FRANCOIS VANDENBROU
los
Salmos y
Cristo
um cantaveris, silebis aliquai vita tua sic canta, ut nunquam sileas.
SAN AGL Enarrat. ¡n Psalm. 1
FRANCOIS VANDENBROUCKE
ESTELA
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LOS S A L M O S Y C R I S T O
EDICIONES SIGÚEME Apartado 332 SALAMANCA 1965
Traductor: José Valladares.—Obra original: Les Psaumes et íc Christ. — Editor: Centre Liturgique. Abbaye du Mont-César. Louvain.—Censor: José Gómez Lorenzo.—Imprímase: "f Mauro Rubio, Obispo de Salamanca, 20. noviembre 1964.
ÍNDICE Páginas
Introducción Reservados todos los derechos. En exclusiva para lengua castellana.
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El problema y los principios de solución.
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Datos de la exéresis literal 1. El «yo» de los salmos: los poetas inspirados 2. Los actores de los salmos: Yavé y su Pueblo 3. ¿Los salmos, poemas de Cristo y de la Iglesia?
EDITORIAL Y GRÁFICAS «SENÉN MARTÍN».—AVILA
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Soluciones de los P a d r e s . . . . . . . . . . 1. ¿Tipo o alegoría? 2. ¿Cristianizar los salmos «desde arriba» o «desde abajo»?
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o.
La respuesta del Nuevo Testamento.
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4.
La aplicación en la liturgia
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Conclusión "•
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A. Es propiedad O Edieiones Sigúeme.
Núm. Registro: S. 628/64. Depósito legal: AV. 7-1965
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¿Cómo cristianizar cada uno de los 150 salmos?
Apéndice.
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Distribución de los salmos en el breviario romano
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INTRODUCCIÓN Las presentes páginas, redactadas en un principio en forma de artículos, aparecieron parcialmente en la revista Questions Liturgiques et Paroissiales a través del año 1952. El objetivo de tales artículos era dilucidar numerosas cuestiones que atañen a la interpretación de la Biblia en general, y del salterio más en particular. Sabido es, en efecto, que estos problemas adquieren hoy día un renovado interés, debido sin duda a los estudios bíblicos, patrísticos y litúrgicos, que han prestigiado la ciencia católica durante la primera mitad del presente siglo. Los innumerables trabajos realizados, de carácter técnico y poco preocupados de las contingencias de la vida cotidiana, dan ahora sus frutos espirituales y apostólicos. Al intentar concretar los resultados de toda esta fermentación, únicamente hemos tenido presente la ayuda que esto ha de prestar tanto a los fieles como a sus pastores, con vistas a la comprensión y al rezo de los salmos: éstos constituyen la parte principal del breviario de la Iglesia y una parte notable del misal; cap9
tar, por tanto, el mecanismo de su «cristianización» es de una importancia decisiva para que su rezo y su canto sean verdaderamente una oración cristiana. Para ello hemos utilizado sucesivamente los datos provenientes de la exégesis literal; en segundo lugar, los proporcionados por los Padres de la Iglesia, que dieron a la interpretación cristiana de los salmos un empuje vigoroso, pero con frecuencia incierto de su propia dirección; en tercer lugar, los datos de la misma Escritura, más segura de su camino cuando cita los salmos para aplicarlos a Cristo y a su Reino; y, finalmente, los de la liturgia, que representa la manera más autorizada de «leer a Cristo» en los salmos, puesto que es la de la misma Iglesia en su oración común. Acto seguido hemos tratado de resumir en breves fórmulas la manera más natural de «cristianizar» cada uno de los ciento cincuenta salmos, teniendo en cuenta precisamente esas diversas aportaciones de la exégesis, del Nuevo Testamento y de la liturgia. Esta síntesis final a algunos les parecerá más útil para el rezo del breviario o canto del oficio que todo lo anterior. Y es muy cierto. Pero téngase en cuenta que esas orientaciones «prácticas» deben todo su valor a la paciente investigación que les precede. Una de las grandes ventajas de esta segunda parte será la de ayudar mucho a los lectores a escudriñar las Escrituras, obligándoles a abrir el Nuevo Testamento y tomarse la molestia de comprobar en el salterio las citas más 10
interesantes. Muchos descubrirán así la riqueza extraordinaria que se oculta bajo las apariencias más simples de los libros inspirados. Sin duda que esto supondrá para ellos una revelación. Otra ventaja que ofrece la segunda parte, según creemos, será la de ayudar a muchos liturgistas profesionales a descubrir los cauces que ha seguido la lectura cristiana de los salmos a través de veinte siglos de historia cristiana. Si tienen presente que el fondo más antiguo de nuestra liturgia romana está constituido por la liturgia del tiempo, y, dentro de ésta, primero por las fiestas del ciclo pascual y después por las del ciclo de Navidad; y que las fiestas del Santísimo Sacramento, del Nombre de Jesús, de la Sagrada Familia y, finalmente, de Cristo Rey son posteriores a ese fondo primitivo (del siglo XIV hasta nuestros días), podrán sacar muchas consecuencias útiles sobre la evolución de las ideas respecto al cristianismo de los salmos. Hemos intentado ofrecer en pocas líneas una síntesis de esa evolución, como se verá en las páginas 91-94. El presente libro no pretende aportar luces nuevas en todas las cuestiones. En la mayoría de las ocasiones se contenta con recoger las sólidas enseñanzas de los diversos trabajos llevados a cabo para descubrir el sentido cristiano de los salmos'. Tiene esto especial aplica1 Nuestra bibliografía será breve. A este propósito remitimos, para una más amplia información, a nuestros artículos publicados en Questions Liturgiques et Paroissiales y a las bibliografías que allí regularmente se publican.
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ción a cuanto digamos de Yavé y su Pueblo según los salmos: se encontrarán otros estudios magníficos sobre estos temas, y muy completos. Nosotros sólo utilizaremos lo que sirve precisamente para aclarar nuestras ideas generales. Posiblemente haya más originalidad en los dos capítulos dedicados a la lectura cristiana de los salmos en el Nuevo Testamento y en la liturgia; después, en la segunda parte, dedicada a cada salmo en particular. De hecho nos hemos consagrado a hacer un examen completo de todas las citas de los salmos que se encuentran tanto en la Escritura como en la liturgia; y sin pretender decir en todo cosas nuevas, estamos convencidos de que este trabajo merecía hacerse con toda atención. Pero nuestro propósito no ha sido la erudición como tal: ello explica que algunas interpretaciones de detalle puedan parecer a algunos exégetas o liturgistas profesionales un tanto imprecisas. Era preciso que se cumpliera todo lo que está escrito en los salmos de Mí (Le 24, 44): estas palabras de la Escritura resumen, sin duda, mejor que otras muchas consideraciones, el objetivo de las presentes páginas. Lovaina,
Mont-César. Asunción, 1955.
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1 EL PROBLEMA Y LOS PRINCIPIOS DE SOLUCIÓN
El movimiento bíblico actual tiene una característica: su marcado interés por los salmos. Ascienden a varias decenas las publicaciones que al cabo del año se ocupan exclusivamente de este tema. Aparte de algunos trabajos científicos 1, la nota más relevante que se advierte en ese conjunto de publicaciones es la preocupación por llegar a un amplio público; preocupación que ha ido en aumento a partir de la nueva versión latina o «salterio de Pío XII». Estas traducciones y comentarios, muy bien realizados en general 2 , han contribuido pode1 Citemos a J. CALES, S. J., Le livre des Psaumes traduit et commenté. París 1936, 2 v.—E. PODECHARD, P. S. S., Le Psautier. Lyon 1949-54, 3 v. Y sobre todo R. TOURNAY, O. P., Les Psaumes. Traducidos con la colaboración de R. SCHWAB, en La Bible de Jérusalem. París 1950. 2 Una bibliografía moderna de las Traductions et commentaires modernes en langue francaise se encuentra publicada en LMD 33 (1953) 218-225. Pueden verse
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rosamente, de veinte años a esta parte, a que se conociesen y rezasen los salmos por parte de muchos fieles, que de otro modo no hubieran podido descubrir en esos himnos, procedentes de un horizonte espiritual tan distinto al suyo, un alimento siempre provechoso y actual. El principal punto de vista de todos los trabajos es el de la exactitud exegética. En esto siguen la línea de lo que constituye la máxima preocupación de la exégesis bíblica desde hace medio siglo y responden, por otra parte, a una exigencia moderna que desborda ampliamente el mundo de los teólogos profesionales. Esta preocupación por la exactitud es tan sorprendente, que la traducción del P. Tournay, O. P., en la Bible de Jérusalem, por ejemplo, ha revelado por contraste cómo los LXX y la Vulgata han dulcificado, al traducirlas, ciertas invectivas, y cómo, al emplear palabras ricas en evocaciones cristianas, los traductores han cristianizado, sin duda inconscientemente, la atmósfera del salterio original 3 . En efecto, considerados en sí mismos, en sentido literal, los salmos se desenvuelven por lo general en una atmósfera infracristiana, y esta también las informaciones publicadas regularmente desde 1946 p o r las QLP en su Bulletin de Littérature Liturgique. 3 Sobre las dificultades en la traducción de los salmos, y en particular sobre los principios que h a n guiado al P. Tournay y a M. R. Schwab en la hecha p o r ellos para la Bible de Jérusalem, véase R. SCHWAB, Comment traduire les psaumes: LMD 33 (1953) 72-85; y T H . G. CHIFÍLOT, O. P., ibíd., 85-92.
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palabra quiere indicar exactamente un mundo de relaciones entre Dios y el hombre inferior todavía y anterior, a la mediación de Cristo y a la ley del amor. En el mejor de los casos, ciertos pasajes—siempre en sentido literal—, al hablar del Mesías o del rey, no hacen más que presentir, «profetizar» lo que habrán de ser Cristo y su Reino. Pero los dos grandes personajes que ocupan el primer plano del salterio son Dios y el salmista. Los demás personajes, como el rey o el Mesías, o los enemigos, aparecen más raramente en primer plano. Más de un comentarista antiguo, no obstante su propensión a la exégesis espiritual, no se llevó a engaño por esto, y dedujo acertadamente como consecuencia que aun tomados los salmos bajo esta sola perspectiva, sin acudir, por tanto, para su interpretación, al misterio cristiano, suponen una ayuda valiosísima en nuestra oración 4 . Los salmos, pues, contienen una gran riqueza espiritual, aun rezándolos tal cual se presentan, aun sin la ligera cristianización que les * Véase a este propósito CASIODORO, In Psalterium, praef.; NICETAS, De psalmodiae bono, 5; S. AGUSTÍN, In ps. 54, 1; in ps. 30, 1. El último de estos textos de S. Agustín dice claramente: «Si orat psalmus, orate; et si gemit, gemite; et si gratulatur, gaudete; et si sperat, sperate; et si timet, tímete. Omnia enim quae hic scripta sunt speculum n o s t r u m sunt». E s poco m á s o menos el célebre consejo de S. Benito, cuando deseaba q u e en la salmodia «mens n o s t r a concordet voci nostrae», Reg. 19; p o r lo demás, este texto lo había copiado casi literalmente de S. Agustín, Regla o Ep. 211, 7; cf. Ep.
48, 3; y posiblemente de S. CÉSAR, Reg.
virg. 18, y de NICETAS, De psalmodiae
ad
bono, 3.
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han dado, como hemos dicho, las versiones griega y latina, aun sin la cristianización bastante extrínseca del Gloria Paíri5. Pero la Iglesia, ya desde sus orígenes más remotos, ha intentado cristianizar los salmos de una manera más explícita. No se ha contentado con ver solamente en ellos un diálogo entre el hombre y Dios. Siempre ha creído que los salmos cantaban a Cristo: «Era preciso que se cumpliera todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, y en los Profetas, y en ios Salmos, de Mí» (Le 24, 44). Ahora bien, ¿qué es lo que dicen los salmos de Cristo? ¿Qué acomodaciones de sentido, qué criterios ha tenido presentes la Iglesia para descubrir y ver en esos poemas, procedentes de otra época y de una economía imperfecta de la salvación, profecías de Cristo? Y, ¿no habrá más? ¿Esos salmos proféticos no son al mismo tiempo plegarias de Cristo, en cuyo caso podrían también constituir la mejor oración de la Iglesia desde el momento en que las hace suyas? Y, entonces, ¿cómo cristianiza la Iglesia los salmos?
respuestas. Con frecuencia resultan satisfactorias por lo que se refiere al rezo y a la «lectura de la Biblia» en general. Pero si los salmos constituyen la parte del Antiguo Testamento más empleada en la liturgia, interesa descubrir el mecanismo de su cristianización: esto proyectará al mismo tiempo nuevas luces sobre el cristianismo de nuestros libros litúrgicos. Trataremos de formular claramente dichas respuestas, no teniendo más aspiración en algunos casos que la de comparar los últimos estudios hechos y sacar de ellos unas conclusiones ciertas.
Estas preguntas han recibido muy diversas 5 El Gloria recuerda que los salmos se dirigen al Dios cristiano, uno y trino. No se introdujo hasta el iiglo v: véase P. BLANCHARD, O. S. B., La correspondance du Pape saint ¡Jamase et de saint Jérdme sur le psautier et le chant de l'Alleluia: EphLit 63 (1949) 376-388. La ausencia del Gloria Patri en la actual liturgia de la semana santa indica su antigüedad; en efecto, según ley litúrgica, cuanto más solemne es el momento al que dicen referencia los ritos, tanto más durables son éstos.
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1 DATOS DE LA EXEGESIS LITERAL
1. El «yo» de los salmos: los poetas
inspirados.
El rasgo más sobresaliente de los salmos, el que llama la atención del lector poco familiarizado, es su carácter poético. Para poderlo apreciar, no es necesario manejar una traducción totalmente fiel a las reglas, por lo demás mal conocidas, de la rítmica hebraica. El mismo texto del salterio usado en nuestra liturgia tiene un sabor inconfundible: los salmos son poemas. De alguna manera, prescindiendo del tema concreto cantado por los salmos, prescindiendo incluso de cuanto puedan enseñarnos sobre la oración, sobre Dios o sobre nosotros mismos, este hecho nos proporciona una valiosa orientación sobre el alma de los salmistas y sobre nuestra manera de leerlos. Los salmistas eran poetas. Y nos indica, además, el camino a seguir para establecer contacto y remontarnos hasta ellos. Para esto no se trata de ha21
cernos poetas; no somos dueños de los dones de la naturaleza: poeta nascitur. Pero, ¿no existe en nosotros una fibra poética, por débil que sea? Esta puede ponernos en contacto con los poetas inspirados de los salmos. William James afirmaba que al leer los escritos de los místicos «algo producía eco en su interior». Tal es el caso del lector de los poetas místicos que han escrito el salterio. ¿Qué es la poesía? El profano responderá: una manera complicada de decir cosas sencillas, o, en todo caso, una manera rebuscada. Y hasta tal punto rebuscada, que, al parecer, se pierde toda espontaneidad. Un orador puede improvisar sin que ninguna de sus frases quebrante las leyes de la gramática y de la elocuencia, y su dicción puede ser impecable. Pero las reglas del ritmo y de la rima impiden a los «divos» más virtuosos el disertar espontáneamente en verso. Si no se ve en la poesía más que ese cuidado excesivo de la forma, se podrá afirmar, con Boileau, que II n'y a point de serpent ni de monstre [odieux Qui par l'art imité ne puisse plaire aux [yeux'. Es decir, que, cualquiera que sea el tema, el poeta podría contentarse con ese logro. ¿No es de la cadencia reposada de la Nuit de Décembre de donde brota el sentimiento de una inevitable tristeza de la vida? ¿No alcanza este 1
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Art poétique, III.
poema su efecto más sorprendente en la evocación repetida, insistente, de ese compañero ...vétu de noir Qui me ressemblait comme un frére? Cierto que no hay que comparar a los salmistas con Musset, que confesaba ...ma raison revoltee Essaie en vain de croire et mon coeur de [douter! Pero si es verdad que tal es el elemento primordial de todo poema, no es menos cierto que, a menos de ser hebraizantes, no lograremos captar el encanto poético de los salmos: toda traducción desmerece del original, y ¿qué decir de los traductores que han entendido mal textos oscuros? Sin embargo, las versiones han respetado diversos rasgos de la lengua original. Así, el paralelismo típico del verso hebreo: ¡Oíd, oíd, oh pueblos todos! Escuchad todos vosotros, habitantes del [mundo. ¡Plebeyos y nobles, ricos y pobres! (48, 2-3)2. Repeticiones apropiadas para sugerir el estrépito del trueno: Es poderosa la voz de Yavé; la voz de Yavé es majestuosa; la voz de Yavé rompe los cedros... (28,4-5). 2 Citaremos los salmos conforme a la numeración usual en los libros litúrgicos, es decir, según la Vulgata.
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Estos versos en hebreo constituían una verdadera onomatopeya: «Qól Yavé... Q61 Yavé... Qól Yavé...»
A su sed de Dios: Como anhela la cierva las "corrientes aguas, así te anhela a ti mi alma, ¡oh Dios! [(41, 2).
Las traducciones han respetado todavía más la poesía de las imágenes. Se dan innumerables ejemplos: el salterio es todo una metáfora. Imágenes para expresar la grandeza de Dios:
A veces se prolonga la imagen, dando origen a una verdadera alegoría. Tal es la de la viña respecto de Israel:
Más que los bramidos de las aguas tumultuosas, más que los furores del mar, eres tú magnífico en las alturas, ¡oh Yavé! [(92, 4).
Tú trajiste de Egipto una vid, arrojaste a las gentes y la trasplantaste [aquí. Le pusiste en derredor una albarrada, y extendió sus raíces y llenó la tierra... [(79, 9-17).
O su misericordia: Cuan lejos está el oriente del occidente, tanto aleje de nosotros nuestras culpas [{102, 12). Su cólera: Mas despertóse entonces el Señor, como [quien duerme, como el valiente oprimido por el vino; e hirió a sus enemigos por la espalda, cubriéndolos de eterna ignominia (77, 65[66). Refiriéndose a la miseria del salmista: Antes por tu causa nos entregan a la [muerte cada día y somos tenidos por ovejas para el matad e r o ...(43, 23). No duermo y sollozo, como pájaro solitario sobre el tejado [(101, 8). 24
Finalmente, algunos salmos son auténticas escenificaciones. Así el salmo 2, en el que aparecen sucesivamente Yavé, su Ungido y los príncipes confabulados contra ellos. El salmo 13, que comienza con la blasfemia del impío: «río hay Dios». Los cantos litúrgicos en forma de alternado, y sin duda procesionales, de los salmos 23 y 117. * Pero la poesía es algo más que una orquestación perfecta e impecable de la frase. Si la poesía es música, lo es únicamente para expresar mejor una alegría, una situación, una contemplación única. El poema es una traducción. El poeta se ve hasta forzado a expresar lo que siente, su mundo interior. Este determinismo, que ha sorprendido a los psicólogos, es el distintivo del verdadero talento. El auténtico poe25
ta se siente obligado a escribir, como el auténtico músico a componer. Es precisamente lo que le distingue del místico. También él tiene la experiencia de un mundo interior, pero sabe que su Maestro no concede mayor importancia a las palabras o a los versos: «No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos» (Mt 7, 21). El místico es un realista, que traduce, pero en acción; el poeta, un soñador que también traduce, pero en sonidos. Sin embargo, la experiencia íntima del poeta no difiere mucho de la del místico. El poeta experimenta la sensación de vivir al unísono con el universo. Tiene conciencia de formar una unidad de ser con él, de estar vinculado radicalmente a su misterio. El poeta siente que su alma vibra con el Todo, refleja el Todo, está armonizada con el Todo. Esta experiencia no tiene nada de conceptual ni de imaginativo, ni siquiera de sensible en cierto sentido. Es como el sentido íntimo de una coexistencia, de un co-esse del alma del poeta con el Universo entero 3. Muse, entends s'élever du fond de choses l'hymne oü ees voix se [confondent. Ecoute la Nature... cantaba Sully-Prudhomme. El verdadero poeta está impregnado de esta universal fusión, por la que está en comunión con las cosas. El ver3 M. DE CORTE, L'essence de la Poésie. Cahiers des Poetes, Bruxelles 1942.
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dadero poeta siente una solidaridad y trata de expresarla. Es cierto que el poeta puede vibrar con otras armonías y puede quedar su alma impresionada por otros espectáculos menos embriagadores y más concretos del agridulce cotidiano: la vida, la muerte, el dolor, el cuerpo, el alma y sus aspiraciones, la amistad, el amor, el heroísmo... Tantos temas que parecen siempre nuevos y que jamás el poeta encontrará manidos, porque cada uno de ellos, a su manera, expresa esa unión de su alma con las cosas. Si el poeta se siente vibrar al unísono con el universo, el místico, por su parte, da un paso más. Se siente en contacto con la Fuente de ese universo. Su percepción es más amplia. El poeta no pasa de la superficie, y en su ingenuidad intenta hacer de ella un Todo inmanente a sí mismo, sin afirmar ni quizás soñar en una Trascendencia—so pena de traicionar su experiencia profunda—. El poeta es espontáneamente panteísta. Panteísmo inconsciente, conciliable a veces en la práctica con una filosofía o fe teístas. Pero el mundo que siente bullir dentro de sí, no dudaría en calificarlo de Omnisuficiente ni en considerarlo como el Absoluto. El místico, en cambio, sabe y siente que el Absoluto no es de este mundo. Sabe que, por encima de su contingencia, por encima de su «nada»—en expresión de Catalina de Siena—, logra dar alcance al Ser, a la Causa, al Infinito, a la Luz, a la Vida, al Amor. El «vive» la presencia inmanente de ese Ser, pero también experimenta su Trascendencia inefable. El 27
místico llega hasta el fondo sagrado de las cosas, mientras el poeta no ha visto más que su superficie profana. Aquél es profundo; éste, superficial. Pero en ambos casos se trata de una experiencia de solidaridad radical. Sin embargo, un mismo hombre puede ser a la vez poeta y místico. Como místico, se remonta en su mundo interior hasta la Fuente viva de todas las cosas. Como poeta, se permite también el lujo, bajo ciertos puntos de vista superfluo, de traducir ese mundo en palabras o en versos. Y con frecuencia el místico-poeta se dará cuenta de la futilidad de las rimas—a no ser que su vida en Dios le haya concedido esa facilidad de pluma en narrar las gracias divinas recibidas precisamente para edificación de sus hermanos—. ¿No aconsejaba Teresa de Avila a sus hijas que se recreasen con sus poesías? ¿No se hicieron trovadores de Dios Francisco de Asís y Jacopone da Todi? * Los salmistas pertenecen a esta categoría. Y hasta son el prototipo. Sin duda que sorprende tal afirmación, después del alto valor que acabamos de dar a las experiencias auténticas del poeta y del místico, y por eso mismo exige algunas aclaraciones. En primer lugar, que los salmistas sean místicos no parece cosa tan clara... Es cierto que les falta el doble carácter que cierto autor moderno descubre en el místico cristiano: trinita28
rio y eucarístico 4 . Pero han tenido la experiencia íntima de Dios, esencial a todo místico. Experiencia distinta de por sí, digámoslo ya desde ahora, de ciertos fenómenos psíquicos extraordinarios: éxtasis, arrobamientos, visiones. El salterio precisamente ignora estas cosas, y las expresiones que podrían inducir a creerlo—por ejemplo, «ver la faz de Dios»— no son más que imágenes. Los salmos expresan simplemente la Presencia divina vivida, sentida, el deseo, la sed o incluso una «contemplación» íntima de la «faz» de Dios, pero que no tiene nada de «visión»; y esto, a pesar del vivísimo sentimiento de su Trascendencia sagrada, de su Santidad, que le hace más bien temible que amable. Tal experiencia no rebasa los límites de la psicología normal, aunque su punto de partida—tanto en la Vieja como en la Nueva Ley—es la gracia de Dios. Por consiguiente, si los salmos evocan una vida «mística», es porque expresan su rasgo fundamental y su experiencia esencial. En este sentido podemos hablar de «escritores místicos» del salterio. De momento contentémonos con afirmarlo. Una explicación detallada sobrepasaría los límites del presente estudio. Y, por otra parte, ¿se puede decir que los salmistas han vivido la experiencia poética, tal como la hemos descrito anteriormente? ¿Su alma ha experimentado la unión común de todas las cosas? Así lo parece. Con tal de no restringir, no obstante, esa solidaridad al universo 4 A. STOLZ, O. S. B., Teología de la Mística. Rialp, Madrid 1952, p. 253-270.
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creado: el Creador es dueño de éste, y sólo el vínculo que le une a su creación explica la solidaridad de los diversos seres entre sí. A este respecto es típico el salmo 148, que es preciso leer aquí íntegro. Es un himno que invita al universo entero a asociarse a la alabanza que el salmista dirige a Dios. Comienza por los cielos, que, según la concepción antigua, dominan todo lo demás. En primer plano figura la corte celestial: ¡Aleluya! Alabad a Yavé en los cielos, alabadle en lo alto. Alabadle vosotros, sus ángeles todos; alabadle vosotras, todas sus milicias. Después vienen los astros, las regiones más elevadas y las aguas del firmamento: Alabadle, sol y luna; alabadle todas, lucientes estrellas. Alabadle, cielos de los cielos y las aguas de sobre los cielos. Esta invitación a la alabanza común está justificada por la común condición de creaturas: Alaben el nombre de Yavé, porque díjolo El y fueron hechos. E hizo que persistan por los siglos, púsoles ley, y no la traspasarán. Después de los cielos, la tierra: Alabad a Yavé desde la tierra... Aquí el salmista enumera monstruos marinos, océanos, relámpagos, granizo, nieve, nieblas, huracanes, montañas, árboles, bestias... 30
Y, por fin, al hombre, obra maestra de la creación: Los reyes de la tierra y los pueblos todos; los príncipes y todos los jueces de la [tierra; Los mancebos y las doncellas, los viejos y los niños. Y antes de dar gracias en el último verso por la restauración del pueblo elegido, el salmista concluye: Alaban el nombre de Yavé, porque sólo su nombre es sublime; su gloria sobrepasa la tierra y los cielos. Esta universalidad en la alabanza vuelve a encontrarse en otros muchos salmos: Bendecid a Yavé, vosotras todas sus mili[cias, que le servís y obedecéis su voluntad. Bendecid a Yavé, todas sus obras, en cualquier lugar de imperio. ¡Bendice, alma mía, a Yavé! (102, 21-22). Alégrense los cielos, regocíjese la tierra, truene el mar y cuanto en él se contiene. Salte de júbilo el campo y todo cuanto hay [en él y salten también los árboles de la selva... [{95, 11-13). Alábenle los cielos y la tierra, los mares y cuanto en ellos se mueve [68, 35). Tú creaste el aquilón y el austro; el Tabor y el Hermón saltan al oir tu [nombre (88, 13). 31
La fuerza de las imágenes llega a su punto culminante en el salmo 98: Brame el mar y cuanto él contiene, el mundo y todos sus habitantes. Batan palmas los ríos, regocíjense a su vez los montes (7-8). Hay otros muchos versículos diseminados por todo el salterio que abundan en la misma idea. Desde esta perspectiva, el nacionalismo realmente estrecho de Israel concede un lugar al concierto de alabanza que todas las naciones entonan al Señor; es un detalle digno de atención: Cantad a Yavé toda la tierra. Servid a Yavé con júbilo, venid gozosos a su presencia (99, 1-2). Alabad a Yavé las gentes todas, alabadle todos los pueblos (116, 1). Estas expresiones plantean un problema. Se comprende que tales invitaciones se dirijan a los ángeles, a los demás hombres o a las naciones. Pero que se dirijan con tanta insistencia a la naturaleza inanimada, a los animales, a las plantas, evidentemente incapaces de dar a Dios una alabanza digna de tal nombre, es algo que sorprende. ¿Habrá que explicar tales expresiones por un simple juego de ficciones poéticas, comparables a las del Poverello: «Mi hermana el agua, mi hermano el fuego...»? ¿O bien el Cántico al Sol y los salmos tienen una visión más profunda? Esto es lo que parece. En efecto, si se desea comprender bien la parte que tiene en ello la imaginación («los 32
ríos batan palmas...»), los salmos subrayan el motivo de esta alabanza: el acto creador de Dios. En este aspecto el hombre está en el mismo plano que el resto de la naturaleza. Solo él, desde luego, puede expresar la perfección de su Autor con una alabanza inteligente. Pero si la naturaleza, de por sí, no es más que una huella muda de la perfección divina, esta huella habla muy alto al espíritu del poeta y sobre todo al espíritu del poeta religioso, consciente del misterio que le rodea: «todo habla de Dios» (Julien Green). Espontáneamente se hace el intérprete de esas huellas mudas, pero que a él le hablan. En su nombre, tributa al Creador la alabanza que le es debida; o mejor, en unión con ellas. Los poetas inspirados, pues, se sienten en comunión con toda la creación. No por la intuición demasiado pagana de una universal fusión, sino por la común condición de creaturas frente a su Creador. Este es el rasgo que convierte a los salmistas en los poetas del verdadero Dios. Han sentido y expresado una fusión, sí, pero ésta ha quedado consagrada por la adoración del Dios tres veces santo, por la alabanza admirativa de su creación y por la acción de gracias a su Providencia. Es suficiente esta experiencia fundamental para revelar el carácter altamente poético de los salmos, aun no teniendo en cuenta otros aspectos emotivos de orden más particular. Algunos de ellos representan la cima de la poesía religiosa. * En este género, los salmos son los modelos 33
más acabados. Intentan evocar una vida mística y poética, a veces de la más alta calidad; tienen la garantía incomparable de la inspiración divina, convirtiéndolos en modelos de oración dictados por el mismo Dios; invaden toda la literatura sagrada: razones sobradas para ver en ellos Poemas de la Vida Interior. 2. Los actores de los salmos: Yavé y su pueblo. El «yo» de los salmos, pues, es el de los poetas religiosos, que nos hablan incansablemente de Dios. Incluso cuando sólo tratan de su angustia frente a los enemigos o la muerte, o de su alegría en las horas de triunfo, no dejan nunca de hablarnos de Dios, bien porque es el único que ha podido librarlos o les habrá de librar de sus situaciones difíciles, bien porque sólo El merece la acción de gracias. De esta forma, el actor principal de los salmos es Dios mismo, y el «yo» de los salmistas frente a su majestad suprema sólo ocupa un lugar subalterno. Los salmos, en efecto, nos llevan a una visión de las relaciones entre el hombre y Dios, que coloca a Este de una manera natural en el lugar preponderante. Los salmos son «teocéntricos». El primero es Dios. Y nosotros no pasamos de ser sus humildes servidores. En otras palabras, los salmos sitúan la religión del alma en un plano objetivo y trascendente que sobrepasa en amplitud, o, mejor, que anonada con su grandiosidad el mundo estrecho de nuestra vida terrena. Y, sin embargo, 34
el milagro de los salmos está en no reprimir jamás el impulso del alma, hambrienta del socorro de Dios, ante su majestad. Porque también es el Dios de la misericordia solícita, de la bondad paternal y con un poder capaz de perdonar. Este último aspecto halaga al alma moderna, que de buen grado—la apologética actual induce a ello en demasía—concibe lo sobrenatural como un postulado al que deben aferrarse la vida y la acción, so pena de perderse en el absurdo. Según ella, Dios salva el universo y la vida, de lo inaceptable, de lo irrespirable, de lo sofocante. Dios es el anti-nada, el antiazar o el anti-absurdo. Pero Dios no solamente es el «refugio» al que se acogen los que han sentido el peso asfixiante de la vida y de las convenciones que falsean su ritmo. Dios existe. O si se prefiere una fórmula menos áspera: Dios es un valor que de tal manera sobrepasa al nuestro, que, en verdad, sólo El es el centro, sólo El es el «existente». Ni el yo, ni su horror al absurdo, ni su miedo a la nada, pueden representar el polo en que convergen todas las fuerzas del universo. Este polo es Dios: para El, dice la Escritura, así como por El y en El, son todas las cosas (Rom 11, 36). Los salmos, pues, presentan una doble imagen de Dios. Pero hay que subrayar que siempre salvan la primacía del valor que «en sí mismo» tiene Dios. Según los salmos, esto significa que Dios es santo. Esta palabra, o su equivalente latina sanctus, traduce en la Biblia ya la hebrea qadosch, es decir, una trascen35
dencia sagrada y terrible, una divinidad distante de nosotros, una majestad «cuya gloria está por encima de los cielos»; ya la chassld, es decir, tratándose de Dios, su bondad misericordiosa, su «piedad» 5 . El traductor de la Vulgata ha fundido inconscientemente en una sola palabra los dos aspectos antinómicos, bajo los cuales presenta el Antiguo Testamento a Dios. Ya veremos cómo el primero de estos aspectos se impone a la vista, incluso cuando se trata del segundo, y cómo en esa perspectiva es donde encuentra el segundo toda su riqueza de amor y de providencia. Dios de
majestad.
Los salmos, como por otra parte todo el Antiguo Testamento, consideran a Dios como una realidad indiscutible. No necesita demostración; y no se invocan ni argumentos filosóficos ni las necesidades del corazón humano para justificar ante los impíos 6 o ante las naciones la adoración, la alabanza, el culto que le son tributados. Dios es una realidad tan indiscutida como el sol o las fuerzas de la naturaleza. Solo El está muy por encima de cuanto 5
En griego, estas dos palabras están traducidas generalmente por hagios y hosios. Sin embargo, se encuentran otras traducciones en los LXX y en la Vulgata, en especial para chasstd. ' El «ateo» de los salmos es el que ha dicho en su corazón: no hay Dios. Lleva una conducta abominable. De hecho, no es más que el impío que intenta escapar de Dios, omnisciente y omnipresente (Sal 13, 1 y 52, 1). La fe para él no es problema.
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la creación puede presentar como punto de comparación. No hablemos de los ídolos. Son demasiado groseros para aspirar a las prerrogativas divinas. Son «vanos». Carecen de poder. Son «dioses muertos». Son «nada». Por otra parte, ¿no ha sido todo creado por Dios? Y si los ídolos representan algún poder sobrenatural. Dios es aún más grande que ellos: Porque Dios grande es Yavé, Rey grande sobre todos los dioses (94, 3)'. Yavé es más grande que los ángeles, porque también han sido creados por El. Están a su servicio y su misión es celebrar sus maravillas. Por más que el salmista los llame «hijos de Dios», no pasan de ser los cortesanos de un rey que los supera sin medida: Dad a Yavé, hijos de Dios, dad a Yavé la gloria y el poder (28, l) 8 . Si, a pesar de todo, fuera preciso justificar la existencia de Dios, los salmos nos invitarían quizás a contemplar sencillamente la naturaleza: Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus [manos (18, 2). 7 El P. J. CALES, S. J., Le livre des Psaumes, II, p. 193, opina que los élohim del texto hebreo son dioses o poderes malos. Damos a continuación las principales referencias que sobre este tema se encuentran en diversos lugares del salterio: 95, 4-5; 96, 7; 105, 28; 113 B, 4-8; 134, 15-18. « Cf. 88, 6-8; 102, 20; 148, 2 y 5; etc.
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Ahí es donde se revela la omnipotencia divina: Yavé hace cuanto quiere en los cielos, en [la tierra, en el mar y en todos los abismos (134, 6). 9 . El espectáculo de la naturaleza es de los que mejor evocan la grandeza y la majestad terrible de Dios: Yavé, Dios Sebaot, ¿quién que te iguale? Eres poderoso, ¡oh Yavé!, ceñido de tu [fidelidad. Tu dominas la soberbia del mar; cuando se embravecen sus olas, tú las con[ tienes (88, 9-10)10. Más que los bramidos de las aguas tumul[tuosas, más que los furores del mar, eres tú magnífico en las alturas, ¡oh Yavé! [(82, 4)". La admiración brota espontáneamente de los labios de quien eleva su corazón, de quien es capaz de romper el círculo de las apariencias y de descubrir tras ellas al Señor y al Creador: ¡Oh Yavé, Señor nuestro, cuan magnífico [es tu nombre en toda la tierra! ¡Cómo cantan los altos cielos su majestad! Las bocas mismas de los niños y de los [que maman 9
Cf. 32, 6-9; 95, 5; etc. Léase todo el salmo 103 sobre la creación. Véase el poder de Yavé manifestado en la tempestad según los salmos 17, 8-14 y 28; y en el temblor de tierra en el salmo 67, 8-9. 10 11
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son ya fuerte argumento contra tus adversarios, para reducir al silencio al enemigo y al [perseguidor (8, 2-4). Esta mirada de los salmos sobre la naturaleza es de gran fuerza poética. Sobrepasa de por sí la fusión, siempre un tanto panteísta, de los poetas que experimentan su vinculación con un mundo unas veces hostil, otras, aunque más raramente, en armonía con su sed de serenidad, de paz y de eternidad. El poeta que se para ahí, no ha descubierto más que la corteza. El poeta y «místico» a la vez, aquel cuya intuición penetra en el misterio de la creación y cuya capacidad de asombro no se ha apagado todavía, sabe que tras esa corteza se esconde Dios. Este asombro profundo impregna los salmos: Yavé, ¿quién como tú? 11 . Yavé es, absolutamente hablando, algo distinto de cuanto se puede uno imaginar. Una trascendencia que habrá que tener siempre presente cuando en otros momentos nos lleven los salmos por el camino de imágenes más familiares; pero que en realidad no se trata más que de imágenes. La cólera de Yavé, así como su risa, su descanso, su hastío de los toros y de los machos cabríos en los sacrificios: tales expresiones ponían al alcance de un pueblo, todavía infantil, las más altas verdades. Este 12 Con mucha frecuencia. Cf. 34, 10; 39, 6; 70, 19; 85, 8; 88, 7 y 9; 112, 5-6; etc.
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pueblo comprendía confusamente que las palabras ¿quién como tú? de los salmos significaban lo que nosotros llamamos la pura espiritualidad de Dios, al mismo tiempo que su trascendencia absoluta. Comprendía que tales imágenes y «antropomorfismos» encubrían y designaban los más altos atributos. Yavé existe antes de que los montes fuesen (89, 2), su trono está en los cielos y ve todo lo que pasa en la tierra (112, 5-6; cf. 101, 20-21): Israel veía en esto su eternidad, su ciencia y su presencia universal. Y así en lo demás. El pueblo de Israel comprendía, en una palabra, que su Dios era el objeto sagrado por excelencia. Yavé le inspiraba tal respeto y hasta tal temor, que en su presencia el piadoso israelita no podía menos de ser presa de ese sentimiento que hoy día llamamos «sentido de lo sagrado». Yavé no tiene nada de común con nuestras preocupaciones, nuestras imágenes y nuestro mundo profanos. Es preciso, desde luego, que su culto revista ciertas formas exteriores, adopte el marco de un templo y de un ceremonial, y que se ajuste a los gestos y ritos de un sacerdocio. Pero todo ese conjunto de cosas, al estar «consagrado» a Dios, participa del mismo carácter «sagrado» de la divinidad. Esta manera de ser de Dios quedaba traducida por la palabra qadosch, que etimológicamente significa, según parece, una separación de lo profano; de ahí: no profano, sagrado o santo, según la traducción corriente. 40
Dios, cercano a nosotros. Ante un Dios así, el alma del salmista corre el peligro de ser presa del terror. Piensa en la infinita distancia que le separa de El. Sólo El «es». Sólo El cuenta. Frente a El siente profundamente el hombre su pequenez. El recuerdo, sobre todo, de la santidad de ese Dios incomparable le recuerda su pecado, la triste realidad que a todos nos oprime desde Adán... Si guardas, ¡oh Yavé!, los delitos, ¿quién, ¡oh Señor!, podrá subsistir? (129,3). Dada su mentalidad, el judío no tenía inconveniente en aplicar a ese Dios de majestad la ley del talión; la Tora la consideraba como la norma que regulaba las relaciones entre Dios y los hombres. Por otra parte, ¿no constituía esta Ley precisamente el contrato que ligaba al pueblo con Yavé? Contrato oneroso por ambas partes, y cuya infracción por una de ellas desligaba a la otra. Y la parte infiel de seguro que no habría de ser Yavé. Con el piadoso muéstrate piadoso, íntegro con el íntegro. Limpio con el limpio, y sagaz con el perverso astuto (17, 26-27). El israelita se daba cuenta de que sin bondad, sin perdón, sin misericordia, por mucho que él confesara su pecado, su suerte no mejoraría mucho. Abunda también en los salmos otra clase de angustias. Las «lamentaciones», como las llama la exégesis moderna alemana, constituían 41
una parte notable de la colección de salmos. Tales lamentaciones, sean colectivas, sean individuales, llegan a formar alrededor de la tercera parte. Las calamidades públicas—derrotas, deportaciones, destierros, saqueos—y las pruebas individuales—enfermedades, prevaricaciones, litigios, acusaciones injustas—prestan materia a unos poemas que nos ofrecen una imagen de Dios, en la que el poder terrible y el misterio indiscutible que acabamos de evocar, se moderan con rasgos que hacen presentir al Padre y al Buen Pastor del Evangelio. Pero lo que todavía nos choca en estos mismos salmos, es la persistente atmósfera del taitón. Según la mentalidad judía, la recompensa de una vida sin mancha es, ante todo, terrena: la prosperidad de los negocios y de la familia es el signo o, mejor, el desembolso obligado de Dios, que paga al judío su esfuerzo y le concede la seguridad de estar en buenas relaciones con su creador: de ser «justo». Yavé no niega sus bienes a los que caminan en la inocencia (83, [12)". Cuando el justo, sobre todo si es consciente en su foro interno de serlo, debe sufrir una prueba, se da una flagrante injusticia. Y si, ade13 Algunos salmos desarrollan expresamente este pensamiento: 1 (prosperidad del justo, desdicha del impío); 127 (felicidad doméstica de los justos); 143 B (prosperidad del pueblo fiel). Detalles dispersos aparecen en los salmos 14; 17, 25-28; 61, 13 («das a cada uno según sus obras»); 62, 10-12; 89, 7-12 (la vejez y la muerte, rescate del pecado); etc.
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más, el impío prospera, el escándalo llega al colmo. ¡Ahí están los hechos! La sabiduría de los salmistas se agota buscando la solución del problema. Púseme a pensar para poder entender esto, pues era ciertamente cosa ardua a mis [ojos; hasta que penetré en el secreto de Dios y puse atención a las postrimerías de [estos (72, 16-17). La solución más simple aplazaba el momento de la justicia divina: tarde o temprano Dios invertiría las situaciones. ¿Que prospera el impío? ¿Que el justo es oprimido? Concedido. Pero esto no durará. Pronto se reirá el justo de los impíos: Ciertamente los pones tú en resbaladero y los precipitas en la ruina. ¡Oh, cómo en un momento son asolados! Acaban y son consumidos espantosamente [(72, 18-19). Solución sencilla, quizás demasiado sencilla. Y se encuentra a través de todo el salterio: desde los poemas más antiguos hasta los últimos después del destierro, la retribución terrena del justo «probado» resuelve el enigma, bien sea aquélla inmediata, bien diferida. Amad a Yavé vosotros todos sus santos; a los fieles conserva Yavé, y paga con usura a los soberbios (30, 24)14. 14 Hay otros muchos ejemplos. El lector podrá encontrarlos sobre todo en los salmos 13, 21, 29, 31, 37, 43, 51, 54, 56, 57, 62, 74, 91, 93, 123.
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¿No hay demasiado optimismo? ¿No enseña la vida a q u é crueles desilusiones p u e d e llevar u n a fe t a n ciega e n la s u e r t e v e n t u r o s a del just o ? Los s a l m i s t a s se d i e r o n c u e n t a d e la dific u l t a d , y s u a l m a j u d í a se revolvía c o n t r a u n d e s t i n o i n d i g n o de s u fiel servicio a Yavé. Todavía n o e s t á n a la a l t u r a del d e s p r e n d i m i e n t o , del a b a n d o n o , del d o n d e sí m i s m o h a s t a la m u e r t e , cuyas c a r t a s m a g n a s h a b r á n d e s e r el S e r m ó n de la M o n t a ñ a y el D i s c u r s o d e s p u é s d e la Cena. Los s a l m o s n o caen, d e s d e luego, e n el e s c e p t i c i s m o u n t a n t o fatalista q u e apar e c e e n diversos l u g a r e s del l i b r o de J o b , ni en el p e s i m i s m o con t i n t e e p i c u r e í s t a q u e t e n t a b a a l Eclesiastés. Prefieren a f e r r a r s e al a x i o m a de la felicidad d e los j u s t o s . Si la r e a l i d a d desm i e n t e el axioma, t a n t o p e o r . H a y q u e m a n t e n e r l o a t o d a costa, a p l a z a n d o h a s t a el m á s allá, si es p r e c i s o , la r e a l i d a d de dicha felicidad. P e r o e s t a solución del m á s allá p a r e c e t i v a m e n t e t a r d í a 15 y, p o r o t r a p a r t e , p o c o t r a l en el p e n s a m i e n t o de los s a l m i s t a s . i n t e r e s a m á s o t r a solución. E x p r e s a d a e n
relacenNos sal-
15 Después del destierro. Véanse especialmente los salmos 1; 48, 16; 138, 24. Otros salmos insinúan el premio en el más allá (10, 7; 15, 11; 16, 15). Estos salmos parecen ser de la época real. La Comisión Bíblica exige admitirlo al menos por lo que respecta al salmo 15 (decreto del 1.° de mayo de 1910). Puede sostenerse, sin embargo, que esos tres versículos—los tres son conclusión de salmo—pertenecen a una mano posterior. Se dan otros casos parecidos en el salterio. Y, además, antes del destierro se encuentran en la Biblia pocos indicios totalmente ciertos de la fe en una recompensa del más allá, como compensadora de las injusticias y desgracias presentes.
m o s p o c o n u m e r o s o s y d e é p o c a v a r i a b l e , consiste e n « s u b l i m a r » la n o c i ó n de felicidad p a r a hacerla aplicable al j u s t o m á s s o m e t i d o a p r u e ba. Cifra la felicidad, n o e n la p r o s p e r i d a d m a terial, sino en l a alegría í n t i m a del a l m a q u e observa la Ley y sirve a Yavé: Si se exacerbaba mi corazón y m e atormentaban mis pensamientos, es porque era un necio y no sabía n a d a : era p a r a ti como u n b r u t o animal. Pero no, yo estaré siempre a tu lado, pues tú m e has tomado de la diestra, me gobiernas con tu consejo y al fin me acogerás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos? Fuera de ti, nada deseo sobre la tierra. Desfallece mi carne y mi corazón; la roca de mi corazón y mi porción es [Dios por siempre. Porque los que se alejan de ti perecerán; arruinas a cuantos te son infieles; pero mi bien es estar pegado a Dios, tener en Yavé Dios mi esperanza (72, 2128) 16 . H e m o s c i t a d o con c i e r t a a m p l i t u d el final del s a l m o 72, del q u e ya h e m o s leído o t r o s extractos, p o r q u e e s t o s versículos r e p r e s e n t a n la c u m b r e del s a l t e r i o e n lo q u e r e s p e c t a a l a s 16 Este salmo parece pertenecer a los más recientes de la colección. Véanse también los salmos 33, 9 y 36, 1-6 (después del destierro). Pero también entre los que son más antiguos: 15, 2 («no hay dicha para mí fuera de ti»; cf. v. 5); 26, 4-8 y 41, 2-3 (deseos del alma de estar «cerca de Yavé»). Hay que añadir, además, los salmos que, sin hablar de la dicha de ser justo a pesar de la adversidad, cantan simplemente Ja felicidad de ser justo (111, 118).
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relaciones del alma con Dios. Al propio tiempo nos proporcionan nuevas luces sobre la naturaleza divina. Dios es ciertamente justo. Y los salmos, al igual que todo el Antiguo Testamento, conciben su justicia de una manera rigurosa; tanto castigando al impío como protegiendo al fiel. Si las apariencias indican lo contrario, es que Dios aplaza la retribución. Un día u otro, en este mundo o en el del más allá, la justicia divina hará cuentas. Pero entre tanto, lo mejor que tiene el justo, lo que le acompaña y alienta en todo momento, es el sentimiento íntimo de estar cerca del Señor. El justo camina en su presencia, se siente conocido, sostenido, ayudado. Se siente amado. * Ya se ve qué transformación origina en el concepto de Dios esta confianza. El es, ciertamente, el misterio tremendo, incomparable, trascendente, cuya majestad rebasa la creación entera. Pero al mismo tiempo se halla cerca de nosotros, se preocupa de nosotros, es «inmanente», hasta el punto de que el vivir en su presencia constituye para el justo una fuente de felicidad sin par. Hay algo más: independientemente de este punto de vista al que hemos llegado estudiando los salmos—punto de vista muy moderno, notémoslo bien, lo mismo que el llegar a la afirmación de la existencia de Dios por la necesidad de huir de las insuficiencias de la vida—, el salterio nos ofrece otras expresiones 46
en las que aparece una Providencia diligente y solícita por nosotros. La ciencia universal de Dios—para expresar en nuestro lenguaje científico las sencillas imágenes de los judíos de hace cerca de tres milenios—es el fundamento lógico de esta Providencia. Sobrepasa en amplitud todo cuanto podemos concebir, y su universalidad prueba por sí misma la trascendencia de Dios. Pero precisamente ella pone a Dios más cerca de nosotros de lo que pudiera estarlo cualquier hombre. ¡Oh Yavé!, tú me has examinado y me [conoces, no se te oculta nada de mi ser. Tú conoces mi sentarme y mi levantarme y de lejos te das cuenta de todos mis pensamientos. Escudriñas mi andar y mi acostarme, n investigas todos mis caminos... (138, 1-3) . ¿Se desea la prueba de que Dios «sigue» con solicitud a sus creaturas? Basta con recordar sus múltiples y brillantes intervenciones en la historia de su pueblo escogido. En multitud de circunstancias Israel se vio libertado de modo maravilloso. Varios salmos, entre los más largos del salterio, cantan a un Dios bondadoso en extremo, a un Dios que ama a su pueblo: Y su corazón no era sincero para El y no eran fieles a su alianza. 17 El tema de todo este salmo es la ciencia divina. Cf. también 32, 14-15; 93, 9-11.
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salmos tan sólo presienten esta verdad, y lo hacen presentando a un Yavé misericordioso, a un Dios que hace justicia al oprimido, que perdona al arrepentido. Yavé perdona. Con la alusión al «perdón de los pecados», y a la Redención del Evangelio, el salmo 102 pone punto final a nuestros descubrimientos sobre Yavé:
Pero es misericordioso, y perdonaba la [iniquidad... Se acordó de que eran carne, un soplo que pasa y ya no vuelve (77, 37[39)». Providencia amorosa, que los salmistas llaman con frecuencia su roca, su ciudadela, su amparo (sobre todo en el salmo 90). El salmo 22 lo expresa aún más vivamente:
Es Yavé piadoso y benigno, tardo a la ira, clementísimo. No está siempre acusando, y no se aira para siempre. No nos castiga a la medida de nuestros [pecados, no nos paga conforme a nuestras iniqui[dades. Sino que cuanto sobre la tierra se alzan [los cielos, tanto se eleva su misericordia sobre los [que le temen (102, 8-11).
Es Yavé mi pastor; nada me falta. Me pone en verdes pastos y me lleva a frescas aguas. Recrea mi alma... Aunque haya de pasar por un valle tene[broso, no temo mal alguno, porque tú estás conmigo (22, 1-3)I9. Aún sugieren que un pastor, encuentra muy lada. Queda en nes:
más los salmos. Dios es más es un padre. La expresión se raras veces, y de manera veel campo de las comparacio-
Cuan benigno es un padre para con sus [hijos, tan benigno es Dios para con los que le [temen (102, 13)20. El Nuevo Testamento revelará que Dios es nuestro padre, no por metáfora, sino realmente, puesto que Jesús nos ha dado su vida. Los " Cf. los salmos 104, 105, 134, 135. Sobre el amor de Dios para con su pueblo, véanse sobre todo 46, 5; 77, 68;19 86, 2. A continuación el salmo presenta a Yavé como el hospedero que acoge generosamente. 20 Cf. 26, 10; 67, 6; 72, 15; 81, 6; 88, 27-28.
El pueblo de Yavé. Si el Dios de los salmos se presenta, ante todo, como un misterio que rebasa los límites del universo creado, tremendo en sus teofanías y en sus exigencias justicieras, su misma trascendencia hace que sus relaciones con nosotros se desarrollen en un plano muy distinto del que rige en las relaciones humanas. Yavé nos conoce hasta en nuestro fondo más íntimo, y ese conocimiento de nuestro ser, tan cargado de defectos, es la explicación de una bondad incansable, de una misericordia siempre paciente _y de un perdón siempre a punto. Es 49
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justo que Dios sea misericordioso. Esta paradoja, que pone en contraste quizás ideas demasiado absolutas, es la frase más breve que resume todo cuanto dice el salterio de los atributos divinos 21. La noción de Dios encierra una gran riqueza de facetas. Y si nos hemos extendido un tanto en ella es, en primer lugar, porque lo requiere el que es actor principal del salterio; pero también porque comprenderemos más fácilmente la semblanza que nos presentan los salmos del que viene a ser su segundo actor. Este actor, casi de continuo en primer plano en los salmos que hablan en primera persona de plural, mencionado expresamente muchas veces en otros lugares y siempre en el trasfondo de la escena, es el Pueblo de Yavé. Ahora bien, este Pueblo participa de las propiedades de Aquel a quien pertenece. Como Yavé, el pueblo es santo. Hay como un contagio de santidad, que parte del que es santo por esencia y se extiende a todos los hombres y a todas las cosas que le pertenecen. El Pue21 Algunos exégetas, no sin razones, interpretan el nombre propio «Yavé» no en el sentido metafísico (el ser por esencia), sino en un sentido más concreto (el que está cerca, el que está ahí, el que está presente). Este sentido evoca el aspecto «inmanente», providente de Dios. Véanse en particular las numerosas invocaciones del auxilio de Yavé apoyadas precisamente en su nombre; propter nomen tuum. Si a esto se añade que el nombre común Elohim deriva de un radical semítico que parece significar el poder, se encontrará en estos dos nombres principales la dualidad de aspecto del Dios de Israel que las presentes páginas han tratado de poner en evidencia.
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blo de Israel, al ser elegido por Dios como su herencia, se hace santo con la santidad misma de Dios. Y, dentro del Pueblo, alcanzan una mayor santidad los que le pertenecen de manera especial, como son los sacerdotes o los fieles fervorosos y «justos» en la observancia de la Ley. Esta santidad, como la de Yavé, «aparta» a los israelitas de los demás hombres: son el Pueblo elegido entre las naciones que cubren la faz de la tierra. Así se creó en ellos esa conciencia tan característica de ser una raza querida de Dios y, por consiguiente, mejor que las otras. De este modo hay que entender frases como la siguiente, que no es más que un ejemplo entre los innumerables casos similares que ofrece el Antiguo Testamento: Cantad a Yavé vosotros, sus santos (29, [5) a . Pero la santidad del Pueblo de Dios, separado de las demás naciones, tiene, al igual que la naturaleza misma de Dios, como una segunda cara de ternura, de afecto, de «devoción» para con Aquel que, al mismo tiempo que es tremendo y «sagrado», es también misericordioso, benigno y presto al perdón: Sus palabras serán palabras de paz para su pueblo y para sus santos (84,9). Y las angustias de este Pueblo arrancan al salmista acentos conmovedores en los que se descubre, por fin, lo que es pertenecer a Yavé: 22
Cf. 30, 24; 33, 10; 49, 5; 144, 10; 148, 14; 149, 1, 5, 9.
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¡Oh Dios! Han invadido las gentes tu heredad, han profanado tu santo templo y han reducido a Jerusalén a un montón [de escombros. Dieron los cuerpos de tus siervos por [pasto a las aves del cielo, y la carne de tus santos a las bestias de [la tierra (78, 1-2). Se conjuran contra tus protegidos... (82,4).
* Así es c o m o a p a r e c e m u c h a s veces en el sal: terio este P u e b l o de «santos», elegidos p o r Yavé p a r a ser su h e r e d a d , la a s a m b l e a d e s u s elegidos, sus p r o t e g i d o s . E n seguida v e r e m o s c ó m o esta p e r s p e c t i v a se e n s a n c h a h a s t a adquir i r incluso las d i m e n s i o n e s d e u n Reino q u e d e b e a b a r c a r t o d a s las n a c i o n e s de la t i e r r a . Se h a b l a de él c o m o de u n Reino f u t u r o . E s t á a ú n p o r venir, y las frases l a s t i m e r a s de la h i s t o r i a del p u e b l o d e Israel p r e p a r a b a n d e m a n e r a lejana la venida del Rey q u e h a b í a d e i n s t a u r a r ese Reino universal. El Rey es el Mesías. De e s t a f o r m a v e m o s c ó m o los s a l m o s , al h a b l a r d e Yavé y d e s u Pueblo, n o s h a b l a n t a m b i é n , sin q u e a d v i r t a m o s a p e n a s el c a m b i o , del Mesías y de su Reino «escatológico». Noso t r o s , cristianos, d e c i m o s : d e Cristo y d e s u Iglesia.
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3¿
¿Los salmos, sia?
poemas
de Cristo y de la Igle-
La m a n e r a m á s sencilla de c r i s t i a n i z a r los s a l m o s es, sin d u d a , rezarlos tal c o m o se nos p r e s e n t a n en su s e n t i d o literal, p e r o con u n a m e n t a l i d a d y u n a psicología c r i s t i a n a s . M u c h o s a u t o r e s n o d u d a n en a c o n s e j a r este procedim i e n t o . « T o m e m o s u n o s salmos, al azar, y trat e m o s d e rezarlos c o m o c r i s t i a n o s , t r a s l a d a n do, c o m o es d e b i d o , al clima del Evangelio los g r a n d e s t e m a s d e la plegaria q u e Cristo, lejos de abolir y negar, perfecciona y lleva a la p r á c t i c a » . P a r a esto, «dejemos p r i m e r o q u e la p a l a b r a evangélica p e n e t r e e n n o s o t r o s , q u e s a t u r e n u e s t r a s a l m a s con s u l u m i n o s a y sab r o s a s a b i d u r í a , h a s t a h a c e r n o s p r o r r u m p i r en u n c a n t o : e n t o n c e s t o m e m o s el salterio y cant e m o s » u. E s t a a c t i t u d es i n d i s p e n s a b l e a quien desea d e v e r a s «rezar» los s a l m o s . Tiene la inapreciable v e n t a j a de r e s p e t a r el s e n t i d o literal y de evitar las e v e n t u a l e s fantasías de la inter23 G. GARRONE, De l'Evangile au psautier: VS 79 (1948) 469-470; cf. el mismo autor, Psaumes et priéres. Toulouse 1952. En el mismo sentido la oportuna consigna de M. B. FISCHER, Le Christ dans les psaumes: LMD 27 (1951) 102, a propósito de los pasajes difíciles de cristianizar (imprecaciones, protestas de inocencia...): «leer mentalmente un pasaje como entre paréntesis». Cita a Teresa de Lisieux, que corregía mentalmente el aspecto demasiado mercenario del salmo 118 en el versículo: Inclinavi cor meum ad justificationes tuas propter retributionem (Historia de un alma. El Monte Carmelo. Burgos 1955, p. 508). Léase también L. BOUYER, La Bible et l'Evangile. París 1951, c. 12: «Los salmos, oración del pueblo de Dios».
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pretación espiritual. Sin embargo, si nos mantenemos en los límites de lo literal, pronto advertiremos—como acabamos de indicar—que al rezar los salmos tal como se nos presentan, pero con espíritu cristiano, su misma letra nos llevará a pensar, sobre todo, en Cristo y en su Iglesia. Y entonces descubrimos que la cristianización de los salmos no depende solamente de nuestra actitud interior: si esto bastara para cristianizarlos, ¿por qué no cantar con esa misma actitud los poemas religiosos de Tagore, pongo por caso? El sentido cristiano se rebela contra tal comparación. Y con razón: hay algo en los salmos que los distingue radicalmente de los poemas religiosos procedentes del paganismo. Ese algo consiste en que algunos se refieren, en su sentido literal, a realidades propiamente cristianas, y los demás las sugieren de alguna forma. Ya veremos cómo. Estas realidades son, en primer término, el Mesías y su Reino, y cuando los salmos hablan de ellas, de hecho están hablando de Cristo y de su Iglesia. Tales salmos privilegiados son primeramente los llamados mesiánicos 24 . Lo son, además, los «salmos del Reino de Yavé»2S, 24 Es decir, los salmos 2, 88, 109 y 131. CALLEWAERT, De breviarii romani liturgia. Bruges 1939, 2." ed., p . 93, incluye también entre ellos el 21 (quejas de u n justo perseguido), 44 y 71 (salmos reales). R. TOURNAY, o. p., p. 31, cree posiblemente mesiánico en sentido literal el salmo 71. Muchos trabajos de los citados anteriormente, entre tantos otros, t r a t a n del mesianismo de los salmos. Nosotros volveremos sobre ello más adelante. 25 Véase A. FEUILLET, Les psaumes eschatologiques du Régne de Yahweh: NRTh 73 (1951) 244-260; 352-363. Ta-
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el Reino universal y escatológico que Juan Bautista y Cristo suponían claramente conocido y esperado por los judíos. Así, pues, una decena de salmos, más o menos, nos hablan en sentido literal de realidades cristianas; realidades que son precisamente las que dominan la Nueva Ley: Cristo y su Iglesia. Tales salmos no pertenecen al mundo infracristiano, del que tratamos con anterioridad, sino al mundo cristiano propiamente dicho. Pero la tradición siempre ha creído legítimo franquear los límites de estos salmos, cristianos en sentido literal, para descubrir también en los demás un significado análogo. Este significado, según todas las apariencias, no estaba al alcance de los escritores inspirados. Ellos hablaban sencillamente de realidades, de situaciones, de hombres y de acontecimientos de su tiempo. Pero en esas realidades, en esos hom les son los salmos 46, 92, 95 al 98. R. TOURNAY, O. p.,
p. 28, añadiría a esta lista los salmos 28, 67, 94 y 149. Sobre la continuidad entre los textos de a m b o s Testamentos que dicen relación al pueblo de Dios, que luego se convierte en la Iglesia de Cristo, se pueden ver las excelentes páginas de L. BOUYER, Les psaumes, priére du peuple de Dieu: VS 80 (1949) 579-597, y La Bible eí VEvangüe, l. c. E s t a continuidad entre lo sdos Testamentos está asegurada al mismo tiempo y mucho mejor p o r la persona de Cristo, esperada en el Antiguo Testamento y presente en el Nuevo, como lo m u e s t r a C. CHARLIER, O. S. B., La lectura cristiana de la Biblia. Litúrgica Española, Barcelona 1961, p . 276. Cristo es el «centro de las Escrituras en su perspectiva histórica, así como su p u n t o de convergencia lógica, en el plano propiamente dicho de la Revelación y en el de la «Encarnación de la Palabra». ¡. ||
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bres, en esas situaciones, nosotros, los cristianos, descubrimos presentimientos oscuros, figuras veladas de la nueva economía. Así, cuando los salmistas hablan de Yavé, del Señor, o le invocan, nosotros vemos en ello alusiones al único verdadero Señor, a Cristo. Cuando ensalzan la Ley, se refieren a la promulgada en el Sinaí, más tarde desarrollada y consignada en el Pentateuco; pero nosotros descubrimos en ella «la sombra de una realidad futura»: el Evangelio. Lo mismo hay que decir de Jerusalén, del templo, de la justicia, del pastor del salmo 22 y del resto: umbra futurorum (Col 2, 17). ¿Hasta qué punto tales presentimientos pertenecen todavía al sentido literal? Es cierto: si algunos salmos, como el citado, hablan de Cristo y de su Reino en sentido literal, resulta difícil apreciar los límites que nos prohiban ver, por un procedimiento análogo, a la Iglesia en Jerusalén, el Evangelio en la Ley, la gracia en la justicia, la redención en el éxodo, el bautismo en el paso del Mar Rojo, etc. ¿Dónde comienza lo arbitrario? Es difícil precisar la frontera, y esto explica que algunos autores hayan dado al sentido literal (lo cual vale tanto para los salmos como para los demás pasajes del Antiguo Testamento) un alcance muy amplio, aunque insospechado para sus autores. Es lo que han llamado sentido literal «pleno» 26 . 26 Hay que notar que la expresión «sentido pleno» aparece por primera vez, a nuestro entender, en H. DUESBERG, Jesús, le Chantre ideal des Psaumes:
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Otros son más radicales. No reconocen otro sentido literal que el que estuvo claramente presente en la conciencia del autor inspirado. Esta posición tiene la ventaja de dar a las palabras de los textos sagrados el sentido que les es obvio. En efecto, es evidente que la Ley no es el Evangelio, ni Jerusalén la Iglesia, ni Yavé Cristo; en tanto que el Mesías es Cristo, y su Reino la Iglesia. Pero la Ley «prefigura» el Evangelio, Jerusalén la Iglesia; y lo que se dice de Yavé, Dios de majestad y, a la vez, cercano a nosotros, ha tenido su cumplimiento en la persona de Cristo. Mas, ¿de qué «prefiguración» se trata? ¿Basta con que las palabras se presten a un paso del sentido literal a otro sentido, llamado «espiritual»? Ya se advierte el peligro de los juegos de palabras. El hecho de tratarse de la Palabra de Dios no los libra de ser algo arbitrario. ¿Es preciso, entonces, exigir más, es decir, una previa «prefiguración» en las cosas? Es un problema que desborda el campo de la exégesis literal y nos lleva a los confines de la teología. No tendrá solución satisfactoria si no consultamos con todo esmero a la tradición. Comencemos por aquellos testigos que más han examinado y comentado los salmos: los Padres de la Iglesia.
RevGén 124 (1930) 431-449. Véase a este propósito nota 1, p. 59.
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2 SOLUCIONES DE LOS PADRES 1.
¿Tipo o alegoría?
En la interpretación de los textos, los Padres admitieron muy pronto—se han podido comprobar los orígenes de esta convicción en el judaismo y en el helenismo—que su «letra» encubre un «espíritu», es decir, que una proposición puede tener simultáneamente, además del sentido literal obvio \ uno o varios sentidos que pueden llamarse en conjunto «espiri1 Digamos aquí que a veces en el sentido literal se distingue un sentido profético: el de los pasajes que, en sentido literal, se refieren a acontecimientos futuros. Así, el sentido literal de Isaías 53 sería profético para algunos autores. El determinar en concreto tales pasajes no resulta siempre fácil. Respecto a los salmos, algunos consideran como tal el 21. De hecho, si dicho salmo es mesiánico en el sentido de que habla del futuro Mesías y de su Reino, es por lo tanto profético: se podrá entonces hablar, como ya se ha hecho, de sentido profético-literal. A veces la profecía está incluida en el sentido típico, del que trataremos en seguida: habrá entonces sentido profético-típico. También se distingue, en ciertos casos, un sentido li-
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tuales» 2 . La determinación de éstos obedece a una «lógica» que no es arbitraria, aunque tampoco sea—téngase bien en cuenta—del tipo aristotélico corriente. Al proceder de esta manera, la tradición se ha inspirado claramente en S. Pablo, quien más de una vez contrapone la letra al espíritu hablando de las Escrituras (2 Cor 3, 6, por ejemplo); incluso, apoyada en tal autoridad, la expresión «sentido literal» ha perdurado a través de la historia del cristianismo. Sin embargo, muchos teólogos la encontraron demasiado vaga, demasiado imprecisa, y entonces comenzaron a aparecer diversas clasificaciones, con divisiones y subdivisiones, todas muy atractivas e ingeniosas, pero nunca plenamente convincentes. Es decir, que el problema de la clasificación de los sentidos está lejos de una solución y que el acuerdo en esto dista mucho de ser unánime 3 . No obstante, podemos intentar conseguir una visión clara. Con el fin expreso de perfilar mejor los conceptos, y en tanto no se demuestre teral pleno, cuyos alcances ayuda a descubrir la revelación cristiana: véase una buena exposición en el P. F. M. BRAUN, La Mere des fidéles. Tournai 1953, p. 9-23. 2 Puede verse un excelente resumen de la evolución del pensamiento de los Padres, en esta cuestión, en P. SALMÓN, De l'interprétation des psaumes dans la liturgie aux origines de foffice divin: LMD 33 (1953) 21-55, p . 37-38. 3
Señalemos aquí el bello trabajo del P. A. M. DuBARLE, O. P., La lecture chrétienne de l'Ancien Testament, en L'Ancien Testament et les chrétiens. París 1951, p . 206-234. 'Rencontres' 36.
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la insuficiencia de tal clasificación, nos parece bien seguir la tradición, que distingue—a nuestro entender—, además del sentido literal, otros dos sentidos bajo la denominación genérica de «sentido espiritual». Son los siguientes: a) Sentido típico. Esta expresión, que también puede apoyarse en la autoridad de S. Pablo (1 Cor 10, 6 y 11), quiere significar que existen unas realidades (cosas, hombres, situaciones, acontecimientos...) en la Antigua Ley, cronológicamente anteriores a otras de la Nueva, pero de forma que aquéllas están vinculadas a éstas por una correspondencia, por una relación semejante a la que media entre el bosquejo y la obra acabada, entre la maqueta y el edificio terminado, entre el plano o modelo y su ejecución. Se puede concebir el sentido típico como desplegándose en la línea horizontal del devenir cronológico y como un perfeccionamiento progresivo de realidades que se van sirviendo de modelos sucesivos, haciendo los primeros de causas ejemplares de los siguientes 4. Así, por ejemplo, Jerusalén viene a ser tipo de la Iglesia; la Ley, del Evangelio, etcétera. Se puede incluso prolongar ese eje horizontal más allá de la economía presente: Jerusalén es tipo de la Iglesia y, al mismo tiempo, de la Jerusalén escatológica, etc. 4 Esta «horizontalidad» es sugerencia de B. FISCHER, Die Psalmenfrommigkeit der Regula S. Benedicti: Liturgie und Mónchtum, Laacher Hefte 4 (1949) 25-26. 5 Esta denominación también puede respaldarse en la autoridad de S. Pablo; véase Gal 4, 24. Ya se sabe
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b) Sentido alegórico5. Este prescinde de los modelos sucesivos y en progresivo perfeccionamiento. Se describe de tal forma una situación, un acontecimiento, un hombre, una cosa cualquiera, que en ellos pueden reconocerse otra situación, otro acontecimiento, otro hombre u otra cosa, que no tienen que ver nada o casi nada con una economía anterior de la salvación, pudiéndose aplicar a la segunda serie cuanto se dice de la primera mediante una acomodación sencilla del lenguaje. El salmista, por ejemplo, se lamenta en unos términos que yo adopto para expresar mi propia lamentación: su lamentación viene a ser alegóricamente la mía. Y así en lo demás. Para continuar con la comparación sugerida líneas más arriba, diremos que el cambio de sentido se hace verticalmente, es decir, no se basa en una sucesión histórica, cronológica, de realidades que se vayan prefigurando unas a otras, sino solamente en el tenor verbal del texto inspique no hay que d a r u n valor fijo a las palabras «alegoría» y «tipo» en S. Pablo. El cometido del exégeta, aquí como en otras ocasiones, es captar, p o r encima de las denominaciones flotantes, el pensamiento. Este sólo importa; las denominaciones son secundarias y no dejan de ser m e r o i n s t r u m e n t o del pensamiento. P. LESTRINGANT, Essai sur l'unité de la révélation biblique. París 1942, p . 104-112, señala muy oportunamente que S. Pablo, al citar y emplear el Antiguo Test a m e n t o con el fin de p r o b a r diversas verdades, deja imprecisas las fronteras entre el sentido literal, profético, típico y alegórico de los textos. E s t a advertencia mantiene su vigor cuando se t r a t a de determinar los sentidos dados p o r los Padres o la liturgia a un texto bíblico.
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rado que resulte más apto para expresar una situación análoga. La división del sentido espiritual en típico y alegórico tiene la ventaja de responder a unas exigencias lógicas y de prestarnos mucha luz. Pero no carece de dificultad, puesto que su aplicación a los casos concretos, por ejemplo a tal salmo, produce la impresión de ser algo puramente arbitrario. En el momento que uno deja el terreno firme de los salmos mesiánicos y reales, supuesto que se les haya determinado con certeza, uno se pregunta qué reglas, qué criterios hay que adoptar para justificar una aplicación, sea típica, sea alegórica. El salmo 77 me habla de la salida de Egipto: ¿puedo legítimamente descubrir en ella el «tipo» de la redención? ¿Los hambrientos, los náufragos, los vagabundos, los enfermos y los prisioneros del salmo 106 son «tipo» de la humanidad caída y en espera de la redención, o sólo materia de alegoría para miserias parecidas, bien de orden espiritual, bien simplemente de orden corporal? Ni que decir tiene que hay que evitar tanto los excesos del literalismo como los del alegorismo 6 . Pero ¿cómo precisar la línea del justo medio? Por otra parte, se puede concebir perfectamente que el «alegorismo», por el que aplico «verticalmente» a tal o cual situación actual lo que dice el salmo, sea de hecho una prolon6 Recordemos aquí la célebre controversia sobre el valor de u n a exégesis «simbólica» o «espiritual» que enfrentó a M. Paul Claudel con unos teólogos como M. J. Steinmann, el P. C. Charlier, el P. J. Daniélou.
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gación del sentido típico: pues éste, pasando por Cristo y su Iglesia, llega hasta Cristo viviente en los fieles y hasta los miembros de la Iglesia. La realidad de Cristo es omnipresente, y si se admite la tipología para la Cabeza y para el Cuerpo, no se ve por qué habría que rechazarla para los miembros. Esto hace que el campo de la tipología de hecho sea muy vasto, y que el de la alegoría se reduzca prácticamente a la pura acomodación verbal, a esos piadosos juegos de palabras que explotan los textos sagrados de manera improvisada—algo así como cuando Paul Claudel veía en la hormiga diligente del libro de los Proverbios (30, 25) al escriba «alabado por nuestro Señor»— 7 . Esto nos lleva a un problema difícil. ¿Cómo determinar sólidamente los elementos del Antiguo Testamento (situaciones, hombres, cosas...) que son «tipos» de elementos análogos en la Nueva Ley? Sería cuestión de preparar una especie de cuadro a dos columnas: en la izquierda constaría una primera serie de elementos, «tipos» de otros elementos correspondientes que habrían de figurar a la derecha; el resto constituiría el campo de la «alegoría». Se han propuesto semejantes inventarios. Aunque dependen mucho de las preferencias subjetivas de cada exégeta, todos están de acuerdo en que la antigua economía, en bloque, es «tipo» de la nueva, y en que, tratándose de textos, sólo hay un núcleo (Cristo y su Iglesia) 7
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Figures et parábolas, p. 11.
que en sentido literal una ambas economías. Asentado esto, en seguida surgen las diferencias de opinión y las dudas sobre las cosas más sencillas. La solución del problema no es tan difícil como parece. Tratemos de aclarar. El núcleo común a ambas economías en los textos sagrados está determinado, según hemos dicho, por el Mesías y su Reino, y cuando el Antiguo Testamento habla de ellos, está hablando en sentido literal de Cristo y de su Iglesia. A este núcleo está ligada otra serie de realidades, como Jerusalén, la Ley, el sacrificio, la justicia, etcétera, con mayor o menor fuerza. Entonces podremos decir que estas realidades de la Antigua Ley serán «tipos» de las realidades correspondientes en la Nueva en la medida en que el vínculo que las une al núcleo (de mayor o menor fuerza en cada caso) sea más consistente. Y en la medida en que ese vínculo se va debilitando, nos acercamos cada vez más a lo puramente alegórico. Es, por lo tanto, cuestión de medida. Los cambios de postura y las dudas de los Padres, de los teólogos y de los exégetas en esta materia se deben a que no pueden determinar con precisión matemática hasta qué punto ese vínculo mantiene dentro de las fronteras de la tipología y, por el contrario, hasta qué punto nos lleva a la alegoría. Que haya, pues, una zona, cuya aplicación en sentido «espiritual» para unos sea «típica» y para otros «alegórica», no debe extrañar. De hecho la realidad es clara: «doblando» el sentido literal viene el sentido «típico», que se 65
va convirtiendo en alegórico a medida que aquél se aleja del núcleo mesiánico y eclesial, común a los dos Testamentos. Esta jerarquía de los sentidos (literal, espiritual, típico y alegórico) está apoyada, sin duda, por una tradición constante. Nos ofrece una clasificación que tiene la ventaja de ser lógica y clara. Pero, después de todo, no es ésa la cuestión más importante. Poco importa saber la clasificación de los sentidos que los Padres nos han legado respecto de los textos sagrados. El problema no es cuestión de lógica, aunque sea cristiana. Queda por saber cómo se ingeniaron los Padres para descubrir a Cristo y su Reino en los salmos que no hablan de ellos en sentido literal. Este es el verdadero problema que el capítulo anterior dejaba sin solución y por cuyo motivo tratamos de consultar a la tradición. 2.
¿Cristianizar los salmos «desde abajo»?
«desde arriba» o
¿Cómo descubrieron los Padres a Cristo y su Reino en los salmos? Para responder a esta pregunta es preciso poseer una información muy vasta, y el estado actual de las investigaciones no permite todavía escribir un «resumen» definitivo sobre esta materia. En efecto, se ha estudiado el procedimiento que ha seguido tal o cual Padre para comentar el salterio o algunos salmos. Se ha estudiado también cómo han 66
interpretado este o aquel salmo. Pero falta un trabajo de conjunto, que comprenda a la vez toda la literatura patrística y todo el salterio 8 . Podemos resumir el pensamiento de la Iglesia de los tres o cuatro primeros siglos, diciendo que ella siempre consideró los salmos como poemas de Cristo. Porque para ella Cristo es el puente entre el Antiguo y Nuevo Testamento. Es el «centro de las Escrituras» 9. Si, como se ha dicho, algunos salmos se refieren al futuro Mesías en sentido literal, bastó con extender este mesianismo a los demás mediante la exégesis «espiritual». Pero los salmos pueden ser poemas de Cristo de diferentes maneras. La primera consiste en sustituir a Yavé, al Señor, al Dominus de 8 Una importante fuente de información sobre las interpretaciones patrísticas de los salmos es siempre M. WOLTER, O. S. B., Psallite sapienter. Friburgo 187190, 5 v. Excelente bosquejo de L'exégése de VA. T. par les Peres p o r el P. Th. CAMELOT, O. P., en L'Anden Testament et les chrétiens: 'Rencontres', 36. París 1951, p . 149-167. Remitimos también al artículo de P. SALMÓN, De l'interprétation des psaumes dans la liturgie aux origines de l'office divin: LMD 33 (1953) 21-55. Citemos, finalmente, el artículo de M. B. FISCHER, Le Christ dans les psaumes. La dévotion aux psaumes dans VEglise des martyrs: LMD 27 (1951) 86-109. Este artículo es traducción de una lección doctoral present a d a en Bon en 1949, y aparecida bajo el título de Die Psalmenfrommigkeit der Martyrerkirche. El artículo del P. L. BOUYER ya citado puede ayudar a c o m p r e n d e r e incluso a completar algunos p u n t o s de vista de M. FISCHER, pero nos parece haber seguid o menos de cerca que este último, el modo concreto de que se valieron los Padres p a r a cristianizar los salmos. 9 C. CHARLIER, La lectura cristiana de la Biblia. Litúrgica Española, Barcelona 1961, p . 276.
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los salmos, es decir, a su primer actor, según hemos dicho, por la persona de Cristo: de esta forma se convierten en cantos dirigidos bien a Cristo, bien a la exaltación de alguna de sus cualidades o intervenciones. Cristo es el héroe cantado o invocado (sentido pasivo) por el salmista, y también por mí al apropiarme sus acentos. Si digo De profundis clamavi ad te Domine, esta plegaria se dirige entonces a Cristo. O si exclamo Misericordias Domini in aeternum cantabo, canto las misericordias de Cristo 10. Por tanto, esta manera de cristianizar los salmos se reduce a poner a Cristo en lugar de Dios, primero de los dos grandes actores del salterio, y en atribuirle a El todo cuanto los salmistas nos refieren de Dios. Es lo que ha venido a llamarse «cristianización desde arriba» u . De esta forma los salmos expresan la vox Ecclesiae, o vox mea, ad Christum, o de Christo, según sugiere S. Agustín. Esta manera de cristianizar los salmos consiste en pensar en Cristo siempre que se nos presente el Dominus. De hecho, no hay que olvidar que los salmos se dividen en yavistas y elohistas. La cristianización de que estamos 10 M. B. FISCHER, p. 93-94, advierte que este desplazamiento de sentido se ha debido a la palabra griega empleada para traducir a «Yavé», el nombre propio de Dios: Kupio;, que a su vez fue traducida al latín por Dominus; ahora bien, Dominus era el título que la Iglesia primitiva daba a Cristo. 11 La expresión es de M. B. FISCHER. Proviene de que, entre los diversos actores de los salmos, Dios ocupa el puesto superior. El «yo» de los salmos, frente a El, queda en un lugar subalterno.
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tratando resulta fácil para la primera serie, pero no tan fácil para la segunda, porque la sustitución hay que hacerla siempre que aparezca la palabra que traduce a Elohim: Deus (y no Dominus). Pero el procedimiento sigue siendo válido, puesto que Deus y Dominus se refieren, en sentido literal, al mismo Dios. La segunda manera de considerar los salmos como poemas de Cristo se reduce a ver a Cristo en el «yo» del salterio: el hombre o el salmista. Lo que éste dice, expresa también los sentimientos de Cristo. Y los salmos se convierten en poemas de Cristo que se dirige (sentido activo) a su Padre para suplicarle, para alabarle, para exaltar su infinita perfección, etcétera. O también son poemas en los que mi voz, o la de la Iglesia, se une a la de Cristo para subir hasta el Padre. Cristo se convierte, según se ha dicho, en el «cantor ideal de los salmos» 12. De profundis clamavi ad te Domine es una súplica de Cristo, a la que se asocia la Iglesia, o yo mismo. Misericordias Domini in aeternum cantabo es el canto de la Iglesia unida a Cristo, o mi propio canto, que exalta las misericordias del Padre. Laúdate Dominum omnes gentes es una alabanza al Padre hecha por Cristo. Este procedimiento constituye la «cristianización desde abajo»: vox Christi, o Eccle12
H. DUESBERG, 1. c. El artículo insiste muy oportunamente sobre el apoyo que el N. T. presta a este procedimiento: volveremos sobre ello. Diremos también cómo tal procedimiento es el sugerido por la tradición litúrgica más auténtica.
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siae cum Christo, o mea cum Christo, ad Pattem. * Ambas maneras de cristianizar los salmos arrojan una gran luz sobre el problema que nos ocupa. Y su garantía proviene sobre todo de su antigüedad. Ese marco nos ayuda a descubrir el sentido «espiritual» de los salmos, más allá de su sentido literal. Pero los Padres no nos dicen absolutamente nada sobre si rezando este salmo conseguimos una pintura «típica» de la economía nueva de Cristo, o rezando el otro resulta un cuadro «alegórico». En resumidas cuentas nos dejan enfrentados con los exégetas que hacen el inventario de los «tipos» que unen los dos Testamentos, y con los lógicos que precisan los conceptos de tipo y alegoría. Nos corresponde a nosotros el valorar dichos inventarios y definiciones, y el aplicarlos a los salmos. Así es como los Padres nos dan una lección. Es cierto que ambos sentidos, típico y alegórico, en línea horizontal y vertical respectivamente, responden a unas categorías lógicas. Pero, después de todo, ¿qué interés tiene el determinar si un texto concreto tiene sentido típico o alegórico? Dejemos esta cuestión académica a los lógicos. Su lógica no llega necesariamente a lo real. Lo que los Padres nos enseñan es que el «espíritu» rebasa la «letra»; y cómo se cristianizan los salmos con ese «espíritu»: cómo, en una palabra, reconocer en ellos a Cristo, bien sea en el Señor a quien 10
glorifican, bien en el «yo» que suplica. Igualmente, poco importa conocer qué temas están estrechamente ligados al núcleo mesiánico o, por el contrario, son periféricos; dejemos esta cuestión a los exégetas y a los patrólogos. Lo que en definitiva nos enseñan los Padres es a rezar los salmos con alma cristiana: de esta forma nos ayudarán a suplicar a Cristo, o también serán un medio de unirnos a Cristo para suplicar al Padre. Por tanto, el problema que queda por resolver se reduce a determinar lo que resulta más conveniente para un salmo en concreto: ¿cristianizarlo «desde arriba» o «desde abajo»? ¿Puedo fiarme de mi propia iniciativa para escoger ya el primer procedimiento, ya el segundo? ¿No existen otros criterios para apreciar las ventajas que tiene uno sobre otro, bien como regla general, bien como caso particular? Los Padres, a pesar de su aportación luminosa, a pesar de darnos ánimo para desembarazarnos de definiciones lógicas, nos dejan ante un interrogante: ¿cristianizar «desde arriba» o «desde abajo»? A este respecto nos queda por examinar los dos órganos que, en la presente materia, tienen una autoridad excepcional: el Nuevo Testamento y la liturgia. ¿Cómo han descubierto a Cristo en los salmos tanto el uno como el otro? No creemos que esta pregunta haya r e cibido aún respuesta definitiva. Hemos realizado un examen de ambos «lugares teológicos», y vamos a ver en qué sentido nos orientan.
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3 LA RESPUESTA DEL NUEVO TESTAMENTO
El libro del Antiguo Testamento más citado por el Nuevo es el de los Salmos 1 . ¿Cómo, pues, el Nuevo Testamento ha visto en ellos a Cristo? Para responder a semejante pregunta hemos intentado hacer un examen de todas las citas que el Nuevo Testamento hace de los salmos. No podemos soñar con dar razón de poiqué a este texto se le cita de esta manera y a aquél de otra. Nos hemos de contentar con ofrecer los textos y clasificarlos; ello nos servirá para nuestras conclusiones generales. Creemos que el lector que desee comprobar la exactitud de nuestra clasificación podrá hacerlo fácilmente mediante las citas y, en la mayoría 1 De u n a s trescientas citas que se hacen del A. T., u n centenar pertenece a los salmos. Lo que digamos de las citas que hace el N. T. del salterio, puede d a r u n a imagen b a s t a n t e exacta de la fisionomía general de las citas del A. T.
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de los casos, los textos que a la vista le presentamos 2. 1. Muchas citas están hechas en sentido literal: 53 en total. Y lo sorprendente es que esta cifra supera a cada una de las categorías que más tarde vamos a presentar. Y si se piensa en la autoridad sin par del Nuevo Testamento, como testigo y como guía de la «lectura cristiana de la Biblia», fácilmente cae uno en la cuenta de que el sentido literal, incluso no tratándose de salmos mesiánicos, está muy lejos de carecer de importancia. S. Pablo, sobre todo, cita con frecuencia los salmos de esta forma 3 , y hay que reconocer que así, en su sentido literal, los explota un número de veces relativamente impresionante 4 . Tal es el caso, en particular, de la Carta a los 2 Sobre l'exégése de VA. T. par le N. T., véanse las exceientes páginas de M. L. CERFAUX, en L'Ancien Testament et les chrétiens. París 1951, p . 132-148, 'Rencontres' 36. 3 Véase LESTRINGANT, O. C, p . 98-105. Digamos de una vez p a r a siempre que S. Pablo, como los demás escritores del N. T. (y la liturgia), cita los salmos tal como los leía, en u n a versión griega (en general la de los LXX). Ya se sabe que ésta difiere del original hebreo. 4 Son los siguientes: 4, 5 (Ef 4, 26); 5, 10 (Rom 3, 13); 7, 10 (Rom 8, 27); 9B, 7 (Rom 3, 14); 13 = 52, 1-3 (Rom 3, 10-12); 17, 50 (Rom 15, 9); 23, 1 (1 Cor 10, 26); 31, 1-2 (Rom 4, 7-8); 35, 2 (Rom 3, 18); 43, 23 (Rom 8, 36; véase n. 5); 50, 6 (Rom 3, 4); 61, 13 (Rom 2, 6 y 2 Tim 4, 14); 68, 29 (Fil 4, 3; Ap 3, 5; 13, 8; 17, 8; 21, 27); 93, 11 (1 Cor 3, 20); 93, 14 (Rom 11, 1); 111, 9 (2 Cor 9, 9); 115, 10 (2 Cor 4, 13); 115, 11 (Rom 3, 4); 116, 1 (Rom 15, 11); 118, 32 (2 Cor 6, 11); 139, 4 (Rom 3, 13); 142, 2 (Rom 3, 20 y Gal 2, 16). Pueden añadirse a estas citas las tres siguientes: 33, 15 (Heb 12, 14); 117,
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Romanos, en la que se advierte un deseo de probar por la misma Escritura la tesis de la justificación por la fe, amenazada por los judaizantes. Sin embargo, algunas de estas citas suponen, si se atiende al contexto, una universalidad de la salvación, que propiamente sólo tiene lugar en la era mesiánica; así Rom 15, 19, citando el salmo 18, 50: Por eso te daré gracias, ¡oh Yavél, entre las gentes; o también Rom 15, 11, citando el 117, 1: Alabad al Señor todas las gentes y ensalzadle los pueblos todos. Existe, pues, a veces tras el sentido literal, cierta cristianización que no hay que olvidar: la del cumplimiento del texto en la economía de Cristo 5 . Aparecen también citas literales en otros lugares: casi nunca en el cuarto evangelio y epístolas de S. Juan; pero en cambio se dan con alguna frecuencia en los cánticos de S. Lucas (a veces en forma de simples alusiones), y en el Apocalipsis 6 . 16 (Heb 13, 6); 134, 14 (Heb 10, 30). Solamente en u n a de estas citas sustituye S. Pablo u n a palabra p o r otra p a r a acentuar su propósito: 1 Cor 3, 20 cita el salmo 93, 11: Dominas novit cogitationes hominum, donde cambia la última palabra p o r sapientium. 5 Se puede decir otro tanto, sin duda, de la alusión al «libro de la vida» del salmo 68, 29, que aparece varias veces en el Apocalipsis, p e r o atribuido al Cordero. Caso análogo también en el salmo 43, 23 (propter te mortificamur tota die), citado en sentido literal en Rom 8, 36, pero en u n contexto en que se t r a t a del a m o r de Cristo, del que ninguna prueba puede separ a r al cristiano. 6 Los salmos son éstos: 18, 10 (Ap 16, 7; 19, 2); 23, 4 (Mt 5, 8); 32, 3 (Ap 5, 9; 14, 3: se t r a t a aquí de la expresión canticum novum que se encuentra también
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2. Salmos mesiánicos, repitámoslo, son los que hablan en sentido literal de realidades propiamente cristianas (el Mesías, su Reino). Es difícil determinar qué salmos están considerados como tales por el Nuevo Testamento. Porque, como veremos en seguida, se aplican a Cristo muchos versículos o se ponen en boca suya, sin que por esto se pueda sostener razonablemente que el autor inspirado los haya considerado como mesiánicos en sentido literal. Por ejemplo, los salmos 44 y 71 ponen en escena en sentido literal al rey; pero no son mesiánicos porque el Nuevo Testamento los aplique a Cristo. Ni tampoco el 21, en el que el justo sometido a prueba dirige a Dios un grito de angustia y del cual se sirvió Cristo en la Cruz. Y así otras citas. Creemos, sin embargo, que por la manera de citarlos el Nuevo Testamento, se confirma el carácter mesiánico de los salmos 2, 88, 109 y 131; y de algunos salmos del Reino escatológico: 46, 96 y 97. He aquí las citas del Nuevo Testamento: en los salmos 39, 4; 95, 1; 97, 1; 143, 9; 149, 1); 33, 13-17 (1 Pe 3, 10-12: véase el comentario al salmo 33 en la p. 118); 36, 11 (Mt 5, 5); 40, 14 (Le 1, 68: Benedictas Dominus Deus Israel, que se lee también en los salmos 71, 18; 88, 53; 105, 48); 46, 9 (Ap 4, 9-10; 5, 17. 13; 6, 16; 7, 10. 15; 21, 5); 54, 23 (1 Pe 5, 7); 77, 24 (Jn 6, 31); 81, 6 (Jn 10, 34); 88, 11 (Le 1, 51); 88, 21 (Act 13, 22); 92, 4 (Ap 19, 6); 97, 3 (Le 1, 54); 102, 13. 17 (Le 1, 50); 103, 12 (Mt 13, 32; Me 4, 32; Le 13, 19); 104, 8 y 105, 45 (Le 1, 72); 104, 21 (Act 7, 10); 105, 10 (Le 1, 71); 106, 9 (Le 1, 53); 106, 20 (Act 10, 36; cf. Act 13, 26); 110, 9 (Le 1, 68); 110, 9 (Le 1, 49); 118, 137 (Ap 16, 5; 19, 2); 131, 5 (Act 7, 46); 136, 8 (18, 6); 140, 2 (Ap 5, 8; 8, 4); 145, 6 (Act 4, 24). 16
2, 1-2 (Act 4, 25-26: ¿Por qué braman las gentes... contra Cristo?). 2, 7 (Heb 1, 5; 5, 5; Act 13, 33: Tú eres mi hijo, yo te engendré hoy) 7 . 2, 9 (Ap 19, 15: y El las regirá [las naciones] con vara de hierro). 46, 9 (Ap 3, 21: y me senté [Cristo]... en su trono). 88, 4-5 (Act 2, 30: le había Dios jurado solemnemente...). 96, 7 (Heb 1, 6: adórenle todos los ángeles de Dios). 97, 2-3 (Act 28, 28: esta salud de Dios... a los gentiles; cf. sal. 66, 3). 109, 1 (numerosas citas en las que se identifica a Cristo con el Mesías. Véase Mt 22, 44; Me 12, 36; Le 20, 42-43, en los que se aplica este versículo a Cristo. En el mismo sentido, Act 2, 34-35. Cristo sentado a la diestra de Dios en Mt 26, 64; Me 14, 62; Le 22, 69. Lo mismo después de la Ascensión en Me 16, 19; Rom 8, 34; 1 Cor 15, 25; Ef 1, 20; Col 3, 1; Heb 1, 3; 8, 1; 10, 13; 12, 2. Cristo superior a los ángeles: Heb 1, 13. Con frecuencia estos textos dan al versículo, o no lo excluyen, un alcance escatológico. Se advierte el lugar que S. Pablo con7 Este versículo del salmo 2 se aplica en el Nuevo Testamento a la glorificación de Cristo. «Debía, en cuanto hombre, 'nacer' a la gloria que poseía eternamente como Hijo de Dios»: J. DUPONT, Filius meus es tu. L'interprétation du Psaume 2, 7 dans le N. T.: RechScRel 35 (1948) 541. Cf. A. ROBERT, Considérations sur le mesianisme du Psaume 2: RechScRel 39 (1951) 88-98.
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cede a la Ascensión en la interpretación de este versículo). 109, 4 (Jn 12, 34: el Mesías permanece para siempre). 109, 4 (Heb 5-7, citando y comentando: según el orden de Melquisedec). 131, 11 (Act 2, 30: un fruto de sus entrañáis se sentaría en su trono). 3. Algunos salmos están puestos en boca de Cristo, es decir, el «yo» de los salmos se convierte en el «yo» de Cristo. Es la cristianización desde abajo. Se observará que tal es, sobre todo, el caso de las citas evangélicas cuaíido quieren expresar los sentimientos de Cristo paciente. Un solo caso se presenta en S. Pablo (68, 10); otro en Heb (21, 23). 6, 4 (Jn 12, 27: mi alma se siente turbada)6, 9 (Mt 7, 23; Le 13, 27: apartaos de mí todos, obradores de iniquidad). 15, 8-11 (Act 2, 25-28, 31; cita introducida con las palabras «pues David dice de El», y que encierra esta frase: «ni permitirás que tu Santo experimente la corrupción», que es una profecía de la resurrección de Cristo; cf. Act 15, 35 y 37). 21, 2 (Mt 27, 46; Me 15, 34: Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). 21, 8 (Mt 27, 39; Me 15, 29: moviendo la cabeza...). 21, 9 (Mt 27, 43: ha puesto su confianza en Dios) 8 . 8 Estas palabras las ponen en boca del salmista sus adversarios; por eso, al expresar los sentimientos de Cristo, están en tercera persona en la cita.
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21, 19 (Jn 19, 24: Dividiéronse mis vestidos y sobre mi túnica echaron suertes; cf. Mt 27, 35; Me 15, 24). 21, 23 (Heb 2, 12: Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré). 30, 6 (Le 23, 46: en tus manos entrego mi espíritu). 34, 19; 68, 5 (Jn 15, 25: Me aborrecieron sin motivo). 37, 12 (Le 23, 49: todos sus conocidos... estaban a distancia). 39, 7-9 (Heb 10, 5-10: No quisiste sacrificios ni oblaciones...). 40, 10 (Jn 13, 18: El que come mi pan, levantó contra mí su calcañar; cf. Me 14, 18). 41, 6. 12; 42, 5 (Mt 26, 38; Me 14, 34: triste está mi alma; cf. Jn 12, 27). 68, 10 (Jn 2, 17: El celo de tu casa me consume). 68, 10 (Rom 15, 3: Sobre mí cayeron los ultrajes de quienes me ultrajaban). 68, 22 (Mt 27, 34. 48; Me 15, 36; Le 23, 36; Jn 19, 28: sobre todo las palabras: «tengo sed»..., «hiél»..., «vinagre»). 77, 2 (Mt 15, 35: abriré en parábolas mi boca). Se pueden añadir a estos 18 casos, en los que los salmos expresan los sentimientos de Cristo en primera persona, los salmos del grupo Hallel (112 al 117) entonados por Cristo en la Ultima Cena. Estos evocan de manera especial algunas circunstancias de su pasión y por 79
eso han venido a ser como «las oraciones de Cristo» 9 . 4. Hay también algunos casos de cristianización desde arriba, es decir, de citas de salmos en las que se aplica a Cristo lo que literalmente se refiere a Dios o al Señor. Estos casos son, asimismo, raros en S. Pablo (67, 19). 7, 10 (Ap 2, 23: yo soy el que escudriña las entrañas y los corazones). 8, 3 (Mt 21, 16: De la boca de los niños y de los que maman has hecho brotar la alabanza). 17, 3 (cf. sal. 131, 17. Alusión en Le 1, 69: cuerno de salvación). 22, 1 (alusión en Ap: los guiará). 32, 6 (alusión en Jn 1, 3: todas las cosas fueron hechas por El [verbum]). 33, 9 (1 Pe 2, 3: si es que habéis gustado cuan bueno es el Señor). 67, 19 (Ef 4, 8: subiendo a las alturas, llevó cautiva la cautividad, repartió dones a los hombres) I0. 88, 38 (Ap 3, 14: testigo fiel)». 94, 7-11 (citado y comentado en Heb 3, 7 al 9
Véanse sobre todo: 115, 13 (tomaré el cáliz de salud); 115, 15 (es cosa preciosa a los ojos de Yavé la muerte de sus justos); 117, 17 (no moriré, viviré...); 117, 22 (la piedra que rechazaron los constructores), 117, 24 (Este es el día que hizo Yavé...); etc. 10 Esta cita pone aquí en tercera persona, al aplicarlo a Cristo, lo que el salmo (en hebreo, en los LXX y en la Vulgata) dice de Dios dirigiéndose a El en segunda persona. " Aplicación a Cristo de lo que los LXX y la Vulgata dicen de Dios. El hebreo tiene u n sentido diferente. El salmo, sin embargo, es mesiánico (véase m á s arriba).
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4, 11: si oyereis su voz hoy... no entrarían en mi descanso) n . 101, 26-28 (Heb 1, 10-12: Tú, Señor, al principio, fundaste la tierra... y tus años no se acabarán). 102, 8; 110, 4 (Sant 5, 11: porque el Señor es compasivo y misericordioso) 13 . 103, 4 (Heb 1, 7: El que hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llamas de fuego). 129, 8 (alusión en Mt 1, 21: porque salvará a su pueblo de sus pecados; Tit 2, 4; Ap 1, 5). Hay que añadir a estos 13 casos el tema del pastor, que es Yavé en el salmo 22 (y en otros muchos textos del Antiguo Testamento), y que es también Cristo en el cuarto evangelio (c. 10). También puede verse una «cristianización desde arriba» en los casos en que el Nuevo Testamento dirige una plegaria a Cristo haciendo alusión a los salmos; así ocurre en Act 7, 59 (oración de Esteban: Señor Jesús, recibe mi espíritu; cf. sal 30, 6), y algunas veces en el Apocalipsis. 5. Si comparamos, pues, aquellos pasajes en los que, con todo rigor, el Nuevo Testamento ve a Cristo en el «yo» de los salmos y los que lo descubren en la persona del «Señor», advertimos que numéricamente están equilibrados. Sin embargo, no todo está ahí. Los salmos ponen también en escena a un ten 12 La aplicación a Cristo de este pasaje parece estar claramente insinuada p o r los versículos precedentes. 15 La aplicación a Cristo está sugerida p o r las palab r a s que anteceden.
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cer personaje, distinto a un mismo tiempo de Dios y del salmista (el rey, el hombre en general, el justo sometido a prueba, incluso la piedra angular del salmo 117). Ahora bien, el Nuevo Testamento aplica algunas veces a Cristo precisamente lo que se afirma de este tercer personaje. Tales son los siguientes casos: 8, 5-7 (Heb 2, 6-7: lo que allí se dice del hombre, se aplica a Cristo, en especial: hicístele poco menor que a los ángeles). 8, 8 (1 Cor 15, 27; Ef 1, 22: a El sujetó todas las cosas bajo sus pies [el hombre, en sentido literal]). 33, 21 (Jn 19, 36: «No romperéis ni uno de sus huesos»: palabras que se refieren a los justos, y que se aplican a Cristo) 14 . 44, 7-8 (Heb 1, 8-9: «Tu trono... sobre tus compañeros»; en sentido literal se refieren al rey). 71, 10. 15 (alusión en Mt 2, 11: «le ofrecieron dones, oro...»; en sentido literal, al rey) 15 . 90, 11-12 (Mt 4, 6; Le 4, 10-11: «A sus ángeles ha mandado sobre ti que te guarden...»; oráculo que se dirige a un personaje distinto de Dios y del salmista). 117, 22-23 (Mt 21, 42; Me 12, 10; Le 20, 17: «La piedra que reprobaron..., cabecera de esquina». Cf. Act 4, 11; 1 Pe 2, 7). 14 El texto de la Vulgata de Jn 19, 36 traduce mal el original griego. Este corresponde mejor a los salterios de los LXX y galicano: unum ex his {ossibus) non conteretur. 15 La alusión de Mt da una interpretación muy autorizada para considerarlo como el salmo de la Epifanía.
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117, 26 (Mt 21, 9; Me 11, 9; Le 19, 38; Jn 12, 13: «Bendito el que viene en nombre del Señor». Se trata de un personaje distinto de Dios y del salmista. Cf. Mt 23, 39 y Le 13, 35, donde Cristo se aplica a sí mismo este versículo). Es difícil determinar si estas ocho citas están cristianizadas desde arriba o desde abajo, puesto que no se trata de aplicar a Cristo ni lo que se dice del Señor ni los sentimientos personales del salmista. Es preferible, por tanto, considerar estos casos como una categoría distinta de las dos precedentes 16. 6. Finalmente, parece ser que la alegoría no es favorita del Nuevo Testamento, al menos por lo que a los salmos se refiere: no llega a la docena de casos, y todos fuera de los sinópticos y del cuarto evangelio (excepto el último de la siguiente lista, que resulta dudoso). 2, 8-9 (Ap 2, 26-27: «Yo le daré poder sobre las naciones»: aplicado al cristiano «que venciere y al que conservare hasta el fin mis obras») 17 . 18, 5 (Rom 10, 18: «por toda la tierra se difundió...», aplicado a los predicadores de la palabra de Dios). 16 Por tanto, nos parece difícil el sostener con M. B. FISCHER, a. c, p. 106, «que la aplicación a Cristo a partir desde arriba sea uno de los rasgos más característicos de la cristología del N. T.». No parece más característica que la otra, y en todo caso es mucho menos frecuente que la aplicación literal. 17 Esta aplicación alegórica del salmo 2 es tanto más extraña cuanto que el salmo es mesiánico y otras muchas citas del N. T. le consideran como tal.
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46, 9 (Ap 3, 21: «Le haré sentarse conmigo en mi trono»: aplicado «al que venciere»). 68, 23-24 (Rom 11, 9-10: «vuélvase su mesa un lazo»: aplicado a los judíos que caminan en la ceguera). 68, 26 (Act 1, 20: «Quede desierta su morada...»: aplicado a Judas, pero poniendo este versículo en singular en el texto griego). 105, 20 (Rom 1, 23: «Trocaron la gloria del Dios incorruptible...»: aplicado a los idólatras, y no a los judíos). 108, 8 (Act 1, 20: «y otro se alce con su cargo»: aplicado a Judas). 112, 5-6 (Le 1, 48: «porque ha mirado la humildad de su sierva»: alusión al salmo, aplicándolo a María) 18 .
aun tratándose de salmos no mesiánicos, y no tienen razón de ser ciertas censuras que hoy se hacen a su exégesis. 2. Es difícil determinar si el Nuevo Testamento ve en Cristo al cantor más bien que al héroe del salterio. Tan pronto se nos ofrece una interpretación como otra. Se da incluso el caso de que un mismo versículo es interpretado de las dos formas a la vez 19. 3. Las citas en sentido alegórico son relativamente raras. 4. San Pablo cita los salmos principalmente en sentido literal. Los Evangelios, sobre todo en los relatos de la pasión, muestran preferencia por la cristianización desde abajo 20 . San Juan no cita casi nunca en sentido literal, y nunca alegóricamente.
Se puede añadir a estos ocho casos el salmo 79, 9-20, en el que el poeta compara al pueblo de Israel con una viña, pero sin darle un alcance directamente mesiánico. Este texto, como los demás del Antiguo Testamento que desarrollan el mismo tema, pudo preparar la alegoría de la vid que leemos en Jn 15, 1; ésta se refiere al pueblo mesiánico que recibe la savia de la vid que es Cristo. * Del examen detallado del Nuevo Testamento hemos de sacar cuatro conclusiones. 1. El sentido literal es de un valor positivo, 18
Se puede uno preguntar si no es más clara la alusión al cántico de Ana y a su contexto (1 Sam 1, 11 y 2, 1-10) que al salmo 112.
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19 Se ha podido observar que tal es el caso del salmo 7, 10 (tomado literalmente en Rom 8, 17; y «desde arriba» en Ap 2, 23); del 30, 6; etc. 20 Los evangelios prestan un apoyo muy firme a la tesis de H. DUESBERC, Christ, chantre ideal des psaumes. Louvain 1931.
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4 APLICACIÓN DE LOS SALMOS EN LA LITURGIA Así, pues, el Nuevo Testamento no nos permite optar decididamente por una manera concreta de interpretación. ¿Nos ofrecerá, por fin, la liturgia criterios decisivos? Con este fin, y como se hizo con el Nuevo Testamento, hemos procedido a un examen de todas las citas del salterio que se encuentran en la liturgia ! . Comencemos por decir que muchas de estas 1 Nos hemos limitado a la liturgia r o m a n a (misal y breviario), en espera de que algún especialista de las liturgias orientales llegue u n día a confrontar sus conclusiones con lo que vamos a decir aquí. Para hacer el inventario nos han prestado ayuda las indicaciones sobre el uso litúrgico de los salmos conteni-
das en el c o m e n t a r i o del P. J. CALES, S. J., O. C;
en
H. PERENNES, Les psaumes dans la liturgie romaine. Lille 1923; y sobre todo en C. MARBACH, Carmina scripturarum. Strasbourg 1907, p . 60-256. Se puede apreciar la importancia del salterio si u n o se fija en que la lista de citas del A. T. que hace la liturgia ocupa cerca de 400 páginas en el libro de Marbach; de ellas, 200 son de salmos. Es decir, que nuestras conclusiones sobre éstos valdrán de m a n e r a aproximada p a r a todo el A. T.
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citas son «neutras», es decir, que no existe motivo especial para atribuirles este o aquel modo de interpretación, al menos si se prescinde de consideraciones extrínsecas. Es el caso de los salmos tal como se presentan en el breviario. Ni siquiera la antífona que los encuadra permite rebasar el sentido literal. Los maitines del domingo, por ejemplo, comienzan por el salmo 1 y con la antífona Beatus vir qui in lege Domini meditatur. Es posible que se haga referencia a la ley de Cristo, e incluso así entenderá normalmente el cristiano esta antífona. Pero no es una cosa clara si nos atenemos al tenor de las palabras. Y así ocurre con otros salmos. No hay que excluir a priori el alcance cristológico. Pero uno advierte que por este camino no hay que esperar una luz decisiva. La historia de la liturgia nos ofrece un camino más fecundo. Podemos hacer nuestras las conclusiones de M. B. Fischer 2 cuando afirma que el salterio, en los orígenes más remotos de la liturgia romana, fue considerado como un libro de lecturas proféticas, que hablaban de Cristo o expresaban sus sentimientos. Más tarde, hacia el año 200, los salmos sustituyeron a los himnos cristianos de la liturgia primitiva; pero, lo mismo que dichos himnos, se les dirigía a Cristo o también se exaltaba en ellos a Cristo: vox Ecclesiae ad Christum o de Christo. Los testimonios de esta orientación de la piedad aparecen en lugares dispersos, tanto en el monaquismo como en los teólogos; por ejem1
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L. c.
pío en Orígenes, que no fue el racionalista que a veces se pretende, sino todo lo contrario, un «místico» de Jesús 3 ; asimismo también aparecen en algunos vestigios propiamente litúrgicos que de esta época se han conservado 4 . Pero dicha orientación, que se reduce a cristianizar los salmos «desde arriba», no excluye el otro método que busca a Cristo para subir por su medio al Padre, o la «cristianización desde abajo»: vox Christi ad Patrem. La evolución ulterior de la piedad litúrgica hay que descubrirla sobre todo a través de la liturgia del tiempo. Incluimos en ésta algunas fiestas de Cristo que poco a poco han ido introduciéndose en el santoral. Sabemos que de 3 Véase F. BERTRAND, Mystique de Jésus chez Oxigene. Aubier, París 1951. Théologie', 23. 4 Cf. FISCHER, l. c, p . 95-101. Se puede añadir a los testimonios litúrgicos aducidos p o r M. Fischer la aportación valiosísima de las oraciones que fueron compuestas, sin duda en medios monásticos de los siglos v o vi, p a r a ser rezadas a m o d o de conclusión al final de cada uno de los 150 salmos. Se han conservado tres colecciones semejantes, provenientes de África, E s p a ñ a e Italia, respectivamente. Están editadas por A. WILMART y L. BROU, The Psalter Collects from VVlth Century Sources. Londres 1949. Estas colecciones son m á s bien favorables al rezo de los salmos en sentido literal, pero con u n espíritu cristiano que fácilmente se eleve a pensar en los misterios redentores de Cristo y n o olvide que toda plegaria sube per Dominuni. También se m u e s t r a n favorables a la cristianización «desde arriba» (invocación a Cristo); característico de la serie r o m a n a . E n c u a n t o a la alegoría, aparece bastantes veces en las aplicaciones a Cristo de fragmentos sálmicos inesperados y en la aplicación a la Iglesia o al alma de los temas de Jerusalén y del pueblo de Israel. Véase Sacris Erudiri 5 (1952) 5-26. Véase también el artículo ya citado P. SALMÓN, L'in-
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los dos ciclos paralelos de la liturgia, el ciclo del tiempo tiene a su favor algo más precioso que su misma antigüedad: es el que une a la Iglesia con los misterios redentores. Su ritmo anual tiene como función propia el poner de nuevo ante los ojos de los fieles dichos misterios y, al aplicarles su virtud redentora, se sitúa en el corazón del misterio litúrgico. El santoral no ocupa este lugar central y, por otra parte, es fácil comprender que, para exaltar los méritos de los santos, sólo utiliza los textos de los salmos de una forma puramente alegórica. No resulta difícil determinar cómo se sirven del salterio el ciclo del tiempo y las fiestas de Cristo: es muy común, en efecto, que una antífona, sacada del mismo salmo, venga a dar la clave. Así, el primer salmo de maitines de la Epifanía es el 28, cuya antífona es el versículo: Afferte Domino, filii Dei, adórate Dominum terprétation des psaumes dans la liturgie aux origines de l'office divin: LMD 33 (1953) 38-46: se hace un examen, a nuestro parecer el más completo hasta el presente, de los «sumarios y rúbricas de los salterios manuscritos». Este examen viene a completar lo que aquí decimos de las oraciones de los salmos, a pesar del carácter fragmentario de los ejemplos que P. Salmón presenta de las seis series de «sumarios» que él descubre en la tradición. Hace constar la gran libertad que reina cuando se trata de saber a quién está dirigido el salmo; pero, por el contrario, «la firmeza y la constancia en la interpretación cristiana de los salmos y, en conjunto, el notable gusto por atribuirlos directamente a Cristo o a su Cuerpo místico, la Iglesia, pero sin excluir al Espíritu Santo, ni al alma del justo o del penitente y, menos aún, al salmista mismo».
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in aula sancta ejus. Esta antífona nos indica a todas luces que el salmo, en este lugar del breviario, está cristianizado «desde arriba». Es a Cristo a quien se dirige: vox Ecclesiae ad Christum. Por el contrario, los maitines del jueves santo comienzan por el salmo 68 y con la siguiente antífona: Zelus domus tuae comedit me et opprobria exprobrantium tibi ceciderunt super me. Esto nos indica claramente que aquí el salmo está cristianizado «desde abajo»: vox Christi ad Patrem. Así, pues, ¿qué nos enseña en resumidas cuentas el ciclo del tiempo sobre la manera de cristianizar los salmos? 1. La cristianización desde arriba, muy característica de la liturgia en los primeros siglos, tengámoslo bien presente, se echa de ver en primer lugar en ciertas fiestas antiguas, en las que predomina la contemplación de Cristo glorioso o su triunfo: Ascensión y su octava, Epifanía y su octava, Transfiguración 5 . Este 5 He aquí los salmos citados en el misal y en el breviario de estas fiestas. Ascensión: 8, 10, 20, 26, 46, 67, 96, 98, 102, 103. Epifanía: 28, 46, 65, 85, 94 al 96, 99. Transfiguración: 28, 35, 75, 96, 103. Se pueden añadir algunos empleos análogos de los salmos, pero más someros, durante el Adviento: 79, 105, 118 (viernes de las C. T., introito: única aplicación litúrgica de este salmo «desde arriba»; las demás, sin excepción, «desde abajo»: vox Christi), 142, 144. En Navidad: 79, 92, 95, 97, 129; en los SS. Inocentes: 8 (introito); en las fiestas de la Cruz: 65, 95. Hay que situar también aquí la primera antífona de laudes del jueves santo: Justificeris Domine in sermonibus tuis et vincas cum judicaris (sal 50, 6); y la octava antífona de maitines del sábado santo: In pace factus est iocus ejus et in Sion habitatio ejus (sal 75, 3). Estos dos últimos ca-
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carácter general de gloria y de triunfo se descubre también en dos fiestas más recientes: el Corpus y Cristo Rey; en ellas se encuentran varios salmos cristianizados «desde arriba» 6 . Esta manera de cristianizar los salmos aparece en otras fiestas de Cristo bastante posteriores y que reflejan un clima espiritual quizás no muy conforme con el carácter más genuino de la liturgia del tiempo: Nombre de Jesús, Sagrada Familia, Nuestra Señora de Loreto, Sagrado Corazón... En estas liturgias la cristianización «desde arriba» es muy frecuente 7 . 2. Las zonas más amplias y más auténticas del ciclo del tiempo en la liturgia romana cristianizan los salmos desde abajo. En ellos figura Cristo como el cantor de los salmos, y la Iglesia, al igual que todo fiel, puede unirse a esa voz de Cristo para subir hasta el Padre: por El, con El y en El. Es cierto que algunas fiestas de carácter glorioso de las que acabamos de hablar ofrecen pasajes cristianizados sos son tanto más notables cuanto que la liturgia del tiempo de pasión cristianiza invariablemente los salmos «desde abajo». 6 Corpus: 41, 42, 110, 144, 147. Cristo Rey: 46, 47, 95 al 98. 7 Se puede señalar aquí el final del actual Te Deum, a partir de las palabras Salvum fac... El himno primitivo, obra probablemente de Nicetas Remesiana (t 402), no pasaba de ahí; más tarde se le incorporaron algunos versículos litúrgicos con sus responsorios, por descuido. Estos versículos, excepto el Dignare Domine die isto, están tomados de los salmos 27, 30, 32 y 144, y han recibido una cristianización «desde arriba» por el hecho de que son prolongación del himno.
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«desde abajo» 8 . Pero el ciclo pascual, en el corazón del año litúrgico, cristianiza los salmos «desde abajo» con una frecuencia extraordinaria y casi exclusiva, para expresar los sentimientos redentores de Cristo 9 . 3. Hay que considerar como categoría especial las citas de los salmos mesiánicos. Se hace uso de estos salmos, y a veces con profusión, en las liturgias del tiempo de Navidad (salmos 2, 88, 109, 131). También se encuentran en Pascua (sal 2), en la Transfiguración (sal 88), en el Corpus (sal 109)10. 8 Así en la Ascensión (sal 29) y en las fiestas de la Cruz (sal 1 y 117). Lo mismo hay que decir de la mayor parte de las fiestas modernas enumeradas anteriormente. 9 El tiempo de pasión pone en boca de Cristo los salmos 3, 4, 6, 9, 12, 17, 21, 24, 25, 26, 29, 30, 34, 37, 40, 42, 50, 53 al 55; 57, 58, 63, 68, 70, 72, 117, 118, 128, 139, 142. El domingo de Ramos: 21, 68, 69, 72, 73, 85, 117. Lunes, martes y miércoles santos: 7, 21, 34, 42, 62, 68, 85, 108, 139, 142, 149. Jueves santo: 40, 68 al 70, 71 (único empleo semejante de este salmo; los demás son todos «desde arriba»), 72 al 76, 117, 119, 139 al 141. Viernes santo: 2, 21, 26, 37, 39, 53, 58, 87, 93, 108, 139 al 141. Sábado santo: 4, 14, 15, 26, 29, 53, 58, 87. Pascua: 1 al 3, 75, 138. Hay algunas citas parecidas durante el tiempo de Navidad (en especial del sal. 117); pero el ciclo de Navidad acude más a los salmos mesiánicos y reales, de los que nos vamos a ocupar. Se ha observado que este modo de cristianizar —vox Christi—es el más propio para el caso, a veces difícil, de los salmos de maldición (véase FISCHER, l. c, p. 102, n. 65: «el escándalo desaparece en el momento que se los pone en boca del Justo»). 10 Con esta categoría están emparentados los salmos del Reino escatológico. Ya se ha visto en el núm. 1 que se aplican con frecuencia «desde arriba» en las fiestas de Cristo glorioso.
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4. Están también los salmos reales, que la liturgia no duda en aplicar a los misterios redentores de Cristo. Se encuentran principalmente en el ciclo de Navidad n , pero también más de una vez en el ciclo pascual u y en algunas otras fiestas de Cristo B . El examen, pues, de la liturgia del tiempo, y atendiendo al fondo más genuino del rito romano, nos muestra lo siguiente: 1. El ciclo pascual expresa «desde abajo», valiéndose de numerosos salmos de índole muy diversa, los sentimientos de Cristo. 2. El ciclo de Navidad acude con más frecuencia a los salmos mesiánicos y reales. 3. Las fiestas de Cristo glorioso y las que celebran su triunfo se sirven de numerosos salmos, en especial de los del Reino escatológico, cristianizándolos «desde arriba». 4. Cierto número de fiestas modernas de Cristo proceden decididamente de esta última forma. 5. Cuando el breviario y el misal se presentan como «neutros», el espíritu de la liturgia del tiempo sugiere rezarlos en unión con Cristo o, en todo caso, con espíritu cristiano que complete el sentido literal, refiriéndolos a sus misterios redentores. Se puede, por tanto, afirmar con toda razón que el matiz general de la liturgia del tiempo " Adviento: 23, 71. Navidad y tiempo de Navidad: 23, 44. Epifanía: 71. 12 Se hace uso del salmo 23 en tiempo de pasión y en el sábado santo. 13 Cristo Rey: 23, 44, 71. Transfiguración: 44.
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es el servirse de los salmos mesiánicos y reales para cantar la aparición del Mesías entre los hombres, y el hacer uso de otros muchos también para expresar los sentimientos de su alma redentora y nuestra asociación a los mismos. Pero emplea especialmente los salmos que exaltan la gloria de Yavé para celebrar su triunfo. Queda por examinar la aplicación alegórica de los salmos. No es rara en la liturgia. A veces en la liturgia del tiempo aparecen evidentes aplicaciones a Cristo de salmos que no tienen nada que ver con el Mesías, ni con el rey, ni siquiera con el hombre en general 14 . Pero comparados estos casos en número y en valor con los tipos de aplicación cristológica examinados anteriormente, hay que hacer constar que la liturgia del 14
Así, el salmo 18, cuya primera parte canta el esplendor del sol, se aplica a Cristo en toda la liturgia del ciclo de Navidad y en la de la Ascensión.—Todos los pasajes en que aparece el salutare Dei o salutare tuum y que se aplican a Cristo (así el sal 84 empleado en Navidad y durante el Adviento).—O también el Homo natus est in ea del salmo 86, que se encuentra en la Circuncisión y en la Epifanía.—Los innumerables empleos del 90 durante la cuaresma. El calicem sálutaris del salmo 114, que aparece en las vísperas de jueves, viernes y sábado santos. El Haec est dies del salmo 117, en Pascua.—Varias antífonas del Corpus dan un sentido alegórico a un versículo del salmo correspondiente: así la antífona Sicut novellae olivarum Ecclesiae filii sint in circuitu mensae Domini del sal 127; casos parecidos en los sal 4, 77, 80.—El Suscepimus Deus (proveniente del sal 47) en la liturgia de la Candelaria hay que considerarlo posiblemente como una cita alegórica.
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tiempo ha permanecido fiel, en conjunto, al espíritu del Nuevo Testamento; éste, según hemos visto se muestra poco partidario de la alegoría, al menos por lo que a los salmos se refiere.
parte 1 7 . Algunos otros se emplean de vez en cuando, mediante una alegorización parecida —reducida a veces a una pura coincidencia verbal—para la exaltación de algún santo en particular 18 o incluso en el oficio de difuntos 19.
Evidentemente en el santoral es donde se encuentra la mayor parte de las aplicaciones alegóricas. No podemos referir al detalle todas las antífonas o pequeños cánticos que, encuadrando los salmos o siendo extractos de los mismos, se emplean para exaltar las virtudes, los méritos, las acciones de los santos. El caso más atrevido de este desplazamiento de sentido se da en el salmo 44, cuya primera parte, según es sabido, canta a un rey, y la segunda a su esposa; pues bien, la liturgia no duda en aplicar a María y a las vírgenes el contenido de la primera parte 15. Algunos salmos están aplicados alegóricamente a una determinada categoría de santos lf>. Sin embargo, se engañaría uno creyendo que son muchos los salmos de esta índole. De hecho no representan más que una cuarta 15 Sobre todo el versículo Specie tua et pulchriiudine tua. Véase, sin embargo, el lugar que ocupa Cristo en las aplicaciones alegóricas del salmo 44 según J. PASCHER, Der Psalm 44 im Jungfrauenoffizium der romischen Lilurgie: LiturgJahrbuch 1 (1951) 152-156. 16 Así los salmos del oficio De beata; de los apóstoles, etc. A veces el motivo q u e h a introducido t a l salm o en tal oficio n o es sólido. Así el sal 138 se utiliza en las fiestas de los apóstoles p o r razón de las palabras nimis honorati sunt amici tui Deus; pero es un contrasentido: el hebreo habla de los pensamientos de Dios.
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17 Los salmos del «común de los santos» son los siguientes: 1 al 5, 8, 10, 14, 15, 18, 20, 23, 32, 33, 44 al 47, 60, 63, 74, 86, 95 al 98, 112, 115, 121, 125, 126, 131, 138, 147. Hay que añadir, p a r a la dedicación de las iglesias, 83, 87, 90. 18 Corno en la fiesta de S. Lorenzo: el sal 111 se usa p a r a exaltar las limosnas: dispersit, dedit pauperibus. 19 Tales son los salmos: 5 al 7, 22, 24, 26, 39 al 41, 50, 62, 64, 114, 119, 120, 137, 150.
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CONCLUSÍON Intentemos resumir en pocas líneas cuanto queda dicho en la primera parte. 1. Ante todo no olvidemos que, como base preliminar, para cantar o rezar los salmos es preciso un «espíritu cristiano». Con esta ambientación llegaremos normalmente a descubrir la expectación del Mesías y de su Reino, incluso en aquellos salmos que no hablan de ello en términos claros. El alma cristiana «siente» que Cristo está presente en los salmos; y la historia de la liturgia así como la distribución actual del salterio tal como está en el breviario y el misal, con amplias zonas de carácter «neutro», exigen indiscutiblemente tal actitud básica. 2. Pero, so pena de equivocarse, el alma cristiana pide con todo derecho unos criterios que le den la seguridad de que, aparte de los salmos mesiánicos, uno se encuentra ante profecías o plegarias de Cristo. Con este fin hemos consultado a los Padres de la Iglesia, al Nuevo Testamento y, por último, a la Liturgia. Ante
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todo, nos enseñan que el sentido literal está lejos de ser cosa despreciable: el encapricharse con el sentido espiritual puede halagar nuestro sentimiento cristiano... o nuestra imaginación. Pero dichos testimonios, sobre todo el Nuevo Testamento y la liturgia, nos advierten que no se puede desatender lo que directamente fue inspirado a los escritores sagrados. 3. No hay que excluir las aplicaciones alegóricas: el Nuevo Testamento se ha servido de ellas; también la liturgia las emplea para descubrir a Cristo en algunos salmos, en los que el sentido literal no tiene mucho que ver con el Mesías, y para exaltar a los santos que han llevado o están llevando todavía el Cuerpo de Cristo a su talla adulta. 4. Pero los casos de aplicación alegórica son relativamente más raros que aquellos otros en que los salmos se aplican típicamente a Cristo, bien como profecías de su obra redentora bien como expresiones de su alma puesta en oración ante el Padre. El Nuevo Testamento, y a su vez los Padres, nos enseñan claramente que hay dos modos de referir los salmos a Cristo. La liturgia, al menos si se considera su fondo romano más extenso y auténtico, es decir, el propio del tiempo, nos hace ver ante todo en los salmos la oración de Cristo o al menos una oración que pasa por Cristo. 5. Esta regla sólo admite una excepción: cuando la liturgia nos pone a los hombres ante 100
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la venida de Cristo (entonces se sirve principalmente de los salmos mesiánicos y reales); y ante sus misterios gloriosos o su triunfo (entonces acude a los salmos que exaltan la gloria de Yavé). Por consiguiente, la regla más general es que los salmos identifican nuestros sentimientos con los de Cristo: psalmus vox Christi y vox Ecclesiae per Christum. Esta manera de entender y de hacer nuestra la plegaria de Cristo responde, según se habrá advertido, a la gran ley que domina la liturgia romana: la de respetar la mediación de Cristo y apoyarse en ella para subir hasta el Padre: per Christum Dominum nostrum. Pero Cristo, con quien estamos invitados a identificar nuestros sentimientos, es a la vez Cabeza y Cuerpo, ser glorioso y eclesial. Los salmos abren nuestra alma a las dimensiones del alma de Cristo; dimensiones, que son las del Cuerpo en vías de Redención. El «yo» de los salmos, pues, se convierte en el «yo» de Cristo, según el pensamiento habitual de la Iglesia y de su liturgia. De esta forma se convierte en el «yo» del único y verdadero Poeta Inspirado, capaz de ofrecer a Dios las oraciones y súplicas de su Pueblo, capaz también de ofrecerle la única alabanza verdaderamente digna, puesto que sólo El comprende, «conoce al Padre» y, al mismo tiempo, «sabe lo que hay en el hombre». Sólo El se halla en la frontera de lo creado e Increado. Sólo El puede 101
sentir y expresar la inmensa solidaridad que existe entre el mundo divino y el mundo en el que los hombres alcanzan la redención. Cristo es el verdadero poeta de los salmos. Y únicamente percibimos toda su poesía cuando conseguimos sintonizar con sus propios sentimientos. «¡Oh Jesús, crucificado por amor, identificad mi alma con los sentimientos de la vuestra!» (Isabel de la Trinidad).
II ¿COMO CRISTIANIZAR CADA UNO DE LOS 150 SALMOS?
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Los materiales reunidos en las páginas precedentes permiten ahora proponer unas orientaciones sólidas sobre la manera de cristianizar cada uno de los 150 salmos. Estas orientaciones incluyen, en primer lugar, un título que ofrece a la vez el contenido del salmo en pocas palabras y la manera más oportuna de cristianizarlo. Después vendrán, brevemente, todas las citas que hace el Nuevo Testamento de ese salmo y a continuación las de la liturgia. Las primeras se dan de manera completa. En cuanto a las de la liturgia, no será preciso darlas al detalle: se pueden encontrar en obras indicadas anteriormente '; ni aludir a todas: sólo se harán constar las que presten una ayuda valiosa para la interpretación cristiana del salmo. Nos limitaremos, pues, a indicar que el salmo se utiliza 1
Véase p. 87, nota 1.
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en tal o cual fiesta, y en qué forma: recorriendo las partes del misal y del breviario en que figuran dichas fiestas, se podrá localizar el salmo rápidamente 2 Téngase en cuenta, por tanto, que la liturgia cita el salterio muchas más veces, pero son citas que carecen de interés particular para nuestro propósito, es decir, «neutras». Recordemos, antes de entrar en el estudio detallado de cada salmo, que se presentan dos maneras principales de cristianización. Unas veces el «yo» del salmista expresa los sentimientos de Cristo; en otras palabras, el salmo está puesto en boca de Cristo: es lo que anteriormente llamábamos «cristianización desde abajo». Otras, Cristo está identificado con el «Señor» del salmo o con «Dios»; es decir, uno se dirige a El para invocarle, alabarle, etc.: es la «cristianización desde arriba». En cuanto nos sea posible, trataremos de evitar denominaciones técnicas y emplear términos tomados del lenguaje corriente. Se da todavía un tercer caso: la aplicación alegórica. Tiene lugar cuando el tenor de las palabras del salmo se presenta a propósito para expresar una situación análoga, pero sin referencia explícita a Cristo o a su Reino. Este empleo de los salmos se hace frecuente en el ri2 Señalemos la inexactitud en las citas propia de algunas traducciones. No nos ocuparemos de las citas de los salmos que se encuentran en el ritual o pontifical: en general son de tipo «alegórico» y, por tanto, poco útiles para determinar el modo de cristianizar los salmos sugerido por la liturgia.
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tual, pontifical y santoral tanto del breviario como del misal. Pongamos un ejemplo: «Pues sabed que Dios distingue al que le es grato, que me oye Yavé cuando le invoco» (sal 4, 4). O vemos a Cristo en el «Dios» del salmo: en tal caso el versículo declara que Cristo ha colmado a su fiel que le invocaba (cristianización desde arriba). O bien «al que le es grato» y el «me» designan el «yo» de Cristo: el versículo entonces quiere expresar en primera persona el reconocimiento de Cristo a su Padre por haberle oído (cristianización desde abajo). Finalmente, puede aplicarse alegóricamente el versículo, si «al que le es grato» designa a un santo, a un fiel cualquiera, como puede comprobarse en los diversos oficios del común de los santos. * Cuando no ha sido posible encontrar en el Nuevo Testamento ni en la liturgia una indicación válida para la cristianización de ciertos salmos (alrededor de 20), nos hemos limitado a dar un título que exprese su sentido literal; pero, en general, nos hemos preocupado de redactar ese título de forma que pueda facilitar su aplicación cristiana.
Un apéndice ofrecerá los números de los salmos utilizados por el breviario romano en las horas canónicas a través de la semana. Esta tabla permitirá acudir a las orientaciones dadas 107
sobre cada salmo y ver, en resumen, la mejor manera de recitar dichas horas. * Los números entre paréntesis remiten a los versículos del salmo. 1. Felicidad del justo y desdicha de los impíos. Este salmo no habla en primera persona. Parece natural ver en su héroe, al justo, al cristiano que pone su gozo in lege Domini, es decir, en el Evangelio de Cristo. Por otra parte, en este sentido es como se le emplea en los comunes de los santos. Pero también sirve para expresar los sentimientos de Cristo en los oficios de Pascua (1) y de la Cruz (3).—Usado en los maitines del domingo. 2. Luchas y triunfo de Cristo. Salmo mesiánico. Las luchas de Cristo y de sus enviados están ilustradas por los versículos 1-2 en los Act 4, 25-26. Su generación eterna (7) en Act 13, 33 y en Heb 1, 5; 5, 5. Su reino (9) en Ap 19, 15. Otras alusiones diversas y aplicaciones alegóricas en el N. T. (por ejemplo, los versículos S-9 aplicados al triunfo del cristiano en Ap 2, 26-27). Se emplea algunas veces durante la Semana Santa (1-2); Fiesta de Cristo-Rey (6,8); en Navidad (7). Aplicaciones alegóricas en los oficios de los mártires y de los confesores.—Maitines del domingo. 108
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3. Confianza de Cristo en su
triunfo.
No hay cita alguna de este salmo en el N. T. La liturgia lo utiliza con frecuencia, puesto siempre en boca de Cristo: domingo de pasión (2-3); Pascua (6: S. Agustín lo aplicaba ya £ Cristo muerto y resucitado: PL 36, 72). Otros empleos alegóricos (2: aplicado a María en l£t fiesta de N.a S." de los Dolores; 4-5: en los comunes de los santos; etc.).—Maitines del domingo. 4. Alegría triunfal de Cristo. Salmo citado en Ef 4, 26 (5). Puesto en boca de Cristo el sábado santo (9). Empleos alegóricos en diversos oficios de los santos (2-4, 9-10) y en el Corpus (8).—Completas del domingo. 5. El verdadero
adorador.
El versículo 10 está citado en Rom 3, 13 (sobre los impíos). Numerosos empleos «neutros», a manera de pequeños cantos, en el misal (2-4), en el oficio de difuntos (9), en las fiestas de los santos (8, 12, 13). Sirve para invocar a Cristo en la fiesta de su Santo Nombre (12), por la alusión al «nombre» del Señor.—Laudes del lunes. 6. Súplica de Cristo
doloroso.
El versículo 4 está puesto en boca de Cristo en Jn 12, 27 (anima mea turbata est). El 9 se lo aplica Cristo a sí mismo en Mt 7, 23; Le 13, 27 (Discedite a me...). Puesto en boca de Cristo en tiempo de Pasión (5). Salmo de penitencia. Completas del lunes. 110
7. Apelación de Cristo al juicio
divino.
El versículo 10 se aplica a Dios en Rom 8, 27 (qui autem scrutatur corda...) y a Cristo en Ap 2, 23 (scrutans renes et corda). Expresa los sentimientos de Cristo en los maitines del miércoles santo (responsorio 3.°; 5, 8, 9, 10).—Completas del lunes. 8. Cristo-Hombre,
maravilla de la creación.
Este salmo no habla en primera persona. Heb 2, 6-7 aplica a Cristo cuanto se dice del hombre, maravilla de la creación (5-7). Igualmente 1 Cor 15, 27 y Ef 1, 22 aplican a la soberanía de Cristo cuanto el salmo afirma de la del hombre (8). Cristo se aplicó el día de Ramos —«cristianización desde arriba»—lo que dice el versículo 3 (ex ore infantium): Mt 21, 16. La liturgia se sirve a veces de este salmo para invocar a Cristo (2, aplicado a Cristo en el oficio del Santísimo Nombre de Jesús y en el de la Ascensión; el 3, del mismo modo, en el introito de los Santos Inocentes; sin embargo, el versículo 2 se encuentra en sentido literal en el introito de la Trinidad). Lo que el salmo dice del hombre se aplica a Cristo en las fiestas de Cristo Rey y de la Transfiguración (6, 7). Muchas otras citas alegóricas (fiestas y comunes de santos).—Maitines del domingo. 9. Cristo reclama el juicio de los impíos. Está compuesto del 9 y el 10 del original hebreo; se trata, sin embargo, de un único salmo alfabético. Citado en Rom 3, 14 (2.a parte, 7) 111
para caracterizar a los impíos. La liturgia aplica a Cristo las alusiones al nombre del Señor (Santísimo Nombre; 1.a parte, 2, 3, 11). Pero expresa también sus sentimientos durante la Pasión (1. a parte, 2, 3, 11).—Maitines del domingo.
tos de Cristo en el sepulcro. A esta pregunta: Domine quis habitabit in tabernáculo tuo?, responde con una serie de preceptos sencillos.— Maitines del lunes. 15. Esperanza de Cristo en la
10. Confianza en Cristo, que subió a los cielos. Aparece en los maitines de la Ascensión: contemplación de Cristo, que subió a los cielos (5). Maitines del domingo. 11. Fidelidad del Señor para con
nosotros.
Completas del martes. 12. Plegaria de Cristo
doloroso.
Expresa los sentimientos de Cristo en el oficio del domingo de Pasión (3-6).—Completas del martes. 13. El cristiano frente al impío.
resurrección.
Aplicado a la resurrección de Cristo en Act 2, 25-28 por S. Pedro (8-11); y en Act 13, 35 y 37 por S. Pablo (10). La liturgia del sábado santo lo aplica (9-10) a los sentimientos de Cristo en el sepulcro.—Completas del martes. 16. Protesta de inocencia y esperanza resurrección.
en la
Se sugiere la esperanza en la resurrección en el versículo 15; este pasaje sirve de introito al viernes de la semana 2.a de cuaresma.—Maitines del lunes. 17. Acción de gracias de Cristo
triunfante.
Citado en Rom 3, 10-12 (1-3) para describir a los impíos. El versículo 7 es una «súplica de tono mesiánico, que sirve de communio al lunes después del domingo 3.° de cuaresma» (Tournay, o. c, p. 99); esto da base para interpretar el salmo como una expresión de los sentimientos del cristiano, frente a Cristo Redentor.—Maitines del lunes.
Esta acción de gracias es la que corona la vida de David, figura de Cristo, en 2 Sam 22. Alusión en Le 1, 69 (3: cornu salutis); y en Rom 15, 9 (50: propterea confitebor tibi in gentibus Domine), «como predicción de la conversión de los gentiles» (Tournay, p. 113). Aplicaciones a los sentimientos de Cristo en la liturgia de la pasión (2-3, 48-49). Pero también invocación de Cristo en el Quid retribuam del ordinario de la misa (4).—Maitines del lunes.
14. Deberes del cristiano camino de la morada de Dios.
18A. (1-7). Cristo, sol del
Usado en maitines del sábado santo: la antífona (1) expresa alegóricamente los sentimien112
mundo.
Aplicado a los apóstoles y a los predicadores en Rom 10, 18 (5: in omnem terram exivit 113
sonus eorum...). Numerosas aplicaciones alegóricas del sol, cantado en sentido literal en este salmo, a Cristo, en la liturgia del Adviento, de Navidad y de la Ascensión (6-7). Otras aplicaciones alegóricas a María (Inmaculada Concepción, 6) y a los Apóstoles (2, 5).—Prima del lunes. 18B. (8-15). La Ley del Señor. Alusión en Ap 16, 7 y 19, 2 (10: justa judicia tua). Expresa los sentimientos de Cristo en el oficio del Sagrado Corazón.—Prima del lunes. 19. Plegaria y acción de gracias por el triunfo de Cristo. Después de la plegaria (1-6) viene la acción de gracias, en la que expresamente se hace mención de la salvación otorgada por el Señor a su Ungido, el rey en sentido literal, Cristo para el cristiano (7). Con este salmo se invoca a Cristo en el oficio del Nombre de Jesús (8). Maitines del lunes.
21. Profecía de la Pasión de Cristo. En sentido literal, lamentación de un justo sometido a prueba. Sin duda alusión a este salmo (como a Isaías 53) en Le 24, 27 (a los discípulos de Emaús, Cristo incipiens a Moyse et... Prophetis...) y en 1 Pe 1, 11. Citado en Mt 27, 46; Me 15, 34 (2: Deus rneus... ut quid dereliquisti me?). Alusión en Mt 27, 39 y en Me 15, 29 (8: moventes capita sua). Citado en Mt 27, 43 (9: confidit in Deo, liberet nunc...). Alusión, a veces muy ligera, en Mt 27, 35; Me 15, 24; Jn 19, 24 (19: diviserunt sibi vestimenta mea). Citado en Heb 2, 12 (23: nuntiabo nomen tuum...), puesto en boca de Cristo. Se da una unanimidad impresionante en la aplicación del salmo a los sentimientos de Cristo durante su pasión. Casi todos los versículos de este salmo se usan innumerables veces durante el tiempo de pasión, de la semana santa y en la misa del Sagrado Corazón. La aplicación se hace siempre «desde abajo», de los sentimientos del salmista a los de Cristo.—Prima del viernes. 22. Cristo, buen
20. Acción de gracias por el triunfo de Cristo. El mismo motivo de acción de gracias que en el salmo precedente: la salvación concedida por el Señor al rey (2). Este rey es Cristo (6: Transfiguración). Sin embargo, el oficio de la Ascensión aplica a Cristo lo que el versículo 14 dice del Señor, y no del rey.—Maitines del lunes. 114
pastor.
Posible alusión a este salmo (como a otros textos del A. T., tal como Ez 34) en Jn 10, 11 (1: el buen pastor) y en Ap 7, 17 (2: aplicado al Cordero). Entre los diversos empleos en la liturgia destaca el del Corpus (5: la mesa del Señor; cf. 5.° salmo de maitines).—Prima del jueves. 115
23.
Venida y triunfo de Cristo.
Citado en 1 Cor 10, 26 (1: en sentido literal). Posible alusión en Mt 5, 8 (4: los corazones puros). La liturgia aplica el salmo a la venida de Cristo (especialmente durante el tiempo de Adviento y Navidad: 3, 4, 7); a su triunfo (Cristo Rey, Sagrado Corazón: 7), incluso si se trata del triunfo futuro (4.° salmo de maitines del sábado santo; comunión del lunes de pasión: 1, 10). Numerosas aplicaciones alegóricas en los oficios de los santos (3-6).—Prima del lunes. 24. Cristo implora el socorro de su Padre. Numerosos empleos en la liturgia. Unas veces se pone a Cristo en lugar de Dios (Adviento: 1; Sagrado Corazón, Santísimo Nombre de Jesús: 8-11); otras, los sentimientos del salmista sirven para expresar los suyos (comunión del martes de pasión: 22); otras, con sentido «neutro».—Prima del martes. 25. Proclamación de la inocencia de Cristo. Sirve con frecuencia para expresar los sentimientos de Cristo durante el tiempo de pasión (6, 7, 9-11).—Prima del miércoles. 26A. (1-6). Confianza en el Señor. Diversas aplicaciones alegóricas en la liturgia, especialmente en la fiesta de la Sagrada Familia (4: ut inhabitem in domo Domini).—Tercia del lunes. 116
26B. (7-14). Plegaria de Cristo
abandonado.
Entre otras aplicaciones litúrgicas, sirve para expresar los sentimientos de Cristo durante el tiempo de pasión y la semana santa (12, 13).— Tercia del lunes. 27. Oración de Cristo por el rescate de su pueblo. El Te Deum se sirve del versículo 9 para pedir esto mismo a Cristo. Sin embargo, se puede entender el salmo como una plegaria de Cristo (y no a El) para obtener el rescate de su pueblo.—Tercia del lunes. 28. Epifanía gloriosa de Cristo. En sentido literal, poema sobre la tempestad. Usado frecuentemente en la liturgia de la Epifanía (1, 2), de la Transfiguración (9), del Nombre de Jesús (2) y de Cristo Rey (10, 11). Siempre se ve a Cristo en el Señor del salmo.— Laudes del lunes. 29. Acción de gracias de Cristo
resucitado.
Expresa los sentimientos de Cristo en las liturgias de la pasión (2-4: gradual del miércoles), del sábado santo (4), de la Ascensión (2) y del Sagrado Corazón (3, 4, 12).—Maitines del lunes. 30. Oración de Cristo en la Cruz. Citado en Le 23, 46 (6: in manus tuas Domine...: puesto en boca de Cristo). Alusión 117
en Act 7, 59 (6: invocación de San Esteban a Cristo: Domine Jesu suscipe spiritum meum: «primera oración sálmica dirigida a Cristo», B. Fischer, l. c, p. 107). Estas dos maneras de cristianizar el salmo se encuentran en la liturgia: en el Te Deum sirve para invocar a Cristo (2: in te speravi...); durante el tiempo de pasión sirve para expresar los sentimientos de Cristo (10, 16, 18: introito del miércoles y del sábado).—Sexta del lunes. 31. Confesión del pecado. Citado, sin duda en sentido literal, en Rom 4, 7-8 (1-2). Salmo de penitencia.—Nona del lunes. 32. Poder creador y amor redentor de Cristo. Diversas alusiones al canticum novum (3) en Ap (por ejemplo, 5, 9; 14, 3; esta expresión aparece también en los salmos 39, 4; 95, 1; 97, 1; 143, 9; 149, 1). Alusión en Jn 1, 3 (6: verbo Domini coeli firmati sunt). La liturgia se sirve del Salmo para invocar a Cristo; así en el Te Deum (22: fiat misericordia tua Domine super nos); en la fiesta del Sagrado Corazón (11, 19: introito, 1.a antífona de los maitines).—Nona del lunes. 33. Cristo, salvador de los
justos.
Citado en 1 Pe 2, 3 (9: si tamen gustastis quoniam dulcís est Dominas, es decir, sin duda Cristo. Cf. Fischer, l. c, p. 100). Alusión en Heb 12, 14 (15: sentido literal). Citado en 1 Pe 3, 118
10-12 (13-17: parece que se ve a Cristo en el «Señor» del salmo; cf. ibíd. 3, 15). Citado en Jn 19, 36 (21: os non comminuetis ex eo, aplicado a Cristo). Todo esto nos induce a cristianizar este salmo poniendo a Cristo en lugar del Señor. Por otra parte, así procede la liturgia en la fiesta del Nombre de Jesús (4) y del Sagrado Corazón (9).—Completas del miércoles. 34. Plegaria de Cristo
doloroso.
Citado en Jn 15, 25 (19: odio habuerunt me gratis): puesto en boca de Cristo. Diversas citas similares durante el tiempo de pasión y semana santa (1-3, 6, 13, 20-23, 26).—Maitines del martes. 35. Malicia Cristo.
del pecador
y misericordia
de
Citado en Rom 3, 18 (2: sobre los impíos): sentido literal. Las liturgias de la Transfiguración y del Sagrado Corazón ponen a Cristo en lugar del Señor del salmo (9, 10).—Laudes del jueves. 36. Destino del justo que confía en Dios, frente al del impío. Alusión en Mt 5, 5 (11: bienaventuranza de los mansos).—Maitines del martes. 37. Cristo
angustiado.
Alusión en Le 23, 49 (12: stabant... noti... a longe): puesto en boca de Cristo. De la misma 119
forma en la liturgia de la pasión y de la semana santa (7, 8, 12, 13). Salmo de penitencia.—Maitines del martes.
Alusión en Sant 4, 14 (6, 12: brevedad de la vida).—Maitines del martes.
tristis est anima mea): expresa los sentimientos de Cristo. Empleo semejante en la liturgia de la pasión y de la semana santa (42, 1-3). Pero Cristo está puesto en lugar de Dios en la fiesta del Corpus 41, 5; 42, 4); igualmente en el Sicut cervus del sábado santo y de la vigilia de Pentecostés.—Laudes del martes (42) y sexta (41).
39. El sacrificio de obediencia de Cristo.
43. Recurso a Dios en favor de su pueblo.
Citado en Heb 10, 5-7 (7-9: hostiam et oblationem... ecce venio...): Expresa los sentimientos de Cristo al entrar en el mundo. El mismo modo de cristianizarlo en los maitines del viernes santo (15) y en el ofertorio del Sagrado Corazón de tiempo pascual (7, 9). Los versículos 14-18, desmembrados, han pasado a formar el salmo 69.—Tercia del martes.
Citado en Rom 8, 36 (23: propter te mur tota die), posiblemente poniendo en lugar del Señor invocado por el Igualmente en la liturgia del Nombre (26).—Nona del martes.
38. Esperanza a la hora de la muerte.
40. Cristo paciente y
triunfante.
Citado en Me 14, 18 y en Jn 13, 18 (10: aplicado a Judas; el salmo, pues, está puesto en boca de Cristo. Cf. Fischer, l. c, p. 106). Citado en Le 1, 68a (14: Benedictus Dominus Deus Israel; cf. los salmos 71, 18; 88, 53; 105, 48). Expresa los sentimientos de Cristo en los oficios de la pasión (6, 8, 9), del jueves santo (8-10) o del Sagrado Corazón (10).—Sexta del martes. 41-42. Deseo y esperanza de Cristo
paciente.
Estos dos salmos en realidad son uno solo: véase el estribillo (41, 6 y 12; 42, 5). Alusión en Mt 26, 38; Me 14, 34; Jn 12, 27 (41, 6. 12; 42, 5: 120
mortificaa Cristo salmista. de Jesús
44. Gloria a Cristo y a María. Citado en Heb 1, 8-9 (7: thronus tuus Deus..., aplicado a Cristo, siendo así que en el texto hebreo, en sentido literal, se trata del rey). Las liturgias del tiempo de Navidad y de la Transfiguración aplican a Cristo los versículos 2-3 (speciosus forma...); y tanto a María como a las vírgenes los versículos 3 y 5 (diffusa est gratia... specie tua...), que en sentido literal se refieren al rey. La segunda parte del salmo (916), que se refiere a la esposa del rey, se emplea con frecuencia en los oficios de María y de las vírgenes. Otras aplicaciones: en la fiesta del Nombre de Jesús (18) y de los apóstoles (17-18). No consta que la segunda parte del salmo haya sido aplicada alguna vez por la Escritura o la liturgia, a la Iglesia, esposa de Cristo.—Maitines del miércoles. 121
45. El Señor guarda a su pueblo.
48. Vanidad de las riquezas.
Uso frecuente de este salmo: Epifanía, Sagrado Corazón, Nombre de Jesús, fiestas de María y de las vírgenes, dedicación de las iglesias. En Epifanía se aplica alegóricamente al bautismo de Cristo (5: fluminis ímpetus...).— Maitines del miércoles.
Se puede pensar en la retribución del más allá, e incluso en la resurrección que libera «del poder del abismo» (16). En tal caso, este poema, de contenido casi exclusivamente moral en sentido literal, se podría cristianizar leyendo en él los sentimientos de Cristo.—Maitines del miércoles.
46. El reino mesiánico
de Cristo.
Alusiones en Ap 4, 9-10; 5, 1. 7. 13; 7, 10. 15; 21, 15 (9: sedens in throno, siempre aplicado a Dios, ¿salvo 21, 15?). Alusión en Ap 3, 21 (9: qui vicerit, dabo ei sedere mecum in throno meo: aquí el Deus del salmo pasa a ser Cristo; pero la aplicación al cristiano es alegórica). La liturgia también cristianiza el salmo de esta última manera en las fiestas de la Ascensión (6, 9), de la Epifanía (7-8), de Cristo Rey (3, 7) y del Sagrado Corazón (8, 9). El salmo 46 «anuncia desde el principio hasta el final, la victoria definitiva de Dios y el establecimiento del reino mesiánico universal». Cf. A. Feuillet: NRTh 73 (1951) 258. Este reino es el de Cristo.—Laudes del lunes. 47. La Iglesia, ciudad de Cristo. Cristo está puesto en lugar del Señor en las liturgias del Nombre de Jesús (11) y de Cristo Rey (15). Probable empleo alegórico en la Purificación (10-11: introito y gradual) y en Pentecostés (8).—Maitines del miércoles. 122
49. Invectiva de Cristo contra el culto lista y la injusticia de su pueblo.
forma-
Cristo aparece en lugar del Dios del salmo en las liturgias del Adviento (2, 3, 5) y del Sagrado Corazón (2, 3). Se recuerda el culto «en espíritu y en verdad» (Jn 4, 23).—Maitines del miércoles. 50. Cristo, ten piedad de mí y
purifícame.
Citado en Rom 3, 4 (6: ut justificeris...: sentido literal). Puesto en boca de Cristo durante el tiempo de pasión (15-17, 2° responsorio del miércoles). Pero la cristianización que consiste en dirigirse a Cristo para confesar el pecado, parece estar sugerida por la aplicación concreta que se hace de este salmo en los laudes del jueves santo (6, sal 1); de todas formas, es el modo de cristianizarlo más en armonía con la doctrina del pecado original y de la impecabilidad de Cristo. Salmo de penitencia.—Maitines del miércoles.
123
51.
Cristo, juez de los
perversos.
58. Cristo durante la pasión.
Dirigido a Cristo en la fiesta del Nombre de Jesús (11).—Prima del miércoles.
Puesto en boca de Cristo en tiempo de pasión y viernes santo (2, 4).—Nona del miércoles.
52. (Véase 13).
59. Las pruebas del pueblo de Dios.
53. Oración de Cristo paciente a su Padre. Siempre puesto en boca de Cristo en las liturgias de la pasión y de la semana santa (3-6). Tercia del miércoles. 54. Cristo y el traidor. Alusión en 1 Pe 5, 7 (23: ¿sentido literal?). Expresa los sentimientos de Cristo en el tiempo de pasión (4: gradual del miércoles y del sábado) y en la fiesta del Sagrado Corazón (13-15: 2.° responsorio); se alude a Judas (13-15).—Tercia del miércoles.
Nona del miércoles. 60. Plegaria de Cristo
angustiado.
Expresa los sentimientos de Cristo en los maitines del Sagrado Corazón (3).—Completas del miércoles. 61. Dios, única esperanza del alma. Citado en Rom 2, 6 y 2 Tim 4, 14 (13: reddet unicuique...) en sentido literal.—Maitines del jueves. 62. El deseo de Dios en unión con Cristo.
Puesto en boca de Cristo en tiempo de pasión (2, 3, 6).—Sexta del miércoles.
Dirigido a Cristo en la fiesta del Nombre de Jesús (2); expresa los sentimientos de Cristo en el miércoles de la semana santa (10).—Laudes del domingo.
56. Oración de Cristo en medio de sus enemigos.
63. Cristo reclama la ayuda de Dios contra sus calumniadores.
Expresa los sentimientos de Cristo en tiempo de pasión (5).—Sexta del miércoles.
Puesto en boca de Cristo durante el tiempo de pasión (4, 5).—Laudes del sábado.
57. El Señor, justiciero
64. Acción de gracias del pueblo de Dios.
55. Confianza de Cristo en su
Sexta del miércoles. 124
triunfo.
de jueces
inicuos.
Laudes del miércoles. 125
65. Acción de gracias del pueblo Cristo.
de Dios a
Dirigido a Cristo en la Epifanía y en las fiestas de la Cruz (4).—Maitines del jueves. 66. Oración por la redención de todos los pueblos. Alusión en Act 28, 28 (3: gentibus missum est hoc salutare): aplicación alegórica a Cristo. Laudes del martes.
36; Le 23, 36; Jn 19, 28 (22: dederunt in escam meam fel: la alusión de Jn es la más clara para aplicar el salmo a los sentimientos de Cristo). Otra alusión al «libro de la vida» (29) en Fil 4, 3; Ap 3, 5; 13, 8; 17, 8; 21, 27. La liturgia del tiempo de pasión y de la semana santa acuden con frecuencia a este salmo, cristianizándolo siempre «desde abajo» como el N. T. Lo mismo ocurre en la fiesta del S. Corazón (21: ofertorio).—Maitines del jueves. 69. Grito angustioso de Cristo.
67. Subida triunfal de Cristo y de su
pueblo.
Citado en Ef 4, 8, modificando ligeramente el texto del versículo 19, para aplicarlo a la Ascensión de Cristo (cf. Fischer, l. c, p. 102; y anteriormente, p. 57): dirigido a Cristo. Así lo cristianiza la liturgia en las fiestas de la Ascensión (18, 19, 33, 34) y del Nombre de Jesús (5). Uso alegórico en Pentecostés y en el miércoles siguiente (2, 8, 9, 29, 30).—Maitines del jueves. 68. Oración profética de Cristo
70. Oración de Cristo al acabar su carrera terrestre. Puesto en boca de Cristo en la litwgia del jueves santo (4) y del lunes de pasión (4, 5, 10-12). Completas del jueves.
paciente.
Citado en Jn 15, 25 (5: odio habuerunt me gratis), Jn 2, 17 (10a: zelus domus tuae comedit me), Rom 15, 3 (10b: impropería improperantium tibi ceciderunt super me), Rom 11, 9-10 (23-24: fiat mensa eorum...), Act 1, 20 (26: fiat commoratio eorum deserta..., aplicado a Judas). Salvo las dos últimas (alegorizaciones), estas citas aplican las palabras del salmo a los sentimientos de Cristo. De igual forma, las alusiones que aparecen en Mt 27, 34; Me 15, 23. 126
Fragmento del salmo 39. Expresa los sentimientos de Cristo del domingo de ramos (3: responsorio 6.°) y del jueves santo (4: 2.° salmo de maitines).—-Completas del jueves.
71.
Cristo Rey.
Alusión en Mt 2, 11 (10, 15: adoración de los magos). Esto lo convierte en el salmo de la Epifanía, cuyos versículos más empleados son 10 y 11; de esta forma el rey del salmo viene a ser Cristo. Hay otras citas en el mismo sentido durante el Adviento y tiempo de Navidad (6, 7, 8, 11, 17), en las fiestas de Cristo Rey (1, 8, 11, 17) y del Nombre de Jesús (18-19), y jueves santo (12).—Prima del jueves. 727
72. Felicidad de Cristo y del cristiano: siempre Contigo».
«estoy
Puesto en boca de Cristo el domingo de ramos (1, 3, 24), en el oficio de pasión (14) y jueves santo (8).—Tercia del jueves. 73. Oración de Cristo por su pueblo
asolado.
Expresa los sentimientos de Cristo el domingo de ramos y el jueves santo (22).—Sexta del jueves. 74. Oración de Cristo implorando Dios.
el juicio de
Expresa los sentimientos de Cristo el jueves santo (5, 6).—Nona del jueves. 75. La terrible majestad de Cristo. El Dios del salmo queda sustituido por Cristo en los oficios del sábado santo (3), del jueves santo y de Pascua (9, 10), así como en la Transfiguración (5, 6).—Nona del jueves. 76. La esperanza del pueblo de Dios. Dirigido a Cristo en la Transfiguración (19), pero expresa sus sentimientos el jueves santo (3).—Completas del viernes. 77. Las lecciones de la historia del pueblo de Dios. Cita literal en Jn 6, 31 (24: panem de coelo dedit eis manducare). Citado en Mt 13, 35 (2: aperiam in par abolís os meum...), puesto en bo-
ca de Cristo. El versículo 24 se aplica alegóricamente a la Eucaristía en el oficio del Corpus.— Maitines del viernes. 78. Oración por el pueblo asolado de Dios. Dirigido a Cristo en la fiesta del Nombre de Jesús (9).—Maitines del viernes. 79. Oración de Cristo por la salvación de su «viña». Alusiones en Jn 15, 1-8 (9-20: alegoría de la viña). Numerosas citas, en las que se pone a Cristo en lugar de Dios, durante el tiempo de Adviento y Navidad (2-5, 19-20).—Tercia del viernes. 80. Evocación del misterio
pascual.
Empleo alegórico del versículo 17 en la liturgia del Corpus.—Maitines del viernes. 81.
Condenación de los malos
jueces.
Citado en Jn 10, 34 (6: dii estis): Cristo lo aplica en sentido literal a los judíos.—Tercia del viernes. 82. Oración por el pueblo asolado de Dios. Maitines del viernes. 83. El cristiano en peregrinación rada de Cristo.
hacia la mo-
Cristo sustituye al Dios del salmo en la Transfiguración (11) y en la fiesta de la Sagrada Fa129
128 Q
milia (5), y posiblemente en el Corpus (3).—Sexta del viernes. 84. Plegaria por la restauración Dios.
del pueblo de
Numerosos empleos alegóricos en Adviento y en Navidad (7, 8, 13).—Laudes del viernes. 85. Bondad y dulzura del Señor. Cristo sustituye al «Señor» del salmo en la Epifanía (9), en la fiesta del Nombre de Jesús (9, 10, 12, 15) y del S. Corazón (5, 9). Pero expresa los sentimientos de Cristo en el domingo de ramos (7) y lunes santo (14).—Completas del viernes. 86. Himno a la Iglesia, nuestra
madre.
Empleo alegórico durante el ciclo de Navidad (5: homo natus est in ea); en la Transfiguración (3: gloriosa dicta sunt de te, civitas Dei); en las fiestas de María, de las vírgenes y en la dedicación de la iglesia.—Sexta del viernes. 87. Oración de Cristo
paciente.
dro); en Le 1, 51 (11: dispersit superbos); en Ap 3, 14 (38: testis fidelis, aplicado a Cristo; cf. p. 80); en Act 13, 22 (21: inveni David...). Empleado en la fiesta de Navidad, tanto aplicando a Cristo lo que el salmo dice de Dios, como lo que dice del Mesías (12, 15, 21, 27); en la Transfiguración (13, 14); y en el Nombre de Jesús (16, 17).—Nona del viernes. 89. Fragilidad del
hombre.
Laudes del jueves. 90. La tentación de Jesús y las nuestras. Citado en Mt 4, 6; Le 4, 10-11: Cristo está puesto en el «tu» del salmo, distinto de Dios y del salmista (11, 12). Muchas aplicaciones alegóricas a Cristo tentado, y a nuestras tentaciones, durante la cuaresma (1-7, 11-16).—Completas del domingo. 91. Sabiduría del gobierno
divino.
Laudes del sábado. 92. Cristo, rey glorioso.
Numerosas aplicaciones a los sentimientos de Cristo en el oficio de la pasión, el viernes y sábado santo (5-9) y en la fiesta de la Sagrada Familia (16).—Completas del sábado.
En sentido literal, salmo del Reino mesiánico. Citado en Ap 19, 6 (4). Cristo está puesto en lugar del «Señor» en la liturgia de Navidad (1-2). Laudes del domingo.
88. Cristo, verdadero
93. Apelación de Cristo a la justicia
David.
Salmo mesiánico. Alusiones en Act 2, 30 (4-5, aplicados a la resurrección de Cristo por S. Pe130
divina.
Citado en 1 Cor 3, 20 (11: en sentido literal, pero modificado ligeramente por S. Pablo; cf. 131
p. 74); en Rom 11, 1 (14: sentido literal). Alusión en 2 Cor 1, 5 (19). Expresa los sentimientos de Cristo el viernes santo (21) y en la fiesta del Corazón de Jesús (19). Cristo sustituye al «Señor» del salmo en la fiesta del Nombre de Jesús (10).—Prima del sábado. 94. Invitación su voz.
a alabar a Cristo y a escuchar
Citado y comentado en Heb 3, 7-4, 11 (7-11), aplicando a Cristo lo que se dice de Dios (hodie si vocem ejus audieritis...). Cristianizado de la misma forma en los maitines de la Epifanía (6-7).—Salmo invitatorio de maitines.
97. Himno a Cristo, salvador de su pueblo y juez del mundo. Salmo del Reino mesiánico. Alusión en Le 1, 54 (3: recordatus misericordiae suae); y en Act 28, 28 (3: salutare). Aplica a Cristo, en la fiesta de Cristo Rey, lo que el salmo dice de la realeza del Señor (4, 9). El salutare de los versículos 2 y 3 está aplicado a Cristo en diversas ocasiones durante el tiempo de Navidad.—Laudes del jueves. 98. Cristo, rey justo y santo. Salmo del Reino mesiánico. Cristianizado aplicando a Cristo lo que se dice del Señor, en las fiestas de la Ascensión (2), del Nombre de Jesús (3) y de Cristo Rey (5).—Laudes del viernes.
95. Himno a Cristo Rey. Salmo del Reino mesiánico. Cristo puesto en lugar del «Señor» en las fiestas de Navidad (1113), de Epifanía (9), del Nombre de Jesús (2), de Cristo Rey (10, 14) y de la Cruz (10).—Laudes del martes.
99. Invitación
a alabar a Cristo.
Salmo del Reino mesiánico. Se aplica a Cristo cuanto se dice de Dios, en las fiestas de la Epifanía (2, 3) y del Nombre de Jesús (3-5).—Laudes del domingo. 100. Normas de vida de un
96. Cristo
triunfante.
Salmo del Reino mesiánico. Citado en Heb. 1, 6 (7, aplicando a Cristo lo que el salmo dice de los ángeles que adoran al Señor). Cristianiza-^ do de la misma forma en las fiestas de la Epifanía (7), de la Ascensión (9), del Corazón de Jesús (10, 12), de Cristo Rey (1) y posiblemente de la Transfiguración (11).—Laudes del miércoles. 132
soberano.
Laudes del miércoles. 101. Plegaria de Cristo en la aflicción Aplicación a Cristo de cuanto se dice de la creación y de la eternidad de Dios en Heb 1, 1012 (26-28). Puesto en boca de Cristo el miércoles santo (2-5, 10-14). Salmo de penitencia.—Tercia del sábado. 133
102. Himno Cristo.
a la bondad
misericordiosa
de
Citado en Sant 5, 11 (8, posiblemente aplica a Cristo lo que se dice de Dios). Alusión en Le 1, 50 (13, 17). Cristo sustituye al «Dios» del salmo en las liturgias de la Ascensión (19) y del Corazón de Jesús (8-10).—Completas del sábado.
106. Acción de gracias de los caminantes, prisioneros, enfermos, navegantes y descarriados, salvados por Cristo. Citado en Le 1, 53 (9: esurientes implevit bonis). Alusión en Act 10, 36 y 13, 26 (20: verbum misit... = Cristo y su mensaje). Empleado en el gradual del martes de Pascua (2: dicant qui redempti sunt a Domino).—Maitines del sábado.
103. Himno a Cristo creador.
107. Plegaria a Cristo para poder
Citado en Heb 1, 7 (4): Cristo puesto en lugar de «Dios». Posible alusión en Mt 13, 32; Me 4, 32; Le 13, 19 (12: las aves del cielo). Cristo puesto en lugar de Dios en la Ascensión (1-3); en la Transfiguración (1, 2). Aplicación alegórica en P e n t e c o s t é s (30-31: emitte spiritum tuum...).—Sexta del sábado.
Sin duda dirigido a Cristo en la fiesta del Corazón de Jesús (4, 5).—Prima del sábado.
104. Historia del pueblo de Dios. Alusión en Le 1, 72b (8a: memoran testamenti sui); y en Act 7, 10 (21a). Aplicado a la Pascua cristiana en los introitos del lunes, martes y sábado de Pascua (1 y 43).—Maitines del sábado. 105. Éxodo del pueblo de Dios. Alusiones en Le 1, 71 (10); en Rom 1, 23 (20, aplicado alegóricamente a todos los idólatras); y en Le 1, 72 (45). Dirigido a Cristo durante el Adviento (4, 5) y en la fiesta del Nombre de Jesús (47).—Maitines del sábado. 134
108. Salmo imprecatorio vención divina.
vencer.
invocando
la inter-
Citado en Act 1, 20 (8: aplicado alegóricamente a Judas). Puesto en boca de Cristo el lunes, el miércoles y el viernes santo (3-5, 25, 26). Algunos comentaristas ponen en boca de los enemigos del salmista las imprecaciones de los versículos 9-19; lo cual facilita indiscutiblemente su rezo por parte del cristiano.—Nona del sábado. 109. Cristo, rey y
sacerdote.
Salmo mesiánico. El versículo 1 se encuentra citado en Mt 22, 44; Me 12, 36; Le 20, 42-43 (Cristo se aplica este versículo); en Me 16, 19 (aplicado a la Ascensión); en Act 2, 34-35 (discurso de Pedro aplicándolo a Cristo). Otras alusiones a la Ascensión en Rom 8, 34; Ef 1, 20; Col 3, 1; Heb 1, 3. 13; 8, 1; 10, 13; y a la exal135
tación definitiva de Cristo en Mt 26, 64; Me 14, 62; Le 22, 69; 1 Cor 15, 25; Heb 12, 2. El versículo 4 está citado y comentado en Heb 5-7 (con frecuencia: tu es sacerdos in aeternum secundum ordinem Melchisedech). Alusión en Jn 12, 34 (Cristo manet in aeternum). Se emplea muchas veces en la liturgia; el alcance mesiánico del salmo aparece sobre todo en la liturgia del tiempo de Navidad (3) y del Corpus (4).—Vísperas del domingo. 110. Grandeza de las obras de Cristo. Citado en Sant 5, 11 (4, aplicando posiblemente a Cristo lo que el salmo dice de Dios); en Le 1, 49b y 1, 68b (9). Aplicado a las obras de Cristo en las fiestas del Nombre de Jesús (9, 10), del Sagrado Corazón y del Corpus (4, 5). Vísperas del domingo.
113A. ( = 1-8). Las maravillas
pascuales.
Vísperas del domingo. 113B. ( = 9-26). El verdadero Dios de Israel. Vísperas del domingo. 114-115. Acción de gracias a Cristo. Un solo salmo en el texto hebreo. Citado en 2 Cor 4, 13 (10: credidi propter quod...) y en Rom 3, 4 (11: omnis homo mendax). Sirve para invocar a Cristo en la fiesta del Nombre de Jesús (3-4; 17), y en el Quid retribuam del Ordinario de la misa (12-13). Aplicación alegórica en el oficio de la pasión, jueves y viernes santos (13: calicem... en las vísperas).—Vísperas del lunes. 116. Alabanza de las naciones a Cristo.
111. Elogio del justo. Citado en 2 Cor 9, 9 (9). Lo que se dice del justo en sentido literal, se aplica a Cristo en Navidad, Transfiguración y Sagrado Corazón (3, 4).—Vísperas del domingo.
Citado en Rom 15, 11 (1: perspectiva mesiánica).—Laudes del lunes.
112. Canto a la misericordia
Citado en Heb 13, 6 (6: Dominus mihi adjutor...). En Mt 21, 42; Me 12, 10-11; Le 20, 17 (22-23: lapidem quem reprobaverunt..., aplicado alegóricamente a Cristo). En Mt 21, 9; Le 19, 38; Jn 12, 13 (2: Benedictus qui venit..., aplicado alegóricamente a Cristo. En Mt 23, 39; Le 13, 35 (26: ídem). Alusiones en Act 4, 11 (22: lapidem..., aplicado a Cristo por S. Pedro)
de Cristo.
Alusión en Le 1, 48a (5, 6: respexit humiliiatem...: aplicación alegórica a María). Cristo puesto en lugar de «Dios» en la fiesta del Nombre de Jesús (2, 3).—Vísperas del domingo. Véase p. 79, donde aparecen las correspondencias entre los salmos del grupo Hallel (112 al 117) y las circunstancias de la pasión. 136
117. Acción de gracias después de la victoria de Cristo.
137
y en 1 Pe 2, 7 (22: ídem). Puesto en boca de Cristo el domingo de pasión (5), en el de Ramos (11), el jueves santo y en la Invención de la Santa Cruz (16, 17), en Navidad y en la Circuncisión (3, 24, 26, 27). Aplicación alegórica del versículo 24 (haec dies...) el día de Pascua y durante la octava (gradual), y de los versículos 23, 24, 26, 27 en tiempo de Navidad.—Prima del domingo. 118. Elogio del evangelio, ley de Cristo.
122. Insistente
invocación al Señor.
Sirve para invocar a Cristo en el Te Deum (3). Vísperas del martes. 123. Cristo, salvador de su pueblo. Cristo puesto en lugar de «Dios» en la fiesta del Nombre de Jesús (8).—Vísperas del martes. 124. Confianza en el Señor. Vísperas del martes.
Citado en Ap 16, 5 (137: justas es Domine, aplicado a Dios). Alusión en 2 Cor 6, 11 (32: cum dilatasti cor meum) y en Ap 19, 2 (137). Sirve para expresar los sentimientos de Cristo el domingo de pasión (7, 17, 25), el martes (113115) y el jueves siguientes (49, 50). Dirigido a Cristo durante el Adviento (151, 152: introito del viernes de las Cuatro Témporas).—De prima hasta nona, el domingo.
Posible alusión en Mt 5, 4 (5: bienaventuranza de los que lloran).—Vísperas del martes.
119. Oración de Cristo para verse libre de las pérfidas lenguas.
Se dicen en un solo salmo en las vísperas del martes.
Puesto en boca de Cristo en las vísperas del jueves y viernes santos.—Vísperas del lunes.
127. Prosperidad de los que temen al Señor.
120. El Señor, guía del
Usado alegóricamente en el Corpus (3: sicut novellae olivarum...).—Vísperas del miércoles.
peregrino.
Vísperas del lunes. 121. Alegría al acercarse a la ciudad de Dios. Vísperas del lunes. 138
125. Que el Señor pueblo.
126A.
restaure
la suerte
de su
( = 1-2). Confianza en el Señor.
126B. ( = 3-5). Dicha de una posteridad rosa.
nume-
128. El Señor confunda a los enemigos de su pueblo. Puesto en boca de Cristo el domingo de pasión (1-4: tracto).—Vísperas del miércoles. 139
129. Clamor al Señor. Alusión en Mt 1, 21; Tit 2, 14; Ap 1, 5 (8: et ipse redimet... aplicado a Cristo). Dirigido a Cristo en Navidad (7) y en el Sagrado Corazón (4, 7). Salmo de penitencia.—Vísperas del miércoles. 130. Humildad
y espíritu de infancia.
«Babilonia»
Alusión en Ap 18, 6 (8: suerte de la gran Babilonia).—Vísperas del jueves. 137. Acción de gracias en el templo del Señor. Este templo puede figurar toda la Iglesia cristiana (cf. 2: verso del aleluya en la misa de la Dedicación).—Vísperas del jueves.
Vísperas del miércoles. 131. Profecía de la descendencia
136. Exilio del pueblo de Dios en y suerte futura de ésta.
de David.
Salmo mesiánico. Citado en Act 2, 30 (11: S. Pedro habla de David y del Mesías. Sentido literal). Alusión en Act 7, 46 (5: S. Pedro habla de David). Usado como salmo mesiánico en las segundas vísperas de Navidad.—Vísperas del miércoles.
Puesto en boca de Cristo en el introito de Pascua (18, 5, 6). Aplicado alegóricamente a los apóstoles (17).—Vísperas del viernes.
132. Hermanos del Señor.
139. Oración de Cristo para verse Ubre del hombre inicuo.
Vísperas del jueves. 133. Oración de la tarde. Completas del domingo. 134. Las obras del Señor, creador y guía único de su pueblo. Alusión en Heb 10, 30 (14).—Laudes martes.
del
135. Acción de gracias al Señor, creador y salvador de su pueblo.
138. Ciencia y presencia universal de Dios.
Citado en Rom 3, 13 (4: sobre los impíos). Empleado con frecuencia para expresar los sentimientos de Cristo en el oficio de la pasión y durante la semana santa (2, 5, 8, 10, 14).—Vísperas del viernes. 140. Oración de Cristo: «-Líbranos del mal». Alusión en Ap 5, 8; 8, 4 (2: el incienso del sacrificio de la tarde). Expresa los sentimientos de Cristo en el oficio de la pasión y durante la semana santa (9).—Vísperas del viernes.
Vísperas del jueves. 140
141
141. Oración de Cristo: «Saca mi alma de la cárcel».
146-147. Alabanza a Cristo, omnipotente creación y en su pueblo.
Puesto en boca de Cristo en el oficio de la pasión y durante la semana santa (5).—Vísperas del viernes.
Un solo salmo en el original hebreo. Alusión en Le 1, 52 (6: deposuit potentes...); en Act 14, 17 (8: los beneficios de Dios); en Le 12, 24 (9: alimenta a los cuervos...); en Act 10, 36; 13, 26 (18: manda su palabra... = Cristo). Se emplea para invocar a Cristo en el Corpus (14). Laudes del jueves.
142. Oración de Cristo
angustiado.
Alusión en Rom 3, 20 y Gal 2, 16 (2). Expresa los sentimientos de Cristo el domingo de pasión (9, 10), el lunes (9, 10) y el viernes santos (3, 4). Sirve, por el contrario, para invocar a Cristo durante el Adviento (8, 9: laudes del viernes de la C. Témporas). Salmo de penitencia. Laudes del viernes.
del pueblo
148. Alabanza del universo entero a Cristo. Se utiliza para invocar a Cristo en la fiesta del Nombre de Jesús. (12-13).—Laudes del domingo. 149. Canto triunfal a Cristo.
143A. ( = 1-11). Súplica al Señor. 143B. ( = 12-15). Prosperidad Dios.
en la
de
Vísperas del sábado.
Expresa los sentimientos de Cristo el miércoles santo (8).—Laudes del sábado. 150. ¡Gloria al Señor!
144. Himno a Cristo Rey.
Laudes del sábado.
Alusión en Act 14, 17 (16: beneficios del Señor) y Ap 16, 5; 19, 2 (17: justus Dominas). Sirve siempre para invocar a Cristo: así durante el Adviento (18-21), Nombre de Jesús (1, 21), Sagrado Corazón (18), Corpus (15-16) y en el Te Deum (2).—Vísperas del sábado. 145. Himno al Señor
compasivo.
Alusión en Act 4, 24 (6).—Laudes del miércoles. 142
143
1. En las horas de la semana. Domingo. Maitines: 1, 2, 3, 8, 9, 10. Laudes: 92, 99, 62, 148. Prima: 117, 118. Tercia, sexta y nona: 118. Vísperas: 109, 110, 111, 112, 113. Completas: 4, 90. 133. Lunes. Maitines: 13, 14, 16, 17, 19, 20, 29. Laudes: 46, 5, 28, 116. Prima: 23, 18. Tercia: 26, 27. Sexta: 30. Nona: 31, 32. Vísperas: 114, 115, 119, 120, 121. Completas: 6, 7. 147
Martes.
Viernes.
Maitines: 34, 36, 37, 38. Laudes: 95, 42, 66, 134. Prima: 24. Tercia: 39. Sexta: 40, 41. Nona: 43. Vísperas: 122, 123, 124, 125, 126. Completas: 11, 12, 15.
Maitines: 77, 78, 80, 82. Laudes: 98, 142, 84, 147. Prima: 21. Tercia: 79, 81. Sexta: 83, 86. Nona: 88. Vísperas: 138, 139, 140, 141. Completas: 76, 85.
Miércoles.
Sábado.
Maitines: 44, 45, 47, 48, 49, 50. Laudes: 96, 64, 100, 145. Prima: 25, 51, 52. Tercia: 53, 54. Sexta: 55, 56, 57. Nona: 58, 59. Vísperas: 127, 128, 129, 130, 131. Completas: 33, 60. Jueves. Maitines: 61, 65, 67, 68. Laudes: 97, 89, 35, 146. Prima: 22, 71. Tercia: 72. Sexta: 73. Nona: 74, 75. Vísperas: 132, 135, 136, 137. Completas: 69, 70. i
148
Maitines: 104, 105, 106. Laudes: 149, 91, 63, 150. Prima: 93, 107. Tercia: 101. Sexta: 103. Nona: 108. Vísperas: 143, 144. Completas: 87, 102. 2. En las fiestas del año
litúrgico.
Lo mejor que podemos hacer en este punte es remitir a un libro bien conocido: J. WEBER, Le psautier du bréviaire romain. Tournai 1948. Texto y comentario. Contiene un excelente apéndice sobre los salmos en las fiestas del año litúrgico. Se hacen unos pequeños comentarios sobre los salmos utilizados por el breviario, en primer lugar en las diversas fiestas de Cristo (tanto del santoral como del propio 149
del tiempo); después, en las fiestas de los santos que tienen salmos especiales; y, por último, en el común de los santos y en el oficio de difuntos. Estos breves comentarios pueden completarse con otras muchas indicaciones hechas en el presente estudio; pero aquéllos, de por sí, son recomendables.
150