo pudi era en rna rsey ón cumpl irssu misi óndelreden tora,Fue paraque ma nif esta secala intenci má secreta Padre. nece sariaes una larg a pre paración al mi steriode la Encarna ción antes de quese realizase finalmente legran proyectode Dios. El himno def ine e steproyec to: «constituir a Cristo en cabeza de todaslas cosa s, al s del ci elo y las de al tierra» . El Padre quiso po ner a Cristo en el ce ntro de toda la obrae dtrans formación dela humanidad y del universo. Esta acción sue le de finirse ocn el evrbo “recapit ular” , es decir: reunir, restaurar, situar d e nue vo las cosa s bajo la dirección de Cristo . Todos os l se res está n desti nadosa reunirse ne Cristo , tanto la ti erra como enune l eciee queen misterio de la en Encar na ción, Cristo nlo,síyamismo elvirtud cielo del ya l tierra. Todo tienequeser res taura do en Cri sto, ya queen virtud de la obra dentora re la humani dad ha po dido verselibre de us sumisión al peca do y recobrar su dignidad. Todo tiene q ue situarsede nu evo bajo la autoridad de Cri sto, ya que seel Señor de toda la cre ación y es léel que co munica ala humanid ad al vida divina. Su influencia en el mundo tiene que ejercerse de la formamás compl eta. La “recapitulación” de todos de y todoen Cristo muestrala intenció n fundam ental delPadre de ma a rnos y de elevarn os en su Hijo. Si su designioconsisteneponerlotodo bajo el pode r de Cristo, no setratani mucho menos de que el Padrerenuncie n e lo más mínimo a su pode r. Es él el que or p su vo luntad sobera na prosi gue el cumpl imient o de su designio . El amor n e que setam os sumerg idos para recibi r su santi dad si guesiendo su amor pa terna l, gratuito, que es nos comunica.
Y se nos comunica a todos en Cristo y por el Espíritu Santo. El himno no dejade indi car la función del Espírit u Santo n e el cumplimiento del de signiodel Padre. EsteEspíritu habíasido prometido por el P adre; y su prese ncia en los crist ianos es para ellos una garantí a de que es beneficiarán de al obrarede ntora. Por el don del Espíritu Santo, que en el bautismo marca con su sello a los crist ianos, el Padre ofrece la prendade la rea lización de su designio supremo. imas palabra s del «paraalaabanza de su , queLas sonúlt una repetic ión dehimno una fórmul empleada dosgloria» veces anteri ormente,atraen nuestra tenci a ón sobreel hecho de que e l gran designio y su cumplimiento manifiestan la grandeza del Padre. Pero estagrandeza es preciso sub raya rlo no tiene nada quever con el rgull o o y la avaricia; es la grandezade un am or paternal que ha querido despleg arse hastael fondo y de una soberanía esenci alment e benévo la que dese a favorecer hasta le más alto gr ado la realización de la filiación adoptiva mediante la participación en la vida filial del Hijo querido.
1. Al comienzo de la carta a los Efesios, san Pablo rinde homenajeal Pa dre. En un himnoalde abanza, pone de mani fiesto elesign d io del Padre equ ha dirigi do toda laobr a de la salvación y que nos re vela lesen tido dea lhistori a de al huma nidad.
Padre nd ecido, alab ado,p or el todas lasde cione sEl co n qu edebe nosser habe c ol m ado;él está en gen ori lbendi destino bienave nturado que es nos ofre ce. 2. El am orpaternal seexpr esó n e nuestra predesti nació n a lafiliación divina enJesu cristo.El Pa dre, en virtud de aunelec ción ante rior ala creación el dmu ndo , nospredesti nó a serus s hijosado ptivos en suHijo ún ico,para hace rnosparti cipardela filiación desuHijo quer idoJesu cristo. Asípues, el universo hasido creado segúnestaintención del Padre deserPadreedtod os n oso tros.Estantenci i ón signif ica que el Padreosnamó con un amor parti cular, haciendo recaeren nosot ros el amor que ene ti a su H ijo único. 3. La predesti nación no deb e interpretarse o lacom elecc ión de n uoscuan tos ndi i viduo s conexcl usión deos. otr Todos hemos sido escog idospor el Padre:escogido s, esto s,e amados conn u amorsoberan amente né bevolo,enteram entegratu ito, que on s afect a personalm ente. 4. Esteamor oc ch ó co n elobstácu lo del peca do. El Pad re superó esteobstá culo envi ando asu Hijo para procurar nos al reden ción, el perdón deestros nu pecad os. Su designi o tení a la finalidad de«recapi tular» todas las sas co en Cristo. 5. El h imn o subr aya al abund anci a degraci a de laque gozam os n e virtud del des ignio del Padr e. Elev ando aosl hom bres a la dignidad dehijos,hace qu e disfruten por Cristoe d todos lo s donesde lavida divina.
EL PADRE EN LA OBRA REDENTORA
El desi gnio suprem o del Padre supone un compromi so en la obra rede ntora. Su int ención de elevara los hombreslaa dignidadde hijos dedicándo les el am or paternal má s completo choca con unobstáculo, el pe cado. La redención realizadapor Cristo fue la quesuperó este obstáculo ; esta redenció n tiene u s srce n en la voluntad delPadre, de tal manera elque Padre sigue siendo la fuent e de toda la transf ormación y resta uración de la humanidad. En el himno de la carta los a Efesios semencio na la rede nciónpara xeplicar la gra cia que nos ha concedidoel Padre en su Hijo querido: es en el Hijo en quien «hemos obtenido la redención y leperdón de slopecados» (1,7 ). No esposible ignorar sla trasg resiones; marcan pro fundamentea lvida de los hombre s y siembra n la disc ordia en sus relaciones con Dios. La acción devastadora de l pecado en el mundoes una veidencia palpable. Pero no ha desani mado el amor que nosiene t le Padre ni ha podido abolir o sumergir su designio. El Padr e reacciona contra e l pecad o haciendo deu sHijo querido el Redentor. Cuandoenvía asu Hijo al mundo por la Encarnación , no quiere revelar simplemente la rfec pe ción deese Hijo único, imagen de la suya , paraque se convierta en un mode lo de existencia human a. Lo envía para reparar los da ños causa r el .pecado y ara pderestablecer en nunesniv el superi el des tindooshupo mano Por medio seta redenció como el or Pad re comun ica ala humanidad toda la riquez a de su gracia; atravé s de ella se como manifiesta toda la ge nerosi dad desu amor paterno.
1. Impl icació n e n e l drama
d e l pecado
El maly el d on d e laliberta d Con frecuenciase ha acusado a Dios del malque semanifiesta en el mundo.No esposible cerra r los ojos sobre los estragos quecausa el pecado en el desti no de loshombres.Esta constatac ión no es nueva. El A ntiguo Testamentohabía reprochado con rf ecuenciaa los judí os sus infidelidades.En su carta los a Romanos, Pablo se traza un impresionante del pecado por el que san los hombres niega n acuadro recono cer aDios. Subraya las consecuencias dela infidelidad a Dios en la conducta moral; los que a bandonan aDios se entregan a los desórdenes de las pasiones y se cubren ellos mismos de vergüenza por los vicios más abyectos; más en concreto , seven entregado s a esa esclavi tud por Dios mismo, que les hace experimentar las consecuencias terribles de su pecado1 . El mundoen que viv imos nos ofrece continuame nte un espe ctácu lo no meno s pavoroso.El desa rrollo de la información y de los medios de comunicación nos permite conocer los dramas que se producen en numerosos lugares mundo. Ante ojos se desvelan numerosas tragediasdel individuales, quenuestros en el pasado solían estar más ocultas. Las violencias que se multiplican con ocasión de los conflictos entre na ciones y entre ra zas y las matanz as a que an d lugar la s guerras, nos hacen comprender la gravedad de los sentimientos de odioy de venga nza. Ante estos estragos que no pueden disimularse se plantea necesa riame nte al cuesti ón: ¿cómo esque deja Dios que es hunda de este modo la humanidad en el mal? Si el mundo es creación suya, ¿por qué no interviene más para ha cerlo más habitable?i S él essanto,¿por qué permi te a los ombres h deg ra-
1. Rom 1,1832. Es te cuadrode los pecados del mundo tieneque completarsecon ladescripci ón de los estrag os del pecado en el compo rtamient o individual de l pecador y laaliena ción de su voluntad:Rom 7,1424.
dars e en su co nducta y ca usar alos dem ás da ños incalcul ables? ¿Por qué deti ene laavalanch a de tantos horro res? La cuesti ón se hacemás acuciante to davía cuando en os Di se recono ce más especi alment e al Padre . ¿Cómopuede unmor a paternal asumi r la re sponsabil idad dedejar que se cumplantantos actos perjudiciales contra sus hijos? ¿Qué cont estar aestos ni terro gantes?2 Es verdad que Di os habría podido impedir el mal en el mundo, privando de liber110
tad perso nal los sere s podido que hacrea do. Unosa se res cometiendo carentes de el pecalibertad no ahabrían oponerse él do. Pero esos se res tampocohabrían podido posee r la dignid ad que se nos ha concedido en virtud de la libertad de nuestra accióny de la re sponsabilidad de nue straconducta.No habíamos teni do entonces ás m que unavida muy dismin uida. El Padre no qui so crear unos autó matas destin ados aejecutar todas ssuórdenes. Deseó, al crear alos hombres,ene t r hijos que respon dieran libre y person almente asu amor. ¿Quién podrá re procharl e este a mor ge neroso? Él sabí a, al co ncederla libertad,que quienesa poseye l sen podríanrebelarse contra lé, pero su bo ndad de Pa dre no quiso apelar áms quea voluntades libres. Podría incluso añadirse:¿habráalgui en que, apesa r de reprochar a Dios por los extravíos de la conducta humana, desee que todos los hombres ne sí mis mos estén priv ados de liberta d? Esta bert li ad es mirada por todo s como un enorme bien; se por ex celenci a un dondel Padre asus hijos. Y una vez que el Padre crea seres libres, no puede impedirles que asuman suibertad l escogiendo entre l bien e y el ma l. No puede re tirarles su bert li ad a los quese orientan po r un m al camino, ya que ne esecaso dicha ilbertad dejarí a deser un don, una piedad atri buida ram aasus persona Elo Padrepro , en sugenero sidad,verdade se ha enf rente entado ís con uns.riesg considerable. Por otra parte,se reservalos medio s deayudarcon 2. Cf. J. GALOT, Pourquoi la souffranc e?,Sintal, Louvain 1984, 1519.
su gracia alos quehacen ma l uso de la ibertad l yde conducirlos denuevo por el camino de su salvación.
La ofe nsa del pecad o y el pe rdón el d Padre El Padre misericordioso Yaen el Antiguo Testamento el pecado es considerado como un insulto al amor paternal de Dios; quienes lo cometen son tratadosde hijos infieles o rebe ldes. Sin emb argo, a pesar de reaccionarcon toda vivezacontra estatraición, Dios no deja de conducirl os denuevo a una conducta mejo r; les ofrece el perdón y al salvación.Su afecto paternal es má s fuerte que lapoo sición con la que choca. En la enseña nza deJesús es describeeste afecto de manera impre sionanteen la paráboladel hijo pródigo (Le 15,1132). Estaparábola deber ía titularse má s bien la parábola delpadre misericordi oso, ya que us objetivo esenciales mostrar, más que el comportamiento del pecador arrepentido, la generosidad del perdón del padre 3. En término s muy simples y concretos,Jesús desvelalo que hayde má s profundo en el corazón del Padre. Hace comprender hasta qué puntomanifiesta su cariño ysu comprensión paternal con el hijo extraviado que vuelve a sus brazos. «Un hombre teníaosd hijos. El menor dijo a su padre: “Padre , dame la parte de la herenci a que me co rrespo nde”». En primer lugar Jesús prese nta al padre; esel punto de part ida de la pará bola, ya que el drama del pecado se comprende mej or en el marco de slarelacionesde un hi jo con su padre. El pecado no es solamentela rebe lión de la criatura contra el Creador; es más fundamentalmente el gesto del hijo que rompe con su Padre y se aleja deél. 3. Observandoque el título tradicio nal que se da a la parábola es demasiado restringido, Lagrange escribía: «Jesús revela las profundidades insondablesde la miserico rdia de Di os por los pecadores» (Évangil e selonsaint Lu c, Gabalda, Pa rís 1921, 420) .
En su breveda d, el relatonos ha ce adivinar la herida equ causaal padreel hijo menor. Al pedirle laparte desu herencia, ese hijo demue stra que pa ra él sólocuenta ledinerocon ol s pía cere s que ste é puede ocur pr arle: una vez n e posesión de see dinero,abandon aráa su padre . No solamente efi prere el dinero al cariñ o del padre , sino que damuestras deuna ingratit ud patente, ay quetodo lo que quiereevarse ll lo recibede la generosidad de l padre , volviendo en cont ra suya los rf utos desu generosidad. Ciertament e, Jesús se preocup a de decirnosque es tratadel hijo másjoven. Su juventud lo hacemás accesible a las ilusiones. Quizás no tiene con ciencia del dol or quesu partida causa a su padre.Pero la ofensano deja de esr re al. La gravedad del peca do no se mide solamente poral intención del quela comete, sinotambién por la grandeza de l amor del Padre , heridopor el pecado. A pesar del dolor que siente, el padre accede a la petición de su hijo: «Y el padreles re partióel patrim onio». Podríaparecer extrañaestagenerosidad, que va apermitirle al joven malgasta r estúpidamente su herenci a. Pero setrata dela generosi dad de l Padre celesti al, que concede ssubeneficios inclusoa los que hacen maluso de ellos. El Padreconcede los a hombre s la libertady no quiere sup rimir estalibertad en los que e extravían. s No desea retener a us ladoa perso nas esclavas; o que l desea por parte desushijos es un amo r libre. Al ver marchar se aalgunos de sus hijos, esperaque vuel van má s librement e a él. La experiencia del pecado se descr ibe por mediode algunos rasgos significativos: «A los pocos as dí, el hijo menor re cogió sus cosas, se marchó aun país lejano y í all despil farró toda u s fortuna viviendo co mo un libertino». Todas las ilusiones lde joven se disiparoncomo el humoy seencontrócon als manos vacía s. Todos us s sueños se vinieron abajo. Se percibe ivament v e la degradación que acompañaal peca do: le hambre ob liga al joven a «servi r en casa de un hombrede aquel país,que ol mand ó a suscampos acuidar ce rdos.Habría deseado lenar su stó e mago con las lagarrobas quecomían os l
cerdos, per o nadie es las daba» . Cuidar cerdos eral eúltimo de los oficios,el más repugna nte para un dío, ju y desea r comer de su alimentoerael colmo de la vergüenza. El detalle «nadie se las daba» indica hastaqué punt o el mundo del pecado es n u mundo duroy egoísta. El contraste entreesta situación de miseria y al abundancia que reina ba en la acsa de su padre hizoreflexionar al hijo pródigo.Su arrepentimi ento se expres a en la deci sión de volver ala casa paterna. Éstaes la ori entació n que debe to mar en al vida cristianatodo mov imiento de penitenci a: la vuelt a del hijo a casadel Padre. El joven no lamenta solamente su propia condición desventurada, fruto de us mala conduct a. Toma la decisió n de ir a pedir perdón su a padre por el pecado que a cometid h o: «Me pondré ne camino , volveréa casa de mi padre yel diré:“Padre, he pecado contra le cielo y co ntra ti; ya nomerezco lamarme l hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros”». Mientras que en su partida había hecho valer sus pretensiones, en su regreso manif iesta unaprofunda humildad. Tiene conciencia de que su comportamiento le ha quitado el derecho a ampararse en su condición de hij o. Se resignade antemano a cargar con asl consecuencias de su ecap do. Sin embargo, el encuentro con su padre es muy distinto de lo que lé se había imag inado. «Cuando aún estabalejos, su padre lo vio...». Así pues, el padre aguardaba con impaciencia la vuelta de su hijo. Esta espera nos hace comprender mejor el calor del cariño paterna l que e s manifiesta enseguida:el padre, «profundamente conmovido, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos». Por suparte,no hay más que bon dad. El padre no agu arda a su hijo como un juez eve s ro, dispuesto a recibir al culpable dándole una buena lecció n. Se precip ita hacia aquel a quien no ha cesado de am ar y a quien sigue consi derando como hijo. No tiene vergüenzade manif estar su ardien te dese o de volver a verlo.
Lejos de mostrar una cierta frialdad y de manifestar su reprobación por la conducta del hijo, se dejasimplemente llevar por su compasión; ante todo, quiere hacer que desaparezca la miseria del que sehabía extraviado.Ordenaquese le devuelvan inmediatamente sus privilegios y su dignidad de hijo: «Traed enseg uida el mejor vestido y ponédse lo; ponedle también un ani llo en la m ano y sandalias n elos pies» . De estemodo se expresa la voluntad de olvidar completamente el pasado. Ningún reproche ante la confesión de la falta: todo ha quedado inmediatamente perdonado. Más aún , el padre manif iesta su alegría: Toma « d el ternero cebado, matadlo, y celebremos un banquete; porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado». Esta alegría por haber recobrado al hijo es la queel padre muestra como respuestaa la indignació n del hij o mayor. Ese hijo mayor pose e por su fidelidaduna condició n mucho mejo r: «Tú, hijo mío, estás siempreconmigo y todo lo mío es tuyo». Vive en compañía de su padre y comparte todos sus bienes. Este o gzo de orden superi or no debe imp edir laparticipación en otro gozo, el del padre que ha recuperado a su hijo Algunos intérpretes de la parábola han intentado considerar al hijo mayor co mo un represe ntante delos fariseos, que es quejaban de la simpatía que manifestaba Jesús por los pecadores. Pero la parábo la parece tener uncance al má s general: el hijo menor representa al pecador y el mayor simboliza al hijo fiel. Este hijo mayor podría tener el sentimiento de estar orillado y peor tratado; la parábola respond e a este probl ema indicando que el que se fiel goza del af vor delpadre y que noiene t por qué quejarse de su bondad con el hijo pródigo, sino todo lo contrario, debe compartir el gozo de esta bondad. El perdón delPadre En la parábola aparecen con toda claridad las propiedades característica s del perdón, tal como se desprenden del ra co zón del Padre.
A pesar de su aflicción por la actitud desenvuelta e ingrata del pecador,el Pad re se siente más vivamenteocado t por la desgracia deaquel quese aleja del.éSi sufre por al ofensacometida, esdebidoa su amor por el pecador,de talmanera que en ese amor sesientelleno de compas ión por su hijo desventurado. Estacompasió n explica por qué el Padrese siente má s pronto a ofrece r su perdón que su jo hi a pedírselo. Es el Padreel que corre hacia lehijo pródigo. No se puede ya nto e nces dudar de la sinceridad suónperdón. La totalidadtotal deestede perd impide toda vuelta al pasa do y de buengrado todo repr oche. Elperdón se concede y definitiva
mente.
La pre ocupació n del Padrepor hacer de sapare cer todas la s huellas de la desg raciade su hijo y por devol verle to dos sus privilegios familiares demuestra la intención de restaurar sin reservas la pureza y la santidad, borrando enteramente la culpa. El perdón del Padr e supone en este sentido una nueva creación, un restablecimiento completo de la dignidad filial. Sería una of ensacontra el Padre sospechar de él que haya disminuido en verdader lo másame mínimo amor tras la sfalta El per dón elimina nte lossuda ños co metido porcometida. le peca do. Se percibe aquíunavoluntad del Padre de olvidar la
ofensa.
Finalmente, el banquete organizado por el Padre para manigozo festar su y hacer que todos lo compartan indica elocuentemente le clima en que selleva acabo elperdón, el del amor paterno, dichoso de haber recobrado a su hijo. Así se explica la alegríaqueacompañaal sacramentodel perdó n, reflejo de aquel gozo que el Padre desea compartir. Tristezay gozo en el corazó n del Padre La parábola nos hace comprender cómo el comportamiento humanoencuent ra un eco en el corazó n delPadre . El Padre no se queda indiferente ni mucho menos ante el pecado cometido. La conducta del hijo pródigo inflige un verdadero ultraje al Padr e. Esverdadque la of ensase descri be conmucha bre vedad,
con discreció n. Pero con sunota de ingrati tud y de independencia, esautén ticament e real. El Padre on puede emnos de sufrir poral actitud de su hijo. La parábola cont ribuye adesvelar e l misteri o del pecado: el pecado no es solamente uncto a nocivo para el destino humano, sino una ofensa cometida contra Dios, más particularmente contra el Padre. Ciertamente, el Padre conserva inquebrantablemente su perfección divina. No ve dismi nuido en nada us ser por las ofensa s. Ha sido él mismoel que es ha expuesto aellas por el amor quelibremente ha pue sto en su s hijos. En efecto, es en esas libres relaciones de amor donde él sufre las infidelidades humanas: al ama rnos, el Padre corre l eriesgo dechocar con nuestras pulsas re desu amor. Esas infidelidades lefecta a n profundamente sin quitarle nada de sus propiedades inalienables. La parábola nos hace comprender mejor esta pena al terminar con el cuadro del gozo experi mentadopor el padrepor el retorno de suhijo. Es un ogzo muy intenso , ya queel padre quiere que participe deél toda su casa con un banquetespléne dido. Al anunciar él mismoel motivo de u s gozo: «Estehijo mío había mue rto y ha vueltoa la vida; sehabía per dido y lo hemos encontrado » (Le 15,24), el padrenos haceadivinar la tristeza que sintió cuando se marchó su hijo. Así pues, la inmutabilidad divina no impide al Padre experiment ar trist eza o alegrían esus re laciones con us s hijos. Conviene distinguir entre lanatura leza divi na, absolutame nte inmutable, y las relaciones libres que Dios establece en su soberanía con sus cri aturas,relacion es en las queDios puedesentir penapor la ofensao gozo por al conversión humana . El pecad o y la prom esa dealsalvaci ón La parábo la del hijo pródigo nos de scribe lareacción del Padre frente al pecado dentro del marco del destino individual. Estareacción nos ayu da acomprend er cuá l fue la res pues ta de l Padre al primer pecado de la humanidad. Muchas vecese sresume la respuesta ios de alD pecado de Adán y de Eva en el castigo infligido a los culpables, diciendo
que la mu jer u f e castiga da con los dolores de pa rto y el hombre con los sufrimientosde su traba jo. De hecho,ya antes deformular estas sanciones Dios había enunciado la promesade la salvación, en la declara ción dirigida a la serpiente y designada como el Pro toevang elio4: «Pondréenemistad ent re ti y al mujer, entre tu naje li y el suyo; él te herirá la beza, ca perotú sóloherirás su talón» (Gn 3,15). Este naunciode lavictoria sobre la rpi seente,es decir sobre Sata ná s, pone bien laa.pri mera in tención deltodo Pad re en re acción cont ra ladefma altanifiesto cometid Se preocupa ante por la salvación de quienes le han ofendidoy desea incluso asegurarles un destino superior al que antes tenían. A la mujer que se había dejado seducir por la serpiente le opone inmediatamente otro rostro: el la demujer nemi e ga del demo nio y primeraaliada de Dios. En esta mujer la Iglesiaha reconocido sobre tod o los ra sgos de lavirgen María,totalmente preservada de cualquier umisión s al espíritu delmal des de el primer momentode su existencia. El linaje de la mujer, que aplastará la cabeza de la serpiente, nos hace la figura del Salvador, que obtendrá una victoria totalvislumbrar sobre el enemigo de la humanidad. En el momento en que l eenemigoacaba de lacanzar una victoria sobre le hombrey la mujer, Dios anun cia un ca mbio total desitua ción. Ofrece la garantía deus propiotriunfo sobreel poder de l mal, de maneraque queda aseg urada la eli f cidad más alta que stá e reservada al destino de los ho mbres. En este anuncio discernimo s especi almente na u prome sa que emanadel amor paterno. El Padre revelasu proyecto de enviar a su propio Hijo para el combate decisivo contra Satanás y la liberación de la humanidad. Se trata, por tanto, de un proyecto en el que se manifiesta en el más alto grado la generosidad divina. 4. Sobre el Protoevangelio cf. J. G alot,Dieuet a l fem me,Sintal, Louvain 1986, 3943.188190.248249.
En vez de er accionar simpl emente con una cól eravenga tiva, el Padre se siente eno ll de piedad rpo el hombre y la mu jer, víctimas d el peca do. Es algo así como si les respond iera:«Puesto que me habéis ofendido , os da ré a mi Hijo». Ya habíamos cho di queel Padreno es ni muchomenos ni sensib le ni ndi i ferente por la ofensacometida contra é l. Se siente tanto más heridopor la desobediencia humana cuanto más intensoes su amor. Pero es con este mor a como él rea cciona, abriendo a los culp ables un camino de salvación. Incluso las sanciones que ha pronunciado tienen que entenderse dentro del marco de una benevolencia superior, que gara ntiza la victoria sobre el mal. El Protoevangelio no expresa todo lo que implica el anuncio de esta victoria. Se limita a mencionar al desce ndiente de la mujer que hab rá de palastar la beza ca de la serpiente. Este de scendiente po dría designar aun hombre ordi nario,pero en la intención del Padre se trataba de su propio Hijo. A él es a quien destinaba hac a erse hijo de la mujer,parapermit irle que lib erase a la human idad de su sumisió n a Satanás. Conocía perfectamente las condi ciones reque ridas paraobtener la victo ria, ya quelas había establecido él mismo en su plan de lvación: sa su Hijo no podría realizar su misión liberadora más que por el sacrificio de su propia vida. El que anunciaba la victoria tenía que consentir en pagar él mismo el preciode esta victoria. El Padrerealizó el gesto má s generoso al enviar a la muerte a su Hijo querido; lo hizo en favor de aquell os que habí an merecido un cas tigo por su pecado. Lejos de cerrar su corazó n de Padr e a los hijos que le trai cionan o serebelan co ntra él, lo abremás ampli amente entregándoles a Aquel que encima de todo, único. aL ofensa suscitó enélel quiere Padre el por donmá s profundo de usa su Hijo amor, el del Hijo entregado para la liberación de la humanidad que se había visto arrastr ada toda ell a al pecado por el dramade los orígenes.
2. I mpl icació
n e n l a redención
Prioridad, del Padre n lae misióndeJesús En el dramade la cruz,es el Hijo el que lega l hasta el fondo de su amor ofreciendo su vi da por al salvaciónde la humani dad. Pero es el Padreel que toma laiciati in va deeste sa crificio: llega hastael fondo desu amor paternal ent regando a su Hijo por la liberación y la elici f dad delos hombres. El Padre es el primero quese comprometen eel caminodel sacrificio. Lasdeclara ciones de Jesús nosnvitan i a re conocer estaprioridad del Padr e en la obra rede ntora. Cuando se le echa ne cara que re aliza milagros en dí a desábado,esús J respo nde que actúa del mismo modo queel Padre, que nodeja nunca de traba jar; y añade: «Os aseguro que el ijo H no puede ahcer nada po r su cuenta; él hace únicament e lo que ve hace r al Padre; lo que hace el Padre, eso hace también el ijo» H (Jn 5,19). Así pue s, Jesucristo se compromete en el camino de la Pasión precisamente porque el Padre se comprometió en él en primer lugar. Al declarar que el Padre muestra al Hijo todo lo que hace, sugiere que en calidad de Hijo aprende del Padre en qué consiste su misión. Es el Padr e el que le bare el camino de la cruz,precediéndole en él. CuandoFelipe le pidi ó ver al Padre y él el respondi ó quesu deseo ya es había visto satis fecho:«El que me ve,eval Padr e» (Jn 14,9),Jesús qu iere ha cerdescubrir al apóstolla prese ncia d el Padre en toda su existenci a terre na. Al mismo tiempo dirige a todos los lectores del evangelio la recomendación de discernir la influenci a del Padr e en su comportamientofilial. En el amor que es despli ega en la pasió n, habrá que descub rir el amor del Padre que entregaa su Hijo. En el ro stro leno l de amor del crucif icado, que er cono cerel rostro leno l redde amor Pa dre que ha cehabrá comprender el origen de la ra ob ento ra. Endel el dol o,r de Cristo en la cruz ha brá que busca r el reflejo delsufrimiento misterioso del Padre. Las pa labras de Jesús que aca bamosde comentar no se fiere ren específ icame nte ala pasión. Tienen un alcance nera ge l y
subraya n la implicación del Padre en toda la vi da terre na de su Hijo. De este modo el Padr e aparece comprometido hastael fondo en el misterio de la encarnación; esta implicación alcanzarásu de sarrollo más sorprendenteneel sacrif icio redentor. Cuando el Padreenvía a su Hijo a la tierra, no se separani mucho menos deél. Sigueestando profundamente uni do a él en todo su itinerario. Jesús expresavigorosamente es ta ver dad afirmand o: «El Pad re y yo somosuno»(Jn 10,30; cf.1,11). Esto significa que el Padrevive con el Hijo su aventura en la tierra . Por esoJesús trata de sus re laciones con elPadrecomo de una pe rtenenci a mutua : «Todo lomío estuyo y to do lo tuyo es mío» (Jn 17, 10) Porconsiguiente,l ePadr e no es nunca extraño a lo que const ituye lavida y la misió n deJesús; todo lo que afecta asu Hijo, le afecta tambiéna él. Jesús declara igualmente que el Padre permanece en él: «El Padreestáen mí y yo enl Padre» e (Jn 10,38). Esta presencia lde Padre$ es la que leda un significadoplenoa la afirmació n de quelas obras deJesús sonasl del Padre. No solamente obedece Jesús al Padre, sino que el Padre cumple en él su propio designio patern al: «Es el Padre, que viven emí, el que está re alizando su obra»(Jn 14,10) . La misió n realizadapor Jesús es por ta nto una misión confiadapor el Padre, perotambién una misió n en al que le Padre conse rva su papel de iniciativa y ma nifiesta us impli caciónsin reservas. «Yo no estoy so lo, porque le Padre está conmi go» (Jn 16 ,32 ).
A pesar de estar invisible, el Padre lleva a cabo toda la empresa de la encarnaci ón redentora. El envío del ijo H al sacrificio Jesús, que no deja de decirse enviado por el Padre, da a comprender por una parábo la las circun stanci as y el alcance de ste e envío. El dueñ o de la vi ña envía a sus criados areclamar a los viñadores que la explotan el precio del arrendamiento. Algunos de estos criados seven golpeado s y otros osn asesina dos. Todavíacabe otra sol ución: «Finalmente,cuando ya sólo le que -
daba su hijo querido,se lo envi ó pensa ndo: A mi hijo lo respetarán» (Me 12,6).Pero losviñadores, alerv venir al heredero,lo mataron paraapoderarse de laherenci a. Con este erlato tan se ncillo Jesús revela el senti do de su venida a la tie rra. Él es el Hijo querido . Antes deél, habían sido envia dos los pr ofetas y habían sidomal acogidos.El envíodel Hijo único implica un gesto mucho más generoso, un gesto de amor paternal que se expone al sacrificio. El significado de este se nafirma más expresamente cuando Jesús ha ce vislumb rar gesto u s elevació en la cru z como fuente de salvación: «Tanto amó D ios al mun do que entreg ó a su Hijo único, paraque todoel que cre a en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Entreg ar a su Hijo único y entreg arlo con vistasa su elevación en al cruz esel amor m ás grande queel Padrepuede of recer a la humanidad. En suprimeraepístola, Juan pone este ge sto generoso ne relacióncon otraverda d más fundamental:«Dios esamor». En efecto, estaverda d se reveló en el envío del Hijo: «Dios nos h a manifestado le amor que nosene ti envi ando al mundo a su Hijo único, paraque vivamos por l.éEl amor no consisten e que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros ynvi e ó a su Hijo paralibrarno s de nuestrospecados» (1 Jn 4,810). Si el Hijo es «víctima de propiciación», esto significa que está destinado a ofrecer su vida en sacrificio expiatorio. Estesacrificio va dirigido al Padre , pero esto no impide en lo más mínimo que se a el Padreel que env ía a su Hijo al sacrificio. Es e l Padre el que reclamal esacrificio, pero se él el qu e entre gando asu Hijo provee al cump limiento del sa crificio. Es él el primero que lleva el peso del sacrificio. En cuantopecadores se como hemos sido amados por el Padr e, siendo ésta unaueba pr de la grandez a de su mor, a como subray a san Pablo:«Dios nos ha mostrado su amo r haciendo morir a Cristo por nosotros, cuando aún éra mos peca dore s» (Rom 5,8). Nuestro estado de pecadores habría merecido la severidad divina; per o sucedióol contrario : atrajo sobre noso-
trosel amor del Padre, hastael puntode que su Hijo fue enviado a la m uerte por nuest ra salvaci ón. Entonces, este amor es para nosotros una u f ente ed confianza inquebrant able, como se complace en afirmar Pablo: Si« Dios estácon nosotros,¿quién es tarácontra nosotros? El que no perdonóa su propio Hijo, antes bien lo entreg ó a la muertepor todos nosotros, ¿cómo no va darnos a gra tuitamentetodas sla demás cosa s juntamente con él? » (Rom 8 ,3132). Hay aquí una evolución del sacrificio de óIsaac, que permite hasta qué punto se comprometi el Pad re ennos el sa crificio decaptar mejor Jesús. Según el relato del Génesis, Abrahán se vio colmado de bendicio nes div inas y de una innumera ble posterida d por no haber ahorra do a su hijo único (Gn 22,1216). No lo ha bía ahorrado, en el sentido de que no había vacilado en ofrecerlo. Su gestofue el de unpadre que cri saficabalo más precioso que tenía: su único hijo. Ciertamente, este gesto se vio detenido por una intervención divina, pero mostraba laene g rosidad heroicae dAbrahán. El gesto delPadreque entreg a a su Hijo cuando el sacr ificio del Calvario no sevio detenidoy cumplióhasta el final sudesignio de , amor. Este sa crificio es parael Padre fuente deuna posteridad innumerable, la de todos sus hijos adoptivos en Cristo. Y es para nosotros una fuente debendic iones:habiendoentreg ado a su Hijo, el Padreestádispuestoa concedernosdos to u s s favores. Su amor se nos ha abiert o de la orma f más compl eta. Implicación el dPadre en el sufrimiento Al enviar a su Hijo a la tierra para la ofrenda del sacrificio redentor, elPadre se compro metióa sí mismoen el sufrimiento. Entrega r a su Hijo era paraél un acto doloroso, ya que n o podía que darse ind iferente antel esufrimiento al que sta e ba destinado el ede R ntor. Se comprometía ncluso i en la cima edl dolor: nada po día ser más doloroso parael Padr e que laentreg a de su Hijo en sacrificio.
Este sacrificio no ha sido debidamente comprendido muchasveces. Se ha re presentado al Padre po r encima y al margen de l drama ede r ntor, coAo el Dios soberano que exi ge una satisfacción o una reparación po r el peca do, sin implicarsea sí mismo ne la ofrendadel sacr ificio. Se le haconsiderado como Aquel que debía recibirlo todo para su propia gloria, olvidando queen laobra redentora es él el que ol ha dadotodo. Al decidir el sacrificio redentor como reparación del pecado, el dél requiso paga r élen mismo el precion co elpor doneldecamino su Hijo. del sufriFuePa el primero comprometerse miento '. A quienes sesientantentadosde reprocharlel envío e de su Hijo, en vez de ha bervenido él mismoa la tierra,hay que responder que parael Padre rea má s penoso todavía entrega r al Hijo desu amor. Hablando un lenguaje humano , diríamos que habría preferido venirl mi é smo, pero que xperimentó e un sufrimiento más profundo enviando a su Hijo, según su designio de establecer la filiación divina en la humani dad. Cuando en su libertad soberana escogió este camino, sabía todo el sufrimiento que habría de acarrear el suplicio de la cruz yto. asumía, él en el primero, como el peso de esteme sufrimienEsta ndo comunió n conPadre, el Hijo, no po día nos decompartir su destino doloroso. Asumiendo él mismo el sufrimiento de la rede nción es como trazó el camino que habrí an de re correr Cristoy la Iglesia.Lejos de po nerse al abrigo del dolor, quiso llevarlo en su corazón paternal para transformarlo en bendición para la humanidad. Por tanto, no es posible imaginarse, junto a la cruz de Cristo en el Calvario, a un Padreinsensible al drama.El Padre estaba totalmentecomprometid o en la prueba tan dol orosa de su Hijo. Ciertame nte, los suf rimientos de Jesús en al cruz no fueron nunca losdisti suf rimi s personales de Padre, que había ntre ellos una ncióenntode pers onas.Pelro sí queya habí a entre lelose una comunión en la intención salvadora y una compasión en 5. Cf. J. G alot
,
Dieu sou ffre -t-il?,Lethiellcux, I’aris 1976.
el dolor. El Padrecompadecí a en todaslaspena s físicasy morales de su Hijo crucif icado. Hay que re conocer en él el modelode toda compa sión. Nunca ha habido una comuni ón tan int ensaen el sufrimiento como la del Padre con el Hijo en le dramadel Calvario . Como ya hemos observado, el Padre no quedó tocado ni disminuido en su pe rfección divina por sete sufrimiento . Sigue siend o el Dios infinitamente pe rfecto. Fue en virtud desu decisión libre, sobera na, como se comprometió en el camino l sacr ificio. Su naturaleza permaneció inmutable, perode se expuso al sufrimiento en la libres relacio nes deamor queestableciócon los ho mbres. El arte cri stiano ha repres entado de varia s mane ras la parte que tuvo el Padreen el drama re dentor'’. Ha mostrado arti pcularmente cómo el Padre recibí a con dolor el cuerpo animado in de su Hijo; en analogía con laPieta de María,ha puestoante nuestros ojosPietá la del Padre , pararecordarnos la impl icación de su amor paternalen el drama . Repre sentó igualment e a la Trinidad comprometida en la pasión,haciendo sibl vi e el gesto invisible del Padreque en us s brazos extendidos lleva la ruz c de su Hijo. Atendiendo a las palabra s deJesús: « El que me ve a mí, ve al Padre», los artistas se han esforzado en descubrir, tras el rostro del Salvado r crucif icado, la pre sencia compa siva de l Padre.
6. Cí. E. MiLE, L'art reli gieuxde la in f du moyenage en Fra ne Colin, e, Paris 1925, 14 2143.
1. El
mal qu e se manif iestaen elmundoformaun contra ste con labondad del Padre y plante a unprobl ema. La re spu esta a se eporq ué es encuentra en eldedon al liber tad hu mana. El Pa dre habría podido impedi r el mal priv ando de li bert adpersonallos a esres que crea ba. Per o quisocre arlos paad ra dar les ena di gnidad. Una vez le ha dota do de lliabres libert de escpl og er entr e el bi en y el mal\que nospuede reti rar les esta libertad ni impedir equ se produzca el mal. La libertads e un d on del amor del Padre a sushijos:el Pad re no qui ere scla e vos, privados de libertad, sino hijos. elprimer o en sufrir por lospeca dos quee s 2. El Padres e com eten, ya que el pecados euna ofens a qu e hiere su amor. El pecad o no pue de causa r ningún dañ o al Pad re niquitarl e lo qu e posee, pero le hiere y le en tristece. Sin em bargo, según la paráb ola del hi jo pr ódigo, elpadre está d ispue sto aperdonar, siempre qu e su hij o searrepi enta:su perd ón es total , borr a todas las culpas y resta blece al hijo ensu digni dad.Y eseperd ón se con cede ncogozo. 3. La vol untaddivina de perdonar obse se rva ya en el Protoe vangel io, en dondese anunci a, en espu r estaal peca do cometido , la alianza estab lecida conmujer la asícomo ¡afutu ra v ictoria el d d esce ndien te d e lamujer sobr e la serpien te. Est e anun ció se cum plió cuan do el adre P nvi eó a su Hi jo como hij o dela virgen María para obtener esta vi ctori a. 4. El Padr e envió a su H ijo al sacri ficio; de este modo hizo a la hum anid ad el don másgran de de su amor paternal. Llevand o a su Hi jo a la cru z, el Padre se com pro metía a sí mismo en uncam ino doloro so. Participó totalmente del dram a dela cruz, por sucom pasión smá ínt egra con suf los rimi entos del Redentor.
LA PATERNIDAD DEL PADRE PARA CON NOSOTROS
El gra n designio del Padre, que domi nó toda la obrade la crea ción y dela redenció n, consistía en elevarnos la a filiación divina, mediante la participación en la filiación de su Hijo único. Estedesigni o sellevó acabo por el sacr ificio redentor. A l hacer de nosotro s hijos suyos ad optivos en Crist o, el Pad re asumió una paternidad nuevaen relac ión con nosotros. 1. E l
d o n d el
Padre
a l a humanidad
«Mi Padre y vue str o Padre” Las primeras palabras de Crist o resucitadoencierra n el anunciode la nueva paterni dad asumi da por lePadre. En su encuentro con María Magdalena, Jesús le confía un mensaje que ha detrasmitir a los di scípul os: «Voy a mi Padre, que se vuestro Padre» (Jn 20,17). Haciéndoles vislumbrar su próxima ascensióna los cielo s, les invita sobre todoa comprender quesu Padre es en adelante Padre de todos ellos. Es el gr an rega lo que les hace comoconsecuenci a de u s resur rección. Les comuni ca lo que erasu propia riqueza,su intimidad con el Padr e. Por primer vez loslama l hermano « s míos», a fin de subrayar los azos l de fraterni dad quese derivan de un Padrecomún1. Ofreciéndoles su vida divina, comparte conlloes su filiación. Con una especie de im paciencia seapresura darles a aonocer c see don a 1. La novedad de esta apelación neJn 20,17quedaconfirmadaen Mt 28,10 : «Id a anunciar a mis hermanos. ..»
sus apóstol es, incluso antes de encontrarsecon ellos. Aquel que apreciabala paternidad de l Padre en su just o valor sesentía feliz de hacer queen adelanteal apreciasen sus disc ípulos. Jesús no habría podi do hacerles un reg alo más generosoy más sustancial queel don de su propio Padre, paraque en adelant e fueratambién Padr e de ellos. Éseerael fruto más hermosodel sacrif icio redentor,ruto f sumame nte deseado por el propio Padre.
El Padr e, mode lo deperfecci ón en el amo r
Habiendo ivido v siempreparael Padre , Cristo deseabaque sus discípulos siguieran el mismo camino, viviendo de la vida del Pa dre y permaneciendoíntimament e unidos a él. Ya antes había querido dirigir las miradas de sus discípulos hacia el Padre, lo mismo que él tenía los ojos fijos en su voluntad. Cuando deseaba que la luz de los discípulos brillase para iluminar al mundo, exigía de ellos el testimonio de las obras buenas, a fin de que los mbres ho den « gloria a vuestroPadre que está en los icelos» (Mt 5,16). La conducta de los discí pulos debe glorificar al Padrecomo la de Jesús: «S ed perf ectos como uvestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48). Paratender aestaperfección, invita a los discí pulos a contemplar a su Padre, más concret amente ne su am or. A la luz de este amor del Padre adquiere todo su significado el pre cepto delamor alos enemigos. Jesús seopone a lasestrecheces anteriores que conocía la tradi ción judía en el terreno de la caridad,precisa mente porque cono ce la nmen i sidad del mor a del Padr e: «Pero yo os digo : amad avuestro s enemi gos y orad por los que os persiguen, dado que sois ijos h de vuestroPadre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvi a sobr sicieoinjusto s» que (Mt 5,4 Puesto quel ePa drea concede sues justo benef s a los se le 5). oponen ol mismo que los qu e viven ne su amistad, ol s que son ijos h suyos debe n mostrarla misma generosidad, amandoa sus enemigos ha yciendo el bien a ssuperse guidores2 . El criterio decisi vo para lelo es el comportamiento del Padre.
El ace nto que poneJesús en el deber deperdo nar impl ica esta misma ere refncia: «Si perdonáis a los demá s sus culpas, también osperdonaráa vosotro s vuestro adre P celesti al. Pero si no perdo náis alos demás, tampo co vuestro Padre perdo nará vuestras culpas (Mt 6,1415; cf. Me 11,25). Los cristianos deben mitar i el perdóndel Padrepara poderozar g de él ellos mismos.Esteperdóndivino es el que requiere parte de de todos un perdón sin ímites, l perdón co ncedid o hasta «setenta ve ces siete» (Mt 18, 22). El Padre, fuente de con fian zafilial Jesús anima a los discípulos a tener confianza dándoles la seguridad delamor delPadre: «No temáis, equ p eño rebaño, porquevuestro adre P ha querid o daros el reino» (Le 12,32) . El reino sele confía en adelante la grupode apóstoles, considerados como hijos y herederos, ya que se «el rei no de su Padre », que se les pro mete más con cretamente para terni la edad (Mt 13,43). En el interior del reino, su posición no es simplemente la de servidores someti dos a un sobera no absoluto, sino la de hijos que reciben todo de su Padre. Jesús les exige una actitud religiosa muy pura; al constatar a su alrededor que mucho s buscan en lamosna, li en la oració n o en el ayunociertas sa tisfacciones desu amor propi o y una ocasiónparaversehonrados, recomienda on c insistenci a que todo se haga en secreto , bajo la mirada delPadre, espera ndo la recompe nsa sólo de él:«Tu Padre, ue q veen lo secre to, te premiará» (Mt 6,4.6.18).
2.
La traducción «dado qu e», en vez de «de modo que» , se apoyaen la
soluciónpropuesta por C.. A France Martínez(Jesucristo, supersonasu y obra en la carta a los eos Hebr , Ciudad Nueva, Madrid 1992, 131 143). Lapartícula griega opós correspo nde a undi arameo,que se interpret a en el textoen el sentido de nal fi idad, mientras que ne reali dad debía tenern usentidode causalidad. Los discí pulos deben amar a sus enemigos po rqueson hijos del Padre.
Jesús les exhorta a una disposición de confianza serena en la oración:es inúti l multiplicar la s palabra s, ya que l ePadre conoce lasnece sidadesdel que ora (M t 6,8). Se afirma al eficacia iccla oración en virtud de l amor del Padre. Citando el ejempl o de un padre humano,que no quiere decepci onar asus hij os en lo queéstos le piden, esús J hace comprender que conmayor ra zón el Padre darácosa s buenas a los que se las dan pi . Este P adre, dice alos discípul os, es «vuestroPadreque está ne los cielo s» (Mt 7,11;deLela11, 13).Su bondad supe ra infinitamente ala de los padres tierra. Para que la conv icción de estabondad mpr i egne m ás profundam ente la me ntalidad de los discí pulos, Jesús lesenseña la manerade orar, invitándoles a amar ll P “ adre” aaquel a qu ien dirigen suplegaria. Desea compartir con el los su ma nera de orar. Losdiscípulos habrían vacilado a lahora de imitar simplemente unaoraciónque come nzasecon la invocación“Abba”, “Padre”. Jesús les invita expresamente a pronunciar esta invocación, lomismo queél (cf. Le 11,2; M t 6,1). Deseando comunicar a sus discí pulos su oraciónal Padre, manifiesta laintención que expresará más tarde a María Magdalena, la de compartir con todos su filiación divina, de tal maneraque su Padr e se convierta en uestro n Padre . 2. Paternidad
nueva
Paternidadblecida esta en irtu vd de laresur rección Las palabras de Jesús que sugi eren que suPadre seha convertido en nuestro Padre en virtud de la resurrección encuentran enueen la pri mera Epísto dePedro: tosese a rdia, Dios, Padreun deco stro señor Jesucrist o,laque por su«¡Bend gran imi rico a travé s de la resurre cción de Jesucr isto, nos ha hecho renacer para una esperanza viva, para una herenc ia incorruptibl e, incontaminadae inmarchi table. Una herenci a reservadaen los cielos, paraquienesl epoder de D ios guarda medi antela fe apra
una sa lvación que ha demanifestarseen el momentofinal!»(1
Pe 1,35).
Así pues, se dirige una alabanza al Padre porque nos ha hecho renacer por la resurrección de Cristo. Es al Salvador resucitado a quiendebemos al nueva vida ilial f que estádestin ada a desarrol larse ne la herenci a celesti al3. Pero esta vida procedente a todo de la m iserico rdia de l Padre, que tuvo eda pi d de la condición humana y que q uiso elevarnos ala digni dad de hij os en su Hijo úni o. Esde él toda el pri re sponsable dela resu rrección de Jesús, así ccomo lamer obra redentora. En la carta alos Efesios, P ablo evo ca también la miserico rdia del Padre , en el origen de la nueva vida que os n procura la resurrección de Cristo: «Dios, quees rico ne misericordi a y nos tiene un inmenso amor, aunque estábamos muertos por nuestrospecados, nos volvióa la vida juntamente con Cristo ... Nos ha resucitado y nosentó s conl éen e l cielo» (E f 2,46). Estaafirmación es muy vigoro sa: el Padre , que re sucitóa Jesús, nos ha resucitado ncoél; no s ha hecho part icipar dela vida nue va que llena al Salvador desde su resurre cción. Así es como extiende sobre nosotros su paternidad. Se trata n e este caso de una nuev a paternidad delPadre . De hecho,es deestapaternidad de la que había hablado esús Janteriormente a lo largo de su vida pública, ya que, cuando trataba del Padre, se situaba en la perspectiva definitiva de la vida filial que habría deobtener para la humani dad el sacrificio redentor. Hacía descub rir el rostro delPadre tal co mo aparece ría má s especialmente en toda la existencia cristiana. Así, en la parábola del hijo pródigo, describía la maravillosa generosidad del Padreen el perdó n, genero sidad que nun ca podrásepa rarse del 3. F. X. Durrwcll subraya el papel de la resurrección diciendo que revela la relación filial de Crist o «y hacedesta car de este modo al paternidad de Dios»(Nuestr o Padr e. Dios ensu m isterio , wSígucmc, Salamanc a 1990 , 29). De hecho es trata delgo a más que de una elació rev n; es un nuevolazo de paternidad, yaque lafiliación divina no sol amente e s revela, sinoque se comunica a los ho mbres.
dramadel Calvario , ya quees a costa de los suf rimientos de su Hijo quer ido como l ePadre concedea la humani dad su nduli gencia y su perdón. Del mismo m odo, cuando Jesús insistía en la sol icitud del Padre por escuc har nue stras peti ciones, sabía u qe las buenas relaciones de los hombres con su Padre del cielo estaban aseguradas por la obra de la redenció n que habría de cumpl irse una vez por todas con su ofrenda. Al ser completa, esta reconciliaciónedir esta destinada a la sup rimir las las barre eran imp abl aacogida be névo de todas úpl sras icas. que pudi Es verda d queya porel simp le título de la creació n, el Padre muestraun amor paternalr po los ser es que hacexistir e con su poder sobe rano. Pero este amor se manif iesta en el másltoa grado cuando el Padr e entreg a a su Hijo único por la sa lvación y la restauración del destino humano. Su corazón paternal puedeprodigarse entonces pl enament e; se trata de la nueva paternidad que se deriva de la resurrección de Jesucristo. En rea lidad, es ta paternidad habí a sidoquerida desde siempre por el Padr e, yaque nun ca habrí a consentido queda rse a medio camino en las manifestaciones de su paternidad. Él mismo condujo la obra redentora a su cumplimiento y, cuando recoge el frutode la resur recció n, recogeal mismo tiempo al fecundidad del don generoso que hizo de su Hijo. Se trata, por consiguiente, de una paternidad nueva, prevista y deseada desde el origen, quelumina i y transf orma el horizonte dela vida humana como nsecuenci co a de la res urrección.
Elpartode ¡a nu eva humanid ad La forma con que el Padre adquirió su paternidad universal en el dra ma redentor hacepensaren un partodoloroso, de tal mane que su rostro apar ece tambi én desde este pu nto de vista comorapaternal y maternal. Jesús se sirvió de la imagen de los “dolores de parto” para Emi el expre sar laprueba que da origen a una nuevauman h idad. discurso escatológico anunciaba la proximidad de su propio sacrificio mirándolo como el cumplimiento de las representa-
ciones apocalípt icas queeshabíanutilizado para trazar e l final de los empos4 ti . Llama “comienzo de los dolores de pa rto” al acontecimiento desconcertante que va a constituir su propia pasión (Me 13,5). rTas estecomienzo vendráel largo desarrollo de los sufrimientos de la Iglesia, concretamente de las persecuciones quehabrán de marcarla gran ob ra de evangeli zación del mundo. El final de los “dolo res de parto” sólo seproducirá cuandose hayaconsumado en todo el universo la tare a evangelizados 13,913). Toda (Me laobra de rede nción y deevang elización tiene como primer autor al Padre. Él fue el primero queescomprometióen ¡os “dol ores departo”. Si su acciónpaternalse extiende pro gresivamente atodo el mundo, es a costa ed los sufri miento s con que su corazón paternal guió a su Hijo único y sigue guiando luego a todos losque comparten la filiación divina. Por ta nto, hay que re conocer que u s paternidad increme nta su inf luenci a a través de los sufrimientos maternales propios de la generación. El Padr e no dej a de sufrir, en su cció a n paternalsobre le mundo,los dol ores d e la maternidad. La imagen de stos e dol ores ue f utilizada má s especialmente porJesúscuando quiso enseñara susdiscípulos la necesidad de que se unieran asu sacrificio: «Cuando una muj er va adar aluz, sientetristeza, orque p leha llegado al hora; pero cua ndo el niño ha nacido,su aleg ría le hace olv idar lesufrimiento pasado y es tá contenta por haber traídoun niñoal mundo» (Jn 16,21).Con esta imagen el Maestro da a comprend er a sus discípulos la fecundidad que recibirá su participación en su sacrificio y el gozo que se derivará de l dolor. Esta imagen es especialmente adecuadal apapel que se le asigna a María en el drama dela cru z. Profundamente comp rometida en los suf rimientos del Calv ario, María dquiere a na u nueva«Mujer, materni dad, materni licamenSe tetrata enunciada Jesús: ahí tienes a tudad hijo»simb (Jnó19,26). de hechoorp 4. 154.
Cf. J. G alot
,
Qué$ t-ce que la Parousi chEsprit ctVic 103 (1993)143
de unamaternidad desti nada aejercerse conada c unode los discípulo s y a adquiri r una amplitud universal. Desde ese momento,Maríahace recaer en cada disc ípulo el amor que la unía al Salvador. Esta nueva maternidad concedida a María evoca la paternidadadquiri da porel Padre. Ella es su expresión visible más conmovedora. Es l ePadreel que hace llegar la hora del parto doloroso y el primero en lev l ar su peso, ya que ent regaa su Hijo en sa crificio.yEn estea pa rto, muchedum hace eca r bre er sudeamor so bre amor todo s slos hombres acoge una ihjos. Este ea la ve z paternal y mat ernal,ya que seexpresa por la image n de los dolores dela mujer queva a dar a luz.El Padre ngendra e a la humanidad nueva comunicándole la vida divina de su Hijo.
Entr añas ater m nales y misericordi a La expresió n “dolores de parto ” nos recuerda que en elre Pad seunen la paterni dad y al materni dad.Ya hemossubray ado esta fusión a propósito de la generación eterna del Hijo. En la tra dición judía la verdad de la paternidadivina d solía ponersede manifiesto por mediode ra sgos matern ales. En su anhelo por hacer pasar a su pueblo de la aflicción al gozo, Dios recue rdalasquejas quee soían: «Sión decía:“Me ha aba ndonado Dios. El Señor meha olvidado”». Su respuesta es la del mor a maternal:«¿Acaso olvida una muj er asu hijo y no se acuerda del fruto de us s entra ñas? Pues aunque ell a se olvide, yo no te olvidaré» (Is 49,14 15). La fidelidad y la viveza lde cariño de una madre se encuentrannte a todo en Dios; sería unanjuri i a no reconocerlo. La imagen de la madre ha sidoescogida conpreferencia a la del pad re; result a más convincente. Además, está en armonía con el; consuelo que dirige al dos» pueblo: ñorLacopieda nsuela asu pueblo se apiada de essus desvali (Is «El 49,1Se 3). d por los afl igidos nace con mayoracili f dad en el corazón femenino y el papel dela madreconsiste en consolar asus hij os. No solamentequiere D ios queJerusalénfre o zca atodos ol s que al aman un “seno de consolación” paraamamantarl os y saciarlo s, sino
quese cuida él mismo de consolarlos: «Como un hijo al quesu madre consuela, asíconso os laréyo avosotros» (Is 66, 13). El términoque se utiliza par a desig nar lamiserico rdia div ina tiene quever con as l entrañas matern alesrahamim ( ). El colmo de la m e oción en la pi edad es expresa.enton ces por la compasió n “viscera l” dela ma dre por su s hijos. Estacompasió n es la que hace comprender la profundidad del amor divino: «¿Cómo te trataré, Efraín? ¿Acaso puedo abandonarte, Israel?... El corazón me da un vuelco yodas t mis ntrañas e esestreme cen»(Os 11,8). Estas entraña s maternales imp iden queDios entre en cólera: el pueblo sigue siendo un niño tan preferido que, desp ués decada una de sus amenazas,Dios piensa ne él, sus entrañas se conmueven y su cariño desborda (Jr 31,20). La revelació n de la miserico rdia pertenece a la revelación esencial delrostro div ino. CuandoDios se revela aMoisés ne la montaña, p ronuncia su propionombre par a hacer descubrir su misterio y decl ara: «Yo protejo a quien qui ero y tengo compasión dequien me plac e» (Ex 33, 19). Se define com o «Dios clementey compasivo , paciente,leno l de mor a y fi el, que ma ntiene su amor eterna mente» (Ex4,6 3 7). Aunque subra ya que no tolera el pecado,afirma su intenci ón final de pe rdona r. Es la misericordi a lo que ca racteriza su actit ud, tal comohabría ed manifestarse en todo el drama de la salvación. En el evangelio alcanza toda su amplitud la revelación de la misericordia div ina. El evang elista Luca s es el que mejora lpone de relieve, co ncretament e recogi endolas palabra s deJesús: «Sed misericordioso s como u v estro Padre es misericordi oso» (6,36) . En el evan gelio de Mateose trata deser per fectos como esperfecto el Padre; esta perf ección consiste má s especialmente, según Lucas, en la serico mi rdia. El Padrees miserico rdioso y los discípulo s se ven ni vitados a serlo: estáabiertoel caminopara ellos en el sentido de un progreso continuo hacia una cima inigualable. En la parábola del hijo pródigo, el verbo que se utiliza para describir la compasió n del Padre encierra una alusión a las entrañas maternal es (Le 15,20); es igualm ente en un bra a zo
maternal en lo que ceha pensarl egestodel Padre que “cu bre de besos”a su hijo . Jesús hallamadoexpresame nte nuest ra atención sobreestecariño parahacernos comprendermejor la calidad superior ldeamor del adre P que reúne y mezclas lo senti mientos propiosl de amor paterno y del amor materno.
La invocaci ón Padr “ e" Yahemos observado que no se puede expresar toda la riqueza de sentido de lapaterni dad divina sin recurrir a la ma ternidad, que hace descubri r sus specto a s esencial es. El Padre nose solamente pa dreen el sentid o mascul ino de la palab ra; espadre siend o madre y mostrando uncariñoal mismo empo ti paternal y maternal. Sin emba rgo, no sepuede ded ucir de aquíque seaposible o deseable designarlo invocarlo e co mo “Madre” más bien que como “P adre”. Se han hecho alguno s intentos en estesentido por pa rte del movimiento feminista contemporáneo. Para ponerplenamente ed relievela feminidad, seha propuesto apl icársela a Dios y hablar de Dios comode un serfemenino. La invocación “Padre” ha sido considerada por algunos como de un prejuicio “patriarcal” o de una reivindicación de la fruto superioridad masculina. Sería comprender ind ebidamente elsentid o de la pa labra “Padr e”, aplicadaa la persona de Dios Padre, interpret arlaen un sentido de superioridad del sexo masculino. La invocación “Padre ” se sitúa en la perspecti va de un a person a divina que trasciende toda distinción sexual. Por tanto , no signif ica ni mucho menosque se dirija a un ser masculino. Querer sustituir “Padr e” por “Madre” sería admitir unaconcepción “sexista” de Dios, atribuyéndole la feminidad más bien que la masculi nidad. ría empeñarse miróptica ar úni camente el tuviera rostro femenino deSeDios, como sienuna femenina quedominar en adelante laselac r iones conDios. Cuando esú J s pronunció el nombre de “P adre” en su oración y ensu pre dicació n, no cediónunca a prejui cios de superioridad ma sculin a. Toda su actitud, tal como aparece en el
evang elio, es tan favorable a la mujer como al hombre. De manera constante habló y actuó en el sentido de la igualdad de los sexos. Luchó co ntra la inferioridad quela sociedad de su tiempoimponía ala mujer. Como ya se haobservado,esú J s pusode re lieve ciertos rasgos femeninos o maternales del amor del Padre, haciendo resaltar su be lleza. Mostróabundant emente l esentid o superio r que encierra seta paternidad. Pero se atuvo al lenguaje que dice o “Abba”eos invitó a elos ulos aPor seg uir gsu ejemplo a“Padre decir” también ell “Padr ” o discíp “Abba”. consi uiente, losy cristianos no de ben cam biar este lengua je. Deben simplemente entenderloen el sentidoen que lo em pleó Jesús, reconoci endo en el Padre un am or quees al mismo tiempo paternal y mat ernal. Fuen te de la patern idad y de lamater nidad hu manas En la epístola a los Efesios, en donde se describe el designio supremo del Padreen laobra d e la redenci ón, san Pablono se limita a alabar al Padre en sí mismo, sino que llama la atención sobretodas las ormas f dela paterni dad que sederivande él: «Doblo mis rodillas ante el Padre, de quien procede toda paternidad ne los cielos en y la tierr a» (Ef 3,1415). Todapaternidad humana esderiva del Padrey lo mismoocurre con da to ma ternidad, ya que en el Padre se encuentra en un nivel superior todo lo que es propio de la maternidad o de la paternidad. Así pues, la formación de cada familia se hace bajo la influencia del Padre. Toda paternidad y toda maternidad reciben del Padre lepoder de co municar la vi da. La grande za dela paternidad del Padre , que está en el origen de todo el des arrollo de lavida en sete mundohace percibi r mejor al noblezaed la generación y la responsabilidad de quienes tienen la misión de trasmitir la vida. Por otra parte,la paternidad delPadre, que sedespli ega en la obrade la gracia,ilumina la nece sidad de una formación espi ritua l de los hijos en la familia humana.La paternidad la y
maternidad no ienen t sol amente el encarg o de favorece r el desa rrollo de lavida física; el padre y la madre tienen una responsabilidad esencial enla formació n espiritual de lo s quese les ha confiado.El Padre celestialtiene la udaci a a de dejarles aunresponsabilidad tanlta a y tan mpo i rtantepara el porvenir y el destino del hi jo. El pad re y la ma dre están llamados a asumir su tarea de educa ción procurandoimitar ol más posible a ese supremo educado r que esl ePadre . No sedad puede que la importante nela paterni de lolvidar Padrecelesti al partici conspació iste enn má la smaterni dad con cedida aMaría. lEla fue una madreideal, si endo parasu hijo el reflejo per fecto de l amor de l Padre. Ella recibió la misió n de velar por la educación humana del Salvador. En ella alcanzó su cima más alta la audaci a del Padrede confiar a una persona humanauna re sponsabil idad d eucadora:María dio al Hijo de Dios todo lo quepodía prepara rle parasu misi ón. En esta misión, estabaunida aJosé,que gozó tambiénde una se mejanza con el Padr e, asumiendoun papel patern al en la educación de Jesús. Él tuvo el pri vilegiode ser llamado “Abba” porJesús, quePersonalmente, re conocía e n él alMaría representante del celesti al. una maternidad recibió enPadr eleCalvario espirit ual, que imp rimía más vivamente ne ella un reflejo dela paterni dad univ ersa l del Padre. Todos los tesoros de cariño , de indulgencia, de bondad misericordi osa que leatribuyen loscristianos tienen su primer srcen en esta paternidad y manifiestan su alcance. Finalmente,conviene subraya r el valo r de la paterni dad y e d la maternidad espiritual asignadas a aquellos y a aquellas que se consag ran al servici o de la Iglesia o se entregan al trabajoapostólico. En el sacerdocioy en la vida religiosa, en to das las formas dedad consag racióndel a Dios, ecun f consagradas didad que re fleja fecundi soberana Padreh .ay Lasuna vidas está n desla tinada s efectivame nte adifundir la vida espiri tual en todala humanidad. San Pablo nos ofrece su ejemplo personalde paternida d espiritual.Escribeasí alos crist ianos deCorinto, a los que m ira
como hijos queridos:«Aunque tuvierais mil maestros ne la ef, padres no tené is muchos; he sido yo qu ien os hahecho nacer a ¡a vida cristianapor m edio del evange lio» (1 Cor 4,15 ). Se palpa en el apósto l el orgull o quesient e por seta patern idad. No obstante, la fo rmación de los cr istianos on puedeobtenerse sin sufrimientos. Nuncaestá íntegrame nte acabada. Pormedio de un continuo par to doloro so lapaternidadel dApóstol separece a la paterni dad de l Padrecelesti al: «¡Hijos míos,por quienes estoy sufri endo de nu evo dolo res departo hasta que Cristollegue a tomar formadefinitiva en vosotros» (Gál 4,19). El Padrees fuente deuna patern idad hecha dedolor y de gozo, tantoen el marco af miliar como en el marco de la vida espiri tual y apostólica de la Igles ia.
Desp ués de su esur r recci ón C risto dec lara:«Voya mi Padre ques e vues troPadre».Su Padre s de esdeentonces nel ues tro, ya que en virtud del sacri ficio reden tor,com par te conos no trossufiliación divina con el Pad re. 2. En lapredicaci ón evang élica, esú J s habí a prese nta do al 1.
Padre el vuestrocom Padorec elem sodel tialeospsuprem erfecto»o. Equ xe horimi tantdaor:a«Sedperfectos susdiscípulosacomo amar,subraya que ste demodo e demostrará n que sonoshijdel Padre , que co ncedesus benefi cios atodo s, amigosy enem igos. 3. Además, la bondaddelPadre nos invita a la confianza. Jesús exige esta confianza poniendo de relieve la verdad de la Providencia. 4. El Padr e es tam bién lequ e escu cha nues traplegari a. Respo ndea todasasl oraci one s, dand o cosa s buenas aene qui s se laspiden.esú Js exhortasu as discípulosinvo acar a l Padre lo mismo queél: “Abba”. 5. La pat erni dad se laobra rede ntor a que reali za elparto doloro so de¡a nue va humani dad.Los“dol oresdeparto” subr a yan elaspecto maternaldelamordel Padrea los hombres. Esta imagendesigna fu laente de lamisericordi a, de laqueel Pad re esel modeb suprem o. 6. El Pa dre es fuent e de la pat ernidad y de lamater ni dad hum anas:supaterni dad se anifi m estaen la procr eacióny edu cación de los ijos.hSe expre sa gualmen i te en la ate p rnidady maternidad tua espiri les. 7. La mater nidad concedida ala virgenMaría refle ja más es pecialm ente la pa terni dad delPadr e. La mater nidad uni versaldeMaría esuna maternidad enel orden delagracia, que com unica al vidapor Cri sto en eldre Pa .
EL PADRE EN SU PROVIDENCIA
La Providencia haido s considerada aveces como una simple prolongación de la cti a vidad crea dora, co mo la ma neracon que Dios conser va, mantiene y desa rrolla en la existencia todo lo que ha creado. Según al revel ación, la Providenci a apare ce en unaperspectiva más amplia. Jesús laconsideracomo al expre sión de labondad del Padre ; no essolamenteruto f de una activ idad cre adora , sino de un amor paternal . No es simpl emente podere goberd nar, sinobondad queesdespliegaen el cumplimiento del designio de la salvación. 1. La
real
i dad
de l a
P rovidencia
Soli citud de l Padre por nuestr as nec esidad es El Padre manif iesta su mor a en nuestravida por su Providencia1 . Por seta Prov idencia es entiende lasolicitud con que el Padre conduce el cursode los acont ecimient os en le mundo y en cada existencia individual, atendiendo más particularmente las a necesid ades decadauno. Es ella la que, sin darle el nombre de Pro videncia,nos puso nte a los oj os Jesús cuando nos re comendóque evitáramos ot da inquietud:«No os inqui etéis dic iendo: ¿Qué comere mos? ¿q ué bebe remos? c¿on qué no vest iremos ? Ésas sonasl cosas po r lasque es preocupan 1. Sobrela Providencia,cf. J.G au t t , Découv rir le Pfre , Sinral, Louvain 1995, 132157.
los paganos.Ya sabe vue stro Padre celesti al lo que necesi táis» (Mt 6,3132). De estemodo co mprende mos hasta qué pun to el amor dd Padre estáconcretame nte pre sente ne las reali dades másumilh des de nu estra vida cot idiana. Ciertamente, este amor está ya presenteen nue strodestinofundamental, haciéndo nos vivir en Crist o nue strafiliació n divina. Eldon más grande que nos ha hecho lePadre es habernos elevado a gni la ddi ad de hijos y haber. volcado el transf or am que loune su Hi jo único Estavidasobre filialnosotros suponeuna ormació n seacreta de todo el se r humano y nos proporci ona una queza ri spiri e tual inagotable. Sin em bargo, perma neceoculta; podemos perci bir sus signos,pero no po demos captaru sreali dad u f ndamental y tenem os que cre er en ella, convencido s de que semuchomis grande que sloefectos que de aellpodemos perimentar. ex La acción del Padreque responde a nuestras dades necesi materiales se nos pres enta on c signos más inmediato s. Las nteri venciones de la Providencia atraen más nuestra atención y a veces nos impresionan vivamente por su carácter manifiesto. Hay, por ejem plo, coincidencias tan nespe i radas y tan afortunadas en sus resultados que difícilmente sepuede n atribuir a la casuali dady reconocemos de buen rado g en llas e la deli cadeza de unabondad super ior. Es verda d que ta n sólouna mirada de fe puede scerni dir los sign os de la Provi denc ia. Las constatacio nes d e orden ci entífico no se rían ca paces de demostrarlos. En efecto , la ciencia no puede captarla rea lidad invisible de la s intervencio nes div inas. Es la fe la que re conoce la presencial yamor e delPadre ne los acontecimient os y e n las circunstanci as. Cuando Jesús quisoense ñar a sus discí pulos a discerni r la Providencia, les pidió unaactitud de fe. Se quejóde la falt a de fe de muchos de ellos, fuentede continuas preocupacio nes. Interpe ló asus oyentescomo hombres « de poca e» f (Mt 6,30). Deseaba sobr e todo desa rrollar suconfianza en la bo ndadvigilante de l Padre, a fin de eli minar ot dos los temores sobre s la condi cionesde vida. Porconsiguiente,tan sólo ena lfese puede
entrar ne el misteriode la Prov idencia y reconocer n lase realidadesde la vida hu mana le desp liegue dela solicitud soberana del Padre . La Providencia egúnsla reve laciónjudía En la re velació n judía se nos ofrece una he rmosa xpresió e n de la Pro videncia ne aquellas palabra s deJob: «Tu bondad guardó mi ali ento» (Job 10,12).Dios no es solamenteel que ons da el aliento de vida, sinotambiénl eque ne cada instante vela por ese aliento. Su solicitud acompaña la vida su de s criatura s. Atiende a las necesidades de todos: "Haces brotar la hierba parael ganadoy las plant as queel hombre cul tiva, para sacar el pan de la ierra t y el vino que alegra alos hombres, el acei te que hace brillar su rostro y l e alimento que los conf orta» (Sal 104,1415). Toda la vegetación está destinada a procurar al hombre l epan, el vino y el aceite, de ma nera quepueda n darle fuerzay alegría. La intención de alegrar el corazóndel hombre es una nota característica de la Providencia divina. Los viajes por mar es taban expue stos a muchasventuras a y peligros. Ya hemos visto en el libro la «Es Sabiduría, al hablarel aut or de un navi o, secómo, dirige con con fianz a a de Dios: tu Providencia,Padre, la quelo gobierna»(Sab 14,3).En otra ocasión, en el Éxodo, Dios habíaabiertoun camino en el mar para su pueblo; en el diluvio «la espe ranzadel mundose refugió en una barca que, pilotada por tu mano, legó al mundola semilla de una nuevageneració n» (Sab 14,6). La Prov idencia que guía to dos ol s barcos ,es por tanto, la que esmanifestaba ne la historia del puebl o y de lahumani dad. Estáorientada ha cia la obrade la sa lvación y sus prodigios antiguos suscitan yhola confianza en su solicitud. En estapersp ectiva de la obra de lalvació sa n esdonde ha ed entendersela afirmación esencialde la benevolencia divina: « El Señores bondadoso con todos, atodassusobrasalcanz a su ternura» (Sal 145,9). La bondad queesmanifiesta con todo s es la de un Dios que qu iere se r el pastor de su puebloy remediar todos sus males, como nos la describe l orác e ulo de Ezequ iel:
«Porqueesto di ce el Señor:Yo mismobuscaré mis a ovejas yasl apacentaré . Como un pastor da cuide sus ovejas cuando están dispersa s, así cuid aréyo amis ov ejas.. . Las paacent aré n e pasto s escog idos... Yo mismoapacentaré mis a ov ejasy las levaré ala majada, oráculodel S eñor. u Bsca ré a la oveja perdi da y traeré a la de scarriada; venda ré a la herida, robust ecer é a la flaca,cuidaré a la gorday robusta...»34,11 ( 16). Esteorácu lo arroja una luznuevasobre la nat uralez a de la Provlidencia. trata enicipri mer un compro miso persona de DioseSen lasol tud porlugar sus de ovejas, subraya do por el «yo mism o». Estecompromisompl i ica al actuació n de todoslos recursos divi nos en la obraedAquel que qui ere se r el pasto r de su pueblo. Además, por este compromiso , es todoel destin o del pueblo el queDios quieretomar en sus manos: su solicitud se extiendea todo o l que tañe a ala existenci a humana,según el designio desalvación que la dirige. Además, la acción divina está goberna da por una int ención fundamentalde bondad: Dios quiereponer remedio a la dispersió n de lasovejas y re unirías como su propio rebaño; rpomete asus ovej as bue nos pastos, esdecir, qui ere colmarlas de susendones. Final ment ent , esta bondad re cae má s con cretamente las ejas ov desv ueradas: lasquese han perdido, las heridas o las nferma e s. La atención particular equles dirige no significa sin embarg o que seolvide de lasovejassanas: Dios vela tambi én por ell as. No hay ninguna parcialidady ningunaexclusión en el ejerciciode la bo ndad divina que de seaser univ ersa l. Es verda d queeste universalismo se limita aquí al pueblo judío; pero no hace más que preparar un universalismo más radical que pa a recerá en la reve lacióncristiana de la pro videnci a. En estareve lación seafirmarátambi én, de manera más xpresa, e la vigilancia divina que atiende a las necesidades materiales. Benevole ncia fund amental delPadr e Lo queda a la doc trina dela Providenci a todosu valo r es la revelac ión que hizoesú Js de la person a del Padre y de sumor. a
Se enseñala Providencia como expresión de unabondad paternal. La benevolencia del Padre, queJesús proclamaen un himno de alabanza,tiene como característica el hecho de que se interesa por los má s «pequeño s», esdecir,por los que noozan g de gran consideración en la sociedad: Yo «te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ahs escondi do estas cosa s a los sabios y prudent es y se las has dado a conocer a los sencill os. Sí, Padre, así hasido tu benevol encia»(Mt 11,25; Le 10,21) . Estas úl timas pal abras es traducen vece a s: «porque así te ha parecidobien». Se trata ed todas orma f s de una decisió n de la soberanía vina, di pero como — ndica i el términ o expre sado en le textoevangélico estadecisi ón es la dela benevo lencia, la dela complacenci a2. El Pa dre manifiesta precisamente indep la endencia de sus opciones concediendo sus favores a los que según la opinión corriente no merecerían ninguna atención. Ama con un amor particular a los que pa recerían menos dignos de se r amados. Esta be nevolencia suscita un impul so de entusiasm o en el almade Jesús. Como dice Luca s en la intro ducción del hi mno de alabanza, «en aquel el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús» (Le 10,21) . El momento Hijo admira la bondad l de Padre comulgando con ella. La benevolencia que sedirige alas personas smá modestas se extiendeigualmente a las cosa s más ordinarias.En ambos cas os se trata de despl egar ne el más alto grado el amo r del Padre . Cuando esú J s recomienda asus discí pulos queeviten to da inquietud apropósito de la comida y de l vestido,subra ya que la vigilancia del Padre concierne a todas las condiciones de la existenci a humana: «Ésas on s las cosa s por las uqe se preocupan los paganos.Ya sabevuestroPadre ce lestial que las nece sitáis» 2. Como ya dijimos a propósito de Ef 1,5, el términogriegeoudokia significa benevolencia. Tenemos otros ejemplo en el cántico de los ángeles en Navida d: «¡Paz en la erra ti alos hombres de labenevolencia (divina)!» (Le 2,14)
(Mt 6,32). Las expre siones “las cosa s” da a comprender suf icientemente que la solicitud de l Padre se extiende atodo, a todas la s nece sidadesquepueden ir má s allá del al imento y del vestido. Llenarse d e inquietud esactuarcomo los pag anos que no han recibi do la ense ñanza obre s lePadr e. Se trat a de cree r en el Padre , en su Provi denciaquevela porodas t nuestrasecesid n ades. La expresión “vue stroPadre celestial”, empl eada ne el evangelio de Mateo, tiendea recordarque lasoberanía celest ial del Padrelo gobiernatodo.Según Lucas , la expresió n más simpl e “vuestroPadre”hace comprender ás m directament e que le Padreestámuy cer ca de nosotros rante du toda nuest ra vida en la tierra . Estácontinuamente incl inado sobrenosotros y pertenece verdade ramente anuestravida. Nunca está lejo s de nosotros y estáatentoa nuestras nece sidade s más humildes. La conf ianza en la solicitud del Padre por estas nece sidades no puede significar una prioridad del bienestar material en las intenci ones de l Padr e y en nue straspropias preocupaci ones. Podría pr esentars e la tentaci ón de mirar elienestar b terreno como el prime ro objetivoque alcanza r, bien por la activ idad y el tra bajo, bien porla ora ción. Al desve larnos al bondad del Padreque es interesapor todas las necesi dades hum anas,Jesús no pierdede vista lajerarquí a de los va lores:«Buscad anteodo t el reino de Dios y loquees propio de él, dice asus discípul os, y Dios os dará lo demás» (Mt 6,33). La intención primordial consisteneasegurar el establ ecimi entoy la expansión del reino del Pa dre. Estaprioridad apare ce en la oració n enseñada por Jesús, en donde la petición «Venga tu reino» precede a la del pan decada día.Porconsiguiente, la reli gión cristiana no pue de convertirseen unareligión en la ue q las pre ocupaci ones por la prosperidadaterial m o por a salud l seconviertan en algo absoluto u ocupen un luga r domi nante. Ya hemos ob serva do quela Providenc ia tieneque compre ndersenela perspecti va de la obra de la salvación. Los discípul os quese consagran a l reino experi mentanla solicitud de l Padrey pue den dar testi monio de lo que se lesdijo
al final de la vida públ ica deJesús: Cuando « os envié sinbolsa, sin alf orja y sin sandalias,s ¿o faltó alg o? Ellos cont estaron: ¡Nada !» (Le 22,35) . El Maestro noesl había ado d lasprovisiones quesuelen ot marseen losviajes; lo s había conf iadoa la solicitud del Padre, que no habí a permit ido que les faltase nada . 2. N ues t ra mirada
so bre l a
P rovidencia
Extens ión de la Providencia El designiodel Padre en la obrade la salvación ilumina la extensi ón universa l de la Prov idencia.San Pablo enun cia el principio de esta extensió n cuandorecuerda el gesto rede ntor del Pad re: « El que no pe rdonóa su propio Hijo, antes bien lo entreg ó a la muerte por todos nosot ros, ¿cómo no va adarnos gratui tament e todas las de más cosa s con él?» (Rom 8,32). Este don de todas las cosa s comprende das to la s gra cias nece sarias para el desa rrollo de la vida espiritual,pero tambiéntodolo que es nece sario para la exi stenci a humana . Padre nosdispuesto hadado alo col má s arno pre csioso y querido queDado tenía,que su leHijo, está m de todos su s dones . El hechode que conceda la prio ridad a los dones má s importantes para nuestro destino no disminuye en nada su interés en aten der a to das nuest ras necesi dades,sean las que se an. Cabe preg untarsesi hay qu e admitir una interv ención dela Providencia en los más pequeños detalles de nuestra existencia. En efecto, algunosdetalles parece n ridículos y no seles pu ede concede r mucha im portancia sin cometerun error. De ahí viene la tentación de querer limitar las intervenciones divinas a las cosas importantes.¿No será indigno movilizar laomnipotencia de Dios por unos objetivos sin valor? Sin embarg o, el evange lio nos da unaindicación muy clara : «Hastalos cabell os de vuestra beza ca están con tados» (M t 10,30 ; Le 12,7), declaraxpresa e menteJesús. Si al vigilancia de la Providencia esextiende acada un o de nue stros cabellos, es que atiende a los detall es más apare ntementeinsignif icantes de
la vida humana. No hay nada que e esca s pe del amp aro de al solicitud divina. Jesús hace comprender esta misma verdad de otra manera: «En cuantoa vosotros,¿no sevende unpar de pá jarospor un poco dedinero?Y, sin emba rgo,ni uno de llos e cae en tierra in s que lo permit a vuestro adre P » (Mt 10,29) . A pesarde que on tienen más queun valor irri sorio, los pa jarillos son objeto de la atenció n del Padr e. La atenci ón que pone ne cada per sona humanasemucho más fuerte: Vosot « ros valéis más que to dos los pá jaros»(Mt 10,31) . El Pa drecubrecon su prot ección a sus hijos; ol cual justi fica laexhortac ión: «No temáis». La superació n deltemor se arraiga de hecho enoda t la obr a por al queel Padre hasalvado a la huma nidad.Liberándolos del mal y re conciliándolo s con él,ha sustraído a los hombre s delos miedos quepodrían primirles o pensa ndo en os l ca stigos ivid nos. En adelante,pued en mirarel porveni r con con fianza y verse libres de sus inquietudes. Los acontecimientos serán para ellos una manifestac ión de bondad de Aquel que es su Pad re. Al atender a los más ínfimos detalles de la existencia humana, es ta bondad noerpi de de vist a la impo rtanc ia soberana de los bienesespiri tuales. Por unagenerosidad queesejerce enl e terre no delas ne cesidade s materiales,tiende aestimular la ef y a procurar unaaym or facilidad paraobtenerosl bienes de orden superior. Lasatencionesde la Providenciasuscit an dispo siciones de alabanza y de acció n de g racias con as lque lo s hombres reconocen loque deben su a Padre . Si el Padre guía por su Prov idencia do to el desarrol lo de los acont ecimi entos, ¿qué pasacon el azar o con al casual idad en le curs o de nuestra vida? e seguirá S habl ando de casual idad para los hechos que provi enen de diversas causas cacidentales y que a menudo prov ocan nuestra sorpresa . Pero la casuali dad no ex iste quelos ne el pltecimi ano de asls;obpo servacio ernas aceh mosmássobre con a ento demosnes con sext tatar recue f que ntemente unacoincidenci a sorprende nte de circun stanci as. Tras esa fachadaque nos rece pa a vece s desco ncertan te hay una secreta acció n divina que se despl iega en el sent ido de una benc
volcncia soberana. lista acción se sirve de todo lo que se produce en el mundoparafavorece r el cumplimiento de nuestro destino. Da un va lor a todas las circuns tancias del trascu rso de nuestra ida v y permi te que se amos u j guetes de unos acon tecimientos fortuitos, que nos opriman o aplasten. 'Iodo cuanto vemos está dominado y dirigido por una bondad lúcida que no vemos. 110
Recon ocerla bondad del Padr e Con su enseñanza sobrePro lavidencia,esús J nosenseñaa dirigir sobre la tural na eza una mirada que descubreen ella la obra de una uerza f sobrenatural. La naturalez a es algo má s que ella misma, envirtud de la bondad divina que la gobierna. Nos sentimo s inclinadosa admirar los a pájaros pors su cantos y por sus evoluciones anuestro alre dedor. Jesús nos ita inva vislumbrar en ellos otra cosacuandodeclara:Vues « tro Padr e celesti al los alimenta» (Mt6,26). El Padr e del. que nosotros espe ramos nuestro an p esel mismoque ali menta a los páj aros y daasí a esospequeño s seres un mpo i rtante valo r. Según el evange lio de Lucas , son los cuervo s a los queJesúscita como emplo ej de esta solicitud; no sonunos pájaros muysimpático s, pero gozan lo mismo queosl demás de la atención generosa de l Padr e. La Providenciano mide su bondad por slacualidades oel atractivo de los que se benefician de ella. Mientras que no sotros nos vem os tentados adetener nue stramirada ne la bell eza de laslore f s que es nos of rece n en espectáculo, Jesús nos hacedescubri r la maravil la que ne ellasesoculta, es decir,el vesti do que les ha dadoel Padr e: «Fijaos cómo crecen los lirios del campo; seafanan nihilan; y sin embarg o os digo queni Salo món en todo su seplendor sevistió comouno de ellos»(Mt 6,2529; Le 12,27 28). Esos “lirios del campo ’1no eran más que una humilde flor, muy común; eran una anémo na, de colo r púrpura,quese prestaba a una e vocación de al púrpura deSalomón. Aunque es trata de una flor de duración efímera, “hierba de los campos' que está hoy al lí y mañan a será echadal afuego, poseeuna bel le110
za muy superio r a la deSalomó n, colmado de glo ria rea l, ya que ha re cibido su vestido de Dios mism o. Se nos in vita a re conocer las ma ravillas creadas enla natural eza porasl manos de art ista delPadre. Pero Jesús intenta comunicarnos sobre todo la convicción deque, si eladre P es tan generoso conlas aves y las lores, f ol es muchomás con no sotro s: «¿Qué no harámás bien po r vosotros, hombre s de pocafe?» (Mt 6,30). Él es efecti vamente nuestr o Padre. De los pá jaros dice Jesús: «Vuestro ad Pre celesti al los alimenta» . No ol lama Padre de los pájaro s, sino Padrede los hombre s. Es en su cua lidad de Pa dre de la hum anidad como derramasu bondadn etoda la creación.En estacualidad, nos ofrece el espectá culode los pájar os y al bellezade los iri l os del campo, como imá genesde su solicitud por noso tros. Nos tocaa nosotrosdescubrir esta solicitud en le mundo que nos rodea y en nue stra propi a vida. Hay una manera de mirar el mundo , quedesc ubrecon admiraci ón las maravillas ocultas en slacosas y en la s leye s dela naturaleza. La omnipotencia divina se ha desplega do de mu chas maneras, desde lo infinitamente grande hasta lo infinitamente pequeño.
Des cubri r lossign os Para cadauno de nosotros se trata de descubri r person almente os l sig nos que os n dirige la rov P idencia ne las cosas ue q nos caontecen. Esto s signos pueden r m se ás o meno s evidentes. Algunos pueden ser de naturaleza extraordinaria. Los más impre sionantes on s los mil agros, signos que notienen so lamente un valor consi dera ble para los quese benef ician de llos, e sino también para los queson sus testigos ocasio nales. Otros signos, aunque no ansemilagrosos, pueden decirse extraordi nario s, yaque son le result ado de un concurso muy notable decircun stancias e impo nen de algun a manera la idea de una interve nción excepc ional de la Prov idencia. Más num erosos son losnos sig ordinarios, que pueden pertenec er al ritmo de la vida habit ual otomar u n carácter smá singular . Sedan, por ejemplo , encuentro s inespera dos, que alcan-
zan un notable co e en la vida dividual. in Se dan soluciones que se prese ntan de pront o a unos problemas que hasta entonces parecíannso i lubles. Se dan socorros querece pan cae r del cielo para ponernos alparo am de un terri ble peligro. Se dan suce sos desgra ciados uqe de pronto se vuelv en afortunados. Se dan situaciones qu e parecen indicar un plan orga nizado por una inteligencia sup erior. Sedan prepara ciones inco nscientes pa ra un acon tecimiento que no se esper aba. Se dan respue stas miste riosa s a cierto deseos. Sedan enci as cuyo erto vela luego alpabl p s eme nte. Se dan advert coincid encias, en lasaci queseesre des cubrey admira una inali f dad.Se dan errore s que caaba n teniendo un feliz resultado. Es importante recorda r que stos e signos de la videncia Pro es disciernen conoslojos de la fe. Porsí mismos,osl acontecimiento s no ofrecen la evidenci a absoluta de su interpretació n. Es la fe la que percibe a través de las circunstancias la intención de la benevolencia divina. Discernir la Provi dencia tr aavésde la s pru ebas Laspruebas son ocasió n delas numerosas obj eciones, de los múltiples reproches quese hacen ala Providencia.Muchos de los que sufren no co mprenden cómo puede conciliarsela bondad del Padrecon los dol ores que ufre s n en su xistencia. e Piensan que una bondad auténtica debería ahorrar a la humanidad lasdesgra cias que laazotan. Conviene recordar en primeruga l r que la doct rina de la Providenci a se nos ha re velado comoligada al amor del Padr e que ha cond ucido toda laobra de lasalvación. El Padr e que nos manifiesta su bondad en todos os l su cesos de nuestra vida es el que dirigió hasta la ma ci de la ruz c al obra re dentora y el que nos a sesta obra.gua Suelvo lunt ad deacoge rnopaternal s como ahij os n su yosasoci en aCri to atesti inmenso amor que os tiene. Es ademá s este mor a el que requi ere por uestra n parte una partici pación en el sacr ificio de Salvador:al unirnos a la ofrenda del Calvario, nos arra stra a unagenerosi dad que nri e quece
espiritualmente nuestra vida. Nos procura al mismo tiempo una gran fecundidad para beneficio nuestro y para el de los demás; hace que contribuyamos al desarrollo de la Iglesia y a la formación de un mundo mejor. Así pues, el Padre desea para sus hijos la vida más bella y más fecunda. Si no los hubiera querido como hijos que participasen en la obra del Redentor, les habría concedido un destino menos elevado, y su bondad de Padre no habría llegado hasta el cabo de su benevolencia con nosotros. A veces algunos han tenido la tentación de concebir la bondad del Padre según el modelo de la bondad que se espera de un padre humano. Un padre humano intenta generalmente evitar que sufran sus hijos; normalmente no quiere imponerles pruebas. Por otra parte, no dispone de la vida ni del destino de sus hijos. Si su bondad puede hacer comprender hasta cierto punto la del Padre celestial, no constituye ni mucho menos su modelo. El Padre celestial, con su soberanía divina, dispone del destino de todas sus criaturas. Tiene una responsabilidad suprema relativa a la orientación de este destino. Le toca a él decidir en qué medida el sufrimiento forma parte de él. Su amor no consiste en ahorrar todo sufrimiento a los que ama. Él mismo abrió este camino del sufrimiento cuando entregó a su Hijo como sacrificio para la humanidad. Él fue el primero en cargar con las consecuencias del pecado y en llevar el peso de la redención. Haciendo compartir a los hombres el destino doloroso de su Hijo, desea conducirlos a un amor más generoso. Por tanto, no se puede concebir su bondad como una disposición por la cual tendería a suprimir todo lo que hay de penoso en nuestra existencia. La Providencia no tiene como objetivo hacernos la vida más agradable ni establecer una especie de paraíso terrenal. Podemos recibir de ella consuelo y aliento en nuestras pruebas, pero en virtud del designio redentor no pueden faltar esas pruebas en la vida de este mundo. Por consiguiente, las pruebas no significan una ausencia ni una menor presencia de la bondad del Padre. Jesús, que subraya para sus discípulos la necesidad de participar de su sufri-
miento redentor, no deja de prometerles una solicitud especial de la Providencia. Les anuncia las persecuciones: «Os entregarán... y a algunos de vosotros os matarán. Todos os odiarán por mi causa». Y añade: «Pero ni un solo cabello de vuestra cabeza se perderá»” (Le 21,1718). En el sufrimiento seguirá existiendo la garantía de una protección total por parte de Cristo, que tiene contados todos nuestros cabellos. Incluso en la muerte perseverará esta garantía: nada se perderá, ya que el que pierde su vida por Cristo, la gana (Mt 10,39). Tal es la convicción que expresa san Pablo cuando se refiere a las numerosas pruebas de su propia existencia; «Pero Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas» (Rom 8,37). En las pruebas, la Providencia se muestra particularmente activa. La fe en la bondad del Padre está llamada a afirmarse cada vez más y a descubrir los signos de la fidelidad inquebrantable del amor paternal.
1. El amor del Padrea la humanidad se muestra especialmente en suProvidencia, en esa solicitud que despliegapara responder a las necesidades de cada uno y atender a cada existencia. 2. Ya en la revelación judia,se había afirmado la Providencia de Dios y se la había atribuido a veces expresamente al Dios Padre. En el libro de la Sabiduría se expresa esta confianza a propósito de un barco que se echa a la mar: «Es la sabiduría artesana la que lo construyó , pero es tu Providencia, oh Padre, quien lo guía». 3. Jesús exhorta a sus discípulos a evitar toda inquietud por el alimento y el vestido; el Padre conoce todas nuestras necesidades. 4. La Providencia se extiende al desarrollo de todos los , ya que el Padre se encarga con amor de todo lo acontecimientos que interesa a la vida humana: «Incluso vuestros cabellos están contados». Hasta los detalles más insignificantes son objeto de la ' vigilancia del hablamosmás dela casualidad viene observa r Padre. quet enCuando las circunstancias fortuitas, se daconuna misteriosa orientación que viene de la Providencia.Nada se sustrae de la solicitud del Padre. 5. Se trata de reconocer las manifestaciones de la bondad del Padre en nuestra vida. Con una mirada de fe podemos descubrir lossignos de laProvidencia. Estos signos pueden tener un carácter extraordinario, pero se nos presentan también en las circunstancias de nuestra vida cotidiana. 6. Más difícil resulta descubrir la Providencia en las pruebas. Pero estápresente ne ellasy a menudo interviene con signos que podemos discernir. El Padre, al asociarnos ala obra redentora de Cristoy al sacrificio de la cruz,desea elevar nuestravida a un nivelsuperior de generosidad\ de fe y de esperanza,para hacerlamásfecunda.
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LA ORACIÓN AL PADRE ENSEÑADA POR JESÚS
Cristo no se limitó a revelar al Padre. Mostró con su oración personal cómo podía expresarse la confianza y el amor filial. Invitó a sus discípulos a invocar al Padre llamándolo por su nombre y les enseñó una oración de petición, que ha sido preciosamente recogida por la piedad cristiana. ]. L a
or aci ón
nueva
La oración personal de Jesús La gran novedad de la oración enseñada por Jesús consiste en la familiaridad con que invitó a los discípulos a dirigirse a un Dios que era su Padre. En la tradición judía se había desarrollado un respeto tan grande por la majestad divina que se abstenían ordinariamente de pronunciar el nombre de Dios. A lo largo del año litúrgico no había más que un solo día en el que el santo nombre de Dios era pronunciado en voz alta por el sumo sacerdote: la fiesta de la Expiación terminaba con una proclamación de este nombre, que suscitaba en la gente un movimiento de postración y de adoración1. Por consiguiente, se ponía el acento en la distancia que existía entre Dios y el mundo. En su oración personal Jesús demuestra que franquea esta distancia, ya que invoca al que reza con el nombre de “Abba”, es decir “Papá” (Me 14,36). Es ésta una novedad absoluta. Se 1. Cí. Kclo 50,2122 . Kl capítulo 50 describe la fiesta de la Expiación celebrada por el sumo sacerdote Simón, hijo de Onías.
explica por el hecho de que Jesús es el Hijo que tiene un acceso total a la intimidad del Padre. Como atestigua esta invocación pronunciada en Getsemaní, la familiaridad con el Padre permitía una entera libertad en la expresión de la oración; Jesús llegaba incluso a pedir al Padre que le ahorrase la prueba de la pasión. Podía expansionarse filialmente ante el terrible sufrimiento que le amenazaba; el grito “Abba” adquiría todo su valor en el momento de la angustia. Ai abrir el camino de la intimidad filial con el Padre, Jesús ensancha el campo de la oración mediante la facultad de decirlo todo y mediante ciertas iniciativas atrevidas que pertenecen a la dignidad de hijo. Utilizar la palabra familiar “Papá” es al mismo tiempo apelar al afecto cariñoso del padre para obtener de él cuanto se desea. La espontaneidad de su impulso hacia el Padre se manifiesta concretamente en el momento de entusiasmo que subraya Lucas (10,21), cuando «el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús». En Getsemaní, son los sentimientos de amargura y de pavor los que provocan el recurso al Padre, una búsqueda más anhelante de su intimidad. En el clima más sereno de la vida pública, sube hacia el Padre un grito de admiración por los favores concedidos a los más pequeños. Tanto en el gozo como en la tristeza, asciende hasta el Padre la oración. Sabemos que el corazón humano siente con frecuencia la necesidad de compartir sus sentimientos con los demás. El corazón humano de Cristo emprendió, por su intimidad con el Padre, el camino de la confianza más completa. Este camino se abre ahora a la humanidad. Cuando la oración es contacto con la persona del Padre, puede expresarse con la más amplia libertad y la más profunda confianza.
La invitación a orar al Padre bajo el nombre de “Abba” La forma de orar de Jesús impresionaba a sus discípulos; al verlo orar, uno de ellos le pidió que les enseñase a rezar. No sabemos exactamente qué es lo que más les impresionaba en aquella oración, pero podemos presumir que era sobre todo el
impulso que llevaba al Hijo hacia el Padre y que suponía un compromiso de toda su alma en el contacto filial. En aquellos momentos privilegiados, debía notarse una irradiación serena en el rostro de Cristo, que era como un reflejo del Padre invisible que contemplaba. El discípulo esperó a que terminase aquella oración antes de formular su petición: «Señor, enséñanos a orar , como Juan enseñó a sus discípulos» (Le 11,1). Había sido discípulo de Juan Bautista recibido sus ojos enseñanzas maneracomde orar. Peroy había al seguir con sus a Jesús sobre en su laoración, prendía la diferencia y deseaba rezar como él. Cuando dijo: «Enséñanos a orar», intentaba decir: «orar a tu manera». El Maestro no dejó de responder a esta petición que él mismo había provocado: «Cuando oréis, decid: Padre...». Y enunció en unas breves palabras el contenido de la oración que deseaba enseñarles. La primera palabra de la oración es la más nueva y la más característica: “Padre”, probablemente en arameo: “Abba”. De este modo Jesús respondía no solamente a la petición, sino al deseo del discípulo que deseaba orar como él. La novedad sorprendente con la que decía “Abba” en su oración personal tiene que pasar a la oración de sus discípulos. Desea compartir con ellos su condición filial y su vida filial; por consiguiente, quiere también compartir con ellos su oración filial. Enseñarles a orar es enseñarles ante todo a decir: “Abba”. De esta forma quiere introducirlos en toda la profundidad de su intimidad con el Padre. Hemos reproducido la respuesta de Jesús según la versión de Lucas. En la versión de Mateo, la invocación inicial no es “Padre”, sino “Padre nuestro que estás en el cielo” (6,9). Esta diferencia nos obliga a preguntarnos más exactamente qué es lo que Jesús. que Parece ser laa sus formulación simple, su “Padre”, fue ladijo de Jesús, exhortó discípulos más a comenzar oración lo mismo que él, con la invocación “Abba”2. 2. Cf. J. JEREMIAS, Teología del Nuevo Testamento , Sígueme, Salamanca 1974, 211213; J. G alot , Abba, Pbe%Sursum, Louvain 1990, 2730.
Así se explica el hecho de que en la Iglesia primitiva algunos pronunciasen la palabra “Abba”, e incluso la gritasen, en su ora ción, según el testimonio de san Pablo, que reconocía en esta invocación inspirada por el Espíritu Santo una prueba de la filiación divina de los cristianos: «Y la prueba de que sois hijos es que Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: Abba! ¡Padre! Ese mismo Espíritu se une al nuestro para dar testimonio de que somos hijos de Dios» (Rom 8,1516). Así pues, yelengrito “Abba* inaugura nuevo la vida cristiana la oración. La oraciónunseclima renueva porencompleto cuando se dirige al “Papá” por excelencia. Los discípulos nunca se habrían atrevido a apropiarse en su oración personal la invocación A u bban, tan característica de la oración de Jesús, si éste no les hubiera invitado a emplear este vocablo. Es una audacia tan singular que no fue seguida mis que con mucha timidez y muy esporádicamente en la tradición cristiana inmediata. Sin embargo, es perfectamente conforme con la enseñanza dada expresamente por Jesús y merecería desarrollarse favoreciendo un clima más resueltamente filial de la oración. La intención de Cristo era acercar lo más posible a sus discípulos a Aquel que era su Padre. La expresión: “Padre, que estás en el cielo» mantiene todavía al Padre a gran distancia de la tierra, mientras que “Abba” hace descubrir a una persona muy cercana, muy familiar: al Padre. Sobre esta proximidad descansa más particularmente la eficacia de la oración. Antes, en la oración judía, se aplicaba a Dios una acumulación de títulos honoríficos con la finalidad de hacerse escuchar mejor por él. Jesús enseña una plegaria introducida por un solo nombre, el de Padre. El que es esencialmente Padre prefiere ser invocado con este nombre; es la mejor garantía de un contacto íntimo y de una oración eficaz. Podemos lamentar que hasta el presente la palabra evangélica: «Cuando oréis, decid: Padre...» no haya encontrado todo el eco que sería de desear en la práctica de la oración cristiana. lis verdad que en el rezo del Padrenuestro se llama al Padre con su
nombre. Pero lo más frecuente es que, cuando se reza, no se llame a Dios “Padre”. En las oraciones litúrgicas se le invoca como “ Dios” , “Señor” , “Omnipo tente y eterno Dios” , sin que se pronuncie muchas veces el nombre de Padre. Quizás sienta uno la tentación de pensar que se trata de una omisión o de una negligencia de orden secundario. lis verdad que la substancia de la oración importa más que la terminología; pero es importante conformar en todo lo posible la oración al ejemplo y“Padre” a la enseñanza de Jesús. frecuente de la la invocación indica una falta La de ausencia conciencia filial en vida cristiana. La importancia de la revelación del Padre, tan manifiesta en el evangelio, no ha ido suficientemente acogida. El valor del nombre “Abba” como establecimiento de unas reía ciones de paternidad y de filiación ha sido muy poco apreciado. Debería desarrollarse más la respuesta del amor filial al amor paternal. 2. L a ORACIÓN DHL PADRKNUKSTIU)
La oración enseñada por Jesús merece una profunda meditación. Nos ha llegado en términos muy sencillos, pero exige un serio estudio y una reflexión para captar todo el misterio que en ella se expresa.
Oración de petición Es esencialmente una oración de petición. Cristo dio ejemplo de otros géneros de oración, como la alabanza o la acción de gracias. Pero la oración que quiere enseñar a sus discípulos es toda ella una oración de petición. Uno de los motivos para ello quizás sea el que la oración de petición tiene una necesidad más especial de aclarar sus objetivos. Más fundamentalmente todavía, la petición sitúa la posición del hombre en sus relaciones con Dios; surge de una dependencia total de la criatura respecto al Creador y de la subordinación de los hijos respecto al Padre. Por la petición, la persona humana reconoce la necesidad
de recibir las ayuda divina, confiesa su impotencia y su fragilidad, resuelve los problemas de su indigencia mediante un recurso confiado a la bondad del Padre. Muchas veces se le han dirigido críticas a la oración de petición: se la ha acusado de querer invertir el impulso religioso hacia la consecución de intereses personales. Es verdad que en la oración pueden colarse preocupaciones egoístas, pero en sí misma la oración de petición no constituye una actitud egoísta, ya quelaestá animadaa sus por deseos la confianza aquel que aguarda del Padre respuesta y a susdenecesidades. En la oración enseñada por Jesús, las primeras peticiones no se refieren a la satisfacción de unas necesidades personales; tienden a obtener, de la forma más desinteresada, la veneración del Padre en la humanidad, la expansión de su reino y el cumplimiento de su voluntad. Al formularlas, Jesús quiso mostrar que en la oración hay que atribuir la prioridad a las peticiones que se refieren a los intereses del Padre y al desarrollo de la iglesia. Desde este punto de vista es más claro todavía el amor filial para con el Padre que inspira toda la oración de petición. Además, la orientación primordial de la petición hacia el reino del Padre es el resultado de un don de la gracia que impulsa las aspiraciones humanas hacia la extensión de este reino. La capacidad de contribuir a la obra divina en el mundo realza la dignidad humana. La oración que coopera con Dios alcanza de este modo la mayor eficacia. Las tres primeras peticiones se suceden según una visión de influencia cada vez más íntima del Padre en la vida de la humanidad: primero, el reconocimiento y la veneración de su nombre de Padre; luego, el desarrollo de su reinado, es decir, de su dominio real sobre el destino de los hombres; finamente, la ejecución de su voluntad, que implica una influencia más penetrante en la conducta humana. El hecho de que la oración del Padrenuestro esté compuesta de dos grupos de tres peticiones contribuye a mostrar su autenticidad, ya que Jesús se complacía en fórmulas ternarias de este
tipo. Se habla frecuentemente de siete peticiones, pero en realidad la petición “líbranos del Maligno” va unida a la anterior sobre la protección de Dios en la tentación y forma con ella una sola petición. Finalmente, por lo que se refiere a la estructura de las tres primeras peticiones, es interesante señalar que las palabras “así en la tierra como en el cielo” se aplican a las tres, y que podría enunciarse de este modo la formulación primitiva: «Tanto en el cielo como en la quetutuvoluntad». nombre Se seamenciona santificado, venga tu reino, quetierra, se haga en que primer lugar al cielo como modelo para la tierra en la veneración del nombre del Padre, de la venida de su reino y del cumplimiento de su voluntad.
Las tres primeras peticiones Las tres primeras peticiones se han presentado con frecuencia como si tuvieran por objeto el nombre de Dios, el reino de Dios y la voluntad de Dios3. En realidad, la invocación inicial “Padre” muestra que se trata del nombre del Padre, del reino del Padre ilumina y de la voluntad La revelación de laJesús persona del Padre el sentidodel dePadre. la oración enseñada por y confiere un nuevo alcance a lo que se había expresado en la antigua alianza mediante el nombre, el reino y la voluntad de Dios. • “Santificad o sea tu nombre” Santificar el nombre del Padre es reconocer y venerar al Padre en su soberanía divina y en su bondad paternal. Cuando vino el Hijo a nuestro mundo, dio a conocer al Padre a fin de atraer hacia él la veneración de los hombres. La primera característica del nuevo culto establecido por Jesús consiste en la adoración al Padre (cf. Jn 4,2124). 3. J. Carmign ac {Rccbercbcs sur le "Notre Pfre'\ lxtouzcy ct Ane, Paris 1969, 76109) titula así los capítulos sobre las tres primeras peticiones, a pesar de tratarse de un estudio centrado en el Padre.
No se trata simplemente de inclinarse ante la majestad divina. Para que sea santificado el nombre del Padre, es preciso que el mismo Padre, en su omnipotencia, sea reconocido expresamente como Padre. Es su amor paternal el que se nos invita a descubrir, mediante una mirada que se deje guiar por la enseñanza de Cristo. Bajo esta luz, el culto adquiere una actitud esencialmente filial. Los sentimientos de temor no pueden ser adecuados como respuesta afirmación depavor la bondad paternal. Se había definido a vecesalolasagrado por el que suscitaba. Aquí, lo más sagrado que hay es la profundidad del amor del Padre que se abre a los hombres e intenta suscitar en ellos la confianza y el abandono filial. • “Venga tu reino” La esperanza judía se centraba en el establecimiento del reino de Dios. Al comienzo de su predicación, Jesús había anunciado el cumplimiento inminente de esta esperanza. Cuando Jesús habla del reino, lo llama reino del hijo del hombre o reino del Padre (cf. Mt 13,41.43). Mientras que los judíos no pedían en sus oraciones la venida del reino de Dios, Jesús exhorta a sus discípulos a rezar por la expansión del reino del Padre. De esta forma les hace comprender más su responsabilidad en este terreno. Incluso los que no tienen la posibilidad de entregarse a una acción apostólica están invitados a la oración cotidiana con vistas al crecimiento del reino. Así pues, todos los cristianos tienen la misión de contribuir, al menos por la oración, a la expansión de la Iglesia. No pueden actuar como miembros de la Iglesia más que tomando conciencia de su propia responsabilidad en su desarrollo, en su acción y en su santidad. Como el reino es reino del Padre, crece en la humanidad por un dominio cada vez más amplio de su amor paternal sobre el comportamiento de todos. En virtud de este amor paternal , tiende a establecer una fraternidad basada en Cristo. Por consi
guíente, es un reino de amor, que encierra al mismo tiempo todo el atractivo del amor y todas sus exigencias. Es interesante recordar que este reino no se identifica con ningún régimen de bienestar terreno. No se encarna en un régimen político; Jesús eliminó toda identificación de este género al declarar: «Mi reino no es de este mundo» (Jn 18,36). Se dan ciertamente numerosas aplicaciones del precepto evangélico del amor en el terreno de la vida social y política, pero el reino sigue estando en un plan superior, como reino universal de la humanidad que depende del Padre. La petición “¡Venga tu reino!” intenta obtener una influencia más considerable del amor del Padre en la vida de todos los hombres. • “Hágase tu voluntad” En la versión de Lucas falta esta tercera petición. Pero tal como nos la refiere Mateo, tiene que ser considerada como auténtica. Jesús muestra suficientemente que en sus relaciones filiales el cumplimiento de la voluntad del Padre juega un papel esencial: «Mi sustento es hacer la voluntad del que me ha enviado...» (Jn 4,34). En Getsemaní, la aceptación de esta voluntad: «No se haga como yo quiero, sino como quieres tú» (Me 14,36) es la actitud fundamental ante el sacrificio. La tercera petición del Padrenuestro supone por tanto un complemento indispensable a las dos primeras, que se referían al nombre del Padre y a su reino. El culto al Padre y el establecimiento de su reinado no pueden alcanzar toda su realidad más que a través del cumplimiento de su voluntad. Esta voluntad tiene un carácter paternal, que atenúa lo que podría haber de demasiado categórico o de demasiado riguroso en una decisión autoritaria. El término arameo traducido por “voluntad” designaba más bien un deseo apoyado en una intención firme y deliberada. Podría recogerse este matiz traduciendo: «¡Que se cumpla lo que place a tu corazón!». No hay nada de tiránico en la voluntad divina. La sumisión a esta voluntad viene de una respuesta del amor filial al amor paternal.
En su oración de Getsemaní, Jesús manifestó más especialmente la libertad filial de su respuesta al pedirle al Padre: «Aparta de mí esta copa de amargura» (Me 14,36). A pesar de que la cruz correspondía al plan establecido por el Padre para la obra redentora, se atrevió a expresar su deseo de otra solución. Muestra de este modo a los discípulos que pueden pedir siempre que se les ahorre una prueba, con la condición de que mantengan una disponibilidad total y un abandono a la voluntad del Padre. Este abandono es el que expresa la última petición en honor del Padre: «¡Hágase tu voluntad!».
Las tres últimas peticiones Las tres últimas peticiones se refieren más directamente a nuestras necesidades. Mientras que las tres primeras se iban siguiendo según un orden de interiorización progresiva del dominio del Padre sobre nosotros, las tres últimas se distinguen por su referencia a las tres etapas del tiempo humano: el presente, el pasado y el porvenir. Para el presente la petición se refiere de cada día; para el pasado, al perdón de las culpas; paraal elpan futuro, al apoyo en las tentaciones y a la protección contra el demonio. • “Danos hoy el pan que necesitamos” Un padre humano se preocupa de asegurar el sustento de sus hijos. El Padre, que en su Providencia se interesa por todas las necesidades de sus hijos, está siempre dispuesto a acoger la petición del pan de cada día. Podríamos incluso preguntarnos por la necesidad de esta petición, ya que Jesús recomienda en otro lugar a sus discípulos que no se inquieten por su alimento, dado que el Padre conoce todas sus necesidades. El Maestro ha querido incluir esta petición en la oración que les enseñaba a fin de favorecer en ellos un espíritu de cooperación y desarrollar un recurso confiado a la bondad del Padre en todos los terrenos. Dirigiendo esta peri
ción al Padre es como profundizarán en su convicción de que lo reciben todo de él. Lista petición no recae más que sobre el pan de cada día. La versión de Mareo: «Dánosle hoy» es más fiel a las palabras de Jesús que la de Lucas: «Dánosle cada día». No se trata de la preocupación por el pan de cada día, sino únicamente del pan de la jornada que se está viviendo; es preciso excluir toda inquietud relativa al porvenir. En otro lugar Jesús declara: «No andéis preocupados porseelpide día de (Mt 6,34). El pan que es mañana» el pan material, signo de todo lo que es necesario para el mantenimiento de la vida del cuerpo. Pero en la intención de Jesús, el pan que se espera de la mano generosa del Padre es igualmente, e incluso en primer lugar, un pan espiritual. ¿Acaso no había declarado, a propósito de la multiplicación de los panes: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. Es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. El pan de Dios viene del cielo y da la vida al mundo» (Jn 6,32). Cuando dice: «Yo soy el pan de vida» (Jn 6,35), anuncia la eucaristía. Ese que pan los es alimente el que piden los cristianos al Padre. Piden de lasobre vidatodo espiritual de Cristo, y más particularmente de la eucaristía. • “Perdona nuestras ofensas, así como n osotros perdonamos a los que nos ofenden” Esta petición a testigua que la oración enseñada por Jesús no es idéntica a la que él mismo rezaba. En efecto, las ofensas de las que se habla son los pecados cometidos; constituyen un ultraje que nos convierte en deudores del Padre. Jesús, que en su santidad no podía implorar más que para los otros el perdón de Dios, nos invita a todos a pedir para nosotros mismos el perdón de nuestras culpas. Él desea que, al situarnos en presencia del Padre, tomemos más vivamente conciencia de nuestro estado de pecadores. En la parábola del deudor sin misericordia, evoca este estado como
el de una deuda tan considerable que es imposible pagarla. El misterio del pecado consiste en una ofensa que tiene una dimensión infinita, ya que ataca a Dios en la inmensidad del amor que nos tiene. La única esperanza del pecador estriba en pedir y en obtener el perdón divino. Más particularmente, se trata de dirigir al Padre la petición de perdón, ya que, como muestra la parábola del hijo pródigo, es su amor paternal el que se ha visto herido por la actitud arrogante del pecador. La petición de perdón tiene que inspirarse en la confianza en esta misma bondad del Padre; ha de excluir toda inquietud, en la certeza de que habrá de ser escuchada. Sin embargo, se menciona expresamente una condición para que se otorgue el perdón. Tenemos que perdonar por nuestra parte a los que nos han ofendido: «Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial» (Mt 6,14). Para subrayar la importancia que atribuye a esta condición, Jesús la insertó en el texto de la oración, de tal forma que no se puede rezar el Padrenuestro más que renovando la intención de perdonar. Este perdón debe incluso ser un hecho adquirido: «como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores», dice la versión de Mateo. No se trata de una compensación que pudiera limitar la gra tuidad del perdón del Padre. El perdón sigue siendo enteramente gratuito, pero el Padre no puede concederlo más que cuando encuentra en sus hijos la buena voluntad dispuesta a perdonar a los otros. • «No nos dejes caer en la tentación y líbranos del Maligno» La formulación de esta petición significa más literalmente: «Haz que no entremos en la tentación». “Entrar en la tentación” es dejarse caer en ella, ceder a su seducción. Por tanto, esta petición debe traducirse: «Haz que no cedamos a la tentación». La traducción: «No nos dejes caer en la tentación» corresponde bastante bien a este sentido, mejor que la traducción reciente francesa: «No nos sometas a la tentación», que parece más ambigua. No podemos pedirle al Padre que nos ahorre
todas Iás tentaciones: Cristo fue tentado y nosotros estamos sometidos igualmente a esta prueba. Lo que pedimos es la ayuda del Padre para tener la fuerza de resistir a la seducción del mal. lista petición nos recuerda nuestra fragilidad, que tiene necesidad de ayuda. Jesús hizo comprender a sus discípulos que la oración era necesaria para no ser víctimas de la tentación: «Velad y orad, para que podáis hacer frente a la prueba» (Mt 26,41), es decir, para no sucumbir en ella. La protección que se pide frente a la tentación se precisa a continuación: «Líbranos del maligno». lista traducción es preferible a la tradición que se admite habitualmente: «Líbranos del mal». La expresión gramatical no permite decir si se trata del “mal” o del “maligno”. Pero en otros lugares, en el lenguaje de Jesús, el término que aquí se emplea designa al malvado, es decir al demonio. Ser liberado del demonio no es en este caso ser liberado de una esclavitud al espíritu del mal, sino simplemente verse al abrigo de sus maniobras. Se trata realmente de un terrible tentador. El Maestro quiso que sus discípulos tomaran conciencia del peligro que constituye este adversario para ellos. Su táctica consiste en denunciarlo, en hacer que lo descubramos. Lo llama «mentiroso por naturaleza y padre de la mentira» (Jn 8,44). Se trata de una paternidad en el mal, opuesta a la paternidad del Padre celestial; se manifiesta en el comportamiento de aquellos que se oponen al mensaje del evangelio. «Tenéis por padre al diablo», dice Cristo a los que le persiguen con su enemistad. Así se explica que la oración que había comenzado por “Padre” termine con la evocación del “Maligno”, que pretende rivalizar con la paternidad del Padre extraviando a los hombres por el camino mal.aquí Sin aembargo, es que el Padre que obtiene la victoria. Jesúsdelalude la victoria iba a elalcanzar sobre el príncipe de este mundo (Jn 12,31) y a la que los mismos discípulos habían alcanzado sobre Satanás en su misión apostólica (Le 10,18).
Los cristianos están invitados a pedir la ayuda del Padre en esta victoria. Están comprometidos en un combate en el que la paternidad benéfica y salvadora del Padre se impone sobre la paternidad de mentira y de hostilidad que es propia de Satanás, del “Maligno”.
1. En la oración personal de Jesús aparece una novedad absoluta: nadie se había dirigido nunca a Dios llamándob Abba (“Papá”). Jesús empieza su oración con esta invocación. El término “Abba”, en labios deJesús, revelabasu filiación divina. 2. Jesús invita a sus discípubs a entablar con el Padre el diálogo más familiar. La recomendación: «Cuando oréis , decid:
Padre bba”)» la pusieron los que,(Gál según et stimonio (de“Asan Pablo, lanzabanenpráctica el grito “A bba” 4,6;el Rom 5,15). Es de desear que los cristianos invoquen más al Padre con este nombre. 3. La oración que enseñóJesús, el Padrenuestro, es una oración de petición. Expresa un impulso de confianza filial hacia el Padre. En las peticiones delPadrenuestro, la atención recae primero sobre los intereses del Padre y de su reino; luego, sobre nuestras necesidades personales. 4. Las primeras peticiones se ordenan según una interiorización progresiva: santificación del nombre de Padre, es decir; veneración a su persona; venida de su reino mediante el desarrollo de la Iglesia yuna la difusión la gracia; cumplimiento de su voluntad mediante obedienciadefilial. 5. En las tres últimas peticiones (el presente, el pasado, el futuro) pedimos primero al Padre el pan de cada día: no solo el pan material, sino elpan espiritual y el pan eucarístico. Luego imploramosel perdón de los pecados, renovando nuestro perdón a los hermanos. Finalmente, pedimos la protección del Pad re en la tentación y su amparo de la influencia del “maligno”. Es mejor traducir: «Líbranos del maligno» que «líbranos del mal». Jesús denuncia las amenazas queprovienen de Satanás,el “padre de la mentira”
LA ORACIÓN AL PADRE: CUALIDADES Y EFICACIA
Las cualidades de la oración deben comprenderse dentro del marco de las relaciones con el Padre. Pertenecen esencialmente a un diálogo filial. La oración filial de Cristo ilumina y guía la de los discípulos. Ya hemos subrayado cómo, al querer compartir con sus discípulos la filiación divina, Jesús quiso compartir también con ellos su oración filial. 1. C ua li da des
d e l a or aci ón
a l
P adre
Sinceridad Cuando Jesús recomienda a sus discípulos la sinceridad en la oración, les aconseja que se sitúen ante el rostro del Padre: «Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a los que les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará» (Mt 6,56). Jesús piensa en los que quieren obtener de su oración ciertas ventajas para su amo r propio. La oración no puede dejarse desviar hacia una búsqueda egoísta de uno mismo. Tiene que surgir amor, de un amor queegoísmo busca únicamente la presencia del del Padre. Paray escapar de este y de esta vanidad habría sido ya suficiente ponerse en presencia de Dios. Al atraer la mirada, el rostro de Dios la envuelve de una luz más pura. Sin embargo, Jesús indica que se trata de la presencia del Padre. La
oración, ral como la enseña a sus discípulos y tal como la practica él mismo, está dirigida esencialmente hacia el Padre. uTu Padre”, dice para sugerir todo el cariño personal que emana de esta presencia. El Padre no es solamente Padre de toda la humanidad; es el Padre del que ora. Y acoge esta oración con todo el cariño de su amor paternal. El Padre ve en lo secreto; no se le escapa nada de las disposiciones personales del que ora. Nadie puede hacer que el Padre lo considere mejor de lomenos que es;bueno perodetampoco puede nadie hacer que Dios lo juzgue lo que es en realidad. El Padre lo mira con toda su simpatía y lo estima con gran benevolencia en sus esfuerzos por orar. En lo secreto es donde el Padre da a cada uno lo que merece su oración. La retribución puede dar a veces la impresión de que está ausente, ya que es secreta. Pero nunca falla, aun cuando no se sienta el beneficio. Está hecha a la medida de la generosidad soberana de Aquel que ama profundamente a sus hijos. Jesús buscaba este secreto de las relaciones con el Padre en el momento de la oración, siempre que se dirigía a lugares desiertos Tras para los orar. cuarenta días de contemplación en el desierto, tuvo muchas veces ocasiones de elegir lugares de soledad para sus efusiones ante el Padre. Buscar un lugar solitario para orar no era únicamente asegurar un clima de paz y de tranquilidad para la oración, sino ponerse más directamente en presencia del Padre invisible. Este ejemplo nos ayuda a comprender que la recomendación de retirarse cada uno a su habitación y cerrar la puerta para orar al Padre no debe entenderse en un sentido demasiado literal. El objetivo esencial es encontrar una verdadera soledad que se abra a una intimidad más completa con el Padre. Este objetivo puede igualmente alcanzarse con la búsqueda de un lugar desierto, al abrigo de los contactos habituales con los demás, que son característicos de la vida social. Jesús sabía abstraerse de sus relaciones con los discípulos y con los oyentes para no
mirar más que el rostro del Padre. De este modo se sumergía en la relación más esencial de su vida, la relación filial.
Confianza La confianza es una cualidad esencial de la oración filial. Cuando reveló a sus discípulos la persona del Padre y subrayó sus disposiciones de bondad y de misericordia, Jesús quiso suscitar en ellos un impulso de confianza en él. Más particularmente, quiso mentalidad más antigua de la oración, en la hacerles que solíasuperar ponerselamás bien el acento en el temor de Dios. El Padre no pide que le teman ni quiere infundirles pavor, ya que esos sentimientos mantendrían más bien a sus hijos alejados de él. Lo que desea es atraer hacia sí a los que ama, evitando todo lo que pudiera retraerlos o provocar en ellos cierta desconfianza. Nada le complace tanto como el abandono sereno de la confianza, que responde a la grandeza de su amor. En los momentos más difíciles resulta particularmente necesaria la confianza absoluta en el Padre. En el drama de la pasión, el mayor peligro que corrieron los discípulos vino de la confianza presuntuosa que tenían en sí mismos frente a la inminencia de la crisis. Se sentían capaces de arrostrar valientemente a los adversarios y de perseverar en su adhesión al Maestro. En Getsemaní, Jesús, que ora al Padre con vistas a la prueba, les exhorta a hacer ellos lo mismo, es decir, a poner su confianza no en sus propias fuerzas, sino en el poder del Padre: «Velad y orad, para que podáis hacer frente a la prueba; que el espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil» (Me 14,38; Mt 26,41). Es el momento en que Jesús grita “Abba” de una forma inolvidable. Muestra cómo toda su confianza está puesta en el Padre e intenta arrastrar a sus discípulos a una oración análoga. La recomendación: «Quedaos aquí y velad conmigo» (Mt 26,38) sigue siendo válida para todos aquellos que están expuestos a las pruebas: se les invita a permanecer y a velar con Cristo, asociándose a su oración llena de confianza en el Padre. No es menos impresionante la última plegaria de Jesús en la cruz, animada igualmente de una confianza absoluta en el
Padre: «Padre, a tus manos confío mi espíritu» (Le 23,46). El crucificado se abandona sin reservas en las manos del Padre; así es como acepta la muerte y se prepara, en la esperanza, al destino glorioso que el Padre se dispone a depararle. Estas últimas palabras constituyen una respuesta al interrogante recogido del salmo 22: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Me 15,34; Mt 27,46). El “por qué” es la cuestión que surge espontáneamente en la prueba. Se le planteaba a aquel que sufría el suplicio de la cruz. Después de haberla formulado, Jesús enuncia finalmente su respuesta: pone totalmente su confianza en Aquel que lo había conducido por un camino tan doloroso, con el abandono más completo de su ser y de su vida. Para esta respuesta se sirve de unas palabras de otro salmo, en donde se decía: «Yahvé, a tus manos confío mi espíritu». Pero Jesús cambia la invocación “Yahvé” por la de “Padre”. Por última vez antes de su muerte, pronuncia el nombre “Abba”, de manera que su confianza es fundamentalmente filial. Poner su espíritu en manos del Padre es sumergirse en el amor paternal que se abre ante él1. Las plegarias de Getsemaní y del Calvario atestiguan la inmensa confianza que unía a Jesús con el Padre. En las circunstancias más ordinarias, menos dramáticas, la confianza filial había sido siempre el alma de la oración de Cristo. Por este camino de confianza es por el que Jesús deseó encaminar la oración de sus discípulos.
1. A veces los exégetas piensan que hay que ver la cita del salm o 22 como un equivalente, en Marcos y en Mateo, del grito que menciona Lucas en 23,46. Pero las palabras de Jesús referidas por un evangelista no excluyen las que pudo recoger otro. Según el relato de Marcos, hubo un primer grito dirigido a «Eloí....», y luego otro, el último, en el momento de morir (Me 15,34 37). Este último grito es el que ha conservado Lucas.
Perseverancia El carácter filial de la oración favorece la disposición de perseverancia. Jesús no dejó de insistir en esta perseverancia, declarando «la necesidad de orar siempre sin desanimarse» (Le 18,1). La parábola que nos refiere el evangelio de Lucas (11,58) para ilustrar esta perseverancia es la del amigo importuno. En esta parábola no se habla del Padre; pero, como en el texto evangélico viene inmediatamente después de la oración que había enseñado Jesús ydecid: que había comenzado con entenderse la recomendación: «Cuando oréis, Padre...», tiene que en esta perspectiva de relaciones con el Padre. El amigo que se resuelve finalmente a alborotar a toda su familia dormida para dar los panes que se le piden no puede ser la imagen fiel del Padre, ya que se levanta de mala gana; intenta simplemente verse libre de la importunidad de su vecino. Pero con esta concesión da a comprender que en su bondad, con mucha más razón, el Padre es incapaz de rechazar una petición inoportuna. La otra parábola, la de la viuda importuna (Le 18,18), es todavía más significativa. En efecto, describe los pasos de una viuda que quería obtener justicia de un juez muy mal dispuesto, que no temía a Dios ni a los hombres, pero que acabó cediendo diciéndose: «Le haré justicia para que deje de molestarme de una vez». Lo mismo que el amigo que daba sus panes, tampoco este juez evoca el rostro del Padre, lleno de misericordia y de solicitud, empeñado en hacer valer la justicia en la sociedad e interesado más particularmente en la suerte penosa de las viudas. Pero la decisión que toma el juez para preservar su propia tranquilidad nos hace comprender por contraste el ardor del Padre en responder a la oración perseverante. Jesús recomienda una perseverancia basada en la bondad inagotable del Padre y en su deseo de responder a las súplicas de sus hijos. Estas súplicas, si se repiten con confianza, acaban teniendo éxito. Podemos recordar a este propósito la perseverancia de María en Caná. Ante el obstáculo que constituía la hora del primer milagro prevista por el Padre para otras circunstancias, María
no se desanima; a pesar de la respuesta poco favorable de Jesús, persistió en su intención, poniendo en movimiento a los sirvientes. El Padre cedió ante su obstinación.
Amor fraterno La relación filial con el Padre no puede disociarse nunca del amor fraterno que debe estar también presente en la oración. Ser hijo del Padre es tener a los demás hombres por hermanos; al establecer la filiación divina de los cristianos, Jesús estableció entre ellos vínculos de fraternidad. En la oración del Padrenuestro hemos indicado ya la importancia atribuida expresamente a la disposición personal de perdón; los que rezan esta oración están invitados a reafirmar su voluntad de perdonar. El Padre no puede acoger más que una oración en la que se afirme la comunión, el buen entendimiento entre sus hijos. Él mismo reprueba toda división; los que se dirigen a él tienen que presentarse reconciliados y unidos. El Padre nunca toma partido en favor de unos contra otros; lo que pide es la armonía de todos a través de todas las diferencias que pueda haber entre la personas. Jesús subraya la eficacia que confiere el amor fraternal a la oración: «Os aseguro que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, la obtendrán de mi Padre celestial» (Mt 18,19). La unión de varias voces ejerce una acción especial sobre el Padre y suscita su prontitud para escuchar la petición. Cada uno de los que oran es acogido ya por sí mismo por el Padre y puede obtener sus favores; pero la unión fraternal añade una fuerza suplementaria, en virtud de la importancia esencial que el Padre dedica a la caridad. Así es como la oración comunitaria encierra un valor singular. Por otra parte, toda oración individual tiene que hacerse en un espíritu de comunión con la Iglesia. Pero cuando en su forma externa la oración hace escuchar la súplica de la comunidad, garantiza más aún su eficacia.
El vínculo indisoluble que Cristo estableció entre el amor a Dios y el amor al prójimo exige que el corazón de los cristianos en la oración esté animado a la vez de un amor absoluto al Padre y de un profundo amor a los hermanos. 2 . E ficacia
d e l a or aci ón
Por una parte, Jesús afirma vigorosamente el principio de la eficacia de la oración; por otra, atribuye esta eficacia a la bondad del Padre.
Toda oración es escuchada Enseña claramente que toda oración, sin excepción, es eficaz: «Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y os abrirán. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama le abren» (Mt 7,78; Le 11,910). Esta seguridad está garantizada por la autoridad absoluta de Cristo que, según la versión de Lucas, va introducida y enunciada con las palabras: «Pues yo os digo». Comprometiendo toda su autoridad en esta afirmación, Jesús desea combatir las dudas que nacen y se expresan con frecuencia sobre el efecto de la oración. Muchas personas se quejan de que sus oraciones siguen siendo inútiles. No llegan a obtener lo que desean, aunque lleven mucho tiempo pidiéndolo. En la manera de juzgar de la eficacia de la oración se ha establecido la distinción entre oraciones escuchadas y oraciones no escuchadas. Y a menudo las oraciones no escuchadas parecen ser mucho más numerosas que las otras. Jesús no vacila en contradecir esta manera de ver. Contra lo que a muchos les parece una evidencia, es decir, la experiencia de las oraciones no escuchadas, afirma categóricamente: «El que pide, recibe». Toda oración de petición, sea quien sea el que la hace, recibe una respuesta celestial. Ninguna oración se hace en vano: es ésta una verdad que no puede ser objeto habitual de constatación. Es más bien un misterio, algunos de cuyos signos
podemos discernir, pero que no puede imponerse por una demostración visible. Se trata de una revelación que debemos acoger.
Motivo de la eficacia: la bondad del Padre Jesús explica la eficacia de la oración por la bondad soberana del Padre. Para hacer comprender mejor esta bondad, recurre a la bondad de los padres humanos: «¿Acaso, si a alguno de vosotros suuna hijoserpiente? le pide pan, una piedra?; o simalos, le pide un pez, ¿le da Pueslesidavosotros, que sois sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!» (Mt 7 ,9 - 11)-.
Es éste un homenaje que se rinde al corazón paternal de los hombres. Aunque uno sea malo, tiene suficiente bondad para conmoverse ante la petición de sus hijos y satisfacerla. Pues bien, si un padre humano es capaz de esta bondad, el Padre celestial es infinitamente más generoso todavía. En las palabras de Jesús se palpa una viva reacción contra las dudas y la desconfianza que manifiestan muchas veces los que oran. ¿Cómo van a poder declarar que sus oraciones son inútiles y acusar así al Padre de ser insensible o indiferente, cuando su amor es el más abierto y el más accesible de todos? ¿No será una injuria imputarle una actitud de desdén o de rechazo, que no se encuentra en los padres humanos?
2. La imagen de la serpiente se explica por el hecho de que hay serpientes en el lago de Tiberíades y que los pescadores pescaban fácilmente alguna serpiente junto con lo» peces. Pero esas serpientes no son venenosas. Se trata, por tanto, no de algo nocivo, sino de algo inútil, en lugar de pescado. I’ara la imagen del escorpión en lugar de un huevo, mencionada por Lucas (11,12), se podría pensar que el texto primitivo traía koprion yno skorpion (hipótesis propuesta por J. Vara en Salmanticensii30 [1983) 225229); se trataría enion ce» de “estiércol” en lugar de un huevo, es decir de una cosa sin valor y no de un animal peligroso.
La exclamación; «¡Cuánto más vuestro Padre que está en los ciclos dará cosas buenas a los que se las pidan!» surge del corazón filial de Jesús, que conoce la bondad irreprochable del Padre y que restablece la verdad, El Padre no deja sin respuesta ninguna oración, dado que es el mejor de los padres. E incluso hay que añadir que la generosidad de su respuesta supera con mucho todo lo que un padre humano puede dar a su hijo.
Influencia de la oración sobre la acción divina La eficacia de la oración nos permite comprender mejor la profundidad del amor que nos tiene el Padre. En efecto, esta eficacia supone que el Padre consiente en modificar sus designios para tener en cuenta nuestras peticiones. El Padre concede a sus hijos una libertad filial, que les permite expresar personalmente sus deseos y obtener su cumplimiento. Ya en la tradición judía, Dios se había mostrado accesible a las peticiones, hasta el punto de modificar sus intenciones. Así, cuando manifiesta su propósito de destruir la ciudad de Sodoma como ciudad pecadora, le permite a Abrahán interceder en su favor y se muestra pronto a renunciar a esta destrucción, con tal que puedan encontrarse en glla cierto número de justos: todas las propuestas del patriarca, que va rebajando progresivamente este número de cincuenta a diez, son aceptadas por la soberanía divina (Gn 18,22 32). La curación de Ezequías no es menos significativa: después de que el profeta Isaías le dijo que iba a morir, este rey se dirige a Dios en la oración y obtiene que Dios le conceda quince años más de vida (cf. 2 Re 20,1 6).
En el evangelio, la petición de un milagro que le hizo María a Jesús en las bodas de Caná choca con la voluntad del Padre, que no había previsto el primer milagro para estas circunstancias: hora María aún noobtiene ha llegado» (Jn 2,4). conesfe en su«Mi actitud, que venga esaPerseverando hora. Por tanto, preciso admitir que hay aquí una modificación del plan divino. La curación pedida por la Cananca choca también con la voluntad del Padre, que no había enviado a su Hijo más que a
las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mt 15,2128; Me 7,24 30). En estas circunstancias igualmente el milagro supone una derogación del plan establecido por el Padre. Estas modificaciones de los designios del Padre nos las da a conocer el propio Jesús por sus propias reacciones ante las peticiones de milagro que le hacen. De hecho, se producen de forma más oscura en los casos en que son escuchadas otras plegarias. Al escucharlas, el Padre reconoce a sus hijos el derecho a ejercer influencia sobre el curso de los acontecimientos. Libre y cierta soberanamente, conforma su decisión con la voluntad humana que le implora. Esto significa que la oración ejerce una acción sobre el comportamiento divino. Para evitar admitir esta verdad, algunos se han esforzado en mostrar que la oración produce solamente un efecto sobre el que ora, trasformándolo. No tendría entonces más que una eficacia interior al individuo y no podría alcanzar a Dios en sí mismo. Pero semejante reducción a un efecto sobre el sujeto que ora no explica la intención de la oración, que intenta tocar a Dios, alcanzarle, para obtener su favor. No es posible ignorara el movimiento puesta divina este proceso. de la oración hacia Dios y la resConviene recordar sin duda el principio según el cual Dios, en su naturaleza divina, sigue siendo inmutable. La influencia ejercida por la oración sobre Dios no puede menguar en nada su transcendencia divina; no puede imponer una subordinación del ser divino a la voluntad humana. Pero como Dios es soberano, puede tomar la decisión de acoger las oraciones de sus hijos como cooperación de los mismos en su gobierno del mundo. Esto es lo que quiso hacer el Padre. Con una bondad totalmente gratuita, se dispuso a escuchar las oraciones que se le dirigían. Su corazón paternal lo hace muy sensible a las aspiraciones de sus hijos y desea darles el mejor cumplimiento. Se prohíbe a sí mismo, en cierto modo, resistir a las súplicas que suben hasta él.
Puesto que se trata de una decisión soberana por su parte, no pierde nada de su poder; quiere simplemente ejercer ese poder en el sentido del amor. De esta manera, el Padre permanece constantemente a la escucha de las oraciones que se le dirigen y conduce el destino del mundo teniendo en cuenta todas estas oraciones.
El Padre da únicamente “cosas buenas' Cuando declara que el Padre «da cosas buenas a los que se las piden», Jesús deja vislumbrar un motivo por el que ciertas peticiones no parecen ser escuchadas. El Padre, en su bondad, no puede conceder más que «cosas buenas». Pues bien, ocurre que a veces le pedimos cosas menos buenas, cosas inútiles e incluso nocivas, sin darnos cuenta de ello. Muchas veces no conocemos las condiciones reales más favorables a nuestro destino ni nuestras necesidades más esenciales. No somos buenos jueces para apreciar todo lo que nos conviene. Cuando pedimos algo malo o menos bueno, el Padre fallaría en su amor y en su vigilancia si nos lo concediera. Por eso tenemos a veces la impresión de que nuestra oración ha quedado sin ser escuchada. En realidad, también esa oración ha sido escuchada. El Padre tiene en cuenta nuestros deseos más profundos y las intenciones que se expresan a través de nuestras plegarias. Responde a esos deseos y a esas intenciones, al mismo tiempo que desea proveer a todo lo que nos es útil o necesario. Escucha, por consiguiente, nuestra oración dándonos algo mejor que lo que le habíamos pedido. Cuando no recibimos exactamente lo que ha sido objeto de nuestra oración, es porque el Padre ha considerado más útil, más beneficioso para nosotros o para los demás, concedernos un favor superior. En este sentido es como no hay excepción a la eficacia de la oración. «El que pide, recibe», tanto si recibe lo que ha pedido como si recibe otra cosa mejor. Los casos en que pudiera tenerse la impresión de una oración inútil e ineficaz son precisamen-
te aquellos en los que la respuesta del Padre es más generosa, ya que concede un don superior.
El Padre da el Espíritu En el evangelio de Lucas, la expresión cosas buenas” es sustituida por “el Espíritu Santo”': «¡Cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (11,13). El Espíritu Santo es efectivamente lo mejor de todo. A veces se tiene la tentación de interpretar las “cosas buenas” a nivel del bienestar material del hombre. Pero esas cosas se refieren a todos los bienes espirituales, que encierran más valor. Son esos bienes espirituales los que Padre desea prodigar sobre todo a sus hijos. Muchas oraciones no obtienen lo que piden, porque el favor que se pide no es capaz de procurar la mejor realización espiritual del individuo o incluso puede perjudicarlo. Al contrario, cuando uno pide al Padre el Espíritu Santo, ¿cómo no va a recibir lo que ha pedido expresamente? Es verdad que el Espíritu Santo se nos ha dado a todos según la promesa del Padre (cf., Le 24,49; Hch 1,8) y que desde Pentecostés ha sido entregado la vida de laque Iglesia. Lo mismo con los múltiples donesa del Espíritu también se hanocurre derramado con abundancia sobre la comunidad cristiana. Sin embargo, los que aprecian estos dones y sienten necesidad de ellos reciben la invitación de pedirlos, a fin de recibirlos más abundantemente todavía. El Padre desea que se le pida el Espíritu Santo, así como sus dones de luz, de fortaleza, de amor, de gozo, y se apresura a conceder lo que se le ha pedido especialmente. Nunca rechaza la luz espiritual, la fuerza espiritual, el amor espiritual, el gozo espiritual. No podría conceder nada mejor. Así pues, los cristianos tienen cierta responsabilidad en los dones espirituales que animan su vida: en la medida en que se
3. La versión de Mateo “cosas buena s” es primit iva, «por ser más simple»; Lucas habla del “Espíritu Santo” «para acentuar mejor el objeto sobrenatural obtenido» (La gra ng e, L uc , o. c., 38).
los pidan al Padre, los recibirán más ampliamente. La intensi dad de la vida del Espíritu Santo puede crecer en cada uno gra cias a una oración más insistente para obtenerla.
1. Deseando compartir con sus discípulos su oración filial, Jesús recomienda la sinceridad de la oración y quiere evitartoda intención de vanidad.Él mismo buscaba lugares desiertospara orar, a fin de encontrarse con el Padre en lasoledad. La oración
auténtica surge de un de amor que desea expresarse. 2. Jesús da ejemplo la confianza filial que debe animar a ¡a oración. Esta confianza alcanza su cima en el momento de la cruz, cuando entre ga su espíritu en manosdel Padre. La confianza es la disposición que se requiere como respuesta al amor del Padre. 3. Es igualmente necesaria la perseverancia. Jesús hace apreciar más su valor con las parábolas del amigo importuno y de la viuda importuna. Los cristianos no deben tener miedo de importunar al Padre con peticiones obstinadas. Entre las disposiciones handedevoces acompañar a la oración4.está el amor fraternal: laque unión y de corazones favorece la eficacia de la oración. 5. Por lo que se refiere a esta eficacia, Jesús afirma vigorosamente el principio general: toda oración es escuchada, sin excepción: «Pedidy recibiréis». Esta acogida se debe a la bondad del P¿idre, que nopuede resistir a bs deseos de sus hijos. 6. ¿Cómo explicar bs casos numerosos en que la petición parece no haber tenido respuesta?Según la palabra de Jesús, el Padre da 'cosas buenas”a bs que se las piden. Cuando la cosa pedida no es buena oes menos buena, el Padre da otra cosa,una cosa mejor. El que pide el Espíritu Santo y sus dones no deja nunca de recibirbs.
EL CULTO AL PADRE
1. E l cu lt o nue vo
Culto basado en el Hijo resucitado La intención de fundar un culto nuevo aparece en el episodio en que Jesús echa a los vendedores del templo. Llama a este templo «la casa de mi Padre». Es el lugar en donde se ha realizado el culto en honor al Padre, pero que ha sido profanado y desviado de su destino por los vendedores. Jesús desea poner fin a estos abusos; son el signo de otros abusos mucho más graves por parte de las autoridades judías, que traicionan el verdadero culto con su falta de sinceridad y de fidelidad a Dios. Es busca necesaria una granmáspurificación. Pero la voluntad de Cristo un objetivo radical: el establecimiento de un templo nuevo y de un culto nuevo: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré de nuevo» (Jn 2,19). Las autoridades judías destruyen espiritualmente el templo y esta destrucción tendrá pronto su total cumplimiento con la condenación a muerte del Salvador. El velo del templo, que en el momento de morir Jesús se desgarra de arriba abajo (Me 15,38), expresa simbólicamente esta destrucción. Pero a esta destrucción corresponde una reconstrucción espiritual del templo, que se anuncia como una resurrección. El acontecimiento de la resurrección de Cristo significa la instauración de un templo nuevo y de un culto nuevo. Este culto no estará ya ligado a un edificio de piedra, sino a la persona del Salvador resucitado. Pues bien, Cristo resucitado ordena a María Magdalena que diga a sus discípulos: «Voy a mi Padre, que es vuestro Padre» (Jn
20,17). Como consecuencia del drama redentor, el Padre de Jesús se ha convertido en Padre nuestro. El Señor resucitado quiere arrastrarnos y llevarnos hacia él; en este sentido, el culto nuevo está orientado por completo al Padre; es una entrada en la casa del Padre.
La adoración al Padre en espíritu y en verdad De este culto es del que se habla en el diálogo de Jesús con la cada evitar, vez másesta acorralada llevadatras a unaSamaritana. conversiónSintiéndose que le gustaría mujer seyrefugia el amparo del culto exterior. Ella pertenece al culto samaritano, que se practica en el monte Garizim, y por tanto no tiene que recibir lecciones de una persona cuyo culto está ligado al templo de Jerusalén. La oposición entre los dos cultos nacionales es de tal categoría que los judíos y los samaritanos han dejado de hablarse entre sí. Jesús se niega a entrar en esta controversia. Aunque afirma que «la salvación viene de los judíos», se sitúa en un nivel superior, el del nuevo culto: «Créeme, mujer; está llegando la hora, mejor dicho, ha llegado en que dar cultoHa al llegado Padre no tendréis que subir a este ya, monte ni irpara a Jerusalén... la hora en que los que rinden verdadero culto al Padre, lo adoran en espíritu y en verdad. El Padre quiere ser adorado así» (Jn 4,2123). Lo importante en esta declaración es que Jesús no anuncia solamente el fin del culto samaritano, sino también el fin del culto que se rendía en el templo de Jerusalén, mientras que habría podido pensarse en una simple prolongación del culto judío en el culto cristiano. Él sabía que iba a ser destruido el templo para dejar sitio al de su resurrección. Jesús tiene conciencia del cambio radical que se ha producido en la historia religiosa de la humanidad: «Ha llegado la hora...». Conoce perfectamente los designios del Padre. Responde a la invocación de la tradición expresada por la Samaritana: «Nuestros antepasados rindieron culto...», afirmando la novedad establecida por el Padre. La hora que ha llegado es la del Padre que exige otra adoración.
Por sí misma, la adoración al Padre no puede limitarse a una nación o a un santuario. Se dirige a un Padre que tiene un corazón universal y que abraza a toda la humanidad. Cualquier barrera iría en contra de la apertura de su amor. Esta adoración implica una actitud profundamente filial, ya que es el Padre como Padre, y no simplemente como Dios, el que ha de ser adorado. Tanto el culto como la oración toman una fisonomía filial. Brota de la vida filial de Cristo, comunicada a todos sus discípulos. La adoración no consiste en una simple veneración externa; ha de ser adoración “en espíritu y en verdad”. Para la samarita na éste era el punto crucial: ¿no podía contentarse con una participación en las ceremonias del culto? Jesús le hace comprender que su adoración compromete a todo su espíritu, a toda su alma, y tiene que manifestarse en su comportamiento por la conformidad con la voluntad del Padre, a fin de ser “verdadera adoración”. Semejante adoración implica un cambio radical en su conducta. Se puede observar que la adoración “en espíritu” supone más concretamente una acción interior del Espíritu Santo. Ya hemos indicado que el culto al Padre no puede desarrollarse más que por la comunicación de la vida filial de Cristo: es el Hijo el que da un alma filial a todos los hijos del Padre. Esta comunicación se lleva a cabo por el Espíritu Santo. Según el testimonio de san Pablo, el grito “Abba” lo lanza en nuestros corazones el Espíritu Santo, que es Espíritu del Hijo y que nos hace vivir de la vida de Cristo (cf. Gál 4,6; Rom 8,15). Igualmente es el Espíritu Santo el que nos levanta al nivel de la intimidad con el Padre y el que desarrolla en nosotros disposiciones filiales El frente él. cultoa nuevo se muestra así vinculado a la revelación de la Trinidad. Es suscitado por el Espíritu Santo que implanta en nosotros la vida del Hijo y nos orienta esencialmente hacia el Padre.
Culto de alabanza y de acción de gracias Hemos dirigido nuestra atención a las disposiciones íntimas que requiere la adoración al Padre «en espíritu y en verdad». Exige en nosotros docilidad a la voluntad del Padre y un esfuerzo por imitar su perfección. Pero exige igualmente una mirada que se eleve al Padre con sentimientos de alabanza y de acción de gracias. La costumbre judía de bendecir a Dios por sus grandezas y sus maravillas condujo a san Pablo a bendecir al Padre: «¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que desde lo alto del cielo nos ha bendecido por medio de Cristo con toda clase de bienes espirituales...!» (Ef 1,3). Ya hemos citado este himno, así como el himno paralelo de la primera carta de Pedro, inspirada más directamente en la resurrección de Cristo y en la esperanza que conlleva (l,3s).
La alabanza La alabanza toma una forma nueva y definitiva, precisamente porque va dirigida al Padre. Se bendice al Padre porque ha elaborado un designio soberano en favor nuestro: nos ha predestinado a ser sus hijos adoptivos y, para realizar esta filiación adoptiva, nos ha brindado el don de la redención en su Hijo. Este don se nos ha comunicado por la resurrección, con la vida nueva y la herencia ya adquirida en los cielos. Este proyecto maravilloso que tiene su srcen en el Padre suscitaba el entusiasmo de los primeros cristianos. Todo nuestro destino se ha concebido dentro de un amor paternal, y se nos ofrece ahora por este mismo amor, que cumple íntegramente sus intenciones generosas. Si en la antigua alianza las exclamaciones de entusiasmo no habían cesado de hacer subir la alabanza hasta Dios, la maravilla mucho mayor todavía de la nueva alianza merece provocar más admiración todavía. Pues bien, toda esta maravilla pertenece en primer lugar al Padre, y es precisamente este Padre
como tal, Padre de Cristo y Padre nuestro, el que debe recibir la alabanza más alta. El camino de esta oración de alabanza nos lo abrió el mismo Jesús, en aquella exultación de gozo con que bendijo a Dios por haber destinado su revelación a los más pequeños (cf. Le 10,21). Esta exultación, suscitada por el Espíritu Santo, tiende a reproducirse en la alabanza que eleva la Iglesia hasta el Padre. Alabando al Padre, los cristianos se llenan de gozo por todo lo que reciben de él.
Acción de gracias La alabanza va acompañada de la acción de gracias1, ya que los fieles se maravillan no sólo de la grandeza de Dios, sino igualmente de la abundancia de los beneficios que se derivan de la generosidad del Padre. La acogida de estos beneficios invita a la gratitud. Por la acción de gracias, reconocemos la bondad del Padre que nos inunda gratuitamente de favores. Es especialmente importante en nuestra vida el esfuerzo por discernir en el marco concreto de nuestra vida los dones que proceden de una benevolencia paternal presente en cada instante. De hecho, todo lo que constituye nuestra existencia cotidiana es un regalo de Dios, aunque muchas veces no nos demos cuenta de ello; casi nos sentimos inclinados a considerar como algo debido lo que nos concede cada día la mano abierta del Padre. Se trata de que descubramos mejor todo lo que nos da esta mano cariñosa. Se trata también de percibir más atentamente las delicadezas del amor paterno que nos conduce, de captar las manifestaciones de una solicitud incansable, los signos de una vigilancia indefectible. En la acción de gracias es igualmente Jesús el que nos ha precedido. Él sabía encontrar en las realidades más humildes de la
1. Sobre la distinción entre alabanza y acción de gracias, cf. J. G alot , Le
Coeur eucharistique,Tiíqui, Paris 1983, 6872.
existencia humana el despliegue del amor del Padre. Él hace que admiremos este amor en el sol y en la lluvia. Le gustaría despertar sentimientos de gratitud por estos dones concedidos a todos, pero que no todos saben apreciar; la lluvia, por ejemplo, suele dar srcen a reacciones de mal humor más bien que a impulsos de agradecimiento. Tenemos necesidad de la mirada filial de Cristo para comprender el afecto paternal que el Padre nos muestra día tras día. Es resurrección impresionante acción Antes de gracias de Jesúselcon ocasión de la de laLázaro2. de realizar mayor milagro de su vida pública, que anuncia su propia resurrección, Jesús levanta los ojos al cielo para decir: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado...» (Jn 11,41). Delante de todos los que le rodean, quiere proclamar su gratitud al Padre, mostrando cómo el suceso maravilloso que va a producirse tiene su primer srcen en el poder y en la bondad del Padre. En esta acción de gracias que se lleva a cabo en el milagro, se ve una intención de dar ya gracias al Padre por su propia resurrección, de la que la resurrección de Lázaro es un signo precursor. Así se afirma la intención de Jesús de incluir en su acción de gracias al Padre toda su misión terrena, hasta su consumación en el más allá por medio de la resurrección. Más aún, es una acción de gracias la que caracteriza al gran sacramento que va a dejar a sus discípulos, el de su cuerpo y sangre ofrecidos por la salvación del mundo y dados en alimento y bebida. En este don que va a animar toda la vida de la Iglesia y que tendrá una importancia esencial en la existencia de cada cristiano, quiere reconocer ante todo un beneficio del Padre, fuente de gratitud. El término ‘ eucaristía’ nos recuerda sin cesar el impulso de acción de gracias de Jesucristo, que quiere arrastrar a la humanidad hacia el Padre. Toda celebración eucarística dirigida a laconsiste bondad en del primer Padre. lugar en una acción de gracias
2. Cf., Ib.y7880.
CSUfTsu ejemplo Jesús nos hace comprender el valor de todas las muestras de gratitud que debemos al Padre en el curso ordinario de nuestra vida. El clima de acción de gracias está pidiendo un desarrollo. Es necesario en la orientación filial que debe tomar la existencia cristiana para permanecer en la verdad. Sabernos por experiencia que no resulta fácil vivir en este clima. Muchas personas hacen oír sus quejas, manifiestan sus rencores o expresan su descontento. Muchos, lejos de alabar y de dar gracias al Padre, lo acusan y multiplican sus reproches contra él. Esta actitud negativa es contagiosa. Importa resistir a ella robusteciendo la fe en la benevolencia y solicitud del Padre. Importa concretamente que cada uno se dé más cuenta de los beneficios que recibe del Padre y que se esfuerce en responder a ellos con su agradecimiento. El Padre sufre por la ingratitud de aquellos a los que ama como hijos; se alegra de su actitud agradecida. Como le gusta compartir su gozo, los que elevan hasta él su acción de gracias experimentan en sí mismos el eco de su gozo divino. Mientras que el clima de crítica y malestar es duro de soportar, la acción de gracias favorece la generosidad y el gozo.
2. L a
fi esta
P adre
d el
Ausencia sorprendente de una fiesta del Padre Hasta el presente, en el ciclo litúrgico no existe una fiestas del Padre3. Pero podemos preguntarnos si el culto al Padre no exigirá esta fiesta, para ser plenamente celebrado. ¿No deberían los cristianos venerar a su Padre con una fiesta? Es sorprendente que nunca se haya intentado celebrar una fiesta semejante. El Padre es el único de las tres personas divinas que no ytiene una fiesta particular. Celebramos a Cristo enespecial varias fiestas el Espíritu Santo es objeto de una veneración 3. Cf. J. G alot
,
Féter le Pire, Mame, Paris 1993, 912.
el día de Pentecostés. La virgen María es venerada igualmente por varios títulos en distintas fiestas. Los ángeles y numerosos santos tienen su día de fiesta. Pero el Padre, primer soberano del tiempo, no ha encontrado sitio en el desarrollo del ciclo litúrgico. Algunos intentan justificar esta ausencia de fiesta observando que el Padre es venerado continuamente en la liturgia y que en realidad se le celebra todos los días del año. Pero este homenaje habitual no suple la ausencia de una fiesta reservada a su persona. Cristo y el Espíritu Santo son igualmente venerados durante todo el año; sin embargo, tienen asignados unos días concretos para su celebración . Para ser completo, el culto al Padre debería contar con un día de fiesta en el que pudiera expresarse el homenaje filial de los cristianos. Se ha invocado otro motivo contra el establecimiento de esta fiesta: no conviene introducir una celebración de la persona divina del Padre. La liturgia, se subraya, conmemora los acontecimientos de la salvación: así, se venera a Cristo en su nacimiento y en su resurrección; y se celebra al Espíritu en su venida de Pentecostés. El Padre no está ligado a ningún acontecimiento particular; en su eternidad no tendría derecho a una fiesta. A esta objeción conviene responder ante todo precisando lo que está destinada a celebrar una fiesta litúrgica del Padre: no ya al Padre en su eternidad, sino al Padre comprometido en la obra redentora. Se trata de celebrar al que llamamos Padre nuestro. Por otra parte, hay fiestas litúrgicas que no están ligadas a ningún acontecimiento especial de las obra de la salvación. El caso más patente es el de la fiesta de la Santísimo Trinidad. Hay que subrayar ante todo que el Padre no puede ser considerado aparte ni por encima del ciclo litúrgico. Es él el que ha dirigido todos los acontecimientos de la salvación; entregando a su Hijo y enviando al Espíritu Santo, procura a los hombres su liberación y su acceso a la vida divina. Él es el primer implicado en los hechos que se conmemoran en la liturgia.
Hay aquí una paradoja: el que tomó la iniciativa de la obra de la savación y el que la condujo a buen término no tiene derecho a un día de fiesta en la conmemoración de esta obra. Las objeciones contra el establecimiento de una fiesta del Padre que hemos mencionado se formularon a lo largo de ciertos debates anteriores sobre la oportunidad de esta fiesta. En Francia y en España, en algunos lugares, se celebraba una fiesta del Padre eterno en el siglo XVII. En 1684 se trasmitió una petición del rey de España Carlos II para obtener un misa particular en honor del Padre , pero esta petición no fue acogida. Las razones invocadas contra esta petición no parece que tengan mucho valor. Tampoco puede olvidarse que la fiesta del Sagrado Corazón fue objeto, por este mismo período, de una petición análoga, que fue rechazada, pero que luego la presentación de una nueva petición obtuvo la instauración de esta fiesta*. Sin recoger aquí los detalles de la discusión, queremos mencionar los motivos por los que sería de desear un fiesta del Padre tanto para la liturgia como para el desarrollo de la vida cristiana.
La fiesta, expresión de la adhesión filial al Padre El primero de los motivos en favor de la fiesta del Padre es la intención del mismo Jesús. Es verdad que Jesús no se pronunció expresamente sobre este punto. Pero nos deja descubrir una intención que va en este sentido cuando enseña a sus discípulos una oración que comienza con la invocación “Abba” . De este modo quiere comunicarles su impulso hacia el Padre, exhortar a los discípulos a considerar verdaderamente al Padre del cielo como su verdadero Padre, en un clima de familiaridad. Sabemos que esta exhortación fue comprendida por algunos, ya que el “Abba” se pronunciaba con entusiasmo en la comunidad primitiva. Pues bien, estas relaciones de familiaridad con el Padre están pidiendo expresarse no sólo de una manera habitual
4. Sobre estas peticiones, cf. Ib.>67105
a lo largo del año, sino en la celebración de un día de fiesta en honor de Aquel a quien llamamos “Abba”. Este deseo de un día de fiesta especial se ha realizado en la sociedad civil para los padres humanos en general. Hay una fiesta de los padres, como hay una fiesta de las madres. Los corazones humanos han sentido esta necesidad y han querido honrar la paternidad y la maternidad en aquellos y aquellas que les mostraban su afecto y su solicitud. ¿No sentirá esta misma necesidad el corazón del cristiano, entusiasmado de su relación filial con el Padre? Y si hay una fiesta de los padres y una fiesta de las madres, ¿no deberá existir un fiesta en honor de Aquel que es el srcen de toda paternidad y de toda maternidad? Las fiestas de los padres y de las madres exigen completarse con la fiesta del Padre. ¿No merece el Padre ser celebrado más que todos aquellos que se llaman padres o madres?
Fiesta de la paternidad y de la maternidad Conviene subrayar que la fiesta del Padre tendría una gran importancia para valoraciónmás de cruciales la paternidad y de la maternidad. Uno de loslaproblemas que se plantea para el desarrollo de las familias cristianas es el de la fecundidad. Pues bien, este problema no puede recibir una respuesta adecuada más que a la luz de la fecundidad del Padre. Es el Padre el que confiere la más alta nobleza a la paternidad y a la maternidad. Parece entonces que, lejos de ser la celebración de un misterio que no tendría consecuencias concretas para la vida humana, la fiesta del Padre podría aportar un estímulo esencial al compromiso de la paternidad y de la maternidad; favorecería la formación de las familias y ofrecería la ocasión para tomar conciencia de nuevo de las tareas educativas confiadas al padre y a la madre. Por otra parte, sería igualmente capaz de afianzar la estima de la paternidad espiritual y de la maternidad espiritual que se realizan fuera de la familia, en el marco de la vida consagrada o en la dedicación a las tareas sociales.
En efecto, el Padre es el modelo de la fecundidad espiritual; incluso para las familias es esta fecundidad la que permite a la paternidad y a la maternidad realizarse plenamente. A los que sintieran la tentación de objetar que muchos niños sufren de la ausencia de cariño y abnegación de sus padres, sobre todo de su padre, y les cuesta por tanto admitir una imagen ideal del Padre, se les puede responder que esta fiesta podría ayudarles a comprender que el Padre celestial les tiene un amor auténtico, que nunca les fallará y que suplirá las insuficiencias que experimentan profundamente en el clima familiar. Esta fiesta les recordaría que hay realmente un Padre ideal, de una bonda d perfecta, a quien todo s pueden recurrir.
La fiesta en el marco litúrgico El desarrollo del ciclo litúrgico exige la instauración de una fiesta en honor de Aquel que está en el srcen de toda la obra de la salvación. Ya hemos subrayado la paradoja que constituía la ausencia de una fiesta en honor de Aquel que es el primer artífice de todo el misterio celebrado por la liturgia. Añadamos por otra parte que el Padre es a la vez su srcen y su último término. Este término es el que indicó san Pablo, que había presentado igualmente al Padre como el autor de nuestra predestinación a la filiación adoptiva en Cristo: «Después tendrá lugar el fin, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre» (1 Cor 15,24). La fiesta del Padre se inscribirá en el movimiento por el que Cristo nos arrastra hacia el Padre como meta final de nuestra existencia. O más exactamente, seguirá el doble movimiento que resume la vida de Jesús, el movimiento del srcen y el movimiento del fin: «Salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo para del volver al nos Padre» (Jn 16,28). La fiesta Padre llevaría a admirar al Padre en su obra, contemplándolo como el principio de todo. Nos invitaría al mismo tiempo a tomar conciencia más vivamente de la dirección de nuestra vida: todos caminamos hacia la casa del Padre.
Para elegir una fecha, podría tenerse en cuenta la que habían propuesto en España, en el siglo XVII, las Congregaciones del Padre eterno: el quinto domingo después de Pascua\ El primer motivo de esta elección, que son las palabras de Jesús sobre el Padre y sobre su disponibilidad para escuchar nuestras plegarias, que se recogían en el evangelio de la misa de ese domingo, no puede ser decisivo, dado que la instauración de esta fiesta supondría la elección de un evangelio más apropiado. Otro motivo elección es más digno de atención: la articulación de de unaesta serie de fiestas en un conjunto bien ordenado. En efecto, tras la fiesta del Padre, celebrada ese domingo, vendrían la fiesta de Cristo en el misterio de la Ascensión, la fiesta del Espíritu Santo en Pentecostés y finalmente la fiesta de la Trinidad. De esta manera, la fiesta del Padre celestial después de la resurrección de Cristo se situaría en una fecha que contribuiría a mostrar que el Padre se encuentra al final de toda la obra redentora. Mas por otra parte, si se celebrase antes de las fiestas de Cristo subido al cielo, del Espíritu Santo y de la Trinidad, recordaría oportunamente que el Padre está en el srcen de toda la implicación trinitaria en la obra de la salvación. Al elegir esta fecha, las Congregaciones del Padre eterno atestiguaban que su preocupación no era la de celebrar la eternidad del Padre, sino al Padre dispuesto a escuchar nuestras oraciones y comprometido en la obra de la redención. Este Padre, el Padre de Jesús convertido en nuestro Padre, es al que debería venerar la liturgia con una fiesta.
Valor ecuménico Más allá del marco litúrgico de la Iglesia católica, conviene además llamar la atención sobre el alcance ecuménico que puede adquirir la fiesta del Padre. En las reuniones ecuménicas se aprecia y se reza particularmente la oración del Padrenuestro; las reuniones se llevan a cabo en torno al Padre, en relación con 5. Cf. Ib.,116, n.l.
la afirmación de san Pablo sobre la unidad de los cristianos: «Uno solo es el Cuerpo y uno solo es el Espíritu, como también es una la esperanza que encierra la vocación a la que habéis sido llamados. Hay un solo Señor, una fe, un bautismo; un Dios que es Padre de todos, que está sobre todos, actúa en todos y habita en todos» (Ef 4,46). La existencia de un único Padre constituye un fundamento primordial de unión y una invitación a superar todas las divisiones. Más allá de las fronteras de la religión cristiana, la apertura universal del amor del Padre, que nos podría recordar esta fiesta, sería un signo dirigido a todos los hombres de todas las religiones. Esta fiesta h^bía resonar una llamada a descubrir el amor misterioso del Padre que gobierna el universo y el destino de cada ser humano.
1. Cristo estableció un culto nuevo, destinado a sustituir el culto que rendían los judíos en el templo; este cidto consiste en la adoración al Padre en espíritu y en verdad. Es un cidto esencialmentefilial\ como muestraJesús: se trata de adorar al Padre que espera verdaderos adoradores. La verdadera adoración resul-
ta de una acción interior y requiere una conducta en conformidad condel la Espíritu voluntadSanto del Padre. 2. El culto se dirige al Padrepara la alabanza y la acción de gracias, como hizo Jesús. Si en la antigua alianza se había expresado ya la alabanza con entusiasmo, la obra realizada por Cristo merece una alabanza mucho mayor: el Padre nos ha hecho el regalo supremo al enviarnos a su Hijo. A esta alabanza se une un profundo sentimiento de acción degracias: el Padre tiene derecho a recibir nuestra gratitud por la abundancia de sus dones. Cristo es el modelo de la acción de gracias en la institución de la eucaristía. 3. Es sorprendente que, en el ciclo litúrgico, el culto al Padre no haya suscitado la instauración de unafiesta propia del Padre. El Padre es la únicapersona divina que no tiene unafiesta particular. Parece ser que no se ha desarrollado aún suficientemente la concienciafilial de los cristianos. 4. Sin embargo, el Padre está en el srcen de toda la obra de salvación que conmemora la liturgia y continúa presidiéndola. Unafiesta reservadapara él seria la manifestaciónmás notable del homenaje filial de los cristianos. Llamaría la atención sobre elpapel del Padre en nuestro destino. Tendría igualmente un valor ecuménico. En efecto, los contactos ecuménicos encuentran en el Padrenuestro una oración que repara la unidad de los hermanos separados.