Juan
Rivano
PERSPECTI\¿TS
SOBRE tA METAFORA a
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'¡Ñ. ,,/ EDJTORIAL UNIVERSITARIA I
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lns(ripción N'6t. lJ(, Derechos txciusivos ¡eserv¡dos p¡r! tudos trx ¡sBN ti4_il l.{0-
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Se terminó de imprimir esta 1" edición €o los ralleres de EDrroRrAL uNrvERsrrARrA
454. Santiaso de Chite en el mes de asosro d€ 1986
San Francisco
Uso de ventana cu¡driculada en cl d;bujo de paisaje
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(R¿ld sislo XVI
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IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE
Juan
Rivano
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EDITORIAL UNIVERSITARIA
INDICE
l.
Empleo usu:rl y cmpleo inusual de ias palabras 2. Definición a¡istotélica dc Ia metáfora 3. La net¿ifbra como analogía 4. T-¡ rnc¡rili,r¡ ci¡mo enirlr¡ir 5. La metáflra como nombre de lo que no riene 0ornbre
I1 19
23 27
I0
6. La extensirin mcralórica 7. Me cálora y perspectiva 8. La cucstión de las mctáfo¡as muerras 9. Me táfora y olvido 10, Meráfo¡a y supuesro
36 42
11. Meráfo¡a e intcracción
57
12. Metáfo¡a, significaclo y verclad 13. Concepción pra¡¡mática versus concepción semántica dc la ¡¡etáfora
63
14. La metáfora como arr¡a rerórica l!. Vino nuevo en odres viejos 16. La metáfora como símil 17. Met¿ífo¡a vcrsus sí¡nil 18. Del símil ¿ la metálo¡a i9. Los dos línites del habla mctafórica 20. Metáfor¿ y rcpresir'rn
21- Krauss ve¡sus F¡eucl 22. Me táfctra y bisociación
12
48 12
67 75
79
8l 85
89 92 100
t07
tt4
23. Bisociación y concepción pragmática
metáfora 24. Bafteld:
eJ argumento conrra
original
25. Literalidad'en las cosas'
alma' 26. La metáfota desde el punto del desa¡¡ollo 27
d.e
la
y 'en las
l9
t
zJ
afecciones del 130
de vista de la psicología
" Metáfora: Impertinencia semántica y ,.equívoco
categorial"
28. La meráfora desde el punro de visra
neurofisiológico
I
la li¡eralidad
B6 Á3 156
Camello de arraúales ángel del pobre en ta caja Je mzwen los ruiseñores
Alberto Urbina, OncaNntzno
i
1. Enpleo usual y empleo inu¡ual
cJe
las palaltras
En Poética, int¡oduce A¡istóreles la metáfo¡a como utra espe, cie de las pal:tbras que llamamos susrantivos o nomb¡es.
La
división quc hacc pretende ser complcta; pero oo se ve qr-ré criterio haya empleacio al hacerla, si rie¡e sencido ¡rr",anj", que hay un criterio. IJe acuerdo a est¿ división, los nombrcs o st¡sc¡nrivr¡s Jcl¡en scr sicm¡,re: u r ft le palrbra rrsual que
la cosa, o (2) una palabra cxrranjera, o $) una metáforaj o (4) una palabra ornamental, o ()) una palabra acuñada, o (6) una palabra elongada, o (7) una palabra acortada, o (8) alterada en la formai. Estas distint¡o¡rcs debieron t1c rer aparcnrcs e imporrantes nomb-r¿
en la época y lugar en que se hicieron. Ciertome.rte, imporran
también en leriguas como la nuesffa. Sólo que ahora, tal vez, no ha¡íamos exactamente las mismas ¡i se¡ían éstas las únicas queiaríamos. Por ejemplo, Aristóteles dice que una palabra se elonga susrituyendo una vocal corra por _es
una larga
decir, la palabra elongada depende de una dife¡enci-a en las vocales quc no existe en nuestra lengua. pero, también. se alargan las lral¡br¡s inserr¿nclu o agrcg,rndo una s¡lab¿.
y
nosotros hacemos algo así cuanclo designamos la cosa con c.lim¡nurivos. iturncntJf rvos. despect ivos, etc. por
e¡ern¡lo.
I Poétira,
t4i1b, l-4.
ll
"¡nuje¡cita," "much¿chóo," "homb¡ezuelo. " Y las aconamos "diz" por "dícese," también haciendo apócopes -como "cuan" po¡ "cuanto"- ab¡eviando *como "etc. " por "etcé"hidalgo" tera", "m" por "mer¡o"- y condensado -como "hijo "antaño" "presrímano" por de algo", por a te dn um, por "presto de manos". Sobre las palabras acuñadas dice A¡istóreles que son "nombres que, siendo del todo desconocidos enrre la genre, son asignados por el poeta mismo". De esra especie de palabras son "hetaírica" (de heraira
= cortesana), "báquico" (de Baco), "fídico" (de Fidias), "tripentálico" que emplea Ped¡o A. Gorzílez y hay muchas y de varias especies diseminadas en las ler¡as latinoamericanas. Y, a propósiro, acuñadas son también en nuestra lengua palabras como "Latinoamérica", ''Hispanoamérica",'Ibe¡oamérica", "Indoamérica", "Sudamérica" y "Suramérica", que se emplean alte¡nativamentc para nombrar la pa¡te su¡ de nuestro conrinente. Todas ellas son, en efecto, acuñadas; y el auror que emplea una cualquie-
r¿ no va a emplear las orr¿si porquc tiene r¡zones pJr¿ emplearla que son ordinariamente incompatibles con las razones que rienen los autores que emplean las otras. La propaganda, la promoción social, las ideologías recurren con f¡ecuencia al expediente de las palabras acuñadas. "subdesa¡rollo" es un buen ejemplo por la amplitud que ha logrado su aplicación y por la índole, por decirlo así, bautismal y súbita
de su origen. Si se hubie¡a preguntado a un gramático, previamente, por el sentido literal de la expresión "subdesarroilo hubrrrd respondido quc no riene ninguno y c¡rrc es. ¡ur el contrario, un disparate. Sobre las palabras extranjeras dice Arisróreles que son "las que se usan en orra pa¡re"; por lo que resulta obvio que las mismas palabras son usuales o extranjeras según el lugar en 12
que se las emplee. En ouestra lengua rambién hay palabras que significan algo en otra parte y que se emplean entre nosotros a pesar de <¡ue disponemos de palabras usuales que tienen igual denotación. "Film" es un ejemplo de estas palabras, que se emplea en lugar de "película". El que las palabras extranjeras se tornen usuales es un buen argumento en pro del
convencionalismo, excepto cuando dichas palabras nombran rienen nombre usual en nuestra lengua. Sobre las palabras extranjeras valen muchas consideraciones que Ariscosas que no
tóteles no podía hacer, porque en su riempo no valían. La ciencia y la tecnología se han desarrollado hasta un punro en que la oposición "usual-extran jero pierde sentido para el lenguaje que aquéllas emplean. Ta¡nbién, el desa¡¡ollo de los medios de info¡mación y comunicación tiene por efecto la instalación cada vez más extensa de medios lingúísticos ho_ mogéneos. Los irlperios modernos, asimismo, son un instrumento ideológico y polírico de iguales logros. Una fuente permanenre de palabras "exrrañas" que Aristóteles tampoco podía tener en cuenta es la condición actual de la lengua que él mismo hablaba, que pa¡a nosorrosj además de exranjera, es una lengua muerta. En esta fuente tienen la ciencia y la recnología modernas el silabario mismo de su terminología, que es así a la vez extranjera y acuñada. Sobre lar palabr.rs en uso ornamenral, Arisróreles no hace más que nombrarlas. También las hay en nuesrra lengua. En
el vocarivu, por ejem¡lo.
es comun ¿gÍegü a Ia palabra principal otras que son puro adorno. En el encabezamiento de cartas comerciales, comunicaciones administrativas, etc,, el vocativo entero señor", "distinguido señor", etc.- se puede-"estimado considerar puro ornamento, Los títulos. también, que se agregan al nombre de las personas que los ostentan producen, especialmente si son muchos, el sentir3
miento de un logro sin más objetivo que el ornamento. De las palabras que Aristóteles llama "palabras alteradas en la forma" dice que son aquellas en que una parte es dejada como era y otta es creada por el poeta. También hay palabras
semejantes a éstas en la lengua que hablamos. Incluso, a veces, se multiplican como una peste. La misma partícula "sub" que con tanto descaro lingüístico como acie¡to ideológico se antepuso a la palabra "desarrollo" para acuñar "subdesa¡rollo" es empleada casi como un baldón inexorable e¡ ¡elación a los países del Ilamado "Tercer Mundo". Así, son f¡ecuentes expresiones como "submental", "subcultura', ''submundo", "sublite¡atu¡a", etc. , hablando de estos Países. También vale algo parecido eotte los "países subdesa¡rollados" en lo que respecta al empleo de palabras con la anteposición 'mini". Donde todo es "sub", todo es "mini". Y vicevetsa, La distinción que Aristóteles parece tener en vista al hacer clasiflcación de los nombres en el pas ie cita¿o de su P\ét tcd se reficre a las palabras usuales y a las que no lo son. En csta su
segunda categoría estarían todas las pa¡tes de su división con
excepción de la primera, la de las palabras usuales. Así, palabras usuales versus palabras inusuales sería el marco
general de su clasificación. Pero hay otra distinción que importa más aquí y que se refiere no al ¡tatu¡ de las palabras usuaies, éstas inusuales sino al modo como las -éstas empleamos. Porque debemos distinguir el cmpleo usual
que es elongada.
t4
una palab¡a empleada de modo inusual. Una cosa es que "diz"
y ot¡a que sea empleada de modo vale para las palabras extanjeras, las acuñadas y las alteradas. "Film" no es empleada inusualmente sea una palabra inusual;
inusual.
Y lo mismo
cuando la empleamos en h.rgar de "película"; la palabra "fi1m"
puede considerarse inusual, pero no su empleo. La distinción empleo usual versus empleo inusual se aplica a una misma palabra. Cuando, por ejemplo, digo: "Anoche luimos a ver un fi1m", la palabra inusual "fiLr" está empleada
de modo usual. Cuando, empero, digo: "Tengo un film metido en la cabeza", la palabra inusual
"fihr"
está
erlpleada
iuusualmente.
De la división que Aristóteles nos ofrece en Poíita y que detalla¡¡os al comienzo, sólo tres partes parecen responder a la distinción que estamos cxaminando- Estas partes son: Ias palabras usuales y, en oposición a éstas, las metáforas y las palabras ornamentales. Estas t¡es divisiones se refie¡cn a las mismas palabras que (según se empleen de mocio usual) caen en la primera parte de la división o (segírn se empleen de rnodo inusual) caen en la tercera parte o en la cua¡ta. Cabe preguntarse, sin embargo, si las palabras ornamentales caen en la categoría de palabras empleadas de modo inusual. Porque, .'cómo podrían ser un ornamento las palabras si no por Io que usualmente significan? Si, por ejemplo, alguien encabeza una carta dirigida a ot¡o con la expresión "Esti¡¡ado seño¡" tenic¡rdo para sí que al tal seño¡ no lo conoce siquicra y que mcnos puedc así estinatlo, habiendo red¿r I ¡Jr t l vLr(.rr rvo ('n ¡alr) rrrmr nos nor pur() urndmcnto, ' se puede rcplic:rr que no Irubiera poclido ad¡¡rna¡ así el vocativo si no firc'¡a por el significado cle la palabra quc lo adorna. Puedc, ciertanrcnte, considerarse toclo ornamen¡o como aditamento supcr{1uo y vano; así y todo su papel de ornanrento,
tt
si la palabra no de palabra ornamental, no podría cumplirse apuntarJ a lo que usualmente apunta ' A ,^l aonriáar"aión le aguarda un¿ resPucsra inrnediat¿ con el vocativo desde la parte conrra¡ia Porque dirigirse la "Estimado señor" a quien no se estima, ¿no es emplear cual respuesta palabra "estimado" de forma inusual? Por la palabras se las de ya en el empleo ornamental
u"-o. qrr.
-""in"t,^ ino
tensión entre dos empleos'
el usual y
el
el vocativo con inusual. Porque, ¿quién negatá que al adorna¡
l.r.i-"¿o" i"p"nd"*ot
esencialmente del empleo usual de qt'" tto podemos lograr ningún adorno
"estimado" ul tie-po sin emplearlo inusualmente? que L^ importancia y la especificidad de la distinción ejemplo' en estamos fonsiderundo se mr'restra, ¡ror
^gustín dice figuras retóricas' consiste retórica del habla qo. lu no¡3 ¡¿¡¿q¡q¡l5tica "r,a "uá, ".on la intención" de que se eotienda otn2 ;;;;;";."* inusual de las Vemos, aclemás, que para este autor el empleo Ia especie que encontramos en la ornamenta-
cnu.,do, ,"fi.ié.,dose a los tropos y
a las
palabras --de que hablamos iió., y lu m"táfora- conlleva esa tensión de "n En el empleo "intención"' y q.,J ¿t i¿.n,in.u.on la expresión y propio de los tropos figuras de la
d. las palabras, ,..Ori.o, ,".oÁbinan los dos empleos: el usual
i.,irr,.,ut
y el inusual
cs' pues' slmLa distinción que estamos examinando no obrar por sí puede ple. La primera operación' empleo usual, algún (o ;;i^. t;" la reg.*du, empleo inusual retórico)' de su obietivo' modo esenciul Jepende de la primera para lograr
es formal' En el caso de la palabra ornamental la dependencia y el usual el ernpleo figura retórica
Pero en el auro
2
d.
Iu
on cbú:¡ian Doctrine, Book
tl]
llf'
chap 37.
inusual están implicados en una dinámica que constituye Ia expresión retórica misma; Decimos una cosa con la intención de decir orra. Este "decir otra cosa" es lo que se conoce como empleo indirecto, o el empleo oblicuo de las voces -o empleo figurado. Decir la cosa que ordinariamente se dice es, por el contrario, el empleo recto de las voces- o empleo
lite¡al. En el habla retórica
decir siguiendo
-podemos Agustín y aprovechando esta terminología-
a
nos propone-
mos significar figuradamente por medio del significado lite¡al. En este punto, produce ya algún resultado preguntarnos por qué. De acue¡do con su etimología, asociamos la expre sión "retórica" con el lenguaje propio de los discursos. En especial, los discursos dirigidos a una muchedumbre. Esta representación se ptesta a la comprensión del habla retórica y su modo indirecto de significar. El discurso dirigido a muchos busca la convergencia de pareccres dispersos y diferentes. Para cllo tie¡e que desarrollar tácticas que van desde el
ent¡etenimiento a la persuasión, desde Ia censura a la alabanza; todo ello sin perder nuoca la convergencia de pateceres dispersos y diferentes. Mantener a toda costa esta convergen-
cia es esencial al discurso retó¡ico. En estas condiciones, se entienden algunas funciones de la figura retórica. Ante todo,
el empleo figurado de las palabras tiene cl Propósito
de
incorporarnos al discurso y hacernos participar en é1. Mediante el enigma del sentido oblicuo, que debemos descubrir bajo el sentido recto o literal, se logran dos comportamientos esenciales de la muchedumbre que escucha: de una parte, la atención convergente; de Ia otra, la participación en el argu-
mento, parricipación que es un agen(e seguro de persuasión. Decir r.¡na cosa con la intención de significar otra cumple orras funcioncs en la situación retórica. También éstas han t1
sido señaladas desde antiguo. Por ejempio, la función estéti ca. ¿Qué hace el a¡tista plástico sino decir una cosa con
ot¡a? Po¡ ejemplo, el pintor "dice" la profundidad con el ángulo, con la textura, la composición, la luz o el contraste. Así, diciendo una cosa con ot¡a, el retórico i¡troduce el a¡te cn esto el en el discu¡so. A Io que hay que ag¡egar que -y ¡etórico es como el poeta- no dice algo en un medio heterogéneo, sino que, en el mismo elemento de las palabras, emplea unas para significar otras. No hay gue escuchar discursos y basta oír habla¡ de esta función estética del discurso retórico para saber hasta qué punto pende el retórico de las figuras que emplea y cómo serán éstas una medida inmediata y segura de su senrido del decoro, su gusto, talento, elevación y penetración. Hablando, por ejemplo, de la metáfora, dice Aristóteles que "confie¡en al estilo claridad, encanto y distinción como ninguna otra cosa puede". Y hablando de la metáfora y el epiteto dice que "deben ser adecuados, lo que significa que deben corresponder con justeza a la cosa significada", porque "no lográndolo su impropie-
dad queda a Ia vista"¡. En csta adecuación de la metáfo¡a encuenrra Aristóteles una de las claves para aquilatar el gusto en el lenguaje. El juicio sobre el gusto metafótico se centra en si la metáfora es adecuada o no. "Las metáforas, como otras cosas, pueden ser inapropiadas. Algunas porquc'son ridículas
otras (porque son) grandiosas y teatrales en demasía"4. Los pasajes citados de A¡istóteles se avienen ¡ambiéo con lo que dice Agustín sobre "deci¡ una cosa con la intcnción de que se entienda otra". Para Aristóteles, la metáfora debe sct
Rctór;.a, 1405",8 a' Rtt,i,ic", t4ts6.
IB
^
12.
adecuada, es decir, "corresponder con justeza
a
la cosa signifi_
cada'. La meráfora, enronces, significa como significan las palabras ordioarias. Con la dife¡encia de que no llegan de modo ¡eco a lo significado. ¿Qué puede enronces que¡e¡ decir correspondencia, adecuación o propiedad de la metáfora en Arisrótcles sino una relación de justeza, congruencia, coincidencia, erc., enrre Io que decimos directamente y algo que indirecramente inrenramos decirl Si digo,,mariposa de eosueño" nombrando a una mujer adorable, estoy empleando esta expresión cle modo inusual. Digo una cosa con la inten, ción de dar a entende¡ or¡a. El canon aristotélico del gusro
metafórico exige que la metáfora sea adecuada -
esa cs
2. Defiúrión aristltélica de la netáfora Aristóteles define "meráfora' cie acue¡do ¿ la sisuiente estrategia: da primero el géncro; y luego, en lugar dja diferencia,
especifica, enumera las especies de metáforas. ,,La metáfo¡a,,, dice, "consiste en da¡ a la cosa el ¡ombre que perrenece a
otra". E in¡¡ediatamenre agrega que esta transferencia
de
nombre procede "desde el género a la especie, desde la especie al género, desde la especie a la especie, o por razón de analogía"5. Por los ejernplos que da, vemos que Arisróreles
concibe la meráf-or¿ con mucha más extensión dc la que implica su misma dcfi nición; y rambién con más extensión de
'
Pa¿tK,t,
I45lb l -tO. 19
la que usualmente se atribuye a la metáfo¡a en los ma¡uales que va desde de ¡etórica. La primera especie de metáfora -la con la frase "allí la ilustra A¡istóteles género a la especie el de su del paradero se encuentra mi barco", con que informa
nave Méntor a Ulises en la )di¡ea. ¿Dónde está aquí la metáforaa En primer lugar, no se ¡efiere al nombre, sino al verbo. La expresión "se encuentra", señala Aristóteles, no es el nomb¡e propio de Ia posición del ba¡co de Méntor. El nombre propio es "se encuent¡a anclado", que constituye una especie del género "se encuentra". Así, cuando digo "allí se encuentra mi barco" me exPreso metafóricamente : digo el la ¡¡énero en lugar de Ia especie. Pot otra parte
-ilustrando
metáfora "especie en lugar del género"- cuando en la escena en que Ulises silencia y castiga a Tersites6 comenta uno e¡tre la multitud que el héroe "ha foriado diez mil bt¡enas acciones", "diez mil está empleado en sentido metafórico; porque no se quiere significar "diez mil" sino la expresión genérica
"un gran número". Como se ve por el ejemplo que ofrece Aristóteles para ilustrar la primera especie de metáfora, este ropo no
se
aplica
únicamente al nomb¡e , sino también al verbo (o más propiamente al predicado). De esto teodremos ocasión de tratar más adelante. También, por el segundo ejemplo, vemos que la noció¡ de género no es la habitual. Si "gran número" es género de la especie "diez mil" es claro que, por lo menos, todos los números mayo¡es que el número 10.000 serían cada uno una especie del género. Así, "gran ¡úmero" seria un genero compuesto de infiniras especies. También la mayor amplitud o extensión de Ia noción de metáfora en Aristóteles, con relación a la noción tradicional, 6
llia¿,x, Caoro
20
rl.
se muestra ya en esras dos primeras especies. porque de acue¡do a la t¡adición no son éstas cspecies de metáfora sino de sinécdoqr.re. Es de la sinécdoque que decimos, enr¡e or¡as determ inaciones, que es la figura que altera la extensión de las voces yendo del género a la especie o de la especie al género. Decir "ame¡icano" por ,,estadounidense,' es sinécdo_ que de especie a género; y decir "yanqui" por .,esta,Jouniden_ se" es sinécdoque de genero a espet ie.
Más compleja ¡esulra la te¡cera especie de meráfo¡a -de especie a especie. Los eiemplos que pone Aristóteles no pueden trasladarse exacramente a ouest¡a lengua. Los toma de Empédocles. T¡atando de const¡uir algo que haga valer el principio <¡ue importa, proponemos: "desnuda¡ al campo de
cizarias
l limpiar las paredes del museo . De d(uerdo con A¡istóteles, en el primer caso "desnudar" está por limpiat; y
"limpiar" por desnuda¡. Además, ..desnuda¡' y "limpiar" son especies del género "quitar". Lo que primero eo el segundo,
llama la atención es la relación recíproca en que se encuentran ambas mctáforas. En el caso de las dos primeras especies, Aristóteles ofrece un ejemplo para ilust¡a¡ cada una. pe¡o aquí ofrece dos, y (los de él) he¡mosamenre ¡elacionados. ¿Quiso parear dos ejemplos de metáfo¡as recíprocas con el solo propósiro de recrearnos o quiso, pof el contrario, ilusrrar con los dos ejemplos así ¡elacionados un principio de la metáfora 'de especie a especie' y que diría que dos especies del mismo género pueden emplearse, indistintamente, una como metáfo¡a de la otra? Y en verdad, la figura de las especies subordinadas al género y coordinadas entre sí tendrá que hace¡ de esre principio u¡a obviedad. Si la especie A puede emplearse como uoa figura metafórica de la especie B, ¿qué impediría en principio, y en términos de las ¡elaciones eqtre especies y géneros, que la especie B pueda desempeñarse 21
como metáfora de A? Además, ¿ no es el género que comprende A y B una garantía suficiente para que ambas especies, a t¡avés de la identidad del género presente en ambas, se reflejen por decirlo así recíprocamente? Este tema cob¡a nuevo interés cuando consideramos 'géneros inaccesibles', es decir, conceptos que aún no experienciamos como tales, como la totalidad y síntesis de sus especies. En este caso, la ¡elación metafó¡ica de las especies brindaría una ¡uta de acceso al género. Paul Ricoeur, t¡atando de la imaginación y la metáfora, da lugar a una consideración de esta especie en términos de una ''tensión entre identidad y
diferencia". El género inaccesible estaría, en una primera fase, fuera del alcance de nuestro entendimientó y las especies permitirían i¡ descubriéndolo mediante este juego dinámico
de la identidad
y la diferencia. La figura de un género
inaccesible puede representarse con la imagen de un punto de convergencia fuera de un marco o un pizarrón. No hay pues una relación di¡ecta o despejada hacia el género (el concepto);
y no tenemos mrís posibilidad que hacer su experiencia en el nivel disperso y muchas veces incompleto de las especies. Esto significa una experiencia como encab¡itada ent¡e los piensan polos de la identidad y la diferencia que -según algunos inspirándose en Kant se aviene con Ia facultad imaginativa que media y esquematiza la relación ent¡e la sensibilidad y el entendimiento (entre la diversidad material de lo sensible y la unidad fo¡mal del conceptoT¡. La metáfo¡a'de especie a especie'así como es introducida por Aristóteles deja sobreentendido y como de suyo el géne¡o. Guiándonos por Ia definicióo, poco o nada tendríamos 7 Paul Ricoeur, Tbe Metatbaical Prccen at Cognirion, lnaginatnn an¿
22
que decir sob¡e lo que llamamos aquí "género inaccesible". Son los ejemplos que ofrecc Aristóteles Ios que sugieren la idea, siquiera, de un género que no esrá inmediaramente a Ia vista y que se hace sentir por primera vez en la convergencia metafó¡ica de las expresiones. También, se puede recurrir a la noción de "distancia" de las especies que la metáfora "aproxima" por el expediente retórico de nomb¡ar una con la intención de da¡ a entende¡ la otra. Ricoeu¡ asigna a la imaginación esta capacidad de aproximar lo disrante. Sólo una facultad que comprenda a la vez lo diverso y la unidad, lo diferente
y la identidad, puede
este
autor-
implicar en una
-según y la proximidad misma experiencia l¿ disrancia de las especies. Tal facultad, dice Ricoeur, es la imaginación segírn es descrita por Kant en su Crítia d¿ la Razón pura. ) . La metáfora conto an¿tlogía Es la cua¡ta especie de meaáfo¡a que enumera Aristóteles la que atrae más la atención de los autores que lo comentan, la meráfora " poi razón de analogía". Aristóteles nos dice que la metáfora por analogía "es posible toda vez que existen cuatro términos ¡elacionados de tal manera que el segundo (B) es al primero (A) como el cuarto (D) es al tercero (C)". No nos dice que no haya otras situaciones en que sea posible. En cuanto a la metáfora por a¡alogía tampoco nos dice (en esre pasaje, por
lo menos, aunque lo implica en otros, como ya veremos) qué sino cómo se fb¡ma. La fo¡ma, podríamos decir, canónica de la merhfor¿ es Ia que se consrruye inte¡cambiando los ¡é¡minos B y D de Ia proporción. En el ejemplo que ofrece es
Aristótelessctie¡e: A
= Escudo. Así,
:
Dionisos, B
:
Copa, C
-
AresyD
la proporción se lee; La copa (B) es a Dionisos
27
(A) como el escudo (D) es a Ares (C). De esta 'proporción' o analogía obtenemos por intercambio: El escudo es a Dionisos como la copa es a Ares. A¡istóteles dice que ambos términos, B y D, se emplean metafó¡icamente al ser intercambiados. La
forma canónica de la metáfora puede considerarse_ además como una mat¡iz o artefacto que permite construir muchas metáforas. De estas írltimas son las metáforas que Aristóteles llama metáforas cualificadas (o modificadas). Por ejemplo, si el escudo es a Dionisos como la copa es a Ares, puedo entonces combinar los términos en genitivo así: "EI escudo de Dionisos" y "La copa de Ares". Otros cuatro términos que forman analogía y que A¡istóteles ofrece como ejemplo son el día (A); el ocaso (B), Ia vida
(C) y la vejez (D): ". .. Para tomar ot¡o ejemplo: como la veiez (D) es a la vida (C), así es el ocaso (B) al día (A). De acuerdo a esto se puede de desc¡ibi¡ el ocaso (B) como 'la vejez del día' (D * A) -o (D) como el acuerdo al equivalente en Empédocles, la vejez 'ocaso 'atardece¡' o el de la vida'(B + C)"8. Como se ve, lo que Aristóteles llama cualificación (o modificación) de la metáfota analígica se parece a las operaciones que aplicamos
:
C:D,
a las
proporciones matemáticas. De A:B
en efecto, se tiene una se¡ie ilimitada de ¡elaciones de
forma:
AD:
BC; A+B
Pero, mientras Ia proporción r¡atemática no deja lugar a equívoco sobre las relaciones derivadas a que da lugar, la 'proporción ar'alógica' carece de esta exactitud. Podemos u
Paótia, l4tiÉ, 22-6.
24
suponer que, en la medida en que la proporción analógica se
aproxima a la exactirud de la proporción maremárica, más nume¡osas, exactas y adecuadas soo las metáfo¡as cualificadas
o modificadas que se obtienen de ella. Es con este ideal matemático en vista, seguramente, que Aristóteles advierte en Retórica, que las meráforas deben ser adecuadas, es decir "cor¡esponder con justeza a la cosa significada". Desde luego, Ia metáfora no puede más que imitar la proporción matemática; si llegara a identificarse con ella, en ese mismo punro dejaría de ser metáfora. Sin embargo, parece que riene senri-
do hablar de ur\ zptim/{ metafo¡ico eo que la a¡monía de la pruporc ión es m¡xima. Arisroteles se representa esre ¿plinll como esos rérminos medios de los que nos alejamos igual por delecto que por exceso. "Sr se quiere hacer un cumplido". dice, "se debe toma¡ la metáfo¡a de algo mejor en la misma línea; si se quiere despreciar, de algo peor". De donde podríamos inferir que la metáfora puede se¡ laudatoria o peyorativa según nos alejamos a un lado u ot¡o del límite en que es justa. Aristóteles toma aquí ejemplos de metáfora 'de especie a especie' -decir "mendigar" por "rogar'' es peyo¡ativo; decit
"rogar" por "mendigar"
es
meyorativo; y ambos, "mendigar"
y "togat", son especies del género "pedir". Pa¡ece también evidente que lo que vale de especie a especie vale también para la meráfo¡a por analogía. por ejemplo, no es lo mismo toma¡ de Ares atriburos merafóricos para Dionisos que toma¡ de éste at¡ibutos metafóricos para A¡es. De donde ¡esulta que la analogía para Ares y Dionisos, de la cual extraemos metáforas por cualificación, no es todo lo justa que pudieran requerir los interesados. por ejemplo ---empleando, con alguna licencia, el género como referencia en este caso de metáfora por analogía- podemos convenir que tanto l)ionisos (la orgía) como Ares (la guerra) traen
2t
consigo el desorden Seneral. Pero el desorden general orgiástico y el bélico son especies que distan mucho entre sí para una aproximación metafórica adecuada. Es así que un principio de desorden general diferente y situado entre la orgía y la guerra sería una metáfora mejor recibida por ambos extremos y que produciría a su vez mayor número de metáforas de esas que --{on la terminología de Aristóteles- se obtienen Por cualifi cación o modifi cación. Esto se puede ver considerando las metáfo¡as cualificadas que el mismo Áristóteles produce a partir de la analoSía ent¡e Dionisos y E¡os. Deci¡ "escudo de Dionisos" como si el
mismo Dionisos, ebrio y chusco, exclamara alzando la coPa: ¡El escudo de Dionisos!- puede pasar, dado el carácte¡ chusco de la metáfora. Pero "la copa de A¡es" ¡esulta una metáfora peregrina para su escudo. Y lo mismo vale para este eiemplo si consideramos Ia seg,.,nda forma de metáfora cualificada que Aristóteles consigna y que procede no por'adición'sino por 'sustracción' (lo gue significa que al aplicar e[ nombre metafórico podemos dar a entender que lo es sustrayendo algírn atributo que Ie correspondería si su empleo fueta literal). Aristóteles cualifica por negación así sobre la "copa de Ares" (es decir, su escudo): "copa q|/e n0 c0 tiene uino"; donde se ve una vez más quc la analogía metafórica eotre Dionisos y Ares es más para
burla que para elevación. Shakespeare es un auto¡ fecundísimo en figuras metafórientretiene él mismo en demost¡ar con variedades increíbles de cualificación. Considéresc, entre cientos, el pasaje en que se anuncia ya el asesinato de Banquo planeado por Macbeth. La analogía es entre los cuatro términos; Bien, Mal, Día, Noche. Pe¡o habiéndose hecho obvia ya y sabida por todos, se encadena con la nueva analogía de los
cas cuya adecuación se
26
té¡minos: Día, Noche, Ojos, Venda. Lady Macbeth quiere iomiscuirse en la conjura, pero Macbeth la ¡ehúsa con u¡ equívoco (antífrasis o ironía) que alcanza las altu¡as de la sublimidad: "No te manche su conocimiento, mi palomira". Los ojos son al día, como la venda a la noche. La venda de la noche y los ojos del día. La noche, venda al día. Los imperativos del bien so¡ las lumioarias del día. La palidez en el rosrro de Macbeth es el languidecente vínculo con el bien que se desvanece con la luz del día. Los pájaros de la ¡oche son la metáfo¡a siniestra de la vileza, etc. Macbeth impreca a través de un derroche metafórico: "¡Ven, noche cegadora! ¡Venda los tiernos ojos del lastimoso día, y con tu mano invisible y carnicera anula y despedaza este gran pacto que me hace aún palidecer! Agoniza la luz y el cuervo dirige su vuelo hacia el bosque agorero. Las cosas buenas del día se adormecen y esfuman mient¡as los negros agentes de la noche se alzan sobre sus presas..."e.
4. La metáfora cono eni&mct Aristóteles se refiere a un empleo de las metáforas que, también, ha cnconrrado mucho reconocimienro en los que han escrito después sobre las figuras retóricas. Se trata de su empleo "para dar nombre a cosas que fio lo rienen", Atistóre-
que, con tal objeto, "no se obtengan metáforas de próximas y emparentadas, de modo ral que el patentesco se perciba claramenre ran pronro se han dicho las palabras". A este respecto, ejemplifica con una adivinanza: ''Un hombre pegaba bronce con fuego en el cuerpo de les aconseja
cosas remotas sino
e
Macbeth, Acto
J,
Escena 2.
27
otro". La solució¡ del acertijo es: "ponía ventosas"; y en é1, "pegar" es nombre metafórico para la acción dc aplicarlas. "Las buenas adivinanzas", dice A¡istóteles, 'nos p¡oporcionan metáforas satisfactorias: porque las meráforas implican acertijos, y por tanto un buen acertijo puede suminist¡a¡ una buena metáfo¡a"ro. La ¡elación aquí observada entre metáfo¡a y acertijo se puede verificar a gusto en las manifestaciones populares de este juego. Por ejemplo, la siguiente, en que la analogía (,A, B, C, D) que ofrece Aristóteles como una mat¡iz metafórica se¡ía (Fuente, Avellanas, Cielo, Estrellas): Una fiente de auellana¡ qze en e/ lía u recogen
y en /a
noche
¡e d¿t"ranan.
Para deducir "Cielo estrellado", que es la respuesta a la adivinanza. combinamos la analogra antenor con otra en que uno de los términos ca¡ece de nombre, el cielo nocturno. Así,
tend¡íamos: (Día, Cielo, Noche, X). Deduciendo de esta irltima "Cielo estrellado" y sustituyendo en la primera, queda: (Fuente de avellanas, Avellanas, Cielo Est¡ellado, Est¡e llas) con lo cual la adivinanza está ¡esuelta. Otro ejemplo que puede rrararse también con las nociones de analogía metafórica
y cualificación,
es
el siguiente:
Pau bailar Lte pongo la capa; Para lnilar me la uzelaa a qritaq Porque no pzedo
hailar
cox
la
capa;
Y sin /a capa no p*da bailar, En este hermoso ejemplo de ace¡tijo popular queda más a Ia vista el mecanismo con analogías. No es como la proporción 'n Rüótita, l4or'
28
.
matemárica en que podemos dete¡r¡ioar una cantidad en función de las ot¡as t¡es. En el acertijo que se funda en una analogía, son dos los términos conocidos, "capa" y "bailar,,; y hay que determina¡ Ios otros dos con ayuda de aquéllos y las cu¿li[ic¿crones meraforicas. Un po(o como esds c(uaciones
y "bailar" más dos pares de opuestos esrructurados en descripciones que Aristóindeterminadas. Aquí tenemos "capa"
teles llama¡ía "de adición" y "de sustracción": bailar, nobailar, poner, quitar. Los dos ré¡minos y las metáforas cualific¿das son los unicos d¿tos. No hay una respuesta exacra a partir de ellos y no nos queda más método gue tantear. En
verdad, así ocurrió rambií'n en el ejemplo anterior: la segunda analogía (Día., Cielo, Noche, X) era, en verdad, (Día, y,
Noche, X). Tuvimos que barrunta¡ Y=Cielo, lo que no era difícil. En este segundo caso, la indeterminación es aparente. Además, el apoyo que podamos recibir de las metáfoms cualificadas no parece nada de seguro, tan paradójicas se mucstran. ¿Capas y bailes? Torero. ¿Bailar con y sin la capa? ¿Ante el toro? ¿Ante una manola? Metáforas para bailar-.. ¡El trompo! La analogía sería: (Bailarín, Capa, Trompo, Soguilla). Uno se saca la c apa paraL>ailar. I nmediatamente viene el ejemplo de A¡istóteles de cualificación por adición y po¡ sust¡acción. Adición: El bailarín, como el ¡¡ompoj se quita la capa para bailar. Sustracción: Pero el trompo tiene que ponérsela antes de empezar: "Sin la capa no puedo bailar", tal como "la copa de Ares", metáfora del escudo, "que no co¡rtie¡e vino". De esta forma, descubrimos algunos principios de los acertijos con analogías: (1) Sólo se dan dos té¡minos de la analogía (en general, los dos empleados como meráfo¡as); (2) Se agre¡¡an meráforas que se obtienen por adición y susrrac-
ción, La sustracció¡ sola da a la adivinanza el aspecto de 29
enigma. La sust¡acción combinada con la adición' el aspecto de cont¡adicción o Paradoja. Un análisis segl¡ramente más elegante y con 'razones en serie' puede hacerse de la famosa pregunta de la Esfinge a los tebanos: "¿Cómo es que andas en cuatro patas en la maÁana, en dos al mediodía y en tres por la tarde?"
1
. La metáfora c0m0 nlntltre de lo que no tiene nombre
Volvamos a los términos sin nombre Tratando de responder a la pregunta: ¿Por qué recurrimos al empleo metafórico del por ejemplo, en lugar de decir lite¡allenguaje -porque, mente "adorable mujer" decimos "mariposa de ensueño2", se han adelantado diferentes respuestas, de las que destacamos aquí tres: adornar con vistas a complacer; disf¡aza¡ con vistas a persuadir y comparar con vistas a nomb¡ar lo que no tiene ¡ombre . Como diiimos, esta última explicación tampoco era extraña para Aristóteles. Tanto es así que la incorpora sin más
comentario en sus esc¡itos sobre la metáfora, dando por descontado que muchas veces "nombramos una cosa con el nombre de otra simplemente Porque no tenemos otra posibilidad de nomb¡arla. Lo que importa retener aquí es que el ¡ecu¡so de nomb¡ar lo que no tiene nombre mediante metáforas permite resolve¡ en lo esencial el problema de nombrar'
"Puede ocu¡rir", dice A¡istóteles, "que alguno de los términos relacionados de esta manera (por analogía) no tenga nombre propio, Pero ciefiamente igual será descrito metafóricamente. Así, Ianzar trigo es 'sembrar'; pero lanzar el sol su luz no tiene nombre. Este acto sin nombre (B) se encuent¡a en la misma relación con su objeto, la luz del sol (A), en que se
l0
encuent¡a sembra¡ (D) con el trigo (C). De aquí la expresión del poera: 'sembrando la luz de un dios (A ¡ D) rr.
El nomb¡a¡ metafórico que describe Aristóteles recuerda, pues, esas proporciones matemáticas en que uno de los cuatro
términos es desco¡ocido, pudiéndose determinar por medio de los ot¡os. Nombramos lo que no riene nombre medianre la relación analógica en que se encuenrra con ot¡os t¡es términos
que sí Io tienen- Por ejemplo (para abundar al respecto): "una espada es menos penerranre que una pupila fiera". No disponemos de una palabra que nombre la acción de una mirada
fiera. La analogia es: La penetración es a la espada como X es a la mirada fiera. El poeta nombra la acción de la mirada fiera,
X, con ayuda de los orros r¡es rérminos. También, cuando el poeta dice "sed de ternu¡a" adiciona dos términos de la analogía (Agua, Sed, Ternura, X) para nombrar lo que no tiene nomb¡e. Y también se nombra lo que no tiene nombre en: "el ve¡so cae al alma como al pasro el ¡ocio". De dos maneras se nombra; po¡que si decimos: el verso es al alma como el rocío al pasto y empleamos la expresión "cae" aplica-
da al rocío su t¡aslado merafó¡ico nombra lo que no riene nombre. Si, por el contrario, aplicamos la expresión "cae" al alma (como cuando por ejemplo se dice que ral persona cae bien o cae mal) entonces al rrasladarla y aplicarla metaforicamente al rocío también nombramos lo que no tiene nombre (y que acaso no tiene se¡tido, como no sea animista). Desde luego, no siempre se aplica la metáfora a lo que no tiene nomb¡e sino que muchas veces podemos reemplazarla por un equivalente lite¡al. Considé¡ese, por ejemplo, este hermoso verso con que te¡mina un conocido soneto de Da¡ío: "Como una margarita de amor (la Muerte) te deshojó". Aquí,
lt
Poót;,a, 1451É,
2t lt.
lr
analogia es: mori¡ es a la amada como deshojar es a Ia margarita. Se expresa un hecho que tiene nombre con el nombre de otro; deshojar una marga¡¡t¿'
la
6. La
extensión netafórica
Consideremos el ejemplo de la "mirada peoetrante" De aquí "iuicio podemos sacat metáforas en multitud Por eiemplo, "análisis penetranpenemante", "inreligencia pen€trante", te". O sin más: "penetración". "Mirada penetrante" sirve también como muestra de ot¡as metáforas de estructura parecida e igual de exitosas. En primer lugar, todas provienen de analogía de la forma (A, B, C, X), es decir, contienen un término sin nombre. En segundo lugar, mientras la primera y razón (4, B) se muestra en las cosas, la segunda (C' X) está un sujeto que hay en no está en las cosas en la medida implicado. Esta segunda parte de la analogía está como
distribuida: una Parte en el sujeto. otra en sus exptesiones'
actitudes, comportamientos. Ejemplos: el peso de la duda, el peso de la pena, el peso de la preocupación, el peso del pasado, la frustración, los ¡emordimientos Surge toda una categoría de sentimientos que se ponen a pesar' Los pesares o, sin más, el pesar, la pesadumbre. Pero también: el peso de las razones, el Peso de las pruebas, el peso de los pensamientos y las ideas de peso. Una doctrina de peso; un hombre de peso Y del carácter: pesadez, persona pesada o cargante. Y cargante viene de carga, de donde salen a luz metáforas a granel, como
de peso: las cargas de Ia vida, las catgas familiares, los encargos, cargos y descargos; cargar con la responsabilidad, cargaf con Ias preocupaciones, descargar la conciencia; la mirada cargada de odio, de desprecio, de dinamita; y las 12
amenazas cie que está catgada la atmósfe¡a. y puesto que estafnos en la línea de los pesos y las cargas, pod.-o, ,,mirada ""g,ri, con las metáfo¡as de "grave". Desde luego, la gro:ve,,; ,,tulorrte pero también el "ademán grave',, ..hu_
el grarr.,,, el blar grave". Una multitud de actitucles, e*pr".ion"" y.orn_ portatrientos graves. y así, sin rnás, gravedad. Como pesa_ dumbre y pesadez. Lo que sólo es en la lí¡ea de la fuerza de atraccion de la ricr¡a. pero hay otras fuerzas: presion, adhe-
sión, expansión, compresión, propulsión, derención, r¡ac_ ción, impulsión, rorsión, erc. y de todas salen metáfo¡as inconrables. ¿Qué frases más diversas en aplicaciones que las de represión, sociedad represiva, política represiva, represión
sexual, educación represiva? Toda la vida ,ubconr.i.nt"
.
inconscientc la reduceo algunos a la dinárica de la represión. Y todas las doctrinas del freudismo son inseparables de uoa complicada represenración metafó¡ica en que unas cuantas
llerzas
juegan las contingencias del equilibrio psíquico
dinámicor2.
Desde luego, las metáforas quc se originan en las múlti_ ples modalidades de la fr¡erza son también numerosísimas y de viejo
linaje.
Se
avienen como nada a lo que hemos consig_
nado como expresiones, actitudes y comportamientos del sujeto. ¿Qué más de suyo que la adhesión de los sentimien_ tos, la simpatía, la amistad, el amor? ¿y de dónde saca¡ más metáfo¡as que dc la repulsión cuanclo se trata de los aspectos contrarios¿ Pero se puede seguir y seguir, repasando los
r2Ver, por ejemplo, la autodefensa de l.reud en so famoso ensayo Más allá del Prirc4tio del Pkcer, cn que arguye ,,nuestra obligacióo de operar con tLrmr.nos ( renr ili, , 'r. c' Jcr rr. ron .rt,rcsronc" me¡.rfo¡ i"¡s pctulrrrcs de t¿ ¡'srcolocrr ru mr\ lrol,r¿'ncnrc l.r ¡,sr ologr.r lrotundd r, cr(.
31
capítulos de la Física, la Geometría, la Medicina, la Ast¡onomía, la Ingeniería, la Arquitectura, las Ciencias de la Gue¡ra, de Ia Navegación, del Comercio, la Agricultura, la Minería, etc. Las r¡etáfo¡as del espacio, por ejemplo: la amplitud del
carácter, la profundidad del ingenio, el largo camino de las mil formas de expectación, todas las variaciones de la superficialidad, Ia llaneza del trato, la altura de las consideraciones, Ia extensión de los conceptos, las esfe¡as del saber, los alcances y límites de Ia razón La tabula rara del espíritu, Ias galerías de la memoria, el amueblado de la conciencia Bécquer: "De un oscu¡o rincón de Ia memoria salen a perseguirme Ios recuerdos". Agustín: "Los campos y palacios espaciosos de
r¡i
memoria".
O se pueden investigar Ias metáfo¡as del frío y el calor en que pueden comprenderse todos los afectos, como la luz en la gama de los colores. Por ejemplo, Da¡ío: "Y su ¡isa fue como un agua hirviente"; o Man¡ique: "¿Qué se ficieron las llamas
"Pero de los fuegos encendidos de amadores?"; o Shakespeare:
tú, enamorado de la llama de tu mirada, la alimentas con la leña de tu propio ser"; o Calderón: "En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho". El "f¡ío de la mirada", la "frigidez", la remperatr.rra del temperamento, la guerra fría, el deshielo. Si cornpletáramos este somerísimo escatceo que aPenas se ha iniciado aquí y que apenas toza el tema ateniéndose a las obvias categorías naturales y cotidianas, empezaríamos seguramente a p¡eguntarnos qué queda del lenguaje cuando apartamos lo que se origina mediante este expediente del nombrar
merafórico. Un buen eje mplo lo suminist¡an las metáfolas de Ia luz y la visión. ¿Qué quedaría de la Filosofía si reti¡áramos roclas las metáforas que provienen de la luz? La célebre 14
doctrina platónica de las ideas y el conocimiento se resuelve en metáfo¡as de la luz y lo visible. Las ideas clatas y distintas de Descanes, ¿qué más son que una denomi¡ación metafó¡ica del conocimiento y la verdad en ré¡minos de la luz y el ojo? Las cosas son oscu¡as cuando no hay
luz, confusas cuando no podemos verlas. El ideal de la visión es: buenos ojos y buena luz. ¿Qué otra cosa se pide con la claridad y distinción de las ideas gue unos buenos ojos y un cuano bien iluminado para eJ entendimiento? Paul de Man, examinando lo que dice Locke sobre las ideas simples no tiene dificulrades en llena¡ la mesa de metáforas hasta el ext¡emo de disolver todas las pretensiones
de rigor literal, tan explícitas y programáricas en Locke,
en no más que un espejismo del h¿bla, radicalmente metafo_ rica:
"Il
segundo ejemplo <¡ue da Locke de una idea simple
. 'luz'. Se da trabajo para explicar que la palabra .l.rr, .,o se ¡efiere a la percepción de la luz y que entender el proceso
es
causal por el cual se produce y percibe la luz no es Io mismo que entender la luz- De hecho, enrender la luz es ser capaz de hace¡ esta distinción misma enrre la causa ¡eal y la idea (o
experiencia) de una percepción, entre percepción y ape¡cep_ ción. Cuando podemos hacer esto, dice Locke, lo
"nro,,ces Io que es lez |tllpianeÍte, y nos aproximamos lo más ,luz'. que es posible al significado propio de Ilntencler la luz idea es
como idea es enrender la luz propiamente. pero, desde luego, la palabra idea u e)significa lrrz. y Jecirquecnrender
lairrz percibir la idea de luz equivale a decir que el entendimien_ to es ver la luz de la luz y es po¡ tanro luz él mismo. La sentencia: 'entender la idea de la luz' tenciría entonces que t¡aduci¡se: 'iluminar la luz de la luz' (das Licht ,/a Lni*: es
li'bten), y si exo enpieza a oírse como una traclucción heideg, geriana de los presocráticos, ¡o cs casualidad. La reclucción
It
etimológica tiene una tendencia a transforma¡se en el tartamudeo repetitivo de la tautología"11.
7. Maáfora
I
Pers|ectiaa
I-a doctrina a¡istotélica del nomb¡ar metafórico, así como se muestla aquí, puede relaciona¡se con la doctrina de K. Burke sobre La metífora y la metonimia Bu¡ke t¡ata estas figuras o tropos como si fueran términos de una serie que se implican mutuamente. Tal serie incluye la metáfora, la me-
tonimia, la sinécdoque y la ironía. No sólo fo¡man un todo cohe¡ente estos cuatro tropos, según este autor, sino que además a cada uno corresponde una aplicación lite¡al o realista, Tales aplicaciones son. respect ivam ente, perspecriva. re-
ducción, representación y dialéctica. Finalmente (y ciertamente Io más importante), Burke sostiene que el límite entre el momento figurativo y el literal en el caso de estos cuatro t¡opos no es todo lo tajante que la tradición quiere hacernos creer. Quizás más adelante teogamos que volver sobre este último punto de la doct¡ina de Burke Lo que nos importa aquí tiene que ver con sus ideas ace¡ca de la metáfora y la
metonimia. Burke se propone trata¡ de las motivaciones en general a partir de un modelo omniabarcante: Ia escenal4. Con esta orientación, concibe la metáfora como "Perspectiva" "La metáfora es un artificio para ver algo en trérminot de algo dife¡ente". Esta noción
se capta adecuadamente en Ia escena,
t) The E1iltenolo7l of Metalrbat t{ Al resp..to, vcr su Gtannat generosos en ideas
36
y erudición.
of
Motiut y ss Rbetaic af l'lot¡,g!' libros
cuando vemos un carácter desde la perspectiva de orro. Po¡ ejemplo, la obra de Tom Stoppard, Rosencrartz and Guild¿n¡tern dre Dead. es un ejemplo que Burke aceptaría con entusiasmo 15. En esta ob¡a no sólo nos ponemos a contemplar a todos los personajes de Hamtet desde ot¡a perspectiva -la de dos servidores de Claudio que aparecen eo terce¡ planosino que reparamos también en cómo lo que no es más que una perspectiva es en general conside¡ado como el punto de vista absoluto. Nuestra percepción común de estos dos caracte¡es y Guildenstern- no es más que la -Rosencrantz perspectiva lanzada sob¡e ellos desde el carácter Hamlet, considerado como el centro de refe¡encia absoluto, y no como una Pe¡sPectiva más, entre otras. Otro ejemplo igualmente ilustrativo es el film "Rashomon", de Akira Kurosawa, donde asistimos al ¡elato de un 'mismo hecho' desde la perspectiva de sus cuatro actores. En términos de Burke, las cosas quedan mejor dichas. No se trata de un hecho visto por los protagonistas sino de cuatro perspectiv¿s desde cada centro, de modo que todo cambia. Hay una situación que atañe a A, B, C, D. Vista desde cada centro queda así: A,, 8", C", D"; A.5,86, C¡,, D¡; 4.,8., C., D.; y A¡, B¿, C¿, D¿. Con esta noción general de metáfo¡a-perspectiva, Burke responde de modo elegante y c¡eativo a problemas de Ia especie de la 'puesta en escen¿'. Pero, más allá de la escena, responde a las diñcultades del relativismo cuando se sale del plano figurativo y se ent¡a en el literal o realista. En la escena, el relativismo de las perspectivas nos divierte, y hasta nos instruye; pero no va más allá de un ¡ecurso de escena. En la realidad, la 'disolución' del hecho en las perspectivas nos parece un proyecto de Ia desesperación. Burke responde a esta
lt Hay un
comcnrario sol¡re esta obra en mt Diario
¡te
Lecnn.¡, ioédito.
31
c¡ítica desde una metafísica de inspiración dialéctica y or¡¡anicista. Los hechos no son mó¡adas autosubsistentes, rígidas y simples. Todo lo contrario, "es por la aproximación a rravés de una va¡iedad de perspectivas como establecemos la realiciad de un ca¡ácte¡". El punto se determina desde un cont¡aste entre lo que Burke llama "realismo poético" y "¡e¿lismo científico". "En verdad, de acuerdo a una teo¡ia más antigua del realismo (lo que podemos llama¡'realismo poético'en contraste con el moderno 'realismo científico') podríamos decir que los caracteres poseen grad\s /e rer en proporción con la variedad de perspectivas desde las cuales pueden ser percibidos con justeza. Así, podemos decir que las pJantas tienen 'más sc¡'que los minerales, que los anin-rales tienen más ser que las plantas, y el hombre más que los animales, porque cada orden más alto admite y requiere u¡a nueva climensión de términos que no son lite¡almente ¡elevantes en los ó¡denes
infe¡iores"l6. Hay que distinguir entonces la perspectiva desde un grado de ¡ealidad sobre otro, de la perspectiva en un mismo grado de ¡ealidad. Por ejemplo, la perspectiva hacia Rosencra¡tz desde Hamlet y la perspectiva hacia Hamlet desde Rosencfantz se encuentran en un mismo nivel de realidad. En cambio, la perspectiva sob¡e las motivaciones lrumanas son vistas desde grados dife¡entes de realidad si las enfocamos "en términos de reflejos condicionados, química, lucha de clases, amor de Dios, neurosis, peregrinación, poder, movimiento de los planetas, geografia, manchas solares, erc.". E¡ esre empeño, que puecie explicarse en términos de rr.rétodo experimental o ¡ecurso heurístico, se corre, sio embargo, el riesgo t6
A Gr,flttar
l8
af
Mltitur, Appendix D, p.
104.
de desconoce¡ el diferente starus onto-lógico de los planos Pucstos en pe¡spectiva. Por ejemplo, ¡esolver la morivación humana en pura química. La metáfora-perspectiva, entonces, allí donde la perspectiva se aplica a un grado más alto de realidad, conlleva el riesgo de ¡educción. Es aquí donde se hace presente el seguodo término o mome¡to de la serie: el
metonímico-reductor. Bu¡ke conside¡a l¿ ciencia con ayuda de la oposición entre las categorías de sustancia y relación. La ciencia se ¡esuelve en
pura relación. "Sea el mundo 'mente', 'mareria', 'mentemateria' o 'pluralidad' igual se procede cua¡do se enciende un fósforo". Cuanclo, por el contrario, es el homb¡e en sus relaciones con el hombre lo que está implicado, su enfoque en términos de las co¡relaciones de la ciencia no es suficienre. En
tal caso se trata, podríamos decir, de la pu¡a metáfora de [a correlación que reduce y desconoce el mome¡to de la susran-
cia. "Cualquier intento de t¡ata¡ las ¡elaciones humanas según la analogía de las co¡relaciones natu¡alistas se transfo¡ma necesariameote en la reduccih de alguna esfera más alta o más compleja del se¡ a los rérminos de ot¡a infe¡io¡ o menos
compleja". conexión con este intento de reducción de lo susrancial a las cor¡elaciones propias del enfoque científico que Burke aplica su concepto de metonimia como ¡educción. En Ia medicla en que tratamos de explicar las relaciones humanas de acrrerdo a las categorías explicatorias de la ciencia, Io que hacemos es enfocar un nivel sustancial del ser desde otro relacional, resolviendo o ¡educiendo cl primero en el segundo. Además, pues, dc la perspecriva-metáfora tenemos aquí Es en
la reducción-meronimia. La metonimia, clc acuerdo a Burke, sería una operación de la misma especie de la reducción cienrífico-mate¡ialista en 19
cuanto su "estrategia" básica consiste en "transmitir algúo estado incorpóreo o inrangible en términos de uno corpóreo o tangible. Por ejemplo, hablar del'co¡azón'más bien que de las'emociones"'Asi entendida, la metonimia aparece con un rol específico en el plano de la poesía y las bell¿a let¡as. Habla¡ del "corazón" en lugar de las "emociones" es tomar Ia parte en lugar del todo. De acue¡do a Ia concepción escolar, tal figura es meto-
nimia. Así, también, lo son "palidez" en lugar de "miedo", "cerebro" en lugar de "pensamiento", "lágrimas" en lugar de
"pena", "ojos" en lugar de "visión", de "perspicacia", de "intuición", de "clarividencia", etc. En una palabra, toda vez que lo interior, intangible, espiritual es traducido en términos de Io exrerior, tangible y material tenemos una operación
metonímica porque lo exte¡io¡ es condición, consecuencia, ca¡acte¡ística o expresión de lo interior no hay, por ejemplo, pensamiento sin cerebro, Ias lágrimas son expresión de la pena, la palidez, del miedo, etc.- y de esta manera, parte suya.
Pero, ¿qué deci¡ de las pa.labras? Cuando expreso lo espiritual en té¡minos de lo mate¡ial en el te¡¡eno de las galabras --el de la poesía y las bellas letras, en especial- ¿voy desde palabras espirituales a palabras materiales? EI mismo Burke nos pone en guardia. Cuando en lugar de la palabra "emoción" empleó la palabra " corazón" parece que sustituyó el nombrc de algo espiritual con el nombre de algo material. Pero, ¿qué diremos de la palabra "emoción"? Desde luego, pretende nombrar algo espiritual, intangible, incorpóreo; pero sólo Io logra mediante Ia palabra "mover" que no tiene nada de incorpóreo, intangible o espiritual. Esto quiere decir que "emoción"
rambicn por ar
40
palabras "espiritual"r"
tangibles-
-¡9¡¡[¡e5
de cosas incorporales, in-
que sean originalmente el nombre literal de algo
como no les venga tal condición de nombra¡ por traslado meronímico (en Aristóreles identificamos esta operación como "nomb¡a¡ metafórico") desde su función literal o realista a una función figr-rrativa o rerórica. Burke, al respecto no tiene dudas: "Si se hace retroceder el lenguaje lo suficiente, es claro que se enconr¡a¡á que todos nuesrros términos para denominar
estados 'espiriruales'fue¡on meronímicos en su origen. por
ejemplo, consideramos 'las emociones' como una expresión que se aplica ran srilo en el nivel de la conciencia; sin emba¡go, la palabra tiene su raíz en el más'materialista'de rodos los términos, 'movimienro' (una esrrategia clave del materialis-
mo occidental ha sido la ¡educción de 'conciencia'
a
'movimiento')"17.
Toda la dife¡encia ent¡e Bu¡ke y Aristóteles sobre el ¡omb¡ar metafórico parece, pues, ¡educirse a que mientras uno habla tJe analogia y metáfor^, el otro habla de meronimia. Por lo demás, ni siquiera esta diferencia terminológica es firme. Pa¡a Burke, la metonimia desde el interio¡ al exterior, desde lo espiritual a lo material, se describe también en té¡minos de exrensión metafórica y encuentra su fundamento eo una especie de analogÍa entre ambos reinos, el espiritual mental, subjetivo, psíquico, etc.- y -interior, visible, tangible. el material-corpóreo,
t1
A G,enttar
o/
t|atuet. p.
10t>.
41
B. La c¡testión de las netáforas muertas Estos té¡mi¡os "espirituales" construidos mediaote analogia
extensión metafó¡ica y así dependientes del significado literal de té¡minos "mate¡iales" adquieren con el tiempo rtaü[ ptoprt. Hay diferentes descripciones todas metafóri-
y
de la suerte que cupo al elemento, factor o ingrediente metafórico que obró en el origen de estos términos "espirituales". Unos hablan de olvido, otros de vanificación, otros de metáfo¡as marchitas, otros de metáfo¡as muertas K. Burke, por ejemplo, después de sostener que el lenguaje se desarrolla por extensión metafórica tomando palabras aplicables al reino de lo corpóreo para aplicarlas al de Io incorpóreo, ag¡ega que
cas-
"luego, en el curso del tiempo, la referencia corpórea original olvidada y sólo sob¡evive Ia extensión metafórica incorpórea". El olvido ¡ruede, entonces, decirse que se establece con el establecir¡iento del uso Iite¡al de las palabras que una vez fueron metafó¡icas. Por ejernplo, la palabra "emoción" tiene uso ordinario desJe que olvrd¿mos que su relerente no era
es
nomb¡ado literalmente por ella y comeozamos a emplearla como el nombre o¡dinario de su objeto.
V.
C. Booth
se refiere a quienes
llama "retóricos clásicos"
y observa que para éstos desde que las expresiones metafóricas "se han t¡ansformado en un modo usual de decir lo que antes
(cuando eran metafóricas) decían figuradamente, no son me-
táforas mue¡tas, sino no-metáforas". Es decir, entre uso metafórico y uso Iiteral de las palab¡as existe el uso o¡dinario que puede constat tanto de palabras de aplicación literal como de palabras que una vez fue¡on metáforas y que desde que se emplean ordinariamen¡e no lo sonls tB Metaphor
42
at Rbxoric: Th¿ Problen of Euhation
Por su parte,
N. Goodman, respondiendo
a los argumen-
tos de Davidson que niega que las metáforas te¡gan una aplicación metafó¡ica dif-c¡ente de su aplicación literal (una tesis de la que r¡ata¡emos más adelante) se refie¡e también a los términos <¡ue "después de haber sido empleados metafóricamente pierden ulrerio¡¡nente su fue¡za merafórica debido al
sobreempleo"; y ¡ecur¡e, para describir la condición de tales términos merafo¡icos excesivamente usados, a la expresión
"marchitarse" (ziá)i9. La expresión predilecta para referirse a los términos que fue¡on metafóricos y que el t¡anscur¡i¡ del riempo y el empleo o sobreempleo--con han dejado de serlo es,.metáfora muerta". Por lo menos, es Ia que más se emplea entre los esc¡itores dc habla inglesa (dead metapbor). Así, Davidson habla de las metáforas como figuras que, iusro en Ia medida en que son exitosas, tienen por delante el destino de mo¡i¡. lo que ocurre cuando dejan de tener significado metafórico y pasan a tene¡ significado literal. po¡ ejernplo, la expresión "echaba clrispas", cuando deja dc funcionar como meráfora, pasa a ser "-el cadáver de una metáfo¡a" y simplemente sigoifica lo inismo que "estaba muy e nojado"20. También W. Quine habla de metáfbras muertas, literalmente muertas, cuando de metafó¡icas que eran se transfo¡man en ve¡dacles lite¡ales. Por ejemplo, la teo¡ía molecular de Ios gases, dice este auto¡, surgió de la analogía metafó¡ica ent¡e t¡n gas y ..un vasto enjambre de cuerpos absurdamente pequeños". pero no sólo así se producen las metáforas muer¡as. Las ondas de luz, por ejemplo, mienrras exisrie¡a el éter podían ser oscilaciones de este medio; pe¡o una vez que se demostró que ésre no ¡e 2a
Maa¡hor at Maonlightirg. \Vbat Mera¡bor Maza.
4)
existía, ¿cómo podían existir las ondas? Entonces no quedaba más que dejar un sentido metafórico a la palabra "onda" o redefinirla y matar la metáfora.21, Así, pues, las metáforas dejan de serlo por el largo tiempo
te asignado y una aplicación normal. Por el contrario, en los dos primeros casos, no parece legítimo pretender que no
existe más un elemento
o
ingrediente metafórico en
las
expresiones, que éste ha terminado por desaparecer del todo y
que lo más importante y asombroso- debido al puro hecho del tiempo, la divulgación y el sobreempleo, la metáfora ha llegado a adquirir un referente literal. Por ejemplo, cuando Davidson dice que la expresión "echaba chispas" una
vez que se transfo¡ma en el "cadáve¡ de una metáfo¡a" no significa otra cosa que "estaba muy enojado" parece tener en sus manos un caso segufo porque, apa¡entemente, "echar chispas" es una mane¡a metafórica de expresar lo que lite¡almente es "estat muy enojado". Pero, ¿qué di¡emos en los casos de metáforas a los que no parece fácil sino que, por el contrario, parece imposible encontra¡les una traducción o paráfrasis literal? Todos esos té¡minos a que aludimos más arriba y que resultan de la analogía entre interior y exterior, alma y cuerpo, mente y materia, etc., no son traducibles a expresiones literales. "Pensar", por ejemplo, surge en analogía con "pesar": se "colocan" los argumentos en pro en un 2t A lottttript an MetaPbú.
44
"platillo", y los a¡gumenros en conrra en el ot¡o. El
uso de
esta metáfora, su divulgación, el largo tiempo de su empleo, su notable adecuación tienen por consecuencia que su
identi-
dad de metáfora desaparezca del foco de la atención y retroceda cada vez más hasta desaparecer del todo de la vista. Es casi como si literalmente pesáramos al pensar. Así, todos emplea-
mos las expresiones ''pensar", "pensamiento" como moneda segura y corriente. En tal sentido, son expresiones de uso o¡dina¡io. ¿Podemos por ello decir que les corresponde un referente del modo, por ejemplo, como le corresponde uno a las palabras "come¡" y "comida"? O, de otra manera: ¿podemos responder a la pregunta por el significado de la palabra
"pensar" sin tener que recurrir, ya sin auxilio y en último exttemo, al contexto metaforico del que emergió? Desde Iuego, las palabras pueden o¡denarse de modo que unas puedan explicarse con ayuda de otras. Pero se vio -como más atrás en el caso de palabras como "entendimieoto" e "idea"- siempre tend¡emos que reconocer un nivel en que las palabras "espirituales" tienen que avenirse con las palabras "materiales" en orden
significar, y sólo metafóricamente. La indicación hecha por Aristóteles ace¡ca de la denominación metafórica de lo que no tiene nomb¡e debe pues reformularse con énfasis sob¡e esta condición de no tener nomb¡e. Desde a
luego, en innumerables casos, la laguna en el léxico no es más que una situación accidental. Por ejemplo: no hay nombre para la acción de pintar algo gris como sí lo hay para la de pintar algo blanco. Del modo como decimos "blanquear", ¿qué habría de imposible en decir "grisear"? La laguna en el
Iéxico es aquí un hecho, no una necesidad. Así, aparece esencialmente reparable. Pero, ¿qué decir, por ejemplo, del acto de pensar y de Ia analogía metafórica que empleamos para nombrarlo? Desde luego, no es la única. Cuando, por 45
ejemplo, Desca¡tes encontrárselo ix
se
refiere al pensamietno allí donde parece
propri¿, perrontl
los razonamientos del
matemático- nos habla de "esas-en largas cadenas de mzones'. También Locke, t¡atando del razooamiento o la inferencia,
dice que la razón despliega esta facultad de ilación ordenando "las ideas intermediarias de ¡nodo de descubrir qué conexión
existe en cada eslabón de la cadena mediante el cual se conectan los extremos"22. A esta imagen célebre de la cadena Je las razones.
se
agrega Ia or ra
encon cramos asim ismo
-que en Descartes y Locke- del pensamiento como
metáfora de la
pe¡cepción, y del razonamiento como la mirada que se acomoda para percibir clara y distintamente la co¡exión de cada uno de los pasos de la infe¡encia. Y Io que vale para la 'facultad de pensar' vale para las restantes. Aristóteles, por ejemplo, habla de la sensibilidad como de esas tablillas de cera err que se tomaban notas en su tiempo; Locke nos pide que nos rep¡esentemos la mente como "papel en blanco, vacío de toda escritura". Las "facultades", es decir, recipientes; y
también como "poderes". "Facultad" se origina de "facere". hacer. También el hace¡ demanda el agente de la actividad.
La voluntad es concebida por Epicteto, ¡ror ejemplo como la facultad por antonomasia, Iaque preside y controla la afaéncia de rodas las otras2l. La dicotomía metafórica "capaci dad (recipiente) - poder (agente)" es la base de las construcciones kantianas y las armonías formales y como preestablecidas que existen, segírn este autor, entre la sensibilidad, la imagi-
nación y el entendimiento. Por su parte, un metafísico de la vocación de M. Heidegger, se ocupa de poblar de metáfo¡as los orígenes cle la filosofía hasta la densidad absoluta. Tam-
")1 Connmn¡4
Hu"k"
Uxd¿r¡,andrlg. Book,
Discrnu, Libro II, Crp. 21.
46
IV, Ch. XVII,
2.
bién a este auror, en estos riempos de un pretendido progreso de la filosofía y Ia ciencia, Ie parece que hay que pregunta¡se todavía por lo que significa pensar. Las búsquedas filológicas de Heidegger rienen el efecro de sacudi¡nos ent¡e un fo¡ma-
lismo convencional, agnóstico, nihilista y una identificación J rdlos vergon¿antc. cun pueriles iniiros que parl este auror no está¡r en absoluto superados. La relación del pensar a la existencia la identifica Heidegger en una figuración primigenia. Asociada con la también primigenia noción de ve¡dad como alltheia que este ¿uro¡ traduce por desencubrimiento. Dl desencub¡imiento, dice Heidegger, pone al pensa¡ y el se¡ en la ¡elación
cami¡os de la razón, el discurso de la cultura, Ia conexión de Ias nociones er¡ el saber absoluto, la lucidez plena de los
principios, la culminación de la ciencia y las realizaciones tecnológicas en las altutas de la automatización cibernétic¿, Ia electrónica, la energía nuclear no son más que el reco¡¡ido pleno de 'lo abie¡to en el claro'. Y piensa que u¡ eventual nuevo punto de partida del pensar todavía rendría que funcionar a partir de lo obrado por la metáfora del bosque y el claro del bosque. 2a
Et l:¡ndt
¿e
ld Fifotolía 7 ta't'anz &t pen:¿r.
9. Maáfora y
olaido
Sob¡e el efecto de la extensión metafórica en 9l lenguaie' es común conveni¡ en que mediante esta operación el lenguaje crece y se desarrolla. Hemos visto que estos resultaque, con dos pueden manifestatse en expresiones metafóricas literales expresiones el desarrollo del saber, se cambian en eiemplo, todas las explicaciones de las antiguas filoso-por fías atómicas no e¡an más que extensiones metafóricas desde
lo perceptible a Io pequeño imperceptible; pero muchas p^uron u ser verdaderas y literales con el progreso de la
y también en expresiones metafóricas que, redefinidas, dejan de serlo. Así, por ejemplo, en fisica cuántica' "partícula" y "onda" no son ya las vieias expresiones a que estamos habituados sino los nombres que damos a determina-
.i.n.iu-
que los dos fenómenos de acuerdo a las funciones matemáticas
describen. Pero, ¿qué hay del ¡esto? Como vimos, la opinión común q,r" h, viejas expresiones metafóricas que pierden su "" y la carácter de tales por otra vía que el progreso de la ciencia nor(o o común' redefinición, adquieren sentido ordioario mal) por el largo tiempo de su empleo, el sobreempleo y la divulgación. Esto quiere decir que unavez logrado el éxito de rlna
Átáfora no hay más que sentarse
a espe
rar y que luego de
un grado de divulgación y emPleo no habrá ya metáfora sino el cadáve¡ de una con status no ya de metáfora sino de
expresión o¡dinaria. En un tiempo, la frase de Chu¡chill "cortina de hierro" se saboreó como una metáfo¡a de las ¡elaciones diplomáticas, culturales' comerciales, etc ' entre el Este y el Oeste europeos. No pasó mucho y la expresión comenzó a perder su colorido de metáfo¡a hasta transformarse en la denominación cortiente de un fenómeno polÍtico' 48
Como dice \ü(/.C. Booth, hablando de la ¡etórica tradicional, para ésta "la metáfora no se contrasta generalmente con el
habla literal sino con el habla normal, usual, ordinaria, n0-ret6nca" . Pero ésta no es la opinión de todo el mundo.
AI
contrario, la distinción popular y escolar es entre empleo figurativo y empleo literal, no entre empleo figurativo y €mpleo ordinario. Al revés, es común suponer que el empleo ordinario del lenguaie está poblado de figuras de todas las especies. Como quiera que sea, si al empleo figurativo se opone el ordinario (normal, común, corriente' etc.) y no el literal, será entonces inútil que en la inmensa mayoría de las metáforas muettas (o no ya metáforas) busquemos un significado literal. EI que una metáfora haya pasado al hemisferio de las expresiones otdinarias no significa nos estarían dispuestos
a
afirmar-
lo que algu-
-contra que posea ahora un signi-
ficado Iite¡al. De manera que, desde esta perspectiva, tendría mucho sentido sostener que entre las expresiones del habla ordinaria hay muchas que, tan Pronto nos preguntamos por significa pensar?", pregunta Heilo que significan -"¿Qué degger- comienzan a transformarse ante nuestros ojos' a volverse de la parte de su origen, su etimología, para exhibir uoa sorprendente verdad: su fundamento rnetafórico' su ra-
zón de se¡ como pu¡a extensión ar,alógica. El cuadro, con palabras de K. Burke, se presentaria más o menos así: "Et lenguajc se desarrolla por extensión metafórica, tomanclo prcstadas las palabras del reino de lo corpóreo, visible, tangible y aplicándolas por analogía al reino de lo incorpóreo, invisible, intangible; luego, con el co¡rer del tiempo, la referencia original, corpórea, es olvidada, y tan sólo sobrevive la extensión metafórica, incorpórea (a menudo debido a que las mismas condiciones de vida que nos recordaba¡ la referencia corpórea han cambiado a tal punto que no hay referencia
49
en la 'situación objetiva' misma); finalmente, los poetas, revirtiendo el proceso, restablecen la situación original, mediante una extensión metafórica hacia atrás, desde lo intangible a un equivalente tangible (de modo que el primer'traspaso' desde lo material a lo espiritual se comPensa Por un
segundo 'traspaso' desde lo espiritual a lo mate¡ial); a este
artificio para 'volver a lo arcaico' damos el nomb¡e
de
'metonimia"'25. El paréntesis del texto de Burke, aquí citado, agrega una eventual explicación del hecho de que nos olvidemos del carácter original de las extensiones metafóricas. "Las condiciones de vida que nos ¡ecordaban la referencia corpórea han cambiado". Bu¡ke en este breve apéndice sobre troPos no puede deteoerse en especificaciones y muchas veces, como
aquí, debemos comPletar Pot nuestra cuenta sus ideas. En este caso parece no habe¡
dificultades. Considérese, por ejem-
plo, el nombre "símbolo" que resulta originalmente
por
analogía metafórica a partir de la técnica de identificación mediante las dos partes de una moneda quebrada. "Símbolo" viene de "hace¡ coincidir". Por ejemplo: A, estando en Atenas, debe negociar con B, que está en Corinto; para ello, entregaa C la mitad de una moneda quebrada cuya otra mitad está en poder de B. La mitad de Ia moneda quebrada es el 'símbolo' que identifica a C como ¡epresentante de A. Así, mediante el 'símbolo' C 'está por' A, lo representa. Por extensión metaf1ríca, una Persona puede constituirse en el símbolo de otra, o de otras. Además, símbolo se es baio un aspecto esencial o característico; se trata de la identidad de la cosa sig nificada. Así, por extensión metafórica lo característico de algo es su símbolo. La ironía es el símbolo de Sócrates; 2t Grannur of Motit'u,
t0
p.
106.
las fo¡mas o ideas, de Platón. Pero, también, las palabras 'están por' o represenran. Y son así símbolos de lo gue
rep¡esentan. Igualmente, por el crire¡io de identidad, las relaciones de los símbolos serán un símbolo de las relaciones entre las cosas simbolizadas. Así surgen las matemáticas como cálculo simbólico, para citar sólo un ejemplo. En este caso lo que nos dice Bu¡ke sob¡e el cambio de las condiciones de vida que elimina la ¡efe¡encia corpórea se refiere a la tecoología de identificació¡, el símbolo, que ya no existe más así desaparecida impide que atendamos al aspecto corpóreo en que se sostiene la metáfo¡a del símbolo. La obseruación de Burke sobre las condiciones del 'olvido' que afecta al habla merafórica pueden aplicarse en toda Ia amplitud del campo de las t¡ansformaciones tecnoculturales. Por ejemplo, "estilo" proviene del estilete que en la aotigiiedad se usaba para escribi¡ sobre tablillas de ce¡a. Así, el estilo de un autor se entiende por aplicación metafórica a partir de la condición o calidad del insrrumento con que se escribía. "Sigilo" se origina de "sello", que nombra, como "símbolo", un artefacto de identificación. Con el sello se impronta una figura en lac¡e o resina coloreada. Como instrumento que t¡ansmite identidad y autoridad, el sello se mantiene oculro, en compartimentos y cajas seretas. De allí "sigilo", "sigiloso". "Asediar", "sitiar", "escalar", "catapulta", "ariete", etc.,
y que
son palabras relativas a antiguas tecnologías de guerra; y en la
medida en que producen metáforas (¡y cuántas producen!) van quedando sin la "referencia corpórea" de que habla Burke. Lo mis¡¡o vale para las tecnologías monetarias y los metales nobles que no se emplean más. Así, "moneda dura", "dincro contante y sonante", "plata", "platal". De las tecnologías de transporte median¡e animales nos quedan los caballos de fue¡za, las postales, las ¡iendas del poder y las fuerzas
tl
desbocadas de la pasión. De la poesía antigua recitada al son
de la lira, subsisten la lírica y el li¡ismo. "Cálculo" viene de los tiempos en que hacíamos las cuentas con pedruscos El velo con que las mujeres se cubrían en Público y que ya no se usa más, se oculta en "revela¡", "develar", "¡evelación". Del castigo que aplicaban hebreos y musulmanes apedreando a matar nos quedó "lapidario"; y todos oímos habla¡ del ost¡acismo, que viene por el teiuelo en forma de concha con que votaban los griegos la condena al exilio. Por todas partes, en
el lenguaie, vemos que los fenómenos tecno-cultu¡ales han encontrado una ingeniosa forma de improntar su historia
I0.
Metáfora
!
ruquesto
Hay una obvia relación entre metáfora, supuesto y lo que Bu¡ke denota con la expresión "olvido". Si las dos mitades de la aoalogia metafírica se escinden y sólo empleamos una con p¡escindencia y olvido de la otra, ya no hay más la seguridad de mantene¡ el control del uso metafórico de las expresiones con relación a los hechos, cosas y conexiones sensibles en analogía con las cuales son metáfo¡as. Además, este fundamento metafó¡ico de las expresiones desapalece no sólo de la atención, sino que oculre como si no existiera más. Que obre allí, empero, como fundamento a Pesar de que Para nosotros es como si no existiera es lo que lo determina como supuesto. Lo que es fundamento y, a Ia vez, está fuera de Ia atención y obra como si no existiera, tal es el supuesto. Si, por ejemplo, teorizando sobre el pensar ya no me remito más a la balanza relación metafo¡ica con la cual hablo de pensamiente
-en o alguna otra apoyatura sensible
cadena o encadena-
-como miento, vínculo o yuxtaposición o fusión de dos cosas, 52
o
iluminación o visión, abertura o descub¡imiento- varias cosas ocur¡en: pierdo de vista el apoyo sensible del lenguaje
que empleo; desaparece el hábito de esta ¡eferencia sensible mediante la cual cont¡olo mis expresiones; el lenguaje así desvinculado de su implicación sensible se hace abstracto y misterioso, eventualmente, coovencional y vacío; finalmente, el fundamento del habla desaparece en el no-ser del supuesro. Es en tales condiciones que se requiere la asistencia del etimólogo, el filólogo, el culturólogo, quienes tienen competencia pata rrczar y comentar la historia de las palabras, desde sus orígenes hasta el presente. Con cal asistencia, estamos en condiciones de reactualizar los contextos originaIes en que las palabras comenzaron a significar y la secuencia de sus transform¿ciones en el tiempo. De esta manera lo que, por el olvido se había transformado en supuesto y que en tal co¡dición de supuesto ob¡aba su conr¡ol sob¡e las palabras como a espaldas de nuestro pensamiento, deja de serlo. EI lenguaje, como se dice, cobra nuevamente raíces; se desvanecen los miste¡ios del significado. En la especie de metáforas que comentamos, nos habíamos trasladado mediante la metáfora que conecta exterior e interior, materia y espíritu, mundo externo y conciencia (desde Iuego, exterio¡-interior implica otra especie de supuesto de proporciones tales que rebasan el ámbito de las analogías específicas y que, acaso, deba considerarse como el supuesto de todas las metáforas que
conecta¡
lo "corpórco" y lo "incorpóreo") y
mediante el desligamiento y el olvido, al plano de la interioridad sin más. de Y en esta metafórica dimensión de lo interior -olvidados su fundame¡to sensible y metafórico- procedíamos como si, lite¡almente, se r¡atara de una dimensión de cosas, fenómenos y relaciones: la experiencia tomemos el ejemplo de Locke- "amucblaba" la mente con ideas. el conocimiento 51
consistía en "la percepción del acuerdo o desacuerdo de dos ideas", el ¡¿zonamiento consistía en o¡denar las ideas en
y en conectar los
eslabones ext¡emos mediante los no sólo había un supuesto Pero, eslabones inte¡medios26. fo¡midable e n las decla¡aciones más afamadas del empirismo, sobre la 'estructu¡a' y'naturaleza'de la mente y el conocimiento; sino que éste se jactaba de somete¡se al dic¡ado de los cadenas
hechos y
enteramente de una grandiosa cons-
trucción -dependiendo me¡afó¡ica- no veía dificultades en denuncia¡ la metáfora como la fuente de la falsedad y el sinsentido2T No
era, sin embargo, necesario excavar hondo para encontrar que las construcciones, conceptos y esPeculaciones del empirismo y el positivismo están impregnados (¿o infectados?) de figuraciones lingúísticas que a corto andar nos ponen en el ámbito
de las paparruchas infantiles. La traducción epistemológica que hace Paul de Man de la vimos- "ilumifrase "entender la idea de [a luz" es
-como
nar la luz de [a luz". Con esta traducción ilust¡a este autor Io que llama "tendencia (de la reducción etimológica) a transformarse en el ta¡tamudeo repetitivo de la rautología". Tendríamos que pleguntarnos si es esta t¡aducción una tautología o, más exactamente, un sinsentido. Porque, ¿qué puede significar "iluminar" cuando el objeto del ve¡bo es Ia luz misma? Obviamente, un disparate. Y a renglón seguido, tendríamos que proceder a averiguar de dónde proviene este lapso lógico. Y responder que resulta de esa desconexión o desligamiento de la metáfora que, Iibrada a su propia operación, sin sujetar26
Hunaa Undcrstanding, Book II, Ch. I 2; IV, Ch¡P. I 2; Book Chap. XII, 2. por ejemplo, lncke, Concerning Hunan Undentandiag, Book [ll, '?7 Ver, Chap. X, 34. Cancerning
lV,
control explícito de su fundamento sensible, cae en Ia ilusión de un 'espacio lógico' donde puede proceder como si
se más al
hubiera adquirido allí firmeza y fundamento p¡opios. En esra conexión, el ¡ecue¡do de lo olvidado (tarea como decimos, del etimólogo, el culturólogo, el filósofo) permite ¡esrablece¡ el vínculo sensible, traer a la conciencia la conexión de sentido,
la analogía metafórica, verdadero fundamento y
base de
control. Dejar lo que da razón de una expresión merafórica 'fuera de juego', equivalió a t¡ansforma¡ el fundamenro en supuesto. En el plano epistemológico y lógico, lo que Burke llama "¡ealismo poético" se transforma en la ope¡ación que desencubre el supuesto y acora así la función y significación de Ias expresiones metafóricas. Por ejemplo, no se caerá en empresas imposibles como "entender la idea de la luz" cuando se tiene en cuenta de dónde provienen "entender" e "idea";
como no sea que se aparten como algo del todo extraño e ir¡elevante las conexiones etimológicas y se asigne a las palabras un significado literal. Así ocurre, por ejemplo, cuando nos ¡epresentamos los fenómenos de la co¡¡iente eléct¡ica con la metáfora de Ia circulación del agua por un sistema de tubería. Aquí, someramente, la electricidad (B) es al conductor (A) como el agua (D) es al tubo (C). Con la fraseología de Aristóteles, salen de esta
metáfora a granel té¡minos que carecen de nombre y que
forman por cualificación. Como en el caso de la "copa de Ares" tenemos aquí "co¡¡iente eléctrica", "p¡esión eléct¡ica", "conducción de la elect¡icidad", etc. La representacióo metase
fórica, en tal caso no se desliga de su apoyatura sensible. Todo al contrario, la emplea consciente y explícitamente con vistas a derectar hasta dónde es adecuada. ¿"Revientan", por ejemplo, los "conductores" cuando la "presión" pasa de un límite? ¿"Rebasa" un acumulador? ¿Se
"filtra"
la corriente? ¿Se "atas-
t5
¿Se "obstruye¡" los "filtros"? I-as respuestas a preguntas de esta especie representan el conoci-
can" los "conductores"?
miento de los fenómenos eléct¡icos que se obtiene medi¿nte el empleo de la metáfora (o modelo, como se estila decir en casos de esta especie), los cuales permiten, por vía de acuerdo o desacuerdo, ir eliminando el momento metafo¡ico en beneficio del literal. Es en rales casos cuando se puede decir con propiedad que, alcanzando un punto, la metáfora ha muerto. Sirvió para llevar adelante una investigación. Un poco, como esos andamios que emplean los constructores para levantar edificios y que van desapareciendo en la medida en que el edificio va te¡minándose. O mejor, como esos esquemas que trazan los pintores sobre la tela y que van desapareciendo hasta el ext¡emo de perfección en que se integran a la obra de arte que los confi¡ma confi¡mándose ella misma como un
triunfo. La histo¡ia de la ciencia está llena de estos artefactos n-retafóricos, sus aciertos y desaciertos, sus límites y extravagancias. EI concepto físico de fuerza, es un excelente ejemplo de tanteo científico mediante analogía metafó¡ica. La acción
naturaleza de la fuerza se ¡ep¡esenta como la acción y natu¡aleza del esfuerzo que hacemos al poner un cuelPo en
y
movimiento, mantene¡lo en él o detenerlo. Traspasamos
a la
acción de la gravedad tetrestre sob¡e los cuerpos las cualidades del esfuerzo que hacemos para alzar un cuerpo o evitar que caiga. Al sentirnos a¡tastrados traspasamos una acción a lo
que nos arrast¡a que es en todo igual sólo que contraría al efecto que experimentamos- Po¡ todas partes, hablando de fuerza, sistema de fuerzas, fuerzas en equilibrio, campo de fuerzas, etc., no podemos elimina¡ un elemento de interio¡idad en la representación que nos damos. Por más que queramos reducir el concepto de campo de fuerza a Pura geomettía, 56
a pura función matemática para un dominio espacial
de
posiciones rro podemos eyitar la noción de un centro de acción y la representación de que a una partícula, en una cualquiera
dominio, 'le pasa algo' de Ia especie que nosotros experimentamos expuestosi por ejemplo, a los efectos de un fue¡te viento. Expresiones como "animado de de las posiciones del
movimiento", "impulso", "ímpetu", "trabajo mecánico", conservan Ia huella del pasado metafórico del concepto de fuerza.
11.
Maáfora
e interacción
Max Black distingue tres concepciones de [a metáfo¡a: una de acuerdo a la cual las expresiones metafóricas sustituyen a las literales, sea porque éstas no existen, sea por razones de estilo (tubttitution aiew); otra que considera la metáfora como una simila¡idad o analogía de lo que se trata de expresar (comparinn uiew); y una tercera que concibe la metáfo¡a como intemcción ent¡e dos órdenes de cosas de modo que su significado es
un producto de tal interacción (interaction uieu)28. Para ilustrar la primera concepción de la metáfora, traduce Black a su expresión literal Ia sentencia metafórica "Rica¡do es un león", que queda así: "Rica¡do es valiente". Se trata me¡amente de la sustitución de un término metafórico por un
término literal. En el caso de la segunda concepción (la úew),la misma sentencia metafórica quedaría así,
compaison
literalmente: "Ricar
es como
un león (siendo valiente)". De
acuerdo a la concepción de la metáfora como sustitución, dice
¿3
I40¿¿t! dn¿ Metaphan:
Str¿iü in Ltngttaga at.t Pbílotopfu, N. York,
1962.
57
Black, la sentencia merafórica "Ricardo
es
un león" se refiere
a Rica¡do; de acuerdo a la doct¡ina de Ia metáfora como comparación, en cambio, la sentencia t¡ata "de Ricardo y de leones".
Pa¡a ilust¡a¡
la te¡ce¡a concepción de la
metáfora (tbe inteuction !ier.,) qúe Black, siguiendoal.A. Richards, introduce y desarrolla, nuest¡o autorofrece un ingenioso artefacto: un vidrio ahumado en que hemos trazado un reticulado de líneas que permiten el paso de la luz, Si mi¡amos al cielo est¡ellado a t¡avés de este filt¡o ("let u trt to thinh of tbe metaphor as a filta", dice Black) la noción de inte¡acción es manifiesta. Podemos sin exagerar decir que tanto vemos el cielo a través del filtro como el filrro a rravés del cielo. Debemos supone¡ que esta teoría de la metáfo¡a como interacción vale como un principio general de modo que el ejemplo que se empleó para las dos primeras nociones de metáfora tiene que poder emplearse aquí también. Así, cuando decimos "Rica¡do es un león", hablamos de Rica¡do desde la perspectiva del león (empleamos el león como un filtro). Así como mi¡ando al cielo a t¡avés de un reticulado de líneas abiertas sobre la capa superficial de un c¡istal ahumado vemos el cielo'de algún modo'y'bajo ciertos respectos' -revelándose de esta manera la interacción de ambos, cielo y filtroasí, también, de algún modo y bajo ciertos respectos, percibo a Rica¡do a t¡avés del león. H4y algo en el león que resulta 'transpareote', con respecto a Ricardo; y también algo hay de opaco. Dejémonos llevar por esta imagen: el león filtra el compuesto Ricardo y deja escurrir aquello del compuesto que es león. Aplicando la tercera noción de metáfo ra(la ixteraction uiew) al mismo ejemplo a que aplica Black las dos primeras chad is a lion"- queda a [a vista que las t¡es nociones -"Rino son
t8
incompatibles. Incluso, parece fácil sostenerque están implicadas las tres toda vez que hacemos uso merafó¡ico del lenguaje. En primer lugar,
sea
por razones de estilo
sea
porque
carecemos de Ia expresión literal, en toda metáfo¡a encontra-
mos la sustitución de una expresión literal (exista o no) por una metafórica. En segundo lugar, toda metáfora se funda en una analogía (comparación, similitud o semejanza); y el que todas las cosas se dice-puedan compararse con -como todas las cosas y, así, la conpatiton uian de la meráfora cor¡a el riesgo de transformarse pretende Black- en una -como noción vaga hasta el extremo de la vacuidad, no resta ni fuerza ni sigoificación al hecho de que toda metáfora se funda (o pretende fundarse) en una analogía. Si nos arrae una expresion meraf
equidistante, exalto, entonces, cambiando el orden,
t9
denigro2e. Así también los cuat¡o té¡minos de una analogía
metafó¡ica (Dionisos, copa, Ares, escudo) se combinan reflejándose mutuamente. ¿Y cómo no notar el'filtro de Black' también en A¡istóteles cuando elabo¡ando este auto¡ la analogía. merafórica entre Dionisos y Ares construye la expresión "copa de Ares, pero que no contiene vino" como metáfo¡a de "escudo de Ares"? Así, la cualificación que A¡istóteles llama "aditiva" ("copa de Ares") y Ia cualificación que llama "sustractiva" ("que no contiene vino") serían respectivamente como las áreas transpare¡tes y las áreas opacas de ese vidrio ahumado a través del cual mi¡amos el cielo est¡ellado. Si miramos hacia A¡es desde la perspectiva que ofrece la copa de Dionisos, vemos un escudo; pero hay cualidades de la copa eue no nos dejan verlo: el vino que la copa contiene. Siendo así, encontrándose sin dificultad ni sofisticación las nociones de sustitución, similitud e interacción en toda metáfora, y no sólo eso, sino siendo estas tres nociones muy ostensibles ya en los primeros textos que han llegado a nosotros sob¡e el concepto de metáfora, todo lo que podría deci¡se sobre las tres concepciones de la metáfora que distinguc y hasta contrapone Black tendría que reducirse a cuestiones de énfasis sob¡e este o aquel aspecto del acto metafórico, sobre cuál deba prevalecer sobre los otros, subordinarlos, incluirlos, sobrepasarlos en importancia o compendiarlos a todos. Po¡ ejemplo, Aristóteles parece habe¡ asignado más imporrancia al enfoque de la metáfora desde e[ punto de vista de los términos que desde el punto de vista de las proposiciones en que entran los té¡minos. En efecto, et Poética, gte es donde con más aparato conceptual t¡ata Aristóteles de Ia metáfora, ésta aparece como una parte de las ocho en que se '1,
Reúna, t4or'
60
,
rc-35
dividen allí los nomb¡es. Además, la definición de metáfora que ofrece Aristóteles
vimos-
le asigna como géne-
-como ro el "da¡ a la cosa el nombre que pertenece a otra", lo que parece calzar exactamente con la doct¡ina de la sustitución. En verdad, no hay definición escola¡ de Ia metáfo¡a a la vista que no ponga el énfasis sobre la sustitución. Nuest¡o "D¡rci¿nario de la Lengra Española" define "metáfora" como "t¡opo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces en ot¡o
figurado, en vi¡tud de una comparación tácita". Para
el
Liuixg V eb: nr" la netáfora es " a figare of spucb in wb icb a term ar pbrare is applied to rlnething lo wbich it i¡ xot literally "
appliable, in zrden to
sl¿ggert a ruemblance". El }xford Englhb Dictitnary la define como "tbe figure of Qeech in which a name or descriptiae tenn * traxtferred to nme object dilferext from, but analogout to, lbdt t0 wbich it is properly applicab/e". Para el Dizionario Garzanti, la metáfora es una "figara rctorica per la qrale si esprime, sulla bav di tna limilitu¿iw, rna co¡a diur¡a di qrella nomitrata". Y en un
"Larou¡¡e" de bolsillo que me viene a las manos: "Enploi d'un rn rcns qui ne lui canuient qae parce qrc'on fait
mot dans
ufle czmpardi[rn [our-eúerldue", Se ve, sin embargo, que así como en estas definiciones está presente la nociónsustitución de la metáfo¡a, también lo está la nocióncomparación. Y desde que ésra Io esrá, cabe pregu¡tarse de la medida en que el tratamiento de la metáfo¡a desde el punto de vista de los té¡minos respecto de su tratamiento desde el punto de vista de las proposiciones no sea más una cuestión de énfasis que de sustancia. Como sugie¡e Ricoeur, refiriéndose a las doctrinas modernas sobre la semántica de la metáfora que desplazan la atención desde los té¡minos a las -doctrinas proposiciones- el que la retórica clásica ponga el énfasis en la "desviación sintagmática" (es decir, la cualificación o deno6T rr.-!
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minación aberrantes, desviadas o anormales que toda meráfora aca¡rea) no quiere decir que no acepte la conexión proposi-
cional como el elemento básico de la operación merafórica sino solamente que, en lugar de destacar la proposición como la operación en que se produce el 'corrimiento de sentido' que
introduce el giro metafórico, desraca el efecto de esta operaciónlo- ¿Cómo podría ser de ot¡a manera? Considé¡ese, por ejemplo, la expresión metafórica "lengua celestial". ¿Qué sentido puede adquirir de suyo sino a partir de algo como "la lengua de F¡ancisco de Asís es celestial"? Este es justamente un ejemplo en que la cualificació¡ sin atribución previa es decir, sin juicio o proposición- parece imposible a todas luces. Percibimos len¡¡uas rosadas, rojas, pálidas, celestes incluso; pero no lenguas celestiales. El término "lengua celestial" no puede sostenerse sin una síntesis que obra'desde fuera', que conecra dos órdenes de cosas que en términos usuales no están conectados. Obviamente no es sólo el juicio (o la proposición) la función que obra esta síntesis sino el juicio asistido por la imaginación. Podemos por
ejemplo, en los sueños- hacer la expe¡iencia de-como, combinaciones extravagantes y argüir que fueron puesras allí sin mediación del juicio. El poeta puede decirnos que eqcontró sus metáforas en el sueño, que le fueron inspiradas, que respona sus hábitos, su modo ordi¡ario-para noso[ros exrraor-
den
dina¡io-- de percibir. Nada de esto ¡emueve el juicio de la metáfora, la proposición que toda metáfora incluye y que se articula en Ia perspecriva echada sobre una cosa desde el
punto de vista de otra. Dar a una cosa el nombre que pertenece
a ona en el modo de l¿ denominación metafó¡ica es, característicamente, coloca¡nos en la acritud de juzgar. Ca-
lo The Metaphorical Process...
62
racterísricamente, porque la metáfora tiene la vocación de intrigar, aludir, sugérir, incitar. También A¡istóteles, como vimos, se encarga de anotar la implicación del acertijo en la metáfo¡a. No disfruta¡íamos de las metáforas si no fue¡an de algún modo significativas y verdaderas. Disfrutamos, precisamente, buscando el sentido y la verdad bajo esta forma tan insolente y p¡ovocativa de presentarse.
12.Metáfora, significado
!
aerdad
Porque en la metáfora el sentido aparece como sin sentido y Ia verdad como falsedad y hasta como absurdo. Tan desca¡ada fo¡ma de recurri¡ a la paradoja para manifestarse ha tenido por efecto que mientras para unos es ello prueba elocuente de sentido y verdad, para otros no es más que resultado de confusión, equívoco e impotencia. Agustín, por ejemplo (maestro él mis¡no de elocuencia y escritor lleno de ingenio
retórico hasta el infinito), asigna función significativa y aseniva a los tropos. Todos ellos, como vimos, responden según este autor a la ca¡acterística de decir con la intención de si¿¡nificar otra. Tan obvio es para Agustín que hay sentido y verdad en las expresiones figurativas de la retórica que ni siquiera se plantea algún problema a este respecto y ¡ecomienda el conocimiento de los rropos y figuras del habla a los estudiosos de las Escrituras --donde hay muchas construcciones de esta naturaleza porque "el conocimiento de éstos es necesario para esclarecer las dificultades de las Escrituras; porque cuando las palabras tomadas lite¡almente producen un significado absurdo, debiéramos inquirir inmedia tamente si no pueden ser empleadas en tal o cual sentido figurado que desconocemos; y de esta manela muchos pasajes oscuros 61
"literalhabrán escla¡eciclol'. Vemos así que la dicotomía de paradoja a la figurado" ha sitlo desde anti¡¡no una res¡ruesta es: la expresión metafórica. La f(rrmula of¡ecida por Agustin absurclo, metafóricamente vertlaclero Si' por
se
lite¡almente ejemplo, resulta absurclo consiclerar que "el espíritLr de Diosi, literalmen¡e, "rcvoloteaba sobre lir superlicie clc las clc a¿il¡as" Porque no hay ninguna ltrrma literal cornpatible el .rbstrr.l'r J, sa¡'rrc" l'rrr l)r nto JsiJ{nLr 'r "*pre*i,,n.',. "rtrs "revototerr" L¡n scntido mctafórico vercl¡cl Esra rcspucsta, al pareccr ol>via' a ia cuestión cle lt sin sicl¡' ha y el significaclo de las expresioncs mctalllric¿s no espeembargo, aceptada r.rnivcrsalrnente' I-os eorpiristas' en
cial, han consi.leruclo siempre con sosPecha rodo empleo clel lenguaje clue no sea lite¡al. Dijimos algo eo el caso de Locke' Con el neopositivismo contemporáneo, las reglrts que esta esc.,ela ltizo prcvalecer dumnte algunas clécadas sobre el ustr significado y la verdad alcanz¿rron alturas irrcspirables' El los inclividuos: de categorías dos entre dcl lenguaie se.1i'ridió apropiatérminos y en que lo empleaban significativamente ios a su verificación, y los qr-re hací¿n un uso secundario'
clerivado o laceral riel lengr.iaje con vistas a suscitar específicos sentimientos. I-os prineros eran los cieotíficos; los segundos'
los poetas, ,,,."rdot",,, rnoralistas, políticos y de'ragogosl2' De esre mo,lo, Ia metáfora entre las restantes figuras'
)t
On
Cbi idí D¡¡r¡i¿¿,
Llook
lll, Ch
29' 4l
Habi" rna tercem especie, los filósofos Pero ésros, según los neopositi_ l'odría vistas, no usan propimentc el l¿nguaie sino qrte abusan de él freír un ser¡ttcho' piano con cl quiere
d"ci,
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'no
p"..,rnu que a¡tica un insrrtrmento
objeto quc le es ProPio.
64
a
cualqui('r
cosa menos al
tropos y consrrucciones reróricas- aparecía en el área lingüística que para algunos autores recibe el nombre de pragmática. Se trataba, así, la metáfora con más énfasis en el uso que en el significado. Davidson, por ejemplo, que aparece como viniendo del pasado neopositivista (recienre pasado) a enfrenta¡se con los nuevos y aparenremente victoriosos defensores de I¿ tradición semántica de la meráfora (Richards, Black, Goodman, Ricoeur) rechaza incluso el diagnósrico de énfasis. para é1, la metáfora "peftenece exclusivamente al dominio del uso" y no
existe ningún senrido o significado peculiar de las expresiones metafó¡icas significado o conreoido cognoscitivo implícito y -niogún como sugerido bajo el senrido lite¡al- sino que éstas obran su prodigio mediante el llano sentido literal de las expresiones que las forman. Y puesro que, asi tomadas
(directa y únicamente en lunción de su senrido literal), las meráforas son crcaturas falsas, paradojales, contradictorias, absurdas o imposibles, debemos admirir que en su caso no se trata propiamente de expresiones que tienen la tarea de significar, ni de sentencias o proposiciones. Si arendemos a su empleo correctame¡te descub¡i¡emos que se trata de meros ¡ecursos Iingüísricos que medianre su significado lireral obr¿rn a través de la imaginación con vistas a llama¡ nuestra atención, a orientarnos hacia un hecho, relación o contenido en las cosas de la fo¡ma como, po¡ ejemplo, Io logran un coscor¡ón o un bastonazo. Pongamos un ejemplo. Supongamos que alguien dice: ,,La asistencia económica a los países del Te¡cer Mundo es una
píldora anticoncepriva". Si tomamos esta expresión en su sentido literal, resulra obviamenre falsa. Tradicional, y rambién o¡dina¡iamente, interpreramos esta meráfora como una expresión que se desdobla en dos planos: uno literal en que la 65
proposición es falsa; y uno metafórico en que es (o tiene la pretensión de ser) verdadera. Lo que hace Davidson es rechazar este segundo plano de la interpretación tradicio¡al u o¡dinaria. Todo lo que la metáforalogra, según este autor, lo logra como lo que literalmente es. Y puesto que lireralrnente es una proposición falsa debemos, entonces, aceptar que está funcionando de otra manera, que está logrando lo que logra de forma distinta de como lo logran las proposiciones -por otros conductos que el empleado por las proposiciones. Es la razón de las imágenes que hemos usado: un coscorrón o un basto¡azo. Y el bastonazo ilustra mejor lo que quiere decir Davrdron. Porqrre un bastón cs ¡:rra rnoyxrsr n,) lÍrrx c¿rsrr¿¡ar. Tampoco son para afirmar un lrccho las proposiciones falsas, ni las absurd¿s. Si cligo 'La asistencia económica a los países del Tercer Mundo es una píldora anticonceptiva" estoy usando una proposición {álsa no como se usan éstas normalmente decir, sin darme cuenta de que es falsa y como si -es fue¡a ve¡dadera o con el propósito de engañar sino sabiendo que es falsa y sabienclo que todos saben que lo es. Y esto quiere decir que no la estoy empleando como p¡oposición, del mismo modo que cuando doy el basronazo no estoy haciendo uso normal del bastón. Repitamos todo esto con palabras del propio Davidson: "Con justicia, debe hace¡se notar que Ia pretensión de que una metáfora provoca o sugiere cierta concepción de su objeto, más que expresarla directamente, es un lugar común. Así, A¡istóteles dice que Ia metáfora p¡oduce una'percepción de semejanzas'. Black, siguiendo a Richards, dice que una metáfora 'evoca' ciert¿ ¡espuesta: 'el oyente adecuado será conducido por una metáfirra a construir un. . . sisrema'. Esta noción es resumida en lo que clijo He¡áclito del o¡áculo délfrco: 'No dice ni oculta, sugiere'. 66
"No rengo nada que dispurar con esras descripciones
de los efecros de la meráfora, sino únicamente con la opinión asocia_
da sobre
cóma se
supone que la metáfora los produce. Lo que
niego es que la metáfora ¡ealice es¡e trabajo mediante un significado especial suyo, un conrenido cognoscitivo específico. No creo, como Richards, que la metáfora p¡oduzca su ¡esultado mediante un significado que resulta de la inte¡ac ción de dos ideas; es, en mi opinión, equivocado decir, con Owen Ba¡field, que una meráfo¡a'dice una cosa y significa otra: o con Black que una merafora afirma o implrca ciertas cosas complejas gracias a un significado especial y que de esta mattera cumple su trabajo de suministrar una ,intuición'. Una metáfora realtza su trabajo a través de otros inte¡mediarios. Suponer que sólo puede ser efectiva t¡ansmitiendo un men_
saje cifrado es como pensa! que una broma
o un
sueño
enuncian alguna proposición que un intérprere agudo puede traducir en prosa llana. La broma, el sueño o la me¡áfora pueden, como un cuadro o un puñetazo en la cabeza, hacernos
apreciar cierto hecho, pero no significando el hecho
o
expresándolo"l].
73 .Concepción
pragmática
aersus
c1ncepción Jenántica de
la
metáfora
Hay mucha sustancia en las argumentaciones de Davidson contra las teo¡ías semánticas de la metáfo¡a. Considérese de nuevo el caso de la asisre¡cia económica a los países del Tercer Mu¡do. Alguien quiere decirnos que dicha asistencia
no tie¡e más objeto que evirar los peligros de la eclosión 33
llhar M*aphor:
Meaa.
61
demográfica. En lugar de expresarlo así, llanamente' opta po, .Ápuq,.t".u. ..,e contenido en una metáfbra O podemos áecir: opta por dejarlo implícito, por velarlo en una alusión' por distaociarlo en una asociación' por ocultarlo bajo una para.loja o .rn enigma, etc. ¿Por qué? Porque es un bromista' más ,r.r cínico, un retórico; porque está furioso, porque se fía de la imaginación que del puro entendimiento' porque es un demagogo, un pedagogo, etc Pero, ¿qué hay con el que escucha? Aparentemente, todo el aparato de probables
moti-
vos, recursos y expedientes clel que optó Por exP¡esalse en términos metafóricos se aParta como con un movimiento de la mano meramente substituyenclo la metáfora por una pará-
"La asistencia econófrasis o traducción literal. En lugar de píldora anticoncepuna mica a los países del Tercer Mundo es tiva", ponemos: "I-a asistencia económica a los paises del Tercer Mundo sólo tiene por objeto evitar los peligros de Ia
eclosión demográfica".
O algo por el estilo de esto'
Sin
embargo, hay universal acuerdo sobre la pérdida de fuerza y la modificación cle sentido que se experimenta al sustituir la meráfora por una paráfrasis. No sólo esto También hay
amplia aceptación de la imposibilidad de parafrasear las en verdad en -.ráfuror. Volvamos al que escucha ¿Está literal expresión a una condiciones de raducir la metáfora
"La equivalente como hemos supuesto? Si alguien me dice: asistencia económica a los países del Tercer Mundo es una píldora anticonceptiva", con un equivalente literal muy claro
y
conciso en su me¡te, en
el momento de emplear
esta
metáfora, ello no tiene ¡elación necesaria con lo que ocurre en "píldora anticoncepla mente mía al escucharlo. La expresión tiva" puede transformarse para mí en una PersPectiva metafó¡ica sobre el Tercer Mundo dife¡ente de los problemas demo-
gráficos. lncluso, al escuchar la sentenci¿ metaforica (sin 68
¡elación a un contex¡o que pueda dererminar su lectura) lo más probable es que me remita a mayores alturas y la tome como una alusión al interés de los países altamente indusrrializados en mantener, o incluso reducir, los niveles de indust¡ialización del Tercer Mundo. Hay todas las entradas que se quieran té¡minos económicos, sociales, cultu¡ales, miIitares o -en políticos para la metáfora de la 'esterilización del Te¡ce¡ Mundo'. Pero, siendo esto así, ¿qué traducción literal de una expresión metafórica dará el que la escucha? Incluso el que la expresa, por mucho que haya recur¡ido a una metáfora con el propósito de dar expresión metafórica a un pensamiento que pudo expresar literalmente, tendria que reconocer que la metáfora dice o implica- más de lo que diría la expresión lite¡al -sugiere de su pensamieoto. El quería decir, llanamente, que la asistencia económica a los países del Te¡ce¡ Mundo tiene po¡ objero evita¡ los peligros de la eclosión demográfica. Optó (supongamos que se contenía de golpear con furia sobre la mesa) por desviarse del camino de las expresiones lite¡ales. Con palabras de Owen Barfield, opró por "decir una cosa y significar otra", optó por decir "píldo¡a anticoncepriva" para significar el objeto de la asistencia eco-
nómica. Aparentemente, buscaba da¡ forma más viva, más pintoresca, más atractiva y contundente a su pensamiento. El problema es que aho¡a, entre la risa, el asomb¡o, la relucta¡cia y las exclamaciooes de sus colegas expertos en 'desa¡¡ollo del subdesarrollo', el creado¡ de la metáfora se encuentra con una situación acaso indeseada por él mismo: la asisrencia económica a los países del Tercer Mundo comienza a t¡ansformarse ante sus ojos en una gigantesca píldora anticooceptiva y la relación precisa entre lo que se proponía decir lireralmen-
te y Ia expresión metafórica por Ia cual optó desaparece ante una avalancha de asociaciones insospechadas. "Deci¡ una cosa
69
y siÉínificar otra"
la fórmula de
Barfield-
o "decir una
-con Ia de cosa con Ia in¡encióo de que se entienda otra" es; por lo Agustín parece empresa simple. Pero no lo-con menos, no lo
es en
el caso de la metáfora. Se ha dicho
r-¡na cos¿
figura pintoresca, Sraciosa, caricatutesca, alusiva, su-una gerente, etc.- por otra, y en el instanre mismo de decirla, la otra aparece infinitamente rebasada. No hay forma de lograr una paráfrasis lite¡al de lo que se ha dicho. Es la dificultad de traduci¡ la metáfora, sustituyéndola por una paráfrasis literal, lo que conduce de modo más obvio a la postura de Davidson. Sobre la paráfrasis Iiteral se dividen los estr¡diosos entre quienes sostienen que siempre es posible lo encontra¡ una y quienes opinan que la metáfora es -por menos en Ia e¡orme mayoría de los casos- literalmente intr¿ducible. Los primeros, con todo, están de acuerdo en que resulta, muchas veces difícil, casi imposible, traducir literalmenre una metáfora. En surna, tanto unos como otros
coinciden en que la metáfora puede cumplir una función significativa y comunicativa de modo peculiar y secreto El ataque c{e Davidson tiene su punto de partida aquí, en este misrerio del significado metaforiro. que se rehúsa a transformarse en significado literal. l¡ sospecha es que no haya, contrariamente a Io que sostienen las teo¡ías semánticas de la metáfor¿, ningún significado metafórico y que la metáfora oo tenga más posibitidad de empleo que mediante el sentido literal de los términos que Ia forman, Esta es Ia tesis general que adopta Davidson. Citemos todavía a este autor: "EI error principal contra el que dirigiré mis invectivas es la idea de que una metáfora posee, además de su sentido o significado literal, otro senrido o significado. Esta idea es común a muchos que han escrito sobre la metáfora: se encuentra en los trabajos li¡erarios de críticos como Richards, Emp10
y
\üFinrers; filósofos desde A¡istóteles a Max Black; psicólogos desde Freud a Skinner; lingüistas desde Platón a
son
U¡iel \lein¡eich y George Lakoff. La idea toma
muchas
formas, desde la relativamente simple eo Aristóteles hasta la relativamenre compleja en Black. I-a idea aparece en escrito¡es que manrienen que se puede producir una paráfrasis lireral de una metáfora, pero es también comparuida po! los que lo niegan. enfatizan una especial captación que puede inspirar ^lgunos la metáfora e insisten que el Ieoguaje ordinario, en su funcionamienro usual, no produce tal captación. Sin emba¡go, esta concepción considera la meráfora como una forma de comunicación paralela a la comunicación o¡dina¡ia: comunica verdades o falsedades sobre el mundo de la misma manera
que el lenguaje llano; aunque el mensaje puede ser considerado más exótico, profundo o artificiosamente ataviado"34.
Paul Ricoeur, que se encuentra entre los que en la actualidad encabezan la inrerpretación semántica de la metáfora, no dice menos que Davidson: "Po¡ una reoría semántica (de Ia meráfora) €nriendo una investigación de Ia capacidad de la metáfora de suminist¡a¡
información i¡t¡aducible y, en consecuencia, de la pretensión de la metáfora de suministrar un conocimienro profundo verdadero de la realidad (tome trte insight about reality)-15. Lo sorprendente, pues, es que sobre una proposición apareotemenre idéntica pueda haber tan tajante oposición. No
sólo eso. En la actualidad, Davidson parece ser la única persona que adopta esta postura. Como él mismo se encarga de señalar, aquellos que anres que él han ¡echazado la inte¡-
i{ Vhac
Metaphor Mean.
1t The Meraphorical Process.
1t
pretacióo semántic,r han abundado en denuncias sobre el ca¡ácte¡ confuso y la orientación puramente emotiva de la metáfora. Pero se han detenido allí. Los neopositivistas, por ejemplo, no tenían causa contra la metáfora siempre que se m¿ntuvier¿ fue¡a clel áml¡ito de la filosofÍa y la ciencia. Si la decir, en metáfora 'significaba', ello era así, con comillas
-es
sentido t¡aslaticio, caricaturesco y sin relación ninguna con el lenguaje científico. De todos modos todaví¿ significaba. Davidson, va más allá, a pesar de que todo ha cambiado en los últimos años. La reacción contra los extremos imposibles del neopositivismo, los nuevos cánones heuristicos, el éxito metodológico de los concepcos de isomorfismo, analogía, mode-
lo, simulación, etc., significó una merecida oportunidad para los "amigos de la metáfora". Contra éstos, Davidson aparece como el último de los mohicanos; pero igual de noble, respetable y contundente. El golpe que devuelve -no existe ningún significado metafórico nos remite a la cuestión del significaclr¡, irresuelta, a la espera de enormes ¡espuestas aún sin obtener en el campo de la psicokrgía, la Iógica
y la lingüística. Iin
esencia, todo parece reducirse a cuestión. Dice Ted Coben:
esa
"La cuestión cent¡al se refiere al significado. ¿Posee un juicio metafórico, además de su significado literal (en relación con el cual el juicio será típicamente absurdo, falso o insustancial), otro significado (metafórico) en el cr.¡al reside tanto su capacidad de ser verdadero como de suminist¡ar ese impulso de captación que obtenemos de algunas buenas metáforas? ¿O es la magia de la metáfora no una cuestión del significado de sus palabras, sino un rasgo clel contexto de su
empleo, de su 'pragm/rtica'? Esta cuestión no puede debatirse completamente, o siquiera aprec iablemen te, por mucbo 12
tiempo, sin Ia base de una teoría general del significado"l.'. Desde esta perspectiva,
Ia mayoría
esrá proponiendo la
noción semánrica de la metáfora, en rérminos generales, como una condición necesaria de una reo¡ía general del sigoificado, en el sentido que ninguna tal teoría podría aceprarse si no da lugar al significado de la metáfora (el si¡nificado merrloricol. Davidson. por su parre. esr¡ria rechazando esta exigencia: para él no existe ningún significado
metafó¡ico, ningún contenido implícito, codificado, en la metáforai y la teoría general del significado no riene que a sus problemas legítimos los que pueda acarreat la ^grcgar cuestión de la metáfora. En esta dispura, se siente uno inclinado a raros a reduci¡la a
una cuesrión de palabras. ¿Por qué no podríamos ernplear el
término "significado" de modo de aba¡car con él lo que todos, Davidson incluido, reconocen que obra la metáfo¡a? Por ejemplo, refiriéndose a los "efecros" del empleo de la metáfo¡a, Davidson los caracteriza diciendo que la meráfora "provoca o sugiere cie¡ta visió¡ de su objeto más bien que decirla directa y expl ícitamente", y agrega que no riene nada que objetar contra "estas descripciones de los efecros de la metáfora". ¿Por qué no pod¡íamos nomb¡ar capacidad de significar esta capacidad de la merafora de provocar o sugerir cierre visión de un objeto? Al fin de cuentas, ¿no es esra capración del objeto provocada o sugerida por la meráfora exacramente lo que tenemos en visra cuando decimos que entendemos lo que una meráfora significa? Davidson tiene un a¡gumenro para rechazar este proyecro. No se t¡a¡a me¡amenre de un significado metafórico, de una teoría puramente semántica, sino de una teoría que está como parapetada tras la teoría 16
Meraphor and the Cr¡lcivarion of Inrimacy.
11
semánrica, pe¡o que se establece independientemente de ella: la teoría de que la metáfora contiene u¡ elemento cognoscitivo que sólo ella puede transmitir y que tal elemento es lo que uno debe captar si va a camprender la metáfora. En una palabra, no es tanto el'significado metafórico'como el'contenido cognoscitivo lo que Davidson tiene en vista. No se trata tanto de que la metáfora sugiera o provoque de modo no di¡ecro cierra visión de su objeto; tales efectos de Ia metáfora podrían estipularse como su significado. De lo que en verdad se t¡ata es de la teoría de la metáfbra como un instrumento de conocimiento insustituible. No se trata de que haya un significado en la ¡¡eráfor¿ en relacióo con el objeto, sino que este significado sea verdadero, y verdadero de un modo que sólo la metáfora puede aportar. Así, los adversarios que Davidson tiene en vista son teóricos de la metáfora como Black y Ricoeur; y lo que parece horrorizarlo es que alguien pueda pretender que hay formas o facultades del conocimiento ocultas baio velos que no podemos remover y cjerciéndose fuera de los límites tradicionales del conocimiento: la percepción y el juicio. "...1o que intentamos al 'parafrasear' una metáfbra no puede ser suministrar su significado, porque éste se encuen tra en la superficie; más bien, intentamos evocar lo que la
metáfora trae a nuest¡a atención. Puedo imaginar a alguien que concede esto, obviándolo como no más que una insistencia en Iimitar el empleo de la palabra 'significado'. Esto se¡ía
una equivocación. El er¡or central sobre la meráfo¡a es más fácilmente atac¿do cuando toma la forma de una teo¡ía del significado metafórico, pero detrás de esa teoría, y formulable dc modo independiente, se enclrent¡a la tesis de <¡ue, asociado a la metáfora, va un contenido cognoscitivo que su
autor desea comunicar y que el intérpretc debe aprehender 74
pa¡a captar el mensaje. Esta teoría es falsa, llamemos o no a este pretendido contenido cognoscitivo un significado"lT.
14.
La ruetáfora cunl arrna retthica
Volvamos a Black. La comparación del modo como opera una metáfora con el empleo de un vidrio ahumado cuadriculado con líneas transpa¡entes
decir, la imagen de la metáfora -es es lo que mejor se presra para rerene¡ las ideas de este autor. Dice Black que la metáfor¡ "selecciona,
como un
filt¡o-
enfatiza, suprime y organiza cualidades del sujero principal, implicando juicios (o ptoposiciones) a su respecro que nor-
malmente se aplican al sujeto subsidiario"r8. El filr¡o el vid¡io ahumado cuad¡iculado, que interpongo entre mi mirada y el cielo suprime las partes de éste que interceptan las
vidrio; selecciona las partes que se perciben a lo largo de las líneas transparenres; enfatiza dichas partes; y finalmente las organiza de acuerdo al patrón de) á¡eas ahumadas del
reticulado. Además, mediante el filrro como sistema de referencia (piénsese en una fotografía de una parte del cielo a través de un retículo) aplico a la pate del cielo filrrada en -y última instancia a esa parte del cielo sin más- determinacio nes de posición, distancia, ángulo que son dere¡minaciones
propias del filtro. Considérense ejemplos de metáforas en términos de esta imagen del filrro. Po¡ ejemplo, hablando de dictadores, las hay de todas las variedades zoológicas. Incluso, disputan entre sí, dejando muy a la vista su condición de filtros. ..para 17
What Metaphors Mean.
\3 Black:
Mo¡.l¿t¡
at¿l Metaphm
(cir.a<1o
por Davidson).
7t
mí
es un chacal", dice alguien hablando de un general
lati-
noamericano que ha tomado el poder. "Para mí es un zorro", responde un segundo. "¡Un asno es lo que es!", interviene un
rercero. IJna multitud de metáforas disputan por el título: gorila, hiena, ganso, papagayo. La disputa de las metáforas tiene que ver con Ia forma como cada una filtra su obieto en oposición a las restantes. Mientras que existe una cantidad de contenidos filt¡ados que parece común a todas ellas y sustan-
cial -n
cuanto el filt¡o en todos los casos se refiere
a
animales popularmente relegados al repudiosu énfasis sob¡e distintos aspectos. Si aplico el filmo-hiena, por elemplo, estoy poniendo el énfasis sobre aspectos del cada una lleva
dictador mili¡ar que se avienen con la forma de vida de este animal de acuerdo a la representación popular: eo primer lugar, su muy dudoso régimen dietético; su risa asquerosa, ávida y sardónica e¡ medio del banquete de carroña; pero también su osadía postrera, a la zaga de las moscas, sus melindres a distancia segura, su fiereza postmortem, su oportunismo armado hasta los dientes y entre despojos. Sí, es muy explicable que un adversario resentido P¡oPonga este
filtro como un artefacto que destaca, selecciona rasgos
del dictador milita¡ de la manera que
y organiza los
más le acomoda.
Desde tuego, y en casos como éste, la función del filtro está muchos otros con é[- asignan muy lejos de las que Black -y a Ia metáfora en conexión con la ciencia y el progreso del conocimiento. En el caso del que aplica el filtro-hiena al
dictador milita¡, y muy aparentemente en la Pu[Jna Por aplicar un filtro más bien que otro, esramos más, muy más allá de Black. Estamos explotando sus ptincipios: estamos disputando por el filtro a aplicar porque damos por descontada la aplicabilidad cle todos los ñltros y por descontado
también que la exclusividad de un filtro sobre los otros 16
condena a[ personaie filt¡ado a una especie de existencia preestablecida y única. Incluso más: puede ocurrir que nos encontremos fabricando un monstruo a nuestro gusto. Porque, una vez aplicado el filtro podemos encontrar que hay poco o nada filtrado, sin que ello impida juzgar y obrar como si el filt¡o suminis¡rara un calco exacto de la realidad. Desde esta petspectiva, la noción de metáfora propuesta por Black se aviene con lo que de uo modo u orro ha sido siempre observado: que Ia metáfora conlleva el riesgo de abuso por vía de una especie de proloogación alegórica; que la metáfora (como
pide Aristóteles) debe ser adecuada; que la meráfora debe someterse al crite¡io del contexro en que aparece; que la metáfora debe tanro adiciona¡ como susrrae! al exrende¡se mediante cualificación. Todo esro supooe la existencia y operación de algo como lo que Black ilama un filtro y, además, cierta autonomía de este a¡tefacto que puede muy bien exceder sus límires hasta el extremo de anular y hasta inve¡tir su operación. El repudio, rambiéo, de Ia meráfora ----como aparece, por ejemplo, en Hobbes y Locke-- puede conside¡arse como una prueba en negativo de Io que Black afirma: que existen funciones significativas y cognoscitivas de la operación metafórica. Cuando éstas son rebasadas y tergiversadas por el abuso de la metáfora, por la falsificación de una cosa valiéndose del postulado de que esrá como ciflada
en otra, es cuando hacen senair su existencia. Es esre lado abusivo de la aplicación de la metáfora lo que explica su repudio. Y sería deseable que se pudie¡a esrimar el perjuicio en comparación con la ventaja de su empleo. Como dice R.M. \üTeaver: "Al fin de cuentas, [a retórica, noble o vil, es un gran poder en el mundo; y de acuerdo coo esto observamos que en el centro de la vida pública de cada pueblo hay una guerra feroz sobre quién cont¡olará los medios de la propaga71
ción retórica" le. Esta observación permite apreciar que lo que empezamos a señalar como inocente contienda por aplicar metáforas es solamente un detalle de una batalla campal por apropiarse los comandos de la retórica. Comenzamos a aleiarnos de los planos en que seguramente valen las loas de Black, Goodman, Richards, Ricoeur, Quine, a los trabaios milagrosos de la metáfora. Desde que nos volvemos del lado de los
'asuntos humanos' política, los negocios, el arte, la -la religión, Ias ideologías, los si¡dicatos, [a prensa, el cine, la radio, la televisión, la educación- cabe preguntarse (¿Cabe preguntarse, o es esta f¡ase también una pura muletilla retórica? ¿Y qué de la pregunta anterior? ¿También retórica?) sobre los riesgos de promover hasta los planos del conocimiento y el discurso, ptocedimientos que hasta aquí fueron contenidos en tos dominios siempre inestables, desconfiables y ries¡¡osos de la ¡etó¡ica. Si se da a la metáfora, en el camPo de Ia gnoseología y la metodología, ese status de insrrumento insustituible, sob¡e todo cuando se abren perspectivas hacia te¡¡itorios todavía inexplorados, ¿no se pone con ello un sello de respetabilidad que Puede llevarse a todas partes? Si el
filtro
representado por la metáfora suministra una capración de su objeto que ninguna paráfrasis literal puede sustituir y si (como pretende Black), es justamente esa captación, ese conocimiento especial de su obieto, lo que se pierde sin esperanzas de recuperación cuando sustituimos la metáfora por una paráfrasis literal, ¿no es obvio que estamos atribuyen-
do a la metáfora una función cognoscitiva insustituible, por
Io menos mientras no tengamos medios más directos
le Texro desracado
Satl-Dan¡r¡.
7u
porT.
Szasz como
e¡í¡rafe de
sL¡
lib¡o
turl
de
Krau¡ a¡¡t ¡he
a su obiero (y, eventualmenre, corregir hasta lo irreconocible la captación que la metáfora nos ofrece)?
acceder
Piénsese en las metáforas de la teología, la filosofía mística, la metafísica, la psicología profunda, la filosofía de la
historia. ¿Daremos, a falta de algo mejor, status de sabiduría, de intuición, a un conjunto de afi¡maciones que tomadas al pie de la letra carecen de sentido, como el alma y el cuerpo, la vida futura, la unión con el absoluto, los primeros principios,
el fin úlrimo, e.c.? lY qué decir de las ciencias sociales? Considé¡ense f¡ases como "da¡winismo social". "sociedad represiva", "lucha de clases", "sociedad progresiva", "sociedad reaccionaria", "sociedad abierta". ¿Qué posibilidad tene¡¡65 ¡lg 6q¡¡¡91¿¡ puede eveotualmente ser el caso de
filros
-como
o modelos empleados en ciencias ¡¿¡u¡¿lss- ql srnpleo de expresiones como éstas en luga¡ que, po. el contrario, sean ellas las que impongan sobre nosorros todo un mundo aplastante de deformaciones2
15.Vino nuero en odres uiejos Hay una frase hecha para referirse a la fo¡ma como nos apropiamos una esfera nueva de fenómenos culturales, científicos, tecnológicos, etc.- que-sociales, no están rodavía en punto de ser correcra y cabalmente asimilados. Decimos que pensamos lo nuevo medianre conceptos viejos. Esra f¡ase pretende formular una relación exact¿mente opuesta a la que, según Black, se produce ent¡e la metáfo¡a y su objero. En esre último caso, aplicando a un objeto los at¡ibutos comunes asociados a la exp¡esión metafórica utilizamos un viejo apara-
to de conceptos y representaciones archisabjdos pata tÍaz t él una perspectiva sobre algo que resulta nueva e
desde
79
instructiva. Por eieniplo: "Un espectro pena en Europa' el espectro del Comunismo". Aquí, se nos propone el filtroarpaaa.o pu.u mirar el Comunismo. En especial, las conductas rituales de la religión ante los espectros filtran' Ias conductas políticas y policiales de los poderes europeos frente al comunismo: "todos los poderes de la vieja Europa han formado una sanra ali¿nza para exorcizar este esPectro: el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los espías de la policía alemana". (En este desarrollo me tafórico
-que
para Aristóteles sería una cualificacióo por adición- se muest¡an ¡ambién los problemas del filtro cle Black La frase "vieja Europa pretende corregir la inadecuación de la metáfora. Es contra el régimen enemiSo que resulta un espectro el
Comunismo. Aun así, la metáfola no parece feliz y casi a renglón se¡luido, la misma existencia del Manifiesto Comu nista se propone como el abandono de "este cuento de viejas del espectro del Comunismo ). Por el contra¡io. cuando nos referimos a contenidos nuevos pensados mediante conceptos viejos, cambiamos el énfasis y'
con ello, ¡odo el senrido de la operación Por eiemplo' el Imperio Romano como metáfora del Cristianismo; o las colonias españolas a comienzos del siglo xlx como metáforas de Ia Revolución Francesa; o los países del Tercer Mundo como metáloras de la Revolución
Industlial El punto
es
conlroveitible, acaso; pero cuando en casos como éstos hablamos dc contenidos nuevos PaÍa (oncePtos viejos esramos indicando que no se trata ya de la novedad, la c¡eatividad' el descubrimiento aportados Pol un esquema vieio aplicado a algo nuevo, sino muy al contrario de la deformación, tergiversación. falsificación, estagnación, etc , de Io nuevo en lo viejo. Es el proverbio evangélico del vino nuevo en odres viejos, que desde antiguo suministra, como hecho a la medi-
ll0
da, el reverso de la doctrina de Black de la metáfo¡a. Para éste el filtro represenra Ia función creado¡a, heurística, orientadora, ordenadora de lo viejo que lo ¡uevo emplea como un pacrón de referencia. Para el proverbio evangélico, con¡ra¡iamente, el filtro representa un dique de contención que niega los mensajes t¡ansformado¡es de Io nuevo. Los ¡evoluciona rios conductores de masas y profetas se inclinaráo por la
"cont¡adicción antagírnica" entre Io viejo y lo nuevo. Sus descendientes, por cl conrrario, aplicarán a 1o nuevo, como un marco de hierro. los con, epros qr te rcuñeron sus ¡ncesrrus. A la'lucha de lo nuevo contra lo viejo'sucede la'lucha de lo viejo contra lo nuevo'. O, mejor, no hay ninguna sucesión sino que ambas operaciones coexisten, chocan, se equilibran y combinan de mil maneras, ¿Cómo hacerse cargo de lo nuevo sin la asistencia de lo viejo? ¿Cómo puede irrumpir algo nuevo sin desalojar algo viejo? Desde esra perspecriva, el filtro de Black aparece como sólo una de las dos fases de una
operación que 'dialectiza' ambas perspectivas: la de lo viejo sobre lo nuevo y ia de lo nuevo sobre lo viejo.
16.La metáfora cono rímil También correspondió a Aristóteles of¡ecer la teoría más popular de la relación entre símil y metáfora: que la metáibra no es más que un símil al que hemos suprimido la palabra (o palabras) que expresa la compa¡ación.
"El símil es también una meráfor¿: l¿ diferencia es leve. Cuando el poera dice de Aquiles que 'se revolvía entre los enemigos como un león" es ello un sín-ril; cuando dice de él: "el león se revolvía' es meráfo¡a. En este último caso, siendo ambos valerosos, €l poera ha rransferido a Aquiles el nomb¡e
8l
de león. Los símiles son tan útiles en Prosa como en verso; pero no a menudo, Porque son de naturaleza poética Ha de empleárselos tal como lo son las metáfo¡as porque son realmente la misma cosa, excepto por la diferencia señalada"a0' la Este texto no deia dudas sobre cómo piensa Aristóteles es "Aquiles león" un como es relación entre símil y metáfora
simil; "Aquiles es un león'es metáfora Al decir que Aquiles es como un león. nos fundamos en la valentía de ambos' por esta Siendo ambos valientes, doy a uno el nombre del otro t omo ¡ría m¿l s( I on(es i¿ cn razon. Lir J ilerent 'uPresion
'ilrs¡
de la particula compar¿tiva. Pero, ¿sería leve como dice Aristóteles? Porque en el primer dos cosas. En el segundo
caso símil-
comParamos
nombramos una cosa
-metáforacon el nomb¡e de ot¡a. No sólo eso En el primer
-
Aquiles cs com., un
Ieón
- exPresamos Lrna
simple y verdadera. En el segundo
caso
caso
proposicirin es un
-"Aquiles Ieón'-si queremos que la proposición sea simple' es falsa; si queremos que sea verdadera, deia de ser simple y tenemos q,.re, algún modo, considerafla en dos planos: el literal y el de
metafórico. Es seguramente esta conside¡ación la que ha llevado
ulguno,
^ Aiistóteles.
a
insistir sob¡e la "diferencia leve" de que habla Si un hombre de su tamaño dice que la diferencia
entre símil y metáfora es leve, que el símil es también u¡a metáfora, y que símil y met^fon han de emplearse de la misma manera porque "son realmente Ia mismacosa"' ¿cómo no concluir que la única diferencia entre el símil y la metáfora y que resicle en la forma gramatical en qLre cada uno se expresa
decir' la abreviala metáfb¡a no es más que la elipsis -es la metáfora ción- del símili' De acuerdo a esta teoría
-de
40
Retóffia, l4o6b, 20-21
.
elíprico- no habría dos planos del significado, uno literal y orro metafórico, sino que el significado lite¡al de la meráfora sería el significaclo literal del símil como un símil
correspondiente. La diferencia puramente verbal eotre símil y ¡neráfo¡a no tendría más interprecación posible que la que corresponde a una elipsis. Si en lugar de ,,Las noticias de prensa se difunden más en un sentido que en orro,,, se dice "Las noticias se difunden más en un sentido,' no se ha alre¡ado
el significado de la proposición primitiva. Tan inofensiva
como la elipsis sería la meráfora. "Aquiles es un león" no es más que la elipsis de "Aquiles es como un león". Ningún
misre¡io. O rambién se puede explicar la doble significación
impresión de identidad de dos cosas cuando lo único que hemos hecho es dejar rácira su relación, que es de s emejanza, analogía o similirud. La caída en esra ilusión se proba¡ía en
que mientr¿s el símil es ordinariamente ve¡dade¡o, la cor¡es_ pondiente meráfora es ordina¡iamente falsa. Los que rechazan que la dife¡e¡cia en¡re símil y metáfora sea leve rienen a su disposición otra explicación de la relación
entre ambos. En esre caso, no se rrata ya de la metáfora como un símil elíptico cuyo significado corresponde al significado lite¡al del símil ejemplo, el significado de ,,Aquiles es
u¡ Ieó¡"
es
-por el significado de,,Aquiles
es como un león"_ sino como uoa expresión que posee dos significados: uno
lireral,
casi siempre sin sentido y absu¡do, y uno metafo¡ico. La teo¡ía en cuestión identifica el significado merafó¡ico de una meráfora con el significado lireral del símil que le corres_
83
"El corazón de F¡ancisco ponde. Por eiemPlo, la proposición es,r,ra flor de lisi, literalmente falsa, tiene como significado "El corazón de metafórico el significado literal del símil: verdadero' Fraocisco es como una flor de lis", que se reputa
teoría de la En este caso, lo que antes dijimos a propósito de la
saber, que el doble signifimetáfora como símil eliptico -a caclo de la metáfora no es más que una ilusión de duplicación
que se produce por la lorma flr¿matical de la elipsis- no .i"n. yu uolid.r. Si hay correspondencia entre símil y metáfo-
.u
al sentido de que a
cada
símil corresponde
-en meráfora y a c¿da metáfora un símil-
una
ésta no consiste en la
correspondencia que resulta de la pura abreviación CL¡ando "¡Usted es como un en lugar de decirle a uno que nos asquea: "¡Usted es lo hacemos) (como en efecto ...doi" I" espetamos teoría' nueva esta según un cerdol" no estamos abreviando, no en el Estamos diciendo lo mismo en ambos c^sos, Pero sentido de que en el segundo meramente ahorramos palabras' en que La diferencia de la metáfora resPecto de la elipsis reside obra y que, esencialmente, la metáfora tiene dos significados "iusted cerdo!" es un combinando esos dos sisnificados con un cerdol" "¡Usted es como un de el significado emplea un tiene falso, ostensiblemente atavío que, aunque resulta efecto mortal del que carece el mero símil' Una seria dificultad de esta teoría se puede apreciar en de el mismo eiemplo que hemos dado' Por lo demÁ, es igr:al evide¡te tanto en el insulto como en la alabanza Porque
insultando o alalr¿ndo mediante expresiones metafóricas pael rece esencial la aplicación directa clel término Si se tom¿ que decirse símil como un término de apreciación, tenclría que insultando (o alabando) es sobre todo de eso de lo que se trata: de aplicación directa del término, oo de comparacio' nes. Quien exclama "¡Usted es un cerdo! tiene un cerdo ante 84
los ojos, quiere tenerlo, y no está dispuesto a escuchar argumentos sobre que no hay tal cerdo y que sólo se trata de una
comparación. Incluso, puede agregarse que toda Ia maravilla de la metáfo¡a ¡elumbra aquí, cuando insultando (o alabando) desconocemos todo elemento de mediación, de atenuación
mediante relaciones. (Quizá sea éste u¡ buen lugar para señalar una ¡elación
entre hipérbole
y metáfora. En el amplio dominio de
la
persuasión, la metáfora aparecería como una especie de Ia hipérbole. Enco¡trándonos en disposición de aumenta¡ o disminui¡, las relaciones implicadas por el símil no resisti¡ían la presión del impulso hiperbolizante. Se produciría un cambio de categoría: de la ¡elación a la susrancia, No se es como un cerdo, se es un cerdo. Esta sería una teoría psicológicoafectiva de Ia metáfora. La metáfora resultaría de una combinación del símil y la hipérbole: el impulso hiperbólico, más allá de cierro grado, destruiría la estructura relacional del símil y resolvería sus términos en rigurosa identidad).
77 . Maáfora
wrsus
sínil
La idea de que la metáfo¡a no es esrricramente un símil -sea porque ¡o de¡iva de un símil, sea porque al derivar se
transfo¡ma en un artefacto categorialmente distinro del símil- tiene el aplauso y Ia aceptación de quienes no pierden de vista Ia cuestión retórico-práctica de qué se hace con las metáfo¡as. Si la metáfora fue¡a un símil elípricamente -sea sea por vía de su significado metafórico- sería más difícil explicar lo que es capaz de obrar en el terrero prácti-
co-religioso, político, ético, ideológico. Por ejemplo,
si cr-rando se dice de los comunistas que son perros sarnosos o de
8t
la etipsis de un srmil los iudros que son pir-'jus. fuera el)o sólo nu ..a .ir,^",n, tio Iiteral de un símil resulrarta ran ftcil
"
explicar lo que obra¡ tales metáfo¡as' que tn-n obraruo Davidson, el símil meramente afirma jor.oru, hay similitud, Pero no se propone detallarla'
.,,.r.
verdadero' la ¡azón de clue en general el símil sea so\riene q'-re lo for pc,rque al no dct¡ll¡r qucJ'' firme en c'¡das l¡' omu son cosa' t¡s rod¿s de ipio ' Itr,i,l a.' ¡r, nc ltre dicho al pasar- vale como un argumento cosas. (Y esto -sea Jel stmil; porquc mten' mJs par.{ qurenes sep.,ran lc mrlrlorr de ;;;; :;; sim,l, .rpovrndose sobre un princip. general
Esa es
"i la meráforn' descono,¿anrr¿ra, cs Senrralrnenle uerdaJero' .i"ndo .,r, p.i-,t.ipio general de diferencia' es ¡¡eneralmente i^i*l p*á el piincipio mismo clel símil -la similaridad Y si su a, u lo ua, la razó¡ de su escasa fuerza "ri"a^Apodría ser símil Ia metáfora con la i"".r^
", "r.^t",
¿cómo
fuerza que tiene? eficacia práctica se Para que el símil adquiera una ciena la similitud; y en de ,aqui... qu" r..rpecifiquen los deralles .r,"."ro, la cuestión antes casi tautológica de la verdad.delel ,."nrfor-u en Ia cuestión ordinaria de la verdad:
,i-¡i ," .i-it a.,utto¿o ., ue¡dadero
función de sus detalles un perro sarnoso? ¿El judío es como ¿El comunista es como también todos los otros l)e un piojo? De acuerdo Pero lo son pu-, t,r..d y yo. Ahora' seamos más específicos Para dar o falso eo
hace símiles con Diómedes en el se movía por el auapo aa batalla no dice meramente que
.,"-pfor, ..tu.do Ho-t'o
un
.o-po da batalla como un torrente de invierno o como "embesría a través del l.O.l t" .t priner símil, Diómecles que ha rebasado sus barrea"anpo ao-o u., torrente invernal
contener,u, en ple.ta i.,,.tndación; ni diques ni muros Pueden y rápidamente cielo' del lo auundo se hincha con las lluvias 86
irrumpe destruyendo los campos que las fuertes manos del homb¡e han levanrado". En el segundo, "era como un león que algún pastor montañés ha he¡ido, pero no rematado, mientras t¡ata de saltar el muro para araca¡ a los corderos; el pastor ha suscitado la furia de la besria y no puede defendet el rebaño, de manera que corre a refugiarse en la cabaña mientras los corderos aterrados ante el abandono se amontonan y asfixian mienrras el león brinca junro al muro"al. Tales son ejemplos de cualificación del símil que, en el caso de la poesra. tiene el objero de susclrar en nosorros una imlgen viva, convincente y nítida, y que en casos o¡dinarios atañe a los límites de la comparación. Cuando escuchamos decir "El comunista es como un pe¡ro sarnoso" esperamos naturalmente la cualificación para saber a qué atenernos. Así como está, el símil puede, según sean nuestros hábitos y formación, suscita¡ una variedad infinita de disposiciones, desde curar al comunista a la brevedad posible hasta eliminarlo allí donde apafezca.
Todo esto vale en apoyo de las teorías que disringuen entre símil y metáfora. Aunque no parece una forma inequívoca de argumentar. En primer lugar, podría cuestionarse que lo que la metáfora obra en el terreno práctico lo obre mejor de
-o
modo más fácil de explicar- desvinculada del símil. Porque el símil tiene un sopone eo las cosas (o pretend€ renerlo) que la meráfora, desprendida del símil, explícitamente excluiría. Cualquiera es como un pe¡ro sa¡noso; pero, salvo el perro sa¡noso mismo, nadie es un perto sarnoso. Así, la metáfora considerada como una expresión en sí es lireralmenre un absurdo y un sin senrido, y no se puede preteoder que como tal obre como obra sino por la implícira similitud <¡ue afirma. 4t
lliaü,
ti6ro v.
a7
De Himmler se cita una frase sobre Ia política antisemita del Tercer Reich: "El antisemitismo es como despiojarse' piojos no es una cuestión ideológica Es asunto de limpieza". Hay aqui el empleo de un símil que tiene sobre la metáfora la ventaia de un punto de apoyo factual -aurlque sea de contenido pobrísimo, más una invitación, una colusión, que una aserción- que da una apariencia cle verd¿cl a sus implicaciones. El símil, podríamos decir por este ejem-
Sacarse los
plo, inocula lo que Ia metáfora pregona. Pero, ¿por qué no podríamos vincular símil y meráfora justamente en función de lo que obran y reconciliando las cloctrinas que los separan con las que los juntan? Si dice Himmler, "el antisemitismo
es
como despiojarse" para justi
ficar las prácticas antisemitas del Tercer Reich, ¿hay diferencia, desde el punto devista de tales prácticas, si hubiera dicho en vez: "el antisemitismo es despiojarse"?'O' si hubiera sido rn6¡[fq¡a- ¿habría algo de esta última la consigna
-u¡¿ impropio en decir, viendo actuar los guardias SS en
los
campos de exterminio "es como si se despiojaran"? Cuanc{o se
acrúa, ¿qué importa llamar a la metáfora, símil? Cuando aúrn oo 5e aL!ú¡. qué importa llam¡r al srmil, met¡lor¿1 Es en la transició¡ entre ioacción y acción donde surge la que en todas, diferencia. Y como en esta transición
-igual grados- puede introducirse aquí otra figura: el paralelo. El paralelo es aún más insiclioso que el s mil, hay fases o
aunque carece en sí mismo de Ia fuerza que el símil posee por su conexión (o pretensión de conexión) factual. El paralelo no vincula y deja al que escucha (o lee) la tarea de vincular' La metáfor¿ (o' mris ¿¡radación sería, cntonces: paralelo, símil, "los comunistas disadecuadamente, alegoría). Por eiemplo: también ideología; su de las ve¡ificaciones frutan repasando de su las empciones los perros sarnosos disfrutan repasando 88
sarna". Hasra la palabra "también" puede considerarse aquí fueta de lugar. El paralelo quiere posar de objetivo. Hay dos descripciones de suyo adecuadas. El pamlelo quiere reducirse a la humilde pero militanre tarea de llama¡ nuesrra arención sob¡e ambas. A nosotros corresponde jtrzgar si se sobreponen
o no. El símil es así la respuesta a la sugerencia del paralelo. Pero, en su orientación hacia la meráfora, apa¡ece como los andamios de los consr¡uctores, los bocetos cle los pintores o las consrrt¡cciones auxilia¡es de los geómetras. Cuando, por
ejemplo, el orador (o su pírblico) ha pasado del símil a la metáfora, los comunistas son perros sarnosos y como rales serán tratados.
18.Del stnil a la netáfora decir, quieQuienes distinguen ent¡e símil y metáfora -es n€s rechazan tanro la docrri¡a de la metáfora como elipsis de
un símil y la doctrina del sigoificado metafó¡ico como el significado lite¡al de un símil correspondieore rienen una buena causa, apare¡temenre, alegando que si el significado metafó¡ico de una meráfora fuera el significado literal de un
símil que le corresponde
ejemplo, el significado metafó¡ico de "los comunisras-por son pe¡¡os sarnosos" sería el significado literal de "los comunist¿s soo como perros sarnosos"no hab¡ía entonces senrido en alegar que el significado impli cito de las exp¡esiones metafó¡icas es inexpresable, que ninguna paráfrasis lite¡al de una metáfora puede rescatar su significado, que la metáfora comprende información intradu
cible, etc. Porque, ¿qué dificultad habría e¡ rraducir la metáfo¡a? En lugar de 'es" sus equivalentes- no habría más que susrituir "es como -o o sus equivalentes. por ejemplo: , 89
o"'f ilillTl,il';;,::::T:;:l
En rusar de Er varon como la tlol varón cuyo coÍazon es la intraducontra quienes alegan mento aplastante Siquiera
cibilidad de la
metálura r': ¡ndis'uril¡le lJmbren^ I
Sin embargu, P¿r(ce
qr'rc
hry rela
t t::,:t,:Íl'i:i"'iliIJI: siquiera una t hve para ot^"*i',:ll:"":^ t,.i, ,", .r ., -ir ,. de temel¿nza r rdc r ' ';;1,., Es en ,erminos fo ¡*. .n fu semelanza' "ior" ..-.i^.-, funda en la categoría de contra"it"r"-¿.i'.*0"J, v metjforr
.'-'"",.""''i.,i
identidad. Pero, ¿cómo
,r"" l¿.irtidad
más o
Bradley dice que la:t-ti'nt'::.1.,*, vrces emplcamo\ esrr que menos rnespc(ific¡Jr y i-i.nirnn, J. (.rregona de moclo lnmrdiato-Y, ( onrunlo de dos prin.ipr.rs cl
ttt]]ir"."'ru,"
Jurto'.o¡¡r
articular distrnr¡ment(
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*n*,"".
.i^l,rl' J. dlerencr'', -"u',''o, opuest.'s: rdenrrJeJ t ¿a l" tt'ti:t'. "*¡n'irno. pensamienro o "",
'l articulación de estos PrinctPtos
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.:;. i.n,"n'rntt "attu"¡t *'o':''o'::o:l:',1::,':l :l:i:'"i: i: Y
Jistinta'
;;::';';.;';;;l-" .liferencia, Pero eximiéndose se exp'ica' el il:::ffi^;'; iJ""'id^d v
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A¡arient)a
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Ralidad'
ll'
9tt2
^^:
J,:::T";
:il:
un león; Aquiles es un león. Así, hemos eliminado la flojedad del símil. Así, también, hemos eliminado su verdad. Porque no hemos ido de la semejanza a la identidad por la vía de un pensar que disc¡imina y explicita la inte¡na ¡aturaleza de la
El paso del símil a la metáfora es una especie (con licencia esra vez) de atropello categorial. Se pasa de una categoría a otra sin mediación, se aniquilan las diferencias para imponer la idenridad. Aquiles es un leó¡. Esramos en el cosa.
¡eino de la fantasía y el capricho. Esr¿ monstruosidad care¿iorial es, probablemente, la razón de que una rradición haya insisrido en que la metáfora, de cualquier manera, siga siendo símil. Así, según dicha tradición, el símil recurre a una cosa para significar orra por vía de una comparación explícita; y la metáfora hace lo mismo, sólo que la comparación queda
implícita. Como reza el enigma: 'De algún modo', hay un "como" en "Aquiles es un león". Y si no es ésta la ¡espuesta contra todo inrento, -porque, la verdad es que en la meráfo¡a vamos desde la semejanza a la identidad (y así del sentido
y la ve¡dad al sinsentido y falsedadF ¿cuál es enronces? Si pasamos del símil a
la la
metáfora, cierramentc el símil queda implicado en la nueva expresión. ¿Cómo no va a ser como un piojo el judío si es un piojo? El problema es que ahora, en el plano de la metáfora, tenemos más, infinitamente más de lo que pueda soñarse en el plano del símil. Por deci¡lo así, renemos el símil de todos los símiles: un perro sarnoso en sus cúarro patas. ¿Cómo pudo obrarse este milagro? Ya lo dijimos: medi¿nte un cambio de catego¡ía, yenclo de la semejanza a la identidad, salrando de una categoria a la ot¡a sin considerar el costo en significado y en verdad, tan alro es el reembolso en ré¡minos prácticos. Porque aqui viene a centra$e todo: en lo que se hace con las meráíoras y en la medida en que lo que se hace con ellas 91
De allí que los depende precisamente de que no son similes ¡cchacen la r¡ctáfora ¡le la qr.ra.lafi.nd.n la teori¿ semántic¿ cle la autonomia .ed,¡cció¡ de la metáf
la me¡áfora y busquen su cx¡llicación en ocras latitudes' tenclri¿ doncie el tránsito cie le semejanza a l¿ identitlad
en absoluto connotaciones cognoscitivas especiales y no sería a un cl traspaso sino un puro y brutal atropello cate¿;orial lo¡raravil .nun¿o,1" insospechacias perspectivas, un n-rundo
\o. suFcrrnlr. .lcs.ril¡ntr. lrrrtrls¡i"' Porc¡ue éstas son ias imágenes asociad'rs
1¡
la escucia cle los
de la que d"Á.nden la capacidad significativa y cognoscitiva nuestro metáft¡ra. lst:rs y no las que traerían a lir imaginación palapiojo 1u<1ío y llLlcstÍo Perro sarnoso conunista Ni una ir.^'rnlr.".llur, ,-ri l,n" palabrt sobre c¡ue un campo nazi de "respuesta" a las extermini<¡ puecia consiclerarse como una I]ero' "sugerencias y desafios" cle la metáfora¿no tendriamos qu.l incluir también el cxterminio de los rcgin.renes cotalita las ,ior an ar,", maravill¿rs de la met/¡fora1 Un particlario de exterde camPo un q're consider¿r semáoticas tendría teorías
r¡inio nazi como una rcalización flntásrica' metalórica
Se
impeclrdc's' e los está tratando ¿ los jLrdíos' a los gitanos, a los (omo f ioios ¡r¿¡¡ 65s¡Lr.rlcs. .r l()s as,n l.tlrs lirer'rllnrntr
19.Lo¡ dos
líún.r
del habla metafórica
una Descle luego, podetnos hacer rle hecho hacenros lo alto' en rllá obru quc clistinción, separanclo l¡ me¡áibra el donde ,r.,est.a incapaciclacl cxPresiva es, ¡>or dccirlo así'
cri¡erio mismo cle 92
L¿
sublirli'lad del objeto Como en
los
diálogos de Platón, cuando aparece la alegoría decir, una -esfundamento historia hecha roda ente¡a de metáforas- como metafísico; o como en las Escriruras segúrn nos advierce días Ricoeur cuando lo liter¿lmente indecible nos obliga a la figuración metafó¡ica. El poeta, el religioso, el metafisico y hasta el cienrífico a su manera esrán
Agustín, y en nuest¡os
dispuesros a reconocer estas alturas que rrascienden las posi bilidades del habla literal y en que recurrimos al expediente
de expresar una "csfera o dimensió¡ del ser" tomando l¿ perspectiva de una esfe¡a habitual. La psicologia, en especial la llamada psicología introspeccionista, esrá como consrruida sobre el fundamenro de la me¡áfora. He aquí un pasaje tan viejo como famoso que profesa con una gracia metafórica inimitable lo que la escuela introspeccionista r¡ata de obviar
mediante apara(osos términos, cie¡tíficos pero ajenos: "Y llego a los dominios y espaciosos palacios de mi memori¿, donde se encuentran los teso¡os de innumerables imágenes, llevados allí desde cosas de todos los géneros percibidas por los sentidos. Hay alli, además, todo lo que ¡rensamos, sea
aumentando sea disminrryendo, o alterando por otros medios aquellas cosas a que han llegado los senridos; y rodas las imágenes que el olvido no ha devorado y sepultaclo han sido depositadas y atesoradas allí. Cuando entro, pido que se traiga la que deseo y ésta se presenta inmediaramente; hay las que deben ser buscadas por más tiempo, a las que se debe a¡¡ancar de intrincados escondrijos; otras acorneten en rropel, y mientras es una la requerida y deseada, se adelantan como inquiriendo: '.'Acaso es a mí?' A éstas aparto, con la mano de mi corazón, de la faz de mi memoria, hasta que la deseada se muestra a la vista, saliendo de su sec¡ero lugar. Otras emergen prestamente, en orden perfecto: las que están al frente dan lugar a las que siguen; y al hace¡lo desaparecen de la
9l
vista, lislas Pdra volver cuanclo yo lo clesco Toclo lo cual riene ''J' lugar cuando re¡rito algttnir coslt de mer¡lori¡ Se ha dicho que hasta aquí nadt salrmos so[rre l¿ naturaleza cle la ¡nemorit y quc no hacemos más que proceder al
respccto Inecliante la clescrilrcit-rtt y ll analtlgía' Tanll¡ií'o' es un hecl¡o que las tlcscri¡-ciones y antlogies r¡fieciclts han hecho sicrr-rprc uso de l¡s tecnoloSíirs tmpleittlo ¡ror cl hombre ¡rara alntacenar inlirrrnacitin. No son, al fin cic cucntas' 'almacencs más que methforas. Asi, "¡n¿les tle la mernoria', grirbade la mc¡roria , "archivos de I¿r $cmoria , tencr algo
do, regisrra.lo, ¡rchivado en la n-remoria", "ci¡ct¡itos de
la
me¡¡or ia" . E n la actua liclad, ptoyecrírmos en lil ntemoria coclo el aparato c1e almacenaniento y reproducciótr cle las computador¡s. Iln fin, mic¡tras noclcscubra l¿ciencia los mecanismtls
mediante los cuales se alnt¿cenrr infi¡rmación quc quecla a r-lisposici
I-eib.riz q,-,e sigue válido: Si imaginamos un cerebro sufi':ientemente grande como Para movernos dentro de él y v sitar h¡rt¡ sus ulcrmns y menudt-,s resqurcio( es sc¡uro qur Por mis que lo recorramos una y otra vez con todo cuidado y en rodo su dctalle nunca v¿rmos a encontrarnos con una sensación Es ésta la especie cle ctrestiones que parecen constituir un límite 1r Asu.tín, CaaJunxe:,l;bro
94
X
t2
impasable y que pa¡ecen dar una base segura de permanencia al habla metafó¡ica.
Pero, ¿qué hay con Ia orra pa¡te de la distinció¡? Las metáforas como recursos de Ia incapacidad expresiva en las altas esfe¡as de la ¡eflexión, la contemplación y el sentimiento
no son las únicas. Podemos figurarnos t¡es niveles de la expresión rnetafórica: el alto ejemplo, cuando nos
-por referimos a nuesrra vida espiritual mediante metáforas o¡ales:
'bebe¡ en las fuentes de la sabidu¡ía'- el medio ejemplo, cuando decimos a la amada 'palomita,- y el-por bajo ouest¡o 'pe¡!o sarnoso y nuestro'piojo'. No se trata de una distinción simple. Tanto el nivel alto como el bajo representa¡ían las metáfo¡as que no esramos en condiciones de t¡adu_ se opond¡ían ambos al nivel medio, esencialmente parafraseable. Entre sí, los niveles alto y bajo se opoodrían
cir. En esto
por el conrenido. Este principio, en términos llanos, sosriene
que oos elevamos a alturas en que no hay palabras para expfesar nuestra experiencia; y, también, que descendemos a hondu¡as en que igualmente nos falla el lenguaje. En las alturas inefables, se r¡ara de los principios de la verdad, la belleza y el amor; en las simas, también inefables, de sus conr¡arios (enca¡nados todos en la persona del demonio mis_ mo): ta falsedad, la fealdad y el odio- Viniendo a tales simas,
tartamudeamos igual que en las alturas.
El odio en
sus
extremos pierde todo apoyo en el habla lire¡al. Tal como el amo!. Desde luego, podemos dar al amo¡ su fundamenro en el
objeto amado; y, por el conrario, funda¡ el odio en la disposición del sujero. Así, la experiencia inefable del que ama es impotencia del lenguaje; en tanro que la reacción ta¡tamuda del que odia es pura ofuscación. pero esto no es más qLre una opción. 95
alemán
Hay un artículo de J P Stern sobre el novelisra ilustr¿r un¿ Giintúer Grass que puede servirnos aquí P¿ra (on !u( se oocion distintr" segun Srern' el ¡r'rhlrma
Cor..,,.l siÉu¡(nl(:
Can thc uns¡eak'l-,l¡ ohsceniRriclr l'e frcrron¡rlise(l xr rlll '
"ii..nr" ,t ,i",.U,¡ irselt rlrc ThirJ irrr"^¿. ¿a lo¡rar este obierrvo
;;; ;; t"
el riesg" ss ' ¡"r a t'n bJr''.u "C) la tolerancia complaciente o la .l.r-fi1"d.'o'
que Grass ha sortea desesperación ani<1r-rilante" s¡ern estima
y la logrondo ttn equilibrio entre el horror las prácticas .,r,¡diunldui, moitrán.lonos "la paradoja de que con paralelamente cliarias y horrores del Tercer Reich corren que es¡as di¿ri,, y horrores del munclo ordinario;
¿".r',. ri.tgt l¿s oractrcas
,..lr h"-., n"-^", t
.nn y ,,"rnp'e han si
ar," .á.toaitie nto -quiero decir que las que la humanidad es mons-
rnonrr.r-to.iduda, .on humanas y por Ia .r.roru- d.b" ,". .aptaclo plenamente y no disminuido
i",*tu 0".
y la familiaridad' no ¡,rovient dt la repetición
de embargo que clestruya ni el sentimiento de ni la capacida
ttt o.."it,i"i¿" 'utrocidod
logrudo porqr.,e
nos dice en lerras de
moldr que
se ha
^lguien idea de c¡ue me importa contrastar aquí es la al allega se cotidiano St'"rn.ob.e lo cotidiano y el horror' Lo ro-g.oaui
aa
ro
G¡nthn Grav'¡ Uniqneae:s,
rc)u1.
96
Lond'cto
llevi¿w of Books' 5- 18 February'
horror, lo'cotidianiza'; el hor¡or se allega a lo cotidiano, lo 'ho¡roriza'. Un poco como diciendo al salir del teat¡o: "Y bien, el sujeto maró al pad¡e, se casó con la madre, todo sin s¿berlo. Cuando lo supo, se arrancó los ojos. ¿Y qué? Yo conozco muchos casos de tipos a los que a¡rancan los ojos y que no han hecho nada; y muchos casos rambién de ripos que asesinan a manos Ilenas sin que les roquen un ojo. ¿Dónde está el horror? No en el teatro, po¡ supuesto. Yo vengo de fuera y no me sienro horro¡izado". Las cir-¡dades del mundo especial sus poblaciones marginales- están llenas de -en todos los ho¡rores que se puedan soñar, Y más, mucho más todavía. He aquí, pues, una fórmula para resolvet problemas como los que c¡ea a los esc¡itores alemanes posteriores a la Segunda Guerra Mundial la Alemania de Hitle¡ de la misma especie que los de la Rusia de Stalin, la Uganda de ldi
Amín, la Cambodia de Pol Pot. Basta con arinar con lo cotidiano que hay en el horror (p. ej. , la imagen ya cliché del jefe del campo de exterminio, colocando todas las mañanas tiernas hojas de lechuga a sus canarios) y con el horror que hay
en lo cotidiano (por ejemplo, el padre ebrio que viola a su pequeña hija sobre el jergón hediondo). O si no una fo¡mula para resolver tales problemas literarios, una con Ia que Sle¡n dice que se resuelven. La verdad sea dicha: esta teo¡ía de Stern que hermana lo cotidiano y lo horroroso parece cong¡ueote con la lirelatura de nuestro tiempo, a la que corresponde la feisima empresa de crear sus ficcio¡es con la materia prima del ho¡¡or. De una patte, está el riesgo de caer en Ia insensibilización -cuando son millones ios asesinados por las dictaduras y los estados totalitarios, la literatu¡a que denuncia la persecución, el despojo, el confinamiento, la tortura y el asesinato masivos tiene el prospecro de r¡ansformarse en una fastidiosa canrile')1
de la otra, el riesgo de caer en lo que podemos llamar' lo demosiguiendo a Stern, Ia transformación del material en y a nosotros níaco. En este segundo caso (el que nos interesa de que venimos rastreando clesde nuestra ProPuesta división que las las metáforas), dice Stern que "existe el riesgo de 'inexterrible' el metáforas, elabo¡adas con vistas a exPresar oscuridad presable mal, se t¡ansftrrmen en t'na intolerable que trascie.tda i.tcomprensiblemente la experiencia mundana llo qu" Grurr, en Años de Pe¡to sati¡iza en las sentencias entonces' lo oroar.,lura, de Martín Heidegger" segírn Stern' por el prima es empleado como materia horroroso -ct¡anclo está en riesgo de perderse en lo trivial o en lo
na-
artista-
que ha tomado en demoníaco. Günther Grass -autor de que se tenga materias las manos las más ho¡ro¡osas de sorteado esta hábría memoria, Ios hechos del Tercer Reichsus
disyuntiva de acuerdo a Ster¡ En el supuesto de que fue¡a así (alio que no es evidente ni con mucho ya que la lectura de mé.iros no sólo literarios, son ¡rara mí indiscuGr:uss -cuyo. tibles- no ofrece impresión ninguna de equilibrio, de superación y elevación sino que reiten sin ¡'arar furia' impotencia, sarcasmo, desesperación y desgarramiento' sin con'ar sus teme: el Iargas y reiteradas caídas justamente en lo que Stern metafódeclamatoria' siri'boiismo críptico y la trascendencia
rica y oscura en el meior estilo alemán) ello no remueve
todavía la cuestión de lo cotidiano y el horror- En el supuesto horror de que el artista tuviera recetas para habérselas con :l tiemPos esros en Par¡ Poner a tenemos que ir muy lejos -no horror que de disposición del artista las cantidades y especies desee- quedaría pendiente todavía l¿ cuestión del horror
mismo. Si el escriror, maestro dcl habla, tiene que idear estraregias para haberselas con el lrorror' si rsas esrrategias b,r..un'disnluer'.'neutralizar' el horro¡ mediante expedien98
tes como amalgama¡lo con lo cotidiano, si, así y todo, esas a visra de todos, ¿qué decir de la relación a lo
estrateSias fallan
ho¡ro¡oso mismo, sin mediaciones esteriza¡tes ni eufemismos? De la forma como estamos privados lireralmente de habla cuando se pone el sol o oos mi¡a la amada, así lo estamos también ante lo hor¡o¡oso. La experiencia inefable cancela las
categorías habiruales de
lo experienciado y nos compele
a
romper las ¡eglas de l¿ dicción literal. Es como con los ci¡cuiros elécrricos: el límire de carga se ha sobrepasado. Vemos al funcionario nazi agirado ante la sola imagen
judío. 'Son...¡son piojos! iEso son!". Un circuiro nuevo, co¡no hecho a la medida, da curso expedito a rodos los contenidos. Adiós neuralgias y cefalalgias de la incapacidad expresiva. En adel¿nte el anlisemirismo se rratara como cuestión de higiene. Este primer piso, o subterráneo, de la división de las metáforas no aparece en las discusiones. pero, si Ias metáforas
son filtros que permiten organizar ur¡ o¡den de cosas en té¡minos de or¡as, ¿por qué no tomar el ejemplo de -no la Ricardo que s5 u¡ 16g¡* del comunista visto desde p€rspectiva del perro sarnoso¿4t Tiene, como hemos visto, una fuerza ilustrativa que ya se quisieran todos los Aquiles y los Rica¡dos juntos. Porque mientras son escasos los leones que se retiran resentidos a sus cuevas porque les quitaron una leona, ¿no son millones los comunisras encer¡ados, rortu¡a_ dos, corridos y asesinados como no lo soñara un perro sarnoso ni en la peor de sus pesadillas? pe¡o no sólo fuerza ilusrativa, sino también, y en alto grado, persuasiva. porque las meráfo_ {t Este rra¡o del comunista que desde lue6o repudiamos con rodas nuesrras fuerzas no va, sin embargo, a obnubilarnos sobÍe cómo rrara el comunisra a
99
del odio nos Pon'^'^ o': v^ bura v enrarecid¿ contemPlaclor
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'ii.''^""" i. -;"li ;Siillll ll ll """ :"i.;^:l'ill; ma en las o Lrn Pioio
Derro sarnoso
por el estado totalitario/ las meráforas mas en consrderar Hav totlav¡a una ventaJJ -^esre en es t"t*orra del subsuelo Y sue 1a1111
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*l .. i I " t':l-'f :l: " " obra s,tiill,i:1, fili :l ill ; arsumentación El horror ilil""'''",.'-*'arios El rosr ro Pal,'J::'1i,fi:i:':""?l::
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2O.Metáfora Y rePresún en ¡ela'ión (on l¡ no(ión Asr. la mct¿for¿ se muestra
de
-"'u",,' ''."'i l:::: ,:: iffi:i::i::rl: il',. Ñ;;;i;; literalmente no exoresarnos
-ar"[ir,,o. tu0
se retl
Jel nr a l¡ ceid¿ en las simas religioso o estetrco
horror y el espanto. Podemos estar impedidos, asimismo, por reglas sociales, culturales, morales, que no podemos transgredir sin desquiciar las bases mismas de la convivencia. En el intento de dar lugar al impulso de transgredirlas, el lenguaje, de puro instrumento de descripción y comunicación, se transforma en un a¡tefacto de las más variadas estrategias y subterfugios. La alusión, el eufemismo, el equívoco, la ironía, la indirecta, la insinuación, la elipsis, la antífrasis, el retruécano, el énfasis cumplen con frecuencia esra fu¡ción de transgleso¡es emboscados de las reglas sociales a que el lenguaje debe responder. Pero no en fronteras peligrosas. En éstas, la transgresión se divide según la forma del riesgo. Cua¡do se corren riesgos de represión política o religiosa surgen Ia fábula, Ia alegoría, la parábola y la sátira. Cuando se atenta contra los principios de la propia conducta la transgresión se torna remota, simbólica, implícita, involunraria e inconscien¡e. Así explica Fretd el laptit Iinptae; y tambiéo, del modo como las culturas primitivas dando indirecta expresión a su modo de percibir las cosas c¡eaban monstruos en que se amontonaban dispares anhelos,
ansiedades, t€mo¡es y ave¡siones. Así piensa Freud que se construyen los sueños, cuyos contenidos monst¡uosos e ilaciones absurdas son un lenguaje cifrado de forma tan íntima que ni nosotros mismos sabemos de los discursos que con ellos nos dirigimos a nosotros mismos. Esta transgresión paradojal en que ni siquiera Ios transgresores saben que transS¡eden, se explicaría por el ca¡ácter mismo de la rePresión transgredida, que es el pilar y fundamento no sólo de la entera sociedad sino de la personalidad misma del transg¡esor.
Esta explicación simbólica del lafixs linguae y el sueño la extienden los freudianos como es de esperar a toda la esfera del
l0l
afte; y aún más allá. La cultu¡a entera estaría, según Freud, levantada sobre fundamentos represivos El arte se¡ía como una manera sustitutiva, simbólica y alucinatoria de transgredir los principios represivos. Y en la neurosis tendríamos una fo¡ma más dramática de este cometido. Este enfoque de Ia cultura y la sociedad en términos de represión y transgresión simbólica de la represión abre un dominio de vigencia nunca antes concebido a las formas no literales del lenguaje Prácticamente todas las esleras del habla se ven invadidas y trastrocadas por los nuevos c¡iterios. lncluso, no hay nada que sea, en rigor, literal. Por encima de todo no es literal lo que
celosamente pretende sedo. alcanzados por el prácticamente en el habla por reducir freudismo en su intento todas sus esferas a pura estrategia de traosgresión simbólica y ocultamiento alegórico tras la fachada de la seriedad y la
Un ejemplo límite de los extremos
el que ofrece el ataque de los freudianos r uno de los campeones del uso propio del lenguaje, quien dcsde los inicios mismos del freudismo no podía menos que oPonerse a
literalidad
es
las ambivalencias con que ral escuela estaba infec¡anclo el lenguaje. Para Karl Krauss uno de los escrito¡es vieneses más influyentes de su época y que cuenta entre sus cliscípulos hombres destacados en esferas tan separadas como la música (A. Schónberg), la iurisprudencia (H. Kelsen), Ia arquitectu¡a (A. Loos) y la filosofía (L. Wittgenstein)- el escritor, el pensador, el a¡tista deben por encima de todo respetar la esfera y dimensiooes propias cle los obietos de qu: se ocupan Un aforismo de KraLrss que ha pasado a simboliza¡ su enrera
actitud frente a la situación cultural de su tiempo
hace
juegos, llenos de ironía y sarcasmo antifreudianos, con jarros
bacines: toclo lo que él se propone, afirma Krauss, es mostrar la distincióo que existe entre el iarro y el bacín' y que
y
102
tal distinción por encima de todo la que ofrece un espacio posible la cultura; en el frente enemigo están los que quitan a Ia cultura su condición más íntima de posibilidad, es
en que es
los qLre (volviendo a la metáfora, aunque con los freudianos no lo es en modo alguno sino la ler¡a misma de sus hechos) en
Iugar de usar el jarro como jarro y el bacín como bacín, se dividen entre los que emplean el jarro como bacín y los que emplean el bacín como jarro46. Pues bien, a este crítico que no sólo apuntaba sobre una de las claves cenrrales de la metodología freudiana sino que se ofrecía como ejemplo vivo de los procedimientos que abiera
y exacramenre se le oponían, no ruvieron dificultades
los
discípulos de F¡eud en aplicarle meticulosamente la cirugía de su arte psicoanalítico. Así, el periódico que Krauss atacaba sin tregua con acusaciones de filisreísmo y corrupción -el Neae Freie Presse- se transformó, en un informe que Fritz Wittels presenró a la Sociedad Psicoanalítica de Yiena en
1910 con el objeto de dejar caer la lápida definitiva del freudismo oficial sob¡e el 'caso K¡auss', en el gran órgano sexual del padre de Krauss, y el Fackel (La Axtorcba), la pequeña revista que Krauss editaba, se t¡ansformó en el pequeño órgano sexual del hijo. De manera que el objetivo purista y toda la vida de polemista de K¡auss no e¡a más los miemb¡os de la Sociedad Psicoanalítica de Viena -para (entre quienes se contaban para ese entonces F¡eud, Adler, O. Rank y Stekel)- que una realización sustitutiva (neu¡órica, po¡ descontado), simbólica y velada del deseo (prohibido en
a6
A. .¡anik y S Toulmin, V/¡tgenrtein's Vielu. 103
el acto mismo de la creación de la cultura) de asesinar al padre y quedarse con la madre47.
Otro ejemplo que agita el propio Krauss y que muestra hasta dónde están dispuestos los psicoanalistas a llevar su obra
de ¡educción del arte a mera estrategia de sustitución que permite realizar de forma simbólica conductas social y moralmente inaceptables es la explicación del "Aprendiz de Brujo", obra de Goethe, a partir de los suprrestos impulsos masturbatorios de su auto¡. Dice Krauss que un psicoanalista "una le dio una interpretación del "Aprendiz de Brujo" como evidencia indisputable de los impulsos masturbatorios de su autor". Y agrega que se enfureció "no ranto por el contenido
intelectual de Ia imputación como po¡ su increíble
bajeza
mo¡al": "Sentí que aquí se estaba adicionando una nueva locura a la
vieja estupidez de la crítica
y la interpretación Iiterarias
tradicionales.. . Se me calmó asegurándome quc tal inter¡rre-
tación psicoanalítica se ¡efiere solamente al inconsciente de Goethe. .. ¿Goethe locoi' ¡Dios mío! ¡Podríamos aprovecharlo! ¡Tal vez la humaniclad querrá arrodillarse y, temiendo por su propia salud, rogar a Dios por más locura!". Cualquiera sea Ia fuerza que la defensa de la propiedad en el empleo del lenguaie pueda tener, parece indiscutible que una situación de carácter represivo tiene efecros sob¡e la conducta lingüística incompatibles con la noción de propiedad en la expresión. Krauss, entonces, tenía qt e relacionar las dos cosas; pero, por todo ltt que sabemos, se cuidaba más
a7
Sobre Krauss Soal Do¡or¡.
104
y los freudianos. ver Thornas S¡¿sz' Katl Krat¡¡ and
the
bien de apartarlas. ¿Y cuáles serían las condiciones para responder a las exigencias de Krauss y expresa¡oos con pro" jarr6tt" al jarrón y "bacín" al bacín? Este piedad -llamar autor tenía que conocer más que nadie la natu¡aleza ideal e idealizanre de sus exigencias. ¿Qué pasaba, por ejemplo, con él mismo que *no exageremos diciendo que se expresaba él con
propiedad- denunciaba sin vacilación
a los
que mezcla-
ban las cosas
ejemplo la mescolanza de información y opinión que -pot vendían al público los edito¡es de Neu Frej¿ Prerre y que era uno de los principales blancos de Krauss? Sus biógrafos y simpatizantes (sólo ahora, casi medio siglo después de su muerte comienzan a hacerse oír) reconocen que sus denuncias le valieron la aplicación del silencio oficial. Y por lo que leemos, pa¡ece que su condición e¡a doblemente elocuente. Porque, de una parte, tenía el respeto y la admi¡a-
ción de los hombres más connotados de la Viena de sus años; y por otra, era altamente acreedor al silencio oficial que se le aplicaba sin que oadie chisrara. Combinación más que signi,
ficativa y nada de escasa. Pero lo que importa señalar aquí es cómo las exigencias de propiedad en la exp¡esión por parre de Krauss, ponían en juego fuerzas que actuando mosrraban el sinsentido de esas exigencias. Como da¡ coces contra el aguijón. ¿Qué más obvio que la necesidad de nombrar "jarro" al jarro y "bacín'' al bacín? Pero, también, más obvio ¿qué
que, tan pronro el jarro y el bacín eorran en'el contexto de las relaciones de poder', hay que andarse con cuidado con la semántica? Hay un pasaje en un discurso de Czeslaw Milosz que (lo elegimos entre ranros otros sólo porque es más fresco)
Podemos citar aquí y que se refiere a "un descubrimiento relativamenre recienre: que quienquiera empuña el poder es también capaz de conrrolar el lenguaje y no sólo mediante la
prohibición de la censura sino también cambiando el signifi105
relativamente cado de las palabrus"l8. Un desc'rbrimiento del leni¡vención la con recie.rte. Acuso, contemporáneo pusieron se día guaje. Estamos llenos cle palabras que un buen habla i signifi.u, g.u.ius a los mecanismos del poder de que"espíri"alma"' palabras conlo "virtud"'
loreiemplo, tu", "caridad" y muchas
lrtil"os.
misma especie que Para clertas pusieron' en posturas nombran el Ahsr-'luto sin mcdir' ion' sc cle la
verdad, a significar un buen día;
y no
Por Pura Sracra
y
de epifania del Ser. Ni eran tampoco extensiones metafóricas nosotros' que y poeras aru, que ,a la, oc,trren a los -haciendo lo, ,ara, ao-rl.tar, una comúo sinécdoque- conside¡amos que hay' que seria que son las únicas extensiones metafóricas metafóriridículo imaginar a un tirano haciendo extcnsiones se hizo sustancial' cas. Pe¡o la v-erdad es que de pronto el alma el bien y el mal; de entre eterna y obieto de disputa a muerte pronr; el espíritu se transformó en una especie de sose plo-cenlficudl caído de las alturas; de pronto la caridad y y obligatoria; y la virtud deió de ser la mera
hizo..,niversal concreta exceleocia
para trasladarse entera' pero sln inaccesibles del hueso, a las esf-eras inaccesibles, literalmente
viril
(que antes era hombre nuevo, el hombre de las castas de Pablo transforSaulo pero que podía también sin mucho cosmético lapso el mismo en a Roma marse;n Pa;lo; ir así de Jerusalem las Así a en que, yendo a Damasco, iba de Roma Jerusalem) más Pero poder' .á.t Ia semántica, las metáfo¡as y el
.or".,
que no aun: porque et poder puede hacer que un lerm¡no rersa Y signiáco .,adu lá signifique todo; y tambié¡ a la in que eiemplo' por m"ás todavía puede el Poder' Permitir, que hundió medio siglo.lesp.tés la misma espe'cie de poderes as The Nob¿l L¿cutrr' 19¿10, The Ncw
rrSl l Olr
York Ilevicw of Dooks' March J'
I
a un sujeto lo exhume. Y más rodavía: permitir (en esta era de globalización del poder y nulificación del individuo) que diga
sus discu¡sos sobre el poder y la semántica uno de sus
súbditos
individualistas, porque como ésre mismo se encarga de decir (así son las paradojas de la globalización) "nuestro planeta que, con su proliferación fantástica de nar mulia, se hace cada vez más
pequeño,
es
testigo de un proceso que escapa
a
la
definición, caracte¡izado por el rechazo de recordar". ¿eué importa enronces recorda¡ a Krauss? No daña más y mañana va a estar orra vez olvidado.
De mane¡a, entonces, que el poder tiene que ver con nuestras posibilidades de expresión. Sólo que no de la forma absoluta que frecuenremente se supone, es decir, imponiendo
la rergivrrsacion o cl silencio sin restricciones a una masa infioiro. El sujeto reprimido despliega mil recur-
maleable al sos para
eludir su condición, entre los que se cue¡tan también
todos los artilugios del habla oblicua, vacía, disf¡azada, deformada, t¡ansferida. Tales recursos concebirse-
-puede suben en surileza en proporcióo del riesgo, desde los ext¡emos actualmente casi inocuos de las fábulas a lo Esopo (que no estamos en condiciones de juzgar en qué extremos de peligro colocaban en tiempos de su 'primera edición') hasta las oscuras y entrañables a¡rimañas simbólicas que han descubierto Freud y sus seguidores.
21. Krauss
ur¡u Fre d
Volviendo sob¡e Krauss y sus exigencias acerca del jarro y el bacín, podemos enfrenta¡ dos texros: el suyo y el de Aristóteles, "Da¡ a la cosa el nombre que perrenece a otra", es la esencia
del habla metafórica para Aristóreles. El rexto de
K¡auss dice así: 107
"Adolf Loos y yo
literalmente y yo gramaticalmen-
más que mostrar <1ue existe una diferente- no hemos hecho -él qLre por cia entre uo jarro y un bacín, y c¡ue es tal distinción la la posible que es en encima de todo surninistra un espacio se distinción' cultura. Los otros, los que no logran hacer esta entrc los que usan el jarro como bacín y los que usan
dividen el bacín como iarro"49.
de los La cuestión, entonces' de Ia eventual desavenencia empleo al que respecta textos de Aristóreles y Krauss en lo del lenguaie, parecc de soluciírn fácil No se trata
merafórico
bacin cl de nombrar una cosa con el nombre de ot¡a ---dar al nombre cle " larro", o al iarro el de "hacín"- sino de emplear en el jarro que deben una en lu¡¡ar de la otra
-hacer'cosas' hace¡se en el bacín, o hace¡ con el bacín cosas que deben hacerse con el jarro. De modo que no hay aquí causa ninguna la imaSien cont¡a de Ia metáfora. ¡Qué dificultad -usando haber en podría Burkede ne¡ía de Black o Ia terminología
mirar el bacín desde la perspectiva del jarro o en'filr¡a¡'el jarro mediante el bacín? Ninguna, mientras a la sustitución metafórica.le los nombres oo suceda Ia sustitución literal de (como lo las cosas nombradas. En este sentido' Krauss es¡aría literalidad la de la manía demuest¡an sus escritos) exento de L¡ diferenci¿ nu es r on Arisroteles sino cun otros y se muesrra sus en que mientras él hacía empleo explícito y público.de mer;foras, otros se cuidaban mucho, ocultándolas baio la apa¡iencia de expresiones literales La diferenciá, apunta Szasz es la entre el buen retórico y el mal retóric r' Contras-
" El
re'..o
cicndo Por bntSraf¡s y comentaristas
y siemP'c como
un
"s nuestm pensamicnto fundamental, que sio duda lo es, cualquiera sea
10f.t
rr¡
rando enrre el empleo que Krauss y Freud hacen de la metáfora, dice este autor: "...cada uno, Freud y Krauss, se propuso producir un impacto en el lenguaje: uno, ocultando sus metáforas como (si fueran) descubrimientos cientificos y tratamientos médicos; el orro, revelando sus metáforas como polémica y poesía, ingenio y juego de palabras. Así, cada uno es un tipo diferente de retórico, diferencia que se muestra, primero, en el modo en que cada uno usa el lenguaje y, segundo, en el objetivo que cada uno persigue en su inflexible contienda teórica"to. Pero, ¿es la cuestión retó¡ica la que importa aquí en primer lugar, en el sentido de que Krauss es el noble retórico que deja explícita su artillería metafórica, empleada con el loable propósito de esclarecer, en tanto que Freud la enmasca-
cientificidad y la aplica con el objeto innoble de oscurecer y confundir? Porque trasladándonos a un plano más amplio y menos personal, los términos del planteo de Szasz parecen invertirse. Supongamos que Freud y los de su círculo tuvieran esta inclinación solapada de emplear el bacin en Iugar del jarro y la i¡clinación, también, de inducir subrepticiamente en oros dicha inclinació¡. Supongamos, asimismo, que Krauss se propusiera por eocima de rodo y eo toda oportunidad, fue¡a ésta privada o pública, separar -para conserva¡ la imagen que él mismo emplea- las funciones propias del bacín de las funciones propias del jarro. ¿Qué ocurre con ambas posiciones si vamos desde este punto de vista personal y doméstico al más amplio de la sociedad y la cultura? Porque es en este plano donde se decide. Freud, en este plano, no está obrando para indLrcir confusiones. Al ra de
10
Karl
Knw
and ¡h? SnLl.Dotta,\,
p. \¿. 109
menos así parece a un observador imparcial y al que trata de
conducir a algún resultado concreto las observaciones
de
trata de confundir sino de analizar hechos de la psicología individual que son de antemano confusos. No es en es¡e contexto de puro observador y Freud -siquiera analista- quien está emPleando el iarro en lugar del bacín Ni ertá ramporo FrerrJ inJrrci.ndo ¿ los otros a que conlun-
Freud. No
se
dan el empleo de ambos utensilios. La situación parece más que obvia: son los otros los que confunden el uso de las cosas; en ranto que lo que hace Freud es tratar de desen¡edar los elementos que hay en esta confusión. O mi¡ando sobre lo mismo desde el otro extremo, el de Krauss: no son los otros los que están fi¡mes en sus distinciones mient¡as K¡auss se desempeña como el Cerbero que no permite que entre Ia confusión; sino que aparece este Polemista, por el contrario, como uno que se debate donde la confusión impera Krauss es
como si dijera: "Ustedes no deben confundir los empleos propios de las cosas". Freud es como si dijera: "Ustedes confunden los empleos propios de las cosas". De modoque no hay ningírn conflicto entre ambos "rctóricos", como Parece suponer Szasz. Conflicto podría haber allí donde Krauss, descendiendo de su tri[¡una admonitoria, viniera al plano en que debe decidirse si en tal o cual caso hay confusión o no; si, por ejemplo, un poeta está, y en qué medida está, haciendo uso del lenguaje y sus posibilidades de expresión y comunicación como se usa el bacín o como se usa el jarro. Por ejemplo
(porque no todo ha de ser fijación anal), ¿qué direr'tos de un poeta que está empleando las eu[onías, asonancias, asociaciones y figuras del habla para convencernos de la existencia o no existencia de Dios, de la Dictadura del Proletariado, del
Dete¡minismo Histó¡ico, la Libre Comperencia, la Coexistencia Pacífica, el Equilibrio Ecológico, la Intangibilidad de 110
la Cultura, el Folklore, el Arte Popular, los Mass Media, el Progreso, la Ciencia, la Democracia, etc. ? ¿A dónde tendría que co¡rer á guarecerse K¡auss si tratara de obrar sus exigencias no desde lo alto del pontificado sino en el terreno donde las ideas se realizan2 Por lo visto, sin embargo, parece que no tendría que correr mucho; parece que el pasado, la tradición, abundan en este tipo de excelencia y que hay lugares seguros ciento por ciento. U¡o piensa en Esquilo y Sófocles, en Platón y Agustín, Dante y Erasmo, Shakespeare y Goerhe... Pero, ¿es verdad que estos ejemplos de excelencia lite¡a¡ia están exenros de infinitas y eno¡mes caídas en lo impropio? ¿No hay que decir de ellos también, como de cse periodismo que mezcla los hechos con sus resonancias en el periodista
mismo
y que tanto indignaba a Krauss, que
hacían un
hermoso e inr¡incado todo con las descripciones de los hechos y sus valoraciones de los mismos? Cuando, por ejemplo, se
nos habla, en un senaido u orro, de la esclavitud, de la autoridad de los reyes, de las Escrituras y revelaciones, de las costumbres de los pueblos, de las facult¿des o inclinaciones del alma, de las leyes y el derecho, de los imperativos morales, de las masas, de las cl¿ses inferiores, del orden, la jerarquía, la iotefiracióo social, etc., ¿no renemos uoa y mil veces esa percepción, que a Ia vez nos aierra y nos deprime, de una armonía milagrosa entre lo que el autor describe y lo que proclama? ¡Ilemos encontrado alguna vez un auto¡ que no traiga su huevo listo y no venga confiadamente en busca de la
gallina que lo va a poner? Esta es, por desconrado, sólo una entre las dimensiones de la impropiedacl en la expresión, la bastardía lite¡aria. Bastarí¿. claro est.i. (laJ.r su cxLension e r mportJn( i.r, pira retroce-
der y reexaminar el concepto de propiedad de la expresión. Pero hay otros niveles. Freud y los freudianos tienen más que 111
conrarnos. Tienen que contarnos de autores que se mastutb¿n escribiendo o eiecutan (simbólicamente) una serie de otras depnvaciones ¡rintantlo, lilmando, esculpiendo. Y la verd¿d
que no son algunos los arrtores que sublirtan, y así enmascaÍan, sLrs hondas y asociirles motivaciofles. Irreucl y los freumucho mís que el arte, en dianos redrrcen el arte toclo -y verclacl- a un producro de tendencias social, rloral y familiarmente incleseables que buscan una especie de satislacción corr-r¡rrometida, enmascarada, que la socieclacl y sus instituciones toleran y hasra enaltecentr. Sienclo esto asi, ¡qué es
diremos del emplco crocado clel bacín y el iarro? Pareciera que todo sc troclra- Krauss ncis clice que atenerse en la acciítn a kl que las cosas propiamente son, respetat su oaruraleza y evirar su fálsificación son r.¡na condición esencial de l¿ cultura. F'reud, por su parte, pretende descubrir en l¿ ¡aiz misma de la
cultura, el qtid pro t1tto, el compromiso, la ambigüedad, la ambivalencia y toda una serie de princi¡rios de esta especie Así, tendríamos que aceptar clos nocio¡res cle cultu¡a: una dcseabie y otrl reirl, para dccirlo e¡ dos ¡ralabras. Y ltabria mucho más que uo?r ncra disri¡cirjn cntre cllas, ¡>or<1ue mientras una toma Por principio escncial hacet y tlantener una sepalación por ejemplo, entre ornamento y función, en arcluitecrura, entre ser y valor, en filosofia, entre realidad y
rerórica, en política, entre idolatría y adoración, en religión la ot¡a toma por base la conquista de la disrinción mediante el enmasca¡amiento, el disimulo, la confusión. En el primer caso, el principio de vertebración obra :omo deber explícito; en el scgundo, como deseo im¡rlícito No se trata,
t'
Sit¡uiera, esta cra la explicación del arrt.luc tcnír Knuss a la vista y la mas consistente de las dos que se dan popularmentc como cxPlicaciones freudianas dcl arte.
I l2
ar"
po¡ ejemplo en este segundo caso, de Dios in proptia panna, sino
1ll
menos, una figura del todo aiustada: cuando alguien usando un jarro, averiguar si es bacín; cuando alguien usando un bacín, averiguar si es jarro Nunca falla.
22. M*áfora
y
está está
bisociación
Vimos que Burke y Black conciben la metáfora de forma en general similar. Lo que el primero dice con la noción de perspectiva lo expresa el otro (más o menos en el mismo sentido) con la imagen del filtro. Vimos, también, que para Davidson Ia metáfon no es una proposición (algo que sea significativo y, así, verdadero o falso) sino un simulac¡o de proposición que se emplea para llamar la ate¡ción sobre un significado, un hecho o una verdad. También, para los que defienden la teoría semántica de la metáfora, como vimos, la metáfora implica una "in¡ovación semántica" (la expresión es de Ricoeur), un nuevo si¡¡nificado o una nueva verdad que sólo a ella corresponde expresar y que resulta de otrt manera intraducible. Todas estas nociones sobre la metáfbra puecien desglosarse de la noción de bisociación, acuñacla por Koestler
con vistas a explicar el fenómeno de la creación artistica, científica y tecnológicat2. Koestle¡ introduce el término "bisociación" para nombrar la inte¡sección de dos planos asociativos o universos de discurso que ordinariamente se consideran como universos separados y hasta incompatibles. De Pronto, alguien hace converger ambos planos, produciendo un resultado in':sperado. Es, pues, algo que supone cambiar la perspect iva .r recr¡rt ir 'r uo
'2 El término empleado por Koes¡ler 114
ver The
A
af Cftatio"
filtro
hasta aquí no empleado. Ambos planos asociativos e¡an
hasta aquí mundos separados; de acuerdo a los principios formales que obraban en uno de ellos sólo atendíamos a los hechos que se producían en ese mismo plano. De pronto,
alguien ofrece otro plano asociativo como perspectiva o filtro aplicado al primero. Tal convergencia, hasra aquí inédira y en primera instancia paradojal, produce un cambio igualmente inédito en nuesrra percepción de los hechos. Dicho rodavía de otra mane¡a: la lógica habitual de acuerdo a la cual conside¡ábamos los hechos dentro de una esfe¡a es como invadida. peoetrada o poseída por la lógica de otra esfera. De esta forma, los hechos salen del marco en que ordinariamente los
percibimos y se pone n a obedece¡ por lo menos a respon-o resultados nuevos y der- a una nueva Iógica produciendo sorprendentes. Un ejemplo que puede servirnos aquí es el referido más atrás sob¡e la doct¡ina freudiana de los sueños. Hasta antes de Freud (digámoslo así para simplificarts) el plano asociarivo de los deseos y el plano asociativo de los sueños oo parecían avenirse. Desea¡ cosas imposibles era un sueño. I-a interpretación de los sueños ofrecida por Freud, como sarisfacción alucinatoria y simbólica de deseos reprimidos, suministra un ejemplo de bisociación: los conrenidos de los sueños, considerados ordinariamente como caprichos de la
imaginación, vagabundeos de la fantasía, vacaciones de la asociación de ideas, etc., son puestos bajo la perspectiva de los deseos reprimidos, los deseos que en la vida de vigilia no podemos satisfacer. La noción de bisociación, sin embar¡¡o, parece más adecua51
Lict'rcnberg, por ejemplo, ha dicho much¿s cosas profundas sobre el sueño: si la gente quisiera relarar sinceramen¡e sus sueños, sabríamos más de ella ¡tr éstos que por sr¡ rosrro". (áf¡¡lzrar).
1lt
filtro
La noción de persPectiva de ot¡a cosa La relación ángulo sugiere que la cosa cae bajo el .riJr," c,rmo desde fuera de Ia cosa Así también el filtro que impone a la cosa una rel¿ción extrínseca, por mucho Black insista en la doble y dinámica ¡elación de interacción
da que las cle perspectiva y
honda La iclea de Koestlcr nos Propone uni Penetración más Koes(la el mismo emplea del fenómeno. Una imagen sería frecuenti:rs tler) ta de dos medios que oscilan con diferenles Allí donde ambos medios se intersecan las p¿rtículas comien-
las zan a vil¡rar animadas' ahora, por la combinación de de trata no se motlo, este De oscilaciones de ambos medios. metáfora a la pura perspectiva ni de puro filtro. Si aplicamos parece esta noción de bisociación la condicióo de interacción que: asegurada. Dice Koestler refiriéndose a la bisociación 1 de marcas en dot I'' a idza situación . .. es la petcepción -M.' fu una ' de marcos dos que los en L, Et ,.'t"'o ,efrrerrio, M, y longi.efere.rcia se intersecan, vibra simultáneamcnte en dos
esta situarucles de onda cliferentes' por decirlo así Mientras ción insótita perdura, L no está meramente vinculado con un
aonaa*to uroci^tiuu, sino bisociado con dos"54' así En el caso de la metáfora, la noción de bisociación definida permite dar cuenta
(Black), -además
de Ias otras de perspec-
innovación semántica (Ricoeur)' uniapliLccron pragmática (Davidsonr- de Ia más o menos decir de la metáfora de u...ul-"n,. .ecorrocidu capacidad efecto' algo que ninguna paráfrasis literal podía traducir' En rle perspectiva el el co.tc.pto de bisociación se aviene con (cada plano pone al otro en perspectiva): se av;ene' asimismo' mutuacon el de filtro (ambos planos, M¡ y M2' se filtran (abre toda semántica mente); incluye también la innovación
tiva (Burke), filtro
ta Art ol Cftation, ?. 15. 116
una nueva dimensión de significación); finalmente, comprende ese factor que Davidson comenta con la frase "puñetazo en la cabeza" (que se da en la línea de intersección de los
M2 el momeoto del ¡eureka!, el asombro, la perplelidad, la exaltación, la carcajada, etc.). Pero, rambién, como decimos, da cuenta de esa int¡aducible captación que planos M1 y
logra la metáfora. Porque, de acuerdo a la ooción de bisocia-
c¡on cr¡ando dos planos asociarivos se in¡ersecan. esramos requeridos ---debido a la esencia misma de nuesr¡a 'educación occidental' como nunca debié¡amos ni pudiéramos estarlo --{s decir, estamos requeridos de pensar la cont¡adicción lz propid pefilia. No se t¡ata ya en las doct¡inas de -como Burke y Black- de capta¡ una cosa meramente en términos de otra sino de 'vib¡a¡' simultáneamente en dos conrextos asr¡ciativos diferentes. Esta condición es la que daría a la metáfora su status paradojal, sinsentido y absurdo. Con la noción koesrle¡iana de bisociación somos pues llevados a considerar este aspecto de la metáfora: el p¡oyecto de pensar Io contradictorio. La estrategia seguida ai respecto consistente en prolongar dos planos asociativos hasta sr-¡ inter-
o desviarlos hasta lograr su converÉiencia. Con el ejemplo de Koestle¡: Sancho Panza es Sa¡cho Panza; don Quijote es Don Quijore. Cada uno en su "plano asociativo" parece previsible y hasta inocuo. La receta del humo¡ incomparable de Cervantes consiste en el principio y manera de oscila¡ la nar¡ació¡ entre los contextos asociativos divergentes de un loco soñador y un gordo buenazo y carnal. El mismo Koestler se encarga de aproximar bisociacirjn, sección
metdlora y analogre refiriendose x proposrro Jr la ,;perlción bisociativa en las esferas del arte y la ciencia- a "la est¡echa relación entre el hombre de ciencia que ve una analogia donde nadie la vio antes y el descub¡imiento del
t17
iL-
poeta de una metáfora o un símil oriSinales" Y dice también de las metáforas que "ent¡e las más simples existen referencias de un sentido a otro: un color 'cálido', una voz 'dulce', una luz
'incisiva'; los labios 'ciegos' de Swinburne, las manos'ciegas' de Blake. Tales combinaciones de matrices sensoriales diferentes suminist¡an una riqueza nueva o multidimensionalidad a la experiencia de modo que, otra vez con Swinburne, 'la luz es oída como música, l¿ música vista como luz'J5-
La noción koestle¡iatra de bisociación se avienc t¿mbién
con la noción de "impertinencia semántica" que Ricoeur
aJ. Cohen- int¡oduce en la cliscusión sobre la -siguiendo semántica de la metáfora. En la intersección de dos planos asociativos la impertinencia semántica pasa de imPertinencia a regla. La'línea'de inrersección de los dos planos es el'h:gar
geométrico' de todas las'impertinencias posibles. De modo que en esta noción de intersección quedao comprendidas toda una serie rr¿tlicional de otras no, iones ¡so. i¡J¿s a la meráfor¿ como las aristotélicas de comPosición por adición y sus!rac-
ció¡, las de paralelo, alegoría, fábula y parábola También, la noción de "innovación semántica" encuetrtra se ve, bastante respuesta apropiada en la ¡oción -como general- koestleriana de bisociación. Sin convergencia de planos no hay innovación concebible, sino que todo ocurre de acuerdo a la común y bien establecida [ógica de cada plaoo asocia¡ivo. Todo lo que, dentro de un plano, aparezca como
un nuevo predicado, una nueva proPosición, uo nuevo conocimiento, no tendrá más que el carácter de urta 'prolongación' en el respectivo plano. Es la bisociación, ,a intersección de dos planos hasta aquí paralelos o divergentes
la intersección del plano de la evolución tt
The Act ¿f crc¿t;a,1,
118
p? )2o-l
eiemplo,
-pot las es¡xcies, de
pl '' )
¡econocida ya por la Historia Natu¡al, y el plano de Ia regulación de la población, descrito asimismo por la Demo_
grafia,
Darwin a intuir el mecanismo de la lo que produce una muracióo semántica, un cambio hasta aquí inédiro en la significación de las pala<¡ue condujo a
selección
natural-
b¡as.
23 . Il isociación
de
la
y
czncepción
pragmática
metáfora
¿Cómo conciliar Ia concepción de 1a metáfb¡a en ré¡minos de bisociación y lo que Davidson dice que se aviene -y metafó¡icacon las más comunes tradiciones sob¡e el habla sobre la me ráfora como empleo pragmárico y no semántico (o sólo auxiliarmente semántico) de las palabrasl Virnos que para este autor la metáfora no obra su efecco signiñcando, que "suponer que (la metáfora) sólo puede se¡ efectiva r¡ansmi, tiendo nn mensaje codificado es como pensar qLre una broma o un sueño formulan un juicio que un intérprete dotado puede restablecer en prosa llana" y que "la broma, el sueño o la metáfora, a la manera de un golpe en Ia cabeza o un cuadro, pueden hacernos irpreciar algún hecho, pero no representando o expresando el hecho". En el caso de la noción koesrleriana de bisociación, esra idea que Davidson expresa con la imagen
de un golpe en la cabeza se incluye, como dijimos, en el fenómeno mismo de la inre¡sección de los dos planos asociati-
vos que para Koestler produce catarsis en el caso del arte. explosión en el caso del chiste, y una combinación de ambas en el caso de la inruición del científico. En las tres categorías que Koesrler considera cómico, el cienrífico y el arris-
ta - la
interse,cion de-el los phnos aso(r¡tivos riene. pues. 119
igual que cn l)avidson, el se¡ticlo de u¡ra súbira s¿rcudicla o descarga quc, por más que cambie nuestra percepción cle las coslrs. trasciende cie la neut¡¿ forlnulación de un juicio La súbita convergenci¿ bist¡ciadora de cios planos asociativos es taml¡ién como "ern golpe en le c¿beza": nos tesití¡a como Por compulsión. Y también cono en Davitlson, en Koesr)er no podemos.letallar, ni riene scntido cletallar, lo uue vemos en el mornento clel shock. Pero lo que mejor aproxima ln t¡etálom cn Daviclson a l¡ noción de bisociación es la fbrma misr¡a cle la intersccción de dos planos asociativ¡rs t1rre, cie acuer.lo a la clefinicitin que Kocstlcr ofiece, son co¡tsistenrcs en sí mismos, pero, entre sí, "o¡dinaria¡¡ente incompatibles"; por lo crral, siguienclo coo los términos del mismo Koestler, la percepción de un acontecimiento L, cn l¡ inter'¡,, ion, su¡one la ¡erce¡ciun de .tlgL-r que "vibra simultáneamente en dos longitudes cle onda diferentes". Peroesto, en términos llanos, significaquea lo largo de la línea de intersección de los dos planos asociativos la percepción se encuentra en una peculiar sitLración: l¡ del perro que quiere seguir ir clos anros; con la diferencia que allí donde el perro se detiene, perpleio, la percepción de algún modo se las arregla para respondcr a los dos impulsos al mismo tiempo. Por esta condición esencial de la bisociación, hemos indicado más atrás que la metáfora (que es bisociaclora) nos pone en el t¡ance absurdo de pensar lo cont¡ac{ictorio. ¿Cómo puede lograrlo si no es prescindiendo de ¡oda instancia discu¡siva o lógica y dándonos, conro dice Davidson, un
golpe en la cabeza? Así, vemos que la noción koestlcri¿rnl cle bisociación, aplicada a la metáforr, resulta más explicatoria qrre ll de Davidson. Si no ¡rodemos traducir liter¿lmente lo que lr metáfora clice, si lo quc la mctáfora dice tie¡re la peculiariclacl
t2t)
de es¡ar como indisolublemente ligado a la expresión metafó
rica, es porque sin la concu¡¡encia simul¡á¡ea de ios
dos
planos asociacivos oo hay nretáfora. Metáfora sólo hay en la intersección electiva de los dos planos. Po¡ eso, t¡mbién, resulra imposible identificar Io que la metáfora dice con un significado o una verdad: porque la metáfora se ha situado e¡ la inte¡sección cle ambos planos para decir lo que dice; es decir, ha recurrido a la paradoja de habla¡ con con¡¡adicciones, recurrir al siosentido y al absurdo para comunicar su mensaje.
Taml¡ién, la bisociación puede explicar que tantiu veces la metáfora no nos diga nada. Porque en tales casos, se trataría de una muest¡a de incapacidad o resistencia a abaodooar las formas habiruales de percepción. Después de rodo, no es quien lea o quien escuche quien ve, originalmente, una cosa en términos de orra, sino el que ha creado la metáfora. Proponernos una metáfora original es invitarnos a romper el orden de las cosas, algo que no todos, ni siquiera muchos, están dispuesros a cumplir o en condiciones de hacerlo. Romper el orden de las cosas y hacerlo sustituyéndolas por algo que sc of¡ece como una paradoja o un sinsentido tiene asomos de actividad siniestr¡. Así aparece, por ejemplo, lo demoniaco en pintores como Bosch y Breughel: como la ¡educción de lo real a puro mecanismo que se puede trastrocar sin rest¡icciones. La metáfora incluye también y, al parecer, en su esencia misma, esta licencia que burla la unidad y sustantividad de lo real. Y así también aparece cuando se la conci[r en términos de bisociación. Y la noción entera de bisociación aparece también así, especialmente en los dominios primero y tercero de la división de Koestler: lo cómico y lo a¡tistico. Ta¡to en un dominio como en ot¡o la licencia bisociadora no encuentra límites, y si¡ mucha demo¡a esta121
r¡os en un puoto e¡ quc todo
se ha clcsatado y to.lo p¿recc permirido. Surge aqui esta noción cle lo c¡ue sc dcsar¿, Io que se ponc fuera de juego, lo que piercle el quicio dentro del que ordina¡i¿mente se encu¿dra. Desde esta pcrspccriva ia bisociaciírn adquiere colorcs amenazdntes. ¿Qué, por ejemplo, impiclc l¡isocia¡ la'intcrrogación la que eventualmenrc pueclc -a sometersc a csc entre trágico y lúcido Rulrashov crcado por cl mismo Kr¡cstler>('- con e) plano asociativo dc la carniccría? Como dicc un pcrsonaje (desde lucgo, lo han dicho muchos otros y no cs más verdadero porquc lo digan ni nenos port¡uc no lo cliga nadie) de una novela de V.S. Nai¡raul, rorlo vicne a parar en el primer ¿¡olpc en los tcstícnlos. Como si un hechcr implicara por sí solo ver un plano en rérminos de orro l¿ 'interrogación' en términos dc carniccri¿ y con el se ro¡¡-
piera la repulsir a inte¡secaalos,
se crLrz¿¡a un límirc impucsto :r la imaginación por cl hábito, la lb¡m¡ci¡in, la crrltura; iímite que garantiza un fundamcnco y <¡ue ula vcz reclucido a pura concención y relatividacl ¡os co¡r.lucc al cinismo, el
ilrsmo v cl Lrús. L\ segur¿rnenrc cn un ( uo tert{ r'um,, esrr ' valornn cxigencias cc¡mo las cle K. Krauss y gue herlos comcnt¿do rnás irt¡ás, cje ernplear el jarro como jarro y el bacin como bacín. Porque parccc incuesrionable que hay rodo un hcmisferio de procligios en la metáfora --y csra vez en l¿ bisociación quc no aparecen cuando se juega sólo el primcr acto
ih
<¡ue se
\t'Oúnúk!¿¿ ¿l ¡l¿Jlotlid, cs cl rítolo cn csp¿ñol .le esta noleli
t))
24. Barfield. El argtmento contra
la literalidad ori$nal
Una cuestión implícita en el enfoque de Burke que mencio, namos más atrás sob¡e la forma como se originan las palabras que ticnen significado 'inrnaterial' o 'espiritual' es tratada en ur hcrmoso aunque cuestionable argumento de Owen Barfielcl sob¡e el significado de la palabra 'lite¡al't7. La doctrina que examina Ba¡ficld cs la que sostiene que las palabras con significado'inmaterial','espirirual','mental', etc., han experimentado una transición que va desde un empleo literal y material, pasando por un empleo metafórico, hasta un nuevo emplco literal pero esta vez inmate¡ial. Y el problema que decimos quc esth implícito en el enfoque de Burke y que Barfielcl confronta en su argumcnto sobre el término "lite¡al" se refierc precisa.mente a Ia última etapa de los términos de significado io¡n¿rterial o espiritual. "Estilo', para ¡omar un cjemplo ya considerado, es originalmente el nombre de un instrumento con que, en tiempos antiguos, se grababan las letras sob¡e ¡ablillas cnceradas. Luego, el término se empleó metafóricamentc para aludir a la cualidad de la esc¡itura misma y, podemos suponer, con posterioridad pero rodavía mctalóricamente a ia mancra de escribir, de hablar, de pen-
snr, actuar. Final¡¡cntc, "estilo" significa lo que significó metaliiricanrcnte; sólo quc csta vez de modo lireral. Barfield, siguicn
7 he
Manin|
aJ
tbe Word
'l,rtaat'. Mxapbor and Slnhat. Butterwo¡ths
Scienrillc Publica¡ions, London, 1960.
123
ce la t¡ansfbrmación cle Ia metáfo¡a en palabra de empleo lite¡al inm¿te¡ial nuest¡o ejemplo, cuándo la palabra -en "estilo" dcja de ser un expedienre metafo¡ico para designar literalnente el modo de ser de una persona? Esta cuestión nos remite a una indagación histórica, Iingúística que nos sitúa en los dominios de la pragmática y la filología. l,a otra cuestión se refiere al qué, es decir, a qué significa una palabra cle empleo prinritivo material cuando, más allá de su empleo mcrafórico, comienza a ft¡ncionar nuevamente como palalrra literal pero esta vez con significado inmaterial. Con nuestro ejcmplo, "estilo" significa primitiva y literalmente un instrumenro; luego, por extensión metafórica, viene a significar literalrnenre algo que ya no se toma ent¡c las manos como el rtl/zr sino aigo que, muy seria y no muy rnetafóricamente, no sabemos cómo romar. Pero antes de e¡t¡ar en las eno¡mes proyecciones cle csta cuestión, esbocemos el ar¡;umento de Ba¡field sob¡e el significado de la palabra "literal". En primer lugar, Ba¡field utiliza la distinción introdr¡cida
por
l.A.
lezzor).
Richards entre vehículo y contenido (ubicle and Distinguirnos desdc siempre dos opcraciones aplica-
bles a una cxpresión metafír¡ica de acue¡do a las frases "tomada literalmente , 'tomada metafóricamente". Cuando tomamos lireralmente una expresión metafórica, estamos consideranclo lo que Richards nombra "vehículo"; cuando la toma-
mos metafó¡icamcnte, atendemos a Io que este autor llama
"conce¡ido". Con esta distinción, B¡¡¡field confronta dos escuelas respecto al contcnido de la metáfora: aquélla para la cual el contenido de una "metáf'ora si¿inificativa" es siempre posible de expresión literal; y aquélla para la cual uo siempre es asi. Barfield propone para ambas escuelas las distinciones, respec-
t24
tivameote, "explicacionisra" e "implicacionista" (exp/icatiott, inplicatnnitt). El dilema que se p¡csenra a la escr.¡ela explicacionista
es
el siguiente: el conrenido inmaterial de la
metáfbra por ej.; la ¡¡s¡{fo¡¿ "g5¡ile"- tuvo <¡ue poder expresarsc lireralmente la vez primera que la expresión literal "cstilo" se empleó merafóricame nte. En tal casq se hubiera
requerido de un lenguaje literal con significado inmate¡ial (al¿¡o contrario a la hipótesis sob¡e cómo se originan las expresiones literales con significaclo inmarerial *a saber, a
partir del empleo mcrafiirico de palabras que literalmente significan algo material). En cuanto a los que sostiene¡ que el contenido de Ia metáfbra no pueda siempre traducirse literal-
mente rnie¡¡b¡os de la escuela implicacionista- no -los podemos decir que están en mejores condiciones; porque deben sostener que el conrenido de las metáforas <¡ue significan algo inmatcrial fuc concebido apartc de su vehículo y su
asistcncia dcl lenguaje. ¿De dónde surge csta aporía?
lin
r.rpinión de Barfield, de un
stlpucsto sobrc el ernplco
literal
para
disringuir
estas dos especies
literali-
dad. El supuesto del que hablamos y del que se originan las dificultades sobre la literalidad de las expresiones de significado lireral iomaterial que enfrentan tanto la escuela explicacionista como la implicacionisra se rcfiere a Ja aceptaciírn de Ia
r25
lite¡alidad'nacida' como el punro de partida de la llamada ''extensión metafórica". El cuad¡o es más o menos así. Si digo "aliento" (es un eiemplo que emplea Barfield -<¡ind- y que, como se verá, tiene ¡elevancia para la conclusión que sostiene) y suponÉlo que en su empleo primitivo ordinario esta expresión significaba única y distintamente el aire que se inhala y exhala; y Iuego, mediante empleo metafórico de csta expresión (que es en latín) llego a la última etapa de la serie, en que tiene otra vez empleo lite¡al, surge la cues¡ión de su significado lite¡al. ¿A qué se refiere "espíritu"? E¡a el cootenido de una metáfora. Pero, hemos visto que si aceptamos la doctrina explicacionista de la metáfora no podríamos separar dicho contenido (como no sea trasl¿dándolo a ot¡o vehículo, es decir, a ora meráfora). Si ¡os trasladamos a la doctrina
gitita
implicacionista tenemos que aceprar que "espíritu" no
es mas
que una expresión en últi¡r-ro ext¡emo metafórica o renemos que sostener que podemos concebi¡ el conrenido cle Ia mctáfora "espíritu" sin.ecur¡ir a ningún auxilio lingúístico, algo que nosotros no sabemos cómo realiza¡ y que, por taofo, el que sostiene tal conclusión debe¡ía sabemos cómo-no mostrarnos que es posible. Este es el estado de la cuestión. Tiene, desde luego, una acaso más de una- diferente de Ia que ofrece
salida
-o
Barfield: que la palabra de significado inmate¡ial "espíritu", tomada lite¡almente, no significa nada. O, también, que sólo ob¡a como metáfbra y que no puede se¡ tomada lite¡almente, a riesgo de incurrir en el primero y más grande de los abusos: conferi¡ existencia a lo que no existe. Ba¡fleld, por su paite, considera que la palabra "espíritu" tiene empleo literal. Refiriéndose a Anatole France, para quien el merafísico no es más que un maestro de ruidos vacíos, objeta que "nadie, como no r26
se^
u¡
erpr,¡
fffl
piensa se¡iameore que la palabr¿ 'espí¡iru'
significa 'aliento' cn la acrualidad'. Si, pues, la palabra "espíritu" tiene cmpleo litc¡al ¡o es posible cl proyecto
comúnmente aceptado: <¡ue las palabras de ¡efe¡encia inmaterial se originan dc palabrns literalcs con referencia material
por extensión metafórica. De algún modo, en cl empleo original de la palabra "alienro" lo c¡uc vino a ser después el refe¡ente de "espíritu" estaba ya im¡rlicado. Lo quc significa esta aceptirción puedc expresarse, con la terrlinología de Barfield, ¡ech¿zando l¡r común docr¡ina de la litcralidad 'nacida dc las lnlab¡irs de referencia mare¡ial. Si fucran cn tal sentido lireralcs sería imposible, partiendo dc ellas, alctnzar la literalid¡cl'consr¡uid¿' Qchieue¿l /itera/ne¡¡) inmaterial. Pe-
ro, ésta sc
alcanza cn efccto. LLrego, dichas palabras no pueden scr litcralcs c¡ cl m
vistas-
decir que Barfield rechacc la literalidacl que ral escuela de pensamiento opone a las formas clescuidadas y colftrsas del lenguaje. Lo quc rechaza
ló¡¡ico o
es
quc cl neopositivista, cl cmpirista
cl fikisofo del lenguaje,
prerendan devolver a las
palabras al¡;ún senrido lite¡al originario cuando busc¿n clefl-
nirlas ¡¡ecliante análisis o por vía senso-cxpcricncial Pero, ¿no es ésc justamente cl supuesto tras toda esta concepción de la fiiosofía como análisis lirgiiístico y verificación senso-cxpcrienc ial , ir sabcr, q r-rc tras las fo¡mas como ordina¡iamcntc pr¿cricdmos el uso dcl lenguaje existe el uso adecuado, propio de éste, uso que ricne la lireralidad
121
referenci^ ¡ratc¡iiri coDto ¡nedida cle propicdad significativa? Barfielc{, por su pa¡re, rechaza esra prerensión. La lite¡alidad (¡r qu( 5c cspr:ci.rliz.rr lc,s filús,,firs nci,porirrvisrJ\ es, cn )u opirión, tao construida cor¡o l¿ lite¡alidad de las palabras con refe¡encia inm¿teri¿rl. Los neopositivistas y sus congéne ¡es son vistos por Barfield cor¡o servidores diligentes dc) lenguajc cliscursivo, uo instrumento (agreguemos nosotros) adecuado a los rcquerimicntos de la ciencia y la técnica.
'fal
lenguaje discursivt), acot¿do, dcfinido, distinto y exlcto esl sin duda. como Lrna mon(da de cursc¡ nccesa¡io c¡r los cio¡ninios
Ilarfield no hay dudas. I-a literalicla
tu . ln( irr\o.,.tlre sost, nrr que Iu5 \un( ( l\t(,\ Llr¡,,lsiFn.rrn'r\,r los té¡¡rinos "aliento" y 'espíriru" estaban originariamcnte implica
cxpe¡l¡nentar una roca anrropomó¡ficamc¡re si no sc hubic_ ta experimcnr,iilo rJrnbtcn J \t m,snto umurlr(Jrncnte, a
[,r
Si la conclusión de Barlleld fuera co¡recra, sus implicacio_ ncs, sin cxa¿;erar en absoluto, arrasarían biblioteca_s. El mis_ mo se.encarga de enumerar algunas. En primer lugar, las ya
aludicias: <¡rrc no hay litcralidad ,nacitia; que t"nro el len guaje literal marerial como el inmarerial irnplican un proceso his¡ó¡ico de construcción; qrre los concepros relarivos al rnun_ do mate¡iai y al espiritual son uriginariamcnte afines; que la proycccirin clcl n¡u¡clo i¡¡crio¡ e¡ el ¡¡unclo físico supone la proyección dcl muntio físico cn cl interior; c¡ue Ja
literalidad
de la fllosofia del lcnguajc no es rnás quc una litcralida
. Pelo hay más. I-a rcspucsta común a la prcgunta sobre el signi[icaiio clc Ias palabras quc por mec]io de cxrensión netafórica y a ¡rartir clc su significaciórr lirc¡al rnaccrial han venido a tencr signifit.aclo litcrai inl¡aterial __co¡to .,cspírJtu,,,
"pcnsarrricnto",'enrendimic¡rto",,,cmociírn',, ..p,rn,l"ru_ ción', "clis¡osicirln ", 'conducta', etc._- es que taies pala bras, en su nr:cva conciición, se refieren a enridade;. El idcalisra
y el nominalisra convicne¡r en la misma especic de recurso lógico. Dific¡en e¡trc sí todo lo <¡Lrc se pucda loncebir sobre ei significado de las ¡ralabras abst.^.aur. b"ru 1,".,on
r'r,r
acucrdo extraorclinario: para anbos las lralabras abstracras nomb¡an enricl¿des. Dcsde luego, tal estratcgia tienc quc ver con el sr4)ucsro irlplícito sobrc la lite¡alidacl ,nacida,Si l¡s p,rlrhr.rs Jt sr¡nitrrrJ,, irnr¡rcri¡l h.,r, .lc ernpl..rrsc.on liter¿1, dc algrin rlroclo cieben imira¡ o repecir cl ripo'so dc lircralid¿d clc qr.rc han parrido. Ijabía algo, un obieto mate-
tial. a c¡rrc la palabra sc a¡)icaba cn su cm¡rlco literal origina_ ¡io. Asi tamtrií'¡ clebc habcr algo a lo quc la 1.,alal.,r. se r[lica
cuando, lucr¡<¡ dc l):rsa¡ la
erap¿r
mcr¿rfó¡ica intc¡meclia. vuel_
literal. Esto a que la palabra inmaterial se aplica es una entid¿d real, en el caso del idealista, o una entidad ficticia, en el caso del nominalista; pero en ambos casos una entidad. La doctrina de Ba¡field ¡ie¡e la consecuencia de eliminar este recurse a las entidades lógicas, porque, en primer lugar, no hay ya ningún modelo de literalidad'nacida'; y, en segundo, porque la cuestión dcl significado de los ré¡minos literalcs 'construidos' se aplica igualmente a los
ve a ser
términos inmateriales que a los mate¡ialest8.
21
.
Literahdad 'en las
y
cosas'
'en las afecciones del
aln¿'
Parece innegable que las dificultades que cnfrentamos al preguntarnos por el significado de los términos literalcs de significado inmace¡ial resultan del cuadro que nos hemos hecho sobre Ia literalidad material previa de esos términos' 'en las cosas' Pa¡ece cla¡o quc partiendo de esa lite¡alidad hacia una eventual literalidad 'en las afecciones del alma' estam.rs fre¿lu.,ndo Je ¿nlemano un¿ ruinu. un tno5 y un
sinsentido. ¿Qué puede quedar de toda la forma dc la lite¡alidad material cuando tratamos de hacerla vale¡ en ¡elación con nombrarlos de nuestros estados y P¡ocesos internos -por toda su fuerza' aqui e¡cuentra alguna manera? L¿ alternativa La literalidad'cn las cosas'es tan construida'como Ia lite¡alidad 'en las afecciones clel ¿lma'. Ambas están como implicitas en cl habla prirnitiva. No sólo implícitas: ambas son como Al respecto p'c.1e considcr¡rse la cririca a las definiciones ostensivas que ha elaborado Wittgcnste¡n en sus PhilotophrLal la'*tigatiats
5s
l
l0
anverso y ¡cvr¡so de una activiclad única que tiene el destino
de escinciirse cn la cxpericncia ulrerior y cuya escisión
rrcr
puecle expJicarse sin t¡¿rer ¿l argumenro su
prinitiva idenri_ dad. Así, ento¡ces, podemos entencier un si¡núme¡o de hechos y srrperar un sinnúmero de clificultades que rcsultaban
de darle un carácrer ¡rrevio, ¡rrimorclial y básico al contraste eotre el hombrc y el mundo, el sujcto y el objeto, el espiriru y la natu¡aleza, ctc. Lo zrnterior puede ponerse en relación con la célebre aporía cxpuesra por Plarrin en uno de sus diálo¿¡os. Se rrat¿ de una
paradoja que paralizaría todo inrento de investigar. Menón argur¡cnra an¡e Sóc¡atcs: "¿Cómo vas a examinar lo que de ningLro:r rnancra cono_ ccs.rEnrre tanr¡s cuestiones no siLbidas, .;qué cuestión específica propondrris2 Y suponiendo c¡uc casualmenrc l:r averi!ües,
;ctirno vas i¡ tcconoccr Io cluc no co¡roces1"t9. El dilena <¡uc csgrirne Mcnrin ticuc, como rodo dilem¿, su lunda¡nent<¡ e¡ una tajante clisyuntiva. Esta vez, entrc cono_ c-ir¡icnro c ignorancia. No hay mocJo dc orienrarnos respecto clc lo que i¿¡norarnos, puesro quc lo ignoramos. Así, cn
nuesf Ío c¿so, si hemos inst¿lado un artef¡rcto *la mctáfbra con vistas a lograr acceso des
muy lriibilrnente
zra
riltu/¿dal, hasrir clue no a.epremos que ln
l3l
naturaleza es la imagen refleiada del yo consciente e inconsciente del hombre", así también el Sócrates del diálogo que aludimos encuentra que no hay salida para el dilema que esgrime Mcnón mient¡as oo se acepte que el alma tiene de algún modo sabidas todas las cosas del mundo'
platónico
a
Parece, sin embargo, indiscutible que existc una clara separación entre ia literalidad 'en las cosas'y la literalidad'en las afecciones del alma'. Cualquiera sea su condición de algo derivado o'construido', la literalidad 'en las cosas'aparece sin
más como
el modelo de literalidad Por el contrario,
la
literalidad 'en las afeccioncs dcl alma' no surge como algo de suyo a partir de la experiencia primitiva y debe acornodarse a 'las la literalidad en las cosas'. Esto implica el traslacio desde cosas' a las'afecciones del ¡tlma' del carácter
de'entidad'
<¡ue
transforma a éstas en obietos abstractos o ideales" Aden-rris, como una y otra vez hemos visto, la liceralidad va desde los nombres de las cosas a l<¡s nomb¡es de las 'afeccioncs del alma. El mismo Barfield convie¡re en marcar la separ:rción entre a¡¡bas formas de literalidad de manera extrema cuando, a propósito de la a¡caica estrategia de designar met¿fiirica-
mente lo inmate¡iai (objetivo o interno) mediantc tl'rminos que literalmente significan lo material (ob,etivo o externo) sufliere que la experiencia primitiva no reconoce todavía en los fcnómenos psiquicos "la especie de cosas para las cuales
hay
palabras"Gi
.
En verdad, aquí se muestra el qúr/ de la difercncia Del mistcrio t.LmbLén. Los tcoómcnos psrquicos. prra esta prrmcra instancia de designación metafórica, son la especie de cosas para las cuales no hay palabras ¿Porqué"laespeciedecos¿s"? o..,rr" cuando recurrimos a las palabras literales de
¿q,ré
&
fhe n*z in! ol tbe \Vtnl "l'tnral
t32
signillcado m¿rcrial para dcsignar lo inmateriall 2Por qué tiene qrre haber ¡rirlabras para dcsi¡,;nar y enunciar io 'inrcrno' del moclo como las hay para clesignar l:rs cosas del mundo
físico/ ,;Por c¡r-ré tienc quc haber, sin más, palabrasi, El caml¡ir¡ dc aplicación
del crnplco de cstc lenguaje, y, linalmeltc, que cl escéptico reduzca la met¿¡física a un puro juego dc ruidos.
Dicho de orr¿ manera, si acepca¡nos el argrrmenro de B¡rliclcl rechazan
r))
parte, la connoración o dc¡rotaci
ci(rn, refirencia dcl vehiculo; cle la c¡tra, la connotacicln, ctc., del contenido. ¿Por qué, podemos preguota¡, no desarrollafon cada uno por separado
y
contenido-
su
-vchículo fbrrna cspccífica dc litc¡alidadi' ¿Por c¡ué la literalidad 'cn las cosas' lr¿bía de ser el n¡odclo dc la liter¡liclad 'cn las afecciones del alma i' Pero, hay dcsdc lrLcgo, más pre¡luncas de tenor espcculativo. ;Por ejemplo, por qué es ei vehiculo, y no cl contenido, cl que de¡otx l¿rs cosas? lPor qué lo externo se cxprcsi! cn cl vchículo y lo intcrno c¡i el co¡rtcnidol' ¿No debc¡¡os, aclerniís, tcconoccr en ger¡cr¿l rr¡ra clifi'¡cncia en ia forma corno significa cl vchículo y la lirrna como sigoilica cl conteniclo/ Bartield, rcchazan.lo la ckrctrin¿ cor¡irn según la cual el "lenguaie'inm^reti^|"' (' innldÍerit /' languge) se produce por extensión tr-tetafórica, no rechaza <1uc pucda prod,rcirse por extcnsión ligurativa6 L. La dif¿rencia parece ser cscncial cn cl caso de su argumcnto. Pcro, ¿lo cs sin cualiflcación1 Cuando, dacla la cstructura vehiculo-contenido
I'r "...es obvio c¡uc las palabras Je cstc lcngrrajc
'inmircri.tl ..vr¡,oñ,eron cn un ticmpo. lo quc l)amamos aquí utbnlot ton un¡ rcfcrc¡cia fisicrr inncdiata, que rienen coma r)/ttcn¡¡lLt el lenB|r^¡e inrn.rtcrial . (), cvittndo rórminos técnicos, cs obvio quc fuuon cmpleadas fsz'z runerrc. ¡Lst,r' mos jrrstilitados para dccir c1,.rc son. o fucftrr, ern¡lcadas nextlihaautnrc? ('lbe Mennirg af the
t14
\Votd ltte1,rl
).
lo",
<¡ue Cicerón habría empleado por primera vez con intentos rctóricos62. La cuestión, entonces, puede planrearse así: si
hal¡ía un fundamento en el uso de la palabra para darle el giro metafórico; y si dicho fundamcnto no es el mismo cuando en lugar de "un acro mental definido de susritución" la expre-
sión adquiere significado inmare¡i¿l a rravés del tiempo y de
modo indefinido (algo asi, suponemos, tiene Da¡field en mente cuando opone "metafórico" a "figurativo"). Al fin de cuentas quiencs hablan de meráfora, en Jugar de figura, ounca dejan de aceptar que el uso merafórico tiene su funda¡nento en una relación de analogía, similitud o semejanza en <¡ue de algún modo la exprcsión implica prcviamente a su empleo metafórico. ¿Cómo, si no, íbamos sic¡uiera a propo-
nerla como metáfo¡¿/ parece, entonces, que no hay una difercncia rajante entre mcráfora y figura como Barfield quicre postular. lil ¡rroblema no reside en que los términos de emplco primitivo material y literal de pronto comience¡ a significar ¡nccafóricamente algo inm¿rreri^l qtre previamente no significaban ni irnplicaban de ninguna manera y que, al término de una scrie, terminan si¿;nificando de modo lireral. El problema reside, más bien, en que el vehículo, en oposición al conrenido, ticne significado material y en que es la significación del vehículo la destinada a consriruirse en modelo de lite¡alidad. Y que ello es así, y de modo resalrante, lo muesrran las escuelas positivistes y conductistas. ¿Cómo pod¡ía propone¡se la reducción de toda la fiaseología introspectiva a rérminos 'observables, computables y mensurables' si en el hcmisle¡io
"Escrúpub ' cs lircralrnenre "pcclrLrsco y en el caso del cmpleo mctafórico ooml¡ra a rrn estaclo afecrivo cspecitico como "un pedrrrsco en cl zaparo . I J5
dadi De modo que, en conclusión, no tendriamos que decir que Ia metáfora rep¡esenta una alternatlva de explicación insostenible de la forma como se o¡igina el lenguaje de contenido 'inmaterial', sino que, más bien, la metáfora es una cspecificación (o mejor, modalidad) del lenguaje figurativo que tiene, incidentalmente, la ventaja de llamar nuest¡a atención hacia el misterio clel habla ligurativa que t¡aslada al hemisfe¡io'espiritual' una Iiteralidad que a tal punto parece inadecuacla, que una y otra vez, desde un án¡¡ulo y otro, han vuelto los autores ¿ no ver en ella más significado que no-ser y vaciedad.
26. La netáfora dade el punto de uista de la p:icologia del daarrnl/o La metáfora viene ocupando también a la psicología del desa¡¡ollo. La escuela de Piaget ha instalado toda una base experimental y conceptual que permite incu¡siona¡ el lenómeno de la metáfbra especialmente desde los ángulos que suministra el crite¡io de las etapas del desarrollo infantil y en conexión coo la adquisición de competencia lingúística. En una contribución al simposio Metaphor: Tbe concepnal Leap, auspiciado por la Universidad de Chicago, cn 1978, Howard Gardner y Ellen Winne¡ suministran un info¡me sucinto sob¡e el estado de la i nvesti¡1ación61. La investigación busca averiguar en qué etapas se establecen determinadas fo¡mas de (omperencla met¡lórica y cttales son lor [¿ctores que iucgan en su logro. A este respecto se investigan: la capacidad de
" tbe
D'tetoptt'nr ot Naaph('rh L¡",|?anrc' lnllh altan' lat Htruntni
DiriPlines.
l16
par¿rfrasca¡ (o traducir a rérminos lire¡ales) una meráfora, de
identificar el principio de la eficacia metafó¡ica, de producir metáfo¡as, cle evalu¿¡ entre diferentes metáforas coo vistas a elegir la mris apropiada. Los resultados requieren todas las reservas, cualificaciones y críticas que valen en general para los resrrltados quc se obriencn en esta especie cle investigación (en especial, cultu¡ales y sociales); ¿demás, en el caso de la comperencia mctafórica, valc la conside¡¿ción del estado incipiente de este género de invcstigaciones. Asi y todo, algunos resulrados parecen suministrar siquiera una base mínima ¡rara consideraciones guc tienen implicancia en otros planos. Lo que más intcresa en esta conexión se refiere a la competencia productora de metáforas. El centro de la cues_ tión puede situarse en la ctapa dc competencia lingúísrico-lite¡al. Ilsta cubre principalmente el período escol¿¡. El niño en la escuela comienza a dominar y fijar conexiones categoria_ Ies <¡ue asignirn a Ias palabras la
univocidad de la clasificación
con toda la constelaci(rn de operaciones que ésta implica (subordinación, coordinación, inclusión, definición, etc.). Ei empleo metafijrico del len¿¡uaje se c{ivide así, grotto modo, en dos etapas: una anre¡io¡ a la etapa I ingüístico-literal y otra subsiguieote (entre Ia infancia y la adolcscencia). En la etapa lingüísrico-literal, cl niño experimenta el traslado metafórico como una tensión y sc resiste a recu¡¡ir a este empleo no_ lite¡al del lenguaje. Si esto es así, resulta entonces que debe hace¡sc una distinción ent¡e la metáfora en el niño preescolar y Ia rnetáfbra en cl niño preadolescentc: mienr¡as este írltimo tiene adquiricJa r¡na técnic¿ de conceptuación en relación corr la cual ticne un scntido inequívoco el t¡aslado me¡afórico transgresi(rn conce¡rtual, la "impertinencia semántica", -la el atropcllo cirregorial- cn cl primero no existe (por lo menos en la forma plcna y estrble c¡ue aclquierc cn Ia edad escola¡) la
t31
la
se entiende relcrcoci¿ de un rigor literal por desvío clel cual la naturaleza sobre metáfora. Si esto es así' cabría prcguntarse hablarse con puede clc la ¡¡etáfora, cn orden a establece¡ si precscolar' propiedad de competencia metafórica en el Diño
(la metiifora como Si o.llterimos a la doctrilla más popular tendriamos leoguaie) del dcsvío desdc un uso literal previo no sería ese que respontler negativamente lil niño preescolar *t li*" g".tio r¡etafórico de que mlrchas veces se hal¡la sino que de pronto ,,rá. bi"n.tn productor natural de sinsenridos irlplicación de line¿ llsta aciert¿. haciendo sonar la flautaic¡rrn cv'rlll 'le ¡rt'dut to' no.lrt., serutrrc cll cl ¡n¡l¡sis v iitcr.r¡ru¡ r,'¡t¡o lor cle ['-]w¿rd Lc¡r
v Lcsis ( rrr"ll y
cl cspontáncir resPuest¡ quc encuentran cn
¡iño
l'r
tle cs¡ cclacl'
Asi, t^mbién, la proyección antropornórf icir en el mun'ltr car'rc(crlstrcas animrl y la animacii¡n dc la naturalezil eotcra
indepenclencia fhntasia infantil tcndrían qr'rc ver con esta (r'!l\ll(lrrn I'rclrrtr.tl cn qtrc
.le
lt
lu, polrt.ur. Por otra a este e¡r1o.ltapo lingti¡t ¡.u-t iteral respondc pcrfictamente con las juega placer a .¡u". Mi.n,r^, cl pequeño preescolar
la etapa lin¡1iiístico-literal inicia el cani¡ialabras, el niño de tales que muchas nu d"l .igu, y Ia exactitud hasta extrc¡nos una especie de cn caer pnn"rlo en riesgtl de
ua.", ,.tii"tr' de esta compef¿rna¡isrno simbrjlico"l La integración normal t.n.I.,. frn.rlmenlc. abrirr'l l't ¡t'sibrlrdrd '1r la tom¡'crencin mctafórica e¡ sentido cstricto ,'1,, Lru( !r Jtrrnr¿ Ln (unLxrun,"n I'r,omF Icn.r¡ "dol'-'enr"o l"' r,'n cl m"rn'¡l''rlo¡hsrr¿cr" l¡csl crul¿trunvl¡ ¡.""'rl-. L" '".,0.,', ; n"''sir;a"a ""' por ejempro. Pi¿Ret\ rbe,ry af Inkthct,'14t :;;;;:;;;; -onín,t,.rr,. área iJ Ginsburg v Svtuia oPPcr- valc P¡raLclamcnrc en el .]e l, .ompet"nc,o lingiiíscico_litcral 118
Cono deci¡¡os, todo este enfbque es función del concepto de metáfora que estamos empleando y que se avlene con una noción ¡elativamente establccida. Por ejemplo, con lo quc A¡is¡ócelcs dice sobre la metáfi¡¡a como r¡ansÉa¡esión enrre ¡iénc¡os y especics, con lo que hemos cnconcrado en Cohen y Ricoeur sobre 'impertirrencia semántica , o coo lo quc dice Kocstler sob¡c inte¡sección de planos asociativos, o bisoci¿rciírn. Tambií'n cl 'filtro'de lllack y el 'golpe cn la cabcza'de Davidson pueden subordinarse a esta noción general que, dc al¿¡ún nrodo, ¡educe Ia metáfora a un 'recurso', una'esrrate-
gia y tanbién
con la liase de llarfielcl,
u¡
'acto ¡¡ental
lit ¡r('rr r¡rr¡,rll(rn:rrrvir fluc \u¡{crrr: "Pucdc scr quc la tctrtpran¿ co¡rcluctl mcta irica dcl niño tcnga a la vez fuertes paralcios e intercsantcs clivergcncias con la competcncia metafirrica más madura que cnconrramos eo algunos adultos y, en espcc;al, en los arrisr¿s litera¡ios. En
una etap¿ teD)prana, las propieda.les .lel 'nomb¡e nue.,o' pueden estar indisoluble¡¡ente fusionadas con el obieto: el lápiz se pueclc transfirDtar en un torpcclo náutico, con pr€ten sioncs dc abolir la realiclacl, y no ¡ruede entonces deducirse nin¿¡una competcnci¿ metafórica. En una ctapa algo más t¿¡dia. a la cdad de cuatro o cinco arlos, el nrño está co¡scicnte de <¡ue cl Jápiz 'no es rcdlmcnre un torpcdo náutico, pem debido a que cl cerco cntrc estos dos conceptos no ha sido fijado toclavia con flrmcz¡, csta aboliciiin cic lrrs conccptos ordinarios no asur¡c mrrctra lucrza Másarribaen laescalaclel
t19
desarrollo. en la edad dc la escuela clcmental, los niños ¡esienten estas transgresiones categóricas' tanto que pucden llegar a resistirsc a toda implicación en juegos metafóricos' Sólo en lc¡s ahos que prcccden a i,r adolesce¡rci¿, cr'untlo l¿s prácticas categoriales de la cultura se han consoli(li¡clo' se encuentra otra vez el niño dispuesto a cmplcar ¡¡ctafórica mente el leoguaje. Iln tal etapa, los niños permiten de nucvo el ¡cnombrar mctafórico, pcro difieren clc los pequciros prccscolares en su mayor.onciencia dc cluc Ja tcnsi(ln ha sicio superada. Si (con algr.rnas auto¡idades) sosluviéralnos que mientras mayor cs la supcrncií)n dc lir tcnsión, tnayor cs el logro (de competcncia metafórica) entonces la conlpetcnciit metaló¡ica clcl adolescente sólo tcnd¡ía r-rna semcjanza dc familia con la primera, más tlescuiclada expcrimentación
lingüística, del niño preescolar"r''' rr' i r Es Jct ir, cn la cra¡"r pru s' ol rr' l ' inir¡'r' rrr ' " 'rr'1u " quc kr de aparicitin y fcbJc primera metafórica scrí¿r como unt
se¡á más adela¡te su rcalizació¡ ma
transición clcsde la percc¡rción confus¿ a ll clistintir: primero Ii¡'tiz" y rorpcclo"- se los dos conceptos o nociones idcntifican o confunden; luc¿3o' se van esci¡rcliendo o clistin¡od95 guiendo. Esta fusión mental dc l:rs nociones
-¡9¡¡e
los juegos dc los niños no es sugerida que el lpo. lo -"nur.,r., .ignificativt frecuencia nrr lo cs) sino rriño pu.,,a" acloptarla espontáne¿mentc Ocu¡re como si cl podemos obscruor
"n
hecho cle no estar firme¡¡entc establect'las las distinc¡oncs' favorecie¡¡ un impulso cconómico de iclentificacitin Lo cluc 6\
'1'be DerElot)ne"t
r40
ú ltut¿pha/r Ca,|ntt"'(
nos lmporra cs hacc¡ llotar c(nllo esta,no_competencia'Deta_
fórica parecc sol¡revivir a ln aclqrrisición de competencia; y
(umo {Jbc prcxunt.rrse si cl esr¡du Jc lu,lun, (oniusion o iclentific¡ción ¡rocional no cs ¿lgo csc¡rcial a Ia conducta lnetafiirica y Jo quc obran las rncráfor¿s_ Así como la compe tc¡¡cia rDerafórica es débil cn el inf¿nte prcescolzrr y bien ert ¡ L,lrt r,lrr en el ,r, i,,lr s, nn rc . L rbrJ prctu r rr irrsr quc o( urr e con Ia lusión nocional a que el inf¿ote preescolar rccurre de ¡¡raner¿ espotrtánca y dc la tlcdicla e¡ quc cl supuesto de ur¡ des;rrrollo cle cornpcrenci¡ ¡¡er¿rfóric¿ que rermina po¡ elimi nirr cl csrado prirnario dc confusirin no es más que una construcción o standard ideal. Cuanclo cl niñr¡ co¡rsider¿r el lápiz como un rorpedo, lacrúa co¡r más entrega a la idertifica_ ' ¡rt'¡ 'luc. u.'nJo cj J",llt 1,, ,unsi.l,.r,r ,l ,,r,,t,,n,r¡,,.r,lno un pcrro sanroso? Sc dicc del poer¿ quc es un niño. Se dicc tambión qrrc cl niñt¡ cs cmcl. La imagcn c¡ue ¡rodcmos hacertt¡'s,l- u¡r,lus.r¡r,,j1,,, n ,¡rrc l:, t.x1,li, ir.r.i.rn lLrgrel cn cl ¡iiru cscolar rlcsaloja la idcntificrción ¡tctalórict (lLle encontramos crr cl ¡iiro ¡rrccscolar cs ajcna, dcsdc lucgu, a ia lorma corno
Piagcr rlcscriLrc lr succsi¡jn y irlrern¡ncia dc Jas c,tapas deJ
es exclrrsiv¡me¡tc ¡ l)¿lrtir dr dicha compe_ y hcrr-ros hecho rcfcrcncin a cllo miis arrásc¡ue las rntrrifirras son vitalcs cn las már¿lenes cada vez más amplias rle l¡ cicncra y la lilosofia que ,,a lo largo cle las rtárgcnes tllostiiic¡s
te¡rcia. Sc
dicc
14
I
para cuestion¿Lr estruct[ras concePtuales básicas" y que en tales ocasioncs 'sólo las mettifb¡as pueden comenza¡ a ilu¡nina¡ el nuevo ordc¡"66. Si ha de se¡ asi, sc trata de nn lado luminoso e inspirado¡ del tema.
Pero, hay ciertamente mucho en "las márgencs de la ,.ienrta y la lilo.olr¿ ; y l.r mt¡¡lhr¡ (lcllc Jqul (rr(J\ lnun\rs luminosas a str habcr. Ese l;i¡riz clue se manipula como si luerl un torpedo, por ejemplo, Dos hacc pensiir cn la tclació¡ conversa ¿lcncrall las arrnas quc sc manil>ulan como si lucran juguctes. I-a me¿ida, pucs, cn que la metáfor¿ obra co¡no identificación, fusiól y confusión no Parecc reducirsc a una etapa pueril dcl desarrollo del niño.
Ni parecc,
¡¡/¡s ¿rllii cle cs¿
etapa, reciucirse a pura impotencia dc exprcsión y 'cicsajuste estructural'. Hay coda una escuela como hemos visto-
-
que sc resistc a concebir ia metáfbra cot¡o Lltlil exprcsión Iingiiística tr¿rducible a un lert¡¡uaje litcral. Ils dccir, para toda una escuela de pensamiento, vehíctrlo y tcnor están rn,Ii.olt¡l'lcrncnte lr¡atlos. Y nu)olocsLr: l¡ mct:rlor'r' r'rntrnl ca conocimie¡rto. De mo.lo c¡uc no sería cntonccs sicluicra p¿ra todos l.L lite¡alidad el luminostl y exclusivo lremisferio en contraste con el cual la met/rfora sól<¡ scría un primer y cstulto conato en el pcqueño preescolar y no más que una cliversión y una especie de Plástica lingiiisrica en el adulto67.
"" W. Quin", A Pn'n a¡l Attt¿l¡h|r. cn cl pcriodo "r Sot¡¡c l¡ rnct,ifora idcntificatoria
prcescolar ¡ucclc establc ccr uo^ rclncrón con hs ideas dc Oqcn Ba¡licl esboz¡rdas más Irtris sobrc la i,r\rÁn prinlrv,r ,1, v, hr, ulLr r' , ',ntrlr,lo
14)
27 . fu|etálora; lntpertinencia .ren¿ántica "equíaoco categorial"
l
Hegcl, haciendo chanzas con la imporencia cle lo quc, a parrir de la t¡adición creada por él mismo, conoccmos con la deno_ minación "rrniversal absrracto", describe a un comprador que en la frutería pide frutas, cxacta y rigurosamente fruras. En verdad, ni siquicra "exacra y rigurosamente" flutillas podrían vendérselc, si¡o las frutillas quc hay, y muchas gracias. Berkeley argumentaba de moclo parecido contra I^s,,i.l"^s generalcs", quc sc exp¡esan colt palabriu abstractas, y no veía de dónde podian-ros r¡aer un conte¡ido para la palabra..trián_
gulo sin cspecificación -es decir,
cómo podríamos procu_ rarnos un triángulo que no lucra ¡i cscalcn<¡ ni isírsceles ni equilátcro. Ni a Hegcl nia Berkeley, pues, escapaba la falacia con univc¡salcs abstracros quc, eo nucstro tiempo ha sido pucsta de nucvo cl circulación por G. Ryle con la dcnomina ción catcgory rnist¿ke decir, "e<¡uívoco categorial".,s_ Si
-cs l¿ t/nivcrsiclad dc por cjernplo, aiguicn visira Oxfuld y sc le muestran los colegios, bibliotccas, museos, laborarorios y edificios de adminis¡ración puede volvcr a su casa con la sensación de quc la Universidad dc Oxford, propiarnente, no se l¿ nostra¡on. T¿l como si yendo a comprar frutas volviera uno con la impresión dc que lo han embauca
vendie¡on manz¿nas o naranjas o plátanos, erc_ Esta especie de tri<¡uiñuela lógica ha tcnido ocupirdo buen tiempo u lo, filrisofos('e. Puede identific¿¡sc t¿rmbión cn rérminos pura_
¡" tt- t ,,,,tt.r \1,r,/ I'1,1 ,¡,r 8,",1,. J,,r,., Iñn,1...1 ''' R,,,r"'.1",c rt¡rq,rn,cr,,,.,,,,rt.t.,,,.a,,,,.1,.frr,.¡,,n1. !tu. r(r.r
\.,\us
¡articulares pcro quc no vci¡ nr¡r8Lin Vnso Unrversal
I,1
l
mente lingriisticos; el mismo Berkelcy, tratando dc explicar esta falacia y la forma como variada, rcitcrada e impcnsada¡nente caemos eo ella la atribuía a los modos y operaciones del lenguaje. He aqui, Por eiernPlo, una observación dc Berkeley
que ha recibido ulterior¡¡entc toda espccie dc aplicaciones cntre los 'fiIósofos del lcnguaie': . . se considcra que rodo nombre tiene, o clebe tener, unn significación prccisa y establecida, lo que inclina a los hombres a pensar que existen ciertas ideas abstractas dcterminadas que consrituycn la única y verdadera significación de cadir nombre gcneral"?o I"a allh cle la doctrina dc las observación puede extenderse -más cnte¡a dc los "equivaricdacl a l¿r ideas abstractas en Lockevocos categoriales ', que se reclucen a r.rn traspaso
quc es político, decimos de alguicn
<1uc
cs u¡ra
flccirin l)c
doncle podcmos cac¡ en ia tentación dc poblar el rnuntlo con
ficciones, además de políticos. Asirnismo, dcl Inodo comir decimos cle la impuntualidad que es reprcnsiblc, deci¡nos dcl horlbre impuntuai <¡uc lo es t¿u¡bién. Y de allí ¡ro
inferir la coexistencia de
cosas ¡bst¡actas
y
cosas concrct¿s'
El "equívoco catcgorial" consiste, pucs, en ubicar algo en una categoría diferente de la que lc corres¡,ondc. Tal cr¡or se conretc cu¿rnc{o. debido a Ia semejanza de las exprcsiones, cclulvo(dmo:, t¿ disrinc¡on ds l¡5 ¡ate¡¡orirts' EI caso de las "extensiones metafii¡icls'que hcmos exa¡li-
nado más atrás y que tienen como resultado la int¡oclucci
'o'th¿ t'r¡ul¡le¡ al Hma Un¿entdn¿¡rl lnt¡ocluction 144
(Cuál es cl efecto rnás importantc ca" qrre va de lo'm¿tcrial'a se así, en cortas paiabras:
rlc,
la
,,cxte¡sión
metafó¡i
lo,irlrnate¡ial'l puede responde¡ u¡ duaiisr¡o de ri¡ro carrcsiano.
Explicacio cn rérminos de armoní¿r ¡rrcestablecida. ocasionalisrno. p.Lral, lrsrn6 l,st(,,ti\roJugiLi, (, c¡ritc.norrrcrr.rlrsm,r. pe_ ro sienrpre inasiblc e insatisf¿rctorio en últi¡na instancia_ He aquí, pucs, un arrcfacto para eli¡¡ina¡ el ciualismo cartesiaoo:
la "extcnsión metafó¡ica" gvc ln Tttttrtitida conscrui¡
tales
cre¿rruras lircrales con¡o la mente, el entenclimiento, la vo_
luntad,
l¿r irnaginación, las pasioncs, ha fo¡z:rdo cn cxccso la Iicencia <¡uc se concecle a la rrecálora, liccncia se¡¡ún la cual puede ésta traspasar las frontcras carcgoriales, pero en el entendido de <¡ue nunca pucdc ser orra cosa quc meráfor¿. Asi, por e¡cmplo, cuando a la objcción de Diógines _que ve el vaso, ircro no ld v.rseida(l rcspon
bajo nin¿¡ún res¡recto cxrencicrsc m¿is allá de Ia liccncia metafóric:r.
a ricsgo dc cacr en el "cc¡uívoco catcgoriai
,.
'l'al extensión, con todo, hal¡¡ia hccho su camino sin obst¡ucción y sc desplcgaría pJenamcnte cn lo quc es para Ryle el dualismo cartesiano, cn cl cual I" mente se co¡sidera corllo una eoridad en Ia rnisma catcgoría que el cuerpo, con actividades, operaciones, funcio¡es, estarlos, etc., en ci ¡¡is_ mo sentido en que los at¡ibuimos al cuerpo. El clualisrno, del todo acepr¿rble para l)escartes cle su fii<¡sofi¿ srrs ¡nás
no podemos abstracr -por<1ue arraigadas creencias reli¡¡iosas ap^re_
cc, para un pensa
ltt
De moclo, purls, que
¡'>odernos enfircar
el efecto de
la
"ex(ensióD mecafó¡ica" desde este nucvo ángulo: qLre sobre la base de cioctrinas rcligiosas que adhicrcn a la noción -de ampli:rs ¡:royeccioncs culturales- que podemos clenomina¡ co¡r la fr¿se "cl alm¿ en cl cuer¡ro', la "cxtcnsión metafórica" no pociía en noclo alguno terrtet cacr bajo cl anirtemir clc "cquívoco categorizrl". lil alma, sus opcraciones, sus fácultades, su sustancialidad, agercia y existenciir cstaban allí y no
habia n¡rcla dc r¡rirravilloso. ni ¡¡ucl¡o ¡¡cnos,lc falacioso' en llegar a ella gror la via dc la analogia nrerafórica con el cuerpo Pero, desde que el alma se esfumó y no lrubo más nada a qué llcgar, surgió la obvia cucstiasa<1o y sus concenidos, se Prcgllntan y vuelvcn a preguntar sobre cómo puclo incrrrrirse en tanaño "equívoco categortal no hay más gue retnitirlos a épocas cn quc prevalccían proposicioncs ertinencia sernhntica" que se semántica" y "equírevela en la metrifbra
-"impertinencia sinónimos-
voco catcgorial" son casi formal¡¡¡e¡rce
es
tolcra
da por c¡uicnes.lenunci¿rn el "equívoco categorial" siempre c¡ue la rretírlora no exceda los limites dc la liccncia poética o retórica. Al¿¡o c¡ue Ios partidirrios dc la escuela scmántica no estarhn dispucsros aconcr(ler- Paraellos-¿parac¡uiél no?atenerse a las normas quc, obviarnentc, impone Ia doctrioa del "cquívoco categorial" c<¡uivale a esttech¿r las vias de la curiosiclad, la investigación y la innovación ¿Cómo podria, por ejcm¡-,1o, ocrr¡rir nada como Ia bisociación de Koestler, la
t16
perspccriva dc Ilu¡kc, cl fllt¡t¡ de [.]iirck sin dcsconoce¡ las an)en{zanres implicacioncs dcl "cquivoco cirtegorial"i, por ltr dc"rlás, ni un encmigo cie la escucla semiintica como D¿vidson aceptaria ur¡a rcstricción tJcl ti¡ro "c<¡uívoco cacegorial',;
Ia mctáfo¡a, para ó1, obrir io c¡uc obra en conexión con el significado y Ia verdatl precisarnentc recutrierido ¡ roda especic clc cransgrcsión liter¡rl. Pc¡t¡ incluso más: parcce quc, desdc Ia pcrspectiva de la metáfbr¿ y los recursos y empleos mctafóricos, cl "equívoco categorial sc t¡ansforma hasta el punto cle no consricui¡ ningún ecluívoco y, po¡ el contra¡io, ¡cP¡csenta L¡t recLlrso justtrmentc con vistas a
dcfinir nucvos conceptos. Dc ¡roclo <¡uc "cquívoco categorial c 'irn¡rcrtincnci¡ semántic¿" no sc conlunclirían dcspués cle coclo, sioo quc <¡uetlarizrn ubicados como e¡r lados opuesros
de lo clue l'o.lcmos.lcnomjna¡ "clt¡rinio del conccl>co" (o cle lirs "categorits ). IIJ "ct1uívoco categorial ' caería cn la especie .lcl error, csta vcz crtincncia scmiinricir" perrcncccría a la cspecie de
operacioncs c¡rrc rcaliza l:r irnaginaci(rrr. Ambas opcracio categorial' e "impcrrinencja 5s¡n1¡¡¡i6¿"-"equívoco consisriria¡ en lo mismo, con las difcrencias quc existen cntre un acto impensaclo y estlrlro y un ar¡cbaro auclaz y creaclor. Así, cn rclaciiin con lo que hcmos nonbrado clcsentraña¡ y ciefinir nrrcvos concel>tos" cl recurso lin¡1üistico mctafórico no sería nrás <¡uc r.rn conjunto de habilidades con vistas a aprehendcr y manipular, como cn prime¡a aproxinación, nociones que rodavía no hemos levantado hasta los niveles clc Jas
ncs
cxplicitación y cxactitucl dcl crincc¡rto. Quizás lo mris adecuado lrara caprar cs¡a noción clc metáfcrra como desp)icgue hcterodoxo tle rccursr¡s'equívoco categorial", transgre-
sión Jógica", "irnpcrtinencia scmánticir", "bisociación", t11
ctc.-
es Ia
imagen de la mónada espiritual
-que
nos ofrece
Leibniz- en proceso de desarrollo desde la expericncia inmediata, senso-afectiva, a la forma clara y clistinta de la apercepción. Las transgresiones categoriales que obra la metáfo¡a sólo se¡ían tales desde el punto de vista de una etapa del proceso de explicitación del concepto. El concepto clesarrollado y explícito se encargaría de confirmar y justificar todo el proceso que él coronaTl. También, con esta imagen de un Proceso que Por interna exigencia de coherencia y explicitación transita desde lo confuso a lo distinto, podernos dar lugar a un ctxrcepto de imcgin.rcion .le tipo k:rnriano. La esrrategia consistcnrc cn
transgredir los Iímites cateSoriales sería col¡o una función propia de la imaginación que comportaria así como el csque-
priori
aplicaría a los contenidos de la experiencia anticipando y haciendo posibie el despliegue ulterior y explícito del concepto El ma de una síntesis que espontáneamente y a
se
trabajo de la imaginación i¡ía más allá de pasiva y fortuitamente combinar ideas por contigüidad o semeianza De este modo, asimismo, las categorías que más atrás toma¡los en consicleración tratando de las relaciones entre metáfora y decir, semejanza, identidad y diferencia- aparesímil -cs ce¡ían extrañamente combinadas en el tránsito que va de la imaginación al entendimiento. El genio propio de la imaginación consistiría en barruntar, instigar, convulsionar y
transgredir animado del me¡o instinto de un orden que finalmente se revclará en términos de principio y conexión Iógica ri¡¡urosa. En este empeño, la imaginación, anticipaodo ¿ su mane¡a lo que sólo ulterior¡¡ente recibi¡á la sanción de las facultades del concepto, no puede menos que aParecer' Esta imagen puede enconrrarsc en Hcggl, Bradley y rodos Ios filósofos que aceptan la doctrina
'r
148
desde la ¡erspectiva del entendimiento, como una facultad
del prodigio que obra transgrediendo siste máticamente las normas del rigor, la racionalidad, la exactitud, etc., identificando lo diferente, aproximando lo remoto, si¡tetizando Io recalcirrante. Hay rrn pasaje en el artículo ya aludido de P. Ricocur que puede ayudar a esclarece¡ todo esto: "Sin volver a mi anterio¡ crítica sobre los prejuicios concernientcs a la imaginación que pueden impedir que se haga justicia a la imaginación productiva Q rodrtire inagiration), quiero subrayar un rasgo de la asimilación p¡edicativa que puede clar apoyo a mi afirmación de que el modo de ¡elación
ca¡actcrístico del proceso metafórico muestra una afinidad
típica co¡ eI
esr1uenatitmo
de Kant. Me ¡clie¡o al carácte¡
paradójico de la asimilación predicativa que ha sido compa¡ada por algunos autores con el concepto de'equívoco categorial' dc Rylc que consiste en p¡escnta¡ los hechos que pertenecen a una catcSo¡ía en términos apropiados a otra. Todo nucvo modo dc relación (metafórico) va contra una categorización previa quc resiste o, más bien, cede resistiendo, como dice Nelson Gc¡r¡dman. Esto es lo que pres€rva Ia idea de impertiocncia o incongruencia semántica. Con vistas a ptoducir una metáfo¡a se debe continuar identificando la previa incompatibilidacl ¿ ,r¿ués ¡le la nueva compatibilidad. La ¿similación predicativa implica de este modo una peculiar cspccie Je rcnsiun que no e5 tanlu entre un suieto y urt predicado como entre conSluencia e incongruencia semánticas. La captación de la semejanza es la percepción del conflic-
to entre la incompatibilidad prévia y la nueva compatibilid¿d. La 'distancia' se preserva dentro de la 'proximidad'. Ver lo semejante es ver lo mismo a pesar de, y a rravés de, lo dile¡ente. Est¿r tcnsirin entre identidad y diferencia caracreriza la estructura lógica de la semejanza. De acuerdo con esto, 149
la imaginacitin es la upatrtlad de producir nuevas cspecics de asimil¿ción y dc producirlas nct pot encina ¿/¿ las diierencias'
conro en
el concePto, sioo a
Pes¿rr
de y a través de
las
dife¡encias. La imaginación es esa ctaPa cn lt producción de géneros cn que la alinidad gcnérica no h¿r alcanzado el ¡ivel dc la paz y rcposo conceptual, sino que Permanece cogida en la
gucrra entre distancia y proximidad, entrc lo rcmoto y Io cercano. En este sentido, Podemos h¿blar con Gadame¡ de la mctafirriciclacl fundamcntal clel pensanriento en la medida en '¡¡etáfora' nos Pcr<1ue l:r figura deJ lenguaje que llamamos mite dar un vistazo al procedimiento general ¡ledii¡nre cl cual proclucimos conceP(os Esto se debc a quc en cl proccscr mctafórico el movimicnto hacia el género es detenido por la resisrencia de la d ifelencia y ' por dec irlo así, intcrce¡rtado por la figura ncs como ve¡ lo misno a pesar de, y a través de, lo difcrco-
tc", "cl nivcl de la paz y el reposo conceptual"' "la
guerra
entredisranciay proximidad, "cl movimicnto haciacl género clctenicio por la resistencia dc la diférc¡cia En u¡r tiemPo
" principalno muy lcjano, cxpresiones conro éstas -tomadas coosideraeran nente clc k¡s textos dc Brad ley o Bosanquet,.las sol¡tncnte plra cjemplificar la producciírn lite¡al del sinsenticlo; y conlo gemas insustituibles, en verclad Como clccinros, todo parece camtriar c¡r nuestros días, hasta el ''?
P. ttirocur, Itu ¡1ttd\hffi / l'nt:$!
1i0
extremo que criatL¡tas como l¿ metáfbnr, a¡tes encerradas rigunrsamente en bs lir¡itcs tle l¿r retó¡ica, aparccen ahora como flgu¡as del concepto, fbrmas del conocinicnco y hasta fuences dcl sal¡e¡. I-a tensión conceptual cle quc habla lticoeur tiene quizás su corres¡rondiente psicoklgico cn l¿r tensión que observa la cscucla clc Piaget cn la conducta lingüistica del adolcsccnte escolar. 'l'ambién, la noción de "movimiento hacia el género' puede pooerse en ¡elación con las t¡cs primcras especies de metáfbras que enumera Aristiitclcs decir, "desde el
-cs
género a la cspecic, descle lt especic al géncro, clesde la cspecie a la cspccic". lln los t¡es casos, el ¡:,rincipio ¿¡c¡eral residi¡ía cn la incliscrirnin¿ción. l)csclc quc la relación entre el géncro y sus cspccics
hay
constituyc una síntcsis exhaustiva
yl firndlnrclto
y
explícita no
¡rarir confr.rn
o sLls(ituir rrrrDbrcs im¡rropiamente. Cada vcz que nombrarnos cl géncrr c,¡n cl nornl>re dc l:r cs¡rccic, la especie con el ruoml¡rc dcl géncro o la cspecic con cl noml¡re de otra cspcctc coordina.l¿ cllo inclica c¡uc Ias clistinciones en algún sentido son dél>ilcs, sca porquc no se han co¡solidado todavia, sca porque no encuentran eco cn la rcalidad por muy rigurosas y racion¿les quc sean. Quc cicrtas cosas no ren¿;an nombres no siempre inciica flojedad clc patte nuestra. C), cle otra mancra, lo <1ue cicrros cspiritus llamarian Oojedatl, otros preferirían ll¿rmar cconomía o ¡calismo. Asi, rnuchas vcces, por más que dispongamos del sistcrna completo del 'género y sus especies nos resistimos a nombra¡ toclas sus partcs. O, tarnbién, por más quc está a la visra que se t¡ata de cosrs diferentes optamos i¡discriminadamente por el misnro nombre para todas. En este sentido. la met¿il'ora es un¿ criatura a veces de la más sana y sensata cconornía, a veccs clc kr que l-Iegel llamnba impotencia dc la ¡aturalcza (y r¡uc orros, menos 'idealistas', prefe
It
r
ri¡án llama¡ impotencia del concepto). Lo que quiere decir que nu es ne(esario que en el empleo de metílloras enconlrcmos lo que le parece a Ricoeu¡ una especie de fotografía del proceso que va de la imaginación a Ia conceptuación Es dectr, la Inerjlora no I iene que ser neLcs.triamrnre una oper.r. ión a que rccu rrr mos cn lus primcros conrtus con visrrs J u nx aprehensión científica de las cosas, sino que puede rambién revela¡ un rechazo que hace la natu¡aleza de nuest¡as distinciones e un rechazo que hacemos de ellas nosot¡os mismos en nuest¡a práctica lingüística. La naturalcza está poblada de lo que, desde el punto de vista de tales distinciones cs ambigüedad encarnada. Y nuestra conducta lingüística está también rebasada por expresiones'confusas y equívocas" En lo que no hay nada que rept diar ni a la naturaleza ni a nuestra práctica' Hegel no está de acuerdo con esto, y rcpudia a ia naturalcza, por ejemplo, porque sobrepuso cn un mismo órgano operaciones tan distantes y opuestas como las de orinar y copular. Del mismo Hegel se dice que respondió a quicn le objetabl q.re la ¡ealidad ¡o estaba de acuerdo con sus ideas: ''Tanto peor para la realidad'. Lo que puede scr ¡oda una audacia intelectual, sin que ello remugva el hecho de que la realidad no se detiene en consideraciones de pureza conceprual y encarga sin vacila¡ a un mismo órgano de l;u operaciones más dispares. ¿Puede haber contraste más chocante que roer un hueso y recitar un poemai' Más chocante, se entiende, desde el punto de vista de la pwrcza y rigor del concepto que repudia los "equivocos catego¡iales". Pero no desde el punto de vista de la naturaleza misma que sabe dispersar lo ambiguo se dice ahora- en en el tiempo y el espacio para las palabras que vale mismo Lo contextos diferentes. venido a tene¡ han en los tiempos qr.¡e corren-también significado sólo en el contexto en que se l:rs emplea Con lo
r52
cual, siquiera en rérminos prácticos, desaparecen o¡di¡a¡iamente los riesgos cle la ambigüet1ad. No cs pues en toclos los casos "el proccso de movimienro hactacl gencro l,'quc la mer.rftrra nos¡crmire rerromosi ru ob¡a¡ consistiera siempre en relacionar lo próximo y lo rernoto b:rjo un género toclavía inexplícito, tarea que pondría en funciones una especie de esquematismo teproductivo de una espccie de ima¿¡inación kantiana que cstaría como en la an¡esal¿r dcl enrendimienro, la facultacl del concepto por cxcelencia. El cuadro que sugiere cl rexto de Ricoeu¡ tiene el i¡convenie¡tc dc implicar "el proceso de movimienro hacia el coocepto" cada vcz que mecliante metáfbras aproximamos Io rcmoto o, si¡nplemente , cada vez <¡ue cmpleamos metáforasA
de estc movi¡nie¡to l¡acia el concepto que la
mct:ífrrra dc rno.lo t¿n c¿racteris¡ico rcprcscntaria. Tras cada mctátor¿, ¡rucclc clccirse, hay ¡:rlrra Ricoeur el anu¡cio de un
colcepro c¡ proccso de explicitacitin. Es, al fil de cuentas, el rnislno crr:rdro <1uc nos haccrnos cuando hablamos cor¡o lo hacc Quinc dc las n.riirgencs fllosófic¿s de la ciencia do¡rdc las r¡etáfbras ayudan cn cl "cucstionamicnto cle cst¡uc-
turas conceptuales b/rsicas" y a "ilu¡ninar el nuevo orden"Pero, ¿qué di¡emos allí dondc la naturaleza rcsiste o allí donde nrtestro cornpottarniento Iingüístico i¡lual insiste cn ¡esisti¡1 Más at¡ás aluclimos a un tcxro dc frcud que ¡roclemos cicar aquí dc nuevo, csta vcz cornpleto: "Si tuviéramos que evaluar nrresrras es¡>eculacioncs sobre ei insrinto de vida y cl instinro cle ¡¡uc¡tc no nos perturbaría que tantos proccsos se produzcan c¡ue resultan sorprcndentes y difíciles tlc re¡rreseotar, como un ins¡i¡to expulsado por otro o dcvoivié¡dt¡sc dcJ ego a ul objero, etc. Esto resulra tan sólo de que cstarnos obligados a procccler mcclianre conceptos
t5 )
es deci¡, con las expresiones metafóricas peculiala psicología (o más correctamente: de la psicología
científicos, res de
tuir los términos psicológicos por términos
fisiológicos o
químicos. También éstos, sólo constituyen un lenguaje metafórico, pero támiJiar para nosotros por un tiempo mucho más largo y, quizás, también nlás simple"TJ. Para este autor, entonces, incluso los conceptos que acuirtn l.rr ticnr r.r\ n¡, son cn riltr¡rr¿ irsranci¿ rnis que merah,' ras. El texto que citarnos ptodr.rce la irr-rpresión de quc taminfluido aquí por Fritz bién para Iireud -probabler¡ente cntero clel lenguajc está poblado de Mautncr cl plano metáforas y ,-lerivados metalóricos. Y el hecho no cambia porque la metáfora sea ¿hora dead nktr.phlr', ¡ruesto que si buscar¡os en cste último caso el conceptq, no vamos a lograr
otro resultado que una 'metáfi)ia revivida'. De donde tenclría mos <¡ue concluir que, siquiera en una alta proporcirin ,Je la ¿ctividad rnetafórica, no ha habido ninguna culminación de ese movimiento hacia cl géncro dc que nos habla Ricocur. Así, también, hemos visto que por "extcnsión ¡¡c'tafóriconst¡uirse todo un sistema de o¡rcracioncs, mecanismos, funciones que nos reprcscnta¡¡os como cl tarnbicn rr¡r't.rlorrru sr\remJ ,lc un.r l\rqu¡5. ttn suictu o Ltn vo. Pero, de acuerdo irl cuadro que nos ofrecc Ricocur, el proccstr metafiirico aqui irnplicado no se¡ía rnás qrrc una moclaliclad figurativa del "movimiento hacia el concepto . El yo y sus facultadcs scrian corr-ro cl cum¡rlimiento y mcta de un intcnto
ca , ha llegado
i\
a
¿//,i del I'ritt4'n ¡l¿l
^1it I 51t
Pl¿c¿r.
iniciado en los ¡rivcics figurativos cle la imaginacicin. por el contritrio, vcrnos qtre ni un |sicólogo dc la talla de F¡eud está
tendria <¡uc ¿¿l¡e¿l?r¡se (luc en el caso de talcs result¡clos clc ia aplicación rrcrafóric¿ 'rl yo y sus fircultades , 'el yo y -como 'el sus af¿ccit)ncs'. aima y sus opc[^ciorles', ctc. , no sc rrata de
i¡lpotencia
(1c l¿r
narrrraleza, clel concclrto o cle pura cconornía
lingiiistica. Como hemos visto más atriis. a prt¡rósito de Bariielcl,
así/
-¿llarnémoslos
l)xrd aParenrar rrn significatlo donde cn vcr.lacl no hay ninguno. Asi. corlo con csos ob¡crrjs arqucripicos rle placirn
Bcrkclcy ridiculiza csas ¡c¿ljda(lcs pe¡fect^s qLre sc cor¡o cliccn los matenriricos, "pasando ai Iínrice" y que ¡ros colduccltr casi sin pcrcibi¡ la solucirin de ci¡¡¡inui-
-quc obtiencn,
dad, desclc un mu¡cJo de cosas rnuy scnsibies y muy concretas ¡ un Inundo clc cos¡rs irletlcs l¡ atquer4)icas, así también va¡¡os dcl hornl>rc cxisrcnrc al sujcco psicoltigico y cle ústc al
strjtto iilosr-rtico ¡.,or cjcmplo, cl srrlcto trasccnclcntal, transcnr¡riricr>- ¿srcntodc lirculta(les, Licol)cr¿icrones, hrnciones: cs<¡uernatisrlos;r priori. l¡rr cicmplo, rJuc obran clescle su ¡nundo sLrpcrcmpírico conexrones Dcccsa¡i¿s, síntcsis prcrle tc¡mi¡¡¿d¡rs, leyes etcrnas, concxioncs fi.¡rmalcs dent¡o clc las cualcs se ordenan las cxpericncias. Cuando, sin e¡¡bargo, obrando co¡¡rr si el-ccriva¡¡cnte hul¡ier¿ ope¡¿ldo en csra conrt¡ucci(in cl "rnovin)icnro clel concclrrg" -la cransicirin
t5t
sobre el g¡ado y fbrma de realidad que corresponde a su poner un e jemplo y, acaso, dejara significado, cuando -para la vista toda ia problemática que han estado como t¡amitándose entre bastidores mienttas en esccna aparecen la metáfora, la imaginación y la 'revolución se¡¡ántica'- Preguntamos sobre 'el alma y el ego trascendental', 'la inmortalidad y el e¡¡o trascendental', 'Dios y el cgo trascendcntal', ¿se nos dirá que no hay aquí relación ninguna, que el sujeto trascendental no
es más
que un nombre para una cspecie de operacio-
nes meramente postuladas como condiciones a priori de posibilidad
?
28. I-a metáfora dade el punto rfu aista neilrortrio/ógico En
l¿rs
últimas décadas, las investigaciones neurofisiológicas
han llegado a extremos que sacuden los cimientos puramentc especulativos, fenomenológicos o ideológicos dc la psicología, Ia gnoseologia y la lógica, Pa¡a empezar. Uno de los grandes capítulos de estas investigaciones comprende la cspecialización de los hemisferios ceret'¡ales. En particular' la especialización verbal del hemisibrio izquicrdoT¿ Esta última sostienen algunos- ha significado una deformació¡ sistemática y cnorme de la percepción que tenemos de nuestra
mente y Jc nosotr',s mismos Thorn.rs R BI¿kesicc lo [ormu' la categóricamente así: "un exdmen verbal de nuestros pensamientos revelará tan sólo pcnslmientos que puedan expresarse verbalme¡te7t. Dada la precminencia de las formas verba-
" " i
Sc[,',¿ t' Buor, K. Poppct y J.C. he Rryht B,?i¿, Anchor P.ess, 1r80.
The 't
ltcla
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I
les de comr.rnicacirj¡r sc ha caído cn la fácil y fálsa noción del dotninio de la cornunicación por el lenguaje y de la capacidad natural de ésre clc c¡aduci¡lo codo a información verbai. En filosofía, por cjemplo, han llegado algunos al ex¡¡emo de identificar Ienguaje y pensamicnt<.r; lo que equivaldría a afirmar, en términos de los dos hemisferios cerebralcs, que sólo uno de ellos es el asiento del pensamiento. L¡ mtderna ncrrr,,frsiul,,grr l,rr( L( (onfirm.rr (rá., uc, . n,, más fuerza que la mente humana no es simplc y que a la noción de ¡rcnsamiento verbal rcsponcic otra, opuesra y cotn pleocntarir, cle pensamiento no-verbal. Fin general aun-
guc alguoos rnancj¿n la relación como tajante dicotomía- la rncote írp¿rece dividida cn la división misma del cerebro:
mientras ci hcmisferio izcluierdo con su control del lenguaje do¡ni¡ra cl cam¡ro clc las tarcas ¡n;rliticas, lirgicas, explicatorias, e¡c., cl rlcrccho ticnc su fircrte co funciones como la
intr¡irro¡r. lir rrrrtcsrs. l.¡ r,,¡ltf,rlrr.ron. cr,. Dc rno.lo rluc tarnbién la cspeci:rliz;rcirin
-latcralización, división rlcl trabajo-- de los tlos hcnisfc¡ios ccrebrales se oiiccc conro una basc
clc cxplicación dc antiguas y hasca aquí insuperables o1-rosicioncs. Del rnodo como l). Mo¡ris of¡cce, para ex¡rlicar toda lir gama de insolubles oposicioncs ¡rsicoso-
cioculturalcs, la hipótcsis de un doble p¡og¡ama
logenético/6; clel nrodocomo P.D. Maclcan cncuenrraen la ((J!t,t(C/ll y c\( ru( rrtrJs a¡L ¿tLr5 i Ci n , c I ,r rr L,ro la razón cle un conflic¡o insuperablc en todo proyecro socio-
fi
t r rr I¡r i¡
I
cultu¡ai humano;7: así también au¡ores como Biakeslec conside¡a¡r cl cont¡¿sre fu¡rcional dc los dos hcmisfe¡ios cercl¡¡ales como l¿l base ¡¡ate¡ial clc ci¡rdinales oposicioncs, hasta
"1'
'r'b,
ll
NnAd At,t.
tfttttu Or,¡tr'lt tJ //t¿ Bt¿D¡ Bthal,r'/t.
151
aquí 0otirntcs o explicardas en térmi¡ros purarnc¡tc cspccL¡lativos o miticos. Por ejemplo, oposiciones de la es¡recie carte, s\an?, itt/xili0-dt.trx,l//i (con toda la co¡rstcl¿cit-rn dc con¡r¿stes implrcados cn los ¡rlanos clc l¿ fllosofí¿, la nretoclología, la pedagogia y la cultura en general) cstarían material y fisioló gicanrcntc insralaclas dc ¿rcue¡do a ias evidcncias ya incuesrionablcs cle lls invcsti¡¡acioncs sobre cl ccrcbro. I-a nocióo dc una participación complcmentaria y armoniosa de a¡¡bos lrcmrsfcrios no cs en ¡¡oclo alguno oLrvia; y
aunque rnLLchos aLrtores se refieren a l¡ dicotornía de las funciones ce¡eb¡¿les corro si se tt¿tara clc una r¡cion^l (livi sión del trabajo, la ver.lad cs quc dicha división se cx¡>rcsa culturalmente de un modo que d¿ much¿r f uerz¡ ¡ l¿ ¡¡ocirin tlc r,rn dominio mono¡rólico y dictatorial drl hcmislerio izguicr
,lt csr,,5 nucvi'\ dc.< Lrbrr¡nicntur ¡l'¡r',., (,'n \rr y casi cxclr¡sivis¡¡o de lo
lógicancncc concatcnado, fundaclo, validado, etc-- cor¡o un dcsplieguc c|rmin¡rntc y urrilateral clel he¡¡isfe¡io izquierdo. Como el lenguaje desplicga sus condicioncs csl'rccificas rigor, univocidacl, concaten¿ción lrigica, cohcrencia ¡¡ramatical, c¡c. por sobre todo en su forma clc lcnguajc escrito y cor¡o 1¿ escritura fuc introducida hace s(rlo un¿s cu¿¡tas cleccnas de siglos (sin considcrar que el verdadero impacto
sigb x v), entonccs, el conf)icto
<¡ue sc
plantca
como ia espccialización y oposicirin dc los hernisferios despccho de cerebralcs es de historia rccicnte y sc reducc
a<1uí
-a
todas las cspccr,rlacio¡lc's a tr¡vés de l¡ histori¿ cle la filosofla-al co¡flicto cic dos mccanismos,:le aprehensión que sc sucede¡r en la evoluciii¡r clcl sistema ncrvioso. Como dice lllakeslee, el
ii8
lro¡nbrc estuvo:rplicanclo l)or cicntos de rnilcs dc años las fb¡mas intrritivas, gesráltic¿s de:rprehensión, que ¿hora son
el patrimonio del hcr¡isfe¡io clerecho; y clu¡aorc rodo
cse
cicmpo
comp¿ramos con Ia explosión cultur¿l ir¡iciacla -siniles clc ¿ños con l¿ invención
i¡co¡rP¡tr l)lcs. l-o t¡uc irnporta, ¡rucs, cs rcducir cl cc¡uívoco y dar libertacl los
al juego de los principios cncarnados c¡ cada uno dc
hc¡nisferios cercbrales c¡ue no poclemos si<1uic¡a deci¡ -algo que sea el c¡etlo dominical cle nuestra cuitura. A cste respecro, hay un cua(lro muy instructivo qr.rc Blakcslec nos ofrccc y
que pone a la vista la cicga mar¿¡inirción dcl hemisferio cle¡ccho e¡ ran impo¡tdnte territorio co¡¡o el de l¿ educación. En las condiciones emincnremenre verbales en quc debe cn¡narcarsc toda fb¡mación, no pucde sorp¡ender la do¡¡i¡ra-
ción del hcmisfirio izquicrclo y lt reprocirrcción siscemática de esra dominación. To(lo lo c¡ue responde a la kigica clel pcnsamiento vcrbal el conccpro, la deflnición, Ia prucba, cl ¿rgumento, cl ordenamicnto tlc l¡s irlcirs, el ex¿rnen críri-
t59
etc. es ¿rle ntado como la figura misma de la inteligencia y la excelencia mental. Por el cont¡ario, la intuición en todas sus formas (sensible, estética, moral, intelectual) es aceptada como no más que t¡n ba¡¡unto, como una tosca aproximación
coJ
que dejada a su suerte no tiene destino, como apenas la confusa y enmarañada primera aparición de un contenido todavr¡¡dis¡anc¡¡excesivade I¿ iicul¡ad racion¿l Loscfc, r,.rs de esta marginación, el dispendio estulto de energia espiri^ tu¿1, el abandono, desconocimiento y frustración de c¡iaturas sensiblemente dotadas, pondrán al borde de las lágrinras a los pedagogos del ftrtu¡o. El cuadro de Blakeslce a que nos ¡eferimos nos cuenta de dos escola¡es que han logrado escu
rrirse de su clase de álgebra' "Ambos detestan el álgebra y piensan que está firera dc su alcance. Prefie¡en iugar a la pelota y la lanzan ale¿¡rcmente, uno al ot¡o, tan lejos como pueden. Cada vez que sc arroja la pelota el muchacho que tiene que cogerla calcula sin dificuitad su trayectoria y su velocidad, anula el efecto del viento, cl declive del ter¡eno, y la alc¡¡za perfectamente Jugando así exhiben una comPrensión no-verbal muy sofisticada de la cienci¿ física que no podrían siquiera comenzar a explicar' Este es efectivo conocimiento basado en aprendizaje no-verbal. A partir de este conocimiento están en condiciones de resolver problemas mucho más complicados que las ecuaciones algebraicas de las que
y
huyen. De hecho, aunque terminen
reciban su grado en física, probablemente sus estudios nunca podrán const¡uir ecuaciones que predigan el lugar a que llegará la pelota tan bie¡ como lo hacen ¡utomáticanente"78.
13
Tbe Right Brdin,
r60
p. 20.
Un conrrasre como éste debierur ser experie¡cia común de todo pedagogo, en especial cuando se rrara de la enseñanza de
mate¡ias cientificas y empleo del lenguaje maremático. A
veces se alcanzan ext¡emos casi ridículos, cuando hay quc llenar una pizarra de símbolos pata probur con ,rn despliej,re
impresionante de rigor lo que en un pluno int,ritirro o p.á.tico r:'r:ll. en un insrgnrfic.rnre Acs¡o ralgo ,nri,rto , e.u :", l¿bula del ¡rrrtn de los monrcs). Considcr.r". ¡,r, "¡"-plo. este p¡inc4)io o regla de lógica proposicional:
(pvq)-p)q Es necesario probar una buena cantidad de reo¡cmas en Cálculo Proposicional antes de llegar a éste. ¿y qué es lo que afirmal Nada ¡nás obvio: Si uno
tal que, lucgo de traza¡ la diagonal de un cuad¡ado en el
pizarrón, sc vueive a la audiencia de pegueños preguntando:
¿Cómo son las partes que resultan? Es difícil que concibamos una unanimicJad más perfecta que la respuesta: ¡lguales! Sin embargo, dadas lla exi¿¡encias fo¡males de nuestia pedogo_
gía, no nos parecerá inútil y pedante g.,c el profesor mrrevi la cabeza mofándose de tan perf-ecta unanimidad. como si los
seres humanos estuvie¡an condenados indefecriblemente a la
ignorancia toda vez que dan un paso sin previamente probar
quc esrá permicido da¡lo.
161
Así, pues, principios que seguimos, srn siquiera saber que lo hacemos por ejemplo, cuando abrimos la puerta, -como, cuando damos un paso, cuando alargamos el brazo para alcanza¡ un objeto, cuando miramos a través de un vidrio,
etc.-
y que sólo son detalles casi imperceptibles en toda la va¡iedad de ¡eglas que aplicamos cotidianamente y en nuestras más menudas operaciones, requieren, cuando los ¡emitimos a nuestras rc¡¡las lógicas cle aprehensión, toda una elaboración previa que si fuera confiada a Ia capacidad de cada individuo por sí sólo, seguramente implicaría el colapso instantáneo de Ia especie entera puesto que no habría uno solo cnLr( los h\rmbres,.luc puJrcr.r dar sigurcru un p.rsu. Desde luego, muchas veces la i¡tuición se muestra def¿c tuosa; y si cambiáramos de tirano eligiéndola en lugar de la razón, no serí¿ asombroso que Ia tierra volviera ¿ ser plana. Pero ello no quiere decir que confiándonos a la razón las cosas se endcrecen sin más, sobre sus reales fundamentos. Lo quc dice Blakeslee
coo los isstrumentos del lenguaje y de la lógica, quedará inaccesible. No sólo eso: puesto que, accesible o no, ese hemisferio igual desempeña las funciones que le corresponden, igual nos cquipa con una forma de acceso a las cosas -a saber, su aprehensión globalística, gestáltica, sintética, visual, intuitiva, etc.-, entonces, el imperialismo dcl herr.risferio izquierdo tendrá por resultado que estamos 'racionalizando' nuestra visión del mundo, pretendiendo que lo vcmos entero cuando sólo lo vemos en parte. Una idea cor¡o ésta se hace plausible cuando considcramos Ios resultaclos ol¡tenidos
de los nume¡osos experimentos hechos con sujetos que tienen
r62
cl¿ñado susrancialmcnre un he¡nisfe'rio cercbrai, o a los que sc
les ha ext¡aído del trxlo un lremisferio, o a los quc se les han scparado los clos hemisferios cc¡rr¿ndo ¿ través clel cuerpo
calloso. E¡ t¿les condicioncs se puede idenrificar la proceden, cia dc u¡a ordcn po¡ eieltrplo, mover una mano- y vcrificar, cuando la orden proviene del hemisferio derecho, que el lremisferio izc¡uierclo cstá siemp¡e tomando cont¡ol:
rcsidicndo cn él
ncr
ni la motivación ni la orden no vacila en
inventar n¡ofiv¿ciones. Estos hechos, verificados abundante y
divcrsamcntc cn casos clinicos han scrvido como punto dc particla p:rra oricntarsc en casos norm:rles y verificar el dominio dc'l hcmisflrio izc¡uierdo en roda su ma¡¡nituclTe. lllakcslce vc cn csra dicoromía del cerebro suficienre fundamcnto para ur¡lur¡entar la cxistcncia cle clos mc¡tes: una vcrbal, ¿nalítrca, conscruccional; la otra silenciosa, sintética, totalístic¿r. La aluditl:r clo¡ninación clel hcrnisferio izquierdo, su pretensi(rn cle reduci¡ toda la cohciucta ¿ motivaciones que emanandcé1, ricne porciicrocscindir laco¡rductadel motivo ¡eal. Este hecho verific¿do en términos dc la cspccialización de los dos hemisfe¡ios ticne por rcsulrado ¡¡asladar la ¡esis de Freucl a una basc más firmc y ostcnsiblc. En otras palabras, la
noción ficucliana de una mente inconsciente coincidiría con la noción de u¡ra ri)cntc silcnciosa. Oon palirlrras dc"l mismo Blakeslec:
"El corcc¡rto dc L¡na mentc inconscicnte fue creado para explicar cl obvio y vncío cnt¡c nr¡cscr¿r conducta y los pensamientos grre observamos cll nLrcstra mente mediante inttos"/ En la actualiJa.l se a¡rli.¿n cuarrlr csl,ccies ¿c mórock,s cn esta especic dr: irrvcstigacioncs, scgún sc trate dc af;rsias por lcsirin cc¡cb¡ai. clc ¿ftcracrorrcs rraositorias por cs¡inrulaci(in clécrri(a o quim,c^, o rcsrs nudirivos (Poppcr ancl Ecltss,'1tu Sll an.l Bra¡n).
'tt
163
pección. Cuando miramos en nosotros mismos y describimos, analizamos o discutimos lo que vemos, lo hacemos con palabra.t. Por tanto, los pensamientos y recuerdos no ve¡bales del cerebro son ignorados. Intentando racionalizar la brecha manifiesta, el cerebro izquierdo atribuye los resultados de los pensamientos del ce¡ebro derecho a una entidad misteriosa
llamada mente inconsciente"'"('. De modo entonces que podemos amar, odiar, tcmer, despreciar, desea¡, etc., sin estar en condiciones de expresar ni siquiera a nosotros mismos- con palabras tales ¡notivaciones. Conducirnos de acuerdo a ellas, sin ¡rocler explicar la razón de nuestra conducta. Todo ello en toda una amplia gama de situaciones (se trata de la mitad de lucstro ccrebro) y sin que entren en cuenta para nada los principios que un analista frcudiano, por ej. , consideraría adecuados a la situa-
ción (como, por ej., la agencia de un trauma infantil, una fi jación, una represión, erc.). Las irnplicacioncs de la dicotomía de los her¡isferios ccrc b¡ales son amplias como la entera extensión de la cultura. También alcanzan al ámbito de la metáfora, aunque no hay todavía un cuadro claro sobre el desempeño de ambos hemisferios en ¡elación con Ia competencia metafó¡ica. El que sea un hemisferiq cerebral el que tiene a su cargo el lenguaje -n la enotme mayoría de los casos, el izquierdo- podría sugerir un resultado simple: que las personas con daños en dicho hemisferio ven afectada su competencia metafó¡ica, en tanto que no ocurre así en el caso de las personas con daños en el otro
hemisferio. Sin embargo, y por el contrario, el que sea el hemisfe¡io derecho el que tiene a su cargo las formas intuitivas de aprehensión con todos sus derivados hacia la afectivito The Right Brain, 14.
164
dad, la cstética y las artes, hace espcrar que le corrcsponde uo papel principal en el plano de la competencia mctafórica y que, por tanto) ésta tendría que presentarse afectada en los casos de personas con lesiones en el hcmisferio derecho. En
verdad, dada la dicotomia de los hemisfe¡ios cerebrales, podría anticiparse quc los rcsultados de las experiencias que a este efecto se ¡ealizan combinan de alguna mane¡a ambas predicciones. Porque la metáfora, por encima de roda teoría dc la mctáfora, consiste cn un empleo impropio del lenguaje que rompc la lite¡alidad en a¡as de lo figurativo; pero así y todo se produce corno fenómeno linÉiüístico. Dicho de otra ¡¡anera: cl fenómcno cntero ,le la met:ífota requiere Ia contribución de ambos hemisferios. Los resultados sobre la competencia metafórica en suietos que tienen dañados uno u ot¡o hemisf-erio confirman esta noción. Por cjemplo, quienes padecen lesi<¡nes en el hemisferio izquicrdo tienen dific.rltades en parafrasear, pero no en
aplicar la mcráfora; los lesionados en el derecho, por el conrrarro, no ticncn clificultades cn parafrasear una metáfora, pero si en aplicarla3r. lls decir, los resultados coinciden
¡rrlectamcnte con lo quc poclía anciciparsc en térmínos de la especialización de ambos hemisferios y todo indica que, en sujetos normales, el hemis[erio izquierdo da principalmente cuenta del elemento semántico en la competencia metafórica, en tanto que el hemisferio derecho cubre en general el elemento pragmárico. La división del trabajo o late¡alización de los hemisférios que uno desempeñe las funciones <1ue irnplicerebrales -el y el otro cubra l¿u tarcas de una mente can verbalización
intuitiva, silenciosa 31
y
rotalística-
ofrece, entonces, una base
C¡r,lne¡ an,l wieoet,'Ihe Dotlop¡te'1t oI frteta\hor', Ca
p¿tenre
165
materi¿l, fisiológica, dcsde la cual es posible lanzar un enfoque que en general responda a las mírltiples doctrinas y cspeculaciones en torno ¿ la metáfora. Lo que ya hemos implicado sobre semántica y pragmática en la con.rpetencia metafórica y la interacción de ambos hemisferios podrít bastar para cnglobar todo lo que hay que decir, desde la pe¡spectiva neurofisiológica accrca de la discusiírn general sobre la r¡etáfb¡a. El que en los casos de hemisferio izquierdo dañaclo no haya paráfrasis, pero si nplicación dc la metáfora, en ranto que lo cont¡ario ocurre en los casos del lremisferio de¡ccho tlañado, estaría indicando que el hemisfe¡io derecho está en condiciones de emplear el lenguaje utilizando valorcs quc éstc posec para exp¡esa¡ algo que literalmente (es dccir, por sí rr-rismo) no puede expresar. El hemisfério derecho cs, por cxcelencia, silencioso; el izquierdo, por excelencia, pariante (y oycntc). El encuentro de ambos hemisferios en el lenguaje -poclríamos antic4)ar sin más sólo pucdc lograrse en un punto dc encuent¡o o coml¡inación cnrre lo verbal y lo inefáblc. Así se tnás, otros explicaría ese sentimiento en que rodos -unos menos- coinciden eD un elemento o contenido dc la metáfbra que no puede traducir la paráfrasis. Ese contenido inefáL¡le, intraducible, rep¡esenta la intervención ciel hemisferio dcrccho. LIna vez que reernplaztn-ros Ia mctálbra por la parálrasis literal, el hemisfe¡kr derecho vuelve a ser sordo (y el lenguajc deja de contcner lo incfable). También adquiriría una basc más firme desde csta perspectiva ia elaboración sobrc metáfora e imaginación. No se trataría, eso sí, dc un concepto especulativo alte¡nativo dc imaginación (por ej., Kant ve¡sus Hume) sino de un ¡ecurso represcntativo quc se desprende obviamcnte de los lacto¡es implicados: en el intento de expresarse en el elemento ve¡bal 166
cl
hemisferio derecho ¡o puedc ¡nenos quc desplegar lo figurativo en lo verbal. ;De qué otro rnoclo poclrí:r exprcsarsc? Sin embargo, no tenclría sentido pretender quc la metáfora cua¡rto represcota este híbrido tle los clos hemisferios--
-en es como la primera aparici(rn
.lc lo que tiene ei destino de desar¡olla¡se como un conccpro. Iln la merlida en quc ei he¡nisfcrio derecho piensa de una fo¡ma esencialmente no vc¡bal del¡c haber algo irreductible a lo verb¡l en la mctálb¡a. Así la nt¡ción
"
c/utl tutaltbor", cle rrn:r metiifora quc
ha
dejado de scrlo pa¡a rr¿nsformarce en una cxpresión de emplco literal, o significaría un cambio scmiintico, en el sentido dc aclsc¡ibir un ernpleo litcral a la cxprcsión, o sirr-r1>lcrnente una metáfora! emple:rda aho¡a comc¡ ciiché, pcro sicn-rpre metáfora Po¡ lo cual, la iclea dc Davidson de c¡ue la mctáfbra es un:r expresión ordinarianente sin sencido quc rcaiiza una dlusión a t¡avés del uso podria complenrcntarse con la orra de que no
Puedc ser rrás quc alusión, pucsto que lo aluclido no es susceptiblc dc exprcsión lite¡¿I. Así, la noción cle pragrnárica se prestaría para cnrenclcr Ia rc'lación de ¡mbos hemisferios a través rlcl lcnguajc; cl hcmisfc¡io dcrccllr cnl-arizaría el uso sobrc cl siglificado; y cl bcmisii'rio izquicrckr, cn orden a vcrbaliza¡ ias lornas dc aprchensión tlel clc¡ccho, ha¡ía or¡o
tallto.
lln toclas esas a¡rroximaciones y sr¡¿aereocias habría cluc insistir, sin embargo, cn la oposición verbal-i¡cfablc. El misferio clerecho cmplca el lc'nguajc cle fbrma esenci¿lmente no-litcral. Que lirs irlusioncs hcch¿rs de csta t'brma conduzcaD a nucvas iclcas, a nuevas pe¡spectiv¿s y descrrbrimientos ¡o al-ecta en nacla a la fbrma como el hemisferio derecho se expresa ¿ travi's
16t
gue lo caracteristico dcl habla rctóric.r co¡rsiste tn deci¡ un¿ cosa con la intención de clue sc cntiend¿ otra, debernos distinguir: o iremos e¡masca¡irdo una exprcsión lite¡al t¡as una fi¡¡ura o hcmos ¡ecu¡rido a una flgLrr¿ porque no ¡odiarnos exprcsarnos de ot¡¿ mancfa. Iis en esta segunda irlternativa dondc hay Lu¡1ar para las figuras del hcmislerio ,-le¡echo. Así consideracla, como alusión que apunta mediante lo ve¡l¡al h¡cia lo inetáble, la mctáfo¡a no puec{e scr t¡atada
co¡¡o cl envoltt¡rio retórico de un contenido quc debemos t¡¿duci¡ a términos literalcs. Hacer esto írltimo sería practicar la estratagema del hemisferio izquierdo que no cree más que en lo verba). El ¡echazo dcl artistade clarcuentaexp)icitn y razonlda de sus creacioncs, la cl¿isica relr¡ctancia que suscita el crítico literario, cl lrorror que inducen cn cl poeta la lógica y la secuencia de las ideas son expresiones dc cste principio.
La cuestión dcl porqué de la r¡ctáfora seria, clescle la perspectiva de los dos hemisferios, tle trámite complejo. C) ,.rna
de clos cosas o (rnás probabiemente) ambas: ( 1) el hcmis-
terio clerechr¡ pugna po¡ hacersc prescnte en el lcnguajc re¿ccionando co¡tra Ja lregemonía clel hemisferio izquierdo y gcnerando el habla figurada; (2) ei he¡nisfcrio izt¡uierdo, csfo¡zándose por verbalizarlo toclo, recurte a la 1i¿¡ura comcr
único mrdi¡r de apropiación dcl hemisferio clerccho. T¿nl¡ión, l¿ existencia del lrabla figurada podría poncrsc cn ¡cl¿rciti¡r con la'divisiirn cerebral dcl ttabaio'como un inclicadr¡¡ cl¡: armonía o conflicto cn dicha divisións2.
ts)
()"izas irrpoltc sc¡i¡la¡ sol¡rc e! cnfoquc ncuroiisiológico quc no cs la
cspeci¡l;z¡ción o L¡rcr¡lización dc los hcmislc¡rrs lo que cucota cn la discLrsión sioo cl hccho dc la cspccr¡liz¿ción. Cualquic.a ser cl asicnto rna¡cri¡l dc las funcioncs dc rprchcns;ón lingüísric¿ una, Scstáltica la orrLr lo quc cucnta aquí cs su rcalichd.
r6f]
Sobre "extcnsión metafórica" cabría también decir algo desde esta pcrspectiva. Desde luego, no todas las cosas rie¡e¡ nombre; y la analogía metafó¡ica tiene algo <1ue hacer con ¡elación a esta carencia: ponerla dc manificsto y, a su manera, subsana¡la. lis así que surgcn nombres como "la boca del buzón", "las ventanillas de la nariz", "el ojo de la cerradura", "el árbol gencalógico", erc. También las metáforas de especie a especie, dc género a especie, de especie a género (para conservar las dcscripciones que nos ofrece Aristóteles) revelan y subsanan a su manera la carencia de nombre. Por ejemplo, ''libro (de cuentas)", "regla (de cálculo)", 'estrella (de mar)",
"dinero", erc. Pero que tales cspecies de metáfora respondan a la cirrencia de nomb¡e no significa que cada vez que las cmplcamos sea porque nombramos algo o porque aludimos a algo que puecle ser nombrado. Un caso ¡elevante a este respccro cs l¡ extensión metafórica", de que tratamos más atrás. Por cjemplo, cuando Placírn, respondiendo a Diógenes <¡ue alega c¡ue vc el vaso pero no la Vaseidad, le dice que no la ve porquc c¿rcce de los ojos con que se ven las Formas, o ldeas, cst:i proponiéndonos un¿ extensión metafó¡ica. Si Diógenes ag¡ega¡a que escucha la múrsica, pero no la Musicalidad; que huelc el pcrfume, pero no la Irerfumeidad; que gusta los higos pero no la Higuidad, etc., Platón respondería que carece de las narices, las orejas, la lengua, etc. ¿decuadas. Y esta "cxrensión metafórica" que va, mediaote una supuesta analogía, 'desde la sensibilidacl hasta el entendimiento' cs sólo un dctalle del cuadro que resulta cuando vamos 'desde lo sensible a lo inteligible (llradley se refiere en algún lugar a las personas que de nin¿¡ún modo aceptarán poner un pie en el Cielo si no l¿s ¿dmiten con su perro). La cuestión central de la exrensión metafórica" consiste, pues, c'n si no es el mismo artcfácto que estamos empleando 169
analogía merafó¡ica- el qr.'e produce la ilusión de que la ilusión de un nombre que falta. Ya nos referimos al argumenro de Ba¡field gue rechaza la noción de una literalidad original de significado material *'l)zrn literalnetr' como una base de la extensión metafó¡ica. En esta dirección podrían emplearse también los resultados de la neu¡ofisiología. La lateralización de los hemisfe¡ios cerebrales; el que tal especialización implique un proceso desarrollo que llega a su término ent¡e los cuatro y cinco -un años-; el que antes de alcanzarse este extremo por daño del hemisferio izquierdo, por ejemplo-- pueda el hemisfirio de¡echo hace¡se cargo del Ienguaje; el que este mismo hemisferio, con rodo, posea competencias específicas en conexión con el habla ejemplo, expresividad y ritmosl todo ello -por puede argumentarse en favo¡ de una concepción menos racionalista de la "extensión metafó¡ica" y de acucrdo a la cual la conexión ent¡e lo sensible y lo espiritual fisico y lo -lo de colaborainmate¡ial- se debe a una especie de contacto, ción o compromiso, de ambos hemisfe¡ios el que ha desarrollado las funciones del habla, el nomb¡e y la literalidad; y el que rnantiene formas de captación inaccesibles a las técnicas del lenguaje. Si no tuvié¡amos más base firme que la iiteralidad tuvié¡amos, después de todo, que identifica¡ len-si guaje y pensamiento-, entonces, la "extensión metafórica",
-la hay allí una cosa y asi, también,
la denominación de lo espiritual mediaote lo material, nos a un enigma sin solución. Si, por el contrario,
colocaría f¡ente
debemos ¡econoce¡ la existencia de todo un nuevo hemisferio
del pensamiento (viejo, en verdad)
sólo a través de
-no apasionados alegatos, sino en los térmi-
atisbos, intuiciones, nos de una sólida y consistente investigación- ¿qué peligro 31 Tbe Self
170
an¿
it
Btuin.
puede habcr, o qué rempecabezas, en las concesioncs quc el pensamiento inefablc haga al habla con visras a enconrrar alguna forma cle expresirin verbal?
'fambién
¡ruedcn considcrarse los resultados dc ia i¡vesti
gación neurof.isioJógica sobre el lcnguaje en relación con kr qrre Burke sos[icne sobrc su empleo lireral y su empJeo figurado. Dijirnos quc para esre au¡or el límirc ent¡e el mor¡ento ligurativo y el literal no es ¡odo lo rajante <¡ue la tradicirin quiere hacernos creer. Adernás, para Bu¡ke, l¡ relación dc las figuras (por lo menos las cuarro muy principal,'s ,lc ,¡u,. él sr ,,crl'.1 t n cl ¡,tt1ucn', (ns.ryo qu. rcncmo\ Prercote, .l saber, metáfora, ntetoni¡Di¿r. sinécdoque e ironía) cs tal <¡ue cle una cualquicra se va a Ias rcstantcs sin tcner c¡ue lorzar el paso. La sugerencia, así, de un principio único tras el
cmpJco figuraclo del lenguajc sc aviene, así, con cl hecho fi¡ndame¡rtai clc la l¿rre¡alización de los hemisferios; se aviene,
asinismo, con Ia hipóresis de Bron Zaidel dc ur primer rnomeoto efl cl desar¡ollo infanril (hasra ances dc los cuacro o cinco años) en quc los dos hemisfe¡ios no se han diferenciado suflcic¡rtc¡ncntc rcspccto dc la comperencia lingüisrica y están cn con.licioncs tlc rcalizar ¡nás o rncnos lc¡ misl¡o. Si a cst
"extcnsión mer:rfórica", va dc lo espirirual a lo corpóreo* tcncmos Ltn cuadro de cafbques convergcntcs quc tlan consistencra ¿r la nociiio clel habla figurada como producto anfibio, o cornpromiso, dc dos fbr¡nas opucsras de aprehcnsión. Las nocio¡rcs .le perspectiva, intc¡acción y bisociación expuestas ¡nás atriis cn relación coD el habla mctaforica,
cncuentran t¿mbién un lugar cn el amplio enfoque que resulta de romar como ccntro de rcflrcncia l¿¡ lateraiización de 17l
Ios hcmisferios cereb¡ales. En lo que resPecta a la posesión y
empleo del lenguaje, dicha lateralización tendria por causa las exigencias altamente refinadas de cont¡ol moto¡ hechas en Ios niveles finales de competencia lingüística. Tales exigencias implican que sea el hemisferio cerebral (común¡nente el izquicrdo) mejor dotado en neu¡onas el que, a partir de cierto momento, tome de modo dominante el cont¡ol del habla "Entre tanto, el otro hemisferio --comúnmente el ,le¡echoretrorede con rel,rcion ¿l lengLraje. ¡ero reticnc su competencia en comprensión (underutanding). Esta comprensión es particularmente valiosa cuando se trata .le interpretar conceptos
gestálticos.
..
"3".
Así, no hab¡ía mucho miste¡io en
la c¡eatividad mctafóri-
c¿. La inte¡¿cción de los hemisfe¡ios en el plano de Ia competencia lin¡¡iiística calzaría perfectamente con lo que esencial mente es una figura del lenguaje. Así, también, la metáfora
podría considerarse como rccíproca persPectiva' o bisociación, de lo totalístico y lo analítico.
3a
Popper y Ecclcs, 'tbe Self
considcra aquí sc rlebc a
t]2
[.
a*l iu lSrdn' p 107. LJ hiPo(ctrs que [cclcs Z-¡idel.