Introducción a la Sociología I
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TEMA 4: EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA, LOS PADRES FUNDADORES.
1 – Los precursores de la Sociología. Desde una perspectiva muy general, los antecedentes de la Sociología pueden encontrarse en una multitud de instancias concretas, a lo largo de la historia del pensamiento, en todos los intentos de indagar en los problemas de la sociedad, desde el punto de vista de la historia, de la política, de la filosofía, etc. La pretensión de Comte de entender la Sociología como “la culminación de todo el pasado intelectual de la humanidad” conectó originariamente a esta disciplina con una
amplia tradición de pensamiento acumulado. Gurvitch se refirió a la existencia de una pre-sociología en los filósofos que conceden gran importancia a la observación empírica desinteresada de la realidad social. Sin embargo, no puede decirse que en estos enfoques pre-sociológicos se diera un grado suficiente de atención a un objeto específico de estudio delimitado, ni a unas orientaciones metodológicas adecuadas como para hablar de la génesis de esta ciencia. Se trataba simplemente de unos antecedentes que contribuyeron en cierto sentido a abrir el camino que hizo posible el posterior desarrollo de la Sociología. Uno de los más remotos antecedentes antecedentes nos remite a la Grecia clásica. Por ejemplo, Martindale considera que el mayor acercamiento a la ciencia social en la filosofía griega fue el de los sofistas, pues la sofística se convirtió en cierto modo en una filosofía que estudiaba al hombre como ser social en función de la lengua, religión, arte, literatura y política. Los antecedentes más específicos podemos encontraros en las obras de Herodoto, que contienen descripciones muy detalladas sobre costumbres y usos sociales de diversos pueblos de la antigüedad, y, sobre todo, en Aristóteles, a quien se debe no sólo la definición del hombre como ser social, sino también varios análisis específicos sobre comportamientos políticos, influencias sociales, cambios en las polis e incluso la naturaleza y efectos de las divisiones de las clases y grupos sociales. Por otra parte, la influencia del pensamiento griego puede detectarse también indirectamente en el influjo que ejercieron figuras como Arquímedes en algunos de los prohombres del Renacimiento, en la perspectiva de lograr una síntesis entre la experimentación y las matemáticas. Entre los antecedentes más inmediatos de la filosofía deben citarse las influencias ejercidas desde el ámbito de la Filosofía de la historia, desde el pensamiento racionalista y desde la Economía. Las primeras aportaciones fundamentales se debieron al historiador y filósofo árabe Ib Jaldun, que realizó estudios comparativos sobre las diversas culturas mediterráneas y, sobre todo, a Juan Bautista Vico y a Montesquieu. Vico intentó establecer una teoría de la evolución cíclica de la historia que impresionó incluso a Comte por su paralelismo con su propia teoría de los tres estadios. Comte llegó a lamentarse por no haber conocido la obra de Vico antes de fraguar su propio pensamiento. No obstante, la influencia más reputada en este campo se atribuye a 28
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Montesquieu, quien estudió y comparó diversas instituciones y procesos sociales, sentando así las bases del enfoque de las tipologías ideales. Una segunda línea importante de influencias vino de autores como Hobbes y Spinoza, que intentaron explicar todos los fenómenos (entre ellos los sociales) con un enfoque racional y científico que partía de entender el mundo como un sistema mecánico en el que operaban las leyes del desplazamiento y atracción de los cuerpos. Hobbes llegó a concebir un sistema de filosofía científica dividido en tres partes: la que se ocupa de los cuerpos físicos, la que se ocupa de la fisiología y de la psicología de los individuos humanos y, por último, la que se ocupa específicamente del cuerpo “artificial” (sociedad o Estado).
De esta manera, la delimitación de una física social puede considerarse como uno de los más importantes antecedentes del enfoque de Comte. Él mismo llegó a decir que las aportaciones de Hobbes era el único paso adelante en la ciencia social después de Aristóteles. El acento puesto por Hobbes y Spinoza en la posibilidad de una física social pudo ser situado en el ámbito específico de una entidad social diferenciada de la política, en virtud de la influencia ejercida también por los filósofos Leibniz y Fichte, que abrieron la perspectiva de una distinción entre “sociedad civil” y “Estado”.
Esta distinción nos sitúa en la tercera línea de influencia en el desarrollo de la Sociología, en la Economía y, más específicamente, en el grupo escocés que desarrolló los enfoques de la Economía Política clásica: Adam Smith, Adam Ferguson y John Millar. Sus aportaciones son una aproximación inmediata al desarrollo de la Sociología. Posiblemente fuera fuera Ferguson quien más se acercó a los estudios propiamente sociológicos, habiéndose llegado a decir de él que fue un hombre que tuvo la temeridad de practicar la Sociología incluso antes de que Comte hubiera inventado el término. Las principales aportaciones de Ferguson fueron los análisis sobre la división del trabajo y el malestar y la fragmentación social que genera, los esbozos sobre una teoría del conflicto social, así como el estudio de las clases sociales y de la evolución social desde la perspectiva de los procesos sociales concretos. El contexto en que surgió la Sociología estuvo marcado también por la influencia positivista y empirista de diversos pensadores ingleses que reclamaban el papel de la prueba de la experiencia para el establecimiento de conocimientos válidos. Cabe mencionar aquí a Francis Bacon, John Locke, David Hume, George Berkeley o Malthus (fundador de la demografía y autor de importantes estudios sobre las tendencias de evolución de la población).
2 – Saint-Simon (1760 – 1825). Saint-Simon es considerado como el precursor más directo de la Sociología. Para muchos, como Durkheim, el honor de poder ser reconocido como padre de la Sociología, en realidad no correspondería a Comte, sino a Saint-Simon. Decía Durkheim que no empleó la palabra Sociología como tal, pero empleó el nombre de fisiología social, que venía a ser lo mismo. En la obra de Saint-Simon se encuentran ya 29
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desarrollados los gérmenes de todas las ideas que han sentado el pensamiento de nuestra época. Claudio Enrique de Rouvroy, conde de Saint-Simon, fue hombre con una personalidad y una trayectoria verdaderamente singular. A los trece años se negó a hacer la primera comunión, siendo recluido por sus padres en una institución religiosa de la que acabó escapándose. Sorprendidos por la personalidad y la inteligencia de su hijo, sus padres le sometieron a un intenso programa de instrucción que luego SaintSimon prolongó por su cuenta durante años. Imbuido desde muy joven de la convicción de que estaba destinado a realizar grandes aportaciones a la humanidad, desde los quince años encargó a sus ayudantes que lo despertaran con estas palabras: “Levántate, señor Conde, tiene usted grandes cosas que hacer”. Su afán desmedido por realizar grandes tareas le condujo a llevar
una vida falta de medida en la que primero acumuló una gran fortuna y luego la dilapidó, pasando hambre y todo tipo de miserias hasta que nuevamente logró rehacer su situación económica y organizar un movimiento intelectual y político que contó con un buen número de seguidores y discípulos. Muy joven tomó la carrera de las armas, participando en la guerra de la Independencia y en la Revolución americana a las órdenes de George Washington, siendo herido. También participó en la Revolución Francesa tras renunciar a sus títulos y cambiar su nombre por el de Jacques Bonhomme, aunque no pudo evitar ser encarcelado durante un tiempo. Entre las empresas que intentó realizar durante su vida se encuentran sus gestiones con el virrey de México para construir un canal que uniera los dos océanos, intentando convencer también al Gobierno español para construir un canal que uniera Madrid con el mar. Más tarde intentó promover un gran banco cuyos beneficios pensaba dedicar a iniciativas de interés para la humanidad. La obra de Saint-Simon es un conjunto de cuadernos, folletos, cartas y planes y proyectos generalmente inacabados. Prácticamente todas sus aportaciones intelectuales se produjeron a partir de 1805, ya con una avanzada edad y cuando se encontraba en la pobreza más absoluta. El gran objetivo que se propuso Saint-Simon fue reorganizar la sociedad sobre las bases de la ciencia y la industria para alcanzar una sociedad sin clases por el camino de una renovación ético-religiosa. La planificación económica, el desarrollo industrial, la organización de una sociedad equitativa y productiva en la que vagos y parásitos serían castigados, la desaparición de los Estados nacionales europeos con un nuevo sistema político y una Europa fraternalmente unida, son algunas de las ideas recogidas en las obras y apuntes de Saint-Simon. Por ello es considerado uno de los más fructíferos precursores de nuestra época, no solamente del positivismo y la Sociología, sino también de un avanzado industrialismo moderno, del europeísmo y del socialismo. Incluso es considerado “padre del socialismo francés”.
Saint-Simon planteó la necesidad de constituir una ciencia de la sociedad basada en una filosofía positiva, en hechos observados y discutidos. Esta ciencia social, que él mismo calificó como “fisiología social”, es entendida como un elemento más de la
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ciencia general que opera de acuerdo a unos mismos principios y en cuya cima se encuentra la ciencia que se ocupa de la organización de las sociedades humanas. SaintSimon intentó establecer una síntesis de los conocimientos humanos desplazando su atención de la filosofía a las cuestiones políticas y sociales. Finalmente propuso un “nuevo cristianismo” basado en una doctrina de la filantropía basada en una
concepción panteísta del universo. Saint-Simon vivió una época de intensos cambios sociales y políticos en los que se comprometió vivamente, dedicando sus reflexiones a imaginar el nuevo mundo que se avecinaba. Estaba convencido de que el orden social de la crisis, propio del viejo régimen, podía ser reconstruido sobre las bases racionales y científicas. Para ello se necesitaban nuevos modelos interpretativos y nuevos cuerpos de ideas porque todo nuevo sistema social requiere previamente un nuevo sistema filosófico en el que basarse. A esta tarea se dedicó apasionadamente durante toda su vida, recurriendo durante sus últimos años a la ayuda de dos jóvenes brillantes a los que contrató como secretarios con la esperanza de que le ayudaran a sistematizar todas las concepciones que le bullían en la cabeza, haciendo así posible asentar el sistema de ideas de la nueva era que se avecinaba. Estos jóvenes fueron el historiador Agustin Thierry y el futuro padre de la Sociología, Augusto Comte. Con ambos acabó mal, pero ambos fueron herederos de muchas de las ideas e intuiciones de una de las mentes más fértiles, más enciclopédicas, imaginativas y complejas de nuestra época. Saint-Simon fue, en suma, un hombre que vivió a fondo todas las circunstancias de su tiempo y que creyó que la ciencia se convertiría en el nuevo poder espiritual, haciendo posible que la humanidad entrase en el tercer gran periodo de su historia.
3 – Augusto Comte (1798 – 1857). Comte es considerado el padre de la Sociología no sólo por acuñar su propia expresión, sino por haber realizado también la primera propuesta sistemática de esta nueva ciencia. Desde muchos puntos de vista, la personalidad de Comte supone un contrapunto con la de Saint-Simon. Comte era bastante más gris, e incluso adusto en ocasiones, dando un sesgo más conservador y con mayor énfasis del orden social a la Sociología. Nació en el seno de una rígida familia católica del sur de Francia. A los dieciséis años obtuvo una plaza para estudiar en el Instituto Politécnico de París. Se habla de su carácter dogmático y de una vida atormentada marcada por amores difíciles, un matrimonio fracasado, crisis nerviosas y dificultades para instalarse en el estamento académico. Sus contactos con los círculos de Saint-Simon le permites al joven Comte ser contratado como secretario de éste, de quien acabó separándose tras siete años de colaboración quejándose de haber sido expoliado de sus ideas y de haberse visto arrastrado a explicitarlas antes de haberlas madurado. Después de su ruptura con Saint-Simon inició una nueva etapa que él mismo calificó de “higiene cerebral” para liberarse de la influ encia de ideas ajenas. La idea 31
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básica de Comte era que todas las ciencias formaban una jerarquía, de forma que cada eslabón dependía del anterior. En la base estaban las matemáticas, que trataban los aspectos abstractos de los fenómenos; luego se encontraban la mecánica, la física, la química, la biología y, finalmente, en el vértice de la pirámide de las ciencias se debía encontrar la Ciencia de la Sociedad (la cual denominó como “física social” antes de
acuñar el término Sociología). Según Comte, la pirámide de las ciencias estaba construida de acuerdo a la propia complejidad de los fenómenos estudiados, lo cual determinaba, a su vez, su mayor o menor grado de desarrollo. Lógicamente, primero se desarrollaban las ciencias que se ocupaban de los fenómenos más simples, correspondiendo el máximo grado de complejidad y, por tanto, el desarrollo más tardío a las ciencias ocupadas del ser humano. De acuerdo a este planteamiento, la Sociología era vista no sólo como la culminación del edificio científico, sino también como una ciencia que venía a remediar los problemas del hombre y la sociedad., contribuyendo a reordenar científicamente la sociedad después de un periodo de cambios, transformaciones y traumas causados por los imperativos de la Revolución Francesa y la Revolución Industrial. La exaltación del papel de la Sociología le llevó a Comte a considerarla prácticamente como una nueva religión laica de la humanidad, organizando a sus discípulos como si de unos nuevos apóstoles se tratara. La nueva religión era el positivismo, la nueva divinidad la humanidad y los sacerdotes una nueva élite ilustrada que debía emprender una reordenación social universal. Este afán llevó a Comte a escribir una carta al zar Nicolás I de Rusia proponiéndole organizar autocrática y científicamente a Rusia como una “sociedad positiva”. Uno de los planteamientos básicos de Comte fue la “ley de los tres estadios”, una
interpretación también ascendente de la evolución de la humanidad en función del progreso interconectado del conocimiento, de la realidad social y del desarrollo del individuo. Las tres etapas son la etapa teológica, la metafísica y la positiva. En el estadio teológico la explicación de las cosas y los acontecimientos se realiza en referencia a “seres o fuerzas sobrenaturales e invisibles”. Esta etapa se
correspondió con sociedades agrícolas en las que la unidad básica era la familia, tanto en lo político como en lo económico. La organización de la sociedad era básicamente militar, autoritaria y con un fuerte control social. La humanidad se disciplinó de esta manera y se desarrollaron ciertas doctrinas comunes sin la que el vínculo social no habría podido adquirir su extensión ni consistencia. En la etapa metafísica los fenómenos se explican recurriendo a entidades e ideas abstractas que llegan a operar como verdaderas abstracciones personalizadas que sustituyen a las potencias sobrenaturales de la anterior etapa. En la etapa metafísica se establece la doctrina de los pueblos, fundada sobre la suposición abstracta y metafísica de un contrato social primitivo, anterior a todo desarrollo de las facultades humanas por la civilización. Los medios habituales de razonamiento que emplea son los derechos, considerados naturales y comunes en el mismo grado a todos los 32
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hombres. Durante esta etapa se afianza la autoridad civil y el Estado y, en general, el poder temporal frente al poder espiritual, dándose así inicio a un periodo de crisis y revoluciones que anuncian ya el inicio de una tercera etapa de evolución de la humanidad. Finalmente, en la etapa positiva se empiezan a establecer racionalmente las leyes de relaciones entre los hechos a partir de la observación y la medición. Ésta es la época de la sociedad industrial en la que la inteligencia humana se libera de mitos y ataduras y entra en lo que Comte califica como “estadio de la positividad racional”. El espíritu humano renuncia a investigaciones absolutas, propias de su infancia, y centra sus esfuerzos en el dominio de la observación y en el logro de conocimientos útiles para las necesidades reales. Sin embargo, Comte no intentaba establecer sin más “lo dado”, de lo verificado
por meras observaciones carentes de más ambición analítica. Se trataba de llegar a un conocimiento de las leyes naturales que permitieran anticipar el curso de los hechos. “Ver para prever”, como diría Comte. Lo que hay que hacer es estudiar qué es a fin de
concluir de ello lo que será. Este sentido práctico inspirará toda la obra de Comte. Quería contribuir al progreso de los conocimientos y, a la vez, posibilitar la entrada de la humanidad en la etapa positiva. No se trataba solamente de saber para prever, sino también de prever par actuar. Lo que Comte quería era evitar, o mitigar lo máximo posible, las crisis que determina un desarrollo espontáneo cuando no se ha previsto: “la ciencia nos lleva a la previsión y la previsión permite regularizar la acción”.
Aquí se sitúa la gran preocupación del fundador de la Sociología por los problemas del orden social. Un sistema social que se acaba, un sistema nuevo que ha llegado a su madurez completa y que tiende a constituirse. De acuerdo con este estado de las cosas, dos movimientos de diferente naturaleza impulsan hoy a su sociedad: uno de desorganización y otro de reorganización. Estos dos procesos darán lugar a dos ópticas sociológicas: dinámica social y estática social; como plasmación de las ideas de cambio y de orden social. Comte se situó en la perspectiva del orden social reivindicando la necesidad de un “consenso universal”, de una comunidad de ideas compartida s. Desde esta óptica, las aportaciones concretas del Comte al conocimiento de la estructura social y a los procesos de cambio son muy limitadas y esquemáticas. Distinguía tres planos en la sociedad: el individuo (objeto de análisis sociológico), la familia (unidad social básica ligada por una unidad moral que la diferenciaba de las demás unidades sociales) y las combinaciones sociales (la más alta de ellas era la humanidad como tal). Desde un punto de vista metodológico, tampoco es posible encontrar en Comte aportaciones de entidad para el estudio sociológico más allá de la reivindicación global del método positivo, según el cual los conceptos debían someterse a los hechos y todos los fenómenos sociales debían ser estudiados como fenómenos sujetos a leyes generales. Comte, sin embargo, no identificó el método positivo con el empleo de las matemáticas y la estadística, criticando a quienes creían que no hay certeza fuera de las matemáticas. Para alcanzar el conocimiento positivo proponía acudir a la 33
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observación, la comparación y su método histórico basado en la búsqueda de series sociales evolutivas (como la ley de los tres estadios). Aunque Comte ha pasado a la historia como el padre de la Sociología y su influencia ha sido notable en la teoría y la metodología, lo cierto es que sus pretensiones de crear una nueva ciencia fueron más un deseo que una realidad. Cierto es que abrió un nuevo camino, pero fueron otros los que realmente comenzaron a transitar por él. La intención totalizadora de sus planteamientos y la falta de nexos metodológicos precisos para sus enfoques frustraron gran parte de su esfuerzo intelectual y lo contaminaron de fuertes intenciones finalistas. En suma, podemos decir que las tres aportaciones fundamentales de Comte fueron su concepción positiva sobre el edificio de las ciencias en cuya cumbre situaba a la Sociología, su ley de las tres etapas y la pretensión de que la Sociología fuera una guía para la acción y una especie de nueva religión en la humanidad. ¿Supusieron algún avance sus aportaciones respecto a los planteamientos de su maestro SaintSimon? ¿Aportó realmente Comte algo más que el propio nombre de “Sociología”?
Hay quienes sostienen que su mayor contribución fue el invento de la palabra Sociología y que no puede ser considerado propiamente como “padre” de esta disciplina. Incluso Saint-Simon avanzó más en el camino que permitió el posterior desarrollo de la Sociología. Entonces, ¿comprendió bien Comte a Saint-Simon? Saint -Simon?
4 – Emilio Durkheim (1858 – 1917) y el desarrollo de la investigación social. La historia de la Sociología, tal y como la entendemos hoy, empieza propiamente con Durkheim. Este autor no se limitó a hablar de una nueva ciencia y de sus posibilidades, ni a diseñar grandes teorías generales de la evolución social. Durkheim hizo Sociología empeñándose en investigaciones sociales concretas y esforzándose por desarrolla reglas y procedimientos de investigación específicos. Podría decirse que con Durkheim la Sociología alcanza por primera vez un status propio desde un punto de vista académico e investigador. Emilio Durkheim nació en el seno de una familia judía en Epinal (Francia), apartándose de las creencias religiosas en su adolescencia. Ingresó en la Escuela Superior de París, ampliando sus estudios en Alemania durante 1885 y 1886; donde recibió grandes influencias de la psicología científica. En 1887 se incorporó al departamento de filosofía de la Universidad de Burdeos, donde impartió sus primeros cursos de ciencias sociales. En 1902 accedió a la Sorbona, siendo nombrado catedrático de Pedagogía en 1906 (modificándose esta denominación en 1913 por la de Sociología). Desde 1896 publicó la revista “L’Année Sociologique” y luego “Annales Sociologiques” , aglutinando en su entorno a un importante grupo de estudiosos sociales. Obras más importantes:
Las reglas del método sociológico (1895) El suicidio (1897) Las formas elementales de la vida religiosa (1912)
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Durkheim vivió durante un periodo crítico de la historia francesa, marcado por la derrota de la guerra franco-prusiana y los acontecimientos de la Comuna y la instauración de la Tercera República. Tomó parte activa en algunos acontecimientos políticos y, aunque criticó el marxismo, se definió como partidario de un socialismo encaminado a lograr la regeneración de la sociedad a partir de los principios morales descubiertos por una Sociología científica. Las vivencias familiares, regionales y políticas de Durkheim influyeron de manera muy importante en la elección de sus temas de estudio y en sus orientaciones concretas. Las peripecias políticas de la Comuna de París, las crisis de las instituciones tradicionales francesas (controladas por la Iglesia) y el brote de antisemitismo surgido tras el escándalo de Dreyfus; alentaron y reforzaron en Durkheim una preocupación recurrente por los temas de la solidaridad grupal, por el orden social, por la crisis de creencias, etc. Uno de los principales hilos conductores de su obra fue el estudio sobre la ecuación individuo-sociedad mediante la indagación sobre la verdadera entidad de lo social. Para Durkheim la sociedad constituye una realidad por sí misma, que tiene sus propias leyes y que es previa a los individuos concretos que la constituyen. La indagación sobre la entidad de lo social fue directamente ligada por Durkheim a la misma razón de ser de la Sociología por creer que si la Sociología no era capaz de identificar y explicar “el factor social” entonces habría que preguntarse por su propia
razón de ser como disciplina d isciplina independiente. independiente. Así pues, el desarrollo de la Sociología implicaba plantearse preguntas como las siguientes: ¿Qué es lo social? ¿Existe algo similar a una “mente colectiva” como
realidad objetiva del grupo? ¿Cómo se identifica y en qué se identifica lo social? ¿Cómo se estudia? A preguntas como estas intentó dar respuesta en su obra Las reglas del método sociológico, ocupándose en libros posteriores de su aplicación al estudio concreto de la realidad social. Para Durkheim la sociedad era algo más que la mera suma de individuos, era una realidad específica que tiene caracteres propios. Sin duda, no puede producirse nada colectivo si no son dadas las conciencias individuales, pero esta condición necesaria necesaria no es suficiente. Es preciso que estas conciencias estén asociadas y combinadas de cierta manera. De aquí emana la vida social y, por consiguiente, la que lo explica. La sinergia de las “almas individuales” engendran un ser, pero constituye al mismo tiempo una
individualidad psíquica de un nuevo género. Esta realidad colectiva es algo especial que debe ser designada también por una palabra especial. “El grupo piensa, siente, obra en forma distinta de lo que harían sus miembros si se encontrasen aislados”, como diría Durkheim. Pero lo social no sólo tiene una entidad propia, sino que también desempeña un papel central para hacer del ser humano lo que es: “El hombre es el hombre en la medida en que está civilizado”. Gracias a la sociedad, el hombre se eleva de lo animal a la humanidad: “Si el hombre es despojado de todo lo que la sociedad le aporta quedaría reducido a una sensación animal. La fuerza colectiva es precisamente la que ha hecho posible neutralizar las energías ininteligentes y amorales de la naturaleza”.
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Para Durkheim el carácter prevalente y superior de la sociedad es una realidad de orden moral, no sólo una cuestión fáctica. La sociedad implica un proyecto moral, unos principios, deberes y normas que permiten establecer nuevas formas de solidaridad y cohesión que dan lugar a una realidad superior. Partiendo de estas consideraciones, Durkheim llega a una importante conclusión de carácter metodológico: si se quiere comprender lo social no se debe partir de los individuos aislados ni de los métodos psicológicos utilizados para tal fin, sino de otros métodos diferentes orientados a comprender lo que pasa en el grupo. Por ello consideraba la Psicología y la Sociología como ciencias con enfoques tan distintos como sus respectivos objetos de estudio. En suma, la línea argumental de Durkheim le lleva a establecer un conjunto encadenado de argumentos que le sitúan ante el umbral de sus aportaciones metodológicas. Primero insista en la especificidad del ámbito de lo social, en segundo lugar reclama su carácter prevalente, en tercer lugar subraya la existencia de leyes propias de la mentalidad colectiva y, finalmente, concluye fijando su atención en o que constituye la realidad específica de lo social: los hechos sociales. De este modo, la Sociología es entendida como la ciencia que se ocupa específicamente de los hechos sociales. El hecho social estará definido por Durkheim como “toda manera de hacer susceptible de ejercer sobre el individuo una coacción exterior, o bien: que es general en el conjunto de una sociedad, conservando una existencia propia, independientemente de sus manifestaciones individuales”.
Los hechos sociales son maneras de obrar, de pensar y de sentir exteriores al individuo y están dotados de un poder superior por el cual se le imponen. Los hechos sociales constituyen realidades realidades que el individuo se encuentra formadas y que son parte de la supremacía material y moral que la sociedad tiene sobre sus miembros. Durkheim recurrirá al concepto de “institución” para referirse a todas las creencias y
formas de conducta instituidas por la colectividad. La Sociología podría, por tanto, definirse como la ciencia de las instituciones, de su génesis y de su funcionamiento. Estos enfoques y planteamientos tienen la virtualidad de ser los que posibilitan la misma realidad de la Sociología como un objeto propio de estudio. La historia de la Sociología será entendida entonces como el esfuerzo por precisar estas ideas y por profundizar en las consecuencias que implican. Una vez delimitado el objeto de estudio (hechos sociales e instituciones), Durkheim apremiará por precisar las reglas metodológicas para su estudio y, además, por demostrar con investigaciones concretas concretas el funcionamiento práctico de su enfoque. Las reglas para la observación y el estudio de los hechos sociales se centrarán, sobre todo, en la necesidad de considerarlos como realidades dadas, como datos que pueden ser observados. Durkheim pensaba que la Sociología en sus primeros balbuceos había estado básicamente tratando de conceptos y que había que empezar a tratar de cosas, es decir, de fenómenos sociales susceptibles de considerarse “realidades”. Las tres regl as básicas que propone para el tratamiento de los hechos sociales son:
Evitar todos los prejuicios y nociones previas.
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Tomar solo como objeto de investigación los fenómenos definidos por sus caracteres exteriores comunes. Evitar todo subjetivismo, esforzándose por considerar los hechos sociales por el lado de los caracteres exteriores que los definen de la manera más objetiva posible (aislados de sus manifestaciones individuales).
Durkheim concluirá que el estudio de lo social debe abordarse por las partes más accesibles de la investigación científica. Sólo más tarde podrá llevarse más lejos el estudio y, por un trabajo de aproximación progresiva, adentrarse poco a poco en esta realidad fugaz que el ser humano quizás nunca pueda llegar a conocer completamente. completamente. En su conjunto, las aportaciones y enfoques de Durkheim han ejercido una influencia muy rica y variada en toda la Sociología posterior. Con Durkheim puede decirse que por fin la Sociología pudo echar a andar con un campo de estudio acotado y unos enfoques metodológicos realistas y viables. Además, también creó una importante escuela que dio una cierta preeminencia inicial a la Sociología francesa e influyó de manera importante en toda la disciplina. La solidaridad social fue uno de los grandes temas de preocupación de Durkheim, lo que a veces ha le hecho aparecer en generaciones posteriores como un defensor a ultranza del orden social y, por lo tanto, un sociólogo inclinado hacia perspectivas conservadoras. Sin embargo, la preocupación de Durkheim por el orden social no se encontraba conectada al mantenimiento del viejo orden tradicional, sino que era una preocupación de futuro. Era un convencido de que existían poderosos nexos de conexión entre tres grandes movimientos del siglo XIX: el nacimiento de la Sociología, el cambio de las ideas religiosas y la emergencia del socialismo. El debilitamiento de las religiones tradicionales estaba dejando un vacío de identidad de creencias que algunos pugnaban por recrear sobre nuevas bases. El socialismo, por su parte, aspiraba a asentar las bases de una nueva organización social y económica sobre las cenizas de una fuerte crisis moral y religiosa, todo ello a partir de una creciente desorganización social y una decadencia de los viejos poderes políticos y espirituales que ya no se adaptaban a la naturaleza de la sociedad industrial. Para Durkheim, la virtualidad de la Sociología era que podía aportar las bases de un conocimiento metódico y riguroso para la solución científica de los problemas sociales. Su visión sobre el socialismo era que no debía quedar reducido a una simple cuestión de salarios o “de estómago”, sino que debía ser una aspiración más global a
reorganizar el cuerpo social en su conjunto. En este sentido, Durkheim reivindicó aquellas concepciones del socialismo que aspiraban a una organización más democrática de la sociedad, a la igualdad jurídica de ambos sexos, a una moral más altruista, a una simplificación de las normas jurídicas, etc. En definitiva, lo que suponía una transformación tan profunda y compleja de la sociedad que implicaba necesariamente ajustes ajustes y reformas en todas las partes de organismo social. En definitiva, el problema social fundamental para Durkheim no era un problema económico, sino un problema de consenso social, de comprensión de la superioridad moral de la sociedad y, por lo tanto, de interiorización de todos los imperativos, normas y obligaciones requeridas para su buen funcionamiento. Por ello el carácter 37
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coactivo de la sociedad de la vida social para los hombres no era por lo visto por Durkheim como “la trampa en la que ellos mismos se han cogido”, sino como una
fuerza moral y natural superior que está fundada en la naturaleza de la sociedad y que es aceptada por el individuo como una realidad de más alto rango, asumiendo el “espíritu de la disciplina como la condición social de toda la vida en común”. Sus
vivencias y el contexto de su época llevaron a Durkheim a poner el énfasis en esta problemática y a preguntarse cuáles serían las fuerzas de cohesión social de las sociedades del futuro, una vez se hubieran venido abajo por completo las viejas concepciones de la sociedad tradicional que aún quedaba en pie.
5 – Karl Marx (1818 – 1883) y la Sociología dialéctica. Karl Marx es una de las grandes figuras intelectuales de nuestra época y, sobre todo, una de las que ha llegado a alcanzar una mayor influencia práctica en el plano político y cultural. Durante sus 65 años de vida, Marx se comprometió en muy diversas iniciativas políticas y procesos revolucionarios. Sufrió varios enjuiciamientos y persecuciones e incluso fue expulsado de Alemania, Francia y Bélgica para ser finalmente desterrado a Inglaterra; lugar donde se afincó hasta su muerte tras pasar por múltiples dificultades. Marx fue, sobre todo, un gran agitador, un promotor de nuevas ideas y un abanderado de los nuevos ideales socialistas. Dirigió numerosas publicaciones, lideró la Liga Comunista y participó en la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores, organizando en su seno la corriente que disputó el poder a Bakunin y sus seguidores durante años hasta que, finalmente, acabó fundando los partidos socialistas y socialdemócratas que se agruparon en 1889 en la II Internacional. Posteriormente se desgajaron los comunistas de la III Internacional (que se decían marxistas) y los trotskistas de la IV Internacional. Internacional. Marx fue un gran polemista y un estudioso incansable que se ocupó a lo largo de su vida de cuestiones relacionadas con la Filosofía, la Historia, la Ciencia Política, la Economía y el estudio de la Sociedad. Su producción intelectual fue tan monumental que la publicación de sus obras no han llegado a recogerse en su totalidad pese a haber superado el medio centenar en algunas ocasiones. La influencia que la producción intelectual de Marx ha ejercido en las Ciencias Sociales ha sido muy considerable, aunque no tanto como la ejercida a través de diversos movimientos políticos que se han reclamado herederos o seguidores suyos. Por ello no han faltado los que han afirmado que buena parte del siglo XX puede ser considerado como “la era de Marx”.
Sin embargo, a finales del siglo XX y tras la caída del socialismo soviético, parece que la estela de la influencia política de Marx empieza a apagarse y que su pensamiento puede empezar a ser situado en una perspectiva histórica más objetiva, permitiendo un mayor grado de distanciamiento de todo lo que supuso la pesada herencia de sus mistificadores más fanáticos. Marx fue un profeta, un activista, un líder político y un intelectual que abordó cuestiones relacionadas prácticamente con todas las ciencias sociales. 38
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Karl Marx nació en Tréveris (Prusia renana) en 1818 en el seno de una familia protestante de origen judío. Realizó inicialmente estudios de Derecho en la Universidad de Bonn, siguiendo la tradición familiar (su padre era abogado). Sin embargo, como él mismo llegó a confesar, su interés prioritario siempre fue la Historia y la Filosofía, materias que cursó posteriormente en la Universidad de Berlín y de Jena (facultad en la que se doctoró en Filosofía. Durante su juventud, Marx frecuentó círculos hegelianos de izquierdas manteniendo durante durante toda su vida la influencia de las concepciones sobre la dialéctica histórica. Sin embargo, tras su estancia en París durante 1844 y 1845, y de su amistad con Engels, Marx empezó a revisar o completar críticamente sus enfoques predominantemente hegelianos con una atención prioritaria a los procesos económicos concretos, a partir de los que la dialéctica va a ser situada en una nueva perspectiva del devenir social conflictivo. Desde este momento, Karl Marx se orientó intensamente hacia el estudio del pensamiento de los economistas y hacia la investigación de la sociedad en sus aspectos económicos, con la vista puesta en su obra culminante El Capital, donde intenta desvelar la lógica y la dinámica del sistema de producción industrial capitalista. Precisamente el hecho de que Marx muriera sin completar esta obra dio lugar a que en la publicación de sus últimos volúmenes se notara la influencia más economicista de Engels. Esto ha hecho posible que durante bastantes años la influencia de Marx haya sido objeto de una lectura eminentemente económica. Incluso Engels, en el epitafio pronunciado ante la tumba de Marx, señaló que, al igual que Darwin había descubierto la ley de la naturaleza orgánica, “Marx había descubierto las leyes económicas del desarrollo de la historia humana”. Estas circunstancias, unidas a que Marx jamás utilizó el término “Sociología”,
dieron lugar a que algunos analistas pusieran en cuestión considerarle como uno de los padres fundadores de esta ciencia social. No obstante, la causa por la que Marx no utilizó el término “Sociología” era el alto grado de identificación que en aquellos
momentos se establecía entre la nueva ciencia y los planteamientos concretos de Comte y sus seguidores, que operaban prácticamente como una organización religiosa (pretendían convertir el positivismo en la filosofía del movimiento obrero). En cualquier caso, sabemos que Marx llegó a leer algunas obras de su contemporáneo Comte, forjándose una pobre opinión de sus aportaciones intelectuales. intelectuales. La idea de conflicto en los enfoques sociológicos de inspiración marxista se encuentra ligada a una concepción específica de lo social en la que se entremezclan una interpretación dialéctica de la historia con una visión del hombre en la que los conceptos de praxis y alienación desempeñan un papel fundamental. Fueron, precisamente, ambos conceptos los que permitieron recuperar una interpretación más humanista del pensamiento de Marx tras la II Guerra Mundial, en contraste con las rigideces y las orientaciones deterministas deterministas de sus exegetas más dogmáticos. En suma, podemos decir que el hecho de que Marx desarrollada una teoría concreta del devenir social a partir del análisis de los procesos de producción 39
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económica no dificulta que su aportación pueda considerarse como una de las grandes contribuciones al acervo teórico de esta disciplina. Incluso se ha llegado a calificar a Marx como el mayor y menos dogmático de todos los fundadores de la Sociología, considerando la sociología marxista el eje de todas las preocupaciones científicas según algunos autores. El eminente sociólogo de nuestra época, Bottomore, ha llegado a señalar que ninguna otra teoría ha demostrado mayor capacidad para definir y analizar los problemas significativos que plantea el desarrollo de las sociedades, para formular conexiones pseudo-casuales y para provocar debates sobre cuestiones teóricas fundamentales. También añadió que la sociología marxista es demasiado arrogante cuando proclama su capacidad para entender y explicar la vida social, y no está preparada para reconocer las limitaciones de toda teoría sociológica frente a la extraordinaria complejidad de la interacción social y a la potencialidad humana de innovación creadora. La posición de Bottomore valora positivamente las aportaciones de los análisis marxistas, así como de su carácter sociológico, pero negándose a reconocer al marxismo por su pretensión ingenua de la Sociología. El propio Marx tuvo la intuición de anticiparse a las pretensiones doctrinarias de algunos de sus intérpretes, proclamando abiertamente que él “no era marxista”. En otras palabras, una lectura
más flexible y abierta de la obra de Marx puede permitir enriquecer el cuerpo de la Sociología con ideas, aportaciones y sugerencias; pero prescindiendo de cualquier pretensión de construir o reconstruir una “sociología marxista” entendida como un
sistema cerrado de conocimientos. Marx desarrolló su trabajo como investigador social en torno a dos grandes temas interrelacionados que polarizaron gran parte de su atención. El primer tema se orientaba al descubrimiento de la ley económica de la evolución moderna, es decir, la ley de la evolución del capitalismo. Su principal obra en este sentido fue El Capital, a la que dedicó los últimos veinticinco años de su vida. Tras su muerte fue Engels quien publicó los dos últimos tomos de dicha obra. El segundo gran tema del que se ocupó Marx en este sentido fue el de los procesos específicos de conflictos de clase. Esta problemática la abordó en varias obras y en múltiples referencias referencias contenidas en El Manifiesto Comunista, además de artículos y otras publicaciones en las que estudió procesos políticos concretos. En conjunto, podemos decir que Marx se planteó el estudio sociológico global más ambicioso que se podía emprender sobre la sociedad de su época: en cuanto a modelo de producción y en cuanto a procesos concretos de conflictos de clases y cambios sociales (Alemania, Francia, Inglaterra, España,…). Lo que Marx pretendía era descubrir la estructura y el funcionamiento de los sistemas de producción a través de la dinámica histórica generada por los antagonismos y conflictos de clases que engendraban. Sus distintos estudios históricos, filosóficos, políticos y económicos se engarzaban mutuamente proporcionando las diferentes piezas que podían conducir a la explicación global que aspiraba a construir. Para ello se necesitaba una teoría de las clases sociales, una Sociología de los procesos de cambio y antagonismo social y 40
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político, una comprensión de las leyes de la evolución histórica, una explicación del papel de las ideologías, un análisis de la estructura económica, una interpretación del papel del individuo en la dinámica social y, por tanto, sobre su naturaleza y las formas de alienación, etc. Todo ello Marx lo contemplaba desde una perspectiva crítica. crítica. Alcanzar todos estos objetivos y, a partir de ellos, establecer una síntesis de conocimiento constituía una tarea enormemente difícil. Por lo tanto, no es razonable juzgar a posteriori la obra científica de Marx solamente en en función del grado en que se alcanzaron los resultados máximos planteados. Más bien, lo razonable sería fijarse en la utilidad concreta de las distintas aproximaciones y enfoques a las diferentes cuestiones que abordó. Marx situó sus estudios en dos planos independientes: el de los hombres concretos y el de los procesos históricos. Marx pensaba que la sociedad no debía de considerarse como un sujeto abstracto al margen del individuo, sino que entendía a los individuos como seres sociales que desarrollan su verdadera naturaleza en la sociedad. La sociedad era vista como el marco en que se producían las interacciones sociales y las más importantes para Marx eran las que tenían lugar en la esfera de la organización de la producción de material. De ahí el carácter decisivo de las formas en que se produce el proceso social de trabajo humano y el papel de las situaciones que dan lugar a una alienación del verdadero papel social del hombre como ser de praxis, con capacidad libre y creativa de producción. Marx intentó analizar la dinámica de los procesos históricos a partir de la dialéctica de antagonismos y alienaciones a que daban lugar las contradicciones y carencias de los distintos sistemas de producción, de forma que se pudieran desvelar las tendencias de evolución del futuro a partir de una nueva concepción hegeliana sobre la “marcha de la historia”. En esta nueva concepción, a diferencia de en Hegel, el motor del
proceso era un conjunto de procesos sociales específicos susceptibles de ser conocidos y previstos. Por tanto, Marx aplicó las categorías del análisis dialéctico hegeliano, pero solamente como categorías-marco que se situaban en la esfera de procesos históricosociales determinados, con lo que conjugaba dos dimensiones de un esfuerzo de conocimiento propiamente científico: la esfera teórico-racional y la empírica-concreta. Por eso Marx pudo decir que él había dado la vuelta la dialéctica hegeliana, hegeliana, presa de su carácter de mera racionalidad ideal. De ahí que Marx calificara su enfoque como un materialismo dialéctico o materialismo histórico, contrastando así con el idealismo dialéctico de Hegel. En suma, de lo que se trataba era de poder llegar a conocer científicamente las leyes de desarrollo de la sociedad, determinando los principales factores que daban lugar al origen del cambio y la dinámica social. Para Marx, este factor era la lucha de clases, “el verdadero motor de la historia”, en cuanto que reflejaba las contradicciones
y alienaciones implícitas en los sistemas de producción. A partir de estas consideraciones, cualquier intento de resumir las complejas concepciones teóricas de Marx puede derivar en caricaturizaciones simplistas o 41
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interpretaciones interpretaciones parciales o interesadas. El hilo conductor, tal y como lo expresó Marx, podría resumirse así: en la producción social de su vida, el individuo contrae determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad (relaciones de producción) que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forman la estructura económica de la sociedad, base real sobre la que se levanta la superestructura y a la que corresponden determinadas determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a cierta fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, es decir, con las relaciones de propiedad dentro de las que se han desenvuelto hasta allí. De esta forma se abre una época de revolución social. Al cambiar la base económica se revoluciona toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian estas revoluciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas ideológicas en que los individuos adquieren conciencia del conflicto y luchan por resolverlo. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen las fuerzas productivas que caben dentro de ella y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone únicamente los objetivos que puede alcanzar cuando se dan las condiciones materiales materiales para su realización. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción, pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para el fin de este antagonismo. Podríamos establecer cinco postulados básicos tras esta síntesis:
El carácter central de las relaciones de producción. La dialéctica de interacción entre la infraestructura socioeconómica y la superestructura superestructura jurídico-política. La dialéctica realidad social-conciencia. La dialéctica de las contradicciones/conflictos/cambios en la que las revoluciones son vistas como expresión de las necesidades de ajuste de los sistemas sociales una vez se alcanza el punto crítico de ruptura. La perspectiva de evolución social en la historia humana a partir de una tipología básica de los cuatro grandes modos de producción.
Lógicamente, en la obra de Marx existen algunas lagunas y carencias que han sido puestos de relieve por muchos de los analistas que han revisado críticamente sus aportaciones. ¿Cuán es el verdadero papel que Marx atribuye a los sujetos históricos? ¿Cuál es la autonomía de la personalidad humana? ¿Cuál es la explicación de la 42
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existencia de diferentes formas de conciencia en los mismos sistemas de producción? ¿Cómo evoluciona esta conciencia? ¿Hay una unidad en el proceso p roceso histórico? ¿Por qué no se produjeron algunas de las previsiones sociales anunciadas por Marx? Estos interrogantes nos sitúan ante la verdadera realidad de un esfuerzo intelectual de enorme ambición y complejidad cuya comprensión y difusión pública ha ido diversificándose mediante variadas interpretaciones y lecturas realizadas por seguidores de Marx. Tal diversidad de interpretaciones da un carácter exageradamente plural y diverso de la obra de Marx. Más allá de todo esto, como conclusión podría decirse que Marx es el sociólogo y el economista del régimen capitalista. Otra de las críticas que se realizó a Marx fue que, en su faceta de sociólogo, no separaba la comprensión del presente de la previsión de futuro y de la voluntad de acción.
6 – Max Weber (1864 – 1920). Max Weber es posiblemente uno de los “padres fundadores” cuya obra ha te nido
mayor influencia en la Sociología actual. Muchos sociólogos actuales son herederos directos o indirectos de su legado intelectual, más aún en campos como sociología política o sociología del conocimiento. Weber, al contrario que el resto de autores, no se hizo famoso por la elaboración de una idea clave, siendo por ello menos accesible al resumen y a la divulgación. A lo largo de su vida Weber se ocupó de tantos temas y cuestiones distintas distintas que es tremendamente complicado resumir y sistematizar sus escritos. La fertilidad de su obra no dio lugar a una escuela de seguidores tal y como la entenderíamos. De hecho, al morir Weber no dejó escuela y, aunque en esto influyera de forma decisiva su vida personal, lo más decisivo fue su resistencia a construir una teoría general, un sistema concreto y cerrado, además de su propio talante científico y personal. Esta postura le llevó a intentar buscar la verdad, no secuaces. La suspicacia de Weber ante los “sistemas” estaba relacionada con criterios
metodológicos que le llevaron a rechazar la idea de cualquier explicación completamente cerrada y acabada. Su convicción era que los conceptos eran incapaces de reproducción con fidelidad todo el complejo contenido de lo real. Por ello creía que sólo era posible ordenar relativamente lo real, rechazando toda pretensión de construir cualquier sistema que crea estar en condiciones de deducir la realidad. La opinión de Weber era que en el terreno de la ciencia todos saben que su obra envejecerá a los pocos años. Toda obra científica acabada, dirá Weber, no tiene más sentido que originar nuevas cuestiones: exige ser superada y envejecer. Quien quiera servir a la ciencia tendrá que resignarse a esa suerte. Max Weber nació en 1864 en Erfurt (Alemania). Su padre era un jurista que formó parte de la Dieta de Prusia y del Reichstag como miembro del grupo de liberales de derecha. Su madre fue una mujer de amplia cultura y con una viva preocupación por la religión y los problemas sociales. De este modo, Weber se educó y creció en un ambiente familiar culto donde se entremezclaban las preocupaciones por las 43
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cuestiones políticas, religiosas y sociales. Cursó estudios de Derecho, de Historia, de Economía, de Filosofía y de Teología en varias universidades germanas. En 1888 se incorporó al Verein Für Sozialpolitick, organización que agrupaba a universitarios preocupados preocupados por los problemas sociales y liderada por los “socialistas de cátedra”. Weber realizó varias investigaciones sociológicas por encargo de esta
asociación. Durante su vida académica enseñó en las universidades de Friburgo, Heidelberg y Múnich, aunque tras sufrir una grave enfermedad nerviosa en 1897 se vio apartado de sus trabajos durante cuatro años, quedando reducida su actividad docente a la mínima expresión. Durante su vida, Weber se implicó también en diversos movimientos e iniciativas políticas: organizó la Asociación Alemana de Sociología, dirigió un grupo de hospitales durante la Primera Guerra Mundial, participó como experto en la delegación alemana en Versalles después de la capitulación, también formó parte de la comisión encargada de redactar la Constitución de Weimar. Murió en junio de 1920 en Múnich sin haber podido ver publicada su obra cumbre, Economía y Sociedad (1922). Las obras de Max Weber pueden agruparse en cuatro grandes bloques. En primer lugar están los estudios de metodología, de crítica y de filosofía (agrupados bajo el título Ensayos acerca de la teoría de la ciencia). En segundo lugar, las obras de carácter histórico (estudios sobre civilizaciones antiguas, historia económica, etc.) En tercer lugar están las obras de sociología de la religión, entre las que destaca La ética protestante y el espíritu del capitalismo, aunque también abordó otras confesiones religiosas. Finalmente, en cuarto lugar se encuentra su obra sociológica más importante: Economía y Sociedad. A la vista queda que Weber se sumergió en muchos temas, lo cual revela una amplia inquietud intelectual y unos conocimientos casi enciclopédicos. ¿Se puede encontrar algún hilo conductor central en tan amplia producción? Son muchos los que ven un diálogo permanente con Marx como hilo conductor de su obra. En este punto son muchos quienes opinan que se situó frente a las teorías de Marx mientras otros intérpretes piensan que desempeñó un papel complementario. complementario. En realidad, tantos intentos de presentar a Weber como la verdadera antítesis de Marx, al igual que considerarlo como su mero complemento, deben ser objeto de diversos matices. Lo cierto es que buena parte de la obra de Weber está alentada por un contraste y un diálogo intelectual permanente con Marx, siendo éste mucho más sutil de lo que suele pensarse. Cabe tener en cuenta que Weber tenía en alta estima el pensamiento de Marx, aunque de él le separaban múltiples discrepancias discrepancias de fondo y de forma (además de sus propias inclinaciones políticas). Weber no compartía las líneas generales de la metodología marxista, aunque Weber suele citar a Marx para señalar sus coincidencias en enfoques metodológicos muy concretos. Curiosamente, algunas de sus citas a Marx son para señalar de pasada errores de interpretación que no le impiden en absoluto reconocer la obra de Marx. En segundo lugar, hay que tener en cuenta que Weber y Marx van a coincidir en atribuir un carácter prevalente al estudio del capitalismo, aunque Marx enfatizó los 44
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factores económico-materiales y Weber el ámbito de las ideas y creencias. De igual forma, Marx veía un cambio revolucionario de este sistema hacia un socialismo radical mientras que Weber pensaba que se produciría más bien una evolución hacia un socialismo moderado. No obstante, los estudios de Weber sobre la dinámica de la sociedad capitalista no deben ser vistos como dominados por un enfoque espiritualista como se sostiene, sino que Weber partió en realidad de dos consideraciones más amplias:
Utilizó un enfoque metodológico que excluía las explicaciones unicausales e intentaba al mismo tiempo aunar criterios propios de las ciencias del espíritu, de la cultura y de las ciencias de la naturaleza. Intentó separar y distinguir en sus análisis el plano del poder económico del plano del poder político, diferenciando las ideas de los intereses con la finalidad de poder destacar el papel de las ideas en la vida social.
En definitiva, podríamos preguntarnos si lo que Weber pretendía en el fondo no era sino intentar rescatar el análisis sociológico del economicismo. En realidad, la única manera de desvelar rigurosamente las intenciones de Weber hoy en día es darles objetividad. Para ello debemos atenernos a los rechazos o críticas explícitas que el propio Weber manifestó, también considerar sus aportaciones metodológicas concretas y, además, tener en cuenta los conocimientos específicos que legó a la teoría sociológica. En lo que se refiere a discrepancias explícitas, aparte del rechazo a las grandes teorías, los análisis y concepciones de Weber discreparon de los de Marx en cuestiones tan importantes como las siguientes:
Para Weber el capitalismo no tenía un sentido tan negativo como para Marx, aunque creía que el capitalismo evolucionaría y muchas injusticias serían rectificadas por un socialismo moderado. Su visión general no estaba dominada por el efecto negativo de las explotaciones, alienaciones y contradicciones; para Weber el capitalismo era un exponente de las tendencias hacia una progresiva racionalización económica. Weber rechazó la crítica marxista de la economía capitalista por considera que carecía de fundamento científico. Las clases sociales y el conflicto de clases no fueron vistas por Weber solamente en términos económicos, sino en un contexto de mayores complejidades en el que era necesario prestar atención a la influencia de factores ideológicos, culturales, de poder político, etc. Para Weber la autoridad y el poder político no eran un mejo de las condiciones infra-estructurales, como en Marx, sino que obedecían a una lógica propia que también influía en lo económico. Weber puso un gran énfasis en diferenciar los ámbitos del poder económico y del poder p oder político. Para Weber, las relaciones entre la esfera de la infraestructura económica y de la superestructura ideológica no eran unívocas ni unidireccionales. La religión, por ejemplo, no era vista como un reflejo de un contexto estructural económico, sino como un factor que podía llegar a ser fuente de dinamismo económico.
El estudio de la relación entre economía y religión fue uno de los temas de análisis en los que Weber puso más interés. Sus estudios en este sentido se orientaron a 45
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determinar la influencia de ciertos ideales religiosos en la formación de una mentalidad económica. La intención de su estudio sobre el capitalismo y el protestantismo fue analizar uno de los aspectos de la relación causal, las conexiones de la ética económica moderna moderna con la ética racional del protestantismo protestantismo ascético. Los trabajos sobre la ética económica de las religiones aspiraban a poner de relieve las conexiones que las religiones más importantes del mundo guardaban con la economía y la estructura social del medio en que nacieron. Solamente así sería posible declara qué elementos de la ética económica religiosa occidental son imputables causalmente a dichas circunstancias sociológicas. El libro de Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo es un magnífico ejemplo de investigación sicológica orientada a establecer el nexo de unas relaciones causales. Weber partió de la observación de un dato concreto: que el capitalismo se desarrolló en occidente y de una manera más acusada y rápida en los países protestantes que en los países católicos. El siguiente paso fue recoger los rasgos que definen el espíritu capitalista idóneo para triunfar en los negocios (actuación racional, orden, puntualidad, afán de lucro, búsqueda de éxito, etc.); encontrando similitudes con algunos rasgos de la ética protestante. Por ello Weber llegó a la conclusión de que la angustia y una atenta preocupación por seguir los designios de dios llevaba a los calvinistas a un escrupuloso cuidado en el cumplimiento de sus cometidos profesionales, que veían como una actividad bendecida y hecha en su propia gloria. Weber señaló que los calvinistas tenían la seguridad tranquilizadora de que la desigual repartición de los bienes de este mundo es obra especialísima de la providencia divina que, por medio de estas diferencias, persigue finalidades ocultas y desconocidas por nosotros. A partir de este proceso, Weber llegó a establecer que los elementos esenciales de esa mentalidad que llamamos “espíritu del capitalismo” son justamente los mismos que se corresponden
con las ascesis profesional puritana. El hecho de que en otras civilizaciones se dieran muchos de los rasgos y condiciones necesarias para el surgimiento del capitalismo, pero sin que existiera nada que pudiera parecerse a la ética calvinista, le permitió llegar a la conclusión de que el factor religioso tuvo una importancia decisiva como factor causal en la génesis del capitalismo occidental. Por lo tanto, el capitalismo no podía explicarse ni proveerse solamente a partir de factores económicos. El criterio de que lo económico no basta y que era necesario considerar también los valores y las ideas en la explicación de los procesos sociales no condujo a Weber a caer en el error de postular un unicausalismo “espiritualista” con el que intentar
reemplazar el unicausalismo economicista. Por ello Weber concluirá su libro afirmando que una vez vista la influencia de la ética protestante en el espíritu del capitalismo, debería investigarse la manera cómo el ascetismo protestante fue influenciando en el desenvolvimiento y características fundamentales fundamentales en cuyo seno nació. En aquel contexto específico, Weber intentó formular una cierta síntesis entre la tradición neo-kantiana y la neo-idealista aprovechando las posibilidades y las perspectivas que ofrecían las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu. En esta perspectiva reivindicó la dimensión científica de la Sociología, aunque 46
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reconociendo la especificidad de los fenómenos sociales debido a que los individuos como seres conscientes actúan con intencionalidad, con sentido, dando lugar a que su conducta sea subjetivamente significativa significativa y deba ser comprendida como tal. Weber propuso un enfoque que calificó como “método comprensivo”, que
intentaba abarcar e integrar los ámbitos de lo objetivo y lo subjetivo en una perspectiva histórica concreta, de forma que resultara posible formular explicaciones de los fenómenos sociales que fueran subjetivamente significativas y que estuvieran objetivamente trabadas en sus relaciones de causalidad, planteadas en términos de probabilidad. Es decir, el llamado método comprensivo de Weber integraba tres elementos de análisis: el objetivo (con sus relaciones de causalidad), el subjetivo (con sus dimensiones de significatividad) y el histórico (como gran horizonte analítico). Por ello, Weber definió la Sociología como una ciencia que pretende entender la acción social para de esa manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. Las herramientas fundamentales del análisis de Weber son los conceptos de acción, relación social, interpretación causal y los tipos. La acción será definida como una conducta humana siempre que el sujeto de la acción enlace a ella un sentido subjetivo. La acción social, por tanto, es una acción donde el sentido mentado por su sujeto está referido a la conducta de otros, orientándose ésta en su desarrollo. En la acción social se pueden observar regularidades de hecho, es decir, el desarrollo de una acción repetida por los mismos agentes cuyo sentido es típicamente homogéneo. La Sociología, aclaró Weber, se ocupa de estos tipos de desarrollo de la acción, en oposición a la historia (interesada en conexiones singulares). La “relación social” es definida como una conducta plural que, por su propio
sentido, se presenta como recíprocamente referida, orientándose por esa reciprocidad. La relación social consiste plena y exclusivamente en la probabilidad de que se actuará socialmente de una forma indicable, siendo indiferente aquello en que la probabilidad descansa. Para abordar el estudio de estas relaciones sociales regulares y recíprocamente significativas es para lo que Weber propone la utilización de sus otras dos herramientas conceptuales básicas: interpretaciones causales y conceptostipo. Una interpretación causal correcta de una acción concreta significa que el desarrollo externo y el motivo hayan sido conocidos de un modo certero y, al mismo tiempo, comprendidos con sentido en su conexión. Si falta adecuación de sentido no estaremos sino ante una probabilidad estadística no susceptible de comprensión. Sólo en el caso de darse tales supuestos creía Weber que se podía hablar propiamente de leyes sociológicas. De todo esto se desprende que el marco conceptual básico para entender las acciones sociales en el esquema de Weber es el “tipo”. Los “tipos” son instrumentos
metodológicos que permiten una mejor y más adecuada comprensión de la realidad, proporcionando determinados marcos de referencia o modelos de ordenación de la realidad. Weber distinguió entre dos clases de tipos: los tipos “puros o ideales” y los
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tipos “promedio”, a través de los que se puede formular una catalogación o
clasificación de lo que ocurre en realidad. Los tipos ideales, generalmente, no se dan en toda su pureza en la realidad pero sirven para establecer un arquetipo y destacar algunos de sus rasgos fundamentales. Weber ilustró su concepción sobre los tipos construyendo un buen número de tipologías: sobre los actos sociales, sobre el orden legítimo, sobre las asociaciones económicas, sobre las formas de poder o dominación, etc. En suma, y para concluir, podemos decir que Weber fue una de las grandes figuras intelectuales de nuestro tiempo que más ha influido en la Sociología que se h hizo izo después. Posiblemente su mayor virtualidad fue que no intentó llegar a conocimientos definitivos, ni se esforzó por construir un nuevo sistema explicativo general, sino que aplicó su mente a estudiar las más diversas cuestiones relacionadas con lo social, acumulando conocimientos, hipótesis, sugerencias e interrogantes y propuestas metodológicas para poder abordar con rigor el estudio de una realidad tan compleja como la sociedad humana. Su capacidad para formular cuestiones relevantes y su concepción rigurosa de la Sociología hicieron posible que a la larga su influencia en las siguientes generaciones fuera bastante sólida y fructífera, precisamente porque Weber no intentó descubrir y transmitir verdades absolutas, sino orientaciones útiles.
7 – Nuevas tendencias en la teoría sociológica: la Sociología difusa de la sociedad débil. Algunos analistas sostienen que después del ciclo de los grandes padres de la Sociología no ha habido desarrollos de un alcance similar. Es cierto que se han escrito obras de interés y que q ue se han desarrollado formulaciones de indudable densidad, pero generalmente se han situado en la estela de los enfoques postulados por alguno de los padres fundadores. Nada de esto ha impedido que, tras la Segunda Guerra Mundial, la Sociología alcanzara un notable grado de desarrollo en sus aplicaciones prácticas. prácticas. Esto se debe en gran parte a las aportaciones de algunos de los padres de la Sociología. El análisis social trazó la imagen precisa de una sociedad nucleada en torno a instituciones y procesos de interacción que tenían lugar en estructuras en las que se producían relaciones de ordenación, colaboración, competencia de conflicto, etc. La mirada sociológica sea mantenido atenta a los grandes fenómenos del poder, de la estratificación social, del trabajo, etc., centrando sus estudios en las instituciones en torno a las que se sustanciaba la realidad de lo social (instituciones políticas y culturales, familia, escuela,…)
Así, al hilo de las profundas transformaciones que están teniendo lugar como consecuencia de la revolución tecnológica en el inicio del siglo XXI, se ha difundido un nuevo tipo de enfoques sociológicos que intentan formular un nuevo tipo de explicaciones sociológicas. La nueva imagen de la sociedad que se ofrece no es la de una estructura, sino la de una especie de red neuronal a la que se presenta como 48
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extraordinariamente eficiente y operativa de cara a optimizar económica y socialmente las oportunidades que brincan los sistemas de producción emergentes. Los nuevos planteamientos de Sociología difusa tienden a sustituir el modelo estructural e institucional de la Sociología clásica por perspectivas más laxas que aparentemente se ponen al servicio de una determinada concepción del éxito y la eficiencia económico-financiera. económico-financiera. Estos enfoques suponen un cierto desplazamiento del foco de atención primordial del análisis sociológico desde los grandes fenómenos sociales del poder, la desigualdad, las relaciones en las instituciones, los valores, etc., hacia fenómenos y procesos de interacción más volátiles y difusos. Los nuevos modelos de referencia suponen reemplazar el análisis sociológico de las realidades sociales de carácter estructural e institucional por partes individualizadas: el individuo como persona, la empresa, los actores políticos como entidades aislables, etc. Esta forma de proceder implica una racionalización teórica del proceso de sustitución de los poderes reales y patentes por los difusos y opacos, de las estructuras de ubicación concretas por las posiciones volátiles y circunstanciales, de las entidades políticas institucionalizadas por los núcleos de influencia comunicacional y de las ideas de modernidad por la retórica de la postmodernidad. Desde un punto de vista teórico más analítico, determinados enfoques en este sentido implican una regresión desde modelos de corte estructural. Desde una perspectiva práctica aplicada, los nuevos enfoques pueden tender a sacralizar algunas pautas de evolución social que son constatables en las sociedades avanzadas de principios del siglo XXI pero que aún es pronto para saber si tendrán un alcance más o menos parcial y coyuntural. Entre estos nuevos fenómenos están el debilitamiento del tejido social, la precarización laboral, la potenciación de poderes difusos y opacos, la fragmentación cultural, la extensión “normalizada” de la exclusión
social, etc. En el fondo, la opacidad de los poderes y de las estructuras que se exalta por esta vía analítica puede acabar deviniendo en una cierta ideología justificativa y legitimadora de la nueva situación establecida, lo cual conecta directamente con otra dimensión que suele acompañar a la presentación pública de las tesis de los teóricos de la nueva Sociología difusa: la tendencia a ser convertidos en figuras mediáticas. Algunos de estos planteamientos están contribuyendo a que la competencia electoral resulte más ambigua e inespecífica, con el efecto de una mayor desimplicación participativa en amplios sectores de la población, lo cual refuerza la realidad de una sociedad más débil que, al final, se pueden acabar viendo verificadas algunas de las tesis planteadas inicialmente por los teóricos de lo inespecífico, cual círculo vicioso analítico que puede terminar por cerrarse sobre sí mismo. El nuevo sociólogo difuso y mediático es publicitado mediante redes de información cuyo favor teoriza obteniendo datos y argumentos de apoyo a tesis en entornos extra-académicos. Por ello, el esfuerzo de mediatización que acompaña a la Sociología difusa da lugar a que le levanten pantallas de filtración de lo real, lo cual podría generar imágenes distorsionadas sin saber dónde uno se halla. 49