I. QUIÉN QUIÉN ES LA LA PER PERSON SONA A
1. Atrév Atrévete ete a esculpir esculpir tu propia propia estatua estatua La gran obra de nuestra vida es nuestra propia persona. No lo es todo aquello que podamos crear, aquellas experiencias que podamos vivir, aquellos encuentros que podamos realizar. realizar. Y mucho menos aquello que logremos disfrutar o tener. Pero si bien mi propia persona es la gran obra de mi vida, no es ella su fin, porque la persona es constitutivamente llamada. Ella no es su argumento sino que su vida es llamada a realizar un sentido, unos valores, unas posibilidades. La vida de la persona es llamada y su responsabilidad es la respuesta. En efecto: la persona no es el fin de sí misma: no está clausurada en sí, ni en su exclusiva felicidad. Su final está más allá de ella. Tanto es así que la persona se construye como tal en la medida en que se descentre, en que su vida sea desvivirse por otros en la realización de un horizonte de sentido. La vida de la persona es realización de un sentido que va descubriendo y que está más allá de sí. Pero esto no es una hipótesis ni una teoría: es una experiencia de toda persona. Toda Toda persona se percibe a sí misma como siendo alguien (y no una cosa o un mero individuo individuo más). más). Y somos alguien alguien en la medida medida en en que actuamos como alguien en la realización de la obra que somos, de la llamada que somos. En este sentido somos actividad, fuerza, creatividad. Somos «energeia»: actividad.
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Pero somos energeia en la medida en que vamos haciendo emerger toda la riqueza que hay en nosotros o vamos haciendo fructificar toda la riqueza que vamos adquiriendo a lo largo de la vida: somos un conjunto de capacidades. Somos dínamis: potencialidad. Nuestra propia identidad, lo que somos cada uno, se manifiesta en una constelación de capacidades, físicas y psíquicas. Así, nuestras capacidades son lingüísticas y comunicativas, destrezas manuales, intelectuales y abstractivas, capacidades de relación, capacidades afectivas (capacidad de apertura, de llegar al otro, de amabilidad, de ternura, generosidad, perdón, tolerancia, conocer las propios afectos, saber expresarlos, saber controlarlos, saber conocer los afectos ajenos, saber resolver conflictos...), capacidades de acción (capacidad de organizar, gestionar, estructurar, gobernar), capacidades artísticas (plásticas, musicales, corporales, visuales), capacidades físicas y psicomotoras, capacidades fisiológicas, capacidades morales o de gestionar la propia vida, Pero también somos cuerpo, un temperamento, lo que nos ha dado la educación, el entorno personal, unas personas significativas. Ante todo, somos porque hemos sido amados. Por tanto, en primer lugar, somos don. Recibimos un material en bruto. Pero luego cada uno tiene que esculpir su propia estatua: cada uno tiene que acrecentar sus conocimientos, adquirir dominio de sí, prudencia, fortaleza, templanza, humor, amabilidad, generosidad, magnanimidad. Por esto el resultado final depende de lo que uno hace con lo que ha recibido y no tanto de lo que ha recibido. No somos lo que señalan estos estos dones, posibilidades y capacidades recibidos sino lo que permiten estos dones, posibilidades y capacidades: somos lo que queremos ser en función de lo que estamos llamados a ser y podemos ser.
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Pero no sólo somos creatividad, actividad, potencia, capacidad. También somos finitud, limitación. Nuestras fuerzas y capacidades son limitadas. Nuestro tiempo es limitado (lo cual no debe ser motivo de angustia sino de tomar conciencia de la responsabilidad ante cada opción, ante cada momento de nuestra vida). Somos homo sapiens y homo faber pero también homo patiens: hombres sufrientes. Cargamos con la culpabilidad, con el sufrimie sufrimiento nto y con la muerte. muerte. Y siendo esto esto nuestra limitación, también supone un reto: el reto de realizarnos en el sufrimiento, trocando el sufrimiento en tarea personal, la culpa en ocasión de crecimiento y conversión, la muerte en toma de conciencia de la fugacidad del propio tiempo, de que cada día es único, de que cada ocasión es irrepetible. El gran reto de la persona no es, por tanto, el ilustrado «atrévete a saber», ni el hedonista «atrévete a disfrutar». Ni el economicista «atrévete a tener». El gran reto que se me presenta como persona es «atrévete a esculpir tu propia estatua».
2. Persona es aquél que no es cosa Cualquier persona es indefinible porque sólo se pueden definir las cosas y la persona es justo aquello que no es una cosa ni puede ser tratada como tal. Somos un «quien», no un qué. No somos algo etiquetable que podamos decir de una vez para siempre que es. Pero esto no significa que no podamos acercarnos descriptivamente a decir quienes quienes somos. somos. Y para ello ello vamos vamos a intentar partir precisamente del hecho de que la persona es lo que no es una cosa, un mero objeto. Si aceptamos esto, podemos aceptar también que la persona:
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– Nun Nunca ca puede puede ser ser utiliz utilizada ada, nunca puede ser un medio sino sino un fin en sí. Y esto significa significa que que la persona persona tiene una dignidad y merece un respeto absoluto al margen de su edad, condición, coeficiente intelectual, género e, incluso, actuación moral. Tanto Teresa de Calcuta como Hitler tienen la misma dignidad personal, aunque no la misma dignidad moral. Como personas son igualmente respetables pero moralmente la segunda es reprobable reprobable.. Y es que toda persona persona es dueña de su vida. Precisamente en este «ser suya» radica su dignidad. Por eso no debe ser tratada como cosa. – Que la perso persona na es una una realidad realidad que que es suya suya no significa que lo sea en plenitud desde el primer momento: lo va adquiriendo libremente, mediante el dominio de sí, por la integración progresiva de todas sus dimensiones. – Que la person personaa no sea cosa cosa signific significaa que tiene tiene un valor absoluto y, por tanto, la persona es la fuente de todo valor. Esto no significa que la persona sea el Absoluto, sino que tiene valor en sí, un valor absoluto, respecto de cualquier otra realidad material o social y que jamás puede ser considerada como parte de un todo. – Que la persona persona sea justo justo lo que no no es cosa cosa implica que, frente a lo ya acabado o construido, la persona es un ser inacabado. Tiene que construirse: siempre puede crecer, mejorar, dar-de-sí (o empeorar y degradarse). Por tanto, no es conceptuable, etiquetable, no es sometible a categorías cerradas y definitivas. Conceptuar a una persona o etiquetarla, llamándole, por ejemplo, «vago», «inútil», drogadicta» resulta una gran in justicia porque supone cosificarla, clasificarla, no admitir que pueda cambiar. Por eso, hay que tratar a
las personas no como son sino como quisiéramos que fuesen, no por lo que son sino por lo que están llamadas a ser.
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En efecto, de las cosas ya sabemos qué son y para qué son. Pero las personas somos un quien, y estamos en continua autocreación. De la persona no está escrito quién va a ser. ser. Y aunque de hecho hecho está condicionacondicionada por su propia biografía anterior, por sus circunstancias, por su estructura genética, su familia, su educación, situación económica, etc., nunca está determinada y le queda siempre la responsabilidad última sobre su futuro. Justo aquello que le condiciona (su cuerpo, su temperamento, su educación) es precisamente lo que le posibilita como persona. Por eso, la persona tiene que decidir quién quiere ser. La persona es una tarea para sí misma. Cada persona es, en palabras de Plotino, responsable de «esculpir su propia estatua», de construir su personalidad, biografía y modos de relación. Y, Y, en todo t odo caso, lo l o que esto significa es que para que emerja la persona en plenitud, no basta con esperar de brazos cruzados: la persona tiene que for jarse a sí misma (a partir, eso sí, de lo que ha recibido). De modo que la persona, siendo lo que es, es también lo que está llamada a ser. Desde esta perspectiva es desde donde cobra todo su sentido el imperativo de Píndaro: «llega a ser lo que eres» o, mucho más preciso y personal, el imperativo de Fichte: «llega a ser quien eres». eres». Y ¿quién es este este que quiero quiero ser?: «el tú diferenciado personal e irrepetible que llevas dentro y que merece ser plenificado y perfeccionado. Uno se hace más humano si asume el deber de llegar a ser el que podría ser»1. Sin embargo, esto no significa que seamos autosuficientes. La persona tiene que hacer su vida pero apoyada, sobre todo, en las otras personas. Los otros son lo que permiten, posibilitan e impulsan a la persona a 1. Díaz, Carlos: Las claves de los valores. Eiunsa, Madrid, 2001.
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ser quien está llamada a ser. ser. Y cada uno crece, además, además, en la medida en que ayuda a otros a ser quienes están llamados a ser. Frente a las cosas que son realidades cerradas en sí, es la persona una realidad abierta: a sí misma, a las cosas, a las demás personas y a la Persona. Pero no sólo está abierto a, sino lanzado y orientado hacia aquello a lo que está abierto. La persona es, por ello, diálogo: ser «yo» es una forma abreviada de decir ser «yo y tú». La persona es un ser necesariam necesariamente ente comunitario (aunque no se agote ni se pueda disolver en lo comunitario o social). La persona, como ser individual, es una unidad inescindible. Esto significa que no es un miembro miembro de una clase sino plena singularidad, insustituible, irremplazable y única: ningún otro puede vivir, ni querer, ni sentir,, ni morir por mí mismo. Cada persona es una nosentir vedad absoluta. La persona es aquel ser que puede decidir quién quiere ser más allá de sus limitaciones biológicas, psíquicas o sociales. De esta manera, el ser humano es aquel que es capaz de construir su propia realidad. No a partir de la nada, sino justo sobre aquellas dimensiones que condicionan la realidad personal, porque lo que le condiciona es también lo que le posibilita. La propia persona es deseo de Absoluto, nostalgia de Absoluto. Frente a la cosa, que es mera facticidad, la persona es inquietud radical, y esta inquietud es búsbú squeda de Absoluto. Búsqueda que comienza en su propio interior. Lo que nos acerca al Absoluto no es la inteligencia sino la experiencia de la propia existencia como anhelo. anhelo. Y la persona persona es deseo, deseo, porque siendo siendo lo fundante, es decir, lo más íntimo, es también lo más trascendente trasce ndente.. Es un ‘Tú’ íntimo y, y, a la vez, lo radicalmente otro.
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La persona es un ser paradójico: es un absoluto, pero necesita de las demás personas; es corporal, pero trasciende lo corporal; es algo existente, pero está en construcción; es algo clausurado en sí, pero abierto; es suyo, pero tiene que ir autoposeyéndose; posee una intimidad única que debe construir y llevar a plenitud, pero sólo se realiza saliendo de sí y viviendo la comunidad; es libre para optar por su unificación y plenitud, pero puede optar por su desintegración y empobrecimiento; hace el mal que no quiere y no hace el bien que quiere, etc. Así las cosas, la persona es un ser permanentemente en conflicto, en tensión. Lo cual es justo lo que le hace crecer: únicamente no está en conflicto quien se ha anestesiado, quien se ha dormido.
3. Los dinamismos de la persona Mientras que a las realidades físicas sólo las podemos conocer a través de sus fenómenos externos, a la persona la podemos conocer «por propia experiencia» y por experiencia interna. Podemos «comprender» en carne propia lo que es una persona. Podemos tratar de entender a qué responden sus más íntimos anhelos, qué es lo que la persona realmente quiere. Por otra parte, la observación del ámbito físico nos ofrece cómo las cosas actúan de hecho. Pero la investigación antropológica, o la más común reflexión sobre mi experiencia de ser persona, nos ofrece no sólo cómo de hecho suceden las cosas en las personas (cuestión que sería objeto del análisis sociológico) sino como están llamadas a ser. ser. Más allá de la mera facticidad, podemos entender a qué «ley interna» responden los avatares de las personas. No se trata de decir cómo de hecho las personas se comportan o cuáles son los mo-
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tivos concretos por los cuales se deciden a obrar, sino qué es realmente lo que, en el fondo, mueve a las personas a actuar actuar y a ser. ser. Y para poder poder mirar a los demás demás empecemos haciendo el ejercicio de mirar hacia nosotros. Pero para ello, más allá de teorías, necesitamos asomarnos al acontecimiento de nuestra propia realidad personal, a nuestra propia experiencia: el Acontecimiento será nuestro maestro. Pues bien, desde una experiencia elemental e inmei nmediata, somos capaces de llevar a cabo varias constataciones: La persona está llamada a la plenitud, existe en ella un deseo de plenitud; por otra parte, esta plenitud sólo es posible en la apertura y el encuentro con los otros; en tercer lugar, se descubre un sentido radical, global, que puede orientar la vida de la persona en su hacerse plena. 3.1. La persona es deseo de plenitud La esencia de la persona es dinámica y el dinamismo más íntimo de la persona es el de crecer hacia su plenitud, dar-de-sí, aspiración a existir en plenitud o voluntad de ser. La persona es enérgeia que sólo tiene su cumplimiento en su plenitud, en ir a más sin medida. Hay en toda persona un deseo más allá de todos sus deseos: el de alcanzar su plenitud. Más allá de los deseos particulares, de los deseos naturales y los promovidos socialmente, la persona tiene un deseo: el deseo de plenitud, de algo más grande, de ir más allá de sí misma y sobrep sobrepasarse asarse.. Y este deseo deseo se desea desea aún sin sin tener clara conciencia de él. Prueba de ello es que toda persona aspira siempre a más y que resulta difícil que alguien esté ya conforme con lo conseguido en algún ámbito de su vida. Quien tiene amigos quiere serlo de
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más, quien tiene dinero quiere más, quien sabe quiere saber más y quien se domina quiere dominarse más. Por otra parte, es experiencia de todos que la satisfacción de los deseos nunca calma el deseo. Los deseos cotidianos son como el horizonte: cuanto más nos acercamos acerc amos a él, él, éste se se aleja más. más. Y lo que creíamo creíamoss que nos iba a colmar (un viaje, un objeto, una posesión, un reconocimiento, un aplauso o un poder) al cabo nos deja más insatisfechos de lo que estábamos. Por eso, el deseo radical del que hablamos «nace por encima de todo lo que le pueda faltar o satisfacerle»2. En realidad, sucede que la persona misma es deseo. Por eso nunca puede ser quietud: el deseo es inquietud, pregunta, es búsqueda. Lanza a la persona a la búsqueda de aquello que le puede dar un sentido. Por otra parte, este deseo de plenitud lo es de equilibrio pleno, de unificación plena. Se trata del deseo de vivir unificada y equilibradamente todas sus dimensiones: corporal, intelectual, afectiva y volitiva. De vivir unificadamente el cultivo de su intimidad con el de la realización de su apertura mediante el encuentro. De esta manera, este deseo de plenitud se concretará para cada persona en una orientación esencial en su vida. No es su realización lo que en última instancia busca la persona. La búsqueda ciega de realización y éxito suele dar lugar al estrés o a comportamientos obsesivos y compulsivos en el ámbito laboral. Por otra parte, «las personas que buscan la autorrealización directamente, separada de una misión en la vida, de hecho no la logran3. En realidad la realización de la per2. Lévinas, Emmanuel: Humanismo del Otro Hombre. Caparrós, Madrid 1993, p. 42. 3. A.H. Maslow: Comments on Dr. Frankl's Papers, en A.J. Sutich y M.A. Vich (dir): Readings in Humanistic Psychology. Free Press, Nueva York, 1969.
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sona no es meta sino consecuencia: «el hombre, en último término, puede realizarse sólo en la medida en que logra la plenitud de un sentido en el mundo». La autorrealización es un efecto espontáneo, resultado de la realización de valores y cumplimiento de un sentido, de su propia vida en tanto que llamada. Sólo es existencia plenamente humana la que se trasciende a sí misma. Si busca directamente su realización, está llamada al fracaso. Por lo mismo, «lo que el ser humano quiere realmente no es la felicidad en sí, sino un fundamento para ser feliz»4. «La felicidad no sólo es el resultado del cumplimiento o realización del sentido, sino también, de manera más general, el efecto indirecto de la autotrascendencia»5. En efecto, la felicidad y el placer son esquivos si se procuran por sí mismos dando lugar a diversas neurosis. La clave de la felicidad está, por tanto, en no buscarla por sí, en no buscarse a sí como meta sino en vivir hacia algo o alguien con olvido de sí 6. La vida sólo se vuelve sobre sí cuando ha fracasado o ha frustrado la búsqueda de sentido. Pero aunque la persona percibe o experimenta, más o menos conscientemente, este deseo, también percibe una carencia, una privación. Se da cuenta de lo que no es, de lo que le falta, de sus limitaciones, de sus impotencias, de que hace el mal que no quiere y no hace el bien que quiere hacer. hacer. Por eso, su vida es inquietud y dolor: percibe la distancia entre lo que es y lo que está llamada a ser. ser. Sin embargo, la inquietud, el dolor o tristeza no son la última palabra: el deseo trae t rae consigo una promesa de plenitud. Por eso, la persona es esperanza 4. Frankl, Viktor: El hombre dolient e. e. Herder, Barcelona 1994 p. 11. 5. Frankl, Viktor: La voluntad de sentido cit. p. 245. 6. Frankl, Viktor: El hombre doliente cit. p. 65.
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de plenitud. Y, Y, como tal, su vida puede ser felicidad ini ncoada, alegría 7. 3.2. El encuentro con los otros Descubrimos, en segundo lugar, que todo crecimiento hacia la plenitud sólo ocurre en el encuentro con los otros, en tanto que son impulsantes, posibilitantes y apoyo para la plenitud de la propia persona. Y en esto consiste la segunda constatación: el descubrimiento de la esencial apertura a los otros y al compromiso con ellos. Nadie es creativo y crece si no se siente cautivado por un valor, un ideal, o, sobre todo, por alguien que le lance más allá de sí, engrandeciéndole. En realidad, todo valor y todo ideal siempre son recibidos de alguien alguien en quien se cree cree y al que se ama. Y nadie puede ir a más si no es apoyado en otros. Desde lo íntimo se descubre la necesidad de la relación con los demás como esencial (de hecho, nadie comienza a ser yo sino a ser yo-tú). Para el crecimiento de la persona, el dinamismo de ir a más se abre y modula en función de aquel con quien ocurre el encuentro. En todo caso, se descubre que no cabe ponerse en marcha hacia la propia plenitud si no es a través de la relación. La experiencia del otro como imprescindible para que yo llegue a ser yo es tan primigenia como la l a tendencia a la plenitud. 3.3. El sentido existencial Lo tercero que constatamos es que la propia vida, y cada circunstancia dentro de ella tienen un sentido, tienen siempre un para qué que se puede descubrir. descubrir. La tarea de la vida es descubrirlo y, luego, comprometerse 7. Cfr. Domínguez Prieto, Xosé Manuel: Sobre a alegría. Espiral Maior,, A Coruña 1995. Maior 1995.
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con él. El sentido es la respuesta al deseo. «El deseo es el movimiento fundamental, la pura manifestación de la pasión, la orientación absoluta»8. Se trata de un horizonte de valores, de un para qué, que cada uno tiene que descubrir. Para realizar su plenitud, la persona ha de encontrar un horizonte hacia el que oriente su crecimiento. Lo que desea la persona, más allá del placer, placer, la riqueza, el poder, es un sentido desde el que poder caminar hacia su plenitud. Pues bien: el sentido es aquella orientación, aquel «para qué» que se descubre como camino para ir más allá de uno, para ir de uno mismo al otro, hacia la plenitud, hacia la radical superación en uno mismo. 3.3.1. El sentido es la respuesta a los dones recibidos Reconocer lo recibido, y responder agradecido, es lo que hace a la persona creativa, lo que permite extraer lo mejor de ella misma. Es el resultado de acoger las posibilidades posibili dades más posibilitant posibilitantes es y realizarlas. realizarlas. Y esto es fuente de crecim crecimiento iento y de alegría, alegría, de dar de sí. Y esto es así porque la persona es respuesta a la llamada en la que cada uno consiste. Lo que cada uno es constituye llamada para la vida como respuesta. Esto significa que la llamada supone haber sido amado: soy amado luego existo9. Y por el amor amor he sido llamado llamado a ser y a ser yo. yo. Por tanto, mi vida es la alegre respuesta a ser quien estoy llamado a ser10. 8. Levinas, Emmanuel: Humanismo del Otro Hombre. Caparrós, Madrid 1993, p. 43. 9. Cfr. Díaz, Carlos: Soy amado, luego existo. Desclée de Brouwer, Brou wer, Bilbao 1999. Volumen I: Yo y tú. 10. Sobre la vida de la persona como respuesta a la llamada se puede consultar Chrétien, Jean-Louis: La llamada y la respuesta. Caparrós, Madrid, 1997.
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Pero este sentido nunca procede de las necesidades, de la atención de la persona sobre sí, sino de una experiencia de sobrepasamiento. Es un sentido personal (por tanto, subjetual) pero no subjetivo, es decir, no depende de la imaginación, o de la voluntad o de la inteligencia personal. 3.3.2. El sentido se puede descubrir: no se inventa Lo que hay que inventar es el modo en que el proyecto vital responde a ese sentido, es decir, la manera en que llevo a cabo en mi vida aquello que he descubierto como valioso, como iluminador del resto de mi vida. Pero sólo es posible desde el descubrimiento de la propia vocación, del signo personal que orienta acerca de quién está llamada a ser cada persona y cómo serlo en cada situación. 3.3.3. El sentido tensa la vida No es eliminando tensiones y responsabilidades sino aumentándolas y asumiéndolas como la persona se fortalece y crece. Decíamos que la persona es una tarea para sí misma. Pues bien, ser persona, dice Frankl, «significa hallarse permanentemente confrontado con situaciones de las que cada una es al mismo tiempo don y tarea. La tarea de una situación consiste en realizar su sentido.. Y lo que al mismo sentido mismo tiempo nos da da es la posibilidad, mediante el desempeño de dicha tarea, de realizarnos a nosotros mismos»11. La persona está así llamada a hacerse cargo de sí, responsable de sí misma.
11. Frankl, Viktor: La presencia ignorada de Dios. Herder, Barcelona 1995, p. 108.
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3.3. 3. 3.4. 4.
La tr trip iple le fue uent ntee de dell se sent ntid ido o
El sentido existencial se puede encontrar, encontrar, en una triple dirección12: – Des Desde de la cr creat eativid ividad ad , es decir, desde el ejercicio de la propia vocación, desde las propias ocupaciones y trabajos, en las tareas que se desempeñan a favor de los demás. Encontramos, pues, un sentido en toda aquella acción en la que desarrollamos nuestras potencialidades, nuestra orientación esencial de la acción, nuestras fuerzas, conquistando metas y objetivos. Todo aquello que depende de nuestra voluntad y en lo que nos expandimos. – Desde las viven vivencias cias de la apertur aperturaa a otros otros, es decir,, desde la apertura al amigo, a la pareja, a la familia, cir a la comunidad. De entre ellas, la apertura a la Persona será una fuente privilegiada de sentido. Será el Sentido del Sentido, por cuanto que es fundamentante. En general, se trata del hecho de encontrar un Sentido en toda experiencia de amor y en aquellos ámbitos en los que se produce el encuentro fructífero entre personas. – Desde la experiencia de la pasividad y el dolor. «No hay ninguna situación en la vida que realmente carezca de sentido. Esto significa que los aspectos aparentemente negativos de la existencia humana, y en especial esa tríada trágica en la que se incluyen dolor, culpa y muerte, pueden también llegar a transformarse en algo positivo cuando se afrontan con la postura y actitud correctas»13. Se trata de todo aquello que nos ocurre sin nuestra voluntad y que nos limita. Es todo aquello negativo que aparece en nuestra vida: accidentes, enfermedades, dolores, las inferioridades físicas, psí12. Cfr. Frankl, Viktor: La voluntad de sentido, cit pp. 33-38, 247ss; El hombre doliente, cit p.21, 63ss, 72-73, 249ss; El hombre en busca de sentido, cit pp. 108-113; En el principio era el sentido, cit pp. 44-45. 13. Frankl, Viktor: Ibi, p. 110.
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quicas o morales, las heridas físicas o psíquicas, los defectos agrandados más o menos voluntariamente. En una palabra: el misterio del mal. Pues bien: en el sufrimiento, en el dolor, en el mal, en la culpa y en la muerte, es posible encontrar un sentido: es posible transfigurarlo y trascenderlo, situándonos más allá de la resignación. Es posible tomar una actitud creativa y de crecimiento en las experiencias de dolor, sufrimiento, muerte o culpa. Hace falta, eso sí, trascender la situación, abrirse a un sentido que ilumine la pasividad. Y la experiencia nos muestra que crecimiento personal y alegría son también posibles en estas circunstancias (incluso, son una fuente privilegiada de crecimiento y alegría). ¿Cuántas veces una enfermedad o el cautiverio han sido decisivos en el desarrollo de lo más valioso de una persona? En estas circunstancias que no puede cambiar, la persona es aquel ser que puede «convertir un sufrimiento en un logro»14. El sufrimiento se le presenta como tarea, como una responsabilidad personal: «no hay nada en el mundo que sea tan capaz de consolar a una persona de las fatigas internas o las dificultades externas como el tener conocimiento de un deber específico, de un sentido muy concreto, no en el conjunto de su vida, sino aquí y ahora, en la situación concreta en la que se encuentra»15. De este modo, la persona puede crecer, madurar, porque el sufrimiento supone una invitación al crecimiento, a una mayor libertad interior. interior. Todo Todo depende de la actitud que se tome. to me. De esta manera, su tragedia personal se puede convertir en triunfo. Sólo hace falta adquirir la capacidad de sufrimiento16, es decir, de ir más allá de él. Por eso, «el sufrimiento hace al ser humano lúcido y al mundo diá14. Frankl, Viktor: La voluntad de sentid o, o, cit. p. 33. 15. Frankl, Viktor: En el principio era el sentido. Paidós, Barcelona 2000. p. 35. 16. Cfr. Frankl, Viktor: El hombre doliente, cit. p. 250.
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fano»17. No quiere decir esto que el sufrimiento sea necesario para encontrar sentido, sino que el sentido es posible incluso en el sufrimiento inevitable. 3.3.5. ¿Qué sucede si no se encuentra, se rechaza o se ignora el sentido? Cuando se carece de un sentido global para la vida, aparece la enfermedad psíquica más extendida: la neurosis por ausencia de sentido. Consiste en una radical frustración existencial. No se trata de una neurosis psíquica sino espiritual, que afecta a lo más íntimo de la persona. No procede de conflictos instintivos ni inconscientes, sino de una angustia espiritual. Pero, además, existen otras trágicas consecuencias. Las consecuencias constatables del vacío existencial son variadísimas: unas afectan a las actitudes ante la vida y otras son psicopatológicas. psi copatológicas. Entre las primeras destacan el hedonismo compulsivo, el conformismo, y el totalitarismo. La búsqueda compulsiva de placer es resultado de la insatisfacción existencial. Pero también es hacer lo que hacen todos como lo único que se puede hacer (conformismo) o hacer lo que hacen los demás, dejándose guiar ciegamente la persona por las directrices de la mentalidad dominante (totalitarismo). Entre las segundas, lo que denomina Frankl la «tríada neurótica»: adicciones, depresiones, agresividad.
4. La vocación 4.1. Qué es la vocación Decíamos que cada persona está llamada y orientada esencialmente a la plenitud. La vocación es el mo17. Frankl, Frankl, Viktor: Viktor: Ibi, p. 255. 255.
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do en que cada uno, de modo concreto en su vida, experimenta y realiza la llamada a la plenitud. Porque la vocación, ante todo, es vocación a ser persona en plenitud. Es esta una vocación formal que cada uno tiene que concretar mediante una respuesta concreta, mediante un proyecto. La persona se descubre a sí misma, poco a poco, como un ser que está llamado a mucho más que simplemente mantenerse en la existencia. La persona no está hecha para mantenerse en su existencia, para mantener un equilibrio homeostático, para estar tranquilo en el sillón viendo pasar la vida, sino para crecer. crecer. Y para ello debe estar en «tensión» creativa. El ser humano, para poder ser tal en plenitud, no huye de las tensiones sino que las necesita para crecer crecer.. Es justo just o la ausencia de tensión lo que le neurotiza y destruye. ¿Cómo lograr esa tensión? Desde el compromiso con el horizonte de valores descubierto, es decir, desde tareas que tengan sentido, desde situaciones que tengan sentido, desde encuentros que tengan sentido. Desde un sentido la persona es capaz de enfrentarse creativamente a las dificultades. «Considero un concepto falso y peligroso para la higiene mental dar por supuesto que lo que el hombre necesita ante todo es equilibrio o, como se denomina en biología “homeostasis”; es decir, un estado sin tensiones. Lo que el hombre realmente necesita no es vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta que le merezca la pena. Lo que precisa no es eliminar la tensión a toda costa, sino sentir la llamada de un sentido potencial que está esperando a que él lo cumpla. Cuando los arquitectos quieren apuntalar un arco que se hunde, aumentan la carga encima de él, para que sus partes se unan así con mayor firmeza. Así también, si los terapeutas quieren fortalecer la salud mental de sus pacientes, no deben tener miedo a au-
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mentar dicha carga y orientarles hacia el sentido de sus vidas»18. Desde su sentido existencial, la persona opta entre las posibilidades que se le ofrecen: estudio, encuentro con otras personas, atender a alguien, descansar, hacer deporte, formarse, dominarse, comprometerse con un grupo o en una acción voluntaria, trabajar, perdonar, hacer una compra, etc. Pero en esas posibilidades no sólo elige opciones sino que se elige a sí mismo, se decide a sí, su propia figura. En este sentido, las circunstancias y situaciones en las que se encuentra son, a la vez, un don y un deber. Son un don en tanto que posibilidad. Pero también son un deber en tanto que son posibilidades que de modo efectivo posibilitan su plenitud, en cuanto que esas posibilidades reclaman la realización del sentido. Y, realizando sus posibilidades, la persona se realiza a sí misma. La persona, por tanto, se descubre llamada a perfeccionarse. El modo concreto en el cuál descubre que puede ir perfeccionándose constituye, si quiere, la ley de su obrar, su canon biográfico. Pero que la persona esté llamada a desarrollarse en cierta manera no significa que necesariamente lo haga: media, en todo caso, una opción de su libertad. Para irse conquistando, la persona debe vencer la tendencia a la costumbre, a la pérdida continua de tensión. Debe mantener su capacidad de reacción, su exigencia de plenitud. Esta llamada se realiza desde el fondo de sí, desde lo más profundo de la persona, y se manifiesta en el entramado estrictamente personal de las potencias, cualidades, capacidades, relaciones de cada persona así como en una orientación esencial de la acción. Esta 18. El hombre en busca de sentido . Herder, Barcelona 1991, pp. 104-105.
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orientación esencial de la acción se vive como inclinación, como aspiración, como orientación personal. Porque, en efecto, cada persona aspira a ejercer lo esencial y definidor de ella misma. Es una llamada a ocupar un puesto único dentro del universo personal, que da significado pleno y último a la vida de cada persona. La búsqueda y progresiva toma de conciencia del sentido último, que va más allá de lo profesional, de los intereses, del éxito, es pieza clave en el crecimiento personal. 4.2. Crecimiento personal y vocación El crecimiento de la persona tiene que ver con la conciencia progresiva de esta orientación esencial de la acción, de esta vocación, de esta identidad propia y específica de cada uno. La persona sólo se despliega desde la toma de conciencia cienc ia de su vocación. Y esta sólo se encuentra, encuentra, como como dijimos, en un proceso de interiorización. Desde ella cabe la posibilidad de volver al exterior sin correr el peligro de quedar encerrados fuera de nosotros mismos. Por otra parte, hay que salir de la interioridad para mantener la interioridad, hay que abrirse a la comunidad para mantenerse la persona. Pero no basta con conocer los valores para crecer: hay que compr comprometerometerse con ellos. Por ello esta vocación cobra todo su sentido desde unos valores a los que la persona se adhiere. Existir es decir «sí» a esta vocación, a estos valores. Y esto comporta, comporta, muchas muchas veces, decir decir que «no»: «no»: aceptar límites, rechazar posibilidades, protestar, alejarse. Vivir es elegir. En algunos momentos de mi vida, elegir algo o a alguien supondrá automáticamente dejar otras cosas u otras compañías. Desde mi vocación elijo y desecho, afirmo posibilidades y niego otras. Edificar es sacrifi-
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desde la vocación. vocación. Desde la vocación, vocación, sócar. Y se elige desde lo desde ella, es posible renunciar, romper, decir «no», por muy desgarrador que sea, sin que suponga mutilación, porque se elige desde una plenitud incoada. Desde su orientación esencial de la acción, desde los encuentros con las personas y la Persona, la persona encuentra encuentra su sentido. sentido. Y esta búsqueda búsqueda del del para qué de la propia vida es de grandísima importancia porque su descubrimiento y ulterior experiencia:
– Unific Unificaa la vida, la or ordena, integra integra todas todas las dimensiones. La vocación, es lo que procura a la persona la unidad de su ser, una unidad presentida, nunca percibida. No es identidad abstracta, ni dada para siempre, no es evidente ni innata. Se trata de una identidad que se va sugiriendo, descubriendo, si se está en silencio a la escucha. Se experimenta a tientas, a oscuras, sin poder tener nunca la certeza de conocerla definitivamente. Es una llamada silenciosa.
– La pone en camino de plenitud y le da su pleno sentido. Hace que la vida de la persona tenga una enorme fecundidad y creatividad, – Permite que sea una persona capaz de compromisos fecundos, de asumir deberes con sentido positivo (en rehabilitación de adicciones lo primero que se busca es un sentido para la persona, es decir, armarla moralmente).
5. Condiciones para el crecimiento de la persona El crecimiento es la realización o actualización de los dinamismos esenciales de la persona. Supone una maduración de la persona, un mayor orden interno, creatividad, libertad, responsabilidad, apertura y autonomía. Mas Mas lograr esto esto es tarea para para toda la vida. vida. Y todos conocemos múltiples ejemplos de personas que,
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hasta el final, han estado esculpiendo su propia estatua: Jünger, escribiendo filosofía hasta los 100 años, Cervantes escribiendo su última novela en el lecho de muerte, Torrente habiendo dedicado la última tarde de sus ochenta y ocho años de vida a trabajar en su novela. Los ejemplos permitirían llenar más páginas que las que puede ofrecer este libro: Zubiri, Laín Entralgo, Karol Wojtyla, Wojtyla, Teresa Teresa de Calcuta, Jehudi Jehu di Menuhin, Menuhi n, Alberti, Goethe, Bach, Bernard Shaw, Viktor E. Frankl, etc. Crecerr es ser-más, Crece ser-más, es es dar-de-sí dar-de-sí.. Y esto concier concierne ne por igual a la inteligencia, a la voluntad, a la afectividad, a las relaciones personales y al cuerpo. En la medida en que todas estas instancias funcionen ordenadamente y ajustadas a la realidad, se da un crecimiento. ¿Cuáles son las condiciones para un crecimiento integral de la persona? 5.1. El autoconocimiento No basta la experiencia: hay que reflexionar sobre ella. Prueba de ello es que las personas con más «experiencias» no suelen coincidir con las personas con más madurez. Sólo reflexionando sobre mi propia vida vi da puedo llegar a conocerme y a madurar. A travé travéss del autoconocimie autoconocimiento nto y la reflexión reflexión la persona va conociendo su propio sentido vital, su orientación vital. Y esto a través de una serie serie de indicios: indicios: a través de la imagen positiva de sí, a través de sus opciones importantes, de su propio itinerario personal, a través de lo que se ve capaz, a través de las personas que le marcan (efecto espejo), de las ilusiones y aspiraciones profundas, de cuáles han sido sus experiencias gozosas. Pero también a través de lo que ven los otros de mí: esencial para mi autoconocimiento es la correc-
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ción de quien me quiere y la alabanza del sabio respecto de lo que aprecia en mí como valioso. Desde el conocimiento de mis dones y carencias se manifiestan aspiraciones, intuiciones, invitaciones interiores o imperativos para realizar determinadas acciones, a tomar opciones o actitudes. 5.2. Un ambiente personalizante y relaciones
personalizantes
La persona crece cuando vive en un ambiente personal y personalizante. Este ambiente personalizante, como veremos, tiene la estructura de comunidad . Sólo en este ámbito es posible el encuentro y el diálogo con otros. Sólo de este modo la persona se capacita capacita para una serie de actos que son los propios de la persona en su relación con los demás: – Sa Sali lirr de de sí sí , es decir, hacerse disponible para los otros, capacitarse para liberar a otros liberándose uno mismo. – Com Compr prend ender er al otr otroo, es decir, ponerse en su punto de vista. – Tomar al otr otro sobre sobre sí . – Da Dars rsee al al otr otroo, con generosidad, con gratuidad, sin medida, más allá de los instintos centrípetos. – Se Serr fiel fiel al al otr otro. 5.3. Vivir unificados desde el sentido existencial Se trata, por tanto, de vivir desde aquello que cada uno descubre como lo más valioso, desde aquello a lo que está llamado, desde su vocación. El deseo esencial que dinamiza toda persona es siempre un deseo de sentido. Así las cosas, descubre la persona que busca algo absoluto, pues nada finito, ninguna cosa, objeto, proyecto personal o colectivo, responden a su deseo, a su
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sed de sentido. Quien hace de su cuenta corriente, del fútbol, del Estado, la nación, el equipo, el grupo, la raza o sus posesiones su absoluto, introduce un desorden. Comprobamos que el culto al cuerpo produce desmoronamiento físico y psíquico, el culto al dinero, miseria; el culto al poder, la guerra. Pues bien: en general, toda idolatría atomiza y disuelve a la persona. Sólo descubrir y ejecutar el sentido existencial unifica. Todo lo demás que hay en la propia vida también puede ofrecer un sentido parcial y finito (mi trabajo, mis diversiones, mis viajes, mis pequeñas metas). Pero todo esto, si no se abre a un sentido más amplio, cierra y abisma a la persona en sí. Ideologías, técnica, ciencia, economía, deportes, nunca tienen la capacidad de proporcionar un sentido único y totalizante. Sin embargo, tienen cierta capacidad para orientar la vida, por lo que siguiendo uno de estos sentidos se puede dar la impresión de que se tiene una vida repleta, rebosante, llena, compacta y coherente: todo confluye en el seguimiento de ese sentido parcial tomado como absoluto. La libertad se compromete en este sentido. Sin embargo, la experiencia personal de quien hace esta opción es la de ser un «prisionero» de su circunstancia, a la que sirve. Trátase de un esclavo del trabajo, de su proyecto o negocio, de su idea o ideología. Esclavo voluntario, consentido, pero esclavo, sometido, alienado, cerrado a sí y a la trascendencia (aunque gire todo en torno a sus intereses). No obstante, también en estos queda siempre una raíz de anhelo de plenitud y de unidad. Pero no de plenitud reducida a un ámbito ni unidad de acción, sino plenitud y unidad personales, integrales. Intuyen que hay un abismo entre lo que quieren y lo que son capaces de querer: la llamada a la plenitud
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es inextirpable. Por este resto de deseo siempre es posible un cambio de vida. 5.4. Ejerciendo la libertad 5.4.1. Qué es la libertad La libertad como capacidad de opción y capacidad de autorrealización no es algo con lo que se nace: se trata de una conquista. Se puede ir ganando, pero también perdiendo. perdiendo. Y es así porque porque la libertad libertad es la manifestación del autodominio de la persona: en la medida en que la persona va siendo efectivamente suya, aumenta su capacidad de opción, de dominar en sus impulsos y motivos, en sus actitudes ante la adversidad y en sus afectos y, por tanto, de ser la autora de su vida. Por tanto, la libertad es una cualidad de la voluntad: La libertad es la cualidad de los actos voluntarios en tanto que pueden decidir entre diversas pretensiones, tendencias y posibilidades. No es, pues, una potencia abstracta, sino una cualidad de la voluntad que se puede ejercer y aumentar, o no ejercer y disminuir (aunque, en el peor de los casos, la persona siempre puede ejercer un mínimo de libertad: siempre puede arrepentirse y cambiar el rumbo de sus elecciones, por muy habituado que esté a no hacerlo. La atrofia de la libertad nunca lleva a su desaparición). Aún la persona más adicta posee un adarme de libertad que le permite, por lo menos, pedir ayuda a otros para comenzar a salir de sus ataduras. De todas maneras, siendo rigurosos, tenemos que decir que la libertad es un acto de toda la persona. No sólo es libre la voluntad: lo es la inteligencia, el cuerpo, la afectividad... Si una de estas instancias no es libre, no es posible una voluntad libre. Incluso cabe que
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la propia voluntad sea una esclava de la inteligencia (intelectualismo), de los afectos (sentimentalismo), de las masas sociales o de la mentalidad dominante (conformismo). 5.4.2. Cómo se ejerce la libertad Para ejercer su libertad, cada persona reorganiza las tendencias y motivos de modo que éstos serán «sus» motivos y «sus» preferencias. La libertad acontece en el dominio de sí mismo. Por ello no existe la libertad como potencia sino como modo de ser de los actos: hay actos libres. Estos actos libres no se ejercen «a pesar» de las tendencias inferiores. Es, por el contrario, un acto de determinación que la la persona persona pro produc ducee llevad llevado oa él por ciertas tendencias. Así, en un momento determinado pueden reclamar su atención una tendencia que me pide descanso tras un duro día de trabajo, pero otra a que atienda a un familiar que me necesita. Pues bien: no importa cuál de estas dos tendencias sea la más fuerte. Seré yo quien decida a qué tendencia quiero dar preponderancia. Aún más: La libertad no es algo simplemente permitido por las tendencias inferiores sino exigido por ellas. Por eso, igual que no hay voluntad al margen de las tendencias no hay libertad al margen de la naturaleza. La persona se hace libre moldeando sus tendencias naturales, es decir, adquiriendo una segunda naturaleza: adquiriendo un conjunto de virtudes Las virtudes son hábitos de comportamiento que fijan unas formas de comportamiento que hacen más libre a la persona, más dueña de sí, más liberada. Pero esta liberación no supone el abandono de lo que se libera, sino su inclusión en un proyecto creador. Así, un pianista es más libre (y creativo) por el teclado en la medida en que haya pasado muchas horas al día durante muchos
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años sometiéndose a ejercicios mecánicos y repetitivos para lograr dominar ciertos movimientos, con precisión y rapidez. Mediante estos ejercicios, el pianista adquiere hábitos de movimiento en sus dedos que le permitirán, más tarde, interpretar música con libertad. Y lo mismo podríam podríamos os decir de de un atleta atleta o un bailarín. bailarín. En todo caso, la decisión consistirá, entonces en dar vigencia a unos impulsos por encima de otros, a unos motivos sobre otros. Toda decisión supone un reajuste de las propias tendencias. Pero para que se den estos hábitos o estructuras que van liberando, que van potenciando la libertad, es necesario que la persona conozca su sentido vital, el horizonte, el para qué de su proyecto vital, su vocación. Si no hay un para qué, no surge el cómo. Del mismo modo, el pianista se somete a unos ejercicios mecánicos no por masoquismo sino para poder intepretar una fuga de Bach o una Sonata de Haendel, es decir, una realidad con sentido. En fin, para activar la libertad y ponerla en disposición de que la persona opte por lo que le plenifica, antes debe conocer su dignidad de persona y los dinamismos de la persona. Descubierto este proto-valor y los valores que dimanan de él, la persona estará en disposición de percibirlo como deber, como algo que implica su vida, confiriendo así fuerza a su decisión. 5.4.3. La libertad-de Ante todo, la libertad es libertad-de las tendencias internas y de los condicionamientos del ambiente. La persona, por su inteligencia, es capaz de tomar distancia de la realidad y poder estar por encima de sus suscitaciones. No significa esto que anule sus impulsos, suscitaciones y condicionantes naturales (como afirmaban calvinistas y otros protestantes), sino que es capaz de, sobre ellos, situarse frente a ellos. La libertad
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nunca es pura espontaneidad, pura capacidad neutra de elección (como defendían Pelagio o Sartre), sino capacidad a partir de unas coordenadas naturales en las que estamos. Pero, a partir de ellas, la persona puede optar. optar.
No somos, por tanto, lo que la vida ha hecho de nosotros sino lo que hemos hecho nosotros n osotros con lo que la vida nos ha dado. Del mismo modo que un experto pa-
trón lleva su velero por donde él quiere, haya viento a favor o en contra, la persona que se va poseyendo, tenga «viento a favor» o «en contra» lleva su vida a donde quiere. Por otra parte, constatamos que toda persona aspira a liberarse de todo lo que asfixia su desarrollo, de todo lo que impide su perfección. Y, Y, en verdad, no existe lili bertad si no libera: la libertad es, en primer lugar, capacidad de liberar y liberarse. Este ha sido y es el motor de muchas revoluciones personales y sociales. El sometimiento y la esclavitud sublevan e invitan a su superación. Sin embargo, esta libertad puede absolutizarse e instalarse la persona en una negación de todo vinculo, de todo sometimiento y dependencia, de toda relación, de toda pertenencia. Pero en este momento, esta libertad ha perdido su razón de ser. Así ha ocurrido con el neoliberalismo. 5.4.4. La libertad-para Pero con lo dicho no tenemos totalmente descrita la libertad, pues ésta no puede ser mera indefinición, mera indeterminación o espontaneidad. La libertad-de tiene un sentido, una determinada orientación: la capacitación para la realización de la persona. Además de la libertad-de, la libertad también es libertad-para la autoposesión para la autoconstrucción, para responsabilizarse de la propia vida y vivir unos valores. La libertad
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sólo es tal si es libertad para el compromiso. Es, por tanto, capacidad de preferir, de comprometerse, de adherise.. ¿A qué? A aquell herise aquello o que da sentido a la propia propia vida y a los valores que dimanan de ello. Somos libresde para poder ser libres-para. El que vive sólo para sí mengua como persona en lo afectivo, en lo intelectual. El que no se compromete con valores y con personas, queda personalmente tullido. 5.4.5. Libertad como capacidad de comprometerse con lo valioso Las cosas y las posibilidades, al presentársenos, no lo hacen de modo indiferente, sino que estimamos unas como mejores que otras (respecto de nuestra plenitud, de nuestro desarrollo). Por eso mismo, la libertad es un poder orientado a la realización de lo valioso para la persona. La persona está orientada, ob-ligada a aquello que le hace plena y feliz. Pero no está determinada a escoger lo que realmente le va a hacer crecer crecer.. He ahí el
conflicto: está orientada a lo que le hace h ace plena pero es capaz de decidir lo que desintegra a la persona. La amistad me construye, pero puedo elegir el repliegue solipsista en mí; la fidelidad a las promesas hechas o la laboriosidad me llevan a más, pero puedo optar por la infidelidad y la pereza. Además, esta adhesión, este compromiso, no sólo se puede tomar con la propia vocación, sino con otros valores, actividades o proyectos que no dimanan de esta vocación. Incluso cabe el compromiso con antivalores. Pero si esta adhesión elimina toda apertura y va contra la propia dignidad y la de otros, la persona termina siendo esclava de aquello a lo que se adhiere, lo cual termina por tomar consistencia de ídolo, de absoluto. Es la postura de la persona que se toma a sí o a sus deseos, o a su proyecto voluntarista, como medida de todas las
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cosas. O de quien se adhiere a unas ideas, o al poder, o a una empresa, o a la competitividad, la productividad, a unas siglas, o a una comunidad, como si fuesen el absoluto. En estos casos, la persona termina termin a sacrificada –y no plenificada– por aquello a lo que dice servir. En conclusión: toda opción que se hace compromete la libertad: o hace a la persona más libre, más dueña de sí, o más atada a las suscitaciones interiores o exteriores. Las opciones, si crean hábitos positivos, liberan. De lo contrario, empobrecen y esclavizan. En todo caso, gracias a la misma libertad, lib ertad, por muy comprometida que esté mediante el establecimiento de hábitos de comportamiento, siempre es posible el cambio radical de rumbo, una ruptura: la conversión o la apostasía. En estas opciones se pone en juego todo el destino, la orientación y consistencia del futuro. Poder cambiar siempre de rumbo, de orientación vital, es la prueba de que la libertad nunca está plenamente alienada ni comprometida. Siempre es posible cambiar. 5.4.6. La libertad no tiene su sentido en sí La libertad no puede ser el término de una conquista. La libertad tiene un sentido bien preciso: la capacidad de optar por la plenitud, la capacidad de realizarnos. La persona es aquel ser que desea d esea la plenitud. Este deseo nace naturalmente en él. Pero esto, que es a lo que está ligado, ob-ligado, no le obliga a actuar en determinado sentido: la persona tiene que elegir las acciones, las opciones y posibilidades que le lleven a esa plenitud. Ella es la que ha de dar libremente el paso que le conduce de lo l o que es a lo que está llamada a ser ser.. Y esto siempre siempre supone supone tomar un camino camino y dejar dejar otros, otros, una elección y muchas renuncias. Y, además, un riesgo: la persona está llamada a correr el riesgo de la libertad.
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Correr este riesgo no supone, en absoluto, quedar sin vínculos, sin ataduras. Lo que está en nuestra mano es decidir a qué queremos entregarnos. Por eso, la vida vi da de la persona termina valiendo lo que valen las fidelidades a las que se entrega. 5.5. Ejerc Ejerciendo iendo la l a responsabilidad La responsabilidad es la otra cara de la moneda de la libertad. Porque ser libres supone tener que responder de nuestros actos, de nuestras elecciones. En este sentido, el deber es la experiencia de la responsabilidad ante uno mismo, los demás y los valores que se descubren como tales. La persona crece al hacerse responsable de sí y de lo que hace, al tomar las riendas de sí. Por eso decimos que la persona es una tarea para sí misma. Pero, como es libre para hacerse y actuar actuar,, la persona es responsable de lo que haga de sí y de lo que obre. La responsabilidad supone enfrentarse creativamente a las circunstancias de la vida y asumir los propios actos y las consecuencias de los propios actos. No hacerse cargo de la propia vida ni querer comprometerse deja a la persona en situación de irresponsabilidad. Y, precisamente por no quererse hacer cargo de sí y de lo que encuentra en su vida, mira como fatalidad todo cuanto le sucede, adoptando una actitud de conformismo y sometimiento a la mentalidad dominante, de pasividad e individualismo, de relativismo e indiferencia. Cae así en la situación de desmoralización de la que hablamos al comienzo. La responsabilidad supone, por tanto, la capacidad para tomar tomar las riendas riendas de la propia vida. vida. Y esto siempre siempre es posible, se haya hecho con ella lo que se haya hecho. Se trata de asumir abiertamente méritos y errores, culpas y éxitos, sin evadirse, sin negar nada. Se es respon-
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sable, sobre sobre todo, ante ante uno mismo. mismo. Y se es responsable responsable para asumir lo hecho, y para perdonarse, y para aceptarse, y para mejorar a partir del momento actual. Quien cree que nada pueda cambiar, se conforma y acomoda, se aburguesa y pierde tensión vital. Su proyecto vital se diluye. Sólo quien se responsabiliza de sí no se conforma con lo que es y proyecta el camino hacia su plenitud.
6. ¿En qué consiste la madurez personal? Cada persona está llamada a hacer su propia vida, v ida, a construir libre y voluntariamente quien quiera ser. Pero puede hacerlo de acuerdo con su propia realidad, con lo valioso que descubre, de modo libre y racional, o dejando que sean otros u otras instancias quienes impongan a la persona sus criterios y principios. En el primer caso decimos que la persona es autónoma. En el segundo, heterónoma. La persona autónoma es la que, de modo reflexivo, actúa y elige lo mejor para crecer como persona respetando su dignidad y la ajena. Vive libre y responsablemente. La persona heterónoma es la que se deja llevar por la voluntad ajena, o por sus impulsos o por la mentalidad dominante, o por las normas, de modo acrítico e irresponsable. Lo cierto es que cuando somos niños, necesitamos que otros nos den esas pautas de actuación, que nos ayuden a ser, porque ni nuestra racionalidad ni nuestra libertad son aún maduras. Pero esta heteronomía debe ir dejando paso a la autonomía a medida que van pasando los años. De esta autonomía, autono mía, en tanto que ejercicio de la libertad-de y libertad-para depende la madu-
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rez de la persona. Pero todos nos preguntamos alguna vez en qué consiste la madurez personal. Profundicemos en ello:
6.1. ¿Por qué rasgos se caracteriza una persona autónoma? – Una persona persona autónoma autónoma está abierta abierta a sí misma, misma, por lo que es capaz de gran autoconocimiento. Es realista y se acepta como es y se quiere, aunque no se conforma con ello, sino que busca su plenitud. – Vive desde desde un sentido sentido vital: desde desde su proyecto proyecto vital y vocación. Sabe dar razón de sus ideas y opciones desde dicho dicho proyecto. proyecto. Y desde él orienta orienta su vida. En él tiene un criterio para juzgar lo que le acontece. – Vive con actitud actitud positiva, positiva, con espera esperanza nza y con humor desde su sentido existencial. – Es dueña de sí. Por su su autodisciplin autodisciplina, a, fortaleza, fortaleza, paciencia, autocontrol, es capaz de vivir desde sí para los demás. – Vive integradame integradamente nte todas sus dimensiones dimensiones (cuerpo, inteligencia, afectos, voluntad, relación con los demás). – Actúa reflexi reflexivamen vamente, te, sin precipitac precipitación, ión, sin impulsividad, eligiendo lo mejor en vistas a su crecimiento personal y el de los demás. – La persona persona se vuelve vuelve más creativ creativa, a, fecunda fecunda y efieficaz. Es cada vez más comprometida, realista, libre y responsable. – Aunque no actúa actúa dejándose dejándose llevar llevar por por los demás, demás, está comprometido con otros. Es decir, actúa desde ella, no desde lo que esperan de ella. Pero Pero sale de sí misma para ponerse en el punto de vista de los otros. – Está, por por tanto, abierta abierta a los demás demás como persopersonas, estableciendo con ellos relaciones de encuentro.
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– Está abierta abierta a la Persona Persona como como auténtica auténtica respuesrespuesta al sentido profundo de su existencia y al sentido de los acontecimientos de su vida. 6.2. ¿Por qué rasgos se caracteriza una persona
heterónoma?
– La person personaa heter heterónoma ónoma e irres irresponsab ponsable le es aquella que se deja conducir o guiar en su actuación y decisiones, sin someterlas a su propio juicio o discernimiento, y sin tomar las riendas de sí misma. – Por sus impulsos, impulsos, por por su capricho, capricho, por por sus sentisentimientos o ideas preconcebidas. – Por las normas normas y valores valores recibid recibidos os por la autoriautoridad de otros (amigos, medios de comunicación, familia). No actúa conforme a ellas porque le atraigan sino por temor al castigo o por temor al remordimiento o culpa (autocastigo). – Por la tradición tradición cultural cultural a la la que se pertenec pertenece, e, sin analizarla críticamente. – Por la mentali mentalidad dad dominante dominante en la sociedad sociedad (que impone unos gustos, actividades, trabajos, valores) sin someterlo a los propios criterios. – Ademá Además, s, la persona persona moralmente moralmente heterón heterónoma oma busca vivir sin tensiones. No se compromete para no tener que dar cuentas. No se responsabiliza de nada, ni de sí mismo. No reconoce deber ninguno. Sigue las normas para evitar tensiones. Estas normas e impulsos que sigue escapan al control del sujeto. – Busca no no tener que decidir decidir,, busca recetas recetas:: busca seguridades. No descubre los deberes como propios sino como algo impuesto. Es incapaz de valorar la bondad o maldad de algo sino sólo su conveniencia o inconvenciencia. Por eso tiene una gran incapacidad para decidir por sí.