TEMA 42 Imperialismo y expansión colonial. Los conflictos internacionales antes de 1914. INTRO Al hablar del imperialismo estamos haciendo referencia a un fenómeno histórico que se dio desde la segunda mitad del XIX y hasta la 2ª Guerra Mundial, si bien vive su máximo apogeo en el período entre 1873 y 1914. Durante esta época, a los antiguos países coloniales se incorporan otros nuevos, tanto europeos como extraeuropeos, de resultas de lo cual, se calcula que en 1914 la colonización se ha extendido al 56 % del continente asiático y al 90 % del africano. Así, el siglo XIX, que había comenzado con el inicio de la desintegración de los viejos imperios coloniales de América, conoció un proceso de expansión colonial directamente comparable con el de los siglos XVI y XVII, proceso que puede por eso llamarse la segunda expansión de Europa. El carácter de los imperios desarrollados después de 1850 aproximadamente difería de forma sustancial de los creados en la primera expansión de Europa. Los viejos imperios habían estado principalmente en las Américas: los nuevos estaban en África, Asia y en el Pacífico. Las viejas colonias habían sido en su mayor parte colonias de "asentamiento" en las que los emigrantes crearon sociedades “cuasi” europeas. Las nuevas eran en su mayor parte colonias de ocupación en las que una pequeña minoría de residentes europeos ejercían cierto grado de control político y garantizaban la explotación económica por parte de la metrópoli. Ahora bien, los territorios permanecían esencialmente ajenos a Europa en raza y cultura. Otro rasgo aparentemente nuevo en el imperialismo de fines del siglo XIX, fue el de la belicosidad internacional. Desde la segunda mitad del XIX, las reivindicaciones coloniales serán objeto de una intensa actividad diplomática que en ocasiones parecía llevar a las potencias interesadas al borde de la guerra. Habiendo situado ya el período y el fenómeno a analizar, pasaremos a repasar a continuación algunas de las principales teorías que tratan de explicarlo. TEORÍAS SOBRE EL IMPERIALISMO En primer lugar, debemos señalar que el imperialismo es un fenómeno complejo y que puede ser abordado desde diferentes puntos de vista. Las teorías que tratan de explicarlo las hemos dividido según la importancia que otorgan a uno u otro factor: a)Teorías económicas: El político francés Jules Ferry, que llegaría a primer ministro y sería uno de los máximos defensores del imperialismo galo, y siguiendo sus textos, Charles A. Julien defienden que se trata de una expansión que debía realizarse por la necesidad de buscar nuevos mercados para los productos industriales, así como nuevas fuentes de materias primas. Esta necesidad de nuevos mercados vendría muy marcada por las consecuencias de la crisis de sobreproducción de 1873, tras la que la mayoría de países imponen importantes medidas proteccionistas.
Para el británico Hobson, bastante crítico con el imperialismo, este fenómeno sería el resultado de la necesidad de exportar capitales excedentes por parte de grupos de capitalistas que no tenían donde invertir satisfactoriamente su dinero. Así, no dice que el imperialismo sea fruto del capitalismo sino que lo concibe como el resultado de una minoría sin escrúpulos que sólo busca su máximo beneficio, aunque para conseguirlo deban gravar a su propia sociedad con la carga de un imperio. Además, señala algunas soluciones para que las inversiones sean rentables en los propios países capitalistas. Apunta una política de altos salarios como solución para acabar con el subconsumo interno. El austriaco Hilferding, inicialmente marxista, aunque luego revisaría algo sus posiciones, sí que ve el imperialismo como fruto de la evolución del capitalismo. En su obra “El capitalismo financiero” señala que la evolución del sistema capitalista y sus sucesivas crisis periódicas desembocan en un proceso de concentración de capitales y de empresas. Además, incide en el dominio de la banca sobre el capital industrial, a través del crédito. El imperialismo surgiría por la necesidad de exportar capitales destinados a producir plusvalías que, de paso, abrirían nuevos mercados. Bebiendo de Hilferding y Hobson, Lenin en su obra “El Imperialismo, fase superior del capitalismo” señalará el imperialismo como la “fase monopolística del sistema capitalista”. Así, defiende que los monopolios influirán enormemente en las políticas de los estados, pues necesitan impulsar la expansión exterior para poder exportar capitales y tratar de garantizarse mayores ganancias. Como el mundo ya está prácticamente repartido, señala que los cambios o redistribuciones sólo serán posibles mediante conflictos imperialistas entre potencias. b)Teorías políticas: El austriaco Schumpeter defiende que el imperialismo es un atavismo en la era capitalista, algo que sobrevivía de épocas y estructuras políticas preindustriales. Lo explica por la tendencia natural del hombre al dominio, señalando que no es el resultado de intereses económicos sino de una actitud psicológica de las clases dominantes, que tienden a llevar el estado hacia una expansión ilimitada y forzosa. Se trata de una visión liberal demasiado idealizada. De hecho, llegaba a afirmar que el capitalismo era, por su propia naturaleza, antiimperialista También aparecen interpretaciones que ven el fenómeno imperialista en términos de geopolítica. Para Fieldhouse, en un contexto de relaciones internacionales tensas entre las potencias resulta interesante asegurarse algunas zonas que se consideran estratégicas para la defensa de la propia metrópoli ( como el caso del norte de África para Francia) o para la defensa del propio imperio ya existente (el caso de la protección de la ruta a la India, para Inglaterra). Otros autores, como el norteamericano William Langer, consideran que el imperialismo es básicamente una proyección del nacionalismo más allá de las fronteras de Europa. Dicen que el costo de la administración de las colonias y del creciente armamento necesario para mantenerlas, debido a la rivalidad entre las potencias, estuvo fuera de proporción con el valor económico de esas recién adquiridas colonias. Los estadistas lo sabían pero el nacionalismo los empujaba, una y otra vez, a acciones imperialistas. El francés Aron, por ejemplo, señala que Francia derivó más capitales hacia el extranjero que a sus colonias. En clave de recuperar el prestigio perdido pueden leerse las acciones imperialistas de Francia tras la derrota en 1871 ante Prusia o el africanismo español, tras el desastre del 98.
En cualquier caso, no se puede negar que determinados sectores de la metrópoli sí obtuvieron un enorme beneficio económico, mientras que su contribución a sufragar los costes de la administración colonial fue reducida. Lo más correcto, en todo caso, sería buscar una explicación multicausal del fenómeno. A todo lo que acabamos de ver, esto es, la necesidad de colocar capitales en el exterior, asegurarse nuevos mercados, asegurarse el suministro de materias primas, el creciente nacionalismo que impregna toda la época, etc, etc, cabría añadir otras posibles causas, que si bien parecen tener una importancia más relativa merecen ser comentadas. Están, por un lado, las relacionadas con la teórica superioridad de la raza blanca, que impone una cierta “misión civilizadora”. Todo esto conectaría con una particular interpretación del darwinismo, que haría que algunas personas defendieran la necesidad de propagar la civilización occidental a aquellos pueblos considerados inferiores, y que habría que civilizar “a la europea”. Más allá de este “imperialismo racial”, podríamos hablar también de cuestiones como la acción evangelizadora de los misioneros (católicos y protestantes) o la curiosidad intelectual y el interés científico (que promueven muchas expediciones y exploraciones). Todo esto haría referencia a las causas y teorías que explicarían el auge y desarrollo del imperialismo. En cualquier caso, no debemos perder de vista que este fenómeno es posible porque se dan unas circunstancias concretas, unas condiciones que lo hacen factible. Destacarían sobre todo: -La enorme expansión demográfica que vive Europa. En 1815 había 190 millones de habitantes, en 1914 había 450 millones. Se calcula que unos 50 millones de europeos emigraron a las colonias. -La revolución de los transportes, sobre todo con la aplicación del vapor a la navegación. Además, el ferrocarril servirá como un impulso doble. Por un lado permitirá penetrar en los nuevos territorios, por otro lado, construir la red de ferrocarril en las colonias será un muy buen negocio. LOS MODELOS COLONIALES En la formación de una colonia, pueden establecerse diversas fases: a)En primer lugar, estaría la fase de la conquista, que resulta relativamente fácil para los países europeos, que gozan de una superioridad técnica y militar enorme respecto a la de los nativos de los territorios a colonizar. Resulta en este caso especialmente reseñable la importancia de la cañoneras, que permiten llevar tropas con celeridad y remontar ríos b)Una vez conquistado el territorio, debe organizarse. Se presentan diversas formas: 1.Colonias de explotación: suministran materias primas y no presentan ningún tipo de autonomía política. Están gobernadas por una minoría de funcionarios blancos provenientes de la metrópoli, bajo la dirección de gobernadores generales.
2.Colonias de poblamiento: en ellas se establece una gran cantidad de población de origen europeo, arrinconando progresivamente a los indígenas. Sí que presentas formas de autogobierno, aunque la política exterior y la defensa queda en manos de la metrópoli. El prototipo serían los “dominions” británicos: Canadá, Australia, Nueva Zelanda... 3.Protectorados: Se utilizó esta fórmula para aquellos países que habían gozado de gobiernos autóctonos antes de la conquista. En este caso, se decía que se ponía esta administración nativa bajo la protección de la metrópoli (Egipto, Marruecos...). Lo cierto es que se trata más que nada de una apariencia formal y que las diferencias con la explotación directa serán escasas. 4.Mandatos o fideicomisos: Se utiliza esta fórmula cuando un determinado estado recibe el encargo internacional de proteger / tutelar un territorio hasta que este adquiera la independencia. Proliferó tras la Primera Guerra Mundial, cuando la Sociedad de Naciones lo utilizó sobre todo con los territorios que habían pertenecido al imperio alemán. 5.Concesiones: En algunos países, como China, el control se limitó a ciertos puertos estratégicos. Las potencias colonialistas se hicieron conceder ventajas comerciales mediante el establecimiento de puertos francos, con bajas tasas aduaneras, en los que se intercambiaba materias primas por manufacturas. c)Y una vez organizado el territorio, pasa a explotarse. Esto se hace buscando el máximo beneficio económico para la Metrópoli. En este sentido, se suprime cualquier tipo de arancel entre metrópoli y colonia, mientras que se impulsan medidas de corte proteccionista para evitar la entrada de productos de otros países. En lo referente a la relación económica entre metrópoli y colonia, señalar que se trata de un intercambio de materias primas por productos manufacturados, la cual cosa evita la industrialización de la colonia. EL REPARTO DE ÁFRICA: PARADIGMA DEL IMPERIALISMO Pasando a analizar casos ya casos concretos, señalar que si hay un continente que representa la máxima expresión de la expansión colonial, ése es África. Durante más de la primera mitad del siglo XIX la acción europea sobre el continente africano había sido limitada. Se había ceñido a la posesión de determinados enclaves portuarios que le aseguraban las rutas mercantiles y de navegación, como el caso de la colonia británica de El Cabo o los archipiélagos costeros. Sólo en el norte la penetración europea había alcanzado una cierta notoriedad, con la instalación a partir de 1830 de Francia en Argelia. Puede decirse que el resto, la inmensidad del continente africano, era desconocido para la mayoría de los hombres blancos. Pero a partir de la década de los ochenta esta realidad se transforma radicalmente y en 1914 el continente estará totalmente ocupado y repartido entre las principales potencias europeas. En la lucha por hacerse con los territorios africanos hay muchos actores. Comparecen las grandes potencias imperialistas, Francia y Gran Bretaña, pero también Alemania, Portugal, Bélgica, Italia o España. Cabría señalar algunas líneas maestras que pueden ayudarnos a entender este proceso de expansión colonial:
a)La ocupación africana se hace de forma paulatina, desde la costa hacia el interior, siguiendo el curso de los grandes ríos. Se piensa que, si se ocupa un valle, se tiene derecho sobre toda la cuenca del río. b)Las grandes potencias persiguen un objetivo ideal, que es el poder llegar a formar un imperio continuo, que comunique de punta a punta del continente. Los franceses lo intentarán de Este a Oeste, desde Senegal a Somalia. Los ingleses lo intentarán de Norte a Sur, desde El Cairo a Ciudad del Cabo. Y Portugal querrá hacerlo también de Este a Oeste, aunque sobre una franja de terreno menor, entre Angola y Mozambique. Todo esto hacía que fuera inevitable que, más pronto o más tarde, hubiera un choque de intereses y las potencias pugnaran por un mismo territorio. Será el proyecto británico el que acabará imponiéndose, tras los choques con Portugal durante la crisis del ultimátum (1890) y con Francia en Fashoda (1898). Además de vencer la resistencia de los Estados Bóers , que finalmente serán integrados en la colonia británica tras una cruenta guerra iniciada en octubre de 1899. c)A nivel legal se plantea un dilema. ¿Qué es lo que da derecho a un territorio? ¿Su descubrimiento o su ocupación efectiva?. Para buscar una solución a esta cuestión, así como a las tensiones que iban surgiendo, la diplomacia alemana actuó ofreciendo la fórmula de una Conferencia Internacional, para buscar una solución de conjunto. Francia acepto la sugerencia del canciller alemán, Bismarck, llegando antes de su celebración a un acuerdo con Alemania para que esta atrajese a la Conferencia a Inglaterra, dándole un carácter internacional. La Conferencia de Berlín, se celebró entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885. En ella participaron los principales países europeos, además de Estados Unidos, Rusia y Turquía En la Conferencia los países se dividían en dos grupos: aquellos que poseían colonias en la costa, que reivindican su derecho a reservarse la zona interior, caso de Portugal o España, y aquellos que defienden el derecho de ocupación efectiva del territorio, como Inglaterra o Alemania, por encima del derecho de descubrimiento. Será esta última argumentación la que triunfe definitivamente. Tras las reuniones de la Conferencia, se elaboró un acta general en la que se reconocía: -La creación del Estado Libre del Congo, bajo patrocinio personal del rey Leopoldo II de Bélgica, delimitándose una zona francesa en la margen derecha del río. -La libertad comercial y de navegación en las cuencas de los ríos Congo y Níger -Se establece el criterio de la ocupación efectiva como único válido para los territorios sin ocupar Como consecuencia de esta última cláusula, el reparto de África se aceleró y todos los países participaron en esta carrera animados de un nuevo nacionalismo. Alemania adquirió Togo, Camerún, África del Suroeste y África Oriental. Inglaterra, primero, a través de las grandes compañías dotadas de carta y a partir de 1890 por la acción directa gubernamental, amplió sus dominios: Nigeria, Uganda, Rhodesia (las actuales Zambia y Zimbabwe) y Bechuanalandia (la actual Botswana)
Francia extenderá su control sobre el bajo Níger: Costa de Marfil, Guinea y Dahomey (Benín) , así como consolidará su presencia en Madagascar. Portugal reafirmó su control sobre Angola y Mozambique. España, se encontraba en Guinea Ecuatorial y Sahara occidental e Italia se estableció en Somalia y creó la colonia de Eritrea en 1890. En esta carrera por ocupar la mayor parte posible del suelo africano surgieron numerosas rivalidades. Las más importantes fueron las derivadas de los proyectos, anteriormente reseñados, para crear grandes imperios coloniales continuos, alineados en un eje, que atraviese el continente. Pasaremos ahora a comentar brevemente la cuestión del reparto del África Mediterránea que había vivido algunos de sus episodios más relevantes antes de la propia Conferencia de Berlín. Si bien el contacto europeo con esta zona se remonta a tiempos anteriores, buena parte de la misma se hallaba sometida a la soberanía del imperio turco durante el siglo XIX, por lo menos en teoría, salvo Argelia, que desde 1830 conoce la presencia francesa; el imperio de Marruecos, bajo la dinastía Alauita; y Egipto que bajo el gobierno de Mehemet Alí (1805-1849) alcanza una práctica autonomía del imperio Otomano. Francia intensificará su presencia en Argelia desde 1873, produciéndose una importante emigración hacia territorio argelino. El otro punto por el que los europeos muestran interés desde mediados de siglo, será Egipto. Aunque aquí se trata, en un principio, de intereses económicos. Franceses e ingleses rivalizarán por obtener concesiones económicas. Prueba de ello, es la concesión a Inglaterra del ferrocarril Alejandría-El Cairo-Suez y, a Francia la construcción del canal de Suez, obra del ingeniero Lesseps, finalizado en 1869. Poco a poco Egipto fue endeudándose financieramente con estas potencias, que en consecuencia acabarán controlando indirectamente el país. El culmen de esto llega cuando los británicos logran hacerse con el control de la mayoría de las acciones del canal, hasta entonces en manos egipcias. El control llegaría a su máxima expresión cuando se produce, en 1882, la ocupación militar de Egipto por parte de los británicos. Egipto se convierte en un protectorado de hecho, que no de derecho. Si Gran Bretaña domina Egipto, Francia hace lo propio con Túnez, estableciendo desde 1881 un protectorado. La acción de Francia sobre Túnez frustró las apetencias coloniales italianas, que aspiraban a hacer de Túnez, la punta de flecha de su penetración africana, aprovechando en el, la presencia de numerosos emigrantes italianos. LA CUESTIÓN DEL LEJANO ORIENTE Junto al reparto de África, el otro gran punto del planeta donde actuaron más las potencias coloniales fue Asia. En este caso, resulta importante reseñar que no sólo intervinieron las potencias tradicionales, sino también otras no presentes en el reparto de África, como Rusia, Japón o Estados Unidos. En Asia se hallaba la “joya de la corona” de Gran Bretaña, la India, explotada desde el siglo XVIII por la Compañía de las Indias Orientales. Este territorio jugaba una importancia cada vez mayor en la economía británica, sobre todo como exportadora de
algodón. Tras la revuelta de los cipayos, en 1857, el gobierno decide reorganizar la colonia y ponerla bajo la administración directa de la metrópoli. Además, para establecer una zona de seguridad en torno a su gran colonia, los británicos rivalizarán con Francia para anexionarse Birmania, y con Rusia para tratar de dominar Afganistán y el Tíbet. Francia centró su actuación en la zona de Indochina. Estaba instalada en el lejano oriente desde la década de los sesenta, tras las expediciones enviadas durante el segundo imperio para proteger a las misiones francesas, que desembocaron en la ocupación de las provincias orientales de Cochinchina en 1862, y el establecimiento de un protectorado sobre Camboya en 1863. En la década de los ochenta impulsa de nuevo su presencia en la zona e impone su autoridad sobre Annam y Tonkín en 1884. Con estos territorios se crea en 1887 la Unión Indochina, a la que se une Laos en 1893. Como frontera entre los territorios del imperio francés y los del imperio británico, a modo de estado tapón, se mantuvo libre y sin colonizar Siam, la actual Tailandia. La lucha por el control de China marca la culminación del imperialismo europeo. Los territorios adyacentes habían sido ya conquistados por los franceses, rusos y británicos, que tenían intereses muy concretos en algunas zonas del territorio chino. Un territorio que, por otro lado, se había abierto cada vez más al comercio internacional, a raíz de las guerras del opio y el tratado de Nanking (1842), considerado el primero de una serie de tratados llamados “desiguales”. En ellos, las potencias occidentales se aseguraban el libre comercio en un número cada vez mayor de puertos chinos. Los franceses se situaron en las provincias del sur fronterizas con Tonkín. Los intereses británicos, situados en Hong-Kong y Shangai, apuntaron a la cuenca del Yangtsé. Y Rusia aspiraba a Manchuria y Corea, es decir, al norte de China. Pero en este juego de calculo entró desbaratando sus planes el Japón, occidentalizado y modernizado a raíz de la revolución Meiji. El expansionismo nipón se orientaba sobre todo hacia la ribera asiática del Pacífico, para abastecer de alimentos y materias primas a su creciente población. A esto habría que unir un fuerte nacionalismo, alimentado por las tradiciones sintoistas de culto al emperador. Tras la guerra chino-japonesa (1894-1895) y la guerra ruso-japonesa (1904-1905), Japón quedó consolidado como una potencia imperialista en la zona, pues había pasado a controla Formosa, Port Arthur, Pescadores, el sur de Sajalín, el sur de Manchuria y Corea, sobre la que se estableció un protectorado. Finalmente, y en una última referencia a China, indicar que el control y la explotación económica cada vez mayor a manos de países extranjeros se tradujo en un creciente descontento que, tras revueltas como la de los Cien Días (1898) o la de los Bóxers (1900-1901), acabaría cristalizando en la revolución de 1911 y la caída del Imperio. El IMPERIALISMO NORTEAMERICANO Junto a la aparición del imperialismo japonés, la otra gran irrupción en la mesa de las potencias imperialistas es la de los Estados Unidos.
A finales del XIX, este país había experimentado un espectacular crecimiento económico y demográfico, convirtiéndose en una potencia mundial. Además, se había dado una importante industrialización en la costa noreste del país. El creciente proteccionismo europeo hizo que poco a poco fuera cuajando en Norteamérica la idea de que era necesario asegurarse el control de ciertas zonas en las que colocar sin problemas sus productos. Esto, unido a la difusión de ideas que justificaban la superioridad racial de los anglosajones, fue configurando una opinión pública y política favorable al expansionismo. Como área principal de su influencia situaron el continente americano, desde el Caribe hasta el Cono Sur. La política exterior norteamericana no se caracterizaba por la ocupación directa de los territorios, sino por la injerencia en los asuntos internos de los países y la sumisión económica de los gobiernos. Así, puede hablarse de neocolonialismo. Posiciones como el panamericanismo y la doctrina del Gran Garrote, de Roosevelt, o la llamada Diplomacia del Dólar, del presidente Taft, son un buen ejemplo. Ambas defienden los intereses económicos de las compañías norteamericanas, allá donde pudieran estar amenazados, sin descartar las intervenciones militares si fueran necesarias. Un ejemplo prototípico sería la guerra contra España en 1898, tras la que los Estados Unidos pasan a controlar Cuba y Puerto Rico, además de Filipinas y Guam. El control norteamericano de los gobiernos autóctonos se daría también en otros países, como Panamá, Nicaragua o la República Dominicana. Del mismo modo, los Estados Unidos adquirieron conciencia de sus intereses en el Pacífico y reconocieron la importancia de las islas del Pacífico septentrional, como avanzadas para la defensa de la costa occidental americana. Desde 1875 tomaron bajo su protección las islas Hawai, que acabarían anexionándose en 1898. Ese mismo año, como ya hemos indicado, reforzaron su presencia en la zona con la obtención de las posesiones españolas de Filipinas y la isla de UAM. Los acontecimientos de este año confirmaron al mundo la aparición de los Estados Unidos como potencia imperialista. LAS CONSECUENCIAS DEL COLONIALISMO Al analizar las causas y teoría que podrían explicar el fenómeno colonial, ya hemos visto algunas de los beneficios obtenidos por las grandes potencias. Desde el poder dar salida a un excedente demográfico, hasta el conseguir nuevos mercados o asegurarse el suministro de materias primas. Ahora, y de forma breve antes de pasar a abordar los principales conflictos internacionales previos a 1914, al estallido de la 1ª Guerra Mundial, apuntaremos algunas de las consecuencias que tiene el fenómeno sobre los pueblos colonizados: Desde un punto de vista económico, se crearon una serie de comunicaciones férreas y marítimas desequilibradas, diseñadas únicamente para conectar los centros productores con los puertos de embarque, desde los que se exportaba a la metrópoli. Por otro lado, el tipo de relación económica desigual entre metrópoli y colonia impidió el desarrollo industrial de las colonias. Un ejemplo prototípico sería la destrucción de la artesanía textil de la India.
En clave social, los pobladores blancos dominaron totalmente a los indígenas, produciéndose una importante segregación social y marginación. Además, el reparto del mundo entre las grandes potencias supuso el diseño de fronteras artificiales y arbitrarias. Así, se englobaron tribus o grupos étnicos rivales dentro de un mismo estado, generando y fomentando odios y conflictos que perduran hasta hoy. Finalmente, señalar que la introducción de la medicina occidental en estas sociedades, con la consiguiente reducción de la mortalidad, sentó las bases de las hambres endémicas en África, por ejemplo, puesto que ese aumento poblacional no estuvo acompañado de un desarrollo de las estructuras económicas. A todo esto habría que añadir la destrucción o retroceso de muchas culturas indígenas, con lo que esto supone de pérdida de identidad, ante el avance de la civilización europea, de la cultura, lenguas y cosmovisión europeas. LOS CONFLICTOS INTERNACIONALES ANTES DE 1914 La época inmediatamente anterior a la 1ª Guerra Mundial viene marcada por la existencia de un período de importantes tensiones en el campo de las relaciones internacionales, que acabarían desembocando en la Gran Guerra. Muchas de ellas vendrían marcadas, precisamente, por el expansionismo colonial. En cualquier caso, podemos situar 3 grandes líneas en lo que a rivalidades y focos de tensión se refiere: a)Por un lado tendríamos el conflicto entre Francia y Alemania, latente y sin cicatrizar tras la derrota francesa en la guerra franco-prusiana de 1870, y la pérdida de Alsacia y Lorena. b)En segundo lugar tendríamos el contencioso entre Austria y Rusia por ampliar su influencia en la zona de los Balcanes, a costa de un Imperio Turco cada vez más debilitado. La intención del Imperio Ruso de aumentar su papel internacional erigiéndose en protector de los pueblos eslavos del sur (Serbia y Bulgaria) chocaba con los intereses de Austria. c)Por último, tendríamos la cada vez mayor rivalidad económica entre Gran Bretaña y Alemania, pues este último país se había desarrollado enormemente y era una potencia industrial capaz de competir con los británicos LOS CONFLICTOS COLONIALES El imperialismo colonial afectó directamente a las relaciones entre los Estados europeos antes de la Primera Guerra Mundial, contribuyendo al clima que la hizo posible. En primer lugar, las posturas adoptadas en el plano internacional por las potencias, por motivos coloniales, chocaron con el sistema internacional diseñado por Bismarck tras la guerra franco-prusiana de 1870. Este sistema de alianzas, basado en el intento alemán de aislar a Francia y garantizar un equilibrio (centrándose Alemania en dominar el continente y dejando a Gran Bretaña el dominio oceánico) se quebrará en gran parte por la nueva política mundial de Guillermo II, la Weltpolitik, totalmente opuesta a la Realpolitik de Bismarck. Así, Alemania se lanzará a la carrera imperialista y buscará la formación de una imponente flota naval, lo que provocará la formación de alianzas para hacer frente a la creciente agresividad germana.
Además, las rivalidades coloniales y la carrera de armamentos que les acompaña, especialmente en el caso de la rivalidad anglo-germana, afectaron la vida internacional, creando un clima, en la opinión europea, de enfrentamiento generalizado que tarde o temprano se produciría como consecuencia lógica de la lucha por la supervivencia. En 1900, podía decirse que no había apenas región del mundo que no hubiese sido descubierta y explorada y que tampoco quedaba ninguna que no perteneciese directamente a alguna potencia o fuese zona de su influencia. Podrían encontrarse que no perteneciesen claramente a ninguna otra nación, pero, en ese caso, era seguro que se debía a que dos o más posibles dueños se la disputaban. Los intereses de los europeos chocaban en todas las regiones del mundo. Unas veces entre sí; otras, con naciones extraeuropeas. Gran Bretaña y Francia se encontraron en Fashoda cuando intentaban prolongar sus áreas de dominio en África en dirección norte-sur y este-oeste, respectivamente. Los intereses rusos y británicos no sólo se enfrentaban ya en Afganistán, sino también en Persia. Británicos, alemanes y franceses se disputaban Asia Menor. Italianos, británicos y franceses aspiraban a dominar Etiopía... Ningún conflicto colonial fue más grave, sin embargo que el que enfrentó a franceses, ingleses y alemanes en Marruecos, con la participación menor de España. En Marruecos confluían las ventajas económicas tradicionales y su riqueza en minerales con los intereses estratégicos. Su riqueza mineral era una golosina para las naciones industrializadas que cada vez tenían una mayor necesidad de materias primas. Su posición era privilegiada: tenía costas al Atlántico con puertos vitales para la ruta británica a las Indias a través de El Cabo y costas al Mediterráneo que dominaban el Estrecho de Gibraltar y las rutas hacia el Canal de Suez. Para Francia, su control suponía la seguridad de Argelia. Pero Marruecos era una de las pocas zonas del mundo que, a principios del siglo XX, aun no había sido repartida. Por lo que suponía para Alemania una de sus escasas posibilidades de tomar posiciones en el mundo colonial. También España hacia valer sus derechos históricos sobre la zona del Magreb, pero su capacidad de imposición era netamente inferior a la de sus contrincantes . En 1904, británicos y franceses llegaron a un acuerdo para disipar sus diferencias en lo tocante al reparto del mundo: libertad de acción para los primeros en Egipto a cambio de libertad de acción para los segundos en Marruecos. Surge así la Entente Cordiale, que perjudica claramente los intereses alemanes. La primera crisis marroquí se da en 1905, cuando el káiser Guillermo II ofrece su apoyo militar al sultán de Marruecos (llegando a desembarcar en Tánger) para asegurar la independencia del territorio y evitar que se convierta en un protectorado francés. La tensión logra solucionarse momentáneamente con la Conferencia Internacional de Algeciras, de 1906, que reconocía el predominio francés en la zona, estableciéndose un protectorado franco-español sobre Marruecos. La crisis se reproduciría en 1911. Con motivo de una insurrección en el sur de Marruecos, Alemania envía una cañonera a la costa de Agadir, con el pretexto de proteger a los súbditos alemanes. La guerra está a punto de estallar, pero al final se impone una solución pacífica y Alemania renuncia a sus intereses marroquíes y reconoce el protectorado francés, a cambio de una parte importante del Congo francés. De todos estos conflictos lo que se deriva, en términos de relaciones internacionales, es la consolidación de un acercamiento franco-británico, para frenar la política agresiva de la Alemania guillermina. Los ruidosos intentos del Kaiser para
frenar a Francia en Marruecos y para separar a Londres de París, no lograron otra cosa que convencer a las dos potencias occidentales de la necesidad de actuar conjuntamente para aislar a Alemania. En 1907, un acuerdo anglo-ruso puso fin a muchos años de antagonismos en Asia central entre Rusia y Gran Bretaña. Además, permitía reforzar, en Europa, la posición de un nuevo bloque de estados: el formado por la alianza franco-rusa y por las ententes franco-británica y anglo-rusa. Se consolida así la Triple Entente, claramente contrapuesta a la vieja Triple Alianza entre Alemania, Austria e Italia, surgida de los tiempos de Bismarck. De esta manera, el sistema europeo diseñado por el antiguo canciller alemán se había transformado, como consecuencia de los conflictos coloniales y de la solución que se había dado a alguno de ellos en un sistema bipolar en el que se enfrentaban dos bloques de potencias: la Triple Entente y la Triple Alianza, bloques que en los años 1907-1914 seguirán compitiendo en el terreno colonial mientras se desarrollaba una importantísima carrera de armamentos, sobre todo naval, que jugará un papel decisivo en el estallido de la Primera Guerra Mundial. CONFLICTOS EN EUROPA Las disputas coloniales habían situado a las naciones europeas al borde de la guerra en múltiples ocasiones. Sin embargo, siempre se pudo evitar un conflicto entre ellas en el último momento. Conferencias y tratados proporcionaban soluciones aunque fuesen provisionales. El que se hubiese evitado la guerra no quería decir que se hubiesen eliminado las tensiones. Era evidente que esos mil y un enfrentamientos iban introduciendo malestar e inestabilidad en las relaciones internacionales y convertían así el orden mundial en un barril de pólvora. Pero la chispa que habría de provocar la explosión se encendería en Europa. A partir de 1907, con la firma del Acuerdo anglo-ruso, se puede considerar iniciada una nueva etapa en las relaciones internacionales, caracterizaba por un triple rasgo: el enfrentamiento de los bloques antagónicos Triple Alianza-Triple Entente, la disminución de los conflictos coloniales y el recrudecimiento de las tensiones debidas a causas puramente europeas. No es difícil presuponer que esas tensiones habrían de tener por foco y escenario la zona más delicada del mapa del Viejo Continente, los Balcanes. La crisis Bosnia de 1908-1909 Se ha dicho muchas veces que la crisis balcánica que se inició en 1908, vista con perspectiva histórica, puede considerarse un "ensayo general" de la que, en 1914, condujo a la 1ª Guerra Mundial. En efecto, los pasos que siguió fueron muy semejantes. En realidad, la crisis se había iniciado cinco años antes cuando, en 1903, es derrocada la dinastía pro-austriaca que hasta entonces había reinado en Servia, fue derrocada. En su lugar, fue elevado al trono Pedro Karageorgevitch, de reconocido radicalismo nacionalista y partidario de la creación de un gran Estado que cobijase a todos los eslavos de los Balcanes bajo la tutela y dirección de Servia. Con la subida de Pedro I, el apoyo servio a los nacionalistas de Bosnia-Herzegovina empezó a ser cada vez menos extraoficial para pasar a ser, por lo menos en la opinión de Austria, descarado. El gobierno del Emperador intentó castigar a los servios mediante sanciones económicas que no constituían una amenaza demasiado inquietante ya que hacia tiempo
que el pequeño país balcánico tenía establecido sus principales lazos financieros con Francia. La postura de Servia se volvió más arrogante después de 1905, cuando Rusia, tras su derrota frente al Japón, volvió a mostrarse atenta, interesada y vigilante en lo referente a los asuntos balcánicos. No dudaba de contar con el apoyo del Zar en caso de un conflicto con Austria. En 1908, Austria anexiona al Imperio Austrohúngaro Bosnia-Herzegovina, territorio que ya controlaba desde 1878. Servia protestó y buscó el apoyo ruso. El imperio Turco que era legalmente el más atacado, ya que esta zona seguía siendo teóricamente turca, no estaba en condiciones de reaccionar. Ese mismo año se había producido la revuelta de los Jóvenes Turcos, oficiales progresistas que pretendían una modernización de su país. Rusia sí reaccionó con prontitud. Se cruzaron ultimátums, se movilizaron tropas. Sin embargo, Rusia no estaba en condiciones de emprender una guerra en solitario. Reclamó la ayuda que creía corresponderle de Francia por el acuerdo de 1894 y de Gran Bretaña por el de 1907. Pero ninguno de sus aliados estaba en ese momento dispuesto a una guerra, así que ambos le recomendaron moderación y el Zar hubo de retirarse mascando una humillación que valdrá para explicar su intransigente postura en 1914. No eran solo Servia y Rusia las humilladas. Los italianos consideraban que, según los términos de la Triple Alianza, cualquier alteración en el status quo de los Balcanes debería repercutir en beneficios concretos para ellos. Cuando comprobaron que AustriaHungría, una vez conseguida la anexión de la Bosnia-Herzegovina, no estaba dispuesta a nada más, se indignaron hasta el punto de firmar un tratado con el Zar para el reparto de los Balcanes. Rusia se retiró e Italia vio frustradas sus ilusiones. Pero no renunció a sus pretensiones. El reparto de los Balcanes. Apenas dos años después, Italia intentó el desquite. Aprovechando un momento delicado de las relaciones internacionales, la segunda crisis marroquí, que se produjo en 1911, declaró la guerra a Turquía y le arrebató la Tripolitania. La acción italiana sirvió de ejemplo a los estados balcánicos, en los cuales los ánimos no se habían calmado después de la crisis anterior. Servia necesitaba urgentemente un pretexto para resarcirse y lo encontró en la actitud intransigente de los "jóvenes turcos" frente a las minorías cristianas de Macedonia. Por otra parte, Rusia, tan ansiosa de un desquite como Servia y que se encontraba mucho más fuerte que tres años atrás, estaba dispuesta a emprender cualquier acción en busca del prestigio perdido. Los demás estados balcánicos no estaban dispuestos a quedarse al margen. Así, Grecia, Bulgaria y Serbia conforman una Liga Balcánica que, con ayuda rusa, derrota a los turcos en 1912, quedando reducida la presencia otomana en Europa a Constantinopla y los estrechos. Un año después, en 1913, estalla una guerra entre los vencedores, para repartirse los territorios ganados a los turcos. De nuevo la amenaza de la guerra se cernía sobre Europa porque Austria-Hungría no estaba dispuesta a consentir un engrandecimiento de Servia que le otorgase una salida al Adriático. Por el tratado de Bucarest de 10 de agosto de 1913, los litigantes se repartieron los restos del imperio Turco en Europa. Grecia se anexionó la mayor parte de Macedonia; Servia se engrandeció notablemente pero, ante la firme oposición de Austria-Hungría, renunció a su salida al mar, permitiendo la creación del estado independiente de Albania
que se interponía entre ella y el Adriático. Los rumanos, que sólo se habían sumado a la lucha en el último momento, obtenían una pequeña compensación territorial. La gran perdedora, entre los países que habían luchado juntos para vencer a los otomanos, era Bulgaria, para la que el sueño de la Gran Bulgaria se esfumaba nuevamente. Que la solución de Bucarest era provisional estaba en el ánimo de todos y, en consecuencia, los estados balcánicos se aprestaron a establecer conversaciones con las grandes potencias para asegurarse su apoyo en una previsible próxima reorganización de las fronteras entre ellos. Diez meses después de la firma del tratado de Bucarest, el heredero del trono austro-húngaro, Francisco Fernando, y su esposa viajaron a Sarajevo, capital de BosniaHerzegovina, para presidir unas maniobras militares. Fueron asesinados por unos jóvenes terroristas adiestrados en Servia. En esta ocasión, las posturas moderadas no lograron imponerse en las cancillerías europeas y el mundo se precipitó en la Gran Guerra.