Jesús Ynfante
OPUS DEI A S Í EN L A T I E R R A COMO EN EL CIELO
grijalbo mondadori
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© 1996, JESÚS Y N F A N T E © 1996 de la presente edición para España y América: G R I J A L B O (Grijalbo Mondadori, S. A.) Aragó, 385, Barcelona Cubierta: SDD, Servéis de Disseny, S. A. Primera edición ISBN: 84-253-2987-6 Depósito legal: B. 27.792-1996 Impreso en Hurope, S. L . , Recared, 2, Barcelona
índice Introducción 1.
Ambiciones de mosén Escrivá La familia Escrivá de Barbastro. — Dramas familiares. — Primeros estudios. — Llamada al sacerdocio. — Mosén en Zaragoza. — Años de vida oscura. — Apostolado de alcurnia. — Profesor y estudiante de Derecho. — De Madrid al cielo. — Al margen de la jerarquía eclesiástica. — La Obra de las Damas Apostólicas. — Proyecto de organización laica.
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Mosén Escrivá durante la República La República y quema de conventos. — Conspiraciones contra la República. — Muy cerca de la Institución Libre de Enseñanza. — Academia muy particular. — Célula familiar. — Obra apostólica de mosén Escrivá. — Propagandistas católicos. — Fascismo clerical. — Rector de Patronato. — Primeros escritos. — Primera fundación en 1935. — Espíritu fundacional. — Primeras adhesiones.
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La Guerra C i v i l española Alzamiento y clandestinidad. — Primeros cristianos. — Viaje de iniciación. — Burgos, capital de la cruzada. — Caudillo Escrivá. — Apostolado del poder.
4.
Años triunfales de la posguerra Regreso a Madrid. — Camino, manual del Opus Dei. — Currículo ejemplar. — Primer centro de estudios. — No hay espacios vacíos. — Consejo Superior de Investigaciones Científicas. — Asalto de la Universidad. — Grupo de Barcelona. — Apoyos eclesiásticos.
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Batalla canónica Nueva milicia en la Iglesia. — Enfremamientos. — Pía Unión diocesana. — Reglamento interno. — Segunda fundación en 1941. — Asociación de fieles. — Tercera fundación 1943-1944. — Ingeniero de Dios. — Constituciones internas.
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A la conquista del Vaticano Escrivá con Franco. — Maniobras en 1946. — Escrivá en Roma. — Expansión universitaria. —Institutos Seculares. — Cuarta fundación en 1947. — Asalto a Europa. — Reglamento de administración. — Conspiraciones políticas. — Expansión ideológica. — Minoría activa. — Década triunfal.
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Dentro del Opus Dei Mitos y misterios. — Ritos de iniciación. — Normas diarias. — Medios de formación. — Estudios internos. — «Espíritu de la Obra». — Aparato burocrático.
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Marcha hacia adelante Dificultades en el Vaticano. — Cambio de estrategia. — Nuevo padrino político. — Fascismo clerical. — Generación de posguerra. — Comprensivos y excluyentes. — Tercera Fuerza. — Finanzas del Opus Dei. — Operación Esfina.
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Todos al poder Camino del poder. — Monopolio político. — Tecnocracia. — Control del Estado. — Reacciones internas. — Fiebre constructora. — Fuentes de financiamiento. — Por fin banqueros. — Relaciones con la oligarquía. — Ramificaciones financieras. — Exportación de dinero. — Comercio exterior. — Política de inflación. — Apostolado obrero. — Sectores expansivos. — Apostolado de prensa.
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Camino de la prelatura Ceremonia de la confusión gótica. — Polémica del estatuto. — Ficción jurídica. — Política vaticana. — Concilio Vaticano II. — Compañía de Jesús y Opus Dei. — Congreso prolongado.
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Multinacional religiosa Conglomerado «Opus Dei». — Expansión planetaria. — Implantación en Europa. — Al otro lado del Atlántico. — Otros continentes. •
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Grupo de presión internacional Operación sucesoria en España. — Marquesado de Peralta. — Culto al Fundador. — Enfermedades, viajes y muerte de Escrivá. — Transición española. — Escándalos financieros. — Herencia del Fundador. — Apogeo en el Vaticano. — Prelatura personal. — Turbosantidad del Fundador. — Mujeres en el Opus Dei. — Decadencia. — Grupo de presión internacional.
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Notas Anexos Bibliografía Indice onomástico
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Introducción Principio quieren las cosas y principio tiene por tanto este volumen, que comienza a la vieja usanza, porque hoy como antaño, sus protagonistas se mueven entre el celestinaje del Poder y la tragicomedia de la Vida, unos en el papel de privilegiados y otros como víctimas. En sus páginas hallarán los lectores la mejor y la más completa explicación de lo que digo. Aquí se muestran palmariamente, como diría un bachiller de la época, los engaños que están encerrados en ese aglutinante de intereses que es el Opus Dei, tras haber encontrado sustento social en España y en la Iglesia católica. Que los lectores mediten en cualquier caso sobre el enriquecimiento repentino, el atizamiento de las enemistades y los conflictos inevitables de intereses que desencadena a finales del siglo xx un catolicismo de cruzada. Aquí, en definitiva, aparece el Opus Dei sin afeites ni engaños. El hallazgo de documentos originales y directos, así como el establecimiento de hechos de acuerdo con el testimonio de primeros actores y con observadores bien situados en algunos otros casos, son novedades que ofrece este volumen, basado tanto en investigaciones como en conversaciones y contactos personales que no se citan por una obligada reserva. El estudio histórico se extiende a lo largo de un siglo, desde un oscuro período inicial, pasando por una guerra civil y decenas de años de dictadura hasta desembocar en una rápida evolución y decadencia que aún no se ha detenido. Verdaderamente alcanzamos unos tiempos donde las dificultades se acrecientan para realizar un estudio histórico sobre el Opus Dei. En primer lugar, cualquier exploración sistemática de la Obra de Dios, en sus diversos aspectos, supera con creces la capacidad de investigadores individuales. El libro no escapa a esta servidumbre y su elaboración y puesta en marcha, además de la larga encuesta y el trabajo de investigación, se han realizado por desgracia a escala individual cuando debería ser un trabajo pluridisciplinar y colectivo. El libro implica un enorme esfuerzo de investigación y a las ausencias de trabajos monográficos sobre diversos temas particulares, agravado con el atraso generalizado de los estudios históricos, en especial sobre el período contemporáneo, se suma también el carácter necesariamente parcial de estos estudios, hasta que el Opus Dei y el Vaticano no abran sus archivos. Se puede inquirir sobre los motivos de haberlo escrito, pues viendo que legítima obligación a investigar me compelía otra vez a dedicar nuevo análisis a la Obra de Dios sobre la tierra, el autor, después de arrostrar algunos peligros, coloca su 9
nombre con letras mayúsculas al comienzo del volumen para evitar cualquier exageración o tendencia sectaria; creyendo además en la necesidad que nuestra común tierra tiene de libros como el presente, por la muchedumbre de coterráneos enamorados del Poder que posee; y sin echar, por supuesto, en olvido aquellas personas cruelmente lastimadas a causa de faltarle armas para resistir sus fuegos o, lo que es también lo mismo, sus encantos. Reciban, pues, los lectores estas páginas con el ánimo que pide el celo de semejante motivo. Jesús Y N F A N T E
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Ambiciones de mosén Escrivá La familia Escrivá de Barbastro. — Dramas familiares. — Primeros estudios. — Llamada al sacerdocio. — Mosén en Zaragoza. — Años de vida oscura. — Apostolado de alcurnia. — Profesor y estudiante de Derecho. — De Madrid al cielo. — Al margen de la jerarquía eclesiástica. — La Obra de las Damas Apostólicas. — Proyecto de organización laica.
L A FAMILIA ESCRIVÁ D E B A R B A S T R O
La familia Escrivá pertenecía a la clase media de Barbastro, un pueblo situado en las estribaciones montañosas del Pirineo central, en la provincia de Huesca, limítrofe con Francia. Dentro de Aragón, la comarca del Somontano, donde vino al mundo José María Escrivá, es un territorio acomodado a los pies de las montañas más meridionales, próximo al valle del río Ebro, por lo que representa las altiplanicies antes de los primeros contrafuertes pirenaicos y Barbastro, con 4.000 habitantes en la época, era su núcleo de población más importante. Por parte del padre, los Escrivá eran pequeños agricultores oriundos de Lleida, provincia de la vecina Catalunya; por parte de madre, los Albas, también oriundos de Catalunya, ejercían una actividad comercial desde hacía varias generaciones. Establecidos como honrados comerciantes en Barbastro, los Escrivá formaban una de esas familias «de recia contextura hogareña y gran moralidad, pertenecientes casi siempre a la clase media», con tres tíos curas en la familia, dos por parte de la madre y uno por parte del padre. Sus hagiógrafos afirman que el origen de José María Escrivá Albas, fundador del Opus Dei y protagonista de esta historia, era de «antigua y limpia estirpe por ambas ramas del árbol genealógico», lo cual nos hace pensar en algo distinto sobre el origen social del hijo de unos comerciantes de pueblo. La expresión, cuidadosamente calculada, ha llegado incluso a formar parte de la leyenda elaborada más tarde sobre el fundador de la Obra de Dios, exhibiendo los miembros del Opus Dei. entregados al subgénero histórico de la hagiografía o vidas de santos, 1
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una habilidad descomunal para disfrazar los hechos. No obstante, la profesión o status de comerciante es difícilmente conciliable con la de hijodalgo en un país como España y decir «antigua y limpia estirpe por ambas ramas del árbol genealógico» representa tan sólo por desgracia que ningún ascendiente de los Escrivá nació en la calle, en el prostíbulo o en la inclusa. En la partida de bautismo de José María Escrivá, que figura en el libro de registro de la iglesia catedral de Barbastro, aparece un dato revelador sobre la familia que mantuvo una preocupación constante en cambiar el apellido. Ellos no se llamaban originariamente Escrivá, sino Escriba, es decir con be y sin acento, pero no hay que excluir la hipótesis de que tuvieran que catalanizar el apellido para camuflar un apellido de judío converso como «Escriba». Más tarde, en el expediente de estudios de José María, él mismo se firma «José María Escrivá», aunque en el encabezamiento las autoridades académicas transcriban su nombre como «José María Escriba», el que figuraba en sus documentos personales y en la partida de bautismo. En cualquier caso, resultan ridiculas las pretensiones de ilustre prosapia o hidalguía campesina. La nobleza baturra de los Escrivá se redujo, como veremos más adelante, a unas ansias desmesuradas de promoción social, para contrarrestar quizá tan modestos orígenes en el pueblo de Barbastro. Existen, sin embargo, diferentes versiones hagiográficas de la vida de José María Escrivá perfectamente elaboradas a partir de retazos de información con frecuencia tergiversados, todo ello adobado con gran abundancia de anécdotas inventadas, que sirven para consumo de simpatizantes y seguidores. Pero aquí nos limitamos a una descripción somera y rigurosa de hechos realmente acaecidos, para que los lectores puedan apreciar la naturaleza y alcance de la peripecia biográfica de José María Escrivá. Este límite se justifica tanto más cuanto que José María Escrivá volvería una y otra vez a sus recuerdos de infancia y adolescencia, sobre todo, desde que se convirtió en líder carismático de una poderosa organización con sede en Roma, que ejerció una gran influencia entre sus seguidores y también en el Vaticano. 3
D R A M A S FAMILIARES
El primer fruto del matrimonio Escrivá fue una niña, bautizada con el nombre de Carmen; el segundo de los hijos, José María, que protagonizaría la fundación del Opus Dei, nació el 9 de enero de 1902, año en que tuvo lugar la coronación del rey Alfonso XII. Cuando José María cumplió dos años y esta edad marca un momento importante en su desarrollo, sufrió unos ataques de «alferecía», que es lo que modernamente se llama «epilepsia». A pesar de ser una enfermedad grave y extendida en España, donde aún se contaban 300.000 enfermos en 1994, la epilepsia es una de las enfermedades crónicas menos invalidantes. Presenta a veces un proceso con un componente psíquico muy fuerte, con aumento de la irritabilidad, que puede obedecer a múltiples causas. En el caso del niño Escrivá, conviene tener en cuenta que se trataba de una patología, con probados antecedentes familiares como diabético y que le dejaría secue4
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las, como ese aspecto reservado y de temperamento a la vez rígido y ardiente, que se desbordaba a veces en bruscas y violentas cóleras. A partir del desencadenamiento de su primera crisis de epilepsia infantil, José María Escrivá pasó a estar sobreprotegido por su madre y un manto de silencio completo por parte de la familia cubrió al afectado; incluso escondieron tan aparatosa enfermedad a los fieles seguidores de José María Escrivá de los primeros tiempos, debido quizá a la mala imagen que tiene la epilepsia entre la población en general. Posteriormente, cuando tuvo que desplazarse a Roma en 1946 y ya se le había declarado una grave diabetes, Escrivá consultó por si existía alguna lesión neurológica con el renombrado neuropsiquiatra español Juan Rof Carballo. Pero de aquellas primeras crisis Escrivá salió fortalecido y su madre le llevó en peregrinación a la ermita de Torreciudad, en las cercanías de Barbastro, de cuya Virgen era muy devota, en señal de agradecimiento por su curación que luego sería calificada de «milagrosa» y Torreciudad significaría, como, más adelante veremos, el triunfo de Escrivá sobre la enfermedad. A partir de entonces, su madre ya no querrá despegarse de José María, por estar necesitado de cuidados constantes, lo cual tendrá una importancia decisiva en la vida de ambos. Con una madre tan «maternal» se iba a producir la inevitable fijación del niño a su madre y, como consecuencia, un infantilismo persistente agravado más tarde con el obscurecimiento de la figura del padre, por no sacar adelante económicamente, de forma satisfactoria a su propia familia. Tres niñas nacieron después de José María en el hogar de los Escrivá: Asunción en 1905, Dolores en 1907 y Rosario en 1909. Pero de las cinco criaturas, sólo sobrevivieron dos: Carmen, la mayor, y José María, destinado a ser el fundador del Opus Dei. Antes de cumplir el año murió Rosario. A los cinco años murió Dolores y Asunción a los ocho años de edad. Si 1905, 1907 y 1909 representó una época de nacimiento, los años 1910, 1912 y 1913 significaron una época de muerte para la familia Escrivá, afectada de una extraña patología y que contaba además con graves antecedentes familiares. Como las tres hermanas se fueron muriendo a partir de 1910 en razón inversa a su edad, de la más pequeña a la más mayor, José María Escrivá llegó a decir el 9 de enero de 1972, cuando celebraba el septuagésimo aniversario de su nacimiento, «no quiero cumplir más que siete años». Y también comentó en cierta ocasión que si tuviera que hacer alusión a su edad iba a decir que sólo tenía siete años. Tal sucesión de traumas infantiles tuvo que crear una cierta predisposición a la neurosis crónica y resulta muy revelador que Escrivá fijase un intento de regresión en su vida a 1909, un año antes del comienzo de tantas desgracias familiares, con una edad en que los niños dejan de creer en los Reyes Magos. Respecto a la psicología del niño, la fase edípica que comienza naturalmente a partir de los cinco años debió tener un fuerte impacto en José María Escrivá. Se comprueban, en efecto, tendencias edípicas que, al ser expresadas puerilmente por un niño, consisten en desear para sí solo a uno de los dos padres, generalmente el del sexo opuesto, pero siempre el que ofrece mayor seguridad, excluyendo al otro. La exclusión del otro se formula a menudo como un deseo de partida o de muerte, teniendo en cuenta que para el niño la muerte no significa habitualmente otra cosa que alejamiento." 6
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La mayoría de los psicoanalistas coinciden hoy en afirmar que la situación edípica es una situación normal y que dicha fase no se convierte en «complejo», posible generador de neurosis ulterior, a no ser que se reúnan varias condiciones precisas agravantes, entre las que cabe señalar algunas que son fácilmente constatabas en el caso del niño José María Escrivá, observando algunos datos de los primeros años de su vida. Por una parte, la excesiva relación afectiva y la acusada preferencia del niño por su madre, junto con una indulgencia excesiva de la progenitora, proceso agravado más tarde con la ruina económica protagonizada por el padre. Y por otra parte, el hecho de quedar como varón único tras la muerte traumática de tres de las hermanas, junto con el nacimiento posterior de un hermanito, asunto que remueve la cuestión del origen de los niños y, con ello, sexualiza rápidamente los sentimientos edípicos. La madre, Dolores Albas, que era muy religiosa, había enseñado a rezar devotamente a sus hijos y José María se había convertido en un niño muy piadoso. De aquella época doña Dolores guardaría como reliquia un cuadro de la Virgen María con un Niño Jesús, con aspecto de tener dos o tres años, donde aparecía sonrosado y mofletudo, con mohín candoroso, el pelo rubio, repeinado a raya y con bucle." No hace falta imaginar que la imagen era el modelo propuesto por la madre para ser imitado por su hijo José María. El cuadro que sería conocido familiarmente por «la Virgen del Niño Peinadico» se convirtió más tarde en un objeto preciado de la iconografía particular del Opus Dei. 10
PRIMEROS ESTUDIOS
José María estudió las primeras letras en las Escuelas Pías de Barbastro y allí cursó también los primeros años de bachillerato, aunque iba a examinarse, llevado de la mano por los padres escolapios, a los institutos de Huesca o de Lleida; su expediente presenta una normalidad escolar, con resultados satisfactorios en todos los cursos. Los Escrivá poseían un cierto barniz de cultura y José María se aficionó desde una edad temprana a las lecturas de temas medievales, como los cantares de gesta. Téngase en cuenta que en las tierras pirenaicas la Reconquista cristiana tuvo un carácter distinto del que se produjo en otras regiones españolas. En Aragón la Reconquista comenzó con la ocupación de Barbastro, adonde se encaminó en el año 1064 una cruzada predicada por el Papa Alejandro II. La península Ibérica estaba dominada entonces entonces por el mismo enemigo de la cristiandad que en Tierra Santa y tales cruzadas, así como las órdenes militares y las guerras entre moros y cristianos debieron impresionar a José María, ya que Barbastro fue una plaza fuerte sitiada varias veces por los cristianos durante la Reconquista. «Las gestas relatan siempre aventuras gigantescas, pero mezcladas con detalles caseros del héroe», llegó a escribir luego José María, siendo ya adulto, en Camino, el más famoso de sus libros." Y de sus lecturas medievales debió partir, sin duda, como producto de sus ensoñaciones juveniles, su obsesión por pertenecer a una familia de alta alcurnia que le empujaría a la búsqueda incansable de honores y privilegios, llegando incluso a realizar actos ridículos de falso ennoblecimiento para sí y para su familia. 12
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Algunas noches después de cerrar la tienda José María, acompañado de otros niños, se quedaba ayudando a contar el dinero que se había hecho ese día, según el testimonio de María Esteban Romero. José María, como los demás, se sentaba encima del mostrador y se divertía mucho contando monedas. Aquel niño aragonés, que se aficionó también desde muy pequeño a tocar y contar monedas, conoció el dolor en la peluquería. El mismo, lo relataría años más tarde: «En las fechas más destacadas de mi vida, el Señor ha querido mandarme alguna contrariedad. Hasta el día de mi primera comunión, al peinarme el peluquero, me hizo una quemadura con la tenacilla». Pero los sufrimientos del niño fueron poca cosa comparados con los de su padre. Todo el mundo de la infancia de José María se derrumbó de repente con el cierre en 1915 de la tienda de tejidos que don José Escrivá regentaba con otro socio en Barbastro. Quebró la tienda de paños y los Escrivá se fueron a Logroño, capital de la Rioja, lo suficientemente alejada de Barbastro para evitar la tentación del regreso. Allí el cabeza de familia, venido a menos, hubo de buscar colocación como dependiente en otra tienda de tejidos. Si en las familias españolas, las madres se hacían cargo del hogar y la educación de los hijos, mientras que los padres se encargaban de resolver la situación económica, los parámetros tradicionales de la familia Escrivá fallaron por parte del padre y la salida de Barbastro tuvo más de huida que de mudanza, abandonando el pueblo de noche para esquivar a los acreedores. El fantasma de la ruina no abandonaría nunca a José María, que toda su vida se esforzó por devolver a la familia el crédito perdido. José María tenía edad suficiente, trece años, como para darse cuenta de lo que representaba la quiebra del negocio familiar en Barbastro. En Logroño, sin embargo, continuó estudiando hasta acabar el bachillerato y en octubre de 1918, cuando tenía dieciséis años, inició la carrera de sacerdote como alumno externo en el seminario de Logroño. 14
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L L A M A D A A L SACERDOCIO
José María le había comentado previamente a su padre la intención de ingresar en el seminario, desde que un día de invierno, en el mes de diciembre de 1917, vio las huellas de pasos de un carmelita descalzo en la nieve. Entonces sintió el impulso de hacerse carmelita, para encerrarse a cantar las alabanzas de Dios en el convento; aunque luego cambió de opinión y dijo que no le interesaba la carrera eclesiástica, que no le atraía ser cura y que su vocación era la de arquitecto. Finalmente, la decisión fue tomada y el padre, que trabajaba como dependiente de comercio, aceptó que José María iniciara los estudios para el sacerdocio con la condición de cursar también la carrera de Derecho, a fin de evitar ser en el futuro un hombre sin recursos si le fallaba la vocación religiosa. Aconsejado también por su padre, el joven José María consultó, antes de dar el paso, a un capellán militar, Albino Pajares, personaje con la clásica visión medieval, en donde el sacerdocio es el «saber» y la milicia «la fuerza», cuya opinión tuvo un peso importante en aquellos momentos. 15
En España, los hijos de los pequeños agricultores, comerciantes y los sectores de la población rural no asalariada encontraban durante el primer tercio del siglo en los seminarios la única vía posible de acceso a la cultura superior y de promoción en la sociedad. Con ello no se pretende afirmar que José María Escrivá tuviera forzosamente que ser eclesiástico de modo cerrado y terminante; pero si se analiza someramente el ingreso en los seminarios españoles y la aportación de regiones como el Pirineo navarro aragonés y la Rioja, junto con el origen social de Escrivá y su tremenda ambición realzada en infinitos detalles personales, resulta fácil concluir que el camino religioso era el único viable para un individuo como él. Tuvo la ilusión por ser arquitecto, pero se inclinó por el sacerdocio. Escrivá escogió el único camino que podría llevarle lejos y la ruta del sacerdocio eclesiástico le ofrecía perspectivas más claras que cualquier otra carrera. Parece probable, sin embargo, que Escrivá no tuviera a los dieciseis años una conciencia clara de lo que ambicionaba, lo cual, por otra parte, no impide la existencia de una vocación eclesiástica. «La vocación —escribe Carlos Castilla del Pino— es una ultraestructura (estructura ulterior) que uno elige para su persona, una vez que ya está y comienza a actuar en el mundo que le ha sido dado vivir.» José María Escrivá pudo «sentirse vocado» al sacerdocio pero, no conviene olvidarlo, se sintió llamado dentro de unas estructuras como las de la sociedad española que ofrecían entonces, y siguieron ofreciendo después, un margen muy angosto y escaso de oportunidades. En un ambiente de religiosidad familiar, con la vocación de José María predeterminada por la madre, los Escrivá celebraron por aquellas fechas el nacimiento de un nuevo varón en la familia. Nació el 28 de febrero de 1919 y fue bautizado con el nombre de Santiago. Así otro hijo varón podía compensar la ausencia de José María, cuando tuviera que irse y sólo quedara Carmen. Cuenta uno de los hagiógrafos de Escrivá que, meses antes, a finales de 1918, cuando José María estudiaba en Logroño como alumno externo del seminario, su madre les dijo, a él y a su hermana, «que pronto tendrían un hermanito» y, ante la noticia, la primera reacción de José María, repuesto de la sorpresa, «fue el pensar que sería varón, pues así lo había pedido a Dios». Luego, con la noticia del nacimiento tuvo una gran alegría, comentando posteriormente que «con aquello toqué con las manos la gracia de Dios, vi una manifestación de Nuestro Señor. No lo esperaba». Escrivá se refería con este comentario posterior a la supuesta intervención divina conseguida por él y de ahí que este suceso fuera incluido más tarde en el capítulo de «hechos sobrenaturales» por sus seguidores del Opus Dei. En el seminario de Logroño José María no pudo ser alumno interno, entre otras razones, por motivos de salud. Comenzó su carrera eclesiástica como seminarista externo yendo a clases aunque viviendo en casa, en donde también recibía clases particulares, además de los cuidados maternos. En septiembre de 1920 se trasladó a Zaragoza. Era poco corriente tal desplazamiento, pero José María deseaba estudiar Derecho, lo cual era imposible en Logroño, porque el seminario dependía de la diócesis de Burgos y se veía obligado a cursar por libre la carrera de leyes en Valladolid, mientras en Zaragoza existía entonces una Universidad Pontificia, lo que le permitía simultanear los estudios eclesiásticos con los civiles de Derecho y abandonando provisionalmente un universo que era el del pasado y de la familia. 17
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Con este nuevo traslado, José María Escrivá mostraba que no estaba resignado a ser un sencillo «mosén» en su diócesis y lo universitario o académico representaba un peldaño en su ambición social. Estaba además la familia: en Zaragoza tenía como parientes a dos eclesiásticos hermanos de la madre, uno de ellos canónigo de la catedral. Después de haber solicitado su traslado al seminario de Zaragoza para el curso escolar 1919-1920, logró obtener una media beca que completaría la ayuda que sus padres pudieran prestarle. En el seminario de Zaragoza, Escrivá vive bastante al margen de sus condiscípulos y algunos de sus compañeros de estudios conservan el recuerdo de un joven poco mezclado en la vida común, de aspecto reservado y de temperamento rígido y a la vez ardiente, que se desbordaba a veces en bruscas y violentas cóleras. Un compañero de Escrivá en el seminario, Manuel Mindán Mañero, lo ha calificado de «hombre oscuro, introvertido y con notable falta de agudeza. No me explico —añadiría Mindán que también se hizo sacerdote— cómo un hombre de tan pocas luces pudo haber llegado tan lejos». En la Navidad de 1922 había recibido los grados de ostiario y lector, junto con los de exorcista y acólito. En 1923, con la primera tonsura, Escrivá fue nombrado «superior», también llamado moderador, un puesto que equivalía a inspector encargado de vigilar a sus compañeros, tanto en clase como en los paseos, con el privilegio de una mayor consideración y de poder repetir plato en las comidas. Cuando terminó los años de teología preceptivos de la carrera eclesiástica fue ordenado subdiácono en la Iglesia de San Carlos el 14 de junio de 1924. En aquellos tiempos José María Escrivá iba a demostrar una enorme voluntad de poder que mantendría a lo largo de toda su vida y ya en el seminario repetía incansablemente una jaculatoria en latín, invocando a la Virgen María: «Domina, ut sit! Domina, ut veam!», lo cual equivale a decir: «¡Señora, que sea! ¡Señora, que vea!». En la entonces existente Universidad Pontificia de Zaragoza, Escrivá completó los cinco cursos íntegros de estudios eclesiásticos y el 28 de marzo de 1925 fue ordenado sacerdote. Disponemos del testimonio del propio Escrivá que describe cuál era en aquella época su visión del mundo: «Cuando yo me hice sacerdote, la Iglesia de Dios parecía fuerte como una roca, sin una grieta. Se presentaba con un aspecto externo, que ponía enseguida de manifiesto la unidad: era un bloque de una fortaleza maravillosa». Para luego contar el mismo Escrivá, cincuenta años después, en 1975, que la Iglesia «si la miramos con ojos humanos, parece un edificio en ruinas, un montón de arena que se deshace, que patean, que se extiende, que destruyen...». Entre tanto, su padre había muerto en Logroño unos meses antes y José María se hizo cargo de su madre, de su hermana Carmen y de su hermano Santiago, que tenía entonces seis años. La familia Escrivá se encontraba en una situación extremadamente grave: el sueldo de dependiente de comercio del padre se había terminado y se habían enfriado además las relaciones con los parientes de Zaragoza. 20
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MOSÉN EN ZARAGOZA
Con las licencias eclesiásticas obtenidas, Escrivá se había convertido en mosén, que era el título que se daba a los clérigos y también a los nobles de segunda clase en el antiguo reino de Aragón. Al día siguiente de haber cantado su primera misa, José María fue enviado como cura ecónomo a Perdiguera, un pueblo de 800 habitantes en el límite del cuasidesierto de los Monegros. Allí hizo las funciones de párroco por vacante del titular durante la Semana Santa de 1926 para regresar siete semanas más tarde a Zaragoza, donde ya se encontraba instalada muy pobremente su familia en un piso de la calle de Rufas. Como no disponía de peculio propio y tenía encima que sostener a la familia, se dedicó a dar clases de latín y fue hasta profesor encargado de los cursos de Derecho Canónico y Romano en el Instituto Amado, una academia privada dirigida por un capitán de Infantería que preparaba principalmente el ingreso en la Academia Militar de Zaragoza. El joven sacerdote se ocupó además de desempeñar interinamente varios trabajos eclesiásticos que le encargaron desde el arzobispado, aunque sus preferencias personales en las celebraciones de culto se dirigían a la Iglesia de San Pedro Nolasco, dirigida entonces por miembros de la Compañía de Jesús. También estuvo de sustituto del párroco de Fombuena, aldea de 250 habitantes cercana a Daroca, durante la Semana Santa de 1927. Había empezado a estudiar por su cuenta una carrera civil, la de Derecho, en la Universidad de Zaragoza, de acuerdo con los deseos de su fallecido padre, para que tuviese una garantía de mayor seguridad en el futuro. José María Escrivá intentó simultanear Derecho con sus estudios eclesiásticos, pero era muy difícil que un seminarista fuera a la Universidad del Estado. Un catedrático de Derecho, con quien se examinó José María Escrivá, señalaría años después que «no sabía mucho, no sabía mucho. Para un aprobadete. Le di notable porque era cura. Y se enfadó porque no le di sobresaliente». Tuvo algunos suspensos y en otras ocasiones no pudo presentarse a los exámenes. El caso es que en 1925, cuando se instaló su madre con sus otros hijos en Zaragoza, no había aprobado aún la mitad de las asignaturas de la carrera. Se presentó luego a los exámenes en junio y septiembre de 1926, aunque se ignora si lo hizo en convocatorias posteriores para acabar la carrera y obtener el título de licenciado en Derecho. En este período crucial de la vida del futuro fundador del Opus Dei otro punto oscuro aparece en la biografía. Uno de sus hagiógrafos, Florentino Pérez Embid, miembro del Opus Dei, escribe: «Al llegarle la edad de la formación universitaria, cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Zaragoza, y los estudios eclesiásticos en el seminario cesaraugustano de San Carlos, del que fue superior. Recibió la tonsura clerical de manos del cardenal Soldevila, el famoso arzobispo de aquella diócesis, que al poco tiempo caía asesinado por un anarquista». Otro miembro del Opus Dei, Carlos Escartín, autor de un Perfil biográfico sobre Escrivá, afirma igualmente: «Estudió la carrera de leyes en la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza, al mismo tiempo que realizaba los estudios eclesiásticos en el seminario de San Carlos de esta ciudad. Recibió la tonsura 23
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clerical de manos del cardenal Soldevila, arzobispo de Zaragoza, que le nombró Superior del Seminario». La pretensión de hacerlo superior del seminario de San Carlos antes de su ordenación como sacerdote nos plantea un caso de precocidad extraordinaria en los anales de la Iglesia. Ser a la vez diácono y rector de un seminario resulta excesivo, sobre todo si contaba veintiún años de edad cuando recibió la tonsura clerical y veintitrés cuando fue ordenado sacerdote. Hay versiones de su vida todavía más peregrinas como la de Javier Ayesta Díaz, uno de los portavoces del Opus Dei, quien llegó a declarar que «por entonces José María Escrivá era todavía seglar. Estudió Derecho en la Universidad de Zaragoza, se hizo abogado y posteriormente se ordenó sacerdote. Debido a haberse ordenado tan tarde ha conservado la mentalidad del seglar y por ello creó una asociación seglar». Aquí aparece, sin embargo, al descubierto el móvil de las tergiversaciones y los falsos datos biográficos, que consiste en intentar demostrar años después que Escrivá hizo de todo: de abogado a superior de seminario, pasando por cura párroco de aldea. Y así todos los esfuerzos de los hagiógrafos del Opus Dei se centran en ofrecer, para el consumo propio y de extraños, la figura sacerdotal, universitaria y secular del fundador del Opus Dei, cargado de experiencias laicas y alejado de todo espíritu de «religión» o clericalismo, cuando era el mismo Escrivá el primero que estuvo firmemente interesado en mantenerla. Existen, sin embargo, serias dudas sobre si aprobó todas las asignaturas de la carrera, condición necesaria para obtener el título de licenciado en Derecho. Los más escépticos de sus críticos preguntan ¿dónde está el título de licenciado?, ya que su expediente académico ha sido buscado infructuosamente y no aparece en los archivos de la Secretaría de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza, así como tampoco existe justificante o recibo del pago de las tasas correspondientes para la obtención del título, a nombre de José María Escrivá en los primeros meses de 1927 ni en fechas posteriores. ¿Acabó entonces la carrera de Derecho? Antonio Pérez Tenessa, sacerdote y letrado del Consejo de Estado que fue durante años secretario general del Opus Dei en España, no se atreve a asegurarlo: «Dudo mucho de que hubiera estudiado Derecho. Nunca vi su título de licenciado y tal como eran las cosas de la Obra, de haberlo, se lo hubiera puesto en un marco dorado impresionante. Aunque pudo haberse perdido ese documento, como tantos otros, durante la guerra (...). Desde luego, por las conversaciones que teníamos, yo creo que si había estudiado Derecho lo había olvidado por completo. En cambio, tenía alguna idea vaga de Derecho Canónico, producto lógico de lo que había estudiado en el seminario». Existen por otra parte, indicios como, por ejemplo, cuando el rector de la U n i versidad de Zaragoza invistió a José María Escrivá en 1960 con el doctorado honoris causa, éste apareció ante el catedrático que actuaba de padrino con la muceta azul de los doctores en Filosofía y no con la roja de los doctores en Derecho. El rector de Zaragoza explicó en su discurso que la actividad a que se había venido dedicando Escrivá no era la específica de un doctor en Derecho y que era la Facultad de Filosofía y no la de Derecho la que había solicitado que le fuera concedido el doctorado honoris causa.™ 15
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Aún no sabemos si le quedaron arrastrando varias asignaturas pendientes de su estancia en Zaragoza y aunque presentaba un expediente académico dudoso, porque no existen rastros del título o diploma de licenciatura, Escrivá pidió permiso para trasladarse a Madrid y proseguir sus estudios, pues el doctorado en Derecho sólo podía obtenerse en la Universidad Central madrileña, aunque ello no implicara que había acabado la carrera en la facultad de Derecho de Zaragoza. Con fecha 17 de marzo de 1927 el arzobispo le autorizó a residir durante dos años en Madrid para preparar el doctorado en Derecho y obtener el título correspondiente. La última etapa de su estancia en Zaragoza, después de su ordenación, había significado para las ambiciones de José María Escrivá un auténtico callejón sin salida. Había decidido ir a Madrid porque, entre otras razones, se ahogaba en los ambientes que frecuentaba en Zaragoza. Su rasgo de carácter más acusado era el de querer distinguirse siempre del resto de sus compañeros de juego durante su infancia y, más tarde, de sus compañeros de estudio en el seminario de Zaragoza. Si para ir a Zaragoza desde Logroño el motivo había sido estudiar la carrera de Derecho, el pretexto para irse de Zaragoza a Madrid fue el de hacer el doctorado.
A Ñ O S DE VIDA OSCURA
Cuando llegó a Madrid en la primavera de 1927 mosén Escrivá se encontraba en la indigencia y pasó graves dificultades económicas en un ambiente adverso y alejado de su familia. Encontró habitación en una modesta pensión de la calle Farmacia, no lejos de la céntrica plaza de Santa Bárbara. Allí inició de forma activa la lucha por su supervivencia; como único bagaje había traído algunos nombres y direcciones de amigos aragoneses. Tuvo que presentarse obligatoriamente en el obispado de Madrid-Alcalá con una carta de presentación del arzobispo de Zaragoza, con el fin de obtener las licencias oportunas para poder celebrar la misa y confesar en una diócesis diferente a la de Zaragoza. Parece que no llegó a matricularse de los cursos de doctorado en Derecho. En el registro del ministerio de Educación no hay constancia de ningún alumno universitario con ese nombre. Uno de los historiadores oficiales de la Obra afirma, en cambio, que se matriculó solamente de una de las asignaturas del doctorado, en consonancia quizá con su escasez de medios económicos; pero resulta extraño aquella matriculación tan singular sin ofrecer mayores precisiones como, por ejemplo, sin que se cite el nombre de su director de tesis. Parece más bien que no era hacia la Facultad de Derecho hacia donde se dirigían precisamente sus ambiciones. Una vida centrada en la búsqueda de una situación jurídica y económica estable parecía constituir la mayor preocupación de Escrivá, pero al mismo tiempo rebosaba interiormente de ansias de poder, riquezas, fama y dignidades. José María Escrivá comenzó a cultivar cuidadosamente la opinión que la gente tenía de él, de la excelencia en su sacerdocio y se reveló enseguida como un gran comunicador, con buenas dotes para convencer a un auditorio, pero no buscaba ser un simple predicador de fama, sino que le acompañaban otras ambiciones como el poder o las 10
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riquezas. Como sacerdote buscaba poder, para ser más fuerte que otros y capaz de vencer a los enemigos de la Iglesia, soñando a lo largo de su vida con estar colmado además de bienes de fortuna. No se contentaba, sin embargo, con ser un simple mosén o con profesar humildemente su sacerdocio, sino que quería ser más, y a lo largo de toda su vida buscaría ansiosamente la fama. En Madrid se instaló al arrimo de su condición de sacerdote como tantos otros jóvenes provincianos deseosos de probar fortuna en la capital de España. Mosén Escrivá ofrecía el tipo perfecto de cura buscavidas, entendiéndose como tal a la persona diligente en buscarse por cualquier medio lícito el modo de vivir. Podía asemejarse a uno de los personajes retratados por Max Aub, que ha trazado en su novela La calle de Valverde, la viva estampa de las clases medias del Madrid de los años veinte al treinta. Para él, sin embargo, aquella aventura representaba tan sólo «un eclipse de su personalidad» y serían sencillamente unos años de vida oscura.
A P O S T O L A D O DE A L C U R N I A
En Madrid, la búsqueda de un empleo eclesiástico no era tarea fácil, pero tuvo suerte Escrivá y cambió muy pronto de domicilio para alojarse en una residencia de sacerdotes de la calle Larra, que pertenecía a la congregación religiosa de las Damas Apostólicas, formadas por señoras de la alta y media sociedad madrileña, que ofrecían trabajo y alojamiento a jóvenes sacerdotes entusiastas, debido al fuerte auge que tuvieron las actividades caritativas en la capital de España, sobre todo, durante la dictadura de Primo de Rivera. La dictadura de Primo de Rivera, que llegó envuelta en una oleada de optimismo y buenas intenciones, había alcanzado su punto culminante en 1926, a los tres años de existencia y en seguida empezó a declinar, siendo ya impopular el dictador en 1928, incluso dentro del ejército que lo había aupado al poder. A partir de 1924 proliferan las instituciones públicas y privadas dedicadas a la caridad, como las tiendas-asilos y los hospitales, la sopa boba y otras. Las asociaciones privadas de caridad, como las damas de la Obra Apostólica y los caballeros de la Conferencia de San Vicente de Paúl se presentaban como condescendientes instituciones burguesas, dedicadas al socorro de pobres y desgraciados, siendo una realidad típica en el panorama de la beneficencia de la época. Además de la residencia de sacerdotes, la Obra Apostólica, como se denominaba la organización montada por la congregación religiosa de las Damas Apostólicas del Sagrado Corazón de Jesús, se ramificaba en varias actividades y comprendía la Obra de la Preservación de la Fe, la Obra Post-Escolar, el Patronato de Enfermos y los Comedores de Caridad. El boletín trimestral de la Obra Apostólica señalaba que en el año 1927 las Damas Apostólicas realizaron entre cuatro y cinco mil visitas a los enfermos, se hicieron más de tres mil confesiones y se dieron otras tantas comuniones, se administraron casi quinientas extremaunciones, se hicieron setecientos u ochocientos matrimonios y se confirieron más de cien bautismos. La Obra Apostólica que representaba un apostolado de alcurnia y era una de las instituciones de caridad más prestigiosas de Madrid, había sido fundada por una dama de la aristocracia, Luz Rodríguez Casanova, y acababa de ser aprobada 32
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en 1927 por el Vaticano. La enseñanza era, sin embargo, la gran labor de las Damas Apostólicas. Tenían 58 colegios semigratuitos para niños donde se enseñaba la doctrina católica, repartidos por los barrios madrileños que daban educación a doce mil niñas y niños, de los que cuatro mil hacían anualmente la primera comunión.
PROFESOR Y ESTUDIANTE DE D E R E C H O
Cuando mosén Escrivá se trasladó a Madrid, su madre, su hermana Carmen y el pequeño Santiago permanecieron en Zaragoza pero no tardaron en seguirle y, a finales de 1927, encontramos a la familia Escrivá instalada pobremente en la calle Fernando el Católico, no lejos de la sede de la Obra Apostólica, el lugar distinguido donde trabajaba interinamente mosén José María como ayudante de uno de los capellanes. Para sacar adelante la familia, uno de sus primeros empleos en la capital fue el de preceptor de los hijos de un marqués, por lo que acudía diariamente a casa del aristócrata madrileño para dar clases de latín y humanidades a sus hijos. También halló un segundo trabajo durante el curso 1927-1928 como profesor de Derecho Canónico y Romano en la Academia Cicuéndez, privada, con un marcado tinte confesional ya que su director, José Cicuéndez, era cura como Escrivá. Desde Madrid, volvió en cierta ocasión a la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza; aunque no sabemos si era para examinarse de las asignaturas de la carrera que todavía no había aprobado o, quizá se debiera, a que acompañaba a examinarse en Zaragoza a unos alumnos suyos de la Academia Cicuéndez de Madrid; pero en cualquier caso resultaba raro tal desplazamiento. José María Bueno Monreal, colega y paisano de Escrivá antes de llegar a ser cardenal-arzobispo de Sevilla, tuvo un primer encuentro ocasional con él un día de septiembre de 1928 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza. «Desconozco —cuenta Bueno Monreal— el motivo exacto por el cual se encontraba en Zaragoza aquel día, pues en esa época tanto él como yo vivíamos en Madrid (...). Sea lo que fuere, coincidimos aquel día en la Universidad, mientras yo esperaba la convocatoria de unos exámenes.» La convocatoria de exámenes de septiembre de 1928 representaba la última posibilidad de Escrivá para poder acabar dentro del plazo fijado sus estudios jurídicos, si no tendría que volver a Zaragoza, que era donde oficialmente se encontraba incardinado como sacerdote. Pero Escrivá no podía continuar con los estudios, entre otras razones, porque tenía que ayudar a mantener la familia formada por él, su madre viuda, hermana y hermano pequeño. Desgraciadamente se le acababa en el próximo mes de marzo de 1929 el permiso de dos años concedido por el arzobispado de Zaragoza, sin haber logrado conseguir para entonces el diploma de Derecho. En su tesina quería hablar de la ordenación al sacerdocio de mestizos y cuarterones en los siglos x v i y XVII, pero nunca llegó a redactarla. Escrivá había decidido, sin embargo, quedarse a vivir en Madrid como fuese; en Madrid se iban a manifestar paulatinamente las fuertes ambiciones del joven mosén y, dado que allí iba a fundar la Obra de Dios, Escrivá se presentaría muchas veces, bromeando, como madrileño. Tenía autorización para permanecer sólo dos años, pero llegó a vivir diecinueve. En su lucha por la supervivencia llegaría a 11
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desempeñar de forma precaria varios empleos eclesiásticos en la capital de España hasta 1934. Escrivá logró permanecer en Madrid desde abril de 1927 hasta octubre de 1937 y desde marzo de 1939 hasta noviembre de 1946, cuando se trasladó definitivamente a Roma." Como sacerdote se sometía periódicamente a todos los exámenes previstos para clérigos extradiocesanos en la diócesis de Madrid-Alcalá, con el fin de poder celebrar la misa, administrar los sacramentos, predicar y dar ejercicios espirituales, pues en ello le iba la supervivencia. En su segundo año en Madrid, Escrivá, con veintiséis años de edad y tres de sacerdocio, no había cumplido aún a finales de septiembre de 1928, con la tanda anual de ejercicios espirituales preceptiva en la diócesis de Madrid-Alcalá y, como se celebraba entonces un retiro para sacerdotes, decidió cumplir con aquella obligación en la residencia de la calle García de Paredes número 45 dirigida por la Congregación de los padres paúles, junto a la basílica de la Milagrosa. Allí, en la sede de aquella congregación de sacerdotes seculares ocurrió sin testigos un memorable suceso.
D E M A D R I D A L CIELO
El suceso lo cuenta uno de los cronistas oficiales del Opus Dei: «2 de octubre, fiesta de los Santos Ángeles Custodios, Madrid. El joven sacerdote funda el Opus Dei (...). Y en la fundación se cumple a la letra todas las circunstancias precisas para que la Obra pueda ser llamada Obra de Dios». En la mañana del 2 de octubre de 1928, según otra versión de uno de sus hagiógrafos, «Escrivá " v i o " el Opus Dei, tal como Dios lo quería, tal como iba a ser al cabo de los siglos. Con esa fecha quedó fundado». El mismo hagiógrafo concreta aún más las circunstancias del lugar, aunque no llega a precisar el momento : «Estando retirado en su cuarto, donde tenía sobre la mesa unas anotaciones acerca de temas de su vida interior, recibió en su espíritu, de par en par, luz para ver lo que con ansias venía barruntando a ciegas». La tradición oral, que es el medio preferido por el Opus Dei para divulgar la vida del fundador entre sus miembros, sitúa el momento cuando celebraba la misa, exactamente después de la consagración de la hostia y del cáliz. En ese preciso momento, Escrivá tuvo palabras del cielo sobre lo que tenía que ser la Obra de Dios. Poca importancia tiene la fecha y el momento. Las circunstancias no presentan ninguna originalidad, ya que en los inicios de casi todas las fundaciones eclesiásticas encontramos comportamientos semejantes. Como Escrivá, decenas de iluminados fundan cada día entre los de su círculo familiar y algunos allegados, organizaciones eclesiásticas o paraeclesiales, con ánimo de recuperar el terreno perdido por la Iglesia. Pero en el caso de Escrivá cabe señalar, como muy importante, que estaba obligado a abandonar Madrid, por no haber encontrado una situación jurídica estable y, sobre todo, por el hecho de que estaba solo, completamente solo, por unos días cuando ocurrió el suceso de la Milagrosa, sin el peso de la familia ni tampoco de seguidores, porque aún no los tenía. 36
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Sin embargo, para formar una asociación de cualquier tipo se necesitan por lo menos dos personas y, por consiguiente, no hay prueba testifical que demuestre que el Opus Dei se fundara el 2 de octubre de 1928. Habrá que esperar por lo menos siete años, hasta 1935, para que tuviera lugar de hecho la primera fundación de la Obra de Dios. Uno de sus hagiógrafos afirma textualmente, refiriéndose a la época de 1928, que Escrivá «fue el Opus Dei y al principio lo fue él solo; y lo fue como sacerdote, como maestro, como "padre de familia", y todo en un sentido muy amplio». Otro de sus hagiógrafos reconoce que entre octubre de 1928 y agosto de 1930 Escrivá «estuvo totalmente solo». Y un tercero de los cronistas oficiales llega a decir que «Escrivá no sólo fundó el Opus Dei sino que él mismo fue el Opus Dei, y, además, durante más de un decenio, lo fue él solo». También un testigo excepcional de la época, Pedro Cantero Cuadrado, quien luego fue arzobispo de Zaragoza y cuyo testimonio de amistad y trato con Escrivá mereció los honores de ser recogido en la causa de beatificación ante el Vaticano, afirmó categóricamente por escrito que «durante el curso escolar 1930-1931 nos vimos con cierta frecuencia (...), no me habló entonces directamente de la Obra, ni siquiera de que hubiera fundado nada». Por otra parte, Escrivá había ido componiendo por medio de lecturas un fichero de frases e ideas que le gustaban a las que a veces añadía comentarios, desde los tiempos del seminario en Zaragoza. Allí, en la biblioteca se dedicó a leer textos religiosos como la Sagrada Escritura, especialmente los Evangelios, los escritos de los Padres de la Iglesia y tratados de mística y ascética, así como también autores clásicos españoles, especialmente del Siglo de Oro. De todo ello, cuando leía un pasaje interesante, tomaba nota; desde que llegó a Madrid, prosiguió haciendo acopio de notas, pensamientos y frases, al ritmo de sus lecturas, además de ciertas locuciones y una serie de jaculatorias que recitaba de memoria, todo lo cual había trasladado a un cuaderno, que desapareció a partir de 1928 o en una fecha posterior. Sus hagiógrafos afirman, sin embargo, que el 2 de octubre de 1928 las notas que tenía Escrivá sobre la mesa, a fin de meditarlas en reposo, durante el retiro sacerdotal, correspondían a «locuciones» recibidas hasta entonces de Dios. Desgraciadamente, los esfuerzos del Opus Dei para dar validez al suceso con pruebas testificales o quizás una prueba histórica o documental, no sólo han resultando vanos sino, sobre todo, carentes de fundamento. No hubo testigos ni hay rastro alguno de las notas que Escrivá había llevado consigo al retiro espiritual. En el Registro Histórico del Fundador, protegido celosamente en la casa generalicia del Opus Dei en Roma, donde se guardan todos los documentos y manuscritos relacionados con Escrivá, existe un hueco en ese archivo secreto manejado únicamente por miembros del Opus Dei, precisamente el que corresponde al suceso de la Milagrosa: «Se conservan varios cuadernos pero no el primero, que alcanzaría hasta marzo de 1930», señala uno de sus hagiógrafos, para explicar seguidamente la causa de la desaparición: «Su humildad le llevó a destruirlo, no fuera que siendo "un pobre pecador" quien lo leyera creyese que era un santo». Así nos encontramos, en definitiva, sin ninguna prueba o recordatorio del suceso porque, si creemos las versiones oficiales, ante la enormidad de «lo visto», Escrivá rompió todos los papeles, dejando «en blanco» a sus seguidores y borrando pistas de la pretendida fundación. 19
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Todo ello, sin embargo, no ha arredrado a los fieles cronistas del Opus Dei y según uno de sus hagiógrafos: «... Escrivá afirmó siempre, sin sombra de duda, que el Opus Dei no lo había inventado él, que no lo había fundado como consecuencia de una serie de elucubraciones, análisis, discusiones y experiencias, que no era en absoluto el resultado de intenciones buenas o piadosas (...) dejó entrever claramente que el "fundador" era Dios mismo y que la transmisión a aquel «joven sacerdote» de aquel encargo había sido un hecho sobrenatural, una gracia divina». La opacidad del suceso no impidió que alrededor de la fecha del 2 de octubre de 1928 se haya elaborado posteriormente un enorme montaje propagandístico, a pesar de que el suceso de la Milagrosa tuvo lugar sin seguidores ni testigos directos. De ahí que no fuera suficiente con señalar como fecha mágica de la festividad de los Santos Ángeles Custodios, resultaba necesario añadir también algunos detalles ambientales como, por ejemplo, celebrar la presunta fundación echando las campanas al vuelo. Alvaro Portillo, la «sombra» de Escrivá durante años y su sucesor a la cabeza del Opus Dei, se encargó de adornar la presunta fundación con el acompañamiento lejano de unas campanas: «Era el día 2 de octubre, festividad de los Santos Ángeles Custodios. En aquella mañana vino al mundo el Opus Dei. Sonaban a voleo las campanas de la cercana parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, con motivo de la fiesta de su Patrona. Y el Padre mientras subía al cielo el repique gozoso de estas campanas —nunca han dejado de sonar en mis oídos, le he escuchado decir frecuentísimamente—, recibió en su corazón y en su alma la buena semilla: el Divino Sembrador, Jesús, la había por fin echado de modo claro y contundente.» A partir de la versión oficializada por Alvaro Portillo, la necesidad de resaltar aquellas campanadas lejanas difieren según la fantasía de los hagiógrafos. Así para uno de ellos, las campanadas significaron el acompañamiento musical de la fundación y «por eso, cuando muchos años después (Escrivá) decía que nunca había dejado de sonar en sus oídos aquellas campanas, no hablaba sólo en metáfora: expresaba exactamente el estado permanente de aquél que ha percibido realmente una vocación, una llamada». Desgraciadamente, para los cronistas oficiales del Opus Dei, la fiesta de la Patrona en la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles situada en el número 93 de la calle Bravo Murillo, a dos pasos de la glorieta de Cuatro Caminos, se celebra el dos de agosto y no el dos de octubre. Y difícilmente podían oírse las campanadas por la distancia que existe entre la basílica de la Milagrosa, calle García de Paredes 45, y la parroquia de Cuatro Caminos. 46
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A L M A R G E N D E L A JERARQUÍA ECLESIÁSTICA
Escrivá rehusó, por su parte, contar detalles sobre el presunto comienzo de la Obra porque, según él, estaban íntimamente unidos con la historia de su alma y pertenecían a su vida interior. No obstante, en una entrevista del fundador realizada por un sacerdote del Opus Dei y publicada en una revista sacerdotal también del Opus Dei, Escrivá llega a afirmar refiriéndose a la pretendida fundación de 1928 que «actué, en todo momento, con la venia y con la afectuosa bendi25
ción del queridísimo Señor Obispo de Madrid, donde nació el Opus Dei, el 2 de octubre de 1928». La conexión con la jerarquía eclesiástica representaba una legitimación importante para Escrivá y esta preocupación le empujó hasta falsificar datos de su propia biografía. Como muestra elocuente, ofrecemos unos párrafos del curriculum vitae oficial, redactado por el propio Escrivá y presentado en el obispado de MadridAlcalá el 28 de agosto de 1943 con destino a la Congregación de Religiosos, organismo del Vaticano. Según este curriculum vitae, «marchó a Madrid en el año 1927 para preparar la tesis doctoral y entregado constantemente al ministerio sacerdotal, a pesar de los trabajos científicos, ejerció desde el año 1927 hasta el año 1931 el trabajo apostólico entre los niños pobres y los enfermos indigentes, a los que visitaba todos los días en sus casas por los suburbios más pobres de la ciudad. Después, cuando la magnitud del trabajo entre los estudiantes de la Universidad le obligó a dejar esta forma de actividad sacerdotal, con la aprobación del Rvmo. Señor Obispo, nunca dejó de visitar a los enfermos pobres todos los domingos en el Hospital General. En el mes de octubre de 1928, con el consentimiento del Rvmo. Obispo de MadridAlcalá, acompañándose de asidua oración unida a penitencia, empezó un intenso y firme trabajo de formación apostólica entre los jóvenes estudiantes de la Universidad y entre los alumnos de las Escuelas Especiales Superiores, mediante el cultivo de la vida interior y de la perfección profesional. Esta obra silenciosa estaba dirigida a un directo, profundo y muy eficaz servicio de la Iglesia y desde el principio fue bendecida de todo corazón por muchos obispos». Estas frases del curriculum vitae de Escrivá, redactadas por él mismo, inducen a pensar que desde el comienzo de su estancia en Madrid el joven sacerdote rindió cuenta constantemente de sus iniciativas al obispo, pero el 2 de octubre de 1928 Escrivá, como sacerdote incardinado en la diócesis de Zaragoza se encontraba en situación de «prestado» en la diócesis de Madrid, por lo que difícilmente podía informar sobre su decisión de fundar la Obra a quién no era su obispo y cuando estaba a punto de acabar además su autorización provisional para poder residir en la diócesis madrileña. Encaja, sin embargo, esta actitud humilde de Escrivá como clérigo disciplinado, asegurando la sumisión como tal a un obispo de quien no dependía, con su incardinación en la diócesis de Zaragoza y su inestable situación jurídica; lo que, por otra parte, le empujaba en ocasiones a ejercer un acoso continuado para congraciarse con canónigos o vicarios, realizando abordajes callejeros en Madrid a horas intempestivas. Escrivá llegaría a conocer más tarde durante la Segunda República al vicario general de la diócesis de Madrid-Alcalá, Francisco Moran, que le ayudó a buscar algún estipendio por medio de tandas de ejercicios espirituales y otras actividades piadosas organizadas de la Iglesia, pero no mantuvo relación con el obispo titular de Madrid-Alcalá, Leopoldo Eijo Garay, hasta marzo de 1940, después de la guerra civil española, según fuentes oficiales. Y si el obispo de Madrid estaba «al tanto de sus pasos», lo debió estar lógicamente a través del vicario de la diócesis. Por otra parte, no hay rastro de documento alguno conteniendo una instancia personal o colectiva a nombre de José María Escrivá, o de la Obra de Dios sobre la pretendida fundación en 1928 en los archivos de la diócesis de Madrid-Alcalá ni en los de Zaragoza. El primer documento que figura en el archivo del Obispado de 49
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Madrid-Alcalá, haciendo referencia a una primera actividad apostólica, corresponde a una instancia firmada por José María Escrivá con fecha de 13 de marzo de 1935 y dicho documento menciona una actividad que se remonta tan sólo a 1933, es decir, a dos años antes de 1935.
L A O B R A D E LAS D A M A S APOSTÓLICAS
Escrivá había centrado su actividad dentro de la Obra de las Damas Apostólicas en el Patronato de Enfermos, donde llegó a ser capellán con derecho a alojamiento en septiembre de 1929, encargándose de los actos del culto, misa, rezo del rosario, etc. Sin embargo, la dirección espiritual de toda la Obra Apostólica era llevada por un viejo jesuíta, el padre Rubio, que no vio con buenos ojos que Escrivá se extralimitara en sus funciones, intentando hacer de todo, desde celebrar el culto hasta visitar enfermos. Desde el principio tuvo roces en sus relaciones con el director espiritual de la Obra Apostólica, porque Escrivá aprovechaba las ausencias del jesuíta para dirigir espiritualmente a algunas señoras. Al director de la Obra Apostólica le sentó mal, sobre todo, que se convirtiera en el confesor de la vieja marquesa de Onteiro, madre de la fundadora de las Damas Apostólicas. Por su cargo de capellán del Patronato de Enfermos, a Escrivá no le correspondía la atención espiritual de la comunidad de las Damas Apostólicas. En Madrid comenzó a desarrollar una gran actividad para ampliar su labor apostólica. Demostró tener una preocupación incansable por oficiar con empaque la misa, no cejaba en la predicación del Evangelio, la catequesis, conoció la Acción Católica y también se dedicó al apostolado social de «clases populares», aunque con escasa fortuna. Si Escrivá hizo apostolado entre las clases populares, fue siempre a partir de la Obra Apostólica, una institución de alcurnia sobre todo en aquella época anterior a la República. Una de las Damas Apostólicas cuenta que todas las semanas iban en coches que les prestaban algunas familias ricas y se acercaban a las casas humildes de los enfermos. Desde esta perspectiva, es evidente que no pudo dedicarse intensamente a este apostolado entre las clases populares, debido, entre otras razones, a que las clases populares mantenían un rechazo generalizado hacia la religión en aquellos tiempos. Mosén Escrivá prefería, sin duda, el trato con la aristocracia y, a través de las Damas Apostólicas, gozó de algunas oportunidades que nunca desaprovechó. Se puede citar, por ejemplo, el trato asiduo con un viejo «caballero cristiano», hermanastro de María de la Concepción Guzmán O' Farrill, condesa de Vallellano, apellidado Guzmán, quien le ayudaba con limosnas y Escrivá llegó a convertirlo en bienhechor permanente suyo. Escrivá se ocupó también con cariño de Mercedes Reina, una de las Damas Apostólicas que murió «en olor de santidad» y que había llevado una vida de sacrificio ejemplar, pues tenía los pies totalmente deformados y a pesar de todo iba a visitar a los pobres por los distintos barrios de Madrid. Durante algún tiempo, tuvo en su poder el cuaderno donde la Dama Apostólica había anotado sus reflexiones espirituales. A Escrivá le impresionó tanto que estuvo pensando en escribir su vida, pero no llegó a hacerlo y devolvió el cuaderno a su familia. Lo más curioso 51
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fue cuando, después de su muerte, Escrivá pidió algún objeto como recuerdo suyo. Así obtuvo una pequeña correa, desgastada y raída; posteriormente contaba ufano a las otras Damas Apostólicas: «Cuando me acerco a un enfermo con esta correa de Mercedes Reina puesta, no se resiste a la gracia de Dios». Durante estos años en Madrid, Escrivá alternó el puesto de capellán del Patronato de Enfermos, cargo fácil y sin retribución aunque con alojamiento facilitado por la Obra Apostólica, con las clases en la Academia Cicuéndez y la captación de seguidores para su proyecto. Su labor debería concretarse en una nueva organización que uniera a sacerdotes y seglares, es decir, él y algunos estudiantes, en donde Escrivá sería el fundador y sus dirigidos espiritualmente, los colaboradores. A partir de 1928 se lanzó a hacer prosélitos para materializar la idea de una nueva asociación religiosa. Soñaba con utilizar la táctica de los círculos concéntricos, como la piedra caída en el lago, produciendo un primer círculo y luego otro y otro, y otro cada vez más ancho; aunque la realidad fue otra y, como deseaba ser capellán de estudiantes, frecuentó asiduamente, con ánimo de captar jóvenes, la llamada entonces «Casa del Estudiante» entre 1929 y 1930, pero allí no logró encontrar seguidores para su proyecto. Ya de esta época datan algunos contactos personales con Isidoro Zorzano, viejo compañero de estudios de Logroño; Luis Gordon Picardo, un pariente de las fundadoras de las Damas Apostólicas; Pedro Rocamora Valls, militante católico y miembro de la A C N P de Madrid, José María Barredo y otros estudiantes madrileños que eran asiduos visitantes de la Obra Apostólica, cuya sede se hallaba entonces y sigue hoy todavía en la calle de Santa Engracia, número 13. Con Zorzano, de su misma edad, que vivía y trabajaba en Málaga, mantuvo una correspondencia a partir de 1930 donde le decía: «Te he escrito precisamente para hablarte de una obra en la que estoy comenzando a trabajar...». No obstante, pese a la incesante actividad desplegada por Escrivá, su labor no desbordó nunca los límites personales, es decir los límites de la acción apostólica de un sacerdote aislado cualquiera. La actividad infatigable de Escrivá espoleada por su ambición y, sobre todo, su actitud de entrometí miento provocaron algunos roces entre el impetuoso mosén y los viejos padres jesuítas encargados tradicionalmente de la dirección espiritual de la Obra de las Damas Apostólicas. Cuando falleció el padre Rubio, de la Compañía de Jesús, fue sustituido en 1929 por otro jesuíta, Valentín Sánchez Ruiz, a quien Escrivá escogió inmediatamente como director espiritual y confesor suyo. De esta época data una carta de Escrivá a este jesuíta donde le confiesa, no sabemos si con alguna intención maniobrera, lo siguiente: «... cada vez veo más claro que lo que el Señor quiere de mí es esconderme y desaparecer». Las relaciones de mosén Escrivá con su confesor jesuíta resultaron ser tensas, pero Escrivá, según cuentan uno de sus hagiógrafos, no esperaba consuelos de su director espiritual, quien le trataba con dureza, favor que Escrivá «agradecía con toda el alma», como venido de las manos de Dios, pues ello le daba certeza de no buscarse a sí mismo. El jesuita Valentín Sánchez Ruiz, director espiritual de las Damas Apostólicas y también de mosén Escrivá vivía en la residencia de la Compañía de Jesús que estaba junto al colegio de los Jesuítas en Chamartín de la Rosa, en las afueras de Madrid. Y allí iba mosén Escrivá para confesarse, en lenta peregrinación descrita maliciosamente por uno de los hagiógrafos de Escrivá con todo lujo de detalles: 53
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«Tras una jornada de intenso trabajo (Escrivá) emprendía una larga caminata, Castellana arriba, hasta el Hipódromo. Luego atravesando desmontes y caminos de barro, llegaba rendido al colegio. Le hacían pasar al recibidor. Aguardaba un rato y le atendía el jesuita. Otras veces, la espera era larga; y el sacerdote aprovechaba esa hora para leer el breviario o hacer oración. Había días en que la tardanza resultaba interminable. Nadie aparecía. Nadie daba excusas. Al fin un hermano lego le comunicaba que el padre Sánchez Ruiz no podía verle. Cualquier otro lo hubiera tomado como una desatención grave. Pero el joven sacerdote mostró siempre comprensión para con el tiempo y ocupaciones de los demás». Como trabajaba en una institución femenina, la Obra Apostólica, Escrivá solía decir que en su organización no habría mujeres ni de broma. No obstante, el 14 de febrero de 1930, fiesta de San Valentín, celebró misa en la capilla privada de la marquesa de Onteiro, que vivía junto al paseo de la Castellana y era fundadora de la congregación de las Damas Apostólicas. José María acudía regularmente a decir misa y confesar a la vieja señora. Allí, el día de los enamorados, en el ora torio privado de la aristócrata, y parece que fue después de la comunión, durante la misa, cuando Escrivá «vio» claro que también tendría que haber mujeres en su organización. Así nació la sección femenina de la Obra de Escrivá, según cuentan los cronistas oficiales del Opus Dei; luego, cuando Escrivá consultó a su confesor, señalan las mismas fuentes, que el jesuita Valentín Sánchez Ruiz le dijo: «Esto es tan de Dios como lo demás». Sin embargo, hasta unos años más tarde no llegó a convencer a algunas chicas de ser dirigidas espiritualmente por él, logrando así adhesiones, pero a lo largo de la Segunda República las mujeres se fueron apartando poco a poco del proyecto. Estas deserciones significaron un rudo golpe para Escrivá y debieron acentuar su carácter misógino. Lo cierto es que ningún proyecto femenino podía cuajar completamente mientras estuviera presente la madre, doña Dolores, en las decisiones de José María. 56
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PROYECTO DE ORGANIZACIÓN L A I C A
Desde finales de 1929 mosén Escrivá se había dedicado a acumular documentación para estudiar los estatutos de organizaciones ya fundadas o recién creadas, especialmente las instituciones religiosas que contaban entre sus miembros solamente hombres, sólo mujeres u hombres y mujeres dentro de la Iglesia. De esta época datan sus primeros contactos con el padre Poveda, fundador de las Teresianas, una congregación seglar femenina, con objeto de averiguar más sobre su funcionamiento interno. Poveda había fundado en 1911 la Institución Teresiana, con el fin de atender a la educación de jóvenes en todos sus grados y formas, que fue aprobada por el Vaticano en 1924. En sus conversaciones Poveda hablaba siempre de los primeros cristianos y quería que sus hijas, las Teresianas, tuviesen por modelo las vidas de los primeros cristianos, mensaje que debió ser recogido por el joven mosén que seguía preocupado por conseguir su incardinación en la diócesis de Madrid; de ahí que, siendo Poveda uno de los capellanes reales con notables influencias, se atreviera a pedirle ayuda para conseguir un cargo 29
eclesiástico. El padre Poveda le habló de la posibilidad de nombrarle capellán palatino «honorario», lo cual no solucionaba su problema y además resultaba tarde para obtener en el Palacio Real un cargo eclesiástico. La Monarquía española tenía los días contados y, mientras se consumaba la descomposición de la dictadura de Primo de Rivera, la cuenta atrás ya había comenzado hacia la República. Una cuestión importante consiste en saber si entre los modelos organizados de Escrivá figuraban o no alguna sociedad secreta católica, ya que su proyecto iba a presentar en el futuro evidentes coincidencias con las sociedades de este género. Conviene examinar por ello si en la historia eclesiástica se hallan precedentes comparables, lo que nos obliga a mencionar un grupo que fue un poderoso núcleo integrista en la Iglesia católica durante el primer tercio del siglo xx y llegó a ser conocido como la Liga de San Pío V o Sapiniére.™ Toda la lucha secreta de la Sapiniére contra el modernismo pudo ser conocida por numerosos sacerdotes hacia 1929 y es muy posible que pudo «dar ideas» a hombres que también deseaban luchar contra el modernismo, como el entonces joven mosén Escrivá. Escrivá, sin embargo, leía poco y apenas tenía libros, salvo algunas obras tradicionales del catolicismo español más rancio. Todos los testimonios coinciden en señalar que en la estantería de su habitación tenía tan sólo algunos libros de rezos. A los comienzos de su actividad como mosén le inspiraba mucho Meditaciones Espirituales del jesuita Francisco Garzón, libro de lectura obligatoria en los seminarios diocesanos españoles de la época y que debió leer forzosamente Escrivá por las mañanas, durante los ratos de meditación, en el seminario de Zaragoza. El jesuita Garzón sólo hacía glosar las ideas que en 1605 ya expuso otro jesuita, Luis de la Puente, en Meditaciones de los Misterios de la Santa Fe, uno de los autores preferidos del joven mosén de donde sacó también ideas sobre la perfección cristiana del laicado. También Ejercicios Espirituales para seglares, libro publicado en 1911 del redentorista Francisco María Negro, le sirvió de fuente de inspiración sobre la espiritualidad de los laicos; aunque su principal fuente sobre las perspectivas de santidad en los seglares serían los escritos de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas, que se había interesado mucho por los laicos y sugería los mismos medios prácticos usados por los clérigos o religiosos, con algunas adaptaciones. No hacían falta muchas lecturas para dar a luz el esquema de organización sobre el que iba a fundamentar su proyecto pues, en síntesis, era sencillo, ya que no se trataba de insuflar nuevos ideales religiosos o una nueva búsqueda espiritual de los seglares. La intuición de Escrivá sobre el futuro proyecto de organización laica consistía en crear núcleos relativamente protegidos de seglares, en última instancia con el objetivo de cultivar élites intelectuales capaces de fructificar cuando las condiciones de la época fueran más favorables. Por tanto, para buscar el origen de su concepción del laicado, es decir, sobre la condición o conjunto de los fieles no clérigos, había que remontarse en el tiempo a Bernardo de Claraval (1091-1153) y sus fieles caballeros templarios; o, aun antes, a Benito de Nursia (480-543), quien fundó la orden monástica de los benedictinos como único baluarte posible contra la anarquía que siguió a la caída del Imperio Romano, creando centros relativamente protegidos como el monasterio de Monte Cassino en Italia. 59
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Sin embargo, remontarse a las raíces históricas del laicado es topar de lleno con «el cuerpo» de la Iglesia. Una organización laica, seglar o secular, es distinta de una clerical. La Iglesia católica distingue entre clérigo y laico o secular. Las únicas personas que están comprendidas en la categoría de clérigos son los sacerdotes o los que están preparándose para el sacerdocio como los diáconos o subdiáconos. Entonces, o se es clérigo o se es laico. Ahora bien, el laico o seglar es el que no tiene órdenes clericales y en consecuencia, no son laicos, en el sentido legal y técnico del término, los que han aceptado de una u otra forma, los tres votos tradicionales prometiendo con mayor o menor grado de solemnidad, observar pobreza, castidad y obediencia a sus superiores religiosos para el resto de sus vidas. Algunas consecuencias legales, dentro del contexto de la ley canónica, provienen del grado de solemnidad con el que se hacen los votos, dependiendo las mayores diferencias de si los votos han sido hechos en público o en privado. Los miembros de las órdenes religiosas hacen votos públicos o solemnes; mientras que las congregaciones religiosas no hacen este tipo de votos solemnes. Estas distinciones, que son técnicas y se ignoran incluso dentro de la Iglesia católica, conviene aclararlas porque son un elemento de confusión importante en un tema controvertido y difícil. Mosén Escrivá, con su proyecto de organización seglar, estaba dispuesto a nadar entre dos aguas, clericales y laicas. Resultaba difícil de creer que un sacerdote o clérigo pudiera fundar seglarmente una organización laica y si tenía en mente exigir los tres votos, de pobreza, castidad y obediencia, el proyecto no correspondía a una organización laica. Sin embargo, a un mosén ambicioso como Escrivá, le iban a importar poco tales distinciones, porque su formación tradicional le impedía captar muchas sutilezas técnicas y tampoco tenía reparos jurídicos después de haber estudiado Derecho. Su preocupación principal era echar para adelante y poner en marcha su proyecto de organización laica, seglar o secular o lo que mosén Escrivá consideraba como tal. Porque, en estos casos, lo que importaba en definitiva era saber moverse en la amplísima y creciente zona de penumbra que se extendía entre los clérigos y los seglares dentro de la Iglesia Católica. Para comprender el proyecto de Escrivá, hay que hacerse cargo de que todo eso de los tres votos públicos o privados podía tomarse en sentido lato, muy a broma y hasta con desvergüenza. Luego, había que tener una audacia y también suerte, porque algo de suerte hacía falta. Y, con ese trasfondo carpetovetónico, mosén Escrivá estaba dispuesto a sacar adelante lo que entonces ofrecía como un borroso proyecto. El fallecimiento de la marquesa de Onteiro el 22 de enero de 1931 hizo que Escrivá perdiera uno de sus apoyos entre las Damas apostólicas del Sagrado Corazón. El resultado fue que dejó la capellanía de la Obra Apostólica en el curso del año 1931, cuando se enteró que había posibilidades de una plaza libre de capellán en un convento de monjas cerca de la glorieta de Atocha y él podía desempeñar provisionalmente el puesto. 62
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Mosén Escrivá durante la República La República y quema de conventos. — Conspiraciones contra la República. — Muy cerca de la Institución Libre de Enseñanza. — Academia muy particular. — Célula familiar. — Obra apostólica de mosén Escrivá. — Propagandistas católicos. — Fascismo clerical. — Rector de Patronato. — Primeros escritos. — Primera fundación en 1935. — Espíritu fundacional. — Primeras adhesiones.
R E P Ú B L I C A Y Q U E M A DE CONVENTOS
El cambio político de la Monarquía a la República, que llegó inopinadamente el 14 de abril de 1931 sin derramamiento de sangre y casi por sorpresa, trastornó profundamente a Escrivá, para quien todo lo relativo a la República resultaba ser obra de la masonería, que conspiraba y trabajaba para dividir a los católicos, para que así no se pudiera llegar a una solución política favorable a los intereses de la Iglesia y de la Monarquía. A mosén Escrivá no se le escapaba lo que ocurría a su alrededor y sus preferencias políticas y afinidades culturales correspondían a los de un cura educado muy tradicionalmente para su época. Un mes después de la instauración de la República la quema de conventos significó un choque tremendo para la clase media española que había aceptado mayoritariamente y con resignación el cambio de régimen político. Seis de los ciento setenta conventos de Madrid fueron incendiados en mayo de 1931. La policía, los bomberos y la multitud contemplaron los hechos pasivamente y la única actividad organizada fue la de ayudar a la evacuación de los edificios. También en Málaga, Sevilla, Cádiz y Alicante fueron atacados unos quince conventos. Los españoles se vieron obligados a meditar entonces sobre las complejas relaciones del orden público con las actividades religiosas que formaban la trama de la historia moderna de España. Si ya se quemaron iglesias en Madrid en 1835 y en Barcelona en 1909 ¿es que nada había cambiado desde entonces? La reacción de Escrivá en aquellas fechas fue sintomática: cuando, en la mañana del 11 de mayo de 1931, un coronel retirado del Ejército, de origen aragonés 1
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por más señas, irrumpió en la capilla de la Obra de las Damas Apostólicas para avisar que la quema de conventos tenía lugar en aquellos momentos. Escrivá, temiendo una posible profanación, abrió el sagrario y consumió casi todas las hostias que había en el copón. Luego, como el tiempo apremiaba, envolvió cuidadosamente el copón con las que quedaban en un papel y se metió en un taxi para ir a casa del viejo coronel jubilado, que habitaba en unas viviendas militares próximas a la glorieta de Cuatro Caminos. Escrivá permaneció, junto con su hermano Santiago, varios días en casa del coronel como si se sintiera perseguido y fue entonces cuando empezó a comparar la situación de los católicos españoles con la del siglo i de nuestra era. Las actividades religiosas debían realizarse, según él, de forma silenciosa desde las catacumbas, a imitación de los primeros cristianos. Mosén Escrivá se mostraba muy devoto y se remontaba con frecuencia a la cristiandad primitiva, inclinándose por un apostolado eficaz de discreción y de confianza, realizado desde unas catacumbas imaginarias, a semejanza de los cristianos del siglo primero. Sin embargo, tales propósitos de ocultamiento estaban en contradicción flagrante con la ostentosa exteriorización de su condición de sacerdote que hizo gala durante los primeros tiempos de la República. Mosén Escrivá, que usaba manteo y teja redonda, se paseaba también a veces con un solideo en la cabeza que cubría una tonsura más grande de lo normal en la coronilla. Mosén afirmaba, con la tozudez característica de los aragoneses, que había que ser «sacerdote por dentro y por fuera» o también ser «cien por cien» sacerdote. Pero esta actitud testimonial tan ostentosa le duró poco. No estaba mosén Escrivá para muchas vacilaciones en lo que respecta a su incardinación en la diócesis madrileña y, como tenía posibilidades de ejercer como capellán en un convento de monjas, Escrivá aprovechó la coyuntura favorable a sus intereses, por el miedo de otros sacerdotes después de la quema de conventos, ofreciéndose como capellán a la comunidad de monjas agustinas recoletas, cerca de Atocha. Correspondía a los padres agustinos recoletos el celebrar la misa, pero tenían lejos su residencia y, a medida que el orden público se degradaba, consideraron que era peligroso ir a pie por la calle hasta el convento. Mosén Escrivá se ofreció entonces como capellán y la madre priora reunió a las monjas para comunicarles que había encontrado un sacerdote que procedía de Zaragoza y estaba más cerca que los padres agustinos y que vendría a diario a celebrar la misa. De esta manera Escrivá dejó el puesto que ocupaba en la Obra de las Damas Apostólicas para convertirse en capellán del convento de Santa Isabel, lo que le permitió la posiblidad de tener confesonario fijo y una plataforma para contactos en una iglesia abierta al público en el centro histórico de Madrid; aunque, por otro lado, podía representar una regresión el hecho de pasar de un apostolado entre damas laicas a un apostolado entre monjas, como base para su proyecto. A medida que avanzaba la turbulenta historia española, Escrivá extremaba sus preocupaciones religiosas, quizás para contrarrestar la creciente oleada de ateísmo. Entre otras devociones menores, se impuso la piadosa costumbre de saludar a las imágenes de la Virgen que encontraba por el centro de Madrid, cuando deambulaba por la calle. Buscaba fervorosamente imágenes de la Virgen María y cada vez que encontraba alguna rezaba ante ella o en un arrebato de piedad, según las exa1
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geraciones de sus hagiógrafos, se arrodillaba ante la hornacina o el azulejo en plena calle. Llegó a contar el propio Escrivá que un día esperando en la glorieta de Atocha un tranvía, después de regresar del convento de monjas de la calle Santa Isabel donde solía decir misa y ejercía las funciones de capellán, fue agredido por un obrero airado que le insultó y pateó tratándole de burro, a lo que Escrivá respondió desde el suelo con orgullo: «Burro, sí; pero burro de Dios». No se sabe si realmente esto le ocurrió o fue algo que la mente de Escrivá había forjado de un fortuito encontronazo callejero; pero ésta sería la causa de la existencia, años más tarde, en casas y domicilios de sus seguidores, de burritos confeccionados con diversos materiales, como objeto de decoración que, por ser el asno un animal paciente y sumiso, están cargados de simbolismo. Existe otra versión más elaborada del mismo suceso cuando se le abalanzó el sujeto de aviesa catadura con intención de agredirle y, de improviso, se interpuso inexplicablemente otra persona que repelió al energúmeno. Fue cosa de un instante. Ya a salvo, su protector, supuestamente un ángel celestial, acercándose le dijo quedamente al oído: «¡Burrito sarnoso, burrito sarnoso!». Escrivá reflexionó y le dio tantas vueltas a lo sucedido, que llegó a utilizar posteriormente como seudónimo en su correspondencia privada las iniciales «b.s.», que corresponden a la expresión «burrito sarnoso». La tozudez del burro encajaba perfectamente con uno de los dos aspectos más señalados de su carácter, que eran la ambición y la tozudez. Demostraba ser un hombre profundamente obstinado, seguro en sus creencias y, sobre todo, con ansias y deseos vehementes de ser alguien en la vida. Su proyecto de obra apostólica podía ser un regalo del cielo, pero este regalo se lo iba a trabajar día a día, con una tenacidad encomiable. 5
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CONSPIRACIONES CONTRA LA R E P Ú B L I C A
Escrivá comenzó a participar desde el advenimiento de la República en el movimiento insurgente de los católicos frente a los que ellos consideraban un Gobierno de masones, ateos, judaizantes, perseguidores de la Iglesia y de sus ministros, incendiarios y sacrilegos. «En aquellos tiempos ser católico equivalía a ser de derechas», reconoce uno de los primeros estudiantes seguidores de Escrivá, «porque las continuas provocaciones de la izquierda abrieron un foso imposible de cerrar entre los creyentes y los defensores del progresismo social.»* Asimismo, desde el día siguiente al 14 de abril de 1931, monárquicos exaltados tramaron la conspiración armada contra la República, que cristalizó, primero en la sublevación del 10 de julio de 1932, y luego en el alzamiento armado de julio de 1936. Los conspiradores no se dieron reposo en su labor y centraron sus esfuerzos en el derribo violento en la Segunda República. Dentro del catolicismo español existía, pues, un vasto foco secreto formado por los que jamás se reconciliaron con la República y la Democracia, hacia los cuales mosén Escrivá dirigió sus pasos y comenzó a frecuentar círculos de conspiradores dentro de los ambientes madrileños. Toda la literatura encomiástica escrita por sus partidarios asegura que Escrivá nunca discriminó a nadie por motivo de sus opiniones políticas, lo que resulta cierto 7
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porque mantuvo relaciones continuadas y «dirigió espiritualmente» como sacerdote durante años a activistas de la extrema derecha monárquica durante la Segunda República española. Dentro de esta fauna conspiradora, donde cabe mencionar a José Manuel Domenech Ybarra, José Antonio Palacios López y Vicente Hernando Bocos, destacaba lógicamente José María Escrivá por la edad y porque poseía una mayor formación intelectual, comparada con la de aquellos estudiantes terroristas que luego serían calificados simplemente de «militantes católicos» en las hagiografías oficiales sobre el fundador del Opus Dei. Uno de tales estudiantes, Juan Jiménez Vargas, que fue luego notorio miembro de la Obra de Dios, recuerda a sus colegas de conspiración como «gente de pocos años que consideraba la situación de España como un grave problema religioso (...), pero que no veían otra solución que la política, y por eso estaban metidos de lleno en un activismo orientado a la solución violenta de todo». Mosén Escrivá se presentaba como un joven sacerdote aragonés, con treinta años cumplidos, honorable por su aparente apoliticismo, que tenía como elemento moderador el peso de su familia, la cual debió frenar, sin duda, sus ansias de militancia radical contra la República. Sin embargo, desde el advenimiento de la Segunda República comenzó a frecuentar tertulias y círculos de activistas, lo que hizo perder en ocasiones la imagen de su pretendido apoliticismo. En cualquier caso, mosén Escrivá no participaba del calculado espíritu de ambigüedad eclesiástica, sino que «se mojó», pese a tener una familia a su cargo. Nadó en aguas extremistas sin comprometer su incipiente carrera y nunca perdió la perspectiva de sus capacidades personales ni de sus posibilidades futuras. Escrivá, según reconoció uno de aquellos militantes radicales contra la República, «le animaba a defender sus sentimientos con tenacidad y constancia». " También parece cierto que no hubo reprobación alguna por parte de Escrivá hacia quellos terroristas partidarios de una solución violenta contra el Gobierno legítimo de la República, porque quizás también era ésta la «fecunda labor apostólica entre jóvenes universitarios» que mencionan los historiadores oficiales de la Obra. No resultaba fácil, sin embargo, este apostolado militante en medios estudiantiles de la extrema derecha, como atestigua uno de aquellos terroristas: «Recuerdo que ya entonces se levantó alguna calumnia contra él (Escrivá) que nosotros cortamos enérgicamente»." En la primera sublevación militar contra la República, encabezada en 1932 por el general Sanjurjo, algunos de los estudiantes «dirigidos espiritualmente» por Escrivá participaron en la intentona. Escrivá visitaría luego, regularmente, en la cárcel Modelo de Madrid a aquellos estudiantes terroristas juzgados por la primera sublevación militar contra la Segunda República. Iba a visitarles con frecuencia, casi a diario, y no le preocupaba que visitar a los detenidos supusiera «significarse» mucho más tratándose de un cura, y fuese motivo suficiente para quedar fichado por la policía. Luego explicaría Escrivá su comportamiento de 1932 y de qué manera él entendió la lucha «declarando ante la autoridad su amor a Cristo con audacia, a la hora de la cobardía»" junto a aquellos estudiantes dispuestos a utilizar unas pistolas cuyos gatillos no sentían ya el freno de las creencias religiosas, sino todo lo contrario. 9
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M U Y C E R C A D E L A INSTITUCIÓN L I B R E D E E N S E Ñ A N Z A
El 9 de enero de 1932 mosén José María había cumplido treinta años. «Que pase inadvertida vuestra condición, como pasó la de Jesús durante treinta años» escribió, haciendo suyo el ejemplo y, como Jesucristo, se encontraba dispuesto a buscar en la vida pública doce apóstoles entre los estudiantes universitarios madrileños. Si anteriormente vivieron de realquilados él y su familia en un modesto piso de la calle Viriato número 22 en la parte mesocrática del barrio madrileño de Chamberí, tras la mudanza, realizada en diciembre de 1932, mosén Escrivá iba a continuar viviendo en el mismo barrio. El nuevo hogar de los Escrivá era un piso entresuelo en el número cuatro de la calle General Martínez Campos, típica vivienda de clase media que se mantiene aún intacta y donde Escrivá vivió con su familia meses decisivos hasta febrero de 1934. El nuevo piso de la familia Escrivá se encontraba en la misma acera de la calle General Martínez Campos, a dos pasos de la sede de la Institución Libre de Enseñanza, cuyo edificio consta de dos partes separadas por un jardín y la parte del inmueble más cercana a la calle servía de vivienda a Francisco Giner de los Ríos y a Manuel B. Cossío. Resulta muy evocador el hecho que los primeros años de gestación de su apostolado se iban a desarrollar en tiempos de la República, en una capital de España que se había convertido en satánica, y a dos pasos de la sede de una secta que Escrivá también consideraba diabólica. Mosén Escrivá instaló a su familia muy cerca de la sede de la Institución Libre de Enseñanza, que representaba para muchos católicos la fuente supuesta de buena parte de los males que sufría España. Todo conduce a pensar que esta presencia cotidiana de la maldecida Institución halla en Escrivá un vecino particularmente receptivo. En su gruesa apreciación de cura provinciano debió calificar de masonería, como lo habían hecho otros contemporáneos suyos, a una entidad eficaz como la Institución Libre de Enseñanza, cuyos fines y procedimientos, o lo que él consideraba como tales, procuró adoptar en su programa apostólico. Los católicos españoles estaban obsesionados con la masonería durante la Segunda República, o por lo menos con la idea que se hacían de su omnipotencia, hasta el extremo de que nunca dejaron de soñar en una especie de «contramasonería», copiada de la otra con objeto de combatirla con sus propias armas, tarea que Escrivá intentaría también llevar a la práctica y cuya idea inicial consistía en constituir un movimiento de jóvenes intelectuales católicos que pudiera oponerse por todos los medios a la acción nefasta, según él, de la Institución Libre de Enseñanza. La Institución Libre de Enseñanza había comenzado su existencia en 1876, y dedicó siempre sus esfuerzos a presentar un modelo educativo capaz de mejorar España, siguiendo el ideal de Giner de los Ríos, una escuela que formase hombres y mujeres responsables y conscientes de su calidad de ciudadanos, una escuela que trascendiera a la familia y a la sociedad. La Institución Libre de Enseñanza llegó a desempeñar un papel importante en la educación y en la cultura españolas a lo largo de más de 60 años (1876-1936). Las formas y métodos pedagógicos de la Institución llegaron a la escuela pública en los años de la Segunda República. Como organismo democrático dedicado a la educación durante los años de la República estuvo muy protegida por los gobier14
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nos republicanos. La Institución Libre tenía unos fines concretos de fomento de la cultura, dentro del más absoluto carácter de laicismo sin confesionalismo religioso alguno, y representaba en la historia contemporánea española el más coherente y sostenido intento de configurar la vida del país, según los principios de la cultura europea moderna.
A C A D E M I A M U Y PARTICULAR
Pero no fue en las aulas y pasillos del viejo edificio de la calle San Bernardo, sede de la Universidad Central, en donde Escrivá realizaría sus primeros pinitos apostólicos con los estudiantes madrileños, después de haber transcurrido treinta años de su vida «inadvertido» y ahora dispuesto a actuar en la vida pública como Jesucristo. En la calle de Luchana, esquina a Juan de Austria, cerca del modesto piso en donde vivía con su familia, monta a comienzos de 1933 una academia de preparación para estudiantes de derecho y arquitectura que llama D y A , siglas que venían a decir «Derecho y Arquitectura», pero que para los escasos iniciados significaría un lema: «Dios y Audacia». Solía repetir entonces, para darle un significado trascendente a la aventura que significaba la precaria instalación de la academia, la frase de Teresa de Avila, capítulo II de sus Fundaciones: «...es manifestación de la Omnipotencia divina dar osadía a personas flacas para cosas grandes en su servicio». En la academia de la calle Luchana es donde comenzaba en firme sus primeros trabajos previos a la fundación de su obra apostólica y en donde la expresión latina Opus Dei no aparece para nada. Tan sólo años más tarde, hacia 1935, comenzó Escrivá a utilizar intencionadamente la expresión «Obra de Dios», lo cual indica claramente la ausencia de maduración en el proyecto. Así, durante todo este tiempo el proyecto de Escrivá no tiene nombre. Hasta sus hagiógrafos señalan que «ni quiso en un principio el Fundador que su obra apostólica llevara siquiera nombre». Y el propio Escrivá expresa este deseo en carta fechada por entonces: «En un primer momento, me hubiera gustado incluso que la Obra no tuviera ni nombre, para que su historia la conociera sólo Dios». En Zaragoza había adquirido ya la experiencia de dar clases en una academia y en Madrid la había reanudado dando clases en la academia Cicuéndez, dedicada exclusivamente a la preparación de asignaturas de la licenciatura de Derecho y que funcionaba a la vez como residencia para unos ocho estudiantes internos. Escrivá, que realizaba este trabajo para conseguir el dinero necesario para vivir y mantener a su familia, concibe la posibilidad de imitar el modelo, creando por su cuenta una academia semejante. El objetivo sería lograr que, al igual que en el caso de la academia Cicuéndez, «muchos alumnos de esta academia llegaran a ocupar posiciones notables en la vida profesional».' La oportunidad era única. En Aragón había fallecido recientemente mosén Teodoro Escrivá, hermano de su padre y, por lo tanto, tío de mosén José María, que había dejado unas escasas propiedades que consistían en sus enseres personales y unas aranzadas de tierra. José María Escrivá logró venderlas, pero tuvo que pedir autorización a su hermana Carmen y a su hermano menor Santiago. El producto de la venta pudo ayudar a pagar el alquiler inicial del local donde iba a ser 15
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instalada la academia: aunque, en última instancia, debió intervenir el fiel Isidoro Zorzano, que ayudó con su sueldo, ya que trabajaba en Málaga como ingeniero en los talleres de los ferrocarriles andaluces, y la academia pudo ser instalada en un exiguo local, a nombre suyo. Santiago, el hermano menor de mosén Escrivá, no se quedó contento con su renuncia al patrimonio del tío Teodoro y se colocaba en la puerta de la calle para registrar los bolsillos de mosén José María cada vez que salía del piso. La vivienda familiar, a cuyo frente se encontraba la madre, doña Dolores, era el centro neurálgico de la cual dependía la academia, como señalan los historiadores oficiales del Opus Dei: «Puede decirse que esta vivienda fue el primer centro de la Obra, pues en ella encontramos ya la célula primitiva del futuro espíritu de familia del Opus Dei». De esta época data también la anécdota que se cuenta cuando merendaban algunos estudiantes en la humilde casa de los Escrivá y Santiago, el hermano menor de mosén, se quejó en voz alta diciendo: «¡Mamá, los chicos de José María se lo comen todo!». El incidente motivó que se reprodujeran muchos años después exlibris, estampas e inscripciones diversas, en donde figuran dos manos unidas en actitud oferente, en medio de ellas un pedazo de pan y alrededor una leyenda que dice: «Se lo comen todo», refiriéndose sin duda alguna a lo ocurrido en casa de mosén Escrivá, allá por los años de la Segunda República. 20
C É L U L A FAMILIAR
Según los primeros propósitos de Escrivá, la vida dentro de la obra apostólica en trance de ser fundada por él debía imitar la organización y modo de la familia cristiana, más bien que los de una comunidad religiosa formal y para ello debía distinguirse por una exquisita cultura del entendimiento y del ánimo, junto con una extremada caridad y humanidad entre sus miembros. Y, de la misma manera que el rasgo distintivo de la familia natural es el espíritu de sencillez y llaneza, que iguala entre sí a todos sus miembros, así dentro de su obra apostólica la sencillez de la vida en familia debía presidir todas sus actividades. En nombre de esa misma sencillez se llegaría a prohibir años después la utilización de cualquier título honorífico para designar a los cargos de dirección dentro del Opus Dei, aunque a mosén Escrivá, por ser el fundador se le iba a llamar «el Padre» y todos los documentos de la Obra debían ser redactados con el estilo familiar adecuado. Entre los precedentes históricos contemporáneos de esta proyección social de la familia, utilizada hasta el delirio por Escrivá desde estos primeros tiempos, cabe citar a la Mafia siciliana, que sirvió a su vez de base a la Cosa Nostra en Estados Unidos, así como también a la extensa Familia Real saudí en Oriente Medio, que la componen actualmente cinco mil príncipes y más de veinte mil miembros. Los esquemas iniciales familiares, expresados en la frase del fundador «todos los miembros constituyen una familia ligada por el vínculo sobrenatural» y también con la frase castiza de «una sola familia, un solo puchero», más tarde se iban a reproducir también donde se reunían tres o más miembros de la obra apostólica de Escrivá constituyendo una «familia» o «casa» presidida por el mismo espíritu del hogar fundacional a partir de 1939. 38
Nunca se insistirá bastante sobre el carácter familiar que quería imprimir Escrivá a su proyecto y que se percibe con mayor claridad en los primeros tiempos, señala Luis Carandell, autor de una notable biografía sobre Escrivá. Se aplica a la Obra el esquema de la familia ideal de clase media española, a imagen y semejanza de la familia del propio fundador, que ha atravesado por situaciones difíciles pero que ha salido a flote gracias a su rigurosa cohesión interna. Es más, en el Opus Dei no se trata sólo de crear una familia con la ejemplar y edificante unidad de la del honrado y abnegado comerciante paños de Barbastro. Se trata de prolongar esa misma familia, cuyo jefe es ahora su hijo, el sacerdote llegado a Madrid desde Zaragoza, una familia en la cual cabría en principio toda la humanidad, señala Carandell, si la humanidad se aviniera a aceptar sus condiciones. Esa imagen familiar, digna de ser analizada a la luz del psicoanálisis y de la sociología, iba a adquirir tanta fuerza que, a medida que ingresaban, los neófitos serían considerados «hijos» porque se incorporaban a «la familia» y también «hermanos» entre ellos en un curioso híbrido mitad carnal, mitad sobrenatural. La Virgen María era «la madre», Carmen «la tía Carmen». Sin embargo, el modelo familiar presentaba excepciones como la de Santiago, hermano menor del fundador, quien en buena lógica debió ser «el tío Santiago», pero no mereció los honores del título de «tío» de la Obra, debido quizá a su corta edad de entonces o a su endeblez de carácter y mantenido, por tanto, al margen del proyecto. Por otra parte, las formas de apostolado que resultaron ser típicas desde entonces consistían en mantener una «tertulia» o reunión en torno a la mesa camilla familiar y en invitaciones para «merendar» también en familia, por aquello que «empiezan yendo a merendar y terminan quedándose». Estas formas de apostolado tenían como origen la actividad hostelera-familiar de los Escrivá, cuando se vieron obligados a instalar una pensión de familia acogiendo huéspedes para sobrevivir en diversas ocasiones. 21
O B R A APOSTÓLICA DE MOSÉN ESCRIVÁ
Aquel primer centro de enseñanza era una actividad civil sin apariencia confesional ni vinculaciones eclesiásticas. Pretendía ser una simple academia a la que acudían estudiantes universitarios, pero tenía como trastienda espiritual el piso de Martínez Campos. El punto de encuentro para los iniciados era la casa familiar, donde hacían tertulias y algunas meriendas, ayudando a resolver problemas personales de los estudiantes, tratándoles como si fueran de la familia. Más tarde, la pequeña academia de la calle Luchana se trasladó a la calle Ferraz y se convirtió en academia-residencia, en donde el negocio estaría más integrado y tendría una dimensión espiritual de mayor envergadura. Escrivá tenía experiencia porque, como ha quedado señalado antes, había trabajado un tiempo por cuenta ajena en academias privadas como Amado en Zaragoza y Cicuéndez en Madrid, pero sólo pudo abrir la academia primero y, en una segunda etapa, la residencia de estudiantes con muchas dificultades. El sector de la enseñanza confesional pasaba entonces por un momento delicado pero halagüeño, ya que las familias de la burguesía católica española estaban aterrorizadas por la posibilidad de que sus hijos fueran víctimas 39
de la educación marxista y de lo que Escrivá lllamaba «liberalismos desacreditados del xix». Pese a los intentos de realizar alguna actividad más comprometedora, el apostolado de Escrivá se reducía a las típicas actividades exteriores del catolicismo tradicional, con un nivel puramente individual que no rebasaba el marco de un grupito de estudiantes, con visitas de catequesis a enfermos en hospitales y a los pobres de los suburbios de Madrid. Sin embargo, el 21 de enero de 1933 Escrivá intentó diversificar su actividad apostólica y convocó un retiro espiritual en el asilo de Portacoeli, en la calle García de Paredes, muy cerca de su casa. Se trataba de la primera de las reuniones de formación espiritual, pero en aquella ocasión sólo acudieron tres estudiantes, precisamente los que frecuentaba, que solían confesarse con él y al mismo tiempo conspiraban para derribar violentamente el gobierno de la República. Mosén Escrivá, señala uno de sus hagiógrafos, se dirigió a aquellos tres estudiantes con la misma convicción que si fueran muchos. De igual manera que la especialización, la diversificación o la segmentación de apostolados hace que la oferta de la Iglesia se bifurque en diferentes formas religiosas, lo mismo iba a ocurrir con el proyecto de Escrivá en estos primeros momentos de la Obra de Dios. El soñaba con llevar a cabo un trabajo de apostolado por lo menos en tres frentes, hombres, mujeres y sacerdotes, de forma separada, pero la obra de Escrivá seguía perteneciendo entonces, en cuanto a estudiantes se refiere, al limbo de los proyectos. A principios de 1933, «Escrivá "vio" claro que la voluntad de Dios era empezar a fondo la labor con estudiantes», relata Juan Jiménez Vargas, testigo de la época. Pero, desgraciadamente, los asiduos de su casa de la calle Martínez Campos eran sólo unos cuantos estudiantes. Uno de ellos, Ricardo Fernández Vallespín, entonces estudiante de arquitectura, conoció a Escrivá en mayo de 1933 y visitaba la casa buscando la dirección espiritual de un sacerdote. De igual manera, Juan Jiménez Vargas, estudiante de Medicina, antes citado, visitaba esporádicamente la casa para ser dirigido espiritualmente por Escrivá. Y otros, como Luis Gordon y José María González Barredo, le acompañaron en la catequesis de hospitales y barrios obreros de la periferia de Madrid. Pero el más fiel y quizá único seguidor de Escrivá en aquellos tiempos seguía siendo Isidoro Zorzano, antiguo compañero de clases en el instituto de Enseñanza Media en Logroño, que trabajaba desde 1928 en Málaga como ingeniero de la Compañía de Ferrocarriles Andaluces. Se habían encontrado de nuevo fortuitamente en 1930 por las calles de Madrid; desde entonces, Zorzano mantuvo una estrecha correspondencia epistolar con Escrivá y le visitaba algunas veces, cuando Zorzano viajaba a Madrid por razones de trabajo. Algunos le consideran como el primer miembro de la obra apostólica de Escrivá, pero debió serlo durante varios años prácticamente por correspondencia, pues Zorzano prosiguió su trabajo en Málaga hasta 1936. Allí ocupó, en los talleres generales de la compañía, el cargo de inspector de locomotoras y ténderes. Al mismo tiempo, fue profesor de Matemáticas y Electrotenia en la Escuela Industrial de Málaga y fue nombrado, más tarde, tesorero del Patronato local de Formación Profesional, también en Málaga. Escrivá tuvo poco éxito en sus apostolados los primeros años de la República. Uno de sus hagiógrafos menciona «aquel inexplicable y continuo trasiego de los muchos que se le acercaban y de los muchos que desaparecían sin despedirse, sin 22
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dejar rastro, como si se los tragase la tierra». El propio Escrivá llegó a reconocer que los estudiantes se escurrían entonces «como se escapan las anguilas en el agua». Y el apostolado entre las chicas de la burguesía madrileña se caracterizó también por varios intentos fallidos. Mosén José Mana llegó a contactar con algunas mujeres, pero dejaron de verle de forma regular, sin dar explicaciones. Su hermana Carmen afirmaría luego, refiriéndose a las deserciones, que «las primeras chicas no valían para lo que quería José María». Frase que no descubre en absoluto los propósitos de Escrivá y que fue interpretada posteriormente dentro de la Obra como que «la tía Carmen ya participaba de la clarividencia del Padre». Más difícil resultó el apostolado entre sus colegas, los sacerdotes diocesanos. Escrivá parecía una persona dócil y fácil de tratar, pero bastaba pasar un cierto tiempo a su lado para comprender que detrás de esa máscara escondía un fuerte carácter autoritario que no toleraba que nadie le contradijera. Le encantaba rodearse de aduladores. No podía tener amigos, tan sólo seguidores: quien no le seguía la corriente se apartaba rápidamente de su lado. Su actitud era tajante, como la refleja una de sus notas personales que luego incluyó, en 1934, dentro de su obrita Consideraciones Espirituales: «En una obra de Dios, el espíritu ha de ser obedecer o marcharse». Uno de los hagiógrafos de Escrivá reconoce, respecto al apostolado entre sacerdotes, «algún que otro de esos sacerdotes se le atravesará por discordancia, mostrándose díscolo en el obedecer. Por ello dijo que resultaron (ser) su "corona de espinas"». No se trataba todavía de ninguna fundación, más bien de una gestación lenta de un proyecto aún no madurado. Sin embargo, hay que buscar en estas iniciativas, tanto en las reuniones del piso familiar como de la academia, «los barruntos» que mencionan las hagiografías de Escrivá. Representan, en cualquier caso, los antecedentes inmediatos de la primera fundación de la Obra de Dios que tuvo lugar en Madrid, dos años más tarde, en 1935. Fue tan sólo en el último período republicano, entre 1935 y 1936, con la radicalización de los católicos en vísperas de la guerra, cuando el proyecto de la obra apostólica de mosén Escrivá logró cuajar minoritariamente, encontrando una cierta acogida entre jóvenes estudiantes católicos, muchachos «dirigidos espiritualmente» por Escrivá que realizaban estudios de grado superior o universitario. 23
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PROPAGANDISTAS CATÓLICOS
Pero José María Escrivá no se resignaba a ser un simple mosén, montando una sencilla academia de estudios, sino que aspiraba a más y aquí interviene la dimensión ambiciosa que mantuvo a lo largo de su vida. Contó para ello con otro modelo mucho más grandioso, en el que también se inspiró para montar la Academia D y A . Se trataba de la poderosa Asociación Católica Nacional de Propagandistas ( A C N P ) , cuyos miembros eran conocidos corrientemente por «propagandistas católicos» o «propagandistas». En 1932 y poco antes que Escrivá, los miembros de la A C N P habían fundado en Madrid una academia, el Centro de Estudios Universitarios (CEU), únicamente para estudios de Derecho. Los propósitos de Escrivá con la Academia D y A habían 41
sido calcados de los del C E U y, como eran más ambiciosos, se reflejaban hasta en el título: estudios de Derecho más los de Arquitectura. Sólo que en la práctica la Academia D y A logró aglutinar apenas un puñado de estudiantes, mientras que el C E U encontró entonces una numerosísima acogida. Tras la aprobación de una serie de leyes laicas en los primeros meses de la República que desmontaron el sistema católico de enseñanza en España y la disolución, que no expulsión, de la Compañía de Jesús en 1932, un sacerdote ambicioso como Escrivá consideró que era necesario su trabajo en la enseñanza, aunque sólo fuera para llenar el hueco dejado por los jesuítas. La ocasión era excelente para él, que ambicionaba especializarse en el apostolado universitario. Iba además a considerar como torpeza supina el hecho, por parte de la Compañía de Jesús, de sufrir una medida de disolución política, sin posibilidad de recurso o de defensa. Entonces debió pensar que su proyecto en gestación nunca sufriría nada parecido y que debía preparar un dispositivo de ocultamiento, para evitar descalabros futuros. Así imaginó en su futura organización un montaje para ocultar las propiedades de la futura fundación, a través de sociedades anónimas de pantalla y de laicos como testaferros. Algunas notas y escritos redactados por Escrivá apuntan en este sentido. Escrivá iba también a inspirarse en el fundador de la Compañía de Jesús para perfilar los aspectos espirituales de la fundación que preparaba y, para aspectos organizativos, en los propagandistas católicos, considerados como una de las prolongaciones laicas de la Compañía de Jesús. Los años de la Segunda República española fueron el momento en que empezó a manifestarse en la vida del país la influencia política de los hombres de la Asociación Católica de Propagandistas. Sus actividades no sólo fueron alentadas por la disuelta Compañía de Jesús, sino por una buena parte de la Jerarquía eclesiática española, por lo que crecieron hasta reunir varios centenares de miembros no sólo en Madrid sino en otras ciudades españolas, de las que saldrían, en gran número, dirigentes de organizaciones de apostolado (Acción Católica, Estudiantes Católicos, Juventud Católica), partidos políticos (Acción Popular, C E D A ) y destacados líderes franquistas después de la guerra civil española. A diferencia del proyecto de Escrivá, que iba a tener desde sus orígenes una orientación más secreta y tecnocrática, la A C N P había nacido a principios de siglo como grupo confesional para formar católicos que actuasen políticamente conforme a los intereses de la Iglesia. La originalidad de la A C N P respecto al resto de los grupos confesionales radicó precisamente en su objetivo nunca ocultado de «formar hombres para la vida pública». La A C N P formó a sus miembros políticamente, proporcionándoles la experiencia en las tareas de gobierno durante la dictadura de Primo de Rivera. Los propagandistas habían aprovechado entonces la ocasión de actuar como grupo desde el poder. La Dictadura necesitó una ideología y ellos proporcionaron una teoría del «corporativismo» y, en contrapartida, la A C N P tuvo la oportunidad de adquirir una experiencia política de la que se servirían durante la República. Al proclamarse la Segunda República, reafirmó su posición privilegiada respecto a la Iglesia católica, politizó a gran número de católicos en contra de las reformas de la República, sirvió como base de reclutamiento de los líderes conservadores, algunos de los cuales alcanzaron ministerios del Gobierno en el denominado «bienio negro» repu27
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blicano, y, por último, durante la guerra civil y la posguerra, los propagandistas aportaron su técnica jurídica y política para la construcción del nuevo Estado franquista, logrando detentar luego el monopolio de la representación de la Jerarquía eclesiástica española durante los primeros años de la posguerra.
FASCISMO C L E R I C A L
Los conservadores españoles buscaban una sociedad políticamente estable, pero el ejercicio del poder no unió a los católicos durante la República, sino que agravó sus discrepancias y los enfrentamientos fueron numerosos. Los propagandistas, por ejemplo, proclamaban la indiferencia de las formas de gobierno y estaban dispuestos a hacer migas con la República, como antes con la Monarquía y la dictadura de Primo de Rivera aunque, luego, en realidad se decantaron lentamente hacia formas fascistas, políticamente más dinámicas, por el contexto de la época. Basta señalar como dato histórico que la sublevación de 1934 en España, la famosa «revolución de Asturias» no fue provocada por el temor de las izquierdas al fascismo en general, sino por temor a lo que entonces se llamaba «fascismo clerical». La aparición pública del fascismo como fuerza dominante en Europa es un fenómeno de sólo unos pocos años, más concretamente entre los años que transcurren de 1922 a 1945. Pueden señalarse ambas fechas con toda precisión. Empezó en 1922-1923, con el nacimiento del Partido Fascista italiano, que Mussolini llevó al poder en la mítica «marcha sobre Roma» de 1922, seguida un año después por el abortado putsch de Munich, de Hitler. Llegó a su mayoría de edad a los treinta, cuando surgieron en toda Europa los partidos «fascistas» y llegaron al poder, a veces mediante la conspiración, a veces por la guerra civil, pero siempre bajo el patrocinio de Hitler y Mussolini, unidos como una fuerza en la política europea por el Pacto de Acero de 1936. Terminó en 1945 con la derrota y muerte de los dictadores y la hecatombe o la huida de sus seguidores. Sin embargo, tras el vago término de «fascismo» se esconden, en verdad, dos distintos sistemas sociales y políticos. Ambos son autoritarios, opuestos al liberalismo parlamentario. Pero son diferentes y la confusión entre estos sistemas distintos es un factor esencial en la historia del fascismo. Pueden describirse como «fascismo auténtico» y «fascismo clerical». Casi todo el movimiento fascista ha estado compuesto de estos dos elementos, pero en proporciones variables y la variedad de la proporción tiene una relación con la estructura de clase de cada sociedad en particular. Si el «fascismo auténtico» ha sido desmenuzado teóricamente desde su derrota en 1945, el «fascismo clerical», que perduró en regímenes como el de Franco, no ha despertado aún el interés de los historiadores, sobre todo, por sus profundas implicaciones con la Iglesia católica. Por tanto, el «fascismo auténtico», lo que ha descrito el historiador inglés Hugh Trevor-Roper como «fascismo dinámico» —el culto de la fuerza, que desprecia las ideas tradicionales y religiosas, la afirmación de la amplia clase media baja en una sociedad industrial debilitada— es radicalmente distinto del «fascismo clerical», basado en el conservadurismo ideológico, el tradicional «conservadurismo clerical» del antiguo régimen, modificado y puesto al día para el siglo xx. 28
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Ambos eran autoritarios. Ambos defendían la jerarquía social. Pero la diferencia entre ellos es grande, aunque ambas formas políticas se confunden constantemente a lo largo de la historia europea. Para remediar la crisis, que sobrevino durante el primer tercio del siglo xx, la Iglesia seguía ofreciendo el ideal conservador de 1890, es decir, un Estado de orden, jerárquico, no democrático y «corporativo». Esta receta sería implantada luego, bajo forma de «fascismo clerical», en Portugal, España, Austria y Hungría, países en donde la estructura social se mantenía en el siglo xix. Oliveira Salazar en Portugal y el general Franco de España o el almirante Horthy en Hungría y los sacerdotes católicos Hlinka y Tiso en Eslovaquia, fueron representantes de ese «fascismo clerical» que logró perdurar en algunos casos más allá de 1945.
R E C T O R DE PATRONATO
Surgió, entre tanto, la oportunidad que anhelaban tanto mosén como su familia desde la llegada a Madrid en 1927. La vivienda del rectorado del Patronato de Santa Isabel se encontraba desocupada y Escrivá, creyéndose con mejor derecho que otros, se instaló con su familia, después de varios años pululando por Madrid «sin ningún beneficio eclesiástico», como le decía su madre, doña Dolores. Previamente había enviado una instancia a la dirección general de Beneficencia del Gobierno republicano, de quien dependía el Patronato, para ocupar la casa rectoral. El Patronato de Santa Isabel lo formaban un convento de monjas agustinas recoletas fundado por Felipe II en el siglo x v i , y un colegio dirigido por monjas de la Asunción. Desde 1931, Escrivá ejercía provisionalmente el puesto de capellán del convento, encargado de la asistencia espiritual de las monjas de clausura, pero, en su nuevo puesto, como rector en funciones, debía supervisar la administración del Patronato, que afectaba tanto al convento de las agustinas recoletas como al contiguo colegio de la Asunción. Aquel cambio representaba la primera promoción importante en su carrera eclesiástica. Tuvo por ello que solicitar la autorización oficial del arzobispo de Zaragoza, diócesis en la que estaba incardinado desde su ordenación como sacerdote. Así regularizaba finalmente su situación eclesiástica, porque se hallaba en una situación marginal con respecto a la Iglesia, por lo menos desde 1929. José María Escrivá dejaba de ser un simple mosén para convertirse en todo un rector de Patronato Real, aprovechando los tumultuosos años de la República. Escrivá aprovechó sobre todo la coyuntura política favorable, después de haber ganado las derechas el 19 de noviembre de 1933 las elecciones generales, para obtener el nombramiento como rector titular del Patronato. De esta manera, el futuro fundador del Opus Dei tomó posesión oficialmente del cargo el 19 de diciembre de 1934, después de que su nombramiento fuera publicado el 13 de diciembre en el Diario Oficial de la República. Como rector del Patronato de Santa Isabel quedó oficialmente encargado de la administración y de atender espiritualmente a la comunidad de agustinas recoletas. «Esos rectorados», señaló Pedro Cantero, entonces colega de Escrivá, «nos abrían campos apostólicos y nos permitían, a nosotros que éramos sacerdotes extradiocesanos, trabajar en la diócesis de Madrid con un beneficio colativo, y, por tanto, en una situación jurídica estable». Resultaba para30
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dójico que su primera promoción eclesiástica se situase al margen de la jerarquía y su nombramiento apareciera en el equivalente del actual Boletín Oficial del Estado, circunstancias que luego aprovecharía para justificar tergiversadamente una espiritualidad laica, alejada de cualquier clericalismo. Una vez que Escrivá se encontró instalado, junto con su familia, en la casa rectoral del Patronato de Santa Isabel, con una perspectiva de situación jurídicamente estable, no disminuyeron, sino aumentaron las constantes preocupaciones económicas. En el fondo, no era un cínico ni un exaltado, simplemente un mosén de pueblo incardinado en la diócesis de Zaragoza que logró encontrar finalmente su oportunidad en Madrid, aunque sin ninguna retribución importante. Cuentan sus hagiógrafos que, siendo ya rector de Santa Isabel, «hallándose abrumado de apuros económicos, se acordó de san Nicolás de Bari, abogado de tal situación. Hízole una promesa en la sacristía: "¡Si me sacas de esto, te nombro Intercesor!"».' Nombrar un santo intercesor es una devoción particular que consiste en hablar el santo ante Dios de otro, para conseguirle un bien o librarlo de un mal. Los mismos hagiógrafos cuentan, además, que después de invocar al santo fue por vez primera a la parroquia de su nombre en Madrid a darle un «sablazo». Pero esto, al parecer, sólo fueron entrenamientos; más tarde, Escrivá y sus seguidores también se convirtieron en verdaderos especialistas en sacar dinero dando «sablazos», esto es, con peticiones hábiles o insistentes y sin intención de devolverlo. 2
Aun siendo un sacerdote marginado dentro de la Iglesia, el realce de Escrivá era enorme desde sus años de juventud. Su actividad era incesante en búsqueda de una dignidad eclesiástica, de cargos o empleos honoríficos y, sobre todo, de autoridad. La prebenda que correspondía a un oficio honorífico y preeminente como era el rectorado del Patronato le colmaría algún tiempo, porque contaba encima con una amplia vivienda. Pero él soñaba con ser un alto dignatario de la Iglesia católica, una persona investida de dignidad y se mostraba en los primeros tiempos con gravedad y decoro en la manera de comportarse, como si ya hubiera alcanzado la suprema dignidad eclesiástica que él anhelaba fervientemente. Instalado como Rector del Patronato, a Escrivá le llamaron la atención dos tumbas en la iglesia de Santa Isabel, que dependía del Patronato y estaban por tanto dentro de su jurisdicción. Las lápidas mortuorias, situadas bajo la cúpula del crucero de la Iglesia al pie del presbiterio, estaban dedicadas a dos personajes eclesiásticos, Antonio de Sentmenat, vicario general de los ejércitos reales, patriarca de las Indias Occidentales, capellán y limosnero mayor de Carlos IV, y Jacobo de Cardona, también vicario general castrense, patriarca de las Indias Occidentales, obispo de Sión y procapellán mayor de la Casa Real. Para Escrivá, el vicariato militar ejercido por ambos dignatarios eclesiásticos, que tenía poder e independencia con respecto a la Iglesia, resultó ser una revelación y podía ser la solución para el proyecto de organización con la cual soñaba. Desde entonces, pensó en utilizar el modelo de un vicariato general castrense para sus planes, lo cual encajaba perfectamente con sus ambiciones. 33
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PRIMEROS ESCRITOS
Tras convertirse en rector de un Patronato que fue Real hasta la República, Escrivá se lanzó a escribir inmediatamente con ánimo de publicar temas espirituales, lo que no había podido realizar hasta entonces. La obrita titulada Santo Rosario, publicada en Madrid en 1935, era una meditación de los quince misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, que constituyen el rezo completo del rosario. Considerado por el autor como «libro de oración y meditaciones», formaba el texto una serie de comentarios cortos para facilitar la meditación de los quince misterios, junto con unas breves consideraciones sobre las letanías, por supuesto que lauretanas y en latín, por descontado. Un texto corto, redactado «de un tirón» afirman sus hagiógrafos, cuya clave espiritual consiste en «rezar como rezan los niños» y meterse en las escenas de los quince misterios del rosario y «ser actores». Si la redacción de Santo Rosario fue de Escrivá, la «inspiración» correspondía a sus lecturas de obras religiosas del Siglo de Oro español como Ejercitatorio de la vida espiritual del benedictino fray García Jiménez de Cisneros del año 1500, Tratado de la oración y meditación de San Pedro de Alcántara de 1533, Vida de Jesucristo de fray Luis de Granada de 1574 y, sobre todo, Historia de la Sagrada Pasión del jesuita Luis de la Palma, de 1624, uno de sus libros de cabecera, del que llegaría a copiar párrafos enteros. La obrita estaba llena de elementos que recuerdan los «misterios» medievales, según uno de sus hagiógrafos y, en el prólogo, Escrivá hacía la siguiente advertencia: «No se escriben estas líneas para mujercillas. —Se escriben para hombres muy barbados, y muy... hombres, que alguna vez, sin duda, alzaron su corazón a D i o s . . . E l principio del camino, que tiene por final la completa locura por Jesús, es un confiado amor hacia María Santísima. ¿Quieres amar a la Virgen? —Pues, ¡trátala! ¿Cómo? —Rezando el Rosario de Nuestra Señora». Escrivá añadía en el prólogo otros temas preferidos suyos como la afición al secreto o a la vida de la infancia: «He de contar a esos hombres un secreto que puede muy bien ser el comienzo de ese camino por donde Cristo quiere que anden. Amigo mío: si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño. Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños». También se refería en el prólogo a un apostolado que él ya veía de dimensión universal: «Ojalá sepas y quieras tú sembrar en todo el mundo la paz y la alegría con esta admirable devoción mariana y tu caridad vigilante». Como puede constatarse desde el prólogo de su obra Santo Rosario, Escrivá repetía sin cesar los mismos temas y preocupaciones en los que iba a insistir a lo largo de toda su vida. Más importante era, sin duda, el pequeño libro Consideraciones Espirituales porque fue el antecedente directo del libro Camino, que cinco años más tarde, después de la Guerra Civil, se convirtió en el manual del militante del Opus Dei. Consideraciones Espirituales, pequeño libro de 104 páginas en formato de 15x10 cm, contenía 434 puntos de meditación y había sido editado en mayo de 1934 con la autorización y apoyo económico del obispo de Cuenca, Cruz Laplana, originario del Alto Aragón y que había estudiado la carrera eclesiástica en Zaragoza. 34
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El libro fue redactado fundamentalmente entre 1931 y 1934, durante los primeros años de la Segunda República, conteniendo las notas y fichas que había ido acumulando a lo largo de esos años y que, hasta entonces, sólo había mandado reproducir en multicopista. A pesar de ser editado bajo los auspicios de un obispo paisano suyo, por más señas aragonés, a quien había pedido consejo para imprimir el libro de la forma más económica posible, sabiendo que la «Imprenta Moderna» de Cuenca pertenecía al seminario, la publicación del opúsculo representaba el fin de su condición de mosén, después de haber conseguido en Madrid todo un Señor Patronato. Por ello, la obrita rezuma un curioso tono de distinción que se detecta en la advertencia preliminar, donde el autor, que firma simplemente como «José María», señala: «No es cosa fácil hacer una división de las notas que componen estos apuntes, escritos sin pretensiones literarias ni de publicidad, respondiendo a necesidades de jóvenes seglares universitarios dirigidos por el autor», aunque luego en la página 39 se dirija a «catedráticos, periodistas, políticos y hombres de diplomacia», es decir, miembros de la élite por quienes también deseaba ser leído. 35
La obra había sido escrita «respondiendo a necesidades de jóvenes seglares universitarios dirigidos por el autor» porque su labor en aquellos tiempos consistía en un trabajo silencioso de apostolado dirigido a individuos aislados y marginal con respecto a las estructuras oficiales de la Iglesia. A veces, no obstante, se menciona a «compañeros de apostolado» y «nuestro apostolado», «trabajo apostólico» y «empresas de apostolado», llegando incluso a referirse circunstancialmente, a «una obra de Dios», no a «la Obra de Dios» con mayúsculas, sino a «una obra de Dios», expresión utilizada comúnmente dentro de la Iglesia. También, en la última de las máximas o puntos de meditación de Consideraciones Espirituales Escrivá ya hablaba en tono sugerente de «pasar ocultos» y hasta tal punto coincidía la condición de «pasar ocultos» con el deseo del autor que su apellido no figuraba en portada y aparecía tan sólo con su nombre de pila: «José María». Sin embargo, la condición de «pasar ocultos» en 1934 no tenía entonces el tono arrogante o énfasis que adquirió en 1939, cuando ya estaba en marcha la organización de la Obra de Dios. Muy interesante resulta, sin duda, el estudio comparado entre Consideraciones Espirituales y Camino. Entre ambas publicaciones se halla el abismo de una guerra civil que vivió Escrivá como si fuera una cruzada. A tal fin, con objeto de facilitar un estudio comparado entre ambos libros se incluye en Anexo, junto a los puntos de meditación de Consideraciones Espirituales de 1934, las máximas correspondientes y numeradas de Camino, editado en 1939. Resulta revelador que «la audacia» en 1934 de Consideraciones Espirituales se convierta en «desvergüenza», tal como aparece en Camino a partir de 1939 (máximas 387, 388 y 389), como si Escrivá que apenas comenzaba a desarrollar una actividad pública en 1934, iniciara también a partir de entonces su desvergonzamiento. Y la frase «a la derecha de esas negociaciones está Cristo» de 1934 (página 50 de Consideraciones Espirituales) se convierte «a la izquierda de esas negociaciones está Cristo» en 1939 (máxima 473 de Camino). O el soberbio «Quédese esto para ateos, masones y protestantes que tienen el corazón seco» de Consideraciones (página 16) se convierta años más tarde, en este caso posteriormente a 1939, en un «Dejadlos para los que tienen el corazón seco» de Camino (máxima 115). 36
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En las notas o puntos de meditación de Consideraciones Espirituales surgen referencias abundantes al caballero cristiano y a sus diferentes armas de combate, cuando, se sabe, que los caballeros representaron en la Edad Media la síntesis de la milicia profesional y la cristiandad; así como también aparecen fortalezas y otros decorados de la épica caballeresca como telón de fondo de una escenografía medieval. Está claro que Escrivá se dedicaba a las ensoñaciones y, bajo influencia de lecturas, se situaba entre la audacia de Teresa de Jesús y la humildad de Bernardo de Claraval, de quien tomó prestado el seudónimo de «Mariano» por devoción a la Virgen María. Escrivá se veía un fundador como san Bernardo, que destituyó príncipes y colocó a obispos. Más aún, cuando el joven Bernardo de Claraval, en 1118, en contacto con los primeros caballeros templarios adaptará a las condiciones de la vida militar la rigurosa regla de San Benito, Escrivá no cabe duda que imaginó ser émulo del abad de Clairvaux. La lecturas de Bernardo de Claraval, de cuya obra De Consideratione se sirvió para dar título a su obrita, debieron influir grandemente en Escrivá, seducido desde su infancia por canciones de gesta y aventuras de caballeros medievales.Y si pensaba montar una organización, se debió enterar del privilegio templario de depender directamente de la sede pontificia, sin tener que pasar a través de los trámites de la burocracia eclesiástica, llegando a ser banqueros de los reyes de la cristiandad, sin tener que dar cuenta de sus actividades a nadie más que al Papa. Pese a estar el título inspirado en la famosa obra de san Bernardo, la obrita de Escrivá pasó completamente desapercibida hasta nuestros días, entre otras razones, por su escasa tirada y porque tuvo una difusión restringidísima sin aparecer a la venta y, por tanto, fuera del circuito de librerías. Más tarde, su autor refundió el texto, lo retocó para aumentarlo hasta 999 máximas y el título fue también modificado, cuando pudo ser editado en Valencia después de la Guerra C i v i l española. Por su parte Escrivá llegó a servirse del libro con moderación, utilizando al mismo tiempo otros textos en las reuniones o retiros espirituales con los estudiantes madrileños, tal como cuenta uno de sus hagiógrafos: «Con el libro Consideraciones Espirituales hacían sus ratos de oración y para la lectura espiritual gustaba de donarles libros sobre la vida de Jesús como la Historia de la Sagrada Pasión del jesuita Luis de la Palma». Una lectura seguida de Consideraciones Espirituales permite afirmar que Escrivá tenía en su mente una visión algo detallada, aunque incompleta, si se la compara con la de Camino, sobre lo que iba a ser su proyecto. Así, menciona «plan de vida», «mortificación continua», «cruz de palo sin crucifijo», elementos que posteriormente formarían parte de la amplia panoplia de recursos utilizados por los primeros militantes de la Obra de Dios. Pero entonces, hacia 1934, todo indica que su apostolado se reducía a un nivel de simple adhesión individual con prácticas espirituales dirigidas a individuos aislados sin cohesión de grupo. Por ello, en la correspondencia de Escrivá con el vicario general de la diócesis de Madrid hay alusiones al libro Consideraciones Espirituales y a la Academia D y A , a «nuestro apostolado sacerdotal entre intelectuales» y a las «obras de celo con estudiantes», pero los nombres de Obra de Dios u Opus Dei como organización nunca son mencionados. 37
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Se puede citar un ejemplo curioso de su actividad por aquella época, cuando preparaba un retiro espiritual para el primer domingo del mes de mayo de 1934 y en carta al vicario del obispado de Madrid insistía con autobombo sobre la calidad de su labor considerada nada menos que «apostolado sacerdotal entre intelectuales», aunque luego la triste realidad era que en la misma carta trataba explícitamente a los estudiantes universitarios que iban a acudir al retiro espiritual como «muchachada»: «Yo le pido, Sr. Vicario, que encomiende esta muchachada en la Santa Misa: se lo merecen...» En otra carta al vicario de la diócesis para solicitar una catequesis en un barrio obrero, Escrivá también se refiere a los estudiantes como estos «chicotes», término que denota cariño y que se utilizaba antaño para designar a chicos sanos y fuertes. Resulta evidente que estas expresiones «muchachada», «chicotes», seguían estando distanciadas, como veremos más adelante, de lo que Escrivá iba a exigir a los futuros adeptos para la puesta en marcha del proyecto. Faltaba todavía una captación más rigurosa para formar el núcleo de primeros militantes y una ideología más elaborada que sirviera como nexo de unión entre ellos, todo lo cual iba a cuajar en la academia-residencia de la calle Ferraz con la primera fundación del Opus Dei. Entre tanto, Escrivá les seguía hablando en estos años de gestación de entrega personal, así como de una empresa de trabajo apostólico para extender el reinado de Cristo y de esta época data también la publicación de varias hojas volanderas de publicación irregular, tiradas con una multicopista primitiva, que tituló pomposamente «Noticias» y comenzó a enviar, a partir del verano de 1934, para seguir manteniendo contacto con los estudiantes durante las vacaciones. Se trataba de una idea inspirada en el boletín interno de la A C N P , que había sido fundado en 1924, para lo cual Escrivá copió incluso el título de una columna situada en la última página del boletín de los propagandistas. Ya el mismo hecho de su elaboración deja bien claro su intención de mantener un lazo de unión entre los estudiantes dirigidos espiritualmente por él, al tiempo que les ofrecía comentarios sobre hechos y situaciones. Y también, de este modo, Escrivá convertía pacientemente su sueño de una empresa de apostolado en la realidad de una fundación. 39
P R I M E R A FUNDACIÓN EN
1935
Después de la instalación y funcionamiento de la Academia D y A en la calle Luchana, Escrivá y su familia decidieron dar el paso decisivo con un desdoblamiento de actividades, alquilando tres pisos en un inmueble situado en el número 50 de la calle Ferraz, en las proximidades del Parque del Oeste. La academia para clases se instaló en el cuarto piso, mientras que la nueva residencia D y A , prevista para estudiantes internos y una vida en común ocuparía los pisos de la tercera planta. Aquello representaba el comienzo de una verdadera actividad fundacional por la posibilidad de aglutinar bajo el mismo techo a los estudiantes dirigidos espiritualmente por Escrivá y que se encontraban hasta entonces dispersos por Madrid. La Academia-Residencia D y A entró en funcionamiento en el mes de octubre de 1934. Así se lo anunció Escrivá al vicario general de la diócesis de Madrid, Francisco Moran. Finalmente estaban reunidos todos los requisitos para llamar aquello una fundación, sobre todo por la vida en común de los primeros miembros, 49
que no pudo llevarse a cabo por la escasez de seguidores y la falta de medios materiales hasta 1935. Escrivá conocía al vicario general, cargo inferior al de obispo pero de importancia como gestor de la diócesis, y le tuvo constantemente informado de la empresa apostólica que acababa de montar. En carta fechada el 3 de octubre de 1934 le anunciaba Escrivá la puesta en marcha de la Academia-Residencia D y A : «Se ha abierto el curso en D y A , y espero que serán muchos los frutos sobrenaturales, y de cultura y de formación católica, que han de obtenerse en esta casa. Tengo esta esperanza segura, porque los fundamentos de nuestro trabajo son la oración y el sacrificio: puedo afirmar —y no exagero— que estos chicos nuestros son heroicos. ¡Si viera cómo ponen su trabajo personal —auxiliares de Universidad, tirados por el suelo; ingenieros, pintando paredes; abogados, mediquitos y estudiantes (de los que estudian), supliendo a los carpinteros— y cómo facilitan sus ahorros, para este apostolado». De esta correspondencia los cronistas oficiales del Opus Dei han intentado levantar una leyenda. Según Pérez Embid, «unido siempre a su obispo —a la Iglesia—, (Escrivá) tiene desde el primer momento las aprobaciones que la Obra naciente requiere». Para Ayesta Díaz, «fundó el Opus Dei con plena aprobación del obispo de Madrid». ¿Es una leyenda montada posteriormente por el Opus Dei o bien existieron tales aprobaciones? ¿En qué consistieron esas aprobaciones si hasta 1941 el Opus Dei no fue reconocido jurídicamente como pía unión diocesana, uno de los escalones jurídicos inferiores donde puede catalogarse una organización integrada en la Iglesia? Uno de los hagiógrafos del fundador, Florentino Pérez Embid, intenta esclarecer el caso: «En los primeros tiempos no había él querido ninguna aprobación in scriptis, porque no estaba aún abierto el camino jurídico en el que la Obra podría encontrar su propio cauce, y era preciso esperar sin actos prematuros, que podían traer consigo el riego de deformaciones apresuradas del espíritu. Antes al contrario su fe le hizo marchar seguro de que ya llegaría a poner sobre el papel la aprobación jerárquica que la Obra había tenido desde el primer tiempo». La intención de los cronistas oficiales de la Obra es evidente. De esta manera, el Opus Dei iba a construir a partir de una simple carta de Escrivá al vicario de la diócesis una teoría jurídica sobre las aprobaciones verbales o in scriptis del episcopado y que apenas encubre lo que en esencia es una vulgar maniobra publicitaria, cuyo objetivo consiste en legalizar de cualquier forma los años durante los cuales el Opus Dei fue sólo un proyecto y estuvo al margen de las estructuras de la Iglesia. Otro miembro de la Obra, Antonio Fontán, recuerda aquellas circunstancias, cuando el Opus Dei se encontraba ignorado de un modo casi completo: «En una primera época, desde su fundación el 2 de octubre de 1928 hasta después de la guerra civil, pocas gentes en España habían oído hablar del Opus Dei, fuera de quienes estaban en contacto directo con sus actividades de apostolado y formación de jóvenes en aquellos años iniciales». A comienzos de 1935 las estrecheces económicas habituales de la familia Escrivá se agravaron por la falta de residentes, ya que sólo eran dos y pensaban alojar hasta veinte. Les resultaba imposible sostener tres pisos. De modo que, en 40
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febrero de 1935, abandonaron uno e instalaron la Academia donde estaba la Residencia y, para resolver los problemas económicos, Escrivá colocó la imagen de san Nicolás de Barí con la siguiente inscripción debajo: «Sánete Nicolae curam domus age» («san Nicolás, ten cuidado de la casa»), como recordatorio a los visitantes que el santo obispo depositó una suma de dinero en la ventana de una casa donde vivían tres jóvenes que no podían casarse por falta de dote. Colgado de una pared del vestíbulo cerca de la entrada, había un repostero como objeto simbólico que tenía una significación especial para los inciados. Era de paño gris azulado, en la parte inferior, con tela superpuesta, unas plantas de cardo, lo que significaban espinas y asperezas; y en la parte superior, unas estrellas, con la leyenda «per áspera ad asirá», que se traducía «por las asperezas al cielo» y también «por caminos difíciles hasta los luceros». Por su parte, Escrivá solía ir a confesarse regularmente con su director espiritual Valentín Sánchez Ruiz. La pregunta ritual con que Escrivá era acogido en sus visitas al jesuita era siempre la misma: ¿Cómo va esa obra de Dios? Y aquí se encuentra el origen del nombre del Opus Dei, para diferenciarla de la Obra Apostólica donde había trabajado y porque también encajaba perfectamente con el ritmo y el sentido carismático que pretendía imponerle. Hasta entonces hablaba simplemente de la Obra, en el sentido de labor o tarea apostólica, cuando se refería al proyecto, pero a partir de 1935 comenzó a utilizar el término añadido «de Dios», de acuerdo con la pregunta de su confesor. Si ya existía la Obra Apostólica, la suya sería también «Obra», pero no Apostólica sino «de Dios». De la Obra Apostólica a la Obra de Dios sólo había un paso y Escrivá lo dio, por persona interpuesta como era su confesor, miembro de la controvertida y poderosa Compañía de Jesús. Sería entonces, a los treinta y tres años, la misma edad de Cristo, con una cierta madurez física y mental, cuando Escrivá se había entregado de lleno a la instalación de la primera residencia de la Obra y a la puesta en marcha de su proyecto. Dentro de la Academia-Residencia, la instalación de una capilla representó un paso importante en la primera fundación de la Obra de Dios. Para la capilla destinaron la mejor habitación de la casa, pero el espacio resultaba tan pequeño que apenas cabían dos bancos y un reclinatorio al lado de la ventana de cristales cubiertos con papel imitando una vidriera, que filtraba una luz tenue. Había además una lámpara grande de sagrario, tres hachones de cera a cada lado del altar y en el centro de la pared frontal, sobre fondo de damasco verde oliva, una escultura de la Virgen. Colgada en la pared de la capilla se hallaba también una cruz negra vacía, sin crucifijo, una cruz de palo de talla humana que iba a tener un significado muy concreto en el Opus Dei, pues fue luego una de las piezas maestras en el simbolismo de la Obra. Ya en el primer «templo» de la Obra la cruz negra vacía llegó a formar parte del decorado teatral que gustaba rodearse Escrivá en sus pláticas espirituales, pero luego comenzaron a celebrarse ante ella las primeras ceremonias de admisión en el Opus Dei, actuando como testigos el director de la residencia, Ricardo Fernández Vallespín, y de sacerdote director espiritual, José María Escrivá. Delante de la cruz negra los futuros miembros estaban obligados a leer una jaculatoria de fórmula breve durante la ceremonia de ingreso en la Obra de Dios. 45
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Un testigo de la época, Pedro Cantero Cuadrado, que fue luego arzobispo de Zaragoza, recuerda que «en aquel oratorio había una cruz de palo. A mí me quedó tan grabada esta cruz, que aún puedo describirla con bastante detalle: tendría un metro cincuenta o setenta de altura y el travesano horizontal se cruzaba bastante arriba, de modo que la parte alta era más bien corta; era de madera sencilla con color negro mate de unos quince o veinte centímetros de anchura. Era una cruz vacía sin crucifijo». Según testigos directos de la época, Escrivá se inspiró para copiarla en la cruz que había observado en unos conventos carmelitas visitados por él; aunque, según otros testigos, se inspiró en la Cruz de la Santa Hermandad, conocida popularmente por la Inquisición. Al igual que la del Opus Dei, se trata, en efecto, de una cruz de palo, austera, sin crucificado, con el travesano algo más elevado y que llegó a figurar, junto con los símbolos de la piedad y de la justicia, en los estandartes de la Inquisición. Así, la cruz de palo ideada por Escrivá para la primera residencia nos retrotrae a los siglos cristianos de esplendor medieval y, en la peor de las hipótesis, al pasado más tenebroso de la historia de España, a uno de los símbolos del Santo Oficio, cuando crepitaron las hogueras de la Inquisición. En su libro Consideraciones Espirituales, publicado en 1934, José María Escrivá menciona, una sola vez, la cruz de palo sin crucifijo: «Cuando veas una pobre Cruz de palo, sola, despreciable y sin valor... y sin Crucifijo, no olvides que esa Cruz es tu Cruz: la de cada día, la escondida, sin brillo y sin consuelo..., que está esperando al Crucifijo que le falta: y ese Crucifijo has de ser tú», (pág. 20). Posteriormente el mismo Escrivá habla dos veces de la cruz negra de palo en Camino, libro publicado en 1939. En una de ellas, transcribe sin ningún retoque (máxima 178) el punto de meditación de Consideraciones Espirituales ya citado y la otra fue incorporada al libro en Burgos, después de realizada la primera fundación y recibido algunas reacciones sobre su significado: «Me preguntas: ¿Por qué esa Cruz de palo? —Y copio de una carta: " A l levantar la vista del microscopio la mirada va atropezar con la Cruz negra y vacía. Esta Cruz sin crucificado es un símbolo. Tiene una significación que los demás no verán. Y el que, cansado, está a punto de abandonar la tarea, vuelve a acercar los ojos al ocular y sigue trabajando: porque la Cruz solitaria está pidiendo unas espaldas que carguen con ella"». La capilla representaba, y conviene señalarlo, el primer «templo» en donde se iba a autorizar el culto católico en privado al Opus Dei, un privilegio religioso que ya disfrutaba en Madrid una organización seglar como la A C N P . Una vez instalada la capilla, se trataba de solicitar la licencia para celebrar allí la misa y con el sagrario la facultad de tener reservada la Eucaristía. Una mesa hizo las funciones de altar y el sagrario, de madera dorada, lo trajeron prestado de un convento de monjas de clausura. Las llaves del sagrario tenían colgando una cadena en la que pendía una medalla de San José y en la medalla esta inscripción: «Ite ad Joseph» («¡Acudid a José!»), que era una referencia bíblica a los hambrientos que acudían a pedir grano a José, cuando era el superintendente del faraón de Egipto. También sirvió como recordatorio de que el camino que se ofrecía a los miembros de la Obra pasaba a través del Santo Patrono de la Obra y de su fundador José María. La instancia para la apertura del primer templo de la Obra significaba además el primer indicio, aunque no prueba, de su existencia y su primer nexo de relación 49
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con la Iglesia católica. Dirigida al obispo de Madrid-Alcalá, la instancia tenía fecha del 13 de marzo de 1935 y menciona a dos personas, José María Escrivá Albas y Ricardo Fernández Vallespín, lo cual representaba, qué duda cabe, un atisbo de organización. José María Escrivá Albas, presbítero, Director espiritual de la Academia-Residencia D . Y . A . —Ferraz 5 0 — de la que es Director técnico D. Ricardo Fernández Vallespín, arquitecto, profesor ayudante de la Escuela Superior de Arquitectura, a Vuestra Eminencia respetuosamente expone: Que en la citada Academia, además de los fines culturales que le son propios y de las clases de Religión para estudiantes universitarios que, por disposición de Vuestra Eminencia Reverendísima, se vienen dando desde hace dos años, se procura hacer obras de celo en todas las Facultades y Escuelas Especiales, explicándoles el Santo Evangelio, practicando el retiro mensual, atendiendo a catequesis en los barrios extremos, etcétera, y como, para mejor realizar dichas obras, deseamos vivamente tener, en la casa, Capilla y Sagrario con su Divina Majestad reservado. Suplica a Vuestra Eminencia en nombre de todos estos jóvenes y en el propio se digne a conceder la mencionada gracia. Dios guarde a Vuestra Eminencia muchos años. Madrid, 13 de Marzo de 1935. Firmado: José María Escrivá."
El primer centro de la Obra iba a contar con una capilla con sagrario incorporado, lo que significaba un primer paso importante en la fundación de la rama masculina del Opus Dei. ¡Por fin se cumplieron los deseos de tantos años, nueve exactamente, desde su llegada a Madrid en 1927! Escrivá, sin embargo, tenía prisa, mucha prisa por decir allí la primera misa, pero el permiso de erigir un «oratorio semipúblico» firmado por el vicario general de la diócesis, Francisco Moran, sólo le fue concedido el 10 de abril de 1935. Entretanto, se atrevió a celebrar por primera vez la misa el 31 de marzo, diez días antes de obtener el permiso del obispado de Madrid. Parece, no obstante, que avisó horas antes por teléfono a su amigo el vicario, como se trasluce de una de sus cartas, con fecha 2 de abril de 1935, comunicando tan ansiado acontecimiento: «Por fin, como tuve el honor de decir a V E . por teléfono el sábado pasado, al domingo siguiente —antes de ayer— se celebró la Santa Misa en el oratorio de esta casa y se quedó su Divina Majestad reservado, dejándonos bien cumplidos los deseos de tantos años (desde 1928)»." La cifra que aparecía entre paréntesis, «desde 1928», significaba ya una primera audacia de Escrivá, pues colaba un dato sobre los presuntos orígenes, aludiendo veladamente al suceso de la Milagrosa y cuyo sentido último escapaba a la jerarquía eclesiástica. 52
ESPÍIRITU
FUNDACIONAL
La primera intención de Escrivá fue mantener a los estudiantes ya convencidos en una cierta dimensión religiosa muy tecnocrática, con un credo muy sencillo próximo al eslogan, de gran simpleza teológica y refugiándose en esquemas espirituales de extrema sencillez. A los jóvenes que iban entrando en su confianza, Escrivá les ponía de entrada un plan de vida que contenía un cierto número de prácticas piadosas, como la ora53
ción, la frecuencia de sacramentos, la lectura espiritual, etc., que ocupaban algo más de dos horas diarias en la jornada de aquellos estudiantes. Un estilo de espiritualidad reducido a prácticas externas en las que resulta fácil encontrar seguridad. Las prácticas, en su mayor parte, fueron pensadas para ser relativamente sencillas de observar en medio de una vida profesional ocupada. Para muchos de ellos, católicos tradicionales, aquello no era ninguna novedad, aunque les impresionaba alguna de las maneras como Escrivá organizaba esas prácticas. «Impresionaba mucho —cuenta Fisac—, aquellas meditaciones que nos hacía el padre Escrivá en el oratorio, casi a oscuras, sólo con una lamparita encendida, en la mesa desde donde él predicaba. También nos resultaba nuevo su modo de decir misa, muy reposada y barrocamente, con un latín distinto al usual y con casullas nada rígidas.» La teatralidad de Escrivá durante las pláticas proporcionaba una de las claves de diferenciación de la espiritualidad de nuevo cuño que ofrecía el fundador del Opus Dei. Antes de la misa, se sentaba en la capilla ante una mesita con tapete granate, a un lado del altar. Una pequeña lámpara de pantalla opaca ponía un círculo de luz sobre la mesa. Allí había un crucifijo, sacado del bolsillo, y su reloj. A un lado, un pequeño tomo de los Evangelios. Delante en medias cuartillas el guión de la plática. Luz de los cirios a los lados del sagrario y el resto, en penumbra. Sin embargo, Escrivá soñaba con crear una minoría dirigente para situar a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas, a través de un cristianismo de cruzada capaz de conservar, o en su defecto restaurar, creencias superadas en el tiempo y ancladas en la Edad Media. Se trataba de crear núcleos relativamente protegidos de seglares, en última instancia con el objetivo de cultivar élites intelectuales capaces de fructificar cuando las condiciones de la época fueran más favorables. Y todo ello, conviene señalarlo, dentro de una atmósfera política creciente de negación de las libertades, de la cual el proyecto de Escrivá, con un ambicioso espíritu totalitario, también participaba. Y entonces comenzaron los reclutamientos, donde los neófitos se juramentaban en presencia de dos testigos y delante de la cruz negra sin crucifijo, situada discretamente en uno de los laterales del primer «templo» de la Obra. Primero, en la admisión a la Obra de Dios había que formalizar la entrada escribiendo una carta al padre Escrivá y, a partir de ahí, el neófito entraba en otro campo de acción, mucho más profundo, donde se aunaban el sometimiento físico con el control de las ideas. Tal era la adhesión que habían de afrontar los verdaderos militantes dispuestos a un mayor compromiso dentro de la Obra de Dios. A los pocos meses había una pequeña ceremonia, la oblación, en que se hacían los votos delante de la cruz de palo, en presencia de testigos. «Esta oblación se nos decía que la renovásemos en la fiesta de San José, de una forma particular, lo mismo que los votos perpetuos», cuenta Fisac, uno de los primeros miembros. Los votos eran los tradicionales religiosos de pobreza, castidad y obediencia, aunque en orden invertido, es decir, obediencia, castidad y pobreza, acoplados a la peculiaridad del caso por las interpretaciones que hacía Escrivá. Fisac señala que «en la Obra había una praxis de los votos que antes de la guerra se resolvía de una manera muy sencilla, haciendo caso de los consejos del "Padre" y, en concreto, preguntándole a él si se renovaban o no». 54
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Algunos jóvenes fervorosos se tomaban muy en serio sus obligaciones y se reprendían entre ellos cuando algo no iba bien. La costumbre de la corrección fraterna se convirtió enseguida en una muestra de «buen espíritu» entre los primeros miembros de la Obra, aunque tales prácticas presentaban también unos aspectos tan siniestros que se correspondían más bien con la clásica delación y con la denominada «pedagogía del miedo» practicada antaño por la Inquisición española. En aquellas prácticas empezaba a cuajar el espíritu fundacional y allí, en Ferraz 50, comenzaron a aparecer signos distintivos de la Obra, como la cruz de palo y los castigos corporales. Mortificaciones como dormir en el suelo, castigarse el cuerpo por medio de un pequeño cilicio apretado en el muslo durante dos horas al día y de azotarse con un látigo de cuerda por lo menos una vez a la semana, fueron consideradas «costumbres piadosas» por los primeros miembros de la Obra y, para servir de ejemplo, Escrivá se entregaba de lleno a una serie de mortificaciones con cilicios, ayunos, y disciplinas, por todo lo cual se preguntaba luego admirativo uno de los cronistas oficiales de la Obra: «¿Quién ha dicho que las penitencias corporales eran cosa de los siglos oscuros de la Edad Media?». En círculos íntimos de la Obra de Dios circularon relatos truculentos sobre las mortificaciones del fundador, al que gustaba flagelarse duramente. La flagelación es un signo de ascesis medieval y en diversas religiones los ascetas se han flagelado por espíritu de sacrificio y también para rechazar las tentaciones. Se cuenta sobre Escrivá que Ignacio Orbegozo, uno de los primeros compañeros del fundador, tuvo un día que decirle: «José María, ¡basta ya!», porque estaba sangrando después de haberse azotado fuertemente con las disciplinas que a menudo utilizaba. A la mañana siguiente, aprovechando que «el Padre» estaba ausente, Ignacio Orbegozo arrojó el repugnante instrumento de flagelación en el tejado de la casa de enfrente donde habitaban, para que no se mortificara tan bárbaramente como lo había hecho entonces. Un hagiógrafo de Escrivá cuenta que para evitar el ruido que hacían las disciplinas que se aplicaba el fundador, Ricardo Fernández Vallespín, cuando estaba en su habitación, tenía que taparse los oídos para no oír el sordo golpeteo procedente del cuarto de baño. Otro de los cronistas de la Obra se atreve a describir la atmósfera con detalles: «En su cuarto guardaba el Padre, en una caja, el cilicio y las disciplinas. Impresionaba ese instrumento de flagelación, de cuyos cabos pendían cabos de herradura y cuchillas de afeitar, hasta el punto de que las paredes del cuarto de baño estaban salpicadas de sangre». El espíritu fundacional consistía en una prolija normativa diaria, semanal o mensual que incluía, entre otras actividades, misa, comunión, rezo del ángelus, visita al sagrario, lectura espiritual, rosario completo y mortificaciones. 61
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P R I M E R A S ADHESIONES
Los primeros miembros del Opus Dei serían personas obligadas a observar vida en común, aunque sin hábitos monásticos, con objeto de compartir la vida contemplativa y el recogimiento que necesitaban en la oración con una actividad exterior con la que harían apostolado y ayudarían a sufragar al mismo tiempo los gastos de la organización. 55
Entre los primeros seguidores de Escrivá había unos que podían ser considerados conocidos o amigos y estaba también el grupo más compacto, formado principalmente por jóvenes estudiantes. Entre los primeros, que eran gente de la misma edad que Escrivá, figuraban Isidoro Zorzano, que lo había conocido en el Instituto de Enseñanza Media de Logroño, Pedro Rocamora y José María González Barredo, con los que había compartido tareas de apostolado, y Luis Gordon que falleció prematuramente. De entre todas las personas que giraron en torno a Escrivá durante la República salieron los primeros miembros de la Obra, en su mayoría jóvenes estudiantes que pasaron a ser confundadores. Este núcleo inicial que cuajó entre 1935 y 1936 estuvo formado por quince miembros, cuyos nombres por orden alfabético, son los siguientes: Eduardo Alastrúe, Enrique Alonso Martínez, Francisco Botella, Pedro Casciaro, Ricardo Fernández Vallespín, Miguel Fisac, José María Hernández Garnica, José Ramón Herrero, Juan Jiménez Vargas, José Luis Múzquiz, Ignacio Orbegozo, Alvaro Portillo, Vicente Rodríguez Casado, Manuel Sáinz de los Terreros e Isidoro Zorzano. A este grupo inicial se incorporaron José María Albareda, Tomás Alvira y José María González Barredo, entre otros, cuando la Guerra Civil ya había comenzado. A Escrivá le atraía mucho el número doce, a imitación de Jesucristo y sus doce apóstoles, pero desde un principio las cuentas nunca cuadraron por algunas defecciones primerizas como Eduardo Alastrúe o Manuel Sáinz de los Terreros y también por el sistema fluctuante de adhesiones que utilizaba en los primeros tiempos. Así, las primeras adhesiones fueron mantenidas por Escrivá en la indefinición para obtener la imagen apropiada de doce y adjudicaba a veces un número, «tú eres el número ocho», decía a uno, aunque luego podía decírselo a otro miembro. El eje de la formación espiritual de la Obra de Dios se basaba en una sumisión completa al fundador que intervenía en las conciencias de los primeros miembros y en todos los asuntos internos que formaban la Obra de Dios. Aquellos jóvenes laicos formados en la residencia D y A de Ferraz padecían una extraña inmadurez junto con un curioso sometimiento a todo lo que decía «el Padre», empezando por el director de la residencia, Ricardo Fernández Vallespín, a quien Escrivá le trataba públicamente de «medio director», mitad en broma, mitad en serio. El régimen de la vida en común era tan duro y los controles tan rigurosos que ya se podía hablar entonces de laicos totalmente condicionados y ser considerados, hasta desde un punto de vista de la Iglesia, como si fueran juguetes dirigidos con un mando a distancia. Por otra parte, a medida que se degradaba el clima social, Escrivá afianzaba su proyecto y acogía a algunos estudiantes de letras y, sobre todo, de ciencias, medicina, arquitectura y las distintas ramas de ingeniería. Llamaba especialmente la atención ver en la residencia D y A a futuros ingenieros, porque entonces los estudiantes de ingeniería estaban considerados la élite de los estudiantes y tenían fama de participar muy poco en las labores espirituales y apostólicas. Así, el ingeniero se iba a elevar a la dignidad de levadura de la sociedad gracias a la Obra de Dios, lo cual iba a representar uno de los rasgos de la pretendida originalidad del Opus Dei. El clima político deteriorado de la República atrajo paradójicamente más clientela a aquella primera residencia montada por Escrivá, que sirvió de base para la primera fundación del Opus Dei. Sin embargo, no todos los residentes eran de 64
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la Obra y entre los estudiantes que vivieron en aquella época se puede mencionar a Ángel Galíndez Celayeta, entonces estudiante de ingenieros, hijo de un magnate bilbaíno, que llegó a alcanzar años más tarde la presidencia del Banco de Vizcaya, cuando era uno de los grandes bancos españoles antes de su fusión con el Banco de Bilbao. También es de destacar, dentro de la gama variada de jóvenes que llenaban la residencia, uno de los estudiantes de ideología falangista que participó en el intento de asesinato de Jiménez de Asúa, abogado socialista, vicepresidente de las Cortes y uno de los autores de la Constitución de la República. Paseando en automóviles, armados de ametralladoras, los falangistas madrileños hicieron cuanto estuvo en sus manos para aumentar el desorden en un ambiente claro de insurrección contra la República y uno de los que allí residía participó en el atentado contra uno de «los padres de la República». Luego relataría admirado entre sus compañeros de residencia la valentía de uno de los policías de escolta frente a los terroristas. Posteriormente, en las semanas anteriores al 18 de julio de 1936 cayó asesinado el juez que había condenado a veinticinco años de cárcel a uno de los autores declarados del atentado, aunque uno de sus cómplices, el estudiante falangista de la residencia D y A , logró escapar de la policía. «Durante la perspectiva de mis años mozos —señaló Fisac, uno de los primeros seguidores de Escrivá, refiriéndose a la primera fundación— yo veía al Padre como una gran personalidad que nos hablaba de santificación personal en la vida laica, una cosa nueva para mí en aquel entonces, y de responsabilidad en la recristianización del mundo. El Padre tenía la firme convicción de que Dios le había llamado para arreglar la situación de la Iglesia. Y eso lo decía cuando, al mismo tiempo, apenas tenía dinero para pagar las facturas y estaba rodeado de cuatro chicos como yo». En los primeros tiempos Escrivá había autorizado para que se le tuteara, pero comprobó más tarde que aquellos jóvenes, «los chicos», le perdían el respeto, por lo que dio marcha atrás y empezó a ponerse más distante. Así desde comienzos de 1936, ya era un hecho el llamarle «padre» por su condición de sacerdote. No «padre Escrivá» sino «Padre» a secas. Por aquel tiempo encontraría también una justificación para sus ambiciones y decidió que tenía que aparecer siempre como una persona importante, porque así se le tendría respeto a su Obra, logrando tranquilizar de esta manera a su conciencia al asegurar que todo lo hacía por el bien de la Obra. Fue además entonces, cuando decidió unir los dos nombres, José y María, firmando «Josemaría», por devoción a la Virgen y a San José, según sus hagiógrafos. Finalmente, los ardientes deseos por parte de un oscuro mosén, llamado Escrivá, de conseguir poder, riquezas, dignidades y fama, iban a cumplirse ambiciosamente después de varios intentos fallidos por medio de una organización enteramente suya, dominada completamente por él. Un día a comienzos de 1936, en una de las ocasiones que uno de sus seguidores, Pedro Casciaro, acompañó a Escrivá desde la calle Ferraz a la iglesia de Santa Isabel, relata que éste le dijo señalando a las dos tumbas situadas bajo la cúpula del crucero al pie del presbiterio: «Ahí está la futura solución jurídica de la Obra». Si en 1934, Escrivá soñaba con ser vicario general castrense, más importante era que dos años más tarde, en 1936, ya quería configurar jurídicamente la Obra como una estructura jerárquica de carácter secular y militar a imitación de un 65
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vicariato castrense, con la particularidad que los vicariatos castrenses en aquel tiempo como ahora no eran jurisdicciones territoriales, sino personales. La obsesión integrista de Escrivá constituía ya la esencia misma del proyecto de recristianización o de «reconquista» del mundo y por ello, el fundador de la Obra, que albergaba la ilusión de reconquistar el poder que tuvo la Iglesia durante los siglos medievales de «cristiandad», llegó a soñar también con el modelo de aparentar ser una familia, pero siendo además de una milicia. Una familia espiritual sin cargar con los inconvenientes del afecto carnal y una milicia con fuerza, la más apta para la lucha, de una disciplina más severa. Varios autores favorables a la Obra coinciden en señalar que, por su espíritu, organización y apostolado, el Opus Dei se organizó como una orden de caballería de los tiempos modernos. lo que representaba un viaje al pasado, un viaje hacia atrás de más de setecientos años al tiempo de las cruzadas y para la empresa de recristianización del mundo, así como para la primera fundación de su obra, pensó que iba a necesitar caballeros medievales, mitad monjes, mitad soldados. El Opus Dei, a cuyo frente se encontraba Escrivá, aprovechó los tiempos de secularización, muy de boga entonces en la Iglesia, para intentar reconstituir el sueño medieval de una sociedad espiritualmente homogénea. Pero el sueño resultaba imposible, a no ser que, atentando contra la esencia misma del espíritu, fuera impuesto de forma totalitaria, que fue exactamente lo que ocurrió con la «cruzada» de Franco. 69
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La Guerra Civil española Alzamiento y clandestinidad. — Primeros cristianos. — Viaje de iniciación. — Burgos, capital de la cruzada. — Caudillo Escrivá. — Apostolado del poder.
A L Z A M I E N T O Y CLANDESTINIDAD
En el año 1936 algo más de una docena de jóvenes españoles ya habían prometido obediencia a Escrivá y otra veintena giraba espiritualmente en torno a él, en un círculo más exterior, observando puntualmente los actos de piedad, que celebraban en pequeños grupos, en la residencia D y A de la calle Ferraz.' Si meses antes, tuvieron que instalar la academia donde estaba la residencia por falta de estudiantes, a partir del curso 1935-1936, como la afluencia era grande, alquilaron de nuevo otro piso para los alumnos de la academia y poder vivir separadamente de los residentes los primeros militantes. Más tarde, ya en vísperas de la guerra, en julio de 1936, llegaron hasta alquilar una casa más amplia, un palacete abandonado propiedad de una aristocrática familia refugiada en Francia, que estaba situado en la misma calle Ferraz, en el número 16, el cual nunca llegaron a ocupar plenamente, porque apenas tuvieron tiempo de acondicionarlo cuando estalló la insurrección militar. La mansión pertenecía al patrimonio familiar de Francisco Javier Azlor de Aragón, duque de Villahermosa y de Granada de Ega, quien había desempeñado la presidencia española de la soberana Orden de Malta, hacia la cual, por su estructura tradicional y jurisdicción exenta, Escrivá demostraría siempre estar muy interesado. L a Guerra Civil española vino a desbaratar el primer esfuerzo embrionario que puede calificarse como la primera fundación de la Obra de Dios. Sin embargo, los tres años de guerra no significaron un paréntesis en la vida de José María Escrivá, ni en la de ningún español de aquella época. El Alzamiento Nacional, o lo que también entonces se denominó Alzamiento a secas, se convertiría en una cruenta y despiadada guerra civil que duraría tres años (1936-1939) y fue bautizada por los rebeldes como «Santa Cruzada». 2
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No cabe duda que Escrivá había optado por participar en la cruzada del lado de los insurrectos y una característica de los cruzados era exterminar a los infieles para recobrar la Tierra Santa. Escrivá apoyó la sublevación del general Franco contra la República; aunque sus hagiógrafos evitan mencionar el hecho de que fue franquista, de igual modo que desde 1931 se había mantenido en hostilidad constante contra el nuevo régimen, llegando a apoyar activamente a los que conspiraban para derribar violentamente la República. Escrivá decidió pasar a la clandestinidad a partir del 18 de julio de 1936 y como había peligro de que lo identificasen como cura, se disfrazó con atuendos variados que iban del traje de campesino al mono de obrero, cuando hasta entonces nunca admitió ir de paisano. Durante la República vistió siempre con sotana y este simple hecho lo consideraba como una militancia. A veces, su ostentosa exteriorización de la condición de sacerdote le empujó a llevar manteo, que sin duda era más llamativo que el abrigo y, con una estampa del clásico mosén de pueblo de otros tiempos, se paseaba con el rígido sombrero de teja y el tradicional manteo echado sobre la sotana. El cerco de la tonsura, un poco más grande de lo corriente, lo cubría adosándose a la coronilla un solideo negro. Entendía el sacerdocio como un ministerio, como un servicio público, y juzgaba que los demás tenían derecho a poder reconocer al sacerdote por su atuendo en cualquier lugar y circunstancia." Durante la noche del 19 al 20 de julio, ardieron en Madrid cincuenta iglesias y ese mismo día comenzó el asalto republicano al cuartel de la Montaña, que se encontraba enfrente de la nueva sede de la residencia D y A . Escrivá cambió inmediatamente la sotana por un mono azul para pasar inadvertido. Las calles de Madrid estaban llenas de milicianos con monos azules, prendas que se habían de convertir prácticamente en uniforme. Presentarse vestido correctamente suponía el peligro de ser acusado de fascista. La clase media prescindió de sombreros, corbatas, collares, en un esfuerzo de parecer proletarios. Durante los primeros meses de la guerra bastaba con que alguien fuera identificado como eclesiástico o militante católico para que fuera ejecutado sin proceso alguno. La corbata podía significar la detención inmediata y una tonsura en la coronilla era, por lo general, invitación a «un paseo del que muy difícilmente se podía volver andando». De ahí que Escrivá se escondiera primero tres semanas en la casa que tenía alquilada la madre cerca de la calle Ferraz y posteriormente donde pudo, aunque sus escondites fueron siempre casas de amigos y conocidos en barrios céntricos burgueses como Chamberí y Salamanca, o en la zona residencial de Arturo Soria. Aquella clandestinidad se justificaba plenamente durante los meses de julio, agosto, septiembre y quizás hasta noviembre de 1936, pero con la estabilización del frente de Madrid y el control de la calle por el Gobierno republicano dejó de existir el riesgo máximo de las semanas siguientes al levantamiento. La madre de Escrivá, por su parte, huyó de su casa alquilada por causa de los bombardeos, ya que vivía en una zona cercana a la primera línea de fuego durante el asedio de Madrid, para ir a refugiarse al barrio de Chamberí y fue Isidoro Zorzano, con su sueldo de ingeniero, quien se encargó de alojar y alimentar a la madre y hermanos de Escrivá. A Escrivá le sorprendieron los acontecimientos en Madrid y pasó los mismos sustos y los mismos apuros que los demás sacerdotes y religiosos sospechosos de 3
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favor a los insurrectos. Consiguió salvarse primero viviendo en la clandestinidad; más tarde, encontró un refugio precario en el domicilio de un diplomático. De entre los primeros miembros de la Obra que llegaron a ser detenidos figuraban Juan Jiménez Vargas y José María Hernández Garnica; otros como Alvaro Portillo y Vicente Rodríguez Casado se refugiaron en legaciones extranjeras. Entre tanto, Escrivá fue hospitalizado, también de forma clandestina, en una clínica psiquiátrica aquejado fuertemente de reumatismo; luego fue trasladado al piso de un diplomático salvadoreño, que ejercía como cónsul honorario de Honduras, en el paseo de la Castellana y que, al parecer, se hallaba más o menos amparado por una presunta inmunidad diplomática. Allí permaneció seis meses, junto con varios miembros de la Obra. Durante ellos realizaron varias tentativas infructuosas para salir con documentación falsa del Madrid republicano. Para comunicarse en las misivas durante este tiempo, Escrivá utilizó el seudónimo de «Mariano» y, en el código secreto que utilizaban entre ellos, «don Manuel» era Jesucristo, «la madre de don Manuel» la Virgen María y «los ramos de rosas» las partes del rosario.
PRIMEROS CRISTIANOS
Además de su propia familia presentada desde los primeros momentos de la fundación como modelo de familia cristiana, Escrivá propuso también como modelo a los primeros cristianos. Solía repetirlo desde la quema de conventos de 1931, pero fue sobre todo a partir del 18 de julio de 1936, cuando estalló la Guerra Civil española, que Escrivá comentaría en aquellos meses que pensaba frecuentemente en la persecución de los primeros cristianos. «Que nuestra ambición suprema sea la de vivir como los primeros cristianos, sin distinción de sangre, ni de nación ni de lengua» repetía Escrivá y su deseo sería recogido posteriormente en las Constituciones del Opus Dei." Escrivá en una entrevista para la revista americana Time declaró en este sentido : «Si se quiere buscar alguna comparación, la manera más fácil de entender el Opus Dei es pensar en la vida de los primeros cristianos. Ellos vivían a fondo su vocación cristiana, buscaban seriamente la perfección a la que estaban llamados por el hecho, sencillo y sublime, del bautismo. No se distinguían exteriormente de los demás ciudadanos. Los socios del Opus Dei son personas comunes; desarrollan un trabajo corriente; viven en medio del mundo como lo que son: ciudadanos cristianos que quieren responder cumplidamente a las exigencias de su fe». Esto, que en boca de Escrivá, parecía una sencilla comparación, toma su dimensión histórica cuando se analizan minuciosamente los escritos elaborados por miembros del Opus Dei. Se observa entonces que se remontan al siglo i de la era cristiana para encontrar un techo histórico adecuado a las ambiciones de su proyecto y con esa dimensión obtienen la perspectiva histórica necesaria para actuar y, sobre todo, para defender la religión integérrimamente. Uno de los cronistas de la Obra, Florentino Pérez Embid, ha llegado a señalar, por su parte, que es una situación muy similar a la caída del Imperio Romano «y como entonces, el papel que desempeñó la Iglesia es asumido ahora también por los cristianos. De la conciencia histórica y de las virtudes humanas de los católicos depende en verdad, en gran parte, el futuro de la cultura». 10
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I Otro miembro de la Obra, José Orlandís, en La vocación cristiana del hombre de hoy, escribe : «Muchos son los que piensan que es nuestro tiempo la coyuntura histórica más próxima, más afín a aquella, entre todas las que se han sucedido a lo largo de los dos últimos milenios, en los veinte siglos de vida de nuestra era cristiana. Como en esa época remota, también hoy nos ha tocado en suerte asistir al doloroso alumbramiento de una nueva edad. Cien años escasos bastaron entonces para presenciar una prodigiosa subversión en nuestro mundo occidental. Un majestuoso y venerable Ordo Orbis desapareció para siempre: estructuras y formas políticas que tantos contemporáneos estimaban iremplazables se hundieron para no renacer; pueblos nuevos conquistaron un lugar al sol y el papel de protagonistas y forjadores de la Historia; una revolución agraria repartió tierras con gentes recién llegadas del extranjero; el poder y la fuerza pasaron a manos de una nueva y bárbara clase dirigente». No se conoce en la historia contemporánea caso comparable a lo que el Opus Dei iba a propugnar en pleno siglo xx. Desde su primera fundación, la Obra de Dios no sólo ambicionaba una expansión sin límites, sino que además, para analizar la coyuntura histórica, se atrevió a remontar ideológicamente al tiempo de los primeros cristianos: «Como en esa época remota, también hoy nos ha tocado en suerte asistir al doloroso alumbramiento de una nueva edad», llegó a señalar José Orlandís, quien en su libro antes citado añade detalles históricos sobre la nueva edad que se vislumbra según el Opus Dei: «No faltaron Padres de la Iglesia que atribuyeron una misión providencial al Imperio romano: perseguidor de la primera cristiandad, el Imperio fue, sin embargo, vehículo eficaz de la expansión del cristianismo». Aquí reside la clave de la comparación entre nuestro tiempo y los primeros cristianos. El Opus Dei se representaría luego, después de la Guerra C i v i l española, como el constructor de una segunda cristiandad y un nuevo orden, atribuyendo una misión providencial a la dictadura de Franco como vehículo eficaz de su expansión en el mundo. Desde esta perspectiva milenarista, los veinte siglos de supervivencia de la Iglesia representan tan sólo la prehistoria de una época que comienza y donde el Opus Dei iba a ocupar por derecho de conquista un puesto de honor como cruzado. Todo ello se iba a realizar además silenciosamente, desde las catacumbas, a imitación de los primeros cristianos. 14
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V I A J E DE INICIACIÓN
Escrivá intentó que el apostolado no se detuviera con la guerra y decidieron organizar en septiembre de 1937 una tanda de tres días de ejercicios espirituales clandestinos en varios domicilios de Madrid, de forma que pudieron reunirse sucesivamente en cada uno de ellos sin despertar sospechas. Entre los asistentes destacaba un joven profesor de una Escuela de Agricultura, José María Albareda, que se encontraba muy abatido por la muerte de su padre y pidió la admisión en el Opus Dei ante el propio Escrivá el día 8 de septiembre, festividad de todas las Vírgenes Negras. Albareda había visitado varias veces la residencia D y A y de él se ocupaba de forma especial Isidoro Zorzano, en expresión de la Obra «lo trataba» desde hacía 62
un año. El fichaje de Albareda fue importante porque podía disponer de recursos e influencias en aquellas circunstancias, con lo cual Escrivá se había animado y decidió abandonar Madrid, no sin vacilaciones porque dejaba atrás a su madre y hermanos. En los preparativos de la huida movilizó a sus estudiantes y estos a sus respectivas familias para procurarse dinero. Finalmente, salió de Madrid con algunos fíeles seguidores suyos en automóvil por carretera. La reacción de Escrivá llegó a ser muy virulenta frente a las persecuciones padecidas por la Iglesia española entre 1936 y 1939. L a Guerra Civil y las pruebas que habían atravesado en ella, lo habían marcado profundamente. El hecho de que el clero fuera objeto de una venganza especial en la zona republicana dejó en él un recuerdo particularmente duradero. Un decenio más tarde, todavía declaraba corrientemente ante diferentes interlocutores que en el caso de reanudarse la persecución de sacerdotes en España; no podría permanecer pasivo y preferiría salir a la calle con una metralleta."' Si el largo itinerario de Barbastro a Logroño, de Logroño a Zaragoza y de Zaragoza a Madrid, recorrido por Escrivá en sus años de formación, fue una peripecia biográfica condicionada fundamentalmente por la carrera y su familia, el corto viaje que estaba dispuesto a realizar entonces representaba la aventura sin ataduras familiares y una prueba para el afianzamiento definitivo de la Obra.' Los miembros de la Obra de Dios, moviéndose en la clandestinidad de un Madrid republicano, deciden huir por una ruta tortuosa. En lugar de atravesar la línea del frente y llegar a la zona «nacional» por el camino más directo, se iban a dirigir en automóvil hasta Valencia, sede desde noviembre de 1936 del Gobierno republicano. De Valencia viajarían en tren hasta Barcelona, donde permanecieron cuarenta días sobreviviendo en la calle o en pensiones de mala muerte, en espera de preparar la fase más importante del viaje. Coincidencia curiosa: Escrivá y su grupo precedieron en el viaje a los dirigentes políticos republicanos y si ellos llegaron el 10 de octubre a la Ciudad Condal, el gobierno de la República se trasladó días después, el 31 de octubre de 1937, también desde Valencia a Barcelona. Desde Madrid no les bastó cruzar la línea del frente por las sierras de Guadalajara, como después lo hicieron Alastrúe, Portillo y Rodríguez Casado. En vez de atravesar unos montes, idearon un itinerario complicado que pasaba por la capital provisional del Estado republicano que estaba en Valencia, luego a Barcelona y tras atravesar a pie los Pirineos llegar a Andorra, pasar a Francia y de nuevo Navarra, para alcanzar Burgos, la capital castellana del «nuevo Estado». Parecía como si Escrivá no pudiera sustraerse del atractivo inconsciente del Poder, pese a hallarse en una situación extrema. Pero era absolutamente preciso, para que el éxodo se convierta en iniciación, que prosiguiera aquella romántica expedición por los Pirineos. Resultaba vital para la incipiente Obra de Dios que se estableciera en torno al proyecto una aureola de heroísmo y de aventura, que le permitiera desembarazarse del fardo de dudas y trabas del pasado. Desde Barcelona, formando grupo con miembros de la Obra entre los que se encontraban Botella y Casciaro, dos estudiantes que ya habían pasado a ser declarados desertores del Ejército republicano, Escrivá intenta llegar a Andorra haciendo una parte del camino en autocar y otra a pie de noche, por las rutas del contrabando. El grupo estaba compuesto por José María Albareda, Francisco Botella. 7
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Pedro Casciaro, José Mana Escrivá, Miguel Fisac y Juan Jiménez Vargas, más dos «amigos», Tomás Alvira y Manuel Sáinz de los Terreros. No resulta aventurado en tales circunstancias comparar a Escrivá con una especie de mago Merlín, encargado de la tutela y guía del pequeño Opus Dei a lo largo de la peligrosa ascensión que había de llevarle desde la penumbra del Bosque Encantado hasta la misma cima de Camelot, para que la Obra de Dios pudiera elevar después el Grial luminoso de una nueva Edad de Oro de la Iglesia. Aquel viaje representaba el inevitable proceso de iniciación y una nueva canción de gesta para los primeros miembros del Opus Dei. Escrivá marchaba disfrazado de montañero, con la bota de vino que compraron en Barcelona cruzando su pecho en bandolera, oteando las altas cimas del Pirineo, con sus ansias incontenibles de grandeza. Aquellas alturas y horizontes le inspiraron algunos pensamientos que luego quedarían reflejadas como máximas en su mejor librito : «Crécete ante los obstáculos.—La gracia del Señor no te ha de faltar: "ínter médium montium pertransibut aquae!" —¡Pasarás a través de los montes! »¿Qué importa que de momento hayas de recortar tu actividad si luego, como muelle que fue comprimido, llegarás sin comparación más lejos que nunca soñaste?» (Camino, máxima 12). «¡La guerra! — L a guerra tiene una finalidad sobrenatural —me dices— desconocida para el mundo: La guerra ha sido para nosotros... »—La guerra es el obstáculo máximo del camino fácil. —Pero tendremos, al final, que amarla, como el religioso debe amar sus disciplinas.» (Camino, máxima 311). «Tienes razón. —Desde la cumbre —me escribes— en todo lo que se divisa —y es un radio de muchos kilómetros—, no se percibe ni una llanura: tras de cada montaña, otra. Si en algún sitio parece suavizarse el paisaje, al levantarse la niebla, aparece una siena que estaba oculta. »Así es, así tiene que ser el horizonte de tu apostolado: es preciso atravesar el mundo. Pero no hay caminos hechos para vosotros... Los haréis, a través de las montañas, al golpe de vuestras pisadas.» (Camino, máxima 928). Sin embargo, hubo otros pensamientos anotados durante el viaje iniciático que no fueron incluidos en Camino y que aparecieron luego en otros escritos. Uno de sus hagiógrafos cita una metáfora atribuida a Escrivá durante el viaje por los Pirineos, en clara alusión al momento que vivía entonces la Obra: «Pero no importa: también el agua, al estrellarse contra las rocas, se arremolina o se remansa antes de seguir adelante con renovado ímpetu». Antes de iniciar el ascenso de los Pirineos se refugiaron en una cabana de pastores en los montes de Rialp que mosén Escrivá bautizó como «la cabana de san Rafael», por ser el arcángel protector de los viajeros y que luego utilizaría para designar el apostolado de la Obra entre los más jóvenes. Como guía en el camino de la ascensión, Rafael figuraría en la tríada de arcángeles protectores del Opus Dei, junto con Miguel y Gabriel. Allí, en los montes de Rialp le ocurriría a Escrivá un suceso extraordinario, vagando por la espesura del bosque pirenaico. Una mañana, refugiados en la cabana donde pernoctaban, le proponen que oficie la misa. Escrivá, no se sabe si con algunas de sus bruscas y violentas cóleras, sale de la cabana sin decir palabra. Sus compañeros quedan sorprendidos con aquella reacción inhabitual en un sacerdote 18
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y más en mosén Escrivá, muy amante de la misa. La desolación entre ellos es completa. Al cabo de un rato vuelve Escrivá con una rosa de madera en la mano que afirma haber encontrado entre los escombros de una iglesia abandonada. Más fervoroso, Escrivá celebró ese día la misa con especial recogimiento. Algunos de entre el grupo afirman que durante el paseo tuvo una visión del cielo y el simbolismo de la rosa hallada en el suelo de una iglesia en ruinas no se le escapó a ninguno de los presentes. Escrivá lo interpretó luego que, vacilando en seguir adelante con el plan de huida, tuvo la tentación fortísima de volverse atrás, a Madrid con su madre y sus hermanos, por lo que pidió una señal extraordinaria del cielo y entonces encontró tirada por tierra la rosa de madera que pasó a engrosar la abundante colección de símbolos de la Obra y con esa significación especialísima se encuentra en la sede central del Opus Dei en Roma. Los objetos que Escrivá guardó como recuerdos del viaje de iniciación, y muy venerados posteriormente por los miembros de la Obra, fueron una bota de vino, la patena y un vaso pequeño de cristal, que sirvió como Santo Grial, además de la esotérica rosa de madera, que llaman «rosa de Rialp» o también «rosa de Pallerols», según las preferencias. La rosa es la flor simbólica más utilizada en Occidente y, como símbolo del amor puro, representa en unos casos un simbolismo de regeneración y, en otros, la perfección suprema; además, de un renacimiento místico por su relación con la sangre. El hallazgo por Escrivá de la rosa de madera, en unas condiciones extremas dentro de una iglesia en ruinas, puede representar también la búsqueda de una interpretación secreta y diferente del cristianismo. Así, la rosa, símbolo esotérico utilizado profusamente tanto por los rosacruces como otras órdenes masónicas, iba a tener en adelante, al estar recogida por las manos sacerdotales de Escrivá, una dimensión cristiana. 19
B U R G O S , CAPITAL D E L A C R U Z A D A
En diciembre de 1937 el grupo con Escrivá, después de haber recorrido parte del sur de Francia casi sin detenerse, llega a San Sebastián, ciudad ya liberada por los cruzados de Franco, luego se dirigen a Pamplona y por fin a Burgos, donde se había instalado el cuartel general de las tropas franquistas. Sus primeros valedores políticos después de atravesar la frontera fueron el cura salesiano Vicente Ballester, secretario particular del obispo de Pamplona Marcelino Olaechea, y un hermano de José María Albareda, que utilizaba el título de marqués consorte de Embid y estaba casado con la descendiente de una acaudalada familia aragonesa. Desgraciadamente, cuando se encontraba todavía en Andorra, a Escrivá y sus acompañantes no se les ocurrió seguir viaje a París como hicieron cuatro siglos antes Ignacio de Loyola y sus compañeros de aventura. Escrivá y los primeros miembros de la Obra regresan inmediatamente a la Península para participar como voluntarios franquistas en la guerra, dirigiéndose primero a Pamplona, sede ideológica del carlismo, y más tarde a Burgos, capital de la cruzada. Por su parte, Escrivá, después de la aventura de llegar a la zona franquista, buscando alojamiento en Pamplona le instalan un catre de campaña en el palacio episcopal de la capital del requeté y comienza a ayudar en todo tipo de tareas ecle20
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siásticas, mientras se dedica a hacer propaganda sobre la Obra de Dios entre curas colegas suyos y algunos militares del tremebundo Cuerpo de Ejército de Navarra, que solía desfilar al son de dulzainas tocando una jota, precedidos por cuatro enormes crucifijos, amén de los tradicionales gastadores con boina roja y palas, hachas y picos en las espaldas. En cuanto a los miembros de la Obra que se incorporan a filas en el bando de Franco, dos de ellos, Botella y Casciaro, lograron ser destinados a Burgos, en las oficinas del general Orgaz. Otros fueron enviados al frente y, para permanecer unidos, se desplazaban a Burgos cuando conseguían permiso en sus destinos militares. Escrivá no pudo mantenerse en Pamplona y decidió instalarse en Burgos, la ciudad de Castilla convertida en capital de la cruzada. Aunque no hay testimonios que lo confirmen, debió tener roces y encontronazos con otros colegas del clero ultramontano; no por discordias religiosas con el requeté, sino porque la gran oferta existente suprimió del mercado de asistencia espiritual las tasas pecuniarias. Ante el exceso de oferta más la competencia desleal entre colegas eclesiásticos, Escrivá decidió no cobrar en adelante estipendios en las misas encargadas para rogar por determinadas intenciones ni en las tandas de ejercicios espirituales que celebraba, suprimiendo de este modo su única fuente de ingresos. El activismo con los requetés de Pamplona en la defensa de la tradición religiosa y monárquica le había dejado exhausto. Además su sitio estaba en Burgos, por ser capital de la cruzada y en donde se habían instalado algunos de los primeros miembros de la Obra. Cuando llegó a Burgos, Escrivá se fue a la pensión en donde se hospedaba Albareda, en la calle de Santa Clara, quien había comenzado a trabajar en la Secretaría de Cultura de la Junta de Defensa, el organismo que asumía provisionalmente los servicios administrativos del nuevo Estado. «Sin embargo, para el pensamiento del Padre —cuenta Miguel Fisac, testigo de la época—, José María Albareda tenía un talante liberal y, por ello, nunca lo consideró como uno de sus más íntimos colaboradores. No hay que olvidar que Albareda fue becario de la Junta de Ampliación de Estudios y siempre hablaba con respeto y admiración de las gentes de la Institución Libre de Enseñanza (...) que había conocido personalmente.» ' El retiro estratégico de Escrivá en la capital de la cruzada estaba asegurado. En Burgos vivió quince meses, desde los comienzos de 1938, y en aquella época se apoyó mucho en Albareda. En Burgos, Escrivá reencontró a Botella y Casciaro, dos jóvenes de los primeros miembros de la Obra que le acompañaron en el viaje iniciático. Declarados desertores del Ejército republicano, se habían enrolado como voluntarios en el Ejército de Franco y fueron destinados, por ser universitarios y estar recomendados, a las oficinas que tenía en Burgos el general Orgaz, jefe supremo de las tropas franquistas que asediaban Madrid. El grupo dirigido por José María Escrivá y formado por José María Albareda, Pedro Casciaro y Francisco Botella, se trasladó luego a una habitación que alquilaron en el hotel Sabadell, con mayor confort, para que Escrivá pudiera «trabajar mejor», ya que estuvo enfermo de una faringitis grave en febrero de 1938. Los otros miembros de la Obra, que se habían incorporado a filas, volvieron a reanudar el contacto con Escrivá. Sin embargo, los que permanecieron en Burgos tuvieron que abandonar posteriormente el hotel por falta de pago y se fueron a vivir a una humilde casa de huéspedes en la calle de la Concepción, número 9, 3.° izquierda. Albareda se había 2
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ido a vivir a Vitoria desde hacía algún tiempo, al encontrarse allí instalada la sede del nuevo ministerio de Educación Nacional, aunque hacía también frecuentes viajes a Burgos. Su ausencia había agravado la precaria situación económica de Escrivá. Los otros dos jóvenes miembros de la Obra que convivían con él, intentaban sacar dinero de donde podían, las más de las veces por medio de sablazos, pero con resultados desalentadores. Escrivá, por su parte, se pasaba el día trabajando en casa, escribiendo notas y reflexiones espirituales para una nueva edición ampliada de la obrita Consideraciones Espirituales, recibía alguna visita en la habitación que compartía en grupo o iba a oficiar la misa en el altar con retablo barroco de la iglesia de San Cosme y San Damián, que hizo copiar milimétricamente en los años sesenta por devotos seguidores, para poder celebrar sus misas como recuerdo de Burgos en Roma. Alejado de su madre y de sus dos hermanos, consideraba la estancia en Burgos como una etapa de cimentación en la que se recuperan contactos y se empieza a preparar el futuro. En una libretilla anotaba por escrito sus proyectos de reconstrucción y expansión apostólica, además de otras medidas sobre el futuro inmediato de la Obra de Dios. Hasta tal punto estaba obsesionado por ello, que encargó cálices, albas, ornamentos y otros objetos litúrgicos, «para nuestro oratorio» solía repetir pensando en la vuelta a Madrid. Para mantener los contactos anteriores al estallido de la Guerra Civil, Escrivá volvió a la idea de editar el boletín confidencial de media docena de ejemplares titulado Noticias. Constaba de dos páginas ciclostiladas cuyas noticias estaban redactadas por el propio Escrivá que firmaba con el seudónimo de «Mariano», imitando a Bernardo de Claraval que lo había utilizado siete siglos antes en honor de la Virgen María. El texto se refería a las informaciones que llegaban a Burgos sobre los amigos y conocidos que formaran el primer núcleo fundacional de la Obra de Dios antes de la guerra. En aquella época encabezaba toda su correspondencia personal con un «II Año Triunfal», de acuerdo con la cronología de la cruzada franquista. Burgos es la ciudad castellana mencionada por Escrivá en el punto 811 del libro de máximas espirituales que luego llamó Camino: «¿Te acuerdas? —Hacíamos tú y yo nuestra oración, cuando caía la tarde. Cerca se escuchaba el rumor del agua. — Y , en la quietud de la ciudad castellana, oíamos también voces distintas que hablaban en cien lenguas, gritándonos angustiosamente que aún no conocen a Cristo (...)». Durante el verano Escrivá se ofreció como capellán voluntario en el vicariato castrense y cuando había ocasión se ausentaba temporalmente de Burgos para dar tandas de ejercicios espirituales en la retaguardia de las tropas de Franco, aprovechando en algunas ocasiones estos viajes para visitar a los miembros de la Obra diseminados por los diversos frentes de la geografía española. Cuando permanecía en Burgos, Escrivá salía a dar un paseo acompañado al monasterio de las Huelgas, a Fuentes Blancas y a la cartuja de Miraflores. En uno de sus paseos por el monasterio de Santa María de las Huelgas, el lugar escogido para celebrar Franco su primer Consejo de Ministros que guardaba, entre otras reliquias medievales, el estandarte almohade cobrado por los cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa, llamó la atención de Escrivá un curioso anacronismo jurídico que quedaba de la Edad Media, cuando abades poderosos controlaban el territorio 23
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alrededor de sus abadías y tenían sus propios tribunales. Así, abades o prelados podían tener enclaves territoriales, más o menos importantes, lo que les permitía disfrutar de un estatuto más o menos equivalente al de un obispo. Podían además vincularse jurídicamente al enclave sacerdotes, y ser gobernados de acuerdo con sus leyes particulares, aunque trabajasen en otra parte. Comenzó a estudiar el modelo y desenterró la idea de escribir la aplazada tesis doctoral, en lugar de la ordenación al sacerdocio de mestizos y cuarterones en los siglos x v i y XVII, sobre doña Jacinta de Navarral, abadesa de las Huelgas. L a jurisdicción de la abadesa llegó a extenderse al filo de los siglos xn y xm sobre doce monasterios de monjas de la orden de San Bernardo diseminados por Castilla y León. Más que el lugar, un evocador monasterio situado fuera de la ciudad de Burgos con un convento de arquitectura románica, a Escrivá le interesaba la dignidad, es decir, por quién estuvo regido el monasterio, cuál era su territorio, jurisdicción y bienes o rentas pertenecientes a la abadesa. Escrivá se interesó también especialmente en el hecho de que la abadesa llegara a acceder a una jurisdicción cuasiepiscopal fuera de las normas eclesiásticas y el excepcional modelo jurídico de la prelatura nullius le sedujo de tal manera que intentaría aplicarlo durante la posguerra para su proyecto. Pero lo que más interesaba a Escrivá de la famosa abadesa de las Huelgas era su enorme poder, a la vez político y religioso. Lo que le atrajo más fuertemente de doña Jacinta de Navarral era, según Escrivá, «verla gobernar, como lo hiciera una reina, a los numerosos vasallos de su extenso señorío, con alcaldes y merinos que administraban justicia en su nombre, cuando no lo hacía por sí, sentada en su tribunal... Y si todo esto no te moviera a tener admiración —recalca Escrivá—, espero que abras mucho tus ojos cuando la sorprendas dando licencias para celebrar el Santo Sacrificio... Espero que llegues a sentir admiración por una de las mayores glorias de nuestra historia», insiste Escrivá en el prólogo del libro dedicado íntegramente al estudio de la abadesa. Si la estancia de Escrivá en Burgos, dada su proximidad al poder, parecía ser un retiro estratégico para sus ambiciones, el descubrimiento del monasterio representaba una doble revelación, en primer lugar, la abadesa como modelo de vida para él y, en segundo lugar, la prelatura como proyecto jurídico para su Obra. Pero el monasterio ofrecía aún una tercera dimensión donde las ambiciones de Escrivá se entrecruzan por primera vez con la alta política franquista, ya que los ministros de Franco se reunían regularmente dentro de los fríos muros de piedra del monasterio, desde que el lugar fue elegido expresamente por Franco para las reuniones del Consejo de Ministros y para la ceremonia de su ungimiento, dos años antes, como Caudillo. 26
C A U D I L L O ESCRIVÁ
El Nuevo Estado franquista, a través de un camino de tensiones y resistencias, fue empapándose de un clericalismo de nuevo cuño que sería denunciado por alemanes, italianos y algunos falangistas, asustados de la preponderancia que la Iglesia estaba adquiriendo en el nuevo Régimen. En aquella ola de clericalismo que lo anegaba todo, la atmósfera en Burgos y en Salamanca, como han admitido 27
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ardientes simpatizantes fascistas, estaba cargada de odios y recelos. " En el caso de Escrivá, «las ideas patrióticas y religiosas surgidas en la Guerra Civil española las aceptaba en tanto en cuanto se orientaran en su misma dirección, pero las consideraba muy alicortas —reconoce Miguel Fisac—, y mientras escribía Camino en Burgos, y nos comentaba sus puntos se llenaba de esperanza en un futuro universal que nos describía como algo así como lo que luego se ha dado en llamar la reserva espiritual de Occidente». Identificado totalmente con la doctrina del caudillaje cuanto al giro ideológico que dar a los sucesos, Escrivá representaba el tipo de cura imbuido de aspiraciones totalitarias y su caso era grave por el hecho de considerar con escasa imaginación o de modestas aspiraciones el fascismo clerical entonces imperante en Burgos, según este testimonio de uno de sus primeros seguidores. Si en el caso de Franco se recurrió a la noción de carisma con el simple fin de legitimar temporalmente al jefe de una insurrección militar, el mito del caudillaje era de más fácil aplicación en el caso de un sacerdote como Escrivá por el claro componente religioso que tenía el carisma, considerado como don gratuito de Dios, y, además, por ser impuesto más fácilmente al primer grupo de jóvenes, de lo que luego se llamaría Opus Dei. Dentro del Opus no había división de poderes porque sólo iba a mandar el Padre en «una unidad de mando y dirección» y, bajo ella, únicamente orden y jerarquía, como si fuera un calco del estado totalitario de Franco. La teoría del caudillaje ayuda también a explicar cómo Escrivá se preocupó conscientemente a lo largo de toda su vida de montar el mito del Fundador, léase Caudillo, creado en torno a su persona y a su Obra. Así, inspirado sin duda en el mito del caudillaje, Escrivá iba a encontrar el fundamento carismático para ejercer un poder omnímodo en el seno del Opus Dei. Sería un hombre de poder absoluto que gobernaría «con mano de hierro en guante de seda», como un padre solícito con sus hijos que se ocupaba de todo, junto con su familia. Mientras escribía el librito que titularía Camino, Escrivá estaba empapado de esta atmósfera, pues algunas de sus máximas se refieren explícitamente a ello: «¿Adocenarte? ¿¡Tú... del montón!? ¡Si has nacido para caudillo! (...)» (Camino, máxima 16). «(...) Fortalecerás, virilizarás, con la gracia de Dios, tu voluntad, para ser muy señor de ti mismo, en primer lugar. Y después, guía, jefe, ¡caudillo!... que obligues, que empujes, que arrastres, con tu ejemplo y con tu palabra y con tu ciencia y con tu imperio» (Camino, máxima 19). «Tienes ambiciones:... de saber..., de acaudillar..., de ser audaz (...)» (Camino, máxima 24). «Tú no serás caudillo si en la masa sólo ves el escabel para alcanzar altura. Tú serás caudillo si tienes ambición de salvar todas las almas. No puedes vivir de espaldas a la muchedumbre: es menester que tengas ansias de hacerla feliz» (Camino, máxima 32). «Si sientes impulsos de ser caudillo, tu aspiración será: con tus hermanos, el último; con los demás, el primero» (Camino, máxima 365). «(...) Pero no se compensa, con este bien, el mal enorme y efectivo que producen matando almas de caudillos, de apóstoles (...)» (Camino, máxima 411) «¡Caudillos!... Viriliza tu voluntad para que Dios te haga caudillo (...)» (Camino, máxima 833). 2
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«Me dijiste que querías ser caudillo: y... ¿para qué sirve un caudillo aherrojado?, (Camino, máxima 931). Por supuesto que no siempre las trasposiciones del mito del caudillaje eran tan simples y elocuentes como las citadas. En algunas máximas (383 y 475, especialmente) también se hace referencia al caudillo, aunque de una manera indirecta por el mantenimiento de una obediencia ciega al jefe y a su carisma. Sin embargo, la característica más importante de Escrivá, como sacerdote ideológicamente formado, era su edad de treinta y seis años; y por tanto se entiende fácilmente que más de la mitad de las máximas de Camino citadas ya habían sido escritas anteriormente a la cruzada de Franco. Es decir, que el origen de algunas de las alusiones genéricas al caudillaje individual se remonta a los años de la República española y fue entonces cuando maduraron estos pensamientos, algunos de los cuales fueron incluidos en Consideraciones Espirituales, obrita de Escrivá publicada en el año 1934. " Desde antes de la guerra, Escrivá ya llevaba el «alma de caudillo» metida en su corazón. Durante la cruzada de Franco no se trataba solamente de ganar la guerra sino de emprender la conquista de un imperio que se extendería hacia África occidental. La palabra «imperio» vibraba a través de los páramos en el aire seco de Castilla, aunque el futuro imperio español que soñaban los franquistas respondía a ambiciones más vastas orientadas especialmente hacia América Latina y Filipinas." Uno de los hagiógrafos de Escrivá lo llega a reconocer cuando escribe: «El lema de Carlos V "del emperador universal", no envejece: Plus Ultra: ¡Siempre más allá! Desde el punto de vista político es un lema temerario, pero desde el punto de vista apostólico es un lema profundamente cristiano». Entre los innumerables curas que pululaban alrededor del cuartel general de Franco durante la guerra, auténticos representantes del polo profético de la Iglesia en la búsqueda de alguna capellanía o prebenda, sobresalió el sacerdote navarro Fermín Yzurdiaga, que alcanzó el puesto de jefe nacional de Prensa y Propaganda de Falange. En su delirio fascista llegó hasta soñar con los mercenarios que se trajo Franco de Marruecos: «Volveremos con ellos hermanados en la gloria de la victoria, y saltaremos el Estrecho y bajaremos imperialmente hacia el sur, para buscar entre las arenas ardientes de aquella Ciudad de Dios que talló San Agustín, para levantar, a su sombra, nuestra ciudad del César. Y entonces, en el cántico emocionado de dos razas cristianas se habrá cumplido la realidad gozosa del Imperio A z u l de la Falange». Escrivá, por el contrario, no fue de los curas que se dejaron arrebatar de la pasión militar hacia Franco, perdiendo circunstancialmente la moderación y la calma. En máximas de Camino explicaría, a su modo, las ansias imperiales de apostolado militante: «Misionero. —Sueñas con ser misionero (...) y quieres conquistar para Cristo un imperio» (Camino, máxima 315). «Me explico que quieras tanto a tu Patria y a los tuyos y que, a pesar de esas ataduras, aguardes con impaciencia el momento de cruzar tierras y mares —¡ir lejos!— porque te desvela el afán de mies» (Camino, máxima 812). «(...) Así es, así tiene que ser el horizonte de tu apostolado: es preciso atravesar el mundo. Pero no hay caminos hechos para nosotros (...)» (Camino, máxima 928). En 1938 cuando se redactaban estas notas en Burgos, nadie podía predecir 3
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que iban a cumplirse, aunque de forma rocambolesca, las ambiciones de Escrivá y que los sueños de conquistas imperiales del Régimen de Franco, por obra y gracia del Opus Dei, llegarían a hacerse realidad aunque en circunstancias diferentes.
A P O S T O L A D O DEL PODER
En aquel ambiente medieval de cruzada parece que Escrivá conoció y trató en Burgos a muchos de los personajes civiles y militares que serían luego importantes en el Régimen de Franco. Logró ampliar su círculo de relaciones políticas y eclesiásticas, pero no obtuvo frutos tangibles, aunque realizó una intensa campaña de propaganda en los aledaños del poder. Incluso puede decirse que fracasó en su apostolado entre los intelectuales, entonces el objetivo principal de la Obra. Entre los militares que simpatizaron con Escrivá figuraban miembros de familias de marinos, como los Suanzes, Pablo y Blanca, además de Jesús Fontán Lobe, que más tarde, finalizada la guerra, le presentaría a Carrero Blanco, personaje político clave dentro del régimen de Franco. También la presencia de José María Albareda impulsó a Escrivá a un trato más directo con Ibáñez Martín, que iba a controlar como ministro durante trece años el mundo de la educación y la cultura. Entre el clero, parece que trabó amistad con vicarios de diócesis como Casimiro Morcillo (Madrid) y Antonio Rodilla (Valencia), así como también con Xavier Lauzarica y Ángel Sagarminaga. Por su parte, los jóvenes seguidores de Escrivá consiguieron algunas adhesiones entre sus compañeros como Pedro Ybarra, el hijo de la marquesa de MacMahon, que estaba destinado en las oficinas del general Orgaz en Burgos. Como quería captar adeptos brillantes, merodeaba Burgos una famosa tertulia con la crema de la intelectualidad falangista, que se reunían en un café del paseo burgalés del Espolón, de la que formaban parte, entre otros, Ridruejo, Torrente Ballester, Laín Entralgo, Tovar, Foxá, Vivanco, Giménez Caballero y Rosales. La atmósfera en Burgos era de frialdad entre las facciones de Falange y los curas de la Iglesia enfervorizados por las victorias de Franco. Pero los intentos de aproximación eran constantes. Por ejemplo, Escrivá se fue a vivir al hotel Sabadell e iba a comer cuando podía al mismo restaurante que Laín Entralgo, conocido intelectual de Falange, pero éste nunca le dirigió la palabra, pese a vivir en el mismo hotel y situarse en una mesa contigua del restaurante. La esposa de Laín Entralgo, Milagros Martínez, puntualiza sobre Escrivá que «era un arribista tremendo en aquella época (...). Recuerdo verle con sotana y otros curas acudir al restaurante donde mi marido y yo almorzábamos. Era un local que estaba frente a nuestro hotel; en la otra orilla del río. Es cierto que quiso acercarse a Pedro. Lo intentó incluso a través de otro cura, Antonio Portillo, de Palma de Mallorca, amigo suyo a quien nosotros también conocíamos». Finalmente el encuentro se produjo. «Fue en Fuentes Blancas —cuenta Milagros Martínez—; ambos charlaron durante un paseo. No olvido nunca lo que dijo mi marido: "siento mucho rechazar su invitación a formar parte de su grupo pero no admito que nadie me dirija".» Otro intelectual de aquella tertulia falangista, Torrente Ballester, recuerda tam14
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bien que Escrivá «estaba intrigando allí, aunque entonces no tenía mucho relieve: era un curilla amariconado que daba mucho la lata buscando adeptos». Escrivá utilizaba las relaciones amistosas en Burgos para introducirse en los círculos influyentes del régimen. «Buscaba lo que él llamaba el apostolado en el mundo intelectual, una de las razones fundacionales del grupo —señaló recientemente Ricardo de la Cierva, hagiógrafo de Franco—. Era lógico que se moviera en Burgos porque allí estaban los principales intelectuales franquistas y, sobre todo, estaba el poder.» En Burgos ocurrió un suceso que revela la atmósfera enconada que rebosaba de rencores políticos, pero que permitió a Escrivá mostrar poderes sobrenaturales que consistían en adivinar en parte el futuro por medio de un presagio; es decir, de una especie de adivinación o conocimiento de las cosas futuras a través de señales que se han visto o de intuiciones y sensaciones. Se enteró Escrivá de que un alto funcionario de Hacienda, Jorge Bermúdez, se disponía a denunciar a Pedro Casciaro, estudiante de Arquitectura y miembro de la Obra «y una mañana», según el relato de uno de los hagiógrafos de Escrivá, «acompañado de José María Albareda, se personó en el despacho de Bermúdez, para convencerle de que Pedro no era un agente venido de la zona roja para espiar secretos militares en el cuartel general de Orgaz, en Burgos. Le demostró la gravedad de las calumnias, imposibles de rebatir por falta de testigos, y las consecuencias morales de semejante delación. Apeló a sus sentimientos cristianos: ¿Era justo dejarse cegar por una sospecha? Además, como sacerdote que conocía bien a Pedro, le suplicaba misericordia. Todo fue en balde. Bermúdez insistía con terquedad en que Pedro, aun en la suposición de que fuera inocente, tendría que pagar con la vida los crímenes de su padre, a quien también acusaba como responsable político de asesinatos cometidos en Albacete por los milicianos rojos». Ante la inutilidad de los ruegos y de las peticiones, Escrivá tuvo un mal presagio cuando quiso fulminarlo con la oración y rezaba para conseguir neutralizar aquel momento, considerado peligrosísimo para Casciaro. Cuando salió por la tarde a dar una vuelta por las calles de Burgos y estaba con Miguel Fisac, refiriéndole lo ocurrido, vieron una esquela de defunción anunciando en la puerta de una iglesia que Bermúdez había fallecido repentinamente horas después de la visita. Fisac corrobora lo sucedido: «Un día al llegar a Burgos me contaron que un señor importante de allí se había dado cuenta de que el padre de Pedro Casciaro, uno de los primeros socios de la Obra, era uno de los jefes socialistas de Albacete y a pesar de ello tenía un buen enchufe en la oficina de reclutamiento del general Orgaz, mientras su hijo estaba en la primera línea del frente. Había que ir a visitarlo y tranquilizarle para que no hiciese ninguna denuncia. Como yo iba de uniforme oficial recién estrenado, me pidieron que fuera a hablar con su mujer y Escrivá iría a verle a este señor y convencerle de que no denunciara a Pedro. Cuando llegué a ver a aquella señora, ella se puso histérica, dijo que Pedro era un rojo y que lo iba a pagar y nos echó de mala manera. Cuando nos encontrábamos de nuevo en el hotel Sabadell con el Padre, y yo le comenté que lo había hecho muy mal, él nos comentó: "Pues si os sirve de consuelo, yo lo he hecho peor. Este señor se ha puesto como un basilisco y hemos terminado a farolazos"». Fisac cuenta que cuando se quedó a solas con Escrivá, éste le dijo: «Mañana morirá el hijo de este señor». Por la tarde, dando un paseo por la catedral, vieron la esquela del señor 37
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con el que Escrivá había estado discutiendo por la mañana. Más tarde, le explicaría a Fisac la confusión en la premonición: había entendido «mañana entierro» y por eso se había figurado que iba a morir el que estaba en el frente. Dejemos a los teólogos o exorcistas de la Iglesia que estudien o intenten adivinar si el mal presagio de Escrivá era o no de inspiración divina. Lo que interesa destacar aquí es esta faceta de Escrivá, ya que nos encontramos con un practicante de la parapsicología que quiere transmitir la imagen de que anuncia, adivina o presiente algo. El suceso, digno de figurar en cualquier antología de malos presagios hizo aumentar la admiración que habían depositado en Escrivá los jóvenes seguidores de la Obra y creció también su confianza para sentirse protegidos de las persecuciones en un ambiente «milagrero», propio del incipiente Opus Dei. Para sus seguidores aquel suceso demostraba una vez más que el fundador poseía capacidades y poderes sobrenaturales, aunque también probaba que Escrivá pertenecía a la especie muy extendida de fundamentalistas cristianos, que rezan abiertamente para que Dios aniquile a aquéllos, con los cuales se está en desacuerdo. El 28 de marzo de 1939 Escrivá se incorporó a la primera columna de tropas de intendencia que iba a entrar en Madrid. A partir del 1 de abril, Día de la Victoria, iban a aumentar los arreglos de cuentas y denuncias mutuas en el bando de los vencedores de la Guerra Civil, que se mantenía fundamentalmente por la cohesión del Ejército de Franco. 40
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4 Años triunfales de la posguerra Regreso a Madrid. — Camino, manual del Opus Dei. — Currículo ejemplar. — Primer centro de estudios. — No hay espacios vacíos. — Consejo Superior de Investigaciones Científicas. — Asalto de la Universidad. — Grupo de Barcelona. — Apoyos eclesiásticos.
REGRESO A M A D R I D
Escrivá entró en el recién conquistado Madrid el 28 de marzo de 1939, a bordo de un camión militar con la primera columna de avituallamiento de las tropas de Franco. Más de un año y medio había transcurrido desde que dejó su familia, madre y hermanos, para proseguir la aventura de la primera fundación del Opus Dei con un viaje iniciático por los Pirineos y la posterior estancia en Burgos, capital de la cruzada. José María Escrivá no estaba dispuesto a desaprovechar ni un minuto del tiempo inmediato a la terminación de la guerra. Por fin su proyecto se haría realidad en la posguerra, pese a que iban a subsistir durante largos años las turbaciones ocasionadas por la contienda española, junto con el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial. Escrivá podía estar dichoso, ya era feliz, porque triunfante llegó a Madrid, donde pensaba dirigir de nuevo su actividad hacia los barrios bien establecidos, de una vez para todas. Las precariedades de la posguerra iban a significar poco en comparación con las de la preguerra. Como militante en el bando de los vencedores, Escrivá estaba convencido del triunfo de su proyecto. La madre y hermanos de Escrivá permanecieron en Madrid, sufriendo hambre en el largo asedio y fue Isidoro Zorzano quien los alojó y alimentó con su sueldo de ingeniero de ferrocarriles. Los archivos con la correspondencia y los primeros documentos de la Obra, que cabían entonces en una caja de cartón, permanecieron escondidos debajo de la cama en los cuartos donde durmió la madre. Después del regreso de José María, la familia se instaló provisionalmente en la vivienda del Patronato de Santa Isabel, propiedad del Patrimonio Nacional, en 74
donde Escrivá había sido restablecido en el puesto de rector; pero la iglesia y el convento habían quedado dañados durante la guerra y Escrivá tuvo que ceder la vivienda de la casa rectoral a la comunidad de monjas mientras se reconstruía el convento con cargo, por supuesto, a los fondos del nuevo Estado. Cuando estaba aún en Burgos, José María Escrivá aprovechó varias ocasiones para visitar a los frentes de batalla. Durante uno de sus desplazamientos al frente de Madrid en junio de 1938, Escrivá había tenido la oportunidad de observar con unos anteojos desde Carabanchel Alto la última casa alquilada en la calle Ferraz y creyó verla completamente destruida, lo que significaba en sus imaginaciones volver a empezar de la nada. Sin embargo, cuando regresó a Madrid Escrivá pudo comprobar que la casa de Ferraz 16 se encontraba en un estado lamentable, aunque no «totalmente destruida» como luego contaron exageradamente, porque así la «vio» Escrivá, los cronistas oficiales del Opus Dei. La fachada estaba acribillada de impactos de bala, los balcones y cristales rotos, el piso astillado lleno de cascotes y, en semejantes condiciones, la noble casa de Ferraz, propiedad de una aristocrática familia, no podía representar ninguna continuidad para la Obra de Dios, no por el grado de destrucción, sino porque no les pertenecía y no habían pagado además los importes de los alquileres; pues se trataba de un contrato de alquiler en precario concedido in extremis en el mes de julio de 1936 por el administrador de la familia propietaria, los Silva Azlor de Aragón, que se encontraban refugiados en el sur de Francia. Estaba claro que ni la casa reunía condiciones de habitabilidad inmediata ni los miembros de la Obra disponían tampoco del dinero necesario para arreglarla. En junio de 1939 Escrivá se fue a Valencia para dar unos días de retiro espiritual en el colegio Mayor Juan de Ribera, situado en Burjasot, por invitación del vicario general de la diócesis y rector del Colegio, Antonio Rodilla, uno de los contertulios de Escrivá en Burgos cuando era capital de la cruzada. El colegio de Burjasot había sido un núcleo relevante de oposición de los estudiantes católicos contra la República y de aquel retiro espiritual dirigido por Escrivá, donde la mayoría de los asistentes eran estudiantes aún militarizados, surgieron las primeras vocaciones de la posguerra, convirtiéndose Valencia en uno de los núcleos más potentes de militantes en los primeros tiempos de la Obra. Escrivá aprovechó también su estancia para preparar la primera edición de Camino, que sería publicada en el mes de septiembre en gran formato y con tapas blancas en Valencia. «Allá por los primeros años de la década de los cuarenta, iba yo mucho por Valencia —recordó Escrivá en cierta ocasión—; no tenía entonces ningún medio humano y, con los que se reunían con este pobre sacerdote, hacía la oración donde buenamente podíamos, algunas tardes en una playa solitaria». Años después, sin embargo, se utilizarían imágenes con barcos y redes como recordatorio dentro de la Obra de Dios, que tenía una significación especial para los primeros miembros, porque «aquello tenía hondo sabor de primitiva cristiandad». La Obra, con Escrivá al frente, pretendía volver como fuese al espíritu de los primeros tiempos del cristianismo, porque los siglos posteriores significaban para Escrivá una pura desviación de la Iglesia. En el otoño de 1939 y en dos pisos de Madrid, situados en la planta cuarta del número seis en la calle Jenner, alquilados para seguidores de la Obra de Dios y simpatizantes, se habían reanudado con normalidad la labor apostólica entre los 1
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jóvenes universitarios de los barrios bien establecidos de la capital de España. En la entrada de la nueva residencia D y A había un mapamundi donde aparecía una cruz con los cuatro brazos en forma de flecha, orientados hacia los cuatro puntos cardinales, y hacia donde imaginaba Escrivá que debían dirigirse, como una rosa de los vientos, sus futuros apostolados. La familia Escrivá se acomodó en otro piso de la segunda planta del mismo inmueble, donde se instaló también el comedor de la nueva residencia. Los Escrivá no podían volver a la vivienda del rectorado en el Patronato ocupado por las monjas; la madre y la hermana de José María se encargarán de todo lo relativo a la intendencia, así como otras cuestiones de administración, en la nueva residencia de la calle Jenner, muy cerca del paseo de la Castellana, entonces la zona más aristocrática de Madrid. En la residencia se mantuvo el mismo «espíritu de familia», mejor será decir «espíritu de pensión de familia», que tan buenos resultados dio antes de la guerra en la residencia de la calle Ferraz y que ayudó a hacer cuajar la espiritualidad del incipiente Opus Dei. En su mejor momento los Escrivá llegaron a albergar hasta casi treinta pupilos en la nueva residencia D y A . Los primeros éxitos de Escrivá en la posguerra consistieron en atraer a estudiantes universitarios parasitando principalmente a otras organizaciones católicas; de esta manera, vertebraban las convicciones de los militantes católicos ofreciéndoles ingresar en la Obra de Dios «por ser superior a las demás organizaciones», que, acusadas de tibieza, se habían dejado arrollar por los enemigos de la Iglesia. En la evolución de muchos de esos jóvenes hacia un compromiso moral y político más integrista, la referencia a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas era obligada, por haber sido acusada de colaboracionismo durante la República. El razonamiento último de los jóvenes militantes de la Obra consistía en explicar que resultaba necesario una ideología de conquista, porque una ideología de conservación no tenía la fuerza necesaria para arrastrar a la gente; sin embargo, no existían grandes diferencias entre unos y otros, porque se trataba, en definitiva, de la misma idea conservadora que habían de defender, aunque de forma más agresiva en el Opus Dei. La hostilidad de los miembros de la Obra de Dios hacia otros sectores de ideología católica era permanente. Si la democracia cristiana franquista representaba la clásica derecha española, Escrivá se situaba a la derecha de la derecha española. En el Opus Dei solían decir que «hay expresiones descompensadas y una de ellas es democracia cristiana, como hay cuadros que se caen de un lado y como hay barcos escorados». A Escrivá, según cuenta Miguel Fisac, «le molestaba mucho un cierto liberalismo de la democracia cristiana, creía que se trataba de una típica deformación de los propagandistas que, para él, no eran muy de fiar ideológicamente». Por otra parte, la Guerra Civil había dejado flotando en el ambiente una mitología del héroe y todo ese conjunto de jóvenes contaba con un arsenal de mitos muy sugestivos para dinamizar su vida: la catolicidad, el retorno al sentido cristiano de la vida, la revitalización del concepto de aristocracia, la Hispanidad, etcétera. La España de esos nuevos cruzados estaba reencontrando su propio pulso porque las condiciones estratégicas ya estaban dadas. La cosa estaba clara: se trataba de realizar «una revolución desde arriba», desde la Universidad, desde «la minoría», desde la «aristocracia intelectual». La Universidad iba a extender sus tentáculos fuera de ella y allí estaba la Obra de Dios al quite, para aprovechar la coyuntura. 2
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CAMINO,
MANUAL
DEL
OPUS
DEI
La primera edición del manual destinado a la Obra de Dios tuvo lugar en Valencia en septiembre de 1939, porque allí se encontró el papel necesario para la impresión, gracias al vicario de la diócesis. Se trataba de una refundición del texto corto escrito en 1934 bajo el título de Consideraciones Espirituales, con el añadido de la ampliación realizada en Burgos, cuando la ciudad castellana era la capital de la cruzada de Franco. El manuscrito completo tenía cabida en apenas un centenar de páginas en formato normal de un libro de la época. Hasta la primera reimpresión realizada en Madrid en el año 1944 no se redujo al formato de bolsillo, con mayor número de páginas, que se ha conservado hasta nuestros días. Si el título de Consideraciones Espirituales estaba inspirado en De Consideratione de Bernardo de Claraval, más conocido por San Bernardo, el título de la nueva obra, Camino, evocaba sin duda El Camino de Perfección que escribió para sus monjas la madre Teresa de Jesús, como figuraba en la primera edición de Salamanca publicada por la Santa en 1588. El nuevo libro se componía de dos partes, la primera comprendía las 434 máximas de Consideraciones Espirituales y la segunda parte, con 565 máximas, estaban redactadas entre 1934 y 1939, con más experiencia acumulada por Escrivá, ya que había realizado la primera fundación de la Obra. ¿A quiénes, entonces, está dirigido el libro? Camino se presenta estructurado con sus 999 máximas de tal forma que los cuarenta capítulos y los ciento treinta y seis temas facilitan al tarea de cada lector; es decir, que la obrita se presenta como un manual y está dirigida a los miembros de la Obra de Dios. La presentación formal atesta también que ha sido concebida como un vademécum o prontuario destinado a facilitar hasta el máximo la reflexión del lector en función de sus preocupaciones de cada instante. Por otra parte, el plan de Camino sigue fielmente el de Consideraciones Espirituales, que resultaba ser una acumulación caótica de puntos de meditación sin un plan preconcebido en el texto, tal como era el esquema de la Obra que tenía en mente Escrivá allá hacia 1934, aunque después de la guerra ya estaba avalado por la experiencia práctica de la primera fundación en 1935. En la nota introductoria de Consideraciones Espirituales Escrivá había escrito: «Lee despacio estos CONSEJOS, Medita, pausadamente estas CONSIDERACIONES. Son cosas que te digo al oído, en confidencia de amigo, de hermano, de padre. Y no olvides que estas confidencias las escucha Dios». En la nota introductoria de Camino en 1939 repetía las mismas frases de 1934 y añadía: «No te contaré nada nuevo. Voy a remover en tus recuerdos, para que se alce algún pensamiento que te hiera: y así mejores tu vida y te metas por los caminos de Oración y de Amor. Y acabes por ser alma de criterio». Durante los primeros años, Camino fue el código de referencias y de instrucción religiosa que poseían los militantes de la Obra de Dios a partir de 1939. Era el tiempo en que coincidían aún la biografía de Escrivá con la del Opus Dei. Desde el principio, Camino se convierte para los primeros militantes del Opus Dei en un breviario citado y comentado sin tregua. Pronto se recomendará a los miembros de la Obra hablar de Camino alrededor suyo; pero se les recomienda igualmente que no presten su ejemplar del libro. Las personas a quienes interese el 3
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libro del padre Escrivá deben comprarlo, medio cómodo de allegar algo de dinero, pues el Opus Dei, en esta época, no es rico. Esta regla, que continuó siendo aplicada, contribuyó a la difusión de Camino, sobre la que el Opus Dei fundaba un interés enorme y que descubría al mismo tiempo el precoz sentido publicitario de los dirigentes de la Obra. El libro Camino se presenta redactado en máximas o sentencias cortas, cuyo número de 999 tuvo especial significación para Escrivá, aunque fuentes de la Obra señalaron que era expresión de la devoción del autor a la santísima Trinidad. ¿Por qué, sin embargo, 999 máximas? ¿No es acaso un número cabalístico? Escrivá no tenía suficiente con escoger un número de una cifra esotérica (999 = 3 x 333) de indudable origen masónico y perteneciente a la cabala, sino que además en la sobrecubierta de la primera edición, publicada en Valencia en 1939, aparece el signo del 9 dibujado con trazos rectilíneos, es decir, con un cuadro del que sale un trazo vertical rematado por otro horizontal que sirve de base, lo cual permite suponer que este signo es un anagrama con las iniciales de la palabra Opus, cuyas letras escritas con trazo rectilíneo pueden efectivamente obtenerse descomponiendo el signo. El número, sin duda, no es mero azar y está inspirado, como en la cabala, en la tradición judía. Dentro de la cultura cristiana, Dante utilizó profusamente el número nueve u otros múltiplos de tres en La Divina Comedia y si ello es cierto en Camino, la Trinidad santísima (el Padre + el Hijo + el Santo Espíritu), que algunos consideran homenajeada en la gran obra de Dante ha salido muy malparada en el librito de Escrivá. Las razones de Escrivá, en la medida que fueron silenciadas, indtiso en los primeros tiempos de la Obra, refuerzan la hipótesis del esoterismo cristiano. En Camino aparecen tres planos de santidad (máxima 387), tres etapas en la vida de formación (máxima 382), junto con las tres dimensiones físicas: el relieve, el peso y el volumen (máxima 279), además de las 999 máximas contenidas en el libro. En cuanto al contenido del libro, un renombrado teólogo, Urs von Balthasar, se pregunta: «¿Tiene Camino una espiritualidad? Una reiterada lectura confirma la primera impresión: Camino presupone en el mejor de los casos una espiritualidad, él mismo no tiene ninguna». Y tras confesar que su lectura le había alarmado, Balthasar lo catalogaba de «pequeño manual para boy scouts»." J. L. Aranguren, destacado intelectual católico, ha señalado que la teología del Opus Dei «no es ni buena ni mala, sencillamente no existe». Según Aranguren, el «elogio» que se le podría tributar se resume en la famosa frase: en tu libro abundan las ideas originales y buenas, pero lo que en él es original no es bueno y lo que es bueno no es original». Otros autores hablan de «pietismo», «sentimentalismo», «paternalismo» y «falta de fundamento teológico». Sin embargo, señalaba Aranguren, «hay que ser comprensivo y situar el libro en la época de su primera edición, 1939, esto explica el curioso pathos de la noción de jefe (el caudillaje) aplicado a la vida religiosa. Resulta ser la expresión de un «catolicismo de cruzada», de lucha y de exterminación, de exaltación de la voluntad con un fin guerrero, y de la división simplista de los hombres en buenos y malos, según pertenezcan o no al grupo». Según Aranguren «la voz que se encuentra en los mejores pasajes del libro es evidentemente, la de San Ignacio. El libro no tiene nada de actual, se inspira directamente de la ascética ignaciana. Pero la doctrina de San Ignacio está sometida a una trivialización increíble». 4
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El semanario satírico francés Le Canard Enchainé, con un anticlericalismo de buen tono y sin acritud, calificaría por su parte a Camino de compendio de santas tonterías traducido a innumerables lenguas, de estupidario con dimensiones de chascarrillo que resume la doctrina del todopoderoso Opus Dei. Y, según un trabajo clandestino difundido por la oposición antifranquista, Camino resultaba ser «un senderillo lleno de guijarros, una minibiblia regocijante en la que los valores más aplaudidos son el respeto del statu quo, la obediencia ciega y una turbia mansedumbre, clásicos valores de toda ideología perteneciente a las clases dominantes, en todo momento y en todo lugar. Camino es, externamente, como un brillante castillo de fuegos artificiales, que a la hora de la verdad, la luz de la crítica, resultan vulgares estampidos de traca de pueblo». Pero no bastaba con el sentido enigmático de algunas máximas y la utilización de ese número esotérico perteneciente a la cabala, sino que encima el libro ofrecía en su totalidad una significación oscura y misteriosa que sólo se comprende desde la perspectiva de un concepto medieval de la existencia, aunque resulta a veces muy difícil de penetrar, sobre todo por la forma como se propone una determinada lectura reservada sólo para iniciados de la Obra. «Para sacar provecho de Camino, y aún para entenderlo se requiere en lector un mínimo de formación cristiana, de vida de piedad y de experiencia apostólica, de sacrificada preocupación por las almas», sugiere cautamente la nota editorial de Camino, lo que equivale a decir que hace falta una preparación especial o, en otras palabras, tener el «espíritu de la Obra». Ya en la introducción de la primera edición, su autor, Xavier Lauzarica, garantizaba que «si estas máximas las conviertes en vida propia, serás un imitador sin tacha. Y con Cristos como tú volverá España a la antigua grandeza de sus santos, sabios y héroes». El autor de la introducción de Camino era obispo administrador apostólico de la diócesis de Vitoria cuando prologó el libro de Escrivá en marzo de 1939. Lauzarica Torralba había sustituido al titular de la diócesis, Mateo Múgica, que mereció los honores de ser el primer miembro de la jerarquía católica desterrado de España en 1931 por su manifestaciones contra la Segunda República. Xavier Lazaurica llegaría a ser obispo de Vitoria y arzobispo de Oviedo para terminar, más tarde, tras su jubilación, recluido en un manicomio. Dentro de Camino, la máxima 638 está dirigida al «caballero cristiano», presunto lector del libro. Hay también referencias al «caballero cristiano» en la máxima 390, al «caballero intransigente» en la máxima 393 y a los «caballeros cristianos» en la máxima 379 de Camino. Los caballeros representaron en la Edad Media la síntesis de la milicia profesional y la cristiandad; de ahí que «hace falta una cruzada (...) y esa cruzada es obra vuestra» dice veladamente la máxima 121 y la imagen pueril que corresponde a los caballeros cruzados, «hombres bien barbados», aparece en la máxima 652 de Camino. Para tales caballeros cristianos existe un camino medieval, por donde se circula a caballo, como revelan varias máximas de Camino: «me has perdido el camino» (máxima 137), «la causa que te aparta del camino y te hace tropezar y aún caer» (máxima 170) ,«tu camino» (máxima 255), «nube de polvo que levantó tu caída... el viento de la gracia...» (máxima 260), «caído así de hondo... te alzaste del suelo» (máxima 264), «la guerra es el obstáculo máximo del camino fácil» 8
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(máxima 311), «¡Galopar, Galopar!... ¡Hacer, Hacer!... ¡Galopar!, ¡Hacer!» (máxima 837), «manada en mesnada, rebaño en ejército, la piara...» (máxima 914) También aparecen en Camino las armas del caballero medieval: «defensa, ataque, armadura, espada toledana» (máxima 238), «arma de combate» (máxima 240), «cadena» (máxima 160), «cadena: cadena de hierro forjado» (máxima 170), «instrumento delicuescente, que se haga pedazos a la hora de empuñarlo (máxima 381), «maza de acero poderosa, envuelta en funda acolchada» (máxima 397), «la última gota del cáliz del dolor» (máxima 182), «espolón de acero» (máxima 615), «lengua tajante de hacha» (máxima 448), «los instrumentos no pueden estar mohosos. —Normas hay también para evitar el moho y la herrumbre» (máxima 486), «si no es el filo de tu arma de combate, te diré que es la empuñadura» (máxima 655). Así como también las armas, aparecen en Camino las fortalezas medievales: «táctica militar, guerra, posiciones, muros capitales de tu fortaleza, torreones flacos para el asalto de tu castillo» (máxima 307), «tan fuerte como una ciudad amurallada» (máxima 460), «la piedra noble y bella de una catedral» (máxima 456), «los muros fuertes de la perseverancia» (máxima 49), «los muros o torres de las casas del Señor» (máxima 269), «piedras, sillares que se mueven, que sienten» (máxima 756), «un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra» (máxima 590), «sillares... que suponen poco ante la mole del conjunto» (máxima 823), «llave para abrir la puerta y encontrar el reino de Dios en los cielos» (máxima 754). La vida de caballero que propugna Escrivá en Camino es «vida noble» (máxima 254), «la derrota de hoy... entrenamiento victoria definitiva» (máxima 263), «hijos, hijos de Reyes, Rey, Gran Rey, "Padre dios", siempre delante del Gran Rey, tu Padre-Dios» (máxima 265), «señor de ti mismo, poderoso, tu señorío...» (máxima 295), «vida de caballeros cristianos» (máxima 379), «vivir con delicadeza de caballero cristiano» (máxima 390), «un caballero... intransigente*» (máxima 393), «almas de caudillos, de apóstoles» (máxima 411), «dices que eres caballero cristiano» (máxima 683), «laureles» (máxima 935), «ejército de apóstoles (máxima 602). Escrivá, sin embargo, tiene también presente a una cruzada como la de Franco: «alférez médico» (máxima 361), «la guerra tiene una finalidad sobrenatural» (máxima 311), «Frente de Madrid. Una veintena de oficiales en noble y alegre camaradería... Aquel tenientillo de bigote moreno» (máxima 145). Y tiene, sobre todo, muy presente en Camino el caudillaje, la exaltación fascista de la jerarquía, tan de moda entre los años treinta y cuarenta en Europa: «eres jefe» (máxima 383), «nacido para caudillo» (máxima 16), «sientes impulsos de ser caudillo» (máxima 365), «muy señor, y después, guía, jefe, ¡caudillo!» (máxima 19), «ambiciones de acaudillar» (máxima 24), «tú serás caudillo si...» (máxima 32), «almas de caudillos» (máxima 411), «utiliza tu voluntad para que Dios te haga caudillo» (máxima 833) y «me dijiste que querías ser caudillo» (máxima 931). En Camino semejante universo aparece, por otra parte, poblado de santos personajes encasillados en una determinada visión de la historia de España: «Las Navas y los Lepantes de tu lucha interior» (máxima 433), «Cisneros, Teresa de Ahumada, Iñigo de Loyola» (máxima 11), «el pobre Ignacio al sabio Xavier» (máxima 798), «el genio militar de San Ignacio» (máxima 931). Para completar este mundo abracadabrante de cruzados y caballeros medievales junto con caudillos, Escrivá llegó a escribir también sobre el valor secundario 80
concedido a la mujer: hay máximas de Camino en las que el elogio exagerado que Escrivá tributa a las mujeres es el típico elogio que se hace a los seres considerados prácticamente inferiores, prejuicio que el Opus Dei comparte con la Santa Madre Iglesia Católica. Así, en la máxima 982 Escrivá llega a decir: «Más recia la mujer que el hombre, y más fiel a la hora del dolor. —¡María de Magdala y María Cleofás y Salomé! Con un grupo de mujeres valientes, como ésas bien unidas a la Virgen Dolorosa, ¡qué labor de almas se haría en el mundo!» y en la máxima 980: «"Acaso no tenemos facultad de llevar en los viajes alguna mujer hermana en Jesucristo, para que nos asista, como hacen los demás apóstoles y los parientes del Señor y el mismo Pedro?". Esto dice San Pablo en su primera epístola a los Corintios: — N o es posible desdeñar la colaboración de "la mujer en el apostolado"». La máxima 946 resume claramente lo que Escrivá va a exigir a los hombres y en segundo lugar, a las mujeres en el Opus Dei: «Si queréis entregaros a Dios en el mundo, antes que sabios —ellas no hace falta que sean sabias; basta que sean discretas— habéis de ser espirituales, muy unidos al Señor por la oración: habéis de llevar un manto invisible que cubra todos y cada uno de vuestros sentidos y potencias: orar, orar y orar; expiar y expiar». Y todo ello para conseguir el reinado de Cristo en la tierra. Las citas abundan en Camino: «Regnare Christium Volumus\» (máxima 11), «Pax Christi in regno Christi» (máxima 301), «si buscas el Reino de Dios» (máxima 472), «reinado efectivo de Nuestro Señor» (máxima 832), «reinado de Cristo» (máxima 833), «servicio, milicia, milicias, servicio de Cristo» (máxima 905), «reino, reinado» (máxima 906). Pero es un error pensar que el clericalismo de Escrivá, o el clericalismo general de la época, es un simple reflejo de un modelo medieval que resulta hoy anacrónico. La época de «cruzada» que dio nacimiento al Opus Dei contiene elementos del pasado, pero tiene también una peculiar inmediatez y presencia constante, que resume el poema de Jaime G i l de Biedma: «Y los mismos discursos, los gritos, las canciones, eran como promesa de otro tiempo mejor, nos ofrecían un billete de vuelta al siglo xvi. ¿Qué niño no lo acepta?» Conviene señalar, por último, que Escrivá promete hacer vivir a los militantes de la Obra «una vida de infancia» y casi un diez por ciento del texto de Camino está dedicado a ello. Esta promesa de una vida de «infancia espiritual», junto con la oferta del viaje al pasado de Escrivá, ayudan quizá a explicar asimismo la acogida de un libro como Camino en España a partir de 1939. En Camino se tratan también muchas materias inconexas y mezcladas, como consecuencia de esa acumulación caótica de puntos de meditación sin un plan preconcebido en el texto, cuyo origen se remonta a 1934. A esto hay que añadir un elemento importante que no conviene olvidar en Camino como es la retórica eclesiástica rayana en el histrionismo, llena de recursos escénicos, para intentar dar al lenguaje escrito eficacia bastante para persuadir o conmover, que un cura experto en ejercicios espirituales como Escrivá, conociendo todos los viejos trucos del oficio de predicador, llegó a utilizar con abundancia en el libro. Antes vimos que la Guerra C i v i l no fue un paréntesis en la vida de Escrivá ni en la de cualquier español en aquella época. El propio Escrivá habla en Camino de ella, aunque pone en boca de otro la «finalidad sobrenatural» de la guerra: «¡La guerra! — L a guerra tiene una finalidad sobrenatural —me dices— desconocida por el mundo: la guerra ha sido para nosotros... — L a guerra es el obstáculo máxi10
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mo del camino fácil —Pero tendremos, al final, que amarla, como el religioso ama sus disciplinas» (máxima 311). Efectivamente, en la Guerra C i v i l española está el origen del poderío que el Opus Dei iba a detentar luego. Todos los intereses y privilegios que el Opus disfrutaría en España están implícitamente reconocidos en el final sugerente de la primera parte de la máxima («La guerra ha sido para nosotros...»). Escrivá termina la máxima con un falseado tono de obligación que disimula la enorme carga de violencia fascista que contiene. La expresión «tendremos que amar la guerra como el religioso debe amar sus disciplinas» puede ocupar un lugar de honor en la antología que está por hacer del fascismo clerical en España. Y lo que es más inaudito son las razones por las que se debe amar la guerra: los miembros de la Obra de Dios tienen que amar la guerra por lo que ésta representó para ellos; es decir, por su eficacia. Tras la guerra viene la paz. «¿Y qué es la paz? La paz es algo muy relacionado con la guerra. La paz es consecuencia de la victoria», (máxima 308). También, «¡Paz, paz!, me dices. — L a paz es... para los hombres de "buena voluntad"» (máxima 759). Una entrecomillada voluntad humana tiene aquí un sentido peyorativo dentro del contexto en que figura, porque sólo «la voluntad de Dios» tiene sentido para Escrivá. El pillaje de libros y publicaciones por parte de Escrivá fue especialmente intenso en las Sagradas Escrituras y en la proporción de tres a uno más en el Nuevo que en el Antiguo Testamento. A veces, el mismo autor reconoce con descaro el oficio de copiante como en la máxima 108: «Te diré, plagiando la frase de un autor extranjero...». En otra ocasión, Escrivá recoge en la máxima 460 el clásico proverbio de Salomón («el hermano que ayuda al hermano constituye una ciudad amurallada») pero lo disfraza con una cita en latín: «"Frater qui adjuvator a fratre quasi civitas firma". — El hermano ayudado por su hermano es tan fuerte t o m o una ciudad amurallada. —Piensa un rato y decídete a vivir la fraternidad que siempre te recomiendo». En la máxima 725 Escrivá hace una clara alusión a los métodos del gran enemigo luciferino de Cristo y toda su Iglesia: «El enemigo casi siempre procede así con las almas que le van a resistir: hipócritamente, suavemente: motivos... ¡espirituales!: no llamar la atención... —Y luego, cuando parece no haber remedio (lo hay), descaradamente...por si logra una desesperación a lo Judas, sin arrepentimiento». En la máxima 708 utiliza la clásica imagen colonial para presentar al lector el mundo, el demonio y la carne que según la Iglesia católica son los tres enemigos del alma: «El mundo, el demonio y la carne son unos aventureros que, aprovechándose de la debilidad del salvaje que llevas dentro, quieren que, a cambio del pobre espejuelo de un placer —que nada vale—, les entregues el oro fino y las perlas y los brillantes y los rubíes empapados en la sangre viva y redentora de tu Dios, que son el precio y el tesoro de tu eternidad.» En otro lugar habla también de Lucifer: «Con qué infame lucidez arguye Satanás contra la Fe católica! Pero digámosle siempre sin entrar en discusión: yo soy un hijo de la Iglesia» (máxima 576), En la 694 recoge un viejo tópico de la Santa Madre Iglesia: «No sé por qué te asustas. Siempre fueron poco razonables los enemigos de Cristo». Para el católico miembro de la Obra de Dios existen, además, otros enemigos más reales. Escrivá da cuenta de su existencia en Camino, máxima 836: «Servir de 82
altavoz al enemigo es una idiotez soberana; y si el enemigo es enemigo de Dios, es un gran pecado». En la máxima 838 admite implícitamente el dualismo derechas-izquierdas, adjudicando —como es de rigor— a la derecha la exclusiva de hacer bien y a la izquierda la de hacer mal, aunque recomienda al lector que no tenga enemigos sino amigos a la derecha y... a la izquierda. La máxima dice así: «No tengas enemigos. —Ten solamente amigos: amigos... de la derecha —si te hicieron o quisieron hacerte bien— y... de la izquierda —si te han perjudicado o intentaron perjudicarte». La fórmula para superar conflictos y contradicciones, aunque un poco retorcida, es de una ortodoxia católica impecable: «¿Estás sufriendo una gran tribulación? —¿Tienes contradicciones? D i , muy despacio, como paladeándola, esta oración recia y viril: "Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios, sobre todas las cosas. —Amén. —Amén". Yo te aseguro que alcanzarás la paz». (Camino, máxima 691) En el libro Camino hay también normas de corrección y urbanidad como la 680: «En la mesa no hables de la comida: eso es una ordinariez, impropia de ti. —Habla de algo noble del alma o del entendimiento y enaltecerás ese deber». Deber que los miembros del Opus Dei toman muy seriamente porque en la 682 recomienda moderación a la hora de comer: «¿De ordinario comes más de lo que necesitas? —Y esa hartura, que muchas veces te produce pesadez y molestia física, te inhabilita para saborear los bienes sobrenaturales y entorpece tu entendimiento. ¡Qué buena virtud, aún para la tierra, es la templanza!». Si Escrivá recomienda moderación es porque el consejo va dedicado a personas que disponen y no se privan de una buena mesa. Pero todo se arregla con la máxima 681 que mantiene en pie el espíritu cristiano: «El día que te levantes de la mesa sin haber hecho una pequeña mortificación has comido como un pagano». Como los años de la posguerra hubo mucha hambre en España, no estuvieron de más las reflexiones de Escrivá sobre la fisiología culinaria para el caballero cristiano, en la máxima 367: «El manjar más delicado y selecto si lo come un cerdo (que así se llama, sin perdón) se convierte, a lo más ¡en carne de cerdo! Seamos ángeles, para dignificar las ideas al asimilarlas. —Cuando menos, seamos hombres: para convertir los alimentos, siquiera en músculos nobles, y bellos, o quizás en cerebro potente... capaz de entender y adorar a Dios. —Pero... ¡no seamos bestias, como tantos y tantos!». La máxima 679: «La gula es un vicio feo. —¿No te da un poquito de risa y otro poquito de asco ver a esos señores graves, sentados alrededor de la mesa, serios, con aire de rito, metiendo grasas en el tubo digestivo, como si aquello fuera "un fin"?», arroja quizás algún elemento de comprensión de por qué fue escrita por Escrivá, en unos tiempos cuando apenas tenía un bocado que llevarse a la boca. En la máxima 974, se hace referencia histórica al «apostolado del almuerzo»; aunque existen también para los socios del Opus Dei, «el apostolado de la diversión» (máxima 975); el «apostolado epistolar» (máxima 970), etcétera. De la urbanidad de la mesa pasamos a otro tipo de urbanidad (máxima 541): «Hay una urbanidad de la piedad. —Apréndela. —Dan pena esos hombres piadosos que no saben asistir a misa —aunque la oigan a diario—, ni santiguarse —hacen unos raros garabatos, llenos de precipitación—, ni hincar la rodilla ante el Sagrario —sus genuflexiones parecen una burla—, ni inclinar la cabeza ante una imagen de la Señora». 83
En cuanto a las preferencias estéticas, Escrivá no quiere que sus discípulos recen ante imágenes de serie. Dice en la máxima 542: «No me pongáis al culto imágenes "de serie"; prefiero un Santo Cristo de hierro tosco a esos Crucifijos de pasta repintada que parecen hechos de azúcar». Las razones son porque el «Santo-Cristo-dehierro-tosco» tendrá, por fuerza, que ser más santo, más viril, que «esos-Crucifijosde-pasta-repintada-que-parecen-hechos-de-azúcar», que se exhiben empalagosos y mal pintados por las iglesias de la tierra. En la máxima 543, Escrivá hace gala de un gusto y una estética ejemplares. Todos los sacerdotes de la Obra de Dios celebrarán misa luego en parecido decorado que, salvo en detalles, será común a todas las iglesias y oratorios del Opus Dei: «Me viste celebrar la Santa Misa sobre un altar desnudo —mesa y ara—, sin retablo. El Crucifijo, grande. Los candeleros recios, con hachones de cera, que se escalonan: más altos, junto a la cruz. Frontal del color del día. Casulla amplia. Severo de líneas, ancha la copa y rico el cáliz. Ausente la luz eléctrica, que no echamos en falta». Para mantener la unidad de la Obra, uno de los puntos de meditación cotidiana entre sus miembros es el de «la unidad de espíritu». En este punto se exige que el miembro no haga nunca una crítica, bien sea a la totalidad de la Obra o algún aspecto concreto de la actividad de su fundador o dirigentes. El hábito anarquizante de la discusión está rigurosamente prohibido en la Obra y ya de ello Escrivá habla en Camino, máxima 25: «No discutáis. —De la discusión no suele salir la luz, porque la apaga el apasionamiento». El propio Escrivá también se refiere en términos inequívocos al secreto y, según él, «discreción no es misterio, ni secreto. —Es sencillamente naturalidad» (máxima 641). Efectivamente, la discreción es algo connatural a la militancia en una organización como la Obra. Un apartado de Camino se dedica, pues, a Indiscreción que debe observar el miembro de la Obra de Dios. Así la máxima 650 dice: «Hay mucha gente —santa— que no entiende tu camino. — N o te empeñes en hacerlo comprender: perderás el tiempo y darás lugar a indiscreciones». El fundador de la Obra no habla, sin embargo, de secretos; sino que utiliza palabras más suaves como discreción, silencio, ocultamiento, etc., que vienen a ser sinónimos del secreto y que corresponden de hecho a esa característica esencial al espíritu de la Obra de Dios. Al ampliar en Camino el esquema original de Consideraciones Espirituales, no quiso Escrivá mencionar directamente la Obra de Dios en el libro, por su intención de mantenerla en secreto. No obstante, existen alusiones más o menos veladas en el texto de Camino sobre la actividad oculta de la Obra de Dios. Por ejemplo, en la máxima 377, donde «nuestra formación» y «nuestro espíritu», más la utilización del dativo ético «cumpliéndome las normas concretas», descubren la mano de Escrivá como director de orquesta. Esta es la máxima: «Y ¿cómo adquiriré "nuestra formación", y cómo conservaré "nuestro espíritu"? —Cumpliéndome las normas concretas que tu Director te entregó y te explicó y te hizo amar: cúmplelas y serás apóstol». Por último, la intransigencia a ultranza que lleva consigo una actitud totalitaria, se descubre a menudo en Camino y es un índice elocuente del potencial fascista del libro. Hay máximas donde Escrivá recomienda la intransigencia sin rodeos y de una manera poco democrática. 84
En la máxima 407 que dice «no confundamos los derechos del cargo con los de la persona. Aquéllos no pueden ser renunciados», puede observarse cómo Escrivá centra la intransigencia en el mantenimiento de la función («los derechos del cargo»), olvidando los derechos del hombre que es una de las aspiraciones mínimas que hoy reivindican los individuos y países del mundo, a excepción, claro está, de fascistas y otros especies clericales afínes para quienes los derechos humanos siguen estando peligrosamente olvidados. La santa eficacia no figura claramente entre los consejos y sentencias que contiene Camino, el manual del militante de la Obra de Dios. «El plano de la santidad que nos pide el Señor —señala, en cambio, Escrivá en la máxima 387— está determinado por estos tres puntos: la santa intransigencia, la santa coacción y la santa desvergüenza.» Estos tres planos de la santidad que debe observar el militante de la Obra son más bien los tres escalones de una santa eficacia inconfesada, que es la sustancia ideológica que va a hacer funcionar el aparato de la Obra de Dios. Dentro de Camino existen otras muchas máximas que hablan de la santa intransigencia. He aquí una selección de ellas: «Un hombre, un... caballero transigente volvería a condenar a muerte a Jesús» (máxima 393); «La transigencia es señal cierta de no tener clara la verdad. Cuando un hombre transige en cosas de ideal, de honra o de Fe, ese hombre es un... hombre sin ideal, sin honra y sin Fe», (máxima 394); «Aquel hombre de Dios, curtido en la lucha, argumentaba así: ¿Que no transijo? ¡Claro!: Porque estoy persuadido de la verdad de mi ideal. En cambio, usted es muy transigente...: ¿Le parece que dos y dos sean tres y medio?¿No?..., ¿ni por amistad cede en tan poca cosa? —Es que por primera vez se ha persuadido de tener la verdad... ¡y se ha pasado a mi partido!» (máxima 395); «La santa transigencia no es intemperancia» (máxima 396); «Sé intransigente en la doctrina y en la conducta. Pero sé blando en la forma. —Maza de acero poderosa envuelta en funda acolchada. —Sé intransigente, pero no seas cerril» (máxima 397); «La intransigencia no es intransigencia a secas: es la "santa intransigencia". No olvidemos que también hay una «santa coacción» (máxima 398). Un grupo de jóvenes investigadores que trabajó en 1967 sobre los aspectos lingüísticos de la sociedad, dentro de un seminario de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid con una subvención del Congreso para la Libertad de la Cultura, dirigidos por el entonces catedrático de Filología Latina Agustín García Calvo, llegó a utilizar Camino entre sus textos de análisis de vocabulario y de estilo. Según un investigador sobre lingüística de la Universidad de Madrid, que llegó a utilizar Camino entre sus textos de análisis de vocabulario y de estilo, el lenguaje de la obrita de Escrivá contiene un elevado número de irracionalidades lingüísticas, entendiéndose lo de irracional como rasgos no lógicos del lenguaje. Así, el análisis desde el punto de vista formal de Camino pone de relieve el valor de las locuciones fijas o estereotipadas del libro. También puede advertirse cómo, por una parte su valor retórico o impresivo reside justamente en su vaguedad o inmovilidad semántica, su ambigüedad o capacidad para no decir nada preciso; pero cómo, por otro lado, consiste también en el hecho de que esa vaguedad o ambigüedad está oculta, en la apariencia de decir algo preciso, sumamente definido, con que estas fórmulas lingüísticas se presentan. Dentro de las locuciones fijas o estereotipadas se pueden distinguir dos clases: 85
unas, cargadas de la ideología dominante, que por ello mismo carecen de valor semántico en cuanto a mensaje particular que pretenden transmitir; otras meramente introducidas por su capacidad de llenar sitio, completar la línea de la frase, que son expresiones que pueden llamarse de relleno rítmico. Tales locuciones de relleno rítmico, Escrivá hace tan buen uso de ellas como Hitler cuando intercalaba en sus discursos palabras de estribillo. La máxima 520 es una muestra de locución de relleno rítmico: «Católico, Apostólico, ¡Romano! — M e gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer tu "romería" "videre Fetrum", para ver a Pedro». En resumen, el lenguaje de Camino puede ser traducido a un lenguaje «neutro» y en la comparación entre ambos, se observará el elevado número de irracionalidades lingüísticas que Escrivá utilizó en el libro.
C U R R Í C U L O EJEMPLAR
Entre tanto, Escrivá abandonó a su antiguo confesor, el jesuíta Valentín Sánchez Ruiz y pasó a confesarse todas las semanas con José María García Lahiguera, que era entonces director del Seminario de Madrid y muy amigo sobre todo del obispo de Madrid-Alcalá, Leopoldo Elijo Garay, lo cual le iba a permitir acceder directamente a la alta jerarquía eclesiástica. En aquellos tiempos triunfales, además de rector del Patronato de Santa Isabel, obtuvo un puesto oficial con cargo al presupuesto del Estado, al ser nombrado Consejero Nacional en el recién constituido Consejo Nacional de Educación. Se trataba de un obsequio político del ministro de Educación Ibáñez Martín, ya que el fundador de la Obra presumía entonces de conocer perfectamente los problemas de la Universidad española. Así, Escrivá llegó a ser el único sacerdote del clerofcecular que se sentó en el Consejo Nacional de Educación, junto con otros representantes eclesiásticos, entre los que se contaban tres obispos y varios miembros de órdenes religiosas. Como años antes había ido de Zaragoza a Madrid sin llegar a preparar el doctorado, aprovechó la atmósfera de euforia política durante los años triunfales para conseguir el título académico que no había logrado en los doce años anteriores. La tesis trataba ahora sobre la Abadesa de las Huelgas y le bastó solamente con presentar en diciembre de 1939 el trabajo elaborado durante su estancia en Burgos, cuyo título completo era «Estudio histórico-canónico de la jurisdicción eclesiástica nullius diócesis de la Ilustrísima Señora Abadesa del Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas» para obtener la calificación de sobresaliente. Si en diciembre de 1939 obtuvo su tesis por medio de exámenes entonces calificados de «patrióticos», todavía tendrían que transcurrir otros cinco años, hasta que se pudiera publicar como libro. Justificó el cambio de la tesis afirmando que había perdido la biblioteca y la documentación en la destrucción de la casa, lo cual no era cierto, pues antes de la guerra la estantería de su cuarto sólo contenía algunos libros de rezos y todos sus papeles habían sido guardados religiosamente por su madre durante la guerra. En aquellos tiempos bastaba con la sola presentación de la tesis para obtener los diplomas por complacencia política, además del caos administrativo imperante en la Universidad, que no logró restablecer la normalidad académica hasta bien entrado el año 1941. 86
Desde abril de 1939, para recuperar el tiempo perdido a causa de la guerra, se implantaron cursos intensivos en las universidades españolas y fue entonces cuando logró aprobar en septiembre algunas de las asignaturas que tenía pendientes en su licenciatura de Derecho. Corrían «tiempos patrióticos» con exámenes patrióticos y admisiones también patrióticas. Con el doctorado en Derecho, obtenido dos meses más tarde, en diciembre de 1939, por fin Escrivá había conseguido en Madrid su «ampliación de estudios», cumpliendo así con el objetivo que le había traído a la capital de España y que utilizó durante años como pretexto. Para olvidar la humilde extracción social de la familia, Escrivá decidió asimismo solicitar legalmente una transformación del apellido en aquellos tiempos triunfales de la posguerra. José María Escrivá no estaba contento con su nombre ni el apellido paterno. Parecía arrastrar una crisis de identidad desde la ruina del negocio familiar en 1925 con una constante preocupación que pudiéramos llamar onomástica, por lo que introdujo en el nombre original curiosas modificaciones. Ya en el expediente de estudios en el Instituto de Enseñanza Media de Logroño él mismo se firmaba José María Escrivá, con uve y con acento, aunque en el encabezamiento de las autoridades académicas transcribían su nombre como «José María Escriba», con be y sin acento, como así figuraba también en la partida de bautismo, que se conserva registrada en la iglesia catedral de Barbastro." En la época de los años triunfales que entonces vivían en España los vencedores de la Cruzada, Escrivá iba a realizar con su apellido nuevas y deseadas transformaciones. En un edicto publicado en el Boletín Oficial del Estado de fecha 16 de junio de 1940 apareció la solicitud presentada por los hermanos Carmen, José María y Santiago Escrivá Albas en el Juzgado número 9 de Madrid «para modificar su primer apellido en el sentido de apellidarse Escrivá de Balaguer que, según se expresa en el escrito inicial, es el nombre que individualiza a la familia». La justificación que para ello se daba era «que por ser corriente en Levante y Cataluña el apellido Escrivá, dando lugar a confusiones molestas y perjudiciales, se unió al apellido el lugar de origen de esta rama de la familia, la que es conocida por todos como Escrivá de Balaguer». El argumento utilizado en la solicitud de que el apellido Escrivá resulta corriente en Levante y Catalunya es de por sí revelador de las ínfulas del fundador de la Obra de Dios con su deseo de distinguirse en cuestión de apellidos de sus homónimos de provincias, cuando ya estaba establecido en la capital de España. El ministerio español de Justicia autorizó la modificación de apellido, en primer lugar a José María y Carmen Escrivá, por orden del 18 de octubre, y posteriormente a Santiago Escrivá, con otra orden ministerial del 12 de noviembre de 1940. Según Julio Atienza, en su Diccionario Nobiliario, el apellido Escrivá viene de Valencia y es oriundo de Francia y el de Albas ni se menciona. Así, la autorización legal para modificar el apellido afectaba tan sólo al paterno y, como su padre nació en Fonz (Huesca) y su abuelo paterno en Balaguer (Lleida), la catalanización sería doble: de Escriba a Escrivá, más el alargamiento con partícula al añadirle «de Balaguer». En cambio, en el apellido materno, de claro origen catalán, no se introdujeron cambios. Resultaba una vez más la paradoja de ostentar dos apellidos catalanes alguien como él que presumía ser de pura cepa aragonesa 12
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y hay que remontarse a la Edad Media, a los tiempos de la Corona d'Aragó, para entender la catalanización forzada de su primer apellido. Pero no fueron éstas las únicas transformaciones que experimentaron los nombres y apellidos del fundador del Opus Dei, porque tampoco se llamaba «Josemaría» sino «José María» y en su constante preocupación onomástica había decidido unir en la firma sus dos nombres de pila en un sólo nombre, Josemaría, como agradecimiento a San José y como manifestación de su devoción a la Virgen María. Esta es, al menos, la explicación que dan los cronistas oficiales de la Obra de Dios, que remontan la transformación onomástica a la primera fundación de la Obra en 1935. Aunque, según otras fuentes, lo hizo sencillamente para distinguirse años más tarde de cuantos utilizaban en España un nombre de pila tan corriente como José, o como María. Arreglada su identidad, se iba a encargar de arreglar también su curriculum vitae. En uno de los raros documentos autobiográficos que se poseen sobre el fundador del Opus Dei, éste afirmaba en 1943, refiriéndose a sus actividades durante la guerra, que «no interrumpió la labor de dirección de almas ni el Opus Dei, bajo su dirección, dejó de trabajar clandestinamente en tiempos de la dominación marxista y, durante la guerra de España, entre 1936 y 1939, tanto él como sus discípulos padecieron una persecución acerba. Habiendo conseguido llegar audazmente a la zona adicta al Régimen Nacional, por sí mismo o por medio del Opus, consiguió levantar la moral o ayudar a la juventud estudiante que padeció o hizo la guerra. ¡Cuántos caminos recorridos de aquí para allá, por diversos frentes de guerra, consumido a veces por la fiebre, tuvo que recorrer en el ejercicio de su profesión de padre espiritual!» Las actividades apostólicas de la posguerra también son relatadas en el mismo documento autobiográfico por Escrivá, que no escatima los elogios sobre su propia persona. En cuanto a la dirección espiritual, Escrivá señala que «es director espiritual de muchas personas importantísimas, dirigentes de Acción Católica, directores de otras obras nacionales, católicas y culturales, catedráticos de universidad y alumnos, sacerdotes e inclusos religiosos, que acuden todos a él asiduamente porque le consideran como varón dotado del don del consuelo. También dirigió a menudo ejercicios y retiros espirituales a jóvenes y niños de Acción Católica en Zaragoza, Valencia, Lérida, Valladolid, León, Avila, Madrid, etc. En Valencia, en enero de 1941, desempeñó el cargo de director espiritual en la reunión de consilarios de Acción Católica». Según Escrivá, los ejercicios espirituales fueron otro aspecto del incansable apostolado ejercido desde hacía ya muchos años por él mismo y señala que «dirigió muchas tandas de ejercicios espirituales a sacerdotes y religiosos, pidiéndoselo los Reverendísimos Obispos y los Superiores de los Institutos Religiosos. Esta labor la hizo también para los alumnos de muchos seminarios en las diócesis de León, Avila, Segovia, Vitoria, Pamplona, Madrid-Alcalá, Valencia, Lérida, etc. Durante el año 1940 hicieron ejercicios espirituales con él más de mil sacerdotes, entre los cuales estuvieron presentes algunas veces los mismos Reverendísimos Ordinarios del lugar». También afirma Escrivá que «es llamado a menudo por profesores y alumnos de las universidades de muchas ciudades para dirigir ejercicios espirituales o para dar días de retiro espiritual: conviene resaltar la labor realizada recientemente con sus conferencias en la Universidad de Verano de Jaca, que 11
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depende de la Universidad Estatal de Zaragoza. Para hacer más fácil su labor entre los estudiantes de la Universidad le fue concedido por la Santa Sede el privilegio de Altar Portátil, por autorización del 20 de agosto de 1940». Por último, en el juicio acerca de él y de su ministerio, Escrivá señala en el documento autobiográfico que «son rasgos insignes de su carácter, la fuerza de espíritu y también las dotes de organización y de gobierno. La característica especialísima de su labor sacerdotal es el actuar extremadamente generoso con la Jerarquía Eclesiástica, fomentar de palabra y por escrito, en privado y en público, el amor a la Santa Madre Iglesia y al Romano Pontífice». En aquellos años triunfales, Escrivá también obtuvo por medio de una recomendación de Enrique Giménez Arnáu, entonces director general de Prensa, el puesto de profesor de Ética y Deontología durante el curso 1940-1941 en la recién creada Escuela Oficial de Periodismo, cuando ya tenía además la prebenda extraordinaria de miembro del Consejo Nacional de Educación. El puesto de profesor de Etica y Deontología no le exigía demasiado esfuerzo y lo buscó porque seguía necesitando dinero para atender a su familia, formada por su madre y sus dos hermanos, ya que el sueldo de rector del Patronato era muy exiguo. Escrivá tenía la obsesión del apostolado de la prensa, en recuerdo sin duda de los logros de la A C N P con el diario El Debate y otras publicaciones católicas. Pero si Ángel Herrera olvidó su escalafón de abogado del Estado para trabajar de periodista como director de El Debate, Escrivá estuvo de profesor de la Escuela de Periodismo para subvenir a las necesidades económicas de su familia y, desde esta perspectiva, el Opus Dei representa un amasijo de proyectos en donde intervino sobremanera la supervivencia del fundador y de su familia. Ángel Herrera Oria tenía fineza de espíritu, lo que también se llamaba «clase», algo que le faltaba a Escrivá; de ahí que, una vez conseguido el cargo remunerado en la Escuela de Periodismo, se interesó poco por la docencia periodística, tal como ha señalado complacientemente el primer secretario de la Escuela, Pedro Gómez Aparicio: «Creo que hubiera sido un gran periodista de no absorberle sus actividades apostólicas».' Este claro ejemplo de abandono en el trabajo laico y profesional fue tan evidente en Escrivá que hasta uno de sus hagiógrafos reconoció: «aunque atendiese aquellos trabajos con sentido de responsabilidad, estaba claro que no era su dedicación profesional. Sólo quería ser sacerdote...»." Escrivá no se ocupaba en exceso de sus cursos en la Escuela Oficial de Periodismo, porque su interés residía en sacar adelante la Obra de Dios. 14
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PRIMER CENTRO DE ESTUDIOS
El gran paso en lo que Escrivá empezó a llamar «la batalla de la formación» fue dado en Madrid por el todavía incipiente Opus Dei tras el alquiler de una casa burguesa de tres plantas con jardín, situada en la esquina de las calles Diego de León y Lagasca, en el distinguido barrio de Salamanca. La mansión pertenecía a la familia López-Puigcerver que exigió a Escrivá algún documento del obispado en el que se reconociera su personalidad como aval para poder firmar el contrato. Además de los tres pisos de la residencia de la calle Jenner, que funcionaban a pleno rendimiento, alquilaron otro piso pequeño en la cercana calle de General 18
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Martínez Campos como lugar de residencia para Albareda y otros miembros «mayores» del Opus Dei para que pudieran permanecer aislados de los estudiantes. Y, finalmente, la mansión con tres plantas de Diego de León que se convirtió en el primer centro de estudios para la formación de socios numerarios de la Obra de Dios en 1941. La apertura de dicho centro significaba la separación de las actividades académicas asistenciales de las propiamente dedicadas a la formación religiosa. Sólo en el transcurso del primer año después de la guerra, de la docena de seguidores iniciales de Escrivá se había pasado a más de treinta miembros, aunque para ello se tuvieron que simplificar los trámites de ingreso: «Por aquel entonces y de modo excepcional, el Fundador permitió, mediante dispensa, abreviar los plazos de incorporación a la Obra», reconoce José Orlandís, uno de los entonces admitidos. «Yo entré en el Opus Dei en el año 1940 —cuenta Antonio Pérez Tenessa—, y considero que la Obra prosperó más que los demás grupos religiosos de la posguerra, que hacían apostolado entre jóvenes de clase media, porque respondía mejor a las aspiraciones de éstos. ¿Qué ofrecían los demás? En los ambientes universitarios de posguerra la Acción Católica y organizaciones similares se consideraban blandengues. Como decía un compañero mío, mucha piedad, poco estudio y nada de acción. Después de la guerra la gente quería algo que tuviera más garra y el Opus Dei ofrecía la clase de llamada que por entonces deseábamos los universitarios católicos idealistas, aquello de la Falange de mitad monjes mitad soldados. »Muchos de los que entramos en la Universidad de la posguerra queríamos empezar una etapa completamente nueva, en nuestra vida y en el país. Queríamos hacer algo importante, una España grande, nos habían metido en la cabeza todo aquello de la Hispanidad y del Imperio hacia Dios. Ahora comprendo que parte de aquel fervor religioso era falso, pero las iglesias estaban llenas y la religión era un título de legitimación social. En los jóvenes se mezclaba la religión, el patriorismo y la austeridad. Por contar un detalle, en la Universidad de Valencia, a las doce de la mañana, se escuchaba por los altavoces el rezo del Ángelus, una operación de la que estaba encargado José Manuel Casas Torres, director de Radio Valencia y miembro de la Obra. «Entonces, en aquel ambiente llega una institución que, con mucho misterio, con prohibición absoluta de hablar de ello, te plantea el que tú has sido elegido por Dios, que puedes ser santo, que vamos a hacer la conversión al cristianismo de la ciencia, reclutando a las mejores cabezas, con una disciplina militar... y aquello prendió en bastante gente, sobre todo en la que no tenía simpatías por la Falange, que también decía algo parecido. Por otra parte, aquello representaba un modo de vida más atractivo que el de los religiosos. Lo de ser laico, estar en medio del mundo, representaba un atractivo adicional. Por eso, creo, el Opus Dei prendió enseguida y ya en 1942 había casas en Madrid, Barcelona, Valencia, Valladolid y Sevilla». El número de miembros del Opus Dei no sobrepasaba, sin embargo, las tres docenas en 1940, como se pudo comprobar el día dos de octubre, cuando se reunieron en Madrid todos los militantes de la Obra para celebrar junto a Escrivá la fiesta de los Ángeles Custodios. La Obra de Dios iba a necesitar aún varios meses para alcanzar a comienzos de 1941 el tope de los cincuenta miembros, señalado en la máxima 806 de Camino: «Necesito cincuenta hombres que amen a Jesucristo, 19
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sobre todas las cosas». Escrivá hacía también referencia en Camino a los orígenes, en la máxima 820: «No juzgues por la pequenez en los comienzos»; y en la máxima 821: «No me olvides que en la tierra todo lo grande ha comenzado siendo pequeño. — L o que nace grande es monstruoso y muere». Tan reducido número no les había impedido abrir la residencia de la calle Jenner en Madrid, más dos pequeños pisos, uno en Valladolid y otro en Barcelona, los cuales venían a sumarse al de Valencia. Si el padrino de los primeros tiempos del Opus Dei en Valencia fue el vicario general de la diócesis, Antonio Rodilla, en Valladolid fue Daniel Llórente, canónigo de la catedral y capellán del Colegio de Lourdes. Detrás de ese «actuar secretamente y sin ruidos», al que se refería Escrivá, resueltos victoriosamente con un «de Balaguer» añadido para que no hubiera confusiones, la Obra también tenía problemas de afirmación de identidad en aquella época. Si la fundación de la Obra apostólica para varones universitarios, puesta en marcha por Escrivá en Madrid, fue hacia 1935; el nombre de la Obra de Dios, justo con su traducción latina Opus Dei comienza a generalizarse más tarde, después de la guerra. Era una obra en femenino, que luego se convierte en masculina y se empieza a hablar del Opus Dei. Solía utilizarse comúnmente al referirse a la organización la expresión «la Obra de Dios» o «la Obra», y más raramente «Opus Dei», donde existía el problema de su traducción latina, «la Opus Dei»; siendo los fieles seguidores de Escrivá para solventar el problema quienes utilizaron la expresión, al usar corrientemente entre ellos el artículo masculino en lugar del femenino. Así, «la» Opus Dei en lenguaje coloquial se convirtió en «el» Opus Dei, expresión viril que estaba más acorde con el espíritu fascista de la época. Sin embargo, cuando eclesiásticos durante la posguerra afirmaron que la expresión era litúrgica nunca hubo un desmentido por parte de Escrivá, íntimamente satisfecho de aquella feliz coincidencia, un azar objetivo que favorecería sus planes para la puesta en marcha definitiva de su organización. Así, según estas divagaciones, la expresión «Opus Dei» era utilizada como referencia a los cultos que se celebran en el presbiterio, la zona «sacralizada» del templo católico, y por ello un intelectual católico, J. L. López Aranguren habla de «un movimiento que ha osado tomar su nombre: Opus Dei, de la liturgia». Por su parte, fray Justo Pérez de Urbel, de la orden de San Benito, que llegó a ser abad mitrado por su militancia franquista de la abadía de Cuelgamuros en el monumental Valle de los Caídos, señaló que «la expresión Opus Dei se encuentra media docena de veces en la regla de San Benito, pero con un sentido muy distinto. Según el fundador de la Orden Benedictina, nadie debe ser admitido en el monasterio, "si no es solícito con respecto al Opus Dei"; en otra, San Benito ordena que "nada se anteponga al Opus Dei", y en otra indicando lo que él entiende por Opus Dei, pide a los monjes que cuando, a media noche, toca la campana a maitines, "se apresuren todos para llegar a punto al Opus Dei". En suma, para San Benito, el Opus Dei es la oración, y en especial, la oración litúrgica, el diálogo con Dios y por extensión, la vida espiritual». En el libro En tierra extraña, L i l i Alvarez, teórica de la espiritualidad seglar en España, ofrece otra versión que difiere de la anterior, pero que completa lo que significa «Opus Dei», desde el punto de vista del culto religioso: «De idéntica mane21
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ra los enrejados tupidos que, como celosías, separaban en las abadías y catedrales la nave del presbiterio, o sea, el recinto donde se celebran los misterios santos del Opus Dei, de ése en el cual se amontona y deambula el vulgo son también expresivos de esa distancia y separación en las cuales eran mantenidos los fieles». 23
NO HAY ESPACIOS VACÍOS
La Obra de Escrivá creció al comienzo de los años cuarenta en una coyuntura propicia por el auge de la Iglesia y la represión totalitaria; pero este crecimiento no presagiaba aún las enormes redadas al copo en un tiempo récord en los años posteriores ni el crecimiento que desbordó ampliamente las ilusiones de los momentos heroicos de la primera fundación, con los primeros votos y la vida en común, allá en el año 1935. El núcleo originario de miembros del Opus Dei, durante su periodo embrionario, acumuló una experiencia organizativa sobre las sociedades secretas que luego utilizó cuando la cruzada de Franco cambió radicalmente la orientación ideológica en España. La acogida favorable que encontraron sociedades secretas como la masonería en la tan controvertida clase media española, explica también el impacto posterior del Opus Dei en la sociedad española. Hay quienes rastrean en todo esto, y con razón, una de las pretendidas claves del crecimiento posterior del Opus Dei, ya que el Opus Dei se presentaría como una celosa organización que respetaba íntegramente la doctrina católica y como tal se convirtió en el banderín de enganche o más bien el imán , no sólo en España, de ciertas élites clericales; pero es menos sabido que este atractivo que pretendía ser original ha reposado, en definitiva, en su calidad de sociedad secreta debido, sobre todo, al proceso de iniciación por el cual las personas se convierten^en miembros de la organización. Para los masones, el secreto es la consecuencia natural de la organización. «Alcanzado ese estadio es casi imposible a un ser humano», señalan los masones, «de hacer conocer plenamente su experiencia interna, que llega a ser entonces por naturaleza un verdadero secreto». Para mayor abundancia, el secreto sería citado explícitamente en las Constituciones internas de 1950 como una de las reglas de funcionamiento del Opus Dei, cuya organización escalonada en grados será semejante a la de las logias masónicas. Cuando se estudia de cerca el Opus Dei es curioso descubrir paso a paso el peralelismo que tiene con la masonería, desde las técnicas de proselitismo y reclutamiento al proceso de iniciación, desde los diversos grados de afiliados y la utilización de números múltiplos de tres al papel inferior concedido a las mujeres y desde la creación y satelización de organismos paralelos hasta la utilización de símbolos ocultistas con una «significación que los demás no verán». Desde esta perspectiva, tanto el Opus Dei como la masonería, pueden ser calificadas de sociedades secretas para iniciados, a pesar de su interés en afirmar lo contrario. El Opus Dei iba a ocupar lentamente, en la Iglesia española de la posguerra, el papel que la masonería ocupó entre los liberales españoles del siglo xix. El arraigo que tendría entre los católicos españoles se puede explicar en parte gracias a esto: si la Iglesia planteó denodadamente la lucha contra el liberalismo y la masonería, el Opus Dei como espuria Ave Fénix nacida de las cenizas de una institución masóni24
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ca se convierte en el banderín de enganche de franquistas y fascistas clericales españoles, para más tarde llegar a serlo en el extranjero. Al comienzo de los años cuarenta, Manuel García Morente, famoso catedrático de Filosofía de la Universidad de Madrid después de haber sufrido varios intentos de captación, quiso entrevistarse con Escrivá para saber lo que era el Opus Dei y, al final del encuentro, Morente le vino a decir como resumen de la idea que se había hecho: «Entonces el Opus Dei es como la Institución Libre de Enseñanza, pero con sentido católico». A lo cual respondió Escrivá, visiblemente molesto, que todo lo que se le ocurría acerca de la Obra era reducirla a una institución pedagógica-política, cuando su pretensión era de que fuera algo más. Dos intelectuales españoles contemporáneos, J. L. Aranguren y A. Tovar coinciden en sus referencias masónicas sobre la Obra de Dios. Para Antonio Tovar, «el Opus Dei en sus comienzos estaba pensado sin duda como organización secreta. Empezaba por imponérselo la copia que se habían propuesto de los métodos supuestamente masónicos de la Institución Libre de Enseñanza» y según José Luis Aranguren, «la historia universitaria del Opus Dei es, en muchos aspectos, una parodia de la Institución». Si no la masonería, al menos las sociedades secretas aparecen claramente en las referencias del fundador del Opus Dei. En Camino, máxima 833, llega a escribir: «¿No ves cómo proceden las malditas sociedades secretas? Nunca han ganado a las masas. — E n sus antros forman unos cuantos hombres-demonios que se agitan y revuelven a las muchedumbres, alocándolas, para hacerlas ir tras ellos, al principio de todos los desórdenes... y al infierno. —Ellos llevan una simiente maldecida». En la máxima 115 hizo referencia, metiendo en el mismo saco a ateos, masones y protestantes: ««Minutos de silencio». —Quédese esto para ateos, masones y protestantes, que tienen el corazón seco. Los católicos, hijos de Dios, hablamos con el Padre Nuestro que está en los Cielos». Pero el texto de esta máxima sería posteriormente suavizado, sustituyéndose la elocuente frase de menosprecio «quédese esto para los ateos, masones y protestantes» por un democrático «dejadlos para los que tienen el corazón seco». En la máxima 849 hace así mismo una leve referencia a «volterianismos de peluca empolvada o liberalismos desacreditados del siglo xix». Los designios oscuros que reflejaba la máxima 844, «¡Qué hermosas casas nos preparan!», llegaron a tener en el transcurso de los años una claridad meridiana y para muchos comentaristas esta máxima escrita antes de 1934 es una alusión neta a los organismos científicos del Estado que Escrivá imaginaba controlados por la Institución Libre de Enseñanza. Desde esta perspectiva conviene no olvidar que la idea inicial que tenía el Padre Escrivá al fundar la Obra de Dios era principalmente de constituir un movimiento de jóvenes intelectuales católicos que pudiera oponerse a la acción de la Institución Libre de Enseñanza. Tomando ejemplo de la eficaz labor secreta de la masonería, quiso organizar también en secreto su Obra para combatir a los enemigos con sus propias armas. El Opus Dei, que arraigó primeramente en individuos y núcleos intelectuales de la clase media provinciana, necesitó el aniquilamiento en 1939 de las sociedades secretas españolas, que tradicionalmente tenían raíces en la clase media, para 26
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fortalecerse él mismo. En esta campaña aniquiladora, la Obra de Dios, organización embrionaria, participó indirectamente junto con la Iglesia y diversos grupos clericales: fue la Falange directamente o el aparato represivo del Estado formado por Policía y Ejército, los brazos ejecutores de la sangrienta represión que sirvió de colofón a la Cruzada. Y de esta manera los miembros de la Obra de Dios y de otras organizaciones católicas españolas pudieron presentarse más tarde sin sangre en las manos y sentirse además tenuemente desligados de la chocarrera gritería de la Victoria.
C O N S E J O SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
Sin ninguna limitación de raíz política y a través de turbios cauces clericales, el Opus Dei hizo a finales de 1939 su primera aparición en la vida pública española por el escotillón del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Había llegado la hora de la revancha. Se trataba de apoderarse de los organismos culturales que habían trabajado eficazmente durante la República para modernizar la educación y sembrar en ella las exigencias críticas, sin las cuales todo pensamiento es una ficción. Para ello, el núcleo de primeros miembros de la Obra de Dios encontró desde el primer momento en la Dictadura de Franco los apoyos para borrar esas exigencias críticas y clericalizar las apariencias de ciencia e investigación. Así ayudó a crear el Consejo de Investigaciones Científicas y se apoderó de la apariencia de técnica y búsqueda intelectual, lo cual utilizó como anzuelo poderoso para captar nuevos adeptos y reportaría de paso una suculenta tajada financiera. En la Universidad, las cátedras estaban devastadas y organismos como la Junta de Ampliación de Estudios quedaron desmantelados. La huella de la Institución Libre de Enseñanza parecía borrada. Una coyuntura excelente que no iban a desaprovechar los personajes que entraron en escena. Un miembro de la Obra de Dios, Florentino Pérez Embid, los describiría más tarde como «un grupo pequeño, pero compacto y bien preparado profesionalmente, de jóvenes profesores pertenecientes al Opus Dei, guiados por don José María Escrivá con una orientación firme y lúcida, que interviene decisivamente en la puesta en marcha de algunas empresas científicas, llamadas a adquirir un amplio desarrollo». La orientación en el grupo era firme y los propósitos estaban ya definidos. Escrivá en 1939 sabía lo que quería; es decir, tenía conciencia cierta de sus propósitos. «Yo le oí muchas veces decir (...) que la sustancia de nuestro apostolado consistía en introducirnos en las instituciones civiles, para transformarlas desde dentro», asegura Fisac uno de los primeros miembros de la Obra. «Había una frase que repetía mucho, nosotros trabajaremos con los medios y edificios del Estado». Dos textos de Camino ayudan a esclarecer los propósitos del ambicioso sacerdote que estaba a la cabeza del grupo inicial del Opus Dei en 1939. Resulta patente que cuando Escrivá escribía la máxima 844 de Camino pensaba en los edificios de ladrillo rojo, sede de la Fundación Nacional de Investigaciones Científicas durante la República: «¿Levantar magníficos edificios?... ¿Construir palacios suntuosos?... Que los levanten... Que los construyan... ¡Almas! —¡Vivificar almas..., para aquellos edificios... y para estos palacios! ¡Qué hermosas casas nos preparan!» 30
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Otro texto de Camino apunta en el mismo sentido: «¡Cultura, cultura! —Bueno: que nadie nos gane en ambicionarla y poseerla. —Pero la cultura es medio y no fin» (máxima 345). Para el Opus Dei la cultura representaba un medio y hasta la propia religión otro, aunque sus miembros intentaban deshacerse en explicaciones para afirmar lo contrario. Así se aceptaba, tanto la religión como la cultura, por su utilidad para concretar ciertos objetivos que también podrían alcanzarse por otros medios. Conviene tener en cuenta que en otros países occidentales la actitud científica había dejado de ser hace mucho la antagonista militante de la religión. Pero éste no era el caso de España, donde la actitud científica seguía siendo antagonista militante de la religión y la Iglesia católica negó entonces con los hechos que ciencia y religión podían ser complementarias. Este antagonismo clásico entre ciencia y religión lo seguiría apoyando el Opus Dei como lo expresa claramente la máxima 836 de Camino: «Servir de altavoz al enemigo es una idiotez soberana; y, si el enemigo es enemigo de Dios, es un gran pecado. —Por eso, en el terreno profesional, nunca alabaré la ciencia de quien se sirve de ella como cátedra para atacar a la Iglesia». O en la máxima 750: «Oyeme, hombre metido en la ciencia hasta las cejas: tu ciencia no me puede negar la verdad de las actividades diabólicas. Mi Madre, la Santa Iglesia —durante muchos años: y es también una laudable devoción privada— ha hecho que los Sacerdotes al pie del altar invoquen cada día a San Miguel, «contra nequitiam et insidias diaboli»— contra la maldad y las insidias del enemigo». Los progenitores inmediatos del Consejo fueron José Ibáñez Martín y José María Albareda Herrera. Ya en plena Guerra C i v i l , Ibáñez Martín y Albareda trazaron planes sobre lo que iba a ser, terminada la contienda, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Albareda era catedrático de Instituto de enseñanza media y pertenecía al Opus Dei desde 1937; Ibáñez Martín, también catedrático de Instituto y diputado de la C E D A en la República, es nombrado por Franco, cuando finaliza la guerra civil, ministro de Educación Nacional y de él dijo su correligionario Pemán que era más franquista que Franco, en otras palabras que era «un servidor tan incondicional del Régimen, que iba muchas veces por delante de él». Ibáñez, que acababa de ser nombrado ministro, había llamado a Albareda para encargarle un borrador sobre el gran organismo de investigación que había sido tema tan frecuente de sus conversaciones, primero en la embajada de Chile en Madrid donde estuvieron refugiados y luego en Burgos, la capital de la Cruzada. Después de varias entrevistas con el ministro, que iban puliendo sucesivos borradores, la idea había quedado plasmada, pero faltaba el nombre de la institución. En la residencia de la calle Jenner, Albareda acompañado de otros miembros de la Obra de Dios fue descartando nombres hasta que salió el nombre de Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Relaciones Culturales y unos meses después, el 24 de noviembre de 1939, se promulgó la ley de creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Por decreto del Gobierno, era nombrado secretario general José María Albareda Herrera. La centralización de toda la investigación científica en un único organismo estaba pensada para evitar duplicidades y para el máximo aprovechamiento de los recursos humanos y técnicos. El CSIC se iba a ofrecer a los universitarios españoles como una prolongación de las actividades desarrolladas en las facultades y en 12
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las escuelas superiores. La independencia respecto a la Universidad, en algún modo necesaria (el silencio de la investigación lejos del tumulto de las aulas, el diferente nivel de preparación entre el joven universitario y el investigador maduro, etc.) se solucionaba radicalmente separando el CSIC de la Universidad. Esta independencia salió largamente favorecida en el presupuesto del Régimen: el Consejo Superior de Investigaciones Científicas fue ininterrumpidamente dotado desde 1939 con sumas de dinero cuyo control escapaba al propio ministerio de Hacienda. Rubricado por Franco, el decreto-ley constitutivo del CSIC apareció publicado en el Boletín Oficial del Estado del 24 de noviembre de 1939 y proclamaba solemnemente con la fraseología habitual de aquellos tiempos que, entre otros propósitos, se iba a renovar la gloriosa tradición científica de la Hispanidad: «España tiene que mantener con relieve que conviene a su grandeza las relaciones (...) que la vida cultural implica (...) de modo especialísimo con aquellos (países) sobre los que proyecta los indelebles caracteres de su señorío espiritual». Otros objetivos que figuraban en el preámbulo del decreto-ley constitutivo del Consejo eran «la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias, destruida en el siglo xvm» y «un franco y seguro retorno a los imperativos de coordinación y jerarquía». El decreto-ley concluía con la siguiente consigna: «Hay que imponer, en suma, al orden de la cultura las ideas que han inspirado nuestro glorioso Movimiento, en las que se conjugan las lecciones más puras de la tradición universal y católica con las exigencias de la modernidad». Tras su creación, otros decretos-leyes posteriores terminaron de perfilar la estructura del Consejo, utilizando los cruzados de Franco el árbol de las ciencias de Raimundo Lulio como modelo y emblema. Miembros del Opus Dei entre ellos Escrivá, conocían las obras de Raimundo Lulio, originario de Mallorca, que vivió durante el siglo xm y llegó a ser beatificado por la Iglesia católica. El frondoso árbol luliano parecía que iba a encontrar siete siglos más tarde en España, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas su representación más genuina y exacta. Y todo este gigantesco árbol que el CSIC pretendía hacer realidad, se alzaba sobre los mismos quebrantados cimientos que el resto del edificio de la educación española en 1939, bien fuera la enseñanza superior o la impartida en escuelas, institutos y universidades laborales. No obstante, la estructuración del C S I C fue presentada entonces como algo extraordinario que se adelantó al mundo entero, al tratar de impulsar la investigación española en todos los campos, y que posteriormente se crearon, en los países más adelantados de Europa, organismos similares. Aquello no era cierto, pero qué importaba, nadie iba a contradecirlo en una Europa convertida en escombros durante la Segunda Guerra Mundial. Tras la promulgación del decreto-ley de creación del CSIC, Ibáñez Martín ocupa la presidencia; fray José López Ortiz, un claro ejemplo del clérigo franquista militante, llamado familiarmente «tío José» por los miembros del Obra, ocupa la vicepresidencia y como encargado de la coordinación y secretario general es nombrado José María Albareda. Detrás de Albareda y el «tío José» se encontraba evidentemente Escrivá ambicionando de llevar a la práctica cuanto antes sus ideas. El nacimiento del CSIC iba a representar un regalo extraordinario para la naciente Obra de Dios, dado el vacío existente en la intelectualidad española y porque se convertiría en la primera plataforma de apostolado. 14
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Conviene señalar, sin embargo, en descargo de Escrivá que él sólo estaba obsesionado por el hacer, «por la obra», por el rendimiento en el sentido literal de la palabra y allí en el CSIC iba a encontrar tarea apostólica para algunos años. Poco importaba que el CSIC fuera un organismo para promover la investigación científica en un país donde a los clérigos o a las monjas se les permitía enseñar hasta sin títulos académicos y sectores sociales enteros pasaron por las deficiencias religiosas en materia de enseñanza, convencidos por la fuerza de que la «educación moral» era lo más importante, y para esto estaban Escrivá y sus muchachos, destinados por «el mando» para corregir todo lo malo que había habido hasta entonces en la investigación científica española. Escrivá ofrecía a la Jerarquía eclesiástica y al Régimen de Franco un grupo de universitarios, militantes católicos asegurados a todo riesgo contra las contaminaciones heterodoxas. ¿Quién podía negarle el acceso al control de la investigación y de la cultura? El Consejo, sin embargo, no partía de cero. Contaba inicialmente con los centros que había creado y promovido la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, que durante la República se habían agrupado, en su mayoría, en un nuevo organismo denominado Fundación Nacional de Investigaciones Científicas. Estos bienes pasaron a manos del CSIC en virtud del artículo 10 del decreto-ley constitutivo: «los bienes de todas las clases pertenecientes a la disuelta Junta para Ampliación de Estudios y a la Fundación Nacional de Investigaciones Científicas pasarán al Consejo Superior de Investigaciones Científicas». La dotación de medios puesta a disposición del naciente Consejo fue desorbitada si se compara con otros organismos del Estado franquista de la época. Respondía con ello el Régimen a la política de escaparate en la que se había empeñado para poder exhibir más adelante, cuando diera sus frutos «la magna labor-cultural» que entonces iniciaba: basta señalar, como ejemplo, el caso de las construcciones escolares, que se destinaron tan sólo 84 millones de pesetas entre 1945 y 1950, para las enseñanzas primaria y secundaria, mientras que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Ciudad Universitaria de Madrid recibieron 483 millones de pesetas, es decir, más de cinco veces la mencionada cantidad.' El CSIC tuvo desde 1939 una personalidad jurídica propia y pudo, en consecuencia, adquirir, administrar, gravar y enajenar toda clase de bienes y, en general, realizar todo acto jurídico de carácter patrimonial. Estaba previsto además que los ingresos ordinarios del CSIC procedieran de las asignaciones que figuraban en los Presupuestos Generales del Estado, así como de subvenciones estatales y de otras corporaciones, asociaciones públicas y particulares. También del producto de la venta, tradicionalmente deficitaria, de publicaciones y trabajos de centros e institutos del CSIC, de la recaudación por cualesquiera otros servicios propios, de los legados, fundaciones y donativos de terceros. Una anécdota de los meses inmediatos al final de la Guerra Civil revela claramente, al margen del énfasis de los discursos y grandilocuencia de los textos de la época, lo que Ibáñez Martín y Compañía pensaban de lo que era la ciencia y sus cultivos. Visitó al citado ministro en su despacho Ramón Menéndez Pidal para plantearle el problema de la publicación de uno de los volúmenes de la Historia de España por él dirigida en la editorial Espasa Calpe, que había sido escrita por Claudio Sánchez Albornoz. Pidió Menéndez Pidal a Ibáñez Martín que considerase el problema del libro prohibido por la censura sin leerlo, y que, si en verdad 5
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estaba escrito por un político republicano, trataba de historia medieval, sin la menor alusión a la contienda civil y a la política actual. El ministro, lejos de facilitar la publicación, pretendió consolar a su visitante diciéndole poco más o menos: «No se preocupe, don Ramón, que a cualquier muchacho de éstos le enviamos un par de años al extranjero, le publicamos algo, le elogiamos en los periódicos, y ya tenemos otro Sánchez Albornoz».' Ibáñez se refería, sin duda alguna, a los jóvenes militantes de la Obra de Dios que, siguiendo los consejos de Escrivá, estaban siendo promocionados por Albareda. Las fuentes de financiación del naciente Opus Dei se basaron durante los años triunfales de la posguerra en un modesto flujo de sueldos de los primeros profesionales, junto con las pensiones de los estudiantes albergados en pisos y residencias, más algunas ayudas políticas reservadas. Alberto Moneada en Historia oral del Opus Dei, libro que recoge el testimonio de antiguos altos responsables del Opus Dei, señala que hasta que empezó la actividad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas los asuntos económicos fueron mal para la Obra y cuando había mucho apuro, Escrivá iba a entrevistarse con el entonces capitán de navio, Carrero Blanco, que se hizo amigo suyo y de los fondos de libre disposición de Presidencia del Gobierno, le daba de vez en cuando alguna cantidad de dinero." La cuestión económica, tradicionalmente deficitaria en el Opus Dei, había sufrido un cambio sintomático después de la guerra en lo que respecta a la financiación: se pasó de las limosnas de ricas familias amigas en los años de la República a los fondos reservados del Estado franquista a partir de 1940. Carrero Blanco, que había nacido en 1903, era un año menor que Escrivá y había sido llamado a desempeñar en mayo de 1940 las funciones de subsecretario de la Presidencia de Gobierno, lo que le convirtió desde aquella fecha en colaborador directo del general Franco. La amistad con Escrivá procedía de unos contactos que Carrero, cuando era miembro de la Junta Técnica Nacional de Acción Católica, mantuvo entonces con el fundador del Opus Dei. También la amistad de Escrivá con el ministro Ibáñez Martín, a través de Alba-^ reda, iba a dar buenos dividendos, no sólo en el terreno académico, gracias al Consejo Superior de Investigaciones Científicas.'* La extensa nómina de investigadores, con el acaparamiento de sueldos al cobrar simultáneamente por varios puestos, llegó a ser una constante entre los miembros del Opus Dei que controlaron el Consejo. La decisión tomada en 1939 de crear el CSIC obligó sobre todo, a la construcción de nuevos edificios y Albareda, investido ya en su cargo de Secretario General del CSIC, no dudó en encargar las obras a su consocio en el Opus. el arquitecto Ricardo Fernández Vallespín. Otro arquitecto miembro de la Obra. Miguel Fisac, hizo por indicación de Albareda un anteproyecto de adaptación del auditorium del Instituto-Escuela para convertirlo en iglesia del Espíritu Santo, que gustó mucho al ministro y le encargó el proyecto. La iglesia del Espíritu Santo se situaría en el centro del complejo de edificaciones del CSIC. Pronto Fisac se convirtió en el principal responsable y se dedicó completamente al diseño y puesta en ejecución de las obras. Se trataba de una fórmula administrativa muy flexible que favoreció los intereses del Opus Dei: el arquitecto recibía dinero a cuenta y después iba haciendo certificaciones de la obra ejecutada. 6
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Paralelamente, otros socios como Jorge Brosa, Rafael Escola y Fernando Delapuente constituyeron pequeñas sociedades, con la aprobación de los superiores jerárquicos del Opus Dei, para suministrar materiales o servicios a las obras del Consejo. Así nacieron la compañía Eolo, dedicada al transporte, y Eosa dedicada a la construcción. Pero pronto la actividad de estas sociedades quedó congelada porque el margen de beneficios era muy pequeño y las necesidades económicas apremiaban. Afortunadamente, los honorarios profesionales de Miguel Fisac como arquitecto y realizador de proyectos para el CSIC fueron creciendo en importancia y los socios del Opus Dei para obtener más dinero llegaron hasta realizar sobrefacturaciones en las obras del Consejo, las cuales se prolongaron a lo largo de más de cinco años. Así, los honorarios de Fisac se convirtieron en una de las principales fuentes de financiación del naciente Opus Dei, pues aunque con el paso del tiempo, otros socios conquistaron cátedras de Universidad, los salarios académicos de entonces no daban para mucho más que el mantenimiento de una o dos personas. Y cuando había alguna emergencia, siempre estaba dispuesto Escrivá a pedir ayuda a su correligionario Carrero Blanco, que se prestaba gustoso a sacarle de apuros con los fondos secretos de la Presidencia del Gobierno. La fórmula repetida por Escrivá hasta la saciedad «se gasta lo que se deba, aunque se deba lo que se gaste», que podría resumir el pensamiento económico del Opus Dei, encontró fiel reflejo en la realidad de aquellos años triunfales, cuando Escrivá exigió tener a su disposición un lujoso coche «igual o mayor que el de los ministros», mientras en los pisos de la Obra se veían obligados a hacer economías hasta en las comidas de los socios numerarios. 41
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A S A L T O D E L A UNIVERSIDAD
Sería en el campo de la educación y, más concretamente, de la docencia universitaria, donde el Opus Dei iba a recibir las primeras adhesiones fuera del reducido núcleo originario de los tiempos de la República. La enseñanza impartida por la Iglesia católica nunca había alcanzado en España, salvo rarísimas excepciones, un nivel universitario. Representaba, pues, un golpe de audacia increíble que un organismo universitario como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) pasara en 1939 a estar bajo el control del Opus Dei y que el ministro de Educación Nacional, José Ibáñez Martín, hubiera dado luz verde a sus proyectos. Pero téngase en cuenta que uno de los objetivos de la cruzada de Franco era volver a conquistar la universidad perdida para la Iglesia desde hacía varios siglos y todo aquello representaba los primeros pasos en una pretendida reconquista. La nueva política de educación universitaria la describió el propio ministro, Ibáñez Martín, en los discursos de apertura de los cursos 1939-1940 y 1940-1941. «Queremos sobre todo una Universidad subyugada con fuerte disciplina a los intereses materiales y morales de la Patria (...) Haremos que un mismo pensamiento y una misma voluntad sean nota común de los afanes del profesorado (...) Ha de ser un empeño del nuevo Estado impedir que las actividades científicas puedan en ningún caso ser instrumento perverso contra los sagrados principios de la Patria.» La 99
Ley de Ordenación Universitaria de 1943, consagra ya esos «intereses materiales y morales» cuando afirma que la Universidad «acomodará sus enseñanzas a las del dogma y de la moral católica y a las normas del Derecho Canónico vigente» y, «en armonía con los ideales del Estado Nacionalsindicalista, ajustará sus enseñanzas y sus tareas educativas a los puntos programáticos del Movimiento». Y en la sesión plenaria de las Cortes que aclamó esta misma ley, Ibáñez Martín dijo de modo claro que «(...) lo verdaderamente importante, desde el punto de vista político, es cristalizar la enseñanza del Estado, arrancar de la docencia y la creación científica la neutralidad ideológica y desterrar el laicismo, para formar una nueva juventud, poseída de aquel principio agustiniano de que mucha ciencia nos acerca al Ser Supremo»; y continuaba: «...la ley no rehuye ningún medio eficaz para esta magna empresa...». Por su parte Albareda, como miembro del Opus Dei, mostraba mayores cautelas, insistiendo en la necesidad de la tradición clasico-cristiana para el hombre moderno, sin la que no puede encontrar la anhelada salvación. Otro miembro de la Obra, Calvo Serer, al analizar la situación, hablaría más tarde de «un catolicismo que emprende victoriosamente la tarea de recristianizar su cultura». Y también llegó a reconocer públicamente que «quienes hemos vivido la terrible angustia de un catolicismo minoritario en el orden político liberal, no podemos sentir vacilaciones cuando emprendemos la realización de la única salvación posible: la impregnación de toda la vida nacional de un sentido católico». Aunque estaba separado de la Universidad, el CSIC era considerado un organismo universitario y allí convergieron los hilos de oposiciones y concursos para cubrir las cátedras desvastadas por la Guerra Civil, allí se concedían las becas y bolsas de estudios, se regalaban premios y se falsificaban prestigios. La penetración realizada por la Obra de Dios en la enseñanza superior se realizó principalmente a través de lo que se denominó en aquella época «el asalto a las cátedras». Los objetivos que alcanzaron los socios del Opus Dei con la penetración lenta y progresiva en el escalafón universitario fueron, en los primeros años, unos objetivos de prestigio; pero no hay que olvidar que el catedrático por lo general «crea escuela», la cual a su vez se dispersa, apoyándose mutuamente los colegas en nuevas oposiciones. Los catedráticos socios del Opus Dei aprovecharon este mecanismo social y lo reforzaron con los métodos de apostolado que estaban adquiriendo dentro de la Obra de Dios. El asalto, sin embargo, no se limitó a las cátedras universitarias y hubo también penetración en otros cuerpos de élite de la Administración española como el Consejo de Estado, en donde miembros del Opus Dei como Antonio Pérez Tenessa y José Luis Villar Palasí ingresaron como letrados, pero fueron pocos en comparación con los miembros del Opus Dei que iniciaron el asalto a las cátedras. Aquello que Ibáñez Martín llamó «abrir de par en par las puertas a una generación no contaminada de pasados errores» iba a afectar en primer lugar a las cátedras universitarias. Gran parte de los hombres capaces de España, la mayor riqueza que un país posee, hijos del pueblo o que se habían incorporado a su lucha, fueron exterminados. Los fusilamientos, la cárcel, la depuración, fue el precio que pagaron en España quienes habían luchado contra todo lo que Franco representaba. El panorama de las cátedras era desolador, principalmente en Madrid y Barcelona, donde enseñaban los hombre más valiosos, y cuyas cátedras eran las más preciadas. El 100
estado subsiguiente en que quedó España tras la guerra y el impasse político de la Segunda Guerra Mundial imposibilitó en un principio el funcionamiento normal de la universidad y de las cátedras universitarias. El curso 1939-1940 fue «perdido», en expresión de estudiante, aunque no para efectos académicos. Durante el curso siguiente, 1940-1941, la vida en la universidad española no alcanzó la normalidad hasta bien entrado el año 1941. La solución de urgencia fue el traslado a Madrid y a Barcelona de mediocres catedráticos de provincias partidarios de Franco y así «se llenan las filas semivacías de los claustros madrileños —señaló un miembro del Opus D e i — con la flor y nata de las universidades de provincias». Con Ibáñez Martín en el ministerio de Educación Nacional, los escasos socios del Opus Dei no se iban a beneficiar tanto de los traslados como de las nuevas oposiciones convocadas para recubrir los huecos en el escalafón de catedráticos. Se ha polemizado y vertido mucha tinta sobre el procedimiento de las oposiciones para catedrático en España y en donde se utiliza el mismo mecanismo desde el siglo xix: el opositor a cátedra debe pasar una serie de pruebas ante un tribunal compuesto de cinco miembros. La diferencia con épocas anteriores estribó en que Ibáñez Martín, en calidad de ministro de Educación, nombraba a dedo entre 1940 y 1951 los cinco miembros del tribunal, saltándose así todos los reglamentos que establecían un turno democrático entre los catedráticos numerarios de universidad para figurar como miembro en los tribunales de oposiciones. Este método expeditivo favoreció, sobre todo, a los socios del Opus Dei, que ocupaban desde la plataforma del C S I C una posición inmejorable cuando se iniciaron las primeras oposiciones, que pronto convirtieron en operación política, hasta el punto que para designar a los concursos de oposición se llegaría a utilizar en medios universitarios el neologismo «opusiciones». Sin embargo, no sólo fue el Opus Dei quien comenzó a aprovechar el vacío que existía en 1939 en la universidad española. La Asociación Católica Nacional de Propagandistas ( A C N P ) inició también por su parte el asalto de las cátedras, aunque el Opus Dei los iba a sobrepasar con largueza. En los artículos, libros y discursos de los dirigentes de la A C N P , la conquista de la Universidad, disfrazada en términos más moderados de «presencia de los católicos en la universidad», se convirtió en una obsesión permanente, que influyó además en los proyectos de Escrivá de un modo decisivo. Basta señalar como dato revelador que socios del Opus Dei como Laureano López Rodó y Alberto Ullastres se impregnaron de esta doctrina cuando trabajaron en la posguerra como profesores de Derecho y Economía en el Centro de Estudios Universitarios (CEU), que había sido montado por los propagandistas católicos desde los tiempos de la República. Hasta 1940 no fueron convocadas las primeras oposiciones a cátedra que fueron tres en el mes de octubre, veintinueve en noviembre y cuatro en diciembre. Después, desde enero hasta mayo de 1941 no se convocó ninguna oposición, debido a los enfrentamientos políticos entre diversos clanes del franquismo, especialmente falangistas contra católicos de la A C N P y del Opus Dei. Los dos primeros miembros del Opus Dei que ingresaron por medio de oposiciones «auxiliares» fueron José María Albareda y Ángel Santos Ruiz. Ambos ganaron en noviembre de 1940 la fácil oposición a cátedra convocada para ellos en la facultad de Farmacia de la Universidad de Madrid. La cátedra de Albareda, 44
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Mineralogía y Zoología aplicadas a la Farmacia, resultaba disparatada ya que unía a dos mundos tan dispares como minerales y animales, pero era una prueba más de lo que eran entonces capaces aquellos cruzados de la ciencia y obligó a su titular a explicar durante la mitad del curso escolar los minerales y en la otra mitad los animales. Posteriomente, el farmacéutico Albareda, hijo a su vez de farmacéutico, consiguió con métodos parecidos la cátedra de Geología Aplicada en la facultad de Ciencias y se convirtió en un gran especialista en edafología y todo lo relativo a la ciencia de los suelos. Los otros miembros del Opus Dei que ganaron oposiciones a cátedra, además de Albareda y Santos Ruiz, aparecieron en 1942: González Barredo en el mes de abril; Botella Raduán y Orlandís en mayo; Calvo Serer, Rodríguez Casado y Jiménez Vargas en junio; y Díaz Domínguez en julio del mismo año. Es el primer ataque en tromba a las cátedras por parte de los escasos miembros del Opus Dei. El reconocimiento legal del obispo de Madrid-Alcalá, Eijo Garay, como «pía unión» diocesana en marzo de 1941, había representado una inyección de ánimo para todos ellos. Por otra parte es revelador el hecho que varios de los nuevos catedráticos opusdeístas proviniesen del Colegio Juan de Ribera en Burjasot. Considerado como un vivero de estudiantes empollones, el Colegio Ribera, situado en los alrededores de Valencia, albergaba becarios que cursaban estudios universitarios y gracias a una selección rigurosa mantuvieron un alto nivel de rendimiento intelectual que dio fama al colegio. Por allí pasaron Laín Entralgo, López Ibor y otros destacados personajes intelectuales de la dictadura. Fundado por el arzobispo Juan de Ribera en el siglo XVII, el Colegio de Burjasot fue en la posguerra uno de los lugares donde el Opus Dei reclutó algunos miembros. Desde el final de la Guerra C i v i l algún que otro huésped del Colegio ingresó cada curso en el Opus Dei y a ello colaboraba su director y amigo de Escrivá, desde la estancia de ambos durante la guerra en Burgos. En un primer balance realizado sobre «el asalto a las cátedras» aparecía que treinta y cinco catedráticos numerarios de la Universidad española, que ganaron las oposiciones entre 1942 y 1950, se hallaban vinculados al Opus Dei. La media de edad de todos ellos, treinta y un años aproximadamente, resultaba elevada aunque sin forzar los límites fijados, que para un opositor normal a cátedra oscila entre 25 y 35 años de edad. Analizando además las cátedras se observa una cierta regularidad cada año, ya que la penetración de los socios de la Obra de Dios en las cátedras universitarias españolas fue lenta y progresiva. Si se analiza el asalto a las cátedras por facultades universitarias fueron trece las cátedras de Filosofía y Letras más ocho de Derecho, sobre un total de treinta y cinco, lo que significa que «las humanidades» representaban más de la mitad y derriba la teoría del predominio de «las ciencias» mantenido más como una cuestión de imagen que una realidad por el Opus Dei. Las cátedras de contenido científico controladas por miembros de la Obra fueron siete en Ciencias, cuatro en Farmacia y tres en Medicina. Hacia 1950 tuvo lugar en Roma una escena en la embajada de España ante el Vaticano cuando, en presencia del entonces embajador Ruiz Giménez, alguien dio a entender ante Escrivá que el Opus Dei iba al asalto de las cátedras universitarias utilizando toda especie de procedimientos, el fundador replicó agriamente y afirmó 47
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con énfasis que no veía cómo jóvenes bien dotados y consagrados a la Iglesia podían interesarse en ocupar injustamente puestos de profesores en oscuras universidades de provincias con riesgo de comprometer su salud eterna por un sueldo irrisorio. El asalto a las cátedras universitarias realizado por los socios del Opus Dei sirvió más tarde para abastecer el embrión de universidad instalado en Pamplona con unas cuantas facultades, Filosofía y Letras en su rama de Historia, Derecho y Medicina fundamentalmente, en donde necesitaron un 75% de catedráticos numerarios para lograr el pleno reconocimiento como Universidad por parte del Estado. J. L. Aranguren señala, por ello, «la paradoja de que lo que va aparecer como primera Universidad católica en España no sea una fundación de la Iglesia en cuanto tal, tampoco de las grandes órdenes religiosas tradicionalmente dedicadas a la enseñanza, y ni siquiera de las agrupaciones seglares poseedoras de un historial en este orden —Acción Católica, Propagandistas Católicos— sino por una organización como el Opus Dei aparecida, como quien dice, ayer mismo. Fortuna audaces juvat».** La puesta en marcha, también en los años inmediatos a la Guerra Civil española, de la Residencia de la Moncloa, convertida más tarde en Colegio Mayor con el mismo nombre, sirvió para que el incipiente Opus Dei ampliara el reclutamiento de adeptos entre la juventud universitaria española de la posguerra. A estos dos niveles, profesores y alumnos, se redujo la labor del Opus en la andadura de sus primeros pasos apostólicos y, a partir de las dos bases de reclutamiento, el CSIC como matriz y el Colegio Mayor Moncloa como incubadora, creció el Opus Dei en los primeros cinco años de la década de los cuarenta. Aunque también iniciaron entonces otras actividades tentaculares. Así desde el CSIC, el grupo de primeros miembros del Opus Dei se dispuso a intervenir en la enseñanza media y cuando comenzó a funcionar en 1939 el Instituto Nacional de Enseñanza Media Ramiro de Maeztu, en Madrid, precisamente frente a la sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la presa resultaba atrayente y a la vez fácil para los ambiciosos socios del Opus Dei. Albareda, secretario general del C S I C , fue inmediatamente nombrado por Ibáñez Martín director del Instituto Ramiro de Maeztu y desde entonces comenzaron las prolongadas maniobras del Opus Dei para controlarlo. Como vicedirector sería nombrado Tomás Alvira, que acompañó a Escrivá y al primer grupo de seguidores de la Obra en el viaje iniciático por los montes Pirineos. Además de ser catedrático de ciencias naturales en la enseñanza media, Alvira ocupó durante años como segundón de Albareda el oscuro puesto de secretario del Instituto de Edafología, que se había convertido en un verdadero centro táctico de operaciones del Opus Dei dentro del CSIC. Alvira siempre fue tratado con circunspección por Escrivá, al igual que Albareda, como si estuviera contaminado no sólo por su matrimonio sino también por participar antes de la guerra en las actividades del Instituto-Escuela, una de las proyecciones educativas de mayor importancia de la Institución Libre de Enseñanza. La preocupación de Escrivá era evitar sobre todo cualquier posible identificación con la Institución Libre de Enseñanza. Albareda también había participado antes de la guerra en las actividades de la Junta de Ampliación de Estudios, pero su amistad con Ibáñez Martín allanaba cualquier obstáculo y Escrivá utilizó aquellos contactos políticos sin ningún escrúpulo. 103
GRUPO DE BARCELONA
El grupo de Barcelona, formado por Alfonso Balcells, Alfonso Par, Rafael Termes y su hermano, Raimundo Pániker y Rafael Escola G i l , había tomado derroteros diferentes, ya que algunos de sus miembros frecuentaron la Universidad en tiempos de la República: Balcells, por ejemplo, fue delegado escolar durante cuatro años. Por todo ello, empezaron a utilizar como trampolín para su apostolado en Barcelona la delegación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, desde la cual sería lentamente introducida la Obra de Dios, así como también el libro Camino. Albareda, secretario general del CSIC y miembro de la Obra, solía decir en los comienzos del Consejo que éste partía de dos «cabezas», Barcelona y Madrid, para extenderse por todo el país. ¿Qué milagro ocurrió para que el manual del Opus Dei fuera lectura fácil entre la burguesía catalana? ¿Qué talismán lleno de seny habían encontrado en la Obra de Escrivá y en sus adeptos? El deslumbramiento de los jóvenes burgueses catalanes cuando leían las máximas de Camino o comenzaban a desvelar los secretos de la Obra de Dios aparece reflejado en el siguiente testimonio: «Estos y otros conceptos sonaban en los oídos de los jóvenes formados en los colegios de religiosos o que habían soportado la asignatura de "religión" en los cursos de bachillerato y en la Universidad, como algo nuevo y liberador. Por esa misma razón el Opus Dei constituyó una nueva tentación para ciertos jóvenes catalanes. Para aquellos que, ya sea directamente, ya sea por el ambiente familiar, habían vivido antes de la Guerra Civil la entrada del nuevo catolicismo en Cataluña a través de la Federado de Joves Cristians de Catalunya, el escoltismo, las nuevas escuelas, el movimiento intelectual expresado principalmente por El Matí, etc. Pero el desengaño se produjo muy pronto en los espíritus capaces de crítica. Fácilmente se admitió que lo que el Opus Dei ofrecía no era más que un nuevo tinte exterior pegado encima del más típico y anacrónico "catolicismo español", que venía, además, doblado de espíritu y disciplina fascistas». Por supuesto, que ese desengaño se produjo tan sólo en ocasiones excepcionales, porque los espíritus capaces de crítica no abundaban entre los burgueses católicos catalanes que, en su mayor parte, habían encontrado en el alzamiento de los militares en 1939 la salvaguardia de sus intereses y cuando llegaba a sus manos ^1 libro Camino lo leían con aprovechamiento porque hallaban en su lectura la caución espiritual que respaldaba, frente a la «chusma» popular, su maltrecha identidad de «caballeros». Y hubo hijos de la burguesía catalana que se unieron al Opus Dei, porque parecía un modo de superar la «rutina del catolicismo», querían tomarse en serio la religión, cumplir todas las exigencias que impone el Evangelio y como miembros del Opus Dei aspiraban a ser la milicia de Cristo. El padrino más importante con que contó el Opus Dei en esta época en Barcelona fue Fernando Valls Taberner, nacido en 1888 y fallecido en 1942. Primogénito de una de las familias que ha abastecido con sus miembros las listas de socios del Opus Dei fue, según un correligionario suyo, «una difícil y equilibrada simbiosis de apostolado religioso, investigación científica, promoción cultural y acción política y financiera». Contribuyó decisivamente a la puesta en marcha de la delegación barcelonesa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y avaló también las exiguas actividades del Opus Dei en sus comienzos apostólicos en Catalunya. 49
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Femando Valls Tabemer, ingresó muy joven en la Lliga Catalana y fue diputado del parlamento regional en 1932. Con anterioridad había sido desterrado por la dictadura de Primo de Rivera. En 1936, huyó de Barcelona refugiándose en Italia cuando era Duce Mussolini. A los pocos meses volvió a España y, en 1937, en compañía de Eugenio Montes, recorrió América del Sur buscando apoyos políticos para el Movimiento de Franco. Escribió Palabras del momento (1930), En las horas confusas (1934), de título revelador, y en 1939, Reafirmación espiritual de España, donde justificaba el levantamiento franquista y teorizaba sobre el fascismo y los problemas regionales. Escribió además en catalán monografías sobre la historia medieval de Catalunya. Era aficionado a la música y a la bibliofilia, todo ello unido a gerencias de empresas y a consejos de administración. Falleció prematuramente en la posguerra española a los 54 años de edad. Posteriormente, varios sobrinos suyos, los Valls Arno, se incorporaron a la Obra de Dios, destacando como financieros. En aquellos años triunfales de la posguerra, un miembro influyente de la Compañía de Jesús, el padre Vergés, mantuvo algunas escaramuzas con el primer núcleo de socios del Opus Dei en Barcelona. Como director de las Congregaciones Marianas, el padre Vergés amenazó con la expulsión a cualquiera que asistiese a algún acto de del Opus Dei y denunció como «traidores» a los que se habían adherido a la Obra. Esta no tardó en responder y los jesuítas pudieron comprobar que el Opus Dei, organización todavía muy modesta y cuya situación material era por entonces difícil, representaba para ellos un terrible concurrente. Desde este momento, adoptaron una actitud crítica respecto a la Obra, actitud que apenas se ha desmentido después. Comenzaron a circular rumores en Barcelona, a los que, verosimílmente no era ajena la Compañía de Jesús. Se censuraba ya el carácter secreto del Opus Dei: se le acusaba de prácticas más o menos heterodoxas; se afirmaba, por ejemplo que sus miembros se negaban a tener cruces sobre las que figurase la imagen de Cristo». Una de las razones de la animosidad de los jesuítas hacia el Opus Dei se debía a la astucia de los miembros de la Obra, que instalaron el primer piso para la captación apostólica de estudiantes universitarios en la calle Balmes, muy cerca de la sede de la Congregación Mariana en Barcelona y la acusación de que el Opus Dei «robaba vocaciones» corrió como reguero de pólvora en medios clericales. Se habló entonces que el Opus, con sus vocaciones laicas, pretendía nada menos que «vaciar los noviciados y seminarios», tan poblados y prósperos en aquellos años de la posguerra. 52
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A P O Y O S ECLESIÁSTICOS
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas fue aprovechado por el Opus Dei como instrumento de contacto con la jerarquía de la Iglesia católica en España, en la búsqueda sobre todo de apoyos políticos y de conseguir favores del episcopado. La parte más franquista de la jerarquía eclesiástica tomó directamente al Opus Dei bajo su protección y lo cubrió tanto política como canónicamente, hallando Escrivá en el episcopado franquista sólidos apoyos porque se desvivía para servirles y era siempre muy obsequioso con ellos. 105
Desde la creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, fray José López Ortiz, luego obispo de Tuy y vicario general castrense, ocupó la vicepresidencia del CSIC. Fray José, que era llamado familiarmente el «tío José» por «el Padre» y sus hijos dentro de la Obra, representaba el claro ejemplo de clérigo agustino promocionado por los propagandistas católicos que se habían pasado a las filas del Opus Dei. El obispo de Madrid-Alcalá y patriarca honorario de las Indias Occidentales, Leopoldo Eijo Garay, que desempeñaría un papel decisivo durante la posguerra en la promoción legal del Opus Dei, era presidente del Patronato Raimundo Lulio, director en sus comienzos del Instituto de Teología y su nombre aparecía frecuentemente como organizador de semanas de estudios teológicos, bíblicos y de Derecho Canónico en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Eijo Garay era, por otra parte, asesor de educación religiosa y moral del Frente de Juventudes, la organización juvenil de la Falange. No está de más detenerse en este conspicuo personaje. Era gallego de nacimiento, pero su habla tenía un deje andaluz adquirido en su etapa de Sevilla. Obispo de Madrid-Alcalá desde los tiempos de la República, nunca alcanzó a ser arzobispo como ambicionaba ni ascendió al cardenalato por una negativa constante por parte del Vaticano. Más franquista que Franco, fue director del Instituto de España, procurador y consejero del Reino, además de presidente de la Comisión de Educación de las Cortes franquistas. Con su muerte, acaecida en 1963, perdió la Iglesia de la Dictadura uno de sus prelados más señeros y el Opus Dei un gran apoyo para su causa. Su sucesor Casimiro Morcillo, franquista moderado, fue obispo auxiliar de Madrid-Alcalá entre 1943 y 1950, arzobispo de Zaragoza y obispo honorario de Agatápolis, luego arzobispo de Madrid a la muerte de Eijo Garay. Mantuvo buenas relaciones con el Opus Dei, aunque sin comprometerse en exceso y nunca alcanzó las cotas de entusiasmo que su predecesor en el cargo sentía por la Obra. Como caso excepcional de simpatizante del Opus Dei entre los obispos españoles cabe señalar a Santos Moro, obispo de A v i l a , quien estuvo enterado desde 1935 del nacimiento de la nueva milicia de Cristo y seguía con interés las evoluciones del proyecto; Escrivá le mantenía informado hasta por carta. Santos Moro era el «obispo santo» mencionado por Escrivá en la máxima 168 de Camino y durante la posguerra se convirtió en uno de los pilares seguros con que contó la 1 Obra a través de él; Escrivá se relacionaba con sus colegas del episcopado. Otro obispo incondicional de la Obra fue Marcelino Olaechea, que ayudó a Escrivá durante la guerra cuando era obispo de Pamplona y utilizó sus influencias ante su colega de Barcelona, Gregorio Modrego, cuando ocurrió el conflicto con el jesuíta Vergés y las Congregaciones Marianas. El que fue administrador apostólico de la diócesis de Vitoria y gran amigo de Escrivá, Xavier Lauzarica, que había prologado en marzo de 1939 el libro Camino, luego de ser obispo de Vitoria y arzobispo de Oviedo, terminó su brillante carrera eclesiástica loco de atar, recluido en un manicomio. Otros miembros del episcopado español y colaboradores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas fueron el obispo de Salamanca, Barbado Viejo, y el de Victoria, Carmelo Ballester. Además de José María Bueno Monreal, amigo personal de Escrivá y llamado «Pepe» Bueno por los íntimos de la Obra, luego obis106
po de Jaca y cardenal arzobispo de Sevilla; Pedro Cantero Cuadrado, obispo de Barbastro y Huelva, posteriormente arzobispo de Zaragoza; José María García Lahiguera, confesor de Escrivá desde 1939 hasta 1944, obispo auxiliar de Madrid, obispo de Huelva y arzobispo de Valencia. Hubo también eclesiásticos y otros miembros del episcopado español que apoyaron las empresas científicas y apostólicas de los primeros tiempos del Opus Dei, como Laureano Castán, obispo de Sigüenza-Guadalajara; Enrique Delgado Gómez, obispo de Almería; Abilio del Campo, obispo de Calahorra; Juan Hervás, obispo de Mallorca y fundador de los Cursillos de Cristiandad; Francisco Peralta, profesor del seminario de Zaragoza, nombrado posteriormente obispo de Vitoria; Silvestre Sancho, religioso dominico y capellán mayor de Prisiones en 1943; etcétera. En los orígenes del Opus Dei, Escrivá frecuentaba eclesiásticos sin relieve, aunque con poder, como Vicente Ballester Domingo, religioso salesiano y secretario particular del obispo Marcelino Olaechea; el vicario de la diócesis de Valencia, Antonio Rodilla; Fidel Gómez Colomo, secretario del cardenal y nuncio en España Tedeschini; etc. Más tarde, en los años de posguerra, comenzó a ser conocido en las curias y a relacionarse con la jerarquía eclesiástica principalmente a través del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pero hasta los años cincuenta no comenzó a codearse y a tratar de tú a los obispos. Hubo una parte del episcopado que no simpatizó con el Opus Dei, pero se guardó mucho de mostrar alguna hostilidad pública. El cardenal arzobispo de Sevilla, Pedro Segura, y quien ocupaba la silla primada de Toledo, Enrique Pía y Deniel, obispo que había sido de Salamanca durante la guerra, se mantuvieron distanciados de la Obra y se comportaban fríos y corteses con Escrivá cuando les solicitaba una audiencia, siempre con el objeto de conseguir algo.
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Batalla canónica Nueva milicia en la Iglesia. — Enfrentamientos. — Pía Unión diocesana. — Reglamento interno. — Segunda fundación en 1941. — Asociación de fieles. — Tercera fundación 1943-1944. — Ingeniero de Dios. — Constituciones internas.
N U E V A MILICIA EN LA IGLESIA
Los escasos militantes del Opus Dei estaban dispuestos a representar en la escena política y social de la posguerra el papel de los nuevos intelectuales católicos, que iban a fundamentar la España de Franco en los mismos ideales colectivos que tuvo por lo menos en su Siglo de Oro, desterrando para siempre los materialismos de la reciente República. También llevados de la mano de Escrivá se iban a presentar entonces como una nueva y misteriosa organización católica que podía compararse con los jesuítas pero «de paisano» y «sin miedo a enseñar los pantalones». Por otro lado, en el interior de la Obra el aspecto a la vez fluido y dinámico del grupo universitario en sus orígenes, estaba siendo relegado lentamente por un con- ^ junto de prácticas y creencias muy dogmáticas y ultraconservadores, siempre con el objetivo a largo plazo de lograr un puesto de honor y su afianzamiento dentro de las estructuras de la Iglesia. El afán de poder de Escrivá, que se encuentra en los mismos orígenes del Opus Dei, no aparecía a simple vista. El mesianismo de Escrivá, forjado en años de privaciones, cuando decía que se encontraban «como las plantas recubiertas de nieve», se podía reducir a un mecanismo psicológico compensatorio de su fuerte personalidad. No obstante, después de haberles relatado señales divinas que él consideraba inequívocas, Escrivá se presentaba ante los ojos de sus seguidores con una dignidad de mesías, de personaje real y a la vez imaginario de cuya intervención se esperan grandes horizontes y la solución de la vida. Los escasos miembros de la Obra, por otra parte con una confianza inmotivada o desmedida en Escrivá, cayeron fácilmente, por los tiempos que corrían, en un 1
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mesianismo donde el fundador era el Padre bienhechor que esperaban para ser dirigidos, en otras palabras, un mesías enviado por Dios para salvar a la Iglesia católica de su estado de postración que duraba ya siglos. Todo ello recubierto, claro está, con «el manto de la humildad», una falsa humildad que escondía de hecho la enorme soberbia de creer que el Opus Dei con su fundador a la cabeza representaba a la élite y eran los mejores hombres de la cristiandad. En aquellos años triunfales los primeros miembros poseían más identidad de grupo, siendo todos varones célibes y universitarios, empezando también a llamarse con cierto despego «socio» en lugar de «miembro», pues consideraban que pertenecían a una empresa moderna de apostolado; aunque luego resultaba que tan feliz invención era una copia, pues ya utilizaban anteriormente la expresión de socio los miembros de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas ( A C N P ) . Hubo quienes comentaron en voz baja la desfachatez de un cura como Escrivá que había copiado de todo el mundo y todavía pretendía ser original, aunque semejante impostura para algunos tenía algo de genial. «Somos ciertamente una familia, pero somos además una milicia. Una familia sin cargar con los inconvenientes del afecto carnal y una milicia, con la fuerza y la preparación para la lucha, con una disciplina más severa», solía repetir Escrivá. También añadía: «La Obra actúa por medio de socios que se expanden, a manera de rayos, a partir de un centro donde se situaba él, como fundador, alcanzando cada uno su esfera de acción propia según su cultura y sus capacidades». De igual manera que el vendedor de talismanes, personaje atractivo de la literatura fantástica oriental que prometía «tendrás el mundo en tus manos», Escrivá ofrecía dentro del Opus Dei una vida de ascesis que conduciría a la cima de las actividades profesionales. A los ascetas del Opus Dei ofrecía un largo y áspero camino, sembrado de rezos, meditaciones, cilicios y mortificaciones. La revitalización del cristianismo estaba muy condicionada por la renovación de la liturgia. Los jóvenes universitarios españoles pertenecientes a la generación de la posguerra, tan exigentes con el estilo, se quedaban arrobados cuando veían un altar escueto de líneas severas. La hermandad cristiana empezaba a restablecerse, no por la distribución del trigo de los graneros de España sino por la distribución del Pan Litúrgico en la misa. Casi todos ellos se dejaban inflamar por el fervor misionero de algún cura fanático y hasta, en algunas ocasiones habían asaltado centros protestantes en las capitales de sus provincias respectivas. Ellos mismos se consideraban «aristócratas del espíritu» aunque sólo en muy raras ocasiones pertenecían a la aristocracia de sangre o de dinero. Ellos querían protagonizar el ascenso imparable de las clases medias, aunque convendría mejor decir, del ascenso de la clase media española facistizada por el franquismo. Por su aspecto solía ser un muchacho de lentes, serio y grave, que había llegado a la Universidad de Madrid procedente de una provincia española. Su padre era un discreto abogado o un oscuro militar; tal vez propietario agrícola. Burguesía acomodada, desde una posición de privilegios ridículos, siempre con el objetivo de sacar adelante sus propias carreras personales. Pertenecían al bando vencedor por muchos lazos: por el de la catolicidad, por el de una ideología aristocráticamente falangista, por razones familiares, por todo; pero se sentían al mismo alejados de la represión totalitaria o, lo que es lo mismo, de la carnicería política. Por dos razones fundamentales: porque les olía mal la sangre corrompida y 2
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por estética. Eran capaces de admirar la «gallardía juvenil» de José Antonio Primo de Rivera y, sobre todo, su «aristocrática exigencia de estilo», pero no les gustaban los jerarcas de Falange ni el franquismo descarado de sus publicaciones ni los sindicatos verticales. Ellos estaban para otra cosa: su ideal era la salvación de las almas. Pertenecían a lo que se denominó luego como la «generación de la posguerra», descrita por uno de ellos como «aquella generación de jóvenes universitarios españoles, serios, rigurosos, que entre los años cuarenta y los cincuenta prometían ser los futuros prohombres de la regeneración moral del país. Eran los apóstoles de aquella legión regeneradora que sentía al catolicismo como misión, a la Hispanidad como destino, y a la política como moral; que fundaban publicaciones ardorosas y que habían hecho suya la sublime pamplina aquélla de «mitad monjes y mitad soldados». En este contexto, el Opus Dei comenzó a ofrecer un estilo de vida propio que parecía convincente. La palabra «estilo», pronunciada y escrita por entonces hasta la saciedad era un concepto en perpetua búsqueda de su propia definición, vocablo prestigioso con unas resonancias aristocráticas que intentaban concederle un valor per se, como un guiño dirigido a halagar los bajos instintos de las clases acomodadas, invitadas a la participación y al ascenso al sentirse imbuidas de su misión ejemplificadora. «Escrivá nos enseñó a conjugar la dignidad con la pobreza», reconoce Pedro Casciaro, uno de los primeros miembros del Opus, refiriéndose al estilo típico de la ascendente clase media española de la posguerra. Sin embargo, como señala Carmen Martín Gaite, repasando las publicaciones de la época, cuajada de adjetivos como impasible, viril, señero, altivo, entusiasta, pujante, augusto e imperial, saltaba a la vista su ineficacia como catecismo de aplicación concreta para un pueblo con las heridas en carne viva, harto de descalabros y ansioso de consuelo, que difícilmente podía sentirse aplacado por aquella palabrería y mucho menos reflejado en ella. Este escamoteo de la experiencia viva, sustituida por la mención a cosas que parecían ocurridas en el país de los sueños, es una de las claves más importantes para entender también el desconcierto y la ceguera con que la mayoría de los jóvenes de ambos sexos llegaban al matrimonio, o creyendo tener una vocación religiosa con un nuevo estilo se adherían al Opus Dei. Así se entiende que la mística de la masculinidad exaltada por Escrivá en Camino correspondía a su época y como bien señala Carmen Martín Gaite, esta mística de la masculinidad venía exaltada ya en los tebeos de aventuras dedicado a los niños. El niño español no había que educarlo en la pasividad, convenía que se identificara desde la primera edad con aquellos héroes de papel como el Guerrero del Antifaz, infatigablemente luchadores e indefectiblemente victoriosos. 3
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ENFRENTAMIENTOS
Una de las pruebas que tuvo que superar Escrivá y el núcleo originario de militantes del Opus Dei durante los primeros años de la posguerra española fue el recelo de sus colegas eclesiásticos. Resultaba extraño para algunos católicos españoles que un nuevo movimiento encabezado por un sacerdote rechazara virulentamente la política de los católicos afines a la Democracia Cristiana o, lo que era 110
más grave, robara vocaciones eclesiásticas con el peligro que representaba para la Iglesia vaciar de candidatos a noviciados y seminarios. La hostilidad contra los demócratacristianos era justificada por los miembros del Opus Dei, arguyendo que no estaban dispuestos a comprometer a la Iglesia católica con una política clerical concreta. «No queremos cometer el error de la C E D A durante la República» decían, añadiendo que era por culpa de los llamados «católicos profesionales». En el Opus se defendían siempre atacando con un argumento repetido machaconamente: «Nosotros somos profesionales y católicos, de forma separada, para no comprometer a la Iglesia con nuestras opciones temporales». Razón o argumento aparente con el cual la Obra pretendía persuadir a sus detractores y que en el fondo resultaba ser falso. Por otro lado, las secretas captaciones del Opus de jóvenes militantes de las Congregaciones Marianas de Madrid y Barcelona había colmado el vaso de la paciencia en muchos eclesiásticos, decidiendo en este caso concreto los jesuítas españoles defenderse ante la ofensiva sistemática que provenía de las filas del Opus Dei. El jesuíta Carrillo de Albornoz, director responsable durante aquellos años en Madrid de las Congregaciones Marianas, reprochaba públicamente a los miembros del Opus Dei que, trabajando secretamente, querían ocupar solamente puestos elevados en la sociedad. Por su parte, el jesuita Vergés, con iguales responsabilidades en Barcelona, amenazaba con la expulsión a cualquier alumno de los jesuítas que asistiese a algún acto de la Obra, justificando jurídicamente su posición pues nadie podía pertenecer a otra organización religiosa sin ponerlo en conocimiento de sus superiores, según los estatutos de las Congregaciones Marianas. Los congregantes captados para el Opus Dei tenían prohibido hablar de su doble pertenencia a la hueste de Escrivá y a las Congregaciones Marianas, tanto en Madrid como en Barcelona. Con el secreto habitual que actuaba, aquellos jóvenes simpatizantes de la Obra afirmaban que no estaban autorizados para hablar y en otros casos no quisieron decir nada, por miedo a las represalias. La polémica se elevó de grado interviniendo hasta el nuncio del Vaticano en España, que se dirige en carta fechada el día 3 de julio de 1941 al cardenal Segura, arzobispo de Sevilla y jefe de fila del episcopado ultramontano, tratando de obtener datos e información sobre el Opus Dei: «No desconoce, sin duda, Vuestra Eminencia, la existencia de la institución denominada Opus Dei. Habiendo surgido acerca de ella diversas apreciaciones y encontrados criterios, yo agradecería sinceramente a Vuestra Eminencia tuviera la bondad de manifestarme el juicio que le merece dicha obra y de proporcionarme al mismo tiempo cuantos informes y datos crea convenientes y necesarios al objeto de que yo pueda informar cumplidamente a la Santa Sede en el momento oportuno». El cardenal Segura responde el día 29 de julio de 1941 lamentando que apenas dispone de información, lo cual «indica el carácter rigurosamente secreto con que funciona» y que aún así le consta que el «Sr. Escrivá» se relaciona con dos obispos españoles, pero que ignora «si es una obra política, o social, o de apostolado», concluyendo la carta en estos términos: «confío muy poco para la buena causa de estos modos de proceder tan ajenos a la tradición de apostolado de la Iglesia»." Las indagaciones de la jerarquía eclesiástica respondían a los enfrentamientos ocurridos entre miembros del Opus Dei y la Compañía de Jesús, donde no hubo paz ni armisticio alguno, pero donde mostraba fehacientemente el Opus Dei la 111
agresividad de su apostolado, siendo acusados por sus rivales hasta de canibalismo religioso. Ya estaba dando sus frutos el apostolado de la santa desvergüenza que Escrivá predicaba a sus seguidores y era el fundador de la Obra quien estaba al frente de aquella campaña en defensa de la pillería. En el período comprendido entre 1939 y 1942 con el predominio político de la Falange fronteras para dentro, intramuros de la Dictadura, los miembros del Opus Dei iban a conocer grandes dificultades, aumentando el ambiente de recelo y desconfianza existente entre los vencedores de la guerra civil. Los primeros ataques contra la Obra procedieron de medios eclesiásticos y también de profesores universitarios, a los que luego se sumó la Falange. Se contaba en los mentideros madrileños que en la residencia del Opus Dei de la calle Jenner había abundantes signos cabalísticos, y, sobre todo, una cruz de palo sin crucificado que podía tener una significación oculta que escapaba a los católicos corrientes. La defensa del Opus Dei fue doble; por una parte, los escasos socios del Opus Dei sintieron miedo y, en consecuencia decidieron protegerse legalmente y fundaron una asociación para dar una cobertura jurídica a sus actividades. Esta fachada civil llevaba el nombre de Sociedad de Colaboración Intelectual, en abreviatura S O C O I N . Por otra parte, consiguieron un Decreto del obispo de Madrid-Alcalá, con fecha 28 de marzo de 1940, por el que se concedían indulgencias a quienes besaren la cruz de madera colgada en la residencia de la calle Jenner y curiosamente en el decreto no aparecía ninguna referencia a la Obra de Dios o al Opus Dei: 7
Nos EL DOCTOR DON LEOPOLDO EIJO GARAY, POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓLICA, OBISPO DE MADRID-ALCALÁ Deseando promover en cuanto esté de nuestra parte el divino culto, y fomentar la devoción del pueblo cristiano, dando graciosamente lo que en la misma forma hemos recibido de la Divina Misericordia, sin mérito alguno nuestro, concedemos cincuenta días de Indulgencia a todos los fieles de nuestro Obispado por cada vez que devotamente besaren la Cruz de palo de la residencia de estudiantes de la calle Jenner 6, Madrid y pidieren a Dios Nuestro Señor por la exaltación de nuestra Santa Fe Católica, paz y concordia entre los Reyes y Príncipes Cristianos, extirpación de la herejías y demás fines piadosos de nuestra Santa Madre Iglesia. Dadas en Madrid a 28 de marzo de mil novecientos cuarenta. LEOPOLDO, obispo de Madrid-Alcalá Por mandato de Su Eminencia Reverendísima el Obispo mi Señor, Dr. Juan Marco, secretario.
Pero con aquel decreto no se callaron los rumores, sino al contrario y, según cronistas oficiales del Opus Dei, «las calumnias se hicieron clamorosas y degeneraron en una campaña organizada y sistemática». Entre otras acusaciones, se presentaba a los miembros del Opus Dei como promotores de una exaltación de la condición laica que provocaba la disminución de las vocaciones religiosas y sacerdotales, lo cual conducía a la destrucción del estado religioso cayendo de este 8
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modo en la herejía. Con aquella acusación, se trataba por parte de los jesuítas, de colgar el sambenito de hereje al Opus Dei para intentar frenar en parte el quebranto sufrido en las filas de las Congregaciones Marianas. También los falangistas acusaban al Opus Dei de estar formado por unos jovencitos solteros sospechosos de practicar el homosexualismo al hacer una vida «en comunidad» sin ingresar en el seminario. Asimismo, un celoso catedrático de Derecho Internacional creyó descubrir en un diccionario de hebreo el significado secreto de S O C O I N , la sociedad civil creada por el Opus Dei: figuraba en el diccionario la palabra socoim para denominar una secta rabínica de asesinos. La similitud era tan grande que el paso siguiente fue el de considerar equivocadamente al Opus Dei como una secta judaica de la masonería o, por lo menos, una secta judaica que colaboraba con la masonería. En toda España estaba abierta la veda del hombre y la especialidad de caza de los falangistas era el homosexual y el judío, aparte, claro está, de las especies comunes: masones, comunistas o demócratas de cualquier signo o tendencia. Un suceso pintoresco les había ocurrido a los miembros del núcleo inicial del Opus Dei en Barcelona. Como convivían en un pisito en comunidad y algunos entre ellos no sobrepasaban los veintiún años, esto hizo que tropezasen con algunas dificultades para alquilar el piso y que se pusiera a nombre de uno de ellos, Alfonso Balcells Gorina, que entonces contaba veinticuatro años cumplidos y era, por lo tanto, mayor de edad. Llegó a oídos de los falangistas la historia del piso y sospecharon de aquellos señoritos burgueses que podían ser maricones puertas adentro. Un día apareció un piquete de falangistas: el piso fue registrado, yendo a la cárcel sus habitantes, acusados de homosexualidad y vida en común. Movilizadas influencias y aclarado el equívoco, fueron puestos en libertad a las pocas horas. El celo depurador de los camaradas falangistas fue excesivo y el suceso no tuvo más consecuencias; pero sirvió, en cambio, para que se encontrasen por primera vez dos de las fuerzas políticas decisivas con que contaría Franco para mantener su Dictadura en España: la Falange y el Opus Dei. El hecho de encontrarse fuera de los cauces jurídicos regulares de la Iglesia lo iba a sufrir Escrivá como una autentica maldición y esta situación anómala se reflejó tanto personalmente, desde que llegó a Madrid en 1926, como colectivamente con sus seguidores a partir de 1939. El problema se agravó cuando los miembros del Opus Dei hicieron irrupción en la vida pública de la Dictadura, que se encontraba cuarteada por sus disputas internas desde sus orígenes campamentales en julio de 1936. Las amenazas que se cernieron entonces sobre la Obra ofrecían el peligro de acabar con el proyecto de Escrivá y sus jóvenes universitarios. Se presentó una denuncia contra el Opus Dei ante el Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, que abrió un sumario por actividades masónicas; sin embargo esta jurisdicción especial franquista presidida por un general archivó finalmente el caso. El conflictivo asunto de las primeras actividades públicas del Opus Dei llegó también a ser estudiado por la Junta Política, el más alto organismo decisorio de la Falange. Hubo pavor en las filas del Opus Dei ante ciertas preguntas de los mandos falangistas, cuando estaba aún reciente un suceso en Barcelona, donde fueron acusados de supuesta homosexualidad." 113
Los miembros de la incipiente organización católica decidieron protegerse legalmente y este respaldo protector bajo una dictadura solo podrían encontrarlo con alguna seguridad jurídica dentro de la Iglesia católica. Aconsejado por clérigos franquistas afínes a su proyecto, Escrivá solicitó del obispo de Madrid-Alcalá el reconocimiento como «pía unión diocesana» para el Opus Dei. Entre los que le ayudaron a la preparación del expediente y de aquellos primeros estudios jurídicos destacó José María Bueno Monreal, que ocupaba entonces el cargo de teniente fiscal en la curia diocesana madrileña. Mientras tanto el fundador recomendaba a sus seguidores leer la Vida de San Ignacio del padre jesuíta Rivadeneyra «para que conociesen cuantas y cuan grandes fueron las incomprensiones que hubieron de sufrir el fundador de la Compañía de Jesús y sus primeros compañeros». Escrivá tuvo conciencia cierta en la época que la instalación del primer piso de la Obra en Barcelona, a dos pasos de los jesuítas, iba a ser una provocación y de esta manera ayudaba a alambicar aún más la espiral de conflicto que él mismo había contribuido decisivamente a poner en marcha por simple espíritu de competencia, con la idea de captar espiritualmente a la misma clientela. Con ello, mostraba, sobre todo, el Opus Dei su política sectaria para con otras organizaciones católicas y su objetivo último que consistía en parasitar las organizaciones de la Iglesia católica para convertirse en una Iglesia nueva o paralela. Escrivá atribuía los orígenes de la persecución falangista, entre otros personajes de la dictadura a Pedro Gamero del Castillo, vicesecretario general de la Falange y ministro sin cartera en uno de los primeros gobiernos de Franco, que había frecuentado a Escrivá en la residencia de estudiantes de la calle Ferraz antes de la guerra. Gamero, brillante sujeto, preparaba entonces oposiciones al cuerpo de letrados del Consejo de Estado que ganó en 1936 con el número uno, cuando contaba sólo veinticinco años de edad. Después de la guerra no quiso saber nada del fundador ni del Opus Dei y esta actitud provocaba en Escrivá unas iras tremendas que descargaba acusándole de ser uno de los principales instigadores de un complot político contra la naciente Obra de Dios. Escrivá, que hacía suya la máxima conservadora de Maeztu para quien «ser es defenderse», veía complots en todas partes y demasiados adversarios, competidores e imitadores del Opus Dei en la posguerra. A la pretendida originalidad de la residencia D y A le salieron imitadores y hubo varios intentos después de la guerra para conseguir la aprobación oficial de proyectos parecidos de apostolado universitario ante las autoridades eclesiásticas, que no llegaron a cuajar unos por falta de medios económicos y otros porque el reducido espacio que pretendían llenar con su apostolado en la capital de España ya estaba ocupado por los propagandistas católicos y, en mucha menor escala, aunque con mayores ambiciones, por el Opus Dei. Entre tanto, un inquietante episodio le ocurrió en el verano de 1941 al grupo inicial de miembros del Opus Dei. El obispo de Madrid-Alcalá, Eijo Garay, que se había encargado personalmente de proteger a la Obra de Escrivá, se consideró con derechos suficientes sobre el grupo de militantes del Opus Dei y ni corto ni perezoso tomó la determinación de obligar a todos los miembros de la Obra que habían sido alféreces provisionales durante la Guerra Civil a alistarse manu militari en la División A z u l , enviada por Franco a combatir bajo mando alemán en el frente ruso 10
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y de esta manera cuarenta mil españoles lucieron el escudo con los colores de la bandera española sobre el uniforme del Ejército nazi. Escrivá se encontraba fuera de Madrid dirigiendo una tanda de retiros espirituales y a su regreso se indignó privadamente con aquella injerencia del obispo «protector». Escrivá argumentaba que los miembros del Opus Dei eran muy pocos y se iban a exponer a unos riesgos que no tenían por qué correr. Sin embargo, los miembros del Opus Dei no fueron enviados al frente ruso, porque la oficialidad fue escogida finalmente entre los militares de carrera y los alféreces provisionales no fueron admitidos como mando, librándose los seguidores de Escrivá de ser embarcados para el frente ruso al no aceptar alistarse como soldados rasos. El incidente podía significar un jocoso episodio más de la Dictadura de Franco o el escenario de una bufonada, si se olvida que la División A z u l fue una patética singladura, cuyo número de bajas fue de 12.000 heridos y 4.000 muertos. Hasta 1942, siempre con la Segunda Guerra Mundial como fondo, Falange e Iglesia disputaron su liderazgo ideológico en tres años de hostigamiento mutuo, saldados con serias fricciones entre la jerarquía eclesiástica y el poder político. Pero hacia 1942, cuando los reveses del Eje hacen bajar los humos de la Falange y orientan la liturgia del régimen en otra dirección, con menos saludos azules y mayor dosis de cosmética aliada, la Iglesia española ya podía respirar tranquila, pues estaba a punto de ganar la batalla ideológica por la dominación y el control de la capacidad adoctrinadora del Estado."
PÍA UNIÓN DIOCESANA
La primera fundación en 1935 consistió en una vida en común bajo el mismo techo de varios estudiantes universitarios, dirigidos espiritualmente por Escrivá, junto con la aplicación de reglas estrictas en un plano individual; más tarde, funcionando ya la incipiente Obra como grupo coherente en la posguerra, un primer reconocimiento jurídico resultaba necesario para realizar cualquier actividad social en la época, con lo cual el Opus Dei obtenía unas mínimas señas de identidad eclesiásticas que iban a predeterminar de modo decisivo su futuro. A partir de 1939, uno de los primeros privilegios estrictamente eclesiásticos que obtuvo el fundador del Opus Dei se reducía a la concesión de un altar portátil el 20 de agosto de 1940 «para hacer más fácil su labor entre los estudiantes» de la universidad de verano de Jaca en Huesca, dependiente de la Universidad de Zaragoza. Luego Escrivá consiguió el decreto de concesión de indulgencias por besar la cruz de madera sin crucificado instalada en la primera residencia madrileña del Opus y, por último, con la solicitud de Escrivá llegó su aprobación inmediata como Pía Unión diocesana, uno de los escalones canónicos inferiores de las organizaciones católicas dentro de la Iglesia. En un país como era entonces España, lleno de cruzados apostólicos y de corazones desgarrados de Jesús y de María, a los socios de las pías uniones diocesanas no se les imponía por lo general obligación alguna, admitiéndose incluso hasta los finados. Quienes rezaban cada día un Pater, Ave y Gloria, y abonaban unas pesetillas, podían pertenecer a tales pías uniones donde el mayor beneficio para sus 115
devotos consistía en poder lucrar diariamente centenares de indulgencias parciales y decenas de plenarias al año, con las condiciones de costumbre. La solicitud del fundador en la que se pedía la aprobación del Opus Dei como Pía Unión estaba dirigida al obispo de Madrid-Alcalá: «Excmo. y Rvdmo. Sr. José María Escrivá de Balaguer y Albas, presbítero, a V . E . respetuosamente expone: Que dirige privadamente una labor de apostolado, con la denominación de «Opus Dei» iniciada en Madrid con el beneplácito y bendición de V . E . Rvma. y del limo. Sr. Vicario General, el día 2 de octubre de 1928, y que en el tiempo transcurrido hasta el presente ha dado frutos consoladores de piedad y formación cristiana y de servicio a la Iglesia; y estimando que conviene para la gloria de Dios y servicio de la Santa Iglesia dotar a esta Obra de los caracteres de estabilidad y estado oficial canónico que asegure la permanencia de sus frutos, a V . E . humildemente S U P L I C A se digne dar canónica aprobación a la «Opus Dei» como Pía Unión, en los términos que prescribe el canon 708 del Código de Derecho Canónico, y asimismo se digne aprobar benignamente los adjuntos Reglamentos, Régimen, Orden, Costumbres, Espíritu y Ceremonial que informan y por los que se rige la «Opus Dei»; dejando a la consideración y resolución de V . E designar las personas de esa Curia que hayan de conocer los Reglamentos de la «Opus Dei», dado el carácter de la Obra. Es gracia que no duda alcanzar del corazón bondadoso de V.E. Rvma., cuya vida guarde Dios muchos años. Madrid, 14 de febrero de 1941 José María Escrivá de Balaguer Excelentísimo y Reverendísimo Señor Obispo de Madrid-Alcalá.»
La instancia estaba fechada el 14 de febrero de 1941, Y en ella introdujo de nuevo Escrivá el dato histórico falso sobre la fundación, afirmando que «dirige privadamente una labor de apostolado, con la denominación de Opus Dei, iniciada con el beneplácito y bendición de nuestra Eminencia Reverendísima y del Ilustrísimo Señor Vicario General, el día 2 de octubre de 1928», lo cual no se correspondía con la propia documentación de la Obra que figuraba en el archivo de la diócesis de Madrid-Alcalá. El beneplácito y la bendición de 1928 no correspondían a la realidad, pero a través de tan simple frase, Escrivá intentaba legalizar los años que el Opus Dei estuvo en el limbo de los proyectos y su mentor se encontraba al margen de la Iglesia, sin aprobaciones verbales ni escritas del episcopado. El decreto con la respuesta, firmado por el obispo Eijo Garay, recogía a su vez el dato histórico falso: «... fundado por dicho señor y experimentado con Nuestro beneplácito y de Nuestro Vicario General, desde el año 1928», la fórmula de complacencia del Obispo, recogida textualmente de la solicitud de Escrivá y que figuraba en el derecho de aprobación del Opus Dei representaba un importante espaldarazo histórico que hacía remontar su fundación a 1928, cuando la primera noticia oficial de su existencia correspondía a la solicitud de 13 de marzo de 1935, solicitando capilla y sagrario para la residencia de estudiantes. De esta forma subrepticia, la fecha de 1928 tomaba carta de 12
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naturaleza en el expediente eclesiástico oficial sobre el Opus Dei y se oficializaba el nacimiento de la Obra de Dios en 1928, tal como lo deseaba Escrivá, cuando la primera fundación databa en realidad de 1935 y su desarrollo tuvo lugar en la posguerra española a partir de 1939. No obstante, Escrivá no se sintió satisfecho después de lograr en sólo un mes de plazo decreto de aprobación del Opus Dei como Pía Unión diocesana. «Contra mi voluntad ya está hecho el decreto» dijo Escrivá el 19 de marzo de 1941 cuando ya tenía el documento en la mano. Un detalle revelador de todo lo sucedido fue cuando el fundador en la instancia incluyó el artículo del género femenino por lo que resultaba ser «la Opus Dei», pero el obispo Eijo Garay, releyendo el texto al firmar el decreto, le cambió el artículo a «la Opus Dei» para hacerla más varonil, convirtiéndose en «el Opus Dei», de acuerdo con los vientos de fascismo que corrían por entonces y la propia realidad de la Obra que aún no tenía en sus filas mujeres militantes. Una frase en la solicitud de Escrivá ya hacía referencia al secreto, característica importante dentro del Opus Dei, cuando decía: «dejando a la consideración y resolución de Vuestra Eminencia designar las personas de esa curia que hayan de conocer los reglamentos de "la Opus Dei", dado el carácter de la Obra». Esta característica particular quedaba reconocida el 19 de marzo de 1941 con la respuesta del obispo, donde se señalaba que «para la custodia del ejemplar del Reglamento, etc. se cumplirá lo que en Decreto especial disponemos». Con la misma fecha, el obispo Eijo Garay, en documento aparte, accedía a la demanda: «teniendo en cuenta la discreta reserva que para mayor gloria de Dios y eficacia de la Obra se debe guardar, disponemos del ejemplar de su Reglamento, Régimen, Orden, Costumbres, Espíritu y Ceremonial, se custodien en Nuestro Archivo Secreto». Con lo cual un miembro relevante de la jerarquía eclesiástica española, como era el obispo de Madrid-Alcalá, ayudaba a mantener el secreto de la Obra de Dios desde sus orígenes.
R E G L A M E N T O INTERNO
El Reglamento que acompañaba la solicitud cabía en dos hojas mecanografiadas y debe ser considerado como uno de los textos fundacionales del Opus Dei. El propio Escrivá relataría más tarde que «preparé la documentación que me pedía el obispo. En primer término, incluí lo que era y habrá de ser la médula de nuestro Derecho: el Reglamento. Tantas veces hablando con algunos de mis hijos o con personas que nos entienden y nos quieren, he explicado que este Reglamento, esta doble hoja me gusta decir, es el foco que ilumina todo nuestro camino, y es el foco que, con el paso del tiempo, arrojará la luz para codificar nuestra vida». José María Bueno Monreal, que ocupaba el cargo de teniente fiscal de la curia madrileña y era uno de los canonistas asesores del fundador, señala que, desde finales de 1940 Escrivá tenía redactados unos primeros estatutos de la Obra que estaban contenidos en seis breves documentos: Reglamento, Régimen, Orden, Costumbres, Espíritu y Ceremonial, donde aparecía diseñado con detalle el espíritu del Opus Dei. Tales documentos fueron completados posteriormente con una serie de notas informativas internas, de periodicidad irregular, aunque tan perfectamente oficia13
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les, según los propósitos de Escrivá, como estos primeros documentos. La estructura jurídica interna del Opus Dei terminó de perfilarse unos años inmediatamente después hacia 1943, aunque el proceso de fundación de la Obra se prolongó por lo menos hasta 1950. Según el Reglamento, el Opus Dei era una Asociación Católica de hombres y mujeres ( artículo 1, párrafo 1), pero sin sacerdotes seculares, ni religiosos ni religiosas (artículo 3, párrafo 1). Sus órganos directivos eran el Consejo, compuesto por un presidente, un secretario y tres consejeros, más una Asamblea que elegía a los miembros del Consejo. El artículo 2, que distinguía tres clases de socios, inscritos, supernumerarios y numerarios, mostraba claramente que el Reglamento interno del Opus Dei estaba inspirado en los estatutos de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, cuyos socios también podían ser inscritos o numerarios. Tanto «numerario» como «supernumerario» son términos burocráticos utilizados comúnmente en España para designar a militares o funcionarios. La diferencia estriba en que si «numerario» es la persona incorporada con carácter fijo al conjunto de los que componen un cuerpo determinado, el término «supernumerario» designa a quien excede o está fuera del número señalado de los escogidos, es decir a los que se encuentran en situación análoga a la de excedencia. El motivo de haber denominado a los miembros más selectos con el apelativo de numerario, copiando en ello a la A C N P , se debía a influencia del escalafón universitario, compuesto fundamentalmente de catedráticos numerarios y supernumerarios. La A C N P , veterana agrupación de seglares católicos de influencia jesuítica ya utilizaba anteriormente en sus estatutos estas denominaciones. Estaba claro que Escrivá no innovaba nada, sino que al contrario, acumulaba secretamente en el Opus Dei todas las experiencias conocidas en materia de organización eclesiástica para salir adelante con su empresa. Los socios admitidos en el Opus Dei como inscritos se obligaban al examen de conciencia y media hora de oración mental diaria. Los supernumerarios a una hora íntegra de oración mental diaria y los numerarios, además de la hora íntegra de oración mental se encargaban de desempeñar puestos de dirección en la Obra. Otro de los puntos más importantes del Reglamento era la declaración implícita de su pobreza evangélica, pues los ingresos económicos del naciente Opus Dei provenían de las limosnas de los socios y no se acumularía capital, prohibiéndose expresamente el superávit económico. Tampoco el Opus Dei podía recibir legados, ni admitir fundaciones ni poseer bienes inmuebles, pero nada se decía si podían tener o no propiedades los socios. El carácter secreto del Opus Dei aparecía en el artículo 12 de este primer Reglamento interno donde se trataba la «humildad colectiva» y no individual de sus miembros, pues era «el principal sello distintivo del Opus Dei». Se reconocía, asimismo, la prohibición de editar cualquier escrito o libro público como propio del Opus Dei, se prohibía también cualquier distintivo o insignia para los socios y se les aconsejaba, por último, que no hablasen con extraños sobre el Opus, que «por su condición de sobrenatural debe permanecer callado y discreto». Conviene aquí señalar que los Estatutos de la Sección de San Pablo, dentro de la Asociación Católica de Propagandistas (ACNP), también poseían el carácter de secretos y no cabe duda que el Opus Dei había copiado esta característica, inspirándose en ellos. 15
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Se trataba con el secreto de esconder, sobre todo, de miradas indiscretas lo que era una férrea dictadura cuyo meollo consistía en pronunciar, en orden inverso a órdenes y congregaciones religiosas, los votos de obediencia y castidad y pobreza. Los miembros del Opus Dei se juraban secretamente, ante la cruz de madera sin crucificado y en presencia de dos testigos, con los tres votos clásicos de perfección; Escrivá exigía a sus seguidores mayor obediencia, castidad y pobreza que en las órdenes y congregaciones religiosas. La vida cotidiana de un miembro de la Obra parecía calcada de la conventual y la espiritualidad que predicaba Escrivá contenía una dosis más elevada de renuncia al mundo que en su versión religiosa tradicional. Asimismo los votos de perfección estaban muy fundados en la obra escrita por Alfonso María de Ligorio, que circulaba por los seminarios y los conventos de la época. Y los libros que leían los militantes del Opus Dei, aparte de Camino eran muy parecidos a los que tradicionalmente ofrecían a sus neófitos los jesuítas y los dominicos. Por aquel tiempo, si los santos patronos ya declarados del Opus Dei eran la Virgen María, San José, los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael, y los apóstoles San Pedro, San Pablo y San Juan, Escrivá nombró en la primavera de 1941 varios santos intercesores para diversos aspectos de actividades, a medida que se ampliaba la Obra. Nombrar un santo intercesor es una devoción particular que consiste en hablar el santo ante Dios de otro, para conseguir un bien o librarle de un mal. Para ello escogió santos repartidos por varias épocas o lugares de la Cristiandad: Pío X, el cura de Ars, Tomás Moro, Nicolás de Bari y Catalina de Siena. El caso del canciller de Inglaterra, Tomás Moro (1478-1535), que no fue canonizado como santo hasta 1935, resulta muy aleccionador, pues Escrivá barajaba los nombres de Vicente Ferrer, casi «paisano» suyo y arbitro entre reinos y reyes hispánicos, y el de Tomás Moro, menos conocido en España, entre los santos a los que encomendar asuntos civiles. Escrivá se decidió por este último, ya que tenía a su favor el haber sido laico y le permitía su nacionalidad inglesa ampliar la base de universalidad que ambicionaba para la Obra. 17
S E G U N D A FUNDACIÓN EN
1941
El Reglamento del Opus Dei presentado al obispo de Madrid-Alcalá, solicitando su aprobación como Pía Unión diocesana, señalaba de entrada que «el Opus Dei es una Asociación Católica de varones y mujeres», pero Escrivá aún no había creado formalmente una Sección Femenina dentro del Opus Dei. El hecho es que las seguidoras de Escrivá aún no disponían el 14 de febrero de 1941 de una estructura permanente similar a la de los hombres; en esta fundación de 1941 Escrivá iba a inspirarse directamente en la Falange. Así, a través de la sección femenina las mujeres en el Opus Dei se iban a encargar del control de todos los servicios sociales y, al igual que en la Sección Femenina de Falange, Escrivá condenó a la mujer a ser una especie de criada esposada dentro de la Obra. Los antecedentes de la sección femenina del Opus Dei se remontan al 14 de febrero de 1930, día de San Valentín si nos atenemos al calendario católico, que representa una fecha significativa en la historia llena de fantasías elaboradas para 119
consumo interno por el Opus Dei. Ese 14 de febrero, día también de los enamorados, Escrivá afirma haber tenido una revelación divina cuando celebraba la misa en la capilla privada de una vieja marquesa y entonces fue cuando fundó, según él, la rama femenina del Opus Dei; aunque luego, en la realidad, hasta 1941 no cuajaría el proyecto. Durante la República, Escrivá logró un mayor acercamiento espiritual hacia las mujeres, en casos aislados como María Ignacia García Escobar o Natividad González, pero como grupo femenino se trataba entonces tan sólo de reuniones o charlas en casa de alguna simpatizante del proyecto y los domingos iban juntas las primeras seguidoras de Escrivá en catequesis al barrio madrileño de la Ventilla. Por su edad eran chicas jóvenes; una de ellas era profesora de colegio, otra enfermera y varias empleadas. Sin embargo, a lo largo de la tumultuosa Segunda República española las mujeres captadas por Escrivá se fueron apartando poco a poco del proyecto, porque lo cierto era que ningún proyecto de rama femenina en el Opus Dei podía cuajar completamente mientras estuviera presente la madre en las decisiones de José María. Ya vimos anteriormente las máximas del libro Camino, donde el elogio exagerado que el fundador del Opus Dei tributa a las mujeres es el típico elogio que se hace a los seres considerados prácticamente inferiores, especialmente la máxima 946 con la afirmación impresionante sobre el valor secundario concedido a la mujer «ellas no hace falta que sean sabias: basta que sean discretas». El papel de la mujer estaba bien ordenado en la sociedad española de la posguerra, según preceptos religiosos inmutables y supuestamente divinos. En aquella ideología dominante la mujer estaba por naturaleza creada para la sumisión, el silencio y el servicio doméstico y la lealtad hogareña o la reclusión religiosa. Dentro del Opus Dei, la sujeción de las mujeres iba a alcanzar, en consecuencia, cotas aberrantes, pues además de la mortificación corporal y obediencia extrema debían, entre otras cosas, pedir permiso incluso para beber agua entre las comidas. No obstante, el Opus Dei ofrecía a las primeras seguidoras de la posguerra una actividad mayor que las restantes organizaciones católicas, calcada además de sus hermanos varones, por lo que las adhesiones no faltaron a partir de la fundación de la rama femenina. El verdadero arranque en el nacimiento de la sección femenina se sitúa en sep* tiembre de 1940, cuando Escrivá dio un curso de retiro espiritual a un grupo de jóvenes madrileñas y de ahí salieron algunas de las primeras vocaciones de mujeres numerarias para el Opus Dei. Posteriormente, el reconocimiento jurídico del Opus Dei como Pía Unión y, sobre todo, el fallecimiento de la madre de Escrivá, doña Dolores, que sobrevino en abril de 1941, desbloqueó la situación. En este segundo intento, que puede ser calificado de fundacional en la historia del Opus Dei, las nuevas seguidoras de Escrivá fueron las hermanas de los primeros seguidores. De hecho, la sección femenina del Opus Dei se inspiró sociológicamente, qué duda cabe, en la omnipresente Sección Femenina de la Falange, de cuya delegada nacional decían con sorna en la época que «de una camisa vieja de su hermano se había hecho una combinación de las que duran toda la vida». Si Pilar Primo de Rivera era la hermana del fundador de la Falange, las nuevas seguidoras de Escrivá fueron las hermanas de los primeros miembros del Opus Dei. Así nos encontramos 18
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con Guadalupe Ortiz de Landázuri hermana de Eduardo Ortiz de Landázuri, Rosario Orbegozo hermana de Ignacio Orbegozo, Dolores Fisac hermana de Miguel Fisac, Enrica y Fina hermanas de Francisco Botella, Victoria López Amo hermana de Ángel López Amo, Encarnación Ortega hermana de Gregorio Ortega, Pilar Navarro Rubio hermana de Emilio y Mariano Navarro Rubio. Y también María Altozano, Dolores de la Rica, Margarita Barturen, María Teresa Echevarría, etc. Ello prueba suficientemente el doble grado de dependencia, tanto individual como familiar con respecto a sus hermanos del Opus Dei, que tuvo la rama femenina desde su nacimiento. Las primeras militantes del Opus Dei fueron estas jóvenes, pero tres no pudieron seguir adelante y abandonaron rápidamente, entre otras razones, por el escollo que representaba la madre de Escrivá, cuyos criterios eran inapelables incluso para el fundador de la Obra. Las otras tres aguantaron y se mantuvieron dentro de la Obra, alquilándose para ellas un piso donde comenzarían a vivir en comunidad, aunque al poco tiempo se trasladaron a la casa burguesa de tres plantas con jardín, situada en la esquina de las calles Diego de León y Lagasca, en el distinguido barrio madrileño de Salamanca, donde estaba situada la sede central del Opus Dei, el primer centro de estudios y donde vivía Escrivá con su familia. La instalación de las mujeres se realizó con total separación de los varones, porque «entre santa y santo, pared de cal y canto» gustaba repetir Escrivá parafraseando a Teresa de Jesús. Las razones aducidas para abandonar el piso independiente de las primeras militantes fue que «no parecía prudente que un sacerdote joven acudiese asiduamente a un piso, en el que no vivía nadie, para formar a un grupo de chicas también jóvenes». En el verano de 1942, como ya eran otra vez media docena de mujeres, se instaló el primer centro del Opus Dei exclusivamente femenino en un pequeño chalet en la calle Jorge Manrique, situado justamente al lado de la sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La formación espiritual, la labor apostólica, la reglamentación, el ceremonial y la vida de comunidad «en familia» eran semejantes a las de los miembros varones, pero con unas normas de vida cotidiana para las mujeres todavía más rigurosas. «En la Obra hay un sólo puchero» repetía incansablemente Escrivá cuando el Opus Dei abría nuevas casas siempre en barrios elegantes de la capital de España. Hasta 1941, en una organización masculina como era el Opus Dei la madre y la hermana de Escrivá ofrecieron entre aquellos varones un toque de dulzura y de calor de hogar, características propias de una familia y de todo lo cual iban a presumir constantemente los miembros de la Obra desde sus inciertos orígenes y, muy especialmente desde la primera fundación en 1935. Dolores y Carmen Escrivá, la madre y hermana del fundador se encargaban de la administración del incipiente Opus Dei y cuando murió doña Dolores, en 1941, toda esta labor recayó sobre su hermana Carmen. Con la expansión de la Obra y el crecimiento del número de centros se hizo necesaria una solución definitiva de los problemas de intendencia y administración que se agravaban en los pisos de la Obra. La organización de la sección femenina había sido calcada de la sección de varones, comenzando por la captación de numerarias con diplomas de estudios, pero cuyo rendimiento en las tareas del hogar era ineficaz o casi nulo. Escrivá decidió recurrir entonces a mujeres mas bregadas, creando el escalón inferior de numerarias auxiliares que eran en realidad 19
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unas simples sirvientas. Así, por las mismas necesidades del servicio, la fundación de la sección femenina se amplió a mujeres sin cultura para la atención material de la sede central y de las otras casas del Opus Dei en cuestiones como la cocina, lavado y planchado de la ropa, etc. Conviene señalar como nota positiva en esta fundación que el carácter voluntarista, ascético, casi cuartelario, que vivían los numerarios de Escrivá comenzó a suavizarse con la correlativa promoción de la sección femenina. Para los modales de las sirvientas, desde la vestimenta a la forma de servir la mesa, Escrivá se inspiró en las mansiones que visitaba de la aristocracia. Pedro Ybarra, el hijo de la marquesa de Mac-Mahón, Carolina Mac-Mahón Jacquet, llamada familiarmente Carito por amigos y conocidos, había permanecido durante la guerra junto con Pedro Casciaro y Francisco Botella, dos de los primeros miembros de la Obra, en las oficinas que tenía el general Orgaz en Burgos y, terminada la guerra civil, Escrivá se hizo invitar a Bilbao a la casa de los padres de Pedro Ybarra. Cuando el fundador del Opus Dei visitó la mansión de la marquesa de Mac-Mahón en Neguri, cerca de Bilbao, descubrió el refinamiento y los modales del mundo de los magnates de la oligarquía vasca, y fue la primera reacción de Escrivá la de copiar aquel estilo doméstico y los modos de organización para las primeras casas del Opus Dei. A partir de entonces pudo contemplarse en ciertas residencias madrileñas el espectáculo de chicas esmeradamente vestidas de negro con cofia y delantal blanco sirviendo con un silencio sepulcral a sus hermanos varones de la Obra. Escrivá también preveía que los oblatos, una nueva categoría inferior de miembros fundada para la ocasión, prestaran ciertos servicios domésticos a los numerarios. Aunque sin asumir plenamente la tradicional división frailuna entre profesos y legos, con los que el mundo religioso masculino resolvía los problemas domésticos monasterios y conventos, la categoría de miembro oblato fue creada entonces por Escrivá dentro del Opus Dei como una segunda división para aquellos que no reunían todos los requisitos exigidos para aspirar a ser miembro numerario del Opus Dei, como eran la presencia física, la riqueza o un título universitario. Los oblatos serían aquellos hombres o mujeres, solteros y libres o liberados de todo vínculo como los viudos o las viudas con escasos recursos económicos, que* estaban dispuestos a la militancia dentro de la Obra, de una Obra de Dios donde no hubo lugar en sus orígenes para los débiles y los enfermos. A los oblatos desde su fundación se les separaba convenientemente de los numerarios en el Opus Dei y pese a llevar una vida de familia y de limpieza doméstica se podían dedicar también a los apostolados de clases inferiores, dejando el trabajo apostólico de la clase dirigente para los numerarios. Dado que a los oblatos por diversas circunstancias o incapacidades personales se les impedía alcanzar la categoría de numerario, en ellos también pensó Escrivá para que pudieran ayudar en las tareas domésticas a la élite de los numerarios. Para suavizar todo ello, los numerarios a su vez debían corresponder a la ayuda prestada por los oblatos si convivían bajo el techo de la misma residencia, con una serie de obligaciones más livianas que fueron fijadas por una nota interna de Escrivá. Cuando comenzó el funcionamiento de la residencia de la Moncloa considerada como la primera obra corporativa del apostolado universitario, es decir, uno de 20
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los escasos bienes de cuya propiedad y gestión respondía públicamente el Opus Dei, tantos fueron los agobios y tan corta la experiencia de la atención material por parte de la sección femenina que Escrivá tomó las riendas en mano y se encargó de vigilar personalmente la organización y disciplina en la administración de los centros del Opus Dei, especialmente en la residencia universitaria. Refiriéndose a esto, Antonio Pérez, uno de los militantes del Opus Dei más lúcidos de aquella época, afirmaría más tarde que «en cierto sentido el padre Escrivá tenía más mentalidad de director local que de presidente de la Obra...». La sección femenina se había hecho cargo de la administración de la residencia universitaria de la Moncloa en todo lo concerniente al mantenimiento y conservación, desde la decoración hasta la restauración, limpieza y alimentación. Las mujeres fueron instaladas en una zona totalmente independiente, separada del resto, y también tuvieron que contratar a algunas empleadas, profesionales del servicio doméstico para que ayudasen en las tareas menos nobles a las militantes del Opus Dei. La residencia Moncloa fue montada por el Opus Dei como ampliación de la primera residencia de la posguerra instalada en la calle Jenner con el objetivo de convertirla en Colegio Mayor. En efecto, intentando volver a la tradición de los Colegios Mayores de Isabel la Católica y el Siglo de Oro español, el régimen de Franco había publicado en el Boletín Oficial del Estado, del 1 de octubre de 1942, un decreto por el que se organizaban nuevamente los Colegios Mayores Universitarios. La dictadura esperaba con ellos que ayudasen a la nueva época de esplendor que se avecinaba bajo el caudillaje de Franco. La residencia Moncloa, transformada más tarde en Colegio Mayor de la Moncloa fue una gran base de reclutamiento del Opus Dei entre la juventud universitaria madrileña de la posguerra y allí se formaron parte de los jóvenes estudiantes numerarios de la Obra de Dios. 21
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A S O C I A C I Ó N DE FIELES
La búsqueda de un estatuto jurídico mas sólido para el Opus Dei ocupó a una buena parte de los efectivos de la Obra de Dios en la andadura de estos primeros años, período que Escrivá bautizó con la expresión «batalla canónica» con un sentido mitad religioso, mitad castrense. Paralelamente, el crecimiento de la Obra comenzaba a ser importante y para ello se aligeraron todos los trámites. La admisión en el Opus Dei se realizaba por carta y los miembros se juramentaban con los tres votos de obediencia, castidad y pobreza en la ceremonia de la oblación, delante de una cruz sin crucifijo y dos testigos. Sin embargo, los períodos de prueba resultaron muy flexibles y variados. Existía además la dispensa de Escrivá para eliminar el período de prueba y abreviar los plazos de incorporación, con lo cual el fundador pretendía aumentar masivamente las captaciones. Si en 1941 eran aproximadamente tres docenas de miembros admitidos, en 1942 había otros tantos a punto de ser admitidos, es decir, que el Opus Dei contaba con fuertes expectativas de vocaciones futuras que elevaron en 1943 el número de adeptos a un centenar aproximadamente, incluyendo mujeres y oblatos. 123
Escrivá tenía prisa, mucha prisa para plantear la batalla canónica y necesitaba presentarse ante las autoridades eclesiásticas con ingentes cantidades de militantes en las filas del Opus Dei. Desde esta perspectiva se explican las ansias de Escrivá por tener muchos hijos suyos como ya escribió en la máxima 28 del libro Camino; «¿Ansias de hijos? ... hijos, muchos hijos, y un rastro imborrable de luz dejarem o s . . . » . Después de la fundación de las mujeres y los oblatos iban a llegar los sacerdotes: el propio desarrollo de la Obra con decenas de opusdeístas y, pronto centenares, exigía que para cuidar espiritualmente de sus miembros tuviera sus propios sacerdotes. Todo ello de acuerdo, por supuesto, con los designios y ambiciones personales de Escrivá, que se encontraba dispuesto al paso trascendental que iba a dar en el desarrollo de la Obra y para el cual llegaría incluso a proponer ofertas de parcelación jurídica, es decir, un reconocimiento a trozos de la Obra de Dios. Pero detrás de los formulismos se escondía una ambición tremenda. Escrivá, picaro y aventurero, estaba dispuesto a cualquier reconocimiento jurídico y también estaba dispuesto a engañar a las autoridades eclesiásticas y al mismo Vaticano sobre todo, si ello significaba la única solución por la que tenía que pasar para obtener el mantenimiento de la integridad orgánica del Opus Dei, fundado por él y que se encontraba hasta en las ultimas palpitaciones bajo su mando. Estaba reciente el suceso del alistamiento de los miembros de la Obra en la División A z u l y soportaba mal cualquier intromisión eclesiástica en su Opus Dei. La estrategia del Opus Dei en la batalla canónica fue decidida sobre la marcha con la ayuda de un equipo considerable de especialistas en Derecho Canónico y consistió en utilizar la técnica del iceberg, donde sólo una punta aflora en la superficie, mientras la mayor parte permanece sumergida. La sociedad sacerdotal a punto de nacer sería la punta del iceberg y el resto, la sección masculina y femenina, continuaría sumergida como Opus Dei. Se trataba, pues, de transformar canónicamente un pequeño núcleo del Opus Dei, formado sólo por Escrivá y tres miembros en preparación próxima para el sacerdocio en una sociedad de vida común sin votos, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, mientras que el resto de los militantes de la Obra debería seguir como Pía Unión diocesana, ambas dependientes del obispado madrileño; aunque luego, en la realidad, se llegara a utilizar para el conjunto la denominación de Asociación de Fieles, título utilizado también para designar genéricamente a las sociedades de vida común sin votos. Escrivá pretendía que los sacerdotes procedieran de las propias filas del Opus Dei porque sólo ellos podían entender el espíritu de la Obra. Ahora bien, el problema surgía cuando, una vez ordenados, estaban obligados a depender automáticamente del obispo diocesano y, lo que era aún peor, estaban obligados canónicamente a aceptar cualquier puesto que éste les ordenara. El fundador de la Obra no podía aceptar esto. Escrivá quería que fueran sacerdotes genuinos del Opus Dei que dependieran de él para el ejercicio de su ministerio dentro de la Obra. Había, sin embargo, un resquicio en el Código de Derecho Canónico que mencionaba dentro de las Asociaciones de Fieles unas sociedades llamadas de «vida común sin votos», las cuales podían gozar de la facultad de adscribir sacerdotes y que por su régimen jurídico podían ser comparadas con los institutos religiosos. Sería esta figura jurídica de las sociedades de vida común sin votos la utilizada por 23
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el Opus Dei para lograr su objetivo, pese al rechazo de Escrivá, a instituciones estrictamente religiosas. Con todo ello se iba a crear un amasijo jurídico donde nunca se supo bien dónde comenzaba la Pía Unión diocesana y terminaba tan atípica sociedad de vida común. Lo importante para Escrivá era el control absoluto de arriba abajo de la organización.
T E R C E R A FUNDACIÓN 1943-1944
Así encontramos a comienzos de 1943 que, desde hacía meses y siguiendo el plan de la Obra aprobado por el obispo de Madrid y con profesores amigos de Escrivá y afines a la Obra, tres ingenieros miembros del Opus Dei, Hernández Garnica, Múzquiz y Portillo, habían iniciado los estudios eclesiásticos, preparándose para el sacerdocio. Escrivá ignoraba todavía cuándo y con qué título eclesiástico podría tener lugar la ordenación sacerdotal, pero había conseguido poner en marcha la operación para obtener el nuevo reconocimiento jurídico, gracias a los canonistas con que contaba el Opus Dei. Cuando el montaje jurídico ya estaba en marcha, una vez más el fundador del Opus Dei recurrió a lo sobrenatural y la mañana del 14 de febrero de 1943, día de San Valentín y también de los enamorados, mientras celebraba la misa en el primer centro de mujeres de la calle Jorge Manrique afirmó haber tenido una iluminación divina, dibujando al acabar la misa el sello de la Obra en una hoja de su agenda. Después fue a desayunar y encargó a uno de los arquitectos de la Obra que dibujara bien el sello que había trazado poco antes en su agenda, con un compás y tinta china. El sello surgido de la supuesta inspiración divina consistía simplemente en una cruz enmarcada en un círculo, pero donde el travesano horizontal de la cruz se situaba bastante arriba de modo que la parte alta era más bien corta, como se estaba utilizando en el Opus Dei desde la fundación de 1935. Su significado simbólico era «la cruz de Cristo abrazando al mundo y metida en sus entrañas». El sello se colocó desde entonces, junto a la rosa de Rialp o de Pallerols, en los oratorios y altares de la Obra, por lo que se convirtió en uno de los símbolos más importantes del Opus Dei. Al día siguiente Escrivá fue en coche al chalet de la sierra de Guadarrama, cerca de Madrid, donde tenía concentrados desde hacía sólo unos meses a los tres primeros candidatos al sacerdocio. Para Escrivá, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz era la solución que había buscado durante mucho tiempo sin encontrarla; y ahora respondía plenamente a sus ambiciones. Dados los preparativos que se pusieron en marcha para la ordenación, la inspiración divina resultó algo tardía. No obstante, Escrivá contó luego, refiriéndose con medias palabras al extraordinario suceso del sello divino, que la situación de incertidumbre se resolvió «después de buscar y de no encontrar la solución jurídica.» Estruch en Santos y pillos: el Opus Dei y sus paradojas relata irónicamente que por una estrecha rendija va a filtrarse la luz con la cual Dios, metiéndose de nuevo en su vida, iluminó a Escrivá el 14 de febrero de 1943 y, por su parte, uno de los equipos de canonistas oficiales del Opus Dei, formado por Fuenmayor, 24
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Gómez-Iglesias e Illanes, llegan a reconocer que la fecha 13 de febrero de 1943 es «una de las efemérides fundacionales» en el Opus Dei. Con la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, a cuyo título se ordenarían los nuevos sacerdotes del Opus Dei y que formaría parte integrante e inseparable de la Obra en una mezcolanza jurídica que repugnaba a algunos canonistas, se hacía posible la ordenación sacerdotal de los primeros laicos del Opus Dei, que podrían asistir espiritualmente al resto de los miembros y atender las actividades apostólicas promovidas por ellos. Contando con el apoyo incondicional del obispo de Madrid-Alcalá y de otros eclesiásticos madrileños amigos suyos, Escrivá preparó el terreno del reconocimiento jurídico para la Sociedad Sacerdotal en la Congregación de Religiosos, el organismo de tutela en el Vaticano, tras haber enviado a Alvaro Portillo desde Madrid y por medio también de Salvador Canals y José Orlandís, otros dos miembros del Opus Dei que residían desde 1942 en Roma. Después de haber realizado el sondeo de la curia vaticana para que no hubiera objeciones, Escrivá se dirigió el 13 de junio de 1943 al obispo Eijo Garay para que el Opus Dei fuera erigido como Asociación de Fieles que viven común sin votos públicos, conforme el canon 673 y siguientes del Código de Derecho Canónico. Escrivá en la solicitud pedía, en sustancia, lo siguiente: «Rogamos que Vuestra Eminencia se digne a erigir a la misma Pía Unión, como Asociación de Fieles de derecho diocesano, observadas cuidadosamente las normas establecidas por el Código de Derecho Canónico, dando como nombre a esta Asociación el de Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, sujeta a unas reglas de las cuales remitimos a Vuestra Eminencia las líneas generales». Firmaba la solicitud Escrivá «en mi nombre y el de todos y cada uno de mis compañeros, besando vuestro anillo pastoral y pidiendo vuestra paternal bendición auspiciadora de todos los bienes». La Congregación de Religiosos había enviado desde Roma su respuesta aprobatoria, primero en forma de telegrama para responder con urgencia y después a través de un documento escrito, con fecha 11 de octubre de 1943, en donde se acordaba el nihil obstat del Vaticano. El retraso no se sabe si fue porque Italia estaba en guerra o porque Escrivá se atrevió a presentar para su aprobación como Sociedad de vida en común tan sólo un boceto de las Constituciones internas del Opus Dei que llamó lineamenta generali y que no desentrañaban la verdadera dimensión de la Obra. Cuando se enteró Escrivá del contenido del telegrama lo hizo saber rápidamente a sus seguidores, comentando agresivamente en su defensa: «Ahora os digo que, mientras algunos por ahí, yo los perdono y les quiero, habían asegurado que los obispos habían quitado las licencias ministeriales a este pecador, ha llegado de Roma un telegrama dirigido al obispo, anunciando que el Santo Padre ha dado el nihil obstat a la Obra, y que nos bendice de todo corazón». Y, posteriormente, en otra ocasión se había referido a «cómo nos había guiado el Señor, en 1943, haciendo que diéramos unos pasos que han sido providenciales, para arropar a la Obra, criatura nueva, con unas aprobaciones eclesiásticas in scriptis necesarias para la ordenación de nuestros sacerdotes, y para evitar que la maledicencia, con que algunos se ensañaban contra el Opus Dei, hiciera daño a nuestro camino».™ Finalmente el obispo de Madrid-Alcalá firmó el decreto de erección canónica en la diócesis de Madrid de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz como nueva sociedad de derecho diocesano el 8 de diciembre de 1943. 27
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De entrada, con la frase «hace quince años...» con la cual comenzaba el decreto, Eijo Garay hacía remontar otra vez de nuevo el nacimiento del Opus Dei a 1928, como si fuera un hecho histórico adquirido e incontrovertible. El obispo Eijo Garay decía también que el Opus Dei «respondía perfectamente a las urgentísimas necesidades de nuestros tiempos y de nuestra Patria. Pues todos dicen que la subversión de España, ha de atribuirse en gran parte a la deserción por parte de los intelectuales de la doctrina y preceptos de Cristo, dado que pervirtieron durante muchos lustros con doctrinas disolventes a la juventud universitaria». Luego reconocía que «el objetivo, la constitución y el método de acción no podía caber por más tiempo en los límites de una simple Asociación, sino que exigía una más amplia y simple razón de verdadera Sociedad Eclesiástica legítimamente erigida y constituida. Así, de este modo, mientras se coordinaron orgánicamente las diversas actividades de la Institución, la misma se adherirá más íntimamente a la jerarquía, alcanzará la necesaria autonomía interna y conseguirá la firmeza de la aprobación no sólo del Ordinario del lugar sino también de la Santa Sede». Y, por último, lo más importante: «usando de las facilidades concedidas en el canon 674, 492, 1, a la hasta ahora alabada Pía Asociación, aprobada ya por Nosotros como tal, erigimos como verdadera Sociedad de derecho diocesano, según la norma t. X V I I L.II del Código de Derecho Canónico, y la constituimos bajo el nombre de Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, con el fin suficientemente expresado en el resumen sometido a la Santa Sede de los Estatutos, y que ha de conseguirse por los medios allí mismo expresados. Esta Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz está plenamente subordinada a Nosotros y a Nuestros Sucesores según la norma del derecho común (canon 492, 2)». Con el decreto se reconocía la tercera de las fundaciones del Opus Dei que significa un hecho importantísimo en la evolución histórica de la Obra. Lo más importante ya estaba conseguido. Por fin Escrivá había logrado, gracias a un doble estatuto jurídico de lo más ambiguo, el esquema tripartito y el perfil definitivo de la Obra de Dios con tres secciones, sacerdotes, hombres y mujeres. Interesa pues destacarlo, ya que al adquirir el Opus entre 1943 y 1944 la dimensión sacerdotal, completando el esquema de las tres funciones, la nueva milicia de la Iglesia tenía por fuerza que sobresalir del resto de las organizaciones católicas españolas de posguerra. El decreto, sin embargo, podía resultar papel mojado, porque los tres miembros del Opus Dei aspirantes al sacerdocio llevaban sólo unos meses de estudios y la carrera eclesiástica duraba años. Pero aquello tampoco, representó ningún obstáculo para el Opus Dei ya que al cabo de seis meses, el 25 de junio de 1944, tuvo lugar la ordenación de los tres primeros sacerdotes del Opus Dei que iban a ayudar a Escrivá en su tarea. La clave de semejante celeridad se encontraba en la habilidad de Escrivá para escoger a los profesores entre amigos del obispo y destacados eclesiásticos de la curia diocesana, que no tuvieron inconveniente alguno en la realización de exámenes muy complacientes y de cursos también muy acelerados. Tuvieron las clases en la casa central del Opus de la calle Diego de León y también allí se examinaron ante un tribunal formado por tres de los mismos profesores que eran eclesiásticos amigos de Escrivá y entre los que destacaba José López Ortiz, vinculado a la Obra a través del CSIC y llamado familiarmente «el 11
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tío José» por los miembros del Opus Dei. Como no podían estudiar como debían en el ambiente agitado de la casa de Diego de León donde vivían hacinados junto con la familia Escrivá, antes de los exámenes se concentraron en las cercanías de Madrid, en un chalet de la sierra de Guadarrama, en El Escorial o alquilando unos cuartos en «El Encantiño», una pensión cerca de Torrelodones. Durante el mes de mayo de 1944 consiguieron dar un acelerón tremendo. El día 20 tuvo lugar la ceremonia de la tonsura en la capilla del obispado de Madrid. Los días 21 y 23 recibieron las órdenes menores y el subdiaconado, primera de las órdenes mayores, el día 28 de mayo. A la semana siguiente, el día 3, los miembros del Opus Dei fueron ordenados diáconos y el 25 de junio, delante del obispo Eijo Garay en la capilla del obispado tuvo lugar la ordenación sacerdotal y primeras misas de los tres socios del Opus Dei, siendo recibidos ese mismo día en audiencia por el nuncio del Vaticano en España. En el plazo de un mes, lo que se dice en un santiamén, los tres primeros sacerdotes de la Obra, habían logrado abreviar los largos plazos del ceremonial que eran preceptivos en la carrera eclesiástica. La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz se había puesto en marcha y, como entonces señaló un eclesiástico amigo en una publicación religiosa de la época, «el Opus Dei se compone de ingenieros y profesores y arquitectos y químicos y abogados (...) de entre ellos necesariamente han de salir los sacerdotes que los atiendan con eficacia en su formación profesional». El articulista no insistía excesivamente sobre el carácter sacerdotal de la Obra, pero miraba con simpatía lo que era el Opus Dei en ese tiempo y los proyectos que alimentaba Escrivá para un próximo futuro. El Opus Dei era entonces «un grupo de jóvenes de vida intelectual bajo la dirección de un sacerdote, también intelectual (...)». La tercera fundación había tenido lugar en 1943 y se puso en marcha en 1944 con la presencia plural de sacerdotes dentro de la Obra. Escrivá ya no se encontraba solo y contaba con otros tres colegas sacerdotes para atender las necesidades espirituales internas de la Obra, pero con la particularidad que eran a su vez hijos suyos, pues él era «el Padre». Con esta fundación sacerdotal se clericalizaba toda la Obra, consagrando jurídicamente una organización piramidal donde él como fundador, junto con la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, tomaba las riendas absolutas del poder en el Opus Dei. La nueva milicia de la Iglesia iba a adquirir a partir de entonces una orientación secreta y tecnocrática, donde emergía la figura sacerdotal de Escrivá como pináculo de un edificio controlado por jóvenes y ambiciosos ingenieros dedicados por entero y sin escrúpulos de ningún tipo al funcionamiento perfecto de la organización mesiánica en la que militaban. Respecto a la formación eclesiástica recibida, sólo cabe, señalar que las materias que se estudiaban, las clases que se daban en aquellos tiempos de las mies es mucha y los operarios pocos, eran una especie de barniz clerical que apenas tenía que ver con la filosofía ni la teología, y que el entorno social asumía como algo inevitable para la ordenación sacerdotal. Gracias al Opus Dei, el ingeniero se elevaba a la dignidad de levadura de la sociedad y el bagaje profesional de la carrera de ingeniería iba a dirigirse principalmente a la manipulación de individuos y a trabajos de ingeniería canónica y de ingeniería financiera dentro de la Obra. Así, la actividad de construir máquinas y de hacerlas funcionar se iba a volcar en modelar militantes y en asegurar el per32
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fecto funcionamiento de la organización, desde el aprovechamiento integral de los recursos de los primeros miembros hasta la compleja técnica de las sociedades anónimas de pantalla. De los tres primeros en ordenarse, que eran ingenieros, José María Hernández Garnica se dedicó principalmente al cuidado de la sección femenina, José Luis Múzquiz de Miguel a las cuestiones financieras junto a Escrivá y Alvaro Portillo Diez se convirtió en la pálida copia del fundador, su alter ego discreto, pero sin la brillantez y la facundia que desplegaba Escrivá. Como secretario general, Portillo fue a partir de 1944 su factótum y confesor con la característica particular de que rezaba hasta las penitencias que él mismo imponía al fundador en la confesión. Si en la primera promoción de 1944 fueron tres los miembros del Opus Dei ordenados sacerdotes, en la segunda promoción fueron seis los sacerdotes en 1946, Francisco Botella, Pedro Casciaro, Ricardo Fernández Vallespín, José López Navarro, Justo Martí Gilabert y Raimundo Pániker. La tercera remesa de sacerdotes se ordenó dos años más tarde en 1948 y en la cuarta promoción (1951) el número de nuevos sacerdotes ordenados por el Opus Dei se elevó a doce. Y es en 1945 cuando aparecen los primeros escritos públicos sobre el Opus Dei en revistas católicas de escasa circulación y estos primeros comentarios aparecidos en la prensa confesional son favorables a la Obra de Dios.' Poco después de la ordenación de los tres primeros sacerdotes, Escrivá dirigió una carta a los miembros del Opus Dei en los siguientes términos: 4
Manna tuum et aquam dedisti (II Esd. 9.20): ahora sí que podemos decir que el Señor nos ha dado su mamá y su agua para calmar nuestra hambre y nuestra sed. Porque ha sido providencia muy particular'de nuestro Padre Dios que hayáis recibido la formación espiritual necesaria, para vuestras almas sacerdotales, con un celo y una oración que hace que se os puedan aplicar aquellas palabras del Eclesiástico (50.9): quasi ignis effulgens, et thus ardens in igne: porque sois como fuego resplandeciente y como incienso que arde en el fuego. Muchas sinceras congratulaciones he recibido del personal de todos los ambientes por la primera ordenación de vuestros hermanos, que han llegado al sacerdocio después de vivir por su vocación al Opus Dei las virtudes sacerdotales, como todos vosotros, y de estudiar sin prisa, profundamente y con un profesorado escogido, la ciencia eclesiástica.
Junto con el alborozo personal de Escrivá, el testimonio que aportaba la carta era una prueba evidente del carácter indudable de organización preferentemente sacerdotal que comenzaba entonces a presentar el Opus Dei.
INGENIERO DE DIOS
La fabricación de prestigios fue una de las actividades sobre las que se iba a centrar el aparato del Opus Dei. Entre los prestigios que fabricaría la Obra con la experiencia adquirida durante años en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas figuraron en primer lugar los santos y el caso de Isidoro Zorzano Ledesma, tras su fallecimiento en 1943 llegó a alcanzar la categoría de ejemplo. Compañero de estudios de Escrivá en Logroño, Zorzano sería presentado como 129
espécimen del santo ingeniero y el Opus Dei quiso elevarlo a los altares después de muerto. Isidoro Zorzano Ledesma había nacido en Buenos Aires, Argentina, el 13 de septiembre de 1902. Emigró con su familia a España y coincidió en el Instituto de enseñanza media de Logroño con un chico tímido que se apellidaba Escrivá, el futuro fundador del Opus Dei. En 1927 se graduó como ingeniero industrial en Madrid. Trabajó primero en Cádiz en el ferrocarril de los astilleros de Matagorda y luego en Málaga, en el depósito de material rodante de los ferrocarriles andaluces; fue además profesor en la Escuela de Maestría Industrial. Después de la Guerra Civil, continuó en Madrid como ingeniero en las oficinas centrales de la Renfe. Murió de la enfermedad de Hodgkins en un sanatorio de Madrid el 15 de julio de 1943. ¿Hizo en su vida algo importante este hombre? Sus propios correligionarios afirman que «en vida, Isidoro Zorzano Ledesma, sólo era conocido en los relativamente reducidos círculos de sus compañeros de trabajo y apostolado, de sus amistades personales y familiares. Murió joven, cuarenta años, sin tiempo apenas para realizar ninguna tarea especialmente notable. Fue toda su vida un buen estudiante primero, y un buen ingeniero después». ¿Cómo se explica, entonces, que con esta peripecia biográfica años más tarde se iniciara en Madrid, ante un tribunal eclesiástico, su proceso de beatificación? ¿O, que el Excelentísimo y Reverendísimo Señor Patriarca de las Indias Occidentales y obispo de Madrid-Alcalá, el famoso Eijo Garay, concediera cien días de indulgencia a los que devotamente invocaren a Isidoro Zorzano Zedesma en una oración? Aún más, un socio americano del Opus Dei, Daniel Sargent, que había escrito antes una biografía de Tomás Moro, escribió un libro con su historia con un título evocador, «Ingeniero de Dios». Parece ser que «la fama de Isidoro fue quien le trajo a España por dos veces para estudiarlo a fondo, conocer el ambiente en que se había movido la excepcional figura del joven ingeniero, visitar las ciudades en que Isidoro había vivido y los lugares en que trabajó, viajar en los trenes que había viajado Isidoro y conocer a los que le habían conocido y habían sido sus amigos, y podían, por tanto, referir cosas de su vida»." Como el lector ya puede imaginar era el Opus Dei, y con especialísimo interés el propio Escrivá, quienes intentaron promocionar su santidad. El Opus Dei necesitaba un santo y estaba dispuesto a fabricar un mito de lo que fuese y no había encontrado en los años cuarenta nada más heroico que la vida de Isidoro Zorzano Ledesma, siervo de Dios y, sobre todo, compañero de Escrivá. El razonamiento era sencillo; si en el libro Camino aparece que «estas crisis mundiales son crisis de santos» y el Opus Dei pretendía fabricarlos en serie, es decir, que todos sus miembros aspirasen a la santidad, no resultaba difícil adivinar las intenciones del Opus Dei respecto a Zorzano Ledesma: elevarlo a los altares por el camino que fuera y que en su caso coincidía con el de Escrivá, Así, Isidoro Zorzano Ledesma. se convirtió años más tarde, el 11 de octubre de 1948, en el primer miembro del Opus en vías de beatificación, paso previo que exige la Iglesia Católica para la santidad. En el libro sobre Zorzano, Sargent buscó precedentes en la hagiografía de la Iglesia y halló santos que ejercieron profesiones «mundanas» como los juristas Ivo de Bretaña o Tomás Moro, que fueron santos y hombres dedicados a su profesión; pero «ninguno de ellos se hizo santo específicamente mediante el ejercicio de su 130
trabajo personal ni fueron por este motivo elevados a los altares». Aquí era donde la santidad de Isidoro Zorzano Ledesma, así como la espiritualidad del Opus Dei, intentaba ser original: «su santificación fue una labor callada, humilde, perseverante. No pudo evitar, aunque quiso vivir escondido, que quienes le trataban vieran la calidad heroica de sus virtudes». El momento central de la vida de Isidoro, según sus hagiógrafos, fue el 24 de agosto de 1930 cuando se encontró casualmente en una calle madrileña con Escrivá y Zorzano decide que su antiguo compañero del Instituto de segunda enseñanza, que ya era sacerdote, se convierta en su director espiritual. Luego, durante la República «el espíritu del Opus Dei, que inspirará toda su vida, lo aprende en el contacto frecuente y heroico con el fundador y con los otros miembros». Frecuente, porque todos los meses iba de Málaga a Madrid y heroico «por el esfuerzo que representaban tan constantes viajes». Durante la guerra permaneció en Madrid como administrador y depositario de los exiguos bienes de la Obra de Dios. Protegió también y se encargó de alimentar a la familia de Escrivá. Para mayor seguridad, se paseaba con un brazalete con los colores argentinos que había obtenido por medio de una recomendación en la embajada argentina, lo que le permitió circular libremente por la capital de España. Esta época de su vida fue por ello muy heroica y fue descrita dentro del Opus Dei en los siguientes términos: «circulaba casi milagrosamente protegido por un brazalete con los colores argentinos, que su nacimiento bonaerense y la buena voluntad de algún funcionario diplomático había cosido a su manga sin un fundamento legal demasiado consistente». Decididamente, Isidoro Zorzano Ledesma, el ingeniero que ejerció ininterrumpidamente su carrera «siempre en contacto con los obreros subordinados suyos, que fueron objeto de sus preocupaciones de apostolado» hasta que una enfermedad incurable le retuvo en el lecho, meses antes de su muerte y, asimismo, primer administrador del Opus Dei, tuvo motivos en su vida para ser promocionado como santo ingeniero por la Obra de Dios. Aunque en su vida nunca hizo nada digno de mención, hay no obstante un dato revelador sobre Escrivá, ocurrido cuando Isidoro Zorzano tuvo que ser hospitalizado debido a la penosa enfermedad ganglionar que le llevó a la tumba. Miguel Fisac, uno de los primeros miembro del Opus Dei, cuenta que «iba todos los domingos a hacerle compañía (...) y cuando murió, el padre Escrivá reaccionó de una manera muy extraña, como con miedo, y dejó que Eduardo Alastrúe y yo le amortajáramos, sin intervenir él para nada». Posteriormente, los miembros del Opus Dei, hicieron reliquias con los trocitos de la sábana que había sido guardada religiosamente porque le había servido a Zorzano de sudario. Escrivá repartió aquellas reliquias entre los militantes del Opus Dei cuando salieron al extranjero para abrir un nuevos campos de apostolado. 36
CONSTITUCIONES INTERNAS
La provisionalidad jurídica del Opus Dei aparecía reflejada en el propio decreto de reconocimiento jurídico de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, expresando el obispo de Madrid una grave reserva y de ahí que terminara el decreto en estos 131
términos: «Queremos y mandamos se elaboren más amplias y completas constituciones de la misma Sociedad, que han de ser sometidas a muestra aprobación». Las Constituciones internas habían sido redactadas para la ocasión por el fundador y un equipo de canonistas formado por especialistas como Ismael Sánchez Bella y Amadeo de Fuenmayor, junto con eclesiásticos amigos de la Obra como José Bueno Monreal y fray José López Ortiz. Pero Escrivá quiso mantenerlas en secreto, ya que de enviarlas a Roma corrían el riesgo de ser rechazadas. Para sustituirlas se atrevió a enviar tan sólo un boceto que llamó «líneas generales» y que disimulaban la verdadera entraña de la Obra. Pero la autoridad eclesiástica exigía Constituciones «más amplias y completas» y, por si fuera poco, con la misma fecha 8 de diciembre de 1943, en otro documento aparte, el obispo de Madrid insistía dirigiéndose a Escrivá: «Encomiendo muy especialmente a V.R. que redacte y Nos presente las Constituciones de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz canónicamente erigida por Nos, desarrollando como mejor convenga el boceto de Constituciones que enviamos a la Santa Sede». El documento del obispo terminaba con una seria recomendación que ayudaba a esclarecer una de las razones de ocultamiento: «Y asimismo que cuide de que los bienes temporales en favor de la Sociedad se constituyan en forma válida legalmente». Aparte de rigorismos y excentricidades tales como que ningún católico bautizado adulto podía ser admitido y tampoco podía ingresar nadie que no pudiese demostrar un pedigree católico, al menos en una rama de la familia, durante tres generaciones, las Constituciones internas presentaban ambigüedades en el punto crucial de la dependencia jerárquica de los sacerdotes llamados «supernumerarios» y, sobre todo, en las relaciones entre la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y el Opus Dei. Así, por ejemplo, si en la primera se autorizaban varias casas para los miembros que vivían en común, el Opus que era realmente el grupo más numeroso solamente debía tener una única residencia. Y si en el artículo primero se afirmaba que era «una Sociedad preferentemente clerical de personas que viven en común sin votos», más adelante se despejaba la terrible duda de si el Opus Dei intentaba colar hasta las mujeres para su ordenación como sacerdotes. Más grave aún era la opacidad en todo lo que hacia referencia a los bienes económicos: «dada la naturaleza de la Sociedad, en la administración de los bienes, además de los preceptos de derecho común que afectan a tales sociedades, se tienen reglas propias». Por todo ello, el Opus Dei se vio obligado a entregar el texto completo de las Constituciones internas, que fueron aprobadas oficialmente por el obispo de Madrid el 25 de enero de 1944. Las Constituciones internas de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y del Opus Dei comprendían 343 artículos y estaban divididas en tres partes. La primera parte, la más extensa con 201 artículos, trataba de la naturaleza de la Sociedad Sacerdotal incluyendo fines, miembros, incorporación, dimisión o expulsión, obligaciones, espíritu y normas. La segunda parte, compuesta de 107 artículos, describía el régimen de gobierno, en tres niveles, general, regional y local. La tercera parte, con solamente 33 artículos, se refería al Opus Dei de hombres y mujeres, que se presentaba camuflado como forma propia de la actividad apostólica de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, es decir, de donde obtendría la mayoría de sus recursos materiales y humanos. 37
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En las Constituciones de 1944 las categorías de socios se mantenían similares al Reglamento de 1941 con inscritos, numerarios y supernumerarios, y si la Sociedad Sacerdotal tenía miembros «electos» en el Opus se mantenía la categoría de «inscritos». La categoría de sacerdotes supernumerarios, «cualquiera que se integre en la Sociedad (Sacerdotal), sin más, será incluido entre los supernumerarios», provocaba perplejidades en miembros de la alta jerarquía eclesiástica que temblaba sólo pensando que pudiera haber fricciones o conflictos de doble obediencia. También se creaban nuevos cargos como la figura del secretario general, tres vicesecretarios, administrador general, delegados y missi o enviados. «El Padre» o Presidente fundador tendría dos custodios y se mencionaba por primera vez la posibilidad de una vicepresidencia, «si fuera necesario a juicio del Padre o del Consejo». Y, por último, lo más importante, se olvidaba completamente el espíritu de pobreza evangélica que contenía el Reglamento de 1941 y se creaba una Consulta Técnica General para la gestión de los bienes económicos. Se especificaba que los ingresos provendrían de las contribuciones de las administraciones territoriales», de «donaciones» directas a la Obra y de «sumas notables que superen al territorio y que no tuviesen destino especial», volviendo en tan controvertida materia al superávit y a la doctrina económica del beneficio. En ese mismo año de 1944, en una efemérides importante para la Obra de Dios como es el 14 de febrero, Escrivá explicó por carta a todos sus seguidores que todo aquel galimatías canónico era una solución «necesariamente transitoria» y destinada a ser «superada en cuanto haya un diverso camino jurídico que lo permita» y que «de momento, no hay mejor arreglo». Escrivá se encontraba entonces con dos organizaciones bajo su mando. El Opus Dei como Pía Unión y la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz declarada Sociedad de vida común. Ambos reconocimientos jurídicos sin embargo, no le iban a comprometer demasiado y su ambición le empujaría a funcionar libremente a sus anchas aunque, eso sí, bajo la sombra protectora de la dictadura de Franco. Pese a haber estudiado Derecho, a él nunca le importaron mucho los formalismos jurídicos, pero era consciente de haber realizado excesivas concesiones en aquella encrucijada situada entre 1943 y 1944. Por un lado, la figura jurídica de sociedades de vida común adolecía entre otros defectos de no ser sociedades laicas y de ofrecer una clara dimensión sacerdotal, mientras que, por el otro lado, las pías uniones no tenían nada de original, puesto que situaban al Opus Dei entre las numerosas asociaciones piadosas extendidas por toda España, En resumen aunque se creyera espiritualmente fuerte y muy rico, soñando con ser todopoderoso, jurídicamente se encontraba en precario. El problema del Opus Dei no estribaba tanto en determinar lo que Escrivá había aceptado jurídicamente y no quería hacer, como en establecer un estatuto jurídico definitivo para el Opus Dei. Escrivá, con su astucia política, se iba a encontrar atrapado en un laberinto jurídico. El fundador de la Obra estaba a las puertas de un intrincado laberinto que, al modo del de Minos en Cnossos, se presentaba, como un auténtico «palacio de las hachas». ¿Por dónde tomar? ¿Intentar otro rápido reconocimiento jurídico? Ese podría ser el mal menor: pagaría el desgaste consecuente a la ambigüedad de presentarse tanto como pía unión diocesana como sociedad de vida común, pero obtendría en cambio algún tiempo para recu39
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perarse y para alcanzar otro nuevo reconocimiento que esta vez tendría que venir directamente desde el Vaticano. Pero ¿quién le aseguraba que aquello no significaba jurídicamente un atasco? Y si el Vaticano decidiera cortar por lo sano, amonestando al Opus Dei por crear y mantener tan ambigua situación? ¿Y si el Vaticano rematara la faena provocando una disolución? Escrivá pagaría entonces dos facturas a la vez: una que le pasaría la Iglesia española y otra que le pasarían los propios miembros del Opus Dei que se sintieran engañados. ¿No estaba quizás arriesgándose demasiado al intentar dar de nuevo un salto jurídico sin colchón alguno para amortiguar el golpe? La astucia de Escrivá había consistido en sacar partido del obispo de Madrid hasta el máximo extremo, pero tenía que calcular los riesgos que ello podría presentar en el Vaticano, donde no le iba a ser nada fácil encontrar una salida jurídica para la Obra de Dios. En todo caso, Escrivá disponía de un período de tiempo de diez años, que era el plazo de observación concedido por la Congregación de Religiosos a la autoridad eclesiástica de tutela, la cual tenía además la facultad de intervenir en los asuntos internos de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y de su satélite el Opus Dei. La documentación expedida por el obispo de Madrid insinuaba hasta la forma de intervención: «previa dispensa y sanación de cuanto fuere necesario dispensar y sanar». Desde el punto de vista jurídico y eclesiástico Escrivá había obtenido cuanto pudo de Madrid, pero la Iglesia católica con su burocracia no dejaba lugar a dudas ni vacilaciones y, como la solución del problema se hallaba en Roma, Escrivá, después de terminar la Segunda Guerra Mundial, allí iba a dirigirse, a la conquista del Vaticano.
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6 A la conquista del Vaticano Escrivá con Franco. — Maniobras en 1946. — Escrivá en Roma. — Expansión universitaria. — Institutos Seculares. — Cuarta fundación en 1947. —Asalto a Europa. — Reglamento de administración. — Conspiraciones políticas. — Expansión ideológica. — Minoría activa. — Década triunfal.
ESCRIVÁ C O N F R A N C O
En los años de la posguerra Escrivá dirigió tandas de ejercicios espirituales a cientos de personas, lo cual significaba también otra forma de captación apostólica y de futuros ingresos como miembros en el Opus Dei. Pero su deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama no se paraba aquí. Escrivá intentaría llegar al centro neurálgico del Régimen, a quien centralizaba todos los poderes, al generalísimo Franco. Y para ello, dada su condición sacerdotal, logró en 1944,después de la ordenación de los tres primeros sacerdotes de la Obra, dirigir los ejercicios espirituales que realizaban anualmente Franco y su familia en el palacio de El Pardo. Escrivá había hecho amistad con el capellán de Franco, el padre Bulart, y a través de éste logró ser introducido en el antiguo coto de caza y de descanso de los monarcas españoles, en las cercanías de Madrid, que Franco utilizaba como fortaleza inexpugnable. Manteniéndose inaccesible, Franco evitaba cualquier represalia incontrolada de «los enemigos de la Patria» y se protegía a su vez de las ambiciones y aviesos consejos de sus compañeros de armas y seguidores. Nadie, excepto su familia, los personajes que acudían a las audiencias, sus ministros y su capellán rompían el aislamiento en el que el dictador se había recluido en El Pardo. En los ejercicios espirituales del dictador, Escrivá consideró que no le vendría mal una meditación sobre la muerte. Franco escuchó con atención las reflexiones de Escrivá sobre este punto de meditación y dijo que, desde luego, había pensado alguna vez sobre el asunto y que tenía tomadas las medidas oportunas, revelando con aquella respuesta que la muerte para Franco no significaba entonces un pro1
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blema. Más adelante, tan espinoso asunto político logró resolverlo con el nombramiento de su sucesor, gracias sobre todo a la ayuda prestada por el Opus Dei. Cuentan los hagiógrafos de Escrivá que cuando el obispo de Madrid-Alcalá se enteró de aquel triunfo, le comentó en la primera ocasión en la que coincidieron: «Después de ésta, en España nunca será obispo...», a lo que respondió Escrivá: «Me basta con ser sacerdote...». Eijo Garay conocía los deseos de Escrivá de ser obispo desde 1941, cuando le consultó para la eventualidad de aceptar o no el nombramiento, creyéndolo entonces inminente. Como Escrivá «presentía» esta posibilidad después de la Guerra Civil, había consultado también a su confesor particular, José Mana García Lahiguera, que era director en el seminario de Madrid. La respuesta de ambos eclesiásticos, franquistas hasta la médula, fue alentadora para Escrivá. Con aquellas aproximaciones a Franco, en quien se centralizaban todas las decisiones importantes o no para la vida política, Escrivá que ambicionaba ser obispo, a imitación de Ángel Herrera Oria, movió resortes del Poder para conseguirlo y su nombre figuró durante varias ocasiones en las listas de candidatos a obispo presentadas por el Gobierno español, pero su nombre no encontró apoyo alguno por parte de Vaticano. A Escrivá le sirvió de acicate el nombramiento en 1947 como obispo de Málaga de Ángel Herrera Oria, presidente de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas ( A C N P ) , uno de los laicos más ilustres de la Iglesia Católica española que alcanzaría el cardenalato y que había sido ordenado como sacerdote finalizada la Guerra Civil en 1940. Escrivá figuró de manera prominente en varias ternas de las que, conforme al estilo tradicional, presentaba el Gobierno español al Vaticano para el nombramiento de obispos. Molesto Escrivá porque nunca salía, encargó a Antonio Pérez, su segundo en España, que preguntara a Alberto Martín Artajo, ministro de Asuntos Exteriores y compañero de Antonio Pérez en las tareas del Consejo de Estado, quien le confirmó que la exclusión de Escrivá no había sido obra del Gobierno español, sino del Vaticano. Después de este rechazo, Escrivá se debió contentar con el título de «prelado doméstico de su Santidad», que le daba también derecho al tratamiento de «monseñor» y que obtuvo por medio de Alvaro Portillo después de remover Roma con Santiago. Los contactos personales de Escrivá con el dictador no se redujeron a ambiciones personales o actividades espirituales, sino que también visitó a Franco en 1949 para pedirle dinero para la construcción de la casa general del Opus Dei en Roma, después de haber agotado las posibilidades de obtener más dinero de los fondos reservados utilizados por el fiel Carrero Blanco como ministro subsecretario de la Presidencia. 2
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M A N I O B R A S EN
1946
El Opus Dei inició el año 1946 con una maniobra jurídica dirigida hacia el Vaticano. Comenzó para ello moviendo varios peones que iban a ejecutar los movimientos previos antes de dar jaque en el tablero vaticano. En enero, uno de los canonistas de la Obra, Salvador Canals, regresó a Roma tras haber pasado las navidades en España. El mes de febrero, Alvaro Portillo y José Orlandís, que logra136
ba expresarse en italiano, llegan a Roma y alquilan un piso amueblado cerca de la Piazza Navona, dispuestos a permanecer una larga temporada. Consiguieron el alquiler del piso por medio del cónsul español en la Ciudad Eterna. Los dos miembros del Opus Dei llegaron a Roma con cartas de recomendación de eclesiáticos y obispos españoles, pero sobre todo con la ambición de pedir en el Vaticano un régimen jurídico universal para el Opus Dei, algo así como en el juego del mus echar un ordago a la grande con escaso juego. Se trataba nada más y nada menos que obtener una aprobación jurídica en Roma para dotar a la Obra de un régimen interdiocesano y de derecho pontificio, además de conseguir también un reconocimiento expreso del Vaticano a través de un decretum laudis o decreto de alabanza, donde se reconocieran los méritos apostólicos del Opus Dei. Escrivá sostenía entonces que las aprobaciones diocesanas no eran bastante para todo el Opus Dei y que necesitaban una aprobación papal para seguir adelante. Como no les bastaba el nihil obstat de 1943 para su publicidad, se atrevían a pedir un reconocimiento en buena y debida forma por parte del Vaticano, para pasar del régimen jurídico diocesano al interdiocesano. La solicitud estaba firmada por Escrivá, como «presidente general de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz» y fechada el 23 de enero de 1946. En ella pedía al Papa Pío XII «se digne conceder el decreto, así como la aprobación de las Constituciones de la Sociedad, la cual fue fundada el día 2 de octubre de 1928, y canónicamente aprobada como Pía Unión el día 19 de marzo de 1941». Escrivá se presentaba como presidente de una sociedad sacerdotal sin referirse al Opus Dei y otra vez insistía en la oscura fecha fundacional de 1928. La Obra de Dios estaba en el origen de la Sociedad Sacerdotal y pretendía que fuera el substrato inseparable de ella, pero intentar introducir elementos ambiguos de confusión en la solicitud al Papa, con objeto de conseguir un reconocimiento global tanto para la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz como para el Opus Dei representaba una maniobra jurídica que resultaba harto grosera. Si el Vaticano refrendaba las Constituciones presentadas por el Opus Dei aprobaría dos organizaciones y no una como figuraba en la solicitud. Para la burocracia vaticana el escollo principal residía en la articulación entre ambas y si el Opus Dei fue aprobado como Pía Unión diocesana en 1941, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz fue aprobada como Sociedad diocesana de vida común sin votos públicos en 1943. La argumentación utilizada por el Opus Dei era que se trataba de una defensa fundamental del carisma fundacional, sin necesidad de caer en excesivos juridicismos, pero los pillos militantes del Opus no iban a poder convencer a sus interlocutores, por no contar con suficientes apoyos en los dicasterios vaticanos. Un eclesiástico agregado a la embajada de España en Roma, monseñor Ussía, preparó las entrevistas y les ayudó a mantener los primeros contactos oficiales. Para causar mayor impresión, Alvaro Portillo se vistió con el uniforme de gala del cuerpo de Ingenieros de Caminos, elegante indumentaria rematada con un penacho de plumas; el proyecto iba preparado con el mismo formato con que se preparan en España los proyectos de ingeniería, confiando ingenuamente que en la Curia romana estuvieran menos adelantados en materias de métodos y sistemas. Hasta el mes de junio el Vaticano da por callada la respuesta y el atasco resul4
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ta patente para el Opus Dei. En esta tesitura, la Congregación de Religiosos responde negativamente emitiendo una reserva donde se señala que «las denominaciones oficiales no pueden ser modificadas sin previa autorización de la propia Congregación», lo cual echó por tierra las ilusiones del Opus Dei. Portillo reconoce en carta a Escrivá que «no encontraba salida en aquel laberinto, temiendo que el asunto quedase en la estacada». Paralelamente, los píos militantes del Ous Dei habían realizado una serie de peticiones que formaban parte de la misma maniobra: obtener como fuera el reconocimiento tanto de la Sociedad Sacerdotal como del Opus Dei por parte del Vaticano. Con este fin, intentaron aprobar implícitamente el espíritu y objetivos del Opus Dei a través de demandas en apariencia anodinas como la concesión de indulgencias y de escapularios, atacando de esta manera por otro frente jurídico para alcanzar el mismo objetivo con solicitudes referentes a pequeños detalles piadosos. La serie de peticiones la realizaron por medio de la Secretaría de Estado del Vaticano, además del conducto reglamentario de la oficina de indulgencias dependiente de la Penitenciaria Apostólica, la cual se vio obligada a solicitar un complemento de información a la Congregación de Religiosos sobre la denominación exacta de la Sociedad que había sido aprobada en 1943. Una simple descripción de las peticiones ilustra bien el sentido de aquella nueva maniobra. Así, los militantes del Opus Dei pedían permiso para que los sacerdotes de la Obra, miembros de ls Sociedad de la Santa Cruz, pudieran bendecir con la señal de la cruz, rosarios y crucifijos, con las indulgencias habituales para dichos casos; erigir el vía crucis en todos los oratorios de la Sociedad; imponer a todos los socios el escapulario de la Virgen del Carmen; impartir los sacerdotes de la Sociedad la bendición apostólica, con indulgencia plenaria, a quienes hicieran ejercicios espirituales bajo su dirección; indulgencias de 500 días cada vez que rezaren o venerasen con la oración la cruz erigida en los oratorios de la Sociedad; indulgencia plenaria para los que visiten el oratorio los días de la Invención y Exaltación de la Santa Cruz; además de indulgencias diversas para las horas dedicadas al estudio por los miembros de la Sociedad. Y, sobre todo, pedían indulgencia plenaria en determinadas fiestas del año, en el día de la emisión o renovación de los votos y en las fiestas de los patronos de la Obra; recibir la absolución general en determinadas fiestas para los socios de las dos ramas de la sociedad; finalmente pedían indulgencia plenaria para los actos de admisión, oblación y fidelidad, tanto en la Sociedad Sacerdotal como en el Opus Dei, al igual que los religiosos en su profesión perpetua. La Secretaría de Estado del Vaticano emitió el breve Cum Societatis con fecha de 28 de junio de 1946, documento que concedía todas las indulgencias y devociones particulares solicitadas a un híbrido denominado «Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei» y los miembros del Opus Dei consiguieron además que se mencionara en el documento, como fecha de fundación, el día 2 de octubre de 1928. La importancia residía en que un organismo vaticano como la Secretaría de Estado, atribuyera por primera vez al conglomerado de Escrivá el título de «Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei», denominación que iba a pregonar la Obra desde entonces, aun cuando no tuviese jurídicamente aclarada su situación. En aquella aprobación de indulgencias, calificada de apresurada por expertos del Vaticano, se adivinaba ya la mano protectora de monseñor Tardini, encargado 5
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entonces de Asuntos Extraordinarios en la Secretaría de Estado del Vaticano; pero la reserva emitida, tan sólo unos días después, por la Congregación de Religiosos no daba lugar a dudas jurídicas y las denominaciones oficiales no podían ser modificadas sin autorización previa. La Congregación de Religiosos era el organismo vaticano del cual dependia finalmente la Obra por ser todavía una organización católica diocesana. Los objetivos del Opus Dei en Roma, a la conquista del Vaticano, fueron decididos en función de la utilidad y de la necesidad. También veremos, más adelante, que consistieron más en «servirse de» la Iglesia que en «servir a» la Iglesia.
ESCRIVÁ E N R O M A
Escrivá quiere intervenir directamente después del relativo fracaso de las maniobras emprendidas durante el primer semestre de 1946 y decide viajar a Roma. Como fundador pensó dirigirse a la cabeza de la Iglesia y solicitó audiencia al Papa Pío XII. La fecha de la audiencia le sería fijada para el 16 de julio en Roma. Se iba a cumplir la máxima 520 escrita ocho años antes por el propio Escrivá en Camino: «Católico, Apostólico, ¡Romano! Me gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer tu "romería", "videre Petrum", "para ver a Pedro"». Antes de preparar el viaje consultó al Consejo General de la Obra, que le dio una opinión favorable, porque lo contrario resultaba inimaginable. Cuentan sus hagiógrafos que Escrivá «se lo agradeció, no sin hacerles considerar que ya había decidido de antemano marcharse, porque Dios así lo quería».'' «Os lo agradezco —les dijo—, pero hubiese ido en todo caso: lo que hay que hacer se hace.» Como no se encontraba bien de salud, Escrivá acudió entre otros médicos al neuropsiquiatra Juan Rof Carballo, por si existía alguna lesión neurológica como consecuencia de la dolencia que arrastraba desde la infancia. Parece que uno de los doctores consultados desaconsejó formalmente el viaje, pero él no hizo caso. Si enfermedad es el precio que el ánima paga por ocupar el cuerpo, como un arrendatario paga una fianza para ocupar la vivienda en que vive, en palabras de Shri Ramakrishna, el fundador del Opus con una salud delicada pagaba un alquiler elevadísimo en una casa llena de goteras. Ya se le declaró una enfermedad en febrero de 1938, perdió la voz y comenzó a echar sangre por la boca. En septiembre de 1939, cuando se encontraba en Valencia tuvo unas altas fiebres que se repetirían en El Escorial, cerca de Madrid en 1944. Los médicos le examinaron el absceso del cuello. Se trataba de un ántrax con complicaciones generales y graves. Se hicieron los análisis clínicos y por los síntomas y malestares que venía arrastrando por algún tiempo como fatiga, furunculosis, sed, cansancios con fiebres y tendencia a la obesidad, se le diagnosticó una fuerte diabetes. Sus crisis de salud fueron muy frecuentes a partir de 1944 con la grave diabetes que padecía y que arrastraba desde su infancia. La diabetes es una enfermedad caracterizada por la incapacidad del organismo de metabolizar correctamente el azúcar, por lo que esta sustancia se deposita en niveles excesivos en la sangre. Como diabético insulinodependiente, Escrivá sufría constantemente cansancios, trastornos de la vista y se mantenía en pie gracias a inyecciones y a una dieta, pero 7
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con la excepción de Alvaro Portillo y de alguno de sus más íntimos colaboradores, casi nadie lo sabía ni se daba cuenta. Antes de embarcarse para Italia, en Barcelona Escrivá recapacita en público delante de miembros de la Obra y pronuncia unas palabras en el transcurso de la misa que son reveladoras de su estado de ánimo y su preocupación por aquel primer fracaso en la batalla canónica ante el Vaticano: «Señor, ¿Tú has podido permitir que yo de buena fe engañe a tantas almas? ¡Si todo lo he hecho por tu buena gloria y sabiendo que es Tu Voluntad! (...) Nunca he tenido la voluntad de engañar a nadie. No he tenido más voluntad que la de servirte. ¿Resultará entonces que soy un trapacero?».' Escrivá, sin embargo, se encontraba optimista porque iba a ser recibido por el Papa, la cabeza visible de la Iglesia católica, y el Opus Dei iba a centrar sus objetivos en el papado para ganar la batalla canónica. Durante la travesía hasta Genova estalló un fuerte temporal que Escrivá atribuyó al Maligno que «mostraba su rabo» intentando impedir el viaje. Años después, miembros del Opus Dei compraron la rueda del timón y la bitácora con la aguja que señalaba el rumbo camino de Italia cuando el barco fue desguazado por la Compañía Transmediterránea y objetos tan preciados para la Obra fueron depositados como reliquias en la sede central de Madrid. Cuando llegó a Roma, cuentan sus hagiógrafos, Escrivá se pasó toda la noche rezando y contemplando la cúpula de la basílica de San Pedro así como la lucecita de la ventana en los apartamentos del Papa." Escrivá llegó el 23 de junio y permaneció en Roma hasta finales de agosto. Mantuvo contactos con personalidades como el cardenal Tedeschini, antiguo nuncio en España que se hizo luego amigo y protector de la Obra, y también con hombres poderosos de la Curia, además de representantes del ala más conservadora, como Tardini, antes de ser recibido el 16 de julio en audiencia por Pío XII, pero en ella no obtuvo resultados. Para no volver a Madrid de vacío logró una carta de la Congregación de Religiosos de «alabanza del fin» de la Sociedad Sacerdotal de la, Santa Cruz y Opus Dei, fechada el 13 de agosto. La carta representaba una antigualla jurídica y para redactarla hubo que desempolvar un modelo de documento que la Curia vaticana no había utilizado desde hacía más de cien años. La carta contenía una felicitación al presidente y a todos los miembros del Opus Dei por su apostolado y les animaba a seguir. La Congregación de Religiosos recordaba sobre todo en el texto de la carta que había transcurrido poco tiempo desde que «concedió gustosamente la venia para la erección canónica», refiriéndose al nihil ostat de 1943 y que desde entonces habían llegado «abundantes y autorizados documentos que en gran manera la alaban y recomiendan». La carta señalaba, por último, que dichos documentos corroboraban lo que ya la Congregación había concedido en 1943. En lugar del «decreto de alabanza» Escrivá volvía a España con una «carta de alabanza del fin», un sucedáneo de lo que había solicitado y que no iba más allá de la venia de 1943. No obstante Escrivá volvía contento pues frente a la negativa en su demanda para disponer de un régimen jurídico universal, existía una posibilidad de reconocimiento en una nueva normativa que se estaba estudiando en el Vaticano y que iba a dar lugar a la creación de la figura jurídica de los Institutos Seculares. 9
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Varias veces a lo largo de su vida le iba a suceder a Escrivá, como también le ocurre a cualquier ser humano, que actuaba con decisión para obtener un fin determinado y luego acababa consiguiendo otro. Así, fracasando al intentar pasar del régimen jurídico diocesano al interdiocesano, pudo conseguir un estatuto como Instituto Secular que también le servía para lo mismo. La vuelta de Escrivá a Madrid fue esta vez en avión y trajo consigo, como recuerdos del viaje, un retrato dedicado del Papa y las reliquias de dos niños martirizados en el siglo 11, Santa Mercuriana y San Sínfero. Al llegar a Madrid, Escrivá exclamó delante de un grupo de miembros de la Obra: «¡Hijos míos, en Roma yo he perdido la inocencia!». Con la frase Escrivá traducía a su manera el dicho italiano «Roma veduta, fede perduta»: «Roma vista, fe perdida».
E X P A N S I Ó N UNIVERSITARIA
Si en Madrid la actividad apostólica se centró principalmente alrededor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Valencia la captación de nuevos miembros se había realizado prácticamente, en una primera epóca, a través del colegio universitario de Burjasot, dedicado a una élite de estudiantes católicos. En Barcelona, los primeros miembros del Opus salieron de entre los estudiantes selectos de los jesuítas, organizados en las llamadas Congregaciones Marianas, así como también de jóvenes alumnos del colegio de La Salle Bonanova. Después de las tres grandes capitales españolas, Madrid, Barcelona, Valencia, los miembros del Opus instalaron pisos, y luego casas, para extender sus tentáculos en ambientes universitarios de Valladolid, Zaragoza, Bilbao, Sevilla y Santiago. Comenzaron montando pequeños centros para estudiantes, destinados a convertirse a corto o largo plazo en residencias o colegios mayores universitarios, y la iniciativa partió generalmente de catedráticos, socios del Opus Dei que fueron incorporándose paulatinanente en distintas uiversidades de provincias. El ámbito de actuación del Opus Dei durante la posguerra fue, en todos los casos, estrictamente universitario. En las ciudades con universidad se concentró más rápidamente la expansión porque el Opus Dei pretendía que hubiese casas de numerarios o residencias de estudiantes en todas las ciudades en que hubiera universidad. Así, cuando los catedráticos numerarios del Opus eran destinados a una ciudad con universidad, se ponían en seguida a la tarea de buscar casa o iniciar los planes para una residencia, dependiendo de las posibilidades económicas y de los apoyos. El mecanismo de ocultación, porque el nombre del Opus Dei no aparecía en ninguna parte, era como sigue: por lo general, la propiedad de las casas se puso a nombre de una sociedad civil, la Sociedad de Cultura Universitaria Técnica, y los fondos financieros recolectados a nombre de otra, Fomento de Estudios Superiores. Por otra parte, las residencias universitarias de nueva planta fueron construidas y administradas mediante la creación de una inmobiliaria para cada caso, cuyas acciones eran suscritas por cooperadores y amigos de la Obra o entidades financieras como las Cajas de Ahorros si en los puestos directivos encontraban apoyos. De aquella época datan las primeras estrategias financieras y jurídicas, diseñadas casi todas por Ramón Guardans, numerario catalán del Opus Dei y compañero de estudios de Laureano López Rodó, otro catalán miembro del Opus Dei. El 12
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problema principal era que la Obra como tal no podía tener bienes a su nombre porque su naturaleza canónica estaba poco precisada y porque Escrivá deseaba un planteamiento laico, civil, de sus realizaciones, además de rigurosamente secreto. La solución fue crear sociedades civiles o mercantiles, y tener en ellas la mayoría de las acciones o participaciones. Los títulos figuraban a nombre de socios de confianza de la Obra quienes, a su vez, firmaban vendís en blanco que quedaban en posesión de los superiores del Opus Dei. Tal comportamiento se complementaba con la obligación que tenían los socios numerarios de ceder la administración de sus bienes y de hacer testamento a favor de la Obra al realizar las ceremonias de votos temporales y perpetuos. En la práctica, ello se llevaba a cabo de la misma manera, es decir, siendo los cesionarios y los derechohabientes otros socios de la Obra. Guardans, con el título de abogado, se dedicó en cuerpo y alma a la tarea de buscar testaferros y a montar sociedades de pantalla para la Obra de Dios. Más adelante abandonó como numerario los cargos que tenía en el Opus, contrayendo matrimonio con Helena Cambó, hija del célebre magnate y hombre político catalán, que había preferido exiliarse en Argentina. De aquella época datan precisamente las tentativas pacientes y un tanto maquiavélicas del Opus Dei para lograr atribuirse lo esencial de la considerable fortuna dejada por Cambó en Argentina, tentativas que parece tuvieron sólo un éxito parcial.' Laureano López Rodó, instalado en Madrid entre 1942 y 1946, intervenía pese a su juventud en aquellas estrategias jurídicas y financieras. Hijo de burguesía media catalana con un pequeño negocio propio en el sector textil, pasó la mayor parte de la Guerra Civil escondido en casa de sus padres, sin salir a la calle. En 1939 se alistó como «voluntario» en el ejército de Franco y sin disparar un solo tiro fue destinado a Salamanca. Su actividad bélica se redujo sólo a dos meses viajando en trenes de transporte por las retaguardias de las tropas de Franco. En julio de 1939 logró terminar el bachillerato en un tiempo de «exámenes patrióticos», iniciando en octubre de ese mismo año la carrera de Derecho en Barcelona. Cuando estudiaba Derecho con sólo veinte años de edad, ingresó en el Opus Dei tras hacer un viaje a Madrid para conocer al Fundador. Como se habían implantado cursos intensivos de octubre a marzo y de abril a julio, López Rodó terminó en junio de 1942, en sólo dos años y medio, los cinco cursos tradicionales de la carrera de Derecho. Inmediatamente López Rodó se trasladó a Madrid para «vivir el espíritu de la Obra» y seguir los cursos de doctorado en Derecho, puesto que el grado de doctor sólo era concedido entonces por la Universidad Central madrileña. Con veintitrés años obtuvo el doctorado en Derecho Administrativo en junio de 1943, con la tesis «El coadyuvante en lo contencioso-adminitrativo». Como necesitaba los dos años de docencia efectiva que se exigía, para presentarse a oposiciones de cátedra, ejerció como profesor ayudante de cátedra en la Universidad Central y también como profesor del Centro de Estudios Universitarios (CEU), dependiente de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP). Allí Laureano realizó sus primeros pinitos públicos de apostolado, en un ambiente hostil donde los miembros del Opus Dei comenzaban a ser rechazados por su descaro. Ganó finalmente la cátedra de Derecho Administrativo de la Universidad de Santiago de Compostela cuando sólo había cumplido veinticinco años de edad. 15
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La Universidad de Santiago, una tranquila universidad de provincias, constaba entonces de cincuenta cátedras y unos tres mil alumnos, lo que representaba una proporción de sesenta alumnos por catedrático. Y allí fueron destinados tres catedráticos miembros del Opus Dei, Alvaro Ors Pérez en Derecho Romano, Amadeo Fuenmayor Campín en Derecho C i v i l y Laureano López Rodó en Derecho Administrativo, que una vez instalados abrieron casa y también bufete particular como abogados. En mayo de 1946 después de la llegada de López Rodó a Santiago de Compostela tuvo lugar la constitución de la sociedad Inmobiliaria Gallega, S. A. Esta empresa construyó un edificio en el número 1 de la avenida de Coimbra, donde comenzó a funcionar el Colegio Mayor Universitario de La Estila, figurando en los registros universitarios la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz como organismo fundador. En el mismo edificio instalaron el domicilio social de la inmobiliaria en cuyo consejo de administración figuraron personalides gallegas del mundo de los negocios como Marcelino Blanco de la Peña, Benigno Quiroga y Ramón Bermúdez de Castro, éste último presidente de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de la Coruña y Lugo. Socios con mayor devoción para la obra de Dios fueron el presidente de la sociedad, Agustín Núñez Díaz, y el consejero secretario Fernando Gaisse Basabe. Los otros consejeros de la sociedad fueron el financiero gallego Andrés Vilariño Alonso y Laureano López Rodó, que lograba hacer compatibles sus votos, entre ellos el de pobreza, con su presencia en esta sociedad apostólica, cuyo objeto social era «la adquisición o construcción de fincas urbanas y su explotación en forma de arriendo.» El capital inicial fue de cinco millones de pesetas, representado por 5.000 acciones de 1.000 pesetas nominales cada una que seis meses más tarde, en enero de 1947, había sido ampliado a diez millones, cubiertos generosamente por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de la Coruña y Lugo. Así comenzaba el dispositivo instalado por el Opus Dei de obtener dinero para sus necesidades apostólicas a partir de instituciones financieras públicas, consiguiendo préstamos en condiciones que equivalían prácticamente a un regalo. Y de Santiago de Compostela nos trasladamos para estudiar la implantación del Opus Dei a otra capital universitaria, a Sevilla. A partir del «centro» instalado al comienzo del curso escolar 1945-1946, puede decirse que el Opus Dei irrumpió públicamente en los ambientes universitarios de Sevilla. El hombre clave, el principal animador del núcleo del Opus Dei en Sevilla, que había comenzado a desarrollarse silenciosamente en la posguerra a partir de 1942 fue Vicente Rodríguez Casado, conocido tanto en la universidad como dentro del Opus Dei por el sobrenombre de «Vicentón». Su biografía es, en cierto modo, clásica: hijo de militar, nació en Ceuta, en 1918, obtuvo muy joven, a los 24 años, la cátedra de Historia Moderna de la Facultad de Filosofía y Letras de Sevilla. Seis meses después de haber ganado fácilmente las oposiciones a cátedra, fundo la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, y, paralelamente a ello, comenzó su labor de captación apostólica: Florentino Pérez Embid, José Antonio Calderón Quijano, Guillermo Céspedes y Octavio G i l Munilla «pasaron» por su cátedra como profesores adjuntos y en 1949 los cuatro ya habían ganado oposiciones a cátedra en la Universidad de Sevilla. A partir de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, el grupo de Sevilla organizó la Universidad Hispanoamericana de la Rábida, las Asambleas de Ameri143
cañistas, el colegio Mayor Santamaría del Buen Aire, una Residencia de Investigadores y el club «La Rábida». Los fondos del Estado fueron invertidos con generosidad en esta obras, especialmente en la universidad Hispanoamericana, levantada cerca del monasterio de la Rábida, en la confluencia de los ríos Odiel y Tinto, que sería ampliamente utilizada para los fines de captación de Opus Dei. Allí, Rodríguez Casado a la cabeza del grupo de Sevilla, iba a actuar más tarde de anfitrión de estudiantes latinoamericanos y de esa manera entraron los primeros mejicanos y los primeros chilenos, al final de los años cuarenta, en el Opus Dei. Pero no todos los socios del Opus Dei pertenecían a la facultad de Filosofía y Letras, había también catedráticos de la Obra en Medicina como Diego Díaz Domínguez y en la Facultad de Ciencias como Eduardo Alastrúe. Otro puntal básico, además de Vicente Rodríguez Casado, fue en el grupo de Sevilla Jesús Arellano. De la Rioja navarra, de Corella exactamente, afincado en Sevilla desde 1946, fecha en que gano la cátedra, Jesús Arellano ayudó a ingresar en Opus Dei muchos jóvenes universitarios en aquella época. De Sevilla procedían también los hermanos Fontán, Antonio y Eugenio. Hijos de médico, Eugenio por su matrimonio se dedicaría a los negocios y Antonio a su cátedra de Filología Latina y al Opus Dei por completo, aunque luego se dedicaría también al apostolado de la prensa y a la política activa, logrando con la extinta U C D el puesto de presidente del Senado durante la transición democrática. Otros dos miembros del Opus Dei, Patricio Peñalver Simó y Alfonso Candau Parias, este último nacido en una rica familia de terratenientes, también destacarían ambos más tarde, conquistando sendas cátedras en universidades de provincias. En el período 1940-1946 por lo menos veinticinco miembros del Opus Dei consiguieron cátedras en universidades españolas, sin contar el profesorado en las escuelas especiales de arquitectura o de ingeniería. A finales del año 1946 el Opus Dei contaba en total con 270 miembros aproximadamente, de los cuales 240 eran varones, entre ellos 10 sacerdotes incluyendo a Escrivá, además de 30 mujeres en la sección femenina. También contaba con centros y residencias repartidos en nueve ciudades españolas, Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza, Bilbao. Valladolid, Granada y Santiago de Compostela. Los numerarios del Opus Dei disponían además de una docena de pequeños pisos más discretos, el centro de retiro de Molinoviejo en Segovia y el centro de estudios de la Obra en Madrid, donde se alojaban los mas selectos con Escrivá y vivían allí en familia.
INSTITUTOS S E C U L A R E S
Alvaro Portillo y Salvador Canals fueron enviados a Roma por Escrivá con el fin de obtener la aprobación pontificia del Opus Dei a comienzos de 1946, consiguiendo un resultado escaso. Junto a la fuerte preparación canonista de ambos, llevaron en su poder cartas de recomendación escritas por sesenta ordinarios españoles, entre los que se encontraban ocho cardenales y todos los metropolitanos de España." En Roma hallaron el favor del cardenal Tedeschini y, gracias a la presentación del entonces nuncio de España, Cicognani, consiguieron audiencia cerca del prosecretario de la Congregación de Religiosos, Larraona. 19
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Hacía algún tiempo que estaban funcionado, bajo la supervisión de Larraona una comisiones integradas por miembros de organismos vaticanos como la Congregación de Religiosos el Santo Oficio y la Congregación del Concilio. Las sesiones de trabajo de esta comisiones, calificadas más tarde de preliminares, habían durado varios años, haciéndose cada día más rutinarias y penosas. El objetivo de estas reuniones era resolver cuestiones de principio, antes de dar ordenamiento jurídico a unas asociaciones que habían aparecido en el seno de la Iglesia y que el Código de Derecho Canónico, promulgado en 1917, había ignorado. Ya en 1938, el padre Gemelli, encargado de estudiar su situación y de analizar sus exigencias, reunió en Saint-Gall (Suiza) a representantes de más de veinticinco asociaciones de este tipo, procedentes, entre otros países de Italia, Suiza, Hungría, España y Francia. Como modelo se habían tomado las constituciones de una sociedad francesa, Notre Dame du Travail. Después de su llegada a Roma los adelantados de la Obra de Dios, Canals y Portillo, habían sido adscritos por Larraona, en calidad de consultores técnicos, a la comisión elaboradora. En julio del mismo año, recibieron el aliento directo del fundador que se había trasladado a Roma instalándose todos en un pequeño piso de una casa de vecinos del barrio de Cittá Leonina, muy cerca del Vaticano. Escrivá había traído consigo toda la documentación interna del Opus Dei. El empuje de los miembros de la Obra de Dios resultó patente durante el segundo semestre de 1946. La comisión de la Congregación de Religiosos, aclaradas las cuestiones de principio, abordó directamente el problema y entro en las cuestiones de orden jurídico, es decir, en todo lo referente al marco jurídico del estatuto para sociedades que no tenían ni respondían por entero a las características de la congregaciones religiosas pero que a su vez, tampoco podían considerarse meras asociaciones de fieles. El impulso para llevar a término los estudios del estatuto se aceleró en los últimos meses de 1946. Canals, consultor técnico de la comisión, testigo además activo de las sesiones, señaló que «el Opus Dei y sus constituciones fueron atentamente examinados por la Sagrada Congregación, especialmente todo aquello que se refería a su constitución interna, al régimen, a los apostolados, a la vida común (...) y sus constituciones sirvieron de gran ayuda y dieron luz sobre no pocos problemas jurídicos, ofreciendo soluciones canónicas contrastadas por una experiencia larga y fecunda». Otro miembro del Opus Dei, Julián Herranz, cuenta que «la documentación presentada hizo que se cambiara el rumbo de los estudios preparatorios y provocó un estudio más amplio del problema». Las cartas de recomendación y los esfuerzos de los canonistas del Opus Dei empezaban a dar frutos. Tal cúmulo de circunstancias, será rememorado por los miembros de la Obra con una modestia regocijante: «Mientras el Opus Dei elevaba instances preces a Nuestro Señor con el fin de solicitar el Decretum laudis como sociedad de la vida común sin votos públicos, se estaba preparando la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia». La búsqueda de un estatuto jurídico era fundamental par el Opus Dei y el problema estaba ligado tanto a la estructura de la organización como a las enormes ambiciones de Escrivá. En este sentido, los dos primeros reconocimientos jurídicos son datos en extremo reveladores del grado de desarrollo alcanzado por el Opus Dei en aquellas fechas. Estaba claro que la búsqueda de un estatuto era fundamental en la década de los cuarenta para el incipiente Opus Dei. Los reconocimientos 20
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jurídicos de 1941 y 1943 resultaban demasiado exiguos para un organización como el Opus Dei que, con un férreo aparato interno y una ideología agresiva, mostraba desde sus comienzos un empuje y sueños verdaderamente expansionistas. El estatuto jurídico fuera una pieza fundamental en el engranaje del Opus Dei, que lo iba a utilizar como cobertura jurídica y como anzuelo para engrosar sus filas con nuevos miembros. La Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia y la aprobación provisional en 1947 de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz como primer Instituto Secular de la Iglesia católica significó la mayoría de edad de la organización y un cambio importante en lo que respecta a la situación de la Obra de Dios y a sus posibilidades de captación de nuevos miembros. La Constitución Apostólica parecía hecha a la medida de la Obra de Dios y Alvaro Portillo, secretario general del Opus Dei, fue nombrado en marzo de 1947 igualmente, secretario de la comisión especial para los Institutos Seculares constituida en el seno de la Congregación de Religiosos. El 2 de febrero de 1947 se había promulgado la ley canónica sobre los Institutos Seculares y el día 24 del mismo mes se concedía a la rama sacerdotal del Opus Dei el decretun laudis o decreto de alabanza, por el cual quedaba constituida provisionalmente como primer Instituto Secular de Derecho pontificio. La petición para obtener el decretum laudis iba firmada por 12 cardenales, 2 patriarcas, 26 arzobispos y 110 obispos de la Iglesia católica. Tres años más tarde, en 1950 la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz recibiría las aprobación definitiva cuando el número de miembros ordenados como sacerdotes ya había alcanzado la docena. Después de la promulgación de la Provida Mater Ecclesia, otros documentos pontificios completaron, en el curso de los años siguientes, diversos aspectos de la actividad de los Institutos Seculares. El Opus Dei se atribuyó entonces, de forma harto discutible, un derecho muy específico y concreto para diferenciarse del resto de los Institutos Seculares. El 12 de marzo de 1948, el motu proprio Primo Feliciter que se aplicaba en general a todos los Institutos Seculares, precisaba que «este apostolado de los Institutos Seculares ha de ejercerse fielmente no ya "en el siglo", sino por así decir "desde el siglo" y, por tanto, en las profesiones, actividades, formas, lugar y circunstancias correspondientes a esta condición secular». Asimismo se recomendaba «a los directores y consiliarios de la Acción Católica y de las otras asociaciones de fieles, en cuyo materno seno se educan para una vida íntegramente cristiana, al mismo tiempo que se inician en el ejercicio del apostolado tan numerosos y selectos jóvenes que por vocación del cielo son llamados a más altos designios, tanto en las religiones y sociedades de la vida común como también en los Institutos Seculares, recomendamos con paternal afecto que promuevan generosamente esta santas vocaciones y que presten su ayuda no sólo a las Religiones y Sociedades, sino también a estos Institutos, verdaderamente providenciales, y que utilicen gustosamente sus servicios, salvada la disciplina interna». Se puede imaginar fácilmente la utilización que de este texto pontificio hizo el Opus Dei para aumentar sus adeptos, muy especialmente entre los miembros masculinos de Acción Católica, cuyo número en España rondaba entonces los 50.000 afiliados. De esta cifra considerable de militantes católicos, el Opus Dei fue reclutando lentamente los elementos más valiosos, pasando a ser los enrolados en su mayor parte, socios supernumerarios del Opus Dei. Para ello, la Obra llegó 24
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a ampliar en aquellos tiempos su estructura con la categoría de miembros denominada «supernumerario» que podían estar casados y observar los tres votos de obediencia, castidad y pobreza, de forma compatible con su estado. La sección sacerdotal había obtenido fácilmente el estatuto jurídico del Instituto Secular por ser una sociedad clerical, pero no el resto del Opus Dei. Su pretendida originalidad se basaba pues, en una confusión jurídica mantenida deliberadamente desde sus orígenes. No conviene olvidar que los dirigentes del Opus Dei sabían que no podían aplicar el estatuto jurídico de Instituto Secular a la Obra de Dios en su conjunto, porque tal reconocimiento jurídico se debía exclusivamente al hecho de que la Sociedad Sacerdotal, que actuaba como la punta del iceberg llamado Opus Dei, estaba formada teóricamente por sacerdotes. El carácter religioso fue por tanto, la condición sine qua non para su aprobación como Instituto Secular de la Iglesia. Entre el ancho campo jurídico existente entre una orden religiosa y las simples asociaciones de fieles aparecieron los Institutos Seculares que tenían un carácter marcadamente clerical, en contraposición de otros intentos más audaces como el de los sacerdotes obreros, experiencia laica que sería desaprobada oficialmente por el Vaticano. Se trataba de llenar un vacío y el Opus Dei, como organización oportunista, creyó estar inmejorablemente situada para ello. El tercer estado canónico quedó fijado, desde sus orígenes en 1947, entre el estado religioso y las sociedades de vida común. Los católicos que militaban en grupos y tendencias progresistas de la Iglesia católica quedaron decepcionados; para los conservadores, en cambio, representaba una de las obras culminantes llevadas a cabo por Pío XII a lo largo de su pontificado. La figura de Instituto Secular no era ninguna innovación rotunda en el campo del Derecho Canónico, sino una variedad más flexible dentro del statu quo de la Iglesia católica. A partir de 1950 los dirigentes de Opus Dei dejaron aparentemente de lado la cuestión jurídica, pero entretanto el proselitismo de la Obra de Dios se basó en el fraude de que todo el Opus Dei era, por antonomasia, el number one de los Institutos Seculares. Así, el Opus Dei llegó a utilizar impunemente durante años el estatuto jurídico que correspondía sólo a una minoría de sus efectivos y para recubrir este descubierto recurrió jurídicamente a la denominación genérica de Asociación de Fieles. La estrategia fundamental para la Obra de Dios era la captación apostólica con todos los medios a su alcance y la «batalla canónica» tenía todos los visos de ser un medio, como otro cualquiera, para tirar hacia adelante y asegurar su expansión. Mientras tanto, inmediatamente después del decreto de alabanza y la aprobación provisional como Instituto Secular, Escrivá consiguió ser nombrado personalmente en abril de 1947 «prelado doméstico de su Santidad», titulo honorífico que le daba derecho al tratamiento de «monseñor» y a utilizar sotana ribeteada de rojo y zapatos de hebilla. Así ya tenía una de las dignidades honorarias de la Iglesia. Era prelado doméstico y, como tal, eclesiástico familiar del Papa, pero se sentía también prelado como su antecesora y modelo de vida, doña Jacinta de Navarral, la abadesa de las Huelgas. Escrivá había obtenido la prelacia, la dignidad del prelado, pero todavía sin prelatura para el Opus Dei. Desde dentro de la Obra, resultaba lógico el nombramiento y que Escrivá necesitara un título para codearse con la jerarquía eclesiástica, si se trataba con grandes dignidades de la Iglesia. 28
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C U A R T A FUNDACIÓN EN
1947
Después de conseguido el decreto de alabanza como Instituto Secular en 1947, la Obra llegó a ampliar entonces su estructura con las categorías de miembros supernumerarios y cooperadores. La categoría de supernumerarios, que ya existía anteriormente y estaba dirigida hacia la gente casada, quedó más perfilada a partir de entonces y fueron obligados al pago de limosna, cumplir las normas de retiros y prácticas espirituales, además de observar los tres votos de obediencia, castidad y pobreza, de forma compatible con su estado. Se había aprobado en Roma por Escrivá esta fórmula de adhesión como supernumerarios en ambas ramas de la Obra, dirigida tanto a mujeres como a hombres, aunque se admitirían también como supernumerarios en la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz a sacerdotes diocesanos, que se adherían al Opus Dei y permanecían en su puesto, sin abandonar la obediencia al obispo y la incardinacion en una diócesis. Finalmente, la gran movilización de personas y capitales al servicio de la Obra, para influir en la economía y la política mundiales, se completaría con la creación de una cuarta categoría de miembros, los socios cooperadores, que podían ser incluso de otras religiones o no creyentes, pero que estaban obligados a ayudar a la Obra con su propio trabajo y con limosnas o donaciones. El ciclo fundacional parecía terminado. Si la primera fundación, la sección de varones, tuvo lugar en 1935; la segunda fundación, la sección de mujeres, en 1941; la tercera fundación, la sección de sacerdotes, entre 1943 y 1944; la cuarta fundación, la sección de supernumerarios, formada en su mayoría por hombres y mujeres casados, además de la sección de cooperadores, que podían ser no creyentes o de otras religiones, tuvo lugar en 1947. A partir de entonces, la Obra de Dios iba a presentar su fisonomía definitiva. Hubo, sin embargo, algunos retoques posteriores de fachada, como la sustitución de los nombres de oblatas y oblatos por los de agregadas y agregados o el de numerarias sirvientes por numerarias auxiliares, pero la estructura general iba a permanecer desde entonces sin cambios hasta nuestros días. Podían pertenecer al Opus Dei como socios supernumerarios todos aquellos hombres y mujeres, casados y también solteros, que querían cooperar a los fines de la Obra y estaban movidos, en principio, por una vocación apostólica y un deseo de perfección. Así, los supernumerarios se consagrarían parcialmente al servicio de la Obra y como medios propios de santificación y apostolado aportarían sus propios deberes y ocupaciones familiares, profesionales y sociales. Ciertos miembros supernumerarios, en algunos casos, se obligaban especialmente «con espíritu de obediencia filial» a Escrivá, sobre todo cuando recaían en sus espaldas graves responsabilidades económicas señaladas por la dirección de la Obra. Los supernumerarios debían permanecer en su propia ciudad y familia, formando grupos de diez a cuyo frente se colocaba un socio numerario y uno de sus trabajos apostólicos solía consistir en promover y celebrar reuniones periódicas con personas pertenecientes a la propia profesión o ámbito social, para difundir entre ellos la ortodoxia de la doctrina de la Iglesia católica. Se les recomendaba asimismo introducirse en asociaciones civiles, culturales, profesionales y de cualquier tipo relacionadas con su actividad social. 148
Por su parte, sacerdotes oblatos y supernumerarios miembros de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz serían organizados y ordenados en grupos como entre oblatos y supernumerarios del Opus Dei, pero su situación jurídica resultaba tan delicada, por causa de la doble obediencia, que en 1948 Escrivá en sus maquinaciones llegó hasta tantear al Vaticano, elevando una consulta sobre la posibilidad de abandonar la presidencia de la Obra para dedicarse a una nueva fundación dirigida exclusivamente a sacerdotes diocesanos. Si los sacerdotes diocesanos representaron jurídicamente un escollo insalvable, las familias numerosas españolas comenzaron a ingresar en manada dentro de la Obra. Antimaltusianos sistemáticos, los miembros de Opus Dei se dedicaron principalmente a la captación de las familias de la burgesía española que tenían por lo general una productividad filial aterradora y de las que se sospechaba que practicaban el método Ogino pero al revés, como si trataran de repoblar la dictadura de Franco con gérmenes católicos asegurados a todo riesgo contra las contaminaciones heterodoxas. Para formalizar las primeras adhesiones de supernumerarios, el Opus Dei celebró en septiembre de 1948 una concentración con más de una quincena de simpatizantes en el centro de retiros de Molinoviejo, cerca de Segovia; allí estuvieron hombres como Tomás Alvira y otros que Escrivá había conocido años atrás, antes o durante la guerra. También estuvieron presentes personajes que serían posteriormente importantes en la política y en las finanzas de la dictadura. En la fundación de 1947 se manifestaron de nuevo las ambiciones de Escrivá, pues los supernumerarios ayudados por los numerarios iban a dar a la Obra la base económica que estaban necesitando. Los años fundacionales se reparten aproximadamente en cuatro lustros, cada uno de ellos con un significado y una vivencia determinada. Si desde 1927 a 1931 fueron cinco años de vida oscura para mosén Escrivá, desde 1931 a 1936 significaron los años agitados de la República y desde 1936 a 1940, el calvario de la guerra y la posguerra. Fue entonces a partir de 1940, tras su afianzamiento personal y la gestación del proyecto, cuando comienza a funcionar verdaderamente la rama masculina de la Obra de Dios y cuando puede decirse que se perfilan las restantes fundaciones, proceso que duró hasta 1950.
A S A L T O A EUROPA
En 1947 fue creada en Roma una delegación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que tendría por finalidad «continuar las tareas de la ciencia y la investigación española en la Ciudad Eterna, desarrollando y ordenando la labor de los investigadores españoles en Italia». Las futuras actividades de la delegación eran resumidas por los artífices del proyecto de la manera siguiente: «orientar las posibilidades de trabajos investigadores en materias generales de ciencias puras o de técnicas; establecer una biblioteca científica española al servicio de las distintas secciones investigadoras de los respectivos Institutos que integran el Consejo; restaurar y regir las demás instituciones de investigación que existen o se constituyan en Italia; fundar y sostener residencias para investigadores, seglares o eclesiásticos, en Roma (sic); ejercer las 149
funciones realizar los trabajos culturales que la Junta de Relaciones Culturales estime oportuno encomendarle, estudiar y proponer a la Junta todo cuanto pueda favorecer el intercambio científico entre Italia y España, mediante cursos de profesores, becas, servicios bibliográficos, etcétera».'" La apertura de la delegación del CSIC en Roma obedecía, sin embargo, a causas poco relacionadas con la ciencia o la cultura. A finales de 1946, Escrivá se había trasladado a Roma junto con otros socios del Opus Dei para obtener el estatuto jurídico de Instituto Secular y las necesidades materiales de tales personajes se hicieron cada día más acuciantes. Una auditoría de las cuentas del CSIC descubriría numerosos puntos oscuros. La etapa de expansión del Opus Dei en los años difíciles del fin de la Segunda Guerra Mundial, la fundación de sus «casas» en Roma, París y Londres, ofrecería un capítulo interesante sobre la exportación de capitales. Las Cajas de Ahorro parece que financiaron algunas partidas de esta exportación de capitales, gracias a José Sinués Urbiola, miembro del Opus Dei que dirigió durante algún tiempo la Confederación de las mismas. En noviembre de 1946 Escrivá se instaló en Roma y, al lado de Escrivá, Portillo tomó las riendas, sobre todo económicas, de la singladura internacional del Opus Dei. El 27 de diciembre llegaron las primeras mujeres de la Obra de Roma, para ayudar a los hombres en las tareas domésticas y de administración. A mediados de 1947 adquirieron el inmueble que había sido residencia de la embajada de Hungría ante la Santa Sede, que más adelante se convertiría en sede central del Opus Dei. Escrivá soñaba con una expansión constante y universal. Simultáneamente, desde Roma y Madrid, Escrivá pretende implantar su proyecto en la Europa anterior al milagro alemán, en la desvencijada Europa de la posguerra. En 1946 ya se había instalado el primer «centro» del Opus Dei fuera de las fronteras españolas en la ciudad universitaria de Coimbra, en Portugal. Un año más tarde el centro se convertía en residencia universitaria, la primera de Portugal. En octubre de 1948 se abre la residencia Boavista en Oporto y, con ocasión de un viaje a España, Escrivá se trasladó a Portugal, para visitar Coimbra y Oporto. En junio de 1947 se instala el primer centro de la Obra en Inglaterra, alquilando un piso en Rutland Court, Knightsbridge, zona elegante del suroeste de Londres, algo alejada de la universidad. Juan Antonio Galarraga fue uno de los pioneros y el primer socio inglés, Michael Richards, solicitó tardíamente su admisión en 1950. Por su parte, José Ramón Madurga, partió en octubre de 1947 para Dublín con la bendición del fundador y el 9 de enero de 1948 le anuncian telegráficamente a Escrivá que se ha producido la primera vocación del Opus Dei en Irlanda. A los dos miembros del Opus Dei que fueron a París, Julián Urbistondo y Alvaro Calleja, el fundador les entregó un trocito del sudario de Isidoro Zorzano como reliquia, cuando el proceso de beatificación del «ingeniero de Dios» estaba a punto de iniciarse. En París se había instalado Fernando Maicas desde octubre de 1947, al mismo tiempo que otros miembros del Opus Dei partieron hacia Irlanda. Por aquel tiempo, una joven francesa, Catherine Bardinet, conoce el Opus Dei gracias a una amiga española a la que ha invitado a pasar una temporada en su casa de Burdeos. Comienza a traducir el libro Camino al francés y el 15 de agosto de 1949 pide ser admitida en la Obra, convirtiéndose en la primera vocación femenina del Opus Dei en Francia. 31
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Por su parte, Escrivá pudo abrazar personalmente en Roma el 9 de noviembre de 1947 al primer italiano, Francesco Angelicchio, que pidió la admisión en el Opus Dei y en los primeros meses de 1948 le siguieron otros italianos. Las adhesiones eran señales inequívocas que comenzaban a cumplirse sus más fervientes deseos. Diez años antes, a finales de febrero de 1936, para huir del triufo de las izquierdas, Escrivá pensó en continuar la labor de la Obra en París, a imitación de Ignacio de Loyola, aunque luego decidió aplazar el viaje hasta el año siguiente pues quería abrir primero una residencia universitaria en el Levante español, en Valencia. Y en 1938, cuando ya se encontraba en Burgos, capital de la cruzada, volvió a soñar con salir al extranjero y a los escasos miembros de la Obra les pedía entonces que aprendieran idiomas antes de pensar en desplazarse a otros países. 33
R E G L A M E N T O DE ADMINISTRACIÓN
Desde que Escrivá vivía en Roma y se había instalado allí con Alvaro Portillo, su hombre de confianza, el Consejo General de la Obra en Madrid comenzó a funcionar con cierta autonomía respecto a la expansión fuera de las fronteras, aunque, naturalmente Escrivá se mantenía al tanto y, en sus visitas o cartas y en los viajes que efectuaban a Roma los miembros del Consejo, les daba instrucciones. Se estaba ensayando una forma de gobierno nacional de España, con una Comisión cuyos miembros ostentaban los mismos cargos existentes en el Consejo General y en el que el Consiliario en España ocuparía una posición parecida a la del Presidente en Roma. El testimonio sobre tan tímido intento descentralizador procede de Antonio Pérez Tenessa, quien ocupó altos cargos dentro de la Obra y fue considerado durante años como el número dos en España después del fundador. Sacerdote desde 1948 y letrado en excedencia del Consejo de Estado, Antonio Pérez consideraba que Escrivá tenía más mentalidad de director local que de Presidente de la Obra: «Quería que le consultáramos todo y yo, que me había tomado en serio las competencias que me otorgaban, por mi cargo, las Constituciones, sufrí mucho las consecuencias de haber obrado de acuerdo con aquella descentralización funcional, que él de hecho no deseaba». Respecto a la descentralización dentro del Opus Dei, Antonio Pérez señala que ocurrió lo siguiente: «Poco a poco, las normas, reglamentos, notas y avisos que llegaban de Roma terminaron por cubrir la entera actividad nuestra. Cuando (Escrivá) aún vivía en España, no se le pasaba nada por alto y hasta se daba cuenta de si habíamos cambiado una silla de sitio. Cuando se marchó a Roma, esa minuciosidad se tradujo en el flujo de correspondencia normativa que enviaba». Refiriéndose a la casa de Roma, la sede central del Opus Dei desde donde Escrivá dirigía todo, Antonio Pérez recuerda que «me impresionó mucho el control personal que el Padre retenía sobre los habitantes de la casa de Roma. Por la noche, en la cena, las sirvientas le pasaban una nota en la que figuraban las llamadas telefónicas que los miembros del Colegio Romano habían sostenido ese día. Ya teníamos controlada la correspondencia, pues, como es sabido, los superiores deben leerla antes de recibirla o enviarla, pero lo del teléfono fue una innovación suya en Roma. 34
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«Lo peor, no obstante —según el testimonio de Antonio Pérez—, no era cuando Escrivá personalmente estudiaba un tema y tomaba una decisión, sino cuando los que tenía a su lado en Roma, gente generalmente joven e inexperta, redactaban las decisiones que él se limitaba a firmar. El intervencionismo era particular angosto con la sección femenina. Recuerdo que una vez me vino una numeraria pidiéndome una explicación poque había recibido una nota de Roma indicando que en nuestras casas no debería entrar nunca carne picada.» 38
Dentro de la línea reglamentista e intervencionista que predominaba dentro del Opus Dei, en marzo de 1947 la Obra mandó imprimir en la Escuela Tipográfica Italo-Oriental S. Nilo de Grottaferrata, en la provincia de Roma, un folleto de cuatro páginas, para uso interno, donde se precisaban las relaciones que habían de tener entre sí la rama masculina y femenina en el seno del Opus Dei y que pueden resumirse en la frase de Teresa de Jesús, «entre santa y santo, pared de cal y canto». Se transcribe, a continuación, íntegramente este primer Reglamento interno de Administración en forma impresa, dada la calidad del documento y la abundancia de precisiones. 39
OPUS D E I Reglamento interno de Administración 1. Las dos secciones del Opus Dei son en realidad dos institutos completamente independientes, uno de hombres y otro de mujeres. 2. La Administración de las residencias de la Sección de Varones del Instituto está a cargo de la Sección femenina, siempre que la construcción del edificio permita una separación absoluta de las dos casas que de derecho y de hecho son totalmente independientes. 3. La Administración y la residencia administraba viven como si estuvieran separadas por varios kilómetros: nunca hay relación de ninguna clase entre los que habitan en una y otra casa. 4. A las casas de la Sección femenina, y lo mismo a la Administración, no van jamás, ni de visita, los varones de nuestro Instituto. 5. Cuando los sacerdotes del Instituto son capellanes de alguna casa de la Sección femenina, estarán en la casa el tiempo indispensable para desempeñar sus funciones religiosas; y queda prohibido, incluso, que desayunen en las casas de la Sección femenina después de celebrar la Santa Misa, si no hay un motivo excepcional. 6. Los miembros varones del Intituto no ven nunca, fuera del momento de la comida, en el que están todos juntos, presididos por los Superiores, a las sirvientas que forman parte de la Administración, no saben sus nombres, no hablan para nada con el servicio. 7.. La entrada de la casa de los varones ha de ser siempre distinta de la entrada de la Administración; e incluso se debe procurar que la entrada de la Administración sea por otra calle. 8. El Oratorio es también siempre diferente y, cuando esto no es posible, las asociadas asiten a los actos de culto detrás de una reja, como se usa para las monjas de clausura cuando sus iglesias están abiertas al público. 9. La comunicación interna entre las dos casas tiene siempre dos cerraduras distintas, una a cada lado de la puerta. Custodia el Director una llave y la otra, diferente, la Directora. La puerta de comunicación debe estar siempre cerrada con las dos 152
llaves desde la hora de examen de la noche hasta la hora de oración de los residentes por la mañana. Durante el día quedan cerradas por parte de la Administración. 10. La comunicación interna se hace, de ordinario, a través de la sacristía y del comedor que, exceptuadas las horas en que deben ser empleados, quedan en la zona de la Administración. 11. Cuando el capellán debe entrar en la sacristía para vestirse y cuando los socios varones han de ir al comedor, la Directora, después de hacer preparar cuanto sea necesario, abre la puerta con su llave y avisa por teléfono al Director. 12. La comunicación con la Administración y la casa administrada se hace exclusivamente por medio del Director y la Directora. 13. El Director y la Directora pueden comunicarse sólo a través de un teléfono interior directo, de dos aparatos; uno estará en el despacho del Director, y otro en un lugar visible, como un pasillo o el vestíbulo de la Administración; nunca en la habitación de la Directora. 14. Está terminantemente prohibido mandar cartas de la Administración a la residencia y viceversa. 15. En las llamadas telefónicas se preguntará siempre por el Director o la Directora sin referirse al nombre propio de la persona, que de ordinario no se conoce. 16. El teléfono interno, según lo dispuesto en el punto número 12, únicamente puede ser utilizado por el Director o la Directora, o, en su ausencia, por los miembros del respectivo consejo local que hagan sus veces. 17. Nunca se usa al comenzar o terminar las comunicaciones telefónicas saludo o fórmula que no sea la de «Pax» a la que se responde con «¡n aeternum». 18. Las conversaciones deben ser muy breves, empleando las palabras estrictamente necesarias. 19. La limpieza de la residencia se hace, ordinariamente, mientras los miembros de la Sección están en el Oratorio, en la meditación y en la Santa Misa. Las sirvientas pasarán siempre en grupo a hacer la limpieza, nunca aisladamente. 20. Del cumplimiento de las normas contenidas en este Reglamento se dará cuenta especialísima a las Superioras Mayores cuando hagan la visita. También se recomendó entonces a las casas del Opus Dei, bajo seria advertencia a los directores, de mantender escondites o lugares seguros para la custodia de los documentos como fichas de admisión, testamento de los miembros, texto de las Constituciones, ejemplares del Catecismo, instrucciones, reglamentos, cartas, etc. En algunas casas se construyeron incluso dobles paredes con escondites secretos donde guardar la documentación y los archivos de la Obra. Existe además un libro con las claves para comunicarse entre casas de la Obra y para escribir informes destinados a la Casa Central del Opus Dei en Roma. Su título, San Gerólamo, y está encuadernado sobriamente para quedar disimulado junto a los demás libros en las bibliotecas de las casas del Opus Dei. El contenido del libro consiste en una serie de capítulos sin texto alguno. Simplemente aparecen unos puntos y a continuación algunas palabras con unos números. Si se trata por ejemplo, de las claves numéricas del llamado «espíritu de la Obra» aparece 1) buen espíritu; 2) mal espíritu; 3) ordenado; 4) respetuoso con los superiores; 5) faltas graves de unidad; 6) falta a la pobreza; etc. Si en la sección de mujeres, una Asesoría Regional quiere enviar un informe diciendo que una numeraria ha faltado gravemente a la unidad dentro de la Obra, entonces se anota en una ficha de 1 0 x 5 centímetros, en el ángulo de arriba a la izquierda, la sigla de 40
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la región y el número que identifica a la ficha; en el centro, los datos que la numeraria tiene adjudicados para su identificación desde su ingreso en el Opus Dei; y en la parte de abajo, la fecha. En sobre aparte se envía otra ficha donde figuran, además de todas las referencias anteriores, la clave «IV.I.5». Al recibirse ésta en Roma, se abre el libro San Gerólamo en el capítulo IV, sección I y el número 5 aparece «faltas graves de unidad». Y de esta curiosa manera, compleja y a la vez pueril, aunque al parecer también eficaz, se protege el secreto en las comunicaciones dentro del Opus Dei. 41
CONSPIRACIONES POLÍTICAS
En el verano de 1947 tuvo lugar una reunión política organizada por la Obra en Molinoviejo, cerca de Segovia, la primera casa de retiros y convivencias abierta dos años antes por el Opus Dei. Se trataba de una reunión entre representantes de Franco y del pretendiente monárquico acerca de la educación del príncipe Juan Carlos, considerado ya entonces uno de los posibles sucesores de Franco. Por la parte franquista asistió Carrero Blanco que fue recibido por Escrivá, que ejercía el papel de anfitrión, Vegas Latapié, acompañado por Calvo Serer, por la parte monárquica. La información sobre la reunión de Molinoviejo procede de testigos presenciales y no deja lugar a dudas. Aparecería claro que los miembros del Opus Dei actuaban coordinadamente en la posguerra española bajo la batuta de Escrivá, formando un aparato político en marcha hacia el Poder. Como fuerza política emergente, el Opus Dei se daba cuenta de que, además de con Franco, había que contar, por si acaso, con el pretendiente al trono de España, Don Juan de Borbón. En la magna operación que significaba la salida política del Régimen llamada luego «la larga marcha hacia la Monarquía» por López Rodó, los mienbros del Opus Dei iban a jugar a dos bandas, o a tres y cuatro bandas en el billar de la política interior española, según sus intereses y la oportunidad del momento. Después de promulgada la Ley de Sucesión, Franco había iniciado una estrategia cuya meta era la educación en España del píncipe Juan Carlos de Borbón. Así la batalla personal de Franco contra el pretendiente al trono Don Juan de Borbón escondía una segunda operación, el afianzamiento de Juan Carlos en la sucesión de Franco, que contaba con el apoyo tanto del gobierno de Madrid como del contragobierno de Estoril, actuando los miembros del Opus Dei como bisagra entre ambos. La reunión de Molinoviejo se incluía, pues, en el tira y afloja del príncipe como anzuelo y resultó ser preparatoria a un segundo nivel para que pudiera celabrarse, más adelante, en agosto de 1948, una entrevista directa entre Franco y Don Juan a bordo del yate Azor. Como resultado final de aquellas entrevistas se tomó una decisión cuasisalomónica sobre la educación del príncipe Juan Carlos, que se realizaría en España bajo la Dictadura, pero con las personas que Don Juan, como padre, designara. El Opus Dei, que estaba al quite, consiguió que en el equipo de educadores del príncipe entraran varios numerarios de la Obra, entre los que destacaban Ángel López Amo y, como capellán del príncipe, Federico Suárez Verdeguer. 4:
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Escrivá era franquista convencido pero era también monárquico y estaba a favor de que después de Franco reinara en España un Borbón. El papel de Calvo Serer era más ambiguo porque Escrivá aprovechaba su activismo monárquico para que le abriera camino, utilizando sus artes de correveidile en las operaciones de acercamiento a la familia Borbón. Los contactos entre el conde de Barcelona y miembros del Opus Dei se iniciaron allá hacia 1942 cuando Calvo Serer se desplaza a Lausana, en Suiza, consiguiendo fácilmente la confianza del pretendiente Don Juan. Desde que obtuvo la cátedra con sólo 27 años Calvo Serer dispuso de mucho tiempo para dedicarse a las conspiraciones monárquicas. Originario de Valencia, Calvo Serer había sido quintacolumnista en la guerra civil española y habiéndose alistado en el ejército republicano, llegó a formar parte de las Brigadas Internacionales. En la posguerra se hizo primero propagandista católico y posteriormente ganó la cátedra después de adherirse al Opus Dei. Ejerció como catedrático de Historia Moderna, y, luego, de Filosofía de la Historia, pero hasta su currículo universitario resultaba retorcido: en 1942, recién obtenida la cátedra de Historia de la Filosofía española, ingresó por oposición restringida en Historia Universal Moderna y Contemporánea, pasando luego por oposición, también restringida, a Historia de la Filosofía española y Filosofía de la Historia. Por otra parte, en su vida privada, siendo numerario soltero por su voto de castidad, ocupaba permanentemente, con la venia especialísima de Escrivá, una habitación en la Residencia de Estudiantes, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, exactamente la que correspondía antes de la guerra a una de las figuras más señeras de la Junta de Ampliación de Estudios y de la Institución Libre de Enseñanza. Y lo más mezquino del caso es que Calvo Serer mantuvo aquella ocupación política durante años y se ufanaba políticamente de ello. Con este currículo inquietante, Calvo Serer se había introducido en los círculos monárquicos cometiendo algunas tropelías políticamente incalificables. A finales de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, Calvo Serer se ofrece para llevar una carta desde Lausana a Madrid. La carta escrita por Don Juan estaba dirigida a uno de sus hombres de máxima confianza en Madrid, Francisco de Carvajal y Xifre, conde de Fontanar, financiero relacionado con la multinacional norteamericana International Telephone and Telegraph Corporation (ITT) y que se encontraba vinculado a su vez, por lazos familiares, con los Urquijo, entonces poderosa familia de banqueros. El contenido de la carta era una auténtica bomba política y Don Juan cometió el error de entregársela, tras sellarla y lacrarla, a Rafael Calvo Serer, para que fuera su portador, pero éste nunca llevó la carta a su destinatario y terminó en manos de Franco. En la misiva interceptada por Franco gracias al miembro del Opus Dei, Don Juan de Borbón informaba al conde de Fontanar de una conversación mantenida con lord Mountbatten, según la cual Inglaterra había decidido acabar con Franco, y, el Gobierno inglés, presidido entonces por Churchill, quería verle en el trono de España. Ya en la conferencia de Teherán, celebrada a finales de noviembre y a comienzos de diciembre de 1943, el presidente norteamericano Roosevelt se había mostrado conforme en desplazar a Franco, pero los aliados exigían que el futuro 155
rey de España se pronunciara contra Franco y contrajese el compromiso de convocar elecciones democráticas. Existen diferentes versiones del incidente, desvelado con detalle por L. M. Ansón y que confirma P. Preston, en su monumental obra histórica sobre Franco, cuando señala que a finales de 1943 los servicios secretos franquistas interceptaron una carta de Don Juan a uno de sus partidarios en donde el pretendiente exponía una decidida ruptura política con el régimen. Las sospechas por la desaparición de la carta se dirigieron en primer lugar al propio Calvo Serer que debió entregar la carta directamente a Escrivá y éste la hizo llegar a Franco vía Carrero. Así, al menos, el propio Don Juan se lo comentó, todavía años después, a dos de sus más fieles seguidores. Con aquella maniobra el Opus Dei se quiso apuntar un tanto político en Madrid, ante Franco, y poco importaba quemar políticamente a uno de sus miembros, a quien desde entonces «se le miró primero en Lausana y luego en Estoril, con indisimulado recelo». Pero Calvo Serer resultaba políticamente incombustible y, según él, la carta se la robaron entre Irún y San Sebastián, porque si hubiera querido engañar al pretendiente la hubiera copiado y nadie se hubiera enterado. Sin embargo, la argumentación de Calvo Serer no resultaba convincente porque el conde de Fontanar, destinatario de la carta, disponía de más datos y testimonios que demostraban que otra carta anterior dirigida al pretendiente había llegado también a las manos de Franco «poco después de entregársela yo en Bilbao». Es decir, que la labor de espionaje en favor de Franco no era un hecho fortuito y había sido realizada de forma continuada por parte del notorio miembro del Opus Dei. Calvo Serer se había introducido en los círculos monárquicos juanistas para espiarlos y toda la información política que recogía pasaba por caminos propios de la Obra, antes de llegar a manos de Franco. El conde de Fontanar se encolerizó contra Calvo Serer por el grave incidente de la desaparición de la carta y la consternación reinó en Lausana entre los íntimos del conde de Barcelona. Uno de ellos, Eugeno Vegas Latapié, empleó palabras muy duras en una conversación telefónica con Calvo Serer, llegando al insulto: «Sólo un hijo de puta puede hacer una cosa así». Y le colgó el teléfono, tras añadir: «Has cometido un pecado mortal». Calvo Serer para deshacer el entuerto pide ver en Madrid al conde de Fontanar, quien le recibe en la puerta de su domicilio. Allí, en el rellano de la escalera de su casa, el conde de Fontanar, pudo oír de labios de Calvo Serer la versión con la superchería del robo, cuando sabía pertinentemente que, aparte de la dificultad de los lacres, el opusdeísta no hizo ninguna copia de la carta para dar credibilidad a la maniobra. Le dice adiós secamente y le cierra la puerta sin dejarle entrar en la casa. Calvo Serer, típico personaje de la política franquista, había cometido un imperdonable pecado mortal político que le marcaría durante años en los altos círculos de la monarquía hasta que pudo lograr el perdón con el olvido. Pero en aquellas conspiraciones monárquicas Calvo Serer no se encontraba solo. La turbia actividad política del entonces joven catedrático opusdeísta iba a señalar un camino de actuación en que iban a seguir en el futuro otros activos militantes de la Obra de Dios. En la confusión política que reinó en España durante la década de los cuarenta los cruzados victoriosos de Franco comenzaron a actuar de espías y también a ser delatores y ser delatados, como en un círculo vicioso donde 43
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lo que se trataba políticamente era de mantener la Dictadura y, en un plano religioso, ser un cristiano militante, vigilante del dogma católico y, en el caso de los miembros del Opus Dei, muy obedientes a la jerarquía eclesiástica y, sobre todo, al fundador. Además, dentro de esa trayectoria, los universitarios militantes del Opus Dei ya estaban atacando de manera conjunta y coherente a los colegas de su generación y también por aquel tiempo hubo miembros del Opus Dei que consiguieron fácilimente, a través del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, becas para ir a investigar con preferencia a un país neutral como Suiza pero en la zona de lengua alemana, porque el continente europeo se hallaba en guerra, aprendiendo malamente el alemán o el inglés y estudiando en realidad libros franceses, para luego volver a España obteniendo rápidamente la tan deseada cátedra para hacer apostolado. En cuanto a las actitudes políticas en un asunto tan candente como la Segunda Guerra Mundial las preferencias iban claramente hacia la Alemania nazi, aunque también hubo una minoría anglofila entre los primeros miembros del Opus Dei; así, durante los años 1940 y 1941, dos militantes del Opus, Múzquiz y Orlandís, acudían con frecuencia para informarse al Instituto Británico de Madrid, donde obtenían de su director, Walter Starkie, información política y militar acerca de la Segunda Guerra Mundial, pero que difícilmente podían contrarrestar dada la visión germanófila imperante entre los miembros de la Obra. Escrivá, que era germanófílo perdido, opinaba que sin la ayuda bélica de los alemanes a Franco en 1936 no hubiera podido sobrevivir España, que estaba al borde del precipicio, ni la Iglesia católica que estaba al borde de la quiebra. 48
E X P A N S I Ó N IDEOLÓGICA
Escrivá se había instalado en Roma en 1946 y cuando fue creado el Colegio Romano de la Santa Cruz, los llamados a desempeñar cargos importantes eran enviados desde España para quedarse dos meses aproximadamente en la convivencia interna con el fundador. En 1950 sintiéndose Escrivá gravemente enfermo cuando realizaba uno de sus viajes esporádicos a España, Alvaro Portillo, entonces Secretario General de la Obra, determinó que el fundador de una «oganización católica internacional» no podía morir en España y Escrivá fue transportado rápidamente a Roma para cubrir las apariencias de internacionalismo de la Obra de Dios. Pero en 1950 el Opus Dei no era una organización internacional, aunque sus socios intentasen probar lo contrario. Escrivá, el fundador, ante la pregunta de si España ocupaba un lugar de preferencia en la Obra o era un simple sector de actividad entre tantos, respondió que «el Opus Dei nació geográficamente en España, pero, desde el principio, su fin era universal. Por lo demás, yo tengo mi domicilio en R o m a . . . » Nada puede objetarse en contra de argumento tan irreprochable. Siendo universal el Opus Dei desde 1928, ¿qué importaba que la verdadera expansión se realizara más o menos tardíamente? Como dijo Escrivá: «Las obras que nacen de la Voluntad de Dios no tienen otro porqué que el deseo divino de utilizarlas como expresión de su voluntad salvífica universal. Desde el primer momento la Obra era universal, 49
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católica».*' O, como en otra ocasión, afirmaría con más aplomo: «Las obras apostólicas no crecen con las fuerzas humanas, sino al soplo del Espíritu Santo». En boca de Escrivá pueden captarse, sin embargo, las dos características más determinantes de la etapa de expansión del Opus Dei, primero cuando Escrivá afirmaba que «desde el primer momento la Obra era universal», mostraba una estrategia orientada hacia todas partes, como el mapamundi del vestíbulo de la residencia de la calle Jenner, donde aparecía una cruz con los cuatro brazos en forma de flecha, imitando la rosa de los vientos dirigida hacia los cuatro puntos cardinales. El alistamiento en el Opus Dei de las élites clericales fuera de España sería la segunda característica de la etapa de expansión de la Obra de Dios. «En su expansión internacional —había afirmado Escrivá en otra ocasión— el espíritu del Opus Dei ha encontrado de inmediato eco y acogida en todos los países.» En 1948 una revista de extrema derecha había publicado en París un Manifesté des Inégaux. Su autor, que firmaba Fabricius Dupont, era un político superviviente del Régimen de Vichy y hacía un llamamiento para crear una «unión internacional de minorías». Dos años más tarde, Rafael Calvo Serer recogía en el diario monárquico ABC las ideas expuestas en el Manifesté des Inégaux y mostraba los designios expansionistas del Opus Dei. Según Calvo Serer, «uno de los grandes errores del nazismo fue no haber sabido lanzar una idea mundial y ha quedado bien claro que el partido nazi vino así a caer en una de las mayores desgracias que amenazan al totalitarismo: la de convertirse en una dictadura sin espíritu, sin ideas». Calvo Serer daba cuenta también, en el artículo de ABC, de la existencia de la Internacional del dólar y la Internacional comunista y señalaba «la coherencia de los millones de católicos dispersos por el mundo entero en unas mismas creencias y una misma disciplina intelectual». Para Calvo Serer, «el Vaticano había forzosamente de adquirir una fuerza política como no la había conocido desde Trento». «¿Y España?», se preguntaba el eminente socio de la Obra de Dios: «Hoy por hoy concentra contra sí la hostilidad de todas las Internacionales, excepto el Vaticano». «España —terminaba por reconocer Rafael Calvo Serer— tiene que volcar su ímpetu en la tarea constructiva de organizar la acción internaconal que ha de preparar el futuro: la Internacional de las minorías. Cuando la nueva Internacional se organice, las minorías que están en la misma línea que España nos ayudarán con más entusiasmo, sacrificio y decisión que hoy ponen en perjudicarnos las Internacionales revolucionarias.» »¿Quiénes formarán esa nueva Internacional? ¿Qué fuerzas puede ésta reunir y concentrar? En todas partes los hombres de conciencia más despierta ven que el proceso revolucionario amenaza con exterminar la vida occidental. Entre esos hombres hay muchos que están dispuestos a abrir un nuevo cauce, fiel al espíritu de Europa, para la conquista del futuro. Se constituirá así un frente restringido en cuanto al número, pero amplísimo por sus componentes: en él pueden caber gentes de distintas confesiones religiosas y de diversas ideas políticas, con tal de que coincidan en que el mundo hay que rehacerlo desde arriba y no desde abajo, por la acción del espíritu y subordinando a él la técnica, el capital y el poder. Quienes piensan así se encuentran entre los hombres de empresa, en el ejército, en la banca, en la universidad y en las letras. No constituye la mayor fuerza numérica, pero 51
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sí la mayor fuerza real; y ha pasado la hora de la democracia según la concepción del liberalismo.» Este era, en definitiva, el papel que iba a desempeñar con más fuerza el Opus Dei en su expansión internacional a partir de 1950. El Opus Dei, sedicente Instituto Secular que se proponía la transformación cristiana de la sociedad a través de la acción de sus miembros, iba a servir de banderín de enganche, en una primera fase de expansión, de miembros de élites clericales y residuos del fascismo clerical europeo, para luego inentar serlo también por el mundo entero. Los militantes del Opus Dei, principales animadores de una ideología fascista más cercana al petainisme francés que al III Reich alemán, tenían la ambición de consolidar en 1950 la «Internacional de las minorías» en torno a ellos, aunque para realizar esta etapa de expansión, resultaba necesario enquistarse previamente en el aparato del Estado español, erigiéndose asimismo en guías y sostenedores de la Dictadura de Franco. Anteriormente, en el número de la revista Arbor, órgano del CSIC correspondiente a los meses de noviemre y diciembre de 1947, Rafael Calvo Serer ya había afirmado: «Nuestro punto de partida es sensiblemente superior al del resto de Europa en el campo de la cultura, aunque nosotros estamos en situación de inferioriad desde el punto de vista económico». Y en el diario Ya, que pertenecía entonces al grupo de prensa de los propagandistas católicos, dentro de una serie de artículos publicados en octubre de 1949: «Hay que pasar al ataque. ¿Cómo? Con la lucha ideológica y con la lucha en las relaciones culturales. Aparte estarán los problemas económicos; ahora bien: no hay que olvidarlo: es imprescindible la fuerza económica para que este aspecto de la lucha sea una ayuda y no una dificultad más». El testimonio de Rafael Calvo Serer tiene un valor inapreciable para conocer los proyectos del Opus Dei por ser en aquella época uno de los raros y significados ideólogos. El 23 de mayo de 1950 había escrito en el diario ABC otro resonante artículo de tintes proféticos que permitía conocer las ambiciones enormes de los miembros del Opus Dei antes de su fuerte expansión: «(Los españoles) representamos un movimiento cultural constructivo, de validez universal y sustancialmente distinto del camino decadente, quiérase o no, que siguen los países capitalistas y marxistas». «España —concluía en su artículo Calvo Serer— necesita que su actitud políticocultural sea comprendida y respetada por los demás pueblos. El primer paso para ello ha de ser trabar realmente contacto con las minorías que existen en todas las naciones, y que esperan, en muchos casos, de España el ejemplo práctico de una conducta a seguir. Con ello no sólo robustecerá España su posición particular, sino que abrirá en el mundo un nuevo camino histórico, cuya más esperanzadora característica será encuadrar en moldes cristianos las nuevas realidades sociales.» 52
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M I N O R Í A ACTIVA
Mientras tanto, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) siguió siendo la matriz del Opus Dei en España hasta 1951. Una experiencia reveladora que realizaron los socios de la Obra de Dios durante los doce años usufractuaron impunemente su presupuesto, fue sin duda la revista Arbor. 159
Los socios del Opus Dei, el grupo de intelectuales de la Obra de Dios, tenían dinero y medios suficientes en el CSIC para editar una revista y apareció entonces Síntesis. En el artículo inicial, «Síntesis», como la revista, Raimundo Pániker exponía su carácter y objetivos: «Una idea autónoma, llena de ambición, independiente (...) y que surgía como una proyección de un empeño espontáneamente unitario, lleno de potencia creadora, de poder renovador». Su primer número estaba fechado en Barcelona, en marzo de 1943, sus promotores eran Raimundo Pániker, Ramón Roquer y Rafael Calvo Serer, es decir, parte del equipo del Opus Dei que estaba instalando en la activa delegación barcelonesa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas; pero pronto el esfuerzo se hace más ambicioso y tomó forma como revista general del CSIC. Fue el nacimiento de Arbor. Arbor aparece en Madrid como revista trimensual y órgano general del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con el subtítulo de «Revista general de investigación y cultura» y con el emblema del árbol luliano de las ciencias en la portada. La tirada del primer número, correspondiente a los meses de enero y febrero de 1944, fue de mil ejemplares. La dirección de la revista, instalada en la sede central del CSIC, estuvo en manos de fray José López Ortiz, el «tío José» de los miembros del Opus Dei que luego pasó a ser obispo de Tuy, en Pontevedra. Miembros de la redacción de Madrid en esta época fueron Balbín, Gutiérrez Ríos, González Alvarez, etc. En Barcelona, con Raimundo Pániker al frente, existía otro grupo de redactores, entre los que se encontraban Ramón Roquer y Jaime Bofill. Aunque se presentó de hecho como un órgano de oposición a la revista Escorial, fundada en 1940 por Dionisio Ridruejo y Pedro Laín Entralgo, que era de inspiración católica a la vez que de ideología falangista, la revista Arbor llevó una vida apagada en estos primeros tiempos por causa del absentismo y sólo gracias al esfuerzo de Balbín y María Jiménez Salas, la publicación pudo mantener regularmente su existencia. Se señala como ejemplo de absentismo que, en octubre de 1946, se reorganizó la revista siendo designado secretario de redacción Calvo Serer, que había permanecido algún tiempo ampliando estudios en el extranjero, pero cuatro meses más tarde, en enero de 1947, Calvo Serer se marchó de nuevo, esta vez a Londres y fue nombrado secretario de redacción Florentino Pérez Embid, otro miembro del Opus Dei. Calvo Serer, entonces subdirector del Instituto de España en Londres, hacía frecuentes viajes a la península, por lo que mantenía, pese a las distancias, su papel de animador intelectual del núcleo de ideólogos de la Obra. Ya se advierte el papel aglutinador del CSIC y de la revista. En el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y actuando Arbor como señuelo ideológico la Universidad española llegaba a conocer las excelencias del Opus Dei, todo ello envuelto en un silencio y una discreción admirables. En las páginas de Arbor fueron apareciendo nombres, algunos de los cuales eran miembros relevantes del Opus Dei como Federico Suárez Verdeguer, Juan Roger Verdeguer, Ángel López Amo, Pablo Tiján, Alvaro Ors, Florentino Pérez Embid, etc. Este último, testigo principalísimo de estas captaciones, diría: «Esto ya no fue fruto del azar, sino indicio del propósito, más tarde consciente, de reflejar el camino intelectual que estos jóvenes empezaban a producir en la vida española». Florentino Pérez Embid reconoce que «el año 1949 nos trajo a los hombres de Arbor la consolidación de una conciencia intelectual y una coordinación de puntos 52
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de vista muy superiores a las que con anterioridad habíamos tenido (...) La tertulia de Arbor, en Pinar 21, adquirió en 1949 una función clara y una constancia eficacísima (...). No fue ajena a nada de esto la dirección intelectual efectiva de Rafael Calvo, que vuelto de Londres sustituyó a Raimundo Pániker en el cuadro oficial de dirección». Con el despertar de aquella nueva generación, los socios del Opus Dei, la «minoría activa de 1949», como la llamaría luego uno de ellos Vicente Marrero, fundó en junio de ese mismo año una casa editorial denominada Rialp, en recuerdo de los montes que atravesó Escrivá durante la guerra; también aparecía en todos los libros editados por Rialp la rosa de madera recogida en el Pirineo. Los fondos provenían de varios préstamos bancarios que equivalían a donaciones a fondo perdido, siendo Pérez Embid el animador intelectual de la editorial y Calvo Serer, el responsable de la Biblioteca del Pensamiento Actual, la colección donde la nueva generación intelectual iba a afianzarse a un nivel ideológico. Con sus volúmenes diferenciados, violeta para la teología, amarillo para la filosofía, azul para la historia, la Biblioteca del Pensamiento Actual iba a representar el esfuerzo editorial más prolongado que el Opus Dei mantendría para combatir la orientación, según ellos, confusa y heterodoxa de la famosa colección Austral de la veterana editorial Espasa Calpe. En la colección Patmos de espiritualidad, dirigida por Raimundo Pániker, se publicaron textos de ascética y libros de espiritualidad; pero, sobre todo, Rialp se especializó en la edición de textos del fundador. Por otro lado, publicó de forma minoritaria una prestigiosa colección de poesía llamada Adonais y una «revista del pensamiento actual», Atlántida, que surgió como réplica a la orteguiana Revista de Occidente y trataba de aproximar a los intelectuales católicos de la misma cuerda entre ambas márgenes del Océano Atlántico. El domicilio social de Ediciones Rialp se instaló en Madrid y llegaría a contar con varias delegaciones ramificando su actividad por las principales capitales españolas: Barcelona, Valencia, Sevilla y Bilbao. Ediciones Rialp llegó a utilizar Camino, el texto básico del fundador, como punta de lanza de su expansión. En la década de los cuarenta, el número total de ejemplares de las reimpresiones sucesivas de Camino, el manual de los militantes del Opus Dei, junto con los de la primera edición, ascendió a 21.000 ejemplares que, repartidos a lo largo de once años (1939-1949), ofrecen un promedio anual de unos 2.000 ejemplares aproximadamente, cifra poco significativa para un libro de espiritualidad en aquellas fechas, aunque ello ya denotara una acogida interesante en ciertos medios clericales españoles. «En pocos meses se agotó la primera edición y, al sacarlo a la luz por segunda vez, corrió la misma suerte», escribió el propio Escrivá en la nota introductoria a la segunda reimpresión del libro en septiembre de 1945, cinco años depués de la primera edición de 1939. Esta afirmación de Escrivá jugando con el equívoco para justificar el éxito, no era falsa pero tampoco verdadera, ya que se refería a la primera edición de bolsillo de 1944 y no a la de 1939. Conviene señalar, sin embargo, esta actitud de «restricción mental» propia de eclesiásticos y muy divulgada por los jesuítas, que la mantendrá Escrivá en declaraciones y actos públicos, a lo largo de su vida, porque lo único que contaba para él era el triunfo. Escrivá señalaba también en la misma nota introductoria que «está en la imprenta la versión 56
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portuguesa y, desde Roma nos piden que se haga pronto una edición en italiano». Las primeras reimpresiones de Camino en España como en el extranjero fueron las siguientes: Año
Ciudad
Edición
Número de ejemplares
1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1949
Valencia
1 e d i c i ó n española
2.000
— — — —
— — —
1.* reimpresión 2. reimpresión versión portuguesa 3. reimpresión 4. reimpresión 1 e d i c i ó n mexicana versión italiana
5.000 8.000 2.500 3.000 3.000 3.000 3.000
— — — — Madrid Madrid Coimbra Madrid Madrid México Roma
a
a
a
—
Las traducciones de Camino, que permiten ver con una relativa exactitud cronológica la penetración y el afianzamiento de la Obra de Dios fuera de España, se iniciaron con la versión portuguesa de Camino con una tirada de 2.500 ejemplares, que fue publicada en Coimbra en 1946, y luego siguieron las ediciones mexicana e italiana, ambas con 3.000 ejemplares de tirada, en 1949. Pero el fuerte crecimiento de Opus Dei en España, cuyo despegue se inició hacia 1947 y se consolidó años más tarde, hizo que Camino resultara insuficiente como código de actividades del Opus Dei. Esta limitación fue puesta de relieve por el propio Escrivá en la nota introductoria a la quinta reimpresión publicada el 8 de diciembre de 1950 cuando se dirigió a los lectores de Camino en los siguientes términos: «Sólo se me ocurre decirte, amigo lector, que pongas en muchas manos este libro, y así se pegará a muchos corazones nuestra divina locura de tratar a Cristo. Y que niegues, al Señor y a su bendita Madre por mí para que pronto tú y yo volvamos a encontrarnos en otro libro mío —Surco— que pienso entregarte en pocos meses». Aunque prometía en 1950 la entrega «dentro de pocos meses» de un texto que pretendía completar la espritualidad de Camino, el libro Surco nunca llegó a ser publicado en vida de Escrivá. Una curiosa edición postuma atribuida supuestamente a Escrivá, así como los textos de otra obra apócrifa de Escrivá titulada Forja, fueron publicadas por el Opus Dei en 1986, once años después de su muerte y treinta y seis años después de prometer su entrega en 1950. La presunta obra postuma de Escrivá, Surco, publicada el 26 de junio de 1986, termina con la máxima 1.000 y la humorada siguiente: «Escribo este número para que tú y yo acabemos el libro sonriendo, y se queden tranquilos los benditos lectores que, por simplicidad o malicia, buscaron la cabala en los 999 puntos de Camino»."
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D É C A D A TRIUNFAL
La aprobación como primer Instituto Secular constituyó un fuerte estímulo adicional para el Opus Dei, provocando un boom en las captaciones de miembros,como puede observarse analizando las admisiones. Si en 1941 había sólo cincuenta, dos años más tarde, en 1943, el número de miembros se había duplicado, llegando a cien. El reclutamiento de miembros seguía siendo fundamentalmente universitario, alcanzando en 1946 la cifra de 270 miembros, de los cuales 240 eran varones y diez sacerdotes entre ellos, más 30 mujeres en la sección femenina. El boom se inició entre 1947 y 1950 cuando el crecimiento de miembros de Opus Dei fue superior a 2.000 personaas, de las cuales una gran parte pasaron a ser asociados supernumerarios y supernumerarias, es decir, gente en su mayoría casada y con hijos. En los primeros meses de 1950, las cifras oficiales de admitidos en el Opus Dei se elevaron a 2.954 miembros, de los cuales 2.404 pertenecían a la sección de varones y 550 a la sección femenina. Dentro de la sección de varones, en Portugal había 260 miembros, México e Italia, los países donde el Opus había tenido más éxito, tenían aproximadamente un centenar de miembros cada uno y el resto, cerca de 2.000, eran militantes españoles. Lo más importante de esta cifra considerable era la adhesión masiva en la categoría de asociado supernumerario. En la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz se hallaban 23 sacerdotes, otros 46 miembros de la Obra estaban preparándose, según los deseos de Escrivá, para ser sacerdotes y de entre ellos once se encontraban en fase final preparatoria de su ordenación en Roma junto al fundador. Tras el obligado período de observación canónica tuvo lugar en 1950 la aprobación definitiva de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz como Instituto Secular, de acuerdo con la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia. Entre tanto, Escrivá solicitó en marzo de 1948 y obtuvo del Vaticano que pudieran incluirse la frase «con nombre abreviado, Opus Dei» en el artículo primero de las Constituciones con lo que resultaba «...Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei...». El hecho de incluir la denominación Opus Dei revela las intenciones de Escrivá que quería entonces hacer extensivo el estatuto jurídico de Instituto Secular, que obtuvo fácilmente en 1947 como Sociedad Sacerdotal a todo el aparato burocrático de la Obra de Dios. El decreto de aprobación definitiva que comenzaba con las palabras Primum inter, es decir, el primero entre, fue fechado antes del día 16 de junio de 1950, atendiendo a un deseo expresado por Escrivá por ser la festividad «movible» del Sagrado Corazón de Jesús, aunque la Comisión Consultora lo aprobaría más tarde el día 22 de junio y fue ratificado por el prefecto de la Congregación de Religiosos el 28 de junio de 1950. La aprobación de las Constituciones tenía mucha importancia, porque era la primera vez, según Escrivá, que sucedía en la Iglesia en vida del propio fundador de una institución y porque habían sido aprobadas por la Iglesia de Roma definitivamente como «santas, perpetuas e inviolables». Las Constituciones eran el código secreto que regulaba la vida interna del 163
Opus Dei. Editado con tapas rojas y el formato de un cuaderno de escuela fue impreso por primera vez en 1950. Compuesto de 479 normas y escrito en latín, la norma 193 prohibía traducirlo a otras lenguas: «Estas Constituciones, las instrucciones publicadas y las que puedan en lo futuro publicarse, así como los demás documentos, no han de divulgarse; más aún, sin licencia del Padre (Escrivá), aquellos de dichos documentos que estuvieren escritos en lengua latina ni siquiera han de traducirse a las lenguas vulgares». El texto integral de las Constituciones secretas de Opus Dei no sólo sería desconocido por los mismos miembros de la Obra, sino incluso por los obispos de las diócesis donde actuaba el Opus Dei; además el texto «autógrafo» de las Constituciones del Opus Dei depositado en el archivo de la Congregación de Religiosos en Roma desapareció un poco más tarde inexplicablemente. Tras el reconocimiento, los miembros del Opus Dei intentaron preservar por todos los medios el secreto de las Constituciones y a tal fin, en agosto de 1947, Alvaro Portillo en nombre del Opus Dei se dirigió a la Congregación de Religiosos para preguntar si obispos u otros eclesiásticos debían conocer con detalle puntos que eran reservados en los Institutos Seculares y, lo más importante, si debían guardar el secreto sobre ello, a lo que la Congregación de Religiosos respondió que debían guardar el secreto. Dos años más tarde, en agosto de 1949, Alvaro Portillo en nombre del Opus Dei dirigió de nuevo otra pregunta a la Congregación de Religiosos sobre la conveniencia o no de no mostrar el texto íntegro de las Constituciones a los obispos de las diócesis en que trabajaban y la respuesta fue que no era necesario ni conveniente entregar las Constituciones completas. Así, de este modo paciente y maquiavélico, el Opus Dei obtuvo el privilegio exclusivo de no entregar el texto íntegro de las Contituciones a los obispos de las diócesis donde residían, pudiendo ofrecerles sólo un pequeño resumen que contenían 26 de las 479 normas del documento secreto, pero en dicho resumen se ocultaba lo más interesante, es decir, las reglas claves de la vida interna de la Obra, que permanecían secretas, como si no existieran. Por citar tres ejemplos, en el resumen para los obispos no aparecía la norma 148: «La incorporación al Instituto exige un voto privado comunitario reconocido de obediencia. En virtud de este voto los miembros del Instituto, Numerarios y Oblatos, profesan una obediencia plena y en todos los aspectos al Presidente General, a quien todos reconocen y veneran como Padre, usa libremente de ellos para los fines del Instituto según la norma de las Constituciones». Tampoco aparecía la norma 255: «Tengan todos los socios cada semana familiarmente y en confianza una conversación con el Director local, a fin de que se ordene y fomente mejor la acción apostólica». Ni la norma 190, donde se decía «... a los extraños se les oculta el número de socios y, aún más, los nuestros no han de conversar acerca de estos temas con extraños». Por otra parte, los retoques a las Constituciones fueron abundantes y, por si hubiera alguna duda, fueron expresamente autorizados con un documento oficial por la Congregación de Religiosos a partir de 1950. Como señaló Antonio Pérez, testigo excepcional en quellos tiempos, «las Constituciones de 1950 tenían una parte doctrinal y otra orgánica. La primera era más o menos el espíritu de la Obra, y en la segunda había un proyecto de definición de competencias y de estructura 164
funcional, que de hecho no funcionaba porque, mientras vivió Escrivá, aquello siempre estuvo en período constituyente». El halo de misterio en que envolvía el Opus Dei sus actividades puede explicar esta preocupación fundamental para preservar el secreto de tan misteriosas Constituciones; aunque la mejor explicación residía en los propios fines de la Obra, una organización católica dispuesta a captar prioritariamente tanto intelectuales como personajes ocupando puestos directivos de la sociedad y cuyos objetivos inconfesables consistían en introducirse en las instituciones civiles para transformarlas desde dentro, trabajando preferentemente con los medios y ayudas del Estado; lo cual les obligaba a observar la mayor discreción para no despertar sospechas y a mantener también secretas sus Constituciones. Existe, sin embargo, otra razón más poderosa para que el Opus Dei fuera intrínsecamente una organización tan amante del secreto y ésta reside en su propia naturaleza de organización impenetrable. El manto de secreto que envuelve la mayoría de las actividades del Opus Dei comienza con el «espíritu de la Obra» cuyo desvelamiento es lento y progresivo, por etapas, siendo la jerarquía desde dentro de la Obra la que señala y preserva celosamente ese secreto. 58
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Dentro del Opus Dei Mitos y misterios. — Ritos de iniciación. — Normas diarias. — Medios de formación. — Estudios internos. — «Espíritu de la Obra». — Aparato burocrático.
M I T O S Y MISTERIOS
Los mitos que elaboró el cristianismo en su calidad de religión del «Hijo», alimentándose especialmente de los mitos de la religión del «Padre», la religión judía, tienen un reflejo concreto en los misterios. Ahora bien, el espíritu general de la burocracia es el secreto, el misterio: desde dentro, es la jerarquía la que preserva ese secreto y, desde fuera, es su naturaleza de organización hermética. Y si centramos el análisis en burocracias que han logrado fijar tan sólo dogmas religiosos como la Iglesia católica, los misterios han sido fundamentalmente, a lo largo de los siglos, simples ritos religiosos. El papel que desempeñaron los misterios en la mitología griega consistió en la institución de «ceremonias por medio de las cuales se alcanzaba la perfección». Para Herodoto, los misterios eran los ritos o ceremonias de la iniciación. Estas ceremonias corresponden en nuestra sociedad contemporánea, como en la antigua Grecia, a lo que se denomina la iniciación. Una célebre inscripción del siglo iv antes de Cristo mostraba ya claramente el mecanismo del proceso, en el que a medida que se profundizaba en el grado de iniciación se desvelaba el misterio. Así, los seres mortales del siglo iv antes de Cristo podían fácilmente convertirse en dioses, mediante un adecuado procedimiento de iniciación; es decir, que a través de una serie de ritos o ceremonias se realizaba la conversión del hombre en dios. En la inscripción sobre los misterios de Eleusis aparecía un coro de dioses dirigiéndose al iniciado y recibiéndole como un dios: «¡Oh bienaventurado!» ¡Oh ser de felicidad! Tú serás dios en vez de ser mortal (...)». El «nuevo dios» se congratulaba con su suerte: «¡Como un cabrito he bebido la leche! Es decir: yo comienzo una nueva vida y me alimento de un manjar divino». 1
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Posteriormente, los misterios griegos fueron prohibidos en el año 396, en tiempos del emperador romano Teodosio, cuando la religión cristiana se convirtió en la religión del Estado. Los misterios del Opus Dei son más férreos y actualizados que los del catolicismo en general. No se olvide que para los católicos, perfección equivale a santificación. La santificación, es decir, la acción y efecto de santificarse, consiste primero en la purificación sistemática que debe realizar el católico interiormente para alcanzar, después de su muerte, «el reino de los cielos». Este proceso se ha realizado por lo común dentro de las estructuras orgánicas de la Iglesia romana y ello es sólo posible mediante la observación perfecta de todo lo que determinan las leyes eclesiásticas. En el Opus Dei la perfección se alcanza de la misma forma que en la Iglesia católica, sólo que con algunos aditivos que corresponden a objetivos más precisos y un aparato más totalitario. Así, Escrivá hizo suyas en Camino conocidas frases puestas en boca de Cristo: «Si quieres ser perfecto, anda y vende cuanto tienes, y dáselo a los pobres (...) y ven después, y sigúeme» (máxima 807); o «sed perfectos como mi Padre Celestial es perfecto» (máxima 291), añadiendo a ellas algunos toques personales que no representan ninguna aportación original. Por ejemplo, en la máxima 291 habla de los seglares por exclusión: «Tienes obligación de sacrificarte —Tú también— ¿Quién piensa que ésta es labor exclusiva de sacerdotes y religiosos? A todos, sin excepción, dijo el Señor: "Sed perfectos, como mi padre Celestial es perfecto"». El fundador del Opus Dei señala en Camino, máxima 382, las tres etapas que un socio de la Obra de Dios recorrerá en el camino de la perfección: «Que busques a Cristo: Que encuentres a Cristo: Que ames a Cristo», para preguntar a continuación: «¿Has intentado, por lo menos, vivir la primera?». El inmenso atractivo que representa una organización como el Opus Dei para el católico que vive su falsa ilusión religiosa, ávido de acción, se realiza en un largo proceso de iniciación, una parte del cual se interioriza en el individuo y también se quiere desvelar aquí. Las tres etapas de la perfección opusdeísta corresponden exactamente al procedimiento que utiliza el Opus Dei como iniciación para aquellos que verdaderamente van a militar en su seno,es decir, dentro del aparato burocrático de la Obra de Dios. Veamos primeramente cómo se desarrolla la búsqueda de Cristo, la etapa del contacto. Tomemos como ejemplo en España un hijo de «familia decente», de la pequeña burguesía provinciana que envía a la capital a sus hijos para estudiar, con dificultades, una carrera universitaria. El retoño, educado por lo general en un colegio religioso durante el bachillerato, encuentra a un compañero, miembro del Opus Dei, que le invita a un piso o a un retiro espiritual, en una casa de campo. En cualquier caso, entabla contacto con el sacerdote de la Obra cuya función en el piso o en la casa de retiro es la de director espiritual. El joven estudiante ya habrá roto el recelo inicial, aguijoneado sobre todo por una profunda curiosidad, hacia las actividades del Opus Dei, y mientras tanto, sus compañeros, los que tiene asignados y el que le invitó, informan de todo cuanto le concierne: actividades, familia, ilusiones, proyectos, etc. Toda la información se acumula en una primera ficha con el nombre del candidato. 167
Paralelamente se le hace leer Camino y meditar algunas máximas con especial dedicación: la máxima 766, «El abandono en la Voluntad de Dios es el Secreto para ser feliz en la tierra. — D i , pues: "meus cibus, utfaciam voluntatem ejus" — m i alimento es hacer su Voluntad»; así como la máxima 926, «Me preguntas (...) y te contesto: tu perfección está en vivir perfectamente en aquel lugar, oficio y grado en que Dios, por medio de la autoridad te coloque». También la máxima 983: «Comenzar es de todos; perseverar, de santos. Que tu perseverancia no sea consecuencia ciega del primer impulso, obra de la inercia, que sea una perseverancia reflexiva». Pero hay quienes dan también marcha atrás en los primeros contactos con el Opus Dei. Se trata de un universitario madrileño que ya al final de sus estudios de Derecho, es invitado un día a una conferencia que iba a tener lugar en un Colegio Mayor de la Obra en Madrid, a la que asiste por curiosidad. La conferencia le interesa, y a la salida tiene ocasión de encontrarse con los responsables del Opus Dei, que se muestran particularmente amables con él. Sin ningún compromiso de su parte, acepta su proposición de participar eventualmente en ejercicios espirituales, pero cuál no sería su sorpresa cuando al recibir la convocatoria para dichos ejercicios se ve calificado, de buenas a primeras, como «cooperador del Opus Dei». Irritado por ello, protesta por escrito y cesa en lo sucesivo de tener el menor contacto con la Obra. Otro caso parecido fue el de un estudiante universitario, antiguo alumno de un colegio dirigido por jesuítas, que recibió una invitación para pasar unos días en «retiro espiritual». Atraído, acepta ir por curiosidad: la cuota no era muy alta. La casa de retiro estaba en las cercanías de la ciudad en un lugar agradable y el número de asistentes era reducido, unas veinte personas como máximo. El ambiente, nada tétrico, era muy distinto de los clásicos ejercicios espirituales dirigidos por jesuítas: espacios abiertos, habitaciones para tres o cuatro, comidas copiosas. Un cura del Opus Dei lo dirigía, aunque algunos seglares intervenían también en charlas sobre problemas organizativos. El retiro acabó con una invitación a un piso de la Obra de Dios en donde se seguirían las meditaciones. En el piso, se decía, iba a haber juegos y amistades. Nunca se habló directamente del Opus Dei, aunque todos más o menos lo conocían. Terminado el retiro y como el estudiante no manifestaba intención alguna de proseguir el contacto, uno de sus compañeros de habitación durante el retiro le llegó a telefonear dos veces por día intentando convencerle en un tono persuasivo que fuera al piso. El militante del Opus Dei desistió de su empresa después de un mes sin resultados. En Cristo siglo xx, novela escrita por un simpatizante del Opus Dei, se describe bien por qué el protagonista de la novela no habla o pregunta directamente sobre lo que es la Obra: «El Opus Dei. ¿Qué sería? Realmente Jorge sentía una curiosidad enorme por saberlo. Pero nunca había hablado de ello con Joaquín Guevara ni con Juan Francisco, y de los chicos de la residencia apenas había cambiado unas palabras con algunos de ellos. Decididamente tenía que averiguarlo. Opus Dei. Obra de Dios. Era extraño que el cura no le hubiera hablado de ello. Claro que Jorge no se lo había propuesto nunca y como sus visitas sólo eran para hablar de los problemas de Jorge m i s m o . . . » Estos relatos, referidos únicamente al primer paso de la captación de una clientela joven y universitaria, toman dimensiones insospechadas cuando ocurre entre 2
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industriales, altos burgueses, cuadros técnicos, empresarios y comerciantes. La antesala de un despacho, las horas de descanso en un club son momentos válidos para entablar el primer contacto, que desemboca generalmente en la clásica invitación a un retiro espiritual. Cuando el neófito está maduro, el sacerdote del Opus Dei le hará una propuesta y en líneas generales se utiliza siempre bien adobada la argumentación siguiente: «En esta vida hay que ser santo... y ser santo es hacer la Voluntad de Dios: la Voluntad de Dios, está clarísimo, es que seas de la Obra...». O también de esta otra manera, según el grado de autoritarismo: «Si quieres ser santo debes hacer la Voluntad de Dios. Y la Voluntad de Dios, te lo digo yo que soy un sacerdote, es decir, su representante en la tierra, es que entres en la Obra, en la Obra de Dios». El sacerdote está seguro de lo que le van a responder cuando formula la propuesta. El joven que buscaba a Cristo, conforme a la primera etapa, ha tomado contacto con los miembros del Opus Dei que le ayudarán a en la segunda etapa: encontrar a Cristo. La alienación religiosa ha encontrado en la Obra de Escrivá uno de sus más terribles alambiques. El proceso de iniciación se ha puesto en marcha: el neófito va a descubrir los misterios del Opus Dei.
RITOS DE INICIACIÓN
Cuando en una casa de la Obra de Dios se habla de que fulanito «va a pitar», quiere decir que fulanito va a solicitar su ingreso en el Opus Dei. El medio utilizado es una carta dirigida al «Padre» de la Obra, al presidente del Opus Dei. En la carta, redactada en términos implorantes, el demandante expone someramente sus propósitos, especificando como detalle muy importante el grado que pasará a ocupar en la estructura del Opus Dei. La carta tiene que ir acompañada de cuatro fotografías tamaño carnet en la que el solicitante debe aparecer «muy favorecido», es decir, con aspecto muy feliz y sonriente. La carta junto con el informe ya elaborado por los responsables directos de la casa donde el neófito «ha pitado» serán enviados a Roma, a la sede del Consejo General, Viale Bruno Buozzi 73, donde existe un archivo completo de todas las actividades generales y también de las referencias exactas de los socios de la Obra de Dios. Las fotos colocadas en fichas donde aparece la identidad y rasgos dominantes del nuevo miembro del Opus Dei se reparten entre la casa donde ha pitado, el Consejo local, la Delegación y el Consejo Regional, y el Consejo General. En el Opus Dei un individuo no entra en el grado que quiere, sino en el que se le «aconseja»; es decir, que previamente a la redacción de la carta donde solicita el ingreso, el miembro de la Obra de Dios, que ha sido durante el periodo de preparación su director de conciencia, le «aconseja» el grado, especificando en la carta el grado aconsejado. Los criterios de selección que utiliza el Opus Dei para situar los individuos en diferentes grados están claramente señalados en las Constituciones y responden de hecho al siguiente esquema, válido tanto para la rama masculina como para la femenina de la Obra:
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1. Numerario: persona soltera, de aspecto físico irreprochable y con estudios superiores o su equivalente en dinero, relaciones sociales y cualidades personales excepcionales. 2. Agregado u Oblato: persona soltera y sin estudios superiores. O con ellos pero con algún defecto físico, enfermedad crónica o bien que tenga que mantener a la familia con su trabajo. 3. Supernumerario: personas casadas. También las personas que «no valen», en terminología de la Obra, sean o no casadas. 4. Cooperador: no son considerados estrictamente como socios del Opus Dei. Incluso no es necesario que sean católicos: sólo se les exige ayudar económicamente a la Obra y participar en algún retiro. Como puede fácilmente observarse son la disponibilidad material del individuo y la clase social a la que pertenece los dos criterios básicos para la selección de un candidato, suponiendo además que esté decidido a alistarse en el Opus Dei y que su disposición de ánimo sea adecuada. Pero sigamos adelante, para analizar esto con detalle. A los seis meses aproximadamente de «haber pitado» y tras haber vivido durante ese periodo «el espíritu de la Obra», el candidato realiza la vinculación jurídica efectiva al Opus Dei. Es lo que, en términos de la Obra, se llama «hacer la Admisión», que el Código de Derecho Particular de la Obra de Dios, aprobado por el Vaticano en 1982, menciona en la norma 47 como el «rito litúrgico de la Admisión». En esta ceremonia de la Admisión, la vinculación jurídica se lleva a cabo con la formulación del interesado de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, que en la Obra tienen un orden diferente y revelador, obediencia, castidad y pobreza. Los votos pronunciados por el postulante eran calificados en la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia, al igual que los de otros Institutos Seculares, como «votos privados, reconocidos o sociales», es decir, que sin ser públicos, son emitidos en el cuadro de una asociación religiosa que levanta acta de ello. Su carácter «social», señala Bécarud, reside precisamente en el hecho de que no son votos que emanen de un fiel aislado que actúa en el cuadro de su vida espiritual particular. La ceremonia de la Admisión es sencilla: el neófito lee una jaculatoria de fórmula breve ante una cruz negra vacía, sin crucificado, actuando como testigos el director de la casa y el sacerdote que le dirige. La cruz negra vacía, sin crucifijo, una cruz de madera de talla humana, tuvo un significado misterioso desde que la instaló Escrivá en el primer templo de la Obra en 1935 y ha sido desde entonces una de las piezas maestras en el simbolismo de la Obra. Escrivá mencionó dos veces la cruz negra en Camino con un mensaje claramente evocador: «la Cruz solitaria está pidiendo unas espaldas que carguen con ella» (máxima 277) y «está esperando el Crucifijo que le falta: y ese crucifijo has de ser tú» (máxima 178). Durante la posguerra llegó a formar parte indispensable del decorado teatral que gustaba rodearse Escrivá en sus pláticas espirituales, cuando adversarios jesuíticos y enemigos falangistas atacaron al Opus Dei, preguntando insidiosamente el significado de la cruz negra sin crucificado. Las Constituciones del Opus Dei de 1950 exigen en la norma 234 que «allí donde tres o más miembros viven juntos como una familia, eríjase en lugar conveniente y cómodo una cruz de color negro de la imagen del Crucificado. Esta 4
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cruz, en los días de la Invención y de la Exaltación de la misma (3 de mayo y 14 de septiembre, respectivamente), desde la hora prima de vísperas, adórnese con coronas de flores». En la novela Cristo siglo xx se describe con acierto el decorado de una de las residencias del Opus Dei donde la cruz negra sin crucificado es una pieza maestra: Era ciertamente lujosa, con un amplio portal de entrada, una impecable escalera ricamente alfombrada y una tenue iluminación. No era, sin embargo, una casa del Madrid moderno. Sólo una antigua y tradicional edificación, cuidadosamente conservada. Los dos últimos pisos de aquella casa pertenecía a una de las innumerables residencias que el Opus Dei poseía en Madrid (...). Toda la casa estaba en penumbra; atravesó Jorge el amplio pero destartalado vestíbulo, amueblado deficientemente, mientras el chico que lo había recibido se escabullía por la escalera de madera que conducía a las habitaciones. Desde abajo se escuchaba un leve rumor de conversaciones. Los muchachos debían estar viendo la televisión. En el piso inferior, donde Jorge se hallaba, estaba el despacho del director, vacío a esta hora; el de Don Joaquín, el cura de la residencia, el comedor y la capilla... Junto a la puerta que daba acceso a la pequeña capilla de la residencia, colgada de un simple clavo y bajo una modesta lamparilla que no se apagaba nunca, estaba la cruz de madera que tan bien conocía Jorge: tosca, ordinaria y casi rota, y bajo ella, la inscripción que sabía de memoria: Esta Cruz esta vacía, esperándote a ti para que te crucifiques en ella. 5
Un año después de realizada la Admisión en el seno del Opus Dei, tiene lugar la ceremonia de la Oblación. Seis meses y un año de formación intensiva han sido suficientes para que el neófito viva el «espíritu de la Obra» y esté ya en condiciones de hacer proselitismo. La Oblación consiste, pues, en repetir la ceremonia anterior confirmando la entrega como algo definitivo. Entrega que no llega a ser definitiva porque todos los años, el 19 de marzo fiesta de San José, tiene lugar la renovación de esa entrega. Ese día, en plena celebración de la misa, inmediatamente después de la consagración de la hostia y el cáliz, los miembros del Opus Dei renuevan la entrega que de sus personas hicieron en la Admisión. La fórmula es la siguiente: «Yo, fulanito o fulanita de tal y tal, poniendo por testigos a los Santos Angeles Custodios, a San José, a la Virgen María Santísima y a los Patronos de la Obra, hago voto de obediencia, castidad y pobreza hasta la próxima fiesta de San José». Normalmente si se realiza con intimidad en algún oratorio de la Obra se recita en voz alta por todos los asistentes, pero si ello no es posible, por la circunstancia que fuera, el socio de la Obra de Dios la dice particularmente durante la misa después de la consagración. Aquí no ha terminado todo. Después de renovar durante cinco años consecutivos, la ceremonia siguiente, la de los votos perpetuos, se llama «Fidelidad». A los seis años de la Oblación tiene lugar, por último, esta ceremonia de la Fidelidad, que es la confirmación definitiva dentro del Opus Dei. Los pasos y controles burocráticos anteriores han llenado más de siete años de la vida del socio de la Obra de Dios y durante ese período de tiempo ha ofrecido suficientes garantías como para depositar en él confianza y recibir el espaldarazo último. Tienen lugar, por tanto, la formulación de los votos de modo definitivo y, a partir de entonces, ya no es necesario que el miembro del Opus repita en cada fiesta de San José su renova171
ción. Recibe, además, un anillo generalmente con una piedra preciosa que llevará durante el resto de su vida. Este anillo, que no es una alianza, para así poder diferenciarse de los supernumerarios, puede contemplarse en los dedos de la mano de cualquier socio definitivo del Opus Dei y en España durante los años sesenta fue muy conocido el anillo de Alberto Ullastres, cuando aparecía en televisión por su condición de ministro de Comercio. Los primeros miembros numerarios del Opus Dei hicieron unos «juramentos promisorios» que más tarde formaron parte inseparable de la ceremonia de la Fidelidad y del nombramiento de socios «inscritos», es decir, aquellos miembros de confianza con cargos en cargos de gobierno y de formación dentro del Opus Dei. Con estos juramentos, los miembros del Opus Dei quedan obligados,según la norma 58 de las Constituciones, primero en cuanto al Opus Dei evitar de su parte sinceramente todos aquellos dichos o hechos que puedan atentar de cualquier modo que sea a la unidad espiritual, moral o jurídica de la Obra. Y si tales hechos o dichos proceden de otros miembros, resistirles y corregirlos, según parezca oportuno en el Señor. Segundo, en cuanto a todos y cada uno de los Superiores: a) evitar cuidadosamente las murmuraciones que pudieran disminuir la forma de éstos o quitar eficacia a su autoridad, e igualmente reprimir las murmuraciones de los otros miembros y no confabularse con ellos de ningún modo; b) ejercer con el superior inmediato la corrección fraterna de acuerdo con el espíritu del Opus Dei; siempre que, después de considerado el asunto en presencia de Dios, parezca que la corrección es conveniente al bien de la Obra. Si después de un espacio de tiempo prudente se viere que la corrección ha resultado en vano, el miembro del Opus Dei comunicará el asunto desde su comienzo, sin un claro bien de la Obra así lo exige o persuade, a su Superior Mayor inmediato o al Padre y lo pondrá plenamente en sus manos. Tercero, respecto al propio miembro, éste consultará siempre con su Superior Mayor inmediato o con el Supremo,según la gravedad del caso o la seguridad o eficacia de la decisión, cualesquiera cuestiones profesionales, sociales u otras, aun cuando no constituyan materia directa del voto de obediencia, sin pretender transferir a dicho Superior la obligación de responder de ello. En definitiva, que todos los sacerdotes numerarios del Opus Dei, además de los miembros llamados «inscritos», que son los numerarios que tienen cargos de gobierno o de formación, junto con los demás superiores, numerarios tanto ellos como ellas, están obligados dentro del Opus Dei a hacer un juramento especial llamado «juramento promisorio», hecho sobre el Evangelio, que lleva como consecuencia, bajo pena de perjurio en caso de no cumplirlo, el que dichos miembros consulten con los superiores cualquier asunto relacionado con su vida social y profesional, desde una simple decisión personal a la aceptación de una cartera ministerial. 6
N O R M A S DIARIAS
Las normas que los miembros del Opus Dei, viviendo en una casa de la Obra, deben observar diariamente son muy prolijas, sobre todo en los primeros tiempos de militancia. Un antiguo miembro del Opus Dei, que fue durante más de diez
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años socio numerario, ha asegurado que durante los primeros siete años hasta la ceremonia de la Fidelidad vivía en tensión constante y era incapaz de cumplir con la totalidad de las normas señaladas. Aún más, creía que ninguno con los que convivía o había conocido en las filas del Opus Dei lo había conseguido. «En síntesis, se trata de un estilo de vida muy parecida al conventual o cuartelero, sólo que mucho más raro», señala Alberto Moneada, otro antiguo numerario de la Obra. Otra observación importante es que las normas diarias son parte integrante del «espíritu de la Obra» y actúan como incentivo eficaz. La frase «hay que ser cada vez más exigente», formulada por un sacerdote del Opus Dei puede resumir de algún modo el citado «espíritu de la Obra»; aunque después de pronunciados los votos definitivos, tras la ceremonia de la Fidelidad, todo esto se atempera un poco. El cumplimiento de las normas toma un sentido más discrecional, lo cual resulta perfectamente compatible con la edad, el cargo que ocupa y el tiempo libre de que dispone el socio del Opus Dei. Las normas diarias, obligatorias en la vida de un miembro del Opus Dei, comienzan al levantarse por la mañana cuando oyen el timbre pulsado desde la dirección, y haciendo ofrecimiento de todas las obras del día a Dios se tienden boca abajo y besan el suelo exclamando «Serviam!, Serviam!» que quiere decir, «¡Te serviré! ¡Te seré fiel!», término exclamatorio que se utiliza para expresar servicio a Cristo y rechazo al demonio. Respecto a las primeras actividades de la mañana, Escrivá señala en Camino que «si no tienes un plan de vida, nunca tendrás orden» (máxima 76). «Eso de sujetarte a un plan de vida, a un horario —me dijiste— ¡es tan monótono! y te contesté: hay monotonía porque falta Amor» (máxima 77). También hay en Camino máximas que explícitamente hacen referencia al acto de levantarse: «El minuto heroico. —Es la hora, en punto, de levantarse. Sin vacilación: un pensamiento sobrenatural y... ¡arriba! — E l minuto heroico: ahí tienes una mortificación que fortalece tu voluntad y no debilita tu naturaleza» (máxima 206). «Si no te levantas a hora fija nunca cumplirás el plan de vida» (máxima 78). El tiempo de aseo personal y de vestirse nunca es superior a media hora. En una primera época de ascetismo «recomendaban» ducharse con agua fría, lo cual fue motivo suficiente para que todos los miembros del Opus Dei lo hicieran, aunque hubo siempre excepciones. Cuando dejaron de recomendarla, la costumbre cayó en desuso; hoy en día sólo los jóvenes y algunos veteranos continúan duchándose con agua fría. A la ducha seguirá el ofrecimiento de todas las obras que tiene que realizar durante el día, si no lo ha hecho antes en el momento de despertarse. Convenientemente acicalado, bien afeitado, pelo bien cortado, vestido a la moda con un traje de discretos tonos grises o azules, el miembro del Opus Dei se dirige hacia el oratorio, término que Escrivá prefirió utilizar en lugar de capilla. Media hora de oración sentado, lectura o recitación del Salmo «Trium...», y tras la misa y comunión, que darán fuerza espiritual para iniciar la jornada, le suceden unos diez minutos de acción de gracias después de la comunión, también sentado. Luego cada uno se dedica a sus actividades profesionales. A las doce, con las campanadas del mediodía, rezo del Ángelus y, entre tanto, durante el día, rezo del rosario completo, es decir, quince misterios; aunque sólo hay obligación de rezar cinco. Cuando rezan los miembros del Opus Dei quince 7
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misterios, cinco al menos suelen rezarse en la calle, el trabajo o la oficina. Hasta 1982, los miembros de la Obra tenían obligación de rezar las tres partes de rosario: una «en familia» con los hermanos de la Obra, generalmente antes de la cena, y las otras dos cada uno o cada una por su cuenta, mientras trabajaban, conducían o estaban esperando algún lugar, por ejemplo, la consulta de un médico. Actualmente, aunque se recomienda el rezo de las tres partes del rosario, sólo una, la del rezo «en familia», es obligatoria. También tienen que mantener constantemente la «presencia de Dios» en todos los momentos del día. Buena costumbre y generalizada en el Opus Dei es ir diciendo jaculatorias en latín. Testimonios muy precisos al respecto afirman que miembros recién estrenados en la Obra de Dios alcanzan a decir un mínimo de ¡diez jaculatorias por hora! Aunque fuera un mínimo, diez jaculatorias por hora representan ya una buena velocidad del espíritu. Lo más destacado de estas jaculatorias es su vinculación a la historia del Opus Dei, siendo adaptadas o creadas de nuevo cuño para el uso interno y exclusivo de sus miembros. Algunos ejemplos: «Ut jumentum factus suum apud Te et ego semper tecum», «Como un burro he sido hecho delante de Ti y siempre estaré contigo»; «Cor Mariae dulcissimum iter para tutum», «Corazón dulcísimo de María prepara un camino seguro»; «Mater pulcra delectiones, ora pro nobis», «Madre del Amor hermoso, ruega por nosotros». Cualquier acto de devoción en la sección de varones se termina con la jaculatoria «Sancta María, Sedes Sapiantae, Santa María, Asiento de la Sabiduría», pronunciada por el director o suplente, a la que se responde «Ora pro nobis, Ruega por nosotros». En la sección de mujeres, la jaculatoria es otra: «Sancta María, Spes nostra, Ancilla Domini, Santa María, Esperanza nuestra, Esclava del Señor» y la respuesta es igual «Ora pro nobis, Ruega por nosotros». Es curioso notar que hasta en las jaculatorias establecidas por Escrivá había una clara discriminación sexista: para los hombres la advocación a la Virgen es un referente de «Sabiduría» y para las mujeres debe ser como «Esclava». Recomiendan asimismo a los socios de la Obra que miren a la efigie de la Virgen si encuentran ante la vista algún cuadro o imagen suya. Por la calle, donde el pecado acecha detrás de cada esquina, como costumbre piadosa conviene «guardar la vista» para evitar tentaciones con la mirada y por eso los miembros del Opus Dei suelen llevar una mano en el bolsillo porque allí llevan el crucifijo que será apretado con las manos cuando sobrevenga la tentación. Escrivá lo recomienda en Camino, máxima 302: «Tu Crucifijo. —Por cristiano, debieras llevar siempre contigo tu Crucifijo. Y ponerlo sobre tu mesa de trabajo. Y besarlo antes de darte al descanso y al despertar: y cuando se rebele contra tu alma el pobre cuerpo, bésalo también. En la calle se pueden rezar también uno de los tres rosarios del día. Quizá el más importante, porque, según las normas internas de la Obra, «en cualquier sitio en que se junten hombres y mujeres, especialmente en los transportes, pueden asaltarnos malos pensamientos,» y para ello el mejor antídoto es el rosario. Por otra parte, resulta obligatorio según la norma 245 de las Constituciones que «cada miércoles, después de invocado el Ángel Custodio, para que preste su asistencia a la oración, den un beso al Rosario, en signo de amor para con la Bienaventurada Virgen, y reciten en la lengua latina el salmo 2, que comienza Quare fremuerunt. 8
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El texto de este salmo proporcionará además a los militantes de la Obra el argumento de una meditación vespertina. El miembro del Opus Dei comerá sana y discretamente. Y a lo largo de la tarde irá espaciando otras normas del plan de vida que le mantendrán absolutamente enfrascado en sus actividades religiosas, de las que apenas se podrá sacudir salvo para concentrarse en sus estudios o en su trabajo." Después de la comida del mediodía, un pequeño examen y una visita al Santísimo. En las casas de la Obra de Dios comienza el «silencio menor» que dura tres horas y en él cada miembro de la casa tiene que pensar el tema de la meditación que va a hacer luego. Hablará lo imprescindible. Hablar de más en esas horas será mal visto por sus compañeros, quienes le pueden someter a una «corrección fraterna». La merienda es una actividad social y, sobre todo, de apostolado. Suele haber, por tanto, algún invitado cuya captación es inminente o un recién «pitado» en la Obra. Tras la merienda habrá media hora de meditación en el oratorio. El tema sobre el que versará la oración se supone que ha sido elaborado durante el tiempo del silencio menor. Antes de que finalice la jornada, buscando el momento que le parezca más adecuado, tendrá que dedicar un rato a la lectura espiritual. Suele ser por lo general un cuarto de hora de lectura de los evangelios o un libro de espiritualidad de la colección Patmos de la propia editorial de la Obra, Ediciones Rialp. Los cinco minutos de lectura del Evangelio son obligados. Rezará otros cinco misterios del Santo Rosario, si no lo ha hecho antes. Y cenará. Después habrá unos momentos de tertulia, en los que se cuentan anécdotas del día, cómo hizo apostolado con aquel joven que promete. O se contará algún chiste. No será extraño que, en esa alegría sana de la que presumen los miembros de la Obra, se suelten tacos. Escrivá abogó por mantener un cupo controlado de tacos y puñetitas. «Leche», «puñeta» e incluso «¡cono!» saldrán de la boca de los socios numerarios en esta hora de esparcimiento, como forma pintoresca de afirmación viril. L a sección femenina, en cambio, no puede disfrutar de la misma soltura de lengua y sus militantes están mucho más controladas. Al comienzo de los años sesenta, la convivencia en las casas de la Obra fue perdiendo paulatinamente importancia y así, cuando se llegaba a tocar en la tertulia algún tema conflictivo, el director interrumpía la conversación y encendía la televisión. Alberto Moneada señala en Hijos del Padre el curioso papel que la televisión vino a desempeñar en las casas de la Obra. Cuando llegaron los primeros aparatos a las casas, recibieron a la vez notas internas de Roma reglamentando su uso. El Consejo local de cada casa debía determinar semanalmente los programas que se verían, ejercitando una cierta censura y evitando que la televisión perjudicara el primordial carácter apostólico de las tertulias o el descanso nocturno. Bien pronto la presión de los programas de noche trasladó el rezo del rosario desde después de la tertulia de la cena a después de la del almuerzo y se interfirió también en el examen de conciencia colectivo que cerraba el día. Poco a poco la televisión significó en las casas de la Obra el procedimiento para evitar conflictos y polémicas durante las tertulias, hasta que llegó un momento en que ya no se hablaba, sólo se veía la televisión. Inmediatamente después, desfilarán hacia el oratorio. Cada socio del Opus Dei rellenará meticulosamente la «hoja del plan de vida» y ha de marcar con una cru12
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cecita los casilleros del impreso, que consta de tres partes para el detalle contable. Una, que abarca desde el ofrecimiento de obras, oración, santa misa, sagrada comunión, ángelus o Regina Coeli, visita al Santísimo, santo rosario, lectura espiritual, evangelio leído, preces, examen particular, examen general, mortificación semanal, tres avemarias, hasta el agua bendita en la cama. En las otras dos partes, en una aparece la confesión, charla, mortificación semanal, salmos, salmos del sábado y cartas del Padre. En la otra parte, dentro de un recuadro, figuran escapulario de la Virgen, imagen de la Virgen, retiro mensual, oración saxum y cuenta de gastos. En el Opus Dei se realizan con abrumadora frecuencia exámenes generales para realizar balances concretos de las actividades, tanto espirituales como monetarias. Al rellenar la «hoja del plan de vida», se trata del «examen de conciencia», llamado también «punto de lucha». La hojita deberá estar siempre al día, porque el director de la casa puede pedirla en cualquier momento. Diariamente, el socio numerario ha de dedicar por lo mínimo más de dos horas y media de su jornada para las obligaciones de piedad contabilizables, aunque se supone que durante el día debe estar rezando pequeñas oraciones para mantener la presencia de Dios. Existe además la obligación mensual de presentar una cuenta detallada de los gastos personales. En el oratorio tiene lugar la meditación, para la cual se utiliza generalmente como tema cualquier capítulo de Camino y, a veces, el evangelio del día. También se usan como puntos de meditación, los Cuadernos, publicación interna del Opus Dei formada por una serie de volúmenes que recoge frases de Escrivá mezcladas con otros escritos de sacerdotes miembros de la Obra. Para que todo quede en casa, como oración introductoria a la meditación y como oración final de la misma, se usan siempre textos escritos por el fundador del Opus Dei. Como detalle de ambientación existe la costumbre también reglamentada en el Opus Dei de dejar en la semipenumbra las capillas u oratorios durante la meditación dirigida por los sacerdotes de la Obra. Además de la luz del sagrario, se instala un pequeño flexo sobre una mesita que se cubre habitualmente con un fieltro verde y se coloca cerca del altar. El sacerdote se sienta detrás y habla desde allí. Algunas veces apaga la luz para dar un énfasis especial a algún punto. La explicación que se da en el Opus Dei para dejar a oscuras el oratorio es porque así se facilita la concentración de quienes escuchan la meditación. Y de nuevo los miembros del Opus Dei se tienden boca abajo y besan el suelo exclamando «Serviam). Serviaml», «Te serviré! Te seré fiel!», acto que inicia el rezo de las Preces, una oración en latín, cuyo texto completo con la traducción se encuentra como anexo en este libro. Las Preces, cuyo rezo no dura más de seis minutos, son la oración oficial de la Obra. Están compuestas por una serie de ruegos, en forma de versículos, donde el miembro de la Obra se encomienda a la Trinidad, se pide por el Papa, el Obispo de la diócesis y el Padre de la Obra, por los hermanos del Opus Dei, por los vivos y los difuntos. La norma 246 de las Constituciones de 1950 señala además: «Aparte de las oraciones que en las Preces Cotidianas se elevan por el Sumo Pontífice y por el Obispo diocesano, no dejen de encomendar todos al Señor cada día de un modo especial las intenciones de los mismos». Entre tanto, sobre la casa de la Obra se ha extendido, como una espesa niebla, el «silencio mayor», un silencio total hasta la mañana siguiente a fin de preparar la 13
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comunión. La luz en las habitaciones de dormir suele ser mortecina porque a los miembros del Opus Dei les está prohibido leer en la cama. Antes de acostarse, se santiguan y rocían la cama con agua bendita rezando las tres avemarias de la pureza, para alejar la tentación de la cama. «¿Lloras? — N o te dé vergüenza. Llora: que sí, que los hombres también lloran, como tú, en la soledad y ante Dios—. Por la noche, dice el Rey David, regaré con mis lágrimas mi lecho. Con esas lágrimas, ardientes y viriles, puedes purificar tu pasado y sobrenaturalizar tu vida actual» (Camino, máxima 216). Las tres avemarias se rezan en voz baja con los brazos en cruz, para pedirle a la Virgen por la pureza. También por esta razón se rocía la cama con unas gotas de agua bendita, que cada miembro tiene en un frasquito sobre la mesa de noche; aunque a veces, hasta con el agua bendita, ocurren excesos dentro de la Obra y ha habido casos en que numerarios o numerarias empapaban prácticamente la cama.' Para este último acto de servicio del día, rociar la cama con agua bendita, hay miembros del Opus Dei que utilizan un pulverizador. Pero existen otros instrumentos más impresionantes en la panoplia del militante de la Obra y, ya dentro de la cama, mientras el sueño le vence, sentirá cómo sobre su muslo quedan restos de dolor. Las dos horas del cilicio dejan sentir todavía su huella. En cuanto a la mortificación, llevar cilicio durante dos horas diarias y el sábado por la noche o domingo por la mañana usar disciplinas, fueron obligaciones de la primera época del Opus Dei y así lo determina la norma 260 de las Constituciones de 1950: «La piadosa costumbre, para castigar el cuerpo y reducirlo a servidumbre, de llevar durante dos horas cada día un pequeño cilicio, de recibir las disciplinas una vez por semana y dormir en el suelo, sólo con que se haya tenido cuenta de la salud, la conservarán fielmente». No obstante, la «dulcificación» de las mortificaciones es un hecho evidente en la evolución general de la Obra y algunas casas del Opus Dei, por ejemplo, cumplen la norma de la mortificación suprimiendo la merienda del sábado por la tarde. Refiriéndose a esto, Escrivá tiene una máxima preciosa en Camino, máxima 205, sobre las opciones cotidianas del socio del Opus Dei y su capacidad de sacrificio: «Leíamos —tú y yo— la vida heroicamente vulgar de aquel hombre de Dios. —Y le vimos luchar, durante meses y años (¡qué "contabilidad", la de su examen particular!) a la hora del desayuno: hoy vencía, mañana era vencido... Apuntaba: "no tomé mantequilla... ¡tomé mantequilla!". Ojalá también vivamos —tú y yo— nuestra... "tragedia" de la mantequilla.» También escribió el fundador en Camino, máxima 219, «Si sabes que esos dolores —físicos o morales— son purificación y merecimiento, bendícelos». Los instrumentos de mortificación están guardados en saquitos marrones que reciben los militantes recién ingresados en la Obra de Dios. Las disciplinas son un instrumento de cáñamo, con varios ramales y cuyos extremos son más gruesos, que sirven para azotar, y el cilicio una faja de cerdas o de cadenillas de hierro con puntas usada para presionar mortificando el cuerpo. En los azotes con las disciplinas las instrucciones son precisas, tal como recomiendan los dirigentes de la Obra. Hay que ir al cuarto de baño, porque existe la posibilidad remota de «salpicaduras de sangre», bajarse los pantalones, sujetarse los testículos con la mano izquierda y golpear con las disciplinas en la espalda y el trasero. Estos instrumentos están rodeados de una atmósfera mórbida y, como dentro del Opus Dei se aprecia una 17
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cierta relajación en los últimos años, hay que remontarse a 1935 para impresionarse con la leyenda de la flagelaciones del fundador." Las Constituciones del Opus Dei reconocen, según la norma 217, que «para fortalecer el espíritu propio de la Institución, se fomenta la penitencia y aflicción del cuerpo (...)» y que «todas las penitencias privadas han de someterse de inmediato a la potestad y prudencia del Superior, el cual, sopesando ante el Señor todas las circunstancias del hermano, puede y debe moderarlas». La clásica y pequeña mortificación de dormir sobre tablas se sigue practicando en todas las casas donde hay numerarios; parece ser que se debe a una sugerencia o predilección de Escrivá, desde los primeros tiempos de la Obra de Dios. Otro tipo de mortificación parecida es el día de guardia. Un día a la semana, un numerario del Opus Dei, por ejemplo, duerme en el suelo con un libro de cabecera; algunos señalan que en algo se tiene que notar que poseen estudios, y como le resulta difícil conciliar el sueño, se quedan entonces obligatoriamente pensando en sus hermanos de la Obra de Dios, rezando mucho por ellos y sus intenciones. Esto es lo que se llama el día de guardia en las casas del Opus Dei. Por último, es curioso señalar respecto a las mortificaciones, que los socios descansan en Navidad, Pascua y las fiestas de la Obra, 2 de octubre, 19 de marzo y 15 de agosto. Durante esos días están exentos de todo tipo de mortificaciones.
M E D I O S DE FORMACIÓN
Los principales medios de formación en el Opus Dei son los cursos y retiros que suelen tener lugar en casas propias de la Obra, especialmente preparadas y situadas lejos de los núcleos urbanos importantes. Hay casas para miembros numerarios, clero diocesano, mujeres, etc. Cerca de Madrid, por ejemplo, se encuentran «La Pililla» en Piedralaves, provincia de Avila, y «Molinoviejo», en la provincia de Segovia. Las Constituciones del Opus Dei son explícitas en lo referente a retiros y ejercicios espirituales: «Cada mes dediquen un día al retiro espiritual», según la norma 265, y «cada año conságrense durante algunos días a los ejercicios», según la norma 266. En términos de tiempo, el socio numerario debe dedicar como media casi un mes y medio al año a actividades espirituales y de estudio interno como preparativos para ser un miembro modélico, después del período de formación inicial en la Obra que es todavía más intenso. El curso y convivencia, destinado únicamente a miembros de la Obra de Dios, es decir, a los que tienen un compromiso en firme con votos en el Opus Dei, tiene una periodicidad anual y una duración de 35 días para los numerarios y 15 días para agregados u oblatos y supernumerarios. Los asistentes al curso y convivencia están obligados a cumplir las normas diarias señaladas anteriormente y tienen además cinco clases diarias de «espíritu de la Obra», más dos tertulias tras la comida y la cena, algunas prácticas de deportes, junto con el estudio del «Catecismo de la Obra» y algunas nociones de teología y de teodicea; esta última es también teología, sólo que fundada en los principios de la razón. 20
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En el Opus Dei a los cursos de retiros se les llamaba «ejercicios espirituales» pero, tras la abierta ruptura con los jesuítas, cambiaron el nombre en 1964 y desde entonces son retiros a secas. Tienen una periodicidad anual y una duración de seis días para los agregados u oblatos y supernumerarios. Los asistentes a los cursos de retiro tienen como obligación cumplir las normas diarias y tener además cinco meditaciones, más charlas sobre el «espíritu de la Obra» y mucha oración. En el Opus Dei recomiendan rezar mucho. Escrivá decía: «hay que ser rezador». La confidencia semanal es otro medio de formación considerado importante en el Opus Dei. En las casas o pisos donde residen en pequeños núcleos los miembros más veteranos de la Obra de Dios, esta convivencia se plantea por igual entre los sacerdotes y los laicos que conviven en la casa. Así, todo el mundo estará en condiciones de oír la confidencia del sacerdote o sacerdotes con quienes conviva y a su vez confiarse a ellos. «Unos y otros están situados estrictamente en el mismo plano, lo que según afirmación de antiguos participantes puede resultar muy simpático». En las casas donde existe una relación con el exterior, bien sea para la captación de nuevos miembros o perfeccionamiento en la formación de los ya admitidos, cohabitando por tanto veteranos y principiantes, la confidencia se plantea de modo diferente. A partir de una nota, que provino del Consejo General instalado en Roma, se consideró que el papel del sacerdote no era necesario para la confidencia y, desde entonces, el director u otro miembro del Consejo local y a veces algún miembro selecto de la casa fueron encargados de oír la confidencia. El miembro selecto que recibe las confidencias de los principiantes es designado por el Consejo de la casa. La práctica de la confidencia, más comúnmente conocida como «manifestación de conciencia», era antiguamente un elemento importante de la vida de las órdenes religiosas, señala Michael Walsh, aunque se practicaba por lo general con una periodicidad anual o semestral, y no semanal, como se obligan los miembros del Opus Dei. Sin embargo, estaba tan evidentemente expuesta al abuso, que fue prohibida por la Iglesia católica ya en 1890. La prohibición formó parte del Derecho Canónico de la Iglesia y era muy explícita, estaba incluida en el canon 530 del Código de Derecho Canónico de 1917, que estaba en vigor cuando Escrivá impuso la «confidencia» o manifestación de conciencia como uno de los deberes de los miembros del Opus Dei; de ahí el interés y una de las razones para no mostrar el texto íntegro de las Constituciones a la Jerarquía eclesiástica desde 1950. La norma 268 de las Constituciones señala que «el Opus Dei se vale, para grabar más hondamente su espíritu propio en los ánimos de los miembros, de métodos peculiares, que se llaman confidencia semanal, círculo breve y corrección fraterna». La norma 269 precisa más el concepto de confidencia semanal: «Con el nombre de confidencia se designa en el Opus Dei una singular conversación familiar y un abierto y sincero coloquio con el Director, Consiliario, Mayor Superior o Supremo, o con los delegados de éstos, cuya finalidad principal será triple, a saber: 1. Un conocimiento más claro, más pleno y más íntimo de los miembros por parte de los Superiores, y la comunicación y ampliación a la vida de cada uno de la forma de mentalidad del Opus Dei; 2. La corroboración y confirmación de la voluntad para la santidad y el apostolado que responde al espíritu del Opus Dei; 3. La íntima efusión de ánimos y compenetración entre los subordinados y los Superiores». 21
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En el Opus Dei, la confidencia, que consiste en hablar con el director semanalmente, es norma obligatoria y, según Escrivá, había que hablar en ella incluso con mayor sinceridad que en la confesión y tener, por lo tanto, la misma claridad con la que pudiera hablarse con el sacerdote en el confesonario. En Cuadernos, publicación interna de la Obra, Escrivá lo deja entender así, porque la confidencia, como manifestación del «espíritu de la Obra», tenía a los ojos de Escrivá igual o mayor importancia que la confesión. Al margen de la confidencia, todas las semanas el miembro del Opus Dei debe hacer la confesión, entendiendo esta confesión como lo hace la Iglesia, es decir, con los requisitos exigidos por ella y forzosamente ante el sacerdote de la Obra que también es representante de Dios en la tierra. Una de las preocupaciones dominantes de Escrivá era el secreto de la organización, algo que no se debía quebrantar siquiera en el sacramento de la penitencia y por ello se consideraba «falta de espíritu grave» para un miembro de la Obra. «Los trapos sucios se lavan en casa», repetía Escrivá, «y la primera manifestación de vuestra dedicación es no ser tan cobardes como para ir fuera a lavar los trapos sucios. Eso es si queréis ser santos. Si no, no se os necesita aquí». A esto se añade que los límites de la confidencia y la confesión son borrosos dentro del Opus Dei, pues lo importante para la Obra es la eficacia en los resultados, contando para ello con una descarada presión sobre las conciencias. Para el Opus Dei, la confidencia semanal, aparte de dar a conocer las faltas del miembro que escapan a la confesión, le sirve además de desahogo psicológico, modela el carácter del individuo y sirve para incrementar el «espíritu de la Obra». La confesión sirve, en cambio, como todo cristiano sabe, para obtener el perdón de los pecados cometidos, actuando el sacerdote como representante de Dios para la liquidación de la ofensa. Pese a las reglas en extremo estrictas que la Iglesia impone sobre el secreto del confesonario, la confesión sacramental queda formalmente incluida dentro de los medios propios de formación del Opus Dei, con el agravante que la confesión debe realizarla el miembro de la Obra con los sacerdotes propios de la Obra, con lo cual todo queda «dentro de casa». No obstante, por si fuera poco, el miembro del Opus debe tener la charla con el sacerdote, que aún siendo optativa suele hacerse cada quince días y es otro medio más de formación y, sobre todo, de contacto del sacerdote con los miembros de una casa del Opus Dei. Suele hacerse de modo colectivo, donde el sacerdote habla y todos escuchan; aseguran asistentes a ella que no pasa de ser un monólogo. A altos niveles, entre los Superiores, que son los por lo general miembros veteranos de la Obra de Dios, la charla está de hecho suprimida; pero no desapareció como medio de formación, es decir, como otra forma más de control, en las casas de la sección femenina y se mantuvo simultáneamente junto con la confidencia; fue llamada posteriormente «charla fraterna». Como puede observarse, los respectivos campos de acción de la confidencia, la charla y la confesión son difícilmente separables, como igualmente difícil resulta señalar una frontera que divida la vida religiosa de la profesional o la apostólica en un miembro del Opus Dei, encontrándose la rama sacerdotal, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, en el ojo del huracán,en el centro de este grave problema de indivisión tanto canónica como moral y apercibido como tal desde 1950, por la jerarquía de la Iglesia católica, especialmente en el Vaticano. 23
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Conviene tener en cuenta que dentro de la Obra el director de la casa es seglar y el sacerdote no es director, sino confesor, con categoría reconocida de «asesor», que sólo decide en teoría dentro del sacramento de la penitencia, aunque en la práctica, como señala Michael Walsh, «la confesión en el Opus se convierte en una importante forma de control social. Su uso está restringido en la práctica a los sacerdotes, miembros a su vez del Opus, y se utiliza para inspirar sentimientos de culpabilidad por no poder vivir con arreglo a los ideales más altos y dañar de ese modo a toda la institución». En las filas de la Obra todo esto, afirman, prueba la libertad de espíritu y el ambiente de confianza absoluta que viven entre sí los miembros del Opus Dei y esto es lo que posiblemente hizo exclamar uno de los sacerdotes mas exaltados de la Obra, Jesús Ortega, aquello de «¡Si vierais la libertad que gozamos en el Opus Dei! Lo digo ahora, cuando ya no son veinticinco, sino cuarenta y tres los años que tengo». Para cualquier observador medianamente perspicaz, estas diversas modalidades de control completan el cuadro de una microdictadura inconcebible por su elevadísimo grado de opresión y enajenamiento. No menos importante medio de formación es el círculo breve que tiene lugar con una frecuencia media de dos veces al mes en todas las casas de la Obra de Dios. Las Constituciones, vigentes desde 1950, dedican tres normas a los círculos breves: Norma 270. «Celebren los miembros numerarios y oblatos diligentemente cada semana los círculos breves, de acuerdo con la manera definida en nuestro ceremonial, en los que corrijan los defectos, se propongan medios de apostolado, y se traten familiarmente todos los asuntos convenientes u oportunos para fomentar nuestro espíritu y actividad específica». Norma 271. «El círculo breve, en cada una de las casas o centros, es uno para los socios numerarios u oblatos que ya se han consagrado a la Institución y otro distinto para aquellos que están en el período de prueba todavía. Sin embargo, si el Director juntamente con su Consejo propio lo consideran oportuno, podrá celebrarse un círculo breve especial para algunos de los numerarios solamente o, en los centros respectivos, para algunos de los oblatos.» Norma 272. «El presidente del círculo anotará oportunamente lo que en el círculo breve se hubiere hecho o concluido, para sometérselo al Director, en caso de que éste no haya estado presente. Por lo demás, a nadie le sea permitido hablar de los defectos de que los socios en el círculo breve se hayan acusado o promover censura con motivo de algo que en dicho círculo se haya dicho o hecho; sea lícito tan sólo conversar acerca de esos puntos con los Superiores.» El círculo breve comienza con un breve comentario del Evangelio, seguido del examen de espíritu consistente en repasar los veinticuatro puntos esenciales del «espíritu del Opus Dei», preguntándose en cada uno de ellos el socio de la Obra si lo ha vivido o no. ¿He vivido la obediencia? ¿He vivido la castidad? ¿He vivido la pobreza? Algunos de estos veinticuatro puntos, que coinciden en su mayoría con los del índice del libro Camino, son, por ejemplo, filiación y amor de Dios, obediencia, castidad, pobreza, fraternidad, cosas pequeñas, proselitismo y apostolado, sinceridad, perseverancia, aprovechamiento del tiempo, unidad de espíritu, vida interior, plan de vida, mortificaciones, etcétera. 26
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Dentro del círculo breve, al examen de espíritu le sigue la charla, convertida como antes se ha visto en un verdadero monólogo. También se incluyen la enmendatio, un poco de tertulia y las preces, que se consideran, en principio, norma importante dentro del Opus Dei. Para los miembros del Opus, los círculos tienen una periodicidad quincenal, aunque originariamente fueron semanales. Se concentran no sólo en los defectos personales, sino también en cuánto ha avanzado en el apostolado cada individuo presente, es decir, hasta qué punto los miembros han «pescado» nuevos reclutas o han mantenido y desarrollado contacto con aquellos que ya han picado. Cualquiera que haya fallado en este apostolado es severamente reprendido, si no de inmediato, más tarde, cuando la persona encargada del círculo ha informado de él al director. Como la confidencia o manifestación de conciencia, el círculo breve o capítulo de faltas tiene una larga tradición histórica en las órdenes religiosas de la Iglesia. Los miembros de una comunidad se reúnen en círculo y de ahí su nombre,para acusarse de falta contra la disciplina religiosa y la vida en común. Como señala Walsh, puede ser un experiencia muy penosa para los elegidos ser sometidos a esta humillación bajo la apariencia de mejorar su vida espiritual. Existen testimonios de miembros de la Obra que describen este acto cuando el director, después de comentar el evangelio y algún punto del espíritu de la Obra, da permiso para que los asistentes se acusen en público de sus faltas, rodilla en tierra, tras lo cual impone castigos, siempre bastante leves, a la vez que hace amonestaciones generales sobre el comportamiento de todos. Con esta escenografía, a antiguos miembros de la Obra les parecía estar reviviendo la tradición cisterciense, experimentando una especial sensación de tradición eclesiástica. Como puede observarse, en el círculo breve se llega a practicar la autocrítica y,sin embargo, los miembros del Opus Dei tuvieron durante cierto tiempo la enmendado, otro acto calificado entre «de buen espíritu», que tuvo una existencia autónoma en los primeros tiempos y luego fue incluido en el círculo breve. Aunque la influencia religiosa medieval sea muy importante dentro del Opus Dei y la coincidencia puede resultar reveladora, no hace falta remontarse a los tiempos de las cruzadas porque existen precedentes, desde los famosos «cursillos de cristiandad» hasta los procesos de autocrítica comunista, de la misma espectacularidad y con ese indudable origen cristiano. La enmendatio consistía en ponerse de rodillas delante de todos los miembros de la casa y en voz alta decir la falta o faltas de las que el miembro se arrepentía. El origen de esta autocrítica de galería, propia de histriones, acentuada con el teatro de ponerse de rodillas, parece ser que tuvo su origen en un acto parecido con que los asistentes a los «cursillos de cristiandad» terminaban por lo general sus sesiones. Conviene tener en cuenta que los cursillos de cristiandad surgieron en 1949,se extendieron rápidamente por España y, a partir de 1953, por el mundo entero; Escrivá mantuvo con el obispo Juan Hervás, su fundador, una estrecha relación de amistad durante muchos años. Otro medio de formación es la corrección fraterna. Si un socio de la Obra de Dios ve cometer una falta a otro y habitan ambos en la misma casa, el primero acude a un miembro del Consejo local exponiéndole el caso, para que éste decida la conveniencia o no de corregirle. Si la decisión del Superior es afirmativa el 28
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socio de la Obra hará al que ha cometido la falta la corrección fraterna, considerada un acto «de buen espíritu» dentro de la Obra de Dios. Estas normas internas de piedad inspiran, según Escrivá, tierna devoción a las cosas santas de la Obra, conformando algunos de los controles burocráticos y representando además una de las claves para el control de la actividad exterior, es decir, la santificación del trabajo y el apostolado en cada miembro del Opus Dei.
ESTUDIOS INTERNOS
El Opus Dei comenzó dando mucha importancia a los llamados «centros de estudios» porque en ellos se iba a instalar las bases de formación para los estudios internos y de preparación para el apostolado. El primero de estos centros se instaló en Madrid, después del alquiler de una casa burguesa de tres plantas en la calle Diego de León, número 14, en el barrio madrileño de Salamanca, donde Escrivá instaló la sede central y vivió durante la posguerra con su familia; aunque sería luego, en Roma, bajo la supervisión de Escrivá, donde fue elaborado el primer Plan de Estudios, que data de 1951 y ha permanecido vigente, con más o menos retoques, aunque sin cambiar lo esencial, hasta nuestros días. La creación del centro de estudios para la formación de socios numerarios en Madrid, durante el año 1941, y la adquisición de la finca de Molinoviejo, cuatro años más tarde, pusieron las bases para la estrategia de adoctrinamiento, seis días seguidos del invierno y una porción de domingos. Algunos socios, los que convivían con Escrivá en el centro de Diego de León, tenían un dedicación preferente a esa labor de formación de numerarios. Allí se iba a iniciar la formación religiosa de los miembros del Opus Dei, que consistía fundamentalmente en imbuir a los recién ingresados del «espíritu de la Obra». Según señala la norma 133 de las Constituciones: «En los Centros de Estudios el tiempo se dedicará sobre todo a la formación espiritual de los miembros, en especial para imbuir los ánimos de los alumnos del espíritu de las Constituciones del Instituto, a las meditaciones piadosas, a la oración asidua, y a los ejercicios oportunos para extirpar de raíz las semillas de los vicios, para reprimir los movimientos perversos del ánimo, para adquirir virtudes, principalmente aquéllas que constituyen como una marca de carácter de dicho Instituto». En los cursos de formación son los sacerdotes del Opus Dei quienes se encargan de dar clases diarias sobre el «espíritu de la Obra», utilizando como texto un resumen de las Constituciones secretas llamado el «Catecismo de la Obra» libro de instrucción elemental que contiene de modo resumido la doctrina del Opus Dei, en forma de preguntas y respuestas. El sacerdote hace las preguntas que los miembros tienen que responder al pie de la letra; no se admiten excusas, por lo que hay que aprender las respuestas de memoria. El resumen del espíritu de la Obra está contenido en el Catecismo y Escrivá, desde los primeros tiempos, exigía a todos los miembros que lo aprendieran de memoria. Como documento interno, dada la importancia que le daban, se advertía a los socios que jamás tenía que hablarse de él a la gente de fuera de la Obra, ni mostrarlo absolutamente a nadie, así como tampoco hablar de su existencia. Aún 31
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más, para su estudio el miembro del Opus Dei sólo tenía derecho a consultar un ejemplar por espacio de una hora." Los ejemplares del Catecismo están contados en el Opus Dei y se guardan en los archivos de la región u otra circunscripción, desde donde sólo salen para su estudio durante los cursos de formación para nuevos miembros. Esos ejemplares se custodian de forma especialísima y el director o directora del curso de formación no puede acostarse sin contar antes los ejemplares del Catecismo, si ese día fue utilizado. «Ni que decir tiene —asegura M. C. Tapia—, que si no aparece uno de los ejemplares, la casa entera no puede irse a descansar hasta que aparezca». El Catecismo está formado por una selección de puntos considerados básicos de las Constituciones, traducidos al castellano o a cualquier otra lengua, según el país de que se trate, ya que las Constituciones mantenidas en riguroso secreto y escritas en latín no se podían traducir a ningún idioma. Las Constituciones nunca fueron conocidas íntegramente por los miembros del Opus Dei, por lo menos hasta 1970, cuando fueron traducidas al castellano y publicadas sin permiso de la censura en París por la editorial Ruedo Ibérico en un anexo del libro La prodigiosa aventura del Opus Dei: génesis y desarrollo de la Santa Mafia. Si bien de las Constituciones se hablaba aunque nadie, incluso dentro del Opus Dei, tuviera acceso a ellas, el Catecismo es uno de los libros considerados como documento ad usum tantum nostrorum, «solamente para nuestro uso» y ningún ejemplar se encuentra en los archivos oficiales de la Iglesia católica y mucho menos en cualquier librería católica o biblioteca general o especializada. La introducción del Catecismo, escrita por Escrivá y presentada con frases entrecortadas, con el mismo estilo de la introducción de Camino, dice: «En este libro tan pequeño / está escrito el por qué de tu vida de hijo de Dios. / Léelo con cariño, / ten hambre de conocerlo, / apréndelo de memoria, / para que haya siempre en tu cabeza, / en tu corazón, / y en tu camino, / luces claras. / Después, a orar / a trabajar, / y a estar alegre. / Con la alegría del que / se sabe escogido / por su Padre del cielo / para hacer el Opus Dei en la tierra / siendo tú mismo Opus Dei». En el Catecismo también figuran las respuestas ante las eventuales preguntas que personas ajenas al Opus Dei pueden hacer a un miembro de la Obra, fuera quien fuese, incluida la jerarquía de la Iglesia de Roma y no se tienen noticias de si alguna vez dentro del Opus Dei un miembro se haya atrevido a cuestionar el texto presentado con la forma clásica de catecismo con preguntas y respuestas. La clave reside quizá en que siempre se quedan con «hambre de conocerlo», porque deben aprenderlo de memoria y sólo pueden tenerlo en sus manos un corto espacio de tiempo. Por ejemplo, una típica pregunta y respuesta del Catecismo es la siguiente: Pregunta: «¿Qué debe respondérsele a una persona que pregunta cuántas vocaciones hay en el Opus Dei?» Respuesta : «Bastantes, las que Dios quiera, no nos preocupamos de contarlas porque no nos interesan las estadísticas». Como puede observarse, la respuesta evasiva se recubre de un ligero tono superficial que responde perfectamente al «enfoque liberal» utilizado por los militantes de la Obra para esconder la férrea dictadura, con una contabilidad apabullante hasta en los más mínimos detalles, que existe dentro del Opus Dei. Sin embargo, esta típica pregunta con respuesta incorporada, que figura en el Catecismo de la Obra, responde exactamente a lo señalado en la norma 190 de las Constituciones del Opus 34
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Dei: «... a los extraños se les oculta el número de socios; y más aún, los nuestros no han de conversar acerca de estos temas con extraños». Los estudios internos del Opus Dei están organizados para los varones en dos años de filosofía y cuatro de teología, divididos en semestres. En la sección de mujeres, para las numerarias tan sólo son válidos un bienio de filosofía y un bienio de teología. El contenido de los estudios propiamente eclesiásticos, el plan de estudios religiosos del Opus Dei llamado a partir de 1982 «formación doctrinal religiosa», tuvo que ser por fuerza conservador, porque Escrivá se declaraba como un adicto al tomismo, el sistema filosófico y teológico de santo Tomás de Aquino. Constaba de aprendizaje en las letras latinas y griegas, filosofía, teología, canto eclesiástico y también conocimiento interno de la Obra. Todo ello «ajustándose por entero al método, doctrina y principios del Doctor Angélico, y han de tener éstos como sagrados», precisaba la norma 136 de las Constituciones. Cuando se instalaron y adquirieron una casa burguesa en el barrio de Parioli para convertirla en casa central de la Obra en Roma, Escrivá bautizó pomposamente como Colegio Romano de la Santa Cruz al centro de estudios especiales para sacerdotes, donde iban a cohabitar los aspirantes al sacerdocio con otros socios numerarios del Opus Dei, recibiendo la misma instrucción que ellos y haciendo juntos alrededor de Escrivá vida de familia, puesto que «en el Opus Dei no hay más que una clase de socios» gustaba repetir Escrivá y así lo hizo constar en la norma 139, parágrafo 1.°, de las Constituciones. Según lo ordenado por Escrivá y que figura también en las Constituciones, norma 140, los miembros del Opus Dei llamados al sacerdocio habían de realizar un curso teológico completo de al menos cuatro años. Este curso, aparte de la Teología dogmática y moral, debía comprender principalmente un estudio de la Sagrada Escritura, de la Historia Eclesiástica, del Derecho Canónico, de la Liturgia, de elocuencia sagrada y de canto eclesiástico. En los centros de estudios, principalmente en el Colegio Romano de la Santa Cruz, habían de darse también lecciones de Teología pastoral, a las que se añadían ejercicios prácticos junto con técnicas de manipulación, es decir, la manera de desarrollar el ministerio «específico» los sacerdotes de la Obra. Pero a estos estudios de formación, que sirven de base, se le añade el estudio de una carrera civil universitaria que es también obligatorio para los numerarios y numerarias de la Obra. «El estudio, la formación profesional que sea, es obligación grave entre nosotros...», pues «una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de oración», son palabras de Escrivá en Camino, máximas 334 y 335. La obligación de tener una «carrera» universitaria encaja perfectamente con el deseo perenne de la clase media española para encontrar una situación estable. Durante todo este largo proceso en los estudios de formación dentro del Opus Dei, se hace ver a los neófitos que el «espíritu de la Obra» sólo se obtiene con la madurez y que se llega a ello gradualmente: «Vas a todo y luego, poco a poco lo obtienes», repiten incansablemente los sacerdotes del Opus Dei. El «espíritu de la Obra» sólo se adquiere, por tanto, en el proceso de iniciación burocrático, donde se incluyen una serie de técnicas que ayudan a la interiorización, pues todo está dirigido a la consecución de un solo fin, que el miembro del Opus Dei pueda empaparse del «espíritu de la Obra». 38
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Estas técnicas complementarias, utilizadas habitualmente por cualquier secta religiosa, son técnicas de aislamiento que consisten fundamentalmente en una separación total del medio ambiente habitual, es decir, se trata de una reducción drástica de la influencia del mundo exterior, donde necesariamente ocurre algún contacto y, en consecuencia, el miembro del Opus Dei no podrá oír ninguna música ni tendrá distracciones de tipo alguno. Se utiliza también la técnica ocupacional, y para no dejar a los neófitos ni un minuto libre se mantiene un horario minuciosamente organizado, de tal manera que el trabajo exhaustivo, junto con las lecturas, la meditación y las mortificaciones, ocupan todo el día y parte de la noche. Por último, se añaden las técnicas de manipulación mental con el aprendizaje de reglas de conducta calculadas para proteger exclusivamente los valores que representa el Opus Dei. Así «la Obra» y el «Padre» son temas repetidos hasta la obsesión y se convierten en las únicas metas de la vida del miembro, borrando de las mentes de los nuevos militantes sus referencias íntimas al pasado. Se hace especial hincapié en el papel de la nueva familia que adquiere el miembro con su incorporación y en donde los otros miembros son los únicos hermanos. El papel estelar se lo reservó siempre Escrivá, que era el «Padre» por antonomasia y tenían que llegar a quererlo más que a los propios progenitores. w
«ESPÍRITU D E L A O B R A »
Aun siendo la religión algo que parece estar muy alejado de la vida material, el Opus Dei elaboró unas señas ideológicas propias que habían surgido y se articularon perfectamente en el aparato burocrático. En las formas elementales de la vida religiosa, de 1912, expresó Emile Durkheim la idea de que el sistema religioso está sometido a un poder ajeno que le impide el libre desarrollo; es decir, que el mismo sistema religioso codifica otro sistema: el de las relaciones sociales dentro de un grupo. Así, las condiciones materiales que vive ininterrumpidamente el miembro del Opus Dei son las que determinaron en definitiva, esta señas de identidad propias, provocando el desarrollo ideológico de la Obra. En otras palabras, el aparato burocrático fue quien segregó fundamentalmente lo que sus militantes denominan el «espíritu de la Obra» y los católicos que no pertenecen a la Obra la «espiritualidad del Opus Dei». Además, el Opus Dei adquirió estas señas de identidad propias bajo el techo ideológico del fascismo clerical, ideología dominante en España durante la dictadura de Franco, cuyo estudio se esboza en el capítulo siguiente, pero cuya importancia debe tenerse muy en cuenta en el análisis. Desde 1939, los militantes del Opus Dei con Escrivá a la cabeza iban a desenvolverse con habilidad lagartijera entre los rigores de la Dictadura y los abusos de la Iglesia católica. Durante los primeros años, Camino fue el código religioso de instrucciones que poseían los militantes del Opus Dei. Era el tiempo en que coincidían, como han señalado sus cronistas, la biografía del Fundador y la biografía de la Obra. Fue en ese importante período comprendido entre 1941 y 1946, vivido dentro del Opus en una atmósfera de entusiasmo y de entrega, mitad conventual mitad hogar de clase media, cuando se elaboraron «las reglas» de acuerdo con las cuales se construyó ideológicamente la Obra de Dios y los mecanismos que desarrollaron sus diversos aspectos; aunque hay que remontarse también a la vida ascética, dedica40
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da particularmente a la práctica y ejercicio de la perfección espiritual, realizada entre 1935 y 1936 por el núcleo inicial de socios para indagar primero las raíces del «espíritu de la Obra». Posteriormente, se elaboró para la creciente clase media española de los años cuarenta y adelante, un compendio más suave que servía de sucedáneo al auténtico «espíritu de la Obra». Esta versión, que estaba dirigida especialmente a supernumerarios y cooperadores, se reducía a prácticas externas en las que era fácil encontrar seguridad y relativamente sencillas de observar en una vida profesional ocupada. Todo ello hizo que Camino resultara insuficiente como código de actividades y doctrina para los militantes. Esta insuficiencia teórica fue puesta de relieve dentro de la Obra, entre otros, por José Luis Illanes, sacerdote de la Obra, para quien «el espíritu del Opus Dei no ha nacido como fruto de una reflexión teológica, sino como una realidad plasmada en impulsos del Espíritu que es Vida; sólo en un segundo momento llegó a ser reflexión y análisis». Otro numerario de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, Pedro Rodríguez, escribió en Teología Espiritual, revista de los dominicos en España, un estudio titulado «Camino y la espiritualidad del Opus Dei». Su importancia residió en que el autor afirmaba que «en un libro como Camino no está contenida toda la espiritualidad del Opus Dei, y menos aún sistemáticamente expuesta». Por su parte, Víctor Reina, también sacerdote numerario del Opus Dei, reconoce en la revista Nuestro Tiempo la existencia de «ambas realidades, la vivida y la escrita» y añade que el Opus Dei «con una espiritualidad bien definida aunque no esté toda ella contenida en Camino, es evidente que tiene en él un resumen de las líneas maestras de su espíritu». Hay que reconocer, sin embargo, que una ideología no puede aparecer completamente elaborada en un texto tan reducido como el de Camino. Esto fue apercibido dentro del Opus Dei y se menciona la profusa correspondencia, acompañada de instrucciones y notas internas, que dirigió Escrivá durante años a los socios, junto con publicaciones como Cuadernos o Crónicas, reservadas exclusivamente a los miembros de la Obra, como otro de los fundamentos del «espíritu de la Obra». Así, por ejemplo, Illanes, sacerdote de la Obra, cuando repasa «los escritos de Escrivá» cita en primer lugar «algunas cartas dirigidas por Mons. Escrivá de Balaguer a socios del Opus Dei para comentar aspectos del espíritu de la Obra; esas cartas aún no han sido publicadas». En resumen, la serie de controles burocráticos con los tres votos y ceremonias de juramentos, más la experiencia acumulada que refleja la correspondencia de Escrivá, junto con documentos internos, todo ello ligado a la estructura, contribuyeron a fundamentar con solidez el «espíritu de la Obra». La suma de estos diversos factores, a los que hay que añadir libros como Camino, ha dado por resultante la ideología específica del Opus Dei. Se puede, pues, encontrar formando parte integrante de la ideología del Opus Dei, una parte escrita que corresponde a todo lo publicado en nombre del fundador; otra parte escrita, pero no publicada, como las instrucciones, notas, correspondencia de Escrivá y publicaciones internas; otra glosada por sacerdotes especialistas de la Obra, desde Alvaro Portillo a Pedro Rodríguez, José Luis Illanes, Jesús Urteaga, Juan Bautista Torelló, Salvador Canals, Fernando Ocáriz, etcétera; y, por último, pero no menos importante, algo que es sólo vivido por los militantes del Opus Dei. Esta realidad vivida y codificada en las Constituciones se lleva a la práctica por medio del aparato burocrático de 41
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la Obra de Dios y, envuelta en un halo de misterio, corresponde al procedimiento de iniciación, descrito al comienzo del capítulo; además de la observancia de las normas diarias, el ejercicio de los medios de formación y los estudios internos. La configuración familiar es una de las claves del «espíritu de la Obra». Las pruebas documentales y los testimonios, tanto dentro como fuera del Opus Dei, sobre esta dimensión de familia espiritual son innumerables. Este es una familia sustitutiva, una alma mater, la madre Obra. Los neófitos reciben una nueva madre mediante la iniciación y entonces el hecho de haber nacido de una madre natural queda anulado y encuentran una nueva madre espiritual en la Obra de Dios, lo cual crea una nueva fuente de afectos, un «calor de hogar». También es de «buen espíritu», y el «Padre» o «Presidente» del Opus Dei ha visto siempre con agrado «como manifestación de espíritu de filiación», el hecho que «sus hijos» le escriban, por los menos una vez al mes; aunque también se le puede escribir al Padre con más frecuencia, en sobre cerrado, siempre que lo deseen los miembros. La fraternidad surge dentro cuando los miembros quedan separados de la familia que les vio nacer y cuando éstos se entregan a la Obra formando su núcleo propio. Resulta decisiva, vista desde esta perspectiva, la niñez espiritual del miembro y las actividades hacia los nuevos hermanos dentro de la Obra. El índice analítico de Camino, edición de 1991, incluye en el epígrafe «infancia espiritual» nada menos que 73 máximas consideradas no sólo desde el punto de vista de la infancia espiritual sino también de la humildad y abandono, piedad de niño, sencillez y audacia, y vida de infancia. También es muy importante que nadie acapare su amor, dentro o fuera de la Obra, que el miembro debe dedicar a todos sus hermanos, pero no debe amarlos con un amor universal hacia la Humanidad, propio de masones y otras raleas liberales, sino dirigido tan sólo a sus hermanos, los miembros de la Obra, y luego, en el apostolado, atrayendo a otros hacia ella. Otro aspecto importante es la actitud del miembro del Opus Dei hacia el sexo, relaciones con los demás y hacia sí mismo, donde la tensión proveniente del deseo insatisfecho representa la clave y, en este sentido, conviene tener en cuenta que la enseñanza médica de nuestro tiempo considera generalmente al amor insatisfecho como síndrome peligroso; aunque en este punto, hay que señalar en su descargo, que el Opus Dei participa de forma más severa de la doctrina general de la Iglesia en la materia. Aparte del saludo ritual Pax al que se responde In aeternum, los saludos en el Opus Dei suelen ser muy bulliciosos, con grandes abrazos, especialmente entre miembros de la sección femenina, pero nunca besos. Los numerarios y numerarias del Opus Dei no se besan nunca. Aún hay más: en la sección femenina las limitaciones en las relaciones afectivas son tan enormes que las numerarias no pueden tomar un niño en brazos ni hacerle una caricia y mucho menos besarle, porque tener un sentimiento maternal va en detrimento del voto de castidad prometido dentro de la Obra. Por otra parte, la separación existente entre los hombres y mujeres, que es absoluta dentro del Opus Dei, de acuerdo con las normas de las Constituciones, se acentúa si cabe entre sacerdotes y mujeres del Opus Dei, por lo cual, el trato entre ambas ramas está reglamentado hasta en los más mínimos detalles. Por ejemplo, si una numeraria está enferma, aunque se esté muriendo, ha de estar acompañada por otra de la Obra, para que el sacerdote pueda pasar a admi46
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nistrarle algún sacramento, ya sea en casa de la Obra, en clínica o donde fuere. Y si una numeraria se permite hablar a solas con un sacerdote, que siempre es de la Obra, fuera del confesonario, la mujer queda obligada a no acercarse a comulgar durante una semana y el sacerdote queda suspendido de sus funciones un mes a divinis. De la actitud del sacerdote ante el sexo opuesto, que era una de las viejas obsesiones de Escrivá, disponemos del testimonio impresionante de María del Carmen Tapia, que ocupó cargos de responsabilidad dentro de la Obra de Dios en Roma, cuando Escrivá en una de sus repentinas y abundantes cóleras dio rienda suelta a su misoginia y se dirigió a la numeraria del Opus en términos durísimos, para preservar del «peligro femenino» a los que él denominaba «mis curas»: «¡Deja en paz a mis curas! ¿Lo oyes? ¡Déjalos tranquilos! En paz. ¡No te metas con ellos! Eres mala, mala. Indecente...». Para añadir luego: «¡Oyelo bien! ¡Puta! ¡Puerca!». Es fácil comprender los resentimientos, francos o encubiertos, de los miembros del Opus Dei, vista la fuerte presión que ejercen los superiores, «los padres», para lograr la «buena» conducta del «hijo», amén de la pobreza de las recompensas ofrecidas. Como reacción contra su hostilidad subyacente los hijos desembocan en la rígida glorificación del «Padre», de todos «los padres» de la Obra, iniciando la serie Escrivá, el beato Fundador. Sin embargo, la figura idealizada de un Padre amenazante se transforma en milagro cuando éste tiene detalles humanos con sus hijos. Mención, por supuesto, especial merece el papel desempeñado por Escrivá que logró convertirse paulatinamente, a través del aparato burocrático, en el Padre omnipotente de la Obra de Dios, cuyo don de ubicuidad era casi total, tanto en la dirección espiritual como en el gobierno del día a día. Hasta tal punto todo ello se interioriza en los individuos de la Obra que un antiguo miembro numerario reconoce que era la persona de Escrivá en quien pensaba cuando meditaba la máxima 895 de Camino: «El trabajo rinde tu cuerpo, y no puedes hacer oración. Estás siempre en la presencia de tu Padre. — S i no le hablas, mírale de cuando en cuando como un niño chiquitín...Y El te sonreirá». Existe además la cuestión de saber si el espíritu de la Obra de Dios representó o no una innovación en la religión católica o, por el contrario, un simple remozamiento. Quienes han analizado este punto proceden en su mayor parte de diferentes esferas de pensamiento, aunque dentro de la ortodoxia de la Iglesia. El autor que ocultan las iniciales P. B. señala, por ejemplo, que «en sus orígenes, el Opus Dei se presentó como un movimiento casi revolucionario en el campo de la espiritualidad católica (...) Pero el desengaño se produjo muy pronto en los espíritus capaces de crítica (...) Ante todo se tropezaba con una sorprendente falta de fundamento teológico que basara esta «nueva espiritualidad» que el Opus Dei proponía». La novedad del espíritu de la Obra de Dios se ve, en cambio, con óptica diferente desde dentro del aparato burocrático de la Obra: «(...) La novedad que representó y, en muchos aspectos, representa todavía, el espíritu del Opus Dei (...)» es para José Luis Illanes, «una novedad que no es la de nuevas técnicas o nuevos métodos, sino la de ver con una luz más honda las cosas de siempre, la vida ordinaria y corriente, el trabajo profesional». En ambos testimonios se acepta la novedad; pero la acusación de falta de fundamento teológico lanzada por P. B. es un reproche inmotivado y, en este punto, el Opus Dei resulta ser, por una vez bastante explícito al respecto. Esa luz más honda 49
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para ver las cosas de siempre, sólo la alcanza el socio del Opus Dei, como «un borrico en la noria» en frase de Escrivá, tras el largo proceso de iniciación en el aparato burocrático de la Obra de Dios y, en esa iniciación burocrática, el socio no necesita teología ni espíritu de secularidad propios porque el Opus Dei, en definitiva, se ha limitado en utilizar con sentido integrista, para la formación ideológica de sus miembros, las concepciones religiosas y autoritarias de la Iglesia; sólo que la diferencia estriba en que el «espíritu de la Obra» se ofrece, en esta época de la informática, como un interface celestial en el que el Dios Padre se confunde peligrosamente con el Padre y Fundador, ahora Beato Escrivá, camino de los cielos. Con el potencial dinámico de su ideología y el férreo aparato burocrático del Opus Dei, sus socios han alcanzado niveles elevados de eficacia apostólica, porque las viejas nociones jerárquicas propias de la Iglesia se presentan dentro de él en buena parte remozadas y con una especial intensidad. También, en la coyuntura histórica que atravesó en los años treinta, se había fraguado una ideología fascista en España, el fascismo clerical, asimilado por Escrivá e incorporado luego a su «credo revolucionario». Con la amalgama de todos esos elementos se crearon las bases ideológicas donde se fundamentó el «espíritu de la Obra». Con la apropiación de ese espíritu, es decir, la coherencia ideológica, el militante puede salir al mundo y hacer cualquier apostolado. «Toda persona es Opus Dei, porque sólo siendo del Opus Dei llegará a tener el espíritu de la Obra», gustan repetir los sacerdotes numerarios cuando educan a los militantes en el espíritu de la Obra de Dios. Sin embargo, hay que renunciar a todo, enterrarse como un muerto viviente en la Obra, porque, como señala Escrivá en la máxima 938 de Camino, «...eres el grano de trigo del que habla el Evangelio. — S i no te entierras y mueres, no habrá fruto.» También se justifican dentro del Opus las técnicas del anonadamiento, de reducción a la nada, que aparecen en la máxima 936 de Camino como una exigencia del fundador: «Al apostolado vas a someterte, a anonadarte: no a imponer tu criterio personal». También se recurre frecuentemente en las filas del Opus Dei a la imagen del quebrado, gracias a la observancia de los votos de obediencia, castidad y pobreza, que forman los tres más importantes controles burocráticos. Los afiliados consiguen a través de los votos un denominador común para todos ellos, siendo un numerador distinto, de acuerdo con su status social, peripecia biográfica y sus actividades profesionales. El denominador común «es el espíritu de la Obra» para los socios. Un testimonio claramente favorable a la Obra y publicado en la revista Transmondia, precisaba que «para el Instituto, todo hombre es considerado como una fracción: el Opus Dei es un denominador común de sus miembros, pero cada uno de ellos puede entrar en una familia de numerador común en desacuerdo con otros afiliados cuyo denominador él comparte». Los tres votos de obediencia, castidad y pobreza son otros tantos controles burocráticos; en ellos se basan las ceremonias de la Oblación y de la Fidelidad que son, en última instancia, meras repeticiones de éstos. Las Constituciones sitúan entre las «obligaciones comunes» la observancia de la obediencia, la castidad y la pobreza, dedicándole nada menos que 24 normas." Estos votos fundamentan además los lazos estrechos, la tela de araña invisible que une entre sí a todos los socios. Las protestas y declaraciones acerca de la liber190
tad de sus miembros, son, por consiguiente, fuegos de artificio. Públicamente, el Opus Dei insiste, sobre todo, en la libertad de que gozan sus socios; dentro, en cambio, se suele repetir que «el mejor don del hombre es la libertad y por eso quien entrega esa libertad está en vías de hacerse perfecto». Al neófito se le dice textualmente: «Renuncias a ser tú, para ser Opus Dei». No existe abdicación tan completa del individuo en provecho de un aparato burocrático como la que se lleva a cabo en el Opus Dei. La alienación religiosa ha encontrado en la creación de Escrivá unos de sus más terribles alambiques burocráticos. Realizada la entrega inicial, el proceso de formación llega a ser irreversible para el iniciado y, para disipar las dudas del neófito, los encargados de la educación en el seno de la Obra de Dios repiten a menudo: «El que cumple las normas y vive la sinceridad perseverará siempre». Y refiriéndose a la vocación: «Tú la viste una vez, nosotros te la haremos ver en adelante...» Escrivá, el primer interesado en estas cuestiones escribió por ello en una de sus misivas a sus hijos: «El que pone la mano en el arado, no debe volver la cabeza atrás». En el aparato burocrático del Opus Dei empezaron a coexistir, sin embargo, desde carnadas generacionales de funcionarios a promociones académicas de universitarios y, aunque funcionaron a la perfección los mecanismos de obediencia automática, el vertiginoso ascenso social protagonizado por el Opus a partir de los años cincuenta hizo que el bloque monolítico ofreciera evidentemente algunas fisuras, por las que se filtró la discusión, la libre iniciativa y, a veces, la rebeldía. Dado que se volvió cada vez más difícil el «criterio único» y la dispersión de los tentáculos estaba favorecida, por otra parte, desde la sede de Roma, los responsables locales de la Obra de Dios recomendaron que «el preocupado, por lo que fuere, debe trabajar y comer más, que alterne con sus hermanos y debe, sobre todo, dejarse en manos del director». Y con estas maneras burocráticas se intentaron solucionar las primeras crisis personales en el aparato.
A P A R A T O BUROCRÁTICO
Puestos anteriormente al descubierto los mecanismos selectivos y el proceso de formación de los miembros, es importante conocer también los centros y los mecanismos de decisión; es decir, la estructura interna, el aparato burocrático de la Obra de Dios. El Opus Dei fue diseñado, según una de las ideas originales de Escrivá, como una estructura jerárquica de carácter secular y militar, a la manera de un vicariato castrense. Si en los primeros tiempos Escrivá se encargó de todo, especialmente de la espiritualidad, y Albareda de la educación, Alvaro Portillo, junto con otros como Hernández Garnica y Jiménez Vargas, se encargó de la organización. Estos últimos socios fundadores hicieron su aprendizaje en el Ejército de Franco y descubrieron la pretendida eficacia de la organización militar, en donde las tradiciones y los métodos organizativos, aunque medievales y superados, siguen aún en vigor. En otras palabras, Escrivá y los primeros socios fundamentaron la organización en una jerarquía feudal y militar (ver cuadro, pág. 192).
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O P U S DEI (VARONES)
PRELATURA DE LA SANTA C R U Z
O P U S DEI (MUJERES)
En el Opus Dei, a medida que creció con los años, se formaron tres escalones, con los clérigos como parte superior vertebradora del resto de la pirámide. El segundo escalón pasó a estar formado por los numerarios seglares, laicos o laicas, con entrega completa; incluye también a los antiguos oblatos, llamados luego agregados o agregadas. La amplia base formó el tercer escalón, con seglares de ambos sexos, casados o solteros llamados supernumerarios, las sirvientas, además de los cooperadores que podían ser hasta no cristianos. Tres niveles compartimentados de socios comparables sociológicamente con las castas de la sociedad hindú y también con los tres escalones de una organización mafiosa. El aparato burocrático del Opus Dei es, a primera vista, una copia fiel de la burocracia de la Iglesia Romana; aún más, puede afirmarse que no sólo ha calcado elementos de su estructura jerárquica, sino que pretende ser «otra Iglesia», la verdadera Iglesia católica. En carta fechada en Roma el 2 de octubre de 1958, Escrivá ya había escrito: «Nuestra jerarquía interna, que es universal, para que sea más eficaz, nuestro trabajo en servicio de la Iglesia». En el plano internacional existe un Presidente llamado el «Padre» con mayúsculas y si el Papa es el vicario de Cristo, el Padre es el vicario de la Obra. Durante treinta y dos años, la rama sacerdotal del Opus Dei contó además con un cardenal protector por su condición de Instituto Secular, cargo de confianza nombrado por el Opus Dei y donde figuraron Tedeschini, Tardini, Ciriaci y Antoniutti, purpurados que se distinguieron por su ultraconservadurismo en la curia vaticana. 192
El Opus Dei se presenta como un régimen despótico con un monarca absolutista. Los nombres históricos de Fundador, Padre, Prelado y Presidente son los que han sido utilizados por el monarca reinante. El absolutismo está reconocido en la norma 320 de las Constituciones, que señala que el Padre tiene potestad sobre todas las regiones, los centros y cada uno de los miembros y bienes de la Obra. Esta potestad absoluta la ha de ejercer de acuerdo con las Constituciones, que también señalan en la norma 297 que nadie puede ser promovido a un cargo de gobierno, ni aún local, si no interviene consentimiento expreso del Presidente. Escrivá afirmaba, sin embargo, insistentemente a diestro y siniestro que no hacía lo que quería sino lo que le mandaban. ¿Quién podía mandar a Escrivá, fundador, primer presidente general vitalicio y referencia máxima de la Obra de Dios? La devoción de los ángeles custodios en la Iglesia es utilizada a nivel interno por el Opus Dei como control burocrático y para suavizar en cierto modo el despotismo absoluto de la Presidencia, ofreciendo una imagen humana que responde ante otros hombres, siendo así más asequible para la imaginación y consumo espiritual de sus hijos. Ello explica que Escrivá firmase que no hacía lo que quería sino lo que le mandaban. «Me traen y me llevan», repitió con insistencia en el transcurso de sus innumerables viajes. El recurso en cuestión son los custodios. El Presidente del Opus Dei tiene dos Custodios, uno para la salud y otro para el espíritu. En tiempos de Escrivá, el Custodio de la Salud, Javier Echevarría, era el encargado de decirle que durmiera cuando debía descansar y, sobre todo, le hacía «vivir la obediencia», según expresión querida por la Obra. El Custodio del Espíritu era Alvaro Portillo. Su labor era más difícil pues consistía en la santificación de un alma como la de José María Escrivá. Ambos custodios no figuran en la línea jerárquica del Opus Dei, pero su cargo es reconocido por la norma 333 de las Constituciones. Alvaro Portillo, además de ser Custodio del Espíritu junto al Fundador, ocupaba el cargo de Secretario General de toda la organización. Pero en cualquier régimen despótico existen los validos y otros cargos menudos que gozan de la confianza del monarca reinante y, en tiempos de Escrivá, uno de estos cargos de confianza fue el de chófer del Padre. Durante los años cincuenta fue el primer numerario portugués, como lo fueron el arquitecto Miguel Fisac en Madrid durante la posguerra y, posteriormente, el ingeniero Javier Echevarría, que ascendió a custodio de Escrivá para terminar de Presidente de la Obra de Dios, tras la muerte de Alvaro Portillo. Los miembros del Opus Dei se atreven a afirmar que la dirección de la Obra es colegiada y si les hacemos caso, aunque sólo sea porque un individuo es virtualmente impotente para dirigir de modo absoluto tamaño aparato burocrático, llegamos a la estructura del Consejo General, cuyo papel es «ayudar al Presidente en la dirección y gobernación», como señala le norma 345, § 1, de las Constituciones. Este Consejo es, de hecho, común a todas las secciones de la Obra de Dios, es decir, a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y a las ramas masculina y femenina del Opus Dei. Hasta 1956 el Consejo General del Opus Dei se encontraba en Madrid y durante los años cincuenta hubo un tímido intento de descentralización frustrada, pero la dirección efectiva del Opus Dei' nunca llegó a ser bicéfala y Escrivá lo dirigía todo desde la sede central en Roma (ver gráfico, pág. 194). 193
Es de destacar la ausencia de mujeres en el Consejo General, de acuerdo con el papel secundario que éstas desempeñan en el aparato del Opus Dei, una realidad que se disimula pero tampoco se esconde en el Opus Dei. Las mujeres en la Obra tienen, sin embargo, un sucedáneo del Consejo General, llamado Asesoría Central, en donde tres miembros del Consejo General, Secretario general, Procurador general y Sacerdote Secretario Central controlan las decisiones importantes. Por países, como órganos consultivos existe la Comisión regional compuesta 194
de nueve miembros, a cuyo frente se encuentra el Consiliario o Vicario Regional, quien centraliza todo el poder y es el máximo ejecutivo en cada país. El contacto internacional se realiza por medio del missus o enviado, el «enviado del Padre» se sobreentiende, por quien pasan las relaciones entre los dirigentes de cada país y la cúpula romana. El nuncio apostólico tiene un cometido parecido dentro de la burocracia vaticana y, en la estructura de la Iglesia, la Comisión Episcopal podría ser el órgano equivalente a la Comisión Regional. En las modificaciones habidas a partir de 1982, se mantienen las mismas funciones pero varían las denominaciones en los cargos dentro del Opus Dei. Así Prelado en vez de Presidente y Vicario Auxiliar en lugar de Vicepresidente. El Secretario General se convierte en Vicario Secretario General y el Sacerdote Secretario Central, autoridad máxima en la sección femenina en Vicario Secretario Central. El Consiliario Regional es ahora Vicario Regional, etcétera. Por debajo de la Comisión Regional siguen en la pirámide del poder los Centros locales, que existen en todas las ciudades donde el Opus Dei ha logrado implantarse. Entre la comisión y los centros se creó con el desarrollo de la Obra en España una nueva estructura, delegaciones regionales, al frente de las cuales se encuentran vicarios delegados. Nueve delegaciones regionales existen en España, dos en Madrid, en Barcelona para Cataluña, en Valencia para Levante, en Sevilla para Andalucía Occidental, en Zaragoza para Aragón, en Pamplona para Navarra y País Vasco, en Granada para Andalucía Oriental, en Valladolid para Castilla, y en Santiago de Compostela para Galicia. En la sección femenina el organismo de cada país que enlaza con la comisión o vicaría regional es la Asesoría; los restantes escalones jerárquicos son similares a los de la rama masculina y aunque en el Opus Dei afirman que existe una separación completa entre las ramas de hombres y mujeres, la dependencia continúa a nivel regional con la presencia de dos sacerdotes, el Vicario Regional y el Sacerdote Secretario Regional, en la Asesoría Regional, el órgano equivalente a la Comisión Regional. Sacerdotes numerarios ocupan todos los cargos importantes, con el vicario regional como máxima autoridad del Opus Dei en un país o región, y, los vicarios delegados en las capitales que son cabecera de otras ciudades. Las Comisiones o Consejos son en realidad organismos asesores de los vicarios desde el punto de vista de las decisiones dentro de la Obra de Dios. El número de nueve ha sido especialmente buscado en la Obra de Dios; esta utilización de números múltiplos de tres tiene una evidente influencia masónica. Nueve son los miembros del Consejo General, nueve los de la Comisión Regional y nueve, por ejemplo, son las delegaciones que la Comisión General tiene repartida por España. Dato revelador fue que, durante años, de los nueve miembros de la Comisión Regional encargada de los asuntos españoles, tres eran militares y, más concretamente, marinos de guerra. Tampoco conviene olvidar que son 999 las máximas de Camino A nivel local, en las casas o residencias del Opus Dei existen tres cargos, un director, un subdirector, más un secretario y siempre hay un sacerdote numerario de la Obra adscrito a la casa, que vive a veces en ella si es una casa de varones. Hay casas pequeñas con un número reducido de miembros, los famosos «pisitos» del Opus Dei, donde simplemente conviven sin hacer ninguna labor apostólica de 54
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puertas para afuera. En otras casas, cuya labor programada desde la Vicaría Regional o desde Roma, se realiza externamente, la dosificación de veteranos con principiantes es una de las medidas burocráticas de la Obra. Aunque la tarea general del director de la casa es de dirigir en todos los aspectos a sus subordinados, su especialidad es la actividad espiritual de los residentes y neófitos, ayudado siempre por el sacerdote numerario. El subdirector es quien se encarga en las casas de todas las actividades prácticas y de las cuestiones económicas el secretario. El funcionamiento de la casa se realiza bajo la advocación de los patronos de la Obra de Dios: existe, por tanto, un encargado de San Miguel para numerarios y agregados; un encargado de San Gabriel, para el apostolado exterior entre miembros supernumerarios y un encargado de San Rafael para los nuevos miembros que son, por lo general, jóvenes. Estos cargos son rotatorios y se designan en la misma casa. En cambio, la designación de miembros para puestos de responsabilidad en el aparato, desde el secretario local hasta el Vicario Regional, es hecha personalmente por el Padre o en su nombre por el Vicario Secretario General. Los miembros que desempeñan funciones directivas son relevados periódicamente cada tres años y llamados a la sede central para una «convivencia» de varios meses en Roma con el Padre. Respecto a las asambleas de la Obra, existen los Congresos Generales que pueden ser ordinarios, convocados periódicamente con el fin de estudiar la marcha del aparato, aconsejar en la renovación de la cúpula directiva y proponer la extensión del apostolado a nuevos lugares; y electivos, para la designación del cargo de Presidente cuando esté vacante. Pueden ser convocados además Congresos Generales Extraordinarios cuando lo aconsejan circunstancias especiales. También existen las Semanas de Trabajo generales y regionales, que se celebraran cada cinco años y transformadas en Juntas de Trabajo a partir de 1982 con una perspectiva de largo plazo, aunque pueden ser también convocados de forma extraordinaria si las circunstancias lo aconsejan. Existen tres escalones en la estructura económica dentro del aparato que se corresponden con los tres niveles de la Obra: Administración General, Administración Regional y Administración Local. Estos tres escalones pueden, de acuerdo con la norma 366, «adquirir, poseer y administrar bienes temporales, según las normas del Derecho y de las presentes Constituciones». No obstante, el poder omnímodo del Padre aparece y en la norma 367 «como la propiedad en el Instituto es subordinada, el Presidente General, por tanto, tiene derecho, según la circunstancias de los asuntos se le aconsejen y observándose la norma número 358, § 5.°, a transferir de centro a centro o de región a región los bienes propios de uno o de una de ellos». La norma 358 § 5.°, se refiere al voto consultivo del Consejo General «en la transferencia de los bienes del Instituto de una a otra región o de uno a otro centro, cada vez que dichas transferencias le parezcan al Padre necesarias u oportunas». En España, tanto en el Ejército como en la Universidad las escalas burocráticas están compuestas por numerarios, más unos supernumerarios, que como su nombre indica, sobrenúmero, son añadidos al escalafón oficial; en el modelo militar equivale a permanecer en excedencia. El Opus Dei tomó, en un principio, estas dos categorías para denominar a sus miembros, hasta que su propio desarrollo hizo posible la creación de otras nuevas categorías, como la de oblatos que pasaron a 196
denominarse más apropiadamente agregados; el grado de cooperador fue añadido a las tres anteriores para canalizar la ayuda de la masa de simpatizantes. El origen militar y la influencia del medio universitario estarán siempre patentes en el aparato de la Obra. Una característica singular de los numerarios es que deben estar exentos de cualquier enfermedad crónica; esta medida preventiva por parte del Opus Dei hay que entenderla en el ambiente de la posguerra, porque la enfermedad más extendida en la España del racionamiento fue la tuberculosis. En la sección de mujeres existe también cuatro categorías, numerarias, agregadas, supernumerarias y cooperadoras, a semejanza de los hombres, más una categoría especial, numerarias sirvientes, que pasaron a denominarse eufemísticamente numerarias auxiliares. En la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, llamada desde 1982 el Presbiterio de la Prelatura, que es la «Asociación clerical propia e intrínseca de la Prelatura», hay cuatro categorías, sacerdotes numerarios, sacerdotes agregados y «para que más apropiadamente se diferencien» coadjutores, sacerdotes supernumerarios y sacerdotes cooperadores. Los vicarios son los sacerdotes con cargos en el aparato de la Obra. «En el Opus Dei no hay más que una clase de socios» gustaba repetir Escrivá y así lo hizo constar en la norma 139, parágrafo 1, de las Constituciones; pero en la realidad, existen las cuatro categorías de miembros antes citadas, y, dentro de los numerarios, las categorías especiales de los inscritos y los electores, aparte además de las numerarias auxiliares. Existe también la denominación de superiores mayores o internos, una categoría que incluye a los numerarios, sacerdotes o laicos, con algún cargo dentro de la Obra. Son los superiores internos y los vicarios quienes forman los Consejos, tanto General como Regionales, en el Opus Dei. Por otra parte, todos los miembros llamados inscritos, que son aquellos socios numerarios, que tienen cargos de gobierno o de formación dentro del Opus Dei, junto con los superiores internos o mayores, más todos los sacerdotes numerarios, están obligados a hacer un juramento especial llamado «juramento promisorio». 197
Este juramento especial hecho sobre el Evangelio, lleva como consecuencia, bajo pena de perjurio en el caso de no cumplirlo, la obligación de consultar con los superiores del Opus Dei cualquier asunto relacionado con su vida social profesional. Este «juramento promisorio» ha sido realizado por políticos y banqueros españoles como Laureano López Rodó y Luis Valls Taberner. Por encima de los socios inscritos se encuentran los numerarios electores, que son elegidos por el Padre, quien lo comunica por carta a cada uno de ellos. Los socios electores forman un núcleo muy reducido y a ellos les está reservado una serie de cargos directivos. Son considerados como una de las categorías supremas dentro de la Obra. Para ser socio inscrito hace falta tener como mínimo treinta años de edad y haber realizado la ceremonia de la Fidelidad, por lo menos desde nueve años atrás, antes de ser nombrado de acuerdo con las normas 22, 23 y 24 de las Constituciones. Todo esto conduce a una organización piramidal extremadamente jerarquizada, donde las desigualdades son tan patentes que no pueden existir dos miembros iguales: «Dondequiera que haya dos miembros del Instituto, a fin de no verse privados del mérito de la obediencia, ha de guardarse siempre una cierta subordinación, por la cual el uno quede sometido al otro según orden de precedencia», señala la norma 31 parágrafo 3.° de las Constituciones. Esta desigualdad establecida entre los miembros del Opus Dei se prolonga después de la muerte. Las normas 289 y 290 de las Constituciones son bien explícitas y para cada uno de los numerarios o agregados difuntos, aparte de la misa de exequias, se aplicarán treinta misas gregorianas, así como una misa en el primer aniversario del fallecimiento; en cambio, para cada uno de los supernumerarios difuntos sólo se deben celebrar tres misas. En los complicados entresijos burocráticos del Opus Dei, nunca ha estado muy claro a quién se debe obediencia porque sobre cada socio hay además uha autoridad local colegiada, una autoridad regional también colegiada, otra nacional y la romana. De modo que a veces se dan contradicciones entre lo que le dice quien convive con el socio y lo que le ordenan o sugieren autoridades superiores. Esto se complica con la posición del sacerdote, quien también da consejos, a veces imposibles de cumplir a no ser que el socio desoiga a las otras autoridades de la Obra. Las interrelaciones de los miembros del Opus Dei están basadas en papeles claramente definidos de dominio y sumisión, todo lo opuesto a una relación en pie de igualdad. Consecuentemente, en la imagen familiar que el «hijo» o el miembro del Opus Dei tiene de «los padres» o superiores jerárquicos, estos aparecen como aquello que prohibe o, al menos, como seres distantes. Así, las relaciones «familiares» dentro del Opus Dei se caracterizan por el sometimiento temeroso a las exigencias de «los padres» y por una completa represión de aquellos impulsos que los mismos no encontrarían aceptables. La vida de los miembros se desenvuelve dentro de la Obra entre las coordenadas de un radical integrismo religioso y de un autoritarismo llevado a extremos aniquiladores de la personalidad humana. 55
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Marcha hacia adelante Dificultades en el Vaticano. — Cambio de estrategia. — Nuevo padrino político. — Fascismo clerical. — Generación de posguerra. — Comprensivos y excluyentes. — Tercera Fuerza. — Finanzas del Opus Dei. — Operación Esfina.
DIFICULTADES E N E L V A T I C A N O
Pese a su aprobación como primero de los Institutos Seculares, el Opus Dei había encontrado antes y después de 1950 ciertas dificultades en el Vaticano, a donde se habían dirigido por su proximidad las protestas de padres de algunos de los primeros jóvenes italianos captados por el Opus Dei. Uno de los cronistas y hagiógrafos de Escrivá lo reconoce cuando afirma: «La historia se repetía, sembrándose ahora entre los padres de algunos miembros italianos las dudas e inquietudes que se introdujeron antaño entre las familias de España». De ahí que llegara a ser estudiado un plan en los dicasterios romanos donde se trataría de alejar a Escrivá de la dirección del Opus Dei y de mantener una estricta separación, como si fueran dos instituciones diferentes, entre la sección de varones y la de mujeres. Con este plan el Vaticano pretendía aclarar tajantemente la enorme ambigüedad que representaba, dentro de un organismo ya reconocido eclesiásticamente, el mantenimiento conjunto de tres secciones donde nunca se sabía dónde comenzaba una y terminaba otra, sobre todo en cuanto a los límites y las responsabilidades de sus miembros. Las dudas del Vaticano alcanzaron hasta el «espíritu de la Obra», que se presentaba como si fuera la doctrina del «superhombre» católico y existía una seria preocupación sobre la forma de compatibilizar los tres votos de perfección evangélica, hasta entonces típicamente religiosos, con el empeño de los miembros del Opus Dei de seguir siendo civiles, lo cual acarreaba inevitablemente complicaciones tanto en el orden jurídico como moral a la hora de las responsabilidades. Con aquel plan el Vaticano trataba en definitiva de mantener incólume el reconocimiento pontificio como Instituto Secular a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, la 1
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rama sacerdotal de la Obra que ofrecía ambigüedades jurídicas en su papel de locomotora que arrastraba los otros dos vagones del convoy llamado Opus Dei. Aquello desencadenó inevitablemente una crisis que tuvo lugar en 1951 y que enlazaba con otra anterior, sobrevenida en 1949, donde fue cuestión por parte del Vaticano de abordar la vinculación y obediencia de los sacerdotes diocesanos en el caso de una adhesión al Opus Dei. En ambos casos la reacción de Escrivá fue desmesurada y si en 1951 llegó a exclamar «si me echan, me matan; si me echan, me asesinan», dos años antes, en 1949, llegó a hablar de una «nueva fundación» únicamente para los sacerdotes diocesanos, pero que «hubiera escindido su corazón de padre y de madre dolorosamente». En la aplicación del plan elaborado en el Vaticano a Escrivá sólo le salvó in extremis la intervención directa del Papa Pío XII, que decidió aplazar prudentemente la serie de medidas tendentes a enderezar el azaroso itinerario jurídico de la Obra; en este aplazamiento influyó la fracción conservadora alojada en el Vaticano, dirigida entonces por Tardini. Como puede observarse, la rama sacerdotal con todas sus implicaciones era lo que más importaba al Vaticano y este punto litigioso jamás ha podido ser aclarado por el Opus Dei en su peripecia jurídica dentro de la Iglesia católica hasta nuestros días, prolongándose los problemas y los conflictos incluso después del último reconocimiento como Prelatura. Mucha menor importancia tendrían la dependencia del Opus Dei de la Congregación de Religiosos, a pesar de tener laicos en sus filas, o que la figura de Instituto Secular estuviera situada lógicamente en el ámbito del concepto de estado de perfección, aspectos ambos que el Opus Dei no estaba dispuesto a aceptar; pero con ello, sin embargo, conseguía desviar la atención hacia temas secundarios, cuando lo importante para el Vaticano giraba en torno a la actividad y el abastecimiento de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y sus nunca esclarecidas vinculaciones con las otras ramas dentro del Opus Dei. Entre tanto, la captación masiva de miembros del Opus Dei en España se basaba en un canto a la originalidad de su estructura y en presumir del reconocimiento como primer Instituto Secular de derecho pontificio. Así, cuando hubo oportunidad como en el Congreso Nacional de Perfección y Apostolado de los Laicos, celebrado en Madrid durante el otoño de 1956, los miembros del Opus Dei participaron con entusiasmo y se volcaron en señalarlo. El Congreso significó un gran éxito publicitario para la Obra, pero la procesión iba por dentro y tanto el Vaticano como otras organizaciones de la Iglesia católica vieron con malos ojos tanta soberbia y aquel complejo de superioridad por parte del Opus Dei, que consistía en intentar controlar por todos los medios la denominación de origen de los Institutos Seculares, cuando había llegado el último en las sesiones jurídicas preparatorias para alzarse luego con el triunfo, logrando ser proclamado el primero. Pero Escrivá seguía dispuesto a todo en su marcha hacia adelante e hizo caso omiso de las cautelas vaticanas, lanzando una tras otra campañas de captaciones masivas de militantes para fortalecerse aún más, como si se tratara, en vez de una marcha, de una huida hacia adelante. Empeñado en avanzar por todos los medios, sólo hizo caso de su tremenda ambición cuando detrás ya le seguían centenares de miembros. «O creces, o mueres», solía repetir Escrivá entonces, frase que sería 2
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recogida como eslogan y emblema desde una colección de libros en la editorial Rialp hasta la publicidad financiera posterior del primer banco de la Obra. De aquella época data el fichaje de Federico Tedeschini, un viejo cardenal que había sido nuncio en España en tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera y de la Segunda República. Como una de las obsesiones de Escrivá consistía en buscar apoyos, sobre todo en el Vaticano, le nombró cardenal protector de la Obra. Tedeschini le agradeció el nombramiento a Escrivá en carta fechada el 24 de septiembre de 1953, donde piropeaba al Opus Dei en términos que no resultaban excesivamente ridículos dada a la avanzada edad del prelado: «Surgió en efecto la Obra en medio de mi Nunciatura (...) considero al Opus Dei como la flor más bella, más dolorosa y consoladora de aquel período de mi vida, en que la Providencia me dio a conocer cual fuerza se esconde y cual dinamismo se perpetúa en la vieja y siempre nueva y juvenil pujanza de España. Y una vez, los dos, yo y ella, en Roma, y nombrado yo Protector, una nueva vocación, esto es una nueva invitación divina, ha venido a añadirse al antiguo Nuncio, para que no interrumpa sus destinos españoles (...) Doy todo lo que está en mi pecho para que esta armada, la verdaderamente invencible, sea mina inagotable de Apóstoles, seculares, como los primeros de Cristo, y Romanos, como los eternos del Papa». Escrivá había ido poco a poco tratando de ganar la confianza de los hombres de la curia vaticana por el viejo procedimiento de halagarlos, invitarlos a comer, hacerles regalos, en una época en que aquellos monseñores eran gentes modestas, sin excesivos lujos. Llegó incluso a introducir en la burocracia vaticana a dos tres numerarios que fueron componiendo la tela de araña de la influencia. Aunque el objetivo había sido sólo la aprobación canónica, Escrivá no perdió el interés y el Opus Dei trataría de aumentar su influencia en el Vaticano, sufriendo algunos graves frenazos en su apetencia de poder, hasta que llegó el acontecimiento que sacó de quicio a Escrivá e hizo tambalear hasta los mismos cimientos de la Obra de Dios: el Concilio Vaticano II. 4
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C A M B I O D E ESTRATEGIA
Numerosos testimonios señalan que Escrivá no quiso en un principio que el Opus Dei se dedicara específicamente a la actividad docente, lo cual era cierto pues su ambición residía en abarcar todos los terrenos posibles de apostolado y si desde 1939 utilizó como trampolín el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, colocó también seguidores suyos en el Instituto Nacional de Enseñanza Media Ramiro de Maeztu, situado en los alrededores del Consejo. Desde el CSIC, el grupo de primeros socios del Opus Dei se dispuso también a intervenir en la enseñanza media y el Instituto Ramiro de Maeztu se convirtió en uno de los más ricos filones que encontró el Opus Dei para engrosar sus filas con adolescentes y jóvenes estudiantes ya desde la posguerra. Sin embargo, la máxima ambición de Escrivá consistía en atraer a la futura élite de la sociedad que representaban los universitarios, lo cual explica su primera labor entre estudiantes de escuelas de grado superior o de facultades universitarias; aunque, más tarde, a partir de 1947 dirigió su apostolado para la captación masiva de supernumerarios y supernumerarias, hacia las familias católicas numerosas y 201
cada una de ellas abasteció con varios hijos suyos las filas del Opus Dei. Aquello trajo consigo inevitablemente una nueva demanda apostólica en dirección a la enseñanza no universitaria, es decir, hacia la enseñanza primaria y de grado medio. Escrivá aceptó entonces el desafío que representaba el apostolado de la enseñanza con la creación y sostenimiento de centros propios, por parte, sobre todo, de los supernumerarios del Opus Dei; aunque con aquella diversificación iba a modificarse la primera estrategia desarrollada durante la posguerra, que reflejaba la norma 227 de las Constituciones donde se decía textualmente: «No gastemos nuestro tiempo en construir casas; más bien tomemos por nuestras las que ya están construidas». Miguel Fisac, uno de los primeros miembros del Opus Dei, señala que «la sustancia de nuestro apostolado consistía en introducirnos en las instituciones civiles para transformarlas desde dentro» y refiriéndose a este apostolado de los primeros tiempos que debía realizarse por fuerza secretamente para no despertar sospechas, Fisac recuerda que «había una frase que (Escrivá) repetía mucho, nosotros trabajaremos con los medios y edificios del Estado». Por su parte Juan Jiménez Vargas, otro de los primeros miembros, intenta justificar la aparente falta de coherencia que representaba aquel cambio en la estrategia y aseguró más tarde que «cuando me hablaron del planteamiento de la U n i versidad de Navarra, casi veinte años después, no me sorprendió nada porque era idea conocida». Añadiendo: «estas ideas son las mismas que yo le oí (a Escrivá) en el año 1933». A partir de 1950, el Opus Dei iba pues a iniciar nuevas actividades tentaculares en su apostolado, atreviéndose incluso a abrir centros docentes de nueva planta como el Colegio Gaztelueta en Bilbao para la enseñanza media y el Estudio General de Navarra en Pamplona para la enseñanza superior o universitaria. Si los Colegios Mayores universitarios de la Moncloa en Madrid y la Estila en Santiago de Compostela fueron las primeras obras corporativas en el apostolado del Opus Dei, el colegio de enseñanza media Gaztelueta en Bilbao representó una nueva obra corporativa, es decir, que se trataba de una institución de la que se encargó directamente la Obra y estuvo dirigida desde un principio solamente por miembros del Opus Dei. El Opus Dei se había introducido de la mano de algunos simpatizantes en la oligarquía bilbaína que tenía sus mansiones en Las Arenas y Guecho, especialmente en Neguri. Los dos apoyos más importantes con que contaba la Obra eran Pedro Ybarra, hijo de la marquesa de MacMahón, que había conocido a Escrivá durante la Guerra Civil en Burgos, y Angel Galíndez, que había vivido como estudiante en la residencia D y A de la calle Ferraz durante la República y cuyo padre era un poderoso magnate con intereses en bancos, empresas eléctricas y siderúrgicas. A partir de esos primeros contactos, los militantes de la Obra de Dios utilizaron el método de un continuo ir y venir por las casas de los ricos de la zona, hasta lograr una gran cantidad de apoyos oficiales y privados para montar un colegio de enseñanza media dedicado exclusivamente a educar los hijos de las adineradas familias bilbaínas. La pieza clave de todo ese ajetreo fue la madre de Pedro Ybarra, Carolina MacMahón, marquesa del mismo nombre y más conocida familiarmente por Carito, que le abrió las puertas de la alta burguesía vasca, los llamados 6
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«ricos de Neguri» y amplió además los contactos al estar ligada por lazos familiares con los Güell en Catalunya y los Oriol Urquijo en Madrid. Gaztelueta, como colegio, empezó a funcionar en octubre de 1951 y una antigua numeraria del Opus Dei, María del Carmen Tapia que participó activamente en el lanzamiento del nuevo centro educativo, señala que «ante mis ojos veía la copia, una mala copia, incluso en detalles ínfimos, como podría ser la forma de los casilleros de los alumnos en clases, las mesitas en vez de pupitres, el número de alumnos en cada clase, etc., de la realización educativa de mayor importancia de la Institución Libre de Enseñanza. A mí me disgustó que se hubieran copiado las cosas materiales del Instituto-Escuela para Gaztelueta, haciendo creer a la gente, por supuesto la esfera social alta de Las Arenas, la "originalidad" del colegio del Opus Dei. Me daba cuenta de que la copia era mala porque se había omitido cosas esenciales (...) Ante mis ojos veía Gaztelueta como algo degradado, sin indicación alguna del espíritu que animaba al Instituto-Escuela. Era eso: se habían copiado el cascarón, pero no podían captar el espíritu: la libertad que se disfrutaba en el Instituto-Escuela, el hecho de que era un colegio mixto, los deportes a gran escala, nada de eso podía vivirse en Gaztelueta, que en sí era sólo un colegio para niños ricos de Las Arenas, ubicado en un hotelito de una familia conocida, donde incluso en el vestíbulo como decoración había una silla de manos. En la pared y sobre la escalinata de mármol había un gran repostero con el lema del colegio: "Sea vuestro sí, sí; sea vuestro no, no"».* Si el colegio Gaztelueta de Bilbao fue una de las obras corporativas, el paso siguiente en la marcha hacia adelante del Opus Dei fue Navarra. La Obra en bloque estaba alertada y dispuesta a volcarse en la creación de una universidad propia, que se iba a convertir en un inmenso semillero de apóstoles del Opus Dei y su mayor base de reclutamiento en el mundo. «En 1952, una olvidada mañana, Ismael Sánchez Bella llegó a Pamplona con una idea atrevida. Pretendía edificar de la nada una universidad. ¿Medios? El sueldo de dos meses como catedrático de La Laguna, experiencias frescas de Argentina y un optimismo inmarcesible.» Así cuentan dentro del Opus Dei que nació en octubre de 1952, con un puñado de alumnos de Derecho, en una vieja sala desafectada cedida por la Diputación Foral, el Estudio General de Navarra, que diez años más tarde se convertiría en Universidad de Navarra. El Estudio General de Navarra nació bajo los auspicios de la Diputación Foral, que disponía de fondos suficientes y una amplia autonomía económica, además de contar con el apoyo incondicional de su vicepresidente. Miguel Gortari, ferviente admirador del Opus Dei y deseoso de destacar la importancia política de los fueros de Navarra, evitando con aquel centro universitario a los estudiantes navarros la necesidad de tener que desplazarse a Zaragoza. La dirección del nuevo centro le fue encomendada a Ismael Sánchez Bella, catedrático de Historia del Derecho y miembro numerario del Opus Dei, que lanzaba arengas a los primeros militantes encargados de poner en marcha las residencias y facultades universitarias. Los proyectos sobre el futuro del Estudio General eran directamente proporcionales a las ambiciones de Escrivá: «El Padre quiere que Pamplona se transforme en un foco de irradiación cultural y espiritual, como aquellas universidades mayores —decía Florencio Sánchez Bella—. Pero, a diferencia de entonces, el mundo exterior es menos creyente y está siendo dominado 9
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por la ciencia progresista, descendiente directa de la herejía modernista. Gracias a la paz de Franco y a la tradición espiritual vasca, el norte de España es aún un lugar no inficionado por el progresismo, esa nueva herejía que comienza a calar incluso en la Iglesia. La fe sencilla del pueblo navarro es el mejor caldo de cultivo de nuestros planes». Refiriéndose a ello J. L. Aranguren en El futuro de la universidad señaló que «el Opus Dei, al frustrarse su empeño de adueñamiento espiritual de la universidad, se separa de ella, se traslada a Navarra, sede del carlismo, y se fortifica allí para, a modo de intelectual requeté (términos que, tal vez por primera vez se juntan aquí), iniciar desde Pamplona la reconquista espiritual de España». Para J. L. Aranguren «sus patterns extrañamente mezclados son dos, y ya los conocemos: la Institución Libre de Enseñanza y el Requeté»." Así se explica el repliegue hacia el Estudio General de Navarra. Sin abandonar los puestos que ocupa en la Universidad estatal y luchando palmo a palmo contra la política del católico Ruiz Giménez, la Obra desplaza sus posiciones y sueña con recomenzar desde Pamplona la «reconquista» espiritual de España. Como señala con agudeza Aranguren en esta ocasión el comportamiento del Opus Dei imita estrictamente el de la Institución Libre de Enseñanza, cuyos animadores se vieron obligados a proseguir sus esfuerzos fuera de la Universidad oficial cuando quedó demostrado que no podían modelarla de acuerdo con sus concepciones. Estimando que la conquista universitaria total ha sido un fracaso, el Opus Dei se lanza a lo que Aranguren llama un «separatismo espiritual». Puesto que la juventud española en su conjunto se le escapa, la Obra tratará de crear una base de repliegue en la que serán preservados quienes decidan seguirla. El terreno escogido acaba de dar todo su sentido a la operación. El Opus Dei se instala en la región más reaccionaria de España, allí donde el tradicionalismo ideológico y el carlismo político tienen sus más profundas raíces: Navarra. Es evidente que la tesis de «unidad católica» y de «catolicismo cultural», tan valiosas para la Obra, no corren el riesgo de encontrar en Pamplona las fuertes oposiciones con que tropezaban en ese momento en Madrid y en Barcelona. La nueva fundación universitaria tuvo carácter de experiencia y ensayo durante los dos primeros cursos, correspondientes a los períodos 1952-1953 y 1953-1954. La Diputación de Navarra se comprometió a habilitar locales para la labor docente, cediendo el histórico edificio de la Cámara de Comptos Reales, del siglo xiv, y el Museo de Navarra, del xvi. Al iniciarse los estudios de Medicina se pusieron a su servicio los pabellones del Hospital C i v i l de Navarra. Asimismo, la Diputación consignó una primera ayuda económica para los dos primeros cursos, aunque luego le siguieron otras fuertes subvenciones. Sin embargo, en un principio, como los alumnos siguieron examinándose en la Universidad de Zaragoza, todos los profesores del Estudio se dedicaron a entablar amistad con los correspondientes profesores titulares de Zaragoza y en donde ya se encontraban José Orlandís y José Manuel Casas, ambos catedráticos y numerarios del Opus Dei. Con aquel dispositivo, los miembros de la Obra lograron pequeños favores de organización en Zaragoza, así como poder influir más en los resultados de los exámenes finales evitando los suspensos a gran escala, lo cual ayudó a consolidar el prestigio del Estudio General de Navarra, redundando todo en beneficio de la Obra. 10
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Ese mismo año 1952 dieron comienzos los estudios de Derecho, dependientes de la Facultad de Zaragoza y pronto a Derecho se unió Filosofía y Letras. Más tarde se abrieron los estudios de Medicina y de Enfermería, graduándose en 1957 las dos primeras promociones correspondientes a Derecho y Ayudantes Técnicos Sanitarios. Manuel Giménez Fernández, católico militante, catedrático de Derecho Canónico y antiguo ministro durante la República, en un escrito dirigido al Nuncio del Vaticano en España analizó las maniobras opudeístas en Pamplona: «Por lo que toca al Estudio General de Navarra ha de reconocerse que el negocio fue excelentemente preparado. En un principio se inició con una agrupación de Colegios Mayores incorporados a la Universidad de Zaragoza y nutridos con alumnos de familias vinculadas al Opus Dei residentes en toda España, no de otro modo, como desde fines del siglo pasado existieron Deusto de los jesuítas o El Escorial de los agustinos». Y el ex ministro añadía: «No puede caber duda de que el Estudio General de Navarra ha sido y será un excelente negocio con sus gastos de establecimiento sufragados por donativos o préstamos sin interés ni plazo de devolución, y las pensiones bastante elevadas (...), negocio que llegaría a ser fabuloso si obtenida la dispensa de exámenes bastara ubicarse en algunas de sus espléndidas y caras residencias para obtener un título profesional superior, con lo que todos los retoños de familias opulentas con pocos deseos de estudiar se apresurarían a adquirirlo sin reparar en gastos, acreciendo en proporciones astronómicas el ingreso de las residencias estudiantiles del Opus». 13
N U E V O PADRINO POLÍTICO
En 1928, María del Carmen Pichot, canaria de buen ver, hija de marinos, había contraído matrimonio en Ceuta con Luis Carrero Blanco, entonces oficial de Estado Mayor de la Marina Española, hijo a su vez de militares, nacido en Santoña, provincia de Santander el 4 de marzo de 1903. Marino de carrera, es decir perteneciente al Cuerpo General escala de mar, entre la casta denominada «los brahmanes de la Armada», las actividades de Carrero en su profesión merecen clasificarse en dos apartados, según fueron actividades marítimas de superficie o submarinas. El levantamiento del 18 de julio de 1936 le había sorprendido en Madrid, donde se refugió en la embajada de México, más tarde en la de Francia, para pasar luego a la zona franquista en junio de 1937. El hecho de que no hubiese contribuido activamente a preparar la sublevación fue, paradójicamente, una de las causas de sus promociones posteriores. Así Franco evitaba los peligros que representaban para su poder personal sus antiguos compañeros y cómplices de armas. Por su parte, la actividad profesional de Carrero, especialmente la submarina, determinaría luego su lenta y penetrante escalada política, iniciada el 7 de mayo de 1940 cuando, designado por Franco pasó a ocupar la subsecretaría de la Presidencia del Gobierno y no dejó de despachar ni una sola semana con el general Franco. «Jamás me preocupé de nada fuera de mi actividad profesional hasta que el Caudillo me nombró subsecretario de la Presidencia», declaró Carrero, que se 205
definió como «un hombre totalmente identificado con la obra política del Caudillo (...) Mi lealtad a su persona y a su obra es total, clara y limpia, sin sombra de ningún condicionamiento ni mácula de reserva mental alguna». Preguntado Carrero, si Franco, a la hora de decidir nombre, cambiaba impresiones con otras personas, respondió textualmente: «¿Qué quiere que le diga? Si el caso se ha dado en alguna ocasión, eso sólo lo podría decir el propio Caudillo». Carrero se convirtió, en efecto, en el más fiel, el más próximo y el más antiguo de los colaboradores inmediatos de Franco. Voluntariamente relegado a un papel de eminencia gris, capitán de navio y subsecretario de la Presidencia en 1940, ascendió a vicealmirante y obtuvo la categoría de ministro en 1951. El experto en tácticas submarinas apareció entonces como segundo de a bordo irremplazable en la nave del Estado, metáfora muy utilizada en la época junto con la de «barca de San Pedro» para designar a la Iglesia católica y que encaja perfectamente en la actividad del personaje. Paralelamente a su ambición política desarrolló cierta actividad como ideólogo y también realizó sus pinitos literarios. Fue aficionado a la pintura como lo eran Winston Churchill y también Francisco Franco. Como militante de Acción Católica, Carrero comenzó a frecuentar los círculos piadosos del Poder que funcionaban en torno a los propagandistas católicos, desde pocos días después de terminada la Guerra C i v i l . La relación de Carrero Blanco con el Opus Dei se estableció también desde los primeros años de la posguerra y a ello colaboró Jesús Fontán Lobe, entonces ayudante militar de Franco, uno de los militares que simpatizaron con el proyecto de Escrivá en Burgos cuando era capital de la cruzada. Finalizada la Guerra C i v i l , el capitán de navio Fontán Lobe presentó a Escrivá su colega Carrero Blanco, compañero suyo de promoción en la Armada, que ya se encontraba vinculado a la jerarquía de Acción Católica. Así, la amistad de Carrero con Escrivá procedía de esta presentación y de los contactos que Carrero como miembro de la Junta Técnica Nacional de Acción Católica mantuvo a partir de 1940 con militantes del Opus Dei. Mariano Navarro Rubio, miembro entonces del Consejo Nacional de los hombres de Acción Católica era retratado dentro del Opus Dei como «uno de los primeros supernumerarios, aragonés como Escrivá y con mucha familia en la Obra». Como desempeñaba alguna actividad en el apostolado entre los militares cuenta que tuvo la oportunidad de conocer a Carrero Blanco, el cual había sido presentado a su vez en aquellos círculos católicos en torno al Poder por el jefe de la Casa Militar de Franco, general Uzquiano. La importancia del contacto entre Escrivá y Carrero Blanco tuvo frutos inmediatos para el Opus Dei, pues hasta que empezó la actividad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y los asuntos económicos iban mal para la Obra, Escrivá cuando había mucho apuro iba a entrevistarse con Carrero Blanco que se hizo amigo suyo y de los fondos reservados de Presidencia del Gobierno, denominados popularmente como «fondo de reptiles», le daba Carrero a Escrivá de vez en cuando alguna cantidad de dinero. En este juego de acercamiento político por parte del Opus Dei, un suceso vino a ayudarle, ya que el matrimonio de Carrero iba a la deriva en la segunda mitad de la década de los cuarenta. Decidido a separarse canónicamente pensó en recurrir a la discreción y extremado sigilo de que hacía gala y actuaba el Opus Dei. Carrero acudió entonces al bufete de un conocido suyo, Amadeo de Fuenmayor, cate14
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drático de Derecho Civil, que lo compartía con otro catedrático de Derecho Administrativo, Laureano López Rodó. Ambos eran miembros numerarios del Opus Dei y ocupaban cátedra en la Universidad de Santiago, pero permanecían con frecuencia en Madrid. Si Carrero Blanco hubiera acudido a un abogado cualquiera el divorcio se hubiera ultimado sin muchas complicaciones. Para un miembro del Opus Dei, en cambio, representaba la oportunidad de hacer apostolado en y desde su profesión. Así el tándem formado por Fuenmayor y López Rodó consiguió en lugar de la separación canónica, la reconciliación del matrimonio. La admiración y el agradecimiento nacieron en Carrero, quedando prendado de las cualidades de aquel par de eminentes juristas y, algunos años más tarde, López Rodó sería llamado a desempeñar junto a Carrero el cargo de secretario general técnico de la Presidencia del Gobierno. Cuando en la primavera de 1947 Carrero Blanco viajó a Estoril como hombre de la máxima confianza de Franco para que expusiese a Don Juan de Borbón el proyecto de ley de Sucesión que convertía a España en reino y que iba a ser dado a conocer el día 1 de abril, un incidente motivado por una indiscreción del pretendiente al trono de España iba a encizañar aún más la controvertida cuestión dinástica española. Días antes de hacer público el Manifiesto de Estoril, como réplica a la maniobra de Franco, en la tarde del 22 de abril de 1947, don Juan de Borbón en un cóctel en casa de unos amigos portugueses al que asistían miembros de la embajada española en Lisboa, cometió un error imperdonable que convertiría a Carrero para siempre en su peor enemigo, más frontal e intransigente que el propio Franco. «Este cabrón de Carrero ha estado aquí para ver si me callo...» dijo Don Juan como una frase hecha, sin mala intención. Pero lo de cabrón era un rumor extendido. Así se aseguraba en Madrid. Y cuando le trasladan la frase a Carrero, éste la tomó en la significación original del término. Ansón cuenta en su libro Don Juan que «los rencores fueron duraderos y veinte años después, en febrero de 1968, durante el bautizo del príncipe Felipe en el palacio de la Zarzuela, Don Juan se acercó a Carrero para ofrecerle un abrazo y olvidarlo todo, el almirante le volvió la espalda y se apartó de él sin saludarle»." Otros autores como Ramón Garriga en Los Validos de Franco y Jean Bécarud con el seudónimo de Daniel Artigues en El Opus Dei en España mencionan el favor realizado por el Opus Dei como base del estrechamiento de lazos con Carrero Blanco. Bécarud señala, por ejemplo, que «el acercamiento entre Carrero Blanco y la Obra parece haberse hecho por conducto de Amadeo de Fuenmayor, jurista eminente y sacerdote del Opus Dei, quien según los ambientes «bien informados» de Madrid pudiera haber prestado al almirante un importante servicio de orden íntimo». Por su parte, el historiador inglés Paul Preston, catedrático de Historia Internacional en la London School of Economics, se hace también eco en su monumental obra Franco «Caudillo de España». «Se había rumoreado que problemas matrimoniales habían provocado la pérdida de favor por parte de Carrero Blanco en El Pardo. Doña Carmen era intransigente en ese tipo de asuntos (...) Carrero consiguió arreglar sus problemas matrimoniales. Se dijo que lo había ayudado un joven católico, profesor de Derecho, llamado Laureano López Rodó. En el gabinete de 15
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1951 Carrero Blanco el más fiel de todos y ya libre de tachas morales, se convirtió en jefe político de aquel Estado Mayor». Desde finales de los años cuarenta y en la década de los cincuenta, a partir sobre todo de 1957, Carrero en muchos aspectos se dejó llevar políticamente por los miembros del Opus Dei. Cuenta Navarro Rubio que le correspondía como ministro de la Presidencia presentar en el Consejo de Ministros, por ejemplo, los asuntos del Instituto Nacional de Industria (INI), pero Carrero «se limitaba a ser un mero relator que leía lo que le habían entregado. Las discusiones sobre estos temas las teníamos siempre con Planell o con las propias autoridades del INI (...) a Carrero le llegaban siempre los temas resueltos». Posteriormente, cuando se creó la Comisaría del Plan de Desarrollo, Carrero depositó su confianza en lo que decía Laureano López Rodó, otro miembro del Opus Dei. Mariano Navarro Rubio también señala en sus Memorias que «la amistad con Carrero llegaba hasta los límites de la máxima confianza política». Sobre el cambio de ministros realizado en julio de 1951, cuenta Preston que resultó sorprendente, en algunos aspectos, que Carrero Blanco continuara siendo un personaje fijo y que incluso fuera ascendido al rango ministerial, «me ahorro —dijo Franco—, tenerle que contar cada viernes cómo se han desarrollado los Consejos de Ministros». A partir de 1951, entre los más estrechos colaboradores de Arias Salgado en el ministerio de Información, nombre que disimulaba un verdadero ministerio de Propaganda, destacaron miembros del Opus Dei que pueden ser considerados como los primeros políticos de la Obra durante el franquismo. José Luis Villar Palasí ocupó el cargo de secretario general del ministerio y Florentino Pérez Embid el puesto de director general de Información, departamento encargado específicamente de la censura. Desde Roma, Escrivá aprobó su actuación afirmando sobre Florentino Pérez Embid ante otros miembros del Opus Dei presentes en una tertulia: «Este hijo mío lo está haciendo muy bien en su servicio a la Iglesia desde la vida pública». El testimonio de Antonio Tovar, que fue rector de la Universidad de Salamanca, resulta esclarecedor para comprender aquella coyuntura política: «Cuando la cultura en España, a pesar de los doce años de Ibáñez Martín en el ministerio de Educación quedó sin absorber del todo por la Obra, con amplias zonas no colonizadas, el Opus Dei buscó instintivamente otros lugares donde la intemperie fuera menos inhóspita en la vida intelectual de nuestro siglo. Gabriel Arias Salgado sirvió quizás de puente. Cuando cesó en la subsecretaría de Prensa y Propaganda, al pasar ésta un tiempo a Educación, halló asilo en la Presidencia junto a Carrero. Allí iniciaría también su brillante carrera López Rodó y también allí hizo sus primeras armas Villar Palasí (...) A la época de Ibáñez iba a suceder la de Carrero como patrón. La entrega de los ministerios económicos a fieles del Opus Dei sería la coronación de la etapa que se iniciaba entonces». Así, en la política española bajo la Dictadura los miembros del Opus Dei habían encontrado un nuevo padrino político en Luis Carrero Blanco. Y si Escrivá era el Padre, Carrero se convertiría en el padrino de la Obra en la política española. 18
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FASCISMO C L E R I C A L
Cuando tanto se ha hablado del fascismo en España aún quedan, no obstante, zonas de penumbra e incluso una denominación genérica como fascismo resulta a todas luces insuficiente para comprender la ideología dominante durante la Dictadura de Franco. Es evidente que el fascismo se mantuvo con un fuerte arraigo en España; pero el fascismo español no tomó el patrón clásico de los modelos europeos. El fascismo español como corriente ideológica y política no pudo centrar sus esfuerzos ni halló un cobijo total en la Falange que, según los presupuestos genuinamente fascistas, debió ser el partido único en España. Un estudioso de la Falange, Stanley G. Payne, fue quien sin apercibirse hizo ver paradójicamente que el fascismo español no era la ideología falangista: «sin negar ciertas influencias del fascismo italiano, los falangistas preferían equiparar su ideología a la política nacionalista de los Reyes Católicos en la España del siglo xv. Su propaganda se diferencia radicalmente de la mayoría de los grupos fascistas europeos por la importancia que concedía al catolicismo y la defensa de la Cristiandad». Si la Falange fue una corta aventura, el fascismo, que tanto arraigó en España, tuvo por fuerza que tomar una orientación ideológica diferente que encauzara la potencia agresiva de los cruzados de Franco. Este fascismo sui generis, que no estaba definitivamente perfilado en 1939, aparece en forma de corriente ideológica que puede llamarse sin ambages fascismo clerical y hay que remontarse en el tiempo, muchos años atrás de la Guerra C i v i l española, para conocer los diversos elementos que dieron vida a esta ideología. A los tiempos «cuando», como ha escrito Ramos Oliveira, «vivían aún, incólumes en su degeneración», las clases privilegiadas de principios del siglo xix, y con el triunfo del Ejército y la Falange en 1939, tomaron nuevamente en la mano el gobierno de España. Salieron del panteón de la Historia los apostólicos de 1830 y fundaron el Opus Dei. Reaparecieron los voluntarios realistas de 1823 con la camisa azul de la Falange. El carlismo, vencido en dos guerras civiles, consiguió al fin, en el régimen militar-fascista, lo que no pudo lograr en lucha tenaz de un siglo: gobernar. Los militares, tenidos a raya, durante cincuenta años, por el régimen de la Restauración, hicieron de España un país ocupado por su propio ejército. L a Guerra Civil había removido los últimos sedimentos de la sociedad española, y esa resaca arrojó a la vida pública hombres o ideas que no se concebían ya». En España, el fascismo clerical fue el resultante de un acontecimiento histórico, el fascismo, que sacudió en los años treinta a las burguesías europeas; y de un largo proceso en el cual la burguesía española pretendió enlazar con el reinado de los Reyes Católicos, donde, como se sabe, terminó una época, el feudalismo, y apareció el Estado moderno. Porque en España, a diferencia del resto de Europa, las ideas cristianas no cedieron su sitio durante el siglo xvm a las ideas de progreso y tan sólo después de la Guerra C i v i l 1936-1939 la burguesía logró hacer compatible a duras penas las ideas religiosas con un cierto progreso económico, pero en la empresa del «desarrollo» la burguesía se movilizó gracias, sobre todo al apoyo de un poder político totalitario. El ingrediente tecnocrático apareció más tarde, cuando la «conciencia profesional» se impuso gradualmente y de este modo la conciencia de clase quedaba desligada en los individuos, evitándose con ello el peligro que siempre entrañaron los conflictos de intereses en su dimensión social. 24
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Los tres maestros indiscutibles, que han constituido básicamente el sistema de referencias ideológicas de fascismo clerical, fueron Donso Cortés, quien en la segunda mitad del siglo xix, ya preveía que para luchar contra las fuerzas revolucionarias era necesaria una dictadura sin frase, en una palabra, «tecnocrática»; Menéndez Pelayo, el erudito maniqueo que situó en la heterodoxia ideológica a todos los que no eran «tradicionales» en su tiempo; y Ramiro Maeztu, quien creía que «todos los pueblos son cera para un puñado de hombres que sean a la vez buenos y duros». Las citas de Menéndez Pelayo son innumerables en los textos del fascismo clerical en España. Como intelectual desplazado en su tiempo y por la vastedad de sus escritos, hubo más afinidad hacia Menéndez Pelayo entre los ideólogos del fascismo clerical que hacia la doctrina de un diplomático políticamente comprometido como Donoso Cortés. Se trató de buscar, en expresión de Florentino Pérez Embid, «la vitalidad histórica de aquel maravilloso plano de España que Don Marcelino tenía en la cabeza». «El optimismo histórico de don Marcelino, con la visión esperanzadora de la renovada misión de los pueblos hispánicos, proclamada por Maeztu, orientan la vivencia de la tradicional nacional y dan sentido a los esfuerzos de los nuevos españoles» añadiría otro de los ideólogos del fascismo clerical en España. En un artículo publicado en la revista Arbor, en 1949, Florentino Pérez Embid reconoció que Menéndez Pelayo «representa para nosotros una concepción permanente de la existencia española. En sus escritos no vemos un almacén, sino un sistema ideológico (...) Y nosotros, para buscar una unidad superior, partimos de la concepción española que don Marcelino construyó con materiales definitivos a la altura de su tiempo». Los dogmas o principios monolíticos establecidos por el fascismo clerical fueron la existencia de un orden tradicional inmutable, la unidad católica de España, el control absoluto del Estado sobre la sociedad con el ejército como «columna vertebral de la nación». El régimen de Franco representaba la conjunción perfecta de la ideología fascista clerical en un Estado totalitario. Después de largos años de Dictadura, la coherencia interna de la ideología y las estructuras de régimen, permanecieron en lo esencial inalteradas. El ejército, forma de organización social autoritaria por excelencia, continuó siendo la base del régimen, la columna vertebral de la nación. No se debe olvidar que el hecho que los militares encabezasen la rebelión en 1936 fue determinante para el perfil definitivo del Estado que surgiría en 1939. La actitud política del fascista español ha sido variada y tuvo altibajos en su existencia. Primero era monárquico, falangista, carlista o de la C E D A durante la República hasta 1936 y franquista, es decir ya rabiosamente autoritario, de 1936 a 1944 en el período de Guerra C i v i l y años inmediatamente posteriores. A partir de 1945, cuando el fracaso de las concepciones totalitarias y la derrota del Eje nazifascista está ultimada, el fascista español comienza públicamente a confesarse monárquico, carlista, demócratacristiano o católico a secas. Estos últimos eran ya los primeros miembros del Opus Dei. El fascismo clerical español intenta entonces, con el Caudillo a la cabeza, disimular su fascismo. Los partidarios de la causa dinástica, requetés y carlistas, o los de la monarquía borbónica, volvieron con ardor a las posturas relegadas. Otros, en cambio, recubrieron las inconfesables tendencias con un sello de democracia cristiana, pálido reflejo importado de las que 210
iniciaban gobierno por Europa. Conviene no olvidar, sin embargo, que el desengaño en España, agudizado con el boicot ordenado por los Estados aliados democráticos, fue paralelo al que sufrió en sus ilusiones parte de la burguesía europea con las formas de poder totalitario. El año 1957 representa el cambio de rumbo ideológico definitivo, tras el cual apareció el fascismo clerical con visos democráticos y liberalizadores. Evidente señal de este cambio fue la aparición de miembros del Opus Dei por los ministerios. La principal ventaja política que el Opus Dei ofrecía a sus afiliados era, en apariencia, su falta de compromiso ideológico. Parecía en un principio, que los píos militantes de la Obra de Dios habían descubierto un recurso que los evitaría el enojoso asunto de la etiqueta política. Luego, conforme la «actitud cultural» de los primeros socios de la Obra de Dios alojados en el CSIC llegó a tomar un rumbo decididamente político la inconfesable ideología, el fascismo clerical, quedó al descubierto.
G E N E R A C I Ó N DE POSGUERRA
Alimentados con una ambición sin límites, los seguidores de Escrivá quisieron realizar la síntesis entre ellos y la generación que hizo la guerra y detentaba el Poder, con el objetivo inconfesado de hacerse un hueco en la dirección de los asuntos públicos, para lo cual se creían extraordinariamente capacitados. A tal fin, utilizaron como padrinos políticos personajes del régimen de Franco como Ibáñez Martín y Carrero Blanco. «En esta España —escribió Calvo Serer—, caben la generación que termina y la que ahora comienza. La primera pide paz, continuidad, respeto; la segunda quiere progreso, desarrollo, creación. En la síntesis de ambas, que ahora es viable, radica la posibilidad de una España futura que de nuevo tendrá que aportar algo al mundo». También los seguidores de Escrivá se consideraron los representantes ideológicos exclusivos de la nueva generación, aquella generación de posguerra que despuntaba a finales de los años cuarenta y mediados de los cincuenta. Los miembros del Opus Dei confundían, sin embargo, las partes con el todo y sólo alcanzaban a ser una fracción de dicha generación, pero ello no fue óbice para atacar de forma excluyente a sus coetáneos, recurriendo cuando hizo falta a la ortodoxia ideológica del fascismo clerical. La generación de posguerra, descrita certeramente por uno que formaba parte de ella y que utilizó el seudónimo de Juan Triguero, fue «aquella generación de jóvenes universitarios españoles, serios, rigurosos, que entre los años cuarenta y los cincuenta prometían ser los prohombres de la regeneración moral del país (...), aquella legión regeneradora que sentía el catolicismo como misión, la Hispanidad como destino y la política como moral; que fundaban publicaciones ardorosas como Alférez, La Hora y Alcalá y que habían hecho suya la sublime pamplina aquella de "mitad monjes y mitad soldados". La teoría orteguiana de las generaciones había puesto a su disposición uno de los más sugestivos ingredientes aglutinadores: "Nuestra generación", "el destino generacional de "nosotros, los hombres de la generación de posguerra", "lo que pasa a nuestra generación 26
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es...", etc. L a Guerra C i v i l había dejado flotando en el ambiente la mitología del héroe. Esos muchachos querían sentirse héroes de algo, y como no podían serlo de hazañas bélicas, eran los héroes de ... su generación». Los socios del Opus Dei, el grupo de intelectuales de la Obra de Dios, sólo eran una fracción de la generación de la posguerra pero disponían de medios suficientes gracias al Consejo Superior de Investigaciones Científicas y se dispusieron a editar revistas como Arbor con cargo al presupuesto del Estado, lanzando proclamas de «nueva generación», como si fueran los únicos representantes de su tiempo. En el número de la revista Arbor de noviembre y diciembre de 1947, Calvo Serer había publicado un artículo con el título de «nueva generación», que luego reprodujo, dos años más tarde, en su primer libro España sin problema: «Una nueva generación acaba de llegar a la vida española, en un estado de espíritu realmente singular en la historia contemporánea. Es éste un hecho cierto con el que hay que contar, y que en adelante no podrá ser soslayado por nadie que quisiera comprender la efectiva y actual realidad nacional (...) En los dolores de la guerra interior iba a engendrarse una novísima situación histórica (...) La tarea quedó perfectamente delimitada y trazada en 1939. Eliminadas las heterodoxias religiosas, que se convertían en heterodoxias nacionales, la reanudación y cumplimiento de nuestro destino obligaba a la nueva generación a trabajar por una cultura católica». 27
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En 1947, cuando daba a conocer su generación, Calvo Serer había afirmado: «En nuestra sólida concepción de la vida, las instituciones educativas y de pura investigación científica adquieren la plenitud de su valor», para señalar más adelante: «Lo que nos preocupa de manera primordial es el hallazgo de los medios para estar "en forma"». Insensiblemente, sin grandes sobresaltos, los seguidores de Escrivá que se habían alojado en instituciones educativas como el Instituto Ramiro de Maeztu y de investigación científica como el C S I C , pasaron a ocupar cátedras universitarias, direcciones generales en ministerios, penetrando en el mundo de los negocios, en las esferas financieras con preferencia, y se expandieron por los organismos del Estado incorporando nuevos socios y alcanzando más tarde ambiciados ministerios económicos hasta lograr afianzar posteriormente un enorme poder, tanto político como económico. La primera fase de utilización de instrumentos ajenos se vio frenada en apariencia hacia 1951 con la despedida de su protector Ibáñez Martín del ministerio de Educación Nacional. Obligados algunos a emigrar de sus puestos por la política poco favorable a sus intereses del nuevo ministro Ruiz Giménez, el grueso de los efectivos intelectuales del Opus Dei siguió enquistado en el Consejo de Investigaciones Científicas, aunque su actuación se volvió desde entonces más cautelosa. Paralelamente comenzaron a crear instrumentos propios en los años cincuenta y así nacieron el Colegio Gaztelueta de Bilbao, el Estudio General de Navarra, luego Universidad del mismo nombre, revistas como Nuestro Tiempo y La Actualidad Española. Durante los años cincuenta el Opus Dei estaba pues hallando los medios para estar «en forma». Lo más señalado de esta época fueron los ataques virulentos hacia las otras tendencias políticas cobijadas bajo el franquismo que tuvieron lugar cuando los militantes del Opus Dei, especialmente Calvo Serer, se vieron desplazados con respecto a la privilegiadísima situación que gozaron durante el tiempo que Ibáñez 29
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Martín estuvo al frente del ministerio de Educación; ataques que tuvieron en contrapartida el saludable efecto de darles conciencia como grupo. El ataque contra terceros ha sido siempre buena medida para calibrar el grado de agresividad del fascismo en potencia. «Ser es defenderse», gustaba repetir Ramiro Maeztu, uno de los ancestros ideológicos del Opus Dei. Mientras los ideólogos de la Obra rumiaban sus ataques, el año 1953 marcó la época de mayor esplendor en el Poder de los propagandistas católicos, al llevar la confesionalidad del Estado a ultranza y conseguir la firma de un concordato entre España y el Vaticano. Por las mismas fechas se celebró un memorable Congreso Eucarístico Internacional en Barcelona. Al mismo tiempo, miembros de la Obra que ya eran catedráticos universitarios como Rafael Calvo Serer, Florentino Pérez Embid, Antonio Fontán, Laureano López Rodó, Jesús Arellano y otros, denunciaban de modo sistemático en tertulias internas la traición a los ideales del franquismo de «Joaquinito», como llamaban familiarmente al nuevo ministro de Educación, y se organizaban para tratar de oponerse por todos los medios a su alcance, que ya eran muchos, al intento de Ruiz Giménez, según ellos nefasto, de secularización de la tradición española. " Aquellas conspiraciones tenían un carácter pueril, como muchas manifestaciones internas en la Obra, pero mostraban un talante antidemocrático y, lo que era aún peor, que su propia secularización, siendo como eran miembros de un Instituto Secular reconocido por la Iglesia católica, les resultaba ajena o les importaba un comino. La actitud obsesiva contra el ministro Joaquín Ruiz Giménez llegó a estar tan presente entre los miembros del Opus Dei que Antonio Fontán, por ejemplo, llegó a decir entonces que «él llevaba de examen particular el cómo hacer cada día algo contra Joaquinito». En aquel tiempo se comenzó a advertir también una clara división del trabajo entre los miembros del Opus Dei; de ese modo, comenzó a vislumbrarse el hecho de una brecha entre el trabajo intelectual y el trabajo material en sus filas, de tal manera que hubo dos categorías de individuos dentro de la Obra. Unos fueron los pensadores, los ideólogos activos, capaces de elevarse hasta la teoría, como Calvo Serer y algunos más, que extraían su sustancia principal elaborando la ilusión que la Obra se hacía sobre sí misma; los otros mientras tanto tenían una actitud más pasiva, más receptiva frente a esos pensamientos y a esas ilusiones, porque eran los miembros realmente activos del Opus Dei y tenían menos tiempo para hacerse ilusiones e ideas sobre sus propias personas. Se trataba, en resumen, de dos posicionamientos comparables de algún modo al canto de la cigarra y la laboriosidad de la hormiga. Rafael Calvo Serer sena durante el tiempo que duró la dictadura de Franco la piedra de escándalo de todos los que quisieron informarse o discutir las ideas representativas de los hombres del Opus Dei. José María Fontana reconoció públicamente en el diario Arriba del 11 de julio de 1956 que se había contraído «una deuda de gratitud inmensa (respecto a Calvo Serer) por su cruda franqueza y por la perfecta disección de la estructura, de los papeles distribuidos y de las funciones asignadas (...). Nunca había visto con tanta claridad la esporádica misión de guardia-bombero, situado en lugar bien visible para llamar y distraer la atención, ni nunca los caballeros que sirven sus fines propios, pero influyen y condicionan la política, habían confesado tan paulatinamente su actividad y aspiración de Maese 3
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Pedro (...) Pero institucionalizado el sistema, hecha pública su constitución y dinámica, ¿que se le puede reprochar? Cada uno irá a lo suyo: unos a la acción política a través de asociaciones no políticas, otros, a recibir y a defender». La importancia de Calvo Serer como ideólogo residía en el análisis de su producción como ensayista, desde donde se podía descubrir las ambiciones y proyectos políticos del Opus Dei. Sin embargo, las constantes de su trabajo fueron la elaboración teórica posterior, es decir, la justificación ideológica, y la superficialidad en el análisis de la coyuntura, en otras palabras, el oportunismo político. En el capítulo de influencias intelectuales Calvo Serer recurrió a veces a un enfoque liberal que disimulaba sus fuertes convicciones antidemocráticas y así, en un artículo editorial, confesó ladinamente «que por la relación que ha tenido con mi propia experiencia, tan sólo quiero referirme a Maritain, cuyo libro Antimoderne influyó decisivamente en mi primer período, aunque menos que sus libros posteriores de teórico de la libertad y de la democracia».' Ante esta afirmación de tinte liberal cabe preguntarse si miembros del Opus Dei habían asimilado tan bien a Menéndez Pelayo, Ramiro de Maeztu, Cari Schmitt, Donoso Cortés y a sus otros maestros que consideraban innecesario incluso el citarlos o tal vez se debía a la astucia y al disimulo con que intentaban esconder el fascismo clerical que servía de soporte a su ideología. Herbert R. Southworth, uno de los escasos críticos con altura intelectual especializado en la Guerra Civil española, desmontó certeramente en su libro El mito de la cruzada de Franco las patrañas y manipulaciones de Calvo Serer y otros ideólogos del Opus Dei. Refiriéndose al ensayo de Calvo Serer titulado Literatura universal sobre la guerra de España, Southworth señaló que «si el muro con que la censura ha mantenido en la ignorancia al pueblo español durante veinticinco años se resquebrajase, todo este cuerpo de información (sobre la Guerra Civil), en su inmensa mayoría solamente criticista del régimen y de la sublevación de Franco, estaría al alcance del lector español. Puesto que no puede ser ocultado por más tiempo, los intelectuales franquistas deben diluirlo convenientemente a través de sus interpretaciones (...) La posición intelectual de estos publicistas franquistas es, desde luego, curiosa. Escriben frecuentemente sobre libros que no pueden circular en España, libros que se suponen no poseen ni críticos ni lectores. Un detenido estudio del libro de Calvo Serer muestra que la lista del intelectual del Opus Dei se basa casi íntegramente en el trabajo de otros y en que ha leído muy pocos de los libros sobre los que pontifica. La vaguedad y el desorden que caracterizan el trabajo de Calvo Serer se deben en gran parte a la utilización desconsiderada de las obras de otros dos críticos, el italiano Aldo Garosci y el alemán Jürgen Rühle. Por lo tanto, puede afirmarse que el intelectual del Opus Dei toma su material de fuentes secundarias y en forma arbitraria, caprichosa y artificial, con el fin de desacreditar políticamente a los enemigos del régimen franquista y no de informar debidamente a los lectores españoles»." Los innumerables libros de Calvo Serer fueron recopilación de artículos, ensayos o notas, publicados en numerosos periódicos o revistas de España y en algunas publicaciones de Europa. Su posición, desde un principio, como director del Departamento de Culturas Modernas en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas le permitió trabajar sin preocupaciones y sin carencia de medios, en un terreno esencial y estratégicamente inmejorable.' 2
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«Nacido en familia de cristianos viejos —nos cuenta él mismo—, mi formación fue de signo tradicional. Hijo de un obrero metalúrgico que había sido uno de los líderes del sindicalismo católico en Valencia y después creó una modesta industria, me eduqué entre gentes de derechas.» Quintacolumnista en la Guerra Civil; luchó en el bando republicano formando parte de la Brigadas Internacionales, lo que no fue obstáculo para hacerse primero propagandista católico y luego catedrático, después de adherirse al Opus Dei. Luego llegó a afirmar que fue el último socio de la Obra de antes de la guerra y, aunque consta que se entrevistó con Escrivá en 1936, su militancia en la Obra fue efectiva a partir sólo de 1940. Doctor y profesor adjunto de filosofía y letras en 1940, catedrático en 1942, no ocupa su puesto docente hasta 1946 en la Universidad de Madrid. Un año antes había iniciado su carrera de «publicista», como le gustaba llamarse, con el ensayo Valoración europea de la historia española. Desde entonces, publicó siete libros y otros trabajos menores a lo largo de una veintena de años, período que coincide con la fase expansiva del Opus Dei. Los mismos textos de Calvo Serer permiten distinguir claramente dos períodos de un decenio cada uno. A partir de 1949, aparecieron España sin problema, Teoría de la Restauración en 1952, La configuración del futuro en 1953 y Política de integración en 1955. En septiembre de 1953, publicó un artículo «La polítique intériure de l'Espagne de Franco» en la revista francesa Ecrits de París. El ataque político a las restantes familias políticas del franquismo fue tan violento que fue destituido fulminantemente de su cargo de director del Departamento de Culturas Modernas en el CSIC, el cual había tanto aprovechado para el trabajo ideológico de su primera época de «publicista». Animado por la publicidad gratuita que se le hace y fingiéndose perseguido por la Dictadura publicó confidencialmente, en 1954, varios cientos de ejemplares de un nuevo panfleto de ochenta páginas titulado España después de los tratados, donde insiste en sus posiciones teóricas atacando duramente sectores del Régimen de Franco refractarios al fascismo clerical como los falangistas del aparato sindical o que mantenían una política diferente a la del Opus Dei como el equipo «liberalizador» de Ruiz Giménez. También llegó hasta atacar duramente la censura de prensa que ya estaba entonces en manos de socios del Opus Dei. De la frase de utilización de instrumentos ajenos, el Opus Dei estaba pasando entonces, a mediados de los años cincuenta, a poseer instrumentos propios que conformarían una actitud política más resuelta por parte de algunos miembros del Opus Dei y en la que agresividad ideológica iba a tomar formas nuevas. 15
COMPRENSIVOS Y E X C L U Y E N T E S
La generación de la posguerra se había polarizado particularmente, por un lado, entre los partidarios de una conciliación de las dos mitades en que España había permanecido dividida desde la Guerra Civil y que consideraban a España como un problema; y, por otro, los decididos partidarios de ninguna reconciliación o acercamiento, los que afirmaban que España no tenía problemas ideológicas y que sólo hacían falta medios técnicos para que estuviese en plena forma, dando por supuesto que la superioridad ideológica de España estaba fuera de toda duda. El libro de 215
Laín Entralgo, España como problema de 1948 y el libro respuesta de Calvo Serer, España sin problema, de 1949, fueron las obras básicas de ambas posiciones. Para los socios del Opus Dei, España no era problema por la sencilla razón, argumentaban, de que Menéndez Pelayo «nos dio la España sin problema para que a nosotros nos sea posible enfrentarnos con los problemas de España». Con la entrada de Ruiz Giménez en 1951, en el ministerio de Educación Nacional, la privilegiada posición del grupo de intelectuales socios del Opus Dei en la Universidad de Madrid y en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas comenzó a estar en peligro. Se les achacaba el fracaso estrepitoso, sin defensa ni explicación posible, de la «dirección cultural» desde 1939 a 1951, tanto en la universidad como en la investigación científica. El equipo ministerial de Ruiz Giménez pertenecía al área de los comprensivos y había sido promocionado prácticamente por Martín Artajo, entonces ministro de Asuntos Exteriores y miembro de la A C N P , como Ruiz Giménez. De forma defensiva, Calvo Serer incluyó un breve trabajo en La configuración del futuro, «como testimonio del empeño con que durante varios años trabajé dentro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas para que sus tareas no se desequilibrasen en contra de las ciencias del Espíritu». En la página 222 del mismo libro justifica a su manera la labor desarrollada fuera de la Universidad: «Estos años me he esforzado, en artículos, conferencias, conversaciones, en poner las cosas en su sitio. Para filosofar, sin duda, hay que vivir, hay que comer. Pero para vivir bien y ¡oh paradoja! para comer bien hay que filosofar y, es necesario añadir, hay que filosofar bien». Estas confesiones testimonian la preocupación por la supervivencia que tenía Calvo Serer, compartida por los otros miembros del Opus Dei, del verdadero peligro que se cernía sobre ellos con la pérdida de una plataforma tan valiosa como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, así como la obstrucción desde el ministerio del ramo a su escalada en las cátedras universitarias. Lo que estaba claro es que Rafael Calvo Serer se había estado paseando por el continente europeo desde 1943 a 1948, para ampliación de estudios, en Suiza, Alemania e Inglaterra, en busca sin duda del equilibro entre las Ciencias de la Naturaleza y las Ciencias del Espíritu. El planteamiento del problema, sin embargo, no podía hacerse a un nivel tan prosaico como el de los garbanzos. Con santa audacia y desvergüenza, los socios del Opus Dei, como la situación en el campo de la enseñanza no les era favorable, recurrieron, con Calvo Serer en la vanguardia, a una estratagema ideológica consistente en trasponer el problema real de rivalidad política entre dos fracciones dentro del franquismo a un nivel ideológico mucho menos evidente. Se trataba de encorsetar íntegramente dentro de las coordenadas ideológicas del fascismo clerical la inevitable liberalización del Régimen o de fomentar, en cambio, la liberalización que iba a conducir al régimen de Franco hacia caminos desconocidos, abandonando sus señas propias de identidad. Mientras tanto, el Opus Dei seguía acrecentando sus filas y la senda de Escrivá se estaba haciendo cada día más conocida en España. Los hombres que estaban en la coyuntura eran, por una parte, los comprensivos y, por otra, los excluyentes. Los ideólogos del Opus Dei, instalándose en la cresta de una ola históricamente montante, no reconocieron jamás la nulidad de su trabajo científico y atacaron 16
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duramente a sus rivales; aún más, el propio Calvo Serer llegó a señalar cínicamente que «lo que se pudo hacer y no se ha dejado hacer, por ejemplo, en la investigación científica y en las relaciones culturales es algo que clama al cielo»." Según ellos, el peligro inmediato estaba en la escisión ideológica de la clase dominante, en el foso que se estaba agrandando. La unidad ideológica del fascismo clerical debía ser protegida a toda costa. Según los miembros del Opus Dei, se estaban abriendo grietas en esa unidad sacrosanta. En Política de integración, Calvo Serer argüía que «entre las dos políticas culturales examinadas, la de yuxtaposición o síntesis igualitaria, y la de integración por superación, no hay más que una elección viable, en favor de esta última, ya que la primera se ha demostrado que no es realizable». Según Calvo Serer, «el pensamiento heterodoxo quedó eliminado o reducido al silencio durante la guerra. Hasta 1942, la heterodoxia resurge sólo débilmente, ya que se encuentra con la resistencia decidida de los católicos porque los nombres de los intelectuales izquierdistas repugnan al ejército, que los ha tenido como enemigos políticos. Al reanudarse, en 1951, las luchas intelectuales y discutirse el sentido del Alzamiento, cruzada para los católicos y sólo movimiento armado para los izquierdistas, se ven los puntos frágiles de la unificación y la posibilidad de un peligro siempre dispuesto a renacer. En defensa de la sola unidad posible, lo que intentamos llevar al ánimo de todos es que lo católico además de tener una función primordial y fundamental, es esencialmente necesario para la convivencia nacional. Cualquier discusión sobre este punto o cualquier indecisión al llevarlo a la práctica, reproduciría el estado de indecisión y anarquía que se quiso acabar en 1936». «Si queremos perfeccionar nuestro trabajo, estimular la ciencia, crear industrias, aumentar las riquezas —ya había afirmado antes Rafael Calvo Serer—, es imprescindible asegurar, frente a las grietas, la solidez de la conciencia nacional unitaria». «Desde 1939 —había dicho Calvo Serer en La configuración del futuro—, estamos los españoles trabajando de veras para lograr investigación, ciencia y técnica de rango europeo. Al mismo tiempo, financieros y hombres de empresa levantan industrias y abren nuevas fuentes de energía para crear riquezas, mientras que escritores y pensadores se esfuerzan para lograr un clima espiritual que sustente a unos otros, a teóricos y prácticos, a los hombres de estudio y a los de acción. Queda mucho por hacer, es indudable. Que se puede perfeccionar lo iniciado, no admite discusión. Como tampoco el que se han cometido graves errores, tanto incapacidad de algunos como por obstinada terquedad de otros. Lo que se pudo hacer y no se ha dejado hacer, por ejemplo, en la investigación científica y en las relaciones culturales es algo que clama al cielo; si hiciera falta, esto se podría concretar de manera clara contundente (...) Algo hay, sin embargo, que puede dar al traste con todo, con la investigación y la técnica, con la ciencia la industria, sumiéndonos otra vez en aquella anarquía crónica que padecimos desde comienzos del xix, y que no ha hecho más que acumular problemas, sin dejar ni reposo, ni tiempo, ni paciencia para las soluciones. Me refiero a las grietas en esa maciza unidad que es la que han hecho posible los trece años de estabilidad, paz y continuidad.» «Desde el 18 de julio —volvería a insistir Calvo Serer en Política de integración—, la máquina cultural del nuevo Estado ha puesto en práctica dos políticas de la inteligencia. Pero hasta ahora no se ha logrado plenamente la integración nacio18
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nal, a pesar de haberse utilizado los instrumentos fundamentales: la investigación científica, la docencia universitaria, las relaciones culturales, la prensa y las ediciones (...) Una política de integración que actúe según un plan conjunto a través de los organismos correspondientes tiene que lograr la unidad nacional en las nuevas generaciones. Todavía el poder es suficientemente fuerte como para decidir en favor de uno de los posibles planteamientos capaces de configurar el futuro». Esta alternativa política que Calvo Serer presentó desde la ortodoxia del fascismo clerical encontró posteriormente eco y fue apercibida por el poder en 1956, cuando Carrero Blanco reclutó a López Rodó, numerario de la Obra salido del virginal anonimato político, al tiempo que eran convocados otros miembros del Opus Dei; mientras que la fracción «comprensiva»,donde figuraban propagandistas católicos y que ocupaba carteras ministeriales como Educación Nacional y Asuntos Exteriores fue parcialmente eliminada en 1957. La operación continuaría con la salida del «comprensivo» Castiella en 1969 y con la del menos comprensivo Silva Muñoz en 1970. Era evidente que miembros de la A C N P como Ruiz Giménez, tránsfugas del falangismo como Tovar o Laín Entralgo y algún que otro orteguiano, no poseían la coherencia ideológica fascista de Calvo Serer y sus compañeros. La vida política en activo de la fracción «comprensiva» duró cinco años. En 1956 la resaca universitaria puso en evidencia la pureza ideológica de la Dictadura, haciendo tambalear el mismísimo orden público. En 1957 salieron los «liberales» del Consejo de Ministros y el régimen de Franco continuó en la senda segura, en el camino de un fascismo clerical sin contaminaciones. También en 1957, no resultaba un azar, socios del Opus Dei llegaron a alcanzar por primera vez la categoría de ministros. Sin embargo, un «comprensivo» como Castiella fue designado ministro de Asuntos Exteriores, quizás como recuerdo compensatorio de dos grandes triunfos políticos, el concordato con el Vaticano y el acuerdo diplomático con los Estados Unidos.El Opus Dei no tenía todavía, en 1957, la fuerza política suficiente para copar el Consejo de Ministros, que fue lo que le llevó a hacer años más tarde, por aquello de la «unidad de poder y coordinación de funciones». 42
T E R C E R A FUERZA
Los proyectos políticos de la Obra no se redujeron a un simple asalto al Poder sino que hubo elaboración previa en algunos casos; con este objetivo Calvo Serer intenta lanzar hacia 1952, dentro de su libro Teoría de la restauración, el señuelo ideológico de la «Tercera Fuerza» en España. Para el ideólogo del Opus Dei, «articular un tercer camino entre el liberalismo y el marxismo constituye una empresa tan digna como necesaria». La Tercera Fuerza no se presentaba como una vía de salida hacia la reconciliación de las dos Españas, entre una democracia republicana y el franquismo. Ni tampoco como un camino equidistante de los dos polos extremos de la sociedad española. La Tercera Fuerza tan sólo significaba un proyecto más dentro de la Dictadura de Franco y sus escasos militantes, casi todos miembros del Opus Dei, estaban dispuestos a elaborar un sistema ideológico explícito que pudiera ayudar a sacar, tras la derrota del nazifascismo, del apuro ideológico y aislamiento polí218
tico en que se encontraba el Régimen de Franco. En frase textual de Calvo Serer, «un tercer camino entre el liberalismo y el marxismo»; aunque en Ecrits de París de 1953, Calvo Serer insistía sobre el tema de la Tercera Fuerza con una óptica política mucho más reducida. Un texto de Florentino Pérez Embid, otro notorio miembro de la Obra, refuerza estos propósitos de centrismo político: «Somos adversarios por amplitud de criterio y aun por estética de las burdas tosquedades de la derecha reaccionaria, pero estamos a la vez alejados por instinto de responsabilidad del complejo de inferioridad ante las amenazas de la izquierda, y aspiramos a centrar una convivencia civil...» Jean Bécarud, hispanista francés estudioso del Opus Dei, intenta analizar en uno de sus libros «la acción del Opus Dei en los años que van de 1947 a 1957, en el curso de los cuales algunos de los miembros más sobresalientes del Opus Dei se forjan una ideología bien definida y tienden a constituir si no un partido, los partidos continuaban estando prohibidos en España, por lo menos una tendencia política perfectamente caracterizada: la Tercera Fuerza». Según Bécarud, dos operaciones distintas parece que ha realizado el Opus Dei en los diez años que discurren entre 1947 y 1957; de un lado, la elaboración teórica de una ideología, una ideología bien definida, señala Bécarud; y por otro, la constitución de una tendencia política, la Tercera Fuerza. Pero frente al fascismo y el marxismo, la Tercera Fuerza de Calvo Serer no era sino una variante ideológica más dentro del fascismo clerical imperante entonces en España, cuya elaboración teórica fue posterior a la propia existencia de la ideología. Como señaló el propio Calvo Serer, «esas ideas nacionales y religiosas que animaron en la guerra a los hombres de la nueva generación española han tenido que ser elaboradas después de la contienda». A un nivel político, en cambio, la Tercera Fuerza tendría un carácter mucho más preciso. Calvo Serer resumía su «programa político» en Ecrits de París; allí decía que «el Caudillo puede alentar los progresos de la Tercera Fuerza y oponerse a ellos, lo que provocaría el triunfo de una de las otras (Falange y demócratas cristianos) aunque estén ya agotadas». El concepto de Tercera Fuerza era pues utilizado por Calvo Serer con un sentido más casero, aplicando un modelo centrista en el análisis político de la realidad española. La Tercera Fuerza de Calvo Serer resultaba ser un argumento más en el arsenal demagógico del ideólogo más activo del Opus Dei, porque todo dependía de la voluntad de Franco. El centrismo tan ambicionado por los estrategas del Opus Dei no era, por tanto, la corriente política que pueda existir en un país de democracia entre una izquierda y una derecha más o menos delimitadas. El centrismo ambicionado por una fracción activa del Opus Dei se limitaba tan sólo al marco fascista de las instituciones políticas impuestas en España por la fuerza de las armas desde 1939. La aspiración política de estos miembros del Opus Dei se reducía a la de ser arbitro dirigente, el centro ordenador, del fascismo clerical en España. En este sentido, un católico tan significado como Manuel Giménez Fernández, en un escrito dirigido al nuncio del Vaticano en España, denunció «la actividad de caracterizados eclesiásticos y seglares que con determinadas actuaciones ponen en peligro el prestigio y pacífica actuación futura de la Iglesia al colaborar en el mantenimiento del espíritu de la Guerra Civil» y también señaló en el mismo escrito 43
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«la persistencia de los más destacados voceros del Opus Dei en recabar para sí exclusivamente el acierto al fijar la posición política que han de adoptar los católicos militantes en relación con el régimen instaurado en España desde nuestra última Guerra Civil». Ideólogos del Opus Dei como Calvo Serer, Pérez Embid, Rodríguez Casado, López A m o y otros, admitían de hecho la concepción totalitaria del Estado cuando aceptaban el régimen del Franco y su férrea dictadura sobre la sociedad española; pero al mismo tiempo teorizaban sobre equilibrios futuros, todavía imaginarios, entre la sociedad y el Estado. Como es sabido, la concepción totalitaria del Estado es el presupuesto clásico de cualquier ideología fascista. En algunos casos, la opinión de estos ideólogos tuvo entonces alguna importancia fuera del reducido círculo de correligionarios. Se puede citar como ejemplo a Angel López Amo, que era uno de los profesores del Opus Dei escogido para la educación de Juan Carlos de Borbón, uno de los candidatos entonces mejor situados a la sucesión de Franco. Pero fue Calvo Serer quien reconoció abiertamente en su libro La fuerza creadora de la libertad, publicado en 1959, la estrategia de los socios del Opus Dei atreviéndose a confesar públicamente que «en España llevamos algunos años trabajando para crear una élite que disponga de un Estado fuerte, encarnado en la Monarquía social». Para la instauración de esta monarquía, Calvo Serer recomendaba como necesario: 1) Unidad de las creencias en los sentimientos y en los intereses para que la sociedad no se fragmente, pulverice y disperse; 2) Un Poder ejecutivo fuerte; y 3) Una élite que conozca los principios y reelabore el sistema tradicional de ideas y que, desde el poder coadyuve con las fuerzas sociales que tienden a reconstruir cristianamente la sociedad. Por último, Calvo Serer advertía que «esta tarea creadora no es exclusiva de una personalidad, por fuerte que ella sea, sino, al mismo tiempo, de una élite». La alusión a Franco, la personalidad fuerte, y a sus hermanos de la Obra de Dios, la élite, resultaba transparente. Considerado como el manifiesto fundacional de la Tercera Fuerza, el escrito titulado «La política interior en la España de Franco», cuyo autor era Calvo Serer, nunca fue publicado pero circuló ampliamente en España y salió a la luz pública, bajo forma de artículo, en la revista francesa Ecrits de París, en septiembre de 1953. Meses antes, en ese mismo año de 1953, como los miembros del Opus Dei ya tenían fácil acceso al dictador, Calvo Serer intentó que Franco confiara el Gobierno a esa Tercera Fuerza compuesta de notables monárquicos como Juan Claudio Güell Churruca, conde de Ruiseñada, además del grupo de miembros del Opus Dei, y como reconoce el propio Calvo Serer «el original del artículo mencionado fue entregado por mí al Jefe del Estado en febrero de aquel año». Cuando le sometió el manifiesto-programa cuentan que Franco al leerlo comentó: «No está mal». Pero no hizo nada. ' Calvo Serer debió alejarse una temporada del hervidero político madrileño, haciendo en París figura de exiliado, después de acusar a los falangistas de totalitarios y propugnar la Tercera Fuerza pidiendo la transición a la Monarquía. Los miembros de la Obra sintieron miedo en Madrid. «A nosotros todo aquello nos asustó un poco —reconoce Antonio Pérez—, y comprendimos que teníamos pocas defensas, poco apoyo político, si querían meterse con la Obra.» Escrivá 47
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intervino, por su parte, en el episodio de la Tercera Fuerza, pidiendo protección política para él y para «sus hijos», directamente a Franco, en el palacio de El Pardo. Cuando Escrivá se enteró de un comentario sobre Calvo Serer de que era «persona sin familia», sus hagiógrafos cuentan que desde Roma se fue a España inmediatamente, solicitó audiencia a Franco y fue recibido enseguida en el palacio del Pardo. La fama del Opus Dei crecía por momentos, y reaccionó Escrivá como un padre que defiende a su hijo, lo cual ayudaba a dorar al mismo tiempo su imagen de «Padre de la Obra». La actitud de Calvo Serer estaba cubierta de alguna manera por Escrivá, ya que dentro del Opus Dei, según la norma 424 de las Constituciones, «en modo alguno se consiente un socio acéfalo o errabundo». Se cuenta en las hagiografías que, sin entrar en las causas de las divergencias políticas que favorecían sin duda la imagen del pluralismo político tan deseado pero que no era realidad en el Opus Dei, Escrivá afirmó públicamente entonces que no podía tolerar que de un hijo suyo se dijera que era un hombre sin familia cuando «tenía una familia sobrenatural, la Obra, y él se consideraba su padre». 53
De esta entrevista de Escrivá con Franco no hubo testigos y no se disponen de más fuentes históricas que los archivos internos del Opus Dei, donde se narra el encuentro de la manera siguiente. Franco le preguntó a Escrivá, refiriéndose a Calvo Serer: «¿Y si le meten en la cárcel?», a lo cual respondió Escrivá: «Yo respetaré las decisiones de la autoridad judicial, pero, si lo llevan a prisión, nadie me podrá impedir que facilite a ese hijo mío la asistencia espiritual y material que necesite». Escrivá mantuvo además una entrevista con Carrero Blanco, eminencia gris del Régimen y padrino político del Opus Dei, en donde reconoció que el fundador de la Obra tenía razón, tras haberle dicho Escrivá con fuerza: «...Tú no tienes familia, ¡éste tiene la mía!...Tú no tienes hogar, ¡éste tiene mi hogar!...». Escrivá contó que entonces Carrero Blanco le pidió perdón. La historia del intento de la Tercera Fuerza acabó cuatro años más tarde, en febrero de 1957. El testimonio de Antonio Pérez, entonces virtual número dos y responsable máximo del Opus Dei en España, resulta esclarecedor al respecto: «Supimos que Franco iba a abrir una crisis inmediatamente y empezamos a preparar listas y a ir y venir a Presidencia del Gobierno. El despiste de la Tercera Fuerza fue notable y eso que Florentino (Pérez Embid) vivía en la misma casa que nosotros, en el piso noble de la residencia del Diego de León, que hacía de casa central de la Obra en España. Recuerdo que una noche llegó Rafael Calvo muy excitado asegurando que llevaba consigo la lista buena del Gobierno que iba a salir al día siguiente. Nos la leyó y yo, que conocía la realidad, no quise decirle en ese momento que no había acertado en ningún nombre (...) Al saberse al día siguiente el nuevo Gabinete, el enfado de Calvo y sus corifeos fue mayúsculo. Estuvo varios meses sin venir a verme y Florentino (Pérez Embid) bautizó todo aquello con el nombre de operación Esfina». La Sociedad Española Anónima de Estudios Financieros o Esfina era donde se habían centralizado los negocios propios e inversiones de la Obra de Dios. 54
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FINANZAS D E L O P U S D E I
Las órdenes y congregaciones religiosas de la Iglesia católica tienden a asegurarse sus inversiones a través de los puestos que ocupan hombres de su confianza que representan sus intereses en los consejos de administración en bancos y sociedades anónimas. Existe, en este aspecto, una técnica depurada en cuanto a la transmisión de capital para que resulte una herencia mucho más automática que la de padres a hijos. Pero esta técnica de utilizar hombres de paja, o testaferros, presenta también grandes inconvenientes y por ello, en el mundo de los negocios, el Vaticano ha padecido últimamente graves dificultades, así como también otras órdenes religiosas, entre ellas la Compañía de Jesús. Basta con señalar los problemas financieros del Instituto de Obras de la Religión ( IOR). considerado como el «banco del Papa». La reciente crisis financiera sufrida por el Vaticano fue consecuencia directa de la quiebra fraudulenta del banquero italiano Michele Sindona y de las repercusiones escandalosas del asunto Calvi. Dentro de las finanzas de la Iglesia Católica, las del Opus Dei representan un caso especial y no por ello menos interesante. Para comprender el mecanismo financiero y la riqueza de la que hace gala y ostentación el Opus Dei, nada más fácil que remitirse a las Constituciones internas de la Obra, todavía vigentes, que son «su cimiento» y deben tenerse, según la norma 172, por «santas, inviolables y perpetuas». La norma 176 señala también que «contra las Constituciones no podrán nunca prevalecer ni costumbre alguna ni ningún desuso». Según la norma 161, por la fuerza del voto de pobreza los miembros del Opus Dei renuncian, en primer lugar, a la facultad de disponer lícitamente de cualquier bien temporal, valorable en precio, sin licencia legítima de los Superiores, y en segundo lugar, a la facultad de adquirir para sí bienes, cualesquiera que sean, de los que se le entrega o adquieren por su propia industria o trabajo. También para mejor adquirir el espíritu de pobreza, los socios han de rendir cuentas cada mes de lo recibido y de lo gastado, a no ser que al Superior le parezca más conveniente de otro modo (norma 253) La propiedad en el Opus Dei es siempre subordinada (norma 367). Así, tanto los bienes inmuebles como los muebles son gestionados por el Administrador General, siendo de la incumbencia de éste definir qué gastos pueden hacer los administradores inferiores, según las circunstancias y las condiciones de los asuntos lo pidan, y ejercer sobre ellos vigilancia (norma 371). Todo está minuciosamente reglamentado y contabilizado dentro del Opus Dei, como lo demuestra la norma 377. Según esta norma, «el dinero, los títulos y los valores de género semejante han de depositarse en bancos o en la caja de caudales general, que se cerrará con doble llave, de las cuales una la retendrá en su poder el Padre (Presidente) y otra el Administrador. Igualmente los instrumentos acreditativos de aquellas sumas que están depositadas en los bancos, así como también los contratos y documentos de otros créditos y obligaciones, han de ser guardados cuidadosamente por el Padre (Presidente) y por el Administrador General». Las Constituciones distinguen entre bienes eclesiásticos, adscritos al Opus Dei, y otros denominados bienes profanos, que no están adscritos y sin embargo, están sujetos a su potestad y dirección, según la norma 372. No obstante, con las aportaciones individuales y el voto de la pobreza de sus miembros, el Opus Dei 222
nunca hubiera logrado sufragar los gastos de sus «obras del apostolado». Es decir, que para ayudarse financieramente existen en el Opus Dei las llamadas «sociedades auxiliares», descritas en la norma 9 de las Constituciones: «los socios del Opus Dei actúan ya individualmente, ya por medio de asociaciones que pueden ser bien culturales o bien artísticas, financieras, etc. Y que se llaman sociedades auxiliares. Estas sociedades están igualmente, en su actividad, sujetas a obediencia a la autoridad jerárquica del Instituto». La norma 388, parágrafo 7, precisaba este control ejercido por el Opus Dei: «...corresponde al Consiliario con voto consultivo de la Comisión... designar los directores de las diversas sociedades auxiliares y de las diversas obras comunes de la Región, entre miembros que sean por lo menos Inscritos, guardándose la norma 297». Y esta norma 297 precisaba todavía más dicho control: «Nadie puede ser promovido a un cargo de gobierno, ni aún local, si no interviene consentimiento expreso del Presidente General. Sin embargo, el Presidente, antes de conceder su venia, ha de procurarse cuidadosas y ciertas informaciones. Y si el Presidente se niega a dar su consentimiento, debe, como máximo, explicar las causas de esta decisión al Vicepresidente, si lo hay, o al Secretario General del Instituto». Queda claro, por tanto, el alcance y control que ejerce el Opus Dei en todas y cada una de las sociedades auxiliares que componen su patrimonio. Por eso, cuando se dice que una sociedad anónima está controlada por el Opus Dei, significa que como «sociedad auxiliar» la totalidad o la mayoría de las acciones de dicha sociedad anónima está en manos de miembros del Opus Dei. Aunque también conviene señalar la salvedad reconocida en la norma 373, que deja una puerta de escape abierta para preservar a la organización de los posibles errores cometidos por sus miembros y libera en todos los casos de cualquier responsabilidad a la organización. La norma 373 determina que si quien contrata es la Administración General, la Administración regional o la Administración local, es el Opus Dei quien responde, pero si el que contrata es un miembro, a no ser que realizare un negocio por mandato de sus superiores, es él quien responde. En este caso, bastaría el silencio del Superior para tener que responsabilizarse de forma obligada el miembro del Opus Dei. «En cuanto a la realización de gastos o contratación de obligaciones por parte de las sociedades auxiliares, deben guardarse las prescripciones que, asimismo según los tiempos lo demanden, sean determinadas por el padre con el voto deliberativo del Consejo General» (norma 372 § 3°). El voto deliberativo es un voto consultivo y la decisión depende siempre del Padre o Presidente. El Consejo puede considerar atenta y detenidamente el pro y el contra de los motivos de la decisión, pero el poder es absoluto y todo depende del Presidente de la Obra de Dios. Por último, el Administrador General debe visitar a las administraciones inferiores, inspeccionando también las sociedades auxiliares, según la norma 375 de las Constituciones. El Administrador Regional, así como la Procuradora en la sección femenina tienen parecidos cometidos a sus respectivos niveles, en orden a conseguir «un conocimiento perfecto» del estado general de la administración de la Obra de Dios. Según un dictamen elaborado por juristas experimentados que prefirieron guardar el anonimato por temor a las represalias políticas en los tiempos en que fue redactado, aparecía clara la técnica de utilización de los miembros del Opus 223
Dei como hombres de paja o testaferros de la organización. Entre los autores del dictamen, fechado en 1962, figuraba Manuel Giménez Fernández, antiguo ministro y catedrático de Derecho en la Universidad de Sevilla. El dictamen en sus conclusiones señalaba el carácter fiduciario de las fianzas del Opus Dei, donde el titular fiduciario no es jamás independiente sino que está dominado por el titular real que en este caso era el Opus Dei, lo cual derribaba la tesis de independencia de los miembros de la Obra en el terreno económico. Según el dictamen, la totalidad de la actuación institucional del Opus Dei se realiza a través de una serie de formas y actos jurídicos que, en la práctica, nunca aparecen a nombre del Opus Dei, sino a nombre de miembros individuales de la Obra. Esto vale tanto para los contratos de arrendamiento de locales para casas y residencias del Opus Dei, como para las sociedades mercantiles con actuación especializada en la educación o las sociedades mercantiles con actuación exterior, prensa y publicidad; así como también para los títulos de propiedad de toda clase de bienes. Los contratos de arrendamiento nunca están firmados a nombre del Opus Dei, sino a nombre personal de alguno de los residentes. Las acciones de las sociedades también figuran a nombre de miembros individuales, los cuales ocupan, formalmente a nombre propio y no como representantes de nadie, los cargos de dirección de dichas sociedades. Igual sucede con la titularidad de bienes inmuebles, etcétera. Pues bien: es una evidencia que esos titulares formales no son los titulares de los arrendamientos ni de las acciones y cargos directivos de las sociedades ni de los bienes, sino meros titulares aparentes o «fiduciarios», esto es, titulares «por cuenta de un titular real» que no aparece al exterior, aunque conserva su poder efectivo por medio de pactos interiores con el fiduciario. Para evitar problemas, el pacto más importante en la práctica es siempre un dispositivo para precaverse de cualquier rebelión por el fiduciario y lo corriente, en el caso de titularidad de acciones, es la entrega por el fiduciario de un «vendí» firmado por las acciones sin fecha,que se puede negociar con plenos efectos en cualquier momento. El carácter de fiduciarios de estos titulares se justifica fácilmente con sólo notar que la mayor parte de ellos carecen totalmente de posición económica propia capaz de explicar los paquetes de acciones o los bienes a su nombre. Es de notar además que, como es común en la política de grupos económicos, en los consejos de administración de las sociedades del Opus Dei se repiten con mucha frecuencia los mismos nombres, hasta constituir una verdadera oligarquía financiera que sería absolutamente inexplicable por razones económicas de fondo, fuera de la tesis de las titularidades fiduciarias. Por otra parte, un sumarísimo análisis del comportamiento de las sociedades del Opus Dei corrobora que en ellas domina un efectivo y único titular real, por encima de la pluralidad de titulares aparentes. Esto confirma definitivamente la tesis del carácter fiduciario de estas titularidades. En virtud de esta tesis, que es elemental en términos jurídicos para cualquier jurista experimentado, puede contradecirse la tesis oficial del Opus Dei de que las sociedades de la Obra no son tales, sino de miembros de la misma que actúan con independencia. El titular fiduciario no es jamás independiente, sino que está dominado por el titular real, por cuenta del cual, aunque ocultamente, actúa y del cual es un simple instrumento. 224
O P E R A C I Ó N ESFINA
Hay un año en la vida económica que fue decisivo para las finanzas del Opus Dei: 1956. Por una serie de circunstancias, ese año se precipitaron todas las expectativas económicas que se estaban fraguando. En los años inmediatamente anteriores a 1956, casi podría decirse que los miembros del Opus Dei encargados de las finanzas estaban alcanzando algunos de sus objetivos estratégicos. Para caracterizarlo con dos o tres datos significativos basta con señalar la construcción de una serie de negocios propios, entre los que destacaba la sociedad financiera Esfina, y la obtención del primer banco de la Obra, el Banco Popular Español, en 1952. La aparición de miembros del Opus Dei en los órganos de dirección de bancos españoles no tuvo lugar hasta diciembre de 1952, cuando entraron en el Banco Popular Español, apoyados por el entonces director general Nicolás Rubio García y en abierto enfrentamiento con los otros consejeros del banco, que se estaban autoconcediendo créditos en operaciones no demasiado ortodoxas y beneficiando notoriamente a parientes y amigos. El capital social del banco, antes llamado Banco Popular de los Previsores del Porvenir, era de cien millones de pesetas, de los cuales sólo una parte se encontraba desembolsado. En la Junta General de Accionistas de 1952 se presentaron dos miembros del Opus Dei, Mariano Navarro Rubio y Juan Caldés Lizana, debidamente informados y con documentación comprometedora, exigiendo aclaraciones que equivalían a un chantaje. La reacción fue tan inmediata y favorable para ambos que les ofrecieron cargos directivos, con lo que pasaron a controlar sin dinero un banco, convertido luego en plataforma excepcional para la Obra, que necesitaba urgentemente financiación para sus apostolados. A partir de entonces, con aquel golpe de audacia puede decirse que el Banco Popular Español pasó bajo control del Opus Dei y el espíritu apostólico de los miembros de la Obra influiría en todas las operaciones del banco. Pero España vivía una época en que ningún personaje o asociación podía hacerse un hueco en la banca española sin contar antes con el acuerdo de la oligarquía financiera, y los miembros del Opus Dei disponían de los apoyos incondicionales de Ramón Rivera, conde de Limpias, y de Juan Antonio Bravo, ambos vinculados al Banco Central. Fue en una cena celebrada en casa de Juan Antonio Bravo en abril de 1953 cuando los miembros del Opus Dei consiguieron un acuerdo de principio con el presidente Ignacio Villalonga, para desgajar algunos activos y obtener cobertura del Banco Central. En aquellas primeras maniobras financieras destacó Luis Valls Taberner, sobrino de un procer catalán, que de oscuro funcionario de la sección de publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas pasó a ser vicepresidente del Banco Popular Español en octubre de 1953; el puesto de consejerodelegado se lo reservó Mariano Navarro Rubio, uno de los artífices del abordaje para conseguir el control sin desembolsar una peseta, aunque contando con la complicidad interna en el banco de su director general. En 1954 tuvo lugar una renovación dentro del Banco Popular que afianzó aún más a los miembros del Opus Dei en el consejo de administración; las sucesivas ampliaciones de capital a partir de 1955 deben ya considerarse bajo la influencia del «espíritu de la Obra». 57
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Junto a Valls Taberner, Navarro Rubio y Caldés Lizana se incorporaron posteriormente al Banco, Jorge Brosa, José Luis Moris y Rafael Termes. Un texto impresionante de los proyectos ambiciosos del Opus Dei apareció en un folleto publicitario publicado posteriormente por el Banco Popular Español, comentando la reorganización anterior del Banco: «El equipo es un grupo de hombres reunidos por un lazo orgánico, es decir, para el servicio de una obra o de una causa común, a la que aportan igual entusiasmo y se reparten el esfuerzo requerido en proporción de los dones, habilidades o medios, sin preocupación de competencias, rivalidades o intrigas, asociados por el resultado de conjunto, no por el éxito de tal o cual suerte particular. Esta fue la fórmula de todas las grandes obras que han producido las civilizaciones humanas». Los años 1953, 1954, 1955 y 1956 coinciden con la expansión de las sociedades auxiliares de la Obra. Fue entonces cuando socios numerarios y supernumerarios iniciaron negocios propios orientados hacia el comercio internacional, las patentes industriales, el cine y la prensa. Así se crearon obras comunes o sociedades auxiliares que se constituyen por socios de la Obra y cooperadores o amigos con fines lucrativos, aunque sin olvidar la finalidad apostólica última. La organización central de estos negocios e inversiones de la Obra se instaló en una sociedad financiera llamada Esfina o Sociedad Española de Estudios Financieros, constituida el 9 de abril de 1956 ante el notario Fausto Navarro, con sede en Madrid, en la calle de Claudio Coello número 16, 5.° piso, donde se reunían los directivos de las diferentes sociedades recién creadas; allí tenían despacho Alberto Ullastres y Luis Valls Taberner. " A corto plazo, se trataba de atraer hacia Esfina como entidad financiera los ahorros de parientes y amigos del Opus Dei, a los que se otorgaría un interés superior al bancario, hablándoles además del fin cristiano de aquellas inversiones, destinadas a sostener, entre otros negocios, una Prensa católica. Antonio Pérez Hernández, uno de los artífices del diseño de aquella estrategia cuenta que «los responsables en España nos reunimos entonces para asomarnos en serio al mundo económico e iniciar una nueva etapa. Hay que reconocer que ya había medio centenar de socios numerarios con la suficiente preparación para meterse en negocios y teníamos muchos contactos, de modo que Luis Valls y yo, con la cooperación de Rafael Termes, Alberto Ullastres, Ortega Pardo, Manuel Barturen y otros, dedicamos mucho tiempo a tratar gente, oír proposiciones y lanzar lo que en algunos ambientes se empezó a conocer como operación Esfina, tomando el nombre de una sociedad de inversiones y estudios financieros de la que se acababa de hacer cargo Alberto Ullastres.» Simultáneamente a la creación de sociedades y empresas se montó una estructura paralela dentro del aparato de la Obra para aprovisionarse y absorber los beneficios de los capitales movilizados. A estos efectos se creó en la Comisión Regional de España una oficina de empresas, encargada de orientar y aprobar las actuaciones de los numerarios en esas sociedades auxiliares, pero el mecanismo comenzó a viciarse desde su origen, generando aún más burocracia con los nombramientos de delegados de confianza de la Obra en cada empresa. La administración interna se dividía en tantas secciones como tareas desempeñaba. Había la sección de financiación de casas, la de apostolados concretos, y acababa de crearse entonces la sección de empresas. La oficina de la Administración 58
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Regional, desde donde se controlaba el tinglado económico interno puesto en marcha estaba desde 1953 en la calle Montesquinza, número 26, 4.° piso, de Madrid. El responsable era Andrés Rueda Salaverri, joven numerario de Segovia, cuya familia tenía un comercio de zapatería. «Bajo su mando había varias secciones —cuenta otro miembro del Opus Dei Francisco José de Saralegui—, una de las cuales era la de empresas, en la que se recibía información contable de todas ellas, se dictaban las instrucciones de gobierno y administración y se llevaba la relación con Roma, porque el Padre quería estar informado puntualmente del desarrollo de todo aquello». A medida que se desarrollaban las actividades económicas de la Obra, cuyo entramado de sociedades y empresas se centraba alrededor de Esfina y del Banco Popular Español, se fue desarrollando una nueva línea jerárquica dentro de aquella burocracia paralela. En cada sociedad o empresa que se fundaba se nombraba inmediatamente un encargado de despachar con la dirección de la Obra; el nuevo centro nacional de decisiones situado en el vértice de la nueva estructura de poder estaba regido por el Administrador Regional. Con la sección de empresas despachaban los encargados de cada sociedad. Tenían que entregar periódicamente balances de su actividad y recibían toda clase de consejos y órdenes, que se convertían en decisiones de la sociedad o empresa en cuestión a través del voto mayoritario de los miembros de la Obra. Alguna sociedades de mayor importancia despachaban también directamente con Luis Valls Taberner, el factótum general, que hasta 1953 había ocupado un discreto puesto de funcionario en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y pasó a ser luego vicepresidente del Banco Popular Español, «mi banquero» como le llamaba Escrivá. Valls efectuaba de vez en cuando viajes a Roma o recibía en Madrid a los emisarios de la casa central. El mensaje de Roma era muy simple y se reducía a dos consignas básicas: conseguir mucho dinero para financiar las casas y los apostolados, especialmente la construcción del Colegio Romano de la Obra en la capital del mundo católico, y penetrar, a través de afiliados o de personas de confianza, en la mayor cantidad posible de centros y entidades de poder. Como consecuencia de aquella actividad desplegada por el Opus Dei en el mundo de los negocios, los socios que estaban metidos en el engranaje económico comenzaban a disfrutar en la Obra de respeto y el status especial que antes sólo se otorgaba tácitamente a los intelectuales, es decir, generalmente a los catedráticos de universidad. A fuerza de oír el mensaje de expansión y de su inevitable prerrequisito económico, los miembros de la Obra se iban mentalizando en estas cuestiones de eficacia, y así como al principio la cohesión interna se basaba fundamentalmente en la fidelidad a las normas de piedad se había ido imponiendo un sentido práctico, simbolizado en la expansión geográfica, en el Colegio Romano, en el Estudio General de Navarra y también en el mundo financiero y político. Sin embargo, cada día resultaba más patente que, sin apoyo gubernamental, no había manera de desarrollar, por ejemplo, los planes de comercio exterior que se habían trazado los miembros del Opus Dei y, consiguientemente, de conseguir beneficios para la expansión de la Obra. Además, todo lo que determinó la grave amenaza que pesaba sobre la aventura financiera de la Obra fueron realidades que tomaron cuerpo en aquellos años y que llegaron entonces a precipitarse. El caso fue que a finales de 1956 un peligro de embargo sobre los bienes de la Obra llegó a ser inminente. 65
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Los cinco grandes bancos españoles, Hispano-Americano, Español de Crédito, Central, Vizcaya y Bilbao, hicieron pesar entonces amenazas de embargo sobre las comprometidas finanzas de la Obra, al haberle exigido a finales de 1956 el pago en metálico y la gradual rebaja del préstamo principal, que con importe acumulado de más de setenta millones de pesetas y con la aceptación o el aval de notorios miembros de la Obra había obtenido el Opus Dei par financiar sus empresas industriales y sociedades inmobiliarias.™ La ejecución de los préstamos por parte de los cinco grandes bancos españoles hubiera supuesto primero la ruina económica de la Obra y de sus avalistas después. Todo ese castillo de naipes de los negocios propios podía derrumbarse si no contaban son sólidos apoyos tanto políticos como económicos y fue entonces, a finales de 1956, cuando surgió en el Opus Dei la imperiosa necesidad de que miembros suyos se dedicaran por entero a la política para facilitar el desarrollo de los negocios, allegar fondos con urgencia para el funcionamiento de la Obra y para salvar, sobre todo, su comprometida situación financiera. Un autor estudioso de la Obra como Jean Bécarud señala también que el Opus Dei atravesaba durante el invierno 1956-1957 un período difícil, acosado por los bancos, y que necesitaba encontrar una salida a cualquier precio. El apoyo del Estado, obtenido gracias a la presencia de los miembros de la Obra en el Gobierno, representaba un remedio providencial que no había que dejar escapar. 71
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Todos al poder Camino del poder. — Monopolio político. — Tecnocracia. — Control del Estado. — Reacciones internas. — Fiebre constructora. — Fuentes de financiamiento. — Por fin banqueros. — Relaciones con la oligarquía. — Ramificaciones financieras. — Exportación de dinero. — Comercio exterior. — Política de inflación. — Apostolado obrero. — Sectores expansivos. — Apostolado de prensa.
C A M I N O D E L PODER
El Opus Dei inició su vida social en España con un reducido número de intelectuales de clase media como estudiantes, opositores a cátedra y catedráticos, residentes en grandes núcleos urbanos como Madrid y Barcelona. Este grupo inicial de socios del Opus Dei tuvo cierta acogida en los medios universitarios españoles de la posguerra. «Dios quiere un puñado de hombres suyos en cada actividad humana», había escrito el fundador en Camino, máxima 301. Resulta también reveladora la máxima 831: «Eres entre los tuyos —alma de apóstol—, la piedra caída en el lago. —Produce, con tu ejemplo y tu palabra un primer círculo... y éste, otro... y otro... y otro... Cada vez más ancho. ¿Comprendes ahora la grandeza de tu misión?». Empresarios, financieros, dirigentes políticos del franquismo, militares de alta graduación, etcétera, se sentían atraídos por el nuevo grupo y su actitud afianzadora y nada evasiva con respecto a la nueva situación. Finalizando la década de los cuarenta, el Opus Dei ya iba siendo conocido en círculos cada día más amplios de la burguesía española y se abría nuevas zonas de influencia en el seno de la sociedad. El núcleo de intelectuales de clase media y extracción urbana entre los que el fundador del Opus Dei encontró sus primeros seguidores había ido paulatinamente ampliándose hasta conseguir un enraizamiento entre militares, políticos y miembros de la oligarquía, los grandes triunfadores de «la cruzada». Esto es lo que iba a explicar la potencia posterior del Opus Dei en España. El gran capital y la burguesía española lograron asentar, gracias al Opus Dei, sus posiciones a todos los 229
niveles, acrecentando numéricamente también la Obra de Dios sus efectivos entre la mediana y pequeña burguesía, sobre todo urbana, cuya función social predominante ha sido en España la de abastecer de cuadros técnicos al Sistema, tanto al Capital como al Estado. Los socios de la Obra de Dios iban a alcanzar posiciones de dominio político a través de una larga escalada que se inició en los albores del Régimen de Franco. Parte de los socios que formaron el núcleo originario de la Obra de Dios procedían de provincias, que dejaron atrás para instalarse en la capital de España, donde movieron influencias usufructando el CSIC desde sus comienzos y estaban dispuestos a dar el asalto político. Desde esta perspectiva, resulta superfluo preguntarse si el Opus Dei pretendía tomar el control del Estado en España o si fue una coincidencia el que tantos miembros fueran llamados a cargos en el Gobierno. No existía una estrategia homogénea ni era una operación montada maquiavélicamente desde Roma: se trataba de un asalto al Poder por todos los medios, en este caso de ir al copo del poder político, aunque no dispusieran todavía de fuerza suficiente para hacerlo totalmente. Con la carga ambiciosa que arrastraban sus miembros, empezando por el currículo de su fundador, el Opus Dei tenía que anhelar el Poder, de la misma forma que un átomo desea tener completas sus capas eléctricas. El asalto al Poder por parte de miembros del Opus Dei se fue concretando en la segunda mitad de la década de los cincuenta, con Carrero Blanco como padrino político, cuando Navarro Rubio fue nombrado en 1955 subsecretario en el ministerio de Obras Públicas, López Rodó fue llamado para una reorganización administrativa del Estado en 1956 y otros miembros del Opus Dei como Ullastres o Navarro Rubio fueron nombrados ministros en las áreas económicas del Gobierno en 1957, mientras que Villar Palasí ascendía de secretario general a subsecretario de Información y Turismo. Según la Ley orgánica del Estado, entonces en vigor, artículo 13, apartado I, «El Jefe del Estado dirige la gobernación del Reino por medio del Consejo de M i nistros», es decir, que el poder ejecutivo era ejercido en España por Franco y su Consejo de Ministros, absorbiendo de hecho el poder ejecutivo a los otros dos poderes, el legislativo y el judicial, y convirtiéndose en el único poder decisorio de la Dictadura. Por todo ello, se concede importancia en el análisis a los cambios de ministros habidos en los gobiernos de Franco, porque lo que vino acaeciendo en el Ejecutivo en los sucesivos gobiernos de Franco fue lo que en fin de cuentas llegó a determinar el resto del acontecer político bajo la Dictadura. 1
M O N O P O L I O POLÍTICO
A fines de 1956, el Opus fue capaz de ofrecer no sólo hombres, sino además un programa para salir del marasmo económico y político en que se encontraba el país y frente al cual la Falange no podía formular nada. Así las cosas, tras una incubación de poco más de un año, el 25 de febrero de 1957, Franco formó un nuevo Gobierno, cambiando dos tercios de los ministros del gabinete, es decir, que en un gabinete de dieciocho ministros cambiaban nada menos que doce. En el nuevo equipo ministerial entraron por fin socios del Opus Dei en el aparato de Estado a nivel de ministerio. Joaquín Planell, militar de carrera, general 2
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de brigada del Cuerpo de Ingenieros de Armamento y Construcción, por ser amigo del Opus Dei, es mantenido como ministro de Industria; Cirilo Cánovas, también amigo de la Obra de Dios, pasa a ser ministro de Agricultura; Carrero Blanco sigue como ministro subsecretario de la Presidencia y Arias Salgado ocupará todavía el ministerio de Información y Turismo. Un militar, Camilo Alonso Vega, cercano a la Obra, pasa a ser ministro de Gobernación. Jorge Vigón, en concomitancia ideológica con la Obra de Dios, pasa a ocupar la cartera de Obras Públicas. Ullastres, socio numerario del Opus Dei, es designado ministro de Comercio y Navarro Rubio, socio supernumerario, ocupa el importante ministerio de Hacienda. La escalada política de los socios del Opus Dei no se iba a detener a partir de entonces. La gran novedad de aquel Gobierno, que iba a iniciar un drástico plan de estabilización económica, era sin duda la entrada de un núcleo importante de miembros del Opus Dei formado por Ullastres y Navarro Rubio, donde López Rodó iría consiguiendo un creciente poder de penetración en los restantes departamentos a través de la Oficina de Coordinación y Programación Económica ( O C Y P E ) , creada en 1957. Igualmente, en el ministerio de Información, el Opus lograba posiciones bien sólidas. En Obras Públicas y Educación comenzaba igualmente el acceso a subsecretarías, direcciones generales y otras posiciones de poder. José Luis Arrese, que había adoptado una actitud política «dura» en el lapso en el que la Falange estuvo tratando de llevar el agua a su molino, pasaba como titular al ministerio de la Vivienda recién creado, casi a su medida, por su profesión de arquitecto. De este modo, el viejo falangista renunciaba a cualquier política falangizante, para retirarse a actitudes más profesionales y cómodas como ministro técnico. Parece que Arrese ya había sido «tratado» por el Opus Dei, según recuerda Antonio Pérez: «Por aquella época, (...) estaba bastante desanimado de la lucha política y quería retirarse a Navarra, su tierra. Era amigo de Jesús Arellano y, a través suyo, nos pidió si le podíamos ayudar en organizar un centro educativo rural. Con este motivo tuvimos varios encuentros, le debimos caer bien y Luis Valls, que siempre estaba muy atento a buscar zonas de inñuencia, terminó interesándole en la promoción de miembros de la Obra en las esferas del Gobierno». Como consecuencia de ello, un miembro de la obra de extracción política falangista, Vicente Mortes, fue nombrado en abril de 1957 director general de la Vivienda, importantísimo puesto en el recién creado ministerio, además de ser jefe nacional de la Obra Sindical del Hogar y vicepresidente del Plan de Urgencia Social de Madrid. Cuando llegó a Madrid desde Valencia para estudiar ingeniero de Caminos, Mortes había vivido desde septiembre de 1940 en la residencia D y A montada por la Obra en la calle Jenner. Si su promoción social fue por medio de la Falange y los campamentos del Frente de Juventudes, su promoción política se la debió al Opus Dei. En la mutación siguiente del poder ejecutivo en 1962 se advertía en la lista de nuevos ministros que no había modo de percibir factores cualitativamente nuevos de ninguna clase. La nueva lista consolidaba, en general, las tendencias ya manifestadas en la lista anterior, con sólo una excepción: la creación de una vicepresidencia del Gobierno, que en realidad no constituía un factor cualitativo, sino más bien provisional en caso de muerte repentina de Franco. El 10 de julio de 1962 entra el teniente general Pablo Martín Alonso, socio supernumerario del Opus Dei, como ministro del Ejército; Gregorio López Bravo 1
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de Castro, ingeniero naval y director general del Instituto Español de Moneda Extranjera, pasa a ocupar la cartera de Industria cuyo titular, Planell, hacía más de un año que estaba enfermo. Un letrado del Consejo de Estado, Romeo Gorría, director general de Alas, S.A., empresa publicitaria del Opus Dei e implicado también en los negocios finacieros de la Obra de Dios en Barcelona, fue nombrado ministro de Trabajo. Lora Tamayo, designado ministro de Educación Nacional, sin ser militante era también un hombre de confianza para la Obra de Dios. Con gran diferencia, el hecho más importante del reajuste ministerial de 1962 fue el aumento de la penetración del Opus Dei. Permanecían en el Gobierno la cabecera de puente de la Obra, muy reforzada con el rango de subsecretario, el comisario del Plan de Desarrollo, López Rodó, además de Ullastres y Navarro Rubio. A ellos venían a sumarse otros tres ministros, López Bravo en Industria, Romero Gorría en Trabajo y un «compañero de viaje», Lora Tamayo, en Educación Nacional. Si el Opus Dei predominaba en la lista anterior de 1957, en la nueva reafirmaba y ampliaba su predominio, todos sus ministros permanecían y otros entraban. Hay que notar que copaban por completo las carteras clave en lo que se refiere a las directrices económicas del Gobierno. El encumbramiento político del Opus Dei coincidía con la acentuación de la Dictadura en detrimento de las fantasías de «clase única» propias del falangismo. Se presentaba como una fuerza política realista, poco especulativa, con simpatías por las ideologías tecnocráticas y, en un plano práctico, con ciertos planes de desarrollo, que el gran capital hace suyos rápidamente. El nuevo gabinete se encargó de demostrar que la debílisma y nominal oposición falangista al encumbramiento del Opus Dei parecía que ya estaba archivada del todo. El siguiente cambio ministerial que sobrevino el 7 de julio de 1965 representó un simple relevo. En el ministerio de Comercio, Faustino García Moneó, miembro supernumerario, sustituye a Alberto Ullastres. En Hacienda, Espinosa Sanmartín sustituye a Navarro Rubio. Un notorio cooperador del Opus Dei, Adolfo DíazAmbrona reemplaza a Cirilo Cánovas. Un importante miembro de la A C N P con acentuada proclividad hacia la Obra, Silva Muñoz, reemplaza a Jorge Vigón en Obras Públicas y Laureano López Rodó, que permanecía desde 1957 en una discreta posición, pasa a desempeñar el cargo de ministro sin cartera. Este nombramiento como ministro sin cartera, siendo ya López Rodó comisario del Plan de Desarrollo era explicado así en la prensa de la Dictadura: «Este reajuste (es) un paso para potenciar más decididamente la realización del Plan de Desarrollo Económico y Social, sobre todo por el nombramiento del profesor López Rodó, cuya nueva jerarquía le permitirá salvar más fácilmente trabas de carácter puramente administrativo en la coordinación de su tarea ante diferentes departamentos ministeriales». Mientras tanto, la lucha interna por el poder proseguía y el Opus Dei lo hacía, como ya era habitual, moviendo los hilos del poder desde dentro. Así, el 29 de octubre de 1969, se produjo el más amplio cambio de Gobierno hasta entonces realizado por Franco. El cambio ministerial de 1969, realizado poco después de la designación de Juan Carlos de Borbón como heredero de Franco, resultó ser la confirmación del monopolio político del Opus Dei en España. «Mayoría Opus Dei en el Gobierno.» «En el nuevo gabinete, de un total de 19 ministros, 11 pertenecen o son simpati5
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zantes de la organización Opus Dei.» Así aparecía la noticia en los titulares de los periódicos españoles el 29 de octubre de 1969. Gregorio López Bravo, en el ministerio de Asuntos Exteriores; Juan Castañón de Mena, en el ministerio del Ejército; Enrique Fontana Codina, en el ministerio de Comercio; José Luis Villar Palasí, en el ministerio de Educación y Ciencia; Laureano López Rodó como ministro del Plan de Desarrollo; Alfredo Sánchez Bella, en Información y Turismo; Tomás Garicano Goñi, en Gobernación; Alberto Monreal Luque, en el ministerio de Hacienda; José María López de Letona, en el ministerio de Industria; y Vicente Mortes Alfonso como ministro de la Vivienda, eran miembros del Opus Dei que pasaron a ocupar puestos de ministros. Adolfo Baturone, Licinio de la Fuente, Federico Silva Muñoz, Antonio María Oriol Urquijo, Máximo Allende García-Baxter y Enrique García Ramal, ministro de Marina, Trabajo, Obras Públicas, Justicia, Agricultura y Sin Cartera, Delegado Nacional de Sindicatos respectivamente, fueron cooperadores y «compañeros de viaje» del Opus Dei en el Gobierno. Posteriormente, Silva Muñoz dimitiría y Gonzalo Fernández de la Mora, subsecretario de Asuntos Exteriores, pasó a ocupar la cartera de Obras Públicas. El poder político del Opus Dei se consolidaría todavía más con este último nombramiento. El Opus Dei se presentaba como la más secreta de las organizaciones franquistas y sus miembros estaban hasta tal punto seducidos por los métodos, la ideología y la propaganda secretas que para evitar que surgiesen malentendidos, después del último cambio ministerial del 29 de octubre de 1969, el cardenal Vicente Enrique Tarancón, arzobispo de Toledo y primado de España, declaró a la prensa que «no sería la Iglesia la que podría aparecer comprometida en el nuevo gobierno, sino un determinado grupo de ella». La oficina de Información del Opus Dei en España insistiría, por su parte, en el hecho que el Opus Dei tiene un carácter «exclusivamente espiritual y apostólico» y que permanecía por completo al margen de toda actividad política, aunque algunos de sus miembros ocupasen puestos claves en el nuevo gobierno. La realidad, por supuesto, era diferente de lo que escondían las declaraciones y comunicados oficiales del Opus Dei. La oposición de algunos ministros de Franco como Castiella, Solís y Fraga era clara con respecto a la actividad política de colegas suyos miembros del Opus Dei. Los tres ministros, Castiella, Solís y Fraga, tuvieron la oportunidad de conocer durante años a miembros del Opus Dei sentados como ellos cada semana en la mesa del Consejo de Ministros. Castiella, que fue ministro de Asuntos Exteriores desde 1957 a 1969, comentó en 1962 que «el Opus quería apoderarse de todo». En cuanto a Solís, que fue ministro secretario general del Movimiento desde 1957 a 1969, llegó a decirle al propio Franco en 1962 que «suponía el dominio de la economía por el Opus Dei»."' Por su parte, Fraga, ministro de Información y Turismo desde 1962 a 1969, opinaba en 1963 que «la diversidad de opiniones y de conducta que se observaba en miembros del Opus Dei obedecía a un plan coordinado y que, en cada momento, se jugaban diversas personas en los lugares oportunos del tablero político y económico»." Pero a nadie debía sorprender que los centros de decisiones del Régimen estuviesen copados por miembros de la Obra de Dios, pues era, en definitiva, una consecuencia de «llevar a Cristo a la cumbre de las actividades humanas». 9
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TECNOCRACIA
La posición individual y privilegiada que ocupaba Carrero Blanco como ministro subsecretario de la Presidencia del Gobierno y sobre todo, como secretario del Consejo de Ministros se reforzó extraordinariamente a partir de 1957 cuando comenzó a dar cabida pública a unos tecnócratas sin adscripción política conocida, encabezados por López Rodó, en el aparato del Estado. Recíprocamente aquellos tecnócratas consolidarían a todos los niveles sus posiciones desde la Presidencia del Gobierno. Gracias a Carrero, podía pues afirmarse entonces que mecanismos de decisión del aparato del Estado comenzaban a estar controlados por socios del Opus Dei, llegando hasta protagonizar el cambio económico de la España de los años sesenta. Preguntado Carrero Blanco sobre la penetración del Opus Dei en la vida política, económica y cultural española, respondió que «el Opus Dei es una asociación de fines exclusivamente religiosos. Evidentemente —reconocería el hombre fuerte del franquismo—, hay personas del Opus Dei en la vida política, económica y cultural del país, como las hay también en el mundo laboral y en todas las demás actividades nacionales en las que han penetrado como los demás ciudadanos y en las que actúan con su propia responsabilidad, también como los demás ciudadanos. Por consiguiente, esa supuesta penetración del Opus Dei, como grupo u organización, es totalmente falsa. Se lo aseguro tan categóricamente por haberlo así oído de labios de su propio fundador, de cuya veracidad no tengo la más mínima sombra de duda. Por otra parte, conozco a varios miembros de la Obra de Dios cuyas ideas y actuaciones son en muchos aspectos discrepantes». No sorprendía tanto conocer por boca de Carrero Blanco la argumentación tipo utilizada por el Opus Dei en desmentidos y declaraciones oficiales, como la afirmación categórica, así como los contactos personales que afirmaba mantener con Escrivá. Preguntado también si identificaba un sector católico en la política española, la eminencia gris del franquismo respondió: «Yo creo que en España somos todos, o al menos una inmensa mayoría, católicos; ¿qué es, pues, el sector católico? El ser católico es profesar una creencia religiosa. El católico sirve a la Iglesia de la que forma parte, pero si para sus fines políticos o de cualquier otro orden, se sirve de la Iglesia poniéndose una etiqueta de católico, no obra, a mi juicio, como buen católico, porque aunque actúe dentro del Decálogo, implica a la Iglesia en sus actividades terrenas». Se podía constatar, sin embargo, al margen de falsos desmentidos o de discursos grandilocuentes, que el poder político estaba cayendo en manos de tecnócratas y que puestos claves del Gobierno estaban siendo ocupados y lo siguieron siendo por socios del Opus o gente de toda su confianza. El máximo centro de decisiones políticas pasó a estar mediatizado por ellos y, en la práctica, fueron socios del Opus Dei quienes ocuparon paulatinamente la mayor parte de los cargos políticos del Estado en una escalada que no se detuvo hasta el comienzo de los años setenta. Es decir, que no era preciso ser del Opus Dei para ser tecnócrata, pero un miembro de la Obra tenía mayores probabilidades de ocupar cargos políticos más elevados. Los tecnócratas tenían una mística del profesionalismo, una visión del futuro conforme a su ideología del desarrollo y una concepción del cambio social expresada en la conciencia de ser su élite directiva. 12
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Los tecnócratas, sin embargo, no podían ser analizados solamente a nivel de los titulares de los ministerios, la Presidencia del Gobierno o la Comisaría del Plan de Desarrollo. El grueso de los efectivos formaba ese nivel intermedio por debajo de direcciones generales, subsecretarías y gabinetes ministeriales cuyo papel residía en la preparación de informes y asesoramiento técnico. Se consideró entonces como puesto representativo de estos tecnócratas la secretaría general técnica de cada ministerio. El doble éxito de la Obra de Dios consistió primero, en haber utilizado estos expertos asépticos en la conquista del aparato del Estado y, segundo, en alistar simultáneamente buen número de ellos en las filas del Opus Dei. El propio Laureano López Rodó, luego ministro del Plan y promotor político de estos expertos, cuenta cómo se inició hacia 1957 el proceso: «En realidad comencé a pensar en el Plan de Desarrollo cuando fui llamado a la secretaría general técnica de la Presidencia del Gobierno y pude advertir desde este cargo la urgente necesidad de la coordinación y programación económica. Respondiendo a esta necesidad, se creó en febrero de 1957 la O C Y P E (Oficina de Coordinación y Programación Económica), integrada por los secretarios generales técnicos de los ministerios económicos y asistida por el cuerpo de economistas del Estado cuya promoción salió también en dicho año». La coordinación ministerial por medio de comisiones delegadas fue otra de las bazas políticas que jugaron los tecnócratas desde 1957. La coordinación fue presentada como uno de los grandes aspectos de la reforma administrativa que López Rodó ya había señalado un año antes en un largo artículo publicado en la revista Nuestro Tiempo, editada por la Universidad de Navarra. Así fue creada, según la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado del 26 de julio de 1957, la Comisión Delegada de Asuntos Económicos que para algunos observadores políticos se convirtió en un verdadero Consejo de M i nistros. En principio, la Comisión Delegada de Asuntos Económicos estaba integrada por los ministros de Hacienda, Industria, Agricultura, Comercio y Comisaría del Plan de Desarrollo, pero también podían ser llamados a formar parte de la misma los ministros de Obras Públicas, Trabajo, Vivienda y Secretario General del Movimiento. Tal comisión se reunía cada quince días, alternando con las reuniones del Consejo de Ministros. La capa social, verdadero filón político, se fue formando gracias a la estabilidad de la Dictadura y a la penuria de «técnicos» en el desarrollo que las propias fuerzas productoras del país reclamaban. Sin embargo, la calificación profesional más que una sólida preparación tecnológica y científica fue siempre el criterio de selección utilizado y que coincidía, no era una casualidad, con los objetivos especializados del apostolado del Opus Dei. En palabras de Escrivá, el prestigio profesional es «el anzuelo de pescador de hombres» {Camino, máxima 372); «el estudio, la formación profesional que sea, es obligación grave entre nosotros» (máxima 334); «... la cultura es medio y no fin» (máxima 345); «Antes, como los conocimientos humanos — l a ciencia— eran muy limitados, parecía muy posible que un solo individuo sabio pudiera hacer la defensa y apología de nuestra Santa Fe. Hoy, con la extensión y la intensidad de la ciencia moderna, es preciso que los apologistas se dividan el trabajo para defender en todos los terrenos científicamente a la Iglesia. — Tú... no te puedes desentender de esta obligación» {Camino, máxima 338). 15
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La importancia política del Opus Dei creció en función directa de las crisis y el déficit de las instituciones y equipos franquistas, adquiriendo al mismo tiempo una autonomía propia y una influencia decisiva. Por otra parte, el objetivo básico de sus militantes sería el de la racionalización del aparato del Estado, con el fin de ponerlo al servicio de la economía, en contra de la estrategia de los falangistas que, a lo largo de toda la historia del régimen de Franco, pretendieron subordinar la economía a la política. En todo este proceso, la Obra de Dios dejó de ser instrumento para tener fines propios y parecía natural entonces que los tecnócratas dirigidos por socios del Opus Dei operasen cada vez más como una especie de partido sui generis y que surgiera el tipo político de tecnócrata, con frecuencia más político que tecnócrata. La función de coordinación y engrase de penúltima instancia, la última estaba siempre en El Pardo, que ejercieron durante años los miembros del Opus Dei dentro del aparato del Estado, les convirtió además en objeto de presión y cauce político deformado de todas las clases y grupos de intereses existentes en España. Todo ello hizo evidentemente que se afianzaran más en unas actitudes que ya eran profundamente totalitarias. Aparecía claro que el moderado liberalismo económico de los equipos del Opus Dei nunca iba a desembocar en una autentica libertad económica. Asimismo resultaba claro que no perseguían el dominio de importantes resortes de la A d m i nistración y del efectivo poder político, con el objetivo de ofrecer a los españoles una posibilidad de apertura hacia una mayor libertad enmarcada en instituciones genuinamente democráticas, sino que sólo buscaban el perfeccionamiento de la Dictadura, aprovechándose y sacando tajada de paso para la Obra de Dios y sus apremiantes necesidades «apostólicas». Dionisio Ridruejo, que a partir de su desengaño falangista fue un espectador de excepción de la escena política española, describe acertadamente la situación de López Rodó por aquella época: «En rigor, puede decirse que el señor López Rodó era ya un hombre de influencia en 1957. No era, por entonces, más que secretario general técnico de la Presidencia del Gobierno, pero era notorio que el señor Carrero Blanco, titular de la subsecretaría de la Presidencia y promotor del señor López Rodó, se guiaba en cuestiones fundamentales por los consejos de este último. Y no era menos notorio que el propio Jefe del Estado depositaba en el señor Carrero Blanco la máxima confianza. Así, pues, el señor López Rodó venía a ser una especie de eminencia gris de segundo grado con audiencia importante, aunque mediata, en el centro de las decisiones finales. Fue, sin duda, el señor López Rodó quien presentó o propuso el equipo que en aquel 1957 había de tomar las riendas de la política económica y cuya figura principal era el señor Ullastres. Por otra parte, a nadie se le ocultaba que el señor López Rodó llevaba en la mente numerosos proyectos de reforma administrativa y constitucional que, desde su puesto aparentemente modesto, estaba dispuesto a poner en marcha. Y así ha sido en buena parte, hasta llegar al del propio Plan de Desarrollo que definitivamente le sacó de la penumbra». Según el testimonio de Ridruejo, «López Rodó veía ya en 1957 la fragilidad del régimen de mero poder personal y el riesgo de que un solo minuto de "solución de continuidad"», un solo día de audiencia pública para los problemas del país, podía dar al traste con todos los cálculos y todas las seudorreformas con16
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servadoras. Así pues, López Rodó pensaba en una verdadera operación política que, según su mentalidad, le complacía expresar también, sobre poco más o menos, en forma o fórmula de arbitrismo administrativo. Puesto que el poder personal era inseguro, la misión de su grupo había de consistir en sustituirlo por un cuadro de instituciones más complejas. «El poder personal del General Franco ha concluido», fueron, sobre poco más o menos, sus palabras. (...) El complejo constitucional que debía, a toda marcha, sustituir a ese poder, había de ser, sin duda, la monarquía. Pero una monarquía cuyo establecimiento no pudiera depender de fuerzas reactivadas o improvisadas ni de personas exteriores al circulo tecnocrático: esto es, una monarquía que no resultara del testamento de Franco, sino que fuera su operación en vida. El plan, que López Rodó consideraba de ejecución inminente, consistía en: a) La inmediata proclamación de la Monarquía, con Franco como regente; b) La inmediata proclamación del príncipe Juan Carlos como rey de España con pleno derecho, que se haría automáticamente efectivo al cumplimiento de su mayoría de edad, quedando entonces Franco en la reserva; c) El aún más inmediato desdoblamiento del Ejecutivo mediante el nombramiento de un primer ministro, líder de equipo, que lo sería por tiempo determinado, inaugurándose así una rotación de equipos responsabilizados, con lo que la pieza superior y moderadora, la Jefatura del Estado, no sufriría mayor desgaste. Si a esto se añadía un fuerte aumento de la parte inamovible y puramente técnica de la máquina administrativa a expensas de la móvil, provisoria y política de la misma, no otra cosa significaba ya la creación de los secretarios técnicos, la cosa podía ser bastante estable. Cerrado el mecanismo en sí mismo, sin aire exterior, se podía pasar del «movimiento nacional» al «movimiento continuo». 18
El testimonio de Ridruejo concuerda con todo lo realizado desde 1957 por los equipos de tecnócratas del Opus Dei encabezados por López Rodó y con el patrocinio de Carrero Blanco, escalada que culminó en julio de 1969 con la designación de Juan Carlos de Borbón como príncipe heredero de la Monarquía que Franco ya había instaurado en 1947. Relata López Rodó en La larga marcha hacia la Monarquía que en una de sus asiduas visitas al entonces Príncipe de España, éste le dijo bromeando: «A ver cuando vas a otro Ministerio y te dedicas más a la política que al Plan de Desarrollo», a lo cual respondió el preboste del Opus Dei y jefe de fila de los tecnócratas españoles: «Siempre me he dedicado ante todo a la política». Uno de sus colegas políticos, Alberto Ullastres, siendo ministro de Comercio, aprovechó la ocasión que le deparaba la inauguración de la X X X Feria Internacional de Muestras de Barcelona y utilizó, sin ningún miramiento político, aquel foro como pulpito para lanzar anatemas sobre «los herejes del siglo xx». Conviene recordar que el movimiento huelguístico de la primavera de 1962, miembros del clero y militantes católicos intervinieron en la agitación previa y en el desarrollo de aquellas huelgas. El valor político del discurso, donde Ullastres, numerario del Opus Dei, los denunciaba, reside en que fue pronunciado en los locales de una feria de comercio internacional y era representativo de la posición intolerante que los miembros del Opus Dei habían adoptado ante aquellos conflictos. «Así como la herejía del siglo xix fue el liberalismo, no el liberalismo económico, sino el liberalismo religioso, la herejía del siglo x x , no cabe duda, con 19
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esta preocupación social que tenemos todos, es el progresismo —dijo el ministro Ullastres en un largo discurso ante los expositores y comerciantes atónitos que le escucharon—. El progresismo no es sólo un enemigo de la economía y de la sociedad: es uno de los mayores enemigos que pueden metérsele a la Iglesia dentro, el enemigo de dentro mucho peor que el enemigo de fuera. Por eso os decía... ¡Ojo con aquellos que incautamente, o por lo que sea, están penetrando con espíritu progresista en nuestro mundo, como aliados del comunismo y de otros ismos antisociales y anticristianos!» Dentro de la fauna que prosperó intelectualmente en España dentro de la Dictadura, sobresale por derecho propio Gonzalo Fernández de la Mora, el cual se mantuvo hasta 1962 dedicado a actividades consulares en el extranjero y a partir de entonces se incorporó como «cooperador» al equipo político triunfante del Opus Dei y, como consecuencia de ello, ocupó la subsecretaría del ministerio de Asuntos Exteriores, para más tarde llegar a ser ministro de Obras Públicas. En 1962, publica un extenso ensayo en la Editorial Rialp, Ortega y el 98, y en 1965, El crepúsculo de las ideologías. La plataforma excepcional que como crítico literario le ofrecía el diario ABC completó el lanzamiento de Fernández de la Mora, considerado la vedette intelectual de los años sesenta durante el franquismo. El fascismo clerical había encontrado en él un Ortega y Gasset de bolsillo. Gonzalo Fernández de la Mora es uno de los ejemplares más sobresalientes de cuantos en España, como dice Juan Triguero, vendieron su alma a Dios a cambio de excelentes carreras personales. En 1962 se situó rápidamente en un alto nivel dentro de la órbita financiera de la Obra de Dios, al sentarse en uno de los sillones del consejo de administración del Banco Popular Español, que obtuvo como premio a su trabajo de intermediario en la compra por el Opus Dei de un banco en Frankfurt (Alemania). Ese mismo año hizo su aparición pública en España como publicista y así, de un golpe, hizo compatibles su agnosticismo con una ambición sin límites en el área de influencia política de la Obra de Dios. No hay que olvidar que el Opus Dei admite como cooperadores hasta a los no creyentes. Según Fernández de la Mora el nuevo tipo político, el experto, se componía en realidad de dos subclases: el «experto en medios» o tecnócrata y el «experto en fines». El experto en fines es quien decide lo que conviene a la sociedad, y el experto en medios, el servidor del primero, quien estudia y pone en juego los procedimientos adecuados a la consecución de aquellos fines, sólo se puede tachar de tecnocratismo a quien proponga dejar a la sociedad en manos de los expertos o ingenieros sociales, pero no a quien cree que las decisiones finales deben ser tomadas por los expertos en fines. Cuando toda política quede, en un futuro luminoso, asignada a estas dos castas de expertos, se habrá efectuado «el relevo de las ideologías por las ideas científicas», y ello «equivale a la sustitución (...) de la opinión por la ciencia». Se trataba de lo que el propio Fernández de la Mora llegó a denominar «ideocracia», que es el crepúsculo aunque todavía no el fin de las ideologías porque «la tecnología es tan sólo un saber de medios, no de fines». El matiz era importante, ya que el crepúsculo de las ideologías podía dar aún dividendos suculentos a Fernández de Mora y los ideólogos del Opus Dei. 20
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C O N T R O L D E L ESTADO
Para entender, de entrada, el poder político logrado por el Opus Dei en España conviene saber que jugó en el siglo xx el mismo papel que la Masonería en el siglo xix; este paralelismo histórico entre el Opus Dei y la Masonería merece ser destacado. En efecto, durante el siglo xix, como señala Gerald Brenan, «las logias se extendieron hasta penetrar toda la vida de la clase media. Se convirtieron en una de esas instituciones típicamente españolas como la Inquisición, el Ejército y los escalafones oficiales, que, como tienen empleos que ofrecer, alcanzan en un abrir y cerrar de ojos enormes proporciones pues cuando controlaban al Gobierno tenían en sus manos todos los puestos militares y burocráticos del país». Con ánimo de intentar evaluar la presencia de miembros del Opus Dei en el aparato del Estado español se describen a continuación las diferentes vertientes que presentaba a mediados de los años sesenta. El Estado, ese vasto organismo parasitario que se ciñe como una red al cuerpo de la sociedad y le tapona todos los poros, se componía por orden de efectivos aproximados y de importancia de cuatro burocracias fuertemente entrelazadas. La burocracia civil era la más numerosa con 540.000 individuos de ambos sexos, incluyendo 360.000 de la Administración central y 190.000 de la Administración local. Le seguía la burocracia militar con 200.000 hombres aproximadamente, incluyendo los efectivos de los tres Ejércitos, Policía y Guardia C i v i l , pero sin contar con los 260.000 reclutas del reemplazo anual. En tercer lugar, por el número de efectivos, figuraba la burocracia eclesiástica, por ser Estado confesional, con 150.000 individuos, incluyendo novicios, seminaristas, conventos de clausura, así como el clero regular y secular de ambos sexos. Por último, se encontraba la burocracia sindical con 110.000 individuos, incluyendo funcionarios de los sindicatos verticales, Instituto Nacional de Previsión, mutualidades laborales y organismos parasindicales. En total, estas cuatro burocracias sumaban un millón de individuos. Así, pues, el aparato del Estado en España estaba formado por un ejército civil de funcionarios que sumaba más de medio millón de individuos, la burocracia civil; junto a otro Ejército, éste con armamento, la burocracia militar, de 200.000 individuos; más 150.000 de la burocracia eclesiástica y 110.000 de la burocracia sindical. 1. La burocracia civil adquirió en España, por medio de la férrea centralización de la Dictadura, una ubicuidad y una omnisciencia extraordinarias. Falto de elasticidad y autonomía, este aparato burocrático que forma parte integrante del Estado se presentaba como un verdadero ejército civil de más de medio millón de individuos, que arrastraba tras de él, si no se olvidan sus familias, una masa ingente de intereses y existencias. Las instituciones políticas españolas que surgieron de la Guerra Civil eran fácilmente caracterizables pues eran, en efecto, instituciones autoritarias al servicio de una Dictadura. Para Tierno Galván, la administración que se servía de estas instituciones era también una administración autoritaria que en general respondía a los principios siguientes: privilegios de clase en favor de la burguesía; centralización absoluta; tendencia a transformar los servicios administrativos en servicios policiales del Estado. Alejado de las decisiones políticas, privilegio del Jefe del Estado, y sirviendo de agente intermediario, el burócrata medio español contaba, sin embargo, con 22
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una ideología propia, el fascismo clerical. La Administración española, es decir, el conjunto de funcionarios que componían las diferentes burocracias del Estado en España, nunca tuvo un libro de reglas e instrucciones donde aparecían todos los casos con detalle. Al típico señor del despacho o de la ventanilla se le hizo ver que poseía una función especializada y profesional alejada de la política, e incluso con desdén hacia la actividad política, que fue una fuente de males en tiempos de la República, todo lo cual encajaba perfectamente con lo que secretamente proponía el Opus Dei. Esta actitud apolitizadora se tornaba policial y denunciatoria ante la más mínima sospecha de un caso que rebasara, politizándose en consecuencia, los cauces estrictamente administrativos. Con la presencia de miembros del Opus Dei al frente de los ministerios en una escalada que culminó en monopolio político del Consejo de Ministros, el control del poder ejecutivo se convirtió en la clave del dominio del Opus Dei sobre la burocracia civil del Estado en España; sobre todo, cuando el poder ejecutivo había absorbido a los otros dos poderes, el legislativo y el judicial, presentándose de hecho como el único poder decisorio de la Dictadura. En el apostolado de «puestos directivos» de la sociedad cabe mencionar durante los años sesenta la presencia de miembros del Opus Dei en otros altos organismos dentro del aparato civil del Estado como el Consejo del Reino, el Consejo de Estado y el Consejo de Economía Nacional. El Consejo del Reino también se vio afectado, aunque débilmente, por la escalada política de los miembros de la Obra de Dios. En 1966 se señalaba un socio, Enrique Gutiérrez Ríos, aunque era miembro del Consejo del Reino en razón de su cargo de rector de la Universidad de Madrid. Otro militante de la Obra, Fontana Codina, había sido consejero del Reino, antes de ocupar la cartera en el ministerio de Comercio. El arzobispo Cantero representaba también un fuerte apoyo para la Obra de Dios en el Consejo del Reino, organismo que debía proponer tres nombres al monarca sucesor de Franco, para escoger uno que pasaría a ser Presidente del Gobierno. Por medio de otra terna serían nombrados asimismo el presidente de las Cortes, el presidente del Tribunal Supremo, el presidente del Consejo de Estado, etc. Las atribuciones del Consejo del Reino eran, pues, fundamentales y un militar amigo de la Obra como Alonso Vega también fue incorporado al Consejo del Reino, el más alto organismo político encargado de la sucesión en la Dictadura. En el Consejo de Estado, el organismo más exclusivo de la burocracia civil española, existía un número considerable de socios del Opus Dei. El Consejo de Estado solía utilizarse como plataforma administrativa para cargos políticos de más envergadura. Un notorio simpatizante del Opus Dei como José López Ortiz, antiguo obispo de Tuy y vicepresidente del CSIS, figuraba en el Consejo designado directamente por Franco. Antonio Pérez Tenessa, Mariano Navarro Rubio, Jesús Romeo Gorría y José Luis Villar Palasí fueron miembros del Opus Dei con categoría de letrados del Consejo de Estado. El entonces presidente del Consejo de Economía Nacional, otro de los grandes organismos consultivos del Estado español, fue quien ofreció por su parte el ejemplo más evidente de hasta donde podía llegar la «mentalidad de desarrollo» de los políticos bajo el franquismo. En su intervención en las Cortes, con motivo de la discusión del presupuesto del Estado para 1969, Fermín Sanz Orrio pronunció estas insólitas palabras: «Mantengamos los pies sobre el suelo. Primum vivere, deinde 240
philosophare. El pueblo no es tonto y desea la aprobación del presupuesto, la estadística es lo de menos. Se ha convertido en un instrumento político y es más bien cosa del comunismo. La tecnocracia es lo que manda». Fermín Sanz Orrio arribó, en 1957, a un ministerio «delicado» como es el de Trabajo, con el primer equipo del Opus Dei, junto con Ullastres y Navarro Rubio, salió en 1962 para ser sustituido por un ministro menos «neutro» y más «permeable» al desarrollo. A partir de entonces ocupó la presidencia del Consejo de Economía Nacional apoyando desde su cargo a los tecnócratas del Opus Dei. 2. Las Fuerzas Armadas, la burocracia militar, fue el centro político de inspiración y de organización del Estado español desde 1936 y de ahí que surgieran para calificar al Régimen denominaciones castrenses-tales como la de «democracia orgánica». El año 1936 señaló el advenimiento de las Fuerzas Armadas a un papel de predominio político absoluto en España. El Ejército de Franco acrecentó durante la guerra el volumen y la complejidad de su estructura burocrática, su vinculación con la oligarquía y un control efectivo sobre todos los aspectos de la vida en la sociedad española. Terminada la guerra, Franco decidió mantener en pie de guerra un Ejército de un millón de hombres, pero en el decreto del 25 de agosto de 1939 ordenó que el 80 por ciento de los puestos burocráticos del Estado fuesen reservados a los «cruzados» desmovilizados, consiguiendo de esta manera que el personal de la Administración estuviese compuesto, en una alta proporción, por los combatientes militares de la «cruzada». Por ser una milicia de Cristo, la jerarquización de la Obra cuadraba perfectamente con la de las Fuerzas Armadas. Escrivá solía decir textualmente que «los militares, por el hecho de serlo, tenían ya la mitad de la vocación al Opus Dei». Existieron también otras razones como las necesidades del propio aparato burocrático que hizo aumentar la demanda interna dentro de la Obra de hombres como los militares con mentalidad sumaria y obediencia ciega. Durante años, de los nueve miembros del Consejo Regional encargado de dirigir los asuntos españoles, tres eran militares y más concretamente, marinos de guerra, es decir, que un tercio de los altos cargos de la jerarquía de la Obra en España estuvieron en manos de profesionales de la milicia o vinculados al estamento militar. Un caso sobresaliente fue el de Rafael Caamaño, ingeniero naval con un hermano almirante, que escaló, a base de lealtad y de eclipsar su personalidad, a altos cargos en la jerarquía de la Obra. Tras dejar el uniforme e ingresar como numerario fue ordenado sacerdote, llegando a dirigir posteriormente una de las vicarías regionales del Opus Dei en la costa este de los Estados Unidos, concretamente en New Rochelle, en el Estado de Nueva York. La conveniencia además de que los directivos de las empresas auxiliares fueran gente sumisa y obediente llevó al Opus Dei a la utilización creciente de miembros supernumerarios militares en la gestión de los negocios. Los militares entendían muy bien el carácter jerárquico de las sociedades y empresas de la Obra, algo que favorecía la obediencia aunque con frecuencia llevaba consigo ausencia de flexibilidad y rigidez. En esta situación se encontró el general Manuel Carrasco Verde, miembro supernumerario que ocupó la presidencia de S A R P E , sociedad de cabecera de uno de los grupos editoriales de la Obra de Dios, así como otro socio militar, Manuel Méndez Encinas; y Eugenio Galdón, marino, quien pidió el retiro 24
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en la carrera para hacerse cargo de la gestión de Rotopress, S.A., sociedad auxiliar de la Obra dedicada a la impresión de medios de comunicación. La penetración del Opus Dei en la oficialidad del Ejército se reveló en el Ateneo de Madrid con motivo de un ciclo de conferencias celebrado en 1952 sobre el panorama de la guerra. Los militares que intervinieron eran ya socios o simpatizantes del Opus Dei. El Ateneo de Madrid había sido clausurado en 1939 y volvió a abrir de nuevo sus puertas en 1946, siendo puesto bajo la jurisdicción de la dirección general de Propaganda. Posteriormente, los socios del Opus Dei se infiltraron en este organismo de cultura, utilizándolo para sus fines políticos. El grupo opusdeísta de la revista Arbor había salido a la palestra pública desde la plataforma del Ateneo. Los conferenciantes del Ateneo eran jefes militares de la siguiente graduación: tres comandantes de Estado Mayor, un general de división, un capitán de navio colega de Carrero Blanco y un comandante de Aviación profesor de la Escuela Superior del Aire, que llegó a ser más tarde ayudante de campo del general Franco. La Casa Militar del dictador fue uno de los puestos clave del más alto nivel en el Ejército durante la Dictadura. La centralización de todas las riendas del poder en manos de Franco hizo posible la plusvalía política de tan oscuro cargo castrense. Pablo Martín Alonso, que fue socio del Opus Dei hasta su muerte, había ocupado ese cargo y también sus sucesores, Juan Castañón Mena y Joaquín González Vidaurreta, siguieron dócilmente los caminos de la Obra. Castañón Mena, militante de la Obra, fue jefe de la Casa Militar de Franco hasta finales de 1969. Pablo Martín Alonso llegó a ser ministro del Ejército en julio de 1962. Africanista, antiguo ayuda de campo de Alfonso XIII y amigo de Franco desde sus años gallegos, Martín Alonso había participado en las sublevaciones de 1932 y 1936, pero según otros militares, se resistió a tomar iniciativas en ambas ocasiones. General de brigada en 1939, pasó a ser director general de Educación Militar después de la guerra c i v i l : fue ascendido a teniente general en 1946 y luego, ya militando en el Opus Dei, jefe de la Casa Militar de Franco y capitán general de Madrid, antes de pasar el frente del ministerio del Ejército. Murió inesperadamente después de una operación quirúrgica a principios de 1964. Su viuda e hijos eran asimismo socios del Opus Dei. Durante su corto período al frente del ministerio aumentó de modo considerable la penetración de la Obra de Dios en el Ejército, utilizando sobre todo como medio de infiltración el Apostolado General Castrense, al dar a Luis Alonso Muñoyerro, vicario general castrense, toda clase de facilidades para retiros espirituales, reuniones, etc. A partir de entonces el Opus Dei empezó a contar con sacerdotes supernumerarios entre los capellanes del Ejército, es decir, los militares de sotana. En el Ejército de Tierra la presencia de la Obra fue considerable y se citaban como miembros de la Obra una serie de jefes como Alvaro Lacalle Leloup, José Sáenz de Tejada, Antonio Fortes y Víctor Castro Sanmartín, que terminaron sus carreras como generales o tenientes generales en activo. Un caso de militar de alta graduación vinculado a la Obra fue el del teniente general Camilo Alonso Vega. Durante la Guerra Civil, cuando era coronel e iba al frente de la primera columna del ejército de Franco que alcanzó la costa mediterránea, hizo un soberbio gesto de cruzado penetrando en el mar y haciendo la señal de la cruz sobre las aguas. En la posguerra ocupó la dirección general de la Guar242
dia Civil y apareció luego como consejero del Banco Popular Español y otras sociedades de la Obra de Dios, alcanzando también, por ser «buen amigo» del Opus Dei y de Franco, el cargo de ministro de Gobernación. Detrás del matrimonio formado por Alonso Vega y «doña Ramona», su señora, se encontraba su sobrino Enrique Bustelo, miembro del Opus Dei, a quien habían adoptado como hijo por ser matrimonio estéril. El sobrino era además secretario particular de su padre adoptivo Alonso Vega, un militar de alta graduación dispuesto a colaborar a partir de 1957 en todas las campañas lanzadas por la Obra. Fue el almirante Luis Carrero Blanco, que ejercía de brazo derecho de Franco, quien abrió la puerta de la Marina a los socios de la Obra, a quienes ayudó y promocionó. Aunque no puede afirmarse que el almirante Carrero Blanco fuera socio activo del Opus, es bien cierto que con motivo de un problema personal, Carrero entró en contacto con el Opus Dei a través del sacerdote numerario Amadeo de Fuenmayor y el entonces abogado Laureano López Rodó, quienes consiguieron arreglarle su situación; el almirante quedó impresionado por los beneficios religiosos de la institución creada por Escrivá. Los nombres abundaban entre los miembros de la Armada, posiblemente el Arma que ha contado con mayor influencia del Opus Dei. La oficialidad de Marina formaba uno de los cuerpos más cerrados de las Fuerzas Armadas en España. Existe una jerarquización extrema, las tradiciones familiares se conservan con enorme arraigo, predominando además el clasismo y el tráfico de influencias. Entre los altos oficiales de la Marina, socios del Opus Dei se señalaban el almirante Pablo Suanzes Jáudenes, secretario general y jefe de la Jurisdicción Central del ministerio de Marina; el contraalmirante Jesús Fontán Lobe, casado con Blanca Suanzes, ambos socios supernumerarios; el almirante Polanco y el almirante Baturone, que llegó a ser ministro, con sus tres hijos oficiales del Cuerpo General de la Armada, uno de los cuales abandonó la milicia para ser sacerdote de la Obra, cuando el almirante ya tenía un hermano que dejó también el uniforme por la sotana. En la misma situación de paso de la milicia al sacerdocio se hallaron otros oficiales de Marina como Pedro Zarandona, Javier Mora-Figueroa, Emilio Muñoz Jofre y Antonio Elizalde. Miembros del Opus Dei eran también los tres hermanos Altozano Moraleda, oficiales auditores en el Cuerpo Jurídico de la Armada. Al segundo de ellos, Hermenegildo Altozano, se le consideró como uno de los hombres más capaces con que contaba la Obra de Dios, aunque su pasado durante la Guerra Civil en el bando republicano le había restado muchas posibilidades políticas. De gobernador civil de Sevilla, donde causó algún escándalo por no llevar en actos oficiales la camisa azul, pasó a una subdirección general en el ministerio de Hacienda y luego a la dirección general del Banco Hipotecario. 3. La Iglesia católica había participado políticamente desde hacía cuatro siglos en la organización de la sociedad española. Desde la época feudal la burocracia eclesiástica mantuvo continuamente su presencia política en España y el Estado teocrático enquistado en las clases poseedoras no pertenecía a las estrictas referencias de cuatro beatos o anticlericales furibundos. Había sido una constante en la vida del país incluso en los paréntesis liberadores de signo constitucional o republicano. La inserción de la Iglesia católica en el aparato del Estado en España y, más profundamente, su enraizamiento dentro del sistema, era una realidad que no pue25
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de ser soslayada. La ficción de una Iglesia independiente se mantenía tan sólo cuando se analizaban los contactos orgánicos del Estado y la Iglesia o si se le da a ésta un peso o una dimensión celestial. «La vinculación del Estado español con la religión católica y su Iglesia fue única entre todos los Estados totalitarios —señala Carlos M. Rama—, incluso Portugal, tan afín por diversas razones derivadas de la geografía y la historia, tiene una actitud bien diferente.» En 1940 (...) la Iglesia fue restaurada en derechos y privilegios que no solamente poseía con anterioridad al Estado laico de 1931, cuando regía la Constitución de 1876, sino todavía en aquéllos que había perdido hacía cuatrocientos años». La situación de la Iglesia como burocracia del Estado es claramente perceptible después de que los decretos de desamortización la privaron de sus bienes y la hicieron depender del presupuesto del Estado en el siglo x i x . Este contexto histórico puso de manifiesto la íntima ligazón burocrática existente entre la Iglesia y el Estado, donde el mínimo cambio estructural afectaba directamente a la situación confesional en que se hallaba la Iglesia con respecto al Estado. En esta situación de dependencia cualquier medida descentralizadora del poder ejecutivo que podía implicar alguna merma en los privilegios de la Iglesia representaba un ataque hacia ésta. A través de tales relaciones se descubre además el papel histórico desempeñado por la Iglesia católica en la compleja realidad española durante el siglo xx y así llegamos a las raíces inmediatas de la situación que disfrutaba la Iglesia en España bajo la Dictadura de Franco, una Iglesia que se embarcó, salvo honrosas excepciones, en una santa cruzada en 1936 y prefirió la liquidación violenta de todos sus opositores políticos antes de intentar alguna reconciliación. La burocracia eclesiástica, que disfruta del presupuesto del Estado, posee un débil enlace orgánico a través de la dirección general de Asuntos Eclesiásticos y la subsecretaría del ministerio de Justicia. Ambos cargos políticos pasaron a ser ocupados a partir de los años sesenta por miembros del Opus Dei, entre los que cabe citar, entre otros, a Balbín Lucas y Alfredo López. A partir de la dirección general de Asuntos Eclesiásticos se llegaba a administrar y controlar la dotación anual del clero por parte del Estado, que algunos estudiosos llegaron a evaluar cada año en una cantidad equivalente a más de nueve mil millones de pesetas. Por razones burocráticas, la dirección general de Asuntos Eclesiásticos divide a las diócesis españolas en tres capítulos generales, a efectos del pago del sueldo base para eclesiásticos: clero catedral, clero parroquial y clero conventual. El primero incluye normalmente un prelado, deán, vicario general, dignidades, canonjías de oficio, canonjías simples y beneficiados; el segundo abarca todos los párrocos y coadjutores de las diócesis; el tercero, finalmente, comprende los capellanes, sacristanes, cantores, organistas y legos. Hacia los años cincuenta, antes de iniciar el apostolado entre sacerdotes del clero diocesano, Escrivá afirmaba que había que atajar radicalmente la creciente desorientación de los sacerdotes y evitar los abandonos abundantes en la filas del clero. De ahí que el Opus Dei iniciara una fuerte labor de captación entre el clero diocesano y su penetración en la burocracia eclesiástica llegó a ser a partir de entonces importante, especialmente entre párrocos y coadjutores del clero castellano, gallego y andaluz, además del navarro. El Opus Dei se interesó muy especialmente en buscar adhesiones entre sacerdotes del clero rural de España, con el obje27
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to de mantener viva su ilusión doctrinal, sugiriéndoles libros y reuniones de grupo para mitigar su a veces trágica soledad. El Opus Dei se ofreció entonces como una organización específicamente orientada hacia el sacerdocio y, para conseguir tal objetivo, utilizaba básicamente a los laicos. El eje de su estrategia de control de la burocracia eclesiástica se centró en las relaciones que mantuvo con los obispos y en un seguimiento metódico de la labor de los sacerdotes diocesanos, que se inició durante los años cincuenta y se fortaleció en años posteriores. Esta doble actividad comenzó lentamente a modificarse de forma involutiva a partir de los años sesenta cuando el Opus Dei alcanzó el monopolio del poder político, yendo hasta en contra de las enseñanzas del Concilio Vaticano II. El alto clero y casi todo el episcopado español conservaron su firme posición de antes de la Guerra C i v i l , encontrando un aliado de peso en el Opus Dei. Los obispos españoles, salvo una pequeña minoría, eran ya sacerdotes el año 1936 y muchos ya obispos. Habían nacido con el siglo y su edad media era entonces alrededor de sesenta años; Escrivá, el fundador del Opus Dei, pertenecía a la misma generación que ellos. Estos factores crearon el tipo medio del «obispo español» que era un sacerdote celoso, preocupado por el mundo burgués y por los pobres, pero sin contacto con el mundo de los trabajadores y con el mundo intelectual, cuidadosamente vigilante de la moralidad pública y de la recta fe, pero sin mucho sentido social ni voluntad para buscar más soluciones que los hábitos y costumbres heredadas desde hacía más de cuatrocientos años. En la educación, uno de los sectores donde la Iglesia española mantiene una enorme influencia social, el Opus Dei llegaría a volcar gran parte de sus efectivos a partir de los años sesenta. Remontándose históricamente a la actitud de «defensa social» que adoptó la Iglesia española desde finales del siglo xix, José Luis L. Aranguren llega a la conclusión de que su actitud la condujo a dos errores fundamentales; «el primero de ellos consistió en interesarse mucho más por el aspecto político —control de la enseñanza-— que por el aspecto propiamente educativo —contenido y métodos—. O, dicho en otras palabras, planteó el problema de: ¿Enseñanza, por quién? mucho más que este otro, el verdaderamente técnico: ^Enseñanza de qué y cómo? El segundo error fundamental de la Iglesia fue no haber orientado su actividad docente, dándole un giro popular... ¿Enseñanza para quién? Por miedo, por espíritu reaccionario, contestó: para la burguesía». 4. Junto a las burocracias civil, militar y eclesiástica, existía en España una cuarta estructura de poder, formando también parte integrante del aparato del Estado: la burocracia sindical, constituida a partir de los afiliados durante la Guerra Civil a la Falange y que, desde 1939, estaban alojados principalmente en los sindicatos verticales. Hasta 1945, es decir, durante el «período azul», pudo hablarse de la vertiente nacionalsindicalista del Estado, pero la influencia de la Falange fue paulatinamente disminuyendo y hacia los años sesenta tan sólo un tercio del Consejo Nacional del Movimiento continuaba haciendo esporádicamente profesiones de fe pública falangista. Los dos tercios restantes eran puramente franquistas o se reclamaban de la tecnocracia. La espina dorsal de esta burocracia residía, pues, en los sindicatos. Algunos de los golpes más duros que recibieron políticamente estos burócratas que, utilizando 31
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el lenguaje administrativo, estaban en vías de extinción, procedieron de tecnócratas más o menos vinculados al Opus Dei, interesados en «neutralizar» el aparato de la burocracia sindical, que tuvo como origen histórico la ordenación totalitaria y por corporaciones de todos los trabajadores españoles, copia de los sindicatos fascistas instalados en Alemania e Italia. Aunque de lo que se trataba era de manifestar su presencia en todas partes, especialmente en los puestos directivos de la política y de la sociedad, lógicamente la penetración del Opus Dei en áreas políticas con impregnación ideológica falangista como la burocracia sindical, no fue tan intensa como en otras zonas del aparato del Estado. Considerando que todos los jerarcas del régimen franquista se decían militantes del Movimiento, «somos todos o ninguno» acertó a decir uno de ellos, en España durante los años sesenta se solía denominar falangista a quien ocupaba un cargo en organismos como el Consejo Nacional de Movimiento, la Secretaría General con categoría de ministerio, el Instituto de Estudios Políticos y el aparato burocrático de los sindicatos oficiales, donde se mantuvo, según algunos, el incontaminado espíritu falangista. La denodada militancia falangista, en completa disonancia ideológica con el fascismo clerical, no era completamente ilegal pero estaba desde la Guerra C i v i l fuera de las reglas de juego establecidas por el sistema. Ello no quería decir que los falangistas acérrimos estuvieran todos encarcelados sino que más bien no comían en puestos oficiales de las suculentas tajadas del presupuesto del Estado. Más relevante que la marginación de una minoría disidente fue el ingreso de una fracción importante de falangistas en la tecnocracia imperante dirigida por miembros del Opus Dei y entendiéndose lo de falangista con todas las restricciones que implicaba el término. «No hay que olvidar —señaló Vidal Beneyto— que entre los miembros o amigos el Opus Dei que ocupan altos cargos públicos, los únicos que tienen un pasado político son precisamente los sedicentes falangistas como Mariano Navarro Rubio, Vicente Mortes Alfonso, los hermanos Salgado Torres, el señor Eugenio López López, los hermanos Lacalle, el señor Herrero Tejedor, etc. Los demás proceden del virginal anonimato tecnocrático.» Entre los citados, tan sólo Eugenio Casimiro López López, delegado nacional de Juventudes, y Enrique Salgado Torres se mantenían en 1969 en áreas todavía consideradas como falangistas; mientras que Fernando Herrero Tejedor, que llegó a ser vicesecretario general del Movimiento, había pasado a ser fiscal general del Estado y Vicente Mortes Alfonso de comisario adjunto de López Rodó en la Comisaría del Plan de Desarrollo había pasado a ser ministro de la Vivienda. Enrique Salgado Torres, hombre político activo y militante del Opus Dei se mantuvo durante años como tesorero de la secretaría general del Movimiento, jefe nacional de la Obra Sindical del Hogar y Arquitectura, además de director general del Instituto Nacional de la Vivienda. Su hermano había sido, hasta su fallecimiento subgobernador segundo del Banco de España, ex director general del Tesoro, del Consejo Superior Bancario y director general de Banca y Bolsa. Eugenio Casimiro López López había pasado de la delegación nacional de Juventudes a la dirección general de Enseñanza primaria por sus apoyos dentro del Opus Dei. Pero en la captación de hombres de áreas falangistas, los socios del Opus Dei siguieron haciendo grandes progresos, y al final de los años sesenta se señalaban como adscritos a la órbita de la Obra de Dios, el jefe nacional de Cooperación, 33
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Isaías Monforte, y el delegado nacional de Provincias, José Luis Taboada. Eran socios cooperadores José Ramón Esnaola Raymond, presidente del Sindicato Nacional del Metal; Arturo Espinosa Poveda, secretario general del aparato burocrático de los sindicatos; Licinio de la Fuente, ministro de Trabajo y antiguo presidente del F O R P A ; Ramón Bosh Estivill, procurador en Cortes de representación sindical; y un militante de la Obra de Dios como José María Marco Cecilia, había ocupado antes de pasar a la dirección general de S A R P E , sociedad cabecera de un grupo editorial de la Obra, los cargos de jefe provincial del Sindicato del Papel, Prensa y Artes Gráficas, presidente de los grupos nacionales de revistas y agencias de publicidad además de procurador en Cortes de representación sindical. Marco Cecilia era también director de una pequeña agencia de publicidad, de la revista El Exportador Español, consejero delegado de Publicaciones Industriales y Comerciales y vicepresidente del consejo de administración de Lácteas Reunidas. Entre los políticos ascendentes que provenían de áreas falangistas y se pasaron a la órbita del Opus Dei despuntaba Adolfo Suárez González, protegido político de Herrero Tejedor y cuyo empuje y ambición políticas no habían pasado inadvertidas. Adolfo Suárez tenía 35 años cuando ya se le consideraba un valor que prometía en la cantera de hombre políticos de recambio de la Dictadura. Natural de Cebreros (Avila) y licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca, fue designado por su piedad presidente de la Acción Católica de la ciudad de Ávila y, por sus relaciones, secretario del gobernador civil cuando Herrero Tejedor ocupaba ese puesto. El traslado de éste a la vicesecretaria general del Movimiento significó para Adolfo Suárez un ascenso importante, el salto de la ciudad de provincia a la capital, al ser nombrado jefe de relaciones públicas de la Presidencia de Gobierno en relación directa con Carrero Blanco y asimismo secretario de la Junta asesora de T V E , organismo de «selección» de programas para Televisión Española. Ascendió pronto a director de la primera cadena y luego, vía Alonso Vega entonces ministro de Gobernación, al gobierno civil de la provincia de Segovia y de allí a procurador en Cortes de su provincia natal, Ávila, elegido en sufragio restringido por los cabezas de familia. Posteriormente fue designado director general de Radiodifusión y Televisión en noviembre de 1969, como consecuencia del monopolio político de los miembros del Opus Dei en el Gobierno, para convertirse más tarde, a mediados de los años setenta, en uno de los hombres clave de la política española después de la muerte de Franco. El Instituto de Estudios Políticos era el organismo donde los «intelectuales» falangistas hallaron su nido después de la Guerra Civil, pero a finales de los años sesenta ya aparecían miembros del Opus Dei en algunas de las ocho secciones en que estaba dividida la actividad del Instituto. En las secciones de Leyes políticas, Administración pública, Relaciones internacionales, Justicia y Ordenación social y corporativa figuraban miembros o simpatizantes de la Obra como Alvaro Ors Pérez, Laureano López Rodó, Gonzalo Fernández de la Mora, etc. La sección de Política económica estaba controlada totalmente por socios de la Obra de Dios desde su presidente, Mariano Navarro Rubio, hasta miembros como José Luis Villar Palasí, Luis Coronel de Palma, Alvaro Lacalle Leloup, Juan Antonio Ortiz Gracia, Vicente Mortes Alfonso, y como secretario, Juan Caldés Lizana. En la sección de Política financiera y derecho fiscal y en la de Instituciones europeas del Institu247
to de Estudios Políticos existía también una fuerte penetración por parte de miembros de la Obra de Dios. Intentando eliminar solapadamente de la escena política los últimos residuos de un fascismo descarado, las polémicas y enfrentamientos fueron bastante frecuentes entre los medios de prensa sedicentemente falangista y los afines al Opus Dei. A veces los enfrentamientos de debieron silenciar con acuerdos de alto nivel entre Solís Ruiz, entonces jefe de filas de los sindicalistas, y López Rodó, líder de la fracción tecnocrática. En las polémicas se pudo apreciar el tono de cerrilismo ideológico de los camaradas falangistas que contrastaba con el espíritu de apertura, «europeo» y recatado de los socios de la Obra de Dios. El potencial agresivo de los miembros del Opus Dei, no se olvide su extracción ideológica, permanecía soterrado y sólo afloraba cuando el ataque iba dirigido a la Iglesia católica y muy especialmente a la Obra de Dios o a la persona de Escrivá, su fundador. El propio Escrivá dirigió el 28 de octubre de 1966 una carta a Solís Ruiz donde rogaba al entonces ministro secretario general del Movimiento y delegado nacional de sindicatos que silenciara a la prensa falangista en su campaña difamatoria contra la Obra de Dios. Escrivá concluía la carta con una alusión positiva a las luchas entre fracciones políticas, pero señalaba al mismo tiempo que se abstuvieran de atacar a algo que estaba por encima de las pasiones humanas: el Opus Dei. «El Opus Dei —escribió por entonces el fundador en el diario ABC— no ha entrado ni entrará nunca en la política de grupos y partidos, porque su misión no es la política.»
REACCIONES INTERNAS
Dentro del Opus Dei, la primera aparición de miembros al frente de los ministerios en 1957 fue saludada con una alegría inmensa. Por fin iban a aprovechar la oportunidad para la que tanto se habían preparado e infiltrado anteriormente durante los años cincuenta. «¡Nos han hecho ministros!» Con estas palabras saludó Escrivá la llegada en 1957 de socios de la Obra al primer plano de la política bajo la Dictadura. «El posesivo podía sonar feo —relata Alberto Moneada—, pero en aquellos momentos la gente de la Obra no estaba para pesimismos. Una extraña euforia, no compartida por todos, comenzó a apoderarse del clima interno. Ahora se vería el gran servicio que iban a prestar a la sociedad los nuevos apóstoles.» Inmediatamente comenzó la formación de los equipos auxiliares y los miembros destacados de la Obra, hasta lo más alejados de la política, se permitían recomendar a tal o cual socio para subsecretario o para director general. Se trataba, en definitiva, de explotar la posición clave de los miembros recién instalados entonces en los ministerios, convirtiendo los despachos oficiales en oficinas de influencias y colocaciones. Paralelamente, se desencadenaba una estrategia consistente en crear empresas mercantiles o apoderarse de otras existentes. Con Alberto Ullastres, miembro numerario del Opus Dei como ministro, basta con señalar que en el ministerio de Comercio hubo nombramientos que respondían a las necesidades internas del aparato de la Obra más que a los criterios políticos 34
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habituales para la designación de cargos públicos. Por ejemplo, Antonio Pérez Ruiz fue nombrado comisario de Abastecimientos y Transportes en el ministerio de Comercio con la tarea secreta de ayudar o, al menos, oír las pretensiones de los encargados de las empresas auxiliares del Opus Dei. Asimismo, José María González Valles, numerario que ya era funcionario del ministerio de Comercio, fue destinado por Ullastres a su servicio directo, participando en las reuniones económicas internas del Opus Dei, junto con Andrés Rueda Salaverri, el administrador regional de la Obra en España. El nombramiento de Ramón San Román, como secretario particular de Ullastres, obedecía al objetivo de servir en primer lugar a los intereses de la Obra. Y también el nombramiento de Jorge Brosa, como asesor de Ullastres en el ministerio de Comercio, respondía a la misma estrategia. Brosa era uno de los hombres clave de la Obra en cuestiones financieras y convivía bajo el mismo techo en una residencia de la Obra con otros numerarios como Laureano López Rodó y Luis Valls Taberner. Antonio Pérez Tenessa, testigo excepcional en aquella coyuntura del despliegue de la Obra, cuenta que «vinieron unos numerarios de Roma, italianos, con instrucciones del Padre para que Alberto Ullastres les ayudara en unos negocios que habían planeado. Venían incluso con la pretensión de que Alberto, ministro de Comercio, fuera a tratar del asunto a la casa de la Obra en vez de recibirlos en el ministerio. Yo me negué a ello y me llevé una buena bronca. Al final Alberto los recibió y creo que no se llegó a nada, pero lo desagradable era la sensación de que había un dominio eminente del Padre, no sólo sobre nuestra vida interior y nuestro apostolado, sino sobre la actividad profesional individual de los socios»." Escrivá no se decidió a dar criterios claros sobre los límites y las reglas del juego en aquella escalada hacia el Poder, por lo que hubo tensiones y conflictos desde los primeros momentos dentro del Opus Dei por la falta de coordinación entre los miembros. Como los supernumerarios comenzaron a desempeñar un papel importante en la política y en la estructura económica de las sociedades auxiliares, por allí surgieron los conflictos, especialmente en la llamada «labor de San Gabriel», el apostolado entre matrimonios supernumerarios dentro del cual representaban un gran papel las mujeres. El documento interno más leído en el Opus Dei a partir de febrero de 1957 fue la Instrucción de San Gabriel. Para los miembros del Opus Dei aquello era una prueba más de la «clarividencia del Padre», que lo había redactado unos años antes. Dentro de la Obra, no se ponen de acuerdo sobre la fecha de redacción del documento, que como tantos otros documentos internos del Opus Dei se mantienen, por el gusto del secreto y la propia ignorancia, en la indefinición. Unos afirman en 1935 y otros en 1932, pero es seguro que la redacción definitiva de la Instrucción de San Gabriel tuvo lugar en la década de los años cincuenta. Según Pilar Urbano, numeraria del Opus Dei, Escrivá empezó a redactar ese texto en mayo de 1935 y lo terminó definitivamente en septiembre de 1950." En la Instrucción de San Gabriel, Escrivá soñaba con una gran movilización de personas y capitales al servicio de la Obra, para influir en la economía y en la política mundiales. Se trataba de toda una cruzada de cristianización de la finanzas y de la política, con objeto de que, poco a poco, los puestos claves fueran ocupados por gente de confianza, impregnados de ese espíritu de servicio a la humanidad que la Obra pretendía aportar al mundo. 38
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La Instrucción de San Gabriel era el documento más leído en 1957, pues empezaba a cumplirse y todos los miembros del Opus Dei se hacían lenguas, al comentarla, del carisma de Escrivá, de su sentido profético y su visión de futuro al prever, desde unos comienzos tan modestos, aquel despliegue posterior de la Obra en la economía, en la política. Otra Instrucción, cuyo texto también se atribuye a Escrivá, se titulaba «Instrucción sobre el espíritu sobrenatural de la Obra» y en ella su autor o los autores dejaban entender, como en la Instrucción de San Gabriel, unas directrices que iban a presidir la proyección apostólica del Opus Dei a través de los tiempos. «En mis conversaciones con vosotros —decía la Instrucción sobre el espíritu sobrenatural—, repetidas veces he puesto de manifiesto que la empresa que estamos llevando a cabo no es una empresa humana, sino una gran empresa sobrenatural, que comenzó cumpliéndose en ella a la letra cuanto se necesita para que se la pueda llamar sin jactancia la Obra de Dios.» La actitud de reserva prudente era para el exterior de la Obra, para los no iniciados en el Opus Dei. Así cuentan los hagiógrafos que en 1957 cuando un cardenal se sintió obligado a felicitar por el «honroso nombramiento» de uno de los nuevos ministros, Escrivá le replicó: «A mí no me va ni me viene, no me importa, me da igual que sea ministro o barrendero, lo único que me interesa es que se haga santo en su trabajo». Mientras tanto, dentro del Opus Dei Escrivá se alborozaba con sus hijos triunfadores y se expresaba en otros términos cuando se encontraba reunido con ellos. La visión de tantos hijos suyos encumbrados satisfacía su ambición y halagaba su vanidad, se convertía en un componente más de su creciente megalomanía. Posteriormente, en uno de los encuentros multitudinarios en Pamplona durante los años sesenta, cuando los miembros del Opus Dei se acercaban a vitorearle y besarle las manos, siempre tenía un rato para los importantes. «A ti un beso, por ser director general, a ti dos por subsecretario», les dijo a José María González Valles y a Faustino García Moneó, ambos entonces altos cargos del ministerio de Comercio. Ya desde 1956 comenzó a ser obligatorio dentro de la Obra, como saludo al Padre y Fundador, besarle la mano a Escrivá con la rodilla izquierda hincada en el suelo como signo de pleitesía, pero este rodillazo en tierra que tenían que dar los miembros del Opus Dei en su presencia fue pronto sobrepasado con una nueva disposición elaborada en la sede central de Roma y que reflejaba la nueva situación política a partir de 1957. Escrivá decidió e hizo cumplir que cada vez que él llegara a España, le fueran a esperar, junto a las autoridades de la Obra, todos los ministros de Franco pertenecientes a ella.Y aquello, que no tenía mayor importancia cuando llegaba a Madrid en avión, donde siempre era recibido en la sala de personalidades, resultaba chocante hasta para los propios miembros de la Obra cuando venía por carretera, con Ullastres y los demás teniendo que trasladarse al efecto hasta Irún, en la frontera francesa. Era sin duda, como reconocen los testimonios de antiguos miembros de la Obra, una reminiscencia de usos episcopales de la Edad Media y a los cuales, señala Alberto Moneada, Escrivá no tuvo el acceso deseado. 41
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FIEBRE CONSTRUCTORA
La adquisición en Roma de una casa burguesa con jardín del barrio de Parioli, en el número 73 de la calle Bruno Buozzi, tuvo lugar en 1947. Escrivá habló de la decisión de compra refiriendo que «el cardenal Tardini me empujaba» y le había dicho: «conviene que dispongáis de una casa grande cuanto antes». Buscaron en Roma y pensaron adquirir el edificio de la embajada de Irlanda ante el Vaticano, pero surgió la oportunidad cuando se enteraron que la antigua legación de Hungría ante la Santa Sede estaba en venta, pero seguía ocupada por antiguos funcionarios húngaros aprovechando la confusa situación creada después de la Segunda Guerra Mundial. El propietario, un aristócrata italiano necesitado de dinero, accedió a las condiciones de compra ofrecidas por el Opus Dei. El primer pago, considerado la fianza, de varios miles de dólares, se realizó en monedas de oro que provenían de «una donación» a la Obra y los restantes pagos aplazados en francos suizos. Aquel «puñaíco de monedas», como lo calificaba Escrivá, consistía en mil monedas llamadas eagles, monedas de oro de diez dólares americanos con un valor cinco veces superior, es decir, unos cincuenta mil dólares aproximadamente en aquella época. Se trataba de una parte del tesoro oculto de la Obra, cuyo origen era España. Escrivá para justificar su procedencia decía que pertenecían a la dote del matrimonio de su madre y por esta razón no quería deshacerse de ellas. Durante el primer año convivieron los miembros del Opus Dei con antiguos funcionarios diplomáticos hasta que los húngaros desalojaron el edificio principal en 1949. La construcción en aquel solar de la casa central de la Obra y sede del Colegio Romano duró trece años, hasta 1960. A partir de la casa burguesa originaria se levantaron ocho edificios entre el viale Bruno Buozzi, via di Villa Sachetti y via Domenico Cirillo, albergando el engendro urbanístico de polémica construcción las diversas sedes del Opus Dei y se llegó a construir tanto que los patios o cortili originarios se convirtieron en «minúsculos patinillos de ventilación». * Todo ello dio a la construcción un aire imponente, como un bunker aislado en medio de la gran ciudad de Roma con vida únicamente para la Obra de Dios, un fiel reflejo de la imagen de poder que el Opus Dei quería ofrecer de sí mismo, como si fuera el símbolo del poder de una termitera. Esta inmensa estructura compleja e interconectada formada por los ocho edificios con doce comedores y catorce oratorios, algunos de los cuales son subterráneos y dando cabida el mayor de los oratorios a más de doscientas personas, se asemeja a una termitera, un modelo de construcción donde viven las termitas juntas, formando un auténtico grupo con enorme disciplina, repartiendo el trabajo según categorías muy jerarquizadas y allí dentro cada termita desarrolla el programa marcado dentro de la termitera sin inmiscuirse en la labor que ejecutan sus vecinos, teniendo gran instinto de defensa y mostrando su agresividad cuando son atacadas. Florentino Pérez Embid, miembro de la Obra, describe la sede central donde residen el Padre o Presidente y demás instancias máximas del Opus Dei: «En una calle ancha y ruidosa, de mucha circulación, que atraviesa uno de los barrios residenciales de la Urbe por antonomasia, ha ido surgiendo a lo largo de estos últimos 46
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años un grupo de edificios, que en nada desentonan de los demás de la calle. Vistos desde dentro, sus fachadas movidas y de diferentes alturas rodean una villa vecchia, de tipo toscano quattrocentesco, que ya existía allí, y en torno a la cual las nuevas construcciones han dejado libres una serie de cortili, patios. El conjunto está destinado a albergar la Casa Generalicia del Opus Dei». Dentro de los edificios de la casa, llama la atención la abundancia de oratorios y sagrarios, que respondía a una vieja obsesión de Escrivá, reflejada en el libro Camino: «¿No te alegra si has descubierto en tu camino habitual por las calles de la urbe ¡otro sagrario!?» (máxima 270). «Niño: no pierdas tu amorosa costumbre de "asaltar" sagrarios» (máxima 876). En la Casa de Roma, el sagrario del oratorio de la Trinidad fue el preferido de Escrivá y donde rezaba, si cabe, con mayor devoción. Allí sus hijos colocaron la Columba, una «paloma eucarística», objeto muy venerado dentro del Opus Dei. La famosa Columba se halla colgada del techo encima del altar y es una paloma fabricada de oro y piedras preciosas, en cuyo buche se abre un pequeño sagrario donde se guardan las hostias consagradas para la comunión. Cuentan dentro del Opus Dei que, minutos antes de su muerte, Escrivá dirigió hacia aquel objeto precioso, recubierto de oro y pedrería, sus últimas miradas en la tierra. En la Columba, según Escrivá, tomaba cuerpo el deseo de amar a Cristo sacramentado y convertirse en un sagrario viviente. Abundan también las inscripciones latinas en la casa del Opus Dei en Roma. Coincidiendo con el final de las obras se inauguró, por ejemplo, el oratorio de San Miguel en cuyo pie de altar aparece la inscripción siguiente: Josep María Escrivá de Balaguer pauper servus et humilis, Operis Dei conditor..., que viene a decir que José María Escrivá es un pobre y humilde siervo que dirige el Opus Dei. Es importante señalar la frustrada vocación de arquitecto que tuvo desde pequeño Escrivá. Ya su madre había afirmado que «una vez tuvo la ilusión de que José María llegara a ser arquitecto». Sin embargo, fue a partir de los años cincuenta cuando Escrivá pudo dedicarse verdaderamente a la arquitectura, coincidiendo con la expansión internacional de la Obra de Dios. Fue entonces además cuando Escrivá lanzó a sus subordinados a una orgía de realizaciones materiales, contagiándoles la fiebre expansiva, en ladrillos y cemento, y de ahí la tensión extrema por conseguir dinero para financiar una actividades que eran básicamente deficitarias. La fiebre constructora dentro del Opus Dei alcanzó tal grado de efervescencia que comenzaron a enviar por conducto reglamentario instrucciones desde la Casa Central de Roma con recomendaciones en la construcción de inmuebles o con modificaciones que debían tenerse obligatoriamente en cuenta en las casas del Opus Dei. Impresas en la propia Casa Central del Opus Dei, las instrucciones fueron tan abundantes que fueron recogidas en unos volúmenes a los que se les llamó Construcciones.^ Derecho y Arquitectura ( D y A ) fueron dos ambiciones en el apostolado de Escrivá de antes de la guerra y, como había logrado estudiar Derecho, ya solo le faltaba Arquitectura. La vocación de arquitecto del fundador del Opus Dei se desató después de la compra de la casa burguesa destinada a ser la Casa General del Opus Dei en Roma. Como era, sin embargo, de la cascara intolerante, Escrivá no aceptaba las opiniones de otros o que se le contradijera en el ejercicio de su nueva vocación como arquitecto. Recuerda María del Carmen Tapia que durante la cons49
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trucción de la casa central de Roma, Escrivá gritaba mucho al arquitecto encargado de las obras. Primero a Fernando Delapuente, y luego, cuando se lo llevaron a España, porque se puso muy enfermo, al parecer de los nervios, a otro muy joven que dejaron en su lugar. Por su parte, Miguel Fisac, renombrado arquitecto y uno de los primeros miembros del Opus que evolucionó mucho en su profesión y también en su relación con la Obra, hizo los bocetos de ampliación de la zona posterior de la casa de Roma pero chocó en plena fiebre constructora con las ideas e imposiciones arquitectónicas de Escrivá. Pese al monumentalismo imperante en la posguerra española y dentro del Opus Dei, Fisac se había orientado hacia una simplificación arquitectónica que le fue aproximando, casi sin darse cuenta, a las soluciones de los empiristas nórdicos y en esta línea se encontraban trabajos suyos como el Instituto de Óptica en Madrid o el Colegio de los Dominicos en Valladolid. Como Fisac no estaba de acuerdo con todo ello, Escrivá le dijo que dejase de intervenir. Posteriormente, Fisac fue a Roma y al ver lo que se estaba realizando, lo criticó detalladamente y fue entonces cuando Escrivá le prohibió que volviera a poner los pies en Roma, prohibición que mantuvo mientras duró la construcción de la sede central del Opus Dei. 52
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Refiriéndose a la actividad de Escrivá en Roma, Florentino Pérez Embid señaló que se le podía encontrar con frecuencia «en el silencio de su cuarto de trabajo, o bien rodeado por un grupo de esos estudiantes, en el rincón de un patio, junto a una mesa cargada de planos y proyectos, o junto al sagrario de uno de los muchos oratorios, que en aquella cada hay por todas partes». La mesa cargada de planos y proyectos en el cuartel general del fundador en Roma no formaba parte de la decoración. Escrivá supervisó personalmente los proyectos de edificios que luego construyó el Opus Dei durante los años sesenta, olvidando definitivamente la primera estrategia desarrollada durante la posguerra de utilización de instrumentos ajenos, tal como se reflejaba en Camino, máxima 844: «¿Levantar magníficos edificios?... ¿Construir palacios suntuosos?... Que los levanten... Que los construyan... ¡Almas! —¡Vivificar almas..., para aquellos edificios... y para estos palacios! ¡Que hermosas casas nos preparan!». Esta máxima enlazaba además con la norma 227 de las Constituciones, que tenía su origen e inspiración en la gran mística Teresa de Avila: «No construyamos más casas, tomemos por nuestras las que están ya construidas». En un asunto tan material como son las piedras y las edificaciones ya no se trataba, a partir de los años sesenta, de saber si la Obra tenía intención de utilizar o no los edificios y palacios suntuosos ya construidos, tomándolos como si fueran propios. La fiebre expansiva en ladrillos y cemento del Opus Dei, con medios poderosos y azuzado por las obsesiones arquitecturales de Escrivá, consistía en levantar edificios de nueva planta. De la fase de utilización de instrumentos ajenos se había pasado en poco más de un decenio a la fase de utilización de instrumentos propios, tanto en política como en economía y la construcción no iba a la zaga. Respecto a la rica tradición mística cristiana, de la cual Teresa de Ávila es una de sus más egregias representantes, el Opus Dei se situaba, mucho antes de su fiebre constructora, precisamente en las antípodas. La intención de Teresa de Ávila era que «la casa jamás se labre, si no fuere la Iglesia» y, como consecuencia de ello, las primeras dependencias de las carmelitas se instalaron en casas que ya existían 55
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previamente y que tuvieron que ser adecuadas, de forma progresiva, a su nueva función. Siendo una de sus obsesiones, Escrivá había utilizado en Camino metáforas arquitectónicas: «Deja tu afición a las primeras piedras y pon la última en uno solo de tus proyectos» (máxima 42). «Si no levantarías sin un arquitecto una buena casa para vivir en la tierra, ¿cómo quieres levantar sin Director el alcázar de tu santificación para vivir eternamente en el cielo?» (máxima 60). «¿Has visto como levantaron aquel edificio de grandeza imponente? — U n ladrillo, y otro. Miles. Pero, uno a uno. —Y sacos de cemento, uno a uno. Y sillares, que suponen poco, ante la mole del conjunto. —Y trozos de hierro. —Y obreros que trabajan, día a día, las mismas horas... ¿Viste como alzaron aquel edificio de grandeza imponente?... — ¡ A fuerza de cosas pequeñas!» (máxima 823). «¡Galopar, galopar!... ¡Hacer, hacer!... Fiebre, locura de moverse... Maravillosos edificios materiales... Espiritualmente: tablas de cajón, percalinas, cartones repintados... ¡galopar!, ¡hacer! —Y mucha gente corriendo: ir y venir (...)» (máxima 837). La máxima 844, citada anteriormente, hace también referencia a la arquitectura y a los edificios. La fiebre constructora del Opus Dei, como consecuencia directa y a su vez motor de la expansión, se mantuvo dentro de las coordenadas arquitectónicas del falso monumentalismo neoclásico imperante durante la posguerra española, de inequívoca influencia nazi y fascista, como ha señalado Oriol Bohigas, que produjo edificios en España como el Valle de los Caídos, el Cuartel General del Aire en Madrid y la Universidad Laboral de Gijón. En todos los edificios importantes del Opus Dei se impusieron las ideas arquitectónicas de Escrivá basadas en decoraciones ampulosas, con mármoles y lujosa ornamentación. Su afán de copiarlo todo era notorio. Por ejemplo, incluso en los oratorios, salas y galerías de la Casa Central del Opus Dei en Roma, casi todo han sido copias de capilla, palacios, pueblos, muebles de cualquier sitio de Italia que visitaba Escrivá y se lo hacía copiar a uno de los arquitectos. Incluso cuando veía alguna película en el aula magna, si había algún detalle de decoración o de cualquier cosa que le interesara, no tenía el menor reparo en mandar cortar aquella parte de la película para luego, como negativo, ampliar aquella foto y copiar lo que fuera. Escrivá se hizo un firme adepto del plagio arquitectónico que él utilizaba para lo que él entendía como «arte sacro con distinción». Así, la fachada del edificio central de la Universidad de Navarra es una copia de la fachada de una iglesia de Roma. Escrivá «se inspiró» para Pamplona en la fachada de la iglesia construida en Roma por la Compañía de Jesús en la plaza del mismo nombre y adosada al Colegio Romano, centro de formación de los jesuítas, que fue otra brillante idea copiada por Escrivá. Más adelante, para decorar aquella imponente arquitectura y como recordatorio vivo de ciertos momentos, Escrivá mandaba pintar cuadros con diversos motivos alusivos en la línea del más puro y genuino art pompier. Uno de estos cuadros de encargo, que se encuentra en uno de los oratorios de la sede central de Roma, representa un corazón envuelto en llamas, ceñido por una corona de espinas, todo ello rematado por una cruz y alrededor de ella se encuentran posicionados unos ángeles. 56
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FUENTES DE FINANCIAMIENTO
A partir de febrero de 1957, la más rápida actuación realizada silenciosamente por los miembros del Opus Dei, Ullastres en Comercio y Navarro Rubio en Hacienda, fue lograr con las oportunas insinuaciones alejar el peligro que los cinco grandes bancos españoles hacían pesar sobre las comprometidas finanzas de la Obra. No llegó a ser necesaria ninguna orden ministerial y debió ocurrir nada más llegar los miembros de la Obra a los ministerios, en uno de los despachos con los banqueros, cuando uno de los ministros les debió transmitir a los representantes de la gran banca su preocupación en aquellos momentos por la existencia de aquellos créditos impagados y bastaría una simple alusión para que el asunto quedase favorablemente resuelto para el Opus Dei. Una vez alejado el peligro inminente del embargo que afectaba a la propia supervivencia de la Obra, la primera constatación que pudo hacerse tras la aparición de la Obra de Dios por los ministerios económicos en 1957, era que las instituciones financieras del Estado español estaban siendo controladas por los píos militantes del Opus Dei. Los criterios inversionistas dentro de la política económica del Régimen de Franco iban a favorecer ininterrumpidamente desde entonces a la Obra de Dios y sus proyectos. Para calibrar el alcance de esta afirmación se analiza seguidamente, como ejemplo, los comienzos en el ministerio de Hacienda de Juan José Espinosa Sanmartín, miembro supernumerario del Opus Dei y prolífico padre de once hijos. Espinosa, miembro del cuerpo de inspectores técnicos fiscales y antiguo militante falangista, entró en 1957 como jefe del gabinete técnico de Navarro Rubio, entonces ministro, ascendiendo en 1959 a director general del Tesoro, Deuda Pública y Clases Pasivas. Había sido también vicepresidente del Banco de Crédito Industrial y miembro en el Instituto de Estudios Políticos de la sección de Derecho fiscal y Política financiera, antes de ser nombrado ministro por Franco, en julio de 1965. Luis Valero Bermejo, abogado del Estado y antiguo militante falangista, que había sido gobernador civil de Navarra durante los años que el Opus Dei se instaló en Pamplona, fue designado subsecretario del ministerio, después de haber sido seleccionado para el puesto y recomendado a Carrero Blanco. La subsecretaría del Tesoro y Gastos públicos, que había sido creada en 1959, pasó a ser ocupada por José Ramón Herrero Fontana, miembro disciplinado del aparato de la Obra de Dios. La toma de posesión de Espinosa Sanmartín como ministro de Hacienda fue un acto político pintoresco en el cual Navarro Rubio dijo, refiriéndose a sus subalternos: «Creo que os he sacrificado, y me voy con el dolor de no haberos premiado lo suficiente». El ministro entrante le dijo a su colega: «Tu obra deja huella. Te vas, pero tu obra sigue. Estará escrita con caracteres indelebles en la historia de la Hacienda española». Espinosa terminó su discurso, no con el habitual eslogan falangista de «Arriba España», sino con el más apropiado para la Obra de «levantar a Dios muy alto en España». En efecto, la obra realizada por Navarro Rubio comenzaba a hacer sus efectos. Un día después de su salida del ministerio pudo calibrarse exactamente lo que, por ejemplo, significaba la base tercera de la Ley de Bases de Ordenación del Crédito y la Banca del 14 de abril de 1962, pues tras la «reestructuración» todo el sistema financiero pasaba bajo control del gobernador del Banco de España. El 255
argumento aducido inmediato era que la centralización en pocas manos del crédito oficial así lo requería; pero simultáneamente, ya estaba preparado, Navarro Rubio, ministro saliente, pasaba a ocupar el puesto de gobernador del Banco de España. De este modo, el Banco de España se había convertido en el núcleo político centralizador de todo el sistema financiero, lógicamente, este puesto clave se lo había reservado para sí un hombre de confianza de la Obra de Dios. Desde esta perspectiva, se puede comprender fácilmente el verdadero alcance de la reforma bancaria de 1962, como un grado más en la conquista del aparato del Estado español en pleno siglo xx por una élite de iluminados. Mariano Navarro Rubio, ya como nuevo gobernador del Banco de España, se convirtió por la misma ocasión presidente del Instituto de Crédito a Medio y Largo Plazo, y del Instituto de Crédito de las Cajas de Ahorro. Era por otra parte sintomático que se mantuviese hasta esa fecha, es decir hasta 1965, en el cargo de consejero-delegado del Banco Popular Español, es decir, que seguía figurando en el organigrama del banco del Opus Dei, aunque oficialmente estaba considerado «en suspensión de funciones», de acuerdo con el decreto-ley del 13 de mayo de 1955 sobre incompatibilidades. El ex consejero-delegado, ex ministro de Hacienda y gobernador del Banco de España era uno de los primeros socios supernumerarios del Opus Dei y, a diferencia de Espinosa Sanmartín, también socio supernumerario; su fervor militante y dedicación completa a la promoción de los intereses de la Obra de Dios le creó pronto fricciones hasta con el ministro, que era de la misma cuerda. Navarro Rubio, con las atribuciones que se había preparado y ya poseía, llevó desde los comienzos de su gestión una política financiera favorecedora de los intereses del Opus Dei sensiblemente más descarada que la del propio ministro de Hacienda. La fervorosa actitud de Navarro Rubio hizo además que los dos subsecretarios de Hacienda girasen más bien en su órbita de gobernador del Banco de España que en la órbita del ministro de Hacienda. Esta política enfebrecida de Navarro Rubio tuvo que ser frenada por Espinosa, que reasumió algunas de las importantes funciones delegadas. La orden del ministerio de Hacienda del 20 de febrero de 1967 hizo volver las aguas a su cauce, suspendiendo las órdenes ministeriales el 27 de mayo de 1957 y 20 de octubre de 1959 que habían sido elaboradas por Navarro Rubio y su equipo de asociados en el ministerio de Hacienda. La reforma bancaria de 1962 se presentó también como un triunfo político de los miembros del Opus Dei. En síntesis, la reforma bancaria obtuvo: 1) La nacionalización y reforma interna del Banco de España. Esta reforma permitió la entrada a dos subgobernadores socios del Opus Dei, manteniéndose en sede vacante el puesto de gobernador durante tres años, hasta que fue ocupado por Navarro Rubio cuando éste dejó de ser ministro de Hacienda. 2) La creación del Instituto de Crédito a Medio y Largo Plazo y la nacionalización de las entidades oficiales de crédito, siendo copados los puestos directivos de estos organismos por miembros supernumerarios o cooperadores del Opus Dei. 3) Creación del Instituto de Crédito de las Cajas de Ahorro y ampliación de las funciones de las mismas, todo ello realizado bajo el control de los mismos ubicuos financieros. 4) Especialización y liberalización de la Banca privada. Sobre la creación de los bancos industriales, una de las consecuencias de la especialización de la banca privada, 256
merece transcribirse el juicio siguiente: «los bancos creados al amparo de la nueva legislación del crédito y de la banca viven a la sombra de los comerciales de los que son prácticamente filiales. Resulta así, que estos bancos, con un nombre distinto, están realizando una actividad similar a la que realizaba la banca española antes de 1962, que por eso tenía carácter mixto». Finalmente, otro resultado de la reforma bancaria de 1962 fue la ordenación de los mercados de dinero y capitales, con sociedades de cartera, bolsas de valores y ventas a plazos. Las entidades oficiales de crédito, aparte del Banco de España, eran el Crédito Social Pesquero, el Banco de Crédito Agrícola, Banco de Crédito para la Construcción, Banco de Crédito Industrial, Banco de Crédito Local, Banco Hipotecario y también, aunque sólo en parte, el Banco Exterior de España. Los fondos con que operaban estas entidades, al no recibir ningún depósito de los particulares, provenían de los recursos que anualmente les asignaba el Instituto de Crédito a Medio y Largo Plazo, órgano que hacia de enlace con estas entidades, que dependía del ministerio de Hacienda y, de forma más inmediata, del gobernador del Banco de España. Así, el papel preponderante del Banco de España, como arbitro y pieza clave de los organismos de financiamiento público del Estado, queda suficientemente señalado. El Instituto de Crédito a Medio y Largo Plazo, como lo indicaba su nombre, estaba encargado de la dirección de todo el crédito a medio y largo plazo, tanto oficial como privado que se realizaba en España. Para ello dirigía e inspeccionaba las entidades oficiales de crédito y estaba facultado por el propio ministerio de Hacienda para autorizar la concesión de créditos por la banca privada por plazos superiores a 18 meses, la emisión de obligaciones y otros títulos de renta fija como los bonos de caja de los bancos industriales y de negocios. Para abastecer a las entidades oficiales de crédito, el Instituto de Crédito a Medio y Largo Plazo obtenía los recursos de los préstamos de gobiernos extranjeros o de organismos bancarios internacionales, en las emisiones de «cédulas para inversiones», anticipos del Tesoro o préstamos directos del Banco de España, con previo consentimiento del Consejo de Ministros. La dirección del Instituto de Crédito a Medio y Largo Plazo estuvo desde 1962, en manos de miembros del Opus Dei. El director general, Juan Antonio Ortiz Gracia y el secretario general, Ángel Sánchez Toscano eran ambos socios de la Obra. La influencia del Opus Dei en el Consejo Ejecutivo, máximo órgano decisorio del Instituto, era casi absoluta en 1967. Tanto el presidente, Mariano Navarro Rubio, como el vicepresidente, José Ramón Herrero Fontana, y los vocales, Gonzalo Lacalle Leloup, Vicente Mortes Alfonso, Juan Bautista Ginebra Torra y Ángel de las Cuevas González, eran miembros del Opus Dei. Los puestos de gerencia de los bancos del Estado, que dependían orgánica y financieramente del Instituto de Crédito a Medio y Largo Plazo estuvieron ocupados desde 1962 por socios del Opus Dei. Al frente de la Caja Central del Crédito Marítimo y Pesquero, denominado antes Crédito Social Pesquero, figuraba Vicente Rodríguez Casado, y como director gerente del Banco Hipotecario de España, Hermenegildo Altozano Moraleda, ambos políticos muy activos y militantes de la Obra. Uno de los directores del Banco de Crédito Local era Juan Antonio Ortiz Gracia, ya antes citado, de quien Navarro Rubio llegó a escribir en sus memorias que era «uno de esos hombres macizos de mi tierra, en quienes se podía poner 60
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toda la confianza». Los directores del Banco de Crédito Industrial, José González Robatto, y del Banco de Crédito Agrícola, Antonio Bartual Vicens, sirvieron también a los intereses de la Obra de Dios. El Opus Dei mantenía también su influencia en el máximo nivel, dentro de los consejos de administración tanto del Banco de Crédito Industrial como del Banco de Crédito Agrícola. Por ejemplo, el vicepresidente del Banco de Crédito Industrial, Ángel de las Cuevas González, antiguo subsecretario del ministerio de Industria y hombre de confianza del ministro López Bravo, era además consejero del Instituto de Crédito a Medio y Largo Plazo. Pero era, sobre todo, en el Banco de Crédito a la Construcción y en el Consejo Superior Bancario donde la influencia de la Obra de Dios aparecía cada día más acentuada: el presidente, el vicepresidente y cinco vocales del Consejo superior Bancario eran militantes del Opus Dei. En el Banco de Crédito a la Construcción se señalaban ocho miembros y el presidente del consejo general y otros tantos consejeros en el comité ejecutivo. Sin vinculaciones orgánicas con el gobernador del Banco de España, quien centralizaba las instituciones financieras y crediticias del Estado, es importante consignar la Junta de Inversiones, organismo encargado de determinar si los valores de renta fija podían ser tomados por cajas de ahorro, mutualidades y compañías de seguros. Por ejemplo, sólo en el mes de mayo de 1966, el número de sociedades pendientes de autorización era de diecisiete y el volumen de las mismas ascendía a unos trece mil millones de pesetas. Esta Junta de Inversiones dependía del ministro de Hacienda y sus puestos directivos estaban ocupados por socios del Opus Dei. Ante semejante panorama, no hace falta mucha imaginación para adivinar lo que ocurrió con el don de la ubicuidad por parte de los miembros del Opus Dei, que llegaron a cobrar ocultas comisiones bajo forma de donaciones en operaciones realizadas con el dinero del erario público y con destino a las imperiosas necesidades expansivas de la Obra de Dios. El perjuicio para el Estado español no sólo estaba en los billetes que salían de sus arcas sino también en la forma de hacerlo Para determinar la influencia de la Obra de Dios en las Cajas de Ahorro, que fueron otra de las piezas básicas del financiamiento público en España bajo la Dictadura, conviene tener presente que durante los años sesenta Mariano Navarro Rubio, gobernador del Banco de España, fue también presidente del Instituto de Crédito de las Cajas de Ahorro, organismo del Estado encargado de controlar la Confederación Española de Cajas de Ahorro y cuya función era la de servir de vaso comunicante de la fuerza económica de todas ellas. El Instituto de Crédito coordinaba e inspeccionaba las Cajas de Ahorro, desempeñando al mismo tiempo las funciones de organismo ejecutivo en el seno de la Confederación. Con cerca de quince millones de españoles como clientes, las Cajas de Ahorro poseían una fuerza económica extraordinaria: para dar una idea de la importancia de las Cajas de Ahorro basta indicar que el total de sus depósitos ascendía en 1966 a más de un cuarto de billón de pesetas, lo que representaba casi la mitad de los depósitos de toda la banca española. Y lo que es más importante, los depósitos en las Cajas de Ahorro mostraban una clara tendencia a crecer más rápidamente que los de la banca en general. Un suceso banal puso al descubierto esta importante fuente de financiamiento público utilizada para su propio provecho por el Opus Dei. En la madrugada 61
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del 11 de enero de 1967 fue secuestrado por orden del Gobierno un número del semanario La Actualidad Española, revista editada por la Sociedad Anónima de Revistas y Publicaciones Españolas, en abreviatura S A R P E , uno de los trusts de prensa del Opus Dei. El secuestro había sido motivado por una entrevista del director de la publicación, Luis Ignacio Seco, miembro del Opus Dei, con José María G i l Robles, viejo líder político, entonces oponente de la Dictadura de Franco. El ministro de Información, Fraga Iribarne, ordenó junto con el procesamiento de G i l Robles, que se abriera un expediente administrativo al director de la revista y una investigación que determinara con exactitud la situación administrativa en que se mantenía la sociedad editora. Un mes más tarde fue sobreseído el proceso incoado contra José María G i l Robles por el Tribunal especial de Orden Público; pero en abril del mismo año un informe sobre S A R P E , redactado por técnicos del ministerio de Información, fue depositado en la mesa del Consejo de Ministros por Fraga Iribarne. La reacción que causó entre los ministros socios del Opus Dei fue muy viva, especialmente en Gregorio López Bravo. El informe precisaba el origen del capital fundacional de S A R P E , donde la participación de la Confederación Española de las Cajas de Ahorro era superior al 10 por ciento y entre los socios fundadores se encontraban notorios miembros de la Obra de Dios, entre ellos el propio López Bravo. El director general del Instituto de Crédito de las Cajas de Ahorro, Luis Coronel de Palma, supernumerario de la Obra de Dios, reconoció más tarde públicamente que «inversiones de ese tipo habían figurado siempre entre los objetos sociales de las Cajas e Ahorro y que él seguiría la política crediticia de José Sinués Urbiola». Se recordaba entonces que los dirigentes de las Cajas de Ahorro habían apoyado desde su aparición pública a la Obra de Dios, financiando con algunas partidas las primeras instalaciones, tanto en Madrid como en Roma. En esta labor de apoyo había destacado José Sinués Urbiola, miembro de la A C N P y antiguo director de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Aragón y La Rioja, quien sostuvo fervorosamente cuantas iniciativas mantuvo el Opus Dei durante la década de los cincuenta. Se recordaba asimismo que parte del capital fundacional de la Editorial Católica, empresa matriz de los propagandistas católicos, había sido aportado por las Cajas de Ahorros españolas. Tajamar, un centro cultural y deportivo para obreros, perteneciente al Opus Dei, había sido financiado con una partida de ochenta millones de pesetas procedente de la Confederación Españolas de Cajas de Ahorro y, por su parte, la Caja Provincial de Ahorros de Guipúzcoa había participado, a título de inversionista privado, en la creación del Banco Europeo de Negocios, filial del Banco Popular Español. Las Cajas de Ahorros y Monte de Piedad de Segovia, de Ronda, de Aragón y La Rioja, junto con la Caja Provincial de Ahorros de Alava, fueron las instituciones financieras que mayor generosidad inversora demostraron hacia los proyectos de la Obra de Dios: la casa de retiros de Molinoviejo cerca de Segovia, la casa de Pozoalbero en Jerez (Cádiz) el santuario de Torreciudad cerca de Barbastro, y la Sociedad Económico-Cultural Alavesa fueron cuatro proyectos del Opus Dei que pudieron realizarse gracias a sus apoyos financieros. El hecho que las Cajas de Ahorros tuvieran una vocación financiera orientada decisivamente hacia los intereses del Opus Dei, se explica fácilmente cuando se 259
analizan sus orígenes y objetivos. Así en el libro titulado La obra social de las Cajas de Ahorro, editado por la Confederación Española, podía leerse lo siguiente: «Un claro sentido religioso preside toda la obra de las Cajas de Ahorros españolas y se manifiesta constantemente en su espíritu, en sus objetivos, en su conducta, en actos públicos, en conmemoraciones. Por otro lado, no sería posible ignorar que varias de las Cajas españolas han tenido un origen religioso y que, incluso la más remota siembra de lo que andando el tiempo había de proliferar en Cajas de Ahorros, el Monte de Piedad de Madrid, fue iniciativa y tesón del padre Piquer y desarrollo admirable de su Cajita de las Ánimas del convento de las Descalzas Reales. Resultaría, por tanto, extraño que, entre la amplísima gama de sus realizaciones, las Cajas españolas no contaran con ejemplos de obras religiosas».
POR FIN BANQUEROS
El ritmo de desarrollo y crecimiento del Banco Popular Español frente a los demás bancos españoles fue muy rápido. Si tomamos como nuestra el período que discurre entre el 31 de diciembre de 1955 y el 30 de diciembre de 1961, el Banco del Opus Dei figuraba en cabeza de toda la banca española con un índice de + 2,2, seguido entonces por el Banco de Santander con + 1,3. El dinamismo financiero del Banco Popular Español ofrecía un indiscutible carácter político, pues su rápido crecimiento coincidió con la entrada política de socios del Opus Dei en los ministerios económicos. Otra de las claves del éxito fulgurante residía en que miembros del Opus Dei habían visitado pacientemente y logrado convencer a los administradores de órdenes y congregaciones religiosas españolas, como por ejemplo los salesianos, para depositar sus fondos y utilizar de forma exclusiva los servicios del banco, creando a tal efecto un departamento propio. Para la alta gestión del banco ingresaron en su consejo de administración dos hermanos de Luis Valls Taberner, que ya ejercía como vicepresidente ejecutivo. Primero fue Félix y luego Javier que sería colocado, pese a su juventud, como adjunto a la presidencia que ya estaba ocupada por Fernando Camacho Baños, un hombre sumiso y afable que había sido durante muchos años presidente del Banco de Crédito a la Construcción, antes de ser nombrado, por sus simpatías hacia la Obra, presidente del Consejo. Mariano Navarro Rubio permaneció como consejero-delegado «en suspensión de funciones» desde 1957 hasta 1963. Sus cargos de ministro de Hacienda y luego de gobernador del Banco de España le impedían participar directamente en las operaciones financieras del banco, hasta que en octubre de 1966, otro miembro de la Obra, Rafael Termes Carrero fue nombrado nuevo consejero-delegado. Un terrateniente andaluz como Alvaro Domecq Diez y un funcionario del Estado como Gonzalo Fernández de la Mora fueron escogidos como consejeros. La presencia en el consejo de administración de un militar «duro» de la política franquista como Camilo Alonso Vega llegaba a ser muy elocuente. Un abogado de negocios madrileño, Juan Manuel Fanjul, con un apellido de resonancias militares, se unió a los nuevos propietarios y también aparecía en el consejo de administración del banco por sus simpatías hacia la Obra. 260
En 1962, el Banco Popular Español compró al Crédito Navarro la totalidad de las acciones de la Banca La Vasconia. Esta operación financiera, que se llevó a cabo gracias al apoyo de Jesús Gárriz Goñi, Miguel Gortari Egea y Félix Huarte Goñi principalmente, fue causa de enemistad entre Ignacio Villalonga, presidente del Banco Central, y Luis Valls Taberner, vicepresidente del Banco Popular. El magnate del Banco Central intentaba la implantación de su banco a través de una filial con suficiente atractivo local en Navarra, pero los avispados militantes de la Obra de Dios se adelantaron a sus propósitos. Navarra, que de antiguo feudo carlista había pasado a ser incubadora del Opus Dei, se convirtió en uno de los cotos financieros de la Obra de Dios, como lo reveló más tarde el caso Matesa y la quiebra del Banco de Navarra. Las razones de la ruptura entre el Opus Dei y el magnate Ignacio Villalonga son explicadas claramente por Navarro Rubio en sus Memorias: «(Villalonga) consideraba, por lo visto, el Banco Popular como una especie de organización sumisa con la que podía jugar con ventaja, por ejemplo, a la hora de repartir las sucursales que permitía el statu quo bancario». Una consecuencia más de la compra de la Banca La Vasconia fue que un pequeño banco local gallego, la Banca C i d , cayera también en la órbita financiera del Opus Dei, porque los detentadores de su capital eran los mismos consejeros de La Vasconia que la habían vendido al Opus Dei. De la Casa de Banca Diez Vergara de Jerez de la Frontera nació el Banco de Jerez que se convertiría en 1959, con la inyección de capital del Banco Popular Español, en Banco de Andalucía, con fuerte implantación en Andalucía Occidental. El Banco de Huelva, de carácter local, pasó a depender por entero al Banco de Andalucía y del Banco Popular Español. En la expansión financiera de la Obra de Dios, el Banco de Salamanca se había desarrollado con fuerza en la región salmantina. Su dependencia financiera con respecto al Banco Popular era completa y uno de los consejeros, José Victor de Francisco Gracia, resultaba ser uno de los fiduciarios de la Obra de Dios con presencia en el comercio exterior y en la construcción. La importancia del grupo financiero del Opus Dei se debía más que a la posición de su banco de cabecera, el Banco Popular Español, al número elevado de bancos locales o regionales que controlaba directamente o por persona interpuesta, y que le situaban en una situación destacada respecto a los demás grupos financieros de la oligarquía española. El atractivo local que ejercían los pequeños bancos ofrece también otra de las claves para comprender el boom financiero de la Obra de Dios durante los años sesenta. Así, por ejemplo, el Banco de Andalucía, bajo control del Banco Popular, se había convertido en una institución financiera con cierto relieve, donde los terratenientes de la baja Andalucía depositaban las rentas de la tierra, pero esta transferencia de rentas al resto de España continuó realizándose con la intervención del Opus Dei y mediatizada por el Banco, cuyo «atractivo local» no frenaba sin embargo la hemorragia de capitales sufrida por Andalucía y que influía negativamente en su industrialización. El Banco de Salamanca en la región salmantina y La Vasconia en Navarra desempeñaban el mismo papel que el de Andalucía en las provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz. Otros bancos regionales que pasaron posteriormente a la órbita del Banco Popular, en algún caso tras una cesión de activos por parte del Banco de Bilbao, fue62
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ron el Banco de Castilla en Valladolid, Banco de Galicia en La Coruña y el Crédito Balear. Controlados los sectores básicos de la economía española por los grupos clásicos de la oligarquía, la expansión de las empresas del Opus Dei se tuvo forzosamente que orientar hacia el sector terciario, es decir, el de servicios; aunque sin desdeñar ninguna oportunidad de inversión en otras ramas de la economía. En el sector de servicios, como se sabe, las inversiones son menores y los beneficios rápidos y cuantiosos. Entre las empresas de servicios promovidas por el Banco Popular Español se señalaban Heller Factoring Española; Dofisa, Sociedad Anónima de Documentación y Análisis Financiero; Censores Asociados, empresa consultora en auditoría y censura de cuentas; Fiventas, Financiera de Expansión y Ventas; Compañía de Gestión Inmobiliaria; Sogeval, Sociedad gestora de fondos e inversión mobiliaria; y Centro Electrónico de Proceso Autonómico de Datos (CEPAD) en el sector de la informática. Con un carácter especulativo menos inmediato, aunque siempre rentable, el Banco Popular Español poseía valores en cartera como obligaciones del Valencia Club de Fútbol, Club Ateneo Mercantil de Valencia y Club Atlético de Madrid, lo cual quizá explica la posterior presencia del yerno de Navarro Rubio, Alfonso Cabeza, al frente del club madrileño. En la misma línea, el Banco Popular Español fundó en octubre de 1962 el Forex Club, afiliado al Forex Club International, con el objetivo de mantener relaciones profesionales entre los cambistas bancarios de todos los países. El presidente del Forex Club en España era el jefe del servicio de cambios del Banco Popular Español. En un sector como los seguros, vinculados tradicionalmente al sector bancario, el Banco Popular Español controlaba la Unión Popular de Seguros. Su consejerodelegado, Hipólito Sánchez González, era el experto de la Obra en el sector y como consejero figuraba Valeriano Barreiros, por ser socio cooperador, que formaba parte entonces del famoso clan familiar Barreiros en el sector del automóvil. El Opus Dei agrupó posteriormente todas sus compañías de seguros en el llamado «grupo Sanjurjo», por la calle donde se encuentra instalada en Madrid su sede social y del cual forman parte compañías como Mare Nostrum, Omnia, Unión Popular y Fénix Peninsular. En 1964 nació promocionado por el Banco Popular Español un banco industrial, el Banco Europeo de Negocios o Eurobanco. «Un banco —como se afirmó en su constitución— en el que se combinan felizmente una firme voluntad de promocionar nuevas actividades y una clara vocación internacional y europeísta en particular.» El capital fundacional fue suscrito por trece entidades bancarias, diez extranjeras y tres españolas. Con el Banco Popular Español, que se reservó casi la mitad del capital, la Caja Provincial de Ahorros de Guipúzcoa y el Banco Zaragozano intervinieron por parte española en el lanzamiento. También estuvieron presentes la Banque de lTndochine, Crédit Commercial de France, R. De Lubersac et Cié., la Société Genérale, Bayerische Vereinsbank, Bankhaus F. Simón, Mediobanca Italiana, Lombard Odier et Cié., Hambros Bank Ltd., y el First National Bank of Boston. El Banco Europeo de Negocios era un banco industrial especializado en la financiación a medio y largo plazo, así como en la creación de nuevas empresas industriales y agrícolas, y en la ampliación, modernización y racionalización de empresas ya 262
existentes. En 1966 invirtió en la industria pesquera, la industria de materiales de construcción, el arrendamiento financiero o leasing y las artes gráficas industriales; y en 1967 en el sector de obras públicas, materiales de construcción y productos químicos. Entre las empresas controladas por Eurobanco se señalaban Cementos del Sur, Cerámica de Bellavista, la empresa editora del diario Madrid (FACES), Hispano-Francesa de Diatomeas y Tierras Decolorantes. La constitución de una empresa concesionaria de cinco aparcamientos para automóviles en Madrid, Estacionamientos Subterráneos, S.A., era una muestra de la diversificación en los negocios de que eran capaces los financieros del Opus Dei, pero el Banco Europeo de Negocios terminó siendo absorbido por el Banco Popular Español por el fracaso generalizado en España de los nuevos bancos industriales y después de que hubo enfrentamientos entre socios de la Obra, a los cuales no fue ajeno el protagonismo absorbente de Luis Valls Taberner, calcado del fundador de la Obra de Dios. Fuera de España, el Banco Popular Español compró en 1962 un paquete de 34.900 acciones de la Banque des Intéréts Francais, pequeño banco con sede en París perteneciente a la familia Giscard d'Estaing. Rafael Termes pasó a ser consejero del banco francés, siendo Andrés Rueda Salaverri el responsable invisible de los intereses financieros de la Obra de Dios en Francia. En Suiza, el Banco Popular Español adquirió la casi totalidad de la Banque dTnvestissements M o biliers et de Financement ( I M E F B A N K ) , domiciliada en Ginebra, cuando ya había obtenido el control de 1964 de la Banca Hardy & Co. de Frankfurt (Alemania), operación que se hizo con la ayuda de Gonzalo Fernández de la Mora, que había ocupado antes en Bonn un puesto diplomático. La penetración financiera en México se realizó a través del Banco del País y de la Financiera y Fiduciaria Mexicana, S.A. y en Portugal, el Banco Popular Español controló desde 1962 el Banco de Agricultura y Lusotur, Sociedad Financiera de Turismo en Lisboa. En 1966 pasó a tener una fuerte participación en Universal, Acos, Máquinas e Ferramentas, situada en Oporto. Lusofina, sociedad de Estudios Financieros, fue creada en julio de 1963 y hubo alguna demora en las negociaciones preliminares porque pretendía ser un proyecto de grandes ambiciones. Los bancos españoles promotores eran el Central, Español de Crédito, Popular Español y los de Bilbao, de Santander y de Vizcaya. Su primer administrador delegado fue Gregorio Ortega Pardo, numerario del Opus Dei impulsor del proyecto, que pasó luego a la presidencia del consejo de administración del Banco de Agricultura y en septiembre de 1965 a gobernador del paraestatal Banco de Fomento, antes de emprender viaje a Venezuela, descrito más adelante con detalle, que terminó en desastre. También en la cartera de valores del Banco Popular Español destacaban las acciones de Adela Investment Company, sociedad que sólo contaba con 140 accionistas que representaban la élite financiera internacional. Su sede social estaba en Luxemburgo y su objeto social era «la industrialización de regiones subdesarrolladas», centrando su campo de operaciones en Latinoamérica donde contaba con dos filiales, una en Lima (Perú) y la otra en Panamá. Adela Investment llegó a realizar cuarenta y cinco inversiones en sólo un año y para ello dispuso de un capital de 65 millones de dólares. Por esta labor, la sociedad recibió parabienes y felicitaciones oficiales de la O C D E por su carácter de inversionista privado que escapaba a 61
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toda la gama de complicados problemas politicoeconómicos que siempre llevan consigo las prestaciones de ayuda económica de gobierno a gobierno. Para gestionar las acciones de sus bancos regionales, más rentables que los del resto de la gran banca, el Banco Popular Español creó en 1966 de un solo golpe cinco sociedades de inversión mobiliaria, Popularinsa A, B, C, D, E, cada una con un capital inicial de 108 millones de pesetas. El hecho de crear cinco sociedades se debía, razonaban los militantes del Opus Dei, a que la ley no permitía detentar a las sociedades de cartera más del 20 por ciento del capital de otras empresas, y en la cartera aportada había empresas que suponían no ese 20 por ciento sino casi la totalidad del capital de ellas. Aparte de las cinco mencionadas sociedades de inversión mobiliaria el Banco Popular Español constituyó la Sociedad General Fiduciaria, S.A. para controlar las cinco sociedades «exentas» que estaban compuestas exclusivamente de acciones de bancos regionales, lo cual hizo que las acciones de Popularinsa tuvieran desde el primer momento una importante plusvalía. Pero los estrategas financieros del Opus Dei no pudieron prever que veinte años más tarde, en 1986, más del 20 por ciento de las acciones de Popularinsa habían caído en manos del grupo March, por lo que el Banco Popular tuvo que absorber con pérdidas y a toda prisa a Popularinsa para evitar el riesgo de que sus cinco bancos regionales cayeran en manos de un grupo financiero rival.
RELACIONES C O N L A OLIGARQUÍA
Repetidamente han aparecido en España estudios más o menos detallados sobre el monopolio financiero ejercido sobre la sociedad española desde los años veinte, cuando se puede decir que quedaron delimitados los grupos bancarios del capitalismo financiero. A partir de entonces, un aumento de la concentración bancaria ha significado una posición de predominio de esos bancos respecto a la totalidad del sistema crediticio y financiero. En resumidas cuentas, la mayoría de los estudios han señalado que el capital financiero español, a través tan sólo de varios grandes bancos y a veces con apoyo financiero internacional, ejerce desde los comienzos del siglo xx un monopolio asfixiante en la economía del país y que en el seno del capital financiero viene ocurriendo un lógico proceso de concentración, donde alrededor de un centenar de familias forman verdaderamente la oligarquía financiera que es la crema del capitalismo español. El proceso fue resumido por Xavier Blanc en la revista Prontos de la manera siguiente: «A las funciones económicas de la Banca se le han superpuesto otras de diversa índole y naturaleza, a saber: el control cada vez más pronunciado de los sectores clave de la economía, a través del dominio sobre la mayor parte del capital; su explotación en beneficio exclusivamente propio y su paulatina transformación en poderoso instrumento de presión económica». Según la mayoría de los análisis económicos, los grupos financieros más importantes de la oligarquía española a mediados de los años sesenta eran seis: Banesto, Hispano-Urquijo, Central, Bilbao-Vizcaya, Santander y Grupo Opus Dei; quedando luego reducidos a cuatro en los años noventa: Santander-Banesto, Bilbao-Vizcaya, Central-Hispano y el Grupo Opus Dei, formado por el Banco 64
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Popular Español, además de una serie de bancos regionales, más otras conexiones y ramificaciones financieras. El Banco Popular Español se convirtió en la base financiera del imperio económico de Obra y cuando dispuso de una fuerza propia irrumpió más tarde con empuje desbordante dentro de la oligarquía española. A las clásicas consideraciones familiares o financieras se unía en este caso un espíritu imperialista de «cristianización» de arriba hacia abajo de las estructuras del sistema. Sin embargo, lo que iba a quedar claro de todo ello era que el Opus Dei como grupo monopolizador del poder político, que llegó a contar con una cohorte de ministros y subsecretarios, ofrecería un balance de catástrofe: un permanente saqueo a las industrias nacionalizadas, una continua extorsión a las empresas de cabecera y una total supeditación del negocio industrial al negocio bancario. El capitalismo español necesitaba una fuerza como el Opus Dei para salir de su aislamiento autárquico y alcanzar niveles en apariencia más «competitivos» y «europeos». Por otra parte, la falta de autonomía del capitalismo industrial en España hizo que el Opus Dei, principalmente a través del Banco Popular Español, penetrara como lo hicieron antaño los grandes bancos tradicionales en las empresas industriales y, de una manera más amplia, en el sistema económico. El Opus Dei llegaría a crear su propio grupo financiero y cada vez más bailarían a su ritmo los restantes grupos oligárquicos. Como orquestador de los intereses financieros de la economía española, a través de la Banca oficial y con influencia notable en los medios de la Banca privada, hizo de vanguardia necesaria, logrando convertirse en el comodín de la oligarquía española, pese a que no llegara a acelerar desde el poder político el proceso necesario de concentración monopolista. Las relaciones que los socios del Opus Dei mantuvieron con los otros grupos e individuos de la burguesía española podían resumirse en una palabra: conquista. Si los otros estaban por la conservación, la actitud de los miembros de la Obra era de conquistadores. En los últimos meses de 1965, hubo un intento de fusión del Banco Central con el Banco Hispano-Americano. El banco resultante sería uno de los más grandes bancos europeos, acelerando de forma simultánea el proceso de concentración que se desarrollaba dentro de la oligarquía financiera española. Pero, en febrero de 1966, en una breve nota publicada por ambos bancos, se desistía de llevar a cabo la proyectada fusión bancaria «en tanto modificaciones de carácter fiscal no la hagan viable». El fracasado intento de fusión no pudo llevarse a cabo porque contrariaba a los intereses de la Obra de Dios. Las dificultades que puso el ministerio de Hacienda, controlado por miembros de la Obra, a la pretendida fusión eran de carácter fiscal, pero detrás de todo ello estaba la presencia de la Obra de Dios, que no podía tolerar un desequilibrio excesivo para sus intereses en el seno de la oligarquía financiera. Los socios del Opus Dei situados en el aparato del Estado y que se consideraban los auténticos representantes de los intereses de toda la clase dominante española, junto con el dispositivo financiero instalado en el Banco Popular Español, dieron entonces una prueba de su fuerza y coherencia. Así, la presión indirecta que ejerció el Banco Popular Español fue doble en el asunto; de una parte, se hizo pública su intención de fusionar con Banesto y, por otra, Villalonga, presidente del Banco Central, pudo darse cuenta de los peligros que para su banco entrañaba tal 265
fusión y la conveniencia de seguir otros rumbos para el futuro, pues ya desde su origen el Banco Popular Español estaba ligado con el Banco Central y con la creación de Popularinsa, las acciones del Banco Central eran convertibles con las de sociedades del Opus Dei, sin olvidar la presencia de consejeros del Central y cooperadores de la Obra como Juan Antonio Bravo, Pedro Armero Manjón y Juan Alfonso Güell Martos, marqués de Comillas. El Gobierno español, cuyos ministerios económicos estaban controlados por socios del Opus Dei, al negarse a «aligerar» la carga de impuestos, dio al traste con el proyectado matrimonio bancario, que pudo por fin realizarse dos décadas más tarde con un mayor coste financiero, cuando había disminuido en España la presión política del Opus Dei. Se observaba también en las ciudades y regiones españolas donde el Opus Dei había conseguido implantarse que el estrato superior de la burguesía, el grupo de familias poderosas que manejan los hilos de la economía, comenzaban a estrechar contactos con la Obra de Dios. Los Oriol en Madrid, los Güell en Cataluña, los Ybarra en Bilbao, los Vilariño en La Coruña, los Fournier en Vitoria, Alvaro Domecq en Jerez de la Frontera; todos ellos eran miembros supernumerarios o cooperadores. Desde esta perspectiva, el Opus Dei, como escribió E.R.en la revista Indice, no se presentaba como un partido político, ni un grupo económico de presión; sino que era más bien una sociedad religiosa de seguros contra todo riesgo político y económico, un «superpartido» político y un «supercártel». La incorporación de parte de la añeja oligarquía a las filas de la Obra de Dios afirmó definitivamente al Opus Dei en su papel de administrador y fiel intérprete de los intereses de la clase dominante. El Opus Dei intentaba controlar cada vez más el potencial económico del país a través de una influencia creciente en las sociedades anónimas y de una política gubernamental favorecedora de sus propios intereses, además de los intereses oligárquicos. Y todo ello se realizaba bajo una Dictadura, cuando monopolizaba de hecho el poder político e intentaba dar el ejercicio de ese poder el mismo carácter totalitario que tuvo en 1939, aunque de una manera más velada y «europea». España se presentaba entonces como un país donde paradójicamente el ejercicio totalitario del poder incluía la planificación «liberal» del desarrollo. En 1965, José Luis L. Aranguren reconocía que «el Opus Dei, nos agrade o no, es la expresión natural de la religiosidad de una parte de la burguesía que hoy detenta el poder económico, social y político de España» y José María González Ruiz, canónigo y activista católico como Aranguren, señalaba por su parte que «la Iglesia está íntimamente vinculada a las oligarquías que, de diferentes maneras, monopolizan la economía del país». Y el canónigo de Málaga añadía: «El Opus Dei no es un hongo solitario, sino que tiene profundas raíces en ese clima de la Iglesia española...». Hay que tener presente la existencia de la Obra de Dios para comprender las modificaciones habidas en la estructura monopolista de economía española durante parte de la segunda mitad del siglo xx y las estrechas conexiones existentes entre los intereses financieros. Son, por ejemplo, particularmente importantes las vinculaciones existentes entre el grupo financiero vasco formado por el Banco B i l bao-Vizcaya y el grupo Opus Dei. El grupo vasco está mediatizado en gran medida por socios de la Obra, lo cual 65
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ha permitido que uno de los grandes bancos, el Bilbao-Vizcaya, aparezca de hecho colonizado por el Opus Dei. Desde Emilio Ybarra hasta Ángel Galíndez, Pedro Ybarra, Rafael y Enrique Guzmán, José Aresti y Federico Lippeheide son miembros o simpatizantes del Opus Dei; lo que le permitió decir a Antón Menchaca que Bilbao era una ciudad liberal pero que estaba dominada en los años sesenta por el Opus Dei. * Dentro de la oligarquía financiera vasca, el Opus Dei no logró reclutar miembros entre las grandes figuras señoriales de la banca como Arteche o Careaga, sino entre los «alevines» como Ángel Galíndez o Pedro Ybarra, y entre «letrados triunfantes» como Gervasio Collar o García Moneó, con las mismas categorías mentales y el mismo lenguaje que los miembros del Opus Dei entonces presentes en el Gobierno. Faustino García Moneó, desde su puesto de consejero y director general del Banco de Bilbao, fue uno de los hombres claves en el trasiego y promoción política de hombres y cargos de la Obra durante los años sesenta. Sus contactos con la Obra en Bilbao que le llevarían a ser subsecretario y luego ministro de Comercio datan de 1957, recién nombrado adjunto a la dirección general del Banco. Como socio supernumerario del Opus Dei fue el responsable de la promoción política de otro supernumerario, Gregorio López Bravo, el cual lanzó a su vez a la vida pública, en su larga época de ministro, un número impresionante de socios de la Obra de Dios. El reclutamiento se hizo entre directivos de empresas bilbaínas y en las promociones de ingenieros, con preferencia navales, que salieron en los años cincuenta de las escuelas especiales. Posteriormente, estos hombres ascendidos en la escala social después de desempeñar cargos políticos en direcciones generales y secretaría técnicas de ministerio, fueron premiados con puestos e gerencia en empresas del Estado dependientes del Instituto Nacional de Industria (INI), cuyo desmantelamiento fue uno de los objetivos inmediatos que públicamente declaraban en nombre de la libre concurrencia de mercados. Como miembros representativos del grupo de Bilbao cabe también señalar a José Manuel Elorduy, que fue director gerente de Laminación de Bandas en Frío, director general de Industrias Siderometalúrgicas y también profesor del IESE, centro dependiente de la Universidad de Navarra; y Enrique Sendagorta, ex director del Servicio Técnico Comercial de Constructores Navales, ex director general de Comercio Exterior y Expansión Comercial, ex consejero-director general de la Sociedad Española de Construcción Naval y ex presidente del servicio Técnico Comercial de Constructores Navales, consejero del Banco de Vizcaya y presidente del Banco de Financiación Industrial. La labor de soldadura realizada por los miembros del Opus Dei en la oligarquía española les acercaba a aquella dictadura reaccionaria y sin frases que ya entrevio Donoso Cortés en sus imaginaciones hace más de un siglo en España. Durante los años sesenta, la correlación de fuerzas fue lentamente modificándose en favor de los intereses del grupo financiero del Opus Dei y cuanto más coincidían éstos con los intereses de toda la oligarquía, tanto más estos intereses se identificaron con la salida europea del Régimen de Franco y más también los miembros del Opus Dei escalaron puestos para ocupar un lugar hegemónico en la economía hispana. Como propietaria además de innumerables empresas, la Obra de Dios mantuvo una pujante apariencia social que fue uno de sus señuelos más atrayentes. Las formas religiosas e ideológicas quedaron soterradas y de ahí que el gran fra6
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caso viniera señalado por el mismo éxito de la Obra. La «realidad espiritual» del Opus Dei fue tomando cuerpo a pasos agigantados por medio de bancos, holdings, empresas y testaferros, lo cual mostraba hasta la evidencia que el Opus Dei era una organización burocrática y religiosa que servía de vehículo para concretar unos objetivos católico-imperialistas, impulsados por un fascismo clerical, que en el siglo xx no habían podido alcanzarse por otros medios. En este sentido, la religión de proclamarse poseedora inmanente de la verdad se había transformado en una especie de «argamasa social» por obra y gracia del Opus Dei.
RAMIFICACIONES FINANCIERAS
Algunos socios militantes del Opus Dei crean en 1956, con apoyo del Banco Popular Español, la Sociedad Española Anónima de Estudios Financieros, Esfina, que contó con un capital de 35 millones de pesetas y fue un pilar financiero básico de la Obra de Dios.™ Su presidente era Pablo Bofill Quadras, numerario cuya entera dedicación a la Obra de Dios como administrador oculto de sus finanzas no era un misterio para nadie; el vicepresidente, José Ferrer Bonsoms, socio supernumerario pero que contaba con la confianza de las instancias máximas del Opus Dei, era otro de los depositarios de los fondos de la Obra de Dios. Además de Alberto Ullastres y Luis Valls Taberner, siempre presentes los primeros tiempos en la dirección efectiva de Esfina, destacaba como vocal en el consejo de administración Román Mas Calvet, en cuyo bufete de abogado se tramaron algunas de las hábiles operaciones financieras que distinguieron a Esfina del resto de los holdings financieros españoles. La jugarreta en la compra de acciones de Filmófono, S.A. y su consiguiente control fue, por ejemplo, una operación modelo en su género. El objeto social de Esfina eran los estudios financieros, la promoción de nuevas sociedades, el asesoramiento fiscal, jurídico y financiero, las inversiones en Bolsa; aunque la mayor parte de los fondos con que llegó a contar Esfina desde su origen provenía fundamentalmente de la administración de patrimonios pertenecientes a viudas devotas, así como de donaciones a la Obra de Dios. Los socios de Esfina constituyeron en 1959 Universal de Inversiones, S.A., cuyo objeto social era la tenencia, disfrute y administración de valores. Obsérvese que hasta la razón social denotaba ya las ansias expansivas y una ambición sin límites. El que fue presidente de su consejo de administración, Francisco Planell Fonrodona, fue después de su ordenación uno de los casos curiosos en que un sacerdote numerario del Opus Dei estaba sentado, sin duda por pobreza evangélica, en el sillón de un consejo de administración. Otra sociedad de cartera dependiente de Esfina, con un capital nominal de cincuenta millones de pesetas era Fondo de Inversiones Mobiliarias, S.A., cuyo presidente era José Ferrer Bonsoms y el consejero-delegado Pablo Bofill Quadras. En julio de 1962 se constituyó con un capital de 3,5 millones de pesetas, una sociedad filial de Esfina Barcelona, S.A., presidida por un numerario Bartolomé Roig, cuyo currículo terminó mal dentro de la Obra, y que tuvo una orientación más volcada hacia el extranjero. Posteriormente se creó Esfina Navarra, S.A. con sede en Pamplona. El holding Esfina llegó a controlar por medio de su cartera de valores más de noventa sociedades anónimas, preferentemente de servicios, con actividades tan 268
dispersas como la cinematografía, los valores mobiliarios, la prensa y ediciones, entre las que cabe mencionar Exhibidores Unidos, Filmófono, Impak, Inmobiliaria Grey, Inversora Industrial del Centro, Pabellón, Publinter, Internacional de Revistas y Libros, antes Delsa Distribución, y Prensa y Ediciones, que fue la antigua prensa editora del diario madrileño El Alcázar y siguió editando Nuevo Diario hasta su desaparición. A partir de Esfina, los miembros del Opus Dei adquirieron en 1958 la Banca Pujol, Subirachs y Compañía convertida en el Banco Latino, con un capital nominal de 50 millones de pesetas y entre las financiaciones conocidas del Banco Latino figuraba la sociedad Fomento de Centros de Enseñanzas, S.A., con sede en Madrid y un capital de un millón de pesetas, junto con su filial Fomento de Centros de Enseñanza Barcelona, S.A. con un capital desembolsado de 3,5 millones de pesetas, siendo el objeto social de ambas sociedades la creación de colegios y organización pedagógica de los mismos, además de la contratación y formación del profesorado. En el consejo de administración de Fomento de Centros de Enseñanza, S.A. figuraba el equipo oficial de pedagogos de la Obra de Dios formado por Tomás Aluira, Víctor García Hoz y otros. Tanto Vicente Picó Amador como Ángel Santos Ruiz, junto con Alvira y García Hoz formaban el equipo de estrategas del Opus Dei en el campo de la enseñanza media y profesional, estando por ello directamente en contacto con la sede central del Opus Dei en Roma. Escrivá había animado a los socios del Opus Dei a fundar empresas mercantiles, donde, a la vez que la rentabilidad, se buscara influencia apostólica. Les había hablado especialmente del cine, una actividad, decía Escrivá, en manos de judíos y masones que sólo buscaban el dinero, aún a costa de enseñar desvergüenzas. En el negocio cinematográfico, las empresas controladas por el capital financiero del Opus Dei, por medio de socios de su entera confianza, eran Exhibidores Unidos, S.Á.; Filmayer, S.A.; y Estela Film, S.A. Había otras sociedades productoras de cine como As Film y Midega Film, que formaban un círculo más exterior y cuyos capitales respectivos no tenían el carácter corporativo de «sociedades auxiliares» que poseían las mencionadas anteriormente. La mayoría de las películas producidas tenían la característica de estar destinadas al «gran público», es decir, sobre todo rentables. El lanzamiento de ídolos para el consumo de la juventud española fue una de sus constantes; así Rocío Durcal fue lanzada al mercado por Procusa y las hermanas Pili y M i l i por Filmayer. Como puede observarse la Obra había centrado fundamentalmente actividad económica en el sector terciario, aunque luego, dentro de las empresas promocionadas, los socios el Opus Dei se limitaron generalmente en crear una armadura legal que sirviera de base para las inversiones de capital extranjero, con preferencia de origen estadounidense. En el sector químico y farmacéutico, donde se calculaba que la mayoría de las empresas españolas estaban controladas por capitales extranjeros, el Opus Dei poseía cuatro importantes sociedades: Farmabión, S.A., Instituto Terapéutico, S.A., Alter, S.A. y Penibérica, S.A. Durante los años sesenta la capacidad asociativa de los miembros el Opus Dei era multiplicadora y cuando se decía que una sociedad anónima estaba controlada por el Opus Dei significaba que todos o la mayoría de sus consejeros era socios del Opus Dei. Este era el caso de las cuatro empresas farmacéuticas capitaneadas por José María Alonso Samaniego, socio con fuertes 71
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responsabilidades económicas en la Obra de Dios, que era presidente del consejo de administración de las tres primeras y vicepresidente de la última. Miguel Ángel Alonso Samaniego, hermano del anterior, José Luis Alonso Cillero, Agustín Amorebieta Martí, Manuel Armijo Valenzuela y Daniel Rodríguez-Valdés Andrade completaban el núcleo de consejeros comunes que figuraban «a título personal» en los consejos de administración de las cuatro empresas farmacéuticas del Opus Dei. Ángel Santos Ruiz, catedrático de Farmacia y uno de los primeros seguidores de Escrivá figuraba también «a título personal» como director técnico de Alter, S.A. La adquisición del Banco Atlántico se realizó entre 1959 y 1961, gracias al traspaso efectuado por Juan Alfonso Güell Martos, marqués de Comillas e hijo del difunto conde de Ruiseñada," que además de presidente de la Compañía Trasatlántica, consejero del Banco Central, del Banco Vitalicio de España y de otras sociedades, era socio cooperador del Opus Dei. Para hacerse con el Banco, que tenía un capital de trescientos millones de pesetas, el Opus Dei creó una sociedad auxiliar llamada Vasco Catalana por los socios cooperadores que intervinieron en la operación, unos originarios de Cataluña como Güell Martos y otros del País Vasco como Echevarría Cortés; aunque la mayor parte del dinero desembolsado provino de Esfina y del Banco Popular Español. Tras su adquisición las actividades del Banco Atlántico se orientaron especialmente hacia el comercio exterior, de acuerdo con las instrucciones de Roma, y el tándem formado por el numerario Bofill Quadras y el supernumerario Ferrer Bonsons ocuparon desde entonces un lugar preeminente en la estructura del consejo de administración. En sólo un año, las cuentas corrientes acreedoras en moneda extranjera pasaron de 72,8 millones en 1962 a 156,5 millones en 1963, es decir, tuvieron un incremento del 115 por ciento y los corresponsales en el extranjero del Banco pasaron de 171 en 1962 a 288 tan sólo un año más tarde. Sin embargo, la llamada Ley de Expansión Bancaria, promulgada por Navarro Rubio cuando era ministro de Hacienda, concedía a los bancos de depósito la posibilidad de abrir nuevas sucursales y agencias, posibilidad condicionada por una serie de factores cuya apreciación se dejaba al ministerio de Hacienda como eran la necesidad del servicio bancario, el volumen de cuentas corrientes, etc. Una de las condiciones impuestas por el ministerio a los bancos que deseaban abrir nuevas oficinas era que no dependieran de otro banco, es decir, que no estuviesen bajo el control de otra entidad bancaria. Conocedores como nadie de esta limitación impuesta a los bancos, los miembros del Opus Dei que tenían mucho interés en que el Banco Atlántico abriera nuevas oficinas, decidieron trasferir las acciones que poseía el Banco Popular, para que al solicitar la apertura de aquellas nuevas oficinas no apareciese el Banco Atlántico bajo el control del Banco Popular Español. ¿A quiénes cedieron el paquete de acciones? ¿A otro grupo financiero? No. La cesión benefició a Casimiro Molins, industrial barcelonés, supernumerario de la Obra y cuñado de López Rodó. Hecha la ley, hecha la trampa. El Banco Atlántico pudo abrir nuevas oficinas y seguir tan estrechamente vinculado al Banco Popular Español, aunque fuera por un personaje interpuesto que ocupó en el Banco Atlántico la presidencia en el consejo de administración. Con el convenio realizado a finales de 1966 entre el Continental Illinois Band and Trust Company de Chicago y el Banco Atlántico, el banco norteamericano compró una parte minoritaria, pero importante, de las acciones del Banco Atlánti270
co, un 12 por ciento aproximadamente. El presidente del Continental Illinois Bank, David M. Kennedy, que en 1969 fue nombrado secretario del Tesoro de Estados Unidos por el presidente Richard Nixon, era considerado oficialmente como socio cooperador del Opus Dei. A través de este acercamiento financiero con el Continental Illinois Bank, que pocos años atrás figuraba como la séptima banca americana, el Opus Dei logró introducirse tomando un primer contacto, vía Marcinkus y los Estados Unidos, con las finanzas del Vaticano. El obispo norteamericano Paul Marcinkus ejercía en Roma las funciones tanto de guardaespaldas del Papa durante sus viajes fuera de Italia como de eminencia gris de las operaciones financieras vaticanas. Su fuerza en el terreno financiero derivaba de los lazos que le unían con David Kennedy, presidente del Continental Illinois Bank de Chicago. Este David Kennedy fue el vínculo de unión entre el banquero siciliano Michele Sindona y Marcinkus. La mayor parte de los negocios llevados a cabo por este trío están todavía envueltos en el misterio, aunque existen algunas certezas, como, por ejemplo, los fuertes lazos financieros creados entre la Iglesia Católica y el Continental Illinois Bank de Chicago. Fuera de España, el Banco Atlántico participó en el capital fundacional del Banco de Asunción en Paraguay con un 25 por ciento de acciones y dentro de la Península mantuvo «acuerdos de colaboración» con el Banco de Ribagorza, pequeño banco local instalado en el Pirineo aragonés. Los socios del Opus Dei de Esfina y del Banco Atlántico constituyeron un banco industrial o de negocios que inició sus operaciones en 1964 con el nombre de Unión Industrial Bancaria o Bankunión. Su domicilio social quedó en Barcelona y se abrieron dos delegaciones, una en Gijón y otra en Madrid. Bankunión fue constituido con un capital de mil millones de pesetas y los accionistas minoritarios eran empresarios de tipo medio vinculados a la Obra como José María Farré Escofet, de Alcoholes Antich; Luis Adaro Ruiz-Falcó, de Suministros Adaro; junto con el Banco de Ribagorza. Por parte del Opus Dei aparecían Ferrer Bonsoms, Casimiro Molins, José Luis Alonso Cillero y Pablo Bofill Quadras, como representantes del Banco Atlántico y de los intereses de la Obra. Las conexiones financieras internacionales del Opus Dei ya eran importantes y hubo holdings de Luxemburgo como International Holding and Investment Company y Societé Hollande-Suisse des Participations, y otros dos de Suiza, Norfinanz Bank de Zurich y Societé Anónime des Trusts et d'Operations Financiéres de Ginebra, que fueron invitados y participaron mayoritariamente como socios en la constitución del Banco Se trataba, sobre todo, de emprender bajo la tutela de Bankunión la construcción y explotación de las autopistas Barcelona-La Junquera y Mongat-Mataró. El concurso convocado por el Gobierno español fue adjudicado en 1967 a la propuesta presentada por Ferrer Bonsoms en representación de Bankunión. Pero en el negocio de las autopistas, para el Opus Dei la época de los caminos se había terminado en España, la Obra de Dios no estaba sola y llevaba como aliados al Chase Manhattan Bank de Nueva York y Condotte, sociedad italoamericana que había construido el túnel del Mont Blanc y había participado en la construcción de las autostradas italianas. Tres socios del Opus Dei figuraban en el consejo de administración de su filial Condotte Española: Juan Carlos Ghisleri Staumont como consejero delegado, Juan Hernández Canut como consejero-secretario y Pablo Bofill Quadras como consejero. 73
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Así nació Autopistas Concesionaria Española, S.A., empresa promocionada por miembros del Opus Dei, que arrebató el proyecto a otro grupo financiero que había participado en el concurso. La fuerza financiera de la Obra de Dios apoyada por capital americano había pujado contra grandes bancos españoles y el Opus Dei demostró con ello tener fuerza financiera propia como grupo oligárquico, ya que el proyecto desestimado había sido presentado por el Banco Español de Crédito, considerado entonces como el banco de cabecera de uno de los grupos financieros más poderosos de España. Como medida fortalecedora del empeño y en prueba de agradecimiento a la importancia del capital aportado (52,45 %), la Obra de Dios hizo que el Gobierno español garantizara las obligaciones y el tipo de cambio de Autopistas Concesionaria, S.A. para sus asociados extranjeros. Con este privilegio, obtuvieron automáticamente millones de dólares de beneficio cuando fue devaluada la peseta. Sin embargo, el incumplimiento de lo estipulado bajo contrato por Autopistas Concesionaria Española fue luego un motivo más para que Silva Muñoz, propagandista católico, dimitiera en abril de 1970 de su cargo de ministro de Obras Públicas, siendo Fernández de la Mora el personaje señalado para sustituirle inmediatamente como ministro, por ser subsecretario de Asuntos Exteriores y estar muy vinculado a la Obra de Dios. Metraseis, sociedad para «el estudio científico de los problemas de la industria, el comercio y la administración», Sofemasa y Libra, S.A. eran empresas de servicios especializadas en marketing que pasaron a depender financieramente de Bankunión. También desde su nacimiento Bankunión mantuvo estrechos contactos financieros con el grupo Rumasa, aún más, Bankunión le cedió oficinas para la instalación de una delegación de Rumasa en Madrid. Para conocer los orígenes de Rumasa, que se convirtió en un potente grupo financiero estrechamente vinculado al Opus Dei, hay que remontarse a las libras esterlinas de la firma Harvey de Bristol, en Inglaterra, y a la infatigable lucha de un astuto vinatero de Rota, en la provincia de Cádiz, que se apellidaba Ruiz Mateos. La firma inglesa Harvey, importadora del cognac y el vino de Burdeos en Gran Bretaña, se interesó en el jerez, estableciendo contacto con Zoilo Ruiz Mateos, pequeño bodeguero que despuntaba por su sagacidad en el cotarro jerezano. Así nació la John Harvey & Sons (España) Limited, que prosperó rápidamente adquiriendo paquetes mayoritarios de acciones en otras empresas dedicadas a la crianza y exportación del vino de Jerez. Pronto las inversiones aumentaron extendiéndose a otros sectores económicos como la construcción, la agricultura o los servicios. A la muerte del pequeño bodeguero, la cifra de negocios era ya considerable. Sus herederos, vinculados al Opus Dei, eligieron un nuevo rumbo: la pequeña empresa financiera del grupo, la Financiera Ruiz Mateos, S.A., en abreviatura Rumasa, con un capital de medio millón de pesetas, y sede social en Jerez de la Frontera, provincia de Cádiz, amplió este capital en trescientos millones de pesetas, para seguidamente volverlo a aumentar hasta quinientos millones de pesetas, instalando a continuación su domicilio social en Barcelona, oficinas en Madrid facilitadas por Bankunión y pasando a depender financieramente del Opus Dei. El «contacto» se realizaba siempre a niveles personales: José María Ruiz Mateos, hijo del pequeño bodeguero, socio supernumerario del Opus Dei y principal animador del grupo Rumasa, se entrevistaba y recibía instrucciones de Pablo 272
Bofill Quadras, uno de los responsables financieros en el seno de la Obra de Dios. Así, el numerario interno de la Obra «trataba» al supernumerario del círculo más exterior a la Obra. Con semejante mecanismo el grupo Rumasa tenía asegurada una amplia autonomía, manteniendo en pie la ficción y el atractivo de su independencia. Con ello evitaba también el grupo Rumasa los peligros que entrañaba una absorción por grupos rivales ingleses como, por ejemplo, la firma Showerings que ofreció nueve millones de libras esterlinas por las acciones y el control de Harvey, sin contar algún que otro descalabro como el que le produjo la ruptura con el grupo cervecero alemán Henninger. Simultáneamente, socios del Opus Dei comenzaron a trabajar en las empresas del grupo Rumasa, como los hijos mayores de Navarro Rubio, y se estrecharon lazos familiares, convirtiéndose uno de los hermanos Ruiz-Mateos en cuñado de Luis Coronel de Palma, entonces director del Instituto de Crédito de las Cajas de Ahorro y luego gobernador del Banco de España. En los años sesenta el grupo Rumasa controlaba cuarenta y dos sociedades entre empresas filiales y asociadas. Tres en el ramo de la alimentación, una sociedad agrícola, trece en el ramo de bebidas, una sociedad farmacéutica, una textil, siete empresas urbanizadoras y constructoras, seis inmobiliarias, una cadena de hoteles y cinco empresas comerciales. En el selecto capítulo financiero y bancario contaba con la sociedad matriz, la Financiera Rumasa, y cuatro bancos, Banco Meridional, Banco de Sevilla, Banco Murciano y Banco del Norte. Las adquisiciones del Banco de Siero y del Banco Murciano respondían a la estrategia financiera impuesta por los cerebros de la Obra de Dios. Ambos bancos, que cerraron por suspensión de pagos, fueron comprados por Rumasa que aumentó su capital y fueron puestos rápidamente a funcionar «con las debidas autorizaciones» de un Gobierno controlado por miembros del Opus Dei. El precio de compra de los dos bancos fue fijado oficialmente por el ministerio de Hacienda, recibiendo simultáneamente Rumasa una inyección financiera de varios centenares de millones de pesetas del Instituto de Crédito de las Cajas de Ahorro y del Banco de España. El Banco de Siero pasó a denominarse Banco del Norte, operando con categoría regional especialmente en la zona cantábrica. Dato interesante sobre el Banco Murciano era que el 80 por ciento de sus acciones pertenecían a «El Cordobés», aunque el control siguiera en manos de Financiera Rumasa. De esta forma tan famoso e impío torero mantenía una relación financiera importante con los intereses de la Obra de Dios en España. Para completar el organigrama dentro del grupo se creó también la Fundación Ruiz-Mateos o Patronato Social Cristiano Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que se ocupaba de la seguridad y asistencia social de los trabajadores. El grupo Rumasa protagonizaría más tarde uno de los mayores escándalos financieros durante la transición democrática en España. Otro núcleo de empresas dirigido por el numerario del Opus Dei, Pablo Bofill Quadras, fueron agrupadas en torno a la Fundación General Mediterránea, dependiente de Esfina y del Banco Atlántico, que como entidad sin ánimo de lucro atesoraba donaciones en obras de arte; aunque también, al igual que Esfina, recaudaba fondos sin ningún control del ministerio de Hacienda con la promesa de pingües beneficios para inversores privados reclutados especialmente entre los miembros adinerados de familias devotas vinculadas la Opus Dei. En estas operaciones, rea74
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lizadas por la Fundación General Mediterránea al margen de la legalidad vigente, existía ánimo de lucro y voluntad de engaño como pudo constatarse fehacientemente años más tarde, actuando de víctimas propiciatorias quienes creyeron en las saneadas finanzas de la Obra. Las inversiones se realizaban a través de contratos y préstamo o de simples recibos y constituía un típico producto financiero de economía sumergida, tanto por comercializarse por entidades no autorizadas oficialmente para operar en el mercado financiero, como por el hecho de que no daban publicidad a tales productos en consonancia con el espíritu secreto del Opus Dei. Resulta interesante analizar, desde una perspectiva jurídica, la actitud generalizada e irresponsable de los miembros del Opus Dei que se consideran por encima de las leyes penales y están convencidos íntimamente de que no existe delito alguno en sus actuaciones financieras o empresariales, ya que no se trata de apropiaciones personales sino en provecho de la Obra de Dios. Así, por el hecho de no detraer cantidades para sí ni para ningún otro miembro sino para la organización, creen situarse con este razonamiento fuera del Código Penal. Las actividades fraudulentas realizadas por miembros del Opus Dei pueden analizarse como un nuevo tipo de delito dentro de la delincuencia de cuello blanco, aunque no conviene tampoco descartar la posibilidad que sea la jerarquía interna del Opus Dei, ante la abundancia de casos delictivos en sus finanzas, quien se siente algún día en el banquillo como acusada y principal responsable. Amparándose siempre en la técnica de las sociedades de pantalla, en los negocios del Opus Dei, se emplearon, ya desde sus comienzos en los años cincuenta, sociedades instrumentales que llamaron «auxiliares», con accionistas siempre opacos para encubrir la identidad real de la Obra de Dios, verdadera beneficiaría de las operaciones financieras y de los negocios, montados al amparo de la política bajo la Dictadura de Franco. El Opus Dei siempre ha utilizado una opaca estructura de sociedades financieras, a través de las cuales ha movido el dinero de las empresas o sociedades que controlan o gestionan los miembros del Opus Dei. La red llegaría a estar tan enmarañada que incluso los propios miembros desconocían dónde terminaban las ramificaciones. Según diversas fuentes, el Opus Dei llegó a crear durante los años cincuenta y sesenta hasta tres estructuras financieras diferentes al servicio de sus empresas patrimoniales o «sociedades auxiliares». La primera de ellas estaba relacionada con su banco más conocido, el Banco Popular Español. La segunda era la creada al calor de los movimientos de fondos de Esfina y sus ramificaciones financieras abarcaban desde el Banco Atlántico y Bankunión al Banco Latino y llegaban a desembocar en la Fundación General Mediterránea y en Rumasa. Durante los años sesenta la tela de araña creció tanto y tan rápido que, ante el enorme florecimiento del patrimonio de la Obra y sus ramificaciones, la dirección del Opus Dei tuvo que dar un frenazo desde Roma en aquel crecimiento desmesurado, llevándose a cabo a partir de 1966 una primera reorganización de las sociedades auxiliares, con un reajuste de los titulares fiduciarios y modificaciones en la gestión. En lugar de continuar la Administración de la Obra manteniendo un control directo sobre las sociedades auxiliares, se otorgó un poder general al Banco Atlántico y en particular a Pablo Bofill Quadras, factótum de Esfina, para que se hiciera cargo del control en aquella selva de sociedades auxiliares dedicadas a 274
actividades financieras y económicas. En aquella coyuntura, algunas sociedades auxiliares se pusieron en venta y otras se disolvieron. Este cambio de estrategia hizo aumentar las responsabilidades de miembros numerarios como Pablo Bofill, descargando a otros numerarios como Luis Valls. Finalmente, una tercera trama financiera era la que permanecía más oculta y que correspondía al aparato interno de la Obra, cuyos hilos se movían desde Roma, estando situada en el extranjero, preferentemente en Suiza y en otros países considerados como paraísos fiscales, llegando a utilizar también el Instituto para las Obras de Religión, que ejerce funciones como Banco oficial del Vaticano. Cuando llegaron los escándalos financieros como los provocados por sociedades como Matesa y Rumasa, después de descubrirse una cadena ininterrumpida de apropiaciones indebidas, malversaciones de caudales públicos y estafas, las investigaciones judiciales reconocieron que las finanzas internas del Opus Dei se asemejaban a un iceberg sin fronteras donde la parte sumergida quedaba cada vez más fuera del alcance de las jurisdicciones nacionales, con una estructura parecida a la de una sociedad multinacional con sucursales múltiples. 75
EXPORTACIÓN DE DINERO
Las fronteras españolas representaban un obstáculo para los objetivos del Opus Dei. El envío del dinero a Roma para sufragar los gastos de la sede central tropezaba con las dificultades legales relativas a la exportación de divisas y Escrivá dio instrucciones para superarlas, de la manera que fuese. * En los diez años que discurren entre 1946 y 1956 los propios miembros del Opus Dei hicieron de «correos» y semanalmente salían con destino a Roma hombres y mujeres con cinturones repletos de dólares y carteras con divisas de viajeros. Existía, sin embargo, un peligro en la exportación de dinero y a todo sospechoso de intento los aduaneros le incautaban el dinero, porque el monto total autorizado que se podía sacar del país no podía sobrepasar las tres mil pesetas y el protagonista de cualquier exceso podía terminar entonces en el Juzgado de Delitos Monetarios. La Ley de Delitos Monetarios, entonces vigente, databa de 1938 y tipificaba de quince a veinte tipos de delitos diferentes. Había sido dictada para castigar las fugas de capitales que se producían durante la Guerra Civil española. L a inexistencia de garantías jurídicas para el procesado quien, de acuerdo con una ley de guerra, carecía de abogados defensores, la ausencia de proceso público, con la consiguiente inexistencia de sentencia pública y, finalmente, la total discrecionalidad del juez eran los puntos más característicos de esta ley de 1938. La Ley era muy severa, pero se atemperaba en la práctica. Cuando la ley marcial permitía el fusilamiento por este tipo de delitos y más de un infractor a la Ley de Abastecimientos fue pasado por las armas, jamás ocurrió algo parecido con la Ley de Delitos Monetarios debido, sin duda, al sector social de privilegiados que se atrevió a realizarlos. Escrivá estaba preocupado por ello y conocedor de tales limitaciones en materia monetaria fue a visitar a Franco en el comienzo de los años cincuenta y en el transcurso de la conversación le dejó caer que se estaban construyendo en Roma 7
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los edificios que albergarían al Colegio Romano de la Santa Cruz y que para ello necesitarían canalizar desde España fondos para el magno proyecto. Franco con su bien conocida «diplomacia gallega», no prestó mayor atención a la insinuación. Después de aquel mensaje dirigido al dictador, por aquello de «quien avisa no es traidor», Escrivá pidió a los superiores mayores del Opus Dei en España el que pudieran enviar con la periodicidad necesaria, para poder cumplir los compromisos financieros a terceros, ayuda económica en gran escala y el Opus Dei en España sufrió una verdadera sangría financiera para poder ayudar a Roma. A partir de entonces, los miembros del Opus Dei iban a embarcarse en una gestión aventurera que les empujaría a realizar operaciones ilegales, donde se vulneraban normas jurídicas y se incurría de forma continua en prácticas irregulares. Es decir, que los miembros del Opus Dei iban a participar conscientemente en exportaciones ilegales de dinero y, sobre todo, en delitos de fraude fiscal, un límite que nunca debe ser transgredido por ninguna organización que se autodenomine católica, máxime cuando todavía estaba pendiente de evaluación el coste moral que significaba la hemorragia en divisas y la salida ilegal de capitales para la economía de un país exhausto como era España. Pero todo aquello tenía, al parecer, escasa importancia para los dirigentes de la Obra y los estrategas financieros del Opus Dei, Luis Valls, Antonio Pérez, Alberto Ullastres, Ortega Pardo, Manuel Barturen y Rafael Termes, intentaron conseguir el permiso para establecer un banco en Andorra. El principado de Andorra había estado ignorado mucho tiempo como paraíso fiscal.Era un minúsculo país, libre de impuestos, situado en los montes Pirineos, entre Francia y España, con el inconveniente sin embargo de tener dificultades en las comunicaciones y existiendo siempre peligro en las transacciones. Después de haber utilizado anteriormente diversos métodos para sacar fondos de España a través de la frontera portuguesa o incluso utilizando las delegaciones en el extranjero del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en especial la delegación de Roma, la exportación de dinero se realizaría masivamente por conducto bancario a través de Andorra, sobre todo, porque el dinero iba a salir más abundantemente desde que los miembros del Opus Dei se habían instalado en los ministerios económicos del Gobierno en España. El Consejo de los Valles de Andorra se oponía a la instalación de una banca en el país y sólo la insistencia del copríncipe español, el obispo de Urgel, asediado por presiones de personas allegadas al Opus Dei permitió a los promotores del Crédit Andorra obtener finalmente lo que pedían. Uno de esos personajes era Alberto Ullastres, que se convirtió en uno de los consejeros técnicos del Banco. Otros socios numerarios como Tesifonte López, José Meroño, bajo la dirección de Rafael Termes, se hicieron cargo del Banco, que dependió financieramente de Esfina hasta pasar luego a ser controlado por el Banco Popular Español, siendo utilizado por el Opus Dei como plataforma financiera para su expansión hacia Europa y sufragar los gastos de la fiebre constructora de Escrivá en la sede central de Roma. Instalado en el principado de Andorra y libre, en consecuencia, de trabas fiscales, el Crédit Andorra centró fundamentalmente sus actividades bancarias, desde su creación en 1955, en el tráfico de divisas y en la exportación ilegal de capitales. También, bajo el manto de pedidos ficticios permitió a la Obra fructuosas inversiones en el extranjero, especialmente a partir de 1957. 77
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Una agria polémica tuvo lugar en Francia en la primavera de 1966 refiriéndose a las actividades exportadoras del Opus Dei a través del Crédit Andorra. «Los valles de Andorra —escribió Yvon Le Vaillant en Le Nouvel Observateur— son un lugar privilegiado para el mercado negro y el tráfico de divisas. Todo el mundo lo hace. (...) Por lo menos una vez a la semana, un hombre del Opus va a Andorra a hacer la transferencia de divisas como si no pasara nada. Lleva siempre una cartera llena. Y pasa sin dificultad.» Un dirigente del Opus Dei en Francia, Agustín Romero, replicó fieramente que el periodista «se encontraría ciertamente en la imposibilidad de ofrecer el menor elemento de prueba en apoyo de su afirmación según la cual un miembro del Opus Dei hubiera pasado la frontera una vez por semana con una cartera llena de divisas». Pues bien, existen testimonios y pruebas fehacientes donde se demuestra palpablemente el aludido tráfico de divisas en gran escala. Las carteras con divisas y los cinturones de viajeros repletos de dólares con destino a Roma fueron una costumbre de los primeros tiempos heroicos, a partir de 1947 y durante la década de los cincuenta. En cambio, desde que miembros del Opus Dei estaban en el poder, llegando a estar al frente de los ministerios, el dinero salía de España en maletas. Las maletas, por regla general, no eran muy grandes. Su contenido oscilaba entre los cinco y los diez kilos de pesetas. Un millón de pesetas en billetes verdes de 1.000 pesetas de la época pesaba un kilo aproximadamente. El portador de la maleta o las maletas solía ser, un intermediario que actuaba como «correo» contratado y se encargaba de hacer llegar el dinero a Suiza mediante una comisión por cada viaje realizado, que era aproximadamente de unas 35.000 pesetas por cada millón de pesetas transportado, es decir, el 3,5 por ciento; aunque también se llegaban a cobrar, según el riesgo corrido, comisiones más elevadas. Los pasos clandestinos de la organización montada por el Opus Dei para la exportación ilegal de divisas fueron muy sinuosos y complicados desde su origen. En el Juzgado Especial de Delitos Monetarios, sumario número 68 del año 1966, consta que la organización clandestina encargada del tráfico de divisas operaba a través del Crédit Andorra y bajo la financiación del Banco Atlántico de Barcelona. Al frente de esta organización clandestina, cuyo objetivo principal consistía en extraer de la Península cantidades de pesetas para depositarlas en bancos suizos, así como operar con divisas y moneda española al margen de los controles oficiales, estaban Emilio José Solé Torre y Claudio Racionero Grau, que iban todos los miércoles a Ginebra con unos veinticinco millones de pesetas semanales. La evasión de moneda se realizaba según la tradición en el oficio; es decir, transportando en automóvil maletas llenas de billetes de mil pesetas. El dinero partía de Barcelona, desde la sede del Banco Atlántico, pasaba por Andorra y llegaba a Ginebra, en Suiza. El promotor y responsable de semejante organización era Emilio José Solé Torre, miembro del Opus Dei vinculado al Banco Atlántico y dependiendo de un financiero de la Obra como Pablo Bofill Quadras. Se calcula que esta organización montada por la Obra de Dios transportó ¡legalmente más de tres mil millones de pesetas, a razón de una media de veinticinco millones semanales, una parte de los cuales se encaminaba luego hacia Roma. Cuando fueron descubiertos y procesados en el sumario número 68 del año 1966, el Juzgado Especial de Delitos Monetarios tan sólo les impuso la ridicula multa de quinientas mil pesetas. Téngase en cuenta 80
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que, como jurisdicción especial, el Juzgado dependía del ministerio de Hacienda que ya estaba entonces controlado por miembros del Opus Dei y el Tribunal de Delitos Monetarios estaba también constituido por funcionarios del ministerio de Hacienda que no tenían nada que ver con la carrera judicial y obedecían a los dictados del ministerio. Todo quedaba, pues, dentro del campo controlado por la Obra. Unos años antes, en el mes de diciembre de 1958, un agente bancario suizo había llegado a la Península Ibérica como enviado especial de la Societé de Banque Suisse, uno de los cuatro grandes bancos de Suiza. En sus idas y venidas por la Península, el agente bancario fue detenido por la policía española, quien le creyó un «agente del comunismo internacional» y le confiscó la agenda que tenía una lista de clientes importantes del banco. El enviado especial de la Societé de Banque Suisse, cuyo nombre era Georges Laurent Rivara, llevaba una agenda con el número de cuenta, contraseña, apellidos y nombre de 872 clientes del banco, lo más granado del capitalismo español, que residía en su mayor parte en Madrid, Bilbao y Barcelona. Entre los 872 clientes se contaban también 149 extranjeros que no incurrían, por lo tanto, en ningún delito administrativo o penal en España. Como el escándalo era de envergadura política, llegó a ser debatido en Consejo de Ministros presidido por Franco. Los ministros de la Obra se mostraron partidarios de la dureza y de darle una dimensión ejemplar al asunto, pues no figuraba en la lista ningún miembro notorio de la Obra, dada entonces su escasa capacidad financiera ya que sólo despuntaban en los negocios por aquella época y además utilizaban caminos distintos para la exportación ilegal de divisas, sin correr el riesgo de que el dinero de las cuentas de la Obra de Dios figurase en la agenda de un agente bancario suizo cualquiera. La lista que contenía la agenda apareció publicada meses más tarde en el Boletín Oficial del Estado con fecha 9 de marzo de 1959 y las multas impuestas a 369 de los 872 titulares de cuentas ascendió a 117 millones de pesetas aproximadamente, cuando el valor total de los depósitos en cuentas y valores se elevaba, según el cambio de la época, a 16.240 millones de pesetas. Los extranjeros y los españoles con autorizaciones e influencias nunca fueron sancionados. Paralelamente, Ullastres como ministro de Comercio había ordenado una investigación en el Instituto Español de Moneda Extranjera (IEME), para averiguar si algún funcionario había cometido irregularidades en la concesión de divisas y había designado en septiembre de 1958 un nuevo director general del I E M E , antes de la «reorganización» emprendida en el verano de 1960. En el I E M E fueron incoados expedientes disciplinarios a más de una docena de funcionarios y hubo sanciones a un subdirector general y ocho funcionarios que fueron castigados con la separación definitiva del servicio, cuando había miembros del Opus Dei, incluso el propio ministro, que se habían convertido en profesionales de la exportación de dinero y estaban implicados en operaciones ilegales. Una de las piezas más codiciadas por los miembros del Opus Dei en el engranaje del Gobierno fue el Instituto Español de Moneda Extranjera, dependiente del ministerio de Comercio, porque era el organismo encargado de los pagos exteriores y la centralización de divisas, por lo que desempeñaba funciones propias del Banco de España. Hubo tales rivalidades sobre su control que dio lugar a una pug278
na entre dos ministros del Opus Dei, un numerario en Comercio (Ullastres) y un supernumerario en Hacienda (Navarro Rubio); el I E M E se mantuvo adscrito a Comercio hasta finales de los años sesenta. Una de las claves del mantenimiento del I E M E dependiendo del ministerio de Comercio se hallaba en la sociedad financiera Siaguins, filial del Instituto Español de Moneda Extranjera, domiciliada en Zurich (Suiza) y encargada de comprar pesetas en el mercado bancario suizo y en otros mercados financieros europeos.
C O M E R C I O EXTERIOR
Con la llegada de socios del Opus Dei a los ministerios económicos en 1957, se había presentado la ocasión de realizar negocios en el comercio de importación y exportación de mercancías con cobertura del Estado. Como no hay espacios vacíos ni en política ni en economía, para los militantes de la Obra aquello significó la apertura de relaciones comerciales con los países socialistas europeos, países que eran conocidos con la expresión de «más allá del telón de acero». Esta nueva área de comercio exterior fue explotada principalmente por miembros del Opus Dei que llegaron incluso a constituir algunas compañías exportadoras con el objeto exclusivo de «comerciar con el Este». La década de los sesenta resultó capital para el negocio del comercio con los países del Este europeo y el principal coordinador de la vasta y complicada estructura de este comercio fue Gregorio López Bravo. Ingeniero naval, perteneciente como socio supernumerario a los círculos piadosos del Opus Dei en Bilbao, de director general de Comercio Exterior, su primer cargo público, pasó a director general del I E M E en el ministerio de Comercio, luego fue promocionado a ministro de Industria en 1962 y a ministro de Asuntos Exteriores en 1969. Considerado el impulsor de la ostpolitik española, su famosa escala técnica en Moscú, siendo ministro, no anunciaba un nuevo paso sino que venía a reconocer lo que se había hecho en la sombra durante los diez años anteriores. El comercio con Rusia, iniciado casi clandestinamente por los miembros el Opus Dei, dio origen a una multitud de situaciones fraudulentas y a un grupo de empresas que obtuvieron pingües beneficios. Una de las operaciones de envergadura que merece ser señalada fue el acuerdo entre España y la URSS de un millón de kilos de aceite de oliva español refinado contra un millón de toneladas de petróleo soviético. La firma aceitera Salgado y Compañía aportó el aceite y la exportación se llevó a cabo por medio de la sociedad Productos Agrícolas, S.A., Prodag, controlada por socios del Opus Dei que obtuvieron en la operación comisiones elevadas. Otras empresas exportadoras que comerciaban con los países socialistas y estaban vinculadas a la Obra fueron con Checoslovaquia, Idina, Asgasa, Interma y, sobre todo, Eximtrade; con Bulgaria, Waimer; con Polonia, Antrial y Agropesa, etc. Agropesa, capitaneada por un pariente cercano de López Bravo, poseía la mitad de las acciones de Eximtrade y ésta formaba, con una conocida y poderosa familia de judíos franceses, los Goldsmith, la sociedad Eximgold. Las tres dominaban el comercio con Rumania, con la República Democrática Alemana, con Hungría y con la U R S S . Otra de las empresas pioneras constituidas en Madrid para comerciar con los países del Este fue Waimer, S.A. en mayo de 1961, que se espe81
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cializó en el comercio con Bulgaria. La sociedad se constituyó ante uno de los notarios de confianza utilizados por la Obra, Enrique Giménez-Arnau Gran, y formando parte de ella aparecía Antonio Ibáñez Freiré, un militar de alta graduación que había servido en la División A z u l y, vinculado a la Obra, pasaría a ocupar luego la cartera de ministro del Interior. Otra empresa de comercio exterior, especializada en «representaciones nacionales y extranjeras» fue Hipamún, S.A., que se creó con financiación de Esfina y del Banco Popular Español, con numerarios como Jorge Brosa, Alberto Moneada y Alberto Ullastres, y supernumerarios como Alvaro Domecq y Antonio Pérez Ruiz; este último fue nombrado comisario de Abastecimientos y Transportes por Ullastres cuando llegó a ministro de Comercio. En su consejo de administración destacaba un socio cooperador no católico de la Obra, Isaac Salama Benatar, hombre de negocios judío radicado en Ceuta, que había apoyado la sublevación de Franco en Marruecos y disfrutaba de los favores de la Dictadura, convirtiéndose luego en el magnate de Transáfrica, poderosa multinacional dedicada al comercio de cereales. El primer negocio de Hispamún fueron las exportaciones de productos hortofrutícolas tempranos originarios de Málaga, Granada y Valencia. A tal fin se montaron delegaciones en provincias y en el extranjero, con representantes del Opus Dei en todas ellas; de esta forma, Hispamún proporcionaba también ayuda económica con sueldos y comisiones a otros miembros de la Obra. En cada una de las delegaciones europeas, los numerarios habían asociado a supernumerarios, cooperadores o amigos del mundo del comercio, deseosos de ayudar a la Obra en su país respectivo o simplemente interesados en el tráfico mercantil con España. Cuando llegó el reajuste general en la actividad de las sociedades auxiliares del Opus Dei en 1966 y ante los escasos resultados conseguidos en las operaciones, el Banco Popular Español abandonó su interés por Hispamún y vendió la mayoría de acciones. La presencia en la Unión Internacional de Comercio, S.A. de Enrique Fontana Codina y Antonio González Adalid, ambos vinculados al Opus Dei, hace posar nuestra atención sobre esta sociedad anónima. Su consejo de administración estaba presidido por Luis Miguel González Lucas, más conocido en los ruedos por Luis Miguel Dominguín. Fontana y González Adalid eran dos piezas maestras del grupo de sociedades que con sus respectivos holdings tenían como principal actividad la exportación, la importación y las representaciones industriales y comerciales. Entre las sociedades del grupo, cuyo centro de intereses radicaba también en las familias Enrich Valls y Llopis Guiloche, destacaba la citada sociedad Unión Internacional de Comercio, dedicada al comercio exterior especialmente hacia los países de América Latina. Fontana Codina había ocupado durante algunos años el cargo de comisario de Abastecimientos y Transportes, antes de su ascenso a ministro de Comercio, figurando entre las exportaciones del grupo los agrios y los aceites, productos que tenían una relación inevitable con la comisaría de Abastecimientos y Transportes. Por su parte, fue decisiva la intervención de Antonio González Adalid, cuando era director general de Industrias Siderometalúrgicas, en la crítica situación por la que atravesó Aceros de Llodio, S.A., dirigida entonces por Luis María Olarra. El Banco Mercantil e Industrial no quiso hacerse cargo de la deuda del agresivo 82
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empresario que llevaba a la ruina con «santa audacia» una acerería de notables dimensiones. El ministerio de Hacienda se hizo cargo de la deuda a través del Banco de Crédito Industrial, gracias a la mediación de González Adalid y el equipo del ministerio de Industria, encabezado entonces por Gregorio López Bravo. Tanto Luis María Olarra Ugartemendía como José María Aristrain Noain, que fue antiguo corredor ciclista y chatarrero, fueron dos ejemplos típicos de empresarios del franquismo que gozaron de un régimen especial de favor en las importaciones, con la obligación de devolver económicamente los favores recibidos y las protecciones políticas de que gozaron por parte del Opus Dei. Ambos personajes obtuvieron a través de sus empresas, el privilegio de introducir en Europa desde los países del Este centenares de miles de toneladas de productos siderúrgicos, cuando los organismos de la Comunidad Económica Europea y en especial los de la C E C A vigilaban rigurosamente el tráfico del hierro y del acero para evitar dificultades a las fábricas de los diversos países asociados y habían establecido un contingente para las producciones españolas. 83
POLÍTICA DE INFLACIÓN
Las iniciativas empresariales y las preferencias de los socios del Opus Dei se centraron durante los años sesenta en los sectores que habían absorbido la mayor parte de las inversiones públicas, en detrimento de otros sectores productivos con necesidades más apremiantes. El criterio para realizar las inversiones públicas dependía, como se sabe, de los ministerios económicos dirigidos por socios de la Obra de Dios. En este sentido, puede afirmarse que las inversiones públicas del primer Plan de Desarrollo Económico fueron utilizadas por los socios del Opus Dei para su propio provecho. Los sectores de mayor expansión, especialmente vivienda y urbanismo, investigación científica y servicios de información, fueron los mismos sectores económicos donde se advertía la poderosa influencia de la Obra de Dios y esta coincidencia no dejaba de ser reveladora. Junto con esa actitud que no iba en provecho del país ni de otros grupos de la oligarquía sino en su exclusivo beneficio, los socios de la Obra de Dios se habían servido además de la inflación crónica que padecía la economía española para realizar su apostolado financiero; pues no hay que olvidar que las iniciativas empresariales y preferencias de los socios de la Obra de Dios, favorecidas y alentadas desde el poder político, estaban en el origen de los fuertes desequilibrios que caracterizaron el desarrollo económico en España. Arturo López Muñoz señaló al respecto que «cuando las industrias de productos básicos no logran suministrar las cantidades previstas como necesarias, es lógico que en todo el organismo productivo se originen estrangulamientos que tendrán que ser compensados, a destiempo casi siempre, con fuertes importaciones o con alzas de precios». Los estrangulamientos económicos y las tensiones inflacionistas se debieron en gran parte a los criterios de inversión de los socios de la Obra de Dios y a ese olvido oficial de las inversiones públicas en las industrias de base. Por otra parte, que el capital financiero tradicional español estuviera vinculado a esos sectores productivos condenados al ostracismo, convenció todavía más a algunos en lo que, en medios de la oposición a la Dictadura, se denominó «la infla84
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ción como obra pía». Por supuesto, que a nadie se le ocurría en España achacar la inflación al Opus Dei, pero era esto lo que resultaba de un análisis objetivo de los hechos. El Opus Dei impuso a su llegada al Gobierno una fuerte deflación, que culminó con la estabilización en 1959 y bastaron pocos años para que su piadosa obra adoptara tendencias contrarias, empujando hacia una inflación acelerada, como si se tratara de preparar el camino a una nueva estabilización que resultara igualmente ventajosa, desde el punto de vista político y de otros puntos de vista, para el Opus Dei. Las medidas estabilizadoras del Gobierno impuestas en noviembre de 1967 mostraron de nuevo con claridad meridiana los objetivos de la política económica de los socios de la Obra de Dios, el trasfondo político del «milagro económico» en España. «Muchas cosas milagreras se han visto —señaló E. E. en la revista Mañana—, pero nada tan sabroso como las variaciones cíclicas introducidas como obra pía en la economía española ad majorem Opus Dei gloriam.» Preguntado Laureano López Rodó, el político a quien se le acusaba de ser un frío tecnócrata, si el propio Plan de Desarrollo era un instrumento en manos de los socios del Opus Dei, respondió sin titubeos: «Es falso. Yo soy miembro del Opus Dei y eso forma parte de mi vida religiosa como ser miembro del colegio de abogados, de mi vida profesional. Pero no mezclo la religión y la política. Soy yo, y no el Opus Dei, y quede bien claro, el único responsable de los éxitos o fracasos del Plan». Profundizando en las causas de la inflación económica, López Rodó y sus compañeros de la Comisaría del Plan habían descubierto en los trabajos de sus colegas de la otra vertiente del Pirineo, que si aumentaban los salarios, aumentaban también los precios. Las otras causas inflacionistas como la expansión del sistema, una físcalidad regresiva, un exceso de gasto público, etc., tenían para los miembros del Opus Dei mucha menor importancia. De esta manera comenzaron a ser frenados los salarios de los trabajadores bajo el pretexto de que favorecían la inflación y desde 1967 la congelación de salarios fue la medida antinflacionista más corrientemente utilizada en España, pagando los trabajadores la nota de gastos del desarrollo en España. Resultaba comprensible, entonces, que Carrero Blanco, vicepresidente del Gobierno, reconociera sin tapujos en 1967 que el futuro económico no era nada halagüeño para los trabajadores españoles. Fue, sin embargo, Alberto Ullastres, quien expuso claramente en una conferencia pronunciada en Madrid, en enero de 1968, la postura política de los socios del Opus Dei que dirigían el desarrollo. Para el ex ministro de Comercio y entonces embajador de España ante la Comunidad Económica Europea, el principal y primer responsable de los fallos del Plan de Desarrollo era «el pueblo español», aunque luego, durante la conferencia se refiriera también a «diversos sectores de opinión bajo cuya presión hubo que modificar el Plan, provocando con ello la descompensación total». Esta alusión se dirigía a los falangistas de los sindicatos verticales. Así, de forma políticamente grosera, achacando a los trabajadores, «el pueblo español», y a los falangistas, «otros sectores de opinión», los fallos del Plan de Desarrollo, Ullastres intentó encubrir vanamente las responsabilidades políticas de la Obra de Dios y de sus socios. «Mitos y paradojas de la economía española» era el sugerente título de la conferencia. 85
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A P O S T O L A D O OBRERO
La extracción de individuos con cierta capacidad de las clases medias, no era necesario que fueron muy hábiles o inteligentes porque de las capacidades y prestigios el aparato de la Obra ya se encargaba, fue la política de reclutamiento del Opus Dei desde sus orígenes. Junto a esta política de clases medias, se unió en los años sesenta el apostolado de clases bajas, aunque aquella nueva orientación social adolecía de un paternalismo en desuso, parecía montada para la galería y en nada modificaba la singladura política anterior. En 1964 hubo cierta agitación en el seno de la Obra de Dios antes de ser ordenados sacerdotes los tres primeros miembros de baja extracción social, preparándose un lanzamiento espectacular para considerarlos públicamente como los tres primeros «sacerdotes obreros»; aunque se trataba, de hecho, de dos funcionarios de oficina y un mecánico de garaje. La Instrucción de San Gabriel, uno de los documentos atribuidos a Escrivá desde finales de los años cincuenta, decía refiriéndose a este apostolado «que habían de tener la ilusión de dar gloria a Dios desde su sitio, sin apetecer cambiar la situación donde la Providencia les había puesto». La campaña demagógica que se preparaba con ellos fue detenida y no llegó a realizarse por razones de estrategia y las tensas relaciones con el Vaticano, por lo que pasó inadvertida la ordenación sacerdotal de los tres primeros sacerdotes «oblatos», que se llamaron más tarde «agregados» dentro del Opus Dei. La Obra inició durante los años sesenta, con una potencia consolidada de medios, el apostolado de clases bajas, entre obreros, creando centros de formación profesional obrera como el Instituto Tajamar en Madrid y apoyando iniciativas más arriesgadas como los Ateneos obreros. Los Ateneos populares o Ateneos obreros fueron fundados a partir de 1962 por socios del Opus Dei. En Madrid existían cinco en barrios obreros como Vallecas, Ventas, Campamento y Ciudad Pegaso, que dependían de la Asociación de La Rábida, una emanación de la Universidad de verano del mismo nombre, dirigida entonces por el veterano miembro del Opus Dei, Vicente Rodríguez Casado. En Guipúzcoa existía un Ateneo popular, también llamado Obrero, en Beasaín. Este apostolado entre los obreros fracasó rotundamente. El Ateneo popular del barrio madrileño de Campamento decía tener, por ejemplo, más de doscientos afiliados, pero los asiduos no pasaban por lo general de una docena. El Ateneo de Vallecas, tras ocho años de funcionamiento, tenía treinta y cinco socios solamente. Los Ateneos obreros montados por miembros del Opus Dei lograron mantener abiertas sus puertas a duras penas durante los años sesenta. Las instancias máximas del Opus Dei prefirieron por ello replegarse para realizar el apostolado obrero en centros educativos como Tajamar para hijos de obreros. De esta manera se evitaba un fracaso ruidoso y los socios del Opus Dei estaban a cubierto de los riesgos que entraña todo apostolado directo, confirmando una vez más que el apostolado de la Obra de Dios es eminentemente burocrático y se realiza preferentemente a partir de organismos del Estado o de la Iglesia. Se cita también el caso de un obrero navarro miembro de la Obra, con el que se inició en Pamplona la labor de apostolado entre miembros oblatos del Opus D e i . Escrivá había ordenado que, tan pronto como estuviese asentada la labor entre las clases pudientes, se procediese con tiento a buscar vocaciones entre los 89
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obreros ejemplares en su oficio, que fueran semillero de buen comportamiento social. El obrero en cuestión se llamaba Anselmo, vivía en un barrio industrial de Pamplona y mantenía reuniones periódicas en un círculo para obreros con sus compañeros de trabajo y numerarios de la Obra encargados de la labor de apostolado entre miembros oblatos. Para dar una idea aproximada del tipo de obrero buscado por la Obra sólo cabe señalar que una de las preocupaciones del obrero Anselmo era la denuncia de sacerdotes y seminaristas que se dedicaba, según él, a difundir ideas comunistas. Las denuncias alcanzaron hasta un cierto clérigo, don Lucio, que pronunciaba sermones muy confusos, y de los que Anselmo daba parte al gobierno c i v i l . " Conviene detenerse en el caso de una empresa constructora para conocer siquiera aproximadamente la relación existente entre capital y trabajo en empresas relacionadas con el Opus Dei. En 1957 se constituyó en Madrid Jotsa, una pequeña empresa constructora que contaba tan sólo con nueve obreros. Las iniciales de Juan Obregón Toledo dieron nombre a la compañía anónima que pasaba a los registros comerciales con las siglas de Jotsa. Su hija, Ana María Obregón, se había casado con un joven ambicioso que se llamaba Antonio García Fernández. El consejo de administración de la empresa familiar quedó, pues, formado: presidente, Juan Obregón Toledo; consejero-delegado y director general Antonio García Fernández; y como consejerosecretario, Ana María Obregón Navarro. Diez años más tarde, la empresa ofrecía a sus empleados un banquete en el parque madrileño del Buen Retiro para celebrar el primer decenio de vida. A los postres, se impusieron nueve medallas de oro conmemorativas a los nueve primeros trabajadores «que constituyeron el equipo de pioneros de Jotsa» y, más oficialmente, la medalla de plata al Mérito en el Trabajo al consejero-delegado y directorgerente de la empresa, quién declaró: «Considero que esta medalla al Mérito en el Trabajo con que me ha distinguido el Gobierno es una recompensa para todos los que trabajamos comunitariamente en Jotsa para el mejor bien de España situada ya en estupenda coyuntura para iniciar el camino de la integración económica europea (...) Jotsa se encuentra con una cartera completa de importantes contratos y con la fuerza y preparación necesarias para participar activamente...». Jotsa, empresa que trabajaba con fe y tenía una cartera completa de importantes contratos, giraba en la órbita financiera del Opus Dei. Allí estaba para corroborarlo en el homenaje Juan Gesalí Rius, subdirector general del Banco Popular Español, acompañado de arquitectos más o menos vinculados a la Obra como Miguel Fisac o Mariano García Benito. Las relaciones capital-trabajo también fueron recordadas en el banquete cuando el consejero-delegado afirmó que «en nuestra empresa hemos conseguido armonizar perfectamente el capital y el trabajo, para servir al cliente y obtener un beneficio lícito», olvidando añadir que un porcentaje de ese lícito beneficio finalizaba en las arcas del Opus Dei. A las palabras del consejero-delegado respondió en representación del personal, el director administrativo de Jotsa, que no trató ni la situación social de España ni los problemas del sector de la construcción ni los particulares del obrero, sino que se dirigió a los trabajadores de la siguiente manera: «El gran capitán del equipo acaba de decir que no nos preocupemos por nuestro futuro, que estamos
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preparados., Pues si vuestro fin y nuestro premio es el trabajo y se nos acaba de asegurar, ¿qué más podemos pedir?». Este es un ejemplo para conocer cómo se plantean las relaciones capital-trabajo en una empresa vinculada al Opus Dei. Toda la prensa de la Obra habló del banquete, siendo el diario Madrid donde la crónica ocupó un mayor espacio, terminando con reveladoras palabras la reseña: «La conmemoración del X aniversario de la creación de Jotsa ha constituido una auténtica comunión laboral en la que han participado en estrecha camaradería todo el equipo de Jotsa y sus inmediatos cooperadores en la misión de fundar nuevos hogares, locales de negocios y complejos empresariales». Según el socio del Opus Dei, José María Figuerola, lo que aparece en el seno de la empresa económica es una tensión, «un distanciamiento», entre el capital y el trabajo. «Las razones de dicho distanciamiento pueden hallarse de un lado: a) en el desconocimiento del valor intrínseco del trabajo; de otro: b) en la inadecuada retribución del esfuerzo individual y, por último, c) en el desconocimiento de las exigencias propias de la naturaleza humana.» Con esta argumentación más un refuerzo de citas de encíclicas papales, Figuerola teorizaba en un artículo publicado en Nuestro Tiempo, revista del Opus Dei, sobre la conveniencia de que la Empresa, con mayúsculas, alcanzara su verdadera fisonomía eliminando cualquier diferencia o conflicto de clases. Por su parte, Juan Manuel Fanjul, vinculado a la Obra de Dios y consejerosecretario del Banco Popular Español en una conferencia pronunciada en 1967 en la Real Academia de Jurisprudencia, refiriéndose a la relación entre el capital y el trabajo dijo que «hay que crear un camino de capitalización, por la vía del salario congelado, hacia el capitalismo popular, puesto que la única fórmula empresarial para un país como el nuestro, que se encuentra en pleno desarrollo, es la empresa capitalista privada. Y esta empresa puede reformarse eficazmente y salvarse constituyéndose, en la medida de sus fuerzas, en una comunidad de intereses». 92
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SECTORES EXPANSIVOS
Por el hilo conductor de las finanzas se ha seguido la penetración del Opus Dei en la economía, pero la potencia de un grupo oligárquico no se mide solamente por el capital financiero y sus ramificaciones sino que el capital industrial, las rentas de la tierra o las empresas de servicios juegan también un papel decisivo en los beneficios y en el funcionamiento del grupo. A esto deben añadirse siempre aspectos no cuantificables como el prestigio, el crédito social de que goza, o el empuje. El grupo del Opus Dei no centró sus objetivos financieros en sectores como las minas o la siderurgia, ya explotados por otros grupos de la oligarquía. Fue principalmente en el sector terciario o de servicios donde se centraron los propósitos de los miembros de la Obra de Dios. En opinión de Ullastres, «lo único que le interesa producir al español es lo que se palpa con los cinco sentidos y (los españoles) despreciamos la auténtica fuente de producción de riqueza, los servicios». Se advertía, sin embargo, la presencia de miembros y empresas del Opus Dei en otros sectores de la economía española y a continuación se verán algunos de estos sectores y empresas con presencia activa del Opus Dei, comenzando por el sector 285
de la construcción, que fue pronto objeto de la predilección inversora de los socios de la Obra de Dios. El sector de la construcción fue tan atrayente en España durante los años sesenta que absorbía cada año casi la mitad de las inversiones privadas, doblando al resto de los sectores. Y si se tiene en cuenta que al frente del Instituto Nacional de la Vivienda y del Banco de Crédito a la Construcción, había miembros del Opus Dei puede comprenderse fácilmente por qué en el sector de la construcción hubo una fuerte penetración económica por parte de socios y empresas vinculadas al Opus Dei. La ayuda y protección estatal en forma de estímulos crediticios e impositivos a la empresa privada alcanzó a la casi totalidad de las viviendas construidas en España por aquel período. Miembros de la Obra de Dios controlaban 15 empresas constructoras y 52 sociedades inmobiliarias. En un sector como el turismo, íntimamente ligado en parte con la construcción, en la órbita financiera del grupo Opus Dei había 8 empresas dedicadas al turismo. Por otra parte, se recensaban 17 empresas controladas por miembros del Opus Dei en el sector agroindustrial y existía también por parte del Opus Dei un fuerte control en las importaciones de algodón. Tras la modificación del régimen de comercialización del algodón español, dentro de la política liberalizadora iniciada por el equipo del Opus Dei en el Gobierno, la producción bajó de forma sensible, aumentando al mismo tiempo las importaciones. Los miembros del Opus Dei implantaron en el negocio algodonero una costumbre piadosa y por cada tonelada de algodón importado los operadores en el mercado estaban obligados a dar un dólar de ayuda para la Obra. Era «el dólar para el Opus», expresión muy conocida en el círculo de los grandes industriales algodoneros españoles. Entre los fraudes realizados por socios de la Obra de Dios se cuenta que hacia 1963, Ortega Pardo, García Moneó y los consejeros del Banco Popular Español, Buixó y Soldevila, crearon una sociedad llamada Secea, con la que negociaron con Egipto, exportando trigo o importando algodón, negocio que dejó al ministerio de Agricultura una deuda de 1.500 millones de pesetas. Los bienes de equipo comprenden una amplia gama de productos y representan un índice claro del grado de industrialización de un país. La comercialización del sector industrial de bienes de equipo formado por la construcción naval, material ferroviario, vehículos industriales y maquinaria, estaba controlada por socios del Opus Dei y este control se llevaba a cabo a través del Servicio de Constructores de Bienes de Equipo, en abreviatura Sercobe, una asociación de más de cien empresas, desde oficinas de ingeniería hasta fabricantes de maquinaria de precisión. Las funciones de Sercobe fueron la coordinación y enlace entre los constructores españoles de bienes de equipo con el Estado, con los demás sectores de la industria y, sobre todo, para la exportación de estos bienes de equipo al extranjero. Inexistente en 1959, la exportación de bienes de equipo representó en 1966 el 16,7 por ciento del total de las exportaciones españolas. Para conocer el origen de Sercobe hay que remontarse al núcleo de ingenieros del Opus Dei en Bilbao, la mayor parte miembros supernumerarios como Gregorio López Bravo, José Manuel Sendagorta, Gregorio Millán y Antonio González Adalid, que con su incesante actividad también promocionaron el Servicio Comercial y Técnico de Industria Auxiliares de la Construcción Naval, Indunares, con un 94
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objetivo más limitado que Sercobe. En estrecha conexión con Sercobe e Indunares funcionaba el Servicio Comercial Metalgráfico, que fue constituido con la pretensión de agrupar a las empresas metalgráficas, los fabricantes de envases de hojalata, los fabricantes de tapón corona y los fabricantes de juguetes en España, y que completaba la dominación de los miembros del Opus Dei entre las grandes asociaciones profesionales del sector. Existía, sin embargo, una cuarta gran asociación de servicios promocionada por miembros del Opus Dei, la Asociación Española de Anunciantes, A E A , que se presentaba como el primer grupo empresarial español especializado en la publicidad, la promoción, y, en general, comercialización de los productos, con trescientas cincuenta empresas españolas más algunas extranjeras que representaban el 60 por ciento de las empresas productoras y de servicios en España, con unas inversiones publicitarias de diez mil millones y unas ventas anuales que superaban los trescientos mil millones de pesetas. Miembros del Opus Dei figuraban en el consejo directivo de la Asociación Española de Anunciantes, que hacía pesar con la publicidad su influencia hacia la prensa y otros medios de comunicación. Por otra parte, había más de una veintena de empresas publicitarias en cuyos consejos de administración miembros del Opus Dei mantenían un control absoluto o eran parte mayoritaria, destacando Hijos de Valeriano Pérez, S.A.; Clarín Publicidad; C i d , S.A.; Alas, Compañía General de Publicidad, asociada un cierto tiempo con Walter Thompson; Publicidad Expresa, agencia que tenía en exclusiva la publicidad de revistas como Mundo, Meridiano y Chío, además de algunos programas de T V E ; Publicidad Maxán; Publicidad Urba; Publicidad Gisbert, S.A.; Ronte Publicidad; Menfis, Compañía Anónima de Publicidad; Interdis; Control de Publicidad y Ventas, S.A.; Expoluz de Publicidad Exterior, S.A.; I. A. Publicidad; I. P. Información de Publicidad; y Ancema Publicidad. En Movierecord, grupo de empresas cuyo impacto publicitario sobre el público español era considerable, el Opus Dei mantuvo una participación bastante importante con más del 25 por ciento de las acciones y la presencia de José Ferrer Bonsoms como vicepresidente segundo y Gonzalo Fernández de la Mora, junto con el numerario Andrés Rueda Salaverri, como consejeros. Posteriormente, los miembros del Opus Dei aumentaron su participación, pasando a ser socios mayoritarios en el grupo de empresas Movierecord. El Opus Dei, conviene recalcarlo, no participaba casualmente en Movierecord, pues la adaptación de España a los moldes de la sociedad de consumo se realizaba a través de estos grupos mitad informativos, mitad publicitarios. El grupo financiero del Opus Dei, del cual dependía Movierecord, había extendido además sus tentáculos en otras empresas que dependían en su mayoría del Banco Popular Español, el cual continuó siendo el centro más importante de las actividades financieras de la Obra de Dios en España y en el extranjero.
A P O S T O L A D O DE PRENSA
Un socio numerario con responsabilidades financieras durante los años sesenta en el Opus Dei, Francisco Saralegui, cuenta que Escrivá decía para alentar la inversión, refiriéndose al apostolado de la prensa, que «había que empapelar el 287
mundo en papel impreso» y «había que crear empresa con un cuello tan gordo que el Gobierno no lo pudiera cortar». La frase era gráfica y reflejaba muy bien el «espíritu de la Obra» en aquella época. Escrivá tenía la obsesión del apostolado de la prensa y ansiaba la creación de un potente grupo de prensa propio por parte del Opus Dei, para dirigirlo de igual modo que los propagandistas católicos lo hicieron en tiempos de la Segunda República, con Ángel Herrera a la cabeza dirigiendo un diario católico como El Debate. José Vidal Beneyto, en un artículo publicado en 1967, hizo ver entonces que la potencia económica del aparato financiero en el que coincidían los esfuerzos independientes o conjuntos de los socios del Opus Dei era aún notablemente inferior al de cualquiera de los grandes grupos de capital del país «y sin embargo —se preguntaba Vidal Beneyto, personaje con antiguas vinculaciones en el Opus D e i — , ¿cuántos periódicos, revistas, productoras cinematográficas, emisoras de radio, agencias de prensa, empresas de publicidad, sociedades de investigación de mercados y análisis de opinión, etc., se han creado en el país aparte de los promovidos por los miembros del Instituto?». La respuesta a la pregunta estaba en las obsesiones de Escrivá, quien se ocupó directamente de mantener el apostolado de la prensa, por lo que el control ejercido desde Roma iba más allá de la contabilidad, siguiendo de cerca el fundador del Opus Dei todas las operaciones de control o de lanzamiento de nuevas publicaciones en España. El mismo Saralegui ha reconocido que era «una especie de censura a larga distancia» y que «nos llegaban constantemente notas en las que comentaban lo que se escribía, sobre todo la línea editorial y nos hacían sugerencias». Sin embargo, el apostolado de la prensa, que coincidió con el auge político de los miembros el Opus Dei en el Gobierno, fue paulatinamente disminuyendo y durante los años setenta muchas empresas desaparecieron y sus actividades se fueron apagando lentamente; el grueso de los efectivos se concentró en el sector de la enseñanza. Las obsesiones de Escrivá en el apostolado de la prensa nunca llegaron plenamente a realizarse y la «santa audacia» de los miembros del Opus Dei debió intervenir en el recubrimiento de déficits y en tapar agujeros contables, porque tales empresas fueron deficitarias, debido fundamentalmente a la escasez del negocio y al retraimiento y la ausencia de lectores. Con la perspectiva de los años, se puede emitir un juicio sobre el dominio del Opus Dei en la prensa española y la información en general, porque sus objetivos no se limitaban sólo a la prensa escrita, sino que eran la radio y la televisión hacia donde se dirigieron también en sus conquistas; aunque hacia los medios audiovisuales no se decantaron lógicamente las preferencias y obsesiones de Escrivá. Los planes de conquista del Opus Dei nunca fueron esbozados porque de lo que se trataba, en efecto, era de comprar todos los negocios editoriales del país y en realidad poco importaba que empezaran por uno u otro. Para los cruzados del Opus Dei se trataba de aupar a Cristo en la cumbre de las actividades periodísticas y editoriales españolas, llevados de la mano de Escrivá. Pero ir al copo en la prensa y en las ediciones representaba unos riesgos económicos elevados y, afortunadamente, sólo quedaría como un intento que nunca llegó a hacerse completamente realidad. La penetración de la Obra de Dios se limitó a una influencia relativamente discreta en Televisión Española (TVE). Sin embargo, con la influencia de miembros 97
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del Opus Dei en el Gobierno, la presencia de sacerdotes de la Obra se hizo frecuente en las pantallas de los televisores españoles durante los años sesenta. Por ejemplo, el sacerdote Angel Dorronsoro, que comentaba líricamente el Evangelio en la segunda cadena, fue escogido para ese trabajo por ser «el hombre que mejor hablaba dentro de la Obra». Entre los directivos de Televisión Española, el Opus Dei contaba con miembros instalados en puestos claves como el jefe del Departamento de Contratación Artística o el jefe del Departamento de Programas. El director general de Radiodifusión y Televisión de aquella época, Adolfo Suárez, que llegó a ser luego Presidente del Gobierno, era entonces supernumerario y asistía a reuniones y círculos piadosos de la Obra, junto a su esposa Amparo Illana, siendo promocionado políticamente Suárez por otro supernumerario del Opus Dei, Fernando Herrero Tejedor. En las cadenas privadas de radio, si el Opus Dei mantuvo durante los años sesenta una fuerte influencia sobre la cadena SER, mantiene la misma fuerza en los años noventa sobre la cadena C O P E . El proceso de adquisición de editoriales y órganos de prensa fue muy similar en la mayoría de los casos. Un miembro del Opus Dei concebía la idea de adquirir un periódico determinado para lo cual interesaba a una entidad bancaria cuyos puestos directivos estaban ocupados por miembros de la Obra de Dios. Con el dinero prestado, se compraban las acciones necesarias para hacerse con el control financiero de la empresa y colocaba en los puestos claves a hombres de su confianza, que al mismo tiempo eran miembros de la Obra, y si luego se acudía al registro público de empresas periodísticas, el nombre del Opus Dei no aparecía por ninguna parte. La editorial Rialp, en recuerdo de los montes que atravesó Escrivá durante la guerra, fue fundada en Madrid por miembros del Opus Dei en 1948 y veinte años más tarde ya contaba con delegaciones en Barcelona, Valencia, Sevilla y Bilbao; además de Bogotá, Caracas, Santiago de Chile, Buenos Aires, y Lima, en América Latina; reconvirtiéndose, en una fase más de su expansión, las delegaciones de Pamplona y México en sociedades filiales por su gran actividad editora. Entre las editoriales controladas por el Opus Dei estaba la editorial El Magisterio Español, cuyo objeto social es la edición, difusión y venta de obras escolares, pedagógicas y científicas. A través de la editorial el Opus entró en el mundo de los maestros, publicando regularmente cada quince días la revista El maestro español y su suplemento pedagógico La Escuela en acción. Imprimía también en sus talleres Gaceta Universitaria, revista dirigida a un público universitario. Los pedagogos del Opus Dei como A l v i r a y García Hoz aparecían como directores de colecciones, una de las cuales se denominó D y A , en recuerdo de la academia que había montado Escrivá para sus primeras conquistas entre los estudiantes. En el consejo de administración había miembros del Opus Dei como Vicente Picó Amador y Alfonso Nieto Tamargo. Como presidente figuraba Félix Alfaro Fournier, conocido hombre de negocios de Álava, supernumerario de la Obra, quien presidía también Ecasa, Económica Cultural Alavesa, S.A., empresa que editó en Vitoria el diario Norte-Exprés. Otras editoriales controladas por miembros de la Obra de Dios eran Ediciones Palabra, S.A., que editó una revista sacerdotal con el mismo título desde 1965; Documentación Periodística, S.A., dependiente de Ediciones Mundo, S.A., y Publicaciones Industriales y Comerciales, S.A. Se advirtió también una influencia 289
notable de la Obra de Dios en Editorial Noguer, S.A.; Ediciones y Publicaciones Españolas, S.A.; Hispano Argentina de Libros, S.A.; Editorial Sopee, S.A.; Editorial Saeta; Ediciones Iberoamericanas, S.A.; Escelicer, S.A.; Marco Ibérica de Distribuciones, S.A.; Guadiana de Publicaciones; Editorial Punta de Europa, que pertenecía a la Fundación Oriol-Urquijo y publicaba desde 1958 una revista con el mismo título; y en Editorial Prensa Española, S.A., dependiente de la empresa editora del diario ABC. Durante los años sesenta fue decisiva la influencia del Opus Dei en el diario ABC de Madrid, por medio de la presencia de un numerario como Cebrián en la dirección y de un supernumerario como Méndez en la gerencia. También se detectaba una influencia decisiva del Opus Dei en Salvat Hermanos, que pertenecía al grupo de empresas relacionadas con Matesa, y que editó en Pamplona la Enciclopedia Monitor, figurando entre los directivos de la Enciclopedia miembros numerarios de la Obra como Alfredo Floristán e Ismael Sánchez Bella. Un ejemplo significativo del control ejercido por Escrivá desde Roma lo ofreció la Enciclopedia Monitor, que se publicaba en Pamplona por fascículos y representaba un enorme esfuerzo editorial. Publicándose la Enciclopedia en entregas de lujosos fascículos, en el cuadernillo correspondiente a la E, comenzaba así la biografía del fundador del Opus Dei: Escrivá de Balaguer, José María: religioso español, etc. Al poco tiempo, la editorial envió el mismo cuadernillo con una circular que rogaba quemasen el anterior y la sustituyeran por el nuevo. Comparando cuidadosamente los dos cuadernillos se observó que la corrección del texto estribaba en lo siguiente: Escrivá de Balaguer, Josemaría: sacerdote español, etc. En Josemaría y sacerdote residía el doble «error» que motivaba semejante gasto, pero tan cuantiosa pérdida quedaba compensada sin duda con el capricho de Escrivá satisfecho y rindiendo los editores «honor a la verdad». La Sociedad Anónima de Revistas, Publicaciones y Ediciones, en abreviatura Sarpe, fue fundada en Madrid con un préstamo a bajo interés, que equivalía a un regalo, de las Cajas de Ahorro en 1951. Esta sociedad auxiliar del Opus Dei, cuyo objeto social era la distribución, edición y venta de toda clase de publicaciones, comenzó editando el semanario La Actualidad Española para continuar luego con La Actualidad Económica, Telva, Tría y Mundo Cristiano. El lanzamiento de La Actualidad Española como «revista familiar» tuvo lugar en 1952, interviniendo un grupo de numerarios del Opus Dei, a cuyo frente se colocó el numerario Antonio Fontán, oscuro catedrático de Filología Clásica en Granada. La revista se mantuvo con muchas dificultades en la primera época y tuvieron que recurrir para su lanzamiento a campañas de subscripción obligatoria entre los miembros y simpatizantes de la Obra, para finalmente al cabo de algunos años, abandonar el proyecto. En julio de 1954 se creó también, al amparo financiero de Sarpe, la revista teórica mensual, Nuestro Tiempo, que pasaría más tarde a depender del Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra, y que también se encargaría Antonio Fontán de dirigirla. En el número cien de la revista Nuestro Tiempo, correspondiente al mes de octubre de 1962, Antonio Fontán publicó un largo trabajo teórico titulado «La situación y perspectivas de la prensa actual», donde mostraba los aspectos cualitativos que podían ofrecer las publicaciones del Opus Dei. Según Fontán, «el lector de periódico —y todos lo somos en una medida u otra— es más que ningún consumidor, un animal rutinario». No se conoce una aceptación tan 290
explícita de la tan maldecida sociedad de consumo como la que hizo Antonio Fontán, uno de los socios más comprometidos del Opus Dei en el apostolado de la prensa, con esta afirmación que podía resumir la posición de la Obra, en cuanto a la penetración y conquista de los medios informativos. En otras dos de las revistas editadas por Sarpe, La Actualidad Económica y Tría, pudo analizarse el alcance de la prensa del Opus Dei orientada, en dos casos concretos, hacia tipos muy diferentes de lectores. El análisis de las tiradas de ambas revistas mostraba además el apoyo y acogida que el Opus Dei había encontrado en regiones y clases sociales de la sociedad española. El semanario La Actualidad Económica, fundado en 1958, tuvo acogida entre empresarios, economistas y profesiones liberales (85 %), siendo escasamente leído por el gran público (15 %). En cuanto a la difusión, tenía en 1964 sus lectores repartidos por núcleos urbanos como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Zaragoza, San Sebastián y Pamplona. La difusión en el extranjero alcanzaba tan sólo un 1,02 %. Aparte de los tres grandes núcleos urbanos de Madrid, Barcelona y Valencia (38,4 %), se observó que la difusión española estaba centrada en el País Vasco, concretamente en las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa con un 11,7 % y en Navarra y Aragón con un 7,3 %; es decir, que el semanario era principalmente leído por técnicos y administrativos de empresas situadas en zonas industriales del norte y con la ausencia significativa de Andalucía y otras regiones del Sur de la Península.' Como también hubo en el caso de La Actualidad Económica campañas de subscripción obligatoria, sus lectores eran fundamentalmente socios, amigos y simpatizantes del Opus Dei, es decir, que el semanario era leído en el área de influencia social de la Obra de Dios. De ahí que fueron los suscriptores quienes indicaban aproximadamente el número de socios del Opus Dei lectores asiduos del semanario económico: con una tirada media de 8.500 ejemplares, La Actualidad Económica tenía en 1965 solamente 2.650 suscriptores, cifra equivalente a un tercio de la tirada, lo que le permitió disponer de un margen de seguridad en su existencia. La revista quincenal Tría, «de información general para el campo» se dirigía, en cambio, a la burguesía rural, miembros de cooperativas agrarias y a propietarios rurales de clase media. Tría surgió en 1964, varios años después de la aparición de La Actualidad Económica, y, como señala Zabalza Ramos, al analizar la prensa económica en España, «hay dos fechas clave para situar históricamente el tema: 1959 y 1964». La coincidencia de fechas con la aparición de las dos revistas económicas del Opus Dei no era sorprendente: la primera fecha correspondía al comienzo del plan de estabilización económica y la segunda al lanzamiento del primero de los planes de desarrollo. En un principio, los promotores de Tría encontraron serias dificultades para penetrar en los medios rurales. La revista apareció en octubre de 1964 en tipografía, cambió en mayo de 1965 el sistema de impresión en offset, llevando hasta marzo de 1966 el título de Día. La distribución geográfica de ventas de la revista mostraba claramente las zonas de penetración del Opus Dei en los medios rurales y, aunque la tirada era de 25.000 ejemplares en 1965, el número de suscriptores representaba un 10 por ciento de esa cantidad. Fue en las provincias agrícolas catalanas de Lleida y Girona (16,9 %) con fuerte tradición carlista, junto con la zona 02
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aceitunera andaluza de Córdoba y Jaén en la alta Andalucía (8,2 %) donde se leía una cuarta parte de la tirada total de Tría. Los porcentajes de la llanura de Ciudad Real (2,52 %) y el campo de Salamanca (2,54 %) no dejaban de ser relevantes, pese a su insignificancia. El primer número de Mundo Cristiano salió al mercado en febrero de 1963 con una tirada de 50.000 ejemplares y, dos años más tarde, los miembros del Opus Dei aseguraban que la tirada casi había alcanzado los 200.000 ejemplares, contando nada menos que con 70.000 suscriptores. Estas cifras fueron publicadas por la propia revista y estaban evidentemente exageradas, pero mostraban el interés especialísimo los miembros del Opus Dei, con Escrivá a la cabeza, en aquel proyecto de una revista cristiana de masas de ambicioso título. Telva se fundó como revista del hogar dirigida a un público femenino y, como consecuencia de las campañas continuadas de suscripción dirigidas por numerarias de la Obra, su tirada se elevó estabilizándose en 55.000 ejemplares. Una fuerte influencia de la Obra de Dios se detectaba en revistas gráficas dedicadas a un público femenino con Ama y La Ilustración Femenina. La revista Semana también cayó en la órbita de influencia de la Obra, ejerciéndose esta influencia por medio principalmente de las agencias de publicidad controladas por miembros del Opus Dei. Gracias al financiamiento aportado por Esfina y ampliando un pequeño negocio, Gráficas García Blanco, los socios del Opus Dei constituyeron Delsa, Sociedad de Distribución y Edición de Librerías, S.A., que pronto se ramificó en Delsa-Distribución y se convirtió más tarde en Publinter, S.A. Internacional de Revistas y Libros, ambicioso nombre que encontraba correspondencia exacta en el Opus Dei con la fase de expansión en el extranjero. Dependía también de Delsa el D E B o Departamento de Estudios Bibliográficos. El Departamento de Estudios Bibliográficos, en abreviatura D E B , era un curioso organismo que funcionaba de modo autónomo dentro del aparato del Opus Dei, pero que lo complementaba, para que la tutela intelectual fuera completa. Se había convertido en la oficina censora de libros del Opus Dei y su funcionamiento era sencillo: bajo la dirección en los primeros tiempos de Antonio del Toro un grupo de miembros del Opus Dei analizaba cuidadosamente los libros y revistas aparecidos tanto en el mercado español como extranjero, clasificando uno a uno todos los libros y publicaciones. Planteado en un principio como oficina censora de la Sociedad Anónima de Distribución, Edición y Librerías, Delsa, que centralizaba y distribuía la mayor parte de las publicaciones de la Obra, el D E B pronto tomó un auge, paralelo al que mostraron las demás empresas y organizaciones dependientes del Opus Dei. Las fichas que emitía el D E B de cada publicación estaban presentes en todas las casas y residencias de la Obra, pues sus miembros necesitaban un criterio seguro para la lectura. Escrivá ya lo había señalado en la máxima 339 de Camino: «Libros; no los compres sin aconsejarte de personas cristianas, doctas y discretas. —Podrías comprar una cosa inútil o perjudicial. Cuantas veces creen llevar debajo del brazo un libro... ¡y llevan una carga de basura!». Analizando los adjetivos de la frase, «podrías comprar una cosa inútil o perjudicial», aunque estuviesen colocados al azar, nos indican la valoración de Escrivá ante objetos como un libro; primero, 292
inútil (eficacia) y segundo, perjudicial (daño para el alma); es decir, que el criterio moral viene después de la eficacia. En mutua reciprocidad, las casas el Opus Dei instaladas fuera de España, sobre todo, las europeas, facilitaban al D E B referencias sobre publicaciones en el extranjero, pero como en el extranjero corrían entonces aires más liberales que en España, ocurría a veces el caso sorprendente que el D E B ofreciera noticias de la existencia de autores considerados marxistas en España como K. S. Karol o Charles Bettelheim, por ejemplo. Entonces, las obras de estos autores se las enfocaba de un modo adecuado y, así, la traducción del libro de Bettelheim, Problemas teóricos y prácticos de la planificación, mereció la siguiente observación en una reseña de la revista Nuestro Tiempo: «La traducción española de una obra como ésta se justifica más como "clásica" en la materia y con fines de erudición que como un libro del que se puedan sacar ideas o inspiración para nuestras necesidades prácticas». Natural de Sevilla y discípulo del numerario del Opus Dei y catedrático Jesús Arellano, el director Antonio del Toro era el socio adecuado para dirigir el D E B por ser lo suficientemente limitado y a la vez piadoso para desempeñar con eficacia tan desagradable cometido que inspiraba asco incluso a miembros del Opus Dei que se distinguían por una mayor amplitud y fineza de espíritu. Sus convicciones eran sólidas como en la mayoría de los miembros del Opus Dei, poseyendo asimismo una férrea trabazón ideológica. Él mismo lo explicaba de modo sucinto: «A la ceguera ideológica marxista y al masivo confusionismo liberalista, que llenan nuestro mundo, no se puede enfrentar una ideología progresista endeble ni un simple haber de convicciones más o menos reaccionarias». Con respecto a la Guerra Civil, a partir de cuyo final puede decirse que nació verdaderamente el Opus Dei, la ortodoxia de Antonio del Toro era impecable: «Nuestra guerra seguirá siendo, en su verdad más esencial, la primera toma de conciencia viva, trágica y victoriosa del mundo cristiano frente a una fuerza destructora intrínsecamente perversa (Pió XI), tolerada en los planes providenciales para acelerar la purificación mundial de las lacras del egoísmo liberal capitalista». El criterio de circulación de publicaciones emitido por el D E B era una mezcla de comercialización y espíritu cristiano que correspondía a una escala de cinco puntos; doble cero, cero, uno, dos, y tres. El doble cero representaba una publicación rechazable y absolutamente impromocionable, figurando en esta categoría la mayor parte del catálogo de algunas editoriales españolas calificadas de progresistas. El cero era para el libro no recomendable y de promoción reservada, según los casos. Las categorías uno, dos y tres eran positivas, reservándose el tres para algo tan extraordinario como los textos del fundador del Opus Dei. Las publicaciones de Ediciones Rialp y otras editoriales vinculadas al Opus Dei o cuya espíritu «tradicional» no inspiraba reserva alguna a los censores, figuraban evidentemente en las categorías positivas. En 1958 se creó a partir de la Librería Neblí, situada en la madrileña calle de Serrano, en el distinguido barrio de Salamanca, la sociedad Librerías del Norte de España, S.A., en abreviatura Linesa, que se extendió hacia Pamplona, San Sebastián, Sevilla y otras capitales españolas. La característica más acusada de Linesa era la presencia en su consejo de administración de tres asociadas numerarias de la Obra de Dios: María Elena Olivera Lascorz como consejera-delegada, Adelaida Tuñón Cruz como vocal y María del Carmen Delclaux como directora gerente, un 104
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caso excepcional si se tiene en cuenta el papel secundario de la mujer en el aparato burocrático de la Obra. Entre las revistas universitarias pertenecientes al Opus Dei figuraba Moncloa, en Madrid, que desapareció en 1963; Diagonal en Barcelona; Redacción, órgano de prácticas del Instituto de Periodismo de Pamplona, cuya tirada media no era superior entonces a los mil ejemplares; y Gaceta Universitaria, editada en Madrid, que era, sin ninguna duda, la más importante, pese a su escasa tirada de dos mili ejemplares. Dentro de la más pura línea consumista al estilo americano, el Opus Dei intentó hacer con Meridiano, una revista tipo Selecciones del Reader' Digest, realizando, aunque sin fortuna, una síntesis de la prensa mundial al gusto español. Anteriormente, sus editores publicaron libros como Zurbarán y los pintores españoles de la vida monástica y El libro de la Virgen con prólogo del obispo Casimiro Morcillo, uno de los libros más vendidos durante los años sesenta en España. En estrecha conexión con Meridiano se encontraba la agencia de prensa Sunc, siglas que venían a decir Servicio Universal de Noticias y Colaboraciones, que tuvo una vida efímera pues sus promotores, vinculados a la Obra de Dios y jugando la carta del apostolado de la prensa, no consiguieron salir adelante. Con el apoyo de la familia Luca de Tena, entonces propietaria mayoritaria del diario ABC, se puso en marcha la agencia de noticias Europa Press, controlada por miembros de la Obra, que se situó pronto primera en el ranking de agencias, después de la gigantesca agencia de prensa E F E propiedad del Estado. Hasta 1963 Europa Press, sólo pudo transmitir a sus clientes crónicas y reportajes. Montó, entre tanto, una red de corresponsales por toda la Península y logró especializar su información en asuntos laborales y políticos, lo que la favoreció mucho, aunque también tuvo multas y expedientes administrativos. Sobre las causas de esta especialización de Europa Press en los sucesos laborales y políticos, Gonzalo Dueñas ha señalado que más que una decidida voluntad de oposición a la Dictadura o un interés especial en los problemas laborales, el hecho de que, aparte de los sucesos, la mayor parte de la información facilitada por esta agencia fueran casi exclusivamente multas, huelgas, sanciones laborales y juicios políticos se debía a una cuestión de especialización profesional. Como las otras agencias tenían copada toda la información oficial, Europa Press se había centrado en ese campo concreto de las huelgas y los juicios políticos de cuya existencia las otras agencias de prensa parecían no haberse enterado, a juzgar por el inmutable silencio que mantuvieron en estas cuestiones bajo la Dictadura.' Las empresas de artes gráficas en manos del Opus Dei eran Gráficas Cóndor; Gráficas Industriales; Gráficas Navarra, S.A.; Gráficas Andrés Martín, S.A.; Imprenta Foresa; Nueva Imprenta Radio, S.A.; Imprenta Industrial, S.A.; y Altamira-Rotopress, S.A., que junto con Hauser y Menet, S.A., eran las empresas más potentes que controlaban los miembros del Opus Dei en el sector de las artes gráficas. La que resultó más costosa fue Rotopress, una inversión de cien millones de pesetas de los años sesenta, pero se trataba de una orden directa de Escrivá desde Roma. Durante los años sesenta, los miembros del Opus Dei llegaron a controlar diez diarios en España: Diario de León; Diario Regional en Valladolid; Ferrol Diario; Norte-Exprés en Vitoria; El Alcázar, Madrid y Nuevo Diario en Madrid; 106
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La Provincia y Diario de Las Palmas en Canarias; y El Noticiero Universal en Barcelona. También se advirtió una participación creciente en cuatro diarios, El Correo Catalán, Diario de Navarra, Región y La Voz de Galicia; y otros cinco podían considerarse adscritos en su órbita de influencia, El Diario de Avila, El Faro de Vigo, La Gaceta del Norte, Informaciones y La Voz de Asturias. Para esta clasificación se tuvieron en cuenta, además de los accionistas, la composición del consejo de administración, los miembros de la dirección, la plantilla de redactores y las agencias de publicidad con las que trabajaban. En abril de 1961, cuando Florentino Pérez Embid, entonces presidente de la empresa editora del diario El Alcázar, declaró públicamente que «el de El Alcázar es un trabajo particular mío; llevo años trabajando en la prensa porque me gusta»."" Con aquellas declaraciones se confirmaron las sospechas de que la prensa diaria era uno de los objetivos predilectos del Opus Dei en su campaña de apostolado de la prensa. Por aquel tiempo, Pérez Embid había intentado adquirir la revista índice, cuya independencia y prestigio eran una tentación para el Opus Dei, fracasando en la maniobra y viéndose obligado su director, Juan Fernández Figueroa, a recurrir al Instituto de Crédito de las Cajas de Ahorro para cubrir una ampliación de capital de la revista. El Alcázar fue un diario madrileño que los miembros del Opus Dei compraron a la Hermandad de Excombatientes del Alcázar de Toledo, recuperándolo éstos de nuevo, en septiembre de 1968. La línea y contenido «aperturistas» de El Alcázar dirigido por miembros del Opus Dei no casaba, adujeron sus antiguos propietarios, con el título y tradición del periódico que había sido editado durante la guerra civil dentro del Alcázar de Toledo, uno de los símbolos del franquismo. La operación política que arrebató a Prensa y Ediciones, S.A., sociedad del Opus Dei también editora de la revista infantil Chío, Nuevo Diario y El Alcázar, la autorización para explotar un órgano de prensa íntimamente vinculado a la historia del franquismo, significó un paso importante en las querellas y luchas intestinas de falangistas y miembros del Opus Dei. Con el estallido del caso Matesa se alcanzó un punto álgido en estas relaciones, aunque luego fue amainando la tormenta tras el cambio ministerial de octubre de 1969 a favor de la Obra de Dios y la obtención del consiguiente monopolio político del Gobierno. Perdido El Alcázar para el Opus Dei, Nuevo Diario pasó a ocupar automáticamente el papel de órgano «popular» frente al diario Pueblo, órgano de los sindicatos verticales, entre los lectores de prensa de la capital de España. Anteriormente, coincidiendo con el lanzamiento político de los planes de desarrollo tuvo lugar la aparición del semanario económico Desarrollo, editado por Prensa Económica, S.A. e impreso en Altamira-Rotopress, publicación promocionada por el Opus Dei que no duró muchos años, al igual que el semanario Momento, también editado por Prensa Económica, S.A., cuyo primer número apareció en enero de 1968, pero no tuvo continuidad el proyecto. En el otoño de 1966 un viejo periodista, Vicente Gallego, anunciaba a los escasos lectores una nueva etapa en el semanario Mundo, gracias a la inyección financiera de «un grupo de jóvenes empresarios catalanes» encabezados por Sebastián Auger Duró que pasó a ser administrador y gerente de la empresa. Meses más tarde, Vicente Gallego supo que había dejado de figurar como director-fundador 295
cuando una mañana leyó su propio semanario. Vicente Gallego había advertido demasiado tarde que el «grupo de jóvenes empresarios catalanes» era una pantalla y que el Opus Dei, por medio de Auger, se había quedado con la revista. La redacción pasó entonces a Barcelona y la impresión comenzó a hacerse en AltamiraRotopress, empresa del Opus Dei. En relación con la revista, el mismo grupo de miembros del Opus Dei creó en Barcelona el Club Mundo, un foro donde los hombres políticos y de negocios intercambiaron sus puntos de vista, y experiencias con personalidades del extranjero. En la inauguración del Club Mundo, Hubert Beuve-Méry, fundador y entonces ex director del diario francés Le Monde, dio una conferencia. Beuve-Méry ya había visitado anteriormente y ofrecido una charla en la Universidad de Navarra. Posteriormente transformaron la revista en diario con el mismo nombre y llegaron a adquirir el diario madrileño Informaciones en la transición política después de la muerte de Franco. También fundaron Dopesa, editorial especializada en libros informativos, «libros», como afirmaba su presentación, «para los que creen en la libertad y la practican». Algún tiempo más tarde, con el abandono del apostolado de la prensa tras la muerte de Escrivá, las deudas eran tan cuantiosas que el principal promotor del grupo Mundo fue encarcelado y luego huyó de España, refugiándose en México. Los miembros del Opus Dei habían llevado a cabo, entre tanto, una operación de mayor envergadura política con otro diario madrileño. En Navidad de 1961, un «grupo de hombres de negocios, interesados en la cultura», fundan una sociedad que denominan Faces, siglas de Fomento de Actividades Culturales, Económicas y Sociales, cuyo capital desembolsado fue de un millón de pesetas. El domicilio social se sitúa en Madrid, contando la sociedad con muy diversos accionistas entre los que destacaban Luis Valls Taberner y Florentino Pérez Embid. Faces comenzó organizando seminarios y ciclos de conferencias para sus socios y amigos, dependiendo también de ella la sociedad Documentación y Prensa, S.A., que editaba Diario de Diarios y Revista de Revistas. Pero de lo que se trataba era de hacerse con uno de los dos diarios vespertinos de la capital y aunque Faces, ya desde 1962, adquirió un paquete de acciones, fue en 1965 cuando compró la totalidad de acciones del diario de la tarde Madrid, que era un negocio familiar y arrastraba una vida anémica. Los créditos necesarios para la operación de compra los aportó Luis Valls, vicepresidente del Banco Popular Español. Dentro de Faces, existía una oposición interna a los miembros del Opus Dei y ante la nueva situación, los socios más activos de Faces redactan, en febrero de 1966, un programa de actuación para la sociedad y deciden ampliar el capital social en algunos millones. Y fue precisamente entonces, un personaje que se había hecho poco antes socio de Faces, suscribió él solo dieciséis millones de pesetas. El personaje era Rafael Calvo Serer, miembro numerario del Opus Dei, y el origen del dinero era un crédito personal del Banco Europeo de Negocios, filial del Banco Popular Español. Calvo Serer, quien afirmaba resueltamente en 1949, en la residencia de investigadores del Consejo de Investigaciones Científicas, que la habitación que ocupaba, llena de libros, era toda su fortuna, difícilmente se imaginaría años más tarde invirtiendo a su nombre dieciséis millones de pesetas en un periódico. Para mayor discreción, el nombramiento de Calvo Serer como presidente del consejo de administración fue aplazado durante varios meses, para evitar 296
conflictos con los otros socios de Faces, y en septiembre de 1966 Calvo Serer ocupó el cargo de presidente. Dieciséis millones de pesetas no admitían réplica de ninguna clase. Un grupo de accionistas reaccionó primero contra la maniobra de los miembros del Opus Dei proponiendo la creación de una comisión de prensa en el seno de Faces para impedir «las desviaciones doctrinales» del periódico y, luego más duramente, con una demanda judicial en mayo de 1967 a fin de obtener la nulidad de la suscripción de acciones del capital de Faces por Calvo Serer y sus dieciséis millones de pesetas, pero el juzgado de primera instancia número 15 de Madrid desestimó la demanda. Con el propósito de «aportar soluciones a las cuestiones más importantes planteadas en nuestro país» y de «intentar ensanchar el horizonte español», un grupo de miembros del Opus Dei, Luis Valls Taberner, Silvestre Arana, Vicente Picó Amador, en la cobertura económica, junto con otro grupo encabezado por Rafael Calvo Serer, Florentino Pérez Embid y Antonio Fontán, en el equipo ideológico iniciaron el relanzamiento, tras una nueva conquista, que esta vez sería muy discutida, en la prensa española. El editorial del 3 de octubre 1966 llevaba el siguiente titular: «Madrid, diario nacional, ante una nueva etapa». Los objetivos del diario Madrid fueron claros desde un principio: «Es el momento para España (...) de proceder empíricamente en la evolución política» (Madrid, 5 de septiembre de 1966). «No se trata sólo de diálogo (la alusión estaba dedicada a un grupo demócratacristiano rival), sino de recorrer juntos un camino y de hacer juntos una obra» (Madrid, 1 de octubre de 1966). Pero donde hubo un derroche de sinceridad fue en la descripción de sus objetivos políticos, reconociéndose franquistas. En el editorial del 29 de noviembre de 1966, decía Madrid: «Nuestra postura puede sintetizarse en (...) mantenimiento de los principios y cambio en las estructuras e instituciones. Los principios son inviolables, pero su adecuación a las realidades vivas exige encarnaciones diferentes; a través de diversas instituciones, que son lo cambiante, lo accidental». El 14 de noviembre ya habían sostenido, aún más claramente, la misma posición en otro editorial: «Ni en Inglaterra se discute si es o no un Reino, ni en los Estados Unidos se discute la constitución republicana. Nosotros deseamos que los Principios Fundamentales sean un supuesto inconmovible de nuestra convivencia política». Hasta que llegó en noviembre de 1971 una orden ministerial del Gobierno cerrando el periódico, el intento de Calvo Serer y sus compañeros del diario Madrid representó para el Opus Dei un éxito apoteósico porque el diario pasó a ser considerado por el Gobierno como un «peligroso órgano de oposición», lo cual, al mismo tiempo, fue utilizado como prueba irrefutable del pluralismo político de los miembros del Opus Dei. Sin embargo, en el mantenimiento de esta posición de prestigio, los socios del Opus Dei debieron pagar un alto precio evaluado en más de veinte millones de pesetas de pérdidas, a causa de los procesos, suspensiones y querellas, que quedan reducidos a su justa dimensión cuando se piensa en los millones de españoles que vivían de espaldas a la información y que por lo tanto desconocían lo que el Opus Dei estaba tramando en España. Según Miguel Fisac, cuyo testimonio es importante, «el episodio del diario Madrid, aunque externamente pareciera un conflicto, podía ser una maniobra del 297
padre Escrivá que movía los hilos desde Roma y pretendía aparentar una confrontación de ideas entre profesionales libres, cuando en realidad lo que había era una apuesta doble; el objetivo de esta maniobra (era) de hacer ver a la gente que los miembros del Opus lo mismo podían estar con Franco como contra él, aunque esa aparente libertad estuviera coordinada desde arriba»."" Los miembros de la Obra hacen ver con mala conciencia y de modo sistemático que el Opus Dei es una «realidad espiritual» y que sus miembros solamente se comprometen con su «libre» y personal responsabilidad, haciendo abstracción de sus votos y de su férrea militancia, con el fin de no comprometer para nada a la Obra. Aquí reside la clave de la defensa del Opus Dei. Se trata, por parte de sus miembros, de no comprometer a la Obra que es de Dios y para ello todo sirve, desde las falsas declaraciones a favor de la libertad hasta las oscuras obligaciones en el mantenimiento del secreto burocrático. Así, Pérez Embid declaraba en la revista Vida Mundial que «en esa asociación que el Opus Dei sucede, como sucede en todo tipo de asociaciones piadosas o deportivas, por ejemplo, pienso en la Acción Católica o en el Real Madrid: hay un socio que es banquero o presidente de la diputación y otro que es maestro de escuela, y otro secretario de ayuntamiento de Navalcarrasco, y otro oficinista, y otro obrero de la construcción, etc. ¿Y dónde está la razón para que nada de eso llame la atención?». " No faltó la respuesta pertinente a esta pregunta en la revista Ibérica, que se publicaba en Nueva York, sin permiso de la censura española en castellano, donde Gregorio López C i d recogía una anécdota con lo que pensaba el español medio a propósito de la actitud defensiva de los miembros del Opus Dei: «A un madrileño que se lamentaba ante un amigo de una derrota del Real Madrid, éste le respondió: "No seas tonto, pregunta a Pérez Embid que te explicará que los goles se los han metido al portero del Real Madrid y no al Real Madrid. Por consiguiente, el Real no fue derrotado"»." 1
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Camino de la prelatura Ceremonia de la confusión gótica. — Polémica del estatuto. — Ficción jurídica. — Política vaticana. — Concilio Vaticano II. — Compañía de Jesús y Opus Dei. — Congreso prolongado.
C E R E M O N I A D E L A CONFUSIÓN GÓTICA
Las maniobras para aumentar la confusión, dignas de la mejor época del medievo, se iniciaron públicamente por parte del Opus Dei en abril de 1957 con un artículo de Julián Herranz, sacerdote numerario de la Obra, titulado «El Opus Dei y la política» que publicó la revista Nuestro Tiempo. Herranz, especializado en Derecho Canónico, tocaba en el artículo el asunto que más preocupaba a los miembros del Opus Dei después de la supervivencia económica como grupo: su situación jurídica dentro de la Iglesia. Ya al comienzo del artículo Herranz hablaba de «ideas claras» y presentaba de entrada lo que él denominaba «un ejemplo de idea clara» y que era nada menos que «el Opus Dei —Instituto Secular— es, por su misma naturaleza jurídica, una asociación de fieles». Para reforzar la afirmación, Herranz utilizaba un aparato imponente de notas jurídicas, entre las cuales deslizaba otro mensaje, esta vez falso, que se refería, sin duda, a la aparición pública dos meses antes de miembros del Opus Dei como ministros de Franco: «Conviene hacer notar —señalaba Herranz—, que la materia del voto de obediencia que hacen los socios del Opus Dei, no se extiende al trabajo profesional o a las doctrinas económicas, políticas, etcétera». Afirmar que el Opus Dei, siendo un Instituto Secular, era, por su misma naturaleza jurídica, una asociación de fieles, parecería banal si no escondiera una operación de envergadura que arrancó precisamente en 1957, desde que el Opus Dei se sentía políticamente fuerte y encumbrado en España. La operación consistía en frenar como fuere la evolución jurídica de los Institutos Seculares, yendo aún en contra del interés general de la Iglesia católica, porque no le convenían a sus intereses particulares, que parecían surgidos directamente de la Edad Media. 299
Además, la pretendida y orgullosa originalidad del Opus Dei había sufrido un duro impacto negativo en España con la competencia descarada y con la aprobación como Instituto Secular de otras organizaciones como las teresianas, cuyo fundador español, el padre Poveda, había aconsejado y ayudado a Escrivá en los duros tiempos de la República. Por su parte, un grupo de universitarios, que giraba en torno al jesuíta Llanos y al también jesuíta Diez Alegría, habían proyectado a finales de los años cuarenta la creación de una residencia «que reuniera a un grupo selecto de universitarios con vista a la creación de un Instituto Secular» y cuyo lenguaje parecía inspirado en el del Opus Dei, sólo que con tintes falangistas más virulentos: «Queremos dar a nuestra actitud ante todo una línea de austeridad e intolerancia profundamente católica y española»; «deseamos dar a nuestro empeño de perfección la nota de un fanatismo por la caridad más unitiva hacia todas las clases, entidades e individuos de la Iglesia y de las Españas»; «queremos, como auténticos seglares católicos y españoles de nuestro tiempo, vivir la más perfecta armonía entre los dos servicios de la Iglesia y de la Patria». 1
Por estas razones, al Opus Dei le interesaban menos los Institutos Seculares y la búsqueda canónica de la Obra se dirigía hacia otros derroteros, la vicaría castrense o la prelatura, pero el Opus Dei no podía reconocerlo abiertamente y escogió entonces como arma defensiva utilizar maniobras de confusión, tanto jurídica como publicitariamente, con una técnica gótica del mejor medievo. El Opus Dei iba a intentar utilizar a su favor, por un lado, sus dudosas señas de identidad propias, la tan pretendida originalidad de sus orígenes; y por otro lado, se aprovecharía de la estudiada ambigüedad jurídica del estatuto de Instituto Secular, aunque de hecho ya no le interesaba. No obstante, dada su condición jurídica de Instituto Secular, por lo menos en lo que respecta a la rama sacerdotal, el Opus Dei iba a desarrollar a partir de entonces una política comparable a la del gran calamar que con su tinta sueña ser todo el mar. Por ejemplo, la carta de un lector fechada en Madrid, el 23 de julio de 1960, dirigida a La Actualidad Española, revista del Opus Dei, donde solicitaba al director información «lo más amplia y detallada posible sobre el Opus Dei», obligó a los responsables de la Obra a diferir la respuesta y le respondieron cuatro meses más tarde, el 17 de noviembre, con una serie de divagaciones para mantener la ceremonia de la confusión gótica. Había además otra cuestión que, como telón de fondo, complicaba aún más las cosas. Se trataba de la estudiada ambigüedad jurídica del estatuto de Instituto Secular. Por ser el Opus Dei y, en general, los Institutos Seculares, una realidad relativamente reciente en la vida de la Iglesia, resultaban difíciles de comprender si se le aplicaban los moldes mentales adquiridos por el conocimiento de otros Institutos de perfección con los que el mundo católico estaba familiarizado desde hacía muchas generaciones. El hecho de aplicar a los Institutos Seculares, por falta de conocimiento técnico de la legislación de la Iglesia, ideas no aplicables a ellos, era otra de las causas de que se oyera hablar muchas veces del Opus Dei y, sin embargo, no siempre se entendía exactamente en que consistía. Solamente la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, y no todo el Opus Dei, podía afirmar que no era una Orden, ni una Congregación Religiosa, sino un Instituto Secular; pero decir que era el primero y único de los Institutos Seculares, además de pecar de excesivo triunfalismo, resultaba ser igualmente falso. Los Institutos Seculares 300
podían compararse con las Asociaciones de fieles (pías uniones, cofradías, etc.), a cuyo género pertenecían, aunque, por ser los Institutos Seculares un estado de perfección, constituían una especie singular dentro del género de las Asociaciones de Fieles, con una propia legislación. «Se equivocan los que confunden un Instituto Secular con una simple Asociación de Fieles —escribió el canonista y miembro del Opus Dei Salvador Canals al respecto—, la evolución histórica nos muestra que actualmente el estado de perfección se ha diversificado en dos grandes ramas: el estado religioso y el estado de perfección completo profesado en los Institutos Seculares». El canonista del Opus Dei precisaba que, en cualquier caso, se trataba de Institutos seculares sacerdotales. Las maniobras venían de tiempo atrás y una consecuencia de la política de rechazo del estatuto como Instituto Secular había ocurrido cuando el Opus Dei silenció en sus escritos el texto del motu proprio «Primo Feliciter», documento pontificio que encauzaba la actividad de los Institutos Seculares a partir de 1948 y cuyo artículo primero señalaba expresamente que «las sociedades de clérigos o laicos que profesan la perfección cristiana en el mundo y que parezca que reúnen cierta y plenamente los elementos y requisitos prescritos en la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia, bajo ningún pretexto deben ni pueden dejarse entre las asociaciones comunes de fieles (cánones 648-725) sino que necesariamente han de ser reducidas y elevadas a la naturaleza y forma propia de los Institutos Seculares». Este texto pontificio tan explícito no sería respetado por el Opus Dei. Con el reconocimiento de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz como Instituto Secular de derecho pontificio, Escrivá y los máximos responsables del Opus Dei se imaginaron que aquello les bastaba para ser operativos y seguir campando jurídicamente a su manera dentro de la Iglesia católica. Canonistas de la Obra contaron luego que Escrivá presentó desde 1948 respetuosas protestas ante las Congregaciones romanas, para defender en toda su integridad la figura de Instituto Secular, intentando preservar una pureza secular que nunca poseyeron los Institutos Seculares. Mientras tanto, todo el proselitismo de la Obra de Dios se basó en el fraude jurídico de que todo el Opus Dei era, por antonomasia, el primero y único de los Institutos Seculares. Sin embargo, la imposibilidad de que el Opus Dei fuera en su conjunto un Instituto Secular se debía, sobre todo, a la ambigua mezcla y a la rigidez jerárquica del aparato de la Obra de Dios, donde estaban mezclados clérigos y laicos, más que a su negativa de pertenencia a un modelo de instituto jurídico clerical por ellos mismos aceptado. La pretendida originalidad del Opus Dei consistía, pues, en una ceremonia de la confusión, en una no identificación con sus propios cauces jurídicos y, lo que era más grave, se basaba en un rechazo congénito de los cánones de la Iglesia. Conviene recordar que Escrivá y el estado mayor del Opus Dei quisieron aplicar el estatuto jurídico de Instituto Secular a la Obra de Dios en su conjunto y que el reconocimiento jurídico de sólo una parte, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, como Instituto Secular se debió exclusivamente al hecho de que estaba formada por miembros que eran clérigos consagrados por la Iglesia, es decir, sacerdotes. El carácter religioso fue, por tanto, una condición sine qua non y, como ejemplo, puede citarse la Societé du Coeur de Jésus, que obtuvo con facilidad la categoría de Instituto Secular por su condición de sociedad clerical al ser todos sus miembros sacerdotes. 2
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En el controvertido tema de la secularidad, el Opus Dei no podía presentar pruebas concluyentes a su favor, siendo por el contrario su característica más acusada el clericalismo imperante en el aparato de la Obra de Dios. Así, cualquier socio numerario adquiere una formación similar a la de un miembro sacerdote con sus estudios eclesiásticos. Resulta muy fácil dar el paso siguiente y abundan los miembros en el Opus Dei que necesitarán tan sólo una breve ceremonia consagratoria de manos de un obispo para hacerse sacerdotes. Con la ausencia de controles exteriores ha habido tal proliferación de sacerdotes ordenados dentro del Opus Dei que su número ha crecido vertiginosamente en los últimos años, especialmente desde 1982, cuando fue declarado una Prelatura. Todo esto ocurre, además, en una organización que proclama, de puertas afuera, tener un espíritu «netamente laical», aunque en realidad su principal objetivo se ha convertido en la preparación de los miembros que considera más capacitados para el sacerdocio. En la ceremonia de la confusión gótica, el Opus Dei cerró voluntariamente cualquier vía de salida para él, cuando tuvo lugar la evolución posterior de los Institutos Seculares. Salvador Canals, uno de los canonistas de la Obra, llegó a distinguir en sus análisis los Institutos Seculares de tipo jerárquico de los Institutos Seculares con forma federativa y, ante esta opción, los miembros del Opus Dei por la férrea dictadura de Escrivá y el empuje del propio aparato siguieron siendo partidarios decididos de la primera fórmula. Con ello se evitaron posibles escisiones Centro de la Obra de Dios, manteniendo la base laica que alimentó regularmente con remesas de sacerdotes a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, como si se tratara de una Iglesia paralela cum proprio populo. El Opus Dei, ante la opción federativa, es decir, la suma de tres Institutos Seculares, sacerdotes, varones, mujeres, que podría haber aspirado a un reconocimiento global, se mantuvo en sus férreas posiciones jerárquicas, estrangulando de este modo el proceso que ciertos altos responsables del Opus Dei ansiaban para completar el deseado estatuto. Resultaba imposible que la Obra pudiera obtener el estatuto jurídico de Instituto Secular en su conjunto, obtenida además desde una posición eclesiástica alimentada ideológicamente por la España franquista y que podía resumirse en tres palabras, «una, grande y libre». Observadores y estudiosos intuían, aunque ignoraban, que habían existido profundos problemas en el crecimiento y desarrollo de la Obra de Dios. Incluso los simples militantes del Opus Dei fueron escrupulosamente mantenidos al margen de crisis internas y de algunos conflictos de envergadura. «Es lo que los no iniciados», ha escrito Antonio Tovar, «no podemos ver claro: a los veinte años de la creación a la medida para el Opus Dei de la figura canónica del Instituto Secular, parece que el figurín le ha quedado estrecho». Lo que los estudiosos e incluso simples militantes del Opus Dei no supieron es que el Opus Dei con sus tres ramas, masculina, femenina y sacerdotal, si se utiliza la metáfora del figurín, nunca estuvo jurídicamente vestido como Instituto Secular. En síntesis, el Opus Dei había venido utilizando a su conveniencia desde 1947 la figura jurídica de Instituto Secular. Pero desde 1962, cuando se inició la primera sesión plenaria del Concilio Vaticano II, hubo un cambio en su estrategia de defensa jurídica y comenzó a afirmar públicamente que los Institutos Seculares habían ido degenerando hacia Institutos Religiosos, mientras que la Obra se había mantenido al margen de estas nuevas estructuras de la Iglesia a fin de preservar 4
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una originalidad irreductible. «Ni somos religiosos, ni nos parecemos a los religiosos, ni hay autoridad en el mundo que pueda obligarnos a serlo», declaró al diario Le Fígaro el fundador del Opus Dei. La ceremonia de la confusión proseguía y uno de sus más constantes portavoces, Julián Herranz, miembro de la Obra, en un largo artículo apologético titulado «Opus Dei» publicado en la revista Nuestro Tiempo, correspondiente a los meses de julio-agosto de 1962, llega a decir: «La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y del Opus Dei es un Instituto Secular de la Iglesia Católica. Los Institutos Seculares pertenecen al género de las Asociaciones de Fieles (cánones pp. 684 y s. del Código de Derecho Canónico), porque están formados por personal que, sin ser religioso, quiere alcanzar la santidad en medio del mundo (art. 1 de la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia, A A S X X X I X , 1947, pp. 114 y ss.). Dentro de este género de las Asociaciones de Fieles, los Institutos Seculares constituyen la especie más elevada ya que dieron lugar a un estado jurídico de perfección, concediéndoles la Iglesia por ello un nombre y un derecho propio». Mientras tanto, la posición aún fluctuante del Opus Dei en lo que se refiere a la utilización pública de los términos «Instituto» o «Asociación» aparece en el comunicado oficial de la Secretaría General del Opus Dei fechado en Roma el 25 de mayo de 1962: en el texto del comunicado «Instituto» figuraba sólo dos veces y cuatro veces, en cambio, el término «Asociación». En 1964, el mismo Julián Herranz, sacerdote numerario de la Obra de Dios, en un largo ensayo jurídico sobre «La evolución de los Institutos Seculares», insistía en que «el Opus Dei constituye una Asociación de Fieles, de régimen y extensión universal, cuyos miembros —laicos corrientes y clérigos seculares— se dedican, por vocación específica, al apostolado secular y a la búsqueda de la perfección cristiana en el propio estado, cada uno a través de su propia profesión y oficio», y en la nota al pie de página del mismo ensayo insiste: «El Opus Dei, por tanto, no es una común Asociación de fieles, ni tampoco se puede comparar con los llamados "movimientos de apostolado". Se distingue de estas otras asociaciones de fieles por la peculiar entrega a Dios de la mayor parte de sus miembros, por el vínculo mutuo y pleno que une los miembros a la Asociación, por la continua formación ascética que los miembros reciben, etcétera». Por su parte, desde el área de simpatizantes, Vicente M. Encinas resumiría el punto de vista oficial de los canonistas de la Obra de Dios en su artículo «Una asociación llamada Opus Dei»: «El Opus Dei, siguiendo la línea teológica y jurídica de su origen propio, se está distanciando cada vez más de los restantes Institutos seculares, amparados también en La Provida Mater. Los demás Institutos seculares han virado hacia el concepto de Instituto religioso, mientras que el Opus Dei sigue la línea recta de la secularidad, característica esencial y fundamental de su espíritu. Los demás Institutos Seculares se diferencian muy poco de los Institutos religiosos, a no ser por el hábito (algunos incluso tienen hábito). En su mayoría viven vida de comunidad, pronuncian sus votos con más o menos solemnidad y, por lo general, no permanecen seglares en su actuación. Sin embargo, en los miembros del Opus Dei, la secularidad penetra con profundidad su vida consagrada a Dios. De ahí que el Opus Dei difiera no ya de la figura existencial de los Institutos Seculares, sino que "difiere también profundamente del mismo concepto actual de Instituto Secular: concepto que ahora, en los demás Institutos Seculares, 5
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guarda grandes semejanzas con el Instituto religioso". Por eso la Santa Sede, atendiendo a la naturaleza peculiar del Opus Dei, le ha ido otorgando un derecho propio, muy específico y concreto que confiere de facto al Opus Dei la personalidad de Asociación de Fieles cualificada de carácter y extensión universal. Esto hace que el Opus Dei conquiste las masas sin ruidos, sin hábitos, o con expresión más acertada, de una manera laical. En su vinculación a la Obra, la secularidad de sus miembros pugna por alcanzar la vida de santidad». Otro artículo que recogía un pretendido esquema evolutivo, escondiendo la tesis de la originalidad irreductible del Opus Dei, apareció en Ecrits de París, en el número de abril-mayo de 1966, con la firma de Paul Werrie. La diferencia con el artículo de V. M. Encinas estriba en que daba algunas precisiones sobre el fondo de la maniobra jurídica de los canonistas del Opus Dei. Werrie, en un anexo al artículo, seguía insistiendo que los restantes Institutos Seculares se habían desviado hacia la figura de Instituto religioso siendo, por tanto, simples Asociaciones de Fieles; el Opus Dei, en cambio, se mantenía íntegramente en la línea secular y era, en consecuencia, una Asociación de Fieles calificada. No era posible, pues, confundir el Opus Dei con una Asociación de Fieles ordinaria, ni con los que se denominan «movimientos de apostolado». «Se diferencia netamente de estas asociaciones —insistía Paul Werrie—, por el hecho de que sus miembros se consagran plena y perpetuamente a buscar la perfección cristiana en su propio estado y en el mundo, y a hacer de su vida un apostolado en favor de todos los hombres; por el vínculo mutuo y pleno; por la formación continua, no solamente profesional, sino también espiritual, filosófica y teológica, por el cuidado prestado a los asociados enfermos o viejos; por la indispensable jerarquía interna y universal, etc. En una palabra, el Opus Dei es una Asociación de Fieles que posee un carácter particular y una extensión universal». Pero entre todas estas piruetas publicitarias y ese trasiego jurídico de Instituto Secular a Asociación de fieles, que muestra palpablemente la actitud de profundo desprecio que tienen los miembros del Opus Dei hacia quien no es de la Obra y quiere objetivamente informarse, las declaraciones del Fundador alcanzaron un grado tal de cinismo y de tergiversación difícilmente superables. Entrevistado por Peter Forbath, corresponsal de la revista Time de Nueva York, el 15 de abril de 1967, y refiriéndose el periodista al artículo de Julián Herranz, citado anteriormente, Escrivá responde que «el trabajo sobre los Institutos Seculares al que usted se refiere ha tenido efectivamente una amplia difusión entre los especialistas. El Dr. Herranz expresa, bajo su personal responsabilidad, una tesis bien documentada; sobre las conclusiones de ese trabajo, prefiero no hablar». Preguntado, sin embargo, si al Opus Dei se le podía comparar con las órdenes religiosas y con los Institutos Seculares, o con asociaciones católicas del tipo, por ejemplo, de la Holy Ñame Society, los Caballeros de Colón o el Christopher Mouvement, el fundador del Opus Dei declaró textualmente: «¿A qué otras organizaciones podríamos compararlo? No es fácil encontrar una respuesta, pues al intentar comparar entre sí a organizaciones con fines espirituales se corre el riesgo de quedarse en rasgos externos o en denominaciones jurídicas, olvidando lo que es más importante: el espíritu que da vida y razón de ser a toda la labor. Me limitaré a decirle que, con respecto a las que ha mencionado, está muy lejano de las Ordenes Religiosas y los Institutos Seculares y más cercano de instituciones como la Holy Ñame Society». 9
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Escrivá añadía en la entrevista realizada por escrito y con cuestionario previo: «El Opus Dei es una organización internacional de laicos, a la que pertenecen también sacerdotes seculares (una exigua minoría en comparación con el total de socios)... Al Opus Dei no le interesan ni votos ni promesas... Si se quiere buscar alguna comparación, la manera más fácil de entender el Opus Dei es pensar en la vida de los primeros cristianos. Ellos vivían a fondo su vocación cristiana; buscaban serenamente la perfección a la que estaban llamados por el hecho, sencillo y sublime, del bautismo. No se distinguían exteriormente de los demás ciudadanos. Los socios del Opus Dei son personas comunes; desarrollan un trabajo corriente; viven en medio del mundo como lo que son: ciudadanos cristianos que quieren responder cumplidamente a las exigencias de su Fe»." Estas palabras del fundador del Opus Dei podrían ser creídas si no se conociera el aparato organizativo, además del control burocrático y la férrea disciplina que la Obra de Dios ejerce sobre sus miembros. Tras haber adquirido poder, tanto político como económico, el Opus Dei podía permitirse el lujo de esconderse en las catacumbas de sus secretos, como los primeros cristianos, después de no haber logrado el encuadramiento jurídico que deseaba en el seno de la Iglesia. Su rama sacerdotal se mantuvo como Instituto Secular, pero en su conjunto la Obra de Dios había decidido aislarse y, entre tanto, proseguir adelante con sus planes de conquista al margen de las estructuras jurídicas de la Iglesia. Algunos canonistas se preguntaban hasta cuándo podría mantenerse en tales condiciones. Giménez Fernández, que fue catedrático de Derecho Canónico en la Universidad de Sevilla, comentó lo siguiente: «Casi tengo la tentación de afirmar que, cuando las aguas del Poder estén un poco más claras, el Opus Dei no será más que una sociedad comercial con sucursales múltiples». 12
P O L É M I C A D E L ESTATUTO
Durante la década de los sesenta, el Opus Dei se sintió acosado en España desde diferentes publicaciones católicas con referencias a la cuestión jurídica. ¿Es o no es Instituto Secular?, se preguntaban inquietos los militantes de otras organizaciones católicas. Por otra parte, la participación de sus miembros en la política levantaba oleadas de indignación por su apoyo en el mantenimiento de la Dictadura. La polémica del estatuto levantada por la revista Signo refleja bien el ambiente de rechazo hacia el Opus Dei por parte de otros sectores católicos en España, participando en la polémica miembros de la Obra con su habitual espíritu de refriega. El semanario de la Juventud de Acción Católica española, Signo, publicó el 1 de agosto de 1964, en plena canícula madrileña, una larga entrevista con un miembro del Opus Dei. «El interés que despiertan los temas relativos al Opus Dei —explicaba la revista—, nos ha hecho intentar conseguir para nuestros lectores una adecuada información. Para tal fin, pensamos que la mejor manera de conseguir nuestro propósito sería acudir con un cuestionario de preguntas a algún miembro destacado del Opus Dei. Signo presentó este cuestionario a don Jerónimo Padilla, director del Centro Tajamar, perteneciente a dicha institución. Y por tratarse de un tema delicado, hemos decidido publicarlas íntegramente, así evitamos el riesgo 305
de posibles falsas interpretaciones ni de que se nos pueda atribuir, resaltar o eliminar algún aspecto determinado.»" Con esta cauta nota introductoria, Signo presentaba una larga entrevista en la que el destacado miembro de la Obra afirmaba que «el Opus Dei no es un Instituto Secular». Semejante afirmación por boca de un responsable de la Obra de Dios, que era presidente del Centro Cultural y Deportivo Tajamar, situado en el barrio madrileño de Vallecas, debía tener algún fundamento. Jerónimo Padilla comenzaba afirmando a Signo que «el Opus Dei es una asociación de fieles católicos que por vocación específica se dedican a buscar la perfección cristiana y a ejercer el apostolado dentro de su estado y cada uno en el ejercicio de su propia profesión u oficio en el mundo. Al Opus Dei pertenecen sacerdotes seculares y laicos. Los sacerdotes se sienten y viven como sacerdotes diocesanos en todas las diócesis. Los laicos son ciudadanos corrientes que trabajan en cualquier actividad temporal, con absoluta libertad y responsabilidad personal». Al ser tratado el tema de que «el Opus Dei no es bien conocido», Jerónimo Padilla declaraba: «Sinceramente me sorprende esa pregunta. Es cierto que hay Institutos Seculares secretos, como existen congregaciones religiosas secretas y asociaciones secretas de fieles, algunas dirigidas por alguna Orden Religiosa, también en España; pero no sabría decirle más de estas cosas porque no me interesan los secretos ni es ése el caso del Opus Dei». «Refiriéndose concretamente a nuestra Asociación debo decirle —proseguía Padilla—, que es mucho más conocida que la mayoría de las asociaciones de fieles; se conoce su espíritu, sus finalidades, sus superiores, sus actividades, etc. El Opus Dei es perfectamente conocido por todos los que siguen el desarrollo de la vida y del derecho de la Iglesia. Se sabe muy bien cuando nació el Opus Dei, cómo se ha extendido a todos los continentes y qué labores apostólicas realiza. Y también se conocen las normas jurídicas por las que se rige: la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclessia, promulgada en 1947 por el Santo Padre Pío XII y publicada en Acta Apostolicae Sedis. Es cosa pública que ese documento pontificio no ha sido aplicado en toda su integridad más que al Opus Dei: las instituciones que han sido erigidas después como Institutos Seculares, o no han conservado el carácter secular que está en la base de esa Constitución Apostólica, mas aún, han procurado o admitido de buen grado que se les aplicara gran parte del derecho de los religiosos, o son Institutos secretos. Todos saben, por tanto, que estas instituciones se diferencian radicalmente de nuestra Obra: entre otras razones porque el Opus Dei no es secreto y porque sus miembros no pueden, en modo alguno, ser asimilados o equiparados a los religiosos. De ahí que sea también cosa sabida por todos que el Opus Dei de hecho no es un Instituto Secular ni tiene nada que ver con los llamados Institutos Seculares.» El dirigente del Opus Dei ofreció con estas declaraciones al semanario de la Juventud de Acción Católica algunos datos interesantes para conocer la situación del Opus Dei en las estructuras de la Iglesia católica y su publicación provocó revuelo incluso entre los altos responsables de la Obra de Dios, temerosos de la publicidad, para quienes las declaraciones podían haber pasado desapercibidas si se hubieran hecho en una revista confesional de débil tirada y sin ánimo de militancia. 306
La publicación de esta entrevista conflictiva le valió al director de Signo una serie de cartas de lectores en las que sostenían posiciones completamente diferentes a las mantenidas por el personaje entrevistado y, partiendo de estas cartas, el director de Signo quiso entablar una mesa redonda en torno al Opus Dei. Así José María González Ruiz, canónigo lectoral de Málaga, afirmaba: «En primer lugar, creo desorbitada la atención especial que de un tiempo acá se está dando a lo que no es más que una de tantas instituciones de nuestra Iglesia católica. El señor Padilla, miembro del Opus Dei, entrevistado en el citado artículo, lleva mucha razón al ampliar la base de acusación a otras instituciones religiosas y eclesiásticas, sobre todo dentro de nuestro país. Esta especie de confabulación de los más diversos sectores católicos contra el único común blanco del Opus Dei puede degenerar en un gran gesto hipócrita, que pretenda ocultar las propias manchas llamando excesivamente la atención hacia una única víctima expiatoria. Quiero decir que el Opus Dei ha nacido dentro de la Iglesia católica, en el marco del catolicismo español de una época determinada y en unos ambientes sociales definidos (...) Desgraciadamente los fallos que con tanta insistencia se achacan al Opus Dei constituyen un viejo patrimonio doméstico de una gran mayoría de instituciones de la Iglesia católica en general y de nuestro catolicismo español en particular». «En segundo lugar, creo que el Opus Dei, al intentar una apología total y radical de su postura, sigue la vieja línea de ese pernicioso "triunfalismo", que con tanta energía se ha denunciado por primera vez en las sesiones del Concilio Vaticano II. ¿Es posible que en el seno del Opus Dei no haya tensión? ¿Que no haya espíritus generosos y abiertos que intenten una revisión interna, un cambio de estructuras? ¿Se puede concebir que una gran institución compuesta de hombres personalizados (como se sabe, en la «Obra" se dice que todos los miembros son libres en cuanto a sus posiciones y a sus opiniones), sea como un gigantesco magnetófono que repita inalterablemente el mismo esquema autoapologético?».' Manuel Rodríguez Lorenzo, lector de Signo residente en Vigo, señalaba que «es la primera vez que oigo que el Opus Dei no es un Instituto Secular. A otros miembros de la Obra les he oído decir que sí. ¿En qué quedamos? y si no es Instituto Secular, ¿que es? Si es una simple Asociación Apostólica, ¿por qué tanto interés en que los miembros de la Acción Católica, por ejemplo, se hagan de la Obra, si ya pertenecen a otra Asociación similar? He intentado muchas veces enterarme personalmente —añadía el lector de Signo—, y la única solución que me han dado ha sido la asistencia de un cursillo interno de tres días en unas de sus casas (...) Me pregunto si su organización es tan complicada que necesita tres días de internado para conocerla, o es que para conocerla es necesario pertenecer a ella». El jesuíta José María Llanos afirmaba en el mismo número de Signo refiriéndose a los miembros del Opus Dei: «Dios les perdone. Lo difícil es comprenderles». Otro jesuíta, bajo el seudónimo de Andrés M. Axpe, de Bilbao, se extrañaba de «que el Opus Dei pueda afirmar que no es un Instituto Secular, cuando figuraba como tal en el Anuario Pontificio de 1964, en la obra de Salvador Canals, de Jean Beyer, Gerardo Escudero, etc., y mientras no disponga otra cosa la Santa Sede o no se retracte o modifique o determine el género y la especie a que pertenece el Opus Dei, estamos obligados los católicos a incluir a esta organización entre los Institutos Seculares». Axpe reforzaba esa posición con diez citas diferen4
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tes que corroboraban el carácter jurídico que poseía el Opus Dei como Instituto Secular. La polémica que tocaba uno de los puntos flacos del Opus Dei, el de su constitución jurídica en el seno de la Iglesia, no pudo ser continuada, ya que la censura la cortó de raíz. En los medios de la juventud católica la actitud de la censura del Estado causó extrañeza, no sólo por no dejar continuar la polémica sino porque la censura prohibió la publicación de dos cartas, del sacerdote Juan Arias y de José Luis L. Aranguren, que como todas las publicadas en Signo, habían sido autorizadas por la censura eclesiástica. Aranguren escribía: «En nuestro país sólo se puede hablar del Opus Dei en tono ditirambico. Véase la muestra: Bajo el título " L a espiritualidad del Opus Dei, una controversia", yo había escrito un artículo en el que se daba cuenta de las opiniones del gran teólogo conciliar Von Balthasar, y que debía publicarse en la Revista de Occidente, artículo que fue rechazado en su totalidad, por la censura». Y Aranguren terminaba la carta acusando al Opus Dei de entregarse a «autoelogios mitomaníacos»." La primera reacción por parte del Opus Dei fue una llamada telefónica del entonces ministro Laureano López Rodó a monseñor Guerra Campos para que éste impidiese personalmente la publicación de las dos cartas y la continuación de la polémica. Por razones no aclaradas, ya que era el mes de agosto, los madrileños estaban de vacaciones y Guerra Campos estaba ausente, fue el director general de Prensa, Jiménez Quiles, quien se encargó directamente de terminar con el asunto. Algunos miembros de las juventudes católicas se preguntaban: ¿la censura estatal es menos tolerante que la censura de la Iglesia, cuando se trata de criticar al Opus Dei? También les parecía extraño que el Estado se mezclara en una polémica que en el fondo se limitaba a un diálogo entre miembros de la Iglesia. Lo que, sin duda, los miembros de las juventudes católicas ignoraban era que el Opus Dei tenía entonces una influencia política más eficaz en el Estado que en la Iglesia; aunque el Opus Dei pudo arreglar esta insuficiencia dentro de la Iglesia desde que tuvo lugar la polémica y, posteriormente, sacerdotes miembros del Opus Dei como José María Casciaro, en Madrid, o Martínez Doral, en Pamplona, se encargaron también de conceder el nihil obstat, es decir, la censura eclesiástica para las publicaciones de la Iglesia. La extrañeza de las juventudes católicas llegó a su extremo al ver que en el número de septiembre de Mundo Cristiano, revista del Opus Dei, aparecía un artículo donde se atacaba violentamente a los firmantes de las cartas de Signo y a la propia revista, a la que se le acusaba de emplear métodos «más propios de un libelo que de una revista católica». Mundo Cristiano aseguraba que «el Opus Dei es un Instituto Secular de derecho, pero no de hecho», añadiendo: ¿Qué importa que el Opus Dei sea jurídicamente una cosa u otra? ¿No se da cuenta (Signo) de que una familia puede estar abonada a los servicios del gas y posteriormente haber decidido utilizar en cambio la electricidad, aunque siga abonada al gas?». Con el abono del gas el articulista del Opus Dei aludía a la condición de Instituto Secular que el Opus Dei poseía desde 1947 y que fue refrendada en 1950; aunque luego se viesen obligados a utilizar globalmente la etiqueta más genérica de Asociación de Fieles, el servicio de electricidad. Pero donde residía el equívoco, y en donde además se habían basado para su propaganda de captación, era que 308
el Opus Dei seguía estando abonado al gas; es decir, que seguía siendo un Instituto Secular. Conviene detenerse en esto más detalladamente. Tras la obtención del estatuto jurídico de Instituto Secular, el Opus Dei comenzó a utilizar arbitrariamente esta categoría jurídica para el conjunto de la Obra de Dios cuando tan sólo la rama sacerdotal, es decir, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz era un Instituto Secular de derecho, pero el Opus Dei, con sus tres ramas, masculina, femenina y sacerdotal, de hecho no lo era. Los anuarios pontificios, como guía autorizada de la Iglesia, eran explícitos en esto y en ellos aparecía clasificada únicamente como Instituto Secular la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Así nos encontramos con un equívoco jurídico hábilmente explotado por el Opus Dei. Su situación jurídica podría pues plantearse como la ecuación Asociación de Fieles = Sociedad de Vida Común + Instituto Secular. Las ramas masculina y femenina, formadas por laicos, tenían un estatuto jurídico diferente a los sacerdotes encuadrados jurídicamente como Instituto Secular. Hasta tal punto el proselitismo del Opus Dei se centró sobre este último carácter para conquistar la clientela de otros grupos y organizaciones de la Iglesia, especialmente de Acción Católica, que muchos militantes del Opus Dei llegaron a utilizar indistintamente el nombre de «la Obra» o «el Instituto» para designar a su organización. Esta antigua situación jurídica se había prolongado sin dificultades desde 1947 durante más de quince años, pero a mediados de los años sesenta el Opus Dei comenzó a tambalearse por su precaria situación jurídica, afectándole gravemente los vientos liberalizadores del Concilio Vaticano II. Necesitaba un nuevo estatuto y su búsqueda movilizó, especialmente en Roma, a una buena parte de sus efectivos. Mientras tanto, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz tuvo que mantenerse como Instituto Secular durante dos décadas más, hasta 1982, cuando consiguió un estatuto jurídico más acorde con sus ambiciones, aprovechando la presencia a la cabeza del Vaticano de un papa, Juan Pablo II, afín al Opus Dei y considerado «el último cruzado», ejerciendo un papado medieval en el fin del segundo milenio.
FICCIÓN JURÍDICA
Ante la crisis de estatuto, la abundancia de canonistas, es decir, de especialistas de derecho canónico en el Opus Dei, tuvo por fuerza que dar frutos. Alvaro Portillo, Salvador Canals y el Estado Mayor del Opus Dei que se había instalado desde 1956 cerca del Vaticano, se aplicaron con ardor a encontrar una salida jurídica a la embarazosa situación en que se había colocado la Obra de Dios.Y así encontraron «un instrumento de técnica legislativa por el que, equiparando formalmente en una norma dos supuestos de hecho realmente diferentes, se consigue una equivalencia en su tratamiento jurídico, al otorgar a uno de los efectos jurídicos que otra norma adjudica al otro, sin necesidad de enumerar esos efectos». La figura hallada era la ficción jurídica, \afictio juris. Y con ella el Opus Dei intentaría encontrar transitoriamente una falsa puerta de salida. La ceremonia de la confusión gótica rizaba el rizo y pasaba a ser de un gótico flamígero, ese estilo ojival caracterizado por la decoración de calados con adornos asimétricos, semejantes a las ondulaciones de las llamas. 309
En el Derecho Romano se consideraba la fictio juris como «procedimiento técnico, por medio del cual el pretor o legislador manda al juez que tenga por existente (o inexistente) un hecho o requisitos que realmente no existe (o existe) para lograr que una concreta y limitada situación caiga bajo el ámbito (o fuera de él) de un derecho anterior, consiguiendo de este modo corregirlo y ampliarlo (o reducirlo)». Más recientemente, tan sólo un autor, Toomey, había publicado algo sobre el tema; pero fue un socio de la Obra de Dios, Rafael Llano Cifuentes, quien iba a publicar, en 1963, un trabajo de doscientas páginas con el título de «La naturaleza jurídica de la fictio juris»."' Según Llano Cifuentes, sólo los canonistas, en tratados generales o el comentario concreto de algún canon, hicieron una breve referencia a la ficción. Pero apenas existían, dentro del campo del derecho canónico, trabajos monográficos que hablasen directamente de este «instrumento de constitución legislativa», con características casi iguales a la fictio juris romana. Con la argucia de la fictio juris, el Opus Dei quería tener por existente un requisito que realmente no existía, la secularidad, para lograr que una concreta y limitada situación, la suya, cayera bajo el ámbito de un derecho anterior, consiguiendo de este modo ampliarlo. Según canonistas, las posibilidades que tenían de salir adelante eran escasísimas porque la figura de los Institutos Seculares había surgido dentro de unas coordenadas clericales y la Sociedad Sacerdotal estaba encuadrada en ellas. Por su parte, Escrivá insistiría a lo largo de toda su vida en la existencia de un «carisma fundacional» para el Opus Dei, que consistía en mantenerse dentro de las coordenadas eclesiásticas, pero guardando poder e independencia con respecto de la Iglesia católica. Si en un principio, hacia 1936, pensó que su proyecto sería una especie de vicariato general castrense, dos años más tarde, hacia 1938, precisó más su proyecto, orientándose hacia el modelo de prelatura medieval, después de haber conocido en Burgos la existencia histórica de la abadesa de Las Huelgas. La secularidad era más bien un slogan propagandístico que una realidad para el Opus Dei; pero sus cabezas dirigentes alentaban esperanzas con la fictio juris, para cuando la concreta y limitada situación jurídica que vivía el Opus Dei cayera bajo el ámbito de un Derecho anterior al de los Institutos Seculares. Este Derecho anterior a la ley canónica sobre los Institutos Seculares promulgada en 1947 era el Código de Derecho Canónico, compilación básica de todas las leyes de la Iglesia que databa de 1917 y en donde no figuraban los Institutos Seculares. Cuando Juan XXIII anunció en 1959 la celebración de un sínodo y del Concilio Vaticano II, aseguró también que se procedería a la revisión del Código de Derecho Canónico. Ya en aquella época el Opus Dei había vinculado el Instituto de Derecho Canónico instalado en Pamplona con la Universidad Lateranense de Roma, gracias a un simple decreto de la Congregación de Enseñanza Católica, como entonces se llamaba la Congregación de Colegios, Seminarios y Universidades de la Iglesia. La Universidad Lateranense, en contraposición con la Universidad Gregoriana dirigida por los jesuítas, se había convertido en el feudo intelectual del ala integrista de la Iglesia católica. Allí fue, donde, entre sus canonistas, quedó reclutada la mayor parte de los efectivos de la comisión para la revisión del Código de Derecho Canónico.
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La comisión se compuso, en sus estratos más altos, de veintiocho cardenales, por parte española sólo dos, Quiroga Palacios y Arcadio Larraona, siendo nombrado secretario el decano de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Lateranense, Giacomo Viaolardo, nombrado asimismo secretario de la comisión para la interpretación auténtica del Código. Ciriaci, que antes de su muerte era oficialmente cardenal protector del Opus Dei, había sido designado como presidente de la comisión. Salvador Canals y Alvaro Portillo dirigían el destacamento importante de socios del Opus Dei infiltrados por todas las subcomisiones. La intervención del Opus Dei en la elaboración del nuevo Código de Derecho Canónico sería notable en tres puntos, el segundo de ellos decisivo. El primero trataba de la distribución del clero, con la posibilidad de crear «prelaturas movibles», compuestas por sacerdotes que sin estar incardinados, ligados jurídicamente a ninguna diócesis, estuvieran a disposición de la Santa Sede para ser enviados adonde fuera necesario. El segundo punto trataba de la actividad de los laicos, con nuevas estructuras jurídicas que estaban fuera del Código. Y el tercer punto se refería al problema de la formación de los seminaristas, en especial de las «vocaciones tardías». Algunas de estas partes del nuevo Código de Derecho Canónico serían redactadas, al igual que la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia, de acuerdo con las necesidades perentorias del Opus Dei. En resumen, el Opus Dei había utilizado impunemente durante años un estatuto jurídico que no poseía íntegramente; pues era Instituto Secular de derecho pontificio pero a la vez era también Sociedad de vida común sin votos públicos de derecho diocesano. Para recubrir este «descubierto» jurídico, el Opus Dei había venido utilizando también la denominación de Asociación de Fieles, que acogía tanto a la figura jurídica de Instituto Secular como a las Sociedades de vida común y Pías Uniones de derecho diocesano. La reforma del código de Derecho Canónico iba a probar si el Opus Dei era o no una organización con fuerza suficiente para poder arreglar el estatuto jurídico a su medida en el Vaticano.
POLÍTICA VATICANA
«Para mí, después de la Trinidad Santísima y de nuestra Madre la Virgen, en la jerarquía del amor, viene el Papa», reconoció el fundador del Opus Dei en una entrevista con cuestionario previo publicada por el diario parisino Le Fígaro. En la persona del papa, no se olvide, están concentrados todos los poderes de la Iglesia católica. Las relaciones que Escrivá mantuvo con los tres papas que le tocó vivir fueron, sin embargo, frías y poco cordiales. Cuenta Antonio Pérez Tenessa, entonces uno de los dirigentes de la Obra, que Pío XII «nunca entendió a Escrivá, al que sólo vio una vez y aquel espontaneísmo español casaba mal con el ambiente vaticano». Otro testimonio desde dentro de la Obra señala que Escrivá en Roma no se sentía a gusto con Pío XII y decía de él: «Estoy atado de pies y manos. Este hombre —refiriéndose a Pío X I I — no nos entiende, no me deja moverme y aquí estoy encerrado». Y gesticulaba con las manos como diciendo que era incomprensible. También más de una vez dijo Escrivá, refiriéndose a Pío XII: «Este santo varón, que Dios nos haría un gran favor si lo llevara al cielo, cuanto antes». 11
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La muerte de Pío X I I en diciembre de 1958 significó, sin embargo, un duro golpe para la política vaticana de la Obra de Dios, que encontró en su sucesor, Juan X X I I I , una desconfianza aún mayor. No obstante, el Opus Dei siguió tratando de aumentar su influencia y el Vaticano pasó a ser considerado como un objetivo importante de implantación y de actividad del Opus Dei en Roma. Si el Opus Dei había servido en España al Régimen, como el Régimen de Franco quería ser servido, una vez adquirido poder estaba dispuesto a servir a la Iglesia de Roma como Escrivá entendía que la Iglesia quería ser servida. Escrivá repetiría en diversas ocasiones la frase «servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida», especialmente cuando se encontraba delante de altos dignatarios del Vaticano. Así se la repitió a Tardini en uno de sus primeros encuentros y la escribió también Escrivá a sus seguidores en una de las epístolas de tono pontificial que dirigía de cuando en cuando a los miembros del Opus Dei. El cardenal Federico Tedeschini, que había anudado lazos con la Obra en los últimos años de su carrera, había fallecido a finales de 1959 y le sucedió Domenico Tardini en el cargo honorífico de cardenal protector de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei. La simpatía que demostró Tardini a la Obra se remontaba a tiempos de Pío XII, cuando Escrivá llegó en 1946 a Roma y la relación estrecha se mantuvo después de su elevación al cardenalato y hasta su muerte en 1961. Tardini había sido uno de los prelados más intransigentes del Vaticano y enemigo irreductible del movimiento de curas obreros surgido en Francia después de terminada la Segunda Guerra Mundial. La presencia del Opus Dei en Roma a partir de 1946 fue útil para los objetivos del grupo de prelados ultraconservadores del Vaticano, formado por altos dignatarios eclesiásticos muy celosos de su cargo y de la doctrina católica. El grupo, que estaba encabezado en Roma por el cardenal Ottaviani, se sirvió de la Obra de Escrivá para contrapesar la influencia de organizaciones católicas consideradas nefastas como Mission de France, que obtuvo un estatuto de prelatura nullius en 1954. La simpatía demostrada por Tardini y Ottaviani a la Obra explica que en 1955 el Opus Dei obtuviera del Vaticano una villa en Castelgandolfo, lugar de veraneo de los papas, para cursos de retiro y formación. También explica que un año más tarde consiguiera el Opus Dei una prelatura nullius en los Andes peruanos. La prelatura de Yauyos, en Perú, a cuyo frente se colocó Ignacio Orbegozo, sacerdote de la Obra y uno de los primeros seguidores de Escrivá, fue un compromiso que debió aceptar Escrivá si quería aumentar su influencia en el Vaticano, siguiendo la ambiciosa política que se había trazado. Aquella prelatura nullius no solucionaba ninguna cuestión jurídica y representaba más bien un engorro, pero significaba también un escaparate, una vitrina del apostolado moderno de la Iglesia católica en las altiplanicies peruanas, y al mismo tiempo una muestra expositiva de la cual podía presumir la Obra de Dios al no rechazar la oferta del Vaticano. La posición del Opus Dei se reforzó y no halló inconvenientes, sólo alabanzas, cuando llegó la hora del reconocimiento de la Universidad de Navarra como centro educativo de la Iglesia romana. La clave de la proclamación del Estudio General de Navarra como Universidad Pontificia por Constitución Apostólica del 6 de julio de 1960 se encuentra en las excelentes relaciones que ligaron Escrivá y los miembros del Opus Dei en Roma con los monseñores del ala más ultraconservadora del Vaticano. 312
Por aquellas fechas, Escrivá aprovechó la coyuntura considerada favorable para consultar con el cardenal Tardini, en su condición de Secretario de Estado del Vaticano, sobre la conveniencia o no de presentar oficialmente el expediente de revisión del estatuto jurídico del Opus Dei. ' En los preparativos hubo contactos frecuentes de Escrivá y Portillo con Scapinelli, subsecretario de Estado para Asuntos Extraordinarios, pero la respuesta de Tardini, que era además cardenal protector de la Obra, en audiencia concedida a Escrivá en junio de 1960, fue de que «estamos aún muy lejos» y que «era mejor que las cosas siguieran de momento como estaban». En diciembre de 1961 tomó posesión del cargo de cardenal protector de la Obra Pietro Ciriaci, quien aconsejó a Escrivá, ante las peticiones de éste para el cambio de estatuto, que planteara la cuestión de modo formal ante el papa Juan X X I I I . Las maneras sencillas y directas de Juan X X I I I eran lo contrario que propugnaba el Opus Dei. El talante liberal del papa Roncalli no le determinaba especialmente para entender lo que representaban Escrivá y el Opus Dei. Juan XXIII ya había tenido dos contactos personales con el Opus Dei. Cuando vino a España en peregrinación, siendo Patriarca de Venecia, había cenado el 23 de julio de 1954 en el Colegio Mayor La Estila perteneciente a la Obra en Santiago de Compostela y también pernoctó en la residencia Miraflores del Opus Dei en Zaragoza. De su paso por el Colegio Mayor del Opus en Santiago, cuenta López Rodó en sus Memorias que «cenó allí con varios catedráticos, entre los que me encontraba, y luego estuvo de tertulia con un centenar de estudiantes; le contaron anécdotas de la vida universitaria compostelana, le dirigieron preguntas que contestó con llaneza, le cantaron canciones entre las que no pudo faltar la de Triste y sola se queda Fonseca... Lo pasamos muy agradablemente y él se mostró complacido». Uno de los cronistas de la Obra detalla que en Santiago puso en el libro de firmas de la Estila un elocuente autógrafo. Meses antes de su muerte, Tardini ya le manifestó a Escrivá que los tiempos no estaban maduros para una petición formal de revisión del estatuto jurídico, pero tras la desaparición del cardenal, que sobrevino en el verano de 1961, Escrivá estaba impaciente y como tenía prisa decidió seguir adelante desoyendo los consejos de Tardini, muy recordado en la Obra porque fue uno de los prelados que asistieron más emocionados a la colocación en 1960 de la «ultima piedra» de la sede central del Opus Dei. Ciriaci, secretario de la Congregación del Concilio y sucesor de Tardini en la «protección» de la Obra, pasaba por ser uno de los adversarios más resueltos de la convocatoria de un nuevo Concilio Ecuménico y se situaba entre los partidarios de la «resistencia» frente a la apertura desde dentro del Vaticano. Con tales antecedentes a comienzos de 1962, Juan X X I I I recibió una petición documentada por parte del Opus Dei a través del cardenal Cicognani, Secretario de Estado del Vaticano, donde se solicitaba formalmente la revisión del estatuto jurídico del Opus Dei. Escrivá quería obtener para el Opus Dei un estatuto semejante al de la Mission de France, conseguido en 1954 y que había desatado una serie de tormentas dentro del Vaticano. La propuesta consistía en erigir al Opus Dei en prelatura nullius, confiriéndole el papa un territorio, aunque fuera simbólico, con menos de tres parroquias, en el cual los sacerdotes de la Obra quedaran incardinados y con un derecho particular basado en las Constituciones ya aprobadas por el Vaticano. Desde el punto de vista canónico, la propuesta representaba una fórmu2
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la mixta entre la prelatura y el vicariato castrense y, aunque existían dudosos antecedentes, Escrivá basaba fundamentalmente la petición en «la asistencia espiritual de unos laicos, que desempeñan, con un formación específica, un apostolado de vanguardia». Aquello no resultaba convincente en los tiempos que se avecinaban para la Iglesia católica. El papa desestimó la propuesta y la petición formal de Escrivá fue rechazada por el Vaticano. El cardenal Cicognani se lo notificó por carta a Escrivá con fecha de 20 de mayo de 1962. Unas semanas antes, enterado Escrivá del escaso eco encontrado y las escasas posibilidades que tenía el expediente de ser aprobado por el papa, se refirió en un escrito del 20 de abril a «la rectitud, la pureza de intención, el amor a la Santa Iglesia y a mi vocación, que me mueven a procurar que dejemos de ser Instituto Secular». Su soberbia le condujo también a declinar su responsabilidad en el fracaso de la gestión para cambiar de estatuto y abandonar la maltrecha situación jurídica de Instituto Secular, proceso que explicaba de la siguiente manera: «La pureza de intención ha tenido además el mérito de una obediencia (...) nos hemos limitado a obedecer al Cardenal Protector, que aseguraba que sacaría todo adelante. Yo, en estos momentos no me hubiera movido». Restablecido semanas más tarde Escrivá de la enorme contrariedad que representaba la negativa por parte del Vaticano, escribió una carta de respuesta donde reiteraba su «completa y perfecta adhesión a la Santa Sede» y solicitaba una entrevista con Juan X X I I I que le fue concedida el 27 de junio de 1962. Para tales actos, como las audiencias con el papa y otras ceremonias públicas de gran protocolo, Escrivá se vestía con el atuendo de prelado doméstico de Su Santidad. En expresión suya castiza iba «vestido de colorao» y cuando decía a los miembros de la Obra, que le contemplaban boquiabiertos, que el ornato prelaticio era para él «como otro cilicio», disimulaba bajo una capa de aparente humildad su gusto por el boato y de pasear con aquella vestimenta, fácilmente confundible con la de los grandes dignatarios de la Iglesia. En la audiencia del 27 de junio de 1962, Juan XXIII le resumió con inteligencia afable a Escrivá el crecimiento espectacular del Opus Dei y sus vinculaciones con el poder, que infundían respeto, miedo o asombro. «La primera vez que oí hablar del Opus Dei —le dijo el papa—, me dijeron que era una institución imponente e che faceva moho bene [una institución imponente y que hacía mucho bien]. La segunda..., que era una institución imponentissima e che faceva moltissimo bene [una institución superimponente y que hacía muchísimo b i e n . . . ] » Por su parte, Escrivá comentará también algún tiempo después: «Pío XII llegó a conocer la Obra y la quiso... Juan X X I I I la quiso muchísimo y me decía que fuera a verle más a menudo... Un día, hablando con él, me dijo en italiano: Monseñor, la Obra pone ante mis ojos horizontes infinitos que no había descubierto». Ante los miembros del Opus Dei Escrivá hablaba deslenguadamente, siendo proverbiales sus comentarios irreverentes que alcanzaban hasta la figura del Papa. Con respecto a Juan X X I I I , testigos presenciales afirman que la palabra más suave hacia él fue decir que era un «patán». Pero los vientos de liberalización que corrían por el Vaticano durante el papado de Juan X X I I I no le eran favorables al Opus Dei. Estaban aún recientes en la memoria ciertas maniobras donde Escrivá, junto con Portillo, se habían comprometido excesivamente con el difunto Tardini, 26
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quien dirigió durante años el movimiento de oposición a cualquier apertura por parte de la curia vaticana. A mediados de mayo de 1962, Ildebrando Antoniutti dejó de ser nuncio apostólico en España. Antoniutti fue uno de los dignatarios eclesiásticos más «comprensivos» que pudieron tener el Opus Dei y la dictadura de Franco. Sus lazos con el Opus fueron tan estrechos que no se puede olvidar a este prelado si se quiere analizar la influencia del Opus en la curia vaticana.Volvió a Roma tras ser nombrado cardenal y ocupó el cargo de prefecto de la Congregación de Religiosos e Institutos Seculares, desde donde iba a ser un personaje influyente para la Obra de Dios en su política vaticana. Antoniutti había desempeñado el cargo de nuncio en Madrid entre 1953 y 1962, un período fasto en las actividades del Opus Dei en España, y durante su mandato diplomático Franco inauguró en 1958 la nueva y suntuosa sede de la Nunciatura Apostólica de la Santa Sede, situada en la Avenida Pío XII de Madrid. Anteriormente había desempeñado el mismo puesto diplomático Gaetano Cicognani, quien de una actitud abierta en los comienzos de la posguerra española llegó a estar harto y mostró finalmente mucha desconfianza hacia el Opus Dei. Cuando terminó su estancia en España como nuncio, en 1953, fue nombrado cardenal y recibió la birreta cardenalicia de manos del general Franco. Años más tarde, en 1960, estando en Roma fray Justo Pérez de Urbel, abad franquista del monasterio del Valle de los Caídos, cuenta que fue a ver a Cicognani para la autorización de la basílica del Valle de los Caídos y a invitarle para que fuera a España. Estaban tomando un refresco en un convento de monjas y dijo Cicognani: «No sé, pero lo voy a aceptar en atención a Franco y en atención a usted. Pero con una condición». «¿Y qué condición?» «Que me admita usted de huésped en la abadía». «De huésped, de abad, de lo que usted quiera». «Sí, porque si me quedo en Madrid tengo que ir a la nunciatura, y no quiero que mis cartas, mis llamadas, todas mis comunicaciones, pasen al archivo del Opus.» El cardenal Cicognani sabía que su sucesor Antoniutti, eclesiástico muy cercano a la Obra, había aceptado en la nunciatura la presencia de militantes del Opus Dei que se ocupaban de la administración, el servicio doméstico y todos los puestos subalternos de la representación diplomática del Vaticano en España. El sucesor de Antoniutti, Antonio Riberi, le comentó a Paul Hofmann, corresponsal en Madrid del diario New York Times que era imposible en la nunciatura hablar abiertamente en presencia del personal doméstico, que estaba llena de «monjas» del Opus Dei y que se había visto obligado a sustituir a algunas telefonistas, porque estaba convencido de que escuchaban todas las conversaciones. Hubo eclesiásticos en la nunciatura de Madrid que hasta utilizaron nombres falsos porque todas sus conversaciones eran escuchadas por las numerarias sirvientes del Opus Dei. También en la mesa quedaban automáticamente interrumpidas las conversaciones sobre temas delicados, cuando entraban en el comedor de la nunciatura las numerarias auxiliares del Opus Dei en funciones de camareras. Uno de los eclesiásticos sometidos a vigilancia, que estaba de consejero en la nunciatura, era monseñor Benelli, que desempeñó mas tarde el cargo de sustituto de la Secretaría de Estado, sirviendo de enlace entre el papa Pablo VI y todos los órganos de la curia vaticana. 31
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CONCILIO V A T I C A N O II
El papa Juan X X I I I anunció inopinadamente el 25 de enero de 1959 su decisión de convocar un Concilio Ecuménico que se iba a denominar Vaticano II. Al conocer la noticia, el fundador del Opus Dei comenzó a rezar y a hacer rezar a todos los miembros de la Obra «por el feliz éxito —dijo— de esa gran iniciativa que es el Concilio Ecuménico». La presencia de Tardini como Secretario de Estado del Vaticano con Juan X X I I I tranquilizó durante los preparativos del Concilio a los miembros del Opus Dei, pero su desaparición en 1961 les privó de uno de sus padrinos eclesiásticos más importantes. El Concilio Ecuménico Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII, reunió a los más de dos mil obispos católicos del mundo. Los documentos redactados y publicados entre 1962 y 1965 marcaron una mayor liberalización, aunque la palabra conciliar que se puso de moda fue aggiornamento, la puesta al día en cuestiones como la tolerancia religiosa, la relación entre la Iglesia y el mundo, las estructuras de la Iglesia, etc. El Concilio destacó especialmente el importante papel que debían jugar los laicos. La muerte de Juan XIII en junio de 1963, entre la primera y segunda sesión plenaria del Concilio, no representó un fuerte contratiempo y, su sucesor, el cardenal arzobispo de Milán Giovannni Battista Montini, fue elegido papa con el nombre de Pablo VI en un cónclave rápido, con la misión de proseguir las tareas del Concilio Ecuménico. Escrivá acogió la elección del nuevo papa con evidente malestar. Según el testimonio de Antonio Pérez Tenessa, alto dirigente de la Obra presente entonces en Roma, «(Escrivá) puso verde a Montini, acusándole de masón y otras lindezas. Estaba muy excitado y previno que todos los que habían cooperado en esa elección se iban a condenar al infierno». Aunque todavía no era influyente el Opus Dei tenía su candidato en la persona de Antoniutti. Sobre Pablo V I , Escrivá dijo cosas semejantes a las que había dicho de Pío XII: «A ver si de una vez nos deja en paz y Dios nuestro Señor, en su infinita misericordia, se lo lleva al cielo» y si a Juan XXIII lo consideraba un «patán» a Pablo VI lo trataba de «jesuitón». El nuevo papa estaba la corriente de la situación del Opus Dei y conocía a Escrivá desde 1946, cuando acababa de llegar a Roma. El fundador del Opus Dei se vio obligado a relacionarse entonces con Montini, que como prosecretario de Estado ocupaba el puesto de encargado de Asuntos Ordinarios de la Secretaría de Estado del Vaticano y contaba con mejores contactos con el papa. Desde la muerte del cardenal Maglione, que fue el Secretario de Estado de la época, Pío XII había nombrado a Montini para los Asuntos Ordinarios y para los Asuntos Extraordinarios a Tardini, quien presumía luego de haber hecho el sacrificio de renunciar a ser cardenal para que Pío XII no nombrara tampoco a su colega Montini, ya que en opinión de Tardini «podía ser muy peligroso para la Iglesia por su progresismo teológico». Cuando fue elegido papa Juan XXIII enseguida lo hizo cardenal, y tras en un cónclave claro y rápido se convirtió en su sucesor a la cabeza de la Iglesia. Siendo cardenal arzobispo de Milán, Montini intervino públicamente ante el Gobierno español enviando un telegrama con una petición de clemencia para estudiantes y trabajadores condenados por la Dictadura, cuando ya participaban miembros del Opus Dei como ministros en el Gobierno de Franco. El texto del telegrama 12
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de Montini precisaba que la petición de clemencia era realizada «a fin de salvar vidas humanas y dejar claro que en un país católico el orden público puede ser defendido de manera diferente y con principios cristianos». El cardenal arzobispo de Milán recibió una respuesta grosera por parte del Gobierno español, que dejaba a entender que su iniciativa era fruto de una ingenua credulidad y que había sido manipulado. No obstante, obtuvo éxito en su petición de clemencia, evitando condenas a muerte dictadas en un Consejo de Guerra sumarísimo por un tribunal militar, pero con ello se ganó el odio generalizado de las variadas especies del fascismo clerical en España, que le tacharon de «comunista» y de «masón».' Hay que señalar que Escrivá aceptaba a la jerarquía de la Iglesia católica, aunque añadía siempre la apostilla suya del «a pesar de los pesares». Su rechazo, sin embargo, era enorme hacia cualquier medida o actitud por parte de la jerarquía católica que no favoreciese a la Obra y que Escrivá denominaba «oposición al avance del Opus Dei». Como le rebelaba tanta mudanza y agitación, Escrivá llegó a mantener una confrontación creciente con los dos papas patrocinadores del Concilio Ecuménico Vaticano II, acontecimiento que iba a conmocionar no sólo al Opus Dei sino a toda la Iglesia católica. Consideraba, en sus delirios, que el diablo se había instalado en la cabeza de la Iglesia. Escrivá se creía diferente, así como también el Opus Dei, del resto de la Iglesia católica. «Somos ese resto de Israel, elegido por Dios para iniciar la conversión», solía decir parafraseando una frase de la Biblia.' Por otra parte, su protagonismo era imperativo y no podía soportar que la jerarquía de la Iglesia les relegase, tanto a él como a su Obra. Escrivá no participó en ninguna de las comisiones o sesiones conciliares ni como padre conciliar, porque no era obispo, ni tampoco como consultor porque no fue invitado. Resultaba inquietante y a la vez paradójico que en aquella coyuntura el mayor de los Institutos Seculares de la Iglesia católica participara remolonamente o no fuera tenido en cuenta. Por parte del Opus Dei no aparecía ningún miembro en los sectores propiamente conciliares; en cambio varios miembros de la Obra, Portillo, Albareda, Canals, Fuenmayor y Herranz, figuraban en comisiones tradicionales como la de religiosos o disciplina del clero, pero su número nunca rebasó la media docena.' Aparte, claro está, de Ignacio Orbegozo y Lucho Sánchez Moreno, que por su condición de obispos peruanos podían ostentar la etiqueta de «padres conciliares». Escrivá había cultivado la amistad entre los prelados ultraconservadores de la curia vaticana, pero tras la desaparición de Tardini, su sucesor como cardenal protector de la Obra, Ciriaci, no daba la talla deseada por Escrivá. Sus principales apoyos a partir de entonces fueron Angelo Dell'Acqua un prelado incondicional de la Obra y amigo personal de Escrivá, que ocupaba entonces el cargo de sustituto de la Secretaría de Estado para Asuntos Ordinarios; además de Antoniutti, prefecto de la Congregación de Religiosos y de Institutos Seculares. Escrivá pretendió que Dell'Acqua jugara un papel similar al de Tardini, pero el Vaticano ya no era el mismo que en la década de los cincuenta. Durante el año 1963, entre la primera sesión plenaria y la apertura de la segunda sesión, católicos y grupos progresistas dentro de la Iglesia, que vivieron momentos de euforia con la celebración del Concilio, acumularon pruebas para arremeter duramente contra los integristas, especialmente contra el Opus Dei, en lo que algunos han llamado la «primavera conciliar». 7
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El 23 de noviembre de 1963 está fechado el más duro ataque que haya sufrido el Opus Dei de un miembro de la Iglesia, en la persona del teólogo suizo Hans Urs von Balthasar. Jesuíta, discípulo y amigo de De Lubac, Von Balthasar publicó en Neue Zürcher Nachrichten dos artículos, reproducidos luego en Wort und Warheit de diciembre de 1963. La serie llevaba como título «Integralismus», es decir, Integrismo, donde entre otras cosas afirmaba: «La más fuerte manifestación integrista de poder en la Iglesia es, sin duda, el Opus Dei, de origen español (...) tiene gran número de cátedras universitarias en España y recientemente ha abierto una universidad propia en Pamplona; está íntimamente ligado con el régimen de Franco, posee altos puestos en el gobierno, bancos, editoriales, revistas, periódicos (...) la pertenencia al Opus Dei está concebida de una manera múltiple y complicada: desde unos amplios círculos exteriores, hasta grupos íntimos, secretos, células». Y Von Balthasar añadía: «Es innegable que el hecho de la fundación del Opus Dei está marcado por el franquismo: ésta es la ley en la que ha sido formado». La reacción del Opus Dei no se hizo esperar y su autor recibió un aluvión de cartas, en defensa de la Obra. Von Balthasar recibió también la visita de emisarios oficiosos, así como de personas que iban a verle «por propia iniciativa» para convencerle de su error. El contraataque oficial llegó de España, firmado por John F. Coverdale, en la revista Nuestro Tiempo, órgano del Opus Dei. Sobre su autor, José Luis L. Aranguren decía «no sabemos si se trata de un seudónimo o si es el nombre de un ultra que, como otras categorías de ultras, parecen haber encontrado su paraíso terrestre en España».* Podía ser uno de los numerosos metecos de segunda fila de los que gustaba rodearse el Opus Dei aquel personaje de John F. Coverdale, que figuraba como «economista americano» en las publicaciones del Opus Dei, pero quien se escondía detrás del seudónimo era en realidad un profesor de la Universidad de Navarra. Como arreciaba la polémica y las repercusiones de los dos artículos de Von Balthasar fueron muy grandes, debió intervenir directamente la Secretaría General del Opus Dei, que envió al periódico que había publicado la serie un largo comunicado oficial de once puntos, donde repetía la argumentación de costumbre para precisar «el verdadero carácter de la Asociación en relación con las falsas afirmaciones de Urs von Balthasar». Y eso no fue todo: en el área germánica, donde el impacto había sido extraordinario, la réplica de un tal Peter Blank, que se presentaba como laico y miembro del Opus Dei, era reveladora. En su introducción ya señalaba como hecho fundamental «la certidumbre plenamente confirmada de que Urs von Balthasar escribe sirviendo intereses de terceros». Y añadía: «Existen pruebas escritas en donde se confirma que las mismas personas que le han proporcionado a Urs von Balthasar la oportunidad de denigrar al Opus Dei, enseguida lo han felicitado por la dureza de su ataque». El teólogo suizo respondió al Opus Dei el 12 de abril de 1964 con un nuevo artículo que titulaba «Conciliadoras preguntas al Opus Dei», dirigiéndose a sus «queridos hermanos y amigos del Opus Dei»: «Vosotros habéis respondido con indignación a mi artículo, donde se os acusaba de integrismo —escribió Hans Urs von Balthasar—, pero debo deciros que ninguna de vuestras cartas responde realmente a la pregunta que yo hacía, ¿en que consiste vuestra espiritualidad? Y sin embargo, cuan terriblemente importante resulta contestar en la actualidad a la misma, dado que una nueva forma de vida de "comunidad universal" ha sido recono318
cida y autorizada por la Iglesia, una forma de vida que ha de servir de ejemplo al mundo en asociar lo que parecía inconciliable, ser totalmente espiritual y totalmente del mundo, vivir ante la Iglesia y ante el mundo los consejos evangélicos y estar totalmente orientado hacia el mundo. Vosotros representáis el mayor de estos Institutos. Por ello, las miradas convergen sobre vosotros». A continuación Von Balthasar hacía cinco preguntas detalladas, la primera de las cuales la planteaba en los términos siguientes: «Nada puede objetarse a que tenéis mucho poder, mucho dinero, muchos puestos en el ámbito de la política y de la cultura, que abiertamente buscáis estos puestos clave, desde los que se puede ejercer un amplio control sobre el mundo moderno y la Iglesia, dirigiendo, de esta forma, de acuerdo con planes propios; que utilizáis una táctica sabia y discreta, para llegar lo antes posible y de forma directa a estos puestos. El poder en sí no es nada malo. La única pregunta importante es: ¿para que lo queréis?, ¿qué es lo que hacéis con él?, ¿que espíritu pensáis difundir en estos medios?» Al final del artículo, en la quinta y última pregunta Von Balthasar recapitulaba dirigiéndose una vez más al Opus Dei: «Preguntas y más preguntas y dificultades que debemos resolver en común. Y tentaciones a las que estamos expuestos todos constantemente y hoy más que nunca y de las que hemos de defendernos. ¿Por qué no intercambiar abiertamente sus experiencias? ¿Confesar los fracasos para poder participar en los éxitos del hermano y en sus experiencias?» La propuesta era generosa y conciliadora por parte de Hans Urs von Balthasar, para contrastar opiniones e intercambiar experiencias «entre hermanos», sin sobrepasar el marco de lo corporativamente cristiano; pero no hubo respuesta de la Obra y la polémica terminó en triste silencio por otras causas diferentes. Las actividades de la cúpula de la Obra en Roma habían sufrido un frenazo y, como señaló oportunamente Escrivá, «la persecución arrecia» pero de otra forma mucho más grave en la capital del mundo católico. Los dirigentes del Opus Dei se habían encontrado, entre tanto, frente a problemas de mucha mayor envergadura que la propuesta de debatir con otros «hermanos católicos» en la plaza pública el «espíritu de la Obra», lo cual resultaba, de todas formas, intrínsecamente imposible para el Opus Dei. Si el Opus Dei estuvo prácticamente ausente en las dos primeras sesiones conciliares, celebradas respectivamente en el otoño de 1962 y 1963, «todo hace pensar —señala Jean Bécarud— que por el contrario se habían elevado voces para señalar que bastantes aspectos de la doctrina del padre Escrivá parecían poco compatibles con algunas posiciones del Concilio relativas, por ejemplo, a la libertad religiosa». La «santa coacción», por ejemplo, ejercida por la Obra encajaba mal con las exigencias conciliares en este terreno. Por otra parte, Pablo VI había sido puesto al corriente de las numerosas críticas llegadas al Vaticano, a propósito de las actividades extrarreligiosas del Opus Dei, especialmente en España. En el Vaticano se habían recibido quejas que señalaban los compromisos del Opus Dei en los negocios financieros. Informes reservados enviados a Roma por «personalidades de la Iglesia española» llamaban la atención hacia «la actividad de caracterizados eclesiásticos y seglares que con determinadas actuaciones ponen en peligro el prestigio y pacífica actuación futura de la Iglesia». El autor de uno de aquellos informes, con fecha de julio de 1962, había sido Manuel Giménez Fernández, catedrático de Derecho Canónico de la 41
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Universidad de Sevilla, líder de una rama de la Democracia Cristiana en España y antiguo ministro de Agricultura durante la Segunda República. Sus destinatarios fueron el Nuncio Apostólico en Madrid y el cardenal Primado de España. Pero, sobre todo, en materia estrictamente canónica en el Vaticano se consideraba muy peligrosa, por ejemplo, la posibilidad de hallar a sacerdotes en posición subordinada con respecto a los laicos dentro del Opus Dei, lo cual en derecho eclesiástico aparecía como una aberración. Otro de los problemas jurídicos delicados era todo lo relacionado con la jurisdicción episcopal y el sometimiento correspondiente al obispo como única autoridad diocesana. En el mes de octubre de 1963 el Opus se atrevió a dar un mal paso con una maniobra jurídica que provocó un error mayúsculo en la política vaticana. Si Escrivá, durante el primer semestre de 1962, había intentado inútilmente la revisión del estatuto jurídico de Instituto Secular, fracasando en el empeño, un año más tarde volvía a la carga proponiendo esta vez modificar las Constituciones, situándose en ambos casos al margen de la corriente histórica del Concilio Vaticano II. No se sabe si Escrivá perdió los nervios, fue mal aconsejado o calculó mal los riesgos, empecinado como estaba en su proyecto. También se dijo entonces que el Opus Dei fue utilizado como punta de lanza y fueron los monseñores del ala ultraconservadora del Vaticano quienes empujaron a Escrivá a hacerlo. Como no estaba satisfecho con el atasco jurídico sufrido por la Obra tratando de acelerar por todos los medios el cambio de estatuto con la mirada puesta en el futuro, Escrivá decidió modificar las Constituciones del Opus Dei, aquel otoño de 1963 en vísperas de la apertura de la segunda sesión del Concilio. La coyuntura parecía escogida especialmente, aprovechando el Opus Dei el interregno entre el fallecimiento de Juan X X I I I y el afianzamiento de su sucesor, Pablo V I , que comenzó su pontificado sintiéndose desbordado, tanto en la supervisión del Concilio como en los asuntos específicos de la Santa Sede. Se puede suponer que Antoniutti, prefecto de la Congregación de Religiosos y de los Institutos Seculares, no debió permanecer inactivo como cardenal protector de la Obra en la maniobra jurídica que representaba la solicitud del Opus Dei para modificar las Constituciones y que sería realizada con mucha prontitud. Además, las modificaciones en las Constituciones del Opus Dei tuvieron lugar precisamente cuando la actividad de las principales organizaciones religiosas católicas había sido paralizada durante la celebración del Concilio. Si por alguna razón tenían que convocar una reunión general durante este período, como hicieron los jesuítas cuando murió el prepósito general, ésta debía posponerse hasta que el Concilio completara sus tareas y al reunirse de nuevo, la asamblea tenía que hacer concordar la estructura de la organización con las conclusiones del Vaticano II. El 2 de octubre Escrivá se dirigió al papa Pablo V I , como era preceptivo y rutinario, con la propuesta para efectuar nuevas modificaciones en las Constituciones. Hasta entonces el Opus Dei había realizado, debidamente autorizado, poco más de una docena de retoques desde 1950 en las Constituciones. La Congregación de Religiosos e Institutos Seculares, dirigida por Antoniutti, contestó rápidamente dando su conformidad tres semanas más tarde, el 24 de octubre, y el 31 de octubre ya estaba impresa la primera edición con la versión 1963 de las remozadas Constituciones y contando con un dudoso nihil obstat del Vaticano, ya que como se verá luego, no 43
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habían recibido la aprobación superior, es decir, del papa, a quien, de hecho, no le fueron sometidas. Aparentemente, las modificaciones parecían importantes con la supresión de los capítulos III y IV de la Segunda Parte y el añadido de una Quinta Parte. Daba la impresión que el Opus había emprendido la elaboración de un Digesto de las Constituciones «santas, inviolables y perpetuas» de 1950, más en acorde con los tiempos que corrían. El texto aparecía «aligerado» y pasaba de 479 a 398 normas, lo cual parecía no afectar a sus partes más principales. Sin embargo, la realidad era otra y la «pureza de intención» de Escrivá y los dirigentes del Opus Dei quedaba en entredicho. Había, sobre todo, una supresión que parecía ínfima, pero que alarmó a algunos padres conciliares, entre los más de dos mil obispos del mundo católico, porque los miembros del Opus Dei se habían atrevido a suprimir como si no tuviera importancia, el parágrafo 3 de la norma 76 en las Constituciones de 1950, que decía «es necesaria la venia del Ordinario respectivo». Es decir, que los sacerdotes incardinados en las diversas diócesis no estaban obligados a solicitar en adelante la venia del obispo, antes de su adhesión como miembro a la Sociedad Sacerdotal dentro del Opus Dei. Ese requisito, según los canonistas de la Obra, no resultaba ya conforme a la praxis de la Santa Sede en casos análogos de asociaciones sacerdotales, pero la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz era un Instituto Secular y no una Asociación católica cualquiera. En resumen, que a partir de entonces el obispo ordinario no tenía que ser informado, lo cual creaba una situación anómala, una de cuyas consecuencias podría ser la de escapar de alguna manera a la autoridad diocesana. Después de la rápida maniobra jurídica con las modificaciones Escrivá, complacido, envió una carta a Antoniutti el 31 de octubre, junto con un ejemplar impreso con la nueva versión de las Constituciones, donde le agradecía su actuación y expresaba una vez más su preocupación para el futuro: «Soy consciente que, como he manifestado muchas veces a Vuestra Eminencia, falta mucho para llegar a la solución jurídica definitiva del Opus Dei. Me conforta, sin embargo, la certeza de que Dios Omnipotente, a través de su Iglesia Santa, no dejará de abrirnos el camino.. .». Durante la segunda sesión del Concilio, Roma fue un hervidero de rumores. Expertos conciliares relacionaron entonces, en el otoño de 1963, la delicada situación en que se había colocado el Opus Dei con la crítica de los primeros artículos del teólogo suizo Hans Urs von Balthasar, que reflejaban ajustadamente las preocupaciones del nuevo Pontífice y de una parte de los padres conciliares. En otras palabras, que los artículos sobre Integrismo iban firmados por Von Balthasar, pero el impulso podía haber sido «soberano». El 24 de enero de 1964 Pablo VI recibió por primera vez en audiencia a Escrivá. La iniciativa partió al parecer del Vaticano. De la actitud y reacción posterior de Pablo VI se deduce que hubo una amonestación verbal del Pontífice al Fundador y Presidente General del Opus Dei, que fue recibido secamente en la audiencia. Estaba claro que Pablo VI ya había sido informado de la última maniobra jurídica del Opus Dei en el Vaticano y le pidió por ello un ejemplar de la nueva edición de las Constituciones del Opus Dei, con los cambios introducidos desde 1950, aunque la preocupación mayor del Pontífice residía en las recientes modificaciones realizadas hacía tan sólo unos meses. Escrivá, por su parte, repitió al Papa su discurso habitual 45
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sobre la Obra, de que representaba un «fenómeno pastoral nuevo» y se quejó también de las constantes incomprensiones que sufría el Opus Dei dentro de la Iglesia. Dentro del Opus Dei cuentan que en 1964 fue «cuando el fundador comenzó formalmente a moverse para cambiar el estatuto del Opus Dei», pero ese año iba a significar, en realidad, un vía crucis para el Opus Dei en el Vaticano. Escrivá llegó a estar ilocalizable, como le recomendaron los prelados amigos de la curia vaticana y, confiando que pasara la tormenta, desapareció de Roma durante el verano de 1964. El 14 de febrero, fecha significativa dentro de la Obra, Escrivá había expedido el ejemplar solicitado por el Papa con la versión nueva de las Constituciones. Acompañaba a los documentos internos de la Obra, expresamente solicitados por Pablo V I , una larga carta añadida subrepticiamente en la documentación, con el texto en latín y firmada con un simple «Josephmaria», de igual manera que había hecho anteriormente cuando firmó simplemente «José María» en el librito Consideraciones Espirituales, allá en tiempos de la Segunda República. La carta está fechada el 2 de octubre de 1958, aunque fue presumiblemente redactada por Escrivá, junto con otros miembros del Opus Dei, en una fecha posterior a 1958. Con tono solemne de encíclica papal, imitando el estilo del destinatario, la carta comenzaba con un «No ignoráis, hijas e hijos queridísimos», para seguir luego de forma repetitiva con los tópicos consabidos de la Obra, fin y medios plena y exclusivamente sobrenaturales, no somos religiosos ni se nos puede llamar religiosos o misioneros, gozáis de una libertad completa, etc. La carta contenía 14 puntos y era el punto número 9, sin duda el más importante, donde decía que «de hecho no somos un Instituto Secular, ni en lo sucesivo se nos puede aplicar ese nombre» y en el punto 10: «hasta tal punto deseamos que esta situación se arregle, que desde hace muchos años se han celebrado y se continúan celebrando miles de misas por esta intención. Y con el mismo fin todos rezamos constantemente...». Fue, sin embargo, en el punto número 11 donde aparecía parte del mensaje encerrado en la carta «Non ignoratis» y era relativo a la reciente maniobra jurídica de modificación de las constituciones, realizada unos meses antes por el Opus Dei. La carta en el punto 11 aludía a la solución jurídica conveniente para la Obra, pero también daba marcha atrás al hecho de introducir modificaciones en las relaciones con los obispos de los sacerdotes miembros del Opus Dei. La maniobra jurídica con la supresión del parágrafo 3 de la norma 76 de las Constituciones de 1950 había significado un error mayúsculo y así parecía reconocerlo implícitamente «Josephmaria», el firmante de la carta, quien puso un énfasis especial en el punto 11 cuando se refería al problema. La frase estaba subrayada además en el texto original de la carta: «Y a la vez manifestaré que deseamos ardientemente que se provea a dar una solución conveniente, que ni constituya para nosotros un privilegio —cosa que repugna a nuestro espíritu y a nuestra mentalidad—, ni introduzca modificaciones en cuanto a las actuales relaciones con los Ordinarios». Según todos los indicios, se trataba de un mensaje dirigido por el Opus Dei a Pablo V I , a través de una presunta carta de Escrivá a los miembros de la Obra. Parece evidente que Escrivá no dirigió la carta el 2 de octubre de 1958 a los miembros de la Obra, ni tampoco pudo escribirla alrededor de esa fecha, con una alusión tan transparente a un problema arrastrado anteriormente, pero cuyo conflicto había surgido a finales de 1963. 322
Como tantos otros documentos internos el Opus Dei, donde la manipulación es de rigor, la carta «Non ignoratis» enviada al papa el 13 de octubre de 1964 admitía varias lecturas y contenía varios mensajes destinados a Pablo V I . No sólo el del punto 11 ya analizado; sino que intentaba también, con otras frases subrayadas del texto, dar respuesta a temas conflictivos para la Obra. En el punto 5, por ejemplo, «ni usamos de misterio o secreto, que no necesitamos nunca», el Opus Dei respondía, ante los ojos del papa, a otro de los grandes reproches que se le hacía entonces y todavía se le hace. A partir de la documentación facilitada por el Opus Dei, Pablo VI decidió constituir una comisión formada por juristas y teólogos de la curia vaticana para estudiar el caso del Opus Dei. Jean Bécarud se hace eco del conflicto que había desencadenado la Obra y dice que en la medida en que puede saberse, puesto que sobre este episodio sólo es posible aportar rumores recogidos de fuentes diversas, con carácter de conjeturas, se hallaron en estudio medidas draconianas. Según los planes del Vaticano, el Opus Dei se hubiera visto depurado, dividido en dos ramas distintas: una que agruparía a los sacerdotes, con un estatuto de Instituto Secular; la otra que comprendería laicos y que se convertiría en una asociación de fieles sin carácter específico de ninguna clase. Para el Opus Dei los problemas se acentuaron durante el verano de 1964, cuando los aires del Concilio Vaticano II soplaban fuerte por España. El pánico cundió entre la mayoría de eclesiásticos vinculados al régimen de Franco. El silencio de los obispos, cuya intransigencia había causado estupor a muchos colegas suyos en el Concilio, hizo aumentar la inquietud entre los ultras católicos españoles. Para adelantarse a los planes del Vaticano, dentro de la Obra se creyó que era el momento oportuno para crear en España una Junta Civil del Opus Dei que estaría encargada de las relaciones con el Estado, a través de la dirección general de Asuntos Eclesiásticos del ministerio de Justicia. Se pensó que la Junta estaría presidida por Alfredo López, miembro supernumerario del Opus Dei y subsecretario entonces de aquel ministerio. La decisión que había sido tomada por Escrivá, adelantándose con este plan a lo que se estaba fraguando en el Vaticano, levantó grandes reacciones en contra, principalmente en el Consejo General y entre algunos estrategas de la Obra de Dios, pues el proyecto significaba que ésta tendría forzosamente que definir sus posiciones legales y reconocer de forma pública que no era totalmente un Instituto Secular, punto esencial sobre el que había basado desde 1947 su propaganda. Desde su reconocimiento como Instituto Secular, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz era la única rama de la Obra que estaba obligada a declarar sus miembros ante los Ordinarios del lugar, para poder actuar con todas las garantías legales bajo la jerarquía de la Iglesia Católica. Esta condición, sine qua non la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz no podría realizar ningún apostolado en España, fue cumplida más o menos escrupulosamente desde 1948 y en la carta antes citada, incluida en la documentación enviada al papa, Escrivá ya había recordado con astucia el espíritu de obediencia «inalterable» a la jerarquía episcopal que debían tener sus hijos de la Obra de Dios. En 1964 la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz tenía oficialmente registrados 133 sacerdotes, cuya actuación y apostolado dependía de los obispos españoles y, por supuesto, de la Congregación de Religiosos e Institutos Seculares. La lista 47
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completa con sus nombres, diócesis de nacimiento, año de nacimiento, año de ordenación, cargos que desempeñaban y lugar de residencia, figuraba en los archivos de la Conferencia Episcopal española. Años más tarde, el Opus Dei desenterró de sus archivos una carta de alto contenido político enviada por Escrivá a Pablo VI en la encrucijada de 1964 y que fue publicada en febrero de 1992 por el semanario italiano Famiglia Cristiana. En dicha carta, el fundador de la Obra rechazaba las críticas lanzadas contra el Opus Dei acerca de ambicionar el poder político y económico, sobre todo en España «Concédame, Santo Padre, hacerle presente que los miembros numerarios y supernumerarios del Opus Dei que colaboran con Franco en puestos de gobierno o en la administración lo hacen libremente, bajo su personal responsabilidad», señalaba Escrivá, quien se atrevía además a desaconsejar la creación de un partido único de católicos en España, a semejanza de Italia. Escrivá no lo consideraba útil para España «porque podría comenzar sirviendo a la Iglesia y acabar fácilmente, con servirse de la Iglesia, ya que no estará en grado de liberarse de ello, debiendo soportar una especie de extorsión moral». «Esta libertad de los católicos —agregaba—, parece que debería dar lugar a una conveniente variedad en las soluciones temporales, y, al mismo tiempo, debería conducir a una sólida unidad en lo que es esencial para la Iglesia, que esté por encima de todos los compromisos de grupo o partido.» Aún no se sabe si era una justificación encubierta o una maniobra de diversión, pero el contenido íntegro del texto de la carta de Escrivá, que aún no se conoce, podría despejar algunas incógnitas para poder situar esta misiva de alto contenido político en el contexto de la época. Un informe del obispo de Mondoñedo (Lugo), Jacinto Argaya, que figura en los archivos de Franco, recogidos del palacio de El Pardo, legajo 29 bis, menciona dos encuentros en Roma con el fundador del Opus Dei y donde Escrivá mostró una evidente actitud de hostilidad hacia el Concilio. «En la primera entrevista», relata el obispo de Mondoñedo, «me dijo que los obispos españoles estamos quedando en el Concilio a la altura de los de Guatemala. En la segunda, me aseguró que el episcopado español, tan virtuoso, capaz y apostólico, está poco acreditado en el mundo». Y el obispo de Mondoñedo señalaba en el informe refiriéndose a Escrivá: «Salvando la mejor voluntad de mi informador, yo creo que estas opiniones encierran injusticia». Por su parte, el fundador del Opus Dei, en una carta escrita desde Roma y dirigida personalmente al dictador, que figura en los archivos de Franco, legajo 178, refiriéndose a las actividades de la Obra le cuenta con orgullo: «Aun cuando se trata de una institución católica, aquí y en todas partes, detrás del Opus Dei se ve a España». En Roma, al principio de la tercera sesión conciliar, celebrada en octubre de 1964, algunos obispos se extrañaron de que el esquema sobre el apostolado de laicos no dijera nada sobre los Institutos Seculares. Un miembro de la curia, Van Lierde, planteó la cuestión el 8 de octubre, constatando los padres conciliares el vacío existente y cuya responsabilidad recaía en parte sobre el Opus Dei, por ser el mayor y el primero de los Institutos Seculares. Parece ser que abundaron las iniciativas por parte de los padres conciliares y se habló de un eventual proceso público de la Obra; es decir, que el caso conflictivo del Opus Dei podía ser tratado como tema candente en el Concilio Vaticano II. 48
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Escrivá se sintió tan perseguido dentro de la Iglesia católica que dijo entonces que «ya no era el cacharro de la basura, sino la escupidera de todo el mundo» y que «cualquiera se sentía con derecho a escupir sobre este hombre (Escrivá); y es verdad que tenían derecho y lo siguen teniendo, pero lo ejercitaban los que se llamaban buenos y los que no lo eran tanto». La cuestión quedó zanjada con la segunda audiencia privada que Pablo VI concedió al fundador del Opus Dei el 10 de octubre de 1964. Pablo VI entregó a Escrivá un cáliz de marfil y metales preciosos como regalo, junto con una carta manuscrita —quirógrafo, según la jerga vaticana— donde el papa se erigía en tro absoluto de la contienda, reconociendo las aportaciones del Opus Dei y considerándolas, al mismo tiempo, como una inyección de vitalidad para la Santa Madre Iglesia Católica. Una carta de texto diplomático con afirmaciones típicamente elogiosas que son habituales en la política vaticana y el regalo del cáliz tenía un significado mayor en la paz sellada con un abrazo. La carta del papa era apaciguadora y en el primer párrafo Pablo VI se refería a «los filiales sentimientos de cariño hacia Nos de todos y cada uno de los miembros de esta Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz», añadiendo: «En sus palabras hemos advertido la vibración del espíritu encendido y generoso de toda la Institución...». Al parecer, la Obra había movilizado todas sus influencias vaticanas, que ya eran muchas, y complementariamente había hecho uso masivo de un voto espistolar dirigido hacia la persona de Pablo V I , que respondía emocionado; aunque el papa, aprovechaba la ocasión y separaba las churras de las merinas, dirigiéndose en primer lugar a la rama sacerdotal de la Obra, la única que contaba con estatuto legal de Instituto Secular de derecho pontificio, y luego, en segundo término, a «toda la Institución». A Pablo VI le pareció más oportuno esperar a la terminación del Concilio Vaticano II para ocuparse de los problemas planteados por el Opus Dei, frenándose así la eventualidad de un proceso público a la Obra. Para el papa, cualquier medida que afectara al funcionamiento interno de las organizaciones católicas debía posponerse hasta que el Concilio completara sus tareas y todo debería ser resuelto luego, de acuerdo con las decisiones del Concilio Vaticano II, que se encontraba entonces en su apogeo. Sin embargo, Pablo VI apuntaba también en la carta que su apostolado no fuera tan secreto. «El Opus Dei», escribió el papa, «está abierto de una manera patente a las exigencias de un apostolado moderno, cada vez más activo, capilar y organizado». Antes de que concluyera el Concilio Vaticano II, el Opus Dei consiguió por medio del cardenal Dell'Acqua que Pablo VI asistiera a la inauguración en noviembre de 1965 del centro E L I S , iniciales de Educazione, Lavoro, Instruzione, Sport, situado en el barrio Tiburtino de Roma. El edificio principal del centro ELIS recibió en 1964 el premio nacional de arquitectura social de Italia. El centro disponía de una residencia para jóvenes trabajadores, un complejo de edificios escolares y una amplia zona deportiva, más una escuela femenina de hostelería en un edificio totalmente independiente. Contaba además con la parroquia de San Juan Bautista al Collatino, confiada también a los sacerdotes de la Obra. Los orígenes del Centro ELIS se remontaban a los tiempos del Pío XII y Juan X X I I I . Con motivo del octogésimo aniversario de Pió XII se organizó en el 51
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mundo entero una colecta, cuyo fruto le fue ofrecido como obsequio. Pío XII murió sin haber dispuesto de los fondos y una oportuna filtración hizo saber a los dirigentes del Opus Dei que Juan X X I I I deseaba dar a aquel dinero un destino concreto. Tras elaborar y presentar un proyecto muy detallado, los dirigentes del Opus Dei obtuvieron la adjudicación de los fondos para la creación del centro E L I S . Un dignatario eclesiástico explicó en reiteradas ocasiones que al ser recibido un día por Juan X X I I I , éste exclamó: «Ahora mismo acaban de marcharse los del Opus; todo el rato han estado hablando de dinero, tanto, que aún me da vueltas la cabeza». En la inauguración del centro E L I S , Pablo VI pronunció unas palabras, obviamente elogiosas en este caso, sobre el Opus Dei y todas las publicaciones de la Obra y afines se volcaron en destacarlas. La coincidencia del nombre de la parroquia con el suyo propio, Giovanni Battista, hizo exclamar a Pablo V I : «Tutto, tutto qui é Opus Dei...», «Aquí todo, todo es Opus Dei...» Antes del acto de inauguración, Escrivá se dirigió a las numerarias del Opus Dei que se encontraban en Roma y les dijo: «Hijas mías, decidles a vuestras hermanas pequeñas —así llamaba a las sirvientas—, que yo ya sé que me quieren mucho, pero que esta vez, cuando llegue el Papa al Tiburtino le aplaudan más a él que a mí». «Con que Pablo VI hubiera pasado diez minutos felices, me hubiera quedado contento. Pero me quedé corto...», dijo Escrivá una vez terminado el acto. «Porque estaban previstas dos horas para la visita, y estuvo tres horas largas. No tenía prisa. Se marchó feliz, feliz.» Como detalle revelador, Escrivá había recibido al papa a la puerta del centro de rodillas: «Quise esperarlo de rodillas —comentaría a la mañana siguiente—, como un sacerdote que ama con locura al papa y a la Iglesia católica». Finalizada la cuarta y última etapa del Concilio, Escrivá con su habitual espíritu triunfalista se dirigió a los miembros de la Obra en los términos siguientes: «Hemos de estar contentos al acabar este Concilio. Hace treinta años, a mí me acusaron algunos de hereje, por predicar cosas de nuestro espíritu, que ahora ha recogido el Concilio de modo solemne, en la Constitución dogmática De Ecclesia. Se ve que hemos ido delante, que habéis rezado mucho». La procesión, sin embargo, iba por dentro y el panorama de una Iglesia católica rejuvenecida por el Concilio Vaticano II fue visto muy negativamente dentro del Opus Dei. La «catástrofe» era descrita así: «Fuera, por muchas diócesis de la cristiandad, y con un mayor o menor descalabro, se iba resquebrajando la fe...». La reacción de Escrivá en la aplicación de la doctrina del Concilio fue como sigue: «El Padre tuvo que velar por los suyos, evitando que el mal se infiltrara en sus almas como por osmosis». También que «el desconcierto doctrinal y la desbandada eclesiástica, por no entrar en el triste recuento de las defecciones, le produjo intensísimo dolor». El fundador del Opus Dei, según uno de los cronistas autorizados de la Obra, «estudió detenidamente las disposiciones eclesiásticas y, luego, con suma prudencia y energía, para eliminar posibles desorientaciones, trasmitió a los centros de la Obra los criterios pertinentes para su recta y fiel aplicación». Asimismo, «tomaba con mucho tiento el pulso a la situación, como se toma el pulso a un enfermo. De manera velada al principio, y después con gran diligencia, alertó a sus hijos sobre la peligrosidad de ciertas teorías que despuntaban sospechosamente por todas partes». 54
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Resultaba inevitable que el «espíritu de la Obra» fuera totalmente refractario a la doctrina liberalizadora del Concilio y Escrivá se dedicó a negarle vigencia dentro de la Obra. Como consecuencia de ello, no sólo se prohibía internamente la lectura y el comentario de los documentos conciliares, sino que se tomaron disposiciones en su contra. Por ejemplo, mientras el Concilio hizo énfasis en las lenguas vernáculas para las celebraciones litúrgicas, Escrivá dispuso una intensificación del latín. Sobre las nuevas normas relativas a la forma en que debía decirse la misa, con el sacerdote de pie frente a los asistentes, dentro del Opus no se aceptaron los altares conciliares y los sacerdotes de la Obra continuaron danto la espalda a los fieles. En una de las entrevistas escritas, con cuestionario previo y respuestas muy estudiadas, concedida por Escrivá a la revista sacerdotal Palabra, una publicación de la Obra, éste responde dando el «sentido verdadero» de aggiornamento, palabra clave del Concilio Vaticano II que sintetizaba la «puesta al día» emprendida por la Iglesia católica. Escrivá responde tajantemente, sin embargo, con otra palabra «fidelidad», ofreciendo la explicación siguiente: «Para mí aggiornamento significa sobre todo eso: fidelidad». Y después de aludir en primer lugar a la fidelidad individual, refiriéndose a «firmes compromisos de amor y de justicia que adquirió un día», entiéndase el miembro del Opus Dei dentro de la Obra, termina la larga parrafada entrando en materia: «el aggiornamento de la Iglesia —ahora, como en cualquier otra época— es fundamentalmente eso: una reafirmación gozosa de la fidelidad del Pueblo de Dios a la misión recibida, al Evangelio». Escrivá termina advirtiendo que «sería por lo menos superficial pensar que el aggiornamento consista primariamente en cambiar, o que todo cambio aggiorna». Después de esa pirueta sobre los logros del Concilio, Escrivá echa el freno advirtiendo de nuevo que hay enemigos de la Iglesia católica que también desearían cambios y son partidarios del involucionismo más completo: «Basta pensar que no faltan quienes, al margen y en contra de la doctrina católica, también desearían cambios que harían retroceder en muchos siglos de historia —por lo menos a la época feudal— el camino progresivo del Pueblo de Dios». 61
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C O M P A Ñ Í A DE JESÚS Y O P U S D E I
El 15 de agosto de 1534, Ignacio de Loyola y sus compañeros pronunciaron en París, en la basílica de Montmartre, los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, más uno especial de obediencia al papa. Los siete estudiantes, que se juramentaron para ir asimismo a Tierra Santa para convertir infieles, habían formado el embrión de lo que llegaría a ser la Compañía de Jesús. Frente a la Reforma religiosa de la Europa burguesa del siglo x v i , la España absolutista y feudal realizaba la Contrarreforma, con los jesuitas como sus principales animadores. En el importante papel histórico desempeñado por los jesuitas influyó de modo decisivo, el hecho que la Compañía de Jesús fuese la primera orden religiosa que decidió intervenir en el «siglo» practicando su apostolado en las clases sociales como milicia de Cristo, disciplinada y a las órdenes de un general. La Compañía de Jesús llegaría a convertirse en un elemento del poder de la época, asentado en su mismo núcleo, en la medida en que los jesuitas tendrían un 66
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importante papel como confesores de los reyes o educadores de los hijos de los poderosos. Casi desde su fundación y su puesta a disposición de Roma, la polémica acompaña a la Compañía de Jesús. Entre otras razones, por la decisión del Vaticano de que no se permitieran más órdenes religiosas en la época, por lo que los jesuitas constituyeron en régimen de monopolio una nueva forma de vida dentro de la Iglesia. * Y, sobre todo, por su relación con el Poder y los inteligentes medios empleados para ello. La historia de la Compañía de Jesús es compleja y no puede reducirse a un esquema simple. De hecho, las tres grandes oleadas misioneras jesuíticas, en el x v i , el xvn y el xix, coinciden con las oleadas colonizadoras europeas; en ellas llegó a mostrar la Compañía de Jesús algún respeto por la cultura y los ritos de los otros pueblos, como ya mostraron los primeros jesuitas, a cuyo frente se encontraba Francisco Xavier. Posteriormente, en la edad de oro del jesuitismo, los jesuitas restaurados se transforman en un peón de los conservadurismos borbónico y romano, militando en pro de la reaccionaria alianza entre el trono y el altar y convertidos en los «granaderos de Pío IX», el papa del Syllabus y la condena del liberalismo en la segunda mitad del xix. Fue entonces cuando los liberales europeos lanzaron sus ataques contra los jesuitas, convertidos en paradigma de la reacción. Hay algunas excepciones a la línea dominante de integrismo, pero la actitud integrista de los jesuitas no se da únicamente en el campo de la política: en el terreno de las ciencias, los jesuitas serán abanderados del inmovilismo científico, al menos hasta la breve apertura del pontificado de León XIII a finales del xix. Una apertura que durará bien poco, ya que la Iglesia vuelve a cerrarse en banda contra el mundo moderno a principios del siglo xx, con Pío X . Recientemente, su participación en el movimiento aperturista de la Iglesia les ha granjeado simpatías pero también fobias tremendas dentro de la Iglesia católica, especialmente en grupos y organizaciones consideradas integristas como el Opus Dei. La declaración del Concilio Vaticano II en favor de los judíos, que rompe con cuatro siglos de antijudaísmo católico, recoge parte de los frutos de la actividad de la Compañía de Jesús en tan resbaladizo terreno; destaca también, por otra parte, la presencia de jesuitas en los movimientos vinculados a la Teología de la Liberación. En el paralelismo existente entre la Compañía de Jesús y el Opus Dei conviene señalar de entrada un apunte biográfico sobre los fundadores. Se conoce la historia de Ignacio de Loyola cuando, en 1522, lanzado a la aventura con la sola intención de llegar a ser santo se encontró un moro que ultrajó a María Santísima en su presencia. Ignacio quiso matarlo pero luego, recapacitando, dejó que la muía que lo transportaba tomase tan seria decisión: la muía prefirió rendir a su jinete al santuario de Montserrat, en Catalunya, donde comenzó la aventura que al frente de la Compañía de Jesús le convertiría en uno de los más renombrados «defensores de la Iglesia». José María Escrivá no tuvo la oportunidad de dejar al azar la aventura de su vida. Desde muy joven ingresó en el seminario y cuando fue ordenado sacerdote sólo tuvo tiempo para cultivar su ambición y alimentar a su familia. Esto lo determinó de tal forma que no pudo dejar a una bestia de carga la elección de su vida: sus dos hermanos y su madre, ya viuda, pesaban mucho y él tenía suficiente confianza en sí mismo como para salir adelante del aprieto, apoyándose en la Iglesia. Siendo 67
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sacerdote diocesano, Escrivá encontró medios eclesiásticos de vida para mantenerse él y su familia, trabajando en las labores apostólicas que encontraba y que le ofrecía una metrópoli como Madrid, donde la Iglesia católica a duras penas lograba ampliar sus adherentes. Sobre los consuelos que encontró el futuro fundador del Opus Dei en los primeros tiempos madrileños, la obrita Consideraciones Espirituales, publicada en 1934 e integrada por retazos de un diario inacabado, anotaciones y reflexiones personales de Escrivá, ofrece una muestra: «Echa lejos de ti esa desesperanza, que te produce el conocimiento de tu miseria —Es verdad: por tu prestigio económico, eres un cero..., por tu prestigio social, otro cero..., y otro por tus virtudes, y otro por tu talento... Pero a la derecha de esas negaciones está Cristo... Y ¡qué cifra incomensurable resulta!» O esta otra: «Que eres... nadie. —Que otros han levantado y levantan ahora maravillas de organización, de prensa, de propaganda. —¿Que tienen todos los medios, mientras tú no tienes ninguno?... Bien: Acuérdate de Ignacio. Ignorante, entre los doctores de Alcalá. —Pobre, pobrísimo entre los estudiantes de París. —Perseguido, calumniado... Es el camino: ama y cree y ¡sobre!: tu Amor y tu Fe y tu Cruz son los medios infalibles, para poner por obra y para eternizar las ansias de apostolado que llevas en tu corazón». Cuatro siglos después de la Compañía de Jesús nace el Opus Dei. La imitación del modelo ignaciano por el fundador del Opus Dei no es fruto del azar. Una fuerte y profunda atracción hacia la Compañía de Jesús estuvo siempre presente en la vida de Escrivá y ya en los tiempos de Zaragoza, en 1925, cuando Escrivá era un joven mosén, sus preferencias personales en las celebraciones de culto se dirigieron a la iglesia de San Pedro Nolasco, dirigida entonces por los jesuitas. Los primeros enfrentamientos personales con miembros de la Compañía de Jesús tuvieron lugar en Madrid, a partir de septiembre de 1929, provocando roces con el jesuíta encargado de la dirección espiritual de las Damas Apostólicas, porque Escrivá se extralimitaba en sus funciones de asistente eclesiástico y aprovechaba las ausencia del jesuíta para dirigir espiritualmente a algunas Damas Apostólicas. Al jesuíta director le sentó mal, sobre todo, que se convirtiera en el confesor de la vieja marquesa de Onteiro, madre de la fundadora de las Damas Apostólicas. A Escrivá, por su cargo, no le correspondía la atención espiritual de la comunidad de las Damas Apostólicas. A la muerte del padre jesuíta le sustituyó otro jesuíta, Valentín Sánchez Ruiz, a quien Escrivá escogió inmediatamente como director espiritual y confesor suyo. Las relaciones de Escrivá con este jesuíta fueron tensas y también, al parecer, creativas; pues, según algunos testimonios, el jesuíta Valentín Sánchez Ruiz había «bautizado» involuntariamente al Opus Dei, en los años finales de la Segunda República, al formularle rutinariamente a Escrivá la pregunta ¿Cómo va esa obra de Dios? Según uno de los hagiógrafos de Escrivá, «fue como una revelación, si debía tener un nombre, que fuera ése: la Obra de Dios, en latín Opus Dei».™ Los libros religiosos que utilizaba Escrivá también provenían de jesuitas. A los comienzos de su actividad como mosén le inspiraba mucho Meditaciones Espirituales del jesuíta Francisco Garzón, libro de lectura obligatoria en los seminarios diocesanos españoles de la época y que debió leer forzosamente Escrivá por las mañanas, durante los ratos de meditación, en el seminario de Zaragoza. El jesuíta Garzón no hacía sino glosar las ideas que en 1605 ya expuso otro jesuíta, Luis de 72
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la Puente, en Meditaciones de los Misterios de la Santa Fe, otro de los autores preferidos del joven mosén de donde sacó también ideas sobre la perfección cristiana del laicado. El libro de otro jesuíta, Luis de la Palma, Historia de la Sagrada Pasión, de 1624, le sirvió a Escrivá para copiar párrafos enteros para su obrita Santo Rosario, publicada en Madrid en 1935. Después de haberse librado tras la guerra de ciertas ataduras del pasado y volando ya con sus propias alas, dejó de confesarse en 1940 con el jesuíta Sánchez Ruiz, autor de un Catecismo Social que contenía un diseño del control y la influencia sobre las instituciones sociales. Escrivá escogió entonces como confesor a un eclesiástico acérrimo franquista como García Lahiguera, que terminó su carrera como arzobispo de Valencia. En 1964, siendo todavía obispo, García Lahiguera escribió una circular donde decía que «nuestro Caudillo es acreedor a la gratitud de todos como el principal artífice humano de la paz y así es justo reconocerlo y proclamarlo, rogando al Señor que nos lo conserve muchos años». Escrivá acude repetidas veces al ejemplo de Ignacio de Loyola en Camino, el libro básico utilizado por los miembros del Opus Dei, cuyo contenido intelectuales católicos consideran impregnado de un espíritu ignaciano «trivializado», es decir, carente de toda importancia y novedad. La fuerza y la duración de la Compañía de Jesús debieron impresionar a Escrivá más que las palabras y los propósitos de los dirigentes de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas ( A C N P ) , la organización laica promocionada por los jesuitas, a cuya presencia, como contrapunto, y no es exagerado afirmarlo, debe el Opus Dei una razón de su propia existencia. Los objetivos de la A C N P respecto a la Universidad fueron ampliamente sobrepasados por el Opus Dei, que al tiempo los usó como acicate. Existía además un proyecto más ambicioso que el de la simple conquista de la Universidad que figuraba también entre los designios de los propagandistas católicos, éste, sin duda alguna, también influyó sobre Escrivá y en lo que se convertiría la Obra de Dios. Un militar como Ignacio de Loyola escribió inevitablemente sus «Ejercicios» como el ejercitamiento para una batalla, siguiendo la mejor tradición medieval. Los «Ejercicios Espirituales» de San Ignacio son, en suma, una serie de meditaciones y alucinaciones voluntarias que se realizan durante cuatro semanas y donde están prescritas desde las posiciones del cuerpo y los movimientos de los pulmones hasta sensaciones imaginables como el fuego del infierno o los gritos de los condenados. La primera meditación de los «Ejercicios» lleva, por ejemplo, el guerrero título de «Las dos banderas». Escrivá, cuatro siglos más tarde, utiliza diferentes recursos formativos en el «espíritu de la Obra», pero su militarismo ya no es simplemente medieval sino propio del fascismo clerical muy activo entonces en España. La máxima 238 de Camino dice: «El examen general parece defensa. — E l articular, ataque. — E l primero es la armadura. El segundo, espada toledana». En la máxima 306 se remonta a los tiempos bíblicos dentro de la mejor tradición cristiana: «Que la vida del hombre sobre la tierra es milicia, lo dijo Job hace muchos siglos. —Todavía hay comodones que no se han enterado». «Ese modo sobrenatural de proceder es una verdadera táctica militar», afirma Escrivá en la máxima 307, «Sostienes la guerra —las luchas diarias de tu vida interior— en posiciones, que colocas lejos de los muros capitales de tu fortaleza. Y el enemigo acude allí: a tu 77
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pequeña mortificación, a tu oración habitual, a tu trabajo ordenado, a tu plan de vida: y es difícil que llegue a acercarse hasta los torreones, flacos para el asalto, de tu castillo. —Y si llega, llega sin eficacia». En otras máximas de Camino, Escrivá no disimula la influencia del «espíritu de Loyola». Así en la máxima 931 escribe: «El genio militar de San Ignacio nos presenta al demonio que hace un llamamiento de innumerables diablos y los esparce por estados, provincias, ciudades y lugares, tras de haberles hecho un sermón, en el que les amonesta para echar hierros y cadenas, no dejando a nadie en particular sin ataduras... Me dijiste que querías ser caudillo: y... ¿para que sirve un caudillo aherrojado?». En la máxima 470, Escrivá trata con familiaridad a seis santos de la Iglesia, dos de ellos jesuitas: «Pero... ¿y los medios? —Son los mismos de Pedro y de Pablo, de Domingo y Francisco, de Ignacio y Javier: el Crucifijo y el Evangelio... —¿Acaso te parecen pequeños?». Más adelante, en cambio, en la máxima 474, se refiere tan sólo a Ignacio de Loyola; cuando fue escrita esta máxima, Escrivá participaba de la óptica que mantenían los católicos ultraconservadores respecto a la Institución Libre de Enseñanza, y halló su consuelo e inspiración en el fundador de la Compañía de Jesús. Las máximas 741 y 742 de Camino son una prueba más de la influencia de la Compañía de Jesús sobre Escrivá. El fundador del Opus Dei se refiere, sin duda, a un jesuíta aragonés, Francisco de Borja, máxima 741: «¿Ves cómo se deshace materialmente, en humores que apestan, el cadáver de la persona querida?—Pues, ¡eso es un cuerpo hermoso! —Contémplalo y saca consecuencias». Máxima 742: «Aquellos cuadros de Valdés Leal, con tanta carroña distinguida —obispos, calatravos— en viva podredumbre, me parece imposible que no te mueva. Pero, ¿y el gemido del duque de Gandía: no más servir a señor que se me pueda morir?». En ambas máximas subyace la anécdota que se cuenta vivió Francisco de Borja, duque de Gandía, deudo del papa Alejandro VI Borgia y que fue de 1565 a 1572 General de la Compañía de Jesús; aunque los cuadros de Valdés Leal no están inspirados en la trágica anécdota del duque de Gandía, sino en la vida del caballero sevillano Miguel de Manara. «¿Razones?... —escribiría influenciado el fundador del Opus D e i — . ¿Qué razones daría el pobre Ignacio al sabio Xavier?». Camino, máxima 798. Si «el Espíritu Santo sopla donde quiere y a quien quiere», en expresión de Escrivá, ¿qué es lo que el militante del Opus Dei, desprovisto de «razones» porque la razón es un don de Dios, está obligado a adquirir? «Voluntad. —Energía. —Ejemplo. — L o que hay que hacer, se hace... Sin vacilar... Sin miramientos... Sin esto, ni Cisneros hubiera sido Cisneros; ni Teresa de Ahumada, Santa Teresa...; ni Iñigo de Loyola, San Ignacio... ¡Dios y audacia! —"Regnare Christum volumus!"». Camino, máxima 11. Comparativamente, las Constituciones de la Compañía de Jesús, redactadas hace cuatro siglos ofrecen mayor amplitud de miras espirituales que las del Opus Dei. El fundador Ignacio de Loyola observó en el preámbulo a sus propias Constituciones para la Compañía de Jesús que él hubiese sido mucho más feliz si no hubiere necesidad de ellas y si sus jesuitas hubiesen sido dirigidos únicamente «por la ley interior de la caridad y del amor que el Espíritu Santo imprime en los corazones». Reconocía que eso era imposible pero el enfoque manifestado en el preámbulo, y que es una constante en todas las Constituciones de los jesuitas, las 82
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convierte en un documento más espiritual que jurídico. Las Constituciones del Opus Dei, por el contrario, son estrictamente jurídicas, como señala Michael Walsh, y parecen deleitarse en ello. Por otra parte, la obligada obediencia, del «perinde ac cadáver», de los jesuitas, contrasta positivamente si se la compara con los variados y férreos resortes burocráticos utilizados dentro de la Obra de Dios. Dirigiéndose en 1966 a los miembros de la Compañía, Arrupe, General de los jesuitas, expuso unas agudas consideraciones sobre la obediencia: «Esta crisis de obediencia que tanto nos preocupa, ha nacido de las nuevas condiciones que influyen eficazmente sobre el modo de ser de la vida moderna» y «si buscamos camino para resolver esta crisis», observaba el General de los jesuitas, «en manera alguna daremos con la solución en la mera adhesión a los criterios antiguos y la resistencia contra el nuevo estado de cosas... En una palabra: una crisis que ha nacido de elementos nuevos debe ser resuelta con formas no anticuadas, sino nuevas». Desde hace años, los jesuitas intentan buscar una nueva relación de obediencia en el seno de la Compañía de Jesús y esta revisión de los viejos modos autoritarios, donde el remedio de un «mal moderno» como la crisis de autoridad ha de ser también «moderno», es lo más opuesto a la actitud bunkerizada del Opus Dei que intenta mantener por todos los medios una férrea dictadura burocrática, sin fisuras de ninguna clase, y en donde los miembros en crisis se les apabulla de trabajo y las defecciones son ocultadas con un rigor extremo. Un ejemplo característico del doble discurso recubierto de jesuitismo del fundador del Opus Dei y sus seguidores en el asunto de la obediencia lo ofreció un sacerdote numerario del Opus Dei, Juan Bautista Torelló, que llegó a atacar a la Compañía de Jesús por este flanco, como si no existieran parecidos vínculos o más férreos de obediencia dentro de la Obra de Dios. Según Torelló, «la espiritualidad jesuítica con su principio de obediencia total y absoluta, jamás podrá dar lugar a una "espiritualidad auténticamente laical". Al no estar fundamentada en la libertad y la responsabilidad personales, en efecto, fácilmente desemboca en un "espíritu de cuerpo" y en una "instrumentalización de los valores temporales": con lo cual los laicos acaban siendo tan sólo la longa manus mundana de la Compañía». No resultaba extraño que con tales antecedentes, los seguidores de Escrivá iban a presentarse a partir del final de la Guerra Civil española como una nueva y misteriosa organización católica que podía compararse con los jesuitas pero «de paisano» y «sin miedo a enseñar los pantalones». La Compañía de Jesús iba a sufrir a partir de entonces la competencia desleal de un rival diminuto, pero que actuaba con eficacia en su proselitismo. Los jesuitas no tardaron en tener altercados con el Opus Dei, tanto en Barcelona como en Madrid. Los jesuitas pudieron comprobar que el Opus Dei, movimiento todavía modesto y cuya situación material era por entonces difícil, representaba para ellos un terrible concurrente. Desde este momento, adoptaron una actitud crítica respecto a la Obra, actitud que apenas ha cambiado después. Sin embargo, lo más elocuente del caso era que Escrivá recomendaba entonces entre las lecturas a sus primeros seguidores la Vida de San Ignacio del jesuíta Rivadeneyra «para que conociesen cuántas y cuan grandes fueron las incomprensiones que hubieron de sufrir el fundador de la Compañía de Jesús y sus primeros compañeros». 83
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Y así llegamos a los años del Concilio Vaticano II: con el bagaje que arrastraba desde sus orígenes, el Opus Dei rechazó la espiritualidad dominante en la Iglesia durante el Concilio Vaticano II y el período subsiguiente, cuando se puso un énfasis considerablemente mayor en las cuestiones espirituales y bastante menos en la minuciosa observancia de las reglas. En 1963 el jesuita belga Boone publicó, con el seudónimo de Hans de Vriese, una serie de tres artículos en el semanario De Linnie, lo cual le valió una agria respuesta por parte de miembros del Opus Dei como José Luis Soria y el especialista en cuestiones de defensa, John F. Coverdale, seudónimo utilizado por uno de los profesores de la Universidad de Navarra. La polémica no era un hecho aislado y las escaramuzas por parte de la Compañía de Jesús contra el Opus Dei se repitieron con alguna intermitencia. En la polémica de Signo, semanario de la Juventud de Acción Católica española, por ejemplo, habían participado directamente jesuitas como José María Llanos o de manera anónima como Andrés M. Axpe. Ninguna orden o congregación religiosa ha mantenido una relación tan hostil y continuada cara al Opus Dei como los jesuitas. Desde la óptica de la Obra, Vicente Martínez Encinas, en un pérfido artículo que seguía los clásicos argumentos apologéticos de la Obra de Dios, señalaba «cierto enfrentamiento entre el Opus Dei y el resto del mundo clerical, y en especial con respecto a los jesuitas. Es cierto que los ataques contra el Opus Dei vienen a veces de los Padres de la Compañía y de los que pertenecieron a ella —puntualizaba Martínez Encinas para añadir—: Por otra parte son también numerosos los testimonios favorables provenientes de los jesuitas. Se ha pretendido ver una cierta lucha entre las dos Instituciones por la conquista del campo intelectual... Creemos y opinamos que la lucha aparente entre las dos instituciones no es pugna entre institución e institución, ya que las instituciones de la Iglesia están por encima de toda disputa. Si hay oposición es entre elementos singulares y particulares de ambas partes...». Al fin del curso académico 1963-1964, dos jesuitas que realizaban estudios de periodismo en Pamplona fueron expulsados de la Universidad de Navarra. La U n i versidad no hizo declaración pública alguna, pero el director de la Escuela de Periodismo dejó entender privadamente que los dos jesuitas habían calumniado gravemente al Opus Dei. La «calumnia» consistió en comentar entre los estudiantes de la Universidad la posible existencia de un monitum secreto proveniente de la Santa Sede. Con el monitum, según los jesuitas expulsados, el papa Pablo VI que había lanzado previamente un ultimátum a la Obra para que escogiese entre seguir siento Instituto Secular de la Iglesia o los negocios, privaba al Opus Dei del privilegio que había obtenido con el estatuto jurídico de los Institutos Seculares. La existencia del monitum no estaba probada e incluso el contenido denotaba una ausencia de los más elementales principios con que se rige la burocracia vaticana. La disyuntiva, si la hubo, estaba evidentemente falseada. Meses más tarde, la revista integrista ¿Qué pasa!, que había recogido el rumor en el número de 8 de abril de 1965, fue formalmente desmentida por medio de una carta de Javier Ayesta, de la Secretaría del Opus Dei en España, donde señalaba, entre otros puntos, que «el Opus Dei no ha recibido jamás ningún monitum de la Santa Sede» y que «se ha explicado hasta la saciedad que el Opus Dei continúa siendo de jure un Instituto Secular». De fuentes bien informadas, se conoce asimismo la borrascosa entrevista que 89
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tuvieron en aquel tiempo Urteaga, vicerrector del Convictorio Sacerdotal de San Miguel en Madrid, dependiente del Opus Dei, y el provincial de los jesuitas de Castilla que se negó rotundamente a entregar la copia de las Constituciones del Opus Dei que éste poseía. Durante la entrevista, Urteaga, sacerdote de la Obra, pasó del ruego diplomático a la amenaza descarada, manteniéndose el jesuíta firme en su actitud. El Opus Dei no hizo luego ningún otro intento para rescatar tan importante y secreto documento. La polémica más sonada de todas sobre el Opus Dei fue la desencadenada por los artículos del jesuita suizo Hans Urs von Balthasar, que fueron publicados primero en Neue Zürcher Nachrichten y recogidos luego en Wort und Warheit. La inspiración última de los artículos podía haber tenido su origen en el terzo piano del Vaticano, aunque existieron causas más inmediatas como el intento de absorción local en Zurich de la asociación católica «Renacimiento» por parte de «Arbor», otra asociación rival universitaria dependiente del Opus Dei. Los jesuitas de Zurich fueron acusados de ser los causantes de la polémica, pero ellos afirmaron en su defensa que se habían enterado del asunto por los periódicos. En la segunda entrega, meses después, la respuesta de Von Balthasar, llamado sin duda al orden desde dentro de la Compañía de Jesús, se convirtieron en «preguntas fraternales» que no obtuvieron respuesta alguna por parte del Opus Dei. Yvon Le Vaillant relató sucintamente en Le Nouvel Observateur de París, el proceso de las relaciones y la evolución del Opus Dei con respecto a los jesuitas: Al principio la Compañía observó con sonrisa indulgente esa evolución: los jesuitas disfrutan de una inteligencia más fina, de una «espiritualidad» más profunda que los ambiciosos neófitos del Opus Dei. Pero pronto esa sonrisa comenzó a helarse, y más tarde se transformó en mueca. El Opus, en efecto, empezó a cortejar a una clientela tradicionalmente reservada a la Compañía: la alta burguesía. Se desencadenó la competencia en el mercado de las almas de élite. Y como cada vez el Opus Dei lanza sus redes con más eficacia, los recelos se multiplican, y también las escaramuzas... Cuando el padre Arrupe fue nombrado General de los jesuitas, procuró durante el Concilio visitar en Roma a monseñor de Balaguer, con vistas a lograr un acuerdo. El padre Arrupe solicitó una entrevista. Monseñor de Balaguer anduvo con rodeos, pero finalmente se realizó el encuentro: monseñor vino a almorzar con algunos amigos a la del jesuita. Pero el almuerzo terminó mal. Rehuyendo la discusión Escrivá de Balaguer se puso a gritar: «¿Pero por qué la Compañía nos persigue?». Desde ese día el padre Arrupe piensa que el caso de monseñor se inscribe pura y simplemente en el reino del psicoanálisis. 90
Cuando Escrivá se refería a los jesuitas les llamaba «los de siempre». Una de las reacciones de Escrivá en la primavera conciliar fue el cambio en la denominación ignaciana de «Ejercicios Espirituales» por la de «retiros» a secas, que comenzó el Opus Dei a utilizar a partir de entonces. La hostilidad que sentía Escrivá hacia la Compañía de Jesús se reflejaba en un discurso victimista, cuando decía que la Compañía le había hecho mucho mal a la Obra; aunque la verdad era que hasta en el campo de la arquitectura Escrivá había copiado el edificio central de la Universidad de Navarra de la Iglesia de los jesuitas en Roma. En algún momento se excedía y llegó a decir que «prefiero mil veces que una hija mía muera sin recibir los Santos Sacramentos, antes de que le sean administrados por un jesuita»." 1
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En su estructura de organización interna el Opus Dei era muy semejante a las clásicas órdenes religiosas con sus organizaciones afines. En este aspecto, la causa de tan agresiva competencia se debía fundamentalmente a puntos comunes entre aparatos, campo de acción y estructura de apostolado. La diferencia y la clave del éxito de la Obra residía, en cambio, en su espíritu mucho más agresivo y también en la evolución de la Compañía de Jesús hacia otras formas sociales de apostolado, con la que el Opus Dei ocupó el hueco del apostolado del poder paulatinamente abandonado por los jesuitas. Como ejemplo de la evolución de la Compañía de Jesús puede mencionarse lo ocurrido en el País Vasco hace algunos años cuando José Luis de Oriol Urquijo, marqués de Casa Oriol, donó a la Compañía de Jesús una gran casa de campo en Izarra (Álava), la cual fue vendida más tarde al Opus Dei por los jesuítas. Respecto a la educación de los príncipes, cuenta Manuel Soriano en La sombra del Rey, que Escrivá acudió al palacete de Montellano a mediados de 1955 para mantener una entrevista con el príncipe Juan Carlos, a quien había conocido antes en Roma; y relata Soriano la obsesión del Opus Dei por ser educador del príncipe y la negativa de los jesuitas porque las experiencias anteriores en las casas reales habían sido nefastas. El Opus logró situar posteriormente un sacerdote numerario, Federico Suárez Verdeguer, como capellán de la Casa Real española y a una mujer, Laura Hurtado de Mendoza como secretaria particular de la reina Sofía. Pero aunque los miembros de la Obra son actualmente educadores de los hijos de los poderosos en España, no ha ocurrido así con la educación del príncipe de Asturias, que ha estudiado en una universidad de los jesuitas en Estados U n i dos; de ese modo, la Compañía de Jesús recibió después de cincuenta años con los brazos abiertos a un príncipe de Asturias y el Opus Dei sufrió con ello una severa pérdida en su apostolado del poder en España. La Obra de Dios ha recogido los aspectos más negativos de la experiencia acumulada por la Compañía de Jesús tras cuatro siglos de existencia, por lo que el relevo de la Compañía de Jesús realizado por la Obra de Dios en la segunda mitad del siglo xx ha presentado grandes inconvenientes, al heredar asimismo la leyenda negra fundamentada en el culto al poder y arrastrada por los jesuitas durante más de cuatrocientos años. Hubo rivalidad cuando la Compañía de Jesús y el Opus Dei sostenían posturas fundamentalmente idénticas, pero después de alcanzar el Opus Dei el poder que abandonan los miembros de la Compañía de Jesús, ambos pasaron a defender posturas contrapuestas. El holandés Kolvenbach, General de los jesuitas, preguntado por las tensas relaciones entre la Compañía y el Opus responde que «es sólo un rumor, alimentado continuamente por la prensa. Probablemente se debe al hecho de que al comenzar el Opus Dei en España hubo alguna dificultad con los jesuitas, entre otras cosas a causa de los tiempos, políticamente muy tensos. Al presente, puedo decir que mis relaciones con el prelado del Opus Dei son muy cordiales y cuando existen dificultades las abordamos con franqueza. Por otra parte, las relaciones entre la Compañía y el Opus Dei no pueden ser frecuentes, porque nuestras respectivas misiones en la Iglesia son diversas». Debido a la similitud de apostolados que emprenden y la rapidez de su crecimiento, la comparación entre la Compañía y el Opus es inevitable. Pero los jesuitas a finales del siglo xx, como señala Michael Walsh, ex miembro de la Compañía de Jesús, son hombres tolerantes, de puntos de vista abiertos y fue por esa 92
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razón por la que entraron en conflicto con los miembros más tradicionales de la Iglesia. En el caso del Opus Dei, es exactamente lo contrario. Es con los liberales con los que entran en conflicto. Como misioneros no penetran en la cultura de los pueblos entre los que trabajan, sino que consideran labor suya el moldear la cultura de sus neófitos en el modelo tradicional del cristianismo que ellos mismos han aprendido. Desde esta perspectiva, es evidente que la Compañía de Jesús, con sus dudas y flexibilidades, ofrece un futuro más abierto y prometedor que las rigideces integristas de que hace gala el Opus Dei con un apostolado anacrónico y enquistado en una vieja tentación de la Iglesia católica. 94
C O N G R E S O PROLONGADO
Los canonistas del Opus Dei habían estudiado, entre tanto, los decretos conciliares y encontraron un resquicio en el motu proprio «Ecclesiae Sanctae», donde se delineaba la figura jurídica de las prelaturas personales, para establecer una nueva base legal al Opus Dei. Las nuevas estructuras surgidas en la Iglesia desde el Vaticano II ofrecían mayor posibilidad que las de la prelatura nullius, el modelo propuesto al Vaticano en 1962 y que no prosperó en tiempos de Juan X X I I I . Por ese camino de prelatura personal siguieron los estudios que se estuvieron realizando dentro del Opus Dei y mientras los canonistas de la Obra estaban ocupados en sus conspiraciones y en el estudio del modelo de prelatura personal, en el Vaticano se habían cansado de esperar y como no había habido reacción positiva por parte del Concilio, se tomó la decisión en 1969 de pasar a la acción, constituyendo una comisión especial formada por cinco miembros para investigar al Opus Dei y obligarle al cumplimiento de sus obligaciones como organización de la Iglesia católica. La iniciativa del Vaticano cogió por sorpresa a Escrivá y a los dirigentes de la Obra. La defensa del Opus Dei consistió en convocar urgentemente un Congreso General Especial y en intentar retrasar las investigaciones del Vaticano, por la vía de torpedear la recién nombrada comisión. A tal fin, Escrivá se dirigió por carta directamente al Papa para denunciar el carácter «secreto y sin apelación» de la comisión y recusar de paso a tres de los cinco miembros de la misma. La reacción del Vaticano no se hizo esperar y el cardenal Jean Villot, secretario de Estado con Pablo V I , transmitió a Escrivá el disgusto del Papa por esa carta; el fundador del Opus Dei envió otra como respuesta solicitando su perdón. No obstante lo cual, en enero de 1971 el cardenal Villot pidió oficialmente información acerca de los miembros del Opus Dei que trabajaban en la curia. Dos años después, el mismo Villot volvió a pedir a Escrivá garantías, en el sentido de que los miembros de la Obra con puestos en el Vaticano no se dedicaban a violar el secreto profesional en beneficio de la información a sus directores acerca de asuntos conocidos por sus puestos en las instituciones de la Iglesia. Escrivá dio esas garantías por escrito y su reacción, según los testimonios de la Obra, consistió en «rezar con toda su fuerza por los que no comprendían al Opus Dei, y particularmente monseñor Benelli». A pesar de las incomprensiones, Benelli fue luego uno de los 241 arzobispos que, a la muerte de Escrivá, enviaron cartas postulatorias pidiendo la apertura de la causa de beatificación. 95
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Escrivá afirmó haber convocado entonces el Congreso General Especial, de acuerdo con los decretos del Concilio Vaticano II, para la revisión de los planteamientos jurídicos del Opus Dei, que se inauguró oficialmente el 1 de septiembre de 1969 y cuya primera parte duró sólo quince días. En carta al cardenal Antoniutti, con fecha 22 de octubre de 1969, Escrivá precisaba que «algunas de las eventuales modificaciones, que están todavía a nivel de propuestas, podrían ser introducidas por el mismo Congreso General, otras requerirían una aprobación de la Santa Sede, y otras, finalmente, en cuanto que comportarían un cambio de naturaleza del Instituto, exigirían incluso un acto más solemne de la Santa Sede, es decir, una nueva erección del Instituto».' Mientras tanto, se celebraron dentro del Opus Dei asambleas regionales y buscando una participación lo más amplia posible, con vistas a la convocatoria de la segunda parte del Congreso General Especial que inició sus trabajos, un año más tarde, el 10 de septiembre de 1970. Las sesiones plenarias de la segunda parte del Congreso no llegaron a durar una semana. En la clausura, Escrivá se dirigió a los presentes, diciéndoles: «Pero, lo sabéis bien, esto no quiere decir que el Congreso haya concluido su trabajo. El Congreso General queda abierto». En las conclusiones, los miembros del Opus Dei que asistieron al Congreso General, habían pedido que «se resuelva definitivamente el problema institucional del Opus Dei otorgándole, en base a las nuevas perspectivas jurídicas que han abierto las disposiciones y las normas de aplicación de los decretos conciliares, una configuración jurídica diversa de la de Instituto Secular»."" Un año más tarde, Alvaro Portillo en su condición de Secretario General de la organización informaba al cardenal Antoniutti, prefecto de la Congregación de Religiosos e Institutos Seculares, que el Congreso General Especial había entrado en una nueva fase y que «actualmente se procede en sede de comisiones técnicas»." Dos años más tarde, el 25 de junio de 1973, Escrivá fue recibido en audiencia por Pablo V I , al que informó sobre los lentos trabajos del Congreso General Especial, que se había prolongado y seguía abierto. También le habló de la labor de la Comisión Técnica nombrada para la revisión del estatuto jurídico del Opus D e i . . . El Papa le animó a seguir adelante con la tarea emprendida, aunque las esperanzas de conseguir el Opus Dei la ansiada prelatura personal eran nulas bajo el pontificado de Pablo V I . Un año más tarde, en 1974, el Opus Dei tenía redactadas unas nuevas Constituciones. El nuevo Código ofrecía una versión light de las Constituciones de 1950 con algunas adaptaciones al Concilio. Constaba solamente de 194 normas, con un texto aún más reducido que la controvertida versión de 1963 y, como reconoció uno de los equipos de canonistas de la Obra, «faltaba sólo considerar el momento adecuado para plantear a la Santa Sede la petición formal de la nueva configuración jurídica»."" Otro año después, el 26 de junio de 1975, Escrivá murió sin haber entregado en el Vaticano las conclusiones del Congreso General Especial del Opus Dei convocado en 1969, ni el nuevo texto de las Constituciones, ni la propuesta de modificación del estatuto jurídico. Escrivá se fue de este mundo con sus «santas, inviolables y perpetuas» Constituciones de 1950, manteniéndose una parte del Opus Dei incómodamente alojado en la estructura jurídica eclesiástica de Instituto Secular y el resto, en la precariedad jurídica, con un estatuto de Instituto Comunitario sin votos públicos de carácter diocesano y dependiente desde 1943 del obispado de Madrid. 00
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Multinacional religiosa Conglomerado «Opus Dei». — Expansión planetaria. — Implantación en Europa. — Al otro lado del Atlántico. — Otros continentes. CONGLOMERADO «OPUS DEI»
El Opus Dei se presenta como una organización formada por secciones diversas unidas por un núcleo de sacerdotes con una dedicación interna exclusiva y que actúa como cemento de unión en la masa de fieles seguidores con tal coherencia ideológica que resulta una organización compacta, de igual manera que actúan los conglomerados financieros formados en la economía mundial durante el siglo xx. Llámense multinational en Estados Unidos, konzern en Alemania, zaibatsu en Japón, multinationale en Francia o multinazionale en Italia. El conglomerado «Opus Dei» reúne «empresas divinas», algunas con escasa homogeneidad entre ellas, bajo la autoridad de un organismo sacerdotal que actúa a la manera de una holding company, cuyo objetivo principal es realizar transacciones espirituales para la santificación de sus miembros, cuyo último fin es aumentar las dimensiones de las «empresas divinas» y acelerar su crecimiento; aunque con la salvedad de que sólo la holding company priestly overseas es prelatura reconocida con el marchamo «made in Vaticano». Desde una perspectiva económica transnacional, el paralelismo del Opus Dei con la estructura del consejo de administración de cualquier sociedad holding salta a la vista: esto tiene su importancia cuando el responsable máximo del Opus Dei se hizo llamar Fundador y Presidente General, los miembros son llamados también «socios» y al mismo Opus Dei le llaman «la Obra», con el mismo aire místico que el tecnócrata habla de «la Empresa». Aunque esta dimensión se complementa con otras, pues también en las filas del Opus Dei el Presidente es «el Padre», la Obra «la Madre» y todos los miembros son «hijos» y entre ellos «hermanos». Hasta tal punto esta dimensión de «familia espiritual» determinó las relaciones en el seno del Opus Dei que «los hijos» mayores, los primeros miembros del Opus Dei, llamaron a la madre de Escrivá «la abuela», es decir, «la madre del Padre», a sus hermanos, «la tía Carmen» y siempre hubo unas dudas sobre «el tío Santiago». 338
Sin embargo, pese al recubrimiento de otras formas y modelos sociales, el Opus Dei se constituyó en corporación o sociedad anónima católica, mostrando a partir de los años cincuenta, después del reconocimiento pontificio como Instituto Secular en 1950, las más recientes formas «laicas» de poder integrista económico en el límite pero dentro de la Iglesia católica. Algo así como el Octopus Dei Incorporated, de forma cambiante, siempre con su equipo de canonistas a la búsqueda de una fórmula jurídica original, para ir adaptándola a sus objetivos, a medida que aumentaban sus influencias. Este lado proteico del Opus Dei, que se adapta continuamente al objetivo que es el Poder, deberá alcanzar su punto culminante, cuando se infiltre completamente en su fase actual de apoderamiento del Vaticano, como está en vías de hacerlo con el apoyo incondicional de Juan Pablo II, calificado por la crítica especializada de «el último cruzado»,' con un papado medieval en el fin del segundo milenio. No obstante, los movimientos pendulares existen en la cabeza de la Iglesia católica y si durante los años ochenta y noventa la aceptación por parte del papa Juan Pablo II del «espíritu de la Obra» ha sido casi completa, el Opus Dei no escapa todavía a la posibilidad de caer de nuevo en desgracia, si llegan a soplar vientos más liberales con un nuevo pontífice al frente de la política vaticana. El conglomerado «Opus Dei» se formó en los años cuarenta y cincuenta, perfilando definitivamente sus contornos, si no jurídicamente sí en la realidad, durante los años sesenta; pero los antecedentes se encuentran en los años veinte y treinta. Escrivá en la máxima 963 de Camino, libro editado en 1939, se refiere a una «empresa universal» que era, por supuesto, la suya. Desde los orígenes, su verdadero horizonte de apostolado imperialista era el mundo. Escrivá, junto con el núcleo inicial formado en su mayoría de ingenieros y canonistas, habían dado a luz el embrión de una Iglesia católica paralela, dispuesta a todo con tal de salir adelante, utilizando como trampolín un organismo científico en España para luego emprender el asalto del Estado franquista, creando un grupo poderoso de empresas propias y llegar hasta la conquista del Vaticano. La «batalla canónica», como Escrivá llamaba a la lucha con la Curia de Roma, para conseguir hacerse un hueco jurídico en las estructuras de la Iglesia católica, consistía en que aprobasen la Obra tal y como Dios se la inspiró, convencer al papa y a los cardenales de que la marcha de la Obra no debía ser regulada minuciosamente, sino que había que dejar la iniciativa al espíritu, encarnado en él, «el Padre» de toda la Obra. Paradójicamente, con una legión de canonistas en sus filas, el Opus Dei se presentaba como víctima de la incomprensión vaticana y Escrivá se quejaba de que le costaba mucho a la Curia de Roma entender el «espíritu de la Obra»; porque en Roma, afirmaba Escrivá sin remilgos, había una gran tendencia a la normativa y a la juridicidad, como si estos elementos no fueran de lo que abastecía internamente el Opus Dei, en su incesante búsqueda del Poder y en el control de sus miembros. Por ello, la etapa fundacional no muere con el Fundador y en 1982 consiguen una jurisdicción cuasiepiscopal, aunque con ciertas limitaciones. Una vez alcanzada una adecuada estructura de poder como la Iglesia y paralela a ella, con todo lo que implica de retroceso a la Edad Media pero encajando con las ilusiones del papa Wojtyla, el Opus Dei se presenta como una fuerza totalitaria y los miembros de la Obra se atreven a reconocer públicamente que sólo en el Opus Dei se encuentra el futuro de la Iglesia. 2
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La pregunta surge inevitablemente: si no ha sido un Instituto Secular ni una Asociación de Fieles, aunque tuvo mucho de ambas; si no es una Prelatura, aunque tiene mucho de Prelatura; si no es una mafia, aunque tiene mucho de mafia; si tampoco es una secta, aunque tiene mucho de secta; entonces, ¿qué es el Opus Dei? La respuesta es sencilla, porque el Opus Dei es una multinacional religiosa con una estructura de conglomerado, llámese konzern, zaibatsu o multinational; el resto viene por añadidura. En Economía, la expresión «sociedad multinacional» no se corresponde con ningún estatuto jurídico concreto. En Derecho, las sociedades tienen una nacionalidad; pero en Economía las sociedades multinacionales no son menos una realidad y hay que contar con ellas. En este sentido, Calvo Serer reconoció abiertamente en 1984 que el Opus Dei era una multinacional religiosa, añadiendo que si perdía en Madrid, ganaba en Santiago de Chile y si perdía en un país ganaba en otro; pero lo realmente importante es su conexión, por ser una Prelatura aprobada por el Vaticano y debe, por lo tanto, ser reconocida como tal por todos los católicos, refugiándose con astucia en el Magisterio de la Iglesia católica. El camino utilizado por el Opus Dei para alcanzar el estatuto de multinacional religiosa se hizo por períodos, entre los que cabe distinguir un primer paso que consistió en la simple salida de miembros de España, lo cual ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial hacia 1946. El segundo período de multinacionalización de la Obra de Dios tiene lugar cuando instala sucursales en el extranjero: Portugal, Italia e Irlanda son los tres países católicos donde se introdujo la Obra de Dios fuera de España, a finales de la década de los cuarenta. El tercer período de multinacionalización, que es el más decisivo, se sitúa entre 1956 y 1958 cuando tuvo lugar la puesta en marcha a partir de Roma de un dispositivo con una gestión multinacional en todos los niveles y donde la concentración de decisiones estratégicas en un centro único se acompañó de una dispersión de miembros hacia otros países y continentes, junto con la admisión de nuevos miembros que ya no eran españoles. Estos períodos pueden representar las diversas etapas de un proceso único y son también aspectos simultáneos de la condición de multinacional religiosa, tal como presenta el Opus Dei; es decir, que pueden existir ocasiones en donde se confunden estos períodos artificiosamente señalados para delimitar de alguna manera el acceso del Opus Dei a la condición de multinacional religiosa. 4
EXPANSIÓN PLANETARIA
La Casa Generalicia del Opus Dei comenzó a editar a partir de 1956, fecha de su estabilización en Roma, dos publicaciones para uso exclusivo de los miembros del Opus Dei: un semanario de Noticias y unas Crónicas mensuales. En las portadas de estas revistas, sobre las que pesa una prohibición rigurosa de ser sacadas de las casas de la Obra, aparecía regularmente una fotografía de un nuevo centro o casa del Opus Dei. Y como señal evidente de la abundancia e incremento de estos centros, los miembros de la Obra afirmaban orgullosos que desde su aparición no se había repetido ninguna. Además, en todos los números y por haberlo copiado de Bernardo de Claraval, abad de Clairvaux, más conocido por San Bernardo, aparecían unas palabras de Escrivá que firmaba con el seudónimo de «Mariano». Las 340
revistas, aunque editadas en Roma, se publicaban en castellano, que es la lengua oficial de la Obra. Esto representaba para los miembros no españoles del Opus Dei un esfuerzo suplementario, por la necesidad de aprender el castellano. Uno de ellos confesó que lo hizo con el máximo interés porque deseaba leer el pensamiento del Fundador en su lengua original. Muestra importante, sin duda, de la influencia decisiva de los españoles en el Opus Dei. La estrategia de la expansión del Opus Dei se inició el 2 de octubre de 1953, cuando se reunió el primer Congreso General del Opus Dei en la casa de retiros de Molinoviejo, cerca de Segovia. Allí se reunió Escrivá con los miembros que ya se habían desplazado a otros países y continentes con el fin de acelerar la expansión internacional de la Obra. Hasta entonces sólo habían sido tanteos, salvo en Portugal, México e Italia, países católicos donde el Opus Dei pudo contar con algunos núcleos importantes de miembros, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. En aquella época hubo también miembros extranjeros del Opus Dei que habían sido captados en España durante los cursos universitarios de verano de La Rábida, en las cercanías de Huelva, organizados por miembros del Opus Dei con el patrocinio de la Universidad de Sevilla. De un total aproximado de tres mil miembros de ambos sexos que decía tener entonces el Opus Dei, basta con señalar que en octubre de 1951 de cien numerarios alojados en el Colegio Romano de la Obra, junto a Escrivá en Roma, solo había varios italianos, dos mexicanos, dos norteamericanos y un alemán; los restantes eran españoles. Desde que fue creado el Colegio Romano de la Santa Cruz, los llamados a desempeñar cargos importantes, es decir los permanentes, eran enviados desde España para quedarse dos meses aproximadamente en convivencia íntima con «El Padre». La presencia de numerarias de otros países en las filas de la sección femenina fue todavía más reducida. Desde el punto de vista internacional, la situación era aún más precaria en el caso de las mujeres. De esa época, a mediados de los años cincuenta, cuenta María del Carmen Tapia que Escrivá quería que se viera que el Opus Dei era universal pero sucedía que todas las vocaciones eran españolas, excepto en México y un grupito pequeño de mujeres en Irlanda, además de una francesa y una japonesa que estaban en Roma. Para poder demostrar a algún obispo que visitaba la casa esta universalidad de la Obra, avisaban con antelación que no hubiera ninguna española por donde el obispo visitante fuera a pasar con Escrivá y hacían poner en lugares claves a las pocas extranjeras. Cuando pasaba Escrivá acompañado de la visita las presentaba diciendo: «Esta hija mía es francesa. Catherine, hija mía, Dios te bendiga». O esta otra hija mía es mexicana: «Gabriela, Dios te bendiga...», y así sucesivamente. Escrivá utilizaba a las numerarias no españolas simplemente para dar «colorido», pero nunca les daba trabajos de responsabilidad ni les solía consultar cosas, según María Carmen Tapia. «Tenía una desconfianza innata a todo lo que no fuera español y por ello se rodeaba de gente española en los puestos claves de confianza». El Opus Dei no era entonces una organización internacional, aunque los miembros de la Obra intentasen probar obsesivamente lo contrario. Escrivá explicaba que la Obra era universal en sus orígenes y poco importaba que la expansión se realizara más o menos tardíamente. Según el fundador del Opus Dei, «las obras que 5
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hacen de la Voluntad de Dios no tienen otro porqué que el deseo divino de utilizarlas como expresión de su voluntad salvífica universal. Desde el primer momento la Obra era universal, católica». O como en otra ocasión afirmaría: «Las obras apostólicas no crecen con las fuerzas humanas, sino al soplo del Espíritu Santo»/ El segundo Congreso General del Opus Dei se celebró en agosto de 1956 junto al santuario de Einsiedeln, en el cantón de Witz, a 60 kilómetros de Zurich, en Suiza. En ese segundo Congreso, en el que participaron varias docenas de miembros, salieron normas diversas sobre la expansión de los apostolados y el modo de comunicarse los miembros con el Presidente General y con el Consejo, que fijarían su residencia definitivamente en Roma en 1956. Es a partir de entonces cuando se puede afirmar que se inicia la estrategia de multinacionalización de la Obra de Dios, que coincide con la aparición de miembros del Opus Dei al frente de ministerios en los Gobiernos de Franco. Basta comprobar las ediciones en lenguas extranjeras de Camino, para observar con una relativa exactitud cronológica la penetración y el afianzamiento de la Obra de Dios fuera de España, sobre todo por ser Camino el breviario citado y comentado sin tregua por los miembros de la Obra, a quienes se les recomendaba que no prestasen su ejemplar y las personas a quienes interesaba el libro debían comprarlo. 7
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Ediciones extranjeras de Camino hasta 1963 País
Año
Portugal
1946 1951 1957 1958 1961 1963 1949 1949 1953 1956 1960 1960 1958 1960 1962 1954 1956 1960 1962 1963 1957 1957 1962 1959 1961
México Italia
Inglaterra-Irlanda
EE.UU.
Francia Alemania Líbano Japón
Ciudad Coimbra Coimbra Lisboa Lisboa Lisboa Lisboa México Roma Roma Roma Roma Roma Cork Dublín Londres-Dublín Chicago Chicago Chicago Chicago Nueva York París Bonn Colonia Beirut Osaka
FUENTE: Ediciones Rialp, 1963.
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Edición
Tirada
1. 2. 3. 4. 5. 6. 1. 1. 2. 3. 4. 5. 1 2 3 1. 2. 3. 4. 5. 1. 1. 2. 1. 1.
2.500 3.000 3.500 5.000 5.000 15.000 3.000 3.000 3.000 5.000 8.000 4.000 2.000 5.000 6.000 6.000 6.000 15.000 10.000 50.000 5.000 4.000 5.000 4.000 2.000
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Según estos datos editoriales, la penetración del Opus Dei se realiza en Portugal a partir de 1945: la primera edición portuguesa de Camino, publicada en 1946. así parece confirmarlo. Las tiradas del libro Camino en Cork, Dublín, Londres, Chicago, Nueva York, París, Bonn, Colonia, Beirut, Osaka, etc., son, por lo tanto, indicios suficientes para determinar que a partir de 1958 y durante la década de los sesenta cuando tuvo lugar efectivamente la expansión internacional del Opus Dei. Estos datos, sin embargo, no han sido contrastados y las tiradas de Camino representan unas cifras de prestigio, por consiguiente extremadamente exageradas para alcanzar cifras millonarias. Esta escalada en las cifras de ejemplares ha obligado al propio Opus Dei a suprimir en las últimas ediciones de Camino los datos de las tiradas cuando dicen haber sobrepasado los dos millones de ejemplares, quizá por ser tan excesivas que ya no lograban el efecto de impacto publicitario deseado. No obstante, son indicativas para la localización geográfica de la expansión internacional del Opus Dei. A finales de 1950, el Opus Dei estaba estructurado de la manera siguiente: la Región de España, que comprendía la Península más las colonias españolas de África, con algunos miembros entre los militares de guarnición en aquellos territorios; las agrupaciones de centros de Francia e Irlanda; las cuasi-regiones de Portugal, Italia, México y Estados Unidos; y las delegaciones de Inglaterra, Argentina y Chile.'" El número de miembros a principios de los años cincuenta, según fuentes internas de la Obra, que tienen por tanto escasa credibilidad, aunque tienen algún valor indicativo, se elevaba a 2.404 miembros, de los cuales una cuarta parte (682) eran supernumerarios y supernumerarias, es decir, miembros cuya disponibilidad era escasa para las actividades apostólicas exteriores de la Obra de Dios. Estaban disponibles para saltar al extranjero unos mil miembros entre numerarios y oblatos, a los cuales había que añadir unas quinientas mujeres aproximadamente. De entre ellos habían de salir los misioneros en la expansión de la Obra." Antes que el desarrollo de las fuerzas dentro del Opus Dei hiciera posible su expansión, antes que el poder ejecutivo y el aparato del Estado en España pasaran a estar bajo su influencia, Rafael Calvo Serer, uno de sus más significados ideólogos, cuyo testimonio tiene un valor inapreciable para conocer los proyectos del Opus Dei, había escrito el 23 de mayo de 1950, en el diario ABC: «(los españoles) representamos un movimiento cultural constructivo, de validez universal y sustancialmente distinto del camino decadente, quiérase o no, que siguen los países capitalistas y marxistas». «España —concluía en su artículo Calvo Serer—, necesita que su actitud politicocultural sea comprendida y respetada por los demás pueblos. El primer paso para ello ha de ser trabar realmente contacto con las minorías que existen en todas las naciones, y esperan, en muchos casos, de España el ejemplo práctico de una conducta a seguir. Con ello no sólo robustecerá España su posición particular, sino que abrirá en el mundo un nuevo camino histórico, cuya más esperanzadora característica será encuadrar en moldes cristianos las nuevas realidades sociales.» Anteriormente, en el número de la revista Arbor correspondiente a los meses de noviembre y diciembre de 1947, Rafael Calvo Serer ya había afirmado: «Nuestro punto de partida es sensiblemente superior al del resto de Europa en el 343
campo de la cultura, aunque nosotros estamos en situación de inferioridad desde el punto de vista económico». Y en el diario Ya, dentro de una serie de artículos publicados en octubre de 1949: «Hay que pasar al ataque. ¿Cómo? Con la lucha ideológica y con la lucha en las relaciones culturales. Aparte estarán los problemas económicos; ahora bien: no hay que olvidarlo; es imprescindible la fuerza económica necesaria para que este aspecto de la lucha sea una ayuda y no una dificultad más». Laureano López Rodó, en una entrevista donde teorizaba sobre el infradesarrollo español, afirmó que el desarrollo económico no es el único índice para establecer comparaciones y que Lüebke había dicho, cuando era presidente de la República Federal Alemana, que el desarrollo de un país ha de medirse también por el estado de madurez espiritual. «Desde este punto de vista —afirmaba con orgullo el destacado miembro del Opus D e i — , no se puede decir que seamos subdesarrollados». El antiguo ministro Ullastres y luego embajador de España ante el Mercado Común aclaraba este leitmotiv ideológico de los fascistas clericales y miembros españoles del Opus Dei en una carta dirigida a L'Européen, revista de la Comunidad. El artículo de tan eminente miembro del Opus Dei llevaba como título «Europa se aburre» y respondía a una cuestión previa, ¿por qué tiene necesidad la C E E de España?, que le había dirigido la redacción de la revista. La carta de Ullastres daba pie para conocer en qué consiste exactamente la superioridad ideológica de España y reconocía la labor emprendida hacía años por los miembros del Opus Dei. «No perdamos de vista», escribió Ullastres, «que lo que interesa en definitiva son los fines. Los medios no deberían ocuparnos más que en la medida en que son necesarios y convienen a los fines. Y es precisamente ahí, en el campo de los fines, donde Europa tiene más necesidad del idealismo español, de su sentido de la trascendencia, de su capacidad de convicción, por no decir de sacrificio y de amor. Europa, siempre segura de los medios y de su juego, vacila con poca seguridad cuando se trata de evaluar y definir los fines. Hace algunos años ya, toda una corriente de europeísmo español se basaba en el slogan: «Españoles por los fines, europeos por los medios; españoles en los fines, europeos en los medios». Esta corriente de «europeísmo español» a la que aludía Ullastres estaba formada por los militantes del Opus Dei, coincidiendo en simbiosis la expansión internacional del Opus Dei con la apertura económica hacia los mercados exteriores del Régimen de Franco. Una familia militante del Opus Dei eran los Navarro Rubio; Emilio era sacerdote numerario, Pilar numeraria y profesora en una escuela para el hogar, y Mariano supernumerario del Opus Dei, antiguo ministro de Franco y luego gobernador del Banco de España. Una de las hijas de Mariano que se afilió en 1965 a la Institución Teresiana, provocó con su ingreso en esa organización femenina rival cierto revuelo, sobre todo en las filas femeninas del Opus Dei. Consultado el cuartel general de Roma, el Fundador dictaminó personalmente: «Nada de estar juntos: ¡todos a esparcirse!». La circular interna donde se incluía esta frase abrió una nueva etapa en el crecimiento del Opus Dei. Por aquel tiempo, Escrivá, el Fundador, ante la pregunta de si España ocupaba un lugar de preferencia en la Obra o era un simple sector de actividad entre tantos, respondió que «entre los 65 países, en los que hay personas del Opus Dei, España 12
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es un país más y los españoles somos una minoría. El Opus Dei nació geográficamente en España; pero desde el principio, su fin era universal. Por lo demás —añadió Escrivá—, yo tengo mi domicilio en Roma desde hace veinte años». También aseguró con el aplomo necesario para que pareciera verdadero, sin mencionar rechazos ni contratiempos," que «en su expansión internacional, el espíritu del Opus Dei ha encontrado inmediato eco y acogida en todos los países».' En el Congreso General especial celebrado en Roma en el otoño de 1969, los ciento noventa miembros del Opus Dei que a él asistieron reafirmaron la expansión y la voluntad de continuar el fuerte desarrollo de la Obra de Dios fuera de España. La etapa de expansión que se había iniciado oficialmente en 1964, en plena efervescencia del Concilio Vaticano II, con la célebre frase de la circular interna «¡todos a esparcirse!», iba a continuar; pero la situación real del Opus Dei fuera de las fronteras españolas era muy diferente de los deseos y de las declaraciones del Fundador y de sus miembros. En resumidas cuentas, los países donde el Opus Dei se encuentra con fuerte implantación en los años noventa son sólo cuatro, España, Italia, Irlanda y México; existen además una serie de países en vías de desarrollo como Venezuela, Colombia, Perú y Chile, donde ha acentuado su presencia; así como también Francia, Estados Unidos y Alemania. No obstante, su presencia en países desarrollados no es influyente y se mantiene en un discreto segundo término, aunque esta influencia es variable, según sean o no países de cultura católica. Existe, por último, un grupo muy numeroso de países donde la presencia del Opus Dei es testimonial, pero que sirve sobre todo para exhibir una política de escaparate y conseguir nuevos miembros, mostrando una muy dudosa expansión planetaria, con objeto de influir especialmente de cara al Vaticano. 14
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IMPLANTACIÓN E N E U R O P A
Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, la salida del Opus Dei fuera de las fronteras españolas, se realizó en tres países europeos de cultura católica, Portugal, Italia e Irlanda. En febrero de 1945 Escrivá visitó Portugal entrevistándose con miembros de la jerarquía eclesiástica portuguesa que le aconsejaron instalara un centro del Opus Dei en la Universidad de Coimbra, a la que acudían anualmente miles de estudiantes y que se encontraba muy desguarnecida desde el punto de vista asistencial religioso. Allí empezaría la labor de apostolado universitario del Opus Dei que se inició en 1946 con la apertura de un centro del Opus Dei, Montesclaros, coincidiendo con la puesta en venta de Camino en las librerías religiosas, que había sido traducido al portugués por un profesor de Instituto en Coimbra simpatizante del Opus Dei. En marzo de 1948 abren un nuevo centro en Oporto y en 1949 llegan las primeras numerarias de la Obra para encargarse de la intendencia; entre ellas se encontraba Encarnación Ortega, hermana de Gregorio Ortega Pardo, más conocido por «Goyo» responsable de la implantación financiera de la Obra en Portugal. Gregorio Ortega, numerario del Opus Dei, había ido a Portugal en 1945 por invitación del ministerio de Justicia portugués, desempeñando el puesto de profesor encargado de la cátedra de Derecho Civil de la Universidad de Coimbra. Precisa345
mente en Coimbra arrancaron las primeras actividades de la Obra y fue editada la primera edición al portugués del libro del fundador. Aparte de sus actividades universitarias, Ortega Pardo se dedicó sobre todo a montar la infraestructura económica necesaria para los futuros apostolados del Opus Dei. Hacia 1960 Ortega Pardo se trasladó desde Coimbra a Lisboa, vinculándose al Banco Portugués do Atlántico, y a través de él con el turbio mundo financiero de los negocios de las dos dictaduras complementarias de Franco y Oliveira Salazar. Eran los tiempos en que el Opus Dei se permitía el lujo de hacer regalos al dictador Oliveira Salazar, ofreciéndole como obsequio de Navidad un servicio completo de té de porcelana de Limoges. En Lisboa Ortega Pardo participó en la inauguración de la casa central del Opus Dei, en la rúa Doña Estefanía, y otra residencia en un edificio de dos plantas en la rúa Doctor Antonio Cándido, número 10. Al frente de ellas fue colocado el sacerdote numerario Nunho dos Santos Girao. El Opus Dei pasó a controlar entonces, entre otras empresas informativas, la editorial Aster, editora de Rumo, revista de problemas actuáis, cuyo domicilio social se encontraba también en Lisboa, rúa Doña Estefanía, número 8. Sólo a partir de 1961 la implantación del Opus Dei en Portugal llegó a tener verdadero éxito. Las fechas ofrecen una mayor coincidencia cuando se sabe que en 1960 Gregorio Ortega Pardo se instala en Lisboa y que, un año más tarde, en 1961, tiene lugar la primera campaña de prensa orquestada por el Opus Dei con motivo del reconocimiento canónico de la Universidad de Navarra. Poco a poco el Opus Dei fue trasladando y adquiriendo bienes en Portugal. Con financiación del Banco Popular Español compraron el Banco do Agricultura, y Ortega Pardo fue nombrado presidente del consejo de administración. Intervino después el Opus Dei en los bancos Portugués do Atlántico, Pinto e Sotto Mayor, Banco de Fomento, Comercial de Angola y en los o tres más entidades financieras con participación menos importante. Los negocios del Opus Dei en Portugal continuaron ampliándose y en ese desarrollo constante fundaron la Lusofina y entraron en negocios cinematográficos —compraron en Lisboa los cines Roma y A v i z — , en la Siderúrgica Nacional portuguesa y en una fábrica de montaje de tractores en el norte de Portugal, a cuya inauguración asistieron el embajador español y el jefe del Gobierno, el dictador Oliveira Salazar. La gran obra del Opus Dei en Portugal fue la Lusofina, sociedad de estudios financieros que tomó como modelo la financiera española Esfina, aunque adaptado a las condiciones de Portugal. Su finalidad aparente era realizar estudios financieros, económicos y de mercados, pudiendo adquirir derechos, participaciones, acciones, etc., en cualquier clase de negocios con la excepción de los bancarios y de seguros. La creación estuvo patrocinada por los gobiernos español y portugués, y tanto el entonces ministro español de Hacienda, Navarro Rubio, como el portugués de Economía, Pinto Barbosa, participaron directamente en ella. Gracias a esos apoyos se puso en marcha uno de los principales fines de la Lusofina que era la de facilitar la obtención de créditos a medio y largo plazo, lo que interesaba a la banca internacional. En Lusofina participaban también los bancos españoles de Bilbao, Central, Español de Crédito. Popular, Santander y Vizcaya; Gregorio Ortega Pardo ocupó, entre otros puestos, el de representante en su consejo de administración del Banco 346
de Bilbao, y en el comité ejecutivo, a toda la Banca española. Por parte portuguesa figuraban los bancos antes citados en los que el Opus Dei intervenía por medio de Ortega Pardo, junto con grupos financieros internacionales como Rothschild Fréres, Dresdner Bank, Irving Trust Company, Societé Financiere Européenne, etc. La Lusofina intentaba penetrar así en la colonización de la economía portuguesa en poder casi absoluto hasta entonces de dos entidades principalmente, la C U F , dominada por los bancos españoles Hispano-Americano y Urquijo, y la Sociedad Portugueso-Americana de Fomento Industrial, de capital exclusivamente americano y con extensión a empresas de antibióticos, frigoríficos, tractores, supermercados, motores eléctricos, resinas y plásticos, etc. Entidad que ayudaba a financiar además la guerra colonial de Portugal, cuyo Gobierno no podía sostener tan fuerte sangría económica. En 1963, el embajador español en Lisboa, Ibáñez Martín, el mismo que protegió tanto al Opus Dei cuando era ministro franquista de Educación, condecoraba a Gregorio Ortega Pardo con la Gran Cruz del Mérito C i v i l , a la vez que a las figuras máximas del Opus portugués, como Daniel Barbosa y Arthur Cupertino de Miranda, presidente éste último de la Lusofina para más coincidencia. A Ortega se le consideraba en Lisboa como un importante diplomático de la Embajada española y cuando el ministro de Hacienda y miembro del Opus Dei, Navarro Rubio, visitó Portugal oficialmente, Ortega Pardo fue su asiduo acompañante, respaldándole el ministro con sus visitas a la Lusofina, Banco da Agricultura y otras empresas regidas por el administrador general de los bienes del Opus Dei en Portugal. Después de la desaparición de Gregorio Ortega Pardo en octubre de 1965 y del consiguiente descalabro financiero; el Opus Dei entretejió nuevos lazos con el Banco Comercial de Portugal, primer banco del país, que intervino junto con el Banco Popular Español en algunas operaciones financieras. En esta tarea ayudan miembros de la Obra que ocupan puestos claves dentro del primer grupo financiero portugués. Las ramificaciones del Opus Dei en Portugal se extendieron también a la actividad política, aprovechando no sólo los tiempos de la dictadura sino también la década «cavaquista» (1986-1995), sobre todo en los terrenos de la educación y de la economía. Entre los políticos portugueses vinculados al Opus Dei se citan a Hernán Lopes, antiguo ministro de Hacienda, y Roberto Carneiro, antiguo ministro de Educación; dirigentes del Partido Social Demócrata (PSD), en el poder desde 1986, como Mota Amaral, presidente del Gobierno autónomo de Madeira, Olveira Dias, antiguo presidente de la Asamblea Republicana, y Pedro Roseto, dirigente del PSD, encargado especialmente de proteger la educación privada religiosa, preferentemente los colegios del Opus Dei, durante el decenio cavaquista. Miembros del Opus Dei aprovecharon las oportunidades cuando el partido naranja, como se le conoce popularmente al PSD porque ése es uno de los símbolos, logró confundirse con el Estado naranja al copar todo el sector público. Sin embargo, los miembros del Opus Dei se han volcado hacia formaciones políticas más a la derecha, como el Partido Popular, después de la derrota electoral del PSD de Aníbal Cavaco Silva en 1995. De dos de los fundadores del ex Centro Democrático y Social (CDS), transformado en Partido Popular, Amaro Costa y Silveiro Marluns da Silva, se considera que tienen antiguas vinculaciones con el Opus Dei; además de Jorge Miranda, Enrico de Meló, etcétera. 17
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En los medios de comunicación portugueses se advierte la presencia de miembros del Opus Dei en el consejo de administración de Radio Renascenca, la mayor cadena portuguesa de emisoras perteneciente a la Iglesia Católica. Mantienen también vinculaciones con la Obra periodistas y empresarios de prensa como García Franco, del diario Público; Bras Texeira, antiguo vicepresidente de Radio Televisión Portuguesa (RTP); Magalhaes Crespo, administrador de Radio Renascenca; y Silveiro Martins, director de T V 1 , cadena de televisión privada concedida a la Iglesia católica en 1991." El Opus Dei cuenta en Portugal con seis residencias universitarias; un centro de formación, Enxomil, en Coimbra; dos colegios de enseñanza media, uno masculino y otro femenino en Coimbra; otros dos en Lisboa, Planalto y Mira Rio; y, finalmente, dos en Oporto, Cadros y Horizonte, junto con el deportivo Mira Club, también en Oporto. La Universidad de Navarra cuenta en Portugal con un centro dependiente de ella, el Instituto Superior de Ciencias; por otra parte, la influencia de miembros del Opus Dei es importante entre el profesorado de la Universidad Católica de Lisboa, especialmente en Derecho y en Economía. En 1984 el Opus Dei contaba con 14 sacerdotes y 2.000 miembros aproximadamente. Diez años más tarde su número no parece haber crecido mucho y según fuentes fidedignas, no ha logrado alcanzar aún los 2.500 miembros en 1995. En esta cifra no se incluyen los cooperadores ni los simpatizantes. Durante la Segunda Guerra Mundial, los primeros miembros del Opus Dei desplazados a Roma, Salvador Canals y José Orlandís, entablaron amistad con dos croatas que trabajaron para el régimen fascista de Pavelic y con la llegada de las tropas aliadas a Roma se tuvieron que refugiar, bajo la protección de eclesiásticos españoles, en un convento. Allí tuvieron tiempo para traducir el libro de Escrivá, Camino, al croata, edición que se publicó en Lisboa en 1962. Uno de los croatas, Vladimiro Vince, solicitó en 1946 la admisión en el Opus Dei. Posteriormente, su colega Antón Wurster, junto con otro compatriota fascista escapado de un campo de concentración instalado por los aliados, Luka Brajnovic, ingresarían ambos en el Opus Dei. Este último se convirtió años más tarde en el brazo derecho de Antonio Fontán en Pamplona, llegando a ser vicedirector del Instituto del Periodismo de la Universidad de Navarra. Acabada la Segunda Guerra Mundial numerosos tránsfugas de regímenes totalitarios de Europa Central encontraron acogida en las filas del Opus Dei y fueron protegidos por el régimen de Franco, el rumano Jorge Uscatescu y el húngaro Bela Ménczar, entre otros. La militancia de Ménczar le condujo a extasiarse ante los ideólogos del Opus Dei como Millán Puelles, Saumells, Fernández de la Mora, Antonio Fontán, Santiago Galindo y Vicente Marrero, dedicándose en sus escritos a ensalzar a Calvo Serer, cuyo magisterio comparó al de Menéndez y Pelayo. Con este reclutamiento no resultaba extraño que en las publicaciones de la Obra apareciesen informaciones camufladas que expresaban simpatía o nostalgia hacia el Tercer Reich, llegando en algunos casos hasta negar la existencia de los campos de exterminio nazis. Se puede citar como ejemplo una carta dirigida al director y publicada por La Actualidad Española n° 549 en 1962. La revista estaba dirigida por Antonio Fontán, miembro del Opus Dei, y era una publicación de la Obra destinada a las familias españolas. La carta decía lo siguiente: «Dicen ustedes que la Alemania de Hitler mató seis millones de judíos. Falso, es total20
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mente falso... ¿En Auchwitz se han exterminado seres humanos con gas? Cuando los rusos ocuparon el campo, anunciaron oficialmente la muerte de cuatro millones de seres... Las listas oficiales de Auchwitz poco menos de 300.000 muertos en total. Y lo que es realmente curioso, es que la Comisión de la Cruz Roja Internacional, que visitó el campo en septiembre de 1944, ¡no descubrió las cámaras de gas!» . En este aspecto el Opus Dei enroló en sus filas, sirviendo de banderín de enganche de fascistas clericales europeos, a refugiados que sobrevivieron a la hecatombe nazi, que siguieron siendo defensores de regímenes totalitarios y encontraron en el «espíritu de la Obra» un cauce espiritual adecuado. Dentro del Opus Dei se explicaron luego estas captaciones entre refugiados de la manera siguiente: «Con el espíritu que Monseñor Escrivá de Balaguer había inculcado en sus almas, los hombres del Opus Dei supieron tender un puente de amistad y fraternidad con los hermanos de otros países; compartieron sus dificultades y pusieron en sus vidas la fortaleza de una misión divina. Les brindaron el amor de una familia universal, sin fronteras, que Dios abría a los hombres de todas las latitudes del mundo». Tras un viaje previo de Escrivá, que recorrió Italia en 1948 desde Milán hasta Catania en Sicilia, los tres primeros pisos de la Obra fueron abiertos en Roma, Milán y Palermo. El piso de Milán comenzó a funcionar en 1949 en vía B. Bixio y en noviembre de 1950 instalaron un piso en Roma en vía Orsini esquina a Pompeo Magno, que por falta de dinero tardaron aún dos años en acondicionar para su puesta en funcionamiento. Durante los años cincuenta la construcción de la casa central de Roma absorbió todos los recursos de la Obra, lo cual mantuvo durante años la delegación del Opus Dei de Italia en la indigencia. Como el Opus Dei procedió en Italia con las mismas técnicas de reclutamiento endogámico, las primeras mujeres del Opus Dei italiano fueron hermanas de Roberto Lantini, María Teresa Longo tenía también un hermano numerario en la Obra, y las primeras supernumerarias, Marchesini y Lestini, tenían ambas hijos numerarios cuando pidieron la admisión en el Opus Dei. La implantación posterior fue más fácil y el Opus Dei cuenta actualmente con una presencia estable con pisos y residencias universitarias en catorce ciudades italianas, Roma, Milán, Turín, Genova, Pisa, Padua, Trieste, Verona, Florencia, Bolonia, Ñapóles, Barí, Catania y Palermo. La penetración se ha realizado principalmente entre universitarios, políticos y hombres de negocios italianos. Su número asciende a 1.500 miembros aproximadamente, sin contar cooperadores ni simpatizantes. Los miembros del Opus Dei, como si formaran parte de una invisible tela de araña, están presentes en las facultades de Ciencias, Medicina y Derecho, así como también en los Institutos de Tecnología. Entre el profesorado destacan nombres como Giancarlo Covalleri y Emilio Gatti, de la Escuela Politécnica de Milán; María Adelaida Raschini y Vicenzo Lorenzelli en Genova; Pico Paolo Donati en Bolonia; Cario Banfi en Brescia; Rafaello Cortesini, Gaetano Locastro, Giorgio Zama, Guido Galeotti y Sergio Cotta en Roma; Roberto Marrama y Cario Romano en Ñapóles; Piero Nicola de Leonardis, Aldo LaJodice y Antonio Damiani en Bari; Nunzio Incardona y Leonardo Urbani en Palermo; además de Gianfranco Morra y Augusto Fantozzi; físicos como Gianfranco Cavalleri, o ingenieros nucleares como Massimo Marsiletti y Estefano Mascullo. 21
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La Residencia Universitaria Internacional (RUI) instalada en Roma, fuertemente subvencionada por el Gobierno italiano, ha montado filiales extendiendo sus ramificaciones a quince ciudades italianas. De igual forma existen el Instituto para la Cooperación Universitaria y el Centro de Estudios Internacionales en Como, norte de Italia. El Opus Dei, que mantenía en Roma un Centro de Estudios Eclesiásticos, dependiente de la Universidad de Navarra, decidió en los años ochenta abrir su primera universidad italiana en la ciudad de Verona; por otra parte consiguió que uno de sus miembros, Adriano Bussola, fuera nombrado en 1985 director de la Universidad Católica de Milán. En las publicaciones el Opus Dei cuenta con Studi Catolicci, Sipe Famiglie, Universitas, Cultura e Libri y la editorial Nuova Colibrí. También miembros del Opus Dei han adquirido el control de los diarios Avvenire de Milán y Arena de Verona. En los medios de comunicación destacan como periodistas Gian Franco Bettetini, adjunto a la dirección de la R A I en Lombardía; Fabrizio Ferragni, numerario del Opus Dei que se ocupaba en 1986 de la sala de prensa de la Presidencia del Consejo de Ministros; y Joaquín Navarro Valls, otro numerario director de la sala de prensa del Vaticano. La cadena de televisión católica Persona, puesta en marcha en 1989, está dirigida por Alberto Michelini, miembro de Democracia Cristiana y cooperador del Opus Dei. La influencia política del Opus Dei se advierte en el ministerio de Educación con miembros como el supernumerario Domenico Fazio, que en 1986 fue jefe del gabinete del ministro y ocupaba la dirección general para las universidades; así como en el ministerio de Asuntos Exteriores, donde hay miembros de la Obra como Umberto Farri y Cristiana Gasperini. Entre los miembros de la antigua Democracia Cristiana se citan al dirigente Flaminio Piccoli y a Giuseppe Azzaro, vicepresidente del Parlamento italiano. En la recomposición de la Democracia Cristiana, el hijo de Segni, primer ministro italiano de la posguerra, también mantiene vinculaciones con el Opus Dei. Miembros del Opus Dei en Italia ejercen también una fuerte influencia en la dirección general para la cooperación y el desarrollo, organismo del ministerio italiano de Asuntos Exteriores, infiltrado por la Obra desde los tiempos de Giulio Andreotti, simpatizante de la Obra que estuvo presente en la Plaza de San Pedro cuando tuvo lugar la proclamación de Escrivá como beato de la Iglesia católica. Las ayudas oficiales del Gobierno italiano para el desarrollo alcanzan hasta Perú, donde el Opus Dei ha montado dentro del complejo rural del Instituto Valle Grande, en San Vicente de Cañete, un ambulatorio médico para la asistencia médica preventiva y el estudio de las patologías de la región, que cuenta con la ayuda del Gobierno italiano. En los planes del Gobierno italiano para las organizaciones no gubernamentales (ONG) y para el Tercer Mundo, el Opus Dei ha logrado obtener ayuda financiera para la instalación de centros propios por todo el mundo. Así, el Instituto para la Cooperación Universitaria, que depende del Opus Dei y tiene como presidente a Cortesini, numerario de la Obra, ha aprovechado ese maná gubernamental de ayudas y subvenciones. En 1991 el Opus Dei construyó en Roma, en V i a Laurentina, una clínica universitaria con una capacidad de cien camas, fuertemente subvencionada con el dinero público. Por otra parte, el centro E L I S , situa24
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do en el barrio Tiburtino de Roma, está financiado por la región del Lazio en un 70 por ciento y en un 30 por ciento por el ministerio italiano de Asuntos Exteriores; contando además con subvenciones de los ministerios italianos de Trabajo, Educación, Turismo y de la Comisión Europea. El centro ELIS mantiene también cuatro programas de formación profesional, dos en Filipinas, uno en Argentina y otro en Uruguay. Aunque la mayor parte de los negocios de la Obra se realizan fuera de Italia, con el dispositivo de financiación interna en Suiza, el Opus Dei cuenta no obstante con influencia financiera en Italia, donde miembros del Opus Dei controlan dos bancos, la Banca Popular de Verona y el Crédito Bergamasco. También se advierte influencia del Opus Dei en la Caja Central de Cooperativas, la Finanziaria Astigianato Industria y la Fiduciaria Giardini. Entre los hombres de negocios vinculados a la Obra se citan Sandro Molinaro, de Cariplo; Federico Pepe, de Banca Popular de Verona; además de hombres de negocios como Alberto de Nicolo, antiguo directivo de Pirelli, y Marco Vigorelli, de Arthur Andersen. Por último, cabe señalar que Gian Mario Roveraro, del grupo financiero Akros, uno de los consejeros financieros más escuchados en el Vaticano, se ha declarado cooperador del Opus Dei, debido sin duda a los crecientes intentos de participación del Opus Dei en la gestión de las finanzas del Vaticano. Irlanda, el único país de habla inglesa con mayoría católica, fue uno de los primeros destinos de las actividades misioneras del Opus Dei. En 1947 llegó a Dublín José Ramón Madurga, el primer miembro del Opus Dei; en la universidad conoció a Cormac Burke, de una familia originaria de Sligo, que pidió su ingreso en el Opus Dei en 1948, y su hermana un año más tarde, en 1949. El primer centro femenino del Opus Dei se instaló provisionalmente en unos locales parroquiales cedidos por un sacerdote católico apellidado Costello, pariente de los Burke y originario también de Sligo. El primer grupo de militantes se instaló en un apartamento en Dublín, reclutando con facilidad nuevos miembros en los colegios de Earlsfort Terrace y de Surgeons. Posteriormente compraron dos casas como sede central, una en Harvieston para los hombres y otra en Riversdale para las mujeres. En 1954 abrieron la primera residencia universitaria en Nullamore, cerca de Dublín, con una capacidad para albergar a sesenta estudiantes, más luego otra en Dublín. Para las mujeres abrirán nuevos centros en Mokstown, Carrickburn y Donnybrook. Más adelante iniciaron la política de abrir clubs para adolescentes, dedicados al reclutamiento de niños y niñas entre diez y diecisiete años como Harrows Club en Ranelagh, The Dunedin Club en Synge Street, Anchor Club en Artane. Estos clubs no eran obras corporativas del Opus Dei a fin de evitar los inevitables conflictos y responsabilidades con las familias de los adolescentes. Asimismo tomaron contacto con la extrema derecha católica, con fuerte arraigo en las finanzas y en el comercio. A partir de 1953, el Opus Dei constituirá la estructura financiera necesaria para el mantenimiento de los centros a través de la sociedad University Hostels Limited y en mayo de ese mismo año los miembros del Opus Dei abrieron una suscripción en Irlanda para financiar la sociedad. Es decir, que el Opus Dei constituye una sociedad, pero los fondos serán aportados por bienhechores a los que se les exige sólo dinero, ya que como accionistas no tendrían derecho a voto, tampoco obtendrían dividendos y el control de la socie26
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dad estaría siempre en manos del Opus Dei. Como accionistas participaron magnates como Alexis Fitzgerald, además de un antiguo primer ministro John A. Costello, John McCann, Ralph Slazenger, Desmond J. O'Malley, J. J. Lynch, Michael W. O'Reilly, junto con los obispos de Elphin y de Limerick. Tres numerarios del Opus Dei, Cormac Burke, Richard Mulcahy y Michael Richards, este último se había trasladado desde Londres, formaron la dirección de la compañía que cambió pronto de nombre, pasando a denominarse Lismullin Scientific Trust, que mostraba algunas pretensiones científicas y universitarias, dentro del clásico ocultamiento. Durante los años setenta el Opus Dei fundó una nueva sociedad, The Educational Development Trust, para gestionar los centros de enseñanza secundaria como Rockbrook Park School para chicos y Rosemont Park School para chicas en Dublín. Ambos colegios estaban dedicados a la élite dublinesa, y su coste mensual por alumno ascendía a 1.800 libras irlandesas aproximadamente. En el terreno editorial montaron Scepter Publishers Limited, que se encargó de las ediciones inglesas de Camino. El número de efectivos del Opus Dei en Irlanda es de una veintena de sacerdotes y unos 750 miembros aproximadamente. Desde finales de los años cuarenta hubo varios miembros del Opus Dei instalados como estudiantes posgraduados con becas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Londres. Sin embargo, como los polluelos al nacer, el Opus Dei no logró romper el cascarón del huevo en Inglaterra. Se habían instalado en 1947, pero hasta 1950 solamente un inglés, Michael Richards, había pedido la admisión en el Opus Dei. La acción corporativa no comenzó hasta 1951 con la llegada del primer sacerdote de la Obra, José López Navarro, y en 1952 pusieron en funcionamiento una residencia en Netherhall Gardens, en el barrio londinense de Hampstead. Un grupo de seis numerarias se incorporó entonces para encargarse de la intendencia de Netherhall House, que ampliaría durante los años sesenta sus locales convirtiéndose en uno de los centros más importantes del Opus Dei en Europa. Las mujeres del Opus Dei abrieron una residencia, Rosecroft House, en 1956, iniciando entonces el Opus Dei las maniobras para montar un college, propio en la zona universitaria de Oxford. Fracasaron en el intento pero lograron abrir como sucedáneo una residencia universitaria para posgraduados bajo la denominación de Grandpont House. La penetración del Opus Dei en un país de cultura protestante resultó difícil, con una captación extremadamente lenta si se la compara con Irlanda. Era inevitable que el Opus Dei, dentro de su línea de apostolado universitario, quisiera establecer un college en la prestigiosa ciudad de Oxford. Pero las autoridades académicas no le hubieran permitido la apertura del college, aunque lo intentó inútilmente aprovechando las circunstancias con la apertura de la residencia. Además, la zona universitaria de la ciudad de Oxford se encuentra en la diócesis de Birmingham y su arzobispo, George Patrick Dwyer, después de la confusión sobre la apertura de la residencia, los prohibió en su territorio. El Opus Dei se vio obligado entonces a adquirir unos terrenos al otro lado del Támesis, todavía en Oxford, pero en la diócesis, mucho más condescendiente, de Portsmouth. Así nació la residencia Grandpont que abrió sus puertas a partir de 1959 como cualquier casa de huéspedes para atender a estudiantes posgraduados de la universidad. 28
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Escrivá hizo venir en 1959 a los arquitectos de Roma y les dio instrucciones para el proyecto de Grandpont House, encargándoles especialmente un capricho latino, un reclamo llamativo que pudiera verse desde la otra orilla del Támesis. Escrivá quiso plantar una aguja en lo alto del edificio y, rematándola, una imagen de la Virgen María, que estaría iluminada por las noches, para que se pudiera ver al otro lado del río, pero sus hijos lograron disuadirle de aquella brillante idea. Su ardiente anhelo para extender la Obra al mundo anglosajón explica que el Reino Unido fuera el país adonde Escrivá viajara con mayor frecuencia. Las obsesiones personales de Escrivá con su soberbia actitud impositiva surgieron con frecuencia en Londres. Su vanidad delirante le empujó a actitudes provocadoras cuando visitaba los templos protestantes, donde sacaba ostentosamente el rosario, adminículo de origen árabe, o recitaba en voz alta jaculatorias para que se dieran cuenta alrededor suyo que él rezaba allí y no era protestante. En otra ocasión, se arrodilló rezando el rosario con los brazos en cruz delante del altar de una de las mayores iglesias protestantes de Londres. A la muerte del rey Jorge VI ocurrió un suceso que demostraba claramente el espíritu de intolerancia del fundador hacia el mundo protestante anglosajón y muy especialmente hacia las mujeres. Estando en Roma con un grupo de numerarias, alguien mencionó a la princesa Isabel como futura reina de Inglaterra y entonces Escrivá reaccionó con una brusca y violenta cólera gritando: «¡No me habléis de esa mujer! ¡No quiero oír hablar de ella! ¡Es el demonio! ¡El demonio! ¡No me volváis a hablar de ella! ¿Entendido? ¡Pues ya lo sabéis!». El que un monarca, y más una mujer, fuera la cabeza de la Iglesia de Inglaterra, sublevaba a Escrivá hasta las entrañas. Pero eso no fue obstáculo para que la Reina Madre inaugurase la ampliación con un edificio de nueva planta en 1966 de Netherhall House, la principal residencia universitaria del Opus Dei en Londres. La madre de Isabel II fue invitada por los honorables miembros del patronato, ya que el Opus Dei escogió astutamente como presidente del grupo promotor de Netherhall a un banquero protestante, sir George Bolton, antiguo presidente del Bank of London and South America. En el Comité de apoyo a Netherhall House participaron también sir Philip de Zulueta, que había sido secretario privado de sucesivos primeros ministros de Inglaterra, además de Bernard Audley, H. Bart-Smith, John P. Branagan, Thomas F. Burn, sir Willian Carrón, C. E. Dent, R. John Harvey, Mrs. Eileen Hoare, sir Hugh Linstead, el conde de Longford, sir Arnold Lunn, Robert Mellis, Stephen Reynolds, George F. Taylor, R. A. P. Stork, etcétera. La búsqueda de una fórmula en Derecho anglosajón que sirviera de soporte a la Obra en su precariedad jurídica dentro de la Iglesia católica causó no pocos quebraderos de cabeza y consultas con abogados ingleses. Se constituyó un charitable trust que recogía veladamente la existencia jurídica del Opus Dei, responsabilizándose el sacerdote consiliario como dirigente máximo de Inglaterra, en caso de extinción o incumplimiento de sus fines. La escritura se registró el 2 de abril de 1954 con los nombres de Michael Richards y Juan Antonio Galarraga como administradores. Los fines eran vagamente la promoción de la religión católica y las actividades de apostolado propias de la Obra. Richards era el primer numerario inglés de la Obra y Galarraga, nacido en San Sebastián en el año 1920, había ingresado en ella en 1940 y había sido ordenado sacerdote en 1953. 31
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La sección de mujeres instaló la residencia de Ashwell House en Pembridge Square, Londres, más una Escuela de Ciencias Domésticas y Hosteleras, y otras dos residencias, en Bangor y Manchester. para estudiantes. Para la cobertura jurídica se fundó otro charitable trust, Dawliffe Educational Foundation. Como el charitable trust era una fórmula pasajera para un Opus Dei jurídicamente en precario, sus dos administradores nunca presentaron oficialmente cuentas, como era preceptivo, al organismo de tutela. A mediados de los años sesenta, coincidiendo con la severa actitud de reprimenda en el Vaticano, el Opus Dei cambió de estrategia institucional en Inglaterra inscribiéndose en 1965 en tanto que Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz como institución benéfica y declarando tres propiedades, Grandpont House de Oxford, una casa en Manchester, Greygarth House, y la sede central del Opus Dei en el Reino Unido, en el número 6 de Orme Court, en Bayswater Road, Londres. El charitable trust del Opus Dei había vendido entre tanto una serie de propiedades, entre ellas los inmuebles situados en Netherhall Gardens, a una nueva asociación Netherhall Educational Association (NEA), formada por un núcleo de miembros del Opus Dei, más el Netherhall House Development Committee, montado anteriormente para allegar fondos entre personalidades británicas y que le servía como fuente suplementaria de financiación para sus apostolados. Pero el grueso de las inversiones, de varios millones de libras esterlinas, procedían de préstamos en moneda extranjera, dólares, francos suizos o marcos, a tipos de interés entre el cero y el tres por ciento, lo cual mostraba claramente que el Opus Dei había utilizado sus ramificaciones financieras desde países como Suiza o de paraísos fiscales como las islas del Canal de la Mancha. Algunos de estos préstamos millonarios procedieron de Rumasa, según declaraciones de su principal promotor José María Ruiz Mateos." Por otra parte, la Netherhall Educational Association obtuvo una hipoteca a bajo interés por más de 250.000 libras esterlinas del Greater London Council, organismo disuelto después, y una subvención de 75.000 libras del British Council, a condición de que el ochenta por ciento del alojamiento en Netherhall House estuviera disponible para estudiantes extranjeros. Sin embargo, como el Opus Dei no cumplía con sus obligaciones de transparencia legal en Inglaterra, los responsables de la Netherhall Educational Association fueron citados judicialmente ante la Corte Suprema, división de Justicia, en febrero de 1979, para que explicaran ante los jueces porqué no habían registrado tres hipotecas, infringiendo la Ley inglesa de Sociedades.' Una ramificación de la N E A , Greygarth Association Limited, se había fundado en 1974 para extender las actividades en el norte del Reino Unido como la residencia Dureath en Glasgow. El Opus Dei instaló asimismo varios clubs de adolescentes, para la captación de chicas y chicos entre diez y diecisiete años, como el Netherhall Boys Club en Hampstead y el Keston Club, al sur de Londres. Dawliffe House, una residencia para universitarias alberga también el Tamezin Club, un club sólo para adolescentes femeninas que ofrece como anzuelo la práctica en diversos deportes, música, danza y teatro. El Tamezin Club, tiene a su vez una filial en Brixton, uno de los barrios populares de Londres. Mientras los miembros del Opus Dei ampliaban paulatinamente sus apostolados, su fundador visitaba cada vez que hacía un viaje a los obispos católicos del 6
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Reino Unido, pidiendo que pudiera encargarse el Opus Dei de dirigir una iglesia abierta al público, pero no obtuvo respuesta positiva por parte de la jerarquía eclesiástica católica en Inglaterra. Entre los graves contratiempos que sufrió el Opus Dei se puede mencionar el documento publicado el año 1981 por el cardenal Basil Hume, obispo de la diócesis de Westminster. Tras haber «estudiado atentamente determinadas críticas públicas sobre las actividades del Opus Dei en la Gran Bretaña, así como la correspondencia que sobre este tema he ido recibiendo», con cartas de crítica y cartas de elogio, y después de haber «celebrado reuniones con los responsables del Opus Dei», el cardenal Hume decide hacer públicas unas recomendaciones, que previamente les fueron comunicadas a dichos responsables. Según Hume, que para más señas es benedictino inglés, el principio fundamental que las inspira es la necesidad de que cualquier movimiento internacional respete las características tradicionales y las formas de actuación habituales de las sociedades concretas en las cuales trabaja. Las cuatro recomendaciones son las siguientes: que no se exijan votos ni compromisos a los menores de edad; que los padres o tutores tengan conocimiento de la relación de los jóvenes con el Opus Dei; que se garantice la libertad individual de asociarse y de abandonar la organización sin coacciones, así como la libertad de elección de un director espiritual sin que éste haya de ser forzosamente del Opus Dei; y, finalmente, que en todas sus iniciativas y actividades el Opus Dei indique claramente quién las dirige o quién las patrocina." Como señala Joan Estruch, el documento del cardenal Hume es especialmente interesante por cuanto permite precisar con bastante exactitud el tipo de acusaciones de las que el Opus Dei suele ser objeto.' El cardenal inglés mostraba algunos de los puntos más conflictivos del proselitismo del Opus Dei, que iban desde el secreto al forzamiento de conciencias y desde las coacciones hasta la captación sin escrúpulos de menores. Ante las dificultades de penetrar en el mundo anglosajón protestante, Escrivá había insistido a los miembros de la Obra para que actuasen si fuera posible con mayor energía en Gran Bretaña, aunque el forzamiento de conciencias ya fuera un hecho cotidiano realizado por parte de todos los miembros del Opus Dei. Cuenta uno de sus hagiógrafos que «la indiferencia religiosa que percibía a su alrededor le dolía (a Escrivá) de la manera más cruel» y ante «la cerrazón de los ingleses en cuestiones personales» y su resistencia «ante cualquier conversación que tocara el ámbito privado de cada uno, en especial el tema religioso», había instruido así a sus hijos británicos: «tenéis que meteros en la vida de los demás como Jesucristo se metió en la mía, sin pedirme permiso» y, refiriéndose a los magníficos colleges ingleses, de recia tradición, dijo: «Hay que meter a Dios en estos sitios»." Escrivá sintió tristeza y desánimo ante el fracaso de la penetración del Opus Dei en Inglaterra, llegando incluso a reconocer públicamente que se había dado por vencido. El número de ingleses miembros de la Obra es muy reducido y apenas sobrepasa los tres centenares de ambos sexos, después de casi medio siglo de presencia de la Obra en el Reino Unido con una inversión en instalaciones y gastos de personal superior a los mil millones de pesetas. En una entrevista concedida a la revista Time de 15 de abril de 1967, Escrivá llegó a afirmar que «ya en los primeros meses de 1935 estaba todo preparado para trabajar en Francia, concretamente en París. Pero vinieron primero la Guerra Civil 8
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española y la Segunda Guerra Mundial, y hubo que aplazar la expansión». Las ensoñaciones del fundador contrastan con la realidad, pues todo estaba preparado en 1936 para trabajar en la ciudad española de Valencia, pero no en París, afirman categóricos varios testigos dentro del Opus Dei en aquella época. El salto a París no existió, aunque con ello mostraba Escrivá que intentaba seguir mentalmente las huellas de Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús. Los primeros miembros del Opus Dei que se instalaron en Francia fueron tres estudiantes españoles becados de Letras, Derecho y Biología, en 1952. Sus nombres era Fernando Maicas, Alvaro Calleja y Julián Urbistondo. Se alojaron en la Ciudad Universitaria de París y hasta 1953 el Opus Dei no abrió el primer centro en la rué du Docteur Blanche, próxima al Bois de Boulogne. Como no lograban pagar los alquileres elevados de la zona se trasladaron cerca del Barrio Latino, a un apartamento situado en el número 11 de la rué de Bourgogne, y posteriormente, en 1955, a un gran apartamento adquirido por la Obra en el número 199 bis del boulevard Saint-Germain. Hasta 1958 no llegaron a París las primeras mujeres del Opus Dei para encargarse de la intendencia de las casas de los hombres, abriendo una residencia femenina Rouvray en el elegante barrio de Neuilly. Mientras, uno de los tres primeros numerarios, Fernando Maicas, había sido ordenado sacerdote en España y volvió como capellán a París para encargarse de la dirección espiritual de los dos primeros centros del Opus Dei. En 1955 fundaron la Association de Culture Universitaire et Technique, A C U T , asociación con sede en el 199 bis boulevard Saint-Germain, que sirvió de tapadera oficial para los primeros tiempos. Su fin declarado era el de contribuir a la formación cultural de estudiantes y de favorecer las relaciones, los intercambios y los contactos entre los universitarios de todos los países. En su comité patrocinador figuraban Mane Cardot, Rene David, Jean Fourastié, Alain Magnelain y Guy de la Tournelle. Este último, que se adornaba con un título de barón, era un funcionario diplomático jubilado que había sido embajador de Francia en España entre 1954 y 1959 y luego en el Vaticano. Anteriormente, en tiempos del mariscal Pétain, había tenido puestos diplomáticos de alguna importancia. A partir de la A C U T los miembros del Opus Dei montaron pisos y residencias en París, Marsella y Grenoble. Más tarde, durante los años sesenta el Opus Dei adquirió un castillo en Couvrelles, cerca de Soissons, a unos cien kilómetros al norte de París, que funcionaba como casa de retiros y convivencias, pero era de hecho el centro de formación para los nuevos miembros de la Obra. Catorce años después de su aparición en Francia, el Opus Dei hizo el 2 de mayo de 1966 su primera declaración como organización católica ante la Prefectura de policía de París, presentándose como asociación regida por la ley de 1 de julio de 1901. El Opus Dei como asociación declarada oficialmente en Francia «tiene por objeto promover entre los fieles católicos la búsqueda de la perfección cristiana y el ejercicio del apostolado dentro de su estado, ejerciendo cada cual su profesión o su oficio en el mundo. Los miembros de la Asociación gozan de una plena libertad y son por lo tanto responsables de su acción profesional, política, social, económica, etc. Cada uno puede individualmente adherirse, como cualquier católico profesional, a cualquier partido o agrupación política o ideológica de su elección». 40
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Era evidente que estos estatutos no se correspondían con el contenido de las normas de las Constituciones internas del Opus Dei, que señalaban una serie de férreos controles por medio de los tres votos de obediencia, castidad y pobreza, además de unos inquietantes juramentos promisorios contenidos en las normas 20 y 58 de las Constituciones. Incluso les estaba prohibido a sus miembros la libertad para adherirse a cualquier escuela filosófica o teológica, según la norma 136 que señalaba que «los estudios de filosofía racional y de teología, así como la instrucción de los alumnos en estas disciplinas, han de llevarlos a cabo los profesores ajustándose por entero al método, doctrina y principios del Doctor Angélico, y han de tener éstos como sagrados». El Doctor Angélico era Santo Tomás de Aquino y el «tomismo», su doctrina, es hasta tal punto obligatoria que debe ser considerada como «sagrada» dentro del Opus Dei. «El Opus Dei se ocupa, en consecuencia, de la formación espiritual y apostólica de sus miembros», señalaban los estatutos presentados ante la Prefectura de policía. «Estos tratan de difundir las enseñanzas de Cristo mediante la palabra oral o escrita, y principalmente mediante retiros, colectas, etc. El Opus Dei favorece igualmente las actividades con fines exclusivamente espirituales, de enseñanza, de beneficencia o de asistencia: conceder becas de estudios, promover y dirigir dispensarios, hospitales, centros de enseñanza y de alojamiento, ayudar en las regiones o países en vías de desarrollo, etc. La Asociación se esfuerza igualmente en erigir cruces, calvarios y otros monumentos en honor de Cristo crucificado, a fin de favorecer la devoción a la Santa Cruz. El Opus Dei concede una atención especial a sus miembros enfermos, quienes recibirán frecuentemente la visita de otros socios a fin de ocuparse de ellos, según la caridad cristiana, de una manera conveniente. Los miembros del Opus Dei realizan todas sus obras de apostolado con un profundo respeto a las leyes del Estado cuyas prescripciones observan.» La sede oficial en Francia del Opus Dei estaba en 5 rué Dufrenoy en París, cerca del Bois de Boulogne. En los otros artículos, los estatutos del Opus Dei se adaptaban a la ley francesa de 1901, salvo en el artículo 7, que precisaban a quiénes se dirigían con su apostolado, mencionando de paso algunas restricciones: «La Asociación está abierta a todos los fieles católicos, hombres y mujeres que, por vocación específica, se interesan en los fines que persigue la Asociación. Los religiosos o las religiosas, o quienes han hecho una profesión religiosa, aun a título de novicios o postulantes, en ningún caso pueden ser admitidos en la Asociación. Toda persona, cualesquiera que sean sus creencias religiosas, puede ser admitida como cooperadora de la Asociación, si desea colaborar a los fines de ésta por su oración, su trabajo o sus limosnas. Los capellanes y los asistentes eclesiásticos de la Asociación son designados por el Consejo y deben ser sacerdotes seculares que posean un doctorado en una facultad civil y otro en un facultad eclesiástica y que pertenezcan a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz». La afirmación democrática a que hacia referencia el artículo 7 de los estatutos sobre los clérigos del Opus Dei, es decir, los capellanes y asistentes eclesiásticos, «que son designados por el Consejo» resultaba ser también falsa, pues la norma 22 de las Constituciones especificaba que «son nombrados por el Padre de acuerdo con el consenso del Consejo», concretándose así la dimensión dictatorial interna del Opus Dei. Otras normas de las Constituciones reforzaban además el carácter dictatorial como la norma 328 que señalaba: «El Padre tiene potestad sobre todas 357
las regiones, los centros y cada uno de los miembros y los bienes del Instituto, la cual ha de ejercer de acuerdo con estas constituciones». Asimismo, la norma 329 señalaba: «La potestad del Padre es ordinaria, social, gubernativa y predominante sobre sus subordinados; por lo cual tiene poder para dictar disposiciones, incluso comunes, para imponer penitencias por las transgresiones y para ordenar todo aquello que estimare necesario u oportuno para la recta gobernación del Instituto». El Opus Dei centró su actividad, sobre todo, en los medios universitarios. La segunda penetración se efectuó en los grupos católicos denominados integristas. También emprendió en los primeros tiempos ciertos intentos de penetración entre oficiales del Ejército francés, apoyándose como instrumento de este apostolado en La Cité Catholique, de Jean Ousset, un cruzado oculto de la contrarrevolución, que dirigía entonces una de las más nutridas capillas integristas en el límite de la heterodoxia dentro de la Iglesia católica en Francia. El Opus Dei encontró acogida y obtuvo el mayor de sus éxitos en los medios integristas franceses, pero este anclaje le invalidaba a su vez para cualquier apertura hacia otros medios católicos, convirtiéndose en una variable más entre la infinidad de grupúsculos que componen el ghetto del integrismo francés, lo cual iba a imposibilitar lógicamente su posterior crecimiento. La influencia política del Opus Dei en Francia llegó a ser relevante entre los antiguos militantes del régimen de Vichy. Un estudio documentado sobre el Opus Dei que fue publicado por el boletín del Gran Oriente, la rama más importante de la masonería francesa, mencionaba su influencia indirecta que estaba muy difundida tanto en el campo de la política como en el mundo de los negocios, donde se podía citar, según el estudio «sin demasiado comprometerse», los nombres de Robert Schumann, Triboulet, así como Duchet y Pinay, supernumerarios, de igual modo que el reaparecido Paul Baudoin, ex ministro de Asuntos Exteriores de Pétain en 1940 y consejero personal del protestante Baumgartner, ex ministro de Hacienda y ex gobernador del Banco de Francia. ' Resultaba sin embargo excesivo afirmar que Paul Baudoin representara entonces el Opus Dei; pero el que fue joven director de la Banque de l'Indochine, considerado durante algún tiempo en Francia como un brillante técnico financiero antes de llegar a ser ministro con Pétain, anunciaba ya de algún modo el advenimiento de los futuros cuadros de la tecnocracia. Paul Baudoin era, sobre todo, uno de los representantes visibles del lobby colonial, que tuvo un indiscutible poder político y financiero durante la Tercera y la Cuarta República en Francia. Las actividades del lobby, que rezumaba un fuerte perfume exótico y financiero, se centraron alrededor de la Banque de l'Indochine, que colaboró generosamente en la reinserción profesional de los petainistas después de la Segunda Guerra Mundial. Pero la influencia del Opus Dei no se iba a manifestar solamente en los medios políticos antes citados. En el terreno económico el Opus Dei también se iba a apoyar en la élite de antiguos petainistas y su primera implantación financiera en Francia se haría de la mano de los supervivientes del lobby colonial. Así, cuando en 1962 el Opus Dei decide instalar una administración propia para sus negocios en Francia, recibió el apoyo inmediato de Edmond Giscard d'Estaing, que se convirtió en socio financiero del Opus Dei cuando el Banco Popular Español adquirió el 35 por ciento de las acciones de la Banque des Intéréts Francais y un 52 por ciento 41
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restante quedó en manos de los Giscard d'Estaing. Edmond Giscard, como Paul Baudoin, giraba en la órbita financiera de la Banque de l'Indochine. El Opus Dei constituyó también por aquellas fechas la sociedad Interfico, dedicada a los negocios inmobiliarios; fue su primer presidente Yves Bouthillier, otro antiguo ministro de Pétain. En Madrid, cuando los miembros del Opus Dei lanzaron el Banco Europeo de Negocios o Eurobanco, una parte del capital fundacional correspondería a la Banque de l'Indochine. El Opus Dei se presentó en Francia como un grupo moderno y «diferente», con capacidades para superar el viejo conservadurismo europeo de raigambre católica y con unas posiciones cercanas a lo que podía denominarse un petainismo a la americana. La famosa divisa del mariscal Pétain, «travail, famille, patrie», se transformaba por mediación de la Obra de Dios en «travail, famille, technocratie». Las ediciones de La Table Ronde fueron fundadas en 1948 con el patrocinio de La Librarle Plon, y adquiridas por el Opus Dei en 1961 a través de la Societé d'Editions et de Publications Artistiques et Littéraires (SEPAL). En una primera fase sólo invirtieron en la revista mensual La Table Ronde, publicando desde 1958 miembros españoles del Opus Dei como Antonio Fontán, José Orlandís y Rafael Calvo Serer, largos trabajos en la revista, y luego a partir de 1961 adquirieron la editorial. La ambición del Opus Dei consistía entonces en «sustituir una Europa racionalista y marxista por una nueva Cristiandad, en la cual España jugaría un papel dirigente en el mundo del espíritu». Sin embargo, la revista La Table Ronde, en manos del Opus Dei y como «revue européenne de culture chrétienne», no llegó a durar diez años. Los miembros del Opus Dei liquidaron la sociedad en 1969 y cedieron todas sus acciones al gerente Francois Gondrand; desde entonces la S E P A L se convirtió en Gondrand et Compagnie. Gondrand era un oscuro personaje que trabajaba en un puesto subalterno en las oficinas del Conseil National du Patronat Francais (CNPF), alcanzando luego notoriedad pública como agente de relaciones públicas y lobbying del Opus Dei en Francia. Como hagiógrafo, escribió uno de los innumerables libros que ensalzan a Escrivá, el Fundador. En 1962 los miembros del Opus Dei crearon la Societé Anonime d'Investissements pour le Developpement Culturel (SAIDEC), para la instalación y el mantenimiento de centros y residencias del Opus Dei en Francia. Su objeto social era «la creación y explotación, bajo cualquier forma que sea, de residencias o centros de formación para estudiantes o cualquier persona que prosiga estudios o investigaciones, con sus anexos culturales, artísticos o deportivos. La participación de la sociedad por todos los medios en todas las operaciones que se puedan relacionar con cualquiera de los objetos antes citados. Y, de una manera general todas las operaciones, mobiliarias e inmobiliarias, que se puedan referir directa o indirectamente al objeto social y a todos los objetos similares o conexos, o puedan facilitar su extensión o desarrollo». «Alpha» era uno de los proyectos multinacionales del Opus Dei en el que estaba muy interesado personalmente Escrivá y que intentaba expandir vía Suiza por todo el mundo. En 1965 los miembros del Opus Dei crearon con un capital de 200.000 francos la sociedad Alpha-France, tal como pudo ser registrada, cuyo objeto social era la enseñanza por correspondencia, la edición de cualquier clase de libros y obras, especialmente la venta y comercialización de enciclopedias por fas44
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cículos, así como «toda clase de negocios de no importa que género que sean aprobados por la asamblea general de accionistas». El negocio de Alpha había sido montado por miembros italianos de la Obra y la casa matriz, Inter-Alpha-Holding, se encontraba en Zurich, ramificándose desde Milán a Madrid, Barcelona, Los Ángeles, México D.F. y Buenos Aires. El Opus Dei utilizaba además en Francia como sociedades auxiliares Interfico, 148 avenue du Roule en Neuilly, y la Socofina, 25 rué Marbeuf en París, operando también discretamente a través de la Banque de 1'Union Européenne Industrielle et Financiére, donde contaban con dos apoderados, Jean Pierre Eck y Agustín Romero, que eran miembros de la Obra. Pero los hilos financieros más importantes se movieron a partir de la Banque des Intéréts Francais en cuya sede, en 23 rué Almiral d'Estaing, se habían instalado miembros del Opus Dei como Andrés Rueda Salaverri, representante financiero del Banco Popular Español en París y encargado oculto de la administración del Opus Dei en Francia en conexión con la sede central de Roma, pero que dependía a su vez de Rafael Termes Carrero, consejero delegado del Banco Popular Español en Madrid. Unas de las empresas controladas por la Banque des Intéréts Francais era Meleux et Compagnie, dedicada a la fabricación y mantenimiento de material ferroviario, trabajando casi exclusivamente para la Societé National des Chemins de Fer (SNCF). Desde 1962, fecha de la implantación financiera del Opus Dei en Francia, su propietario Louis Meleux, miembro de la Obra, se había endeudado considerablemente pidiendo préstamos en varios bancos franceses, pero los préstamos de empresas trabajando para compañías nacionalizadas como la S N C F estaban garantizados y la Caisse des Marches de l'Etat, des Collectivités et Etablissements Publics llegaría a cubrir deudas bancarias de Meleux et Compagnie por un valor de hasta 2,5 millones de francos en 1965. Posteriormente, en 1967, la asociación financiera del Opus Dei con la familia Giscard d'Estaing daría otros frutos diferentes, y el Opus Dei ayudó en la financiación de campañas políticas de los Republicanos Independientes en Francia. Al cabo de varias décadas desde su implantación en Francia el Opus Dei no había logrado penetrar en los medios intelectuales franceses. No obstante, había conseguido reunir un grupo de cooperadores y amigos, formado por universitarios, periodistas y políticos, entre los que destacaron públicamente por sus simpatías hacia la Obra de Dios, Jean Meyriat y Henri Desroche, entre el profesorado universitario de la Sorbona; Jeróme Lejeune, profesor de genética y doctor honoris causa de la Universidad de Navarra; Jean Fourastié, profesor de Economía en el Conservatoire des Arts et Métiers, presidente de una de las comisiones del Plan de Desarrollo, con una hija miembro del Opus Dei; publicistas y periodistas como Jacques Pinglé, Henri Cavanna, Paul Werrie y Jean Creac'h; además de políticos como Edmond Michelet, Jacques de Bourbon-Busset y Jean-Marie Daillet. Este último, vicepresidente del Senado, escribió una carta al diario Le Monde afirmando que no era miembro pero estaba autorizado para responder en nombre del Opus Dei «ante unas informaciones publicadas en el diario y que él consideraba lesivas para los intereses el Opus Dei». El objeto de la carta era «poner fin a una campaña absurda de ataques basada en una profunda ignorancia de un gran hecho religioso de nuestro tiempo». Más recientemente, bajo la presidencia de Chirac, tanto Clai47
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re Lejeune, directora del gabinete de la ministro de la Solidaridad e hija de Jeróme Lejeune, como su esposo Hervé Gaymard, secretario de Estado de Finanzas en el primer gabinete de Alain Juppé, son consideradas personas estrechamente vinculadas al Opus Dei. A partir de 1982, desde que el Opus Dei fue declarado prelatura personal, las antiguas residencias fueron maquilladas como centros o asociaciones culturales. Así, la Association Culturelle Universitaire et Technique ( A C U T ) mantiene dos residencias en París, una en 199 bis boulevard Saint-Germain y otra bajo la denominación de Centro Cultural Solferino en 11 rué Saint Dominique, además de otros negocios conexos a partir de la S A I D E C y la inmobiliaria Trifep. La A s sociation Culture et Art tiene dos residencias femeninas, 122 boulevard Bineau en Neuilly y 104 rué du Théatre en París. La Association Jeunesse, Education et Loisirs un centro en 46, rué Scheffer en París. La Association pour le Developpement des Cultures esconde la sede oficial del Opus Dei en 5 rué Dufrénoy. La editorial que edita y distribuye las obras del fundador del Opus Dei en Francia, Editions du Laurier, se encuentra domiciliada también discretamente en París, 16 rué Cortambert. Fuera de París, hay diez residencias del Opus Dei disfrazadas de asociaciones o centros culturales en Estrasburgo como Nideck e Imsthal; en Lyon, Mont d'Or y Salbagny; en Grenoble, Veymont y Lamfrey; en Marsella, Castelvieil y Valensole; y en Tolouse, Cairas y Loubeiac. En todos los casos, el primer nombre corresponde a residencias masculinas y el segundo a residencias femeninas, que forman la red del Opus Dei orientada especialmente hacia el sur y el este de Francia, aunque existen otras residencias diseminadas por el territorio francés, como en Reims, que tienen mucha menor importancia. Al igual que en otros países, el Opus Dei chocó en Francia con familiares de adolescentes con una edad entre diez y dieciocho años captados para el Opus Dei. En este apostolado tan delicado el Opus Dei extremó sus precauciones, utilizando los llamados Clubs Fennecs, bautizados con el nombre que sirvió originariamente para designar a los zorros del Sahara. Así, la residencia masculina de 199 bis boulevard Saint-Germain cuenta con un Club Fennecs, disponiendo para mayor seguridad con un anexo discreto en el 75, rué de Rennes, llamado «La Tanniére», para la captación de adolescentes entre diez y dieciocho años. Desde su implantación en Francia han surgido innumerables conflictos causados por el intenso proselitismo del Opus Dei. Se puede citar el caso protagonizado por el sacerdote numerario Quesada como capellán del Colegio Stanislas en París. Familiares de los alumnos fundaron en 1975 la Unión pour la Sauvegarde de lTndividu et de la Famille para defenderse de una captación sin escrúpulos que se acompaña generalmente de una violación psíquica y está dirigida especialmente hacia los adolescentes. En algún caso las protestas, como en el caso del hijo del arquitecto Jean-Claude Rochette, arquitecto jefe de Monumentos Históricos, llegaron hasta el Vaticano. El Opus Dei mantiene un control riguroso sobre la prensa católica francesa, interviniendo inmediatamente cuando se publica algún articulo considerado como hostil a sus intereses, por lo que no han faltado en la prensa católica francesa casos de despidos, coacciones y amenazas. En noviembre de 1983, L'Actualité Religieuse dans le Monde publicó un informe sobre el Opus Dei donde era considerado 49
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como el grupo más secreto de la Iglesia. Indignados los dirigentes del Opus Dei, consiguieron que el redactor jefe de la revista, Joseph Limaque, fuera despedido de su puesto y de la revista varios meses más tarde. En Estrasburgo donde el trabajo de zapa del Opus Dei es notable, el boletín oficial de la diócesis publicó una serie de tres artículos en abril de 1991, firmados por Dominique Le Tourneau, sacerdote numerario del Opus Dei. En uno de los artículos, apoyándose en citas diversas, consideraba con gran desfachatez al difunto Escrivá como uno de los precursores del Concilio Vaticano II. Desencadenada la polémica, un cura párroco, Fernand Schmitt, y un laico católico, Joseph Buscher, arremetieron contra semejante impostura. «Si los católicos de Occidente», escribió el cura párroco de Bourbach refiriéndose al Opus Dei, «no reaccionan ante este poder que se está desarrollando en el seno de la Iglesia romana, un día deberán plantearse una cuestión trágica para ellos: ¿dónde está la verdadera Iglesia de Jesucristo?». El número de miembros del Opus Dei en Francia, según fuentes oficiales de la Iglesia Católica, es de aproximadamente 600, entre los cuales se contabilizan 23 sacerdotes y 185 numerarios y numerarias; los matrimonios de supernumerarios, más cooperadores y simpatizantes, forman el grupo restante. Las cifras facilitadas por la Obra son más abultadas, mil miembros en 1970 y mil quinientos en 1992. Estas cifras, aunque tienen escasa credibilidad, demuestran que el crecimiento de la Obra pudo haber sido sólo de quinientos miembros en los veintidós años que discurren entre 1970 y 1992. La cantidad es a todas luces ridicula para una organización católica con un apostolado tan agresivo. Desde la perspectiva de los números, la implantación del Opus Dei en Francia representa un fracaso significativo. Los objetivos del Opus Dei en Europa eran la reivindicación del cristianismo como fuerza fundamental en la oposición al comunismo y al liberalismo, intentando enlazar también con las tendencias neoliberales, neoconservadoras y restauradoras europeas con la ambición de lograr la dirección de esas fuerzas, a través de instrumentos más o menos visibles como el Centro Europeo de Documentación e Información o C E D I . El C E D I tenía una historia curiosa y no exenta de aspectos ridículos. Fundado en Madrid, en su creación se conjugaron la imaginación fogosa de Alfredo Sánchez-Bella —a la sazón director del Instituto de Cultura Hispánica y que tuvo a su hermano Florencio durante años como consiliario, es decir, la autoridad máxima del Opus Dei en España—junto con el sentido práctico y político de José Ignacio Escobar Kirkpatrick, marqués de Valdeiglesias, avezado en lides monárquicas, más la figura extraña y patética del principe Otto de Habsburgo, pretendiente a la corona del imperio austrohúngaro. El C E D I efectuó su primera reunión en Santander en 1953; posteriormente usó para sus congresos anuales, con escasas excepciones, las secas y frías piedras del monasterio de El Escorial, cerca de Madrid. Financiado con los fondos reservados de la Presidencia del Gobierno español administrados por Carrero Blanco, su presidente vitalicio fue Otto de Habsburgo pero su principal animador fue Alfredo Sánchez-Bella. De familia opusdeísta, con hermanos en la Obra de Dios, Florencio, Ismael y Aurora, Alfredo Sánchez-Bella primero ingresó, luego abandonó como «durmiente», se reintegró posteriormente 50
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en el Opus Dei y alcanzó la cartera de ministro de Información y Turismo con Carrero Blanco como patrón, entre 1969 y 1973. Más tarde, las actividades del C E D I disminuyeron cuando acabó su financiación, tras la desaparición de Carrero Blanco en diciembre de 1973. Entre los años cincuenta y sesenta hubo un CEDI-International en cuya lista de miembros figuraban personajes de la burguesía ligados a actividades anticomunistas de la extrema derecha europea en los tiempos de la guerra fría. En Europa se adhirieron personalidades como Antoine Pinay, antiguo primer ministro francés, o Philippe de Weck, presidente de la todopoderosa Union de Banques Suisses (UBS). Pero fue Bélgica uno de los raros países donde hubo a partir de 1961 una sección propia, el Comité Belga del Centro Europeo de Documentación y de Información (CEDI-Bélgica), formado por un buen plantel de políticos, militares, industriales y banqueros, interesados en «defender los principios fundamentales de la civilización cristiana europea», entre los que el Opus Dei iniciaría los contactos para su implantación en Bélgica. Los miembros belgas del C E D I no se movilizaban, sin embargo, por ninguna causa y tenían como sede el Cercle des Nations et du Royal Automobile Club de Belgique, 25 avenue Franklin Roosevelt en Bruselas, en donde el lujo de los salones no impedía que su ambiente fuera el de un casino de pueblo. Los miembros del Opus Dei buscarían en otros ambientes más receptivos a la militancia para implantarse en Bélgica. Dos semanas después del cambio de Gobierno de Franco de julio de 1965, Alberto Ullastres, que abandonaba la cartera de ministro de Comercio, fue nombrado Embajador de España ante la C E E . Desde su nuevo puesto de embajador instalado en Bruselas, Ullastres, influyente miembro numerario, iba a apoyar la implantación del Opus Dei desde mediados de los años sesenta. Los tentáculos se extendieron especialmente dentro de los organismos comunitarios y se rodeó para ello de un equipo donde figuraban diplomáticos y economistas correligionarios suyos, así como el periodista Andrés Garrigó o Alonso Madero, funcionario comunitario, del servicio de traducciones. Hubo reuniones que tuvieron lugar en el Cercle Royal Gaulois Artistique et Litteraire, situado en rué de la L o i , a dos pasos de la representación diplomática española, cuyo administrador era Hervé Pasqua, uno de los escasos belgas miembros del Opus Dei. Fuentes del Opus Dei confirman que la «laboD> en Bélgica se inició en 1965. La penetración en los medios universitarios se realizó a partir de entonces en la Universidad Católica de Lovaina, según el modelo ya clásico de implantación, montando una residencia masculina, Bauloy, otra femenina, Neussart, y una asociación cultural, Campus, tanto para los estudiantes universitarios valones como flamencos. El dispositivo de penetración se completó con la adquisición del castillo de Dongelberg en 1979, no lejos de Bruselas, con un parque de 8 hectáreas, que se convirtió en la sede de un Centro Internacional de Encuentros y fue también el centro de formación para los nuevos miembros del Opus Dei. El castillo había estado ocupado anteriormente por un organismo de beneficencia, l'Ceuvre Nationale de l'Enfance, y los miembros del Opus Dei maniobraron ante las autoridades locales afirmando que se trataba de instalar una escuela de hostelería creadora de puestos de trabajo. El precio en la compra fue de sólo 17 millones de francos belgas de la época. 55
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Las sedes centrales para ambas ramas del Opus Dei fueron adquiridas en 1981, avenue Floride 112 para hombres y avenue Lepóutre 106 para mujeres, ambas en Uccle, barrio elegante de Bruselas. Para la captación de adolescentes entre diez y dieciocho años se fundó el Club Narval en Avenue Tervuren 263, además de un Centro de Estudios para la Mujer y el Centro Cultural femenino Senna, también en Bruselas. Asimismo fundaron otras dos residencias universitarias, Steenberg y Arenberg, en Lovaina. Para la venta y distribución del libro Camino y otras obras del fundador se creará una filial belga de la Fundación de Boog, cuya sede se encuentra en Amsterdam, y está vinculada al A M R O - B a n k , grupo financiero holandés con el que operaba desde Madrid el Banco Popular Español. De la infraestructura inmobiliaria se ocupó la Cooperativa para Centros Culturales (CCC), fundada en 1976 y en la que participaron familias simpatizantes de la más rancia burguesía católica belga, con apellidos llenos de partículas de resonancias aristocráticas y acceso a la corte de los reyes Balduino y Fabiola, como Biolley, Brouwer, Desclée de Maredsous, Gilíes de Pélichy, Oultremont, Villenfagne y van Havre. De esta última familia salió Didier van Havre, uno de los escasos sacerdotes numerarios belgas de la Obra. El primer sacerdote del Opus Dei en Bélgica había sido ordenado en 1975 coincidiendo con la muerte de Escrivá. Miembros del Opus Dei montaron además el Instituto de la Familia para el apostolado entre miembros supernumerarios casados con objeto de lanzar campañas contra el aborto y otros temas relacionados con la defensa a ultranza del espíritu católico en las familias belgas. Otra organización dependiente del Opus Dei en Bélgica es la A S T E C , Association for Cultural, Technical and Educational Cooperation, dedicada como organización no gubernamental a buscar ayudas financieras y subvenciones para el Tercer Mundo. Los miembros del Opus Dei aprovechan este maná del Gobierno belga para financiar algunos de sus proyectos en países de América Latina como Venezuela, Colombia y Perú. También cuentan con ramificaciones en el continente africano. Miembros belgas del Opus Dei se ufanaban de tener influencia política en Ruanda entre dirigentes políticos pertenecientes a la etnia hutu que mantuvieron vinculaciones con la Obra durante estancias en la metrópoli, pero esta influencia ha desaparecido tras la guerra civil y la desaparición del régimen hutu derribado en 1994. En Zaire mantienen, sin embargo, un dispensario médico junto con un centro para mujeres, como en los mejores tiempos del imperio colonial belga. En Bélgica el Opus Dei parece que mantiene también el mismo espíritu conspirativo que tan buenos resultados le ha dado tanto en Madrid como en Roma, en Lima o Santiago de Chile. Así, la gendarmería belga mantuvo durante los años ochenta un discreto servicio de vigilancia alrededor del castillo de Dongelberg, centro corporativo del Opus Dei, donde tuvieron lugar reuniones políticas sospechosas. En relación con ello, el 6 de noviembre de 1989, el ex subjefe de la brigada especial de información (BSR) de la gendarmería de Wavre, Guy Dussaert, declaró en la Cámara belga de Diputados, ante la comisión parlamentaria que investigaba los crímenes y actos de bandidaje cometidos en el país durante los años ochenta, que miembros del Opus Dei habían participado en una conspiración para provocar un golpe de Estado en Bélgica. Según las declaraciones ante la comisión parlamentaria, «dos miembros de la alta nobleza, que dijeron pertenecer al Opus, 364
le comunicaron en diciembre de 1985 y marzo de 1986 respectivamente, la existencia de un plan para desestabilizar el país». El propósito de la trama era «instaurar un régimen político más fuerte en Bélgica» y con este fin se manipularon las matanzas de Brabante con ametrallamientos indiscriminados de gentes en los supermercados. Una vez creado el clima de crispación necesario, llegaría el golpe de Estado que pretendía «hacer del rey reinante un rey gobernante» y en caso de negativa por parte de Balduino, situar «una persona de confianza al frente del Estado». El ex responsable policial belga declaró también a los diputados que uno de sus confidentes le suministró una lista de oficiales de la gendarmería y del Ejército dispuestos a coordinar las operaciones. El ex mando policial denunció además las presiones ejercidas por el estado mayor de la gendarmería sobre sus servicios para que abandonara la pista. El desmentido del Opus Dei con fecha 7 de noviembre 1989 fue rotundo, pero se refería sólo a las presuntas implicaciones de la Obra con el caso de la «banda de Nivelles» y no hacía mención a las conspiraciones políticas reveladas por el gendarme Guy Dussaert ante la comisión parlamentaria belga. El número de socios efectivos del Opus Dei en Bélgica es de 190 miembros aproximadamente, repartidos por el territorio belga, especialmente en Lovaina, y en Bruselas, principalmente españoles concentrados alrededor de los organismos comunitarios. La presencia del Opus Dei entre los funcionarios de la Unión Europea es más abundante entre mujeres y personal auxiliar de la Comisión Europea. La mayor parte son de nacionalidad española, aunque también hay miembros de Bélgica, Italia y Portugal, trabajando algunos en gabinetes de comisarios. Entre los funcionarios de mayor grado han destacado Ignace de Gruben en Agricultura; Aurelio Finetti y Víctor Pou en la DGII, y Pedro Torres Simó, que ocupó hasta 1990 un puesto clave para nombramientos como director general adjunto de personal en la Comisión Europea. En el entorno de los organismos comunitarios se advierte la presencia de miembros del Opus Dei en el Instituto Robert Schumann, anteriormente denominado European Media Studies, un centro germánico en Bruselas con financiación privada, destinado a jóvenes estudiantes de periodismo en la especialidad comunitaria. En 1992 había cinco periodistas españoles acreditados en Bruselas con vinculaciones en el Opus Dei, además del director de la oficina de representación de la patronal española C E O E en Bélgica. Miembros del Opus Dei editan también en Bruselas el boletín Europe Today, escrito en español, francés e inglés, que se envía gratuitamente a todos los lugares del mundo, operando como una agencia de prensa internacional, especializada en la salud, los problemas sociales y la educación, defendiendo posiciones ultras de la derecha católica. Preguntado un alto funcionario sobre la presencia de miembros españoles en Bruselas y en torno a los organismos comunitarios respondió: «No hacen ruido, pero tampoco son muchos». En septiembre de 1958 Escrivá visitó tres días Holanda, país que ofrecía escasas oportunidades de implantación por la raigambre protestante y por un catolicismo tolerante y liberal, en las antípodas del Opus Dei. La introducción se realizó en 1962 con la aprobación y ayuda del episcopado. Lo que atrajo, sin embargo, más la atención de los dirigentes de la Obra fue el artículo 13 de la ley holandesa sobre las sociedades de 1969, que concedía exenciones de impuestos a las socie365
dades holdings con una participación sustancial y activa de capitales extranjeros; desde entonces, la importancia de Holanda en los apostolados del Opus Dei como multinacional religiosa reside en que el Banco Popular Español instaló a partir de los años setenta una serie de sociedades de pantalla, en la variedad deelnemingsvrijstelling, con proyección internacional y base en Holanda. Y desde la metrópoli holandesa se llega fácilmente vía télex a los archipiélagos autónomos dependientes de los Países Bajos y situados en el mar Caribe. Las Antillas holandesas están consideradas como uno de los más atractivos paraísos fiscales, por lo cual Curacao, su capital, se ha convertido en una de las sedes de la filibustería financiera del mundo. Miembros del Opus Dei mantienen allí registradas desde los años setenta una serie de sociedades que sirvieron de pilares financieros en la expansión multinacional de la Obra hacia los países de América Latina. Con idénticas características, otro circuito financiero paralelo se instaló en Panamá. Las conexiones, sin embargo, aunque se entremezclaban, eran distintas y/o paralelas. Si Panamá como plaza de la filibustería financiera respondía a las preferencias de los banqueros suizos de Zurich, Curacao es el lugar off-shore preferido por los bancos holandeses de Amsterdam. El primer viaje de Escrivá, fundador y presidente general del Opus Dei, a la República Federal Alemana tuvo lugar a finales de 1949. El fundador fue recibido en audiencia por el cardenal Faulhaber, entonces arzobispo de Munich, y ya en aquella audiencia el fundador solicitó los permisos necesarios para el establecimiento de la Obra en Baviera. Dos años más tarde, en 1951, los miembros del Opus Dei quisieron instalar una primera residencia pero la iniciativa no cuajó por falta de medios hasta 1953, año de la implantación oficial del Opus Dei en la R F A . Componían esta primera avanzadilla cuatro jóvenes numerarios, un sacerdote acompañado de tres laicos de la Obra. Pero no fue en Munich, sino en Bonn cuando adquirieron en mayo de 1953 una villa con arquitectura de los años treinta bautizada como residencia Althaus. Meses después el Opus Dei fundó una asociación denominada Comunidad Cultural y Estudiantil, cuya presidencia ocupó Alois Mertes, diputado demócratacristiano del Parlamento federal. La asociación cultural fue la primera cobertura legal utilizada por el Opus Dei en Alemania, país donde los miembros del Opus Dei tardaron dos años en reclutar los primeros prosélitos; hasta 1955 no hubo alemanes que «pitaran» en el Opus Dei. En el mes de mayo de 1955 el fundador y presidente general del Opus Dei realizó una visita de inspección por Munich, Colonia y Bonn. Repitió este viaje dos veces más en ese año para supervisar la instalación de nuevas residencias, con objeto de alentar los ánimos de sus seguidores españoles por sus fracasos iniciales, ya que difícilmente lograban penetrar en el mundo universitario católico de Alemania, que estaba recuperándose lentamente del trauma histórico causado por el Tercer Reich. En las áreas alemanas de gran densidad de estudiantes, el Opus Dei había abierto varias residencias, una en Bonn, otra en Munich, más otras tres residencias en Colonia, una de ellas, Eigelstein, reservada para mujeres. Como detalle curioso merece señalarse que uno de los filósofos modernos en boga en España, Eugenio Trías, llegó a Alemania como miembro del Opus Dei y estuvo de secretario en una de las residencias de la Obra. 366
Paralelamente a la lenta penetración universitaria, el banco insignia del Opus Dei, el Banco Popular Español, adquirió el control de la Banca Hardy & Co. de Frankfurt en 1964, operación realizada gracias a los buenos oficios del diplomático Gonzalo Fernández de la Mora, que por las mismas fechas ocupaba un puesto en la embajada española en Bonn. También los financieros del Opus Dei buscaron recursos en los medios de la banca alemana y así la Bayerische Vereinsbank y Bankhaus F. Simón participaron en España en la constitución de Eurobanco, una filial del Banco Popular Español dedicada a la promoción de empresas y negocios. Por otra parte, el grupo Rumasa, a través del Banco Atlántico mantuvo una base financiera con Iberunión Bank en Francfurt, antes llamado Banco Condal, pero el dispositivo dedicado a financiar las actividades del Opus Dei en la Europa germánica se situaría en Zurich (Suiza). A principios de la década de los ochenta había residencias universitarias del Opus Dei, además de en Bonn, Colonia y Munich, en Aquisgrán, Berlín, Essen y Münster, a las que luego se añadieron las de Dusseldorf, Jülich y Tréveris. Siguiendo el modelo practicado en otros países, en Colonia, ciudad donde la implantación es fuerte, a partir de la residencia Maarhof las ramificaciones se extendieron y los miembros del Opus Dei fundaron el centro Schveidt y el club juvenil Feuerstein para adolescentes. El centro Hardberg, para retiros espirituales y la formación de nuevos miembros, se encuentra en Euskirchen-Kreutzweingarten. Los comienzos de la sección femenina fueron aún mas difíciles con abandonos entre las primeras numerarias alemanas como Marianne Isenberg y Valerie Jung. No obstante, las escasas mujeres del Opus Dei prosiguieron su lenta implantación en Alemania y cuentan para sus apostolados con la Asociación cultural GermanoInternacional, de la cual dependen varias residencias disfrazadas de centros culturales como Hogested en Münster, Altor en Tréveris, Aurach en Munich, Heristal en Aquisgrán e Isenburg en Essen. Luego actuaron con una mayor discreción en el apostolado de «San Rafael» dedicado a las adolescentes entre diez y dieciocho años. Para el apostolado entre los sacerdotes católicos el Opus Dei utiliza el Círculo Sacerdotal Internacional, organismo filial del Centro Romano Internacional de Sacerdotes, con base en Roma. El Círculo Sacerdotal Internacional organiza desde simposios y seminarios hasta romerías marianas, algunas de las cuales terminan en el santuario de Torreciudad, cerca del lugar de nacimiento del fundador del Opus Dei. En la diócesis de Colonia los miembros del Opus Dei, que ambicionaban una basílica, consiguieron en 1984 una parroquia, pero ante el rechazo general tuvieron que abandonarla, obteniendo en compensación otra parroquia más rica y prestigiosa en la misma diócesis. Los miembros del Opus Dei han montado también el Instituto para la Formación de Padres con antenas en Aquisgrán, Bonn, Colonia, Essen, Dusseldorf, Duren, Coblenza, Siegburg y Stuttgart; además de una asociación denominada Comunidad de Apoyo a las Escuelas Privadas, dedicada a miembros supernumerarios casados de ambos sexos y a los familiares de los estudiantes captados para el Opus Dei. También cuentan con la editorial Adamas, instalada en Colonia, que edita y distribuye principalmente las obras del fundador. Para el «mecenazgo» financiero disponen de la Fundación Rhein-Donau-Starnberg, detrás de la cual se encuentra Werner Schmidt, administrador de la Obra en 57
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Alemania, y el Instituto Lidenthal, fundado en 1973 para el «fomento de las ciencias», que se dedica a encauzar ayudas financieras hacia centros del Opus Dei en otros países, entre ellos la Universidad de Navarra en España. La oficina de información del Opus Dei, dirigida por el numerario Ruthard Frankenberg, reconoce una cifra de 1.000 miembros en Alemania; pero, según fuentes oficiales, la Iglesia católica alemana tiene registrados sólo 450 miembros. En un país como Alemania de 81 millones de habitantes, con unos veintiocho millones de católicos, la cifra de 450 miembros resulta ridicula por su insignificancia. En la estrategia del Opus Dei, Alemania representaba el trampolín para el salto en los países escandinavos, paso que fue dado a partir de 1990. En Suecia el Opus Dei cuenta con la residencia de la Hall en Estocolmo y en Finlandia con la residencia Vanhan en Helsinki, alimentando la ambición de penetrar desde Finlandia en los países bálticos y en Rusia. En los países bálticos, el catolicismo se encuentra en franca minoría frente a protestantes luteranos, baptistas y ortodoxos rusos. Por ejemplo, en Estonia con mas de un millón y medio de habitantes sólo hay dos sacerdotes católicos permanentes, uno en Tallin y el otro en Tartu, una localidad en el interior. Más otros dos sacerdotes numerarios del Opus Dei, que son volantes, que vienen uno de Finlandia y el otro de Suecia. Sin embargo, el Opus Dei no tiene prisa para montar un dispositivo permanente en los países bálticos ni en Rusia. El dispositivo de la Obra orientado hacia los países del Este europeo, antes del derrumbamiento de los regímenes comunistas, se encontraba localizado en Viena. Pero, a partir de 1990 los planes de los dirigentes del Opus Dei han cambiado, escogiendo Polonia como primer país en una estrategia de penetración selectiva, por razones evidentes de prestigio cara al Vaticano y porque su interés reside en buscar una eficacia inmediata y concreta en sus apostolados. Para el Opus Dei resulta más fácil realizar sus apostolados en regiones o países donde ya existe un sustrato católico como Polonia, más que dedicarse a la dura tarea de conversión de infieles ateos. Por ello el Opus Dei ha sufrido los ataques de otras organizaciones católicas que le han acusado de «oportunismo» y también a veces de «parasitismo religioso» por dedicarse especialmente a captar miembros de otras organizaciones de la Iglesia. Miembros del Opus Dei estuvieron organizando desde Italia intercambios escolares con instituciones educativas de Polonia desde 1986, pero en su posterior penetración de los medios católicos universitarios polacos el Opus Dei no ha conseguido los resultados esperados, replegándose en algunos casos o dedicándose a montar grupos de estudiantes voluntarios para la reconstrucción de iglesias. El Opus Dei cuenta con varios centros instalados en territorio polaco y su actividad no ha pasado de una simple puesta en funcionamiento, para lo que cuenta con todas las bendiciones del papa y las autorizaciones oficiales de la jerarquía católica, desde el nuncio Joseph Kowalzyk al secretario de la conferencia episcopal, Dabrowski, y el cardenal Glemp, arzobispo de Varsovia. En los países de la ex Unión Soviética y de la Federación de Rusia no ha habido todavía instalación alguna ni se advierte una presencia constante de miembros de la Obra. La Iglesia ortodoxa rusa, la mayor comunidad de cristianos de rito oriental del mundo, se encuentra movilizada contra esta expansión anunciada, pero no realizada aún, por el Opus Dei. 60
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Escrivá, el fundador del Opus Dei, llegó de visita a Viena en 1956, meses antes de la entrada en vigor del tratado sobre el Estado austríaco. En aquellas fechas estaba todavía dividida en cuatro zonas repartidas entre americanos, ingleses, franceses y soviéticos; a estas cuatro zonas correspondían los cuatro sectores de Viena, ciudad administrada conjuntamente. Hasta unos años más tarde, en 1960, no hubo establecimiento en Austria, por parte de los miembros del Opus Dei, que montaron paulatinamente desde entonces algunas residencias en Viena y otras ciudades austríacas. La consagración pública del Opus Dei llegó en 1970 cuando la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz obtuvo la concesión de la Iglesia de St. Peter en el centro de Viena. En 1974 un acontecimiento político iba a reforzar la presencia en Austria del Opus Dei. Tras su salida del Gobierno español, López Rodó ambicionaba la embajada en Portugal, pero la Revolución de los Claveles del 25 de abril de 1974 echó por tierra sus planes. Como el ocaso biológico de Franco se acentuaba, después de haberle propuesto el Gobierno de Arias Navarro el puesto de embajador en Tokio para mantenerlo alejado de España, accedió irse a la embajada de Viena para animar el dispositivo que mantenía el Opus Dei como plataforma de contactos hacia los países del Este europeo, que se reducía de hecho a un fichero con direcciones de Budapest, Praga y Bratislava. Otro nombramiento tuvo, sin embargo, mayor repercusión pública en Austria que el de Laureano López Rodó. Tuvo lugar en 1986 cuando el sacerdote vicario regional, Klaus Küng, que actuaba como dirigente máximo del Opus Dei en Austria, fue nombrado obispo de Feldkirch. Las reacciones en su contra fueron tan numerosas que la toma de posesión fue aplazada durante más de dos años. La medida, acogida con recelo en amplios grupos de la Iglesia, no llegó a ser efectiva hasta comienzos de 1989, caso extraordinario en los anales de la Iglesia católica. Entre los actos de protesta hubo una marcha silenciosa formada por más de 5.000 católicos descontentos por el nombramiento. Klaus Küng es el primer obispo de la prelatura del Opus Dei en Europa. Hasta entonces, algunos sacerdotes numerarios habían sido nombrados obispos en otros continentes, pero no en Europa. Con la presencia de Küng como obispo de Feldkirch en Voralberg, la región más occidental de Austria y cercana a Suiza, el Opus Dei podrá controlar una zona estratégica de Mitteleuropa formada por la diócesis de Augsburgo en Alemania y Coira en Suiza, además de Licchtenstein, ducado situado entre Austria y Suiza. Por un lado la rama masculina y por otro la femenina mantienen residencias en cada una de las ciudades austríacas de Viena, Graz, Salzburgo, Innsbruck y Linz; así como clubs para la captación de adolescentes, Delphin y Stubentor en Viena, Kondor en Graz, etc. Como organización para supernumerarios casados de ambos sexos funciona la Sociedad de Orientación de la Familia y como Centro Internacional de reuniones para la formación de sus miembros, Hohewand, en Dreistetten, comuna de Markt Piesting. El número de militantes del Opus Dei en Austria es de un centenar aproximadamente. Hasta 1960 no comenzaría de modo estable el Opus Dei sus actividades en Suiza. Su primera aparición fue en las alturas cercanas a Zurich, en el barrio residencial de Fluntern, donde sentó su cuartel general después de haber conseguido en donación una villa burguesa con un parque alrededor, por parte de una anciana 61
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millonaria. El artífice de aquella primera instalación era Hans Rudi Freitag, sacerdote numerario formado en España en el «espíritu de la Obra». Un año más tarde, los miembros del Opus Dei fundan en 1961 la Sociedad Cultural Arbor para dar cobertura legal a sus actividades, montando, además de la residencia de Fluntern, otros dos centros de acogida, Souneg para universitarios y Oberstrass para universitarias. También la Fundación Internacional de la Familia, con sede y financiación en Zurich; más el centro Ischudiwiese para seminarios, reuniones y formación de nuevos miembros. Comenzaron en Zurich, extendiéndose por la Suiza germánica y Ginebra. En Friburgo, que posee la única universidad católica de la Confederación Helvética, montaron una residencia Bel-Pratz junto con los clubs juveniles Alpha para chicos y Nord para chicas. En Ginebra, la residencia universitaria Champel y los clubs juveniles d'Arve y Le Rocher. Los miembros del Opus Dei en Suiza no pasan, sin embargo, de noventa, sin incluir en esta cifra cooperadores ni simpatizantes. Cabe añadir como dato pintoresco que uno de los miembros supernumerarios, que ha destacado más en las campañas públicas en favor del Opus Dei es Thomas Buck, un guardia suizo jubilado del Vaticano. Paraíso de bancos y sociedades secretas, Suiza parecía ser un terreno favorable para las ocultas actividades del Opus Dei. No fue así por el elevado grado de participación democrática de sus habitantes. Muchas decisiones cantonales y locales requieren la aprobación de las poblaciones afectadas y en esas consultas algunos de los proyectos presentados por miembros suizos del Opus Dei fueron rechazados. En este aspecto, Suiza representó una piedra en el tortuoso camino del Opus Dei, una organización católica amante del secreto en donde se mezclan de forma explosiva las finanzas sin escrúpulos con un proselitismo forzador de las conciencias. Así, cuando el Opus Dei quiso abrir una residencia de estudiantes en Ginebra e informó a las autoridades eclesiásticas locales, éstas se opusieron argumentando que «una casa de este género sería mal vista» y que la casa sólo era pretexto para realizar un proselitismo demasiado agresivo. En Friburgo, ante la fuerte polémica desatada, tuvieron que abandonar el proyecto de instalación de una residencia universitaria en 1966. Por otra parte, los intentos para instalar un centro internacional de retiros y formación de nuevos miembros fracasaron tanto en Friburgo como en Schongau, en el cantón de Lucerna. La Asociación Internacional de Estudios, VIT por sus iniciales alemanas, encargada de la instalación del centro, llegó hasta perder en primera instancia un proceso judicial emprendido por ella después de haberla calificado el diario Tages Anzeiger de «organización camuflaje» del Opus Dei. Para los jueces suizos, la asociación acusadora «no ha tenido vida propia sino que era simplemente un órgano que actuaba por el Opus» y tenía razón por tanto el diario al calificar de «camuflaje» la actividad de la asociación porque había ocultado la vinculación con el Opus Dei. En el delicado asunto de la captación de adolescentes entre diez y dieciocho años, hubo en Zurich un grave conflicto con la suspensión de tres profesores de religión miembros del Opus Dei en 1979." La Asociación para la Formación de la Juventud, de la cual dependen los clubs Allenmoos y Goldbrunnen para adolescentes en Zurich, fue fundada por los miembros del Opus Dei para protegerse de 63
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la tempestad de acusaciones de los familiares, por causa de los adolescentes captados para la Obra de Dios. El Opus Dei abrió residencias en Zurich y comenzó a tener algún éxito en la universidad suiza hasta que se desencadenaron una serie de polémicas de carácter local, así como la originada por Hans Urs von Balthasar, jesuita suizo y renombrado teólogo de la Iglesia católica, entre 1963 y 1964, que causaron un fuerte impacto negativo y llevó a interrogarse a los católicos suizos sobre la inquietante presencia del Opus Dei. Otra polémica ocurrió en febrero de 1981 cuando un jesuita suizo que había vivido muchos años en España, Pierre Emonet, publicó un informe sobre el Opus Dei en la revista Choisir. Las iras de los dirigentes del Opus Dei se descargaron sobre su director, el jesuita Albert Longchamp, que sufrió presiones no sólo desde dentro de la Compañía de Jesús, sino también del Vaticano; intervino personalmente el cardenal Casaroli, entonces secretario de Estado, que se hallaba muy preocupado en aquellos tiempos por los intentos de gestión por parte del Opus Dei en las finanzas del Vaticano y quería evitar cualquier fricción o conflicto relacionado con la Obra «para no herir la caridad en la Iglesia», según la enigmática frase con trasfondo financiero pronunciada por Casaroli a sus mensajeros con el fin de acabar con la polémica. Desde que el Opus Dei cuenta con el favor del Pontífice e intenta gestionar parte de las finanzas de la Iglesia católica, su actitud defensiva ante todo lo que considera ataque, que son generalmente críticas provenientes de otros católicos, consiste en escudarse simplemente en la jerarquía del Vaticano. Las conexiones financieras en Suiza fueron múltiples; sobre todo los miembros del Opus Dei crearon un doble circuito financiero. Teniendo a Suiza como centro, las actividades multinacionales del Opus Dei componían un rompecabezas financiero, donde a partir de España encajaban todas las piezas. Si uno de los tentáculos financieros, dirigido desde Barcelona por el tándem formado por Pablo Bofill Quadras como numerario y José Ferrer Bonsoms como supernumerario, lo formaban la Fundación Limmat, la Fundación General Mediterránea, Almina, S.A. y Bankatlántico Zurich; el otro tentáculo, que dependía del Banco Popular Español y estaba dirigido desde Madrid por los numerarios Luis Valls Taberner y Rafael Termes Carrero, lo formaba el Imefbank de Ginebra, con conexiones en el Banco de Iberoamérica y Argesco, S.A. en Panamá. Por otra parte, en Zurich, 92 Josephstrasse, se hallaba situada la financiera Siaguings, una agencia de cambio controlada por miembros del Opus Dei. Siaguins, era una filial del Instituto Español de Moneda Extranjera (IEME), organismo que dependía del ministerio de Comercio, pero con sede en Madrid en el tercer piso del edificio del Banco de España, lo cual le aseguraba una amplia autonomía y que fue finalmente disuelto en 1974. El I E M E como organismo oficial estaba encargado del trasvase de divisas al extranjero, actuando discretamente la financiera Siaguins desde Zurich como agencia de cambio compradora de pesetas en los mercados europeos, que luego reexpedía al Banco de España en Madrid, con lo que el tráfico ilegal de divisas para quienes controlaban Siaguins estaba prácticamente asegurado de antemano. En la misma dirección de Zurich se encontraba Inter Alpha Holding, dirigida por miembros del Opus Dei, con sucursales en todo el mundo desde Madrid, Barcelona y Milán, hasta Los Ángeles, nada menos que en Sunset Boulevard de Hollywood, México D.F. y Buenos Aires. 66
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La Fundación Limmat, creada en 1972, pasó a formar parte del dispositivo financiero montado en Zurich, que se encargó de la expansión multinacional del Opus Dei. En la Fundación Limmat figuraron miembros del Opus Dei como Edwin Zobel, George Rhonheimer y Francois Geinoz. También tenía firma bancaria como alto directivo Arthur Wiederkehr, banquero y abogado suizo, que se declaraba cooperador del Opus Dei, aunque su interés por la Obra de Escrivá, más que de vinculación espiritual, era de intereses terrenales de orden financiero. A r thur Wiederkehr era presidente del Nordfinanz Bank de Zurich e intervino en multitud de operaciones financieras del Opus Dei. El Imefbank o Banque d'Investissements Mobiliers et de Financement fue adquirido por el Opus Dei en Ginebra. Era un pequeño banco que administraba fortunas, entre ellas la del político secesionista congoleño Moisés Tshombe. Su propietario, el vizconde Ferron, muerto después en accidente de automóvil, lo vendió al Banco Popular Español, que llegó a tener una participación directa y otra indirecta para terminar controlándolo totalmente. Cuando el Opus Dei adquirió la participación mayoritaria, el entonces director del Imefbank, de religión protestante, tuvo que desplazarse hasta la península Ibérica, viaje que significó para las altas esferas del Opus Dei una auténtica prueba de vasallaje. Más tarde, los miembros del Opus Dei, ante la grave situación financiera en que se encontraba, tuvieron que venderlo precipitadamente en 1980 al Nederlandsee Middelstand Bank ( N M B ) , clasificado en el ranking como el tercer banco en importancia de Holanda; desde entonces el Opus Dei orientó sus recursos financieros en América Latina a través de ese banco, vía las Antillas holandesas. Pero no es Suiza, ni Europa, sino el mundo entero el objetivo de la pequeña organización fundada por Escrivá en 1935. «Estos hombres —señaló Yvon Le Vaillant— son los nostálgicos de una sociedad teocrática: quisieran ser los caballeros, la aristocracia de una nueva "cristiandad", es decir, de una sociedad cuya organización total, política, económica, etc., se hiciera en función de su religión. Pero hay mucha gente que piensa que el fin de esta aventura será estruendoso y risible. La mística, si alguna vez la ha tenido, se degrada con la política y las finanzas, y la fe ingenua de los primeros días se ha convertido extrañamente en una especie de integrismo a la americana». 67
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A L OTRO L A D O D E L ATLÁNTICO
Ir a América, «cruzar el charco», para iniciar una actividad apostólica al otro lado del Atlántico, significaba un gran salto en el apostolado misionero del Opus Dei. En palabras de Pedro Casciaro, que actuó de avanzadilla representaba «una dimensión geográfica y espiritual mucho más amplia; ya que no se trataba de ir a otra ciudad, sino de ir a otro continente». En la primavera de 1948, tres miembros del Opus Dei, Pedro Casciaro, José Luis Múzquiz y Salvador Martínez Ferigle, hicieron las maletas con instrucciones precisas de Escrivá y viajaron por Chicago, Toronto, Montreal, Ottawa, Quebec; más México, Lima, Santiago de Chile y Buenos Aires y Rosario en Argentina. Su objetivo como avanzadilla era conocer sobre el terreno las posibilidades, sin descuidar las visitas a autoridades eclesiásticas contactadas previamente en Roma por 69
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Escrivá. Ese era el caso del cardenal Stricht, arzobispo de Chicago, que había mostrado interés en que el Opus Dei se estableciera en su diócesis. En los tanteos previos a la implantación les acompañó otro miembro del Opus Dei, José María González Barredo, que hablaba inglés y se encontraba ya en Estados Unidos con una beca de investigación científica. Después de varios meses de viaje Escrivá mantuvo una reunión con ellos en Molinoviejo en otoño de 1948. Hasta entonces no había habido electricidad en la casa de retiros, cerca de Segovia, y los miembros de la Obra se habían estado alumbrando medievalmente durante varios años con candiles situados en los pasillos y habitaciones.™ En aquella reunión analizaron la aventura de «cruzar el charco», junto con la forma de afianzar la implantación ya realizada en países europeos como Portugal, Italia e Irlanda. Tras un análisis pormenorizado de las perspectivas de implantación, Escrivá decidió que fueran México y Estados Unidos, los dos primeros países donde se iban a instalar los miembros del Opus Dei después de «cruzar el charco». La reunión de Molinoviejo se mantuvo con mayor sigilo que el acostumbrado, porque Escrivá tenía mucho interés en que la pretendida universalidad del Opus Dei se realizara en Roma y desde Roma, es decir, que llevara una fuerte impronta de romanidad, que para él era sinónimo de universalidad; pero los efectivos humanos para las actividades misioneras del Opus Dei surgieron todos en aquella primera época de España. A finales de 1949 salió para México Pedro Casciaro, sacerdote numerario y uno de los primeros seguidores de Escrivá, acompañado de otros tres miembros del Opus Dei. Desde su llegada a México el Opus Dei se expandió rápidamente y es el país fuera de España donde su implantación es más importante. La estructura consta de una vicaría regional en México Distrito Federal con dos delegaciones, una en Guadalajara con jurisdicción sobre Jalisco, Sinaloa, Sonora y Guanajuato; y otra en Monterrey, de la cual dependen Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila y Chihuahua. Uno de los lugares más evidentes donde se advierte la huella y la influencia del Opus Dei en México es la Iglesia de la Santa Veracruz, construida por orden de Hernán Cortés y que fue confiada en 1965 al Opus Dei por el arzobispo primado de México, Miguel Darío Miranda. Las condiciones propias de México favorecieron el éxito del Opus Dei en el campo de la educación. La religión católica es abrumadoramente mayoritaria y los colegios o escuelas que ofrecen una enseñanza confesional son preferidas por la burguesía mexicana que envía a ellas sus hijos antes que a centros educativos que, siendo privados o estatales, imparten una enseñanza laica. El esfuerzo de la Obra se había centrado en la educación y control de la clase media y la burguesía mexicana, donde se señalan como miembros o cooperadores, abogados y notarios, políticos, contadores públicos, administradores, gerentes y directores de bancos, algún alto directivo de Televisa; además de presidentes, actuales y pasados, de las diferentes cámaras de comercio de la ciudad de México y presidentes de grupos empresariales en Monterrey. Sin embargo, continuaron siendo presas favoritas del Opus Dei las profesiones intelectuales y los magnates que forman la oligarquía mexicana. El Opus Dei es capaz de movilizar un total en México de personas que oscila entre 4.000 y 5.000, incluidos cooperadores y simpatizantes. 71
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La mayor parte de los centros del Opus Dei se encuentran en el Distrito Federal. La Universidad Panamericana, anteriormente Instituto Panamericano de Humanidades en México D.F., que fue un centro universitario con estudios en Pedagogía, Filosofía y Derecho reconocidos por la Universidad Nacional Autónoma de México, se presenta actualmente como Universidad propia, fundada por miembros y amigos del Opus Dei. Vinculados a la Universidad Panamericana se encuentran otros centros como una clínica oftalmológica situada en la capital mexicana. Por el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE), equivalente del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa de Barcelona, han pasado ejecutivos de más de mil quinientas compañías mexicanas y como ha señalado J. M. Tellezgirón, «todo ahí es high, very high. Se ofrecen cursos muy especiales a empresarios de muy alto nivel, los cuales pagan cantidades astronómicas por asistir». El IPADE posee además una filial denominada I C A M I o Instituto de Capacitación y Adiestramiento de Mandos Intermedios, dedicado a ejecutivos medios y en donde el Opus Dei recluta a miembros agregados. Una vez instalada la Residencia Universitaria Panamericana en México D.F., ésta extendió sus ramificaciones a Guadalajara, San Luis de Potosí y Monterrey. El Centro Latinoamericano de Estudios Universitarios «Hogar y Cultura», junto con la Escuela de Administración de Instituciones (ESDAI), están dedicados a las mujeres de la Obra. Existen dos residencias universitarias masculinas, Centro Internacional de Estudios Superiores y Centro Cultural «Lindavista», ambas en el Distrito Federal; en Guadalajara, la Residencia Universitaria «Alto Valle»; en San Luis de Potosí, el Centro Dauro; en Hermosillo, la Residencia Universitaria «Centenario». Miembros del Opus Dei desempeñan otras actividades complementarias en la capital mexicana a través de un Instituto Superior de Cultura y Arte; la librería Ibis para libros y exposiciones de arte; Ediciones Rialp Mexicana; y Editora de Revistas, S.A., con las publicaciones Istmo y Resumen. La revista Istmo está dedicada al área centroamericana y el Opus Dei cuenta con otra revista Arco, desde Venezuela, para el área de los países bolivarianos. Pero, sin duda, la obra faraónica emprendida por el Opus Dei en México es el complejo de Montefalco, en Morelos, con un centro de promoción campesina, una casa de retiros, dos colegios, una escuela de capacitación agraria y una escuela femenina de hostelería. Montefalco se ha convertido en escaparate y símbolo del poder de la Obra de Dios en México y como supernumerarias y cooperadoras ilustres del Opus Dei mexicano se señalan la esposa del ex presidente Díaz Ordaz, Amalia López Negrete de Corona y la familia García Pimentel, que donó la finca de Montefalco cuando era una vieja hacienda colonial con miles de hectáreas en estado de abandono. Anteriormente, el Opus Dei había logrado explotar hábilmente el filón que representaba en México el apoyo incondicional de grandes propietarios de haciendas de La Gavia, Huixcolco, San Carlos, Mimihuapan y Monterrey. A partir de la experiencia mexicana, una de las iniciativas de promoción social y de apostolado del Opus Dei en Latinoamérica fueron las Escuelas Familiares Agrarias (EFA), creadas con proyección internacional, como centros de formación permanente de campesinos y de promoción rural, que extendieron por algunos países del hemisferio sur americano. La penetración del Opus Dei en el continente americano se inició en México y posteriormente, entre 1949 y 1953, hacia el norte en Estados Unidos y en 1957 en 72
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Canadá. Desde México se expandieron hacia el sur en Chile y Argentina a partir de 1950. En 1951 en Colombia y Venezuela. En 1953 en Guatemala. En 1957 en Brasil; en 1958 en Salvador; en 1959 en Costa Rica, y en 1962 en Paraguay. Estas fechas son aproximadas, pues tras la llegada del primer grupo formado por numerarios sacerdotes y algún laico discurren siempre algunos años hasta la implantación de un núcleo más estable, cuya característica más acusada es la presencia de las mujeres, como numerarias encargadas de la intendencia de los centros regentados por los hombres de la Obra y también del apostolado entre las mujeres o jovencitas del país donde se han implantado. Paralelamente, desde España otros miembros del Opus Dei fueron completando esta penetración, como por ejemplo, en el verano de 1966, cuando dos socios de la Obra, el catedrático de Derecho Administrativo Gómez Antón y Alberto Moneada, entonces secretario de la Asociación de Amigos de la Universidad de Navarra, hicieron un largo viaje por tierras de América para aumentar el afianzamiento de la Obra de Dios en el continente americano. Allí entablaron contactos con organismos oficiales tanto en México como con la Oficina Nacional de Racionalización de la Administración Pública del Perú (ONRAP), la Escuela Superior de Administración Pública en Colombia y la Oficina Central de Coordinación y Planificación de Venezuela. A través de estos contactos los miembros del Opus Dei pretendían que el IESE de Barcelona pudiera exportar algunos de sus cuadros y recibiera, a su vez, clientela de los países de Latinoamérica. La formación de técnicos empresariales no era, sin embargo, el objetivo más importante del viaje de los dos miembros numerarios del Opus Dei: gracias a ellos quedaron definitivamente constituidas las Asociaciones de Amigos de la Universidad de Navarra en México, Colombia, Perú, Venezuela, Chile y Estados Unidos, y se sentaron al mismo tiempo las bases para constituir otras asociaciones similares en Ecuador, Canadá y Puerto Rico. El Opus Dei abrió su primera casa en Chicago en 1949; pero la penetración no se llevó a cabo por lo menos hasta 1953, coincidiendo con la apertura exterior española y la firma del acuerdo para la utilización de bases militares americanas en España. El introductor fue el español Luis María Garrido, quien sería pronto seguido por Ángel López Amo, preceptor que fue del príncipe Juan Carlos de Borbón e importante ideólogo de la Obra de Dios, muerto en accidente de automóvil en 1956. Los intentos de penetración se limitaron en una primera fase a las universidades y la captación de miembros se realizó principalmente dentro de los Newman Club que acogen a los estudiantes católicos de las universidades norteamericanas. De las aulas de la Chicago University y del Illinois Institute of Technology salieron algunos de los primeros miembros norteamericanos del Opus Dei. El primer norteamericano miembro de la Obra, Richard Rieman, un antiguo marine, pidió la admisión después de terminar sus estudios universitarios en 1950. Hubo también intentos a nivel de profesorado, con escaso éxito, en la John Hopkins University y en Harvard University. A nivel institucional hubo posteriormente un acuerdo de asociación en los años sesenta con la Harvard Bussiness School por parte del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE), centro dependiente de la Universidad de Navarra instalado en Barcelona. La expansión de la Obra de Dios en Norteamérica no pudo ser rápida y de gran efecto, y encontró muchas mayores dificultades que en México. La penetración en los estratos altos de la sociedad norteamericana, de cultura protestante, sólo fue 375
mínima. No obstante, entre los cooperadores más notables del Opus Dei en Estados Unidos se señalan David M. Kennedy, presidente del Continental Illinois Bank y secretario del Tesoro de la Administración Nixon; y M. Erikson, uno de los directivos y propietarios de la gigantesca agencia de publicidad McCann Erikson. Entre los dirigentes de la Obra se comentó entonces como un triunfo que uno de los reyes de la publicidad norteamericana fuera socio cooperador de la Obra de Dios en Norteamérica. Los anglosajones protestantes blancos, white anglosaxon protestants o wasp, componen algo menos de la mitad de la población de Estados Unidos, aunque conservan una identidad que los diferencia del resto del país, lo cual les asegura una posición dominante en los centros de decisión política y económica. Dadas las dificultades para penetrar en los medios wasps, el Opus Dei prefirió reclutar sus miembros en sectores integristas de la minoría católica. Siguiendo el modelo clásico utilizado por los altos estratos de la sociedad norteamericana, el Opus Dei se sirvió también de los banquetes para su penetración. Así, por ejemplo, los duques de Badajoz, Luis Gómez-Acebo y Pilar de Borbón, fueron invitados de honor en una recepción durante los años sesenta que, con carácter benéfico, fue organizada por Manuel Barturen, representante entonces en Nueva York del Banco de Bilbao y miembro con importantes responsabilidades económicas dentro de la Obra que terminó su carrera financiera encarcelado en España en 1984. La recaudación del banquete fue superior a 50.000 dólares y muchas personas, que no pudieron asistir a la recepción, enviaron no obstante los cien dólares que costaba el cubierto. El dinero fue destinado a Schuyller Hall, residencia para estudiantes varones dirigida por el Opus Dei y el objeto de la fiesta fue no sólo el de recaudar fondos, sino que era también dar a conocer las actividades apostólicas del Opus Dei en los Estados Unidos. A finales de los años sesenta y comienzos de los setenta, el Gobierno de los Estados Unidos trató de resolver el problema de los ghettos, empleando en ello mucho dinero, y el Opus Dei aprovechó la ocasión: se acogió a los programas gubernamentales e instaló en Chicago un centro, Midtown, para hispanos, asiáticos e hijos de negros; además de otro, Rosedale Club, para chicas descarriadas en el Bronx neoyorkino. Desde su implantación los miembros del Opus Dei compraron una casa editorial, Scepter Press, domiciliada en Chicago, que fue la ciudad de mayor actividad en los apostolados del Opus Dei, hasta que en 1962 el país quedó dividido en tres regiones, convertidas más tarde en tres vicarías regionales, Este, Medio Oeste y Oeste; Chicago, Madison y San Luis fueron las ciudades del Medio Oeste donde la implantación del Opus Dei ha sido más fuerte. Los miembros del Opus Dei pertenecen primordialmente a profesiones liberales y viven, sobre todo, en el Este y Medio Oeste, con la particularidad de que algunos de los cooperadores son también miembros de logias masónicas. Con el apoyo del arzobispo de Nueva York, el cardenal O'Connor, y del cardenal Law, el Opus Dei mantiene instaladas residencias universitarias en Harvard, Columbia y Massachussets Institute of Technology; además de Yale, Princetown y Notre Dame. Estas residencias universitarias tienen nombres evocadores de lugares o sitios pintorescos como Elmbrook House, Riverside Study Center, Northview, Wespine Bayridge, Hegdgerow, y disimulan su dependencia de la Obra. 74
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Por citar un caso concreto de proselitismo universitario, en Saint Louis U n i versity de Washington, un sacerdote numerario del Opus Dei, Hilary Mahaney, se ha dedicado a la captación de estudiantes que a su vez han atraído hacia él a otros estudiantes como la piedra caída en el lago que produce, con su ejemplo y su palabra, un primer círculo y éste, otro y otro y otro, cada vez más ancho, según la máxima 831 de Camino. Establecido un primer contacto, Mahaney cita en algún lugar del campus al neófito y le invita de entrada a confesarse para conseguir la dirección espiritual. De esta manera Mahaney logró constituir un grupo de una docena de seguidores en 1989; repartió además centenares de rosarios acompañados de instrucciones para su empleo entre otros estudiantes católicos universitarios. Sin embargo, existen reacciones en contra y capellanes católicos han protestado ante sus obispos contra las prácticas de captación utilizadas por miembros del Opus Dei en los campus universitarios de los Estados Unidos. Se recuerda sobre todo el caso de un joven estudiante de Columbia University que asistió a un retiro organizado por el Opus Dei durante un fin de semana en el estado de Nueva Jersey y el sábado por la noche cogió miedo y huyó del centro de retiros de la Obra para refugiarse en la comisaría de policía más próxima. Luego contó que allí se hablaba poco de Jesucristo y mucho de Escrivá y del «espíritu de la Obra». Otro de los pasos del Opus Dei en Estados Unidos fue establecer legalmente una asociación cultural sin fines de lucro, una en la Costa Este y otra en la Costa Oeste, registrada bajo el nombre de Association for Educational Development en 1967. La dirección que el Opus hace constar como domicilio oficial de la Asociación es 600, 21 st. Avenue, San Francisco, California. Como tesorero aparece Mark Baur, quien declaró oficialmente con fecha 8 de mayo de 1989 un ingreso de 622.579 dólares como ayuda exterior recibida y un valor en bienes inmuebles de 3.360.230 dólares correspondientes a terrenos, edificios y materiales. Esta sociedad cultural es común tanto a la sección de hombres como a la de mujeres y en la lista de donantes aparecen numerarias de la Obra como Diana W i l kiemayer, Kathryn Kelly y Diana Jackson, que no disponen ni de un centavo en su vida privada. Su financiación procede de fuera de Estados Unidos y la mayor parte de sus operaciones bancarias, tanto de préstamos como de hipotecas, tienen su origen en Europa, en la Fundación Limmat de Zurich y en la Fundación RheinDonau Starnberg, en Alemania, aunque también cuenta el Opus Dei en Estados Unidos con la ayuda financiera del grupo Legatus y con algunos subsidios facilitados por los caballeros de la Orden de Malta, aparte claro está de las aportaciones individuales y donaciones de sus miembros. En Estados Unidos el Opus Dei cuenta con sólo tres docenas de sacerdotes numerarios y poco más de mil miembros de ambos sexos que, junto con los cooperadores y simpatizantes logran sumar unas 3.000 personas, de las cuales 500 se encuentran en Chicago y alrededores; el resto se encuentra distribuido en núcleos urbanos de Washington, Boston, Chicago, New York, Madison, Saint Louis, Los Ángeles y San Francisco. Uno de los dirigentes del Opus Dei en Estados Unidos. Ignatius Gramont, declaró textualmente al diario New York Times que «el Opus Dei no puede ser visto como sujeto a dirección española, ya que hay varios americanos en el cuartel general en Roma». Con esta declaración el dirigente de la Obra jugaba con el equívoco intentando probar que la dirección del Opus Dei era 77
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multinacional pero no española, lo cual era manifiestamente falso entonces y después de haber realizado tales declaraciones. El Opus Dei se instaló en Canadá a petición del cardenal Léger, entonces arzobispo de Montréal hacia 1957 y fue en 1968 cuando la Obra instaló el dispositivo de instalación permanente, tras crear en Québec la Fondation pour la Culture et l'Education, que cuenta en su activo con una docena de inmuebles residenciales y gestiona fondos financieros evaluados en 3,5 millones de dólares canadienses. A principios de los años ochenta se detectaba una actividad constante, con implantación por parte de miembros del Opus Dei en las diócesis de Montréal, Québec, Nicolet, Valleyfield, Ottawa y Toronto, organización de clubes de padres de familia y cursos de orientación familiar, además de las otras actividades habituales de formación en el «espíritu de la Obra»; como plataformas apostólicas se usaron los clubes Haratan en Québec, Woodlands en Toronto y Chinook en Drummondville. El estilo del Opus Dei en Canadá consiste en instalar lujosas residencias para universitarios y universitarias, junto con centros de contacto o de formación y de retiros espirituales, como el centro cultural Ullerston en Toronto. En Montréal existe una residencia en la rué Plantagenet, donde viven cinco numerarios que disponen de oratorio para sus rezos y una sala de encuentros o conferencias para el apostolado exterior de la Obra. Los miembros del Opus Dei cuentan también en Montréal con dos residencias para numerarios en avenue des Pins y avenue du Musée. Por su parte, las numerarias tienen otras dos residencias en Redpath Crescent y boulevard Rosemont. El número total de miembros no sobrepasa en Canadá los ciento cincuenta, hasta cuatrocientos si se le añaden cooperadores y simpatizantes; la mayoría son originarios de Québec, por ser la región de Canadá con fuerte arraigo de la cultura católica. Hasta 1986 el cargo de dirigente máximo de la Obra en Canadá estuvo ocupado por un sacerdote numerario español, José Luis Soria, para pasar a ser ocupado luego por un autóctono apellidado Haddock, ordenado sacerdote del Opus Dei en 1965 y capellán de diversas residencias de la Obra en Estados Unidos antes de desempeñar el cargo de vicario en Canadá. La penetración del Opus Dei en América Central se inició en Guatemala hacia 1953 con la llegada de dos sacerdotes numerarios españoles, pero hasta 1955 no puede decirse que hubiera un núcleo estable, tras la llegada de tres numerarias, dos mexicanas y una española, que se encargaron de la administración de la primera residencia del Opus Dei en tierras centroamericanas. El estilo de implantación ha sido doble, por una parte dirigido a las élites locales de profesiones liberales y de la política, que se acompaña de una actividad social centrada en otras capas de la población con centros de formación obrera y campesina, muy deficitarios, pero utilizados como escaparates para la captación propia y como reforzamiento de la buena conciencia entre la burguesía guatemalteca. El Opus Dei moviliza varios centenares de personas entre miembros, cooperadores y simpatizantes. La presencia del Opus Dei es corporativa en Guatemala, con varios centros como la Escuela Técnica de Hostelería Zumil, el Instituto Femenino de Estudios Superiores (IFES) y Kinal, centro de capacitación de obreros en Mixco, barrio de la capital guatemalteca. 81
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El Opus Dei fue introducido en Venezuela por Odón Moles Villaseñor, sacerdote numerario, que llegó acompañado de otros miembros numerarios españoles, como Bartolomé Roig, en octubre de 1951. Más tarde, la captación apostólica se centró con fuerza en la burguesía media, especialmente entre los profesionales. En Venezuela, el Opus Dei, aparte de controlar algunas empresas, sobre todo textiles, llegó a poseer una indudable fuerza política, acrecentada con la presencia en el poder del partido socialcristiano C O P E L El Opus Dei cuenta en Venezuela con una fuerte implantación en Caracas, Valencia y Maracaibo, así como núcleos dispersos en otras ciudades del país. Maracaibo es la segunda ciudad del país situada en la zona petrolera y Valencia es una ciudad industrial, cuarta en importancia, existiendo universidades estatales en ambas ciudades. En Caracas cuenta con el Centro Araya, sede central del Opus Dei en Venezuela, la residencia universitaria Monteavila y el liceo Los Arcos. En Maracaibo, la residencia universitaria Sinamaica y en Valencia, el centro cultural Llano Ancho, que organiza conferencias, tertulias, cursos de orientación y seminarios. La cobertura legal utilizada para estos centros es la Asociación Venezolana de Fomento Cultural. Otra asociación civil sin fines de lucro, Asac, Asociación de Arte y Ciencia, se constituyó en 1961 antes de la apertura de la residencia Dairén para universitarias en Caracas y de la residencia Albariza en Maracaibo, para dar cobertura legal a ambas residencias femeninas del Opus Dei. También existen escuelas como Etame y Los Samanes, en Caracas y Maracaibo, para empleadas del hogar o sirvientas, que en el Opus Dei son llamadas también «numerarias auxiliares». La presencia en la política es una de las características más acusadas del Opus Dei en Venezuela. Desde la llegada del partido COPEI al poder, su influencia se fortaleció entre los políticos demócratacristianos venezolanos. Hubo quienes pertenecían al Movimiento familiar cristiano y a los cursillos de cristiandad que se adhirieron al Opus Dei por ofrecer una espiritualidad católica en apariencia más moderna y, sobre todo, más agresiva. Así, el Opus Dei comenzó a ser considerado como una organización con influencia política cuando emergieron de sus filas, un obispo, dos o más ministros y, por lo menos, cuatro políticos destacados que participaron en el Gobierno. Esta imagen de poder se acrecentó con hábiles estratagemas y se llegó a confundir a cualquier católico que ocupara un cargo público con la condición de miembro del Opus Dei. En la remodelación del gabinete Caldera, realizada en marzo de 1996, figuran como ministros algunos miembros del Opus Dei, entre los que cabe señalar a Carlos Altimari Gásperi. Asimismo, el segundo hijo del presidente Caldera (en el poder desde febrero de 1994) José Tomás, aunque no ostenta cargos políticos, se encuentra vinculado a la Obra. Se desconoce el número exacto de miembros del Opus Dei en Venezuela, aunque se cree que el núcleo principal no excede de doscientos cincuenta. Esta cifra es además muy relativa, porque existe un trasiego constante y desde Venezuela hubo exportación de numerarios y numerarias para reforzar el apostolado en otros países como Uruguay, Brasil y Estados Unidos. Otros tres países del hemisferio, Colombia, Perú y Chile, son exportadores netos de miembros de la Obra, manteniéndose sin embargo un número constante en cada uno de los países, cuyo núcleo principal oscila alrededor de doscientos cincuenta miembros de ambos sexos. En cada uno de estos tres países el Opus Dei 379
cuenta con universidad propia para el reclutamiento de nuevos miembros: La Sabana en Colombia, Piura en Perú y Los Andes en Chile. En octubre de 1951 tuvo lugar la llegada a Colombia del primer sacerdote numerario del Opus Dei, Teodoro Ruiz Jusue. En la primera fase de implantación existió una fuerte ofensiva en los medios universitarios, sobre todo en la Universidad Católica de Los Andes. Con Octavio Arizmendi, al frente del ministerio de Educación Nacional, el Opus Dei realizó avances tan significativos en Colombia como en sus primeros tiempos españoles, durante la época de Ibáñez Martín. El objetivo más importante de la Obra en Colombia sería la fundación de la Universidad de La Sabana, siguiendo el modelo de la Universidad de Navarra; además de una lenta penetración en las élites católicas locales, arrebatando el protagonismo a otros grupos y organizaciones de la Iglesia católica. Los miembros del Opus Dei se dedicaron también en Colombia a un tipo curioso de actividad apostólica. El diario El Espectador, con fecha 18 de febrero de 1966, señalaba que miembros del Opus Dei habían informado el 25 de noviembre de 1965, que el cura guerrillero Camilo Torres se encontraba en el municipio de Chiscas, en Boyacá, y que el comandante del Ejército, general Ayerbe Chaux, había desmentido la noticia. Camilo Torres sería posteriormente muerto el 17 de febrero de 1966, por una patrulla del ejército colombiano. Con sus delaciones, los miembros del Opus Dei colombiano habían participado también en la cacería. En este caso no se trataba de «neutralizar» a los partidarios de la Teología de la Liberación, sino de la exterminación pura y simple de un sacerdote católico hermano. La presencia efectiva de la Obra de Dios en Perú se remonta a octubre de 1957 cuando se encargó de la prelatura territorial de Yauyos y Escrivá nombró al frente de ella a Ignacio Orbegozo, uno de los primeros seguidores, que junto con algunos sacerdotes numerarios comenzaron aquel apostolado en las alturas andinas por concesión especial del Vaticano. En 1962 amplió la prelatura con Cañete, en la costa, instalando allí el instituto rural Valle Grande, considerado como obra corporativa del Opus Dei. La labor apostólica entre los universitarios se centró primero en la Universidad Católica, hasta la puesta en funcionamiento de la Universidad de Piura en 1970, situada en la costa norte, que siguió los pasos de la de Navarra; fue financiada con donaciones de terrenos por parte de la burguesía local, más una fuerte ayuda americana en dólares y aportaciones importantes de fundaciones alemanas, suizas y españolas vinculadas al Opus Dei. En Lima y alrededores, el Opus Dei posee cuatro residencias destinadas a estudiantes universitarios de ambos sexos, en donde se les alberga en grupos reducidos. En Perú, los miembros del Opus Dei se han preocupado, según el esquema habitual, de reclutar miembros en los medios universitarios, además de los profesionales y la llamada «alta sociedad», entre ellos algunos banqueros. Su influencia en medios políticos no ha sido excesivamente destacada. En Chile, el sacerdote numerario Adolfo Rodríguez fue quien lo introdujo desde España en 1950, pero su penetración fue posterior, a partir sobre todo de 1958. Su campo de acción se limitó a la ciudad de Santiago, principalmente entre estudiantes universitarios, aunque luego ampliaron paulatinamente su acción apostólica. 380
En Santiago de Chile cuentan con la residencia universitaria Alameda y el colegio Tabancura, considerado como uno de los colegios de enseñanza media más caros y exclusivos de Chile. No obstante, el proyecto de mayor envergadura en el campo de la enseñanza ha sido la Universidad de Los Andes, que inició sus actividades en 1990, siguiendo el modelo de las otras universidades del hemisferio y de la Universidad de Navarra. Las mujeres del Opus Dei también desplegaron una gran actividad montando en Santiago la residencia universitaria Araucaria, un instituto de secretariado e intérpretes, una biblioteca para «señoras» supernumerarias y la academia Fontanar destinada a las empleadas domésticas. El desarrollo del Opus Dei en Chile coincidió con la segunda mitad del Gobierno de Frei, es decir, con el periodo declinante de la «revolución en libertad», por lo que le fue relativamente fácil penetrar en los medios católicos, tanto eclesiásticos como civiles. Los miembros del Opus Dei atacaron el reformismo demócratacristiano con influencias jesuíticas, considerándolo un «fracaso» político. Con la dictadura del general Pinochet, el Opus Dei amplió sus actividades, con particular actividad en el ministerio de Educación; miembros del Opus Dei intervinieron en la elaboración de los programas escolares. También captó altos mandos militares como el almirante Martínez Bush y el coronel Cristian Labbe, empresario de prensa de extrema derecha y consejero personal del general Pinochet, así como otros empresarios y dirigentes de organizaciones patronales vinculadas a la dictadura. Miembros del Opus Dei están presentes en la cadena de televisión Megavisión; en los diarios El Mercurio, La Segunda, Qué Pasa y Ercilla; y en las radios Agricultura, Portales, Minería, Chilena A. M. y San Cristóbal F. M. Iniciaron la penetración en las capas altas de la sociedad, así como también entre los campesinos a través de una escuela agrícola en la provincia de Curico. En uno de los barrios elegantes de Santiago el general Pinochet inauguró en 1978 la avenida Escrivá de Balaguer que se encuentra haciendo esquina con otra avenida dedicada al papa Juan X X I I I . Las cifras de efectivos reales del Opus Dei en Chile son veinticuatro sacerdotes que forman el núcleo principal con unos doscientos cincuenta miembros de ambos sexos aproximadamente. El total se puede elevar a dos m i l , si se añaden cooperadores y simpatizantes. En 1957 llegaron a Brasil los primeros miembros del Opus Dei instalando una residencia de estudiantes en Sao Paulo y en 1960 la primera residencia femenina de estudiantes. Existen media docena de centros del Opus Dei, Sumaré, Casa Nova, Río Claro, Aroeira, Casa de Moinho y centro social de Morro Velho, repartidos en los Estados del sudeste brasileño. Con sólo varias docenas de miembros, la presencia del Opus Dei es simplemente testimonial en el país más poblado de Latinoamérica, con 159 millones de habitantes. En Asunción, capital de Paraguay, el Opus Dei cuenta con dos residencias y un centro. Se advertía además su influencia entre algunos dirigentes del partido Colorado, en el poder desde 1947 y que mantiene desde entonces un régimen de monopolio político, tanto en la administración del Estado como en el Ejército. Varios consejeros del general Andrés Rodríguez, que se convirtió en presidente provisional de Paraguay y era consuegro del dictador Stroessner, estaban considerados como cooperadores o simpatizantes del Opus Dei. Miembros del Opus Dei debieron, sin embargo, afrontar una nueva situación y se mostraron partidarios de la renovación, aunque con notable pérdida de influen381
cia política, tras la llegada de Juan Carlos Wasmosy como nuevo presidente de la República en 1993, partidario de la apertura y el diálogo, que sigue tropezando con presiones militares en el ejercicio de su mandato. Fue durante el régimen militar impuesto durante los años setenta en Uruguay cuando miembros del Opus Dei iniciaron su penetración en el país, a partir de Buenos Aires. El Opus Dei cuenta con varias residencias y centros en la capital de Uruguay, Montevideo; por otra parte, es importante su penetración en círculos políticos del régimen militar impuesto por la fuerza de las armas en 1973. Así surgieron los políticos miembros de la Obra, en incubadora política al calor de una dictadura. En septiembre de 1991, un miembro del Opus Dei, Carlos Delpiazzo, logró acceder a la cartera de ministro de Sanidad. Su primera intervención política fue acabar con la campaña oficial contra el Sida, afirmando que era una invitación pública a la promiscuidad y que contribuía además a una degradación de los valores morales. El nuevo ministro hizo lanzar otra campaña de prensa y televisión que sustituyó a la anterior, en donde se recomendaba la abstinencia sexual antes del matrimonio y la continencia en las parejas matrimoniales. Otro miembro del Opus Dei, Mariano Brito, ministro uruguayo de la Defensa, intervino también por su parte para detener unas investigaciones de fecundación in vitro realizadas en un hospital militar bajo su jurisdicción. La oposición desató una campaña política acusándoles de regresar a situaciones dignas de la Edad Media. Otro ministro, el de Cultura, y el presidente del Banco Central, Ramón Díaz, estaban considerados igualmente miembros del Opus Dei. El segundo era el personaje político más polémico por ser el promotor de la política económica ultraliberal del Gobierno, cuyas consecuencias fueron desastrosas para Uruguay. El presidente Luis Alberto Lacalle se negó, sin embargo, a destituir a los ministros miembros del Opus Dei, como exigieron los partidos de la oposición, pero con un Gobierno minoritario en el Congreso e incapaz de negociar coaliciones gubernamentales, la falta de eficacia política llevó a la derrota a los Blancos del Partido Nacional y en las elecciones de noviembre de 1994 resultó triunfador Julio Sanguinetti, líder del centrista Partido Colorado. La presencia de ministros miembros del Opus Dei se recordará como una pesadilla en Uruguay entre 1991 y 1994. Miembros del Opus Dei adquirieron el Banco del Plata en Montevideo, gracias a los créditos facilitados por Rumasa. Tras la expropiación del holding español en 1983, estos créditos utilizados por el Opus Dei, de un total aproximado de 877 millones de pesetas, fueron reclamados oficialmente, pero nunca fueron devueltos y el Gobierno español los consideró irrecuperables. En otros países de América Latina como Ecuador o Bolivia se advierte una presencia testimonial de miembros del Opus Dei, pero es de poca relevancia, excepto en Argentina, donde comenzaron un sacerdote numerario, Ricardo Fernández Vallespín, y dos numerarios, Francisco Ponz Piedrafita e Ismael Sánchez Bella, allá hacia el año 1950. La primera casa del Opus Dei fue abierta en la ciudad de Rosario y luego se abrió otra en Buenos Aires. En 1952 llegaron las primeras mujeres que se encargaron de la intendencia en las dos casas ya abiertas. A partir de 1965 la Obra de Dios comenzó a adquirir un fuerte desarrollo en Argentina, con varias residencias en Buenos Aires y Rosario, un complejo educativo en el barrio bonaerense de Bellavista, además de La Chacra, una casa de reti83
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ros en los terrenos de una antigua estancia; además de la Universidad Austral, centro propio de categoría universitaria. Paralelamente hubo penetración del Opus Dei en las Fuerzas Armadas argentinas que ya estaban empeñadas en la defensa del «mundo occidental y cristiano». Las Fuerzas Armadas fueron cubriendo el vacío de poder primero y de administración luego, que desembocó en una terrible dictadura entre 1976 y 1983. Como miembros y cooperadores del Opus Dei cabe destacar a capellanes militares y a algunos oficiales de la Armada colaboradores del almirante Emilio Massera, jefe naval de la Dictadura, quien luego sería condenado por sus crímenes a cadena perpetua. En Argentina hubo también militantes de la agrupación ultraconservadora «Tradición, Familia y Propiedad» que se adhirieron al Opus Dei. La cifra de efectivos en Argentina alcanza 285 miembros aproximadamente, sin contar cooperadores ni simpatizantes. Entre los miembros del Opus Dei había a comienzos de 1989 un total de doce obispos, uno en Austria y los once restantes en América Latina: Francisco Guruceaga, obispo de La Guaira, en Venezuela; Juan Ignacio Larrea, obispo de Guayaquil, en Ecuador; Hugo Puccini, obispo de Santa Marta, en Colombia; Fernando Saenz, obispo auxiliar de Santa Ana, en El Salvador; Alfonso Delgado, obispo de Santo Tomé, en Argentina, y Adolfo Rodríguez, obispo de Los Ángeles, en Chile. Los restantes obispos miembros del Opus Dei se encuentran en el Perú: Ignacio Orbegozo, obispo de Chiclayo; Luis Sánchez Moreno, obispo de Yauyos; Enrich Pelach, obispo de Abancay; Juan Antonio Ugarte, obispo auxiliar de Cuzco y Juan Luis Cipriani, obispo auxiliar de Ayacucho. 87
OTROS CONTINENTES
Aparte de la penetración del Opus Dei por medio de algunos jefes militares españoles de guarnición en las colonias del Sahara Occidental, la llegada del Opus Dei a África se realizó de la mano de Gastón Mojaisky, antiguo consejero de la nunciatura del Vaticano en México, que había apoyado fervientemente todas las iniciativas del Opus Dei. Mojaisky había sido destinado a Nairobi y vio que el Opus Dei tenía la oportunidad de instalar una universidad católica en el este de África. Con la ambición de montar la primera Universidad católica africana, el Opus Dei comenzó sus actividades en enero de 1958 abriendo Strathmore College, un colegio-residencia que sirviera de puente entre la enseñanza secundaria y la universidad, en Nairobi, la capital de Kenya. Las mujeres del Opus Dei abrieron, por su parte, una escuela de secretariado, Kianda Secretarial College, un colegio de segunda enseñanza y la escuela primaria Kibondeni que expide certificados de «administración institucional» a amas de casa analfabetas de la élite africana. A finales de los años sesenta miembros del Opus Dei instalaron una residencia en Lagos, Nigeria, después de haber estudiado desde 1965 su implantación. También hay miembros del Opus Dei en otros tres países, Zaire, Camerún y Costa de Marfil, que completan la presencia testimonial del Opus Dei en el continente africano. En el sudeste de Asia, el Opus Dei se implantó en las islas Filipinas a mediados de los años sesenta. Fueron dos numerarios filipinos y un sacerdote numerario 383
norteamericano que habían estudiado y conocido el Opus Dei en la costa este de los Estados Unidos. Llegaron a Filipinas en 1965 y el primer grupo de mujeres les siguió un año más tarde. La penetración del Opus Dei en Filipinas se ha realizado por medio de un centro cultural, un centro de conferencias, una escuela de formación profesional para futuras criadas y camareras, además del Centro de Investigación y Comunicación, fundado en 1967, que es un instituto de estudios económicos y de formación empresarial del cual dependen dos centros de formación profesional obrera, uno de los cuales está financiado por la fundación Hans Seidel desde Alemania. Considerado un país predominantemente católico, Filipinas cuenta aproximadamente con quinientos miembros del Opus Dei, incluyendo en este número cooperadores y simpatizantes. El arzobispo de Manila, cardenal Jaime Sin, preguntado acerca de la participación del Opus Dei en la política filipina, respondió: «Es difícil establecer el papel que ha jugado, porque sus hombres, que no son pocos en Filipinas, actúan en total secreto». En Australia se instalaron cinco miembros del Opus Dei en 1963, cuatro norteamericanos dos de ellos sacerdotes numerarios y un sacerdote numerario español, Juan Massó, que se transformó en father John Masso y fue el primer capellán y vicario visible del Opus Dei en Australia. El Opus Dei inició sus actividades con centros de estudios, residencias, un centro de formación en trabajos del hogar, más dos colegios para niñas y niños, aunque no constan oficialmente como centros de la Obra. En 1971 comenzó a funcionar como residencia universitaria y centro docente, Warrane College, con capacidad para doscientos estudiantes universitarios, en unos terrenos cedidos por el arzobispo de Sydney, cardenal Gilroy. Paralelamente, se fundó la Educational Development Association, sociedad sin fines lucrativos de la que pasó a depender Warrane College en Sydney. A los tres años de su inauguración, la Universidad de Nueva Gales del Sur constituyó un comité de investigación sobre Warrane College. La chispa detonante del conflicto estalló cuando un numeroso grupo de estudiantes universitarios organizó en el campus un entierro de encapuchados enarbolando cruces de madera, cuatro de los cuales llevaban un ataúd cubierto de un paño negro mortuorio y la inscripción «Opus Dei R.I.P.». Aunque el informe del comité exculpaba al Opus Dei en términos generales, también expresaba su sorpresa por el grado de presión ejercido sobre los estudiantes para adherirse al Opus Dei y por algunas de las normas contenidas en el reglamento interno del college. Por ejemplo, los estudiantes protestaban por la censura, tanto de los diarios como de la televisión y muchos de ellos escapaban en cuanto podían, buscando alojamiento en otras residencias de la Universidad. Después de estos sucesos, el Opus Dei encontró muchas dificultades, incluso entre las autoridades eclesiásticas católicas, para abrir una nueva residencia de estudiantes en Melbourne. El Opus Dei cuenta en Australia con 11 sacerdotes y doscientos miembros aproximadamente, incluyendo esta cifra a cooperadores y simpatizantes. Aunque la llegada al Japón de Fernando Acaso, sacerdote numerario del Opus Dei, se remonta a 1958, el año 1973 representa la fecha del establecimiento verdadero, cuando empezaron las actividades apostólicas del Opus Dei a través del Sei88
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do Cultural Center que sirvió de embrión en la implantación, junto con la escuela de lenguas Seido Language Institute. Los primeros miembros del Opus Dei eran originarios de Estados Unidos, Irlanda y España. Seido Cultural Center se encuentra instalado en Ashiya, núcleo urbano situado entre Osaka y Kobe, un área poblada por ocho millones de habitantes y con casi veinte universidades. El obispo de Osaka protegió a la Obra desde su desembarco en 1958. Después de la muerte de Escrivá, en 1975, empezó a funcionar el Centro Nagasaki Seido y, posteriormente, dos colegios de enseñanza, uno femenino y otro masculino, situados en la isla de Kyushu. Las ramificaciones surgieron a partir del Seido Cultural Center, fundando los miembros de la Obra centros con la etiqueta genérica de Seido Systems Schools. El objetivo consiste en explotar la viva necesidad que sienten los japoneses de dominar alguna lengua occidental, principalmente el inglés, realizando simultáneamente el obligado proselitismo. El Opus Dei cuenta en Japón con 12 sacerdotes numerarios, junto con un centenar de miembros aproximadamente, incluyendo en este número cooperadores y simpatizantes. Escrivá que soñaba con una expansión universal de la Obra, llegó a decir un día, dirigiéndose en 1967 a miembros del Opus Dei, que yendo unos por Oriente y otros por Occidente, «así daremos un abrazo de amor al mundo»." Entretanto, el Opus Dei ha conseguido una imagen «ecuménica» con la presencia de miembros de la Obra en los cinco continentes, aunque en la mayoría de los casos su presencia sólo es simbólica. Su centro de mayor interés y hacia donde van dirigidas principalmente sus actividades se encuentra en Roma, con sus constantes intentos de apoderamiento dentro de la Ciudad del Vaticano. Para mayor facilidad en la lectura se utiliza el término Vaticano como sinónimo del Gobierno de la Iglesia, aunque conviene distinguir, al menos en teoría, la Santa Sede, que es el verdadero Gobierno central de la Iglesia, y cuya actividad administrativa se realiza por medio de la Curia romana compuesta de sagradas congregaciones, tribunales y secretarías, de la Ciudad del Vaticano, diminuto Estado dependiente de la Santa Sede. Así, la actividad transnacional del Opus Dei, que aparece como una multinacional religiosa, se complementa intramuros de la Iglesia como una actividad no menos desbordante como grupo de presión internacional, intentando protagonizar, o al menos, controlar, el Opus Dei algunas de las más recientes actividades expansivas de la Iglesia católica a través del mundo.
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Grupo de presión internacional Operación sucesoria en España. — Marquesado de Peralta. — Culto al Fundador. — Enfermedades, viajes y muerte de Escrivá. — Transición española. — Escándalos financieros. — Herencia del Fundador. — Apogeo en el Vaticano. — Prelatura personal. — Turbosantidad del Fundador. — Mujeres en el Opus Dei. — Decadencia. — Grupo de presión internacional.
O P E R A C I Ó N SUCESORIA EN E S P A Ñ A
Durante la dictadura de Franco, el papel de las más altas instituciones del Estado se mantuvo deliberadamente en situación de ambigüedad jurídica y confusión política, especialmente en el caso sucesorio. En el dédalo de primeros prestigios del aparato del Estado en España, Consejo del Reino, Consejo de Regencia, Consejo del Estado, Presidencia de las Cortes, Sólo escasos investigadores se atrevieron a analizar el fondo del problema. Las clave residía en que la Ley de Sucesión significaba su propia autoeliminación para el general Franco. Efectivamente, España era un reino desde 1947, pero como señaló entonces el monárquico José María Pemán, la Ley de Sucesión española era «una ley cautelosa que amontona sobre ese instante (de la sucesión), difícil por sí mismo, una broma de mayores dificultades». La Ley de Sucesión era, según Pemán, «un mecanismo de tipo amadeísta y gótico que embrolla y dilata la esencia misma de la Institución (monárquica), que es su unicidad, claridad y automatismo. En lugar del clásico a rey muerto, rey puesto, un contingente a rey muerto, rey discutido, manoseado y votado: un premioso itinerario, Regencia, Consejo, Cortes, repetido como ir y venir del cántaro a la fuente, con un estancamiento posible de la operación sucesoria durante quince o veinte más días: plazo que, concebido seguramente como un agotamiento de cautelas, puede convertirse en una convocatoria de intrigas o violencias». En la torre de Babel de la dictadura española, como escribió Luciano Rincón, en la que a los únicos que se les entendía era a los que no hablaban, es decir, a los 386
muertos, la única carta segura, cuando estaba en juego la salida del régimen de 1939, residía en que el anciano general, con perspectivas de bisabuelo, que reinaba en El Pardo había reconocido oficialmente como su lazarillo al almirante Carrero Blanco. Y Carrero, vicepresidente de «su» Gobierno, no estaba solo. Detrás, formando equipo con el almirante, se encontraban los ministros miembros del Opus Dei, que desde 1957 habían puesto en marcha una operación política hacia la Monarquía como fórmula de compromiso de salida del Régimen; pero una Monarquía que no resultara del testamento de Franco, sino que fuera su operación en vida, y así los franquistas podían pasar del Movimiento Nacional al movimiento continuo.' El príncipe Juan Carlos de Borbón fue el candidato preseleccionado como sucesor de Franco a título de rey. Después de conversaciones previas de Franco con su padre, inició para ello sus estudios en España, colocando el Opus Dei a miembros suyos como Ángel López Amo y Federico Suárez Verdeguer entre los preceptores y encargados de su educación. Más tarde, cuando hubo dificultades en el matrimonio de Juan Carlos de Borbón con la princesa Sofía de Gluecksburg, que era de religión ortodoxa, la legión de expertos opusdeístas en Derecho Canónico logró en Roma resolver el problema. Durante los años sesenta, otro miembro de la Obra, López Rodó, se convirtió en el supervisor político de la operación sucesoria; también el Opus Dei situó a miembros de confianza como Vicente Mortes, Castañón de Mena, con Luis Valls Taberner para las cuestiones de intendencia, en el entorno del príncipe para romper y también controlar el aislamiento en que vivía Juan Carlos de Borbón en el palacio de La Zarzuela. Por su parte, Don Juan, el padre de Juan Carlos que fue considerado entonces como el candidato dinástico con mayor fachada democrática, se rodeó en Estoril (Portugal) de un organismo consultivo llamado Consejo Privado del que formaron parte casi cien españoles, más de una veintena de los cuales eran miembros del Opus Dei; aunque luego en el Secretariado Político, un auténtico Gobierno en la sombra, colocara a José María Areilza para neutralizar las maniobras y ambigüedades franquistas de los miembros del Opus Dei. Tanto sobre el padre, Don Juan, como sobre el hijo, Juan Carlos, hay suficientes testimonios y bibliografía hasta en los últimos detalles, sobre la pugna que mantuvieron sobre la sucesión, para detenerse aquí sobre ella. Más importante es señalar la presencia continua de Escrivá, fundador y presidente general, en la operación sucesoria española montada por el Opus Dei, con las visitas del fundador al palacete de Montellano en Madrid y la obsesión del Opus Dei desde 1955 para controlar la educación del príncipe, objetivo que consiguió en una primera etapa, para luego ampliarlo, fortaleciendo políticamente a su candidato. Sin embargo, además de los tecnócratas franquistas partidarios de Juan Carlos y los monárquicos liberales o juanistas, partidarios de Don Juan, existían en España otras especies híbridas de monárquicos como, por ejemplo, los tradicionalistasjuanistas, llamados también «estorilos», a medio camino entre la rama alfonsina y carlista. Entre los candidatos en la carrera de la sucesión a Franco estuvieron además bien situados Carlos Hugo de Borbón Parma y Alfonso de Borbón Dampierre. Si al primero llegaron a apoyarle decenas de miles de carlistas, el segundo llegó a contar desde su matrimonio y hasta la muerte del dictador con el poderoso apoyo 2
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de la familia Franco. Las maniobras del Opus Dei con respecto al candidato carlista merecen un análisis pormenorizado, porque demuestra fehacientemente que la ambición de la Obra de Dios consistía en estar presente en el escenario político español, respaldando a cualquier otro candidato monárquico y jugando simultáneamente si hacía falta en varios tableros. En el otoño de 1961, el primogénito del pretendiente carlista al trono de España, el joven Carlos Hugo de Borbón Parma, visitó la Universidad de Navarra, el feudo del Opus Dei en Pamplona. Allí fue inscrito en la Asociación de Amigos de la Universidad de Navarra y fue recibido por catedráticos de ideología carlista y miembros del Opus Dei como Alvaro D'Ors y Pedro Lombardía. Como guía le acompañó en la visita Eduardo Ortiz de Landázuri, decano de la facultad de Medicina y destacado miembro supernumerario del Opus Dei. Carlos Hugo de Borbón Parma contaba con partidarios en España y estaba resuelto a jugar decididamente un papel político, intentando aunar un cierto aperturismo con la doctrina carlista retrógrada del siglo xix para darle un nuevo rumbo ideológico y lograr que se asemejara a una especie de «carlismo-leninismo», aberrante fórmula ideológica con la que esperaba hacer fortuna. Se rodeó para ello de un equipo de colaboradores, con los que formó una Secretaría, entre los que destacaba Ramón Massó, profesor de la Universidad de Navarra y miembro del Opus Dei. La capacidad de convocatoria del carlismo estaba fuera de toda duda. Téngase en cuenta que en la romería de Montejurra, que se celebra anualmente en una montaña de Navarra, por ejemplo, el 5 de mayo de 1963 alcanzaron a reunirse 80.000 personas, simpatizantes carlistas. Por otro lado, en otoño de 1963, cuando se formalizaron las relaciones de noviazgo entre la princesa Irene de Holanda y Carlos Hugo de Borbón Parma, un sacerdote numerario del Opus Dei realizó una serie de visitas a la princesa de Irene en el castillo de su abuela paterna en Dippenheim, Holanda. La nieta seguía los pasos de la madre de Bernardo, Armgard de Lippe, que era una conversa al catolicismo. Ramón Massó, el secretario de Carlos Hugo, fue quien coordenó los movimientos para lograr la conversión de la princesa antes del proyectado matrimonio. Entre tanto, Irene hizo su examen de intérprete de español en la Universidad de Utrecht, en diciembre de 1963. Aprobado el examen, se fue a España de vacaciones para encontrarse con su novio, dedicado en cuerpo y alma a la causa carlista. Finalmente, el 3 de enero de 1964, en la sacristía mayor de la basílica de San Pablo Extramuros de Roma, la princesa Irene de Holanda se convirtió al catolicismo. Estuvieron presentes el cardenal Alfrink, primado de Holanda, que bautizó, confirmó y dio la comunión a Irene. Al acto asistieron familiares del novio de la princesa conversa, junto con dos miembros del Opus Dei, el sacerdote numerario que la dirigió espiritualmente y el secretario de Carlos Hugo, Ramón Massó, que también era miembro de la Obra. La ceremonia se llevó a cabo con el máximo sigilo; la cúpula directiva del Opus Dei, entre ellos Escrivá y Portillo, intervino para allanar los obstáculos a la conversión, sobre todo, si el nuevo bautismo anulaba o invalidaba el recibido por Irene en su antigua confesión. Los canonistas de la Obra lograron convencer al cardenal Alfrink, que necesitaba muy pocos argumentos para estar convencido, que el bautismo luterano recibido en Londres por Irene en 1943 no era válido. 4
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A partir de entonces hubo división de opiniones. Si por una parte, los miembros del Opus Dei y la familia del novio eran partidarios de informar sobre el paso religioso dado por Irene con su conversión al catolicismo, desvinculado del noviazgo que mantenía con el príncipe Carlos Hugo, la familia real holandesa prefería unirlo al anuncio de su compromiso matrimonial con un príncipe católico. En la tesitura, los miembros del Opus Dei utilizaron la política de hechos consumados y un diario vinculado a la Obra, El Alcázar, publicó las fotos de Irene de los Países Bajos recibiendo la comunión en la iglesia madrileña de los Jerónimos. El reportero gráfico que cazó tan sensacional noticia se llamaba Jaime Peñafíel y una oportuna llamada telefónica le había avisado que la princesa iría a misa en Madrid a una hora determinada. La fiel acompañante de la princesa Irene a todas partes era Rosario de Andrade que actuaba de inseparable secretaria y había trabajado antes como relaciones públicas en la casa de modas Asunción Bastida, pero durante mucho tiempo, nadie sospechó su verdadera personalidad, vinculada al Secretariado de Carlos Hugo y pieza del engranaje montado alrededor de la opción carlista, que concluyó su función cuando terminó su utilidad para el Opus Dei. Miembros de la familia de Carlos Hugo de Borbón Parma también llegaron por aquellas fechas a Pamplona, antaño feudo carlista convertido en ciudad dominada por el Opus Dei. Su hermana María Teresa, la «infanta de Navarra» como la llamaron por su prolongada estancia en Pamplona, se matriculó como alumna para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Navarra. María Teresa de Borbón Parma se hospedó en el Colegio Mayor Goimendi, de la sección femenina del Opus Dei, pero pronto abandonó el Colegio Mayor y se hospedó en un hotel; posteriormente alquiló un piso. Eso no fue obstáculo para ser nombrada madrina del paso del Ecuador de la facultad de Derecho, colegiala mayor honoraria de Goimendi y su despedida de la Universidad tuvo todos los honores y homenajes oficiales posibles. El recibimiento hecho por el vicerrector, Ismael Sánchez Bella, y por los profesores había sido correcto. Pero las mujeres del Opus Dei que dirigían el Colegio Mayor comentaban que sus colegas carlistas, miembros también del Opus Dei, las obligaban a tratar a María Teresa de Alteza, incluso con amenazas, y que la situación se había hecho insostenible. No es raro que los secretarios especialmente, empeñados en aquella lucha partiendo de la nada, hubieran utilizado el arma de la santa coacción, incluida en la panoplia del militante de base del Opus Dei. Si a María Teresa se la trataba de tú, pensarían que en la Universidad del Opus Dei se despreciaba a la dinastía carlista. Si las autoridades académicas fueron correctas, no lo fueron tanto estudiantes y jóvenes profesores pertenecientes al Opus Dei que mostraban sus preferencias hacia la misma línea monárquica sostenida mayoritariamente en la Obra, de la que formaban parte veteranos como Calvo Serer, López Rodó, Pérez Embid y Fontán, que trataba de buscar una síntesis entre la ortodoxia franquista y unas posiciones liberales. La polémica subió de tono cuando se hizo pública una carta despectiva para los Borbón Parma, firmada por un pequeño grupo de estudiantes que, al parecer, todos eran residentes del Colegio Mayor Aralar, considerado como una especie de noviciado del Opus Dei en Pamplona. No se sabe si aconsejado por los dirigentes del Opus Dei, Ramón Massó decidió abandonar su papel de consejero personal del pretendiente carlista y, a prime7
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ros de octubre de 1965, el jefe de la Secretaría de Carlos Hugo y miembro del Opus Dei abandonó Madrid y se incorporó a la Universidad de Navarra." La mayoría de los secretarios de Carlos Hugo eran miembros del Opus Dei. Gradualmente comenzaron a abandonar sus cargos y sus responsabilidades y desaparecieron del mundo político carlista; casi todos los miembros del equipo habían dimitido en el verano de 1966. Los monárquicos juanistas y los partidarios de Juan Carlos, los tecnócratas del Opus Dei, recibieron con satisfacción la noticia del abandono de los secretarios y la desintegración de la Secretaría. Con ello se debilitaba la capacidad de acción del pretendiente carlista, privado de los que habían sido sus más eficaces colaboradores. El carlismo como movimiento político en período de vertebración se encontró terriblemente quebrantado a partir de 1967. Mientras tanto, Escrivá fue recibido por Don Juan en audiencia en Estoril el 13 de mayo de 1967 y en ese mismo mes de mayo de 1967 Carlos Hugo e Irene mantuvieron una entrevista con Escrivá en Roma. Se ignora el contenido de las conversaciones de ambos candidatos a la sucesión de Franco con el fundador del Opus Dei, pero los miembros de la Obra ya estaban preparando en Madrid la última fase de la operación sucesoria que terminaría meses más tarde con el nombramiento de Juan Carlos de Borbón como sucesor de Franco. Las maquinaciones de Escrivá y los miembros del Opus Dei con los pretendientes al trono de España y posibles sucesores de Franco podrían llenar un volumen de la Historia contemporánea de España. En 1968 las condiciones le parecieron favorables al Opus Dei para rematar definitivamente la operación política de la sucesión, conservando el control de la operación entre sus miembros. La decisión definitiva la tomó Franco el 24 de octubre de 1968, cuando Carrero le sometió un informe de diecisiete folios referente a la designación del príncipe Juan Carlos como sucesor. Al término de la lectura del informe, Franco dijo lacónicamente: «Conforme con todo». A finales de 1968 la suerte estaba echada: Juan Carlos de Borbón sería el sucesor de Franco, por lo que el 20 de diciembre de 1968, Carlos Hugo de Borbón Parma, el pretendiente carlista, fue expulsado de España. El 15 de enero de 1969 Franco comunicó finalmente al príncipe Juan Carlos su propósito de designarlo como sucesor. Pasados unos meses, Franco propondría en las Cortes a Juan Carlos de Borbón como sucesor suyo, a título de rey. El futuro monarca vendría a ocupar, pues, el lugar del lejano rey medieval «fuente de toda justicia», situándose con ello el régimen de Franco en línea con los demás países europeos, al igual que Balduino en Bélgica o la reina Isabel en Inglaterra. El quinquenio que discurre entre 1969 y 1973 es una época decisiva tanto en la hegemonía política del Opus Dei en el Gobierno español como en la consolidación de Juan Carlos de Borbón como sucesor de Franco. El entonces «príncipe de España» logró moverse con cautela, contanto con el apoyo del Opus Dei, entre la losa de la Dictadura y su pretensión de ser designado sucesor de Franco a título de rey, pasando por encima de los derechos dinásticos de su padre, Don Juan de Borbón, instalado en Estoril (Portugal), a expensas del Presupuesto del Estado español, cumpliendo así la voluntad de Franco. Miembros del Opus Dei fueron quienes prepararon la sucesión de Franco con una paciencia de hormiga. Es bien conocido cómo montaron el golpe final para designarlo. Encerrado durante tres semanas que discurren entre junio y julio 12
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de 1969, recibiendo apenas algunas visitas protocolarias, Franco se sumergió en los informes que tres hombres vinculados con la Obra de Dios, Carrero Blanco, López Rodó y Castañón de Mena, le habían presentado, aislándose completamente. En la mañana del sábado 12 de julio de 1969, Franco pide a Castañón de Mena que convoque al príncipe Juan Carlos de Borbón el lunes 14 de julio a las 14 horas, en El Pardo. El mismo sábado, hacia las 2 de la tarde, Carrero Blanco visita a Iturmendi, presidente de las Cortes, en su despacho de la Carrera de San Jerónimo, para notificarle la decisión en su calidad no de presidente de las Cortes, sino del Consejo del Reino. Terminada la visita, que duró media hora, el vicepresidente del Gobierno se fue a El Escorial a pasar el fin de semana. Cuatro días más tarde, Don Juan de Borbón, padre de Juan Carlos y pretendiente sin éxito al trono de España, recibía una carta autógrafa de Franco y los jerarcas del régimen franquista un telegrama en el que se les notificaba el nombramiento de Juan Carlos de Borbón como futuro titular de la monarquía española. Respecto a los dos Borbones, padre e hijo, la infiltración se había realizado desde hacía años con facilidad y hombres representativos de la Obra como Calvo Serer o López Rodó figuraban tanto entre los consejeros del padre Don Juan como del hijo Juan Carlos. La ambición de los miembros del Opus Dei era la de estar presentes tanto en el Gobierno de Madrid como en el contragobierno que se había formado en Estoril. Pretendían estar en el último Gobierno de Franco con la Dictadura y en el primero después de la muerte de Franco con la Monarquía. •
MARQUESADO DE PERALTA
Cuando en 1947 Franco convirtió a España en reino volvieron a existir legalmente los títulos nobiliarios. Desde entonces, raro fue el día que no apareció en el Boletín Oficial del Estado alguna noticia de sucesiones o rehabilitaciones nobiliarias, sólo leídas por los allegados a las personas interesadas y los escasos expertos en ciencias geneológicas que existen en España. Pero el 25 de enero de 1968, el Boletín Oficial del Estado publicaba en la página 1.088 una solicitud de rehabilitación nobiliaria que alborozaba a algunos miles de españoles. Decía lo siguiente: «Ministerio de Justicia: Don José María Escrivá de Balaguer y Albas ha solicitado la rehabilitación del título de marqués, concedido el 12 de febrero de 1718 por el archiduque Carlos de Austria a don Tomás de Peralta, eligiendo en la gracia ahora interesada la denominación de marqués de Peralta, y en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo cuatro del decreto del 4 de julio de 1948, se señala el plazo de tres meses, a partir de la publicación de este edicto, para que puedan solicitar lo conveniente los que se consideren con derecho al referido título. Madrid, 24 de enero de 1968. El subsecretario, Alfredo López». A continuación, y en el mismo Boletín, Santiago Escrivá de Balaguer y Albas solicitaba también la rehabilitación de la baronía de San Felipe. Los miles de españoles que se alborozaban con la noticia de semejante desempolvamiento eran, salvo algunos malévolos, miembros del Opus Dei: José María Escrivá era su fundador y primer presidente general y Santiago era el hermano menor de José María. La fecha parecía especialmente escogida a comienzos del año 1968, cuando las condiciones eran favorables al Opus Dei para rematar definitivamente la operación 391
política de la sucesión de Franco. En el diario llevado por Fraga Iribarne, entonces ministro de Información y testigo excepcionalísimo en aquella coyuntura, las anotaciones de aquellos días fueron las siguientes: «Nació el primer hijo varón de los príncipes, don Felipe, hoy príncipe de Asturias. Monseñor Escrivá, fundador del Opus Dei, reclamó, con sorpresa general, un título de marqués. Fuerte sequía. Yo con un poco de gripe. Pésimas noticias de Vietnam». Después de la promulgación de la ley canónica sobre los Institutos Seculares y la obtención por parte del Opus Dei del «decreto de alabanza» como primer Instituto Secular, en febrero de 1947, Escrivá debió sentirse incómodo sin ningún título cuando ya se encontraba al frente de un flamante Instituto Secular y dos meses más tarde, el 22 de abril de 19547, logró ser nombrado «prelado doméstico de Su Santidad», cargo honorífico que le daba derecho al título de monseñor. Ante la monarquía que se avecinaba, Escrivá solicitó en Madrid la rehabilitación del marquesado de Peralta, título nobiliario que le fue concedido el 3 de agosto de 1968, seis meses después de haber realizado la solicitud. Así, el fundador del Opus Dei que era desde 1947 «noble» por la Iglesia, también pasó a serlo por el Estado español: monseñor se había hecho también marqués. Desde hacía años Escrivá quería conseguir un título nobiliario. Primero lo intentó por el conducto pontificio, sin que le fuera factible, a pesar de que la operación estaba muy bien pensada. Se trataba de pedir conjuntamente uno para él y simultáneamente otros dos miembros españoles adinerados del Opus Dei pedirían otros dos títulos nobiliarios pontificios con el dinero suficiente para cubrir los gastos de los tres y así «no gravar a la Obra». El Vaticano dejó por entonces de conceder títulos, por lo que el intento prosiguió en España por la vía civil, que resultaba más asequible dadas las influencias y medios con que contaba la Obra en España. Entre los personajes que habían intervenido en la consecución del marquesado de Peralta figuraba en primer lugar Alvaro Portillo, secretario general del Opus Dei con residencia en Roma, encargado de acumular pruebas sobre la santidad y los orígenes aristocráticos del Fundador. Luego, en Madrid, Alfredo López, miembro supernumerario del Opus Dei, que se encargó como subsecretario del ministerio de Justicia de intervenir en la concesión del marquesado de Peralta. Y, por último, un profesional de la rehabilitación, Adolfo Castillo Genzor, de Zaragoza. De uno a tres millones de pesetas solía cobrar por cada servicio. En 1987, poco antes de su muerte, se vio implicado en un escándalo por rehabilitación fraudulenta de títulos nobiliarios. Falsificar títulos resultó ser una costumbre muy arraigada en aquella época." Pero también existía la rehabilitación que es una autorización para desempolvar un título nobiliario que se hallaba abandonado, sin que tuviera que ser el rehabilitado descendiente directo del noble o ennoblecido que lo poseía, aunque tiene que demostrar sólo en teoría algún derecho por parentesco. Es decir, que el título puede ser comprado por otro que no tiene nada que ver con el antiguo propietario. Este era el caso del fundador del Opus Dei. Escrivá obtuvo el marquesado, pero algunos se preguntaban qué iba a hacer con él. Que su hermano Santiago hubiera pedido la rehabilitación de la baronía de San Felipe parecía excluir la posibilidad de que existiera un «compromiso doméstico» que, aprovechando los méritos del fundador del Opus Dei, iría seguido de una cesión a su hermano. El marquesado era en principio para él, para José María 17
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Escrivá, a cuyo uso recurrió para satisfacer su tremenda ambición y hacer olvidar definitivamente a aquel hijo de un pequeño comerciante arruinado de Barbastro. Según uno de sus hagiógrafos, el Fundador decidió rehabilitar los títulos nobiliarios que pertenecían al tronco familiar «por piedad filial y por justicia». Y según otro de sus hagiógrafos, el título de marqués de Peralta había sido otorgado en 1718 «a un antepasado de su madre». Esta vinculación familiar con los antepasados de la madre resultaba obligatoria, porque en la rehabilitación del título nobiliario Escrivá tenía que demostrar algún parentesco con descendientes del primer marqués de Peralta, aunque fuese de forma imaginaria. Era, no obstante, sintomático que la conexión nobiliaria se realizara por parte de la madre y no del padre. Observadores políticos opinaron entonces que pensaba utilizarlo para una operación política de envergadura relacionada con la ausencia de estatuto jurídico que padecía el Opus Dei. La operación podía haber consistido en la toma del poder y consiguiente ocupación por parte de los miembros «nobles» del Opus Dei de todos los puestos directivos de la Soberana Orden de Malta. Desde 1964 responsables de la Orden se encontraban extremadamente inquietos por las operaciones de sondeo realizadas por miembros del Opus Dei en Roma y en Madrid. La Soberana Orden Militar de San Juan de Jerusalén, llamada de Malta, es la única Orden de Caballería que existe en el mundo con un estatuto jurídico equivalente al de un Estado en derecho internacional, aunque sin territorio, con facultad de conceder pasaportes diplomáticos a sus miembros, que mantiene al mismo tiempo relaciones diplomáticas con el Vaticano, España, Senegal y otros muchos Estados del mundo. Resultaba más verosímil, sin embargo, que pensara utilizarlo con la monarquía que se avecinaba en España. El título había sido a todas luces bien escogido. El marquesado de Peralta había sido concedido a un partidario del archiduque Carlos de Austria, pero había sido reconocido a su vez por Felipe V, primer rey en España de la dinastía de los Borbones. Así, Escrivá no se comprometía ni frente a ros partidarios de la familia Borbón, ni frente a los carlistas, sus rivales dinásticos. Con la maniobra que representaba la compra del título, Escrivá se convertía en miembro, aunque advenedizo, de la aristocracia española y entraba a formar parte honoraria de la familia política carlista, pues el marqués de Peralta fue uno de los fieles del archiduque Carlos que se enfrentó al primer Borbón de la dinastía durante la guerra de la Sucesión y no se olvide, además, que el Opus Dei instaló su universidad y contaba con fuerza hegemónica en Navarra, tradicional feudo carlista. Con el título pretendía ganar asimismo la consideración de los monárquicos partidarios de la familia Borbón, bien fueran partidarios de Don Juan o del príncipe Juan Carlos. Estaba claro que el marqués de Peralta aparecía como pieza clave de la Monarquía que se preparaba desde hacía mas de veinte años en España. Sus entrevistas con el pretendiente-padre en Estoril y con Carlos Hugo, el pretendiente carlista, en mayo de 1967, más los contactos directos que mantenía con Carrero Blanco, el verdadero «patrón» del régimen, así parecían confirmarlo. Podía calcularse en más de un millón de pesetas el coste mínimo de la operación político-nobiliaria del fundador del Opus Dei. A la rehabilitación de un título de marqués, sin grandeza, que costaba 175.000 pesetas había que añadirle gastos adicionales como investigaciones heráldicas, actas notariales y certificaciones. En España un millón de pesetas representaba entonces una suma de dinero considerable, aunque este capricho de Escrivá fuera una bagatela para la Obra de Dios. 20
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El solo hecho de la solicitud causó un verdadero escándalo incluso entre los miembros del Opus Dei, a pesar de los esfuerzos para justificar la decisión. La concesión del título nobiliario fue tan mal recibida en la opinión pública que hasta la prensa española bajo la censura se hizo eco del escándalo, abundando los comentarios sarcásticos cargados de anticlericalismo a costa del nuevo marqués. La revista satírica La Codorniz propuso, por ejemplo, como blasón nobiliario del marquesado, sobre un campo de gules, un obispo rampante y la leyenda «piensa como Cristo y vive como Dios». Su sobrino, Carlos Albas Domínguez y miembros de su propia familia bromearon sobre tal afán de distinción, comentando humorísticamente: «Marqués de Peralta, ¡una mierda así de alta!». La maniobra política y nobiliaria de Escrivá resultó ser un fracaso estruendoso. Según el testimonio de un antiguo miembro del Opus Dei, «todos los socios mayores de la Obra pasamos muy malos ratos tratando de entender, y de explicar más tarde, por qué se había hecho reconocer como marqués de Peralta, con las consiguientes apariciones en el Boletín Oficial. Pero no nos sorprendió en absoluto; porque a nivel interno, le habíamos visto, al mencionar su niñez, subrayar ciertos rasgos de bienestar familiar, dejando en penumbra siempre las conocidas dificultades económicas de sus padres, normales y a mi juicio honrosas. En Barbastro, permitió que se derribase su auténtica casa natal, sustituyéndola por otra, que copia las mansiones nobles del Alto Aragón. Nunca se ha tratado de conservar la entrañable y modesta casa de Martínez Campos, 4, aún intacta, donde vivió con su familia años decisivos. En cambio, puso todo su afecto en el antiguo palacete de Rafal, en Diego de León, 14, en el que instaló un repostero nobiliario en la escalera central, Y en la basílica de Torreciudad, en el retablo del altar mayor, figuran siete escudos con sus siete apellidos nobles». Sus orígenes nobiliarios eran, al parecer, lo único que le importaba y Alberto Moneada, un ex miembro numerario, señala al respecto que «cuando se publicó el libro de Ynfante, la reacción del padre Escrivá, contenida en un escrito aireado por los superiores, fue contraatacar solamente las afirmaciones del autor sobre la prosapia de sus mayores y proclamar que sus padres eran nobles por los cuatro costados». Uno de los primeros seguidores, Miguel Fisac, afirmaría, por su parte, que había adquirido un «terrible complejo» en los años en los que a su padre, comerciante de paños, tuvo que abandonar Barbastro tras la quiebra de su negocio. «Sufría mucho cuando al presentarse ante gente de la aristocracia tenía que responder que sus apellidos no eran Escrivá de Romaní, sino Escrivá y Albas. Se desvivía con las marquesas y estaba tan obsesionado con ese problema de sus orígenes que no paró hasta hacerse con el título de marqués de Peralta». A partir de 1972 comenzaron a afirmar oficiosamente dentro del Opus Dei que Escrivá había pedido el título para agradecer a su familia todo lo que habían hecho por la Obra. La realidad era que no vivían ni sus padres ni su hermana y Escrivá había estado muy preocupado antes de la cesión del título por la actitud irresoluta de su único hermano Santiago. El fundador del Opus Dei hubiera querido que su hermano se casara con una aristócrata española y había movilizado por ello a los directores de la Obra para que le buscasen en Madrid una novia adecuada a sus pretensiones. Sufrió una contrariedad enorme, hasta provocarle airados enfados, que se enamorara de una maestra de escuela de Zaragoza, Gloria García, con la que se casó. Escrivá primero se negó a asistir a su boda y luego consintió en ir a 22
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la petición de mano, como persona más indicada puesto que era el mayor de la familia, si le hospedaban en el palacio de Cogullada, igual que a Franco, pero con la condición de que dicho honor siempre figurara como debido a su gran categoría y nunca como deseado por él. Antes de la boda, su hermano Santiago fue ingresado en la Orden del Santo Sepulcro para que se pudiera casar con el uniforme de caballero. Por aquellas fechas también adquirieron un cuadro para la sede central en Roma con un retrato al óleo de un miembro de esa Orden y llegaron a cambiarle la cara por la de su hermano Santiago, apareciendo así dignamente en un cuadro de época Santiago Escrivá como caballero profeso en la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén. Escrivá nunca se atrevió a utilizar públicamente el título nobiliario desempolvado y después de ejercer clandestinamente cuatro años como marqués de Peralta lo cedió discretamente el 5 de agosto de 1972 a su hermano Santiago, quien había solicitado simultáneamente la rehabilitación de la baronía de San Felipe y no había obtenido respuesta oficial para la concesión de este segundo título nobiliario. Antes de ceder el marquesado a su hermano, Escrivá lo disfrutó durante algún tiempo. Vladimir Felzman, sacerdote y primer numerario del checo Opus Dei, que tradujo Camino al checo y convivió con el fundador en esa época, recuerda cómo le expresó «su satisfacción cuando descubrió que tenía un pasado aristocrático» y «su regocijo cuando se diseñó su escudo de armas y hablamos de dónde podría colocarse en la casa central».' 28
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CULTO AL FUNDADOR
Si los mitos fundadores del Opus Dei consistían en la dedicación al apostolado de las élites y en el desprecio a las demás formas de entender el catolicismo, otro de los mitos más característicos del Opus Dei residía en la personalidad del fundador. Desde sus orígenes, Escrivá exigió fomentar entre los miembros de la Obra un verdadero culto idolátrico por su persona." Pero no se trataba de la discreta y humana admiración que merece el fundador de una orden o congregación religiosa, sino que fue un auténtico culto idolátrico. Se trataba de un culto comparable por su dimensión al de los regímenes políticos fascistas vigentes entonces en Europa. Este culto pagano se extendió dentro de la Obra de Dios, alcanzando aspectos extremadamente vituperables para una sedicente organización católica y en donde todo iba a girar alrededor de la figura de Escrivá, considerado como el Padre y el Fundador, por antonomasia. Escrivá había convencido a sus seguidores de que era un santo en vida y de que Dios le había elegido como instrumento, «aun siendo un gran pecador» como él decía, para la salvación del mundo. Era un hombre, sacerdote por más señas, enviado por Dios que utilizaba su divina influencia para proteger a la Obra de Dios. «Papas y cardenales hay muchos —solía decir—, pero fundador del Opus Dei sólo hay uno.»' Ya desde los primeros años de la posguerra española, cuando el Opus Dei tenía poco dinero y se veía obligado a hacer economías en la comida de los miembros numerarios, Escrivá exigía tener a su disposición un lujoso coche para pasearse por Madrid, «igual o mayor que el de los ministros»." Escrivá justificaba las vanidades 2
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y grandezas de las que hacía gala, pensando que tenía que aparecer siempre como una persona importante, porque así se le tendría respeto a su Obra. Él no podía ir, por consiguiente, a un hotel de mala muerte sino a uno lujoso. No podía llevar gemelos baratos sino de oro. Y siempre que hacía ostentación de algo procuraba jugar con la carta sobrenatural porque, si no, no se hubiera encontrado a gusto y tranquilizaba su conciencia asegurando que lo hacía por el bien de la Obra. Aunque Escrivá se declaraba el único transmisor de la voluntad divina, en el culto idolátrico al Fundador se entremezclaban, sin embargo, la cazurrería pueblerina y un pretendido carisma que se resumía en el axioma que si alguien amaba a Dios tenía que acatar a pies juntillas lo que afirmaba el Fundador, llegándose a basar todo dentro del Opus Dei sobre su único y absoluto criterio. Por parte de los miembros del Opus Dei la entrega a Escrivá resultaba incondicional, no admitía réplica de ninguna clase ni se toleraba la más mínima crítica o disidencia, convirtiéndose todos los hombres y mujeres pertenecientes a la Obra en una milicia o cuerpo paramilitar perfectamente disciplinado. María Angustias Moreno, que perteneció muchos años y ocupó cargos en el Opus Dei, reconoce que cualquiera por el hecho de ser de la Obra siempre estaba en lo cierto, en el Opus Dei se daba la doctrina segura porque nada más ingresar uno ya estaba avalado, apoyado y garantizado por unas personas especialmente selectas, los directores, que poseían dones extraordinarios por estar unidas al Padre y en la Obra todo pasaba por el Padre porque el Padre no se equivocaba nunca. «Habéis de pasarlo todo por mi cabeza y por mi corazón», afirmaba repetidamente Escrivá. '' María Angustias Moreno también afirma abundando en este sentido que «resulta impresionante la suficiencia espiritual que se vive en la Obra, y que se basa en ese hilo directo, en ese teléfono rojo que une al Fundador con Dios. Sin intermediarios. El cielo está empeñado en que se realice la Obra a través de lo que piensa y se propone monseñor Escrivá. Por tanto, no hay nada que temer. Como no hay nada que dialogar con nadie: lo quiere Dios y basta. Hay que mirar sólo hacia arriba, hay que desentenderse de toda preocupación, hay que desechar necesidades personales, incluso la necesidad de razonar». Cuando los miembros del Opus Dei contaron con la fuerza financiera suficiente se dedicaron a comprar cualquier objeto o lugar que estuviera vinculado con el Fundador en cualquiera de las etapas de su vida. Este proceso se inició en vida de Escrivá y estuvo supervisado personalmente por él. La sencilla casa de pueblo en la calle Mayor de Barbastro donde nació Escrivá fue adquirida para su derribo por sus seguidores y sobre sus ruinas se construyó una gran casa señorial con los solares añadidos de otras varias casas circundantes, de acuerdo con la supuesta importancia de quien allí nació. El resultado, según los miembros del Opus Dei, es «un edificio de prestancia y puro estilo aragonés, en perfecta armonía con el contorno, que está dedicado a centro cultural con capilla y una pequeña residencia, muy cerca de la gran casa solariega en que nacieron los Argensola, los dos célebres poetas aragoneses y en la que nació y vivió también el glorioso general don Antonio Ricardos, conde de Truillas. Un rincón realmente importante: en cosa de pocos metros cuadrados vieron la luz primera los cuatro hijos de Barbastro que más han abrillantado la aureola del nombre de la ciudad». También hicieron intento de adquirir la pila de agua bendita de la iglesia catedral de Barbastro, donde Escrivá fue bautizado; pero ésta había sido destrozada 34
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durante la Guerra Civil, aunque los seguidores de Escrivá lograron reconstituirla tan sólo para hacer una copia de acuerdo con la original y enviarla a la sede central del Opus Dei en Roma. En 1971, coincidiendo con las fiestas locales, se inauguró la avenida que lleva el nombre de Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, como homenaje al que ya era hijo predilecto de Barbastro desde 1947. En el curso de la inauguración, el consiliario del Opus Dei en España, Florencio Sánchez Bella, pronunció unas palabras en representación del homenajeado: «Barbastro, bien lo sabéis vosotros, es a la vez cuna de Monseñor Escrivá de Balaguer y testigo de la historia de su familia. El nombre que dais a esta avenida pertenece a una estirpe que ha resonado durante siglos por estos lugares, ligada como está por los cuatro costados al viejo reino de Aragón. De la raigambre altoaragonesa de Monseñor dan testimonio nobles apellidos, tan mencionados por los historiadores como el propio Escrivá, enraizado en Balaguer desde la Reconquista, Albas y Boyl, Entenza y Zaydín, Blanc, que le pertenece por línea paterna y materna, Falces y Corzán, Bardaxí, Peralta, Azlor, Valón y tantos otros cuyos miembros aparecen una y otra vez a lo largo de los siglos en las vicisitudes históricas de esta ciudad. No nos puede extrañar, pues, el cariño de Monseñor Escrivá de Balaguer por su tierra, la tierra de sus mayores, como no nos extraña el cariño que, en unión con él, sienten por esta región personas de tantas razas en todo el mundo. Saltamos así de lo que es local a lo que resulta ya universal, católico». El lugar donde afirmaba Escrivá que solía ir a rezar en su infancia, la pequeña ermita de Torreciudad, cerca de Bolturina y no lejos de Barbastro, sufrió grandes transformaciones. Allí, en el lugar de devoción de los más tiernos años del Fundador, el Opus Dei decidió construir un gran santuario. Escrivá había manifestado un ambicioso deseo de levantar tres o cuatro santuarios a la Virgen en distintas partes del mundo y siguiendo los deseos del Fundador sus seguidores iniciaron la tarea por su pueblo. Poco importaba que el santuario tradicional y popular de la comarca fuese el de la Virgen del Pueyo; el Opus Dei decidió que fuera en Bolturina, en la ermita de Torreciudad, porque allí había ocurrido un acontecimiento excepcional al fundador del Opus Dei. Torreciudad significaba el triunfo de Escrivá sobre la enfermedad porque su madre le había llevado en peregrinación a lomos de caballería a la ermita, cuando sólo tenía dos años de edad, en señal de agradecimiento a la Virgen de Torreciudad por la deseada curación de unas «alferecías», que es lo que modernamente se llama «epilepsia». Tres numerarios del Opus Dei, José Manuel Casas Torres, José María Hernández Garnica y José Orlandís, pusieron en marcha el proyecto. Las obras para las edificaciones comenzaron en los años sesenta, pero Escrivá no pudo ver acabado el complejo inmobiliario, que se terminó de construir en 1976 y la primera ceremonia que se celebró en el santuario de Torreciudad fue un funeral solemne por el alma del Fundador del Opus Dei. En Torreciudad el Opus Dei ha construido un centro social educativo, un archivo histórico del antiguo reino de Aragón, una hospedería y una Escuela Familiar Agraria, además de una grandiosa basílica, con un coste global superior a los tres mil millones de pesetas; todo ello destinado a alojar en el centro del complejo inmobiliario a una Virgen que ya contaba desde hacía siglos con su ermita origi39
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nal. Declarado santuario mariano, los miembros del Opus Dei intentaron trasladar la imagen de la Virgen desde la ermita a la basílica, pero tropezaron con dificultades. El primer paso para su apoderamiento fue emprender la restauración de la talla románica de la Virgen que, según la leyenda, se apareció en el siglo xi a unos leñadores de Bolturina. Existía, sin embargo, un contrato con la diócesis, según el cual la imagen debía permanecer en la ermita antigua y no se podía sacar de ella. Para llevarse la imagen a la nueva basílica, los canonistas de la Obra buscaron un subterfugio, modificando el acuerdo y conviniendo la sociedad inmobiliaria propietaria de Torreciudad con el obispado de Barbastro que el recinto formado por el nuevo santuario y la ermita antigua fueran considerados como una única unidad eclesial, de tal forma que la imagen podía estar lo mismo en la ermita que en el nuevo santuario. Desde entonces, la imagen de la Virgen se encuentra generalmente arriba en la basílica del Opus Dei, situada en lo alto de la montaña, desde donde se domina el horizonte, y en muy raras ocasiones, abajo, en la antigua y humilde ermita, como siempre ha deseado la mayoría de los habitantes de Bolturina. Por todo lo cual, las maniobras en torno a la Virgen de Torreciudad fueron sentidas entre los católicos del Somontano como una imposición de la Obra y una consecuencia más del cacicazgo religioso que por ser la cuna de Escrivá ejerce el Opus Dei sobre la comarca. La ambición del Opus Dei consiste en convertir el santuario de Torreciudad en un centro mariano internacional vinculado íntimamente a la historia del Opus Dei. Los detalles no faltan. En la explanada de Torreciudad se encuentra una de las campanas de bronce de la Iglesia madrileña de Nuestra Señora de los Angeles, junto a la glorieta de Cuatro Caminos, que afirmaba haber escuchado Escrivá una tranquila mañana de otoño, el 2 de octubre de 1928, fecha mágica en los orígenes del Opus Dei. Dentro de la basílica, el arquitecto había previsto veinte confesonarios en la cripta, pero Escrivá los aumentó el doble, es decir, a cuarenta, marcando exageradamente que se trataba de un lugar de penitencia. [Otro detalle del moderno santuario de Torreciudad es que no existen cepillos para depositar monedas sino sólo repisas para firmar talones. También existe dentro de la basílica la imagen de un Cristo crucificado que recuerda un momento íntimo en la vida de Escrivá, ocurrido, según él, en Madrid el 7 de agosto de 1931. Por otra parte, el altar de azulejos del oratorio de la primera residencia del Opus Dei, abierta en la calle Samaniego de Valencia en 1940, fue reconstruido milimétricamente e instalado en la basílica de Torreciudad. Finalmente, el altar mayor cuenta con un retablo de alabastro de 15 metros de altura, copia de estilo plateresco y renacentista, donde aparecen siete escudos nobiliarios que expertos en genealogía afirman que corresponden aproximativamente a siete apellidos del fundador del Opus Dei. Se trata, en definitiva, de convertir Torreciudad en un lugar «conocido por cristianos de todo el m u n d o » y para ello todo vale. Sin embargo, el Opus Dei no reconoce el culto al Fundador como una de sus principales devociones y entonces las causas de la presencia en Torreciudad y alrededores son explicadas de la siguiente manera: «El amor a Nuestra Señora ha llevado al Opus Dei a hacerse cargo del Santuario para establecer allí una intensa labor espiritual, abierta a personas de todos los países, que dará a Torreciudad un nuevo esplendor». Con esa pers41
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pectiva, el Opus Dei ha logrado en 1983 que el santuario de Torreciudad sea incluido en la «ruta mariana» que une El Pilar de Zaragoza con Lourdes en Francia. Otro ejemplo del culto al Fundador tuvo lugar en la Iglesia de San Cosme, en Burgos. Un buen día apareció un equipo de expertos que reprodujo, milímetro por milímetro, un pequeño altar barroco con una imagen de la Inmaculada con más de doscientos años. La copia exacta iba destinada a Roma para que el Fundador pudiera rezar, en uno de los oratorios de la Casa generalicia, sin hacer grandes esfuerzos de imaginación, como lo hizo en la parroquia de San Cosme mientras estuvo en Burgos durante la Guerra Civil. En la mansión alquilada con jardín en Madrid, situada en la calle de Diego de León esquina a Lagasca, a partir de los tres pisos iniciales se levantó, cuando fue adquirida por el Opus Dei en 1957, un edificio imponente de ocho plantas y en 1966 se dieron por terminadas las obras. La curiosidad arquitectónica residía en que el nuevo inmueble se levantó manteniendo en el aire el piso central, con todo el alarde técnico que esto suponía, para conservar la antigua vivienda utilizada por Escrivá y su familia en la primera época de la Obra. El inmueble, que sirve de sede central del Opus Dei en España, alberga también en uno de los sótanos, a veinte metros por debajo del nivel de la calle, una cripta donde se hallan los restos de los padres del fundador del Opus Dei que fueron trasladados en 1969 desde el cementerio de la Almudena de Madrid. En las paredes de la cripta, a derecha e izquierda de un altar, se encuentran dos urnas con la inscripción In Pace y con los nombres y fechas de nacimiento y defunción de José Escrivá y de Dolores Albas. Con ocasión de sus primeros viajes a Roma, Escrivá visitó en dos ocasiones Barcelona en 1946 y las dos veces rezó ante la Virgen de la Merced. La segunda mandó pintar una Virgen de la Merced con dos fechas, las de sus dos rezos: 21 de junio-21 de octubre de 1946. El cuadro se encuentra en uno de los oratorios de la sede central del Opus Dei en Roma como recordatorio antes de las primeras navegaciones de Escrivá por el Mediterráneo. En la sede española del Opus Dei, en Madrid, calle Diego de León 14, se conservan la rueda del timón y la bitácora con la aguja señalando el camino de Roma. Ambos objetos fueron comprados por miembros del Opus Dei, una vez desguazado el vapor correo de más de mil toneladas de la Compañía Trasmediterránea, J. J. Sister, que cubría semanalmente la travesía entre Barcelona y Genova y que llevó al fundador del Opus Dei. Desde que se instaló en Roma, Escrivá, que estaba convencido de su predestinación, instaba a sus seguidores para que fueran apuntando las cosas que él dijera «porque servirían para la posteridad». Según María del Carmen Tapia, «era la preparación personal que empezaba a hacer para ir construyendo su propio altar». También les decía a sus seguidores que en el Opus Dei serían tontos si no procuraran conservar los vestigios de los primeros tiempos: «No hagáis como los jesuitas, que ahora lamentan haber destruido las huellas de san Ignacio». Como otra dimensión más del culto al Fundador, Escrivá hizo también que su familia fuera sacralizada, difundiendo sus fotos en todas las casas del Opus Dei, lo mismo que las suyas. Hay fotografías de los «abuelos» y de la «tía Carmen», los padres y la hermana de Escrivá, en todas las casas de la Obra. La fotografía de la «abuela» está sacada de un retrato al óleo que fue pintado a partir de una foto anti45
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gua en la que aparecía la madre de Escrivá con un sencillo vestido negro. En la fotografía la «abuela» aparecía mejorada pues el pintor, para darle más categoría, le puso sobre el vestido un cuello de armiño blanco. Conviene señalar que ningún miembro del Opus Dei puede tener fotografías de su familia expuestas de forma visible en las habitaciones personales de las residencias de la Obra. El culto a la persona impuesto por el fundador del Opus Dei era cotidiano y, a través de miles de objetos y de detalles, la figura del Padre estaba presente en cada rincón de las casas del Opus Dei y en las mentes de sus seguidores. Los gustos y costumbres de Escrivá se impusieron hasta en los más mínimos detalles. Por ejemplo, el viernes de Dolores en todas las casas se impuso como costumbre comer unos dulces de espinacas que cuando niño le hacía su madre que se llamaban «crispillos» y en el aniversario del santo de la «abuela», los viernes de Dolores, ese postre casero pasó a ser la comida principal en todas las casas del Opus D e i . Otro de los manjares extendidos dentro de la Obra, porque le gustaban al Fundador, fueron las tortas de aceite, especialmente de la marca «Inés Rosales». Fue el propio Escrivá quien le dijo a uno de sus más íntimos colaboradores que pidiera en el Congreso General que el saludo oficial al Padre fuera con la rodilla izquierda en el suelo y besándole la mano. Petición que también se hizo en el Congreso paralelo de la Sección Femenina y que fue recibida con grandes aplausos en su presencia. Durante su larga estancia de años en Roma, Escrivá no solía ir a reuniones en las que no quedara claro de antemano que él iba a ser la persona más importante. Por eso iba a tan pocas. Jamás asistió a los funerales de ningún cardenal ni de ninguna personalidad eclesiástica o no. El sólo recibía en casa, se solía argumentar dentro del Opus D e i . Pero una tarde, a finales de los años cuarenta, cuenta Antonio Pérez ex dirigente de la Obra, el entonces embajador español en la Santa Sede, Ruiz Giménez, invitó a Escrivá a una recepción en la Embajada española y al llegar le saludó con un sencillo «¿Cómo está usted, padre Escrivá?». El fundador del Opus Dei se dio media vuelta y se marchó. Luego explicó Alvaro Portillo que aquélla no era manera de tratarle. El embajador Ruiz Giménez le hubiera podido decir padre o monseñor Escrivá, pero no «padre Escrivá». «Escrivá —cuenta también Antonio Pérez— consideraba que, como fundador del Opus Dei, él tenía, debía tener, ante sus hijos, más carisma, más importancia que obispos, cardenales e incluso papas. Por eso diseñó una curiosa legislación para cuando hubiera personalidades eclesiásticas en la Obra, que se basaba sustancialmente en cancelar la libertad personal que los religiosos logran respecto a sus instituciones cuando llegan a ser obispos u otros cargos en el mundo eclesiástico ordinario. En el Opus, por el contrario, se acentuaba la subordinación al Padre e incluso había una peculiar simbología al respecto. Yo recuerdo una vez en Roma, cuando me encontré en la casa central a Lucho Sánchez Moreno, un peruano numerario, que había trabajado conmigo en la secretaría general y que resultó ser el primer obispo del Opus. Al verle, yo me acerqué a saludarle y muy sinceramente le besé el anillo pastoral. Al Padre aquello le sentó muy mal porque "en casa sólo se le besa la mano al Padre".» También tuvo una pasión desmedida por todo lo que significaba lujo y riquezas de este mundo. Las casas del Opus Dei y sobre todo la sede central de Roma donde vivía Escrivá estaban llenas de valiosas antigüedades. Cuando enseñaba la 51
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biblioteca de la casa central de Roma decía: «Este suelo es de ónice. Con estas piedras se hacen anillos las señoras». En una puerta de un patio de la sede central de Roma, marcó sus pies y los de Alvaro Portillo en cemento blando como demostración que los miembros del Opus Dei tenían que seguir sus pasos en la vida como señal de la voluntad de Dios. «Le gustaban los objetos caros, los restaurantes caros y todo de la mejor calidad», cuenta Rosario Badules, una de las numerarias que estuvo al servicio directo de Escrivá. Se encaprichaba de las cosas más caras que encontraba a lo largo de sus viajes y los miembros del Opus Dei no tenían más remedio que regalárselas. Tenía, sobre todo, una debilidad especial por los reposteros, esos paños rectangulares con emblemas heráldicos, que mandaría colocar en todos los vestíbulos y pasillos de las casas y centros de la Obra. En una ocasión fue a Sevilla y comió en el comedor de la residencia masculina de estudiantes. Como el comedor era muy grande se cerró con dos biombos pertenecientes a una familia aristócrata andaluza. Cuando Escrivá vio los biombos, la numeraria que estaba en la cocina atendiendo su comida oyó cómo decía: «Estos biombos para Roma». Como la prestataria no pudo regalarlos porque pertenecían al patrimonio de la familia, dio dinero para que se adquirieran otros por lo menos parecidos. Algo parecido ocurrió en Madrid con un tapiz de época. También le gustó y dijo a los miembros del Opus Dei que lo pidieran, pero no pudo obtenerlo porque pertenecía al patrimonio indiviso de una familia. Entonces fueron a un anticuario y le compraron un tapiz parecido que costó un millón de pesetas en los años sesenta. Cuando llegó a Roma colgó el tapiz, llamó a algunos miembros del Opus Dei y les dijo: «Mirad, hijos míos. Estos son los regalos que me hacen mis hijas. Aprended». ' En una ocasión compró una gran sopera de plata de orfebrería maravillosa y dijo: «Esta es para la Procura, para que cuando vengan los cardenales se queden con la boca abierta y digan ¡ah!». Otra vez quiso una colección de monedas de oro de Carlos III, las llamadas «peluconas», que consiguió como habitualmente hacía a través de las supernumerarias ricas del Opus Dei; lo mismo que una colección de abanicos antiguos que quiso para una vitrina de la casa central de Roma. Otra vez quiso joyas. Consiguió una esmeralda de gran tamaño «para ponerla en el fondo de la copa de un cáliz y no la viera más que Dios». Y después estaba expuesta en la sacristía con luces indirectas para que la viera todo el mundo. Por causa de su delicado estado de salud tenía una dieta especialísima y comía casi siempre solo con Alvaro Portillo. Si le limpiaba la habitación la numeraria sirviente Dora del Hoyo Alonso, le servía siempre la mesa la misma doncella, otra numeraria sirviente, Rosalía López Martínez, con cofia, delantal y uniforme negro. Para que estuviera extraordinariamente atendido, de otra manera grandes eran sus enfados, Escrivá disponía además alrededor suyo de otras dos numerarias, especialmente cualificadas por sus estudios universitarios, para la elaboración y supervisión de sus comidas y para su ropa, limpieza de habitaciones y preparación de ornamentos sagrados en el oratorio. Estas numerarias especialmente seleccionadas, preparaban sus comidas con gran delicadeza y le acompañaban cuando viajaba llevando latas de paté francés y flores para las mesas, además de otras vituallas exquisitas. Sus gustos, sin embargo, si se resumen en una palabra, correspondían a la actitud que popularmente se denomina en España de «rico nuevo». 57
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En Roma, si invitaba a comer a un cardenal, las numerarias sirvientas debían servirle primero a Escrivá, que era de poco comer, pero exigía que la mesa estuviese perfectamente dispuesta e impecablemente servida. También pedía los mayores niveles de calidad culinaria y en cierta ocasión obligó a una cocinera a repetir siete veces una tortilla hasta que estuvo a su gusto. También cuando viajaba Escrivá, en las casas que se sospechaba pudiera llegar había siempre preparado un cajón de naranjas por si pedía un zumo. En las casas grandes del Opus Dei, tenía siempre en la parte más noble de la casa una suite de lujo que estaba cerrada siempre, esperando que algún día llegara el Padre. Una vez en Lisboa tuvo ilusión de comer langosta. Curiosamente ese día no la encontraron en el mercado. Su enfado fue tal que no quiso probar bocado y se molestó porque sus acompañantes comieron sin problemas. En las fiestas del día de Reyes, los miembros de la Obra le solían poner en el roscón en lugar de las clásicas figuritas de la suerte, monedas de oro llamadas «peluconas», sabedores de la enorme satisfacción que le proporcionaba encontrarlas. «Cuando el padre Escrivá venía de España —cuenta la ex numeraria Blanca Ortiz de las Heras— el derroche era increíble porque cuando se trataba de él no se miraba el dinero para nada "porque Padre sólo hay uno", se decía. Conozco a una persona que estuvo a punto de marcharse de la Obra, porque en uno de esos viajes la habían tenido durante tres días buscando una merluza de pincho para su comida. Una vez el padre Escrivá dijo: "Si fuerais listas y pillas me daríais vino de marca en una jarra de agua, para que yo no lo note". Para mandarle a Roma he comprado las cosas más caras de Madrid, frutas fuera de época, almendras dulces que sólo había en un sitio determinado. Todo esto se enviaba a Roma para que el padre Escrivá lo diera en las tertulias. »Otra vez hicieron su primera comunión los sobrinos del padre Escrivá en Molinoviejo. Aquello se convirtió en una floristería, tales eran los centros de flores que allí había y que además no se traían de Segovia que estaba al lado, sino de Burguiñón que era la tienda más cara de Madrid. Y en la despensa se hicieron toda clase de pequeños dulces para que los sobrinos pudieran tomar todo aquello que les apeteciera.» En la indumentaria, Escrivá vestía elegantes sotanas de seda mezclada con lana pura, pelo muy repeinado con gomina, sin descuidar los ostentosos gemelos de oro resaltando en blancas camisas con puños y alzacuello almidonados. Escrivá se presentaba como español a machamartillo con el anatema en el bolsillo y los zapatos con mucho brillo. Llevaba siempre hebillas de plata en los zapatos y éstos lo limpiaban todos los días las numerarias de turno, sacándole brillo hasta en las hebillas. Según los diversos testimonios recogidos, todas las mañanas, en la residencia romana, una doncella con cofia entraba en la cámara presidencial, mientras monseñor se desayunaba, y, arrodillándose, depositaba sobre la mesa una bandeja de plata con la correspondencia importante ya preseleccionada; pero el máximo refinamiento consistía en que junto a la correspondencia le presentaba unas tijeras y un abridor de cartas para que el Padre pudiera escoger lo que prefiriera para abrir el correo. En diferentes ocasiones durante los años sesenta a Escrivá le concedieron en España grandes cruces como las de San Raimundo de Peñafort, de Alfonso X el 63
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Sabio, de Isabel la Católica, de Beneficencia y de la Real y muy Distinguida Orden de Carlos III. Cuando el Gobierno español, donde estaban presentes miembros del Opus Dei, le concedió la Gran Cruz de Carlos III, sus seguidores de España mandaron labrar en oro la condecoración que debía imponérsele. El Fundador la devolvió con cajas destempladas exigiendo que la Gran Cruz fuese de brillantes. La concesión de condecoraciones y el reconocimiento de su altísima dignidad no tuvo límites por parte de sus seguidores, pero este ensalzamiento con honores y alabanzas de Escrivá no sólo fue privativo de los miembros del Opus Dei sino también de la dictadura de Franco, como asimismo de amplias capas de la sociedad española. Como cualquier déspota, Escrivá también sufría ataques intempestivos de mal humor y de cólera que no disimulaba. En los comienzos de la Obra, cuenta Miguel Fisac, «no había ninguna fiesta importante en el Opus que él no aguara, ya fuera Nochebuena o cualquier otra. De pronto se enfadaba, no sabíamos por qué, y se metía en su cuarto dejándonos allí tirados. Eso era algo habitual en él. No sabíamos nunca cómo iba a reaccionar ni nos daba ninguna explicación. A veces era la fruta que no le gustaba o que el plato cocinado tal día no era de su preferencia. Uno de los puntos álgidos de los enfados en la vida cotidiana de Escrivá era para la cocina; aunque también la bronca del Fundador podía surgir por otras causas como, por ejemplo, la decoración. En una ocasión memorable, que cuenta Luis Carandell, Escrivá fue a inaugurar un centro de la sección femenina dedicado a escuela del hogar. «Monseñor es un hombre muy exigente en materia de gusto en la decoración y cuando entra en una estancia y ve, por ejemplo, un cuadro torcido, su sentido del orden le hace levantarse de la silla donde está sentado y colocar personalmente el cuadro en posición correcta. Aquel día, la decoración del local a cuya inauguración asistía no le debió gustar y comenzó a ponerse de mal humor. Por más que intentaron tranquilizarle, prometiéndole sus hijas que introducirían en el local las deseadas modificaciones, el padre Escrivá se fue poniendo cada vez más nervioso y llegó un momento en que se acercó a una puerta y dijo: "Esta moldura es una porquería". Y tomando un extremo de la moldura, tiró de ella y la arrancó de cuajo. Luego hizo lo mismo con otras molduras de la misma puerta y con las de las ventanas más próximas. Las hijas de monseñor comenzaron a agitarse por aquella reacción y para que se vea cuál es la fuerza de atracción que ejerce el Padre dentro de la Obra, se sintieron impulsadas a participar, también ellas, en la destrucción que monseñor estaba llevando a cabo. La escena es apocalíptica porque, así lo cuentan, las veinte o veinticinco personas que había en el local se lanzaron a ultimar la labor de devastación, que había iniciado el que todo lo inicia en el Opus Dei.» 72
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No hay magnificación en este epígrafe descriptivo sobre la intimidad del tirano. Probablemente ningún otro hombre ha gozado como Escrivá de un poder tan ilimitado y arbitrario en la historia contemporánea de la Iglesia católica. Lo que más sorprende en el fundador del Opus Dei, un encumbrado mosén de pueblo, ambicioso y cicatero, es la vulgaridad de sus gustos, la escala trivial de sus aficiones y costumbres que supo esconder, combinando astucia con fanfarronería, bajo la pátina de un espíritu preocupado en mostrar sólo refinamientos. De ahí que lo importante también para los miembros del Opus Dei sea el ofrecer una imagen de buena educación, buen gusto en el vivir y desenvoltura en el trato, de acuerdo con la pose original del Fundador. 403
Existen innumerables testimonios y documentación abundante que echa tierra encima de la grandeza de espíritu y las actitudes de refinamiento por parte del Fundador que describen las hagiografías oficiales. De la intimidad del tirano, cuenta María del Carmen Tapia, antigua numeraria y una de las secretarias del Fundador, que en cierta ocasión Escrivá hablaba, por una ventana abierta de par en par que da a uno de los jardines de la sede central en Roma, con un grupo de numerarios del Colegio Romano de la Santa Cruz y les decía entre grandes risotadas: «Bebeos el coñac que os he mandado, pero eso sí, no hagáis como ese monseñor Galindo, paisano mío, que calentaba la copa en la bragueta». Alvaro Portillo trató de avisarle a Escrivá de la proximidad del grupo de mujeres de la Obra que había oído todo lo que decía y cuando el Fundador se dio cuenta, con uno de sus gestos característicos, cerró la ventana de un golpe seco y les dijo: «Hijas mías, Dios os bendiga». 16
E N F E R M E D A D E S , VIAJES Y MUERTE DE ESCRIVÁ
Escrivá tenía un déficit neurológico congénito y a los dos años había sufrido ataques de epilepsia, que no es una enfermedad simple sino una disfunción cerebral. Como enfermo epiléptico, Escrivá hizo una vida absolutamente normal. La epilepsia es una patología del sistema nervioso caracterizada por una descarga neuronal descontrolada en una o varias zonas del cerebro. Son las neuronas las causantes de la epilepsia. El cerebro humano cuenta entre sesenta y setenta billones de neuronas que funcionan continuamente regidas por un sistema de autocontrol. Cuando este sistema falla en un punto determinado del cerebro, las neuronas comienzan a actuar con un voltaje y rapidez mayores de lo normal y pueden provocar extrañas sensaciones y parálisis. Y esa especie de «cortocircuito» neurológico pudo ser la causa de las crisis inesperadas que sorprendieron de manera improvisada a lo largo de su vida a Escrivá y que desembocaron a veces en episodios de éxtasis. En la afección padecida por el fundador del Opus Dei surge una luz en la primera fase; después viene la parálisis del cuerpo, las alucinaciones y, al final, la sensación de placer. Las crisis que padeció de forma irregular Escrivá fueron inoportunas en muchas ocasiones: le afectaban a todo el cuerpo e iban acompañadas de pérdidas de conciencia y alucinaciones, entre otros síntomas. Sin embargo, estos ataques epilépticos sufridos por Escrivá no fueron frecuentes, y los años discurrían sin ningún agravamiento. La epilepsia arrastrada desde su más tierna infancia presentaba unos síntomas que permitieron luego calificarla de «suave», es decir, un tipo de epilepsia que los expertos denominan «crisis de felicidad». Se trata de una epilepsia diferente a la más generalizada, la que se manifiesta con pérdida de conciencia, convulsiones y mordedura de la lengua. En la Grecia clásica se la denominaba «enfermedad sagrada», puesto que se le atribuía un origen divino, aunque en la actualidad la padece de hecho aproximadamente un cinco por mil de la población española. Sin embargo, dentro del Opus Dei creyeron a pies juntillas la leyenda negra en torno a esta patología que podía arrojar, sin duda, alguna luz sobre los repetidos «éxtasis divinos» de Escrivá, pero que también ofrecía riesgos incalculables si era conocida públicamente porque podía 404
ensombrecer la aureola artificiosa de santidad levantada en torno a su figura junto con el consecuente culto al Fundador. Por ello fue uno de los secretos mejor guardados. Otro grave padecimiento de Escrivá era una diabetes mellitus, devastadora enfermedad que va avanzando lentamente y que, sin previo aviso, puede aparecer en estado agudo. Esta patología, también llamada diabetes tipo 1, es especialmente angustiosa. Los pacientes tienen que inyectarse insulina todos los días durante el resto de sus vidas e incluso pueden padecer afecciones asociadas, como la ceguera. Un diabético que deje de inyectarse insulina a las horas indicadas entra en estado de coma, según la gravedad de su enfermedad, entre los tres y los cuatro días, y pasado un corto espacio de tiempo, según la resistencia física del enfermo, suele sobrevenir la muerte en gran parte de los casos. Antes de las comidas, Alvaro Portillo le inyectaba insulina, pero el 27 de abril de 1954, como consecuencia de una variante en el tipo de medicación con una insulina retardada, tuvo un shock anafiláctico con pérdida durante minutos del conocimiento. A partir de entonces, le sobrevinieron complicaciones oculares, además de lesiones vasculares y neurológicas periféricas originadas por la diabetes. La situación personal de Escrivá desde el punto de vista de la salud era francamente catastrófica. En relación con la diabetes había tenido hemorragias, inflamaciones, jaquecas, neuralgias y postración física. Se le infectaban las heridas; se disparaban las fiebres; le atacaba rabiosamente la sed. Tenía que guardar cama. Se reponía. Volvía a recaer... Una infección en la boca, y el giro violento de las raíces dentales, le obligó un día a ir al dentista, quien hubo de hacerle una extracción con los dedos, para evitar una posible y fatal hemorragia, porque los dientes estaban sueltos. Desde 1954, sin embargo, sus más íntimos colaboradores afirmaron que se había curado, que ya no necesitaba inyectarse más insulina y también que sus úlceras habían desaparecido. Pero aquello no fue declarado como un milagro, porque lo que había resuelto en apariencia el grave problema de la enfermedad era la decidida actitud por parte de los miembros del Opus Dei para procurarle al Padre la mejor calidad de vida posible. En otras palabras, que la diabetes mellitus de Escrivá prosiguió su devastador camino, pero algunos de los primeros seguidores, entre ellos Jiménez Vargas y Portillo, establecieron un muro de silencio alrededor suyo, que acabó aislando a Escrivá de su entorno con menoscabo de su capacidad como dirigente máximo de la organización y, como compensación, la única salida que al parecer encontraron fue lanzarle espectacularmente al estrellato, como Fundador del Opus Dei. Como diabético fue afectado por una retinopatía proliferativa con pérdida paulatina de la visión periférica y de la visión nocturna. Con la retina dañada, Escrivá sufría además una nefropatía diabética y hasta úlceras en las piernas. En tales condiciones su trabajo en los últimos tiempos se limitaba a pasear porque ni siquiera podía trabajar algunas horas diarias. No obstante, lo que más de cabeza traía a los médicos eran sus frecuentes depresiones. Aparte de que también padecía diversas manías de tipo obsesivo, Escrivá solía pasarse días enteros encerrado sin querer ver a nadie. Respecto a sus padecimientos, la actitud de Escrivá era por tanto muy clara, como ya solía decir en los comienzos de las actividades del Opus Dei: «En la Obra no nos podemos permitir el lujo de estar enfermos, y suelo pedirle al Señor que me 77
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conserve sano hasta media hora antes de morir. Hay mucho que hacer, y necesitamos estar bien, para poder trabajar por Dios. Tenéis, por eso, que cuidaros, para morir viejos, muy viejos, exprimidos como un limón, aceptando desde ahora la Voluntad del Señor». * El muro de silencio levantado en torno a las enfermedades de Escrivá surtió efecto y sólo después de su muerte, uno de sus hagiógrafos, Andrés Vázquez de Prada, fue autorizado a publicar que había tenido diabetes, aunque para señalar a continuación que se había curado de ella en 1954. Incluso numerarias del Opus Dei, que llegaron a desempeñar cargos de importancia junto a Escrivá en Roma, nunca tuvieron conocimiento de enfermedades o padecimientos crónicos mientras vivió el Fundador. «Sabíamos que el Padre tenía un régimen especial, pero abiertamente no se decía qué tenía», reconoció María del Carmen Tapia en un libro publicado con su testimonio en 1992. Desde fuera de la Obra, Luis Carandell, uno de los escasos biógrafos de Escrivá, mencionaba en 1975 que «ha habido rumores de que monseñor padecía una enfermedad y aunque esos rumores quedaron parcialmente desmentidos con ocasión de su viaje a España, no se descarta la posibilidad de que esa enfermedad exista. Qué clase de enfermedad sea, no se dice, y toda la cuestión se mueve en el campo de la mera conjetura». Hasta la crónica del corresponsal del diario ABC en Roma, Eugenio Montes, en el día de su muerte negaba que Escrivá estuviera enfermo: «Monseñor Escrivá de Balaguer no se encontraba enfermo. Al menos, a nadie le había comunicado las menores inquietudes sobre su estado de salud. Pero alguna persona de su círculo íntimo sospecha que él no se sentía completamente bien, aunque por su intensa espiritualidad seguía entregado abnegadamente a su misión...». 7
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En España, se calcula que más de dos millones de personas padecen la diabetes, pero sólo la mitad de ellos lo sabe. Escrivá estaba enterado, pero no hasta los últimos extremos de las dolencias que le aquejaban. Desde finales de 1969 puede afirmarse que la ceguera diabética en Escrivá comenzó a ser inevitable y con ella empezaba la cuenta hacia atrás de la sucesión a Escrivá en el Opus Dei. Una de las actitudes mantenidas por la cúpula directiva del Opus Dei dirigida por Alvaro Portillo en la última época en la vida de Escrivá fue la sobreprotección. Ningún dirigente dentro del Opus Dei quería que el enfermo se enterase de la gravedad de su situación y procuraban no hablar del tema delante de Escrivá, pensando que así le evitaban un sufrimiento adicional. Pero estos muros de silencio, que suelen ser habituales dentro del Opus Dei, resultaron ser muy perjudiciales para Escrivá, aunque obedecían a actos de amor de sus seguidores, alejándole cada día más de la realidad política de la organización. Tan sólo sus dos custodios, Alvaro Portillo y Javier Echevarría, junto con algún otro de los primeros numerarios como Juan Jiménez Vargas, conocieron en profundidad los problemas de salud que afectaban al fundador del Opus Dei, pero incluso estos miembros llegaron a negar cualquier dimensión patológica en la personalidad de Escrivá en testimonios posteriores. Sobre todo, cuando al final de su vida el Fundador daba muestras evidentes de desequilibrio psíquico y si le invitaban a cenar se ponía a llorar y a besar a todos. Como los médicos le recomendaron animación y cambio frecuente de aires, Escrivá comenzó a ausentarse cada vez más a menudo de Roma. Durante largas temporadas, especialmente los meses de verano, se alojaba en residencias de la 406
Obra cerca del mar o en la montaña. Se hallaba tan delicado de salud que, en ocasiones, un miembro del Opus Dei iba delante de Escrivá con un termómetro midiendo la temperatura de las habitaciones para evitar que un mal aire lo hiciera santo antes de la cuenta. En los viajes solía ir siempre Escrivá acompañado de un numerario médico que controlaba su salud, además del chófer, que era otro numerario y sus dos custodios, Alvaro Portillo y Javier Echevarría. Cuando llegaba la expedición a cualquier casa de la Obra, Escrivá generalmente utilizaba a dos numerarias y a dos auxiliares sirvientas para su servicio directo, que se encargaban también de la casa donde él descansaba. En total, un equipo de ocho personas de ambos sexos, todos miembros de la Obra, para cuidar al Fundador del Opus Dei. A partir de los años setenta, Escrivá comienza a recorrer el mundo en lo que él denomina «correrías apostólicas» y también «campañas de catequesis». Lo que buscaba el Opus Dei con los viajes del Fundador era un efecto espectacular de escaparate y el cambio de estrategia exterior impuesto por Pablo VI era visible desde la clausura del Concilio Vaticano. En una de las reuniones multitudinarias, Escrivá señaló al respecto: «Ya veis que no exagero cuando digo que la Obra es una gran catequesis. No es otra cosa el Opus Dei». Y en Argentina, el 7 de junio de 1974: «Toda la Obra es una gran catequesis y ¿qué intenta la catequesis? Dar a conocer a Dios, para que se practique la religión verdadera...». Pero la catequesis o catequismo es un ejercicio sumario de instrucción religiosa y lo catequístico se limita fundamentalmente a preguntas y respuestas, por lo cual resultaba excesivamente simple, aunque de algún modo complementario, de la prolija y férrea actividad apostólica del Opus Dei. Escrivá en sus correrías apostólicas imitaba a los grandes líderes de masas con sus recursos escénicos, promocionándose a sí mismo como un político americano; en aquella actividad el fundador del Opus Dei pudo desarrollar una elevada dosis de histrionismo, demostrando ser un actor impresionante en todos los terrenos interpretativos. En Chile, en el verano de 1974 describe el micrófono que le instalan en el pecho como «mi cencerro» y el cable le permite hacer en voz alta la reflexión siguiente: «¿Veis cómo me llevan atado?». En febrero de 1975, en Venezuela, vuelve a hablar por propia iniciativa de lo mismo en una escena descrita por uno de sus hagiógrafos: «El Padre se iba hacia la derecha, hacia la izquierda, arrastrando consigo el cable del micrófono, que le colgaba del pecho, sin poder adivinar de dónde partiría la próxima andanada. "Padre, soy de Maracaibo...", gritó una voz. "Tú eres de Maracaibo, pero te puedes mover; y yo no soy de Maracaibo y me tienen atado, y no me puedo mover más que hasta aquí"'». Don Javier (Echevarría), en efecto, soltaba o recogía cuerda, según los pasos. La longitud del cordón no le dejaba aventurarse más allá de la tarima, aunque en ciertas ocasiones hubiese querido abrazar a alguno de la concurrencia. En una de las reuniones de Escrivá con miembros de la Obra un estudiante venezolano abordó el tema de la diabetes: «Desde niño tengo diabetes y me han dicho que usted también la tuvo». A ello respondió Escrivá: «Yo la tuve durante diez años. Una diabetes morrocotuda». Insiste el estudiante: «Quería darle las gracias a usted y a la Obra porque la enfermedad se ha convertido para mí en un medio de santificación, y no me ha hecho perder la alegría». Respuesta seca y evasiva de Escrivá: «De eso tienes que dar las gracias a Dios, no a mí ni a la Obra.. .». 84
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La procesión iba por dentro y de los cien días en Sudamérica durante el verano de 1974, Escrivá permaneció enfermo más de diez días en Perú guardando cama. En Quito, capital del Ecuador, permaneció entre el 1 y el 10 de agosto sin poder ver a nadie ni llevar a cabo plan alguno. El 15 de agosto se trasladó a Venezuela, había llegado todavía enfermo y, como su estado físico empeoró en Caracas, deciden acortar el largo viaje de catequesis del fundador del Opus Dei. Varios meses más tarde, nuevo viaje al hemisferio, pero en Madrid, antes de tomar el avión para Caracas, reconoce que no le apetece nada ir a América. El 15 de febrero de 1975 cae de nuevo gravemente enfermo. Durante la semana que permaneció en Guatemala se redujeron al mínimo las visitas y fueron canceladas las grandes reuniones previstas; Escrivá reconoció que le habían abandonado las fuerzas. En los años sesenta Escrivá repitió varias veces ante miembros de la Obra que había tenido una visión extraordinaria con la fecha de su muerte situándola en el año 1982. Pero iba a morir de repente, de un infarto, fuera de la fecha que él había asegurado. Desde que se sentía viejo y enfermo repetía a menudo «cualquier día me voy». Llevaba además en su chochez como reliquia el lignum crucis, un supuesto trozo de la cruz de Cristo, que llevaba en el pecho y que deseaba llevasen sus sucesores. Murió el 26 de junio de 1975, en el mismo año y tan sólo unos meses antes de la muerte del dictador Franco. Como no acertó con la fecha de su muerte, se elaboró una versión dentro de la Obra para justificar tal adelanto, porque el Padre no podía equivocarse. La versión consistía en señalar que dada la situación en que se encontraba la Iglesia católica, muy mala en 1975, el Fundador había ofrecido su vida por la Iglesia, y que, entonces, por eso la fecha era distinta, porque Dios le había aceptado su sacrificio. El Opus Dei lo había casi todo previsto y estaba todo atado y bien atado. Tras su muerte se editaron dos números extraordinarios de Noticias, la revista interna de la Obra, para dar cuenta del fiel cumplimiento de sus prescripciones. Lápida de mármol, tipo de cordones, almohada de terciopelo, quién debía hacerle la mascarilla, el embalsamiento, el mechón de pelo que debía cortársele, etc. La inscripción en la lápida debía ser, como así fue, una única palabra, «El Padre», igual forma que la que aparece en los Evangelios, donde se insiste en que Padre sólo hay uno y es Dios. Escrivá no necesitaba la muerte porque los hechos ocurridos durante su vida ya se habían convertido en leyenda. Lo peor, sin embargo, fue consentir por su parte un culto idolátrico a su persona junto a la búsqueda incesante del poder, la política y el dinero, que llegaron a erigirse como rasgos permanentes y definí torios del Opus Dei. 90
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TRANSICIÓN ESPAÑOLA
Antes de la muerte del Fundador la sucesión ya estaba asegurada en el Opus Dei y Escrivá fue reemplazado inmediatamente a la cabeza de la organización por Alvaro Portillo, su alter ego, que estaba considerado como el más fiel y destacado de sus seguidores. Paralelamente, a medida que se veía el fin de la dictadura de Franco, dentro del Opus Dei se tomaron también internamente medidas políticas estratégicas, dado que la mayoría de miembros de la Obra vivía y trabajaba en España. 408
Desde Roma, cuenta Alberto Moneada, llegaban notas confidenciales de cómo actuar al respecto. Una en particular recomendaba el introducirse en alguna de aquellas asociaciones cuasipolíticas del franquismo tardío para tratar de influir desde dentro. Aquella nota era supersecreta, es decir, que iba acompañada de la indicación de destruirla después de ser leída. Según Antonio Pérez, ex alto responsable de la Obra, la gran preocupación por el secreto empujó al Opus Dei a aplicar a los temas políticos la misma estrategia que a los asuntos internos, es decir, que sólo unos pocos, en la cúpula, los conocían y los negociaban con los directamente responsables, manteniendo al resto de los socios fuera de esa información. Esto se producía sobre todo mediante el control de la documentación y la mayor o menor accesibilidad a las notas y avisos de Roma. En los últimos días de 1973, el asesinato del almirante Carrero Blanco por un comando de E T A había estropeado los planes y significado un contratiempo importante en la estrategia política del Opus Dei en España, ya que modificó el equilibrio dentro de las fuerzas de apoyo de la Dictadura. Con el nombramiento de un nuevo Gobierno presidido por Arias Navarro emergió un sector postergado del franquismo, en detrimento de los tecnócratas del Opus Dei, que fueron obligados a abandonar el poder político que habían acaparado durante años. López Rodó reconoció públicamente que con la muerte de Carrero «perdimos todo lo bueno que podíamos conservar y no hemos podido acumular ningún otro bien que sustituya lo que entonces perdimos». «Con Carrero —recordó nostálgico López Rodó en otra ocasión—, la transición se habría hecho sin las zozobras y los enigmas de ahora, y, sobre todo, sin ser ensuciadas de nuevo las calles españolas con las banderas rojas de la hoz y el martillo.» Tras la desaparición de Carrero resultaba extremadamente problemático para los miembros del Opus Dei el mantenimiento de un dispositivo de control político, por lo que ya no pudieron estar presentes en el último Gobierno de Franco. Contaban, sin embargo, con perspectivas de futuro, por disponer de candidatos bien situados para la presidencia del primer Gobierno de la Monarquía y, al mismo tiempo, miembros de la Obra ya se encontraban alrededor del recién nombrado monarca, trabajando en la Casa Real. Las relativamente modestas proporciones del palacio de la Zarzuela, domicilio de los nuevos reyes, impedían la creación de un estamento palaciego, pero al mismo tiempo aumentaban la importancia de los pocos hombres que integraban la casa de Su Majestad y despachaban diariamente con el rey. Los miembros del Opus Dei en el palacio de la Zarzuela eran el jefe de la secretaría, general Alfonso Armada; el jefe de prensa Fernando Gutiérrez; la secretaria particular de la reina, Laura Hurtado, y el confesor real, el sacerdote numerario Federico Suárez Verdeguer. Sin olvidar al jefe de la Casa, Nicolás Cotoner, marqués de Mondejar, y el entonces capitán de corbeta Fernando Poole, que se desplazaron años más tarde a Roma para asistir a la beatificación de Escrivá. Una vez realizado el reemplazo en la Jefatura del Estado tras la muerte de Franco, que sobrevino en noviembre de 1975, hubo que elegir al Presidente del Gobierno, el segundo puesto político en importancia después del nuevo rey. En la terna de candidatos figuraban un propagandista católico, Federico Silva Muñoz, y dos hombres vinculados al Opus Dei, Gregorio López Bravo y Adolfo Suárez. El exiguo pluralismo del Régimen estaba servido con aquellos tres candidatos, por93
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que Silva era demócratacristiano franquista, López Bravo utilizaba la etiqueta de tecnócrata y Adolfo Suárez se presentaba como falangista del Movimiento. En julio de 1976 Adolfo Suárez fue designado Presidente del Gobierno. Adolfo Suárez era un valor que prometía en la cantera de jóvenes políticos de recambio de la Dictadura, mantenido en reserva para un futuro más o menos inmediato. Su currículo había surgido entre complicados vericuetos políticos y había utilizado para su supervivencia tanto las influencias del Opus Dei como las de la Falange, al igual que su «padrino» político, el ya fallecido y notorio miembro del Opus Dei, Fernando Herrero Tejedor. Para Gregorio López Bravo, el otro candidato del Opus Dei en la terna, Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno era un «nombramiento excelente», pese a su distanciamiento hacia algunos miembros del Opus Dei, al menos en el terreno de la relación política, debido sobre todo al enfriamiento de sus relaciones con López Rodó. Con unos niños formados en el colegio Retamar, vinculado al Opus Dei, la esposa de Adolfo Suárez, Amparo Diana, como supernumeraria del Opus Dei, era una mujer de carácter irregular y obsesionada por la religión de un modo irracional, fanático, que no soportaba a su lado a personas separadas o divorciadas. Un gran parte de miembros de la Obra había pasado a ocupar, entre tanto, segundos escalones en todas aquellas opciones de centro y centro-derecha con alguna posibilidad de éxito, en el marco de incertidumbres que caracterizaba el sistema político español en los años de la transición. Por lo tanto, el Opus Dei se iba a presentar en los años ochenta durante la transición española con miembros distribuidos en varios partidos políticos, como la Unión de Centro Democrático, Alianza Popular, Partido Liberal, Partido Demócrata Popular, además de los partidos nacionalistas y, más tarde, el Centro Democrático y Social."" La constitución de Unión de Centro Democrático tuvo lugar con demócratacristianos, socialdemócratas y grupos liberales surgidos dentro del franquismo. Fue un partido creado en enero de 1977 para participar cinco meses más tarde en las primeras elecciones legislativas democráticas de junio de 1977. Dirigido por Adolfo Suárez, U C D se presentaba como una coalición que ni siquiera tenía directrices programáticas. Su ambigüedad como opción, llegaba hasta tal punto de que carecía de programa electoral. Tan sólo se había lanzado un sucinto manifiesto en el que la U C D se definía por exclusión de las alternativas «autoritaria» y «marxista» y en el que todo eran tópicos vacíos de contenido. El 15 de junio de 1977 consiguió, no obstante, 165 escaños y ganar mayoritariamente las elecciones. Miembros del Opus Dei fueron elegidos diputados en Alianza Popular y en la Unión de Centro Democrático en las elecciones de 1977. Obtuvieron escaño por Alianza Popular, que se presentaba como partido de la derecha clásica, Gregorio López Bravo, Juan Luis de la Vallina y Laureano López Rodó. Por Unión de Centro Democrático hubo dos docenas de diputados que giraban con mayor o menor vinculación en la órbita del Opus Dei. Entre los diputados con mayor vinculación figuraban Díaz Piniés, Enciso Recio, Fontán Pérez, Gómez Angulo, Harguindey Baner, Meilán G i l , Moya Moreno, Pin Arboledas, Rovira Tarazona, Sanjuán Borda y Vilariño Alonso. En la órbita de influencia aparecían Arce Martínez, Arnau Figuerola, Bañón Seijas, Barnola Serra, Burgo Tajadura, Fanjul Sedeño, Gari Mir, Huellín Vallejo, López Henares, Mayor Zaragoza, Pujadas Domingo, Sánchez de León, Sarasa Miquélez, Soler Valero y Suárez González. 99
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Por aquel tiempo, se hizo más ostensible la presencia de miembros del Opus Dei en los llamados poderes fácticos. Los dos primeros jefes de Estado Mayor del Ejército de Tierra del período constitucional, Alvaro Lacalle y José Sáenz de Tejada eran supernumerarios. Miembro activo del Opus sería también el caso del jefe del Estado Mayor de la Defensa, almirante Ángel Liberal Licini. Igualmente, dos numerarios, Rafael Termes y Luis Valls, formaron parte de la patronal bancaria; así como también aparecían hombres con vinculación al Opus Dei en la cúpula directiva de la patronal C E O E , como Carlos Pérez de Bricio, Arturo G i l y Manuel Aguilar. Dentro del gran partido de aluvión improvisado que era U C D hubo a partir de las elecciones de 1977 una operación montada por miembros del Opus Dei para controlar centros de poder tanto exteriores como interiores bajo el Gobierno presidido por Suárez. " A través de ese entramado los miembros de la Obra perseguían restaurar su poderío e influencia política en España, cayendo entonces muchos de ellos en la tentación del golpe de Estado militar. Miembros del Opus Dei ayudaron a dinamitar por dentro la Unión de Centro Democrático y conspiraron para preparar el tantas veces anunciado entonces «golpe de timón», que iba acompañado de una necesidad perentoria de «reconducir la situación política». El propósito de la trama era instaurar un régimen militar en España y con este fin fueron toleradas o no suficientemente castigadas desde el Gobierno algunas intentonas golpistas. Con una situación extremadamente deteriorada y ante el temor inconfesado de un golpe de Estado hubo sondeos políticos y propuestas nunca explícitas de formar un Gobierno de coalición presidido por un militar, el general Alfonso Armada, vinculado al Opus Dei y que contaba en un principio con la confianza del monarca. Así, las conspiraciones que dieron lugar al intento de golpe militar abrieron la posibilidad de un Gobierno de «salvación nacional» en el que aparecían hasta miembros de la cúpula directiva del Partido Socialista, deseosos de acceder al Gobierno, incluso rebajando el precio de sus opciones. Pero todo ello se disipó en la tarde y noche del 23 de febrero de 1981. Todos estos elementos, más algunos como la dimisión todavía inexplicable del presidente Suárez, se precipitaron con el asalto al Congreso de Diputados por parte de guardias civiles y policía militar. El resultado fue de todos conocido y a las 1.23 de la madrugada, el día 24 de febrero, el rey apareció por televisión para asegurar que no estaba dispuesto a tolerar la interrupción de la democracia constitucional, aunque el ambiguo y tardío papel desempeñado por el monarca en aquella aciaga coyuntura necesita aún una investigación histórica exhaustiva que pueda documentar los dos grandes enigmas del 23-F: el protagonismo o no del rey, es decir, si estuvo por omisión «democráticamente» implicado, protegiendo y promocionando a algunos militares; y el respaldo y la participación de los poderes fácticos y de grupos de presión como el Opus Dei. Al tiempo que el sucesor de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, ejercía de Presidente del Gobierno, la U C D fue hundiéndose lentamente en el desprestigio y la impopularidad. E! desastre electoral del 28 de octubre de 1982 acabó políticamente con la Unión de Centro Democrático. Con la disolución de U C D , los políticos del Opus Dei emigraron hacia otros partidos como Alianza Popular, Partido Demócrata Popular y Partido Liberal. Con la excepción del partido socialista, P S O E , cuya política en favor del aborto, el 1
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divorcio y la educación laica, resultan incompatibles para quienes poseen el «espíritu de la Obra». Hubo, no obstante, ex opusdeístas que se adhirieron al PSOE; es decir, hombres que mantuvieron vinculaciones pasadas con el Opus Dei como el presidente del Senado Juan José Laborda, militante del PSOE desde 1975 y apadrinado anteriormente en el Opus Dei por Enciso Recio en Valladolid. Además de Ludolfo Paramio, Manuel de la Rocha, Alfonso Lazo y Ricardo García Damborenea, médico con vinculaciones a la Obra de Dios que militó en el Partido Socialista y pasó luego al Partido Popular. Frente a los socialistas en el Gobierno, la estrategia política fue distinta, concentrándose los miembros del Opus Dei en una sola formación política, el Partido Popular, copia fiel del Partido Popular Europeo. Esta dirección única en la militancia, señala la revista Temas para el Debate, no vino dada sólo por el estrechamiento de los cauces de representación de la derecha, sino también por la acción que la jerarquía de la Iglesia española, a instancias del Opus Dei, desarrolló durante el mandato de Angel Suquía, al frente de la Conferencia Episcopal. Suquía, cuya primera decisión en el cargo fue organizar una peregrinación al santuario de Torreciudad, trabajó junto al nuncio del Vaticano, Mario Tagliaferri, y con el apoyo del diario ABC, en la unificación de la derecha española. Para ello presionaron a Marcelino Oreja, Javier Rupérez y Manuel Fraga, viejo adversario del Opus Dei, para convertir Alianza Popular en el partido de tinte conservador y demócratacristiano que albergara a toda la derecha española y que tuviera alguna posibilidad de derrotar al P S O E en unas elecciones. Como consecuencia de ello, el triunfo de José María Aznar en las elecciones legislativas españolas de 1996 ha significado la vuelta de los seguidores de Escrivá a la escena política en España. El primer nombramiento político para ocupar la presidencia del Congreso de Diputados le fue atribuido a un miembro supernumerario de la Obra de Dios, Federico Trillo, que destacó en el papel de perseguidor de escándalos políticos durante los gobiernos socialistas, dada su formación de jurista y su doble condición de funcionario como letrado de las Cortes y jurídico de la Armada. También los nombramientos en el primer gabinete Aznar para dos carteras ministeriales de mujeres con vinculaciones con la Obra de Dios como Isabel Tocino y Loyola de Palacio, parecen confirmar el inicio de una nueva escalada política del Opus Dei en España, el país donde se encuentra mejor implantado, con gran diferencia, respecto a otros países. Existe también en el Gobierno Aznar un «tercer hombre» vinculado al Opus Dei, José Manuel Romay, miembro del comité ejecutivo del Partido Popular (PP) nombrado ministro de Sanidad y cuyos lazos con la Obra de Dios se remontan al último período del franquismo y a la creación de la Unión de Centro Democrático (UCD). La presencia de estos tres personajes es tanto más importante cuanto se trata de un gabinete reducido formado sólo por 14 ministros, lo que representa aproximadamente un 20 por 100 de cuota de poder en el Gobierno español para el Opus Dei. Sin embargo, el Partido Popular no es una operación Opus Dei, aunque dentro del PP, como anteriormente dentro de la posfranquista U C D , sí que hubo y de hecho hay una operación Opus Dei. Como grupo de presión caracterizado por el secreto, el Opus Dei se ha convertido en una extensa red de influencias políticas al servicio de los intereses más conservadores y poco puede hacer un político de la derecha española sin él, y nada en su contra. Aunque cuenta actualmente con una 104
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fuerza política comparativamente menor que en tiempos de la primera transición española con los gobiernos de U C D e ínfima en relación con su época de esplendor político durante la dictadura de Franco. Su presencia, sin embargo, es continua, y en el ámbito de la Justicia española existe, por ejemplo, una fuerte penetración de miembros del Opus Dei en el ministerio fiscal. En 1994 fuentes judiciales señalaron que los siete fiscales del Tribunal Constitucional eran miembros del Opus Dei. " El complejo entramado del Opus Dei se extiende también a través de una infinidad de movimientos, asociaciones, clubs, etcétera, mediante los que se asegura una influencia importante sobre el tejido social y mantiene canales «frescos» para captar nuevos adeptos. Algunas de las asociaciones a las que se atribuye una presencia dominante del Opus Dei en España son la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA), Asociación P R O V I D A , Unión de Federaciones Agrarias de España, Jóvenes Agricultores, Confederación Española de Asociaciones de Jóvenes Empresarios, Federación de Sindicatos Independientes de la Enseñanza, Acción Familiar, M u jeres Rurales, Agrupación de Telespectadores y Radioyentes, y un largo etcétera.'" Ayudando en el intento de unir a la derecha española, el Opus Dei se ha convertido en uno de los soportes del Partido Popular, con el objetivo de transformar su capacidad de presión en poder político real. Dentro del PP hay miembros del Opus Dei que destacan entre sus dirigentes como Federico Trillo, Isabel Tocino, Loyola de Palacio, Juan Luis de la Vallina, Andrés Ollero, Juan Ramón Calero. Tienen también vinculación con el Opus Dei Juan José Lucas, Miguel Ángel Cortés, José Manuel Romay, Ana Mato y José María Michavila, este último hombre en ascenso dentro del partido como Secretario de Estudios y Programas del PP, convertido en secretario de Estado de Relaciones con las Cortes y alfil del presidente de las Cortes en el nuevo Gobierno. Otros miembros del Opus Dei, considerados en política como «técnicos», entre los que figuran expertos en economía y en ciencias sociales, forman el ala dura del Partido Popular y tienen asegurado el desempeño de elevadas funciones en el reemplazo de altos cargos de la Administración efectuado por el nuevo poder ejecutivo presidido por Aznar a partir de mayo de 1996. Se pueden citar, entre los nuevos nombramientos, a Pablo Guardans Cambó como director general en el ministerio de Industria y Energía, y a Joaquín Abril Martorell como nuevo secretario de Estado de Infraestructura y Transportes. Ingeniero aeronáutico vinculado al Opus Dei y hermano del vicepresidente del Gobierno en tiempos del presidente Suárez, Joaquín Abril Martorell es un político veterano de U C D que ya ha desempeñado cargos en la sombra como el de director de campaña en las elecciones legislativas de 1979. Otro veterano miembro de la Obra, Alberto de la Hera, repescado para la política, pasó a ocupar un puesto clave para la Obra, la dirección general de Asuntos Religiosos en el ministerio de Justicia, que administra la subvención del clero con cargo al presupuesto del Estado y se encarga además de las relaciones «civiles» con la jerarquía de la Iglesia. 1
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Por otra parte, la nueva directora del Instituto de la Mujer, María Concepción Dancausa, amiga personal de la esposa de Aznar y con vinculaciones con la Obra de Dios, ha provocado conflictos en el desempeño de su cargo y fue acusada en un comunicado del Servicio Nacional de la Mujer de Chile de «falta de comprensión y sensibilidad», después de haber suspendido un Seminario Internacional sobre la Mujer por «discrepancias en el temario». La suspensión provocó un incidente diplo413
mático ya que estaba prevista la asistencia al seminario de dos ministras y altos cargos relacionados con distintas administraciones de países latinoamericanos. Jugando un papel similar al de una bisagra, miembros del Opus Dei ayudaron a cerrar el pacto político entre nacionalistas y populares con vistas a la formación del nuevo Gobierno durante la primavera de 1996. Si a finales de 1995 existían profundas divergencias políticas entre los partidos nacionalistas vascos y catalanes, de tendencia demócratacristiana, y la opción conservadora centralista dirigida por Aznar y alentada secretamente por el Opus Dei, la mayor parte de las asperezas políticas se fueron paulatinamente limando ante la posibilidad de formar un gabinete conservador en la primavera de 1996; la presencia de miembros del Opus Dei en partidos y grupos nacionalistas contribuyó al proceso de formación del nuevo Gobierno. En los grupos y partidos nacionalistas, cabe citar por su vinculaciones con la Obra de Dios a Lluís Alegre, conseller de Turismo del Gobierno catalán, o Concepció Ferrer, eurodiputada y ex presidente de Unió Democrática de Catalunya, dentro de Convergencia i Unió; además de Joaquim Molins, político clave en los pactos del PP con los nacionalistas, miembro de una destacada familia opudeísta catalana con intereses en la industria cementera y estrechos lazos familiares con el político franquista y dirigente de la Obra, Laureano López Rodó. Mantiene asimismo vinculaciones con el Opus Dei, Francisco Gilet, ex diputado balear y mano derecha de Gabriel Cañellas, destituido de la presidencia del Govern balear por corrupción, algunos políticos vascos del P N V y de la Unión del Pueblo Navarro, además de Víctor Maeztu, dirigente del C D N en Navarra y Rafael Larreina, vicesecretario general de Eusko Alkartasuna. En la resurrección política de la Obra de Dios la cuestión financiera resulta decisiva a todos los efectos, y el primer ataque del Opus Dei se ha iniciado en el sector bancario. Financieros de la Obra han comenzado los primeros intentos de fusión para aumentar el tamaño del buque insignia financiero del Opus Dei. Ha sido montada para ello una hábil campaña de prensa donde los «ratones» del Banco Popular Español pretenden comerse al «elefante» bancario llamado Banco Central Hispano. Así, los directivos del banco del Opus, calificados de ratones en la operación y que ponen como condición controlar la gestión, pasarían a convertirse en cabeza y no cola de león, contando para ello con apoyos y una actitud favorecedora de la fusión por parte del nuevo Gobierno. Este posicionamiento público en una operación financiera de gran evergadura puede calibrar el optimismo en que se encuentran inmersos los miembros de la Obra, así como también la capacidad futura y poder político del Opus Dei si llegan a alcanzar la fusión bancaria ya anunciada. En cualquier caso es evidente que como grupo de presión fuertemente cohesionado ya han puesto en marcha un rodillo compresor tanto en la política como en la economía española y tras el largo paréntesis político durante más de un decenio de Gobierno socialista miembros del Opus Dei remontan de nuevo a la superficie ofreciendo una imagen remozada de su poder que se mantendrá vigente en los próximos años. Pero el Opus Dei ya no tiene la fuerza del pasado ni sus miembros tienen potencia suficiente para ofrecer una alternativa clara en medios políticos, que fue uno de los atractivos mayores de su fulgurante escalada de poder durante los años cincuenta y sesenta en España. Tampoco representa una revitalización de los valores morales de la sociedad española, con la serie ininterrumpida de grandes escándalos 107
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financieros que han venido ocurriendo y siguen protagonizando sus miembros desde Matesa en los años setenta y Rumasa en los años ochenta hasta la quiebra de la Fundación General Mediterránea en los años noventa. Si el período fundacional del Opus Dei acabó propiamente en 1975, cuando falleció el fundador, el período siguiente se ha caracterizado por un notorio declive interno, que ha desembocado en una rápida evolución y decadencia que aún no se ha detenido, pese al resurgimiento político operado en 1996. La presencia de tres ministros en el Gobierno Aznar, además del presidente del Congreso de Diputados, representa una resurrección, aunque su influencia para convertir su capacidad de presión en poder político real aún no puede determinarse. Sin embargo, la diversificación de sus miembros en la política, las finanzas y la educación, permite esperar que aumente de nuevo su influencia en estos campos, especialmente en el dispositivo impresionante que mantienen en la enseñanza privada en España, compuesto por una universidad y más de 67 colegios de enseñanza media y profesional, que resulta ser una de sus bazas más destacadas. Aún es pronto para conocer si esta presencia producirá una mayor estabilidad, con los consiguientes frutos financieros, y logrará con ello la Obra conseguir frenar su proceso de decadencia. Seguramente lo intentará por todos los medios políticos a su alcance. Negocios y política fueron al fin y al cabo las dos vías principales que escogió para el apostolado de élites en los países de tradición católica.
ESCÁNDALOS FINANCIEROS
En su implantación fuera de España, el Opus Dei utilizó diversos artificios o astucias financieras con ánimo de engañar y sin reconocer que algunas de las inversiones iban destinadas a otros fines. El resultado fue que las utopías de financiación de los apostolados fuera y dentro de España se saldaron a veces con escándalos financieros memorables que resquebrajaron aún más la fama o prestigio como institución del Opus Dei y, por ende, el de la Iglesia católica. Por ejemplo, Matesa y Rumasa son dos siglas de sociedades mercantiles que se han convertido en sinónimo de escándalo financiero en España por la intervención de miembros del Opus Dei. El primero de los grandes escándalos financieros protagonizados por miembros del Opus Dei fue el de Matesa, una sociedad con un capital de dos millones de pesetas que había adquirido para su explotación las patentes de un telar sin lanzadera, de invención francesa. Matesa inició sus actividades como empresa fabricante de maquinaria textil instalada en Pamplona; de ahí su nombre, Maquinaria Textil del Norte de España, S.A., en abreviatura Matesa. Durante los años sesenta, la estrategia de Matesa consistió en instalar un holding multinacional con vistas a la fabricación y exportación del telar sin lanzadera por todo el mundo. El promotor de la empresa, José Vilá Reyes, hijo y nieto de empresarios textiles, se presentaba como un industrial, pero era de hecho un financiero sin posibles. Con la ayuda de fondos públicos y las complicidades políticas de miembros del Opus Dei, altos funcionarios y ministros del Gobierno, Matesa instaló con créditos del Estado español una red de sociedades que abarcaba desde Europa a América. La empresa no era factible desde un punto de vista empresarial 415
con tales presupuestos, aunque fue provechosa financieramente para sus promotores y sobre todo para el Opus Dei, que distribuyó un maná de millones de pesetas de la manera siguiente: 270 millones aproximadamente para la Casa Generalicia de Roma, 120 millones para los centros de Roma, Barcelona y Pamplona de la Universidad de Navarra, 900 millones de pesetas para dos colleges universitarios en los Estados Unidos, más otros 1.200 millones que sirvieron para financiar la implantación de la Universidad de Piura, en el norte del Perú. " Estas donaciones de Matesa a la Obra de Dios correspondían a los 2.490 millones de pesetas que nunca figuraron en la contabilidad de la empresa. El escándalo fue sacado a la luz pública en agosto de 1969 por el sector falangista del Régimen, coincidiendo con la proclamación de Juan Carlos de Borbón, como sucesor de Franco a título de rey. Fueron procesados los administradores de Matesa, altos funcionarios responsables del crédito oficial en los organismos del Estado y ministros del Gobierno como Navarro Rubio, Espinosa Sanmartínn y García Moneó, vinculados al Opus Dei. La acusación fue de estafa, cohecho, es decir, corrupción de cargo público, etc. Para evitar el naufragio político que podía representar la condena, hubo un autoindulto del propio Gobierno en 1971; aunque este intento de enterrar jurídicamente el caso envolvió a los implicados en el más absoluto e irremediable de los descréditos. La expansión financiera de Matesa se había realizado en dos tiempos, en primer lugar Europa y después América, beneficiándose así centros de la Obra de Dios, tanto en Europa como en América, de la financiación de Matesa. La investigación judicial, sin embargo, se redujo al territorio español cuando el grueso de los créditos concedidos por el Estado se encontraban fuera de las fronteras, transitando por bancos suizos y sociedades panameñas. Cuando Vilá Reyes salió en libertad en 1976, aunque estuvo condenado a varios siglos de cárcel, declaró textualmente que «el caso Matesa empieza ahora», para afirmar luego con mayor énfasis: «Yo puedo asegurar que Matesa no ha terminado». El principal encartado afirmó también, en diversas declaraciones a la prensa, que tenía reunido material suficiente para escribir varios libros e incluso un guión de cine. Durante su cautiverio, Juan Vilá Reyes afirmaba haber acumulado miles de cuartillas volcando en ellas reflexiones, datos, experiencias y meditaciones de todo orden sobre Matesa, «pero falta —añadía el propio Vilá Reyes— en toda esa producción literaria el capítulo final». Mientras el mattre-chanteur de la estafa de Matesa amenazaba con ese «capítulo final» que, al parecer, estaba entonces a punto de concluir, tuvo lugar en París el 24 de diciembre de 1976 el asesinato de Jean de Broglie, que había sido tesorero y cofundador con Giscard d'Estaing y Poniatowski del partido de los Republicanos Independientes en Francia. Desde hacía tres años Valéry Giscard d'Estaing ocupaba la presidencia de la República y Michel Poniatowski el ministerio del Interior. Jean de Broglie fue asesinado por un comando dirigido por un policía y para Poniatowski, ministro del Interior francés, no hubo implicaciones políticas ni de cualquier otra índole. Se trataba simplemente, según la versión oficial, de un crimen crapuloso; pero el semanario satírico Le Canard Enchainé logró demostrar con pruebas que una de las pistas del asesinato conducía a Luxemburgo y que la eliminación de Jean de Broglie estaba relacionada con el mundo secreto del financiamiento de los partidos políticos. 1
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A Luxemburgo había acudido, en efecto, el promotor de Matesa, Juan Vilá Reyes, para fundar en mayo de 1968, en vísperas de importantes elecciones legislativas en Francia, una sociedad anónima holding, Sodetex, filial de Matesa, que sirvió de pantalla en la alimentación de la exhausta tesorería del partido de los Republicanos Independientes en Francia. Desde 1962 los Giscard y el Opus Dei estaban asociados financieramente en Francia y recurrieron al dispositivo financiero montado en Luxemburgo por Matesa para otener préstamos por un valor de cinco millones en eurodólares. Cuando estalló el escándalo en España, la administración judicial de Matesa reclamó parte del dinero. A pesar de un acuerdo rubricado por Jean de Broglie para su reembolso, este compromiso nunca llegó a ser cumplido por parte de los franceses. El capital fundacional de Sodetex fue aportado por Matesa y su domicilio legal era la sede de la Banque Internationale, banco emisor del Gran Ducado de Luxemburgo. Hasta poco antes del asesinato, la sociedad Sodetex estuvo presidida por Jean de Broglie, último vastago de una aristocrática familia francesa, además de diputado y secretario general años antes del partido de los Republicanos Independientes, presidido por Valéry Giscard d'Estaing, que había sido elegido, entre tanto, Presidente de la República francesa. Como existían claras conexiones entre la «ejecución» de Jean de Broglie y la firma Sodetex vinculada a Matesa, desde entonces Broglie-Sodetex-Matesa fueron nombres asociados constantemente por la prensa francesa, ya que había pistas en el asesinato que conducían a altas instancias políticas francesas." Afortunadamente para Giscard, Poniatowski y los Republicanos Independientes en el Gobierno francés, el asesinato de Jean de Broglie logró arreglar todos los problemas financieros pendientes. El cadáver de Jean de Broglie no fue el único que permaneció en el baúl de los recuerdos, mientras se mantuvo la asociación financiera entre los Giscard d'Estaing y miembros del Opus Dei. Hubo otro caso anterior que ocurrió en una de las empresas controladas por la Banque des Intéréts Francais, donde participaban los Giscard d'Estaing y el Banco Popular Español, del Opus Dei. Meleux et Compagnie era una empresa dedicada a la fabricación y mantenimiento de material ferroviario que trabajaba casi exclusivamente para la Societé Nationale des Chemins de Fer (SNCF). Desde 1962, fecha de la implantación financiera del Opus Dei en Francia, su propietario Louis Meleux, se había endeudado considerablemente con varios bancos franceses, pero los préstamos de empresas que trabajaban para compañías nacionalizadas como la S N C F estaban garantizados y la Caisse des Marches de l'Etat, des Collectivités et Etablissements Publics se responsabilizaba de las deudas por un valor que alcanzaba hasta 2,5 millones de francos en 1965.'" Como la situación financiera de Meleux et Cié, continuó deteriorándose, hubo bancos que comenzaron a devolver talones sin fondos de la empresa. Conocedora de estos problemas, la Caisse des Marches de l'Etat avisó a Meleux que sufriría una inspección contable el 25 de marzo de 1965 en la sede de la empresa. La investigación se realizó, pero el empresario estuvo ausente. Había salido temprano de su casa por la mañana en dirección de París, 65 bis rué du Rocher, la sede de la empresa, pero nunca llegó a su destino. Le encontraron muerto, con una bala de revólver alojada en la cabeza, en el bosque de Fontainebleau, en los alrededores de París. El arma se encontraba al lado del cadáver y creyeron primero que era un suicidio. Sus familiares lo negaron, señalando que era católico practicante y miembro del Opus Dei. 0
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Mientras tanto, la investigación había descubierto que existía un agujero financiero de 16,5 millones de francos en la contabilidad de la empresa. El informe redactado por un administrador y un perito judicial resultaba explosivo. Desde 1962 la sociedad Meleux et Compagnie se encontraba prácticamente en la quiebra utilizando todo tipo de operaciones financieras ilegales para camuflar la verdadera situación de la empresa. Para evitar el cierre y la quiebra, Meleux había utilizado la Banque des Intéréts Francais que le había ayudado con subterfugios y se había embolsado más de 3 millones de francos en concepto de comisiones. El semanario satírico Le Canard Enchainé reveló los hechos," pero la muerte del principal responsable evitó el escándalo público. Por su parte, los Giscard d'Estaing y sus asociados del Opus Dei decidieron liquidar a continuación la Banque des Intéréts Francais, pero un banco, como cualquier sociedad mercantil, no desaparece de la noche a la mañana. El proceso de liquidación fue lento y duró hasta 1970.'" Si durante la implantación financiera del Opus Dei en Francia ocurrieron los casos Meleux y De Broglie, donde se entremezclaban peligrosamente las finanzas y la política con resultados criminales, en Suiza un banco del Opus Dei empezó a tener graves dificultades financieras, mientras que en España ya se estaba incubando el escándalo financiero de Rumasa. La ocultación de datos concretos sobre las finanzas del Opus Dei es una práctica que se remonta a los tiempos de la fundación. Sólo un puñado de miembros del Consejo General, quizá cuatro o cinco, aparte del «Padre», serían los que dispusieran de información completa sobre el estado de las finanzas del Opus Dei. La Administración General del Opus Dei obtiene sus ingresos de las contribuciones de sus socios, de los legados o donaciones y, sobre todo, del rendimiento de sus inversiones de todo tipo. En la última etapa del Fundador, el dinero de la Administración General del Opus Dei fue usado para llevar a cabo especulaciones con moneda extranjera; el patrimonio financiero de la Obra sufrió cuantiosas pérdidas causadas por tan errónea política inversora, que fue dictada, además, personalmente por Escrivá, entonces presidente del Opus Dei. Cuando murió el fundador en 1975, las finanzas de la Obra estaban muy mermadas, como consecuencia de ese tipo de especulaciones. A partir de entonces, hubo rumores insistentes que circularon en los medios financieros de Suiza señalando el cierre probable de la Banque d'Investissements Mobiliers et de Financement o Imefbank, banco controlado por el Opus Dei con sede en Ginebra. Los rumores se debían, al parecer, al endeudamiento excesivo del Imefbank, mera filial del grupo financiero del Opus Dei, cuya delicada situación provocaba intensos rumores de quiebra en el mundo de las finanzas suizas. Las primeras dificultades surgieron, al parecer, cuando algunas sociedades financieras «auxiliares» del Opus Dei se vieron obligadas a reconocer que funcionaban... ¡sin fondos! El Imefbank de Ginebra era un banco que contaba entre sus clientes con varias de estas sociedades del Opus Dei y su posible liquidación no iba a perjudicar excesivamente a los particulares suizos. En cualquier caso, las autoridades financieras helvéticas estaban dispuestas a facilitar una solución antes de declarar la quiebra. El Imefbank se había estado alimentando con los saldos bancarios de impositores españoles residentes en el extranjero, desde que en 1970 el ministerio español de Hacienda instituyó la «cuenta de ahorro del emigrante». Así, el Imefbank poseía una cuenta postal, la 12-58 en Ginebra, en donde eran depositados los ahorros de 2
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los emigrantes en francos suizos, marcos o liras, que quedaban fuera del control que podía ejercer el Banco de España. A través de ese mecanismo se calcula que el Banco Popular Español había obtenido la cifra de 12.000 millones de pesetas a través de sus oficinas en varios países europeos. Pero el filón del ahorro de los emigrantes empezó a agotarse a partir de 1976 y se detectaron anomalías graves, como demoras de hasta cuatro meses, por parte del Banco Popular en la entrega de sus ahorros a los emigrantes en España. Para completar el dominio del accionariado del Imefbank después de su adquisición, tuvo lugar un aumento del capital social de 5 a 15 millones de francos suizos en abril de 1972, estando presente un hermano de Luis, Xavier Valls Taberner, en representación del Banco Popular Español. El 40 por ciento de las acciones dependían directamente del Banco Popular, mientras que el 60 por ciento restante pertenecía a una filial del mismo Banco Popular, la sociedad financiera Argesco, S.A., con sede en Panamá. La artimaña financiera para su control consistió en que el capital social del Imefbank era nominalmente de 15 millones de francos suizos, pero su capital desembolsado no alcanzó el 25 por ciento de las acciones. Clasificado como banco pequeño, tenía sin embargo ventanillas abiertas al público. Su sede estaba en Ginebra, además de una sucursal en Lausana y tres agencias en Friburgo, Bulle y Neuchátel. El hombre clave del Imefbank fue Juan Gesalí Rius, uno de los directores generales del Banco Popular Español, sustituido, tras su fallecimiento, por Mariano Peláez Hernández, subdirector general del Banco Popular Español y director de la división internacional del mismo banco. El caso de Mariano Peláez merece señalarse, pues residió en Ginebra entre 1973 y 1975, figurando en el registro cantonal, controle de l'habitant, bajo el nombre supuesto de Mariano Rodríguez. En el carnet, serie B, número 506.429, que le dieron las autoridades suizas, Mariano Peláez logró esconder también su identidad verdadera. Este financiero del Opus Dei era nada menos que vicepresidente del consejo de administración del Imefbank y estaba encargado especialmente del lado oculto de las finanzas del Opus Dei, siempre en contacto permanente con Luis Valls y Rafael Termes, presidente y consejerodelegado respectivamente, del Banco Popular Español. Como el colapso del Imefbank, además del fuerte quebranto económico, podía representar una grave pérdida de imagen en el dispositivo financiero internacional del Opus Dei, recibió en el mes de julio de 1978 un balón de oxígeno antes de la asfixia financiera. Se trataba nada menos que de 2,5 millones de dólares que recibió el Imefbank de la Financiera Rumasa y que sirvió para reflotar sus operaciones en Europa. A través de esa generosa ayuda al Imefbank, Ruiz Mateos intentaba implicar al Banco Popular Español en sus operaciones. Aunque aparecía como dinero donado a la Obra de Dios, en este caso a favor de Bartizelinvest Anstalt con sede en Vaduz, Licchtenstein, Ruiz Mateos pretendía acercarse, sobre todo a Luis Valls Taberner, el banquero principal de la Obra, conectándose así con un «circuito de emergencia», ya que Rumasa podía a su vez derrumbarse financieramente como un castillo de arena. Aquello fue sólo un respiro en los problemas de liquidez del Imefbank, y en 1980 el Opus Dei lo tuvo que vender precipitadamente al Nederlandsee M i d delstand Bank ( N M B ) , el tercer banco de Holanda. El origen de Rumasa fue doble. Por un lado se hallaba el negocio del vino y la 419
lucha infatigable por la supervivencia de un astuto vinatero de Rota, en la provincia de Cádiz; por otro, sus orígenes comenzaron realmente con la adhesión de la familia Ruiz Mateos al Opus Dei. Una fecha clave fue el 19 de marzo de 1963 cuando José María Ruiz Mateos escribió la carta al Padre pidiendo «ser admitido en su Obra para buscar a Dios junto a ustedes»; fue entonces cuando el negocio familiar comenzó a ser propulsado hacia las alturas. Rebautizado como Financiera Rumasa, con sólo medio millón de pesetas de capital, instaló su domicilio social en Barcelona y mantuvo una delegación en Jerez de la Frontera. La empresa de los Ruiz Mateos participaba con este nuevo rumbo en la estrategia financiera del Opus Dei. En sus comienzos, se entregaba a los empleados de nuevo ingreso en Rumasa un ejemplar de Camino, el libro básico del fundador del Opus Dei. Abundaban también entre el personal las invitaciones a acudir a retiros, charlas y conferencias, siempre en el ámbito de la Obra." Los contactos financieros de José María Ruiz Mateos, miembro supernumerario del Opus Dei y principal animador de Rumasa, se realizaban siempre a nivel personal, a través de entrevistas e instrucciones del numerario encargado de las finanzas Pablo Bofill Quadras en una primera época;" posteriormente, a partir de 1980, intervino otro numerario, Luis Valls Taberner, quien se encargó del asesoramiento financiero de Ruiz Mateos antes del derrumbamiento de Rumasa. Si Escrivá, el fundador, insistía siempre en la realidad «espiritual» de la Obra y en la necesidad que tenía de contar a todo el mundo lo que era de verdad el Opus Dei, José María Ruiz Mateos repetía la misma argumentación aplicándola a Rumasa. Calificado Ruiz Mateos de «rey Midas» por la cursilería periodística, el diario ABC del 20 de agosto de 1978 decía de él: «Ha convertido en quince años un negocio familiar con siete empleados en un holding de doscientos mil millones con una plantilla laboral de más de veinticinco mil personas». Los quince años de actividad a los que se refería el diario se contaban precisamente a partir de 1963, fecha de su adhesión al Opus Dei. Con intuición y artimañas financieras, Rumasa se había convertido en una multinacional, como su matriz el Opus Dei, y a comienzos del año 1983 ya controlaba 670 empresas, contaba con unos 60.000 trabajadores y manejaba una cifra de facturación global de 350.000 millones de pesetas. Los sectores económicos sobre los que se asentaba básicamente Rumasa eran bancos, hoteles, bodegas, inmobiliarias y sector de la construcción, junto con grandes almacenes. La estrategia financiera del Opus Dei consistió en controlar durante los años sesenta el mayor número de bancos locales en la Península, sin descuidar la implantación financiera en el extranjero como soporte de su expansión y apostolados. El holding de Ruiz Mateos, jugando en posición de outsider, participó espectacularmente en esta estrategia financiera del Opus Dei, manteniendo en pie, aunque a duras penas, la ficción de su independencia. El holding de la abeja, símbolo que utilizaba en su publicidad enmarcada en un hexágono, estaba conectado con el grupo financiero del Opus Dei y, más concretamente, con el tentáculo de Esfina y del Banco Atlántico; además del Banco Popular Español, que intentó utilizar posteriormente a modo de circuito de emergencia. En la lista de sus bancos Rumasa incluía, por ejemplo, al Banco de Asunción en Paraguay, el Banco de Crédito y Ahorro Ponceño de Puerto Rico y el Banco de Iberoamérica en Panamá, que no eran de Rumasa, aunque estaban integrados en la órbita financiera del Opus Dei. 4
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En la estrategia del grupo financiero del Opus Dei la Financiera Ruiz Mateos se encargaría de gestionar el holding que iba a actuar también como hospital de bancos y empresas en dificultades en el entramado económico de la Obra. Esta actividad de Ruiz Mateos, como hombre-escoba o escombrera del Opus Dei, no se detuvo con la expropiación del holding en 1983 y ha continuado hasta 1995, cuando se encargó de liquidar los intereses financieros del Opus Dei en el caso de la Fundación General Mediterránea, otro escándalo financiero. Nadie se atrevió a poner coto al crecimiento desaforado de Rumasa durante la dictadura de Franco y se puede citar como detalle que hasta junio de 1975 no hubo un informe completo del Banco de España sobre Rumasa. Durante la transición recibió 16.000 millones de pesetas de apoyo, negociados con el Gobierno de Suárez y el Banco de España, para salvar lo que se llamó entonces, eufemísticamente, un «bache de tesorería»." En el mes de mayo de 1975 Rumasa presentó una querella criminal contra la revista Sábado Gráfico por aludir claramente entonces a las dificultades financieras de Rumasa. «Parece que el coloso rumasino tiene los pies, y no precisamente cubiertos, de barro. Y que con los vientos racheados que mayo nos ha traído, se bambolea peligrosamente. Se rumorea, acaso porque el rumor venga de Rumasa, que el Banco de España hace denodados ejercicios de salvamento. Para los que, claro, no parece contar con los cables de la Banca privada. Banesto, indeciso.» Por la publicación en la revista de esta noticia de 65 palabras Rumasa solicitó, como medida intimidatoria, una primera indemnización de 1.200 millones de pesetas contra Sábado Gráfico y posteriormente 6.000 millones de pesetas. La querella judicial no fue siquiera admitida a trámite, pero sirvió para conocer una de las armas secretas de Ruiz Mateos. Para sobrevivir, Rumasa necesitaba siempre con urgencia ingentes cantidades de dinero porque la especulación era la base exclusiva de su crecimiento y decir que Rumasa se tambaleaba significaba una pérdida incalculable para el holding rumasero. El problema de Rumasa era que las empresas industriales y comerciales tenían desde hacía mucho tiempo atrás unas pérdidas que los bancos del grupo venían financiando y su estrategia consistía en comprar nuevos bancos para ir financiando las pérdidas en espera de tiempos mejores o de un milagro. Se trataba de una continua huida hacia adelante, de una versión gigante del conocido peloteo." Sólo existió una voluntad decidida de frenar la expansión incontrolada de Rumasa cuando hubo gobiernos con estabilidad democrática en España. Es decir, que la actividad de Rumasa se desarrolló en un contexto de hundimiento lento de un régimen y alumbramiento de otro, en un proceso que abarcó en España desde finales de la década de los sesenta hasta mediados de los años ochenta. Por aquellos tiempos, otro financiero miembro del Opus Dei, Juan Palomeras Bigas, fue protagonista en 1978 de un escándalo financiero que provocó el cierre, la disolución y la quiebra del Banco de Navarra y del grupo financiero M P I que lo sostenía. Un año antes, en 1977, Palomeras había comprado el Banco de Toledo a Rumasa, además de un paquete minoritario de acciones del Banco de Valladolid. Cuando el Banco de Navarra entró en crisis, Rumasa recobró el Banco de Toledo y hasta logró conseguir ingresos por la frustrada operación. En la operación de compraventa del Banco de Toledo, además de Juan Palomeras Bigas, aparecieron personajes vinculados al Opus Dei como Sebastián Auger, editor propietario del 6
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grupo Mundo, que después de una carrera de empresario audaz tuvo que pasar por el juzgado, suspender pagos y asistir a la quiebra y liquidación del negocio inmobiliario y editorial. Más tarde tuvo que huir de España. Se refugió en México, para evitar una larga estancia en la cárcel." En plena escalada financiera, Ruiz Mateos no quiso descuidar su imagen aristocrática a imitación del fundador del Opus Dei y decidió dorar sus blasones, convirtiéndose en flamante marqués de la recién estrenada Monarquía. Desempolvó para ello un título nobiliario, marqués de Olivara, comprado en 1976 por Ruiz Mateos en la República de San Marino y cuyo uso fue autorizado oficialmente en España en 1982. Desde entonces, sus armas son, en campo de plata, un creciente ranvesado, jaquelado de oro y sable. El escudo nobiliario de marqués tiene además una bordura de gules con ocho bezantes, de oro, verados de azur. Este hecho no era aislado pues cinco hijos de José María Ruiz Mateos ya habían sido armados caballeros e investidos con el hábito de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén en la basílica de San Francisco el Grande, de Madrid. Actuó de maestro de ceremonias el marqués de Casa López, cuarto de la línea del marquesado pontificio otorgado a la viuda de Matías López, fabricante de los famosos chocolates del mismo nombre. En el mismo acto, una de las hijas de Ruiz Mateos fue admitida también en el Brazo de Damas Nobles Capitulares de la Orden. A partir del año 1976, después de la muerte de Franco, el promotor de Rumasa se lanzó a todo tipo de actividades financieras internacionales y a la expansión de Rumasa en el extranjero. Según la documentación que figura en el Juzgado de Delitos Monetarios en Madrid, fueron más de 50.000 millones de pesetas los capitales evadidos por Rumasa. De esa cifra, una parte desapareció para financiar las pérdidas de las empresas del grupo en el extranjero, otra parte quedó en manos de la familia Ruiz Mateos, mientras que una tercera parte sirvió para financiar actividades apostólicas, pagando créditos o cubriendo apremiantes necesidades de dinero líquido del Opus Dei. Los pilares de la actividad financiera de Rumasa en el extranjero estaban en Zurich, Panamá y en la isla de Curacao, en las Antillas holandesas. Para el montaje exterior de Rumasa, Ruiz Mateos siguió los mismos pasos que había realizado en España. Constituyó sociedades ficticias, instaló circuitos fiduciarios en Panamá, Luxemburgo, Curacao y las islas del Canal de la Mancha, paraísos fiscales corrientemente utilizados por la filibustería financiera. Ruiz Mateos compró, engañó y ocultó todo lo que pudo con la ayuda de bufetes de abogados especializados. Y contó también, como ya sucediera en España, con la ayuda de los ubicuos financieros de la Obra como Pablo Bofill Quadras, José Ferrer Bonsoms, Luis Valls Taberner y Rafael Termes Carrero. Una pieza clave de las operaciones exteriores de Rumasa fue el suizo Arthur Wiederkehr, presidente del Nordfinanz Bank y activo agente fiduciario del Opus Dei en su actividad multinacional. Arthur Wiederkehr tenía además entre sus clientes habituales a algunos responsables de las finanzas del Vaticano y de diversas instituciones religiosas católicas. Antiguo cónsul suizo en Panamá y vinculado a la Union des Banques Suisses, Wiederkehr llegó a tener hasta un millón y medio de acciones del Banco Ambrosiano, convirtiéndose por este hecho en el eslabón oculto que faltaba en la cadena de complicidades que conduce desde la desaparición de banqueros italianos como Roberto Calvi y Michele Sindona hasta los intentos de 8
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participación y dominio por parte del Opus Dei de las finanzas del Vaticano. En los últimos tiempos, Wiederkehr se había volcado especialmente hacia los negocios de la Obra de Dios, aunque su interés, más que de vinculación espiritual, se encontraba en intereses terrenales de orden financiero. Hasta julio de 1986, Arthur Wiederkehr tenía firma bancaria como directivo de la Fundación Limmat, fundada en 1972, inmediatamente después de la Fundación General Mediterránea y vinculada financieramente al Opus Dei. En tanto que abogado, Arthur Wiederkehr, había sido designado, con la recomendación de altos jefes militares españoles vinculados al Opus Dei, arbitro o mediador en un conflicto que mantenía el Ejército español con el Pentágono norteamericano, respecto a la Red Territorial de Mandos (RTM) instalada en España y cuyo objetivo era la instalación de un servicio de comunicaciones de urgencia entre las distintas bases militares y de la marina en la península Ibérica. A finales de 1984, estando en curso las investigaciones sobre la estructura internacional de Rumasa después de la expropiación, el banquero y abogado suizo emitió finalmente su dictamen y cobró cien millones de pesetas por su trabajo de tres años. El Gobierno español conocía las actividades de Wiedekehr como fiduciario del Opus Dei y de Ruiz Mateos, pero decidió mantenerle en su papel de arbitro hasta la conclusión del dictamen. El Nordfinanz Bank, que presidía y dirigía el banquero y abogado suizo Arthur Wiederkehr estaba constituido por un consorcio de bancos escandinavos en los que la familia Wiederkehr poseía también una participación importante. Los Wiederkehr eran tres, Arthur y sus hijos Alfred Julius y George, éste último asociado de la Banque Louis Dreyfus Suisse, con sede también en Zurich. A los efectos de poner en funcionamiento la actividad financiera internacional de Rumasa, los Wiederkehr, siguiendo instrucciones, actuaron diligentemente montando con base en Zurich sociedades de pantalla, panameñas y europeas, para canalizar desde Madrid, Londres y Amsterdam, fondos de Rumasa y dirigirlos principalmente hacia América Latina. Los capitales enviados por Rumasa desde España, que iban a sufragar los gastos del Opus Dei, se disimulaban como banales operaciones financieras entre sociedades instrumentales de Rumasa y el Nordfinanz Bank. Así, los Wiederkehr llegaron a canalizar cantidades hasta del orden de 48 millones de dólares que fueron desviados desde bancos filiales de Rumasa y pasaron a engrosar la exhausta tesorería de instituciones del Opus Dei diseminadas por Europa. En otras operaciones de Rumasa intervino una compañía panameña, Ceninver, que llegó a entregar 6,4 millones de dólares, alrededor de novecientos millones de pesetas, directamente al Opus Dei. El holding de Ruiz Mateos, que se hallaba entre las empresas formadas durante los largos años de la Dictadura, no pudo mantenerse a flote en la grave crisis financiera que sobrevino a comienzos de los años ochenta. Rumasa, el eslabón más débil de la cadena financiera del Opus Dei, se encontró entonces en la encrucijada más difícil de su corta pero espectacular carrera, cuando su división bancaria presentó de manera descarada problemas de liquidez y de solvencia. Y cuando ya estaba a punto de hundirse, las últimas operaciones del holding Rumasa significaron sólo una huida hacia adelante, siguiendo en ello la línea de pensamiento del fundador del Opus Dei que resumía gráficamente su postura en la frase siguiente: «crear una empresa con un cuello tan gordo que el Gobierno no lo pudiera cortar»." 9
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La quiebra técnica de Rumasa con 259.339 millones de pesetas de agujero patrimonial fue asumida por el Estado. El 23 de febrero de 1983 el Gobierno español expropió el grupo Rumasa y, para justificar la medida, el ministro de Economía y Hacienda calificó como agónica la situación del holding, afirmando que era una gran estafa. Si Matesa fue en España el mayor escándalo del final de los sesenta y comienzo de los setenta, Rumasa significó una década más tarde el gran escándalo financiero de los años ochenta, con la característica común que ambos escándalos financieros fueron protagonizados por miembros del Opus Dei. Las autoridades españolas descubrieron en la documentación intervenida a Rumasa las aportaciones financieras realizadas al Opus Dei. En la contabilidad del holding aparecían donativos al Opus Dei por más de mil millones de pesetas al año. Para ello Rumasa realizaba regularmente transferencias cada trimestre a través de Suiza. Obviamente, estas anotaciones contables no podían ser transparentes: en la cuenta de donaciones figuraba una larga serie de talones al portador, extendidos sin concepto de contrapartida ni identificación de destinatario. Dicha partida global, con destinatarios de difícil comprobación pero siempre vinculados al Opus Dei, supuso en 1982 alrededor de los 1.200 millones de pesetas. En la documentación intervenida a Rumasa aparecía camuflada otra donación importante de fondos como préstamo a setenta y cinco años sin intereses, es decir, que su hipotética devolución por parte del Opus Dei estaba prevista para el año 2057. Así, las donaciones de Ruiz Mateos a una sociedad de pantalla constituida en Madrid el 15 de diciembre de 1981 sin actividad conocida, denominada Instituto de Educación e Investigación, S.A, se llegaron a elevar a 2.800 millones de pesetas, una parte de los cuales fueron destinados a la financiación de cátedras y becas de la Universidad de Navarra y la mayor parte para cubrir las necesidades apremiantes del aparato, es decir, para el funcionamiento interno de la Obra. También hubo donaciones de Rumasa bajo forma de préstamos baratos en moneda extranjera, por un valor de más de siete millones de libras esterlinas, para la financiación de centros educativos como Netherhall House en el Reino Unido. En este caso fue utilizada una compañía inglesa llamada primero Sedbrug Limited y luego Higher Education Research Limited, constituida por miembros del Opus Dei y establecida en Guernesey, isla considerada como un «paraíso fiscal» en el canal de la Mancha. El propio Ruiz Mateos declaró luego: «Esos donativos importantes de la última etapa de Rumasa... han ido a parar al Opus Dei para apostolado universal, para eso yo lo daba». Ningún ministro del Gobierno socialista imaginó, sin embargo, las consecuencias insospechadas que había acarreado la medida de expropiación. Los primeros sorprendidos fueron los ministros cuando descubrieron con estupor que parte del dispositivo del Opus Dei en la enseñanza media y superior española dependía financieramente de Rumasa. Así, el Banco Latino, un banco del holding de la abeja que actuaba como ventanilla recaudadora o caja de tesorería de las empresas educativas de la Obra, tenía además en su cartera las acciones de sociedades inmobiliarias como Ciudad Universitaria de Pamplona, S.A. y de esta manera el Gobierno socialista de Felipe González se convirtió en propietario del alma mater, las finanzas, y hasta el campus, los terrenos, de la Universidad de Navarra, que hacía la número treinta y cinco de las universidades de la Iglesia católica. En el 120
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lote figuraba también Fomento de Centros de Enseñanza S.A., una sociedad del Opus Dei con 1.600 empleados encargada de la docencia e implantación de la enseñanza a todos los niveles, especialmente E G B , B U P y en algunos centros también C O U , que contaba también con una Escuela Universitaria de Magisterio. El Gobierno español no tuvo entonces la tentación de quedarse con la Universidad del Opus Dei, después de haber metido la mano en aquel avispero. Se alcanzó pronto un pacto secreto sobre Rumasa, sin contraprestaciones, que no llegó a ser rubricado delante de ningún notario. En otras palabras, que hubo acuerdo entre el Gobierno socialista y el Opus Dei para resolver discretamente el asunto. Los criterios pragmáticos del Gobierno español presidido por González pesaron sin duda alguna en la decisión final. Según este pacto, el Opus Dei recobraba el dispositivo de enseñanza durante el proceso de reprivatización de empresas de Rumasa emprendido por el Gobierno. El Opus Dei recibió asimismo una autorización especial de la dirección general del Patrimonio del Estado para que una sociedad fantasma, como era el Instituto de Educación e Investigación, pudiera recoger parte de los fondos donados por Rumasa, es decir, que el Estado español acordó abonar 1.588 millones de pesetas al Opus Dei después de la expropiación de Rumasa. Por último, el Estado español desistió de iniciar acciones judiciales en el extranjero con el objeto de recuperar los cuantiosos fondos de Rumasa que transitaron y fueron depositados sobre todo en el Nordfinanz Bank y de otros depósitos interbancarios desaparecidos en la conexión financiera del Opus Dei en Suiza. El pacto debió durar algunos años porque todavía en la fiesta del tercer aniversario de la llegada al poder del partido socialista, el 28 de octubre de 1985, Luis Valls Taberner asistió a la celebración y, como señalaron algunos observadores políticos, Valls Taberner no estaba allí como presidente del Banco Popular, sino como miembro del Opus Dei, porque estaba en juego la financiación de la Universidad de Navarra. 122
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Después de la expropiación de Rumasa, su principal promotor, refiriéndose a miembros del Opus Dei, denunció que «forman parte del grupo que controla el poder económico en España. Desde el Banco Popular con su enorme influencia en el Banco de España; desde la Asociación de la Banca, con Rafael Termes, y con José Joaquín Sancho Dronda en las Cajas de Ahorros, es difícil que algo en el mundo económico se escape a su control». Ruiz Mateos estaba interesado en revelar «el papel que muchos y destacados miembros del Opus Dei han tenido en esta historia», para luego añadir: «... aunque mi fe continúe intacta y siga creyendo en la Obra». «Quiero dejar claro que una cosa es que yo acuse a determinadas personas y otra es el Opus Dei, que es una organización que es joya de la Iglesia y soplo del Espíritu Santo —afirmó Ruiz Mateos en otra ocasión—. El Opus es Iglesia y por tanto es madre y le guardo una lealtad muy grande. Una cosa es el Opus y otra Valls, Termes y compañía, al margen de los cuales la institución del Opus es benemérita y extraordinaria, y que han cometido una barrabasada y un atropello conmigo, de lo que tendrán que dar cuenta.»' Cuando fue encarcelado en Alemania Ruiz Mateos colocaba junto con una imagen de la Virgen María y del Niño Jesús, una fotografía de Escrivá sobre la mesa de su celda y mientras estuvo en la cárcel de Madrid fue visitado por miembros del Opus Dei para recomendarle que no pusiera «en berlina» a sus hermanos ante los extraños. Directivos del Opus Dei aconsejaron en repetidas ocasiones a 124
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Ruiz Mateos, después de la expropiación de Rumasa, que se marchara al extranjero y no volviese a España. Entre estos directivos figuraban Rafael Termes, Alejandro Cantero y Juan Francisco Montuenga, éste último administrador general del Opus Dei en España. También mantuvo encuentros en Londres con Luis Valls Taberner. José María Ruiz Mateos se mantuvo en una línea crítica con derecho al pataleo y, como consecuencia de sus ataques a otros «hermanos», sufrió diversas amonestaciones por parte de la dirección de la Obra e incluso amenazas de expulsión que nunca se llevaron a cabo, y permaneció como miembro supernumerario. El editorialista de Cambio 16, en un estilo muy británico refiriéndose a José María Ruiz Mateos, señalaba que «no es fácil que un hombre así, un hombre cuya conciencia no descubre mal alguno en la vulneración continua de las reglas jurídicas vigentes, encuentre fácilmente su acomodo en una sociedad moderna». Pero tal vez fuera ésa la razón por la que se ha mantenido dentro del Opus Dei. Años más tarde, tras la experiencia acumulada en Rumasa y como premio a su fidelidad, Ruiz Mateos fue encargado por la dirección de la Obra de liquidar financieramente la Fundación General Mediterránea, otro escándalo que afectó a más de un centenar de sociedades pertenecientes al Opus Dei. Mientras tanto, Manuel Barturen, uno de los miembros más veteranos del Opus Dei encargado de la financiación exterior, con residencia habitual en Nueva York, que gozaba de la máxima confianza de Escrivá y tenía varios hermanos suyos dentro de la Obra, ingresó en 1984 directamente en prisión tras su llegada a Madrid desde el aeropuerto de Barajas. Estaba reclamado judicialmente por delitos económicos similares a los de Juan Vilá Reyes en Matesa y José María Ruiz M a teos en Rumasa. Barturen, representante del Banco Bilbao Vizcaya y de los intereses de la siderurgia vasca en Estados Unidos, había sido acusado de una estafa de 780 millones de pesetas por la venta y comisión de productos siderúrgicos, cuando buena parte de los millones fueron destinados a las apremiantes necesidades financieras del Opus Dei. Recientemente, otros directivos del Opus han sido señalados como generosos en el gasto de fondos que no les pertenecían, aunque muchos de ellos, como ocurre en el caso del financiero José Víctor de Francisco Gracia, han negado todo de forma rotunda y explicado que son objeto de una campaña de calumnias.' Desde noviembre de 1992 comenzaron a surgir graves problemas de tesorería en el grupo financiero del Opus Dei en España. Aunque está todo interpenetrado, no se trataba del Banco Popular Español sino del tentáculo financiero montado durante los años sesenta a partir del Banco Atlántico y Bankunión. Era la Fundación General Mediterránea ( F G M ) , que se encargó durante algún tiempo de las actividades «artísticas» del Opus Dei, es decir, que se ocupó de la colecta y de donaciones en obras de arte, con casi un centenar de sociedades dependientes, la que se encontraba al borde de la ruina. La F G M se había reciclado en las finanzas paralelas. Junto con el charitable trust inglés The Kranek Foundation y de la fundación suiza KW Stiftung, la Fundación General Mediterránea se dedicó a actuar clandestinamente como banco dentro del grupo financiero del Opus Dei recaudando fondos, sin ningún control por parte de las autoridades monetarias, por medio de imposiciones de capital a plazo de tres meses, seis meses y un año, además de un 7,5 por ciento de interés fijo sin reten127
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ciones ni deducciones fiscales. Cuando ya no bastaron las imposiciones a plazo fijo, a medida que aumentaron las demandas de liquidez por parte de las sociedades del grupo, éstas fueron convertidas en documentos que reflejaban compras de las mismas sociedades del grupo, con igual opacidad fiscal y los mismos intereses pactados. Pero aquellas maniobras no podían durar demasiado tiempo; la situación financiera llegó a ser insostenible, al borde del descalabro. Se trataba de una crisis de liquidez que amenazaba a la Fundación General Mediterránea con el cierre. El agujero patrimonial se calculaba a finales de 1992 en unos 20.000 millones de pesetas aproximadamente. Entre las sociedades afectadas figuraban Inves Leasing, S.A., Corporación Financiera Hispano-Suiza, S.A., Travel Investment Limited, S.A., Pilaster Gestora de Patrimonios, S.A., Estudios Financieros Moncayo, S.A., Red de Exclusivas, S.A., Expo-red, S.A., Merca-red, S.A., Feryex, S.A., Cencomes, S.A., Central de Inversiones Mobiliarias, S.A., Europea de Finanzas y Comercialización de Servicios Empresariales, S.A., Servicio Asesoría Gestión Empresarial e Informática, S.A., Establecimientos Urbanos, S.A., Estudios Financieros Gudar, S.A., Inmobiliaria Torremuelle, S.A., Cementerio Jardín de Alcalá de Henares, S.A., Cuevas Minadas, S.A., Monte Erdao, S.A., Filmayer, S.A., Filmayer Video, S.A., Intercomex, S.A., Jenoptik Cari Zeiss Jena España, S.A., Ediciones Rialp, S.A., Cauce Distribuidora de Ediciones, S.A., Gestión de Fondos Editoriales, S.A., Editorial Magisterio Español, Fundación privada Byblos, Telepublicaciones, S.A. que controlaba a su vez las editoriales Labor, Argos y Toray, más un largo etcétera que alcanzaba hasta el centenar de empresas. Una serie de bancos comenzaron a ejecutar los créditos concedidos a la Fundación General Mediterránea. El Banco Español de Crédito para recobrar cerca de 4.000 millones de pesetas en créditos se quedó en 1993 con varios inmuebles y hasta con la sede social de Ediciones Rialp situada en la calle Sebastián Elcano número 30 de Madrid, todo un símbolo en la historia del Opus Dei. Los estrategas financieros del Opus Dei estudiaron entonces un plan para declarar una suspensión de pagos pero antes, con el fin de evitar el escándalo, prefirieron ceder los activos aún negociables a José María Ruiz Mateos para su liquidación ordenada antes del naufragio. Pablo Bofill Quadras, alto responsable financiero del Opus Dei, mantenía aún depositada su confianza en el antiguo promotor de Rumasa, desde que trabajaron juntos allá en los años setenta. Para evitar el escándalo, los miembros del Opus Dei cedieron el 5 de agosto de 1993 la gestión del grupo Fundación General Mediterránea en quiebra a José María Ruiz Mateos y dos años más tarde, en abril de 1995, los propios miembros del Opus Dei presentaron en el juzgado una demanda contra Ruiz Mateos, hábil maniobra jurídica que ayudaba a enterrar el caso judicialmente. Pero un grupo numeroso de accionistas de las sociedades del grupo Fundación General Mediterránea reaccionaron el 11 de julio de 1995 presentando una querella criminal por los delitos de estafa, apropiación indebida, encubrimiento con ánimo de lucro y alzamiento de bienes no sólo contra José María Ruiz Mateos sino también, entre otros, contra Pablo Bofill Quadras, numerario del Opus Dei, a quien consideran el principal responsable. El quebranto causado por estos escándalos en el prestigio e imagen de la Obra de Dios resulta incalculable. La querella criminal menciona textualmente «que el reconocimiento y consideración de buena parte de los perjudicados hacia la orga427
nización católica conocida como Opus Dei fue determinante en orden a obtener la confianza ciega de los mismos». Es decir, que en las maniobras financieras realizadas por la Fundación General Mediterránea, al margen de la legalidad vigente, en la búsqueda desesperada de fondos para sufragar los cuantiosos gastos causados por el propio funcionamiento del aparato burocrático del Opus Dei, existía ánimo de lucro y voluntad de engañar, como ha podido constatarse en 1995, actuando de víctimas propiciatorias quienes creyeron en las saneadas finanzas de la Obra. A comienzos de los años noventa hubo una serie de campañas internas para allegar desesperadamente fondos para la financiación de actividades. Aunque la finalidad declarada era la de formar ejecutivos católicos para los países del Este europeo, las sumas recaudadas se destinaron al costosísimo mantenimiento del aparato interno de la Obra, en donde trabaja uno de cada tres miembros como permanentes. Rafael Termes, miembro numerario y uno de los banqueros de la Obra, que en su día tuvo que levantar económicamente muchas obras corporativas del Opus Dei e incluso se cuenta que se vio obligado a atravesar la frontera con dinero en un maletín para financiar la construcción de la sede central en Roma, considera que las finanzas de la Obra están muy mal: «Ahora manejamos más dinero que antes, pero sigue siendo difícil cuadrar los libros. Seguimos siendo pobres porque los medios son siempre menores que las necesidades». El Opus Dei, como otras organizaciones de la Iglesia católica, debería someterse a una auditoría contable y pasar un examen anual de solvencia ante un organismo del Vaticano; si llegara a realizarse este examen el Opus Dei podría no pasar la prueba de solvencia. La Obra de Dios ya ha corrido el riesgo de ser declarada insolvente en varias ocasiones de su corta y alocada carrera financiera. 129
H E R E N C I A DE ESCRIVÁ
La muerte de Escrivá a los 73 años de edad fue muy sentida entre los viejos purpurados del ala más conservadora y recalcitrante del Vaticano. En los funerales estuvieron presentes los cardenales Violardo, Ottaviani, Fürstemberg, Baggio, Palazzini, Mozzoni, Aponte y Casariego, que formaban el grupo de apoyo de la Curia romana al Opus Dei. Pablo VI envió a la sede central de la Obra una carta con unas líneas de pésame y su representante personal en los funerales fue Giovanni Benelli. Antes de ser nombrado por el Papa como sustituto en la Secretaría de Estado, monseñor Benelli había pasado unos años como consejero diplomático en la nunciatura de Madrid, donde sufrió una hostilidad constante hacia su persona por parte del Opus Dei. En el Congreso General electivo celebrado el 15 de septiembre de 1975 para la designación de Alvaro Portillo como sucesor de Escrivá, los 172 miembros electores que formaban la cúpula directiva máxima en el Opus Dei decidieron que se volviera a plantear la cuestión jurídica como una deuda histórica ante el Vaticano. Dado que las dos únicas prelaturas reconocidas eran de carácter territorial, el Opus Dei consideraba la delicada cuestión jurídica con una actitud muy reivindicativa y propugnaba dentro de la Iglesia el estatuto de prelatura como si se tratara de un territorio irredento. 428
El Vaticano no estaba dispuesto a tolerar la independencia y rebeldía del Opus Dei, que pretendía nada menos que convertirse en una excepción dentro de la Iglesia para moverse a sus anchas, en virtud de un carisma discutible y porque sus dirigentes estaban sobre todo acostumbrados a la dictadura de Franco, en España, donde todo les resultó fácil y sencillo de solucionar, al disfrutar de un trato político privilegiado. Con ánimo de corregir tales desviaciones, Giovanni Benelli fue encargado por Pablo VI de efectuar un seguimiento especial en las actividades de la Obra. Benelli, curtido en misiones diplomáticas, entre ellas la nunciatura de Madrid, ya conocía los abusos y maniobras del Opus Dei y sus convivencias con el régimen de Franco, al que no consideraba cristiano ni mucho menos democrático. Pese a protegerse con el falso manto de la «humildad colectiva» que ayudaba a recubrir precariamente sus actividades, el Opus Dei no podía soportar por su parte el control impuesto por la Congregación de Religiosos par conocer lo que ocurría en el interior de la Obra. La pugna fue larga: duró más de veinte años, bajo los pontificados de Juan X X I I I y Pablo V I . El nuevo Presidente General del Opus Dei, conocedor como nadie de la actitud de Pablo V I , consideró preferible no hacer ninguna gestión en los comienzos de su mandato y en la primera ocasión que tuvo, durante la audiencia concedida el 5 de marzo de 1976, así se lo dijo al papa. Los ardientes deseos del cambio de estatuto se disimulaban en el Opus Dei, de igual manera que en la conocida fábula de la zorra y las uvas. Pablo VI se mostró de acuerdo con la prudente decisión de no tocar el tema y dijo muy diplomático que «la cuestión continuaba abierta». En la segunda audiencia concedida dos años más tarde, el 5 de marzo de 1978, por Pablo VI a Portillo, como las uvas seguían verdes porque el Vaticano se mostraba poco receptivo a sus demandas, la cuestión jurídica continuó sin poder ser planteada por parte del Opus Dei y cuando falleció Pablo VI en agosto de 1978 la Obra no había presentado todavía la solicitud correspondiente para la modificación del estatuto de Instituto Secular a Prelatura, que era su más ferviente anhelo y en ese cambio jurídico estaba basada toda la actividad que desplegaba en el Vaticano. Escrivá, en sus obsesiones aristocráticas, ensalzaba a Alvaro Portillo diciendo en voz alta con frecuencia: «¡Alvaro del Portillo! ¡Grande de España no sé cuántas veces!». Portillo se presentaba como una pálida copia, un alter ego discreto, sin la brillantez y facundia que desplegaba Escrivá. «Desde que fui elegido como sucesor de nuestro amadísimo Fundador —dijo Portillo en una homilía—, mi intención fue la de ser su sombra en la tierra.» Aunque era una criatura política surgida de la matriz de Escrivá, Portillo poseía unas connotaciones personales distintas, sin duda más frías y tecnocráticas. Si durante los años cuarenta se convirtió en verdadero jefe de Estado Mayor, con Escrivá como general en jefe, Portillo fue luego custodio y lazarillo, además de secretario general de la Obra, durante muchos años hasta que terminó siendo sucesor y único albacea testamentario. «La época de mi vida se considera fundacional, de manera que todos los miembros de la Obra —repetía en vida Escrivá— que pidan la admisión hasta el día de mi muerte, tienen la gracia de la época fundacional, son cofundadores.» Este tiempo, pues, se había cerrado y con su muerte, en junio de 1975, debía comenzar una nueva etapa que se preveía diferente, sin el carisma de Escrivá y todavía más discriminatoria, puesto que iban a convivir los miembros cofundadores y los otros; es decir, los de antes y después de 1975, año en que también había 130
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fallecido, coincidencia terrible, el dictador Franco." Mientras la llamada «etapa fundacional» estuvo abierta, el Presidente, el Padre, el Fundador, tuvo toda la autoridad, todo el derecho personal de hacer, poner y quitar normas de doctrina, de moral, de costumbres y establecer praxis que llegaban a toda la Obra. Estas notas incluso conllevaban la dirección de costumbres elementales de convivencia, dietética, criterios sobre el descanso, la lectura o las diversiones. En ellas estaba reglamentado todo: desde cómo tratar y qué explicar de la Obra a los obispos hasta las tácticas de captación de socios, pasando por la zona corporal concreta en que el socio debía aplicarse los latigazos de las disciplinas, textualmente «en las posaderas», o el menú que debía servirse en las casas de la Obra en determinadas festividades internas. Abarcaban desde lo más divino a lo más humano y lo más pueril. Tenía prisa y afán, lo decía el mismo Escrivá, por dejar constancia de todos los detalles y las cosas bien hechas. «Estas notas o comunicaciones internas —no se cansaba de repetir Escrivá—, cesarán en el momento de mi óbito»." En oposición a teoría, praxis quiere decir práctica, pero en el Opus Dei también significa un acervo en constante modificación, un vasto caudal burocrático, constituido por normas, criterios, notas, avisos, órdenes y orientaciones, que había disminuido notablemente en los últimos tiempos de la vida de Escrivá, por causa de sus enfermedades, pero volvió a aumentar tras su muerte a partir de 1976. Es decir, que no ocurrió lo previsto por Escrivá y todo siguió dentro de la Obra como antes. Se acentuó, si cabe, el culto al Fundador ya Ausente y el aparato burocrático de la Obra continuó su funcionamiento sin alteraciones que pusieran en peligro su existencia. En realidad, no hubo etapa nueva y la Obra prosiguió su marcha bajo la atenta vigilancia de Portillo como en los tiempos fundacionales de Escrivá. La sucesión se había realizado paulatinamente años antes de su muerte. La herencia de Escrivá abarcaba también algunas páginas con escritos espirituales y otros textos, que se multiplicaron inexplicablemente después de su muerte. Así, la producción literaria y postuma del Fundador se convirtió en un pozo sin fondo, al atribuirle todo lo escrito y realizado colectivamente dentro del Opus Dei, en una palabra, que la herencia de Escrivá iba a resultar inagotable. Si en 1973, en vida del Fundador, cuando se encontraba prácticamente ciego, se editó un pequeño volumen, Es Cristo que pasa, con homilías escogidas de Escrivá, tres años después de su fallecimiento, en 1977, se editó un segundo volumen, Amigos de Dios, compuesto de pláticas espirituales, algunas de las cuales eran inéditas y otras ya habían sido publicadas. La característica común de ambos libros, aparte de su contenido, era que estaban prologados por Alvaro Portillo, convertido en albacea y sucesor. Luego, en 1981, el Opus Dei se atrevió a publicar como obra postuma de Escrivá un librito, Vía Crucis, de contenido espiritual, y a partir de 1982, una vez alcanzado el estatuto jurídico de Prelatura, fueron editados otros dos libros de mayor importancia y atribuidos también de forma postuma al Fundador. Sobre el primer libro, Surco, cabe señalar que Escrivá en 1950, en el prólogo de la séptima edición castellana de Camino, ya anunciaba su próxima aparición «dentro de pocos meses». El texto del libro nunca estuvo dispuesto para la edición y, tras la muerte de Escrivá, hubo que esperar todavía algunos años. El prólogo de Alvaro Portillo está fechado el 26 de junio de 1986, treinta y seis años después. Su título responde a la intención de «dejar en esta vida, con nuestras obras, un surco 4
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fecundo». La nota más acusada de este libro de meditaciones calcadas del estilo de Camino es el número de máximas que llegan a ser mil y donde se dice: «Escribo este número para que tú y yo acabemos el libro sonriendo, y se queden tranquilos los benditos lectores que, por simplicidad o por malicia, buscaron la cabala en los 999 puntos de Camino». En el prólogo del otro libro Forja, fechado el 26 de diciembre de 1986, Alvaro Portillo reconoce que muchos de los 1.055 puntos de meditación provienen de unos cuadernos que, sin ser un diario, llevó Escrivá durante los años treinta. Sin embargo, ya no es el estilo directo de Camino, sino un sucedáneo elaborado con los presupuestos del Fundador para consumo espiritual de sus seguidores. Se pueden citar como ejemplo la máxima 1.047, «Si amo, para mí no habrá infierno», y la máxima 1.048, «¡Qué bueno es vivir de Dios! ¡Qué bueno es no querer más que su Gloria!». «A los que teníamos la gran fortuna de vivir a su lado —escribió Portillo en la presentación de Forja— nos habló de este libro...» Sin embargo, la autoría de las 1.055 máximas distribuidas en trece capítulos resulta muy discutible. El albacea de Escrivá, Alvaro Portillo, parece que se atrevió a sobrepasar todos los límites permitidos, atrepellando derechos intelectuales y la memoria del difunto, hasta llegar a completar sin escrúpulos unos retazos de anotaciones y trozos de apuntes personales que Escrivá no se atrevió nunca a publicar en vida. El título del libro Forja se inspira en un texto de Escrivá del verano de 1931, escrito tras el impacto sufrido en Madrid con la quema de conventos: «Querría escribir unos libros de fuego, que corrieron por el mundo como llama viva, prendiendo su luz y su calor en los hombres, convirtiendo los pobres corazones en brasas, para ofrecerlos a Jesús como rubíes de su corona de Rey». En la presentación, Alvaro Portillo afirma por su parte que «Forja es un libro de fuego, cuya lectura y meditación puede meter a muchas almas en la fragua del Amor divino, y encenderlas en afanes de santidad y de apostolado, porque éste era el deseo de monseñor Escrivá de Balaguer, claramente reflejado en el prólogo: ¿Cómo no voy a tomar tu alma —oro puro— para meterla en forja, y trabajarla con el fuego y el martillo, hasta hacer de ese oro nativo una joya espléndida que ofrecer a mi Dios, a tu Dios?». Tanto con Surco como con Forja, los seguidores de Escrivá intentaron años después de su muerte asegurar la continuidad espiritual de Camino, pero no han logrado alcanzar el éxito de la famosa e irrepetible obrita publicada en 1939, año crucial en el auge de los fascismos.
APOGEO EN EL VATICANO
El 15 de octubre de 1828, Stendhal anota en sus Paseos romanos mientras visita la basílica de San Clemente: «... En realidad no poseemos todavía la mínima idea de lo que fue el cristianismo de los primeros siglos. A partir de aquel hombre de genio, parangonable sólo a Moisés, que fue san Pablo, hasta llegar a León XII "felizmente reinante", como se dice en Roma, la religión cristiana, parecida a los grandes ríos que corren salvando los obstáculos que encuentran a lo largo de su recorrido, ha cambiado camino cada dos o tres siglos». 136
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Viene a cuento esta cita porque la Iglesia católica estuvo a punto de cambiar una vez más de camino durante los pontificados de Juan X X I I I y Pablo V I , pero la elección y muerte, casi simultáneas, de Juan Pablo I, con sólo treinta y tres días de actividad como Papa, ya indicaban que la elección de su sucesor como nuevo pontífice de Roma en el otoño de 1978 iba a surgir entre las filas de los cardenales más conservadores del cónclave vaticano. La elección estuvo polarizada entre el cardenal Giuseppe Siri, arzobispo de Genova, candidato del ala conservadora, y el cardenal Giovanni Benelli, arzobispo de Florencia, candidato de los renovadores. A medio camino entre Genova y Florencia se encontraban otros candidatos italianos, además de algún outsider, entre ellos el cardenal polaco Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, que fue elegido como Papa y representaba una fórmula de compromiso continuadora del efímero Juan Pablo I, por lo que tomó el nombre de Juan Pablo II. En la cripta donde reposaban los restos de Escrivá rezaron algunos cardenales y eclesiásticos en los días que precedieron a los dos cónclaves de 1978. Aunque no conoció en vida a Escrivá, un dato revelador sobre el cardenal Albino Luciani fue que antes de su elección como Papa con el nombre de Juan Pablo I estuvo orando ante la tumba de Escrivá y había escrito un artículo laudatorio días antes del cónclave sobre el fundador del Opus Dei. La víspera del cónclave que iba a designarlo Papa, Wojtyla también había ido a rezar a la sede romana del Opus Dei, sobre la tumba de Escrivá. Wojtyla había sido «tratado» por el Opus Dei y su elección representaba el punto culminante de un proceso de escalada en el que la Obra había ejercido una influencia poderosa y aplicado todo el poder de su organización. En abril de 1972 la revista del Opus Dei, Studi Cattolici, le dedicó atención a Karol Wojtyla y publicó una primera entrevista con él. Dos años más tarde, en octubre de 1974, Wojtyla fue invitado a dar una conferencia en el Centro Romano de Encuentros Sacerdotales (CRIS), residencia del Opus Dei especializada en acoger eclesiásticos y en donde permaneció luego como huésped cuando efectuaba sus periódicas visitas a la Ciudad Eterna. Según testigos que le conocieron en Roma, Wojtyla mostraba un interés enorme por conocer la situación general de la Iglesia que calificaba de catastrófica y comenzó a utilizar para informarse la importante red capilar de espionaje montada por los miembros de la Obra diseminados por el mundo católico y cuyo centro neurálgico se hallaba en la sede romana del Opus Dei. La mentalidad de Wojtyla no era diferente de la de cualquier miembro de la Obra. Su pensamiento tenía una lógica interna implacable de sentido integrista, siguiendo un modelo medieval de la persona humana, de la sexualidad, del matrimonio y de la Iglesia, en la cual los principios predominantes son la jerarquía y la subordinación. Las complicidades intelectuales de Wojtyla con dirigentes del Opus Dei se remontaron curiosamente al pasado, a los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando Wojtyla ingresó en el seminario mayor de Cracovia e inició sus estudios eclesiásticos en la clandestinidad. Este dato de su biografía seria explotado hábilmente en las «tertulias» que mantuvo con Escrivá y Portillo. El fundador del Opus Dei insistía entonces en contarle sucesos con dramáticas persecuciones ocurridas en los primeros tiempos del Opus Dei, durante la Guerra Civil española, lo cual impresionaba mucho al prelado polaco que nunca había logrado sufrir similares padecimientos durante la Segunda Guerra Mundial. 117
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Mientras tanto en España, los «lópeces», López Bravo y López Rodó, ocuparon ambos sucesivamente el cargo de ministro de Asuntos Exteriores de los penúltimos gobiernos de la dictadura de Franco y hay que remontarse a los tiempos que discurren entre 1969 y 1974 para comprender la escalada del Opus Dei, cuyos miembros estaban dispuestos a todo para la conquista del Vaticano. Desde Madrid y Roma, además de la embajada española en Viena donde se instaló López Rodó tras su salida del ministerio de Asuntos Exteriores en 1974, el Opus había comenzado a extender su apostólica tela de araña hacia los países de «más allá del telón de acero». En Viena contaba con la parroquia más vieja y elegante del centro antiguo de la ciudad, aunque sería López Rodó con su cobertura diplomática quien llevó la batuta de director en el concierto, ayudado por miembros de la Obra como el periodista Ricardo Estarriol, que actuaba bajo la cobertura profesional de un corresposal de prensa. Se trataba de «hacer apostolado en los países del Este» y, para ello, los miembros del Opus Dei afirmaban estar mejor preparados que el resto de las órdenes y congregaciones religiosas de la Iglesia católica. Según ellos, como laicos podían penetrar más fácilmente en ambientes en donde los curas clásicos con sotana no llegaban y luego, como razón de mayor peso, presumían de manejar fondos cuantiosos o, al menos, se ofrecían para gestionar los recursos, por ejemplo, de las obras asistenciales germánicas Adveniat y Misereor, que disponían de ingentes medios financieros y habían sido constituidas para ayudar al Tercer Mundo y a las jóvenes iglesias. Con tales objetivos, la Obra de Dios inició desde Viena durante los años setenta una ofensiva secreta hacia los países del Este, preferentemente hacia la católica Polonia, y pronto el Opus Dei se convirtió en el gran limosnero del obispado polaco y uno de los principales financiadores del por entonces sindicato clandestino polaco Solidarnosc, contando para ello con el apoyo financiero de organizaciones católicas alemanas, judías y hasta del Gobierno de los Estados Unidos por medio de la C I A , que hasta entonces habían ayudado a nutrir económicamente a la pobre y famélica Iglesia polaca durante los largos años de la «guerra fría». Pero el «trabajo de campo» no fue lo más fructífero de la operación montada por el Opus Dei como pronto se pudo advertir, porque la plataforma de contactos hacia otros países del Este europeo, además de Polonia, se reducía a un fichero con direcciones de Budapest, Praga y Bratislava, además de en las entonces repúblicas yugoslavas de Eslovenia y Croacia. Esta ausencia de resultados prácticos no impidió sino que al contrario favoreció paradójicamente al Opus Dei, que pudo conseguir mayores cotas de influencia entre los prelados más acérrimos por su anticomunismo de la curia vaticana. Y, sobre todo, entre los miembros del episcopado de los países del Este que solía transitar por Roma, entre los que se hallaba un prelado llamado Wojtyla, el cual se quedó maravillado con una actividad basada en la audacia y en la desvergüenza. Wojtyla recibió la ayuda incondicional del Opus Dei y, junto con un paquete de ejemplares de Camino traducidos al polaco, una colección de vídeos sobre las catequesis en América de Escrivá, que le sirvieron luego como inspiración para sus viajes ya siendo Papa. Con la ofensiva al Este y la seducción al Oeste, la Obra de Dios mataba dos pájaros de un tiro, además de penetrar profundamente como era su ambición en los altos círculos del Vaticano. La operación, que no tuvo nombre pero pudo haberse 11a139
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mado Totus tuus, desembocó en la elección de un Papa del Este que estaba prendado de la Obra de Dios y comenzó a demostrarlo desde sus primeros días de pontificado. El Opus Dei podía obtener finalmente el ansiado estatuto jurídico, encajando perfectamente con un papado medieval en el fin del milenio. Por parte del Opus Dei, apenas conocida la elección del cardenal polaco como Papa de Roma, Alvaro Portillo hizo público un comunicado de prensa donde agradecía la buena nueva al Espíritu Santo y resaltaba los antiguos lazos de solidaridad y amistad que unían al nuevo Papa con la Obra y con él mismo.' Durante una audiencia celebrada por Juan Pablo II en el período inicial de su pontificado, el 21 de diciembre de 1978, Egidio Viganó, rector mayor de los salesianos, difundió en el boletín de su orden un testimonio que aclaraba mucho las posiciones del nuevo Papa con relación al Opus Dei. El superior de los salesianos le dijo que no era exagerado hablar de cien mil miembros activos en la familia salesiana. «Entonces —exclamó Wojtyla—, ¡sois más poderosos que el Opus Dei, que sólo tiene setenta mil!» «Santidad —le respondió el salesiano—, nosotros no somos poderosos, sino humildes e inquietos trabajadores.» «¡No, no! —replicó vivamente Juan Pablo II—, para realizar el bien es necesario el poder, ya lo decía Santo Tomás de Aquino.» Moderno en sus formas, pero integrista en sus planteamientos teológicos y morales, el Opus Dei se iba convertir en el espejo en el que el Papa quería ver reflejadas sus intenciones de renovación y de revisión dentro de la Iglesia. Lo que no podía ni siquiera imaginar el papa polaco era que el poder que ambiciona el Opus Dei es el propio de la Iglesia católica. Es pues, como señala Javier Pérez Pellón, el primer objetivo que el Opus Dei quiere conquistar y lo intenta desde su interior. Otro experto en cuestiones vaticanas, Gianni Baget Bozzo, indica también que ha sido la misma Iglesia el organismo sobre el cual el Opus Dei ha aplicado el poder real de su organización y la estructura social sobre la cual ha ejercido su influencia. El Opus Dei contaba con dos bazas importantes que podía ofrecer al papa, contando con el apoyo del propio Pontífice, seducido por la actividad «capilar» de sus miembros. La primera baza consistía en una tupida red de informadores repartidos por 39 países del mundo católico, cuando las actividades de información habían vuelto a tener una mayor intensidad en el Vaticano con Juan Pablo II, ya que durante el pontificado de Pablo V I , su antecesor, uno de sus hombres de confianza y mano derecha, Giovanni Benelli, se había encargado de desmantelar la red de «confidentes» ultraconservadores que efectuaban tareas de espionaje para el Vaticano. En segundo lugar, el Opus Dei estaba en condiciones de ofrecer la experiencia de sus miembros en los negocios y su capacidad para actuar con una técnica más depurada, sin necesidad de recurrir para la administración de finanzas a hombres de paja y testaferros ajenos, aunque esperaba contar para ello con el estatuto jurídico de prelatura, comparable al de una multinacional religiosa. En el mundo de los negocios, el Vaticano había padecido muchas dificultades, sobre todo después de la quiebra fraudulenta del banquero Sindona y de las repercusiones del caso Calvi que afectaron gravemente a sus finanzas. El gobierno central de la Iglesia católica se debatía a la llegada de Juan Pablo II con serias dificultades financieras, cuya solución no estaba totalmente en manos del Vaticano, ni 41
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siquiera en las del papa. Se contaba para obtener un saldo positivo en el balance consolidado del Estado pontificio con las contribuciones económicas de todas las diócesis del mundo y de las congregaciones y órdenes religiosas, incluido también en ello el Opus Dei. Las nuevas formas de organización financiera del Vaticano y las remodelaciones realizadas a finales de los años setenta y comienzo de los ochenta se orientaron en un sentido favorable a los intereses del Opus Dei. El Vaticano, que es una bomba financiera aspirante y no expelente, logró contar en un principio con un cierto apoyo económico del Opus Dei, que ayudó a cubrir algunos déficits, especialmente con los nuevos apostolados de la Iglesia católica en los países del Este europeo. Las finanzas del Opus Dei, sin embargo, nunca fueron boyantes y la Obra no se podía permitir el lujo de financiar apostolados exteriores deficitarios de una forma continuada. El resultado previsible ha sido el abandono lento y paulatino, por parte del Opus Dei, de los nuevos apostolados en los países del Este europeo propuestos por el Vaticano, concentrándose en los países occidentales donde existe una cultura católica, además de estabilidad y solvencia económicas.
P R E L A T U R A PERSONAL
Un mes después de la elección de Wojtyla como Papa comenzó el proceso para convertir al Opus Dei en prelatura personal, de ámbito internacional y con sede en Roma. El papa consideraba necesaria una renovación en profundidad de la Iglesia y pretendía que el Opus Dei y otras organizaciones de su género podían y debían ser el vehículo adecuado para este designio. El largo proceso, que duró hasta el 19 de marzo de 1983, se inició con una carta del cardenal Villot, secretario de Estado del Vaticano, con fecha 15 de noviembre de 1978, donde comunicaba al presidente del Opus Dei, Alvaro Portillo, que el papa consideraba una «improrrogable necesidad que se resuelva la cuestión de la configuración jurídica del Opus Dei». Posteriormente, hubo una serie de conflictos desencadenados por la arrogante actitud de los dirigentes del Opus Dei, cuando ya estaban seguros de obtener el deseado estatuto de prelatura. Por ejemplo, entre la correspondencia cruzada entre los diversos dicasterios vaticanos sobre el asunto, el 23 de abril de 1979 el presidente del Opus Dei dirigió una carta al cardenal Baggio, prefecto de la Congregación para los Obispos, el organismo vaticano encargado de otorgar la prelatura, en la que le confirmaba la opinión positiva que «la venerada mente del Santo Padre» tenía sobre la transformación del Opus Dei en prelatura personal. Una opinión del papa, expresada en tales términos por Portillo rompía ciertamente con algunos hábitos y finas costumbres de la burocracia vaticana. El texto de la carta intentó ser publicado por el semanario católico Vida Nueva, pero el Opus Dei intervino ante las autoridades eclesiásticas españolas y cuando se puso a la venta a la revista, la primera página anunciaba su publicación en ese mismo número, pero el texto había desaparecido por completo de las páginas interiores. La carta acabó siendo publicada íntegramente el 11 de noviembre de 1979 por el diario El País en España. El Opus Dei se atrevió a pedir una prelatura personal cum propio populo contando con el apoyo incondicional de Juan Pablo II. Ya no se trataba de una prela145
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tura nullius o territorial, como en los tiempos de Juan X X I I I , sino una prelatura con completa autonomía, del tipo de los vicariatos, que no eran jurisdicciones territoriales sino personales, que reforzaría según el Opus Dei el servicio que podía ofrecer a la Iglesia y poniendo a disposición del Vaticano un «cuerpo móvil», expresión utilizada comúnmente por los jesuitas, que podría ir adonde más se necesitase. Es decir, que el Opus Dei disponía de los elementos necesarios, un prelado, clero y pueblo, por lo que ya sólo necesitaba el estatuto de prelatura personal cum propio populo para funcionar legalmente con una jurisdicción exenta respecto a otras jurisdicciones eclesiásticas. La maniobra, sin embargo, fue abortada a finales de 1980, cuando fueron suprimidos del proyecto de nuevo Código de Derecho Canónico los cánones que se referían a la expresión cum propio populo. Así, el Opus Dei se quedó con una prelatura personal a secas y sin el cum propio populo que representaba un añadido peligroso. La Congregación para los Obispos constituyó un comité técnico que en sólo un año, entre 1980 y 1981, celebró veinticinco sesiones de trabajo. También hubo una comisión especial de cardenales nombrada por el mismo papa para examinar el asunto. A continuación se solicitó oficialmente las opiniones de todos los obispos en cuyas diócesis operaba el Opus Dei a fin de evitar reacciones hostiles. El proceso que ocurrió entre 1947 y 1950 con los Institutos Seculares iba a repetirse de nuevo. El Opus Dei una vez más, sería protagonista en su búsqueda ansiosa de nuevo estatuto jurídico en esta ocasión, las prelaturas personales. La novedad residía en que la figura de las prelaturas personales había sido instituida por el Concilio Vaticano II y representaba una audacia por parte del Opus Dei porque todavía no había sido llevada a la práctica por ninguna organización de la Iglesia católica, como de igual manera había ocurrido con los Institutos Seculares. Hubo, sin embargo, protestas por la manipulación que parecía evidente por parte del Opus Dei de los mecanismos vaticanos por el modo que se estuvo llevando a cabo el estudio y análisis de un delicadísimo asunto que afectaba, según opiniones expresadas entonces, a la misma configuración dogmática de la Iglesia católica, de la cual la jurídica no era más que el reflejo estructural.' Los reproches provenían hasta de sectores conservadores de la Iglesia católica. Para algunos significaba un atentado contra la constitución misma de la Iglesia y conducía al Opus Dei a transformarse en una entidad autónoma y cerrada, una especie de bunker que no iba a depender de hecho de nadie, con el peligro de terminar por convertirse en otra Iglesia. Para otros, el reconocimiento como prelatura del Opus Dei representaba un error mayúsculo, un «error copernicano». En efecto, la creación de una prelatura extendida por la Iglesia chocaba frontalmente con el régimen monárquico y, por lo mismo, monocéfalo, que constituye la esencia de la constitución de la Iglesia. Crear una prelatura personal con jurisdicción sobre miles de miembros, sacerdotes y laicos, esparcidos por el mundo significaba la instauración de un régimen eclesial bicéfalo en cada diócesis. La legión de canonistas del Opus Dei intervino para resolver los problemas pendientes, pero el recelo se instaló en las esferas eclesiásticas romanas. Hasta entonces, uno de los puntos más conflictivos había sido que los sacerdotes del Opus Dei estaban sometidos teóricamente a una doble obediencia, al obispo de la diócesis y a los directores internos de la Obra; aunque en la práctica 148
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obedecían sólo a la jerarquía interna de la Obra. Para calmar las iras del Vaticano en tiempos de Pablo VI y para demostrar que, respecto a los sacerdotes, no había en el Opus Dei ninguna jerarquía interna, los canonistas de la Obra inventaron en tiempos de Escrivá la argucia jurídica que los sacerdotes no figurasen en el organigrama como cargos de gobierno. Así, los sacerdotes ejercían teóricamente sólo como directores espirituales en casas y residencias del Opus Dei, aunque en la practica, por medio de los juramentos promisorios y otros controles burocráticos, seguían participando en el gobierno de la Obra. No está de más señalar que para las tareas de dirección y gobierno todos los sacerdotes numerarios del Opus Dei han de ser miembros inscritos. Estos son escogidos por el Presidente General previa la opinión secreta de tres miembros de la Vicaría Regional y del Consejo General. Los miembros inscritos realizan además los juramentos promisorios, los cuales se hacen solemnemente «tocando los Santos Evangelios e invocando el nombre de Cristo», jurando una serie de preceptos, según la norma 20 de las Constituciones de 1950, después de la ceremonia de la fidelidad, que es equivalente a los votos perpetuos en órdenes y congregaciones religiosas. El punto conflictivo de los sacerdotes se quiso solucionar con la obediencia al Prelado del Opus Dei, que pasaba a tener rango de obispo y de él dependía el llamado «prebisterio de la prelatura», formado por clérigos miembros del Opus Dei ordenados e incardinados, es decir, «sacerdotes que desde el mismo momento de su ordenación son hechos socios numerarios». Para el clero diocesado adherido iba a seguir existiendo como «asociación» la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz formada por socios agregados, supernumerarios y cooperadores. Se trataba de una estructura de apoyo con carácter de asociación a la que adscribían con vínculo meramente asociativo los sacerdotes de cualquier diócesis y «como ellos debe tan sólo obedecer al propio ordinario del lugar, no surge en absoluto ninguna cuestión de doble obediencia», según afirmaban los nuevos Estatutos. Este fue en síntesis el esquema aprobado para los sacerdotes dentro de la prelatura personal. Sin embargo, el interés centrado en asegurar canónicamente el estatuto para los sacerdotes incardinados en la prelatura y disipar dudas sobre la cuestión de la doble obediencia, que no llegó a clarificarse, dejó sin resolver otra cuestión si cabe más importante, señalada por el cardenal Vicente Enrique Tarancón al afirmar que la calificación jurídica de prelatura para el Opus Dei es «un poco reducida». En resumen, que el balance con la obtención del estatuto de prelatura personal por parte del Opus Dei no parece muy brillante. S i , por una parte, el intento de preservar de la invasión de la Obra el plano jurisdiccional episcopal, asunto de vital importancia para el Vaticano, continuó pleno de ambigüedades; por otra parte el Opus Dei iba a seguir, después de haber obtenido la prelatura, sin estar en su totalidad dentro de la ley canónica de la Iglesia católica, por lo que los laicos iban a continuar tan desamparados canónicamente como antes. Así, el problema de fondo de la prelatura personal concedida graciosamente por Juan Pablo II es que no se adapta adecuadamente, como señala Michael Walsh, a los miembros laicos del Opus Dei. En otras palabras, que la prelatura es sólo prelatura sacerdotal. La incardinación, según el nuevo Código de Derecho Canónico, se refiere tan sólo a los sacerdotes, y los laicos no figuran. Pueden colaborar con la prelatura, unirse a ella por medio de una forma de contrato o convenio, si así lo 154
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desean, pero no pueden, sean o no miembros numerarios, exigir ser incardinados ni, por consiguiente, ser miembros plenos de la prelatura. Es decir, que seguían marginados como lo eran cuando el Opus Dei pretendía alcanzar globalmente el estatuto de Instituto Secular. Para una organización que afirma ser completamente laica la situación de los laicos sigue sin resolverse y es de una estudiada ambigüedad jurídica, aunque lo que queda claro, sin embargo, es que el Opus Dei continúa siendo tan clerical como antes. En otras palabras, el Opus Dei sigue decidido a practicar la política del iceberg: la fracción dominante, que forma una casta sacerdotal, emerge jurídicamente como prelatura personal de la Iglesia católica, mientras que el gran bloque de laicos permanece, en cambio, oculto sin un estatuto jurídico, sumido en la indefinición, lo cual ofrece muchas ventajas no a los miembros laicos sino a la organización. De ahí que el Opus Dei, de la misma forma que actuó con el estatuto de Instituto Secular a partir de los años cincuenta, empieza a dar señales de inquietud en sus filas con vistas a la consecución de un estatuto jurídico más completo y satisfactorio para sus miembros laicos. Ello resulta necesario para la propia supervivencia de la Obra, porque si los mecanismos y circuitos de obediencia automática no están perfectamente integrados, será cada vez más difícil la imposición de una indiscutida autoridad sacerdotal y la coordinación completa de las tres ramas, sacerdotes, mujeres y hombres, dentro de la Obra. 156
El 7 de noviembre de 1981 Juan Pablo II hizo pública su decisión de erigir canónicamente al Opus Dei como prelatura personal. Sin embargo, la tramitación final y el reconocimiento tardaron todavía casi un año. Todo el proceso canónico de convertir al Opus Dei en prelatura personal duró cuatro años, un plazo muy corto para este tipo de procesos. Su final, con la promulgación de la Constitución Apostólica Ut sit, coincidió con la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico de la Iglesia católica a comienzos de 1983. Las dos palabras latinas con las que empezaba el documento correspondían a la jaculatoria casera utilizada por Escrivá en sus tiempos de estudiante en Zaragoza. Antes de la ceremonia final de reconocimiento, el Opus Dei debió presentar unos nuevos Estatutos, con 185 normas más dos Disposiciones Finales, que ofrecían una versión light, suprimiendo del documento las normas más importantes sobre la vida interna en la Obra, como si tales reglas no existieran. El llamado «Código de Derecho Particular de la Obra de Dios», reelaborado para la ocasión, comenzó a estar vigente desde el 8 de diciembre de 1982 y en su estructura interna y ordenación por capítulos se asemejaba al Código de Derecho Canónico oficial de la Iglesia católica. No resultaba extraño, pues dos miembros dirigentes del Opus Dei, Alvaro Portillo y Julián Herranz, trabajaron ambos durante años en la Comisión para la revisión del Código de Derecho Canónico y se mantuvieron en ella hasta la aprobación del nuevo Código. En carta al cardenal Baggio, con fecha 23 de abril de 1979, Alvaro Portillo ya le había indicado que «tiene el Opus Dei un derecho propio, particular, aprobado por la Santa Sede que podría continuar o ser el estatuto o ley particular de la prelatura», aunque «con ligeros retoques para la nueva situación». Para continuar más adelante señalando que «no se trataría de constituir sino de transformar, por otra parte sin cambios sustanciales de régimen y de organización»; refiriéndose, por último, a «cambio de situación jurídica pero no de régimen ni de organización». 157
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Así, el nuevo Código de diciembre de 1982 establecía en sus Disposiciones Finales que «todos ellos (los miembros) están obligados con las mismas obligaciones y guardan los mismos derechos que tenían en el régimen jurídico precedente a no ser que los preceptos de este Código establezcan otra cosa expresamente o que se deriven de aquellos preceptos que procedían de las normas derogadas por este nuevo derecho». Esta coletilla jurídica permitía al Opus Dei seguir manteniéndose en su fuero interno como antes. No cambian, por supuesto, «el espíritu y la práctica ascética que son propias del Opus Dei» (norma 20 § 1,2). Es decir, que el «espíritu y la práctica» del Opus Dei siguen iguales (norma 27 § 3), permaneciendo vigentes además del Código «las demás cuestiones pertenecientes a la tradición del Opus Dei» (norma 79 § 2) y en otro lugar (norma 80 § 1) se especifica que «se mantienen todas las características del Opus Dei». En resumen, que el Opus Dei mantiene las constituciones de 1950, utilizando el código de 1982 como tapadera jurídica. En la versión light que recoge el Estatuto de la prelatura personal, los votos pasan a llamarse «vínculos contractuales», pero de hecho los tres votos de obediencia, castidad y pobreza, permanecen vigentes y aparecen camuflados en el nuevo Código. Por ejemplo, la norma 27 § 4, refiriéndose a la dispensa, menciona los «votos privados e incluso el puramente promisorio». Ahora bien, resulta necesario la previa existencia de «votos privados» y «juramentos promisorios» para que haya luego una dispensa. Se equivocaron, pues, quienes imaginaban que la prelatura personal iba a hacer desaparecer las prácticas de secretismo que caracterizaban al Opus Dei, que como institución continúa dispuesta a sacrificar a los principios de eficacia y rendimiento otras consideraciones y valores, entre ellos la transparencia y claridad de sus actuaciones. Un religioso paolino, Giancarlo Rocca, publicó en 1985 un libro en Italia, donde trazó la historia del Opus Dei y su evolución jurídica a través de apuntes y documentos. Fue Rocca quien reveló que seguían regulando la vida interna del Opus Dei normas secretas, por lo que continuaban vigentes las Constituciones de 1950, aunque retocadas algunas de sus normas en función del nuevo Código de Derecho Canónico. El semanario italiano L'Espresso recogió la información de Rocca y fue más lejos que el religioso paulino, al precisar que dichas Constituciones, escritas en latín, están recogidas en un volumen de tapas rojas y formato de cuaderno de escuela, y que existe prohibición expresa de traducirlas a otras lenguas. Se trataba del mismo documento secreto que había sido publicado en París durante el verano de 1970 y como señalaba la norma 172, sobre la propia observancia de las Constituciones, constituían el «cimiento de nuestro Instituto; por tanto, ténganse por santas, inviolables, perpetuas». Según la revista italiana, en lugar de sus Constituciones secretas, el Opus Dei suele entregar a la jerarquía de la Iglesia católica un resumen que no refleja sus verdaderas actividades. L'Espresso acusaba al Opus Dei en la práctica de haber creado una asociación secreta ilegal, una especie de masonería católica que recordaba a la proscrita logia P-2 de Licio Gelli. La polémica desatada empujó a parlamentarios italianos a presentar una interpelación al Gobierno a comienzos de 1986, en la que se acusaba al Opus Dei de ser una sociedad secreta. Se produjo un debate en el Par159
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lamento italiano y el Gobierno abrió una investigación oficial. Como resultado, se elaboró un informe, cuyas conclusiones diluyeron políticamente la polémica, quitando importancia a la cuestión planteada de si era o no una sociedad secreta. Para demostrar que no había nada que ocultar, el Opus Dei comenzó a ofrecer en Italia como regalo entre los profesionales de la prensa ejemplares de un volumen con tapas verdes que correspondía al Código de la prelatura y no a las Constituciones secretas vigentes aún dentro de la Obra. Las 479 normas de las Constituciones no sólo son desconocidas por los mismos miembros de la Obra, sino incluso por los obispos donde actúa el Opus Dei y el propio Vaticano. Meses más tarde, el Vaticano se vio en la obligación de amonestar a los miembros del Opus Dei y a imponerles el deber de manifestar su afiliación, cuando se les preguntara legítimamente. En el Código de 1982 predomina la visión «liberal», escondiendo o disimulando lo que resulta esencial en el «espíritu de la Obra» como son los tres votos de obediencia, castidad y pobreza, así como también las categorías de jerarquización extrema en la pirámide de poder. En la versión light a los miembros numerarios electores, por ejemplo, se les llama «congresistas», porque si no existiera tal categoría no podría haber elecciones para nuevo presidente. Miembro numerario elector es el máximo grado en la categoría de miembros del Opus Dei, una categoría que sólo tenían 140 miembros en 1994 y que obliga, un vez conocido el fallecimiento del presidente del Opus Dei, a ir a Roma y elegir al nuevo presidente vitalicio. El Opus Dei continúa fiel a sus orígenes y cuando parece que más cambia, más sigue siendo lo mismo. En influyentes medios españoles hostiles al Opus Dei dentro del Vaticano, la concesión de la prelatura personal fue calificada de «polacada» o acto despótico y de favoritismo. Tuvo origen este nombre, aplicado por sus enemigos, a los actos del partido polaco que gobernó en España desde 1850 a 1854. En este sentido, hay que señalar que la Constitución Apostólica Ut sit, de erección canónica de la prelatura, reconoce explícitamente que el Opus Dei fue fundado el día 2 de octubre de 1928 por José María Escrivá de Balaguer, guiado por la inspiración divina. Así, el Opus Dei lograba introducir en un texto pontificio su propia reinterpretación del pasado y ya no eran únicamente los seguidores de Escrivá sino la máxima autoridad de la Iglesia, Juan Pablo II, quien atribuía a la «inspiración divina» una fundación, con una fecha concreta «del año 1928», realizada por «Escrivá de Balaguer». Desde entonces, resulta más difícil para los católicos poner en tela de juicio el nombre, la fecha y los verdaderos orígenes del Opus Dei, por el riesgo que existe de contradecir a la máxima autoridad de la Iglesia. Tras conseguir el estatuto especial de prelatura, al Opus Dei sólo le faltaba la canonización del Fundador y la operación se convirtió en simple cuestión de influencia y de milagros. 161
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TURROSANTiDAD DEL FUNDADOR
La fabricación de prestigios fue una de las actividades sobre las que se centró el aparato del Opus Dei, con la experiencia adquirida desde sus orígenes en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Como todos sus miembros debían aspirar a la santidad, el Opus Dei tenía la pretensión de crear santos en serie, por440
que «las crisis mundiales son crisis de santos», como había señalado el fundador en la máxima 301 de Camino. Así, desde sus orígenes, la Obra impuso esta necesidad entre sus miembros y estaba dispuesta a fabricar santos como fuera. Primero hubo intentos con Isidoro Zorzano Ledesma, compañero de Escrivá durante el bachillerato en Logroño y primer administrador de la Obra durante la Guerra Civil española. En los años cuarenta no encontraron nada más santo y heroico que la vida y virtudes de Zorzano. Tras su fallecimiento en 1943 su caso se convirtió en un ejemplo de santidad: Zorzano sería presentado como el espécimen del santo ingeniero y, en consecuencia, promocionado como tal desde su muerte. A tal fin hicieron reliquias con las sábanas guardadas religiosamente porque le habían servido de sudario y cuyos trozos Escrivá repartió entre los primeros militantes como reliquias, cuando salieron al extranjero en la expansión de la Obra para abrir nuevos campos de apostolado. Su causa de beatificación, iniciada en 1948, quedó sin embargo empantanada, como tantos otros centenares, en el Vaticano. Sin ningún desánimo el Opus Dei prosiguió su labor canonizadora con otros candidatos y llegó a contar con una chica, Monserrat Grases, y entre los adolescentes masculinos con Miguel Díaz del Corral, muertos ambos en «olor de santidad», que fueron propuestos como modelos para los jóvenes seguidores, en las ramas femenina y masculina respectivamente, dentro del Opus Dei. Sin embargo, todos estos casos dejaron de ser promocionados ante la posibilidad de una canonización acelerada en la persona del Fundador del Opus Dei, aprovechando el clima político favorable desde 1978 tras la elección de Karol Wojtyla como Sumo Pontífice. Para una nueva organización católica como el Opus Dei la santidad de Escrivá iba a significar la garantía máxima de autenticidad y a través de él podía demostrar sobre todo que la Obra estaba predestinada por Dios desde su fundación. Así, tras la muerte de Escrivá no resultó difícil conocer las intenciones del Opus Dei respecto al Fundador: elevarlo a los altares como fuere y por el camino más rápido. Como hacían falta cinco años para la introducción legal de la causa, el Opus Dei empezó a montar unas Oficinas Históricas desde 1975 para recoger los datos de que disponían los miembros y simpatizantes de la Obra sobre el fundador, incluso las anécdotas más nimias; todo ello fue acumulándose, debidamente expurgado, en lo que pasó a denominarse Registro Histórico del Fundador, que quedó centralizado en la sede del Opus Dei en Roma. También se llevó a cabo, por otra parte, una monumental recopilación de todos los escritos atribuidos a Escrivá; los sedicentes «escritos inéditos» del Fundador llegaron a alcanzar 62 tomos encuadernados. En estos trabajos preparatorios, antes de iniciar la causa de santificación de Escrivá, participaron cientos de numerarias y numerarios que recogieron y «reescribieron» todo lo que llegaba por vía interna a las oficinas montadas al efecto, «limpiando» de datos dudosos o poco favorables todo lo concerniente a la peripecia biográfica de Escrivá. En tan acelerada canonización privada, el Opus Dei actuaba de propia turbina en el proceso. La turbosantidad del Fundador se tenía que realizar por fuerza con mucha prisa por el temor inconfesable que existía dentro del Opus Dei a su propia decadencia y la misma desaparición del Fundador le empujaba a ello. La campaña en pro de la santidad de Escrivá se acompañó de la publicación de varias biografías autorizadas, cuya característica más acusada era el culto idolátri165
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co al Fundador; tales publicaciones ofrecían una muestra inigualable de ese subgénero almibarado de la narrativa histórica y emocional denominado hagiografía. María Angustias Moreno, ex numeraria del Opus Dei, señaló, refiriéndose a los hagiógrafos de Escrivá, que «magnifican, arreglan, interpretan a su manera (...) Quitan y ponen con toda comodidad, tal vez por la "libertad" que encuentran en la limpieza de datos que antes se han encargado de conseguir los directores». La apertura formal de la causa de beatificación de Escrivá data del 19 de febrero de 1981, cinco años y unos meses después de la muerte del Fundador del Opus Dei, respetando el plazo mínimo establecido por la normativa canónica vigente. Un proceso oficial de santidad iniciado ante la Iglesia de Roma consta de dos fases diferenciadas, primero la beatificación, con derecho a utilizar la denominación de «Siervo de Dios», y luego la canonización que le declara oficialmente «Santo». El proceso de beatificación o primera fase en la turbosantidad de Escrivá se iba a iniciar además de forma paralela a la concesión del estatuto jurídico de prelatura personal. El expediente fue trasladado a Madrid inmediatamente después de la apertura del proceso, alegándose como razón principal que, aunque hubiera muerto en Roma, era en España donde había vivido más tiempo. Las reformas realizadas en el Código de Derecho Canónico iban a favorecer los acelerados planes que tenía el Opus Dei para la canonización inmediata de su Fundador. El canon 2.050 del Código señalaba que «la fama de santidad debe ser espontánea, no promovida por arte o diligencia humana, proveniente de personas graves y honestas», pero esta norma fue sustituida por otra que omitía tales condiciones. El papa Juan Pablo II expuso sus intenciones en la introducción al apéndice I del reformado Código de Derecho Canónico sobre la Causa de los Santos. Según el papa polaco, «debido a experiencias recientes se ha considerado oportuno revisar esta forma de procesos para simplificar las normas, salvaguardando naturalmente la solidez de la investigación». La lectura de los veinte mil folios acumulados por el Opus Dei para demostrar la santidad del Fundador resulta edificante. Hasta el dispositivo económico de la Obra tiene origen sobrenatural, según los datos que figuran en el voluminoso expediente. Así, por ejemplo, Escrivá recibió una «iluminación« del cielo en relación con la estructura jurídica y económica de la actividad apostólica de la Obra, durante la Segunda República, al regreso de una visita de catequesis a los pobres. La iluminación divina tuvo lugar precisamente en el barrio madrileño de La Bombilla y allí, en aquel lugar de nombre tan apropiado, fue cuando el fundador del Opus Dei «vio» por primera vez «la necesidad de crear sociedades que, siendo titulares de la propiedad y de los bienes inmuebles usufructuados por el Opus Dei, se ocuparan de gestionarlos económicamente». Como puede observarse, la cúpula directiva del Opus Dei encontró una explicación divina hasta para la utilización de sociedades de pantalla y testaferros en las finanzas de la Obra. En materia de santidad, una serie de sucesos milagrosos ocurridos en el último período de la vida de Escrivá habían atraído su atención y sirvieron de acicate al fundador del Opus Dei. Al final de los años sesenta habían tenido lugar en España unas apariciones en las inmediaciones de la aldea de El Palmar de Troya, cerca de Utrera, en la provincia de Sevilla. Cuando en 1968 cuatro niñas llamadas Josefa, Ana, Rafaela y Ana María dijeron en sus casas que habían visto a una señora sobre unos lentiscos de la finca La 167
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Alcaparrosa, próxima a El Palmar de Troya, pronto se corrió la voz de la presencia de un milagro y que la Virgen, con hábito carmelita, se había aparecido. " La Iglesia mantuvo oficialmente una actitud escéptica, pero los videntes fueron cada vez más numerosos y Escrivá, tan aficionado a cualquier fenómeno sobrenatural y con ánimo de recuperarlo como nuevo movimiento mariano, se interesó muy especialmente por todo aquel rifirrafe. Hubo miembros del Opus Dei que discretamente se pusieron en contacto con algunas de las videntes. Los mensajes de la Virgen supuestamente aparecida hacían referencia, muy en la línea ideológica de Escrivá, a catástrofes venideras. La vidente María Luisa Vila apareció estigmatizada en ambas manos y Escrivá mantuvo una larga entrevista con ella, después de haberla citado previamente en la cercana ciudad de Jerez de la Frontera, en la provincia de Cádiz, donde el Opus Dei mantenía la residencia y centro de retiros Pozoalbero, dedicado a los habitantes de la zona. Posteriormente, Pablo VI excomulgó en 1976 al «papa» Clemente y a cuatro obispos de la congregación fundada en El Palmar de Troya, cuando ya se habían autodeclarado como la auténtica Iglesia católica, apostólica y palmariana. Entre sus insólitas canonizaciones como santos figuraban el general Franco, el hacendista Calvo Sotelo, los dictadores Adolf Hitler y Benito Mussolini, el almirante Carrero Blanco y el fundador de la Falange José Antonio Primo de Rivera. Como Escrivá había dedicado en vida una atención especialísima a aquellos videntes y a las apariciones, la pequeña Iglesia del Palmar de Troya lo tuvo muy en cuenta en sus canonizaciones y le declaró Santo el 24 de septiembre de 1978, adelantándose así al proceso de beatificación emprendido por el Opus Dei ante la Iglesia de Roma. Junto con «monseñor José María Escrivá de Balaguer» fueron elevados a los altares una italiana, una alemana, siete ingleses, dos del Québec y cuatro de España, entre ellos José Calvo Sotelo, político y «protomártir» en julio de 1936. El Décimo Sexto Documento de Su Santidad el Papa Gregorio X V I I , más conocido popularmente como el «papa» Clemente, declaraba solemnemente: «Adornamos hoy la Iglesia Santa de Dios elevando a la Gloria de los Altares», «previo análisis histórico» y «con la autoridad de la que estamos revestido» a «San José María Escrivá de Balaguer», porque «en estos tiempos de tinieblas necesitáis conocer a figuras importantes de la Iglesia: pues, de esta forma encontraréis maravillosos ejemplos para luchar contra los enemigos de la Iglesia» y «mientras Dios siga fortaleciendo a Nos, combatiremos con Nuestra espada de fuego a todos los malditos traidores».' La pequeña Iglesia del Palmar de Troya se había adelantado a la Iglesia católica de Roma en materia de turbosantidades. El proceso de beatificación de Escrivá, que se inició en 1981, ofrecería numerosos puntos oscuros e irregularidades diversas. La turbosantidad de Escrivá iba a adolecer de una falta de transparencia comparable a su vida activa como clérigo de la Iglesia. La intervención de algunos prelados del ala ultraconservador vaticana y grandes sostenedores del Opus Dei fue decisiva en el proceso. Como prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Pietro Palazzini, envió una carta el 10 de febrero de 1984 al tribunal eclesiástico que instruía la causa en Madrid, en la cual respaldaba la exclusión de todos los testimonios desfavorables o en contra. Palazzini sentó el criterio de que «en nada puede servir a la verdad quien no duda en ofender a la fe» y el citado tribunal se consideró respaldado para excluir a ex miembros de la Obra que habían conocido y trabajado con Escrivá durante largos años. 17
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Palazzini había permanecido en el ostracismo durante el pontificado de Pablo VI y por sus dudosas actividades, llegó a ser interrogado por magistrados italianos, en calidad de testigo, acerca de sus presuntos contactos con Roberto Calvi, el «suicidado» presidente del Banco Ambrosiano. El cardenal había sido, por otra parte, amigo personal de Escrivá. Una amistad «bella y sincera», que Escrivá consideraba «uno de los más delicados y gratos dones recibidos del Señor», según consta en la página 1.080 de la «biografía», incluida entre los documentos del proceso. Resuelto de modo expeditivo el problema de los testigos contrarios, el único debate significativo en la Congregación para los Santos se redujo a si debía admitirse o no la declaración de Alvaro Portillo, por el hecho de haber sido confesor de Escrivá durante 31 años. El tribunal de nueve miembros se inclinó, por mayoría, a darla por válida. Dos miembros, sin embargo, habían emitido un dictamen negativo y en los procesos normales de canonización que se desarrollan en la Congregación para la Causa de los Santos, basta un voto contrario dentro del tribunal que examina la causa en cuestión, para que se abra de nuevo todo el proceso introductorio. Uno de los jueces, el italiano Luigi de Magistris, insistió en su malestar, profundo disagio es la expresión del documento redactado en italiano, por la aceptación del testimonio de Alvaro Portillo y este juez italiano consideraba que «debería ser anulado». El otro voto negativo correspondía al único juez español, Justo Fernández, quien advertía una ausencia completa de testimonios contrarios y señalaba además que la práctica habitual en los procesos de beatificación era que la mayoría de los miembros del tribunal debía tener la misma nacionalidad que el aspirante a beato. En el turboproceso de beatificación se detectaron irregularidades. Así, miembros del Opus Dei habían solicitado a obispos y sacerdotes el envío de cartas al Papa en apoyo de la causa, en clara violación del requisito de que estas cartas sean remitidas espontáneamente, según establece el canon 2.077 del Código de Derecho Canónico. De las seis mil cartas recibidas en el Vaticano, unas dos mil de ellas pertenecían a obispos, mientras el canon citado establece que los obispos que las remitan deben haber conocido personalmente al beato y la propia documentación del proceso atestiguaba que Escrivá sólo conoció en vida a sólo 128 obispos. No obstante, una instrucción emitida en 1935 por la Congregación de Ritos dejaba abierta la posibilidad que dicho conocimiento se podía referir sólo a la «fama de santidad del candidato» y no al candidato mismo, subterfugio legal que fue utilizado por el Opus Dei. Otras de las irregularidades provenían de los testimonios y de las 2.101 páginas del proceso que los recogen, 839 correspondían a las declaraciones de Alvaro Portillo y de Javier Echevarría, los dos colaboradores íntimos de Escrivá. Pero lo más sobresaliente fue sin duda la ausencia de pruebas para afirmar sin reparos que la actividad de Escrivá no tuvo ninguna significación política o económica precisa; para sostener semejante afirmación no se incluyeron apenas documentos sobre las estrechas relaciones del Opus Dei y de su fundador con la dictadura de Franco. Giancarlo Rocca, religioso paolino, uno de los raros analistas competentes sobre el Opus Dei, opinó que «la excesiva velocidad del proceso no beneficia a nadie y pone en tela de juicio su legitimidad. La mayor parte de los archivos eclesiásticos y civiles sobre el período de la vida de Escrivá están aún cerrados. ¿Qué pasará si se descubren, cuando se abran, documentos comprometedores sobre él?» ' 17
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Ocurrió, entre tanto, algo insólito y que no había sucedido hasta entonces en ninguno de los procesos de beatificación de la Iglesia. Por intervención directa de Juan Pablo II, adoptó íntegramente el Vaticano la postura del Opus Dei y lejos de considerar irregulares los datos publicados sobre la causa de Escrivá los asumió como normales y propios, tanto en la fase de instrucción del proceso como en la «heroicidad de las virtudes» o en la prueba del milagro. La conclusión del «promotor de la fe» sobre el examen de las virtudes heroicas de Escrivá fue la siguiente: «Considero, a la luz de los testimonios del proceso, que la prueba más sólida de la autenticidad del elevado grado de la vida mística que alcanzó el siervo de Dios viene precisamente de su continuo esfuerzo de identificación con la voluntad divina y de aquella humildad que (...), después de cincuenta años de sacerdocio vivido intensamente, hacía que se considerase aún como un niño que balbucea». En la beatificación de Escrivá la palabra clave era, sin embargo, aceleración. Todo se iba a realizar antes y se haría más deprisa que los restantes candidatos y en otras causas pendientes de beatificación. Importaban menos la heroicidad de sus virtudes o el tipo de milagro realizado. La palabra clave era aceleración, convirtiéndose de esta manera en la primera turbosantidad de la Iglesia católica romana. Además, la turbosantidad del Fundador quedaba a la altura de los intentos realizados por la Obra de convertirse en la primera superdiócesis mundial, tras buscar simultáneamente la beatificación rapidísima de Escrivá junto con el estatuto de Prelatura Personal, por la sintonía ideológica y simpatías particulares que el Papa Juan Pablo II nutría desde antiguo por el Opus Dei. Respecto al milagro presentado por el Opus Dei para la beatificación, presuntamente realizado por Escrivá y ocurrido en 1976, el proceso instruido por la curia diocesana de Madrid tuvo lugar en 1982. Una monja anciana, religiosa carmelita de la Caridad, presentaba al parecer unos tumores por distintas partes del cuerpo y un sacerdote numerario del Opus Dei, que actuaba como confesor del convento, afirmó que habían desaparecido de la noche a la mañana. La monja pertenecía a uno de los 92 conventos de carmelitas que se habían negado a modernizar la regla después del Concilio Vaticano II y de la asistencia espiritual del convento se encargaban sacerdotes numerarios del Opus Dei. El milagro atribuido a Escrivá podía resultar espectacular si, gracias a él, la religiosa se salvó de una muerte anunciada. Sin embargo, no fue ella sino su familia, los Navarro Rubio, vinculados estrechamente al Opus Dei, quienes la habían encomendado al difunto Escrivá. Según testimonios recogidos en su entorno, ella nunca pensó pedir a nadie que la curara. Aún más: la curación milagrosa fue tan secreta que la propia superiora del convento sólo se enteró varios años más tarde del supuesto milagro por la prensa. La monja murió a los 82 años de edad, de una enfermedad que no guardaba, según la documentación aportada por el Opus Dei, ninguna relación con las que le fueron curadas «milagrosamente», gracias a la presunta intercesión de Escrivá. En junio de 1976, sor Concepción Boullón Rubio, la protagonista del presunto milagro, tenía 76 años, el médico que la atendió declaró en su día que no se realizó ninguna biopsia dado el mal estado de la enferma. Vino luego la presunta curación y, según cuenta otra religiosa que la cuidaba, María del Pilar Prieto, que unos días después, cuando volvieron al médico, éste sólo le encontró un pequeño resto 445
de los bultos en un pie, del que se decidió hacer una biopsia, que dio como resultado una calcificación distrófica sobre inflamación previa. Afortunadamente hubo examen histológico de una muestra bióptica y el análisis con microscopio mostró que no era un tumor sino una calcificación distrófica. Un tumor o neoplasia consiste en una proliferación celular anómala que posee caracteres definidos microscópicos que habitualmente definen un comportamiento biológico de gran o escasa agresividad. Por el contrario, la calcificación distrófica es un proceso que si se analiza al microscopio nada tiene que ver con un tumor, aunque desde un punto de vista grosero pueda formar un bulto o tumor. Este proceso consiste en la infiltración o depósito de sales calcicas en zonas de tejido que han sufrido un proceso de muerte celular, bien sea ésta secundaria por falta de riego sanguíneo, inflamación o por traumatismo. Un ejemplo médico clásico de tiempos pasados lo ofrecen los ganglios linfáticos del cuello o mediastino afectos de tuberculosis, que se cargan de sales calcicas dando una apariencia típica al tacto o en la radiografía. De modo ocasional pueden ocurrir también fenómenos de calcificación distrófica en las zonas muertas de algunos tumores, por ejemplo, el llamado epitelioma calcificante, un tumor benigno que jamás progresa de modo agresivo. A s i mismo, en niños pequeños algunos tumores malignos de rapidísimo crecimiento pueden presentar una calcificación distrófica. 174
Como los resultados de la biopsia eran decepcionantes para apoyar científicamente la presunta curación milagrosa, intervinieron entonces expertos médicos del Opus Dei de la Clínica Universitaria de Navarra que, en un principio, no se atrevieron a pronunciarse, por lo que sus informes eran evasivos, aunque también hubo expertos que se pronunciaron claramente en contra, señalando que no se trataba de un tumor sino de una calcificación. El catedrático de Patología Anatómica y miembro numerario del Opus Dei Jesús Vázquez mantuvo serias dudas al respecto, pues un caso de calcificación distrófica difícilmente podía servir de base para una curación milagrosa. Hasta el propio decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, Eduardo Ortiz de Landázuri, catedrático de Patología y Clínica Médicas y uno de los médicos de la Casa Real española se vio obligado a desviar la atención de los expertos hacia otra patología concurrente. Como los tumores de la monja no servían, hallaron una úlcera gástrica que lograba ennegrecer el cuadro clínico, afirmando que, aunque las dos patologías eran independientes, el agravamiento y concurrencia de ambas había hecho prever un desenlace fatal a corto plazo. Pese a todo, el expediente con la presunta curación milagrosa continuó su camino y en Roma llegó a manos de Raffaello Cortesini, médico y miembro numerario del Opus Dei, presidente del Instituto para la Cooperación Universitaria y jefe de la Oficina Vaticana de la Congregación para la Causa de los Santos, organismo que dictamina si las curaciones son o no milagrosas. Allí fue donde la prudencia científica, las dudas razonables y escrúpulos profesionales fueron barridos de un plumazo. El presidente de la consulta médica, que interviene siempre de oficio, firmó entonces en Roma que era un milagro. El Opus Dei necesitaba avalar el proceso de beatificación y para Roma la curación de las calcificaciones de la monja carmelita española había sido un milagro, pese a que los miembros del Opus Dei sabían que aquello podía invalidar totalmente el proceso de canonización de Escrivá. Así, el Opus Dei consiguió que Escrivá llegara a ser declarado beato y, en espera de la ansiada santificación, su imagen ya podía ofrecer una aureola blanca 446
en torno a su cabeza. Sin embargo, expertos canonistas aseguran que, aunque la Iglesia católica no puede dar marcha atrás, tampoco Escrivá nunca podrá alcanzar la categoría de santo, después de tantas tropelías e irregularidades. La turbosantidad y el culto al Fundador podrán difícilmente superar la condición de «beato» de Escrivá y elevarlo hasta los altares, como es el deseo ferviente de los miembros y simpatizantes de la Obra de Dios en la tierra. En mayo de 1992, antes de la ceremonia de beatificación de Escrivá que tuvo lugar en la plaza de San Pedro en Roma, el Opus Dei llegó a cifrar la asistencia esperada en 200.000 personas. Las previsiones fueron de 185.000 peregrinos, de los cuales 70.000 serían españoles y 23.000 latinoamericanos, de ellos 5.000 mexicanos. También afirmaron que eran esperados unos 5.000 asiáticos y africanos y 2.000 norteamericanos, cifras a todas luces exageradas si se las compara con las 120.000 personas que la oficina de prensa del Opus Dei cifró como posibles asistentes a la ceremonia. El único dato real, sin embargo, consistió en que colocaron dentro del perímetro de la plaza de San Pedro 26.000 sillas para acoger a los miembros efectivos del Opus Dei y a algunos invitados selectos. Testigos presenciales pudieron constatar que la masa de asistentes no logró alcanzar la columnata de Bernini y entre los asistentes a pie en la ceremonia se encontraba el político italiano Giulio Andreotti con varios guardaespaldas. Mientras fuentes oficiales del Opus Dei afirmaban, aumentando exageradamente las cifras, que 21 miembros de la Casa Real española habían estado presentes en la ceremonia de beatificación de Escrivá en Roma, el rey de España se desplazaba, precisamente el mismo día de la ceremonia de beatificación, al pueblo valenciano de Villarreal para celebrar junto con el cardenal aperturista Vicente Enrique Tarancón el cuarto centenario de san Pascual Bailón, un santo muy oportunamente vinculado a las actividades religiosas de la Casa Real española. Por su parte, el embajador de España ante la Santa Sede, Jesús Ezquerra, intentó rectificar inútilmente la noticia difundida por la oficina de prensa vaticana dirigida por el numerario del Opus Dei, Joaquín Navarro Valls, según la cual la «delegación oficial española» que asistió a la beatificación había incluido «veintiún miembros de la Casa Real». El embajador español llamó por teléfono al numerario del Opus Dei para que rectificara la noticia errónea, pues ningún miembro de la Casa Real española estuvo presente en la beatificación de Escrivá, formando parte sólo un grupo integrado por seis funcionarios y ex funcionarios de dicha Casa. Sobre el origen del «error» de la oficina de prensa vaticana el Opus Dei nunca se atrevió a dar una explicación clara ni publicar desmentido alguno. «Los cristianos están llamados a colaborar en una nueva evangelización que impregne los hogares, los ambientes profesionales, los centros de cultura y de trabajo, los medios de comunicación, la vida pública y privada, de los valores evangélicos que son fuente de paz y de hermandad», dijo el Papa en su elocución el lunes 18 de mayo de 1992 en la audiencia multitudinaria que, sin precedentes, concedió en la plaza de San Pedro de Roma a los seguidores de Escrivá, beatificado la víspera. Cerca de cien mil personas cantaron Cumpleaños feliz a Juan Pablo II que celebraba su 72 aniversario. El Papa propuso a Escrivá como cristiano ejemplar en el mundo moderno, situando al Opus Dei como eje de la nueva evangelización de la Iglesia católica en el mundo contemporáneo. Los actos de la beatificación fueron compartidos con la modesta beata sudane175
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sa Josefina Bakhita, demostrando los miles de asistentes a la ceremonia el poder de convocatoria de masas del Opus Dei, objetivo que no se había propuesto el beato Escrivá cuando lo fundó en 1935 como organización secreta de élite, aunque quizás soñara con ello, pues las espectaculares concentraciones de masas también se celebraban en los mejores tiempos del fascismo. En las cuestiones de santidad, el Opus Dei intentó arreglar el caso del Fundador a una velocidad enorme. La beatificación es, sin embargo, el comienzo del happy end en la santificación de Escrivá y el Opus Dei necesita recorrer más camino para verlo colocado en los altares. El purgatorio burocrático de Escrivá debe ser largo porque cualquier camino hacia la santidad está lleno de obstáculos y el castigo a tanta velocidad en un turboproceso reside en la extremada lentitud de la Iglesia. La turbosantidad de Escrivá se resume en que, más de veinte años después de su muerte, continúa como protagonista de todo lo que se dice y hace en la Obra. En su fuero interno Escrivá tenía la idea de que era un predestinado. Creía que era un elegido de Dios y que estaba irreversiblemente destinado a ser un santo," llegando hasta la utilización abusiva de «armas sobrenaturales» para llevar a cabo su proyecto. Para el Opus Dei no hay en el catolicismo caminos distintos para la santidad, sino que sólo existe el camino de la Obra, trazado durante su vida por Escrivá, ya declarado oficialmente beato y en vías de conseguir la turbosantidad. Como declaró uno de sus seguidores en Televisión Española, en el programa Línea 900: «Todos sabíamos que nuestro Padre era santo, la beatificación es sólo para que se enteren los demás». Para los miembros del Opus Dei está claro que Escrivá tuvo una vida de santidad y el Opus Dei fue el único objetivo de su paso por la tierra. Sin embargo, es práctica habitual en la Iglesia católica declarar a sus beatos tras la prueba de un primer milagro y elevarlos a la santidad una vez probado el segundo. Aunque el Opus Dei ya tiene documentados más de veinte milagros presuntamente realizados por la intercesión de Escrivá, el temor que alberga la cúpula directiva del Opus Dei es que si la canonización no se realiza durante el pontificado de Juan Pablo II, tal vea no se realizará en siglos. De ahí que el Opus Dei haya inaugurado un nuevo tipo de santidad, la turbosantidad, que consiste en un sencillo cálculo promocional, donde a menor tiempo en el proceso existe mayor santidad en la persona. Luego, con la turbosantidad declarada del Fundador, el objetivo de los miembros del Opus Dei, hijos e hijas de Escrivá, es utilizar el apelativo de «santos» tan corrientemente como lo empleaban los primeros fieles cristianos y como Escrivá ya recomendaba en la máxima 469 de Camino: «Saludad a todos los santos. Todos los santos os saludan. A todos los santos que viven en Éfeso. A todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos. —¿Verdad que es conmovedor ese apelativo— ¡santos! —que empleaban los fieles cristianos para denominarse entre sí?— Aprende a tratar a tus hermanos». Una monja, sor Concepción Boullón Rubio, resolvió favorablemente la primera fase de la turbosantidad de Escrivá. La curación milagrosa en la cual se iba a apoyar la causa de beatificación sería no de un laico sino de una religiosa. Escrivá decía frecuentemente en vida que «las monjas eran tontas» y recomendaba a las militantes en el Opus Dei: «Hijas mías, no seáis bobicas como las monjas». Y agregaba que él a la única monja que visitaba era a sor Lucía de Portugal, «no porque haya visto a la Virgen, sino porque nos quiere mucho», y añadía que sor Lucía era «un poco tontucia, pero buena mujer». 6
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Los lazos de amistad de Escrivá con sor Lucía de Fátima, a quien consultaba regularmente, se remonta a los años cuarenta. En un convento de Tuy, provincia de Pontevedra, se encontraba sor Lucía, una de las videntes de Fátima, que había profesado como religiosa dorotea. Fray José López Ortiz, llamado «tío José» dentro del Opus Dei, había sido nombrado obispo de Tuy y llamó a Escrivá que acudió solícito a la llamada, empeñado como estaba en la expansión de la Obra hacia Portugal. Tras un primer contacto hubo un segundo encuentro con sor Lucía donde la vidente de Fátima insistió en que el Opus Dei tenía que ir a Portugal. «Le constaté que no teníamos pasaporte —según ha contado Escrivá—, pero ella respondió: eso lo arreglo yo enseguida. Llamó por teléfono a Lisboa y nos consiguió un documento para pasar la frontera.» Desde entonces, una de las tres videntes de Fátima, monja retirada en un convento, quedó asociada a la historia y primera expansión internacional del Opus Dei. Posteriormente, el santuario de Fátima se convirtió en uno de los lugares preferidos de peregrinación mariana del fundador del Opus Dei. Allí se le podía ver rezando descalzo y desgranando un rosario cargado de medallas, como él mismo ha confesado: «Vengo con frecuencia a Portugal, sin que me vea nadie, y me acerco a Fátima...». En el proceso de beatificación del fundador del Opus Dei, el milagro discutible de una monja en un proceso plagado de deficiencias y anomalías iba a tener sin embargo una importancia relativa; pues, antes, para la beatificación hacían falta dos milagros seguros y otros dos para la canonización. Ahora basta uno para cada fase y, en algún caso, el papa Wojtyla ha dispensado del hecho sobrenatural. Para la Iglesia católica lo importante es la certidumbre que tras el primer paso, la beatificación, el candidato a la santidad se ha salvado y no ha ido al infierno, aunque podía aún estar en el purgatorio. En el segundo, con la solemne canonización, se asegura, con infalibilidad papal, que dicho personaje goza ya de la gloria del cielo. Existen escasos indicios sobre la ubicación exacta del Fundador del Opus Dei, ignorándose si se encuentra en el purgatorio o quizás en el infierno. La pista ofrecida por la monja vidente portuguesa amiga de Escrivá, una de las protagonistas del «milagro» de Fátima, nos deja en la duda, cuando en cierta ocasión sor Lucía le dijo al Fundador del Opus Dei: «Don José María, usted con lo suyo y yo con lo mío nos podemos ir al infierno». 179
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MUJERES EN EL OPUS DEI
El día 14 de febrero de 1930, día de san Valentín, si nos atenemos al calendario católico, pretende ser una fecha significativa en la historia del Opus Dei. El 14 de febrero, día también de los enamorados, como así lo señalan las militantes del Opus Dei, Escrivá afirmaba haber comenzado la fundación de una rama femenina, pero hasta la posguerra española no cuajó el proyecto. El primer intento durante la Segunda República había sido un fracaso completo. En la fundación de 1941 las primeras seguidoras de Escrivá en la posguerra española fueron las hermanas de los primeros miembros numerarios, aunque hasta 1943, tras la muerte de la madre de Escrivá, no cuajó como organización la sección femenina del Opus Dei. Desde entonces, las mujeres se encargaron del con183
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trol de todos los servicios sociales del Opus Dei y copiando en ello a la Sección Femenina de la entonces omnipresente Falange Española, Escrivá condenó a la mujer a ser una especie de criada esposada dentro de la Obra. * La función de las primeras mujeres en el Opus Dei era solucionar la intendencia y la administración de las casas de los varones. Con las primeras numerarias, de clase social media, Escrivá decidió crear un estilo doméstico altoburgués calcado del que él había conocido en casa de una aristócrata bilbaína. De ese modo, si el Opus Dei aparentaba ser una familia, reprodujo en su rama femenina el papel tradicional asignado a la mujer en los hogares de la época. Numerarias, oblatas o agregadas, y numerarias auxiliares, es decir, las más directamente involucradas en la marcha de la Obra fueron discriminadas respecto a los varones. Y todas destinadas al servicio del varón. Una numeraria que permaneció veinte años dentro del Opus Dei, Blanca Ortiz de las Heras, señala que la pobreza de que hacía gala el Opus Dei no era cristiana: «yo soy de clase media y desde luego yo nunca había vivido a ese nivel». «Al comienzo de mi ingreso en el Opus Dei —cuenta una ex directora, María del Carmen Tapia, en sus recuerdos del año 1945—, el fundador vio que una chica del servicio de la casa donde yo vivía salía a la calle sin medias y me dijo que la despidiera. Al día siguiente me llamó por teléfono: ¿Has despedido a la sirvienta? No, padre. Me ha dado mucha pena echarla a la calle. Montó en cólera y me dijo: ¡Pena sólo con la Obra! Despídela inmediatamente.» Según Blanca Ortiz de las Heras, fundamentalmente se trataba de hacer proselitismo con las chicas de las familias más importantes de la ciudad donde se establecían. Recuerdo que una vez me dijo un sacerdote de la Obra: «A ver, saca esas fichas de esas quinientas familias importantes que tenemos». ** Se buscaban las personas más influyentes. Me contaron una vez que el padre Escrivá se enteró que iba por una de las casas de la Obra una sobrina de la reina Fabiola y dijo: «Usad todos los medios para que esa chica pida la admisión». Las mujeres que regentan las casas de los varones tiene vedado el trato con ellos. La diferencia entre la vida que llevan los hombres y las mujeres del Opus es tajante. Existe discriminación sexista en los planes de estudios y hasta en las jaculatorias de cada día. Mientras los hombres disfrutan de libertad profesional, las mujeres están completamente atadas a su directora. No pueden pasar una noche en casa de sus padres, salvo si tienen permiso especial. Unos permisos que sólo se otorgan cuando los padres viven en una población en donde el Opus no tiene ninguna casa. Tienen que dormir sobre una tabla, ya que, según dicen, «la mujer debe poner su cuerpo en vereda». La norma 447 de las Constituciones determina esta «loable costumbre de dormir en lecho de tablas». En cambio, los hombres no duermen en tablas porque después de un día de trabajo intenso necesitan descansar y no deben poner su cuerpo en vereda. ' El trabajo de las mujeres del Opus Dei en las residencias de estudiantes o en las de la sección masculina resulta agotador; encima, sufren un trato degradante. Según el testimonio de la ex numeraria Blanca Ortiz de las Heras, «es una pura aniquilación con un desprecio total por parte de los numerarios que nunca valoraron ese trabajo. Nos comunicábamos por un telefonillo con los directores de las casas, a los cuales no se podía contradecir. A mí me solían decir: la comida mal, el aperitivo mal, la ropa mal, en fin, todo mal». 1
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Si a diferencia de los socios masculinos, no hace falta dentro del Opus Dei que sean sabias las mujeres, «basta solamente que sean discretas», tuvo que ser por fuerza la situación económica, es decir, la aportación de dinero que puede entregar la neófita, el criterio básico de selección utilizado para las candidatas. Esta aportación económica es el equivalente de la dote, costumbre religiosa que se remonta a la Edad Media, donde se exige una cierta cantidad de bienes o de dinero a las mujeres que van a desposarse con Cristo en el seno de una congregación eclesiástica. Una mujer joven capaz de pagar dote puede ser asociada numeraria del Opus Dei; aunque la que no posee dote pero haya realizado estudios superiores también puede serlo. La dote que comenzó oscilando alrededor de cien mil pesetas, puede alcanzar hasta más del millón de pesetas. Aquella que no posee dote ni estudios universitarios será asociada agregada, llamada anteriormente oblata. En este grado se incluyen también las mujeres maduras, como pueden ser por ejemplo las viudas, que desean dedicarse por entero al «espíritu de la Obra». La pertenencia al Opus Dei en calidad de asociada supernumeraria no está en función de que sean casadas sino de su servicio a la Obra de Dios. Así, se encuentran dentro del Opus Dei asociadas supernumerarias casadas y otras no. Existe, sin embargo, una barrera infranqueable que separa las supernumerarias ricas de la burguesía afiliadas al Opus Dei después de su matrimonio, de las otras supernumerarias cuya militancia en este grado obedece sólo a su escasa participación o limitada eficacia en el complicado engranaje de la Obra de Dios. Las asociadas cooperadoras son mujeres adineradas que ayudan económicamente, sin compromiso de votos, a la Obra de Dios. A las numerarias, agregadas y supernumerarias se les exige los tres votos de obediencia, castidad y pobreza, compatibles en el caso de la castidad con su estado si son casadas. Las agregadas y numerarias no pueden contraer matrimonio. Según el sociólogo y ex numerario Alberto Moneada, el Opus Dei ha tenido tres etapas respecto a la mujer. En la primera, la numeraria soltera dedicada exclusivamente a la Obra era básicamente una administradora de hogar. En los años cincuenta, época en que determinados hombres del Opus Dei florecen en lo mercantil y en lo político, proliferan, junto a las anteriores, las vocaciones de supernumerarias casadas, quienes, a través del estatus de sus maridos, pasan a tener un papel importante en la vida social. Posteriormente, la mujer está desempeñando un papel protagonista: desplazados los hombres del Opus Dei en España del mundo político, aunque no económico, la mujer ha tomado la bandera de la defensa a ultranza de la familia, con sus correspondientes campañas antidivorcio y antiaborto. Al mismo tiempo, su presencia se multiplica en colegios y clubes infantiles, algunos de los escasos lugares donde la Obra sigue captando vocaciones. Las mayores diferencias existen entre las numerarias y las auxiliares, la categoría más baja de asociadas dentro del Opus Dei. Las primeras son las señoritas, y las segundas, las sirvientas; aunque en frase de Escrivá: «Igualmente importante es el trabajo de una hija mía asociada del Opus Dei que es empleada del hogar, que el trabajo de una hija mía que tiene un título nobiliario. En los dos casos sólo me interesa que el trabajo que realicen sea medio y ocasión de santificación personal propia y ajena». A través de centros femeninos para formar «empleadas de hogar», es decir, un servicio femenino doméstico, el Opus Dei aumentó numéricamente con nuevas 191
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afiliadas los estratos más bajos de su aparato burocrático. Primero se las llamó numerarias sirvientes y, luego, numerarias auxiliares. Fueron estas mujeres quienes se ocuparon de los servicios de limpieza y de cocina en casas y residencias de la Obra de Dios. La abundancia de esta mano de obra dócil y bien preparada en las tareas domésticas hizo que miembros de la burguesía española vinculada al Opus Dei aprovecharan también este servicio. Incluso el nuncio apostólico en Madrid se sirvió de afiliadas al Opus Dei para la limpieza y administración de su residencia. «La situación económicosocial de la España de la posguerra permitió una rápida floración de sirvientas que, adoctrinadas por numerarias, adquirían pronto la docilidad y el estilo deseados», explica Moneada. «Las sirvientas —añade María del Carmen Tapia— son llamadas, dentro de la Obra, nuestras hermanas pequeñas». Su régimen es infantil. Están siempre vigiladas por numerarias, siguiendo la frase de Escrivá: «A las sirvientas, nunca solas, no me las dejéis nunca solas.»" La revista Mundo Cristiano, en un artículo titulado «Para vosotras, las sirvientas», publicaba lo siguiente: «Carlota tiene una sirvienta; es una chica joven como vosotras. Se llama María. Las dos han sabido comprenderse y ayudarse desde el primer momento. Carlota es una mujer afortunada que no tiene problemas de sirvientas y quiere enseñaros el modo de que no tengáis vosotras problemas de señoras (...) ser sirvienta es desempeñar una profesión en la que hay que poner interés y afán de superarse. Hay chicas que desdeñan la profesión de sirvientas porque ven en ella un obstáculo para su libertad. Es que no saben querer su casa, comprender que aquél es ahora su hogar, con una familia que puede sustituir a la que quedó en el pueblo y que en tantos momentos añoran. ¿Hay alguien que no se sienta libre en su propia casa?». Para el Opus Dei las relaciones entre sirvientas y señoras no representan problema alguno. Efectivamente, si conviven bajo el mismo techo y la criada considera «la casa de la señora» como su propia casa, lógicamente cabe entonces preguntarse: «¿Hay alguien que no se sienta libre en su propia casa?». El caso más pintoresco de esta extremada demagogia social lo ofreció en cierta ocasión la hija de Alvaro Domecq, caballero andaluz fervoroso socio supernumerario del Opus Dei. En una céntrica iglesia de Jerez de la Frontera donde el Opus Dei había organizado un curso de conferencias, Fabiola Domecq Romero, magníficamente vestida, ocupaba ostentosamente el primer banco de la iglesia junto con sus cinco criadas vestidas con el uniforme de servicio. Una versión deslucida si se compara con la imagen lorquiana de Pedro Domecq y los siete sultanes de Persia. Un diario del Opus Dei se atrevió incluso a teorizar sobre el tema, utilizando para designar a las sirvientas, el término de «empleadas del hogar», como eufemismo piadoso. Para el diario Madrid, empleadas del hogar «es un nuevo término que promete seguridades y confianza»." Escrivá ya había recalcado por su parte que «dignificar el oficio de las empledas del hogar, de modo que puedan realizar su trabajo con sentido científico», también era una de las obras apostólicas del Opus Dei." El sentido científico de la profesión no era, sin embargo, lo que más preocupaba al fundador del Opus Dei. Con ocasión de una visita a Pamplona, Escrivá, como Canciller de la Universidad de Navarra, después de recibir en audiencia especial a las encargadas de la limpieza de los edificios universitarios, se atrevió a decirles: «Tenéis que estar orgullosas de vuestro trabajo: no sabía deciros qué es más importante en la universidad, si vuestra labor o la de la Junta de Gobierno». 5
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El llamado «apostolado de los apostolados» dentro del Opus Dei se resume en los trabajos más difíciles y los trabajos menos cualificados, de los que se encargan siempre las mujeres. Posteriormente, al escasear en España jóvenes de pueblo como posibles sirvientas, el Opus Dei recurrió a la importación de mano de obra barata desde Filipinas para la limpieza de centros propios y de casas de asociadas supernumerarias. El Opus Dei mantiene férreamente un papel subordinado para la mujer, siguiendo en ello la marginación que perpetúa la Iglesia. El problema venía heredado, pero se agravó dentro del Opus Dei. El discurso sobre la igualdad entre hombres y mujeres, junto con la lucha por su equiparación social que llega en algunos casos hasta reivindicar el sacerdocio femenino, permanecen voluntariamente soslayados en la Iglesia católica, corporación eclesiástica hecha por y para los hombres. En una entrevista ya casi al final de su vida, Escrivá se reafirmaba en los clásicos prejuicios respecto a la mujer: «Desarrollo, madurez, emancipación de la mujer, no deben significar una pretensión de igualdad, de uniformidad con el hombre, una "imitación" del modo varonil de actuar: eso no sería un logro, sería una pérdida para la mujer: no porque sea más o menos que el hombre, sino porque es distinta». Y en la misma entrevista el fundador del Opus Dei reconocía: «La mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad civil, a la Iglesia, algo característico, que le es propio y que sólo ella puede dar: su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad, su piedad profunda y sencilla, su tenacidad». La Gran Enciclopedia Rialp, magna obra de veinticuatro tomos, compendio del saber enciclopédico elaborado por miembros del Opus Dei, se deshace en explicaciones, después de haber intentado «hablar definitoriamente de la mujer» y reconocer que es «un espinoso capítulo». Para la Enciclopedia del Opus Dei, la mujer «es ritmo, es tiempo», «la mujer es, no habla del ser». Se necesita, sin embargo, a la mujer «para que su condición natural de diálogo pueda contribuir a superar la masificación en los lugares de reunión». «Para que entre las pancartas de protesta y violencia sigan siempre en pie la vida y la esperanza.» Y continúa la Gran Enciclopedia elaborada por miembros del Opus Dei: «Su misión no es vencer, es desarmar y así afirmar la vida». «La atención prestada a su familia será siempre su mayor dignidad.» «En el cuidado de su marido y de sus hijos puede alcanzar su perfección personal.» «Su obra es menuda, casi de puntillas. Es cicunvalación, abrazo de las pequeñas cosas concretas.» Y donde debe realizar su misión es «en el hogar, ese espacio en el que se conforman y afirman por el amor cuantos en él conviven». Por último, la mujer debe a los hombres «esperanzar, reconstruir e incluso limpiar». Y «es muy justo el deber de obediencia al marido». Los hombres, por su parte, deben respetar a la mujer: «una profunda necesidad de respeto» y «se exige integridad a aquello que necesitamos intocado, intacto». ' El aborto, según la Gran Enciclopedia del Opus Dei, es «un hecho criminal» y «un pecado de homicidio». Respecto al feminismo, la Enciclopedia Rialp cita al fundador del Opus Dei, quien afirma que a las feministas les esperan muchas y acuciantes tareas: «La verdadera conquista que tiene que emprender la mujer es la cultural, dándole el sentido que tiene a la emancipación, que no ha de significar para la mujer una mal entendida igualdad con el hombre, una burda imitación de sus quehaceres». «La verdadera emancipación ha de significar desarrollo de lo que 200
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es propio de la personalidad femenina.» «Es necesario que la mujer tome conciencia de sí misma y asuma libremente su papel», y en seguida, y por si acaso alguna depistada no sabía de qué papel se trataba: «Frente a las reivindicaciones agresivas, hay que llegar a la integración del ser humano de la mujer con su propia personalidad (...) a su nivel y en su lugar». " Difícilmente el Opus Dei podrá encontrar amplia acogida entre las mujeres con tales presupuestos, si continúa siendo además una organización que sólo busca obediencia y no reflexión. De ahí que en los últimos años la captación de mujeres va dirigida a muchachas de 14 o 15 años, ya que las veinteañeras son difíciles de convencer. Una ex numeraria, M.R.S., que pasó catorce años de su vida en el Opus Dei, preguntó en una ocasión a otra numeraria cuántas chicas habían entrado el año anterior y cuántas habían decidido seguir. La respuesta fue: entraron trescientas, pero sólo se quedaron cien, es decir, una tercera parte. Y lo importante es cómo salieron. «Intentan meterte miedo en el cuerpo —explica M . R . S — . Te recuerdan que te condenarás, que ellos son la verdad, y los demás, unos traidores.» Las mujeres en el Opus Dei son seres sometidos a una esclavitud inimaginable a las puertas del siglo x x i y el regreso a la Edad Media es más patente en la sección femenina. «Si sales te encuentras como en la jungla», explica A. G. C. numeraria del Opus Dei durante quince años. Salvo que se trate de profesionales, la mayoría sale sin oficio ni beneficio. Y si heredaron algo de sus familias, lo han perdido todo, ya que tienen que hacer testamento a favor de la Obra. :
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DECADENCIA
Alvaro Portillo Diez, obispo prelado del Opus Dei y sucesor del Fundador, falleció de un colapso cardíaco en Roma el 23 de marzo de 1994 a los ochenta años de edad, cuando acababa de regresar de una peregrinación a Tierra Santa. El sucesor de Escrivá había conseguido dos objetivos importantes: la prelatura para el Opus Dei y la beatificación para el Fundador. En la Obra le consideran santo, rezan por él y esperan introducir su causa de beatificación en el Vaticano a partir de 1999, cuando hayan transcurrido los cinco años de plazo obligatorio después de su fallecimiento. Portillo había sido procurador general y secretario general hasta la muerte de Escrivá en junio de 1975. Su ascenso al máximo escalón de Padre de la Obra se produjo por aclamación, pues así lo había expresado el Fundador, quien también llegó a insinuar en vida que Javier Echevarría Rodríguez, su chófer y custodio robótico, podía dirigir los destinos de la Obra cuando no estuviera Portillo. La segunda sucesión al frente del Opus Dei estaba pues cantada y, como vicario general, Echevarría se hizo cargo interinamente del gobierno de la Obra hasta su elección unánime en abril de 1994 como tercer Padre del Opus Dei, como único candidato para el cargo. Desde su adolescencia se mantuvo en estrecho contacto diario tanto con Escrivá como Portillo y, como hombre del serrallo, estaba dispuesto a asegurar el más estricto continuismo y fidelidad a la línea fundacional. En el Opus Dei el automatismo es de rigor y los números dos pasan a número uno, salvo imprevistos. Para el número dos fue nombrado Fernando Ocáriz; los españoles por nacionalidad copan la cúpula directiva porque continúan siendo una abrumadora mayoría. 454
Tan sólo horas después de que el sucesor de Escrivá cayese fulminado por el infarto, el Papa Juan Pablo II, acompañado por el cardenal Angelo Sodano, entró con paso vacilante en el oratorio de la sede central del Opus Dei donde se encontraba el cadáver. Rezó en silencio durante cinco minutos. Luego, ante la estupefacción de los presentes, se puso en pie y, con voz insegura, recitó el Salve, Regina. Asperjó el cuerpo de Portillo, bendijo a los socios allí presentes y, tras estampar su firma en el libro de condolencias, abandonó la sede romana del Opus conversando en voz baja con Javier Echevarría, encargado interinamente del gobierno de la Obra. Los presentes rompieron a aplaudir, gesto muy corriente en los funerales y entierros católicos de los españoles. La presencia de Wojtyla no tenía precedentes. Rompiendo una vieja costumbre de la Curia vaticana, pues el Papa nunca acude a funerales de cuerpo presente que no celebre él mismo y aún eso es un hecho rarísimo, Juan Pablo II mostró su predilección por la Obra, además de su dolor por la pérdida del segundo Padre-Presidente y señaló como sucesor de Portillo a Javier Echevarría. Recién elegido Echevarría, como nuevo Presidente, declaró: «En cuanto a la futura tarea de gobierno del Opus Dei, pienso que a estas alturas no hay nada que inventar. La etapa fundacional acabó propiamente en 1975, cuando el beato José María se fue al cielo, pero se puede decir que la fase siguiente, estos diecinueve años que se acaban de cerrar (...) son un epílogo imprecindible de esta etapa fundacional». También se mostró dispuesto a asegurar la expansión de la labor de apostolado internacional con nuevas implantaciones en once países de los cinco continentes: Panamá y Cuba en América Latina; Croacia y Ucrania, además de Eslovenia y Lituania, en Europa; Angola, Togo y Uganda en África, y Corea e Indonesia en Asia. El tercer Padre de la Obra no tiene el carisma del primer Padre ni las habilidades del segundo. Abandonó el hogar familiar casi de niño para pasarse la vida junto al Fundador en ese clima de conspiraciones vaticanas y conflictos internos que se respira en la sede romana del Opus Dei. Tiene fama de agresividad y de intransigencia en ambientes eclesiásticos. Según Alberto Moneada, se mostró intolerante durante la forzada beatificación del Fundador, además de persistente calumniador de cuantos no pensaban como él. Acostumbrado a vivir en la sombra de Escrivá, forjó su carácter «pegado a sus faldas», señala la ex directora María del Carmen Tapia, a aprender de sus reacciones, a tener que servirle en un sinfín de asuntos materiales, y, al mismo tiempo, asumir la obligación de reprenderle y corregirle, a través de la corrección fraterna, como parte de esa labor de custodio que el mismo fundador le había encomendado. Para Tapia, Echevarría es un burócrata sin carisma, un hombre «antipático como el demonio», poco sociable, que carece de la diplomacia, la mano izquierda y la bondad de carácter del desaparecido Portillo. Cuenta Tapia una anécdota que ilustra su misoginia y concepto de la moral: en Roma, durante las obras de reforma en la sede del Opus, Echevarría avisaba a gritos a las mujeres que andaban por los pasillos para evitarles ocasión de pecar: «¡Fuera todas, que voy con los obreros!». Para los miembros veteranos, el tercer Padre no es sino «Javi», un colega más de la Obra y «un compañero de colegio mayor y excursiones, al que podrán hablar sin los respetos y las rendiciones del juicio propio que el primer Padre y Fundador exigía». Entre sus aficiones, aunque afirma jugar al tenis, su deporte preferido es 205
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mirar los partidos de fútbol en la televisión. Según Moneada, la ascensión de Echevarría al primer cargo burocrático marca la crisis institucional del Opus Dei porque los socios menos fanáticos, menos cínicos, tendrán que plantearse el cómo y el porqué de sus lealtades. La calidad de una máquina se mide por su rendimiento, pero también hay que analizar el estado del aparato y, en este punto concreto, la obra de Dios ha sufrido un desgaste interno considerable. Un dato revelador de la decadencia en la que se encuentra sumido el Opus Dei, entendiéndose decadencia como el principio de la debilidad o de ruina, es el número de miembros electores que participaron en el Congreso General que eligió al tercer Padre del Opus Dei. Si en 1975 fueron 172 miembros electores quienes intervinieron en la elección de Alvaro Portillo como segundo Presidente del Opus Dei, casi veinte años más tarde, en 1994, eran 140 miembros electores en el Congreso que eligió a Javier Echevarría como tercer Presidente de la Obra, puesto que las mujeres electoras, con mera función consultiva, nunca participan con su voto en Congresos electivos. De esos 140 hombres, 32 fueron designados por Portillo y los 108 restantes fueron nombramientos realizados por Escrivá antes de 1975, lo cual permite afirmar que las más importantes funciones directivas en 1994 se hallaban en manos de ancianos. Se advierte además que disminuye su número, una señal inequívoca de decadencia en el vértice de la pirámide, sobre todo, cuando este fenómeno ocurre en un aparato fuertemente burocratizado. 209
Para formar parte del Congreso electivo hay que tener más de 32 años y por lo menos nueve de incorporación definitiva al Opus Dei. El cargo de socio elector es vitalicio y, según la norma 24 de las Constituciones, «los electores deben ser al menos un número bastante para que pueda proveerse, no sólo de un modo suficiente sino con facilidad, a los cargos que para ellos están reservados». En los Congresos, los miembros electores, antes de emitir su voto, deben cumplir la norma 312 de las Constituciones y prometer con juramento «tocando su pecho los sacerdotes, los Evangelios los demás, que van a elegir a aquél que estiman que según Dios debe ser elegido». En los nuevos estatutos de 1982 no figura la categoría de miembro elector, aunque se mantiene en la estructura interna del Opus Dei y sigue regulada por las Constituciones «santas, inviolables y perpetuas» de 1950. En un intento de disimular la existencia de miembros electores, que son los verdaderos prebostes de la Obra, la norma 130 § 2 del Código de 1982 señala tan sólo que «el congreso General está constituido por los congresistas, que también se llaman miembros del Congreso». Resulta previsible que aumentarán los signos de decadencia en el vértice de la pirámide burocrática del Opus Dei con la ancianidad y la ausencia de renovación burocrática desde la base. Además, la pérdida de seducción externa ya constatable, cuando los mecanismos internos de obediencia automática están gastados o funcionan deficientemente, hace prever que el cuarto Padre de la Obra puede salir elegido por una exigua mayoría después de interminables escrutinios y que pueda desaparecer también el llamado «carisma fundacional». El proceso de decadencia se viene agravando aún más en la base que en el vértice de la pirámide burocrática del Opus Dei. El meollo del problema reside en que abundan frecuentísimamente los despidos y abandonos, comienzan a faltar nuevos socios verdaderamente formados y no jóvenes en edad escolar incapaces de militar como miembros en la tan pretendida élite intelectual católica. Y si continúan 456
disminuyendo las admisiones y aumentando la hemorragia de abandonos, la Obra corre el riesgo de quedarse en manos de sacerdotes ancianos que no podrán ser asistidos por falta de jóvenes experimentados laicos o laicas. Para evitar la decadencia muy raramente existe rechazo en los últimos tiempos; de ahí que el postulante que no ingresa como numerario o agregado suele pasar a ser supernumerario y, en última instancia, a cooperador en la Obra. Lo importante es mantenerlo, como sea, dentro. Las crisis personales, las ambigüedades, las salidas y expulsiones surgen en las filas del Opus Dei, cuando sus miembros se enfrentan dentro del aparato burocrático con el nudo de contradicciones que arrastra y en cuyo seno se resuelven de modo represivo e hipócrita. Las peripecias de Antonio Pérez, Raimundo Pániker, Miguel Fisac y un largo etcétera resultan ejemplares. Miguel Fisac, uno de los primeros seguidores de Escrivá consiguió salir «por propia voluntad y no sin trabajo» en 1955, después de veinte años dentro del Opus Dei. Por ello fue sometido en su profesión a «una larga y sistemática conspiración de silencio» pese a ser el más genuino representante de aquella primera generación de arquitectos que finiquitaron la retórica herreriana, copiada del monasterio de El Escorial, que había nacido con la dictadura de Franco. Si al comienzo de los años cuarenta Escrivá se paseaba por Madrid en un coche «igual que el de los ministros» llevando como chófer a Miguel Fisac, entonces joven arquitecto de la Obra, al final de los años sesenta también se paseaba por Roma en coche, llevando como chófer y custodio a un joven ingeniero, Javier Echevarría, que al cabo de los años terminó por sucederle en la Presidencia de la Obra de Dios. El chófer arquitecto de los años cuarenta se salió del Opus Dei; se quedó en la cuneta asqueado de la marcha acelerada, a tumba abierta, por parte de la Obra de Dios. Fisac y Echevarría son ejemplos representativos de los dos extremos del problema que presenta el futuro del Opus Dei. Raimundo Pániker fue utilizado como uno de los señuelos atrayentes en el período de fuerte desarrollo del Opus Dei desde 1940 a 1965. Fue ordenado sacerdote aunque era mal visto por Escrivá, quien sufría unos celos patológicos ante su brillante despliegue intelectual. Otros compañeros suyos, sacerdotes del Opus Dei, le reprochaban su tibieza integrista, llegando a ser tratado despectivamente como el «cura indio» por haber nacido de padre hindú. Por su exotismo religioso, la expresión «son cosas de Raimundo» llegó a ser proverbial entre los miembros veteranos del Opus Dei. Partidario del aperturismo durante el Concilio Vaticano II, fue alejado de Roma por Escrivá y enviado en 1964 a la India, abandonando discretamente el Opus Dei después de la obligada dispensa de votos. Posteriormente Pániker ha declarado que «consideré mi entrada en la Obra como una iniciación. Y toda iniciación es un punto de partida, una puerta y no una meta (...) Empezó por ser un grupo más o menos carismático con un ideal evangélico muy puro y elemental que, lentamente, a raíz de las circunstancias por una parte, y de lo que estaba latente en el espíritu del Fundador, se fue convirtiendo en lo que sociológicamente se llama una secta, sin que ello signifique un juicio negativo». Antonio Pérez-Tenessa Hernández de los Gránales, número uno en la oposición de letrado del Consejo de Estado, hombre brillante para los que le conocieron, había ingresado en el Opus Dei, fue ordenado sacerdote en 1948 y desempeñó con soltu210
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ra los cargos de secretario general y consiliario del Opus Dei en España. Las operaciones políticas y económicas en España provocaron inevitables conflictos entre los dirigentes de la Obra. Como Escrivá ambicionaba un desarrollo rápido del Opus Dei, llegó hasta ignorar las graves responsabilidades corporativas de la Obra en las operaciones emprendidas por «sus hijos». Atrapado en el engranaje, Antonio Pérez, de mentalidad abierta, fue acusado por Escrivá de no dar la importancia necesaria a las disposiciones que por todos los conductos enviaba desde Roma. " Los documentos de la beatificación del Fundador mencionan una pintoresca escena que imaginó Escrivá para resolver la crisis a su manera. Desde Roma dispuso que uno de los miembros de la Comisión Regional Española hiciera lo siguiente: «Apenas veas llegar de Roma un aviso o una indicación concreta mía tomarás aquel folio y durante la reunión de la Comisión te arrodillarás, te lo pondrás sobre la cabeza con las manos y dirás: esto viene de nuestro Fundador; por tanto, viene de Dios, y hay que ponerlo en práctica con toda nuestra alma». Cansado de una lucha estéril, un día Antonio Pérez abandonó todo y desapareció de Madrid con lo que llevaba puesto, es decir, el traje y los zapatos, después de haber intentado inútilmente negociar su salida del Opus Dei. Él mismo cuenta que «salirse de la Obra era poco menos que imposible y no me parecía correcto hacerlo mientras ocupaba puestos de dirección. Cuando ya no los tuve, me fui, de mala manera, huyendo como un malhechor, con lo que llevaba puesto. Yo sabía la triste suerte que me esperaba en Roma si me hubiera retrasado veinticuatro horas en escapar». Localizado en México, miembros del Opus Dei intentan convencerle para volver «pasando por las penas necesarias» y, ante la negativa, le exigieron silencio acerca de la institución. «Me aplicaron la muerte civil, que es lo que solía hacerse en estos casos, y se acabó», declaró posteriormente. Tras su regreso a España, preside como consejero permanente una de las secciones del Consejo de Estado en Madrid. Ante los abandonos, la táctica consiste en afumar que «los que se van es como si hubieran muerto», pero hay en el Opus Dei miembros muy vivos, denominados comúnmente pillos o picaros, que son especie abundante dentro de la Obra desde los tiempos fundacionales, cuando Escrivá abogó y fue un decidido partidario de la pillería o picaresca para «sus hijos» y que llegaban a confundir el estímulo ascético con el éxito recaudatorio, aunque sin olvidar, claro está, las preces. La picaresca o pillería se erigió en protagonista principal de las actividades de la Obra durante la fase de expansión acelerada en tiempos de la dictadura de Franco. Hubo entonces picaros miembros del Opus Dei que escaparon con la caja y se les llamó «fugitivos», aunque este comportamiento ha estado tan generalizado que parecía en ciertos momentos que la vocación imperativa de un cajero miembro del Opus Dei era la de apropiarse de la caja, como puede hacerlo un picaro cualquiera. También hubo defecciones entre los picaros militantes del Opus Dei que participaron en operaciones de apropiamiento. El caso más sonado entre los picaros «fugitivos» del Opus Dei ha sido el de Gregorio Ortega Pardo, uno de los numerarios de confianza para Escrivá. Le llamaba familiarmente «Goyo» y fue enviado personal suyo en Portugal. Nacido en el seno de una familia valenciana, Gregorio Ortega Pardo formó parte en los años cuarenta del núcleo de primeros seguidores del Opus Dei en Valencia, con una hermana, Encarnación, muy introducida en la cúpula directiva de la Obra en Roma. 2
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Gregorio Ortega Pardo era doctor en Derecho con premio extraordinario, ayudante de la cátedra de Derecho Civil en la Facultad de Madrid y miembro numerario del Opus Dei. Marchó a Portugal, como enviado especial de Escrivá, para establecer la Obra. Compró el Banco da Agricultura, del que era presidente del consejo de administración, además de participaciones en otros bancos, y también fundó la Sociedad de Estudios Financieros o Lusofina. Mientras los negocios continuaban su marcha, Ortega Pardo se dedicaba intensamente a su doble personalidad. El pío militante del Opus Dei, apóstol viajero misionando tierras portuguesas, era el mismo personaje del que se rumoreaba que era practicante de una vida repleta de lujos y ambigüedades; de él se decía que en el restaurante-boite de Montes Claros daba a la orquesta mil escudos de propina para que le dedicaran valses llamándole archiduque de Austria. Gran vividor, aventurero con características de personaje del hampa internacional, de costumbres muy turbias y vanidad delirante, se rodeaba de un lujo estrafalario, movilizaba toda clase de diversiones y pertenecía al mismo tiempo a los círculos piadosos del Opus Dei. También le gustaba la política. Negocios y política son, al fin y al cabo, las dos vías hacia la santidad más practicadas por los miembros del Opus D e i . Gregorio Ortega Pardo llegó a Venezuela el 16 de octubre de 1965 y se hospedó en uno de los mejores hoteles de Caracas, dispuesto a comenzar una nueva vida y harto, al parecer, de la doble vida que llevaba en Lisboa. Se había fugado con todos los fondos disponibles que la Obra tenía entonces en Portugal. Pero ante su desaparición, los miembros del Opus Dei movilizaron rápidamente todos sus medios e influencias y le localizaron en Caracas, donde fue descubierto a raíz de la denuncia de una prostituta con la que estaba en el hotel. Para su detención los miembros del Opus Dei recurrieron a varias artimañas y para poder proceder contra él le acusaron de participar en los robos de dos joyerías madrileñas. Miembros del Opus Dei afirmaron además que estaba reclamado por el Gobierno suizo, afirmación que resultó ser falsa. La versión de que fue detenido cuando hacía gestiones para adquirir un edificio y se trasladaba a un banco para depositar los fondos fue otra de las maniobras intoxicadoras en el caso. La verdad fue que, detenido por la Digepol, la policía le incautó en una suite del Hotel Tamanaco dos maletas con 225.000 dólares y joyas valoradas en otros 40.000 dólares. El dinero y las joyas, que pertenecían al Opus Dei, fue consignado en el Banco Oficial de Venezuela; Ortega Pardo permaneció detenido en el hotel mientras las autoridades venezolanas intentaban aclarar el caso. La detención de Ortega Pardo adquirió visos de escándalo en la prensa de Venezuela, pero en España, con el Opus Dei en el poder, el percance fue visto de 214
manera diferente. Con el título COMUNISTAS ESPAÑOLES IMPLICADOS E N LOS MOVI-
MIENTOS SUBVERSIVOS DE V E N E Z U E L A , publicó el diario Arriba del 7 de noviembre de 1965 así la noticia: «Dos maletas con 225.000 dólares y un lote de joyas valoradas en 40.000 han sido decomisadas por la policía de un español recién llegado al país. El detenido, Gregorio Ortega Pardo, de cuarenta y cinco años, se encuentra a disposición de las autoridades. Ortega Pardo trajo el dinero y las joyas a Venezuela para comprar un edificio en Caracas. En las maletas la policía halló 200.000 dólares en billetes de ciento, y el resto, en billetes de quinientos. El español llegó a Caracas por una línea británica procedente de Lisboa y se alojó en la suite de un lujoso hotel de la capital. La policía se abstuvo de hacer declaraciones 459
sobre la posible vinculación de Ortega con los comunistas españoles detenidos días pasados y relacionados con una fábrica de armas clandestinas manejada por los comunistas». Aquella noticia sobre comunistas mezclados en turbios manejos de armas y dólares no pudo ser ampliada, tras la intervención del ministerio de Información para que no se volviera a hablar más del asunto ni a citar al personaje. Así, el diario falangista Arriba ya no publicó una ampliación de la noticia, procedente de la misma agencia internacional, que decía: «El matutino La Esfera informó esta mañana que de acuerdo con las investigaciones policiales, Ortega Pardo está reclamado por la brigada de investigación criminal de España, por una estafa de 40 millones de pesetas a una joyería madrileña. Agrega que Ortega Pardo también robó 300.000 dólares a otra joyería de Madrid, ubicada en la calle de Gabriel Lobo y que además Ortega Pardo utilizó los seudónimos de Anselmo Almanza Gómez y Luis París Rico». Esto ya no se publicó y se empezaba a recordar entonces quién era Ortega Pardo. Lo que parecía un asunto más que turbio se reducía a la simple fuga de un financiero de la Obra. Ortega Pardo, que presumía de ser amigo del Presidente de la República portuguesa y de los sucesivos ministros de Economía, se había fugado con los fondos y reservas financieras de la administración del Opus Dei en Portugal. Por eso su repentina desaparición causó un trastorno indecible en ministros y embajadores. El representante de las tres cuartas partes de la Banca española en Portugal había huido con una maleta llena de dinero y de joyas. El titular de la Gran Cruz del Mérito de la República Federal Alemana, Gran Cruz de la República de Colombia, Gran Cruz del Infante don Enrique el Navegante de Portugal, y Gran Cruz del Mérito Civil de España, era el estafador de dos joyerías madrileñas. Ortega Pardo fue expulsado de Venezuela el día 12 de noviembre de 1965, después de haber permanecido detenido en la suite de lujo que ocupaba en el hotel Tamanaco de Caracas. Bajo fuerte custodia policial llegó al aeropuerto de M a i quetía; los policías impidieron que se le acercara la prensa y le trasladaron por una puerta secreta al avión que lo llevaría a España. Tomó un avión de Iberia, vuelo 986, que llegó a Madrid el sábado a las 13.14. Preguntado un funcionario de la compañía por periodistas extranjeros si había llegado Gregorio Ortega Pardo, respondió que no podía decirlo, ya que la lista de pasajeros había «inexplicablemente desaparecido». Un funcionario de la Dirección General de Seguridad ratificó la pérdida de dicha lista de pasajeros. Horas más tarde aseguraban en la misma Dirección General de Seguridad que nada tenía la policía española contra Gregorio Ortega Pardo y que, por lo tanto, no era buscado. Tras su llegada al aeropuerto de Barajas, Ortega Pardo fue inmediatamente conducido a la clínica psiquiátrica del doctor López Ibor, miembro supernumerario del Opus Dei, donde se le recluyó y aisló convenientemente. La hoja clínica, de exclusivo uso interno, diagnosticaba una «incapacidad para gobernar su propia persona» y recomendaba en consecuencia una «vigilancia especial» en torno al personaje. El internamiento no resultaba alarmante, pues la clínica psiquiátrica es uno de los recursos más utilizados para resolver las crisis de militancia dentro del Opus Dei. La estancia de Gregorio Ortega Pardo en la clínica de López Ibor, psiquiatra de moda durante la dictadura, se prolongó una quincena de días, mientras las altas 460
instancias del Opus Dei decidían sobre su caso. En los primeros días del mes de diciembre de 1965, Gregorio Ortega Pardo fue deportado privadamente a la Argentina, le obligaron a cambiar de nombre y le aconsejaron que no volviera a España por el resto de sus días. Esta medida radical llegó a apaciguar los ánimos de algunos altos responsables de la Obra de Dios y enterró en vida a Gregorio Ortega Pardo por los errores que cometió al fugarse de su puesto misionero, cayendo en la tentación e intentando apropiarse como fiduciario de un dinero que no era suyo, sino de la Obra. El caso de Ortega Pardo no fue el primero ni ha sido el único en la historia del Opus Dei. Cuando las mujeres han pasado a trabajar masivamente fuera de casa, la ruptura del modelo de familia burguesa, que consistía en un padre de familia trabajador y una madre ama de casa, iba a afectar negativamente a las captaciones de mujeres en el Opus Dei. A medida que la mujer adquiere cada día más protagonismo en el mundo contemporáneo las posibilidades de crecimiento son menguantes para la sección de mujeres, sometida totalmente a los varones. En la sección de las mujeres del Opus Dei las salidas y abandonos son extremadamente abundantes. Con el cénit del desarrollo de la Obra, durante el Congreso General Especial celebrado en 1969, de 192 congresistas hubo participación de 105 mujeres y de 87 hombres, pero este alto porcentaje de mujeres militantes disminuyó paulatinamente en la década de 1970 y en años posteriores. De mujeres que se han atrevido a abandonar el Opus Dei provienen además los testimonios más impresionantes sobre la férrea dictadura interna de la Obra. El recelo de la casta sacerdotal dirigente es generalmente mayor hacia las mujeres que hacia los hombres y se acentúa cuando abandonan el Opus Dei. El «peligro femenino», junto con el temor al proceso de disgregación y de atentado a la unidad de la Obra, resulta muy inquietante y provoca reacciones desmesuradas por parte de los sacerdotes que ocupan exclusivamente los puestos directivos de la organización. Muy importante para el Opus Dei es la forma como se realiza el despido o abandono. Dos normas de las Constituciones (108 y 125) insisten en que «el despido, si fuere necesario, ha de llevarse a cabo con la máxima caridad», precisando la norma 108 que «antes, sin embargo, se ha de persuadir al socio —o socia— a que se separe espontáneamente». «Cuando una se va del Opus —señala Luisa del Olmo Gutiérrez, que fue numeraria durante siete años—, hay que escribir una carta pidiendo la dimisión, lo mismo que se escribe otra cuando pides la admisión, dirigida al Padre. Pero eso no es lo importante, lo grave es que la dimisión tiene que estar escrita en unos términos en los que siempre queda bien la Obra y se vea que realmente eres tú la que has fallado.» ' Se pueden citar dos casos notables de mujeres, María del Carmen Tapia y María Angustias Moreno, donde los dirigentes del Opus utilizaron todo tipo de coacciones y recurrieron en su paranoia a la teoría del complot para justificar ambas defecciones. La persecución ha continuado después de la salida del Opus de estas dos mujeres por atreverse a publicar sendos libros donde cuentan sus sufrimientos y experiencias personales vividas durante años dentro de la Obra. Una de las secretarias personales de Escrivá y dirigente femenina del Opus Dei, María del Carmen Tapia, fue acusada de «soberbia diabólica», y sufrió cuatro meses terribles de incomunicación en la sede central de la Obra en Roma con 215
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sesiones ininterrumpidas de tortura psicológica hasta que finalmente se vio obligada a firmar la carta de dimisión, después de recibir personalmente tres admoniciones canónicas de Escrivá como Presidente General del Opus Dei y que fueron acompañadas de gritos e insultos, en los que la llegó a tratar el Fundador de «puta» y de «puerca», entre otras lindezas. En declaraciones posteriores a la publicación del libro Tras el umbral: una vida en el Opus Dei de María del Carmen Tapia, la secretaria central de la sección de mujeres del Opus Dei, Marlies Kücking, la acusó públicamente de intento de «golpe de Estado» interno y de crear un grupo «que se fue separando cada vez más del espíritu y los modos apostólicos aprobados por la Iglesia para la O b r a » . " Según la versión oficial difundida por el Opus Dei, como sembraba «desunión», Escrivá llamó a Tapia desde Venezuela, donde se encontraba, y le advirtió «con la máxima caridad» de «sus errores». En Roma, en la sede central del Opus Dei, en un ambiente de delirio paranoico descrito detalladamente en su libro por María del Carmen Tapia, tanto el Fundador como otros dirigentes del Opus Dei la acusaron de una supuesta conspiración o «golpe de Estado», simplemente porque «comenzó a mantener una correspondencia en clave con las personas que había reunido en Venezuela, para dirigirlas al margen de los legítimos directores». Cuando en 1976 apareció el libro El Opus Dei: anexo a una historia hubo una campaña emprendida por la Obra contra su autora, María Angustias Moreno, que había sido numeraria durante catorce años y ocupó cargos de directora de administración, entre otros lugares, en Molinoviejo, la primera casa de retiros instalada por el Opus cerca de Segovia a los pies de la Mujer Muerta, montaña de nombre evocador que recorta su mole imponente sobre la planicie castellana. En la polémica desatada hubo una carta de adhesión y apoyo a María Angustias Moreno que alarmó a los dirigentes del Opus Dei, que contratacó ferozmente porque se trataba, según ellos, de un complot organizado contra la Obra. La carta estaba firmada por veintitrés ex miembros del Opus Dei, numerarias y numerarios. En uno de los párrafos decían lo siguiente: «Quisiéramos (...) dejar constancia del aplauso que nos merece el libro y su autora. Aplauso porque, por vez primera —y ya era hora—, una mujer que ha pertenecido al Opus Dei narra con gran sencillez e indudables acentos de sinceridad los complicados entresijos de esta asociación, su autoritarismo llevado a extremos aniquiladores de la personalidad, su integrismo religioso. Admiramos su valentía porque ha sido capaz de infravalorar el riesgo que suponía su aportación. Muchos son los que han sospechado estos rasgos definitorios de la Obra, al entrar en contacto con alguno de sus miembros, pero ahora pueden constatar su evidencia en mil y un detalles que narra la autora y que nosotros corroboramos con nuestra propia experiencia». Entre otras presiones, un grupo de sacerdotes del Opus Dei se dedicó a realizar visitas domiciliarias, de dos en dos, a numerosas personas como parte de la campaña contra la autora del libro. El espectáculo de «correrías» de curas emparejados como números de la Guardia Civil, dedicados a ir de casa en casa de antiguos miembros del Opus Dei para prevenir y poner en guardia ante la «labor de corrupción» de María Angustias Moreno «dentro y fuera de la Obra», se completó con militares miembros del Opus Dei, vestidos de uniforme, que iban por librerías de ciudades españolas recomendando seriamente la no exhibición del libro; los propietarios temerosos obedecían porque los tiempos seguían siendo difíciles un 2
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año después de la muerte de Escrivá y de Franco, en 1976, fecha de la aparición del libro. Aquel apostolado del puerta a puerta ganó en intensidad cuando la collera de curas en sus visitas domiciliarias empezó a decir que María Angustias Moreno era «lesbiana» y que el libro sólo había sido escrito para encubrir los propios desvíos sexuales de la autora. La campaña de difamación se paralizó cuando la víctima presentó y fue admitida a trámite una querella por injurias y calumnias en el Juzgado n.° 18 de Madrid contra sacerdotes miembros del Opus Dei, que ocupaban cargos directivos en la Comisión Regional Española, por participar y ser instigadores de la campaña. El efecto de la querella fue instantáneo, acabando con la campaña de difamación, aunque el caso terminó luego por ser piadosamente enterrado en los juzgados madrileños. La diversidad de factores que han configurado desde sus orígenes al Opus Dei está generando lentamente un proceso de disgregación en su propio seno, dejando entrever grietas en el aparato burocrático, lo cual representa una tragedia para una organización férrea como es el Opus Dei y lo arrastra a una decadencia de dimensiones insospechadas. Un importante factor de decadencia para el Opus Dei es la competencia que sufre en el último cuarto de siglo, a partir de 1975, dentro de la Iglesia. Existen nuevos grupos de «cruzados», de fuerte contenido político y de carácter conservador, que forman parte del magma recristianizador de los movimientos laicos católicos que gozan también de la predilección del Papa Juan Pablo II y que mantienen un elevado nivel de competencia, sustrayendo vocaciones y militantes al Opus Dei. Para la Obra de Dios las «crisis mundiales son crisis de santos», pero la receta que propone el Opus Dei resulta de difícil aplicación y aparece cada vez más como una aventura irrepetible desde que Escrivá logró situar a un puñado de hombres «suyos» en cada actividad humana en España, aprovechando una expansión acelerada durante la dictadura de Franco. Los nuevos grupos y movimientos laicos ofrecen el mismo tipo de militancia católica sin los compromisos férreos y obediencias absolutas que deben mantener internamente los miembros de la Obra. Obviamente tales movimientos arrastran más gente y lo seguirán haciendo todavía más en el futuro. La competencia proviene de varios frentes y de países donde la implantación del Opus Dei ha sido fuerte, como en México con los Legionarios de Cristo, en Italia con Comunión y Liberación y en España con las Comunidades neocatecumenales y pequeños grupos integristas como Lumen Dei, además de la Compañía de Jesús, con unas asociaciones de voluntariado donde los jesuitas cuentan también con la colaboración de laicos. En las sociedades modernas, el abandono del modelo calcado del yuppie, que ha entrado en declive a finales del siglo xx, es otro factor de decadencia para el Opus Dei. Ya no se trata de perder la vida tras el dinero, el éxito y el poder, sino que son el tiempo para el ocio, el gusto por lo natural y una estética más relajada las claves de una tendencia en las sociedades occidentales que marcan un nuevo estilo de vida y del cual participan tibiamente hasta los últimos movimientos católicos surgidos en la Iglesia católica. Trabajar al límite, ser un adicto al estrés y un catecúmeno del infarto de miocardio. Trabajo, éxito, competitividad, agresividad y dinero, dinero, dinero y po219
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der, poder a cualquier precio han sido y siguen siendo las señas de identidad del militante modelo del Opus Dei. Los elementos más significativos del cambio sociológico, que agrava la decadencia del Opus Dei, son que el nuevo prototipo humano es menos acelerado, menos ansioso de alcanzar cimas y de buscar inmediatamente otras más altas; no se trata de personas agobiadas por el trabajo, sino que se plantean el disfrute de la vida y alcanzar mayores cotas de preparación y desarrollo personal e intelectual. Así, el nuevo prototipo busca menos ansiosamente el éxito y, junto con un cierto hedonismo, prefiere un sosiego natural y una mayor realización personal. Es decir, el modelo opuesto de lo que impone a sus militantes el Opus Dei. Conviene tener presente que puertas adentro el ascetismo y espíritu de penitencia pueden alcanzar cimas de aberración en el Opus Dei. La norma 84 § 1 del Código de Derecho Particular de la Obra de Dios, promulgado en 1982, señala que «firme e insistentemente las exigencias del ascetismo cristiano deben cultivarse por los fieles de la Prelatura «y que» todas estas cosas se producen como medio no sólo de purificación personal, sino además de real y sólido progreso espiritual, según aquellas bien probadas y comprobadas palabras: tanto avanzarás cuanto te hagas violencia contra ti mismo». Aparte del camuflaje completo que el Opus Dei hace de su burocracia, existen otros puntos oscuros en la vida de la Obra de Dios sobre la tierra. Quizá el más importante de ellos sean los efectivos humanos con que cuenta. El número de miembros del Opus Dei continúa siendo algo ignorado, no sólo por la jerarquía de la Iglesia y estudiosos de la Obra, sino también por la inmensa mayoría de sus miembros. Tan sólo algunos dirigentes saben de modo seguro esas cifras misteriosas. El número de efectivos es uno de los secretos de organización mejor guardados dentro del aparato burocrático del Opus Dei. A partir de 1982, después de conseguir el estatuto de prelatura personal, el número de miembros del Opus Dei debía ser comunicado a las autoridades eclesiásticas. Para cumplir con el requisito, la guía oficial de la Iglesia, el Anuario Pontificio, sólo reconoce el año 1986 en el apartado de Prelatura Personal como miembros a 1.217 sacerdotes, 56 nuevos sacerdotes y 352 seminaristas mayores; y tres años más tarde, en el Anuario Pontificio de 1989, aparece sin mayores explicaciones la cifra de 74.401 laicos, que si se añaden los sacerdotes citados anteriormente suman más de 76.000 miembros. El hecho de que dos ramas del aparato no hayan logrado todavía una plena inserción jurídica dentro de las estructuras de la Iglesia explica que el Opus Dei no tenga que precisar el número y nombre de los socios que militan en su rama masculina o en la sección femenina. Sin embargo, en algunos casos desde que son Prelatura se sabe que ha habido notificaciones sólo del número y no de los nombres a obispos en algunas diócesis europeas y a las Conferencias Episcopales de los países en que trabajan. Lo cierto es que los Anuarios Pontificios dan una cifra de prestigio de más de setenta mil laicos, a todas luces exagerada, que el Opus Dei ha venido utilizando desde hace muchos años para encubrir sus efectivos reales. La revista americana Life del 18 de marzo de 1957, citando fuentes del Opus Dei, afirmaba que los efectivos ascendían en ese acto, a 7.000 numerarios, 12.000 oblatos o agregados, 2.500 supernumerarios y 50.000 cooperadores, repartidos por todo el mundo, alcanzando ya entonces la cifra fabulosa de 71.500 miembros. Desde que 464
inició su escalada hacia el Poder, el Opus Dei ha venido falseando de modo sistemático la cifra global de sus militantes laicos, para evitar que fuesen conocidas y analizadas sus verdaderas dimensiones. La historia del Opus Dei se puede resumir en dos etapas y una fase intermedia. En la primera etapa (1940-1965), caracterizada por un desarrollo rápido cuando ya estaba en funcionamiento, el Opus encarnó sin ambages el franquismo acumulando influencia, política y riqueza, intentando convertirse en fuerza religiosa monopolizadora. En esta etapa de desarrollo rápido protagonizada fundamentalmente en España, que abarca desde 1940 a 1965, existen datos documentados suficientemente para afirmar que si en 1941 eran aproximadamente tres docenas de miembros admitidos, en 1942 había otros tantos a punto de ser admitidos, es decir que el Opus Dei contaba entonces con fuertes expectativas de vocaciones futuras que elevaron en 1943 el número de adeptos a un centenar aproximadamente, incluyendo mujeres y oblatos. Tres años más tarde, en 1946, eran 268, de los cuales 239 eran hombres y 29 mujeres, entre 1947 y 1950 dieron un gran salto con la admisión de supernumerarios, cooperadores y sirvientas, alcanzando la cifra de 2.954 miembros, de los cuales 2.404 eran hombres y 440 mujeres. En estas cifras se incluían 519 supernumerarios y 163 supernumerarias. Respecto al ámbito internacional, en 1950 se encontraban fuera de España y más concretamente en Roma tan sólo 23 miembros. 220
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Posteriormente, la fuerte expansión mantenida por el Opus Dei durante los años cincuenta y sesenta permitió un desarrollo rápido, con lo que los efectivos totales del Opus Dei alcanzaron en 1964 la cifra de 25.000 adherentes, incluidos los cooperadores. Así, por ejemplo, los miembros de cuota de la Asociación de Amigos de la Universidad de Navarra, la más fuerte organización de apoyo y en la que son mayoría los propios socios de la Obra, alcanzaron en 1964 la cifra de 9.000, no sobrepasando años más tarde los 12.000 miembros, aunque en el Opus Dei llegaron a afirmar exageradamente que tenía 20.000 miembros. El mayor inconveniente que presenta la Obra para aumentar masivamente sus efectivos procede de su propia naturaleza burocrática, pues los procesos de iniciación para los militantes son lentos y complejos, por lo que resulta ridículo pretender que pueda convertirse fácilmente en organización de masas, aún en el caso hipotético de preferir la simple adhesión con una limosna a la férrea militancia. En el interior de cada etapa, como ha señalado Hegel, tiene lugar mientras tanto un proceso que se presenta a la vez como el proceso que le da forma y como la dialéctica que le hace pasar a otro. Mientras el crecimiento del Opus Dei se había realizado por su lado más vistoso y espectacular, estaban apareciendo los graves síntomas de una profunda crisis; surgiendo, sobre todo, conflictos con la máxima jerarquía de la Iglesia católica en tiempos del Concilio Vaticano II. Existe, por tanto, en la historia del Opus Dei una fase intermedia (1965-1975) que representa la culminación, aunque la Obra ya iniciara un proceso de decadencia en donde tanto el crecimiento real como la expansión potencial estaban tocando techo. En 1970 el Opus Dei estaba en el cénit de su gloria y la fecha representa el punto culminante de su proceso de desarrollo; es decir, que se encontraba en su apogeo interno y un acontecimiento muy señalado entonces fue el Congreso General Especial, celebrado entre 1969 y 1979, donde la «participación activa» ascendió a un total de 25.855 miembros, desglosados en 13.487 correspondientes 465
a la sección de varones y 11.868 a la sección de mujeres. Pudo saberse entonces, por ejemplo, según informaciones provenientes del propio Opus Dei, que eran doce mil mujeres aproximadamente las que formaban parte de la organización, cifra en la que aparecían incluidas las asociadas cooperadoras, supernumerarias, agregadas u oblatas y numerarias, tanto españolas como de otros países. En la segunda etapa, que se inició a partir de 1975, los desajustes y además los signos de cansancio y decadencia dentro de las filas del Opus comenzaron a ser evidentes, coincidiendo la fecha con las muertes de Escrivá y de Franco, seguidas luego, tres años más tarde, de la elección del papa Juan Pablo II. La fuerte expansión mantenida hasta entonces se llegó a estancar a partir de los años setenta, coincidiendo en España con el final de la Dictadura; curiosamente, en esta etapa de estancamiento lento, la cifra de los efectivos totales del Opus Dei se ha mantenido estable a partir de entonces durante más de veinte años, hasta 1995. La etapa de estancamiento lento sucedía paradójicamente cuando la Obra se encontraba externamente gozando de influencia en el Vaticano, pero sus bases estaban apoyadas sobre un sustrato social y político apolillado por la historia. Las circunstancias que hicieron posible su desordenado acopio de poder e influencia resultaron ser tan frágiles que el ominoso Opus Dei está abocado a una desaparición lenta e irremediable. Lógicamente, los miembros del Opus Dei no están dispuestos a que desaparezca, por lo que intentan adaptarse por todos los medios al futuro, dentro y fuera de la Iglesia. Esto aparece claro en la casta sacerdotal formada por más de 1.300 clérigos que dirige el Opus Dei instalada en el vértice de la pirámide y mucho menos evidente en la base de la pirámide burocrática entre los miembros laicos, numerarias y numerarios, así como en la masa de cooperadores y simpatizantes. Desde entonces, la fuerte cohesión del aparato interno viene desintegrándose lentamente; buena muestra de ello son los abandonos, que producen un claro estancamiento de los efectivos. El principal problema del Opus Dei no es la disminución real del número de admisiones, porque abundan los ingresos, sino su estabilidad en las vocaciones ya conseguidas, porque de igual manera que abundan las captaciones también abundan los abandonos, convirtiéndose la Obra en una organización de paso donde los militantes ingresan muy jóvenes en gran número, pero la abandonan también en elevado número y con una edad más madura. El hecho de que muchos abandonos sean realizados por numerarios formados, con carreras universitarias acabadas, representa para la organización una fuerte hemorragia de efectivos cualificados y un coste económico elevadísimo, lo cual provoca irremediablemente una fractura interna y es, sin duda, una causa grave de decadencia. Otro índice de decadencia es el elevado número de miembros «durmientes», fórmula masónica aplicada en el Opus Dei a quienes sin abandonar completamente dejan de ejercer apostolados corporativos y se dedican a ocupaciones personales. La especie es frecuente entre los numerarios de edad avanzada que están dispuestos a abandonar la Obra, pero prefieren permanecer como «durmientes» y en otros casos como supernumerarios antes de realizar una ruptura completa. Estos factores reunidos, más otros ya citados anteriormente, han provocado un proceso de decadencia y desgaste interno del aparato que ha obligado a moderar la expansión internacional de la Obra, de la misma manera que con el paso del tiempo y la dedicación preferente a la enseñanza, no hubo efectivos humanos ni dine466
ro suficiente para mantener en España durante los años sesenta el llamado «apostolado de la prensa». En noviembre de 1981, según fuentes vaticanas, el Opus Dei mantenía oficialmente una presencia o estaba implantado sólo en 39 países, como pudo comprobarse a través de la Congregación para los Obispos, que envió a 39 países una nota informativa, cumpliendo indicaciones del Papa. En cambio, fuentes del Opus Dei afirmaron entonces que su presencia se extendía a más de ochenta países del mundo entero. Para el Opus Dei el «mundo entero» se reducía, pues, a la realidad de una presencia simbólica en 39 países más una presencia efectiva en tan sólo una docena escasa de países y cuyos efectivos de ambos sexos sin contar los de España no superan los 12.000 miembros, muchos de ellos españoles, repartidos la mitad en Europa, un tercio en América y los restantes en los otros continentes. De todo ello cabe deducir que tanto el crecimiento real como la expansión potencial de la Obra ya han tocado techo. El Opus vive todavía de las rentas de una expansión que no volverá a darse nunca más y pese a ser una organización católica obligada a la transparencia, continúa siendo férrea y secreta, además de anclada en un negro pasado. Si se analiza desde una perspectiva histórica, el proceso de la génesis, desarrollo y decadencia del Opus Dei representa tan sólo una corta aventura de poco más de medio siglo. 223
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G R U P O DE PRESIÓN INTERNACIONAL
El Opus Dei se ha situado en la línea de los holdings y los conglomerados financieros que actúan a modo de nuevos feudos económicos que escapan cada vez más al control de los Estados. Si, por un lado, su actividad puede ser analizada como la de una multinacional religiosa con una estructura de conglomerado, llámese multinational, konzern o zaibatsu, por otro el Opus Dei se presenta también operando dentro de la Iglesia católica con la actividad característica de grupo de presión internacional. Nadie niega que como grupo de presión posee unos objetivos claros y la capacidad de intervenir en la escena internacional para influir, directa o indirectamente, sobre los Estados en países considerados sociológicamente de mayoría católica; así como también en foros internacionales como la IV Conferencia Mundial de la Mujer, celebrada en Pekín en septiembre de 1995, donde el Vaticano ocupó posiciones fundamentalistas junto con el Gobierno iraní, y en la que intervinieron activamente miembros del Opus, unos de forma directa como Joaquín Navarro Valls, por ser portavoz oficial del Vaticano, y otros indirectamente, en tanto que obispos a través de los comunicados del episcopado peruano, que mantuvo entonces una posición ultra que hizo enrojecer de vergüenza al mismo presidente Fujimori. Según los datos publicitarios divulgados en repetidas ocasiones por el Opus Dei, las actividades multinacionales de sus miembros se reparten en 497 universidades, 52 emisoras de radio, 12 productoras de cine y 38 agencias de información. Sin embargo, la principal labor en España, donde mantienen sus bases principales, se ha centrado finalmente en la enseñanza media y profesional, y en mucha menor escala, en la enseñanza universitaria, que fue antaño su dedicación más importante. 22S
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El abultado dato de las 497 universidades contrasta, por ejemplo, con el número de instituciones universitarias controladas realmente por la Obra, que son sólo seis: Navarra en España, Piura en Perú, Panamericana en México, La Sabana en Colombia, Los Andes en Chile y Austral en Argentina. Los datos referentes a emisoras de radio, productoras de cine y agencias de prensa también ofrecen escasa credibilidad y responden muy parcialmente a la auténtica realidad de la Obra. En la enseñanza privada religiosa, que controla mayoritariamente en España, el Opus Dei mantiene un dispositivo impresionante de 67 centros, entre colegios de enseñanza media y algunos otros dedicados a la enseñanza profesional. Su reparto geográfico es el siguiente: 13 en Andalucía, 2 en Aragón, 3 en Asturias, 2 en Canarias, 2 en Castilla y León, 9 en Cataluña, 8 en Euskadi y Navarra, 9 en Madrid, 2 en Murcia, 1 en Rioja y 5 en la Comunidad Valenciana. A través de esta infraestructura, el Opus se dirige preferentemente hacia los estratos sociales superiores, realizando sigilosamente el reclutamiento de miembros entre los hijos de la burguesía media y alta en España. Estos colegios y escuelas, que son lo opuesto a las «escuelas malvadas» laicas, mencionadas por Escrivá en la máxima 866 de Camino ofrecen un dato interesante para conocer hacia quiénes está dirigida la enseñanza del Opus Dei. Estando subvencionados al ciento por ciento por el Estado español, llegaron a cobrar además decenas de miles de pesetas mensuales a los padres de los alumnos, lo cual motivó la retirada de la subvención estatal en los años ochenta a unos cuarenta centros. Respecto al reclutamiento de miembros y como organización constituida sobre la base de una confesión religiosa, el Opus Dei utiliza sin escrúpulos, para aumentar sus efectivos, técnicas de captación típicamente sectarias, como cualquier movimiento confesional, grupo o secta. Desde el principio, el arma del Opus Dei ha sido siempre la ambición sin límites de convertirse en una Iglesia, la verdadera Iglesia, y para ello todo sirve, desde la oración y el renunciamiento hasta la exigencia de una vida con total entrega para sus miembros. Se trata, en última instancia, de convertirse si no en la única y verdadera Iglesia católica, al menos en una «Iglesia paralela». O como solía traducir Escrivá sus ambiciones a un lenguaje de cazurronería de pueblo, en «una partecica de la Iglesia». Una maniobra realizada en 1966 mostró claramente la actividad fraccional del Opus Dei dentro de la Iglesia católica. Estaba entonces el Opus Dei en su apogeo, con un aumento importante de sus efectivos y unos éxitos políticos arrolladores en España, con lo que alcanzaba la soberbia de Escrivá cimas insospechadas. Sin embargo, las relaciones con el Vaticano fueron empeorando paralelamente a sus triunfos españoles; como los momentos viciados por la Obra eran de gran tensión, Escrivá acompañado de Alvaro Portillo viajó a Grecia para estudiar sobre el terreno la posibilidad de incorporar el Opus Dei a la Iglesia ortodoxa, porque con el Concilio Vaticano II, según el fundador, «la Iglesia católica iba a la ruina». El objetivo del viaje a Grecia fue astutamente disimulado por parte de los dirigentes máximos del Opus Dei, quienes de regreso a Roma portaron como regalo un icono de aquella tierra al Papa Pablo VI y otro a Angelo Dell'Acqua, entonces sustituto en la Secretaría de Estado, uno de los prelados ultraconservadores protectores de la Obra, que había sido informado previamente del viaje. En cuanto al apostolado con otros grupos y organizaciones católicas, un prelado español ha llegado a calificar a los miembros del Opus Dei de «pillos que ases226
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tan puñaladas de picaro por la espalda y no pretenden mejorar a la Iglesia sino silenciar a los demás». No conviene olvidar tampoco la dramática decisión de la Conferencia Episcopal española, que preguntada por el Vaticano sobre la conveniencia de transformar a la Obra en una prelatura contestó negativamente, asustados la mayor parte de los obispos españoles con las prácticas de fracción organizada adoptadas por el Opus Dei dentro de la Iglesia católica española. Si la Iglesia católica romana constituye una de las más importantes organizaciones mundiales, dentro de ella, como grupo de presión internacional, el Opus Dei representa un núcleo fuerte de integrismo con capacidad para condicionar la política del Vaticano, por encontrarse alentado y protegido por el Papa Juan Pablo II, cabeza máxima de la Iglesia. No obstante, esta capacidad de influencia es limitada en el Vaticano, como se pudo observar durante los pontificados de Juan X X I I I y Pablo V I ; además el Opus Dei durante el pontificado de Juan Pablo II debe compartir con otras organizaciones y movimientos católicos sus posibilidades de intervención en la política y asuntos del Vaticano. Se puede citar como un ejemplo claro de esta influencia limitada del Opus Dei lo ocurrido en 1992, cuando Juan Pablo II, escarmentado por el escándalo que supuso la polémica beatificación de Escrivá, cedió a las presiones de los jesuitas y del episcopado alemán, críticos con la Obra, por lo que dijo al entonces presidente del Opus Dei, Alvaro Portillo, que había de ser el siguiente pontífice quien declarase santo al Fundador. Sin embargo, muchas de las actividades internacionales del Opus Dei como grupo de presión son meramente aparentes y descuella tan sólo un reducido número de miembros, entre los que cabe citar a Joaquín Navarro Valls, portavoz de prensa de la Santa Sede, Juan Antonio Cremades, que ocupó en 1990 la presidencia de la Unión Internacional de la Abogacía, y Federico Mayor Zaragoza, director general de la U N E S C O , con antiguas vinculaciones con la Obra al comienzo de su carrera política, antes de la obtención en 1968 del cargo de rector de la Universidad de Granada. Por otra parte, en tanto que grupo de presión internacional, el Opus Dei busca camufladamente subvenciones de la Unión Europea para algunas de sus actividades apostólicas a través de organismos como el Instituto para la Cooperación Universitaria (ICU), que se dedica a la formación de profesionales en todos los países, especialmente en los subdesarrollados, y organiza el UNIV, un congreso universitario internacional que se celebra anualmente. «Aunque el U N I V no es una actividad propia del Opus Dei, muchos de los que participan en él sí son miembros», afirman los portavoces de la Obra. Otro ejemplo de cómo obtiene el Opus Dei subvenciones de la Unión Europea es el de Mujeres Rurales. El Gobierno de la Xunta de Galicia, en manos del Partido Popular, repartió en 1994 más de doscientos millones de pesetas en subvenciones a las asociaciones femeninas gallegas de tendencia conservadora o que devuelven a las mujeres su papel tradicional y entre estas asociaciones figuraban las Mujeres Rurales, vinculadas al Opus Dei, que se llevaron casi sesenta millones de las sumas provenientes de la Unión Europea para promover la formación de la mujer en profesiones en la que se encuentran sobrerrepresentadas. Para una asociación dependiente del Opus Dei, se trata de devolver a la mujer el papel secundario que tenía en España en las décadas de los cuarenta y de los cincuenta, utilizando en esta ocasión fondos comunitarios. 227
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En resumen, con su actividad transnacional el Opus Dei se presenta como una multinacional religiosa y, dentro de la Iglesia católica, su perfil sociológico es también de grupo de presión internacional. Su postura, sin embargo, es ambigua pues, aunque ha adoptado la actitud de defensa a ultranza de la religión, continúa sin escrúpulos persiguiendo sus propios objetivos, que a veces no son coincidentes con los de la Iglesia católica. En tales circunstancias intenta hacer compatibles ambos intereses, por lo que se encuentra excesivamente supeditado en su conjunto a lo que se trama o decide en la Santa Sede. Esta situación de extrema dependencia como prelatura resulta muy expuesta, por encontrarse en el ojo del huracán de los vaivenes y el desgaste de la política vaticana, con todos los riesgos que implica un cambio probable de orientación en un próximo pontificado hacia una mayor apertura o tolerancia en la Iglesia católica. Por todo ello, el Opus Dei se ha convertido en una pieza exótica de impredecible futuro. La Edad Media es un referente obligado para entender el complejo mundo de las relaciones entre el Papa Juan Pablo II y el Opus Dei. La Iglesia primitiva y medieval esperaba una segunda venida de Cristo, si no cada hora, al menos al final de cada siglo. La fiebre milenarista también ha prendido en sectores de la Iglesia católica y, como si estuviera atravesando el mundo una nueva era de cruzadas, el papa Juan Pablo II junto con el Opus Dei y otras organizaciones católicas ultraconservadoras han emprendido un combate contra las fuerzas del «progreso» o la «razón» que niegan a Dios y a la religión. Con semejante espíritu estos nuevos cruzados pretenden confirmar la legitimidad de la Iglesia militante y el regreso a la Edad Media parece ser que en su única apuesta de futuro, aunque representan lo peor del medievo como pueden ser la irracionalidad, el oscurantismo y la intolerancia. En 1995 se han cumplido novecientos años del concilio de la Iglesia que declaró la guerra a los infieles que dominaban la Tierra Santa y cuando miles de aventureros partieron hacia Jerusalén, soñando bajo el signo de la cruz, en busca de botín y gloria. La Iglesia alentó las cruzadas para unificar las fuerzas de la cristiandad y poder así hacer frente al Imperio germánico, que le disputaba la hegemonía en Europa. Fueron ocho las cruzadas importantes y se prolongaron durante doscientos años. Este panorama engarza siglos más tarde con la aventura de un mosén aragonés, imbuido de espíritu medieval, que luchó con todas sus fuerzas por un catolicismo de cruzada y encontró entre los vencedores de la Guerra Civil española los mismos presupuestos ideológicos que ambicionaba para su organización, que comenzaba entonces y que pretendía fuese una copia de vicariatos castrenses y prelaturas del medievo. Así la consigna que barrió Europa con el grito guerrero de ¡Dios lo quiere! tomó forma en la Obra de Dios, que se ha visto favorecida en su decadencia por un papa polaco, por más señas lector de Camino, libro del ya beato Fundador del Opus Dei, donde aparecen «milicias cristianas» y «gente escogida a su servicio» (máxima 905) y menciona también (máxima 857) el «Dios lo quiere» de las primeras cruzadas. Desde esta perspectiva, la Obra de Escrivá y sus seguidores sólo representa un esfuerzo demente en ese regreso a la Edad Media, pues como milicia cristiana sus militantes creen a pies juntillas que hasta los abandonos, abundantes en sus filas, son casos de indisciplina o de traición. Para el papa Juan Pablo II forman una nue470
va generación de católicos planetarios y resulta sintomático que la Iglesia católica cuente con los cruzados del Opus Dei como principal fuerza de vanguardia y de tropas de refresco en la época del turbocapitalismo y de la mundialización. Cabe indicar, por último, sin ánimo de pronóstico oscurantista que tanto éxito tuvo en el medievo, que ese fanático ahínco por defender a Dios como en tiempos de las cruzadas lleva a sus miembros a integrar una mafia de individuos fronteriza con la locura y esto lo corrobora la norma 190 de las Constituciones del Opus Dei cuando señala que «todo lo bueno que por dichos socios se hace ha de serle atribuido tan sólo a Dios». 229
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NOTAS CAPÍTULO 1
1. «La moralidad pública y su evolución. Informe reservado destinado exclusivamente a las autoridades», Madrid, 1944, p. 315. En Carmen Martín Gaite, Usos amorosos de la posguerra española, Anagrama, Barcelona, 1987, p. 94. 2. Florentino Pérez Embid, «Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer y Albas, Fundador del Opus Dei, Primer Instituto Secular», Separata del tomo IV de la Enciclopedia Forjadores del Mundo Contemporáneo, Planeta, Barcelona, 1963, p. 2. 3. Luis Carandell, Vida y milagros de monseñor Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, Laia, Barcelona, 1975, p. 137. 4. lbid, pp. 80, 81 y 142. 5. Centro de Información Bioestadística, Informe Gaba 2000, «Epilepsia en España», Madrid, 1994. 6. Véase cap. 6, p. 139. 7. Véase cap. 12, pp. 397-398. También en Salvador Bernal, Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1976, pp. 25-26; Peter Berglar, Opus Dei. Vida y obra del Fundador Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1988, p. 29; Francois Gondrand, Al paso de Dios, Rialp, Madrid, 1985, pp. 25-26; Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1985, pp. 50-52. 8. Francois Gondrand, op. cit., pp. 270-271. 9. Roger Mucchielli, La personalidad del niño. Su edificación desde el nacimiento hasta el final de la adolescencia, Hogar del Libro, Barcelona, 1983, p. 89. De un modo sumario y tal como lo esquematizó Freud, el período edípico se resume en dos tendencias conexas: de amor por el progenitor del sexo opuesto y de hostilidad para el del mismo sexo. A ello viene a añadirse la explicación de los «desplazamientos» del conflicto de Edipo (hostilidad del niño que, una vez muchacho, se transfiere del padre a los jefes y a la autoridad en general) y de la divinización de la madre por parte del muchacho (con amor a la pureza, al final de la adolescencia, y creación religiosa de la figura de la Virgen Madre de Dios), como explicación sociológica de algunos mitos. 10. lbid, p. 88. 11. lbid, p. 90. 12. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., pp. 483-484. 13. Luis Carandell, op. cit., p. 142. 14. José María Escrivá, Camino, máxima 826. Véase cap. 4, pp. 8-30. 15. Salvador Bernal, op. cit., p. 21. 16. Jesús Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei. Génesis y desarrollo de la Santa Mafia, Ruedo Ibérico, París, 1970, p. 4. También Luis Carandell, op. cit., p. 117.
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17. Carlos Castilla del Pino, Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación, Ibérica, Barcelona. 1968, p. 139. 18. Jesús Ynfante, op. cit., p. 5, nota 4. 19. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 75. 20. Francois Gondrand, op. cit., p. 35. 21. Daniel Artigues, L'Opus Dei en Espagne. Son évolution politique et ideologique, Ruedo Ibérico, París, 1968, p. 9. El Opus Dei en España, traducción castellana en la misma editorial, 1968 y 1971. 22. Salvador Bernal, op. cit., p. 262. 23. Luis Carandell, op. cit., p. 151. 24. Florentino Pérez Embid, op. cit., p. 3. 25. Carlos Escartín, Perfil biográfico de monseñor Escrivá de Balaguer, Diario de Navarra, Pamplona, 29 de noviembre de 1964. 26. Jesús Ynfante, op. cit., p. 7. 27. Javier Ayesta, entrevista a Der Gelderlander, Nimega (Holanda), s.f. 28. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 19. 29. Luis Carandell, op. cit., p. 151. 30. Carlos Santos, «La doble vida de San Escrivá», Cambio 16, Madrid, 16 de marzo de 1992, p. 12. 31. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 105. Otro de los hagiógrafos de Escrivá va más lejos señalando ambiguamente que el 28 de abril de 1927 «estaba ya matriculado en las asignaturas del doctorado en la Facultad de Derecho», en Salvador Bernal, op. cit., p. 118. 32. Gerald Brenan, El laberinto español. Antecedentes sociales y políticos de la guerra civil, Ruedo Ibérico, París, 1962, p. 63. 33. Luis Carandell, op. cit., p. 70. 34. José María Bueno Monreal, Un hombre de Dios. Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Palabra, Madrid, 1991, pp. 11-12. También en V V . A A . , Un hombre de Dios, Palabra, Madrid, 1994, pp. 9-10. 35. Véanse cap. 6, pp. 138-141 y cap. 9, pp. 250-254. 36. Florentino Pérez Embid, op. cit., p. 3. 37. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 113. 38. lbid., p. 17. 39. Peter Berglar, op. cit., p. 61. 40. Jean-Jacques Thierry, L'Opus Dei. Mythe et realité, Hachette Littérature, París, 1973, p. 19, nota 1. 41. Peter Berglar, op. cit., p. 213. 42. Pedro Cantero Cuadrado, «Testimonio»; en V V . A A . , Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Palabra, Madrid, 1994, p. 63. 43. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 83. También aparece en 20966, p. 270 del llamado «Registro Histórico del Fundador». 44. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 46. 45. lbid., p. 505, nota 20. 46. Peter Berglar, op. cit., p. 69. 47. Alvaro Portillo, «Monseñor Escrivá de Balaguer, instrumento de Dios», segunda parte, «La fundación del Opus Dei», discurso en la Universidad de Navarra, Pamplona. 12 de junio de 1976. En Suplemento Informativo, Basílica Pontificia de San Miguel, Madrid. 1978, pp. 10-11. 48. Peter Berglar, op. cit., p. 69. 49. José María Escrivá, entrevista a Palabra, Madrid, octubre de 1967. También en Conversaciones con monseñor Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1968, p. 34.
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50. José María Escrivá, Curriculum vitae, obispado de Madrid-Alcalá, Madrid, 28 de agosto de 1943. 51. Asunción Muñoz González, «Testimonio», en Josemaría Escrivá de Balaguer. Un hombre de Dios, Testimonios 7, Palabra, Madrid, 1992, p. 13. 52. Margarita Alvarado Coghem (sor Milagros del Santísimo Sacramento), «Testimonio»; en V V . A A . , Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Palabra, Madrid, 1994, pp. 287-288. 53. Asunción Muñoz González, op. cit., p. 17. 54. Francois Gondrand, op. cit., p. 69. 55. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 106. 56. lbid., p 106. 57. lbid., p 116. 58. Jesús Ynfante, op. cit., p. 21. 59. Émile Poulat, Histoire, dogme et critiques dans la crise moderniste, Casterman, París, 1962, p. 85. También en Emile Poulat, Integrisme et catholicisme integral, Casterman, París, 1969. 60. Luis de la Puente, jesuita, teólogo del Siglo de Oro español, que nació en Valladolid y murió en 1624, fue uno de los autores predilectos del viejo clero español, antes de serlo de Escrivá. Entre sus trabajos destaca Meditaciones y Guía Espiritual, libro dedicado a la teoría y práctica de la perfección espiritual. 61. Mircea Eliade y P. Joan Couliano, Diccionario de las Religiones, Paidós, Barcelona, 1992, p. 104. 62. Michael Walsh, El mundo secreto del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1990, p. 42.
CAPÍTULO 2
1. Gabriel Jackson, La República Española y la guerra civil, Princeton University Press, México, 1967, p. 39. 2. lbid., pp. 39-40. 3. Salvador Bernal, Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1976, p. 83; Francois Gondrand, Al paso de Dios. Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1985, p. 66; Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1985, pp. 119-120. 4. Vicenta Fernández Rodríguez (sor María del Buen Consejo), «Testimonio», en V V . A A . , Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Palabra, Madrid, 1994, p. 322. 5. Jesús Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei, Ruedo Ibérico, París, 1970, p. 17. 6. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 136. 7. Gabriel Jackson, op. cit., p. 293. 8. Miguel Fisac, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 60. 9. Juan Jiménez Vargas, testimonio de la causa de beatificación. También en «Registro Histórico del Fundador» 4152; Salvador Bernal, op. cit., p. 300; Peter Berglar, Opus Dei. Vida y obra del Fundador Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1988, p. 133. 10. Vicente Hernando Bocos, «Testimonio», en Salvador Bernal, op. cit., p. 302. 11. Ibid.,p. 328. 12. Peter Berglar, op. cit., p. 133. 13. José María Escrivá, Camino, máxima 841.
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14. José María Escrivá, Consideraciones Espirituales, Imprenta Moderna, Cuenca, 1934, p. 95. 15. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., pp. 116-117. 16. Peter Berglar, op. cit., p. 72. 17. Ana Sastre, Tiempo de caminar, Semblanza de monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1989, p. 81. 18. lbid., p. 103. 19. Peter Berglar, op. cit., p. 81. 20. lbid., p. 126. 21. Luis Carandell, Vida y milagros de monseñor Escrivá de Balaguer, Laia, Barcelona, 1975, pp. 89-90. 22. Francois Gondrand, op. cit., p. 87. 23. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 146. 24. Vicepostulación del Opus Dei en España «El siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei», Hoja Informativa, n.° 1, Madrid, s.f., p. 9. 25. José María Escrivá, op. cit., p. 100. 26. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 119. 27. Antonio Fontán, Bodas de oro de la Editorial Católica, Nuestro Tiempo, Pamplona, julio de 1963. 28. S. J. Woolf y otros, El fascismo europeo, Grijalbo, México, 1970. También European Fascism, Weidenfeld & Nicholson, Londres, 1968. 29. Hugh R. L. Trevor-Roper, «El fenómeno del fascismo», en Woolf y otros, op. cit., p. 36. 30. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 139. 31. Pedro Cantero Cuadrado, «Testimonio», en V V . A A . , Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Palabra, Madrid, 1994, pp. 77-78. 32. Francois Gondrand, op. cit., p. 101. 33. Peter Berglar, op. cit., pp. 371-372. 34. Véase cap. 4, pp. 77-86. 35. Francois Gondrand, op. cit., p. 94. 36. Véase Anexo 1, Consideraciones Espirituales (1934) y Camino (1939). 37. Salvador Bernal, op. cit., p. 89; Francois Gondrand, op. cit., p. 88; Ana Sastre, op. cit., pp. 152-154; Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 145. 38. Joan Estruch, Santos y pillos. El Opus Dei y sus paradojas, Herder, Barcelona, 1994, pp. 146-147. 39. José María Escrivá, «Correspondencia con el vicario de la diócesis de MadridAlcalá», carta de 12 de agosto de 1934, en Hoja Informativa, n.° 5, Madrid, s.f., p. 8. También en Salvador Bernal, op. cit., pp. 198-199. 40. José María Escrivá, «Correspondencia con el vicario de la diócesis de MadridAlcalá», carta de 30 de octubre de 1934. En Vicepostulación del Opus Dei en España: «El siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei», Hoja Informativa, n.° 9, Madrid, s.f., pp. 8-9. 41. Florentino Pérez Embid, op. cit., p. 4. 42. Javier Ayesta, entrevista a Der Gelderlander, Nimega (Holanda), s.f. También en Peter Berglar, op. cit., pp. 141-142; Enrique Gutiérrez Ríos, José María Albareda. Una época de la cultura española, C.S.I.C., Madrid, 1970, p. 91. 43. Florentino Pérez Embid, op. cit., pp. 5-6. 44. Antonio Fontán, Los católicos en la Universidad española actual, Rialp, Madrid, 1961, pp. 55-56. 45. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 153. 46. Francois Gondrand, op. cit., p. 101.
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47. Enrique Gutiérrez Ríos, op. cit., p. 74. 48. lbid., p. 81. 49. Pedro Cantero Cuadrado, op. cit., p. 72. 50. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 153. 51. Instancia de José María Escrivá al obispo de Madrid-Alcalá, 13 de marzo de 1935, en V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, Universidad de Navarra, Pamplona, 1989, p. 509. 52. Decreto del vicario general de la diócesis de Madrid-Alcalá autorizando capilla y sagrario («erección de un oratorio semipúblico») en la Academia Residencia D y A , Madrid, 10 de abril de 1935. 53. José María Escrivá, correspondencia con el vicario de la diócesis de Madrid-Alcalá, carta de 2 de abril de 1935. En Vicepostulación del Opus Dei en España: «El siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei», Hoja Informativa, n.° 1, Madrid, s.f., p. 9. 54. Alberto Moneada, op. cit., p 139. 55. Michael Walsh, El mundo secreto del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1990, p. 117. 56. Miguel Fisac, op. cit., p. 139. 57. Enrique Gutiérrez Ríos, op. cit., p. 81. 58. Véase cap. 2, pp. 34-35. 59. Miguel Fisac, op. cit., p. 140. 60. lbid., p. 140. 61. Alberto Moneada, op. cit., p. 140. 62. Francois Gondrand, op. cit., p. 54. 63. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 161. 64. Pedro Cantero Cuadrado, op. cit., p. 73. 65. Alberto Moneada, op. cit., pp. 16-17. 66. Miguel Fisac, op. cit., p. 89. 67. Francois Gondrand, op. cit., p. 106. 68. Peter Berglar, op. cit., pp. 371-372. 69. Jean-Jacques Thierry, L'Opus Dei. Mythe et realité, Hachette Littérature, París, 1973, p. 13; Otto B . Roegele, L'Opus Dei, légende et réalité d'une commanauté discutée, Hochland, Munich, 20 de junio de 1962; La Revue Nouvelle, Bruselas, 15 de noviembre de 1963.
CAPÍTULO 3
1. Instancia sobre el traslado de la Academia-Residencia D y A a nuevo domicilio, Madrid, 10 de julio de 1936. 2. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 17. 3. Véase cap. 2, pp. 34-35. 4. Salvador Bernal, Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1976, p. 88. 5. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1983, p. 164. 6. Salvador Bernal, op. cit., p. 88. 7. Hugh Thomas, La guerra civil española, Ruedo Ibérico, París, p. 209. 8. Fernando García de Cortázar y José Manuel González Vesga, Breve Historia de España, Alianza, Madrid, 1994, p. 579. 9. José Luis Vila San-Juan, ¿Así fue? Enigmas de la guerra civil española, Nauta, Barcelona, 1971, p. 229.
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10. Salvador Bernal, op. cit., p. 83. 11. Véase norma 215. En Anexo 4: Constituciones de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei (1950). 12. Peter Forbath, «Entrevista», Time, Nueva York, 15 de abril de 1967; también en José María Escrivá, Conversaciones, Rialp, Madrid, 1968, pp. 46-47. 13. Florentino Pérez Embid, Ambiciones Españolas, Editora Nacional, Madrid, 1953, p. 59. 14. José Orlandís, La vocación cristiana del hombre de hoy, Rialp, Madrid, 1959, p. 21. 15. lbid., pp. 22-23. 16. Daniel Artigues, El Opus Dei en España, Ruedo Ibérico, París, 1971, p. 42. 17. Cabe destacar la importancia que tiene en la historiografía del Opus Dei el viaje de iniciación cuando ha merecido un tratamiento extensísimo de varias páginas, con todo lujo de detalles, por parte de los hagiógrafos de Escrivá. Véanse Salvador Bernal, op. cit., pp. 83-84 y 246, 247 y 248; Peter Berglar, Opus Dei. Vida y obra del Fundador Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1988, pp. 176-188. 18. En «Registro Histórico del Fundador» 4152. También en Francois Gondrand, op. cit., p. 129. 19. Jean Chevalier y Alain Gheerbrandt, Dictionnaire des symboles, Robert Laffont, París, 1990, p. 822. 20. El padre de Albareda, farmacéutico, había sido fusilado en 1936 junto con otro hermano en su pueblo natal, Caspe. 21. Alberto Moneada, op. cit., p. 61. 22. Salvador Bernal, op. cit., p. 251. 23. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 200. 24. Véase cap. 2, pp. 52-53. 25. Michael Walsh, El mundo secreto del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1990, p. 82. 26. José María Escrivá, La abadesa de Las Huelgas, estudio teológico y jurídico, Luz, Madrid, 1944. También en Rialp, Madrid, 1974 y 1981. 27. Fernando García de Cortázar, «La Iglesia y la guerra», en La Guerra de España 1936-1939, El País, p. 269. 28. Francis McCullagh, In Franco 's Spain, citado por Gerald Brenan, El laberinto español, Ruedo Ibérico, París, 1962, pp. 246-247. 29. Alberto Moneada, op. cit., pp. 91-92. 30. Véase cap. 2, pp. 46-49. 31. H. R. Southworth, Antifalange, Ruedo Ibérico, París, 1967, pp. 48-49. 32. Peter Berglar, op. cit., p. 288. 33. Fermín Yzurdiaga, «Discurso al silencio y la voz de la Falange», citado por H. R. Southworth, op. cit., p. 168. 34. Alberto Moneada, op. cit., pp. 17, 33 y 61. 35. Sebastián Moreno, «Las oscuras conexiones fascistas del "Santo" del Opus Dei», Tiempo, Madrid, 20 de enero de 1992. 36. lbid. 37. lbid. 38. Ricardo de la Cierva, en Sebastián Moreno, op. cit. 39. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., pp. 190-191. 40. Miguel Fisac, «Nunca le oí hablar bien de nadie». En V V . A A . , Escrivá de Balaguer: ¿mito o santo?, Libertarias-Prodhufi, Madrid, 1992, pp. 62-63.
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CAPÍTULO 4
1. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1985, p. 202. 2. Miguel Fisac, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, plaza & Janes, Barcelona, 1987, pp. 61-62. 3. Daniel Artigues, El Opus Dei en España, Ruedo Ibérico, París, 1971, p. 70. 4. lbid., pp. 36. 5. Luis Carandell, Vida y milagros de monseñor, Laia, Barcelona, 1975, pp. 160-161. 6. Hans Urs von Balthasar, Conciliadoras preguntas al Opus Dei, Wort und Warheit, 12 de abril de 1964. 7. José Luis L . Aranguren, L'spiritualité de l'Opus Dei. A propos d'une controverse, Esprit, París, abril de 1965, p. 767. 8. Michel Leroy, «L'Espagne est devenue le marché Opus», Le Canard Enchainé, París, 12 de noviembre de 1969. 9. Un grupo de jóvenes investigadores que trabajó en 1967 sobre los aspectos lingüísticos de la sociedad, dentro de un seminario de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid con una subvención del Congreso para la Libertad de la Cultura, dirigidos por el entonces catedrático de Filología Latina Agustín García Calvo, llegó a utilizar Camino entre sus textos de análisis de vocabulario y de estilo. Jesús Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei, Ruedo Ibérico, París, 1970, p. 385. 10. Jaime G i l de Biedma, Las personas del verbo, Seix Barral, Barcelona, 1982, p. 123. 11. Véase cap. 1, pp. 11-12. 12. Existe otra versión dentro del Opus Dei, según la cual trataba de diferenciarse intencionadamente de la familia aristocrática Escrivá de Romaní. En Francois Gondrand, Al paso de Dios, Rialp, Madrid, 1983, p. 167. 13. Véase cap. 2, pp. 49-51. 14. José María Escrivá, Curriculum vitae, obispado de Madrid-Alcalá, 28 de agosto de 1943, en V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , 1989, pp. 521-524. Seminario de la Facultad de Filosofía y Letras, dirigido por Agustín García Calvo. Universidad de Madrid, Madrid, 1967. 15. Alberto Moneada, op. cit., p. 41. 16. Pedro Gómez Aparicio, Testimonio, Hoja del Lunes, Madrid, en Salvador Bernal, Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1976, p. 88. 17. Salvador Bernal, Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1976, p. 88. 18. José María Bueno Monreal, «Testimonio», en V V . A A . , Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1993, p. 12. 19. José Orlandís, Años de juventud en el Opus Dei, Palabra, Madrid, 1991, p. 102. 20. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, op. cit., pp. 94-95. 21. José Luis L. Aranguren, op. cit. 22. José Orlandís, op. cit., p. 102. 23. L i l i Álvarez, En tierra extraña, Taurus, Madrid, 1964, p. 230. 24. Causerie de la Grand Loge de France, RTF, París, 17 de junio de 1951. 25. José María Escrivá, Camino, máxima 277. 26. Salvador Bernal, op. cit., pp. 307-308. 27. Antonio Tovar, «El Opus Dei y el cambio», Ibérica, Nueva York. 28. José Luis L . Aranguren, El futuro de la universidad, Taurus, Madrid, 1962, p. 12. 29. Der Spiegel, n." \2, 1965. 30. Florentino Pérez Embid, «Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer y Albas, Fundador del Opus Dei, Primer Instituto Secular», Separata del tomo IV de la enciclopedia Forjadores del Mundo Contemporáneo, Planeta, Barcelona, 1963, p. 5.
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31. Miguel Fisac, «Testimonio», en Alberto Moneada, op. cit., p. 78. 32. Puck, Notas sobre la investigación científica en España, Mañana, París, noviembre de 1965. 33. Enrique Gutiérrez Ríos, José María Albareda, una época de la cultura española, C.S.I.C., Madrid, 1970, pp. 147-148. 34. C.S.I.C., Publicaciones 1940-1964, Madrid, 1964. 35. Veinticinco años de política docente, Mañana, París, enero de 1965. 36. Puck, op. cit. 37. Alberto Moneada, op. cit., p. 33. 38. lbid. 39. lbid. 40. lbid. 41. lbid., pp. 33-34 42. lbid., p. 34. 43. Luis Carandell, «La otra cara del beato Escrivá», Cambio 16, Madrid, 16 de marzo de 1992. 44. Antonio Fontán, Los católicos en la Universidad española actual, Rialp, Madrid, 1961, p. 72. 45. Véase cap. 2, pp. 41-43. 46. A . Sáez Alba, La Asociación Católica Nacional de Propagandistas. La otra «cosa nostra». Ruedo Ibérico, París, 1974, p. XLIV. 47. Véanse cap. 3, p. 71 y cap. 4, p. 75. 48. José Luis L. Aranguren, op. cit., p. 16. 49. Enrique Gutiérrez Ríos, op. cit., p. 161. 50. P. B . , Significación religiosa, económica y política del Opus Dei, en V V . A A . , Horizonte español 1966, tomo I, Ruedo Ibérico, París, 1966, p. 232. 51. José María Albareda, y otros colaboradores, A Fernando Valls Taberner, Diputación de Barcelona, Barcelona, 1963. 52. Daniel Artigues, op. cit., p. 38. 53. José Orlandís, op. cit., p. 168.
CAPÍTULO 5
1. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 99. 2. Juan Triguero, La generación de Fraga y su destino, Cuadernos de Ruedo Ibérico, París, junio-julio de 1965, pp. 9-10. 3. lbid., pp. 8-9. 4. Pedro Casciaro, Soñad y os quedaréis cortos, Rialp, Madrid, 1994, p. 61. 5. Carmen Martín Gaite, Usos amorosos de la posguerra española, Anagrama, Barcelona, 1987, p. 98. 6. Giancarlo Rocca, Appunti e documenti per una storia, Paoline, Roma, 1985. 7. José López Ortiz, «Testimonio», en V V . A A . , Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Palabra, Madrid, 1994, pp. 221-222. 8. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1985, pp. 222-230. 9. En toda España estaba abierta la veda del hombre y la especialidad de caza de los falangistas era el homosexual y el judío, aparte, claro está, de las especies comunes: masones,, comunistas o demócratas de cualquier signo o tendencia. Un suceso pintoresco les había ocurrido a los miembros del núcleo inicial del Opus Dei en Barcelona. Como convivían en un pisito en comunidad y algunos de ellos no sobrepasaban los veintiún años, esto hizo que
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tropezasen con algunas dificultades para alquilar el piso y que se pusiera a nombre de uno de ellos, Alfonso Balcells Gorina, que entonces contaba veinticuatro años cumplidos y era, por lo tanto, mayor de edad. Llegó a oídos de los falangistas la historia del piso y sospecharon de aquellos señoritos burgueses que podían ser maricones puertas adentro. Un día apareció un piquete de falangistas: el piso fue registrado, yendo a la cárcel sus habitantes acusados de homosexualidad y vida en común. Movilizadas influencias y aclarado el equívoco, fueron puestos en libertad a las pocas horas. El celo depurador de los camaradas falangistas fue excesivo y el suceso no tuvo más consecuencias; pero sirvió, en cambio, para que se encontrasen por primera vez dos de las fuerzas políticas decisivas con que contaría Franco para mantener su Dictadura en España: la Falange y el Opus Dei. El hecho de encontrarse fuera de los cauces jurídicos regulares de la Iglesia lo iba a sufrir Escrivá como una auténtica maldición y esta situación anómala se reflejó tanto personalmente, desde que llegó a Madrid en 1926, como colectivamente con sus seguidores a partir de 1939. El problema se agravó cuando los miembros del Opus Dei hicieron irrupción en la vida pública de la Dictadura, que se encontraba cuarteada por sus disputas internas desde sus orígenes campamentales en julio de 1936. 10. José Orlandís, Años de juventud en el Opus Dei, Rialp, Madrid, 1993, p. 184. 11. Fernando Cortázar y José Manuel González Vesga, Breve historia de España, Alianza, Madrid, 1994, pp. 593-594. 12. Véase cap. 2, pp. 49 y ss. 13. V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , 1989, p. 102. 14. José María Bueno Monreal, «Testimonio», en V V . A A . , Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Palabra, Madrid, 1994, p. 39. 15. A . Sáez Alba, La Asociación Católica Nacional de Propagandistas. 16. lbid., pp. 44 y ss. 17. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 98. 18. lbid., p. 20 19. Salvador Bernal, Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1976, p. 149. 20. Alberto Moneada, op. cit., p. 104. 21. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, op. cit., p. 147. 22. Francois Gondrand, Al paso de Dios, Rialp, Madrid, 1985, pp. 168-169. 23. V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , 1989, p. 117. 24. Pedro Casciaro, op. cit., pp. 192-193. 25. lbid., p. 193. 26. Joan Estruch, Santos y pillos, Herder, Barcelona, 1993, p. 197. 27. V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , 1989, p. 136, nota 69. 28. Pedro Casciaro, op. cit., p. 193. 29. V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , 1989, p. 130. 30. José María Escrivá, carta de 25 de enero de 1961, en V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , 1989, p. 136. 31. Georges Dumézil, Idéologie tripartite des lndo-Européens, Bruselas, 1958. 32. Ángel Sagarminaga, ¡Iluminare, Madrid, enero-marzo de 1945. 33. Alberto Moneada, op. cit., p. 103. 34. Catolicismo, revista mensual de misiones, enero de 1945; ¡Iluminare, primer trimestre de 1945; Ecclesia, 23 de junio de 1945; Signo, 9 de junio de 1945. 35. Daniel Sargent, God's Engineer. Scepter Press, Chicago, 1954, en Antonio Fontán, Un ingeniero de Dios, ¡sidoro Zorzano Ledesma, Nuestro Tiempo, Madrid, julio de 1954. 36. Miguel Fisac, «Testimonio», en Alberto Moneada, op. cit., p. 145.
37. Véase cap. 5, pp. 126-128. 38. Véase cap. 5, pp. 126-128. 39. V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , 1989, p. 137.
CAPÍTULO 6
1. Francisco J. Carmona, La socialización del liderazgo católico en Barcelona durante el primer franquismo, p. 84, en Joan Estruch, Santos y pillos, Herder, Barcelona, 1993, pp. 216-217. 2. Peter Berglar, Opus Dei. Vida y obra del Fundador Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1988, p. 237; Francois Gondrand, Al paso de Dios, Rialp, Madrid, 1985, p. 173. También Rafael Calvo Serer, «Testimonio», en Josep Martí Gómez y Josep Ramoneda, Calvo Serer: el exilio y el reino, Laia, Barcelona, 1976. 3. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 93. 4. Alberto Moneada, op. cit., p. 21. 5. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1985, p. 240. 6. lbid., p. 240. 7. Francois Gondrand, op. cit., p. 178. 8. Salvador Bernal, Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1976, p. 257; Ana Sastre, Tiempo de caminar, Rialp, Madrid, 1989, p. 326. 9. Peter Berglar, op. cit., p. 336. 10. Salvador Bernal, op. cit., p. 258; Francois Gondrand, op. cit., p. 278; Ana Sastre, op. cit., p. 327; V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , 1989, p. 15; Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 241. 11. Francois Gondrand, op. cit., p. 176. 12. Joan Estruch, op. cit., p. 187. 13. lbid., pp. 187-188. 14. Alberto Moneada, op. cit., pp. 107-108. 15. lbid., p. 108. 16. lbid., p. 108. 17. Daniel Artigues, El Opus Dei en España, Ruedo Ibérico, París, 1971, p. 85, nota 92. 18. Salvador Canals, Institutos Seculares y estado de perfección, Rialp, Madrid, 1954, p. 81. 19. P. B . , Significación religiosa, política y económica del Opus Dei, en Horizonte Español 1966, Ruedo Ibérico, París, 1966, p. 288. 20. Salvador Canals, op. cit., p. 66, nota 79. 21. Manuel Ortuño, Opus Dei, Cuadernos Americanos, México, enero-febrero de 1963, p. 45. 22. Salvador Canals, op. cit., pp. 81-82. 23. Julián Herranz, «La evolución de los Institutos Seculares», lus canonicum, vol. IV, fascículo II, Pamplona, julio-diciembre de 1964, pp. 306-307. 24. J. P. Lapierre, Puissance et rayonnement de l'Opus Dei, Revue Politique et Parlementaire, París, diciembre de 1965, p. 27. 25. Motu proprio Primo Feliciter «en alabanza y confirmación de los Institutos Seculares», Artículo II, Ecclesia, Madrid, 30 de octubre de 1948. 26. Guía de la Iglesia española, edición de 1964, en Jesús Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei, Ruedo Ibérico, París, 1970, pp. 101-102. 27. Según la definición de laico que propone Karl Rahner en su artículo «Sobre el apostolado seglar», compilado en el tomo II de Escritos de teología, Taurus, Madrid, 1961,
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se deduce que no es seglar aquel miembro de la Iglesia que en virtud de unos votos (v. gr. el miembro de un Instituto Secular) no se enrola plenamente en el mundo y en sus estructuras. Así, un miembro de un Instituto Secular no se enrola debido a su voto de castidad en esa estructura del mundo que se llama matrimonio. 28. Émile Poulat, Naissance des prétres-ouvriers, Casterman, París, 1965, y Philippe Almeras, Les catholiques francais, Table Ronde, París, 1963. 29. Véase cap. 11, pp. 338 y ss. 30. Octavio Diez Pinés, El Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Publicaciones Españolas, Madrid, 1964. 31. Francois Gondrand, op. cit., p. 184. 32. lbid., p. 190. 33. lbid., p. 184. 34. Alberto Moneada, op. cit., p. 76. 35. lbid., p. 147. 36. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, op. cit., p. 146. 37. lbid., pp. 146-147. 38. lbid., p. 147. 39. Javier Pérez Pellón, Wojtyla, el último cruzado, Temas de Hoy, Madrid, 1944, pp. 106-108. 40. María del Carmen Tapia, Tras el umbral, Ediciones B , Barcelona, 1994, pp. 297-299. 41. lbid., pp. 297-299. 42. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, op. cit., pp. 65-66. 43. Luis María Ansón, Don Juan, Plaza & Janes, Barcelona, 1994, p. 184. 44. Paul Preston, Franco «Caudillo de España», Grijalbo, Barcelona, 1994, p. 626. 45. Luis María Ansón, op. cit., p. 183. 46. lbid., p. 184. 47. lbid., p. 183. 48. Enríe González, El País, Madrid, 8 de enero de 1992. 49. Jacques Guillemé-Brülon, «Entrevista con Escrivá», Le Fígaro, París, 16 de mayo de 1966. 50. Peter Forbath, «Entrevista con Escrivá», Time, Nueva York, 15 de abril de 1967. 51. Jacques Guillemé-Brülon, op. cit. 52. Rafael Calvo Serer, «La internacional de las minorías», ABC, Madrid, 29 de abril de 1950. También Rafael Calvo Serer, La configuración del futuro, Rialp, Madrid, 1953, pp. 127-131. 53. Jesús Ynfante, op. cit., p. 340. 54. Véase cap. 4, p. 96. 55. Florentino Pérez Embid, Breve historia de la revista Arbor, Arbor, Madrid, marzo de 1952. 56. lbid. 57. Véase cap. 4, pp. 76-86. 58. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, op. cit., p. 148.
CAPÍTULO 7
1. 2. 3. 4. 5.
Víctor Magnien, Les Mystéres d'Eleusis, Payot, pp. 272-273. Daniel Artigues, El Opus Dei en España, Ruedo Ibérico, París, 1971, pp. 106-107. Gerardo López Doria, Cristo siglo XX, Valbuena, Madrid, 1967, p. 126. Véase cap. 2, pp. 51-52. Gerardo López Doria, op. cit., pp. 92-93.
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6. Antonio Pérez Tenessa, «No hablaré mal de la Obra», El País, Madrid, 13 de abril de 1992. También en María del Carmen Tapia, Tras el umbral. Ediciones B , Barcelona, 1994, pp. 51-52. 7. Alberto Moneada, El Opus Dei, una interpretación, índice, Madrid, 1974, p. 114. 8. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 94. 9. lbid., p. 91. 10. Santiago Aroca, Siete artículos sobre el Opus Dei, Tiempo, Madrid, julio-agosto de 1986. 11. lbid. 12. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, pp. 164-165. 13. Alberto Moneada, El Opus Dei, una interpretación, índice, Madrid, 1974, p. 111. 14. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 85. 15. lbid., pp. 84-85. 16. Véase Anexo 3, Preces cotidianas del Opus Dei (1956). 17. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 80. 18. lbid., p. 96. 19. Véase cap. 2, pp. 55-56. 20. Alberto Moneada, El Opus Dei, una interpretación, índice, Madrid, 1974, p. 111. 21. Daniel Artigues, op. cit., p. 82. 22. Michael Walsh, El mundo secreto del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1990, pp. 122-123. 23. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 157. 24. José María Escrivá, Crónica, en Michael Walsh, op. cit., p. 128. 25. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 157. 26. Michael Walsh, op. cit., p. 126. 27. Jesús Urteaga, Mundo Cristiano, n.° 27, Madrid, abril de 1965. 28. Michael Walsh, op. cit., p. 123. 29. lbid., p. 123. 30. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 108. 31. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 99. 32. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 86. 33. lbid., p. 86. 34. lbid., p. 89. 35. lbid., p. 89. 36. lbid., pp. 86-87. 37. lbid., p. 86. 38. lbid., p. 330. 39. lbid., pp. 100-101. 40. Véase cap. 8, p. 209. 41. Michael Walsh, op. cit., p. 117. 42. José Luis Illanes, La santificación del trabajo, tema de nuestro tiempo, Palabra, Madrid, 1966, p. 180. 43. Pedro Rodríguez, Camino y la espiritualidad del Opus Dei. Teología espiritual, Valencia, mayo-agosto de 1965. 44. Víctor de Reina, Camino y el Opus Dei, Nuestro Tiempo, Pamplona, octubre de 1965. 45. José Luis Illanes, op. cit., p. 28, nota 24. 46. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 187. 47. lbid., p. 180. 48. lbid., pp. 243-244. 49. María Angustias Moreno, El Opus Dei. Anexo a una historia, Planeta, Barcelona, 1976, p. 189.
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50. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 398. 51. P. B . , Significación religiosa, política y económica del Opus Dei, Horizonte Español, 1966. 52. José Luis Illanes, op. cit., p. 100. 53. Véase anexo 4, Constituciones de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei (1950). 54. Alberto Moneada, El Opus Dei, una interpretación, índice, Madrid, 1974, p. 104. 55. María del Carmen Tapia, op. cit., pp. 51-52. 56. Alberto Moneada, El Opus Dei, una interpretación, índice, Madrid, 1974, pp. 105106.
CAPÍTULO 8
1. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1985, p. 259. 2. Francois Gondrand, Al paso de Dios, Rialp, Madrid, 1985, p. 206. 3. Salvador Bernal, Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 1976, p. 158; Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 257. 4. Federico Tedeschini, Carta a Escrivá, Roma, 24 de septiembre de 1953, en V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , 1989, pp. 559-560. 5. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 25. 6. Miguel Fisac, «Testimonio», en Alberto Moneada, op. cit., p. 78. 7. Salvador Bernal, op. cit., p. 196. 8. María del Carmen Tapia, Tras el umbral. Ediciones B , Barcelona, 1994, p. 159. 9. Carlos Escartín, «Perfil biográfico de Monseñor Escrivá de Balaguer», Diario de Navarra, Pamplona, 29 de noviembre de 1964. 10. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, pp. 114-115. 11. José Luis L . Aranguren, El futuro de la universidad, Taurus, Madrid, 1962, pp. 15-16. 12. Daniel Artigues, El Opus Dei en España, Ruedo Ibérico, París, 1971, pp. 175-176. 13. Manuel Fernández Giménez, Escrito de consulta al Nuncio Apostólico en España, Madrid, julio de 1962. 14. Mariano Navarro Rubio, Mis memorias, Plaza & Janes, Barcelona, 1991, p. 244. 15. Luis María Ansón, Don Juan, Plaza & Janes, Barcelona, 1994, p. 263. 16. lbid., p. 263. 17. Daniel Artigues, op. cit., p. 176. 18. Paul Preston, Franco «Caudillo de España», Grijalbo, Barcelona, 1994, p. 765. 19. Mariano Navarro Rubio, op. cit., p. 245. 20. lbid., p. 245. 21. Paul Preston, op. cit., p. 764. 22. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 97-98. 23. Antonio Tovar, «El Opus Dei y el cambio», Ibérica, Nueva York, 15 de enero de 1969. También en La República, Caracas, 1 de febrero de 1969. 24. G . Payne Stanley, Falange. Historia del fascismo español. Ruedo Ibérico, París, 1965, p. 105. 25. Antonio Ramos-Oliveira, Historia de España, México, vol. I, pp. 51-52. 26. Rafael Calvo Serer, España ante la libertad, la democracia y el progreso, Guadiana, Madrid, 1968, pp. 161-162. 27. Juan Triguero, La generación de Fraga y su destino, Cuadernos de Ruedo Ibérico, París, junio-julio de 1965. 28. Rafael Calvo Serer, España sin problema, Rialp, Madrid, 1949, pp. 143 y ss.
29. Rafael Calvo Serer, Una nueva generación española, Arbor, Madrid, noviembrediciembre de 1947. También en Rafael Calvo Serer, España sin problema, Rialp, Madrid, 1949, pp. 153 y 155. 30. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 64. 31. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 119. 32. Rafael Calvo Serer, Un pensamiento democrático y liberal, en Jesús Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei, Ruedo Ibérico, París, 1970, p. 329. 33. H . R. Southworth, El mito de la cruzada de Franco, Ruedo Ibérico, París, 1963, p. 14. 34. Manuel Ortuño, Opus Dei, Cuadernos Americanos, pp. 60-61. 35. Rafael Calvo Serer, España sin problema, Rialp, Madrid, 1949, p. 162. 36. Rafael Calvo Serer, La configuración del futuro, Rialp, Madrid, 1953, p. 168, nota 10. 37. Rafael Calvo Serer, La politique intérieure de l'Espagne de Franco, Ecrits de París, septiembre de 1953. 38. Rafael Calvo Serer, Política de integración, Rialp, Madrid, 1954, p. 166. 39. lbid., p. 168. 40. Rafael Calvo Serer, La configuración del futuro, Rialp, Madrid, 1953, p. 220. 41. lbid., p. 220. 42. Rafael Calvo Serer, Política de integración, pp. 217-219. 43. Florentino Pérez Embid, Menéndez Pelayo desde la actualidad, Nuestro Tiempo, Pamplona, mayo de 1965, pp. 544-545. 44. Daniel Artigues, op. cit., p. 127. 45. Rafael Calvo Serer, España sin problema, Rialp, Madrid, 1949, p. 152. 46. Rafael Calvo Serer, La politique intérieure de l'Espagne de Franco, Ecrits de París, septiembre de 1953. 47. Manuel Giménez Fernández, Escrito de consulta al Nuncio Apostólico en España, Madrid, julio de 1962. También en Daniel Artigues, op. cit.. Anexo 2, pp. 221-242. 48. Rafael Calvo Serer, La fuerza creadora de la libertad, Rialp, Madrid, 1958, p. 356. 49. lbid., p. 357. 50. Rafael Calvo Serer, Franco frente al Rey, París, Edición del autor, París, 1972, p. 9. 51. Rafael Gómez Pérez, El franquismo y la Iglesia, Rialp, Madrid, 1986, pp. 35-36. 52. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 68. 53. Pilar Urbano, El hombre de Villa Tévere, Plaza & Janes, Barcelona, 1995, p. 257. 54. lbid., pp. 257-258. 55. lbid., p. 258. 56. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 70. 57. lbid., pp. 41-42. 58. lbid., p. 68. 59. lbid., p. 40. 60. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 145. 61. lbid., p. 150. 62. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 39. 63. lbid., p. 40. 64. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 148. 65. Francisco Saralegui, Testimonio, en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 43. 66. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 147. 67. lbid., p. 148.
486
68. lbid., p. 148. 69. lbid., p. 157. 70. Manuel Giménez Fernández, Escrito de consulta al Nuncio Apostólico en España, Madrid, julio de 1962. También en Daniel Artigues, op. cit., p. 224. 71. Daniel Artigues, op. cit., p. 188.
CAPÍTULO 9
1. Ramón Tamames, La República. La era de Franco, Alfaguara, Madrid, 1973, pp. 494 y 473. 2. lbid., p. 511. 3. lbid., p. 512. 4. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 69. 5. Ramón Tamames, op. cit., p. 517. 6. A . Sanz, Boletín Informativo del CDE, n.° 13, París. 7. Crónica de Pyresa, Madrid, 7 de julio de 1965. 8. Ramón Tamames, op. cit., pp. 528-529. 9. Laureano López Rodó, Memorias, Plaza & Janes, Barcelona, 1990, p. 311. 10. Ibid.,p. 311. 11. lbid., p. 378. 12. Jesús Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei, Ruedo Ibérico, París, 1970, p. 180. 13. lbid., p. 181. 14. José V. Casanova, The Opus Dei ethic and the modernisation of Spain. New School or Social Research, Nueva York, 1962, p. 63, en Joan Estruch, Santos y pillos, Herder, Barelona, 1993, p. 374. 15. Laureano López Rodó, «Declaraciones», Documentos Informativos, n.° 6, Servicio Informativo Español, Madrid, 1964. 16. Joan Estruch, op. cit., p. 374. 17. Dionisio Ridruejo, «El otro plan López Rodó», Mañana, n.° 8, París, octubre de 1965. 18. lbid. 19. Laureano López Rodó, La larga marcha hacia la Monarquía, Noguer, Barcelona, 1977, p. 408. 20. Alberto Ullastres, «Discurso en la X X X Feria Internacional de Muestras de Barcelona, Arriba, Madrid, 3 de junio de 1962. 21. Juan Triguero, La generación de Fraga y su destino, Cuadernos de Ruedo Ibérico, París, junio-julio de 1965, p. 15. 22. Gerald Brenan, El laberinto español. Ruedo Ibérico, París, 1962, p. 158. Véase cap. 4, pp. 47-48. 23. Enrique Tierno Galván, «Dénazifier l'enseignement supérieur avant d'entreprendre toute reforme technique», Le Monde Diplomatique, París, septiembre de 1968. 24. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 48. 25. Véase cap. 8, pp. 206-208. 26. Jesús Ynfante, El Ejército de Franco y de Juan Carlos, Ruedo Ibérico, París, 1975, pp. 12-17. 27. Carlos M . Rama, La crisis española del siglo XX, Fondo de Cultura Económica, México, 1960, pp. 340-341. 28. lbid., p. 43.
487
29. Joan Castellá-Gassol, ¿De dónde viene y a dónde va el dinero de la Iglesia española?, Dirosa, Barcelona, 1975, p. 58. 30. lbid., p. 64. 31. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 135. 32. José Luis L . Aranguren, Moral y sociedad en el siglo XIX en España, Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1966, pp. 180-185. 33. José Vidal Beneyto, ¿Falange contra Opus Dei?, índice, Madrid, 1967. 34. Alberto Moneada, El Opus Dei, una interpretación, índice, Madrid, 1974, p. 35. 35. lbid., p. 35. 36. lbid., pp. 25 y ss. 37. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 152. 38. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 149. 39. Pilar Urbano, El hombre de Villa Tevere, Plaza & Janes, Barcelona, 1995, p. 381. 40. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 141. 41. lbid., p. 145. 42. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, pp. 145 y 156. 43. Peter Berglar, Opus Dei, Rialp, Madrid, 1988, p. 234. 44. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 72. También en Alberto Moneada, El Opus Dei, una interpretación, índice, Madrid, 1974, p. 132. 45. lbid., p. 72 46. Ana Sastre, Tiempo de caminar, Rialp, Madrid, 1989, p. 339. 47. María del Carmen Tapia, Tras el umbral, Ediciones B, Barcelona, 1994, pp. 241-242. 48. Pilar Urbano, op. cit., p. 53. 49. Florentino Pérez Embid, Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer y Albas, Planeta, Barcelona, 1963, p. 2. 50. Alberto Moneada, El Opus Dei, una interpretación, índice, Madrid, 1974, p. 28. 51. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 256. 52. lbid., p. 194. 53. Gillo Dorfles, Arquitectura moderna, Seix Barral, Barcelona, 1967. 54. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, pp. 37-38. 55. Florentino Pérez Embid, op. cit., p. 2. 56. Oriol Bohigas, Apéndice. En Gillo Dorfles, op. cit. 57. Miguel Fisac, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 37. 58. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 160. 59. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 262. 60. Rafael Martínez Certiña, La financiación de la industria española, Desarrollo, Madrid, diciembre de 1966. 61. Mariano Navarro Rubio, Mis Memorias, p. 365. 62. lbid., pp. 161-162. 63. Véase cap. 12, pp. 458-460. 64. Xavier Blanc, La Banca española, Promos, n.° 41, Barcelona. 65. E . R., Las políticas del Opus Dei, índice, Madrid, julio-agosto de 1968. 66. José Luis L . Aranguren, Controverse sur l'Opus Dei, Esprit, París, abril de 1965. 67. José María González Ruiz, L'Eglise catholique en Espagne, en Préres du Monde: L'Espagne bouge, París, abril de 1966. 68. Antonio Menchaca Careaga, Testimonio, en Sergio Vilar, Protagonistas de la España democrática. La oposición a la Dictadura, 1939-1969, Librairie Espagnole, París. 1969, p. 473.
488
69. Mariano Navarro Rubio, op. cit., p. 166. 70. Véase cap. 8, pp. 224-228. 71. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, pp. 82-83. 72. Véase cap. 8, pp. 220-221. 73. Javier Pérez Pellón, Wojtyla, el último cruzado, Temas de Hoy, Madrid, 1944, pp. 115-116. 74. Véase cap. 12, pp. 419-427. 75. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 51. 76. lbid., p. 38. 77. María del Carmen Tapia, op. cit., pp. 173-174. 78. Daniel Artigues, El Opus Dei en España, Ruedo Ibérico, París, 1971, p. 194. 79. lbid., p. 194. 80. Yvon L e Vaillant, Le Nouvel Observateur, París, 18-25 de mayo de 1966. 81. Elíseo Bayo, «La sombra de Franco es alargada», Interviú, Barcelona, 4-10 de octubre de 1979. 82. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, pp. 141-143. 83. Eliseo Bayo, art. cit. 84. Arturo López Muñoz, «Plan de desarrollo y realidad económica. La crisis y los sectores básicos», Triunfo, Madrid, 3 de febrero de 1968. 85. E. E., «La inflación como obra pía», Mañana, París, marzo de 1965. 86. lbid. 87. Jesús Ynfante, op. cit., p. 263. 88. Alberto Ullastres, «Los mitos y paradojas de la economía española», Conferencia Colegio Mayor Alcor, Madrid, 25 de enero de 1968. 89. José Vidal Beneyto, ¿Falange contra Opus Dei?, índice, Madrid, 1967. 90. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, pp. 124-125. 91. íbid.,p. 125. 92. Madrid, 8 de mayo de 1967, p. 7. 93. Nuestro Tiempo, Pamplona, octubre de 1965. 94. Jesús Ynfante, op. cit., pp. 265-266. 95. lbid., p. 266. 96. lbid., pp. 266-267. También en Cuadernos de Ruedo Ibérico, París, febrero-marzo de 1966, p. 14. 97. Francisco Saralegui, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 45. 98. José Vidal Beneyto, op. cit., 1967. 99. Francisco Saralegui, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 47. 100. Véase cap. 12, pp. 467-468. 101. Gonzalo Dueñas, La ley de prensa de Manuel Fraga, Ruedo Ibérico, París, 1969, p. 139. 102. Ramón Zabalza Ramos, La prensa económica en España, Secretaría General del Ministerio de Información y Turismo, Madrid, 1966. 103. lbid. 104. Antonio del Toro, «A los 25 años de paz», La Actualidad Española, Madrid, 9 de abril de 1964. 105. lbid. 106. Jesús Ynfante, op. cit., pp. 227-278. 107. Gonzalo Dueñas, op. cit., pp. 32-33. 108. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 45.
109. Florentino Pérez Embid, «Entrevista», Vida Mundial, Madrid, 29 de abril de 1961. 110. Miguel Fisac, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, pp. 46-47. 111. Florentino Pérez Embid, art. cit. 112. Ibérica, Nueva York, septiembre de 1965.
CAPÍTULO 10
1. Joan Estruch, Santos y pillos, Herder, Barcelona, 1993, p. 271. 2. Salvador Canals, Institutos seculares y estado de perfección, pp. 114, 125 y ss. 3. Véase cap. 6, p. 147. 4. Antonio Tovar, «El Opus Dei y el cambio», Ibérica, Nueva York, 15 de enero de 1969. 5. Jacques Guillemé-Brülon, «Entrevista», Le Fígaro, París, 16 de mayo de 1966. También en José María Escrivá, Conversaciones, Rialp, Madrid, 1968, p. 69. 6. Julián Herranz, Opus Dei, Nuestro Tiempo, Pamplona, julio-agosto de 1962. 7. Este comunicado constaba de 7 puntos y fue insertado obligatoriamente en todos los periódicos españoles. 8. Julián Herranz, La evolución de los Institutos Seculares. lus Canonicum, Pamplona, julio-diciembre de 1964, p. 331, nota 90. 9. Vicente M . Encinas, Una asociación llamada Opus De. Colligite n." 37, León, 1964, pp. 67-68. 10. Ecrits de Paris, París, abril-mayo de 1966. 11. Peter Forbath, «Rntrevista», Time, Nueva York, 15 de abril de 1967. También en José María Escrivá, Conversaciones, Rialp, Madrid, 1968, pp. 45-46. 12. Jesús Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei, Ruedo Ibérico, París, 1970, p. 107. 13. Signo, n.° 1.278, Madrid, 1 de agosto de 1964, pp. 1, 8, 9 y 10. 14. José María González Ruiz, El Opus Dei, hijo de su tiempo, Signo, n.° 1.280, Madrid, 15 de agosto de 1964. Véase cap. 9, p. 191. 15. También en Esprit, n.° 337, París, abril de 1965. 16. Rafael Llano Cifuentes, La naturaleza jurídica de la fictio juris, Rialp, Madrid, 1963. 17. Jacques Guillemé-Brülon, «Entrevista», Le Fígaro, París, 16 de mayo de 1966. También en José María Escrivá, op. cit., p. 71. 18. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 25. 19. María del Carmen Tapia, Tras el umbral, Ediciones B , Barcelona, 1994, pp. 190-191. 20. María del Carmen Tapia, Carta a Su Santidad Juan Pablo II, Hecho, n.° 5. Santa Bárbara (California), 2 de agosto de 1991. 21. V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , 1989, pp. 325-326. 22.
lbid., p. 327.
23. 24. 25. 26.
Laureano López Rodó, Memorias, Plaza & Janes, Barcelona, 1990, p. 158. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1984, p. 328. Daniel Artigues, El Opus Dei en España, Ruedo Ibérico, París, 1971, p. 135. V V . A A . , op. cit., p. 335.
27.
lbid., p. 337.
28. Ana Sastre, Tiempo de caminar, Rialp, Madrid, 1989, p. 456. 29.
lbid.,p. 456.
30. María del Carmen Tapia, Carta a Su Santidad Juan Pablo II, Hecho, n.° 6, Santa Bárbara (California), 2 de agosto de 1991. 31. Paul Hofmann, Anatomy of the Vatican, Hale, Londres, 1985, p. 229.
490
32. J. M . Cejas, Vida del Beato Josemaría, Rialp, Madrid, 1992, p. 181. 33. Michael Walsh, El mundo secreto del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1990, p. 78. 34. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, op. cit., p. 27. 35. María del Carmen Tapia, Carta a Su Santidad Juan Pablo II, Hecho, n.° 7. Santa Bárbara (California), 2 de agosto de 1991. 36. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, p. 22. 37. Ignacio Fernández de Castro y José Martínez, España Hoy, Ruedo Ibérico, París, 1963, pp. 345-349. 38. Alberto Moneada, op. cit., p. 29. 39. Joan Estruch, op. cit, pp. 339-340. 40. Esprit, París, abril de 1965. 41. Daniel Artigues, op. cit., p. 135. 42. lbid., p. 134. 43. lbid., Anexo 2, pp. 221 y ss. 44. Michael Walsh, op. cit., p. 82. 45. V V . A A . , op. cit., p. 349, nota 150. 46. lbid., p. 349. 47. Daniel Artigues, op. cit., p. 135. 48. Véase lista en Jesús Ynfante, op. cit, pp. 143-152. 49. Tiempo, Madrid, 11 de febrero de 1985. 50. lbid. 51. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., pp. 512-513, nota 23. 52. Michael Walsh, op. cit., p. 82. 53. Ana Sastre, op. cit., p. 492. 54. Joan Estruch, op. cit., p. 238. 55. María del Carmen Tapia, Carta a Su Santidad Juan Pablo II, Santa Bárbara, California, 2 de agosto de 1991. 56. Ana Sastre, op. cit., p. 494. 57. Pedro Casciaro, Soñad y os quedaréis cortos, Rialp, Madrid, 1994, p. 215. 58. A n a Sastre, op. cit., p. 486. 59. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 362. 60. lbid., p. 362. 61. lbid., p. 365. 62. lbid., p. 362. 63. Alberto Moneada, op. cit., p. 26. 64. Michael Walsh, op. cit., p. 79. 65. José María Escrivá, «Entrevista», Palabra, Madrid, octubre de 1967. 66. Jesús Ynfante, op. cit., pp. 26-27. 67. Carmen López Alonso, «El integrismo de la Compañía», El Mundo, Madrid, 3 de septiembre de 1994. 68. Michael Walsh, op. cit., p. 200. 69. Jean Lacouture, Jesuitas, Paidós, Barcelona, 1994, Cfr. también Alain Guichard, Les jesuites, Grasset, París, 1974 y André Mater, Les jesuites, Rieder, París, 1932. 70. Carmen López Alonso, «El integrismo de la Compañía», El Mundo, Madrid, 3 de septiembre de 1994. 71. lbid. 72. También en José María Escrivá, Camino, máxima 474. 73. Véase cap. 1, pp. 29-30. 74. Véase cap. 1, p. 31. 75. Véase cap. 2, p. 55. 491
76. 77. 78. 79. 80. 81. 82. 83. 84. 85. 86. 87 88. Véase cap. 5, pp. 111-112. 89. Vicente M . Encinas, Una asociación llamada Opus Dei, Colligite, pp. 66-69. 90. Yvon Le Vaillant, Le Nouvel Observateur, París, mayo de 1966. 91. María del Carmen Tapia, Carta a Su Santidad Juan Pablo II, Hecho n.° 10, Santa Bárbara, California, 2 de agosto de 1991. 92. Jesús Ynfante, op. cit., p. 90. 93. Peter H . Kolvenbach, Fieles a Dios y al hombre, Paulinas, Madrid, 1991, en Joan Estruch, op. cit., pp. 213-214. 94. Michael Walsh, op. cit., p. 200. 95. V V . A A . , op, cit., pp. 370-371. 96. Véase cap. 10, pp. 313-314. También Michael Walsh, op. cit., p. 82. 97. El País, Madrid, 14 de abril de 1992. 98. lbid. 99. lbid. 100. V V . A A . , op. cit., p. 380. 101. lbid., Apéndice 55, pp. 584-585. 102. lbid., p. 414. 103. lbid., p. 417.
CAPÍTULO 11
1. Javier Pérez Pellón, Wojtyla, el último cruzado, Temas de Hoy, Madrid, 1994. 2. Alberto Moneada, Los hijos del Padre, Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 76. 3. Véase cap. 12, pp. 435-440. 4. Conversación con Rafael Calvo Serer, Madrid, mayo de 1984. 5. María del Carmen Tapia, Tras el umbral. Ediciones B, Barcelona, 1994, pp. 239-240. 6. lbid., p. 240. 7. José María Escrivá, Conversaciones, Rialp, Madrid, 1968, p. 58. 8. lbid., p. 67. 9. Daniel Artigues, El Opus Dei en España, Ruedo Ibérico, París, 1971, p. 36. 10. V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , 1989, pp. 196-197. 11. lbid., p. 202. 12. Jesús Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei, Ruedo Ibérico, París, 1970, p. 342. 13. Alberto Ullastres, «Europa se aburre», La Actualidad Económica, Madrid, 31 de diciembre de 1966. 14. Jacques Guillemé-Brülon, «Entrevista», Le Fígaro, París, 16 de mayo de 1966. También en José María Escrivá, op. cit., p. 66.
492
15. Véase cap. 11, pp. 355-356. 16. Peter Forbath, «Entrevista», Time, Nueva York, 15 de abril de 1967. También en José María Escrivá, op. cit., p. 60. 17. Véase cap. 12, pp. 459-461. A través de artículos de prensa insertados con fines propagandísticos por miembros del Opus Dei se logra también el afianzamiento del Opus Dei en países extranjeros. Algunos de los artículos publicados en Portugal durante la aludida campaña de prensa fueron «O que é que vem a ser a Opus Dei», J. Cabral, O Comercio de Porto, Oporto, 16 de agosto de 1961; «Ordenacao de sacerdotes do Opus Dei», Correio de Coimbra, Coimbra, 25 de agosto de 1961; «A nova Universidade da Igreja en Pamplona», Flama, Lisboa, 13 de enero de 1961; y «Residencias Universitarias en Coimbra», Diorío de Coimbra, Coimbra, 1 de marzo de 1961. 18. Golias, Opium Dei, Francia-Bélgica, mayo de 1992, p. 140. 19. lbid., p. 140. 20. Manuel Giménez Fernández, en Daniel Artigues, op. cit., Anexo 2, p. 225. 21. Joan Castellá-Gassol, L'Eglise Espagnole et l'Opus Dei. Anthologie des textes, Université Libre de Bruxelles, s. f. 22. Ana Sastre, Tiempo de caminar, Rialp, Madrid, 1989, p. 363. 23. Golias, op. cit., p. 178. 24. lbid., p. 179. 25. Centre du Documentation du Grand Orient de France, boletín n.° 34-35, París, julio-octubre de 1962. 26. Golias, op. cit., p. 174. 27. Ana Sastre, op. cit., pp. 383-384. 28. Luc Térras, La percée de l'Opus Dei, en Golias, op. cit., p. 173. 29. lbid., p. 173. 30. Michael Walsh, El mundo secreto del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1990, p. 76. 31. Andrés Vázquez de Prada, El fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1984, p. 303. 32. lbid., p. 297. 33. María del Carmen Tapia, op. cit., pp. 199-200. 34. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., pp. 300-301. 35. Véase cap. 12, pp. 459-461. 36. Michael Walsh, op. cit., pp. 160-161. 37. Giancarlo Rocca, L'Opus Dei. Appunti e documenti per una storia, Paoline, Roma, 1985, pp. 205 y ss. También en Joan Estruch, Santos y pillos. Herder, Barcelona, 1993, pp. 325-326. 38. Joan Estruch, op. cit., p. 326. 39. Peter Berglar, Opus Dei, Rialp, Madrid, 1988, p. 282. 40. Véase cap. 10, pp. 327-336. 41. Centre du Documentation du Grand Orient de France, boletín n.° 34-35, París, julio-octubre de 1962. 42. Yvon Le Vaillant, Sainte Maffia, Mercure de France, París, 1971, pp. 161-162. 43. Centre du Documentation du Grand Orient de France, boletín n.° 34-35, p. 83. 44. Jesús Ynfante, Un crime sous Giscard, Maspéro, París, 1981, p. 22. 45. Jesús Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei, Ruedo Ibérico, París, 1970, p. 350, nota 27. 46. Rafael Calvo Serer, Prefacio al libro Mesianismo... de Romano Guardini, Rialp, Madrid, 1956, p. 17. 47. Véase cap. 12, pp. 416-417. 48. Le Monde, París, 14 de junio de 1956. 49. Golias, op. cit., pp. 150-154.
493
50. lbid., p. 160. 51. lbid., p. 155. 52. Declaraciones de dirigentes del Opus Dei a La Croix, París, 14 de febrero de 1970. 53. Francais Gondrand, Declaraciones, en Golias, op. cit., p. 158. 54. Manuel Ortuño, Opus Dei, Cuadernos Americanos, pp. 63-64. 55. André van Bosbeque, L'Opus Dei en Belgique, Epo, Amberes, 1986, pp. 14-15. 56. Francois Gondrand, Al paso de Dios, Rialp, Madrid, 1985, p. 229. 57. Peter Berglar, op. cit., p. 283. 58. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 186. 59. Peter Hertel, L'Opus Dei en Allemagne, en Autriche et en Suisse, en Golias, op. cit., pp. 132-133. 60. Tageszeitung, Berlín, 2 de diciembre de 1992. 61. Peter Berglar, op. cit., pp. 287-288. 62. Peter Hertel, art. cit., en Golias, op. cit., p. 136. 63. Yvon Le Vaillant, op. cit., pp. 122-123. 64. Golias, op. cit., p. 131. 65. Peter Hertel, art. cit., en Golias, op. cit., p. 134. 66. Golias, op. cit., pp. 159-160. 67. Véase cap. 12, pp. 422-423. 68. Yvon Le Vaillant, «Le Nouvel Observateur», París, 11 de mayo de 1966. 69. Pedro Casciaro, Soñad y os quedaréis cortos, Rialp, Madrid, 1994, p. 200. 70. Ana Sastre, op. cit., p. 187. 71. Pedro Casciaro, op. cit., p. 210. 72. El Día, México, 10 de marzo de 1972. 73. Ana Sastre, op. cit., p. 531. 74. Véase cap. 12, pp. 426-427. 75. William J. West, Opus Dei. Ficción y realidad, Rialp, Madrid, 1989, pp. 125-134. 76. Golias, op. cit., p. 174. 77. lbid., p. 174. 78. María del Carmen Tapia, op. cit., pp. 306-307. 79. Golias, op. cit., p. 174. También en María del Carmen Tapia, op. cit., p. 308. 80. New York Times, Nueva York, 1 de octubre de 1964. 81. Golias, op. cit., p. 174. 82. lbid., p. 174. 83. CIP, 14 de octubre de 1991. 84. Golias, op. cit., p. 142. 85. Francois Gondrand, op. cit., p. 192. 86. Ana Sastre, op. cit., pp. 398-399. 87. Joan Estruch, op. cit., pp. 323-324. 88. lbid., pp. 319 y ss. 89. William J. West, op. cit., p. 161. 90. Michael Walsh, op. cit., pp. 71-72. 91. Ana Sastre, op. cit., p. 500.
CAPÍTULO 12
1. Véase cap. 9, pp. 237-238. 2. Bibliografía en Paul Preston, Franco «Caudillo de España», Grijalbo, Barcelona, 1994, pp. 977-1.017. Documentación sobre Don Juan de Borbón en Luis María Ansón, Don Juan, Plaza & Janes, Barcelona, 1994, pp. 449-464.
494
3. 4. Ibérico, 5.
Véase cap. 10, pp. 335-336. Javier Lavardín, Historia del último pretendiente a la corona de España, Ruedo París, 1976. Ibid.,p. 114.
6. lbid., p. 177. 7. lbid., p. 181. 8. lbid., p. 179. 9. lbid, p. 161. 10. lbid., p. 163. 11. lbid, p. 263. 12.
pp. 274 y 279.
13. lbid., p. 281. 14.
/otó., p. 277.
15. lbid., pp. 330 y 328. 16. Edouard Bailby, «Crónica», L'Express, París, 28 de julio-3 de agosto de 1969. 17. Manuel Fraga Iribarne, Memoria breve de una vida pública, Planeta, Barcelona, 1980. 18. María Angustias Moreno, El Opus Dei. Entresijos de un proceso, LibertariasProdhufi, Madrid, 1993, p. 60. 19. V V . A A . , Escrivá de Balaguer: ¿mito o santo?, Libertarias-Prodhufi, Madrid, 1992, p. 254. 20. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid, 1984, p. 348. 21. Francois Gondrand, Al paso de Dios, Rialp, Madrid, 1985, p. 251. 22. Carlos Albas, Opus Dei o chapuza del Diablo, Planeta, Barcelona, 1992, p. 70. 23. Carlos Albas, «Declaraciones», El País, Madrid, 11 de julio de 1991. 24. Francisco Saralegui, en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1992, p. 127. 25. Alberto Moneada, El Opus Dei, una interpretación, índice, Madrid, 1974, p. 127. 26. El País, Madrid, 28 de julio de 1991. 27. María Angustias Moreno, op. cit., Madrid, 1993, p. 61.
28. lbid, p. 63. 29. Rosario Badules, «Testimonio», en V V . A A . , op. cit., p. 26. 30. Vladimir Felzman, «Testimonio», en V V . A A . , op. cit., p. 253. 31. Carta de adhesión a María Angustias Moreno, en V V . A A . , op. cit., pp. 267-268. 32. Luis Carandell, «La otra cara del Beato Escrivá», Cambio 16, Madrid, marzo de 1992. 33. lbid. 34. Miguel Fisac, Nunca le oí hablar bien de nadie, en V V . A A . , op. cit., pp. 63-64. 35. J. M. Castillo, La anulación del discernimiento, en V V . A A . , op. cit., p. 136. 36. María Angustias Moreno, El Opus Dei. Anexo a una historia. Planeta, Barcelona, 1976, p. 61. 37. lbid., pp. 61-62. 38. La Vanguardia, Barcelona, 25 de julio de 1972. 39. Patronato de Torreciudad. Hoja de Información, Madrid, octubre de 1971. 40. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 398. 41. Peter Berglar, Opus Dei, Rialp, Madrid, 1987, p. 358. 42. Ana Sastre, Tiempo de caminar, Rialp, Madrid, 1989, pp. 122-123. 43. Mundo Cristiano, Madrid, julio de 1964. 44. lbid. 45. María Angustias Moreno, El Opus Dei. Entresijos de un proceso, LibertariasProdhufi, Madrid, 1993, p. 59, n. 2.
495
46. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 368. 47. V V . A A . , op. cit., p. 254. 48. María del Carmen Tapia, Tras el umbral. Ediciones B , Barcelona, 1992, p. 192. 49. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 22. 50. Rosario Badules, op. cit., p. 22. 51. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 463. 52. lbid., p. 464. 53. Rosario Badules, op. cit., p. 22. 54. María Angustias Moreno, El Opus Dei. Entresijos de un proceso, LibertariasProdhufi, Madrid, 1993, p. 63. 55. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 63. 56. lbid., p. 29. 57. Rosario Badules, op. cit., p. 25. 58. lbid., p. 25. 59. lbid., p. 25. 60. lbid., pp. 25-26. 61. María Angustias Moreno, El Opus Dei. Entresijos de un proceso, LibertariasProdhufi, Madrid, 1993, p. 63. 62. Rosario Badules, op. cit. 63. Cambio 16, Madrid, 16 de marzo de 1992. También en V V . A A . , Escrivá de Balaguer: ¿mito o santo?, p. 255. 64. Rosario Badules, op. cit., p. 22. 65. lbid., p. 26. 66. lbid., p. 26. 67. Luis Carandell, «La otra cara del Beato Escrivá», Cambio 16, Madrid, marzo de 1992. 68. Blanca Ortiz de las Heras, «Testimonio», en V V . A A . , op. cit., p. 75. 69. lbid., p. 75. 70. Rosario Badules, op. cit., pp. 24-25. 71. Luis Carandell, Vida y milagros de monseñor. Deriva, Madrid, 1992, p. 97. 72. Luis Carandell, «La otra cara del Beato Escrivá», Cambio 16, Madrid, marzo de 1992. También en V V . A A . , Escrivá de Balaguer: ¿mito o santo?, p. 234. 73. Miguel Fisac, Nunca le oí hablar bien de nadie, en V V . A A . , op. cit., p. 61. 74. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 194. 75. Luis Carandell, Vida y milagros de monseñor. Deriva, Madrid, 1992, pp. 153-154. 76. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 467. 77. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 278. 78. lbid., pp. 253-254. 79. lbid., p. 377. 80. lbid., pp. 253-254. 81. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 190. 82. Luis Carandell, Vida y milagros de monseñor. Deriva, Madrid, 1992, p. 86. 83. ABC, Madrid, 27 de junio de 1975. 84. Cambio 16, Madrid, marzo de 1992. También en V V . A A . , op. cit., p. 255. 85. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 388. 86. Ana Sastre, op. cit., p. 564. 87. lbid., p. 570. 88. Andrés Vázquez de Prada, op. cit., p. 471. 89. Ana Sastre, op. cit., p. 437.
496
90. lbid., pp. 589-590. 91. V V . A A . , op. cit., pp. 39-40. 92. María Angustias Moreno, El Opus Dei. Creencias y controversias sobre la canonización de Monseñor Escrivá, Libertarias-Prodhufi, Madrid, 1992, pp. 61-62. 93. Alberto Moneada, op. cit., p. 74. 94. lbid., p. 74. 95. Fernando García de Cortázar y José Manuel González Vesga, Breve Historia de España, Alianza, Madrid, 1995, p. 623. 96. Pedro J. Ramírez, Así se ganaron las elecciones, Prensa Española, Madrid, 1977, p. 241. 97. lbid., pp. 241-242. 98. Véase cap. 12, p. 447. 99. Gregorio Moran, Adolfo Suárez. Historia de una ambición, Planeta, Barcelona, 979, p. 305. 100. lbid., p. 352. 101. Temas para el Debate, Madrid, febrero de 1995. 102. Pedro J. Ramírez, op. cit., p. 253. 103. Ricardo de la Cierva, Blanco y Negro, Madrid, 15-21 de febrero de 1978. 104. Temas para el Debate, Madrid, febrero de 1995. 105. El Mundo, Madrid, 13 de noviembre de 1994. 106. Temas para el Debate, Madrid, febrero de 1995. 107. Diario El País, Madrid, 30 de mayo y 1 de junio de 1996. 108. Diario El Mundo, Madrid, 25 de abril de 1996. 109. Sobre este punto existe información no coincidente en Eduardo Alvarez Puga, Matesa, más allá del escándalo, Dopesa, Barcelona, 1974, pp. 345-354. O en Jesús Ynfante, Las fugas de capitales y los bancos suizos, Dopesa, Barcelona, 1978, p. 182. 110. Jesús Ynfante, Un crime sous Giscard, Maspéro, París, 1981, p. 148. 111. Véase cap. 11, pp. 360-361. 112. Le Canard Enchainé, París, 13 de abril y 14 de mayo de 1966; 20 de abril y 17 de mayo de 1967. 113. Jesús Ynfante, Un crime sous Giscard, Maspéro, París, 1981, p. 27. 114. Enrique Díaz González, Rumasa, Planeta, Barcelona, 1983. 115. Manuel Sánchez Marín, Testimonio. Conversación en Jerez de la Frontera (Cádiz), enero de 1968. 116. Enrique Díaz González, op. cit., p. 301. 117. Gabriel Tortellá, La transición bancaria, en «Memoria de la transición», El País, Madrid, 1996, p. 389. 118. Enrique Díaz González, op. cit., pp. 224 y 253. 119. Véase cap. 9, pp. 287-288. 120. Según el balance de situación consolidado, las pérdidas acumuladas al 23 de febrero de 1983 ascendían, en realidad, a 346.000 millones y el déficit patrimonial o quiebra técnica era de 259.339 millones de pesetas. 121. José María Ruiz Mateos, «Declaraciones», La Vanguardia, Barcelona, 10 de julio de 1986. 122. Tiempo, Madrid, 9 de junio de 1986, y El País, Madrid, 29 de junio de 1986. 123. Fernando Onega, Tiempo, Madrid, 11 de noviembre de 1985. 124. Tiempo, Madrid, 2 de septiembre de 1985. 125. Cambio 16, Madrid, marzo de 1986. 126. El Periódico de Catalunya, Barcelona, 22 de enero de 1986. 127. Juan Tomás de Salas, «Editorial», Cambio 16, Madrid, 21 de noviembre de 1983. 128. Santiago Aroca, La estructura oculta del Opus Dei en España, Addenda a la edi-
497
ción española de Michael Walsh, El mundo secreto del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1990, p. 229. 129. Francisco J. Palacio, «En defensa del Padre», Panorama, Madrid, 9 de marzo de 1992; también en V V . A A . , op. cit., p. 195. 130. Javier Pérez Pellón, Wojtyla, el último cruzado, p. 41. 131. V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , Madrid, 1989, p. 422. 132. Rosario Badules, op. cit., p. 24. 133. Alvaro Portillo, «Homilía», Basílica de Sant'Andrea della Valle, Roma, 26 de junio de 1978. 134. A. L . , Sábado Gráfico, Madrid, 5 de julio de 1975. 135. lbid. 136. Javier Pérez Pellón, op. cit., p. 21. 137. The Times, Londres, 12 de enero de 1981. 138. Javier Pérez Pellón, op. cit., p. 139. 139. lbid., p. 147. 140. lbid., p. 45. 141. lbid., pp. 45-46. 142. Le Vadean au clef en main. Les dossiers du Canard, París, 1982, pp. 23-24. También en Javier Pérez Pellón, op. cit., pp. 90-91. 143. El País, Madrid, 28 de noviembre de 1982. 144. Javier Pérez Pellón, op. cit., p. 101. 145. El País, Madrid, 28 de noviembre de 1982. 146. V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , Madrid, 1989, p. 423. 147. Javier Pérez Pellón, op. cit., p. 91. 148. Véase cap. 3, pp. 67-68. 149. Véase cap. 2. 150. Michael Walsh, op. cit., p. 84. 151. lbid., pp. 85-86. 152. Constitución Apostólica Regimini Ecclesiae Universae, n. 49 § 1, y el motu proprio Ecclesiae Sanctae, I, n. 4. 153. Informe sobre el Instituto Secular del Opus Dei, en María Angustias Moreno, El Opus Dei. Creencias y controversias sobre la canonización de Monseñor Escrivá, Libertarias-Prodhufi, Madrid, 1992, pp. 86-94. 154. El País, Madrid, 11 de julio de 1991. 155. Michael Walsh, op. cit., p. 92. 156. Giancarlo Rocca, L'Opus Dei. Appunti e documenti per una storia, p. 111. También Michael Walsh, The Tablet, Londres, 16 de octubre de 1982. 157. Michael Walsh, op. cit., p. 98. 158. María Angustias Moreno, El Opus Dei. Creencias y controversias sobre la canonización de Monseñor Escrivá, Libertarias-Prodhufi, Madrid, 1992, p. 73. 159. lbid., pp. 85-86. 160. El País, Madrid, 28 de noviembre de 1982. 161. Giancarlo Rocca, op. cit., Roma, 1985. 162. Constituciones de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei, en Jesús Ynfante, La prodigiosa aventura del Opus Dei. Génesis y desarrollo de la Santa Mafia, Ruedo Ibérico, París, 1970, Apéndice 4, pp. 395-452. 163. Alberto Moneada, Sectas católicas: el Opus Dei, en V V . A A . , op. cit., p. 131. 164. Joan Estruch, Santos y pillos, Herder, Barcelona, 1993, pp. 356-357. 165. Véase cap. 5, pp. 129-132. 166. El País, Madrid, 12 de abril de 1992. 167. María Angustias Moreno, op. cit., p. 46. JAO
168. Véase cap. 12, pp. 435 y ss. 169. María Angustias Moreno, op. cit., p. 95. 170. Pedro de Tena, Un «Papa» sevillano, en «Historias de la Democracia, 19751995», El Mundo, cap. 7, p. 170. 171. Documentos Pontificios de Su Santidad el Papa Gregorio XVII, núms. 9-16, pp. 76-93. 172. El País, Madrid, 14 de mayo de 1992. 173. El País, Madrid, 12 de abril de 1992. 174. María Angustias Moreno, op. cit., p. 105. 175. El País, Madrid, 19 de mayo de 1992. 176. Miguel Fisac, Nunca le oí hablar bien de nadie, en V V . A A . , Escrivá de Balaguer: ¿mito o santo?, pp. 62-63. 177. El Mundo, Madrid, 27 de mayo de 1992. 178. María del Carmen Tapia, «Ideas, visiones y consejos», Tiempo, Madrid, 4 de mayo de 1992. 179. José Miguel Cejas, Vida del Beato Josemaría, Postulación General del Opus Dei, Madrid, 1992, p. 165. 180. Ana Sastre, op. cit., p. 366. 181. El País, Madrid, 27 de marzo de 1987. 182. María del Carmen Tapia, op. cit., p. 198. 183. Véase cap. 2, pp. 40-41. 184. Véase cap. 5, pp. 119-120. 185. El País, Madrid, 1 de mayo de 1988. 186. Blanca Ortiz de las Heras, «Testimonio», en V V . A A . , op. cit., p. 75. 187. Tiempo, Madrid, 4 de mayo de 1992. 188. Blanca Ortiz de las Heras, «Testimonio», en V V . A A . , op. cit., p. 72. 189. lbid., p. 73. 190. Véase cap. 7, p. 169. 191. El País, Madrid, 1 de mayo de 1988. 192. Blanca Ortiz de las Heras, «Testimonio», en V V . A A . , op,. cit., p. 74. 193. El País, Madrid, 1 de mayo de 1988. 194. José María Escrivá, «Entrevista», Telva, Madrid, 1 de febrero de 1968. También en Conversaciones, Rialp, Madrid, 1968, p. 163. 195. Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 106. 196. Mercedes Serra, «Para vosotras, las sirvientas», Mundo Cristiano, Madrid, abril de 1963. 197. Diario Nadrid, 26 de noviembre de 1967. 198. Telva, Madrid, I de febrero de 1968. 199. José Luis Illanes, La santificación del trabajo, tema de nuestro tiempo, Palabra, p. 72, n. 105. 200. Telva, Madrid, 1 de febrero de 1968. También en Mundo Cristiano, Madrid, 1 de marzo de 1968. 201. Enriqueta Antolín, «La ideología oculta de las grandes enciclopedias», El País semanal, Madrid. 202. lbid. 203. El País, Madrid, 1 de mayo de 1988. 204. El País, Madrid, 1 de mayo de 1988. 205. Tiempo, Madrid, abril de 1994. 206. Alberto Moneada, «Un "Padre" sin carisma», Tiempo, Madrid, 4 de abril de 1994. 207. Tiempo, Madrid, 4 de abril de 1994.
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208. Alberto Moneada, art. cit. 209. Alberto Moneada, «El tercer Padre», El País, Madrid, 14 de abril de 1992. 210. Raimundo Pániker, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, p. 131. 211. Joaquín Prieto, «Una crisis en el Opus Dei», El País, Madrid, 12 de abril de 1992. 212. Antonio Pérez Tenessa, «No hablaré mal de la Obra», El País, Madrid, 13 de abril de 1992. 213. Antonio Pérez Tenessa, «Testimonio», en Alberto Moneada, Historia oral del Opus Dei, Plaza & Janes, Barcelona, 1987, pp. 164-165. 214. Cuadernos de Ruedo Ibérico, París, febrero-marzo de 1966. 215. V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , Madrid, 1989, p. 375. 216. Luisa Olmo Gutiérrez, «Testimonio», en V V . A A . , op. cit., p. 54. 217. Marlies Kücking, Declaraciones a Europa Press, Roma, mayo de 1992. 218. El País, Madrid, 9 de mayo de 1992. 219. Carlos Malo de Molina y Antonio Pérez Henares, Así será España en 1996, Temas de Hoy, Madrid, 1996. 220. V V . A A . , El itinerario jurídico del Opus Dei, E U N S A , Madrid, 1989, p. 195. 221. lbid., p. 202. 222. lbid., p. 196. 223. lbid., p. 442. 224. Véase cap. 11, Implantación en Europa, pp. 345-372; Al otro lado del Atlántico, pp. 372-383; Otros continentes, pp. 383-385. 225. Jean Meynaud, Les groupes de pression intemationaux, edición del autor, Lausana, 1961. 226. Foundation O D A N , Parent's Cuide to Opus Dei, The Opus Dei Awareness Network Inc., Pittsfield, Maryland, E E . U U . , 1991. 227. Michael Walsh, op. cit., p. 230 228. El País, Madrid, 10 de febrero de 1995. 229. Edward Luttwak, «Entrevista», Le Monde, París, 4-5 de junio de 1995. 230. T. W. Adorno, La personalidad autoritaria, Proyección, Buenos Aires, 1965.
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Anexos Anexo Anexo Anexo Anexo
1. Consideraciones espirituales (1934) y Camino (1939) . . 2. Primer reglamento del Opus Dei (1941) 3. Preces cotidianas del Opus Dei 4. Constituciones de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei Anexo 5. Código de derecho particular de la Obra de Dios . . .
501
503 535 541 547 603
Anexo 1 CONSIDERACIONES
ESPIRITUALES
(1934)
Y
CAMINO
(1939)
Se ofrece aquí el texto íntegro de Consideraciones Espirituales, publicado en mayo de 1934, cuyo autor fumaba simplemente «José María». Se publicó entonces la edición con erratas y repeticiones, lo que denota un descuido evidente, tanto por parte del autor como de la imprenta. Así, por ejemplo, la máxima «No olvidemos que la unidad es síntoma de vida: desunirse es putrefacción, señal cierta de ser un cadáver», aparece repetida dos veces en el texto. La obrita fue ampliada cinco años más tarde hasta 999 máximas y ya aparecía como autor José María Escrivá con nombre y apellido en 1939, en pleno auge de fascismos, dictaduras y dictadores. Si en Consideraciones Espirituales Escrivá incluyó las 434 máximas que tenía redactadas entre 1931 y 1934, en Camino añadió las 565 máximas redactadas entre 1934 y 1939, completando así el número 999, de clara influencia cabalística. Para facilitar la lectura y un análisis comparado de ambos textos, la cifra que figura al final de cada máxima de Consideraciones Espirituales de 1934 corresponde al texto ampliado y numerado de Camino de 1939.
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CONSIDERACIONES ESPIRITUALES ADVERTENCIA
PRELIMINAR
No es cosa fácil hacer una división de las notas que componen estos apuntes, escritos sin pretensiones literarias ni de publicidad, respondiendo a necesidades de jóvenes seglares universitarios dirigidos por el autor. Sin embargo, se han intentado ordenar aquellas notas —no pretendiendo con ello llenar innegables lagunas y omisiones, ni retocar el estilo familiar y afectivo— para facilitar su lectura provechosa, aunque en general en cada una de las partes, por la índole misma de los puntos que se tocan, se trate de diversas materias. J. M." Febrero-1934.
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No tengas espíritu pueblerino.—AgranLee despacio estos CONSEJOS.—Meda tu corazón, hasta que sea universal, cadita, pausadamente, estas CONSIDERAtólico. CIONES. No vueles como un ave de corral, cuanSon cosas que te digo al oído, en confidencia de amigo, de hermano, de padre.— do puedes subir como las águilas. 7 Y no olvides que estas confidencias las escucha Dios. Serenidad.—¿Por qué has de enfadarte, si, enfadándote, ofendes a Dios, molestas al prójimo, pasas tú mismo un mal rato..., y te has de desenfadar, al fin? 8 Carácter Que tu vida no sea una vida estéril.—Sé útil.—Deja poso.—Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia, que dejaron los sembradores impuros del o d i o . — Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo, que llevas en el corazón. 1 Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir, al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo. 2 Gravedad.—Deja esos meneos y carantoñas de mujerzuela o de chiquillo.— Que tu porte exterior sea reflejo de la paz y el orden de tu espíritu. 3 No digas: «es mi genio así..., son cosas de mi carácter». Son cosas de tu falta de carácter: sé varón—esto vir. 4 Acostúmbrate a decir que no. 5 Vuelve las espaldas al infame, cuando susurra en tus oídos: ¿para qué complicarte la vida? 6
Eso mismo, que has dicho, dilo en otro tono, sin ira, y ganará fuerza tu raciocinio, y, sobre todo, no ofenderás a Dios. 9 No reprendas cuando sientes la indignación por la falta cometida.—Espera al día siguiente, o más tiempo aún.—Y después, tranquilo y purificada la intención, no dejes de reprender.—Vas a conseguir más con una palabra afectuosa que con tres horas de pelea.—Modera tu genio. 10 Voluntad.—Energía.—Ejemplo.—Lo que hay que hacer, se hace... Sin vacilar... Sin miramientos... Sin ésto, ni Cisneros hubiera sido Cisneros: ni Teresa de Ahumada, Santa Teresa...: ni Iñigo de Loyola, San Ignagio... ¡Dios y audacia!—Regnare Christum
volumus! 11
Aleja de ti esos pensamientos inútiles, que, por lo menos, te hacen perder el tiempo. 13 No pierdas tus energías y tu tiempo, que son de Dios, apedreando los perros que te ladren en el camino.—Desprecíalos. 14
No dejes tu trabajo para mañana. 15
de cumplir tus deberes. ¡Qué abundancia de razonadas sinrazones! No te detengas a considerarlas.—Recházalas y haz tu obligación. 21
¿Adocenarte?—¿Tú... del montón?... ¡Si has nacido para caudillo! Entre nosotros no caben los tibios.— Humíllate y Cristo te volverá a encender con fuegos de Amor. 16
Sé recio.—Sé viril.—Sé hombre.—Y después... sé ángel. 22
No caigas en esa enfermedad del carácter, que tiene por síntomas la falta de fijeza para todo, la ligereza en el obrar y en el decir, el atolondramiento...: la frivolidad, en una palabra.—Y la frivolidad—no lo olvides—que te hace tener esos planes de cada día tan vacíos (tan llenos de vacío), si no reaccionas a tiempo—no, mañana: ¡ahora!—hará de tu vida un pelele muerto e inútil. 17
¿ Q u é . . . ¡no puedes hacer más!?—¿No será que... no puedes hacer menos? 23 Tienes ambiciones:..., de saber..., de acaudillar..., de ser audaz. Bueno.—Bien.—Pero... por Cristo, por Amor. 24 (Lucha contra esa flojedad, que te hace perezoso y abandonado en tu vida espiritual.—Mira que puede ser el principio de la tibieza..., y, en frase de la Escritura, a los tivios los vomitará Dios.)
Te empeñas en ser mundano, frivolo y atolondrado, porque eres cobarde.—¿Qué es, sino cobardía, ese no querer enfrentarte contigo mismo? 18
No discutáis.—De la discusión no suele salir la luz, porque la apaga el apasionamiento. 25
Voluntad.—Es una característica nuestra muy importante.—No desprecies las cosas pequeñas, porque, en el continuo ejercicio de negar y negarte en esas cosas—que nunca son futilidades, ni naderías—fortalecerás, virilizarás, con la gracia de Dios, tu voluntad, para ser muy señor de ti mismo, en primer lugar.—Y, después, guía, jefe, ¡caudillo!..., que obligues, que empujes, que arrastres, con tu ejemplo y con tu palabra y con tu ciencia y con tu imperio. 19
El matrimonio es para la clase de tropa, y no para el estado mayor de Cristo.—Así, mientras comer es una exigencia para cada individuo, engendrar es exigencia sólo para la especie, pudiendo desentenderse las personas singulares: ¿Ansia de hijos?... Hijos, muchos hijos y un rastro imborrable de luz dejaremos, si sacrificamos el egoísmo de la carne. 28 La relativa y pobre felicidad del egoísta, que se encierra en su torre de marfil, en su caparazón... no es difícil conseguirla en este mundo.—Pero la felicidad del egoísta no es duradera. ¿Vas a perder, por esa caricatura del cielo, la Felicidad de la Gloria, que no tendrá fin? 29
Chocas, con el carácter de aquel o del otro... Necesariamente ha de ser así: no eres una moneda de cinco duros, que a todos gusta. Además, sin esos choques que se producen al tratar al prójimo, ¿cómo irías perdiendo las puntas, aristas y salientes— imperfecciones, defectos— de tu genio, para adquirir la forma reglada, bruñida y reciamente suave de la caridad, de la perfección? Si tu carácter y los caracteres de quienes contigo conviven fueran dulzones y tiernos como merengues, no te santificarías. 20
Dirección Madera de santo.—Eso dicen de algunas gentes: que tienen madera de santos.— Aparte de que los santos no han sido de madera, tener madera no basta.
Pretextos.—Nunca te faltarán, para dejar
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Se precisa mucha obediencia al Director y mucha docilidad a la gracia.—Porque, si o se deja a la gracia de Dios y al Director que hagan su obra, jamás aparecerá la escultura, imagen de Jesús, en que se convierte el hombre santo. Y la madera de santo, de que venimos hablando, no pasará de ser un leño informe, sin labrar, para el fuego... ¡para un buen fuego, si era buena madera! 56 n
que esté en nuestro apostolado, conocedor de lo que Dios quiere: así secundará, con eficacia, la labor del Espíritu Santo en tu alma, sin sacarte de tu sitio..., llenándote de paz, y enseñándote el modo de que tu trabajo sea fecundo. 62 ¿Por qué ése reparo de verte tú mismo y de hacerte ver por tu Director, tal como en realidad eres? Habrás ganado una gran batalla, si pierdes el miedo a darte a conocer. 65
Frecuenta el trato del Espíritu Santo—el Gran Desconocido—que es quien te ha de santificar. No olvides que eres templo de Dios.— El Paracleto está en el centro de tu alma: óyele y atiende dócilmente sus inspiraciones. 57
El sacerdote—quien otro Cristo. 66
sea—es
siempre
Amar a Dios y no venerar al sacerdote... no es posible. 74 Como los hijos buenos de Noé, cubre con la capa de la caridad las miserias que veas en tu padre, el sacerdote. 75
No estorbes la obra del Paráclito: únete a Cristo, para purificarte, y siente, con E l , los insultos, y los salivazos, y los bofetones..., y las espinas, y el peso de la Cruz..., y los hierros rompiendo tu carne, y las ansias de una muerte en desamparo... Y métete en el costado abierto de Nuestro Señor Jesús, hasta hallar cobijo seguro en su Hadado Corazón. 58
Si no tienes un plan de vida, nunca tendrás orden. 76 ¿Virtud sin orden?—¡Rara virtud! 79 Si tienes orden, se multiplicará tu tiempo, y, por tanto, podrás dar más gloria a Dios, trabajando más en su servicio. 80
Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior. Por eso es Voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que, con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro. 59
Oración La acción nada vale sin la oración: la oración se avalora con el sacrificio. 81
Si no levantarías sin un arquitecto una buena casa, para vivir en la tierra, ¿cómo quieres levantar sin Director el alcázar de tu santificación, para vivir eternamente en el cielo? 60
Primero, oración; después, expiación; en tercer lugar, muy en tercer lugar, acción. 82
Cuando un seglar se erige en maestro de moral, se equivoca frecuentemente: Los seglares sólo pueden ser discípulos. 61
¿Que no sabes orar?—Ponte en la presencia de Dios, y, en cuanto comiences a decir: Señor ¡que no sé hacer oración!..., está seguro de que has empezado a hacerla. 90
La oración es el cimiento del edificio espiritual.—La oración es omnipotente. 83
Director.—Lo necesitas.—Para entregarte, para darte..., obedeciendo.—y Director
Te ves tan miserable, que te reconoces
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indigno de que Dios te oiga... Pero, ¿y los méritos de María? ¿Y las llagas de tu Señor? Y . . . ¿acaso no eres hijo de Dios? Además, Él te escucha, quoniam bonus...,
Los católicos, hijos de Dios, hablamos con el Padre nuestro que está en los cielos. 115
quoniam in steculum misericordia ejus:
No dejes tu lección espiritual.—La lectura ha hecho muchos santos. 116
porque es bueno, porque su misericordia permanece siempre. 93
Santa pureza
No sabes qué decir al Señor en la oración. No te acuerdas de nada, y, sin embargo, querrías consultarle muchas cosas.— Mira: toma algunas notas, durante el día, de las cuestiones que desee considerar en la presencia de Dios. Y vé con esa nota luego a orar. 97
La santa pureza la da Dios, cuando se pide con humildad. 118 ¡Qué hermosa es la santa pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos de la caridad. La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos con el riego, que es la pureza. Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas estériles convierten las almas en un lodazal, en una charca inmunda, de donde salen vaharadas de soberbia. 119
Después de la oración del sacerdote y de las vírgenes consagradas, la oración más grata a Dios es la de los niños y la de los enfermos. 98 Cuando vayas a orar, que sea éste un firme propósito: ni más tiempo por consolación, ni menos por aridez. 99
La gula es la vanguardia de la impureza. 126
No digas a Jesús que quieres consuelo en la oración.—Si te lo da, agradécelo.—Dile siempre que quieres perseverancia. 100
No quieras dialogar con la concupiscencia: desprecíala. 127
Persevera en la oración.—Persevera, aunque tu labor parezca estéril.—La oración es siempre fecunda. 101
El pudor y la modestia son hermanos pequeños de la pureza. 128
Si no tratas a Cristo en la oración y en el Pan ¿cómo le vas a dar a conocer? 105
Sin la santa pureza no se puede perseverar en el apostolado. 129
Me has dicho alguna vez que pareces un reloj descompuesto, que suena a destiempo: estás frío, seco y árido a la hora de tu oración, y, en cambio, cuando menos era de esperar, en la calle, entre los afanes de cada día, en medio del barullo y alboroto de la ciudad, o en la quietud laboriosa de tu trabajo profesional, te sorprendes orando... ¿A destiempo? Bueno; pero no desaproveches esas campanadas de tu reloj.—El Espíritu sopla donde quiere. 110
Quítame, Jesús, esa corteza roñosa de podredumbre sensual, que recubre mi corazón, para que sienta y siga con facilidad los toques del Paráclito en mi alma. 130 Nunca hables, ni para lamentarte, de cosas o sucesos impuros.—Mira que es materia más pegajosa que la pez.—Cambia de conversación, y, si no es posible, siguela, hablando de la necesidad y hermosura de la santa pureza, virtud de hombres que saben lo que vale su alma. 131
«Minutos de silencio».—Quédese esto para ateos, masones y protestantes, que tienen el corazón seco.
No tengas la cobardía de ser valiente: ¡huye! 132
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Mortificación
Bebamos hasta la última gota del cáliz del dolor, en la pobre vida presente. ¿Qué importa padecer diez años, veinte, cincuenta..., si luego es el cielo para siempre, para siempre... para siempre? Y, sobre todo —mejor que la razón apuntada, propter retributionem—, ¿qué importa padecer, si se padece por consolar, por dar gusto a Dios nuestro Señor, con espíritu de reparación, unido a Él en su Cruz, en una palabra: si se padece por Amor? 182
Si no eres mortificado, nunca serás alma de oración. 172 Esa palabra acertada, el chiste que no salió de tu boca; la sonrisa amable, para quien te molesta; aquel silencio, ante la acusación injusta; tu bondadosa conversación con los cargantes y los inoportunos; el pasar por alto cada día, a las personas que conviven contigo, un detalle y otro fastidiosos e impertinentes... Esto, con perseverancia, sí que es sólida mortificación interior. 173
¡Los ojos! Por ellos entran en el alma muchas iniquidades.—¡Cuántas experiencias a lo David!... Si guardáis la vista, habréis asegurado la guarda de vuestro corazón. 183
No digas: esa persona me carga.—Piensa: esa persona me santifica. 174
¿Para qué has de mirar, si tu mundo lo llevas dentro de ti? 184
Ningún ideal se hace realidad sin sacrificio.—Niégate.—¡Es tan hermoso ser víctima! 175
El mundo admira solamente el sacrificio con espectáculo, porque ignora el valor del sacrificio escondido y silencioso. 185
¡Cuántas veces te propones servir a Dios en algo... y te has de conformar, tan miserable eres, con ofrecerle la rabietilla, el sentimiento de no haber sabido cumplir aquel propósito tan fácil! 176
Hay que darse del todo, hay que negarse del todo; es preciso que el sacrificio sea holocausto. 186 Paradoja: para Vivir hay que morir. 187
No desaproveches la ocasión de rendir tu juicio propio.—Cuesta..., pero ¡qué agradable es a los ojos de Dios! 177
Mira que el corazón es un traidor.—Tenlo cerrado con siete cerrojos. 188
Cuando veas una pobre Cruz de palo, sola, despreciable y sin valor... y sin Crucifijo, no olvides que esa Cruz es tu Cruz: la de cada día, la escondida, sin brillo y sin consuelo..., que está esperando el Crucifijo que le falta: y ese Crucifijo has de ser tú. 178
Todo lo que no te lleve a Dios es un estorbo.—Arráncalo y tíralo lejos. 189 Le hacía el Señor decir a un alma, que tenía un superior inmediato iracundo y grosero: Muchas gracias, Dios mío, por este tesoro verdaderamente divino, porque ¿cuándo encontraré otro que a cada amabilidad me corresponda con un par de coces? 190
Busca mortificaciones que no mortifiquen a los demás. 179 Donde no hay mortificación, no hay virtud. 180
Véncete cada día desde el primer momento, levantándote un punto, a hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza. S i , con la ayuda de Dios, te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de la jornada.
Mortificación interior.—No creo en tu mortificación interior, si veo que desprecias, que no practicas la mortificación de los sentidos. 181
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¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza! 191
penitencia, que te ayudará a obtener la Vida eterna.—En cambio, por conservar esta pobre vida de ahora, ¿no ves cómo los hombres se someten a las mil torturas de una cruenta operación quirúrgica? 224
Siempre sales vencido.—Proponte, cada vez, la salvación de un alma determinada, o su santificación, o su vocación al apostolado... Así, estoy seguro de tu victoria. 192
Tu mayor enemigo eres tú mismo. 225 Trata a tu cuerpo con caridad, pero no con más caridad que la que se emplea con un enemigo traidor. 226
Penitencia Bendito sea el dolor.—Amado sea el dolor.—Santificado sea el dolor... ¡Glorificado sea el dolor! 208
Si sabes que tu cuerpo es tu enemigo, y enemigo de la gloria de Dios, al serlo de tu santificación, ¿por qué le tratas con tanta blandura? 227
¡Qué hermoso es perder la vida por la Vida! 218
Que pasen buena tarde—nos dijeron, como es frecuente—y comentó una alma muy de Dios: ¡qué deseos tan cortos! 228
Jesús sufre, por cumplir la voluntad del Padre... Y tú, que quieres también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podrás quejarte, si encuentras por compañero de camino el sufrimiento? 213
Contigo, Jesús, ¡qué placentero es el dolor y qué luminosa la oscuridad! 229
Di a tu cuerpo: prefiero tener un esclavo a serlo tuyo. 214
Propósitos
¡Qué miedo tiene la gente a la expiación! Si, lo que hacen por bien parecer al mundo, lo hicieran, rectificando la intención, por Dios... ¡qué santos tan grandes serían algunos y algunas! 215
Concreta.— Que no sean tus propósitos luces de bengala, que brillan un instante, para dejar, como realidad amarga, un palistroque negro e inútil, que se tira con desprecio. 247
Si somos generosos en la expiación voluntaria, Jesús nos llenará de gracia para amar las expiaciones que Él nos mande. 221
Haz pocos propósitos.—Haz propósitos concretos.—Y cúmplelos con la ayuda de Dios. 249
¿No te produce mal sabor de boca el deseo de bienestar fisiológico.—Dios le dé salud, hermano—con que ciertos pobres agradecen o reclaman una limosna? 220
¡Mañana!: alguna vez es prudencia: muchas veces es el adverbio de los vencidos. 251 Haz este propósito determinado y firme: acordarte, cuando te den honras y alabanzas, de aquello que te avergüenza y sonroja. Esto es tuyo; la alabanza y la gloria, de Dios. 252
Que tu voluntad exija a los sentidos, mediante la expiación, lo que las otras potencias le nieguen en la oración. 222 ¡Qué poco vale la penitencia sin la continua mortificación! 223
Pórtate bien ahora, sin acordarte de ayer, que ya pasó, y sin preocuparte de mañana, porque no sabes si llegará para ti. 253
¿Tienes miedo a la penitencia...? A la
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Escrúpulos
Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos. 267
Rechaza esos escrúpulos, que te quitan la paz.—No es de Dios lo que roba la paz del alma. Cuando Dios te visita, sentirás la verdad de aquellos saludos: la paz os doy... la paz os dejo..., la paz sea con vosotros...; y esto, en medio de la tribulación. 258
Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día.—Porque te da esto y lo otro,—Porque te han despreciado.—Porque no tienes lo que necesitas, o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya.—Porque creó el sol y la luna y aquel animal y aquella otra planta.—Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso... Dale gracias por todo, porque todo es bueno. 268
¡Todavía los escrúpulos!—Habla con sencillez y claridad a tu Director. Obedece... y no empequeñezcas el Corazón amorosísimo del Señor. 259
Presencia de Dios No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de meterte dentro de cada Sagrario, cuando divises los muros o las torres de las casas del Señor.—Él te espera. No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de rezar a María Inmaculada, una jaculatoria siquiera, cuando pases junto a los lugares donde sabes que se ofende a Cristo. 269
Los hijos... ¡Cómo procuran comportarse dignamente, cuando están delante de sus padres! Y los hijos de Reyes, delante de su padre el Rey, ¡cómo procuran guardar la dignidad de la realeza! Y tú... ¿no sabes que estás siempre delante del Gran Rey, tu Padre-Dios? 265 No tomes una decisión sin detenerte a considerar el asunto delante de Dios. 266
¿No te alegras, si has descubierto, en tu camino habitual por las calles de la urbe, ¡otro Sagrario!? 270
Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo.—Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado. Y está como un Padre amoroso—a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos..., ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando. ¡Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres, diciéndoles, después de una travesura: Ya no lo haré más!—Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo... Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende..., a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien!
Decía un alma de oración: en las intenciones sea Jesús nuestro fin; en los afectos, nuestro Amor; en la palabra, nuestro asunto; en las acciones, nuestro modelo. 271 Ten presencia de Dios y tendrás vida sobrenatural. 278
Vida sobrenatural La gente tiene una visión plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones.—Cuando vivas vida sobrenatural, obtendrás de Dios la tercera dimensión: la altura, y, con ella, el relieve, el peso y el volumen... 279 Si pierdes el sentido sobrenatural de tu
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vida tu caridad será filantropía; tu pureza, decencia; tu mortificación, simpleza; tu disciplina, látigo; y todas tus obras, estériles. 280
tu labor constante, si de veras quieres hacerte santo. 290
El silencio es como el portero de la vida interior. 281
Formación y estudio Al que pueda ser sabio, no le perdonamos que no lo sea. 332
Paradoja: es más asequible ser santo que sabio, pero es más fácil ser sabio que santo. 282
Estudio.—Obediencia: non multa, sed
multum. 333
Distraerte.—¡Necesitas distraerte!..., abriendo mucho tus ojos, para que entren bien las imágenes de las cosas, o cerrándolos casi, por exigencias de tu miopía... ¡Ciérralos del todo!: ten vida interior, y verás, con calor y relieve insospechados, las maravillas de un mundo mejor, de un mundo nuevo: y tratarás a Dios..., y conocerás tu miseria..., y te endiosarás... con un endiosamiento que, al acercarte a tu Padre, te hará más hermano de tus hermanos los hombres. 283
(Estar ocioso es algo que no se comprende en un varón con alma de apóstol.) Oras, te mortificas, trabajas en mil cosas de apostolado..., pero no estudias.—No sirves, entonces, si no cambias. El estudio, la formación profesional que sea, es obligación grave entre nosotros. 334 Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de apostolado. 335
Aspiración: que sea yo bueno y todos los demás mejores que yo. 284
Si has de servir a Dios con tu inteligencia, para ti estudiar es una obligación grave. 336
La conversión es cosa de un instante.— La santificación es obra de toda la vida. 285
¡Ah, si te propusieras servir a Dios seriamente, con el mismo empeño que pones en servir tu ambición, tus vanidades, tu sensualidad!... 364
Nada hay mejor en el mundo que estar en gracia de Dios. 286 Pureza de intención.—La tendrás siempre, sí, siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios. 287
Frecuentas los Sacramentos, haces oración, eres casto... y no estudias... No digas que eres bueno: eres solamente bondadoso. 337
Métete en las Llagas de Cristo Crucificado.—Allí aprenderás a guardar tus sentidos tendrás vida interior, y ofrecerás al Padre de continuo los dolores del Señor y los de María, para pagar por tus deudas y por todas las deudas de los hombres. 288
Antes, como los conocimientos humanos — l a ciencia— eran muy limitados, parecía muy posible que un solo individuo sabio pudiera hacer la defensa y apología de nuestra Santa Fe. Hoy, con la extensión y la intensidad de la ciencia moderna, es preciso que los apologistas se dividan el trabajo, para defender en todos los terrenos científicamente a la Iglesia. T ú . . . no te puedes desentender de esta obligación. 338
Tu impaciencia santa, por servirle, no desagrada a Dios.—Pero será estéril, si no va acompañada de un efectivo mejoramiento en tu conducta diaria. 289 Rectificar.—Cada día un poco.—Esta es
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El manjar más delicado y selecto, si lo come un cerdo (que así se llama, sin perdón) se convierte, a lo más, ¡en carne de cerdo! Seamos ángeles, para dignificar las ideas, al asimilarlas.—Cuando menos, seamos hombres: para convertir los alimentos, siquiera, en músculos nobles y bellos, o quizá en cerebro potente... capaz de entender y adorar a Dios. Pero... ¡no seamos bestias, como tantos y tantos! 367
Una cosa es la santa audacia y otra la frescura laica. 388 La santa audacia es una característica de la vida de infancia. A l pequeño, no le preocupa nada.—Sus miserias, sus naturales miserias, se ponen de relieve sencillamente, aunque todo el mundo le contemple... Esa audacia llevada a la vida sobrenatural, trae este raciocinio: alabanza, menosprecio...: admiración, burla...: honor, deshonor...: salud, enfermedad...: riqueza, pobreza...: hermosura, fealdad... Bien; y eso... ¿qué? 389
¿Te aburres?—Es que tienes los sentidos despiertos y el alma dormida. 368
Ríete del ridículo.—Desprecia el qué dirán. Ve y siente a Dios en ti mismo y en lo que te rodea. Así acabarás por conseguir la santa audacia que precisas, ¡oh paradoja! para vivir con delicadeza de caballero cristiano. 390
No seas pesimista.—¿No sabes que todo cuanto sucede o puede suceder es para bien? Tu optimismo será necesaria consecuencia de tu Fe. 378 Comenzar es de todos; perseverar, de santos. 983
Si tienes la santa audacia, ¿qué te importa del «qué habrán dicho» o del «qué dirán»? 391
No olvidemos que la unidad es síntoma de vida: desunirse es putrefacción, señal cierta de ser un cadáver. 940
Convéncete de que el ridículo no existe, para quien hace lo mejor. 392
Libros: no los compres sin aconsejarte de personas cristianas, doctas y discretas.—Podrías comprar una cosa inútil o perjudicial. ¡Cuántas veces creen llevar debajo del brazo un libro... y llevan una carga de basura! 339
Un hombre, un... caballero transigente, volvería a condenar a muerte a Jesús. 393 La transigencia es señal cierta de no tener la verdad.—Cuando un hombre transige, en cosas de ideal, de honra, o de Fe, ese hombre es un... hombre sin ideal, sin honra y sin Fe. 394
No olvides, hijo, que para ti en la tierra sólo hay un mal, que habrás de temer, y evitar con la gracia divina: el pecado. 386
La santa intransigencia no es intemperancia. 396 Sé intransigente en la doctrina y en tu conducta.—Pero sé blando en la forma.— Maza de acero poderosa, envuelta en funda acolchada. Sé intransigente, pero no seas cerril. 397
El plano de tu santidad El plano de santidad, que nos pide el Señor, está determinado por estos tres puntos: La santa intransigencia, la santa coacción y la santa audacia. 387
La intransigencia no es intransigencia a secas: es «la santa intransigencia». No olvidemos que también hay una «santa coacción». 398
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Si, por salvar una vida terrena, con aplausos de todos, empleamos la fuerza, para evitar que un hombre se suicide..., ¿no vamos a poder emplear la misma coacción — l a santa coacción— para salvar la Vida (con mayúscula) de muchos, que se obstinan en suicidar idiotamente su alma? 399
(No seas pesimista.—¿No sabes que todo cuanto sucede o pueda suceder es para bien?—Tu optimismo será necesaria consecuencia de tu Fe.)
¡Cuántos crímenes se cometen en nombre de la justicia! Si tú vendieras armas de fuego y alguien te diera el precio de una de ellas, para matar con esa arma a tu madre, ¿se la venderías?... Pues ¿acaso no te daba su justo precio?... Catedrático, periodista, político, hombre de diplomacia: meditad. 400
Si salen las cosas bien, alegrémonos, bendiciendo a Dios, que pone el incremento.—¿Salen mal?—Alegrémonos, bendiciendo a Dios, que nos hace participar de su dulce Cruz. 658
La verdadera virtud no es triste y antipática, sino amablemente alegre. 657
La alegría que debes tener no es esa, que podríamos llamar fisiológica, de animal sano, sino otra sobrenatural, que procede de abandonar todo y abandonarte en los brazos amorosos de nuestro Padre.—Dios. 659
¡Dios y audacia!—La audacia no es imprudencia.—La audacia no es osadía. 401 No pidas a Jesús perdón tan sólo de tus culpas: no le ames con tu corazón solamente... Desagravíale por todas las ofensas que le han hecho, le hacen y le harán..., ámale con toda la fuerza de todos los corazones de todos los hombres que más le hayan querido. Sé audaz: dile que estás más loco por Él que María Magdalena, más que Teresa y Teresita..., más chiflado que Agustín y Domingo y Francisco, más que Ignacio y Javier. 402
No confundamos los derechos del cargo con los de la persona.—Aquellos no pueden ser renunciados. 407 Santurrón es a santo, lo que beato a piadoso: su caricatura. 408 No pensemos que valdrá de algo nuestra aparente virtud de santos, si no va unida a las corrientes virtudes de cristianos. Esto sería adornarse con espléndidas joyas sobre los paños menores. 409 Que tu virtud no sea una virtud sonora. 410
Ten todavía más audacia y, cuando necesites algo, partiendo siempre del «Fiat», no pidas: di «Jesús, quiero esto o lo otro», porque así piden los niños. 403
Muchos falsos apóstoles, a pesar de ellos mismos, hacen bien a la masa, al pueblo, por la virtud misma de la doctrina de Jesús que predican, aunque no la practiquen. Pero no se compensa, con éste bien, el mal enorme y efectivo que producen matando almas de caudillos, de apóstoles, que se apartan, asqueadas, de quienes no hacen lo que enseñan a los demás. Por eso, si no quieren llevar una vida íntegra, no deben ponerse jamás en primera fila, como jefes de grupo, ni ellos, ni ellas. 411
¡Has fracasado!—Nosotros no fracasamos nunca.—Pusiste del todo tu confianza en Dios.—No perdonaste, luego, ningún medio humano. Convéncete de esta verdad: el éxito tuyo —ahora y en esto—era fracasar.—Da gracias al Señor y ¡a comenzar de nuevo! 404 ¿Que has fracasado?—Tú—estás bien convencido—no puedes fracasar. No has fracasado: has adquirido experiencia.—¡Adelante! 405
Que el fuego de tu Amor no sea un fue-
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go fatuo.—Ilusión, mentira de fuego, que ni prende en llamaradas lo que toca, ni da calor. 412
¿Saber que me quieres tanto, Dios mío, y . . . no me he vuelto loco? 425 En Cristo tenemos todos los ideales: porque es Rey, es Amor, es Dios. 426
Caridad
Señor: que tenga peso y medida en todo... menos en el Amor. 427
¡No hay más amor que el Amor! 417 Si el Amor, aun el amor humano, da tantos consuelos aquí, ¿qué será el Amor en el cielo? 428
El secreto para dar relieve a lo más humilde, y aun a lo más humillante, es amar. 418
Todo lo que se hace por Amor, adquiere hermosura y se ennoblece. 429
Niño.—Enfermo.—Al escribir estas palabras, ¿no sentís la tentación de ponerlas con mayúscula? Es que, para un alma enamorada, los niños y los enfermos son Él. 419
Jesús, que sea yo el último en todo... y el primero en el Amor. 430 No temas a la Justicia de Dios.—Tan admirable y tan amable es, en Dios, la Justicia como la Misericordia: las dos son pruebas del Amor. 431
¡Qué poco es una vida, para ofrecerla a ios!... 420 Un amigo es un tesoro. Pues... ¡un A m i go!..., que donde está tu tesoro allí está tu corazón. 421
Considera lo más hermoso y grande de la tierra..., lo que place al entendimiento y a las otras potencias..., y lo que es recreo de la carne y de los sentidos... Y el mundo, y los otros mundos, que brillan en la noche: el Universo entero.—Y eso, junto con todas las locuras del corazón satisfechas..., nada vale, es nada y menos que nada al lado de ¡este Dios mío!— ¡tuyo!—tesoro infinito, margarita preciosísima, humillado, hecho esclavo, anonadado con forma de siervo en el portal donde quiso nacer, en el taller de José, en la Pasión y en la muerte ignominiosa... y en la locura de Amor de la Sagrada Eucaristía. 432
Jesús es tu amigo.—El Amigo.—Con cozón de carne, como el tuyo.—Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro... y tanto como a Lázaro, te quiere a ti. 422 Dios mío, te amo, pero... ¡enséñame a ar! 423 Hacedlo todo por Amor.—Así no hay isas pequeñas: todo es grande.—La perseerancia en las cosas pequeñas, por Amor, s heroísmo. 813 y 429
Vive de Amor, y vencerás siempre— aunque seas vencido—en las Navas y los Lepamos de tu lucha interior. 433
Castigar por Amor: este es el secreto ra elevar a un plano sobrenatural la pena impuesta a quienes la merezcan. Por amor de Dios, a quien se ofende, sirva la pena de expiación: por amor del prójimo por Dios, sirva la pena, jamás de venganza, sino de medicina saludable. 424
Humildad de Jesús: en Belén, en Nazaret, en el Calvario... Pero más humillación y más anonadamiento en la Hostia Santísima: más que en el establo, y que en Nazaret y que en la Cruz. Por eso, ¡qué obligado estás a amar la Misa! (Nuestra Misa, Jesús...) 533
Un pequeño acto, hecho por Amor, ¡cuánto vale! 814
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a algunas—la injusticia de los justos! 450
Deja que se vierta tu corazón en efusiones de Amor y de agradecimiento, al considerar cómo la gracia de Dios te saca libre cada día de los lazos que te tiende el enemigo. 434
No queramos juzgar.—Cada uno ve las cosas desde su punto de vista... y con su entendimiento, bien limitado casi siempre, y oscuros o nebulosos, con tinieblas de apasionamiento, sus ojos, muchas veces. Además, lo mismo que la de esos pintores modernistas, es la visión de ciertas personas tan subjetiva y tan enfermiza, que trazan unos rasgos arbitrarios asegurándonos que son nuestro retrato, nuestra conducta... ¡Qué poco valen los juicios de los hombres!—No juzguéis, sin tamizar vuestro juicio en la oración. 451
Timor Domini sanctus.—Santo es el temor de Dios.— Temor que es veneración del hijo para su Padre, nunca temor servil, porque tu Padre-Dios no es un tirano. 435 Dolor de Amor.—Porque El es bueno.— Porque es tu Amigo, que por ti dio su Vida.—Porque todo lo bueno que tienes es suyo.—Porque le has ofendido tanto... Porque te ha perdonado... ¡Él!... ¡¡a ti!! Llora, hijo mío, de dolor de Amor. 436
Esfuérzate, si es preciso, en perdonar siempre a quienes te ofendan, desde el primer instante, ya que, por grande que sea el perjuicio o la ofensa que te hagan, más te ha perdonado Dios a ti. 452
Cuando hayas terminado tu trabajo, haz el de tu hermano, ayudándole, por Cristo, con tal delicadeza y naturalidad que ni el favorecido se dé cuenta de que estás haciendo más de lo que en justicia debes. ¡Esto sí que es fina virtud de hijo de Dios! 440
¿Murmuras? —Pierdes, entonces, nuestro espíritu y, si no aprendes a callar, cada palabra es un paso que te acerca a la puerta de salida. 453
Te duelen las faltas de caridad del prójimo para ti.—¿Cuánto dolerán a Dios tus faltas de caridad—de Amor—para Él? 441
No juzguéis sin oír a las dos partes.— M u y fácilmente, aun las personas que se tienen por piadosas, se olvidan de esta norma de prudencia elemental. 454
No admitas un mal pensamiento de nadie, aunque las palabras u obras del interesado den pie para juzgar así razonablemente. 442
¿Sabes el daño que puedes ocasionar, al tirar lejos una piedra, si tienes los ojos vendados?—Tampoco sabes el perjuicio que puedes producir, a veces grave, al lanzar frases de murmuración, que te parecen levísimas, porque tienes los ojos vendados por la desaprensión o por el acaloramiento. 455
No hagas crítica negativa: cuando no puedas alabar, cállate. 443 Nunca hables mal de tu hermano, aunque tengas sobrados motivos.—Ve primero al Sagrario, y luego ve al sacerdote, tu padre, y desahoga también tu pena con él.—Y con nadie más. 444
Hacer crítica, destruir, no es difícil: el último peón de albañilería sabe hincar su herramienta en la piedra noble y bella de una catedral. Construir: esta es labor que requiere maestros. 456
La murmuración es roña que ensucia y entorpece el apostolado.—Va contra la caridad, resta fuerzas, quita la paz, y hace perder la unión con Dios. 445
¿Quién eres tú para juzgar el acierto del superior? ¿No ves que él tiene más elementos de juicio que tú; más experiencia; más
¡Cuánto duele a Dios y cuánto daña a muchas almas—y cuánto puede santificar
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La Virgen
rectos, sabios y desapasionados consejeros; y sobre todo, más gracia, una gracia especial, gracia de estado, que es luz y ayuda poderosa de Dios? 457
El amor a nuestra Madre será soplo que encienda en lumbre viva las brasas de virtudes que están ocultas en el rescoldo de tu tibieza. 492
Los medios
Ama a la Señora, y Ella te obtendrá gracia abundante para vencer, en esta lucha cotidiana.—Y no servirán de nada al maldito esas cosas perversas, que suben y suben, hirviendo dentro de ti, hasta querer anegar con su podredumbre bienoliente los grandes ideales, los mandatos sublimes que Cristo mismo ha puesto en tu corazón.—¡Serviam! 493
Pero... ¿y los medios?—Son los mismos de Pedro y de Pablo, de Domingo y Francisco, de Ignacio y Javier: el Crucifijo y el Evangelio... ¿Acaso te parecen pequeños? 470 En las empresas de apostolado, está bien —es un deber—que consideres tus medios terrenos (2 + 2 = 4), pero no olvides ¡nunca! que has de contar, por fortuna, con otro sumando: Dios + 2 + 2... 471
Sé de María y serás nuestro. 494 A Jesús siempre se va y se vuelve por María. 495 ¡Cómo gusta a los hombres que les recuerden su parentesco con personajes de la literatura, de la política, de la milicia, de la Iglesia!... Canta ante la Virgen Inmaculada, recordándole: Dios te salve, María, Hija de Dios Padre: Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo: Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo... ¡Más que tú, sólo Dios! 496
Sirve a tu Dios con rectitud, séle fiel... y no te preocupes de nada: porque es una gran verdad que «si buscas el reino de Dios y su justicia, Él te dará lo demás—lo material, los medios—por añadidura». 472 Echa lejos de ti esa desesperanza, que te produce el conocimiento de tu miseria.— Es verdad: por tu prestigio económico, eres un cero..., por tu prestigio social, otro cero..., y otro por tus virtudes, y otro por tu talento... Pero a la derecha de esas negaciones está Cristo... Y ¡qué cifra inconmensurable resulta! 473
D i : Madre mía—tuya, porque eres suyo por muchos títulos—, que tu amor me ate a la Cruz de tu Hijo: que no me falte la Fe, ni la valentía, ni la audacia, para cumplir la Voluntad de nuestro Jesús. 497 Todos los pecados de tu vida parece como si se pusieran de pie.—No desconfíes.—Por el contrario, llama a tu Madre Santa María, con fe y abandono de niño.— Ella traerá el sosiego a tu alma. 498
Que eres... nadie.—Que otros han levantado y levantan ahora maravillas de organización, de prensa, de propaganda.— Que tienen todos los medios, mientras tú no tienes ninguno?... Bien: Acuérdate de Ignacio. Ignorante, entre los doctores de A l c a lá.—Pobre, pobrísimo entre los estudiantes de París.—Perseguido, calumniado... Es el camino: ama y cree y ¡sufre!: tu Amor y tu Fe y tu Cruz son los medios infalibles, para poner por obra y para eternizar las ansias de apostolado que llevas en tu corazón. 474
Devociones Huyamos de la rutina como del mismo demonio.—El gran medio para no caer en ese abismo, sepulcro de la verdadera piedad, es la continua presencia de Dios. 551
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Ten pocas devociones particulares, pero constantes. 552
válvulas por donde se expansiona el fuego de las almas que viven vida de Dios.)
No olvides tus oraciones de niño, aprendidas quizá de labios de tu madre.—Recítalas cada día con sencillez, como entonces. 553
(Hazlo todo con desinterés, por puro Amor, como si no hubiera premio ni castigo.—Pero fomenta en tu corazón la gloriosa esperanza del cielo.)
San José, Padre de Cristo, es también tu Padre y tu Señor.—Acude a él. 559
Sientes una fe gigante... El que de da esa fe, te dará los medios. 577
Ten confianza con tu Ángel Custodio.— Trátalo como un entrañable amigo—lo es—y él sabrá hacerte mil servicios, en los asuntos ordinarios de cada día. 562
(¡Qué lejos estás de Jesús, si no eres humilde..., aunque tus disciplinas florezcan cada día rosas nuevas!) No olvidemos que hasta las medianías pueden pecar por demasiado sabias. 351
Gánate al Ángel Custodio de aquel, a quien quieras traer a nuestro apostolado. —Es siempre un gran cómplice. 563
Cuando percibas los aplausos del triunfo, que suenen también en tus oídos las risas que provocaste con tus fracasos. 589
Si tuvieras presentes a tu Ángel y a los Custodios de tus prójimos, evitarías muchas tonterías que se deslizan en tu conversación. 564
No quieras ser como aquella veleta dorada del gran edificio: por mucho que brille y por alta que esté, no importa para la solidez de la obra.—Ojalá seas como un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra, donde nadie te vea: por ti no se derrumbará la casa. 590
Las ánimas benditas del purgatorio.— Por caridad, por justicia, y por un egoísmo disculpable—¡pueden tanto delante de Dios! —tenias muy en cuenta en tus sacrificios y en tu oración. Ojalá, cuando las nombres, puedas decir: «mis buenas amigas, las almas del purgatorio»... 571
Cuanto más me exalten, Jesús mío, humíllame más en mi corazón, haciéndome saber lo que he sido y lo que seré, si tú me dejas. 591
Gracias, Dios mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón. 573
No olvides que eres... el depósito de la basura.—Por eso, si acaso el Jardinero divino echa mano de ti, y te friega y te limpia... y te llena de magníficas flores..., ni el aroma ni el color, que embellecen tu fealdad, han de ponerte orgulloso. Humíllate: ¿no sabes que eres el cacharro de los desperdicios? 592
Virtudes Algunos pasan por la vida como por un túnel, y no se explican el esplendor y la seguridad y el calor del sol de la fe. 575
Cuando te veas como eres, ha de parecerte natural que te desprecien. 593
¡Con qué infame lucidez arguye satanás contra nuestra Fe Católica! Pero, digámosle siempre, sin entrar en discusiones: yo soy hijo de la Iglesia. 576
No eres humilde cuando te humillas, sino cuando te humillan y lo llevas por Cristo. 594
(Los actos de Fe, Esperanza y Amor son
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Si te conocieras, te gozarías en el desprecio, y lloraría tu corazón ante la exaltación y la alabanza. 595
(Si eres tan miserable, ¿cómo te extraña que los demás tengan miserias?) (Jesús... callado.—Jesús autem tacebat.—¿Por qué hablas tú, para consolarte o para sincerarte? Calla.—Busca la alegría en los desprecios: siempre te harán menos de los que mereces.—Puedes, tú, acaso, preguntar: ¿Quid enim malifeci?: ¿Qué mal he hecho?)
No te duela que vean tus faltas; la ofensa de Dios y la desedifícación que puedas ocasionar, eso te ha de doler. Por lo demás, que sepan cómo eres y te desprecien.—No te cause pena ser nada, porque así Jesús tiene que ponerlo todo en ti. 596
No amas la pobreza, si no amas lo que la pobreza lleva consigo. 637
Si obraras conforme a los impulsos que sientes en tu corazón y a los que la razón te dicta, estarías de continuo con la boca en tierra, en postración, como un gusano sucio, feo y despreciable... delante de ¡ese Dios!, que tanto te va aguantando. 597
(Nunca des tu parecer, si no te lo piden, aunque pienses que esta opinión tuya es la más acertada.) En los trabajos de apostolado no hay desobediencia pequeña. 614
¡Qué grande es el valor de la humildad!—Quia respexit humillitatem... Por encima de la fe, de la caridad, de la pureza inmaculada, reza el himno gozoso de nuestra Madre en la casa de Zacarías: «porque vio mi humildad, he aquí que, por esto, me llamarán bienaventurada todas las generaciones». 598
Templa tu voluntad, viriliza tu voluntad: que sea, con la gracia de Dios, como un espolón de acero.—Sólo teniendo una fuerte voluntad, sabrás no tenerla, para obedecer. 615 Tu talento, tu simpatía, tus condiciones... se pierden: no te dejan aprovecharlas.—Piensa bien estas palabras de un autor espiritual: «No se pierde el incienso que se ofrece a Dios.—Más honrado es el Señor con el abatimiento de tus talentos, que con el vano uso de ellos». 684
Eres polvo sucio y caído.—Aunque el soplo del Espíritu Santo te levante sobre las cosas todas de la tierra y haga que brilles como oro, al reflejar en las alturas con tu miseria los rayos soberanos del Sol de Justicia, no olvides la pobreza de tu condición. Un instante de soberbia te volvería al suelo, y dejarías de ser luz para ser lodo. 599
Por esa tardanza, por esa pasividad, por esa resistencia tuya para obedecer, ¡cómo se resiente el apostolado y cómo se goza el enemigo! 616
¿Tú..., soberbia?—¿De qué? 600 ¿Soberbia?—¿Por qué?... Dentro de poco—años, días—serás un montón de carroña hedionda: gusanos, licores malolientes, trapos sucios de la mortaja..., y nadie, en la tierra, se acordará de ti. 601
Obedeced, como en manos del artista obedece un instrumento—que no se para a considerar por qué hace esto o lo otro—, seguros de que nunca se os mandará cosa que no sea buena y para toda la gloria de Dios. 617
Tú, sabio, renombrado, elocuente, poderoso: si no eres humilde nada vales.—Corta, arranca ese «yo», que tienes en grado superlativo,—Dios te ayudará—y entonces podrás comenzar a trabajar por Cristo, en el último lugar de tu ejército de apóstoles. 602
El enemigo: ¿obedecerás... hasta en ese detalle ridículol Tú, con la gracia de Dios: obedeceré... hasta en ese detalle heroico. 618
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y rubíes empapados en la sangre viva y redentora de tu Dios, que son el precio y el tesoro de tu eternidad. 708
Esto de aquí es un continuo acabarse: aún no empieza el placer y ya se termina. 753 Todas las cosas de este mundo no son más que tierra.—Ponías en un montón bajo tus pies y estarás más cerca del cielo. 676
Cuando venga el sufrimiento, el desprecio..., la Cruz, has de considerar: ¿qué es esto para lo que yo merezco? 690
Oro, plata, joyas..., tierra, montones de estiércol.—Goces, placeres sensuales, satisfacción de apetitos..., como una bestia, como un burro, como un cerdo, como un gallo, como un toro. Honores, distinciones, títulos..., cosas de aire, hinchazones de soberbia, mentiras, nada. 677
¿Oyes?—En otro estado, en otro lugar, en otro grado y oficio harías mucho mayor bien.—¡Para hacer lo que haces, no hace falta talento!... Pues yo te digo: donde te han puesto agradas a Dios..., y eso, que venías pensando, es claramente sugestión infernal. 709
No pongas tus amores aquí abajo.—Son amores egoístas... Los que amas se apartarán de ti, con miedo y asco, a las pocas horas de llamarte Dios a su presencia.— Otros son los amores que perduran. 678
¿Estás sufriendo una gran tribulación? —¿Tienes contradicciones? D i , muy despacio como paladeándola, esta oración recia y viril. «Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios, sobre todas las cosas.—Amén.—Amén.» Yo te aseguro que alcanzarás la paz. 691
Tribulaciones El vendaval de la persecución es bueno.—¿Qué se pierde?... No se pierde lo que está perdido.—Cuando no se arranca el árbol de cuajo—y el árbol de la Iglesia no hay viento ni huracán que pueda arrancarlo—solamente se caen las ramas secas... y esas bien caídas están. 685
Te apuras y entristeces, porque tus Comuniones son frías, llenas de aridez.— Cuando vas al Sacramento, dime: ¿te buscas a ti, o buscas a Jesús?—Si te buscas a ti, motivo tienes para entristecerte... Pero, si —como debes— buscas a Cristo, ¿quieres señal más segura que la Cruz, para saber que le has encontrado? 710
Conforme: aquella persona ha sido mala contigo.—Pero, ¿no has sido tú peor con Dios? 686
Otra caída... y ¡qué caída!... ¿Desesperarte?... No: humillarte y acudir, por María, tu Madre, al Amor Misericordioso de Jesús.—Un miserere y ¡arriba ese corazón!—A comenzar de nuevo. 711
No te turbes, si, al considerar las maravillas del mundo sobrenatural, sientes la otra voz —íntima, insinuante— del hombre viejo. Es «el cuerpo de muerte», que clama por sus fueros perdidos... Te basta la gracia: sé fiel y vencerás. 707
¡Muy honda es tu caída!—Comienza los cimientos desde ahí abajo.—Sé humilde.—
Cor contritum et humiliatum Deus non despides: no despreciará Dios un corazón contrito y humillado. 712
El mundo, el demonio y la carne son unos aventureros que, aprovechándose de la debilidad del salvaje que llevas dentro, quieren que, a cambio del pobre espejuelo de un placer —que nada vale—, les entregues el oro fino y las perlas y los brillantes
¡Bienaventuradas malaventuradas de la tierra!—Pobreza, lágrimas, odios, injusticia, deshonra... Todo lo podrás en Aquel que te confortará! 717
522
¡Oh, Jesús!—Descanso en ti. 732
Sufres en esta vida de aquí..., que es un sueño... corto.—Alégrate: porque te quiere mucho tu Padre-Dios, y, si no pones obstáculos, tras este sueño malo, te dará un buen despertar. 692
Confía siempre en tu Dios.—Él no pierde batallas. 733
Te duele que no te agradezcan aquel favor. Respóndeme a estas dos preguntas: ¿tan agradecido eres tú con Cristo Jesús?... ¿has sido capaz de hacer ese favor, buscando el agradecimiento en la tierra? 693
La muerte «Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas».—Luego ¿el hombre pecador tiene su hora?—Sí..., y Dios su eternidad! 734
Sufres... y no querrías quejarte.—No importa que te quejes —es la reacción natural de la pobre carne nuestra—, mientras tu voluntad quiera en ti, ahora y siempre, lo que quiera Dios. 718
Si eres apóstol, la muerte será para ti una buena amiga, que te facilita el camino. 735 ¿Has visto, en una tarde triste de otoño, caer las hojas muertas? Así caen cada día las almas en la eternidad: un día, la hoja caída serás tú. 736
(¿Te riñen?—No te enfades, como te aconseja tu soberbia.—Piensa: ¡qué caridad tienen conmigo! ¡lo que se habrán callado!)
No has oído con qué tono de tristeza se lamentan los mundanos de que «cada día que pasa es morir un poco»? Pues, yo te digo: alégrate—alma de apóstol—porque cada día que pasa te aproxima a la Vida. 737
Esa trepidación de tu espíritu, la tentación, que te envuelve, es como una venda sobre los ojos de tu alma. Estás a oscuras.—No te empeñes en andar solo, porque, solo, caerás.—Ve a tu Director —a tu Superior— y él hará que oigas aquellas palabras de Rafael Arcángel a Tobías: «Forti animo esto, in próximo est ut a Deo cureris»: en ánimo, que pronto te curará Dios. Sé obediente, y caerán las escamas, caerá la venda de tus ojos, y Dios te llenará de gracia y de paz. 715
A los otros, la muerte les para y sobrecoge.—A nosotros, la muerte—la Vida—nos anima y nos impulsa. Para ellos es el fin: para nosotros, el Principio. 738 No tengas miedo a la muerte.—Acéptala, desde ahora, generosamente... cuando Dios quiera..., donde Dios quiera.—No lo dudes: vendrá en el tiempo, en el lugar y del modo que más te convenga..., enviada por tu Padre-Dios.—¡Bienvenida sea nuestra hermana la muerte! 739
Si se tambalea tu edificio espiritual, si todo te parece estar en el aire..., apóyate en la confianza filial en Jesús y en María, piedra firme y segura sobre la que debiste edificar desde el princpio. 721 Toda nuestra fortaleza es prestada. 728 ¡Oh, Dios mío: cada día estoy menos seguro de mí y más seguro de ti! 729
La voluntad de Dios
Si no le dejas, Él no te dejará. 730 Nosotros somos piedras, sillares, que se mueven, que sienten, que tienen una libérrima voluntad. Dios mismo es el cantero que nos quita
Espéralo todo de Jesús: tú no tienes nada; no vales nada, no puedes nada.—Él obrará, si en Él te abandonas. 731
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No caigas en un círculo vicioso: tú piensas: cuando se arregle esto así o del otro modo, seré muy generoso con mi Dios. ¿Acaso Jesús no está esperando que seas generoso sin reservas, para arreglar Él las cosas mejor de lo que imaginas? Propósito firme, lógica consecuencia: en cada instante de cada día, trataré de cumplir con generosidad la Voluntad de Dios. 776
las esquinas, arreglándonos, modificándonos, según Él desea, a golpe de martillo y de cincel. No queramos apartarnos, no queramos esquivar su Voluntad, porque, de cualquier modo, no podremos evitar los golpes.—Sufriremos más e inútilmente, y, en lugar de la piedra pulida y dispuesta para edificar, seremos un montón informe de grava, que pisarán las gentes con desprecio. 756
Es cuestión de segundos... Pregúntate antes de comenzar cualquier negocio: ¿Qué quiere Dios de mí, en este asunto? Y, con la gracia divina, ¡hazlo! 778
¿Resignación?... ¿Conformidad?... ¡Querer la Voluntad de Dios! 757 La aceptación rendida de la Voluntad de Dios trae necesariamente el gozo y la paz: la felicidad en la Cruz.—Entonces se ve que el yugo de Cristo es suave y que su carga no es pesada. 758
La gloría de Dios Hay que dar gloria a Dios, sin tomarnos anticipos (mujer, hijos, honores...) de esa gloria de que gozaremos plenamente con Él en la Vida... Además, Él es generoso... Da el ciento por uno: y esto es verdad hasta en los hijos.—Nos privamos de ellos por su gloria: y tendremos miles de hijos de nuestro espíritu.—Hijos como nosotros lo somos del Padre nuestro, que está en los cielos. 779
Acto de identificación con la Voluntad de Dios: ¿Lo quieres, Señor?... ¡Yo también lo quiero! 762 Cuanto más se acerca uno a Dios se siente más universal: se agranda el corazón, para que quepan todos y todo, en los deseos de poner el universo a los pies de Jesús. 764
D E O O M N I S GLORIA.—Para Dios toda la gloria.—Es una confesión categórica de nuestra nada. Él, Jesús, lo es todo. Nosotros, sin Él, nada valemos: nada. Nuestra vanagloria sería eso: gloria vana: sería un robo sacrilego: el yo no debe aparecer en ninguna parte. 780
Más quiero tu Voluntad, Dios mío, que, no cumpliéndola—si pudiera ser tal disparate—, la misma gloria. 765 No eres menos feliz porque te falta que si te sobrara. 770 Dios exalta a quienes cumplen su Voluntad en lo mismo en que los humilló. 771
¿Cómo te atreves a emplear ese chispazo del entendimiento divino, que es tu razón, en otra cosa que no sea dar gloria a tu Señor? 782
Pregúntate muchas veces al día: ¿hago, en este momento, lo que debo hacer? 772 Jesús, lo que tú quieras... yo lo amo. 773
Si la vida no tuviera por fin dar gloria a Dios, sería despreciable, más aún: aborrecible. 783
Escalones: Resignarse con la Voluntad de Dios: Conformarse con la Voluntad de Dios: Querer la Voluntad de Dios: Amar la Voluntad de Dios. 774
Da toda la gloria a Dios.—Exprime con tu voluntad, ayudado por la gracia, cada una de tus acciones, para que en ellas no quede nada que huela a humana soberbia, a complacencia de tu yo. 784
Señor, si es tu Voluntad, haz de mi pobre carne un Crucifijo. 775
524
Que ningún afecto te ate a la tierra, fuedel deseo divinísimo de dar gloria a Crisy por Él y con Él y en Él, al Padre y al Espíritu Santo. 786 Pureza de intención.—Las sugestiones de la soberbia y los ímpetus de la carne los conoces pronto... y peleas y, con la gracia, vences. Pero los motivos que te llevan a obrar, aun en las acciones más santas, no te pareen claros... y sientes una voz allá dentro ue te hace ver razones humanas..., con tal sutileza, que se infiltra en tu alma la intranquilidad de pensar que no trabajas—como ebes hacerlo—por puro Amor, sola y exclusivamente por dar a Dios toda su gloria. Reacciona enseguida, cada vez, y di: «Señor, para mí nada quiero.—Todo para tu gloria y por Amor. 788
Proselitismo
¿Razones?... ¿Qué razones humanas daría el pobre Ignacio al sabio Xavier? 798 Querrías atraer a tu apostolado a aquel hombre sabio, a aquel otro poderoso, a aquel lleno de prudencia y virtudes. Ora, ofrece sacrificios y trabájalos con tu ejemplo y con tu palabra.—¡No vienen!—No pierdas la paz: es que no hacen falta. ¿Crees que no habría contemporáneos de Pedro, sabios, y poderosos, y prudentes, y virtuosos, fuera del apostolado de los primeros doce? 802
Discreción De callar no te arrepentirás nunca: de hablar, muchas veces. 639 ¿Cómo te atreves a encarecer que te guarden el secreto..., si esta advertencia es la señal de que no has sabido guardarlo tú? 640
¡No gritaríais de buena gana a la juvend que bulle alrededor vuestro: ¡locos!, dead esas cosas pequeñas, que achican el orazón... y muchas veces lo envilecen..., 'ejad eso y venid con nosotros tras el rior! 790
No pongas fácilmente de manifiesto la intimidad de tu apostolado: ¿no ves que el mundo está lleno de egoístas incomprensiones? 643
Proselitismo.—Es la señal cierta del cieo verdadero. 793
Calla: No olvides que tu ideal es como una lucecica recién encendida.—Puede bastar un soplo para apagarla en tu corazón. 644
Sembrar.—Salió el sembrador... Siemra a voleo, alma de apóstol.—El viento de " gracia arrastrará tu semilla, si el surco donde cayó no es digno... Siembra y está ierto de que la simiente arraigará y dará su to. 794 Con el buen ejemplo, se siembra buena semilla; y la caridad obliga a sembrar a todos. 795 Pequeño amor es el tuyo, si no sientes el celo por la salvación de todas las almas. —Pobre amor es el tuyo, si no tienes ansias de pegar tu locura a otros apóstoles. 796
Táctica Eres, entre los tuyos—alma de apóstol—, la piedra caída en el lago.—Produces, con tu ejemplo y tu palabra, un primer círcul o . . . y éste, otro... y otro, y otro... Cada vez más ancho. ¿Comprendes ahora la grandeza de tu misión? 831 ¡Qué afán hay en el mundo por salirse de su sitio!—¿Qué pasaría, si cada hueso, cada
músculo del cuerpo humano quisiera ocupar puesto distinto del que le pertenece? No es otra la razón del malestar del mundo. Persevera en tu lugar, hijo mío: desde ahí ¡cuánto podrás trabajar por el reinado efectivo de Nuestro Señor! 832
(A fin de cuentas—no lo dudes—con todos ellos estás en deuda, porque entre todos te han santificado.)
¡Caudillos!... Viriliza tu voluntad, para que Dios te haga caudillo. ¿No ves cómo proceden las malditas sociedades secretas? Nunca han ganado a las masas.—En sus antros, forman unos cuantos hombres— demonios, que se agitan y revuelven a las muchedumbres, alocándolas, para hacerlas ir tras ellos, al precipicio de todos los desórdenes... y al infierno.—Ellos llevan una simiente maldecida.
¿Levantar magníficos edificios?... ¿Construir palacios suntuosos?... Que los levanten... Que los construyan... ¡Almas!—¡Vivificar almas..., para aquellos edificios... y para estos palacios! ¡Qué hermosas casas nos preparan! 844
Si tú quieres..., llevarás la Palabra de Dios, bendita mil y mil veces, que no puede faltar. Si eres generoso..., si correspondes, con tu santificación personal, obtendrás de los demás: el reinado de Cristo: que «omnes
No cuentes hechos de tu apostolado, como no sea para provecho del prójimo. 839
No os preocupe si, por vuestras obras, os conocen.—Es el buen olor de Cristo. — A d e m á s , trabajando siempre exclusivamente por Él, alegraos de que se cumplan aquellas palabras de la Escritura: «Que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.» 842
cum Pettv, ad Jesum per Mariam». 833 Servir de altavoz al enemigo es una idiotez soberana; y, si el enemigo es enemigo de Dios, es un gran pecado. 836 ¡Galopar, galopar!... ¡Hacer, hacer!... Fiebre, locura de moverse... Maravillosos edificios materiales... Espiritualmente: tablas de cajón, percalinas, cartones repintados... ¡galopar!, ¡hacer!—Y mucha gente corriendo: ir y venir. Es que trabajan con vista al momento de ahora: están siempre en presente.—Tú... has de ver las cosas con ojos de eternidad, teniendo en presente el final y el pasado... Quietud.—Paz.—Vida intensa dentro de ti. Sin galopar, sin la locura de cambiar de sitio, desde el lugar que en la vida te corresponde, como una poderosa máquina de electricidad espiritual, ¡a cuántos darás luz y energía!..., sin perder tu vigor y tu luz. 837 No tengas enemigos.—Ten solamente amigos: amigos... de la derecha—si te hicieron o quisieron hacerte bien—y... de la izquierda—si te han perjudicado o intentaron perjudicarte. 838
Encaucemos las imprudencias providenciales de la juventud. 851
Infancia espiritual Procura conocer la «vía de infancia espiritual», sin forzarte a seguir ese camino. —Deja obrar al Espíritu Santo. 852 Camino de infancia.—Abandono.—Niñez espiritual.—Todo esto no es una bohena, sino una fuerte y sólida vida cristiana. 853 En la vida espiritual de infancia, las cosas que dicen o hacen los «niños» nunca son niñerías, ni puerilidades. 854 La infancia espiritual no es memez espiritual, ni blandenguería: es camino cuerdo y recio que, por su difícil facilidad, el alma ha de comenzar y seguir llevada de la mano de Dios. 855 La infancia espiritual exige la sumisión del entendimiento, más difícil que la sumi-
sión de la voluntad.—Para sujetar el entendimiento, se precisa, además de la gracia de Dios, un continuo ejercicio de la voluntad, que niega, como niega a la carne, una y otra vez y siempre, dándose, por consecuencia, la paradoja de que quien sigue el «Caminito de infancias», para hacerse niño, necesita robustecer y virilizar su voluntad. 856
Niño bueno: ofrécele el trabajo de aquellos obreros, que no le conocen: ofrécele la alegría natural de los pobres chiquitines, que frecuentan las escuelas malvadas... 866
Ser pequeño: Las grandes audacias son siempre de los niños.—¿Quién pide... la luna?—¿Quién no repara en peligros, para conseguir su deseo? Poned en un niño así, mucha gracia de Dios, el deseo de hacer su Voluntad (de Dios), mucho amor a Jesús, toda la ciencia humana que su capacidad le permita adquirir... y tendréis retratado el carácter de los apóstoles de ahora, tal como indudablemente Dios los quiere. 857
Sé pequeño, muy pequeño.—No tengas más que dos años de edad, tres a lo sumo.—Porque los niños mayores son unos picaros, que ya quieren engañar a sus padres con inverosímiles mentiras. Es que tienen la maldad, el jomes del pecado, pero les falta la experiencia del mal, que les dará la ciencia de pecar, para cubrir con apariencia de verdad lo falso de sus engaños.—Han perdido la sencillez, y la sencillez es indispensable para ser chicos delante de Dios. 868
Los niños no tienen nada suyo, todo es de sus padres..., y tu Padre sabe siempre muy bien cómo gobierna el patrimonio. 867
A veces, nos sentimos inclinados a hacer pequeñas niñadas.—Son pequeñas obras de maravilla delante de Dios, y, mientras no se introduzca la rutina, serán desde luego esas obras fecundas, como fecundo es siempre el Amor. 859
Pero ¡niño!, ¿por qué te empeñas en andar con zancos? 869 No quieras ser mayor.—Niño, niño siempre, aunque te mueras de viejo.—Cuando un niño tropieza y cae, a nadie choca...: su padre se apresura a levantarle. Cuando el que tropieza y cae es mayor, el primer movimiento es de risa.—A veces, pasado ese primer ímpetu, lo ridículo da lugar a la piedad.—Pero, los mayores se han de levantar solos. Tu triste experiencia cuotidiana está llena de tropezones y caídas. ¿Qué sería de ti, si no fueras cada vez más niño? No quieras ser mayor.—Niño, y que, cuando tropieces, te levante la mano tu Padre Dios. 870
Delante de Dios, que es Eterno, tú eres un niño más chico que, delante de ti, un pequeñín de dos años. Y, además de niño, eres hijo de Dios. — N o lo olvides. 860 Niño, enciéndete en deseos de reparar las enormidades de tu vida de adulto. 861 Niño bobo: el día que ocultes algo de tu alma al Director, has dejado de ser niño, porque habrás perdido la sencillez. 862 Niño, cuando lo seas de verdad, serás omnipotente. 863
Niño, el abandono exige docilidad. 871 No olvides que el Señor siente predilección por los niños y por los que se hacen como niños. 872
Siendo niños no tendréis penas: los niños olvidan enseguida los disgustos, para volver a sus juegos ordinarios.—Por eso, con el abandono, no habréis de preocuparos, ya que descansaréis en el Padre. 864
Paradojas de un alma pequeña.—Cuando Jesús te envíe sucesos que el mundo llama buenos, llora en tu corazón, considerando la bondad de Él y la malicia tuya: cuando Jesús te envíe sucesos que la gente
Niño, ofrécele cada día... hasta tus fragilidades. 865
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Desde ahora, Jesús, escribiremos siempre... entre los dos. 882
califica de malos, alégrate en tu corazón, porque Él te da siempre lo que conviene y entonces es la hermosa hora de querer la Cruz. 873
Reconozco mi torpeza, Amor mío, que es tanta..., tanta, que hasta cuando quiero acariciar hago daño.—Suaviza las maneras de mi alma: dame, quiero que me des, dentro de la recia virilidad de la vida de infancia, esa delicadeza y mimo que los niños tienen para tratar, con íntima efusión de amor, a sus padres. 883
Niño audaz, grita: ¡Qué amor el de Teresa!—¡Qué celo el de Xavier!—¡Qué varón más admirable San Pablo!—¡Ah, Jesús, pues yo... te quiero más que Pablo, Xavier y Teresa! 874 No olvides, niño bobo, que el Amor te ha hecho omnipontente. 875
Estás lleno de miserias.—Cada día las ves más claras.—Pero no te asusten.—Él sabe bien que no puedes dar otro fruto. Tus caídas involuntarias—caídas de niño —hacen que tu Padre-Dios tenga más cuidado y que tu Madre María no te suelte de su mano amorosa: aprovéchate, y, al cogerte el Señor a diario del suelo, abrázale con todas tus fuerzas y pon tu cabeza miserable sobre su pecho abierto, para que acaben de enloquecerte los latidos de su Corazón amabilísimo. 884
Niño: no pierdas tu amorosa costumbre de asaltar Sagrarios. 876 Niño bueno: dile a Jesús muchas veces al día: te amo, te amo, te amo... 878 Cuando te apuren tus miserias, no quieras entristecerte.—Gloríate en tus enfermedades, como San Pablo, porque a los niños se les permite, sin temor al ridículo, imitar a los grandes. 879
Cuando un alma de niño hace presentes al Señor sus deseos de indulto, debe estar segura de que verá pronto cumplidos esos deseos: Jesús arrancará del alma la cola inmunda, que arrastra por sus miserias pasadas: quitará el peso muerto, resto de todas las impurezas, que le hace pegarse al suelo: echará lejos del niño todo el lastre terreno de su corazón, para que suba hasta la Majestad de Dios, a fundirse en la llamarada viva de Amor, que es Él. 886
Que tus faltas e imperfecciones, y aun tus caídas graves, no te aparten de D i o s . — E l niño débil, si es discreto, procura estar cerca de su Padre. 880 No te apures, si te enfadas, cuando haces esas pequeñas cosas que Él te pide.—Ya llegarás a sonreír... ¿No ves con qué mala gana da el niño sencillo a su padre, que le prueba, el bombón que tenía en sus manos?—Pero, se lo da: ha vencido el amor. 881
Ese descorazonamiento que te producen tus faltas de generosidad, tus caídas, tus retrocesos—quizá sólo aparentes—te da la impresión muchas veces de que has roto algo de subido valor (tu santificación). No te apures: lleva a la vida sobrenatural el modo discreto que, para resolver conflicto semejante, emplean los niños sencillos. Han roto—por fragilidad, casi siempre— un objeto muy estimado por su padre.—Lo sienten, quizá lloran, pero... van a consolar su pena con el dueño de la cosa inutilizada por su torpeza..., y el padre olvida el va-
Cuando quieres hacer las cosas bien, muy bien, resulta que las haces peor.—Humíllate delante de Jesús, diciéndole: ¿has visto cómo todo lo hago mal?—Pues, si no me ayudas mucho, ¡aún lo haré peor! Ten compasión de tu niño: mira que quiero escribir cada día una gran plana, en el libro de mi vida... Pero, ¡soy tan rudo!, que si el Maestro no me lleva la mano, en lugar de palotes esbeltos, salen de mi pluma cosas retorcidas y borrones, que no pueden enseñarse a nadie.
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lor—aunque sea grande—del objeto destruido, y, lleno de ternura, no sólo perdona, sino que consuela y anima al chiquitín.—Aprende. 887 ¿Quieres de verdad ser santo?—Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces. 815
dia del tráfico: para eso tienes la voluntad enérgica, que te corresponde por tu vida de niño.—Deten a veces, aquel pensamiento, para encomendar a los protagonistas del recuerdo inoportuno. Hala, adelante... Así, hasta que dé la hora.—Cuando tu oración por este estilo parezca inútil, alégrate y cree que has sabido agradar a Jesús. 891
Has errado el camino, si desprecias las cosas pequeñas. 816
¡Qué buena cosa es ser niño!—Cuando un hombre solicita un favor, es menester que a la solicitud acompañe la hoja de sus méritos. Cuando el que pide es un chiquitín —como los niños no tienen méritos—, basta con que diga: soy hijo de Fulano. ¡ A h , Señor!—díselo ¡con toda tu alma!— yo soy... ¡hijo de Dios! 892
L a santidad grande está en cumplir los deberes pequeños de cada instante. Las almas grandes tienen muy en cuenta las cosas pequeñas. 817 Porque fuiste «in pauca fidelis», fiel en lo poco, entra en el gozo de tu Señor.—Son palabras de Cristo.—¡In pauca fidelis!... ¿Desdeñarás ahora las cosas pequeñas, si se promete la gloria a quienes las guardan? 819
Perseverar.—Un niño que llama a una puerta, llama una y dos veces, y muchas veces..., y fuerte y largamente, ¡con desvergüenza! Y, quien sale a abrir ofendido, se desarma ante la sencillez de la criaturita inoportuna... Así tú con Dios. 893
Que vuestra oración sea viril.—Ser niño no es ser afeminado. 888 Para el que ama a Jesús, la oración, aun la oración con sequedad, es la dulzura que pone siempre fin a las penas: se va a la oración con el ansia con que el niño va al azúcar, después de tomar pócima amarga. 889
¿Has presenciado el agradecimiento de los niños?—Imítalos diciendo, como ellos, a Jesús ante lo favorable y ante lo adverso: «¡Qué bueno eres! ¡qué bueno!»... Esa frase, bien sentida, es camino de infancia, que te llevará a la paz, con peso y medida de risas y llantos, y sin peso y medida de Amor. 894
Te distraes en la oración.—Procura evitar las distracciones, pero no te preocupes, si, a pesar de todo, sigues distraído. ¿No ves cómo, en la vida natural, hasta los niños más discretos, se entretienen y divierten con lo que les rodea, sin atender muchas veces los razonamientos de su padre?—Esto no implica falta de amor, ni de respeto: es la miseria y pequenez propias del hijo. Pues, mira: tú eres un niño, delante de Dios. 890
El trabajo rinde tu cuerpo, y no puedes hacer oración. Estás siempre en la presencia de tu Padre.—Si no le hablas, mírale de cuando en cuando como un niño chiquitín... y El te sonreirá. 895 ¿Que, en el hacimiento de gracias de la Comunión, lo primero que acude a tus labios, sin poderlo remediar, es la petición?... Jesús, dame esto: Jesús, esa alma: Jesús, ¿aquella empresa? No te preocupes, ni te violentes: ¿no ves cómo, siendo el padre bueno y el hijo niño sencillo y audaz, el pequeñín mete las manos en el bolsillo de su padre, en busca de
(Persevera en la oración.—Persevera, aunque tu labor parezca estéril.—La oración es siempre fecunda.) Cuando hagas oración, haz circular las ideas inoportunas, como si fueras un guar-
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tribulación.—No sientes en tu mano, pobre niño, la mano de tu Madre: es verdad.—Pero... ¿has visto a las madres de la tierra, con los brazos extendidos, seguir a sus pequeños, cuando se aventuran, temblorosos, a dar sin ayuda de nadie los primeros pasos?—No estás solo: María está junto a ti. 900
golosinas, antes de darle el beso de bienvenida?—Entonces... 896 Nuestra voluntad, con la gracia, es omnipotente delante de Dios.—Así, a la vista de tantas ofensas para el Señor, si decimos a Jesús con voluntad eficaz, al ir en el tranvía por ejemplo: «Dios mío, querría hacer tantos actos de amor y de desagravios como vueltas da cada rueda de este coche», en aquel mismo instante delante de Jesús realmente le hemos amado y desagraviado según era nuestro deseo. Esta bobería no se sale de la infancia espiritual: es el diálogo eterno entre el niño inocente y el padre chiflado por su hijo: —¿Cuánto me quieres? ¡Dilo!—Y el pequeñín silabea: ¡Mu-chos mi-llo-nes! 897
Jesús: nunca te pagaré, aunque muriera de Amor, la gracia que has derrochado para hacerme pequeño. 901
El apostolado ¿Por qué no te entregas a Dios de una vez..., de verdad... ¿ahora? 902
Si tienes «vida de infancia», por ser niño, has de ser espiritualmente goloso.—Acuérdate, como los de tu edad, de las cosas buenas que guarda tu Madre. Y esto muchas veces al día.—Es cuestión de segundos... María... Jesús... el Sagrario... la Comunión... el A m o r . . . el sufrimiento... las ánimas benditas del purgatorio... los que pelean: el Papa, los sacerdotes... los fieles... tu alma... las almas de los tuyos... los Ángeles Custodios... los pecadores... 898
Si ves claramente tu camino, sigúelo. — ¿ C ó m o no desechas la cobardía que te detiene? 903 «Id, predicad el Evangelio... Yo estaré siempre con vosotros»... Esto ha dicho Jesús..., y te lo ha dicho a ti. 904 ¿La Cruz sobre tu pecho?... Bien. —Pero... la Cruz sobre tus hombros, la Cruz en tu carne, la Cruz en tu inteligencia.—Así vivirás por Cristo, con Cristo y en Cristo: solamente así serás Apóstol. 929
¡Cuánto te cuesta esa pequeña mortificación!—Luchas.—Parece como si te dijeran: ¿por qué has de ser tan fiel al plan de la vida, al reloj?—Mira: ¿has visto con qué facilidad se engaña a los chiquitines?—No quieren tomar la medicina amarga, pero... ¡anda!—les dicen— esta cucharadita, por papá: esta otra por tu abuelita... Y así, hasta que han ingerido toda la dosis. Lo mismo tú: un cuarto de hora más de cilicio, por las ánimas del purgatorio: cinco minutos más, por tus padres: otros cinco, por tus hermanos en el apostolado... Hasta que cumplas el tiempo que te señala tu horario. Hecha de este modo tu mortificación, ¡cuánto vale! 899
¿Brillar como una estrella..., ansia de altura y de lumbre encendida en el cielo? Mejor: quemar, como una antorcha, escondido, pegando tu fuego a todo lo que tocas.—Este es tu apostolado: para eso estás en la tierra. 835 No te duermas sobre los laureles.—-Si, humanamente hablando, esa postura es incómoda y poco gallarda, ¿qué sucederá, cuando los laureles—como ahora—no sean tuyos, sino de Dios? 935 Eso—tu ideal, tu vocación—es... una locura.—Y los otros—tus amigos, tus hermanos—unos locos... ¿No has oído este grito, alguna vez, muy
No estás sólo.—Lleva con alegría la
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dentro de ti?—Contesta, con decisión, que agradeces a Dios el honor de pertenecer al manicomio. 910
Evangelio.—Si no nos enterramos y morimos, no habrá fruto. 938 (Expiación: esta es la senda que lleva a la Vida.)
No lo dudes: tu vocación es la gracia mayor que el Señor ha podido hacerte. —Agradécesela. 913
Sed hombres y mujeres del mundo, pero no seáis hombres o mujeres mundanos. 939
Que pase inadvertida vuestra condición, como pasó la de Jesús durante treinta años. 840
No olvidemos que la unidad es síntoma de vida: desunirse es putrefacción, señal cierta de ser un cadáver. 940
¡Qué pena dan esas muchedumbres—altas y bajas y de en medio—sin ideal!—Causan la impresión de que no saben que tienen alma: son... manada, rebaño... piara. Jesús: nosotros, con la ayuda de tu Amor Misericordioso, convertiremos la manada en mesnada, el rebaño en ejército..., y de la piara extraeremos, purificados, a quienes ya no quieran ser inmundos. 914
Hijo mío: si amas nuestro apostolado, está seguro de que amas a Dios. 922 Ten presente, hijo mío, que no eres solamente un alma que se une a otras almas, para hacer una cosa buena. Esto es mucho..., pero es poco.—Eres el Apóstol que cumpla un mandato imperativo de Cristo. 942
Que tu perseverancia no sea consecuencia ciega del primer impulso, obra de la inercia: que sea una perseverancia reflexiva. 983
Procura vivir de tal manera que sepas, voluntariamente, privarte de la comunidad y bienestar que verías mal en los hábitos de otro hombre de Dios. 938
Las obras de Dios no son palanca ni peldaño. 915
(Así como el clamor del océano se compone del ruido de cada una de las olas, así la santidad de nuestro apostolado se compone de las virtudes personales de todos. Los que dejando la acción para otros, oran y sufren, no brillarán aquí, pero ¡cómo lucirá su corona en el Reino de la Vida!)
Señor, haznos locos, con esa locura pegadiza que atraiga a muchos a tu apostolado. 916 Al apostolado vas a someterte, a anonadarte: no, a imponer tu criterio personal. 936
Que, tratándonos, no se pueda exclamar lo que, con bastante razón, gritaba una determinada persona: «Estoy de honrados hasta aquí...» Y se tocaba en lo alto de la cabeza. 943
Vé al apostolado a darlo todo, y no a buscar nada terreno. 918 Nunca seáis hombres o mujeres de acción larga y oración corta. 937
Vamos a hacer hombres de Dios, hombres de vida interior, hombres de oración y de sacrificio.—El apostolado de estos hombres será una superabundancia de su vida «para adentro». 961
Al quererte apóstol, te ha recordado el Señor, para que nunca lo olvides, que eres «hijo de Dios». 919 Cada uno de nosotros será un apóstol de apóstoles. 920
Has de prestar Amor de Dios y celo por las almas a otros, para que éstos a su vez enciendan a muchos más que están en un
Somos el grano de trigo, de que habla el
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invisible, que cubra todos y cada uno de sus sentidos y potencias: orar y O R A R ; expiar, expiar y E X P I A R . 946
tercer plano, y cada uno de los últimos a sus compañeros de profesión. ¡Cuántas calorías espirituales necesitas! —y ¡qué responsabilidad tan grande, si te enfrías! y—no lo quiero pensar—¡qué crimen tan horroroso, si dieras mal ejemplo! 944
Unidad y variedad.—Habéis de ser tan varios, como variados son los santos del cielo, que cada uno tiene sus notas personales y especialísimas.—Y también, tan conformes unos con otros como los santos, que no serían santos si cada uno de ellos no se hubiera identificado con Cristo. 947
¡Cómo ennoblecemos el dolor, poniéndolo en el lugar que le corresponde (expiación) en la economía del espíritu! 234 El día que sientas bien tu apostolado, ese apostolado será para ti una coraza, donde se embotarán todas las asechanzas de tus enemigos de la tierra y del infierno. 923
En una obra de Dios, el espíritu ha de ser obedecer o marcharse. 941 (Vosotros, hijos predilectos de Dios, sentid y vivid la fraternidad, pero sin familiaridades.)
Es mala disposición oír la palabra de Dios con espíritu crítico. 945
Tu perfección está en vivir perfectamente en aquel lugar, oficio y grado en que Dios, por medio de la autoridad, te coloque. 926
Iniciativas.—Tenias, en tu apostolado, dentro de los términos del mandato que te otorguen.—Si se salen de estos límites o tienes duda, consulta al Superior, sin comunicar antes a nadie tus pensamientos. —Nunca olvides que eres solamente ejecutor. 619
Orad los unos por los otros.—¿Que aquél flaquea?—¿Que el otro?... Seguid orando, sin perder la paz.—¿Que se van?—¿Que se pierden?... El Señor nos tiene contados desde la eternidad. 927
Hijo, pide siempre perseverancia y la de tus compañeros de apostolado, porque nuestro adversario, el demonio, de sobra conoce que somos sus grandes enemigos..., y una caída en nuestras filas ¡cuánto le satisface! 924
Ten veneración y respeto por la Santa Liturgia de la Iglesia y por sus ceremonias particulares.—Cúmplelas fielmente.—¿No ves que los pobres hombres necesitamos que hasta lo más grande y noble entre por los sentidos? 522
Como los religiosos observantes tienen afán por saber de qué manera vivían los primeros de su orden o congregación, para acomodarse ellos a aquella conducta, así tú—caballero cristiano—procura conocer e imitar la vida de aquellos discípulos de Jesús, que trataron a Pedro y a Pablo y a Juan, y casi fueron testigos de la Muerte y Resurrección del Maestro. 925
Una característica muy importante del varón apostólico es amar la Misa. 528 La Misa es larga, dices, y añado yo: porque tu amor es corto. 529 Aspirar a tener cargos en las empresas de apostolado es cosa inútil en esta vida, y para la otra Vida es un peligro. Si Dios lo quiere, ya te llamarán.—Y entonces deberás aceptar.—Pero no olvides que en todos los sitios puedes y debes santificarte, porque a eso has venido. 949
Los «hombres y mujeres de Dios», antes que sabios—ellas no hace falta que lo sean: nos conformamos con que sean discretas— han de ser espirituales, muy unidos al Señor por la oración: han de llevar un manto
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Obedecer..., camino seguro. Obedecer ciegamente al Superior..., camino de santidad.—Obedecer en tu apostolado... el único camino. 941
quienes le están sujetos, aunque no lleve razón. 954 El desprecio y la persecución son benditas pruebas de la predilección divina, pero no hay prueba y señal de predilección más hermosa que esta: pasar ocultos. 959
En el trabajo apostólico, no se ha de perdonar la desobediencia, ni la doblez.—Téngase en cuenta que sencillez no es imprudencia, ni indiscreción. 952
J. M .
Extrememos el respeto al Superior, cuando nos consulte y hayamos de contradecir sus opiniones. 954
a
NIHIL OBSTAT: DR. SEBASTIÁN C I R A C , CENSOR C U E N C A , 3 DE M A Y O DE 1934 IMPRIMI POTEST: C R U X L A P L A N A L A G U N A , EPISCOPUS C O N C H E N S I S .
Nunca contradigas al Superior delante de
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Anexo 2 PRIMER REGLAMENTO DEL OPUS D E I (1941) Traducción de J. Domínguez Martín-Sánchez
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REGLAMENTO DEL OPUS DEI, MADRID, 14 DE FEBRERO DE 1941
REGLAS
Lo que es el O P U S D E I : sus fines y medios Art. 1. 1. El O P U S DEI es una Asociación Católica de varones y de mujeres, que, viviendo en medio del mundo, buscan su propia perfección cristiana, por el trabajo ordinario santificado. Persuadidos de que el hombre fue creado «para trabajar» (Gen 11,15), los socios del O P U S DEI, aunque gocen de una poderosa condición económica o social, están obligados a no abandonar el trabajo profesional o equivalente. 2. Estos son los medios que deben emplear los socios para obtener el fin sobrenatural que se han propuesto: vivir una vida interior de oración y sacrificio, según el régimen y el espíritu aprobado por la Santa Iglesia y desempeñar los propios cargos profesionales y sociales con mínima rectitud.
Clases de socios Art. 2. 1. En el O P U S DEI hay tres clases de socios: inscritos, supernumerarios y numerarios. 2. Los socios admitidos como inscritos se obligan al examen de conciencia y media hora de oración mental diarios. 3. Los supernumerarios a una hora íntegra de oración mental diaria. 4. Los numerarios, además de la hora íntegra de oración mental, abrazan la carga de desempeñar los cargos de dirección del OPUS D E L Art. 3. 1. Bajo ningún pretexto serán admitidos como socios del O P U S DEI ni los sacerdotes seculares, ni los religiosos ni las religiosas. 2. No serán admitidos de ninguna manera igualmente y rechazada cualquier excusa, los que sean o hayan sido alumnos en Seminarios o Escuelas Apostólicas o hubieran convivido en Órdenes Religiosas, aunque fuera solo en el Noviciado o Postulando. 3. Sin embargo, los que, como socios del O P U S D E I hayan hecho los estudios eclesiásticos y hayan sido ordenados sacerdotes, no por eso dejan de ser socios de la O B R A .
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Órganos directivos Art. 4. 1. Los órganos directivos nacionales del O P U S DEI son el Consejo y la Asamblea. 2. Forman el Consejo el Presidente, el Secretario y tres Consejeros. 3. Forman la Asamblea los socios numerarios, de entre los cuales ordinariamente hay que seleccionar a los miembros del Consejo. Art. 5. 1. El lo pidan al 2. Es 1.
Consejo tendrá reunión ordinaria cada tres meses y extraordinaria cada vez que menos tres de sus miembros. función del Consejo: Conseguir que el O P U S DEI siempre se mueva dentro de las condiciones jurídicas establecidas por las leyes. 2. Proporcionar los medios económicos necesarios para solventar los gastos anuales del OPUS D E L 3. Ordenar que se celebren sufragios por los socios difuntos.
Art. 6. 1. Los cargos del Consejo que o por muerte o por renuncia quedaran vacantes a lo largo de los nueve años de mandato, serán provistos por el común consejo del resto de los miembros. 2. Los miembros del Consejo podrán ser reelegidos para los mismos cargos una o muchas veces. Art. 7. La Asamblea se reunirá cada nueve años con el único fin de elegir el Consejo. De forma extraordinaria se reunirá si faltasen todos los miembros del Consejo, convocada por tres socios numerarios y procederá a designar un nuevo Consejo. Art. 8. Los decretos tanto del Consejo como de la Asamblea, se establecerán por mayoría absoluta de los sufragios. Sufragios y entierro Art. 9. 1. Los miembros del O P U S DEI tendrán cuidado de hacer un testamento de forma legal. Están obligados a disponer de una sepultura modesta, sin ninguna vanidad. 2. El Presidente dispondrá que se celebren Misas Gregorianas inmediatamente después de conocer la muerte de cualquier socio y lo hará saber al resto de los socios, que ofrecerán los sufragios que les inspire su propio celo. Ingresos y gastos Art. 10. 1. Los ingresos económicos del O P U S DEI provienen de las limosnas de los socios. 2. El Consejo no retendrá ninguna suma de capital. 3. Si los gastos anuales fueren menores que los ingresos, la suma remanente será entregada al Ordinario de la Diócesis donde el O P U S tenga su domicilio, como limosna. 538
4. El O P U S D E I no puede recibir legados, ni admitir pías fundaciones bajo ningún pretexto ni poseer bienes inmuebles.
Domicilio Art. 11. El OPUS DEI tiene un único domicilio nacional.
Humildad colectiva Art. 12. 1. El principal sello distintivo del O P U S D E I es la humildad colectiva de sus miembros. 2. Para que esta humildad no sufra detrimento: 1. Se prohibe la edición de cualquier escrito o libro público, como propio del OPUS. 2. Se prohibe igualmente cualquier distintivo o insignia para los socios. 3. Se aconseja a los socios que no hablen con extraños sobre el O P U S , que, como sobrenatural que es, debe permanecer callado y discreto.
Disolución Art. 13. Si el O P U S D E I desapareciera, sus bienes, si alguno quedase, serán puestos en manos del Reverendísimo Obispo de la Diócesis donde el O P U S tenga su domicilio.
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Anexo 3 PRECES COTIDIANAS DEL OPUS D E I Traducción de J. Domínguez Martín-Sánchez
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P R E C E S D E L OPUS D E L
¡Serviré! V.- A la Trinidad Beatísima. R.- Gracias a ti, Dios, gracias a ti: verdadera y una Trinidad, una y suma Deidad, santa y una Unidad. V.- A Jesucristo Rey. R.- Señor Juez nuestro; Señor Legislador nuestro; Señor Rey nuestro. Tú nos salvarás. V.- Cristo, Hijo de Dios vivo, ten misericordia de nosotros. R.- Cristo, Hijo de Dios vivo, ten misericordia de nosotros. V.- Levántate, Cristo, ayúdanos, R.- Y líbranos por tu nombre. V . - E l Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? R.- Aunque se organicen ejércitos contra mí, no temerá mi corazón; aunque surja la guerra contra mí, yo tendré esperanza. V.- A la Beata Virgen María Mediadora. R.- Acuérdate, Virgen Madre de Dios, de hablar bienes de nosotros, mientras estás ante la presencia del Señor. V.- A San José, Esposo de la Bienaventurada María Virgen. R.- Te hizo el Señor como Padre del Rey y Señor de toda su casa: ruega por nosotros. V- A los Ángeles Custodios. R.- Santos Ángeles Custodios nuestros, defendednos en la batalla para que no perezcamos en el juicio tremendo. V- Oremos por nuestro Beatísimo Papa N. R.- El Señor le conserve y le dé vida y le haga bienaventurado en la tierra y no le entregue a manos de sus enemigos. V- Oremos por el Obispo de esta Diócesis. R.- Que se mantenga y pastoree en tu fortaleza, Señor, en la sublimidad de tu nombre. V.- Oremos por la unidad del Apostolado. R.- Que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en mí y yo en ti: que sean uno, como nosotros somos uno. V- Todo reino dividido contra sí mismo será desolado. R.- Y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá en pie. V.- Oremos por nuestros bienhechores. R.- Dígnate, Señor, retribuir con la vida eterna a todos los que nos hacen el bien por tu nombre. Amén. V- Oremos por el Padre. R.- La misericordia del Señor desde la eternidad y hasta la eternidad sobre él: pues protege el Señor a todos los que le aman. V- Oremos por nuestros hermanos del Opus Dei (de la Obra del Señor) vivos y difuntos.
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R.- Salva, Dios mío, a tus siervos, que esperan en ti. V.- Mándales, Señor, la ayuda desde el Santuario. R.- Y guárdalos desde Sión. V.- Dales, Señor, el descanso eterno. R.- Y luzca para ellos la luz eterna. V.- Descansen en paz. R.- Amén. V.- Señor, oye mi oración. R.- Y llegue a ti mi clamor. El Sacerdote, si preside las preces, se levanta y añade "El Señor esté con vosotros" (Dominus vobiscum) y permanece de pie mientras recita la oración. V.- El Señor esté con vosotros. R.- Y con tu espíritu. Oremos. Dios, de quien es propio compadecerse y perdonar: recibe nuestra súplica. Quema con el fuego del Espíritu Santo nuestras entrañas y nuestro corazón, Señor: para que te sirvamos con cuerpo casto y te agrademos con corazón limpio. Señor, inicia nuestras acciones inspirándolas y prosigúelas ayudándolas para que todas nuestras oraciones y obras, empiecen siempre por ti y seguidas por ti, terminen. Por Cristo Nuestro Señor. R.- Amén. Todos dicen: El Omnipotente y Misericordioso Dios nos conceda la alegría con paz, la enmienda de la vida, el espacio de la verdadera penitencia, la gracia y el consuelo del Espíritu Santo y la perseverancia en el Opus Dei. V.- San Miguel. R.- Ruega por nosotros. V.- San Gabriel. R.- Ruega por nosotros. V.- San Rafael. R.- Ruega por nosotros. V.- San Pedro. R.- Ruega por nosotros. V.- San Pablo. R.- Ruega por nosotros. V.- San Juan. R.- Ruega por nosotros. Cuando esté presente algún sacerdote, más digno (que el que dirige la oración) dice: Dígnate, Señor, bendecirnos.
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El sacerdote bendice:
El Señor esté en vuestros corazones y en vuestros labios, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. R.- Amén. V.- Paz. R.- Para siempre.
Concuerda con el original conservado en el archivo. Doctor José Molteni. Roma, 9 de enero de 1956.
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Anexo 4 CONSTITUCIONES DE LA SOCIEDAD SACERDOTAL DE LA SANTA C R U Z Y OPUS D E I (1950) Traducción de A. García Calvo
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NOTA D E L TRADUCTOR
La fatiga de verter de vil latín en castellano estas Constituciones se ha visto agravada por la interminable puerilidad que, como el curioso lector verá, la informa de cabo a rabo. Nos consolamos en parte pensando que ello pueda al menos servir justamente para evidenciar ese hecho, ya ejemplificado en casos como el del nazismo, el K u - K l u x - K l a n y otras organizaciones autoritarias y tremebundas: que la infantilidad de las estructuras mentales, propia de los reglamentos que gustan de darse los niños o jovenzuelos que se organizan en gangs o bandas de guardias o -también, ay- de ladrones, no sólo es perfectamente compatible con un gran éxito social, acumulación de gran poder y práctica de la opresión más temible y aun sanguinaria, sino que incluso hay entre ambas cosas una relación más profunda y digna de investigación; medite el piadoso lector en las consecuencias que de tal observación derivan respecto a la naturaleza humana, sin desalentarse demasiado sin embargo, recordando que tal vez hay también de otras cosas en la viña del Señor. En cuanto a la traducción, aparte de muy escasos lugares que por la imperfección de nuestra copia hemos debido suplir sin mayores problemas, es de advertir únicamente que, estando el original escrito en un latín que, ya dentro de la barbarie burocrática del latín eclesiástico, parece especialmente hórrido y torpe, salpicado incluso de algunas faltas gramaticales, ha sido imposible por razones obvias reproducir en la versión esas barbaries de la gramática y el estilo; y confiamos en que ese beneficio que, muy a nuestro pesar, hemos tenido que hacerle al producto sea la sola infidelidad notable de esta traducción, que gozosamente y para la liberación de Dios se publica en contra de la norma núm. 193 de las presentes Constituciones.
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índice general PARTE PRIMERA: D E L I N S T I T U T O Y D E S U S M I E M B R O S I. II. III. IV. V. VI. VII.
De la razón de ser y finalidad del Instituto, normas 1-12 De los miembros del Instituto, normas 13-31 De la admisión al Instituto, normas 32-45 De la incorporación al Instituto, normas 46-63 De la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, normas 64-96 De la separación del Instituto, normas 97-106 Del despido de los socios, normas 107-125
PARTE SEGUNDA: D E L A V I D A E N E L I N S T I T U T O I. De la instrucción de los miembros, normas 126-146 II. De las obligaciones comunes: 1. De la obediencia, normas 147-155 2. De la castidad, normas 156-160 3. De la pobreza, normas 161-171 4. De la observancia de las Constituciones, normas 172-181 III. Del espíritu del Instituto, normas 183-233 IV. De la observancia de las costumbres piadosas, normas 234-260 V . De los deberes de devoción de los socios, normas 261-272 V I . De la promoción a las órdenes sagradas, normas 273-279 V I I . De los enfermos y los difuntos, normas 280-292 PARTE TERCERA: D E L A D I R E C C I Ó N D E L I N S T I T U T O I.
Del régimen general, normas 293-298 1. De la elección del Presidente del Instituto y de los Congresos generales, normas 299-326 2. Del Padre, normas 327-340 3. Del Vicepresidente, normas 341-344 4. Del Consejo del Presidente, normas 345-365 5. De la Administración general, normas 366-377 II. De la dirección regional, normas 378-402 III. De la dirección local, normas 403-424 I V . De las Semanas de Trabajo, normas 425-436 PARTE CUARTA: D E L A S E C C I Ó N D E M U J E R E S I. II.
De su modalidad, su fin y sus miembros, normas 437-449 De la dirección, normas 450-479
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PARTE PRIMERA: D E L I N S T I T U T O Y D E S U S M I E M B R O S
Capítulo I. De la razón de ser y finalidad del Instituto 1. El Instituto, cuyo título es Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y del Opus Dei, pero con nombre abreviado Opus Dei, es un Instituto Secular consagrado a la adquisición de la perfección cristiana en el mundo y al ejercicio del apostolado. La denominación de Opus Dei corresponde al Instituto en su totalidad; sin embargo, hay en él una cierta agrupación de miembros, a la que se da el nombre de Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que consta de sacerdotes del Instituto y algunos laicos que a juicio del Padre se consideran mejor dispuestos para recibir en su día el sacerdocio. 2. La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz con el espíritu que le es propio vivifica al Opus Dei en su totalidad y lo informa de tal modo que lo hace clerical en el sentido de que las principales funciones de la dirección se reservan en general a sacerdotes;[de que] la categoría de los sacerdotes, como verdadero Instituto clerical en cuanto a todo aquello que ataña a la vida clerical, y en fin, todo el cuerpo del Opus Dei queda equiparado a los Institutos clericales, atendiendo solamente a las normas de estas Constituciones y juntamente a las especiales prescripciones e indulgencias de la Santa Sede que fueron concedidas al Instituto o que más adelante puedan concedérsele, y aún más, que por la misma causa los socios laicos disfrutan como individuos de los derechos y privilegios de los clérigos y no están subordinados a los cargos clericales. 3. § 1. El objetivo general de la finalidad del Instituto es la santificación de los miembros por medio del ejercicio de los consejos evangélicos y por la observancia de estas Constituciones. § 2. Pero lo específico sea esforzarse con todo empeño en que la clase que se llama intelectual y aquella que, o bien en razón de la sabiduría por la que se distingue o bien por los cargos que ejerce, bien por la dignidad por la que se destaca, es directora de la sociedad civil, se adhiera a los preceptos de Nuestro Señor Jesucristo y los aplique in praxim; y asimismo favorecer y difundir entre todas las clases de la sociedad civil la vida de perfección en el siglo e informar a hombres y mujeres para el ejercicio del apostolado en el siglo. 4. § 1. Este fin se consigue por medio de la santificación del trabajo ordinario y por medio del ejercicio del cargo profesional o de otro equivalente, cargo que los miembros no abandonan, ya que justamente persiguen por medio de él la santificación. § 2. Por ello el Instituto exige de sus propios alumnos un exquisito cultivo del espíritu, así en los deberes de la devoción como en las disciplinas ya eclesiásticas ya profanas; fomenta en ellos un perfecto cumplimiento de las funciones profesionales y sociales, incluidas las de la Administración pública, por las cuales ha de perseguirse la perfección del propio status; promueve y dirige las instituciones y las obras que miran al cultivo de la mente y al perfeccionamiento del espíritu, como las casas y residencias para estudiantes, las casas de ejercicios espirituales y otras instituciones por el estilo.
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§ 3. Así pues, los medios que los miembros del Opus Dei prefieren y de los que deben valerse con preferencia son: la vida de oración y sacrificio, según el espíritu del Instituto, y una fidelidad la mayor posible en el cumplimiento de la actividad o profesión social propia de cada uno. 5. Los miembros del Instituto profesan la perfección evangélica, de tal modo sin embargo que no han de pronunciar votos religiosos ni llevar consigo en sus personas o casas signo alguno externo que indique una familia religiosa sino que los clérigos llevan el vestido clerical común del lugar en que residen y los laicos las vestimentas acostumbradas entre las clases de la misma o semejante profesión o condición social. 6. El Opus Dei profesa una humildad colectiva, por lo cual no puede editar hojas ni publicaciones de cualquier género con el nombre de la Obra, a no ser internamente para uso de los socios; sus miembros no llevan signo alguno distintivo; hablan cautamente del Opus Dei con los extraños; pues la acción debe ser modesta y no ostentosa; el Opus Dei, como pluralidad, no interviene en ningún acto social ni es en él representado. 7. El Opus Dei no tiene en general una forma específica de actividad colectiva externa. Ante todo, debe procurar la formación espiritual y apostólica de los miembros. En cuanto al apostolado, los miembros lo realizan por medio del ejercicio de las funciones y de los cargos públicos o bien por medio de asociaciones legítimamente constituidas, según parezca que lo exigen las circunstancias de tiempos y lugares, y guardan suma reverencia también para con las leyes legítimas de la sociedad civil. 8. Los socios del Opus Dei emplean su actividad en tres obras, cada una de las cuales está constituida bajo patronos, a saber: 1. ° Obra de San Rafael y de San Juan, para cultivar a los jóvenes; este trabajo es el más propio del Opus Dei y como semillero del Instituto. 2. ° Obra de San Gabriel y de San Pablo, para instruir a los socios Supernumerarios y fomentar la observancia por parte de éstos, para fortalecerla y para hacerla más profunda cada día, así como también, con ayuda de los mismos miembros Supernumerarios, para imbuir a las diversas clases de la sociedad civil de un criterio católico, profesional y social. 3. ° Obra de San Miguel y de San Pedro, para promover la formación de los Numerarios y de los Oblatos, y para buscar la solución más oportuna a las cuestiones académicas, sociales, profesionales, etc., con vistas al bien de las almas. 9. Los socios del Opus Dei actúan ya individualmente, ya por medio de asociaciones que pueden ser bien culturales o bien artísticas, pecuniarias, etc., y que se llaman Sociedades Auxiliares. Estas sociedades están igualmente, en su actividad, sujetas a obediencia a la autoridad jerárquica del Instituto. 10. § 1. El Instituto, a no ser que otra cosa se estime necesaria, para sostener o fomentar los servicios y las obras, no tendrá ninguna Iglesia propia, no fomentará ninguna asociación de fieles propia; no recibirá estipendios por misas ni pago alguno por el ejercicio del ministerio sacerdotal, incluso cuando haya sido ofrecido espontáneamente, ni compensación de los gastos que por razón de viaje haya de soportar alguno de los miembros. Solamente pueden los sacerdotes del Instituto recibir hospedaje y alimentación con ocasión de algún servicio espiritual. Sin embargo, el Opus Dei acepta legados de cualquier género destinados a perseguir la finalidad del Instituto; pero él de por sí no posee bienes inmobiliarios ordinariamente. § 2. Si entre todas estas cosas pareciere oportuno en el Señor admitir por graves causas alguna excepción, el Padre según voto deliberativo del Consejo, hasta tanto que perdure la necesidad o la gran utilidad, puede decretar esa excepción. 11. Si las circunstancias del caso exigen que el Opus Dei o la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, en las diversas regiones, se constituya en sociedad civil, el Consiliario regional podrá designar a su arbitrio un órgano directivo o consejo nacional, constituido por un direc-
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tor, un secretario y tres vocales. De la incumbencia de este Consejo será procurar que el Opus Dei observe siempre fielmente las leyes de la región o nación y que se mantenga o actúe dentro de los límites por ellas establecidos: recoger y proporcionar los medios económicos necesarios para atender a los gastos anuales del Opus Dei: asimismo cumplir con diligencia y fielmente otros deberes que puedan serle impuestos por el propio Consiliario regional. 12. La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y el Opus Dei tienen como patronos a los que veneran con singular devoción: a la Bienaventurada siempre Virgen María a quien el Instituto adora como Madre; a San José, esposo de la citada Bienaventurada Virgen María; a los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael; a los Santos Apóstoles Pedro, Pablo y Juan, a quienes se consagran especialmente la Institución entera y cada uno de los tipos de actividad de la misma.
Capítulo II. De los miembros del Instituto 13. § 1. El Opus Dei consta de clérigos y laicos, que sin embargo en modo alguno constituyen clases diversas en el sentido del estatuto jurídico de los religiosos; más aún, la condición laical puede considerarse como escalón para la sacerdotal por el hecho de que los sacerdotes se seleccionan de entre ella y en ella se preparan. Así pues, los laicos ni son ni se les llama legos: pues no hay en el Instituto una clase de legos. § 2. El tránsito de la condición laical a la condición clerical no se prohibe, sino que por el contrario se aprueba enteramente. § 3. Hay también en el Instituto una Sección de mujeres, de la cual se trata especialmente en la parte IV de estas Constituciones. 14. § 1. Los sacerdotes Numerarios, aparte de los diversos cargos de dirección en el Instituto, cuidarán con especial diligencia ante todo de la formación espiritual y eclesiástica de los demás miembros. § 2. Por otro lado, con los extraños ejercerán los otros ministerios propios del orden sacerdotal. § 3. Sin embargo, no se les prohibe ejercer funciones profesionales que, según norma del derecho (canónico) y de las prescripciones e instrucciones de la Santa Sede, no estén opuestas al carácter sacerdotal. § 4. Cargos y deberes eclesiásticos cualesquiera, aún cuando sean compatibles con su propia situación en el Instituto, no pueden aceptarlos sin venia expresa del Padre. § 5. Los títulos honoríficos que suelen ser concedidos por las autoridades eclesiásticas o seglares, ya sea a los clérigos (c. 110), ya sea a los laicos, no les están prohibidos a los nuestros. Sin embargo, no han de intrigar por ellos y no pueden aceptarlos sino con la venia del Padre o según la mente y criterio del mismo. § 6. Nada impide que, si así le parece al Padre, que es conveniente en el Señor, los sacerdotes Superiores del Instituto, puedan distinguirse con alguna insignia o distintivo modesto, en razón de su cargo. 15. En cuanto a los miembros laicos Numerarios, asumen o conservan funciones o cargos, ya de Administración pública, ya de la enseñanza en las universidades o instituciones civiles, o también profesiones privadas de abogados, médicos y otras similares; asimismo también se ocupan de comercio o de asuntos financieros. En el ejercicio de todas estas funciones han de procurar proponerse antes que nada una verdadera actividad apostólica, que justamente realizan con un perfecto cumplimiento de su profesión o cargo, con el ejemplo, con la amistad o con el trato. 16. § 1. En el Instituto, los miembros tomados en el sentido estricto, a saber, todos los miembros Numerarios, clérigos y laicos, se consagran a la adquisición de la perfección evangélica, y se ocupan con todas sus fuerzas en las obras de apostolado peculiares del Ins553
tituto; igualmente llevan en el Instituto una vida de familia, de lo cual no pueden ser dispensados a no ser de acuerdo con lo prescrito en estas Constituciones. § 2. La categoría de los clérigos está compuesta de socios Numerarios del Opus Dei y de Oblatos y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz; la de los laicos, de socios Numerarios, Oblatos y Supernumerarios. § 3. Entre los Numerarios algunos se llaman Inscritos, y se destinan a los cargos de dirección del Instituto. A su vez, de estos miembros, aquellos que disfrutan de voz activa en la elección del Presidente General del Instituto, se llaman Electores. § 4. Sin que se adhieran al Instituto con vínculo jurídico pueden ser agregados a éste socios cooperadores, acerca de los cuales [se trata] en la norma 29. 17. No hay un tiempo definido de admisión al grado de Inscrito o de Elector, esto es, nadie ha de ser promovido a tal grado a no ser que satisfaga plenamente a los Superiores del Instituto. No cabe, sin embargo, regresión desde una categoría a la otra, como no sea a título de castigo, impuesto por el Presidente con voto deliberativo de su propio Consejo. 18. El apostolado específico de los socios Numerarios consiste en: 1. ° La santificación del propio trabajo profesional; 2. ° Ofrecer a los demás ejemplo de vida cristiana en el propio servicio social; 3. ° Esforzarse en la formación espiritual, religiosa y profesional de los jóvenes, y en especial de los alumnos de los Estudios de las Universidades; 4. ° Ejercer ios cargos públicos con ejemplar fidelidad, en caso de que les sean confiados por el Estado; 5. ° Propagar la doctrina de la fe católica de palabra, por escrito y por todos los medios apropiados para ello; 6. ° Divulgar las obras de los católicos de las diversas naciones; 7. ° Pretender especialmente aquellos lugares en que la Iglesia de Dios perseguida por sus enemigos necesite del esfuerzo y leal auxilio de los socios. 19. Los socios Inscritos son nombrados directamente por el Padre con voto deliberativo del Consejo general y oídos el Consiliario y el Defensor de la región. La designación se realiza con la ceremonia descrita en el Ceremonial, la cual celebra el Consiliario o un sacerdote delegado por él. 20. Cuando los socios Inscritos tienen capacidad para ser destinados a cargos principales de la dirección del Instituto, antes de que se lleve a cabo la designación de cada uno de los Inscritos para el grado, el Inscrito designado a fin de que el Instituto pueda conservarse en su buena situación y recibir aumento, tocando los Santos Evangelios e invocando el Nombre de Cristo, con juramento que refuerza la obligación de conciencia según la gravedad del mismo bajo vínculo de temor religioso, debe prometer lo que sigue: 1. ° Mantener firmemente la práctica de la corrección fraterna como uno de los puntales del Opus Dei, y en la medida de sus fuerzas procurar que se conserve íntegra y viva; ejercitarla siempre fielmente según nuestro espíritu, cuando deba considerarse necesario o sumamente conveniente, ya para el alma de los miembros, ya para el bien del Instituto; 2. ° No intrigar ni por alcanzar ni por conservar los cargos del Instituto, sean de formación, sean de dirección; 3. ° Conservar fielmente en mí mismo el espíritu de la prístina pobreza, y en modo alguno permitir ni de ningún modo cooperar a que se desvirtúe la práctica de esta nuestra rígida pobreza, sino por el contrario esforzarme con todo empeño en que ella se conserve, según fue profesada por los nuestros desde los orígenes del Instituto íntegra e intacta sin ninguna apariencia cualquiera de peculio personal. 21. Realizada ya la designación con el rito del Ceremonial, el nuevo Inscrito queda a disposición del Presidente General, en cuanto a su primera o sus ulteriores adscripciones a las diversas regiones del Instituto.
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22. Los socios Electores son nombrados de acuerdo con el consenso del Consejo, por el Padre o Presidente General. Ordinariamente los socios reciben su designación por epístola autógrafa del Padre, que les es trasmitida por el Consiliario de su región. En un plazo de tres meses como máximo, el nuevo Elector, dando previo aviso al Consiliario y proporcionándole éste los medios oportunos, acudirá personalmente a visitar al Padre, para recibir su bendición y para realizar ejercicios espirituales en el lugar por él designado. 23. Nadie ha de ser promovido al cargo de Elector si no es con las siguientes condiciones: 1.° Que sea socio Inscrito; 2° Que tenga al menos treinta años; 3. ° Que esté incorporado por Fidelidad al Opus Dei al menos desde nueve años atrás; 4. ° Que sea hombre probado en sus determinaciones, prudente, destacado por una sólida piedad; 5. ° Que se distinga por su cultura religiosa y profesional; 6. ° Que conozca la historia, espíritu, costumbres y tradiciones del Instituto. 1° Que haya prestado al Instituto servicios extraordinarios; 8.° Que hayan precedido informaciones, secretas y confirmadas con juramento de verdad y sinceridad, del Consiliario regional, de los Electores de la región y del Director local. 24. Los Electores deben ser al menos en número bastante para que pueda proveerse, no sólo de un modo suficiente sino con facilidad, a los cargos que para ellos están reservados. 25. § 1. Miembros Oblatos pueden ser nombrados en las propias secciones, ajuicio del Superior, aquellos hombres o mujeres que, aunque tal vez no reúnan todos los requisitos que para los miembros en sentido estricto se exige en estas Constituciones, sin embargo, siendo solteros y libres o liberados de todo vínculo, quieren de una manera sólida y animosa consagrar plenamente su vida entera al Señor y a las almas a la manera de los Numerarios, movidos a ello por divina vocación. § 2. Los Oblatos, a no ser que otra cosa se prevenga especialmente para ellos en estas Constituciones, reciben todos los mismos cargos y obligaciones que los Numerarios y deben usar de idénticos medios ascéticos que éstos para conseguir la perfección. § 3. Cuando reúnen todos los requisitos para la consagración de la vida como miembros en sentido estricto de los Institutos seculares, los Oblatos están en estado completo de adquisición de la perfección, aunque en el Instituto hayan de ser distinguidos convenientemente de los miembros en sentido estricto. § 4. Pueden vivir privadamente, separados de los otros miembros del Instituto, lo cual en general se estima más oportuno; pero también, a indicación del Consiliario, juntamente con el Defensor o Secretario regional, pueden llevar vida de familia en el Instituto, en Centros o casas especiales designadas, en las cuales ordinariamente ejercen las labores del apostolado entre las personas de su propia clase social (n.° 27, § 4). § 5. No tienen cargo de dirección en el Instituto; pero el Consiliario regional, juntamente con el Defensor o Secretario de la región puede seleccionar entre ellos a los que se llaman Consultores, para que desarrollen mejor las labores apostólicas en el ambiente social propio de cada uno de los Consultores. § 6. En la medida que sea posible, al servicio de la Santa Iglesia, intentan dirigir y organizar las labores (tanto oficiales como privadas) sociales, profesionales, económicas, etc., de aquellos que pertenecen a su propia clase y condición social. 26. Si bien miembros del Opus Dei en sentido estricto son los socios Numerarios, a quienes siguen inmediatamente los socios Oblatos, aparte de ellos pueden pertenecer al Opus Dei como Supernumerarios todos aquellos hombres y mujeres, solteros y también casados, que, movidos por una vocación apostólica y un deseo de perfección, quieren cooperar a los fines del Instituto de acuerdo con las normas de estas Constituciones. Los casados, sin
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embargo, no pueden pertenecer al Opus Dei más que como Supernumerarios o Cooperadores (n. 29). 27. § 1. Los miembros Supernumerarios se consagran parcialmente al servicio del Instituto y como medios propios de santificación y apostolado aportan sus propios deberes y ocupaciones familiares, profesionales y sociales, de tal modo que, permaneciendo en su propia ciudad y familia, según la posición social que tienen, realizan principalmente el trabajo apostólico de acuerdo con las posibilidades de cada uno. De esta manera, los Supernumerarios se esfuerzan en fomentar y difundir en el siglo la vida de perfección y en procurar especialmente la multiplicación de las vocaciones de Numerarios, y procuran cuidar diligentemente de los servicios de apostolado que se les han prescrito. § 2. Viven con el mismo espíritu y en la medida de sus fuerzas guardan las mismas costumbres que los socios Numerarios; pero solamente podrán ser destinados a aquellas obras que sean compatibles con sus funciones en su propia familia natural y en la sociedad civil. § 3. Estos miembros no sólo no llevan vida de familia en el Instituto, sino que tanto pública como privadamente, su vida se desenvuelve tal como la de un laico cualquiera. § 4. Pueden, sin embargo, en casos de excepción hacer vida de familia en el Instituto, y entonces están sometidos a él en todo lo que lo están los Numerarios. 28. § 1. Cada uno de los Supernumerarios procurará promover y celebrar amigablemente periódicas y frecuentes reuniones con personas más o menos pertenecientes a la propia profesión o también ámbito social con el ánimo de difundir prudente y perseverantemente la doctrina y el sentido de la Iglesia Católica acerca de las cuestiones que sean de actualidad en aquel momento. § 2. Los Supernumerarios deben desempeñar papeles eficaces, individualmente, en asociaciones civiles, culturales, profesionales, económicas, etc., para infundir el espíritu cristiano en la vida privada y social de aquellos con los que están asociados, y de este modo en la sociedad entera. § 3. Los socios Supernumerarios que, mediando siempre los legítimos Superiores del Instituto, recibieren de los Ordinarios de los lugares libremente, a tenor de la norma 27, § 2 alguna labor o comisión, en el cumplimiento de éstas están obligados a seguir las normas de dichos Ordinarios con espíritu de obediencia filial. 29. § 1. Los Cooperadores, con oraciones asiduas dirigidas a Dios, con limosnas, y en cuanto sea posible también con su propio trabajo, prestan su colaboración a las obras que les sean aconsejadas por los Superiores del Instituto; asimismo participan de los bienes espirituales de la Institución. § 2. Los hay también que de diversos modos están grandemente alejados de la casa paterna o que no profesan la verdad católica, los cuales, sin embargo, prestan ayuda al Instituto con su trabajo propio o con limosnas. Estos en razón y derecho pueden llamarse Cooperadores del Instituto. Todos los socios del Instituto con oración, con sacrificio, con conversación, deben trabajar con estos Cooperadores de tal modo que, intercediendo la Santísima Virgen, consigan de la misericordia divina para ellos la luz de la fe que nunca falta y los atraigan con suavidad y eficacia a las costumbres cristianas. 30. § 1. Acerca del orden de precedencia entre las varias personas del Instituto se guardan las normas que siguen: el Padre o Presidente General siempre y en todas partes ocupa el primer lugar y todos le atienden con honor y reverencia filial; le sigue el Vicepresidente si lo hay; a continuación el Secretario General, el Procurador General, el Sacerdote Secretario Central, los Vicesecretarios, el Prefecto de Estudios, los Enviados [missi] y el Administrador General. § 2. Igualmente en la región correspondiente van en el siguiente orden: el Consiliario regional, el Defensor, el Sacerdote Secretario regional, el Secretario de la Comisión, los Vocales, el Delegado de Estudios y el Administrador regional.
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§ 3. Finalmente, en cada una de las sedes, el Director, el Subdirector y el Secretario. Por otra parte, el Director en su propia casa precede a todos, exceptuados el Padre, el Vicepresidente, el Secretario General, el Procurador General, el Consiliario regional y el Visitador. Éste, mientras desempeña el cargo que le corresponde, ocupa el lugar que ocuparía aquel en nombre del cual realiza la visita. 31. § 1. Entre los demás miembros del Instituto, el orden de precedencia se deriva de la incorporación realizada por Oblación al Opus Dei, o bien de la edad si la Oblación se hubiese hecho el mismo día. Aparte de esto, los Electores preceden a los demás Inscritos. Los Inscritos simplemente, a los Numerarios; y los Numerarios a los Oblatos y Supernumerarios. § 2. No obstante, los sacerdotes o clérigos siempre preceden a los laicos que no deban ejercer sobre ellos potestad de gobierno, y a ellos han de rendirles todos el mayor honor y reverencia. § 3. Dondequiera que haya dos miembros del Instituto, a fin de no verse privados del mérito de la obediencia, ha de guardarse siempre una cierta subordinación, por medio de la cual el uno quede sometido al otro según orden de preferencia, a no ser que estuviere presente una delegación especial de los Superiores y salva siempre la dependencia del respectivo Superior. Capítulo III. De la admisión al Instituto 32. La adscripción comprende tres grados: el de la simple admisión, que la realiza el Consiliario después de oír a la Comisión; el de la Oblación, después de un año al menos de período de prueba; el de la Fidelidad, después de un año al menos a partir de la Oblación. 33. En el Instituto puede ser admitido cualquier católico que no esté retenido por ningún impedimento legal y que se sienta movido por intención recta y sea apropiado para soportar las cargas del Instituto y ejercer las obras peculiares del mismo. 34. Para poder ser admitido en el Opus Dei se requiere además: 1. ° Esforzarse por la propia santificación por medio de la observancia de los consejos evangélicos que sean conformes a la propia situación; 2. ° Atender a la vida espiritual, por medio del ejercicio de la oración mental cotidiana y otras normas de devoción del Instituto; 3. ° Haberse antes en período de prueba ejercitado en el apostolado propio de los socios del Instituto, al menos durante seis meses, bajo la guía de los Directores. 35. Para la admisión de los Numerarios se requiere aparte de esto: 1. ° Que el candidato esté en posesión de un título académico secular en una Universidad pública civil o civilmente reconocida o en una Facultad del mismo rango, ya del Estado ya de una entidad pública, o por lo menos que esté en condiciones de obtenerlo en el Instituto; 2. ° Que humildemente solicite por escrito al Presidente del Instituto que tenga a bien aceptarlo como miembro. 36. § 1. Sería sin validez la admisión en el Instituto como Numerario de aquellos que: abandonando la fe católica se hayan adherido a una secta acatólica; no hayan cumplido aún 15 años de edad; entren en el Instituto por fuerza, inducidos por miedo grave o por engaño, así como aquellos a los que el Superior reciba inducido del mismo modo; los que estén ligados o hayan estado ligados por un vínculo de profesión religiosa o consagración en algún Instituto secular; aquellos sobre quienes pese una pena por grave delito que hayan cometido en razón del cual sean acusados o puedan serlo; asimismo los casados, mientras dure el matrimonio. § 2. Sería ilícita, pero válida, la admisión de aquellos que estén cargados de deudas que no sean capaces de satisfacer o que estén sujetos a rendición de cuentas o implicados en otros negocios a consecuencia de los cuales pueda el Instituto tener litigios o molestias.
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§ 3. En virtud de la condición jurídica del Instituto, están excluidos del Opus Dei: los sacerdotes seculares; los alumnos de seminarios; el que fuere novicio de alguna Religión o Sociedad, postulante o alumno de una Escuela apostólica; el que en algún Instituto secular se encuentre en periodo de prueba o haya solicitado la admisión. 37. De los impedimentos de que se trata en el número 36, § 1 y § 2 puede dispensar la Santa Sede; de los derivados de la condición jurídica peculiar del Instituto reseñados en la norma 36 § 3, el Presidente General después de oído su Consejo. 38. La admisión de los Numerarios se hace con la ceremonia descrita en el Ceremonial, la cual realiza un sacerdote por delegación, que también puede ser habitual, del Consiliario regional, estando presente el Director local o su delegado. 39. Por medio del Director local, el Consiliario, antes de la admisión de cualquier miembro, no ha de dejar de investigar las noticias, incluso las secretas, si lo juzgare oportuno, que acerca de la índole, talento, cultura, devoción, aptitud para las actividades del aspirante puedan contribuir a dar un conocimiento más profundo. Pero acerca de estas noticias ha de guardar un absoluto silencio y secreto. 40. § 1. El candidato que haya escrito una carta para solicitar la admisión al Opus Dei como Numerario u Oblato, cuando ordinariamente le fuere indicado por el Director local que su petición se ha estimado digna de ser examinada, por ello sólo queda admitido y adscrito entre los Supernumerarios, hasta que se le conceda la admisión que ha demandado. § 2. Si alguno antes de su incorporación como Numerario u Oblato se considera que carece de esta vocación, puede ser retenido en el Instituto como Supernumerario, con tal de que tenga las condiciones requeridas. 41. § 1. Las vocaciones de Oblatos y Supernumerarios pueden buscarse y recogerse entre personas pertenecientes a cualquier grupo social. § 2. Pueden también ser aceptados los que sufren alguna enfermedad crónica. 42. § 1. En general, para llevar a cabo la admisión de los Supernumerarios ésta se propone en una reunión del Grupo; después, cada uno de los socios al presidente del Grupo y a él sólo le aporta en secreto su voto acerca de la concesión o denegación de la admisión del candidato. Nada se le comunicará al candidato acerca de este asunto a no ser que el presidente del Grupo haya dado la facultad de hacerlo. § 2. El candidato está obligado a solicitar su admisión mediante carta que ha de dirigirse al Consiliario regional. § 3. Después de seis meses por lo menos, a contar del día de la admisión, el socio Supernumerario permanece adscrito a aquel Grupo que lo ha propuesto. 43. Ninguna ceremonia especial se prescribe para la admisión de los socios Supernumerarios y Cooperadores asociados. Basta con su anotación en la lista propia de cada clase; los Cooperadores han de ser agregados al Instituto por el Consiliario juntamente con el Defensor. 44. § 1. Cuando los Supernumerarios son admitidos, han de ser instruidos acerca de la vocación más plena y más profunda de los Numerarios, que viven separados de su propia familia de sangre, siempre dispuestos a trabajar sin limitación en los lugares y en las obras que les fueren encomendadas por los Superiores. § 2. Ha de dárseles a conocer a los Supernumerarios que las clases persiguen solamente un fin: a saber, enseñar a cada uno de los socios las obligaciones y ocupaciones propias de cada uno, de acuerdo con su disposición de ánimo, las circunstancias de su vida y la vocación especial recibida de Dios; que sin embargo todos los socios están ligados por el mismo vínculo, el de tender a la perfección en su propio estado y cooperar, según las fuerzas de cada uno, a la propagación del Reinado de Cristo. 45. Pueden los Supernumerarios ser recibidos entre los Numerarios u Oblatos con tal de que estén dotados de las cualidades requeridas.
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Capítulo IV. De la incorporación al Instituto 46. El periodo de prueba, que todos deben cumplir después de realizada la admisión bajo la guía del Director local, ha de prolongarse por lo menos hasta un año, antes de venir a la incorporación. 47. Si en el periodo de prueba el candidato se comporta de tal modo que brilla la esperanza de que venga a convertirse en un miembro digno y útil en el Instituto, se tratará de su incorporación. 48. § 1. El candidato, en cualquier momento del periodo de prueba, puede abandonar el Instituto, sin que esté obligado a dar cuentas a nadie de la razón de esta renuncia. § 2. Por su parte el Superior, mediando justa causa, puede no admitir a un candidato sin que esté obligado a manifestarle la causa de su negativa (norma 97). 49. Habiéndose cumplido felizmente el período de prueba, el aspirante se incorpora al Instituto temporalmente por Oblación, que ha de renovarse cada año; pasado un quinquenio, se incorpora por Fidelidad a perpetuidad. 50. § 1. Para la validez de la incorporación se requiere: 1. ° Que el candidato a la Oblación haya cumplido los dieciséis años de edad; el que lo sea a la Fidelidad, los veintiuno; 2. ° Que sea admitido por Superior competente y sea recibido por el mismo o por delegado suyo; 3. ° Que se realice sin fuerza, miedo grave ni engaño; 4. ° Que sea expresa. § 2. En cuanto a la validez de la Fidelidad, se requiere además que haya precedido la incorporación temporal realizada por Oblación. 51. § 1. Transcurrido el tiempo hasta el que la Oblación se ha realizado, sin demora alguna o ha de renovarse ésta de la manera dicha o ha de pronunciarse la Fidelidad. § 2. Está, sin embargo, en la potestad del Presidente General y, en la región propia, del Consiliario junto con el Defensor, diferir la Oblación y la Fidelidad, ya sea para una prueba más firme de la vocación y aptitud del candidato, ya sea en atención al bien del mismo Instituto. 52. § 1. En la pronunciación de la Oblación o Fidelidad se observa para los Numerarios el rito descrito en nuestro Ceremonial, y no se redacta documento de la realización de incorporación, esto es, de la pronunciación de la Oblación y Fidelidad; basta con la anotación en el registro de la región. § 2. Ninguna ceremonia especial se prescribe para la incorporación de los Supernumerarios al Instituto; éstos, sin embargo, al ir a pronunciar la Oblación o la Fidelidad, están obligados a recitar la fórmula de los votos en presencia por lo menos de dos testigos. 53. § 1. Para los Numerarios, la incorporación al Instituto, llevada a cabo por Oblación, exige la pronunciación de los votos propios de la Sociedad de pobreza, de castidad y de obediencia. § 2. Estos votos de la sociedad, aunque no son públicos según la norma jurídica (c. 1308, § 1), son sin embargo reconocidos por la Iglesia, por lo cual pueden también llamarse votos privados reconocidos. Se anulan estos votos en caso de dimisión o relajación del vínculo por el que el Numerario estaba ligado al Instituto, concedida por la Santa Sede o por el Padre, según los casos. 54. § 1. A la Oblación de los Numerarios es el Consiliario el que admite con voto deliberativo de la Comisión y oído el Director local con su Consejo. § 2. Para la renovación de la Oblación se requiere y basta la licencia del Consiliario regional, el cual, en caso de duda, puede oír a la Comisión y al Director local con su consejo. Si ninguna duda razonable se presenta respecto a una voluntad del Consiliario contraria a la renovación y nada falta por parte del Director, hay razón para presumir la licencia y la
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Oblación puede renovarse. Pero dicha renovación de la Oblación se somete a una condición resolutiva si el Consiliario, enterado de ella, juntamente con el Defensor y después de oída la Comisión, a ella se opone. § 3. Acerca de la realización de la renovación, el que la renueva está obligado a dar fe al Director inmediatamente o cuanto antes. 55. Antes de la Oblación, por la que los miembros se incorporan al Instituto, deben los socios Numerarios ceder la administración de sus bienes a quien mejor les parezca y asimismo disponer libremente de su uso y usufructo. 56. § 1. La Fidelidad, para los Numerarios, debe contener expresamente una pronunciación perpetua de los mismos votos de pobreza, castidad y obediencia. § 2. Estos votos son privados reconocidos, o sea propios de la Sociedad, y de ellos, según los casos, puede dispensar la Santa Sede o el Padre (n. 99). 57. A la Fidelidad de los Numerarios es el Consiliario regional el que admite, con voto deliberativo de la propia Comisión, y dando su confirmación el Padre. 58. Para que mejor se observe en el Instituto la vida espiritual, todos los socios Numerarios y Supernumerarios, inmediatamente después de pronunciada la Fidelidad, tocando los Santos Evangelios e invocando el nombre de Cristo, con juramento que confirma la obligación de conciencia según la gravedad del mismo bajo vínculo de temor religioso, deben prometer lo que sigue de la manera más abajo descrita: 1. ° En cuanto al Instituto: evitar de mi parte sinceramente todos aquellos dichos o hechos que puedan atentar de cualquier modo que sea a la unidad espiritual, moral o jurídica del Instituto y si tales hechos o dichos proceden de otros miembros, resistirles y corregirlos, según parezca oportuno en el Señor; 2. ° En cuanto a todos y cada uno de los Superiores del Instituto: a) evitar por mi parte cuidadosamente las murmuraciones que pudieran disminuir la fama de éstos o quitar eficacia a su autoridad, e igualmente reprimir las murmuraciones de los otros miembros y no confabularme con ellos de ningún modo; b) Ejercer con mi Superior inmediato la corrección fraterna de acuerdo con el espíritu del Opus Dei, siempre que, después de considerado el asunto en presencia de Dios, parezca que la corrección es conveniente al bien del Instituto. Si después de un espacio de tiempo prudente viere que mi corrección ha resultado en vano, comunicaré el asunto desde su comienzo, si un claro bien del Instituto así lo exige o persuade, a mi Superior Mayor inmediato o al Padre y lo pondré plenamente en sus manos; 3. ° En cuanto a mí mismo: consultaré siempre con mi Superior Mayor inmediato o con el Supremo, según la gravedad del caso o la seguridad o eficacia de la decisión, cualesquiera cuestiones profesionales, sociales u otras, aun cuando no constituyan materia directa del voto de obediencia sin pretender transferir a dicho Superior la obligación de responder de ello. 59. Los miembros Numerarios antes de la Fidelidad han de redactar testamento de los bienes presentes o que puedan corresponderles. 60. La Oblación y la Fidelidad exige para los Oblatos todos y los mismos deberes y obligaciones que para los Numerarios, según la norma n.° 25, § 2 y el vínculo por el que dichos miembros se ligan con el Instituto es igualmente mutuo y pleno. 61. § 1. Para los Supernumerarios, la incorporación al Instituto por Oblación o por Fidelidad requiere la pronunciación de los votos de pobreza, castidad y obediencia, según el modo de que se trata en las normas 152, 157, 164 y ss. § 2. Estos votos son privados, pero aceptados y reconocidos por el Instituto. Se anulan por dispensa concedida por el Padre o por sus Delegados, al mismo tiempo que liberan del vínculo contraído por la incorporación. 62. § 1. Los Supernumerarios renovarán cada año indefinidamente la Oblación; pero puede concedérseles que, una vez pasado un quinquenio de la Oblación, pronuncien la Fidelidad.
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§ 2. Tanto a la Oblación como a la Fidelidad, es el Consiliario regional el que los admite. Para la Oblación basta el voto consultivo de la Comisión, después de oído el Director del Centro del candidato; para su renovación se aplican las normas núm. 54, § 2. Para la Fidelidad se requiere voto deliberativo de la misma comisión, después de oído el Director del candidato y dando su confirmación el Padre. 63. Cuando algún Supernumerario viniere a ser Oblato o Numerario, puede ser dispensado total o parcialmente en lo referente al tiempo requerido para la Oblación o Fidelidad, que ha de pronunciar en su nueva categoría; pero la formación especial en ningún respecto se les dispensa.
Capítulo V. De la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz 64. La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, de la que se trata en la norma 1 siendo algo intrínseco al Opus Dei, tiene los mismos Superiores, que ejercen en la Sociedad Sacerdotal las mismas funciones que en el Opus Dei. 65. § 1. Para que alguien venga a ser miembro Numerario de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, conviene que durante algún tiempo haya militado en el Opus Dei y haya cumplido el periodo de prueba y formación que en el Opus Dei todos los socios Numerarios están obligados a realizar; más aún, que sea miembro incorporado a perpetuidad al Instituto por medio de la Fidelidad, de tal modo que a nadie le sea permitido entrar a la Sociedad inmediatamente en cuanto a Numerario. § 2. En cuanto a qué espacio de tiempo debe pasar en el Opus Dei, se deja a determinar al arbitrio del Presidente; y no será el mismo para todos, sino que más bien habrá de ser medido según las circunstancias y condiciones propias de cada uno. 66. Dado que los miembros Numerarios de la sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz se seleccionan entre los miembros del Opus Dei, en el cual han sido en general instruidos y ejercitados durante varios años, no se requiere ningún periodo de prueba especial para admitirlos a la Sociedad. 67. La admisión de los Numerarios a la Sociedad atañe al Presidente General, con voto deliberativo de su Consejo, y después de ser oído el Consiliario junto con el defensor de la región del candidato. 68. Los Numerarios que se destinan al sacerdocio, aunque antes no hubieren sido elegidos para la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, desde el momento que reciben la tonsura clerical, quedan por ello mismo adscritos a la Sociedad, y quedan a disposición del Presidente en lo que toca a su primero o posteriores destinos a una u otra región del Instituto. 69. Para recibir la admisión de los Numerarios a la Sociedad no está prescrita ninguna ceremonia especial: basta la inscripción de los miembros en el libro. 70. De entre los Numerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz algunos, llamados a ello por el Padre, con voto deliberativo del Consejo propio, pueden además pronunciar una nueva y peculiar Fidelidad dentro de la Sociedad misma. 71. Si bien no hay prescrita una ceremonia especial para pronunciar la Fidelidad de los Numerarios dentro de la Sociedad, sin embargo, los socios, inmediatamente después de realizada la Fidelidad, deben firmar la fórmula descrita en el Ceremonial. 72. Aparte de los miembros Numerarios del Opus Dei que pertenezcan a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz como miembros en sentido estricto, pueden también ser adscritos inmediatamente a dicha Sociedad como miembros en sentido lato o más lato tanto los socios Oblatos como los socios Supernumerarios. 73. Los socios Oblatos y Supernumerarios de la sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz son sacerdotes, o al menos ordenados in sacris, adscritos al clero diocesano, que quieren consagrarse al Señor en la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, sin que sin embargo su condi-
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ción diocesana y la plena sujeción a los Ordinarios sea afectada en modo alguno por esa consagración, sino que por el contrario sea incluso confirmada en diversos respectos, según lo que más adelante ha de decirse. 74. Aparte de los fines generales del Instituto, que estos socios hacen suyos dentro de su propia condición, reivindican como peculiar y propio el siguiente: a saber, promover con todo empeño entre el clero diocesano la vida de perfección y el sentido de una plena entrega y sujeción de jerarquía al Ordinario, y fomentar entre los sacerdotes del clero diocesano la vida comunitaria, según le parezca conveniente al Ordinario del lugar (c. 134). 75. El espíritu de que los sacerdotes Oblatos y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz deben estar informados en todo está contenido en los siguientes puntos: 1.° Nada sin contar con el Obispo, pues ciertamente ha de tener poder sobre la consagración de éstos a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz de la misma manera que sobre toda su vida sacerdotal y ministerio espiritual. 2° Han de actuar siempre y en todas partes por supuesto con la mayor discreción entre los sacerdotes hermanos, pero en modo alguno han de mostrarse secretos, dado que no debe encontrarse en ellos nada que así tenga que ser ocultado. 3. ° No han de querer en modo alguno distinguirse de los sacerdotes hermanos, sino esforzarse con todo empeño en estar con ellos unidos; 4. ° Han de estar llenos de tal calidad fraterna para con todos los demás sacerdotes de la diócesis, que eviten de raíz cualquier sombra de divisiones y promuevan entre todos los sacerdotes absolutamente la máxima unión. 76. Para que un sacerdote pueda ser admitido entre los Oblatos o Supernumerarios: 1.° Deben requerirse y exigirse de ellos todas las cosas que se exigen para los Oblatos y Supernumerarios del Opus Dei. 2° Deben ser sacerdotes, u ordenados in sacris, del clero diocesano; 3.° Es necesaria la venia del Ordinario respectivo. 77. Los alumnos de seminarios no ordenados in sacris no pueden ser admitidos como socios Oblatos o Supernumerarios propiamente dichos. Si perciben una profunda vocación antes de ser ordenados in sacris, pueden solamente ser considerados o admitidos como Aspirantes. 78. Para la admisión e incorporación de los sacerdotes entre los Oblatos o Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz deben guardarse las mismas normas y modo de proceder que se prescriben para la admisión o incorporación de los Oblatos y Supernumerarios del Opus Dei. 79. Los vínculos que deben necesaria y expresamente ser contraídos por los sacerdotes Oblatos y Supernumerarios en la incorporación son: 1.° Voto de obediencia, por el que se confirma por voto la obediencia canónica debida al Obispo y se extiende a todos aquellos puntos que atañen al ejercicio de la labor sacerdotal en la diócesis. En virtud de este tipo de voto de obediencia los Oblatos quedan obligados por vínculo de temor religioso a poner en manos del Ordinario todos los honores y dignidades de que disfruten, de modo que éste pueda libremente usar de ellos para mayor servicio de Dios y bien de la diócesis. Por otra parte todos los Oblatos y Supernumerarios necesitan la venia del Ordinario para ejercer cualquier trabajo colectivo de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, en caso de que dicho trabajo pueda de hecho estorbar sus ministerios diocesanos; 2° Voto de obediencia a los Superiores internos, en virtud del cual quedan ligados a obediencia a los Superiores en todos aquellos puntos que, salva siempre la obediencia debida al Ordinario, tocan a la disciplina interna, la formación y la vida espiritual; 3.° En cuanto a otros votos y vínculos, han de aplicarse a los Oblatos y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz aquellas disposiciones que se estatuyen para los Oblatos y Supernumerarios del Opus Dei.
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80. La pronunciación de los votos y la contracción de vínculos que son comunes a los Oblatos y Supernumerarios del Opus Dei han de realizarse de la manera descrita en las Constituciones y el Ceremonial para la incorporación de dichos miembros al Instituto. En cuanto a la pronunciación del voto de obediencia al Ordinario debe realizarse en presencia del Ordinario mismo o de su delegado. 81. Los medios que han de aplicarse para la formación son principalmente los que siguen: 1. ° Reuniones espirituales con los sacerdotes designados por el Consiliario, que se llaman Confidencias; 2. ° Círculos especiales de estudios, a los que han de presidir Celadores elegidos por el Consiliario, con asistencia, en la medida que pueda ser, de algún sacerdote Numerario; 3. ° Periodos anuales de vida comunitaria, que se denominan Convivencias; 4. ° Todos los demás medios, industrias, instrumentos ascéticos y prácticas piadosas del Opus Dei; 5. ° El pulimento, la intensificación oportuna, según parezca conveniente en el Señor, y la ampliación de la cultura y de la formación científica. 82. § 1. Absoluta y cuidadosamente ha de evitarse en la diócesis en lo que a estos sacerdotes incluso la especial jerarquía externa propia del Instituto; pues lo único que se pretende debe ser lo siguiente: la perfección de la vida sacerdotal por una diligente Fidelidad a la vida interior, por un tenaz y constante afán de formación y por una mente, criterio y ardor apostólicos. § 2. Para regir a los Oblatos y Supernumerarios de la región, el Consiliario se vale del ministerio de un sacerdote Prefecto de los Asuntos espirituales, a quien ayudan en cada diócesis un Admonitor y un Director espiritual con sus correspondientes sustitutos. 83. Para tratar o resolver con el Obispo u Ordinario del lugar todos los asuntos que atañen a los sacerdotes Oblatos y Supernumerarios en la diócesis respectiva de cada uno, el Instituto de regla se vale del Admonitor o de su sustituto, a no ser que el Consiliario de la región prefiera llevar o resolver algún negocio directamente por sí mismo o por medio de un especial delegado suyo. 84. § 1. El Consiliario, después de oír a la Comisión y de interpelado también el Director del Centro local, designa para un trienio a los Admonitores, Directores espirituales y sus sustitutos. § 2. Estos cargos deben evitar radicalmente cualquier forma o apariencia externa de dirección o de potestad. § 3. El Consiliario ha de procurar comunicar lo más pronto posible las designaciones que se hayan hecho al Obispo u Ordinario del lugar. 85. Los sacerdotes Oblatos y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz se organizan y ordenan en Grupos que dependen de los Centros especiales. Uno y el mismo Centro puede tener adscritos y dependientes diversos Grupos de esta clase, incluso distribuidos entre varias diócesis, según parezca ser más conveniente. 86. Los Centros especiales que tienen adscritos sacerdotes Oblatos o Supernumerarios están además compuestos necesariamente de socios Numerarios del Opus Dei. Los Directores de estos Centros han de ser siempre de regla sacerdotes Numerarios. 87. Los Grupos sacerdotales no deben tener ninguna administración económica peculiar. Se sirven de la administración general de los socios del Opus Dei, si de alguna necesitan. 88. En cuanto a la salida y dimisión, tienen vigencia y han de ser guardados los mismos principios que están estatuidos para la salida y dimisión de los Oblatos y Supernumerarios del Opus Dei. 89. En aquellos puntos que no están aquí expresamente prescritos refiriendo lo correspondiente a los casos correspondientes, y con tal de que convengan a la dignidad sacerdotal, se aplican a los sacerdotes Oblatos y Supernumerarios todas aquellas disposiciones que en
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estas Constituciones están ordenadas para los Oblatos y Supernumerarios del Opus Dei o que en adelante puedan ordenarse en estatutos o colecciones de estas normas. 90. Sin que queden adheridos al Instituto por vínculo jurídico, pueden ser agregados a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, según la norma número 43, como socios Cooperadores los sacerdotes adscritos al clero diocesano que presten su ayuda a la finalidad del Instituto con oración, limosnas y, si puede ser, también con el propio ministerio sacerdotal de cada uno. 91. El Presidente general, después de oído su Consejo, (al Consejo regional se lo propondrán [el Consiliario] con el Defensor y con voto deliberativo de su Comisión), tiene potestad para conceder Cartas de Fraternidad de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, sin que por ello queden convertidos en miembros del Instituto, a sacerdotes que se destaquen por su amor para con el Instituto, por la colaboración prestada a las Obras encomendadas a los cuidados de los socios y principalmente por su afán en promover la vocación hacia el Opus Dei. 92. Por estas Cartas de Fraternidad se les atribuye a dichos sacerdotes la participación en todos los bienes espirituales del Instituto; en la medida que sea posible, se les concede también la participación en los privilegios; una vez fallecidos tendrán derecho a los sufragios estatuidos para los Supernumerarios. 93. § 1. Hay también Asistentes eclesiásticos designados por el Consiliario de la región para uno o para varios Grupos (norma 94), estando de acuerdo el Defensor y después de oída la Comisión de la región. § 2. La designación y el conocimiento del hecho será comunicada oralmente, cuando se presente la ocasión, por el Consiliario o por otra persona a indicación suya. § 3. Del mismo modo conviene que el Ordinario sea enterado oportunamente de que va a hacerse la designación, para que conceda su venia. 94. Todos los sacerdotes de quienes se trata en las normas 90-93 están obligados a elevar asiduas preces a Dios por la santificación de los miembros de la Obra; y en la medida que las obligaciones de su propio ministerio o cargo se lo permitan, a ayudar también a sus hermanos de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz en el cumplimiento de las labores apostólicas junto con los Supernumerarios del Opus Dei, sean hombres o mujeres, siempre que el consiliario de la región así se lo demandare. Y en este caso procuran en la medida de sus fuerzas: fortalecer la autoridad de los Superiores del Instituto; fomentar la unidad y el espíritu fraterno entre los socios; secundar la dirección espiritual, tanto común como personal, que los socios reciben de los Superiores, Mayores y locales; proporcionar al Consiliario regional aquellas informaciones que estimen más oportunas para cumplir las labores apostólicas. 95. Tanto los sacerdotes a quienes han sido concedidas Cartas de Fraternidad como también los Asistentes antedichos, para alimentar y fomentar la propia vida interior, pueden recibir del Instituto, si lo desean y solicitan, aquella ayuda que se proporciona a los Supernumerarios. 96. Finalmente, estos sacerdotes procurarán estar presentes a una Semana de Convivencia una vez por año, en el lugar que determine el Consiliario; pero no a los Ejercicios espirituales, dado que están obligados a realizarlos con los demás sacerdotes de la propia diócesis.
Capítulo V I . De la separación del Instituto 97. § 1. Antes de ligarse temporalmente al Opus Dei, esto es, durante el periodo de prueba, puede uno en cualquier momento abandonarlo libremente. § 2. Asimismo los Superiores, por causas justas y razonables, pueden no admitirlo, o darle el consejo de que se separe. Esas causas son principalmente la falta del espíritu propio del Instituto y de aptitud para las obras específicas de los socios (norma 48).
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98. § 1. Después de pronunciada la Oblación, para que pueda un miembro abandonar el Instituto durante el plazo para el que aquélla se pronunció, necesitará de dispensa, que sólo el Padre puede conceder, después de oído el Consejo propio y la Comisión regional. § 2. Pero una vez cumplido el,plazo de la Oblación, les está a todos libremente permitido despedirse del Instituto, así como también al Superior denegar por justas causas la renovación de la Oblación o la pronunciación de la Fidelidad. 99. § 1. Después de pronunciada la Fidelidad, si se trata de una separación voluntaria del Instituto por parte de los socios, sólo el Padre puede dar dispensa. § 2. En cuanto a aquellos miembros del Opus Dei que estén a perpetuidad incorporados a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, no puede llevarse a cabo una salida legítima sino habiendo obtenido dispensa de la Sede Apostólica. 100. El que, de la manera que fuere, haya salido del Instituto no puede exigir nada de éste por los servicios prestados al mismo ni por aquellos ingresos que, ya sea por industria, ya por ejercicio de la propia profesión, le haya proporcionado. 101. § 1. La separación legítima del Instituto lleva consigo la anulación de los votos que son consiguientes a la incorporación. § 2. En cuanto al que esté ordenado de órdenes menores, si no encuentra en el Obispo benévola acogida a sus peticiones, por ese mismo hecho, al cabo de un mes de la separación legítima, queda reducido al estado laical; pero el que lo esté en órdenes mayores no puede abandonar el Instituto, hasta tanto que haya encontrado en el Obispo benevolencia para recibirlo en su propia diócesis y si, sin hallar tal benevolencia en el Obispo, se saliere, no podrá ejercer sus Órdenes hasta tanto que la Santa Sede provea de otro modo. 102. § 1. El miembro Numerario u Oblato que hace vida de familia en el Instituto y que sin licencia legítima de los Superiores abandona la casa a la que está por obediencia destinado, o que a ella no regresare sin justa causa, aunque con ánimo de regresar, ha de ser considerado fugitivo según la norma de estas Constituciones. Está obligado a volver cuanto antes a la casa o Centro y entre tanto no queda absuelto de las obligaciones que asumiera por la incorporación. El Superior Mayor debe solícitamente buscarlo, y, si movido por verdadero arrepentimiento regresa, recibirlo paternalmente. § 2. Sepan los tales fugitivos que por este sólo hecho incurren en la privación de cualquier cargo que puedan tener en el Instituto y en la suspensión reservada al Superior Mayor en caso de que estén ordenados in sacris, aparte de otros castigos, proporcionados a la culpa, que han de serles infligidos al arbitrio del propio Superior. 103. § 1. Apóstata del Instituto se llama al miembro que, después de pronunciada la Fidelidad, se separa ilegítimamente del Centro al que pertenece, con el ánimo de sustraerse a la obediencia. Se presume en todo derecho ese ánimo malicioso si el socio dentro del plazo de un mes no ha manifestado al Director la voluntad de regresar o de someterse. § 2. El socio apóstata queda por ello mismo privado de todos los privilegios del Instituto; y si volviere, carece, según arbitrio del Padre, de voz activa y pasiva y además debe ser castigado por los Superiores con otras penas según la gravedad de la culpa. Y si se trata de un clérigo ordenado in sacris incurre también en la suspensión reservada al Padre. 104. En lo referente a la separación voluntaria de los Supernumerarios, vale, aplicando lo correspondiente a lo correspondiente, lo mismo que queda dicho acerca de los socios Numerarios. 105. § 1. Si un Numerario u Oblato abandonare legítimamente el Instituto, tenida cuenta de sus circunstancias, puede ser recibido en la categoría de los Cooperadores. § 2. Excepcionalmente y transcurrido un notable espacio de tiempo, puede también ser elegido como socio Supernumerario. 106. Los Supernumerarios, atendidas maduramente sus circunstancias, pueden también, siempre que se separen legítimamente de su propia categoría, ser admitidos entre los Cooperadores.
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Capítulo VII. Del despido de los socios 107. El miembro Numerario incorporado temporalmente por Oblación no puede durante el tiempo de la Oblación ser despedido, a no ser por causas graves, que pueden ser ya de la parte del Instituto, ya de parte del miembro. La falta del espíritu del Instituto, que pueda producir en otros escándalo, es causa suficiente para el despido, si la advertencia repetida, junto con una saludable penitencia, resultare en vano, no, en cambio, la mala salud, a no ser que conste de cierto que ésta, anterior a la Oblación, ha sido dolosamente callada o disimulada. 108. El despido, si fuere necesario, ha de llevarse a cabo con la máxima caridad; antes, sin embargo, se ha de persuadir al socio a que se separe espontáneamente. 109. Puede despedir a cualquier Numerario incorporado por Oblación al Instituto el Presidente, con sufragio deliberativo de su Consejo. 110. Si bien los motivos deben serle con certeza conocidos al Superior que realiza el despido, no es sin embargo necesario que se prueben en juicio formal. Pero al miembro deben en todo caso manifestársele dándole plena licencia de responder, y sus respuestas han de someterse fielmente al Superior que realiza el despido y a su Consejo. 111. Contra la decisión de despido séale permitido al miembro recurrir ante la Santa Sede y si el recurso se interpusiere dentro de un plazo de diez días, el efecto jurídico del despido queda en suspenso hasta que de Ella haya dimanado respuesta. 112. El que ya está incorporado al Instituto por Fidelidad no puede ser despedido de él si no por tres delitos, externos, graves, ya contra el derecho común de los Institutos Seculares, ya contra el derecho propio del Instituto. Estos delitos han de ser de la misma especie o, si diversos, tales que, tomados en conjunto, manifiesten una voluntad perversa obstinada en el mal. También un solo delito puede bastar para el despido, si es permanente, con la condición de que por una advertencia repetida se convierta virtualmente en triple. 113. Se requieren además dos advertencias, una por cada uno de los delitos; en los delitos permanentes o continuados es necesario que transcurra entre la primera y la segunda advertencia un intervalo al menos de tres días. 114. Para hacer las advertencias es preciso que el delito sea notorio o que haya constancia de él por confesión extrajudicial del reo o por otras pruebas suficientes que una previa investigación haya proporcionado. 115. Las advertencias se hacen por el inmediato Superior Mayor, por sí mismo o por otro por encargo suyo, el cual, una vez dado para la primera, vale también para la segunda. No ha de darse sin embargo el encargo sino después de una previa información del hecho según la norma del número precedente. 116. A las advertencias añada el Superior las oportunas exhortaciones y correcciones, prescribiéndose además penitencias y otros remedios penales que se consideren aptos para la enmienda del reo; está además obligado el Superior a apartar al reo de las ocasiones de reincidir incluso por traslado, si fuere necesario, a otra caso o Centro del Instituto, donde sea más fácil la vigilancia y más remota la ocasión de delinquir. En fin, a la doble advertencia añádase la amenaza de despido. 117. Finalmente, para infligir el despido se requiere la falta de enmienda. Se considera que no se ha enmendado el que, después de la segunda advertencia, cometiere un nuevo delito o persistiere permanentemente en el mismo; después de la última advertencia, habrá de esperarse al menos seis días antes de dar el paso hacia el despido. 118. Derecho del miembro es exponer libremente sus explicaciones, que han de ser fielmente recogidas en las actas. 119. Si llegaren a constar estos delitos, el Presidente del Instituto en su Consejo, tenida cuenta de todas las circunstancias del hecho, ha de deliberar si debe llegarse hasta el despido. Si la mayor parte de los votos resultare a favor del despido, presente el Presidente el decreto de despido; el cual sin embargo, para que pueda surtir su efecto propio, debe ser confirmado por la Sede Apostólica.
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120. El miembro despedido queda por ello mismo liberado de todas las obligaciones consiguientes a la Fidelidad. Si es clérigo de órdenes menores, queda reducido al estado laical; si de mayores, suspendido hasta que consiguiere la absolución de la Santa Sede o encontrare benévola acogida en algún Obispo, (c. 671). 121. En caso de grave escándalo exterior o de gravísimo daño que amenace al Instituto, puede el socio ser inmediatamente separado del Instituto por el Superior Mayor con consenso de su Consejo o, si hubiere peligro en la tardanza y no hubiere tiempo para acudir al Superior, por el Director local según consenso de su Consejo propio, a condición sin embargo de que el asunto sea sometido sin demora por medio del Presidente del Instituto al juicio de la Santa Sede. 122. En fin, el miembro que cometiere alguno de los delitos reseñados en el canon 646 por ello mismo ha de ser considerado como legítimamente despedido. En estos casos basta con que el Superior Mayor con su consejo emita una declaración del hecho; cuídese no obstante de conservar todos los documentos de la prueba del hecho en el archivo de la región. 123. A l miembro, si estuviere ordenado in sacris, que ha sido despedido por algún delito de los que se trata en el citado canon 646, o por otro que esté en derecho castigado con infamia jurídica o deposición o degradación, se le prohibe a perpetuidad llevar el hábito eclesiástico. 124. § 1. Para los Supernumerarios, el despido ha de ser decidido por el Consiliario regional con voto deliberativo de la propia Comisión, siempre que los socios descuiden la disciplina interna o el espíritu del Instituto, después de haber hecho en vano dos advertencias de cada vez, quedando siempre a salvo el derecho de los miembros de recurrir al Presidente General. Si el recurso fuere interpuesto dentro de un plazo de diez días, el efecto jurídico del despido queda suspendido hasta que dimanare respuesta del Padre. § 2. Con motivo de algún hecho grave, el Director local con voto de su Consejo decidirá la separación. Si el asunto es urgente, puede el Director separar inmediatamente al socio, dando aviso cuanto antes al Consiliario; en todos los casos ha de requerirse del Consiliario la confirmación de la separación. 125. El Consiliario puede despedir del Opus Dei a los Cooperadores en atención a justas causas. Pero el despido debe llevarse a la práctica con la máxima caridad.
PARTE SEGUNDA: D E L A V I D A D E LOS M I E M B R O S E N E L INSTITUTO
Capítulo I. De la instrucción de los miembros 126. El Opus Dei, dado que pretende sobre todo trabajar entre hombres dotados de estudios liberales, procura atender con la máxima diligencia a la instrucción así literaria como científica de sus hijos, en las disciplinas tanto sagradas como también profanas, ya que para nuestro Instituto el cultivo de las ciencias y de las artes es el apoyo fuerte ante todos de su apostolado. 127. En cualquiera de las Circunscripciones regionales han de ser erigidos por el Consiliario con asenso de la Comisión y confirmación del Padre, según lo que hiciere falta, Centros de estudios para todos los miembros Numerarios del Instituto de cada región, a fin de proporcionarle la formación propia para los ministerios apostólicos. 128. Los Centros regionales de estudios dependen del Consiliario de la misma región, el cual con el Defensor y oída la Comisión regional, designará a los socios que han de enviarse a realizar esos estudios. Sin embargo, los miembros no han de ser enviados a los Centros de estudios si no están ya elegidos por Oblación para su entrada en el Opus Dei y tienen experiencia en el apostolado propio de los socios del Instituto.
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129. En lo que toca a todos aquellos miembros que en el futuro se destinen al sacerdocio, los estudios realizados en estos colegios según la norma jurídica de las instrucciones de la Santa Sede han de ser considerados como públicos. 130. § 1. Al frente de los Centros regionales de estudios han de ponerse Directores, designados por el Consiliario de la propia región, junto con el Defensor y oída la Comisión. Han de ser socios por lo menos Inscritos de no menos de treinta años de edad. Cesan en su cargo al cabo de tres años. § 2. En la dirección de la casa, el Director se vale de la ayuda de un Subdirector y un Secretario, nombrados del mismo modo y de un Director del espíritu (norma 131). 131. § 1. Para la instrucción científica y religiosa de los miembros en los Centros de estudios, elíjanse socios destacados en devoción o en doctrina; y para el cargo de Director del espíritu desígnense sacerdotes que además se distingan no sólo por su doctrina, sino por sus virtudes y prudencia, que puedan con su palabra y con su ejemplo ser de provecho a sus alumnos. § 2. El Director del espíritu y los profesores son nombrados por el Consiliario, después de oída la Comisión de la región y estando de acuerdo el Defensor observándose la norma núm. 297. 132. § 1. Puede además el Presidente General, oído su Consejo, erigir Centros de estudios interregionales, dependientes de él, para que en ellos se instruyan miembros del Opus Dei seleccionados por el Padre mismo, ya directamente, ya a propuesta de los Consiliarios respectivos. § 2. Para estos Centros interregionales los socios destinados a los cargos locales (norma 130. § 2) y los profesores son nombrados por el Padre, oído su Consejo. Los Directores deben ser miembros por lo menos Inscritos y duran por un quinquenio. 133. En los Centros de estudios el tiempo se dedicará sobre todo a la formación espiritual de los miembros, en especial para imbuir los ánimos de los alumnos del espíritu de las Constituciones del Instituto, a las meditaciones piadosas, a la oración asidua, y a los ejercicios oportunos para extirpar de raíz las semillas de los vicios, para reprimir los movimientos perversos del ánimo, para adquirir virtudes, principalmente aquellas que constituyen como una marca de carácter de dicho Instituto. 134. § 1. El plan de los estudios de formación comprende, para todos, aparte de un aprendizaje más profundo en las letras latinas y griegas, filosofía, teología, canto eclesiástico, y también conocimiento de nuestro Instituto. § 2. Todos los miembros Numerarios adquieren además una cultura específica en las Universidades o Instituciones civiles. 135. Todos los socios Numerarios han de dedicarse al menos durante un bienio completo al estudio de la filosofía racional con las disciplinas afines, y han de realizar un curso teológico al menos por un bienio también completo. 136. Los estudios de filosofía racional y de teología, así como la instrucción de los alumnos en estas disciplinas han de llevarlos a cabo los profesores ajustándose por entero al método, doctrina y principios del Doctor Angélico, y han de tener éstos como sagrados. 137. Estos estudios de formación realícenlos los miembros en la medida que sea posible, sin apartarse de sus ocupaciones propias. Por lo demás, el juicio acerca de si esos ministerios pueden inferir o no perjuicio a los estudios le atañe al Consiliario. 138. § 1. Los socios de nuestro Instituto pueden cumplir el tiempo de su instrucción fuera de los Centros de estudios jurídicamente instituidos, si, atendidas las circunstancias y oída la propia Comisión, el Consiliario de la región así lo dispusiere. § 2. Mientras este tiempo dure, reciben su formación de un socio elegido por el Consiliario, oído el Delegado de estudios. § 3. Pero los socios deben luego sufrir examen en algún Centro jurídicamente instituido. 139. § 1. En cuanto a aquellos que se destinan al sacerdocio, hay Centros de estudios es-
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peciales para ellos erigidos por el Presidente General, donde sin embargo deben siempre habitar otros socios Numerarios del Opus Dei que no sean sacerdotes, recibiendo la misma instrucción que ellos y haciendo con los primeros vida de familia, ya que en el Opus Dei no hay más que una clase de socios, y la misma formación espiritual se requiere para todos los Numerarios. § 2. Pero sin embargo, durante un año tan sólo de los estudios de sagrada teología, los candidatos al sacerdocio habitan en una casa especial destinada solamente a ellos. 140. Los miembros llamados al sacerdocio han de realizar un curso teológico al menos de un cuadrienio completo. Este curso teológico, aparte de la teología dogmática y moral, debe comprender principalmente un estudio de la sagrada Escritura, de la historia eclesiástica, del derecho canónico, de la liturgia, de elocuencia sagrada y de canto eclesiástico. Han de darse lecciones de teología pastoral a las que se añadan ejercicios prácticos principalmente acerca de la manera de transmitir a los niños y a los demás el catecismo, de oír las confesiones, de visitar a los enfermos, de asistir a los moribundos; y ha de tratarse sobre todo de la manera de desarrollar el ministerio específico propio de los sacerdotes del Instituto. 141. Ha de procurarse que por lo menos de Sagrada Escritura, de teología dogmática, de teología moral y de historia eclesiástica se tengan otros tantos maestros diferentes. 142. Todos los sacerdotes del Instituto conviene que estén en posesión del título de Doctor en alguna disciplina eclesiástica. También el grado o título académico en alguna disciplina profana se exige siempre como prerrequisito. 143. Los miembros Oblatos y Supernumerarios, tanto hombres como mujeres, adquieren su formación por un triple procedimiento, a saber: 1. ° La personal, hasta la incorporación al Instituto y, después, principalmente con la ayuda de la confidencia semanal y de la corrección fraterna; 2. ° La colectiva habitual, por medio de los Círculos breves, para los Oblatos (normas 270-272), o de los Estudios, para los Supernumerarios, y de conferencias; 3. ° La colectiva periódica, mediante cursillos de estudios, algunos días de retiro mensual, así como por los ejercicios y las Convivencias anuales. 144. § 1. En el Círculo de Estudios que ha de celebrarse para los Supernumerarios, se determinará un cierto espacio de tiempo, en que se les proporcione a los socios criterios acerca de aquellas cuestiones de actualidad que tengan relación con la vida de la Iglesia. § 2. Al frente del Círculo está algún socio, en general Numerario, designado por el Director local, y conviene que esté además presente otro Numerario u Oblato, que, si el caso se presenta, pueda suplir al presidente; a falta de éstos, preside el Círculo un Celador del Grupo de notoria dignidad. § 3. Una vez por mes, en la medida que sea posible, presidirá el Círculo de Estudios algún sacerdote del Instituto. § 4. Antes de la reunión de cada Círculo, el Presidente del Círculo tratará del asunto con los Celadores, comunicándose mutuamente los respectivos pareceres. § 5. En cuanto a los Supernumerarios que habiten un lugar donde no haya Grupo, procurarán asistir a un Círculo con tanta frecuencia como les sea posible. § 6. Los Círculos para Supernumerarios y las demás reuniones que persiguen la formación colectiva habitual habrán de celebrarse, dentro de lo que aconseje la prudencia, guardándose un turno de rotación, en las moradas privadas de los socios que constituyan aquel grupo. 145. Para la instrucción de los socios Cooperadores, los Directores locales cuidarán de promover reuniones periódicas de los Cooperadores activos cuando oportuno pareciere, a fin de infundir en ellos el espíritu de nuestro Instituto y de que así, en el cumplimiento de ciertos definidos trabajos apostólicos, se conviertan en buenos colaboradores. 146. Las demás cuestiones que atañen a estudios de los nuestros se determinan en un plan particular.
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Capítulo II. De las obligaciones comunes Artículo 1. De la obediencia 147. § 1. Todos los alumnos del Instituto están obligados a servir humildemente a los Superiores en todas las cosas que atañan a la finalidad de dicho Instituto. § 2. Esta obligación de obedecer liga con fuerte y dulce vínculo a todos nuestros miembros ante todo con respecto al Romano Pontífice, primero de todos los Superiores. A los Ordinarios del lugar están sometidos según la norma del derecho común y les demostrarán la máxima reverencia y amor, que además se esforzarán en fomentar entre todos con el mayor empeño. 148. La incorporación al Instituto exige un voto privado comunitario reconocido de obediencia. En virtud de este voto, todos los miembros del Instituto, Numerarios y Oblatos, profesan una obediencia plena y en todos los aspectos al Presidente General y a los propios Superiores; y el Presidente General, a quien todos reconocen y veneran como Padre, usa libremente de ellos para los fines del Instituto según la norma de las Constituciones. 149. El Superior puede imponer a los socios Numerarios y Oblatos, de acuerdo con el voto de obediencia y empleándose una fórmula en que este voto se invoque explícitamente, preceptos o encargos en conciencia, basados en la fuerza del temor religioso, que, supuesta la gravedad del asunto, obliguen incluso bajo pena grave, referentes a todo aquello que pertenezca a la finalidad del Instituto. Los preceptos o encargos hechos en virtud de voto han de pronunciarse siempre por escrito o delante de dos testigos. Para que cualesquiera preceptos, una vez anulado el derecho del que los imponía, conserven su validez, han de ser siempre formulados de ese modo. 150. § 1. Esta obediencia según voto se debe por derecho propio a los Mayores Superiores según norma de derecho (c. 468, § 8) y a los Directores locales (así como también, en ausencia o falta de éstos, a aquellos que les sustituyan en sus funciones, según la norma de estas Constituciones). § 2. El subdirector, estando presente el Director, carece de potestad de gobierno; ausente el Director, a no ser que en un caso particular los Mayores Superiores decretasen otra cosa, el Subdirector ocupa ipso facto el lugar del Director, y en lugar de éste, aquél le sigue en orden de precedencia. 151. § 1. Los sacerdotes, en cuanto al orden interno de la casa, dependen del Director local; en los demás asuntos deben guardar obediencia tan sólo al Consiliario a quien han de rendir cuentas de su labor. § 2. Si residieren por algún tiempo en alguna casa donde se instruyen eclesiásticos, los sacerdotes han de estar sometidos en todo al Director de ésta. 152. En cuanto a los Supernumerarios, la incorporación exige la pronunciación del voto de obediencia tocante a todo aquello que pertenece de cualquier modo que sea al Instituto, tocante a la formación religiosa de los miembros y tocante a su actividad apostólica como [actividad] que ellos personalmente cumplan, cualquiera que sea. 153. La obediencia de los nuestros ha de ser totalmente voluntaria, motivada por el amor divino y con el fin de imitar a Cristo nuestro Señor, que siendo Señor de todas las cosas se rebajó a sí mismo tomando la forma de siervo y que se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz. 154. La obediencia de los nuestros ha de ser universal, ha de ser pronta, ha de ser alegre; no ha de saber distinguir entre mayores y menores, pues no hay poder sino el que procede de Dios. Por tanto, el que obedece al más bajo de los Superiores se somete al mando de Dios. 155. El voto de obediencia cesa por legítima separación del Instituto.
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Artículo 2. De la castidad 156. El voto de castidad, que se pronuncia para la incorporación de los Numerarios y Oblatos al Instituto, lleva consigo, aparte de la profesión de celibato, la obligación bajo nuevo título de carácter religioso de abstenerse de cualquier acto, sea interno sea externo, contra el sexto precepto del Decálogo. 157. La incorporación de los Supernumerarios al Instituto exige la pronunciación de un voto privado de castidad de acuerdo con el estado de cada uno. 158. Amen los miembros y guarden con gran diligencia la castidad, que hace a los hombres muy semejantes a los ángeles y los vuelve muy gratos a Cristo y para su Santísima Madre. Serán, pues, todos, como ángeles de Dios, teniendo por cierto que la actividad del apostolado debe estar apoyada en la castidad. 159. Para defensa de este tesoro, que se transporta en vasijas de barro, muchísimo contribuye la huida de las ocasiones, la moderación, la templanza, la disciplina del cuerpo, la frecuente recepción de la Santísima Eucaristía, el recurso asiduo y filial ante la Virgen Madre. 160. El voto de castidad queda anulado no sólo por dispensa sino también por disolución del vínculo que se contrajo por la incorporación al Instituto.
Artículo 3. De la pobreza 161. § 1. A fin de que los miembros puedan ejercitar mejor la pobreza evangélica, está aneja también a la incorporación la pronunciación de un voto privado reconocido o comunitario de pobreza. Por la fuerza de este voto, los miembros Numerarios y Oblatos renuncian: 1.° A la facultad de disponer lícitamente de cualquier bien temporal, valorable en precio, sin licencia legítima de los Superiores; 2° A la facultad de adquirir para sí bienes, cualesquiera que sean, de los que adquieren por su propia industria y trabajo o que, según la organización del Instituto, se les entregan o vienen a sus manos; 3.° Para cumplir aquellos actos de que se habla en el § 1, proporciona los medios en los asuntos graves el Presidente o si el asunto urge, así como también en los asuntos ordinarios, el Superior regional o incluso local. 162. § 1. Los miembros Numerarios y Oblatos conservan la propiedad de sus propios bienes patrimoniales y la capacidad de adquirir otros bienes del mismo tipo. § 2. A todos estos miembros se les exige ceder la administración de sus bienes propios a quien quieran y disponer de su uso y usufructo. Sin embargo, en virtud de licencia de los Superiores y bajo la vigilancia de éstos, pueden administrarlos, gozar de ellos y gozar de su usufructo, especialmente cuando no lleven su vida de familia en el Instituto. § 3. Una vez roto el vínculo con el Instituto, la cesión de la administración o bien la disposición del uso y usufructo, en caso de que se hubiera determinado, dejan de tener fuerza. 163. § 1. Todo lo que los socios Numerarios y Oblatos por su propia industria adquieren después de realizada la incorporación, según decisión del Presidente, se dedica a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz o al Opus Dei o a las Sociedades. § 2. El Instituto, por su parte, proporciona a los militantes individualmente todos aquellos elementos que a juicio de los superiores corresponden a su alimentación, vestido y estudios; y todo aquello que haga falta para ejercer el propio servicio profesional, según lo exijan las condiciones en las que se desenvuelve. Esto no implica una uniformidad de las vestimentas, de las cuales el Instituto no tiene ninguna que sea común. § 3. En cuanto a los Oblatos, el Instituto proporciona además todo aquello que a juicio de los Superiores, sopesadas todas las circunstancias de cada uno de los
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miembros, se estime necesario para que cada uno de los Oblatos asuman aquellos seguros o fianzas de que se habla en la norma 166, § 1. § 4. En fin, el Instituto provee a los padres de los miembros que puedan padecer necesidad con la caridad y generosidad que corresponde, de modo que de esto no pueda provenir ninguna especie de obligación jurídica. 164. El voto de pobreza de los Supernumerarios abarca: 1. ° En cuanto al uso de los bienes propios y al tenor personal de su vida, en su propia condición, según la definición práctica de los Superiores, en los casos dudosos, de acuerdo con la norma número 165, comportarse de tal forma que todos los actos estén informados de un espíritu de pobreza y se adapten a él adecuadamente; 2. ° En cuanto a aquellos bienes que pudieren haberles sido confiados por el Instituto o de los que deban usar en el ejercicio del apostolado, una plena sujeción y dependencia respecto a las disposiciones del Superior. 165. Los socios Supernumerarios conservan aquella condición económica que pueda corresponder a la vida social de los mismos; sin embargo, personalmente y con tal de que los derechos de la propia familia no se vean por ello afectados hasta un cierto límite, se esforzarán en cultivar la virtud de la pobreza remitiendo el asunto en caso de duda al juicio de los Superiores del Instituto. 166. § 1. Los Supernumerarios llevan una vida acorde con la propia condición de cada uno, siendo del todo independiente del Instituto su libertad económica personal: cada uno de ellos está atenido a regir y ordenar su propia vida económica con el patrimonio familiar, con el trabajo personal; también con aquellos préstamos económicos, fianzas o seguros que las leyes civiles preveen para los casos de defecto o imposibilidad de trabajo, de enfermedad, de vejez, etcétera. § 2. Todos contribuyen a sostener los gastos del Instituto de grado y espontáneamente con liberalidad de ánimo, entregando limosnas cada mes, según la capacidad económica de cada cual. 167. Si alguno (cosa que Dios no quiera) se despide del Instituto o dimite de él, no puede reclamar de él nada por los servicios que le ha prestado ni por las donaciones voluntarias que haya podido hacer a la Institución en calidad de miembro y tampoco por los productos de su industria o ejercicio profesional que hayan sobre ella revertido. 168. Así pues todos los hijos del Instituto han de hacer profesión con todo empeño de pobreza evangélica y han de esforzarse en imitar a Cristo Nuestro Señor, que se hizo menesteroso, siendo como era rico, y que no tenía siquiera donde reclinar la cabeza. 169. Amen la pobreza y cultívenla fielmente, apartados sus ánimos de todas las cosas de que se valen, no realizando actividad ninguna con miras al lucro, remitiendo a Dios toda preocupación por las cosas de este siglo, y morando en este mundo como peregrinos que buscan la ciudad futura. 170. Regocíjense cada vez que experimenten los efectos de la pobreza, sabiendo que nunca en las cosas necesarias ha de faltarles la providencia del Señor, el cual nos advirtió de que lo primero busquemos el reino de Dios y su justicia, si queremos que todas las demás cosas se nos den por añadidura. 171. Tanto para los Numerarios y Oblatos como para los Supernumerarios, el voto de pobreza cesa por separación legítima del Instituto.
Artículo 4. De la observancia de las Constituciones 172. Estas Constituciones son el cimiento de nuestro Instituto: por tanto, ténganse por santas, inviolables, perpetuas y únicamente reservadas a la Santa Sede tanto en lo que se refiere a los cambios como a la introducción de nuevos preceptos. 572
173. Tan sólo tiene poder para solicitar de la Santa Sede el cambio de alguna prescripción de las Constituciones o alguna innovación en el cuerpo de éstas, o, en fin, una suspensión o supresión temporal o perpetua de alguna norma el Congreso General del Instituto, con tal de que éste tenga la certeza de la necesidad de ese cambio, innovación, suspensión o supresión. 174. Para que esta certeza tenga valor jurídico, en caso de que se trate de una supresión, innovación o suspensión indefinida del texto, se requiere prolongado experimento, confirmado por la autoridad de tres Congresos Generales ordinarios, el cual ha de someterse a un cuarto Congreso General ordinario y ser aprobado al menos por dos tercios de los votos. 175. Ahora bien, si se trata de la suspensión temporal de alguna prescripción de las Constituciones, el Presidente General, con voto deliberativo de un Congreso General solamente, tienen poder para solicitarla de la Santa Sede; se requiere, sin embargo, que se manifieste muy explícitamente a la Santa Sede el tiempo hasta el que ha de prolongarse la suspensión solicitada. 176. Los superiores del Instituto están obligados a fomentar por todos los medios la observancia de las Constituciones y a exigirla de una manera prudente y eficaz, sabiendo que ellas son un medio cierto de santificación para los miembros del Instituto: por lo cual contra las Constituciones no podrá nunca prevalecer ni costumbre alguna ni ningún desuso. 177. La facultad de dispensar de la observancia disciplinar de las Constituciones, en los puntos en que pueden dispensarse, le compete tan sólo al Presidente General con voto consultivo de su Consejo, si se trata de asuntos de gran importancia o si ha de concederse la dispensa a todo el Instituto en pleno; en otro caso, basta un decreto del Consiliario regional de acuerdo con el consenso de su propia Comisión. 178. Las prescripciones de las Constituciones que contienen leyes divinas o eclesiásticas conservan la obligación propia que por sí tienen. 179. En cambio, las prescripciones que se refieren a los votos, en el sentido de que definen la materia remota o próxima de dichos votos y estatuyen la manera de observarlos, reciben su fuerza de obligar de los propios votos. 180. Las prescripciones de las Constituciones que se refieren al gobierno y asimismo las que definen las funciones de gobierno necesarias a los cargos y puestos administrativos por los que aquél se ejerce, en lo que sea por supuesto según las normas cardinales de los mismos, e igualmente las prescripciones que estatuyen y consagran la naturaleza y el fin especial del Opus Dei, obligan en conciencia según la gravedad de la materia. 181. En fin, las prescripciones meramente disciplinarias o ascéticas, que no caen bajo los casos anteriores (normas 178-180), por sí mismas no obligan directamente so pena de incurrir en culpa, aunque ciertamente tengan poder para constituir materia del voto y virtud de obediencia. Además, violar cualesquiera de ellas, aun de las menos importantes, con desprecio formal, es pecado; y si la trasgresión se produce de una manera y con un fin no recto, o si mueve a escándalo, o contribuye a la relajación de la búsqueda de la vida de perfección, [la transgresión] lleva consigo un pecado contra las virtudes correspondientes.
Capítulo III. Del espíritu del Instituto 182. Aun cuando los miembros del Opus Dei profesan plenamente la perfección evangélica sujetándose por una perpetua y definitiva entrega a servidumbre de Cristo Nuestro Señor, sin embargo el Instituto externamente no presenta en sus casas propias ningún signo que huela a casa religiosa. 183. Los socios, como ciudadanos comunes cualesquiera, cumplen sus deberes y participan en sus derechos. Por lo que atañe a la actividad profesional, e igualmente a las doctrinas sociales, políticas, etc., cada socio del Opus Dei, dentro de los límites en todo caso de la Fe y de la moral católicas, goza de plena libertad; por lo cual el Instituto no hace suyos los tra-
bajos profesionales, sociales, políticos, económicos, etc. de ninguno de sus socios como individuos. 184. Imbuidos hasta lo más hondo del espíritu católico, ni sienten envidia de las obras realizadas por otros cualesquiera para gloria de Dios y salvación de las almas, ni las denigran, alegrándose con el Apóstol de que también otros tengan don de profecía. 185. La labor apostólica de los miembros se ejerce callada e individualmente o por lo acción de unos pocos; no han de celebrarse de regla Congresos Generales de los socios y cooperadores. 186. Los miembros del Instituto, que deben ser ejemplares selectos dentro de su propia clase social, ejercen su apostolado principalmente entre sus iguales, valiéndose sobre todo de la amistad y confianza mutua. 187. Nuestro Instituto siente profundamente la catolicidad y la fomenta con todo empeño; por lo cual nunca prestará su ayuda a negocios que repugnen con el espíritu de la Santa Iglesia. 188. Acuérdense los nuestros de que en la Iglesia existe tan sólo una jerarquía de derecho divino, a saber, la constituida por el Sumo Pontífice y los Obispos, a quienes puso el Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios (Hechos XX, 28). Por lo cual tengan todos metida en su ánimo la idea de que, por supuesto, la jerarquía interna de la Obra está consagrada al servicio de la Iglesia. 189. Para conseguir más fácilmente el Instituto su finalidad propia, quiere vivir oculto como tal Instituto: por lo cual se abstiene de actos colectivos, y no tiene un nombre o denominación común por el que sus miembros puedan ser llamados. Dada la índole del Instituto, que externamente, como sociedad, no es conveniente que aparezca, los socios del mismo no intervendrán colectivamente en ciertas manifestaciones del culto, como las procesiones. 190. En virtud de esta humildad colectiva, que es propia de nuestro Instituto, cualquier cosa que sea por sus socios realizada, no le es a él atribuida, sino que más bien todo lo bueno que por dichos socios se hace ha de serle atribuido tan sólo a Dios. Consecuentemente, incluso la misma agregación al Instituto no consiente ninguna manifestación externa; a los extraños se les oculta el número de los socios; y más aún, los nuestros no han de conversar acerca de estos temas con extraños. 191. Esta humildad colectiva llevará a los nuestros al extremo de que la vida, que a Dios han consagrado, la vivan con una cierta discreción, que es en alto grado conveniente a la deseada fecundidad del apostolado. La falta de esta discreción podría constituir un grave obstáculo para el ejercicio de la labor apostólica o suscitar alguna dificultad en el ámbito de la propia familia natural o en el ejercicio del cargo o profesión. Por lo cual los socios Numerarios y Supernumerarios sepan bien que van a guardar siempre un prudente silencio respecto a los nombres de los otros miembros; y que a nadie van a revelar nunca que ellos mismos pertenecen al Opus Dei, ni aun siquiera con el fin de la difusión de dicho Instituto, sin licencia expresa del propio Director local. Esta discreción obliga principalmente a aquellos que hayan sido recibidos recientemente en el Instituto, así como también a los socios que, por cualquier causa, hayan abandonado el Instituto. El Instituto [mismo] y algunos de sus miembros, por el contrario, deben ser conocidos, ya que todas nuestras labores apostólicas se desarrollan y cumplen dentro siempre del ámbito de las leyes civiles, y de igual modo, con igual virilidad de ánimo, evitamos en absoluto tanto lo uno como lo otro, es decir, el secreto y la clandestinidad, puesto que lo único que nos mueve a guardar esa discreción es la humildad y una eficacia apostólica más empeñosa y más fecunda. 192. Por tanto, no se permiten insignias o distintivos ningunos propios del Instituto, por las que sus miembros, sean clérigos o laicos, puedan distinguirse de los demás. 193. Estas Constituciones, las instrucciones publicadas y las que puedan en lo futuro publicarse, así como los demás documentos no han de divulgarse; más aún sin licencia del Padre, aquellos de dichos documentos que estuvieren escritos en lengua latina ni siquiera han de traducirse a las lenguas vulgares.
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194. En aquellos puntos en que o bien la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz o bien el Opus Dei caen bajo la ley civil de la región respectiva, sométanse lealmente a la misma [los correspondientes documentos]. Los demás puntos, que se refieran al régimen interno del Instituto, a su organización, costumbres, espíritu, ceremonias y método de apostolado, sólo sean dados a conocer de una manera plena a la autoridad eclesiástica legítima. 195. Todos y cada uno de los miembros del Instituto están obligados con todas sus fuerzas a procurar y prestar su cooperación a que se perfeccionen y evolucionen los servicios apostólicos de los demás miembros. De aquí la obligación que a todos incumbe de advertir a los Superiores internos del Instituto acerca de todos aquellos asuntos que, sea en el método sea en el modo de actuar de los socios, puedan ocasionar algún perjuicio a la actividad y a la eficacia de la Institución; y asimismo los socios, teniendo presentes las normas de la caridad y de la prudencia, están también obligados a practicar la corrección fraterna, de modo que, en su caso, aparten a los otros miembros de costumbres que repugnen con el espíritu de la Institución. 196. Todos los miembros constituyen una familia ligada por vínculo sobrenatural. Por ello, cuando suceda que en cualquier sitio que sea habiten tres o más al mismo tiempo, constituyen una familia, sin que su vida, llevada en común, sea nunca una vida comunitaria canónica, ni por ende sometida a las leyes del Código de Derecho Canónico, sino a las normas generales de los Institutos Seculares y a las peculiares de nuestro Instituto. En cuanto a aquellos que viven fuera de familia, deben estar adscritos a algún Centro, del que dependan en el ejercicio del propio cargo, de tal modo que no se admita en ningún caso la existencia de un socio acéfalo o errabundo. 197. Nuestro Instituto es, ciertamente, una familia, pero es además una milicia. Una familia, sin cargar con los inconvenientes del afecto carnal; y una milicia, con la fuerza, la más apta para la lucha, de una disciplina más severa. 198. El modo y la organización de la vida de la Institución imita la organización y modo de la familia cristiana, más bien que los de una comunidad religiosa formal. 199. Conviene que nuestro Instituto se distinga por una exquisita cultura del entendimiento y del ánimo y por una extremada caridad y humanidad entre sus miembros. 200. Así como es el rasgo distintivo de la familia natural una simplicidad y llaneza que igualan entre sí a todos sus miembros, así en el Opus Dei presida todas las actividades esa simplicidad de la vida de familia. Para mejor conservar ese espíritu, están prohibidos los títulos honoríficos para designar a los cargos de dirección. En gracia de esa misma simplicidad el Presidente del Instituto internamente se llama «Padre»; y los documentos se redactan en estilo familiar. 201. El Instituto opera por medio de socios que se expanden, a manera de rayos, a partir de un centro, alcanzando cada uno su esfera de acción propia según la cultura y la actitud de cada cual demanda. 202. Medio de apostolado peculiar de la Institución son los cargos públicos, en especial de aquellos que implican el ejercicio de una dirección. 203. Para conseguir esto, es necesario que los nuestros se destaquen en autoridad profesional y sin cesar se afanen en la adquisición de una formación científica. 204. Otro medio propio de nuestro apostolado es la amistad y el trato asiduo con los colaboradores, sin que se establezcan sin embargo para esto asociaciones especiales de acción religiosa externa. 205. Acuérdense, por lo demás, los miembros de que la eficacia del apostolado consiste sobre todo en los medios sobrenaturales; por tanto, cultiven animosamente y fomenten la oración y la penitencia. 206. El Instituto no tiene devociones propias y exclusivas; la raíz de la vida espiritual de los socios y el centro sacrosanto es el sacrificio de la Misa. 207. La erección de un Centro autónomo del Opus Dei lleva consigo la facultad de tener un Oratorio semipúblico, para uso de la familia del Instituto y de otras personas según norma de
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derecho, así como de custodiar en él el Santísimo Sacramento y cumplir las funciones propias del Instituto. En nuestros oratorios la exposición solemne del Santísimo Sacramento debe hacerse por lo menos en la noche precedente al primer sábado de cada mes. 208. Nuestro Instituto ha sido creado para el servicio de la Iglesia, por la cual sus miembros estarán siempre prestos a perder la vida, los bienes, y además también su alma (Lucas XIV, 26); no pretendan nunca que la Iglesia les sirve a ellos. Sea, pues, rasgo distintivo y honra de nuestro Instituto una absoluta y total adhesión y sumisión a la jerarquía y a la potestad de la Iglesia. 209. Los miembros sirven al Señor en espíritu de gozo, que proviene de la generosidad de una entrega omnímoda al servicio divino. 210. Estimen todos ellos y fomenten la humildad, no sólo la privada, sino también la colectiva; y por ello no busquen nunca gloria para el Instituto, y aun por el contrario, tengan este solo principio profundamente gravado en su alma: que la gloria suma de nuestra Institución es vivir sin gloria humana. 211. Todos nosotros somos amigos («pero a vosotros os he llamado amigos». Juan XV, 15), y, más aún, somos hijos de un mismo Padre, y por tanto, en Cristo y de Cristo juntamente hermanos. 212. Las virtudes naturales y humanas cultívenlas diligente y esforzadamente, pero siempre y en todo procuren fielmente convertirlas en sobrenaturales. 213. La fraternidad, el optimismo, la audacia, la intransigencia en las cosas buenas y rectas, la alegría, la simplicidad, la nobleza y la sinceridad son cualidades que con especial empeño cultivan los hijos de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y del Opus Dei. 214. «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si tuviereis amor los unos por los otros» (Juan XIII, 35). Esta caridad nos obliga a enseñar y a amonestar a nuestros compañeros, dentro sin embargo de los límites de la corrección fraterna. 215. Nuestra ambición suprema sea la de vivir como los cristianos primitivos, sin distinción de sangre de nación ni lengua. 216. Los ancianos y los enfermos son principales depósitos o tesoros del Instituto. 217. Para fortalecer el espíritu propio de la Institución, se fomenta la penitencia y la aflicción del cuerpo, que más bien ha de buscarse en las cosas pequeñas y ordinarias y en un trabajo cotidiano, constante, ordenado. Sin embargo, todas las penitencias privadas han de someterse de inmediato a la potestad y prudencia del Superior, el cual, sopesando ante el Señor todas las circunstancias del hermano, puede y debe moderarlas. 218. Una fe sobrenatural, viva y operante, nos proporciona las fuerzas que hacen superar todos los obstáculos, hasta el punto de que con el Apóstol también podemos decir nosotros: «Todo lo puedo en Aquel que me fortalece (A los FU. IV, 13). 219. Que nuestra perseverancia sea enteramente voluntaria: no por obligación, sino espontáneamente militamos a favor de Cristo y no sufrimos constricción ninguna. 220. Somos siervos y propiedad de la Iglesia: por tanto, nada más grato para nosotros, nada más gozoso que servirle. 221. Seamos sinceros para con Dios, para con nosotros mismos y para con aquellos que están al frente de nosotros, a fin de que más fácilmente podamos adquirir la perseverancia. 222. Atendamos al ejemplo más que a las palabras: pues es con aquél con el que Dios construye o destruye a los enemigos. 223. El celo en el que ardemos pretende una sola cosa: a saber, que todos nosotros, con Pedro y por medio de María, seamos conducidos hasta Jesús como de la mano. 224. Nuestro corazón, que para amar fue hecho, ame ante todas cosas a Cristo, a María, Madre suya y nuestra, y al Romano Pontífice. Este amor nos enseñará el sacrificio, la pureza y la abnegación, cuyo fruto es el «gozo con paz». 225. Sea nuestra obediencia como la obediencia de Cristo, que se hizo obediente «hasta la muerte, y muerte que fue de cruz» (A los FU. II, 8)
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226. Nada ni a nadie temamos. «El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién voy a temer? El Señor es el protector de mi vida: ¿de qué voy a temblar? Así se planten contra mí ejércitos en campaña, no temerá mi corazón» {Salmos XXVI, 1, 2, 5). 221. No gastemos nuestro tiempo en construir casas; más bien tomemos por nuestras las que ya están construidas. 228. La pobreza amémosla hasta lo más posible; que ella sin embargo no aparezca en nuestro hábito externo, el cual conviene que sea adecuado al cargo social que desempeñamos. 229. En el ejercicio de las virtudes y en la práctica del apostolado rehuyamos las manifestaciones exteriores. Comportémonos en todo sinceramente, pero con prudencia, trayendo con frecuencia a nuestra memoria la maravillosa fecundidad de los treinta años de vida oculta de nuestro Salvador Jesucristo. 230. Los socios del Opus Dei han de llevar a cabo con el máximo cuidado incluso los asuntos de poca monta, ya que la manera de nuestra vocación consiste en la santificación de la labor diaria. No siempre se presentan asuntos de importancia; de los pequeños, continuamente: en los cuales el amor de Jesucristo puede con más frecuencia demostrarse. 231. Tres cosas son las que proporcionan la bienaventuranza en la tierra y el premio en el cielo: una fidelidad firme, virginal, gozosa e inquebrantable a la fe, a la pureza y a la propia vía o vocación. 232. El negocio y las razones de nuestra vocación no los comuniquemos con los extraños sino muy cautamente y muy rara vez: pues, ¿cómo podrán aconsejarnos rectamente acerca de esos asuntos los que ignoran la Institución o se muestran hostiles a ella? 233. La fiel observancia de las costumbres y de las Constituciones engendrarán en nuestros hermanos el espíritu genuino del Instituto y gravarán profundamente en ellos la fisonomía propia de nuestra familia.
Capítulo IV. De>la observancia de las costumbres piadosas 234. Allí donde tres o más socios vivan en familia, eríjase en lugar conveniente y cómodo una cruz de color negro sin la imagen del Crucificado. Esta cruz, en los días de la Invención y de la Exaltación de la misma, desde la hora prima de vísperas, adórnese con coronas de flores. 235. Por la tarde, después del rezo del Rosario mariano, hágase un comentario del Evangelio. 236. Tengan todos en un lugar decente y patente del propio dormitorio una imagen de Nuestra Señora, que no han de dejar de saludar, al menos con movimiento de los ojos, al entrar y al salir. 237. Todos los actos comunes de la Sección de varones se cerrarán con esta súplica piadosa: «Sancta María, Spes nostra, Sedes sapientiae, ora pro nobis» [«Santa María, Esperanza nuestra, Morada de sabiduría, ruega por nosotros»]; y en la Sección de mujeres: «Sancta María, Spes nostra, Ancilla Domini, ora pro nobis» [«Santa María, Esperanza nuestra, Sierva del Señor, ruega por nosotras»]. 238. Cada año, todos los socios en el mes de mayo hagan un viaje de sagrada peregrinación a algún Santuario de la Bienaventurada Virgen María, a fin de mostrar nuestro amor hacia dicha Santísima Virgen. 239. En todos los Centros donde se desarrolla la obra de San Rafael, hágase cada sábado una colecta para ornar de flores la imagen de la Señora. 240. Lleven todos el escapulario carmelitano, ritualmente impuesto. Y cada día, antes de subir al lecho por la tarde, recen devotamente las tres Avemarias llamadas de la Pureza, arrodillados y, si puede ser, con los brazos dispuestos en forma de cruz. Asimismo, recen cada día, por el socio que se encuentre en más grave necesidad, la oración «Memorare».
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241. En el día de la fiesta de San José renueven todos los socios su consagración al Instituto. Se recomienda además que se acostumbren a renovar más frecuentemente dicha consagración privadamente y por devoción. 242. Las llaves de todos los Tabernáculos de la Institución han de llevar colgando una cadena de la que penda una medalla de San José; y en la medalla esta inscripción: «¡te ad loseph» [«Id a José»]. 243. Al entrar en el Centro del respectivo ministerio, y lo mismo al salir de él, invoquen fiel y devotamente, en voz alta o por lo menos con el pensamiento, al ángel tutelar de la casa. Al dar comienzo a los ministerios o trabajos pertinentes al apostolado del Instituto, encomiéndenlos fervientemente al Patrono peculiar de esos trabajos o ministerios. 244. Aparte de las fiestas del Señor, de la Bienaventurada Virgen María y de San José, se celebran con especial devoción las festividades: de la Invención y de la Exaltación de la Santa Cruz; de los Santos Arcángeles y Apóstoles Patronos de las obras del Instituto; de los otros Apóstoles y Evangelistas; el día dos de octubre, o festividad de los Angeles Custodios; y el catorce de febrero. Estos últimos días sean, para nuestra Institución, días de acción de gracias. 245. Cada miércoles, después de invocado el Ángel Custodio, para que preste su asistencia a la oración, den un beso al Rosario, en signo de amor para con la Bienaventurada Virgen, y reciten en lengua latina el Salmo 2, que comienza «Quare fremuerunt»; que el texto de este salmo les proporcione el argumento de una meditación vespertina. 246. Aparte de las oraciones que en las Preces cotidianas se elevan por el Sumo Pontífice y por el Obispo diocesano, no dejen de encomendar todos al Señor cada día de un modo especial las intenciones de los mismos. 247. Asimismo, ofrezcan cada día a Dios alguna oración y mortificación por el Padre. Si en el examen vespertino advirtieren que las han omitido, hagan una breve oración vocal por dicho Padre antes de subir al lecho. 248. Para fomentar el sentimiento de la presencia de Dios, los miembros usan, al acercarse o al despedirse, de la siguiente fórmula de salutación: «Pax»; a la que se responde: «In aeternum». 249. Por la noche, antes de entregarse al sueño, el Padre recitará postrado el salmo «Miserere»; y si no pudiere hacerlo, encomiende a alguno de los socios que lo haga en sustitución suya. 250. Tengan todos agua bendita en su dormitorio, con la cual han de salpicar el lecho antes de la dormida, y en la que han de mojar los dedos al ir a signarse con el signo de la cruz, 251. Para demostrar el empeño en la pobreza, cada año en la fiesta de San Francisco de Asís todos los socios Numerarios han de abandonar patentemente todas las cosas que están en su usufructo, para que el Director de la casa o del Centro tome de ellas lo que le pareciere. Esto es lo que se llama «Spolium» [«expolio» o « despojamiento»]. 252. Entre los socios están prohibidos los regalos de cualquier género. 253. Para mejor adquirir el espíritu de pobreza, cada mes los socios han de rendir al Director del Centro o residencia cuentas de lo recibido y de lo gastado, a no ser que a dicho Director le parezca más conveniente de otro modo. 254. El vínculo de familiaridad espiritual y fraterna que liga a todos los miembros del Instituto no tiene manifestación externa en la vida social. 255. Tengan todos los socios cada semana familiarmente y en confianza una conversación con el Director local, a fin de que mejor la acción apostólica se ordene y fomente. 256. En todas nuestras casas, en lugar apropiado y decoroso, póngase la imagen de San Nicolás de Bari, con la siguiente inscripción debajo: «Sánete Nicolae, curam domus age» [San Nicolás, ten cuidado de la casa]. 257. Para que mejor podamos disfrutar del trato con Dios, guárdense entre nosotros dos silencios, el mayor y el menor: es a saber, aquél, desde el examen vespertino hasta el fin de la Misa; éste, después del almuerzo por espacio de tres horas.
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258. La noche en que se celebra exposición del Santísimo Sacramento, todos los socios, [cada cual] por su orden, acudan a adorarlo, hasta la reposición del Mismo. 259. Cada día uno de entre los socios, con conocimiento tan sólo del Director, hará la llamada «vigilia» («vela» o «vigilancia»): esto es, que procura con el mayor empeño de su alma vivir en aquel día, de especial manera, el espíritu, las costumbres y las normas del Instituto: se dedicará a un trato más frecuente con Dios, insistirá en la oración por mayor tiempo, añadirá alguna mortificación singular, y solicitará de Dios para sus hermanos empeñosamente una observancia más exacta. 260. La piadosa costumbre, para castigar el cuerpo y reducirlo a servidumbre, de llevar al menos durante dos horas cada día un pequeño cilicio, de recibir las disciplinas una vez por semana y dormir en el suelo, sólo con que se haya tenido cuenta de la salud, la conservarán fielmente.
Capítulo V. De los deberes de devoción de los socios 261. Cada día los miembros por la mañana, después de hecho el ofrecimiento de sus obras a Dios, dedicarán a la oración mental un espacio de media hora. Asistan además devotísimamente al sacrificio de la Misa, participando del manjar del Cuerpo de Cristo sacramentalmente o por lo menos espiritualmente; recen las preces comunes; visiten a Cristo en el Santísimo Sacramento; dediquen algún espacio de tiempo a la lectura del Evangelio y de otro libro espiritual; recen el Rosario mariano de quince misterios; hagan examen de conciencia; y no dejen de honrar a la Bienaventurada Virgen María, según es costumbre, con la salutación «Angelus Domini» o con la antífona «Regina Coeli». 262. Cuando a juicio del Consiliario regional pueda cómodamente hacerse, sean por todos rezados en común, de mañana y de tarde, la 'Prima' y el 'Completorio'; pero los socios del Instituto no rezan en privado las horas canónicas, a no ser que estén ordenados in sacris. 263. Cada semana realicen la confesión sacramental ante los sacerdotes que les sean designados. Pero sepan todos que a cada cual le está permitido acudir libremente a cualquier sacerdote aprobado para confesión por el Ordinario del lugar, sin que esté obligado a dar cuentas a ningún Superior acerca de la confesión con él habida. 264. Por el sábado, hagan alguna mortificación y reciten la antífona 'Salve Regina'. 265. Cada mes dediquen un día al retiro espiritual. 266. Cada año conságrense durante algunos días a los ejercicios espirituales. 267. Siempre y dondequiera, renueven la veneración de la presencia de Dios, acuérdense de su filiación divina; repitan las comuniones espirituales; igualmente, las acciones de gracias, los actos de expiación , las oraciones jaculatorias; fomenten con todo empeño la mortificación, el estudio, el trabajo, el orden, el gozo. 268. El Opus Dei se vale, para grabar más hondamente su espíritu propio en los ánimos de los miembros, de métodos peculiares, que se llaman Confidencia semanal, Círculo breve y Corrección fraterna. 269. Con el nombre de confidencia se designa en el Opus Dei una singular colación familiar y un abierto y sincero coloquio con el Director, Consiliario, Mayor Superior o Supremo, o con los delegados de éstos, cuya finalidad principal será triple, a saber: 1. ° Un conocimiento más claro, más pleno y más íntimo de los miembros por parte de los Superiores, y la comunicación y aplicación a la vida de cada uno de la forma de mentalidad del Opus Dei; 2. ° La corroboración y confirmación de la voluntad para la santidad y el apostolado que responde al espíritu del Opus Dei; 3. ° La íntima efusión de ánimos y compenetración entre los subordinados y los Superiores.
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270. Celebren los miembros Numerarios y Oblatos diligentemente cada semana los Círculos breves, de acuerdo con la manera definida en nuestro ceremonial, en los que se corrijan los defectos, se propongan medios de apostolado, y se traten familiarmente todos los asuntos convenientes u oportunos para fomentar nuestro espíritu y actividad específica. 271. El Círculo breve, en cada una de las casas o Centros, es uno distinto para los Socios Numerarios u Oblatos que ya se han consagrado a la Institución y otro distinto para aquellos que están en el periodo de prueba todavía. Sin embargo, si el Director, juntamente con su Consejo propio lo consideraren oportuno, podrá celebrarse un Círculo breve especial para algunos de los Numerarios solamente o, en los Centros respectivos, para algunos de los Oblatos. 272. El presidente del Círculo anotará oportunamente lo que en el Círculo breve se hubiere hecho o concluido, para sometérselo al Director, en caso de que éste no haya estado presente. Por lo demás, a nadie le sea permitido hablar de los defectos de que los socios en el Círculo breve se hayan acusado o promover censura con motivo de algo que en dicho Círculo se haya dicho o hecho; sea lícito tan sólo conversar acerca de esos puntos con los Superiores.
Capítulo V I . De la promoción a las órdenes sagradas 273. Sean tan sólo promovidos a las Ordenes sagradas aquellos que el Presidente General haya reconocido como dotados de vocación eclesiástica y haya juzgado que son necesarios o pertinentes al Instituto y a sus propios ministerios. Por otro lado, los que desean aspirar a las Ordenes pueden exponer al Padre su deseo, pero deben avenirse a su decisión. 274. La primera tonsura y las Ordenes deben conferirse tan sólo a aquellos que estuvieren ya incorporados perpetuamente al Opus Dei por la Fidelidad. 275. Para que pueda un miembro ser promovido a las Ordenes, aparte de la carencia de las irregularidades y demás impedimentos, de que en el derecho común se trata, se requiere que esté adornado de una especial aptitud para las funciones sacerdotales tales como han de ser ejercidas en el Instituto. La promoción a las Ordenes sagradas se le reserva al Padre. 276. El título de ordenación para los miembros que deban ser promovidos es el de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. 277. Las cartas dimisorias para la ordenación de los alumnos Numerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y del Opus Dei las da el Presidente General del Instituto. 278. Los que son llamados a las Ordenes sagradas no sólo deben tener los requisitos prescritos por los cánones, sobre todo un especial conocimiento en las disciplinas eclesiásticas, sino que han de destacarse además por su devoción, por la integridad de su vida, por su celo para con las almas, por su ardiente amor a la Sagrada Eucaristía, y por el deseo de imitar lo que cada día van a tener que traer entre las manos. 279. Como quiera que los sacerdotes en el Instituto deben alimentar de modo especialísimo la vida de todos los socios, para que mejor y más eficazmente puedan poner su esfuerzo en la misión que les ha sido encomendada, antes de recibir la Orden del Subdiaconado, deben pronunciar la promesa de que se trata en la norma número 20. Y aparte de esto, ha de observarse todo aquello que por la Santa Sede está prescrito para la ordenación in sacris de los clérigos.
Capítulo VII. De los enfermos y los difuntos 280. Los enfermos y los ancianos son depósitos y tesoros nuestros. De aquí que el Opus Dei ha de tratarlos con el máximo cuidado, hasta el punto de suministrar con la mayor caridad y generosidad cualquier cosa que para conservar la salud de los Numerarios o para recobrarla, caso de que la hayan perdido, se estime necesario o conveniente a juicio de los médicos.
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281. Pero si propio es de la Institución demostrar un amor materno y generoso para con cualesquiera de los enfermos, todos están obligados a soportar pacientemente la enfermedad, y acordándose de la mortificación y la pobreza que han profesado, nada exijan, sino después de exponer a los Superiores, con la modestia y sinceridad que corresponde, su necesidad, sométanse confiadamente a los cuidados de aquéllos y a la voluntad de Dios. 282. Los demás, por su parte, aunque ciertamente con la debida prudencia y observando las prescripciones de los médicos y de los Superiores, visiten a los hermanos enfermos, alivíenlos con una conversación alegre, y no se desdeñen de servirles aun en bajas y humildes atenciones. 283. Es derecho y deber de los Superiores del Instituto, cuando amenace peligro de muerte, administrar por sí mismos o por otros los Sacramentos a los Numerarios enfermos (canon 514), lo cual también pueden hacer con los miembros Oblatos. Y al sobrevenir la agonía, hágase la encomendación del alma, estando presentes, en cuanto sea posible, todos los miembros de la casa y rezando porque Dios consuele al enfermo, salga a su encuentro sonriente y lo conduzca hasta el Paraíso. 284. Hágansele al cadáver, las honras fúnebres con el debido honor; y cuídese el Director del Centro o de la casa de que sea envuelto en la mortaja. 285. El Director local ha de informar de la defunción al Presidente del Instituto, así como al Consiliario regional, los cuales a su vez anunciarán la muerte a las demás regiones y residencias, para que todos eleven sus preces y súplicas por el Numerario difunto, según a cada uno le sugiera la caridad. Comuniqúese también inmediatamente la defunción a la familia del difunto. 286. Los ritos fúnebres, tanto para los Numerarios como para los Oblatos, han de celebrarse de regla en la parroquia según norma jurídica. En la propia casa pueden celebrarse siempre que haya en ella oratorio público o Centro mayor reconocido por la autoridad eclesiástica. 287. En caso de fallecimiento del Sumo Pontífice ofrezcan por él una misa cada casa; lo mismo hagan por el Ordinario del lugar, en el caso de su defunción, las residencias de la jurisdicción respectiva. 288. En caso de la defunción del Padre, aparte del funeral solemne que en cada Centro de la Institución ha de celebrarse, duplíquense por él los sufragios comunes. Lo mismo se cumpla en la región respectiva para con el Consiliario de la misma. 289. Por cada uno de los Numerarios difuntos, incluso por aquellos que hayan fallecido en el periodo de prueba, aparte de la Misa de exequias, se aplicarán treinta Misas gregorianas en la casa o Centro al que estaba adscrito, así como una Misa en el primer aniversario del óbito. En las demás casas de la región, celébrese una Misa por el ánima del difunto inmediatamente que llegare la noticia del fallecimiento. Por los Oblatos han de aplicarse los mismos sufragios que por los Numerarios. 290. Por cada uno de los Supernumerarios difuntos celébrense tres Misas; y los demás socios adscritos al respectivo Grupo eleven las preces y súplicas que la caridad fraterna les sugiriere. Tienen también participación en todos los sufragios comunes. 291. Por el padre y la madre de cada socio Numerario u Oblato, en la residencia del hijo, apliqúense nueve Misas; y si hubiere varios hijos en el Instituto, multipliqúense los sufragios por cada uno de los hijos. Por el hermano o la hermana de uno de nuestros miembros Numerario u Oblato celébrense en su residencia tres Misas. 292. Insistentemente se recomienda a todos la santa y saludable meditación por todos los difuntos, pero especialmente por los de nuestro Instituto, suplicando y haciendo votos para que la caridad que nos unió en la tierra también tras de la muerte siga haciendo de nosotros uno solo. Así pues, por todos los difuntos del Instituto celébrese cada año una Misa de aniversario, aparte de los otros sufragios que, principalmente en el mes de noviembre, habrán por ellos de aplicarse.
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PARTE TERCERA: DE LA DIRECCIÓN D E L INSTITUTO Capítulo I. Del régimen general 293. El Opus Dei tiene un gobierno general, regional y local. El primero afecta a todo el Instituto y a todas las obras del mismo; el segundo a los socios y a la actividad de una región determinada; el tercero a los diversos centros locales. 294. Tanto el Instituto en conjunto como la doble división del mismo, a saber, la de hombres o la de mujeres, están legítimamente representados tan sólo por el Padre o sus delegados y por el Procurador General; y en cuanto a cada región del Instituto también lo está por su propio Consiliario regional. 295. Los Superiores del Instituto, tanto del gobierno general como del regional y local, disfrutan de un poder ordinario, societario, dominativo y gubernativo, según la norma de estas Constituciones. 296. Aparte de aquellos que, de acuerdo con el canon 488, 8.°, se llaman Superiores Mayores, se equiparan a los Superiores Mayores según la norma y dentro de los límites de estas Constituciones todos aquellos que desempeñan un cargo de dirección en el Consejo General; y, en lo que toca a la propia región de cada uno, los que entran en la Comisión regional. 297. Nadie puede ser promovido a un cargo de gobierno, ni aun local, si no interviene consentimiento expreso del Presidente General. Sin embargo, el Presidente, antes de conceder su venia, ha de procurarse cuidadosas y ciertas informaciones. Y si el Presidente se niega a dar su consentimiento, debe, como máximo, explicar las causas de esta decisión al Vicepresidente, si lo hay, o al Secretario General del Instituto. 298. Excepto el cargo de Presidente General, todos los demás cargos del Instituto son temporales; se admite, sin embargo, elección repetida de los mismos. Artículo 1. De la elección del Presidente del Instituto y de los Congresos Generales 299. Toda la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y el Opus Dei los rige un Presidente General, que internamente se llama "Padre". Se elige entre los electores, excluyéndose el compromiso, según la norma del núm 304 y s. 300. Para que alguien pueda ser elegido Presidente General, se requiere que sea sacerdote Elector, incorporado por Oblación al Instituto al menos ya desde diez años, hijo de legítimo matrimonio y de edad por lo menos de cuarenta años. 301. Ha de destacarse además por su prudencia, piedad, devota entrega al Instituto, caridad para con sus consocios, celo para sus prójimos, obediencia para con la Iglesia. 302. Ha de estar dotado de una especial cultura, también de la profana, y más aún, en cuanto sea posible, laureado con título doctoral en alguna disciplina eclesiástica, y provisto de otras cualidades necesarias para la actuación. 303. El cargo es de por vida. 304. Para la elección del Presidente tienen voz activa todos aquellos que constituyen el Congreso General, esto es, todos los socios Electores. 305. La elección del Presidente se hace en un Congreso General, que ha de convocarse en el momento que quedare vacante el cargo. El Congreso lo convoca y lo preside el Vicepresidente o, si no lo hubiere, el Secretario General, y, a falta de éste, el primero entre los miembros del Consejo General, según las normas de precedencia expuestas en el núm. 30. 306. En las cartas convocatorias ha de expresarse así el plazo dentro del que ha de hacerse la elección como el lugar en que el Congreso debe reunirse. En lo que atañe a lo primero, el Congreso debe convocarse en el plazo de un mes; y celebrarse, dentro de los tres meses a contar de la vacación del cargo. Por lo que toca a lo segundo, el lugar del Congreso se decide por
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1 Vicepresidente o por el Secretario General, oído el Consejo. Entre tanto, la dirección de todo el Instituto la lleva el Vicepresidente, si lo hay; en otro caso, el Secretario General o, a falta de éste, el miembro del Consejo General de dignidad mayor (norma 30). 307. La convocación ha de ser comunicada a todos y cada uno de los que tienen derecho de intervenir. Si alguno fuere olvidado y por ello estuviere ausente, la elección tiene validez, pero a instancia de dicho miembro, probándose la preterición y la ausencia, puede ser invalidada por el Superior competente, esto es, por la Sede Apostólica, con tal de que conste que el recurso ha sido tramitado por lo menos dentro de los tres días a contar del momento en que se tuvo noticia de la elección. 308. Si hubieren sido olvidados más de la tercera parte de los electores, la elección es de propio derecho nula. La falta de convocación no obsta a la elección, si los preteridos han intervenido a pesar de todo. 309. El que ha sido convocado está obligado a intervenir personalmente, si no se opone legítimo impedimento, que ha de ser aprobado por el Superior que convoca. No está permitido delegar el derecho de intervención, ni tiene validez el voto enviado por carta. 310. Llevada a cabo legítimamente la convocatoria, el derecho de elegir pertenece a aquellos que están presentes en el día y lugar estatuidos en la convocatoria. Sin embargo, si alguno de los electores está presente en la casa en que se celebra la elección, pero no puede estar presente a la elección por mal estado de salud, sea su voto escrito recogido por los escudriñadores y póngase en urna cerrada, para ser unido después a los demás votos proferidos por los otros electores. 311. Para que el voto sea válido, ha de ser libre, secreto, decidido, incondicional, preciso y no hecho a favor del propio votante. 312. Antes de venirse a la elección del Presidente, todos y cada uno de los electores prometan con juramento, tocando su pecho los sacerdotes, el Evangelio los demás, que van a elegir a aquel que estimen que según Dios debe ser elegido. 313. Guárdense todos de procura de votos directa o indirecta tanto para sí mismos como para otros. Lo cual de todos modos no impide que cada uno recoja prudentemente las informaciones oportunas acerca de las cualidades de las personas que no son para él bien conocidas. 314. Entre las informaciones que el Congreso debe requerir y recibir, antes de poder en derecho proceder a la elección del Padre, se cuentan aquellas que han de provenir de la Asesoría Central de la Sección de mujeres. Dado que el Padre es cabeza y Superior de una y otra Sección, es bien que a todos y cada uno de los miembros de la Asesoría Central se les dé la facultad de proponer el nombre o los nombres de aquél o de aquellos que juzguen más dignos y más aptos para el cargo supremo del Opus Dei. Por ello, cada una de las miembros de la Asesoría entregará al Sacerdote Secretario una esquela sellada, no firmada ni rubricada, cerrada en sobre, en la que propondrá los nombres del candidato o candidatos. Estos sobres, en la sesión del Congreso han de abrirse en presencia de todos y ser leídos por el Secretario del Congreso. Los escritos han de ser después quemados junto con las cédulas de la elección. 315. En la elección desempeñan el papel de escudriñadores, aparte del presidente del Congreso, el sacerdote mayor en edad y el mayor en edad de entre los laicos; y el cargo de secretario, el más joven de los laicos: todos los cuales han de interponer juramento de recontar y registrar fielmente el número y de guardar el secreto sobre lo tratado en el Congreso, aun después de concluida la elección. 316. A los escudriñadores corresponde cuidar de que los votos sean aportados por cada uno de los electores en secreto, con diligencia, uno por uno y guardándose el orden de precedencia; igualmente, una vez recogidos los votos hasta el último, comprobar, delante del presidente de la elección, si el número de los votos corresponde al número de los electores, examinarlos y públicamente o en voz bien alta leerlos, ocultando el nombre del elector, de tal modo que a todos conste cuántos votos ha obtenido cada uno.
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317. Si el número de votos supera el número de los que eligen, la actuación es nula y ha de recomenzarse la votación. 318. Los votos, una vez concluido cada escrutinio o después de la sesión, si en una misma sesión se hubieren hecho varios escrutinios, sean inmediatamente quemados por los mismos escudriñadores. 319. Téngase por elegido a aquel que, descontados los votos nulos, haya obtenido una mayoría al menos de dos tercios de los votos. 320. Si después de un cuarto escrutinio nadie hubiere conseguido la mayoría de que se habla en la norma 319, hágase un quinto, en el cual queda elegido como Padre aquel que consiga la mayoría absoluta. Pero si nadie en el quinto escrutinio hubiere conseguido esta mayoría, hágase un sexto y último, en el cual disfrutan de voz pasiva, sin tener la activa, solamente aquellos dos que en el quinto hayan conseguido el mayor número de votos. En caso de igualdad de votos, para definir el derecho de entrar en el sexto escrutinio y para decidir la elección en el mismo, se atiende a la antigüedad de la Oblación o de la edad. 321. Llevada a cabo la elección canónica, el elegido es proclamado por el presidente del Congreso; y si hubiere sido elegido el propio presidente, hace la proclamación el siguiente en orden de precedencia. 322. El elegido proclamado acepte la carga en espíritu de obediencia, confiando en la gracia de Dios, que, al imponerle la carga, le dará también con la carga provisión de fuerzas para que pueda sobrellevarla. Sin embargo, si le asisten causas tan graves que parezcan impedir la aceptación, propóngalas al Congreso, que las examinará. Avéngase el elegido a la decisión del Congreso, que podrá obligar a aceptar al elegido incluso bajo el precepto de obediencia. Una vez obtenida la aceptación, muestren todos reverencia al elegido, besándole la mano arrodillados. Hecha la elección, comuniqúese a la Santa Sede. 323. De la elección realizada levante acta diligentemente el secretario del Congreso, que ha de ser firmada por el propio secretario, por el presidente y por los escudriñadores y depositarse en el archivo del Instituto. 324. Concluido el asunto de la elección, el Presidente electo, que desde entonces será también presidente del Congreso, someterá a éste las principales cuestiones del Instituto, que se decidirán por mayoría de votos. Y si los votos estuvieren igualados, después del tercer escrutinio podrá el Padre con su voto dirimir la paridad. 325. A la elección del Presidente subsigue una renovación de todos los cargos y puestos de la Dirección general, ya por designaciones nuevas, ya por confirmación. Esto vale aun para el caso de que no haya transcurrido todavía el tiempo para el que hubieren sido nombrados los titulares; el tiempo de la duración en el cargo se contará desde entonces a partir de esta nueva designación. 326. § 1. Aparte del Congreso electoral, debe haber, cada cinco años, un Congreso General ordinario convocado por el Padre a fin de pronunciar juicio acerca de la situación del Instituto y para que pueda presentar a persuasión las normas futuras oportunas para la actividad del gobierno. El Congreso lo preside el Padre o, por delegación suya, la persona de mayor dignidad del Consejo General. § 2. Ha de convocarse extraordinariamente Congreso General cuando la acumulación de hechos lo exija ajuicio del Padre con voto deliberativo del Consejo; también para designar o revocar vicepresidente, según las normas 341, § 2 y 344, § 2. Artículo 2. Del Padre 327. El Presidente General de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y del Opus Dei recibe de los socios el nombre de Padre. 328. El Padre tiene potestad sobre todas las regiones, los centros y cada uno de los miembros y los bienes del Instituto, la cual ha de ejercer de acuerdo con estas Constituciones.
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329. La potestad del Padre es ordinaria, social, gubernativa y dominativa sobre sus subordinados; por lo cual tiene poder para dictar disposiciones, incluso comunes, para imponer penitencias por las transgresiones y para ordenar todo aquello que estimare necesario u oportuno para la recta gobernación del Instituto. Él se cuida en especial de que se observen escrupulosamente las Constituciones, y promueve la ejecución de las disposiciones de la Santa Sede que atañen a los miembros. 330. Aparte de esto, será cuidado principal del Padre vigilar por que se promueva a toda costa la cultura de los miembros, tanto religiosa como científica; mantener bien dotadas las sedes de los estudios; evitar que sean promovidos los miembros a las Ordenes sagradas antes de haberse satisfecho a todas las prescripciones canónicas; prevenir para todos y cada uno de los miembros del Instituto aquellos medios de que tengan necesidad para ejercer su actividad profesional y apostólica. 331. Así como el Padre aventaja a todos en autoridad, así es bien que igualmente se destaque de los demás por sus virtudes y cualidades, principalmente aquellas que son propias del Instituto y que son consiguientes a su espíritu. 332. Sea, pues, para sus subordinados un maestro y un padre, que a todos en las entrañas de Cristo ame verdaderamente, a todos con pródiga caridad instruya y aliente y por todos gustosamente se entregue y se consuma. 333. Para mirar por el bien espiritual del Padre y por su salud, haya dos Custodios o Guardianes, los cuales sin embargo, por razón de este cargo, no entran en el Consejo General. Son designados para un quinquenio por el Padre mismo entre nueve socios Inscritos presentados por el Consejo General (normas 245, § 2 y 346, § 1). Conviven en una misma familia con el Padre. 334. A fin de poder mejor cumplir con sus deberes, el Padre, ya sea por sí mismo, ya por otros que él haya delegado, ha de emprender visitas de las personas, de los domicilios y de las obras. 335. Las visitas ordinarias han de verificarse al menos cada cinco años; las extraordinarias, cuantas veces el Padre, oído el Consejo, las juzgare oportunas. 336. Oficio del visitador es informarse, ante todo, de la vida espiritual de los socios, de su cultura, de su formación profesional, de su adhesión al espíritu del Instituto, de su actividad apostólica. Investiga también acerca de de las relaciones económicas y de todos aquellos puntos que, bajo cualquier aspecto, atañen al Instituto. 337. Oye el Visitador a todos y cada uno de los socios, demanda noticias acerca de todos los asuntos; les aconseja, los amonesta; allí donde es preciso, les reprende, los corrige, los alaba, los incita a empresas mayores. 338. No deje el Visitador de redactar notas de lo que se haya llevado a cabo en la visita, para formar con ellas una relación que ha de someterse al Padre y al Consejo general, añadiendo su propia opinión tanto acerca de los remedios que deban aplicarse como de la sugestión de nuevas obras. 339. El Visitador Delegado durante el tiempo de la visita, sea ésta ordinaria o extraordinaria, precede en dignidad a todos los sometidos a su visita. 340. El Padre puede comunicar directamente con cada uno de los miembros de la Institución, y aún más: eximir a algunos socios, oído el Consejo, de la potestad ya sea de los Directores ya de los Consejos y someterlos directamente a su propia potestad, quedando a salvo la disciplina común. Tiene igualmente poder el Presidente General para, después de oído su propio Consejo, someter algunos Centros directamente a su potestad.
Artículo 3. Del Vicepresidente 341. § 1. Si el Padre lo estima oportuno o conveniente en el Señor, puede él mismo señalar libremente, oído el Consejo General, la designación de Vicepresidente según la norma núm. 342. El Consejo General en pleno podrá también sugerir sinceramente al Padre la oportuni-
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dad de la designación de un Vicepresidente, que pueda a perpetuidad ayudarle en la dirección. El Padre, a no ser que se opongan razones graves, debe acceder llanamente a la sugerencia del Consejo. § 2. Pero si parece que el Padre necesita de aquel Vicepresidente de que se trata en la norma 343, en ese caso el Consejo en pleno, después de una madura consideración del asunto en el Señor, podrá convocar el Congreso, al que según la norma núm. 343 se reserva exclusivamente la designación de tal Vicepresidente. Mas para que el Consejo pueda en derecho convocar el Congreso para ese fin, se requiere una deliberación formal en la cual las dos terceras partes del Consejo en pleno soliciten el antedicho nombramiento, así como uno de los dos Custodios o Guardianes. Al Secretario General corresponde convocar Congreso General extraordinario, que ha de presidir el mismo Secretario General. § 3. En el Vicepresidente, salvo la edad, se requieren las mismas cualidades que en el Presidente. 342. El Vicepresidente, si le es concedido al Padre, estando éste en uso de sus facultades, ayuda al Padre, lo suple cuando está ausente o impedido; pero otras facultades no tiene, salvo aquellas que, bien habitualmente, bien para un caso concreto, el Padre haya delegado en él. De todos los asuntos que se lleven a cabo ha de rendir fielmente cuenta al Padre. 343. § 1. Si el Padre, por vejez, por enfermedad o por otra causa gravísima, parece de cierto que, aun estando ayudado por un Vicepresidente ordinario (norma 342), resulta de tal modo incapaz para llevar el gobierno que la continuación de su dirección vendría a dar prácticamente en daño al Instituto, puede en ese caso ser nombrado por el Congreso un Vicepresidente a quien se transfieran todos los derechos y deberes del Padre, excepto el título. § 2. El juicio acerca de la existencia y gravedad de las causas para la designación de este Vicepresidente y, si fuere el caso, su nombramiento, o, por el contrario, el juicio acerca de la oportunidad de la designación de un Vicepresidente ordinario o de su cambio (es a saber, si esto pareciera que es bastante), está reservado al Congreso, el cual debe por dos tercios de votos decidir lo que, sopesados todos los puntos, más convenga para el bien del Instituto. 344. § 1. El Vicepresidente ordinario es revocable a voluntad del Padre. Oportunamente podrá el Padre, lo mismo que en el nombramiento (norma 341, § 1), así también oír al Consejo en la revocación. § 2. En cambio, el Vicepresidente que sustituye al Padre en la dirección dura hasta el nuevo Congreso ordinario. Sin embargo, podrá también un Consejo convocado extraordinariamente revocarlo; y tanto el Congreso ordinario como el extraordinario, especialmente si las razones para la suspensión de la dirección del Padre no pueden estimarse perpetuas de necesidad, podrán delegar en el Consejo General (norma 346, § 1) la facultad de poder, en caso de unanimidad moral, reinstaurar la dirección del Padre, revocando al Vicepresidente.
Artículo 4. Del Consejo del Presidente 345. § 1. Para ayudar al Presidente en la dirección y gobernación del Instituto hay un Consejo General, que consta del Vicepresidente, si lo hay, del Secretario General, del Procurador General, del Sacerdote Secretario Central, de tres Vicesecretarios, de un delegado o Enviado [Missus] por lo menos de cada región, del Prefecto de Estudios y del Administrador General. § 2. Al Consejo General deben siempre ser admitidos, siguiendo sin embargo la norma núm. 346, aquellos Consultores que estén presentes. Pueden ser invitados, a juicio del Presidente, y, caso de ser invitados, deben asistir también aquellos que estén ausentes por razón de su cargo. 346. § 1. Para resolver aquellos asuntos para los que se requiere según la norma de derecho y de estas Constituciones voto deliberativo del Consejo General, deben siempre ser invi-
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tados aquellos Consultores que no están ausentes por razón de su cargo; y para una decisión válida del Consejo, es necesario que estén presentes por lo menos cinco de sus miembros. Si no pudieren ser invitados cinco consultores o, invitados, no estuvieren en condiciones de asistir, el Padre junto con los presentes pueden designar a alguno o algunos de entre los Electores, que sustituyen en derecho a los ausentes por aquella vez. § 2. Para las demás cuestiones, el Consejo competente se compone del Presidente General, del Vicepresidente, si lo hay, del Secretario General, del Procurador General y, según los casos lo requieran, del Sacerdote Secretario Central o de uno de los Vicesecretarios. 347. § 1. Los cargos generales, a saber, Secretario General, Procurador General, Sacerdote Secretario Central, Vicesecretarios, Enviados [Missi], Prefecto de Estudios y Administrador General, deben ser provistos del siguiente modo: el Presidente, inmediatamente después de ser elegido, recoge cuidadosamente las informaciones que estime que en el Señor se necesitan, y a partir de ellas propone por orden al Congreso uno por uno los nombres de los candidatos para esos diversos cargos. Propuesto por el Padre cada uno de los nombres, el Congreso, guardando las normas del c. 101, hace una votación secreta. Si el nombre propuesto no es aprobado por el Congreso, debe el Padre proponer otro, hasta alcanzar el fin deseado de la votación. § 2. Transcurrido un quinquenio, con la sola excepción del Padre, los cargos de dirección general, todos y cada uno, han de ser sometidos, guardando las mismas normas, a la revisión del Congreso. Pueden ser elegidos los mismos para el mismo o para otro cargo general sin ninguna limitación. Es, sin embargo, de gran conveniencia que de regla sean designados algunos miembros nuevos para el Consejo General. 348. Al quedar vacante, por cualquier motivo canónico, el cargo de algún Consultor, el Padre propone al Consejo General para el cargo de consultor un candidato, que por votación secreta podrá dicho Consejo, de la misma manera que en el Congreso General, aceptar o rechazar. Con esta ocasión, queda a libre arbitrio del Padre, oído el Consejo, cambiar entre los Consultores, si parece oportuno, algunos cargos anejos a los de Consultor. 349. Para el cargo de Consultor son hábiles tan sólo los miembros que se cuentan en el número de los Electores. Entre otras cosas, deben brillar por su prudencia, su cultura y su devoción al Instituto. 350. Si bien el cargo dura por un plazo de cinco años, pueden no obstante los Consultores por causas justas y cuantas veces lo requiera el mayor bien del Instituto ser destituidos por el Padre, oídos los otros Consultores. Sean igualmente todos libres de renunciar al cargo; pero la renuncia no tenga ningún efecto hasta que sea admitida por el Padre. 351. Entre los Consultores el primero es el Secretario General. Es siempre un sacerdote, va en orden de precedencia después del Padre, si no hay Vicepresidente, y estando aquél ausente o impedido por cualquier razón lo suple. Aparte de ello, ayuda al Padre especialmente tanto en aquellas cuestiones que tocan a la dirección y a las obras de todo el Instituto como en aquellas que atañen a la administración, pero sólo goza de aquellas facultades que el Padre, ya sea habitualmente, ya para un caso concreto, haya en él delegado. El Secretario General ha de llevar y resolver los negocios, en la medida que sea posible, de acuerdo con los criterios, la mente y la práctica del Padre: no ha de tener poder, por tanto, para innovar en nada de lo que ha sido gestionado u ordenado por el Padre, sino que siempre ha de ser lo más fiel posible al Padre y al Consejo. A él también le pertenece distribuir los trabajos entre los miembros del Consejo y exigir de ellos un fiel cumplimiento de su cargo. 352. El Procurador General, que debe ser siempre un sacerdote, representa al Instituto entero, esto es, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y el Opus Dei, ante la Santa Sede, y es el único que, bajo la dirección del Padre, trata los asuntos de la una y del otro. Al mismo pueden serle encomendados por el Padre, según éste estime que en el Señor conviene, asuntos a resolver de cualquier género ante otras autoridades o personas eclesiásticas o civiles. En el ejercicio de su cargo ha de ser fidelísimo al Instituto y al Padre: en todo, pues, ha
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de depender del Padre, actuar continuamente bajo su mano y guía e informarle de la marcha y resultado de los asuntos. Resuelva todos los asuntos que le son encomendados y los demás que a su cargo atañan con diligencia y con conciencia de sus deberes. Debe hacerse apreciar por su habilidad en las actuaciones, por su prudencia y buena guarda de los secretos, por la tenacidad en sus propósitos y abnegación de sí mismo y por la máxima pureza siempre y en todo de su intención y de su actuación. 353. Para prestar ayuda al Presidente en el gobierno de la Sección de mujeres del Instituto está el sacerdote Secretario Central, de quien se trata en la norma 452. 354. Los Vicesecretarios se dedican de modo peculiar a la acción que se realiza en las obras de San Miguel, San Gabriel y San Rafael. Dan cuenta acerca de ellas al Padre y al Consejo; proponen lo que les parece necesario y oportuno para la mejor dirección y el incremento de tales obras; en el nombre y con la autoridad del Padre, comunican acerca de las ordenaciones, impulsos y direcciones con los rectores inmediatos de dichas obras, y solicitan de ellos frecuentes informes. 355. Los Enviados [Missi] se dedican al estudio de los asuntos de la respectiva región de cada uno, con la cual comunican todo lo que el Padre les ordene que comuniquen. De un modo habitual a ellos queda encomendada la vigilancia de todos los trabajos de la región respectiva, y acerca de ellos dan cuentas al Padre y al consejo. Si son varios, este cargo lo divide entre ellos el Padre: sin embargo a cada uno de los Enviados pueden serle atribuidas diversas regiones. El Padre, por otra parte, comunica generalmente sus deseos por medio del Consiliario Regional. 356. Al Prefecto de los Estudios corresponde dirigir, fomentar y unificar la labor intelectual colectiva de los socios; velar por que nada falte en los Centros de Estudios Interregionales y, por mediación de los Delegados de Estudios Regionales, en los demás Centros de Estudios, para que les sea proporcionada a los miembros del Instituto una sólida formación científica; inspeccionar y visitar todas las casas de formación del Instituto, ya por sí mismo, ya por otro que haya sido delegado por él con aprobación del Padre. 357. Para mejor ayudar en su cargo al Prefecto de los Estudios, el Presidente, oído el Consejo, le asignará algunos Asesores, a los que el Prefecto presidirá y dirigirá. 358. El Consejo tiene voto deliberativo en los casos contemplados y especificados por estas Constituciones: 1. ° En determinar aquellos puntos que tocan a la aplicación práctica y a la observancia de las Constituciones; 2. ° En la creación de las Circunscripciones regionales y en su modificación; 3. ° En la promoción de los miembros al rango de socios Inscritos y Electores; 4. ° En la dispensa de las condiciones o cualidades requeridas para los cargos y para la promoción a las diversas clases; 5. ° En la transferencia de los bienes del Instituto de una a otra Región o de uno a otro Centro, cada vez que dichas transferencias le parezcan al Padre necesarias u oportunas. 359. El Consejo General tiene además voto consultivo en los siguientes asuntos principalmente: 1.° En el nombramiento de los auxiliares de los Vicesecretarios y de los otros oficiales adjuntos al Consejo General; 2° En la dispensa del plazo de tiempo prescrito para la Admisión, la Oblación y la Fidelidad; 3. ° En la concesión de que alguno de los socios Inscritos pueda vivir fuera de familia, ya sea para ejercer un cargo profesional, ya sea por otras causas particulares; 4. ° Asimismo, en la concesión de que alguno de los Supernumerarios lleve vida de familia en el Instituto, cuando su permanencia tenga que ser habitual o deba prolongarse más allá de seis meses;
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5. ° En conceder la facultad de que miembros del Instituto puedan ejercer un cargo de enseñanza privada colectivamente, ya sea en las Universidades de Estudios que los miembros erijan o gobiernen, ya en las Escuelas superiores o colegios que el Instituto sostenga; lo cual, por lo demás, tan sólo como medio, nunca como fin específico del apostolado de los miembros del Instituto puede ser admitido; 6. ° En fin, en todos aquellos asuntos de importancia mayor que el Padre quiera someter al Consejo. 360. Sin que por razón de su cargo ingrese en el Consejo General, hay también un Sacerdote Prefecto de los Asuntos Espirituales, que está al frente de la dirección espiritual común de todos los miembros de una y otra Sección del Instituto, bajo la guía del Presidente General y del Consejo. Ayuda además al Padre en el gobierno de los Oblatos y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, junto con las facultades que habitualmente o para un caso concreto sean en él delegadas por el Padre. El Prefecto es nombrado para un quinquenio por el Padre, oído el Consejo. 361. A fin de que pueda darse más pronta solución a las cuestiones sometidas al Consejo por el Padre, cuantas veces la gravedad de un asunto lo requiera, el Padre nombra un Relator, que, dedicado especialmente al estudio de dicho asunto, informe acerca de él; y más aún: si la importancia de la cuestión parece así exigirlo, podrá también nombrarse uno que se oponga de oficio a la solución propuesta por el Relator, para que, sopesadas las razones de uno y otro, quede más clara la conclusión. Esta sin embargo resérvese al Padre y al Consejo. 362. El Padre confiere con los miembros del Consejo, ya sea privadamente, ya reunidos en uno. Reúne el Consejo cada vez que le parece oportuno; de modo más deliberado, una vez por mes. 363. Las actas de una reunión del Consejo General las firma el Secretario General; a las cuales se da lectura al comienzo de la sesión siguiente. A su aprobación suscribe el Presidente y el mismo Secretario. Los libros de actas de las reuniones del Consejo guárdense precavidamente y, una vez que éstos estuvieren completos, deposítense en el archivo general. 364. A fin de que pueda mejor el Padre ejercer su cargo de gobierno, hay además un Asesorado Jurídico Central, que presta su ayuda al Padre y al Consejo, y cuyos miembros son nombrados por el Presidente, oído el Consejo. El presidente del Asesorado, que debe ser un socio Elector, dura por un plazo de cinco años. 365. El régimen de las diversas obras comunes y de las diversas Sociedades Auxiliares es por el Padre encomendado, según el caso lo requiera y oído su consejo, a alguno de los consultores de dicho Consejo General o a otros miembros del Instituto que sean por lo menos Inscritos.
Artículo 5. De la Administración general 366. El Instituto, las Circunscripciones regionales y los Centros locales pueden adquirir, poseer y administrar bienes temporales según las normas del derecho y de las presentes Constituciones. 367. Sin embargo, la propiedad en el Instituto es siempre subordinada. El Presidente General, por tanto, tiene derecho, según las circunstancias de los asuntos se lo aconsejen y observándose la norma núm. 358, 5.°, a transferir de Centro a Centro o de región a región los bienes propios de uno o de una de ellos. 368. § 1. De entre todos los bienes, de dondequiera que provengan, que pueden adscribirse al Opus Dei, tan sólo han de ser considerados como verdaderamente eclesiásticos según las normas del derecho aquellos que de hecho hubieren ya sido adscritos legítimamente al Instituto por el Presidente General.
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§ 2. Todos los demás bienes, ya sean poseídos por las Sociedades Auxiliares, ya adquiridos por los miembros por sus industrias o trabajos, antes de su legítima inscripción al Instituto, se cuentan como profanos. 369. Para la gestión de los asuntos económicos de la Institución en su conjunto, se tiene una Consulta Técnica General, a la que preside el Administrador General. A ella asisten algunos socios Inscritos nombrados por el Padre. 370. A poder del Administrador General vienen a parar: 1. ° Las contribuciones de las Administraciones regionales; 2. ° Los bienes dejados al Instituto en general, donados o legados, los cuales se aplican al fin general de la Institución y según las voluntades de los donantes; 3. ° Una suma notable que, ajuicio del Padre con voto deliberativo de su Consejo, le sobra a una región. 371. Tanto los bienes inmuebles como los muebles son administrados por el Administrador General, bajo la dirección y la inspección del Padre y del Consejo. Será de su incumbencia definir, de acuerdo con el Padre con voto deliberativo del Consejo, qué gastos pueden hacer los Administradores inferiores, según las circunstancias y las condiciones de los asuntos lo pidan, y ejercer sobre ellos vigilancia. 372. § 1. En cuanto a realizar enajenaciones de los bienes eclesiásticos del Instituto y a contraer obligaciones por parte de éste o de las partes de éste que gocen de personalidad eclesiástica, deben guardarse las reglas del derecho común (c. 534). § 2. Pero en cuanto a la enajenación de los bienes que no están adscritos al Instituto y sin embargo están sujetos a su potestad y dirección, en cuanto a la realización de gastos con esos bienes y, en fin, en cuanto a la facultad para que el Padre, el Administrador General, los Consejeros y los Administradores inferiores puedan disponer de ellos, habrán de observarse fielmente las normas que, según los tiempos y las circunstancias de los asuntos lo exijan, sean estatuidos por el Padre con voto deliberativo de su Consejo, de acuerdo con lo dicho en la norma 371. § 3. En cuanto a la realización de gastos o contracción de obligaciones por parte de las Sociedades Auxiliares, deben guardarse las prescripciones que, asimismo, según los tiempos lo demanden, sean determinadas por el Padre con voto deliberativo del Consejo General. 373. Si quien contrata es el Instituto, una región o una casa, dicha institución es la que responde; pero si el que contrata es un miembro, a no ser que realizare un negocio del Instituto, de la región o de la casa, por mandato de superior, es él el que responde. 374. Incumbe al Administrador General inspeccionar y vigilar los libros de los Administradores inferiores; suministrarles normas para la recta administración; recibir cada trimestre de los Administradores regionales inferiores rendición de cuentas sumaria; y cada semestre exigir de ellos rendición de cuentas completa. 375. El Administrador General cada quinquenio, ya por sí mismo o ya por otros, emprenderá una visita de las Administraciones regionales. Aprovechando esta oportunidad, inspeccionará también a las Sociedades Auxiliares y las Administraciones locales. Ello contribuirá grandemente no sólo al perfecto conocimiento del estado general de la administración, sino también a la observación de las actividades y aptitudes de los inferiores. 376. Las cuentas de la Administración General, firmadas por el Administrador General, junto con una inspección de la caja de caudales, han de ser mostradas cada trimestre al Padre y al Consejo General. 377. El dinero, los títulos y los valores de género semejante han de depositarse en bancos o en la caja de caudales general, que se cerrará con doble llave, de las cuales una le retendrá en su poder el Padre y otra el Administrador. Igualmente los instrumentos acreditativos de aquellas sumas que están depositadas en los bancos, así como también los contratos y los documentos de otros créditos y obligaciones, han de ser guardados cuidadosamente por el Padre y por el Administrador General.
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Capítulo II. De la dirección regional 378. El Instituto se distribuye en Circunscripciones regionales (que no son provincias en el sentido canónico), constituidas o creadas por el Padre con voto deliberativo de su Consejo. También al Padre corresponde, de acuerdo con el consejo, modificar dichas Circunscripciones, delimitarlas de otro modo e incluso suprimirlas. 379. § 1. Al frente de la dirección de cada una de las Regiones está una Comisión, que consta de un Consiliario, que la preside, de un Defensor, de los Enviados [missi], de un Sacerdote Secretario Regional, de un Secretario de la Comisión y de otros tres Vocales, de un Delegado de estudios y de un Administrador Regional. § 2. Los cargos regionales son designados por el Padre, oído el Consejo, pero exceptuándose el Consiliario, el Sacerdote Secretario de la Región y el Administrador Regional, que deben ser nombrados según la norma de los normas 380, 466, 3 y 392, y duran por un trienio. En cuanto a los Enviados [missi], vale lo más arriba escrito, norma 347, § 1 y 2. § 3. Aparte de lo que acerca del Consiliario, de los Enviados y del Sacerdote Secretario General se estatuye en las normas 380, 349 y 463, todos los demás miembros de la Comisión deben seleccionarse entre los socios que sean por lo menos Inscritos. 380. El Consiliario, que, como se ha dicho, preside la Comisión Regional, es propuesto por el Padre, que lo somete a deliberación del Consejo. Pero si no es aprobado por el Consejo, el Padre puede proponer otro libremente. Sea siempre Sacerdote y socio Elector. 381. § 1. El Consiliario comunicará frecuentemente con el Padre, informándole fielmente de los asuntos de mayor importancia de la respectiva jurisdicción, y ejecutará escrupulosamente sus mandatos. § 2. Por otra parte, trata el Consiliario con los miembros de la Comisión privadamente o reunidos en conjunto; y de regla, convoca una vez por mes a la Comisión. Al cabo de un semestre, ha de redactar las actas cuidadosamente. 382. El Consiliario debe visitar al menos una vez por trienio todos los Centros de la región correspondiente. 383. Primero en dignidad después del Consiliario viene el Defensor, cuyo cargo ha de ser fomentar la observancia de estas Constituciones. El Defensor está obligado a comunicar por sí mismo o por medio de otros con todos los que solicitan la admisión al Instituto, antes de que se les conceda; igualmente debe por sí o por delegados hablar con los miembros y examinar diligentemente su voluntad y circunstancias, antes de que se les permita hacer la Oblación o la Fidelidad. 384. § 1. E l Enviado [missus] o delegado de la región en el Consejo General (norma 355) tiene derecho de intervenir en la Comisión Regional; se sienta a continuación del Defensor. § 2. El Sacerdote Secretario Regional, de quien se trata en la norma 463, viene detrás del Enviado o Missus y ayuda al Consiliario en la dirección de la Sección de mujeres en la respectiva región de cada uno. 385. El Secretario de la Comisión, primero en dignidad detrás del Sacerdote Secretario Regional, presta ayuda al Consiliario y al Defensor en el gobierno de la región, y en especial está obligado a distribuir el trabajo de las obras entre los Vocales y los demás miembros de la Comisión, a los cuales exigirá un fiel cumplimiento de su cargo. Además, suple al Consiliario en caso de ausencia o impedimento de éste. 386. Cada uno de los Vocales se cuida particularmente de la actividad que se ha de ejercer en cada una de las obras de San Miguel, San Gabriel y San Rafael. 387. Cargo especial del Delegado de Estudios de la región será: comunicar con el Prefecto de Estudios y, bajo la guía del Consiliario, llevar a la práctica las disposiciones que el Prefecto le proponga, e incluso perfeccionarlas; fomentar, dirigir, coordinar la labor intelectual colectiva de los socios de la Circunscripción; cuidarse con singular diligencia de los Centros Regionales de Estudios; conocer bien las Universidades, centros de investigaciones, biblio-
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tecas, etc., al punto de que pueda sugerir a los Superiores dónde hayan de poder los nuestros procurarse una cultura específica; redactar notas acerca de lo que enseñan en las Universidades y de los que gozan de autoridad intelectual y profesional, las cuales comunicará con el Padre, el Prefecto y el Consiliario. 388. Aparte de los otros puntos reseñados en estas Constituciones, corresponde al Consiliario con voto deliberativo de la Comisión: 1.° Admitir a la Oblación o a la Fidelidad a los socios Numerarios que, habiendo cumplido en la región el periodo de prueba, están en condiciones de realizar (normas 54, § 1 y 57) su definitiva incorporación al Instituto; 2° Fomentar nuevas obras apostólicas; 3. ° Crear y suprimir Centros para el ejercicio normal de tales obras; 4. ° Imponer sanciones a los socios de su Circunscripción, y privar de la condición de socio del Opus Dei a aquellos socios Supernumerarios que no deban por más tiempo permanecer en él; 5. ° Conceder a los Supernumerarios la facultad de poder llevar vida de familia en el Instituto, con tal de que no se prorrogue por un plazo de más de seis meses; 6. ° Transferir bienens de un Centro de la propia región a otro; 1° Designar los directores de las diversas Sociedades Auxiliares y de las diversas obras comunes de la región, entre miembros que sean por lo menos Inscritos, guardándose la norma núm. 297. 389. § 1. Al Consiliario junto con el Defensor, oída la Comisión, corresponde: 1.° Conceder o denegar a los socios Numerarios la dispensa de la vida de familia; 2° Aprobar los estatutos internos de cada uno de los Centros en que los socios ejercen el apostolado; 3. ° Encargar a otros negocios de alguna importancia; 4. ° Resolver las cuestiones de cierta dificultad, si alguna surge, con la potestad eclesiástica, académica y civil; 5. ° Nombrar los colaboradores que para el régimen de la región parezcan necesarios, y asignarlos a los diversos cargos, de acuerdo con la norma núm. 297; 6. ° Guardar en archivo los testamentos de los socios que se hayan hecho antes de su incorporación al Instituto; y poner fielmente en ejecución sus disposiciones después de la muerte de dichos socios; § 2. Para estas cuestiones la Comisión competente se compone del Consiliario, el Defensor, el Secretario de la Comisión y, según los casos lo requieran, el Sacerdote Secretario Regional o uno de los Vocales. 390. En cada una de las regiones, sin que por razón de su cargo pertenezca a la Comisión, hay un Sacerdote Prefecto de los Asuntos Espirituales, destinado a fomentar la vida espiritual de todos los miembros de la región de una y otra Sección bajo la guía del Consiliario. Además, presta ayuda al Consiliario en la dirección de los Oblatos y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, de acuerdo con las facultades que habitualmente o para un caso determinado haya en él delegado el Consiliario. Es nombrado por el Padre para un trienio, oídos el Consiliario y el Defensor de la región. 391. El Consiliario junto con el Defensor determinará en cada caso si ha de ser el propio Consiliario u otros socios Numerarios, en nombre de dicho Consiliario, los que mantengan directa y continuamente relaciones habituales con los Reverendísimos Ordinarios en cuyas diócesis tengan su domicilio los socios del Opus Dei, a fin de recibir de dichos Reverendísimos Ordinarios aquella opiniones o juicios que los socios del Instituto deban llevar a la práctica con espíritu filial. 392. Para la gestión de los asuntos económicos en cada una de las Circunscripciones regionales está formada una Consulta técnica regional, que preside un Administrador nombrado por el Padre entre los socios que sean por lo menos Inscritos, con voto deliberativo del Con-
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sejo. En la Consulta Técnica regional hay también tres Asesores designados por el Consiliario junto con el Defensor, después de oída la Comisión, entre socios por lo menos Inscritos. 393. El Administrador Regional vigila a los Administradores locales y les imparte normas de administración; les pide cada mes rendición de cuentas; hace efectiva las contribuciones de los Centros; administra, de acuerdo con normas transmitidas según la Consulta Técnica regional, los bienes de la Circunscripción regional; y en fin, emprende visitas de todas las administraciones de la región, al menos una vez cada trienio. De la visita que haya realizado ha de dar cuenta inmediatamente al Consiliario, junto con la Comisión, y al Administrador General. 394. En cada uno de los casos, examinadas las circunstancias y las condiciones peculiares de los asuntos, de acuerdo con el Consiliario con voto deliberativo de la Comisión, estatuye los gastos que pueden hacer los Administradores inferiores, salvo lo prescrito en el norma 371. 395. Para la guarda y colocación del dinero, de los contratos y de los documentos de la Administración Regional , vale, aplicando lo correspondiente a lo que corresponda, lo estatuido para la Administración Central en la norma 377. 396. § 1. Reúna cada mes la Consulta Técnica, junto con el arqueo de caja, las cuentas económicas, que, firmadas por el Administrador, someterá a examen y aprobación del Consiliario y de la Comisión. Además, cada trimestre debe enviar las cuentas al Administrador General. § 2. Por lo demás, las normas antes expuestas para la Administración General valen, aplicando lo correspondiente a lo que corresponda, también para la Administración General. 397. En cada Región se constituye una Asesoría Jurídica Regional, que presta su asistencia a la Comisión Regional, y cuyos miembros son designados por el Consiliario conjuntamente con el Defensor, oída la Comisión. El presidente de la Asesoría debe ser un socio Inscrito, nombrado de igual manera. Su mandato dura tres años. 398. En caso de que no se den los elementos necesarios para constituir nuevas Regiones, pueden también los diferentes territorios ser erigidos en Cuasi-Regiones o Delegaciones independientes o dependientes. 399. § 1. Son Cuasi-Regiones independientes las que dependen directamente del Presidente General del Instituto. § 2. El Presidente General, previa votación consultiva de su Consejo, puede erigirlas y, una vez erigidas, suprimirlas o redefinirlas, oídos los interesados. Por el hecho mismo de ser erigidas, las Cuasi-Regiones independientes adquieren personalidad jurídica. § 3. Los Superiores Mayores de éstas se equiparan a los Superiores Mayores de las Regiones, y rige cada uno su Cuasi-Región con potestad ordinaria, pero en calidad de vicario del Presidente General. § 4. Para los cargos de la Comisión y de la Asesoría nombra el Padre, oído su Consejo. 400. § 1. Hay también Cuasi-Regiones dependientes del Consiliario Regional, junto con su Comisión correspondiente. § 2. Al Presidente General corresponde crear, cambiar y suprimir las Cuasi-Regiones dependientes, oído el Consejo General y el Consiliario Regional, junto con su Comisión correspondiente. § 3. Los Superiores Mayores de éstas tienen jurisdicción ordinaria, pero vicaria o sustitutiva del Consiliario Regional, y gozan además de aquellas facultades que les hubieren sido delegadas por el Consiliario Regional con consentimiento del Padre. § 4. Para los cargos de la Comisión y de la Asesoría cuasi-regional dependiente hace los nombramientos el Padre, oído el Consiliario Regional junto con la correspondiente Comisión o Asesoría. 401. § 1. Delegaciones que dependen del Presidente General directamente pueden crearse cuantas veces el Presidente General, oído su Consejo, estimare que así conviene. § 2. El Moderador de cada una de las Delegaciones es nombrado por el Padre, oído el Consejo, y el designado tiene aquellos poderes que el Padre, de acuerdo con los casos, aun-
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que dentro de los límites de las facultades de los Consiliarios Regionales, juzgare que se le deben encomendar. 402. § 1. Hay, en fin, en el Instituto Delegaciones dependientes del Consiliario Regional de cuya región forman parte. Pueden ser creadas por el Padre, oído el Consejo General y aquellos que tienen interés en el asunto. § 2. Los Moderadores de éstas gozan tan sólo de aquellas facultades que el Consiliario Regional, con voto deliberativo de su Comisión y aprobación del Padre, hubiere en ellos delegado. Los Moderadores son nombrados por el Consiliario Regional de acuerdo con la Comisión o Asesoría de la región.
Capítulo III. De la dirección local 403. El Instituto tiene residencias y Centros, que se agrupan en las Circunscripciones regionales. 404. § 1. La creación canónica de los domicilios no ha de hacerse más que cuando, a juicio del Consiliario con voto deliberativo de la Comisión Regional, así parezca oportuno. Para esa creación canónica se requiere la venia del Ordinario del lugar preferentemente dada por escrito. § 2. Mas durante el tiempo que no se lleva a cabo la creación canónica, los miembros viven en familia, como personas privadas, ejerciendo cada uno su profesión propia y dependiendo del correspondiente Director local. 405. § 1. El concepto de Centro, en el derecho peculiar del Opus Dei, es más bien personal que territorial, ya que pueden adscribirse a un mismo Centro miembros que habitan en ciudades y hasta en diócesis distintas y que constituyen diversas familias del Instituto, dependientes de dicho Centro; es también ese concepto más bien regional que local. § 2. Hay, pues, en el Instituto Centros autónomos y Centros dependientes de otros. 406. Cuando los miembros constituyen un Centro dependiente, para el que no se requiere consentimiento del Ordinario del lugar, sólo pueden llevar vida común de familia, no jurídicamente, sino materialmente, y tienen facultad para ejercer libremente el apostolado propio del Instituto, no corporativamente, sino de manera individual y personal, a no ser que se obtenga venia del Ordinario del lugar para ejercer el apostolado de otro modo. 407. § 1. La dirección local en los Centros autónomos está constituida por un Director, un Subdirector y un Secretario; a los cuales puede el Consiliario añadir un sacerdote que habite en la casa. § 2. En cuanto a los Centros dependientes, hay en ellos un Director local delegado: otros cargos, si parecieren oportunos, deberán tenerse de hecho, no de derecho. 408. El Director es nombrado por el Consiliario Regional, oída la Comisión regional y con consentimiento del Defensor. La designación es por un trienio. 409. Sea el Director miembro incorporado a perpetuidad al Instituto por Fidelidad; sea, en general, laico. Sea además hombre verdaderamente adornado de una formación espiritual, que sepa promover en los que le estén subordinados esa misma formación espiritual. 410. Al Director corresponde dirigir todas las obras de sus subordinados, y cuidar de que estas Constituciones se observen perfectamente. Cuide principalmente de que todas las cosas se hagan por su orden debido, y que nunca se omitan los ejercicios de devoción, bien que alguna vez pueda ser conveniente, por el bien del apostolado, diferirlos o anticiparlos. 411. Acuda el Director frecuentemente al Consiliario Regional, por escrito o en presencia, informándole de todos los asuntos y solicitando de él consejo en los negocios de dificultad mayor. 412. En la dirección de una casa o Centro, el Director recibe la ayuda del Subdirector y del Secretario. Uno y otro son nombrados por el Consiliario, oída la Comisión y con consentimiento del Defensor. La designación es para un trienio.
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413. El Subdirector ayuda al Director en todos los asuntos, y lo suple en caso de ausencia o impedimento. Puede tener encomendadas por él facultades especiales, incluso de modo habitual; y ha de serle sumiso y fiel en el más alto grado. 414. Para la gestión de los asuntos económicos hay un Secretario, que, bajo la guía y autoridad del Director, se dedica a la administración. 415. Los gastos ordinarios los hace el Secretario, y no necesita de venia especial del Director; ésta, por el contrario, se requiere para los gastos extraordinarios. Cuáles son los que deben considerarse extraordinarios se define según la norma núm. 394. Para la guarda y colocación del dinero del Centro y para la guarda de los contratos y documentos de la administración local, vale, aplicando lo correspondiente a lo que corresponda, la norma núm. 377. 416. Las cuentas de lo recibido y de lo gastado, junto con una inspección de la caja de caudales, debe cada mes el Secretario rendirlas al Consejo local por escrito; las cuales cuentas son a su vez remitidas, firmadas por el Consejo local, a la Consulta Técnica Regional. 417. Proporcionará con la mayor caridad y generosidad cuanto parezca necesario y conveniente para el alimento, el vestido, los enseres y los gastos profesionales de cada uno de los miembros de la residencia o Centro. 418. Cuídese con especial diligencia de que los enfermos y viejos y los demás no carezcan de lo necesario en alimento, en medicamentos y en asistencia de los médicos, para aliviar sus necesidades y reconfortar sus ánimos, de tal manera que a ninguno de los nuestros le pese de los bienes que por el Señor ha dejado. 419. § 1. Para la dirección de los Oblatos o Numerarios en aquellos lugares en que el Consiliario, junto con el Defensor y oída la Comisión regional, así le parezca oportuno, se creará un Centro especial para una u otra categoría de miembros, que tendrá un gobierno local, nombrado para un trienio por el Consiliario junto con el Defensor, constituido por algunos socios Numerarios laicos y por un sacerdote Director espiritual. § 2. A este Centro estarán subordinadaos aquellos diversos grupos de Oblatos o Supernumerarios de la circunscripción asignada. 420. Lo del Centro para Oblatos o para Supernumerarios ha de entenderse no en el sentido material, de que exija necesariamente ninguna casa o sede definida sino en el sentido solamente moral, social y jurídico. 421. Los grupos, habrán de constituirse con un pequeño número de socios que, si así conviene, ejerzan la misma profesión o profesiones afines o pertenezcan a la misma clase social. 422. Para cada uno de los Grupos ha de haber dos Celadores, llamados primero y segundo, que han de ser seleccionados por el Consiliario, oída la Comisión o la Asesoría y a propuesta del gobierno local de aquel Centro, entre los Oblatos o Supernumerarios que hayan pronunciado la Fidelidad. Puede para diversos Grupos establecerse uno y el mismo Celador. 423. Es deber del Celador infundir afanosamente vida espiritual en los socios del Grupo correspondiente, preguntar por los ausentes, visitar a los enfermos, hacerles saber los asuntos que se han tratado en las reuniones, proporcionarles información respecto a los otros socios pertenecientes al mismo Grupo. 424. Los Oblatos y Supernumerarios que habitan en un lugar donde no está constituido ningún Grupo de su propia clase, como quiera que en modo alguno se consiente un socio acéfalo o errabundo, deben estar adscritos a algún Grupo, del que dependen en el ejercicio de la propia actividad apostólica.
Capítulo IV. De las Semanas de trabajo 425. Para una más empeñosa formación de los socios del Instituto y para el mejor desarrollo de la actividad apostólica, cada cinco años, en cada una de las regiones, celébrense las Semanas de Trabajo, en las cuales se examinarán y valorarán las experiencias habidas en el
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quinquenio transcurrido. Aunque se llamen Semanas, no han de limitarse necesariamente a siete días. 426. Aparte de las Semanas ordinarias, pueden también celebrarse otras extraordinarias, en una o varias regiones, cada vez que el Presidente, oído el Consejo y la Comisión regional, así lo estimare conveniente. 427. La Semana, por orden del Presidente, la convoca el Consiliario, designando lugar y tiempo de la reunión, al menos tres meses antes de su celebración. 428. A todos los miembros de la región incorporados por fidelidad al Instituto otorgúeseles el derecho de enviar al presidente de la Semana todo lo que les parezca oportuno. En cuanto a los que deben asistir a la Semana de Trabajo, son: 1.° Todos los Superiores que en la Comisión desempeñan o han desempeñado algún cargo; 2° Todos los socios Electores adscritos a la región; 3. ° Todos los sacerdotes de dicha región que se encuentren entre los socios Inscritos; 4. ° Los Directores de los Centros de Estudios; 5. ° Los socios Inscritos que hayan sido designados por el Presidente General, oído el Consiliario y el Defensor; 6. ° Los Directores de Sociedades Auxiliares designados por el Presidente General; 7. ° Igualmente los Directores locales designados por el Presidente General. 429. La Semana la preside el Padre o un Delegado, a cuyo lado están el Consiliario y el Enviado [Missus]. De la secretaría se encarga el más joven de los socios laicos presentes. 430. Todos los que hayan sido convocados a una Semana de Trabajo, por lo menos un mes antes de su celebración, han de enviar al secretario las notas, documentos, observaciones que les parezca conveniente presentar; a partir de dichas nota, una comisión, nombrada por el presidente, debe componer un elenco de las cuestiones que han de someterse a los hebdomadarios o semaneros. 431. Han de tratarse los temas por diversas comisiones, pero por la tarde se hace una reunión plenaria, en la que se dará cuenta del trabajo realizado por cada una de las comisiones, a no ser que otra cosa le parezca al presidente. 432. Durante la Semana, llévese una vida espiritual especialmente intensa, por medio de la cual merezcan todos recibir una más abundante luz y gracia de Dios. En ella se harán los siguientes actos de devoción: 1.° Antes del comienzo de los trabajos récese o cántese la Hora Prima, y celébrese la Santa Misa, a la que todos han de asistir; 2° Hágase oración en común; 3. ° Antes de cada una de las sesiones recítense las plegarias acostumbradas; 4. ° Después de la sesión plenaria cántese la antífona «Salve Regina»; 5° Después de la recreación vespertina de las almas y los cuerpos, delante del Santísimo, solemnemente expuesto, récese o cántese el Completorio. 433. Las conclusiones de la Semana no tienen fuerza preceptiva hasta que no hayan recibido la aprobación del Presidente General, oído el Consejo, si no es que por la naturaleza del asunto, de acuerdo con lo dicho en estas Constituciones, se requiera el voto deliberativo del Consejo. El Padre mismo sugerirá también las instrucciones oportunas por medio de los órganos ordinarios de la dirección. 434. No sólo las conclusiones, sino también las notas en que se haya llevado el trabajo de la Semana, han de remitirse al archivo central del Instituto. 435. § 1. Cada diez años, para el Instituto entero, convoca el Padre una Semana General de Trabajo. En ésta, tocante a la finalidad y modo de actuar, valga lo mismo que quede estatuido más arriba acerca de las Semanas Regionales de Trabajo.
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§ 2. A la Semana General de Trabajo han de ser llamados y deben acudir a ella todos los socios Electores, los Directores de los Centros de Estudios Interregionales, y los socios Inscritos que el Padre designe, oído el Consejo. § 3. La Semana la preside el Padre, a quien asisten el Secretario General y el Procurador General. De la secretaría se encarga el más joven de los miembros laicos presentes. 436. Aparte de las Semanas Generales de Trabajo ordinarias, pueden también celebrarse otras extraordinarias, cuantas veces el Presidente, con el consenso del Consejo General, así lo estimare conveniente.
PARTE CUARTA: D E L A SECCIÓN D E M U J E R E S
Capítulo I. De su modalidad, su fin y sus miembros 437. Para que mejor y más abundantemente pueda el Instituto desarrollar su actividad propia, tiene también una Sección de mujeres, radicalmente separada de la Sección de hombres. 438. Las disposiciones que acerca de los varones en estas Constituciones se estatuyen, aun cuando estén expresadas con vocablo masculino, valen también con igual derecho acerca de las mujeres, a no ser que por el contexto del discurso o por la naturaleza de! asunto conste conste de otro modo o bien explícitamente en esta parte de las Constituciones se aporten prescripciones especiales. 439. Dado que las miembros no son religiosas, no aportan dote ni usan de vestido o hábito religioso, sino que externamente en todos los aspectos que son comunes con las mujeres del siglo y no son ajenos del estado de perfección; se comportan, visten y llevan su vida como las otras mujeres de su propia condición. 440. § 1. La Sección de mujeres, a semejanza de la Sección de hombres, comprende diversas clases, a saber: 1. ° Las miembros simplemente Numerarias, que se consagran a la actividad apostólica propia del espíritu del Instituto, y entre las cuales algunas, que se destinan a los cargos de dirección, se llaman Inscritas. Y aquellas Inscritas que gozan de voz en el Congreso de la Sección de mujeres se llaman Electoras. 2. ° Las Numerarias Sirvientes, que se dedican a los trabajos manuales o al servicio doméstico en las casas de la Institución; 3. ° Las Oblatas, de acuerdo con lo dicho para los socios Oblatos; 4. ° En fin, las miembros Supernumerarias, que pueden, por supuesto, ser también casadas. § 2. Sin que por ello se conviertan en miembros del Instituto, pueden también ser admitidas asociadas Cooperadoras (norma 29). 441. En cuanto a las designaciones de las Inscritas y de las Electoras y en cuanto a la determinación del número oportuno de éstas, han de guardarse, aplicando prudentemente lo correspondiente a lo que corresponde, las mismas prescripciones que arriba se han dado en las normas 20-24. 442. Las miembros Numerarias incorporadas ya por Oblación llevan vida de familia en el Instituto, de la cual no pueden ser dispensadas sino por el Consiliario de la región respectiva junto con la respectiva Asesoría, o bien por el Padre, oída la Asesoría Central, si son Inscritas. 443. § 1. Las Numerarias en todo caso, ya estén ocupadas en trabajos domésticos o manuales cualesquiera, ya dedicadas a profesiones liberales, han de ser consideradas como operarías; así pues, todas en general prestan servicio o ejercen cargo en las Sociedades Auxiliares, y todas deben percibir la paga o estipendios correspondientes a su trabajo.
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§ 2. Aparte de estos deberes y cargos que quedan expuestos, peculiares de las miembros simplemente Numerarias y de las Sirvientes, dichas Sirvientes deben colaborar con todas sus fuerzas, con plena sumisión y entrega, en todos los servicios que atañen a las simplemente Numerarias, según sean llamadas a dicho servicio por los Superiores. 444. El apostolado de las Numerarias se ejerce principalmente de los siguientes modos: 1. ° Dirigen las casas de ejercicios; 2. ° Se dedican a la propaganda católica escrita con ayuda de Casas editoras, de establecimientos de librería y de bibliotecas; y también a la propaganda oral del mismo género. 3. ° Instruyen a otras mujeres que se preparan para las obras del apostolado; 4. ° Fomentan la modestia cristiana entre las mujeres, con los medios que parezcan aptos para ese fin; 5. ° Promueven la educación de las niñas en los colegios destinados para ello; gobiernan residencias para mujeres que se dedican a los estudios; 6. ° Asimismo colonias agrícolas o fincas, en las que las colonas son instruidas tanto en sus artes propias como en los preceptos cristianos; e igualmente casas para preparar las criadas al servicio doméstico; 7. ° Llevan la administración familiar de todas las casas del Instituto, habitando sin embargo en lugares radicalmente separados, por tal modo que de derecho y de hecho haya dos casas en cada uno de los domicilios; 8. ° Buscan especialmente aquellos lugares en que la Iglesia de Dios, perseguida por sus enemigos, necesite de la obra y del auxilio de los socios. 445. A la Sección de mujeres se le demanda especialmente el cuidado de los oratorios del Instituto; así pues, séales permitido a las miembros Numerarias y Oblatas tocar los vasos sagrados. 446. Para lo que atañe a la admisión, periodo de prueba, incorporación, orden de precedencia, vida de las socias en el Instituto, formación y espíritu, separación y despido, valen, aplicando lo correspondiente a lo que corresponda, las prescripciones que se han dado cuando se trató de la Sección de hombres (norma 438). 447. Aparte de las loables Costumbres del Instituto, las socias simplemente Numerarias, pero no las Sirvientes, retengan la siguiente: a saber, la de dormir en lecho de tablas, a no ser que en atención a su mal estado de salud otra cosa dispusiere el Director de la casa. 448. En los Centros de Estudios destinados a instruir a las miembros, téngase, para los asuntos espirituales, sacerdotes, que sean de edad de por lo menos cuarenta años. 449. Todas las mujeres del Opus Dei realicen cada semana la confesión sacramental, según la norma del núm. 263. Mas para seleccionar los confesores que ordinariamente hayan de dirigirlas, sigan fielmente las normas de los Superiores, de acuerdo con el canon 519. Capítulo II. De la dirección 450. § 1. La Sección de mujeres es dirigida por el Padre junto con el Secretario General, el Procurador General, el Sacerdote Secretario Central y la Asesoría Central, que tiene en la Sección de mujeres el lugar [correspondiente] al Consejo General en la Sección de hombres. § 2. El Secretario General, El Procurador General y el Sacerdote Secretario Central tienen voto deliberativo en la Asesoría Central. 451. § 1. Igual que para la Sección de hombres, también para la Sección de mujeres debe cada cinco años reunirse un Congreso en el que las socias Electoras examinen el estado de las obras de la propia Sección y puedan sugerirle al Padre nuevos servicios. § 2. En dicho Congreso el Presidente General nombra para un quinquenio socias para los cargos de la Asesoría Central entre las Electoras de la misma manera que en el Congreso de los varones llama para los cargos del Consejo General.
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452. El Sacerdote Secretario Central es designado por el Padre según la norma núm. 347 entre los socios Electores; ayuda al Padre especialmente en los puntos que atañen a la Sección de mujeres; y goza tan sólo de aquellas facultades que, sea habitualmente, sea para un caso concreto, hubiere en él delegado el Padre. Debe ser de edad al menos de cuarenta años. 453. La Asesoría Central consta de una Secretaria Central, de una Secretaria de la Asesoría, de tres Vicesecretarias, de una Prefecta de Estudios, de una Prefecta de las Sirvientes, de una Delegada por lo menos de cada Región y de una Procuradora Central. 454. La Secretaria Central, bajo la guía del Presidente General y del Sacerdote Secretario Central, consagra sus esfuerzos a todo aquello que mira a la dirección y actividad de la Sección de mujeres. 455. La Secretaria de la Asesoría Central distribuye los trabajos entre las Vicesecretarias y los demás miembros del Asesorado, y les exige un fiel cumplimiento de sus cargos. Además, suple a la Secretaria Central en caso de ausencia o de impedimento y redacta las actas de la Asesoría Central (norma 363). 456. Cada una de las Vicesecretarias se dedica particularmente a la actividad que se ejerce en cada una de las obras de San Miguel, San Gabriel y San Rafael. 457. A la Prefecta de Estudios competen todos aquellos asuntos que se refieren a la instrucción, sea espiritual, sea intelectual, de las miembros simplemente Numerarias. 458. A la Prefecta de las Sirvientes corresponde gobernar la formación religiosa y específica de las miembros Sirvientes. 459. Las Delegadas se dedican al estudio de los asuntos de la respectiva región de cada una, a semejanza de los socios que desempeñan el cargo de Enviado [Missus] . 460. La Procuradora Central, cada quinquenio, debe inspeccionar por sí misma o por otras los libros de la Administración de todas las regiones, de tal modo que se corrijan los defectos y se lleven fielmente a la práctica las normas transmitidas por la Administración General del Instituto; y cada trimestre, recibirá de las Procuradoras de las regiones rendición de cuentas, que ha de ser sometida al examen de la Secretaria Central y de la Asesoría. 461. En cada una de las regiones preside la Sección de mujeres, en nombre y sustitución del Padre y siempre según la mente de éste, el Consiliario. En el ejercicio de esta función recibe ayuda del Sacerdote Secretario Regional y de la Asesoría de la Región. 462. § 1. Al igual que en la dirección de los varones el Consiliario no tiene fuerza para resolver ninguna cuestión de cierta importancia sin contar con el Defensor, así en la Sección de mujeres el Consiliario no decidirá nada en la resolución de dichas cuestiones si no contando con el voto favorable de la Secretaria de la región. El Consiliario, por otra parte, puede delegar sus derechos propios, ya para un cierto tiempo, ya para un caso determinado, en el Sacerdote Secretario. § 2. Inversamente, las decisiones de la Asesoría no tienen fuerza alguna sino después de dada la confirmación por el Consiliario o, en nombre y delegación de éste, por el Sacerdote Secretario. 463. El Sacerdote Secretario Regional en cada una de las regiones ayuda al Consiliario en la dirección de la sección de mujeres. Es nombrado por el Padre con voto deliberativo de su Consejo y oída la Asesoría Central. Tiene voto deliberativo en la Asesoría de la Región, y dispone además de aquellas facultades que hubieren sido en él delegadas por el Consiliario. Ha de ser socio Elector, de edad al menos de cuarenta años. 464. La Asesoría Regional consta de una Secretaria Regional, de las Delegadas, de una Secretaria de la Asesoría, de tres Vicesecretarias, de una Directora de Estudios, de una Directora de Sirvientes y de una Procuradora. 465. § 1. Las socias que entran en la Asesoría Regional, excepto la Secretaria Regional, las Delegadas y la Procuradora son designadas por el Padre entre socias por lo menos Inscritas, oídos el Secretario General, el Procurador General, el Sacerdote Secretario Central, la Asesoría Central, el Consiliario de la región y el Sacerdote Secretario Regional.
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§ 2. Todos los cargos son para un trienio. Mas para las Delegadas valen las normas núm. 451, § 2, ya en cuanto a la manera de nombrarlas, ya en cuanto a la duración del cargo. 466. Corresponde a la Secretaria Regional dirigir, junto con la Asesoría y bajo la guía del Consiliario y del Sacerdote Secretario Regional, las actividades de las socias de la región respectiva. Es nombrada por el Padre, de acuerdo con la Asesoría Central entre las miembros Electoras. 467. Oficio propio de la Secretaria de la Asesoría Regional es distribuir su trabajo a las Vicesecretarias y a las otras miembros de la Asesoría, y examinar cuidadosamente, bajo la guía de la Secretaria de la región el progreso de dichos trabajos, de modo que todo se lleve a cabo con el debido orden. Además, suple a la Secretaria Regional en caso de ausencia o de impedimento, y redacta las actas de la Asesoría respectiva (norma 381, § 2). 468. § 1. Las Vicesecretarias de región desarrollan su actividad en cada una de las obras particulares del Instituto, de San Miguel, de San Gabriel y de San Rafael. § 2. Además, la Vicesecretaria de San Miguel desempeña, en cuanto a la admisión e incorporación de las socias, el mismo oficio que el Defensor en la región respectiva. 469. Oficio propio de la Directora de Estudios es, aparte de lo dicho, aplicando lo correspondiente a lo que corresponda, en la norma 387, recibir por sí misma o por otras a las nuevas socias simplemente Numerarias de su propia región, y, dado el caso, tratar el asunto con las familias de cada una de ellas. 470. El mismo oficio que la Directora de Estudios desempeña, en lo que toca a las Sirvientes y a las familias de cada una de ellas, la Directora de Sirvientes en cada una de las regiones. 471. La Procuradora Regional, una vez por mes, rinde cuentas a la Secretaria de la región y a la Asesoría, junto con una inspección de la caja de caudales. Y cada trimestre, con aprobación del Consiliario y de la Asesoría, remite todo lo que sobrare a la Administración Regional o bien, si algo falta, lo solicita de ella. Por lo menos una vez cada trienio emprende una visita de las administraciones locales y de la visita realizada da cuenta lo antes posible al Consiliario junto con la Asesoría de la Región y la Procuradora Central. Es nombrada por el Padre con voto deliberativo de la Asesoría Central entre las socias por lo menos Inscritas. 472. En cada una de las casas o Centros las socias son dirigidas por una Directora local, junto con una Subdirectora y una Secretaria. 473. Para los cargos locales, así en cuanto a las miembros Numerarias como en cuanto a las Supernumerarias, las llama para un trienio el Consiliario Regional, junto con el Sacerdote Secretario Regional y la Secretaria de la Región, oída la respectiva Asesoría. 474. Para la gestión de los asuntos económicos locales, se tendrá una Secretaria. A ella corresponderá administrar los estipendios y los otros bienes de la casa, y de ellos rendir cuentas cada mes al consejo local, con una inspección de la caja de caudales. El Consejo local remite cada mes estas cuentas a la Procuradora de la región, a la cual también envía la cantidad de dinero que sobrare y, si algo faltare, de ella lo solicita. 475. § 1. El Padre, por sí mismo o por otros sacerdotes en los que él delegue, ha de emprender visitas a la Sección de mujeres, ya ordinarias, que deben hacerse por lo menos cada quinquenio, ya extraordinarias, cuantas veces el propio Presidente General, oídos el Secretario General, el Procurador General, el Sacerdote Secretario Central y la Asesoría Central, así lo estimare conveninete. § 2. Para emprender y para terminar estas visitas, puede el Padre valerse de los oficios de la Secretaria Central o de alguna de las Electoras, la cual ha de dar cuenta al Padre y a la Asesoría de la visita realizada. 476. La Secretaria Regional, al menos una vez por trienio, debe visitar todos los Centros o casas de la región respectiva, y conferenciar acerca de la visita realizada por el Consiliario, el Sacerdote Secretario y la Asesoría.
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477. § 1. Para la Sección de mujeres de cada región, una vez cada cinco aflos, el Consiliario, por mandato del Presidente, debe convocar una Semana de Trabajo. § 2. Si otra cosa no dispusiere el Presidente General, a la Semana deben asistir, aparte de aquellas que desempeñan o han desempeñado algún cargo en la Asesoría Regional, todas las socias Electoras adscritas a la región, las Directoras de los Centros de Estudios, las Inscritas que fueren nominalmente designadas por el Padre, y en fin, las Directoras locales designadas por el Presidente General. § 3. La Semana la preside el Padre o un Delegado suyo, a cuyo lado se sientan el Consiliario, el Sacerdote Secretario de la Región y la Secretaria Regional. De la secretaría se encarga la más joven de las Inscritas presentes. 478. § 1. A las Semanas Generales de Trabajo, que convoca el Padre una vez cada diez años, deben asistir todas las socias Electoras, las Directoras de los Centros Interregionales de Estudios y las Inscritas que sean designadas por el Padre, oídos el Secretario General, el Procurador General, el Sacerdote Secretario Central y la Asesoría Central. § 2. Presidente de la Semana es el Padre, a quien prestan su ayuda el Secretario General, el Procurado General, el Sacerdote Secretario Central y la Secretaria Central. De la secretaría se encarga la socia más joven de las Inscritas presentes. 479. Por lo demás, celébrense las Semanas de Trabajo, aplicando lo correspondiente a lo que corresponda, de acuerdo con las normas transmitidas en los normas 425 y siguientes.
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Anexo 5 CÓDIGO DE DERECHO PARTICULAR DE LA O B R A DE DIOS (1982) Traducción de J. Cabo T. de Gracia
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índice general TÍTULO I :
D E L A R A Z O N D E SER D E L A P R E L A T U R A Y DE L O S F I E L E S DE CRISTO
Capítulo I. Capítulo II. Capítulo III. Capítulo IV. TÍTULO II:
De la razón de ser y finalidad de la Prelatura De los fieles de Cristo de la Prelatura De la admisión de los fieles y su incorporación a la Prelatura De la separación de los fieles y el apartamiento de la Prelatura
D E L PRESBITERIO D E L A P R E L A T U R A Y L A D E L A S O C I E D A D SACERDOTAL DE LA SANTA CRUZ
Capítulo
I. De la composición del Presbiterio y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz Capítulo II. De la promoción a las Sagradas Órdenes y de la misión canónica de los Presbíteros Capítulo III. De los socios Agregados y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz TÍTULO III:
DE LA V I D A , FORMACIÓN Y A P O S T O L A D O DE L O S F I E L E S DE LA PRELATURA
Capítulo I. De la vida espiritual Capítulo II. De la formación doctrinal religiosa Capítulo III. Del apostolado TÍTULO IV: RÉGIMEN D E L A P R E L A T U R A Capítulo I. Del régimen en general Capítulo II. Del régimen central Capítulo III. Del régimen regional y local Capítulo IV. De las Juntas regionales Capítulo V. De las relaciones con los Obispos diocesanos TÍTULO V :
D E L A P E R M A N E N C I A Y O B S E R V A N C I A D E E S T E CÓDIGO
Disposiciones finales
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TÍTULO I . D E L A R A Z Ó N D E S E R D E L A P R E L A T U R A Y D E L O S F I E L E S D E C R I S T O
Capítulo I. De la razón de ser y finalidad de la Prelatura. 1. § 1. El Opus Dei es una Prelatura personal que abarca al mismo tiempo a clérigos y laicos, para realizar una especial obra pastoral bajo la dirección de un Prelado propio (cfr. n. 125) § 2. Constituyen el Presbiterio de la Prelatura aquellos clérigos que, entre sus fieles laicos son promovidos a las Órdenes y se vinculan a ella; el laicado de la Prelatura está conformado por aquellos fieles que, movidos por la vocación divina, están atados por un vínculo jurídico de incorporación a la Prelatura, de una manera especial. § 3. La Prelatura que, de la Santa Cruz y de la Obra de Dios, se llama sin embargo bajo el nombre abreviado de Obra de Dios, es de ámbito internacional, tiene su sede central en Roma y se rige por las normas de derecho general de las Prelaturas personales y también de estos estatutos, junto a escritos o concesiones especiales de la Santa Sede. 2. § 1. La Prelatura se propone, conforme a normas de derecho particular, la santificación de sus fieles, por medio del ejercicio de las virtudes cristianas, en su propio estado, profesión y condición de vida, según su específica espiritualidad, absolutamente secular. § 2. También la Prelatura se dirige con todos sus recursos a trabajar para que las personas de cualquier condición y estado de la sociedad civil, y principalmente las que se llaman intelectuales, se adhieran con un corazón íntegro a los preceptos de Cristo Señor, y para que con ella, y también por la fuerza de la propia santificación de cada trabajo profesional, lleguen, en la práctica, en medio del mundo para que todas las cosas se ordenen según la voluntad del Creador; y para formar a hombres y mujeres para ejercer el apostolado igualmente en la sociedad civil. 3. § 1. Los medios que emplean los fieles de Cristo de la Prelatura para obtener estos fines sobrenaturales, son: 1.° Una extraordinaria vida espiritual de oración y sacrificio, conforme al espíritu del Opus Dei: pues la vocación de ellos es esencialmente contemplativa, se fundamenta en un humilde y sincero sentido de la filiación divina y se mantiene constantemente con un alegre ascetismo; 2° Una profunda y continua formación religiosa, ascética y doctrinal, apropiada a las características personales propias de cada uno y apoyada sólidamente en el Magisterio eclesiástico, además de un constante interés en adquirir y perfeccionar la necesaria formación profesional y una cultura propia del espíritu; 3.° La imitación de la vida oculta de Nuestro Señor Jesucristo en Nazaret, también en la santificación del propio trabajo profesional ordinario, al que, con el ejemplo y las palabras ponen mucho empeño en convertir en instrumento de apostolado, alcanzando cada uno la propia esfera de acción, en la medida que reclaman su propia cultura y aptitud, y sabiendo que él debe ser como el fermento oculto en la masa de
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la sociedad humana; del mismo modo, que también se santifiquen ellos mismos, fieles de Cristo, en el perfecto cumplimiento de este trabajo, realizado por entero en constante unión con Dios; y que, además, por el mismo trabajo, santifiquen a otros. § 2. Por esta razón todos los fieles de Cristo de la Prelatura: 1. ° Se obligan a no abandonar el ejercicio del trabajo profesional o de otro equivalente, puesto que por su mediación se persigue la santificación y un especial apostolado; 2. ° Ponen mucho interés en cumplir con la máxima fidelidad las funciones propias de su estado, y además su propia acción y profesión social, siempre con la misma reverencia en favor de las leyes legítimas de la sociedad civil; e igualmente ponen mucho interés en realizar por completo las labores encomendadas a estos mismos por el Prelado. 4. § 1. Bajo la dirección del Prelado, el Opus Dei da vida e informa todo el Presbiterio con su ministerio sacerdotal. § 2. El sacerdocio ministerial de los clérigos y el común sacerdocio de los laicos se entrelazan íntimamente y se necesitan recíprocamente y se complementan, para cumplir, en unidad de vocación y dirección el fin que la Prelatura se propone. § 3. En una y otra sección del Opus Dei, es decir de hombres y de mujeres, existe de manera semejante la misma unidad de vocación, de espíritu, de fin y de dirección, aunque cada sección tenga sus propios apostolados. 5. La Prelatura tiene como patronos a la Bienaventurada María siempre Virgen, a la que se venera como madre, y a San José, esposo de la misma Bienaventurada María Virgen. Los fieles de Cristo acompañan con peculiar devoción a los Santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael y a los Santos Apóstoles Pedro, Pablo y Juan, a los que el Opus Dei consagra especialmente cada tipo de acción.
Capítulo II. De los fieles de Cristo de la Prelatura 6. Todos los fieles de Cristo que se incorporan a la Prelatura, bajo un vínculo jurídico sobre el cual hablaremos en el n. 27, hacen esto movidos por la misma vocación divina: todos persiguen el mismo fin apostólico, cultivan el mismo espíritu y la misma praxis ascética, reciben la correspondiente formación doctrinal y la atención sacerdotal, y en lo que afectan al fin de la Prelatura, están sujetos a la potestad del Prelado y de sus consejos conforme a las normas de derecho universal y de estos Estatutos. 7. § 1. En virtud de la habitual disponibilidad de cada uno para dedicarse a las funciones de formación y a algunas determinadas empresas de apostolado del Opus Dei, los fieles de la Prelatura, sean hombres o mujeres, se llaman Numerarios, Agregados o Supernumerarios, sin que, no obstante, conformen diversas clases. Esta disponibilidad depende de las diversas circunstancias constantes de cada uno, personales, familiares, profesionales o de otro tipo. § 2. Los que no sean considerados fieles de la Prelatura, pueden agregarse como asociados Cooperadores, de los que hablaremos en el n.16. 8. § 1. Se llaman Numerarios aquellos clérigos y laicos que, observando el celibato apostólico (cfr. Matth. X I X , 11) por una especial moción y don de Dios, se dedican con todas sus fuerzas y con su máxima disponibilidad personal de trabajar, a las peculiares empresas de apostolado de la Prelatura y habitan ordinariamente en las sedes de los centros de Opus Dei para cuidar de aquellas empresas de apostolado y dedicarse a la formación de los demás fieles de la Prelatura. § 2. Los Numerarios tienen cuidado sobre la administración familiar o doméstica de todos los centros de la Prelatura, habitando sin embargo en lugar absolutamente separado.
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9. Pueden ser admitidos como Numerarios todos aquellos fieles laicos que gozan de plena disponibilidad para dedicarse a las funciones de formación y a las labores apostólicas peculiares del Opus Dei y que cuando soliciten su admisión, estén dotados de ordinario de un título académico civil o profesional equivalente, o que al menos puedan obtenerlo después de la admisión. Además, en la sección de mujeres, las Numerarias auxiliares, con la misma disponibilidad que las demás Numerarias, dedican su vida principalmente a los trabajos manuales u oficios domésticos, que acogen voluntariamente como trabajo profesional propio, en las sedes de los centros de la Obra. 10. § 1. Se llaman Agregados aquellos fieles laicos que, entregando su vida plenamente al Señor en el celibato apostólico y conforme al espíritu de la Obra de Dios, deben sin embargo consagrar su cuidado a concretas y permanentes necesidades personales, familiares o profesionales, que les llevan de ordinario a habitar con su propia familia. Todas estas cosas determinan al mismo tiempo su dedicación para algunas funciones de apostolado o de formación del Opus Dei. § 2. Los Agregados, si no se dispone otra cosa para ellos especialmente, asumen todas las funciones u obligaciones como los numerarios y también deben servirse de ellos con idénticos medios ascéticos para conseguir la cantidad y ejercer el apostolado. 11. § 1. Se llaman Supernumerarios todos aquellos fieles laicos, célibes e incluso casados, que, con la misma vocación divina que los Numerarios y Agregados, participan plenamente del peculiar apostolado del Opus Dei, con aquella disponibilidad en tanto que la empresa apostólica sea compatible con el cumplimiento de sus obligaciones familiares, profesionales y sociales; y estos no sólo dirigen su vida y su profesión, igual que los demás fieles de Cristo, de la Prelatura, en medio de santificación y apostolado, sino que incluso, no de manera distinta a como los agregados, dirigen su propia casa y sus propias ocupaciones familiares. § 2. Los Supernumerarios viven conforme este mismo espíritu y observan, según sus posibilidades, estas mismas costumbres que los Numerarios y Agregados. 12. Entre los Agregados y los Supernumerarios pueden ser recibidos también los que padecen alguna enfermedad crónica. 13. Los Numerarios, especialmente los dedicados a los cargos de dirección o formación, deben residir en la sede de los Centros que para este fin se destinan. 14. § 1. El candidato que haya escrito una carta pidiendo la admisión el Opus Dei en calidad de Numerario o Agregado, cuando se le haga saber normalmente por medio del Director competente que su petición ha sido considerada digna, para que se examine, en este mismo momento queda admitido entre los Supernumerarios, en tanto que se conceda la admisión que ha solicitado. § 2. Si alguien antes de la incorporación como Numerario o Agregado parece carecer de la idoneidad para esto, puede ser retenido en el Opus Dei en calidad de Supernumerario, con tal que tenga las condiciones requeridas. 15. Los Supernumerarios pueden ser recibidos entre los Numerarios o Agregados con tal que tengan en potencia las cualidades requeridas. 16. § 1. Los Cooperadores con sus asiduas preces desbordadas hacia Dios, sus limosnas, y, en la medida de lo posible, también con su propio trabajo, prestan su colaboración a las obras apostólicas y participan de los bienes espirituales del Opus Dei. § 2. Hay también quienes se encuentran lejos de la casa paterna de diversas maneras, o no reconocen públicamente la verdad católica, que entre tanto prestan ayuda al Opus Dei con el propio trabajo y con limosnas. Estos, por derecho y mérito, pueden también ser llamados Cooperadores del Opus Dei. Todos los fieles de la Prelatura, con su oración, su sacrificio y su comunicación deben trabajar con estos Cooperadores de tal manera que por la intervención de la Beatísima Virgen, consigan para ellos, de la misericordia divina, la luz inagotable de la fe, y les atraigan suave y eficazmente a las costumbres cristianas.
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Capítulo III. De la admisión de los fieles y su incorporación a la Prelatura 17. La Admisión comprende tres grados. El de la simple Admisión, que hace el Vicario Regional, después de oída su comisión; el de la incorporación oportuna temporal que se llama Oblación, después de un año, al menos, de la Admisión; el de la incorporación definitiva o de Fidelidad, después de pasados cinco años al menos desde la incorporación oportuna temporal. 18. Puede pedir la Admisión, obtenida la licencia del Director local, cualquier laico católico que, además la edad y otras cualidades requeridas, sobre las que hablaremos en el art. 20, esté movido por una recta intención, procedente de la vocación divina, para conseguir con esfuerzo su Santificación, mediante el propio trabajo o profesión, sin que por eso cambie su estado canónico, y quiera apoyarse en todas sus fuerzas para ejercer el apostolado, conforme a los fines y medios propios del Opus Dei, y sea idóneo para llevar su misma carga y para ejercer sus mismos peculiares trabajos. 19. El candidato ha de solicitar su admisión mediante carta dirigida al Ordinario competente de la Prelatura, en la que manifieste su deseo de pertenecer al Opus Dei en calidad de Numerario, Agregado o Supernumerario. 20. § 1. Para que alguien sea admitido a la Prelatura se requiere: 1° que haya cumplido al menos diecisiete años de edad; 2° que se dedique a la santificación personal, cultivando esforzadamente las virtudes cristianas, junto al espíritu y la práctica ascética que son propias del Opus Dei; 3° que ponga su atención en la vida espiritual, por medio de la frecuente recepción de los Sacramentos de las Sagradas Eucaristía y Penitencia y por el ejercicio de la oración mental cotidiana y de otras normas de piedad del Opus Dei; 4.° que antes se haya ejercitado en el peculiar apostolado del Opus Dei, durante al menos medio año, bajo la dirección de una autoridad competente; nada importa que el candidato se considere aspirante ya antes durante algún tiempo, para que sin embargo no pertenezca a la Prelatura hasta este momento; 5° que esté dotado con las demás cualidades personales con las que ofrezca la prueba de que él ha recibido la llamada para el Opus Dei. § 2. Se mantienen fuera del Opus Dei quien fuera socio de algún Instituto religioso o de alguna sociedad de vida en común, novicio, postulante o alumno de alguna escuela apostólica; y quien para experimentar haya vivido en un Instituto secular o haya solicitado su admisión. § 3. Además, para que no se vean privadas las diócesis de las propias vocaciones sacerdotales, no se admiten en la Prelatura alumnos de los Seminarios ni laicos ni clérigos, ni sacerdotes incardinados en alguna diócesis. 21. Los candidatos, desde que piden la admisión y se les anuncia que su petición ha sido considerada como digna, para que se examine, según la norma n. 14 § 1, tienen derecho a recibir los correspondientes medios de formación además del cuidado ministerial de los sacerdotes de la Prelatura. 22. El candidato debe ser instruido, antes de que se le admita, en apreciar el espíritu del Opus Dei, para que cada uno pase una vida de trabajo extraordinario y para que, mediante el ejercicio de la propia profesión o de un trabajo intenso, se procure los medios económicos: aquellos que sin duda son necesarios no sólo para el sustento de sí mismo y, si su situación lo conlleva, el de su familia, sino también para contribuir, de una manera generosa y conforme a las propias circunstancias personales, a sostener las obras apostólicas. 23. La incorporación, bien temporal o definitiva, requiere además de la libre y expresa voluntad del candidato, la oportuna concesión del Vicario Regional, con el voto deliberativo de su Consejo; pero si se trata de una incorporación definitiva, es necesaria además la confirmación del Prelado. 610
24. § 1. Todos los fieles de la Prelatura deben asumir los seguros y previsiones necesarias que prevén las leyes civiles para casos de falta o incapacidad laboral, de enfermedad, de vejez, etc. § 2. Cuantas veces, estudiadas estas circunstancias, se tenga necesidad de ello, la función de la Prelatura es ayudar en las necesidades materiales de los Numerarios y de los Agregados. § 3. Con los parientes, quizás pobres, de los fieles sobre los que se ha hablado en el párrafo precedente, la Prelatura, que es semejante en su caridad y generosidad, prevé que nunca de esto puede derivarse cualquier obligación jurídica. 25. La incorporación temporal se renueva cada año por parte de cada fiel, individualmente. Para esta renovación se requiere y basta la licencia del Vicario Regional, quien, en caso de duda, puede escuchar a su Comisión y a su Director local con su Consejo. Si ninguna duda queda en torno a la voluntad, contraria a la renovación del Vicario y nada se opone por parte del Director, el permiso se presupone según derecho y pude renovarse la incorporación temporal, del mismo modo según derecho se presupone que la renovación ha sido hecha tácitamente si el fiel no ha manifestado antes su voluntad contraria a la renovación; pero la misma renovación se somete a la condición resolutoria si el Vicario, conocedor de ésta, habla en contra, al mismo tiempo que el Defensor y oída su Comisión. 26. Cuando un Supernumerario haya pasado a ser Agregado o Numerario, puede, total o parcialmente, dispensarse del requisito acerca del tiempo para una nueva incorporación temporal o definitiva, pero de la especial formación de ningún modo se le dispensa. 27. § 1. En virtud de la incorporación temporal o definitiva de algún fiel de Cristo, se hace por la Prelatura y por éste cuya declaración formal interesa, delante de los testigos sobre las mutuas obligaciones y derechos. § 2. La Prelatura, que en este caso está representada por aquel al que haya designado el Vicario de la respectiva circunscripción, desde el momento de la incorporación de este fiel cristiano y mientras ésta perdure se obligará: 1. ° a ofrecer a este fiel de Cristo una sólida formación religiosa doctrinal, espiritual, ascética y apostólica, además de un particular cuidado pastoral por parte de los sacerdotes de la Prelatura; 2. ° a cumplir las demás obligaciones que hacia sus fieles de Cristo se establecen en las normas que rigen a la Prelatura. § 3. Pero el fiel cristiano manifestará su firme propósito de que él se va a dedicar con todas sus fuerzas a conseguir la santidad y a ejercer el apostolado conforme al espíritu y la práctica del Opus Dei y se obligará, desde el momento de su incorporación y mientras ésta perdure: 1° a permanecer bajo la jurisdicción del Prelado y de otras autoridades competentes de la Prelatura, para que fielmente se dedique a todas aquellas acciones que atañen al fin peculiar de la Prelatura; 2.° a cumplir todas las funciones que lleva consigo la condición de Numerario, Agregado o Supernumerario del Opus Dei y a observar las normas que rigen la Prelatura, además de las legítimas prescripciones del prelado y demás autoridades competentes de la Prelatura, en cuanto a su régimen, espíritu y apostolado. § 4. En lo que atañe a los fieles de la Prelatura, puede el Ordinario de la Prelatura, por una causa justa, dispensar los votos privados e incluso el puramente promisorio, mientras la dispensa no lesione el derecho adquirido por otros. Puede también, en cuanto a estos fieles, suspender a alguien su adscripción al tercer orden, de tal manera que, sin embargo, la misma adscripción se revalide si por cualquier causa cesara su vínculo con la Prelatura.
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Capítulo IV. De la separación de los fieles y el apartamiento de la Prelatura 28. § 1. Antes de que alguien se incorpore temporalmente a la Prelatura, puede en cualquier momento abandonarla libremente. § 2. Igualmente, una autoridad competente, por causas justas y razonables, puede no admitir o aconsejar separarle. Estas causas son, principalmente, la carencia del espíritu propio del Opus Dei y de la aptitud para el apostolado peculiar de los fieles de la Prelatura. 29. Mientras dura la incorporación temporal o una vez hecha la definitiva, para que alguien pueda abandonar voluntariamente la Prelatura es necesaria la dispensa que solamente puede conceder el Prelado, oído el propio Consejo y la Comisión Regional. 30. § 1. Los fieles incorporados temporal o definitivamente a la Prelatura, no pueden ser separados sino por causas graves que, si se trata de una incorporación definitiva, siempre deben proceder de una culpa del mismo fiel. § 2. Una pequeña enfermedad no es causa de apartamiento si no consta de cierto que haya sido silenciada o disimulada dolosamente antes de la incorporación temporal. 31. El apartamiento, si fuera necesario, que se haga con la máxima caridad: antes incluso, debe ser persuadido aquel de quien se trata, de que se aparte por su voluntad. 32. El apartamiento procedente del Prelado o, en su circunscripción, del Vicario, debe ser determinado, siempre con el voto deliberativo del propio Consejo, después de evidenciadas las causas a aquel de quien se trata y concedida licencia plena para responderle; y después de hechas dos advertencias inútilmente, quedando a salvo siempre el derecho de los fieles a recurrir al Prelado o a la Santa Sede. Si el recurso interpuesto fuera dentro de los diez días, se suspende el efecto jurídico de la dimisión hasta que salga a la luz, la respuesta procedente del Prelado o, en su caso, de la Santa Sede. 33. La salida legal del Opus Dei, lleva consigo el cese del vínculo, sobre el cual se habla en el art. 27, y de las funciones y derechos que del mismo emanan. 34. Quien por cualquier razón abandone la Prelatura o sea apartado de ella, no puede exigir nada de ésta por los servicios prestados a ella, o por aquello que, bien por trabajo o por el ejercicio de la propia profesión, o por cualquier otro título o medio, le haya dado en compensación. 35. Un clérigo incardinado en la Prelatura, según la norma 36, no puede abandonarla hasta que encuentre un obispo que le reciba en su propia diócesis. Aunque si lo hiciera sin encontrarse un obispo, no podría ejercer sus Ordenes entretanto, hasta que la Santa Sede provea de otra manera.
Titulo II. D E L PRESBITERIO D E L A P R E L A T U R A Y D E L A S O C I E D A D SACERDOTAL DE LA SANTA CRUZ
Capítulo I. De la composición del Presbiterio y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz 36. § 1. El Presbiterio de la Prelatura está constituido por aquellos clérigos que, promovidos por el Prelado a las Sagradas Ordenes según las normas 44-51, se incardinan en la Prelatura y se consagran a su servicio. § 2. Estos sacerdotes, desde el mismo momento de su ordenación, son hechos socios Numerarios o, como más adelante ha de decirse (n. 37 § 2), Coadjutores de la Sociedad de la Santa Cruz, que es la asociación clerical propia e intrínseca de la Prelatura, de donde, con ella constituye algo único y no puede separarse de ella.
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§ 3. El Prelado del Opus Dei es el Presidente general de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. 37. § 1. Para que alguien pueda recibir las Sagradas Órdenes al servicio de la Prelatura, se requiere que esté definitivamente incorporado en calidad de Numerario o Agregado, y que haya completado el período de formación, la que todos los laicos, Numerarios y aquellos Agregados, que están destinados al sacerdocio, están obligados a perfeccionar, de manera que a nadie le es lícito incardinarse inmediatamente en la Prelatura en calidad de sacerdote, Numerario o Agregado, del Opus Dei, respectivamente. § 2. Para que más apropiadamente se diferencien, según derecho, de los socios Agregados de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, sobre los que se habla en los art. 588 y siguientes, los Agregados laicos del Opus Dei que asumen el sacerdocio al servicio de la Prelatura, se llaman en la misma Sociedad Coadjutores o simplemente sacerdotes Agregados del Opus Dei. 38. Estos sacerdotes emprenderán su obra en primer lugar y principalmente para la formación espiritual y eclesiástica y para el peculiar cuidado de almas de los demás fieles de una u otra sección del Opus Dei. 39. Los sacerdotes del Opus Dei junto con otros fieles, también ejercerán los ministerios propios del Orden sacerdotal, siempre, por supuesto, después de conseguidas las licencias del ministerio, según la norma del derecho. 40. Si, por razón del oficio eclesiástico o de competencia personal, estos sacerdotes fueran invitados al Consejo Presbiterial y a otros órganos diocesanos, deben poder participar, obtenido previamente el permiso del Prelado del Opus Dei o de su Vicario. 41. En todas las diócesis en las que ejercen su ministerio, estos sacerdotes están unidos por nexos de caridad apostólica con los demás sacerdotes del Presbiterio y de cada diócesis. 42. Excepto los clérigos, de los que se habla en los art. 36 y 37, también pueden adscribirse a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, según la norma 58, tanto los socios Agregados como los Supernumerarios, sin que puedan contarse entre los clérigos de la Prelatura, pues cada uno persiste en pertenecer a su Presbiterio diocesano, bajo la jurisdicción de su respectivo obispo. 43. A la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz pueden también añadirse, como asociados Cooperadores, otros clérigos incardinados en alguna diócesis, que prestan apoyo a la Sociedad con su oración, limosna y, si pudiera hacerse, con el propio ministerio sacerdotal de cada uno.
Capítulo II. De la promoción a las Sagradas Órdenes y de la misión canónica de los Presbiterios. 44. Sólo pueden ser promovidos a las Sagradas Órdenes, los Numerarios y Agregados de la Obra de Dios a los que el Prelado haya encontrado dotados de vocación para el sacerdocio ministerial; y haya considerado necesarios y convenientes para la Obra de Dios y sus ministerios. No obstante, los que deseen alcanzar las Órdenes, pueden exponer su deseo al Prelado, pero deben acatar su decisión. 45. Para que alguien. Numerario o Agregado, pueda ser promovido a las Órdenes, además de la carencia de irregularidades y de otros impedimentos de los cuales se habla en derecho universal, se requiere- preservado también el anterior art. 37 -que esté adornado por una especial aptitud para el oficio sacerdotal, en la medida que han de ejercerse en la Prelatura, y tenga por lo menos veinticinco años, antes de que pueda recibir el Presbiteriado. 46. Para la formación que afecta a los candidatos al sacerdocio, que se guarden cuidadosamente las normas de derecho universal y de la propia Prelatura. 47. La adscripción entre candidatos por medio del rito litúrgico de la Admisión, se reservan al Prelado la colación de los ministerios además de la promoción a las Sagradas Órde-
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nes, tras la previa declaración de cada candidato, escrita y firmada de propia mano, en la que se testifique que él va a recibir voluntaria y libremente las Sagradas Ordenes y que va a entregarse al ministerio eclesiástico de perpetuidad, pidiendo al mismo tiempo que se le admita a recibir la Orden. 48. Las cartas dimisorias para la ordenación las da el Prelado del Opus Dei, que puede a los que han de ser promocionados por intervalos, dispensarles además de la falta de edad requerida en estos Estatutos, aunque no en mas de un año. 49. Quienes son llamados a las Sagradas Ordenes, no sólo deben reunir los requisitos preestablecidos por los cánones, principalmente un especial conocimiento en las disciplinas eclesiásticas, sino también que sobresalgan en la piedad; por su integridad de vida, por el celo de las almas, por un ferviente amor hacia la SS. Eucaristía, y por el deseo de imitar lo que cada día deben meditar. 50. § 1. Cuando reciben las Sagradas Ordenes, los clérigos permanecen bajo la voluntad del Prelado, hasta el primero y ulteriores destinos a una u otra circunscripción del Opus Dei. § 2. La misión canónica es conferida a los sacerdotes por el Prelado, por sí o por medio de los respectivos Vicarios de las circunscripciones, siempre junto a unas normas establecidas por el Prelado, concediéndoles las oportunas licencias del ministerio, es decir, de celebrar el Sacrificio, de predicar la palabra de Dios y de oír confesiones. § 3. Esta facultad de oír confesiones, que puede conferirse por el Ordinario a cualquier Presbítero 'de la Prelatura, se extiende a todos los fieles de la Prelatura y a los socios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz según el tenor de la misma concesión, y a todos aquellos que habitan en los Centros del Opus Dei de día y de noche. 51. § 1. Los Sacerdotes Presbíteros de la Prelatura, no pueden admitir cualquier cargo ni oficio eclesiástico, aunque sean compatibles con la propia condición y con el cargo pastoral en la Prelatura, sin la venia expresa del Prelado del Opus Dei. § 2 Sin embargo, no se les prohibe ejercer un activo trabajo profesional, no opuesto al carácter sacerdotal, según las normas del derecho y de los escritos e instrucciones de la Santa Sede. 52. Es derecho y función de los sacerdotes de la Prelatura, cuando hay peligro de muerte inminente, administrar los Sacramentos a los enfermos Numerarios, lo que también puede hacer a los Agregados y a todos los que trabajan en los Centros del Opus Dei, Sin embargo, cuando sobreviene la agonía, que se haga la recomendación del alma, estando presentes, en la medida en que se pueda todos los fieles adscritos al Centro, y pidiendo que Dios reconforte al enfermo, se le presente alegre y El lleve al Paraíso. 53. Que se hagan funerales convenientes, tanto por los Numerarios como por los Agregados y Supernumerarios regularmente en la parroquia, según las normas de derecho. Sin embargo, pueden celebrarse, por excepción, en la Sede de algún Centro, cuando por lo menos éste tenga una iglesia aneja, o se considere Centro mayor. 54. Después de recibida la Sagrada Ordenación, los sacerdotes frecuentarán periódicamente cursos teóricos y prácticos de asunto pastoral, encuentros, conferencias y otras cosas de este tipo, y, por Estatutos, se someterán a un examen después del Presbiteriado y para la prórroga de las licencias del ministerio, conforme a las normas determinadas por el Prelado. 55. Es oficio propio de Prelado el preveer, mediante las normas oportunas, el honesto sustento de los clérigos que han recibido las Sagradas Ordenes al servicio de la Prelatura y su asistencia correspondiente en casos de enfermedad, invalidez y vejez. 56. El Prelado y sus Vicarios deben esforzarse en fomentar en todos los sacerdotes de la Prelatura un ferviente espíritu de comunión con los demás sacerdotes de las Iglesias locales, en que ellos mismos ejercen su ministerio.
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Capítulo III. De los socios Agregados y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz 57. La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, sobre la que hablamos en n. 36, se constituye en Asociación, para conseguir mejor su fin de santificación sacerdotal también entre los clérigos no pertenecientes a la Prelatura, conforme al espíritu y práctica ascética de Opus Dei. 58. § 1. Los socios Agregados y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz que no son hechos miembros del clero de la Prelatura, pero pertenecen a su presbiterio, son los sacerdotes o al menos diáconos incardinados en alguna diócesis, sobrepuesta por el Señor una peculiar vocación, que quieren dedicarse a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, conforme al espíritu del Opus Dei, para conseguir la santidad en el ejercicio de su ministerio, en la medida de sus fuerzas, sin que, sin embargo, la condición diocesana de éstos y la plena sujeción al Ordinario propio de cada uno, se vean afectado en modo alguno a causa de esta dedicación, sino que por el contrario conforme a lo que ha de decirse más adelante, se reafirmen en sus diversas atenciones. § 2. En la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, no hay Superiores internos por delante de Agregados y Supernumerarios, por lo cual, como ellos deben tan sólo obedecer al propio Ordinario del lugar, según la norma de derecho, no surge en absoluto ninguna cuestión de doble obediencia: pues ninguna obediencia interna permanece vigente, sino solamente aquella disciplina normal, existente en cualquier sociedad, la que procede de la obligación de cultivar y preservar las propias disposiciones; disposiciones que, en este caso, se refieren a la vida espiritual exclusivamente. 59. § 1. Los que quieren ser admitidos, deben sobresalir en amor de la diócesis, por su obediencia y veneración hacia su obispo, por su piedad, por su recta formación en cuanto a las ciencias sagradas, por su celo en el cuidado de las almas, por su espíritu de sacrificio, por su interés en promover vocaciones, y por el deseo de cumplir el oficio de su ministerio con la máxima perfección. § 2. Para la incorporación a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz no hay vigente ningún límite máximo de edad y pueden también ser admitidos los clérigos que padezcan alguna enfermedad crónica. 60. § 1. Los alumnos de los Seminarios que todavía no son diáconos, no pueden ser recibidos en la Sociedad. Si sienten profundamente la vocación antes de que se ordenen, pueden ser considerados y admitidos como Aspirantes. § 2. Según derecho, también se mentienen alejados de la Sociedad quien fuera socio, novicio, postulante o alumno de escuela apostólica, de algún Instituto religiosos o sociedad comunitaria; y quien en algún Instituto secular habitara como de prueba, o haya pedido su admisión. 61. Para que alguien sea admitido como Agregado, se requiere la llamada divina, llevando consigo una total y habitual disponibilidad para buscar la santidad conforme al espíritu del Opus Dei, que exige: 1.° en primer lugar, su interés en cumplir perfectamente el oficio pastoral, encomendado por el propio Obispo, sabiendo cada uno que él debe rendir cuentas sólo al Ordinario del lugar sobre el cumplimiento de este oficio; 2° el propósito de dedicar todo su tiempo y todo su trabajo al apostolado, ayudando sobre todo espiritualmente a los hermanos sacerdotes diocesanos. 62. Para que alguien pueda ser recibido en calidad de Supernumerario, se requiere la misma vocación divina que para los Agregados, además de la plena disponibilidad para buscar la santidad conforme al espíritu del Opus Dei, esto es, los Supernumerarios, a causa de sus condiciones personales, familiares y demás de este tipo, no pueden incurrir habitualmente en actividad apostólica, ni total ni inmediatamente. 63. La admisión se pide por carta dirigida al Presidente General, en la que el candidato manifiesta su deseo de ser incorporado a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, en calidad de socio Agregado o Supernumerario.
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64. Para la admisión e incorporación de clérigos entre los Agregados o Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, deben observarse las mismas normas y razón de hacer que se prescriben para la admisión e incorporación de los Agregados y Supernumerarios del Opus Dei, también en relación al tiempo de la peculiar formación espiritual y a los medios que se ofrecen a los candidatos, para fomentar su vida espiritual. 65. Los que hayan pedido la admisión como Supernumerarios, pueden después ser recibidos entre los Agregados, con tal de que tengan las cualidades requeridas. 66. Si alguien, antes de su incorporación como Agregado, parece carecer de la disponibilidad necesaria, puede ser retenido en calidad de Supernumerario, en tanto que tenga las condiciones requeridas. 67. En cuanto a la salida y dimisión, están vigentes aquellas normas y han de tenerse en cuenta, consultando todo lo conveniente, las causas que se establecen para la salida y dimisión de Agregados y Supernumerarios del Opus Dei. 68. Además del fin del Opus Dei, que estos socios hacen suyo en su propia condición reivindican esto como peculiar y propio, a saber: promover intensamente en el clero diocesano la santidad sacerdotal y el sentido de la plena dedicación y sumisión de una manera extraordinaria a la Jerarquía eclesiástica; y fomentar entre los sacerdotes del clero diocesano una vida comunitaria, en la medida que parezca convenir al Ordinario del lugar. 69. El espíritu del que Agregados y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz deben imbuirse en todas las cosas, se contiene en estos principios: 1.° no hacer nada sin el Obispo, porque realmente debe abarcar toda la vida sacerdotal de éstos y los cuidados de las almas; 2° no abandonar la propia condición diocesana, sino, por el contrario, ejercerla con el cada vez más grande amor de Dios; 3. ° siempre y en todas partes se llevarán entre los hermanos sacerdotales con la máxima naturalidad, y en modo alguno se mostrarán como secretos, cuando no deba descubrirse en ellos nada que de esta manera convenga que esté oculto; 4. ° en modo alguno quieran distinguirse de los hermanos sacerdotales, sino esfuércense con todas sus posibilidades en unirse con ellos; 5. ° estén llenos de caridad fraterna con los demás miembros del Presbiterio y del suyo propio, de tal manera que eviten en absoluto cualquier sombra de división, se unan con especiales vínculos de caridad apostólica y de fraternidad, y entre los sacerdotes favorezcan completamente la máxima unión. 70. Los Agregados y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, además de las obligaciones de los clérigos, establecidas en derecho universal y otras que pueden prescribir cada Obispo para todos los sacerdotes, cultivan como oficios de piedad, la práctica ascética propia de la Obra de Dios; pero deben realizar un curso en retiro espiritual, con los demás sacerdotes de la diócesis, siendo determinados lugar y modo por el propio Ordinario. 71. Los sacerdotes Agregados y Supernumerarios se dedicarán a cultivar especialmente las virtudes cristianas tanto teologales como cardinales, cada uno en su propio trabajo y oficio pastoral, concedido por el Obispo de cada uno. 72. El espíritu del Opus Dei fomenta en Agregados y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, la necesidad de secundar ardientemente y, al efecto, de establecer la dirección espiritual colectiva, que el Obispo diocesano imparte a sus sacerdotes, en cartas pastorales alocuciones, previsiones disciplinares y otros medios. A este fin y sin ninguna interferencia con las instrucciones diocesanas o con las épocas fijadas para ejecutarlas, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, ofrece a Agregados y Supernumerarios una peculiar formación intermedia, de las que las principales secuencias son: 1 ° reuniones periódicas, en las que se recibe dirección espiritual personal y círculos de estudio de los que están al frente los celadores para animar el espíritu de los socios; reuniones todas que deben distribuirse en cuanto a la duración del tiempo; la
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ausencia de la propia diócesis en los días de fiesta, y otras cosas semejantes, de modo que todos los sacerdotes asistentes a ellas puedan cumplir cómodamente en primer lugar con las tareas encomendadas a ellos en la diócesis; 2° todos los otros medios, actividades, instrumentos ascéticos y prácticas piadosas del Opus Dei; 3." el perfeccionamiento y la oportuna tensión en la medida que, en el señor, le parezca oportuna y la ampliación de la cultura y de la formación científica, en la medida que son medios para alcanzar el ministerio. 73. § 1. Absolutamente y con todo cuidado deben ser evitados en la diócesis, en cuanto a Agregados y Supernumerarios, incluso la sombra específica de la jerarquía propia de la sociedad; pues únicamente lo que se pretende debe ser esto: la perfección de la vida interior, de la tenaz y constante formación en el estudio, de la mente, criterio y ardor apostólico, sin que estos clérigos queden en modo alguno bajo la potestad del régimen del Prelado del Opus Dei y de los Vicarios de ésta. § 2. Para ayudar a los Agregados y Supernumerarios de una Región, el Vicario Regional se sirve del ministerio del Sacerdote Prefecto de Asuntos Espirituales, con quien colaboran en cada diócesis el Consejero y el Director espiritual con sus propios sustitutos. 74. Para tratar o atender sobre todos ellos con el Obispo o el Ordinario del lugar, en cuanto a las cuestiones que atañen a Agregados y Supernumerarios en la propia diócesis de cada uno, la Sociedad, a causa de su propia regla se sirve de un Admonitor o de un sustituto de éste, a no ser que el Vicario Regional, o él mismo directamente o por medio de un delegado suyo especial, prefiera realizar u organizar algún asunto. 75. § 1. El Vicario Regional designa los sacerdotes Admonitores los Directores espirituales y sus sustitutos para un quinquenio. § 2. Estas funciones deben evitar absolutamente cualquier forma o especie de régimen de poder de gobierno. § 3. Una vez hechas las designaciones el Vicario Regional debe cuidar cuanto antes de comunicarlas oportunamente al Obispo diocesano o al Ordinario del lugar. 76. Los sacerdotes Agregados y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, se componen y ordenan en Asambleas, que se adscriben a los especiales Centros personales. De este modo, puede haber adscrito a un mismo Centro diversas Asambleas, también distribuidas a través de varias diócesis, según parezca servir mejor. 77. La Sociedad no debe tener ninguna peculiar administración económica, se sirve de la misma admninistración ordinaria de los fieles del Opus Dei, si necesita alguna. 78. En aquellas cuestiones que no estén escritas expresamente aquí, actuando en consecuencia y con tal de que convengan a la condición sacerdotal, se aplican a sacerdotes Agregados y Supernumerarios todas aquellas normas que son útiles, y ellos mismos participan de sus bienes espirituales y sus posibilidades.
TÍTULO III. D E L A V I D A , F O R M A C I Ó N Y A P O S T O L A D O D E LOS FIELES D E L A PRELATURA
Capítulo I. De la vida espiritual 79. § 1. El espíritu y la praxis ascética propia de la Prelatura tiene caracteres específicos, plenamente determinados, para conseguir los fines propios. Por tanto, el espíritu del Opus Dei ofrece un doble aspecto, ascético y apostólico, responde así adecuadamente de tal manera y está compenetrado y fundido con el carácter secular del Opus Dei intrínseca y armóni-
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camente, que debe llevar consigo intrínsecamente a inducir siempre a una sólida y simple unidad de vida -ascética, apostólica, social y profesional-. § 2. Para que las exigencias ascéticas y apostólicas del sacerdocio común y en favor de los clérigos, del sacerdocio ministerial, conforme al espíritu del Opus Dei se establezcan en la práctica, seria y continuadamente, y porque de esta manera los fieles de la Prelatura puedan ser un eficaz fermento de santidad y apostolado entre los demás clérigos y laicos seculares, se requiere en principio una intensa vida de oración y de sacrificio, junto a los oficios de piedad establecidos en este Código y a las demás cuestiones pertenecientes a la tradición del Opus Dei. 80. § 1. Un fundamento sólido, por el cual se mantienen todas las características del Opus Dei, y una raíz fecunda y vivificante, es el sentido humilde y sincero de la filiación divina en Jesucristo, en virtud de quien se confía agradablemente en la caridad paterna, que Dios tiene para nosotros; y Cristo Seflor, Dios hombre, por su inefable bondad, es reconocido como hermano primogénito por los fieles de la Prelatura, los que intentan imitar a Jesús por la gracia del Espíritu Santo, reviviendo sobre todo en su memoria el agradable ejemplo y la fecundidad de esta vida en Nazaret. § 2. Por esta razón, en la vida de los fieles de la Prelatura, que, como los demás clérigos seculares y laicos, iguales a ellos, se conducen en todas las cuestiones, nace la necesidad y como el instinto sobrenatural de purificar todas las cosas, de elevarlas al orden de gracia, de santificarlas y de convertirlas en ocasión de unión personal con Dios, cuya Voluntad se cumple, y en instrumento de apostolado. 81. § 1. La raíz y centro de la vida espiritual de los fieles de la Prelatura es el Sacrosanto Sacrificio de la Misa, en el que se renueva de manera incruenta la Pasión y Muerte de Jesucristo y se practica la memoria de su infinito amor salvífico hacia todos los hombres. § 2. Por tanto, todos los sacerdotes celebrarán diariamente el Santo Sacrificio de la Misa, y deben asistir a él todos los laicos de manera devotísima, participando del Banquete del Cuerpo de Cristo, sacramental o espiritualmente al menos. Además deben visitar a Cristo en el SS. Sacramento en otro momento del día. 82. Imitando el ejemplo de los Apóstoles que eran perseverantes unánimemente en la oración, y de las comunidades de los cristianos de la primera época, los fieles de la Prelatura, mientras se dedican a la vida y virtudes ordinarias del trabajo cotidiano, deben cuidar la unión continua de su alma contemplativa y la conversación con Dios. Para este fin deben custodiar y fomentar necesariamente: 1.° cada día, por la mañana, después de la ofrenda de sus obras hechas a Dios, se dedicarán a la oración mental por espacio de media hora; por la tarde, además, dedicarán otra media hora a la oración. Además, deben dedicarse a la lectura del Nuevo Testamento y de otro libro espiritual durante algún espacio de tiempo, y deben recitar las preces propias del Opus Dei; 2° cada mes dedicarán un día al retiro espiritual; 3° cada año se consagrarán a un retiro espiritual más largo durante algunos días; 4° siempre y en cualquier parte deben reverenciar la presencia de Dios; se acordarán de su filiación divina; repetirán comuniones espirituales; además de acciones de gracias, actos de expiación, oraciones jaculatorias; deben fomentar con más insistencia, la mortificación, el estudio, el trabajo, el orden, la alegría. 83. Para que se pueda vencer la triple insidia de la concupiscencia, especialmente la soberbia de vida, que puede ser fomentada por el saber, por la condición social y por los trabajos profesionales, firme e insistentemente las exigencias del ascetismo cristiano deben cultivarse por los fieles de la Prelatura. Este ascetismo se apoya en el sentido fiel y perpetuo de la humildad externa e intrínseca, no sólo individual sino también colectiva; en el candor connatural de la sencillez; por la manera familiar y noble de actuar; por la expresión constante de serena alegría, por el trabajo, por su abnegación, sobriedad, por los actos de sacrificio,
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por los ejercicios de mortificación también corporal, establecidos para realizar cada día y cada semana, según la edad y condición de cada uno. Tosas estas cosas se producen como medio no sólo de purificación personal, sino además de real y sólido progreso espiritual, según aquellas bien probadas y comprobadas palabras: "tanto avanzarás cuanto te hagas violencia contra ti mismo". Se cuidarán también como preparación necesaria para cualquier apostolado, de cumplir en la sociedad y de su ejercicio: " suplo en mi carne aquellas cosas que faltan en la pasión de Cristo, por su cuerpo que es la Iglesia" (Col. I, 24). § 2. Este ascetismo y espíritu de penitencia lleva consigo también otras exigencias en la vida de los fieles de la Prelatura, principalmente un examen de conciencia cotidiano, la dirección espiritual y la práctica semanal de la confesión sacramental. 84. § 1. Amen los fieles a la Prelatura y guarden con mucho cuidado la castidad, que vuelve a los hombres muy gratos a Cristo y a su castísima Madre, teniendo por cierto que la obra de apostolado debe ser cimentada en la castidad. § 2. Para la tutela de este tesoro, que se lleva en vasos frágiles, contribuyen extraordinariamente la huida de la ocasión, la modestia, la templanza, el castigo del cuerpo, la recepción frecuente de la SS. Eucaristía, el recurso asiduo y filial a la Virgen Madre. 85. Los fieles de la Prelatura veneran con tierno amor y devoción a la Bienaventurada V i r gen María, Madre del Señor Jesucristo y Madre nuestra. Cada día deben contemplar quince misterios del Rosario Mariano, recitando al menos cinco misterios vocalmente o, en aquellos lugares en que esta piadosa práctica no sea usual, otra oración mariana equivalente, que sustituya esta alocución en voz alta. A la misma Madre de Dios, como es costumbre, no omitan honrarla, con filial devoción, con la salutación Angelus Domini (el Angel del Señor) o la antífona Regina Coeli (Reina del Cielo); y hagan en el día del sábado alguna mortificación, y reciten también la antífona Salve Regina (Salve, Reina...) o Regina Coeli (Reina del Cielo). 86. § 1. Como el Señor creó al hombre "para que trabajara" (Genes. I, 15), por eso esta ley del trabajar pertenece a la condición humana en general. Entre tanto el carácter peculiar y el fin de la Prelatura lleva a sus fieles no sólo a cultivar sino incluso a amar profundamente el trabajo diario: pues ven en él mismo de una parte un muy insigne valor humano, necesario realmente para tutelar la dignidad de la persona humana y el progreso de la sociedad; de otra parte, ven principalmente una ocasión admirable y un medio de unión personal con Cristo, imitando su laboriosa vida oculta de servicio generoso a otros hombres y cooperando de esta manera con amor pleno a la obra de Creación y Redención del mundo. § 2. Por tanto, el peculiar carácter del espíritu de la Obra de Dios consiste en esto de que cada uno debe santificar su trabajo profesional: que se santifica por el perfecto cumplimiento en su labor profesional; y que santifica a otros por medio de su labor profesional. De donde se originan muchas exigencias concretas en la vida ascética y apostólica de aquellos que se dedican a la peculiar obra de la Prelatura. 87. § 1. La Prelatura del Opus Dei está completamente al servicio de la Iglesia, en cuyo servicio los fieles de la Prelatura -entregándose con sumisión plena, perpetua y definitiva al servicio de Cristo Señor- estarán siempre preparados a abandonar el honor, los bienes y aun también su alma; nunca presupongan servirse de la Iglesia. Sea por tanto firme y ejemplar su piadoso amor hacia la Santa Madre Iglesia y todas las cosas que de algún modo le pertenezcan a ella; tengan sincera dilección, veneración, docilidad y adhesión al Romano Pontífice y a todos los Obispos que mantienen la comunión con la Sede Apostólica, a los que el Espíritu Santo puso a dirigir la Iglesia de Dios. § 2. Además de las oraciones que prodigan en el Sacrosanto Sacrificio Eucarístico y en las preces cotidianas de la Obra de Dios, por el Sumo Pontífice y por el Ordinario de cada Iglesia local, todos los fieles no deben omitir encomendar cada día al Señor especialmente sus intenciones.
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88. § 1. La Prelatura fomentará en sus fieles la necesidad de cultivar con especial habilidad aquella obediencia y aquella sumisión religiosa que todos los cristianos deben mostrar hacia el Romano Pontífice y los Obispos, que mantienen comunión con la Santa Sede. § 2. Todos los fieles están obligados a obedecer además humildemente al Prelado y a las demás autoridades de la Prelatura, en todas las cosas que pertenezcan a los fines peculiares del Opus Dei. Esta obediencia debe ser profundamente voluntaria, por motivo del amor divino y para imitar a Cristo Señor, quien siendo el Señor de todos, se despojó de sí mismo, adoptando la forma de un siervo, y que fue hecho obediente hasta la muerte, e incluso muerte de cruz (Philip. II, 8). § 3. Sin embargo, en lo que afecta a la acción profesional, y lo mismo en cuanto a las doctrinas sociales, políticas, etc., cada fiel de la Prelatura, dentro de los límites y en todo caso de la fe y costumbres de la doctrina católica, goza de la misma plena libertad de que gozan los demás ciudadanos católicos. Realmente, las Autoridades de la Prelatura deben abstenerse completamente de dar consejos en estas materias por parte de cualquiera. Por tanto, aquella plena libertad tan sólo podría ser disminuida por las normas que quizá dieran para todos los católicos, en alguna diócesis o jurisdicción, el Obispo o la Conferencia Episcopal; razón por la cual la Prelatura no hace suyas en absoluto las labores profesionales, sociales, políticas, económicas, etc., de ninguno de sus fieles. 89. § 1. Todos los fieles de la Prelatura amen y fomenten la humildad, no sólo la privada sino también la colectiva; por eso nunca buscan la gloria del Opus Dei sin que esto solo mantengan arraigadamente en su espíritu; que la máxima gloria del Opus Dei es vivir sin la gloria humana. § 2. Para que consiga su fin más eficazmente, el Opus Dei como tal quiere vivir humildemente: por lo cual se abstiene de actos colectivos y no tiene nombre ni denominación común con las que se llamen los fieles de la Prelatura; ni ellos participarán colectivamente en algunas manifestaciones públicas de culto, como procesiones, sin que por esta causa oculten que ellos pertenecen a la Prelatura, porque el espíritu del Opus Dei, mientras conduce a sus fieles a buscar la humildad colectiva cuidadosamente, para que alcancen la eficacia apostólica más extraordinaria y abundante, al mismo tiempo evita en general el secreto o la clandestinidad. Por lo cual, en todas las circunscripciones son conocidos por todos los nombres de los Vicarios del Prelado y además los de aquellos que forman sus Consejos; y a los Obispos que piden los nombres, se les comunican, no sólo los de los sacerdotes de la Prelatura, que ejercen su ministerio en las respectivas diócesis, sino también de los Directores de los Centros que se hayan erigido en su diócesis. § 3. Causa de esta humildad colectiva, el Opus Dei no quiere producir escritos, ni publicaciones de cualquier tipo bajo el nombre de la Obra. 90. En su vida profesional, familiar y social, los fieles de la Prelatura practican diligente y profundamente las virtudes naturales, que se estiman mucho en la sociedad humana y ayudan a realizar el apostolado: la fraternidad, el optimismo, la audacia, la santa intransigencia en asuntos buenos y justos, la alegría, la sencillez, la nobleza y sinceridad, la fidelidad; pero procuren siempre reflejar fielmente estas virtudes y las sobrenaturales en todos los casos. 91. Los fieles de la Prelatura, que guardan memoria de las normas de caridad y prudencia, están obligados a ejercer la corrección fraterna, de modo que, en una circunstancia, se aparten mutuamente de las costumbres que repugnan al espíritu del Opus Dei. 92. Cumplan con el máximo cuidado todas las cosas, incluso las pequeñas, con espíritu sobrenatural, santificando en el trabajo diario aquello en que consiste la razón de su vocación. No siempre tienen lugar grandes cosas; las pequeñas son en todo caso en las que se pude demostrar más frecuentemente el amor de Jesucristo. Esta es una de entre las manifestaciones del espíritu de penitencia propio del Opus Dei, la que debe buscarse más bien en las pequeñas y ordinarias cosas y en el trabajo cotidiano, constante y ordenado. 93. Cumpliendo su cometido en este trabajo suyo ordinario, con el máximo amor de Dios y del prójimo, los fieles de la Prelatura cultivan una fe viva y activa y una filial esperanza
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en tocias las circunstancia; virtudes que hacen superar todos los obstáculos en la Iglesia y los que casualmente se presentan en el servicio de las almas: "puedo todas las cosas en aquel que me conforta " (Philip. IV, 13). Pues nada o a nadie temen: " E l Señor es mi luz y mi salud, ¿ a quién temeré?." (Ps, XXVI, 1). 94. § 1. Vivan en su persona los fieles de la Prelatura una plena libertad de corazón respecto de los bienes temporales, cada uno según su estado y condición, apartadas las almas de todas las cosas de que se sirven; comportándose sobriamente siempre en su vida personal y social, según el espíritu y la práctica de la Obra de Dios; proyectando en Dios toda solicitud de las cosas de este siglo; y deteniéndose en este mundo como peregrinos que tratan de descubrir la ciudad futura. § 2. Con su trabajo profesional diario, realizado por entero con mente y espíritu de padre de familia numerosa y de necesitado, para todos los fieles de la Prelatura, existe la función de proveer las propias necesidades económicas, personales y familiares y, en cuanto pueda hacerse por ellos mismos, la función de ayudar al sustento del apostolado de la Prelatura, aportando el remedio para la indigencia espiritual y material de muchos hombres. Es propio que se alegren al mismo tiempo cuando experimenten los efectos de la carencia de medios, conscientes de que nunca ha de faltar en las cosas necesarias la providencia del Señor, que nos aconsejó para que busquemos el Reino de Dios y su justicia, si queremos que se nos añadan las demás cosas. § 3. La Prelatura sin embargo cuida para que no les falte a sus fieles la necesaria asistencia espiritual y el Prelado, por sí mismo o por sus Vicarios, les fomentará el afecto paternal, exigiendo de cada uno aquella facultad, según lo aconsejen las diversas circunstancias de cada uno. Por esta razón, en lo que afecta a la Prelatura, a los fieles y a las personas, que de día y noche habitan en los Centros del Opus Dei, puede el Ordinario de la Prelatura, ante una causa justa, conceder la dispensa de guardar por obligación el día festivo o el día de la penitencia, o la conmutación de ésta por otra obra piadosa. 95. § 1. Además de la fiesta del Señor, de la Bienaventurada Virgen María y de San José, se celebran con especial devoción por los fieles de la Prelatura las fiestas de la exaltación de la Santa Cruz, de los SS. Arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael y de los Apóstoles Pedro, Pablo y Juan; de los otros Apóstoles y de los Evangelistas; el día segundo de octubre o de la festividad de los Angeles Custodios y el 14 de febrero. Estos últimos días serán días de acción de gracias para el Opus Dei.
Capítulo II. De la formación doctrinal religiosa 96. Bajo el aspecto doctrinal religioso, la formación que se les imparte a los fieles de la Prelatura se esfuerza en proveer un profundo conocimiento de la Fe católica y del Magisterio eclesiástico, alimento realmente necesario de su vida espiritual y apostólica; para que en cualquier ámbito de la sociedad estén personas intelectualmente preparadas que, con sencillez, en las circunstancias ordinarias de la vide cotidiana y del trabajo, ejerzan con el ejemplo y las palabras un eficaz apostolado de evangelización y catequesis. 97. En cualquier circunscripción regional deben erigirse por el Vicario Regional, con el consenso de su Consejo y confirmándolo el Prelado, según sea necesario, Centros de Estudios, para todos los fieles de cada Región, para que una formación doctrinal religiosa, extraordinaria y asidua, se ofrezca a todos proporcionalmente para sostener la vida espiritual y para conseguir el fin apostólico propio de la Prelatura. 98. Puede también el Prelado, después de escuchado su Consejo, edificar Centros de Estudios Interregionales, con dependencia de él mismo, para que en ellos se formen los fieles de la Prelatura seleccionados por el mismo Prelado directamente, o por los Vicarios de las respectivas circunscripciones que propongan esto. Estos Centros pueden ser destinados
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especialmente para preparar a los fieles, sacerdotes o laicos, que se dediquen a los oficios de formación en las distintas Regiones. 99. § 1. La formación doctrinal religiosa, sobre todo en lo que atañe a las disciplinas filosóficas y teológicas, se impartirá por los profesores de los Centros de Estudios Regionales o Interregionales que se erijan con este fin, y que se consideran distintos según sean para hombres o para mujeres. § 2. Los programas cíclicos se componen de manera que la formación pueda impartirse y perfeccionarse de manera continua sin que cada fiel lleve detrimento en el cumplimiento de sus funciones profesionales y familiares. 100. § 1. Los fieles de la Prelatura pueden cumplir su tiempo de formación fuera de los Centros de Estudios erigidos legalmente, si, una vez atendidas las circunstancias y oído el propio Consejo, el Vicario Regional lo dispusiera. § 2. Durante este tiempo reciben la formación del profesor o profesores elegidos por el Vicario Regional. § 3. Estos mismos deben arrostrar las circunstancias después, en algún Centro legalmente erigido. 101. § 1. Todos los Numerarios y aquellos Agregados en los que sus personales circunstancias lo aconsejen, cursen los estudios íntegros de dos años de Filosofía y cuatro de Teología. § 2. Cada año, bienio y cuatrienio se dividen en dos cursos semestrales, cuya duración, esto es, el número de horas que se dedican a las lecciones, debe ser equivalente a aquél de los cursos semestrales en las Universidades Pontificias Romanas de estudios, cuyos programas deben explicarse con la misma amplitud que en estas mismas Universidades de estudios. § 3. Para cumplir doce currículos semestrales, sobre los que se habla en los parágrafos precedentes, cada alumno se dedicará tantos años cuantos sean necesarios, conforme a sus circunstancias personales y su trabajo profesional. § 4. Para las mujeres Numerarias Auxiliares, los Centros de Estudios disponen cursos de formación filosófica y teológica acomodados a las circunstancias personales de éstas. De este modo, los cursos no deben necesariamente abarcar un currículo filosófico teológico íntegro. § 5. Para los demás fieles de la Prelatura, la formación doctrinal abarca también una conveniente formación doctrinal religiosa que los haga idóneos para ejercer su apostolado. 102. § 1. Para los Numerarios que se destinan al sacerdocio hay Centros de Estudios especiales, erigidos por el Prelado, donde, sin embargo, siempre deben habitar otros Numerarios que no vayan a ser sacerdotes, recibiendo la formación propia de éstos y llevando una vida como los primeros, porque se requiere una e igual formación espiritual para todos. § 2. Pero entre tanto, después de este bastante extenso noviciado transcurrido en los Centros de Estudios, durante un año solamente de estudios de Sagrada Teología, los candidatos al sacerdocio habitarán en el Centro especial solamente destinado a ellos. § 3. En cuanto a los Agregados que se forman para recibir el sacerdocio, pueden aplicarse las mismas normas relacionando y actuando en consecuencia. 103. Los profesores deben tratar a fondo los estudios de filosofía racional y de Teología, y la formación de los alumnos en estas disciplinas según la razón, doctrina y principio del Doctor Angélico, deben considerar estas cosas como sagradas, conforme a las normas, ya transmitidas o que aún se pueden transmitir del Magisterio de los Concilios y de la Santa Sede. 104. En cuanto a todos aquellos que se destinan al sacerdocio en el futuro, los estudios sobre los cuales de habla en n. 101, realizados según norma de derecho e instrucción de la Santa Sede, han de ser considerados públicos. 105. Todos los sacerdotes de la Prelatura conviene que estén dotados de título doctoral en alguna disciplina eclesiástica.
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106. § 1. Todos los que deseen incorporarse a la Prelatura, es necesario que soliciten su admisión, que reciban la formación doctrinal religiosa que se llama previa, antes de que se les conceda la incorporación. § 2. Después de su incorporación, están obligados a completar sus estudios, sobre los cuales se habla en n. 97. A este fin, frecuentarán cursos distribuidos por grupos homogéneos, y asistirán a reuniones, conferencias y a otras cosas de este tipo. 107. Una vez cumplidos los respectivos estudios de formación doctrinal religiosa, que reciben después de su incorporación a la Prelatura, continuarán todos su formación de manera permanente y durante toda la vida, según la relación cíclica de repeticiones y de adecuación a los conocimientos adquiridos de manera reciente para que cada día, de manera más profunda perfeccionen su formación doctrinal. 108. Para los Cooperadores católicos, y para otros Cooperadores que deseen conocer la doctrina e la Iglesia Católica, deben promoverse cursos, reuniones, y otros actos similares, sobre la cuestión dogmática y moral y sobre la ascética cristiana, de manera que estos mismos adquieran y perfeccionen su formación doctrinal. 109. El Opus Dei no tiene opinión propia ni escuela corporativa en las cuestiones teológicas o filosóficas, que la Iglesia deja a la libre opinión de los fieles; los fieles de la Prelatura, dentro de los límites establecidos por la Jerarquía eclesiástica, que custodia el Depósito de la fe gozan de la misma libertad que los demás fieles católicos.
Capítulo III. Del apostolado 110. La Prelatura entrega a sus fieles con cuidado una conveniente formación apostólica y la necesaria asistencia pastoral para conseguir una extraordinaria labor de evangelización y catequesis, de tal manera que, en la vida de todos y cada uno se establezca constantemente para su cumplimiento la función y el derecho de los cristianos de ejercer el apostolado. 111. Los fieles de Cristo de la Prelatura siempre tendrán presentes en el apostolado estas cosas: 1 ° El celo con que nos inflamamos busca sólo esto, es decir, que todos no dirijamos como de la mano, con Pedro, a Jesús por medio de María; 2° Estamos organizados en favor de una multitud. Pues no existe ningún alma a la que no queramos estimar y ayudar, haciendo nosotros todas las cosas para todos (cfr. I Cor. I X , 22) No podemos vivir olvidando los cuidados y necesidades de todos los hombres, porque nuestra solicitud abarca a todas las almas: pasando una vida oculta con Cristo en Dios (cfr. C o l . III, 3) debemos ser como el fermento latente en la masa de la sociedad humana y que se entremezcla hasta que está toda fermentada (cfr. Matth. XIII, 33). 112. Los fieles de la Prelatura deben posponerse, siempre y sobre todas las cosas, establecer para su cumplimiento su fin personal de santificación y apostolado, cumpliendo fielmente las normas ascéticas, formativas y disciplinares del Opus Dei, por lo que son ayudados perfectamente en el esfuerzo de conseguir los propios oficios profesionales, familiares y sociales, ofreciendo de esta manera un testimonio constante del sentido cristiano de la vida humana, y difundiendo el mensaje de Cristo en todos los ámbitos de la sociedad, a aquellos no excluidos, a los que llega difícilmente el ordinario trabajo apostólico de sacerdotes y religiosos. 113. Los fieles de la Prelatura, habiendo persuadido su peculiar apostolado para progresar a partir de la propia vida interior y del amor hacia el trabajo humano, que deben fundirse y compenetrarse en la unidad de la vida, deben esforzarse especialmente para santificar su trabajo y conseguir esto con la máxima perfección humana posible, ordenen según la voluntad divina y dispongan para la salvación de las almas, en primer lugar las de sus colegas de profesión. Por eso la intensa actividad apostólica de éstos no tiene medio de manifestarse, uni-
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forme ni exclusivo, porque está arraigado en la misma variedad de circunstancias que lleva consigo el trabajo humano. 114. Además del apostolado del testimonio y del ejemplo, evidenciados por una congruente vida personal de unión con el Señor, los fieles de la Prelatura deben esforzarse para hablar también con palabra clara sobre Dios, difundiendo la verdad junto con la caridad, en un constante apostolado doctrinal y catequético, acomodado a las peculiares circunstancias de las personas con quienes trabajan y conviven. 115. El apostolado de los fieles de la Prelatura se dirige a todos los hombres, sin distinción de origen, nación o condición social, para que los cristianos sean invitados, formados y ayudados para responder al llamamiento universal a la santidad en el ejercicio de su profesión y en el cumplimiento de las funciones de su propio estado, y para que también aquellos que aún desconocen a Cristo, reciban el testimonio de su mismo ejemplo y sus palabras, y se preparen de esta manera para recibir la gracia de la fe. 116. Por su vocación divina, los fieles cristianos de la Prelatura ponen mucho interés en elevar al orden sobrenatural el sentido del servicio hacia los hombres y la sociedad, con el que se debe realizar cualquier trabajo profesional. Seguidamente tendrán delante de sus ojos la fecundidad del apostolado, junto a personas de condición intelectual, que, por la doctrina con la que sobresalen, o por las funciones que ejercen o por la dignidad con la que se distinguen, son de gran peso para prestar servicio a la sociedad civil. Por esto los fieles de la Prelatura trabajarán con todas sus fuerzas par que también aquellas personas se adhieran a la doctrina y preceptos de Cristo Señor y la lleven a la práctica. 117. Los fieles de la Prelatura que, para volver al apostolado más eficaz, se esforzarán por dar ejemplo cristiano en el ejercicio del propio trabajo profesional de cada uno, y en el propio ambiente familiar, cultural y social, ejercerán su apostolado personal sobre todo entre sus semejantes, principalmente por la fuerza de la amistad y de la mutua confianza. Todos nosotros somos amigos — « a vosotros, sin embargo, yo llamé amigos» (Ioann. X V , 15)— o por mejor decir, hijos de un mismo padre y por tanto en Cristo y también hermanos de Cristo al mismo tiempo: así pues, el medio peculiar de apostolado de los fieles de la Prelatura es la amistad y la asidua costumbre con los colaboradores, sin que, sin embargo, se constituyan para esto especiales asociaciones de acción religiosa exterior. 118. También nota peculiar, con la que se distingue el trabajo apostólico de los fieles e la Prelatura, es el amor de la libertad personal de todos los hombres, con muy cuidado miramiento hacia la libertad de conciencia y deseo de convivir con todos. Espíritu por el cual los fieles son llevados a practicar siempre una sincera caridad, hacia aquellos que siguen a Cristo, puesto que por El mismo trabajan, y para, considerando con rectitud también sus mentes, amar a estos que todavía no siguen a Cristo, poniendo mucho interés a estos que todavía no siguen a Cristo, poniendo mucho interés en atraerlos hacia el Señor, por el ejemplo y la doctrina. 119. La Prelatura trata de obtener de sus fieles una extraordinaria y constante actividad apostólica personal, ejercitándola en el mismo trabajo y ámbito social propio de cada uno, libre y responsable, empapada de espontaneidad plena, que sea fruto de la acción de la gracia y que se acomode con cuidado a la fe y costumbres cristianas y al Magisterio de la Iglesia. 120. En esta continua actividad de apostolado personal, los fieles de la Prelatura emplean también, según la pericia de cada uno, aquellos medios y empresas que son comunes a la sociedad civil, esto es, círculos de estudios, juntas, frecuentes reuniones, sesiones, conferencias, cursos de estudios y otras actividades similares, de modo apropiado a los diversos ámbitos civiles en que ellos desarrollan su vida. 121. § 1. Además del apostolado personal, que la Prelatura fomenta en sus fieles y al que en verdad corresponde el lugar principal, la Prelatura, de alguna manera presta una asistencia personal específica a los trabajos y empresas de índole civil y profesional, no confesional, que persiguen fines educativos, asistenciales, etc.
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§ 2. El Ordinario de la Prelatura, llevado por la necesidad de cumplir su específica misión y como el fin peculiar de la Prelatura se deduce mejor en la práctica, elige con el máximo cuidado a aquellos que desempeñan un cargo de capellanes y de profesores de religión, no sólo en las empresas del Opus Dei promovidas como tales, sino también en aquellas que por los fieles de la Prelatura se inician juntamente con obras y para las que piden ayuda espiritual del Opus Dei. Pero al nombrar a estos capellanes y maestros de religión, el Ordinario de la Prelatura nunca de omitir el escuchar a su Consejo y comunicará oportunamente los nombramientos hechos de esta manera al Ordinario del lugar. 122. La Prelatura nunca asume para sí los aspectos técnicos y económicos de los proyectos sobre los que se habla en n. 121, y no responde de ellos, pues éstos pertenecen a sus propietarios y gestores, los que poseen los bienes y recursos de la propia industria y otros medios civiles semejantes, obtenidos u obtenibles. Ordinariamente la Prelatura no es propietaria de los instrumentos materiales de estas empresas, cuyo cuidado espiritual acepta. 123. La parte de la Prelatura, en las empresas de las que se habla en el número precedente, consiste en su vivificación cristiana, a través de un medio oportuno de orientación y de formación doctrinal y espiritual, y además por una conveniente asistencia pastoral, cuidadosamente reservada, de los alumnos, de los compañeros y de todos los demás con legítima libertad de conciencia. Para ejercer este cuidado de cada empresa apostólica, se erige el Centro del Opus Dei, previa oportuna licencia del Ordinario del lugar, dada preferentemente por escrito. 124. Cuando algún fiel cristiano de la Prelatura, para la petición del Ordinario del lugar y mantenida la disciplina de la Prelatura, presta ayuda directamente en las labores diocesanas, lo mismo les incumbe cumplir los trabajos según voluntad y opinión del Ordinario del lugar, y le da cuenta sobre el trabajo realizado.
TÍTULO IV. D E L RÉGIMEN D E L A P R E L A T U R A
Capítulo I. Del régimen en general 125. § 1. El gobierno de la Prelatura se confía a un Prelado, que es ayudado por sus Vicarios y Consejos, según las normas de derecho universal y de este Código. § 2. El poder de gobierno del que goza el Prelado es pleno en el fuero externo e interno de los sacerdotes encardinados en la Prelatura; pero, en los laicos incorporados a la Prelatura, este poder es tan sólo lo que atañe al fin peculiar de esta Prelatura. § 3. El poder del Prelado, bien en los clérigos o en los laicos, se ejerce según norma de derecho universal y de este Código. § 4. Con el nombre de Ordinario de la Prelatura, se entiende según derecho y son, el Prelado y quienes en general gozan de potestad ejecutiva ordinaria, es decir, los Vicarios, organizados según el régimen general o regional de la Prelatura. 126. La Prelatura se distribuye en circunscripciones regionales de las que cada una la dirige un Vicario, que se llama Consiliario Regional, y al que asisten los respectivos Consejos. 127. Excepto el oficio de Prelado, que es para toda la vida, todos los otros cargos de la Prelatura son temporales, aunque se admite el nombramiento reiterado de los mismos. 128. Toda la Prelatura y las partes de ésta sólo están representadas legítimamente por el Prelado y sus delegados, incluso en todos los negocios jurídicos; sin embargo vacante o impedido el cargo de Prelado, por aquel que asume el régimen, según norma n. 149 § 1 y 4; pero cada una de las circunscripciones regionales del Opus Dei es asumido también por el propio Vicario.
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129. § 1. La Prelatura y sus circunscripciones adquieren la personalidad jurídica antes citada, poseen, administran y enajenan los bienes temporales según las normas de derecho, conforme a los estatutos escritos por el Prelado. § 2. La Prelatura o las circunscripciones de las que se habla en el § 1, responden de las obligaciones que respectivamente hayan contraído, y observan siempre fielmente las legítimas leyes civiles de la región o nación de la que se trata, actuando dentro de los términos establecidos por ellas.
Capítulo II. Del régimen central 130. § 1. El Prelado, que internamente se lama Padre y cuyo oficio es vitalicio, es elegido, fuera de cualquier compromiso, por el Consejo General, convocado como electivo para este fin; la elección necesita la confirmación del Romano Pontífice. § 2. El Congreso General está constituido por los Congresistas, que también se llaman miembros del Congreso. Son Congresistas aquellos sacerdotes o varones laicos, por lo menos de treinta y dos años y ya nueve años por lo menos incorporados definitivamente a la Prelatura, que entre fieles de las diversas naciones y regiones, en las que el Opus Dei ejerce su labor apostólica, son nombrados vitalicios por el Prelado, con voto deliberativo de su consejo, una vez escuchados también la Comisión Regional y los congresistas de la respectiva región. § 3. El Congreso, antes de que pueda proceder por derecho a la elección del Prelado, debe reclamar y recibir, de todos y cada miembro del Consejo Central, sobre el cual hablaremos en n. 146, propuestas sobre nombre o nombres de aquéll o de aquellos a los que valoran como más dignos y aptos para el supremo cargo de la Prelatura. § 4. Hecha una aceptación ritual por el elegido, él mismo, por sí mismo o por medio de otro, debe pedir la confirmación de la elección por parte del Romano Pontífice. 131. Para que alguien pueda ser elegido Prelado se requiere: 1.° que sea sacerdote, miembro del Congreso General, incorporado ya desde hace diez años, al menos, a la Prelatura, y desde hace cinco, al menos, establecido en la orden del presbiteriado, hijo de legítimo matrimonio, gozando de buena estima, y de cuarenta años, por lo menos. 2° que brille, además, por la prudencia, la piedad, por el amor ejemplar y la obediencia hacia la Iglesia y su Magisterio, por su devoción hacia el Opus Dei, por su caridad hacia los fieles de la Prelatura, por el celo hacia el prójimo. 3.° que esté dotado con una cultura especial, incluso profana, e incluso con un título de doctor en alguna disciplina eclesiástica, y con otras cualidades necesarias para actuar. 132. § 1. El Prelado, como está al frente, por su autoridad, de los fieles de Cristo confiados a su cuidado, de donde que también puede ser llamado Presidente General, conviene que él también sobresalga en virtudes y cualidades respecto a los demás, sobre todo aquellos que son propios del Opus Dei y que alcanzan su propio espíritu. § 2. En el ejercicio de su cargo pastoral, el Prelado debe cuidar especialmente que todo el derecho, por el que se rige el Opus Dei y todas sus legítimas costumbres, se observen exactamente, y promover fielmente la ejecución de las disposiciones de la Santa Sede que toman en consideración a la Prelatura. § 3. Sea, por tanto, para todos los fieles de la Prelatura, Maestro y Padre, que ama a todos verdaderamente en las entrañas de Cristo, forma a todos con su caridad desbordada y les anima; que se dedique y consagre a todos gustosamente. § 4. Cuide sobre todo de que a los sacerdotes y laicos confiados a él, se les ofrezca asidua y abundantemente los medios y auxilios espirituales e intelectuales, que son necesarios para sustentar y fomentar su vida espiritual, y conseguir su peculiar fin apostólico.
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§ 5. Manifieste su pastoral cuidado con consejos, deliberaciones, y además en las leyes, preceptos e instrucciones, y si esto lo requiere, en las sanciones correspondientes; también realizando visitas bien por sí o por medios de otros delegados de él, a las circunscripciones y a los Centros confiados, a las iglesias de la Prelatura o a él mismo, en cuanto a personas y cosas. § 6. Para cuidar del bien espiritual del Prelado y de su salud, habrá dos Custodios o Admonitores (Consejeros) que, sin embargo, por razón de su cargo, no entran en el Consejo General. Son designados para un período de ocho años por el mismo Prelado entre nueve fieles de los que hablamos en n. 13, presentados por el Consejo General. Conviven con el Prelado, en la misma familia. 133. § 1. Además del Congreso General electivo, deben celebrarse también cada ocho años, Congresos Generales ordinarios, convocados por el Prelado, para dar a conocer su juicio sobre el estado de la Prelatura y para que puedan adoptar las normas oportunas de la futura acción de gobierno. Preside el Congreso el Prelado o por Delegación de éste, el más digno del Consejo General. § 2. El Congreso General debe ser convocado extraordinario cuando el cúmulo de cosas lo pidan del juicio del prelado, con un voto deliberativo de su Consejo; y para designar o revocar al Vicario auxiliar o Vicepresidentes, según la norma nn. 134 § 2 y 137 § 2. § 3. Para la Sección de mujeres, existen también Congresos Generales convocados, tanto ordinarios como extraordinarios, no, sin embargo, Congresos Electivos. En estos Congresos, está al frente el Prelado, al que asisten el Vicario auxiliar, si está presente, y los Vicarios Secretario General y Sacerdote Secretario Central. Se llaman Congresistas por la misma razón que los varones Congresistas. § 4. Oída la Comisión Permanente de su Consejo, sobre la cual hablaremos en n. 138, § 2, el Prelado puede convocar a los fieles de la Prelatura no Congresistas, expertos en diversas materias, que participan de su Congreso General como colaboradores, con voz pero sin voto; lo que también vale las mujeres en su propia Sección. 134. § 1. Si el Prelado considera oportuno y conveniente en el Señor la designación de un Vicario auxiliar según la norma n. 135, puede nombrarlo libremente, después de escuchar a su Consejo. También el pleno del Consejo General podría sugerir sinceramente al Prelado la oportunidad de la designación del Vicario auxiliar, que pueda ayudarle en la dirección, durante ocho años. El Prelado, si no existen en contra graves razones, debe acceder al deseo con facilidad. § 2. Pero si el Prelado cree necesitar aquel Vicario auxiliar sobre el que hablaremos en n. 136, entonces el pleno del Consejo, después de la madura consideración en el Señor, del asunto, podría convocar el Congreso, al que se reserva exclusivamente la designación de este Vicario auxiliar según norma n. 136. Pero para que el Consejo pueda convocar de derecho al Congreso, a este fin, se requiere una deliberación formal, en la que las dos terceras partes del Consejo pleno y uno de los Custodios, pidan la antedicha designación. Entonces, el Vicario Secretario General tiene que convocar el Congreso General extraordinario, del que tiene que estar al frente el mismo Vicario Secretario General. § 3. En el Vicario auxiliar, exceptuada la edad, se requieren las mismas cualidades que en el Prelado. 135. El Vicario auxiliar, si se considera apropiado por el Prelado, le ayuda a éste, le suple cuando está ausente o impedido; no tiene, sin embargo, otras facultades sino las que habitualmente o para el caso, haya delegado el Prelado. De todas sus actuaciones debe dar cuenta fielmente al Prelado. 136. § 1. Si el Prelado, por ancianidad, por enfermedad o por otra gravísima causa aparece incapaz para gobernar, de tal manera que parezca evadir también la ayuda de un Vicario auxiliar ordinario, sobre el cual hablamos en n. 135, para que la continuación de este mismo régimen no se convierta prácticamente en un daño para la Prelatura, entonces el Vicario
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auxiliar puede ser elegido por el Congreso, al que se deben transferir todos los derechos y funciones del Prelado, excepción del título; el elegido debe pedir confirmación de la elección de la Santa Sede, por sí mismo o por medio de otro. § 2. El juicio sobre la existencia y gravedad de las causas para la designación de este Vicario auxiliar, y del mismo, si la elección lleva al caso, o por el contrario, el juicio sobre la oportunidad de designación de un Vicario auxiliar ordinario, o el cambio, si esto bastara como parece, se reserva al Congreso que, con las dos terceras partes de los sufragios después de ponderados todos, debe decidir, lo que más conviene al bien de la Prelatura. 137. § 1. El Vicario auxiliar ordinario es revocable por decisión del Prelado. El Prelado, oportunamente, como en la denominación sobre la que se habla en n. 134 § 1, y así también en la revocación puede escuchar a su Consejo general. § 2. El Vicario auxiliar, que sustituye al Prelado en la dirección, perdura hasta el nuevo Consejo ordinario. Podría, sin embargo, un Congreso convocado extraordinariamente, revocarlo; y tanto el Congreso ordinario como el extraordinario, especialmente si las razones de la suspensión de la dirección del Prelado no tienen que estimarse perpetuas, podrían delegar en el pleno del Congreso General, la facultad de que, a causa de la unanimidad moral, pueda instaurarse el régimen del Prelado, revocado el Vicario auxiliar; lo que deben comunicar a la Santa Sede. 138. § 1. Para ayudar al Prelado a dirigir y gobernar la Prelatura hay un Consejo general, que consta de un Vicario auxiliar, si existe, de un Vicario Secretario General, de un Vicario para la sección de mujeres, que se llama Sacerdote Secretario Central, al menos tres Vicesecretarios, al menos un delegado de cada Región, un Prefecto de Estudios y un Administrador General, que constituyen el Consejo pleno y se llaman Consultores. § 2. El Prelado, el Vicario auxiliar, si existe, el Secretario General, el Sacerdote Secretario Central y, según qué caso traten, o uno de los Vicesecretarios o el Prefecto de Estudios o el Administrador General, constituyen la Comisión permanente del Consejo. De esta comisión algunos miembros pueden ser laicos, para tratar de negocios que no requieran carácter de Orden Sagrado; pero el Vicario auxiliar, el Secretario General y el Secretario Central, que son también Vicarios del Prelado, se nombrarán siempre entre sacerdotes. § 3. Al Consejo General deben ser admitidos siempre, según norma n. 139, aquellos consultores que estén presentes. Pueden ser invitados a juicio del Prelado, y deben asistir como invitados también, aquellos que estén ausentes a causa de su cargo. 139. § 1. Para resolver aquellos negocios, para los cuales, según norma de derecho se requiere el voto deliberativo del Consejo General, deben siempre ser invitados al menos aquellos Consultores que no estén ausentes a causa de su cargo: y para una válida decisión del Consejo es necesario que están presentes al menos cinco miembros de éste. Si no pueden ser invitados cinco Consultores, o los invitados no pueden estar presentes, el Prelado, con los presentes, pueden designar a algunos o a alguien de entre los Congresistas, que sustituyan a los ausentes por aquella vez. § 2. Pero para otras cuestiones es Consejo competente la comisión permanente de este mismo Consejo General. 140. § 1. Los cargos del Consejo General deben proveerse por este orden; el Prelado, en cuanto que su elección fuera ratificada por el Romano Pontífice, reúne cuidadosamente las informaciones de las que considera, en el Señor, tener necesidad, y a partir de esto propone al Congreso, por orden y uno a uno, los nombres de los candidatos para los diversos cargos. A cada nombre propuesto por el Prelado, el Congreso, realiza un sufragio secreto, según norma del derecho universal. Si el nombre propuesto no fuera aprobado por el Congreso, el Prelado debe proponer otro hasta el deseado éxito del sufragio. § 2. En el octavo año, con excepción del Prelado, todos y cada uno de los cargos del régimen general, han de ser sometidos a la revisión del Congreso, por la misma razón. Estos mismos pueden ser elegidos para el mismo o para otro cargo general y sin limitación. Sin
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embargo, interesa mucho que, extraordinariamente, se designen algunos nuevos miembros para el Consejo General. 141. Vacante, por cualquier razón canónica, el cargo de algún consultor, el Prelado propone un candidato para el cargo de consultor, ante el Consejo General que, por medio del sufragio secreto, podría aceptarlo o rechazarlo por la misma razón que en el Congreso General. En esta ocasión se deja libre al Prelado para que una vez escuchado al Consejo, cambie entre los Consultores algún cargo, añadido a los Consultores, si le parece oportuno. 142. El Secretario General, el Sacerdote Secretario Central, y el Administrador General, deben ser miembros del Congreso. Para los demás cargos del Consejo General solamente son hábiles los fieles de la Prelatura sobre los que hablamos en el n. 13. Deben brillar sobre los otros, por su prudencia, cultura y devoción al Opus Dei. 143. Aunque el cargo dure hasta ocho años, los Consultores, no obstante, pueden ser removidos por el Prelado, por causas justas y cuantas veces lo requiera el bien mayor de la Prelatura y una vez escuchado el resto. También queda libre de renunciar al cargo, pero la renuncia no causa ningún efecto hasta que sea admitida por el Prelado. 144. § 1. Entre los Consultores, el primero es el Secretario General. Siempre es sacerdote, viene después del Prelado, si no existe Vicario auxiliar y le suple cuando está ausente o impedido por cualquier causa. Además ayuda especialmente al Prelado no sólo en aquellas cosas que atañen a las cuestiones económicas, pero goza sólo de aquellas facultades que el Prelado haya delegado habitualmente o para el caso. § 2. El Secretario General gestiona y organiza los negocios según el criterio, pensamiento y práctica del Prelado, puede innovar, pero siempre será lo más fiel posible al Prelado y al Consejo. § 3. Es propio de éste distribuir los trabajos entre los miembros del Consejo, y exigir el fiel cumplimiento por parte de estos cargos. 145. § 1. Para suministrar ayuda al Prelado, de una manera especial para gobernar la Sección de mujeres del Opus Dei, es el Vicario, que recibe el nombre de Sacerdote Secretario Central. § 2. Después viene el Secretario General y goza de aquellas mismas facultades que el Prelado haya delegado habitualmente o para el caso. Debe tener al menos cuarenta años. 146. § 1. La Sección de mujeres se rige por el Prelado con el Vicario Auxiliar, si existe, con el Vicario Secretario General, el Vicario Secretario Central y el Consejo Central, lo que se llama Asesoría Central y tiene el mismo lugar en la Sección de mujeres que el Consejo General en la Sección de varones. § 2. La Asesoría Central consta de Secretaría Central, Secretaría de la Asesoría, al menos tres Vicesecretarias, al menos una Delegada cada Región, una Prefecta de Estudios, una Prefecta de Auxiliares y una Procuradora Central. § 3. El Prelado nombra a los cargos de la Asesoría Central en el Congreso de las mujeres, por la misma razón que en el Congreso de los varones nombra a los cargos del Consejo General. La Secretaria Central y la Procuradora Central se eligen entre los Congresistas; para otros cargos de la Asesoría se nombran Numerarias de las que se habla en n. 13. 147. § 1. Para las cuestiones económicas asiste al Prelado un Consejo nombrado por el mismo, que se llama Consejo Técnico y que preside el Prelado o, por su delegación, el Administrador General. § 2. Las relaciones económicas han de presentarse al menos una vez al año firmadas por el Administrador General, y han de ser presentadas ante el Prelado y su consejo. § 3. Existe un Consejo semejante para las cuestiones económicas de la Sección de mujeres. 148. § 1. Sin que puedan formar parte del Consejo General por razón de su cargo, están presentes también el Procurador o Agente de las preces, que debe ser siempre sacerdote, y que representa a la Prelatura ante la Santa Sede, a causa de la delegación habitual del Pre-
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lado. También el Sacerdote Prefecto de Asuntos Espirituales, que está al frente de la dirección espiritual común de todos los fieles de la Prelatura, bajo la dirección del Prelado y del Consejo. § 2. En el cuidado espiritual que ha de prestarse a Agregados y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, el Prefecto ayuda al Presidente General, según las facultades delegadas habitual o para el caso, por el Presidente. § 3. El Procurador y el Prefecto, son nombrados por el Prelado, una vez oído el Consejo, para ocho años. 149. § 1. Vacante el cargo de Prelado, tiene la dirección el Vicario auxiliar, si existe; de otra parte, el Secretario General o, después de éste, el Vicario Secretario Central: y en defecto de todos ellos, el sacerdote Congresista con mayor número de sufragios, designados por aquéllos, a los que asiste el derecho de constituir la Comisión permanente del Consejo General. § 2. Quien asume la dirección, es absorbido por las obligaciones y goza de la potestad del Prelado, con exclusión de aquellos puntos que se escapan de la cuestión, por la naturaleza y derecho de la Prelatura. Está obligado a convocar el Congreso General electivo dentro del mes de la sede vacante de tal manera que se celebre dentro de los tres meses de la vacante, o, si por causa mayor no puede reunirse dentro del tiempo establecido, cesaría junto a la causa que lo dificultaba. § 3. Vacante el cargo de Prelado, quienes desempeñan el cargo de dirección, bien de la Prelatura General, bien de las circunscripciones, continúan en el ejercicio de sus cargos, hasta que, después de elegido el nuevo Prelado, los confirmen en ellos o los sustituyan. § 4. En caso de Prelado incapacitado, debe precederse según las normas establecidas en § 1.; pero si, en las más graves circunstancias, no pudieran guardarse éstas, deben reunirse los miembros del Consejo General que puedan hacerlo, bajo la dirección del más digno, y designarán un sacerdote que pueda ser miembro del Congreso, que asuma entre tanto la dirección de la Prelatura.
Capítulo III. Del régimen regional y local 150. Es propio del Prelado, tras el consenso de su Consejo erigir, cambiar, delimitar de otra manera e incluso suprimir las circunscripciones regionales, que se llaman Regiones o Cuasi regiones. 151. § 1. Al frente del gobierno de cada Región se antepone el Vicario, que se llama Consiliario Regional, y al que nombre el Prelado con el voto deliberativo de su Consejo; al Consiliario le asiste el Consejo que se llama Comisión Regional, que consta de hasta doce miembros designados entre los fieles de la Prelatura, de los que se habla en n. 13, y de igual forma, nombrados por el Prelado, después de oído a su Consejo, cuyo consenso se requiere en los casos en los que se habla en nn. 157 § 1 y 159. § 2. Entre los miembros de las Comisiones obtiene un lugar peculiar el Defensor, cuya función es fomentar el cumplimiento de las normas de este Código. 152. § 1. Cuando no sean necesarios todos los elementos para establecer las nuevas Regiones, pueden también ser erigidas como Cuasi-regiones por el Prelado, con el voto deliberativo del Consejo. Deben, dirigirlas los Vicarios que se equiparan por derecho a los Vicarios Regionales. § 2. Pueden también el Prelado, una vez escuchado su Consejo, erigir directamente Delegaciones dependientes directamente de él, con un Vicario delegado, atribuyéndole las facultades que, según los casos, haya considerado que debían ser confiadas, dentro de los límites, sin embargo, de las facultades de los Consiliarios Regionales. 153. Para ejercer mejor el cuidado del trabajo apostólico en alguna circunscripción, el prelado, después de escuchado su Consejo y aquéllos de los que interesa, puede erigir Delegaciones
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por Comisión, dependientes de la misma circunscripción, de las que a cada una se le pone al frente un Vicario delegado, con un Consejo propio, provisto de las oportunas facultades. 154. En el mismo acto de erigirlas, las Regiones, Cuasi regiones y las Delegaciones dependientes del Prelado, adquieren personalidad jurídica, en el decreto de erección. Las Delegaciones, constituidas en una circunscripción regional, pueden quedar dotadas de personalidad jurídica en el decreto de erección. 155. Las circunscripciones que gozan de personalidad jurídica sobre las cuales se habla en n. 154, en tanto que negocios jurídicos y, en general, en todo lo tocante a todas las cuestiones, pueden estar representadas, además de por el Prelado y su delegado, tan sólo por los Vicarios respectivos, que pueden actuar por sí mismos o por medio de otros, dotados del oportuno mandato. 156. § 1. Los cargos regionales son conferidos por el Prelado, después de escuchado el Consejo, con exclusión, sin embargo, del Consiliario, Sacerdote Secretario de la Región y del Administrador Regional, que deben nombrarse según las normas nn. 151, 157 § 1 . y 159, y duran para cinco años, no ser que por todos o por algunos miembros de la Comisión, se prorrogue su tiempo en el cargo para ocho años. Para los Delegados Regionales, vale, sin embargo, lo prescrito en la n. 140 § 1 y 2. § 2. Para los cargos de la Comisión en las Cuasi-regiones y Delegaciones, los nombra el Prelado, después de escuchado el Consejo. 157. § 1. En cada una de las Regiones, bajo el nombre y condición del Prelado, y siempre para la misma intención, el respectivo Vicario Consiliario Regional, con otro sacerdote, que se llama Sacerdote Secretario Regional, nombrado por el Prelado, con el voto deliberativo de su Consejo y escuchado la Asesoría Central, es dirigida la Sección de mujeres, al mismo tiempo con un Consejo Regional de mujeres, que se llama Asesoría Regional, y tiene el mismo lugar en la Sección de mujeres que la Comisión Regional en la sección de los varones. § 2. La Asesoría Regional puede constar de hasta doce miembros, seleccionados entre las Numerarias de las que se habla en n. 13; se nombra por el Prelado, después de oída la Asesoría Central, cuyo consenso se requiere para los cargos de Secretaria Regional y Procuradora Regional. § 3. Para los cargos de la Asesoría en las Cuasi-regiones y Delegaciones, las llama el Prelado, una vez escuchado la Asesoría Central. 158. Si alguna vez en alguna Región se pusiera algún impedimento que hiciera imposible la comunicación con el Prelado y su Consejo, y persistiendo esta imposibilidad, faltara algún miembro de la Comisión, para su cargo la misma Comisión elegirá otro Numerario por medio del mayor número de votos en un sufragio. Cuando, sin embargo, faltaran más de tres miembros de la Comisión, o cuando la misma Comisión, cumplido el tiempo de su mandato, deba ser renovada, los Numerarios serán llamados para los cargos por mayoría también de sufragio por la reunión especial establecida, a partir de todos los Congresistas de la Región no impedidos y con todos los miembros de la Comisión, para lo que pondría al frente de la reunión al congresista más anciano por orden de precedencia. Aunque si, por cualquier causa, al menos tres Congresistas no pudieran asistir a la reunión, habrán de ser llamados también tres Numerarios de entre aquellos que se establecen en n. 13, los más ancianos de la Región no impedidos, según el orden de precedencia: estando ausentes los Congresistas, se pondría al frente, también por orden de precedencia, el más anciano entre los presentes. El presidente de la reunión dirimirá la paridad de sufragios. 159. § 1. En una región cualquiera, en las cuestiones económicas, asiste al Vicario Regional un Consejo económico o Consulta Técnica cuyos miembros deben ser designados por el mismo Vicario, y del que pone al frente un Administrador Regional, nombrado por el Prelado con el voto deliberativo del propio Consejo. § 2. Una Consulta semejante se tiene para las cuestiones económicas de la Sección de mujeres.
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160. En cada circunscripción, sin que por razón del cargo pertenezca a la Comisión, hay un Sacerdote Prefecto Regional de Asuntos Espirituales para fomentar la vida espiritual de todos los fieles de la Prelatura, bajo la dirección del Consiliario. Además, presta ayuda al Consiliario en el cuidado espiritual que se ha de dar a los Agregados y Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, según las facultades delegadas, habitualmente o para el caso, por el Consiliario. Son nombrados por el Prelado, oídos el Consiliario y Defensor de la Región, para un quinquenio. 161. § 1. En cada circunscripción se pueden erigir Centros según la norma n. 177. § 2. El Gobierno está constituido por el Director con su propio Consejo. Los cargos son para un trienio, y son atribuidos por el Consiliario, una vez escuchado el Consejo. § 3. El concepto de Centro, en este Código, más es personal que territorial, y más regional que local. § 4. Para que se tenga un cuidado apropiado de los fieles de la Prelatura, al mismo Centro pueden adscribirse los fieles o también el Grupo de fieles, que habitan, bien en la misma ciudad, o en distintas ciudades o diócesis. § 5. Hay, por tanto, en la Prelatura Centros autónomos y Centros dependientes de otros, porque hasta ahora no han sido erigidos canónicamente.
Capítulo IV. De las Juntas regionales 162. Para una más perfecta formación de los fieles de la Prelatura, y para el mejor desarrollo de la acción apostólica, cada diez años, en cada Región, se celebran Juntas según costumbre, en las que se valoran las experiencias sucedidas en un período transcurrido. 163. Además de las Juntas ordinarias, pueden también celebrarse extraordinarias, en una o en muchas circunscripciones, cuantas veces el Prelado, después de escuchados el Consejo General y la Comisión Regional, decida dar paso a esto. 164. La Junta, procediendo del mandato del Prelado, la convoca el Vicario de la circunscripción, designando el lugar y la fecha de la sesión, con tres meses al menos antes de su misma celebración. 165. En las Juntas, están presentes el Prelado o su Delegado, al que asisten el Vicario y el Delegado de la circunscripción. Actúa de secretario el laico más joven de los presentes. 166. § 1. Para la Junta de cualquier circunscripción deben asistir; 1. " todos los que en la Comisión desempeñan algún cargo o lo han desempeñado. 2. ° todos los Congresistas adscritos a la circunscripción. 3° todos los sacerdotes de esta misma Región y otros fieles de la prelatura, que todos se pueden nombrar entre aquellos de los que se habla en n. 13. 4. ° los Directores de los Centros de Estudios. 5. ° igualmente, designados por el Prelado, los Directores locales. § 2. Pueden también llamarse para una Junta otros fieles de la Prelatura, expertos en diversas materias, que estén presentes en ella, en calidad de colaboradores. 167. § 1. Ha de ser fomentada al máximo la participación de todos los fieles de la Prelatura en las Juntas, reclamando sus comunicaciones, las señales procedentes de experiencias habidas y otras cosas de este tipo. § 2. Por la misma causa, si las circunstancias lo aconsejan pueden llevarse a cabo muchas reuniones en diversas sedes, para obtener la mayor eficacia de estas Juntas. § 3. Pueden pedirse también notas o fichas, sobre experiencias tenidas por los cooperadores del Opus Dei, incluso de no católicos, que ofrezcan sugerencias para el estudio de temas de trabajo. 168. Convocados todos a la Junta, al menos un mes antes de su celebración, envíen al Secretario notas, fichas, observaciones, etc., que les parezca conveniente proponer; de estos
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mismos, sin embargo y de todas las propuestas transmitidas a la Junta (n. 167), una comisión, nombrada por el presidente, confeccionará el elenco de aquellas cuestiones enviadas, que interesen. 169. Las conclusiones de la Junta no tienen fuerza de precepto hasta que hayan recibido la aprobación del Pelado, después de oído su Consejo, no ser que, a causa de la naturaleza del asunto, se requiera el voto deliberativo del propio Consejo. El mismo Prelado lleva las también oportunas instrucciones, por medio de los órganos ordinarios de la dirección. 170. Pueden celebrarse Juntas de la Sección de mujeres actuando en consecuencia, según las normas consignadas en el n. 162 y siguientes.
Capítulo V. De las relaciones con los Obispos diocesanos 171. La Prelatura del Opus Dei se somete inmediata y directamente a la Santa Sede, que aprobó su espíritu y fin, guarda también su régimen y disciplina, y promueve al bien de la Iglesia Universal. 172. § 1. Todos los fieles cristianos de la Prelatura se obligan humildemente a obedecer al Romano Pontífice en todas las cuestiones; esta obligación de obedecer afecta a todos los fieles con un vínculo fuerte y dulce. § 2. También se someten a los ordinarios del lugar, según la norma de derecho universal, por la misma razón que los demás católicos en la propia diócesis, conforme a lo escrito en este Código. 173. § 1. Es propio del Prelado encomendar para su ejecución con todo cuidado todos los decretos escritos y demás disposiciones de la Santa Sede que se refieren a la Prelatura, y al mismo tiempo ofrecerle a la Santa Sede las oportunas exposiciones, según la norma de derecho, sobre el estado de la Prelatura y sobre su actividad apostólica. § 2. El mismo Prelado procurará, también porque el espíritu de la Obra de Dios cultiva con máximo amor la unión filial con el Romano Pontífice, Vicario de Cristo, de tal manera que se conozcan con cuidado los documentos de su Magisterio y los actos que tienen en cuenta a toda la Iglesia por parte de todos los fieles de las Prelatura y para que le difundan su doctrina. 174 § 1. Toda la labor apostólica que persigue la Prelatura, según la propia naturaleza y el propio fin, contribuye al bien de cada Iglesia local, y la Prelatura cultiva siempre las debidas relaciones con la autoridad eclesiástica territorial. § 2. Cuide además el Prelado, de que, en cada circunscripción, un Vicario competente, por sí o por medio de otros en nombre del Vicario, guarde las habituales relaciones con los Obispos en cuyas diócesis residan fieles cristianos de la Prelatura, y sobre todo que converse frecuentemente con aquellos Obispos de los lugares en los que la Obra de Dios ha creado Centros, y con aquellos que desempeñan cargos directivos de la correspondiente Conferencia Episcopal, para recibir aquellas indicaciones de los mismos Obispos, las que los fieles de la Prelatura llevan a la práctica con ánimo filial (cfr. n. 176). 175. Además de las oraciones que por las intenciones del Romano Pontífice y del Obispo diocesano y de ellos mismos están obligados a recitar cada día los fieles de la Prelatura, les demostrarán la máxima reverencia y amor, las que también tienden a fomentar en todos extraordinariamente. 176. En cada circunscripción las autoridades de la Prelatura, procurarán que sus fieles conozcan bien las normas directivas pastorales, establecidas por la competente autoridad eclesiástica territorial, es decir, de la Conferencia Episcopal, del obispo diocesano, etc, para que cada uno, según las propias circunstancias personales, familiares y profesionales, pueda llevarlas a efecto y cooperar con ellas. 177. § 1. Para que el trabajo apostólico de la Prelatura comience en alguna diócesis, mediante la creación canónica del primer Centro a partir del cual pueda ejercitarse el aposto-
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lado colectivo, debe primero estar informado el Ordinario del lugar, cuya venia se requiere mejor si es dada por escrito. § 2. Cuantas veces el progreso del trabajo de otros Centros, aconseja la creación de ellos en la diócesis, debe procederse siempre según la norma del parágrafo precedente. § 3. El simple cambio de domicilio de algún Centro de la Prelatura, en el término de la misma ciudad, si el Centro no tiene aneja una Iglesia debe comunicarse en escritos al Ordinario del lugar, aunque no requiera la nueva venia. 178. § 1. La creación de un Centro lleva consigo la potestad de erigir otro Centro para las mujeres fieles a la prelatura adheridas a la Administración del primer Centro, de tal manera que de derecho y de hecho haya dos Centros en cada domicilio del Opus Dei (cfr. n. 8,2). § 2. Lleva consigo igualmente la posibilidad de tener en cada Centro un oratorio para uso de los fieles de la Prelatura y de los demás, según la norma de derecho, y allí de reservar el SS. Sacramento, y realizar las funciones oportunas para el trabajo apostólico. En los oratorios debe hacerse al menos una exposición solemne del Santísimo Sacramento en la noche que precede a la primera feria sexta de cada mes. § 3. El Ordinario puede conceder a la Prelatura que los sacerdotes, por una causa justa, es decir reclamándolo la necesidad pastoral, celebren la Santa Misa dos veces en un día o incluso tres, en días de domingo y fiestas de precepto, de tal manera que no sólo satisfagan las necesidades de los fieles de la Prelatura, sino incluso, de los demás fieles de la diócesis, mientras sea posible. 179. El Obispo diocesano tiene el derecho de visitar cada Centro de la Prelatura erigido canónicamente (cfr. n. 177) en aquellos lugares que pertenecen a la iglesia, sagrario y sede para el sacramento de la Penitencia. 180. Para erigir iglesias de la Prelatura o, si el asunto lo aconseja, para confiarle las iglesias ya existentes en la diócesis, que se haga en cada circunstancia la oportuna convención, según la norma de derecho, entre el Obispo diocesano y el Prelado o el correspondiente Vicario Regional. En estas iglesias, juntamente con las normas establecidas en cada convención, se observarán las disposiciones generales que contemplan las iglesias seculares de la diócesis. 181. § 1. Este código es el fundamento de la Prelatura del Opus Dei. Se contienen, por tanto, las normas sagradas de éste, inviolables, perpetuas y sólo reservadas a la Santa Sede, tanto para su cambio, como para la introducción de nuevos preceptos. § 2. El cambio de algún Código escrito anteriormente o alguna innovación en su Corpus, o finalmente, la suspensión o conclusión de alguna norma temporal o perpetua, puede reclamarla de la Santa Sede solamente el Congreso General de la Prelatura, con tal de que éste tenga la certidumbre de la necesidad de ese cambio, innovación, suspensión o conclusión. § 3. Para que exista esta certidumbre a nivel jurídico, si se trata de la conclusión del texto, de la innovación o de la indefinida suspensión, se requiere una larga prueba, confirmada por la autoridad de dos Congresos Generales ordinarios, que se someta a un tercer Congreso General y se apruebe al menos con los dos tercios de los votos. § 4. Pero si se trata de la suspensión temporal de algún Código escrito, el Prelado, tan sólo con un voto deliberativo del Congreso General, puede pedirla de la Santa Sede; se requiere, sin embargo, que se manifieste claramente a la Santa Sede el tiempo para el que queda suspendido. 182. § 1. Las autoridades de la Prelatura están obligadas a fomentar de todos los modos posibles la aplicación del Código y a exigirla prudente y eficazmente, conscientes de que aquél es el medio cierto de santificación de los fieles de la Prelatura; por lo cual, contra este Código no pueden prevalecer nunca ni la costumbre ni la falta de costumbre. § 2. La facultad de dispensar del cumplimiento disciplinar del Código, en aquellos puntos que pueden dispensarse y no quedan reservados a la Santa Sede, es competencia sólo del Prelado, con un voto consultivo de su Consejo; si se trata de asuntos de gran cambio o 634
ha de ser concedida la dispensa de toda la Prelatura: a partir de ahí, basta el Decreto del Vicario Regional, con el consenso de su propio Consejo. 183. § 1. Los preceptos del Código que se refiere a las leyes divinas o eclesiásticas, mantienen la obligación propia que tienen por sí. § 2. Los preceptos del Código que tratan del gobierno; igualmente, los que definen las funciones necesarias del régimen o de quienes ejercen los cargos, es decir en cuanto a las normas cardinales de estos mismos, e igualmente los preceptos que la naturaleza y fin de la Prelatura establecen y consagran, obligan en conciencia, a causa de la gravedad de la matería. § 3. Los preceptos, por último, meramente disciplinarios y ascéticos que no caen bajo los parágrafos precedentes de este número, no obligan directamente por sí bajo el estado de culpa. Además, es pecado violar por el desprecio formal cualquiera de ellas, incluso las mínimas, porque si la transgresión de la razón o fin no se hace rectamente o mueve a escándalo, lleva consigo el pecado contra las virtudes correspondientes. 184. Es propio del Prelado, con el voto deliberativo de su Consejo, definir todas aquellas cosas que se refieren a la práctica interpretación de este Código, a su aplicación y a su cumplimiento. 185. Las disposiciones que sobre los varones se establecen en este Código, aunque expresadas con vocablo masculino, valen también con igual derecho sobre las mujeres, a no ser que, desde el contexto del discurso o por la naturaleza del asunto, conste otra cosa, o explícitamente se presenten escritos especiales.
DISPOSICIONES F I N A L E S 1. Las prerrogativas que hasta este momento han sido concedidas declaradas o aprobadas por la Santa Sede a favor del Opus Dei, permanecen íntegras, en la medida que se ajustan a su régimen jurídico de Prelatura personal. Igualmente la licencia concedida hasta esta época por los Ordinarios de los lugares mantiene su fuerza, de tal manera que pueden ser erigidos canónicamente los Centros del Opus Dei además de sucesivos actos de creación. 2. Este, en tanto en cuanto que ya están incorporados todos los fieles del Opus Dei, tanto sacerdotes como laicos, además de sacerdotes, Agregados y Supernumerarios, de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, comienza a tener vigencia desde el día ocho de diciembre de 1982. Todos ellos están obligados con las mismas obligaciones y guardan los mismos derechos que tenían en el régimen jurídico precedente, a no ser que los preceptos de este Código establezcan otra cosa expresamente o que se deriven de aquellos preceptos que procedían de las normas derogadas por este nuevo derecho.
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índice onomástico Abastecimientos y Transportes, Comisaría de, 249, 280 ABC, diario, 158, 159, 238, 248, 290, 294, 343, 406, 420 Abril Martorell, Joaquín, 413 Academia Amado, 39 Academia Cicuéndez, 37, 39 Academia-residencia DyA, 41, 42, 48, 49, 50, 51,56,60, 62, 76, 114,202, 231 Acaso, Fernando, 384 Acción Católica, 27, 42, 88, 90, 103, 146, 206, 247, 307, 309, 333 Acción Familiar, 413 Acción Política, 298 Acción Popular, 42 Aceros de Llodio, S.A., 280 A C N P . Véase Asociación Católica Nacional de Propagandistas Acos, 263 Dell'Acqua, Angelo, 317, 325, 468 Acta Apostolicae Sedis, 306 Actualidad económica, La, 290, 290 Actualidad Española, la, revista, 212, 259, 300, 348 Actualité Religieuse dans de Monde, 361 Adaro Ruiz-Falcó, Luis, 271 Adela Investment Company, 263 Adonais, colección, 161 Adveniat, obra asistencia!, 433 Agresco, S.A., sociedad, 419 Agricultura, radio, 381 Agropesa, 279 Agrupación de Telespectadores y Radioyentes, 413 Aguilar, Manuel, 411 Akros, 351 Alameda, residencia, 381 Alas, S.A., 232, 287
Alastrúe, Eduardo, 56, 63, 131, 144 Albareda Herrera, José María, 56, 62, 63, 65, 66, 71, 72, 89, 95, 96, 98, 100, 101, 102, 104, 191, 317 Albariza, residencia, 379 Albas, Dolores, 14, 399, 400 Albas Domínguez, Carlos, 394 Alcalá, 211 Alcázar, el, diario, 269, 294, 295, 389 Alcoholes Antich, 271 Alegre, Lluís, 414 Alejandro II, papa, 14 Alejandro IV Borgia, papa, 331 Alfaro Fournier, Félix, 289 Alférez, 211 Almina, S.A., 371 Alfonso X, 402 Alfonso XII, rey, 12 Alfonso XIII, 242 Alfrink, cardenal, 388 Alianza Popular. 410, 411 Allende García-Baxter, Máximo, 233 Almanza Gómez, Anselmo, 460 Alonso Cillero, José Luis, 270, 271 Alonso Madero, funcionario comunitario, 363 Alonso Martínez, Enrique, 56 Alonso Muñoyerro, Luis, 242 Alonso Samaniego, José María, 269 Alonso Samaniego, Miguel Ángel, 270 Alonso Vega, Camilo, 231, 240, 242, 243, 260 Alpha-France, sociedad, 359, 360 Altamira-Rotopress, S.A., 294, 295, 296 Alter, S.A., 269, 270 Altimari Gásperi, Carlos, 379 Altor, residencia, 367 Altozano Moraleda, Hermenegildo, 243, 257 Altozano Moraleda, María, 121, 243
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Artigues, Daniel. Véase Bécarud, Jean As Film, 269 Asac, Asociación de Arte y Ciencia, 379 Asamblea de Americanistas, 143 Asamblea Republicana, 347 Asgasa, 279 Ashwell House, residencia, 354 Asociación Apostólica, 307 Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), 28, 41, 42, 49, 52, 76, 89, 101, 109, 118, 136, 142, 216, 218, 232, 259, 330 Asociación Cultural Germano-Internacional, 367 A s o c i a c i ó n de Amigos de la Universidad de Navarra, 375, 388, 465 Asociación de Fieles, 124, 126, 147, 301, 303, 304, 308, 311, 340 Asociación de la Banca, 425 Asociación Española de Anunciantes, A E A , 287 Asociación Internacional de Estudios, 370 Asociación para la Formación de la Juventud, 370 Asociación PROVIDA, 413 Asociación Venezolana de Fomento Cultural, 379 Association Culture et Art, 361 Association de Culture Universitaire et Technique (ACUT), 356, 361 Association for Educational Development, 377 Association Jeunesse, Education et Loisirs, 361 Association pour le Development des Cultures, 361 A S T E C (Association for Cultural Technical and Educational Cooperation), 364 Asunción Bastida, casa de modas, 389 Atienza, Julio, 87
Álvarez, Lili, 91 Alvira, Tomás, 56, 64, 103, 149, 269, 289 Alzamiento Nacional, 59 Ama, revista, 292 Amigos de Dios (José María Escrivá), 430 Amorebieta Martí, Agustín, 270 AMRO-bank, 364 Ancema Publicidad, 287 Anchor Club, 351 Andrade, Rosario, 389 Andreotti, Giulio, 350, 447 Angelicchio, Francesco, 151 Anselmo, obrero, 284 Ansón, L. M . , 156, 207 Antimoderne (Maritain), 214 Antoniutti, cardenal Ildebrando, 193, SISSI 7, 320, 321, 337 Antrial, 279
Anuario Pontificio, 307 Aponte, cardenal, 428 Apostolado de «San Rafael», 367 Arana, Silvestre, 297 Aranguren, J. L . , 78, 91, 93, 103, 204, 245, 266, 308, 318 Araucaria, residencia, 381 Araya, centro, 379 «Arbor», asociación, 334 Arbor, revista, 159, 160, 210, 212, 242, 343 Arbor, sociedad cultural, 161, 370 Arce Martínez, diputado, 410 Arco, revista, 374 Arcos, liceo Los, 379 Areilza, José María, 387 Arellano, Jesús, 144, 213, 231, 293 Arena, diario, 350 Aresti, José, 267 Argaya, obispo Jacinto, 324 Argesco, S.A., 371 Arias, Juan, 308 Arias Navarro, Carlos, 369, 409 Arias Salgado, Gabriel, 208, 231 Aristain Noain, José María, 281 Arizmendi, Octavio, 380 Armero Manjón, Pedro Mario, 266 Armijo Valenzuela, Manuel, 270 Armada, Alfonso, 409, 411 Armgard de Lippe, 388 Arnau Figuerola, diputado, 410 Aroeira, centro, 381 Arrese, José Luis, 231 Arriba, diario, 213, 459, 460 Arrupe, Pedro, 334 Arteche, banquero vasco, 267 Arthur Andersen, auditores, 351
Atlántida, 161 Aub, Max, 21 Audley, Bernard, 353 Auger Duró, Sebastián, 295, 296, 421 Aurach, residencia, 367 Austral, colección, 161 Autopistas Concesionaria Española, S.A., 272 Ave Fénix, 92 Avvenire, diario, 350 Axpe, Andrés M . , 307, 333 Ayesta Díaz, Javier, 19, 50 Azlor de Aragón, Francisco Javier, 59 Aznar, José María, 413, 414 Azzaro, Giuseppe, 350
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Badules, Rosario, 401 Baggio, cardenal, 428, 435, 438 Bakhita, Josefina, 448 Balbín Lucas, Rafael de, 160, 244 Balcells Gorina, Alfonso, 104, 113 Balduino, rey, 364 Ballester, obispo Carmelo, 106 Ballester Domingo, Vicente, 65, 107 Balthasar, Hans Urs von, 78, 308, 318, 319, 321, 334, 371 Banca Cid, 261 Banca Diez Vergara, 261 Banca Hardy & Co., 263, 367 Banca La Vasconia, 261 Banca Popular de Verona, 351 Banca Pujol, 269 Banco Ambrosiano, 422, 444 Banco Atlántico, 270, 271, 273, 274, 277, 367, 420, 426 Banco Bilbao-Vizcaya. 266, 267, 426 Banco Central, 228, 261, 263, 265, 266, 270, 346, 382 Banco Central Hispano, 414 Banco Comercial de Angola, 346 Banco Comercial de Portugal, 347 Banco Condal, 367 Banco de Agricultura, 263 Banco de Andalucía, 261 Banco de Asunción, 271, 420 Banco de Bilbao, 262, 228, 263, 267, 346, 347, 376 Banco de Castilla, 262 Banco de Crédito a la Construcción, 285 Banco de Crédito Industrial, 255, 257, 258, 281 Banco de Crédito Local, 257 Banco de Crédito y Ahorro Ponceño, 420 Banco de España, 246, 255-258, 260, 273, 278, 371,421,425 Banco de Financiación Industrial, 267 Banco de Fomento, 263, 346 Banco de Francia, 358 Banco de Galicia, 262 Banco de Huelva, 261 Banco de Iberoamérica, 371, 420 Banco de Jerez, 261 Banco de Navarra, 261, 421 Banco de Ribagorza, 271 Banco de Salamanca, 261 Banco de Santander, 260, 263, 346 Banco de Sevilla, 273 Banco de Siero, 273 Banco de Toledo, 421 Banco de Valladolid, 421
Banco de Vizcaya, 57, 228, 263, 267, 346 Banco del Crédito Agrícola, 257, 258 Banco del Crédito para la Construcción, 257, 258, 260 Banco del Norte, 273 Banco del Opus Dei, 256, 260 Banco del País y de la Financiera, 263 Banco del Plata, 382 Banco do Agricultura, 346, 347, 459 Banco Español de Crédito (Banesto), 228, 263, 265, 272, 346, 421,427 Banco Europeo de Negocios (Eurobanco), 259, 262, 263, 296, 359, 367 Banco Exterior de España, 257 Banco Hipotecario, 243, 257 Banco Hispano-Americano, 228, 265, 347 Banco Latino, 269, 274, 424 Banco Mercantil e Industrial, 280 Banco Meridional, 273 Banco Murciano, 273 Banco Oficial de Venezuela, 459 Banco Pinto et Sotto Mayor, 346 Banco Popular, 225, 261, 270, 346, 419, 425 Banco Popular Español, 225-227, 238, 256, 259-266, 268, 270, 274, 276, 280, 284-287, 296, 346, 347 , 358, 360, 364, 366, 367, 371, 372,414,419, 420, 426 Banco Portugués do Atlántico, 346 Banco Urquijo, 347 Banco Vitalicio de España, 270 Banco Zaragozano, 262 Banesto, grupo financiero, 264 Banfi, Cario, 349 Bank of London and South America, 353 Bankatlántico Zurich, 371 Bankhaus F. Simón, 262. 367 Bankunión, 271, 272, 274, 426 Banque de l'Indochine, 262, 358, 359 Banque de 1'Union Européene Industrielle et Financiére, 360 Banque des Intéréts Francais, 263, 358, 360, 417, 418 Banque dTnvestissements Mobiliers et de Financement (IMEFBANK), 263, 372, 418, 419 Banque Internationale, 417 Bañón Seijas, diputado, 410 Barbado Viejo, obispo, 106 Barbosa, Daniel, 347 Barboso, Pinto, 346 Bardinet, Catherine, 150 Barnola Serra, 410 Barredo, José Mana, 28 Barreiros, Valeriano, 262
Bourbach, cura párroco, 362 Bourbon-Busset, Jacques, 360 Bozzo, Gianni Baget, 434 Brajnovic, Luka, 348 Branagan, John P., 353 Bravo, Juan Antonio. 225. 266 Brazo de Damas Nobles Capitulares de la Orden, 422 Brenan, Gerald, 239 Brigada Especial de Información (BSR), 364 Brigadas Internacionales, 155, 215 Brito, Mariano, 382 Broglie, Jean de, 416, 417, 418 Broglie-Sodetex-Matesa, 417 Brosa, Jorge, 99, 226, 249, 280 Brouwer, familia belga, 364 Buck, Thomas, 370 Bueno Monreal, José María, 22, 106, 114, 117, 132 Buixó, consejero del Banco Popular, 286 Bulart, padre, 135 Burgo Tajadura, diputado, 410 Burke, Cormac, 351, 352 Bum, Thomas F., 353 Buscher, Joseph, 362 Bussola, Adriano, 350 Bustelo, Enrique, 243
Bartizelinvest Anstalt, 419 Bart-Smith, H., 353 Bartual Vicens, Antonio, 258 Barturen, Manuel, 226, 276, 376, 426 Barturen, Margarita, 121 Baturone, Adolfo, 233, 243 Baudoin, Paul, 358, 359 Bauloy, residencia masculina, 363 Baumgartner, ministro francés, 358 Baur, Mark, 377 Bayerische Vereinsbank, 262, 367 Bécarud, Jean, 170, 207, 219, 228, 319, 323 Bel-Pratz, residencia, 370 Benelli, monseñor Giovanni, 315, 336, 428, 429, 432, 434 Benito de Nursia, 30 Bermúdez, Jorge, 72 Bermúdez de Castro, Ramón, 143 Bernardo de Claraval (san Bernardo), 30, 48, 67, 77, 340 Bettelheim, Charles, 293 Bettetini, Gian Franco, 350 Beuve-Méry, Hubert, 296 Beyer, Jean, 307 Biblioteca del Pensamiento Actual, 161 Bilbao-Vizcaya, grupo financiero, 264 Biolley, familia belga, 364 Blanc, Xavier, 264 Blanco de la Peña, Marcelino, 143 Blank, Peter, 318 Boavista, residencia, 150 Bofill, Jaime, 160 Bofill Quadras, Pablo, 268, 270, 271, 273275, 277, 371,420, 422, 427 Bohigas, Oriol, 254 Bolton, George, 353 Boone, jesuita (seudónimo de Hans de Vriese), 333 Borbón, príncipe de Asturias, don Felipe de, 392 Borbón, don Juan de, 154-156, 207, 387, 390, 391, 393 Borbón, príncipe Juan Carlos de, 375, 387, 390, 391, 393, 416 Borbón, María Teresa de, 389 Borbón, Pilar de, 376 Borbón Dampierre, Alfonso de, 387 Borbón Parma, Carlos Hugo de, 387-390 Bosh Estivill, Ramón, 247 Botella Raduán, Enrica, 121 Botella Raduán, Fina, 121 Botella Raduán, Francisco, 56, 63, 66, 102, 121, 122, 129 Boullón Rubio, Concepción, 445, 448
Caamaño, Rafael, 241 Caballeros de Colón, 304 Caballeros de la Conferencia de San Vicente de Paúl, 21 Caballeros de la Orden de Malta, 377 Cabeza, Alfonso, 262 Cadena COPE, 289 Cadena SER, 289 Cadros, colegio, 348 Cairas, centro cultural, 361 Caisse des Marches de l'Etat, des Collectivités et Etablissements Publics, 360, 417 Caja Central de Cooperativas, 351 Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Aragón, 259 Caja de Ahorros y Monte de Piedad de la Coruña, 143 Caja de Ahorros y Monte de Piedad de La Rioja, 259 Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Ronda. 259 Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Segovia, 259 Caja Provincial de Ahorros de Álava, 259
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Caja Provincial de Ahorros de Guipúzcua, 262 Caldera, José Tomás, 379 Caldera, presidente, 379 Calderón Quijano, José Antonio, 143 Caldés Lizana, Juan, 225, 226, 247 Calero, Juan Ramón, 413 Calle de Valverde, La (Max Aub), 21 Calleja, Alvaro, 150, 356 Calvi, Roberto, 422, 444 Calvo Serer, Rafael, 100, 102, 154-156, 158161, 211-221, 296, 340, 343, 348, 359, 389, 391 Calvo Sotelo, José, 443 Calvo Sotelo, Leopoldo, 411, 443 Camacho Baños, Fernando, 260 Cambio 16, diario, 426 Cambó, Helena, 142 Camino (José María Escrivá), 14, 46, 47, 48, 52, 64, 67, 69, 70, 75, 77-85, 90, 91, 93, 94, 95, 104, 106, 110, 119, 120, 124, 130, 139, 150, 161, 162, 167, 168, 170, 173, 174, 176, 177, 181, 185-190, 195, 229, 235, 252, 253, 254, 292, 330, 331, 339, 342, 343, 345, 348, 352, 364, 377, 395, 420, 430, 431,433,441,448, 468, 470 Camino de Perfección, El (Teresa de Jesús), 77 Ca*mpo, obispo de Calahorra, Abilio del, 107 Canals, Salvador, 126, 136, 144, 145, 187, 301, 302, 307, 309, 311, 317, 348 Canard Enchainé, Le, semanario 79, 416, 418 Candau Parias, Alfonso, 144 Cánovas, Cirilio, 231, 232 Cantero, Alejandro, 426 Cantero Cuadrado, Pedro, 24, 44, 52, 107 240 Cañellas, Gabriel, 414 Cañete, prelatura peruana, 380 Carandell, Luis, 39, 403 Cardot, Marie, 356 Careaga, banquero vasco, 267 Cariplo, 351 Carlos de Austria, 391, 393 Carlos 111,401,403 Carlos IV, 45 Carneiro, Roberto, 347 Carrasco Verde, Manuel, 241 Carrero Blanco, Luis, 71, 98, 99, 136, 154, 156, 205-208, 211, 218, 221, 230, 231, 234, 236, 237, 242, 243, 247, 255, 282, 387, 390, 391, 393, 363, 363, 409, 443 Carrillo de Albornoz, jesuita, 111 Carrón, sir William, 353 Carvajal y Xifré, conde de Fontanar, Francisco de, 155
Casa de Moinho, centro, 381 Casa Nova, centro, 381 Casariego, cardenal, 428 Casaroli, cardenal, 371 Casas Torres, José Manuel, 90, 204, 397 Casciaro, José María, 308 Casciaro, Pedro, 56, 57, 63, 64, 66, 72, 110, 122, 129, 372, 373 Castán, obispo de Sigüenza-Guadalajara, Laureano, 107 Castañón de Mena, Juan, 233, 242, 387, 391 Castelvieil, centro cultural, 361 Castiella, Femando María de, 233 Castilla del Pino, Carlos, 16 Castillo Genzor, Adolfo, 392 Castro Sanmartín, Víctor, 242 Catalina de Siena, santa, 119 Catecismo Social (Sánchez Ruiz), 330 Cauce Distribuidora de Ediciones, S.A., 427 Cavaco Silva, Aníbal, 347 Cavalleri, Gianfranco, 349 Cavanna, Henri, 360 C D N , 414 Cebrián, supernumerario, 290 C E C A , 281 CEDA, 42, 95, 111, 210 CEDI-International, 363 Cementerio Jardín de Alcalá de Henares, S.A., 427 Cementos del Sur, 263 Cencomes, S.A., 427 Ceninver, compañía, 423 Censores Asociados, 262 Central, grupo financiero, 264 Central de Inversiones Mobiliarias, S.A., 427 Central-Hispano, grupo financiero, 264 Centro Cultural femenino Senna, 364 Centro Cultural «Lindavista», 374 Centro Cultural y Deportivo Tajamar, 306 Centro Cultural Solferino, 361 Centro de Estudios Eclesiásticos, 350 Centro de Estudios Internacionales, 350 Centro de Estudios para la Mujer, 364 Centro de Estudios Universitarios (CEU), 41, 42, 101, 142 Centro de Investigación y Comunicación, 384 Centro Democrático y Social (CDS), 347, 410 Centro Electrónico de Proceso Autonómico de Datos (CEPAD), 262 Centro Elis, 350, 351 Centro Europeo de Documentación y de Información (CEDI-Bélgica), 363 Centro Europeo de Información (CEDI), 362, 363
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Club La Rábida, 144 Club Mundo, 296 Club Narval, 364 Club Nord, 370 Club Le Rocher, 370 Club Stubentor, 369 Club Woodlands, 378 Clubs Fennecs, 361 Código de Derecho Canónico, 310, 311, 436438, 439, 442 Codorniz, La, revista, 394 Coello, Claudio, 226 Coimbra, ciudad universitaria, 150 Colegio la Salle Bonanova, 141 Colegio de los Dominicos, 253 Colegio Gaztelueta, 202, 203, 212 Colegio Mayor Aralar, 389 Colegio Mayor de la Moncloa, 103, 123, 202 Colegio Mayor del Buen Aire, 144 Colegio Mayor Juan de Ribera, 75, 102, 141 Colegio Mayor Universitario de la Estila, 143, 202, 313 Colegio Romano, 151, 227, 254 Colegio Romano de la Santa Cruz, 157, 185, 276, 341,404 Collar, Gervasio, 267 Columbia University, 377 Comedores de Caridad, 21 Comercio Exterior y Expansión Comercial, 267 Comisión de Educación de las Cortes franquistas, 106 Comisión Delegada de Asuntos Económicos, 235 Comisión Europea, 365 Comisión Regional de España, 226, 458, 463 Compañía Anónima de Publicidad, 287 Compañía de Ferrocarriles Andaluces, 40 Compañía de Gestión Inmobiliaria, 262 Compañía de Jesús, 18, 28, 42, 51, 105, 111, 114, 222, 254, 327-329, 331-336, 356, 371 Compañía de Jesús, grupo integrista, 463 Compañía General de Publicidad, 287 Compañía Trasatlántica, 270 Comunidad Cultural y Estudiantil, 366 Comunidad de Apoyo a las Escuelas Privadas, 367 Comunidad Económica Europea (CEE), 281, 282, 344, 363 Comunidades neocatecumenales, 463 Comunión y Liberación, grupo integrista, 463 Concilio Vaticano II, 201, 245, 302, 307, 309, 310, 316, 317, 320, 323, 324, 325-328, 333, 336, 337, 345, 362, 407, 436, 445, 457, 465, 468
Centro Internacional de Encuentros, 363 Centro Internacional de Estudios Superiores, 374 Centro Latinoamericano de Estudios Universitarios «Hogar y Cultura», 374 Centro Nagasaki Seido, 385 Centro Romano de Encuentros Sacerdotales (CRIS), 432 Centro Romano Internacional de Sacerdotes, 367 CEOE, 365 Cerámica de Bellavista, 263 Cercle des Nations et du Royal Automobile Club de Belguique, 363 Cercle Royal Gaulois Artistique et Litteraire, 363 Céspedes, Guillermo, 143 Champel, residencia, 370 Chase Manhattan Bank, 271 Chaux, general Ayerbe, 380 Chicago university, 375 Chilena A. M . , radio, 381 Chío, revista, 287, 295 Chirac, 360 Choisir, revista, 371 Christopher Mouvement, 304 Churchill, Winston, 155, 206 CIA, 433 Cicognani, cardenal, 144, 314, 315 Cicuéndez, José, 22 Cid, S.A., 287 Cierva, Ricardo de la, 72 Cine Abiz, 346 Cine Roma, 346 Cipriani, obispo auxiliar Juan Luis, 383 Círculo Sacerdotal Internacional, 367 Ciriaci, Pietro, 193, 311, 313, 317 Cité Catholique, La (Jean Ousset), 358 Ciudad Universitaria de Madrid, 977 Ciudad Universitaria de Pamplona, S.A., 424 Clarín Publicidad, 287 Clemente, «Papa», 443 Clínica universitaria de Navarra, 446 Club Allenmoos, 370 Club Alpha, 370 Club d'Arve, 370 Club Ateneo Mercantil de Valencia, 262 Club Atlético de Madrid, 262 Club Chinook, 378 Club Delphin, 369 Club Feurstein, 367 Club Goldbrunnen, 370 Club Haratan, 378 Club Kondor, 369
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Condotte Española, 271 Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA), 413 Confederación Española de Asociaciones de Jóvenes Empresarios, 413 Confederación Española de Cajas de Ahorro, 258, 259, 260 Conferencia Episcopal, 469 Configuración del futuro, La (Calvo Serer), 215-217 Congregación de Católicos, Seminarios y Universidades de la Iglesia, 310 Congregación de Enseñanza Católica, 310 Congregación de Religiosos, 26, 134, 138, 139, 140, 145, 146, 164, 200, 315, 317, 320, 323, 337 Congregación de Religiosos, Larraona, 144 Congregación de Ritos, 444 Congregación para la Causa de los Santos, 443, 444 Congregación para los Obispos, 436, 467 Congregaciones Marianas, 105, 106, 111, 113, 141 Congreso Eucarístico Internacional en Barcelona, 213 Congreso General Especial, 336, 337, 345, 461, 465 Congreso Nacional de Perfección y Apostolado de los Laicos, 200 Conseil National du Patronat Francais (CNPF), 359 Consejo de Economía Nacional, 240 Consejo Nacional de Educación, 86, 89 Consejo Nacional de los Hombres de Acción Católica, 206 Consejo Nacional del Movimiento, 245, 246 Consejo Privado, 387 Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 94-101, 103-107, 121, 127, 129, 141, 149, 150, 155, 157, 159, 160, 200, 206, 211, 212, 214-216, 225, 227, 230, 240, 276, 296, 440 Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Londres, 352 Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Relaciones Culturales, 95 Conservatoire des Arts et Métiers, 360 Consideraciones Espirituales (José María Escrivá), 41, 46, 47, 48, 52, 67, 70, 77, 84, 322, 329 Constitución Apostólica Provida Mater Ecclessia, 145, 146, 163, 170, 301, 303, 306, 311 Constitución Apostólica Ut sit, 438, 440
649
Construcciones, 252 Consulta Técnica General, 133 Continental Illinois Bank, 270, 271, 376 Control de Publicidad y Ventas, S.A., 287 Convergencia i Unió, 414 Convictorio Sacerdotal de San Miguel, 334 Cooperativa para Centros Culturales (CCC), 364 COPEI, 379 Coronel de Palma, Luis, 247, 259, 273 Corporation Financiera Hispano-Suiza, S.A., 427 Correo Catalán, El, diario, 295 Cortés, Hernán, 373 Cortés, Miguel Ángel, 413 Cortesini, Rafaello, 349, 350, 446 Cossío, Manuel B., 36 Costa, Amaro, 347 Costello, John A., 352 Costello, sacerdote, 351 Cotoner, marqués de Mondéjar, Nicolás, 409 Cotta, Sergio, 349 Covarelli, Giancarlo, 349 Coverdale John F., 318, 333 Creac'h Jean, 360 Crédit Andorra, 276, 277 Crédit Commercial de France, 262 Crédito Balear, 262 Crédito Bergamasco, 351 Crédito Marítimo y Pesquero (antes Crédito Social Pesquero), 257 Cremades, Juan Antonio , 469 Crepúsculo de las ideologías, El (Fernández de la Mora), 238 Crespo, Magalhaes, 348 Cristo siglo XX, 168, 171 Crónicas, revista, 187, 340 Cuadernos, 176, 180, 187 Cuartel General del Aire, 254 Cuerpo de Ejército de Navarra, 66 Cuerpo de Ingenieros de Armamento y Construcción, 231 Cuevas González, Ángel de las, 257, 258 Cuevas Minadas, S.A., 427 CUF, 347 Cultura e Libri, publicación, 350 Cupertino de Miranda, Arthur, 347
Dabrowski, conferencia episcopal, 368 Daillet, Jean-Marie, 360 Damas Apostólicas, 21, 22, 27, 28, 31, 32, 329 Damiani, Antonio, 349 Dancausa, María Concepción, 413
Dante Aligieri, 78 David, Rene, 356 Dawliffe Educational Eondation, 354 DEB (Departamento de Estudios Bibliográficos), 292, 293 Debate, El, 89, 288 De Consideratione (Bernardo de Claraval), 48, 77 Delapuente, Fernando, 99, 253 Delclaux, María del Carmen, 293 Delgado, obispo Alfonso, 383 Delgado Gómez, obispo de Almería, Enrique, 107 Delpiazzo, Carlos, 382 Delsa, Sociedad de Distribución y Edición de Librerías, S.A., 292 Democracia Cristiana, 110, 320, 350 Dent, C. E., 353 Desarrollo, semanario, 295 Descalzas Reales, 260 Desclée de Maredsous, 364 Desroche, Henri, 360 DGII, 365 Día, revista, 291 Dias, Oliveira, 347 Diagonal, revista, 294 Diario de Avila, 295 Diario de Diarios, 296 Diario de Las Palmas, 295 Diario de León, 294 Diario de Navarra, 295 Diario Regional, 294 Díaz, Ramón, 382 Díaz-Ambrona, Adolfo, 232 Díaz del Corral, Miguel, 441 Díaz Domínguez, Diego 102, 144 Díaz Ordaz, presidente, 374 Díaz Piniés, 410 Diccionario Nobiliario (Julio Atienza), 87 Diez Alegría, padre, 300 Dirección General de Seguridad, 460 Divina Comedia, La (Dante), 78 División Azul, 114, 115, 124, 280 Dofisa, Sociedad Anónima de Documentación y Análisis Financiero, 262 Doble cero, El, 293 Documentación Periodística, S.A., 289 Documento y Prensa, S.A., 296 Domecq, Pedro, 452 Domecq Diez, Alvaro, 260, 266, 280, 452 Domecq Romero, Fabiola, 452 Domenech Ybarra, José Manuel, 35 Dominguín, Luis Miguel, 280 Donati, Pico Paolo, 349
650
Don Juan (Ansón), 207 Donoso, Cortés, Juan, 210, 214, 267 Dopesa, editorial, 296 Dorronsoro, Ángel, 289 Duchet, supernumerario francés, 358 Dueñas, Gonzalo, 294 Dunedin Club, The, 351 Dupont, Fabricius, 158 Durcal, Rocío, 269 Dureath, residencia, 354 Dresdner Bank, 347 Durkheim, Émile, 186 Dussaert, Guy, 364, 365 Dwyer, George Patrick, 352
Ecasa, Económica Cultural Alavesa, S.A., 289 Echevarría, María Teresa, 121 Echevarría Cortés, financiero vasco, 270 Echevarría Rodríguez, Javier, 193, 194, 406, 407, 444, 454-457 Eck, Jean Pierre, 360 Ecrits de París, revista, 215, 219, 220, 304 Ediciones Iberoamericanas, S.A., 290 Ediciones Mundo, S.A., 289 Ediciones Palabra, S.A., 289 Ediciones Rialp Mexicana, 374 Ediciones Rialp, S.A., 161, 175, 201, 238, 289, 293, 427 Ediciones y Publicaciones, S.A., 290 Editions du Laurier, 361 Editora de Revistas, S.A., 374 Editorial Adamas, 367 Editorial Argos, 427 Editorial Aster, 346 Editorial Católica, 259 Editorial el Magisterio Español, 289 Editorial Espasa Calpe, 161 Editorial Labor, 427 Editorial Magisterio S.A., 427 Editorial Noguer, 290 Editorial Nuova Colibrí, 350 Editorial Prensa Española, 290 Editorial Punta de Europa, 290 Editorial Ruedo Ibérico, 184 Editorial Saeta, 290 Editorial Scepter Press, 376 Editorial Scepter Publishers Limited, 352 Editorial Sopee, S.A., 290 Editorial Toray, 427 Educational Development Association, 384 Educational Development Trust, The, sociedad, 352 EFE, agencia de prensa, 294
Eigelstein, residencia, 366 Eijo, Garay, obispo de Madrid-Alcalá, Leopoldo, 26, 102, 106, 112, 114, 116, 117, 126, 127, 130, 136 Ejercicios Espirituales para seglares (Francisco María Negro), 30 Ejercitatorio de la vida espiritual (fray García Jiménez de Cisneros), 46 ELIS, centro (Educazione, Lavoro, Instruzione, Sport), 325, 326 Elizalde, Antonio, 243 Elmbrook House, residencia, 376 Elorduy, José Manuel, 267 Emonet, Pierre, 371 Enciclopedia Monitor, 290 Encinas, Vicente M . , 303, 304 Enciso Recio, Luis Miguel, 410 Enrich Valls, familia, 280 Enxomil, centro de formación, 348 Eolo, compañía, 99 Eosa, compañía, 99 Ercilla, diario, 381 Erikson, M . , 376 Es Cristo que pasa (José María Escrivá), 430 Escartín, Carlos, 18 Escelicer, S.A., 290 Escobar Kirkpatrick, marqués de Valdeiglesias, José Ignacio, 362 Escola G i l , Rafael, 99, 104 Escorial, 160 Escudero, Gerardo, 307 Escrivá, Asunción, 13 Escrivá, Carmen, 12, 13, 16, 17, 22, 37, 41, 87, 121, 338 Escrivá, Dolores, 13, 29, 38, 44, 120, 121 Escrivá, Rosario, 13 Escrivá, Santiago, 16, 17, 22, 33, 37, 38, 87, 338, 391, 392, 394, 395 Escrivá, Teodoro, 37, 38 Escuela de Administración de Instituciones (ESDAI), 374 Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Madrid, 143 Escuela de Periodismo, 333 Escuela en acción, La. 289 Escuela Industrial de Málaga, 40 Escuela Oficial de Periodismo, 89 Escuela Superior de Administración Pública, 375 Escuela Técnica de Hostelería Zumi, 378 Escuela Tipográfica Italo-Oriental S. Nilo, 152 Escuela Universitaria de Magisterio, 425 Escuelas Familiares Agrarias (RFA), 374, 397 Esfera, La, diario, 460
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Esfina, 221, 226, 227, 268-270, 274, 276, 280, 292, 346, 420 Esfina Barcelona, S.A., 268 Esfina Navarra, S.A., 268 Esnaola Raymond, José Ramón, 247 España como problema, (Laín Entralgo), 216 España después de los tratados (Calvo Serer), 215 España sin problema (Calvo Serer), 215, 216 Espectador, El, diario, 380 Espinosa Poveda, Arturo, 247 Espinosa Sanmartín, Juan José, 255, 256, 416 Espresso, V, semanario, 439 Establecimientos Urbanos, 427' Estacionamientos Subterráneos, S.A., 263 Esteban Romero, María, 15 Estela Films, 269 Estruch, Joan, 125, 355 Estudiantes Católicos, 42 Estudio General de Navarra, 203-205, 212, 227,312 Estudios Financieros Gudar, S.A., 427 Estudios Financieros Moncayo, S.A., 427 ETA, 409 Etame, escuela, 379 Eunspe Today, boletín, 365 Europa Press, 294 Europea de Finanzas y Comercialización de Servicios Empresariales, S.A., 427 European Media Studies, 365 L'Européen, revista, 344 Eusko Alkartasuna, 414 Exhibidores Unidos, 269 Eximgold, sociedad, 279 Eximtrade, 279 Expoluz de Publicidad Exterior, S.A., 287 Expo-red, S.A., 427 Exportador Español, El, revista, 247 F.zquerra, Jesús, 417
Habióla, reina, 364, 450 Faces (Fomento de Actividades Culturales, Económicas y Sociales), 296, 297 Falange Española, 71, 90, 106, 112, 113, 115, 209, 245, 450 Famiglia Cristiana, semanario, 324 Fanjul Sedeño, Juan Manuel, 260, 285, 410 Fantozzi, Augusto, 349 Farmabión, S.A., 269 Faro de Vigo, El, 295 Farré Escofet, José María, 271 Farri, Umberto, 350 Faulhaber, cardenal, 366
Fontana Codina, Enrique, 233, 280 Fazio, Domenico, 350 Federado de Joves Cristians de Catalunya, 104Fontanar, conde de, 156 Forbath, Peter, 304 Federación de Sindicatos Independientes de la Forex Club International, 262 Enseñanza, 413 Forja (José María Escrivá), 162, 431 Felipe, príncipe, 207 FORPA, 247 Felipe II, 44 Fortes, Antonio, 242 Felipe V, 393 Felzman, Vladimir, 395 Fourastié, Jean, 356, 360 Fénix Peninsular, 262 Foxá, Agustín de, 71 Fernández, Justo, 444 Fraga Iribarne, Manuel, 233, 259 Francisco de Borja, duque de Gandía, 331 Fernandez de la Mora, Gonzalo, 233, 238, Francisco de Sales, san, 30 247, 260, 263, 272, 287, 348, 367 Francisco Gracia, José Víctor de, 261, 426 Fernández Figueroa, Juan, 295 Franco «Caudillo de España» (Paul Preston), Fernández Vallespín, Ricardo, 40, 51, 53, 55, 207 56, 98, 129, 382 Franco, Francisco, 43, 44, 58, 60, 62, 66-73, Ferragni, Fabrizio, 350 74, 77, 92, 94, 95, 96-101, 105, 106, 114, Ferrer, Concepció, 414 115, 135, 136, 142, 149, 154-157, 159, 186, Ferrer, Vicente, 119 191, 204-211, 213, 215, 216, 218-221, 230Ferrer Bonsoms, José, 268, 270, 271, 287, 233, 236, 237, 240-244, 247, 250, 255, 259, 371, 422 274-276, 278, 280, 296, 299, 312, 315, 316, Ferrol Diario, 294 Ferroan, vizconde, 372 318, 324, 342, 346, 387, 388, 390-392, 395, Feryex, S.A., 427 348, 403, 408, 409, 413, 416, 421, 422, 429, Fiduciaria Giardini, 351 430, 433, 443, 444, 457, 458, 463, 466 Fiduciaria Mexicana S.A., 263 Frankenberg, Ruthard, 368 Fígaro, Le, 303, 311 Frei, Eduardo, 381 Figuerola, José María, 285 Freitag, Hans Rudi, 370 Filmayer, S.A., 269, 427 Frente de Juventudes, 106, 231, 267 Filmayer Video, S.A., 427 Fuenmayor Campín, Amadeo, 125, 132, 143, Filmófono, S.A., 268, 269 206, 207, 243, 317 Financiera Ruiz Mateos, S.A. Véase Rumasa Fuente, Licinio de la, 233, 247 Finanziaria Astigianato Industria, 351 Fuerza creadora de la libertad, la (Calvo Finetti, Aurelio, 365 Serer), 220 First National Bank of Boston, 262 Fundación de Boog, 364 Fisac, Dolores, 121 Fundación General Mediterránea, 273, 274, Fisac, Miguel, 54, 56, 57, 64, 66, 69, 72, 73, 371, 414, 421, 423, 426, 427, 428 76, 94, 98, 99, 121, 131, 194, 202, 253, Fundación Internacional de la Familia, 370 284, 297, 394, 403, 457 Fundación Limmat, 371, 372, 377, 423 Fitzgerald, Alexis, 352 Fundación Nacional de Investigaciones CienFiventas, Financiera de Expansión y Ventas, tíficas, 94, 97 262 Fundación Oriol-Urquijo, 290 Floristán, Alfredo, 290 Fundación privada Byblos, 427 Fomento de Centros de Enseñanza Barcelona, Fundación Rhein-Donau-Starnberg, 367, 377 S.A., 269 Fundación Ruiz Mateos o Patronato Social Fomento de Centros de Enseñanzas, S.A., Cristiano Nuestra Señora del Perpetuo Soco269, 425 rro, 273 Fomento de Estudios Superiores, 141 Fürstemberg, cardenal, 428 Fondation pour la Culture et l'Education, 378 Futuro de la universidad, El (J. L. Aranguren), Fondo de Inversiones Mobiliarias, S.A., 268 204 Fontán, Antonio, 50, 144, 213, 290, 297, 348, 359, 389 Fontán, Eugenio, 144 Gaceta del Norte, diario, 295 Fontán Lobe, Jesús, 71, 206, 243 Gaceta Universitaria, revista, 289, 294 Fontana, José María, 213, 240 Gaisse Basabe, Fernando, 143
652
Galarraga, Juan Antonio, 150, 353 Galdón, Eugenio, 241 Galeotti, Guido, 349 Galíndez Celayeta, Ángel, 57, 202, 267 Galindo, Santiago, 348, 404 Gallega S.A., sociedad Inmobiliaria, 143 Gallego, Vicente, 295, 296 Gamero del Castillo, Pedro, 114 García, Gloria, 394 García Benito, Mariano, 284 García Calvo, Agustín, 85 García Escobar, María Ignacia, 120 García Fernández, Antonio, 284 García Franco, empresario del diario Público, 348 García Hoz, Víctor, 269, 289 García Lahiguera, José María, 86, 107, 136, 330 García Moneó, Faustino, 232, 250, 267, 285, 416 García Morente, Manuel, 93 García Pimentel, familia, 374 García Ramal, Enrique, 233 Gari Mir, diputado, 410 Garicano Goñi, Tomás, 233 Garorsci, Aldo, 214 Garrido, Luis María, 375 Garriga, Ramón, 207 Garrigó, Andrés, 363 Gárriz Goñi, Jesús, 261 Gasperini, Cristiana, 350 Garzón, jesuita Francisco, 30, 329 Gatti, Emilio, 349 Gaymard, Hervé, 361 Geinoz, Frangois, 372 Gelli, Licio, 439 Gerolamo, san, 153, 154 Gesalí Rius, Juan, 284, 419 Gestión de Fondos Editoriales S.A., 427 Ghisleri Staumont, Juan Carlos, 271 G i l , Arturo, 411 G i l de Biedma, Jaime, 81 G i l Munilla, Octavio, 143 G i l Robles, José María, 259 Gilet, Francisco, 414 Gilroy, cardenal, 384 Giménez-Arnau Gran, Enrique, 89, 280 Giménez Caballero, Ernesto, 71 Giménez Fernández, Manuel, 205, 219, 224, 305,319 Ginebra Torra, Juan Bautista, 257 Giner de los Ríos, Francisco, 36 Giscard d'Estaing, Edmond, 263, 358, 359, 417, 418
Giscard d'Estaing, Valéry, 416, 417, 418 Glemp, cardenal, 368 Goimendi, Colegio Mayor, 389 Goldsmith, familia, 279 Gómez-Acebo, Luis, 376 Gómez Antón, catedrático, 375 Gómez Aparicio, Pedro, 89 Gómez Colomo, Fidel, 107 Gómez-Iglesias, jurista, 126 Gondrand, Francois, 359 Gondrand et Compagnie, 359 González, Felipe, 424 González, Natividad, 120 González Adalid, Antonio, 280, 281, 286 González Álvarez, de la redacción de Arbor, 160 González Barredo, José María, 40, 56, 102, 373 González Lucas, Luis Miguel, 280 González Robatto, José, 258 González Ruiz, José María, 266, 307 González Valles, José María, 249, 250 González Vidaurreta, Joaquín, 242 Gordón Picardo, Luis, 28, 40, 56 Gortari Egea, Miguel, 203, 261 Gráficas Andrés Martín, S.A., 294 Gráficas Cóndor, 294 Gráficas García Blanco, 292 Gráficas Industriales, 294 Gráficas Navarra, S.A., 294 Gramont, Ignatius, 377 Gran Enciclopedia del Opus Dei, 453 Gran Enciclopedia Rialp, 453 Gran Oriente, boletín, 358 Grandpont House, residencia, 352, 353, 354 Grases, Montserrat, 441 Gregorio XVII, papa, 443 Greygarth Association Limited, 354 Greygarth House, 354 Graben, Ignace de, 365 Guadiana de Publicaciones, 290 Guardans, Ramón, 141, 142 Guardans Cambó, Pablo, 413 Güell Churruca, conde de Ruiseñada, Juan Claudio, 220 Güell Martos, marqués de Comillas, Juan A l fonso, 266, 270 Guerra Campos, monseñor, 308 Guevara, Joaquín, 168 Guruceaga, obispo Francisco, 383 Gutiérrez, Fernando, 409 Gutiérrez Ríos, Enrique, 160, 240 Guzmán, Enrique, 267 Guzmán, Rafael, 267
653
Holy Ñame Society, 304 Hora, La, 211 Horas confusas, En las (Eugenio Montes), 105 Horizonte, colegio, 348 Horthy, almirante, 44 Hoyo Alonso, Dora del, 401 Huarte Goñi, Félix, 261 Huellín Vallejo, diputado, 410 Hume, Basil, 355 Hurtado de Mendoza, Laura, 335, 409
Guzmán O'Farril, María de la Concepción, condesa de Vallellano, 27
Haddock, miembro canadiense del Opus, 378 Hall, residencia de la, 368 Hambros Bank Ltd., 262 Hardberg, centro, 367 Harguindey Baner, 410 Harrows Club, 351 Harvard Business School, 375 Harvard University, 375 Harvey, firma, 272 Harvey, véase John Harvey Hauser y Menet, S.A., 294 Havre, Didier van, 364 Hegdgerow, residencia, 376 Hegel, Friedrich, 465 Heller Factoring Española, 262 Henninger, grupo cervecero, 273 Hera, Alberto de la, 413 Heristal, residencia, 367 Hermandad de Excombatientes del Alcázar de Toledo, 295 Hernández Canut, Juan, 271 Hernández Garnica, José María, 56, 61, 125, 129, 191, 397 Hernando Bocos, Vicente, 35 Herranz, Julián, 145, 299, 303, 304, 317, 438 Herrera Oria, Ángel, 89, 136, 288 Herrero Fontana, José Ramón, 56 , 255, 257 Herrero Tejedor, Fernando, 246, 247, 289, 410 Hervás, obispo de Mallorca Juan, 107, 182 Higher Education Research Limited, 424 Hijos de Valeriano Pérez, S.A., 287 Hijos del Padre (Alberto Moneada), 175 Hispano Argentina de Libros, S.A., 290 Hispano-Francesa de Diatomeas, 263 Hispano-Urquijo, grupo financiero, 264 Hispamún, S.A., 280 Historia de España (Claudio Sánchez Albornoz), 97 Historia de la Sagrada Pasión (Luis de la Palma), 46, 330 Historia oral del Opus Dei (Alberto Moneada), 98 Hitler, Adolf, 43, 86, 349, 443 Hlinka, sacerdote, 44 Hoare, Mrs. Eileen, 353 Hofmann, Paul, 315 Hogested, centro cultural, 367 Hohewand, centro, 369
I.A. Publicidad, 28 Ibáñez Freiré, Antonio, 280 Ibáñez Martín, José, 86, 99-101, 103, 208, 211, 212, 347, 380 Ibérica, revista, 298 Iberunión Bank, 367 Ibis, librería, 374 ICAM1 (Instituto de Capacitación y Adiestramiento de Mandos Intermedios), 374 IESE, 267 Ignacio de Loyola, 65, 151, 327, 328, 330, 331, 356 Illana, Amparo, 289, 410 Illanes, José Luis, 126, 187 Illinois Institute de Technology, 375 Ilustración Femenina, La, revista, 292 Imefbank, 371 Impak, 269 Imprenta Foresa, 294 Imprenta Industrial, S.A., 294 Incardona, Nunzio, 349 índice, revista, 266 Industrias Siderometalúrgicas, 267, 280 Informaciones, diario, 295, 296 Inmobiliaria Grey, 269 Inmobiliaria Torremuelle, S.A., 427 Institución Libre de Enseñanza, 36, 37, 66, 93, 94, 103, 155, 203, 204, 331 Institución Teresiana, 344 Instituto Comunitario, 337 Instituto de Crédito a Medio y Largo Plazo, 256, 257, 258 Instituto de Crédito de las Cajas de Ahorro, 256, 258, 273, 295 Instituto de Cultura Hispánica, 362 Instituto de Derecho Canónico, 310 Instituto de Educación e Investigación, 425 Instituto de Estudios Políticos, 247, 248, 255 Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE), 375
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Instituto de Estudios Superiores de la Empresa de Barcelona, 374, 375 Instituto de la Mujer, 413 Instituto de Obras de la Religión (IOR), 222 Instituto de Óptica, 253 Instituto de Periodismo, 290, 348 Instituto Español de Moneda Extranjera (IEME), 232, 278, 279, 371 Instituto Femenino de Estudios Superiores (IFES), 378 Instituto Lidenthal, 368 Instituto Nacional de Enseñanza Media Ramiro de Maeztu, 103, 201, 212 Instituto Nacional de Industria (INI), 208, 267 Instituto Nacional de la Vivienda, 246, 286 Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE), 374 Instituto para la Cooperación Universitaria (ICU), 350, 446, 469 Instituto para la Formación de Padres, 367 Instituto para las Obras de Religión, 275 Instituto Robert Schumann, 365 Instituto Secular, 213, 392, 429, 436, 438 Instituto Superior de Ciencias, 348 Instituto Tajamar, 283, 305 Instituto Terapéutico, S.A., 269 Instituto Valle Grande, 350, 380 Institutos Seculares, 140, 146-148, 163, 170, 193, 199, 200, 299-311, 314, 315, 317, 320, 321, 323, 324, 337, 339 Instrucción de San Gabriel, 249, 250, 283 Inter-Alpha-Holding, 360, 371 «Integralismus» (von Balthasar), 318 Intercomex, S.A., 427 Interdis, 287 Interfico, sociedad, 360 Internacional de Revistas y libros (antes Delsa distribución), 269 International Holding and Investment Company, 271 International Telephone and Telegraph Corporation (ITT), 155 Inversora Industrial del Centro, 269 Inves Leasing, S.A., 427 I. P. Información de Publicidad, 287 Irene de Hoanda, princesa, 388, 389 Irving Trust Company, 347 Isabel la Católica, 403 Isabel II, reina, 353 Ischudiwiese, centro, 370 Isenberg, Marianne, 367 Isenburg, residencia, 367 Istmo, revista, 374
Iturmendi, Antonio, 391 Ivo de Bretaña, 130
Jacinta de Navarral, abadesa de las Huelgas, 68, 147 Jackson, Diana, 377 Jacobo de Cardona, 45 Jenoptik Cari Zeiss Jena España, S.A., 427 Jiménez de Asúa, Luis, 57 Jiménez de Cisneros, fray García, 46 Jiménez Quiles, director general de Prensa, 308 Jiménez Salas, María, 160 Jiménez Vargas, Juan, 35, 40, 56, 61, 64, 102, 191, 202, 405, 406 John Harvey & Sons (España) Limited, 272 John Hopkins University, 375 Jorge VI, rey, 353 Jotsa, 284, 285 Jóvenes Agricultores, 413 Juan Carlos, príncipe, 154, 220, 232, 237, 335 Juan Pablo I, 432 Juan Pablo II, papa, 309, 339, 432-435, 437, 438, 440-442, 445, 447-449, 455, 463, 466, 469, 470 Juan XXIII, papa, 310, 312-314, 316, 320, 325, 326, 336, 381, 429, 432, 436, 469 Jung, Valerie, 367 Junta de Ampliación de Estudios, 66, 97, 103, 155 Junta de Relaciones Políticas, 150 Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 97 Junta Política, 113 Junta Técnica Nacional de Acción Católica, 98, 206 Juppé, Alain, 361 Juventud Católica, 42 Juventud de Acción Católica, 305, 306, 333 Juzgado Especial de Delitos Monetarios, 277, 422
Karol, K. S., 293 Kelly, Kathryn, 377 Kianda Secretarial College, 383 Kennedy, David M . , 271, 376 Keston Club, 354 Kinal, centro de capacitación de obreros, 378 Kolvenbach, general de los jesuitas, 335 Kowalzyk, Joseph, 368 Kranek Foundation, The, 426 Kücking, Marlies, 462
655
Llano Ancho, centro cultural, 379 Llano Cifuentes, Rafael, 310 Llanos, jesuita José María, 300, 307, 333 Higa Catalana, 105 Llopis Guiloche, familia, 280 Labbe, coronel Cristian, 381 Lacalle, Luis Alberto, 382 Llórente, Daniel, 91 Lacalle Leloup, Alvaro, 242, 247, 411 Locastro, Gaetano, 349 Lacalle Leloup, Gonzalo, 257 London School of Economics, 207 Lácteas Reunidas, 247 Lombard Odier et Cié, 262 Laín Entralgo, Pedro, 71, 102, 160, 216, 218 Lombardía, Pedro, 388 LaJodice, Aldo, 349 Longchamp, Albert, 371 Lamfrey, centro cultural, 361 Longford, conde de, 353 Laminación de Bandas en Frío, 267 Longo, María Teresa, 349 Lantini, Roberto, 349 López, Alfredo, 244, 391, 392 Laplana, Cruz, 46 López, Hernán, 347 Larga marcha hacia la monarquía, La (López López, Matías, marqués de Casa López, 422 Rodó), 237 López, Tesifonte, 276 Larraona Arcadio, 145, 311 López Amo, Ángel, 121, 154, 160, 220, 375, Larrea, obispo Juan Ignacio, 383 387 Larreina, Rafael, 414 López Amo, Victoria, 121 Laurent Ribara, Georges, 278 López Bravo, Gregorio, 231-233, 258, 259, Lauzarica Torralba, Xavier, 71, 79, 106 267, 279, 281, 286, 409, 410, 433 Law, cardenal, 376 López Cid, Gregorio, 298 Léger, cardenal, 378 López de Letona, José María, 233 Legionarios de Cristo, 463 López Henares, diputado, 410 Lejeune, Claire, 361 López Ibor, doctor, 102, 460 Lejeune, Jeróme, 360, 361 López López, Eugenio Casimiro, 246 León XII, papa, 431 López Martínez, Rosalía, 401 León XIII, papa, 328 López Muñoz, Arturo, 281 Leonardis, Piero Nicola de, 349 López Navarro, José, 129, 352 Lestini, supernumeraria italiana, 349 López Negrete de Corona, Amalia, 374 Ley de Abastecimientos, 275 López Ortiz, fray José (tío José), 96, 106, 127, Ley de Bases de Ordenación del Crédito y la 132, 160, 240, 449 Banca, 255 López-Puigcerver, familia, 89 Ley de Delitos Monetarios, 275 López Rodó, Laureano, 101, 141-143, 154, Ley de Expansión Bancaria, 270 197, 207, 208, 213, 218, 230-237, 243, Ley de Ordenación Universitaria, 100 247-249, 270, 282, 308, 313, 344, 369, 387 Ley de Régimen Jurídico de la Administra389, 391,409,410,414, 433 ción del Estado, 235 Lora Tamayo, Manuel, 232 Ley de Sucesión, 154 Lorenzelli, Vicenzo, 349 Liberal Licini, Ángel, 411 Loubei'ac, centro cultural, 361 Librerías del Norte de España, S.A. (Linesa), Lubac, Henri de, 318 sociedad, 293 Luca de Tena, familia, 294 Libro de la Virgen, El, 294 Lucas, Juan José, 413 Lierde, miembro de la curia, 324 Lucía de Portugal, sor, 448, 449 Life, revista, 464 Lucio, clérigo don, 284 Liga de San Pío V, 30 Luis de Granada, fray, 46 Limaque, Joseph, 362 Luis de la Palma, jesuita, 46, 48 De Linnie, semanario, 333 Lulio, Raimundo, 96 Linstead, sir Hugh, 353 Lumen Dei, 463 Lippeheide, Federico, 267 Lunn, sir Arnold, 353 Lismullin Scientific Trust, compañía, 352 Lusofina, sociedad de Estudios Financieros, Literatura universal sobre la guerra de Espa- 263, 346, 347 ña (Calvo Serer), 214 Lynch, J. J., 352 Küng, Klaus, 369 KW Stifung, fundación, 426
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Maarhof, residencia, 367 MacMahón Jacquet, Carolina (Carito), marquesa de, 71, 122, 202 Madrid, diario, 263, 285, 294, 296, 297, 452 Madurga, José Ramón, 150, 351 Maestro español, El, 289 Maeztu, Ramiro de, 114, 210, 213, 214 Maeztu, Víctor, 414 Magistris, Luigi de, 444 Maglione, cardenal, 316 Magnelain, Alain, 356 Mahaney, sacerdote Hilary, 377 Maicas, Fernando, 150, 356 Manifesté des Inégaux (Fabricius Dupont), 158 Mañana, revista, 282 Manara, Miguel de, 331 Maquinaria Textil del Norte de España, S.A. Véase Matesa Máquinas e Ferramentas, 263 March, grupo, 264 Marchesini, supernumeraria italiana, 349 Marcinkus, Paul, 271 Marco Cecilia, José María, 247 Marco Ibérica de Distribuciones, S.A., 290 Mare Nostrum, 262 María Cristina, reina, 12 Maritain, Jacques, 214 Marluns da Silva, Silveiro, 347 Marrama, Roberto, 349 Marrero, Vicente, 161, 348 Marsiletti, Massimo, 349 Martí Gilabert, Justo, 129 Martín Alonso, Pablo, 231, 242 Martín Artajo, Alberto, 136, 216 Martín Gaite, Carmen, 110 Martins, Silveiro, 348 Martínez, Milagros, 71 Martínez Bush, almirante 381 Martínez Doral, sacerdote, 308 Martínez Encinas, Vicente, 333 Martínez Ferigle, Salvador, 372 Mas Calvet, Román, 268 Mascullo, Estefano, 349 Massachussetts Institute of Technology, 376 Massera, almirante Emilio, 383 Massó, Juan, 384 Massó, Ramón, 388, 389 Matesa, 261, 275, 290, 295, 414-417, 424, 426 Matí, El, 104 Mato, Ana, 413 Mayor Zaragoza, Federico, 410, 469 McCann, John, 352
McCann Erikson, agencia de publicidad, 376 Mediobanca Italiana, 262 Meditaciones de los Misterios de la Santa Fe (Luis de la Puente), 30, 330 Meditaciones Espirituales (Francisco Garzón), 30, 329 Megavisión, cadena de televisión, 381 Meilán G i l , diputado, 410 Meleux et Compagnie, 360, 417, 418 Meleux, Louis, 360, 417, 418 Mellis, Roben, 353 Meló, Enrico de, 347 Memorias (López Rodó), 313 Memorias (Mariano Navarro Rubio), 208 Menchaca, Antón, 267 Méndez, gerente de ABC, 290 Méndez Encinas, Manuel, 241 Menéndez Pelayo, Marcelino, 210, 214, 216, 348 Menéndez Pidal, Ramón, 97 Menfis, 287 Mercurio, diario. 381 Meridiano, revista, 287, 294 Meroño, José, 276 Mertes, Alois, 366 Metraseis, 272 Meyriat, Jean, 360 Michavila, José María, 413 Michelet, Edmond, 360 Michelini, Alberto, 350 Midega Film, 269 Midtown, centro, 376 Millán, Gregorio, 286 Millán Puelles, Antonio, 348 Mindán Mañero, Manuel, 17 Minería, radio, 381 Mira Club, 348 Mira Rio, colegio, 348 Miranda, Jorge, 347 Miranda, arzobispo Miguel Darío, 373 Misereor, obra asistencial, 433 Mission de France, 312, 313 Mito de la cruzada de Franco, El (Herbert R. Southworth), 214 Modrego, Gregorio, 106 Mojaisky, Gastón, 383 Moles Villaseñor, Odón, 379 Molinaro, Sandro, 351 Molins, Casimiro, 270, 271 Molins, Joaquim, 414 Moneada, Alberto, 98, 173, 175, 248, 250, 280, 375, 394, 409, 451, 455, 456 Moncloa, revista, 294 Moncloa, residencia, 123
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Monde, Le, 296, 360 Monforte, Isaías, 247 Monreal Luque, Alberto, 233 Mont d'Or, centro cultural, 361 Monte de Piedad de Madrid, 260 Monte Erdao, S.A., 427 Monteávila, residencia, 379 Montes, Eugenio, 105, 406 Montini, cardenal arzobispo Giovanni Bañista, 316, 317 Montuenga, Juan Francisco, 426 Mora-Figueroa, Javier, 243 Moran, Francisco, 26, 49, 53 Morcillo, Casimiro, 71, 106, 294 Moreno, María Angustias, 396, 442, 461-463 Morís, José Luis, 226 Moro, obispo Santos, 106 Moro, Tomás, 119, 130 Morra, Gianfranco, 349 Morro Velho, centro social, 381 Mortes Alfonso, Vicente, 231, 233, 246, 247, 257, 387 Mota de Amaral, presidente de Madeira, 347 Mountbatten lord, 155 Movierecord, 287 Moya Moreno, 410 Mozzoni, cardenal, 428 Mágica, Mateo, 79 Mujeres Rurales, asociación, 413, 469 Mulcahy, Richard, 352 Mundo, grupo, 422 Mundo, revista, 287, 295 Mundo Cristiano, seminario, 290,292,308,452 Muñoz, Emilio, 243 Mussolini, Benito, 43, 105, 443 Múzquiz de Miguel, José Luis, 56, 125, 129, 157, 372
Netherhall House, residencia, 352, 353, 424 Neue Zürcher Nachrichten, 318, 334 Neussart, residencia femenina, 363 New York Times, diario, 315, 377 Newman Club, 375 Nicolás de Bari, san, 119 Nicolo, Alberto de, 351 Nideck e Imsthal, centro cultural, 361 Nieto Tamargo, Alfonso, 289 Nixon, presidente Richard, 271 Nordfinanz Bank, 271, 372, 422, 423, 425 Norte-Exprés, diario, 289, 294 Northview, residencia, 376 Noticiero Universal, El, diario, 295 Noticias, semanario, 67, 340 Notre Dame du Travail, sociedad, 145 Nouvel Observateur, Le, 277, 334 Nuestro Tiempo, revista, 187, 212, 235, 285, 290, 293, 299, 318 Nueva Imprenta Radio, S.A., 294 Nuevo Diario, 269, 274, 295 Nunciatura Apostólica de la Santa Sede, 315 Núñez Díaz, Agustín, 143
Oberstrass, centro, 370 Obra de la Preservación de la Fe, 21 Obra Post-Escolar, 21 Obra Sindical del Hogar, 231 Obra Sindical del Hogar y Arquitectura, 246 Obra social de las Caja de Ahorro, La (Confederación Española), 260 Obregón Navarro, Ana María, 284 Obregón Toledo, Juan, 284 Ocáriz, Fernando, 187, 454 OCDE, 263 O'Connor, cardenal, 376 Oeuvre Nationale de l'Enfance, V, organismo de beneficiencia, 363 Navarro, Fausto, 226 Oficina Central de Coordinación y PlanificaNavarro Rubio, Emilio, 121, 344 ción, 375 Navarro Rubio, Mariano, 121, 206, 208, 225, Oficina de Coordinación y Programación Eco226, 230-232, 240, 241, 246, 247, 260, 261, nómica (OCYPE), 231, 235 262, 270, 273, 344, 346, 347, 416, 445 Oficina Nacional de Recionalización de la Navarro Rubio, Pilar, 121, 255-258, 279, 344 Administración Pública del Perú (ONRAP), Navarro Valls, Joaquín, 350, 447, 467, 469 375 Neblí, librería, 293 Olaechea, obispo de Pamplona Marcelino, 65, Nederlandsee Middelstand Bank (NMB), 372, 106, 107 419 Olarra Ugartemendía, Luis María, 280, 281 Negro, Francisco María, 30 Olivera Lascorz, María Elena, 293 Netherhall Boys Club, 354 Ollero, Andrés, 413 Netherhall Educational Association (NEA), Olmo Rodríguez, Luisa del, 461 354 O'Malley, Desmond J., 352 Netherhall House Development Commettee, 354 Omnia, 262
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Onteiro, marquesa de, 27, 29, 31, 329 Opus Dei: anexo a una historia. El (María Angustias Moreno), 462 Opus Dei en España, El (Daniel Artigues), 207 Opus Dei, grupo financiero, 264, 266 Orbegozo, Ignacio, 55, 56, 121, 312, 317, 380, 383 Orbegozo, Rosario, 121 Orden Benedictina, 91 Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, 395, 422 Orden de San Bernardo, 68 Orden del Santo Sepulcro, 395 O'Reilly, W., 352 Organizaciones no gubernamentales (ONG), 350 Orgaz, general, 66, 71, 72, 122 Oriol Urquijo, Antonio María, 203, 233 , 266 Oriol Urquijo, marqués de Casa Oriol José Luis de, 203, 335 Orlandís, José, 62, 90, 102, 126, 136, 157, 204, 348, 359, 397 D'Ors, Alvaro, 388 Ors Pérez, Alvaro, 143, 160, 247 Ortega Pardo, Encarnación, 121, 345 Ortega, Pardo Gregorio, 121, 226, 263, 276, 285, 345, 346, 347, 458-461 Ortega, Jesús, 181 Ortega y el 98 (Fernández de la Mora), 238 Ortiz de Landázuri, Guadalupe, 121 Ortiz de Landázuri, Eduardo, 121, 388, 446 Ortiz de las Heras, Blanca, 402, 450 Ortiz Gracia, Juan Antonio, 247, 257 Ottaviani, cardenal, 312, 428 Otto de Habsburgo, príncipe, 362 Oultremont, familia belga, 364 Ousset, Jean, 358
Pabellón, distribuidora, 269 Pablo VI, papa, 315, 316, 319-326, 333, 336, 337, 406, 428, 429, 432, 434, 437, 443, 444, 468, 469 Pacto de Acero, 43 Padilla, Jerónimo, 305-307 País, El, diario, 435 Pajares, Albino, capellán militar, 15 Palabra, revista, 327 Palabras del momento (Eugenio Montes), 105 Palacio, Loyola de, 413 Palacios López, José Antonio, 35 Palazzini, cardenal Pietro, 428, 443, 444 Palma, Luis de la, 330
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Palomeras Bigas, Juan, 421 Pániker, Raimundo, 104, 129, 160, 161, 457 Par, Alfonso, 104 París Rico, Luis, 460 Partido Colorado, 382 Partido Demócrata Popular, 410, 411 Partido Fascista italiano, 43 Partido Liberal, 410, 411 Partido Nacional, 382 Partido Popular (PP), 347, 412-414 Partido Social Demócrata (PSD), 347 Partido Socialista Español (PSOE), 411, 412 Pasqua, Hervé, 363 Patronato de Enfermos, 21 Patronato de Santa Isabel, 44, 45, 74 Patronato local de Formación Profesional, 40 Patronato Real, 44 Pavelic, Ante, 348 Payne, Stanley G., 209 Pedro de Alcántara, san, 46 Pelach, obispo Enrich, 383 Peláez Hernández, Mariano, 419 Pélichy, Gilíes de, 364 Pemán, José María, 95, 386 Penibérica, S.A., 269 Penitenciaria Apostólica, 138 Peñafiel, Jaime, 389 Peñalver Simó, Patricio, 144 Pepe, Federico, 351 Peralta, Francisco, 107 Peralta, marqués Tomás de, 391, 393, 395 Pérez, Antonio, 123, 136, 164, 220, 221, 231, 276, 400, 409, 457, 458 Pérez de Bricio, Carlos, 411 Pérez de Urbel, fray Justo, 91, 315 Pérez-Embid, Florentino, 18, 50, 61, 94, 143, 160, 161, 208, 210, 213, 219-221, 251, 253, 295, 296, 297, 298, 389 Pérez Hernández, Antonio, 311, 316 Pérez Pellón, Javier, 434 Pérez Ruiz, Antonio, 249, 280 Pérez-Tenessa Hernández de los Gránales, Antonio, 19, 90, 100, 151, 152, 226, 240, 249, 457 Perfil biográfico (Carlos Escartín), 18 Persona, cadena de televisión, 350 Petain, mariscal, 356, 358, 359 Pía Unión, 117, 119, 120, 124, 125, 126, 133, 137, 311 Piccoli, Flaminio, 350 Pichot, María del Carmen, 205 Picó Amador, Vicente, 269, 289, 297 Pilaster Gestora de Patrimonios, S.A., 427 Pili y M i l i , 269
Publicaciones Industriales y Comerciales, S.A., 247, 289 Publicidad Expresa, 287 Publicidad Gisbert S.A., 287 Publicidad Maxán, 287 Publicidad Urba, 287 Público, diario, 348 Publinter. S.A. Internacional de Revistas y Libros, 269, 292 Puccini, obispo Hugo, 383 Pueblo, diario, 295 Puente, Luis de la, 30, 330 Pujadas Domingo, Fernando, 410
Pin Arboledas, diputado, 410 Pinay, Antoine, 358, 363 Pinglé, Jacques, 360 Pinochet, Augusto, 381 Pío IX, papa, 328 Pío X, papa, 119, 328 Pío XII, papa, 137, 139, 147, 200, 306, 311, 312, 316, 325, 326 Piquer, padre, 260 Pirelli, 351 Pía y Deniel, Enrique, 107 Plan de Desarrollo, 232, 233, 246, 235, 282, 360 Plan de Desarrollo Económico, 281 Plan de Urgencia Social, 231 Planalto, colegio, 348 Planell, Joaquín, 230, 232 Planell Fonrodona, Francisco, 268 PNV (Partido Nacionalista Vasco), 414 Polanco, almirante, 243 Política de integración (Calvo Serer), 215, 217
Qué pasa, diario, 381 Quesada, sacerdote, 361 Quiroga, Benigno, 143 Quiroga Palacios, Fernando, 311
«Politique intériure de l'Espagne de Franco» (Calvo Serer), 215 Poniatowski, Michel, 416, 417 Ponz Piedrafita, Francisco, 382 Poole, Fernando, 409 Popularinsa, 264, 266 Portacoeli, asilo, 40 Portales, radio, 381 Portillo Diez, Alvaro, 25, 56, 61, 63, 125, 126, 136-138, 140, 144, 146, 151, 157, 164, 187, 191, 193, 194, 309, 311, 313, 314, 317, 388, 392, 400, 401, 404-408, 428-432, 434, 435, 438, 444, 454-456, 468, 469 Portillo, Antonio, 71 Pou, Victor, 365 Poveda, padre, 29, 30, 300 Prensa Económica, S.A., 295 Prensa y Ediciones, 269 Prensa y Propaganda de Falange, 70 Preston, Paul, 156, 207, 208 Prieto, María del Pilar, 445 Primo de Rivera, José Antonio, 21, 30, 43, 105, 110, 200, 443 Primo de Rivera, Pilar, 120 Problemas teóricos y prácticas de la planificación (Bettelheim), 293 Prodigiosa aventura del Opus Dei: génesis y desarrollo de la Santa Mafia, 184 Productos Agrícolas, S.A., Prodag, 279 Promos, revista, 264 Propagandistas Católicos, 103 Provincia, La, diario, 295
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Racionero Grau, Claudio, 277 Radiodifusión y Televisión, 247 Radio Renasen^a, 348 Radio Televisión Portuguesa (RTP), 348 RAI, 350 Raimundo Lulio, Patronato, 106 Rama, Carlos M . , 244 Ramakrishna, Shri, 139 Ramos Oliveira, Antonio, 209 Raschini, María Adelaida, 349 R. De Lubersac et Cié, 262 Reafirmación espiritual de España (Eugenio Montes), 105 Red de Exclusivas, S.A., 427 Red Territorial de Mandos (RTM), 423 Redacción, revista, 294 Región, diario, 295 Registro Histórico del Fundador, 441 Reina, Mercedes, 27, 28 Reina, Víctor, 187 «Renacimiento», asociación católica, 334 Republicanos Independientes, 360, 417 Residencia Universitaria «Centenario», 374 Residencia Universitaria Internacional (RUI), 350 Residencia Universitaria Panamericana, 374 Resumen, revista, 374 Revolución de los Claveles, 369 Revista de Occidente, 161 Revista de Revistas, 296 Reynolds, Stephe, 353 Rhonheimer, George, 372 Ribera, Juan de, 102
Riberi, Antonio, 315 Rica, Dolores de la, 121 Ricardos, conde de Traillas, don Antonio, 396 Richards, Michael, 150, 352, 353 Ridruejo, Dionisio, 71, 160, 236, 237 Rieman, Richard, 375 Rincón, Luciano, 386 Río Claro, centro, 381 Rivadeneyra, padre jesuita, 114, 332 Rivero, conde de Limpias, Ramón, 225 Riverside Study Center, 376 Rocamora Valls, Pedro, 28, 56 Rocca, Giancarlo, 439, 444 Rochette, Jean Claude, 361 Rockbrook Park School, 352 Rodilla, Antonio, 71, 75, 91, 107 Rodríguez, obispo Adolfo, 380, 383 Rodríguez, Andrés, 381 Rodríguez, Mariano, 419 Rodríguez, Pedro, 187 Rodríguez Casado, Vicente, 56, 61, 63, 102, 143, 144, 220, 257, 283 Rodríguez Casanova, Luz, 21 Rodríguez Lorenzo, Manuel, 307 Rodríguez-Valdés Andrade, Daniel, 270 Rof Carballo, Juan, 13, 139 Roger Verdeguer, Juan, 160 Roig, Bartolomé, 268, 379 Romano, Cario, 349 Romay, José Manuel, 412, 413 Romero, Agustín, 277, 360 Romero Gorría, 232, 240 Ronte Publicidad, 287 Roosevelt, Franklin D. 155 Roquer, Ramón, 160 Rosales, Luis, 71 Rosecroft House, residencia, 352 Rosedale Club, 376 Rosemont Park School, 352 Roseto, Pedro, 347 Rothschild Fréres, grupo financiero, 347 Rotopress, S.A., 242 Roveraro, Gian Mario, 351 Rovira Tarazona, 410 Rubio, padre, 28 Rubio García, Nicolás, 225 Rueda Salaverri, Andrés, 227, 249, 263, 287, 360 Rühle, Jürgen, 214 Ruiseñada, conde de, 270 Ruiz Giménez, 102, 204, 212, 213, 215, 216, 218, 400 Ruiz Jusue, Teodoro, 380
Ruiz Mateos, José María, 272, 273, 354, 419427 Ruiz Mateos, Zoilo, 272, 273 Rumasa, grupo, 272, 273, 274, 275, 354, 367, 382, 414, 415, 418, 420, 421-427 Rumasa, financiera, 419-421 Rumo, revista de problemas actuáis, 346
Sábado Gráfico, revista, 421 Saenz, obispo auxiliar Fernando, 383 Sáenz de Tejada, José, 242, 411 Sagarminaga, Ángel, 71 SAIDEC, 361 Saint Louis University, 377 Sáinz de los Terreros, Manuel, 56, 64 Salama Benator, Isaac, 280 Salazar, Antonio Oliveira, 44, 346 Salbagny, centro cultural, 361 Salgado Torres, Enrique, 246 Salgado y Compañía, aceitera, 279 Salvat Hermanos, 290 Samanes, escuela Los, 379 San Cristóbal F . M . , radio, 381 Sánchez Albornoz, Claudio, 97, 98 Sánchez Bella, Alfredo, 233, 362 Sánchez Bella, Aurora, 362 Sánchez Bella, Florencio, 203, 362, 397 Sánchez Bella, Ismael, 132, 203, 290, 362, 382, 389 Sánchez de León, 410 Sánchez González, Hipólito, 262 Sánchez Moreno, Lucho, 317, 383, 400 Sánchez Ruiz, jesuita Valentín, 28, 29, 51, 86, 329, 330 Sánchez Toscano, Ángel, 257 Sancho, Silvestre, 107 Sancho Dronda, José Joaquín, 425 Sanguinetti, Julio, 382 Sanjuán Borda, 410 Sanjurjo, general, 35 San Román, Ramón, 249 Santander, grupo financiero, 264 Santander-Banesto, grupo financiero, 264 Santo Rosario (José María Escrivá), 46, 330 Santos Ruiz, Ángel, 101, 102, 269, 270 Santos y pillos: el Opus Dei y sus paradojas (Estruch), 125 Sanz Orrio, Fermín, 240, 241 Saralegui, José de, 227 Saralegui, Francisco, 287, 288 Sarasa Miquélez, diputado, 410 Sargent, Daniel, 130 Saumells, teórico del Opus, 348
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Sociedad de Cultura Universitaria Técnica, 141 Sociedad de Estudios Financieros (Lusofina), 459 Sociedad de Orientación de la Familia, 369 Sociedad Eclesiástica, 127 Sociedad Económico Cultural Alavesa, 259 Sociedad Española Anónima de Estudios F i nancieros. Véase Esfina Sociedad Española de Construcción Naval, 267 Sociedad Financiera de Turismo, 263 Sociedad General Fiduciaria, S.A., 264 Sociedad Portuguesa-Americana de Fomento Industrial, 347 Sociedad Sacerdotal, 132, 137, 138, 147 Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, 124128, 131-134, 137, 138, 140, 143, 146, 148, 149, 163, 180, 187, 189, 194, 197, 199, 200, 300, 301-303, 309, 312, 321, 323, 325, 354, 357, 369, 437 Sociedad Sacerdotal en la Congregación de Religiosos, 126 Societé Anónime des Trusts et d'Operations Financiéres, 271 Societé Anónime dTnvestissements pour le Development Cuturel (SAIDEC), 359 Societé de Banque Suisse, 278 Societé d'Editions et de Publications Artistiques et Litteraires (SEPAL), 359 Societé Financiere Européene, 347 Societé Genérale Bayerische Vereinsbank, 262 Societé Hollande-Suisse des Participations, 271 Societé Nationale des Chemins de Fer (SNCF), 360, 417 Socofina, sociedad, 360 Sodetex, sociedad, 416, 417 Sofemasa y Libra, S.A., 272 Sofía, reina, 335, 387 Sogeval, Sociedad gestora de fondos e inversión inmobiliaria, 262 Soldano, cardenal Angelo, 455 Soldevila, consejero del Banco Popular Español, 286 Soldevila, cardenal, 18, 19 Solé Torre, Emilio José, 277 Soler Valero, diputado, 410 Solidarnosc, sindicato, 433 Solís Ruiz, José, 233, 248 Sombra del Rey, La (Manuel Soriano), 335 Soria, José Luis, 333, 378 Soriano, Manuel, 335 Souneg, centro, 370 Southworth, Herbert R., 214 Stanislas, colegio, 361
Scapinelli, subsecretario del Vaticano, 313 Schmidt, Werner, 367 Schmitt, Cari, 214 Schmitt, Fernand, 362 Schumann, Robert, 358 Schuyller Hall, 376 Schveidt, centro, 367 Sección Femenina de Falange, 119, 120 Secea, sociedad, 286 Seco, Luis Ignacio, 259 Sedbrug Limited, compañía, 424 Segunda, diario La, 381 Segura, cardenal Pedro, 107, 111 Seidel, Hans, 384 Seido Cultural Center, 385 Seido Language Institute, 385 Seido Systems School, 385 Seleccciones del Reader' Digest, 294 Semana, revista, 292 Sendagorta, Enrique, 267 Sendagorta, José Manuel, 286 Sentmenat, Antonio de, 45 Servicio Asesoría Gestión Empresarial e Informática, S.A., 427 Servicio Comercial Metalgráfico, 287 Servicio Comercial y Técnico de Industria Auxiliares de la Construcción Naval, Indunares, 286 Servicio de Constructores de Bienes de Equipo (Sercobe), 286, 287 Servicio Técnico Comercial de Constructores Navales, 267 Servicio Universal de Noticias y Colaboraciones, 294 Siaguing, financiera, 371 Siderúrgica Nacional portuguesa, 346 Signo, semanario, 305-308 Silva Azlor de Aragón, familia, 75 Silva Muñoz, Federico, 218, 232, 233, 272, 409, 410 Sin, Jaime, 384 Sindicato del Papel, Prensa y Artes Gráficas, 247 Sindicato Nacional del Metal, 247 Sindona, Michele, 222, 271, 422 Sinués Urbiola, José, 150, 259 Sipe Famiglie, publicación, 350 Siri, cardenal Giuseppe, 432 Slazenger, Ralph, 351 Soberana Orden de Malta, 393 Sociedad Anónima de Revistas y Publicaciones Españolas (SARPE), 241, 247, 259, 290, 291 Sociedad de Colaboración Intelectual (SOCOIN), 112, 113
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Starkie, Walter, 157 Stork, R. A. P., 353 Strathmore College, 383 Stricht, cardenal, 373 Stroessner, Alfredo, 381 Studi Católica, publicación, 350, 432 Suanzes, Blanca, 71, 243 Suanzes Jaúdenes, Pablo, 71, 243 Suárez González, Adolfo, 247, 289, 409-411, 413, 421 Suárez Verdeguer, Federico, 154, 160, 335, 387, 409 Subirachs y Compañía, 269 Sumaré, centro, 381 Suministros Adaro, 271 Sunc, agencia de prensa, 294 Surco (José María Escrivá), 162, 430, 431
Tocino, Isabel, 413 Tomás de Aquino, santo, 185, 357, 434 Toomey, investigador, 310 Tovar, Antonio, 208, 218 Tomás de Aquino, santo, 185, 357, 434 Torelló, Juan Bautista, 187, 332 Torres, Camilo, 380 Toro, Antonio del, 292, 293 Torrente Ballester, 71 Torres Simó, Pedro, 365 Le Tourneau, Dominique, 362 Tournelle, Guy de la, 356 Tovar, Antonio, 71, 93, 302 «Tradición, Familia y Propiedad», agrupación, 383 Transmondia, 190 Tras el umbral: una vida en el Opus Dei (María del Carmen Tapia), 462 Tratado de la oración y meditación (san Pedro de Alcántara), 46 Travel Investment Limite, S.A., 427 Trevor-Roper, Hugh, 43 Tría, seminario, 290, 291, 292 Trías, Eugenio, 366 Triboulet, supernumerario francés, 358 Tribunal de Delitos Monetarios, 278 Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, 113 Trifep, inmobiliaria, 361 Triguero, Juan, 211, 238 Trillo, Federico, 412, 413 Trust Company, 270 Tshombe, Moisés, 372 Tuñón Cruz, Adelaida, 293 T V 1 , 348
Tabancura, colegio, 381 Table Ronde, La, 359 Taboada, José Luis, 247 Tamezin Club, 354 Tapia, María del Carmen, 184, 189, 203, 250, 341, 399, 404, 406, 450, 452, 455, 461 Tarancón, cardenal Vicente Enrique, 233, 437, 447 Tardini, monseñor, 138, 193, 251, 312, 313, 314, 316, 317 Taylor, George F., 353 Tedeschini, cardenal Federico, 140, 144, 193, 200, 312 Teherán, conferencia de, 155 Temas para el Debate, revista, 412 Teresianas, Las, 29 Termes Carrero, Rafael, 360 Texeira, Bras, 348 Telepublicaciones S.A., 427 Televisión Española (TVE), 288, 289 Tellezgirón, M . , 374 Telva, semanario, 290, 292 Teología de la Liberación, 328, 380 Teología Espiritual (Pedro Rodríguez), 187 Teoría de la Restauración (Calvo Serer), 215, 218 Teresa de Jesús, 37, 48, 77, 152, 253 Termes Carrero, Rafael, 104, 226, 260, 263, 276, 371, 411, 419, 422, 425, 426, 428 Tesoro, Deuda Pública y Clases Pasivas, 255 Tierno Galván, Enrique, 239 Tierra extraña, En (Lili Alvarez), 91 Tiján, Pablo, 160 Time, revista, 61, 304, 355 Tiso, Jozef, 44
UCD, 144 Ugarte, obispo auxiliar Juan Antonio, 383 Ullastres, Alberto, 101, 172, 226, 230-232, 236-238, 241, 248-250, 255, 268, 276, 278, 279, 280, 282, 285, 344, 363 Ullerston, centro cultural, 378 UNESCO, 469 Union de Banques Suisses (UBS), 363, 422 Unión de Centro Democrático (UCD), 410, 411, 412 Unión de Federaciones Agrarias de España, 413 Unión del Pueblo Navarro, 414 Unión Democrática de Catalunya, 414 Unión Europea, 469 Unión Industrial Bancaria. Véase Bankunión Unión Internacional de Comercio, S.A., 280 Unión Internacional de la Abogacía, 469
663
Valls Taberner, Javier, 260, 419 Valls Taberner, Luis, 225-227, 231, 249, 260, 261, 263, 268, 275, 276, 296, 297, 371, 387, 411, 419, 420, 422, 425, 426 Valoración europea de la historia española (Calvo Serer), 215 Vanhan, residencia, 368 Vasco Catalana, sociedad, 270 Vázquez, Jesús, 446 Vázquez de Navarra, Andrés, 406 Vega, Alfonso, 247 Vegas Latapié, Eugenio, 154, 156 Vergés, padre, 105, 106, 111 Veymont, centro cuultural, 361 Vía Crucis (José María Escrivá), 430 Viaolardo, Giacomo, 311 Vida de Jesucristo (fray Luis de Granada), 46 Vida de San Ignacio (Rivadeneyra), 114, 332 Vida Mundial, revista, 298 Vida Nueva, semanario, 435 Vidal Beneyto, José, 246, 288 Vigón, Jorge, 231, 232 Vigorelli, Marco, 351 Vila, María Luisa, 443 Vilá Reyes, José, 415, 416, 426 Vilariño Alonso, Andrés, 143, 266, 410 Villalonga, Ignacio, 225, 261, 265 Villar Palasí, José Luis, 100, 208, 230, 233, 240, 247 Villenfagne, familia belga, 364 Villot, cardenal, 336, 435 Vince, Vladimiro, 348 Violardo, cardenal, 428 Vivanco, Luis Felipe, 71 Vocación cristiana del hombre de hoy (José Orlandís), 62 Voz de Asturias, La, 295 Voz de Galicia, La, diario, 295
Unión Popular, 262 Unión Popular de Seguros, 262 Unión pour la Sauvegarde de l'Individu et de la Famille, 361 UNIV, 469 Universal, 263 Universal de Inversiones, S.A., 268 Universidad Austral, 383 Universidad Católica de Lisboa, 348 Universidad Católica de Lovaina, 363 Universidad Católica de Milán, 350 Universidad de Coimbra, 345 Universidad de Earlsfort Terrace de Sugeons, 351 Universidad de Jaca, 88, 115 Universidad de Los Andes, 380, 381 Universidad de Madrid, 101, 109, 215, 216 Universidad de Navarra, 203, 212, 235, 267, 290, 296, 312, 318, 333, 334, 348, 350, 360, 368, 375, 380, 381, 388-390, 424, 425 446, 452 Universidad de Nueva Gales del Sur, 384 Universidad de Piura, 380 Universidad de Santiago de Compostela, 142 Universidad de Sevilla, 305 Universidad de Utrecht, 388 Universidad de Zaragoza, 18, 19, 88, 115, 205 Universidad Hispanoamericana de la Rábida, 143 Universidad La Sabana, 380 Universidad Laboral de Gijón, 254 Universidad Pontificia de Zaragoza, 16, 17 Universidad Pontificia por Constitución Apostólica, 312 Universitas, publicación, 350 University Hostels Limited, sociedad, 3511 Urbani, Leonardo, 349 Urbano, Pilar, 249 Urbistondo, Julián, 150, 356 Urteaga, Jesús, 187, 334 Uzquiano, general, 206
Waimer, S.A., 279 Walsh, Michael, 179, 181, 182, 332, 335, 437 Walter Thompson, 287 Warrane College, 384 Wasmosy, Juan Carlos, 382 Weck, Philippe de, 363 Werrie, Paul, 304 Wespine Bayridge, 376 Wiederkehr, Alfred Julius, 423 Wiederkehr, Arthur, 372, 422, 423 Wiederkehr, George, 423 Wilkiemayer, Diana, 377 Wojtyla, cardenal Karol. Véase Juan Pablo II
Vaillant, Yvon Le, 277, 334, 372 Valdés Leal, Juan de, 331 Valencia Club de Fútbol, 262 Valensole, centro cultural, 361 Valero Bermejo, Luis, 255 Validos de Franco, Los (Ramón Garriga), 207 Valle de los Caídos, 254 Vallina, Juan Luis de la, 410, 413 Valls Amo, familia, 105 Valls Taberner, Félix, 260 Valls Taberner, Fernando, 104, 105, 197
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Wort und Warheit, 318, 334 Wurster, Antón, 348
Yzurdiaga, Fermín, 70
Zabalza Ramos, 291 Zama, Giorgio, 349 Zarandona, Pedro, 243 Zobel, Edwin, 372 Zorzano Ledesma, Isidoro, 28, 38, 40, 56, 60, 62, 74, 129-131, 150,441 Zulueta, sir Philip de, 353 Turbarán y los pintores españoles de la vida monástica, 294
Xavier, Francisco, 328
Ya, 159 Yauyos, prelatura de, 312 Ybarra, Emilio, 266, 267 Ybarra, Pedro, 71, 122, 202, 266, 267 Ynfante, Jesús, 394
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Esta obra, publicada por GRIJALBO, terminó de imprimir en los talleres de Hurope, S. L . , de Barcelona, el día 1 de septiembre de 1996
¿Secta?, ¿grupo de intereses?, ¿organización religiosa? El estudio m á s objetivo, a m p l i o y d o c u m e n t a d o -incluidas fuentes i n é d i t a s o desconocidas fuera de la o r g a n i z a c i ó n - sobre la historia, estructura, m i e m b r o s e intereses materiales de la O b r a de Dios.
ISBN: 84-253-2987-6