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El orgasmo
El orgasmo (del idioma griego ὀ ργασμός) o clímax (del griego κλίμαξ, «escalera» o «subida») es el momento culmimante del placer sexual. Antes del orgasmo, sube la concentración de la sangre en los genitales hasta un máximo, y durante el clímax se dan contracciones de los músculos de esta zona del cuerpo, en la cual se descarga la tensión sexual. Después tiene lugar una relajación de la región genital y en muchos casos, de todo el cuerpo. En el caso del hombre, en general se da la eyaculación durante el orgasmo. Aparte de las reacciones corporales, el orgasmo se hace notar por una sensación que casi siempre es sentida como placentera. Algunas culturas dividen los orgasmos en niveles que llegan hasta un estado de éxtasis que perdura por un largo periodo de tiempo y puede ser alcanzado por ciertas prácticas sexuales y prácticas de meditación.
El orgasmo es el resultado final del clímax explosivo de una relación sexual, que produce una sensación de liberación repentina y placentera luego de un punto pun to casi insoportable e irrefrenable de esa tensión sexual, acumulada y guardada de manera continua desde que se inicia la excitación. El comienzo del ciclo está en la mera excitación, durante la cual la sangre acude al pene, al clítoris y a las zonas muy inervadas del plexo nervioso perineal, en el que se produce
una intensa excitación pélvico-peritoneal del abdomen inferior, una suerte de peritonismo fisiológico. Algunos expertos se inclinan por pensar que es el fenómeno final de la estimulación continua de un reflejo nervioso de la propia médula espinal, que produce un relax placentero por la excitación particular de un tipo de neuronas especializadas llamadas espinotalámicas, localizadas en la región lumbar-sacro-coxígea, zona muy inervada e irrigada. El desenlace del orgasmo en el hombre da lugar a la eyaculación o fase expulsora del semen. Una vez desencadenada la eyaculación, al parecer, el cerebro no enviaría señales específicas a las glándulas seminales ni al pene para que el semen salga expulsado, sino que éste sería el producto de una respuesta refleja de esos plexos. El curso del orgasmo genera sensaciones propias de una explosión placentera que, una vez desencadenado, produce un placer muy intenso. Durante el orgasmo, las paredes del útero y la vagina se contraen, apretando al pene y transmitiendo un placer superior, seguido de un fuerte cosquilleo y de una explosión placentera, el “clímax”, punto donde el placer estalla desbordante. William Masters y la trabajadora social Virginia Johnson diferenciaron 4 fases de respuesta a la estimulación sexual humana: excitación, meseta, orgasmo y resolución. El Orgasmo en sí es el deseo más profundo que mujeres y hombres buscan desde que se transforman en seres sexualmente activos. El orgasmo es la penúltima penú ltima fase del ciclo de la respuesta sexual, consistente en un breve episodio de liberación física que sucede al aumento previo de la tensión muscular, de la congestión sanguínea pélvica y de la sensación corporal de excitación con percepción subjetiva de este clímax. Esta liberación energética se evidencia por descargas musculares rítmicas a nivel genital y perineal, aunque también comprometen en su sensación al resto del cuerpo. Estas contracciones son sumamente placenteras para ambos sexos y producen una sensación de alivio y relajación. Para experimentar placer sexual intenso no es necesario que el orgasmo se produzca en cantidades grandes, sino que está más relacionado con la capacidad de sobrellevar el autocontrol y en cierta medida con la autoestima. Por eso, un "juego sexual" es más placentero que una simple "caza del orgasmo", que lleva a disfunciones como el orgasmo fingido. La denominación en varios idiomas para la actividad sexual en pareja lleva consigo la palabra "juego". La intensidad del orgasmo femenino puede aumentarse con algunas técnicas, como el cambio de intensidad de los contactos corporales, estimulaciones múltiples (por ejemplo, del clítoris y los pechos a la vez) y una puesta en escena del acto sexual como juego, por ejemplo juegos de rol en los cuales los amantes asumen papeles activos, pasivos o imaginarios, o el vendado de los ojos. Esperar el orgasmo o someterse a presión, en cambio, es considerado obstáculo para pa ra la experimentación de placer. Con experiencia creciente, los hombres aprenden a controlar su orgasmo a través de la autodisciplina. Así sobre todo pueden retrasarlo, lo cual puede aumentar la intensidad del d el placer. También la pareja tiene posibilidad de ayudarle a controlarlo a través de cambios de intensidad de los estímulos. Una técnica popular es la interrupción del coito y de la estimulación en general cuando los amantes ya han conseguido un nivel de excitación avanzado. En ella se basa el tantra hindú, y la combina con técnicas de respiración para transformar la vivencia del orgasmo, por ejemplo, en un estado de éxtasis perdurable.
Partes de la colección de textos india Kamasutra comprueban que ya en la Antigüedad el ser humano se ha preocupado por técnicas para aumentar el placer sexual. Una cuestión interesante es que hoy en la India la moral en cuestiones sexuales es bastante conservadora. Tanto en el hinduismo como en el budismo, el sexo es visto como acto espiritual, y el aumento del placer es solamente un producto colateral de éste. El tantra según la concepción tradicional quiere producir una cercanía a los dioses a través del orgasmo, sobre todo relacionado con la deidad doble Shivá. El orgasmo es e s visto como disolución de los límites del Yo, que a través de este proceso se mezcla con la identidad de la deidad. El budismo tántrico Vajrayāna en cambio lo relaciona con una experiencia de la unión entre felicidad y vaciedad. Algunos tántricos creen que esta experiencia es un samādhi (estado) especial, que no puede ser alcanzado por otras técnicas de meditación. Otras concepciones ven al orgasmo como baño del cuerpo en qi (la energía de la vida). En todas juega un rol fundamental la capacidad de dejar atrás el Yo.
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